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BIBLIOTECA
AUTORES ESPAÑOLES,
DESDE LA FORMACIÓN DEL LENGUAJE HASTA NUESTROS DÍAS.
POETAS líricos DEL SIGLO XVIII.
COLECCIÓN FORMADA E ILUSTRADA
Por el Excmo. Sr. D. LEOPOLDO AUGUSTO DE CUETO,
DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA.
TOMO PRIMERO.
MADRID,
M. RÍVADENEYRA — IMPRESOR — EDITOR,
GALLE DEL DCQDE DE OSUNA, O.
1869
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BOSQUEJO IIISTÓRICO-CRÍTICO
DS
LA poesía castellana EN EL SIGLO XVIII.
CAPITULO PRIMERO.
Decadencia política de España al terminar la dinastía austríaca. — Postración artística é intelectual. — Corrupción
de la poesía lírica. — Carácter análogo que toman los extravíos literarios en las decadencias nacionales, — Sor
Juana Inés de la Cruz. — Montoro.
Carlos II espiró el dia 1." de Noviembre de 1700.
Por una coincidencia harto rara, caminaron esta vez rigorosamente enlazadas la histo-
ria j sus divisiones cronológicas. Al fenecer el siglo xvii arrastró consigo ante el tribunal de
la posteridad á la casa de Austria, que pasó sobre España como espléndido meteoro, que em-
pieza deslumhrando, y acaba destruyendo y aniquilando. Ambiciosa y grande primero ; des-
pués grande, pero recelosa y sombría; más adelante irreflexiva y frivola; y al cabo indolente
y supersticiosa, formó, en no largo espacio, una imagen cabal de la grandeza y de la postra-
ción de los estados.
Tal vez no haya ejemplo, en la historia de las decadencias nacionales, de un cuadro más des-
venturado que el que presenta España en los últimos años del siglo xvii y en los primeros
del XVIII. No hay nación algima que haya expiado tan recia y apresuradamente los engrei-
mientos de su pueblo y los yerros de sus monarcas. La casa de Austria , ciega y desalumbra-
da con los triunfos de su primer período, y enredada en su dominación, tan vasta como hete-
rogénea, condujo la monarquía española, como por una fatal pendiente, al más lastimoso pa-
radero. En todo el siglo xvii , y singularmente en el reinado de Carlos II, la sociedad española
se iba disolviendo lentamente , y desmoronándose piedra á piedra el magnífico edificio de su
grandeza en el glorioso siglo XVl. Dios , el Rey, el honor, las tres palancas poderosas que remo-
vían y levantaban los ánimos en aquella nación de soldados , de caballeros y de poetas , perdían
su fuerza ó torcían y desnaturalizaban su impulso. Hasta la fe no era ya la luz divina que
tan pura y vigorosa habían llevado nuestros conquistadores á las inexploradas regiones de
América y de Asia : se había anublado algún tanto con escrúpulos supersticiosos , de esos que
ofuscan el entendimiento y turban la conciencia.
Desviada la nación de la senda política y administrativa que , en el movimiento general de
la civilización europea, le señalaban sus peculiares circunstancias, no perdió su vitalidad na-
tiva , porque ésta no muere fácilmente en razas de tan robusto temple ; pero quedó en aquel
tiempo como embargada y adormecida.
La historia literaria, que , entonces como siempre , caminaba al lado y al impulso de la his-
toria política , no presenta un aspecto menos lamentable y vergonzoso. La esterilidad intelec-
tual ha de reinar irremediablemente allí donde la sociedad entera ve cegadas las fuentes de su
acti\TÍdad y de su gloria. Las letras , pobres y desnaturalizadas como la nación que las produ-
j, Ps,-xviu, a
vi BOSQUEJO HISTÓiaCO-CRlTICO
cia, habían caído en un abismo verdadero de afectación y de artificio, y como no pedia dejar
de suceder, las ciencias y las artes liaLian venido a parar al mismo lastimoso estado de agonía
en que se hallaba, herida de una decrepitud precoz y acelerada, la lozana y esplendorosa
monarquía de Isabel la Católica, de Carlos V y de Felipe II. La poesía lírica, flor delicada
de épocas tranquilas y risueñas, ó centella ardiente de tiempos borrascosos, ¿cómo había de
prosperar en una atmósfera sin luz, sin vida y sin calor? No canta ya los sentimientos, las
ideas, los recuerdos y las ilusiones nacionales. Había quedado reducida á un enredado y mo-
nótono laberinto de ridículos conceptos , de narraciones chocarrerr.s , de monstruosas hipérbo-
les, de agudezas sin intención ni alcíince moral, de alambicamientos peregrinos, expresados
en frase más peregrina todavía. Hasta la poesía religiosa, que no vive sino con la dignidad del
pensamiento, con la sencillez de la expresión, con la magnificencia de las imágenes, se halla-
ba pervertida y ahogada en aquel raudal de retruécanos y de trivialidades. De ello dan claro
testimonio el cúmulo de villancicos chabacanos, y alguna vez indecorosos , que inundaban la
nación entera , y las poesías sagradas familiares de Montero y de tantos otros , que lastiman
la majestad de la religión y la veneración que se debe á las cosas del cielo.
Las épocas de verdadera grandeza y espontaneidad literaria son raras y efímeras en la historia
de todas las naciones. Nuestra alta poesía nacional , esencialmente épica y dramática , pasó con
los romanceros y con el opiúento y magnífico teatro español del siglo de oro. La nmsa estric-
tamente lírica, salvas escasas excepciones , no tuvo nunca, ni aun en sus más brillantes perío-
dos , el sello de la creación nativa , el brioso y absoluto desembarazo que acompañan siempre
á la literatura profundamente original. La antigüedad pagana, Pro venza y Cataluña, Italia,
Francia en épocas posteriores, asoman, en más ó menos embozada manera, en casi toda
nuestra poesía lírica , y hasta en aquellas composiciones que , inoculado, por decirlo así , el
gusto extranjero en el ánimo del poeta , están revestidas de formas tan fáciles y natm-ales, que
parecen á los inadvertidos emanación genuina del estro castellano.
Si bien con agi'avantes alteraciones , reinaba cual nunca en las letras españolas el deijrava-
do gusto de los conceptistas y de los cultos, que tanto habían contribuido á arraigar en nues-
tro suelo Ledesma, Gracian, Góngora y otros deliberadamente, y grandes ingenios, como
Lope de Vega (1), Calderón y Quevedo, que, al paso que condenaban por reflexión é ins-
tinto tales extravíos , se rendiaii de cuando en cuando, y como á pesar suyo , á la influencia
invasora del contagio.
Importante sería para la historia literaria de nuestro país desentrañar las causas masó me-
nos visibles é inmediatas de aquel desvío del buen gusto y del recto sentido; desvío que tras-
cendió con seducción irresistible á la poesía , á la historia , al pulpito , á la sociedad entera.
No cuadra á nuestro especial objeto entrar ampliamente en este interesante examen relati-
vo á épocas anteriores. No podemos menos, sin embargo, de hacer notar cuan mal compren-
dida fué en las contiendas críticas del siglo xviii el verdadero origen y la índole peculiar de
aquella corrupción literaria, cuya eficacia dejó en las letras españolas rastros tan profundos,
que tal vez duran todavía. Al recordar las ruidosas polémicas sustentadas en Italia acerca del
cultismo por Bettinelli , Tiraboschi , los abates Andrés y Lampillas , y otros literatos esclare-
cidos , los hombres de la edad presente nos soi'prendemos del fervor exorbitante que se em-
pleaba en tales controversias , á par que de los argmnentos , especiosos ó mal asentados , que
tomaban el carácter sofístico y los ímpetus de la pasión.
Errando el camino de la verdadera crítica filosófica , y olvidando la grave y severa sencillez
que habian manifestado en felices tiempos los principales escritores españoles, achacaban los
italianos á España la corrupción del buen gusto en las letras europeas , desde la antigüedad
(1) Son curiosos documentos, para la inteligencia nares, de Segovia, 13 de Noviembre de 1624 ; con
de esta cuestión, la Cemura de Lope de Vega Car- la replica de Lope impresa enZa Circe, año de 1G24,
pió, impresa en su Filomena (1621), sobre la poesía y la contestación de aquél, 23 de Abril del mismo
culta , y Reítpuesto dd licenciado Diego de Colme- año de 1624.
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DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL vn
romana; y presentaban esta corrupción como una dolencia crónica, inherente al suelo y al clima
de España , que habia inficionado á Italia en la época de su dominación. Voluminosos libros
se escribieron con tan estéril y enfadoso designio. Eéplicas iorualmente briosas y eruditas se
escribieron asimismo, mereciendo la palma entre ellas las del abate Andrés y del jesuita ca-
talán don Francisco Javier Lampillas. Pero ni las acriminaciones intempestivas ni las doctas
investigaciones, alcanzaron á iluminar con luz clara y cabal el objeto de la reñida controversia.
Los italianos se empeñaban sin tino en atribuir meramente á tendencias nacionales lo que sólo
podia y debia explicarse por las leyes ñitales de las decadencias literarias. Por aquellos mismos
tiempos en que tan preponderante se hallaba en España la perversa manía del goi^goñsmo la
Inglaterra, cuyas influencias de raza, de clima y de costumbres difieren tan esencialmente de
las influencias análogas de España , se hallaba inundada por el torrente del eufuismo, gerigon-
za simbólica, compuesta de metáforas y conceptos, que podia disputar á los conceptistas italia-
nos y españoles la palma de la extravagancia. Escasos hubieron de ser á la sazón el roce y la
comunicación recíproca de las literaturas inglesa y castellana , y sin embaro-o, llama la aten-
ción la semejanza de los extravíos en que ambas cayeron, caminando, al parecer, por distinto
rmnbo. El famoso Johu Lilly fué en Inglaterra el legislador del estilo metafísico y figurado,
como lo fué Gracian en España, como lo fué en Italia el Conde Manuel Thesauro en su An-
teojo Aristotélico. El pedantesco libro de Lilly Euphues and kis England {1) , si bien con
forma diferente, es digno compañero de Agudeza y Arte de ingenio y otros códigos del estilo
culto.
A causas generales , que se ven patentes en ciertos períodos de la historia literaria de todas
las naciones, y no á influencias determinadas y locales, hay que atribuir los grandes vicios
que , en tiempos infelices , alteran y depravan las letras.
Entre los desvarios tenebrosos de Licofron , el Góngora de la corte de los Tolomeos ; las
afectadas metáforas de los poetas de Bizancio, que cultivaban los acrósticos, y otros juegos de
forma que habrían figurado dignamente en la Poética de Rengifo ; el lenguaje alambicado de
Marcial , las declamaciones de Ju venal , el aparato ostentoso de imágenes y de relumbrantes
palabras de Lucano (2); el eufuisnio de Inglatera, el conceptismo de Ledesma, el culteranismo
de Góngora, las primorosas y cortesanas sutilezas del caballero Marini, la afectación de la plé-
yade francesa del tiempo de Luis XIII; y por último, el hel-esprit de las précieuses del Hotel
de Rambouillet y de la refinada corte de Sceaux, hay afinidades incontestables, lazos visibles,
que los hermanan y confunden. Son consecuencias, más ó menos semejantes, de una de dos
causas: ó una civilización literaria en embrión, ó una cidtura intelectual deofenerada. La hin-
chazon y el simbolismo á la usanza oriental asoman en las letras griegas cuando pierden
éstas su espontaneidad y su fuerza. Del mismo modo la literatura enfática é hiperbólica de los
árabes deja en las naciones occidentales un rastro tradicional tan hondo y tan tenaz, que no
sólo reina en largos é importantes períodos del renacimiento y de la era moderna , sino que,
cuando parece borrado irrevocablemente por el gusto y el buen sentido, renace de improviso
en la lira de Víctor Hugo y de otros poetas de imaginación exuberante.
Carlos II, juguete de ambiciosos cortesanos, caminando en todo sin norte y sin constancia,
indeciso, obcecado, moribundo, fué lamentable emblema de su propio reinado. En esta época
de transición y de marasmo no hay que buscar poesía que merezca tal nombre. El pensa-
miento no vuela á los espacios su])limes del idealismo; no entiende ni analiza los impídsos
generales de la humanidad , ni los privativos de la patria ; no se concentra en la emoción in-
dividual , de donde brotan el placer, el éxtasis , el llanto ; no sabe siquiera describir con since-
ridad, pintar la naturaleza con los colores vigorosos que reflejan la admiración y el entusias-
(1) Walter-Scott da clara idea de las extiavagau- poésíe de l'époque. (D. Nisard, Les poetes laiins da
cias del evfuismo en su novela El Monasterio. la décadcnce.')
(2) Ces contorsions Uttéraires qu'on appelait la
vm JBOSQUEJO HISTÓRICO-CRÍTICO
mo. ¿Qué lia de ser, pues, una poesía donde no hay ni pasión , ni verdad, ni fantasía; donde
no palpita la vida humana ni en sus manirestacioncs ahiertas y expansivas, ni en su movi-
miento íntimo y personal? Ha de convertirse necesariamente en evoluciones complicadas,
de falso ino-enio y de enredada forma, en juegos mecánicos semejantes á primores de taracea.
En una palabra, no es la poesía de las imágenes nohles y verdaderas, de los arranques del
corazón , de los sentimientos briosos y levantados ; es la poesía do los laberintos , de los acrós-
ticos , de los ecos , de las paranomasias , de los retrógrados , y de otros ruines entretenimientos
de literaturas estragadas (1). Las literaturas nacientes adolecen á veces de esta afición á los
juegos pueriles de la forma. Testimonio dan de ello las canciones de los trovadores pro venza-
Íes y las fihgranas métricas de Baena, de A^illasandino y de otros poetas castellanos de los
siglos XIV y XV (2). [¡Triste semejanza tienen en la poesía española la infancia y la decre-
pitud !
La afición al lenguaje metafórico, que en los tiempos prósperos del cultismo avasallaba á la
Europa literaria , habia nacido acaso también , en gi'an ]iarte , de los afectados refinamientos
de la sociedad cortesana, animada por la galantería caballeresca, que el renacimiento habia
creado con las formas exageradas, propias de una civilización mieva, que pugna por romper
apresuradamente las cadenas de la barbarie. El culteranismo y el conceptismo , antes de con-
vertirse en escuelas literarias , estaban ya en su esencia en los libros de caballería , y Cer-
vantes, al ridiculizar los delirios y el lenguaje enfático de aquellos libros singulares, ayu-
daba grandemente á la sana crítica literaria.
Pero aquellas hipérboles extravagantes, aquellas adulaciones novelescas, aquellas frases
hinchadas y campanudas halagaban la imaginación de la gente cortesana, así en la Inglaterra
de Isabel como en la España de los monarcas austríacos. El estilo figvu*ado era como blasón
de personas cultas ó encumbradas , y éstas , no contentas con metáforas manoseadas , como
las de volcan, lumbres, ébano, para expresar el corazón, los ojos, los cabellos, se afanaban por
dar tormento á las palabras y á las ideas, á trueque de pasar por elegantes y discretas. Llamar
las cosas por su nombre, usar frases limpias y Uanas , llegó á pai-ecer vulgaridad. Los poetas,
que nunca se sustraen completamente á las influencias políticas y sociales, se rindieron fá-
cilmente á las seducciones de la moda aristocrática, y hasta los de más sano instinto pagaron
tributo, á pesar suyo, á aquella dominación bastarda. A la forma sencilla y pura de la verdad
y de la belleza se sustituyeron , primero con el ejemplo, y después con autoridad doo-má-
tica , voces peregrinas , circunloquios pomposos , intrincados conceptos. Góngora y Gracian
creían reformar la literatura , engrandecer el campo de las ideas , ennoblecer el idioma pa-
trio ; el caballero Marini (3) miraba con lástima al severo y cuerdo Malherbe ; y lo más
extraño es, que todos se juzgaban innovadores , cuando en realidad no hacían más que re-
troceder á épocas más ó menos remotas. Naciones habia, que blasonaban de ser inventoras
del malhadado estilo culto. Portugal entre ellas. Manuel de Faria y Souza , el comentador
del Camoens, atribuía esta triste gloria nada menos que al Pey don Sebastian (4). Los es-
(1) En la poesía griega y latina de las épocas de cuyo extraño mérito consiste sólo en que con sua
decadencia hay ejemplos increíbles de esta extrava- palabras pueden hacerse 3.628.800 combinaciones,
gante manía. Símmias , de Rodas , escribe á la zam- Podría formarse una lista interminable con ejem-
poria^ y cifra todo su conato en que los versos escri- píos de extravagancias semejantes. — (Véase á César
to3 representen la figura de este instrumento pasto- Cantú, Documentos de filosofía y literatura. — Poe-
ril. Los poetas latinos escriben versos anacíclicos, mas difíciles.')
esto es, versos cuyas letras dicen lo mismo leídas por (2) Véase el Cancionero de Baena.
la izquierda que por la derecha, como éste : (3) De Marini decía el abate don Juan Andrés :
jRoma tibi suuto motihus ibit amor. «^0 podrá leer Seguidamente L'Adone quien no ten-
ga pervertidos el gusto y el corazón.»
Más adelante se hicieron versos tan ridículos como (4) «e1 Rey don Sebastian fué el primero que es-
el siguiente : cribió en el estilo que hoy llaman culto, como cons-
ítx, rex, )qI, dux,/ofs, lux, mors, sjies > pci.r , peira , Christm, ta de algunas composícioncg SUyas en prosa difícil.))
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL 13-
tragos del mal gusto en el suelo castellano fueron rápidos é irreparables. La violencia del
sentido en las frases, la puerilidad de los retruécanos, lo enmarañado y sutil de los circun-
loquios , liabian llevado, al parecer, la poesía cá los límites extremos de la depravación. Y sin
embargo, ¡ quién lo imaginara ! aun caljia mayor degeneración en aquel lamentable estado.
En los últimos tiempos del siglo xvii, una nueva decadencia vino á corromper y preci-
pitar más, si era posible, la decadencia misma. El culteranismo se trasformó. Ya no era
la secta extra^■iada, pero ardiente é ingeniosa, que aspiraba á realzar la literatura con es-
ñierzos y con artificios , como la miijer que , poco confiada en sus verdaderas perfecciones
intenta acrecentarlas con afeites y complicados atavíos. Era una musa envejecida, que ha
perdido la belleza y el donaire, y quiere reemplazar la una con repugnantes cosméticos y el
otro con equívocos y descaro.
Cáncer, León Marchante, Montoro, Sor Juana Inés de la Cruz son, al terminar el si-
glo XVII, los más célebres representantes de esta musa degradada, que canta porque se di-
vierte, y no porque siente ó porque admira. La monja de Méjico es, entre estos poetas la
que recibió del cielo estro más puro y sensibilidad más delicada. En época para las letras
venturosa , habría tal vez legado á la posteridad nobles frutos de su ingenio y de su corazón.
Ahogado su numen en aquella atmosfera corrompida, sólo ha dejado en el cúmulo de sus
versos algunos destellos de fantasía , algunos rasgos de esa agudeza femenil á que nunca al-
canza el numen de los hombres (1).
La chocarrería y la trivialidad de los asuntos que solían ser objeto de los cantos líricos de
aquel tiempo, fueron extremadas , y sólo comparables á la vulgaridad del estilo. En los tiem-
pos de la decadencia romana, los asuntos ridículos, triviales, monstruosos ú obscenos fueron
también claras señales de la extravagancia y la abyección á que habían llegado las letras. 01-
.vidando la noble verdad y la ática sencillez que resplandecen en los poemas del siglo de Au-
gusto, los poetas del siglo de Nerón gastan todo el calor natural de la fantasía en frivolos ó
vergonzosos pasatiempos de ingenio, de adulación ó de procacidad. Felicitaciones lisonjeras,
ejíitalamios amanerados , insulsas ofrendas poéticas en las saturnales , epigramas eróticos,
descripciones de recetas médicas, de historia natural, de festines, de geografía; estos y otros
asuntos semejantes constituían el fárrago de poesía artificial que inundaba á Roma cuando
la llama de su civilización prepotente se ahogaba en las convulsiones del Imperio degenerado.
Los poetas españoles , recién pasado el siglo de oro, seguían fatalmente, y sin sospecharlo, las
tristes huellas de la poesía romana decadente y envilecida.
Montoro (2), más conceptiva y equivoquista que culto, ingenio mediano y hombre cuerdo y
sincero, demuestra con su ejemplo adonde van á parar las letras nacionales en el descenso
de su gloria. Un tomo entero de sus obras está consagrado á la lírica sagrada. Todo denota
en sus versos corazón limpio y fe sincera , y sin embargo , el sentido grave de la religión ,
sus inefables misterios, su edificante historia, no le inspiran sino agudezas y discreteo. Di-
rige á los santos sutilezas festivas, dedica chocarrerías conceptuosas á la conversión de un
hereje, y, lo que es más extraño, no le ocuiTe, para cantar el origen del cristianismo, esto
es, la imponente pasión del Hombre-Dios , una forma más alta y adecuada que la de unas
jácaras chabacanas. Dice en ellas , hablando del Señor :
Sosegó á Pedro, y le dijo :
« Amigo, vamos á espacio ;
Que yo sé que antes de mucho
Te ha de cantar otro gallo. »
No se burla Montoro de la Pasión , y sin embargo, el mal gusto literario y el trastorno
(1) En el tomo xlh de la Biblioteca pueden ver- (2) Don José Pérez de Montoro nació en San Fe-
se muestras de la poesía discreta de esta mujer ex- lipe de Játiva, el afio de 1627. Murió en Dicicmbro
traordinaria. de 1694.
f BOSQUEJO HISTÓRICO-CRÍTICO
de los tiempos le hacen incurrir involuntariamente en una verdadera profanación. ¡Jesucristo
diciendo chistes y equívocos á san Pedro en el momento solemne del más augusto y sublime
de los sacrificios ! ¡ Cuánto han debido descaminarse las inspiraciones de la fe desde las me-
ditaciones majestuosas de fray Luis de Granada y los arrobamientos celestiales de fray Luis
de León I
En las obras que Montoro titula líricas humanas es algo menos vulgar la inspiración (1). Los
asuntos no son en general tan sandios y triviales como en otros poetas , pero algimas veces
desciende á la más vil esfera á que puede llegar el pensamiento del poeta (2). Escribió algu-
nos versos heroicos de ampuloso linaje, y muchas poesías lisonjeras y cortesanas dirigidas á
Felipe IV, á la Reina Madre, á Carlos II y á varios magnates de la corte; pero, arrastrado
por el impulso general , consagró principalmente su musa á ima dama que se sangró , á otra
gue se sacó una muela, á otra que se durmió después de cantar, á un zapato, á cuatro damas que
quisieron liacerse brujas, á la Tarasca, á los rigores del abanino, y á otras fruslerías semejantes.
Suelen encontrarse en sus obras bellos versos y trozos de entonación robusta ; pero todo lo des-
luce el afán de desplegar ingenio á todo trance ; pudiendo con razón aplicarse á este poeta,
como á todos los de esta desventurada escuela, aquel célebre verso, que contiene una gran ver-
dad crítica ;
Vesprit qu'on veut avoir, gáte celui qú'on a.
CAPITULO II.
Advenimiento de la casa de Borbon. — Felipe V quiere, sin conseguirlo, identificarse con la nación española,-
— En artes y letras prevalece en la corte el espíritu extranjero.— Influencia de la cultura del reinado de
Luis XIV. — No llega por entonces al pueblo español. — Agonía del numen lírico. — Destellos de la entonación
antigua, perdidos entre los delirios del mal gusto reiníintc. — Enciso. — Bernaldo de Quirós. — Decadencia en
la decadencia : lUtimos limites. — Poesía rastrera y familiar. — Salazar y Hontiveros.
A tan lamentable estado hablan llegado las musas castellanas cuando subió al trono es-
pañol , con el nombre de Felipe V, el príncipe francés Duque de Anjou. Preñada á la sazón la
atmósfera política de Europa de disturbios, de recelos y de ambiciones, no presentaba á Es-
(1) Como este poeta está ya olvidado, juzgamos Y asi errado presume el poderoso
oportuno publicar los siguientes versos , copiados de ^ ^, fortuna duración constante
^ ^ 1 ■ • j Pues lo que mas le constituye excelso,
un manuscrito, como muestra de su ingenio, de su en- -^ asimismo lo que le hace frágil.
tonacion firme y de su estilo hiperbólico y COncep- No de otra suerte en pródigo terreno
tuoso ■ Xrbol fecimdo á quien de frutos gravea
Á LAS RUINAS DEL COLOSO DE RODAS. La abundancia feliz que le enriquece,
Es carga lisonjera que le abate.
Taces, [oh maravilla de los siglosl ^^^ ^.j ^^^^ ^^ ^, , p^^t^ado asombro
Mas tan sublime en f js ruinas yaces . ^^^¿^ ^¡^^p^^ ^^ ^^ ^.^^^ ,^^ ^^^^^^ ^
Que por las bocas que te abrió el estrago , p ^^ ^^ condición del tiempo
Desmientes lo abatido con .o grande. _ , , . . ,
Hacer eterno lo que juzga infame.
Causando al mundo uji. versal asombro,
Fuiste del sol estatua venerable,
Y hoy, reducido á lástima el respeto, ^2) Hav un Eoneto, cuyo asunto no nos permiten
Sólo del escarmiento eres imagen. \ j i -l j. t> i mí-
Cuanto elevó el primor de muchos años, expresar el pudor y el buen gusto. Raya en los ulti-
Precipitó la injuria do un instante, DIOS limites de la obscenidad y de la chocarrería, y
A cuyo golpe estremecida el Asia, sin embargo, ¡singular cai'.dor de aquel tiempo I las
Dio de sorda inquietud claras señales... aprobaciones oficiales del libro declaran que no se
Acaso para mérito íi tus triunfos in m , ,^7 i.
Deshizo el tiempo tu altivez gigante ; ^^^^^ «n el cosa al-una opuesta á la modestia cris-
El tiempo , aquel cuya ambición hambrienta liana.
Los bronces come y los escollos lame. Una repugnante composicion de Montero está ins-
Mas no ; que si prodigio te erigieron, -^^^ ^^^ dolencia hemorroidal que padecía.
Sólo por tu excelencia peligraste ; ,,, j , , m j^ n i • ^ •, •
Que, ánn sin malicia de las horas , siempre ^^^ adelante Taf alhx se complacia en descnbir una
Aáoleció de breve lo admirable ; purga.Así se había envilecido la poesía.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL a
paña ima perspectiva de sosiego j de engrandecimiento el esclarecido A'ástago de Borbon. La
nueva dinastía no traia en verdad á la nación ni el es]:)lendor del poder, ni el iris de la paz*
pero venía con ella la luz de la esperanza. Hay en la vida de las naciones épocas de tanta es-
terilidad y desventura , que es forzoso salir de ellas á cualquiera costa j por cualquier camino.
La mayoría del pueblo español sentía instintivamente la imperiosa necesidad , v recibió al
nuevo rey con lealtad profunda y júbilo sincero, como una solución feliz á la enmarañada y
aflictiva situación en que había quedado la monarquía al fallecimiento de Carlos II (1). — No
es de este lugar recordar detalladamente las azarosas visicitudes de aqiiel reinado borrascoso.
La gueiTa de sucesión puso á prueba, así el suírimiento de los españoles como la entereza del
Monarca. Devorada España por la guerra civil , combatida por casi toda la Europa , desmem-
brados sus estados, y auxiliada en su propio seno por armas extranjeras , lo cual es siempre una
calamidad , no decayó jamas el vánimo constante de esta nación guerrera y esforzada.
No merece Felipe V el desmedido rigor con que le han juzgado varios escritores extranje-
ros , y señaladamente algunos de su propia nación (2). La posteridad no puede conceder á este
rey la condescendiente admiración que le tributaron sin tasa muchos escritores contempo-
ráneos ; pero sería injusto desconocer que, á vueltas de sus accesos de indolencia y de hipocon-
dría, y á pesar de no ser transcendental el alcance de su entendimiento, encerraba su alma
prendas de alta valía. Su denuedo en los combates, su noble constancia en las horas de infor-
tunio, la pureza de sus costumbres , y su sana intención en favor de sus pueblos, son títulos
gloriosos, de que la historia no debe prescindir. Pasados los tiempos borrascosos de la guerra do
sucesión, intentó hacer penetrar en España aquella cidtura artística y literaria que en su mo-
cedad había visto resplandecer con tan radiosa lumbre en la atildada corte de Versalles. Él
creó la Academia Española y la Academia de la, Historia; él fomentó, con el real sitio de San
Ildefonso, las artes de la elegancia y del buen gusto.
Pero, con todos estos laudables esfuerzos , las letras , que viven con la vida de la inspiración
y del libre impídso nacional , no pudieron florecer en el reinado de Felipe V. Este monarca,
sin embargo de su firme propósito de identificarse con la nación española , traia involuntaria-
mente consigo un vicio mortífero para la poesía : el espíritu extranjero, que , por la virtud
misma de las cosas y de los sucesos , hubo de ingerirse gradualmente en el corazón de las
clases cultas y aristocráticas. El roce continuo con los ejércitos franceses poco ó nada altera-
ba la índole peculiar del pueblo español, guardador obstinado de sus hábitos y de sus ideas.
Pero, eclipsada por una parte , á los ojos de la crítica victoriosa entonces, la civilización reli-
giosa y literaria de nuestro siglo de oro, y admitida con favor por la corte la influencia de la
cultura pomposa y deslumbradora del reinado de Luis XIV, que toda la Europa acataba y
remedaba entonces , no podia dejar de abrirse, si bien con lucha y embarazo, un nuevo camino
á la actividad intelectual de los españoles. Pocas afinidades tenía en verdad esta civilización^
esencialmente artificial y acompasada, con el espíritu gallardo, espontáneo y algún tanto indis-
ciplinado que habia sido alma nati^ a y vigorosa de la literatura castellana. Felipe V asoció
con noble y sincera voluntad á la nación española su gloria, su porvenir y hasta su existencia,
Pero era nieto de Luis XIY y alumno de su corte , y mal podia perder su ánimo los recuer-
dos y dejos seductores de la edad temprana , y asimilarse en cabal manera á una atmósfera in-
telectual de tan diferente y por entonces tan inferior linaje.
Luis XIV, que , en el engreimiento natural de su poder y de su gloria , no veia en la coro-
na de España sino un elemento auxiliar de la suya , a;yTidaba activamente con su política y sus
consejos á la conservación de las influencias de exótico origen que preponderaban en la corte
española. « No os olvidéis de que sois príncipe francés », fué la primera advertencia que el
(1) En América, donde era rnénos conocida la in- desdeñosa y áspera concisión: Un petit fiU de
capacidad do Carlos II, ñié muy deplorada su muerto Lovis XIV, un eleve de Fénélon, avait sommeillé sur
(2) Monsieur Villemain, de ordinario tan im- le tróne, entre d'insipides frivolités et de bizarres
parcial v tan moderado, habla de Felipe V con esta ffianies^ sans souci de rien d'honorab¡e,
5jjj BOSQUEJO HISTÓRI(X)-CRÍTICO
gran monarca dirigió en tono solemne al nuevo rey en presencia del Embajador de España (1).
A ser dable y adecuada al carácter dominador de Luis XIV, una advertencia en contrario
sentido habria sido más cuerda y más conforme á la razón de estado. Todavía duraban en la
memoria de los españoles los procederes, ya violentos , ya tortuosos , ya altivos, que Luis XIV
habia empleado contra España desde aquella desdicbada guerra á que puso térniiuo la paz de
Nimet^a, más deplorable para nosotros que la guerra misma. Aun bumeaban, por decirlo así,
Barcclonca y Alicante, bombardeadas por las armas francesas (2). Recientes, inmediatos es-
taban los famosos convenios de EI-Haya y de Londres (3), que la posteridad calificó de infa-
mes, en los cuales, bajo la influencia de Luis XIV, y sin la menor anuencia de España , se
repartía caprichosamente su corona como vil mercancía. Si la postración de ánimo, y el es-
tupor mismo que producían tan repetidos y extraordinarios golpes, embotaban, al parecer, la
sensibilidad de la nación, no apagaban las centellas del odio intenso que en aquellos dias
profesaban los españoles á la nación francesa. Las apremiantes necesidades de la existencia
política de los estados, que con insuperable fuerza imponen el remedio, fueron la causa ver-
dedera de que los españoles recibieran con ánimo franco á la casa de Borbon. Razones de
naturaleza política, hermanadas con sanas prendas geniales del Monarca, fueron parte igual-
mente para que Felipe V mirase con ínteres y afecto por el común provecho del noble pvie-
blo que se había echado tan confiadamente en sus brazos ; pero el apego á las ideas y á las
costinnbres, que se infvmden en el alma con la atmósfera en que se nace , así como la involun-
taria antipatía que inspira cuanto de ellas se aparta, ni se desvanecieron en el ánimo del
príncipe extranjero, ni se entibiaron por entonces en el espíritu del pueblo castellano.
Mozo inexperto, mal dotado por la Providencia del instijitode observación y de la entereza
necesarios á los hombres de estado , y rendido , muchas veces á pesar suyo , á la abrumadora
protección de su ilustre abuelo, no pudo Felipe V evitar que interviniesen en la dirección,
de los negocios del Estado manos extranjeras , con mengua de nuestra nacionalidad y de nues-
tra gloria. Oscuros extranjeros , levantados con escándalo al puesto de consejeros de la coro-
na (4) ; los altos cargos de la casa real otorgados á personas , francesas ó españolas , desig-
nadas por Luis XIV ; los honores más elevados y de índole nacional histórica concedidos , sin
reciprocidad siquiera, á clases enteras de la nación francesa (5); la mal embozada predilec-
ción del monarca español á los franceses (6) ; la admisión pública y oficial en los consejos de
la corona de los embajadores franceses, que solian creerse verdaderos gobernadores de la mo-
narquía : todo esto constituía una de las tutelas internacionales más tristes y más vergonzo-
sas en que ha llegado á caer nación alguna. La Francia , sin pensarlo, y llevada por el tor-
rente de los tiempos y de las trasformaciones históricas , tomaba ahora amplio desagravio de
aquella era en que España regía en Francia los Estados Generales por conducto de sus em-
bajadores.
(1) Este consejo fué repetido en las primeras ins- yó indispenííable poner coto á este abuso, que, con su
trucciones escritas que dio Luis XIV á Felipe V; anterior política, habia él mismo provocado. Así de-
instrucciones, por muchos admiradas, donde, al lado cia : «Aparta el rey Felipe de su servicio á los es-
de cuerdas y elevadas lecciones, campean otras por pañoles, á causa do una preferencia sobrado mani-
demas extrañas ó triviales. fiesta á los franceses. Din'ase que sus subditos le son
(2) Campañas de 1691, 1694, 1697. insoportal)les... Es necesiario que ponga el Rey de
(3) 11 de Octubre de 1698, 3 de Marzo de 1700. España todo su conato en ganar la voluntad de sus
(4) Orri, Alberoni, Kiperdá, etc. vasallos. Si estima poco á los españoles, fuerza ea
(5) La medida de esta clase que lastimó más hon- que lo oculte cuidadosamente... Su amistad á Fran-
dameiite el orgullo de los españoles fue la que alzó cia debe inspirarle el deseo de que vivan en la más
á la jerarquía do Grandes de España á todos los Pa- estrecha unión españoles y franceses. Si prefiere á
res de Francia. La historia no ha olvidado la enérgi- éstos, se aumentará el odio de aquéllos, y harto viva
ca protesta del Duque de Arcos, la cual le acarreó la es ya, por desgracia, la antipatía.» (Instrucciones de
severidad del Soberano y el alejamiento de su corte. Luis XIV á su embajador en España , el cardenal
(6) Llegó á tal punto, que el mismo Luis XIV ere- d-Estrées.)
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIII, SIII
La influencia francesa , si bien se entronizaba con cierta violencia política en la corte es-
pañola , no se infundia aún en el alma de la nación , no obstante el carácter atractivo y sim-
pático de la civilización peculiar de la corte francesa á ])r¡uci¡)ios del siglo último.
La Grandeza protestaba á cada paso contra aquella invasión de allegadizos elementos de
exótico origen , que apartaban de su natural asiento j camino el ser moral de la nación , y el
pueblo, aunque f*i voz era entonces inconsistente y flaco contrapeso á la acción gubernativa
de la corona , protestaba también en vulgares sátiras , y á veces en más autorizados docu
mentes, contra aquella preponderancia extranjera, que repugnaba á sus instintos de indepen
dcncia y á sus gloriosas tradiciones.
Después de este somero cuadro, ocioso es decir que la literatura patria , y en especial la
poesía, á la sazón gastada y corrompida, no podia renacer ahora con las niievas influencias
que traia la casa de Borbon. El revuelto período de la guerra de sucesión no era tampoco
tiempo de cantar; era tiempo de combatir. El pueblo habia olvidado pulsar la lira, pero no
manejar las armas ; y las memorables batallas de Villaviciosa y de Almansa , y la creación
casi repentina de vigorosas falanges allí donde pnrccian agotados todos los medios de resis-
tencia, demostraron , entonces como siempre, que la raza española está dotada para la guerra
de una vitalidad poderosa, que ni el tiempo gasta, ni los reveses amortiguan.
Pero la decadencia pública , los desastres de la guerra civil , el estruendo de las armas ex-
tranjeras dentro del reino, y las influencias francesas de la corte , no podían dar vida á la ins-
})iracion literaria y al gusto depurado que sabe hermanar lo sencillo con lo grande. Las artes
de ins])iracion son plantas delicadas, que rara vez despliegan toda su esplendorosa lozanía si
no las mecen las auras de la paz , si no las calienta el sol de la patria. La poesía lírica, en vez
de robustecerse y acrisolarse, descendió entonces al más pobre y abyecto estado. Puede de-
cirse que murió enteramente , pues algunos rasgos de ingenio, como al azar sembrados en tm
caos de concej)tos vulgares y de juegos pueriles de forma, no llegan á constituir nunca aquel
armonioso conjunto de altas ideas, de emociones sinceras, de formas puras y concisas, que
pon la esencia del verdadero numen lírico. Muchos cultivaban la poesía; algunos demostra-
ban ingenio claro y desembarazado y fecundo; el torrente del mal gusto, unido á la falta de
nnl)les estímulos, ahogaba sus prendas naturales, y ni uno solo llevó á sazón los frutos do
su talento (1).
La poesía castellana, en sus felices tiempos, tenía hechizo y galas cuando no tenía inspi-
ración. Ahora ya habia perdido inspiración y galas. Sin embargo, antes de pasar de esta época
de absoluta degeneración á la época doctrinal , en la cual nue\'as tendencias de carácter poco
español iban á enseñorearse de las letras , algo del espíritu nacional se conservaba todavía en
los romances de carácter popular. Véase, por ejemplo, el romance á los triunfos de Felipe V,
que empieza así :
Invicto Alcídes hispano, Si de Alejandro y de César
En cuyo valiente acero Volúmenes guarda el tiempo,
La fama imprime victorias, Para tus triunfos parece
Y la justicia escarmientos... Que son los siglos estrechos.
Este y otros romances , como todo cuanto se escribía entonces , están Uenos de afectadas
metáforas y de alambicadas frases , pero no puede negarse que resuena en ellos de cuando en
(i) Luzan hace del padre maestro Pérez de los tarea de reformador, hubo do mirar con prevención
Agonizantes el siguiente elogio : A principios de este severa; pero sin embargo, sin conocer las celebradas
siglo (xviii) escribía con elegancia y gusto, 9/ es las- poesías, no nos atrevemos á admitir esta excepción
tima que sus versos no se hayan dado á la estampa. al fallo consignado en la presente Introducción. Ele-
En baldo, aunque con suma diligencia, hemos bus- ganda y gusto en la poesía española, á principios del
cado las poesías manuscritas del padre maestro Pe- siglo xvni, serian un fenómeno singular de historia
rez de los Agonizantes. Grande es la autoridad de literaria.
Luzan para juzgar aquel triste período, que, en su
K17 BOSQUEJO HISTÓRICO-CRÍTICO
cuando como un eco lejano de la gallarda entonación de Góngora j de Calderón. Hasta en
poetas insignificantes, preciados de cultivar la lírica elevada, se advierten nobles rasgos,
perdidos en un fárrago de ridiculas metííforas. Uno de ellos , don Juan Enciso, que llega al
colmo de la pedantería llamando á la prematura muerte de Ciírlos II inmaturo ocaso, demues-
tra, aun en su estilo enfático y alambicado, que tenía prendas, cuando menos, de versi-
ficador numeroso. De otro tanto da indicios don Francisco Bevnaldo de Quirós , en un canto
al adAcnimieiito al trono del rey Fe]i]>c V. Cree pi-esagio feliz el nombre de Quinto, y saca
á plaza ima larga serie de Quintos esclarecidos: Quinto Fuloio, Quinto Fabio, Quinto Mételo,
Alfonso Fde Es])aña, Alfonso Fde Portugal, Enrique F de Inglaterra, Boleslao Fde Po-
lonia, Eurico V do Dinamarca, Carlos Fde Francia, y otros varios Quintos, monarcas y
papas, entre los cuales olvida á Fio V, tal vez porque este santo pontífice no habia sido
todavía canonizado á la sazón en que Bemaldo de Quirós escribía.
Al lado de insufrible afectación en el pensamiento y en el estilo, campea en los versos do
este poeta cierto ambicioso \-xielo, que denota que su imaginación no era de índole vulgar.
Véase , por ejemplo, esta octava , que dirige al recien coronado monarca , que no habia salido
de la adolescencia todavía :
De Jove y joven han de sei* tus prendas ;
Que acierto y juventud no están reñidos :
El genio, y no la edad , es bien que entiendas
Constituye los héroes aplaudidos.
Las de los años son vulgares sendas ;
En su oriente los soles son lucidos ;
Los Hércules que mandan la fortuna,
Doman los monstruos en la misma cuna.
Este discreteo, en que se combinan el alambicamiento y la elevación , no podia desagradar
a unas gentes que todavía admiraban los delirios grandilocuentes de Góngora. Bon Pedro
Scoti de Agóiz, cronista y autor dramático de aquella era, escribió, en alabanza de las octa-
vas de Bei^aldo de Quirós, im soneto, en el cual, al través del falso barniz de tan relum-
brante poesía, asoma algún vigor de idea y de entonación, cosa rarísima en aquellos infeli-
ces dias. Así dice de la inspiración , en el primer terceto :
Que dar alma al pincel , bulto al acento,
Es un milagro á que sin alto influjo
Llegar pudo jamas humano aliento...
Tales fueron , en fin , el envilecimiento del gusto y el desenfado de los poetas , que babia
al<mnos de éstos que dedicaban sus versos á asuntos, no sólo fiímiliares y rastreros, no sólo
repugnantes , sino de aquellos que en las naciones cultas no es lícito dar á la estampa. Entro
infinitos ejemplos , merece mencionarse la especie de trova ó parodia , que escribió don Juan
José de Solazar y Hontiveros, de las célebres décimas de La Vida es sueño, con motivo do
haber adolecido un amigo suyo de una enfermedad vergonzosa. Salazar, un sacerdote res-
petable, muy estimado en la corte de Felipe V, y admitido en la intimidad familiar del Prín-
cipe de Astiirias (después Fernando VI) y de su hermano el infante don Carlos (despuea
Carlos III), se atreve candorosamente á imprimir esta composición escandalosa, en la cual,
no sólo se llama por su nombre á las cosas más feas é indecorosas , sino que \ cosa singular en
aquel tiempo! escoge á un fraile como uno de los tipos de gente libertina que mejor cuadran
al extraño asunto de su inmunda poesía (1). Las letras, pervertidas, servían como de abrigo á
(1) Estos tipos son \\n fraile , un alguacil y un
paje. Hé aquí la tercera décima de esta chocarrera
parodia :
Nace un f rail 3 , qne no naco
Para padre , y con la bulla ,
Apenas de la cogulla
El santo temor deshace ,
Cuando d todas partes haco
Hipócritas mogigangas,
Y, en fin , logra pegar mangosi
Sin pegársele un desastre ;
T yo, con ser tan gran sastre ,
^0 puedo hablar bien de gangas
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIII. xv
este trastorno moral , que á favor de ellas pasaba inadvertido ante una corte morigerada j en
una sociedad escrupulosa.
Se ha repetido que en aquel período habían muerto las letras castellanas. Las letras dig-
nas de este nombre , es verdad , hablan muerto. Pero no ha de entenderse por esto que no se
cultivaba la literatura en España. Para una Justa poética celebrada en Murcia , el año de 1727,
en honor de san Luis Gonzaga j san Estanislao de Kostka, escribieron cinco poetisas j más
de ciento cincuenta poetas , entre ellos los célebres cura de Fruime , don Agustín de Montiano
y Lujando, el padre Isla y el Marqués de la Olmeda, vencidos, por cierto, todos cuatro, en el
certamen, por poetas oscuros, aun peores que ellos. Brotaban como plaga enlodas partes ver-
sificadores j copleros, cual suele acontecer en las decadencias literarias. No faltaban poetas;
lo que faltaba era poesía.
CAPITULO III.
Eocuerdos del estilo encrespado y oscuro de Góngora. — Manifléstanle afición las clases ilustradas. — León y
Mansilla. — La catedral de Salamanca, — Prevalece la poesía conceptuosa chabacana, — Otros poetas de la
extrema decadencia lírica. — Zamora. — Cañizares. — Bánces y Candamo, — Álvarez de Toledo (don Ignacio).
Enriquez Arana. — Benegasiy Lujan (don Francisco). — Mística poética. — SorGregoria de Santa Teresa. — Sor
María del Ciclo. — Prosadores poetas. — Torres. — Feijóo. — La poesía en las Indias. — Méjico. — El Perú.
El Virey Marqués de Castell-dos-Rius. — Monforte. — Peralta Barnuevo. — El Conde de la Granja.
«Pecaron los cultos, decía Forner (1), por demasiado poetas... Luego cayó la ambición
de la fantasía, y pecó por vil y ruin, como antes pecaba por encopetada y escabrosa, d
Hasta el sesudo Forner, hombre de severo y alto criterio , llamando demasiado poetas á los
poetas extraviados , denota la fácil indulgencia con que suelen ver los españoles todo empleo,
siquiera sea exorbitante y descaminado, de la imaginación.
Degradada la poesía cuanto cabe estarlo, á principios del siglo anterior, aun se encontra-
ban en España personas ilustradas que , en vez de caer en la chocarrería familiar que domi-
naba entonces , intentasen enaltecer la poesía ; como lo habían hecho los cultos , tomando por
elevado lo oscuro, por elegante lo ampuloso, y lo extravagante por sublime. Según ya hemos
indicado, Góngora deslumhraba todavía con su gloria y con su ambicioso y exuberante esti-
lo, y no faltó quien con ciega temeridad se juzgase capaz de imitarle y de seguir sus hue-
llas. Un oscuro poeta cordobés, don José de León y Mansilla, creyendo comi^letar las Soleda-
des de Góngora, escribió la Soledad tercera (2). Aunque versificador numeroso , faltaba á
León el fuego sagitado que había encendido la fantasía de su modelo , y no acertó á ponerse
al nivel de éste , ni en el brío de la entonación , ni en el color descriptivo , ni siquiera en el
ímpetu de sus delirios.
Verdaderos sabios , tales como el famoso deán Martí, imitaban igualmente en lo censura-
ble al gran lírico cordobés. Corporaciones enteras , de las mas respetables que encerraba Es-
paña, se manifestaban entusiastas del relumbrante y metafórico estilo. Un curioso ejemplo
demostrará hasta qué punto puede avasallar el mal gusto á las clases más ilustradas , y cuan
difícil es sobreponerse á los resabios y errores que son tenidos por galas y aciertos en las lite-
raturas decadentes. El Cabildo de la catedral de Salamanca , deseoso de celebrar la coloca-
ción del Santísimo Sacramento en aquella insigne iglesia, formó varios asuntos, para que fue-
sen cantados por los más famosos poetas de la época. Cinco de estos asuntos fueron encomen-
dados á Gerardo Lobo, de quien más adelante hablaremos. El primero de ellos, la descripción
(1) Carta al Duque de Montellano. escritas el príncipe de los poetas líricos de España,
(2) Soledad tercera; siguiendo las dos que dejó don Luis de Góngora, etc.— Córdoba, 1718.
XVI BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
del magnífico templo , era oportuno y poético , y pndo inspirar dignamente al poeta las cna-
renta y seis octavas qne escribió, algo conceptuosas , pero no exentas de estro y de grandeza.
En el sef^undo asunto no dejaron los comisarios del Cabildo campo abierto al gusto y á la
inspiración particular del poeta. Arrogándose fueros de autoridad doctrinal que tenian su
basa en la poética del tiempo, imponen como asunto á Gerardo Lobo una serie de metáforas.
Éstas son las propias palabras del Cabildu :
« De esta nuestra fábrica (la catedral) se pudiera decir que forma con sus piedras un pa-
negírico visible de su autor, el Cabildo de la Santa Iglesia, imaginando las figuras del már-
mol como figuras de retórica , hipérboles de bulto, alegorías , prosopopeyas , etc. »
¡ Y esto lo imaginaba y escribía el alto clero de la ciudad donde aun duraba el eco de los
sublime" y sencillos cantos de fray Luis de León! El poeta, siempre codiciador de fama y
aplauso, ¿ cómo había de sobreponerse al imperio de la doctrina literaria que con tanta auto-
ridad se le presentaba ? La metáfora es una de las formas del pensamiento que requieren ma-
yor cordura y gusto más acendrado. San Agustín pudo decir con elocuencia verdadera , en
los arranques de su mística admiración , que la fábrica del mnndo es un poema del supremo
Artífice. Pero Gerardo Lobo , á quien trazan de antemano el rumbo artificial que debe se-
guir su entusiasmo, ¿qué ha de escribir, sino monstruosas metáforas, cuyo éxito habia de es-
tar en razón directa de su ridiculez y de su violencia ? Después de decir que el templo es ora-
dor de si mismo , y que se lleva la cátedra de la agudeza retórica con sus tropos, sus frases y sus
figuras, llama á la cúpula prosopopeya , y á la iglesia entera sinécdoque del arte y
Catacresis marmóreo de la gloria ;
y no contento con ver
Un Demóstenes suyo en cada peña ^
quiere lucir los artificios del equívoco , y asegura que el sagrado monumento
forma con espanto
Un cántico de Dios en cada canto (1).
¡ Lamentables desbarros del ingenio, que no estaban en la índole de la inspiración llana y
sincera de Gerardo Lobo, y que no sólo el sentido estético, sino hasta la sana razón condena!
Sin embargo de estos conatos de falso engrandecimiento poético , prevaleció por completo
la escuela conceptuosa chabacana. Tres poetas dramáticos, don Antonio de Zamora , don Fran-
cisco de Bánces y Candamo , y don José de Cañizares, últimas glorias de nuestro gran teatro
nacional, escribieron algunas poesías líricas. Pero éstas son tales, que todas ellas, inclusas
las de Bánces y Candamo, único que tenía estro lírico , pueden ser contadas entre los testi-
monios más patentes, que ofrece aquel tiem2)o, de la extrema decadencia poética.
Zamora, que á veces imita gallardamente á Calderón , y que en El Hechizado por fuerza ,
en El Convidado de piedra y en otras comedias manifiesta á veces tan notables prendas de
lenguaje , de versificación y de estilo , no es tolerable siquiera en sus composiciones líricas.
Las más son de carácter oficial y cortesano. Su Fúnebre numerosa descripción de las exequias
de Carlos II, su Romance, de arte mayor, para el certamen de san Ju:in de Dios celebrado
en Madrid (1691), sus composiciones para otro certamen en honor de san Juan de Mata
(1722), y en general todas sus obras líricas son lamentables abortos de una poesía insulsa
ó pedantesca.
El mismo desfavorable juicio puede formarse de las poesías sueltas de Cañizares. El pre-
sente Bosquejo, especialmente consagrado al examen de la poesía lírica en el siglo xviii , no
ofrece ocasión para tasar detenidamente el mérito de Cañizares como poeta dramático.
Juzgar á Zamora y á Cañizares como poetas líricos , sin recordar que no es éste el campo
natural de su vocación y de su fama , sería hacerles descender de su glorioso pedestal. Imi-
(1) Canto, en la acopciou de piedra.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL XVU
tador feliz de Lope de Vega y de Calderón , agudo y fácil en el diálogo, poeta ingenioso, fle-
xible y abundante, y no escaso de inventiva , aunque á menudo tomaba sus fábulas , sin es-
crúpulo ni disimulo, de los grandes maestros de la dramática española, fué Cañizares el que
mantuvo por más tiempo y con mejor fortuna la palma de los inmortales creadores del teatro
español , y esto en una época en que estaba moribundo el espíritu antiguo que liabia dado
vida y pábulo á aquel peregrino teatro. La escena española, por su carácter popular, se de-
fendió con más éxito y vigor contra los mortales elementos de la general decadencia. La lí-
rica elevada Labia muerto del todo, y los pocos versos líricos que se conservan de Ccuiizarcs,
demuestran , como los de Zamora , que ni el ingenio más privilegiado bastaba ya á sacar la
poesía del abismo en que se hallaba sepultada. En las pocas poesías sueltas de Cañizares que
han llegado á nuestros dias , se ve joatente cuánto habia ganado el contagio de la afectación
y del retruécano al celebrado autor de El Dómine Lúeas. A su escaso mérito como j)oeta lí-
rico alude probablemente Jorge Pitillas en estos versos :
El que pintaba al Rhin los aladares
En versos tan malditos y endiablados,
Como pudiera el mismo Cañizares.
Cuando llegó á enseñorearse de nuestra escena la escuela dramática francesa , Zamora ,
Candamo y Cañizares fueron tratados con injusticia y hasta con menosprecio. De Cañizares ,
el más ilustre y aventajado de los tres , habla así el canónigo Huarte en su poema La Dul-
ciada : ,
Allí vi á Cañizares , remendando
Las comedias do Lope manuscritas,
Que después fué á su nombre publicando
Con mil faltas groseras y malditas...
No era Cañizares un mero y vil plagiario , como podiia inferirse de estos versos. No se
imita como él imitaba , acercándose tanto á los gTandes modelos , sin ingenio propio, fecun-
do y poderoso ; y en muchas de sus obras campean , espontáneos y originales , la fuerza có-
mica y el instinto teatral. A haber nacido un siglo antes , acaso hubiera llegado Cañizares á
colocarse en la línea de los primeros dramáticos de la libre escuela española. Hasta del tor-
rente de la moda cidta, hiperbólica y alambicada, que en aquellos tiempos todo lo corrompe y
lo afea , se salva á veces Cañizares por ese mismo impulso, imitador de sus ilustres anteceso-
res , que no era acaso más que el noble instinto que le inducía á admirar y á retratar el an-
tiguo espíritu nacional, elevado y caballeresco, del cual habían sido brillantes ecos los Tirsos
y los Moretes , los Lopes y los Calderones. Diálogos hay en las obras de Cañizares que son
dechados de elocución dramática, rápida, propia y expresiva, digna, en fin, de la edad do-
rada del teatro español. Moratin y Lista , á pesar de las prevenciones de la reacción doctri-
nal , hacen justicia á Cañizares. E ste le llama calderoniano ; aquél aplaude su lenguaje , y
califica su estilo, en las comedias no heroicas, de «festivo, epigramático y cldsposo.'»
Olvidemos , pues , los versos líricos de Zamora y de Cañizares para no empañar la gloria
de estos dos simpáticos ingenios.
Bánces y Candamo , caballero asturiano, educado en Sevilla , cobró allí afición á la poesía
lírica, que cultivó después en Madrid, con no común aplauso, si bien inferior al que le gran-
jeó la poesía dramática.
Fui ruiseñor en el Bétis,
Y en el Manzanares cisne ,
decía Candamo en su donairoso estilo. Gralan , agudo , valiente , desprendido, de dulce trato
y de airoso porte , ganaba fácilmente la voluntad de todos. Se inclinaba á la sociedad de las
clases elevadas ó literarias , y trabó amistad cordial y duradera con el Duque de Alba , el
Almirante de Castilla, el Duqiie de Alburquerque, los poetas La Hoz , Zamora , Cañizares y
otros varones de cuenta, ya en alcuraia, ya en letras. Gravemente herido en el pecho en
XV7II BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
un encuentro, cuja causa, de amor ó de honra, quedó escondida en el misterio, el rey
Carlos II demostró tan vivo interés por la vida y la salud del poeta , que , no satisfecho con
enviarle sus mejores médicos, mandó atajar la calle de Alcalá, donde vivia el enfermo, para
que no le molestase el ruido. La alta nobleza imitó la conducta del Rey, manifestándose muy
deseosa de la curación del brillante y simpático mozo, y visitando soh'cita su casa con este moti-
vo. Sabido es, asimismo, que, imprudente á causa de sus pocos años, ó desvanecido con el fa-
vor de la corte y de la aristocracia, provocó contra sí el encono de poderosos magnates, con
alusiones satírico-políticas , en su aplaudida comedia El Esclavo en grillos de oro, y que con
este motivo tuvo que defender denodadamente su vida con la espada , contra hombres envia-
dos para asesinarle. La atrevida ó impremeditada conducta del poeta dramático le acarreó
amarguras sin cuento ; pero al propio tiempo formó en esta dura escuela su experiencia del
movimiento de la vida humana en situaciones escabrosas , y de ahí nace acaso su afición á
dar color filosófico ó satírico á las ideas , y cierta elevación de caracteres y de sentimientos ,
que antej^one, por lo común , al donaire cómico.
En la poesía lírica carece , por lo general , de inspiraciones de alta ley ; pero, cuando no
vicia su estilo la manía de la altisonancia y del concepto, es fácil , ingenioso y ameno. A ve-
ces, siguiendo su natural tendencia, escribía trozos de lengiiaje limpio, noble y sencillo. La
idea de la nobleza heredada le era simpática , y al recuerdo de ella levantaba el espíritu y la
entonación , como cuando dice en su romance Al primer Miiiistro :
Yo me Incliné al Almirdnte ,
No al que dicen que es valido ;
Lo que podéis amen otros,
Que yo lo que sois estimo.
Mi nobleza sólo basta
A vivir de ella impedido ;
Ni pobre parezco honrado,
Ni honrado puedo ser rico.
Noble cuna me dio Asturias,
En el solar primitivo
Donde á vuestros ascendientes
Hicieron reyes los mioe.
A veces hace gala de espíritu filosófico , como cuando dice ;
Océanos de Dios son estas ciencias ;
Dios, que en profundidades infinitas,
Siempre dentro de sí, por más que gire,
Se vierte en onda eterna y sucesiva.
Otras , con vanidoso desenfado , entre bui-las y veras , declara la ventajosa opinión que
abriga de sí mismo :
Mi consuelo es que de mí
No ha de sacarme la suerte ;
El Rey puede hacer hidalgos,
Pero Candamos no puede.
A fuer de hombre culto y fervorosamente cristiano, era acérrimo enemigo de las corridas
de toros, que desde la incomparable reina Isabel la Católica han tenido siempre en España
graves y autorizados antagonistas (1). Parecían á Candanio estos sangrientos espectáculos
vestigios de la ferocidad de la plebe romana , y es curioso verle invocar con elocuente acento
los nombres de doctores que escribieron contra los espectáculos de la gentilidad, para que la
(1) Conocida es la carta de la reina Isabel á su
confesor fray Hernando de Talavera, primer arzo-
bispo de Granada , en que le manifiesta la profunda
aversión que le causan las corridas de toros , y su
deseo de que cesen en España. Conocida es también
la súplica de las Cóitee de Valladolid (1555) para la
abolición de las corridas de toros, de que se seguían,
muchas veces muertes de hombres é otros muchos
inconvenientes. De escritores particulares que han
condenado estas bárbaras fiestas, podría foimarse
un largo catálogo.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL xrx
comparación sea escarnio y escándalo de la civilización cristiana , que tan duras costumbres
autoriza j aplaude. Hé aquí algunos de los versos consagrados á este asunto :
Así los españoles, con romano
Pecho aplaudiendo bárbaros an'ojos,
Tienen por regocijo cortesano
De sangre humana y bruta hartar los ojos.
I Oh Lactancio ! ¡ oh Crisóstomo ! ¡ oh Cipriano!
¿Qué dijerais al ver cuan sin enojos,
En estas fiestas de homicidios feos,
El aplauso y la vista se hacen reos ?
¿Qué dijerais al ver que tan infando
Espectáculo todos aplaudiendo,
Del bruto están la saña deseando,
Y el riesgo de su prójimo riendo ;
Al ver lo poco que se alteran cuando
Comete el bruto el homicidio horrendo,
Y que prosiguen ¡ali, dolor prolijo 1
Con ánimo sereno el regocijo ?
Tratable se hace así la misma muerte,
Haciéndola espectáculo festivo ;
El horror se le pierde , y de esta suerte
Huye la compasión del pecho altivo..., etc. (1).
Estos versos, que lionrarian á cualquier poeta por su espíritu j su entonación, pueden
dar alguna idea del estilo diserto y razonador del malogrado Candamo en los asuntos gra-
ves (2).
Con menos títulos gozaban concepto de poetas algunos escritores de poca monta , cuyo
recuerdo vamos á consignar, sólo por respeto á la historia.
Era uno de ellos don Ignacio Álvarez de Toledo, caballero de la Orden de Santiago,
hermano mayor del ilustre do7i Gabriel, de quien haremos el honroso juicio que merece.
Compuso don Ignacio un libro titulado Ocios poéticos , que contiene, ademas de una zarzuela,
una loa y dos bailes, muchas poesías líricas, obra de las mocedades del autor; poesías que
contrastan grandemente, por la frivolidad de los asuntos y de la entonación, con el carácter
elevado y grave de las Poesías postumas de don Gabriel.
En sus versos refiere don Ignacio algunas circunstancias de su azarosa vida. Recordare-
mos ima de ellas. Durante Tin viaje que hizo á Flándes con objeto de servir al Rey, como
una tormenta en el canal de la Mancha , de la cual escribió más adelante una descripción en
octavas. De éstas sólo merece conservarse la siguiente , que pinta los afanes de aquel conflic-
to bajo im aspecto poético y generoso :
Cuál del padre recuerda la ternura,
Cuál de la madre el cariñoso anhelo.
Cuál de la amada prenda la hermosura,
Cuál de la vida el mísero desvelo ;
Cuál su pobre caudal salvar procura.
Cuál busca en lo que fué más desconsuelo,
Y del airado mar en los abismos
A los demás recuerdan, no á sí mismos.
Se advierte en algunas de estas poesías de don Ignacio el intento de imitar á don Gabriel,
cuya grande autoridad literaria respetaba. Adopta á veces sus asuntos poéticos , pero se que-
da siempre á mucha distancia de su hermano , y se nota fácilmente que no tenía fantasía
para volar á las regiones místicas , donde éste se espaciaba y se complacía. Sólo en ima cosa
le aventaja : es menos conceptuoso queden Gabriel, no porque estuviese dotado de mejor
instinto, sino acaso porque su imaginación era de suyo humilde y llana.
(1) El César Africano; Guerra púnica española.
Poema épico, canto primero.
(2) Murió, á los cuarenta y dos años de edad,
de una enfermedad violenta y repentina, que fué
atribuida á envenenamiento. Así era juzgado Can-
damo en los últimos años del siglo xv ii : «Inter-
rumpió mi lectura un anciano (Bánces Candamo)»
vestido á la española antigua, que vi salir de ima
de aquellas cuevas. Su aspecto era venerable, y en
medio de sus canas, prolongada barba y arrugado
rostro, demostraba en la viveza de sus ojos y boca
risueña, alma juvenil... Me llevó junto á un fres-
co arroyo, donde, sentados, me habló en estas ra-
zones : Por dejarme llevar del torrente del mal
gusto de mi siglo, me veo privado para siempre
de entrar eu el Parnaso. Dichoso tú, que aun pue-
des tener esperanzas , pues te han dado tiempo
para la enmienda... Viví en los tiempos del señor
Carlos II, en que el Gobierno y la poesía estaban
en su mayor decadencia, y aunque yo tenía dis-
posición para ser bueno, no obstante , me dejé ar-
rastrar del concepto agudo y falso, del equívoco,
del culteranismo y de los demás vicios que enton-
ces prevalecían. Escribí varias obras, en las que so
descubre mi buen ingenio, fantasía y robusta elo-
cución, en medio de los muchos defectos de que
están llenas.» (Viaje burlesco al Parnaso ;MS. atri-
buido á don Juan Pablo Forner.)
XX BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
Vivia por entonces en Montilla , patria del Gfran Capitán , un poeta , don Gonzalo JEnrí-
quez Arana, enfermo siemiire, hasta el punto de tener constantemente embargado el uso de
las piernas j de las manos. Buscaba resignación y alivio á su desgracia en la religión y en
las letras. Escribió ima copiosa colección de poesías (1). Todas ellas demuestran soltiu'a y
abundancia ; pero son por extremo triviales y conceptuosas. A tan perversa y lamentable si-
tuación habia llegado el gusto, que las poesías de Eninqnez Arana, con ser tan malas, no eran
de las j)eores que andaban en auge por aquellos tiempos. La plaga de malos poetas que habia
entonces, despierta su ira poética, y escribe contra ellos, sin caer en que sus propios versos
no son en realidad sino una parte de aquella plaga que tan molesta le parecía. Alguna vez ,
cuando recuerda su doliente estado, acierta con acentos naturales, que expresan con sinceri-
dad las amarguras de su infortunio. Así , por ejemplo, en un poema A la Infancia del hom-
h^e, que no so refiere en realidad sino á la suya propia, exclama :
Apenas nace el hombre cuando llora ,
Anuncio cierto de bu amarga vida...,
y asoma á cada paso el hondo pesar con que arrastra su desventurada existencia.
Otro poeta, digno de honrosa, si bien somera mención, es don Francisco Benegasi y Lu"
jan , caballero del hábito de Calatrava y regidor perpetuo de la ciudad de Loja. Era uno de
los nobles españoles que , en aquel como en todos tiempos , tenían á honra el cultivo de las
letras amenas. Tercer nieto del caballero Vivaldo Benegasi, embajador de la república de
Genova en la corte de Felipe II, habia consei'vado en su casa las costumbres elegantes,
cultas y dispendiosas de sus aristocráticos abuelos. Su excelente hijo don José hace su elo-
gio en estas palabras :
« Fué discreto sin afectación , chistoso sin bufonada , galán sin presunción , cortesano sin
artificio. Manejaba un caballo con singular destreza. Fué tan diestro en el arpa, que le con-
fesaban excesos en la habilidad aun los que vivían de este instrumento. Logró también sin-
gularísimos aciertos en el marcial ejercicio de la caza. Fué liberal , y tanto , que no fué li-
beral. El pródigo puede consolarse... , pero el avaro no. Finalmente, fué tan prudente y tan
inalterable en los varios contratiempos que le causaron sus émulos, que pudo librarse de
médicos hasta los ochenta y seis años» (2).
A aquellas nobles aficiones juntaba don Francisco Benegasi otra, que no menciona su hijo,
pero que consigna el Marqués de la Olmeda : la de reunir en su casa los más aventajados
poetas de Madrid , para entregarse con ellos al dulcísimo solaz de las letras.
« Conocí (dice el Marqués) al autor, á quien hacían muy distinguido sus prendas ; pues ,
ademas de su notoria nobleza, tenía todas aquellas habilidades que hacen á un caballero
perfecto cortesano. Le quise mucho, y así soy parte muy apasionada... En la casa del autor
había dos veces en la semana academia , donde concurrían las más conocidas habilidades de
la corte» (3).
De las prodigalidades de don Francisco Benegasi hay un testimonio en sus propias obras,
que no queremos pasar por alto, porque es un curioso recuerdo de las costumbres de nues-
tros mayores y de la galante bizarría de este poeta. Hay en sus Obras líricas unas seguidi-
llas que , según el epígrafe, fueron enviadas á una dama, con un « regalo que llamaban del
zapato , compuesto de un reloj de diamantes , una frasquera de plata , un castillo de lo mis-
(1) Conservanse muchas de ellas en un códice (3) Aprobación de don Ignacio de Loyola , mar-
abultado, que posee el señor don Pascual de Ga- qués de la Olmeda, de las Obras líricas jocoserias
yángos. de don Francisco Benegasi y Lujan (20 de Agosto
(2) Prólogo á los Sainetes y bailes de don Fran- de 1745).
cisco Benegasi y Lujan.
DE LA rOESIA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL XXI
mo, una caja de tabaco y una bandeja de filigrana, d Pues bien, parecía mezquino á Bene-
gasi este regalo espléndido, v creyó necesario disculparse por ello :
Perdona, bella Anarda,
Mi corto obsequio ;
Que el ser hoy miserable
Lo hago de intento.
Con razón don José Benegasi llama pródigo á su padre ; si bien es de advertir que, aunque
vivió pobre á causa de aquel rumbo y de aquellas larguezas , el hijo , tierno y desinteresado,
empleó aquella palabra en tono de alabanza , y no en el de queja ó de censura.
A pesar de los hábitos aristocráticos de don Francisco Benegasi , no usó de un título de
Castilla de que le hizo merced el Rey, y perteneció, como poeta , á la escuela libre y popu-
lar de Gerardo Lobo y del doctor Torres. Sus poesías líricas, menos ingeniosas que las de es-
tos sus famosos contemporáneos , están escritas con no menor desem1)arazo y con mayor na-
turalidad y lisura. No merecen, sin embargo, vivir en la posteridad. No así sus obras dra-
máticas (entremeses y bailes), que pueden ofrecer interés á la historia literaria y aun á la
listoria de la civilización. Curioso es ver á Benegasi combatir, en forma amena , las preocu-
paciones populares , imido, sin sospecharlo, á la falange reformadora de los Feijóos y de los
üartinez. En el entremés El Zahori, da este carácter á im bellaco embaucador, que intenta
cometer un robo abusando de la credulidad de unos lugareños :
ALCALDE.
¿Qué es zahori?
ZAHORf.
El ver á ojos cerrados,
Debajo de la tierra siete estados ;
Con que voy registrando por el mundo
Cuanto encierra en su cóncavo profundo.
ALCALDE.
Mas no quiero creer tal gracia ó ciencia.
ZAHORÍ.
Pues , si gustáis , hagamos la experiencia.,
Un tesoro he de daros esta noche.
ALCALDE.
¿Y, solo, he de lograrle?
ZAHORÍ. (.4^.)
¡ Qué bien cayó este pez ! El desdichado
A poco cebo se miró clavado.
j Un tesoro, Jesús ! De risa lloro,
¡ Animal! Pues si hubiera tal tesoro,
Dártelo á tí, ¿no fuera barbarismo?
¿La caridad no nace de sí mismo?
No menos malicia y donaire despliega Benegasi en sus bailes. En ellos suelen hallarse ras-
aos cuyo carácter lírico se trasluce y siente , á joesar del tono cómico ó burlesco de estas
imenas obras. En La Familia de amor, por ejemplo, tm portugués, arrogante y enamorado,
íe irrita de que los españoles no sepan definir el amor, y les dirige en lenguaje chapurrado
íste gracioso apostrofe :
Callad , patif es , callad ,
Que de oiros me avergonzó,
Y á pancadas he de hacer
En vosotros tal destrozo,
Que los átomos del viento
Los imitéis , hechos polvo.
¿Qué sabéis quién es amor?
Los castesáus modorros,
¿ Qué saben querer ? ¿ qué saben
Sus misterios prodigiosos?
Amor es una conserva
De un almíbar tan sabroso,
Que la boca se hace agua ;
Pero tragado, es rescoldo.
Es dulzura que alimenta,
Es confitiñu de Oporto,
Que á muchos ha dado vida,
Pero á muchos mais ha morto.
Como contraste y afrenta del carácter material y rastrero que había tomado la poesía, se
resentaban de cuando en cuando ejemplos de la mística poética que con tanta vehemencia
orno esplendor habían cultivado san Juan de la Cruz y la incomparable madre santa Teresa
e Jesús. En imaginaciones femeniles prendía fácilmente aquel sagrado fuego, que , si bien
nvuelto en formas metafísicas, servia á un tiempo de pábulo y desahogo á los arranques
e amor di\ino que abrasaba su alma. Aunque ya desmayada y tibia, todavía llegaba á en-
rderse aquella luz ardiente en la vida contemplativa y mística del claustro. Inmediatas su-
I. PS -SYJJI. &
XXII BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO •
cesoras del estro apasionado, á jar que discreto, de sor Juaua Inés de la Cniz, fiicron sor
Gregoria úe Santa Teresa, esclarecida &evillana, gran maestra de la virtud , según la expre-
sión de su bióm'afo el doctor Torres, y la ilustre poetisa portuguesa sor María dol Cielo,
que escribió en castellano una parte de sus poesías. La primera de estas dos insignes re-
ligiosas se distingue por la exaltación mística. Todas las impresiones de la vida cobran en
su ánimo im carácier intenso de es])iritualidad y amor divino. Una tarde, por ejemj)lo, esta-
ba contemplando el cielo; ve volar un ])ájaro que se remontaba muy alto; se exalta su ima-
ginación ; vuela hacia lo invisible y lo etéreo, y escribe el romantie que empieza :
Celos me da un pajarillo,
donde, al través de las tendencias conceptuosas del estilo, resalta la sinceridad de sii anbelo
por salir ¿6 la esfera terrestre, donde siente el alma encadenada. Y lo singular es que su
afán de morir, aunque vivo y proñmdo, nada tiene de amargo y .de sombrío. No emana del
desaliento de la vida, ni de los tormentos del desengaño; es el ansia de subir á la mansión
beatífica de los justos , de gozar de la presencia de Dios sin velo y sin distancia. El amor
al Esposo divino, esencialmente angélico y sagrado, tomaba en el estilo de estas monjas ex-
táticas las formas del amor profano. Así habla á Dios la madre Gregoria de Sarda Teresa eii
unos versos, especie de letanía poética, en que se refleja la paciente serenidad de las oraciones
del claustro :
Jesús amoroso,
Amante divino,
Objeto del alma ;
No desprecies , Señor, mis suspiros.
Pastor soberano,
Mi duefio, rey mió,
Esposo suave ;
No desprecies , Señor, mis suspiros.
Vuélveme tu rostro,
Lleno de cariño;
Que vivo muriendo ;
No desprecies, Señor, mis suspiros.
Adorada prenda,
Vida por quien vivo.
Alma de mi alma;
No desprecies. Señor, mis suspiros; etc.
En casi todos los versos de la madre Gregoria de Santa Ihx'sa se adviei-te la misma ten-
dencia (1). Hasta en las metáforas, de que tanto se abusaba entonces, resplandecen su ter-
nura mística y su confianza religiosa. Véanse en prueba estas redondillas :
Quiero en el golfo de amar
Anegarme , cual barquilla
Que , apartada de la orilla ,
Se aventura en alta mar.
En él me quiero perder;
Que es lisonja de un amanto
Rendir la vida, constante,
Sacrificando su ser.
Con dulce tranquilidad
Mi pobre barca navega.
Con una obediencia ciega ,
Sin temor de tempestad ;
Que aunque falten vela y remo,
Segura es la barca mia.
Pues siendo Jesús mi guía,
Nada falta y nada temo.
No manifiesta menos sincera ni menos íntima aspiración á romper los lazos terrestres y
confundirse en la esencia divina, la célebre poetisa portuguesa sor María del Cielo. Con alma
menos apasionada, pero con imaginación más viva y fecunda que la abadesa sevillana, la
monja de Lisboa lleva su misticismo por muy diferente camino. La forma aleg()rica prepon-
dera en casi todos sus escritos. En algunos de sus autos alegóricos despliega originalidad y
brío, especialmente en uno, en su tiempo muy celebrado , Las Lágrimas de Roma. Otra tle
sus obras que mayor éxito alcanzaron es una especie de leyenda moral y filosófica, en pn.sa
y verso, en la cual el alma , simbolizada en una peregrina , seducida por imas cazadoras ga
-^1) Entre las obras poéticas de esta esclarecida
señora, las más todavía inéditas, se distingue un
Coloquio espiritual, sembrado de rasgos delicadísi-
mos de sensibilidad y de expresión. A más del doc-
tor Torres, han escrito acerca de la ¡lustro poetisa,
en el último siglo don Justino Matute y Gaviri^,
y en nuestros días el estudioso joven don Antonio I
Sancbez de Moguel y nuestro ilustrado amigo mon-l
sieur Antoine de Latour.
DE LA POESÍA CASTELLANA EX EL SIGLO XVITL XXIli
llarcías (emblema de las pa^íiones mundanas), va adorando sucesivauíente los ídolos de la
tieiTa : noblrza , liermosm^a, discreción humana, esperanza del mundo, riqueza, amor propio ;
hasín que, desengañada y coiregida, entra en la senda de las asperezas. Allí encuentra á una
mujer de raj-a hermosura (santa Pelagia) , que la induce á despojarse de los mmidanos ata-
víos bablandole de esta manera :
«Yo, antes que pastora, ftií cortesana, y tan vana, que en mi adorno apuraba todas las flores
para las sedas , todas las luces para el oro, todo el aire para las plumas , todo el mar para las
perlas , todas las minas para las joyas. En lo mejor ó lo peor de este tiempo me enamoré , y
entonces empecé á vivir, porque entonces empecé á amar. Era mi amante muy celoso, por-
que era amante, y cuanto amaba en mi natiu'al belleza, tanto se disgustaba con sus artificia-
les aliños. Yo, que le adiviné el sinsabor, porque quien ama tiene obligación de adivinar,
n\andé encender en la plaza una grande hoguera, y di en ella al fuego cuanto habia dado
antes al \'iento, sin quedarme más gala que mi resolución, ni más diamante que mi amor. »
Trueca en sayal sus galas , y con esta lección metafórica del arrepentimiento, y asida á un
hilo de oro (la doctrina santa), que le da san Francisco, adelanta la per^gtina. en el áspero
camino.
Á pocos pasos oyó unas descompasadas voces que decían ;
¡Ahí va la local
Todos á ella.
Digámosle injurias ^
Tirémosle piedras.
Miró asustada , y vio que del camino contrario salían muchos de los que ella conoció en el
bosque (el mundo), que con vocería , risotadas y gritos la venían siguiendo. Decían unos :
« ¡ Mirad qué airosa va con el nuevo vestido! » Otros : «¡Qué aseada va, toda llena de lodo! »
Otros : «Va en busca de un Dius , porque es hipócrita. » Otros : « Huye de nosotros porque
es liviana.» Y todos repetían :
¡Allí va la loca! etc.
Después de este fiel recuerdo del trato que suele dar el mundo á la vii-tud, conduce la au-
tora á la p>eregrina al lago de las trilnlacioiies , y al fin la lleva al vergel (la gloría) del pastor
(Jesús), que es el amante á quien buscaba.
Esta especie de novela simbólica, extraña por su forma, y contagiada del gusto metafó-
rico de aquella edad, es una de las más notables producciones de sor María del Cielo, y es-
tá escrita, en verdad, con no escaso caudal de inventiva y de ino-enio.
Sus versos tienen á veces cierto sabor de poesía popular, y gusta de combinaciones métri-
cas complicadas. En muchas de sus poesías se trasluce, á pesar de su forma sencilla, que la
poetisa está familiarizada con el Apocalipsis y con los cánticos sagrados.
Hombres especialmente inclinados al estudio de las ciencias, y más prosadores que poetas,
pero al propio tiempo fervorosos cultivadores de la poesía , no pueden ser olvidados en esta
conmemoración histórica de los ingenios líricos del sisólo xviii. Es acaso el más disrno de
este recuerdo el doctor Don Diego de Torres ij ViUaroel. Tiene lugar señalado y alta signifi-
cación en la historia de la ciWlizacion española durante la primera mitad del siglo xviil.
Pertenece á aquel grupo de espíritus reformadores, tales como Feijóo, Mariinez , Salaf ranea,
Isla y otros muchos , que no podían \\\\r en la densa atmósfera de preocupaciones y de ig-
norancia que se habia formado en los últimos tiempos de la dinastía austríaca. Sin traspasar
nunca los límites de la rectitud y de la sumisión á las leyes , era un ánimo inquieto y por
demás independiente. Aimque nacido en modesta cuna y casi siempre menesteroso , nunca
antepuso su propio ínteres á la verdad , á la justicia , á la dignidad moral. Al paso que , por
educación y por instinto, respeta1)a las formas con que se revisten de legítimo y conveniente
prestigio las instituciones humanas, se mostraba imjilacable con los artificios , engaños y al-
XXIV BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
haracas que explotan los perversos y los audaces. Un noble de corazón y estirpe , un hom-
bre austero y justo, un sabio verdadero, le iníundian veneración y simpatía; un advenedizo
arroo-ante al par que ruin, un docto aj)arente, un vicioso hipócrita, le causaban aversión ó
desprecio. Con menos talento que don Francisco de Quevedo, á quien intentaba imitar, pero
no con menor ahinco , pugnaba por arrancar á todo trance estas máscaras de la corrupción ,
de la intriga y de la vanidad , que tan hábihnente se emplean en la comedia hiunana. En imo
de sus Sueños morales se le aparece Quevedo, á quien UíimB. padre de la verdad y prudente des-
preciado)- del mundo. En el singular diálogo que con él entabla Torres, así como Petrarca á
la visión de Laura en el Trionfo dcUa morte , dirige á Quevedo varias preguntas relativas
á la otra vida, y ésta entre ellas : «¿Padeciste mucho purgatorio por tus sátiras?» Quevedo,
con la lisura y oravedad que cuadra bien á un aparecido, le contesta estas sencillas palabras :
«El purgatorio lo pasé en la tierra, porque viví desterrado muchos meses, preso muchos
años , pobre y enfermo toda mi vida. Á mi estilo calificaron los necios con el infame nombre
de mordacidad ; siendo así que mis invectivas nunca tuvieron particular destino : sólo las en-
derecé á la general corrección de los desórdenes y abusos. Yo describí con invención festi-
va , en el Sueño de las calaveras , el dia del juicio final , y en El Entremetido, La Dueña y
El Soplón ¡jinté el infierno y los pecados que allá os arrastran; si lo hubiera copiado con la
pluma que pide el argumento, horrorizaría con la imagen. »
Quevedo desea registrar la corte y descuhñr la alteración de las cosas de su siglo, é invisible
para todos, excepto para el doctor Torres , recorre con él, y examina , y moteja, y satiriza
todas las clases y profesiones en que advierte nuevos abusos. Para la historia de las costum-
bres es interesantísima esta, unas veces festiva y otras acerba, revista de la faramalla y de los
desvarios mundanos en la época de Felipe V; y faera ademas muy sabrosa lectura, así por la
riqueza y movimiento de los cuadros , como ])or el hábil manejo del idioma , si el afán de las
antítesis y de los donaires, y el remedo harto patente del gran modelo que el autor tiene á
la vista , no deslustraran y entorpecieran la narración.
En las letras la aglomeración no es riqueza , y Torres , más sobrio y contenido en el curso
de su abundante vena, habría podido ser un prosador de alta valía. Su Historia de historias,
imitación del Cnerdo de cuentos, de Quevedo ; su Barca de Aqueronte, su Correo del otro mun-
do, y en general todas sus obras satíricas, adolecen de los mismos defectos. En las demás el
estilo suele ser sencillo y natural. El doctor Torres era extremado en su ambición de ciencia,
pero su índole inquieta le impidió consagrarse á un ramo especial del saber humano. En va-
rios de ellos demostró sagacidad suma y no escasas nociones para la época en que \\\'m (1).
Su principal conato fué combatir errores vulgares y desenmascarar á la ignorancia entroni-
zada. En sus obras se advierte con dificultad el amor á lo helio , pero resplandece en todas
partes el amor á lo verdadero. El estudio de la astronomía, á que tuvo afición particidar, le
sugirió la idea de escribir almanaques , pronósticos y lunarios, que hasta entonces venían de
Italia , y corrían con gran aceptación entre los españoles. Torres explotó por su propia cuen-
ta la credulidad popular y el embeleso que causan siempre al \Tilgo las predicciones mara-
villosas. Pero, enemigo de supercherías, se burla á cada paso en sus obras de sus horóscopos
y de sus astrológicos augurios. El Ch-an Piscator de Salamanca (2) llegó á adquirir extensa
(1) El desden que Inspiraban á Torres las glorias mejor que lo que dejo escrito, y que si mi genio liu-
munclanas, y la pobreza que le aquejó en las varias biera tenido más estimación á la fama, ó lo que se
situaciones de su vida , fueron causas decisivas de la dice aura popular, y mi pobreza no hubiera sido tan
precipitación con que estudiaba y escríbia. Él cono- porfiada, serian mis papeles más limpios, más doc-
cia bien los principales flacos de sus obras, y así lo trinales y más ingeniosos. Atropelladas salieron
declara, sin asomo de falsa modestia, en estas pala- siempre mis obras desde mi bufete á la imprenta,
bras escritas en sus últimos años : y jamas corregí pliego alguno de los que me vol-
« Todas mis obras están escritas sin gusto, con vian los impresores.»
poco asiento, con algún enfado y con precipitación (2) Por aquellos tiempos andaban en boga los li-
desaliñada. Yo bien sy qu • alcanzo más y discurro brcs profcticos con el título de Piscafcr, En Córdo-
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL XXV
fama y á ser manantial de inesperada granjeria. Sinsabores acarreó también al doctor Torres
el acierto y penetrante sagacidad de algunas de sus predicciones. Fundando , sin duda , su
pre^TÍsion en más ó menos aventuradas observaciones de la ciencia medica, cometió la impru-
dencia de anunciar en el Pronóstico para el año 11 24, la muerte del rey Luis I, que se verificó
efectivamente en el mismo año. Esta audacia , si bien encubierta con reverentes formas des-
encadenó contra Torres un cúmulo de escritos hostiles, en los cuales se le atribulan dañadas
intenciones. No faltó quien dijese que la predicción se hahia alcanzado por arte del demonio.
Entre estos enemigos habia uno en verdad formidable : el sabio doctor, también poeta don
Martin MaiHine:. Publicó con este motivo im acre y punzante libelo, titulado J^dcio final de
la astrología. No se arredró Tonyes ante la autoridad imponente del docto Examinador del Real
Proto-Medicato, y cobrando fuerzas en su sana concienciaren su inofensiva voluntad, repli-
có á Martinoz en el Entierro del Jaieio final , sincerándose de un modo enérírico v victorioso.
Su predicción de la revolución francesa , en la cual no hizo alto su época, es uno de los
testimonios más extraordinarios que pueden presentarse del discernimiento profético del doc-
tor Torres y del profundo conocimiento que llegó á adquirir del estado político y moral de la
nación francesa. Aun admitiendo desde luego que el haber acertado aproximadamente con
la fecha (1790) no pase de una coincidencia casual, la predicción del derrumbamiento del
trono francés dentro del siglo xviii raya verdaderamente en maravillosa intuición (1).
Uno de los libros más curiosos de Torres, y el que hace comprender con mayor claridad las
costumbres de aquella época, es su autobiografía, escrita en el último período de su vida;
especie de confesiones , menos cínicas , pero no menos sinceras que las que J. J. Rousseau
escribió algunos años después. Torres no se adula , por cierto, á sí propio , y descubre á las
claras, así sus defectos y sus buenas prendas , como las extravagancias de su índole versátil
é incomprensible. Liviano y descontentadizo en su mocedad , dio sobrada rienda á los ím-
petus de su genio aventurero , y cayó en desvarios que le granjearon poco lisonjero renom-
bre. « Paso, dice él mismo, entre los que me conocen y me ignoran , me abominan y me sa-
ludan , por un Guzman de Alfarache , un Gregorio Guadaña y un Lázaro de Tórmes. » No
les faltaba razón si se atiende á la falta continua de concierto y juicio que afeó la conducta
de Torres en los tiempos de su juventud. Sin embargo, complace el recordarlo, tal era el fon-
do de su rectitud nativa y la fuerza de los sanos principios que habia atesorado su alma en
el puro y honrado hogar de su infancia, que no llegó á pervertirse su corazón : sus yerros
fueron gravísimas travesm-as, pero nunca malas acciones.
En el Colegio trilingüe de Salamanca , su claro talento sorprendía , pero su desmandada
condición se hacia intolerable. Al cabo de cinco afics salió de aquella clausura, de la cual era
á im tiempo gala y escándalo (2), para volver al seKo de su familia; pero, dejándose arreba-
tar de las ilusiones de un albedrío impaciente y mal gobernado, se fugó de la casa paterna ,
donde era amado con la más indulgente ternura , sin más móvil ni razón que los devaneos
ba escribía don Gonzalo Antonio Serrano El Pisca- Entonces , tú lo verás,
tor andaluz. En Madrid se publicaba El Piscator Misera Francia , te espera
fie Sarrahal. Torres convertía en asunto de éntrete- 5° f^^^\'^^'l'''
. . . . Con tn rey y tu delfín ,
nimiento hasta las investigaciones científicas, como Y tendrá entonces su fin
en el opúsculo que publicó con este título : Noticia^ Tu mayor gloria primera.
alegres y festivas de las ráfagas de luz que se vieron ,n^ t,
en la noche del dia 15 de Diciembre de 1737 -en ^^^ «Era grave delito romper de noche la clausu-
verso V prosa ' ^^' ^ ^o^^s las noches y los días quebrantaba el pre-
(1) La predicción está contenida en la siguiente "'P*''- ^' f ^"^^ V?^' P"'""* garito de ladrón que
pel•^'ersa décima, publicada en 1756 en uno de los ^^ 'P^''"*° ^^ estudiante, porque en el no habia más
manaques de Torres : ^"^ sogas, espadas de esgrima, martillos, barrenos
y estacones. En las vidas de Domingo Cartujo, Pe-
ConToftreSe'íis doSíoí, ^'^ ^^^^^^ ^ ^^''^^ ahorcados no sé cuentan ardides
T cincuenta duplicados "i mafias tan extravagantes como las que inventaba
Con los nueve dieces mis, mi malicia.» (^El doctor Torres.)
iXVÍ BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
de un espíritu aventurero (1). En Portugal, adonde le llevó el azar, fué sucesivamente san-
tero, químico, maestro de baile , médico, soldado, desertor y torero. Nada resiste á las áspe-
ras lecciones del tiempo, y aquel temple indisciplinado y vigoroso llegó á quedar quebranta-
do por los vaivenes de la vida y las amarguras del desengaño. Apaciguado el ardor juvenil,
vuelve á su patria y á la casa de sus padres, eterno centro de amor y de indidgencia, y allí
BB reproduce la escena del Hijo pródigo arrepentido. Aquel mozo medianameiúe loco, aquel
perdulario inc&rregihle (2) se consagra con afán al estudio; vive cuerdo y retirado, y acaba
por conquistar legítima nombradla y por ser de todos respetado, si bien de muchos, más
que respetado, temido por su vena sarcástica y por el desenfado de sus censuras.
Su primera afición literaria fué, como su carácter, aventurera y antojadiza. Dio en el ex-
traño delirio de estudiar las peregrinas artes alquímicas de otras edades (3).
Cualquier estudio infimde luz en entendimientos sanos , y Torres pasó involuntariamente
de las falsas ciencias á las ciencias verdaderas. Se dedicó con ahinco al estudio de las mate-
máticas y de la astronomía. E sta ftié la verdadera regeneración del estudiante estrafalario.
Sólo leyendo los lances de varia fortima que el mismo Torres refiere y juzga en su autobio-
grafía, puede formarse cabal concepto de este hombre singidar. Ya se le ve en Madrid presen-
tarse con decoro entre la gente de vida holgada, escondiendo después su miseria extremada
en una casa de la calle de la Paloma ; ya lavar por sí mismo su escasa ropa blanca ; ya, ham-
briento y extenuado, huir, por orgullo, de las casas donde le convidaban á comer, y pasar dias
enteros sin más alimento que la jicara de chocolate que, según la costimibre de- entonces, le
ofrecían en una tertulia. No es menos entretenida la extraña aventura de los pavorosos rui-
dos de la calle de Fuencarral , cuyo misterio procuraron en balde aclarar el doctor Torres y
el agudo y perspicaz Gerardo Lobo, que hacia mofa del duende , sin acertar á encontrarle ni
á comprenderle. Una vez temió Torres habérselas con la Inquisición ; pero su fe cristiana era
sincera y fervorosa, y una mera explicación de su parte bastó para conjurar el riesgo y volver
la serenidad á su espíritu (4).
Sería dilatarse demasiado seguir los azares de la vida de Torres , que unas veces tiene tra-
zas de un Gil Blas, otras de un Cagliostro, y no pocas de un hombre digno de respeto por su
saber, su ingenio, su modestia y su instinto moral. Su popularidad llegó á ser extraordina-
ria. Cuando, ansioso de trocar el mote del Piscator por el noble título de catei:lrático de la
universidad de Salamanca, hizo oposición á la cátedra de matemáticas, muchos doctores le
fueron contrarios. Temían , no sin fundamento, que el carácter inquieto y mal contenido de
Torres tuj-base la pacífica unión del claustro. Pero tal era ya la fama de Torres, que se arre-
(1) uTomé una camisa, el pan que pudo caber de- misa en una de las iglesias de Madrid, y cuando
bajo del brazo izquierdo, y doce reales en calderilla, quise doblar la reverencia y postración que se acos-
que estaban destinados para las prevenciones del tumbra, me arrebataron la acción y los oidos las vo-
dia siguiente, y sin pensar en paradero, vereda ni ees de un predicador que desde el pulpito estaba le-
destino, me entregué á la necedad de la que llaman yendo en un edicto del Santo Tribunal la condena-
buena ventura.» {El doctor Torres^ cion de muclios libros y papeles. Mi desgracia me
(2) Calificaciones que se aplica el mismo Torres. llevó al mismo instante que gritaba mi nombre y
Así explica la opinión en que algunos le tenian : apelliilo, y mil abominaciones contra un cuaderno
«La pobreza, la mocedad, mis almanaques, mis mió, intitulado Vida natural y católica. Atemoriza-
coplas y mis enemigos me han hecho hombre de no- do y poseído de un rubor espantoso, me retiré desde
vela, un eécolar extravagante, entre brujo y astro- el centro de la iglesia, donde me cogió este nubla-
lógo, con visos de diablo y perspectivas de hechi- do, á buscar el ángulo más oscuro del templo, ydes-
déío. » de él vi la misa con ninguna meditación, porqtie es-
(3) «Arrastrado de esta manía, buscaba en las 11- taba sobrecogido mi cspiñtu de un susto extraordi-
brerías más viejas de las comunidades los autores nario y de unas tristísimas cavilaciones. Buscando
rancios de \Si fih.iofía natural , la crisopeya, la ma- las callejas más desoladas me retiré á mi casa; pa-
fjia^ la transmutatoria , la separatoriaf), etc. (El doc- recíame que las pocas gentes que me miraban eran
toT Torres.) va noticiosas de mi desventura y me maldecían
(4) «Yo entraba á cumplir con el precepto de la desde su interior.» (Torres.)
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL xxvn
draron los opositores rivales , y fueron tan Lrillantes los ejercicios de aquél , que impuso, por
decirlo así, su triunfo aun á los ánimos más hostilmente prevenidos (1). Los doctores de Sa-
lamanca habian concebido cierta aversión á Torres, porque, donde quiera y sin rebozo al-
guno, hacia resaltar la decadencia lamentable á que habia llegado la en ota'o tiempo sabia y
esclarecida universidad, y no satisfecho con este fundado jiiicio histórico, habia zaherido sin
piedad, y hasta con injusticia, á los mismos doctores (2). Ya entre ellos, se esforzó Torres
por ganar la voluntad de sus compañeros ; su genio claro y satírico hizo estéril el sano pro-
pósito, y fué siempre implacable el desabrimiento que les habia inspirado (3). En cambio, el
pueblo de Salamanca y los estudiantes de la universidad amaban al homljre llano, célebre y
algo descarado , que se mofaba de la severidad que afectaban irnos , de la presunción con que
vivían otros, y «de los poderes y estimaciones con que sostienen uíuchos las reverencias que
no merecen» (4),
Es de notar que Torres habla siempre de sus poesías con marcado desden, llamándolas
generalmente coplas, y considerándolas como desahogos juveniles y devaneos sin alcance y
sin valor. Su discernimiento crítico era grande , y no le faltaba razón para preferir su prosa
á su poesía (5). Era, en verdad, más discreto y observador que místico y sublime; pero sus
versos, por la espontaneidad, por el donaire, y á veces por la naturalidad y el ingenio, mere-
cen un recuerdo de la posteridad , y no dejan d ' despedir alguna luz en aquel Parnaso de
afectación y de tinieblas. Aunque no poeta de numen elevado. Torres era poeta. Cuando, se-
gún su propia expresión , profesó de jácaro, y anduvo con toreros y con gente de vida aira-
da, representaba pasos y saínetes, por él compuestos, y llenos de originalidad y de zumba.
Sus pasmarotas satíricas de los hmarios no carecen de gracia y de intención. Todo esto no
(1) De setenta y tres doctores que asisticrou al
claustro pleno, setenta y uno votaron en favor de
Torres.
(2) Sirva de ejemplo el soneto A los doctores de
la universidad de Salamanca , cuj-as dos primeras
cuartetas son como sigue ;
Sabios sólo de gestos y visajes,
Estudiaute ninguno, mil togados,
Y con las vanidades de graduados
Los qne tienen ya plaza de salvajes.
La necedad se abriga con los trajes
Qne antes honraban doctos licenciados,
T andan todos los vicios arropados
Con fúnebres y místicos ropajes...
(3) La universidad de Salamanca Iñzo á Torres,
ya jubilado y viejo, el desaire de no siiscril.irse á la
publicación de sus obras, que las demás universida-
des, la familia Real, varias comunidades religiosas,
y los principales sabios y magnates del reino habian
apadrinado con su nombre. Este calculado desvío
llegó al alma á Torres. De él se queja amargamen-
te en sus obras.
(4) Palabras de Torres.
La ovación tributada á don Diego de Torres con
motivo de su admisión como catedrático do la uni-
versidad, no tenía ejemplo en Salamanca. Gentes de
todas las clases de la sociedad acudieron afanosas á
los ejercicios de oposición. Llcj..;aba el gentío hasta
las ptiertas que salen á la catedral. El auditorio se
acercaba á cuatro mil personas ; otras tantas espera-
ban ansiosas donde no podían presenciar el acto.
Luego que el secretario de la universidad hubo de-
clarado la resolución favorable, repicaron las cam-
panas de las parroquias inmediatas, los estudiantes
dispararon muchos tiros y cohetes, un tropel nume-
roso de gentes de todas esferas acompañó hasta su
casa al nuevo catedrático, victoreánd(jle con entu-
siasmo. A la noche siguiente salió á caballo un es-
cuadrón de estudiantes, hijos de Salamanca, ilumi-
nando con hachones de cera un tarjeton, en que iba
escrito con letras de oro, sobre campo azul , el nom-
bre del triunfador. Pusieron luminarias hasta los
vecinos más miserables, y en los miradores de las
monjas no faltaron luces, pañuelos y aclamaciones.
Se extendió la alegría á todos los barrios, y en todos
hubo música, durante la noche.
(5) Conocía bien el lastimoso estado de las letras
en su época. En los Sueños morales dice á la som-
bra de Quevedo : «Eso de poetas grandes no es fruta
de este siglo. En lo lírico se ha perdido ya la ele-
gante cultura y hermosa locución de Góngora... En
este miserable siglo, poetas grandes, doncellas ho-
nestas y jueces desinteresados son las paradojas del
fénix... En las tiendas de los libreros verás la incul-
tura y negligencia de las almas de esta infeliz edad...
Hoy es moda el ignorar, es uso la b;irbarie, y las
señas de caballero son escribir mal y discurrir peor.
Más vale un tonto adnla<l(ir y un salvaje forrado en
charlatán que veinte Moretes y Villayzanes. El la-
tín será, deutro de pocos años, más raro que el grie-
go, y será forzoso que venga otro Antonio de Ne-
brija, que fué el Pelayo de la latinidad. Eso de re-
tórica no se usa . porque dicen que nada tiene fuerza
de persuadir sino el dinero. De la divina poesía se
perdieron los moldes,))
•ttvni BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
es alta poesía , pero siempre inspirará interés á quien desee conocer los ecos , poco despucS
perdidos, de la musa gcniiina de los españoles.
Otros doctos é insignes prosadores que culti^ aron la poesía señalaríamos en este Ingar, á
consentirlo los límites del presente Bosquejo; pero no debemos omitir, por la influencia crítica
y moral que ejerció en las letras, en las ciencias y en las ideas, al sahio benedictino /rfl¿/ Benito
Jerónimo Feijóo. Dechado de pureza en las costumbres, sincero é inquebrantable en la fe, aus-
tero en las convicciones de la moral , amigo de la paz del claustro , una pasión sola tuvo en
su vida : la pasión del estudio. Y esta pasión nació de otra aun más elevada : la pasión de la
verdad. En su juventud, la ignorancia embotaba el entendimiento en todas las clases de la
sociedad española, y las preocupaciones vulgares adquirían cada dia mayor arraigo y creci-
miento. Movido por su instinto y por su caridad , y ansioso de contribuir á ennoblecer la na-
turaleza del hombre, que la ignorancia enerva y degrada, se empeñó en la ardua y arries-
gada tarea de combatir los errores populares con el ímpetu heroico de los antiguos campeones
y hasta con la impasible constancia de los mártires. El espíritu enciclopédico y la gloriosa
ambición de cultura que reinaba entre los sabios benedictinos , llevaron desde luego á Feijóo
á estudiar los grandes maestros de la civilización moderna. Luis Vives, á quien Erasmo
admiraba, y el canciller Bacon, que, después de Vives, y por nuevos y muy elevados cami-
nos , buscó los medios de dar ensanche y perfección al saber humano, fueron las vivas lum-
breras que guiaron y fortalecieron á Feijóo en su noble y meritoria empresa. Los tratados
del sabio español. De corrtiptione artiiim et scientiarum y De tradendis disciplinis, y los trata-
dos del filósofo inglés , De dignitate et augmentis scientiarum y Novum Orgamim , dieron
asiento, luz y vigor á los grandes instintos del ilustre benedictino , y á esta preparación inte-
lectual, tan pura y tan fecimda, debieron acaso, así Feijóo como su amigo el célebre doctor
don Martin Martínez, médico del rey Felipe V, el ser los dos hombres más ilustrados de Es-
paña en aquel triste período de paralización científica y de corrupción literaria. Como am-
bos eran tan superiores á sit tiempo, ambos fueron perseguidos con encarnizamiento por la
envidia y por la ignorancia. Audaces adversarios , uno y otro, de la rutina y del sofisma ,
¿cómo no habia su noble arrojo de suscitarles ásperos y encarnizados impugnadores en un
tiempo en que la rutina y la sofistería eran el alma de las escuelas? Lo recio é injurioso de
los ataques de que fué blanco aceleró la muerte de Martínez (1). Feijóo desplegó en la lucha
ima entereza incontrastable. El mismo escribía: «Si Martínez murió en el asalto, yo me
mantengo sin herida alguna en la brecha» (2).
El Teatro crítico nnivej'sal, que el padre Feijóo empezó á publicar á los cincuenta años (3),
suscitó, como era natural, una turba de impugnadores. Dia hubo en que salieron á luz tres
escritos contra Feijóo. Las naciones , como los individuos , se resienten , á pesar suyo, contra
aquellas personas que, armadas de un discernimiento superior y de un temple inflexible, se
afanan por presentar de bulto, como sacándola á la vergüenza, la pesada y humillante ba-
lumba de sus preocupaciones, de sus vicios y de su ignorancia. Pero la gloria premia y
enaltece á estos varónos de ánimo recto y esforzado, que se ahogan en la atmósfera del error,
y son en la tierra mártires de la verdad. Feijóo, ilustrado con vasta lectura y sostenido por su
razón serena , fué un adalid inexorable y poderoso de la civilización. Cualquiera que sea el
valor absoluto que hoy pueda atribuirse á sus obras , nadie se atreve á negarle aquel lauro
eminente. Lista dijo que la posteridad debe eiñgir á Feijóo una estatua , y quemar sus obras
al pié de ella; sentencia ingeniosa, que, bien examinada, tiene tanto de injxista como de
aguda. Obras hay de Feijóo, cuya lectura es y será siempre sabrosa é instructiva ; y aunque
en realidad todo su mérito fuera estrictamente relativo, la posteridad no puede nunca mirar
con indiferencia ó desvío esas obras, que son monumentos de la historia moral de las nacio-
(1) Feijóo, carta 23, tomo ii. de las Cartas eruditas salió á luz en 1760. Habia
(2) Feijóo. cumplido Feijóo oclienta y cuatro afios. Murió el 26
(3) El 3 de Setiembre de 1726. El último tomo de Setiembre de 1764,
DE LA POESÍA CASTELLANA E^T EL SIGLO XVTU. TXiX
íiefe , ni esos vestigios de la gloriosa y ardua lucha en que pugnan por un lado los errores
comunes del pueblo, siempre tenaces j extremados , j por otro la luz de la verdad y la noble
entereza de una intención robusta y acendrada.
El lenguaje de Feíjóo es ameno y fluido y como de quien escribe más afanoso de demos-
trar verdades que de embelesar con primores retóricos (1). Aunque en la prosa es por lo co-
mún tan claro y tan sencillo, rindió culto en sus versos al gusto conceptuoso, que todos con-
sideraban entonces como la esencia de la poesía (2). Testimonio de ello son sus celebradas
décimas metafóricas A la conciencia, sus Liras á una despedida , que escribió haciendo alarde
de naturalidad (3), y otras comi)osiciones, las cuales prueban, al propio tiempo, que no ca-
recía de vena poética el cuerdo é implacable perseguidor de supersticiones y vanas creencias.
Feijóo recibió especiales muestras de aprecio del papa Benedicto XIV, del sabio cardenal
Querini , bibliotecario del Vaticano , y de otros eminentes varones. El rey Fernando VI le
concedió honores de consejero, y Carlos III lo colmó de alabanzas al regalarle las Antiqüe-
dudes de Hercrdano. Pero el más solemne y significativo testimonio de aprecio que recibió
de su soberano, fué la prohibición pública y oficial de que en lo sucesivo fueran impugnadas
sus obras (4). Esta intervención de la Corona para poner á Feijóo al abrigo de la crítica, ha
parecido á algunos digna á un tiempo de vituperio y de alabanza. Cierto que la medida en sí
misma tiene trazas de arbitraria y opresiva ; pero la verdad es que fué dictada, no para aho-
gar la libertad científica , filosófica y literaria, sino para darle favor y patrocinio. Necesario
es , para comprender el verdadero carácter de este hecho, recordar el espíritu intolerante y
agresivo que reinaba en España, durante el siglo xviii, contra aquellos escritores que se
atrevían á sustentar los principios de la crítica moderna. El famoso Diario de los literatos
(1737) , rerista avanzadísima para aquella época, no pudo resistir al embate de los literatos
vulgares heridos por aquella doctrina nueva y severa , á pesar de la protección decidida que le
dispensaron Felipe V y los magnates de la corte. La polémica contra Feijóo habia tomado un
carácter enconado y tenaz ; por docenas se contaban las impugnaciones impresas ; acerbas
invectivas , y hasta suposiciones calumniosas , se habían empleado , en vez de argumentos
doctrinales ; la contienda producía antes escándalo que provecho para la pública ilustración.
La extraña disposición del Monarca fué en aquella sazón homenaje á la dignidad del carác-
ter, desagravio á la justicia, amparo á la libertad del entendimiento.
No tenninarémos este capítulo sin hacer siquiera mención del estado de la poesía en las
Indias Occidentales. El gusto reinante en la metrópoli habia pasado, por lo general, á los rei-
nos españoles de América con sus vicisitudes sucesivas.
En Méjico, donde en el último tercio del siglo xvi habia nacido y estudiado Alarcon , el
poeta dramático español de más filosófico instinto, y el que usó un estilo más sencillo, más
claro y más adecuado á la intención moral del drama , resonaba , un siglo más adelante , en
el palacio del elegante é ilustrado virey Marqués de Mancera , el discreteo ingenioso á par
que alambicado de la afamada monja mejicana sor Juana Inés de la Cruz, Sus imita4ores no
la igualaron , y cayó sobre sus nombres el velo del olvido.
En el reino del Perú también se habían cultivado con afición las letras amenas. A princi-
pios del siglo XVIII el gusto conceptuoso ejercía allí su contagioso imperio. Por los años de
1709 y 1710, el Marqués de Castell-dos-Rius , grande de España, virey del Perú, antiguo
(1) ]\rayans, que no era favorable al Babio bene- de Feijóo en la excelente colección de sus Obras
dictino, lo juzga de este modo : Oratio ejus perspi- escogidas, publicadas en el tomo LVl de la presente
cua y sed peregrinis mrihvs frpclata. A multis est im- Biblioteca.
petitus; sed, zit débiles adversarios nactus est, eorum (3) Hé aquí el titulo completo de esta composi-
impetus irridet, nescius forte , quantum á potenti ad- cion : Liras á una despedida, compuestas en este gé-
versario pati posset , si critico «tilo res essei decer- ñero de metro para demostrar que en cuantos usa la
nenda. poesía española cabe naturalidad y ternura.
(2) Puede verse el catálogo de las obras poéticas (4) 23 de Junio de 1750.
XXX BOSQUEJO niPTÓRICO CRÍTICO
embajador en París y en Lisboa , hombre ilustradísimo y amante sincero de las letras y de
las artes celebraba brillantes y animadas tertulias literarias en su palacio de Lima. La ca-
sualidad habia reunido en torno suyo algunos cultivadores de las letras, capaces de dar, jwr
pu iiií^truccion v j)or su ingenio, pábulo y lustre á las reuniones del Yirey (1). Algunos do
ellos , como don Jerónimo de Monforte, el doctor don Pedro de Peralta Barmievo y el Conde
déla Gnwja, imprimieron varias de sus obras y alcanzaron fama en España (2). El mal
gusto de la época rebosa en esta abundante colección de versos artificiales y conceptuosos.
No puede olvidarse que ésta era la triste gloria de las letras en aquella época de corrupción
intelectual, Pero, acaso por el aislamiento en que vivían los poetas en aquellas apartadas re-
giones, el cultismo ni subió allí á las nebulosas alturas de los Góngoras, ni descendió á la
ruin y repugnante esfera de los Montoros. Los asuntos académicos son unas veces nobles y
naturales, como, por ejemplo, á la victoria alcanzada por Felipe V en la batalla de Luzzara;
otras, las más, son de a(|Ucllos que ponen en prensa el ingenio y pro^-ocan los juegos de me-
tro y de palabra , los retruécanos y los conceptos. Ya expresan el rendimiento de amor k
una dama en redondillas, con la obligación de acabar cada ima de ellas con un título de co-
media (3): ya discurren sobre lo que bordaba Penélope en su famosa tela , ó sobre cuál e5
(1) Consérvanse sus nombres y sus versos en un
códice titulado Flor de academias, que posee nuestro
amigo el señor don Pascual de Gayángos. Los prin-
cipales ingenios que asistian á estas tertulias poéti-
cas V recitaban versos en ellas eran :
Don Migvel Saenz Cascante . presbítero.
El padre maestro fray Agustín Sanz, calificador
del Santo Oficio, confesor y consultor del Virey.
El Marqués de Brencs (don Juan Eustaquio Vi-
centelo y Toledo), caballero de Santiago. Habia sido
ETobernador y capitán general del reino de Ticrra-
FiíTne.
Don Pudro José Bermudez de la Torre y Solicr,
doctor en ambos derechos, alguacil mayor de la
Real audiencia de Lima.
Don Jvan Manud de Rojas y 5afór3ffl??o, caballero
de Santiago , secretario de Su Majestad y del Virey.
El doctor don Pedro de Peralta Barnuevo y Bo-
cha, contador de cuentas y pai-ticiones de la Real
audiencia de Lima, catedrático de prima de mate-
máticas en la universidad de la misma ciudad, cos-
mógrafo é ingeniero mayor del reino del Perú.
Don Jerónimo de Mon/orte y Vera.
Don Matías Ancjlés de Meca, gentilhombre de
cámara del palacio del Virey.
El Marques del Villar del Tajo (don Antonio de
Pamunio de las Infantas), caballero de Santiago,
general del mar del Sur.
El Conde de la Granja (don Luis Antonio de
Oviedo y Herrera), caballero de Santiago, regidor
perpetuo de la ciudad de Salamanca, gobernador de
la provincia del Potosí.
(2) Mon/orte era poeta festivo. Escribió sainetes,
y en las academias de América se distinguió por su
afición á la poesía burlesca. Así lo da á entender el
prólogo del códice ya citado, Flor de academias.
Peralta Barmievo. liombre muy erudito, imprimió
8u largo poema Lima fundada y otras varias obras,
entre ellns el nrimpr t<>mo de su Historia de España
vindicada.
Véase el artículo Peralta en nuestro Catálogo de
poemas castellanos del siglo xviii , y lo que dice de
ambos poetas don Cayetano Alberto de la Barrera
en su Catálogo del teatro antiguo español.
El Conde de la Granja, natural de Madrid, ami-
go de Zamora y de Cañizares, era ya por este tiem-
po un anciano de setenta y tres años. Habia escrito
dos poemas, entonces bastante estimados : Vida de
santa Posa de Lima y La Pasión. Véase el artículo
que le consagra Alvarez y Baena en su diccionario
Hijos de Madrid.
(3^ En este asunto, como en la pintura joco-séria
de Narciso y en algunos otros, anduvieron muy fe-
lices los ingenios de la academia. Sirvan de mues-
tra algunas redondillas de las muchas improvisadas
en aquella ocasión por el doctor Bermudez, que era
un verdadero repentista , y se hallaba muy familia-
rizado con el discreteo del teatro español :
Ño te quisiera explicar,
Bella iugrata, lo que siento,
Porque en un amor atento
íío hay cosa como callar.
T asi, con ansia, veloz
Viene obediente el respeto
Á que corrija el secreto
La <iesdir?ia de la voz.
Aunque contra esa desdicha
Ajielaró á tn? piedades;
Que fi la oyon las deidades,
También por la voz hay dicha.
Porque en sus violencias dudo
Que, obediente á su destino,
Pueda ser el amor fino
Cuando es el amante mudo.
Pero otra vez te prometo
Bl silencio, y mi atención
Te ofrece en mí corazón
El alcázar del secreto.
Que en este confuso abismo
De mt amante desaliento,
Quiere ser mi jiensamiento
E¡ alcaidt de si mismo.
Bofiaba amor en mi empefia
Qne vida el favor le dabsK
I
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGCO XYIIL xxxí
defecto más tolerable en la mujer propia , la necedad ó la fealdad (1); ya pintan á nna dama
en un romance con la precisión de haber de constar cada copla de un título de comedia, de
otro de un libro, del nombre de una calle de Madrid ó Lima y de un refrán (2); va, en fin,
escriben romances que son al mismo tiempo latinos y españoles. En medio de estas y otras
extravagancias semejantes, asoma á menudo la fantasía viva y fecunda de aquellos ingenios
extraviados. El Virey tenía en su palacio un salón dispuesto para representaciones dramáti-
cas. En algunas ocasiones se improvisaban comedias. Las reuniones empezaban con música,
y el magnate mismo no se desdeñaba de tocar la guitarra delante de aquellos poetas , amigos
suyos predilectos, que, si bien libres, traviesos y conceptuosos, no son en sus versos ni li-
cenciosos ni cliocarreros. En aquella edad sabian los hombres hermanar fácihncntc la fuiíii-
liaridad y el respeto.
Escribió el afargues de CasfeJl-Jo!i-7\bfs. ademas de algunos versos líricos, varias loas, men-
cionadas en el códice Flor de academias. Tenía el Marqués perverso gusto poético. Él es
quien ponia á los asuntos académicos , en sus tertulias literarias, tantas pueriles dificultades
métricas, indignas de la verdadera poesía, y se trasluce en la Noticia proemial de la Flor de
Academias que el culto y elegante Virey blasonaba de que en sus academias «se habían he-
cho usuales los primores más difíciles», y que continuamente se componian allí poesías, «ya
retrógradas , ya con ecos , paranomasias y otras delicadas armom'as y artificiosas elegancias. »
¡Así extravia el mal gusto la razón y ciega las fuentes eternas de la belleza !
El lunes 24 de Marzo de 1710 se celebró academia poética en el palacio del Virey, y ésto
leyó en ella un soneto A la oscuridad del cielo en la muerte de Cristo. Fué su último solaz li-
terario. L'n mes después imntualmente (el 24 de Abril), habia dejado de existir. Todavía se
reimieron una vez sus amigos para celebrar una academia literaria. Pero ésta fué triste y
dolorosa, como exclusivamente consagrada á la memoria de aquel hombre ilustre y querido.
Todos los poetas de la academia , y algunos otros que á ellos se agregaron en esta triste oca-
sión , rindieron la ofrenda de su corazón y de su talento, no ante el esplendor del procer en-
cumbrado y poderoso, sino ante el sepulcro del amigo y del honrador de las letras (3).
Y es, sin duda, qne soñaba, De tonta podrá sanar,
Pnes siempre la vida es sueño. Mas no sanará de fea...
Vencerte no puede ser, A la necia mis sentidos
Pensarlo es temeridad, Quiero rendir por despojos,
Pues eres, por tu beldad. Pues aunque haya mil maridos
Ángel, milagro y mujer. Que hagan ojos los eidos,
Yo haré oidos do los ojos.
• Ysi alguno á reprender
Se atreve mí necedad ,
(1) Casi todos los poetas se deciden en favor de Diré qne es un bachiUer;
la necia hermosa. Don Juan de Rojas da, entre otras, Q™ ^^ ^* ^^ ^"^ ™' nmjor
las siguientes razones burlescas : ^'^'^'^ '^^ universidad.
(2) Nada apuraba á estos desenfadados poetas.
Si hubiera soUcitado ^® complacían, al parecer, en esta gimnasia del in-
Proferir á lo discreto, genio. Todos arrostraban con juguetón desembarazo
Yo confieso mi pecado, los estorbos que inventaba el Marqués. Así empieza
cZ ZZrrS:T «" '^^^^^^ d«- Jerónimo de Monf orte :
Siempre cuestan estas coaas Marica, en tu Calepino
Al gusto muchos afanes; Trampa adelante no quiero;
Pero en mi no son penosas; Que el que las sabe las tañe,
Que el querer más las hermosas Y es tu calle del Espejo.
Es vicio en todos los Juanes. yo puede ser, pues no caben
• ••• Bn un saco honra t/ provecho.
De la linda y la entendida Que vivas tú para Mus,
La utilidad es notada, Y yo en la calle del Cuerno.
Porque bou toda la vida
La docta más aplaudida, «...
^íl'ínTZieTá'sí'SÍÍ (3) 'léanse los artículos Castell-dos-Eius y Rojas
Porque más claro se vea, V Solórzano , en nuestra Reseña de varios poetas lí-
De ambos males enfermar, ricos del siglo XVlli.
MHcn BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
CAPÍTULO IV.
Poetas malogrados.— Álvarcz de Toledo (D. Gabriel).— Gerardo Lobo.— Tafalla y Negrete.— Marqués de Lazan.
Lamentable es siempre ver decaer rápidamente en poder, en artes y en letras á una nación
p-ande y generosa; pero el triste sentimieito se exacerba y crece cuando, en medio de la de-
pravación del gusto y del abatimiento de las ideas, asoma por ventura algún noble carácter,
algún entendimiento superior, que pugna en balde por desasirse de las cadenas morales é in-
telectuales que embargan y esterilizan su fuerza y su índole nativa.
En la primera mitad del siglo xviii presentan esta imagen descon.soladora algunos inge-
nios de notable valía, entre los cuales merecen ser citados en lugar preferente don Gabriel
Aharez de Toledo y don Eugenio Gerardo Lobo. En ambos resj)landecen prendas eminentes
de poeta, y si sus obras no llegaron á los puros espacios del arte, es porque sofocaba y per-
vertía su inspiración la corrompida atmósfera literaria que los circundaba y comprimía. En la
am'ora de las civilizaciones, cuando se presenta abierto y sin nubes el horizonte de las ideas,
nada turba ni enfrena el vuelo de esos genios singulares que la Providencia envía de cuando
en cuando para derramar la luz y trazar el camino. Homero, Dante , Shakspeare , no hallan
carriles trillados , ni engreimientos literarios, ni trabas doctrinales, ni falsos primores con-
vencionales : su creador impulso avasalla á las gentes por la virtud misma de su espontanei-
dad poderosa; son númenes gigantes, que abarcan la humanidad entera También á veces
piensan y escriben con desembarazo y propia fuerza, aunque en más reducido campo, aquellos
ingenios elevados que son ecos involuntarios y sublimes de las glorias ó de las trasformacio-
nes nacionales. Así Virgilio ; así el Tasso ; así el Ariosto ; así Camoens ; así Lope de Vega ; así
Calderón; así Milton; así Goethe; así Voltaire; así Schiller; así Quintana; así Lord Byron. y
algunos otros ingenios eminentes. Pero, en las épocas de transición, la civilización gastada
estraga el gusto, impone sus refinamientos, ofusca los ojos del espíritu, y logra sólo aparen-
tar una lozanía que es en realidad un grosero barniz. Deslumhra y reina, como la cortesana
decadente que disimula los estragos de la hermosura con el velo engañoso, y por desgracia
seductor, de afeites y cosméticos, y con el relumbrón de falsas joyas. Nadie se libra entonces
del contagio : la atmósfera carece completamente de luz y de pureza, y el ingenio más claro
y poderoso no puede desplegar sus alas sin limpio cielo y sin sol de nacional grandeza.
Don Gabriel Alcarez de Toledo es uno de los poetas más importantes y menos conocidos del
primer tercio del siglo xviii. Aunque el mal gusto entonces reinante ahogó casi siempre su
privilegiado ingenio, la historia literaria no puede ni debe olvidar al escritor que levantaba
su fantasía á las sublimes esferas de la filosofía histórica y de la idealidad poética, en un
tiempo en que todo en la poesía era vil y rastrero.
Su talento claro y brillante, su condición alegi'ey simpática, y la gallardía de su persona,
contribuyeron á granjearle la voluntad de las damas andaluzas, y esto ayudó sin duda á des- 1
vanecer algún tanto su corazón de mozo y de poeta (1). Nunca llegaron á ser licenciosas susí
costumbres , antes bien se advei'tia en sus amores y en sus versos cierto carácter de espiritua-
lidad y de platonismo, que ya anunciaba las tendencias místicas de su alma. Sin embargo.]
era tenido por sobradamente frivolo y engreído entre la gente austera de su tiempo. Los es-
casos datos biográficos que hemos hallado de don Gabriel Álvarez de Toledo no nos permiteij
formar con cabal fundamento conjeturas acerca de los motivos que produjeron el cambio toj
(1) «Empezaron á ser bien vistos sus versos, y alabanzas y satisfacciones, y tropezó en la vanidaJ
las damas de Sevilla á dar en celebrar sus donaires, Platónicamente enamorado, pasó algunos años oyeii
su ingenio y sus modestas cortesanías Saboreaba- do sus aplausos y regodeándose con las alabanzas!
se don Gabriel, con inocencia inadvertida, con las {El doctor don Diego de Torres.)
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL xxxuí
tal de hábitos y de ideas que se advirtió en este hombre ihxstre á los treinta años de su edad (1).
El doctor Torres afirma que el poeta pasó algunos años platónicamente enamorado, j nada dice
después de que Alvarez de Toledo contrajese matrimonio en época alguna de su vida , ni se
ve rastro en las obras de éste que pueda hacer presumir que satisfizo en esta parte los senti-
mientos de su corazón. Acaso insuperables trabas ó amargos desengaños dejaron en su alma
un hondo y desconsolador vacío, que sólo alcanzaron á llenar las inefables esperanzas de la
religión, las ilusiones del hombre de Estado, los afanes sabrosos del entendimiento cultivado.
Se consagró con incansable ahínco al estudio de las ciencias filosóficas, de la historia y de
las lenguas antiguas y modernas (2), y fué, en verdad, uno de aquellos ingenios malogra-
dos por causa de la época desventurada en que nacieron. Su mimen , embargado y vencido
por la abrumadora decadencia de las letras , no produjo sazonados frutos : fué como fanal en
noche oscura , que no alcanza á sobreponerse á las nieblas que lo rodean. Velazqnoz , Quinta-
na y otros historiadores de la poesía, lo han desconocido ó desdeñado. Acaso juzgaron quo
la lumbre amortiguada de la gloria de este poeta debía morir del todo, y no intentaron exa-
minar de cerca si aquella luz opaca había despedido algún destello esplendoroso de aquellos
que no es justo, ni aun posible , condenar al olvido. Hasta el indulgente Arana de Varflora
(el padre Valderrama) omite el nombre de este insigne español entre los Hijos de Sevilla.
Ya es tiempo, sin embargo, de que la historia literaria , sin prevenciones de época ni de
escuela , aquilate y clasifique los títulos y el carácter verdadero de los poetas de cada edad. La
poesía es el eco de las naciones , y si faltasen otros monumentos de la vida y del estado de los
pueblos, ella sola bastaría á poner de manifiesto la índole y el alcance de su cultura, su mo-
vimiento íntimo, sus tendencias; en una palabra, toda su fisonomía moral.
Don Gabriel Alvarez de Toledo encumbraba demasiado los arranques de su fantasía para
ser poeta popular en una edad en que la vulgaridad del pensamiento y la trivial complica-
ción de la forma constituían la única poesía que realzaba á los autores y embelesaba al pú-
blico. Tal y tan poderosa llegó á ser la fascinación del estilo culto y conceptuoso, que hasta
aquellos doctos que con mayor saña miraban los extravíos del gusto, daban de lleno en el cul-
teranismo, cuando creían escribir en el lenguaje á la par noble y llano del siglo de oro. El es-
tilo de Alvarez de Toledo es casi siempre conceptuoso hasta rayar en incomprensible, y no
obstante, su admirador el padre fray Juan de la Concepción, hombre de saber y doctrina, le
tributa especiales alabanzas por su claridad y sencillez. «Más de una vez he informado al pú-
blico, exclama el sabio carmelita, de mi aborrecimiento al estilo oscuro. El de c?on Gabriel es
verdaderamente poético; pero es casi preciso parezca mal en una era donde todo estilo es
extremado, ó por lo neciamente culto, ó por lo villanamente bajo. » No hay que dejarse cau-
tivar por la sensatez de estas palabras ; el sabio fray Juan de la Concepción era hombre de su
tiempo, y tenía afición á los enredados raciocinios escolásticos de Alvarez de Toledo, y á la3
(1) Véase la noticia biográfica de don Gabriel Júpiter iominant en ton regará señeut;
\ Alvarez de Toledo, al frente de sus poesías, publica- Apoiion dans rattrait de rédatant visage...»
I j -1 . . Mais ce noble recueil de brillantes fictiom
I das en el presente tomo. „ ■, ^ . , ■ . •. ,r *
I *^ Ne seraii de ta gloire un portrait suffisant,
(2) Algunos versos escribió en francés, idioma SUegrand roi Louisn'yajoutaitper/ection*.
entonces tan en boga en la corte de España. Sirva '^*'"' ^^ *** vertus dans u bücher luisant,
de muestra el siguiente soneto conceptuoso, que fféritierimmorteld'immortellesactions,
, , , 11 . 1 /i , ,^ , , i Seras nouveau phéníx de ce phénix vlvant,
prueba más la adhesión de Alvarez de Toledo a Fe-
lipe V, y su admiración á Luis IV, que su dominio Es imposible leer estos versos sin traer á la me-
de la versificación francesa : moría, á causa del estilo, el soneto marinesco que
pone Moliere en boca de Órente en el Misanthrope,
El severo Alceste habria dicho probablemente á AI-
A SA MAJESTK LE ROI PHUJPPB V.
Seros en gui Je ciel a r'aií un assemblage imii it? -.ii •■.
n . , ■ ■ j 1/ , I , varez de Toledo, como al bel-esprit de la comedia :
Des avantages vrais des héros fabuleux , ' J. ' ^ •■'• '^^^'hvvaí» ,
Pour donner á tEspagne en cejour bienheureux Ce style figuré, dont on/ait vanité,
Ifun monarque parfait le difficile ouvragti Bort du bon caractóre et de la vérité;
líercure en ta parole apparait toujours sage; Ce n'est quejeu de mots, qu' affectation puré,
Jfars se voit /oudroyant en Vaspect belliqueux; Et ce n'est point ainsi que parle la wturt.
XXxrv BOSQUEJO HISTÓEICO CRÍTICO
' tenebrosas metáforas del PoUfemo y de las Soledades ^ de Góngora, que él , por lo visto, en-
tendía y descifraba con sagacidad peregrina (1).
, A pesar de la inspiración elevada qne resplandece casi siempre en las Oh-as postumas de
Alvarez de Toledo, la lectura de la mayor parte de estas poesías causa disgusto y fatiga por la
oscura afectación de su lenguaje. Entre ellas se cuentan Tifeo fulminado en Flcgra , y Sócro-
te.i antes de beber la cicuta , dos composiciones llenas de altos pensamientos , pero casi intole-
rables por el artificio del estilo. Tributo, y grande, paga el poeta á los extravíos literarios de
la época, pero á veces le preserva su noble instinto, y trozos hay en sus obras, y aun com-
])Osiciones enteras, en que el tono, la versificación, el lenguaje y la idea suben de consuno al
más alto nivel de la poesía. La.s endechas a su pensamiento, en que pinta los vaivenes y las
vanidades del pensamiento humano, endechas superiores sin duda á las tan celebradas de So-
lís á la conversión de san Francisco de Borja, son, á pesar del estilo algo conceptuoso, inevita-
ble entonces, una joya de poesía y de esplritualismo, por cierto extraordinaria y admirable en
aquel período de copleros chabacanos ó. insulsos. Respira en esta composición, tan implacable
y sincero despego délas terrestres ilusiones, resalta asimismo en ella tan firme y tan severa la
luz de los desengaños humanos, que es imposible no considerar esta poesía mística como una
excepción luminosa en aquel caos de vulgaridad y de materialismo. El poeta siente en su co-
razón, móvál é insaciable , que el pensamiento del hombre no ha de aquietarse en la imperfecta
y limitada esfera del mundo visible; y siguiendo y explicando el sublime y misterioso impulso
que encamina nuestra alma hacia Dios, centro de las verdades y de los consuelos infinitos,
termina su bello y místiqo análisis con esta sencilla exhortación, en que habla de Dios al p^JQ-
miento ;
Búscale , pues te busca;
óyele, pues te llama;
Que descansar no puedes
Si en su divino centro no descansas.
El romance al martirio de san Lorenzo está sembrado de pensamientos alambicados ; pero
lo está igualmente de ideas vigorosas, que descubren al pensador profundo y al verdadei'o
poeta. ¿En qué otro escritor de aquellos tiempos podrían encontrarse reflexiones de tan alto
sentido histórico como las que expresan con briosa concisión los siguientes versos , relativos á
la formación de las creencias gentiles de Roma?
La Emperatriz temida de las gentes,
Roma, cabeza universal del orbe,
Cuando de todos en las leyes manda,
De todos obedece á los errores.
Cuando al carro soberbio de sus triunfos
Rinden el cuello bárbaras naciones,
Del altar de sus ídolos odiosos
Es basa humilde su diadema noble.
Con no menos elevado concepto explica la incontrastable constancia del mártir, que no
puede , á despecho de los tormentos , quebrantar ima fe que está sellada en su alma por la,
mano divina. Hé aquí sus versos :
No al hierro ni á la llama se permito
Que los arcanos de la mente violen
Donde el dedo de Dios omnipotente,
Único, escribe su sagrado nombre.
Los versos metafóricos en que asegura los tesoros del cielo á quien en la tierra da á loij
pobres el oro de su caridad , son dignos de copiarse aquí como muestra del talento poéticJ
de Alvarez de Toledo, y asimismo del espíritu conceptuoso de que no alcanzaban k preservars»
(1) «Estoy persuadido á que ningún discreto dejó
de entender las obras de nuestro insigne Góngora,
hasta que no sé quién infundió á dos ó á tres el zi-
zañoso espíritu de comentarle. » {Fray Juan de
Concepción.) ■<(
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVITI. Xxxv
ni aun los ingenios de más noble temple y naturaleza. Así habla al tirano, aludiendo al su-
blime heroísmo con que san Lorenzo, tesorero de la I^jlcsia en tiempo del papa Sixto II, ar-
rostró el martirio del fuego, por haber repartido el tesoro entre los pobres, en vez de entre-
garlo á los agentes del emperador Valeriano :
Los tesoros que anhela tu codicia
Ya están seguros en erario adonde
Ni tenebrosa insidia los usurpa,
Ni peste asoladora los coiTompe.
El pálido metal que debió vida
Del profano carácter á los moldes,
En el sello viviente del Cordero
Mejora el precio y diviniza el nombre.
Ya le atesora próvida codicia
Entre las manos de los ricos pobres,
Quede gloria inmortal en santa usura,
Recibiendo nos hacen sus deudores.
Campo es feliz la mano del mendigo,
Y el áureo gTano que su seno esconde.
Mies, que burlando la segur tirana,
Colma fecundo las empíreas trojes.
Es innegable que estos versos carecen de la sencillez inseparable del gusto depurado, j que
la exuberancia de las metáforas enreda y turba el pensamiento y anubla algún tanto el es-
plendor de las imágenes. Pero, á pesar de todo, [ cuánta distancia media entre estos versos
armoniosos y grandilocuentes , j la trivial y desmayada poesía que á la sazón se empleaba
sin tregua en asuntos viles , indignos del arte !
Los fragmentos que se conservan de su poema burlesco, titulado La Burromaquia^ de-
muestran asimismo cuan aventajado lugar habría ocupado Alvarez de Toledo entre los poetas
castellanos si , por dicha , hubiese nacido en más afortunada edad. Octavas hay en este poe-
ma que habría podido prohijar el mismo Lope de Vega , por el chiste satírico, por la versiti-
cacion espléndida y segura , y hasta por el color y la naturalidad narrativa de las descrip-
ciones. Este poeta , lo repetimos , no ha debido ser tan com^jletamente olvidado, sobre todo
en una nación en que aun recuerdan gentes instruidas versos de Montoro, de Salas y de Be-
negasi.
Si después de conocer al autor, hubiéramos de estudiar al hombre, encontraríamos en él
fácilmente prendas de valor muy subido, que lo recomiendan á la memoria de la posteridad.
Como hemos visto, de ilustre familia, y dotado de alegre y viva fantasía, vivió dm-ante la
primera mitad de su vida compartiendo las horas entre la lectura de amenos libros y los pa-
satiempos de la sociedad aristocrática, y enardeciendo su corazón con ilusiones místicas. Vi-
vió, en una palabra, una vida, no exenta en un principio de vanidoso engreimiento y de ocio-
sos devaneos , pero noble y pura , como suelen vivir los que nacen en cuna cercada de honra-
dez y de generosas tradiciones. Pero era Alvarez de Toledo lo que en el lenguaje de nuestros
días se llama un espiritualista , y á pesar de la índole anti-ideal de la época y de las seduc-
ciones del ejemplo, prevaleció en sus escritos aquella noble y divina tendencia. Esta circuns-
tancia esencial de su carácter ajnida á explicar la trasformacion completa que se advirtió
en su modo de vivir; trasformacion que el doctor Torres atribuye á «la melancolía provecho-
Isa» que le infundieron «los tremendos avisos de unas misiones que oyó en Sevilla.»
Pasado el primer período de su vida, alternativamente frivola, brillante, apasionada y
venturosa, cobró do7i Gabriel aversión decidida á los esparcimientos mundanos. La religión,
el estudio y el desempeño de sus deberes oficiales absorbieron su alma del todo y para siem-
pre. Llegó á juzgar incompatible con la austeridad de su retiro el recuerdo de las ociosas
tareas de tiempos más risueños, y quemó cuantos papeles había escrito hasta entonces. «Sólo
88 escondieron á su devota fmia , dice Torres , los pocos que contiene este tomo. » (Poesías
]¡¡ postumas.)
,^({| En un espíritu tan laborioso y en un entendimiento tan claro no podía dejar de ser fruc-
uosa y fecunda aquella vida de meditación y de investigaciones (1). La obra de Alvarez de
(1) Acerca de su erudición, dice el doctor Torees demostraciones de la gran inteligencia que de ellos
logiguiente : «Dedicóse á los sistemas antiguos y re- tuvo. En la historia eclesiástica fué sabio consuma-
pientes de la filosofía, y dejó en sus obras exquisitas do, y en la profana enteramente docto. Loa teólogos
Jtxxvi BOSQUEJO HISTÓRICO-CRÍTICO
Toledo que alcanzó mayor crédito en su tiempo, fué la que publicó con el título de IFisioria
de la Iglesia y del Muiulo, que contiene los sucesos desde su creación hasta el diluvio. Indicacio-
nes generales de alto sentido escritas por San Agustiu en La Ciudad de Dios, y muy espe-
cialmente la Historia del género humano, obra de objeto análogo que dejó incompleta Arias
Montano, fueron los despertadores del ambicioso propósito que concibió Alvar<iz de Toledo
de llevar á cabo aquella temeraria ó, mejor dicho, imposible empresa. Un tomo en folio pu-
blicó únicamente. También la muerte le imjñdió, como á Arias Montano, dar á sn obra todo
el ensanche que habia proyectado. El doctor Torres da á entender el grande aprecio que se
hacia de esta que llama Historia antidiluviana. Un hombre, sin embargo, de no tan alto
respeto y alcance intelectual como Alcarez de Toledo, pero en extremo notable por su mara-
villosa laboriosidad, por su erudición y por el favor extraordinario que le dispensaban la
corte y los magnates, impugnó malamente, en particular con re.s])ecto al estilo, la Historia
de la Iglesia y del Mundo en un opúsculo, sin nombre de autor, titulado Carta del Maestro
de Niños. Era este hombre el caballero de Calatrava don Luis de Salazar y Castro, ayuda
de cámara de Carlos II, bibliotecario de la Casa Real y cronista de Castilla y de Indias,
que dejó centenares de volúmenes escritos de su mano, j ])ublicó varios libros históricos,
en algunos de los cuales censura y enmienda errores de don José Pellicer y de don Juan
Terreras (1). Engreído Salazar con su saber y con el favor de que gozaba, llevó muy á mal
no haber logrado formar parte de la Academia Española, instituida por aquellos dias. Fácil-
mente se columbra en la Carta del Maestro de Niños que el autor tiene ojeriza al docto cuerpo
recien creado. La Historia de la Iglesia y del Mundo fué briosamente defendida por un es-
critor, que escondió su nombre bajo el seudónimo de Ericio Anastasio Heliopolitano , en una
apología titulada El Palacio de Momo, que se publicó, como impresa en León de Francia,
en 1714, esto es, el mismo año en que falleció Alvarez de Toledo (2). Igualmente fué de-
fendida aquella historia por vm autor anónimo en un opúsculo titulado Apuntaciones á la
Carta del Maestro de Niños. A ambas obras replicó extensamente Salazar en im tomo en 4.°,
con este título : Jornada de los coches de Madrid á Alcalá, etc. (Zaragoza, 1714). Aquí ya
quitó la máscara á su malévolo designio. Alvai^ez de Toledo habia fallecido muchos meses
antes. La acrimoniosa crítica no iba pues encaminada á su persona. Salazar zahiere con mo-
tes á los Académicos , y atribuye á la Academia desacertados intentos que no abriga. Están
patentes su malquerer y su resentimiento contra el cuerpo entero. Con razón le habia dicho
el Marqués de San Felipe : « Imitas al perro, que aulla y ladra mordiendo las puertas de la
casa donde no puede entrar. »
Vivió Alvarez de Toledo en estrechísima conexión con el Duque de Montellano y con su
hijo primogénito, el Conde de Saldueña, distinguido poeta de entonces. Hizo sobresalir sus
brillantes prendas , ya como secretario de la Cámara de Castilla , ya como oficial mayor de la
de las universidades se pasmaban de ver á un hom- de reyes de Castilla y Aragón y de varios príncipes
bre del siglo, rodeado de negocios de gravísima en- eclesiásticos y secidares. Noventa y un tomos en
tidad, tan metafísicaniente instruido en la teología, folio, ect., etc.
ciencia que aprenden pocos y con suma fatiga. Fi- Nació don Luis de Salazar en Yalladolid, el 24 de
cálmente, no ignoró nada de cuanto ee supo hasta Agosto de 1658. Murió en Madrid, el 9 de Febrero
su tiempo.» de 1734. Hay amplias noticias de su vida y escritos
(1) Advertencias históricas Madrid, por Ma- en la Diblinteca genealógica, de Franckenau, y en
teo de Llanos, 1788; en 4.° — Desagravios de la ver- las Memorias publicadas al frente de su obra pós-
^M€íi2a (contra Ferreras). Salamanca, 1729.— Repa- inia.&, Examen castellano de la crisis griega, etc.
ros históricos sobre los doce primeros años del to- Madrid, Imprenta Real, 1736 ; en 4.°
rao vil de la Historia de España, del doctor don (2) Según nuestras investigaciones, el autor de
Juan de Ferrcras. Alcalá, 1723 ; en 4." — Crisis Fer- El Palacio de Momo fué el famoso Marqués de San
rérica sobre el vi tomo, etc. 1720 ; en 4." — Anti-de- Felipe, grande amigo de Alvarez de Toledo, é in-
fensa y continuación de la crisis. 1720; en 4.° — Co- dividuo de la Academia Española desde el 23 de
lección de epitafios y memorias sepulcrales de Espa- Noviembre de 1713 , año en que fué creada la Aca-
^a. Un tomo en t(Mo.— Colección de cartas originales demia.
Í)E LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL XXXVIÍ
Secretaría de Estado, ya como primer bibliotecario del Rey, ya como uno de los fundadores
de la Academia Española, y llegó á ser persona de grande autoridad y consejo, así en Ictríia
como en materias de Estado (1).
La muerte prematura de Álvarez de Toledo (á los cincuenta años) fué atribuida al exceso
de sus estudiosas vigilias y á la insana inmovilidad de su vida contemplativa (2).
— Con menos saber, aunque no escaso, y con menos ambiciosa fantasía, otro poeta alcanzó
mayor renombre y éxito que don Gahriel Álvarez de Toledo. Fué este poeta don Enfienio Ge-
rardo Lobo, tan popular y simpático en su tiempo, y tan despreciado y escarnecido más ade-
lante, cuando llegó á entronizarse en las letras españolas la escuela seudo-clásica francesa, y
con ella un gusto menos nacional y espontáneo, si bien más exigente }' más depurado.
Precoz (3) , claro y fértil fué su ingenio (4) ; y si no ha legado á la posteridad obras dig_
ñas de estudio y de alta fama , fué acaso culpa del tiempo, de los incesantes afanes de su vida
militar, y de su modestia extremada , que le hizo mirar siempre sus versos como frivolos de-
vaneos, indignos de la imprenta. Fué universalmente querido y respetado, y mantuvo cor-
dial y amistosa correspondencia con esclarecidos personajes extranjeros , tales como el Du-
que de Noailles , y los poetas Maffci (5) y el Conde de Calamandro.
A pesar de que las ñitigas de la guerra y las obligaciones militares absorbían casi la vida
entera de Gerardo Lobo, llegó á ser hombre notablemente instruido. Poseía el lutin y ha-
blaba varios idiomas modernos. Escribía con facilidad versos italianos (6).
- Después de su muerte, que fué sinceramente sentida en todas las clases de la sociedad, es-
cribieron versos en alabanza suya varios poetas célebres entonces, entre ellos don Mio-uel de
la Reina Cevallos, de la Real Academia Española, autor del curioso poema La Elocuencia
del Silencio, y el Marqués de la Olmeda , que entusiasmado por extremo con los versos de su
amigo, dedicaba á Gerardo Lobo exuberantes alabanzas. Así decia, pidiendo inspiración á su
musa
Divinízame la mente,
Porque pueda en caso tal
Alabar gloriosamente
(1) «Tuvo mucha parte su dictamen en las máxi-
mas y resoluciones de la monarquía en los priineros
años del reinado de su majestad el señor don Feli-
pe V, que Dios guarde.» (^El doctor don Diego de
Torres.)
(2) El doctor Torres dice : «Sólo pasaba la calle
cuando era tránsito para comunicar á su confesor.
Su ejercicio y diversiones los reducía á su cuarto. En
leer y en orar empleaba las más horas del dia y de
la noche. »
Villan-oel dijo de don Gabriel, aludiendo igual-
mente á BU vasto saber y á su sedentaria vida :
En alta comprensión trueca
Su ejercicio necesario ;
Fué del Rey bibliotecario,
T del reino biblioteca.
{Poesías inéditas de don José de Villarroel. Cddice perteneciente al
\uñor don Pascual de Gaydngos.)
(3) Ya á los doce años componía versos, y lo que
más, corrían con aplauso por las tertulias. Así lo
ice el mismo Gerardo Lobo en el festivo soneto que
ipieza ;
De dos lustros y medio no cabales ,
Ya, del monte Parnaso en los vergeles,
Me sentaba entre mirtos y laureles
X mondar soneticos garrafales....»
L PS.-SYIH.
y acaba de este modo :
A la escuela pasé de los fusiles ,
Donde estudio en sufrir riesgos y soles.
(4) Escribió también para el teatro. Dos comedias
suyas se han impreso sueltas : El tejedor Palomeque
y mártires de Toledo; El más justo rey de Grecia.
(5) No, como han creído algunos, el célebre autor
de la tragedia Mérope, íniitad¿i por Voltaire, sino un
sabio jesuita que el autor conoció en Pistoya, el cual
escribió en elogio de nuestro poeta elegantes versos
latinos.
(G) Sirva de ejemplo el siguiente soneto que ea-
cribió en Pistoya para una dama que se ofendía cuan-
do la llamaban inconstante :
Tutte le stelle ruotano, signara,
Sulla celeste s/era; Cinosura
Gira all Aitico in torno, be^iche giura
Stare immobile al rombo d'alta prora.
Sema perenne catnbiamento /ora
Priva d'eterna lode la natura;
Or lá pone gli affani , or quii sua cura
Cibele scaltra, kfesteggianle Flora.
Adorna Cintia di triforrne aspetto,
Cuale a lei piace piii prende semblanza,
E nulla ín se ritien d'uguale af/etto
Sara dunque indiscreta la speranza
Che amorejisso cerchi nel tuo petío,
Cuando i tanto per/etta l'inconstama.
»TTvm BOSQUEJO HISTÓEICO-CRÍTICO
Al soldado más cabal
Y al ingenio más valiente
¡Válgate Dios por Eugenios 1
Pues con nombre tan cabal
Hace inmortales los genios ;
Si el uno es gran general (1),
Otro es príncipe de ingenios.
Pero nada podría dar tan completa idea de la exagerada admiración que despertaban los
versos de Gerardo Lobo en el ánimo de sus contemporáneos, como las siguientes décimas in-
tercaladas en un festivo romance del agudo jesuíta el padre Luis de Losada , escrito con el
designio de ensalzar las prendas de entendimiento y de carácter que adornaban al popular
poeta :
Roba á Homero la afluencia, A Garcilaso dulzura,
Roba á Estacio la arrogancia ,
Roba á Horacio la elegancia,
Y á Lucano la elocuencia.
Roba á Claudiano cadencia,
A Terencio propiedad,
A Plauto jocosidad,
A Marcial chiste y sazón ,
A Ovidio imaginación,
Y á Virgilio majestad.
A Lope fecunda vena,
Roba lo erudito á jMena,
Y á Camoens heroica altura.
Roba á Salazar cultura,
Inventiva á Calderón,
Roba á Solís discreción,
A Zarate gentileza,
Roba á Quevedo agudeza,
Y á Góngora elevación.
La poetisa doña Ana de Fuentes, con no menos hiperbólico entusiasmo, decía de Gerardo
Lobo, en un soneto á su muerte :
¡Sólo en su nombre su alabanza cabe I
Juzguemos atora la índole literaria de este poeta.
La poesía de Gerardo Lobo está sin duda pervertida por la decadencia, que todo lo avasa-
llaba y corrompía; está ademas encadenada al suelo por la frivolidad y la indiferencia; pero
reina en ella todavía el libre espíritu de la musa castellana, y entre los enmarañados retrué-
canos y los artificios de la moda conceptuosa , asoman y deleitan de cuando en cuando trozos
de limpio y terso lenguaje, y pensamientos de alta ley.
El cultivo de la poesía no fué para Gerardo Lobo ni alarde literario, ni siquiera esparci-
miento de hombre culto que se complace en dar ensanche y pábulo á su educación y á su en-
tendimiento. Fué en la esencia una efusión involuntaria de su espíi'itu desembarazado y ame-
no, im instinto que empleaba las formas artísticas de la versificación á guisa de vil y obe-
diente materia (2). Jamas existió otro poeta que se preciase menos de serlo, y que buscase
menos en la publicidad los timbres de la gloria ó los halagos del amor propio.
Pocas son producciones del cuidado,
Muchas, sí, de improviso devaneo,
dice él mismo de sus versos; y sólo en edad avanzada, y movido por un sentimiento religio-
so, pudo decidirse á consentir en la impresión de sus obras (3).
(1) Alude al Príncipe Eugenio^ vencedor del ma- Fué gran improvisador, como lo prueban las déci- •
riscal de Villars en la batalla de Malplaquet, y, en mas que acaban en títulos de comedias, y no sabía^
otras diferentes batallas, de los mariscales Catinat, enmendar sus versos.
Villeroi y Tallart. 1^1 mismo lo dice con donaire :
^) Ko busco los consonantes ; ^"y Poc^^^ ^'^'^^^ traslado,
Ellos son los quo me eligen ; ^'"es si mi pluma corrige ,
Porque en la naturaleza ^^"""^^ ^^^'^'^^ '^'^^ ^^^"""^
Se ha de fundar lo sublime. ^"^^^^ P°'^^'^ "^* ^^^e.
/o „„.,,. j^-j„„ £.,« • ^ , T ^ A i; ^,„,v. j , (3) El producto de la edición fué destinado al cul
{Romanee de don Eugenio Gerardo Lobo i su erudito amigo don ^ ■' t-
fmn de la Cueva.) to de la imagen de Nuestra Señora de la Pma Sa-
"DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL xxxix
Su vocación de poeta se despertó en edad muy temprana. No habia camplido cahiree años,
cuando escribió en honor de la Virgen María la loa titulada El Triunfo de las mujci-es. Si no
hubiera dejado muestras más sazonadas de su ingenio, bastaria esta primera pruelm de sus
fuerzas intelectuales para comprender que Gerardo Lobo nació dotado por la mano divina de
una imaginación en alto grado desembarazada y poética. La especie de competencia en que
coloca á las mujeres famosas de la antigüedad, presentadas en jactanciosa revista por los pue-
blos hebreo y gentil, idólatra j cristiano, para hacer resaltar después la incomparable figura de
María , j darle la corona de flores que la Primavera ofrece á la más perfecta de las mujeres,
es un pensamiento lleno de elevación y de gentileza , que anuncia el vuelo que en más felices
tiempos habría podido tomar el poeta. El pueblo cristiano, advirtiendo que la Primavera se ma-
nifiesta inclinada á dar el premio á las diosas áel j^ueblo idólatra, se presenta en la escena, y
después de ensalzar á las santas, mártires ó penitentes, del mundo cristiano, que sobran para
eclipsar á las Cenobias, á las Tomíris y á las Semíramis, ofrece la imagen de
Si la buscáis recatada,
Mirad á su sacro albergue,
Y veréis que de la pura
Presencia de un ángel teme.
La incomparable, divina,
Pura, sacra, intacta siempre,
María, llena de gracia^
La cual, dichosa, á ser viene
De las mujeres corona
Por sencillos que parezcan estos versos , asalta un sentimiento de sorpresa al pensar que
el poeta que los escribía habia salido apenas de los albores de la infancia.
Flexible y vario era por demás el talento poético de Gerardo Lobo; no le arredraba género
alguno; teatro, poesía épica, poesía lírica, poesía satírica, poesía sagrada, todo lo abarcaba
sin timidez ni escrúpulo; pero todo asimismo sin la detención y el ahinco del entusiasmo
verdadero, y como por fácil desahogo y superficial pasatiempo. Sus composiciones festivas
son las que le granjearon mayor y más fundada nombradía. Aquí se encontraba como en su
natural asiento su estro epigramático y movedizo. La carta á don Luis de Narvaez , en que
hace una descripción burlesca de los infelices lugarejos de Bondonal y Elechosa; el elogio
irónico del soldado indisciplinado; las décimas que pintan las ilusiones de los que iban á las
Indias á probar fortuna, y otras poesías semejantes, viven todavía en la memoria de algunas
gentes aficionadas siempre á los donaires hiperbólicos. Críticos de incontestable y merecida
autoridad , é imparciales admiradores de la vena festiva de Gerardo Lobo, afirman que todos
sus versos largos son detestables (1). Esta dura sentencia no carece enteramente de funda-
mento; pero peca por exorbitante y absoluta; dañando acaso al poeta, en la opinión moderna,
BU sobrenombre , algo arbitrario, de coplero. Versos largos, notablemente bellos y hasta sor-
prendentes para su época , pueden encontrarse en las poesías de Gerardo Lobo. Los versos de
la Carta pastoril á un condiscípulo distan mucho de ser despreciables , y estrofas hay en ella,
singularmente en la imprecación final , que provoca en el pastor enamorado el alegre rumor de
cm, venerada en el real de Manzanares. La Congre- gase el caso de imprimirse, lo hayan publicado sin
gacion encargada de este sagrado culto encarece de su consentimiento tantas veces, cuantas han sido las
este modo la condescendencia de Gerardo Lobo : impresiones que los libreros han hecho, llevados del
«Termínase con fundamento que el autor no con- interés que aseguraban en el buen despacho. Pero
viniera en lo que se le pedia, y que continuase en la apenas percibió el piadoso intento de esta humilde
resistencia de que se publicaran sus obras ; pues es Congregación , cuando francamente dio su consenti-
notorio que habiendo solicitado muchas veces varias miento, y ofreció los borradores que tuviese.»
personas que se las diese para que se imprimieran, (1) El señor don Antonio Alcalá Galiano, crítico
liempre se habia negado, mostrando que le servia de agudo y erudito, dice estas palabras, hablando de Ge-
10 poca mortificación el que lo que escribió, ó para su rardo Lobo : uCompuso algunos versos largos, que
entretenimiento y diversión , ó para satisfacer al gus- verdaderamente son todos ellos detestables, n {Lec-
to, insinuación ó precepto de aquellos á quienes de- dones sobre la historia de la literatura española^
bia complacer, sin pasarle por la imaginación que lie- francesa é inglesa en el siglo xviii.)
XL
BOSQUEJO HISTORICO-CRITICO
las bodas de su rival triunfante , que no habrian desdeñado los poetas de los mejores tiem-
pos. Sonfetos hay también en sus obras, que así por la nrallarda versificación, como por la lo-
zanía del pensamiento, merecen no caer en el eterno olvido de que amenazados estaban (1).
Hasta en sus cantos épicos á los sitios de Lérida y Campomayor, y á la conquista de Oran,
que son a todas luces muestras de la más perversa poesía que se conoce en castellano, hay ro-
bustas octavas y pensamientos nobles, \ ¡¿Torosamente expresados, que brotan, como las flores
en el cieno, entre los alambicamientos de la idea y los intrincamientos de la frase.
¿Quit'n no cree escuchar un eco do la entonación rotunda y atrevida de Lope de Vega, al
leer el apostrofe que, entre sorprendido y airado, dirige Neptuno al Monarca castellano, cuan-
do mira invadido su imperio por una escuadra de mds de seiscientos bajeles?
Nunca en la inquieta mar la alyosa frente
Desarrugó Ni-ptuuo tan pasmado,
Porque el reiuo jamas de su tridente
A tanta carga resistió agobiado :
A los vientos apela, ya impaciente
Sus rigores mitiga, ya irritado
A que rompan les mueve el duro centro
De aquel peñasco donde braman dentro.
¿Qué es esto, dice, Júpiter hispano? (2);
¿La quietud tantas veces de mi imperio
Altera el cetro de tu augusta mano?
¿Es tuyo acaso el lóbrego hemisferio?
Sin duda que absoluto soberano
Intentas reducinne á cautiverio ;
Si no es que en fe de tu valor presumas
Ocultar con tus naves mis espumas.
Aunque el último fin de tus empeños
En los arcanos de la mente escondas,
No podrán á mis fondos y mis ceños
Prender tus anclas y medir tus sondas ;
Bien que al gravamen de robustos leños
El hombro inclinen las cansadas ondas,
Sin ser puerto bastante á tantas quillas
La inmensa longitud de mis orillas
Muchas otras octavas podrían citarse como muestra de elevada y noble y poesía. Xos li-
mitaremos á recordar aquella tan celebrada, relativa á la artillería destinada al sitio de
Campomayor :
Llegan á impulso de los tardos bueyes ,
Sobre fuertes cureñas sustentadas,
Las últimas razones de los reyes,
En el seno del Etna fabricadas :
HoiToroso comento de las leyes ,
Tribunal de potencias agraviadas ;
Que en el orbe, teatro de malicia,
Nada vale sin fuerza la justicia.
Y esta otra, inspirada por la triste necesidad, según el arte de la guerra, de arrasar los
olivares que circundaban la plaza. Al través de la antítesis y de la metáfora de la guerra y
de la oliva, resplandece un alto pensamiento :
¡Oh contagio del mundo, cuyo arte,
Primera escuela del primer tirano,
Ofrece en aras del sanguíneo Marte
La hermosa insignia de apacible Jano !
Pero cuando en el hombre se reparte
Castigo justo por la eterna mano,
En todo paga, porque en todo yerra,
Y es la paz instrumento de la guerra.
Y ¿cómo no recordar también aquellas octavas en que, después de haber pintado la fati-
ga , el hambre y la sed que arrostraban las sufridas huestes españolas en la abrasada tierra
de África, defiende con tierna efusión á los soldados contra las comunes murmuraciones do
la plebe de las ciudades?
(1) Sirva de confirmación el soneto siguiente :
i. LA DIFICULTAD OTt LA KXMIE.VDA EK LA VEJEZ, ALUDIENDO
i. SU rnopiA VIDA.
Soneto.
Gnst<'- la infancia , sin habor gozado
Bl dulcísimo nóctar qne bobia ;
Pcwé la adolescencia en la porfía
De áspero estudio, mal aprovechado.
La juventud se llevan Marte airado,
Amor voluble , rústica Talla ,
Bin acordarme que vendrá algún diel
La corva ancianidad con pió callado.
y cuando llegue , que serii temprana ,
¿ Qué empresa entonces seguiré contento ?
¿La de triunfar de mi? ¡Ceguera insanal
¡Esperar el mis arduo vencimiento
Quien el dia perdió, con su mafiana ,
En la noche infeliz del desaliento I
(2) Felipe V.
DE LA poesía CASTELLANA
Y tú, grosero, miserable urbano,
Que muiinuras , cual carga y desperdicio,
Que dispense á la tropa el Soberano
El socorro , el amor, el beneficio ;
Si en campaña le vieses ya cercano ,
Con sed, hambre y cansancio, al sacrificio',
¿Qué no cediera allí tu mano escasa
Por el dulce sosiego de tu casa ?
EN EL SIGLO XVTIL XLi
Pues hambre, sed, cansancio , cada instante
En la hueste española es homicida ;
Siendo el hierro y el plomo fulminante
El peligro menor contra su vida.
Gozar tus bienes, disfrutar amante
El amor de tu esposa tan querida,
A esos debes que tanto vituperas
Tú los amaras como tú los vieras.
Á la insustancialidad privativa de la poesía que preponderaba en aquella época , y junta-
mente á la índole inconsistente y versátil de la imaginación de Gerardo Lobo , puede atri-
buirse el malogramiento de este nada vulgar ingenio.
Impresionable y expansivo, ccdia, sin fe y sin esperanza de gloria, al imperio de su voca-
ción : el cuerpo de guardia, el campamento, el sórdido alojamiento de una aldea, eran igual-
mente para el centro y objeto de inspiración. La poesía era una necesidad intelectual de su vi-
da, y á pesar de este genial impulso, no hallaba en sí, ni fuera de sí mismo, la misteriosa fuer-
za que el ülma requiere para remontarse á los arrobamientos del mundo ideal, ó para encen-
derse con el fuego de la pasión. Ko alcanzaba , como podría decirse , empleando una frase
vulgar pero expresiva, á tomar la poesía por ¡o serio. Si buscando pretexto en la exótica
moda del chichisveo (1), intentaba definir la noble y etérea esencia del amor místico, so en-
redaba en escolásticas abstracciones; si quería pintar en tono heroico las hazañas de Irs ar-
mas españolas, se perdía en el laberinto prosaico de minuciosos pormenores; si satirizaba los
extravíos de su tiempo, en vez de palabras de indignación ó de incisiva y delicada ironía, so
engolfaba en un mar de alambicados chistes y de hiperbólicos devaneos.
Y sin embargo , es imposible no deleitarse con el desenfado juguetón de su numen. Ya
imita el necio y sutil amor de los petrarquistas (2), ya el afecto limpio y sencillo de los pas-
tores de Garcilaso (3) , ya la implacable y descarada burla de Quevedo. Con Góngora se
muestra su vena poética todavía más inquieta : unas veces le remeda, le admira y le apellida
Horacio cordobés, otras se mofa de la algarabía de su estilo.
Aunque por lo común se muestra aficionado al donaire familiar, cultiva á veces el discre-
teo delicado y metafísico de los poetas del siglo xvi. Puede servir de ejemplo aquel sone-
to (4) en que contesta al ingeniosísimo de don Hernando de Acuña que empieza :
Digame quien lo sabe cómo es hecha
La red de amor
Acuña contesta de tres maneras á su propio soneto (5); pero Gerardo Lobo, imitándole,
le aA^entaja en la gracia y sutileza propias de aquel género de poesía artificial.
Durante la invasión de Portugal escribió Gerardo Lobo una carta en tono muy chancero á
im religioso amigo suyo. En ella alude, como suele, á los sinsabores de la vida del soldado
(1) Chichisveo, obsequio asiduo de un caballero á
una dama con afectadas pretensiones de culto extá-
tico y desinteresado. El nombre y la ridicula cos-
tumbre que significa, pasaron á España y á Francia
de Italia, país fértil en estos amorosos refinamien-
tos, como lo prueban los tres matices de la misma
áea, , cavaliere servente, sigishro y patito. — En Es-
paña el chichisveo tuvo ardientes sectarios y enér-
gicos impugnadores. Gerardo Lobo sustuvo una por-
5ada polémica sobre este punto, ^n la cual tomaron
jarte varios poetas, y entre ellos, con habilidad es-
sasa, el célebre Cañizares. El aspecto moral de la
cuestión llamó la atención del clero , y hemos leído
graves disertaciones, impresas, de insignes teólo-
gos, encaminadas á señalar los peligros de tan hipó-
crita invención.
(2) Canción á Margarita.
(3) Soneto que empieza :
1 Oh dulce prenda 1 testimonio nn día....,
la Carta pastoril, etc.
(4) Número XI de nuestra colección ; pág. 23 del
presente tomo.
> (5) Obras poéticas. SalamanQ» j 1591; en i°
TT.iT BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
en campafia y dice irónicoB chistes , expresados en tan natural y claro estilo como el si-
niente :
¿ Hay para un hombre de gusto
Conveniencia más loable
Que salir de donde ama,
Y marchar donde le maten ?
Pero le ocurre hacer gala del estilo culto, j después de escribir algunas cuartetas ininteli-
gibles, sorprendido él mismo de lo tenebroso y enmarañado de la frase, corta de repente el
período y exclama :
¿ Qué es esto ?
Yo llego á engongorizarme.
La verdad es que no pocas veces se cngongorizaba con fruición sincera , y probablemente
sin ad\ertirlo. Así hubo de suceder en los dos largos romances que escribió en forma de le-
yenda, Al Martirio de Nicétas, y Al Martirio de san Lorenzo; en la Paráfrasis de la carta
Ovidiana de Enone á Eneas, en el romance endecasílabo Al suntuoso templo de la Rotunda,
en Roma, y en otras varias composiciones. Y de notar es que, con todo eso, cuando á im-
pulsos de su sano instinto escribía con naturalidad, los adoradores del concepto y de la hi-
pérbole le acusabian de no levantar la entonación poética á la altura del gusto dominante. E 1
mismo lo declara así :
Que escribo versos en prosa ,
Muchos amigos me dicen,
Como si el ponerlo fácil
No fuera empeño difícil.
En suma , rebosa el ingenio en la poesía estragada de Gerardo Lobo ; pero ademas del
gusto acrisolado, sin el cual viven mal las obras del arte, carece de la cuerda de sensibili-
dad , la más vibradora y simpática que encierra el corazón humano. Tal vez no faltaba en
el alma del poeta, pero falta en su lira; por eso razona, discretea, describe, satiriza, pero
no acierta á sentir ni á cantar.
Cuando se reflexiona en la extraordinaria popularidad que alcanzaron las poesías de don
Eugenio Gerardo Lobo, en las varias ediciones que de ellas, ya separadas, ya reunidas, se
hicieron en el siglo último , en la índole simpática de sus donosos versos familiares , que to-
davía rocuordan con gusto algunas personas, y en la jerarquía elevada á que llegó en la
carrera militar este homlirc, por diversos títulos insigne, parece en verdad cosa harto sin-
gular que se hayan conser\'ado tan escasas noticias de su vida pública y privada.
Todo el raimdo sabe , porque tradición murmm-adora lo asegura , que el rey Felipe V le
llamaba el capitán coplero, á consecuencia del enojo que hubo de causar al príncipe francés
aquella conocida cuarteta :
Dos cerdudos (cerdos) al entrar
Me dieron la enhorabuena ;
Que el trato con los franceses
Me hizo entenderles la lengua.
El enojo, si existió , pasó fugaz en el ánimo noble y generoso del monarca, de quien reci-
bió Gerardo Lobo altas distinciones y mercedes (1).
Las merecía, en verdad. No era el capitán coplero, como algunos imaginan, un oficial ato-
(l) La rircnnstancia do haber encargado varias dicio do la feliz armonía que reinaba entre el poeta
veces 8 Gerardo Lobo fl Príncipe de Asturias (des- y la corte de Felijv^ V. — Esta circunstancia está
pues Luis I) versos relativos A la ternura que este consignada en las obras del mismo Lobo. El Rey lo
príncipe profesaba á su augusta esposa , es claro in- llevó consigo á la guerra de Italia.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL XLlil
londrado y estrafalario, que escribía con especial predilección agudezas osadas é imprudentes;
era atildado y circunspecto en palabras y acciones (1) , respetuoso con todo lo que hay res-
petable en el cielo y la tierra ; modesto , cual solicm serlo los españoles de aquellos tiempos,
y lo que puede parecer inverosímil en un militar a^-czado á los trastornos y desórdenes de la
guerra , era hombre de conciencia mística y timorata. ¿ Quién creería que una de las princi-
pales composiciones del alegre y marcial poeta, que se i iprimió en Sevilla, siendo todavía
capitán de caballos-corazas , fu¿ mi examen severo de sus faltas pasadas, con este título som-
brío : Reo coJivicto , eji el tribunal de su conciencia ?
Hasta la desgraciada muerte de Gerardo Lobo , de la caída de un caballo , siendo teniente
general y gobernador militar y político de Barcelona , contribuyó á hacer simpática su me-
moria.
A los dos poetas cuyo carácter acabamos de bosquejar, pudieran acaso agregarse , como
poetas malogrados de aquella era , Tafalla y Negrete. y Rebolledo de Palafox, marqués de La-
zan. De ellos ha apartado completamente los ojos la posteridad , nunca indulgente con las
obras políticas, filosóficas ó literarias de las épocas de transición. Como quiera que sea, la
crítica histórica no debe olvidar que así estos escritores, como Candamo, el doctor Torres,
Gerardo Lobo y otros , son los últimos representantes genuinos del libre espíritu literario de
nuestra patria , sin mezcla ni restricciones de extraño origen , y que su inspiración , si bien
decadente y viciada, era absolutamente española.
El doctor, abogado de los Reales Consejos de Aragón, don José Tafalla y Negrete, cuya
época floreciente pertenece á los últimos años del siglo xvii , pero cuya vida llegó á alcanzar
al xviir, es uno de los dechados más cabales, y por consiguiente más lastimosos, de la poe-
sía familiar, y por decirlo así, casera, que sustituyó malamente á aquella poesía de inten-
ción segura, de arrobamiento místico, de majestuoso arranque, que había resonado en la
lira de los Argensolas, de los Leones y de los Herreras, Y no era, por cierto, Tafalla de los
poetas más rastreros y desaliñados de su tiempo. Su estilo es claro, su lenguaje suele ser
castizo y propio, y si rinde culto á la moda de los conceptos, se echa de ver al propio tiempo
que es costumbre y alarde, no tendencia natural de su ingenio. En 1678, su amigo, el Mar-
qués de Alcañices , lo llevó desde Zaragoza á Madrid , donde lució sus dotes de improvisador
en las academias y justas poéticas tan en boga en aquellos días, y, al decir de sus contempo-
ráneos, mereció el sobrenombre de el divino Aragonés , lo cual puede significar meramente que
aventajaba á los más en el género de agudeza y discreción que producía entonces tanto em-
beleso. El hecho es que, por su facilidad en versificar, y por el donaire y galanura de su dis-
creteo, fué en Zaragoza blanco de la admiración general, y en Madrid logró los principa-
les premios en las mencionadas academias. Se han perdido los versos que escribió en Madrid,
ya en la madurez de la vida y del entendimiento. Sólo podemos juzgarle por las insignifican-
tes poesías que sus amigos publicaron en Zaragoza, en 1706; y estas poesías, fruto de los
primeros años de su juventud, no bastan, por cierto, á justificar aquel sobrenombro lison-
jero. En las poesías sagradas, á semejanza de Montero, dirige á los santos insípidos concep-
tos. Santa Teresa y santa Isabel no le inspiran más que frivolas chambergas. Pero en algunos
de sus romances hay trozos que recuerdan el discreteo vivo, diserto é ingenioso de Morete y
de Calderón. Son como destellos moribundos de la antigua musa española. En la edición
de 1706 está caracterizada con acierto esta poesía, escrita siempre por encargo, y exhausta
de inspiración y de alcance moral. Son de notar el tino y la sensatez con que , á pesar del
gusto dominante , juzgaba el editor de las obras de Tafalla aquella literatura bastarda , que
no pasaba de trivial recreo. « Este modo de escribir mandado, dice el editor, es muy violen-
(1) Sus versos , aunque á veces familiares , nunca para que no pesaran en la conciencia. Asi lo dice el
fueron chabacanos ni obscenos. Algvmos juzgó de- poeta misnao en un soneto,
masiado libres , y ésos los rasgó siendo todavía mozo.
X^j^ BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
to aun para el uúmcn más obediente; y son muy pocos los que entienden las diferencias que
se'notan entre los poemas que nacen de impulso propio y los que son piiramente compues-
tos por f)ljcilion<-ia. Casi todas las poesías de este Ramillete Poético (título de la Colección), ó
bien épicas ó bien líricas, ya en asuntos amorosos, ya heroicos, ya sacros, se conoce que eran
para ajenos desempeños y tiempos i>recisos, donde, quitando la libertad al furor poético, lo re-
duciaií á escribir aunque nunca estuviese inspirado. Éste es un modo de componer sin espí-
ritu V sin fervor, donde c>bra como esclava la dulzura y como atareada la facilidad. »
Scmm se ve un editor tenía más sano y atinado sentido crítico que los literatos y poeta."?
de su tiempo.
El Marqués de Lazan ^ también poeta arap^onés, fué otro de los ingenios malogrados que
por aquellos dias rindieron culto á la tradición, aunque viciada , de las letras castellanas. Es-
cribió ademas de otras obras de menor importancia, un poema en veintidós cantos, titu-
lado Mélrica historia , sagrada , profana y general del mundo ; sus tres primeras edades , sobre
el libro del Génesis (1). Es uno más entre aquella copia inmensa de poemas narrativos bí-
blicos, nu'sticos ó profanos, como La Creación del Mundo, de Acevedo, ó el David, del doc-
tor Uziel, que Labia producido el siglo anterior; pero, á vueltas de la balumba de erudición
que encierra el poema , y de la afectación y el alambicamiento, que eran galas literarias del
tiempo, asoma á cada paso el ingenio vivo y de buena ley de que la naturaleza habia dotado
al poeta. Con ser su obra un centón de hechos y noticias de la historia bíblica y de la histo-
ria fabulosa nunca es el poema rastrero ni desmayado, y las hermosas imágenes y robustas
octavas que en él se encuentran de cuando en cuando, hacen presumir que, á nacer un si-
glo antes , el Marqués de Lazan habría figurado dignamente al lado de los Hojedas y de los
Valdivielsos.
Su estilo es , por lo general , conceptuoso, y no en corto grado. Pero era tal la costumbre
de las encrespadas metáforas y del lenguaje enmarañado, que el Marqués cree sinceramente
que escribe con naturalidad, y hasta se disculpa con humildad por ello. «Ofrezco esta Histo-
ria (dice), no con expresiones levantadas, soberbia vanidad de las plumas, gloriosa ostenta-
ción de los ingenios ; no con hondos conceptos y alusiones profundas ; sino con im estilo llano
y natural, en que he solicitado la propiedad y la limpieza, la claridad y la expresión , si-
guiendo mi inclinación, ó porque me falta aliento para lo sublime, ó porque aborrezco la os-
curidad. ))
Hé aquí algunas muestras de su estilo. Así pinta las flores agradecidas en el momento de
la creación:
Toda púrpura allí , la fervorosa
Rosa se enciende, ardiente más que vana,
Adorando la mano poderosa
Con bellos labios de carmin y grana.
La azucena, ya candida, ya hermosa,
Emulando el albor de la mañana,
No con menos respeto ni decoro,
Alaba al Criador con lenguas de oro.
Nieve el jazmín y la mosqueta grata,
Tesoro la retama y el junquillo ;
Flores todas, las unas blanca plata,
Y las otras feliz oro amarillo ;
El azahar, que en fragancias se desata,
Y el tulipán con su matiz sencillo.
Por tributo al Señor rinden felices
Plata y oro, fragancias y matices
Continúa describiendo los hechizos de la creación
Corta el cristal el pez, que no respira,
Y se desliza por las aguas nmdo ;
El pijaro parlero el aire gira
Con dulre idioma ó con lenguaje rudo.
Roto á pedazos, en el mar se mira
Entre escamas el sol ; y, no desnudo,
El viento vano con adornos graves
Se viste de las plumas de las aves
Eva formada, pues, decir se puede
Que en sí se epilogó toda hermo.sura;
La de su cuerpo solamente cede
A aquella que atesora su alma pura.
Digna esposa de Adán, se le concede
Dominio sobre toda criatura
Material, y agraciada así y contenta,
El mismo Dios á Adán se la presenta.
(1) Impreso en Zaragoza , por Juan Malo, 1734 , en 4."
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL
Así habla Lucifer cuando intenta inducir al pecado al primer hombre :
tvv
Será mi esclavo : sellarán su frente
De su culpa los hierros ; arrogante
El drecho de gozar eternamente
De Dios ha de perder en un instante.
Al hablar de la primera culpa :
Eva en culpa, de Adán en la que intenta,
A encontrar su disculpa se apercibe,
La fruta le persuade y le presenta ,
Y que no morirá, pues ella vive.
Del Empíreo el Señor omnipotente
Cerrará los candados de diamante
Y yo abriré, para castigo eterno,
De par en par las puertas del infierno.,
Come Adán, y en su ruina con afrenta
Esclavo del demonio se suscribe
Todo el linaje humano ¡ Pudo tanto
El ejemplo, el amor, el ruego, el llanto!
Al describir el diluvio, entre otras ingeniosas imágenes , le ocurre el ave acuática , que no
pudiendo descansar en la tierra, tiene que rendirse al cabo á la fatiga y morir en el agua. La
pinta así :
El pájaro veloz se atropellaba.
Buscando en balde por descanso el suelo,
Y en cuanto el giro y vista dilataba.
Sólo alcanzaba el agua, solo el cielo.
Sus extendidas alas fatigaba, *
Y ya rindiendo su constante vuelo.
En el agua, que fué su primer cuna,
Tumba encontró su mísera fortuna.
En los discursos no le faltan soltura é ingenio. Así habla Nerarod á los Caldeos , para que,
seducidos con falaces promesas y esperanzas de ventura pública, lo elijan rey :
Aquí, pues, como hermanos viviremos,
Al interés y á la ambición negados ;
Como á fin principal atenderemos
Del Señor al servicio destinados.
Para más sociedad levantaremos
Edificios de muros circundados.
Como ley observando sin malicia
La paz, la religión y la justicia.
Para esto, pues , obedecer es justo
Todos á un rey, poniendo soberano
Pui-púreo manto sobre su hombro augusto.
Corona y cetro en su cabeza y mano.
Hechura nuestra , hechura á nuestro gusto.
No su dominio fundará tirano ;
Que obligado á mandar de nuestra ciencia,
Aun el mismo mandar será obediencia
Más adelante, después de bosquejar con brioso pincel á Semíramis, dice de ella :
Y volviendo á Semíramis hermosa.
De su conciencia y mérito acusada,
Si en la campaña vive cuidadosa ,
No en la corte se muestra descuidada.
Tirana en todas partes y celosa.
La coi-ona en sus sienes mal clavada,
Mira el potente cetro con recelo,
Con más temor del mundo que del cielo.
Véase, por último, con cuánta gallardía describe al cazador Ismael
Ni bruto, ni ave, pájaro, ni fiera.
Ni el gavilán, ni el tigre remendado,
Ni el fiero león, ni el águila guerrera
Se exime de Ismael, del arco armado.
Embraza el arco, aplica la ligera
Flecha á la cuerda, el nervio retirado;
Y cuando á el punto atenta vista opone.
Donde pone la vista el hierro pone
Tal vez hemos citado demasiado. Nos ha cautivado la gallardía de la expresión. No citare-
mos más, porque sería interminable tarea. Acaso no hay una sola octava perfecta entre las
dos mil doscientas noventa de que consta el poema ; pero en las que hemos citado, y en otras
innumerables, se encuentran á cada paso destellos de viva fantasía. Quien así versifica, pinta
y razona en la época más infeliz que han conocido las letras españolas, puede no tener gus-
to, ni sobriedad, ni pureza, ni elegancia; pero abriga indudablemente en su entendimiento
muchas de las prendas nativas del poeta.
XLXi BOSQUEJO HISTÓEICO CEÍnCO
CAPÍTULO V.
Poetas con tendendaa pollticfts.— El padre Butrón.— Benegasi (don José Joaquín).— Fray Juan de la Concepción,
Sin intención bien determinada, pero involuntariamente movidos por el espíritu de exa-
men filosófico y político que empezaba á despertarse por aquellos tiempos , muchos poetas do
la escuela popular escribian sátiras políticas de circunstancias, empleando la poesía como me-
dio inofensivo para decir verdades que en otra forma hubieran parecido censurable osadía.
Unos, como don Alonso de Aiio'/a , se valían del teatro; otros escribian coplas y romances
vul fiares ; los más se contentaban con intercalar alusiones satíricas en sus composiciones fa-
miliares.
Estos poetas eran innumerables. Nos limitaremos á recordar tres de ellos , porque fueron
hombres de fama literaria en su época.
Pasaba por poeta agudo y conceptuoso el padre José Antonio Butrón, autor de un poema,
Harmónica Vida de Santa Teresa, escrito en confuso y estrafalario estilo, y de muchos ver-
sos líricos , cuyos principales caracteres son audacia política y grotesco desenfado en la ex-
presión y en las ideas (1). Más insolente que satírico, escribió en tono de chabacanería po-
pular contra los frailes, contra la Princesa de los Ursinos, contra Macanaz , contra el Duque
de Berry, contra el confesor del Rev, y contra otras cosas y personas de cuenta. Era de
aquellos que, animados de espíritu descontentadizo y recalcitrante, no transigían, ni aun en
favor de las luces, con el influjo de la civilización francesa, que había traído á España la casa
de Borbon. Empleaba la poesía, del propio modo que otros muchos copleros de su tiempo,
como arma de oposición política , semejante á la imprenta periódica de nuestros dias. Amaba
á Felipe V por sus nobles prendas de carácter; pero le habia sido tan odiosa la prepotencia
militar y política de la Francia en España durante la guerra de sucesión, que, haciéndose
eco de las prevenciones más vulgares , daba en la injusticia de acusar á la Francia misma de
fomentar la rebelión de los catalanes, llegada ya la paz de Utrecht (2).
Cuando escobe para sus versos asuntos elevados de historia ó de arte, como la muerte de
la reina doña Luisa de Borbon; la estatua de san Bruno, del escultor Gregorio Fernan-
dez; el paralelo entre Marcial y Juan Owen; la heroica acción del Duque de Béjar, qué en
(1) Tencmoa á la vista tres códices con poesías No evacna humor francés la evacuación (<);
,■,,75. jji ^ ■ 1 • Francia ya dice Oí/i, ya dice non; %
del padre 2»«¿ron, dos de la colección de manuscri- ^ • í. <
^ ' Que siempre nié su genio cascabel.
tos del señor don Pascual de Gayángos, otro de la No conquista Castiua al portugués,
colección del señor Sancho Rayón. Y el catalán se está siempre tenaz,
(2) Hé aquí un soneto curioso de Butrón, que da P""" ^'^ * ^^^"'» ^"^ '^"° ^ í^^^res.
.,, .'•, 1 ..1 Castilla por Felipe pertinaz,
idea de su espíritu y de su estilo : Y Francia lo hace Wdo del reyes ,
k LA FRANCIA, POR ILAS COSAB QT7K PASABAS EL ASo DE 1713.
Haciéndole más guerra con su paz.
Soneto, ^'^ Alude á la Salida de las tropas francesas (fél teítííátío es-
pañol. (IJcm.)
Corrió Francia á la paz un arambel, En otro soneto de Buiíon, raya en furor su encono contra la
Ni oyen ¿ Osuna ni aun i. Monteleon (a); Francia. Lo publicamos como curiosidad histórica :
No abogará por Francia Lerington (6); I Que nn gallo rjue de riejo es ya capón (»)
Mas 1» Vitja (c) y RonquiUo (d) hacen papel. Pueda asi al gallinero alborotar I
Engañando con viáos de oropel , ¡ Q™ P""?"* ^^ confusión la tierra y mar
Este grande gusano revoltón 1
1 Que haga asi de lo ajeno partición ,
P.ira mejor lo propio consen-ar!
(<i) El Dnqne de Osuna y el Marqués do Monteloon . enviados á I y quéi ¿la pobre España ha de papar
trtrech para negociar y firmar los tratados do paz. {yola del Co- Todo lo que lia pf eado su ambición ?
Urtor.) I Que por oro nos trueque el oropel ,
(6) Lord Lerlngton , plenipotenriario de la reina Ana, que flr- Y la jerga nos ven('a jwr tisú!
niA en Madrid , ron el Marqui'-s de Bedmar , el tratado ile comercio T ;. por qué , cuando amigo es más infiel ,
celebrado entro Es-poña y la Gran Bretaña el 13 de Julio de 1713, líos lleva las riquezas del Perú?
{/dem.) jOh Felipe I ¿qué hacéis? i Oh España fiel I
(<•) La Vitya: la Princesa de los Ursinos, que tenia á la sazón se- |0h Francia vill i Oh tú, tirana, oh tú I
tenta años. {ídem.)
(rf) Don Francisco Ronquillo , gobernador dol Consejo de Casti-
lla, {ídem.) (•) Luis XIV.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL XLVii
el bombardeo de Audenarda , en Flándes , apartó con sus manos las brasas que habían caído
sobre unos barriles de pólvora; la gloriosa muerte del mismo Duque en Bnda, y otros
semejantes, Butrón tiene arranques propios de su carácter fogoso; pero el alambicamiento
de idea y de frase desluce todas sus poesías de intención lírica, y no hay una sola entre
ellas que merezca vivir en la posteridad. Una de las más curiosas es la canción real al
caballo de bronce del Retiro (1). Hé aquí una muestra de esta poesía ingeniosa , pero p'on-
gorina, de que todavía quedaban tan profundos rastros. Habla de Felipe IV gobernando
el caballo;
Mándale que se aquiete
El Rey, y salpicando el freno en vano,
Obedece al monarca soberano,
Aun más que por lo rey, por lo jinete.
No podrá el cetro hacer que se sujete
A estrechar su ardimiento
En la región del viento :
Si la espuela hacia el céfiro le llama,
Garza será en las plumas de la fama...
Fuego celeste acaso
Derritió el metal duro, porque luego
Que las dos manos libertó del fuego,
A la esfera del fuego encumbró el paso.
No el Bucéfalo triunfe, no el Pegaso
Blasone osadamente
Imitarle lo ardiente ;
Que á entrambos vence en ímpetu volante
Este del sol espíritu elegante.
Viva parece, con osado aliento,
Aquella mano que levanta al viento ;
Que , al labrarle el aiiíñce toscano.
Sintió el dolor, y levantó la mano...
Acaba ya : la atmósfera cortando.
Conozca el aire leve
Que aun el bronce se mueve.
Pero no, no te muevas, y tu planta
Aten lazos de obsequio reverente
Por tanto rey y por grandeza tanta.
No corras , aunque aspires á viviente
Para envidia de Fídias y Lisipo :
Estáte en pié , pues sirves á Filipo.
Esta poesía es en extremo hiperbólica y alambicada; pero no puede escribirse sin inge-
nio. No hay duda : aquel gusto falso y pervertido esterilizaba las facultades espontáneas
y naturales de los que , en mejores tiempos , hubieran llegado acaso á la verdadera poesía.
No era Butrón indulgente ni aun con los países en que vivía. Residió algún tiempo en
Soria y en Galicia, y escribió descripciones, más que burlescas, injuriosas, de aquellas
tierras. Ambas tuvieron en su tiempo un éxito extraordinario, y corrían las copias de
mano en mano, como las famosas descripciones de alojamiento de Gerardo Lobo. La des-
cripción de Soria está escrita en décimas. La segunda dice así :
Ciudad, terror de Eomanos,
Que Scipion, al pelear,
Jamas la quiso tomar
Por no ensuciarse las manos.
Como fénix ó gusanos,
Se labraron tumba honrada ;
La vega quedó abrasada,
El pueblo quedó encendido.
Porque Soria siempre ha sido
Muy buena para quemada.
lío trata con mayor blandura al hermoso suelo de Galicia. Así dice, á poco de empe-
zar , en malos versos pareados :
Baña el mar sus contomos por lavarle,
Pero lo sucio no podrá quitarle.
Lóbrega estancia es, en donde el cielo
Cubre de pardas nubes siempre un velo...
Los versos de Butrón , que tanto se aplaudían al empezar el siglo xviii , ya olvidadas á
fines del mismo siglo las circunstancias que daban ínteres á sus sátiras chabacanas , y trans-
foímado el gusto literario, sólo servían de escarnio á críticos y poetas. El erudito jesuíta don
Francisco Javier Alegre, aludiendo á la musa desmandada del brusco y altisonante coplero.
(1) Es la célebre estatua ecuestre, obra del escultor florentin Pedro Tacca. que hoy se halla en la
plaza de Oriente.
XLVín BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
le llama el desaforado Butrón. El canónigo Ruarte , después de mofarse , en La Buldada^
del poeta Benegasi, dice así :
Seguíale Butrón, envanecido
Al ver que su elocuencia nos ha dado
Un poema hasta ahora no entendido.
Hoy dia , las obras de los poetas de la estofa del padre Butrón no tienen más valor que el
interés histórico que encierran esas manifestaciones libres j naturales que brotan de los sen-
timientos y de las pasiones del vulgo.
Todavía inferiores á los poetas mencionados , y al lado de los Montianos y de los Nasarres,
que se afana1)an por disciplinar y encarrilar el gusto del públicOj aun á costa de la inspira-
eion española, habia una falange de copleros, tales como Bolea, Afainijan, Olmeda y otros,
que, siguiendo las huellas de los poetas de índole popular, no sal;inn ni quorian resignarse á
t'utrar por la senda extranjera que les señalaban aquellos flamantes reformadores. Eran como
la última protesta del espíritu literario español moribundo. ¡ Protesta estéril y tardía! Los
tiemjios de la inspiración nacional habían pasado, y estos ecos infelices de la musa española
ílegenerada no contribuían sino á dar la razón á los críticos de la nueva escuela.
Uno de aquellos poetas de ínfima laya , rmxy acreditado en su tiempo entre la gente del
gusto vulgar, fué fret/ don José Joaquin Benegasi y Lujan , señor de los Ten-eros , canónigo
reglar de san Agustín. Tenía gran facilidad para versificar; su ingenio era vivo y fácil, pero
de corto alcance; su numen, rastrero y familiar, no se levantaba nimca á la esfera de la poe-
sía sublime. Así pinta él mismo su talento poético con notable acierto, y con la modestia y
sinceridad propias de su carácter, en estas fáciles quintillas, que pueden dar idea de su estilo :
Que mi estilo no es gallardo,
Elevado ni especial,
Es verdad : no soy Gerardo (1) ;
Pero tampoco es bastardo,
Antes es muy natural.
Dióme Apolo mi destino
Para lo festivo sólo ;
Oponeiine es desatino,
Basta ser gusto de Apolo ;
Yo me voy por mi camino.
El medir las fuerzas es
Quitarse la pesadumbre
De padecer un revés ;
Pues muchos van á la cumbre,
y dan de hocicos después.
¿Yo seguir, yo remedar
Al que es por culto aplaudido?
No lo tienen que esperar,
Porque jamas he seguido
Lo que no puedo alcanzar.
Gran sensatez demuestra Benegasi en estos versos. Algunas aunque muy raras veces le
ocurre escñbir poesías á asuntos elevados, por ejemplo, á Santa Teresa, á la Toma del Par-
mesano, al Asesino que hirió á su majestad cristianísima {Luis XV) -, pero la lira de los gran-
des poetas no produce en sus manos sino sonidos monótonos y vulgares. En una ocasión in-
tenta remontarse á las elucubraciones de la filosofía cristiana, y escribe un largo y desali-
ñado romance, así titulado : Lo que es el mundo, la hermosura, la nobleza y el aplauso. No
acuden á su pensamiento más que conceptos vulgares, más ó menos ingeniosos, expresados
con la entonación chabacana de los romances del vulgo. La definición que da del mundo es
ingeniosa :
¿Es acaso más que un
Bien pintado coliseo,
Todo luces por afuera,
Y confusión por adentro ?
Y ¿qué emoción podía producir el recuerdo de las hazañas históricas, fuente legítima de la
verdadera aristocracia del nacimiento, en quien define la nobleza con el criterio limitado y
materialista del populacho ?
(1) Alude á Gerardo Lobo.
Í)E LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL
¿ Qué es nobleza ? Continuada
Riqueza , y esto supuesto,
La más ó menos nobleza
Es más ó menos dinero.
ZLIS
Benegasi, nacido en hidalga cuna, ataca á la nobleza, no sólo así de pasada y en forma de
reflexión filosófica , sino, lo que es más extraño, en la forma trascendental de los papeles po-
pulares anónimos , vendidos por los ciegos en las calles de Madrid. Así publicó y propagó,
ocultando su nombre, varias sátiras, y entre ellas una en redondillas, contra la nobleza, quo
empezaba de este modo :
El que quiera ser marqués,
Conde, duque ó caballero,
Ha de observar lo primero
Hacerlo todo al revés...
No quede picaro á quien
No alcance su protección,
Y no le dé ni atención
A ningún hombre de bien...
Trate á todos con desvio,
Haga esperar á cualquiera.
Como si el que aguarda fuera
De casta de algún judío...
Así hablaba el honrado Benegasi, benévolo é inofensivo, embelesado siempre con el culto
trato de las más ilustres familias de España , que le dispensaban franca amistad y cordial es-
timación. Aun no hablan corrido por España los perniciosos escritos de Voltaire , que tenía
pocos años más que Benegasi; aun duraba en nuestro suelo la arraigada fe de los españoles
en religión, costumbres, clases é instituciones; y sin embargo, el padre /ray Juan de la Con-
cepción , Benegasi y tantos otros ánimos puros y creyentes , empiezan , sin sosjoecharlo, á minar
el edificio antiguo de la civilización española. De estos, que parecen fenómenos del mundo
moral, pueden señalarse muchos en la primera mitad del siglo xviii. Comenzaba una era de
transformación. Apenas tenian fuerza, luz y calor aquellas chispas de un fuego latente y pro-
gresivo, que , andando el tiempo, había de deslmnbrar y conmover hondamente á las genera-
ciones inmediatas.
Tenía Benegasi la modestia del orgullo, y lo que es más , del orgullo democrático.
Cuando le hablan de admitir el título de conde que el Monarca habia ofrecido á su padre,
y que á él igualmente le ofrecía , contesta , cual si le hicieran un agravio :
Soberbios, vanos, negados.
Señores de medio pelo?...
Hartos títulos miramos.
Hartos estamos con ellos ;
Que en Madrid se miran hartos,
Pero nunca satisfechos.
No hay monte, flor, apellido,
Mar, ni rio, ni riachuelo.
Que no haya servido para
Los títulos que tenemos
¡Ira de Dios ! Y ¡qué plaga!....
¿Yo conde, señor? ¿ Yo conde?
¡ Cosa que tanto aborrezco.
Que es para mí un titulado
Poco menos que un veneno !...
¿Yo aventurarme, por pobre,
A ser la mofa del pueblo?
Pues no hay mogiganga como
Un título sin dinero.
¿Yo admitir un oropel,
Que le discurro tan lejos
De ser merced , que antes bien
Me deja sin la que tengo ?
¿Yo entrarme en el infinito
Número de los molestos ,
De notar es que en la lucha suscitada , muchos de los que por nacional instinto seguían
el gusto libre y original que dio tanta vida á las letras españolas en los dos primeros tercios
del siglo XVII, reconocían la conveniencia del freno académico que empezaba á imponerse;
pero llevados del impulso antiguo, que era el verdaderamente español, miraban siempre y
como á pesar suyo, cual remora y escollo del ingenio, ese mismo freno, esa dirección pre-
ceptiva , cuya saludable influencia no se atrevían á negar. Les parecían como inconciliables
el estro y la sujeción de las poéticas, y esta idea asoma por lo común en los aplausos que tri-
L BOSQUEJO HISTÓRICO-CRÍTIOO
butaban á las obras ajustadas á las reglas de los preceptistas. Benegasi elogia así á im autor
dramático (1) :
¡ Oh qué bien , ob qué bien , Velasco, parta
Tu numen, siempre al arte reducido I
Logrando los aciertos de entendido
Con naturalidad, pero con arte...
Bien se trasluce que miraba como una maravilla que pudiesen andar juntos lo de erdendi-
do, esto es , discreto y espontáneo, con lo de observador del arte.
La poesía fué la pasión dominante de su vida entera; poesía sin vigor y sin entusiasmo;
(jne otra no cabia en aquel alma apacible y casi indiferente á las emociones del corazón ó
do la fantasía. En alguna ocasión reconoce , como á despecho, el imperio de una nueva críti-
ca (2) ; otras veces ensalza á Montiano, á Luzan , á Sarmiento, á Mayans y á otros escrito-
res de la escuela de los preceptistas. Dice que los admira, pero no los sigiie. Su estilo, sus
asuntos , su espíritu satírico, la índole de sus cbistes , todo es Ao^ilgar. Beiugasi nada tiene de
poeta; no es más que un coplero, en el sentido ínfimo de esta palabra. Bien da á entender él
mismo cuánto embarazo causan á su musa indisciplinada los preceptos de los maestros , en
estos versos, escritos en un momento de ingenuidad :
No quiero á Nebrija ,
Ni jamas le quise;
¡ De ingenios por arte
Apolo me libre I
Tan poco respeto le inspiraba lo que las lumbreras de la época doctrinal llamaban la trompa
épica ^ que no titubeó en escribir la Vida de san Dámaso en redondillas, y la Vida de san Be-
nito de Palermo en seguidillas (3).
No faltaban ejemplos de poemas épico-religiosos compuestos en metros poco adecuados á
asuntos graves. La Pasión de nuestro Señor Jesucristo fué escrita en quintillas por don Alonso
Girón de Rebolledo (4), á quien elogia Cervantes en la Galatea, y en décimas por el maes-
tro Jitan JDávila (5). ¿ Qué mucbo que Benegasi escribiese en metros ligeros poemas narrati-
vos, si hasta hubo quien intentase explicar en seguidillas las doctrinas abstrusas de la filo-
sofía? (6).
Con menor agudeza, pero con mayor fecundidad y audacia que su padre don Francisco
Benegasi, siguió freij don José las huellas de éste, así en sus obras dramáticas como en las
líricas. De esclarecido linaje, introducido en la sociedad aristocrática, y en amistosas cone-
xiones con las personas más encumbradas de su tiempo, tales como el Marqués de la Ense-
nada, los Duques de Arcos, la Marquesa del Carpió, el Marqués de Valparaíso, y otras de
igual jerarquía, dcj^lora la confusión de clases que visiblemente iba creciendo de dia en dia.
Así dice en una carta poética al Marqués de Villena :
(1) Don José de Velasco, que envió á don José Deínventordenna nueva poesía?
Benegasi una comedia suya. Lloraba triste y suspiraba viendo
/nx TT 11 1 1 1 T r í 7- Que nadie lo uaitaba m seguía.
(2) Hablando de la comedia La razón contra la ^^,„^„^ ^3 ^^,,^1 ^^^^^ tremendo,
moda, traducida por Luzan, dice : Cuyo arte y regias fué su fantasía.
Las unidades qne el objeto wn J ^''° "" P'"^'^^ ">*^''° ^" ^edouaiUag,
De la crítica que boy la ley nos da, ^ ^"^^ ^'^ '^"^^^ ^" seguidillas.
X que, ai no J« ^ra, corrorá... ... ^ __ , . -r -.r ^^^n
(4) Impresa en V alencia , por Juan Mey, 1563.
El equívoco se para (separa) indica bastante la (5) Impresa en León de Francia, 166L
poca convicción de Benegasi. (G) Tratado filosofi-poéüco escótico, compuesto en
(3) Así habla de Benegasi el canónigo Huart» en seguidillas por doña María Camporedondo. En la
La Dulciada : oficina de Miguel Escribano. Sin año de impresión.
También 6Sta,h» JBeneff<ui haciendo L& licencia es de 1757.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVILÍ. u
\ Oh siglo fatal en todo,
Pues distinguir no se puede,
Ni si es plebe la nobleza
Ni si la nobleza es plebe 1
Y sin embargo, se entregaba, como llevado de su instinto, al torrente de las ideas y de las
costumbres, se mezclaba con la plebe, como casi todos los nobles de su tiempo, y cultivaba
gustoso la poesía del vulgo, hmnilde y llana; si bien, con serlo tanto, no llegó nunca al des-
mayado estilo, al insufrible prosaísmo de la mayor parte de los poetas de la escuela doc-
trinal.
Cuando se recorren los copiosos tomos de poesías que publicaron Benegasi y otros varios
poetas, sin encontrar en ellos, con rarísimas excepciones, asimtos elevados, acentos íntimos
del alma, ecos de los grandes intereses de la humanidad ó de la patria, ó devaneos sublimes
del espíritu , se comprende el abismo en que habia caido la poesía. La decadencia no estaba
sólo en las ridiculeces de la forma; estaba principalmente en la esencia. Ni una idea filosó-
fica, ni un movimiento del entusiasmo ó de la pasión. Los asuntos de Benegasi, que tanto
recreaban en su tiempo, dan idea de la pobre esfera á que habia descendido aquella poesía
insustancial. Si llovía con abundancia , si nevaba , si le atropellaban unos asnos , si le aplica-
ban sanguijuelas, si un amigo despedía con facilidad á los criados, si otro perdía una muía,
si se emborrachaba su barbero, si picaba una chinche á su criada , si habia estornudado una
señora, si habia goteras en su casa, Benegasi se inspiraba con estos y otros hechos igualmente
triviales. Complacíase especialmente en la descripción de sus enfermedades , aun las más re-
pugnantes (1). Y con tales creaciones de una musa asquerosa y casera, formaba volumino-
sas colecciones, y se atrevía á darlas á la estampa. Así hacían otros igualmente, ¡y el pú-
blico compraba estos centones de sandeces y fruslerías I
Benegasi fué , pues , un poeta digno de su época. Como hombre fué un dechado de honra-
dez , de modestia y de candorosa bondad. Como escritor, aparte de su mal aprovechada labo-
riosidad y de cierto gracejo de escasa trascendencia, que sólo sus allegados podían apreciar,
no tuvo más que un mérito verdadero : el haberse preservado casi completamente, por la
llaneza de su carácter y la sinceridad de su instinto, del estilo falso y ampuloso que reinaba
en su tiempo. Dando consejos á un amigo, le dice con grotesco donaire :
De lo culto te aparta;
Mira que es droga
Necesiten linternas
Para tus obras.
Has de hablar castellano
Como tu abuelo :
La morcilla, morcilla,
Y el cuerno, cuerno.
La misma naturalidad de su lenguaje le inspira algunas atmque muy pocas veces versos
felices, como cuando dice de una viuda desconsolada que habia mortificado grandemente á.
su marido ;
Vivo le hizo llorar, muerto le llora ;
y cuando, aludiendo á las poesías satíricas de Gerardo Lohoj más descriptivas que injuriosas,
concentra su idea en este enérgico pensamiento :
Pincel , y no puñal , tuvo por pluma.
En la poesía familiar narrativa tiene algunas descripciones felices , como la siguiente , en
que pinta , en un chistoso rasgo, la an-ogancia científica del médico que le asistía :
(1) Entre otras, una fluxión, la sama, un reuma- escrito ya Monloro, á quien admiraba mucho Bene-
tismo, las almon-anas. A este último asunto habia gasi.
m BOSQUEJO HISTÓRICO-CRÍTICO
Entró de peluca blonda,
Y regentando el bastón ,
Como diciendo : la tropa
De tuB males mando yo.
Jiizo-ando las poesías de don Gabriel Álvarez de Toledo, dice lo siguiente, en tono de ala-
banza : (.(Los conceptos son elevadísimos , los equívocos no comunes...» No alcanzaba á nins
el discernimiento crítico de Benef^asL Todo el deplorable y copioso caudal de sus obras de-
muestra que este ingenio, vulgar y ambicioso, no habia nacido para la poesía. Y sin embar-
go, fué grandemente celebrado en su tiempo, y el hechizo que hallaban sus contemporáneos
en sus triviales y despreciables versos, prueba hasta qué punto son engañosos é inseguros
para la fama verdadera los aplausos de una sociedad extraviada en el camino de la cultura
literaria. La celebridad no es la gloria.
Carecía Benef/asi de las dos facultades principales que dan al alma movimiento y eleva-
ción : la sensibilidad y la fantasía. De ésta, con lo dicho puede formarse cabal juicio. De su
escasa sensibilidad hay un triste y claro testimonio en sus propias obras. Siis prendas de ca-
rácter eran altas y nobles. Lo prueban sus cartas, ó más bien memoriales, al Marqués de
la Ensenada y á otros magnates poderosos. La necesidad le obliga á pedir protección; si elo-
gia alguna vez, lo hace de buena fe; pero no sabe descender á la indignidad de la lisonja. A
la Reina misma se dirige una vez , y termina así su romance :
Tan desnudo de intereses,
Tan lejos de adulaciones,
Que sólo aspiro, Señora,
Al perdón de mis errores.
Pero su ánimo, 6 por lo extremadamente sereno, 6 por lo desmedidamente inclinado á ver
las cosas del mundo por el lado festivo, no se turba , ni se martiriza con las desgracias de la
vida. La composición más tierna que escribió fué á la muerte de su esposa Vicenta. Se co-
noce que la amaba cuanto él podía amar; y sin embargo, esta poesía es una relación jDrolija,
entre conceptuosa y casera , de pormenores insulsos y triviales. Dos composiciones consagró
á la muerte de dos hijos suyos. La una es un soneto á Francisco José, que, ya mancebo, mu-
rió repentinamente al volver de un entierro, el día mismo en que habia confesado y comul-
gado. El soneto está escrito con una entonación por demás sosegada para un padre , pero que
al cabo puede explicarse por la fuerza de la resignación cristiana. La otra es una décima á
Ramón , que murió « á pocos días de haber vuelto, casi desnudo, de la escuela , por vestir á
un niño pobre, quitándose hasta las medias para dárselas.» Este noble y patético asunto no
inspiró al corazón de un padre más que la siguiente décima jocosa, chocarrera en el tono, é
impropia y repugnante por el insípido y vulgar donaire :
Niño que se desnudaba
Por el pobre con tal celo.
Se estaba calzando el cielo
Desde que se descalzaba.
Dios, que su piedad miraba,
Me le quiso asegurar ;
Y así , al verle desnudar,
Que le diria cotejó :
Vén acá, que si te dejo,
Te me puedes resfriar.
¿Puede sentir y comprender la poesía, que no es sino la expresión noble de grandes senti-
mientos , quien en tal ocasión se atreve á emplear tan insulso é intempestivo gracejo, y estilo
tan ridículo y chabacano? (1).
(1) Don José Benegasi había acaso heredado de cieilos hombres á anteponer la vanagloria de un
BU padre esta insensibilidad nativa, que arrastra á chiste á la expresión sencilla de los sentimientos na-
BE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL LUÍ
Si era sereno y frió para los sentimientos , no lo era menos para los intereses ; pero aquí la
frialdad era honrosa, como indicio de noble teraj^le. En momentos de gran conflicto pecuniario,
embargan una de sus casas «por el derecho de la décima que tenía el Rey en los réditos atra-
sados de los censos.» En vez de entristecerse con este grave contratiempo, lo recibe impasible
y lleva el estoicismo hasta la risa. En aquellos momentos mismos escribe á un amigo suyo
esta graciosa
DÉCIMA.
Llegó la Justicia , y
También mi susto llegó.
Ella la casa embargó,
Y el susto me embargó á mí.
Décima piden ; y así ,
Pues nuestro Rey interesa
Solo en ella (y no me pesa,
Porque sé su gran piedad),
Digan á su Majestad
Que se contente con ésa.
Este hombre no tomaba por lo serio las cosas de la tierra; sólo las del cielo le llegaban al
alma. El mismo expresa en un romance esta tendencia genial de su alma :
Todo el mundo es mogiganga ,
Es tramoya y es comedia ;
Pues , donde estamos de burlas,
¿ Cómo puedo estar de veras ?
Nos hemos detenido algún tanto en examinar el carácter de la poesía de Benegasi y la ín-
dole del hombre , no sólo porque este poeta frié famoso en su tiempo, sino ademas porque es
como el prototipo de los poetas populares del reinado de Fernando VI. Toda su poesía se re-
duce á estas circunstancias : facilidad , vulgaridad , fi'ialdad , trivial donaire , cierta audacia
satírica, pero sin entusiasmo ni elevación moral.
En los últimos años del reinado de Felipe V y durante la primera mitad de Femando VI,
alcanzó gi-an fama de poeta, y no escaso concepto de crítico entre los escritores de instinto
popular, frai/ Juan de la Concepción , carmelita descalzo, varón de vasto saber, igualmente
aventajado en la cátedra y en el pulpito. Como poeta se distinguió por su facilidad extre-
mada. Con su rápida comprensión y sus medios nada comunes de expresión espontánea y
brillante , fascinaba á sus contemporáneos. Contábanse de él maravillas de ingenio, de me-
moria y de discernimiento penetrante y seguro. Conservó durante el siglo último tal fama de
sabio y de repentista, que, cerca de cuarenta años después de su muerte, Alvarez y Baena,
tan frió por lo común , se entusiasma con la gloria del carmelita , y habla de él en estos tér-
minos, exagerados acaso, pero dictados por el espíritu de sinceridad que resplandece cons-
tantemente en los juicios y noticias del encomiad or de los Hijos de Madrid:
«Las alabanzas (dice) que merece este sabio matritense no cabrían en muchos plieo-os.
Fué uno de los mayores entendimientos de este siglo. Su elegancia en la prosa y en el ver-
so, y su memoria no han tenido igual. Tomaba un tomo en folio, pasaba la vista por una
llana, y bastaba para referirla sin faltar letra. Para su correspondencia y despacho de lo que
se le encargaba, ya de los tribunales ó ya de su religión, tenía siempre cinco ó seis ama-
luenses , á quienes dictaba á un tiempo, sin embarazo, diferentes asuntos. Esto de dictar á
cinco, seis ó siete á un tiempo, y á cada uno en distinta especie de verso y diferente asun-
», lo hacia frecuentemente en las casas de los Grandes, que le dispensaban mil honores, y
;urales. En las obras de don Francisco Benegasí se
¡ncuentran este epígrafe y estos versos :
'« el mismo dia en que su majestad mandó dar un coche al autor,
se le murió á éste una hija de poco tiempo; y pidiendo al tesorero
para el entierro, le envió esta
DÉCIMA.
Mnrió la niña. Importante
í, PS.-iYUI,
Será enterrarla esta noche,
Porque si sabe que hay coche «
Besucitará al instante...
Esto no necesita comentarios. El alma del padrd
era aun más glacial que la del hijo.
Lrv BOSQT'KJO HISTÓRICO CRÍTICO
particulannente en la de MitliiKi-.Sidonia, ante Km Duques, y en las de otros sujetos lite-
ratas, (le que ten¿^i) al¿;uin>s vcix»^ qui- liiz<i en t:iles iK-a>¡fmes.))
Según d¡(« Villan-ofl , en estos nada armónicos ver!*o«, escritos poco después del lalleci-
miento d«l ilustre religioso,
l>o ropciite una rulaciuii dii-ÍA
Y al iiii><iii(> ti<-iiipi> qu<' la ricitahA ,
La ¡iluiiia iti otro neiuito cjcrtitaba ,
Y pn «lifi-rnite inotro \o esiribift.
Don Diego Rejón de Silva, cu \in pe.lantesco romance, dirigido á Benegajii, dice del pere-
grino talento de fray Juan :
Aquel injíoiiiu famoso.
Con quien son, al compararlo,
Roncas urracaB los cUnes ,
Y pigmeos los gigantes...;
Aquel que miró al Pegaso,
Por d.jeil al nianej:irle ,
Icirnnvil monte á su rienda,
Veloz rayo á su acicíite...;
Aquel (pie dictaba á un ti-snpo
De amanuenses ú dos pare^...
Álvarez y Baena añaile (juc a mereció el nombre que se le daba de Monstruo de mhulnrla y
elocuencia.^ Que así era llamado es la vinlad, y de ello da testimonio su amigo y i'ervoroso
admirador don José Benegasi en estos \ éreos :
Doctisimo fray Juan, monstruo en la ciencia,
Maravilla y osombro del Parnaso,
Segundo Lope, nm-vo Garciiaso,
Á quien el mi.-ino Apolo reverencia..
El candoroso Benegasi, cuya aclmiracion rayaba en ardiente entusiasmo, escribió im poe-
ma en octavas para honrar la memoria del celebrado carmelita (1).
¿ Mereció real v verdaderamente fnn/ Juun de la Concepción tanto renombre y tanta au-
toridad? lliira vez hay prendjus ini«'lectualt;s de alto temple y de trascendental alcance en es-
tos hombres que son prodigios de gimna.sia intelectual. Que no era hombre de vulgar y ras-
trera lava lo patentizan .sus propias obras teológica.s y literarias, por más que afee grande-
mente á estas últimas el estih» conceptuoso, que liié acaso en su tiempo uno de los más efica-
ces títulos de su fama. Su historia drmuestra ([ue habia en su carácter cierto ambicioso desa-
BOsicfTo v cierta audacia, de aipicllas <pu' atraen la atención piíblica; y en estos impulsos, que
BU carácter sagrado no alcanzaba á enlrenar, hay que bu-scar principalmente su acción y su
fuerza entre los hombres de su ¿poca.
La AcadíMuia Es|)anola le abrió sus puertas en 1744, y rompiendo fray Juan con la
práetica establecida, pronunció en verso su ovucion gratulatoria ó discurso de entrada, cau-
sando no poca extrañeza, según confiesa su uiisnio encoraiador Benegasi. Gentes poco aficio-
nada.s á innovaciones censuraron al nuevo ac:id(''mico, juzgando la forma poética poco ade-
cuada á la naturaleza de aqtiel acto y á la graveilad de formas propia de las solemnidades
del docto é ilustre instituto.
Publicó una revista critica, tituhnla 7?í'.ví/r;-(r('<o« del J)iario de Madrid^ ó nuevo cordón
critico general de España (1748). La crítica era por entonces escabrosa tarea, y el travieso
censor se ocidtó sucesivamente con cuatro ní»mbres supuestos.
Pero donde se ve más patente la índole iiKjuieta y resuelta del sabio carmelita, es en su
tendencia á tomar parte en el movimiento jiolítico de su tiempo, haciéndose eco de los cla-
mores i)opularo8. Empleaba para esto la poesía en el tono y forma del pueblo, y ocultando,
por supuesto, su nombre , pues otra cosa no consentía el sagrado carácter de que se hallaba
(1) Fama postuma del reverei\dí$imo padre fray Juan de la Concepción ^ etc. Madrid, imprenta del Mcr-\
curio, ITói.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL L\r
revestido. En dos de sus papeles, titulados, el uno El Fataii Je Camhandtel, j el oti'o El Poeta
omito, impresos poco después del advenimiento al trono de Fernando VI , entre consejos, sú-
plicas, quejas y felicitaciones , dice útiles verdades y expone ideas atrevidas para aquel tiempo.
Esto tiene escasa importancia para la historia literaria, j)cro la tiene muy grande para la
historia política de la nación. El tiempo no caniinal)a en balde. Quien así anticipaba , por me-
dio de cantos populares, la acción política de la ojnnion , ejercida más adelante por la impren-
ta periódica, era esta vez ¿quién lo diria? un sabio religioso, tan respetable como respetado;
un considtor del Infante- Cardenal don Luis, }•, lo que es más singular, un calificador de la
Suprema Inquisición.
Eray Juan de la Concepción puede ser considerado como uno de los indicios más palpables
de la trasformacion moral que, así en España como en los demás países de Europa, asomaba
ya , con más ó menos claridad , á mediados del siglo xvin.
Maduras las ideas nacientes , y formado el gusto literario, el fecundo y laborioso car-
melita liabria sido acaso \m aventajado escritor y un insigne poeta. Escritas en aquella época
de confusión y de mal gusto, sus obras literarias se resienten de ligereza , de afectación y de
la manía conceptuosa , que todo lo afeaba y deslucía. La posteridad no ha consagrado la gloria
del Monstruo de la sahiduría , que no ñié, como otras muchas glorias, más que un eco pasaje-
ro de las impresiones contemporáneas. Fmi/ Juan fué uno de aquellos muchos que , conde-
nando severamente los vicios de la escuela conceptuosa, incurrían á sus anchas en los deplo-
rables extravíos. Estaba tan dominado por el estragado gusto de su época, que lo seguía sin
advertirlo, cabalmente en el momento mismo en que lo censuraba. Aplaudiendo la naturali-
dad de estilo de su amigo don José Benegasi, dice así :
(í Está mal con los que hablan crepúsculos y escriben lobregueces. Hace bien. No sé por qué
no ha de condenar la elocuencia la secta de los anochecidos, como la Iglesia la de los alumbra-
dos... El Corinto de España ha sido Córdoba; y como si fuera para todos ir á Corinto, el an-
helo de remedar al superior ingenio cordobés, á muchos españoles los ha hecho c/7'ier/os.)y
Incorregible era , sin duda , quien , al recomendar la sencillez y la claridad , da ejemplo do
este lenguaje alambicado y presuntuoso. ¿Quién hubiera dicho al celebrado carmelita que, con
todo su ingenio, había de quedar, en la triste historia de la poesía de su tiempo, tal vez más
bajo que el humilde y modesto Benegasi, objeto de tantas biudas en 'la era de Carlos III?
CAPITULO VI.
Síntomas claros de cambio en el gusto literario. — Época doctrinal. — Diario de los Literatos. — Poética de Luzan.—
Iriarte (don Juan). — Artigas. — Sátira de Jorge Pitillas, — índole francesa de su inspiración. — Aclaración del
seudónimo.
No pocos indicios anunciaban ya en los primeros años del siglo xviii la transformación del
gusto literario, que había de llevarse á cabo por medio de reglas é institutos de origen fran-
cés. Entre ellos pueden señalarse tres, claramente significativos : la creación, en 1713, de la
Academia Española, encargada de «proponer reglas de buen gusto, así en el pensar como en
el escribir» (1); la publicación, en el mismo año 1713, del Cinna áe Corneille, traducido
por don Francisco Pizarro, marqués de San Juan; y la imitación de la Ifigenia, de Racine,
publicada })or Cañizares, antes del año 1716. Veinte años después, los indicios de la intro-
ducción en España del gusto extranjero se convierten en patentes é incontestables testimo-
nios. Los más calificados que pueden citar.se son tres igualmente , como estos indicios cuya
importancia acabamos de señalar : la Poética de Luzan; el Diario de los Literatos; la sátira
(1_) Estatutos primitivos.
j^^ r.OSQüEJO HISTÓRICO CRÍTICO
de Jome ritiUas. Todavía el vulgo mira con aversión novedades literarias que., por Ío estre-
chas y melindrosas, cuadran nial con su ímltdc y con su tradicional espíritu, y moteja de
afrancesados á sus introductores ; pero ya la lucha es recia y vigorosa. Los nuevos campeones
están nniv distantes d»' la crítica profunda y luminosa (jue algimos años adelante ha de brotar
en la docta y sesuda Alemania; carecen del g<;nio que deslumhra y arrastra con ííiscinadores
ejeníplos; pero no pueden m¿nos de triunfar, porque lleva su bandera el victorioso lema del
tentldo común, del cual las letras castelhmas se il^an apartando por completo.
En el punto á que habían llegado el trastorno y la depravación del gusto literario, forzoso
era que la principal reforma emanase, no del prestigio del ejemjjlo, no del estro de grandes
poetas, sino del recto sentido de las gentes. Con el advenimiento de la Casa de Borbon iba
naciendo un nuevo espíritu de cultura, que embarazaba la can-era de aquel torrente de disla-
tes de retruécanos y de conceptos. La primera reforma que requería el funesto estado de las
letras habia llc<Tado á ser, ante todo, como antes hemos indicado, una cuestión de sentido
común. Hacer recobrar á éste su imperio, fué en aquellos tiempos el glorioso afán de Feijóo,
de Martínez del padre Isla y de otros sabios varones, cuyo entendimiento sereno y bien
encaminado se hallaba como comprimido y sofocado en aquella atmósfera de afectación y de
preocupaciones.
La inspiración alta, sencilla y espontánea no cabia en la poesía de aquella época. Era ne-
cesario i)ara que alumbrase el sol del estro verdadero, disipar de antemano las nubes del mal
gusto que cerraban tenazmente el paso al calor del corazón, á la luz de la fantasía. Esta fué
la ardua empresa que acometieron algunos hombres de noble instinto y firme pensamiento.
Conquistaron entre ellos uno de los lugares más altos y gloriosos los ilustradísimos sacerdotes
don Juan Martínez Salo/ranea y don Leopoldo Jerónimo Puig, fundando y sosteniendo, du-
rante alf^un tiempo, una revista trimestral, titulada Z^i'ano de los Literatos de España (1), que
forma época en los anales de la liistoria literaria del siglo xviii. Habían comprendido que
era lle<^ado uno de aquellos períodos de transformación intelectual, en que sólo la crítica in-
exorable y justiciera puede enfrenar abusos arraigados, y abrir camino á la razón atropellada.
Ko era época de creación literaria; era época de examen doctrinal. El Diario de los Literatos
cumplió su objeto de iina manera memorable. A manera de aquellos adalides que en los jui-
cios de Dios peleaban á todo trance, sin más mira ni más impulso que el entusiasmo que ins-
pira la convicción de la buena causa; así los llamados Diaristas emprendieron su escabí-oía
tarca. En cuaUpiier tiempo es la crítica imparcial y rigorosa amargo y difícil emjjeño. Para
el Diario de los Literatos fué una verdadera contienda. Filosofía, ciencias, filología, historia,
amonas letras; todo lo abarcaba el grande espíritu de aquellos hombres denodados, cuyo único
anhelo se cifraba en hacer triunfar la verdad; y la verdad en aquellos tiempos era un misterio
que pocos comprendían, y cuya luz á casi todos ofuscaba y heria. En balde se emplearon , du-
rante dos años, para triunfar de aquel censor implacable, las armas del insulto, de la calum-
nia , de la intriga y de la amenaza. Salafranca y Puig no entibiaron ni un momento, mien-
tras existió el Diario j su noble é irrevocable propósito. Pero es áspero y á veces incontrasta»-
ble (;! empuje de la ignorancia desenmascarada , y la situación de aquellos nobles campeones
de la cultura Ik'g(') á hacerse insostenible. El aplauso de los doctos y el apoyo sincero y eficaz
del mismo rey Felipe V, no bastaron al cabo á impedir la muerte prematura de aquella ilus-
trada revista (2). Esta obra reformadora, en verdad sorprendente para aquel tiempo, por la
(t) Comenzó á publicarse por Enero de 1737. To- clon de Felipe V. A propuesta áe su Ministfo, mandó
tnaron parte en las tareas del Diario, don Juan de este soberano que el Diario continuase publicándose
Liarte, Jorge Pitillas y otros notables literatos, ani- á sus expensas. Campillo no desmayó en su apoyo,
mados del espíritu reformador. siguiendo sin tregua el sano consejo, que le dieron
('-) Al generoso é ¡lustrado espíritu de don José Salafranca y Puig, de aunarse de resolución para
del Campillo, üpcrotnrio del Despnoho Universal de despreciar toda especie de contemplaciones perjudi-
Hacicnda, debió el Diario de los Literatos la protcc- ciaks al hitn público y deslionorahks ú quien las fis-
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL rvir
erudición , por la imparcialidad y hasta por el idioma , vivirá siempre en nuestra historia li-
teraria como un padrón glorioso de sensatez y de energía.
Acallada estaba aquella protesta vigorosa contra el error y el mal gusto. Pero los gérme-
nes de la verdad cundían y fermentaban ya en todas partes, y fué estéril empeño abogar una
voz reformadora. Cuando llega la hora de los adelantamientos intelectuales , á una voz que
muere, responde otra voz fraternal y simpática. En el mismo año 1737, en que el Diario de
los Literatos dio principio á su carrera de luminoso meteoro, se publicó en Zaragoza la Poé-
tica de Luzan.
Esta Poética fué, en verdad, un fenómeno intelectual lanzado de improviso en medio del
caos tenebroso en que se habían hundido las letras españolas. Luzan tenía muchas de las
prendas que constituyen á los críticos de primer orden, y si su libro extraordinario ha per-
dido una parte de su interés, sólo puede esto atribuirse al ensanche qu(3 han dado á los prin-
cipios literai'ios la filosofía moderna , y muy singularmente los escritores de la docta Ale-
mania. La importancia relativa de la Poética de Luzan fué inmensa, y aun hoy dia su im-
portancia absoluta es no pequeña, y de cierto mucho mayor de lo que generalmente se ima-
gina. Hay doctrinas que nunca envejecen. De ellas está sembrada esta Poética , y por eso su
lectura causa y causará siempre á las personas ilustradas fruición verdadera y cierta impre-
eion de agradable sorpresa. Principios reinan hoy dia en la literatura, tenidos por reciente
conquista de la crítica filosófica que inauguraron Lessing y otros no menos insigues compa-
triotas suyos, que ya se encuentran expuestos y como adivinados en la obra de Luzan. Ha-
bía éste educado y nutrido su entendimiento con vastísima y muy sazonada lectura; sus ideas
no son reflejo exclusivo de ajenas observaciones ; llevan sello de vida propia , y se advierte
desde luego que han nacido de la impresión recibida en grandes fuentes literarias, antiguas y
modernas , y de un instinto crítico espontáneo y seguro.
Se ha querido algunas veces presentar á Luzan como mero iniciador de la escuela francesa
del siglo de Luis XIV (1). Esto es desconocer el alcance de sus ideas y el carácter relativa-
mente libre de su doctrina. Habia pasado su juventud en Italia, engolfado en el estudio de
la antigüedad y de los grandes escritores italianos (2) , y esta educación especial habia dado
á sus principios críticos mayor amplitud que la que cabia en los dogmas de los preceptistas
franceses, consignados con tanta elocuencia en el Arte Poética de Boileau. Este insigne poeta
satírico, que podi-ia llamarse el legislador de la sensatez literaria, se dejó llevar demasiado
del hechizo que ejercieron en su tiempo las obras de gusto acrisolado que produjo en Francia
aquel siglo de altísima cultura. Pero haciendo exclusiva su admiración , y extremando sus
artificiales tendencias , incurrió en el error en que caen siempre aquellos que erigen una doc-
trina invariable con las impresiones contemporáneas. Boileau cifra una gran parte de la per-
fección poética en ciertos principios convencionales, y toma á veces por belleza eterna lo que
no es más que una especie de etiqueta literaria , reflejo pasajero de costumbres ceremoniosas
y de refinamientos cortesanos. No está Luzan al abrigo de esta censura, porque el amanera-
miento y el espíritu de imitación eran resabios de escuela, que constituían en no pequeña parte
ne. (Carta de los señores Salafranca y Puig al mi- mano y los instrumentos en otra. (Prólogo al (orno vii
nistro don José del Campillo.) del Diario de los Literatos.)
La noble protección de la corte no bastó á dar lar- (1 ) Véase , entre otros , á Ticknor, Historia de la
ga y sosegada vida al Diario. No pudo resistir más Literatura española., tomo iv, cap. ii.
que dos años escasos al furor vengativo de sus ene- (2) Vivió Luzan irnos diez y siete años en Géno-
migos , que se complacian en las persecuciones y ad- va, en Milán, en Palermo y en Ñapóles. En esta úl-
versidades de sus redactores. tima ciudad, al lado de su hermano el Conde de Lu-
La pugna en que éstos vivían con sus detractores, zan, gobernador del castillo de San Telmo, tuvo oca-
puede juzgarse por sus propias palabras : Tanto tra- sion de sobresalir entre los primeros literatos , como
"bajamos para la defensa como para la misma obra. habia ya sobresalido en Palermo en la academia Ua-
La comenzamos y continuamos, como los muros de Je- mada del Buen Gusto y en la del Príncipe de Santa
rusalen en tiempo de Nehemías, con la espada en una Flayia.
j^^„ BOSQUEJO niSTÓEICG-CRiTICO
las máximas f»enerales de aquella edad. Pero conocía y admiraba á los poetas más insignes
de Grecia, de España y de Italia, y ellos le kabian inFun-Udo cierto espíritu de independen-
cia á ruva liu diseernia rlaramento el error de algunas doctrinas inspiradas por la rutina.
Con nuich(js ejoinjilos po.lriainos comprobar esta observación; pero á fin de evitar digre-
siones aquí intempestivas, nos liinitnrómos á bac^r notar el antagonismo de opiniones que
resalta, entre Luznu \ Boileau, en im punto en que de tal manera se ban aferrado la cos-
tumbre V los prec»'i)t¡st:is, que aun boy dia no falta quien sustente con el ejemplo la doctrina
derrocada en el presente siglo por los mejores críticos y poetas.
Boijoau, arrastrado imprnosaraenic por l.n fuerza de la tradición pagana, de que estaba
impron-nada tnda la civiüzacio:! litLiT.ria de su éjioca , antepone á la verdad sencilla dfi la na-
turaleza á las emociones directas del alma, í»l idealismo cristiano, el hechizo artístico de las
alegorías mitológicas. Según él , la poesía
Se soutient par la Fable, et vit dejiction,
y con este solo verso, explanado después en un largo período de dialéctica persuasiva, ba
hecbo más daño á la verdadera poesía, que Dante, Shakspeare y el Ariosto con la ruda y
por demás natural desnudez de muchas de sus ideas y de sus palabras.
Entusiasmado con los artificios de los emblemas materiales, casi prescinde del mundo mo-
ral, V no comprende ni el mar sin tritones, ni la pintura poética de la justicia y del tiempo,
sin las imágenes tangibles de la balanza y del reloj de arena. ¿Qué otra cosa significan los si-
guientes versos?
De noser de la Fable employer la figure,
De chasser les tritons de Yemiñre des eaux,
D'óter á Pan safiúte, aux Parques leurs ciseaux;
(Test d'un scrupule vain s'alarmer sottement,
Et vouloir aux lecteurs plaire sana agrément.
(L'Art Poétique, canto 3.°)
Tanto se aficiona Boileau á \2i ficción poética, que llega á creer sinceramente que sólo de
ella dependen los moNdmientos íntimos del alma y hasta la sensibilidad misma. Así lo mani-
fiesta claramente en estos versos :
Que Neptune en courroux s'élevant sur la mer,
D'un mot calme lesflots^ mette la paix dans Vair,
Délivre les vaisseanx^ des syrtes-les arrache ;
Cest la ce qui surprend , frappe , saisit, attache.
; Cómo habia de sospechar Boileau que llegaría una edad en que la intervención de Nep-
tuno sería suficiente para quitar á la tempestad y á la calma su conmovedor prestigio, y que
la tormenta descrita en el Don Juan de Byron, calcada sobre relaciones de naufragios histó-
ricos, biibia de tener más fuerza de emoción verdadera que los magníficos cuadros de tempes-
tad de la Eneida, en que al poder de la naturaleza se sustituye la influencia mitológica de
Juno, (1p Eolo y ríe Neptimo I
Cautivan a Boiloau tan poderosamente las ficciones de la poesía de los antiguos, que al
presentarlas como único modelo, su imaginación se templa y se colora, y escribe el pasaje
más Ix'llo que bay acaso en todo el )»ocma. Después de recomendar la mitología griega como
fuente imprescindible de belleza poética, continúa así :
La pour nous enchanter lout est mis en tisage :
Tout prend un corps, une ame, un esprit, un visage.
Choque vertu devient une divinité;
Minerve est ¡a Pntdencc et Venus la Beauté.
Ce n'ext plus la vapeur (¡ui produit le tonnerre;
Cest .Tujñter armé pnur effrayer la, terre.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL UX
Un orage terrible aux yenx des matelots
Cest Neptune en courroux qui gourmande les flota.
Echo n'est plus un son qui dans Tair retentisse;
(Test une nymphe en pleurs qui se plaint de Narcisse.
Por más seducción que encierren estos elegantes versos , el consejo de Boileau no es el ca-
mino de la verdadera inspiración. La pintura fiel y sencilla del más leve murmullo de las bri-
sas de la primavera, de cualquiera ola del mar que se rompe gimiendo en la playa, del canto
más insignificante de un ave perdida en la espesura, trae al alma de los modernos más deleite
y más emoción que todas las rancias alegorías de ^^orciso, de JSeptuno y de Filomela.
Hombre de clarísimo ingenio y de gusto acendrado, pero poeta sin arranque lírico y sin
fantasía mística, Boileau llevó la estrechez de sus teorías doctrinales hasta el extremo de
proscribir de la poesía á Dios, á los santos y á los profetas (1). Xo sólo prefiere lo que llama
les mille agrónens de la Fahle á la expresión natural de las imágenes y de los afectos, sino
que ju/^ga que sin aquellos la poesía desmaya y muere (2). Para Boileau , pues , toda la fas-
cinación poética consiste en primores convencionales , y no caben en el férreo círculo de su
poética ni los cantos populares, ni los fantásticos devaneos de la espiritualidad cristiana. Ni
ve en el Evangelio más que un manantial triste y sombrío de penitencia y de castigo (3),
ni sospecha, al parecer, que el Cristianismo ha traído al mundo un orden nuevo y completo
de sentimientos y de ideas. En una palabra, según la doctrina de Boileau, erraron grave-
mente, al componer sus magníficos poemas, Dante, Tasso (4), Milton, Klopstock, Valdi-
vielso, Hojeda , Acevedo y todos aquellos poetas que han buscado su inspiración en las emo-
ciones, en las imágenes, en los arrobamientos místicos del cielo cristiano.
Liuzan comprendía con su claro sentido crítico que la poesía de mayores quilates es la que
emana de la inspiración directa y sincera , y que son su mayor fuerza y su lumbre más pura
las verdades del cielo y las verdades de la tierra. Tenía instrucción y aliento para volar con
alas propias; y, lejos de ser un mero propagador de ideas francesas, se apartaba mucho en
ciertos casos de Boileau , y manifiestamente le superaba en el sano y filosófico espíritu de las
doctrinas (5).
No lleva Luzan, como lo hace Boileau, las meticulosas restricciones de escuela hasta juz-
gar que un nombre poco eufónico hace hárharo ó burlesco un poema entero, y á no consentir
que el poeta elija por asunto de sus obras á un héroe cuyo nombre parezca insonoro (6). El
(1) Ceit done bien minemeni que nos auteurt d¿tut , Luzan COnociñ, & loB preceptistas francCSes y eB-
Bannissant de leurt vert ees ornemens reeus, _ , i -^ i i -^ i •
,. . . r,. r, „ . n 1,1, pañoles, y los cita alguna vez: pero los italianos y
Pensent /aire agir Dieu, tes Saints et ses Prophitet ^ . ' •' _ * > r^ j
Cotnme ees Dieux écios du cerveau des poetes... lo8 antiguos habian dado especialmente pábulo á
De lafoi d'un chrétien les mystires terribles SUS estudios rríticos. A Cada paso cita CU pu libro á
D'ornemens égayés ne tont point susceptibles. Muratori, á Orsi, á Bonamici, á Gravina , á Benio,
(L'Art Pvétique, c&títo Z.') , •,,. . > r\ i • ■ -xr • • i 11
^. c. * .7 < í, 7 a Minturno, a Quadrio, a Monsienaní, al cardenal
(2) Sans tous ees ornemens le vers tomhe en lanjueur, . . .
Lapoésie est morie, ou rampt sans vigueur. Pallavicino, y á otros ya olvidados.
(ídem.) (6) Causó enfado á Boileau ol nombre de Hilde-
(3) rEvangiUdTetpritn'offredetoutcótés, brando, hho& de un poema titulado Zes srtrrasws
Que pénitence á /aire et tourmens mériléí. ■,,,-.-1 . • • t i- •■
,j¿fjj^s chasses de France, y esta impresión de antipatía'
(4) Boileau se burla abiertamente de este gran sugirió al poeta la exagerada sentencia :
poeta por haber presentado á su héroe como adalid D'un teui nom queiqu^ois u son dur ou bízam
cristiano. Hé aquí sus versos : R*^ unpoéme entier, ou burUsque ou barbare.
n n'eut point de son Hvreiiiustréritaiie, A vueltas de este desmedido refinamiento, Boi-
8isonsagehéros,toujours en oraison, leau juzga cadenciosos y poéticos todos los nom-
yeut/ait que meUre en/in Satán á ¡a raison , etc. ^^^^ ¿^ ,.^ mitología griega :
(5) En el estilo era imposible. Luzan es un es- La FaVle o//re á respnt mille agrémens diters;
critor vigoroso y ameno ; pero Boileau es un mode- ^ '"'" '** """^ /leureur sembient nés pour íes vers.
lo consumado de estilo claro, concibo y sentencioso. ¡Pueril predilección, que caracteriza fielinente !a
Casi no es dable ir más allá. caprichosa estrechez de la escuela clácita francesa !
^ BOSQUEJO HTSTÓRICO-CRÍTICO
deseo de satirizar á escritores medianos de su tiempo hizo llegar, como se ve, alguna vez &
Boileau al colmo de la preocupación j de la intolerancia. ¿Qué habria pensado de los nom-
bres de extraño sonido que tanto abundan en la poesía popular de los pueblos germánicos y
escandinavos y que nos parecen hasta agradables porque en ellos creemos advertir el sello de
BU origen ?
Luzan profesa más ancha y flexible doctrina. Adniite la poesía genuina de los pueblos , y
reconoce las diferencias de espíritu que hay y debe haber en cada uno de ellos. «El clima,
dice las costumbres, los estudios, los genios, influyen do ordinario en ios escritos, y di-
versifican las obra-s y el estilo de una nación de los de otra. ))
Con respecto al empleo de la religión cristiana como elemento poético, Luzan no titubea
BÍquiera. A pesar do las doctrinas rígidas de Boileau, á pesar de los ilustres ejemplos que
confirman estas doctrinas, a pesar de-i gusto preponderante que en su tiempo y mucho des-
pués mantuvo con singular predilección el uso de los emblemas mitológicos, el crítico espa-
ñol proscribo estos emblemas, y no admite que en las naciones cristianas puedan ser susti-
tuidos á la presencia, á la acción, á la grandeza del Ser Supremo. Luzan, con su privilo-
mado discernimiento, comprende y explica perfectamente que la poesía, como todo, camina
V cambia con los tiempos , y que éstos imprimen en las obras del entendimiento diferencias
esenciales y bellezas relativas , de que no puede desentenderse la critica justa y elevada. Ad-
vierte que el sello privativo de las costumbres y de las ideas de cada siglo no daña á la belleza
verdadera* que es propio y natural que los personajes de la Eneida, escrita en una era de
mayor cultura sean mus cultos que los de la I liada, sin embargo de pertenecer todos ellos á
la íuisma c])Oca histórica; y que no ha de desmerecer la poesía de la Escritura porque sus
patriarcas y sus príncipes apacientan ganado y sus hijas van por agua á la fuente; ni tam-
poco « perder el concepto de Homero al ver que sus primeros personajes hacen ya de cocine-
ros , ya de trinchantes , ya de cocheros ; que hasta los porquerizos y mayorales de ganado
llevan el glorioso renombre de héroes, y que las princesas, como Nausicaa, van sin melin-
dro alguno á lavar su ropa al rio. "o
Quien así juzga de la influencia de las costumbres en las letras, ¿cómo no habia de
admitir la religión contemporánea, y especialmente la religión sublime de Jesucristo,
como una ])oderosa palanca de emoción verdadera? Así expresa Zw^an sus sanas doctrinas :
«La diferencia entre los poetas griegos y latinos podrá servir también para discernir
otra semejante diversidad que hay entre los poetas antiguos y modernos... Habiendo la
divina luz del Evangelio desterrado las ciegas tinieblas de la idolatría, no era menes-
ter explicar los atributos del verdadero Dios por medio de fábulas, como hicieron los
antiguos ; pues conocida ya una vez por el vulgo la falsedad de todas aquellas deidades,
el introducirlas sería lo mismo que dar por el pié á toda la verosimilitud que se re-
quiere para que sea provechosa la poesía. Por esto los poetas cristianos, en lugar de
Pluton , rey del abismo; de Mercurio, embajador de Júpiter; de dioses, de semidioses
y de ninfas, introdujeron, con razón, en la epopeya ángeles buenos y malos, que en
el ya muflado sistema de la religión eran más creíbles... Por eso me parece reparable
en las Lnaiadas do Luis Camoens la introducción de Júpiter, Venus, Baco, etc.; no
por las impiedades que injustamente le imputaban, sino por lo inverosímil de semejan-
tes falsas deidades en un poema de tal asunto y escrito para leerse entre cristianos.»
No hay para qué encarecer la distancia que media entre los principios críticos de Boi-
leau y los do Luzan, Aquél se encierra en la elegancia aristocrática de la forma, en la
imitación exclusiva de ciei-tos modelos , en los atildamientos de la frase. Para él la poesía
sin la lima académica no es poesía. Este no consigue desprenderse completamente de las
perfecciones calculadas de esruola; pero su crítica no es, como la de Boileau, exclusivamente
preceptiva á postcriori: abre más dilatados espacios á la fantasía humana, y tiene más en
cuenta el imperio de los sentimientos morales.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVin. Ln
7J1 examen crítico de la Poética de Luzan , que publicó el Diario de los Literatos poco de£-
pr^es de impresa por primera vez (1737), es sin duda uno de los juicios mejor fundados y
más imparciales que se han escrito acerca de aquella importante obra. El entendimiento sano
de Salafranca y de don Juan de Iriarte (1) descansaba y se complacía con aquella cuerda
doctrina; pero ambos sentían y saboreaban mejor que Luzan, demasiado impregnado en la
literatura extranjera , la poesía nacional española ; y á pesar de la aversión que les inspiraban
los extravíos gongorinos, y de la convicción con que censuraban la libertad desordenada que
advertían en el teatro, defienden á Góngora y á Lope de Vega de injustas críticas de Luzan,
y demuestran que el cuerdo preceptista no ha comprendido suficientemente el espíritu de
aquella poesía , que en sus bellezas y en sus defectos refleja el ser moral de la nación. El dis-
cernimiento crítico de Iriarte sube muy alto al apreciar la influencia del impulso nacional en
las letras, y sorprende en verdad ver á un filólogo de la escuela clásica francesa anticipar, en
la primera mitad del último siglo, principios esenciales de la moderna crítica. Juzga recta-
mente el carácter dramático de Lope y da á entender á Luzan cuan grave error comete olvi-
dando el despotismo democrático que en aquellas edades ejercía el pueblo en nuestro teatro (2).
Es de notar que la crítica del Diarto de los Literatos es más libre , más filosófica y más con-
forme á los sanos principios que han llegado á prevalecer en Europa, que la que sustentaron
los Luzanes, los Montianos y los Moratines, obstinadamente apegados á la escuela francesa,
que anteponía la forma convencional al fondo y al espíritu del teatro. ¡ Cuánto aventaja á la
crítica estrecha de Boileau, en materia de teatro, el claro instinto con que Iriarte defiende
la escena española, recordando dramas de autores griegos y romanos en que andan mezcla-
dos personajes ilustres y vidgares, así como sucesos serios y festivos! Iriarte se lamenta, por
otra parte , del rigor con que los preceptistas quieren añadir á la comedia , sobre las tres uni-
dades , la unidad de especie , siendo así que los romanos tuvieron tantas especies diferentes de
comedias, unas pretextatas , otras togatas, otras atelanas , otras tabernarias^ etc., se^run la di-
versa clase y calidad de asuntos y personas.
¡ Cuánto más que las restricciones arbitrarias de escuela , que prevalecieron más adelante.
Be acerca á la sana crítica moderna la siguiente luminosa reflexión de Iñarte !
(( Pudiera demostrarse que muchas de la máximas que los preceptistas establecen por leyes
generales de la razón en punto de dramática , no son más que fueros particulai'es del genio y
gusto de cada siglo y de cada nación , como lo acredita la historia del teatro antiguo y mo-
derno. »
Luzan acusa á Lope de Vega de haber compuesto un libro (el Arte nuevo de hucer comedias)
«cuyos fundamentos y principios se oponen directamente á la razón y á las reglas de Aristó-
teles.» Iriarte no puede ni quiere sustentar los errores de Lope; pero lo defiende hábilmente,
encareciendo el imperio del gusto popular en el teatro, que se impone siempre , más ó menos,
en el ánimo de los poetas y hasta en la dirección doctrinal literaria.
« Su intento (dice Lriarte) fué escribir un arte de hacer comedias ajustado al estilo del vul-
go, que no entiende de razones ni de reglas ; condescendiendo en esto á las instancias de la
Academia Matritense , como él mismo lo declara hablando con ella :
Mándanme ingenios nobles , flor de España ,
Que un arte de comedias os escriba
Que al estilo del vulgo se reciba.
(1) El notable artículo del Diario fué escrito has- (2) Como prueba de ello, recuerda Iriarte que los
ta la página 62 por Salafranca ; de allí en adelan- poetas de aquel siglo llegaron á verse «precisados
te por don Juan de Iriarte. Este insigne filólogo, á solicitar la amistad y favor de cierto zapatero de
más adelante individuo de la Academia Española, viejo, llamado Sánchez , caudillo de los mosqueteros
fué quien juzgó el libro cuarto y último de la Faé- j formidable juez de los corrales» (teatros). (Díu'
tica. rio de los Literatos, tomo iv, pág. 84.)
ITii BOSQUEJO niSTÓEICO CRÍTICO
))Tan kíjos está Lope de establecer por reglas j principios verdaderos los usos de la nuev^a
comedia , que si se atiende al sentido y expresiones con que discurre en esta materia , se ve
claramente que quiso, haciendo con ingt^niosa traza de la violencia libertad, valerse del cum-
pliniifnto dd rofcrido precepto para reprender la irregularidad v extravagancia que reinaba
en el teatro de su siglo, v que su obra , en realidad , más es Arte nuevo de criticar comedias
que de hacerlas.»
Pero donde se manifiesta más j>atente cuánto cuesta á las naciones aceptar cambios de
cualquier linaje que lastimen su es])íritu y su pasada gloria , es en la defensa que hace el sen-
sato Iriorte de la poesía de G«íngora. No puede hacérsele llevadero que Luzan , como desen-
tendiéndose del alto numen de Góngora, se maraville de que los monstruos y fantasmas de
pste poeta le ha van ndjuirulo el glorioso dictado de Príncipe de los poetas líricos. No se limita,
pues, á sostener, contra el preceptista, algunas metáforas admisibles usadas por Góngora,
sino que se aventura á explicar, como cosas llanas y perceptibles , imágenes embrolladas y
confusas, capaces de dejar chasqueada la sagacidad más penetrante y despejada.
I.os tercetos del soneto que compuso Góngora en alabanza de la tercera parte de la Historia,
pofidncnl , del doctor Babia, ofrecen ocasión para conocer la diferente exageración que nacia
en el juicio de Luzan y de Triarte de sus prevenciones respectivas. Hé aquí los tercetos :
Pluma , pues, que claveros celestiales
Eterniza en los bronces de su historia,
Llave es ya de los tiempos, y no pluma.
Ella á sus nombres puertas inmortales
Abre , no de caduca, no, memoria.
Que sombras sella en túmulos de espuma.
Luzan habia llegado sin duda á mirar con tanto ceño las revesadas é ininteligibles metáfo-
ras de Góngora, que rechaza y condena con intolerancia hasta aquellas que son no sólo admi-
sibles, sino elegantes y conformes al espíritu castellano, no poco inclinado á la hipérbole y
al emblema. Luzan exclama airado, hablando del primer terceto : « Llamar claveros celestiales
:i los papas , bronces á los escritos de una historia , y llave de los tiempos á la pluma , son ex-
cesos de una fantasía que delira , sin miramiento ni acuerdo. Pero especialmente los bronces
de la. historia son insufribles.» Iriarte demuestra con excelentes razones y muy autorizados
ejemplos que llamar claveros celestiales á los papas es emplear una locución evangélica y una
metáfora clarísima, asada por el mismo Cristo y por muchos poetas cristianos y autores ecle-
siásticos, y que para decir bronces de la historia, para dar á entender la inmortalidad de emi-
nentes escritos, y llamar á una pluma histórica elocuente llave de los tiempos, no hay que re-
currir á una imaginación frenética , y son cosas que caben en la razón y en las libertades le-
gítimas de un estilo elegante.
En cuanto al segundo terceto, es cosa muy diferente. Creemos, como Luzan, que es un em-
bolismo de imágenes monstruosas. Y ¿ cómo no ha de serlo, cuando dos hombres tan discretos y
tan perspieaces como Triarte y Luzan se muestran tan discordes para descifrar la significación
verdadera de ios túmulos de espuma? Luzan entiende que son el papel en que se escribe ó im-
prime. Iriarte, siguiendo la opinión del comentador de Góngora don García Coronel, creo
descubrir una alusión á la fabulosa caida de ícaro en el mar, y afirma que la frase en túmulos
de espuma quiere decir oAidcntemente en las honduras del mar, donde quedó sepultado ícaro.
Nosotros juzgamos tan fuera de sazón la alusión á la caida de ícaro, que no podemos ad-
mitirla, eomo tampoco admitimos Im iiitcr])retacion de Luzan, que sería un contrasentido en
el sonetf. de (ióngora, atendida la índole perecedera del papel. Confesamos humildemente
que no se nos alcanza el recóndito sentido de la metnoria caduca,
Que sombras sella en túmulos de espuma,
y que no podemos sino anatematizar de todo corazón una literatura tan extravagante y te-
nebrosa .
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIII. LXlil
Liízan , quisquilloso y muy preciado de su obra , la defendió de los reparos de Triarte con
el áspero tono de la invectiva y no siempre con razón (1). No puede negarse que en su Poé-
tica hay mezcla de impulsos contradictorios, de buenos y malos principios, de timidez y de
entereza crítica, y que Luzan, á pesar suyo, aunque más desembarazado que Boileau, no
toma á la naturaleza por giu'a y maestra principal de las leyes poéticas y oratorias, sino á las
innumerables poéticas que habia leido para prepararse á su tarea. Por eso este libro, si bien
menos que otros, adolece del defecto general de todos los de su especie, que consiste en dar
sobrada importancia á las reglas de escuela , de donde resulta que la belleza eterna queda
como pospuesta v subordinada á una belleza relativa, pasajera y convencional.
Para tasar debidamente la importancia absoluta, y especialmente el valor relativo, de la
Poética de Luzan, conviene recordar que en España las teorías doctrinales se hallaban á prin-
cipios del siglo XYITI en tan baja esfera como la poesía misma. Xo reinaban ya ni la Filosofía,
antigua poética de Pinciano, ni las Tablas poéticas de Cáscales, ni siquiera la Agudeza y ai-te
de ingenio de Gracian, el principal dogmatizad or de la escuela gongorina. En vez de crítica,
buena ó mala . la poética de aquel tiempo se reducía á enredos de forma y á aglomeración de
figuras. El mismo Rengifo, que en medio de sus laberintos, de sus ecos y de sus glosas, de-
muestra en sus ejemplos cierta afición instintiva á los buenos poetas , era ya demasiado no-
table para el estado de la poesía. El preceptista que guarda proporción completa con la de-
cadencia sin b'mites de principios del siglo xviii , es don Francisco Artigas. En su Epítome de
la elocuencia española, obra escrita en romances (más de doce mil versos), llega á su apogeo
el candor de la ignorancia en materia de gusto literario (2).
Luzan intentó confirmar con el ejemplo la doctrina , y escribió muchos versos originales y
algimas felices traducciones del griego (o), del latin y del italiano. Pero este escritor, tan
expresivo y animado en la prosa , es glacial en sus versos. Sus canciones á la conquista y de-
fensa de Oran , que Quintana , llevado del amor de escuela , llama exhalaciones hermosas, no
pueden leerse sin fatiga y hastío, y su desmayada traducción del himno Pange lingua , donde
no hay iin solo acento de la fervorosa entonación y de la noble sencillez propias de los canta-
res sagrados , bastan para comprender que Luzan no era poeta. Si alguna vez halla en su ima-
ginación el grave diplomático y el riguroso preceptista algo que tenga trazas de poesía lozana y
(1) Discurso apologético de don Iñigo de Lanuza representación se observen las condiciones y leyes del
(en parle anagrama del nombre de Luzan). Impreso decoro y de la propiedad? Luzan contesta á estas ra-
en Pamplona, 1741. zonas con autoridades, citando á Cáscales., Cerván-
Don Bartolomé José Gallardo, en algunas obser- tes (en su Persiles , lib. ii , cap. ii), J.-B. Vico , Da-
vaciones de las que al correr de la pluma solia hacer cier, Scaligero, Pablo Benio, etc., y por toda razón da
pn sus notas bibliográficas , dice, entre otras cosas, que en la poesía dramática se debe preferir lo verosi-
lo siguiente acerca de este Discurso : mil, aunque imposible ó falso, á lo verdadero invero-
«Eu el párrafo x, sobre si se pueden escribir co- sir,iil (].ág. 104). ¡Cómo si lo que sucede diariamente
medias en prosa como en verso, Luzan se defiende pudiera ser inverosímil !» Sevilla, 30 Junio 1825. —
desairadamente Los Diaristas notan, y 'notan Q. {Apunte autógrafo de Gallardo.')
bien , que aquí Luzan B.n(\\í\ o perplejo. Luzan se de- (2) Sirva de muéstrala definición que da del ro-
fiende de la nota de perplejidad (como puede), y truécano, entre las figuras de palabras :
deja en pié el principal cargo, que es el de la incon- ^^ ^^^ ^^^^^ ^ ^^^ ^^^^
secuencia. El pasaje del Diario de los Literatos Pues que toaa su agu<ieza
donde se toca este punto está escrito con admirable Es ver si , trocando el orden,
pulso y discreción. Hay mucha diferencia de Luzan ^^ <^°'^'^^P*^ ^ encuentra.
á don Juan de Lúarte » (3) Estudió la lengua griega con el afamado pro-
«Tampoco anduvo feliz Luzan en la defensa de fegoj- jesuíta el padn; Jerónimo Giustiniani, y llegó
BU opinión contra la tragicomedia. Triarte hace re- ¿ g^r profundo helenista. Véase como muestra su
flexiones muy preciosas á favor de este género de traducción de la famosa oda de Safo; traducción
dramas, concluyendo así : Y si en el teatro de la vida ^¿3 acomodada al texto y al espíritu del original,
humana pasan y suceden verdaderas tragicomedias, que la tan celebrada de Boileau, que empieza :
¿por qué razón no las podrá haber fingidas ó imita-
das en el teatro de la poesía, suponiendo que en su
Sereux gui prés de toi , pour íoi seute soupire, etc.
^^jy BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
espontánea, no es en los asuntos y metros serios y encumbrados, á que era singiilannente afi-
cionado, sino en el Juicio de Pdrtsyon otros romances Horeros y festivos, en los cuales rendia
culto impensadamente á aquella musa castclhma, desenfadada y juguetona, que en sus horas
de precepti>ta encopetado ju7.<;aba acaso profanadora del Parnaso. No alcanzan la corrección
del len<niaie ni la cordura de los pensaniicntos á sustituir en la ])oesía el fuego de la imagi-
nac¡on.''EÍ canónigo don Juan de Luzan, hijo del eminente crítico, dice acerca de las poe-
sías de su padre estas sencillas palabras : En ellas hay más arte que numen. Nada es dable aña-
dir á este acertado juicio.
Los contemporáneos do Luzan no veian en él sino una viva representación del gusto y del
espíritu literario de la nación francesa, y de ello da testimonio el romance que, para celebrar
su entrada en la Academia del Buen Gusto, leyó en ella el festivo D. José Villarroel, y em-
pieza de este modo :
FnmoBÍsimo Luzan ,
Cuya comprensión sutil
Tudo muy bien vender Franelas
Al mismísimo París...
Muy bien vonido seáis
A esta Acndenia feliz,
Donde vuestro pulcro hablar
Será cuanto hay que decir...
Pero si fué error común tener á Luzan por un preceptista exclusiva y absolutamente adhe-
rido á la escuela francesa , lo fué también creer que Jorge Pitillas , otro de los reformadores
viírorosos de aquella época, es un poeta satírico independiente del impulso francés, movido
por la sola virtud de su sensatez y de su energía, y aleccionado especialmente por las máxi-
mas que había aprendido en los autores del siglo de Augusto. Algunos críticos han hecho no-
tar que aquellos versos de la celebrada sátira contra los malos escritores :
Y así á lo blanco siempre llamé blanco,
Y á Mañer le llamé siempre alimaña ,
Bon imitación manifiesta de aquellos otros , tan sabidos , de Boileau :
Je ne puis rien nommer, si ce n'est par son nom :
Jappéle un chat un chat, et Rolet unfripon;
pero al ver en la sátira tantas reminiscencias de los autores latinos de la antigüedad , esos
mismos críticos han creido que Jorge Pitillas se inspiró principalmente en ellos. Ticknor llega
hasta señalar á Persio y á Juvenal como los verdaderos modelos. Se ha parado singularmente
la atención , como muy visibles , en las imitaciones con que principia y acaba la sátira.
El No más, no mus callar, con que empieza , es el
Semper ego auditor tantum? nunquamne reponam,
Vexatus totiesf...
con que comienza igualmente la primera sátira de Juvenal. El final,
Si la naturaleza me lo niega ,
La misma indignación me hará hacer versos,
C3 una simple traducción del verso 79 de la misma sátira de Juvenal :
Si natura negat,facit indignatio versum.
A más do estos recuerdos de la poesía romana, pueden señalarse otros muchos de que está
abundantemente sembrada la sátira de Jorge Pitillas. Pero no se crea por eso que tuvo que
acudir, para inspirarse, á las fuentes latinas. Prescindiendo de que algunas de estas reminis-
cencias eran y habían sido cosa corriente entre los literatos españoles, como lo manifiesta el
verso de Cerváiiks,
Suelo la indignación componer versos (1),
(1) Viqje dd Pamato, capítulo iv.
También en Doile&u pudo ver Jorge Pitillas reproducido el pensamiento de Juvenal :
La «¡Urt tu/JU , et vaut un ÁpolioiXf
Í)E LA poesía castellana EN EL SIGLO XVIlt txV
basta leer la edición príncipe de las obras de Boileau , en la cual están apuntados los modelos
latinos de donde sacó muchas de sus ideas el gran preceptista francés , para convencerse de
que éste es el verdadero y casi exclusivo manantial de la famosa sátira española. Una inocente
superchería de Jorge Pitillas, harto común en los literatos de no muy austera conciencia, ha
dado principalmente motivo al engaño de Ticknor y de tantos otros. La Sátira contra los ma-
los escritores vio por primera vez la luz pública en la segunda edición del tomo vil del Dia-
rio de los Literatos de España (1742). El autor, que estaba completamente familiarizado con
las sátiras de Boileau , en cuya doctrina habia bebido real y verdaderamente toda su inspira-
ción, no cita una sola vez al eminente escritor francés, y en cambio, no omite, en las notas,
uno solo de los pasajes de los poetas de la antigüedad , en donde quiere aparentar haber en-
contrado las ideas cardinales de la sátira. Pero ¡ qué extraña coincidencia ! Boileau se habia
inspirado cabalmente con los mismos pasajes , que están puntualmente reproducidos de las
obras latinas en la mencionada edición. La comparación del texto esj)añol con el texto de las
sátiras francesas pondría de manifiesto qvie esta coincidencia no era sino el resultado del es-
tudio que Jorge Pitillas habia hecho en las obras magistrales de Boileau. Mas para no hacer
harto prolija esta demostración , prescindiremos de los muchos ejemplos que ofrece esta com-
paración , y nos limitaremos á patentizar con otros más curiosos , en que nadie ha hecho
alto, que Jorge Pitillas tomó directamente de Boileau sus ideas , y no sólo de sus Sátiras y
de su Poética , sino también de sus escritos doctrinales en prosa. Hé aquí convertidos en ver-
sos castellanos los pensamientos consignados por Boileau en su Discours sur la satire :
BOILEAU.
Et pour commencer par Lucüius, quelle licence
ne s'est il point donnée dans ses ouvrages? Ce n^éfait
pas seulement des auteurs qu'il attaquait; c'était des
gens de la premiére qualité de Rome, c'était des per-
sonnes Consulaires. Cependant, Scipion et Lelius ne
jugérent pas ce poete indigne de leur amiíié. lis ne
s'avisérent point de prendre le partí de Lupus et de
Metellus, qu'il avait joués dans ses satires...
Pendant, dít Hovace^ que ce poete cnflé d'Alpiniis,
égorge Memnon dans sonpoéme, et s'emhourhe dans
la description du Rliin, je mejoue en ees satires...
Perse ne raillepas simplement les ouvrages des poetes
de son temps; il attaque les vers de Nóron méme...
Demandes á Juvenat ce qui Votlige de prendre la
plume. Cest quHl est las d'entendre et la Théséide de
CodruSf et í'Oreste de celui-ci et le Téléphe de cet
autre.
JORGE PITILLAS.
En SUS vergos Lucilío no perdona
Al cónsul , al plebeyo, al caballero,
Y hace patente el vicio y la persona,
N¡ Lelio adusto, ni Escipion severo
Del poeta se ofenden , aunque maje
Á Mételo y á Lupo en su mortero.
Pues montas, si furioso hincó los dientes
Al culto Alpino, aquel que en sus cantares
Degollaba Memnones inocentes ;
El que pintaba al Rhin los aladares
En versos tan malditos y endiablados
Como pudiera el mismo Cañizares.
Persio á todo un Nerón tiró bocados ,
Y sus conceptos saca á la vergüenza
A ser escarnecidos y afrentados.
Juvenal su labor así comienza ,
Y á Codro el escritor nombra y censura,
Sin que se tenga á mucha desvergüenza.
No sólo la Tesaida le es muy dura ;
A Télefo y á Oreste espiritado
También á puros golpes los madura.
¿Á qué citar más? Es evidente que Jorge Pitillas copiaba á Boileau, afectando copiar á
los poetas latinos. Su mérito absoluto y relativo es , no obstante , eminente , y merecido su
renombre. Para satirizar como él satiriza , era necesario un brío de ánimo y de expresión que
muy pocos tenían entonces. En aquel tiempo de alambicamiento y de afectación, Jorge Piti-
llas, consumado hablista, escribe con una sencillez sin igual, y dotado ademas del desemba-
razo y de la facilidad de los grandes versificadores, nadie más hondamente que él estampa en
la imitación el cuño de la originalidad.
Y ¿quién era Jorge Pitillas?
Increíble parece que haya llegado á ser problema de historia literaria el verdadero nom-^
Lxn BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
bre de uu escritor que tuvo el jjrivilegio Je llamar la atención pública , asi en su tiempo como
en edadeá posteriores. Poco más de una composición se ha conserv'ado del satírico poeta ;
pero esta composición fonna época en la historia del gusto literario en España.
Los redactoras principales del Diario de los Literatos guardaron comjileto sigilo con res-
pecto al nonilire del autor de la célebre sátira. Sala/ranea y Piii¿l afirman que llegó á sr.^
manos el dia ló de Mavo de 1741, añadiendo que ni aun sospechan el verdadero nombre (K;
Jor<fe Pililhis. Es pura afectación. Conoeian al autor, y éste habia iml)l¡i-ado ya en (?1 DI i-
rio alíennos artículos críticos, encubriendo su nombre con el anagrama Jon lingo Herrera
de Jnspedi'is. El severo sigilo que se observaba con respecto á este escritor satírico, nacia del
noble intento de preservarlo de los ás])eros sinsabores que acarreaban las luchas Hteraii;is.
Pero rava casi en lo im|)osible que el velo del seudónimo no se trasparente ó se rasgue por
algún lado, v el famoso misterio de las Cartas de Juinas ha sido siempre considerado como
pasmoso ejemplo de la reserva de los hombres (1). No faltó quien descubriera el arcano de h,
sátira española , v no pocas personas hubieron de conocer el verdadero nombre del sañudo
crítico que, ya en prosa, ya en verso, ya encubriéndose con el estrafalario nombre de Jorge
Pitillas j va con el de don Hugo Herrera de Jaspedós, acosaba y heria sin miramiento ni iii-
dulfrencia á los malos escritores de su tiempo. Así está consignado en una cai'ta del sabio
Martinez Saluf rauca, escrita ocho años después de la muerte de Jorge Pitillas (2). Y sin ein-
bargo, ¡cosa singidar! pasado algún tiempo, olvídase el nombre verdadero del escritor fa-
moso, y vuelve á ser misterio histórico, que da ocasión á supercherías de libreros (3). Poste-
riormente, todas las personas versadas en la historia de las letras castellanas, Quintana eniro
ellas, han admitido, descansando en la tradición, la general creencia de que el verdadero
nombre de Jorge Pitillas, 6 lo que es lo mismo, don Hugo Herrera de Jaspedós, es don José
Gerardo de Hervás.
La circunstancia, muy atendible, de ser el segundo de los seudónimos anagi*ama, si bien
no perfecto, del último nombre, ha servido de fundamento, y no leve, á la expresada creen-
cia. Con razones de notable fuerza y autoridad pudo esta opinión ser sustentada; pero al cabo
no era ella punto histórico con evidencia absoluta demostrado, y no dejó de dar que pensar el
tono decisivo con que afirmó don Eugenio de Tapia, en su Historia de la Civilización espa-
ñola, que el verdadero nombre de Jorge Pitillas es don José Cobo de la Torre (4).
(1) Se han hecho en Inglaterra graneles esfuerzos con que supo disfrazar una oportuna y bien seguida
de investigación para dcHCubrir el nombre del autor ironía, se hizo preciso que la conservásemos oculta
de estas Cartas políticas, escritas desde 1769 á 1772 por entonces, para que la envidia y la ignorancia no
contra el gabinete dirigido por lord Xorth. Diligen- tuviesen objeto en que cebarse.
cia , ahinco, perseverancia , todo ha sido en balde. A » Fuera de que don Hugo no quiso tampoco expo-
oncc diferentes personas han sido atribuidas las car- ner su persona á los insultos que nosotros (los re-
tas, y en especial á sir Thilip Francis, miembro del dactores del Diario de los Literatos) padecimos ; ni
Parlamento, pero nada se sabe con certeza. Las con- era justo hacerlo, en atoncion á su carácter é institu-
jetiiras, por lo varias y lo aliundantes, se dañan. to.» (Cartas varias de los atitores del Diario de los
(2) Don Juan Martinez Salaf ranea dice lo si- Iáíqy&íos , en la híhlioteca de Osuna)
guíente á su amigo el erudito don José de Ceballos, (?,) En el Rebusco de las obras literarias, del pa-
en carta de IG de Octubre de 1750 : dre Isla (1790) , se reimprimió la Sátira de Jorge Pi-
aEI papel de la Dirrota (¿</e los Alarios, por el pa- tillas, dando por averiguado y manifiesto que era
dre Isla?) le presté á un amigo, y sabiéndolo un co- producción de aquel escritor. Falsedad evidente.
misario del Santo Oficio, envió por él ; y aunque ten- (4) Éstas son las palabras de Tapia :
go licencia de leer lo prohibido, se le remití. «Eu el Diario de los Literatos se publicó la gra-
«El de R¡hera (¿t) tamicen llegó por el rorreo. Es ciosa sátira conocida generalmente bajo el supuesto
pluma de nirjor aire y gala, y de genio capaz de nombre de Jorge Pitillas, y cuyo verdadero autor
mayor.s empresas. Ya liabrá rt-parado usted que des- fué don José Cobo de la Torre, abuelo del malogra-
cubre el misterio que yo observé en el Diario (de los do orador y buen legista don Ramón Cobo, diputado
Literatos) para que quedase oculto nuestro famoso que fué en las anteriores Cortes.» (Historia de la
correspondiente don Uugo de Herrera; cuya critica, Civilización española, 1840, tomo iv, pág. 266.)
por su gran delicadeza y por la fertilidad de las salea
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL ixvu
Por desgracia, Tapia habla en este punto de pasada j con prisa, y no se detiene, como era
natural hacerlo, á presentar un hecho, un raciocinio siquiera , en que fundar su positiva afir-
mación; y como los principales escritores del siglo pasado y del presente han repetido cons-
tantemente que Jorge Pitillas es don José Gerardo de líervás , esta opinión ha continuado
prevaleciendo entre los cultivadores de la historia literaria española.
Cuesta trabajo imaginar que don Eugenio de Tapia , hombre cuerdo y laborioso, se aven-
turase sin algún sólido fundamento á contrariar una creencia tan constante y autorizada. Todo
induce á creer que Tapia vio y no interpretó acertadamente una carta de Hervás á su amigo
y primo don José Cobo de la Torre (1), en la cual, sin duda para no exponer el misterio á los
azares del correo, le habla de la célebre sátira, sin descubrir claramente el nombre de su au-
tor. Tenemos á la vista esta interesante carta autógrafa (2) , de la cual vamos á trascribir la
parte adecuada al objeto, no sólo por dar á éste toda la luz posible, sino también porque no
carece de interés para la historia literaria :
Madrid y Julio 24 de 1721. — Amigo y pariente : Supuesta tan verdadera como legítima disculpa, en-
tro desde luego en materia con el párrafo de la literatura. Ésta se ve aquí cada dia más perdida, y aunque
se ha mitigado algo el furor de escribir, no obstante se publican bastantes libros, pero todos á cual peor, coi:
grande desconsuelo de los que siquiera conocemos un buen libro y gustamos de leerle. Los Diaristas (Sa-
lafranca y Puig), que habían muy á propósito salido á procurar el remedio de tan sensible corrupción, han
aflojado muy mucho en el seguimiento de su instituto, hostigados sin duda de no ver otro premio de su fa-
tiga que los aplausos de los racionales y bien intencionados, que son los menos. Entre éstos se cuenta ttl
paisano don José Campillo (3), que por el manejo grande que tiene en el gobierno de la monarquía es hoy
el móvil de todo, en quien han encontrado una muy favorable acogida en diferentes y largas conferencias
que con él han tenido, y les ha ofrecido seriamente su protección y apoyo para el logro de sus pretensiones
respectivas al Diario^ y su honroso y proficuo establecimiento. Alentados con esta esperanza , se trata con
calor de publicar el sétimo tomo, en que también saldrá á luz la sátira 1.* contra los malos escritores, de tu
amigo Jorge Pitillas, quien para este efecto la ha entregado al brazo seglar de los Diaristas, y éstos, con
8U permiso, la han leído á uno ú otro sujeto inteligente, y entre ellos al mismo señor Campillo (que se pre-
cia de serlo) , y de todos recibió singulares aplausos , en tanto grado, que al último se le antojó el saber su
verdadero autor, y fué preciso decírselo en confianza.
En suma, vuelvo á decir que hay poco uso de la racionalidad, y no obstante la poca que le ha tocado
al buen Mañer , es incansable en vomitar libros de su mano y pluma, y no se pasa mes sin nueva produc-
ción. Ahora está escribiendo sobre el Antí-Christo y el juicio final, más para hacer morir á los vivos que
para resucitar á los muertos... — Tu primo y buen amigo, Hervás.
El estilo de esta carta , que recuerda , por su natural y ameno desembarazo, la que el mismo
Hervás escribió á la comedianta Petronila Xibaja (4) ; la forma familiar del misterio relativo
al verdadero nombre áe Jorge Pitillas; el amargo espíritu con que lamenta y censura el es-
tado de las letras , que corresponde al de la sátira; y hasta la burlesca saña con que habla de
Ma7ler, escarnecido en la misma sátira, y que era, según puede colegirse, una de sus pesa-
dillas literarias ; todo está revelando á las claras que Hervás y Pitillas son una misma é idén-
tica persona.
Hay ademas , para creerlo así , el poderoso testimonio del erudito y grave bibliotecario Pe-
llicer, que en sus primeros años pudo conocer al mismo Hervás. En su Historia del histrio-
nismo en España , publicada á nombre de su hijo Casiano, dice en el artículo Petronila Xiba-
ja, con el tono de quien abriga certidumbre absoluta, estas temiinantes palabras :
Uno de los amartelados admiradores de esta célebre actriz fué don José Gerardo de Hervás. Este Her-
vás es aquel Jorge Pitillas y aquel otro don Hugo Herrera de Jaspedós, que disfrazado con estos nom-
(1) Se infiere de otras dos cartas autógrafas de bondadosa familia descendiente de don José Cobo
Hervás , que Cobo de la Torre era hombre instruido. de la Torre.
Habla Hervás de una obra de este su primo que (.^) Ilustrado ministro de Felipe V.
Mayans había devuelto y juzgado con cierta frial- (4) Esta carta fué publicada por Pellicer en su
dad, y á él (Hervás) le parecía sólida, convincente Tratado histórico sobre el origen y progresos de la
y erudita. comedia y del histrionismo en España (1804),
(2) Nos ha sido generosamente franqueada por la
L^m BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
bres publicó en el Diario de los Literatos de España la sátira coutra loe malos escritores, y el extracto
del Poema de san Antón Abad, por don Pedro Ütx-jo, en que manifestó tanto caudal de ingenio festivo, de
ironJa delicada y de estilo castizo casteUano. Este ingenio murió, en la ñor de su edad, el año de 1/42.
Pone el colmo á la convicción la circunstancia de hallarse esta fecha del íulictiniicnto de
Jíerrds confirmada por una carta de 2G de Abril de 1745, que se conservaba en la Biblioteca
Nacional (1). Su autor, don Leopoldo Jerónimo Puig, uno de los redactores del Biaño de
los Literatos, v más adelante individuo de la Academia Española, da á entender que Heneas
era clérigo, aunque abogado (2). Dice así :
Vuestra reverencia no recibió la carta en que le avisaba la muerte de mi querida madre , que murió el
dia 15 de Junio de 1742...
Pocos dias después murió un grande amigo mió, abogado, á quien vuestra merced trató algunas veces,
que se llamaba don José Hervás. Vestía hábitos largos y hablaba un poco francés... (3).
.A estas i)ruebas podemos añadir un indicio de no escaso valor. La letra del original de la
sátira de Jorge Pitillas , que se halla entre los manuscritos de la Biblioteca Nacional, es de
la misma mano que las cartas de Ilervás que tenemos en nuestro poder. Así lo han com-
probado los señores Hartzenbusch, Rosell y otras personas de criterio y autoridad.
L'na variante del texto de la sátira confirma los anteriores testimonios : esta variante está
consi(Tnada en una nota escrita de mano de Hervás al pié del original que se conserva en la
Biblioteca Nacional, y dice así :
«Apunto en un papel que pesa el plomo,
Que en Groelandia las zorras son malditas,
Según refiere Wandcrlarhch el romo;
ftCon otras mil noticias exquisitas
Que pudieran muy bien, según su casta,
Aumentar las Memorias eruditas.
j> Estos dos tercetos se concibieron y escribieron primeramente así, y después se refonna-
ron secnin se lee en el cuerpo de la sátira, por las supervenientes atenciones de amistad y
comercio estrecho entre Pitillas y el autor de las Memorias eruditas , y porqiie ante todas co-
sas es justo respetar illud amicitice sanctum ac venerahile nomen.
» Madrid y Mayo 8 de 1741. «—(Rubricado.)
La sátira hubo do sor escrita, según puede conjeturarse por las cartas de Hervás, el año
de 174L En ella se ridiculizaba la obra periódica titulada Memorias eruditas. Pero Jo7'ge Pi-
tillas traba casualmente amistad con el autor de aquella revista, y movido por un miramiento
amistoso, ])erdona á las Memorias eruditas y traslada sus burlas á otra obra periódica seme-
jante, El Mercurio Literario. ¿ Cómo habia de acontecer todo esto á do7i José Cobo de la Tor-
re , el cual , según consta en los papeles de su familia y en las cartas de Hervás , residía por
aquel tiempo y desde algimos años en Hesles, pueblo del valle de Cayon, en la provincia de
Sanlandcr, adonde Hervás le dirigía sus cartas?
(1) Manuscrito (T. 108). Manuscrito en 4.», encuadernado en pergamino,
(2) La situación de Hervás, como abogado en letra del siglo xviii, 236 folios, sin la Tabla de las
Madrid, no era venturosa. En las cartas á su pri- cosas más memorables.
mo Cobo de la Torre le dice : «Mis empeños en la (3) Don Bartolomé José Gallardo atribuye esta
corte, B¡ no pasan , llegan á lo menos á treinta do- carta anónima á Salafranca, en el apunte autógrafo
bloncs Estoy reducido á la úllinia calamidad.» que publicamos en este tomo al frente de las poesías
Ilabia sido catedrático en Salamanca, según se de Jorge Pitillas. Pero hemos adquirido la certeza,
ve por el siguiente título de una traducción suya por las noticias auténticas que con la mayor bondad
que se conserva en la Biblioteca Nacional : nos ha comunicado el señor Rector del hospital de los
La Conversación Civil. | Escrita en Italiano por Franceses de Madrid, que la carta es de Puig. El
el Señor I Esteban Guazzo Gentil-hombre | del mismo Gallardo dice que el autor « era administra-
Moiitferrato ] Traducida de vna Copia Francesa | al dor del hospital de la nación francesa en Madrid.» —
idioma Castellano ] Por | D. Joseph Gerardo de Salafranca no lo fué en ningnn tiempo. Lo fué su
Hervás | Profesor de derechos | en la Universidad I amigo don Leopoldo Jerónimo Puig desde 1739 has-
de Salamanca. ta el 14 de Julio de 1763, dia de su fallecimiento.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL Lxix
Repetimos que es verosímil que Tapia , que afirma sin alegar prueba alguna , y que al pa-
recer estuvo lejos de profundizar el examen de la cuestión , no comprendió el verdadero sen-
tido de la forma misteriosa que Ilervás emplea , en la carta antes copiada , al hablar del autor
de la sátira. Está, á nuestros ojos, fuera de toda duda que don José Gerardo de Hervás y
Cobo de la Torre es el verdadero autor de la Sátira de Jorge Pitillas. La sana crítica , los tes-
timonios históricos y las conjeturas racionales confirman de consuno esta opinión.
Al enviar Jo7'ge Pitillas la sátira á los redactores del Diario de los Literatos , les ofreció es-
cribir y publicar otras varias , encaminadas al mismo fin de poner freno á la corrupción de
las letras. ¡Lástima que la muerte del vigoroso satírico, ocui-rida en el mismo año en que se
publicó la Sátira primera j haya privado á la literatui-a patria de obras acaso dignas de eter-
na fama I
CAPITULO VIL
Influencia de la Poética de Luzan. — Ültimos esfuerzos de la moda conceptuosa. — Los reformadorfs mismos mez-
clan involuntariamente el gusto nuevo con el antiguo. — Porcél. — Examen crítico de U¡ Adonis, — Inlerian de
Ayaia. — Ferreras. — Quirós. — Velez de León,
La influencia de la Poética de Luzan no fué , en los años inmediatos á su publicación , tan
poderosa como en realidad merecía serlo; esto es , no fué ni podia ser de repente, para la ma-
yoría de los literatos y de los poetas , un código de buen gusto preponderante ó exclusivo. Los
más -vieron en la Poética como una condenación de las letras genuinas de la patria; y es lo
singular que esta opinión fué profesada, no sólo en la primera , sino también en la segunda mi-
tad del último siglo, y hasta expresada en acerbo tono por algunos de los humanistas que
aceptaron la escuela francesa y contribuyeron á su triunfo. El erudito fray Francisco Javier
Alegre dice así : «Luzan quiso parecer un gran crítico, de[)rimiendo á su propia nación , cuyo
mérito él ciertamente no conocía en estaparte)) (1). A principios del presente siglo, Qui.i.au-v
que aplaude el intento, el orden de composición, la doctrina y el claro y firme estilo de Lu-
zan, apenas se atreve á unir su oj^inion á la de aquellos que habían tachado en la Poética el
rigor excesivo con que juzga á algunos ilustres poetas españoles ; pero acusa sin razón el to-
no del libro de seco y desabrido, y afirma que fué poco leído y que « por de pronto su influjo
en los progresos y mejora del arte fué corto, ó más bien nulo.» El insigne escritor Fernando
Wolf (á quien el que esto escribe tuvo el gusto de conocer y tratar en Viena) hace suyas las
severas palabras de Quintana, hasta el punto de copiarlas sin citar la fuente de donde las to-
ma , y añade que la Poética no se leía ya en 1760 (2); pero al propio tiempo pone de manifiesto
el entusiasmo que le inspiran las doctrinas de Luzan, diciendo que éste « había bebido la pu-
rísima agua del Parnaso francés)), y apellidando á la misma Poética «faro que, des]nies de
tantas borrascas románticas , había de guiar á los españoles náufragos en el seguro puerto del
clasicismo.» ¡Extraño lenguaje por cierto en un compatriota de Lessing, de Goethe, de Sclii-
11er, de Wieland y de Schlegel ; en un hombre que trabajó con tanto afán como fortuna en
la depuración del texto de antiguos romances castellanos !
Marcliena, que, como adorador del gusto fi'ances, juzga á Luzan con una indulgencia en
él desusada, sostiene que su Poética ejerció en las letras de su tiempo saludable y eficaz in-
fluencia.
(í) Nota á la traducción del Arte poética de Bol- (2) Esto mismo, y ccn idénticas palabras, había
íeau, por fray Francisco Javier Alegre. {Códice del ya dicho don Leandro Fernandez de Moratin en la
sifjlo xviii, perteneciente al señor don Aureliano Fer- Vida de su padre.
üandez- Guerra.^
I. PS.-XVIII, I
t^xx BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
La verdad es que la obra de Luzan^ si bien por su carácter y tendencias no pudo ser po-
pular en la ¿\>ocíx de su publicación , es un libro harto notable para que fuese estéril en un
tiempo en que hacían falta fuentes de autorizada y severa doctrina. Gomo una lumbrera de
las nuevas ideas lo miraron siempre los hombres doctos de la falange reformadora. En cuanto
a los j>oetas de estro nacional, no podían avímirse con reglas convencionales, que enfrenaban
el ^-uelo de su libertad tradicional, y todos pensaban como Gerardo Lobo^ el cual, un año des-
pués de la publicación de la Pot'tica de Luzau, define así, con el donairoso desembara^io do
loá antiguos poetas castellanos, su propia y mal disciplinada Poética:
Tal 6 cual vez me divierto,
Sin que me altere y fftügue
Lo que Aristóteles clama
O lo que Horacio prescribe.
Quebrantar la ley divina
Del Decálogo me aflige;
Mas no romper los preceptos
De los antojos gentiles.
El carácter de autoridad que tomaba insensiblemente la nueva doctrina de los reformado-
res iba levantando una valla robusta, en donde se estrellaban las tentativas del depravado
usto do los conceptistas. Pero esta revolución saludable adolecía de graves achaques , que
entorpecían su marcha y alejaban el triunfo. El nuevo gusto literario, que venía á España
inoculado, por decirlo así , en nuevas ideas, nuevos usos y nuevas costumbres , traía consiga
una circunstancia impopular, funesta siempre á la poesía: su origen extranjero. El imperio do
las refalas en un país donde, según la expresión feliz de Liizan, la antvjua poesía jamas tuvo
poética , hubo de parecer y aun de ser verdaderamente im yugo por demás antipático. No
"Sabia, como un siglo antes, poetas que arrollasen los dogmas aristotélicos y horádanos, eri-
giendo como nuevo dogma su libre y popular espíritu; pero los apóstoles de la cuerda ense-
ñanza que había de poner termino á los delirios de la decadencia , tampoco encontraban en su
seno, ni fuera de él, quien lograse acreditar desde luego con el ejemplo las ventajas poéticas
de la reforma didáctica. En balde Lnzan , Mo7itiano, don Juan de Triarte , Nasarre y algu-
nos otros se esforzaban por escribir con pureza y con naturalidad, hermanando, en cuanto
les era dable, la disciplina doctrinal con los recuerdos de la poesía castellana de la edad de
oro; en balde el recíproco apoyo de aquella falange de doctos y estimables filólogos daba
cierta fuerza y autoridad á la trasformacíon que se iba efectuando en las letras españolas ; en
balde tamlñen la corte y el gobierno prestaban con su protección á los innovadores cierto áu-
lico realce ; la nación española no sentía palpitar su índole , sus tendencias y sus recuerdos en
aquella poesía sin vida y sin color. Si se encontraba entre los reformadores algún destello
de verdadero ingenio, era ¡ quién lo diría! en los versos conceptuosos ^oípadre Feijóo, de quien
ya hemos hablado ; en los ensayos de antigua poesía hechos por el granadino Porcél y por don
Kifolas Fernandez Moratin; esto es, en los versos de aquellos que, ya á pesar suyo, ya con de-
liberado intento, seguían las huellas de la antigua musa castellana. Feijóo, por ejemplo, no se
preciaba de poeta, y sin embargo, en sus versos resplandecen ingenio agudo y espíritu analiza-
dor y j.rofuüdo. ¡Poder de la moda hasta en los ánimos más prevenidos contra ella! El grave
Feijóo, tan Ihmo y natural en la prosa, labra en sus poesías un tejido interminable de con-
ceptos. Pero estos conceptos no son los enredos laboriosos de los poetas vulgares. En sus dé-
cimas á la conciencia, sl<juicndo la metáfora del reloj, andan unidos los tres elementos prin-
cipales de la corrupción literaria: sutileza, superabundancia metafórica , equívoco ; j m\ embar-
go, tal es la fuerza prestigiosa del verdadero talento, que se olvida el abuso ante la fiíscina-
cion del ingenio. Sirva de ejcnplo la siguiente décima, en que habla al reloj :
Noche y dia, sin parar,
Tu agitación misteriosa
Un momento no reposa,
Ki me deja reposar.
¿Cómo no he de reparar
Tu continua pulsación,
Ó cómo á la distracción
Lugar alguno le queda,
Si los dientes de tu rueda
Me muerden el corazón?
Me/fl:i «ingidar de afectación en el pensamiento y de naturalidad en la expresión I Asoma
BE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIOLO XVin. Lxxi
en ella el gofigorismo, con muchos de sus vicios capitales ; pero es el gongorismo, á veces se-
ductor, de Calderón y de Víctor Hugo.
Don José Antonio Porcél es uno de los poetas más dignos de renombre entre los de aquella
era de transformación literaria. Ejemplo señalado de los azares de la fama y del descuido de
la posteridad , sus obras más celebradas no se han impreso nunca (1). Sin las encomiásticas men-
ciones que de él hacen Yelazquez y Rodriguez de Castro, vivificadas por Quintana, probable-
mente nadie pensarla ya en el nombre de aquel canónigo Porcél, amigo íntimo del Conde de
Torrepahna, colegial insigne del Sacro-Monte do Graiuula, é individuo do la Academia Espa-
ñola, que tanto lustre y tan alta autoridad llegó á granjearse entre los doctos de su tiempo.
Alicer ahora, pasado un siglo entero, las obras de este varón tan admirado, no es fácil de-
cidir si, atendido su mériio absoluto, habría ó no convenido más á la gloria del escritor
dejarla reducida , como lo estaba, á una aureola misteriosa, á un eco de la admiración con-
temporánea. Alzado el velo, se desvanece la ilusión. Ahora salen á luz por primera vez las fa-
mosas ü'^/o^as venatorias, que sojuzgaban perdidas, y, sea alteración del gusto, sea justicia
de la crítica moderna, ó, lo que es más probable, ambas cosas aunadas, la verdad es que es-
tas églogas , notables por diferentes aspectos , añaden escasa y aun dudosa riqueza á las le-
tras de nuestra jiatria (2).
Algunos cuadros relativa y aun absolutamente bellos, varios trozos de versificación limpia
y lozana , y cierta entonación levantada, que demuestra que el ingenio del poeta no carecía de
nobles prendas, no alcanzan á dar vida á una narración fría y enredada, ni á hacer del todo
llevadera la desagradable impresión que produce ver un estilo instintivamente feliz manchado
á cada paso por inversiones violentas y vanos artificios, y una imaginación de noble índole,
lastimosamente perdida en un laberinto de insulsas y ociosas descripciones.
Porcél no habia cumplido veinticinco años cuando escribió El Adonis, y esta circunstancia
ha de tenerse muy en cuenta para explicar cómo tan feíTÍente admirador é imitador de algii-
nos de los extravíos de Góngora pudo pasar después por uno de los más rigorosos reforma-
dores del gusto.
«He procurado imitar, dice Porcél (3), á Garcilaso, y en especial al incomparable cordo-
bés don Luis de Góngora (delicias de los entendimientos no vulgares), de quien confieso se ha-
llarán algunos rasgos de luz que ilustren las sombras de mi poema.))
¡ Qué confusión en las ideas estéticas de aquel tiempo ! Los rasgos de luz que Porcél imita
ó reproduce de Góngora , no son las inspiraciones nobles y sencillas que constituyen la ver-
dadera gloría de este gran poeta; son los rasgos de afectada cultura con que estragó su nu-
men peregrino.
En cuanto á Garcilaso, también creyó Velazquez que Porcél podia ser contado entre los
émulos de aquel inimitable poeta (4), dando motivo á sospechar, con esta opinión exagerada,
que era limitada y poco certera su perspicacia crítica. A ser Porcél contemporáneo de Gar-
cilaso, habría escrito probablemente églogas de limpio estilo y tal vez de arranque dramático;
pero sus pastores no habrían llorado de cierto como Salicio y Nemoroso, ni su dulce lamentar
habría sido nunca aquel eco del corazón , aquel parlar che nelV anima si senté , aquel inefable
embeleso de la poesía verdadera , que no hay talento que por sí solo alcance , ni Poética que
defina y con sus reglas despierte y avasalle.
El Adonis de Porcél no da indicio alguno de que el poeta se hallase dotado de esa sensi-
(1) En la Biblioteca Nacional hay una obra de (3) Prólogo á El Adonis.
don José Antonio Porcél y Salablanca, titulada Gozo (4) «También mericcen una particular estimación
y corona de Granada en la proclamación del Rey las «¡¿i /«¿ras vejatorias del Adonis, de don José Porcél,
Don Carlos III. Granada, Imprenta Real, 1760; en que Ixay pedazos excelentes, y tan buenos como
en 4.° los mejores de Garcilaso.» {Orígenes de la poesía
(2) Véase nuestra Noticia biográfica de Porcél, castellana , por don Luis José Velazquez.)
impresa al frente de sus poesías, en el presente tomo,
Lxxii BOSQUEJO HISTÓRICO CEÍTICÓ
bilidad delicada que en Garcilaso se mezcla y sobrepone al género convencional que coit
predilección cultiva.
El a.suntü de El Adonis, impuesto a Porcél por la afición , que todavía reinaba , á las leyen-
das niitolóí'icas, no ofrecia novedad (1). Para dar mayor dificultad y realce al desempeño, la
academia «'niiiadina llamada JA Trípode, establecida en casa del ilustre poeta Conde de Tor-
rfíiulina, impuso á Forctl la oljjigacion de escribir el poema en églogas venatorias, linaje de
poesía que pareció, así al autor como ú su amigo el erudito Velazquez, completamente nue-
vo(2).
El respeto ú las arbitrarias clasificaciones de la poética erudita fué una de las más pesadas
cadenas (lue embargaban el \uo\o de la fantasía. Porcél, temeroso de que su estilo sea tacha-
do de altisonante, y por tanto de inverosímil é impropio en una égloga, donde todo ha de ser
pastoril y sencillo, tiene buen cuidado de advertir al lector que si la narración de El Adonis
está llena de frases fionradas y de algunas elevaciones del numen, es porque sus personajes no
son pastores sino cazadores , los cuales pueden ser rer/es, príncipes y otras perso7ias instrui-
das (3). Triste y pueril efecto de la crítica extraviada, que toma los retruécanos, las oscuras
hijiérboles y las metáforas extravagantes por elevaciones del numen.
En un asunto inspirado por las impresiones contemporáneas ó por los afectos eternos del
alma , tal vez Porcél habría hallado acentos elocuentes é imágenes conmovedoras. La tenden-
cia trá<TÍca y la entonación tierna ó elegante que asoma á veces en su poema, obligan á pen-
sar que, con más sanos impulsos literarios, habría llegado á dar con el camino verdadero de
la belleza y de la pasión. Es gracioso y delicado el cuadro de la infancia de Adonis, ya ju-
gando con un pajarillo atado á un hilo, ya cuando, al verle llorando, después de acariciarlo
dulcemente, le presentan un carcax pequeño, hurtado á Cupido, que le enviaba Venus,
Y con traerlo aprisa,
Se alegró Adonis tanto,
Que interrumpió su llanto
Con inocente risa.
Gallardo y brioso es el alarde de imperio sobrenatural que hace la ninfa maga , en la églo-
ga tercera , para encarecer el fuego de amor que la abrasa :
Es mi imperio violento...
Y si clamo furiosa ,
Con roncos silbos me responde el viento;
Confúndese la selva pavorosa.
Tiemblan los montes , y la dura tierra
Me arroja los cadáveres que encierra*
Pero con poder tanto,
¡Oh Adonis generoso!
Es ¡ ay! tu bello encanto
Más que todos los mios poderoso.
El amor es generalmente en toda la obra un amor metafísico, que no es amor, sino un en-
fático desahogo de ingenio; pero la pasión de Venus por Adonis , único afecto caloroso y sin-
(1) Sin contar la comedia de Lope de Vega, J-cZó- (2) Porcél dice: «Hube de penetrar un camino
ni8 1/ Venus, ni el poema Vrnus and Adonis, de hasta ahora de otro no inculcado.»
Shakspeare, publicado en 1593, ni Les Amours de Yti\a.zqaezescrihe,en sus Orígenes de la poesía cas-
Venus íírf'ylt/oníif, obra dramática de monsieurDevi- tellana : «Las églogas venatorias de El Adonis, de
Be, representada en París en 1G85, pueden citarse don José Porcél, son buenas; á que se añade la cir-
muclu'8 poemas inspirados por el mito pagano de cunstancia de ser las primeras églogas venatorias
Adonis, entre otros, la Fábula de Adonis y Venus, que se han escrito en castellano.»
del poeta madrileño Alfonso de Batrcs ; el Adonis, de Ambos se equivocan. El género era raro, pero no
don Diego llurta.lo de Mendoza ; LWdone, del caba- tan nuevo. Ya en 1582 habia publicado Herrera su
llero Marini ; La mnrt d' Adonis, de Lafontaine ; et- égloga venatoria, que empieza :
De aljaba y arco, tú, Diana, armada...
cétera,etc. La historiado Adonis fué asunto acá
démico en varias ocasiones. Puede verse una de ellas
en los Ocios poéticos, de don Ignacio Alvarez de To- (3) Véase el prólogo de El Adonis.
ledo, pág. 21.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL Lxxni
cero que tay en el poema , toma alguna vez un carácter humano y simpático. La diosa so
hace mujer, y mujer apasionada , cuando dice á su terrestre amador :
Huyo ese dios guerrero,
Por sañudo , por fiero;
Solo á Adonis adoro :
Por tí me dejo las estrellas de oro
Y las eternas risas ;
Que es mi cielo la tierra que tú pisas !
Las bellas dotes que estos rasgos denotan , no podian desarrollarse y campear en la cárcel
de ficciones mitológicas en que se encierra la musa de Porcél. Esta herencia de la lucha inte-
lectual del renacimiento permauecia intacta en aquella edad. Las risueñas quimeras mitoló-
gicas de la poesía griega habian ahuyentado el bello pero algo sombrío espiritualismo de la
edad media. El emljlcma era preferido á la verdad, y el emblema mata casi siempre la enér-
gica expresión de los sentimientos morales. No se coniprendia entonces que imitar á los es-
critores de la antigüedad, tomando á la mitología pagana por fuente de inspiración poética, era
imitarlos de una manera falsa y desacordada , porque al cabo en la antigüedad los dioses del
Olimpo griego eran los tipos míticos de sus creencias religiosas, y el arte y la poesía encon-
traban en ellas un impulso directo y una significación profunda. En la literatura de las na-
ciones cristianas aquella mitología no podia ser más que un artificio alegórico convenido, un
medio práctico, por decirlo así , de expresión artística ; y tan así era en nuestra España
creyente y fervorosa, que muchos poetas, lejos de tomar por lo serio la representación simbó-
lica de las deidades de la fábula, buscaban en ellas pábulo á su espíritu festivo y zumbón (1).
Porce'I , aunque no se burla de la mitología griega, la respeta muy poco, pues se atreve á
aumentarla inventando fábulas paganas (2). Toda la obra (son sus palabras) se dirige á per-
suadir que
No hay amor en las selvas con ventura,
y Porcél afirma candorosamente que esta trivial paradoja es el velo que encubre altas verdades
morales y aun teológicas , y especialmente una gran sentencia de san Gregorio (3). ¡ Peregrino
modo, en verdad , de propagar la doctrina de los Padres de la Iglesia , ahogándola en un mar
de ficciones paganas, y entre ellas las leyendas sensuales de Acteon y de Pigmalion, y los
amores incestuosos de Mirra !
El estilo de El Adonis , vigoroso y puro algunas veces , es las más alambicado, confuso y
desleído. Lleva en su desigualdad misma el sello de la inexperiencia , así como el de un pri-
vilegiado talento literario en pugna con la coriaipcion. De cuando en cuando recuerda El
Adonis la poesía de los mejores tiempos ; ya dulce y fluida , como en esta estrofa, con que em-
pieza la égloga segunda :
Amor, ya he conocido
¡ Oh tardo desengaño !
El mal do me ha traido
Tu lisonjero engaño :
Canté tus flechas de oro,
Canté tus triunfos , y tus triunfos lloro ;
(1) Son innumerables los poemas burlescos espa- las más que me sirve la mitología, otras que yo in-
fioles fundados sobre asuntos mitológicos. Uno de los vento ó aplico, como la Pirene^ la del Sátiro conver-
xaás not&bleB es La Proserpina , escrita en octavas tido en piedra , \& Fuente del Desengaño...)) (^Prólogo
por don Pedro Silvestre del Campo, contemporáneo de El Adonis.)
de Porcél. (3) Véase el prólogo de El Adonis,
(2) (í Sirven como de argumento todas las fábulas j
Lxxrv BOSQUEJO HISTÓRICO-CRÍTICO
ya sentenciosa, como en estos versos ;
Por eso á manos mueren
De BUS mismos errores
Los que su antojo á la razón prefieren ;
ó en ÓAtos, en que, empleando el lenguaje antitético á la sazón en moda, deplora Vénua bu
inmortalidad, ante el cadáver de Adonis:
¡Infelices los dioses soberanos,
A cuya dura suerte
No pondrá dulce fin la amarga muerte I
ya en fm , narrativa , gráfica y desembarazada, como en el siguiente episodio de caza, en
que se pinta una zorra perseguida por un perro :
Huye al monte , él la sigue, y ya la asiera,
Si ella con giro incierto al prado verde
Segunda vez no hiciese su carrera.
Ya la erizada cola el can le muerde
Tros veces, pero veces tres lo engaña,
Y tres veces la alcanza , y tres la pierde.
Ladra el can generoso, pues su saña
Mal sufre que en las fuerzas no le iguale,
Y burle la astutísima alimaña.
Así el valor que á la contienda sale.
Juntar lo heroico con lo astuto debe,
Pues donde no el valor, la astucia vale.
Cansada yo de la vulpeja aleve,
Doy una flecha al nervio retorcido,
Y el nervio al aire , que veloz la lleve...
Quien tan gallardamente escribe y versifica, habia nacido, sin duda, para figurar al lado
de los Balbueiias y de los Figueroas, ¿Quién creería que este mismo poeta, á veces tan natu-
ral y tan sencillo, llamase á los olmos verdes jamanes del soto, álos brazos de Venus estrecban-
do á Adonis, pámpanos de cristal , lástimas sonoras al arrullo melancólico de la tórtola, j á
una ninfa que canta,
Hermosa lira de marfil viviente?
La posteridad ba sido en verdad harto indiferente para con el célebre Pared. Consagraba
cierto respeto tradicional su nombre, mas nadie se tomaba el cuidado de buscar sus obras.
El decantado Adonis yacia olvidado en los estantes de bibliotecas particulares (1), en tanto
que los literatos , que por la mayor parte no lo conocian sino de fama , y que nada hacían para
descubrirlo y ¡)ublioarlo, lamentaban con dolientes frases que no llegara á darse á luz una
obra que habia sido tenida por dechado de belleza y de perfección. Quintana, uno de ellos,
doliéndose de no haber jtodido haber á las manos las celebradas áilogas venatorias , dice así:
« Por más esfuerzos que he empleado en buscarlas y verlas, han escapado á todas mis dili-
gencias, y si son tales como se dice, hacen mal los que las poseen en no enriquecer nuestra
literatura con ellas» (2).
TjOs esfuerzos de Quintana no debieron de ser muy grandes; siendo más de aplaudir en
esta ocasión el bueu deseo que la diligencia del ilustre historiador-crítico. Acaso era remora
do su actividad uíi presentiuiiento desfavorable, nacido de su gran instinto.
Aquí'lia negligencia de la posteridad era acaso la salvaguardia de la alta aunque poco di-
fundida lama de /'ere,'}. Los críticos modernos, movidos por su espíritu investigador, no
quieren admirar por fe, siuo ver con sus propios ojos y juzgar con su propia conciencia. Aca-
-Mj desenterrando ahora estas famosas (églogas venatorias cometemos una profanación. Aquel
poeuia , al morir, tenía la belleza de su época. El tiempo ha consumido aquellas perfecciones
relativas, y como quiera que las perfecciones absolutas, de esas que viven siempre, abundan
(1) Tros copias antiguas hornos visto de este poema.
(2) Introducción ó h ¡>r,e.va castellana del siglo xviii.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL rxxv
poco en el poema, es imposible no sentir con su lectura, recordando los extremados encomios
de los contemporáneos de Porcél, cierta desagradable sorpresa, que se asemeja al sinsabor de
un desengaño. Quintana llegó á encontrar El Adonis, j recibió con su lectura la misma triste
impresión que á nosotros nos ha causado (1).
¿ Quién pudiera pensar que en aquel poema El Adonis , tan admirado por el cuerdo y deli-
cado Velazquez, habrían de encontrar los lectores de otra edad trivial y manoseado el asun-
to, pobre el plan, confuso y enredado el estilo? Algunos arranques de poesía, ])cvdidos en
tan estéril y enmarañada trama, no alcanzan á compensar la falta de unidad, de elevación , do
claridad, de sencillez; en una palabra, de estro verdadero.
Mejor fuera sin duda para la gloria de Porcél no volver la vida á su olvidado poema. PerO
la historia literaria impone á la crítica imperiosos deberes, La fuma misma del poema le da
derecho á la luz pública.
No hemos de negársela, por más que, al tocar de cerca la obra, hayan de quedar con esta
resm-reccion algún tanto lastimadas las ilusiones de lo pasado. A pesar del estilo prolijo y
gongorino de este poema, que, con ser tan pobre su asunto, tiene más de 4.500 versos, y á
pesar también de su singular estructura , la publicación de El Adonis es importante para la
historia de las letras y de la lengua, ponjue Porcél caracteriza mejor que otros muchos la
época de transición en que vivia. Pasó sus mocedades fuera de Madrid , y no se educó bajo
la influencia creciente de la literatura francesa; así es que sus bellezas y sus defectos son de
índole puramente española. Si algunas veces imita el estilo crespo y retumbante de Góno-o-
ra , otras , por desgracia las menos , recuerda el estilo dulce y natural do otros felices escrito-
res. En medio de intempestivas y enredadas metáforas, tributo imprescindible á la afectación
reinante, ¡cuántas veces asoman en los versos de Porcél destellos de aquel hechizo de expre-
sión peculiar de los poetas de la edad dorada! Hasta en el discreteo sabe ser diserto y lírico
juntamente, como los poetas esclarecidos del siglo xvn. ¿Quién, al leer los siguientes versos
de la fábula de Alfeo y Aretusa, no siente el halago que causan el lozano estilo de los idilios
de Villegas ó de Espinosa?
Si piensas, ninfa bella, que no dura
Un instantáneo amor, y excusas, fiera,
El bien que me promete esta ventura,
Para crecer, amor tiempos no espera.
Si el ver y el adorar una hermosura
Son dos cosas, ninguna es la primera;
Yo te vi , yo te amé , y otros amantes
No te adoraron más, te amaron antes.
Dueño soy, si soy tuyo, ¡qué fortuna!
De cuanto engendra la ribera amena;
Mil arroyuelos desde su alta cuna
Bajan su planta, á mi dorada arena :
Contémplase en mí el sol, la errante luna
Aun no se mueve en mi quietud serena ;
Mas, ¿para qué numero bienes tales,
Si ya sólo soy dueño de mis males ?
Á veces, especialmente en los versos cortos, demuestra Porcél tan notable desemloarazo y
tal firmeza de estilo, que dan motivo á creer que en mejores tiempos habría podido llegar á
(1) Hé aquí la interesante noticia que á este pro-
pósito nos lia comunicado nuestro excelente amigo
y compañero el señor üartzenbuscli :
« Pasé al Puerto de Santa María en el mes de Fe-
brero de 1849, con el encargo de reconocer la libre-
ría del difunto don Juan Nicolás Bohl de Faber, que
el señor don Manuel Bretón de los Herreros, direc-
tor de la Biblioteca Nacional, trataba de adquirir
para ésta. Registrada la librería , teniendo á la vista
el catálogo que presentaron los herederos de Bohl,
eché menos algunas obras ; y aquéllos me ofrecieron
en compensación varios manuscritos que no figura-
ban en el catálogo. Escogí los que me parecieron
Blas estimables, y uno de ellos fué El Adonis ^ fe-
bula venatoria en varias églogas, que, sin llegar á
publicarse, había obtenido gran celebridad en el si-
glo pasado. Comprada la librería de Bohl de Faber,
y traída á la Biblioteca Nacional, el excelentísimo
señor don Manuel José Quintana llegó á saber que
se hallaba en Madrid el manuscrito de El Adonis,
poema que había deseado muclio ver, al formar su
colección de poesías selectas castellanas, y le había
sido imposible alcalizarlo. Satisfecha al fin, por mi
cuidado, su antigua curiosidad, me dijo, al devol-
ver el códice, que ¡a tal curiosidad y deseo habian
sido en realidad excesivos, porque no merecia tanto
la obra. — Juan Eugenio ffartzenbusch.))
txxn BOSQUEJO niSTÓRTCO-CIíÍTICO
Ber un escritor de orden elevado. Sus contemporáneos comprendían que no era común el va-
lor de las prendas intelectuales de este poeta, y le miraban con afecto y respeto hasta las per-
sonas más encumbradas. El Conde de Torrepalrna, singularmente, le distinguió con la más
estrecha amistad, y aun le hospedó en su casa, como puede inferirse de estos versos de la
festiva carta familiar que le escribió Porcél para distraerlo de la pesadumbre que sentía por
la nuicrte de su hijo primogénito :
Tenga en tu casa un rincón,
Ocios, libros, mesa y cama
Muérase el mundo, y que viva
El Conde de Torrepalrna.
Poco en verdad , sabemos con certeza acerca del carácter y de las prendas morales de Por-'
cél. Al verle tan considerado por las aristocracias nobiliaria é intelectual de su época, no es
lícito formar sino conjeturas muy ñivorables. Puede, no obstante, sospecharse que era des-
medido su en"-reimiento, al verle declarar abiertamente á su siglo incapaz de comprender sus
obras (1).
Entre los fundadores de la Academia Española, hombres dados á estudios graves, habia
aln-unos cultivadores de la poesía. Ademas de Alvarez de Toledo, de quien ya hemos dado
noticia, fray Juan Interian de Ayala , profundo teólogo y orientalista, erudito crítico del
arte cristiano (2) y elocuente orador sagrado, se dedicaba con afición á escribir versos la-
tinos V castellanos (3). Á su muerte, ocurrida el 20 de Octubre de 1730, amigos y com-
pañeros suyos de la misma Academia escribieron romances en alabanza del sabio mercena-
rio (4). Á pesar del propósito del ilustre instituto, de atajar el torrente conceptuoso, estos
romances están sembrados de pensamientos alambicados, aunque algunos no sin ingenio y
gala, como el siguiente ;
No eclies menos en la tumba
Obeliscos, pues que salen
De las hojas de tus libros
Tantas lenguas que te aclamen.
Hasta el frío y prolijo analista don Juan Perreras cultivaba las Musas, intentando acredi-
tar con el ejemplo la doctrina de la Academia. Pero era hombre de su época, y aunque aca-
démico y reformador, pagaba, sin caer en ello, copioso tributo á la moda conceptuosa. Es-
cribió varias poesías líricas castellanas, y un auto titulado La Paz de Atigusto. Dos años no
cabales después de instalada la Academia Española, leyó en ella con aplauso una composi-
ción bastante correcta, (|ue demuestra, sin embargo, cuan indulgente y contentadiza era la
crítica literaria de aquellos tiempos (5). tíu importante obra. Sinopsis histórica cronológica de
España (diez y seis tomos) , le granjeó grande y duradera fama. No es posible recordar sin
veneración y simpatía aquel austero carácter, aquella condición modesta y sencilla. Llevó á la
sepultura tres mitras á los pies, como testimonio de haber renunciado otros tantos obispados.
Apenas quedan otros nombres , después de los ya mencionados , que merezcan tener cabida
en esta somera conmemoración del triste período Hrico que corresponde al reinado de Felipe V,
(1) (iS.lo rosta, lector, advertirte que el callar (5) Fué leida el 16 de Mayo do 1715. La Acade-
mi nombro no lu tengas por niera modestia. ¡ Siglo mia declaró que el estilo de la composición era con-
fucrn on que tuviera vanidad on publicarlo!» {Prú- forme á su instituto.
logo de. El Adonis.) Está escrita eu octavas, y se titula así : El Prín-
(2) Pictor Chriiitianm eruditas, etc. ; un tomo en cipe, nuestro seTior, da vida y libertad á una paloma
'"''^- que. volando cayó á los pies de la Reina, nuestra se-
(3) Opúsculo poética, Sl&árid, 1729, en 8." — Va- ñora. (MS. de la Academia Española.) Véase esta
tíos elogios en prosa y verso. (MS.) poesía en uno de Jos tomos siguientes de la presente
(4) MS. de la Academia Española, colección,
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL Lxxvir
fcomo no sean los de don Bernardo de Quirós y don Juan Vdez de León. Era aquel un caba-
llero asturiano , poeta de vena fácil y festiva , que murió en la flor de su edad, en la batalla
de Zaragoza, durante la guerra de sucesión, siendo teniente-coronel del regimiento de As-
turias. El Marqués de Santa Cruz de Marcenado y el maestro Feijóo, jueces ambos calificados
y severos , lo presentan como insigne poeta. Feijóo , principalmente , le tributa encarecidas
alabanzas. Para tasar ahora su mérito con la imparcialidad propia de quien juzga de cosas re-
motas, bastará decir que, si bien aplaudido por varones de cuenta, Quirós , aun en su tiem-
po , era tenido por poeta inferior á Gerardo Loho, á quien se asemejaba tanto, que llegaron á
confundirse los versos de ambos (1). Don Juan Velez de León pasó nuichos años en Francia,
Alemania é Italia, ya con el Conde de Benazuza, embajador en Venecia, Francia y Alemania;
ya como secretario de cámara del Marqués del Carpió, embajador en Roma y virey de Ñapó-
les; 3'a como o-obernador de Puzol, ya como secretario de justicia en Ñapóles. Era hombre
de gran despejo y capacidad, y de ingenio festivo y agudo, también por el estilo de Gerardo
Lobo (2). Mientras residió en Roma, formó parte de la academia ó tertulia literaria de la reina
Cristina de Suecia. En 1688 leyó, en presencia de esta señora y de orden suya, un chusco
dictamen «sobre si una dama que tenga hermosa dentadura, debe desear tener la boca chica
ó grande.)) ¡Extraño asunto para escogido por la célebre hija de Gustavo-Adolfo, á la edad
de sesenta y dos años, en la cual, como hija del Norte, tendría probablemente su propia den-
tadura en desastroso estado !
Algunos escritores , movidos por la envidia , ó mal avenidos con la disciplina literaria in-
troducida en España á la usanza de la corte francesa, atacaron á la Academia Española en
los años inmediatos á su fundación. Contra ellos se creyó obligado Lnterian de Ayala á echar
todo el peso de su autoridad , aprovechando, para defenderla en el pulpito, la ocasión de pro-
nunciar la oración fúnebre en las exequias del primer director y principal fundador de la
Academia , el esclarecido Marqués de Villena. Entre estos escritores puede contarse á Velez
de León , que compuso versos zahiriendo duramente á la Academia y á los académicos , en
especial á Nasarre. Verdad es que Velez de León era de aquellos que se burlan de todo,
hasta de sí mismos. Hé aquí , como muestra de su estilo, un soneto en que hace una des-
cripción burlesca de su propia persona :
Pero tengo, entre otros, cierto pero,
De emprender todo, cuando á nada abordo.
Poeta, historiador y secretario,
Todo he llegado á ser, mas duré poco,
De numen pobre y genio perdulario.
Éste es, pues, mi retrato, en que os provoco
A risa viendo humilde á un temerario,
Que si fuese pintado, sería un loco (3).
MI RETEATO.
Soy un hombre pequeño, tosco y gordo ;
Fui de cabello negro y pié ligero,
De humor alegre, en lo esencial severo,
Semblante adusto, y á las veces sordo.
En todo pico, como suele el tordo,
Menos en la maldad de lisonjero;
(1) El canónigo don Carlos González de Posada,
amigo de Jovellanos , y fidedigno escritor asturiano,
dice que algunos de los romances publicados como
de Gerardo Lobo eran de don Bernardo de Quirós.
Cita entre ellos, no sabemos si con bastante funda-
mento, uno que empieza Oyes tú , ¿cómo te llamas?
y el Soliloquio amoroso.
(2) El lectoral Trianes, de Cádiz, tenía en su co-
piosa librería un códice con varias obras en prosa y
verso de Velez de León. Manuscrito en folio, 256 fo-
jas,— Don Bartolomé José Gallardo examinó este
manuscrito. Llamó en él su atención un estudio en
prosa, titulado Principio y progreso de la comedia
española, y copió de su puño algunos versos de
Velez de León, que tenemos á la vista. — Alvarez y
Baena dice en su Diccionario histórico de los Hijos
de Madrid, que poseía un grueso tomo autógrafo
con versos de Velez de León, y cita ademas otro
códice en folio de poesías del mismo autor, titulado
El mal humor de las JIusas.
(3) Papeles sueltos de la biblioteca de Osuoa.
txxrai BOSQUEJO HISTÓBICO CKÍTICO
CAPITULO VIII.
Época de Fernando VI.— Gana terreno U reforma doctrinal.— Torrepalma.— 27 Deiicalion.— El Juicio final.—
Bor Añade San Jerónimo.— Paralización del espíritu poético. — Montiano. — Nasarrc. — Academias corruptoras
del gusto,— Academia de los Jrca</fa.— Academias provechosas é, la civilización literaria.- Academia del Buen
Güito.
Al cmpczai- el memorable reinado de Femando YI, que fué como la preparación de la
grande ópt)ca de Carlos III, aun duraba, y habia de durar todavía mucho tiempo, en las letras,
i'l e.stado de lueha que hablan traido las innovaciones doctrinales del anterior reinado. Pero
iban éáta.s madurando, y caminaban rápidamente á su triunfo completo.
Uno de los pocos escritores que tuvieron la fortuna de dar algún fruto sazonado de inge-
nio en medio de esta confusión literaria, ftié don Alfonso Verdvgo y Castilla, conde de Tot'
7-epalma. Del silencio absoluto que guarda Quintana en el Tesoro del Parnaso español acerca
de la vida de este poeta, en quien reconoce «talento eminente para versificar y describir»,
puede culefTÍrse que, sancionado ya con la autoridad de esclarecidos escritores el imperio de
las ideas seudo-clá.sica.s francesas en las letras castellanas, llegó á ser, si no escarnecido, casi
olvidado el insiorne autor del Deucaliun en el último tercio del siglo xviii. En verdad, no
liav |)or qué maravillarse de este desdeñoso desvío de parte de unos hombres que cifraban su
'doria en ser filólogos reformadores antes que poetas, si se considera que el Conde de Torre-
pahua era todavía uno de los más genuinos representantes de la poesía culta, de aquel inge-
nioso desatinar (1), que el tiempo, la razón y el prosaísmo dominante iban desterrando en
aquelhi época. ¡ Cuál sería su significación de poeta recóndito y alambicado, de aquellos que
transformaron las musas castellanas en sibilas cumeas (2), cuando su entrañable amigo Porcél,
el autor de las ampulosas y confusas églogas venatorias de El Adonis , le juzga en la Acade-
mia del Buen Gusto con estas palabras, que pone en boca de Femando de Herrera! :
« Nombre más propio que el de este académico no le ha usado alguno de sus compañeros.
Llámase el Difícil (3), y con la misma justa razón se podría llamar el Duro, el Confuso, el Mis-
terioso, y otros epítetos más propios de un habitador de la cueva de Trofonio (4) que de las
amenidades del Parnaso... Cuando escriba heroico ó lírico, será
Imitador undoso
De las oscuras aguas del Leteo» (6).
Porcél, temiendo sin duda haberse mostrado por demás severo en su burlesca censura, ha-
ce que salga Góngora á la defensa de Torrepahna, y hablando, como en causa propia , de las
prendas poéticas del Conde, no hace sino confirmar el achaque de enfático y áe gongoñno que
le ntribuian las gentes de su tiempo. Y lo más peregrino es que Porcél hace recaer la respon-
saliilidad del gongorismo sobre el os magna sonaturum del príncipe de los preceptistas latinos.
«Más parece (dice Góngora) que Herrera me ha impugnado á mí que al Difícil... Yo an-
tepongo sus poemas á otros cualesquiera que sólo tengan dulzura y fluidez. Ni me oponga él
mal entendido precepto de Horacio:
Non satis est pulchra esse poemata; dulcía suntoj
(1) Expresión de Moratin. presidia accidentalmente el Conde cuando Porcél 1«
(2) Expresión burlesca de don José Antonio Por- dirigia estas palabras.
^^'- (4) Uno de los oráculos más célebres de los gen-
(3) Nombre que adoptó el Conde de Torrepalma tiles.
en la academia de la Maríjucsa de Sarria, la cual (5) Góngora, El PoU/emo, octaya 6,'
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL Lxxix
porque le opondré yo la definición del poeta, verdaderamente tal, que él mismo nos da en
estos términos... Ingenio feliz ^ mente divina, magnilocuencia , éifasis , cultura;
Ñeque enim concludere versum
Dixerig esse satis; ñeque, si quis scribat, utinos^
Sermoni propiora , pufes hunc esse poetara.
Jngenium cui sit, cui mens divinior, atque os
Magna sonaturum, des nominis hujus Jionorem.
(Sát. IV, lib. I.)
A este carácter aspiré yo ; éste es el de nuestro Difícil y de todo poeta digno de tal
nombre» (1).
No merece en verdad Torrepalma, ni la indiferencia de la generación que siguió inmedia-
tamente á la suya, ni el tono desdeñoso con que de él han hablado Ticknor y algunos otros
escritores. Su Deucalion no pasa de una imitación ovidiana , impregnada en muchas partes
del mal gusto que todavía reinaba en su tiempo ; pero es una imitación valiente y luminosa,
que no es dable desatender. Rasgos hay en ella de primorosa concisión y de altísimo vigor
descriptivo, en que aventaja al latino el poeta castellano. Y no hay exageración alguna en esto
que decimos.
Para convencerse de ello basta comparar el Deucalion con los pocos versos del primer li-
bro de Las Metamorfosis, que han dado impulso á la imaginación del Conde de Torrepalma,
El Deucalion no puede llamarse con propiedad, ni copia, ni perífrasis. Está sembrado el poe-
ma español de imágenes delicadas , de cuadros vigorosos, que no ocurrieron al poeta romano.
Este se contenta con trazar en veintiocho versos, magníficos en verdad, un rápido bosquejo
de los desastres materiales del diluvio. Torrepalma no malogra la ocasión de conmover, pre-
sentando imágenes nacidas de las angustias del corazón en aquel espantoso trance. No hay
que buscar en Ovidio aquella familia que , acosada por las revueltas aguas , arroja las rique-
zas que intentaba salvar en las alturas ; ni aquel hijo que acompaña á su padre anciano, y, en
el horrible vértigo,
huye esperando,
La mano, el brazo, el hombro al padre dando ;
ni aquel que corre al templo, invoca postrado la clemencia del ídolo, y lo profana luego,
encaramándose, para guarecerse, sobre la estatua gigantesca; ni el hombre que al tenderlos
brazos para colocar á su esposa á las ancas de su caballo, ve el lugar ocupado por su enemigo,
y traba con él ardua contienda, hasta que
al dudoso
Trance que de tan rara lucha pende,
Pone funesta paz la onda que asciende;
ni, por último, aquella madre que, refugiada en una roca, coloca en sus hombros al tierno
infante, y al cabo, arrebatada por las aguas, ya en la ansiosa agonía de la muerte,
Va el hijo entre las ondas levantando.
Para dar idea de la imitación de Torrepalma , tan sin razón llamada perífrasis , bastan los
siguientes ejemplos.
Ovidio pinta así la impetuosa creciente de los ríos y los contrastes repentinos de la tierra
anegada :
Aperite domos , ac , mole remota,
Fluminibus vestris totas immittite habenas,
-... Ducit remos ilUc , ubi nuper ararat.
Sic summa piscem deprendit in ulmo.
Figitur in viridi, sifors tulit, ancora prato.
(1) Don José Antonio Porcél, Juicio lunático, etc. (MS.)
^xxx BOSQUEJO niSTÓRTCO CRÍTICO
Así describe Torrepalraa los mismos efectos :
Las dulces venas de las claras fuentes, Los peces se deslizan en cnadrüla
Quo bebió en riego escaso el verde prado, Subre la grama en que saltó el cordero;
Los peñascosos cauces impacientes El risco ya es escollo, y ya la piedra
Rompen, y el campo borran inundado. Cubren las algas, que vistió la hiedra
Los viejos' ríos las mojadas frentes El piloto, que al fin de su jornada
iTevantan con horrible ceño airado,
Y las urnas volcando, aun juzgan poca
La vasta plenitud de su ancha boca.
Vuelve el pino á sus montes; ya la quilla
Navega el valle en que arraptró primero ;
La altura en que anidaba la sencilla
Paloma alberga al tiburón roquero;
Desde lejos descubre el patrio suelo,
La improvisa tormenta viendo armada ,
Las faenas duplica y el anhelo ;
En tanto, de las ondas superada
La patria, pierdo el tino y el consuelo;
Fluctúa extraño mar la propia tierra,
Y en sus techos las áncoras aferra.
Éstas no son explanaciones palabreras; son las ricas imágenes de una inspiración robusta
V abundante; v el risco ya es escollo, no es expresión menos feliz que el omnia pontics erant, con
que tan briosamente pinta Ovidio la invasión total de las aguas.
No ha licuado á nosotros el poema de Torrepcdma sobre la Libertad del pueblo de Israel , ni la
mayor parte de sus versos líricos ; pero tenemos un indicio poco favorable de su sensibilidad
poética en una carta en verso, dirigida á su amigo Porcél desde Ciempozuelos , adonde se
iiabia retirado por algunos dias con el triste motivo de la pérdida de su hijo primogénito, á
quien, al decir de sus contemporáneos, amaba tiernamente. Porcél , para distraer al Conde,
con el cual le imian estrechos vínculos de amistad y agradecimiento, le escribe una carta llena
de donairoso desenfado, y le da somera noticia de una de las juntas de la Academia del Buen
Gusto, que era en Madrid su más sabroso esparcimiento. Torrepalma, no sólo halla aliento
para contestar en verso, hablando de su muy grave y reciente infortunio en forma artificial,
sino que discurre con afectadas frases y enmarañados conceptos , que se avienen mal con la
expresión sencilla, única qiie cuadra al dolor verdadero. Así empieza su carta :
Desde el desierto, y aun desde
Aquella encendida zarza
De no embotadas espinas,
De no amortecidas llamas,
Que así pungente , que así
Voraz la memoria guarda
De una aguda ardiente pena
La incombusta pertinacia
Los amigos del Conde admiraron estos afectadísimos versos. « ¡ Felicísima ocurrencia y
combinación singular! (exclaman). ¡Describir en sólo dos coplas el sitio desde donde escribe,
la tarea en que se ocupa del poema de Moisés, y el estado de su pena!))
¿ Quién no columbra en estas palabras el alucinamiento de la amistad y la costumbre de
la manía alegórica? ¿Cómo Porcél, autor de las palabras citadas, que en el estilo suelto y
natural de su carta (1) habia dado sano ejemplo á Toi^repalma, no advierte que aquellos ver-
sos , que aplaude , no son más que un galimatías metafórico, donde no hay sagacidad que al-
cance á descubrir ni el pueblo de Ciempozuelos, ni el poema de Moisés, ni siquiera el dolor
de un padre acongojado que recuerda la muerte de su hijo? No queremos suscitar dudas
acerca de la ternura paternal del Conde, que se patentizó por varias maneras ; sólo aspiramos
á liacer notar adonde lleva en las letras la seducción del artificio en las edades de corrup-
ción y de pedantería.
Como quiera que sea , no nos parece aventurado afirmar que las escasas muestras de poesía
lírica fpio aun se conservan del Conde de Torrepalma, todas inferiores á las magníficas oc-
tavas do El Deurnliou, no permiten considerarle como un escritor dotado de sensibilidad ver-
dadera , de esa que , aun á los Gracianes y á, los Góngoras , arranca á. cada paso, y entre la
(1) Véase esta carta en las poesías de PorcéL
I
LXXil
t>E LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL
balumba del ornato metafórico, acentos íntimos del alma. Torrepalma era , ante todo, hom-
bre de alto espíritu , de noble temple , de pintoresca fantasía. Los asuntos encumbrados
lo cautivan. No le basta haber pintado, en El Deucalíon, la destrucción del linaje humano
por medio del agua. Intenta cantar la destrucción del mundo por el fuego , y escribe El
Juicio final. De este poema sólo llegó á formar Ton-epahua como un bosquí^jo, que se nn-
prime ahora por primera vez (1). Aunque obra desigualé incompleta, contiene El Juicio
final algunas octavas dignas de campear al lado de las mus robustas de El Deucalion. Hé
aquí cómo pinta á los monarcas y á los conquistadores ante el tremendo tribunal del Juez
supremo :
¡Oh , las que tiemblan, coronadas testas I
¡Oh, las sacras tiaras que allí gimen!
Las púrpuras al hombro son molestas ;
Las diademas no ajustan, sino oprimen.
Ya, la soberbia y majestad depuestas,
Los ánimos reales se comprimen ;
Ya siente Hostilio que su tosca lana
Se viese en el imperio augusta grana.
Confúndese Alejandro en sus victorias,
Y el Grande nombre lo publica injusto;
Pompeyo gime sus pasadas glorias,
Y César llora su laurel adusto;
Los Scipiones desprecian sus memorias,
A Octaviano desdórale lo augusto^
Decio infama á su saña las porfías,
Y el bárbaro Nerón sus tiranías.
La virtud sola, con la faz serena,
Sin miedo asiste al tribunal sagrado;
No revuelve en su pecho mortal pena,
Ni la consume, tácito, el cuidado.
El Juez la mira, de sus gracias llena,
Con vista amante, con benigno agrado;
Convídala á su diestra, y ella sube
En rico trono de dorada nube.
Al que inútil cubrió tosco vestido,
Rica gala ya adorna, honor luciente;
Todo el sol lleva, en partes dividido,
La preciosa diadema de su frente.
En sus propios diamantes va encendido
El collar de su cuello trasparente,
Y en la mano, que luces multiplica,
Gloriosa palma la victoria indica.
Estas octavas , y otras varias del poema , denotan un numen de grande aliento y un inge-
nio muy cultivado. Pero ¿qué mucho? El conde don Pedro Verdugo^ persona de vasto sa-
ber, poeta distinguido (2) é individuo de la Academia Española, trasmitió a sus hijos don
Alfonso y doña Ana su noble espíritu y su afición á las letras. Doña Ana llegó á ser aquella
poetisa sor Ana de San Jerónimo, religiosa profesa del convento del Ángel (Franciscas Des-
calzas de Granada) , que llenó de admiración á cuantos la conocieron , por sus acendradas
virtudes , por su ingenio clarísimo y por su erudición extraordinaria.
Los ilustrados monarcas Fernando VI y Carlos III reconocieron y utilizaron en favor de
la patria las elevadas prendas que atesoraba el alma del Conde de Torrepalma (don Alfonso),
y éste subió con gloria á los más altos puestos del Estado (3). Mozo todavía, institviyó en
su casa de Granada la célebre academia llamada del Trípode , cuyo objeto principal era con-
tribuir con el estudio y el ejemplo á acrisolar el idioma castellano. Más adelántelas tres Aca-
demias Reales , Española , de la Historia y de las Nobles Artes , le admitieron gozosas en su
seno. Para los hombres sobresalientes de su tiempo, el Conde de Torrepalma fué , no sólo un
Mecenas literario, sino un amigo cordial y generoso.
Al paso que Porcél, Torrepalma y otros poetas de ingenio, que se habían alistado en la
nueva escuela desdo el primer período de la reforma doctrinal, fueron en breve mirados por los
críticos con indiferencia ó desvío, porque no representaban de un modo cabal la doctrina clá-
(1) Nos ha sido comunicado por nuestro bonda-
doso amigo, el señor duque de Gor, descendiente del
ilustre poeta. Era desconocida esta {)rediosa , aun-
que incompleta, obra de Torrepalma.
Eduardo Young , el célebre poeta inglés, autor de
Las Noches , habia puljlicado pocos años antes un
poema titulado El Juicio final. Pero ninguna co-
nexión tiene con esta obra la del Conde de Torre-
palmtl.
(2) Autor de un poema titulado La Oliva.
(3) Véase la noticia biográfica de Torrepalma, al
frente de sus poesías.
Lxxxn BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
sica francesa ^l/un/inno, que entró más bondamentc en ella, ailquirló desde luego, y gozó
durante el sio-jo xviil, cierta autoridad j no pequeña nombradía. (íVelazquez, dice Sempere,
solamente encontró en su tiempo, esto es, por el año 1754, dos autores dignos de poner en
la lista de los buenos poetas castellanos : don Ignacio de Luzan y don Agustín de Montiano.y)
Dotado de entendimiento claro, do cordura y de sano corazón, pero sin estro alguno poé-
tico, .}fon(iano se distinguió ante todo en los arduos negocios de la Primera Secretaría de
Estado, (¡ue tuvo á su cargo (1), En las letras, que pugnaba por apartar de la senda extra-
viada que entóneos seguían, la crítica ftié el campo natural de sus tareas. Escribía en prosa
con desembarazo y corrección , estaba muy versado en las letras griegas , latinas , italianas y
francesas, v no liabia género de poesía que no quisiera analizar, explicar y metodizar. Era
uno de esos hombres apasionados de la regularidad y del orden , que juzgan que todo, sin
exclnir el mundo ideal, puede y debe subordinarse á la doctrina y á las reglas, y que el
acierto en artes y letras depende únicamente de la observancia severa de los preceptos de la
razón. La oda, la égloga, la tragedia, la sátira, fueron objeto especial de sus estudios doc-
trinales, y en todos estos géneros probó sus fuerzas é intentó sustentar con el ejemplo la
doctrina. ¡Estéril propósito! Las Musas son siempre de índole indisciplinada y antojadiza; y,
rebeldes al llamamiento del filólogo frió y acompasado, demostraron entonces, como siempre,
que , sin estar en pugna con la razón , viven y respiran especialmente en los campos risue-
ños, fantásticos ó borrascosos de la imaginación.
Las j)fufas pa7'a el uso de la sátira son uno de los estudios más curiosos y más característi-
cos de Montiano. El crítico casi desaparece ante el varón timorato, indulgente y cristiano.
La sátira de los gentiles le parece un monstruo de perniciosas calidades. Empieza diciendo que
en su juventud gustaba de la sátira, «hasta que la edad y la experiencia le enseñaron á mi-
rarla cauteloso y aun con indiferencia, que degeneró en tedio y desvío.» — ¡Excelente Mon-
tiano! Después de esto, ¿cómo ha de ser él legislador de un género que aborrece, sin desna-
turalizarlo con escrúpulos y restricciones exageradas?
El hombre que con ínfulas de reformador combate el teatro libre , dando leyes á la trage-
dia, y escribe en seguida la Virginia y el Ataúlfo, que es imposible leer de corrida sin un
esfuerzo poderoso de voluntad, deja harto probado que Dios no habia encendido su mente con
lu llama de los poetas. Sus églogas y sus canciones son casi tan desmayadas como sus trage-
dias. Alguna vez quiere remontar el vuelo poético en la oda (2), y si encuentra , como por
acaso, algún destello do entusiasmo ó alguna frase de entonación elevada, pronto vuelve á su
natural esfera insípida y prosaica.
En su tiempo fué Montiano muy admirado. Y ¿cómo no habia de serlo quien, á sus eleva-
das prendas de carácter, unía verdadero talento de prosador firme y acrisolado, quien en su
lenguaje supo huir hábilmente de los escollos que ofrecían al idioma patrio, en aquella
época de trasforraacion , por una parte los resabios existentes , y por otra los elementos
exóticos que iba ya entronizando el cultivo preponderante de la literatura francesa? En
la Academia del Buen Gusto, donde se reunían los poetas más autorizados del reinado de
Fernando VI, Montiano, que fué secretario de la Academia, leyó algunas poesías suyas,
y ademas la tragedia Virginia, la cual fué recibida, si no con aplauso, con reverente apiré-
elo por aquel grupo de estimables humanistas que se juzgaban restam'adores de la poesía
española.
En el Juicio lunático de las obras leidas en aquella memorable academia, escrito por
don José Porcél, varón de grande autoridad en aquellos tiempos, pone éste oportuna-
(1) Véaso la noticia biográfica que se publicará, en la Academia de San F'emando, el día 3 de Junio
en uno de los tomos siguientes, al frente de las poe- de 1763, y empieza así :
sias de Montiano.
(2) Sirva de ejemplo la oda A las A ríes, que leyó * ^"^""^ *°"^ sagrado...»
DÉ LA poesía castellana EN EL SIGLO XYIIL Lxxxiir
mente una curiosa crítica de la Virginia en boca del antiguo poeta Francisco López de
Zarate, celebrado por Lope, escritor árido como Montiano, y que, como él, un siglo an-
tes , se habia empeñado en observar rígidamente en su Hércules Furente los preceptos clá-
sicos.
Con estas enfáticas alabanzas termina López Zarate su juicio del autor de la Virginia:
«Licurgo colocó la estatua de Eurípides entre las de los demás griegos famosos. Entro
ellas debemos exaltar la de nuestro Humilde (nombre académico de 3íontiano), con igual
mérito que á la de Sófocles , pues no desdicen ambos coturnos. Entre tanto felicitemos á
la nación de que éste , su defensor generoso, se empeñe con tanto celo j con tanto logro
en ^^udicarla de la nota con que las extranjeras la insultan, y de que su ejemplo animo
la pereza de los ingenios de España, prociu-audo restablecer el teatro. El único fin y heroico
deseo de nuestro Humilde, cuando no fuera tan sobresaliente el mérito de la obra, le hace
acreedor á los más altos elogios.»
Tal era el imperio del conceptismo, que hasta Montiano, el glacial y sensato Montiano, rin-
de culto alguna vez, impensadamente, al gusto sutil y enmarañado de su tiempo. De ello hay
muestras en un romance endecasílabo suyo que encontramos como perdido en una Justa
poética celebrada en 1727. Era uno de los asuntos dados á los competidores, la muerte de
san Luis Gonzaga, ocasionada por el afán de su caridad en asistir á los enfermos de un hos-
pital.
Hé aquí algunos versos, los menos conceptuosos de'éáte romance :
¿Será que en los espacios feí-vo rosos
Donde la heroica caridad se ensalza,
Enseñado á vencer, vuestro ardimiento
Supo no hallar instante sin hazaña?
Á la hoguera que el celo diviniza,
Pábulo soberano la dilata,
Y acrisolando el mérito la ofrenda.
Quemó la vida en las excelsas brasas.
La corona que orlando vuestras sienes,
índice fué de la gloriosa fama,
Fausta constelación de eterno influjo.
Se fijó entre los timbres de la patria.
Hemos copiado estos versos , que escribió Montiano cuando no habia llegado á los treinta
años, porque sugieren una reflexión importante de historia literaria. Prescindiendo del espí-
ritu conceptuoso, hay en ellos una altura de entonación , un calor y una armonía , de que no
se encuentra ni un destello en las obras poéticas que Montiano escribió en la cabal madurez
de su vida literaria. ¿ Será que el poeta perdió su inspiración cuando, al entrar en la senda
de la sensatez crítica francesa, abjuró, por decirlo así, de la poesía genuina de su patria?
Puede hasta cierto punto sospecharse. Pero, ¿cómo culparle por ello? Era hasta una necesi-
dad histórica poner coto á aquel torrente de mal gusto, que torcía el recto sentido de los es-
pañoles , y afrentaba á la civilización intelectual de la nación. Montiano, que en aquel mo-
mento de lucha entre dos impulsos literarios , no podia alcanzar una conciliación ecléctica, que
sólo ha llegado á ver claramente la Europa más de un siglo después , no titidjeó entre la fría
razón y la imaginación extraviada. Se decidió por la sensatez , que era grande en Montiano,
aunque no tan grande, que llegase á ver que ella sola no podia constituir una literatura na-
cional bella y vigorosa. El crítico reformador no fué tan imparcial como lo requería la fama
de sensato que le dieron los hombres de su siglo. Le cautivó de tal manera la escuela fran-
cesa, que se tornó incapaz de sentir, y por consiguiente, de juzgar el espíritu y las bellezas
esenciales de las letras castellanas del siglo de oro. A no ser así , ¿ cómo habría podido dar la
preferencia á la supuesta segunda parte del Quijote , de Avellaneda , sobre la misma parte
genuina de Cervantes? (1).
Llegó á perder Montiano á tal punto el sentimiento poético, que no se limita á extremar la
(1) Aprobación de la edición del Quijote de Ave-
llaneda, hecha en 1732. — «No creo, dice Montiano,
que ningún hombre de juicio pueda declararse en
favor de Cervantes, si compara una parte con otra,))
LxxxiV BOSQUEJO HISTÓRICO CRITICO
llaneza del estilo en sus versos. Los asuntos que escoge , dan claro indicio alguna vez de sü
lUlta coinnletu de facultades estéticas. Unas liras leyó en la Academia del Buen Gusto en ho-
nor'del ¡lustre Xusan-e, á quien afligía á la sazón la enfermedad de la gota. Un verdadero
jjoeta habria cantado al hombre sabio, al esclarecido académico. Montiano toma por asunto la
nota, V apura todos los recursos de su ingenio para definir poéticamente esta prosaica enlcr-
niedad. ^ • ^^
Hé aquí iin ejemplo de esa poesía, que, en el lenguaje flamante de ahora, podría Uamarse
de grosero realismo :
Tú , de humor engendrada , Mas cuando le combates
Ácido venenoso,
La parte insultas menos defendida
Ilasla los pies te abates
Con mástara traidora
Del que intentas poner en tus cadenas;
Con mano vencedora
Los delicados nervios y las venas,
Con tal rigor y penas
Le ligas, que no atina
Á desatarlos, no, la medicina.
Esto es de<Tadar la poesía, y en cuanto al prosaísmo de estos versos, no se encuentra igual
en todo el si5o xviil, hasta que se llega á dar con las poesías de Montengon, de Olavide ó
de don Pedro de Silva.
ScTun antes hemos indicado, la fama de Montiano no quedó encerrada en los límites de su
l)atria. Lessing no lo admira, pero lo menciona con aprecio. Academias extranjeras se hon*
raron con sn nombre , v fué amigo de varios sabios europeos , con los cuales mantuvo activa
corresi)ondenc¡a, especialmente con el caballero portugués Conde da Ericeira y con los es-
critores franceses Louis Racine, hijo del famoso autor dramático Jean Racine, y monsieur
D'Hermillv, traductor y anotador de la Historia de España, de Terreras (1), y traductor
también de los dos famosos discursos de Montiano sobre las tragedias españolas.
En suma, Montiano resplandeció en las letras como prosista castizo y severo; y si no es
dable presentar sus versos ni como dechados de los diferentes géneros á que pertenecen , ni
tampoco como sabrosa ó brillante poesía, no pueden menos de ofrecer interés en nuestra his-
toria literaria como muestras de las vicisitudes del idioma castellano, y de la trasformacion
casi repentina que experimentó la poesía en manos de los primeros filólogos que combatieron
con autoridad y con entereza los delirios del gusto poético de aquella era. JVasarre, Luzan,
don Juan de Triarte y Montiano representan , mejor que otros escritores , aquel período doc-
trinal en que la poesía, de extravagante y conceptuosa, se tornó difusa, glacial y amane-
rada.
El sentido común triunfó, sin duda; la poesía ganó muy poóo.
Don Blas Antonio Nasarre fué uno de los individuos más sobresalientes que tuvo en sus
años primeros la Academia Española. Gran latino; teólogo, jurisconsulto; humanista insig-
ne. Atacó el teatro antiguo español, en su prólogo á las Comedias de Cervantes (edición
de 1749), de un modo extravagante, que le acarreó violentas impugnaciones. Su crítica fué,
en general , pobre y antifilosófica , y los pocos versos que escribió no son superiores á su crí-
tica, Pero este severo juicio, que formamos más de un siglo después de su muerte, no debe
amenguar la gloria relativa de este ilustre académico. Su lucha constante contra los extravíos
literarios de su época es ya de suyo un timbre honrosísimo para su nombre. Su autoridad
como hablista fué grande y provechosa. En esta parte le consideraron como verdadero maes-
tro los literatos más afiímados de su tiempo. Montiano, en su Elogio histórico de Nasarre, leí-
do en la Academia Española el año de 1751, dice así :
«Para el metro vulgar fué tan dueño de la majestad de nuestro idioma... , que esconden,
avaros, sus escritos los aficionados al buen gusto de las musas castellanas.»
Don Luis José Vclazquez , el célebre autor de los Orígenes de la Poesía castellana, en una
(1_) Apuntes de don Eugenio Llaguno, que existen en la biblioteca del Duque de Osuna.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIII. LXiXV
oda consagrada á ensalzar la memoria de Kasari^e (1), dice, hablando de una obra de éste:
Que si llegan á oiría,
Querrán hablar los dioses
La lengua de Castilla.
La producción poética más importante que presentó Nasarre á la Academia del Buen Gus-
to, fué ima prolija é interminable glosa ó explanación parafrástica del Padre JSuestro en liras,
romances, canciones, redondillas, octavas y décimas. Casi toda esta glosa es prosaica, trivial,
desmayada , y, lo que es todavía peor, harto conceptuosa para un hombre que se precialja gran-
demente de reformador del mal gusto. Véanse, por ejemplo, las dos siguientes décimas, to-
madas al azar en el fárras-o de esta ¿rlosa :
Hombre, ¿qué médico ves,
Visitándote en la cama,
Que si el achaque le llama,
No le lleve el interés?
¿Cuál tan compasivo es,
Que del enfenno no cobre ?
¿Quién hay que en la cura obre
Comprando á su costa el medio?
O ¿ quién aplica el remedio,
Primero que al rico, al pobre?
Sólo aquel Doctor divino,
Que viendo necesitado
Al hombre , sin ser llamado,
Para redimirle vino.
Las medicinas previno.
Siendo de tanta virtud.
Que, sin temor 6 inquietud
Del que viene á visitar,
El se sangra para dar
Al enfermo la salud.
¡Qué vil metáfora! ¡Qué impropia entonación! ¡Comparar á una sangría el augusto y su-
blime sacrificio del Redentor de la humanidad! Nadie sale enteramente de su tiempo, y Na-
sarre, con toda su cordura, entraba, sin advertirlo, en la atmósfera tiu-bia y contagiada que
él pugnaba por depurar y esclarecer.
En la misma Academia leyó Nasarre, dándola por suya, la Fábula del Genil, de Pedro
de Espinosa. Atendido su carácter llano y circunspecto, sólo puede atribuirse esta superche-
ría á una humorada literaria. El hecho es que los doctos académicos dieron en el engaño, y
el erudito Porcél, reconociendo en el bello poema el tono y el encanto de los mejores tiem-
pos, no vio en esta circunstancia sino un mérito especial de Nasarre (2), y tan persuadido
estuvo por algún tiempo de que éste era autor de la Fábula del Genil , que así lo escribió al
Conde de Torrepalma , en la citada carta poética :
Tan dulcemente El Amuso
Cantó del Genil las aguas.
Que lo pensé Garcilaso,
Viendo que en su vega canta.
(1) Esta oda, escrita en pobre y afectado estilo,
fué leida en \& Academia del Buen Gusto en 17ül,
esto es, el año mismo de la muerte de Nasarre. (Ac-
tas de la Academia. Colección de manuscritos de
nuestro ilustrado amigo el señor don Pascual de
Gayángos.)
(2) ((La Fábula del Genil, cuyo autor se disfraza
llamándose El Amuso (nombre académico de Na-
sarre), descubre la discreta hipocresía del disfraz.
Tan bello poema sol-ameute dictan las Musas á sus
enamorados El estilo de esta obra, el modo de
manejarlos pensamientos , la prodigiosa fecundidad
y viveza en las expresiones y pinturas no me pare-
cen de este siglo, sino de los principios del pasado.
Pero esto resultarla más en su alabanza ; y así voy
á tal cual reparo. En el verso
De bellas ninfas de desnudos pechos,
y algunos otros no menos vivos, no puede estar más
J, Ps,-xvin,
fuera de la tabla la licenciosa imagen ii, etc., etc.
Porcél. en su Juicio lunático, pone en boca de Jáu-
regui estas palabras que acabamos de transcribir.
Mas adelante dice el obispo Bernardo de Balbueua,
contestando á Jáurcgui :
«Quien conoce la vastísima eruilioion de El Amu-
so, corifeo en este siglo de la literatura española;
quien sabe su ingenio y su delicada crítica, no pue-
de extrañar que escriba con el primor de nuestros
dorados siglos Todo esto es una bizarría de inge-
nio muy maestro.»
Andando el tiempo, Porcél hubo de caer en la
cuenta de la inocente superchería de Nasarre. En
una copia del Juicio lunático, copia que perteneció
al mismo Porcél, hay una nota marginal de su mano,
que dice así, al lado de las palabras puestas en boca
de Jáuregui : «Con efecto, era obra de vm autor del
principio dpi siglo pasado.»
/
,yy^„ BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
Referimos esta andcdota, como indicio de lo poco buscados y leídos que eran, durante el
reinado de Femando VI, algunos do los mejores poetas líricos del siglo de oro.
Hemos mencionado, y mencionaremos todavía varias veces, la Academia del Buen Gusto, y
es conveniente dar alguna idea de esta célebre tertulia literaria, que, así por su objeto, por
la importancia y f\ima de las personas que la componían, y hasta por su aristocrático carác-
ter contribuyó al triunfo de la escuela de los preceptistas. Todos saben que estas academias
ó sarat)s literarios , de que se encuentran muchos ejemplos en la antigua Roma (1), fueron
en Europa, aun antes del Renacimiento, uno de los medios más activos para promover y fo-
mentar el amor ú las letras. El halago de las pláticas literarias entre gente culta 6 ilustrada,
y los estímulos de la noble emulación de la gloria fueron siempre poderosos incentivos en las
naciones civilizadas. ¿Quién no trae á la memoria las poéticas academias que con tanto lustre
celebraban los moros de Córdoba y Granada, la célebre Academia de Oxford, fundada por Al-
fredo-el-Grande, y la no menos famosa de los Juegos Florales, creada por la inmortal Clemen-
cia Isaura? Los certámenes y las justas poéticas empeñaron siempre el ánimo de los españoles.
En el Cancionero de Baena hay muchos ejemplos de esta afición á las competencias litera-
rias , y es de notar que una justa poética fué el segundo libro que se imprimió en España (2).
Academias hubo dañosas á las letras, porque daban pábulo al gusto sutil ó altisonante, que
todo el mundo aplaudía , haciendo subir de punto los alardes de lucimiento y bizarría de in-
genio que hacían los académicos para sobrepujarse unos á otros. El más alambicado ó el más
nebuloso solía llevar la palma de la discreción ó de la sublimidad , y todos se esmeraban á
porfía en aumentar , sin saberlo , la corrupción reinante. Los extraños y pedantescos títulos
que adoptaban las academias , expresan las tendencias de afectación que preponderaban en
ellas. En Palermo hubo la Academia de los Encendidos; en Roma, la de los Fuertes; en Bolo-
nia, la de los Inescrutables ; en Barcelona, laáe los Desconfiados ; en Setúbal, la de los Proble-
máticos; en Valencia, la memorable de los Nocturnos (1591), en la cual cada académico toma-
ba un nombre poético alusivo á la noche , y así uno se llamaba Sombra , otro Silencio , otro
Vigilia , otro Sereno, otro Reposo, otro Tiniebla, y por el mismo estilo los demás, hasta el nú-
mero de cuarenta y cinco personas que constituían la academia. Palestra conceptuosa se llamó
en Madrid imajusta poética en 1722. La afición á las ideas emblemáticas, achaque de aque-
llos tiempos , que se habia ido introduciendo en las letras como prenda de elegancia y cul-
tura , tomó en algunas academias el carácter bucólico y pastoral , una de las más sandias
afectaciones que produjo la literatura extraviada. La Academia de los Árcades , formalmente
constituida en 1790 por Crescímbeni, poeta con razón olvidado, pero en realidad creada an-
tes , en el })alacio Corsini de Roma , por Cristina de Suecia , aquella reina esclarecida que,
ansiosa de civilización, llevó á su lado á Descartes y á Grocio, y rindió sin tregua culto sin-
cero á las confiuistas de las ciencias y á los hechizos de las letras y de las artes, caracteriza la
decadencia del verdadero sentimiento poético. Esta academia de los Árcades, la más famosa
de Italia par mérito y por desprecio (3) , tuvo por objeto poner coto á los extravíos del gusto
marinesco. Mas no hizo, en verdad, sino trocar el delirio por el fastidio, y desarrollar ridicula-
mente la moda pastoral, que, hija degenerada de la imaginación de Sannazaro, que habia dado
á la Arcadia griega una forma ideal, produjo tanta insulsez y amaneramiento en la poesía. Doce
hombres insignes fueron escogidos para la formación de las leyes académicas de los Árcades,
entre ellos el sabio deán de Alicante, don Manuel Martí (4). Todos ellos se reunían en el
Bosco Parrasio del Monte Janículo , donde emblemas , usos académicos y tareas poéticas :
(1) Las más célebres son las de Nerón, en que eí página 51.) Ya en 1468 se había impreso en Barce-
mismo Nerón y Lncano leian versos. lona el Opúsculo gramático de Bartolomé Mates.
(2) Certamen poético celebrado en Valencia el 25 (3) Expresión de César Cantú.
de Mareo do 1474. Ohrcs é trabes, etc. Fué impreso el (4) Jimeno, Escritores del reino de Valencia.
mismo año. (Fubter, tomo i,pág. 52; Velazquez,
DÉ LA POESÍA CASTELLANA EX EL SIGLO XTIIL LXXXVií
todo tenía un carácter por damas risible y candoroso. Estaban contagiados del esiDÍritu de
afectación y de artificio que habia corrompido las letras, y da de ello manifiesto testimonio
la pueril prescripción de designar á los Arcades con nombres más ó menos orieo-os, á veces
en sumo grado extravagantes , con lo cual se daban por alistados entre los pastores de la Ar-
cadia. Desde el de Alfesibeo, que adoptó Crescimbeni , hasta los que usa todavía esta hoy
anacrónica academia, ¡ qué lista tan singular de exóticos nombres, tan extraños á veces por
su sonido, y siempre por la ficticia transformación personal que suponen! ¡Prelados, carde-
nales , y hasta pontífices , transformados en pastores de Arcadia , siempre tan amartelados ,
tan disertos y tan insípidos! El éxito maravilloso de esta academia fué la consagración de
aquella plaga de poetas pastoriles que se inspiraban en su gabinete, sin ver más cielo ni más
campo que la pared ó el tejado de la casa vecina, y de aquella moda irrisoria que convertía
entre nosotros al respetable Jovellanos en el mayoral Jovbio, al rígido magistrado Forner en
el zagal Fornerio^ al severo canónigo Porcél en el caballero de los Jabalíes, y al grave don
Jaime Villanueva en el pastor Jamelio.
A veces tropezaron estas academias con insuperables obstáculos. Una de ellas, la Acade-
mia Imitatoria, establecida en Madrid á imitación de las famosísimas de Italia (1586), en la
cual tomó Lupercio de Argensola el nombre de Bárbaro, por alusión á la hermosa joven doña
Bárbara de Albion , con quien se casó al año siguiente , empezó sus tareas con felicísimos
auspicios. « Multitud de personas eminentes le servían de columnas. Oyentes calificados, gran-
des, títulos y ministros del Rey iban á oír con aplauso y atención» (1). Y sin embargo, no
duró un año esta sociedad literaria. Blanco sin duda de los tiros de la malevolencia , la opi-
nión llegó á serle contraria. Así lo da á entender el mismo Argensola :
Y si del ocio huyendo, por reoreo
Busca la discreción de la academia,
Que ser humilde tiene por trofeo,
Le sigue y le persigue la blasfemia ,
Como si fuera público enemigo :
Tal es el precio con que el vulgo premia.
También aconteció que algunas de estas academias acabasen, como familiarmente se dice,
á capazos, siendo necesario mandarlas disolver, por haber convertido sus individuos la pro-
vechosa emulación en contiendas desaforadas del amor propio y de la envidia. Aludiendo á
los magnates , dice Cristóbal de Mesa :
Si alguno de ellos hace una academia^
Hay saetas , competencias y porfías
Mas que en Ingalaterra ó en Bohemia.
«Nacieron (dice Cristóbal Suarez de Figueroa) délas censuras, fiscah'as y emulaciones no
pocas voces y diferencias , pasando tan adelante las presunciones , arrogancias y arrojamien-
tos, que por instantes, no sólo ocasionaron menosprecios y demasías, sino también ¡peligrosos
enojos y pendencias; siendo causa de que cesasen tales juntas con toda brevedad» (2).
También en épocas posteriores reinaba en estas tertulias literarias, según la condición de
las gentes, cierto espíritu vulgar y grotesco. « Se entretejían los saraos, dice el doctor don
Manuel Pérez Valderrábano , echando relaciones, pasos de comedia, cantando al fandango
jácaras de valentones, y se recitaban poesías ó sermones burlescos. Todo esto cesó de cuarenta
años á esta parte (1786); y más vale que no se restituya, si no fuese con mejor cultura y
mejor influjo para las costumbres » (3).
Pero otras innumerables academias particulares fueron , por el contrario , en alto grado
provechosas á las letras y á la civilización. Imagen de ellas son la que celebran en la segunda
(i) Juan Rufo, Apotegmas ; 159t).
(2) Plaza universal de todas las ciencias y artes;
1615.
(3) Prefacio á la ^w^re/omagma, ó Caída de Luz-^
bel, poema. Falencia, 1786.
l^^^^viil BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
jomada de La Moza de cántaro de Lope de Vega, don Juan, el Conde su primo y doña Ana,
la cual con 1Úít¡co rigor censura el epítejto serenos aplicado á los ojos , alegando que en ellos
la inmovilidacrno es gran mérito; y asimismo la academia sevillana que retrata y no satiriza
Velcz áü Gticvai-a en el «raneo ix de El Diablo cójatelo, en la cual leian versos el poeta
cómico granadino don Alvaro Cul.illo de Aragón, secretario de ella, y doña Ana de Caro,
décima musa sevillana. De los certámenes y academias que sirvieron de estímulo y fomento
á la cultura intelectual , podríamos citar un crecido número. Nos limitaremos á recordar la
academia que tuvo en Madrid Hernán Cortés, á la cual asistían el cardenal Poggio y otros
varones de cuenta; la llamada Selcaje, por haberse instituido, en Madrid (1612), en casa de
don Francisco de Silva, á quien Cervantes y Espinel elogian con encarecimiento (1); la
justa poética de Zaragoza, en que fué premiado Cervantes (1595); las celebradas pública-
mente en Madrid con oran pompa, con motivo de la beatificación de san Isidro Labrador, en
un tablado construido al frente de la iglesia de San Andrés , en las cuales fueron competi-
dores los más esclarecidos ingenios, Lope de Vega, Calderón, Guillen de Castro, Jáuregui,
Espinel, Zarate, Silveira, Montaban, Castillo Solórzano, Pantaleon de Rivera (1G20-1622);
y la insigne academia de Madrid denominada Castellana, de la que fué secretario don Je-
rónimo de Cáncer. Las academias y las justas poéticas se hicieron tan frecuentes J se vul-
garizaron de tal modo , que no tardaron en provocar las burlas de los mismos poetas , como
puede verse en el ridículo certamen que Salas Barbadillo introduce en su comedia El Corte-
sano descortés (2). La afición á escribir versos degeneró en manía, y certamen hubo en que
llegaron á cinco mil las composiciones presentadas (3).
Entre las academias provechosas merecen especialmente ser señaladas la llamada della
Crusca, cuyo célebre vocabulario (1G12) es siempre la primera autoridad para la lengua ita-
liana, y algunas establecidas en España con objetos especiales de enseñanza; entre ellas la
Academia Valenciana, creada en 1742 con el designio de fomentar los estudios históricos,
la cual publicó las Obi-as cronológicas del Marqués de Mondéjar; la que en 1690 se fundó
igualmente en Valencia, en casa del Conde de la Alcudia, para el cultivo y enseñanza de las
ciencias ; y otras que , siguiendo la tradición de la Academia de Nostra Senyora de la Sapien-
cia (1606), se instituyeron en la misma ciudad, figurando en ellas los insignes matemáticos
y astrónomos Tosca, Corachan, Zaragoza, maestro de Carlos 11, y otros precursores del es-
clarecido Jorge Juan (4). A estas academias , gloria imperecedera de Valencia , se debe en
gran parte que, á principios del siglo xviii, cuando en muchas ciudades de España habían
caido las ciencias y las letras en el más lamentable abandono , ardiesen en esta ciudad ansia
noble del saber y amor vehemente á los deleites de la inteligencia.
En los últimos años del reinado de Felipe V iba ya en decaimiento la afición á las aca-
demias literarias, que ton en auge habían estado en los dos siglos anteriores. Prueba de ello
es la que se estableció en Madrid por aquel tiempo con el título de Academia Poética Matri-
tense. Formaban parte de ella el célebre Cañizares, Quadi'os, Palacios, el Marqués de la 01-
ineda , don José Benegasi , don Agnstin Cordero (secretario) , y otros poetas inclinados á la
escuela popular. Pero les faltó el fervor ó la buena armonía, y la academia se deshizo por sí
misma (5).
(1) Cervjrtitca, Viaje delParmaso, cap. n. — Vi- (4) Véanse Jímeno y Fuster; coütienen noticíaa
cenle Espiuel dice de Silva, en El Escudero Marcos exactas y copiosas de estas ilustres academias.
de Ohregon : «Pocos dias há,8¡i'viendo á su rey, mu- (5) Dan do ello testimonio dos sonetos burlescos
nó como valentísimo soldado.» de Benegasi. El Presidente no asistía, y los dema8
(2) Comedia en prosa. Impresa en Madrid, por la académicos acabaron por hacer lo mismo. Así em-
viuda de Cosme Delfj;ado, año de IG'il. pieza uno délos sonetos :
(3) El Pasajero; advertencias útilísimas ú la vida Ilustre Academia, ¿qué se hizo
humana , por el doctor Cristóbal Suarez de Figueroa. ^* ^""^ aplicación con que empezaste?
Madri d 1 C 1 7. ^ '^^ ^ ^^'* ®^ presidente que buscaste ?
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIH. LXxxix
Menester era que hubiese estímulos extraordinarios para que , en una época en que la orga-
nización oficial iba sustituyendo en muclias cosas á la acción espontánea de los particulares,
subsistiese por cierto tiempo una academia de esta especie. Estos estímiüos extraordinarios,
á saber : riqueza , prestigio cortesano, conjunto de eminencias intelectuales , imitación de las
costumbres elegantes de la corte francesa, se reunieron en la academia poí'tica que, con el
nombre del Buen Gusto, ya usado por otra de Palermo, se instituyó en JMadrid, en casa de la
insigne señora doña Josefa de Zúñiga y Castro, condesa viuda de Lémos, después marquesa
de Sarria, que habitaba un hermoso palacio en la calle del Turco.
Mezcla de las academias poéticas, tan florecientes en los siglos xvi y xvii, y de las ter-
tulias literarias de las damas de la aristocracia francesa, que tuvieron su apogeo en el
Jlótel de RamhoniUet y en la corte de Sceaux , la Academia del Buen Gusto, que debe con-
tarse entre las útiles á las letras , forma época en la historia poética del siglo último, así por-
que fué la última importante de su género, como igualmente porque contribuyó á dar fuer-
za y autoridad á la reforma doctrinal.
Joven, hermosa, ilustre, rica, discreta é instruida, la Condesa de Lémos cautivaba fá-
cilmente la voluntad , y atraía á su sociedad á las personas más distinguidas de la Corte en
nacimiento y letras. Era aquí como un reflejo de la seductora JuUe d^ Angennes , del Hotel de
líambouillet. Hermana del Duque de Béjar, y acostumbrada desde su infancia á los refina-
mientos del lujo, dio á sus terttüias literarias un carácter elegante y aristocrático, que
cuadraba á aquella literatura, que era un recreo de gabinete, y no un desahogo del espíritu
popular. El festivo Villarvoel, uno de los académicos, habla así de la Academia en un Ve-
jamen muy chistoso ;
Aquí estoy en Madrid, que no en la Alcarria, 1 Con dulce y chocolate,
Y en la casa también de la de Sarria, Al caballero, al clérigo, al abate,
Marquesa liermosa , dulce presidenta , Que traen papelillos tan bizarros.
Que no sólo preside, mas sustenta , I Que era mejor gastarlos en cigarros (1).
Allí se reunían Montiano, Luzan, Nasarre, el Conde de Saldueña, el Marqués de la
Olmeda, el Conde de Torrcpalma, Porcél, Yelazquez, el Duque de Béjar y otros poetas que
constituían la aristocracia literaria de aquella época, que , así en España como en Francia é
Italia , se hermanaba fácilmente con la aristocracia nobiliaria.
Fueron los fundadores de la Academia del Buen Gusto :
El Conde de Saldueña, primogénito del Duque de ^lontellano, con el nombre aca-
démico (2) de El Justo desconfiado.
El Conde de Torrepalma., embajador, individuo de las academias Española y de
la Historia , con el de El Difícil.
Don Agustín de Montiano y Luyando , del Consejo de su Majestad, su secretario
en la Cámara de Justicia y Estado de Castilla, individuo de la Academia Espa-
ñola y director pei-pétuo de la Academia de la Historia, con el de El Humilde.
£¿ Du^j-Me (fe -Be/ar, caballero del Toisón de Oro, con el de El sátiro Mar sias.
El Duque de Medina- Sidonia^ de la Academia Española.
El Duque de Arcos.
El otro soneto es como sigue : Y la Academia (vaya de tí á mi),
„ . , . , ¿Es dable que se pierda? R. No lo e'.
Se duda de Palacios , SI os dejó ; ^ . . jj - „ o --. ^
. Luego ¿estaba perdida? i?. Señor, a.
Del segundo buscado , si querrá;
Con que así la Academia se estará ("j) Actas de la Academia del Buen Gusfo. (MS.)
En los mismos pañales que empezó Ademas de los nombres académicos aquí ci-
Si al Marqués de la Olmeda se admitió , ^ '' t-iji.i
Y á Cañizares, ¿porqué nunca va? tados , usaron otros individuos de la Academia los
¿Qué hacen, dime. los dos? Y ¿qué hacen ya Siguientes : el ícaro , cl Remiso, el Incógnito, el
Qnadros y Benegasi? ij. ¿ Qué sé yo? Aburrido, el Amigo del Amuso. En la Academia fir-
¿Qné determina el Conde? ¿Qué el Marqués? , . . . _ ,, . y
i Qué se hacen tantos individuos ? di. "aban Siempre con estos extraños seudónimos. Los
Jí. Se deshacen , por ir todo al rere?, f5efÍore8 Gayángos y Vedia pusieron en claro los ver»
xa BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
Aí^egarónse después á la Academia :
D&n Francisco Scotti Fernandez de Córdoba , caballero de Santiago, caballerizo de cam-
po del Ilt-y ; autor dramático.
El Mitrquis df Casasola.
El Marqués de Montehermoso. (Fué más adelante individuo de la Academia Española.)
El Marqués de la Olmeda, comendador de Santiago.
Don Blas Antonio Nasarre y Ferriz, do la Academia Española, con el nombre acadé-
mico de El Amuso.
Don Alonso Santos de Lean.
Don José Villarroel , presbítero, con el de El Zángano.
Don Francisco de Zamora.
Don José Antonio Porcély Salahlanca. En 1789 era canónigo de la catedral de Granada,
con el (lo El Aventurero,
Don Ignacio de Luzan, con el de El Peregrino.
Don Luis José Velazquez, marqués de Valdeflores, con e\ de El Marítimo.
El canónigo don Jnan de Lnzan , en una nota á las Memorias que escribió acerca de la
vida de su esclarecido padre , cita todos estos nombres ; pero tenemos fundamento para creer
que esta lista de los académicos del Buen Gusto no es completa , y que algunas otras perso-
nas señaladas en las letras asistieron á las juntas de la academia y tomaron parte en sus ta-
reas. No nos parece, por ejemplo, muy aventurado conjeturar que el famoso /ray Juan de
la Concepción^ poeta agudo y repentista, amigo de los Duques de Béjar y de Medina-Sido-
nia , y honrado ademas con el aprecio de la Duquesa de Arcos y de la misma Condesa de Lo-
mos , que se complacían en verle lucir su fácil ingenio, perteneciese á la brillante sociedad
poética (1).
La Academia del Buen Gusto liizo ruido en la Corte , y de ella decia con donaire don Juan
de Iriarte , aludiendo á que aquel grupo de poetas estaba presidido por una mujer, que esta
academia era un Parnaso al revés (2). Esta circunstancia no quitaba á las juntas académicas
el orden y la regularidad qiie requieren , y el concienzudo secretario, don Agustin de Montiano,
extendia las actas, en forma fria y grave como su autor, y las dejaba escritas de su puño y
firmadas con su nombre académico, acompañadas de las poesías , por lo común autógrafas,
que se leian en la academia (3). A ella asistían de vez en cuando la Condesa de Ablitas , la
Duquesa de Santistéban , la Marquesa de Estepa , que escribía versos , y otras ilustres damas;
pero las que no solian faltar á las sesiones eran la Condesa de Lémos , presidenta , y la Du-
quesa viuda de Arcos , aficionadísimas al cultivo de las amenas letras. A arabas se refiere
ForcéU cuando escribe al Conde de Ton^epalma ;
dadores nombres de el Peregrino, el Aventurero, el (2) Obras de don Juan de Iriarte. Epigramas la-
Ilumilde, el Marítimo y el Difícil. (Traducción de tinos y castellanos.
la Historia de la Literatura Española , por Ticknor. (3) Tenemos á la vista la colección de las actas
Nota, página 400.) Nosotros hemos descubierto los originales. Copiamos á continuación, como recuerdo
de el Justo desconfiado, el Sátiro, el Amuso y el histórico, aquella en que está consignada la entrada
Zangaño. No hemos dado todavía con los demás. de Luzan en la academia.
Soppechauíos, por claros indicios que hallamos en
un códice de don José Porcél, que algunos acadé-
niicOP no usaron más nombre oue el suvn vprrln La ereelentUima seño- Concurrió á esta junta la excelentísi-
,^ 1 '" ciujfu TCTiua ra Pretidenta, ma señora Presidenta , con los académi-
"'^'''^' SI Di/icil. eos que van al margen ; aumentando su
/'l"^ Ttn ooia -m'ia.^n .,.,;.,• „ 1 j . JSl Aventurero, número, con general satisfacción , el se-
(l) JJO esta misma opinión es el cuerdo y perspi- £l Humilde. ñor don Ignacio Luzan, que se denomi-
caz escritor don Cayetano Alberto de la Barrera ^¡^muio. hó ei Peregrino.
"l7¿ao£. o., /7^/y<7««« j / '7' j ^- - , " £1 Zángano. Leyéronse los papeles que se presenta-
V ease su (^atáíocfo del Teatro antiguo español, pági- £i sátiro. ron , y conferidas, según es costumbre,
P9 99. ^' Peregrino, las especies y reparos que resultaban de
ellos , 6e disolvió esta junta , que firmé,
£L Ht7iaLDX«
ACADEMIA DEL 16 DE JULIO DE 1750.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL XCl
Tuvimos nuestra academia
Esta semana pasada,
Asistiendo ambas dos luces,
Que no consumen, y abrasan.
Durante la existencia de la academia, esto es, desde el 3 de Enero de 1749 liasta el 15 de
Setiembre de 1751, se casó en segundas nupcias la Condesa de Lónos, cambiando entonces
este título por el de Marquesa de Sarria. Con este motivo se aumentó el esplendor de las fies-
tas que en su casa se celebraban. Según parece, eran en verdad notables el gusto y la ele-
gancia de la casa de la Condesa de Lé/nos. Con pretexto de pintar una academia imaginaria,
describe así Porcél el salen donde se celebraban las sesiones de la Academia del Buen Gusto :
Quedé absorto al ver lo regio y espacioso de la magnífica galería, cuyas doradas rejas daban vista á
los jardines. Sus grandes paredes vestían primorosas pinturas, unas mitológicas y otras simbólicas, que ex-
plicaban todos los géneros de la poética. A trechos, las estatuas de las Musas con sus respectivas insignias,
y en el testero Apolo coronado de rayos y pulsando la dorada lira. Desde esta pieza se dejaba registrar en
parte otra , no menos regia , que servia de biblioteca , la cual constaba de todas las obras poéticas de loa
españoles ; siendo más y mejor lo manuscrito é inédito que lo que habia fatigado las prensas (1).
Tem'a la Marquesa de Sania talento y gracia para el arte de la declamación , y represen-
taba, con gran contento de sus amigos , en el elegante teatro que habia en su propio palacio.
Una de las obras en que la aristocrática actriz desplegó con mayor gala sus brillantes dotes ,
fué la comedia de Zamora, Castigando premia amor. Villarroel no malogró la ocasión de
escribir, en celebridad de la fiesta, uno de sus innumerables romances, siempre fáciles, con-
ceptuosos y chabacanos , pero algunas veces ingeniosos y agudos. Hé aquí algunos versos,
que dan idea del estilo de este clérigo alegre y chancero :
Excelentísima siempre
Y dulcísima señora,
Que por tan dulce , es milagro
Que los pajes no te coman
¿Qué diré de tu comedia?
Pues hasta que tu persona
En ella se presentó,
No era comedia famosa
Tú le diste toda el alma,
Y hasta, con el alma toda,
Le diste el entendimiento,
Y aun voluntad y memoria
Zamora, que de Dios goce,
Ó que ya á este tiempo goza ,
Al verte á tí en su comedia.
Diría : «Solo esto es gloria »
Saliste , pues, al tablado,
Y luego que el pié lo toca,
Le salieron, de vergüenza.
Los colores á la alfombra
Saliste , y aun sin hablar,
Al ostentar la pomposa
Belleza del coramvobis ,
Tú te llevaste la loa.
Mas ¿ qué mucho, si traías ,
Noblemente fanfarrona ,
Por manos dos azucenas
Y por ojos dos antorchas?
A mí me pareció que era
A un tiempo tu voz sonora
Archilaud, arpa , clave ,
Violin , cítara y tiorba
Con lo dulce del acento
Lucia la acción airosa.
Tan á compás , que la mano
Haciendo estaba la solfa;
Logrando, con elegante
Equivocación garbosa,
Que los oidos te vean
Y que los ojos te oigan ;
Pues estaba allí el concurso
En una duda curiosa
De si con las manos hablas
O con los labios accionas
El teatro estaba hermoso,
La compañía vistosa,
Los galanes como soles
Y las damas como solas
Yo, por lo menos, no he visto
Fiesta igual en toda Europa,
Y hasta en ser ñesta sin fraile
La tengo por milagrosa (2).
Una sola figura estaba allí como fuera de su centro, este estrafalario Villarroel, cuya musa
indisciplinada ni se doblegaba á preceptos que habrian embargado su vuelo irregular, ni se
(1) Juicio lunático. (MS.)
(2) Dictamen que forma don José Villarroel d^ Ic^
comedia en que representó m,i señora la Marquesa de
$arria, ejecutada en la casa de su, excelencia. (MS.^
3f(,jj BOSQUEJO HISTÓRICO CrjTICO
arredraba ante los atiMamientos de aquella esfera elegante y encumbrada. Su inalterable lla-
neza, su siinjiñtica condición, su carácter sacerdotal, y principalmente su humor festivo, le
m-anjeaban el aprecio de todos. A ó\ le era lícito decir cosas contrarias al instituto y nom-
bre de la academia, que en los labios de otro cualquiera habrían sido insolencia y descorte-
sía. Al abngo do su jovial y bondadosa índole había llegado á conquistar la impunidad de ios
juglares de"otro3 tiempos. Siempre era aplaudido con entusiasmo, y nadie caia en la tenta-
ción de tomar por lo serio ni sus extravagancias literarias ni sus escabrosas agudezas (1).
Acaso el mismo Villanwl no se decidió nunca tampoco á tomar por lo serio ni sus propios
versos ni los ajenos. Comprendia que su época no era tiempo de poesía, y así lo expresaba
claramente, diciendo ;
Bien BC que el laurel de Apolo,
Hoy, más que corona, afrenta
CAPITULO IX.
Poetas indisciplinables. — Villarroel. — Nieto Molina. — Marujaa.
A pesar del imperio que iban adquiriendo en las letras las prescripciones doctrinales de las
Poéticas y á pesar también de la autoridad que había ya cobrado el espíritu académico , en
el nuevo sentido que empezaba á darse á esta palabra, no faltaban todavía poetas que, sin
atreverse á neo-ar la entonces decantada excelencia de las doctrinas clásicas, siguiesen, por
hábito y por instinto, la senda que les señalaba su índole poética, indisciplinable y española.
Tres de estos poetas , ViUar7'oel , de quien acabamos de hablar, JYieto Molina , y Manijan me-
recen si bien por diferentes títulos , mención especial en la historia de la transformación del
gusto literario en el siglo último.
In (genioso, pero vulgar, sin altas cualidades de poeta, y absolutamente contagiado de la
corrupción lit(^raria, fué, sin embargo, Villarroel un escritor muy popular y estimado en el se-
gundo tercio del siglo xviii. Tuvo el privilegio singular de ser mirado sin saña y hasta con
afición y simpatía por los reformadores de su época, Luzan, Nasarre , Montiano, Velazqiiez, y
otros, que sin duda perdonaban su mal gusto en gracia de su donaire y su alegría (2).
Chancero por inclinación , y aficionado á la poesía chabacana , daba á veces en la manía de
imitar á Calderón, no imitando en realidad sino aquello que es digno de censura, y levantan-
do el numen con hiperbólicos artificios á costa del buen gusto y de la razón. ¿Qué gesto pon-
dría Luzan , tan amigo del estilo Laño y natural, al oir á Villarroel, en la Academia de la Mar-
quesa de Sarria , pintar la aparición de Santiago en Clavija con estas fantásticas y exuberan-
tes imágenes?
(1) Una de las poesías quemas hubieron de com- reros donaires, en el seno mismo de la Academia :
placerá la Academia fué el Romance de enliorahuc- «¿Para qué nos están quebrándola cabeza los se-
no á la Condesa de Lémos, por el contrato esponsa- veros p'ocsi-peritos (dice el famoso midiere), emba-
licio con el excelentísimo seTior don Nicolás de Car- razando á los ignorantes y vendiéndoles como mis-
vajal ;/ Lcncaxtre, coronel de Guardias de su Majes- terios del Trípode las leyes de la poética? La regla
tad. Tiene trozns escritos ron soltura y donaire ; pe- de todas las reglas ¿ no es el dar gusto ? ¿ Qué ma-
ro al acabarse desmanda, como suele, haciendo yor prueba de cuan vanas son las decantadas reglas
alusiones de atrevido y perverso gusto. del arte , que ver á un poeta que no quiere usarlas,
(2) Ya reconocían los individuos de la Academia sin más que llevarse de su genial chiste , ganarse la
del Buen Gusto la indisciplina poética de Villarroel. admiración y la complacencia de los mismos gravea
Ab) tlJce Porcél, aludion'k» fil éxito de sus chocar- legisladores?»
DE LA poesía CASTELLA^TA
Fiando á su diestra todo
Su tren potente el Empíreo ,
Desde la gola á la greva
Robustamente guarnido ;
Topacio el arnés lustroso ,
Diamante el yelmo bruñido,
Y diluvios el estoque
Reverberando fulmíneos ;
Al céfiro tremolando
Luciente bandera, en que hizo
Enigmático misterio
Rubro esmalte en campo niveo ;
EN EL SIGLO XVIIL
En bucéfalo volante.
Que cuajó la esfera á armiños.
Fuego el alma, horror la vista.
Rayo el pié , trueno el relincho ;
Estrellas por herraduras ,
Rienda el Sol, jaez los signos,
Alpe el labio, aliento el Bóreas.
Roca el cuerpo , iris el giro ;
Fogoso escaramuzando
En escarceos y brincos ,
Por las campañas del aire,
El rutilante hipogrifo (1).
xcni
De esta entonación desmesurada no ha de infe.;irse que el instinto poético de Villarroel fue-
se propenso á levantarse hasta las nubes donde Góngora encumbraba , perdia ó embozaba sus
pensamientos. En el ostentoso y elegante estrado de la Condesa de Sarria , ante aquellos gra-
ves y melindrosos reformadores del gusto , ViUarroel , á quien todo se consentía en gracia do
su donaire y de su despejo , se atrevía á dirigir á la Marquesa de Sarria y á la Duquesa de
Arcos, diosas de aquel Parnaso aristocrático, versos tan chabacanos, que nuestra pluma se
resiste á trascribirlos (2). Y cuenta que ViUarroel habia ya mejorado algún tanto su gusto
literario , como se echa de ver desde luego comparando sus poesías impresas con las que aun
se conservan manuscritas, las cuales corresponden sin dudaá época anterior (3). Ni la pres-
tigiosa influencia de aquellas encumbradas señoras, ni la autoridad de los primeros críticos
de la nación , ni siquiera los miramientos propios del sacerdote , eran parte para inspirar al
poeta la conveniente circunspección. Su índole burlesca era incorregible , y á tal pmito llega-
ba á desmandarse, qiie la censura, por demás negligente y blanda por aquellos dias en mate-
ria de urbanidad y decencia, al autorizar la impresión de las poesías de ViUarroel^ se vio en
la necesidad de reservar ahfunos pasajes , que probablemente frisaban con la obscenidad. Era
audaz hasta en el manejo de la lengua. Sin respetar el uso, arbitro de los idiomas, forma plu-
rales á su antojo, y con cualquier nombre crea un verbo, por más extravagante que resulte (4).
En suma, su desenfado era su numen, y su musa, rebelde á las reglas de origen exótico
de los preceptistas de su tiempo , ni se convertía á la nueva ortodoxia poética, ni ésta le qui-
etaba tampoco cierto sabor rancio de la patria , que , en medio de sus extravíos, era acaso la
razón principal del contento con que le escuchaban en aquella atildada asamblea de la Acade-
mia del Buen Gusto, donde su poesía insolente y chocarrera debía sonar como un extraño con-
traste y hasta como un anacronismo. Forcél, en el Juicio lunático, que leyó en aquella célebre
Academia, llama á Villarroel 7in (jracioso Barrios (5), un Marcial castellano, y más ade-
(1) El romance á que pertenecen estos versos
fué sin duda escrito en la mocedad del autor. Se ha-
lla ya en el códice que posee el señor don Pascual
de Gayángos , y contiene las poesías tempranas de
Villarroel.
(2) Véase el romance escrito para la Academia
del Buen- Gusto por encargo de la Duquesa de Ar-
cos y la Marquesa de San-ia. — Poesías sagradas y
profanas de don José Villarroel. Madrid, por Andrés
Ortega, 1761 , en 4.°, pág. 188.
(3) Consérvanse estas poesías en el citado códice
perteneciente á la colección de manuscritos del se-
ñor don Pascual de Gayángos.
(4) Sirvan de comprobación los siguientes ejem-
plos:
1.°
Así dice Holoférnes, cenando con Judit :
Por la boca y por los ojos
Kéctar y veneno bebe,
Y de licor y belleza
Se rinde á dos embriagueces.
Bebe , y quiere beber más ,
Agitado de dos fiebres,
Que aun no apagaran , helados,
Dos mares á sus dos sedes,
2.°
A lo que él hizo nobleza ,
¿QiUén lo tornó villanía?
Ni ¿qué borrón lobreguece
Plana que Dios canrVidiza 7
3.°
Tu lengua tiene una punta
Que pasará por encaje ,
Y en el más sabio congreso
Puede plenipotenciarse.
(Poesías de don José ViUarroel^
(5) Alude al judío Miguel de Barrios , poeta dei
siglo XVIL
XCTV BOSQUEJO HISTÓRICO-CRÍTICO
lante, en el juicio que pone en boca de Jacinto Polo, de un romance del mismo ViUarroel,
li.'ice notar la incoherente y extraña manera con que procede en sus versos el festivo poeta (1).
Traslúcese en ellos la prisa y espontaneidad con que versificaba, y sin embargo, se mofaba
de los repentistas y blasonaba burlescamente de tardo y flemático en la composición de sus
poesías.
Que de duración se aleja ,
Así Bicnipre cantaré :
A subitánea, difusa
JJt ab improvisa musa.
Libéranos, Dominé.
No admito velocidad
En quien de Aganipc bebe ;
Que esto de despaciiar brevo
Le toca á su Santidad.
Rapidez : rapacidad,
No madurez, me señala,
Y á flor efímera iguala
Porque muy poca alma deja
Espíritu quo se exhala.
Para una cuarteta , iréis
Advirtiendo en mis poesías,
Que he menester cinco dias ;
Para una quintilla seis ;
Para una octava veréis ,
Aunque me punce y me pince ,
Que nueve ; y cuando más lineo
Pueda penetrar á un bronce ,
Para una décima once,
y para un soneto quince (2).
Un mérito tenía , y no pequeño : su índole castellana no transigía con el espíritu extranje-
ro , y protestaba , siempre que bailaba ocasión para ello , contra la invasión de ideas france-
sas, que ya iban cundiendo aceleradamente por todos los ámbitos de España. Así escribía á un
ministro de Femando YI (3) :
¿Cuándo ha de llegar el dia,
Incauta España , en que entiendas
Que aun afilan contra ti
Los cuchillos en tus piedras?
¿ Cuándo has de desengañarte
De que, astuta, Francia intenta
Introducirte los usos
Castellana es esta musa .
Y mucho más le valiera
Que ser musa castellana,
Ser una musa francesa ;
Pues dicen que nada es bueno
Como de París no sea ,
Y hasta la misma herejía.
Si es de París , será acepta.
Para ponerte las ruecas ?
Tanto era el éxito de los chistes y agudezas de Villarroel, que Porcél , no satisfecho con
haberlo comparado á Marcial, coloca al clérigo chocarrero al lado de Quevedo, en la carta
festiva que escribió al Conde de Torrepalma para distraerle de sus pesares :
Mas ¡ ah ! que en vano porfió
En adobarte las chanzas.
Tú sin gusto para oírlas.
Yo sin genio para hablarlas.
I Quién para ahora tuviera
La sal de todas las salsas !
¡Quién se Quevedoizase f
¡Quién se Villarroelára ! (4).
En tiempo de la guerra de sucesión ya era conocido como poeta , y escribió un romaneo
A una dama jyrisionera de las armas del señor Archiduque. Puede conjeturarse que era hom-
bre de avanzada edad cuando leía sus festivos versos en la Academia del Buen Gusto.
Dos colecciones de poesías conocemos de este escritor. Una muy copiosa, que conserva en
un antiguo códice el señor don Pascual de Gayángos, y otra impresa en Madrid, por Andrés
Ortega, el año de 1761. Aquélla, de época anterior, está dedicada al Marqués de Cuéllar,
ésta al Marqués do Estopa. En la colección manuscrita hay un chistoso romance (dedicado á
un caballero de Ciudad-llodrigo), en el cual Villarroel refiere su vida; pero es tal la exor-
(1) «El autor de este romaneo (que se llama el
Zángano) dijo, con razón, que experimentaría la
risa y el ceño de los lectores. Es tan cierto, romo
que no sabré yo decir si he extrañado 6 he reido
más una retahila de coplas por tan no esperados
caminos y de tan raras combinaciones, que ni se
han visto ni verán.» (Porcél, Juicio lunático.)
(2) Poesías manuscritas de don José Villarroel ;
códice del señor don Pascual de Gayángos.
(3) El Marqués de la Ensenada.
(4) Véanse en este tomo las poesías de Porcél,
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL XCV
bitancia de zumba , equívocos y conceptos del romance , que nada puede sacarse en claro.
Esta colección no parece destinada á la estampa , sino exclusivamente al recreo y solaz del
Marqués de Cuéllar, Así le dice en la dedicatoria :
Plácido admite el obsequio
De este libro ; musa nueva,
Que ala luz de lo que alumbraa,
Sale desde sus tinieblas
Siguen á la dedicatoria treinta y dos décimas , Censuras burlescas de los sujetos más famosos
del mundo, á saber : el Dios Momo; el Retj Perico; el Rey que rabió; Ticio y Sempronio; Mer-
lin; el Pasquín de Roma; el Archipámpano de Sevilla ;e\ Sastre del Campillo; Juan de Espe-
ra-en-Dios; el Alma de Gaiñhay ; el Otro; el Padre Mañero ; el Padre Gargallo; el Maestro
de atar escobas; el Licenciado Abla7ida-Brehas ; el Estudiante Pío-Pío; la Madre Celestina; la
Dueña Quintañona; Ccdainos; el Bobo de Coria; Agrages; el Colegio de los Doctrinos de Sala-
manca; los Sesmeros de su tierra; la Casa de locos de Valladolid; cuantos aran y cavan; Pedro-
Grullo; Pedro-Botero; Pedro Urdemalas; Pedro Entre-ellas; Pedro por demás; Perico el de
los Palotes; Petrus in cunctis. No se agotaba fácilmente la vena chancera de Villarroel. El
afán de apurar las ideas la hacia degenerar en prolija y cansada.
Como hemos visto , era Villarroel en la Academia del Buen Gusto sinceramente querido y
admirado; pero á veces le hacian blanco, pagándole en la misma moneda que él usaba, de
burlas familiares extremadas. Una de ellas fué el siguiente soneto burlesco , que hallamos
entre los papeles de aquella academia , escrito de mano de Porcél :
DIÁLOGO ENTES VILLARROEL Y LA MARQUESA ÜE SARRIA, HABIENDO ÉSTA REGRESADO DEL CAMPO.
V. — Vuecelencia aquí sea bien venida.
M. — Villarroel, usted sea bien hallado.
V. — ¿Cómo en la IMoraleja se ha pasado?
M. — Haciendo allí la solitaria vida.
V. — ¿ Ha estado vuecelencia divertida?
M. — Divertida no he estado, pero he estado.
V. — ¿Para darse un buen verde allí hay un prado?
M. — La yerba, de un poeta hallé pacida.
V. — Yo no pude ir á ver á vuecelencia.
M. — Pues ¿tuvo usted algún impedimento?
F. — Un escrúpulo fué de mi conciencia.
M. — ¿Escrúpulo? ¡Jesús! mucho lo siento.
F. — Temí no hallar cebada en conveniencia.
M. — Paja bastaba para tal jumento.
Sin elevación en el numen , ignorado de la república literaria , pero lleno de soltura y de
meridional gracejo , escribía por entonces versos festivos un ingenio gaditano , don Francisco
Nieto Molina. Moratin lo clasifica, sin suficiente razón, entre los que \\a.ma, poetas tabernarios;
pero no es menos cierto que por la naturalidad del lenguaje, por el libre espíritu de la inspi-
ración y por algunos destellos verdaderamente poéticos y agudos que de cuando en cuando
Be descubren en sus obras , hace recordar épocas más afortimadas para las letras castellanas.
Nacido en ellas, habría sido acaso un poeta de índole más noble y más alta. Habia cultivado
la poesía de Góngora , de Quevedo y de otros ingenios señalados del siglo xvii , y se habia
de tal manera identificado con su estilo, á la par llano y conceptuoso, que sus versos parecen
del siglo anterior , con sus resabios de gusto pervertido, pero al propio tiempo con su hablar
fácil , rico y numeroso. Sólo en las obras de este poeta , en algunos versos de Torres y Ge-
rardo Lobo, en algunas comedias de Cañizares , Zamora y Candamo, y en ciertas poesías po-
pulares, se encuentra todavía, ya entrado el siglo xviii, aquel sabor de espontáneo y na-
cioBal lenguaje , que el siglo xvii, en medio de los extravíos de su decadencia, no habia per-
j^f;,-! BOSQUEJO HISTÓIUCO-CRÍTICO
iliJo todavía. En LaPerromaquia y en El Falndero resplandece esta preciosa cualidad; pero,
forzoso es confesarlo, en estas obras burlescas, en que todo se sacrifica al afán de ostentar
donaire falta el embeleso do la verdadera poesía. Apenas se advierte en ellas sino el desem-
barazo del hombre de ingenio y las agudezas del andaluz (1).
Don Jii'tii Manijan fué un activo literato y poeta ínfimo de la era de Fernando VI y de
Carlos JII, iimv dado á controversias literarias. Tomaba parte en ellas en tono agresivo y
jactancioso, y no solia el triunfo coronar sus Ijriosos esfuerzos. Para defender su traducción
de la Dido de Metastasio, atacó sañudamente al Marqués de nitritos. Éste empleó alternati-
vamente las armas de la razón y las de la sátira, y puso de su parte á Campománes , á Mon^
tiono, á Velazquez y á otros varones sesudos de la república de las letras.
Pero entre las o-ontes que conservaban todavía el gusto, aunque viciado, de la literatura
de carácter nacional Marujan pasalia por luchador diestro y vigoroso , especialmente en las
duras polémicas que por aquel tiempo se suscitaron acerca del teatro. Aunque se apellida á
sí propio al «Tima vez, Juan Pedro, el desvergonzado , teníase Marujan por censor justo y co-
medido V hasta le ofendía que le tachasen de satírico, comparándose, para defenderse, con
los grandes controversistas cristianos; mas la verdad es, que lo era en la forma familiar gro-
tesca que en su tiempo se usaba, y que su estilo mordaz y vanidoso le acarreó sinsabores y,
sefTun pai-ece, hasta gravísimas persecuciones, que él atribuyó siempre á la envidia de sus
eneraio-os literarios (2). Cuatro años pasó desterrado en África por sentencia de un tribunal.
Así lo dice él mismo al Gobernador del Consejo de Castilla, por cuya mediación alcanzó del
rey Fernando VI indulto completo, pero sin expresar la causa de tanto rigor. La franque-
za y lisura con que habla del asunto al Prelado-Gobernador dan motivo para conjeturar que
^[ürujan no era reo de algún delito vergonzoso, sino víctima de insidias de enemigos, favo-
recidas por la imprevisión ó la imprudencia del arriscado poeta.
Cuando escribía á personas cuya posición oficial ó social no le imponía ciertos respetos ,
se entregaba fácilmente á su genial desenfado, y entonces pone de manifiesto á cada paso su
índole reñidora y ai-diente, que él mismo caracteriza de este modo ;
Yo tengo un numen marcial ,
Cuj'a propensión inquieta,
Muy malquista con la paz ,
Anda siempre tras la guerra
Sirva de prueba el siguiente ejemplo que consta en sus obras manuscritas. Unos oficiales
de marina de Cartagena «habian dado á entender que era insufrible la vanidad del numen
de Aíarujan hablando de sí mismo» (3). Súpolo Marujan, y escribió á los oficiales un ro-
mance festivo, en que , al través del donaire , se trasluce el sincero deseo de defenderse de
aquella acusación. Pero ¡cóm.o lo hace! dando rienda, á pesar suyo, tanto como otras veces,
á su altivo engreimiento (4). Aludiendo á los ataques que le dirigían, y á los triunfos que,
según él, había alcanzado, dice con jovial desembarazo:
(1) Don Francisco Nieto Molina publicó , ademas É ingenios por el mío degradados,
de las obras citadas , un escrito festivo , titulado : ^ ^°' '^''"^^' ^^"^ ^°" ^ ^^'°''.
.... ' Siempre los que a mi ruina conspiraron.
Inventiva rara; definición de la poesía, contra los Estos la vida inquieta me han traído ,
poetas cquivoquisias ; pajjel cómico. Madrid, Panta- Que viva en dulce paz siempre estorbando ,
loon Aziiar 1767 en 8.° Sin dejarme morar en pueWo alguno ,
■ir' i„ ,i_ . •, T i Y haciéndome vivir prófugo y vago.
Véase lo que acerca de este escntor dice acerta- ,r< , ^ nr ■ j . . ^ \, ■ r^- c- ^ r,
' 1 A j ij> «v^^ o.vv>^ (Carta de Marujan d SU protector don Francisco Díaz Santos Su-
tadamente el señor don Adolfo de Castro, en el to- „on. obispo de Sigüema, gobema^ior del Consto de Castilla. MS.)
mo XLil de esta Biblioteca. (3) Obras poéticas de Marujan (códice núm. 1).
(2) Mas e=ito , de ser sátira tan lejos (4) En una defensa de SUS traducciones de Me-
ErtA que lo hemos visto practicado tastasio, impresa en Cádiz, el año de 1762, en la im-
Bn Tomases, Eacotos, Agustinos, * '
Crisóstomos, Ambrosios y Epifanios..... prenta Real do Marina, Marujan blasona de haber
Gouios avasaUadoa de nU numen, corregido, al traducirle, al célebre poeta italiano.
DE LA poesía
No se dio ingenio que piense
Serlo á tuertas ó á derechas ,
Dándose tan infinitos
Que , sin serlo, serlo piensan ,
Que no haya puesto la mira
En mí, blanco de sus flechas;
Quedando todos heridos,
Sin que ninguno me hiera ;
Y hechos rendidos trofeos
Del furor de mis saetas ,
Tantas glorias me regalan
Como lides me presentan.
La vanidad catalana,
La altivez aragonesa ,
CASTELLANA EN EL SIGLO XVIII.
La murciana terquedad,
La valenciana entereza,
La indomitez andaluza ,
La quijotada extremeña,
La blandura castellana
Y la navarra dureza,
De su parto han puesto todos
Cuantos medios poner puedan,
Para someterme á mí ,
Y que yo no los someta
ídolos Madrid tenía,
Que lo fueron , y lo fueran ,
A no haberse á mis altares
Trasladado sus ofrendas
XCS'It
Demencia del orgullo, ó alarde juguetón de un ánimo chancero, era necesariamente este
tau singular lenguaje, Pero la persistencia de Marnjaii en hablar siempre de este modo,
hasta en obras en las cuales le convenia ostentar modestia, no deja duda de que su infatua-
ción era extremada é irremediable.
Aunque hombre docto y laborioso, Manijan, como poeta, sólo merece la indiferencia de
la posteridad. Pero la historia literaria debe meucionar su nombre como recuerdo de la re-
sistencia que hasta hombres instruidos opusieron, en la primera mitad del siglo xviii, á la
introducción del gusto francés en las letras españolas.
Fueron principalmente blanco de sus iras JSasarre j Cañizares. Nasarre era uno de los
más apasionados y vigorosos sostenedores de la escuela francesa, que empezaba á abrirse ca-
mino ; y como su sentido crítico era pobre , y las doctrinas de su tiempo estrechas , el docto
bibliotecario hablaba en sus obras del teatro antiguo español con aquella intolerancia de quo
suelen estar poseídos los propagadores de todo nuevo dogma. Cuando en su prólogo, estam-
pado en la edición hecha por él, en 1749, de las comedias de Cervantes, intentó probar, ata-
cando el teatro antiguo, la extravagante é insostenible tesis de que aquel grande liombre las
habia escrito con el fin de burlarse de las obras dramáticas de Lope de Vega, el buen senti-
do nacional, sublevado contra tan ridicula paradoja, levantó contra el osado crítico déla
flamante escuela una cruzada de impugnadores (1), que, si no juzgaban siempre movidos
por doctrinas sanas y elevadas , sentían por instinto que aquellos detractores del teatro anti-
guo herían en lo vivo las más altas glorias de la nación.
Marujan, poco delicado en las formas y nada contenido en los sentimientos, vuelve tara-
bien por el decoro ajado de la literatura dramática popular, no demostrando al crítico dog-
máticamente la sinrazón de sus teorías , sino zahiriendo y denostando al hombre. Un largo
romance escribió con motivo del famoso prólogo de Nasarre. Muy escaso es su mérito lite-
rario, pero muy significativa su tendencia antifrancesa, y, como tal, un curioso vestigio de
aquella contienda entre el principio literario libre y español, y el impulso nuevo, exótico y
encadenado. Encubriendo con el imperfecto anagrama Arenas el nombre de Nasarre , se cree
Marujan dispensado de guardarle miramiento alguno. Hé aquí algunos pasajes de esta sáti-
ra tan resuelta como chabacana :
El gran licenciado Arenas,
Dios le guarde muchos siglos
Para pavear á todos
Sus lejanos y contiguos,
Echa á volar por el mundo
Un cartel de desafío
(1) Los escritos más conocidos de estos adversa-
rios de Nasarre son : La sinrazón impugnada y bea-
ta de Lavapiés; Coloquio critico, apuntado al dispara-
tado prólogo que sirve de delantal (^scgun nos dice su
autor) á las Comedias de Miguel de Cervantes, com-
puesto por don José Carrillo; Madrid, 1750, en 4.°
Discurso crítico sobre el origen, calidad i/ estado
presente de las comedias de España, contra el dicta-
men que las supone corrompidas, etc., por un ingenio
de esta corte (Don Tomas Zabaleta, abogado) ; Ma-
drid , 1750, en 4.°
xcvm
BOSQUEJO HISTÓRICO
Por lo que monta una paja,
Echando por esos trigos
No tomó con tanto encono,
En BU ofensa, Colatino,
Dejar vengada á Lucrecia
Con la muerte de Tarquino,
Como sale espada en mano
Arenas, diciendo á gritos :
«Viva Cervantes , y mueran
Cuantos viven y han vivido.
«No hay comedias en el mundo,
Ni las hay n¡ las ha habido,
Como las que no lo son,
Ni lo serán ni lo han sido (1).
B Mirad qué coplas tan bellas,
Mirad qué versos tan lindos.
Que no parecen, por cierto,
De Cervantes , sino mios
))No deis por el principado
De Calderón dos cominos.
Ni por la soberanía
De Lope de Vega un pito.
nTrincipados quito y pongo,
# Y á elecciones de mi arbitrio.
Soy el Todopoderoso,
Que coronas pongo y quito
«Si el teatro se mudare,
En siguiendo otro partido,
]\Iañana daré á los güelfos
Lo que hoy á los gibelinos
«No hay cosa como la Francia,
Españoles aturdidos ;
¿ Cuándo mereceréis , necios ,
Tener tan sabios vecinos?
«Advertid que las comedias
De autores á quien maldigo.
Las tradujeron, humildes.
Sus escritores altivos.
« Advertid en esta parte
Cuánto procedo sencillo.
Pues, sin mirar lo que hablo,
Cuanto digo contradigo »
Esto en su prólogo Arenas
Dice, no así proferido.
Sino haciendo á lo expresado.
Más rumboso lo expresivo
Con todas las circunstancias
Y forzosos requisitos
De á la latina cortado,
Y á punto francés cosido
No tiene la culpa él,
Sino quien ha consentida
En maestro á un aprendiz,
Y en doctor á un monaguillo
Quién es esto caballero
Si-pamos , por Jesucristo ;
Porque yo no lo conozco.
Ni sé cuál es su apellido.
Lo Arenas creo anagrama ;
(1) Alnde Uarujan & laa comedias de Ceirvántea.
CRITICO
Y pues tiene otros distintos ,
Propios de bus propiedades,
Por ellos buscarle elijo.
Arenas, tierra sin fruto;
Que, en clima caliente ó frío,
Infructífero y estéril
Se construye lo arenisco
Esto de la poesía
Lo trae al pobre aburrido ;
En pensando en el Pegaso
Montar, pierde los estribos
Y en fin , ¿ para qué se cansa
Arenas en instruirnos
En un arte de que el puede
Usar allá á su albcdrío ?
Si son malas las comedias
Que por buenas aplaudimos.
En viendo una mejor suya ,
Quedaremos convencidos.
Pero esto es tan fácil como
Llevar un peral membrillos.
Correr la posta en cuclillas,
O retroceder un rio
De naturaleza y arte
En lides , por hecho fijo.
Siempre á la naturaleza
Se da el arte por vencido
Pretende el señor Arenas,
Ú otro de su aliento y brío,
Hacer viaje al Parnaso
Sin pasaporte del Pindó.
La erudición poesía
Hacer, piensa que es lo mismo
Que hacer natural el numen
Donde hay tan sólo artificio.
Toma el asunto, ya dado,
No electo por su capricho,
Y empieza á desalojar
De los estantes los libros
Ve lo que hay dicho en el caso,
Y entre remiendo y zurcido,
De muchos cabos atados.
Hace la obra un ovillo.
Por fin, de entre mil renglones
Salen cuatro rengloncitos.
Escríbense cinco absurdos
Y se borran veinticinco.
Secundum mister Camueso
Y según monsiur Perito,
Como lo dijo Cerezo
Y como lo dice Guindo.
Por allí corre un Plutarco,
Por allá salta un Ovidio,
Por aquí brinca un Homero,
Acá danza un Tito-Livio.
Las sílabas se midieron
A la ley de lo medido.
Aquí meto y allí saco.
Aquí asierro y allá limo.
Por fin , se logró el aborto
Del concepto concebido,
t>É LA poesía castellana EN EL SIGLO XVIII.
XCIX
Forzando á naturaleza
La fuerza del abortivo.
Salió la obra, y salieron
Unos versos tan ariscos
Como gatos de desvanes,
Arañando los oidos
Si Dios les negó la gracia,
Dándola á quien darla quiso.
Contra divinos decretos ,
En lo humano no hay arbitrios.
El que no nació poeta ,
Pensar en serlo es delirio
Es tan vivo el enojo que infunde en el ánimo de Marnjan ver á Nasarre atacfir las come-
dias de Lope de Vega y de Calderón, y ensalzar las de Cervantes, que aun admirando el ge-
nio de este grande hombre, se hace eco, contra el Quijote, de la vulgar opinión que suponía el
sentido de esta obra inmortal mengua del espíritu caballeresco de los españoles. Así dice, ha-
blando del teatro de Cervantes :
Que quiso imitar á Lope
Se ve por muchos indicios ;
Hizo todo cuanto pudo,
Mas no pudo lo que quiso.
Lo que le dijo el librero
Fué un evangelio chiquito :
Su prosa de usted es buena ,
Mas sus versos son malditos....
El fuerte fué de Cervantes
Aquel andante designio,
En que dio golpe tan fuerte ,
Que á todos nos dejó heridos.
Aplaudió España la obra,
No advirtiendo, inadvertidos.
Que era del honor de España,
Su autor, verdugo y cuchillo ;
Constando allí vilipendios
De la nación repetidos.
De ridículo marcando
De España el valor temido
El volumen remitiendo
A los reinos convecinos,
Hicieron de España burla
Sus amigos y enemigos.
Y ésta es la causa por que
Fueron tan bien recibidos
Estos libros en la Europa ,
Reimpresos y traducidos ,
Y en láminas dibujados
Y en los tapices tejidos,
En estatuas abultados
Y en las piedras esculpidos.
Nos los vuelven á la cara,
Como diciendo : ((Bobillos,
Miraos en ese espejo ;
Eso sois y eso habéis sido »
Y éste es el que sale ahora ,
Con sus ocho de ah iniüo (1) ,
A vender comedias, muerto.
Que no pudo vender vivo.
Si Lope y Calderón fueren
De Francia mal recibidos ,
Con paciencia será fuerza
Llevar estos trabajillos.
Tampoco aplauden allá
Los cánones tridentinos,
Y no por esta razón
Son de acá mal admitidos.
Calderón y Lope son
Héroes de la escena invictos ,
Luminares de sus cielos.
Atlantes de sus Olimpos.
Son fuertes que, en gloria nuestra,
Dios inexpugnables hizo,
Y á sus alturas no alcanzan
Las balas de ningún tiro.
Sólo de tu atrevimiento
Eximirse no han podido.
Pues todo labio ha besado
Lo que tú solo has mordido.
Que Marujan era inconsiderado y díscolo, se ve patente en sus propios escritos. Uno
de sus enemigos fué , según puede conjeturarse, el insigne Conde de Torvepalma. Y ¿qué
mucho que lo fuera , si el desenfadado coplero se burla de él en sus versos, y en contra suya,
con chismoso espíritu , se hace eco de las murmuraciones de la gente frivola y ociosa? (2). De
notar es que Torrepcdma era amigo de Nasarre y sectario de la nueva escuela doctrinal.
(1) Alude á las ocho comedias de Cervantes.
(2) Entre los manuscritos de Marujan hay un
romance con el siguiente epígrafe :
« Habiendo venido á la corte cierto caballero an-
daluz , de rara altanería y extravagancia, exce-
diéndose hasta publicar, en Andalucía , era su viaje
ala corte á cubrirse y casar con hija de Grande;
por cuyo motivo ha experimentado algunos desai-
res en la Grandeza. »
El romance empieza así :
Gran Señor de Gor (cuidado,
Musa, que estamos en tiempo
En que á todo gran le miran
Todos los grandes con tedio)
Marujan , poco aficionado á las formas aristocráti-
cas, así en la sociedad como en las letras, se burla
aquí del Conde de Torrcpalma porque firmaba á ve-
ces Señor de Gor,
ó BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
Tamljien dio ^f<tr^lj^n rienda ú su saña contra el famoso poeta dramático Cañizares , tal
vez por sus tentativas de imitación del teatro francés. Y en verdad que, si tal era, como pue-
de creerse , el impulso que movía contra el célebre escritor dramático el ánimo de Marnja7i,
no podia ser este impulso más injusto y menos fundado. Si Cañizares, siguiendo el ejemplo
de ilon Francisco Fizarro, marques de San Juan , prolijo traductor del Cinna de Corneille, se
inclinó á la escuela dramática francesa é italiana, lo hizo de tal manera, en el Sacrificio de
1/iijeiiia , en el Temístocles y en otros ensayos semejantes de imitación extranjera , que no pu-
do quedar duda de que la índole de aquel ingenio era profundamente popular y española,
y que no sabía ni podia imitar sino á los grandes dramáticos españoles, cuyas fábulas explo-
taba con tan poco escrúpulo como innegable acierto.
Marujaiij en pugna literaria con Cañizares, contestó á una sátira suya en términos des-
temj)lados y personales. Le acusa de estar en inteligencia amorosa con la comedianta Rosa la
Gallofa, le echa en cara sus plagios, y hasta le zahiere por el desmedido tamaño de sus na-
rices. Tal era el tono rudo y descortés de las polémicas de aquel tiempo.
Esta diatriba, titulada Ovillo en que se devanan las quebradizas especies, etc., está contenida
en un códice Ohras poéticas de Manijan. Todo indica que es obra suya , si bien se aparenta
que es otro quien defiende y ensalza al mismo Marujan. El autor, movido, al parecer, por el
ardor de la contienda literaria , por la ira ó por la envidia , desconoce que Cañizares es , en
la decadencia del teatro, el último representante de aquellos brillantes y nacionales ingenios
que él mismo con tanto calor defiende y preconiza ; olvida que , al lado de la risible al par
que diestra imitación de iop^ ^'^ T'ií^a , Calderón, Montalvan, Tirso j otros, resplandecen
prendas propias de Cañizares , como la animada viveza del diálogo y la agudeza epigramáti-
ca, en las cuales pocos le aventajan; y sólo busca medios de zaherirlo y ofenderlo (1)
(1) He aquí una muestra de la diatriba, que no
tiene más valor que el ser un testimonio curioso de
la historia del teatro en aquellos tiempos :
Pues ¿ aun hay Cañizares en el mundo ?
Dijo Olio afligida
I Cómo! ¡Qué es eso! dije yo, admirado,
¿ Que Cañizares vive , es ignorado
En el Parnaso? Vive, y muy vivido,
Cada dia su bando más seguido
¿ Qué numen sacro su furor conmueve ?
El mimen del demonio que lo lleve.
Polimnia dijo : «Pnoa ¿se juzga acaso
Qne él haya visto cosa del Parnaso ?
Pues ¿ no se ve en su duro y en sn tierno,
Que el influjo que tiene es del infierno ?
Porque solo Luzbel y sus secuaces
Do influir en sus obras son capaces,
Siendo ¡ncursas, por ley y privilegio,
Todas ellas en hurto y sacrilegio.
Dloá les perdone A varios escritores
El no sacar á luz sus borradores ;
Que si ellos il la vista parecieran ,
Por guyas en Madrid no se vendieran
Tantos obras hurtadas,
Do sus originales trasladadas.
Aunque en cuenta su rueca tuerza el hnso,
Está patente el huevo y quien lo puso;
Cd'tigo de miseria, las Espinas,
Dómine Lúnis, A''tas Agustinas,
¿/•¡ntañés en la Corte , y mil trovadas,
Do la tela de Lope estAn cortadas
£1 Niño de la Guardia, y Carlos Quinto
^^lfcrí Túnez, el numen más sucinto
Re ve que las cogiú, para sus fines ,
De don Juan de la Hoz en los jardines.
El/also yunrin, que por de él se ha dado,
Es de nn excelso ingenio celebrado (a).
(,0) Uel Alniirr.nle. ( Xn^n Jfl crUirf.')
jSay dos comedias del asunto f titulo do El ^nmáo /o&o de Purtugal : una
Eurotas, tan famosa y decantada (5),
Fué de otro escaparate arrebatada.
Acis y Galatea tienen amo
En no menos sujeto qne en Candamo.
El Principe don Carlos, claro y liso.
Es trasplantado del plantel de Enciso;
Hasta el paso de El Hacha , trastejado,
Para el tiempo presente acomodado;
T en fin toda su cómica vendimia ,
En que alternan el oro y el alquimia ,
Zurcida, remendada y contrahecha,
De ajenas heredades es cosecha
¿ Qué ha dicho Cañizares, que no sea
Concepción, feto y parto de otra idea?
Siendo en su falso teatral enredo
Un ave de rapiña á todo ruedo,
Pues qne ninguno ignora
Lo que pasaba en tiempo de Zamora ,
Que á toda copla suya, ardiente ó fria,
Bu público el concuerda se ponia;
Mas él vengaba bien tales tragedias,
Pues, contra el alto tren de sus comedias,
Con un Conejo, un Mono y una Zorra ,
Volvía sus aplausos en camorra » (r).
Dijo Erato: « Si mal no lo he entendido,
i No os ése el Cañizares aturdido
De quien se rien Diablo, Carne y Mundo
Por el atrevimiento sin segundo
de tres Ingenios^ cnyos nombres no constan, inobilda en la Parte treinta y
eei». Comedias escritas por los ntfjiires Ingenios de £sí>añn (Madrid, 1671),
y otra de impresión suelta y repetidiis ediciones (una de ellas, que tenpo &
la vista, hecha en Valencia , 1764 , que apareoe como producción de un Inge-
nio, y ha sido por algunos atribaida A don Jo^ (fc Cañizares. — Del Almirante
de Castilla, dtm Juan Gaspar Alonso Enriques de Cabrera, que nació en Ma-
drid, año 1625, y murió en 1691, únicamente conrtci;inio8 la colección de
poesías que tituló Fragmentos del ocio, & cuyo final van dos Hejiresetitaciones
á Felipe IV y un.is Reglas para torear, y que so publicó anónima en Ñapó-
les . 16h:). (.Vo((i del sefior ihm Caiietano Alberto de la Barrera.)
(ft) Ilcl mismo. {Xola del códice.)
Enrolas y Dinnn es scfrundo título de nna zarzuela en dos jomadas , qne
lleva el nombre de Cañizttres , y tiene por primero el de Amandtt bien, tío st
ofenderá un desdim. (Xula del señor dtm Cai/elano Altm-tn de la Barrera.)
(el Madrid aplaudió más los saínetes Él Conejo, El Mono y La Zorra, quo
dio & luz Cañizares, qne las comedias que al propio tiempo se represeutaboa
de don Antonio de Zamora. (^Nota del códice.)
DE LA poesía CASTELLANA EN EL SIGLO XVIII. Cl
Es difícil determinar, por los datos vagos y escasos que nos quedan de Marujmi , cuál era
en la sociedad de su tiempo el verdadero concepto moral de que disfrutaba este controversista
estrafalario. Por ima parte aparece odiado y hasta judicialmente perseguido; por otra se
ve atendido y amparado por hombres de cuenta , entre ellos el Gobernador del Consejo do
Castilla, los Marqueses de Estepa (1) j los Marqueses de Espinardo, y hasta mirado con
benevolencia por Fernando YI. Lo que no deja duda alguna es que sus versos le granjearon
fama de poeta en aquella era de copleros ^miliares , chabacanos y descarados. En Granada,
el Presidente de la Real Chancillería, don Manuel de Carmena , y otras personas de alto res-
peto se valieron de él , teniéndolo en mucho como poeta , para que escribiese convocatorias en
verso á los ingenios granadinos, con objeto de ensalzar á Fernando VI y á su ministro Car-
vajal , ora por las mercedes y privilegios otorgados á la Real Compañía de Comercio de Gra-
nada, ora por la fundación del hospicio de la misma ciudad. Manijan no habia nacido para
la poesía elevada , y las dos composiciones , en romance heroico, que escribió con tales mo-
tivos , no son más que im tqjido de falsos conceptos , expresados en estilo hinchado y am-
puloso (2).
Hemos presentado, acaso con excesiva abundancia , las citas de Manijan , no por lo que
ellas en sí valen , sino porque , con su carácter personal , su aversión á la literatura artificial
de la Francia , y su entusiasmo por el antiguo teatro español , este mal poeta es un ejemplo
muy caracterizado de los polemistas copleros de aquella época de transformación. Y ¿ cómo
sorprenderse de que así píense y escriba im poeta de naturaleza desmandada , cuando un
hombre tan docto y mesurado como Porcél , tan autorizado entre los adoradores de las Poéti-
cas restrictivas de Francia, decia en el seno de la Academia del Buen Gusto, creada cabal-
mente para honrar las Poéticas , estas palabras, dignas de los mejores tiempos de la crítica?
{Jlahla Garcilaso.) Confirmo el juicio que entre los mortales hice, que la poética no es más que opinión.
La poesía es genial, y á excepción de algunas reglas generales y de la sindéresis universal que tiene todo
hombre sensato, el poeta no debe adoptar otra ley que la de su genio. Se ha de precipitar como libre el es-
píritu de los poetas ; por eso nos pintan al Pegaso con alas, y no con freno ; y si éste se le pone, como in-
tenta el que modernamente ha erigido el Parnaso francés, es desatino En vano se cansan los maestros
del arte en señalar estas ni las otras particulares reglas, porque esto no es otra cosa que tiranizar el libre
pensar del hombre, que en cada uno se diferencia, según la fuerza de su genio, el valor de su idioma, la
doctrina en que desde sus primeros años lo impusieron, las pasiones que lo dominan, y otras muchas
cosas.
¿Qué pensarían de la libre y desembarazada doctrina de estas palabras Luzan, Mbntiano
y Nasarre, en cuya presencia las leyó Porcél'^
ínteres, y no escaso, encierran , para la historia de la crítica , esas protestas del gusto nacio-
nal contra la escla\TÍtud del ingenio, esa glorificación de la libertad poética sin freno doctri-
nal extranjero. Simpatía merece aquel impulso nacional que , sin más dogma ni razón que el
instinto y el entusiasmo, pugnaba, así en Inglaterra como en España, por sostener el pedes-
tal de gloria de los Shakspeare y de los Calderones , consolidado para siempre por la crítica
firme y filosófica de los tiempos modernos.
De quitar y poner versos y pasos,
Con ilusos frenéticos atrasos,
De Calderón en autos , cuyas huellas
Aun miran con respeto las estrellas ? » (a).
Dijo Apolo : « Es asi ; pero no- creo
Lo que se dice en cuanto á hacer empleo
De público comercio, puesto en venta ,
Los Tersos que arrebata ó que fomenta,
Haciéndolos caudal de sus codicias.»
—"ustedes están cortos de noticias,
Dije; ¿ ahora salimos ignorando
Lo que públicamente está pasando ? "
(a) Enmendó Cañizares, r qnití j puso pasos en los autos de Calderón.
r/deni.)
I, Ps,-xvin,
Sólo con coplas su caudal granjea;
Las vende , las ajusta y regatea ,
Aunque ya el rejateo está cortado,
Pues tiene su arancel puesto y clavado ; etc. (6).
(1) La Marquesa de Estepa escribió versos en
honor de Marujan.
(2) Uno de estos romances fué impreso en Gra-
nada , por José de la Puerta , en 4.° El otro está en
los códices que poseemos de las Obras poéticas de
Marujan.
(b) Vendió Cafiizares siempre iras obras í prcMn» sefialados : la comedí*
con saínete & treinta v cinco dobloiies, j laa í.ema? ihTM á profata. (Itkm.}
cu IMDSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
CAPITULO X.
Peinado de Carlos III. Continúa la resistencia instintiva del gusto nacional. — El cambio doctrinal triunfa al
(..^\JO Poetastros célebres. — Dos curas de Fi uimc. — Nifo. — Primeros frutos sazonados de la reforma, — Moratin
(don Nicolás). — Cadalso. — Escuela poética salmantina. — Fray Diego González. — Huerta. — La Raquel, —
Iglesias.
Fuera de aquellos momentos felices en que el estro de la patria arde con fuego propio j
se alire pa.so entre estorbos de origen extranjero, la poesía, como otras fuerzas morales, ca-
mina de imitación en imitación. Eu España, prescindiendo de los romances j del teatro, en
los cuales se retrata á sí propio el espíritu nacional con fieles y espléndidos colores, la poesía
erudita v académica va casi siempre á la rastra de inspiración extraña. Primero reina en
ella el elemento provenzal^ en seguida el italiano, casi al mismo tiempo el latino, más ade-
lanto el francés. — Torrepalma, Porcél y algunos otros, aunque pugnaron como reformadores,
no penetraron bastante en el gusto de la escuela francesa. Por eso fueron tan fugaces en
aquella era doctrinal su gloria y su influencia. No eran bastante franceses para una época en
que como dice muy acertadamente Quintana, comiamos, vestiamos, bailábamos y pensábamos
á la francesa (1). Entrada ya en sazón la doctrina sana, pero estrecha, que nos daba en sen-
satez V en atildado orusto cuanto nos quitaba en riqueza, en hechizo y en libertad; mal ave-
nida , por otra parte , la imaginación de los españoles con la poesía desmayada y glacial de
Jíontiano, de don Juan de Triarte, de don Pedro de Silva, áú padre Betmvente y del mismo
Lnzan, que, si escribían con bastante corrección, no hacían sentir en sus versos una sola vi-
bración del alma , era forzoso que llegasen á connaturalizarse algún tanto con el espíritu na-
cional las formas de la nueva civilización literaria, que, llevada, como anteriormente hemos
indicado, en alas de la gloria de los escritores inmortales del siglo de Luis XIV, sub_)Tigaba
con el rigor de la forma , con la majestad del pensamiento, con la limpieza del estilo, las le-
tras de todas las naciones cultas , aun de aquellas donde habían derramado luz tan esplen-
dorosa Shakspeare , Ariosto y Calderón.
En manos de la medianía, la amalgama, producida por la lucha misma, de dos escuelas
de tan diversa esencia y entre sí tan poco conciliables, fué una verdadera calamidad litera-
ria. De los infelices poetas que cultivaron esta híbrida y falsa inspiración , algunos alcanza-
ron renombre, en verdad poco merecido. Dos de ellos son dignos de un honroso recuerdo.
Es el uno don Diego Antonio Cernadas de Castro, natural de Santiago de Galicia , famo-
sísimo en su tiempo, como poeta, con el nombre de el Cura de Fruime. Y por cierto que
es inexplicable su fama extraordinaria. Cernadas, pcárroco admirable por su dulce, paternal
y caritativa condición , no escribió libro alguno de esos que provocan la admiración y susci-
tan la gloria. Dotado de una modestia evangélica sin igual, pasó la vida entera, por gusto
suvo, en la pf>l)re y solitaria aldea de San Martin de Fruime. Y, sin embargo, su nombre re-
sonaba en toda España, y todo por unos insignificantes versos, en que no hay ni hechizo, ni
emoción , ni gi-andeza. Su afición al estudio y su correspondencia con doctos amigos de Ma-
drid no le infundieron el fuego de la inspiración, pero le preservaron hasta cierto punto de
la insufrible afectación que afeaba la literatura do su tiempo. Acaso su misma sencillez le
hizo simpático. Sus versos eran leídos en todas las clases de la sociedad (2). ¡ Caprichos de
(1) Introducción á la x>oesia castellana del si- tellano lilzo esta punzante descrípcíon burlesca del
glo xviii. reino de Galicia y de sus gentes :
(2) Murió en Fruime, el año de 1777. Pondremos -a ■ ■ r ?■ , ■, ^ ^
^ ' ' Reino lofeliz , país desventnrado,
acjui una breve muestra do su estilo. Un poeta cas- De España muladar, rincón del mundo,
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL Clii
la suerte! Otro cura de Fruime, don Antonio Francisco de Castro^ cabalmente el inmediato
sucesor de Ce)madas, fué también poeta, y mejor poeta que éste, aunque mediano. Pero su
nombre quedó ignorado, así como sus obras, que por primera vez han salido á luz há algu-
nos años (1).
El otro poeta á que nos hemos referido os don Francisco Mariano Nifo.
Semejante á Mañer en su afición á propagar en obras periódicas el conocimiento de los
adelantamientos europeos (2), traductor infatigable como él , también se le asemeja en su
escasa aptitud para la poesía elevada, si bien le sobrepuja en fecundidad y soltura. En 1746
publicó unos endecasílabos á la coronación de Fernando VI. A la muerte de este soberano
publicó otra composición endecasílaba, titulada Voces llenas de amor , etc. En ambas poesías
resaltan á un tiempo el alambicamiento y el prosaísmo. Celebró en sus versos á la reina ma-
dre doña Isabel Farnesio y á las célebres comediantas María Bermejo y María Lavenant (3).
Esta última había representado el papel principal en el drama heroico de Metastasio, tradu-
cido por iV7/b, titidado Hypsijyile , jjrincesa de Lemnos. Andando el tiempo se corrigió algún
tanto este escritor, en sus comedias y en sus poesías líricas, del artificioso estilo tan común en
la época de su mocedad , mas sin adquirir por eso fuerza ni elevación. Si pudo pasar en
tiempo de Fernando VI por un mozo aplicado, que daba esperanzas de adelantar en la poe-
sía, ya entrado el reinado de Carlos III no fué tenido sino en lo que realmente era: un ver-^
sificador vulgar , sin sentimiento poético, sin gusto y sin inspiración.
Fué muy apreciado por su incansable actividad y por sus prendas morales. Estuvo preso
algún tiempo por disensiones graves de familia, y, á pesar de su actividad extraordinaria,
no llegó á alcanzar la prosperidad que ambicionaba. Así puede inferirse de lo que él mismo
declara en algunas de sus obras, y ' singularmente en el romance dirigido á su mujer, que
empieza :
Amada consorte mía (4).
Entre tinieblas siempre sepultado ;
Áspero, rudo clima , temple airado ;
Infiel , bárbaro trato, sitio inmundo ;
Grente sin sociedad, campo infecundo.
En el nombre de Dios santo y eterno,
Con cuanta fuerza tiene el exorcismo.
Te conjuro y apremio, triste averno ,
Para que me declares por ti mismo
Si eres en realidad el propio infierno,
o si eres el retrato del abismo.
Ofendido Cernadas al ver tan maltratada á su
querida tierra natal , limitó su desagravio á glosar
el primer verso en estos términos :
Es hermosa mi huerta y fértil ; pero
Viene la oniga , cómela y la afea :
Por bien abastecido que lo vea ,
Viene el ratón , y estrágame el granero :
Muy poblada mi viña consider'O ;
Viene el marrano vil , y la estropea :
Gallinas y sustancia hay en mi aldea ;
Viene y las rapa el zoiTO trapacero.
Oruga el asturiano en su codicia,
Eaton el castellano desdichado,
Marrano el andaluz en su inmundicia ,
T zorro el montañés disimulado,
Éstos la comen , y hacen á Galicia
Reino infeliz, país desveniuraJo.
(1) En Orense, 1841.
(2) Publicó, ademas de otros muchos periódicos,
el Correo general de España, bajo los auspicios de
la Real Junta de Comercio de Madrid. El Consejo
de Castilla protegió esta publicación, j expidió una
circular para que de todo el reino se remitiesen á
Nifo las noticias que él mismo pedia on un interro-
gatorio.
(3) María Lavenant y Quiranfe fué una actriz
dotada de extraordinario talento y licchizo. A pesar
de haber brillado corto tiempo en la escena , quedó
grabado en la memoria del público el embeleso que
causaba en varios papeles, ya patéticos, ya festi-
vos. Muchos años después de su muerte se recorda-
ba todavía con deleite el entusiasmo que infundía
en sus oyentes cuando cantaba aquella famosa
copla :
Es en glorias pasadas
El pensamiento,
TTnas veces verdugo,
Y otras consuelo
Preciábase de elegante y esplendorosa en el ves-
tir, y se cuenta que dejó más de noventa vestidos
de lujo.
Murió de un modo edificante, el dia 1." de Abril de
17G7, á la edad de veinticuatro años.
(4) Algunos años después de la muerte de Nifo,
un hermano suyo dio á la estampa (1805) sus prin-
cipales obras líricas y dramáticas. Entre éstas, la co-
media titulada Matilde, y La casta Amante de Te-
ruel, doña Isabel de Segura, que Nifo llama escena
patética , y que es en realidad de lo más lánguido y
palabrero que se ha escrito en eaóícllano. — En vida
\
CIV BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
Don Nicolás Fernandez de Moratin se habia esforzado por amoldarse á las severas prescripi-
ciones de los preceptistas y de los gramáticos; pero era demasiado poeta para rendirse ser-
vilmente al yugo de la imitación. Cuando estro sincero encendia su imaginación, brotaban
en sus versos aquellos acentos de la ])atria que le hablan arrullado en la cuna , sacudía por
instinto, como en la inimitable Fiesta de toros en Madi'id y en los romances moriscos , las ca-
denas que voluntariamente se imponía, daba libre rienda á su estilo brioso y desembarazado^
j al ardiente espíritu nacional que enardecía su alma , y era un poeta de castizo y noble li-
naje. Ticknor dice que don Nicolás Moratin fué <rel sucesor y, hasta cierto punto, el heredero
de las opiniones de Lxtzan.y> Tal vez el mismo Moratin lo creerla así cuando, en reemplazo de
su amigo el poeta trágico Ayala, desempeñaba, hablando con gran respeto de Boileau, la
cátedra de poética en el Colegio Imjierial , ó cuando en sus composiciones amorosas imitaba
al Petrarca. Pero, en verdad , no hallamos títido alguno de sucesión entre Luzan y Moratin,
como no sea la casualidad de haber nacido éste el año mismo en que salió á luz la Poética de
^ aquél. Pociis veces se encuentran en las letras dos hombres de tan diferente naturaleza. El
uno todo cordura, imitación, esmero; el otro todo arranque, imaginación y sentimiento: el
uno vive con la reflexión y con los preceptos; el otro vuela con el ímpetu irreflexivo de los poe-
tas, y ahoga sus prendas privilegiadas cuando se juzga obligado á seguir humildemente la
senda trazada de antemano por los princi})ios convencionales. Don Nicolás Moratin era de-
masiado español para encadenar sin tregua las alas de su fantasía. Acepta los preceptos de
la escuela francesa, pero vive su numen en involuntaria y constante pugna con ellos. ¿No
veis cómo vuela su espíritu á cada momento hacia las tradiciones poéticas de la patria? ¿No
os admira el ingenio con que quiere disculpar las corridas de toros? Se atreve á cantar á
Pedro Romero, torero insigne, y lo hace, no en un romance popular, sino en una oda de
grande elevación lírica, como cantaba Píndaro á los atletas de Olimpia y de Nemea. Para
él la barbarie de las corridas, que no puede negar, desaparece ante el arrojo y la elegante
gallardía de los lidiadores españoles , como se olvida la osada desnudez de las estatuas griegas
ante el mágico hechizo del arte. É 1 , ademas , con su fogosa imaginación española , no ve
en aquellas fiestas sangrientas sino la intrepidez de su raza. Así dice de Pedro Romero:
Pasea la gran plaza el animoso
Mancebo, que la vista
Lleva de todos , su altivez mostrando ;
Ni hay corazón que esquivo le resista.
Sereno el rostro hermoso,
Desprecia el riesgo que le está esperando.
Le va apenas ornando
El bozo el labio superior , y el brío
Muestra y valor en años juveniles
Del iracundo Aquíles.
Va ufano al espantoso desafío ,
¡ Con cuánto señorío !
(Qué ademan varonil ! ¡qué gentileza!
Tu anciano padre , el gladiador ibero,
Que á Grecia España opone
No puede serenarse
Hasta que mira, al golpe poderoso,
El bruto impetuoso
Muerto á tus pies , sin movimiento y frió,
Con temeraria y asombrosa hazaña,
Que , por nativo brío.
Solamente no es bárbara en España.
¿ Cómo vencer á indómitos guerreros
En lances verdaderos ,
Si éstos sus juegos son y su alegría?
I Oh, no conozca España que varones
Tan invencibles cria !
de Nifo se burlaba de él Moratin (Leandro) en
tos versos familiares :
Ni/o, 1 oh pestilente Nifo I
Gran predicador de tiendas,
Que desde el año de seis
Disparatando voceas':
Tan sólo el diablo te pudo
Turbar asi la cabeza ,
Y , por divertirse , hacerte
Escritor de callejuela
To, que no soy embrollón,
eS' Hi pongo mi ingenio en venta.
Ni predico en el caté
Donde retumbaba Huerta ;
Yo, cuando en tal ignominia
Está de Apolo la ciencia ,
i He de escribir mientras Xi/o
Escribe que se las pela?
También Forner hace mofa de Ni/o, designándole
con el nombre de Lupino , en su sátira contra los
malos escritores :
Ves al triste Lupino, etc.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL Of
Quien así, con el sentimiento nacional, lo realza y ennoblece todo, no era, no podia
ser el continuador de helados preceptistas como Luzan; ardia en su mente la llama del poeta.
Era , ademas , don Nicolás Moí'afin hombre instruido, puro y fácil hablista , armonioso
versificador y, más que todo, promovedor de los adelantamientos literarios. A él se debió la
creación de la célebre tertulia de la Fonda de San Sebastian, compuesta de hombres insignes,
tales como Ayala, autor de la tragedia Numancia destruida; Muñoz, historiador del Nuevo-
Mundo; Cerda, bibliógrafo y anticuario; Pizzi, orientalista; Signoirlli, historiador del tea-
tro; Ortega, botánico; Conti, Cadalso, Triarte (don Tomas), Bernascone, j otros hombres de
alta ilustración (1). Esta tertulia fué como una reproducción, con más avanzados elementos
y en forma más adecuada á las nuevas costumbres , de la memorable Academia del Buen
Gusto. Aunque las damas no tenian cabida en la tertulia literaria de la Fonda de San Sebas-
tian , no por eso era su instituto árido y sombrío. Estaba prohibido conversar sobre asuntos
políticos , materia entonces para ellos escabrosa y acerba. Habíase formado la tertulia después
de la caida del Conde de Aranda, favorecedor incansable de todos los que se señalaban en
ciencias y letras, y especialmente de los que componían aquella sociedad; y este recuerdo, que
podia explotar la envidia en contra suya , les obligaba á proceder con circunspección y cau-
tela. Sólo se permitía hablar «de teatro, de toros , de amores y de versos» (2). Con este ri-
sueño programa , y animados todos de espíritu modesto y fraternal , nada común entre sa-
bios, críticos y poetas , pasaban allí alegres horas, ocupados en sabrosas pláticas y lecturas,
con las cuales se depuraba el gusto y se ensanchaban las ideas. La famosa tertulia de la
Fonda de San Sebastian ejerció indudablemente poderosa influencia en el movimiento litera-
rio del reinado de Carlos III , y en dar asiento y madurez á las doctrinas de imitación y
compostura de los maestros seudo-clásicos franceses é italianos (3).
Don José Cadalso fué el primero que entró de lleno en la nueva senda, y cultivó sin
lucha , sin violencia y sin contradicciones de estilo las letras amaneradas de la escuela
francesa. | Qué mucho, si se habia educado en París , y volvió á España á los veinte años,
hablando diferentes lenguas, y prendado, como era consiguiente, de Hacine }' de Voltaire,
de Diderot y de Montesquieu ! Los primeros deleites que embelesan el entendimiento en edad
temprana , dejan huellas profundas, que difícilmente se borran. Cadalso, por más que imita á
Villegas, á Quevedo y á Góngora; por más que acrisola y fortalece el acendrado amor que
profesó siempre á su patria , vuelve á cada paso involuntariamente los ojos á aquel cielo inte-
lectual de donde recibió la luz primera de la poesía. Quiere probar sus fuerzas en la tragedia,
escogiendo un asunto eminentemente castellano (Sancho García) , y no sólo se ata con las
cadenas de Boileau, sino que se complace en adoptar los versos pareados del teatro francés,
sin echar de ver que habia de ser intolerable á oidos españoles el monótono martilleo. Quiere
pintar uno de los delirios amorosos de su vida, y la fruición amarga que habia experimenta-
do haciendo desenterrar clandestinamente, en la iglesia de San Sebastian, el cadáver de la
mujer que amaba (Noches lúgubres), y Young, poeta de la época de la reina Ana, esto es,
poeta inglés á la francesa , es el modelo que le ofrece cuadro adecuado para desplegar enfáti-
camente el fúnebre dolor que le abruma (4).
De ingenio ameno, simpático y flexible, todos bus versos fueron recibidos con aplauso.
(1) Vida de don Nicolás Fernandez de Moratin, tin entre ellos, dan testimonio de la pasión que ins-
escrita por su hijo don Leandro al frente de las piró al tierno poeta María Ignacia Ibañez , actriz jó-
Obras postumas de aquél. Barcelona, 1821. ven, modesta y hermosa. A la muerte prematura de
(2) Don Leandro de Moratin. esta mujer adorada , subió de punto la exaltación
(3) No nos detenemos más en el juicio de don de Carfa/so, hasta parar en la extravagancia de des-
Nicolas de Moratin como poeta lírico, porque de este enterrar el cadáver , con mil riesgos y dificultades,
ilustre escritor se ha dado completa idea en el to- Éste es el asunto real de las Noches lúgubres. (Véa-
mo II de esta Biblioteca. se la curiosa carta, impresa en el presente tomo, á
(4) Todos loe contemporáneos de Cadalso^ Mora» continuación de la noticia biográfica de Cadalso.)
(^.j BOSQUEJO HISTÓKICO ClíBTICO
Muchos de ellos se leen todavía con gusto, especialmente los cortos y festivos, donde cam-
pean soltura , gracia y vena satírica ; y no podrán morir en la historia de las letras , por-
fiue si no es nniv alto su valor absuluto, tienen el incontestable mérito de ser acaso el ejem-
plo trascendental de donde arranca aquella poesía de los primeros tiempos de Carlos III , no
conmovedora ni sublime, pero noble, correcta, que habla ya un idioma claro y seguro, y
que acaba por producir á Melendez , á Moratin y á Quintana.
El talento poético de Cadalso no carece de facilidad y de halago; pero en ningún género
es eminente. ¿Cimio comprended, pues, la acción poderosa que ejerció en el desarrollo poé-
tico de su tiempo? Tres (;ausas encontramos, sin embargo, para explicar esta influencia eficaz
de Cadalso : su educación literaria; su época, preparada para recibir favorablemente una
literatura superficial v acicalada; y ante todo, el atractivo personal del simpático poeta, á
quien todos amaban v ouvo entusiasmo se infundía dulcemente en el ánimo de sus amigos.
La erudición do Cadalso no era ni muy amplia ni muy profunda, y podría decirse que, sin
caer en ello, se satiri/.ó á sí propio en los Eruditos á la viulefa. Pero esta erudición escasa
era de buena ley y n-randemente acomodada para ayudar al impulso de filológica reforma que
cada día tomaba mayor ^a^elo y ensanche. Ya en Madrid , en la tertulia literaria de la Fonda
lio San Sebastian ; ya en el tráfago de la vida militar, cambiando de guarnición á cada mo-
mento; ya en Alcalá de Henares, donde conoció á Jovellanos, colegial entonces de San Ilde-
fonso ; }'a entre los hombres estudiosos de la universidad de Salamanca ; ya en la celda apa-
cible y solitaria de fray Diego González; siempre es Cadalso el mismo; siempre impone, sin
intentarlo, el dulce ascendiente de su alma, que á nadie ofende y que á todos estimula y
ídienta. Hombres á él muy superiores rinden á su talento admiración respetuosa: don Nico-
lás de Moratin j fray Diego le ensalzan en sus versos; Melendez le reconoce por director y por
modelo; Jovellanos dice que le hizo trepar al Parnaso con el aguijón de su ejemplo. Hasta
Huerta, que con su índole áspera y desconteutadiza alejaba de sí á todos sus amigos, man-
tiene con Cadalso cordiales y constantes vínculos de respeto y de afecto. ¿Y quién es este
^lecénas, que así cautiva las voluntades y así fomenta las luces? Un simple capitán, que ca-
rece totalmente de riqueza y poder, pero que tiene , en cambio, fe y entusiasmo ; y nadie re-
chaza sus advertencias, porque están dictadas , en tiempo de acerbas hostilidades literarias,
sin amor propio, sin malevolencia , sin en\ idia y sin intolerancia.
En la carrera militar halló igual correspondencia de parte de sus compañeros y de sus
jefes. El ilustre Conde de Aranda se declaró protector suyo, y le dio amparo en momentos de
apuro (1). Siendo ya coronel , y considerado como uno de los oficiales más brillantes y enten-
didos de nuestro ejército, murió prematura y gloriosamente en el sitio de Gibraltar. Su muer-
te fué miiversalmente lamentada, y hasta el gobernador de aquella plaza y muchos oficiales
ingleses, que le conocían y apreciaban , honraron su memoria dando muestras públicas de
duelo por la muerte do un militar tan valiente y tan instruido (2).
(1) Para salvarlo de los embarazos juditdales que Caracas. » (Apunte autógrafo de don Bartolomé Jó-
lo acarreó la tentativa de exhumación del cadáver sé Gallardo ; al cual añade lo siguiente : «Me han
(le ]í[aria Ignacia Ibañez , el Conde de Aranda des- dado esta noticia en Cádiz (1843) los parientes de
teñó á Cu'hdso de la corte. Cadalso.)))
(2) Mandaba una batería avanzada , y en la no- Como no habia despertado en nadie los resenti-
thc del 27 do Febrero de 1782, un casco de grana- niiontos de la envidia, su pérdida causó verdadera
«la le hirió en la sien derecha y le llevó parte de pesadumbre á todos los poetas. He aquí la intere-
lu frente. sante y sentida carta que en esta ocasión escribía
«Fué ocasión de su muerte ol haber a([uel día él Melendez á uno de sus amigos :
entrado de servicio en lugar de un amigo suyo, Ca- «Mi querido Mena : ¿Cómo ha recibido Vm. la
rcquefio, hetmano de la Marquesa de Cuerpo-San- desgracia del infeliz Cadalso? Vm. no le conocía;
to; el cual, muerto Cadalso por hacerle áélel obse- pero un hombre como él es una pérdida común
quío de reemplazarle , de pesar, luego se entró ca- para todas las almas sensibles. La mía maldice mil
pnchiiio en Sevilla, donde ]e llamaban el padre veces la guerra, esta guerra que me ha privado do
DE LA POESÍA CASTELLANA EX EL SIGLO XVIIL cvn
Se ha atribuido algunas -veces á Cadalso la honra de haber creado en Salamanca aquel
movimiento literario, precursor de la nueva era poética del reinado de Carlos III , con im-
propiedad llamada renacimiento de las letras españolas , sin advertir que nada verdaderamen-
te nacional renacía , j que la civilización de aquel memorable reinado presentaba en todo
caracteres nuevos , más europeos que españoles , más artificiales que espontáneos. Cadalso,
que sólo residió en Salamanca por la movilidad continua de la vida marcial, alentó en gran
manera , como hemos visto, con su entusiasmo y con su ejemplo, el cultivo de la poesía en
aquella ciudad esclarecida; pero no ftic , ni pudo ser, el iniciador exclusivo de la efervescen-
cia intelectual, tan gloriosa como afortunada, que llegó á decorarse con el nombre un tanto
pomposo de escuela sahnantina , y que , después de un largo período de oscuridad y decaden-
cia , fué tenido sin razón bastante por una verdadera restauración del siglo de oro.
Aquella efervescencia literaria era consecuencia natural de los adelantos que, aunque len-
tamente, iba haciendo España desde el advenimiento de la casa de Borbon , como también
de los elementos activos que el nuevo estado de Europa traia sin tregua á la civilización es-
pañola. Artes, ciencias, industria, espíritu de investigación y de examen , crítica, institutos
literarios , todo iba cobrando vida , y Cadalso encontró ya los gérmenes de la nueva cidtura
poética , así en los claustros como en las escuelas de Salamanca. Más adelante creció el impul-
so, y tanto allí como en otras partes llegaron á formarse centros de luz y actividad poética.
Pero á Salamanca , recobrándose aceleradamente de su dilatada postración , cupo entonces la
gloria de adelantarse á las demás ciudades , y formar en su seno un foco de poesía más puro,
más extenso y más trascendental. En cuanto al dictado de escuela salmantina . que se aplica al
conjunto de poetas que allí dieron lustre á las letras castellanas en la segunda mitad del si-
glo XVIII (1), no puede considerarse más que como una designación sonora, nacida acaso de
engreimiento local; designación que más adelante se propagó á Sevilla, y aun á Granada.
Poco importarla en sí mismo el nombre , que la rutina ha consagrado, si no representase
una idea errónea, que la crítica moderna reprueba, y que más daña que favorece al renom-
bre de aquellos poetas. La palabra escuela, en filosofía , en política y en algunas ciencias, pue-
de tener una significación clara, saludable y concreta; es un centro donde reinan principios
fijos, donde se respeta un sistema, donde todo deriva de una disciplina doctrinal })révia y ri-
gorosamente establecida. Pero con referencia á la poesía , la palabra escuela es aventuradísi-
ma , y puede ser hasta un contrasentido, si se tiene en cuenta el campo inmenso y desemba-
razado que requieren para su libre é ilimitado desarrollo las artes de la imaginación. Ciertas
prescripciones convencionales de forma , por grande que se suponga su importancia , no son
ni pueden ser la esencia de la creación poética; j escuela, esto es sistema, y poesía son dos
un amigo tan bueno, y á quien seré toda mi vida » Silencio augusto, bosques pavorosos , etc. (a).
obligado con el reconocimiento más íntimo. Sin
él, yo no sería hoy nada. Mi gusto, mi afición á los „ Yo quisiera imprimirla después , y consagrar á
buenos libros , mi talento poético, mi tal cual lite- la santa amistad esta memoria. Tengo también al-
ratura, todo es suyo. El me cogió en el segundo gunos versos suyos inéditos, mejores, sin compara-
año de mis estudios, me abrió los ojos, me ense- cion, que los publicados por él, como cosa de sete-
nó, me inspiró este noble entusiasmo de la amistad cientos. Quisiera también darlos á luz.» (Carta au-
y de lo bueno, me formó el juicio; hizo conmigo tógrafa de do7i Juan Melendez TaZfZcs á su amigo
todos los oficios que un buen padre con sti hijo más el padre Mena, escrita en Salamanca, el 16 de Mar-
querido. Yo me proponía, acabado este maldito 7.0 de 1782. — Colección de manuscritos del señor
campo (el cerco de Gibraltar), convidarle á esta Marqués de Pidal.)
ciudad, á que viera su obra y la acabara; instarle, «Con motivo de la muerte de Cadalso, ocurrida
importunarle, y tener el gusto de verme otra vez al lado del Conde de Norofia, escribió éste una elc-
á su lado. ¡Cuántos motivos para llorar su desdi- gía^y á. más una oda en alabanza del mismo. « (Fus-
chadafalta! Tengo empezada una canción fúnebre, ter, tomo 11, pág. 381.)
que si puede salir según mis ideas, lo será con (1) Quintana, Ticknor y otros muchos.
toda propiedad. Vea Vin. las dos primeras estan-
vl?'^ ! ,í7'> Yóíise eáta canción on l:us poe;>íiR do ^pJ^ivIp^^-
rv-Til BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
palabras que traban mal sus síoTiificaciones divergentes y repulsivas. Por fortuna de las letras
de Salamanca, sobresalieron en aquella era brillante poetas cuya diversa índole aleja la idea
de uniformidad v de senda trillada que despierta la palabra escuela. ¿En qué se asemejan el
candoroso /my Diego González y el sarcástico Fomer, el delicado Melendez y el epigramático
Iglesias? La idea de escuela no nació de los mismos qne la componían. Uno de ellos, fray Diego
Gojizah:, siguiendo el estilo del tiempo, designa propiamente con el nombre de Parnaso
salmantino aquella reunión de ingenios de Salamanca, que, según él, no pasaban de cinco (l),
pero en la cual debe contarse por entonces alguno más, y que más adelante se aumentó con
otros hombres de incontestable mérito.
Es fray Diego González uno de los poetas de que con razón se envanece Salamanca , uno
de los caracteres más simpáticos y más piiros que han dado lustre al claustro y á las letras.
La poesía le era en tal modo connatural , que escribía versos , como otros buscan juegos é in-
sustanciales pasatiempos, cuando su edad ftisaba apenas con la adolescencia. Su numen no era
ni enérgico ni levantado. No se prestaba á ambiciosos Alíelos. yi\ ía su espíritu en una esfe-
ra mística, tan apacible y tan serena, que no podían entrar en ella estímulos mundanos, y
mucho menos aquellos que reciben su fuerza de la vanidad. Ni aun la vanagloria literaria, en
su expresión más inocente y más inofensiva, podia caber en un alma enteramente subyuga-
da por la mansedumbre y la modestia. Imitaba á fray Luis de León , no sólo por predilec-
ción literaria , sino por las afinidades de instinto que los unian. Era una de ellas la afición al
campo, grande y sincera en el ánimo de fray Diego González. Deleitábale, sobre todo,
pasar algunos días en La Flecha , pueblo cercano á Salamanca, á orillas del Tórmes , porque
despertaba en su ánimo el recuerdo venerable y querido de fray Luis de León. Así lo expresa
en una carta á fray Miguel de Miras , del 15 de Abril de 1777.
(.(Mañana (le dice) salgo á pasar tres ó cuatro días en mí Flecha, que está de aquí, rio ar-
riba, legua y media. Tenemos allí unas haceñas, un hermoso soto y prado, y lo que es más
que todo, aquella huerta que en el principio de su Dialogo ele los Hombres ele Cristo describe
con tanta belleza nuestro insigne León , y donde aquel Marcelo enseñó á sus compañeros tan
divinas doctrinas. Este es el huerto que, en la canción de la vida solitaria , llama plantado
por su 7nan0j del monte en la ladera ^ y la, fontana pura, que
Por ver y acrecentar su hermosura,
Desde la cumbre airosa
Hasta llegar corriendo se apresura , etc.;
qne tú lo sabes todo de memoria y á la letra, como tan aficionado á fray Luis d
((Estas memorias me harán dulcísima la estancia» (2).
Su corazón tierno y delicado haljía nacido únicamente para amar , para amarlo todo. Dios,
la mujer, la humanidad, se disputaban su alma. Dios triunfó de todos los impulsos huma-
nos ; pero, como éstos eran de tan noble y encumbrada naturaleza , triunfó , no combatiendo
aquellos purísimos sentimientos , sino combinándose con ellos, como emanados de la di-sñna
esencia. Amó á las mujeres, y las amó con tan vehemente arrobamiento, que al referir poé-
(1) Así escribía á un aiiiigo siij-o de Sevilla profesores de jurisprudencia, en que van haciendo
(probablemente /í-rty .l/í'í/ue/rff J//ras), el 11 de No- singulares progresos. Uno y otro han compuesto
viembre de 1775 : mucho, cada cual por su término ii
n "Este Parnaso sahnantino ee compone de cinco ¿Quienes eran estos dos poetas? Uno de ellos
poetas que se tratan con familiaridad y mutuamen- pin duda Meleiuhz ; el otro probablemente Fomer.
te se estiman. Los tres, Z/iscTio (el padre Fernandez), (Cartas autógrafas áe fray Diego González. — Co-
JDeíio (el mismo fray Diego González) y Andró- lección de manuscritos del señor Marqués de Pidal.)
nio (?) son de casa (esto es, religiosos agusti- (2) Cartas autógrafas. (Colección del señor Mar-
nos) Los otros dos poetas son jóvenes seglares, qués de Pidal.)
DE LA poesía CASTELLANA EN EL SIGLO XYIIL CIX
ticamente su vida á Jovellanos, vibraba todavía su alma al recuerdo de la extática ternura de
su edad juvenil :
El ánima, rendida,
Amaba tiernamente,
Amaba sin medida ;
Amaba, en fin, de modo,
Que aun ahora, al recordarlo, tiemblo todo.
Su espíritu estaba tan lleno de Dios, que escogió gozozo la vida del claustro; pero, mozo
todavía , no es de admirar que la ilusión del amor le turbase j conmoviese algunas veces con
sus fantasmas seductores. Con estas delicadas y fervorosas palabras pinta él mismo aquellas
luchas íntimas del corazón :
¡Oh, sino se entibiara
En el pecho mezquino
El alto fuego de que fué inflamado 1
Quizá mi voz sonara
En cántico divino
Sobre el Tabor ó el Gólgota sentado,
Pero, aunque á son sagrado
De la cítara mia
Las cuerdas arreglaba.
Amores solamente respondía (1).
Melisa y Mirta no fueron meras creaciones ideales del poeta. Fueron dos bellísimas donce-
llas , de rostro y alma angelical , que varios amigos de fray Diego conocieron y admiraron en
Sevilla y en Cádiz (2). Melisa fué su primer amor, y en realidad pudiera afirmarse que fué
su único amor verdadero. En la linda poesía titulada Sueños, confesión de los devaneos ju-
veniles , bien claro dice el mozo enamorado que su dorado ensueño era entonces hacer de Me-
lisa]a compañera de su vida. Finge que dormido se le aparece la mujer que adora, y le dice
estas dulces palabras, que encierran la imagen cabal de la ventura serena que soñaba ;
En uno juntaremos los ganados
Que con bienes doblados
Y con paz juntamente.
Pasaremos la vida dulcemente ;
Tendremos ya los dos común el techo,
El ajuar, el vivir, la mesa, el lecho
Miria es otra ilusión de su espíritu; pero de tan casta y, por decirlo así, tan etérea na-
turaleza , que no lastima en lo más mínimo ni su pureza de austero moralista , ni su autori-
dad de ejemplarísirao sacerdote. Sabe que
No le fué concedido
El amoroso pecho
Para centro de amores terrenales ,
y admira á Mirta como creación sublime de la mano divina y nada más (3). Por eso, á pesar
(1) Historia de Delio. A Jovino, (Poesías de fray
Diego González.)
(2) Tal vez la residencia de estas señoras influyó
en el anhelo que manifestaba fray Diego González
por vivir en aquellas ciudades.
((¿Has vuelto ya de la feria doMairena ?
» Sevilla y Cádiz , Cádiz y Sevilla serian orbe
suficiente para mi felicidad. Paciencia, pues el cielo
dispone lo contrario.» (Carta autógrafa de /ray Z>/e-
go González i fray Miguel de Miras , escrita en Sa-
lamanca, el 7 de Mayo de 1776. — Colección del se-
ñor Marqués de Pidal.)
(3) La belleza exterior de Mirta, aunque nota-
ble, al decir de los que la conocieron en Cádiz , dis-
taba todavía de la perfección estatuaria. Así lo re-
conoce el mismo fray Diego, quien anteponía siem-
pre las prendas del alma á las perfecciones corpo-
rales.
(( Siento (escribe á Jovellanos en 1778) que Vm
no viese en Cádiz á la fiel Mirta. Ciertamente no hu-
biera Vm. visto una Venus , sin embargo de que
nada tiene de despreciable su figura; pero al menos
hallaría un alma digna de ser amada, encerrada en
un cuerpo lleno de modestia y compostura; pren-
das que le granjearon todo el amor de Delio, quien
aborrece toda mujer que no se recomienda á sus
ojos por medio de tales prendas.»
(^5 BOSQUEJO niSTÓRICO CRÍTICO
de su fcnio tímido y de su escrupulosa conciencia (1), no temió interpretaciones aventuradas
(lando á ^[^r^ta en la célebre invectiva del Murciélago alevoso, un risueño testimonio de la
•ralantoría mística y delicada que no liabia de empañar su carácter sagrado. Los años no en-
tibiaron en el alma del maestro González la admiración y el respetuoso cariño que le había
insp¡n:do constantemente aquella Mirta bella, señora de muy notables prendas, que vivia en
Cádiz al<n) olvidada de\ paslor Delio. Las cartas de Mirta eran solaz dulcísimo para el poeta,
que vivia cum])liendü afanoso las arduas obligaciones de su alto ministerio; pero Mirta, en-
tretenida con los deberes de la familia ó con los alegres recreos de Cádiz, dejó de escribirle,
v el maestro González sintió por ello profunda pena, con ciertos asomos de despecho (2).
Dos causas ftieron remora probablemente al cabal desarrollo del talento poético de fra>/
JJieqo González. La una, su estado religioso, que, con su conciencia imperiosa y timorata, lo
sujetaba v comprimía; la otra , la preponderancia literaria que ejerció Jovellanos en su áni-
mo modesto y apocado.
No le faltaban ciertamente vocación ni fortaleza para llevar la carga de sus grandes obli-
f-aciones relio-iosas, y fué sin tregua un modelo de sacerdotes. Pero el rigor de la vida mo-
nástica hubo de hacérsele duro en algunos momentos, en que se espaciaba su fantasía por más
risutños campos. / Que' vida tan deliciosa hahiamos de pasar viviendo juntos y libres ! escribe un
día á fray Miguel de Jlíiras (3). Bien cierto es que estos movimientos de su alma poética no
llegaban nunca á quebrantar su resignación, ni á alterar su didzura evangélica. Sólo se atre-
vía á confiarlos á algún amigo íntimo que lo conocía á fondo y no había de juzgarle con tor-
cido criterio. Por otra parte, aunque el estilo llano y candoroso de fray Luis de León se ino-
culó , por decirlo así, en el suyo, y la traducción que hizo de algunos capítulos de Job, para
completar la de aquél, no desdice de la primera; y aunque no han faltado críticos, por de-
mas benévolos, que han subido á fray Diego González á un nivel cercano al de aquel emi-
nente poeta (4) , es lo cierto que fray Diego , en sus versos originales , no manifiesta nunca
el estro intenso y arrebatado con que fray Luis de León exhala los sentimientos de la filoso-
fía cristiana, ni aquella fuerza de contemplación extática con que éste se remonta á la idea-
lidiad religiosa y se desprende de los vínculos de la tierra. La fantasía de fray Diego Gonzá-
lez era \áva y amena, pero no trascendental ni vigorosa.
Por esta razón puede conjeturarse, sin viso alguno de paradoja, que los consejos de ,Tove-
llanos contribuyeron á poner embarazos , antes que á abrir campo , al vuelo de su numen.
Jovellanos , movido por su espíritu austero y grave, dio en no juzgar dignos de la poesía sino
aquellos asuntos que se prestasen al ensalzamiento de las glorias históricas y á la defensa y
explanación de altas verdades filosóficas ó morales. La singiüar epístola de Jovino á sus ami-
(1) Al morir, quiso quemar sus versos, sin em- cuando la trataba , porque no cabo en el otra cosa •
bíirgo de la inocencia que respira fcu ellos. Los sal- es natural á él uo dejar de amar lo que una vez
vódel fuego y del olvido su excelente amigo el pa- amó.» (Carta autógrafa de fray Diego González á
dre Fernandez ^<¡n cuyos brazos cfi^'wó fray Diego. Jovellanos, escrita en Salamanca, el 8 de Agosto
Véase la interesante noticia biográfica de nuestro de 1778. — Colección del señor ]\Iarqués de Pidal.)
poeta , escrita por el mismo padre Fernandez. (3) Carta autógrafa de fray Diego González aXpa-
(2) Así puede inferirse de lo que el mismo fray dre fray Miguel de Miras, ({\xe ala sazón vivia en Se-
Diego escribía á Jovellanos. villa en la intimidad de Jovellanos (Mayo de 1776).
«¿Creerá Vra. que aquella Mirta que Delio apelli- (4) Quintana entre ellos. Estas son sus palabras :
daba fidelísima ha abandonado mí corresponden- «Fué apasionado del estilo de fray Luis de León,
cia y olvidado mi cariño ? Pues así me lo aseguran , y le imitó tan hábilmente , que sus versos se con-
y así lo muestra su extraño silencio. Vale Dios que, funden á veces con los de aquel gran poeta.»
como el amor que Delio la tenía nada tenía de inte- Ticknor juzga con igual indulgencia :
resal ni desordenado, no ha causado en su pecho «El maestro González (dice) imitó á fray Luis
aquellos grandes sentimientos que fueran regulares de León con tan feliz éxito, que al leer sus odas y
en otra providencia (situación). Delio la amará, sin algimas de sus versiones de los salmos, nos parece
tratarla, del mismo modo y en el mismo grado que oir aún la solemne entonación de su gran maestro,!)
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL csi
gos de Salamanca (Melendez, fray Diego González, el padre Fernandez^ (1) , lección que
degenera en apostrofe , j que está escrita con pomposo magisterio , causó honda impresión en
el ánimo humilde del maestro González. Jovellanos pinta la poesía amorosa como indigna de
eterna fama, y aconseja kfray Diego que dedique sus cantos á la filosofía moral (2), y á Me-
lendez que abandone la inspiración campestre , \ consagre su musa á los triunfos de la guer-
ra y al sangriento furor de Marte , cantando á Aníbal , á Pclayo , á Guzman-el-Bueno y á
Hernán-Cortés (3). De índole esforzada y generosa era sin duda el consejo de Jooellanos;
pero demuestra bien á las claras cuánto desconocía este varón insigne las condiciones esen-
ciales de la inspiración verdadera. A cada hombre traza un camino intelectual su peculiar
naturaleza, y no hay yerro más grave que imponerle por motivos artificiales un rumbo in-
adecuado. Ni el numen suave y ligero áe fray Diego GG7izalez podía correr libre y ardiente
en las asperezas del dogmatismo severo que le prescribía Jovellanos , ni al blando temple de
Melendez cuadraban las broncas imágenes que andan unidas al sangriento furor de Marte.
.Jovellanos en cartas familiares esforzaba la imperiosa doctrina, y los dos poetas, que le
consideraban como á un oráculo, cedieron sin titubear al ascendiente poderoso de aquel hom-
bre, que por su instrucción, su entendimiento y su carácter se había granjeado tan alto con-
cepto. Ambos se desviaron de la senda de su vocación verdadera: Melendez, que tan en su es-
fera se encontraba pintando amorosos juegos y cuadros de la naturaleza , se da á considera-
ciones metafísicas, donde sólo raya á mediana altura ; fray Diego no se contenta con variar
de estilo: le asalta como un remordimiento el recuerdo de sus versos pasados, y con infantil
docilidad promete no cantar en adelante sino materias graves (4). Jovellanos , con laudable
intención, quiere ayudarle en sus propósitos, y no sólo le encarécele excelencia de un asun-
to de moral filosófica, fundado en el estudio del hombre , sino que forma por sí mismo el plan
del poema didáctico Las Edades, cuya primera parte. La Niñez, llegó á escribir el candoroso
agustino (5). La musa de fray Diego, llevada como con andadores por Jovellanos, en ve?;
(1) Obras de Jovellanos^ tomo XLVí de la Biblio-
teca , pág. 37.
(2) 1 Ay Batilo ! \ ay Liseno .' ¡ ay caro Delio !
¡Ay ! i ay, qne os han las magas salmantinas
Con sus gorglnerias (heciiieerias) adormido !
siempre
Dará el amor materia á nuestros cantos?
No , amigos , no ; guiados por la suerte
Á más nobles objetos , recorramos
En el afán poético materias
Dignas de una memoria perdurable
Dejadme al menos, en tan noble intento,
La gloria de guiar por la ardua senda
Que va á la eterna fama, vuestros pasos.
Ea , facundo Delio , tú , á quien siempre
Minerva asiste al lado , sus, asocia
Tu musa á la moral filosofía
{Jovino á sus amigos de Salamanca.)
(3) Y tú , ardiente Batilo , del meonio
Cantor émulo insigne , arroja á un lado
El caramillo pastoril , y aplica
L tus dorados labios la sonante
Trompa para entonar ilustres hechos.
Sean tu objeto los héroes españoles ,
Las guerras, las victorias y el sangriento
Furor de Marte
suban
Por tu verso á la esfera cristalina
Los triunfos de Pelayo ; etc.
{Jovino á sus amigos de Salamanca.)
(4) «La epístola didáctica de V. S. ha causado en
Butilo y Delio aq^uel efecto (jue tuvo por motivo su
autor para tomarse la fatiga de escribirla. Delit al
menos , da una finne palabra de, ó no cantar jaiu;. ,
ó emplear su canto en alguna de las graves riía-
terias que V. S. se sirve poneT á su cuidado, hacién-
dole el honor de creerle capaz del desempeño. El
coturno es mucha altura para una cabeza tan débil
como la de Delio. » (Carta de fray Diego González
á JbreZ/anos, escrita en Salamanca, el 28 de Setiem-
bre de 1776.)
(5) «Recibo la de V. S. con elPo/je, que leeré tan-
tas veces cuantas basten para tomarlo de memoria,
meditar mucho sus bellezas, seguirle el genio y re-
vestirme de su espíritu. El correo pasado recibí de
mano de Batilo c\ plan del poema áii Las Edades
No sólo me gusta y enamora, como todo cuanto sale
de la pluma de V. S. , sino que también me incita
poderosamente á poner desde luego en ejecución el
designio Aunque presumo que V. S. será de pa-
recer de que el verso que se haya de usar en el
poema debe ser libre y exento de toda rima , espero
su expreso parecer en el asunto. » (Carta de fray
Diego González á Jovellanos. — Salamanca, 3 de
Noviembre de 1776.)
También Melendez se rindió á la tutela literaria
que ejercia Jovellanos con los poetas de Salamanca.
De Jovellanos es el plan de Las bodas de Cainacho^
de cuyo éxito debió de quedar Melendez poco satis-
fecho. Como Be ve en la siguiente carta, ayudó á
C^n DOSQÜEJO HISTÓRICO CRÍTICO
de caminar más firme y más segura, vacila y decae. El instinto popular repara y corrige el
error cometido por el espíritu doctrinal exagerado y apremiante, y mientras poquísimos leen
las elevadas meditaciones del maestro González sobre la primera edad del hombre, se hacen
innumerables ediciones de El Murciélago alevoso , que Quintana excluye del Tesoro del Par-
naso español, y el público aprende de memoria la donosa invectiva.
El ánimo río-ido y levantado de Jovellanos se complacía de tal manera en las cosas de ele-
vado carácter que desatendía importantes condiciones estéticas, en las cuales estriba la es-
pontaneidad literaria. Sin facultades internas especiales nadie alcanza á la poesía sublime.
El jesuíta Montengon, sin más fuerzas poéticas que su intención honrosa, quiere cantar los
hechos y los nombres más esclarecidos de la patria : Pelayo, el Cid , San Fernando, Gonza-
lo de Córdoba el cardenal Jiménez, Diego García de Paredes, Carlos V, Colon, don Juan
de Austria ■ y la trompa heroica no produce en sus labios sino acentos discordantes ó lángui-
dos (1). Quintana fué, más adelante, el poeta pindárico que Jovellanos soñó en Melendez, sin
comprender que los cantos enérgicos de Símónides y de Tirteo no podían brotar de la lira
tierna y un tanto epicúrea del poeta extremeño, á quien se atreve á llamar :
Émulo insigne del cantor meonio (2).
Fuera de esto no hay afecto humano cuya expresión limpia y encendida no pueda llegar
á la sublimidad del arte. Jovellanos, que juzga las poesías amorosas indignas de nna memoria
perdurable , olvida que Petrarca vive con gloria inmortal en el mundo de las letras por su
misticismo amoroso, y Anacreonte por algo menos que la expresión del amor verdadero.
Otro de los escritores más famosos que pertenecen al grupo salmantino, es don Vicente
fray Diego en la preparación literaria que requería
el poema Las Edades :
«Nuestro Ddiolejó con gusto el plan de la .pri-
mera edad; y aunque al principio se me resistió al-
guna cosa , cuasi acabé de persuadirle á que em-
prendiese esta obra, digna, por cierto, de su estado,
6U profesión , sus años , su literatura y delicadísimo
gusto.»
«Tratamos después de los libros que pueden con-
ducir al plan de V. S., y , en la poca noticia que ten-
go de estas cosas , le apunté de los mies :
■a Los Caracteres^ de Theofrasto.
^)Los Caracteres de nuestro siglo; de Labruyére.
wZ,os Pensamientos, de Pascal. Esta obra me pa-
rece un tejido bellísimo de pensamientos, que des-
criben maravillosamente al hombre. Tienen gran-
deza, y semejanza con las
)■) Noches, de Young. Sus máximas son dignas de
que tengan lugar en el poema de Las Edades.
)) Malehranche y Locke me parecen bastantes para
indagar las causas de los enores.
)) Séneca. No debe dejarse de la mano. Con todos
estos, y con la asidua meditación del hombre mismo,
de sus vicios , de sus virtudes y sus inclinaciones,
Bo puede rcct)gór un caudal suficiente de máximas,
que, vestidas y ataviadas por la musa de Delio,
merezcan la aprobación y el aplauso de los enten-
didos. Las verdades morales á mí me parece que se
estudian mejor por la meditación del hombre y la
frecuente observación de todos los estados , que por
los libros. Nuestro Delio es del mismo sentir, y creo
que , si lo toma con el empeño que la obra merece,
haga alguna cosa de provecho.» (Carta autógrafa de
Melendez Valdés á Jovellanos, escrita de Noviem-
bre de 1766.)
Hasta al padre Fernandez dirigía y ayudaba Jo-
vellanos en sus tareas literarias. Se infiere clara-
mente del siguiente párrafo de una carta dirigida
por fray Diego á Jovellanos, en 8 de Febrero
de 1777 :
« Acuerdóme que V. S. me ha dicho que tenía
formado el plan de una comedia, con el fin de que
la escribiese Liseno. Éste , noticioso de ello , me im-
portuna y clama en sus caiics por él. Estimaré que,
si en ello no tiene inconveniente , me lo envié para
satisfacer los deseos de aquel joven , de euyo talen-
to se puede esperar que la formalice á satisfac-
-cion.n (Colección de cartas autógrafas pertenecien-
te al .señor Marqués de Pidal.)
Jovellanos envió el plan de la comedia en Abril
del año siguiente. Fray Diego da á entender en
sus cartas que era el plan de carácter festivo y
pastoril.
(1) Tan lejos estaba Montengon de la alta inspi-
ración lírica, que sólo es tolerable cuando, en vez
de cantar á los héroes, canta á los pastores en El
Mirtilo.
(2) Homero. Meonia era, en la antigüedad, el
nombre poético de la Lidia, donde se creía que ha'
bia nacido el gran poeta,
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL Cxnr
García de la líuerta (1). Promovedor activo de las letras, y autor trágico con inuclia razón
celebrado, no merece aquí , sin embargo, sino un lugar harto secundario. Es poeta lírico de me-
diano alcance, y sólo bajo un aspecto relativo merece en esta parte la admiración de la pos-
teridad (2). Conocidas son sus contiendas literarias y su intolerancia, así como su desmedido
orgullo. A pesar de su clarísimo entendimiento y de sus no escasas prendas poéticas , no llegó
á alcanzar la autoridad literaria , por la cual tan vigorosamente pugnaba (3). Su verdadero,
casi su único título de gloria , es la Raquel, tragedia que junta á un magnífico asunto, inspi-
rado por Z-a ^zítZ/a áe Toledo, de Diamante, nobles pensamientos, versos casi siempre sono-
ros , y cierto sabor de heroísmo y de antigua lealtad castellana, que seduce y hechiza. ¡ Cosa
singular! Huerta, que suele ser versificador rotundo y numeroso en sus obras dramáticas,
raras veces acierta en las líricas con la entonación elevada y con la armonía verdadera. É 1 ,
que no transige con el prosaísmo de Iriarte, escribe muchos versos en que llega á su colmo
el rastrero carácter de la mayor parte de la poesía lírica de aquel tiempo (4) ; él , que , por
haber oido un verso poco eufónico, arrolla con áspera impaciencia los miramientos debidos á
la amistad y al talento (5), no echa de ver que en las obras de Iriarte no hay acaso tantos
versos insonoros como en las suyas propias (6).
A pesar de su desigualdad y de su tibieza en la mayor parte de sus versos líricos; á pesar
de su espíritu perturbador y de sus estériles contiendas, el nombre de Huerta vivirá, y vivirá
con gloria , porque va imido á La Raquel. ¿ Qué son , para su fama, sus fogosas y algún tanto
desatentadas defensas del espíritu antiguo, que sólo á medias comprendía é imitaba? ¿qué
sus enredados cantos lírico?, sin inspiración y sin tersura? Pasó el prestigio fugaz de sus
poesías ; se extinguió el eco de sus polémicas , á veces temerarias ; las célebres diatribas de
sus impugnadores perdieron su veneno. Todo esto es de naturaleza efímera , y se desliza en-
tre las palmas de la gloria. Pero La Raquel es de esas obras que sobreviven así á la censura
de una crítica estrecha como á los dicterios del encono. En esa tragedia , cuyas imperfeccio-
nes se han complacido tantos en descubrir y en ponderar , se encierra copioso caudal de la
(1) Tanto Huerta como Fomer y Melendez , aun- Con oportonídad la más exacta,
que los tres extremeños, pertenecen literariamente Sin snjecion á inciertas tebriaa ,
á Salamanca. Allí recibieron su educación intelec- Movimientos, lugares y distancias.
tual y el estímulo que despertó su numen poético. * \^ ¡ hLbar'deo dé Argd , por don Antonio Barceló.)
(2) Atinado nos parece el juicio de Ticknor acer- ,
^ ' _ ^ •' La vez primera
ca de las poesías de Huerta. So, i que hayáis honrado aquesta orilla,
«Ardiente, dice, aunque desigual adversario de Defiriendo á mis justas peticiones.
las innovaciones francesas, imprimió en 1778 un {Canción á ¡as bodas del Príncipe de Asturias.)
tomo de poesías , escritas casi enteramente en el Q°® cuantos veo, cuantos hablo y trato,
gusto antiguo ; pero su obra estaba demasiado im- ^^ ^^^'"'^ ^^ °^°'° ^ ^^ ^'^°!^.':!.:.
pregnada del mal gusto dominante en el siglo an-
terior para poder, á pesar del aplauso pasajero que En cuanto á pro8ai.smo, no hay más allá; y Euer-
mereció su autor, arrastrar secuaces de alguna nota ta no tenía, en verdad, derecho para tachar áe pro-
en una senda que ya se iba abandonando casi del saicos á los demás.
todo.)) (5) Recuérdese la anécdota, referida por Quinta-
os) «Burlábanse de él, dice Quintana, como de na, dej rompimiento de Huerta con Iriarte por ha-
un ignorante ó de un loco.)) Son testimonio de ello, berse negado aquél á escuchar el poema de La Mú-
entre otros muchos , la sátira de Jovellanos titulada sica , á causa del malhadado verso con que em-
Relación del caballero Antioro de Arcadia, las Re- pieza :
flexiones de Tomé Cecial (Forner), la Huerteida, ^^^ maravillas de aquel arte canto.
poema satírico de Moratin, y el siguiente epitafio fo\ c.- j • i i • • ^
^ "V . ° ^ (o) bii-van de eiemplo los siguientes :
epigramático compuesto por Iriarte : j x o
_ . . . , , . . Tuve , señor , en las aclamaciones
De jmcio, si , mas no de mgenio escaso,
Aquí Huerta el audaz descanso goza : Reduzco á muchos, que de U fatiga
Deja un puesto vacante en el Parnaso, Más agradable le es, cnanto es más ardua...»,
T una jaula vacia en Zaragoza. Para que asi al agricultor causase
(4) Ejemplos : Llenad el orbe de las alabanzas
Forma el ataque : distribuye, regla Gustosa mira desde su carroza,,.-.
(Quejas de un ausente.)
Cxiv BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
índole tríulicioiuil del pueblo castellano, y éste es im tesoro de alta valía , que acaso no en-
contró en io-ual errado ninguno de los insignes adversarios del controversista tenaz y agresi-
vo. En La Raquel está el verdadero lirismo de Huerta^ unido á aquella parte de grandeza
liistórica que aun pt)d¡a caber en la sociedad española , tan hondamente trasformada. El
])ueblo es])añol so entusiasmaba con La Raquel. Aun sentia la noble emoción de la grandeza
histórica. En el ánimo de los literatos las prevenciones de rivalidad y de escuela ahogaban
aíiuel sentimiento (1). La verdadera entonación poética de Huerta no se encuentra sino en
sus obras dramáticas. Allí ti<íne vigor y vuelo y armonía. Quintana recordaba con gusto el
macrm'fico efecto que en los labios de Maiquez producía aquel bello final del acto tercero de
la Jaira (traducción de la Zaire de Vol taire) :
El sexo que amenaza
Con su blandura avasallar el mundo,
Mande en Europa y obedezca en Asia.
Nosotros recordamos también , como embeleso de la niñez , cuan rotundas resonaban en
juiestros oídos y vibraban en nuestra alma algunas cláusulas de La Raquel, por su enérgica
armonía, por su noble sentido. Estas cláusulas tienen un encanto que no muere con los vai-
venes de los tiempos, porque sale del corazón del poeta. ¿ Cómo no admirar, por ejemplo, la
austera lealtad de Hernán García, cuando, respetuoso, pero inexorable, recuerda á Al-
fonso VIII el abismo á que le arrastra el olvido de sus deberes?
Pero ¿cómo han de estar, sino marcliitos,
Campos á quienes niega el sol sus rayos ,
Jardines que descuida el jardinero,
Flor que no riega diligente mano ?
Raquel Permite, Alfonso, que la nombre ;
Y si te pareciere desacato
Que quejas de Raquel se te repitan ,
Pague mi cuello culpas de mi labio.
Ya no conquista Alfonso, ya no vence ;
Ya no es Alfonso rey ; aprisionado
Le tiene entre sus brazos una hebrea;
Pues ¿cómo ha de ser rey el que es esclavo?
¡Qué mezcla sim.pática de gala, de pena y de entereza ! Aquí es Huerta un verdadero
poeta; y cuenta que de rasgos semejantes está sembrada la tragedia entera (2).
Otro poeta salmantino digno de alto aprecio, aunque juzgado á veces con sobrada injusti-
cia, es don José Iglesias de la Casa. Algunos escritores de Sevilla, ofuscados acaso por riva-
lidad de escuela ó de espíritu provincial, le tuvieron por poeta de muy secundario valer.
Mármol , tan inferior á él , y tan escaso de sentimiento poético, dice con tono desdeñoso :
«.Iglesias pertenece á los poetas de inferior clase» (3). Lista, en su poema El Lnjjerio de la
estupidez, después de ridiculizarla poesía de Iglesias , habla así, irónicamente, en una nota:
«Es admirable la habilidad con que Iglesias ha sabido convertir tres octavas de Ballmena en
estancias para dos odas. )) Algo más había que decir de aquel simpático é ingenioso poeta.
Verdad es que, al parecer, alguna vez explotaba Iglesias sin pudor los versos ajenos ; pero
cuando su musa se encuentra en su esfera propia, que es la de la gracia y la ironía, no es
plagiario ni imitador siquiera; y, aunque por otros caminos, y tal vez con mayor intención
y malicia, sabe llegar al nivel adonde llegaron Baltasar de Alcázar y Polo de Medina. En los
versos cortos epigramáticos , el tono, la expresión, el sabor castellano, la admirable concisión
descriptiva, todo le ayuda para dar agrado y chiste á sus letrillas y á sus epigramas, muchos
de los cuales viven y vivirán en la memoria de las gentes , porque tienen el carácter sencillo
y penetrante de los proverbios populares. Forner , gran juez , por cierto, en materia de lite-
(1) Véase en la carta 7." de Melendcz (tomo sí-
.;u¡ente)con cuan apocada crítica juzga este poeta
Ja popular tragedia.
(2) Don José March y Boitús , autor del poema
jocoso Lit liani-Jialiyucrra , y contemporáneo de
Huerta, escribió también una tragedia titulada Ea-
quel. (Véase Fuster, Biblioteca valenciana, tomo li,
piig. 171.)
(3) Prólogo del Romancero del doctor don Manuel
María del Mármol^ Sevilla , 1834.
Í)E LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIl. crv
ratüra incisiva, da á entender en estas palabras, al través de su tono chancero, cuan persua-
dido está de la fuerza satírica de los versos de Iglesias:
Muy satisfecho (dice) estaba yo con mi epigrama, y muy satisfecho de que me había vengado con
él á todo mi sabor, cuando hete aquí á mi amigo Arcadio (Iglesias)^ antiguo conmilitón mío en la viniver-
sidad, socarrón de primer orden , y hombre que diria una pulla en verso al mismo Apolo en sus doradí-
simas barbas (1).
Algunas poesías villanescas de carácter á la vez candoroso y agudo, como La esposa aldea~
na; otras tiernas y lozanas, como la Rosa de Abril, la salida de Amarilis al Zurguen, la^^a-
gala que vuelve del campo; ú otras de carácter irónico, como La lira de Medellin , se leen con
gusto todavía, porque están escritas todas con tersura j viveza, y algunas con sensibilidad,
no ardiente é impetuosa, porque esto no cuadraba á la condición del poeta, sino graciosa y
delicada.
Acontecía á Iglesias lo que á Moliere y á muchos otros ingenios festivos. Hacen reír á los
demás mientras su corazón está devorando lágrimas de amargura. Parece en sus versos epi-
gramáticos el apóstol de la alegría , y pasa su breve y malograda vida casi siempre enfermo,
pobre, oscuro y olvidado en miserables aldeas del obispado de Salamanca, y lo que es más,
acosado en sus últimos años por los escrupulosos remordimientos y las dudas sutiles do un
alma buena , pero débil y lacerada. En las cartas que antes de recibir la orden sacerdotal es-
cribió á Forner, su antiguo condiscípulo, cuyo firme carácter respetaba , se advierten ya cla-
ras señales de una conciencia inquieta y atormentada por imaginarios recelos (2). En una de
ellas le pregunta cómo pueden conciliarse las satisfacciones de amor, la codicia de gloria li-
teraria y el interés mundano con el « deseo de lograr su último fin » ; en otras se trasluce
que la dolencia crónica que le llevó al sepulcro en 1791, á los cuarenta y dos años, era parte
muy activa en sus cavilaciones infantiles y en el tedio que por momentos le devoraba. Así le
dice en una de ellas :
Amado mío Aminta (Forner): Guerra es la vida del hombre sobre la faz de la tierra, dice Job; y así,
por más que cualquiera se halle favorecido de la fortuna, de la salud y de la filosofía, con todo no le
faltan pasiones con que pelear, como son el amor, la ambición, la envidia, etc. Yo, empero, de los bienes
dichos solo puedo decir que me da cuidado el de la salud, y si bien esta falta anda mucho para mitigar
aquellas pasiones altaneras, con todo la enfermedad me llena de tristeza , me desanima y me hace despre-
ciar los negocios temporales, maguer que honoríficos sean
El empleo que han conferido á nuestro Dalmiro (Cadalso) es el de sargento mayor do su regimiento.
Se me queja de que no le escribo Quiero noticiarte qué obras poéticas traigo entre miinos. La principal,
ó la más dilatada, es una Filosofía moral, la que no concluiré en mucho tiempo. Allende de esto, he com-
puesto varias églogas , epigramas, letrillas, anacreónticas, etc., de las que creo te haya remitido algunas
el señor Caseda Tara otro correo te enviaré el principio de la Filosofía moral Há muchos días que
miro con desidia la poesía, y en el presente año no he leído ni he compuesto un solo verso Te ama de
todo corazón tu amigo, .4rcafZ¿o.— Salamanca, Abril de 1776 (3).
La inquietud de ánimo en que en los tiempos de su mocedad vivía Iglesias , acaso la des-
igualdad de humor que suele nacer en las naturalezas enfermizas, no hacia siempre su trato
tan dulce y afectuoso como pudiera imaginarse. En las muchas cartas que se conservan de los
poetas salmantinos á Forner, se encuentran abundantes indicios de que el cielo poético de aquel
(1) Don Juan Pablo Forner, Exequias de la ten- (.3) Tenemos á la vista esta y otras carias auto-
gua castellana. (MS.) grafas de Iglesias. Están contenidas en un volumen
(2) Se ordenó de presbítero (en Madrid) el año de Cartas de varios literatos á Forner, que con bon-
de 178.3, esto es, unos ocho años antes de su falle- dad suma nos ha franqueado nuestro ilustrado ami- '
cimiento. Véase en el presente tomo la excelente go el señor don Luis Villanueva. Hay en este volú-
biografía de Iglesias por el escritor salmantino don men interesantes cartas , todas autógrafas, de Esta-
Manuel Villar y Hacías. Es superior, por la novedad la, Florian, Trigueros, Quintana, Arjona, Arro-
y exactitud de las noticias, á cuantas de aquel poe- yal, Navarrete, Campománes, Llaguno, Moratin
ta se han publicado anteriormente. (Leandro), Alurchena y otros.
Cxvl BOSQUEJO HISTÓRICO CKÍTICO
Parnaso nada tenía á veces de apacible y sereno. Un poeta liarto escaso de inspiración , don
Ramón Caseda o-rande amigo y resj)etuoso admirador de Fornei', á quien contaba sus cuitas
y referia en sus cartas la cbismografía literaria de Salamanca, víctima acaso de la vena sar-
cástica de I</h'sias, se queja de él amargamente, y le atribuye avieso carácter, y aun prendas
morales muy vituperables. Esta chismografía íntima de los literatos del siglo xviii tiene hoy
dia interés histórico, porque nada explica tanto el espíritu de los escritores, como el conoci-
miento de su carácter. Dejando aparte las prevenciones personales del severo Caseda, á quien
acaso su inferioridad literaria ó su cavilosa imaginación hacían receloso y descontentadizo, lo
que dice en varias cartas, no desmentido por Forner, indica, no que Iglesias fuese pérfido y
falso, como con exageración evidente dice Caseda, sino que con juvenil irreflexión, y acaso
por hacer sala de aí^udeza, zahería y mortificaba á sus amigos (1). Por lo demás, Caseda era
de aquellos ánimos impresionables y apasionados que nada perdonan y todo lo abultan. También
censura á Melendez y á otros (2). Sólo tiene admiración, respeto y cariño para la austeridad
áeForncr v para la bondad incomparable de Cadalso. Sea como quiera, lo que de Ljlcsias di-
cen Caseda y algunos otros de sus contemporáneos , y lo que él mismo explica de sus aficio-
nes y de su carácter, da á crmocer muy á las claras que una naturaleza como la suya , sensi-
tiva y burlona , no podía hallar su centro sino en el tumulto mundano. ¿ Cómo no había de
(1) En una carta, escrita en Salamanca, el 1." de
Agosto de 1775, dice Caseda á Forner, que á la sa-
zón se hallaba, según parece, en Toledo :
«Cada dia voy sintiendo más haber conocido á
Iglesias, pues por éste sin duda he perdido mucho
en el concepto de Cadalso, á quien amo tiernísima-
mente. Vea Vmd. esas dulcísimas composiciones es-
critas de su puño; y con todo, se las quiere apostar
Iglesias. ¡Qué malo es éste y qué afortunado! ¡Y
qué bueno es Cadaho ! «
En otra carta (Enero 10 de 1775) le dice :
aArroijal, Carbonell, y... iba a decir Cadalso, vi-
ven dominados de la perfidia y charlatanería del
hijo de la castañera (no quiero decir que sean pér-
fidos, sino que Iglesias los tiene engañados con su
perfidia), el cual, no favoreciendo nada con su mor-
daz y necia crítica á mi mayor amigo {Forner),
determiné yo, para su mayor castigo, dorar cuanto
pude la enemistad de Vmd. con su persona, dicién-
dole que Vmd. s61o deseaba su correspondencia ; y
así, que le escribiese á Vmd. dándole satisfacción
de BU proceder y crítica »
En otra :
«Ilabia hecho ánimo de no devolverá Iglesias la
carta de Vmd., ya por el desprecio que había he-
cho de ella hablando con Melendez, como por todas
BUS calidades, que Vmd. bien conoce; y todo esto
no obstante, se la devolví, no por temor de su mala
lengua, sino porque nadie piense que soy envidio-
so. He sabido que ha escrito á Vmd. una epístola
muy amorosa y muy moral , y yo me he alegrado,
porque al fin se distraerá Vmd., pues él , aunque
falso, 68 divertido.!)
Forner hubo de reprenderle su excesiva severi-
dad para con Iglesias, y Caseda le contesta, arre-
pentido :
«Salamanca, Mayo, no sé á cuántos de 1776.
^Aminta mío : He llorado de gozo habiendo leído
Ja de Vmd., y no obstante la turbación que ha
ocasionado á mi alegría, digo que no solamente
quiero que Vmd. se comunique con Arcad'.o, sino
que también deseo de todo mi corazón que le haga
muchos favores de mi parte ; porque, aunque él es
un mal político (descortés), yo soy un mal cristiano;
y de esta manera él aprenderá á ser hombre de bien,
y yo á vencerme á mí mismo.»
(2) Esto dice contra Melendez :
«jBaíiVo prosigue viento en popa; amigo sólo de.
su interés , esclavo de su ambición , é idólatra de sus
propias prendas.»
Iglesias, en una de sus cartas á Forner, da idea
del violento y rígido carácter de Caseda en estos
términos :
« Ayer tarde fui de paseo con Casfirfa. hablando
de la mística, que he elegido por consuelo en mis
pesares, para lo que yo decía que me era obstáculo
la mucha afabilidad con que trato á muchos , y tra-
tándolos , se destruye toda la recolección (recogi-
miento y concentración del alma en las cosas divi-
vas) que dicha mística pide. A lo que Caseda repli-
caba que me armase de una sequedad, altivez ó fa-
natismo con que despreciar á los sujetos que no
juzgase de carácter, y que con esto lograría que no
estorbasen los vulgares mi carrera.»
«Mas á esto digo que no puedo avenir por mi ge-
nio humilde y blando, y que Caseda lo dicta según
el suyo altivo é inflexible.»
«Esto, como he dicho, fué esta tarde el asunto de
nuestra conversación, y viniendo yo á casa, y le-
yendo la tuya, me eché á reir viendo lo que don
Ramón (Caseda) se queja tan indirectamente por
tu pluma. A la verdad, el caso que dice es éste :
Prestó un tal Villafafie un libro á Caseda, éste á
Melendez, y Melendez hízose prenda de él, porque
Caseda le destruyó una Celestina, que tampoco era
de Melendez, sino del maestro Alba. Caseda desal ó
á Melendez porque no le daba el libro, y Melendez
por fin se lo dio á Caseda)), etc.
DE LA POESÍA CASTELLANA EX EL SIGLO XVIIL CXVn
afligirse y ahogarse aquel espíritu activo y obsf r/ador, encerrado durante algunos años en
los pobres curatos de las aldeas y pueblecillos de Guijuelo, Larodrigo, Carabias, Santa Marta
y Carbajosa de la Sagrada?
Y, sin embargo, ya sacerdote y párroco, se convirtió en hombre ejemplar y timorato el
estudiante travieso y un tanto mordaz. Le asaltaron escrú])ulos de conciencia por haber dado
tan fácil rienda á su desenfado satírico; y, como para acallar aquel remordimiento, abandonó
la poesía epigramática, y escribió poemas sin vida, que la posteridad no lee (1). Dios le ha-
brá tenido sin duda en cuenta aquel santo y cristiano propósito. Pero la verdad es , que sin
su vena satírica , tan natural , tan llana , y al propio tiemj)o tan chistosa y tan incisiva , Igle-
sias , con sus églogas, con sus odas y con sus poemas , habría sido en su época menos famoso,
y estaría hoy dia enteramente olvidado. En los versos largos, la mayor parte de la poesía de
Iglesias ha envt>jecido y parece hoy insulsa y desmayada. Sus epigramas y letrillas satíricas
serán siempre jóvenes. Deben sin duda este gran privilegio al hechizo particular de aquella
sencillez maliciosa, en que Iglesias es inimitable.
En las cartas autógrafas del padre Estala á Forner hallamos el más cabal y autorizado
elogio que se ha hecho de las nobles prendas de Iglesias. Estala , uno de los más insignes li-
teratos de su tiempo, se juzgaba muy desventurado (2). Vio á Iglesias engolfado en la vida
(1) La Niñez laureada^ en loor de don Juan Pi-
cornell , de edad de tres años seis meses y veinti-
cuatro dias, examinado en la universidad de Sala-
manca, el 3 de Abril de 1785. — Este poema, harto
prosaico y palabrero, y á veces versificado con no-
table descuido, se imprimió en Salamanca (1785),
pero no fué incluido en edición alguna del célebre
poeta.
La Teología; Salamanca, 1791. — Este poema, en
nueve discursos, en el cual el autor emplea más bien
los raciocinios de un disertador dogmático que los
arranques de un poeta , adolece de la frialdad común
á las obras didácticas; pero está escrito con feí-vor
cristiano, y este mismo fervor inspira álglesiasver-
60S en que sobresale el sentimiento poético. Hé aquí,
como muestra de su estilo, un trozo notable, que no
ha podido escribirse sin entusiasmo religioso. Está
tomado del Discu7'so /, que trata de la existencia de
Dios :
De lo que fué en los siglos eternales,
¿Quién, sino Dios, lo vio? ¿ Quién lo ha sabido ?
¿ Quién las cimbras trazó ? ¿ Quién dio el modelo
Al enarcar las bóvedas del cielo 1
I De qué veta salió la pedrería
De astros celestes ? ¿ Quién su luz dorada
Vistió al sol ? i De qué concha nació el día ?
¿ De qué pasta de nácar fué amasada
La fresca aurora ? ¿ Qué sutil aliento
De si produjo al saludable viento ?
¿ De qué limpio cristal el agua pura
Su licor destiló fresco y suave ?
De esta inmortal lazada la hermosura,
Quién la dio, diga el impío, sí lo sabe.
Diga qué duración al tiempo queda,
o cuántas vueltas fallan á su rueda
Pregunte , si le place , al vapor leve ,
Al frío hielo, al áspero granizo,
Al fuego aselador y mansa nieve ,
Sí le osarán negar á quien los hizo.
Pues cuando allá en el cielo airado mueve
Sn carro Dios, y el rayo fulminante
Al incrédulo coge de sorpresa ,
Preguntadle , si á Dios aun no confiesa ,
i Por qué tiembla con pálido semblante ?
I, Ps,-2:yhi,
¿ Quién á las grullas dice y las cornejas
De los tiempos las súbitas mudai-zas ?
y al valle que florece más temprano,
¿ Quién le avisa que viene ya el verano ?
No otro, no, que el reciproco lenguaje
Con que el mundo se trata y comunica,
Y á su Autor, en señal de vasallaje ,
Con inmortales cánticos predica
La copia , en fin , le enseñará sin duda
De varias formas y de esficcies tantas ;
Pues, para hablar de Dios, la tierra muda
Lenguas hará las hojas de su^ plantas.
(2) Traductor é ilustrador del Edipo rey, de Só-
focles, del Plutú, de Aristófanes, y de otras obras
Formó la célebre colección de poesías castellanas im-
presa en Madrid á fines del último siglo, á la cual, en
vez del suyo propio, puso el nombre de don Ramón
Fernandez, que era el de su barbero. En tsta colec-
ción, al frente del tomo XVI, publicó Quintana, sin su
nombre, su discurso sobre los Romances antiguos cas-
tellanos; obra llena de aciertos y de errores, muy no-
table para el estado de la crítica en aquel tiempo, y
que demuestra los grandes y felices instintos litera-
rios de Quintana, que se sobrepone sin saberlo á mu-
chas de las preocupaciones de la escuela seudo-clá-
8ica. (No fué incluido este discurso en las Obras
completas de Quintana, tomo xix de la presente Bi-
blioteca.)
Estala no fué dichoso. Abrigaba sanos principios,
pero habia equivocado su vocación. Lo devoraba el
desaliento. Infiérese esto claramente de sus cartas
familiares á Forner. En una de ellas le dice :
Si tu estás fastidiado de tu empleo, yo lo estoy de la vida. Estoy
sano, gordo, nada me falta para una decente subsistencia; pero ¿do
qué sirve esto, si falta el plaoor, que hace apetecible la vida? Voy
arrastrando una fastidiosa existencia, en que no hallo más que una
monotonía maquinal de operaciones periódicas. SI me pongo á pen-
sar, el pensamiento es mí verdugo. Me representa el estado misera-
ble en que me hallo, solo, aislado, sin un amigo ; y esto me basta
para ser infeliz. Cuando quiero huir de estas dolorosas consideracio-
nes con la disipación , en medio de las diversiones me asalta la mal-
dita reflexión, y me hace amargos los mayores placeres. Ni ion ten-
go gusto para leer
CX^^I BOSQUEJO HISTÓRICO-CRÍTICO
pura sencilla y útil de sus santos deberes, y quedó cautivado ante aquel envidiable cuadro.
La inquietud del antiguo estudiante y la resignación del novel sacerdote se hablan convertido
en evanírélico sosieo-o y en serena armonía. Así escribía estala, desde Salamanca, en 12 de
Agosto de 1799:
¡Dichoso Areadiol Él goza de una renta mus que suficiente; filosofa y poetiza á su sabor, sin zozobra
ni cuidado; goza del incomparable placer de liacer bien á los que lo merecen, que son los pueblos infelices
que están á su cuidado. Su casa es el refugio de todos los pobres. Con ellos reparte su renta, les da cense,
jos V documentos admirables para disminuir sus trabajos y miserias. Compone todos los pleitos, ó, cuando
es indispensable, toma á su cargo la defensa de la inocencia y de la justicia oprimida. Disipa los errores
y preocupaciones perjudiciales, para que su sencilla credulidad no sea tributaria de la hipocresía y de la
Bupersticion. He aquí verdadera filosofía. El no dogmatiza, ni sentencia oomo nosotros, z^arones doctísi-
mos; pero sabe gozar de la vida y estar contento con su suerte. Te aseguro que, á pesar de la corrupción
de mi ánimo, efecto del trato cortesano y de la lectura, envidio su suerte.
Butilo está disponiendo su marcha. Quiere que hagamos primero un viaje á las Batuecas, do diz que
tiene hecha una singular promesa. Iremos, porque creo ha de ser la romería un poco poética. Está reco-
giendo sus escritos para dejarlos en poder de Jovino para la impresión
Un título especial tiene este poeta á la consideración de la posteridad , y singularmente á
la de nuestro tiempo, en que la lengua castellana anda tan mal parada. Es el iiltimo de los
poetas españoles que habla, sin hacer alto en ello, la lengua pura y genuina del pueblo de
Castilla. Dicción, lenguaje, modismos, sabor peculiar, forma del pensamiento, todo es exclu-
BÍvamente castellano.
Tiene seguridad completa en el manejo del idioma, y no la estudiada del filólogo, sino la
espontánea de quien no ha alterado el lenguaje que oyó desde la cuna, con el cultivo continuo
de lenguas extranjeras. Sólo con fray Diego González puede compartir Iglesias la gloria de
haber sido, en la era de Carlos III , verdadero representante de la tradición fiel del habla cas-
tellana. En la mocedad de Iglesias no abundaban, por cierto, en Salamanca los libros france-
Bes, y este poeta nada aprendió cuellos (1). Melejidez , Forner^ Cienfiiegos, y los demás que
Be educaron leyendo obras francesas , no sólo del siglo de Luis XIV, sino también de la épo-
ca enciclopedista , son escritores castellanos , pero más ó menos afrancesados.
Balbuena , Quevedo y otros escritores antiguos inspiraban á Iglesias. ¿ Quién ha de leer la
cantilena x, que empieza :
Un colorín hermoso,
sin traer á la memoria la cantilena de Villegas , A U7i pajarilla f
Otras veces no imita , sino roba. En el idilio Al des/allecimiento, por ejemplo, hay segui-
dos siete versos comocidísimos de Balbuena. En las odas Al dia y A la noche hay también
versos tomados de El Bernardo. Pero tal descaro en quien abriga fuerza propia para com-
poner bellos versos , indica sobradamente que esto no era sino un estudio, como han imagi-
nado algunos , ó antes bien , como nosotros sospechamos , un caprichoso alarde de la musa
juguetona de Iglesias. A pesar de estas imitaciones y de estos hurtos poéticos , nadie
puede negarle que tiene originalidad completa, hasta el punto de estampar un sello peculiar
en sus obras, siempre que da rienda á la travesura juvenil de su vena. ¿Quién ha de leer sin
risa sus trovas ó parodias picarescas de algunas poesías delicadas de la edad de oro de las le-
tras castellanas? ¿Quién no esparce el ánimo al ver al mancebo zumbón complacerse en des-
pojar de su idealidad al lindísimo madrigal de Luis Martiii^ convirtiendo en una redonda chin-
che, gruesa y lisa, la aleja escondida en una rosa, que pica la flor de los labios de la ninfa del
antiguo poeta?
Iglesias quiso probar sus fuerzas, siendo muy joven todavía, en la poesía heroica académi-
(i) Por los afios en que falleció Iglesias, abrió eu Salamanca Alegría y Clemente su librería de librofl
exclusivamente franceses.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL CXIX
ca, llamada entóuces épica , y escribió un canto en octavas para tomar parte en el certamen de
Las naves de Cortés, abierto en 1778 por la Academia Española. No temamos noticia alguna
de este poema , nunca impreso, basta que leimos el siguiente párrafo de una carta escrita por
froT/ Diego González á Jovellanos , el 10 de Febrero de 1778 :
En confianza me ha mostrado Arcadia (Iglesias), el autor de aquellas letrillas, un canto que ba com-
puesto al asunto propuesto por la Academia Española. En medio de varios defectos que le he notado y ad-
vertido, no deja de tener muy buenas cosas ; y si tiene la fortuna de que no escriban los Butilos (Melen-
dez), Dalmiros (Cadalso), Amintas (Forner) y otros que le exceden en talento, tal vez llevará el premio.
Me asegura este mozo (Iglesias tenía á la sazón veinte y cuatro años) que Batilo ha desistido de este empe-
ño, y que de Salamanca no irá más poema que el suyo (1).
Fácilmente dimos con el poema, examinando los papeles de la Academia. Entre los
catorce poemas que este ilustre cuerpo señaló como únicos dignos de examen detenido, hay-
uno que, así por su peculiar estilo, como por sus alusiones á las musas de Salamanca , da
fundado motivo para presumir que es fruto de la pluma del festivo poeta. Bastaría la siguien-
te octava, que es la duodécima del poema, para adivinar al autor. Recuerda en ella á los
poetas salmantinos más notables de su tiempo, con la única excepción del mismo Iglesias , á
quien por modestia no era dable preconizar su propio nombre :
¿Tú, por dicha,' á Dalmiro (2) no escuchaste
En dulce lira el lamentar sonoro?
¿Al trágico Flumisbo (3) no admiraste
Alzar el canto en el coturno de oro ?
¿Tú con el nuevo Laso (4) no cantaste,
Con Delio (5), Aminta (6) y con Liseno (7) á un coro?
Pues estos cisnes que á cantar se mueven ,
Serán los que el dorado siglo innueven.
Fray Diego González , que, como se ha visto, no quedó muy cautivado con la lectura de esta
obra, se manifiesta todavía demasiado indulgente. Iglesias nohabia nacido para la poesía he-
roica. Su poema es inferior, no sólo á los justamente celebrados de Vaca de Guznian y de do7i
Nicolás de Moratin , sino á la Pironéa de Cortés , del padre Báguena, y á algunos otros poe-
mas harto medianos de los cincuenta y tres presentados al concurso. La inexperiencia del
poeta novel se trasluce en todo el canto de Iglesias, y sólo en algunas octavas asoma el calor
de la frase ó el vuelo i^oético de la idea (8).
(1) Colección de autógrafos perteneciente al se» t>el cerco de Inceros la armonía,
fior Marqués de Pidal. ^'^^ tanta novedad que envidia diera
í'0\ r" rl 1 '^ soberano Apolo , rey del dia;
^ ■' \ ' ^ Maguer que altos asuntos me ofreciera
(3) Don Kicolas Fernandez de Moratin. Del vasto mundo la ancha monarquía,
(4) Melendez. Búlo cantara bélicas hazañas
(5) Fray Diego González. ^^ '°^ ''"°®^ '''' P'"' ^^ ^^' Espafias.
(6) Forner. El amor de la patria aparece al poeta en forma
(7) El padre Fernandez. de visión sobrenatural , y así le habla :
(8) Puso por divisa al poema estos cuatro versos „ .
OCTAVA 8*
de la octava 37 de La casa de la Memoria, de Vi- _ , ... , ^. '
_ . . ' «To soy (me dijo el Dios), doncel amado,
Cente ÜiSpinel : Aquel que en una paz , una fe , un celo,
Hernán Cortés del encubierto mundo Una amistad y un vi nenio he ayuntado
Descubre el paso y las riberas halla ; Cuantos pueblos sostiene el ancho suelo.
Los bajeles barrena y da al profundo , Sólo en el hondo abismo no he morado;
En su ardid confiando , esfuerzo y malla. Tengo lugar en el empíreo cielo ;
Tj~„ir7' iT„ ' No hay virtud ni deidad que á mi me exceda
Por ser de icrZeszas, publicamos aquí, como mués- t. i i . * , u,-
^ ' ^ ^ ' Del globo octavo en la subLme rueda.»
tra, estas cuatro octavas, que son acaso las menos
. . , ,1 OCTAVA 16.
imperfectas de todo el poema : t j, ■, ^ • ,, ,
■^ ^ Las armas de un clarísimo soldado
OCTAVA 1 ." En extraña región , con rumbo Incierto,
Bi á mi voz sacro númeu concediera De sol y mar y viento malparado.
OXX BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
CAPITULO XI.
Continuación del reinado de Carlos ni.—Velazquez. — Trigueros. — Su superchería poética. — Su Riada. — SnA
parciales é impugnadores. — Jesuítas poetas.— Lasala.— Alegre.— Isla. — Diaz.— Ceris.— Montengon.—
Muñoz.
Uno do los escritores que más en cuenta han de tenerse para comprender la época de
transición que corresponde al reinado de Fernando VI , y aquilatar el carácter que tomó la
crítica doctrinal en la época de Carlos III, es don José Luis Velazquez , marqués de Valde-
fiores. No era orande en verdad su ingenio poético ; pero sí extenso su alcance crítico , sé-
euro su buen gusto, tal como el buen gusto se entendía entonces , y ejemplar su constancia
en las desabridas tareas de erudito y de investigador de antiguos monumentos históricos.
Harto breve é incompleta es sin diula su obra Orígenes de la poesía española, publicada por
primera vez en 1754; pero hay en ella asomos de un sentido crítico sano y elevado, poco
común en aquellos tiempos , y tal cual es este bosquejo histórico, honra en alto grado el dis-
cernimiento de su autor, y demuestra cuánto camino habían andado y cuánta fuerza habían
adquirido las doctrinas exóticas que diez y siete años antes habia sostenido en forma dog-
mática don Ignacio de Luzan.
Pero es de notar que mientras más se acercaban al triunfo , mayor estrechez y rigor iban
cobrando estas doctrinas. Velazquez leyó en la academia del Buen Gusto dos estudios crí-
ticos: el uno es un elogio desmedido de la tragedia, y en especial de la Virginia de Montia-
no- el otro un examen de las dotes y circunstancias que constituyen la poesía (1). Las ideas
sobre la trao-edia en general, contenidas en el primero de estos estudios , son las mismas, rí-
gidas y absolutamente convencionales , que los preceptistas franceses é italianos creían en-
contrar en Aristóteles; por donde la sana crítica teatral, lejos de progresar, como lo imagi-
naba Velazquez , retrocedía no poco del pxmto en que la habia dejado don Juan de Iriarte en
el Diario de los literatos (2). Las doctrinas del segundo estudio sobre la índole de la poesía
se resienten igualmente del espíritu artificial que animaba, ó, por mejor decir, subyugaba
toda la literatura seudo-clásica. Cosas bastante cuerdas é ingeniosas dice Velazquez acerca
del estilo poético y de la dificultad de conciliar los preceptos de las Poéticas con la inspi-
ración desembarazada , con el est Deus in nobis, de los verdaderos poetas.
Los poetas más grandes (dice) han peligrado infelizmente en este escollo. Unos, por ajustarse exac-
tamente á las reglas, han dejado lánguida y exánime su poesía. Otros, por dejarse arrebatar demasiado
de la fuerza de su fantasía, han sacado las cosas de quicio Ki las reglas propias de este arte, ni todas
las grandes luces que se adquieren por el estudio de las demás ciencias y facultades, son capaces de ha-
cer un poeta mediano. Ésta es una obra que el cielo se ha reservado para sí.
De polvo y sangre y de sudor cubierto, f OS literarios de la coleccíon del sefior de Gayán-
A aherrojar grandes reyes enseñado, „„_ \
En hallar mundos que vencer experto ' , 7 , /. .
Pero ¿ quién será , mnsas, varón tanto. (2) Velazquez llama muestra de todas las per/eccio-
En cuyo elogio asi animáis mi canto ? nes á la soporífera Virginia, de Montiano, Parecíale
,„. la traffedia clásica, tal como entonces se entendía,
OCTAVA 19. 07 T
el colmo de la sublimidad del arte. «El poema (dice)
Por Motezuma , emperador famoso, .„¿„_ii. •' i' j ix
_ ^ ^ ^, . , nías excelente, y asimismo el mas arduo, es la tra-
Era este vasto termino regido, j- t>
El más sublime acaso y venturoso gedia. Por eso Aristóteles , habiendo de escribir su
Que en sus antecesores habia habido. Poética, l& redujo casí toda al artificio del poema
Pero ¡guay del! que cuan-lo más glorioso trágico España, que desde el principio del si-
se halló este imperio, entonces fué perdido: _, II- •! Ti- 1 1 i T
ru.» • ia- ^,...,„ i„„„,„„™i„ gio XVI había conocido y cultivado la tragedia en
Que 81 el Señor sobre un lugar no vela , ° _ _ _ •' o
Guárdalo en vano humana centinela. SU misma lengua original, con un arte y un ingenio
maravilloso , de repente perdió este gusto con laiu-
(1) Tenemos á la vista estos estudios. (Autógra- troduccion de las tragicomedias »
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIH. CXXT
Y este mismo crítico , que ve en la poesía el impulso libre y natural de las facultades ce-
lestiales de que Dios dotó al alma humana, en el propio escrito en que así piensa, pone lí-
mite y embarazo á la expansión de los sentimientos, declarando que sólo «las alabanzas de
los dioses , las grandes acciones de los héroes , las virtudes de los sabios , la armonía de los
cielos, el curso 7 movimiento de las estrellas, las maravillas de la naturaleza, y en general
lo gra7ide y lo magnifico qve sucede en el mundo, es materia propia para ejercitar el ingenio y
el numen del poeta. » Esta noblemente intencionada , pero estrecha é infecunda teoría , ex-
cluj'-e los afectos tiernos y delicados del corazón, las sensaciones suaves y risueñas del
alma , y reduce la poesía á ima epopeya falsa y amanerada ó á un lirismo forzosamente en-
copetado y ambicioso. ¿No se ve aquí el anuncio de aquella preocupación de escuela que mo-
vía á Jovellanos á aconsejar á sus amigos de Salamanca que renunciaran á los cantares del
amor ?
El alto é incontestable mérito de Velazquez , su posición social , el valimiento que le dis-
pensaba el célebre ministro Marqués de la Ensenada, y hasta su natural arrogancia, le gran-
jearon grande autoridad y no pocos enemigos. En sus cartas íntimas á su amigo don Agus^
tin de Montiano se echa de ver la aversión que le inspiraba el respetable ^acíré Florez, Zahe-
ríale con cierta fruición malévola , llamando pepitoria sagrada k la España Sagrada, No es
dable creer que impulsos de vanidad ó envidia llevasen por extraviada senda la phima de un
hombre de tan noble índole (1). Como testimonio de ella, no podemos dejar de recordar con
(1) Creemos oportuno publicar aquí el siguiente
curioso apunte que para este objeto nos entregó el
eabio Marqués de Pidal, rápidamente escrito con
ocasión de examinar un códice , perteneciente al se-
ñor de Gayángos, que contiene la correspondencia
intima que por los años de 1753 y 1754 medió entre
Velazg^uez y Montiano.
APUNTE SOBBB DON LUIS VELAZQUEZ, MARQUÉS
DE VALDEFLOEES.
Su vida interesante como hombre de letras, y co-
mo comprendido en la causa del niotin de Esqui-
ladle, que produjo la expulsión de los jesuítas. Fué
protegido del Marqués de la Ensenada , que le confió
la comisión de viajar por España con el objeto de
recoger antigüedades, etc. — En un tomo MS. de
sus cartas originales á don Agustín Montiano, su
amigo íntimo, ademas de las noticias literarias, se
hallan algunas especies que pintan al hombre y dan
idea de las interioridades de aquella época.
Arrogante y pagado de sí mismo , despreciaba al
padre Florez. — Extractos de sus cartas: «Como no
digan que mi Ensayo se parece á la España Sa-
grada, con cualquier crítica me contento, n (Enero
de 1753.) — «Dejemos á Florez; que él tendrá cui-
dado de desacreditarse con sus libros.» — «Como soy
mozo, atribuirían á insolencia mía el atreverme á
criticar sus obras.n (15 Febrero de 1753.) — A la Es-
paña Sagrada la llamaba pepitoria sagrada, li-
bróte, etc. — «Dígole á usted que si los jesuítas de
Trévoux han hecho la sangrienta crítica que publi-
ca P. (Panel), los estropearé con la misma faci-
lidad que á él , y usted esté seguro que el que se
metiese en público conmigo lo pasaría mal.» (23 de
Agosto de 1753.) — «Estaba tentado á escribir en de-
rechura al General de San Francisco participándole
la picardía (del Guardian de Mérida, con quien tenía
una disputa) para que la castigase, y lo ejecutaré
si el fraile no se modera. Esto me servirá á mí de
escanniento para no volverme á clarear con seme-
jante canalla.» (11 Diciembre de 1753.) — «¿Que quie-
ren esos mamarrachos? ¿que gustemos todavía de
las tonterías del siglo pasado?» (26 Febrero de 1754.)
— «Con la noticia que usted me da de la desgracia
del M. (Marqués de la Ensenada) quedo como usted
puede pensar. Avíseme usted lo que vaya aconte-
ciendo, con la seguridad de que, después de leídas,
quemaré sus cartas y con nadie me daré por enten-
dido de estos asuntos. Me estaré quieto en mi casa
hasta ver lo que resuelven de mi comisión.» (30
Julio de 1754.)
Se queja de que le quitase el nuevo ministro la
comisión, y queria seguirla á costa de la Academia,
ó á costa suya y de sus amigos. — «¿Qué me dice us-
ted de la corte? ¿Cayó ya el penacho del autor de la
pepitoria sagrada? Para que ni aun ese pequeño y
mezquino asilo tuviesen las letras. No obstante,
bien merecido se lo tenía el buen P. C. (Padre Con-
fesor)» (¿Era Rávago?). (28 Octubre de 1755.)—
«Gracias á Dios que salimos del Padre C.n (19 Oc-
tubre de 1755.) — «Mi padre ha renunciado en mí, por
vía de alimentos y para los gastos de mis viajes y
libros, los señoríos de Valdefloresy Sierrablanca.» —
«Aquí para entre los dos, el vestido de abate se fué
con dos mil demonios. Ya me tiene usted con es-
pada en cinta de seis meses á esta parte.» (15 No-
viembre de 1755.)
¡Y á este hombre se le metió en la causa contra
los jesuítas y sus parciales !
16 de Julio de 1754. — Montiano al Marqués. —
Bespondida en 23, contándole el suceso de Ensena-
Cxxii BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
verdadera complacencia la entereza con que , á fuer de consecuente y agradecido, resistió á
las amistosas suo-estiones de Montiano, que, con el fin de sacarle á salvo de la borrasca que
preveia le aconsejaba que dedicase los Orígenes de la poesía castellana , no á Ensenada, sino
al entonces poderoso Duque de Huesear.
Me avergonzaría yo (le contesta Velazqucz) de que un ejemplar llegase á manos del Marqués de la
Ensenada Cuanto m» pudiere dar la fortuna, lo estimo en poco, en comparación de la satisfacción que
á mí me deberá resultar de Babor que obro como debo, y que en cualquier acontecimiento d'j furtuna, soy
agradecido á los que me favorecen.
Estas dignas palabras, escritas en momentos de adversidad, dan cabal idea del alto tem-
ple del corazón de Vclazqucz. La historia, cubierta en esta parte de un misterioso velo, no
explica cómo un hombre de pensamiento tan libre, tan brioso y tan despreocupado pudo ser
envuelto en la causa del motin de Esquilaehe, y en la que se formó contra los jesuitas y sus
parciales (1). Como quiera que sea, la posteridad debe honor y gloria aun escritor tan labo-
rioso é ilustrado, y no puede recordar sin horror que, víctima de su constante amistad á En-
senada, y de las pasiones políticas de aquel tiempo, fué arrastrado á los castillos de Alicante
y Alhucemas, de donde, después de seis años de encarcelamiento, salió casi sin vida, para
ir á morir de allí á poco en los brazos de su madre , en el solitario retiro de una casa de
campo.
Harto mayor que su mérito íué la fama del beneficiado de Carmona don Cí'mdido María
Trigueros. Con mediano talento, pero dotado de índole muy activa y laboriosa , alcanzó, en
la segunda mitad del siglo xviii , cierta gloria, más aparente que verdadera, y con ella, el ho-
nor de ser combatido por escritores de valía. Su inspiración poética era tan escasa , como
desmedida su ambición literaria.
Representa en España, sin salir de la esfera de la medianía, aquel espíritu europeo, que
BÍguiendo la moda y el impulso innovador del tiempo, se afanaba por examinarlo todo á la
luz déla filosofía: filosofía de circunstancias, muchas veces trivial y acomodaticia, que solia
da; previniéndole que se esté quieto en Málaga; «que En 10 de Setiembre de 1754 le noticia Montiano
calle y que espere mis avisos.» — En la margen de el cdríe de su comisión. Contesta el 16 : — «Nada de
la del 23 dice Montiano: «Kecibida en 30. Que se cuanto usted me dice me coge de susto ; ya me lo
esté quieto , que calle , que luego que haya oportu- tenía yo previsto , pues era regular que mi comi-
nidad presentaré la representación sobre su defen- gion cayese con todas las demás, siendo tantas.»
dido.» — A estas dos de Montiano es la respuesta Supongo que su amistad por Ensenada, y su des-
que se copió más arriba, del 30 de Julio. afecto á los que le sucedieron , fué la ocasión de sus
Velazquez, agradecido á Ensenada, quería dcdi- prisiones y de haberle envuelto con los jesuitas en
carie sus Orígenes. Montiano se lo disuadía, y que- lo del motin de Madrid. — Nada resultó contra él en
ría lo hiciese al Duque de Huesear por razones de aquel juicio misterioso y secreto (según el fiscal
política, etc. En 27 Agosto de 1754 decía: «Des- Huerta), y sin embargo, fué condenado; y cuando
pues de haber batallado conmigo mucho tiempo pa- le dieron libertad , le arrojaron al mundo , quebran-
ra reducirme á dedicar los Orígenes al Duque, no tado y muerto. Murió al poco tiempo, perdiéndose
me he podido resolver, porque me parece la cosa las esperanzas que habian hecho concebir su saber,
más ajena de mi modo de pensar. Convengo en las buen gusto y laboriosidad. — P. J. Pidal.
reflexiones que usted hace; ponj esto sería bueno pa- (i) Algunos escritores conjeturan que la obra sa-
ra usted y otros que sabrían mis intenciones : pero tírica de Velazqnez, titulada Colección de diferentes
otros muchísimos lo murmurarinn, y me avergonza- escritos relativos al cortejo, perjudicó mucho á su
ría yo de que un ejemplar ll-gase á manos del Mar- autor. No se limitaba Velazquez á señalar la ridicu-
qués (Ensenada). Á mí no me queda hoy ya otro lez que lleva consigo lo que llamaban cortejo; satí-
modo de darle á entender mi buena ley sino éste, rizaba igualmente costumbres y abusos del poder.
y cuanto me pudiere dar la fortuna lo estimo en Sempere dice: «Esto probablemente dio motivo á
poco en comparación de la satisfacción que ámíme las persecuciones que padeció después, por habér-
deberá resultar de sabor que obro como debo , y que sele creído reo de los papeles sediciosos que se es-
en cualquiera acontecimiento de fortuna soy agrá- parcieron cuando sucedió el motin del año de 17C6. «
decido á los que me favorecen.»
DB LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL CXXIII
tomar por verdades absolutas , preocupaciones y tendencias especiales, que tenían , cuando
más, una verdad relativa , y por consiguiente transitoria y deleznable.
En El Poeta Jilósof o, i^nUicado en 1774 (1), creyó Trigueros haber removido é ilumi-
nado todos los problemas morales en que descansan la sociedad y la conciencia. En Francia
tuvo el poema admiradores sinceros , y subió de punto el engreimiento del autor al verse
calorosamente aplaudido por Florian , ingenio de no mayor fuerza que Trigueros, que gozaba
entonces en Francia de un renombre brillante , que la posteridad ha acabado por reducir á
muy exiguos límites. Hoy dia nadie lee ni tiene aliento para leer M Poeta filósofo, y sería
enojosa y estéril tarea analizar un poema difuso y acompasado, en donde , á vueltas de al-
gimos pensamientos cuerdos y verdaderos , hay otros falsos ó aventurados , y nunca la emo-
ción, el entusiasmo y la elocuencia que son la magia de las obras de la imaginación.
Hasta el metro es monótono y cansado. Está escrito el poema en versos de catorce sílabas,
que Trigueros, poco versado en la versificación antigua de Castilla, juzgó haber inventado,
y presentó como una innovación. El erudito Bayer le hizo notar su inadvertencia en el con-
cepto histórico, y habría podido ademas demostrarle que se equivocaba igualmente creyendo
haber trasladado con exactitud el pentámetro latino á la versificación castellana (2).
El alucinamiento de la soberbia literaria indujo á Trigueros á imaginar que llegaría á
imitar con tal perfección el tono y galas de los antiguos poetas españoles , que podrían sus
versos confundirse con los del siglo de oro. Para poner á prueba su infantil antojo, publicó
en Sevilla (1776) un tomo con este título: Poesías de Melchor Diaz de Toledo, poeta del si-
glo XVI, hasta ahora no conocido. \ Ridículo empeño, que no podía dejar de acarrear un des-
CDgaño al desvanecido poeta ! Los entendidos columbraron desde luego la inocente super-
chería. En los versos de Melchor Diaz trasciende la poesía insulsa y amanerada del siglo xvili,
y lo que es peor, la poesía ^oco poáfica de Trigueros. ¿Dónde aquella hechicera natui-alidad
del lenguaje , aquel quid divinum del idioma poético del siglo xvi ? Trigueros ganó poco en
su fama de poeta, y su deslucida tentativa no fué sino una confirmación del emblema satírico
que encierra la fábula de El Asno vestido de león.
En su Viaje al cielo, poema en tres libros, destinado á encomiar á Carlos III, no acierta
tampoco á remontarse á la esfera ideal que sirve de teatro al poema. Su ñmtasía no sube al
cielo, aunque tal dice haber logrado, en el libro segundo ; ni un destello siquiera de estro ver-
dadero Uega á romper las prosaicas cadenas que le tienen amarrado á la tierra.
Sus poemas San Felipe Neri y La Riada causaron á Tiñgueros amargos sinsabores. La
doctrina de un sermón, que pone en boca del Santo, no pareció ortodoxa á una parte del cle-
ro español. Escribiéronle cartas injuriosas , y no faltó quien intentara mancharle con la nota
de hereje. En La Riada puso de manifiesto, más que en la mayor parte de sus demás obras,
la escasez de su numen y su falta absoluta de gusto poético. ¿Quién creería que el espectá-
culo imponente de una avenida del Guadalquivir, y los esfuerzos del insigne asistente de Se-
villa don Pedro López de Lerena para prevenir ó reparar terribles desastres , no alcanzaron á>
arrancar al poeta uno solo de esos acentos conmovedores que brotan de aquellas almas que,
á falta de imaginación , tienen siquiera las dos fuerzas poéticas del entusiasmo y de la com-
pasión? ¡Deplorable extravío de las preocupaciones de escuela! La realidad del infortunio,
los cuadros del desastre , los esfuerzos del deber y de la caridad no parecen al poeta asunto
(1) Es una colección de poemas, titulados El mas que constituyen la colección titulada El Poe-
nombre; La Desesperación ; La Esperanza ; La Mo- ta filósofo^ reconoce Trigueros su equivocación , y
aeración; La Ternura; El Odio; El Libertinistno, recuerda que Gonzalo de Berceo, don Alonso el Sa-
ó la falsa libertad; El Deseo; El Remordimiento; bio, el infante don Manuel, el Arcipreste de Hita,
La Reflexión; La Alegría; La Tristeza; La Mujer. Pero López de Ayala , escribieron versos de catorco
(2) En una carta que precede al poema La Mo- silabas, que él llama pentáme(ros castellanos.
aeración-, que lleva el número iv en la serie de poe-
txsrr BOSQUEJO HISTÓRICO CEÍTICO
suficiente para emijlcar los tesoros de la fantasía y despertar las emociones del corazón. Se
aparta de estas fuentes legítimas de inspiración, y juzga más poético, más elevado, más
^ico, fundar el argumento en una conjuración ft'aguada por Juno, que, celosa de la ninfa
Hispalis (numen que preside á Sevilla), atrae á Bétis á su partido y le induce á destruir con
su poder la ciudad famosa. El asistente Lerena advierte el riesgo á la ninfo , la cual con sus
ruegos decide á Júpiter á que proteja la ciudad. Probablemente creyó Trigueros que los ce-
los de Juno, la intervención de Neptuno y de Minerva , y otras circunstancias semejantes
á las de la litada , habían de rctilzar su obra y traer al pensamiento de los lectores las belle-
zas de Homero. ¡ Cuánto se engañaba ! Lerena , mezclado ridiculamente con las divinidades
olímpicas , es rma de las ocurrencias más insulsas y más irrisorias que ofrece la poética falsa
y artificial de aquellos tiempos.
Forner, que fué constante azote de Trigueros (1), desagravió al buen gusto, publicando
una sátira , titulada Carta de don Antonio Varas al autor de La Riada. La crítica de Forner y
sef^im la costumbre de entonces, recaía menos en la esencia que en los pormenores. Poco
mesurado en los ataques , Forner envolvió en sus diatribas, no sólo á varios autores, sino á la
Academia Española , y se vio obligado, por disposición del Rey, á dar satisfacción á este ilus-
tre cuerpo literario ; pero, á pesar de todo esto, el público dio razón á Forner contra Tri-
gueros.
De estas amarguras consolaron algún tanto al autor satirizado las cartas de un oficial
francés, retirado en San Germán , gran admirador de sus obras (2), y especialmente otra carta
que en 15 de Febrero de 1785 le escribió el célebre Florian, aplaudiendo el gusto, la elegan-
cia , y lo que es más , la extremada sensibilidad , que , según él , resaltan en La Riada , y ex-
citándole en tono pedantesco á menospreciar á sus detractores :
Je V0U8 exhorte (dice) de tout mon cceur á mépriser tous ees vils satyriques qui vousfont la guerre... Depuis
TioW^jusqu á Forner, leParnasse a été salí par les corbeaux et les hiboux, quifont la guerre aux rossignols.
Florian mimaba literariamente á Trigueros.
Apenas puede comprenderse que las obras poéticas de éste despertasen en aquel ingenio
tanta admiración. Mientras en España era la comedia Los Menestrales objeto de sátiras y
fundadas críticas, Florian escribía en loor de esta obra desmayada una oda enfática y campa-
nuda , á la cual se atreve á llamar Sempere un monumento literario. Aun fué mayor la auda-
cia de Florian cuando, aludiendo á El Poeta filósofo, no titubeó en posponer el esclarecido
Pope á Trigueros :
Et dans ses vers moraux déplagant de ton troné
Le poete penseur que VAngleterre próne.
Forner, cual es fácil presimiir, no llevó á bien el agresivo lenguaje del hel-esprit francés,
y las honrosas aclaraciones que alcanzó de la buena fe de Florian dejaron muy mal parado
á Trigueros (3).
(1) Entre los borradores de Forner^ que tenemos (2) Monsienr Raulin d'Essars. Había ya en 1783
á la vista , hemos hallado este trozo de un poema escrito á un librero de Sevilla, expresando con
burlesco contra Trigueros : entusiasmo la admiración que le causaba El Poeta
Dice, fallando cual en negro trono, filósofo. Ahora (Agosto de 1784) escribía al mis-
Qne rri<7<Tio7i ((T) (la gracia mo TVí^Meros, dándole á entender, con motivo de
Tal era de mi Af,mieK), profanando ¿^ Riada, que preferia SU estilo al de Lope y Que-
La sacra herencia del cantor de Tracia» ,
D«l Bétis atronrt la verde orilla, VedO.
Antes quede Castilla, (3) Véase la carta de Florian á Forner, en quo
Con sn canto inhumano, desterrar» aquél des»ffravia á éste con la más franca y noble
Lai Musas halagüeñas; i ix j t-. - i i- i n - i
Daba de rana puntuales señas, lealtad. Fue publicada por Forner en un opúsculo
T era cangrejo, porque á largo paso, úi\\\&áo: Suplemento al artículo TrigneTOS, del En-
Oreyendo caminar hacia el Parnaso, .^^ „„^ Biblioteca por el doctOT don Juan Sem-
Mas y mas se alejaba del gran monte, ^ .
pere y Quannos,
{») Irigucroi,
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVm. CXXV
Forner era duro en sus críticas y diatribas; pero, hombre de noble carácter, ni aun en pro-
vecho de sus ideas podia tolerar falsedades y supercherías. Aconteció que un enemigo de Tri-
gueros publicó contra éste una injuriosa carta en el Diario de Madrid, firmándola, sin duda
para darle mayor fuerza en la opinión, con las iniciales de Forner (J. P. F.). Indignado el
recto magistrado, escribió una carta á Trigueros , á pesar de la enemistad que entre ambos
reinaba , para declararle que no era autor de aquel escrito. La contestación autógrafa de 'Tri-
gueros se conserva entre los papeles de Forner (1). Es una larga carta, en que rebosa la amar-
gura. Copiaremos de ella algunos renglones , ya como recuerdo de las ásperas costumbres li-
terarias del sio-lo último, ya también como ejemplo del dolor que causan en almas delicadas
los ataques críticoSj cuando son personales, desmesurados y violentos ;
Madrid, 1." de Marzo de 1791.
He recibido con notable complacencia la carta de usted de 22 del próximo pasado Febrero, porque
tengo especial gusto en que una carta como la que en el Diario de Madrid de 9 del mismo se publicó en
defensa de un plagiario, no fuese escrita por un honrado ministro de Su Majestad... Por lo mismo celebro
sobremanera que intente usted con vigor la correspondiente acción para que se descubra y se castigue el
impostor, que, por insultar contra toda razón á un hombre aplicado que con nadie se mete, ha tomado, con
las iniciales de su nombre de usted, sus expresiones, su estilo y su antiguo y notorio sistema de tra-
tarme...
Yo, viendo venir contra mi sin disimulo una granizada de palos , la procuré evitar, sin más personalidad
que las que insinúa la misma carta agresora, con sus alusiones á los papeles que usted , inter delicia juvm-
tutis suoe, imprimió y publicó contra mí, sin otro motivo que haber tenido la bondad de graduarme por
un pedante muy inferior á su talento y á su instrucción, y la ingenuidad de juzgar que son dogmas in-
falibles de literatura las bellas cosas que contra mí ha esparcido, enderezadas á quitarme el crédito, el ho-
nor y el comer, pues yo vivo de profesión literaria, mal ó bien sostenida, según he podido entablarla con
el trabajo de toda mi vida... Usted me ha tratado en público de vano, presumido, soberbio, embustero, de
hombre de mal ejemplo, de viejo verde, de publicador de cartas ajenas, y de otras mil gracias como és-
tas, que ni son verdaderas, ni asuntos literarios. Meta usted la mano en su pecho, y verá que ni merezco,
ni he merecido jamas, el modo con que me ha tratado, y me trata aún en la carta que recibo hoy...
Mis circuustancias, y las actuales de usted, exigen de nosotros distintos procederes de los que pudieran
disimularse á muchachos y escolares. Es tiempo de que piense usted más en alentar á sus contemporáneos
que en exasperarlos... Nadie está más descontento con mis escritos que yo mismo. Haga usted lo mismo, y
aprovechando, como puede , el talento que Dios le ha dado, conseguirá el nombre que le deseo, edifican-
do, y no destruyendo. Como soy un viejo, doy á usted , que es un mozo, este consejo, por pagarle como
cristiano...
Repito que hará usted bien en descubrir al impostor'; pero añado que hará usted mejor en perdonarle,
como yo le perdono... Si somos literatos , buenos ó malos, seamos hombres y cristianos. Usted puede man-
darme, y experimentará la honradez con que se precia de ser amigo de todos su servidor, q. s. m. b. —
CÁNDIDO María Trigueros,
Cuando Trigueros daba á Forner esta lección moral, tenía cincuenta y cuatro años; For-
ner treinta y cuatro.
Las obras épicas, líricas y di'amáticas de Trigueros, sus refundiciones de El Anzuelo de
Fenisa , de La Estrella de Sevilla y otras , y muy especialmente el poema La Riada y la co-
media Los Menestrales , acarrearon al buen arcediano zumbas y críticas, menos acerbas que
las de Forner, porque eran menos personales, de parte de Iriai^te, de Moratin (Leandro), de
Huerta, de Melendezj de Vargas-Fonce. Hasta el afán de saber y la incansable laboriosidad
de Trigueros se vohaan en contra suya. Moratiii le llama, en tono burlón, cr erudito, mora-
lista, poligloto, anticuario, economista, botánico, orador, poeta lírico, épico, didáctico, trá-
gico y cómico », y ademas le persigue en sus sátiras (2).
(1) Cartas de varios literatos i Forner. (OóñicQ Hay otro más enfadoso,
perteneciente al señor don Luis Villanueva.) ^''^ insolente y perrera.
*^ , . ' Este es el qne inspira tantos
(2) Moratin dice en un romance satírico ; Versiiios de cadeneta,
Asi también , ademas T el qne regala al teatro
De estos diablos aoe nos cercan* Uonstmos en tcz de comedlas.H
cx:cvi BOSQUEJO HISTÓraCO CRÍTICO
Sólo dos poetas españoles de cuenta aplauden las obras poéticas de Trigueros. El uno era
la personificación de la bondad y de la indulgencia, /ra^ Diego González (1); el otro, uno de
los más n-fillardos y generosos caracteres que produjo el reinado de Carlos III, don Gaspar
jlfelclio?' de JovcUanos. Esto hombre excelente cobraba afición á todas aquellas personas en
quienes descubría laboriosidad y honradez. Por tales prendas estimaba de veras á Trigueros^
y no sólo le perdonaba su candoroso engreimiento literario, sino que llevaba hasta el aluciua-
miento la indulgencia. En una carta, que debió de hacer pasar felices momentos á TrignerGs,
no sólo le dice que se saborea con La Riada , sino que le participa reservadamente que Los
Menestrales es uno de los dos dramas premiados entre los cincuenta y cinco que fueron pre-
sentados al concurso propuesto por la villa de Madrid. ¡ Y en qué términos tan lisonjeros le
dala a c^radable noticia! Esta comedia Los Menestrales, objeto después de las zumbas de
Liarte y de tantos otros , es para Jovellanos
una pieza do las mejores que se han producido para nuestro teatro, la más acomodada á nuestro genio
y costunilires, y la más propurcionaila al ol^jeto y á las ideas del dia Las obras premiadas {Los Idcnen-
trales y Las bodas de Camacho, de Melendez), añade Jovellanos, acreditarán por sí mismas á los ojos del
miindu literario, que las ha de juzgar, que son lo mejor que ha producido nuestro siglo (2).
l'uos dos meses después escribe Jovellanos á Trigueros:
La suerte de ambas comedias en el teatro no ha podido ser peor No se puede dar una representación
más fria
Y en otra carta :
El juicio de la república literaria decidirá del mérito de Los Menestrales El mejor modo de vencer á los
envidiosos, es seguir trabajando y ganando gloria (3).
Tres meses más adelante , el mismo Jovellanos le envia la Carta de don Antonio Varas
(Forner) conti*a La. Riada , diciéndole :
No está (la carta) mal escrita , ni me parece despreciable su doctrina. ¡ Así fuera tolerable por el enco-
co literario con que se escribió !
Huella debieron dejar en el ánimo de Jovellanos los clamores críticos y satíricos de Forner
y de otros contra la poesía de Trigueros , cuando , olvidando sin duda las bondadosas alaban-
zas con que habia alentado sus tai'cas poéticas , añade inesperadamente estas desanimadoras
palabras :
Tómelo usted con cachaza, déjese de hacer poesías, y trabaje en las obras proyectadas (Memorias para
la historia del comercio de la Bélica , etc.) , en las cuales tendrá usted menos envidio?os, porque acaso no
habrá quien presuma de sus ñierzas la capacidad de competirle. Esto sí que ofrece una posesión de gloria
más colmada y tranquila (4).
No aprovechó Trigueros el amistoso consejo de Jovellanos. Después de esta época, escribió
otros poemas , y entre ellos el titulado Las Majas , que , aunque publicado con un seudóni-
mo para sustraerse á la malevolencia de sus enemigos, le acarreó nuevos desabrimiento.-.
ToT é\Zava7n,execr&tílo la versificación , que (por ser ellos algo nimios en
Au^or. fatiga las prensas. ^^^^ ^^^ especiahiiente Butilo , cuyos sáficos nada
T el rechinante Tngucfot '^ n . , , , , . ni.
Aborta sna epopeyas... deben en ñuidez á los latinos) les ha parecido algo
Mientras el doctor Gnarinos dura.« (Carta autógrafa de fray Diego González ú
Tanto mamarracho inciensa, padre Miras, escrita en Febrero de 1776.)
(2) Carta de Jovellanos á Trigueros, fecha en
Y d Triyueros le despacha
El titulo de poeta ,
¿Yo he de escribir?... Madrid, el 20 de Mayo de 1784. (Obras de Jovella-
(1) «La bella elegía (de Trigueros) Á la muerte nos, tomo l de esta Biblioteca, páginas 163 y 164.)
de Filis ha parecido á todos estos pastores obra de (3) Madrid, 10 de Julio y 10 de Agosto de 1784.
excelente gusto,,... Sólo han puesto algún reparo en (4) Madrid, 9 de Noviembre d^ 1784,
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL cxxvii
Dejó en prosa escritos apreciables, cuya larga lista da glorioso testimonio de su inextingui-
ble amor á las letras (1).
Pasemos ahora , porque así lo requiere el orden histórico , á la conmemoración de varios
jesuítas ilustres , que cultivaron la poesía castellana en la segunda mitad del siglo xyiil
El jesuíta valenciano don 3JanueI Lasóla fué uno de los más esclarecidos entre aquellos
insignes varones, que, violentamente lanzados de España por el ímpetu de las nuevas ideas,
llevaron á Italia el precioso tesoro del estado intelectual de España, mucho más brillauto
de lo que la Europa sospechaba (2), y cuya luz gloriosa reflejó sobre la patria, que, como á,
encarnizados enemigos, así extrañaba de su seno, por razón de estado, á muchos de sus
mejores hijos.
Pudo ser juzgada entonces como estorbo político la institución admirable á que aquellos
varones pertenecían; pero, considerados éstos individualmente, no quedan en el crisol de la
justicia sino como ejemplos ilustres de virtud y saber. El padre Isla, el abate Andrés , Lasóla,
Arteaga , Burriel , Cerda, Colomés , Montengon , Aymerich , Terreros, Serrano, Eximeno,
Garda , Nidx , LampiUas , Masdeu , etc. , etc.
¡ Cuántos nombres venerables y famosos ! \ Cuánto con ellos, pasado el vértigo filosófico,
se envaneció esta misma España, que los había arrojado á tierras extranjeras! (3).
Por más que ardientes encomiadores , paisanos suyos, hayan querido levantar á las nubes
el estro poético del abate Lósala , no es menos cierto que como poeta lírico no rayó nunca á
grande altura. No le faltan á veces ni facilidad , ni abundancia , ni brío ; pero la entonación
de sus versos suele ser monótona y amanerada , y como versificador castellano está muy le-
jos de poder servir de modelo. Treinta años de residencia en Italia le habían hecho olvidar
algún tanto la modulación rítmica de nuestro idioma , é incurría , por otra parte , si bien
menos que Montengon y algunos otros compañeros suj^os, en italianismos inadmisibles, sin
dejar por eso de manejar el habla de la patria, aunque sin pureza, con enérgico desembara-
zo. Su vocación dominante fué el teatro. Allí encontró un campo de verdadera gloria. La
Italia se admiraba con razón de que un extranjero hubiese llegado á manejar la lengua del
Tasso con tanta maestría y elegancia (4).
Entre estos jesuítas expulsados, don Francisco Javier Alegre, natural deYera-Cruz, lati-
(1) Véase esta lista en uno délos tomos signien- el distinguido elogio que hizo de ellos el escritor
tes, al frente de sus poesías. Monti. atribuyéndoles en mucha parte los progresos
(2) Dan muy ventajosa idea de la actividad lite- de las letras en Italia. »
raria de los jesuítas españoles del último siglo los (4) Sus principales obras dramáticas son las ira-
dos libros siguientes : gedias Giovani Blancas, Ormismda , Sancho Gar-
Operum Scriptorum olim é Socletate Jesu in Ita- da, Roberto, Iphigenia in Aúllele, Lucia Miranda,
liam deportatorum Index. Su autor, el abate don Berenice; las comedias La vcrginitá trionfante, II
Onofre Prat de Sabá, jesuíta catalán, que falleció Filosofo moderno , y las escenas \mcB.s A gostino y
en 1810, y publicó su obra con el seudónimo alegó- Margherita di Cortona. Puede formarse juicio del
rico de Josepho Fontio á Valle Ausetano. Fué im- éxito délas obras de este esclarecido escritor por las
preso en Eoma, 1803. siguientes palabras del abate don Juan Andrés, en
Bibliothecce Scriptorum Societatis Jesu Supple- su importante obra DelVorigine, progressi e stato
menta, por Diosdado Caballero. Fué impresa esta attuale d'ogni leiteratura (tomo n) :
obra en el tomo iv de la Racolta Ferrarese dVpos- Ma sopra tutti (gli spagnoli venuti in Italia) il
culi scientifici e letterari , etc. Lassala et il Colomés hanno ottenute lodi distinte e
(3) «Los jesuítas (dice Sempere), ó por las partí- fatto risonare dal suo neme iteatri dJtalia.
Guiares constituciones de su gobierno, ó porque, es- El padre Bernardo García, establecido en Vene-
tando encargados de la enseñanza de los jóvenes se- cia después de la expulsión, fué uno de los jesuitas
glares , conocieron la necesidad de conformarse en españoles que conquistaron laureles en la poesía
ella al método que se seguía ya en los colegios más dramática. «Admiró á la Italia (dice Fuster) con
acreditados de Europa, al tiempo de su expulsión sus composiciones dramáticas, que fueron represen-
tenian ya en su Compañía buenos humanistas, an- tadas con grande aplauso.»
ticuaríos y matemáticos. Ya he puesto en otra parte
CT.xvm BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
nista y lielenista consxiniado , si bien de escaso renombre en España, era uno de los literatos
más instruidos v de más aciúsolado gusto literario de Europa, según el estado de la crítica
en aquella era doctrinal. No podemos menos de hacer aquí de él mención honrosa. Tradujo en
verso latino La litada, y escribió ademas un poema latino La Alejandriada (1). Pero lo que
nos nuieve i)r¡ncipalmcnte á conmemorar los merecimientos literarios de este aventajado hu-
manista, es la notable traducción en verso que hizo del Arte poética de Boileau (2). Esta ver-
sión libro, esciita por lo general en gallardo estilo, como de hombre que está familiarizado
con las leyes del idioma y de la versificación , no llegó á darse á la estampa , aunque en rea-
lidad harto más lo merece que la traducción del mismo Boileau por Madramany y otras
obras de semejante índole, que lograron en aquellos y en posteriores tiempos los honores de la
publicidad. Las eruditas y á veces luminosas notas de Alegre á la Poética dan clara idea a:jí
de su feliz instinto crítico como del estado del gusto en aquel tiempo, en que por completo
dominaban va entre nosotros las doctrinas de los preceptistas extranjeros. La gran sensatez
que reina en la major parte de los dogmas de Boileau le cautiva, porque cuadran grande-
mente estos doormas á su razón, llevada por el estrecho carril de la educación literaria que
habia recibido. Las letras castellanas del siglo de oro le deleitan. La libertad indisciplina-
da de nuestro teatro le sorprende, y embaraza su sentido crítico. Se trasluce que su ins-
tinto, inclinado á lo grande y á lo bello , le hace amar aquello mismo que las reglas conven-
cionales le obligan á condenar. Así es que no perdona á Luzan que deprima á veces á los
escritores españoles, que, á su juicio, no llegó á comprender; y cuando se ve en la necesidad
de ser, como traductor, eco de la acusación satírica que hace Boileau á Lope de Vega en
aquellos conocidos versos :
Un rimeur sans péril, de la les Pyrénées,
Sur la scéne en unjour r enferme des années.
La souvent le héros d'un spectacle grossier,
Enfant au premier acte, est barbón au demier;
por más que esto no sea sino traducion de lo mismo que Cervantes habia dicho un siglo an-
tes (3) , no puede menos Alegre de salir á la defensa del Fénia^ de los ingenios , disculpando
con los versos mismos del Arte de hacer comedias el desvío de la forma clásica.
(1) El padre Alegre escribió un curso completo per la traduzione rfeZ/'IlHade, quei premi che in se-
de teología. Fué este escritor muy admirado en Ita- cali piu felici abbrevero ottenuto i Poliziani et i Fi-
lia. Su traducción de Homero y su poema Alexan- lelfi.
dríadas, sive de expugnafione Tyri ab Alexandro (2) Esta traducción autógrafa forma parte de la
Macedme se publicaron en 1776. — Dos años des- colección de manuscritos literarios de nuestro ilus-
pues decia el célebre periódico Efemeridi lette- trado amigo el señor don Aureliano Fernandez-
rarie di Roma (28 de Noviembre de 1778) : Guerra. Fué regalada á su padre por don Ángel San-
Succede alia versione rfcZniliade TAlessandria- diez, autor de ia TiVmrfct y de otras muchas obras,
de, ovverb la Espugnazione di Tyro fatta d'Ales- amigo de Alegre, y, como él, sacerdote de la Com-
sandro Magno , poema gioranile del nostro autora pafiía de Jesús.
(A legre), divis» in quatro lihri. In esso non solo cam- Empieza así :
pegia vlstro poético famiUare airautore, e senza X la frondosa cima de Helicona
del quale in vano avrchbc tcntato di condurre si egre- ^^ temerario autor aspira eu vano,
giamente a fine la versione della Illiade (giaclic prr Y en vano la corona
traslatare drgnamenfe Omero, vi vuole piU abbonde- Ceñir pretende de laurel lozano,
voU vena di poesía che altri non pensa); ma vi si cir:fsterioírfl3o
scorge eziandio un giudizw assat fino per ben guidare ^^ ¡^ ^^^^^^ ^^^^ el ^acer, poeta
v,rui poética azione :
Orazie , che a pochi ii cid largo destina. (3) «¿Qué mayor disparate puedo ser que salir
un niño eu mantillas en la primera escena del pri-
Chiudiamo 'il 'presente 'estrado , augurando alVil- mcr acto , y en la segunda salir ya hecho hombre
lustn autore per le sue virtmse fatiche, e massime barbado ? » {Don Quijote , parte i , cap. xi^viii,}
DE LA POESÍA CASTELLANA ÉN EL SIGLO XVIIL CKxijí
Hablando del gongorismo, lo juzga con un solo rasgo, en este bello y exacto pensa-
miento :
«El entusiasmo poético no ha de ser trastorno, sino elevación de la fantasía. D
Aunque fiel sectario de la doctrina de Boileau, no se ciñe Alegre á una mera j escrupulo-
sa traducción. «Añade , quita y muda», según lo declara él mismo, y por lo común susti-
tuye á los ejemplos franceses de Boileau alusiones y ejemplos sacados de autores españoles.
' E ste es el principal interés que ofrece esta obra , más notable aún por las notas que por el
texto, y muy adecuada , entre las de su tiempo, para comprender la transformación histórica
de las letras castellanas en aquella época.
No nos detendremos á hablar del padre Isla , poeta rastrero , que satirizó en verso los poe-
mas narrativos castellanos , y singularmente los consagrados á vidas de santos , como habia
satirizado en prosa los malos sermones (1). Tampoco hablaremos detenidamente del padre
José Díaz , que escribió Tragedias sagradas y murió en Ferrara, en 1793; ni de don Pedro
Ceris y Gilabert , que, por su gracia y facilidad en componer versos españoles é italianos,
lució notablemente en el grupo numeroso de sabios jesuítas , de España, de Italia y de otras
naciones , que se reunió en Ferrara después de la expulsión (2).
Algo más diremos del ilustre jesuíta alicantino don Pedro Moyúengon. Por su instrucción,
por el sentido moral de sus escritos y por su afanosa laboriosidad, merece mención honro-
sísima en la historia literaria del siglo último. En Genova y en Ferrara le conoció y trató
el famoso abate Andrés, al mismo tiempo que á otros jesuítas distinguidos en ciencias y letras,
y conservó de él recuerdos especiales de estimación y afecto (3). Su aliento literario era
grande , y sus fines encumbrados y provechosos. Con sus novelas aspiraba á difundir sanos
sentimientos morales, y con sus versos á vigorizar la llama moribunda de las antiguas glo-
rias españolas. Su largo destierro no entibió nunca su ardiente patriotismo , pero quitó á su
lenguaje el sabor castizo y natural de los hablistas castellanos. Sus obras están plagadas de
italianismos y de arcaísmos extraños y mal traídos , que dan a su estilo cierto carácter arti-
ficial y trabajoso. Él mismo desconfiaba de haber manejado con pureza el habla castellana en
El Ensebio , después de diez y ocho años de residencia en Italia , y rogó á sus amigos que
depurasen la dicción y el lenguaje antes de la impresión. Don Antonio Sancha se encargó de
ésta, pero no confió á buenas manos la corrección que el modesto jesuíta deseaba, y queda-
ron en la obra innumerables voces y locuciones extravagantes ó impuras (4).
En la poesía adolece Montengon, aun más que en la prosa, de este defecto, que tanto des-
(1) El ^arfrc /sZa ha sido ya juzgado con amplitud Entre sus versos italianos, fueron muy celebra-
y acierto en el tomo xv de ¡aprésente Biblioteca. dos los que compuso Al árbol de la Cruz. Murió en
La obra á que aquí aludimos es El Cicerón, poema Ferrara, en 1795.
satírico, en diez y seis cantos, cuyo autógrafo se (3) Cartas familiares del abate don Juan Andrés
conserva en el Ateneo de Boston (Estados-Unidos). á su hermano don Carlos , dándole noticia del viaje
Para comprender la razón con que el padre Isla que hizo á varias ciudades de Italia. Véase especíal-
ridiculiza aquella plaga de malos poemas, entre los mente la carta escrita en Mantua, el 16 de Mayo
cuales debe contarse el suyo, véase, en uno de los de 1786, y aquella en que refiere su visita á Geno-
tomos siguientes, nuestro Catálogo de poemas caste- va (1791). Dice en ésta : «Lo apartado de la casa de
llanos del siglo xviii. don Pedro líontengon no le detuvo para hacer vá-
(2) Era el abate Ceris muy aficionado á ciertas rias veces un incómodo viaje y favorecerme con su
combinaciones métricas, y alguna vez las formaba compañía.»
con gusto y soltura, como puede verse en la si- (4) Sempere nota las siguientes : plegarse á lat
fíente estrofa de su oda A la primavera : circunstancias ; maneras^ por modales ; relaja de áni-
Oh ninfas , venid al prado ,
mo; jubilar, por alegrarse ; pro/undir; y otras, co-
Matiáado ^ ' ^o fantasear y parar mientes. Estas dos últimas las
De blancas y azules flores ; censura sin razón. Otras, que no cita Sempere, son
Oh ninfas, oíd los ti-inos igualmente reparables, como vigorea por vigoriza,
Matutinos , n x
»e 103 dulces ruiseñores. mormuno por murmullo , etc.
cxxs. BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
luce sus escritos. Las canciones, anacreónticas, endechas y églogas de El Mirtilo son por
extremo insípidas y amaneradas. Su afición á la vida campestre , nacida del artificial entu-
siasmo de quien la admira desde su gabinete , no le inspira por lo común sino ideas falsas
y exageradas , como cuando dice , en un tono por cierto más agradable del que suele emplear
en sus versos ;
Un cayado y un hato de corderos ,
Con un sayo, aunque pobre, son bastantes
Para unir los afectos más sinceros ,
Y hacer así dichosos dos amantes.
Su amor á Dios y á la naturaleza le inspiran á veces, si no pensamientos nuevos y subli-
mes, dignos de la alta lírica, al m¿uos ideas elevadas, propias de un corazón sensible y
cristiano (1).
En las odas , que es el género que Montengon cultivó con más empeño y con menos fortu-
na, bay una sola cosa que admirar : los títulos de ellas, esto es, los nobles y encumbrados
asuntos que bullían en la mente del poeta. ¿ Quién no recuerda con grima y hastío los obje-
tos triviales , chabacanos y aun viles á que dedicaban sus versos los escritores de la decaden-
cia en la primera mitad del siglo ? Honor merecen aquellos contados poetas que, abando-
nando la trillada senda de la poesía familiar ó de las insulseces bucólicas, levantaron la poe-
sía á los altos espacios donde ella tiene su natural esfera. Cuando, en 1776, Jovellanos acon-
sejaba, no del todo con sana crítica ^ pero con grave y elocuente acento, á sus amigos de Sa-
lamanca que dieran tregua á los cantos de amor, y emplearan su lira en ensalzar la fe , la
virtud , las glorias bélicas de la patria , y este consejo ftié escuchado y acatado en la escuela
salmantina como una novedad doctrinal, ya el patrio instinto habia señalado esta laudable
senda á dos poetas oscuros. Un abogado, don José Muñoz, con el designio de desterrar los
romances de guajyos , bandidos y otros héroes populares de perversa ralea , habia publicado
algunos romances , que titviló militares , consagrados á cantar hazañas de famosos soldados
españoles. Alontengon, apenas conocido entonces, escribía por aquellos tiempos en Ferrara
una copiosa colección de odas , que imprimió después en la misma ciudad , con el seudónimo
de Filopatro. No hay asunto noble , santo, útil , grande ó heroico que no tratase Montengon.
El trabajo, la navegación , el comercio, la supresión de la tirata , la educación, e\ patriotismo, Guz-
man el Bueno, Pelayo, el Gran- Capitán , el Cid , Diego García de Paredes , el cardenal Jimé-
nez de Cisneros , la muerte de Garcilaso, el descubrimiento de América , los Andes , el Potosí,
la victoria de Otumba , las artes , la virtud , Hernán- Cortés , los canales de navegación , San
Fernando, Carlos V, Carlos lll , Campománes, Jorge Juan , las batallas de las Navas y
de Clavijo; estos y otros muchos elevados objet9s resuenan en la lira del jesuíta expatriado.
Hasta se atreve, á pesar de su índole modesta, á rivalizar con Fernando de Herrera, escri-
biendo una oda A la victoria de Lepanto. No hay que decir si salió vencido en la insensata
competencia (2). Por desgracia , era impotente el ambicioso aliento de la musa de Montengon.
Sus poesías no corresponden ni con mucho á la nobleza de su intención. Falto en sumo gra-
do de sentimiento poético, intentaba imitar á Herrera y ^ fray Luis de León, dos poetas de
índole diferente y hasta contraria , ambos inimitables. El estilo de Montengon, así como su
lenguaje, monótono, embotado, por decirlo así, por una erudición pedantesca y por extra-
vagantes frases , giros y palabras , y ademas poco acrisolado, produce en el ánimo de los lec-
tores insufrible cansancio, flay destollos felices en muchas de sus composiciones, mas ni
una sola, acabada, que deje verdadero embeleso en el entendimiento y en el oido.
(1) Como muestra de esta poesía, sana, aunque (2) La oda de Montmgon empieza asi:
poco inspirada, puede citarse la canción de El Mir- s br tu nebio santo
tilo que empieza : r^j, ^j^ eterno, Señor, no está doi-mido...
i Ob t cuánto me euamora i et«.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL cxxxi
Cuando aconseja humanidad á los gobernadores de las Indias ; cuando presenta á Hernán-
Cortés , conmovido ante el sepulcro de la india doña Marina , atribuyendo á su amor y cá su
lealtad la gloria de la conquista de Méjico ; cuando levanta su voz contra la esclavitud de los
negros ; cuando maldice las riquezas del Potosí, como adormecedoras de la actividad españo-
la; cuando dice que en el Perú
Amor exhala el deleitoso suelo,
y que las minas de oro y plata de Caravaya y de Arequipa no valen lo que el amor desin-
teresado de una limeña; cuando se pasma ante la grandeza del Cbimborazo y del encendido
Cotopaxi ; cuando ensalza el ímpetu de los héroes castellanos , los útiles afanes de los sabios
y la cordura de los hombres de Estado, Montengon entra sin duda en el camino por donde
van los grandes poetas de la civilización y de la gloria. Pero no sabe andar por él. Como el
caminante extraviado, que ve una luz lejana en las tinieblas de la noche, y no acierta á lle-
gar á ella, Montengon divísalas maravillas del mundo material y las grandezas del alma hu-
mana; las siente acaso en su entendimiento y en su corazón ; pero no tiene color, ni luz, ni
tino, ni fuerza para describirlas. Ve la belleza y no sabe cantarla. Es escritor de noble espí-
ritu y de meritoria intención. No es bastante : le falta la llama divina del poeta. La posteri-
dad debe recordar su nombre con respeto, pero puede olvidar sus obras.
CAPITULO XII.
Continuación del reinado de Carlos III.— Sazón completa de la nueva era literaria. — Cuatro magistrados poetas.-—
Melendez Valdés. — Jovellanos. — Forner. — Vaca de Guzman.
No sin razón hizo época en los anales literarios de España la publicación de las primeras
poesías líricas de don Juan Melendez Valdés (1785). Era éste un poeta verdadero, no de nu-
men sublime y pindárico, como han repetido tantas veces sus maestros, sus amigos y sus
alumnos; pero sí de índole fácil, abundante y amena. Cadalso, Huerta, fray Diego Gonzá-
lez, cuantos le habían precedido, sin excluir á don Nicolás Fernandez de Moratin, le son in-
feriores bajo muchos y muy esenciales aspectos. Las obras de aquellos escritores no pueden
parecer, en rigor, á la posteridad sino ensayos y esfuerzos más ó menos firmes y luminosos
de una era literaria que aun no se hallaba fija y definitivamente asentada. Melendez, con
todos sus defectos, que no son insignificantes , fué, no sólo el poeta principal de su tiempo,
Bino el que dio con sus brillantes obras sanción y autoridad á la nueva poesía , al nuevo len-
guaje, al nuevo carácter literario, que se habían ido formando en España desde el adveni-
miento al trono de la dinastía de Borbon. Había en su talento poético circunstancias de di-
verso y aun contradictorio linaje, que , entre sí combinadas, constituían su peculiar carácter.
Carecía de fuerza creadora y de originalidad vigorosa; y sin embargo, descuellan en sus
versos espontaneidad y soltura. Pero no hay que dejarse alucinar por esta seductora aparien-
cia. Poseía Melendez en alto grado un instinto imitativo, no vulgar ni rastrero, que podría-
mos llamar facultad de asimilación. Detras del epicurismo risueño, que es para Melendez in-
agotable vena, se trasluce á las claras el espíritu de Anacreonte, la gracia de Villegas, algo
del primor galante de los madrigales franceses , y hasta el voluptuoso descaro, mal disfrazado
con la dulzura de la forma , del poeta holandés Juan Segundo (1). El anhelo de graves refor-
(1) Fué secretario del Arzobispo de Toledo, acom- los veinte y cinco afios de edad , en 1536 , el mismo
¡tañó á Carlos V en la jornada de Túnez, y murió, á año que Garcilaso. Escribió muchas poesías latinas;
CXXxn BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
mas y de renovación y adelantamiento moral, que conmovía los ánimos en el reinado de
Carlos III, lleva como á remolque el estro de Melendez al campo de las meditaciones profun-
das, ora sociales, ora filosóficas. Jovellanos le presentó la poesía amorosa como un devaneo
insustancial, que no granjeaba alto renombre (1), j acabó por hacerle mirar con rubor los
cantos de amores, y arrojar el caramillo pastoril y que era al cabo la verdadera lira de Melendez.
Lo paso muy mal (escribía á Jovellanos)^ con un gravísimo dolor de cabeza, que no me deja vivir seis
días liá. Ni be dormido las noches, ni descanso los dias... Desde el año pasado, que caí malo y arrojé al-
guna sangre, me ba quedado una destemi)lauza lenta... ¡Si V. S., amigo, pudiera con sus plegarias librar-
me de esto, como me ha convertido con sus amonestacíonea de escribir amores y ternuras!
Salamanca, 14 de Setiembre de 1776 (2).
En Julio de 1779 envió á Jovellanos la primera composición filosófica que había escrito,
siguiendo las advertencias de su amigo, á saber : la oda titulada La Noche y la Soledad y que
empieza :
Vén , dulce soledad, y el alma mía,,.
Curioso es el juicio que en su carta forma el mismo Melendez de esta composición , confe-
sando que habia tenido que inspirarse con la lectura de Las Noches, de Young , y que en la
fatiga del desempeño no habia alcanzado á dar al pensamiento enlace y armonía. Hé aquí la
carta :
Mi más venerado amigo : Remito á V. S. esa canción , cuyas primeras estrofas me dictó el mal hu-
mor y la melancolia , y la amistad que siguió, las demás... No busque V. S. en ella orden ni plan , porque
no he tenido otro que el de la imaginación, que, ya ardiente, ya más templada , me presentaba los
objetos y me los hacia exprimir con la fuerza y calor porporcionados á sus situaciones. Al principio
creí no saliese tan larga ; pero el tiempo y la meditación me fueron ministrando nuevas ideas y pen-
samientos , y acaso por esto no tendrán algunas estrofas aquel lugar determinado que debieran tener.
A mí me ha sido después casi imposible volverlas á fundir, y he querido más dejarlas en aquel menos
importuno y desordenado, que trastornarlas de nuevo, creyendo, como creo, que el desorden no desdice
tanto en estas obras, como la marcha seguida y lenta ; porque la imaginación, aunque regular, no es me-
cánica ni compasada.
No busque V. S. tampoco el estilo magnífico y terrible del inimitable Toiing, ni la fuerza divina de
BUS sentencias. Sus años, sus doctrinas, su situación, y más que todo, su genio, son infinitamente supe-
riores, para querer yo presumir tan atrevidamente. Mi canción, al lado de sus Noches, es una composi-
ción lánguida, sin moral , débil : mis pensamientos vulgares, mis pinturas poco vivas, y mis arrebata-
mientos frios. Las musas castellanas son capaces de todo, pero la humilde musa de Butilo no puede tan-
to. Hallará V. S. algunos pensamientos tomados de la noche décima, que es del mismo asunto; pero
confieso llanamente que no han sido hurtos. Yo he leido muchísimo Las Noches, me he quedado con
mucho, y aunque en esta composición no quise verlas de propósito, temiéndome lo que me ha sucedido,
bailé, concluida mi obra y cotejándola con la noche que be dicho, algunos pensamientos ya ocupados por
él , y que yo me creia originales ; aunque no son tantos, á mi ver, que puedan por este lado desacredi-
tarme...
Este genero de composiciones no es familiar entre nosotros. La moral puede en ellas elevarse y tomar
toda la pompa y ornato que merece. Nuestras musas pueden cultivar este género nuevo, y emplear útil-
mente sus cánticos divinos. — Salamanca, 17 de Julio do 1779.
Jovellanos , al contestarle , le manifestó con lisura la falta de cohesión y conjunto que se
advierte desde luego en la oda. Así se infiere de la réplica de Melendez :
que llamaron la atención general por la gracia y fa- ellas. Melendez , en algunas de sus anacreónticas,
ciudad del lenguaje. imita estas poesías eróticas, especialmente los 6e-
Herrera las cita en su comentario á las obras de «os 4, 11 y 19.
Garcilaso. Las diez y nueve composiciones, conocí- (1) Véase la epístola de Jovellanos, titulada Joiñ'
das con el nombre de Besos de Juan Segundo, en no á sus amigos de Salamanca, escrita en Sevilla,
las cuales raya en escándalo la expresión sencilla y en 1776.
vehemente de los impulsos amorosos de un mancebo (2) Esta y las demás cartas que se citan en el
de veinte años, le granjearon grande y justa cele- presente capítulo, existen autógrafas en la colec-
bridadjpor la inspiración poética que sobresale en cion del señor Marqués de Pidal. ;
íje la poesía castellana en el siglo xvm. cxxxni
Convengo en la censura de la canción. ¿No le decía yo á V. S. que no iba igual, y que iba con muchas
añadiduras?... No extrañe V. S. el que ande vagando ahora, sin fijarme en nada. Este género moral me
gusta muchísimo, aunque me conozco sin caudal suficiente para él. Pero el deseo- de tener algo, que no
fuese amores, que poder mostrar á personas á quienes no deben manifestarse bagatelas, me hizo querer
probar sí podia algo en este género. — Salamanca, 14 de Agosto de 1779.
Ya en la esfera filosófica , el numen flexible de Melendez se identifica con las tendencias do
la época, y aunque con alas prestadas (1), vuela á su manera, con gala, con desembarazo
y sin fatiga, en espacios no muy altos ni desconocidos, pero en los cuales se respira aire de
pureza, de justicia y de libertad. A veces, cansado de emplear el tono de análisis moral de
que hallaba ejemplo en los poetas de la secta enciclopedista, se atiene á la filosofía de consue-
lo y de resignación, á la vez racional y cristiana, que se avenia mejor con su musa dulce y
apacible, é imita á Rio ja , quedando á mucha distancia del modelo. Puede servir de ejemplo
la elegía Mis combates , en que el autor discurre y discretea sobre los vaivenes de la vida , sin
llegar á entristecerse de veras. En los siguientes versos de Melendez, ¿quién no ve el reflejo
de otros de Rioja?
r>E EIOJA.
¿Piensas acaso tú que fué criado
El varón para el rayo de la guerra,
Para surcar el piélago salado,
Para medir el orbe de la tierra,
Ó el cerco donde el sol siempre camina?
¡ Oh , quién así lo entiende , cuánto yerra I
Casi no tienes ni una sombra vana
De nuestra antigua Itálica, ¿y esperas?
¡ Oh error perpetuo de la suerte humana 1
Las enseñas grecianas , las banderas
Del senado y romana monarquía
Murieron, y pasaron sus carreras.
¿Qué es nuestra vida más qxie un breve dia,
Do apenas sale el sol, cuando se pierde
En las tinieblas de la noche fiia ?
¿ Qué es más que el heno, á la mañana verde,
Seco á la tarde? ¡Oh ciego desvarío 1
DE MELENDE2,
El eterno Saber no nos dio vida
Para el cielo medir, ó el mar salado,
Sino para á El labrarnos la subida.
¿ Dicen acaso al hombre que fué hecho
Para ecte suelo humilde , deleznable ,
Do apenas se halla el bruto satisfecho ?
Perecen los imperios ; grave siente
El peso del arado el ancho suelo
Do la gran Troya se asentó potente.
Desierto triste la ciudad de Belo,
De fieras es guarida; en la memoria
Esparta dura para eterno duelo.
¿ Dó blasón tanto y célebre victoria?
¿Dó se han hundido ? ¡Oh suerte miserable
Del ser humano ! ¡ Oh ÍT-ágil , fugaz gloria 1
¿Dó están los años de la edad florida?
¿ Dónde el reir, el embeleso insano
De los placeres ? ¡ ilusión mentida 1
También intentó Melendez imitar la entonación de Henderá, como se ve en la oda titulada
El paso del Mar-Rojo, que empieza así :
Cantemos al Señor, que engrandecido
Gloriosamente ha sido,
Y al mar lanzó caballo y caballero.
Apareció el Señor como un guerrero.
El potente es nombrado.
De Faraón los carros y escuadrones
fía en el mar derrocado.
Abismos los cubrieron,
Y al profundo cual piedra descendieron.
El enemigo dijo : « Seguirélos,
Partiré sus despojos , cogerélos.»
I Cuan lejos están estos versos de la majestad , que es la cualidad distintiva de Herrera/
Melendez no habia nacido para pulsar el arpa de los profetas.
Otras veces intenta seguir el rumbo místico en que Petrarca sueña y sutiliza el amor me-
(1) Se columbra fácilmente en sus obras que es-
tá muy familiarizado con Thomson , Young , Milton,
Pope, etc. Véanse sus poesías Al Invierno, La jpre-
í. Ps,-XYini
sencia de Dios, La Noche y la Soledad, La Creación,
La caída de Luzbel, etc,
f
jjjjjjy BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
tafísico, y en esa esfera falsa y nebulosa se confunde y desmaya. El amor suave , ingenioso,
ale ore y casi siempre voluptuoso ; el amor que recrea y que no da al alma sinsabor ni aflic-
ción ése es el campo natural de Mclendez , donde su musa vaga y juguetea como ninfa anto-
iadiza y lio-era que corre de flor en flor, sin pasión y por mero deleite , sin cuidarse mucho de
encubrir con las santas galas del pudor su desnudez y su frivolidad.
Al «Tunas veces olvida Melendez demasiado el idealismo en las imágenes del amor, y tras-
pasa el límite que el decoro y el buen gusto prescriben. Acaso reconociendo esto mismo, su-
primió el poeta en la impresión de sus obras la canción El Palomillo, que envió á Jovellanos
irau Diego González. El desenfado de Melendez en las descripciones amorosas fué notado,
aun en aquel tiempo, en que se le juzgaba con ilimitada indulgencia. Hablando de estas des-
cripciones, dice una poetisa, hermana de Jovellanos :
Otras pinturas hace,
Que encienden al más tibio,
Ruboran al modesto
Y auxilian al maligno.
Sin sensibilidad verdadera y profunda , sin fantasía arrebatada y vigorosa , sin espíritu de
observación trascendental, sin alcance filosófico, sin elevación mística, ¿cuál es, pues, el mé-
rito de Melendez, cuál el secreto de su hechizo y de su influencia? No una sola; varias son
sus facultades seductoras, á saber : la amenidad misma de su imaginación movediza; la cul-
tura de su lenofuaje; la facilidad de la versificación; la soltura artística, que entretiene y ha-
larla, y más que todo, el primor descriptivo, donde todo es color, abundancia y gentileza.
No es ésta la facultad de más alta ley de que puede hallarse dotada el alma de un poeta; pe-
ro es siempre de valor muy alto, y tan grande el poder de su encanto, que esconde y disi-
mula la falta de otras prendas más raras y de más preciosos quilates. La fuerza descriptiva
es tan genial y espontánea en este poeta , que cuando quiere soñar, disertar ó sentir, descri-
be á pesar suyo : para ello nunca le faltan pensamientos ni palabras , y le acontece con fre-
cuencia enervar y embarazar las reflexiones morales ó la efusión de los sentimientos con
imágenes pintorescas. Por eso la poesía campestre, que suele pintar más que sentir, cuadraba
á su peculiar ingenio; por eso con la égloga Batilo, en alabanza de la vida del campo, que olía
toda á tomillo, según la expresión ingeniosa del obispo y académico Tavira, vivificó por un
momento im género que habian llegado á hacer lánguido y enfadoso los que , por mera ruti-
na y sin salir de su prosaica estancia, afectaban deleitarse con amorosas y sandias pláticas
de pastores imposibles y con soñadas sensaciones en florestas que jamas habian pisado; por
eso, en fin , al escribir Las Bodas de Camacho, cuyo plan habia para él formado su amigo y
maestro, don Gaspar MelcJior de Jovellanos , no acertando con la pasión ni con los caracteres
que son el alma del teatro, hizo una especie de égloga cuando intentaba hacer una comedia.
Por esta comedia, premiada y representada en 1784, fué Melendez muy zaherido, á pesar
de los bellos trozos líricos que contiene aquella obra pastoral. En una sátira manuscrita de
aquellos tiempos , perteneciente á los papeles hterarios de Jovellanos , leemos los siguientes
Tersos :
De ser lánguido y frió habed empacho ;
Que un tono mismo y pesadez no envuelva,
Como envuelven Las Bodas de Camocho.
Pinte su autor ovejas en la selva,
Pazcan , ó no, la yerba aljofarada ,
Y BU musa al teatro nunca vuelva.
Se alude en este illtírao terceto á la célebre ¿gloga de Melendez , títutada Batilo, que fuá
premiada en 1780 por la Academia Española. Empieza con estos dos versos :
Paced , mansas ovejaSj
La yerba aljofarada...
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIII. cxxxv
7 sabido es que los críticos zumbones de aquel tiempo se burlaron de esta idea, como impropia
de quien afecta amar y conocer la vida pastoral, porque la yerba aljofarada , esto es, cargada
de rocío, es dañosa para el ganado.
A pesar de su indulgencia para con Melendez , don Leandro de Moratin no puede menos de
hacer notar la falta de calor, de orden y de armonía que se advierte en la estructura , en los
caracteres y en el estilo de Las Bodas de Caynacho, y toda la alabanza que puede tributarle
se limita á decir que la comedia está escrita «en suaves versos , con pura dicción castellana^),
y que está « llena de excelentes imitaciones de Longo, Anacreonte , Virgilio, Tasso y Ges-
ner» (1). Este último elogio, tratándose de un autor dramático, es de aquellos que más da-
ñan que favorecen (2).
No hay que dudarlo. Melendez, en una civilización literaria que vivia más de reflejo que
de luz propia , fué y debió ser recibido con admiración y hasta con sorpresa. Sus perfeccio-
nes relativas , y hasta su mérito absoluto, eran grandemente adecuados para cautivar enton-
ces la atención pública. « Hombres y mujeres (dice Quintana), jóvenes y ancianos, doctos é
indoctos, todos se arrancaban sus poesías de las manos, todos aprendían sus versos , todos los
aplaudían á porfía.» Antes de este triunfo, y cuando Melendez estaba todavía en los albores de
la juventud, Cadalso, fray Diego González y Jovellanos habían presagiado su gloria y su im-
portancia en las letras españolas. No es posible recordar sin sentir cierto enternecimiento, el
solícito afán que los dos últimos manifestaban por la salud y el adelantamiento del aventaja-
do mozo, y la seguridad profética con que Jovellanos le consideraba como una gloria futura
de la nación , cuando el poeta se hallaba todavía en una situación oscura y no poco menes-
terosa.
Fray Di^go González, al enviar, en Marzo de 1776, á su amigo el padre Miras (3) una
canción de Melendez , el cual acababa de cumplir veinte y dos años y era todavía desconocido en
la república literaria , describe así al interesante poeta :
Este Batilo es un joven extremeño, bachiller en leyes, muy aplicado á todo género de estudios, muy
dulce de condición y hermoso de cuerpo y alma , á quien Dahniro (Cadalso) ama mucho, y aun ha com-
puesto en su elogio una hermosa canción, en que muestra el mucho aprecio que le han merecido las produc-
ciones de este dulcísimo joven , que son muchas , y entre ellas hay algunas excelentes.
En la correspondencia del maestro González con Jovellanos se advierte el vivísimo interés
que inspiró á todos aquel poeta, que se presentaba con tan altas dotes en la palestra literaria.
El semblante de Melendez denotaba, en su primera juventud, complexión endeble: cayó en-
fermo, y muchos temieron , al verle tan decaído y macilento, que una tisis terminase en bre-
ve su vida. Fray Diego González daba continuamente noticia á Jovellanos del estado del en-
fermo.
En 8 de Octubre de 1776 le decía ;
Eecibí la muy apreciable de V. S. á la sazón en que estaba conversando dulcemente en mi estudio con
el buen Batilo... Uno y otro damos á V. S. repetidas gracias por la remesa de las poesías filosóficas (4)...
Batilo está muy amonestado por mí para que no piense en otra cosa que en su perfecto restablecimiento.
Actualmente está tomando leche de burras, y así en su juicio como en el mió, se halla notablemente me-
jorado. Con toda frecuencia voy á sacarle de su posada y llevármele á gozar del campo. Habia comen-
zado á contestar á la epístola didáctica , y yo le he mandado con todo imperio que no prosiga por ahora,
Bo pena de incurrir en el desagrado de V. S., á quien doy nuevas gracias por la singular fineza con que
(1) Discurso de Moratin sobre el teatro español Esta comedia sigue casi al pié de la letra la no-
del siglo xvni. vela de Las Bodas de Camacho, según la refiere
(2) El año mismo en que escribió Melendez Las Cervantes en el cap. xx del lib. n del Quijote.
Bodas de Camacho, se publicó en Salamanca la co- (3) Fray Miguel de Miras, predicador acreditado
media El amor hace milagros, del bachiller don Pe- y prior en un convento de religiosos agustinos de
dro Benito Gómez Labrador. — Imprenta de Villa- Sevilla.
gordo, 1784. (4) Los poemas filosóficos de Trigueros.
cxxxn BOSQUEJO HISTÓRICO CRITICO
desea y solicita la salud de este amable joven. Yo, en calidad de apoderado de V. S. para este efecto, no
dejaré de maniobrar hasta conseguir su restauración. Quisiera estar de parte do noche á su lado... Si él
fuera tan desiilioso como Delio, con menos motivo y sin tan superior precepto, observaria una perfecta
dieta literaria; pero Datilo es muy incontinente en punto á libros, y el demasiado estudio que hizo el año
pasado para el grado de bachiller, ha sido, en mi juicio, ia única causa de su enfermedad. Tuvo una fun-
ción muv lucida, que yo presencié con mucha complacencia; pero ahora está penando el exceso. En fin,
gracias á Dios , va mejorando.
Ap¿nas recibió Jovellanos (en Sevilla) esta carta de fray Diego González, la envió á/my
Miguel de Mras, con este billete de su mano :
Mireo mió : Vea Ym. esa carta de nuestro Delio, y consuélese por las buenas noticias que trae de Batilo,
cuva salud tanto ncs interesa. Gracias á Dios , el mal no es tanto como temíamos , y con algún cuidado
pokrá repararse la quebrantada salud de un joven en cuya conservación también se interesa la causa pú-
blica...
No quise escribir á Vm. ayer, por si venía algo de Salamanca. Ya va todo, y con ello, el corazón de su
tierno auügo. — Jovino.
Má.« adelante volvió á inspirar algún cuidado la salud de Melendez , y nunca se desmintió
el interés solícito y casi paternal de frag Diego González j de Jovellanos. De ello puede for-
marse idea por este párrafo de otra carta del maestro González á su amigo :
Batilo anda al presente algo malillo y desmejorado. Creo que son resultas de haber trasnochado en los
últimos días del Carnaval , en que este corregidor permitió baile de máscaras en la casa de la Marquesa de
Alrnarza, y al buen Butilo se\e ofreció el vestir de abate italiano, y concurrir á sazonar la función con
varias gracias que dc-cia á cuantos le preguntaban algo. No sirva esto de acusación. Ello es que Batilo
trasnochó y se agitó más de lo que permite su delicada complexión.
Si lo consintiera el carácter del presente estudio , tal vez sería ésta ocasión favorable para
hacer resaltar , como verdad ideológica , el íntimo enlace que hay siempre entre el carácter
del hombre y las cualidades literarias del poeta. No podemos, sin embargo, dejar de señalar,
de pasada, las coincidencias que tan patentes se presentan, en las obras de Melendez, entre
sus prendas morales y sus prendas poéticas.
Si bien apacible en su trato como en sus sentimientos , recto magistrado, hombre de fami-
lia puro y sencillo , carecia de la consistencia de temple y de convicciones que constituye los
caracteres que no se contentan caminando en pos de ideas ajenas , sino imponiendo las pro-
pias con iniciativa , con arranque y con perseverancia. Sin fortaleza en los reveses , ni se-
guridad en los propósitos , dio el triste ejemplo de fluctuaciones graves de conducta política,
siempre con intención purísima , y siempre arrastrado, con grande amargura de su parte, por
el torrente de los azares privados y de las desventuras públicas.
La inconsistencia del carácter de Melendez se refleja en sus obras poéticas. ¿Quién diría
que el mismo hombre que siguió al partido francés y escribió versos laudatorios á los fran-
ceses (1), fuese autor de los dos romances impresos en Valencia con el título de Alarma es-
pañola ; que empiezan :
Al arma, al arma, españoles;
Que nuestro buen rey Femando ,
Víctima de una perfidia ,
En Francia suspira esclavo ;
j más adelante, á la entrada del Iley en Madrid, abolido en 1814 el gobierno representativo,
de una cantata, entonces célebre , que empieza :
(1) En la Gaceta de Madrid, correspondiente al presa Melendez con vehemencia su adhesión al me-
dia 3 de Mayo de 1810, plana última, columnas 1.* marca intruso. Así dice una estrofa :
y 2.^, se halla una composición del consejero de Es-
tado, don Juan Melendez Valdés , en alabanza de Más os amé . y más joro
T . ■V-' 1 . • 1 . • . • Amaros cada dia ;
José napoleón , con motivo de un acto caritativo q„, ^^ ^^.^^^^ ^^^„„ ^i ^,^^ ^t^
de éste. La composición vale poco, pero en ella ex- 8e estrecha á voa con el amor más puro.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL CXXXVJX
Cayó el loco bando.
Ya fausto en Madrid
Gobierna Fernando,
¡Que viva decid! ?
Estas composiciones, más que á la historia literaria, pertenecen á la historia del hombre y
á la de los vaivenes políticos de su tiempo. Melendez era honradísimo, y lo que es más, amaba
con vehemencia á su patria ; pero era débil , y esto lo explica todo. Quintana , que profesó
siempre afecto y veneración á Melendez , intenta disculpar sus errores:
Tal vez, dice, faltaba á su carácter algo de aquella fuerza y entereza que sabe resolverse constante-
mente á un partido elegido por la razón Sería mejor que los que reciben del cielo el don divino de pin-
tar la naturaleza en bellos versos, y de inflamar con su entusiasmo la imaginación ajena, pudieran estar
cuteramente separados del torbellino de negocios, honores y empleos que agitana los hombres en la gran-
de escena del mundo. El poeta no debiera ser más que poeta La suerte preparaba á Mclmdez el cáliz do
la aflicción, que tiene siempre prevenido á los hombres eminentes, como para cobrarles con usura los po-
cos dias que les concede de glorias y alegrías.
En estas frases elocuentes se refleja la viva simpatía que despertó Melendez en el ánimo de
BUS contemporáneos. No ha de ser la posteridad más severa que el severo QuÍ7itana. Y ¿quién
no olvida los yerros del hombre ante la gloria del poeta?
En sus afectos particulares no demostraba mayor firmeza y energía , y al exceso de su
blandura y condescendencia han atribuido muchos de sus amigos y admiradores las contra-
dicciones de opinión y de proceder, que le suscitaron persecuciones y acerbos sinsabores. La
influencia exorbitante de su esposa , ejercida en cosas en que el hombre debe sólo tomar con-
sejo de la dignidad y de la razón , contribuyó á acarrear á Melendez gravísimos conflictos.
No es nuestro ánimo acriminar á este escritor excelente y honrado , sino dar á conocer al
hombre para explicar mejor al poeta. El ascendiente femenil debia hacer estragos por varios
modos en aquella alma dulce y poética. Su más viva inspiración fué el amor. A Cipdi-is dedi-
có sus primeras ilusiones poéticas. Por las cartas defrar/ Diego González sabemos que Cipa-
ris no fué una creación ideal , sino una señorita de Salamanca , perteneciente á una familia
distinguida.
Cuando adoleció Melendez de una enfermedad de pecho, en 1776 , la familia á que aquí se
alude demostró el más afectuoso interés al simpático poeta , y le convidó al campo para ayu-
dar por este medio á su restablecimiento. Así lo indica fray Diego González en una carta,
en que da noticia á Jovellanos de la salud de Melendez :
Batilo (dice) ha llegado esta tarde (19 de Octubre de 1776), de vuelta de una aldea, adonde le lleva-
ron Cipáris y su pndre para que se divirtiese en la vendimia de las viñas que tienen allí estos señores.
También habla de ella /ra_y Diego, y con especial elogio de sus prendas morales, en otra
carta (de 10 de Febrero de 1778).
Los amigos de Melendez, incluso Jovellanos, tenian noticia de la tierna afición del poeta.
El mismo Jovellanos lo manifiesta claramente en la anacreóntica á Batilo que empieza :
Mientras Batilo cantu
Con alto y dulce acento
Los años de Cipáris; etc.
Más adelante Filis eclipsó á Cipáris; pero amigos de Melendez afirmaban que Filis se ma-
nifestó desdeñosa á pesar del culto de que fué objeto , y no quiso unir su vida á la del ilus-
tre poeta. Era éste más impresionable que apasionado y perseverante , y cansado de los des-
víos de Filis , acabó por casarse con una virtuosa señorita , que, semejante á la Gemma del
Dante, mortificó al poeta con su carácter voluntarioso y dominante. El ilustre Quintana,
que ha escrito la vida de Melendez Valdés con claridad, con generoso espíritu y hasta con
elocuencia, se hallaba demasiado ligado á su maestro por los miramientos de la amistad y de
C^iXtrai BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
la írratitud, para hablar sin rebozo de la flaqueza de su caráeter v de las circunstancias inti-
maos que la'a^rravabau, con mengua de su prosperidad y de su sosiego. Quintana ha consigna-
do algunas indicaciones acerca de este punto, expresando los efectos j guardando circuns-
pecta°reserva acerca de hxs causas. Pero la pluma independiente y veraz de don José Somozo ,
el cual penetró en la intimidad de Melendez, ha levantado completamente el velo echado por
Quintana sobre la influencia, inocente, aunque perniciosa, de la desabrida matrona; tribu-
tando al mismo tiempo cumplida justicia á su virtud sin tacha, á la pureza de sus intencio-
nes y á la adhesión acrisolada y tenaz que demostró sin tregua al esposo tierno y sumiso, á
quien simultáneamente mortificaba y adoraba (1).
QuÍ7itana , en su Introducción á la ¡yoesia del siglo xvra, juzgó á Melendez con critica me-
nos indulgente que en la Noticia histórica y literata de este poeta. Tacha su estilo, en algu-
nas ocasiones, de vao-o, difuso y declamatorio, y le niega con rigor absoluto toda aptitud
para la poesía filosófica.
Nunca (dice) debió arrojarse á tratar asuntos que no estaban ni en su cuerda ni en su carácter, y la
caída de Luzbel, el sistema del universo, la inmensidad de la naturaleza , y otros argumentos de igual cla-
se, prueban, con la infelicidad de su desempeño, que si el objeto y el conjunto de las ideas cabían en los
principios y en el saber del autor, no se avenían de modo alguno con los medios poéticos que poseia.
Quintana exagera algún tanto su justa censura. Melendez no sabe sostener ni aprovechar
el arranque de sus propias ideas ; pero á veces levanta el vuelo á grande altura , como lo hace
en las odas Al Fanatismo, A la Gloria, A las Ai-tes, y en otras varias. Esa misma oda ^4 la
(1) Había yo tomado miedo y aversión al matri-
monio, porque tenía presente el de mi maestro Me-
lendez, enlazado con una mujer de las que el pú-
blico no puede juzgar malas, y son, á pesar de esto,
intolerables. Y vaya otra digresión sobre esta hem-
bra singular, que dominó á aquel célebre escritor, y
causó sus errores y desgracias.
Doña María Andrea de Coca fué de la noble fa-
milia de los baldonados de Salamanca. Tuvo her-
mosura, y aun gracia hubiera también tenido si hu-
biera estado dotada de mejor carácter. Las mujeres
de mal genio necesitan belleza duplicada para no
parecer monstruos.
El día en que Melendez pidió consejo sobre esta
boda al festivo Iglesias , al enérgico Cienfuegos y á
otros amigos suyos , no hubo uno de ellos que la
aprobase, y cada cual hizo de la ftiturauna descrip-
ción en diverso estilo, y á cual menos favorable;
pero Melendez les tapó la boca confesándoles que
estaba ya casado, de secreto. En efecto , era un en-
lace bien extravagante el del dulce Melendez con
aquel energúmeno. Demonio encamado la llamaba
BU padre, don José de Coca.
¡ Y créanme mis jóvenes lectores ! de lo que cons-
tituye la virtud en su sexo, nada había que tachar;
pero ¡qué virtud, Dios mío ! altiva, intratable, hos-
til , como la de algunas damas de Calderón 6 More-
io , á cuya lectura ella era "muy aficionada. Es pro-
bable que jamas se atrevió ningún mortal á decirla
tm requiebro ; mas, si lo hubiera osado alguno , no se
hubiera librado de una bofetada. Su talento é ins-
trucción los pervertía un juicio estrafalario , y eran
tftn extremadas sus pasiones, que trasformaban en
vicios varias de sus buenas prendas. Por economía ,
ruin ; por pundonor, ambiciosa; y por amor conyu-
gal, intolerante y verdugo implacable del pobre
hombre, y celosa de cuantos le estimaban, sin dis-
tinción de sexo. En vano discurrían los amigos tra-
zas de hablar con Melendez sin ser perturbados por
este demonio íncubo. En vano era elegir horas, en
vano subir de puntillas la escalera de su estxidío.
Decia que su Monsiurito era sólo para ella ; que sus
versos amorosos, para ella los había escrito, y que
ella era la mujer del primer hombre de España, el
cual debía ser primer ministro. Y lo gracioso del
caso era que el buen Monsivrito no la desmentía
á fe, ni de palabra ni en obras. Pero esta mujer, que
fué la única causa de las debilidades de Melendez,
tenia cierta elevación de alma que le hacía honor.
Siempre que en la iiltíma época se le hacían reflexio-
nes contrarias á sus planes de ambición, decia que
en tm apuro sabría poner una tienda de aceite y vi-
nagre para que su marido en el cuarto de arriba vi-
viese y escribiese para su ingrata patria. Todo el
mundo sabe que después de viuda sólo pensó en la
gloría de su esposo. Que logró á duras penas que el
Gobierno costease la edición de sus obras. Y yo la
he visto morir sobre un jergón, en casa de su laca-
yo , año de 1822, pensando todavía ahorrar para ha-
cer venir á España el cuerpo de su marido, con áni-
mo, por supuesto, de sepultarse con él , y que fuese
el epitafio :
Melendkz y stj mujer.»
( Una mirada en redondo á los sesenta y dos año«,
por don José Somoza. — Salamanca, 1843.)
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XTIIL CXXXIX
inmensidad de la naturaleza , que menciona Qtdntana como ejemplo de imperfección , contie-
ne no pocas bellezas, y, lo que es más notable todavía, algunos de los rasgos líricos de alta
lej que han granjeado á Quintana tan merecida gloria , y fueron visiblemente inspirados por
los versos del imitador de Anacreonte.
Sirva de ejemplo el siguiente :
DE MELENDEZ.
El gran Newtou, subido
A la mansión ¡umbrosa,
Cual genio alado, tras los astros vuela,
Y al mundo absorto la atracción revela.
DE QUINTANA.
Los astros rutilantes ; mas, lanzado
Veloz el genio de Newton tras ellos,
Los sigue , los alcanza ,
Y á regular se atreve
El grande impulso que sus orbes mueve.
La idea es la misma, pero jqué diferencia! Melendez la indica ; Quintana la ilumina con el
fuego de su entusiasmo.
La poesía de Melendez trae, sin gran motivo , á la imaginación de Jovellanos la grandiosa
imagen de Homero:
Y tú, ardiente Batilo^ del meonio
Cantor émulo insigne, arroja á un lado
El caramillo pastoril
El mismo Melendez reconoce que su inspiración se halla muy distante del lirismo sublime
de la poesía griega. Así escribía, el 18 de Mayo de 1776, á Jovellanos, cuando éste, arras-
trado por su indulgente admiración, creia ver poesía pindárica en los versos del aventajado
mozo, que aun no habia cumplido veintidós años :
Puedo hacer á Y. S. el mismo cargo por los elogios excesivos que verdaderamente desperdicia con mi
canción, pues 3-0 no hallo en ella otro mérito que el de la digna elección del objeto. Quise ver á Pindaro,
por ver si acaso, y sin yo pensarlo, como sucede muchas veces, habia seguido en algo sus huellas; pero
desengáñeme bien presto, y avergoncéme de mi vanidad. Es inimitable este lírico, y sus ideas magnificas
están muy lejos de las que nosotros podemos concebir, quizá por la diferente educación.
Los escritores no salen nunca de la esfera moral é intelectual en que viven su imagina-
ción , sus tendencias , su fe , su ambición , sus afectos. Conocidos la índole y el temple de
Melendez, fácil es tasar la fuerza y el carácter de su fantasía, y comprender que su numen,
más risueño y activo que austero y vigoroso , no desciende hasta el fondo del corazón , ni re-
mueve las pasiones con entusiasmo verdadero. No canta nunca el himno de admiración pro-
fimda que para las sublimidades del cielo y de la tierra guardan en su corazón los grandes
poetas. Ni un verso suyo hace estremecer de ternura ó de indignación , porque su musa no
tiene vehemencia ni sensibilidad ba.stante para agitar el alma al eco de la gloria , del infortu-
nio ó del amor. Melendez pinta los sentimientos humanos como quien toma escasa parte en
ellos. Parece que ve á distancia el espectáculo de la humanidad; y no fué, ni pudo ser, como
alguna vez lo soñaron Quintana y Jovellanos, ni el alumno de Pindaro ni el émulo de Homero.
Algunos hombres especialmente consagrados á estudios áridos y graves se dedicaban á la
poesía, aun sin estar dotados, como Melendez, de verdadera vocación poética. Era esparcimien-
to de ánimos cultivados , moda literaria del tiempo , manifestación amena del talento , y , co-
mo tal , im medio más de sobresalir en el mundo. Entre estos hombres se señalaron muy no-
tablemente Forner y Jovellanos. Ninguno de los dos era poeta de afectos suaves ni de místi-
cos arrobamientos. Austeros ambos, é inclinados ademas, por índole y por costumbre, antes
á analizar las cosas con la razón , que á sentirlas por instinto , ó á idealizarlas con los sueños
de la fantasía, fueron buenos poetas, como pueden serlo los hombres de entendimiento y de
sensibilidad que no han nacido poetas. Forner y Jovellanos resplandecieron principalmente
en la sátira , que es la poesía de los que , á fuer de pensadores , se atreven á ejercer la censura
públipa de las costumbres y las letras extraviadas. Jovellanos ba sido ya juzgado de im modo
<5X1 BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
luminoso y cabal en los varios aspectos que ofrece su nu'iKiple y vigoroso talento (1). Sólo
nos toca recordar aquí su no escaso mérito como poeta, haciendo notar al propio tiempo
que 8u índole peculiar le llevaba á ser, á la manera de los Argensolas, aunque inferior á
ellos no un poeta de inspiración rica, fogosa y espontánea, sino un poeta elevado, reflexivo
y severo que no dice las cosas porque brotan, en impetuoso é involuntario arranque, del
corazón ó de la fantasía , sino porque las crean y las modelan un noble instinto y una razón
seímra. Pero Jovellanos tenía sensibilidad delicada, como lo demuestra su drama El Delin-
cuente honrado, y fe acrisolada y profunda; y las raras veces que su musa toma estos simpá-
ticos caminos sube muy alto , y llega á los espacios de la verdadera poesía. ¿ Quién no siente
su alma conmoverse y levantarse al leer sus magníficas epístolas al Duque de Veragua, des-
de El Faidar , y k Cean Bernuidez , sobre los vanos deseos y estudios de los hombres? En
ambas composiciones se muestra Jovellanos á un tiempo filósofo y poeta. La primera es un
bellísimo contraste entre los hechizos de la naturaleza en la soledad y las angustias incura-
bles del alma ; la segunda , una de las lecciones más elocuentes y robustas que ha dado ja-
ma» el sentimiento religioso al orgullo de la razón humana. ¿Quién no admira estos versos,
quo son un anatema del panteísmo y como el resumen de las trascendentales reflexiones do
la epístola?
Otro, del cielo descuidado, lee
Eu el humilde polvo y le analiza.
Su microscopio empuña ; ármale y cao
Sobre un átomo vil. ¡ Cuan necio triunfa,
Si allí le ofrece el mágico instrumento
Leve señal de movimiento y vida!
Su forma indaga, y demandando al vidrio
Lo que antevio su ilusa fantasía.
Cede al engaño, y da ala vil materia
La omnipotencia que al gran Ser rehusa.
Así delira ingrato ; mientras otro
Pretende escudriñar la íntima esencia
De este sublime espirtu que le anima.
[Oh, cuál le anatomiza!
Medita, observa , estudia ; y sólo alcanza
Que cuanto más aprende, más ignora.
Materia, forma, espirtu, movimiento,
Y estos instantes que incesantes huyen,
Y del espacio el piélago sin fondo.
Sin cielo y sin orillas , nada alcanza,
Nada comprende. Ni bu origen halla,
Ni BU término, y todo lo ve, absorto,
De eternidad en el abismo hundirse.
Tal vez saliendo del más deslumhrado,
Se arroja á alzar el temerario vuelo
Hasta el trono de Dios, y presuntuoso,
Con débil luz escudriñar pretende
Lo que es inescrutable. Sondeando
De la divina Esencia el golfo inmenso ,
Surca ciego por él. ¿ Qué hará sin rumbo ?
Dudas sin cuento en su ignorancia busca ,
Y las propone y las disputa, y piensa
Que la ignorancia, que excitarlas supo,
Resolverlas sabrá. ¿Viste, oh Bermudo,
Intento más audaz ? ¡ Qué ! ¿ sin más lumbre
Que su razón, un átomo podría
Lo incomprensible comprender, linderos
En lo inmenso encontrar, y en lo infinito
Principio, medio ó fin? ¡Oh Ser eterno I
¿Has dado parte al hombre en tus couaejoB,
Ó en el santuario, á su razón cerrado ,
Le admites ya ? ¿Tan alta es la tarea
Que á su débil espíritu fiaste?
No , no es ésta , Bermudo. Conocerle
Y adorarle en sus obras ; deiTetirse
En gratitud y amor por tantos bienes
Como, benigno, en tu mansión derrama ;
Cantar su gloria y bendecir bu nombre :
Hé aquí tu estudio , tu deber , tu empleo ,
Y de tu ser y tu razón la dicha
Como versificador no es un modelo Jovellanos. Abusa de las licencias poéticas; lucha sin
tregua con los acentos , con las cesuras , con las sinalefas , y no siempre sale vencedor. En
cambio es un hablista de primer orden; no siempre puro , castizo y fácil, á la manera de los
escritores del último tercio del siglo xvi y del primero del xvii , pero claro , firme y abun-
dante.
Como crítico no rayó Jovellanos á grande altura. Sus facultades en esta parte no eran tan
poderosas, que pudiera sobreponerse á las doctrinas triunfantes en aquella época. Era el
apogeo de las Poéticas , y sólo un instinto estético como el de Lessing habria podido sacu-
(1) PorelseílordoD Cándido Nocedal. Tomos xlvi y l de la presente Biblioteca,
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL CXlI
dír su yngo. En las reglas se cifraba toda perfección literaria. Ya hemos visto que el magis-
terio doctrinal que Jovellanos ejercía sobre sus amigos de Salamanca propendía á estrechar
el campo de la inspiración. La crítica literaria no tenía aprecio , ni indulgencia siquiera, para
las letras nacidas del espíritu nacional, como no estuviesen puntualmente ajustadas á las trabas
j á los atildamientos convencionales. MeJendcz, que había nacido poeta y podía volar con alas
propias, buscando directamente la belleza en la naturaleza misma , se hace un poeta imitador
porque sueña con las Poéticas , y no conoce otra crítica que los preceptos que ellas encier-
ran (1).
Un amigo y paisano de Jovellanos , don Carlos González de Posada, le envía un afectado,
insulso j mal versificado romance endecasílabo en alabanza de algunos poetas asturianos.
Jovellanos, inclinado á la indulgencia por la tierna amistad que le profesa, y acaso por espí-
ritu de paisanaje, le contesta colmándole de elogios. ¡Quiere animarlo y dirigirlo en el culti-
vo de la poesía , y no le habla de la naturaleza , ni le ocurre otro consejo sino recomendarle
el particular estudio de nada menos que diez Poéticas ! (2).
Obras eminentes de la antigüedad no causaban á hombres insignes la admiración que por
sus grandes bellezas merecen , porque la apocada crítica del tiempo les impedía desprenderse
de ciertas prevenciones. Jovellanos y fray Diego González no gustaban de Lucrecio, y cierta-
mente que hombres tales no habrían dejado de recrearse con la lectura de tan gran poeta, si
las ideas convencionales que los dominaban no hubieran embotado en ellos algún tanto el
sentimiento de lo bello (3).
Don Juan Pablo Forner era poeta de índole análoga á la de Jovellanos , pero de menos vi-
gor y de más limitado vuelo. Su fantasía , viva y ardiente , no era poética. El campo de su
gloria fué el campo del examen y de la discusión. Era ante todo wa. gran polemista, ó como
hoy decimos, im gran discutidor. Le falta el qxdd divinum , pero lo suple como puede, con su
brioso desembarazo de hablista y de escritor. El profesor de jurisprudencia de Salamanca
asoma, embozado con el velo literario, en todas sus obras, así en prosa como en verso. En su
célebre Oración apologética , en sus Exequias de la lengua castellana , en sus impugnaciones y
controversias críticas, y hasta en sus sátiras, se trasluce el abogado, no alucinador y pala-
brero, sino severo, convencido y ardiente hasta pecar de bronco y agresivo. Su comedia El
Filósofo enamorado carece por completo de color poético. A su Sátira contra los vicios introdu-
cidos en la poesía , premiada en 1782 por la Academia Española, le falta también la poesía
que cabe en este género , esto es, el donaire satírico, la sal que suaviza el áspero sabor de la
censura. Es, sin embargo, una sátira ingeniosa, en que el autor se muestra razonador ga-
llardo y hombre de gusto depurado; una obra de dicción correcta y esmerada, y de versifi-
cación llena y robusta , si bien no de aqueUa que brota espontáneamente y sin esfuerzo del
pensamiento mismo.
(1) «Yo había pensado hacer una comparación de poesía si se aplicase particularmente á este ramo ,
las cuatro poéticas principales, de Aristóteles , Ho- estudiándola por principios en Aristóteles^ Hora-
racio, Vida y Desprcaux, metiéndome tarahien con ció ^ Scaltffero, Cáscales, el Pinciano , el Brócense,
el Ensayo sobre la crítica de Pope, y nuestro Ejem- Marmontel, Boileau, Castelvctro y otros maestros,
piar poético de Juan de la Cueva ; comparando las entre cuyas obras creo que no desconocerá usted laa
reglas de todos con las del filósofo (Aristóteles) y hermosas Instituciones poéticas del padre Juven-
entre sí , y haciendo un examen crítico de ellas, dis- rio, que andan al fin de la Retórica del padre Coló-
tinguiendo las fundamentales é invariables de las n/a, y son la cosa mejor que yo he luido.» — {Ohras
arbitrarias ó de convención.!) — (Carta autógrafa do de Jovellanos^ tomo L, púg. 1G7, en la presente Bi-
Melendes Valdés á Jovellanos, escrita en Salamanca, blioteca.)
el 14 de Setiembre de 1778.) (3) «El gusto de V. S. congenia mucho con el
(2) «Hallo en el romance mil gracias, muchos pen- mió. Tampoco yo hallo gusto alguno en leer á Lu-
samientos sublimes y brillantes, muchos versos cor- creció, siendo así que la lectura de los otros poetas
rectos y armoniosos, algunas ideas originales latinos me causa especialísimo deleite.» — (Carta
Seguramente usted podrá hacer grandes cosas en de fray Diego á Jovellanos.^ escuta, en 1117.)
tXhn BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
Su Oración apotogáica por ¡a España y m mérito literario, ampliación luminosa de la ce-
lebre defensa de España contra los injustos ataques de la Nouvelle Eywydopédie , leida en la
academia de Berlin por el abate Denina, si bien no tan detenida j circunstanciada como
pudiera ser, está lleua do vigorosa crítica, y no pocas veces de ardorosa elocuencia, j de-
muestra lo que Forner era capaz de hacer.
Profesaba aversión á la filosofía francesa del siglo xviii, cuyas doctrinas juzgaba en su
major parte pertui'badoras del orden moral y político, y la revolución de 1793, qua
Puebla de horror los ámbitos del mundo (1),
era á sus ojos un trastorno monstruoso é injustificable de la sociedad hiimana.
La crítica histórica y la crítica literaria eran las vocaciones especiales de Forner. La poe-
sía satírica , que tiene cierta afinidad con la facultad crítica , y que no es verdadera poesía en
la acepción pura de esta palabra , cuadraba , como hemos indicado, á su temple severo. En
BUS Discicr sos Jilosójicos y en sus sátiras imita visiblemente el estilo de los Arcfensolas, pero
nunca llega á la lisura, al nervio y á la natural concisión de éstos. La poesía tierna, fantás-
tica ó risueña es para él un campo sobrado halagüeño. Su musa austera y belicosa, amante
del tráfago mundano, se deleitaba poco con las praderas y los bosques. Su composición lírica
más notable es su Canto á la paz. Lítente imitar en este poema la entonación y el estilo del
Bernardo, de Balhuena.
Se hubo en esta empresa (dice Lista) como hábil maestro... Balhuena elige seres de la naturaleza que
fácilmente se prestan al pincel delicado que los colora ; Forner describe objetos filosóficos, más difíciles de
embellecer, y la habilidad con que ha sabido formar de ellos cuadros animados y pintorescos, sin enervar,
como otros hacen á fuerza de adornos , la primitiva robustez de sus pensamientos, constituye todo el mé-
rito del Canto de la paz,
Hé aquí una de las octavas de este canto qne más cautivaban á Lista :
Y así en guerras eternas fluctuando.
La pompa del poder, incierta y vaga,
De nación en nación va trasmigrando,
Y aquí ilumina cuando allí se apaga.
Teñido en sangre el suspirado mando,
Si con glorias efímeras halaga.
Cual rayo abrasador las cortes gira,
Y sólo deja el rastro de su ira.
Es incontestable : en esta octava resplandece el talento. Pero ¿dónde están en ella y en
las demás del poema aquella riqueza y propiedad de dicción, aquella naturalidad de estilo,
aquel íntimo sentimiento de la hermosura de la naturaleza que campean en las obras de Bal-
buena? Éste sentía más, sutilizaba menos, y no habría empleado la impropia frase de teñir
en sangre el mando. Forner era más filósofo; Balhuena más poeta. Aquél no busca sino prin-
cipios y sentencias morales; éste no se paga sino de las imágenes de la fantasía, de la emo-
ción poética que producen los seres de la naturaleza. Imitar el estilo de los demás es insen-
sato y estéril propósito. Forner no es poeta sino cuando, olvidado de la imitación , piensa
y escribe como Forner, esto es , llevado de su propio instinto.
También cultivó la poesía dramática. En 1796, un año antes de su prematura muerte,
siendo todavía fiscal de la audiencia de Sevilla , imprimió en Madrid su comedia La Escuela
de la amistad, 6 el Filósofo enamorado. El asunto es muy adecuado á la índole literaria de For-
ner. Lisonjero fué el éxito en el teatro de Cádiz , donde se representó primero, y no lo filé
menos en uno de los de Madrid , á juzgar por lo que escribieron al autor dos de sus amigos (2).
(1) Soneto de Forner. transcribir de cuando en cuando algunos párrafos
(2) Esta carta y otras muchas de las Cartas á de ellas, que contienen noticias curiosas, enlazadas
Fomfr, cujoH originales autógrafos tenemos ala con nuestro asunto. Hé aquí la carta á que aludimos:
vista, están llenas de noticias íntimas, muy intere- «Querido Fiscal : Llegó la hora de que le diese á
gantes para la historia literaria del siglo último. Vm. una buena nueva. Antes de ayer se representó
Todas debieran publicarse. Aquí no podemos sino El Filósofo con mucho aplauso ¡ tanto, y aun pu^»
CZLIIT
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XTITL
Varios periódicos atacaron con encarnizamiento la comedia, lo cual causó gran desabrimien-
to en el ánimo del poeta; pero nada lo mortificó tanto como creer que el padre Estala, su
mayor amigo y crítico de grande autoridad , desaprobaba igualmente la obra. Le llegó tan
al alma esta creencia , que hasta dudó de la amistad de aquel hombre excelente j sincero,
do decir más que El Viejo y la Niña. Todo el pue-
blo entendió bien las pullas ; y lo que más ha albo-
rotado ha sido el tercer acto, por lo de los jueces y
las reflexiones del Filósofo. No puedo encarecer
más lo que ha gustado, en diciendo que habían
cortado unos cuantos versos los cómicos, y sin em-
bargo de ser bien larga la comedia, los han vuelto
á habilitar al ver la doctrina que cada dia se des-
cubre en ella, y el gusto que el público muestra en
oiría. El señor Corregidor fué el primer dia, y ha
hecho cuanto ha estado de su parte para el mayor
lucimiento de la comedia. La entrada del primer dia
ha sido de 5.700 reales, la segunda 6.480, y la terce-
ra, que ha sido una tarde hermosa, 5.800 reales. Al
segundo dia se corrió por Madrid que se iba , de or-
den de la sala, á reformarla tercera jornada, loque
ha contribuido á su mayor celebridad.
«Amigo, muchos pasos me ha costado el lograr su
representación, pero los doy por bien empleados al
ver son completamente recompensados por los
«plausos que el pueblo, culto y grosero, tributa á un
verdadero amigo. Sin embargo que el pobre IWre
no ha hecho la comedia, por haber fallecido el sába-
do anterior, no ha dejado de darla su valor Luna.
Todos generalmente la han ejecutado perfectamen-
te. Cubas, Querol, Polonia, Rita, la Gabriela, la
Porta y Manuel, todos han puesto sus conatos para
el mayor lucimiento. Son acreedores á que envié
Vm. una carta para leérsela en el vestuario.
«Es preciso me envié Vm. un famoso prólogo, ti-
rando buenos tajos, pero que no carezca de doctri-
na por eso, pues quiero imprimirla... Estala dice la
corregirá varios defectillos, sobre lo que escribirá á
Vm. largamente...
«Madrid, 30 de Enero de 1796.»
(Sin firma. Hay una rúbrica.)
Algunos dias después escribió Estala á Fomer, sin
fecha, como solia, esta carta familiar, interesante
en sí misma por su valor histórico, porque completa
las noticias de la anterior, y ademas por ser de plu-
ma tan célebre y autorizada :
«Hombre, yo tenía dispuesta una larga epístola
para enviártela , sobre el suceso de El Filósofo , que
ha excedido á mis esperanzas, aunque siempre creí
que agradaría La comedia ha agradado infinito,
como lo indican las entradas, que han ido subiendo
de dia en dia, su duración por doce ó trece dias, y
haberse dejado con más de 5.000 reales. Este es un
argumento fuerte del mérito de una comedía que
ni tiene batallas, ni desafíos, ni es de mágica ó de
maquinaria, como las ha bautizado nuevamente tu
amigo don Santos, á quien no ha agradado El Filó-
sofo, prueba evidente de su bondad. La han ejecu-
tado perfectamente los tres 6 cuatro que se sujeta-
ron á mis advertencias, como Querol, la Polonia,
la Porta, Cubas; pero los padres maestros. García
y la Rita, que nada quisieron hacer en el ensayo,
lo han hecho muy fríamente. Debes dar las gracias
á Querol, porqixe ha echado el resto.
» Entran ahora mis reparos. El esconderse la moza
con Fernando en el acto primero hace muy mal
efecto. El pueblo gruñó un rato cuando lo vio la
primera vez, y temí una desgracia. Después, en
las demás representaciones, siempre nótela misma
murmuración. Por otra parte, aquel encierro no
produce todo su efecto, y estos medios no se deben
emplear sino para producirlo grande. Si la precipi-
tación con que estos diablos de c(jmicos dispusie-
ron la cosa, no me hubiera impedido el mandarles
hacer un ensayo foi-mal en el teatro, lo hubiera
notado y corregido fácilmente.
» Dependiendo el progreso de la acción de que
don Silvestre entienda que el Filósofo pretende á su
hija , esto gran proyecto no está bien preparado , y
parece un efecto de la casualidad el que don Roque
se lo diga, metiéndose á esta oficiosidad sin habér-
selo encargado. Yo suplí esto muy fácilmente con
un par de versos en boca de don Felipe, en que, al
empezar el acto segundo, le dice á su criado que
esté alerta para hablar al viejo sobre lo que le han
instruido antes, si halla ocasión.
» Igual libertad me tomé en preparar el gran gol-
pe del arresto y embargo del Filósofo , pues la ve-
nida del escribano parece por máquina , y el espec-
tador, no alcanzando á presumir de dónde viene el
golpe, cree es un recurso mezquino, como el que
ve todos los dias en los saínetes. Yo le preparé el
lance, esforzando con un par de versos las amena-
zas del Marqués al marcharse.
«En la orden que lee el escribano, han reparado
algunos, y principalmente Romero, que no está
muy arreglada á la práctica legal, y me ha encar-
gado que te lo escriba. Yo de esto no entiendo;
es preciso que lo mires con mucho cuidado, porque
el que te llamen mal poeta es chico pecado, pero
¡mal letrado un señor fiscal!
» Viniendo ahora al proyecto de imprimirla, te
conjuro por nuestra amistad que no lo hagas, por-
que tus enemigos han dado la más maligna inter-
pretación á lo que se dice sobre la prisión , á las
exclamaciones del Filósofo, á las palabras y con-
ducta del alcalde de corte, etc., asegurando que,
aunque la comedia es mala en cuanto al arte , es
detestable por sus principios sediciosos. Otros, to-
mando el extremo opuesto, dicen que es excelente
por estar escrita con todo el espíritu de un jacobi-
no. Esta calumnia tomará más cuerpo si s« imprime
en las presentes circunstancias, sin acordarse do
CXLIV BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
Estala , con el familiar desenfado que cabia en la estrechísima amistad que los ligaba, le des-
n/rravia en estos términos :
Eros el cuadrúpedo más brutal que hay sobre la tierra. ¿ Quién te ha dicho que yo me entibio en tu amis-
tad? Y ¿cómo has podido soñar que el que tu comedia fuese mala ó buena podia influir en mi estimación
para contigu? Moratln ha hecho excelentes comedias, y yo le detesto de todo mi corazón. La tuya pudie-
ra ser peor que las de todos los Cornelias^ y no por eso se disminuirla un punto mi amistad. Anda, que eres
un jumento (1).
Estos cariñosos insultos en un hombre tan grave y circunspecto como Estala, denotan el
grande aprecio en que tenía á Forner. No es de creer que Estala, crítico de gran sentido,
admirase con extremo la comedia El Filósofo enamoi^aclo, un tanto fria y declamatoria; y sin
embargo, tan sinceramente amaba al autor, que no sólo la defendió, en los periódicos, de las
malignas impugnaciones de los descontentadizos y de los envidiosos , sino que corrigió en
ella, sin consultar á Forner, algunas cosas que juzgaba imperfectas ó peligrosas (2), impi-
diendo ademas la publicación de algunos ataques harto desmandados (3).
Llevado siempre Forner de su noble y patriótico deseo de combatir las insanas doctrinas
que venían entonces de Francia , escribió una comedia titulada El Ateísta. Estala dudó con
razón que el Gobierno permitiese su representación en aquellas circunstancias (4).
Entre los autógrafos de Forner hay fragmentos de dos tragedias y dos comedias. Los tí-
tulos de éstas son : La Cautiva y La vanidad castigada ; los de aquéllas, Motezuma y Francisco
Pizarro.
En las Ilustraciones al segundo de sus Discursos filosóficos sobre el hombre , copia Forner la
primera escena del tercer acto de su tragedia Las Vestales, que, según dice, escribió «á la en-
trada de su juventud. )) También dejó escrita una comedia titulada Los falsos filósofos.
Muchas obras de Forner quedaron inéditas; entre ellas , Los gramáticos, ó historia chinesca,
escrita contra Iriarte y sus admiradores , y Exequias de la lengua castellana , que fueron te-
nidas por uno de sus más ingeniosos escritos. Así como al distinguido humanista el padi'e
Navarrete, de la escuela Pía, amigo de Estala, y á otros varios notables escritores del úl-
timo tercio del siglo xviii, que publicaron estimables obras, la posteridad no ha podido
juzgar á Forner sino de una manera incompleta. Si hubiéramos de aquilatar sus altos me-
recimientos como filósofo, como historiador, como filólogo, como sustentador tenaz de las
glorias de la civilización española, prolijo y delicado sería nuestro examen. No basta este so-
mero bosquejo, especialmente consagrado á avalorar la índole y cualidades de los poetas, para
que la comedía se compuso seis años há El toda tu golilla (era Forner fiscal en Sevilla) no te
mentecato Picornell se halla preso, y dicen que es librarla de un mal rato. También borré cuatro versos
por hablar y propagar las malditas máximas de los en que hablabas demasiado claro contra los matri-
franceses Ha mudado de modo de pensar, y monios que se usan; materia sumamente delicada,
conociendo á. fondo el mío, tan contrario y ene- y que basta insinuarlo como lo haces en aquel mis-
migo de todos los horrores de la Francia y de sus mo lugar. Si llevas á mal estas correcciones, no me
perversas doctrinas, acudiria á buscar otros de su importa; yo, de cuya amistad sospechas, miro más
pandilla. En esta inteligencia, ya ves cuánto te por tu honor y tranquilidad que tú mismo. » (Carta
peijudicaria el que se creyese que tú eras capaz de autógrafa de Estala^
apoyar semejantes máximas Créeme, remite la (3) «lie procurado que no se ponga en el Z)iano
impresión para otra ocasión, y entonces, exami- la tal carta de El Ingenuo, porque no prueba nada,
nando de nuevo la comedia, te diré con mi acos- y está llena de desvergüenzas, que sería necesario
tumbrada ingenuidad lo que puede mejorarse en castigar á garrotazos.» (Carta autógrafa de íJs<a?a.)
ella.n (Cartas autógrafas á Forner.) (4) «Sobre la comedía El Ateísta te advierto que
(1) Carta de Estala á Forner. No tiene fecha, no se si podrás lograr que se represente, porque es-
porque Estala olvidaba casi siempre el ponerla. tas gentes se han empeñado en que no se ha de ha-
(2) «...Ya sabrás por Bernabeu que borré en el blar ni bien ni mal de estas materias.» (Carta autq-
prólogo aquella pulla contra los moralistas, porque grafa de Estala.)
si éstos levantaban el grito, según están las cosas,
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL CXLV
tasar de una manera acertada y cabal un entendimiento como el de Forner, firme , austero y
de trascendental alcance.
En las obras de todo escritor profundo y sincero se reflejan siempre las prendas del carác-
ter del hombre ; pero en ninguna con mayor claridad que en las de Forner. Era por naturale-
za crítico y analizador, y no soñador ni espiritualista. Su ingenio es sin duda desembaraza-
do y agudo; pero más con la agudeza que penetra y que hiere, que cou aquella que deleita
y regocija. No prepondera en sus versos el estro celestial del poeta, y en vez del hechizo in-
efable que emana de una imaginación llevada en alas de la idealidad ó enardecida por el entu-
siasmo, se siente el ánimo dominado involuntai'iamente por la sensatez del filósofo y por la
amargura del censor. El talento es incontestable, pero casi siempre se asemeja más al talento
razonador y reflexivo del jurisconsulto que al fuego inspirador del verdadero poeta (I).
En la sátira, en la investigación y en la controversia es, según ya hemos indicado, donde
campea brioso y desembarazado el entendimiento de Forner. Sea rigidez genial , sea odio
instintivo á la medianía entronizada, sea, en fin, achaque de aquella era, en que pugnaban
con impulsos nuevos elementos inveterados, es lo cierto que Forner^ agresivo, obstinado, im-
placable cuando se empeñaba en arrancar la máscara al charlatanismo triunfante ó á la vani-
dad glorificada, ejerció evidente influencia en sus contemporáneos. Nadie fué más belicoso
que Forner; nadie usó más nombres de batalla. Ya Tomé Cecial, ya Pablo Segarra, ya don
Antonio Varas, ya Bartolo, ya Pablo Ignocausto, ya el bachiller Regañadientes , ya Silvio Libe-
río, siempre se descubre el escritor firme y austero, pero intolerante y descon'entadizo. Y no
se limitaba su saña crítica á combatir y ridiculizar los extravíos de los hombres famosos de
BU tiempo. No malograba ocasión alguna para fulminar con el sarcasmo y con la ira á los co-
pleros audaces ó vergonzantes que profanaban el sagrado del arte. El bombardeo de Argel
por el general de la armada don Antonio Barceló (Agosto de 1783); el tratado de paz entre
España é Inglaterra (3 de Setiembre de 1783), y el nacimiento de los dos infantes gemelos
don Carlos y don Felipe (5 de Setiembre de 1783); tres acontecimientos venturosos, casi si-
multáneos, que conmovieron grandemente el sentimiento patriótico de los españoles, desen-
cadenaron la musa trivial de los copleros. La poesía de circunstancias ha sido siempre escollo
de la inspiración , y en aquel momento, lanzada, contra la voluntad de Dios, á la palestra li-
teraria una turba insolente de insulsos versificadores , el turbión de cantos heroicos , odas,
églogas y romances llegó á ser una verdadera calamidad poética, que retrajo de escribir ver-
sos en celebridad de aquellos faustos sucesos á los poetas acreditados, con la excepción, acaso
única, de Huerta. El irascible Foimcr, exasperado, exclamaba : « ¡A qué términos ha traído á
los copleros la execrable hambre de sacar dinero á costa de los augustos niños y de esta paz,
que ha suscitado una guerra más cruel al buen gusto y á la sabiduría! ¡Pobre B.a'celó!
¿Quién diría que habían de encarnizarse primero en tí los copleros que los argelinos?» (2),
Vargas y Pon^e , Trigueros , Sempere y Guarinos , Huerta , el erudito Sánchez y otros, fue-
ron , con más ó menos razón , blanco de sus acerbas invectivas , pero ninguno tanto como
Triarte , á quien imitó algrma vez el mismo Forner, que tan duramente lo zahería (3). Jove^
llanos admiraba el talento de Forner^ pero le disgustaban las abstracciones filosóficas de loa
(i) En la presente colección Be pnbiican por pri- (2) Carta del Tonto de ta Duquesa de Alba (í cr-
inera vez las poesías líricas completas de Forner. Las ner) á un amigo suyo de América. (Papeles do For'
debemos á la bondad del ilustrado caballero don Luis ner.)
Villanueva , que ya dio á la estampa algunas de (3) Véase el soneto de Forner, Definición de un
To visto, ya ye usted , perfectamente...
ellas en 1844. Han venido afortunadamente á sus petimetre , qne empieza. :
manos los manuscritos autógrafos que consei-vaba la
familia del ilustre escritor extremeño, y estos ma-
nuscritos, que se hallan actualmente en nuestro po- imitación visible de aquel tan celebrado de Triarte,
der, son los que ahora publicamos con satisfacción que principia así :
yeraaaera Leyántome á las mil, como quien eoy.»,
CALví BOSQUEJO HISTÓRICO CRITICÓ
primeros escritos del estudiante salmantino. Al apacible Melendez , que veía y sentía las co-
sas de un modo más somero pero más poético que Forner, le eran antipáticos , así el carácter
como los versos de este escritor. Infiérese esto claramente de los siguientes párrafos de dos
cartas que en 1777 escribió á Jovellanos fray Diego González, que tanto se interesaba en los
adelantos literarios de los alumnos de la escuela de Salamanca (1) :
Remito á V. S. el adjunto papel al mismo modo que los días pasados. Me lo dirigió don Juan Forner,
autor de aquella epístola que ya vio V. S. A Butilo no le congenian las producciones de Aminta (Forner);
parécenle duras y desabridas á su dulce ánimo. Dclio (fray Diego), aunque no deja de admirar en ellas
varias bondades, se desagrada de la mucha oscuridad que en todas afecta su autor; le enfadan las cosas que
no se dejan entender en fuerza de una simple lectura, y aborrece los negros escritores que escriben y
trabajan para no ser entendidos. Creo que Jovino, en medio de su gran facilidad en comprender, se ha
de parar más de dos veces á conjeturar el sentido de algunos pasajes de la presente composición de
Aminta.
Salamanca, 6 de Mayo de 1777.
En otra carta al mismo Jovellanos, de 7 de Junio de 1777, dice fray Diego :
Me congenia el juicio que V. S. ha formado de las composiciones de Forner, notándolas de nimiamente
confusas, en medio de las muchas bellezas que uno y otro advertimos en ellas. Batilo es más severo con
ellas ; pero lo atribuj'o á la genial oposición que tiene al autor.
De ánimo rebelde á la autoridad literaria de los demás , j amohinado con la reprimenda
oficial que recibió á consecuencia del escándalo de sus reyertas satíricas y de las diatribas
que dirigió á la Academia Española , Forner hubo de conservar cierta ojeriza á este esclare-
cido cuerpo literario. Esta ojeriza se columbra á primera vista en una especie de estatutos
que formó para una academia particular que llegó á reunirse , y en los cuales mezcló des-
enfadadamente el espíritu organizador con la invectiva y con la sátira (2).
(1) Cartas Ae fray Diego González. Colección de
autógrafos del Marqués de Pidal.
(2) Tenemos á la vista el borrador autógrafo de
estos estatutos. Como curiosidad literaria , copiamos
á continuación este singular documento :
«Nuestro código deberá constar de una introduc-
ción y cuatro capítulos. En la introducción se ex-
pondrá el objeto ú objetos de la academia , su tí-
tulo , sello , empresa ó distintivo , etc.
))E1 primer capítulo tratará de las calidades de los
académicos.
))E1 segundo, de los oficios.
))E1 tercero, de los trabajos literarios.
))E1 cuarto, premios y penas.
hCapítulo primero. La academia se compondrá
de académicos- de número y académicos correspon-
dientes. Aquéllos de asistencia necesaria ; y éstos,
que podrán remitir las obras y trabajos para que los
juzgue la Academia.
»No serán admitidos abogados ramplones , teó-
logos de machamartillo, médicos sistemáticos ni
filósofos petimetres. La academia ha de ser dema-
siado humilde para que pueda honrarse con tan
ilustres individuos. Bastará admitir buenos poetas,
buenos oradores , buenos críticos, buenos humanis-
tas. Es muy conveniente que este género de profe-
sores hallen acogida y premio en alguna parte, ya
que no le han hallado hasta ahora en ninguna.
»A la academia no le ha de importar maldita la
cosa el saber si sus individuos son cristianos viejos
ó lampiños , rancios ó frescos, verdes ó pasados. Ün
descendiente de Mustafá deberá ser preferido á uno
de Pelayo , si éste es un salvaje, y el otro un varón
docto. Así, las pruebas é informes que se harán pa-
ra la admisión de algún individuo recaerán sobre
su doctrina , y nada más ; en la firme inteligencia
de que es una ridiculez predicar á los protestantes y
gentiles para que se conviertan , y tratarlos después
de infames, atribuyendo á la religión de Jesucristo
una infamia que no causa ninguna otra religión.
))E1 juramento único que se tomará á todo indivi-
duo será el de detestar la secta semigálica, y defen-
der á sangre y fuego el verdadero buen gusto cas.
tellano, así en prosa como en verso. Y por lo mis-
mo deberá obligarse á promover la afición á nuestros
buenos escritores de los dos siglos xvi y xvil, que
serán su único norte y guía.
))Si, por desgTacia de la academia, pretendiesen
ser admitidos algunos Iriartes, Olmedas, Vallada-
res, etc. , de quienes consta que son de un gusto es-
trafalario y perverso ; sin tener cuenta con la opi-
nión que ellos tienen de sí, se les hará entender que
han de entrar á aprender y ser juzgados ínterin pier-
den los resabios de su primer estilo. Sin esta condi-
ción precisa, no serán admitidos.
«No será admitido ninguno de quien conste que
ha de formar relación de méritos.
«Capítulo ii. En la academia, por ahora, no ha-
brá más que un secretario , que se elegirá á plurali-
dad de votos ; á cuyo cargo estén los papeles que
BE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL CXLVII
Bi bien las cualidades dominantes de su carácter , la independencia j la austeridad , toma-
ban á menudo formas desapacibles y sarcásticas , se rendia Forner á sentimientos delicados
cuando le impulsaban á ello móviles generosos.
Los fueros de la gratitud , en un alma apasionada como la suya , explican y disculpan las
extremadas hipérboles lisonjeras que dirige á su protector, el Príncipe de la Paz, en el prólogo
del poema La Paz. Allí reclama para el inhábil y apocado ministro español las bendiciones
de la tierra , y le apellida « bienhechor universal del género humano. » Pero , lo repetimos ,
no ha de inferirse de aquí que Forner , aunque entusiasmado con la })az ajustada con la re-
pública francesa en 1795 , y profundamente agradecido á los favores del Ministro, que le habia
nombrado fiscal del Consejo de Castilla, fuese capaz de doblegar el fiero temple de su alma
hasta caer en la adulación cortesana. Su verdadero carácter está fielmente retratado en los
siguientes versos de una de sus sátiras :
¡Oh, qué dura experiencia!... De la esencia inmortal que en mise hospeda,
(Dices , si á Alisto en antesala impía
Ves negociar con la paciencia un puesto) ;
¿Yo adular al poder? ¿Yo su indigesto
Ceño sufrir, los dones humillando
Á un necio venturoso, que burlando
Puso en alto la pérfida fortuna ?
Algunas veces , á pesar de su orgullosa condición y del sentimiento íntimo de su valor in-
telectual, su entusiasmo literario desmayaba , y un desaliento amargo alejaba de su ánimo la
hechicera ilusión de la gloria. En tal situación se hallaba sin duda su alma cuando escribía
estos dos bellos versos, con que empieza un soneto que no llegó á terminar :
Sacro laurel , tu rama vividora
No adornará jamas mi humilde frente
No obstante la aspereza de su condición , que hasta sus propios amigos reconocían y lamen-
taban, Forner estaba dotado de sensibilidad profunda, y alguna vez dio señales manifiestas de
la humildad de quien yerra y reconoce el yerro ; noble humildad , que sólo cabe en almas fir-
mes y elevadas. No podemos dejar de citar un ejemplo , del cual hallamos pruebas en los pro-
pios escritos de Forner. Uno de sus borradores autógrafos que tenemos á la vista, contiene
una epístola titulada Aminta d Arcadio, ó lo que es lo mismo, sustituyendo los nombres ver-
daderos á los nombres poéticos, Forner á Iglesias (1). Al fin de este borrador hay otro de una
dejen los académicos, la ordenación de ellos, etc.
«En lo demás , todos los individuos serán fiscales,
presidentes y censores; porque, como los sueldos de
esta academia son ningunos , no hay necesidad de
inti-oducir estas distinciones para enriquecer á tres
ó cuatro, con perjuicio de la libertad de los demás.
t>Capítulo III. Los trabajos literarios de la aca-
demia versarán principalísimamente sobre la poesía
y la critica castellanas ; facultades ambas que andan
descarriadas , y que por lo mismo necesitan acogida
y abrigo para que no se pierdan.
«Los trabajos se podrán dividir, ya trabajando to-
dos sobre una misma cosa, ya cada uno sobre una
sola, á arbitrio de la academia. El primer modo
convendrá en las obras menores de verso. El segun-
do en obras de crítica.
«Como el fin déla academia debe ser adelantar, y
no ostentar ; refinar el gusto , y no aspirar á pasar
por doctos ; las obras de los individuos se juzgarán
con un rigor rigidísimo por todo el congreso , sin
c¿ue sea lícito á ninguno creer que es incapaz de
errar. Nuestra academia no se compondrá de in/ct'
tibies, ó de los que juzguen que lo son. Esta gente
nos deslumbraria con sus grandes luces. — Día de
la Virgen, primera junta. — Alfesibeo, secretario.
— Damon (Estala). — Mirtilo (Navarrete). — Amin-
ta (Forner).»
(1) No publicamos esta epístola entre los versos
de Forner, porque carece totalmente de inspiración
poética, y reúne todos los defectos que suelen acom-
pañar á la inexperiencia literaria. Cuando Forner la
escribió no habia cumplido veinte años. El indul-
gente fray Diego González envió una copia de la
epístola á Jovellanos , para que formase idea de los
adelantos que iban haciendo en la poesía algunos
jóvenes de Salamanca. Empieza así :
Salud cumplidfl. con favor divino,
De parte de su amigo, dirás, musa ,
De nuestro siglo al vate salmantino;
Y si por suerte recibir excusa
Letras del que fué na tiempo su contrario»
T acciones mías, enojado, acusa
CXLvm BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
carta que debía ir acompañada de los versos. Esta carta expresa claramente que la epístola
fué dictada por el deseo que tenía Forner de reconciliarse con Iglesias. Algún arrebato de
Forner había ocasionado un rompimiento entre los dos amigos y compañeros de universidad;
luchaba Forner entre su orgullo y su arrepentimiento ; pero la genial rectitud triunfó al cabo
de la altivez del mozo. Ko creyó humillarse confesando su falta. Escribió á Iglesias la citada
carta , en que andan mezcladas de un modo estrafalario la llana ingenuidad del hombre hon-
rado con la pedantería del escolar, y la amistad de ambos quedó recíprocamente afianzada,
cual convenia á dos corazones sanos y afectuosos (1).
Sólo un hombre dotado de altos sentimientos morales puede inspirar amistad profunda y
acendrada. Forner, e\ implacable controversista , el batallador desabrido, austero y agresivo,
tuvo por amigos tiernos y perseverantes á hombres tales como Fernandez-Navarrete , Campo-
mánes Iglesias , A/jona, Arroyal y Estala. En las más de las cartas á Forner que se conservan
de estos insi<Tnes varones, rebosa ese fervoroso sentimiento de amistad verdadera que sólo brota
y arniífra en el corazón de los buenos. Murió Forner joven todavía, cuando apenas empezaba
la madurez de la vida (2). Probablemente llevó consigo al sepulcro los mejores frutos de su
claro talento y de su vasta y sana instrucción. Basta lo que escribió para que nadie pueda ne-
garle la gloria de haber sido un magistrado sabio y vigoroso, un defensor diligente y ardo-
roso de la patria, un hablista rigoroso y correcto, y un campeón animoso de la civilización li-
teraria. Si como poeta no subió á muy alto nivel , culpa fué del recio temple de su alma , que
le impedía extasiarse en las esferas místicas de la ilusión, donde vive la poesía verdadera.
Lista ha juzgado admirablemente á Forner en estas breves y sencillas palabras : «Estaba do-
tado de una imaginación más fácil para concebir las verdades que las bellezas. »
Otro poeta que, aun sin rayar á grande altura, no debe ser olvidado al bosquejar la era
poética de Carlos III, e^ don J osé María Vaca de Guzman, doctor en ambos derechos, mi-
nistro del crimen de la audiencia de Cataluña , de quien se gloria la universidad de Alcalá ,
á cuyo gremio pertenecía.
Los premios de la Academia Española, sucesivamente por él alcanzados en 1778 y 1779,
sacaron su nombre de la oscuridad en que probablemente habría permanecido. El canto de
Las naves de Cortés y el romance de Granada rendida , no sólo son las dos mejores composi-
ciones poéticas de su autor, sino que dejan á bastante distancia á todas las demás que com-
puso. El romance está escrito en tono narrativo, fácil y animado, y á menudo noble y \ágo-
roso (3). Escaso de gusto y de cordura en la disposición del plan , y embargado por el espíritu
imitador y emblemático, que le impedia comprender y sentir el carácter de sencillez y de
grandeza que hay en aquel magnífico asunto (4), Vaca de Guzman no llega ni con mucho en
(1) Hé aquí algunos períodos de la carta : (2) En 1797, á los cuarenta y un años de edad.
« Fui no ]iá muchos diaa, amigo Pepe , puerco de (3) Sin embargo, no mereció la aprobación de Mí-
la manada de Epicuro, y como tal me hallé metido lendes Valdés :
en el cieno de- las pasiones. Hoy, gracias á mi des- «Batilo me dice que no le han gustado las obras
engaño, tengo la cabeza llena de humos estoicos premiadas este año.» (Carta de/rajf Diego Gonza-
En mis versos verás del modo que he sabido des- hz á Jovellanos, escrita en laCoruña, en Agosto de
prenderme de algunas pasiones No es la menor 1779.— Colección de autógrafos del Marqués de Pi-
la enemistad que ha habido cerca de un año entre dal.)
los dos. Si deseas, como es justo, que te tengan por (4) Hasta de la Eneida se acuerda, cuando sólo
hombre de buen juicio, no rehusarás renovar núes- debía acordarse de la verdad popular y española de
tra amistad, cuando el mismo que erradamente la la conquista de Granada. Así empieza á hablar el
rompió vuelve á ella. Á mí se me hace no poco difi- valor á Juno :
cultoso dar satisfacciones ; mas hago esto ahora pa- Puesel dolor, ohEeína, Inexplicable
ra que veas , sobre el conocimiento que tienes de He mandas renovar...
mí , cuan fácilmente me allego á la verdad siempre Alguna vez hasta traduce á Virgilio, como cuan-
que la conozco Dios nos dé salud y vida para que ¿q exclama •
segunda vez nos veamos enceiTados, al anochecer, ,„ .„„ „„„.„
'^ 1 1 1 ^ 1 • ..... ¡Caben acaso
en el corral del Colegio del Rey de esa ciudad.» Tantas iras en ánimos divino»!
Í)E LA poesía CASTjíLLANA EN EL SIGLO XVIIL cxux
el romance á la y.ltura épica que aquél requiere ; pero es imposible negar que la obra está
escrita con alma ardiente y conmovida , y que contiene rasgos , descripciones y versos llenos
de vida y de inspiración. Vaca de Guzman tenía fuego poético, y de este fuego nace el ga-
llardo estilo y la noble armonía de algunos períodos. Tiene arranques felices , como aquel en
que llama á los moros torpes hijos del ocio, y hay pasajes en que , si no la idea , cobra el tono
la noble sencillez que es propia de la poesía épica. Así, por ejemplo, habla el rio Gcnil al rey
don Fernando el Católico :
Suenan las aguas con el golpe, y mueven
De tersa espuma blancos remolinos,
En tanto que Genil sacó la frente,
Ceñida de amarantos y carrizos.
Puso los pies en la cerúlea concha ,
Que le sirvió de asiento, y conocido
El gran monarca que su margen pioa.
Alzó al cielo las manos, y así dijo :
¿ Veniste , en fin , conquistador famoso ?
¡ Olí causa digna del anhelo mió !
¿Veniste ya á vencer? ¿ A tí triunfante
He de ver, y al alárabe rendido ?
Sí, Fernando, sí. Rey; así lo ordena
El cielo santo; que su voz lo ha dicho.
Yo la oí que en mis tierras resonaba
Y en las cuevas también de mi retiro.
No más, no más que mis arenas puras
Manche la torpe huella; no el impío
Descendiente de Agar lave su cuorpo
En el cristal que te consagro limpio...
Don Leandro de Moratin, competidor de Vaca de Guzman, le aventajó en la corrección del
lenguaje ; pero quedó muy inferior á él en estro, en gala, en vigor; esto es, en las principales
prendas poéticas.
El canto Las naves de Cortés , por su lozanía, por su entonación desembarazada y poética,
por la armonía de los versos, y singularmente por el entusiasmo patrio que en él rebosa, cau-
tiva el ánimo y embelesa el oido. Saavedra Guzman, en El Peregrino indiano (1599); don
Francisco Ruiz de León, en Za Llernandia (175.5), y otros poetas, habían cantado el heroís-
mo de Hernán Cortés y aun la quema de sus naves. Muchos rivales tuvo asimismo Vaca de
Guzman en el certamen académico. Cuarenta y cinco fueron los poemas enviados á la Aca-
demia Española ]iara disputar el premio, y entre ellos , según ya hemos dicho, uno de Jgle~
sias. Si alguna de estas obras narra la acción de un modo más directo y detenido, ninguna
puede competir con el poema premiado en el niego de la inspiración lírica , que es la que más
especialmente cuadra al hecho prodigioso de aquel grande hombre. El canto épico, con tanta
razón celebrado, á.e don Nicolás de Moratin, no fué presentado á la Academia. Aventaja, sin
duda, al poema de Vaca de Guzman en robuztez y en fuerza descriptiva ; pero tanta des-
cripción, aunque bella y caudalosa, le daña, y le hace parecer, más bien que una obra com-
pleta y acabada, un canto de un poema más extenso. Vaca de Guzman, por un instinto que
contrasta con las ideas de aquel tiempo, se guarda bien de llamar épico á su canto, y es-
cribe en realidad una fantasía lírica, que, si bien inferior á lo que merece la sublime hazaña
del héroe extremeño, no carece ni de estro, ni de gala , ni de emoción , ni de grandeza.
¿Quién no recuerda el patriótico deleite que sintió en sus años juveniles al leer estas briosas
octavas? Cortés, después de ensalzar el denuedo de los antiguos españoles, dice así á sus sol-
dados :
Ellos , como vosotros , oprimieron
La espalda de ese monstruo cristalino;
De la Europa también se desprendieron ,
Al África llevando el blanco lino;
A Oran ganaron, al Peñón rindieron}
Tembló de su poder el argelino,
Y tributaria se postró á su amago ,
La altiva sucesora de Cartago.
Así venzamos los que asi nacimos ;
Nuestro es ya su valor , nuestro su acero ;
La tierra hollamos que á vencer venimos ;
Perezca, pues, el leño lisonjero.
I, Ps.-xviii,
No á transportar tesoros le trajimos;
El grande Carlos , Carlos el Primero ,
Despreciador del oro y la riqueza,
En sus héroes coloca su grandeza.
Los hombres que malogra la milicia,
Mientras cuidan el débil armamento,
Triunfos son que el monarca desperdicia,
Reprimido en sí mismo su ardimiento.
Bisónos son ; la militar pericia
No les dictó su vario movimiento;
Ni hollaron nieves, ni sufrieron soles >
Pero tienen valor, son españoles.
CL EnSQÜEJO HISTÓRICO CRÍTICO
No vuelve Vaca de Guarnan á encontrar la gallarda y calorosa entonación de Las Naves,
aunque casi siempre es versificador \aliente y numeroso. En las (églogas decae notablemente,
y se torna prosaico como los más de los j.octas de su tiempo. Este genero de poesía artificial
y acompasada cuadraba mal á su in;;;ginacion viva y espontánea. Los asuntos heroicos le
inspiraban, y adquiría con ellos lozana cx])resion y altos pensamientos. En los versos cortos
campea siempre el dcscmbai-azo del versificador. Suele ser desigual , y no pocas veces atre-
vido y desacertado en la elección de las palabras y de las frases; pero casi nunca le faltan in-
genio y arranque. Véase, jior cjemj.lo, In graciosa cantilena La muerte de la rosa. Al paso que
cae en la extravagancia de llamar á la aurora del sol emhajabñz , escribe estos fáciles versos,
en que liay algo del sabor de la poesía antigua castellana:
Llegó ¡ penosa suerte !
La primavera en fin ,
Florida para todos
Y seca para mí.
¡ Ay Mayo fementido ,
Detesto tu matiz!
No ]e tejáis , oh plantas ,
Guirnaldas del jardín;
Que lia marchitado el Mayo
¡ Ay fragancia exhalada 1
¡ Ay púrpura infeliz !
¡ Ay cómo equivocasteis
El nacer y el morir !
Fué entre la cuna y tumba
La línea tan sutil ,
Que no sé distinguirla ,
La pompa del Abril. Aunque la sé sentir,
Abrió una tierna rosa, Al ver que ha hollado el Mayo
Eeina jurarla vi i La pompa del Abril.
Su numen flexible era á veces vivo y ameno , como se ve en el romance que empieza :
¡Hulíi! espera, serranilla,
La del faldellín de flores.
La colección de vidas brevísimas de santos, que él llama ITimnodia 6 Fastos del Cristianis •
mo, es una mezcla singular de faltas y de aciertos. Caminan juntos el prosaísmo y el concep-
tismo, la audacia innovadora y los vicios de la rutina, la admiración fervorosa de las heroi-
cas virtudes délos santos y la monstruosa amalgama de recuerdos mitológicos y cristianos;
y al lado de todo esto y de no pocas locijciones extravagantes y de graves resabios de mal
gusto, asoma el movimiento poético de una imaginación que se enardece con facilidad, pero
que se contenta con la expresión irreflexiva de su arrebato , y no sabe ó no quiere detenerse
á completar y acrisolar sus obras.
Quintana no fué indulgente ni justo con Vaca de Guzman , omitiendo desdeñosamente has-
ta su nombre en el Tesoro del Parnaso español y en el bello estudio crítico que escribió acer-
ca de la poesía castellana del siglo xviii. Vaca de Guzman, con todos sus defectos, es más
poeta que el Conde de Noroña y algún otro que de buen grado admitió Quintana en su co-
lección.
CAPITULO XIIÍ.
Fabulistas. — Carácter poco poético del apólogo. — Impropiedad de su aplicación á la enseñanza de la juventud.—»
Samaniego.— Iriarte. — Su poema de La Música, — Su prosaísmo. — Su incontestable mérito. — Plaga de fábulas. —
Rentería. — Pisón.
En aquellas épocas en que la poesía , fruto exclusivo de la civilización , es más reflexiva
que ins¡)¡rada, nacen fácilmente escritores que cultivan la fábula y el apólogo con predilec-
ción y con éxito.
Cuando se considera por una parte lo que fué el apólogo en la antigüedad asiática , donde
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVHL Oti
tuvo SU cuna, y, por otra, que la versificación no es, en la fábula, sino una envoltura graciosa
y pintoresca de un pensamiento ante todo simbólico, sensato y filosófico, cuesta trabajo con-
vencerse de que deba ser tenida por un gónero sinceramente poi'tico, en la acepción propia y
elevada de esta palabra. La fábula es cuento, emblema , lección , sátira ; es todo menos verda-
dera poesía. Por eso Lamartine profesa á las fábulas tan enconada aversión , que , arrostrando
el torrente de la opinión tradicional del pueblo francés, se atreve á atacar implacablemente, no
sólo las fábulas de Lafoiitaine, que son sin duda las primeras de los tiempos modernos, sino
hasta la persona misma del autor. No queremos resistir á la tentación de reproducir aquí al-
gunos renglones de la elocuente censura que inspira á Lamartine su indignación contca las
fábulas :
Era yo un espejo vivo (habla de su adolescencia), que el polvo del mundo no liabia empañado, y en el
cual reverberaban las obras de Dios... Me hacian aprender de memoria fábulas de Lafontaine... Grima me
daban aquellas historias de animales que hablan, que se dan lecciones, que se burlan unos de otros, que
son egoístas, zumbones, avaros; que no sienten lástima ni amistad ; que son en verdad más malos que nos-
otros. Las fábulas de Lafuutaine son más bien la filosofía dura , fria y egoísta de un anciano, que la filo-
Bofía cariñosa, ingenua, generosa y sana de un niño; es hiél, y no la leche que conviene á labios y á co-
razones de tan temprana edad. Me repugnaba el libro, y no sabía por qué. Más adelante he llegado á saber-
lo. El libro no es bueno; y ¿ cómo pudiera serlo, si el autor no lo era? No parece sino que le han apellidado
por burla el buen Lafontaine. Era un filósofo de mucho ingenio, pero un filósofo cínico. Y ¿ qué pensar de
una nación que da principio á la educación de sus hijos con las lecciones de un cínico? Este hombre, que
no conocia ásu hijo, que vivia sin familia, que con mengua de sus canas escribía cuentos obscenos para
enardecer las pasiones de la juventud...; este hombre, á quien nunca mencionan ni Hacine, ni Corneille,
ni Boileau, ni Fénelon^ ni Bossuet, no era un varón cuerdo, ni respetable, ni sencillo. Doce versos sonoros,
sublimes , religiosos de J.ín?ía desvanecían en mi oído todas las cigarras, todos los cuei'vos y todas las
zorras de aquella pueril casa de ñeras. Nada ha podido aplacar desde entonces mi antipatía á las fábulas.
Por más que se resienta algún tanto de intolerancia este vehemente y austero juicio, es in-
contestable que hay en las razones de Lamartine fuerza incisiva y poderosa ; y no es difícil
comprender la ira contra un género tan artificialmente intencionado, en un hombre que, como
poeta, no sabía vivir sino en la celestial esfera de su lirismo místico.
Como quiera que sea , no es dable negar que insignes escritores, como Samaniego é Liarte^
pueden ser gi-andes fabulistas sin ser grandes poetas. El apólogo, no obstante , poético ó no,
adecuado, ó no, á la educación de los niños, es un género literario que requiere , si no encum-
brado numen , gran delicadeza de ingenio, de intención y de moral sentido ; genero harto
difícil, con apariencias de llano y de trivial, en el cual muy pocos sobresalen. Innumerables
fabulistas hay en España; sólo Samaniego é Triarte son consumados maestros. Samaniego fué
el primero que dio á las fábulas, entre nosotros, la rapidez, la naturalidad expresiva, la
gracia peculiar que requieren. Imitó á Esopo, á Fedro, á Lafontaine y á Gay, estampando
el sello castellano en los asuntos de estos famosos escritores ; pero las que hizo de su propia
invención, como la admirable de El joven filósofo y sus compañeros, en nada desdicen, en
cuanto á la profundidad de la idea, délas más celebradas de sus ilustres antecesores, y qui-
zá las aventajan en la concisión, en la candorosa malicia, en la claridad narrativa, en el
hechicero abandono de la expresión. Estas fábulas , como todas las del mundo, no son sólo
lecciones de virtud; lo son también, hasta cierto punto, de artificio, de astucia y de mundano
desenfado; pero hay al propio tiempo en ellas cierta sencillez de intención, cierta inocente
lisura de estilo, no impropia de los niños , que las habría hecho acaso llevaderas y aun agra-
dables al descontentadizo Lamartine.
Quintana y otros, engañados por este pasaje de Samaniego:
En mis versos, Triarte,
Ya no quiero más arte
Que poner á los tuyos por modelo... ,
han creído que el fabulista de Vergara «siguió las huellas» del fabulista madnleño. No fué
así, por fortuna. Samaniego se refiere en general á los versos de Iriarle) que por entonces ad"
CLii ■nosQüEJO nisToRico craTico
miraba. No era éste su rival todavía. Las Fábulas literarias fiíeron puLlicadas cuatro anos dcs-
puos de las Fáhulas morales de Samaniego (1). Y litimos ([\c\io por fortuna , porque, á haber
imitado Samaiñeno las fábulas de Triarte, su estilo habría sido más terso y atildado, pero ha-
bría perdido probablemente en espontaneidad y en despejo.
Samaniego había pasado en Francia alf^unos años de su primera juventud. Las ideas que
allí á la sazón preponderaban , habían amenguado en su ánimo el santo tesoro de las tradi-
ciones morales de la patria. Se hizo hombre despreocupado á la manera de aquellos tiempos
de turbación. Sus poesías líricas se resienicn de esta tendencia, paralizadora de la inspiración
alta V fervorosa. Se hizo cínico al estilo de Lafontaine, á quien con predilección había estu-
diado, V escribi(') también cuentos obscenos, sembrados de epigramáticas agudezas, pero do
tan escabrosa índole, que ha sido imposible darlos á la c?tampa.
Triarte es ci único competidor verdadero que ha tenido Samaniego. Yo no haré compara-
ción , como la lian hecho tantos otros, entre las fábulas de los dos autores. Siemjjre nos han
T)arecido ociosos y aun perjudiciales estos paralelos entre dos cosas admiradas y admirables;
en los cuales, del ingenioso análisis resultan siempre ambas algo lastimadas.
Las Fáhulas literarias se imprimieron por primera vez, en la Imprenta Real , el año de 1782.
El ser la primera colección de fábulas todas origínales; su objíjto, exclusivamente encamina-
do á ridiculizar los vicios de las letras; la pureza del lenguaje; la gracia del estilo; la fecun-
didad de la invención; la soltura de la versificación, y hasta la variedad de los metros; todo
contribuyó á llamar sobre esta obra la admiración del público, esto es, el aplauso de los im-
parcíales y los ataques de los envidiosos.
Pero juzguemos bajo oíros aspectos el talento lírico de Triarte.
En 1780 imprimió en la Imprenta Eeal, con bellísimos caracteres y con seis primorosas lá-
minas, su poema de La Música, así dividido :
Canto I. — Elementos del arte : sonido y tiempo.
Canto IT. — Expresión de afectos.
Canto III. — Cuatro clases de música ; en el templo ; en el teatro; en la sociedad; en el retiro.
Canto IV. — Música teatral.
Se necesitaba todo el imperio que llegan á alcanzar en épocas de disciplina doctrinal , mo-
das literarias y géneros convencionales, para que un hombre tal como Triarte , dotado de
clarísimo entendimiento y de todo el buen gusto encadenado y relativo que cabía entonces
en un distinguido Jiumanisfa , emprendiera la escabrosa tarea de poner en verso las reglas mi-
nuciosas y complicadas de la música. Causa lástima verle enredado en explicar afanosamen-
te el anáiis's y la división de las escalas diatónica y cromática. Dice así , por ejemplo, hablando
de la primera:
Distribuida así , la escala forma
El modo que mayor se denomina ;
Pero para el menor se la destina
Diversa progresión , diversa norma.
Entonces ya es preciso que aquel grado
De un semitono, que al subir contaba,
Entre tercera y cuarta ct)locado,
Medie entre la segunda y la tercera ,
Y el otro, de la séptima á la octava,
Entre la quinta y sexta se transfiera...
Y ¿puede esto llamarse poesía?
Casi todo el poema está escrito en semejante estilo, y apenas asoma en algtm pasaje , no
el entusiasmo poético, que éste no hay que buscarlo en esta obra de Triarte, mas ni siquiera un
eco del embeleso que indudablemente causaba la música en su ánimo. Tocaba Triarte con me-
diana habilidad el violin y la viola, y en una de sus epístolas familiares se complace en re-
cordar que una orquesta de aficionados ejecutaba en su casa obras suyas. El mismo lo dice en
estos versos :
(1) Véase lo que tú frente de las Poesías de tía- punto el seüor don Eustaquio Fernandez de Navar-»
maniego, publicadas en Vitoria, dice acerca de este rete.
DE LA poesía CASTELLANA EN EL SIGLO XVin.
y aun con benignidad los circunstantes
Oyen mis sinfonías concertantes... ;
Oini
versos que de propósito reproducimos en este lugar, como muestra del ínfimo punto á que
lle¿íaba á descender alguna vez la entonación poética de Iriarte.
En el poema intenta de cuando en cuando iluminar con algún rasgo lírico el caos prosai-
co de las explicaciones técnicas ; pero no acierta nunca con los colores , las imágenes j las
emociones que son fruto espontáneo y exclusivo de la inspiración.
En suma , todo el orden , toda la claridad de estilo , todo el desembarazo descriptivo , todo
el hechizo de un lenguaje castizo y acendrado, prendas admirables de Iriarte, no alcanzan
á impedir que se lea sin esfuerzo y sin fatiga su enfadoso poema. A pesar de las alabanzas de
Metastasio y de otras autoridades literarias (1), esta obra no añadió un quilate siquiera á la
gloria de Iriarte; antes bien le acarreó diatribas, y con ellas sinsabores sin cuento, mientras
que la posteridad justiciera, condenando á desdeñoso olvido el poema de La Música, no ha
hecho más que confirmar en esta parte el fallo de los contemporáneos de Iriarte.
Una sola vez , conmovido al recuerdo de las peregrinas inspiraciones de Haydn , da Iriar-
te con el sentimiento poético de la música, y expresa su admiración con el entusiasmo lírico
de un verdadero poeta, que canta con fuerza y espontaneidad lo que siente. Pero j cosa singu-
lar! esto no le sucede nunca en el poema didáctico, donde apura todo su esmero y toda su
ciencia musical. Este arranque sincero de emoción ai'tística le asalta en un bellísimo roman-
ce llano y familiar , escrito sin pretensión alguna , pero lleno de ingenio j gallardía, Hé aquí
al fninos versos :
Haydn, músico alemán ,
Compositor peregrino ,
Con dulces ecos se lleva
Gran parte de mi cariño.
Su música , aunque le falte
De voz humana el auxilio ,
Habla, expresa las pasiones ,
Mueve el ánimo á su arbitrio.
Es pantomima sin gestos,
Pintura sin colorido,
Poesía sin palabras (2)
Y retórica con ritmo ;
Que el instramento á quien Haydn
Comunica su artificio,
Declama , recita , pinta ,
Tiene alma , idea y sentido.
Si las diferentes voces
Corren por tonos distintos ,
Si se alternan, si se imitan,
Si á un tiempo cantan lo mismo,
Si callan de golpe todas.
Si entran todas de improviso,
Si débiles van muriendo ,
Si resucitan con brío.
Solas, juntas, prontas, tardas,
Todas por varios caminos
Excitan un mismo afecto ,
Llevan un mismo designio.
Ó expresan gritos de furia,
Ó de amor tiernos suspiros,
Ó el llanto de la tristeza ,
Ó el clamor del regocijo.
Su poderosa armonía.
Ya llama el sueño tranquilo,
Ya alienta el valor marcial ,
Ya incita al baile festivo.
(1) El poema de La Música fué muy celebrado
dentro y fuera de España. El Journal de la Litté-
rature (1780) dijo, entre otras cosas : II serait dif-
Jicile de refuser á son auteur un talent réel pour la
poésie, et en méme temps il n'est guére possible de Uve
un poéme didactique plus complet et plus sagement
campóse.
Otros periódicos de París, de Roma, de Viena, de
Parma, de Florencia y otras ciudades colmaron de
alabanzas á Iriarte ; pero lo que más halagó su amor
propio, por la alta autoridad poética de que proce-
día , fué una carta muy amistosa y laudatoria que
le escribió Metastasio. Decíale, entre otras cosas :
L' armoniosa, vivace e nobile facililh del suo síile, che melle
d'nccordn n ninravifflia con gU allettamenti dfl Parnassn l'ordi'inla
f uyiin f^íjallcaa delta vaíedra, ei U vasto tesoTQ dt¡iel¡e^me e?»
gnizioni, dcllequali, in elit casi florida (tenfa Iriarte veinte y nnevo
afios), a git'i saputo fornirci, debbono esii/ere h buona eqnita l'ammi-
razione del pul/blico ¡ma ?«r/ sapera Orazziano, ció é, il buon giu-
dhio , che cosí spesso si desidera tiei piii vencrali scritlori, echa
coiiilnntcmcnle regna tiei di leí raziocmi, mi scuopre tullo il vigore
del suo iitfiegr.o , ed in quel che giii donna , lutti qucl che promeí-
le Sarci piü diffuso, anzi ¡a preghaei di soffnrmi in un re-
golallo commcrcio di lellere, se l'elá che mi va defraudando lefisi-
che fucollii , r parltcolaniienle dello scnvere , non si opponesse al
mió dcsiderio; mi sia ceria in tanto Y. S. ¡lima, ch'io sinceramen-
te l'ammiro — Píetro Metastasio— r/ena, 23 Aprile 1780.
(2) Es singular la coincidencia de la manera de
expresar en este verso el sentido imitativo de la
música con la empleada mucho después por Men-
dclsohn. Canciones sin palabras (Lieder ohne ioorthe)i
para dar nombre á algunas de sus admirables me-
lodías,
CLIV
No afecta su melodía
Estudiados gorgoritos,
Difíciles menudencias ,
Todos adornos postizos
BOSQUEJO HISTÓRICO CRITICO
Con que se finge grandioso
El canto pobre y mezquino,
Que olvida llegar al ahna
Por engañar el oido.
La verdadera gloria literaria de Iriarte se cifra en sus dos excelentes comedias El Señorito
mimado \ La Señorita malcriada, y singularmente en stis inimitables Fábulas literarias,
donde campean en grado eminente el orden, la claridad, la intención, la gracia, la concisión
V la pro])¡edad descriptiva. En baldo Floiian , que sinceramente las admiralja , quiso imitar-
las. Pudo aprovechar los pensamientos , pero , ingenio artificial y afectado , no le fué dado
seo-uir la encantadora y delicada naturalidad de estilo del [>oeta español.
Por alguno que otro verso de imperfecta estructura, y singularmente por aquel tan célebre
por su falta de cadencia armónica.
Las maravillas de aquel arte canto ,
lle^j-ó á acreditarse la idea de que Iriarte era perverso versificador. Nada más injusto. Por
lo común versifica con gaJa y lozanía, y en las fábulas y en algunos de sus fáciles y amenos
sonetos raya á menudo en la perfección la estructura métrica.
Todavía hav quien niegue á Iriarte todo linaje de instinto poético. Este juicio es también
injusto , como suelen serlo los juicios extremados. Cierto que carecía del sentimiento poético
de la naturaleza; esto lo demuestra su insulsa y desmayada égloga La felicidad de la vida del
campo, donde no hay vida , ni entusiasmo, ni entonación ; donde á veces el prosaísmo llega á
ser tan rastrero y tan iiTÍsorio , que cree el lector tener ante los ojos alguna composición can-
dorosa de don Gregorio Francisco de Salas (1). Pero en cambio rebosa el ingenio en muchas
de sus obras poéticas, que son las menos conocidas. No era Iriarte poeta soñador, ni sabía vo-
lar su imaginación por los espacios sublimes de la idealidad. Era ante todo hombre de socia-
1 lilidad y de cultura. No hay que pedirle arrobamientos místicos , ni afectos profundos , ni
arranques de elevación lírica. Hay que contentarse con juzgar al poeta tal como Dios le hizo,
con admirar la claridad y limpieza de su lenguaje, el desembarazo de su entendimiento , su
sana instiniccion , su correcta soltura, su donaire satírico.
Ha sido muy censurado Iriarte por el engreimiento de su carácter, que tan á las claras
86 descubre en sus reyertas literarias con Huerta , con Sedaño , con Melendez y con Forner.
Flaqueza fué sin duda en Iriarte caer en la tentación de atac^ar la égloga Batih, premiada
por la Academia Española , con el propósito de hacer resaltar la soñada injusticia de haber
sido antepuesta en el certamen la égloga de Melendez á la suya, tan evidentemente inferior á
aquélla. Los literatos de más nota aplaudieron el acertado fallo déla Academia. Berguizas ,
por ejemplo, el insigne traductor de Píndaro, uno de los pocos críticos españoles del último
siglo que tenían juicio propio, y no se dejaban arrastrar á ciegas por la autoridad de los pre-
ceptistas franceses, da abiertamente la preferencia á la égloga de Melendez (2).
En cuanto á las luchas de Iriarte con los demás escritores , la posteridad no puede olvi-
(1) Sirvan de testimonio estos versos:
Aunque éso , á la verdad , os mí proyecto ,
Tan pronto no podré llevarle á efecto
Aquí , sin las nocivas distracciones,
Á. las ocupaciones
Te puedes aplicar de la labranza
El propaismo no puede ir más allá. Esto , en ver-
so, es más prosaico que la prosa misma.
(2) «Los grandes líricos (dice en su Discurso so-
Irecl caráctrr dr Píndaro) no hablan al entcndi-
íüiento CD derechura, sino por medio de la imagi-
nación exaltada. Todos los razonamientos van dis-
frazados y encubiertos bajo el agradable velo de las
imágenes, las figuras, las expresiones poéticas. La
poesía antigua jamas tiene visos de disertación filo-
sófica, como la moderna. Por eso es aquélla siempre
amena, y ésta frecuentemente árida. Esta sola re-
flexión da á la égloga premiada, Batilo, una supe-
rioridad declarada sobre su competidora. Los Hora-
cios, y mucho más los Píndaros, no miraban los ob-
jetos tan á compás y sangre f ria como los Batteux
y los Cí.mdillac, que los analizan.»
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XYIIL CLV
dar, para disculparlo, que reinaba por aquel tiempo un espíritu extraordinariamente belicoso
en la república de las letras, y que Sedaño, Huerta y Forner no eran ni menos a'^resivos ni
menos preciados que Marte. El hecho es, sin embargo, que hombres de ánimo imparcial y
templado , como fray Diego González, desaprobaban el orgullo de Liarte , que le inducía á ha-
Mar con ¡nenosprecio de aquellos escritores que le hablan precedido en la misma senda, ó qu3
habían demostrado diierente espíritu literario (1).
Grandes sinsabores le acarrearon las recias acometidas de sus enemigos literarios. Nino-u-
na le llegó tan al alma como las de Forner. Conservó hasta su muerte la impresión que le ha-
blan jiroducido Jü Asno erudito y Los Fdóso/os chinos. A los agudos dolores déla gota enfer-
medad que le llevó al sepulcro un dia antes de cumplir cuarenta y un años, se unia, para
hacer más amargas sus últimas horas , el dolor moral que le causaban la injusticia , la envidia
y la intolerancia de sus compatriotas. Linrle atribuye en parte á aquellos sinsabores el de-
caimiento físico que agotaba su vida. Así lo da á entender en este melancólico verso :
] El litiro vive , y el autor perece !
de un soneto que dictó desde el lecho , pocos dias antes de su muerte , y fué el último parto
de su ingenio (2).
La fama de Liarte no ha disminuido con el trascurso de los años , como la de tantos otros
que resplandecieron con falsa luz en el último siglo. La edad presente no puede olvidar, ni
sus tabulas, ni sus ingeniosos sonetos, ni algunas de sus comedias; y, si no le concede la
palma de los grandes poetas, le tiene, con fundamento, por un gran hablista y por un inge-
nio simpático y esclarecido.
La moda de las fábulas, sancionada por el triunfo brillante y merecido que habían alcan-
zado Samaniego é Liarte, llegó á ser una especie de invasión literaria. Un año antes de que
Samaniego diese á luz sus Fábulas , publicaba en Bolonia el sabio jesuíta Lasala una traduc-
ción en versos latinos de las Fábulas de Locnian, hecha directamente del texto árabe. Cuatro
años después (1784) un latinista, don Miguel García Asensio, daba á la estampa, en Madrid,
una traducción castellana de las mismas Fábulas , para la cual había tomado por texto la ver-
sión do Lasala. En los años inmediatos se imprimieron traducciones de las Fábulas de La-
fontainey sobresaliendo entre ellas la que publicó en 1785 don Bernard^o María, de Calzada, tra-
(1) Así lo expresa el maestro González en el si- debía él concederlo á los otros traductores, y no ha-
guiente párrafo de una carta que escribió á Jovella- berlos ultrajado tanto Liseno (el padre Fernan-
nos, el 2 de Setiembre de 1777 : dez), que me envió este impreso , y le leyó con mu-
idle leido con singular complacencia el Anti-Lu. cho espacio, me escribe muy irritado contra el nue-
crecio (poema del Cardenal de Polignac). Acaso la vo traductor , y le nota más faltas que él á Espinel
mucha intención con que lo leí en un tiempo dema- y Morell. » — ( Colección de autógrafos del señor
eiadaraentc caluroso, ha sido la única causa de lo Marqués de Pidal.)
mucho que he padecido. También he leido una par- (2) Hé aquí el soneto de Iriavte y que hemos en-
te de la traducción A&\ Arte poética de Horacio he- contrado, manuscrito, entre los papeles de Forner:
cha por don Tomas de Marte. Me ha desagradado Lamiendo reconoce el beneficio,
mucho el discurso preliminar, en que tan sin piedad El can más fiero, ai hombre que le halaga;
trata á Espinel y Morell, aunque no dejo de cono- Yo, escritor, me desvelo por quien paga
, 1 • 1 i ^_ _„„^„ o tarde ó mal ó nunca el buen ser\'¡cio.
cer qtie en al arunos reparos no deja de tener razón .,. , , . , ,.^ .
1 ° , , La envidia, la calumnia, el artificio,
Marte. Pero también soy de parecer que a la tra- ^uya influencia vil todo lo estraga,
duccion de éste se pudieran poner muchos más re- Con más rabiosos dientes abren llaga
paros, y acaso más sustanciales, quo los que él hace e» ^"'«n abraza el literario oficio.
, . ._ 1 11 • • 1 • j T Asi la fuerza corporal padece,
en las otras. No puedo llevar en paciencia la inteh- j,^,^^ ^^^^^.^ ^ ^, ^^.^^ ^3^^ ^
gencia que da al Sectantem levia nervi deficiunt; ni roca es la gloria, mucha la molestia,
el que reprenda á los otros de haber metido algún ¡El Ubro vive, y i-i autor perece!
■ . j '1 1 1 j. ; Y amar la ciencia tal provecho trae ? —
npio en .SUS versos, cuando el en los suyos los mete t, ^ . j. ,.. w . ^- , .
^ ' le Vuti doy gusto a íorner , y hagome bestia (o),
á carretadas. No dejo por eso de confesar que su
tradui;i;iua ys buena por lo regnlai- ; pero este mérito '» Alude & EiAmo erw*«o,
CT^vi BOSQUEJO HISTÓRICO CIIÍTÍGO
ductor entonces muv conocido, de varias obras dramáticas francesas. Por aquellos tiempos
lleíTÓ á desencadenarse la vena apológica de los españoles. Arriaza, cuyo humor chancero no
perdonaba cosa alguna, decia á finos del siglo (170G) : «Reina en la corte una plaga de fá-
bulas , como la pudiera haber de tercianas. »
Ko so requiere, para cultivar con fruto este génevo literario, ardorosa y alta fantasía; bas-
tan vivo ingenio, sencillo estilo, intención moral. No adornaban , por cierto, estas prendas
á la mayor parte de los que, así en Madrid como en las provincias, atestaban los periódi-
cos de aquel tiempo de triviales é insulsas fábulas. Uno de los fabulistas menos enfadosos de
aquella era es sin duda don José Af/nstin Ibañez de la Rentería. Soltura en la versificación,
naturalidad de estilo, en verdad prosaica, y cierta intención política, tan contenida y disfra-
zada cual lo exigía el sistema gubernativo de Carlos III, son las únicas circunstancias dig-
nas de atención en las fábulas originales de Rentería. Aquellas cuyos argumentos tomó de
otros autores, están por lo general escritas sin espontaneidad y sin gracia, y no fué en él poca
osadía escoger algunos asuntos tratados ya magistralmente por Samankgo. Era , no obstan-
te. Rentería hombre verdaderamente modesto, y escribió las fábulas, no para ganar nom-
bre , sino por mero pasatiempo. Samaniego, cordial amigo suyo, corrigió estas fábulas , é in-
dujo al autor á darlas á luz (1).
El Raposo, ima de las dos fábulas que con este título escribió Rentería (2) , fué tenida en 1788
poruña sátira política contra Floridablanca, escrita y propagada por la parcialidad del Conde
de Aranda. Corrían las copias de mano en mano hasta entre las damas de la alta aristocra-
cia. El honrado ministro, ó por cautela , ó mortificado con el emblema del raposo, intentó po-
ner en claro si la fábula era en efecto un manejo político de sus enemigos. El Superinten-
dente general de Policía, y hasta el Consejo de Castilla, intervinieron en la aclaración; pero
las dudas no se desvanecieron hasta que Samñniego, á quien se habia achacado la fábula, es-
cribió, desde Vergara, que era obra de un mozo muy aventajado y muy amigo suyo, residente
en Bilbao, «quien lo decia públicamente y muy tranquilo, por no envolver aquello malicia
ni arcano» (3).
La supuesta sátira perdió el aplauso al perder la malicia , y quedó reducida á lo que es en
8Í : una inocente fábula , poco merecedora de éxito tan ruidoso.
No inferior en mérito á Rentería, y harto semejante á éste en defectos y cualidades, me-
rece ser citado otro fabulista de aquella época, don Ramón de Pisón, ministro togado del Real
y Supremo Consejo de la Guerra, que, con el transparente anagrama Román de Pinos, im-
primió, á fines del último siglo, muchas fábulas en los periódicos de Salamanca y de Ma-
drid (4). Pero nada más diremos de este escritor; ni mencionaremos siquiera otros varios fa-
bulistas que, con menos prendas todavía que Rentería y Pisón, cultivaron el apólogo sin do-
naire , sin elevación , sin originalidad , sin hechizo alguno.
(1) Á. mego tuyo, y tal vez en mi daño, Fué publicada por primera vez en el Diario de
Mi3 versos publiqué J/aí?W(¿ del 4 de Agosto de 1788. Al año siguiente
[Faouias en verso castellano, por don Josó Agustín Ibañez de la . . . , , °
■lí<intoxis..-i^oija Y í^ivozí^s. El autora su amigo don Félix Ma- ^6 reimprimió en la colección de Fábulas en verso
ría Ue Sumaniego.— Fábula 1 .*, libro n , tomo ii. Impronta de Viilai- castellano , por don José Agustín Ibafiez de la Rente-
P^^-ío- 1'97-) ría. Imprenta de Aznar, 1789, pág. 109.
(2) Es la que empieza asi : (3) Historia del reinado de Carlos III, por don
De un loon poderoso, Antonio FeíTcr del Rio.
MtnlBtro principal era un raposo, /ix t ' i h i i- i
Por lo sagaz y astuto; (4) Las mas de ellas se publicaron después en
Orgullo como el hombre tiene el bruto ooleccion. Madrid , imprenta de Ibarra, 1819.
PE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVHI. CLYH
CAPITULO XIV,
Consecuencias antipoéticas de la reforma doctrinal. — Prosperidad del prosaísmo. — Olavide.— Salas. — Silva Bazan.
— Meras. — Olmeda. — Pichó y Rius. — Imperio de la égloga. — Artificio de la poesía campestre. — Su desnaturali-
zación,— Abuso de las clasificaciones doctrinales. — Poesía didáctica. — Eejon de Silva. — Moreno de Tejada. —
Enciso. — Pérez de Célis. — El padre Vaniére. — Poesía fruslera. — El bachiller Dueñas. — El Marqués de üreña. —
El Marqués de Méritos. — Regimiento de la Posma,
La reforma doctrinal , ejercida por una crítica estrecha y meticulosa , á fuerza de encare-
cer la llaneza y la claridad , y de hacer estribar una parte muy principal del valor poético en
el respeto á amaneradas formas y á clasificaciones arbitrarias , acarreó á la poesía la mayor
de las desventuras : el prosaísmo ; pero un prosaísmo cual no se había visto jamas. Montiano,
los padres Bimñel , Benavente , Isla , Montengon y otros poetas precursores del prosaísmo de
Triarte , procuraban , aunque las más veces sin fruto, dar á su estilo, cada uno según su fuer-
za y su índole , cierto color de ingenio. Ahora , temerosos de que el ingenio parezca como un
denunciador de gongorismo, despojan sin escrúpulo á la poesía de su fuego y sus galas. Y
claro es que haciendo descender el quid divinum á esta esfera humilde y rastrera , todo aquel
que manejaba mediana y aun malamente la prosa , se atrevió á subir al Parnaso creado por
los preceptistas , que de otro modo habría sido para ellos inaccesible.
El carácter histórico del presente estudio nos impone la triste tarea de recordar algunos
de aquellos poetas infelices. Interminable sería el catálogo; pero nos limitaremos á ciertos
nombres que alcanzaron extensa fama.
Uno de ellos es don Pablo Olavide , el célebre autor de El Evangelio en triunfo. En su ver-
sión castellana de los Salmos de David y de los Cánticos de Moisés , y principalmente en Los
Poemas cristianos, es la poesía de este escritor uno de los ejemplos más señalados del límite
inverosímil adonde puede llegar la llaneza prosaica y desmayada de aquellos que carecen
completamente del sagrado fuego de las artes.
Olavide era hombre de imaginación impresionable y de ánimo activo y emprendedor. El
tiempo que pasó en París en compañía del Conde de Aranda ensanchó el campo de sus ideas,
naturalmente inclinadas á la civilización y á las mejoras públicas , al paso que contagió no
poco su espíritu con las doctrinas escépticas y atropelladamente innovadoras que á la sazón
fermentaban en la nación vecina. Imprudente en sus conversaciones y tildado por sus opi-
niones poco ortodoxas en materia de religión , fué perseguido por la Inquisición , y preso
en 1776, siendo asistente de Sevilla y director y gobernador de las nuevas poblaciones de
Sierra Morena y Andalucía. Al oir que era declarado hereje en la sentencia leída por el fis-
cal , en un autillo celebrado el 24 de Noviembre de 1778, en el tribunal de Corte, á puerta
cerrada, pero ante sesenta personas de cuenta, no pudo sobreponerse á la amarga impre-
BÍon de vergüenza y acaso de remordimiento, y cayó desmayado del banquillo donde estaba
sentado como reo, con una vela verde en la mano (1). Esta terrible humillación de un hom-
bre grave y encumbrado, que había prestado grandes servicios al Estado, hubo de parecer
repugnante espectáculo á fines del reinado de Carlos III , cuando la Inquisición había ya
perdido su antiguo rigor y su desmedido poder, y tales procedimientos iban cobrando trazas
de anacronismo. Nadie dudaba de que Olavide, llevado de la amistad que le unía con Vol-
taire, Rousseau y otros filósofos franceses, y arrastrado por su imaginación aventurera, ha-
(1) Tenemos á la vista una relación circunstan- ros de Castilla; dos de Hacienda; de Indias, Órde-
ciada de este autillo, perteneciente á los papeles del nes y Guerra, uno do cada uno; tres oficiales de
obispo Tavira. «Presenciaron (dice) esto lastimoso Guardias , etc.. Salió sin la insignia del hábito de
espectáculo los duques de Granada, Híjar y Abrán- Santiago.»)
tes j los condes de Mora y de Corufia j tres conseje-
CLvni BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
bia sido ganado en parte por la secta incrédula de aquellos tiempos. Pero no tenía, en ver-
dad ni el ímpetu ni la convicción , ni la obstinación implacable de los verdaderos revolu-
cionarios. JS'inica lie perdido la fe , dijo muy conmovido ante el tribunal de la Inquisición , y
su conducta desde aquel momento patentizó que el viento del escepticismo no habia llegado
á arrancar de su corazón las sanas semillas religiosas que recibió en el hogar de sus padi*es.
E.\])atriado durante muchos años, y vuelto sin duda á su ser ordinario por la recia voz del
pasado escarmiento, escribió en París y en Venecia El Evangelio en triunfo, 6 el Filósojo
convertido, cuyo éxito en España fué inmenso (1), abriéndole en 1798 las puertas de la pa-
tria, donde le esperaba la más honrosa y lisonjera acogida de parte de la corte y de la
nación. Ya indiferente al favor mundano, quiso sepultarse , por decirlo así , en un pueblo de
Andalucía, donde pasó, ejemplar y olvidado, los últimos años de su vida.
Mucho tiempo antes , como si quisiera consagrarse al afanoso desvelo de una voluntaria ex-
piación , habia concentrado su ánimo en el santo cuidado de la salvación eterna y en la exal-
tación de las verdades de la religión. Este impulso místico y elevado no fué bastante á hacer
brotar la poesía de un alma donde Dios no la habia creado. En 1799 publicó en Madrid sus
Poemas cristianos. El Alma; la Providencia; el Mando; la Fe; la Confianza en Dios; el
Escándalo; la Conciencia; la Caridad; la Paz del Alma; la Esperanza; la Muerte: éstos y
otros semejantes son los magníficos asuntos que canta la helada musa de Olavide. No habi;i,
éste nacido poeta, y en balde se presentaban á su imaginación esos sublimes sentimiento-,
esos inefables misterios del cielo y de la tierra. En los veinte y cuatro poemas cristianos , esto
es, eu cerca de nueve mil versos (casi todos pareados), no hay un destello siqíiiera de alta y
noble poesía. Tienen la fe y la claridad del Catecismo ; pero nunca el color y el embeleso
de la inspiración. El prosaísmo de Olavide tiene un poder avasallador. Hasta los Salmos de
David y los Cánticos de Moisés pierden, bajo la pluma de Olavide, su encanto, su elevación y
su grandeza (2).
Mas ¿por qué admirarse? Olavide se proponía deliberadamente escribir versos incorrectos
V descoloridos. El mismo lo dice sin rebozo en estas palabras :« No ha sido mi designio hacer
versos correctos y brillantes , y por eso no he pedido á la poesía me prestase sus hermosos co-
lores y sus imágenes atrevidas. Estos adornos serian extraño? y nada oportunos para deco-
rar grandes verdades» (3). ¡Y esto lo dice un traductor de los cánticos sagrados de la Bi-
blia! Si así piensa, ¿por qué no escribe en prosa? ¡Singular poética la que proscribe de la
poesía sagi'ada las imágenes y los colores; la que, en una palabra, intenta despojar de poesía
á la poesía misma.
No menos famoso que Olavide , si bien por más modesto camino, llegó á ser el popular
poeta Salas.
Si levantar el pensamiento á los espacios ideales, dando con el fuego de la fantasía luz^
ímpetu y color al mundo de la materia y al mundo del espíritu , constituye la magia divina
y seductora del poeta , nadie es menos merecedor de este noble dictado que el excelente y
virtuoso capellán mayor de la real casa de llocogidas de Madrid, don Francisco Gregorio de
Salas.
Amaba apasionadamente á la naturaleza , la buscó en el campo con deleite , é intentó can-
tarla toda su vida, pero siempre con desdicliado éxito. Moratin áice que Salas copió á la na-
turaleza, pero no supo hermosearla. | Lengtiaje y preocupación de los humanistas del siglo
último! Salas no vio, en verdad, de la naturaleza sino la parto trivial y prosaica. Si hubie-
(1) En menos de dos años so hicieron ocho cdi- Como un inútil vaso, y han tenido
Ciones de esta obra. '''' '"'^°' '^^ docírmelo en mi cara ,
,_^ ,,' • 1 , 1 1 • -1 1 i'i Pues no Ixay injuria que no me hayan dicho.
(2) Véase un ejemplo, tomado, abriendo el libro (Salmo xxx.)
al azar, del Salterio español de Oliivide : (3) Poemas cristianos. Madiid, imprenta de Do
Iodos m« miran como i vaso roto, bJado j 1799. Véase el prólog-o,
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL CLIX
; ran existido en su alma, siquiera en cantidad escasa, las facultades ideales del verdadero
poeta , no hubiera tenido que hermosear la naturaleza ; le habría bastado con comprenderla j
retratarla.
El Observatorio rústico, del cual se hicieron diez ediciones , principal título de la fama de
' Salas , es un monumento singular de vulgaridad y de pesadez. En vez de sensaciones delica-
I das, de imágenes brillantes, de emociones de admiración y de entusiasmo, no hay en aquella
larga y fatigosa égloga sino meras descripciones. Y ¡ qué descripciones ! Incapaz de discer-
nir lo bello, lo grande y lo ideal, Salas lo acepta todo como fuente de deleite poético, y afano-
so é imperturbable , se limita á formar una serie interminable , no siempre bien trabada , de
impresiones, no sólo triviales ó rastreras, sino á veces de la más ruin naturaleza. El rebuzno
del burro, el excremento de las vacas, la asquerosa tarea del escarabajo, un cerdo en el bo-
zadero, una ensalada, im fraile arreando ima muía; todas estas imágenes y otras muchas, re-
pugnantes , ridiculas ó insignificantes, que el verdadero poeta aparta instintiva y apresura-
damente de la imaginación , son á los ojos de Salas otros tantos atractivos que constituyen
el hechizo de la vida del campo (1).
El título de Observatorio rústico da indicio del espíritu con que fué escrita esta obra can-
dorosa. Puede inferirse que el poeta no iba á cantar la sensación intensa ó inesperada que
mueve el corazón ó levanta la fantasía. Su propósito era observar. Así es que, en vez de sen-
tir y cantar, describe y copia, sin omitir impresión alguna, por vil , prosaica ó desagradable
que fuese. Diríase que buscaba el autor, en sus versos , antes que el entusiasme de un poema,
la exactitud de un inventario.
Corrigiese algún tanto de su chabacana llaneza en la égloga titulada Dalmiro y Silvano.
Salas es siempre en ella el hablista castizo , el versificador abundante, que siente poco y des-
cribe por demás ; pero hay á veces en las descripciones mismas ternura , candida sencillez y
cierta gracia y facilidad que cautivan. En la poesía de carácter burlesco y familiar es donde
Salas despliega más su ingenio, que, á decir verdad, nunca raya muy alto, ni se muestra em-
prendedor ni ambicioso. En suma , las poesías de Salas tienen valor muy escaso, y sólo puede
explicarse la grande fama del poeta por las nobles y simpáticas prendas del hombre.
Sin embargo, el prosaísmo podía ir más allá. Uno de los que lo llevaron á su último límite
fué el ilustre caballero don Pedro de Silva Bazan , bizarro militar que se hubo como cuadra-
ba á su nombre en la malograda expedición de Argel, y fué después patriarca de las Indias é
indí^íduo déla Junta Central. Este varón, digno y estimable por innumerables títulos , amaba
apasionadamente las letras , y profesaba á la poesía la más estéril y desventurada afición. A
tal punto le había negado la Providencia el precioso don del sentimiento poético , que puede
decirse, sin asomo de paradoja, que sus\ersos son más ^^rosáicos que la prosa misma.
Puede dar de ello testimonio la égloga que leyó en la academia de San Fernando , siendo
(1) Podrían acusarnos de exagerados si no probá-
eemos lo que aquí decimos. Véanse los siguientes
ejemplos, que, hasta por su tono de aleluyas de mu-
chachos , parecen una parodia de la poesía campes-
tre :
Despierto con descuido
Al inocente ruido
Del desvelado canto de algún gallo,
Animoso relincho de un caballo,
Eebnzno de algún burro,
Al gorjeo y susurro
Del gorrión , vencejo y golondrina ,
Y al goli» con qne cíeme nna Tecina.
El pastor en la cumbre
Busca , para la lumbre,
Jjas más secas boñigaa,
Carcomidas de insectos y de bormigaa.
El borrico rebuzna , ladra el perro,
Y algún guarda vocea desde un cerro.
El feo escarabajo, reculando,
Bolas que fabricó lleva rodando.
Hoza el cerdo en el lodo ,
Be baña en él y se humedece todo.
Las verduras y frescas ensaladas
Por mi mano plantadas ,
Que por las tardes tomo,
Y bien aderezadas me las como.
Cuál arrea la mnla de una noria.
Cuál á su tiempo busca la achicoiriAf
CLX BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
exento de la compañía española de Guardias de Corps. Hé aquí cómo empieza á hablar
uno de los pastores de la égloga :
Salicio, no me es lícito quedarme; . Porque yo , al ausentarme,
Les dije que á la siega volverla;
Y aunque no es culpa mia,
Las espigas doradas
Estarán en la era ya trilladas
Pues, en un año que dejé mi aldea,
Nada sé de mi madre
Ni de mi anciano padre,
Y esta noche es preciso que los vea ,
Que ya sin duda deben aguardarme;
La carta más descolorida no suele llegar , en su estilo, á este grado de insulsez y frialdad.
Esto deja atrás á la desmayada frase de Salas, de Olavide y de Montiano, que también leyó
xma égloga semejante en la misma academia de San Fernando, el año de 1751.
«La música (dicen las actas de la Academia) preparó la atención para oir con mayor de-
leite la égloga de don Pedro de Silva. )) El éxito fué completo, y tul el entusiasmo del coa-
curso y de la Academia, que ésta nombró al poeta, en el acto y por aclamación, académico
de honor.
Este es uno de los muchos ejemplos que ofrece la historia literaria del imperio de la
moda , y de los errores estéticos de cada edad. Ridicula era, ciertamente, la moda conceptuo-
sa ; pero al cabo en ella , si bien descaminado , se traslucía á veces el ingenio , en tanto que en
el prosaísmo extremado de aquellos tiempos no cabian ni color, ni emoción, ni vuelo, ni
imágenes , ni el menor reflejo , en fin , de lo que constituye la belleza poética.
Sólo comparable , en falta de numen , con su contemporáneo y paisano el Conde de Torc-
no , autor de La muerte de Abel , de Doña Blanca de Borhon y otros perversos poemas , don
Ignacio de Meras, ayuda de cámara del rey Carlos IV, cultivaba la poesía con un inexplica-
ble engreimiento, que contribuyó á que su nombre sonara , aunque sin gloria , entre los poe-
tas de fines del último siglo (1). Este caballero asturiano, que escribió una oda contra la va-
nidad, y que se creia modesto, no dudó nunca, sin embargo, de que Diosle habia concedido
la llama de la inspiración y de que su nombre estaba destinado á la inmortalidad.
Tineo me dio el ser; filosofía.
Desengaños y honores debo á Mantua,
Y á mi trabajo eterna nombradía :
éste es el orgulloso epígrafe que estampó Meras al frente de sus Obras poéticas , provocando
de este modo la risa de sus contemporáneos. Así empieza una composición que escribió en
celebridad de los desposorios de los Infantes de España y Portugal :
Mi plectro humilde, quS dichosamente
Logró la protección , logró el amparo
Del tutelar y padre prodigioso
De las nueve lunjbreras del Parnaso
Bastan estos cuatro versos para dar idea de lo que era Meras como poeta y como versifi-
cador, y asimismo de la incorregible manía de infatuarse con un inocente descaro, de que hay
pocos ejemplos en la historia literaria, donde han quedado tan abimdantes rastros de desvane-
cimiento y soberbia. Escribió Mercis obras dramáticas, odas, poemas heroicos; en todo es
siempre rastrero y vulgar hasta lo sumo. Dio alguna vez en escribir versos á la muerte de
personas queridas ó admiradas. Compuso infelices sonetos, que W^mo Sonetos fúnebres , k
Federico II, á Catalina II, á Feijóo, al general Ricardos, á don Ventura Rodríguez, al
impresor Ibarra y á otros célebres personnjes. Pero ¡qué mucho! Escribió versos á la muer-
te de tres de sus hijos y de su esposa, que áim no habia cumplido veinticuatro años, y no se
encuentra en ellos ni im acento conmovedor , ni un rayo de verdadera luz. La índole intelec-
(1) Hubo en la familia de Meras otros poetas, entre ellos un ciego.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIlt. CXXI
tual de Merds , como la de otros escritores de la escuela prosaica , es de carácter repulsivo
para la poesía. Ni la gloria enciende su mente , ni la teruiu-a hace palpitar su corazón.
Una composición de Meras , tan poco feliz como todas las suyas , tuvo, entre la gente in-
docta, cierto éxito pasajero, por referirse al uso de las cotillas, moda de aquel tiempo, extra-
" vagante por lo extremada, pero no más extraña ni censuraLle que algunas otras de nuestros
dias. Es una anacreóntica de más de doscientos versos , en la cual describe Merds las zozo-
bras Y molestias que ocasionaba á las señoras el violento ajustador llamado coiilla.
El público no advirtió ni la insipidez de la invectiva , ni la c:.travagancia del poeta, que sa-
tirizaba ahora en anacreónticas, como ya lo habia hecho en odas. Aplaudió entonces, porque
sólo vio en Meras el censor de una costumbre de que el pueblo se reía y que la ciencia con-
denaba (1).
Don José de la Olmeda es otro de los que se atrevían á escribir versos porque imaginaban
que la poesía consistía en la sensatez y en la llaneza. Tenía sin duda al vigor y al entusiasmo
por cosas arriesgadas en las letras ; así es que sus obras causan hastío y fatiga en vez de emo-
ción ó deleite. Hay entre las poesías de Olmeda un romance endecasílabo, de más de qui-
nientos versos, sembrado en verdad de ideas nobles, religiosas y patrióticas (2), Pero ¡qué
desmayado estilo! La cordura sola no basta á animar los escritos, y el calor de la idea se
desvanece con el hielo de la expresión. Así habla Olmeda para ensalzar la industria española :
Ya puede competir Guadalajara
Con la fábrica inglesa de Lancáster,
Y las de Talavera, León, Toledo
Se aumentan con vistosas variedades
Y ¿ era esto pulsar la lira , según el lenguaje convencional de aquel tiempo ? Esto es una
usurpación de la prosa, es parodiarla; porque la asonancia y la medida no sirven aquí sino
para hacer más visible la pobreza de la expresión y la desnudez de la frase.
Pongamos término á esta poco gloriosa reseña con el nombre del doctor don Pedro Pichó
y Pilis, profesor de ciencias matemáticas en el Peal Seminario de Nobles educandos de Va-
lencia. Su prosaísmo supera al de los más desmayados versificadores , y llega en esta parte
al último punto que puede concebir la imaginación. Inspiróle su extraviado gusto la idea sin-
gular de traducir en versóla Introducción d la sabiduría, breve tratado de moral, de educa-
ción y de higiene , que escribió en latín el insigne varón Juan Luis Vives (3). Esta es una
de aquellas obras recomendables por su sana moral , pero esencialmente reñidas con la poe-
sía. Francisco Ccrcdntes Salazar y Diego de Astudillo la habían traducido en prosa. Pichó y
Pius imagina que, convertido aquel modesto y sencillo tratado en un poema, cobrarían ma-
yor realce y valor las máximas de sana moral y cristiana virtud que contiene :
He elegido (dice) la especie de verso comunmente llamada silva; metro dulce, corriente, armonioso,
lleno al mismo tiempo de majestad y grandeza.
Majestad y grandeza hay en algunas máximas morales y filosóficas de Vives; pero por
desgracia pierden lo uno y lo otro con la entonación trivial y helada de los versos de Pichó.
Deja éste atrás el prosaísmo de Montengon , de Silva y de Olavide. Hé aquí una muestra del
punto á que se atreve á descender Pichó en la entonación poética , que él intenta hacer ^mn-
de y majestuosa :
(1) Un profesor de medicina y cirugía, don Ma- dolorosas, por cuya causa sobrevienen enfermeda-
riano Martínez Galinsoga, escribió una obra, enea- desn, etc.
minada á probar que la «compresión ocasionada por (2) En elogio de las discípulas de las cuatro es-
las cotillas pone en tormento las entrañas del vien- cuelas patrióticas (1782).
tre inferior, las extrangula, las hace perder el sitio (3) Esta traducción se publicó en Valencia, el
y mudar de figura, y que así las operaciones de di- año de 1791.
fbos órgauos deben ser precisamente imperfectas y
CT,xii ÉOSQUEJO HlSTÓmcO CRITICO
Las manos , pues , y rostro tú procura
Lavar con agua fresca
T enjugar con toalla blanca y pura.
Y también la cabeza ,
Los oídos , nariz , ojos , sobacos ,
Por do escoria despides,
De limpiar á menudo no te olvides.
Ten de lavar los pies igual cuidado,
Y mantenerlos con calor templado.
Ejemplos de tan increible ineptitud poética podrian presentarse á millares. Pongamos el
último. Así empieza un poema descriptivo , en octavas , á la proclamación de Carlos IV en
Toledo (1789) :
Sabida la real orden de que el día
Diez y siete de Enero se aclamara
A nuestro soberano, tu alegría
En tus disposiciones se declara
¡Para cuándo dejan la prosa estos profanadores de la poesía !
Á esta prosperidad del prosaísmo en el último tercio del siglo xvili corresponde el aliinco
con que los malos poetas cultivaban , sin tregua ni concierto , varios géneros de poesía artifi-
cial , prescritos en las poéticas con caracteres determinados. Boileau , comparando ingeniosa-
mente el idilio 7 la égloga á una pastora que en los dias de fiesta se engalana con flores, y no
con rubíes ni diamantes, liabia aconsejado el estilo humilde en la poesía campestre (1). ¡ Qué
cómodo asidero para los copleros que no se sentían con aliento para subir á los espacios del
estilo sublime! La poesía cayó bajo el imperio de la égloga ,. y se hizo de todo punto falsa y
ridicula ; pues lo extraño es que estos amigos de las clasificaciones doctrinales las desnatura-
lizaban á su sabor. La anacreóntica , por ejemplo , destinada por los preceptistas á cantar la
dulce alegría del amor y de los placeres , es empleada por el padre Báguena para disertar
mhre El hombre con relación á la sociedad. La moda de las églogas, especialmente, indujo
hasta á los hombres de más claro talento á caer en impropiedades monstruosas. Para cantar las
glorias de las artes , en la distribución de premios de la academia de San Fernando, de 1754,
escoge Montiano una égloga, j Qué ceguedad crítica la de aquel tiempo ! Montiano , que se
afana por hacer recobrar á las letras la cordura perdida , no ve cuan insensato es que rudos
pastores se entretengan con sabias y elevadas pláticas, en que rivalizan la einidicion y el tono
elevado. Hay en esta égloga un pastor Menálcas , diserto y erudito, que habla de las artes de
Poma, Atenas y Palmira, y deja atrás en magisterio estético á los mismos académicos de
San Fernando.
Huerta quiere celebrar asimismo la distribución de premios de la academia de San Fer-
nando (2), y tampoco le ocurre forma más adecuada para este objeto que una égloga. Hu-
mildes pescadores, aterrados poruña tempestad que ha destrozado la barquilla de uno de
ellos, serenados de improviso y llenos de intempestivo gozo, empiezan á cantar en primoro-
so estilo, acompañados del caracol marino, no las emociones del mar ni los hechizos de la
ribera , sino ¡ quién lo diría ! las excelencias de las nobles artes y los títulos de Carlos III á
los aplausos de la historia. Aquellos toscos pescadores hablan de Trajano y discurren docta-
mente sobre la arquitectura, el grabado, la pintura y la escultura, como quienes se hallan
familiarizados con sus procedimientos mecánicos, con su trascendencia histórica, con su ob-
jeto útil ó glorioso. ¡ Pobre literatura la que trastorna ridiculamente las ideas , la que desco-
noce la sana inspiración de la verdad, la que llega hasta lo absurdo, subyugada por el poder
de la rutina !
Como el tono humilde de la égloga y su llanísima estructura ponían la poesía al alcance de
todo el mundo , resiütó de aquí que cualquiera se metía á poeta , y que todo se cantaba en
(1) . . . ¡ t . . i . . ¡ Ét n'alme poiní torguell ctun vers présompfuetis.
Tetle, aimahle en son air, mais humble dans son style , (L'A/t poétique , canto O.)
Doit éclater sans pompe une elegante idylle.
Son tour simple et niii/n'a ríen de /asíueux, (2) ActaS de la academia (1760).
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIH. CLXIIf
églogas , "hasta las cosas más apartadas del campo y de sus apacibles j risueños deleites. Las
bellas artes, un casamiento aristocrático (1), la muerte (2), la guerra (3), ¿qué cosa no se
creyó entonces adecuada á la poesía campestre? Verdad es que de la impropiedad de pastores
cultos, sabios y disertos , Virgilio mismo les babia dado ejemplo. En la égloga iv, PoZ¿ow, le-
vanta el tono hasta la profecía histórica; la égloga V, Dáfnis, es una apoteosis figurada de
César ; la égloga vi, Sileno, es un cuadro bellísimo de la filosofía de Epicuro. ¡ Qué asuntos
para la candorosa ignorancia de los rabadanes y de los pastores! Y por cierto que el poeta
latino dice , al principio de la última égloga citada, que, al ir á cantar reyes y combates,
Apolo le tiró de la oreja, diciéndole : «Títiro, cuadra al pastor apacentar rollizas ovejas y
recitar sencillos versos.» Y ¿de qué manera atiende Virgilio la advertencia del dios? compo-
niendo una de las églogas de más exquisita estructura, de más recóndito sentido, de versifi-
cación más esmerada , y , por decirlo así, más académica, que ha producido literatura alguna.
Boileau no advertía sin duda que recomendar, como lo hizo, por una parte, las bellas églo-
gas de Virgilio como el gran modelo de la poesía campestre , y prescribir , por otra , en ellas
el estilo llano, humilde y candoroso, era incurrir en una contradicción de doctrina. Pero no
debe extrañarse mucho que los poetas del siglo xviii , cuyo dogma de la imitación en las ar-
tes venía á parar* en que imitaban, antes que á la naturaleza, á los modelos consagrados del
arte mismo, adoptasen la égloga como un medio fácil, aunque impropio, de cantar cuanto
venía á sus mientes.
En lo que ni Virgilio , ni Boileau podían servirles de escudo ó de disculpa es en esa in-
sulsa metafísica de amor que emplean los amartelados zagales de las églogas italianas , fran-
cesas y españolas. Garcilaso, por un privilegio del cielo, sabía hermanar ó, mejor dicho,
amalgamar, con habilidad peregrina en sus églogas el artificio de visibles imitaciones de la
poesía latina é italiana con los deliciosos y sencillos acentos de la ternura verdadera , mien-
tras que los poetas bucólicos del siglo xviii no aciertan á cantar sino los frios ardores de im
amor falso, prolijo y enmarañado, que no tiene ni sensibilidad ni gracia.
Más aceptables son , como más verdaderas , las groseras imágenes , hijas de una civiliza-
ción materialista , que constituyen los requiebros que los pastores dicen á las zagalas en las
églogas del paganismo. En las obras de Teócrito , de Virgilio y de otros poetas bucólicos de
la antigüedad, las Galateas y las Amarilis son más dulces que el tomillo hibleo, más blancas
que la leche y el queso, más hermosas que la hiedra blanca, más delicadas que un cordero,
más altivas que una ternera, y sus carnes más lisas y apretadas que el agraz. No pudiendo
un galán moderno decir piropos de esta laya á falsas pastoras, que se pagaban más de un
madrigal que de un elogio natural y sencillo , forzoso era apelar al ingenio , ponerlo en pren-
sa , y decir cosas extravagantes y alambicadas. El mismo Boileau , en uno de esos felices
instantes , que solia hallar en la sátira, en que no ofuscaban su elevado talento las preocupa-
ciones seudo-clásicas del preceptista , se burla con sal ática de las églogas cortesanas y de
su bucólica ternura :
Viendr ai-je en une ég logue, entouré de troupeaux^
Au milieu de París enfler mes chalumeaux ,
Etdansmon cabinet, assis au pied des hétres,
Faire diré aux échos des sottises champétresf
Faudra-t-il de sang-froid, el sans éire amoureux,
(1) Manzanares. Égloga epitalámica , con moti- El Albino. Églogn ala muerte del Duque de Al-
vo de los desposorios de doña María del Pilar Silva ba, por don Pedro do Salanova.
y Palafox, hija del Duque de Híjar, con el Conde (3) Títiro. Égloga epinicia 6 poema triunfal en
de Aranda ; por don Miguel García Asensio. elogio del bombardeo ejecutado contra Argel por el
(2) Los Pastores de Macharavialla. Égloga á la excelentísimo sefior don Antonio Parceló, teniente
muerte del excelentísimo señor Marqués de la So- general de la real armada, en 1783; por don Pedro
ñora ; por don José García de Segovia. de Salanova.
CLSIT? BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
Pour quelque Iris en Vair ^fairele langoureuXy
Luí prodiguer les noms de Soleil et rf'Aurore,
JSt toujouTS bienmangeant, mourir par métaphoret (1).
No bastaban estas lecciones. La moda era más poderosa que el buen sentido. Continuaban
gimiendo con místico primor, en las églogas, los enamorados zagales, dando á los lectores
tentación de exclamar , como el cura de Cervantes al topar con el pastor de Fílida en el
donoso escrutinio: «No es ése pastor, sino muy discreto cortesano.»
Las clasificaciones doctrinales han sido por lo común manantial de poesía enfadosa j ama-
nerada, y es triste ver á un Quintana, que no quiso poner nombre á sus magníficas compo-
siciones líricas, enredado en estudiar si hay ó no diferencia entre la égloga y el idilio (2).
Uno de los géneros de poesía más autorizados por ilustres ejemplos, y menos defendibles an-
te la razón y el buen gusto, como contrario á la índole de la verdadera poesía , es el género
didáctico. Pintar, sentir, soñar: ésa es la poesía; pero ¡enseñar/ Nada hay en el mundo más
laudable y meritorio; mas al propio ticm])o nada de más prosaico y enfadoso linaje. Lucrecio,
tan admirable y vigoroso, desciende á la tierra, del cielo poético en que vive , cuando analiza
y explica con el minucioso , inflexible , descarado y hasta rei)ugnante realismo, como se dice
ahora, las causas y fenómenos de la reproducción de las razas (3). Aquí la poesía está subor-
dinada á la ciencia, y la poesía se degrada cuando, desmintiendo su noble esencia, llega á
ser un mero arreo con que la prosa se encubre y se engalana. Virgilio mismo, en sus incom-
parables Geórgicas, no es más que un versificador brillante y esmerado cuando habla de la
cría caballar, de las enfermedades de los animales y de otras cosas útiles, pero de carácter ab-
solutamente rastrero. Y si Lucrecio y Virgilio son poetas de alta ley en sus obras didácticas,
es porque á cada paso sus versos dejan de ser didácticos y adquieren el arranque lírico, la
conmoción moral que les inspira la contemplación de las bellezas de la naturaleza , sus mis-
teriosas leyes , su inefable armonía. Cuando mueve su esj)íritu la hermosura de algún objeto,
no describen como sabios ; pintan como poetas. Recuérdese , por ejemplo, la viva y valiente
descripción que hace Virgilio del caballo (4), parafraseada con tanta elegancia y gallardía
por Pablo de Céspedes en su poema de La Pintura.
Pero ¿qué es la poesía didáctica en manos de aquellos que carecen del numen soberano,
que se sobrepone involuntariamente á las prescripciones de las poéticas ? Ya lo hemos visto
en el poema de T-ja Música , de Triarte.
Éste á la sazón ruidoso ejemplo alentó á escribir enfadosos poemas didácticos á hombres
que ni siquiera tenían la facilidad , la cultura , la instrucción y el ingenio de aquel ilustre fa-
bulista.
Don Diego Rejón de Silva, caballero murciano, oficial de la primera Secretaría de Estado,
hombi'e estimable y laborioso, cultivador perseverante de las artes y de las letras, dio á luz,
en 1786, La Pintura, poema didáctico, de aquellos que ni enseñan ni deleitan (5). La poe-
sía y la pintura constituían el recreo de su vida. Dos años antes habia publicado en la Im-
prenta Real una traducción anotada del Tratado de la Pintura , por Leonardo de Vinci , y
de los tres libros que sobre el mismo arte escribió León Bautista Alberti. — En 1788 dio á
luz en Segovia un Diccionario de las Nobles Artes, obra enteramente original y de no escasa
importancia , por hallarse autorizadas las voces técnicas con textos españoles.
Menos desmayada que el poema La Pintura es su fábula Céfaloy Prócris, en octavas joco-
serias, escrita en las mocedades del autor (1763); obra desaliñada y conceptuosa, pero no
exenta de desenvoltura y donaire. No es de presumir que intentase Rejón de Silva emular en
(1) Sátira ix. (5) Llegó á ser Mejon de Silva individuo de la
(2) Variedades de Ciencias, Literatura y Artes, Academia Española. Murió en 1796. Habia publica-
tomo tercero ; Madrid, 1804. do Aventuras de Juan Luis, historia divertida, etc.
(3) De rerum natura, libro IV. Ibarra (1781).
(4) Geórgicas, libro iii.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIl. CLXV
SU fábula , ni la célebre comedia burlesca de Calderón, Céfalo y Prócris , ni el poema que con
el mismo título publicó en 1639, entre sus Rimas varias, el licenciado de Antequera Jeróni-
mo de Porras. La fábula escrita por Rejón de Silva , aunque amena , no es más qiie el des-
ahogo de la musa atrevida y juguetona de un mancebo, y no merece que la ¡posteridad pare
su atención en esta obra, que sólo tiene mérito escaso y relativo.
Una de las señales más patentes del gran impulso civilizador que recibió la nación españo-
la en el reinado de Carlos III, es el ardor y el espíritu analítico con que se cultivaron enton-
ces la pintura , la escultura y la arquitectura. No bastaba la crítica elevada de los Mengs , de
los Pons , de los Cean y de los Jovellanos; la poesía aspiraba á tomar parto en la propaganda
docti'inal de las ai'tes , y si bien rendía con ello á estas mismas artes un homenaje de admi-
ración y de entusiasmo, caia en un error poético fundamental.
Don Juan Jfoi^eno dé Tejada, grabador de cámara, otro poeta que se hallaba todavía más
distante que Rejón de Silva del vigoroso sentimiento poético de las artes , que habia animado
las hermosas octavas de Pablo de Céspedes , en vez de emplear su voz cantando en versos lí-
ricos las maravillas de la pintura , se dejó llevar de la general manía de las composiciones di-
dácticas, y escribió un poema erudito, pero glacial, Excelencias del pincel y del buril, con el
cual nada ganaron el arte y la poesía (1).
Toda la ambición de estos poetas sin poesía se cifraba en imitar á Liarte , tomando por
dechado una de sus obras menos afortunadas. Pero ninguno blasonó de ello con tanta clari-
dad como don Félix Unciso, autor del poema didáctico La Poesía. «La música, exclama, ha
tenido un Liarte. ¿Por qué su hermana, la poesía, no logrará igual suerte?» Mientras más
noble y poético era el asunto, más triste era el fruto que de él sacaban estos menguados ver-
sificadores. ¡No fué esta vez la mala suei-te de Ivi poesía no encontrar un Liarte, sino dar con
un Enciso!
Otro poema de aquellos tiempos, tan lleno de presunción como falto del numen lírico que
anima á veces estas obras didácticas , es la Filosofía de las costumbres , del par/re Pérez de Ce-
lis, especie de tratado de moral, en veinte silvas, con más de diez mil quinientos versos, es-
critos en el más trivial y rastrero estilo. Pero ¿á qué cansarnos en una enumeración que se-
ría interminable? Ni Los Aires fijos, del arcediano Vierta y Clavijo; ni Las Termas de Ar~
chena, poema físico de Ayala; ni ninguno de los poemas de esta especie, inspirados por espíri-
tu de rutinaria imitación , pertenecen en verdad á la poesía que sabe idealizar las impresio-
nes de la naturaleza.
El género didáctico, lo repetimos, si alguna vez , á pesar de su prosaica índole , ha produ-
cido bellezas de pormenor, como acontece , por ejemplo , en las Geórgicas portuguesas de Luis
da Silva Mozinho d'Albuquerque , fácilmente degenera en monstruosidad poética cuando
cae en manos de la medianía. Aquellos que no saben comprender ni sentir la noble y espiri-
tual esencia de la poesía, atrepellan , sin caer en ello, las leyes eternas del buen gusto, escu-
dados con los fueros de la didáctica. ¿Qué mayor prueba que el carácter irremediablemente
antipoético de los asuntos de muchos poemas didácticos? El arte de preservar la salud (2); El
Ajedrez; El Gusano de seda (3); El Anfiteatro médico (4); Las Aguas minerales (5); Los veinte
concilios generales (6); El Arte de confitar (7) : estas y otras materias de prosaica enseñanza han
sido vanamente vestidas con los atavíos exteriores de la poesía. Si Virgilio mismo tiene que
descender de su divina esfera para explicar en verso circunstancias vulgares de la vida rús-
tica, ¿cuánto no ha de repugnarnos el jesuíta francés Jacques Vaniére detallando en su poema
(1) Publicó también una composición poética (3) Estos dos poemas son del célebre preceptista
Al mérito de Alfonso Giraldo y Bergaz, escultor Marco Jerónimo Vida.
de cámara de S. M. y director de la academia de (4) De Le Camus,
San Fernando. (5) De Ségault.
(2) DQAmstrong. (G) Do Salanova.
(7) De Lebruiit
I, Ps.-xvm, ^-
CLXVI BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
La Casa de campo, especie de cartilla agraria, admirada en el último siglo casi al igual de las
Geórgicas del poeta romano, los requisitos de los estercoleros , y el modo de salar el tocino y
de curar los tumores y la sarna de los bueyes y de los cerdos? (1), Esto es hacer agravio á
la poesía verdadera , y á tales desvíos del sentimiento poético conduce el abuso de las clasifi-
caciones.
Todavía cabe descender en la escala de la poesía. Estos desmayados poemas didascálicos
llevaban al cabo im fin provechoso. Pero hubo algunos hombres de ingenio que , sin eleva-
ción de miras, sin estro y sin entusiasmo, escribian fútiles versos, que, aunque desprovistos
de intención , de gala y de fuego, eran aplaudidos por una parte de la sociedad , indiferente
ó frivola. A esta literatura pueril y chusca, que podría llamarse literatura de la fruslería,
pertenecen algunos de los escritos de Nieto Molina, de quien ya hemos hablado, y del bachi-
ller Alejo de Dueñas. Fué el nombre completo de este semiencubierto poeta, don Juan Manuel
Alejo Manzano, Trigueros, Dueñas y Lujan. Nació en Madrid, por lósanos de 1740. Estudió
gramática y retórica en el colegio de jesuítas de Ocaña , filosofía en Sigüenza , leyes y
cánones en Alcalá de Henares, donde se graduó de bachiller. Vivía en 1790. Residió en
Madrid, dedicándose exclusivamente á la literatura, con el auxilio de la excelente librería
que le dejó su padj-e don ]\Ianuel , curioso en esto, como en reunir pinturas y otros objetos
preciosos. Encubierto con esta especie de seudónimo, compuesto de bu tercer nombre y de
su tercer apellido, gozó de cierta fama. Pocas obras serias conocemos de este festivo poeta,
y éstas nos parecen amaneradas y triviales. En la poesía burlesca y satírica demostró fa-
cilidad V cierto donaire. Publicó varias poesías sueltas en las revistas y periódicos de su
época (2). Un cuento suyo, escrito con gracia y naturalidad, y con la pretensión de imitar á
Lope de Vega , se insertó en el Memorial Literario (3).
La obra del bachiller Dueñas que alcanzó mayor éxito , es el poema Dánae , ó la crianza
mujeril al uso. Lo publicó en Pamplona , el año de 1787, llamándose semipoeta, lo cual cayó
al público en gracia. Su objeto es moral , y se columbra que intentó imitar el estilo de las
obras jocosas de Quevedo.
Con mayor razón que estos dos ingeniosos escritores que acabamos de mencionar , mere-
cen ser contados entre los poetas frusleros , por el poco trascendental sentido de sus versos ,
otros dos hombres de vaha : el Marqués de Ureña y el Marqués de Méritos.
Ilustradísimo, respetable y simpático, distinguíase notablemente por aquellos tiempos el
de Ureña. No había nacido poeta, pero escribía versos, porque estaba dotado de uno de esos
entendimientos flexibles é incansables que todo lo abarcan y comprenden, y que no pueden
vivir sin tomar parte en todas las manifestaciones del progreso humano. Pintor, poeta, mú-
sico, astrónomo, físico, arquitecto, mecánico, hombre industrioso en grado eminente, con
igual diligencia y acierto se ocupaba en disecar legumbres y pastillas de carne para la nave-
gación, en dirigir la construcción de un edificio público, ó en labrar un órgano con sus pro-
(1) Véanse los libros IT, III y IV del Prmdium Hé aquí una muestra de la poesía del bachiller
rusticum, del padre Vaniere, que murió en 1739. Dueñas:
Este pesadíshno poema latiuo, ea diez y seis libros, ^ LA FORTUNA,
fué traducido al castellano y á otras lenguas moder- ^j^ _ criado.
nas. Ai — Léstnes, ¿no oyes llamar? ¿ Estás difunto?
(2) Ademas, Rasgo épico en obsequio del excelen- Mira quién es, que asi nos importuna.
,, . -7J-. 7^1 7 -I C. — I Válgame Dios ! señor, doña Fortuna.
iisimo señor don Bernardo Galvez , por la conquista ^_^ ^^ excelencia en mi casa! Qne entre al pnnto;
de Panzacola. — Elegía en obsequio del excelentísimo ■ Pero aguarda un poquito; que barrunto
señor don Martin de Galvez , presidente de Goatema- Q"^ nos viene á enjiañar sin duda alguna;
, , . T -r, TU- 1 • 1 i"-oo ^o Pues poner en los cuernos do la luna
la,¡wr la conquista de Roatan. lladnd , 1 /8á; en 4. ^ „„ ^^^^^^ y g^lt^^o es mucho asunto
(^Alvarez y Daena, tomo III, pág. 323.) C— No señor; que trae mandos, dignidadei,
(3) Marzo de 1788. No reimprimimos este cuento Empleos, bodas, brillantez y gala.
, _ ' . A. — Dila si trae quietud , si trae verdades,
en la JÍIBLIOTECA, porque no lo consiente lo poco c.— Me ha dicho que de balde no regala;
limpio del asunto. Qne con las dichas trae penalidades.
A. — Pues vaya su excelencia enhoramala.
DE LA poesía CASTELLANA EN EL SIGLO XYIIL clstii
pias manos (1) , que en pintar un cuadro , ó en componer una sinfonía ó un poema. A falta
de numen puro y elevado, de que en verdad no le habia dotado la Providencia, servia á Ute-
ña de inspiración el genial desembarazo y donaire de los andaluces. Sus poemas impresos son
de índole burlesca y no poco rastrera , y si la posteridad los recuerda , no es como obras dig-
nas, por título alguno, de aplauso y de renombre, sino meramente como curiosidades literarias,
que caracterizan al poeta y á su época. Uno de estos poemas festivos del J'íarqués de üreña
fué publicado en Sevilla, en 1784, encubriéndose el autor con el supuesto nombre de don Se-
verino Amaro. Está escrito en los versos llamados alejandrinos. El título es por demás pere-
grino y extravagante : JEl Imperio del jyiojo recuperado. El desenfado poco ático del asunto y
de las ideas, y lo premioso y monótono de la versificación, no alcanzan á ahogar del todo en
este singidar poema el ingenio vivo y satírico del Marqxiés de Ureña.
El otro poema es La JPosmodia , en cuatro cantos, por uno que lo escribió. Es una composi-
ción burlesca, en que siguiendo la chanza literaria del Regimiento de la Posma , que inventó
el Marqués de Méritos , coronel de este regimiento imaginario (2) , hace un elogio satírico de
la gente cachazuda y perezosa. En la portada hay, á manera de empresa, un elefante enjau-
lado , con este mote : IS'o sea que vuele. El poema A'ale muy poco , y diríase que el poeta ha
seguido al pié de la letra el pi'opósito , que en tono zumbón expresa en el prólogo , de no
enardecer su fantasía á fin de que el asunto y el estilo caminen de consuno. « Si tal vez , dice,
me acometía un asomo de lo que llaman calor poético , me santiguaba , como si fuera tenta-
ción , soltaba la pluma, y me abanicaba un tanto cuanto. »
La Posmodia está dedicada al citado Marqués de Méritos , como coronel de la Posma^ en un
Boneto que termina de este modo :
Bien se encrespen del mar las bravas hondas,
Ó ya tiemble la tierra , ó ya por luengas
Grietas de fuego arroje hediondas lavas,
Estos mis votos son, sin más arengas :
Tú mantente lo mismo que te estabas ;
Coronel , ni te vayas ni te vengas.
En un manuscrito , que tenemos á la vista, de este mismo poema, la dedicatoria está es-
crita en prosa. En ella apellida Ureíia al Marqués de Méritos « serenísimo y tranquilísimo
señor. »
En cuanto á poesía grave y elevada , poco conocemos del Marqués de Ureña. A juzgar por
las prosaicas Estancias que leyó en la academia de San Fernando, con motivo de la distribu-
ción de premios celebrada en 1787 , no habia nacido el Marqués para cantar asuntos que re-
quieren \nielo y entonación. En las estancias se trasluce el hombre sensato y erudito , pero
no el poeta. ¡ Cuan pálidas hubieron de parecer en aquel acto solemne , en el cual con sor-
presa y admiración fué leída la célebre composición de Mclendez que empieza:
Don grande es la alta fama ,
y en el cual asimismo , para que la ocasión fuese más memorable , se presentó Quintana , de
edad de quince años, á leer una oda , primicias de su noble ingenio !
Paisano y amigo del de Ureña, y como él, músico aventajado, fué el Marques de Méritos
uno de los hombres más dignos é ilustrados de su tiempo (3). Llegó á ser notable hablista,
(1) Diccionario de personas célebres de Cádiz, por
don Nicolás María de Cambiase.
(2) «El Marqués de Méritos, para acreditar la
legitimidad del título de coronel del regimiento de
la Posma, ideó hacer un viaje de Cádiz á Sevilla,
invirtiendü en él un año , pues se iba deteniendo en
el tránsito cuanto podia ; hoy en la hacienda de un
amigo , mañana en una población, etc., etc.» — {Nota
del señor don Adolfo de Castro.)
(3) Nació en Cádiz , en el seno de la prosperidad,
el 15 de Noviembre de 1735. Perlático, casi ciego,
viviendo de oculto para esquivar las pesquisas de la
policía francesa, que le perseguía , y privado de sus
rentas, murió en Madrid, el 9 de Junio de 1811. Fué
enterrado pobrísimamentc, y quedó confundido su
cadáver entre otros muchos, en el cementerio pú-
blico.
Mantuvo larga correspondencia epistolar con el
célebre compositor alemán José Haydn,
CLsviii BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
pero apenas merece ser citado entre los poetas , pues escribió pocos versos originales. Tam-
poco puede darse su nombre al olvido , porque contribu3'ó , con su amor á las letras y con su
sano criterio , á desterrar de la poesía la oscuridad y el amaneramiento. En su viaje á Italia
aprendió con tal perfección el italiano , que acabó por versificar en este idioma con la misma
facilidad que en castellano. Así lo demuestra la traducción italiana que, á ruegos de la Du-
quesa de Alba, hizo del poema de Arriaza, La Compasmi. Su ingenio era pronto y agudo, y
tal vez se habría dedicado el Marqués con mayor gloria al cultivo de la poesía, á no hallarse
engolfado de continuo en polémicas científicas y literarias, que absorbian y recreaban su
ánimo. El Marqués de Méritos fué quien hizo aquella natural y feliz traducción del famoso
epitafio burlesco :
Ci git Pyron , qui nefut ríen,
Pas méme acadé inicien.
Aquí yace Pirón, que nada era,
Ni académico siquiera.
Y lo recordamos aquí, no por el valor de obra tan insignificante , sino porque fué muy ce-
lebrada, y atribuida equivocadamente á Vargas Ponce.
La anécdota siguiente, referida por Cambiase, puede dar alguna idea del ingenio vivo y
desembarazado del Marqués de Méritos :
«En 1787 se dignaron los Príncipes de Asturias indicarle el deseo de que asistiese á las
lecciones de su hija la señora Infanta doña Carlota. Finalizados unos exámenes que delante
de toda la corte y del cuerpo diplomático sufrió la Infanta, se hicieron unos juegos de
prendas, y Méritos se halló, por sentencia dada contra él, en el duro caso de decir un favor
y un disfavor á la Princesa de Asturias , y de repente dijo :
Cuando habla Vuestra Alteza,
Tiene una falta,
Que aunque sensible á todos,
No la reparan.
¿Qué falta es ésa?
Es que acaba más presto
Que ellos quisieran.»
La Princesa, muy satisfecha, y queriendo sin duda poner en apuro el ingenio de Méritos,
le mandó cumplir la sentencia tres veces más. Méritos, lejos de arredrarse, siguió diciendo,
sin detenerse :
Tienes, yo lo confieso,
Mucho agasajo ;
Mas con él esclavizas
A los vasallos ;
¡ Cosa es de hechizo
Hacer de tantos libres
Tantos cautivos I
Que se guarde justicia
Quieres, señora,
y luego con gran gracia
Tú á todos robas :
Robas afectos,
Atenciones y arrobas
A todos ellos.
De disponer de haciendas
Y aun de las vidas.
Con arreglo á las leyes,
Eres muy digna ;
Mas ¡ de albedríos I
Señora , eso ya pasa
De despotismo.
Se dejaba arrastrar por el espíritu controversista de la época , malgastando en insustancia-
les contiendas la fuerza y el calor de tm entendimiento elevado. Yerros de don Juan Maru-
janen su traducción de la Dido de Metastasio (1) ; una traducción del conocido soneto, com-
puesto paraima iluminación de Luca, que empieza:
Era di notte¡ e non ci sivedea,
(1) Ésta contfoversia fué sostetiida en Cádiz por nimo de don Eugenio Sarmiento. Publicó con éste
el Marqués de Méritos ^ disfrazándose con el seudó- motivo dos opúsculos en verso, titulados, el uno/»»-
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIH. CLXrx
y el singular problema de si comieron ó no carne los hombres ante-diluvianos, fueron tres
cuestiones vigorosamente empeñadas y debatidas por Méritos , que llegaron á llamar la aten-
ción del público , y que pueden dar idea de la candorosa vehemencia con que en el siglo úl-
timo fueron cultivadas las ciencias y las letras.
El Margues de Méritos era hombre de humor festivo y muy dado á las bromas andaluzas.
Así puede inferirse del imaginario regimiento de la Posma , de que se declaró coronel, para
satirizar libremente la apatía y cachaza de algunas personas que, como el mismo Méritos
dice, con la cantinela perpetua de Mañana veremos, pasan los meses y los años en procrasti-
naciones continuas, sin llegar nunca al término que apetecen. Por fútil que parezca esta espe-
cie de \\\e<yo literario, merece ser recordado cuando se trata de desentrañar la vida intelectual
del siglo xviii, por el éxito singular é inesperado que tuvo la chanza del Marqués de Méritos;
chanza que duró más de medio siglo , que tuvo eco hasta en el palacio de los monarcas espa-
ñoles, y en la cual tomaron parte personajes graves del Estado. Fué uno de ellos el capitán
general de los reales ejércitos don Antonio Ricardos. Cuando se hallaba éste al frente del
ejército español que invadió el Rosellon, después de declarada la guerra á la república fran-
cesa, el Marqués de Méritos, siempre jovial y chancero, ofreció á Ricardos un refuerzo de
las pesadas tropas de la Posma. Cayó de tal modo en gracia esta humorada al esclarecido y
agudo general , que contestó á Méritos en-s^ándole unas instrucciones chistosísimas para el
servicio de los soldados auxiliares, parodiando las reales Ordenanzas, como era indispensable
para adaptarlas á la índole peculiar de la Posma.
Entre los papeles de Jovellanos (1) hemos visto una festiva carta del Marqués de Méritos,
en la cual copia un soneto italiano en cuatro versos, obra de don Nicolás Puccini, cadete de
Guardias de Corps , y se regocija con la poderosa razón que da este digno prosélito de la ins-
titución de la Posma para que su soneto no conste de mayor número de versos.
Hé aquí el soneto :
Santa poltronería^ nume graduó,
Degruomini piacer , gioja e diletto,
lo ti consacro questo mió sonetto,
Che per poltronería non ha finito
CAPITULO XV.
El prosaísmo desciende de su apogeo.— El canónigo Huarte.— Eodrigiiez de Arcllano.— Don Ramón de la Cruz.—
González del Castillo.— Poesía enfática.— Noroña.— Sánchez Barbero.— Cienfuegos.— Moratin (Leandro).—
Quintana.
Ya cercano á su término el siglo xvni, aquella calamidad del prosaísmo, que no fué menos
implacable enemiga de la buena poesía que lo habia sido en otros tiempos su antítesis, el gongo-
rismo, empezó á descender del apogeo en que se habia encontrado en los últimos años del
reinado de Carlos III y en los primeros del de Carlos IV. La crítica no se hizo más libre y
desembarazada, pero sí más severa y exigente. Entonces, como siempre, la audacia hacia
escribir poesías á muchos que no habían recibido del cielo misión tan delicada ; pero ya no se
granjeaban fácilmente celebridad gloriosa sino aquellos que estaban dotados cuando menos
pugnacion á don Juan Manijan , y el otro Vindica- muchos literatos insignes , entre ellos don Diego de
cion del célebre poeta Metastasio, y Apología de la Torres , don Pedro Rodríguez de Campománes, don
Impugnación; Cádiz, 1762. La ira con que sostuvo Agustinde Montianoy don Luis José Velazques.
Manijan sus opiniones llegó á hacer ruidosa esta (1) Manuscritos déla colecgion^el aeñor Marqués
pugna. Tomaron parte en ella, en favor de Méritos^ de Pidal.
CLXX BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
de ingenio Ó de buen gusto. Algunos, aunque están lejos de ser grandes L'ricos, merecen
recordación honrosa.
Distinguióse por aquellos tiempos , como prosador y como poeta , don Cayetano María de
Huarte, canónigo penitenciario de la catedral de Cádiz. Le señalaron especialmente á la aten-
ción pública las cartas satíricas que escribió sobre la comedia Sancho Ortiz de las Roelas, en
las cuales demostró, cuando no sentido crítico profundo y vigoroso, viv^a perspicacia y no
•\ndgar agudeza. Sus sermones fueron muy admirados. Algunos tenemos á la vista , escritos
con fervoroso estilo y con espíritu evangc'lico. Era Huarte mejor prosador que poeta. Sus
versos, que damos aliora á la estampa por ])rimera vez, si bien con frecuencia insonoros y
lánguidos, denotan á veces intención poética y desembarazado ingenio.
Fué Huarte maestro de nuestro difunto amigo, el insigne académico don José Joaquin de
Mora, el cual recordaba con especial complacencia algunas poesías de aquel ilustrado sacer-
dote, y entre ellas la paráfrasis de un salmo escrita para implorar el favor del cielo con mo-
tivo de la salida de la bahía de Cádiz de la escuadra que fué á combatir al cabo de San Vi-
cente.
La Dulciada , poema burlesco, jiiguete inspirado por la edad juvenil , es una obra agrada-
ble, pero harto escasa de intención y de galas poéticas. Alcanzó en vida de Huarte bastante
aceptación, á pesar del extremado desaliño con que está versificada, y mereció que el Mar-
qués de Méritos la diera á la estampa, un año después del fallecimiento del autor (1).
También resplandecía entonces en la esfera de las letras , si bien con la luz tenue y fugaz
de im fuego ñituo, do7i Vicente Rodri<juez de ArcUano. Escribió muchas comedias y algunos
versos líricos. En todo fué mediano. Brillante entonces y olvidado ahora , la historia litera-
ria debo un recuerdo á su nombre, sin detenerse á examinar sus obras. Otros poetas poco
inspirados, del mismo siglo, cuya gloria resuena todavía, no le aventajan ni en la entonación
ni en el ingenio. Las celebradas décimas de su Memorial burlesco, en las cuales el tono chan-
cero disculpa el alambicamiento de las ideas , no son verdadera poesía , pero son ])oesía inge-
niosa, y tan aguda, aunque chabacana, que no la habría ciertamente desdeñado el mismo
Arriaza , consumado maestro en la poesía familiar festiva.
Rodriguez de Arellano es uno do e^os poetas que, como Mor de Fuentes , Beña , Narganes y
otros poco afortunados, dejan un eco casi perdido de su nombre á la posteridad. Se advierte
desde luego, en las composiciones de elevado estilo de Rodriguez de Arellano, que mueven su
pluma costumbre y facilidad nativa, más bien que entusiasmo c inspiración. Algunas veces
en los versos cortos no carece enteramente de gracia y de dulzura. Vivia en época en que
las gentes se prendaban más de la agudeza que de la sensibilidad ó de la elevación. Por eso
tuvieron tanto éxito sus décimas del Memorial burlesco. — Se hicieron copias innumerables, y
aquella chistosa pero trivial poesía corría de mano en mano con inusitado aplauso. — La po-
bre imitación de la célebre canción de Mira de Amescua prueba cuan lejos estaba Rodri-
guez de Arellano de aquel dulce y hechicero hablar que tanto embelesa en las obras de nues-
tros antiguos poetas. Entre sus escritos en prosa merece recordarse , por su fácil estilo nar-
rativo, El Decmneron español, ó Colección de hechos históricos , raros y divertidos.
Dos sainetistas famosos, don Ramón de la Cruz y Juan Ignacio González del Castillo, deben
ser aquí honrosamente conmemorados, pues si bien se dedicaron especialmente al teatro, al
cual les llamaba su principal vocación , no carecían el uno ni el otro de cierto numen lírico.
(1) Don Bartolomé José Gallardo rlíce en una La Dulciada doña María Amoroso.» A esta señora
lista de los manuscritos de Huarte, escrita de su aludo el mismo Huarte en estos versos de la octa-
puño, que La Dulciada fué compuesta «para don va Yill del canto primero :
Jerónimo de Luque , maestrescuela de Cádiz , golosí- AlU hallarás un numen soberano,
BÍmo.« Más creible es lo que se afirma en una nota Una diosa <ie todos venerada
impresa con el poema . estq es , que « dio motivo ^ l°l ^' T'^''^' ''"I? ^ "T''"?'
* * ' I * Bstaea la que preside en lo goloso.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL CLXXI
Como autor de saínetes, zarzuelas y otras obras dramáticas, fué don Ramón de la Cruz el
poeta más popular del último tercio del siglo xviii. Era asimismo, acaso, el que más lo me-
recía, porque era quien retrataba más fielmente las costumbres , j quien con más chiste y en
forma más amena y ligera satirizaba los abusos y los errores de su tiempo. Sólo es compa-
rable con el fecundo, florido y agudo ingenio el Licenciado Lxiis de Dcnavente y el más famoso
y popular de los entremesistas del siglo xvii. Somoza ha dicho con razón : C( Si queréis cono-
cer á fondo el pueblo español del siglo xviii, estudiad los cuadros de Goya y los saínetes de
don Ramón de la Cruz. )) El lenguaje de este célebre escritor no res])landecia siempre por lo
acendrado y lo elegante, pero era, en cambio, fácil, natural y animado; su invención focimda,
pero de limitado alcance. Los vicios de la sociedad en que vivia, especialmente los de la cla-
se media, le daban inagotable asunto para sus fábulas dramáticas, mas nunca se detenía á
analizarlos y á formar con la pintura de los caracteres y de los sentimientos morales un cua-
dro profundo y acabado. Le arredraban sin duda el desarrollo sucesivo, el enlace lógico de
una trama escénica de cierta extensión, y se limitaba por instinto á hacer bosquejos, y no
cuadros. Acaso en este defecto de su imaginación esté en alguna parte el secreto de su popu-
laridad. Observador agudo y perspicaz , si no profundo y analizador, presentaba á la socie-
dad el espejo de sus ridiculeces y de sus extravíos , esto es , una imagen briosa y verdadera,
pero en forma festiva y fugaz , que provocaba más la risa que la reflexión. En representacio-
nes que no duraban media hora, donde no se exponían los vicios sociales con rigoroso enca-
denamiento, como acontece en las obras de los poetas filósofos, las clases satirizadas, embe^
becidas con la prisa , con la verdad y con el donaire , no tenían tiempo ni voluntad para sen-
tir la amargura de la lección moral.
No hay que decir que un ingenio de esta índole no estaba en su natural esfera cuando cul-
tivaba la poesía lírica elevada. Así es que escribió pocas poesías sueltas, y por lo común en
tono festivo y familiar. Quiso, sin embargo, entrar en la academia de los Árcades , en la cual
tomó el nombre de Larisio.
Castillo, apuntador del teatro de Cádiz , fué, como sainetista, menos fecundo y espontáneo,
pero no menos observador de las costumbres de su época , ni menos donairoso que don Ra-
món de la Cruz. Como poeta lírico le aventaja, porque tenía acaso más ardorosa el alma. Lo»
sangrientos horrores de la Francia de su época le causaron indecible aversión, y la indig-
nación política le inspiró una Elegía á la muerte de la reina María Antonieta, esposa do
Luis XVI; imprecación vehemente contra los asesinos de la revolución francesa. Con qué
sencilla y noble entonación exclama :
Si ; porque de otro modo, ¿ cómo hubieran
Puesto esos monstruos sus nefarias manos
En su reina infeliz ? ¿ Cómo pudieran
Marchitar ¡oh gran Dios! esos tiranos
Aquella rosa, honor del galo suelo,
Aquella estrella de su antiguo cielo ?...
¡Qué pueblo, santo Dios! ¿A quién no asusta
Ese grupo de fieras que rodea
El suplicio fatal?
¡ La real matrona
En el alto cadalso! Almas crueles,
¿Es ésa á quien ceñisteis la corona?
¿ A esos pies ofrecisteis los laureles ?
¿Quién hizo á una gavilla de asesinos
Arbitros de la ley, jueces del trono?
¿Quién formó un tribunal de libertinos,
Do vota la impiedad , dicta el encono?
En esta obra, de estilo desigual y alguna vez declamatorio, hay algo que denota el impulso
y la pasión elocuente que arrebata el ánimo de los verdaderos poetas. Tal vez habría escrito
Castillo obras de encendido y \ngoroso aliento ; pero le sorprendió la muerte á los 37 años
[(1800), cabalmente á los principios de la madurez de su talento.
Algunos poetas, no sólo se apartaron de la escuela prosaica , sino que dieron en aficionarse
i un estilo por demás artificial y encopetado. El Conde de Noroña fué uno de los principales
; cultivadores de esta poesía, que solía pecar de enfática , y de la cual llegó á ser Cienfuegos tipo
juiTi^ s0alado, OViado al arrimo de la corte de Carlos III ^ soldado muy distinguido por su
CLxxil ROSQUE JO HISTÓRICO CRITICO
arrojo y su ilustración , /i^eneral vencedor de los franceses en el combate del puente de San
Payo, Ueo^ó Noroña á muy elevada jerarquía en la milicia y en la diplomacia. Pero ni los
afanes de la guerra ni el cuidado de las negociaciones llegaron á entibiar el amor á las letras,
que acarició su ánimo constantemente.
El mismo errado espíritu literario que produjo en el siglo xviii tantos perversos poemas
épicos, y que babia inspirado á Escoiquiz su insípido y fatigoso Méjico conquisíctdo, indujo al
Conde de Noroña á componer la 0»??«íWrt, poema destinado á cantarla separación de la
monarquía árabe española del dominio de los califas de Oriente. No bay en el dia volun-
tad bastante obstinada para leer de seguida veinticuatro cantos interminables, en que nada
cautiva , ni la entonación , ni los afectos , ni la variedad , ni la armonía. Pocas cosas hay me-
nos épicas que esos fárragos de relaciones amaneradas y monótonas, en que el poeta no cuen-
ta lo que siente y conoce , sino lo que le sugieren las prescripciones de falsas poéticas» Algu-
nos trozos descriptivos, agradables, no salvarán nunca á la Ommiada del olvido en que yace
en el polvo de las bibliotecas. La Quicaida, poema frivolo y festivo, puede leerse todavía sin
fatiga, por la soltura de la narración y á veces por la facilidad y el donaire de los versos. El
poema La Muerte está escrito con los alardes filosóficos que constituían una de las especies de
afectación propias de aquella era.
En las anacreónticas , si bien á veces describe con propiedad, como en la que titula Un bor-
racho, otras es insulso y vulgar, como en^ una mosca, y carece por lo común de originali-
dad, de gentileza y de ternura. Una de sus mejores composiciones es la canción Dichas so-
ñadas. Hay en ella gala , fluidez y cierto agradable sabor castellano. La deslucen, no obstante,
el amaneramiento clásico y el licencioso espíritu de la poesía pagana. Campea su principal
talento poético en los asuntos graves y elevados. En ellos, singularmente en su Oda á la paz
de 1795, se encuentran los pocos acentos de alto mimen que sus contemporáneos admiraban
tanto en sus versos. Si la poesía del Conde de Noroña es á menudo hinchada y ampulosa;
si carece por lo común de halago y de ternura , no puede negarse que á veces encierra ele-
vación y entusiasmo, y que por su estilo, ya natural , ya brioso, se distingue de la poesía des-
mayada y trivial que habia reinado en el Parnaso del siglo xviii.
Como en el reinado de Carlos IV la poesía era una de las manifestaciones más impor-
tantes y reconocidas de la cultura intelectual , algiraos hombres de superior talento privile-
giado , que en otras épocas se habrían consagrado exclusivamente á estudios graves y pro-
fundos, se dedicaban á escribir versos, y si no llegaban á los triunfos espléndidos y durade-
ros que sólo alcanzan la inspiración y el genio , demostraban en sus obras que eran al menos
entendimientos privilegiados. Uno de estos hombres , y por cierto de los más insignes , fué el
célebre don Francisco Sánchez Barbero, una de las más brillantes lumbreras de la moderna
Salamanca. Su fama principal fué la de poeta. Hoy, que se ban desvanecido los prestigios y
las ilusiones peculiares de aquel tiempo, es forzoso reconocer que la gloria principal de Sán-
chez Barbero no estriba en su numen poético , sino en sus profundos conocimientos filológi-
cos. Escribía versos latinos con más gusto, primor y abundancia que versos españoles, y esto,
que era objeto de justa admiración en aquella época en que se estudiaba de veras, es al pro-
pio tiempo claro indicio de que en Sancliez Barbero el humanista eclipsaba aJ poeta. Y no es
esto decir que carecía de talento poético. Ya muy pocos recuerdan su oda Á la expedición de
Colon, que admiraba Quintana; sus tres largas composiciones Al combate de Trafalgar {1),
(1) La oda do Quintana al mismo asunto contri- riódico crítico acreditado de aquel tiempo, Minerva
buyo tal vez á que el estilo de las de Sánchez pa- 6 el Revisor, dijo, al dar noticia de las composicio-
reciese más difuso y cxafi^erado de lo que es en rea- nes de Sánchez (1806) :
lidad. El público estaba cansado , por otra parte, de «Ha caido estos días sobre todos nosotros tal Hu-
ías infinitas poesías que se escribieron á la batalla via de odas y canciones (al combate de Trafalgar),
naval del veinte y uao (Jq Octubre do 1805. Un pe- que, por buenas que eUaa sean, ya debea de ir cau-
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIH. CLXsm
Sil oda, A Wellinc/fon y citando llegó d Cádiz ¡a noticia de la victoria de Árapiles; su oda patriótica
Á la apertura de la cátedra de Constitución en 1814 , inspirada por el ardor político de la época,
y otras poesías de altos asuntos, que, en sentido favorable ó adverso, causaron notable im-
presión en el tiempo en que fueron publicadas. Aun son menos los que conocen los versos ,
ya serios , ya tiernos , ya festivos , que compuso en los últimos años de su vida , y que van á
ser en la presente colección publicados por vez primera. Leídas ahora estas poesías , á tanta
distancia de aquellos tiempos, en que, ya las ilusiones patrióticas, ya la simpatía que inspi-
raba el infortunio del autor, ya el gusto literario que reinaba entonces , daban im ínteres par-
ticular á las obras de Sánchez Barhero, es imposible sentir la emoción que causan las bellezas
líricas de carácter sublime y universal que sólo brotan del corazón ó de la fantasía de los gran-
des poetas. Tiene Sánchez Barbero lenguaje limpio y claro, frase desembarazada, y en algunos
momentos cierto calor de afectos; pero suele ser sii estilo desigual y prolijo, y le faltan imá-
genes nuevas y atrevidas, y esa expresión rápida y concentrada, pintoresca ó vigorosa, que
subyuga el alma de los lectores y provoca su admiración y su entusiasmo. Verdad es que son
muy contados en todas las naciones los poetas que tienen la facultad intuitiva de descubrir
dentro de su alma y fuera de ella ese poder mágico de la verdadera belleza, que sobrevive á
las transformaciones históricas de los sentimientos y de las ideas.
Era Sánchez muy dado á la poesía elevada , y ademas del drama lírico Saúl y de la trage-
dia Corioláno, escribió siete tragedias , una comedia y un poema, Las cuatro edades del hom-
bre, que, segtm él mismo refiere, perdió huyendo de los franceses desde Pamplona á Cádiz.
Pero donde descuellan sus mejores prendas poéticas es en los asuntos alegres y satíricos.
Bajo este aspecto es Sánchez Barbero apenas conocido. Para convencerse de la exactitud de
esta observación , basta leer su diálogo satírico Los Viajerillos (1). Es una burla chistosí-
sima y magistral de ciertos frivolos viajeros, que vuelven á su patria llenos de orgullo y pe-
dantería , admirando sin discernimiento usos y costumbres de países extranjeros, y descono-
ciendo ó desdeñando los propios. Nada ha escrito Sánchez con más donaire , con mayor sol-
tura , con más aguda intención.
La vida de Sánchez fué casi siempre inquieta y azarosa. Dotado de un carácter honrado y
fogoso, no le era dable mirar con indiferencia las desventuras públicas, y no podia menos
de tomar parte en el movimiento innovador que iba desquiciando la sociedad antigua , incli-
nándose por naturaleza á lo más ardiente y á lo más arriesgado. Otro de los indicios de su
impresionable temperamento es el dolor que le causaban las heridas del amor propio. Sabida
es la aversión que tomó á su segundo apellido Barbero , que no volvió á usar en sus escritos,
á consecuencia del soneto burlesco de Arriaza contra la tragedia Corioláno , el cual , aludien-
do al desenlace sangriento de la obra , termina así , con un equívoco que llegó al alma al
quisquilloso poeta :
Se hace junto á la tienda una sangría,
Y ésta sí que es tragedia de barbero.
Desventurada fué en extremo la suerte de este humanista insigne. En la cárcel de Corte,
donde pasó cerca de dos años por motivos políticos, escribió su Gramática latina. En el pre-
sidio de Melilla, adonde fué conducido en Diciembre de 1814, compuso sus mejores poesías
latinas y castellanas. Cinco años después, ya cercano al momento de recobrar la libertad, no
pudiendo sobrellevar el tedio y las penalidades de aquella vida, espiró, en Octubre de 1819,
, sando fastidio Abrí esto cuaderaito por éntrete- nPero á poco vi unos cadáveres que se andábanme-
nimiento, y felizmente me hallé con la siguiente ciendo emina margen espumosa , y doce mil muertes
estrofa, no del todo mala: dando el brazo á doce mil orfandades ; con lo cual
bastó para que, atemorizado yo de tantos endriagos
Del piólago profundo ,• i i • j i vi
El sol con maje.^d su i.ennosa frento ^ vestiglos , dejase , apresurado , el libro. _
Va poco á poco alzando (1) Lo publicamos en la presente colección,
CLXXIV BOSQUEJO HISTÓRICO CKÍTICO
á los cincuenta y cinco años de edad; realizándose el triste vaticinio que él mismo formó, al
entrar en presidio , en este bello dístico latino :
Hic ego stcm clausus. Pro te Ubi nafus oporfet
Oh patria! nt pcream? Victima ccesa cadam.
En el mismo año que nació Sánchez Barbero (1764), habia nacido otro poeta de más fogoso
aliento, don Nicasio Álvarez de Cienfuegos,
Señalo de lejos con mis obras la senda que deben seguir un don Leandro Moratia, un dojí Nicasio Cien-
fuegos, un don Manuel Quintana y otros pocos jóvenes, que serán la gloria de nuestro Parnaso y el encanto
de toda la nación He concurrido con mis avisos y exhortaciones á formar los dos últimos.
Esto escribia don Juan Melendez Valdés en 1797. Y en verdad que pocas veces ha sido
menos confirmada por el resultado esta ilusión de maestro y de amigo. Acaso no sea dable ha-
llar en los anales literarios de España dos naturalezas poéticas menos semejantes á la del
dulce Melendez que las de Cienfuegos y Quintana. En aquél todo es blandura , halago y flexi-
bilidad; en éstos, incapaces arabos de transacciones morales y literarias, todo es ímpetu,
rigidez y energía.
De Cienfuegos se ha dicho , como donaire , pero no sin razón , que su índole está definida
en su nombre. La vehemencia de su carácter entero y levantado , de que dio tan nobles mues-
tras en su vida , se refleja en sus versos. Cuanto sujeta y reprime es molesto á su ánimo libre
é impetuoso. Aunque individuo de la Academia Española, hasta el idioma le embaraza, y
rompe á menudo con las leyes de la elocución castiza y pro])ia, inventa frases y palabras, y
habla, en fin , ima lengua atrevida y extraña, exclusivamente suya. Pudo decir llarchena con
graciosa exageración : c< El castellano de Cienfuegos más se asemeja á la lengua franca de los
arráeces de Argel (juc al idioma de los Argensolas y Riojas.» Han podido ser tachadas de al-
gunos defectos la disposición del plan y la propiedad de los caracteres de sus tragedias (1);
han podido censurarse igualmente el sentimentalismo enfático y declamatorio que en él bro-
taba naturalmente del generoso y exaltado espíritu de sus filosóficas ilusiones; la falta de
discernimiento crítico , que le hacia colocar á im nivel nobles imágenes y otras monstruosas
ó pueriles; pero lo que nadie puede negarle es que habia nacido poeta, que le animaba el
fuego de un sentimiento arrebatado, que en sus detractores no se infundía; y que los más de
BUS defectos nacieron del afán que [)onia en forzar su sensibilidad , que era grande , y su fan-
tasía, que no era poderosa; de la lucha de su ingenio libre y ardoroso con las trabas del gus-
to reinante , y de la falta de madurez y de dirección clara y segura , que , en las épocas de
transición, es el escollo donde se estrellan las más nobles fuerzas del entendimiento. Jovella-
rws , Lista y Quintana , ya porque llegaba á su alma la llama de aquel fuego , ya porque
comprendían la elevación de instinto que movia la pluma de Cienfuegos, lo aprecian y lo
aplauden. Quintana principalmente, que, con mayor talento, tenía mucho de su enérgico
temple, lo defiende con calor y elocuencia del encarnizamiento de los humanistas.
El valor verdadero de Cienfuegos consiste en que , en medio de aquella glacial atmósfera de
amaneramiento j de artificio que habían creado los poetas reformadores , escribe lo que sien-
te, y siente con ímpetu y firmeza. Sus tragedias La Zoraida y La Condesa de Castilla están
sembradas de magníficos rasgos , no exclusivamente líricos , como generalmente se ha dicho,
sino llenos también de vigor dramático. Tal carácter tiene , por ejemplo , aquella réplica ge-
(1) Véase un ejemplo de la diversidad que so los dioses á su hijo, y se va por los mares sin decir
advierte entre los juicios que se formaron de las adonde ; acaso á la Tebaida , á hacer penitencia
tragedias de Cienfuegos. El abate Marchena dice : por haber dado pié á tal hato de desvarios del poe-
« El Idomeneo es una desatinada mescolanza de máxi- ta moderno. «
mas filosóficas, de escenas de pantomima, de dispa- Quintana, dice: «El Idomeneo prefíenta im coniun*
^ates del protagonista, que por remate sacrifica 6, to grande y majestuoso,»
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIII. CLSxv
nerosa de Rodrigo en La Condesa de Costilla , cuando dice , defendiendo á sus parciales ;
Levantad al instante tres cadalsos,
Y yo también pereceré con ellos.
En la poesía lírica de Cienfuegos , donde campea con mayor desembarazo su independiente
musa , trozos se encuentran á cada paso , en los cuales , unas veces enc^rgico , otras delicado y
afectuoso, da muestras de alma sincera y conmovida; y este mérito, en cualquier tiempo de
valor muy subido, es mayor todavía cuando la poesía vive subyugada por formas y espíritu
convencionales. En sus composiciones La escuela del sejmlcro, A Bonaparte , A un carpin-
tero, Al Otoño, A la Primavera, A un amante al partir su amada, llenas de bellezas y de ex-
travagancias confusamente amalgamadas ; en sus epístolas morales y en algunas otras poesías ,
hay, ya varonil aliento , ya falsas é ilusorias ideas , sofismas de una imaginación que se acalo-
ra con violencia, ya dulce y verdadera melancolía; siempre admiración á la humanidad gene-
rosa ó brillante , siempre amor profundo á la humanidad menesterosa. Asuntos , formas poé-
ticas, locuciones , palabras, todo lo toma arrojadamente á. su antojo, si juzga que conviene á
la expresión de los sentimientos que enardecen su alma. A veces se equivoca, y no sabe her-
manar la libertad con el buen gusto ; pero así y todo , ¡ cuan distante se halla de aquellos me-
lindrosos pasí07'<?s de la escuela seudo-clásica , que, en medio de su bucólica llaneza, no se
atreven á llamar las cosas por su nombre ! La imaginación de Cienfuegos , así como la de
Vaca de Guzman, era de aquellas que propenden á desmandarse. En otro siglo, ambos ha-
brían sido poetas francamente romcinticos. El imperio que en su tiempo ejercía la disciplina
doctrinal embargó sin provecho alguno el vuelo de su fantasía.
Cuando las vicisitudes de la nación pusieron á prueba el alma de Cienfuegos , se vio bien
claro hasta qué punto era su temple noble y robusto. Reconvenido ásperamente por Murat
])orque no ayudaba al triunfo de la dominación francesa , lo contestó con la heroica ente-
reza de quien antepone á todo su lealtad y su patriotismo. El 4 de Mayo de 1808, esto es,
en momentos en que hasta la tibieza para con los franceses era un crimen, hizo dimisión de
su empleo de oficial de la primera Secretaría de Estado , en un oficio dirigido á la Junta de
Gobierno , escrito con suma valentía. En él declara que «no continuaría sirviendo aunque
hubiera de costarle la vida» (1). Condenado después á muerte, estuvo á pique de ser fusila-
do, y se negó á hacer gestión alguna para conjurar el peligro. Sus amigos le salvaron del
suplicio , pero no de la deportación. Muy enfermo , y con el corazón abrasado por la indigna-
ción y la pena, fué llevado á Francia. Murió á pocos días de su llegada á Ortez (1809),
Donde la ninfa del Adur vencido
Quiero aplacar con ruegos
La inexorable sombra de Cienfuegos (2),
A continuación de Cienfuegos , y también por vía de contraste , mencionaremos el nombre
de don Leandro Fernandez de Moraiin. No cabe hallar dos escritores insignes de más opuesta
y divergente naturaleza. Cienfuegos todo ])asion , audacia y arrebato; Moratin todo mesura,
serenidad y atildamiento ; aquél censurable por la extravagancia y la impureza de la dicción
y por el artificio del estilo ; éste admirable por la pureza , por la propiedad , por el esmero.
Como poeta lírico, tiene Cienfuegos más alma y más alcance. Pero las poesías de Moratin^
un tanto frias por lo general, suelen ser modelos de elegancia, de claridad , de limpio y terso
estilo, y muy á menudo de intención moral. Cuando son sus versos de índole satírica, sue-
len encerrar el espíritu observador y la penetrante censura que son propios del poeta cómi-
co. A veces toma esta censura el recio carácter del anatema filosófico, como cuando exclama ;
Yo vi del polvo levantarse audaces,
A dominar y perecer, tiranos,
(1) Expediente personal de Cienfuegos, en el archivo del ministerio de Estado.
(2) ¿Mí»,
OLXXTI BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
Atrepellarse efímeras las leyes,
Y llamarse virtudes los delitos...
Nada hace presumir, al estudiar la vida de Moratin (1), que no estuviese dotado de sensi-
bilidad verdadera ; pero el hecho es que de esta preciosa cualidad da pocas señales en sus poe-
sías líricas , como tampoco las da muy claras en sus obras dramáticas. Tal vez procedía esto,
en parte , del apremio que Morat'm ejercía sobre sus facultades naturales por el afán de no
desviarse un ápice de la estrecha senda de regularidad y de cordura que imperiosamente lo
trazaban los preceptistas romanos y los franceses de la escuela del siglo de Luís XIV. Mora-
tin comprimía sin saberlo su sensibilidad , así como Cienfuegos sacaba de quicio la suya , fal-
seando ambos en sentido inverso las prendas reales y positivas de su alma. Tenemos de ello
un testimonio inequívoco en la oda que escribió Moratin á la memoria de su padre. En todas
las obras en prosa de clon Leandro, en que tuvo ocasión de hablar de su padre , singularmente
en la Vida que de él escribió, resplandecen los sentimientos de respeto, de ternura, de admi-
ración. Y sin embargo, cuando quiere cantar su gloria, le ocurre una oda anacreóntica, en
que no hay un acento del alma, en que todo es trivial, y lo que es más, pagano :
Llora, Venus hermosa.
Llorad, dulces amores.
Del seno de su madre
El niño do los dioses
Batió veloz las alas,
Fugitivo se esconde...
Ninfas, la queja es vana
Si dio la Parca el golpe.
No vuelve lo que usurpa
El avaro Aqueronte.
Alzad un monumento
Con mirtos de Díone,
Ornado de laureles,
Guirnaldas y festones...
¿Es éste el tono digno, sincero y elevado que conviene á la expresión de dolor filial?
La cordura clásica no era siempre cordura, y Moratin, por evitar yerros de la musa libre,
caía en otros, no menos reparables , en que incurre la musa encadenada.
Moratin , como poeta , carece de fantasía , de inventiva , de pasión intensa , de arrebato lí-
rico. Sus imágenes no son valientes, ó inesperadas como las de los grandes poetas. Apenas
Be encuentra en sus versos, como en los Lopes , en los Leones y en los Góngoras , un perío-
do de esos que fascinan por el vigor de la expresión ó por el hechizo misterioso del sentimien-
to poético. Y sin embargo, las poesías de Moratin se leen con cierto deleite , con aquel que
causan siempre la firmeza del pensamiento, la pureza de la dicción , la propiedad del estilo,
la versificación llena y correcta, y el fácil manejo del idioma.
En estas dos últimas cualidades nadie aventaja, entre los modernos , á Moratin. Permíta-
senos reproducir aquí , como ameno recuerdo de su estilo íntimo y familiar, la carta que escri-
bió á don Juan Pablo Forner, dándole noticia de la primera representación de La Comedia
Nueva , ó El Café; carta interesante en sí misma , y mucho, ademas , para la historia del tea-
tro español.
Ahí te envió esa comedia para que, si quieres, laicas, y si quieres también, me digas lo bueno y lo ma-
lo que hallas en ella. Yo la tenia concluida dos meses há, pero no pensaba en dar paso alguno para que la
representasen , persuadido de que no era posible que los cómicos se atreviesen á echarla ; cuando, cátate
quo las trompetas de mi fama, los Loches, los Texajas, etc., etc., comienzan á trompetear y á decir por
esas esquinas que yo habia compuesto la comedia más exorbitante que jamas se ha visto, y vieras venir á
porfía los Queroles, los Garcigüelas, los Valieses, los Riberas y las dulces Juanas, pidiéndome comedia,
de finojos y desmelenado el cabello. Leísela , y quedaron despatarrados ; la estudiaron con ansia ; los molí
á ensayos , y saqué de ellos todo el partido que sacarse puede.
Tu cliente Comella, luego que supo que se trataba de echarla, empezó á tramar y alborotar como un
desesperado, diciendo que la comedia era un libelo infamatorio contra él y su mujer y su hija la tuerta, y
que yo merecia azotes, presidios y galeras. Presentó un pedimento al Presidente, otro al Corregidor, otro
al Juez de imprentas y otro al Vicario, para estorbar la representación é impresión de ella ; pidiendo se
(1) Véase la excelente Vida de don Leandro Fer- fidedigna y, por decirlo así, la más íntima de cuau-
nandez de Moratin^ por don Manuel Silvela, la máa tas se han escrito del insigne poeta cómico,
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIlí. tirará
ino caatígaae con todo el rigor de las leyes , por ser justicia, y para ello, etc. El Presidente cometió el en-
cargo al Corregidor, y éste nombró por censores á don Santos y á don Miguel de Manuel; ambos dieron sus
infonnes separadamente, y según ellos, era menester canonizarme ; al mismo tiempo el Consejo envió la
comedia á Valbuena, que también la aprobó redondamente ; y entre tanto el Vicario, mi señor (mal infor-
mado de escribientes y pajezuelos ganados por Comella), se obstinó en no dar el pase y detenerla, no obs-
tante que era ya precisamente la víspera del dia en que debia representarse. No es posible decirte cuánto
me hicieron rechinar estas picardías; pero, en fin,
El dia se vio distinto,
Y al fin triunfó Carlos Quinto
Del poder de Barbarroja.
El Corregidor la despachó bien, el Vicario se vio precisado á soltarla, el Consejo permitió la impresión,
y se representó el dia 7 (Febrero de 1792, en el Teatro del Principe).
La turba multa de los chorizos (1), los pedantes, los críticos de esquina, los autorcillos famélicos y sus
partidarios ocuparon una gran parte del patio y los extremos de las gradas. Todo fué bien ; el público no
perdió golpe ninguno, y aplaudió donde era menester ; pero cuando en el segundo acto habla don Serapio
de los pimientos en vinagre , fué tal la conmoción de la plebe choriza y el rumor que empezó á levantarse,
que yo temí que daban con la comedia y conmigo en los infiernos. Pero los que no comen pimientos los
hicieron callar y sufrir, y se acabó la representación con un aplauso general, que bastó á vengarme de loa
trabajos padecidos.
No obstante , como se desató tanto demonio por calles y rincones diciendo pestes de ella , quedó incierto
su crédito en el primer dia; pero el éxito del segundo, como el de los siete que duró, fué tan completo, que
excedió á las esperanzas que todos teníamos, y fué superior sin duda al que tuvo don Roque (2).
La ejecución fué bastante buena ; y la Juana, la frígidísima y yerta Juana, hizo maravillas; admiró en
su papel á cuantos la oyeron, y á cada instante la interrumpían con aplausos (3).
Esto es cuanto hay que decir acerca de la tal comedía, puesto que los delirios y vaciedades que se oyen
por ahí en boca del pestilente Nifo, el pálido Higuera, Concha, Zavala y la demás garulla de insensatos,
son buenos para oidos, pero fastidiosos de escribirse. Lo restante del piiblico la ha recibido con mucho en-
tusiasmo, la gente bien intencionada piensa que una obra como ésta debia causar la reforma del teatro;
pero yo creo que seguirá como hasta aquí, y que Comella gozará en paz de su corona dramática.
Ayer fui á un baile que tuvo la madre Mariana. Arhuxeciué bastonero : estuvo don Agustiníto, Cordero,
los Maj'orgas, Vinagrillo, etc. , etc. , toda la canalla polaca , y me divertí hasta las once , que viendo que
no estabais tú ni Bernabeu , sentí la falta y me vine á dormir.
Pásalo bien ; no ahorques á nadie, y haz hijos , que es lo mejor que puede hacer un fiscal. Adiós.
Boy 22 (Febrero de 1792). — Leandro (4).
A Cienfuegos corresponde la gloria de haber abierto el camino á la briosa y elevada poesía
de Quintana , que por la majestad de la entonación , por la energía de los sentimientos y por
la grandeza moral, no tenía ejemplo entre nosotros. No entraremos aquí en el examen de este
eminente poeta , cuyas obras se lian publicado ya en un tomo de la presente Biblioteca. He-
mos tenido honrosa ocasión de consignar ampliamente nuestro juicio sobre Quintana en un
(1) Sabido es que en el siglo último los entusias- presentada el 22 de Mayo de 1790, que fué la pri-
tas del con-al ó Teatro del Príncipe se llamaban mera que Moratíu dio al teatro.
CHORIZOS, y se distinguían con una cinta color de (.3)- Esta Juana, á quien llama Moratin/;'i'^íí7i5Í-
oro en el sombrero ; los del Teatro de la Cruz pola- ma , y que desempeñó con tanto acierto el papel do
eos, y llevaban una cinta azul celeste. A aquella doña Mariquita, es Juana García, que, á pesar de
denominación dieron origen, en 1742, unos chorizos su falta de animación, gustaba al público por su ju-
que comía en un entremés un gracioso de la compa- ventud, por su belleza, por su simpática entonación
fiía de Manuel Palomino ; á ésta un fraile trinitario y por la nobleza y compostura de sus modales. Los
descalzo, el padre Polaco, incansable y furibundo demás papeles fueron desempeñados : el de doña
voceador, que acaudillaba la parcialidad enemiga del Agustina, por Polonia Rochel ; el de don Eleuterio^
Corral del Príncipe. Estos bandos se hacían encar- por Manuel García Parra ; el de don Hermúgenes, por
nizada guerra , y Huerta, que los defiende de las acu- Mariano Querol ; el de don Pedro, por Manuel Tor-
eaciones de Signorelli (Sloria critica dei teatri) di- res.
ce de ellos candorosamente : « De esto no ha resulta- (4) Esta carta está fielmente copiada del auto-
do nunca más perjuicio que el de haberse dado al- grafo que se conserva entre los papeles de Forner,
temativamente algunas puñadas tal cual vez.» No ha sido incluida en las Obras Postumas de Mo-
Los partidarios del Teatro de los Caños se llama- ratin , recientemente publicadas de orden y á expen-
ron PANDtJRCs. sas del Gobierno. )
(2) Alude á la comedia El Viejo y la Niña, re-
CLXXviIl BOSQUEJO HISTÓRICO CBITICO
escrito á él especialmente consagi-ado (1). Bástenos decir aquí que el autor de la oda A la in-
vención de la Impreyíta , que eclipsa á todos los cantos de los poetas europeos al mismo asun-
to; el cantor de la propagación de la vacuna , del armamento de las provincias españolas, del
comíate de Trafalgar y de otros objetos grandes y poéticos , ocupa el primer lugar en la lí-
rica elevada de España. Y ¿quién pudiera disputárselo? Herrei'a tiene sin duda entonación
grandilocuente ; pero es su estilo uniforme y encopetado, y harto visible el artificio de sus
líricos arrebatos ; en tanto que el entusiasmo de Quintana es más vario, más sincero, más con-
movedor y más simpático.
Quintaría tiene ademas la gloria de representar en la historia de las letras de su tiempo
cierta relajación del rigor de las formas y de las rutinas seudo-clásicas , que su educación li-
teraria habia imbuido en su ánimo. Escribe doctrinalmente acerca de las églogas, pero ja-
mas las cidtiva. Eran contrarias á su brioso instinto poético. Ni aun quiere llamar odas á sus
magníficos cantos. ¿Qué le importa el nombre? No cuadran á su índole las clasificaciones
que comprometen y embarazan. Sus cantos son los ecos de su alma. ¿ Qué más necesita? Juz-
gábase, no obstante , fiel sectario de la escuela clásica, y aun de ello blasona, y por eso es-
coge con tan meticuloso espíritu los modelos de su Tesoi^o del Parnaso español. Pero era
clásico al modo de Ajidré Chénier, que, llevado por el impulso irresistible de su inspiración
sincera y vi o-orosa, más que á las artificiales lumbreras del Parnaso francés, se asemeja á
los grandes poetas de la antigua Grecia. A Quintana puede aplicarse lo que decia de Alfieri
madame de Staél : Cest un homme transplanté de Vantújuité dans les temp)s modernes.
No pudiendo copiar aquí , completo, nuestro extenso examen de las brillantes prendas poé-
ticas de Quintana , creemos oportuno publicar una parte de la carta literaria que , acerca de
aquel estudio, tuvo la bondad de dirigirnos el ilustre escritor Marqués de Pidal. Esta carta
contiene un juicio del esclarecido poeta; juicio lleno de alta imparcialidad y sano criterio, que
hasta por haber sido escrito con la rapidez y lisura de quien no se dirige al público, ofrece
especial interés , como obra de aquella docta , honrada y competente pluma :
Roma, 11 de Abril de 1858.
Leí 6U Discurso de V. con grandísima satisfacción... V. ha juzgado á Quintana como yo le he juzgac^o
siempre, y por lo mismo es natural que el juicio de V. me haya parecido muy acertado. En cuanto á la
forma , á la elocución , al estilo de Quintana , tendrá , si se quiere , todos los defectos que sus impugnado-
res le achacan, pero en cambio nadie negará que tiene un aliento, un calor, un ímpetu que arrastra y arre-
bata con tanta rapidez el ánimo, que no deja percibir siquiera estos defectos. Por eso es el poeta de la ju-
ventud; por eso, cuando yo formaba parte de ella, sabía todos sus versos de memoria, y reconciliaba con
las Musas á los enemigos de la poesía con sólo leerles ó recitarles algunas de sus composiciones. Pero V.
tiene completa razón. Quintana era el eco del entusiasmo, de las ilusiones y hasta de los rencores que ins-
piraban la filosofía y el sentimentalismo del siglo pasado. Yo alcancé esa época de ilusiones de buena fe, de
esos odios patrióticos, de esas apreciaciones históricas absurdas ; y aunque ya debilitadas aquellas ideas
por. otras que comenzaban á difundirse, y que han prevalecido después, reconozco ahora que si yo hubie-
ra sido entonces poeta, hubiera escrito como Quintana. Fui injusto con él en algunas cosas que escribí en
contra suya, no haciéndome cargo- de que, si yo pude, como joven , abrir mi corazón y mi cabeza á otras
afecciones, á otras ideas , él era demasiado viejo ya para renunciar á lo que habia sido el alma de sus sen-
timientos y el principio de sus relaciones como hombre de partido; á lo que le habia hecho sufrir, á lo que
habia formado el principio de su gloria. Fuimos , á lo último, amigos, como pueden serlo dos personas que
sobre el fondo de las cosas pensaban de tan distinto modo, y vi entonces que Quintana no era ni podía
ser otra cosa que lo que lia sido; porque aquellas ideas, y las formas mismas en que las expresaba, eran su
carne y sangre.
¡ Qué lástima que el cantor de Juan de Padilla y de los misterios que encierra el Escorial no hubiera
pensado de otro modo, no hubiera juzgado de otra manera acerca de nuestros grandes hombres, acerca de
nuestra misión civilizadora en una gran parte del mundo antiguo y moderrio, y conservadora en Europa
contra la invasión de los turcos y contra la anarquía moral y destructora que llevaban en su seno las sec-
(1) El autor del presente Bosquejo histórico es- Academia Española, el Juicio crítico de Quintana
cogió para asunto de su Discurso de entrada en la como poeta lírico.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL CLXXix
tas protestantes! ¡Cuánto no hubiera contribuido á restaurar nuestra gloria nacional, tan oscurecida boy
por los escritores de su escuela, nacionales y extranjeros, y tan vilipendiada por el mismo Quintana en al-
gunos de sus versos! ¿Cómo, decia yo en la impugnación á que he aludido arriba, pueden amar á su pa-
tria los que se la representan como el vivero de hombres feroces , colosos para el mal, y no ven más hombres
dignos de alabanza en su patria que al solo Padilla...?
En fin, su Discurso académico de V. sobre las obras de Quintana, pasa á ser algo más que un discurso
de crítica literaria. V. tiene razón en su juicio, y ha sido una buena acción el osar decirlo públicamente en
el tiempo de la pasión que hacia sus ya algo olvidados versos ha vuelto á renacer en esta sociedad, que ya
no se entusiasma por nada.
Aproveche V. el buen tiempo para irse á Vieua, etc.. (1).
Juzgamos deber reproducir ahora algunos párrafos de nuestro juicio sobre Quintana, que
tan alto se levanta entre las medianías, más ó menos estimables, de los últimos años del
siglo XVIII :
«La imagen de la libertad política, cebo natural de imaginaciones ardorosas y juveniles,
perseguía á Quintana como un fantasma seductor. Una especie de apoteosis A Juan de Pa-
dilla fué el primer canto de su musa patriótica. Muy censuradas han sido en esta composi-
ción las tendencias irreflexivas , la falta de sentido histórico y las exageraciones pomposas
contra tiranías en no escasa parte imaginarias. Verdad es que cuando Quintana escribía su
magnífico canto, ciego y desalumbrado con la pasión que le inspiraba, ponía más alto el
nombre de Padilla que la augusta fama de Carlos V , á quien no titubea en agregar
añadiendo después :
Al odioso tropel de hombres feroces ,
Colosos para el mal ;
¡ Y sus nombres aun viven ! y su frente
Pudo orlar, impiulente,
La vil posteridad con lauros de oro!
))Ya veis cuan amargamente deplora que la fama haya llegado á iluminar con sus glorío-
sos resplandores la memoria de Carlos V y de otros grandes hombres.
» Intolerancia sería de parte de la crítica ensañarse contra estos extravíos poéticos de una
imaginación acalorada é inexperta. Trasportaos , señores , mentalmente á los últimos años
del siglo XVIII ; tened en cuenta la influencia dominadora de las nuevas ideas, que á la sazón
estremecían y trasformaban el mundo moral ; el humillante cuadro que ofrecia entonces el
Gobierno de España; y los arrebatos, los delirios, las quimeras de un corazón de veinticinco
años , ansioso de renovación y de libertad, y comprenderéis, y disculparéis, y acaso en voz
baja aplaudiréis bajo el aspecto poético, el generoso espíritu que dictaba á Quintana la glo-
rificación de Padilla, triste recuerdo y emblema de contiendas civiles.
» Y ¿cómo no admirar las prendas hterarias que resplandecen en el canto á Padilla? Desde
los tiempos dorados de nuestra literatura no había sonado la lira castellana con majestad tan
alta , con tan noble soltura , con entonación tan robusta. A la trivialidad de los asuntos , á la
languidez de las formas , han sucedido animada elegancia , sentimientos de fuego , arrebatos
de indignación. Ved cómo habla á los castellanos la sombra de Padilla :
Indignamente hollada
Gimió la dulce Italia , arder el Sena
En discordias se viú ; la África esclava ;
El bátavo industrioso
Al hierro dado y devorante fuego.
¿De vuestro orgullo, en bu insolencia ciego,
Quién salvarse logró ? Ni al indio pudo
Guardar un ponto inmenso, borrascoso,
De sus sencillos lares
Inútil valladar ; de horror cubierto ,
Nuestro genio feroz hiende los mares,
Y es la inocente América un desierto.
(1) El Marqués de Pidal , cuando esto escribía.
Be hallaba en Roma de embajador. Pasados algu-
nos años volvió á leer su carta en Madrid , y nos
autorizó á publicarla cuando hubiese ocasión para
ello.
CLXXi BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
))¡ Cuan bellos versos! ¡Cuánta seducción sabe dar el poeta á esa inconsiderada filantropía ,
que está á punto de tomar por iniquidades el sobrehumano descubrimiento de Colon y las
portentosas proezas de los civilizadores de América ! Bien mirada , esa inocencia de América,
que Quintana no cesó de proclamar después , y que consignó especialmente en aquel tan
aplaudido verso :
Virgen del mundo , América inocente ,
bo pasa de ser una ilusión obstinada de poeta y un deslumbramiento de filósofo. América
no era aquella fantástica isla de Pancaya, de que nos habla Diodoro , prodigiosa mansión de
inocencia, de paz y de ventura. Las mejores razas americanas se hallaban poco distantes del
estado salvaje , y no eran en verdad dechados de inocencia los caribes antropófagos con quie-
nes tropezó muy luego el descubridor del Nuevo Mundo.
» Quintana, y sea dicho sin mengua de su gloria, llevaba, como todos los grandes poetas,
el raudal de su inspiración por el cauce genuino y privativo de su alma , más inclinada á los
sentimientos enérgicos y varoniles que á las meditaciones místicas y á las blandas emocio-
nes de la melancolía y de la ternura. El amor á Dios y el amor á la mujer mueven poco el
corazón de Quintana Habia templado harto reciamente sus ideas en el confuso torbellino
de errores y verdades desencadenado por el impulso de las revoluciones , que, semejante al
torbellino del mundo físico, arrasa y trastorna más que despeja y purifica Quintana se
conmueve ante la imagen de lo bello y lo grande , y su alma se estremece al aspecto de la
opresión y de la injusticia. Dios estaba en el fondo de su corazón. Pero ¡ cosa extraña ! ¡ sin-
gular poder de las preocupaciones ! una sola vez, y como por acaso , suena en la poesía lírica
de Quintana el nombre de Dios ; y ni una vez siquiera levanta su musa á los sublimes ámbi-
tos del mundo invisible; ni una vez responde su alma á las voces místicas del cielo con cán-
ticos de adoración, que están sin cesar resonando en la lira de los poetas cristianos
)) Como se ve , la musa de Quintana no es la ninfa vaporosa y ligera que acaricia y deleita;
es la matrona graA'e é inexorable, que sólo sabe amar sus encumbrados ídolos : el heroísmo,
la ciencia, la patria, la libertad. Pedidle ardientes sentimientos , gritos de indignación, him-
nos de gloria ; pero no le pidáis didces engaños , ni ilusiones doradas.
)) El amor á la humanidad es uno de los más puros y nobles manantiales de la poesía de
Quintana A este linaje de emoción moral pertenece, si bien mezclada con la emoción po-
lítica , la admirable oda A la invención de la Imprenta. En casi todas las naciones civilizadas
ha habido escritores que entonen himnos á la imprenta ; pero ninguno , podemos decirlo sin
que se nos tache de engreimiento nacional , ha sabido hallar tonos tan altos , miras tan tras-
cendentales y acentos tan grandilocuentes. A la luz del progreso humano , la mente de Quin-
tana se conmueve y se inflama , y aquí se juntan en su ánimo el amor á la gloria , el amor
á la ciencia y. el amor á la libertad.
X) Deslustran alguna vez el eminente canto A la invencioii de la Imprenta y la poética fanta-
sía El panteón del Escorial, preocupaciones y arrebatos inspirados por la especie de frenesí
que infundieron , á fines del siglo último , en imaginaciones vehementes las doctrinas escép-
ticas El noble horror de Quintana al despotismo, exagerado y desquiciado con sus fan-
tasmas de opresión , le lleva á desatender las condiciones y las influencias históricas , á olvi-
dar los móviles morales de los tiempos pasados y hasta á calumniar los caracteres. Su apa-
sionada musa convierte á Felipe II en un vulgar tirano , y á Carlos V en un conquistador
arrepentido El príncipe don Carlos , llamando hipócrita, supersticioso y fanático á su pa-
dre en un diálogo lleno de rencorosas acriminaciones , es un cuadro repugnante al buen gus-
to y al sentido moral , que no alcanzan á hacer simpático todo el encanto y toda la fuerza
poética de la imaginación de Quintana Pero olvidemos, engracia délas inspiraciones del
poeta sublime , los arrebatos del filósofo extraviado; y con tanto mejor voluntad; cuanto que
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIII. ÓLXXXÍ
la filosofía de Quintana, crimen fué de su tiempo, y no suyo. Aquellos versos , tan censurados
porque encierran un duro ataque á la veneranda Iglesia católica ,
Osó fundar su abominable solio?
«Dura, sí; mas su inmenso poderío
Desplomándose va ; pero su ruina
«¿Qué es del monstruo, decid , inmimdo y feo
Que abortó el dios del mal , y que insolente,
Sobre el despedazado Capitolio ,
A devorar el mundo impunemente,
Mostrará largamente sus estragos.,
son reflejo de algunas palabras del rey Federico II. Esos alardes de incredulidad desenfa-
dada, esos declamatorios vaticinios , esos desmandados ataques á la majestad de la religión,
son achaque ineA'itable y universal de las grandes turbaciones sociales, que enflaquecen y que-
brantan los principios fundamentales en que descansa la conciencia humana. Pero estas crisis
pasan al cabo, como las tormentas de los mares; los santos instintos que Dios depositó en nues-
tra ahna prevalecen sobre Las discordias y deleznables creencias que en su seno atesoran las
revoluciones , y tarde ó temprano triunfa del entusiasmo del error el entusiasmo de la ver-
dad
» La patria, la gloria, la libertad: aquí está Quintana en su esfera propia y nativa; aquí
explaya libremente los tesoros de su elocuencia y el fuego de su fantasía ; aquí se presenta
clara y resplandeciente la individualidad del autor, sin la cual no son las artes más que pá-
lidos reflejos de las inspiraciones ajenas. Guzman el Bueno y el Comíate de Tr'afalgar des-
piertan en la imaginación del poeta la espléndida imagen del heroísmo de los españoles, y su
alma se templa y se levanta al nivel de las grandes acciones que describe.
«En las odas Al armamento de las provincias esjyañolas contra los franceses , y A Esjmña ,
después de la revolución de Marzo, sube la inspiración á las regiones más altas y más encen-
didas del entusiasmo patrio. El cuadro de la antigua grandeza nacional con que empieza esta
última obra , amargo contraste del esplendor pasado y de la decadencia presente , es uno
de los períodos más elocuentes que se han escrito en verso castellano. Vibran en el corazón
de Quintana las cuerdas de su impetuoso patriotismo al ver ruinoso y desdorado el mag-
nífico edificio del poder y de la gloria de la nación. ¡ Con qué varonil entusiasmo, con qué
estoica entereza exalta, concitando á la guerra, la fiera independencia de los españoles!
)) Para encontrar acentos tan vigorosos tenemos que acudir á la musa libre y denodada de
la Grecia. Tirteo, templado por el espíritu espartano, no pintaba con mayor vehemencia la
gloria de morir por la patria en las sangrientas guerras de Mesenia; no cantaba Simónides
con estro más arrebatado el sublime desastre de las Termó])ilas y las hazañas de Maratón, de
Salamina y de Artemisio ; no ensalzaba Píndaro con más independencia ni con más entusias-
mo á los héroes de Olimpia , de Nemea y de Coriuto. La musa lírica latina no nos ofrece na-
da que en elevación, en majestad y en brío pueda compararse con las fogosas insjñraciones de
Quintana. Horacio es sin duda más correcto, más conciso, más puro, y por decirlo así, más
atildado;' pero, no lo dudéis, no tiene ni su fuego, ni su espontaneidad, ni su ñierza. Hora-
cio reflejaba la sociedad epicúrea en que vivía; seguía en sus versos la filosofía superficial y
condescendiente que cuadraba á su vida alegre y regalada, y cantaba la fortaleza estoica
{Justum ac tenacem) al son de los halagos de Mecenas , como Cicerón escribía su paradoja so-
bre la economía en una mesa que le había costado doscientos mil sestercios.
»Todo esto dista mucho de la musa austera de Quintana, que, si no tiene, para volar al
cielo, las alas de Klopstock ó de Lamartine, ni hace brotar del alma delicadas flores de ternu-
ra al influjo de una mirada, de una lágriina ó de un suspiro, tiene afrentas para los sentimientos
viles , anatemas para la opresión , palmas para las acciones nobles ó heroicas, coronas de glo-
ria para las virtudes de la patria. A este entusiasmo por la belleza moral , que hace subir el
pensamiento á Dios , centro de donde viene y adonde va toda belleza , allega Quijitana el
culto de la forma hasta el punto de competir con los modelos más nobles de la poesía del gen-
tilismo. Para convencerse de ello basta leer su cauto A la Danza, tan lleno de imágenes, do
lozanas galas, de elegantes giros, de amor á la hunnosura plástica. No os hublo de su adnú-
CLXXXn BOSQUEJO HISTÓRICO CÜÍTICÓ
rabie canto Al Mar, alianza feliz de la musa antigua y de la musa moderna. En ¿1 ha hecto
Quintana lo que debe hacer todo poeta que aspire á unir la pompa , la animación y los colores
del mundo de la materia, con las abstracciones , los éxtasis y los sentimientos del mundo del
espíritu: hermanar el cielo con la tierra, modelar con manos cristianas el mármol de la anti-
güedad.
D Quintana j si no sabe sostener siempre la unidad limpia y tersa del lenguaje, es, por su
temple , su elevación y su nobleza , digno alunmo y rival de la musa antigua. No ha produ-
cido con sus obras ese rumor fugitivo quo tomamos por gloria, y que á veces no es más que
el eco de nuestras pasiones y de nuestros entusiasmos de un momento. Ha grabado su alma
en su poesía, y ha dejado estampada en ella el sello de la inmortalidad. Su nombre vivirá
mientras viva el habla castellana , mientras alienten corazones españoles que sepan palpitar al
recuerdo de la gloria y de la grandeza do la patria. »
CAPITULO XVI.
Copleros andaluces. — Muñoz de León. — López de Palma. — González de León. — Repiso Hurtado. — Jaén. —
Escuela poética sevillana. — Su carácter meticuloso é imitador. — Su gran mérito relativo. — Miembros distin-
guidos de la escuela. — Pléyade poética. — Xuñez. — Castro. — Roldan. — Arjona. — Reinoso. — Lista. — Ma-
tute. — Mármol. — Escuela gi-anadina. — Alonso. — Escuela valenciana. — Martinez Colomer.
Sevilla, la patria de los Herreras, de los Riojas y de los Arguijos, es decir, uno de los cen-
tros más gloriosos de noble, limpia y elevada poesía, habia caído, en el siglo xviii, en un
abismo de vulgaridad y de afectación literaria, que dejaba atrás, si cabe , los delirios cultos
y conceptuosos y las insulseces /)rosáica5 de Madrid, de Zaragoza, de Valencia y de Salaman-
ca. El contagio del estragado gusto de los Montoros y de los Benegasis , que allí también eran
.mirados como lumbreras del Parnaso, no sólo fué grande en las ciudades literarias de Anda-
lucía , sino que acabó por paralizar toda inspiración y hasta el amor á la poesía , que habia
sido en todos tiempos cualidad peculiar de la imaginación amena de los pueblos meridio-
nales de España. Ni un Gerardo Lobo siquiera se presentó á alumbrar con tibia luz aquel
anublado cielo del estro antiguo de Andalucía. La conmoción civilizadora que produjeron en
la nación entera los reinados de Fernando VI y Carlos III dio algún impulso á los ade-
lantamientos intelectuales. En 1751 se fundó la Academia Sevillana de Buenas Letras; pero
este instituto se consagró principalmente á estudios arqueológicos y á otras graves investi-
gaciones científicas, y las letras amenas continuaron inertes ó envilecidas por el mal gusto
y por la pública indiferencia. Coplas chocarreras , sembradas de equívocos y de chuscadas de
ruin linaje , en que salían por lo común tan mal parados el gusto como la decencia , consti-
tuían la poesía andaluza.
Uno de los poetas sevillanos menos conocidos , y no de los peores de la extrema decaden-
cia á que llegó la poesía andaluza durante el siglo XViii , es don Luis José Muñoz de León y
Ocaña. Habia escrito en sus juveniles años varias vidas de santos en verso, alguna cu octa-
vas , las más en romance endecasílabo, y tales eran su afición á la poesía y su religioso es-
píritu, que todavía en 1771, á los setenta y cinco años de su edad, «baldado de un brazo,
trénmlo de cuerpo y casi ciego», escribió un prolijo poema A Santa Catalina de Sena (1).
(1) El autor mismo lo refiere en el prólogo del de Muñoz de León se hallan manuscritas en la bi-
poeraa. Tiene éste el siguiente título : Easf/o aúnio blioteca provincial de Cádiz. Debemos el conoci-
y poema heroico en que se describe la vida de la se- miento de este poeta á la bondad y diligencia do
rúfica virgen Sania Catalina de Sena (códice en 4.°, nuestro amigo el señor don Adolfo de Castro.
3£»ó fojas). Este poema y las demás obras poéticas
DE LA POESÍA CASTELLANÍA EX EL SIGLO X.YU1. CLXXxm
Estas obras, y otras puramente líricas, de Muñoz de León se resienten por lo común del dis-
creteo, del equívoco, del alambicamiento, que estragaban las letras en aquel triste período de
transición. La menos incoiTecta de sus poesías es una paráfrasis del salmo L de Da-
vid , en ciento cincuenta estrofas. Algunas de ellas hay que , aunque poco esmeradas en la
dicción y no del todo limpias de los resabios de la época , se acercan algo á la noble senci-
llez que debe reinar en la poesía sagrada. Sirvan de muestra las siguientes del exordio :
Pan de lágrimas sea
El continuo alimento que yo use,
Porque en su gusto vea
A qué sabe el dolor, no lo rehuse ;
Que aunque lo amargo abarca,
Alimento también fué de un monarca.
Del dolor la vehemencia
Rompa mi corazón , y en este giro,
Con tu sacra asistencia,
También rompa el silencio mi suspiro;
Y puesto que á vos llego.
Lo que os pide, Señor, logre mi ruego.
Y pues la voz sonora
Que amorosa espresó tu labio amanto
A aquella pecadora
Magdalena, contrita, fué bastante
A eximirla de agravios,
Oiga yo la voz misma de tus labios...
Otro de los menos insulsos , entre aquellos copleros , fué el médico sevillano don Antonio
López de Palma, muy dado al estudio de las humanidades; hombre de agudo ingenio, pero
que siguió la corriente de su tiempo y de su país , y malogró, como tantos otros, sus prendas
naturales (1). Compuso varios escritos satíricos , entre ellos dos que cautivaron la atención
pública por el desenfado y la intención de sus chistes : Romances contra los tomistas , y Pan-
tomirndquia patética, ó Títeres fantásticos. Publicó esta última sátira en Málaga, con el seu-
dónimo de don AnÓ7iimo Chacota. El instinto satírico de López de Palma era grande. Lista,
adolescente todavía, conoció á este popular poeta, y nunca olvidó su desembarazo y su do-
naire. Matute lo coloca entre los hijos insignes de Sevilla. Gallardo dice de él que « sin exa-
geración puede afirmarse que fué el Isla sevillanos (2). Gallardo exagera. López de Palma,
aunque zumbón y agudo, no tiene ni la abundancia, ni el alcance, ni el rico lenguaje, ni la
intensa irom'a del jesuíta leonés.
Merece igualmente ser mencionado en este histórico bosquejo otro coplero sevillano, que
también conmemora J/aíwíg y alaban Lista y Gallar-do: don Antonio González de León., que
desempeñó, entre otros cargos, el de oficial del Archivo general de Indias , y fué individuo
de la Academia de Buenas Letras de Sevilla. Este escritor es una verdadera antítesis de su
contemporáneo y paisano López de Palma. E ste , dado á la sátira vulgar y chocarrera , se con-
sagraba con ahinco y respeto á las humanidades; González de León, que con predilección cul-
tivaba la lírica , desdeñaba el estudio de las humanidades y «no perdía ocasión alguna de ridi-
culizarlo D (3). Como se ve , había algo anómalo y singular en la índole poética de ambos es-
critores. González de León leyó en la Academia de Buenas Letras un estudio titulado Re-
flexiones sobre las obras de ingenio y de elocuencia. Era hombre de pensamientos levantados, y
habría podido acaso ser buen poeta en mejores tiempos y en esfera más literaria (4). También
(1) Miu-ió en Abril de 179-2.
(2) Apuntes autógrafos de don Bartolomé José
Gallardo.
(3) Palabras de Lisia.
(4) Creemos conveniente poner aquí algún ejem-
plo del estilo poético de González de León . para que
Be forme idea de lo que eran los mejores poetas de
Sevilla en el reinado do Carlos III. Tomamos el
ejemplo de un drama alegórico relativo á este rei-
nado:
lA. SABIDURÍA.
(Recuerda el restablecimiento de la universidad de Sevilla por
Cirloa m , y caracteriza las ciencias , las artes y la indngtria.)
Tú . grande Teologia , santo estudio,
Qoe ¡A cieucia de Dios tratas y enseSas,
Y su dogma y misterios revelados
Prestas á la observancia y la creencia;
Tú , oh Ciencia del Derecho, que derivas
Tn justicia del que es Justicia eterna,
De cuya potestad las potestades
Han el poder de que usan en la tierra;
Tú , Medicina , criada del mnr Alto
Para ocurrir del hombre á las dolencias;
Pilosofia , que al conocimiento
De la Causa de causas, fiel nos Uevas ;
Tú, oh gran Maíesit (a), que los senos hondot
De la madre común nos manifiestas,
Y en proporción , en número y medida,
Á ejemplo del gran Dios . fijas tas reglas;
Vos, Xoblcs Artes , que imitáis las obras
Del Hacedor de la naturaleza ;
(a) lf»t«initi(».
t'LXXXl^ BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
escribió versos festivos , entre ellos , Romances descriptivos de la vida de Olivares (MS.), y
obras lio-eras para el teatro, como la zarzuela El hijo de Ulíses (impresa en 1768), y los sai-
neto»; El poeta cómico (1768), sátira contra los vicios del teatro, así de autores como de co-
mediantes, j El francés por devoción (MS.), sátira contra los jóvenes infatuados con las
ideas y costumbres francesas; pensamiento burlesco, que más adelante reprodujeron, en dife-
rente forma, doña Rosa Gal vez en la comedia Un loco hace ciento, y Sánchez Barbero en la
sátira Los viajeriUos.
Al terminar el reinado de Carlos III, el presbítero don Francisco Buendia y Ponce, de es-
casísimo numen, compartía la gloria poética con González de León, j ambos pasaban en Se-
villa por los mcíjores representantes de los inmortales poetas que en venturosos tiempos había
inspirado el privilegiado cielo de Andalucía. Ambos fueron designados por aquella ciudad
ilustre para celebrar el advenimiento al trono de Carlos IV (1).
Un presbítero ilustrado y laborioso, do?i Luis Repiso Hurtado, cura beneficiado de Lucena,
individuo también, aunque honorario, de la Academia de Buenas Letras de Sevilla, y gran-
de amio-o del Conde de Noroña, gozaba en Córdoba de cierta nombradía de poeta en la se-
gunda mitad del siglo xviii. Escribió obras líricas y dramáticas. Pero era temerario su em-
peño. No hay en sus versos, impresos ó inéditos, destello alguno del arrebato de los verda-
deros poetas. Sus poesías son triviales é insulsas , y con razón la posteridad las ha olvidado
para siempre (2).
En Cádiz habia logi'ado asimismo cierta fama, y tenía por Mecenas al esclarecido Marqués
de la Victoria , don Alonso Jaén y Castillo, zurcidor de cantos épicos de la más ])erversa ín-
dole que puede imaginarse. A los vicios literarios de la época, unia Jaén falta de imagina-
ción y sentido poético, y falta mayor todavía de sentido armónico. Así acaba una de las oc-
tavas del poema heroico que escribió A la vida y virtudes de la reina doña María Amalia de
Sajonia , esposa de Carlos IlL :
Y el que teme insulto ó el que juzga amago,
Lo siente golpe y lo llora estrago...
¡ Qué idea tendría este descaminado versificador del acento y de la cesura en los versos en-
decasílabos! y lo más peregrino es que el poeta que tan absolutamente ignoraba las circuns-
tancias elementales de la métrica , era ¡ (|uién podría presumirlo ! projesor de bellas letras en
la ciudad de Cádiz.
Ocioso sería añadir nuevos testimonios al deplorable cuadro de la poesía andaluza en el pe-
ríodo de la decadencia. Hombres verdaderamente ilustrados , y todos ellos poetas más ó me-
nos aventajados , pero libres ya del vulgar ó pedantesco espíritu que allí subyugaba las letras,
hicieron cuanto estuvo á su alcance por introducir en Sevilla la reforma del gusto, que tan
rápidos progresos habia hecho en Salamanca y en Madrid. Trigueros, Olavide, Jovellanos,
el padre Miras, Vaca de Guzman, Forne.r : éstos fueron, ya con el ejemplo, j'-a con la doctri-
na, los más activos promovedores déla depuración de las letras en aquella tierra privilegiada
de la gracia y de la inspiración. Don Pablo de Olavide , asistente de Sevilla, no se contejita-
ba con satisfacer para sí propio sti ferriente afición á las ciencias graves y á las letra» ame-
T tú , Industria , bosquejo, sombra , indicio Ee la desolncion y la miseria
De la sabia y sublimo Providencia ; Del humano linaje 1...
Vosotras todas vuestro ensalzamiento
Debéis á los Borbones... (1-) El padre Manuel Gil levanta ;i las nubes el
La Jum/^rMífcncía, después ele manifestar sus al- estro de estos infelices poetas. — Relación de la
tos oficios de conservar en paz y justicia los esta- proclamación del rey don Carlos JV, y fiestas con
dos y velar sobre las costumbres , exclama : q^^e la celebró la muy noble y muy leal ciudad de
1 Oh dulce humanidad , cuan más segura Sevilla. — Madrid, imprenta de Ibarra, 1790; en
Estás en esta edad que no en aquella f ólio
De confusión , de estrópito y desorden , ,„,, »»' i , • ^ n • rr i J __. i
En que acalló á la ley la prepotencia . (2) Vcase el art.culo Rcpiso Hurtodo en nuestríi
El bando y el partido I... ; sigioá tristes RcscTia dc varlos poetas líricos del siglo xyni.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL CLXXXV
Das. Reunía en su palacio á los hombres más doctos y brillantes que encerraba Sevilla , y to-
dos tenían por dulce solaz rendir culto, con el ejemplo y la doctrina, á las letras útiles ó ame-
nas que civilizan y ennoblecen los estados, Jovellanos , el religioso murciano fraí/ Miguel de
JSñraSj y más adelante Forner, fueron allí los primeros propagadores de las poesías do fray
Diego Gómale:: y y los qiie dieron á conocer las sabrosas primicias del ingenio poético de Me-
Icndez, de Iglesias y de otros poetas de Salamanca, ciudad á la cual cupo la gloria de antíci-
¡)arse á todas las demás en la restauración de la sensatez literaria (1).
Estos laudables esfuerzos parecían estériles. La nueva doctrina no cundía. Sólo la enco-
miaba y aplicaba un limitado grupo de personas doctas, que, en su aislamiento, tenían tra-
zas de antiguos sacerdotes iniciados en im misterio que había de quedar fuera del alcance po-
j)ular. Las reglas doctrinales no eran simpáticas, porque allí, aun más que en otras provin-
cias , parecían cadenas del ingenio. Los reformadores escarnecían en sus sátiras á los cople-
ros, y los copleros se burlaban á su sabor de los reformadores. Forzoso es confesarlo : el cam-
po quedó, en los primeros tiempos, por las coplas desenfadadas, por los chistes vulgares, por
el gusto popiüar desencadenado y pervertido. Pero éste era el triunfo pasajero del atraso y de
la rutina. La sociedad española había entrado en un período histórico de transformación y de
adelantamiento, y aquellas semillas de buen gusto, que antes parecían infructíferas, callada-
mente habían fermentado en el entendimiento de la generación naciente, á quien el porvenir
pertenecía.
Ya cercano el termino del siglo, unos cuantos estudiantes, oscuros sí, pero animosos y
sedientos de gloria , realizaron casi de repente lo que no habían podido llevar á cabo los Ola-
vides y los Jovellanos. No hablaremos aquí de la Academia Horaciana , establecida por Arjona
y Matute y efímero ensayo de una asociación literaria que piisiese coto en Sevilla á los deli-
rios del mal gusto. Este laudable intento, frustrado en manos de aquellos dos mozos sin au-
toridad y sin influencia , tomó poco después vida y consistencia con la creación de la Acade-
mia particidaí' de Letras Iliimaiuis. Tropiezos y amarguras tuvo alguna vez esta academia , á
causa de la envidia que despertaba en los ignorantes ó en los apegados á las ideas antiguas.
(1) El malogrado caballero don Eustaquio Fer- de lenguaje que no era fácil hallar entonces. Deseó,
nandez de Navarrete oyó referir, en su mocedad, á pues, Jovellanos entrar en correspondencia con ol
BU sabio abuelo don Martin la anécdota del origen excelente poeta, y así lo hizo. El padre González,
de las relaciones literarias entabladas, por los años cuyo nombre poético era Delio^ le contestó que no
de 1775 y 1776 , entre Jovellanos y los poetas sal- era él solo quien cultivaba las Musas en Salamanca,
mantinos fray Diego González y Melendez Valdés. y le envió copia de los ensayos poéticos de Melen-
El señor Navarrete nos la trasmitió por escrito en dez (Batüo) y del padre Juan Fernandez de Rojas
los términos siguientes : (Liseno'), hond)re de ameno ingenio, como lo de-
« Amigo siempre Jovellanos de todo lo que valia, muestran la égloga y canción á la muerte de Delio,
mientras estuvo de oidor en Sevilla' trataba mucho únicas obras poéticas que conozco del padre Fer-
á fray Miguel de Miras, cuyas poesías no conozco, nandez, y su Crotalogía, ó ciencia nueva de tocar
aunque se sabe por Melendez y ÍTay Diego Gonza- las castañuelas, en que se burla de la pedantería
lez que celebraba en verso una belleza imaginaria científica de los modernos.
ó real con el nombre de Trudina. Hablando un dia «Con este motivo dirigió Jovellanos su epístola
este religioso con don Gaspar, le dijo, no sin algu- ó idilio á los salmantinos, pidiéndoles noticias do
na presunción : « Yo tengo un fraile allá en Casti- su vida y estudios ; á que contestaron Melendez con
lia que deja chiquitos á todos los poetas de nuestro su pobriíjima oda :
tiempo.» — Aludía á fray Diego González, á quien »La historia de Jovino
el padre Miras había conocido cuando aquél estuvo Y el aurífero verso y tan sonoro, etc.;
de visitador en la provincia de Andalucía, y con ^ a n ^ i i í-
, , , . . \ . , , 1 T ,1 y el padre González con la hermosa y castiza com-
el cual había trabado amistad estrecha. Jovellanos,
manifestando incredulidad, le pidió muestra de sus
versos, y el padre Miras escribió á González rogán-
dole que enviase algunos, los cuales sorprendieron
agradablemente á Jovellanos, y con razón , pues si «Ni Jovellanos ni Melendez eran capaces entón-
la poesía del padre González no es de las más ricas, «es de hacer versos como los de esta composición.»
IJeue siempre una pureza de estilo y una elegancií^ ]3, F. de N,
posición que empieza :
nJovino, descendido
De claros y altos royes, etc.
clxxxvi bosquejo histórico critico
Pero, primero la protección de Fomer, que era poderosa y resuelta , y más adelante el as-
cendiente mismo que iban cobrando en la opinión los académicos , por su talento, su saber,
su entusiasmo y su perseverancia , hicieron triunfar á la academia de todos los obstáculos, y
en pocos años llegó á constituir lo que se ha llamado la moderna escuela poética sevillana. Dos
insignes escritores andaluces , Lista y Galiano, han consignado en sus obras la historia y el
juicio crítico de esta academia. Lista, uno de los creadores de ella, al referir las vicisitudes,
los principios doctrinales, el orden de tareas , y bástalas impresiones íntimas y amistosas de
aquella interesante sociedad , da á su narración el color simpático de los recuerdos de la ju-
ventud, el sello precioso y animado de la verdad y de la emoción (1). Pero juzga en causa
propia; le embaraza el exorbitante y meticuloso amor á las formas, propio y peculiar do las
doctrinas que profesó en su juventud, de las cuales, á pesar de su agudo criterio, no acierta
á desprenderse, y viene á ser por ello, para tasar el valor absoluto de la escuela poética se-
villana , un juez menos abonado, menos imparcial , menos libre que don Antonio Alcalá Ga-
liano. Imbuido éste , más profundamente que Lista , en la literatura general de Europa, y con
especialidad en la inglesa; más convencido asimismo de la superioridad de la moderna críti-
ca , que , dando alta importancia á la nitidez y á la corrección de la forma, antepone lo espon-
táneo y lo grande á lo convencional y á lo atildado; y dotado, por último, de una perspicacia
analítica de primer orden , Galiano tenía en el presente caso una competencia eminente. Su
juicio relativo no llega, ni en movimiento, ni en fuerza, al juicio de Lista, que recorre amo-
rosamente las interesantes vicisitudes históricas de aquella meritoria escuela. Pero su juicio
absoluto es , en cambio, magistral y decisivo. Sustituií-lo con el nuestro propio, fuera vana
arrogancia y estéril propósito. Copiar aquí algunos breves pasajes en que Galiano encierra la
esencia de sus opiniones , es lo que dictan ahora el buen gusto y el buen sentido :
Casi con la llegada de Forner á Sevilla coincidió el formarse allí una asociación literaria con el título
A& Academia de Buenas Letras (que hubo de ser hacia 1793), y los que la componían, dedicados espe-
cialmente á la poesía, y apenas ala prosa, salvo en lo referente á la composición poética, ó á la crítica so-
bre esta misma, desde luego aparecieron con el carácter de lo que es común llamar escuela, esto es, una
congregación de hombres que, si difieren, como es forzoso que suceda, en calidades intelectuales, tienen
■una doctrina común para guía en sus trabajos y para regla en el juicio de los ajenos, y hasta cierta uni-
formidad de estilo...
Los principales de aquella academia, 6 del gremio literario que en torno de ella se formó en la capital
de Andalucía, han desaparecido ya todos del teatro del mundo, en el cual han llegado algunos, en época
de la nuestra muy poco distante , á representar importantísimos papeles. Si con el trascurso de los años
variaron un tanto su estilo, siempre conservaron entre sí alguna y no corta semejanza. Verdad es que pos-
teriores y graves sucesos de naturaleza política, de los que tanto han influido en la suerte de nuestros li-
teratos en el presente siglo, vinieron á ligar á varios de ellos con un lazo más sobre los que antes loa
unía; lazo que apretó la desgracia, no llevada, doloroso es decirlo, con la debida firmeza y dignidad...
La escuela seAállana, en los últimos dias de los que de ella fueron lumbreras, vino á ser la de los apodados
afrancesados, por haber servido con la pluma á los franceses, enemigos de su patria ; porque dos de los
miembros más distinguidos de aquel antiguo y ya acabado cuerpo, juntos con algún otro literato de la
misma ciudad y época, llegaron á ser los corifeos y casi los únicos cultivadores de la literatura española
en tiempo en que un gobierno duro, y por las circunstancias perseguidor de los más de los escritores de
otras escuelas quele habían sido contrarios, les dio, no sólo amparo, sino patrocinio declarado, lo cual equi-
valía á darles un monopolio de poder é influjo...
El intento del que esto escribe, es dar á conocer la naturaleza de la escuela literaria de Andalucía de fi-
nes del siglo último y de los primeros años del presente, y á los literatos más notables que de ella y de la
ciudad donde se formó, y también de toda España , fueron ornamento ; hombres no ciertamente eminentí-
(1) De la moderna escuela sevillana de literatura. del citado artículo :
Artículo publicado por don Alberto Lista en el to- Muchos años y revolnoíones han pasado desde aqneUa época ; pero
mo primero de la Revista de Madrid (1838). Puede en cualesquiera partes donde aun existen individuos do \a, Academia
juzgarse del entusiasmo con que recordaba Lista, en ^* ^^''''^' Humar,as, saben que son amigos, y sin necesidad do jura-
1 ••jii \ ^ j. ij-j. j mentos ni de ceremonias misteriosas, cuentan con un vinculo que
la anrianiaacl, las nobles tareas y las desmteresadas ,, ., ^ ^ ^ x a ■, -a i
•' solo romperá la muerte, | Venturosa época de la vida , que no vol-
amistadeg de la edad temprana, por estas palabras y^ié,\
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL CLXXXVií
slmos, pero quo sobresalían bastante en el, por desdicha, poco alto nivel de la ilustración española...
Los sevillanos aspiraban á reproducir, á fines del siglo xviii, la poesía del xvi y años primeros del si-
g-uiente, y á reproducirla casi tal cual era, y sobre todo, á renovar la dicción de Fernando de Herrera, su
ídolo, y de los que del , á su entender, tan perfecto modelo habían sido principales secuaces é imitadores.
De ello se desprende hal)cr sido la nueva escuela sevillana tan artificial cnanto serlo cabe. La añeja cos-
tüoibre de figurarse los poetas pastores, fué puntualuiente por ellos seguida... Los sevillanos, al pintarse
apacentando ovejas cuando, sí ya no estaban ejerciendo su santo ministerio en el altar ó en el pulpito, tra-
bajaban con la pluma en un aposento bien techado, tomaron nombres de los que eran llamados poéticos en
aquella época, en que el nombre propio parecía digno sólo de la humilde prosa. Blanco, latinizándose el
apellido para trasmutarle después en nombre pastoril , pasó á ser Albino; Eeinoso, de su nombre de pila Fé-
lix, sacó el do Fileno; Lista, de Alberto se volvió Anfriso, y con este nombre tomó el supuesto oficio de
pescador, aunque hubo también de ser Licio, por su apellido... Los argumentos de las poesías solían cor-
responder al disfraz de los poetas. Siendo casi todos ellos eclesiásticos, no por esto dejaban de componer y
publicar versos amatorios, sin escrúpulo ni recelo de faltar al decoro; en lo cual se repara aquí, no para
reprender en ellos una conducta impropia del carácter de que estaban revestidos, pues sin duda no liubo de
pasarles por la imaginación hacer gala de faltar á lo que era una de sus primeras obligaciones, sino para
mostrar que el arte con reglas engañosas , y no la naturaleza, los inspiraba , siendo fingidos sus amores, y
no dísiuiulándose la ficción, pues los enamorados pastores Albino, Fileno y Licio eran quienes declaraban
BUS tiernos y apasionados afectos á las imaginarias Dorilas, Clóris 6 Filis, sin que de tales galanteos y
amoríos pudiese resultar tacha á los presbíteros Blanco, Reinoso ó Lista. De aquí se seguía ser fingidas las
pasiones que expresaban, y que, como figuradas y no sentidas, apareciesen artificiosas, tibias ó vagas y
comunes, en lugar de ser vehementes ó intensas ; mero producto de las reglas de bu doctrina, que les man-
daban tener amores y cantarlos, indudablemente porque, como de los andantes decía el caballero de la
Mancha, su famoso imitador, pensaban de los pastores imaginados que uno sin amores era «árbol sin ho-
jas y sin fruto, y cuerpo sin alma.fl Pero á una con las poesías amatorias, las escribían los nuevos poetas
sevillanos de las llamadas sagradas, ó digamos sobre asuntos religiosos, propio argumento para hombres
de su santa profesión, y tal, que no sólo les consentía expresarse en obediencia á una inspiración espontá-
nea y genuiua, sino que parecía en ellos natural desahogo de sus almas la concepción y expresión de
tales pensamientos. Sin embargo, las mismas poesías sagradas de aquellos ingenios, ciertamente no faltos
ni de imaginación ni de pasión, se resentían en gran manera del vicio radical de la fe literaria que ha-
bían abrazado. En vez de entregarse á los naturales ímpetus de una devoción sencilla, sincera y bien sen-
tida, como aquella que inspiraba á fray Luis de León los magníficos trozos de su Noche serena 6 el bellí-
simo principio y fin de la oda Á la Ascensión, los sevillanos del siglo xviii, sin duda piadosos, seguramente
doctos , contenían su piedad para darle dirección ; ó, lo que es lo mismo, antes de dar natural suelta á sus
afectos, buscaban en los libros ó en la memoria los términos en que debían expresarlos. Contribuía á este
modo de pensar y proceder la idea que se habían formado del lenguaje poético, que llegaron á considerar
como la parte principal en la poesía. Ahora, pues, aun cuando en los escritos, así en verso como en prosa,
y tal vez más en la composición en verso, sea de grandísima importancia la belleza de la forma, convie-
ne considerar que , buscándola por remedo ó mero estudio, suele desatenderse la inspiración que lleva á
encontrarla, y también que la belleza de la forma, lejos de estar reñida con la sencillez y naturalidad, la
quiere por consorte, sin lo cual se cae en lo quo llaman los pintores amaneramiento ; defecto que existe
tanto cuanto en los productos artísticos , en los literarios. Que en poesía pueden y deben usarse algunos
vocablos y giros que no consiente la prosa, ni aun la más entonada, es muy cierto, y tiene en su favor la
respetable autoridad del príncipe de los oradores romanos, grande escritor, ademas, en prosa, y mediano
en verso; el cual , comparando con el orador al poeta, declaró á este último verborum licentia liberior; pe-
ro, en la pasión ciega al lenguaje poético, es común trojiezar con más de un escollo, siendo de estos uno
tomar lo extravagante por lo bello y exquisito, y otro, si no mayor, más peligroso, figuraree que con el
uso de frases y voces rebuscadas y peregrinas im pensamiento trivial adquiere el valor más subido. En
este último yerro, y aun en parte en el primero, incurrieron los poetas de que este artículo trata, ya al pro-
ducir sus obras , ya al juzgar las ajenas...
Délo hasta ahora dicho en este artículo sobre la escuela novel sevillana, posible es, y aun probable, quo
se suponga que quien le escribe, es de ella enteramente contrario. Pero, en verdad, silo es, lo es sólo has-
ta cierto punto y mirándola bajo un aspecto, mientras, considerándola por otro, se le declara completa-
mente favorable. Al lado de la poesía natural, espontánea, inventora, sencilla, debe ponerse, aunque en
lugar inferior, la poesía artificial, correcta, imitadora, elegante. Buscando eminencia en la primera, cuan-
do faltan las condiciones necesarias para acertar, es común caer en lo humilde, en lo extravagante, en lo
insulso, hasta en lo pueril muchas veces. Dedicándose ala segunda, no puede haber fundada esperanza de
llegar á grande elevación; pero hay menos peligro de caídas, y cuando éstas suceden, no son muy gra-
ves. Mucho hay que admirar en la poesía latina, y, con todo, la poesía latina es de la clase artificial, con
algunas raras excepciones. La escuela sevillana conservaba ó renovaba buenas tradiciones en buenos ejem-
plos. JHo era de la puciia más alta, pero lo era de una elegante y pura, -^ los quede \^ misma escuela fue-
CLXXxTiTI BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
r 'U principal ornamento merecen ser calificados, si sólo de medianos poetas, de más que medianos escri-
tures. Aun su critica era de lo mejor para su época : no exenta por cierto de preocupaciones , euleramen-
to externa, de reglas aplicables igualmente á todos los tiempos, y mal enterada del espíritu de algunos
períodos de la historia del entendimiento humano y de las sociedades pasadas ; pero en general, sana, clá-
sica, según se entendía á la sazón lo clásico, y estaba apoyada en una buena y bastante extensa erudición,
que abrazaba desde las letras griegas interpretadas á la latina, hasta la literatura moderna de los pueblos
más ilustrados ; crítica parecida á la de La Harpe ó á la de Blcilr, y á la cual daba realce el buen estilo y
dicción correcta, y bastante, si no del todo, castiza de los escritores. En suma, la escuela sevillana , puesta
en cotejo con la salmantina y la que vino á formarse en la capital de España, no aparecía desairada, y
ademas tenía el mérito de no ser aellas completamente semejante, pues mostraba ciertas diferencias que
en gran parte la caracterizaban (1).
Este examen magistral de la moderna escuela poética sevillana, cuya reproducción nos
agradecerán sin duda los lectores del presente estudio histórico-crítico , nos dispensa de ma-
nifestar detenidamente nuestro propio juicio acerca de la misma escuela, que no sería, de
cierto, ni tan luminoso ni tan autorizado como el del señor Alcalá Galiano. La opinión de
este insigne crítico acerca de la estrechez convencional de los poetas reformadores sevillanos
del último siglo es fundadísima ; pero hay que tener en cuenta que el disfraz pastoril , los
emblemas mitológicos, y otras afectaciones y trabas de la rutina seudo-clásica, eran en aque-
llos dias achaque general de la España entera, si bien los poetas sevillanos, aun los más in-
geniosos y delicados, no tenían, como Quintana y algún otro, instinto poético bastante po-
deroso para salir, sin extraviarse, del carril trillado y convenido. El pecado grave de la es-
cuela sevillana, en que no había incurrido la de Salamanca, fué el ser demasiado escuela,
extremando la tendencia imitadora , funesta condición del clasicismo mal entendido , y dan-
do á la entonación y á las formas del lenguaje cierta uniformidad palabrera y monótona. En
la Academia de Letras Humanas se leyó con aplauso un discurso donde se clasifican los poetas
por escuelas; y Lista, acaso el crítico de más sano instinto entre todos los académicos, tacha
á Lope de Vega , en otro discurso leído igualmente en la misma academia , por haberse aban-
donado á la facilidad de su ingenio, y declara malos, malísimos sus versos j^or la mayor par-
te (2). ¡A tal punto cegaban á Lista, en su mocedad, las preocupaciones de la escuela de que era
firme sustentador! Anteponía entonces á todo, en la poesía, la forma artificial y estudiada.
Fervoroso admirador de Herrera , decía de él que había cultivado la poesía de dicción. A la
luz de la crítica del tiempo presente, 'poesía de dicción suena como una paradoja, ó como el
error de quien toma la vestidura y el ornato por la esencia de la belleza. Algo más que dic-
ción limpia y lenguaje entonado, robusto y peregrino, hay en el lirismo elevado de Herrera.
Y es lo singular que el mismo Lista , que acusa á Lope de no trahajar y corregir sus ver-
sos, de dejarse llevar de su imaginación fecunda y de su admiralile facilidad, y de no bus-
car modelos que imitar, juzga que acertó Balhuena en no haber sacrificado su abundante y no-
ble facilidad al trabajo y artificio de los herreristas , que es incompatible con la soltura y la
amenidad (o). No hay que admirarse de esta contradicción. La crítica de aquella época era
imperiosa, á par que insegura. Lista estaba dotado de gran discernimiento , y pugnaban ne-
cesariamente en su ánimo su noble instinto y la fe de su escuela. Andando el tiempo , com-
prendió que Lope de Vega era tan consumado maestro en la versificación como en el idioma,
y que si se hubiese dado á buscar modelos que imitar, en vez de abandonarse á la impetuosa
é inagotable vena de su ingenio, no habría sido Lope de Vega, esto es, el poeta más espon-
táneo, más sincero, más español quo ha producido nuestra patria.
(1) Artículo del señor don Antonio Alcalá Galia- to bajo el influjo de las preocnpaciones doctrinales
no {Crónica de Ambos Mundos). de la época, es una obra notable, llena de excelen-
(2) Examen de El Bernardo, de Balbuena. Estu- tes y agudas reflexiones.
dio crítico leído por Lista en la Academia de Letras (3) Examen de El Bernardo,
Umnaua;:!, el 15 de Setiembre de 1799. Aunque escri-
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVin. CLXXXií
Pero si del juicio absoluto pasamos al juicio relativo de la escuela sevillana, fuerza es re-
conocer el eminente valor intelectual de aquellos hombres animosos y entusiasmados , que
arrostrando innumei'ables obstáculos y contrariedades , acometieron con éxito la empresa de
dar lustre, elevación y pureza á las letras andaluzas, que tan desmayadas y envilecidas se
liallaban en manos de gentes de gusto estragado y baladí. En esta parte los gloriosos esfuer-
zos de los reformadores sevillanos fueron más meritorios (pie los de los poetas de la escuela
salmantina. Estos encontraron la opinión favorablemente dispuesta, y más inmediatamente
preparado el terreno por un Cadrdso y por lui don Picolas de Moratin. Los literatos andalu-
ces tropezaron con un espíritu ¡tiiblico, chabacano é incorregible, que combatía con ruidosas
manifestaciones la introducción del buen gusto. De este deplorable estado de la civilización
literaria de Sevilla en los últimos años del siglo xviii, nos ha dejado un autorizado testimo-
nio el célebre Blanco , testigo presencial, y uno de los más ilustres individuos de la escuela
sevillana.
Yo me acuerdo (dice) que en mi juventud se miraba como cosa ridicula el atreverse á publicar obras
de esta clase (de amenidad), y que una Academia de poesía que se trató de establecer, cosa de treinta
años há (1794), en la biblioteca publica de San Acasio de Sevilla, dio motivo do diversión y burla á la
ciu<]ad entera, y atrajo bandadas de estudiantes que con silbos y alborotos impedían la lectura, y aun ec-
guian á los académicos por la calle con insultos.
No arredró tanta y tan desmandada impopularidad á los campeones del gusto nuevo y de-
purado. Habia sonado en Sevilla , como en el resto de la nación , la hora de la transforma-
ción intelectual , y en breve la superioridad de la doctrina acalló el vulgar clamoreo , y el
triunfo coronó la perseverancia y el noble y civilizador intento de aquellos jóvenes ilustrados.
El eco de las primeras glorias de la escuela de Salamanca y de Madrid fué uno de los des-
pertadores del genio poético de los andaluces. Lista dice que «la escuela sevillana no hizo
más que imitar el espíritu de las de Cadalso y de Luzaní), y que los jóvenes académicos des-
cubrieron en el primer tomo de las Poesías de Melendez «las centellas del genio que animara
á los Horacios, Tibulos y Herreras.» Y por c-ierio que esta amalgama de poetas entre sí tan
diferentes, y tan diferentes también de Melendez , denota la confusa ilusión con que veían
los poetas reformadores de Sevilla el carácter de la nueva poesía. La escuela moderna sevi-
llana no logró, á pesar de las quiméricas creencias de algunos de sus individuos, el objeto que
se propuso, que fué, según aíirma Lista, «resucitar la antigua de los Herreras, Riojas y
Jáureguis.» Esto era aspirar á un imposible. La poesía verdadera no resucita nunca el es-
píritu genuino, ni siquiera el lenguaje espontáneo délas civilizaciones pasadas. Pero no por
eso su gloria es menos grande. En su efímera vida, puso en lugar muy alto la cultura lite-
raria de Andalucía , y con el ejemplo y la doctrina hizo recobrar á la poesía sevillana su dig-
nidad perdida y alguna parte de su esplendor antiguo.
A los cursantes de teología, que en un principio constituyeron por la mayor parte la es-
cuela sevillana , se agregaron otros jóvenes aventajados pertenecientes á diversas profesiones
literarias; entre ellos, don Joaquín María Sotelo , jurisconsulto distinguido; el médico Ma-
tute, más investigador que poeta, director del Correo literario de Sevilla, órgano de la nue-
va escuela; don Santiago Key , uno de los filósofos de la propia escuela; don José Manuel Va-
dillo, erudito, prosador poco ameno , ministro en 1822 y 1823; don Manuel López Cepero,
diputado á Cortes en dos distintas épocas, entendidísimo en materia de pintura, especial-
mente de la escuela andaluza. Hombres de autoridad ya sancionada por la posición social ó
por la fama, entraron también gustosos en aquel gremio juvenil. Fué uno de ellos el señor
Alvarez Santullano , que habia sido rector de la universidad. El que más halagó y favore-
ció á la Academia de Letras Humanas fué don Juan Pablo Forner, fiscal á la sazón de la au-
diencia de Sevilla, al cual confió la academia el honroso cargo áejuez de los certámenes.
Pero quien dio mayor lustre y vida á la escuela sevillana fué la pléyade poética , esto es.
Ja reunión de siete poetas, que aunque con diverso numen y fortuna, y á manera de la fa-
CXC BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
mosa pléyade británica, contemporánea, de los Laicistas^ que caminaba por muy diferente
senda y con mayor arrojo, cautivó desde luego la atención general. Fueron estos siete poetas :
Arjotm , Blaitco , Rdnoso , Lüta , B,oldan , Castro , Nañez. De este último , que desespcralja á
los académicos por el incorregible desaliño de su elocución , así como los sorprendía por las
imágenes nuevas y atrevidas de sus poesías, decia Lista, con evidente exageración : que en
él «hubiera tenido España el Píndaro del Cristianismo, si su genio sublime y vehemente hu-
biese podido sujetarse al fastidioso, pero necesario trabajo de la corrección» (1). Roldan y
Castro se distinguieron en la academia por algunas poesías estimables, de artificial, pero ele-
gante estilo, de dicción bastante pura, de inspiración escasa y harto trabajada, especialmen-
te en la expresión de los afectos. Ambos aspiraban á la sublimidad, pero sin dar con ella. No
hallando imágenos nuevas y atrevidas, oscurecían la frase cuando intentaban remontarse á
mayor altura que aquella que consentía su numen. La atención do los literatos se fijó por un
momento, de mi modo especial, en Roldan, con motivo de su oda A la Resurrección del Se-
ñor, que dio ocasión á que en la misma Sevilla fuese atacada la escuela sevillana, no ya, como
antes, por el espíritu de vulgaridad y de rutina, sino por la crítica, no mal encaminada, de
un hablista de primer orden, de un literato consumado, don Tomas González Carvajal, el
célebre traductor de los salmos. Apasionado admirador de la noble y fervorosa sencillez de
fray Luis de León, no le era simpática la afectación elegante de la nueva escuela andaluza.
Censuró la pretensión de escribir á lo Henderá, y no le faltaron, para fundar su censura, ra-
zones de sano criterio. Pero no tuvo en cuenta que si remedar á Herrera era intento des-
acordado , no lo era menos el que él abrigaba de imitar a fray Luis de León. Imitar á los
poetas esclarecidos es siempre yerro ; éste se agrava cuando los poetas son, por ejemplo,
Garcilaso, Rioja ó León. Hallar la poesía intensa, sublime y animada en frase completamente
natural y sencilla, es pri\-ilegio de los verdaderos poetas. Los que, como Carvajal, no llegan
ni con mucho á ese inefable sentimiento poético , cuando quieren seguir las huellas de los
grandes modelos , escriben , en vez de poesía , prosa versificada. La entonación levantada y
artificial de Herrera se imita mal; la sencillez poética de fray Luis de León no se imita
nunca : brota del alma , y ni se cultiva ni se aprende.
Reinoso, uno de los más briosos escritores de la flamante escuela, defendió á Roldan, y
por consiguiente, el espíritu y la doctrina que constituían el alma, por decirlo así, de la Aca-
demia de Letras Humanas. Esta controversia, sostenida por ambas partes con fuego y con in-
genio, no dio más resultado que el común de estas contiendas críticas; cada uno quedó más
tenazmente aferrado á sus opiniones , y siguió escribiendo según el tono y el estilo que pre-
conizaba (2).
El más glorioso timbre poético de Roldan, en sentir de sus compañeros de academia, fué
un poema titulado Danilo. Lista , principalmente , hacia de esta obra los más encarecidos
elogios (3).
Entre los siete escritores de la pléyade poética, resaltaban notablemente los cuatro prime-
ros que hemos nombrado. A decir verdad , sólo dos de estos cuatro , Arjona y LÁsta , eran
poetas, esto es, poetas espontáneos, en quienes la naturaleza y el arte se mostraban unidos,
ayudándose mutuamente en igual proporción. Reinoso y Blanco eran poetas de estudio más
(1) De la moderna escuela sevillana de Uteraturn. do el manuscrito. En Se^^lla , adonde fueron á pa-
(2) Alcalá Galiano, De la escuda literaria for- rar los papeles del señor Castillo, lian sido busca-
mada en Sevilla á fines del siglo próximo pasado. dos con empeño por nuestros amigos los distingui-
(3) El original de este poema estuvo, muchos años dos literatos señores Martin Villa, Fernandez Esj)i-
liá, en el archivo de la Academia de Letras Huma- no, Bueno, y de Gabriel, así este poema como otro
ñas. Pasó después sucesivamente ú manos de los se- titulado La Belleza, obra de Blanco, también muy
ñores Reinoso, don Juan Gnalberto González, don encomiada, que corriólas mismas vicisitudes que
José Pérez de Anaya y don José del Castillo y el Danilo. Todo infructuosamente. Hemos perdido
Ayensa, A la muerte de este último se ha extravia- la esperanza de leer estos celebrados poemas,
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL C^cr
que de inspiración , y el arte sobrcpiajaba en ellos visiblemente á la naturaleza. De Blanco
liablarémos en el capítulo siguiente, consagrado á recordar algunos poetas en cuyas creen-
cias y sentimientos dejó profunda huella la conmoción moral y política que recibió el mundo
por aquellos días. Dedicaremos ahora algunos renglones á calificar someramente , cual con-
viene al presente estudio, el valor poético de Avjona, de Reiiioso y de Lista.
Don Manuel María de Arjona, aunque muy aficionado al cultivo de las letras amenas, lo
era mucho más á los estudios graves, que requieren meditación y prolijas investigaciones. No
le arredraba la fatigosa exploración de archivos y de bibliotecas, y dejó varios escritos sobre
la historia eclesiástica, especialmente una Historia de la Iglesia hética, y una defensa é ilus-
tración latina del Concilio Ilibcritano. En unión con otros estudiosos jóvenes, logró, ven-
ciendo estorbos poderosos , establecer en Sevilla una academia de historia eclesiástica (1),
Fué ademas consumado helenista ; pero, como todos los helenistas de aquel tiempo, á excep-
ción de los alemanes, no vio la literatura griega sino al través del prisma romano, que la
desnaturalizaba con su propia fuerza , y no comprendió el espontáneo y desembarazado es-
píritu que la animaba. Su viaje á Roma, en 1797, hecho en compañía del arzobispo do
Sevilla, don Antonio Despuig, contribuyó á dar mayor ensanche y madurez á sus ideas lite-
rarias. Sus afanosas tareas de historia eclesiástica y de derecho canónico no embotaron en
su entendimiento la fiícultad poética, pero dieron á sus versos cierto carácter sentencioso,
que no desdice de la poesía austera y elevada. Era, entre sus compañeros de la escuela sevi-
llana, el que tenía estro más fácil y espontáneo. Ellos mismos reconocían y proclamaban el
talento poético de Arjona. Muchos años después, Blanco, evocando en Londres los sabrosos
recuerdos de la mocedad, escribía estas palabras: «Por desgracia de sus amigos y de la lite-
ratura española, ha fallecido don Manuel María de Arjona, poeta de tan fecundo y elegante
ingenio, que ninguno le excedía en aquella época.» Lista admiraba á Arjona no menos quo
Blanco, y solía decir, cuando de él hablaba, que «sus poesías eran tan delicadas como las
más célebres de Grecia.»
Prescindiendo de estos exorbitantes juicios, inspirados en no pequeña parte por la justicia,
y en mayor parte todavía por el entusiasmo de la amistad apasionada , no es dable negar que
el famoso canónigo penitenciario de la catedral de Córdoba estaba dotado de no común ins-
tinto poético. Pero, así como todos aquellos que rindieron culto á las escuelas imitadoras,
embargaba su numen por no apartarse un punto de la sujeción doctrinal, y enredaba y
comprimía con frecuencia su estilo bajo el peso de la balumba mitológica. El numen de Ar-
jona , si bien firme y encumbrado , no se prestaba fácilmente á la entonación rígida y solem-
ne de Herrera , ídolo de la pléyade sevillana. Las formas espléndidas cautivan á las escuelas
literarias, que se pagan siempre sobradamente del artificio artístico, y no es maravilla que
el bíblico cantor de la batalla de Lepante fuese preferido como dechado á otros poetas de más
llano y natural estilo. Nos parece , sin embargo , que á la índole de Arjona , como á la de los
demás insignes poetas de la escuela sevillana, con la única excepción acaso de Reinoso, el
más artificial de todos ellos , habría cuadrado mejor un estilo juntamente noble y sencillo,
semejante al de León y al de Rioja. Se advierte esto claramente en las poesías de Arjona,
aun en las inspiradas por asuntos elevados , como IjOs ruinas de Roma , una de las más ce-
lebradas. Ignoramos si quiso imitar la ¡)oesía de carácter artificial , de mister Dyer, titu-
lada TJieruins of Rome, obra muy aplaudida en tiempo de Arjona. La composición española
(1) Sotólo escribía desde Sevilla á don Martin legio, y que creemoB florecerá, ápeeardé los increi-
Femandez Navai-rcte , el 22 de Marzo do 1794, lo bles esfuerzos que ha hecho, para impedirla, el sabio
siguiente : claustro de esta universidad literaria. Ambos hemos
«^r/ona y yo no hacemos en el dia más que revolver abandonado á las Musas.» (Carta autógrafa de So-
concilios y padres , para fomentar una academia de telo. — Papeles de Forner.)
historia eclesiástica que hemos establecido en el CO'
eren BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
es á docMr vcftlad, bastante inferior en claridad, en fuerza, en fantasía histórica, ú la poe-
sía del escritor ino-lés; pero tiene trozos de alto sentido, de inspiración severa, y el estilo,
nunquo amanerado, como estilo de escuela ])oética, tiene noMcza y enernjía, sin acercarse en
nada á la frase insólita , al subido tono , también amanerado , de Fernando de Herrera.
Cíiando Arjona no habla el lenguaje convencional aprendido, sino el lenguaje de la natu-
raleza; cuando no se vale de rodeos emblemáticos para expresar afectos é ideas, sino del es-
tilo llano, directo y noble que brota del corazón mismo, entonces su poesía es mucho más
simpática, y por decirlo así, mds poética. La canción El Desengaño, por ejemplo, tan senci-
lla, tan modesta en su forma y lenguaje, vale, á pesar del descuido con que está escrita, más
que la mayor parte de las composiciones elevadas y doctas de Arjona. ¡ Cuánta verdad y cuán-
ta sensibilidad hay en esta estrofa I
Gozando vuestros halagos,
A mí mismo me docia :
Ya no soy de aquella impía ;
Ya está libre mi razón.
Ésta, sí, es amante dulce....
Pero Dorila no es ésta ,
Era toda la respuesta
Que me daba el corazón.
En una carta que desde Roma escribió á un amigo suyo, dice Arjona: «Tú me dices y
encargas que escriba canciones y sonetos en alabanza de reyes y de roques , y }'o no soy ca-
paz de formar un verso si algim particvdar motivo ó afecto no me estimula á hacerlo con u¡i
verdadero é íntimo sentimiento del corazón.» Cuando Arjona seguía, en efecto, esta sana y
sincera tendencia , que era la natural de su numen , escribía, si no conviva fantasía, con in-
genio y á veces con vigor y profundidad. La dicción en sus poesías es poco acendrada, y
á menudo desaliñada la versificación. Pero algunas de sus obras se leen con gusto todavía,
porque las anima la sinceridad de los sentimientos ó la fuerza de la intención moral (1).
De don Félix José Reinoso, tan notable como escritor en prosa, no hay en verdad, como
poeta , mucho que decir en el presente estudio. Su poesía no es ni abundante , ni fácil , ni
natural, ni inspirada. Es demasiado docta, demasiado reflexiva, demasiado hábilmente con-
certada, acaso demasiado elegante. Todas estas nobles prendas son insuficientes en la poesía,
si no andan hermanadas con la espontaneidad, la viveza, el fuego que brotan por natural im-
pulso del estro verdaderamente poético. La poesía de Reinoso es la que se forma diestra-
mente con el talento, y el estudio. Por lo visible y lo extremado de sus prendas artiíieialcs,
puede de ella decirse, como se dice de algunas personas, que tiene los defectos de sus cualida-
des. El arte, en las obras de imaginación , no basta por sí solo á producir verdadero hechizo ;
y ademas, el arte no es perfecto y poderoso sino cuando sabe esconderse á sí mismo. Un solo
acento espontáneo del alma vale más que todos los primores de la corrección y de la ciencia.
Desn-raciadamentc estas centellas del alma no se encuentran en las obras poéticas de Reinoso.
Por eso sus brillantes odas A las artes y A ¡a creación, á pesar del entendimiento que resplan-
dece en ellas , están hoy olvidadas. Una de sus obras más admiradas fué la Oda á la muerte
de Cean-Bermudez, No puede negarse que está esmeradamente concebida y escrita, y se lee
con gusto por la firmeza del estilo y la nobleza de la entonación. Pero ¿dónde está la nove-
dad de imágenes, la frase conmovida, la tuerza de sentimiento que el asunto requiere? El
descontentadizo Gallardo se burló ásperamente de esta oda, en general con poco acierto y
justicia. Pero tiene razón cuando dice: «La afectación de sensibilidad es lamas fastidiosa de
todas las afectaciones. Este no es el idioma del dolor; el dolor no se explica con tan filatera
retrechería» (2).
(1) La familia de Arjona ha tenido la bondad de de la traducción que hÍ70 Arjona , en asonante cn-
franqueanios las poesías autógrafas de esto ilustre decasílabo, déla Andrómacn de Racine.
escritor, que en balde han buscado, con el objeto (2) ÍJ¿ Cr¿7¿con, número 2, 1835.
de darlas á la estampa, sus admiradores de Curdo- Taml)ien se burla Galhirdo de la pretendida per-
bay Sevilla, Hay entre estos papeles, largos trozoa feccion métrica de Reinoso^ citando las siguientes
Í)E LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIÍ. Cxcili
Gallardo, que uada perdona , censura fundadamente, como insonoro, el siguiente verso
Je lieinoso :
Eterno vive do no agravia el liado ;
pero, á pesar de este desliz métrico y de algunos otros muj contados, puede afirmarse que lo8
versos de Reinoso, si escasos de encanto rítmico, como nacidos de inspiración forzada, son
casi siempre llenos y numerosos. Prueba do ello son las octavas de La Inocencia perdida, que
es la obra principal que dio á su autor ñuna de poeta. Con el entusiasmo propio de neófitos
de la naciente escuela , dieron los literatos sevillanos á este poema desmedida importancia. El
renombre de Reinoso la acrecentó después durante algún tiempo. Juzgando boy con la im-
parcialidad severa que á la posteridad corresponde jmra avalorar las obras bumanas , forzoso
es reconocer que La Inocencia perdida, sin embargo de algunas incontestables prendas que en
ella resaltan , no pasado una estimable mclianía entre las producciones poéticas de cierta
extensión y de elevado objeto. Temeridad, disculpable sólo por la inexperiencia literaria, fué
sin duda, en la Academia de Letras Humanas, dar por argamciito de un certamen « la caida
de nuestros pi-imeros padres » , babiéndose de reducir la obra á las dimensiones de un poemi-
ta. El asunto, barto ambicioso y grande para el exiguo espacio á que se le sujetaba; la falta
de grandiosa sencillez, que era como dogma implícito de aquella atildada escuela , y hasta la
competencia insensata que el argumento imponía de suyo con la obra inmortal de Milton,
El Paraíso perxUdo , eran graves y escabrosos obstáculos, con los cuales hablan do tropezar
necesariamente los poetas competidores. Reinoso y Lista , rivales en tan arduo empeño , die-
ron señales patentes, de vigor y elegancia el uno, de fluidez y facilidad descri[)tiva, algo des-
mayada, el otro. Ninguno de los dos pudo ni supo elevarse á la grandeza bíblica, ni crear
caracteres semejantes al Satanás y á la Eva de Milton, ni infundir á la fantasía el arranque
fantástico adecuado al peregrino cuadro , ni hallar siquiera la entonación que el asunto re-
quiere. La academia no pedia tanto , y por consiguiente , con razón admiró y premió La InO'-
cencía perdida , de Reinoso, poema más robusto y mejor concertado que el de Lista, y en el
cual hay hermosas octavas, si bien labradas todas, por decirlo así , con cincel rígido y cuida-
dosamente guiado (1). Galiano ha pintado el artificial estilo de Reinoso con esta imagen do-
nosa y expresiva: «No es aquella poesía un raudal, que con ímpetu brota, copioso, fresco y
cristalino, de las entrañas de la tierra; es el juego de aguas artificioso de una fuente, á que
da salida el fontanero, y no sin conocerse que la llave del conducto está un tanto premiosa.»
Quintana censuró el argumento elegido por la academia, pero no por razones de sana crí-
tica, sino reproduciendo la errada doctrina de Boileau de que los asuntos de la religión cris-
tiana no son propios para la poesía. Su juicio sobre La Inocencia ¡perdida está inspirado por
el más benévolo espíritu , colma el poema de alabanzas, y sin embargo, advierte con harta
razón que la parte dramática es inferior á la descriptiva. Otra observación de gran sentido
hace Quintana, comparando La Inocencia 2'>erdida con El Paixiíso perdido, que no podemos
menos de reproducir, así porque contribuye á tasar debidamente el valor absoluto del poema
estrofas, que copiamos aquí como muestra del estilo Aludiendo á estos versos, dice Gallardo : «Tra9
poético de esto escritor : este flauteado de rimas, que van en escalerilla, co-
Vuelveá mis manos, olvidada lira; mo cuando se teclean , para probarle , los registros
Y si al fugaz contento de un Órgano nlievo , de la primera á la segunda es-
Ta no responde tu cansado acento, ^^^^ ira-ira, era-era, ura-ura, ento-ento, anto-antó,
Sosten mi naca voz cuando suspira : ', ■,•■,■,
Ministra un tiempo del alegre canto, ^^^ ^^^^ ^^ cantor cn discantes sobre SI el discreto
Hora templa mi llanto; muere Ó no muere como el necio , y el bueno como
Llanto debido á la virtud severa, el malo : que SÍ, que no. »
Debido ala fe pura (1) F^,¿ adjudicado el premio en junta pública,
Y á los talentos que en la tumba oscura i o i t^- • i i ir^rA
Con Bermmlo lanzó la parca fiera. «1 ^ "^ Diciembre de 1 ( 99.
i Ay I llanto inútil para dar la vida
A ia gombr» querida
cxciv BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
de Reinoso, como porque da idea de la perspicacia crítica del gran lírico moderno. Descuíjro
éste una especie de contrasentido res¡)ecto del carácter de Eva, y lo explica de esta manera :
La serpiente en Milton llama la atención de Eva, no por su terribilidad, sino por lo bello y vistoso de
BUS formas y de sus colores. La atención se convierte luego en maravilla al oiría articular palabras, ¡y qué
palabras! Eva en ellas es la soberana del universo, la imagen más noble del Criador, digna de mandar a
los ángeles ¿Cómo es que habla? se pregunta Eva; y el tentador le responde que el fruto delicioso de
un árbol le ha dado la palabra y una inteligencia divina A la vista del árbol prohibido resiste á la ten-
tación ; pero las sugestiones pérfidas del seductor, la vista hermosa del árbol, el aroma que despide el
fruto ; todo parece que naturalmente la conduce á vacilar y á caer En la obra del poeta español la ser-
piente es horrible, no vistosa; sus palabras, en vez de ser de insinuación y artificio, son de blasfemia y
de indignación ; y es claro que este lenguaje, cu vez de persuadir á Eva, debia, al contrario, repugnarle y
horrorizarle (1).
Quintana señala varios versos, como ¿ste :
Airado sacudió el rayo primero,
que , por ia violencia de las sinalefas, carecen completamente de cadencia armónica. Censura
asimismo el uso de voces nuevas ú olvidadas, cova.0 podrecida, frutecida, nudo {^or desnudo),
pavorida, en paga (por en pago), y otras, porque no ofrecen en su empleo «aquella razón de
necesidad ó de energía con que se disculpen ó se autoricen.» No perdona tampoco frases vi-
ciosas como ésta :
Salen \s.y\ la mansión de la alegría,
Donde ¡ inf elice yo I nacer debia.
Tocias estas extrañas audacias de dicción en un hombre que es dominador de su lengua y
de su estilo, denotan únicamente la dificultad con que Reinoso componia sus versos. Varón
de grande entendimiento, pero de escasa fantasía poética, falta por completo á sus poesías
el espontáneo desembarazo que acompaña á la verdadera creación literaria. Carece Reinoso
de originalidad vigorosa, y basta aquel notable verso
El intentarlo sólo es heroísmo,
que ba sido tantas veces repetido como una sentencia proverbial , tiene su original en este
otro verso de Grerardo Lobo :
Que ya es hazaña desde que es intento (2).
El campo de verdadera gloria literaria para Reinoso no fué la poesía. Fué el examen crí-
tico de las artes , de las letras y de la política. Muy distantes estamos nosotros de aplaudir
la doctrina que constituye el fondo lógico del E.vámen sobre los delitos de infidelidad á la pa^
tria; libro por muchos mirado como un escándalo patriótico, en la época de su publicación,
y al cual llamaron después, unos burlescamente el Alcorán de los afrancesados (3); otros, con
rigor excesivo, Defensa de la traición á la patria (4). El libro, como alegato político, no es,
en verdad, sino un elocuente sofisma, como que la esencia del pensamiento general estriba en
confundir la conquista consumada con la conquista resistida; pero la obra, por el calor de
las acusaciones, por la vehemencia de los raciocinios, por la artificial elegancia y rigidez
misma del estilo, vivirá como un señalado testimonio histórico de las pasiones y de los ca-
racteres políticos de aquellos azarosos tiempos. En el Curso filosófico de literatura ; qu ú Dis-
curso inaugural sobre la influencia de las bellas letras ; en varios artículos sobre bellas-artes ;
en otros de filología y crítica, escritos con motivo de la traducción de la Historia de la lite-
ratura española, de Boutterveck; en el Estudio sobre la belleza; en el Juicio crítico de la Gra-
(1) Variedades de ciencias, literatura y artes, to- (3) Don Juan Nicasio Gallego,
mo III ; 1804. (4) Don Antonio Alcalá Galiano.
(2) Canto éjjíco al sitio de Cam^o-Mayor,
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIII. cscv
mática general, de Ilermosilla, y en otras obras, dio Reinoso luminosas muestras Je varia y
profunda instrucción y de elevado discernimiento crítico (1). Son muy dignos de aplauso el
tino y la sagacidad con que Reinoso explica el sentido de la poesía castellana de los buenos
tiempos, para defenderla de errados juicios. Recordamos, por ejemplo, la ingeniosa y acertada
defensa que bace, contra Martínez de la Rosa, de aquel final de un célebre soneto :
¡ Lástima grande
Que no sea vei'dad tanta belleza !
y asimismo del último verso de otro soneto de Lupercio de Argensola, igualmente famoso,
que dice de este modo :
Y déjale al amor sus glorias ciertas ;
demostrando que no son fundados los reparos del insigne poeta granadino, porque no inter-
pretó correctamente el sentido de las ideas y de las palabras de Argensola.
Procuremos medir ahora con exactitud , en breves palabras, el talento poético de don Al-
berto Lista, el más ameno, el más variado, el más flexible, el más simpático de los poetas
modernos sevillanos. Para los que, como nosotros, han conocido á este varón esclarecido, la
imparcialidad, aun para los más rígidos, es difícil. Lista cautivaba para siempre la volimtad.
Sus dulces prendas de carácter, su apacible trato, su conversación viva é ingeniosa dejaban
en el ánimo indelebles recuerdos. Su índole intelectual era, por decirlo así, enciclopédica.
Tenía poderosas facultades, no sólo diferentes, sino de aquellas que se contradicen y se com-
baten. Ser ala vez matemático y poeta, y sei'Io en línea muy alta, es privilegio singular
concedido á muy pocos. Por esta misma flexibilidad, era dado á su numen abarcar géneros
de diverso carácter. Tenía notables prendas de poeta , y como tal , trasjoasa bastante el límite
do la medianía. Pero no llegó nunca á los espacios más altos del arte. Faltábale para ello la
originalidad impetuosa, el arranque lírico, la magia peregrina que constituye el estro de los
grandes poetas. Sabe expresar pensamientos é imágenes comunes con más gala, facilidad y
limpieza que sus compañeros de Sevilla; imita con elegancia y gallardía, y á veces parece
que quiero romper las trabas convencionales que embarazan su numen. Pero la educación
y el gusto doctrinal reinante habían encadenado irremediablemente aquel ingenio , nacido
para volar con las alas de su feliz instinto. Su facilidad misma se convirtió en el principal
enemigo de su lozana musa, pues llegó de tal modo á connaturalizarse con el lenguaje
artificial, que es á menudo difuso y palabrero, por seguir en demasía el espíritu de imitación,
la elocución estudiada y el arsenal mitológico, resabios de su escuela. Sin duda por buscar
ese malhadado estilo poético , tan mal comprendido cuando se le hace consistir en las imáge-
nes de convención y en la compostura de la frase , empieza Lista una de sus odas en esta
forma trivial y enfadosa :
Doctas pimpleas, que las verdes faldas
Moráis, alegres, del feliz Parnaso,
Donde Castalia su inspirante onda
Vierte suave.
¿Ko es lamentable que el ilustre poeta, ya anciano, esto es, cuando la crítica literaria eu-
ropea, firme y acrisolada, habia condenado la mitología griega, como elemento falso y ridí-
(1) Algunas de estas obras, y otras qiie aquí no ceta de Madrid y la Gaceta de Bayona.
Be mencionan, permanecen inéditas. Las demás se Nuestro difunto amigo, don Francisco Pérez do
han publicado, total ó parcialmente, ya por separa- Anaya, ilustrado biógrafo de Reinoso, poseia ejem-
do, como el Discurso inaugural; ya en varios perió- piares ó copias de casi todas las obras de este üüb-
dicos, como El Censor, la Revista de Madrid, la Ga- tre escritor.
ekcVl BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
culo en la poesía cristiana, dirija á don Ventm-a de la Vega, su discípulo predilecto, los si-
guientes versos ?
Cuando tu lira, que templó D'íone,
Cánticos dulces de amistad resuena,
Y el nombre humilde de tu caro Anfriso
líobas al Orco
Oh joven, á quien dieran
Su blando beso Meliioraene y Clio,
Canta, y las rosas que el Parnaso riega,
Ciñe á tu lira.
No olvides antes visitar las aras
Y el templo austero de la gran Minerva,
Y en vez de mirto, roble misterioso
Ciñe á tus sienes.
En este mismo tono está escrita la oda entera. ¿Y á qué ese enredado artificio de frases
triviales y de manoseadas alegorías? ¿A que esa extravagante imagen de las Musas besando
al poeta? Todo para decir á Vega cosas cariñosas y sencillas. ¿Quó poesía es ésa que, per-
dida en pobres y afectados rodeos, no sabe liablar el idioma limpio y directo de los afectos
verdaderos, y para cuya completa inteligencia es forzoso tener á mano un Diccionario de la
Fábula? Esos versos, que se alimentan exclusivamente con la afectación y el emblema, ni el
docto los aprecia, ni el pueblo los entiende.
Cuando por la índole histórica, íiimiliar ó sagrada del asunto, sacude Lista la molesta
caro-a de ficciones insulsas, y prescinde del estilo poético amanerado, campea entonces, inge-
niosa, tierna, elegante, y algunas veces inspirada, la poesía del poeta sevillano. En algunos
bellísimos sonetos, en varios romances del pescador AníViso, en ciertas composiciones ligeras,
Lista es Lista, y no el sectario de su escuela. En las odas profanas le faltan por lo común
vida entusiasmo, verdad y movimiento. En las poesías sagradas resalta la fervorosa fe del
creyente sincero; pero se ve patente el laborioso estudio de la Sagrada Escritura y de los
Padres de la lo-lesia; mmca el amor divino de san Juan de la Cruz, la fantasía mística, la
naturalidad sublime de santa Teresa y de fray Luis de León. Un escritor ha dicho que
Lista fué sublime una vez, en su oda Á Cristo (1). La oda es magnífica en efecto; pero la su-
blimidad no pertenece sino en parte á Lista, el cual usa en esta composición un lenguaje no-
ble ferviente y concentrado. Las principales imágenes é ideas de las poesías religiosas de
Lista están sacadas, oportima y hábilmente, de san Anselmo, de san Buenaventura y de
otros escritores sagrados. La Academia misma de Letras Humanas señaló á Lista, en 1800,
el Ájiocalípsis como manantial de inspiración para la composición de su oda A la Concepción
de nuestra Señora. El poeta salió con gran lucimiento del difícil empeño. El recóndito espí-
ritu del Apocalíjysis no se imita y apenas se comprende ; pero la sublime lectura dio al estro
de Lista un insólito vuelo, y sus imágenes, sus descripciones y su estilo tienen gran fuerza
y natural desembarazo. La poesía de la escuela salmantina ejerció visible influencia en el
desarrollo de la escuela sevillana, y Lista imita alguna vez las poesías filosóficas de Melen-
dez, especialmente en su oda-^l la Providencia (2).
En los asuntos profanos, que requieren vigor y entusiasmo, la musa de Lista decae, y de
donosa, viva y elegante, se torna ampulosa y violenta, y por lo tanto afectada y poco simpá-
tica. Por eso su oda Á la victoria de Bailen es glacial cuando quiere parecer vehemente y
encendida. Una esfera de apacible luz, donde el poeta puede sentir sin arrebato y pintar sin
ostentación, es la que con\dene á Ljista. En ella encuentra acentos llenos de gala y á veces
de ternura, en que la expresión, á más de noble, es rica y espontánea. ¿ Quién no olvida los
artificios académicos que tanto ataban el numen de Lista, al leer versos tan elegantes y
sencillos como éstos de la oda Á la Benefcencia?
Dulce ilusión, aunque gozosa, vana,
Que lo mejor robaste de mi vida,
«
(1) Monsietir Antoine de Latour. En medio de sa gloria asi dccia
,,, , , 1 -.r 1 1 . •, «. K) pecador : «Su vano.. ..(
(2^ Véase la oda de Meleudcz (¿ue empieza 5
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVHL CXCVli
Huye veloz, como la luna herida
Del triunfante esplendor de la mañana.
Una de las composiciones más celebradas y con más lozanía escritas y versificadas, es La
Vida humana. Aunque está considerada como poesía filosófica , es obra de puro ingenio , y
más de poeta que de filósofo. La filosofía es harto superficial , y se reduce á una simple me-
táfora, á la \nilgarizada comparación de las vicisitudes comunes del hombre con las trans-
formaciones progresivas de una fuente. Hay en esta composición octavas tan bellas como la
siguiente , en que pinta al arroyo convertido ya en rio impetuoso :
Ingrato al bosque amigo, que acopado
Le adornó con sus sombras placenteras ;
Pérfido al muro , que besó humillado
Cuando apenas llenaba sus riberas.
Bate, si crece, el torreón alzado ;
Los troncos vuelca, inunda las praderas :
No hay ley, no hay freno que su furia atajen,
Y es, mortal, de tus vicios triste imagen.
Aquí el tono poético , la frase despejada, propia y cadenciosa son prendas de valor muy
subido; pero al cabo es poesía alegórica, y las alegorías y los emblemas, adorno y lustre del
estilo si están oportuna y sobriamente empleadas, no constituyen por sí mismas toda la poe-
sía , que, cuando es en alto grado espontánea é inspirada, sale directa, sencilla y desemba-
razadamente del alma. Esto acontece á la musa de Lisia en la oda al sueño , titulada El
himno del desgraciado. Tuvimos el gusto de oir la historia de esta preciosa composición de los
labios mismos del ilustre anciano. Vuelto Lista de la emitrracion en 1817, vivió alofun tiem-
po en Pamplona, en casa de los marqueses de Besolla , sus amigos y protectores. Atribulado
su espíritu con la situación falsa y desvalida en que se encontraba, á consecuencia de las vi-
cisitudes á que le hablan arrastrado tristes é imperiosas circunstancias , se hallaba en uno
de esos momentos en que devoran la vida el ^desaliento , la incertidumbre y la angustia del
corazón. Melancólicas cavilaciones le robaban el sueño. No lograba dormirse hasta después
de rayar el alba, y por consiguiente no era madrugador. No asistía con puntualidad á la hora
del almuerzo, y la Marquesa solia interpelarle por ello, acusándole de dormilón en tono cari-
ñoso y festivo. Lista le contestaba que el sueño es el único alivio de los desdichados que ven
nebuloso y cerrado el horizonte de su porvenir, y una mañana, después del almuerzo , escri-
bió rápidamente El himno del desgraciado. Esta poesía es iina joya literaria. En balde em-
pieza invocando á Morfeo y recordando el estilo poético de la escuela sevillana. Era un
momento de verdadera inspiración, y Lista continúa escribiendo, sin saberlo, con el estilo poé-
tico de la naturaleza. Las palabras y las frases no pueden ser más naturales ni más llanas;
la poesía del estilo está en el sentimiento sincero, en el misterioso impulso del alma, que
mueve al poeta. Hé aquí una muestra de aquellas bellas y concisas estrofas :
¿De qué me sirve el súbito alborozo
Que á la aurora resuena,
Si al despertar el mundo pai'a el gozo ,
Sólo despierto yo para la pena?
El ámbar de la vega, el blando ruido
Con que el raudal se lanza ,
¿Qué son ¡ay I para el triste, que ha perdido.
Ultimo bien del hombre, la esperanza?
Corta el hilo á mi acerba desventura,
Oh tú, sueño piadoso ;
Que aquellas horas que tu imperio dura,
Se iguala el infeliz con el dichoso.
Ignorada de sí yazga mi mente,
Y muerto mi sentido.
Empapa el ramo para herir mi frente
En las tranquilas aguas del olvido...
Vén, termina la mísera querella
De un pecho acongojado ;
¡ Imagen de la muerte ! después de ella
Eres el bien mayor del desgraciado.
Bel carácter de Lista diremos solamente , por la relación que la índole del hombre tiene
siempre con las cualidades del escritor, que carecía de enérgico temple, y que, defendiendo
causas políticas opuestas, dio motivo á que se le tachas© en épocas distintas de inconsistente
J, PSrXYIU, VI
cxcvín r.oRQüEJO niSTórvico crvíncó
é inseo^uro en sus principios (1). Sólo podemos decir en favor de Lista qne esto no era en él,
ni la infidelidad del apóstata, ni la indiferencia del cínico; era meramente la debilidad del
menesteroso. Lista, con índole más entera y con más ardoroso espíritu, habría sido un crítico
menos ape^^ado á las doctrinas rutinarias, y un poeta más arrojado y vigoroso. Sea como
quiera, su bondad inalteraljle, su asidua y cariñosa volimtad para la enseñanza, y otras ex-
celentes prendas privadas, hicieron olvidar sus yerros políticos, y su nombre ha quedado ro-
deado de una aureola luminosa de afecto y de gloria.
Al lado de la pléyade giraban, en órbita más estrecha, poetas de inferior talento y res-
plandor (2). Sólo mencionaremos dos de ellos , Matute y Mármol. Ambos tienen títulos es-
peciídes, que los hacen merecedores de un recuerdo, por la fe y la constancia con que ayuda-
ron á la prosperidad y al buen nombre de la escuela sevillana.
L)o7i Justino Matute y Gavidia, sevillano insigne , se distinguió por su fervorosa afición á
las letras, por su erudición y por el vivo amor que profesaba á su ciudad natal. No sólo se
consagraba animoso al estudio de las letras amenas, sino que se afanaba por infundir su en-
tusiasmo en el ánimo de los domas. Con la publicación del Correo literaiño de Sevilla logTÓ,
para gloria suya, tan noble propósito. Allí escribieron los principales restauradores del gusto
literario en Andalucía, Castro, Roldan, Bíanco, Nuñez , Reinóse y otros varones de saber y
fama. Su Bosquejo de Itálica, su Historia de Triana, sus estudios sobre los Anales de Sevilla,
como continuador de Ortiz de Zúñiga, y sus Hijos de Sevilla señalados en santidad, armas y
letras, son honrosos testimonios de su laboriosidad, de su buen gusto y de su patriotismo (3).
Prosador claro y castizo, es digno de no poco aprecio do7i Justino Matute. Como poeta no
merece más alabanza que aquella, de suyo limitada , que no debe negacse á quien abriga en
sus versos sana y elevada intención moral. Pero esta intención no basta para merecer. la in-
marcesible corona del poeta. Matute carecía de inspiración, de naturalidad, de vigor poético
de gracia , de soltura , y muy especialmente ée cadencia y de encanto rítmico. Por ningún
lado era poeta.
El doctor don Manuel María del Mármol, con quien nos unieron amistosas conexiones en
nuestra primera juventud , para la poesía lírica elevada no tenía estro alguno. En el romance
nan-ativo no le faltan ni gala ni desembarazo. Su principal título al aprecio de sus contem-
poráneos y al respeto de la posteridad es la perseverante ternura con que consagró todas las
facultades de su alma á la enseñanza de sus discípulos. Dui'ante medio siglo se le vio afa-
narse por ellos sin tregua ni descanso, no como un maestro solícito, sino como un padre ca-
riñoso.
Con menos trascendencia y fama que en Salamanca y en Sevilla , habíanse formado en
Granada y en Valencia centros literarios , compuestos de hombres de instrucción y de inge-
nio. La poesía era grandemente cultivada; y si no produjo obras inmortales, privilegio di-
vino de raros tiempos y de muy pocos hombres , contribuyó á dar vida y fomento á la acción
civilizadora que ejercen las letras en la sociedad humana.
Granada daba por aquel tiempo plaiisibles señales de movimiento literario. El canónigo
don José Antera Nuñez, que se ocultaba con el seudónimo de Amato Benedicto; don José
(1) uiisírt, después de haber celebrado la victoria escritor político, poniéndose al servicio do gobier-
de Bailen, de haber escrito la bella proclama, más nos de varias y encontradas opiniones ; sustentando
poética que la oda al mismo suceso, con que anun- im dia lo que el anterior liabia impugnado.» (ytwto-
ció el triunfo á España y al mundo la Junta de Se- nio Alcalá Galiano.)
villa, y de haber cooperado á El Semanario patrió- (2) Minora sidera, los llamaba Galiano.
tico y A El Espectador sevillano, pas(3 á ser gace- (3) hos Hijos rfe >S(;rí7/a, cinco volúmenes en 4."
tero del gobierno intruso, y á vilipendiar la causa Esta y otras obras ác Matute están todavía inéditas
que habia antes abrazado y defendido ; de lo cual Mengua es de nuestro tiempo tal indiferencia para
¡e vino estar desterrado algunos años, hasta que, con las glorias
vuelto a España, trabajó, más que como poeta, como
DE LA rOESÍA CASTELLi\JsA EN EL SIGLO XVIIL cxcix
Vicente Alonso, don Mariano Pérez Bueno, el padre Domingo Quirós, trinitario descalzo ; don
Pedro Juez Sarmiento, y otros ingenios , por la mayor parte festivos y de no muy acendrado
gusto, fomentaron con sus poesías el amor á las letras amenas, y contribuyeron de este modo
á la cultura general del país , formando una especie de escuela , según llamaban entonces á
estos centros de actividad literaria, do la cual salieron más adelante Martínez de la Rosa,
don José Fernandez Guerra, don Mariano José Sicilia, don Nicolás Peüalver López, don
Juan Bautista Salazar, y otros , que se distinguieron notablemente, ya por su erudición , ya
por su buen gusto, ya por la viveza de su ingenio.
Alonso, autor del famoso saínete Pancho y Mendrugo, fué uno de los poetas granadinos, for-
mados á fines del último siglo, que se granjearon mayor nombre y popularidad. Su poesía,
pastoril, amorosa ó sentimental, es por lo común verbosa y desaliñada. No faltan en ella, sin
embargo, versos felices y algunos movimientos de sincera sensibilidad. Pero se trasluce
que el poeta no está en el campo natural de su inspiración. Donde resplandece su ingenio es
en la poesía festiva. Su desentado es tal, en pensamiento y frase, que varias de sus obras,
escritas sin duda para íntimo solaz y pasatiempo, no pueden ser dadas á la estampa. Una de
estas composiciones es La horrible Venganza. El asunto es una mutilación sangrienta, eje-
cutada por una mujer celosa , que causa la muerte de su amante ; acto horrible, que algunos
creen histórico. Hay en este poema rasgos notables de verdad descriptiva , viveza en la ex-
presión, entre desalmada y picaresca, y cierto calor de afectos. Hé aquí algunas octavas, co-
mo muestra de facilidad narrativa :
Hacia el confín de la Sirgana sierra,
Entre breñas y montes escondido,
De veinte casas de grosera tierra,
Hay un lugar de pocos conocido.
Del alma á las pasiones hace guerra,
De su misma pobreza defendido;
Pues no hay en Lúcar donde el diente encarne
Ni el mundo, ni el demonio, ni la carne.
Pero donde el demonio no se atreve,
Se mete astuto el hijo de Vulcano;
El corazón de la ballena mueve.
Como el del miserable y vil gusano.
Hace que el sabio su influencia pruebe,
Y sienta el necio el peso de su mano.
Vuela en fin, por decreto de Ericina (1),
Desde el augusto trono á la cocina.
En Valencia, Colomés , Lasala, Martinez-Colomer y otros publicaron apreciables poesías.
No rebosa en ellas, por desgracia , el estro arrebatado de los poetas de primer orden; pero
reina por lo común en las obras de aquellos escritores , alto sentido moral , adecuado al espí-
ritu íntimo y tradicional de la nación española. Martinez- Colomer, que intentó imitar la no-
vela Persiles y Sigismxmda , de Cervantes , en la suya Trabajos de Narciso y Filomela , me-
rece en esta parte especial mención. En sus Novelas ejemplares, en El Impío por vanidad, en
el Valdemaro, y en otras obras, cifró todo su afán , como el jesuíta Montengon , en robustecer
y propagar sanos principios, dignos de la civilización y del pati'iotismo bien entendido.
Apartado del mundo por sus continuas dolencias y por su carácter retraído, prevalecieron,
como era natural , en su ánimo , sobre todos los demás , los sentimientos de la religión y
de la patria. Su inspiración es, en general , tibia y amanerada ; pero á veces , en su sencillo
estilo, expresa ideas que llevan el sello de un alma sincera y creyente; por ejemplo, en una
composición. La España vencedora, escrita contra Napoleón en 1809, hay estos inspirados
versos :
¿ Dó está tu fe ? me dijo en voz terrible ;
¿Has olvidado ya, ó acaso ignoras
Que cuando un pueblo fiel en Dios espera,
Y en fe constante su piedad implora.
En hondo horror temblando el enemigo,
Su audaz y altiva frente al suelo postra?
Exceso de un temor que á Dios ofende,
Es el temor impío que te agobia.
Do falta la esperanza, el amor falta,
Y falta así la fe ; son tres antorchas,
Que sus luces se prestan mutuamente,
Y no puede brillar ninguna á solas.
(1) Venus.
00 BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
CAPITULO XVII.
último periodo del siglo XVIII. — Efectos de la transformación política y moral en la literatnra. — El padre Fer-
nandez.— La política absorbe la atención publica, y daña á la cultura literaria. — Arroyal.— Extravíos de la
pasión política en algunos poetas. — Marcbena. — Blanco. — Otros, aunque arrastrados por el impulso de las
ideas de la revolución francesa, conservan intacto el amor de la patria. — Villanueva. — Vai-gas Ponce. — Jé-
rica. — Beña. — Mor de Fuentes.
« Desde los últimos años de Ccárlos III, la actividad literaria se ha ido amortiguando cada
vez más , y en el caso de explicar las causas, tendríamos que buscar una buena parte de ellas
en casa de nuestros vecinos (los franceses). » Esto escribía Quintana en 1804 (1). Su gran
instinto le decia que las nuevas doctrinas propaladas por la revolución francesa hablan em-
pezado á quebrantar las ideas y los sentimientos tradicionales del pueblo español , y que esta
turbación moral habia influido gravemente en la literatura nacional. El mismo Quintana con-
fiesa, en otra parte, que el fondo de los impulsos exaltados de Cienfuegos «está tomado de
la filosofía francesa. » Forzoso era que esta influencia exótica de ideas de renovación y do
libertad , inciertas y confusas, pero activas y agitadoras, produjera en el ánimo de algunos ,
tales como Cienfuegos, pensamientos generosos, mezclados con errores é ilusiones ; en el ánimo
de otros, tendencias de indisciplina, que amenguaban la fe y el patriotismo. Ya, en la era de
Carlos III, cuando empezaban á sentirse los primeros efectos de la transformación política, las
almas timoratas se alarmaban al ver desvanecerse sucesivamente el espíritu antiguo, y llama-
ban impíos á aquellos que , ya por el estudio de libros extranjeros, ya por genial desenfado,
se iban empapando en el espíritu desmandado que cundía por la Europa entera. Caseda, por
ejemplo, de quien ya hemos hablado, hombre de sano espíritu, pero un tanto maldiciente, y
del todo intolerante con las flaquezas, como con las innovaciones humanas, escribe de esto
modo á Forner, dándole cuenta, cual solia hacerlo, del estado de las letras en Salamanca :
Quiero dar razón á Vmd. del estado en que hoy se baila la academia Cadálsica. Ya dije á Vmd. el rom-
pimiento de Batilo (Melendez), de quien nada puedo decir con seguridad ; sólo que, 6Í no ha mudado do
conducta, hará infelices á cuantos trate.
Arcadio (Iglesias) está muy bien hallado con su alma corva. Dice que á nadie ha de dar cuartel mien-
tras no mude de naturaleza.
Arroyal es digno de compasión; pero no lo son sus asociados, pues en él no caben las máximas da
impiedad que en los dos primeros.
Este mismo tono acerbo y apasionado, que se empleaba para caracterizar á los que daban
el más leve indicio de apartarse del rancio espíritu castellano, contribuye á hacer comprender
la profunda conmoción intelectual que hubo de producir en España la invasión casi repenti-
na de los principios de la filosofía escéptica francesa. Era acaso imprescindible ley histórica
que entonces penetrase entre nosotros aquel espíritu de duda y de indisciplina, que desnatu-
ralizaba el castizo ser moral de los españoles , no incompatible con la parte sana que podia
haber en el fondo de aquellas doctrinas innovadoras, que el tiempo habría introducido sin vio-
lencia y con mayor eficacia y verdad en nuestras ideas y en nuestras costumbres. Pero cupo
á la escuela salmantina el triste honor de ser la primera que introdiTJese aquel alterador espí-
ritu de extranjera ralea. Ella inoculó en nuestro idioma el tinte afrancesado que todavía con-
Bei'va, y conservará hasta que vuelva para España uno de aquelloa gloriosos periodos en que
las naciones viven, piensan y hablan con costumbres genuinas, con propias ideas, con nacio-
nal idioma; de ella salieron los hombres que más so señalaron entre nosotros como sectarios
de los enciclopedistas y de los jansenistas.
Fray Diego Goiizalez fué el último de los escritores salmantinos que conservaron acendra-
(1) Vañedades d« ciencias, literatura y artes, tomo lili
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIII. CCI
da é incólume, así en el pensar como en el decir, la savia que habia dado tan gloriosa vita-
lidad intelectual y guerrera á los españoles de otros tiempos. Cualquier desvío de la castiza
senda repugnaba á su noble naturaleza (1). Del pro¡)io modo le disgustaba cualquiera injus-
ticia cometida con hombres de perniciosas doctrinas, aunque ellos fuesen tan señalados como
el mismo Voltaire (2). La generación que le siguió, se presentó ya en la palestra literaria
contagiada del nuevo espíritu que habían traido á España los libros de los filósofos franceses.
Al lado mismo de f raí/ Diego, y en su propio convento, germinaba el impulso escéptico. Tes-
timonio de ello es fi'cii/ Juan Fernandez. A pesar de la diferencia de edad que entre ellos me-
diaba, unió á fray Diego una amistad verdaderamente fraternal con el padre Fernandez, en
cuyos brazos espiró. De los muchos versos que compuso, se ha perdido la mayor parte. Suya
es la é^lofTa á la muerte del maestro González, publicada al fin de las poesías de éste. Adop-
tó el nombre poético de Liseno. Jovellanos le demostró siempre afecto y aprecio. Fray Diego,
que le amaba de veras, compuso una oda en honor suyo. Fué profesor de filosofía en Toledo.
Escribió el célebre libro satírico titulado La Crotalogia, ó ciencia de las castañuelas contra la
moderna pedantería científica. Se conservan varias poesías manuscritas del padre Fernan-
dez (3). Todas ellas son frias é infelices. Sólo merece conservarse, á pesar de su escasísimo
valor literario, el siguiente epigrama. Por mucha amplitud que quiera atribuirse á los fuero*
de la poesía satírica y festiva, no deja de ser un indicio de la audacia moral que habia pe-
netrado en la España de Carlos III, el desenfado con que el respetable poárg Fernandez habla
de cosas que debían inspirarle veneración profunda :
Trabajos tiene el mundo
Muy extraños y atroces :
El rey desasosiegos,
El príncipe embaidores,
El privado lisonjas,
El ministro traiciones,
El papa su conciencia,
El cardenal amores.
El obispo BUS pajes ,
El cura sus pasiones ,
El mercader naufragios,
El soldado los choques.
El labrador mal tiempo,
El ciudadano el porte.
El pobre su pobreza.
El rico sus doblones;
Y aun tengo yo más penas
Que todos estos hombres
¿Me preguntas qué tengo?
Soy cuerdo, fraile y joven.
Desde que El Censor (1785), primer periódico verdaderamente político del reinado de
Carlos III, manifestó, según el lenguaje de Sempere, «miras arduas y arriesgadas», hablan-
do de los vicios de la legislación española, de los abusos introducidos con pretexto de la reli-
gión, y de los errores políticos (4), no fué ya fácil poner coto al arrojo en el pensar; cosa de
que hacían gala algimos escritores de la falange innovadora. La crítica se empleaba apasiona-
damente contra libros autorizados. Un fraile extremeño, fray Pedro Centeno, autor de la re-
(1) Todo escrito de gusto depravado y de doc-
trina heterodoxa causaba amarga impresión en el
ánimo do fray Diego. Hé aquí, por ejemplo, lo que
escribía al padre Miras en Al)ril de 1777 :
«Incluyo un ejemplar de la Pensatriz salmantina
para que veáis cómo piensan aquí los tontos que
afrentan este suelo de ^Minerva. Lo más gracioso es
que hay certeza, según los más, de que La Pensa-
cionario de los tres siglos, cuyo autor, con mucha
pena suya, reconoce un cortísimo mérito en aquel
gran genio, y destroza lastimosamente su Henriada;
lo que no pudo, en mi juicio, hacerse sin grandísi-
ma injuBtieia. Es propio carácter de los hijos de la
luz el hacer siempre honor á la verdad, aplaudir el
mérito donde quiera que se halle, y venerar los do-
nes de Dios, aun cuando los divisen en los hijos de
triz es producción del mismo aprobante censor las tinieblas. Salamanca, 7 de Abril de 1778. « (Car-
Es predicador de su colegio, y muy místico. ¡Quién
lo creyera ! n
(2) Así escribía /ra?/ Diego á Jovellanos :
«Hé leído con sumo gusto el juicio de Vmd. so-
bre las luces y las tinieblas del autor de la Henria-
4aj harto más justo que el que he leído eu el Dic-
tas autógrafas de fray Diego á Jovellanos. Colec-
ción del Marqués de Pídal.)
(3) Papeles de Jovellanos. Colección del Marqués
de Pidal.
(4) El discurso 79 dio motivo á la suspensión de
esta obra periódica.
Ccii BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
vista crítica El Apologista universal, sostiene con vehemencia, en una carta dirigida al regento
de una escuela de niñas (7 de Agosto de 1789), que los catecismos de Ripalda j Astete es-
tán llenos de patrañas y herejías (1).
Por los años de 1795 y 1796, el sacudimiento moral de la revolución francesa tenía con-
movida á España de tal suerte, que, contra la costumbre de apocas anteriores, todas las cla-
ses del pueblo español vivian con cierta curiosa ansiedad, que paralizaba, cual suele aconte-
cer en épocas semejantes, el natural movimiento de la vida industrial é intelectual. En las
cartas del padre Estala á Fo7mer hallamos de ello un testimonio tanto más claro y expresivo,
cuanto más íntimo es el lenguaje que emplea el ilustrado sacerdote. Copiamos aquí el si-
guiente párrafo, por el interés histórico que encierra :
Cuando vengas (Foimer so hallaba en Sevilla), no conocerás esto mundillo. Pasó el siglo do la litera-
tura. Yo he hecho un ensayo de esta verdad en el Diario, poniendo una carta á favor del teatro, y des-
pués impugnándome á mi mismo. La misma sensación ha hecho el pro que el contra. Todos se han me-
tido de hoz y de coz á políticos. Todo es liablar de noticias, do reformas, de arbitrios, etc. Vento, pues,
con literaturas á esa gentecilla, y ya no entenderán tu lenguaje. Hasta los mozos de esquina compran la
Gaceta. En las tabernas y en los altos estrados, junto á Marihlanca (2) y en el café, no se oye más que
batallas, revolución, convención, representación nacional, libertad, igualdad. Hasta las (mujeres per-
didas) te preguntan por Robespierre y Barreré, y es preciso llevar una buena dosis de patrañas gacetalcs
para complacer á la moza que se corteja. ¿Crees recargado este retrato? Pues vén acá, y verás lo qué es
bueno (3).
Esta imagen de una sociedad inquieta y afanosa por las novedades políticas, que parece
como un reflejo anticipado de la sociedad española del tiempo presente ; hasta el desenfado
con que se explica el respetable paíZre Estala, de las Escuelas Pías, escribiendo al no nifínos
austero fiscal do la audiencia de Sevilla, son las demostraciones más patentes del profundo
cambio que habían experimentado en pocos años las ideas y las costumbres de la nación, poco
há tan circunspecta y sosegada. El afán político llegó á dominar la sociedad entera, y cuan-
do esto sucede, | adiós el entusiasmo de las artes, adiós los puros y nobles deleites de las letras!
Consagramos ahora un somero examen al mérito de algunos poetas, en cuyas obras ejerció
más ó menos directo y eficaz influjo el desmedido y no bien encaminado espíritu poKtico de
aquel período de violenta transición.
Al grupo de literatos de que formaban parte principal los dos escolapios el padre Estala
y el padre Navarrete, don Leandro de Moratin, don Juan Antonio Melón, y otros jóvenes
estudiosos, pertenecía igualmente el poeta don León de Arroi/al, imitador de Cadalso, Ville-
gas y otros. Era uno de aquellos mozos aventajados al acabar sus estudios de escuela, que,
sin vocación intensa y verdadera , y sólo por casualidad, por engreimiento ó por moda, en-
tran desatentadamente en la carrera de las letras. Como carecía de alma poética, y ésta no
podía señalarle con íntimo y poderoso impulso la senda de la inspiración , Arroyal cultivaba
á un tiempo géneros de contraria índole, la oda y el epigrama, que requieren facultades ge-
niales privativas, casi nunca hermanadas en el entendimiento de aquellos que nacen poetas.
El gusto y el estilo de Arroyal son pobres y vulgares, y mal definidas en todo sus ten-
dencias y doctrinas. Comprende tan mal el espíritu de los géneros literarios , cuya clasifica-
ción respeta y sigue, que da algunas veces á la poesía anacreóntica, juguetona y risueña en-
tre todas, cierto color histórico ó filosófico. Lo mismo escribe odas anacreónticas A Carlos V
6 Ala Muerte, que A la Noche-lmena ó A las bodas de Lísida. Aunque laborioso é instruido,
es tal la inseguridad de su gusto literario,/ que no repara en la impropiedad que comete mez-
clando, en sus odas, costumbres y nombres del paganismo griego y del cristianismo contem-
poráneo. Así, por ejemplo, no teme decir ;
(1) So conserva autógrafa entre los papeles de (3) Carta autógrafa de Estala (1795). Papeles
Forner. de Fomer,
(2) La antigua f uento de la Puerta del Sol.
DE LA poesía castellana EN EL SIGLO XVIII. CCUI
Arístómenes (1) baile
Con la muchacha Petra,
Y cómanse castañas
y apúrense botellas.
Unas veces austero en las ideas morales , otras laxo y despreocupado, demuestra que so
halla en uno de esos períodos de inquietud y do renovación, en que se quebrantan los princi-
pios antiguos, lejos todavía del triunfo y afianzamiento de las doctrinas invasoras. El tra-
ductor fervoroso del Oficio parvo y del Oficio de los dif unios moteja continuamente al clero,
se burla del matrimonio, y se ensaña con los nobles, que era moda atacar por aquellos dias.
La amortización eclesiástica, los mayorazgos, el gran número de iglesias, basta las acade-
mias le enfadan. En la severidad del censor asoma algo del escéptico volteriano, y como el
estro epigramático de Arroyal es escaso , no sabe disimular con el donaire la amargura de
la lección, y cae en los errores vulgares ó en las declamaciones insensatas de los tribunos de
café. Así dice, por ejemplo, en un epigrama contra el lujo :
Cuando miro tus galas ostentosas,
Juan ; cuando \<ío tus soberbios coches ,
Con razón me horrorizo , pues conozco
Que todo ello es sangre de los pobres.
La idea de la corrupción de la nobleza babia tomado en el ánimo de Arroyal el carácter
de una ridicula manía. No se contenta con tildar á los nobles do ignorantes ; los llama per-
vei'sos y malvados; y sin embargo, tiene que confesar la gloriosa parte que toman en la defen-
sa de la patria, y cuando la ocasión le parece buena, no se descuida en blasonar de hidalgo
origen.
La mayor parte de sus epigramas están escritos en chocarrero y descarado lenguaje , y
cuando se refieren á instituciones ó costumbres que no aprueba , ó que no cuadran con las
flamantes preocupaciones liberales , con cínica y brutal dureza, bien distante por cierto de
la delicada ironía, que es el arma lícita y poderosa de los verdaderos epigramatistas (2). De-
bió, no obstante, á sus epigramas la limitada y pasajera gloria que alcanzó durante su vida.
Wolf elogia la sencillez de Arroyal. Nosotros no podemos hacer otro tanto. La sencillez do
Arroyal no es la naturalidad noble , embelesadora é inefable de almas poéticas como la de
Garcilaso y fray Luis de León. Es la llaneza trivial y prosaica de los que carecen de estro
y de entonación.
Hay dos homltrcs que llevaron basta el frenesí, basta la apostasía, hasta el olvido de los
sentimientos de la patria, el trastorno que produjo en su alma la seducción de las doctrinas
revolucionarias francesas : Marcliena y Blanco. Ambos, si bien caminando por distinta senda,
dan completa idea de la violencia de aquel sacudimiento moral, y del terrible estrago que
produjo en ánimos impetuosos.
Marchena, nacido y criado en una modesta ciudad de labradores (3), hijo de padres piado-
sos, que lo destinaban á la carrera del sacerdocio, y educado con los más sanos dogmas de la
moral y de la religión, en vez de sentir aversión á las osadas máximas de la revolución fran-
cesa, tan opuestas al espíritu que reinaba en torno suyo, las acoge entusiasmado, llama, á los
veintiún años, la atención de las gentes con el arrebato de sus ideas impías, y se expatria
(1) Llevó este nombre el famoso general griego contra la nobleza.
que suscitó la segunda guerra de Mésenla.
(2) Ejemplos :
A un marqués.
Si es la gran semejanza de costumbres
COXTRA EL MATRIMONIO. La qne forma y estrecha los amigos,
De comer setas han mnerto ¿Qué me admira, Marqués, que los malvados
En una casa hasta el gato ; Tan bien se encuentren y se estén contigo ?
¿Dijnde las venden, Jnanito ?
Haré á mi esposa an regalO: (3^ Utrera.
CCTv BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
o-ozoso á Francia en lusca de la libertad. Allí le reservaba la Providencia los amargos des-
eno-años y las duras lecciones de que le habian hecho merecedor su imprudencia y su des-
varío. Fenómeno parece que en un rincón de la España creyente y morigerada pudiera des-
encadenarse repentinamente ese espíritu desmandado, esa pasión frenética de impiedad y
de temerarias innovaciones. El ardor idiosincrático de Marchena no basta á explicar este
fenómeno aparente. Causas generales, y no individuales, son las que producen estas miste-
riosas influencias históricas, que, cuando llega el dia de la explosión, aterran y sorprenden.
El espíritu de renovación y de protesta política y social, cuya primera manifestación, im-
ponente y clara, si bien todavía cauta y contenida, fué el Diccionario histórico y crítico de
Bayle, habia cundido también en España, aunque con menor ímpetu que en Francia , muy
á los principios del siglo xviii. Allí servían de velo á la amenazadora tormenta el brillo alu-
cinador del fausto y de los placeres cortesanos , y el barniz literario con que se cubría el
alambique escéptico por donde pasaban , jicrdiendo lustre y fuerza , las basas morales de lo
presente y los gloriosos prestigios de lo pasado; aquí, en España, servían de velo, y asi-
mismo de saludable remora, la vigilancia eclesiástica , el sentimiento monárquico y la consis-
tencia de las costumbres. El padre Feijóo, circunspecto y creyente, pero devorado al mis-
mo tiempo por su afanoso anhelo de disipar hasta la última sombra de las preocupaciones
popidares , era la representación perfecta del espíritu de examen crítico-especulativo que
precede á los grandes trastornos del mundo moral. Macanaz , Chumacero , Aranda , Campo-
mánes, Marina, Cabarrús y muchos otros levantaron este mismo espíritu á la esfera de la
acción política. Déla negación hipotética qiie llevan consigo la duda y el examen, se habia
pasado en Francia á la negación absoluta , sin escrúpulo y sin rebozo. Los enciclopedistas,
con la balumba de su arrogante presunción científica ; Rousseau con la antorcha destructora
de su pasión y de su elocuencia, y más que todos ellos, Voltaire, con la fuerza corrosiva de
su frió análisis y de su ironía filosófica, habian derrumbado el edificio espléndido donde se
abrigaban en otro tiempo la fe, la gloria, el poder y hasta el espíritu popular. Era aquella
edad el período más crítico de la transformación histórica en los últimos tiempos. En balde
pugnaron en España las fuerzas reunidas de la tradición , de las creencias , de los respetos
consagrados (1); el torrente demoledor pasó también por nuestro suelo, y toda la historia
española del siglo xix no es más que la consecuencia necesaria de aquella latente pero tre-
menda conmoción.
Una parte de la juventud española recibió con avidez aquellas ideas contagiosas , en cuyo
fondo descubría , aunque confusamente , principios de equidad y de moral grandeza. La mo-
cedad no sabe definir, ni tasar en su valor verdadero, aquello que halaga sus instintos de ac-
tividad, de renovación y de audacia. Dejábase arrastrar entonces por el mágico sonido de
la palabra libertad , cuyo eco seductor no ahogaban todavía los torrentes de sangre que ou
nombre suyo derramaron los tú'anos de la revolución francesa.
Ejemplo insigne de este alucinamiento fué entre nosotros el joven don José Marchena. La
apacible influencia de los estudios propios de la carrera eclesiástica , en la cual no pasó de las
órdenes menores , no alcanzó á moderar sus ímpetus irreflexivos. El soplo de la revolución
francesa inflamó su temeraria fantasía ; las nuevas ideas fueron para él, más que una doctri-
na, una impresión. Su índole desmandada y su condición impetuosa le impedían com-
prender la terrible responsabilidad que implica el desquiciamiento repentino del asiento mo-
ral en que descansa toda sociedad organizada, cualesquiera que sean sus condiciones consti-
tutivas. Mal avenido con las trabas orgánicas de todo linaje , una de las doctrinas canónicas
que sirvieron de blanco á sus ataques fué el celibato de los sacerdotes católicos. En edad
harto temprana para deliberar con la cordura y la madurez necesarias acerca de doctrinas
tan enlazadas con pasiones mmidanas, escribió á su maestro, á quien respetaba todavía, una
(1) Como recuerdos de esta lucha, pueden citarse La faUa filosofía y otros libros del siglo pasado,
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XYIII. CCV
lar<^a carta relativa á aquella escabrosa materia. Esta carta, impregnada de espíritu protes-
tante , es un curioso documento de la pasión revolucionaria y seudo-filosófica , que tan fácil-
mente brotaba en aquel período de agitación moral (1). Sofismas disolventes, pero sinceros,
citas históricas sin tino y sin exactitud , teorías doctrinales sugeridas por el espíritu rebelde^
que se entronizaba en la región, antes serena, de nuestras creencias y de nuestros sentimientos
morales; sentimentalismo filosófico á la francesa; arranques de poesía novelesca; todiis las
armas de frágil temple, pero de brillante apariencia, que suelen emplear las imaginaciones ex-
traviadas, fueron prodigadas á manos llenas por el joven Marchena para combatir el ¡¡rinci-
pio canónico del celibato sacerdotal , que otros defendían con fervoroso ahinco , y principal-
mente para dar libre rienda á la rencorosa aversión que sentía contra los institutos mona-
cales (2). Y lo más singular es que, al escribir esta osada y vehemente invectiva, no tuvo
Marchena más propósito que el de sincerarse con su maestro , el cual tachaba de heterodoxas
las doctrinas del descaminado mancebo (3).
Lanzado Marchena á todo trance en un camino avieso y peligroso, no quiso habérselas con
la Inquisición alarmada; y así, le vemos, sin sorpresa, engolfado más adelante en las turba-
ciones desastrosas y en los azares de la revolución francesa. Monsieur Thiers dice de Mar-
chena que hahia ido á Francia en busca de la libertad (4). Tristes lecciones hubo de recibir en
su patria adoptiva aquel mozo entusiasta, que habia ido á tierra extraña en pos de la soña-
da realidad de sus quiméricas ilusiones. Largo y duro encarcelamiento (5), proscripción del
territorio francés, persecuciones que le obligaron á vagar disfrazado de soldado, con riesgo
(1) Entre las obras que por aquellos días se ha-
bían publicado para sostenerla doctrina del celiba-
to eclesiástico , como la luás pura y la más conforme
á la vida mística y contemplativa, merece citarse
especialmente la que, en 1783, imprimió en Bolonia
el jesuíta expulsado don Manuel Antonio Meliá y
Eibellcs , la cual más adelante tradujo el mismo en
castellano :
Excelencias de la virginidad evangélica , en tres
libros, con una breve apología del cristiano celiba-
to, contra los filósofos de nuestros dias. Madrid, por
don Benito Cano, 1790 ; en 8.°
Esta obra fué nuiy alabada por las Efemérides li-
terarias de Roma (1784) y por el célebre Tirabos-
chi.
(2) Ya en la primera mitad drl siglo se advier-
ten síntomas claros de antipatía dios frailes en los
escritos de hombres muy ilustrados de aquel tiem-
po, como don Luis José Velazquez.
(3) Así empieza la carta de Marchena: «Confe-
saré á usted que me ha sorprendido su respuesta so-
bremanera. Ciertamente, si viniera de un hombre
oscuro, no me incomodaría mucho ; pero ¡ un litera-
to estimable , un catedrático de Sagrada Escritura,
que califica mis máximas áQ perversas ^ de opuestas
al espíritu del Evangelio ! esto debe alterar á un
hombre que no sólo se dice, sino que es realmente
discípulo de Cristo , y se precia de tal. Todos esta-
mos obligados á confesar nuestra fe delante de los
hombres cuando se duda de ella. Si no fuera por
esta sagrada obligación, no me tomaría el trabajo
de escribir una contestación de teología , ciencia tan
distante de mis estudios. No tenga usted, por tanto,
esta carta por de esa especie , sino más bien por una
profesión de fe, dirigida á un sabio que ha dudado
de la pureza de mi creencia. »
En seguida , con claras muestras de asentimien-
to , pone en boca de un teólogo protestante un razo-
namiento declamatorio en favor del matrimonio de
los clérigos. ¡ Extraña /)ro/esí'o« de fe para un estu-
diante español, que intenta justificar sus principios
religiosos ante un teólogo católico !
Tenemos á la vista la carta autógrafa de Marche-
na. Diez y siete páginas extensas. Don Joaquín Ma-
ría Sotelo, que poseía esta carta, puso al pié de ella
una nota, por demás severa, acercado la capacidad
de su autor. Sotelo, inflamado por su rectitud y por
6u austeridad religiosa , llevó su opinión hasta la in-
justicia. La carta de Marchena es la obra de un mo-
zo inexperto y desalumbrado , que no ve más razo-
nes que las que halagan sus instintos y sus errores;
pero en medio de la obcecación , tiene trozos llenos
de color y de brío. (Esta carta forma parte de los
autógrafos de escritores ilustres que dejó entre sus
papeles don Juan Pahlo Foi-ner.)
(4) Barbaroux, Pétion, Salles, Louvcf, MeiUian,
Guadet , Kervélcgan , Gorsas , Girey-Dupré, M^v-
chana, jeune espngnnl, qui était venu chercher la li-
berté en Frunce ; Riouffe , jeune homme attaché par
enthousiasme aux girondins , composaient cette troupe
d'illustrcs fugitifs ^poursuivis cnmme traitresá lapa-
trie. (Monsieur A. Thiers, Ilistoire de larévolution
francaise , chapítre xxiv.)
(5) Tallien mandó encarcelar en Burdeos á los
girondinos , entro los cuales se hallaba afiliado Mar-
chena (Octubre de 1794). Después los envió á los ca-
labozos de la Conserjería de París, donde permane-
cieron hasta la caida de Robespierre,
CCTI BOSQUEJO HISTÓrvICO CEÍTIt'O
continuo de la vida , i)or la Bretaña y la Normandía ; la miseria casi siempre : lié aquí la li-
bertad que encontró el desventurado Marcliena en la nación adonde le liabia conducido la
engañosa luz de sus esperanzas. Riouí'fc , su comjiañero de persecución y de cárcel , dice así
de Marchena: «Perseguido por la in(piisicion religiosa de su país, vino á Francia á buscar
la libertad, y cayó en manos de la iinjuisicion política de los comités revolucionarios)) (1).
Su carácter era en sumo grado indepoudiente, y ú tal punto, que rayaba su iudepeiiicn-
cia en desabrimiento y extravagancia. Rompía tan fácilmente con las leyes que imponen los
bábitos de la sociedad culta, como con las leyes del mundo moral. Ciiéntase, entre sus rare-
zas, la de haber domesticado un jabalí, que permanecía constantemente en su propio cuarto,
y liasta dormía en su propia alcoba (2). Un día, por descuido acaso de una joven que vivía en
casa de Marchena, se precipitó el jabalí por la escalera y murió })orniqucbrado. ]\íarchena, muy
condolido, escribió una elegía en honra del jabalí. A su genial extravagancia, á su desvío
de las formas comunes de la vida y á su incurable mordacidad, puede, en gran parte, atri-
buirse la glacial acogida que, después de su extrañamiento de Francia, encontró en Suiza,
en la brillante y célebre quinta de Coppet, por parte de madame de Stael, que en París le
había tratado anteriormente con amistosa cordialidad.
La exaltación de los sentimientos de Marchena , cuando violentas circunstancias ponían á
prueba las fuerzas de su alma, tocaba en el último límite á que puede llegar la pasión políti-
ca. Cuando , preso en la Conserjería, veia salir continuamente para la guillotina á sus compa-
ñeros de iníbrtunio, se resentía profundamente de que su turno no llegase. Ambicionó la glo-
ria de subir al cadalso, y acalorado el ánimo por la impaciencia y el orgullo, escribió á Ixo-
bespierre estas memorables palabras : Tirano, me has olvidado. Marchena se hallaba asaltatlo
en este momento por esa demencia suljlíme , que produce los héroes y los mártires.
Como todo era extremado en aquella alma impetuosa, la impiedad de Marchena. tomó el ca-
rácter de un alarde violento y monstruoso. Hemos oído referir á personas que lo conocieron en
París , que tuvo la audacia de poner sobre su puerta este letrero : Id Von enscigne Vathéisnxc
par principes. No es imposible que tal hiciera el hombre que, encarcelado en la Conserjería,
dio la siguiente prueba de fanatismo impío. Entre los presos había un monje benedictino. A
las amarguras del penoso cautiverio se agregaba la, para él más insufrible todavía, de hallarse
rodeado de aquel grupo de descreídos. Las blasfemias de éstos exaltaban la fe ardorosa y pura
del venerable anciano, el cual, solo, impasible, con el corazón en Dios y el Breviario en lama-
no , hacia continuos é infructuosos esfuerzos para convertir á aquellos incrédulos recalcitran-
tes. Estos hacían escarnio de la religión cristiana, y para llevar al colmo la sacrilega mofa y
desesperar al admirable benedictino , inventaron un dios , im culto y una liturgia. Pusieron
á aquel dios irrisorio el nombre de Ihrascha , y compusieron en su honor himnos y cánticos
sagrados. Cayó Marchena tan gravemente enfermo por aquellos días, que se desconfió de sal-
var su vida. Al verle casi en la agonía, el benedictino , perseverante en su santo propósito,
creyó que en. aquel trance extremo , olvidadas las pasiones mundanas , hallaría eco en el co-
razón de Marchena la doctrina del Redentor del mundo , la memoria de sus ancianos padres.
Todo en balde: el moribundo, haciendo un esftierzo, responde á las evangélicas exhortacio-
nes del monje, gritando: j Viva Ihrascha! (3). Tal vez Marchena, apartado de aquella socie-
dad excitadora de girondinos revolucionarios, habría sentido la influencia de las sanas y con-
soladoras palabras de la religión cristiana ; pero las facultades de imaginación eran en el man-
cebo andaluz más poderosas que las facultades de razón; se hallaba ademas en \\\\ momento dt;
vértigo político, y la soberbia ahogó los impulsos naturales del alma. Este hondire, que así
hacia gala del ateísmo , no era ateo. Había quedado como escondido en el íojkIo de su cora-
zón algo de las creencias de su infancia y de su patria. En esa misma Conserjería ^ donde
(1) Riouffc, Mémoircs, etc.
(2) Véase la carta do don José de Lira, en la noticia biográfica del abate Marchena,
(3) Memorias de Riouff ©i
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL ccvil
blasonaba de tan implacable impiedad , leia Marchena \ quién podría imaginarlo ! la Guia de
pecadores, de fray Luis de Granada. Él mismo lo confesó muchos años después, diciendo al
propio tiempo: « Es un libro que no puedo leer ni dejar do leer» (1).
Pasada la edad de las tendencias irreflexivas , aleccionado el entendimiento y escarmentado
el corazón con los desengaños y los pesares , Marchena apaciguó el ímpetu de sus ideas y do
BUS pasiones. La transformación fué grande. El republicano intolerante se convierte en servi-
dor del rey José; el que renegó de España, haciéndose francés, vuelve á su patria, ansioso
de morir en ella ; y el adorador del dios imaginario Ihrascha muere , en efecto, en Madrid
(1821), en el gremio de la fe católica, adorando y pidiendo misericordia al Dios verdadero.
Su corazón le dijo al fin, como dice todo corazón sano á las ahnas serenas ;
Oh Dieu de mon berceau , sois le Dieu de ma tambe !
Para que todo sea anómalo en la existencia de este escritor, hasta su fama de poeta lo es
algún tanto , pues se funda principalmente en su oda A Cristo crucificado ; asunto que, al pa-
recer , debió ser el último que despertase la inspiración del irreligioso Marchena. Como li-
terato , es hombre de alto mérito. Poseia completamente el idioma de su patria adoptiva , y
así por la audacia tribunicia como por el vehemente talento con que escribía , ya diatribas
contra Tallien , Legendre , Fréron , ya folletos poco piadosos , llamó la atención de Marat,
del conde Beugnot , del general Moreau y de otros famosos franceses de aquel tiempo. Ha-
bia estudiado profundamente las lenguas sabias , y llegó á enseñorearse á tal punto del latin,
que engañó hasta á la docta Alemania , tan difícil de alucinar en tales materias , publicando
en Basilea una tirada de versos latinos, que hizo pasar por uno de los trozos perdidos del Sa-
tijricon de Petronio , que afirmó haber encontrado en un antiguo manuscrito. Bien es ver-
dad que la poesía de Petronio cuadraba á la inspiración cínica de Marcheria. Alentado con
el triunfo , repitió la traviesa superchería , tomando por modelo á Catulo. Esta vez no engañó
á nadie. Demostró de nuevo que era consumado latinista ; pero habia presumido demasiado
de su instinto poético. Marchena no era ni bastante suave ni bastante poeta para llegar , en
su imitación , á la gracia y fluidez de aquel delicado y elegante escritor latino.
Como prosador castellano , su carácter impetuoso y poco flexible se refleja en sus escritos.
Esto lo decimos en alabanza suya , porque tiene cualidades esenciales, de que carece siempre
la medianía: espontaneidad, vida, color, impulso propio. Su estilo es á veces extraño, pero
siempre original y vigoroso. Fué tachado , y no sin razón , de plagar las muchas traduccio-
nes que liizo del francés, ora de arcaísmos, ora de imperdonables galicismos. Escribía enton-
ces , pay^a vivir , con la prisa y la indiferencia del menesteroso , y se habían ademas inoculado,
por decirlo así, en su entendimiento las frases, como las ideas de los libros franceses, que habían
sido insano alimento de su primera educación. Con el tiempo llegó á manejar desembarazada,
castiza y hábilmente el habla castellana, adquiriendo la perfección visiblemente artificial que
se advierte en el Discurso preliminar que puso al frente de su colección titulada Lecciones de
filosofía moral y elocuervcia ; discurso que, prescindiendo de las singularidades de frase y de
doctrina inseparables del hombre, honra en alto grado al escritor, y merece ser considerado
como una muestra luminosa de buen decir y de crítica resuelta y levantada. Los juicios de esto
célebre estudio no son siempre , sin embargo , imparciales y seguros. Marchena escribe do
crítica literaria con la misma acerada pluma con que escribía de política en los periódicos
Li'Ami dii jjetiple y UAmi des lois. Lo ve todo desde un punto de vista demasiado rígido y
absoluto. Tiene firme y elevado el pensamiento, pero le falta sensibilidad estética, y le cuesta
trabajo admirar. Por otra parte , la pasión política y la aspereza republicana habían entibiado
(1) Sobre este y otros hechos do la vida de Mar- Bono Serrano y monsieur Antoine de Latour. Este
chena hay interesantes pormenores en los notables último , en lengua francesa, en la revista mensual
artículos biográficos que de él han publicado núes- de París titulada Le Correspondant (25 de Febrero
tros amigos los estimables escritores don Gaspar (le 1867).
Ccviii BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
Ó torcido en su ánimo los sentimientos de la patria, y carece de sentido histórico para juzgar
las antiguas glorias españolas. Es acaso el único español que ha encontrado palabras de aver-
sión y censura para la esclarecida reina Isabel la Católica , uno de los caracteres más gran-
des, más nobles y más populares que ofrecen los anales de los tiempos modernos.
i Cosa singular! Este hombre de viva y temeraria fantasía, cuya iniciativa de carácter, de
pensamiento y de conducta era desmedida, no tenía, como poeta, ni vuelo ni desembarazo.
En la célebre oda A Cristo crucificado, en la Ejn'ótolu sobre la Uhertad política , en la tragedia
Policena, y en algunas otras obras poéticas, hay rasgos de esos que sólo emanan del estro
verdydero; pero en general la poesía de Marchena contrasta con su prosa por la falta de con-
cisión, y á veces de cadencia armónica, y por el sello patente de ejecución premiosa y des-
leída (1). No es dable negar que Dios depositó en el alma de Marcliena la acción, la luz y
el temple que constituyen la inspiración de cierto linaje. El soplo del encono político torció
el rumbo natural del alma y agostó las flores de aquella inspiración. El infortunio consumó
la obra destructora , y probablemente ni un solo afecto puro y sereno llegó á iluminar con mi
rayo de dicha verdadera aquella trabajosa y trabajada vida.
Pasemos ya á hablar de don José María Blanco , una de las lumbreras de la escuela sevi-
llana , escritor de gran significación en la historia literaria de su época , por la índole vehe-
mente y movediza de su talento, por siis prendas de corazón y hasta por la triste celebridad
que alcanzó su apostasia religiosa. La actual generación, demasiado cercana á los tiempos do
Blanco- White, no puede acaso juzgar con imparcialidad completa una vida tan desventurada
y escabrosa.
El padre de Blanco, el caballero irlandés Guillermo White, extremaba hasta la pasión el
fervor católico. Tuvo dos hijas, y ambas se hicieron monjas. Obligó á José á abrazar la car-
rera eclesiástica, para la cual no tenía vocación verdadera. Esta, que se ha supuesto presión
desmedida del hogar paterno, y motivo fundamental de la conducta de Blanco, no pudo ser-
lo en realidad. Ni ha quedado memoria de que la acción moral doméstica del padre y de la
dulce y discreta madre de Blanco fuese opresiva , ni lo denota tampoco la conducta de éste
en los primeros años de su vida. Consagrado con fervoroso ahinco á estudios de teología y
devoción, predicador distinguido, vencedor, á los veintiséis años, en la oposición que hizo á la
canongía magistral de la capilla real de San Fernando de Sevilla, halagado con la naciente
gloria literaria que le granjeaban sus poesías, todo indica que Blanco en aquel período, el
más plausible, sano y dichoso de su vida, obraba con espontaneidad y contento.
De improviso huyeron del alma de Blanco el sosiego y la fe. Y que este cambio fué vio-
lento y repentino, lo dijo él mismo en esos momentos de expansión en que brota la verdad
de las almas sinceras. Detenidas explicaciones dogmático-políticas dio Blanco de la transfor-
mación de sus ideas y opiniones, en varios escritos (2) ; pero en ninguno hace una confesión
más categórica, más concisa y más amarga que en su Besj^edida á los hispano -americanos,
escrita en 1825 (3). Oigamos sus propias palabras autobiográficas :
No habia pasado un año, cuando me ocurrieron laa dudas más vehementes sobro la religión católi-
ca Mi fe vino á tierra Hasta el nomlu-e de religión se me hizo odioso Leía sin cesar cuantos li-
bros ha producido la Francia en defensa del deísmo y ateísmo.
(1) Aludiendo á la traducción del Tartufe,úe- de la fluidez y armonía que hemos notado en laa
cia El Censor (2 de Junio de 1821) : composiciones líricas de aquel sabio literato.))
«El señor Marchena, en quien la literatura espa- (2) Véase principahnentc su obra, escrita en in-
flóla acaba de perder uno de sus ornamentos, y la glés, que tanta fama le dio en Inglaterra, Letters
libertad uno de sus más antiguos y constantes de- /rom Spain hy don Leucadio Doblado. Londres, 1822.
f enseres, ha traducido con toda verdad el pensa- (3) Variedades ó Mensajero de Londres, ^Qri6ái-
miento de Moliere, le ha hecho hablar español, y co trimestral, publicado en Londres por Blanco-
ha sabido conservar la gracia y el enlace 'do las White,
ideas j pero sus versos ea el género cómico carecen
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIlI. CciX
Diez años pasé de este modo Me avergonzaba de ser clérigo, y toda mi ambición se encerraba on
prolongar la licencia del Rey, que me permitía vivir en Madrid, donde, por no entrar en ninguna iglesia,
no vi las excelentes pinturas que hay en las de aquella cóite ¡Tan enconado me habia puesto la ti-
ranía I
El viaje de Blanco á Madrid, donde hubo de alimentar suí? ilusiones liberales en la ter-
tulia de Quintana j con la lectura de libros peligrosos, contribuiría á aumentar la exaltación
de sus ideas. Pero no basta á explicar aquel vacío profundo é irremediable que se formó en
el alma del poeta sevillano. Romper impetuosamente con los principios y los sentimientos que
se han respirado, por decirlo así, desde la cuna, en la sociedad y en la familia; mirar, no sólo
con indiferencia, sino con sañuda intolerancia, las cosas más respetables y respetadas de la
sociedad en que ^^ vimos , es un fenómeno moral, que la terrible acción de las épocas de im-
pulso revolucionario no alcanza á exi)licar por sí sola. Para que se trastornen repentinamente
por completo las leyes del corazón y de la conciencia, forzoso es que haya en el alma aviesas
é infelices tendencias, de que carece, por fortuna, el común de los hombres. Entre muchos
españoles que, en los últimos años del siglo xviii y en los primeros del actual, cviltivaban su
entendimiento con libros de la escuela enciclopedista , la impiedad se hizo moda. Pero sólo
Marchena y Blanco la llevaron hasta los límites de la ira, trocando la fe ciega, que ellos juz-
gaban pernicioso fanatismo, por otro ñmatismo , el de la impiedad y la duda, tan intolerante
como los demás, y más dañoso al orden de las sociedades y á la ventura del corazón.
Blanco fué aun más allá que Marchena. Ambos cambiaron de patria; pero Blanco^ que
llegó á dudar de todas las religiones, abandonó también la de sus padres. Pasiones de otro
linaje contribuyeron á esta resolución lamentable. No es éste el lugar de consignar porme-
nores biográficos de Blanco; pero, al juzgar un hecho que tanta trascendencia tuvo en su vida,
como español y como escritor, la posteridad debe acrisolar la verdad y señalar á los hechos
sus causas principales.
Cuando achaca Blanco al encono que le habia infundido la tiranía, su intensa aversión á la
religión y á la Iglesia, podría creerse que la pasión política, ciega y desatentada, era la causa
única que le habia movido á expatriarse voluntariamente y á renegar de sus creencias, bus-
cando por cualquier camino, bajo el cielo británico, el aire de la libertad. Pero hay que
considerar que cuando, ya en la madurez de la vida, se decidió á abandonar para siempre su
patria y sus amigos, no ofrecía la situación política de España -el humillante cuadro quo
Blanco habia presenciado en Madrid. Se hallaba éste en Cádiz, cabalmente en momentos de
una transformación histórica, en que asomaba resplandeciente la aurora de la independencia
política, á la sazón mezclada con el fuego de generosos impulsos de independencia nacio-
nal , y no es difícil columbrar que no el fantasma de la tirajiía, sino otros móviles más perso-
nales fascinaban el entendimiento y avasallaban el corazón de aquel hombre exaltado é irre-
flexivo (1). El canónigo Blanco tenía hijos, y su ternura, su vergüenza, el temor de ser objeto
de escándalo á la vista de una nación creyente y de unos padres timoratos, fueron probable-
mente las causas decisivas de su conducta (2). Sensible y generoso, si bien vehemente, iras-
cible y tornadizo, Blanco carecía de la entereza que se requiere para arrostrar con humildad
cristiana, que es al propio tiempo su único remedio, las consecuencias de un extravío. Los que
carecen de esta sublime energía, suelen, á pesar suyo, reparar una falta cometiendo otra fal-
ta mayor. Dios habrá juzgado la conducta del obcecado sacerdote. A los hombres nos toca
sólo compadecer su desventura. Por impenetrables que parezcan los arcanos de la conciencia,
puede conjeturarse con fundamento que Blanco no halló en Inglaterra ni la dicha ni el so-
siego que esperaba. A los treinta y cinco años no se encuentra una nueva patria. Contra
España, que le habia colmado de afecto y de aplausos, se ensañó en Londres con la violen-
(1) Llegó Blanco á Falmouth en Marzo de 1810. ta por don Bartolomé José Gallardo, eíi uno de \o^
(2) Véase la noticia biográfica de Blanco , escri- tooios siguientea de la presente colección,
ccx BOSQUEJO HISTÓUICO CRÍTICO
ta enero-ía de los débiles. En El Español, revista mensual, que empezó á publicar k poco de
BU lleo-ada á Ino-laterra, atacó no solamente á la Junta Central, á la cual profesaba ojeriza
porque en Sevilla le Labia mandado moderar la violencia de su lenguaje cuando atacaba los
actos del Gobierno en El Semanario patriótico , sino á la misma nación española, contra la
cual se volvia siempre en todas las cuestiones de interés y de honra que suscitaban, en men-
gua de España, la Inglaterra ó la América española. Su periódico se hizo órgano y apoyo do
la rebelión de Caracas y de Buenos-Aires contraía madre patria, lo cual despertó en el
ánimo de los españoles un vivo resentimiento de la ingrata conducta del apóstata de la re-
ligión y de la patria (1). «Su aversión, dice Galiano, á todo lo español llegó á hacerse ver-
dadera manía. » Tanto le cegaba su encono, que sostuvo que en España ni existia ni podia
existir poesía digna de este nombre. Logró escribir el inglés con facilidad y elegancia (2).
Pronto siempre á dañar al catolicismo en cualquiera forma y terreno que se le presentase,
combatió con la ira y el vigor que eran inseparables de su estilo, la emancipación de los
católicos. Ayudado á la sazón por la pasión política, se hizo escritor de cuenta y nombra-
día entre los individuos del bando to7'i/ que sostenían ardorosamente aquella doctrina. Aman-
sada después repentinamente, en este punto, la airada pluma de Blanco, fué tenido por hom-
bre sin consistencia en sus propósitos y principios, y se trocó en desconcepto y en desvío la
autifTua estima y admiración de sus amigos. Su conducta religiosa en Inglaterra no pudo
ser tampoco aplaudida. Nadie ignoraba los vaivenes de su alma en esta parte. Católico, pri-
mero, después impío, luego fervoroso anglicano, y por último unitario, esto es, incrédulo
de nuevo; porque esta secta, odiosa á los ojos de los más de los ingleses, niega la Trinidad,
la divinidad de Jesucristo y otros dogmas de los demás protestantes.
En los tiempos de favor y fortuna fué Blanco profesor en la universidad de Oxford y ca-
nónigo en la catedral protestante de San Pablo, de Londres. Dio carrera en el ejército in-
glés de la India al hijo único que le quedaba. Pero el vacío de su alma no se llenó jamas.
El protestantismo, que habia abrazado sin fe, no consoló su atribulado espíritu. Ya no vol-
vió á hallar en sus versos la inspiración lozana de los tiempos serenos de su juventud. Los
últimos años de su vida faeron una verdadera expiación. Lo devoraba la tristeza , y la ima-
gen de la patria y de los amigos que habia perdido , se ofrecía á sus ojos con la triste forma
del remordimiento. Esquivaba á los españoles, que tanto en su mocedad habia amado : acaso
veía en ellos involuntarios acusadores. Poco más de un año antes de su muerte , ocurrida
en 1841, sintió con la vehemencia con que lo sentía todo, el deseo de escribir un libro en
(t) Entre los escritos que so publicaron en Es- rece que los españoles tan sido los únicos en el mundo que han
1 n t ' 1 :„„ „ „i n„v,;«..»,„ ;i^ practicado estos actos de poder. ¡ Cómo ee olvida el señor Blanco de
paña para defender a la nación y al Grobierno de ; ^ , ,,. . . . ^ .. • .
^ " . . . , las páginas de la historia para agraviar a su patria!
la malquerencia de Blanco, merece citarse, por lo [Denunciación de don José Blanco, azitor del periódico que se pu^
bien razonado, un folleto publicado en Cádiz, el lUcci en Londres con el título de'Eh'Esp&SouCááiz,enl3kimpxent3i
afio mismo de su emigración voluntaria. Hé aquí Eeal, añodeisio.)
cómo juzga el proceder de Blanco : (2) Como muelátra, juzgamos oportuno publicar
Su patriotismo (alude al que manifestaba como redactor de El el siguiente SOnetO. De él dccia el célebre pOCta
¿íemanono i)aín(«íco) no estaba sino en la punta de su pluma; su filo- Coleridge que era una de las cosas más delicadas
60f ia no estaba en el corazón, como estaba en las palabras ; la patria ^^ hablan escritO en lengua inglesa :
era después que sus menores disgustos. Si; (-X la abandonó en sus -^ o o
mayores necesidades, 61 la pospuso á sus incipientes resentimientos, Mysterious night I when our first parent knew
él so ha expatriado á un país desde donde A salvo-conducto siembra Thee from report divine, and heard thij naine,
las horribles semillas de la discordia entre los pueblos españolea do Did he not iremb/efor this lovely frame ,
Oriento y Occidente, con aquel jiodcr rcttirico que saben hacerlo es- This glorious canopy of lighi and bluet
tos revolucionarios que anhelan gloria y celebridad, aunque seaá Yet beneath a curtain of translwent dew,
costa do hundir y echar por tierra todas las monarquías. Ni las sa- Balhed in the rays of the great settingflame
gradas obligaciones que le competían y obligaban como ciudadano, Hesperus, with the host of heaven carne,
ni los sentimientos filantrópicos por la humanidad, ni el deseo de laa ^nd lo I creation widened in man's vicw.
ocasiones de manifestar al mundo sus virtudes y talentos, ni las vo- Who coukl have tliought such darhness ¡ay concealed
eos y necesidades de su maltratada patria, pudieron más que sus in- Within thy bcams , o sun ! or who couUlfind
justísimos enojos Este hombre peligroso, este espurio patricio, Whilsíjly, and leaf, and insect stood revealed
este hijo de sus pasiones , que prometía tanto bien , y no hace más Tfmi to such countless orbs thou madest us blindt
qno el mal, es un enemigo de la patria. ^^^'y <io «^c then shun dealh wiOi anxious strifet
Cuando declama contra España por la oongitiista de América, pa- Jf Ught can thus deceive, wli^refore not life t
DE LA rOESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL CCSÍ
castellano, y escribió una novela. En ella se ven claros indicios de la reacción que la proximi-
diul de la muerte Labia producido en su ahna lacerada. Taclia de ambiciosos y orgullosos á
los protestantes por la conducta que observan con los católicos de Irlanda, se complace en
Ihmar paisanos á los españoles, y manifiesta á las claras con cuan intenso amor volvia su
abna á las memorias del suelo natal (1).
Grandes hubieron de ser las cualidades simpáticas de Blanco, cuando, á pesar de sus er-
rores, le profesaron siempre tierna amistad los amigos de su juventud , Arjona , Reinoso,
Lista, Gallardo, Quintana, Gallego y otros varones de alta valía. No era ciertamente un
hombre vulgar. Su alma impetuosa era de aquellas en que andan en discorde conjunto bri-
llantes prendas y , trascendentales defectos. Hijo y juguete de uno de esos terribles períodos
históricos en que se estremecen y quebrantan las basas del mundo moral, fué víctima de las
pasiones públicas de su tiempo á par que de las suyas propias. No es, por lo tanto, escasa su
significación en la historia literaria de España. Tenía fuerzas intelectuales para haber sido
lui escritor de más elevado linaje , y aunque las malgastó en gran parte, á causa de la pasión,
la inquietud y la desgracia, han dado sobrados frutos para que pueda negársele un puesto
encumbrado en las letras de su época.
La lucha política, y no la poesía, fué su verdadera vocación. Como poeta no raya á gran-
de altura, y pocas de sus obras en verso pueden leerse sin hastío ahora, que está el gusto pú-
blico tan distante de aquella escuela artificial. Demostró, no obstante, en varias obras poéti-
cas de su primera época, esto es , de su época española, briosos pensamientos , entonación y
armonía. Su mejor producción poética, según afirmaba Lista con entusiasmo, es un poema A
la Belleza, que, á pesar de nuestros esfuerzos, no nos ha sido dable encontrar (2).
Recordemos ahora á varios poetas que , aunque arrastrados, en sus creencias y en sus im-
pulsos morales , por el ímpetu de las ideas francesas de la revolución , conservaron vivos los
sentimientos tradicionales de la nación, y no arrancaron de su corazón , como Marchena y
Blanco, el amor de la patria.
Resplandecía por aquellos días el nombre de don Joaquín Lorenzo Villanueva , sacerdote
de ánimo inquieto y mal disciplinado. Aunque menos profundo y menos investigador que su
hermano don Jaime, autor del Viaje literario á las iglesias ele España, era instruido y agu-
do, y uno de esos removedores de las letras y de la pohtica, que, si no alcanzan á dejar á su
país monumentos de verdadera gloria, contribuyen al sacudimiento de las ideas , que, cuando
no salen del cauce de la razón, suelen en momentos determinados sacar á las naciones del le-
targo moral que embarga y tuerce sus facultades naturales. Cultivó la poesía, porque quiso
abarcar con ambicioso anhelo todos los ramos de la literatura ; pero sus laureles de poeta se
marchitaron muy en breve, y la posteridad habría acaso olvidado su nombre sin el rumor de
escándalo que llevó tras sí en su azarosa vida, en parte por los vaivenes de su tiempo, en parte
también por las tendencias descaminadas de su carácter. Primero, calificador del Santo- Ofi-
cio de la Inquisición, después tachado de jansenista, y más adelante rechazado por la Santa
Sede cuando lo nombró el rey Fernando VII ministro plenipotenciario en Roma, fué Villa-
(1) «Una ausencia de treinta años casi me lia No; el sepulcro está casi cerrado solire mí, y aun-
hecho extranjero en mi patria, y no será difícil que no lo estuviese, aunque me liallára en el vigor
conjeturar con qué poca confianza emprendo, en- de mi vida, España no me recibirla sino con con-
fermo y casi moribundo, la composición de una diciones. No diré más El deseo de hablar por úl-
obra en español Es ley de la condición humana tima vez á los españoles me rebosa en el pecho n
que á medida que envejecemos, se rejuvenezcan (Introducción á la novela Luisa de Budamante^
las impresiones de la niñez y de los verdes años ó la huérfana española en Inglaterra.)
Me empecé á convencer, algunos añoshá, que habia (2) En otro lugar hemos dicho que han sido es-
entrado en los términos de la vejez, con el perpé- tcrlles las investigaciones hechas en Sevilla con
tuo revivir, que noté en mí, de imágenes y memo- suma diligencia por algunos de los más distingui-
rías españolas La luz de la esperanza no es mía. dos literatos de aquella ciudad.
ccxil BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
nueva imagen viva de aquellos tiempos de contradicciones y trastornos. Adoptó con veíic-
mencia las ideas innovadoras que iban entonces cundiendo por todos los ámbitos de Europa,
y su vida siguió, como era inevitable que aconteciera, las tristes vicisitudes políticas de
aquella época de inquietud y de turbación. Arrastrado por las ilusiones engañosas del
es])íritu reformista, se lanzó sin restricción y sin prudencia en la aventurada empresa de en-
lazar las libertades canónicas con las libertades políticas , y atacó, en no escasa parte, las po-
testades eclesiásticas. Llevado de su fogosa índole, fué de aquellos, por fortuna raros, sacer-
dotes que prefieren á la calma de su sagrado ministerio, la agitación de la vida política. Des-
pués de haber sido dos veces diputado á Cortes, emigró á Inglaterra, donde pasó los últimos
años de su vida. Allí publicó, en 1825, una interesante autobiografía, con el título de Vida
literaria de don Joaquín Lorenzo Villamicva. Aunqiie llama literaria á la historia de su vida,
esta obra pertenece, más que á las letras, á las polémicas políticas y religiosas de su época.
En esta animada relación de sucesos contemporáneos se presentan sin disfraz el carácter, el
ingenio y las preocupaciones del autor. Es un libro curiosísimo, muy importante para la in-
teligencia de la historia literaria, eclesiástica y política de España, en la era que siguió á la
revolución francesa.
La audacia de sus opiniones, y el carácter desenfadado ó agresivo de siis escritos, suscitó
á ViUanueva impugnadores y enemigos, que le causaron acerbos sinsabores. El más inflexible
y tenaz de estos impugnadores fué el doctor don Antonio Puigblanch, compañero su^'o de
emigración, autor de La Inquisición sin máscara, hombre de escaso gusto, si bien de extensa
erudición. En su prolija, pero curiosa obra titulada Opúsculos gramático-satirices , publicados
en Londres, con pretexto de defenderse de ViUanueva, ataca reciamente, lastimándolas cuanto
puede con las armas de la sátira y de la invectiva, así las obras , como la persona del doctor
valenciano.
La saña de los literatos ofendidos no se amansaba ante la fraternidad de la emigración.
Las variaciones de opinión hacían , en verdad , á veces , á ViUanueva sobrado vulnerable. Por
ejemplo, cuando, por los años de 1812, escribía en Cádiz El Jansenismo, dedicado al filósofo
rancio, ¿quién habría reconocido en su autor á aquel defensor celoso del espíritu nacional, en
lo tocante á la religión y á la política, que en 1793 publicaba en la Imprenta Real el en-
tonces fiímoso Catecismo del Lstado según los jyrincipios de la Religión, sin más objeto, según
sus propias palabras, que el de preservar á España del contagio de la revolución francesa?
Estas inconsecuencias no son ni pueden ser raras en épocas de renovación y trastorno.
Abandonadas las doctrinas antiguas , mal definidas las doctrinas nuevas , como que aun no
han pasado por el crisol de la experiencia , suele hoy verse un campo de gloria donde ayer
se veía un abismo.
Cuando, á los veinticinco años de edad (1783), publicó ViUanueva su traducción en verso
del Poema de san Próspero contra los ingratos, declaró que, á pesar del buen éxito de esta
obra, estaba resuelto «á hacer frente á la vocación de poeta.» Cuerdo anduvo en ello el fácil
y abundante prosador, pues carecía de verdadero estro poético. Sin embargo , muchos años
después, confinado al convento de la Salceda por aquel famoso decreto de 15 de Diciembre
de 1815, que fulminó las penas de presidio, reclusión y destierro contra Martínez de la Rosa,
Aroüellcs, don Juan Nicasio Gallego y otros ilustres patricios, recobró su amor á las dulces
emociones de la poesía. «Entre aquellos peñascos (escribe él mismo en su citada obra) vol-
vió á prender en mi ánimo el fuego poético, que desde mi mocedad había estado envuelto
en cenizas. Con rayar ya entonces en los sesenta años, salieron de mi mano composiciones
muy vivas y amenas, de que llegó á formar cuatro volúmenes cierta persona á quien las iba
enviando. »
Frisaba ViUanueva en los setenta años cuando estampaba estas palabras, en que tan des-
embozado so presenta el engreimiento del poeta anciano. Las poesías, publicadas en Dublin,
no carecen de briosa entonación^ de ingenio y de sabor castizo castellano, Era don Joaquín
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL ccxm
Villanmva, así como su hermano don Jaime, consumado hablista , y con razón le habia admi-
tido en su seno la Academia Española antes de que cumpliese treinta y cinco años ; pero la
continua lectura de antiguos escritores lo habia familiarizado de tal modo con el lenguaje
arcaico , que , acaso involuntariamente , atesta sus versos de extrañas voces y extravagantes
y anticuados idiotismos. Y ¿qué ha de parecer una poesía, aunque abunde en bellos pensa-
mientos, que no puede leerse sin tener á mano diccionarios y glosarios ? Lo que es en realidad :
una poesía hija del estudio, y falta, por consiguiente, de naturalidad y de hechizo.
Poco tiempo antes de su muerte, á pesar de la fortaleza que le infundían siempre las ta-
reas literarias para sobrellevar los sinsabores de la vida, y á pesar también de la admiración
que le inspiraba la nación inglesa , emponzoñaban su ánimo el recuerdo de la patria y las
amarguras del aislamiento. « Hallóme (escribía en su citada obra) abandonado de mi patria
sin crimen, y expuesto á las calamidades de un espontáneo extrañamiento.»
Otro escritor, animado por el espíritu independiente de su época, pero que no amenguó por
ello sus sentimientos patrióticos y religiosos, es el poeta gaditano don José Vargas y Ponee.
Pocas cosas demuestran tan claramente el carácter inseguro y antojadizo del gusto lite-
rario en las épocas de transición, como la gloria efímera de ciertos escritores. A excepción do
varios críticos y eruditos, ¿quién recuerda hoy día los versos de algunos poetas, cuyo nom-
bre gozaba, en los últimos años del siglo xviii y en los primeros del presente , de celebridad
honrosa y lisonjera? Vargas y Ponce^ el distinguido marino y académico, es uno de estos
ingenios olvidados. El público de la era presente ignora que este español insigne fué en su
tiempo muy estimado y aplaudido , por su laboriosidad , por su patriotismo , por su talento,
y hasta por su humor cáustico y festivo. La historia literaria, al paso que debe permanecer
insensible á ese lustre y á ese entusiasmo pasajero que ofusca y avasalla á los contemporáneos,
cumple su misión útil y gloriosa resucitando, por decirlo así , nombres á veces con nota-
ble injusticia olvidados, y aquilatando el valor verdadero, absoluto ó relativo, de las obras
del arte ó del ingenio, que casi siempre encierran una significación moral histórica, que no
es dable desatender. Por eso nos complacemos ahora en consagrar un somero estudio al ca-
rácter y al talento poético de Vargas y Ponce, que sus amigos llamaban simplemente, con
intención familiar y afectuosa, el poeta Vargas.
Compartió su vida entre la marina , las letras y la política. Pero las letras fueron siempre
su vocación dominante. En la marina se distingu^ió como oficial laborioso y brillante , y
para la Biblioteca de marinos ilustres escribió la Vida del Marqués de la Victoria y la de don
Pedro Niño. En aquellos tiempos caminaban con lentitud las carreras públicas, y Vargas
Ponce, á pesar de sus grandes merecimientos , subió poco en el distinguido cuerpo á que
pertenecía. No pasó de capitán de fragata.
Como diputado, en 1813 se distinguió únicamente por su adhesión á la constitución po-
lítica promulgada en el año anterior. Era liberal de sano instinto, y en la inexperiencia polí-
tica de aquel tiempo, sólo á muy pocos fué dado columbrar los defectos trascendentales que
encierra aquel famoso código constitutivo. Vivió oscurecido desde el momento en que fué der-
rocado el sistema constitucional, hasta el restablecimiento del mismo en 1820. Volvió á
Madrid, nuevamente elegido diputado á Cortes. Individuo de las Academias Española, de la
Historia y de la de Nobles Artes, querido de todos por su dulce y amono carácter, y respetado
por su saber y por su fama , le esperaba acaso la época más apacible y regalada de su vida.
Pero le sorprendió la muerte al comenzar el siguiente año de 1821, el mismo en que murió
Marchena. Su último escrito fué la Vida de ErcUla.
Pocos han empezado la vida literaria con más venturosos auspicios. Cuando la Academia
Española, después de premiar el Elogio de don Alfonso el Sabio, abrió el pliego que contenia el
nombre del autor y proclamó que era obra de un guardia-marina, mozo de veinte años, la
admiración fué general. La crítica no era muy vigorosa ni muy profunda; pero el estilo,
aunque aliñado y artificial en demasía, era elegante y sentencioso, y el éxito de la obra fué
I, Ps.-xviii, n
CCXIV BOSQUEJO HISTÓRICO CKÍWOO
extremadamente lisonjero. De allí en adelante escribió mucho ; porque era infatigable eu d
trabajo, y las letras fueron para él deleite en la ventura, y consuelo en la adversidad. Mas ya
no volvió á lograr un triunfo semejante al que Labia alcanzado en los albores de la juventud.
Fuera de la oda Al nacimiento de los infantes gemelos, obra infeliz de la inexperiencia (1783),
de la tragedia Egilo7ia, y de alguna otra composición de asunto grave , las obras poéticas de
Vargas fueron siempre de carácter festivo y familiar. Las más conocidas eran las sátiras El
Peso-duro y la Proclama de un solterón , que fueron traducidas al francés. Empezó Vargas El
Peso-duro en Cartagena, antes de 1790, y no se decidió á continuarlo hasta 1806. Después
de impreso el primer canto de este poema , em])rendió la composición del segundo canto ;
pero, ó no quiso terminarlo, ó le arredró la indiferencia con que fué recibido el primero; lo
cierto es , que no llegó á ver la luz pública.
Vargas, como poeta, fué tratado con áspera, si bien merecida, severidad por sus contempo-
ráneos. Forner , Huerta , Jovellanos , Miñano y otros no le escasearon, ya amistosas adver-
tencias y censuras, ya amargas diatribas y aun violentos ataques. Su laboriosidad (1), sus
nobles prendas y su festivo ingenio le granjearon, no obstante, el general aprecio.
No podria formarse cabal idea de la agresiva violencia con que algunos de aquellos litera-
tos se ensañaron con Vargas, si no estampáramos aquí muestras de aquellas recias acometidas.
Lo hacemos de buen grado , porque estas muestras patentizan la destemplada intolerancia que
reinaba por aquellos tiempos en las letras de nuestra patria.
Forner, en su obra La Corneja sin plumas, se entretiene en probar, comparando textos,
que el enfático libro de Vargas, Declamación contra los abusos introducidos en el castellano, es
en su mayor parte una serie de plagios de May ans , de Aldrete y del autor del Diálogo de
las lenguas.
¿Quién (dice) no abominará á Voltaire, que, después de haber imitado la Mérope del gran Maffei, en-
mascarado ruinmente, criticó con impía ferocidad la misma obra que le habia servido de modelo ? ¿Quién
no lee con ceño á Aristóteles cuando le ve comentar las doctrinas de su maestro , y después morderle y
roerle las opiniones con sequedad poco menos que bárbara ? Y si esta conducta desagrada tanto en hom-
bres de superior mérito, ¿qué será cuando un pigmeo, un literatillo, cuyo bulto apenas se divisa, ahue-
cando la voz y pugnando para empinarse, exhala bravatas campanudas, cabecea con ceño hosco, y brota
su tufo de colerilla chillona en el tablado de un libróte zurcido malamente de retales, tal vez de aquellos
mismos é quienes piensa lastimar y ofender? Pues no hay duda : tal es la calidad del libróte que á fines
de 1793 salió á correr mundo con el titulo de Declamación contra los abusos irtroducidos en el castellano,
presentada y no premiada por la Academia Española^ ario de 1791. Sigúela una disertación sobre la lengua
castellana, y la antecede un diálogo que explica el designio de la obra.
Esta rara mescolanza de declamación , diálogo y disertación ; este guisote de bodegón literario ; este
almodrote, que empieza en conversación, sigue en misión y remata en gaceta ; ya en estilo de botarga,
ya magnífico y de estampido, ya didáctico y pedantesco ; este libro no es libro, ni obra, ni diatriba, ni
sintagma (2), ni cosa que se parezca á nada de lo que con algún título se ha escrito hasta aquí ; porque en
el diálogo es pura habladuría, en la declamación pura afectación y remedo de frases ya caducas y ran-
cias, y en la disertación puro, ó por mejor decir, impuro robo, rapiña patente , pillaje abominable, hurto
y usui-pacion vergonzosa. Búsquese en los anales de la literatura un monstruo que se parezca en un solo
lineamento á esta producción del memorable siglo xviii.
En el año de 1820 publicó Vargas en Madrid una sátira en verso, con este título, que in-
dica su intención : Los ilustres haraganes , 6 apología razonada de los mayoi^azgos. Juzgan-
do esta obra de circunstancias, dice El Censor del 21 de Octubre de aquel año, en una carta
de El Madrileño (3) ;
Lo primero que vieron mis ojos fué una octava, que le sirve de epígrafe, tomada de aquel detestable
(1) El lectoral de Cádiz, don Antonio Manuel ro de los escritos del insigne marino gaditano.
'Trianes, varón doctísimo y amigo de Vargas, for- (2) Tratado metódico. Sintagma tituló Gassendi
mó el catálogo de las obras impresas y manuscri- una obra suya sobre la filosofía de Epicuro.
tas de este escritor. Añadiendo al catálogo algunas (3) Don Sebastian Miñano. Solía ocultar su nom-
(jne en él faltan, no baja de sesenta y seis elnúmc- bre, firmando , ya El Madrileño, ya El Holgazán.
DÉ LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIlL C^XV
poema de antaño llamado El Peso-duro. Bien conocí desde luego que quien se atreve á tomar por texto un
trozo de la obra más estúpida que han conocido los siglos, no podia menos de tener los sesos hechos sue-
ro Todavía hay escritores capaces de competir en lo necio con el mismo autor de El Peso-duro y de la
Egilona,
Aunque por instinto y costumbre, más coplero que verdadero poeta, no merecía Vargas^
por cierto , tan desmedida acritud y dureza. Era uno de aquellos literatos de vocación sin-
cera , ingeniosos , perseverantes é instruidos , que por no saber comprender su aptitud espe-
cial, abarcan, con menos fuerza que ambición , todos los ramos de las letras, y no alcanzan,
por lo mismo, á dejar en ninguno de ellos rastros de verdadera luz. Dotado de claro entendi-
miento y de imaginación movediza y amena, si no fecunda y creadora, no quiso limitarse
á cultivar la prosa, en la cual sobresalió desde edad muy temprana, y no tardó en caer en
la tentación de penetrar en los elevados espacios de la poesía. Pero , aunque lleno de inge-
nio lozano y zumbón , carecía de verdadero estro poético. Por eso brilló únicamente en el
género satírico y festivo , desluciendo no poco sus agudos chistes con los rasgos chocarreros
de que están sembradas sus poesías.
Del Peso-duro, calificado, como se ha visto, de ohra estúpida por desabridos críticos, sólo
ha llegado á nuestras manos el primer canto (1). No sobresale ciertamente ni por el aticismo
poético , ni por la claridad y el orden de la narración. Sólo pueden ser leidas sin enfado al-
gunas octavas , como aquellas en que recuerda el Peso-duro las imprecaciones de una negra
de Angola, esclava de un minero del Perú, que ha visto morir á su hijo, víctima de un
hundimiento de la montaña , ó algimas dos ó tres más, en que campean el ingenio travieso y
á veces mordaz de Vargas.
Hé aquí las octavas :
Cabe una gruta de codicia insana,
Cavada por sacar oculto oro,
Sed insaciable de la raza humana,
Alaridos sentí y amargo lloro.
Con rabia mujeril , atroz y vana,
Bramaba, cual herido y fiero toro
Que se azota los cuernos con la cola,
Una atezada hija del Angola
Un hijo desdichado
Perdió á su vista ; con la pena y saña ,
Frenética la madre se mordía,
Y así fiera y demente maldecía :
«Mal haya de aquel príncipe tirano
Que en mi nativa Angola me vendiera,
En vez de padre, mercader villano.
No mi defensa , mi verdugo fuera.
La sordidez mal haya del britano.
Que en maldad que conoce, persevera,
Y para despoblar mi triste playa
Huye su esposa y surca el mar : ¡ mal haya !
«Y tú , hipócrita vil , que en blandas vocea
Mi ánima ciega dices iluminas,
Predicándome un ser que desconoces.
Tu Dios no siendo sino viles minas,
Plegué al destino cuitas tan atroces
En tí se ceben ; llores tus ruinas
Desolado cual yo , sin dulce hijo ,
Sin tu patria y tu Dios. « Así maldijo.
Al pasar la Estigia el Peso duro , encuentra diferentes vicios de la sociedad humana satí-
ricamente simbolizados :
Por allí á comisión grave y secreta ,
Mintiendo tocas ó disfraz humano.
Iba el Embuste en manto de alcahueta.
La Trampa de alguacil , su vara en mano ;
El Temor como esclavo con su geta ,
La Embriaguez de cochero simoniano,
La Insolencia con aldas de estudiante,
Y la Inutilidad como niaestrante.
(1) Impreso en Madrid, en 1813 , en la imprenta
que fué de Fuentenebro. — Hemos buscado el ma-
huscrito del segundo canto en las colecciones délos
principales bibliógrafos de Madrid. Hemos escrito
con el mismo objeto á nuestros amigos de Sevilla y
Cádiz. Todo en balde. Hemos adquirido la convic-
ción , después de hablar con personas que interve-
nían por aquel tiempo en la citada imprenta, que
el segundo canto del Peso-duro no llegó á darse á
la estampa. Fernán Caballero nos lia escrito con este
motivo lo siguiente, desde Sevilla:
«No hay biblioteca pública y particular, librería
y baratillo en que no se haya buscado el segundo
canto ; pero nada : todos creemos a<iuí , como usted,
que no fué impreso, pues la parte final del primero
no creo seduciría á nadie para leer el segundo.»
CCSVI
BOSQUEJO niSTORICO CRITICO
La Soberbia so puso de golilla,
La Avaricia ¡bribona! de sotana,
/ra sin naguas fuera nao sin quilla,
Lujuria de basquina gaditana ;
La Gula, por supuesto, con capilla.
Envidia con refajo de villana ;
De puro inerte sin disfraz, ¡oh hallazgo!
La Pereza salió de mayorazgo.
La Discordia de suegra tomó el as,
La Ignorancia de médico el envés,
La Locura de músico el compás ,
La Fatuidad los aires de marqués ;
Al Descaro el cordón le vino al ras,
De bolero el Desorden buscó pies ,
El Chisme fué muy hueco con luonjil,
Y de fraile y mujer vicios cien mil.
También merece citarse aquella octava en que el Peso-duro , recordando que el avaro mi-
nero de Lima lo sepultó en una talega , exclama :
De mi estrecha prisión el tiempo ignoro.
Eterna noche, sin la luz del día,
Y de un propio color la plata y oro
Me hicieron larga y zonza compañía.
Lo mismo son carbones que tesoro
A sordidez que los soterra impía ;
Si en ocultarlo su placer encierra ,
¿ No estaba más oculto bajo tierra ?
Vargas ejercitaba singularmente su ingenio en la activa correspondencia que seguía con
sus innumerables amigos aficionados á las letras. Se complacía muy especialmente en esta
familiar tarea , que cuadraba del todo á la amenidad de su índole. Muchas cartas suyas se
consei^van todavía, y en casi todas ellas se advierte la especie de fruición con que se entre-
gaba sin tasa, y muy á menudo con gusto poco acrisolado, á su carácter expansivo y clian-
cero.
En verso escribió , ademas de las sátiras en afectado estilo , la tragedia titulada Egilona,
que le acarreó una reprensión amigable de Jovellanos, «por malgastar el tiempo en cosas para
las cuales no era su ingenio» (1). También compuso abimdante copia de poesías fugitivas,
inspiradas las más veces por circunstancias de carácter íntimo. El inexorable Huerta llama-
ba á estas poesías , hijas de genialidad jovial, y no de inspiración, mentecatadas de Vargas (2).
Solía éste intercalar en sus cartas versos festivos y ligeros. De ellos tenemos algimos á la
vista, los más de carácter burlesco , escasos de buen gusto y de elegancia , pero no de donai-
re y de satírico desenfado. Su fama como poeta fué , como debia ser , pasajera. Aunque in-
signe humanista , y hombre do ingenio original y agudo , no supo remontarse nunca en alas
del sentimiento y de la fantasía, y no mereció en verdad elevado puesto en los campos glo-
riosos de la verdadera poesía.
El poema de Vargas que no debe quedar sepultado en el olvido , es la sátira titulada
Proclama de un solterón, única, entre sus obras, digna de sobrevivir al simpático marineen
la opinión severa de la posteridad. Don Juan Nicasio Gallego enmendó con su elegante y
con-ecta pluma algunos pasajes, y si, después de haber pasado por el crisol do las correccio-
nes del ilustre académico y poeta , quedan todavía en la Proclama algunos rasgos de gusto
sobrado libre y chocarrero , no puede negarse que está escrita con seductor desembarazo , y
que rebosa en esta obra la sal de la sátira verdadera.
Otro poeta , el caballero alavés don Pablo de Jérka , amigo de Moratin , Gallardo y otros
literatos de nota, debió su fama, que la posteridad no ha consagrado, más bien á sus opi-
niones liberales y á las persecuciones políticas de que fué objeto , que á su talento literario.
Pobre imitador de los poetas salmantinos, sólo demostró algún ingenio en fábulas, cuentos
jocosos y epigramas , no siempre faltos de agudeza , pero sí de intención moral , fecunda y
elevada. Como constitucional fervoroso, fué, en 1814, desterrado al presidio de Melilla por
diez años y un dia. Pudo evitar el golpe emigrando á Francia en compañía de varios deudos
y amigos suyos. Ya seguro en tierra extranjera, burlábase de la persecución en estos
versos :
(1) Papeles del señor don Martin Fernandez de Na varíete.
(2) ídem.
Bien pudiera, como Ovidio,
Llorar también mi destierro ,
Aunque no estoy en Melilla ,
Sino en París, salvo y bueno.
Mas, en vez de escribir tristes,
DE LA rOESLi CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL CCXYII
Escribiré alegres versos :
Con Dcniócrito me enticrren ,
Que á Herác'lito le prefiero
Y no hay más patria en el mundo
Que vivir libre y contento.
Con un alma poco entera y sufrida, y prendado ademas de la civilización francesa, no
pudo Jerica sobrellevar con paciencia los amargos sinsabores que le acarrearon los trastornos
políticos de la nación. Sus sentimientos de español se entibiaron, y el antiguo patriota acabó
por tomar carta de naturaleza en Francia.
El sesudo y laborioso escritor alemán Fernando Wolf daba liarto subido valor á las poe-
sías de Jénca. Se pagaba demasiado del desenñulo y de la soltura de este escritor mediano,
al paso que confesaba sin dificultad que carecía de vigor y de originalidad.
Don Cristóbal de Beña , educado con las ideas políticas y literarias de los últimos años del
siglo XVIII, era hombre de vivo y clarísimo ingenio. Versificaba con soltura y gala. Don Án-
gel de Saavedra, después duque de Rivas, le trató íntimamente en Cádiz, por los años de
1812, y de sus labios hemos oido muchas veces los triunfos que ahí alcanzó Beña como poeta
repentista. Tres sonetos suyos , improvisados , conservaba el Duque en la memoria , y por
cierto que justifican cumplidamente el éxito que alcanzaban en Cádiz los versos de Beña. Hé
aquí uno de ellos, notable en verdad por la energía y la sencillez de la expresión, y por la
claridad con que en él se refleja el encono que inspiraba en Cádiz la invasión francesa, y la
ira que produjo la primera moneda que llegó allí con la efigie de José Bonaparte :
SONETO.
De las Espafias y las Indias rey
Se titula en su busto el baladron ,
Por llamarse no más Napoleón
Y mandar de asesinos una grey;
Mas quiebra de verdad la eterna ley
En darse ese dictado fanfarrón ,
Pues no le pertenece ni un terrón
De los que ai'ando rompe el tardo buey.
No importa , no , que pérfido cincel
Una en su escudo el águila imperial
Con los leones que se burlan del,
Y con la insignia de Aragón fatal :
La patria mía borrará con hiél,
De unión tan execrable aun la señal.
Era Beña liberal de buena fo , como casi todos los de aquel tiempo , y siguiendo el impulso
literario que habia nacido en el reinado de Carlos III, y duraba todavía, dióse á escribir fá-
bulas , que era uno de los ramos más corrientes de la literatura al uso. Para prestar colori-
do original á un género tan manoseado, dio á sus fábulas un oh^eio político , como Iriarte ha-
bia dado á las suyas un objeto literario. Jja.s Jábalas políticas de Beña fueron tasadas por la
opinión de la gente ilustrada en más de lo que en realidad vallan. Abogaba por ellas el espí-
ritu liberal que las habia inspirado, y á más de su mérito real, resplandecía en las fábula.^
jM-incipalmente el mérito aparente de que reviste fácilmente á las obras de ingenio y arte el
entusiasmo pasajero de las circunstancias. Ahora, que han pasado las ilusiones de aquel tiem-
po , las celebradas fábulas de Beña parecen lo que son : obras medianas , en que el fin político
se reduce á máximas triviales , que el autor no sabe realzar siquiera con la novedad de los ar-
gumentos y la perfección de la forma. El lozano versificador ha decaído , y la originalidad es
tan escasa, que si bien con aplicación moral diferente, asoman en el fondo de algunas fábulas
los pensamientos de Iriarte y Samaniego. La titulada El Escoplo, el Mazo ij el Carpintero,
recuerda , empobrecida , la idea de El Pedernal y el Eslabón , mientras que Las Ranas y el
Sapo es una imitación poco feliz de Las Ranas pidiendo rey. Entre las pocas que pertenecen
completamente á Beña , hay una , La Escalera de mano y el Farolero , digna de especial men-
ción por lo ingenioso y sencillo del pensamiento fundamental.
Beña escribió muchos versos líricos inspirados por el impulso de la libertad (1). Hoy han
(1) Las más de estas poesías se publicaron en Londres , con este título : La Lira de la libertad {l^ld).
ecxvill BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
perdido el transitorio encanto que les dieron las circunstancias históricas del tiempo en que
fueron escritas. Su valor literario es cortísimo. Distan mucho de la elocuente energía que
sabe dar Quintana á la expresión de los grandes sentimientos de la patria.
No debemos olvidar por completo , como la posteridad lo ha olvidado , al honrado patricio
y mediano escritor don José Mor de Fuentes, cujo nombre ha sonado en la prensa durante
medio siglo , sin que el rumor de la celebridad , que fué grande , llegase á ser nunca , para
él, el rumor de la gloria. De ánimo inquieto , emprendedor j laborioso , y empleando en todo
BU obstinación aragonesa , abarcaba con laudable pero extraviada ambición ramos del saber
diferentes c inconexos. Historia, política constitucional, filosofía, agricultura, crítica lite-
raria, novela, poesía épica, poética, comedia, saínete, poesía lírica en varias lenguas; es-
tos y otros diferentes géneros científicos y literarios eran otras tantas tentaciones en que caía
con sobrada facilidad el incansable Mor de Fuentes. En todas sus obras hay rasgos de talen-
to y prendas estimables; pero su gusto no se formó nunca. Ni su carrera de ingeniero de
marina , ni su autoridad de escritor, llegaron á sazón verdadera. Aunque hablista abundante,
BU estilo suele ser afectado, y su lenguaje adolece siempre de desigualdad, y á menudo de
extravagancia }'■ artificio (1).
En edad muy avanzada (74 años) publicó en Barcelona una relación autobiográfica (2),
en la cual , al paso que con el más candoroso engreimiento se colma de alabanzas , trata con
rigor implacable á muchos personajes esclarecidos de nuestra nación. Para Mor de Fuentes,
el ilustre y sesudo hombre de Estado Conde de Floridablanca no fué sino un hombre en
extremo sxiperjicial y aun ignorante; en Cienfuegos, á quien en 1796 habia confiado la cor-
rección de sus poesías antes de darlas á la estampa , no ve ya más que desentonos estram-
hóticos y lenguaje ramplón, bronco y enigmático; las comedias de Moratin son, en su juicio,
unos sainetes largos , salpicados de dichitos más ó menos oportunos, que solia ir á recoger entre
las verduleras ; llama á Salva sandio y criticastro, y á su célebre gramática, un fárrago j una
valencianada (3) ; califica á don Juan Nicasio Gallego de galleguísimo ; del admirable Z^on Al-
varo, del Duque de Rivas , dice que es un comedión de Pedro Bayalarde; el estilo de Martínez
de la Rosa es, á sus ojos, el yerto prosaismo del chusco Martinez ; la elevada poesía de Quin-
tana , altisonante gerigonza, alternada con renglories rastreros ; y por último, la inspiración ideal
de Lamartine , los yertos sollozos del poeta llorón. Sólo Rosa Galvez y Melendez Valdés hallan
gracia ante el tremendo tribunal del inexorable y atrabiliario crítico.
Las prendas y defectos del alma asoman siempre en las obras del arte ó del ingenio. Mor
de Fuentes , dotado de corazón noble y generoso , empañaba y aun esterilizaba sus estimables
cualidades con su desmedida soberbia literaria. La intolerancia y el desabrimiento que se ad-
vierten á cada paso en su autobiografía, no eran sólo achaques de la edad cercana al térmi-
no de la vida, en que se ven las cosas sin el embeleso de la ilusión, que las colora y engran-
dece ; era el amor propio , que cegaba á Mor de Fuentes hasta despojar su entendimiento de
toda justicia y de toda indulgencia. Su vida literaria está sembrada de rasgos visibles de
este deplorable impulso moral (4). En suma, en Mor de Fuentes, el hombre valia más que el
escritor ; y en el escritor , más el narrador que el crítico y el poeta.
(1) Su traducción del Werther^ de Goethe, está «Vargas Ponce y Mor de Fuentes carecen de flui-
hecha , directamente del alemán , en el lenguaje más dez , particulamiente el segundo , que es de una du-
enredado y extraño que imaginarse puede. reza insoportable.» (Introducción á la Gramática.')
Mor de Fuentes se atreve hasta á inventar pala- (4) Sirvan de ejemplo los siguientes, entre otros
bras como ayertar por helar : infinitos :
Ora mi triste corazón í(j/«rto. «No quise publicar mi poema La Ahatnmaquia,
{Poesías varías; imprenta Real , 1796.) P^'" "^ apesadumbrar á Quintana, pues algún pasa-
(2) Bosquejülo de la vida y escritos de don José gonzalo habia de llevar »
Mor de Fuentes , ñeVinoñdo Y>OT é\ mismo (ÍSSG).
(3) Estaba muy ofeijdido de estas palabras de «Se me proporcionó leer la, Poética de Martinez
Bíllvá ; de la Eoea , recien impresa en París. Parecióme el
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL CCXiS
De poeta , en verdad , tenía muy poco. Nadie , sin embargo , ha abrigado con mayor fuer-
za y con menor fundamento la ilusión de que Dios le habia dotado con pródiga mano del
ftieo-o sagrado de los grandes poetas. Por los años de 1833 á 1836 apremiaba en Barcelona
al generoso é ilustrado editor é impresor señor Bergnes para que publicase sus versos , que
eran infinitos. Mor pasaba allí una vida llena de escaseces y penalidades , y Bergnes, condo-
lido de aquella triste situación y de aquel tan estéril como inagotable entusiasmo , se prestó
á publicar, y lo que es más, á pagar, aquellas poesías, que nadie leia ni compraba. Esta con-
descendencia hubo de tener término; y Mor, acosado por la miseria, se retiró á su pueblo.
Monzón, en donde residían parientes suyos acomodados. Pero el buen Mor, cuyo genio, ex-
cesivamente franco y satírico, se tornó, con los años, brusco, desabrido y sarcástico, se habia
hecho antipático á sus deudos y á sus paisanos, á los cuales ridiculizaba y ofendía. Nadie
quiso recibirlo, y el pobre anciano tuvo que mendigar un asilo donde esconder su indigencia
y su aislamiento. Lo encontró al cabo en casa de un sastre, casi tan pobre como él, que se
condolió de tanta desventura ; y aquel laborioso escritor , que algunas veces , no sin fruto y
celebridad, habia cultivado las letras en el espacio de más de medio siglo, murió, oscureci-
do y no llorado , sobre un mugriento ¿ergon , en uí^ desván miserable y desabrigado.
CAPITULO XVIIL
Invasión francesa.— Límite moral del siglo xvili.— Poetas nacidos y educados á fines del mismo siglo, que han
escrito en el presente sus principales obras. — Arriaza. — Maury. — Solís. — González Carvajal. — El padre Bo-
giero. — Gallego. — Burgos. — Silvela. — Pérez de Camino. — Somoza. — Navarro. — Hidalgo. — Gallardo. — Ta-
pia.— Poetisas notables. — Poetisa anónima. — Doña Isidi-a de Guzman, doctora y académica. — Doña María
de Hore. — Sor María Helguero. — Doña Kosa Galvez. — Fin del Bosquejo histórico.
Los siglos, en su espíritu , carácter é influencia , no terminan cuando, según las leyes con-
vencionales de la cronología , se completa el periodo numérico de los años. El siglo xviii,
considerado en tal sentido, no acabó en el año de 1799. Sus tendencias y sus fuerzas morales,
si bien algún tanto modificadas , viven todavía y vivirán largo tiempo en Europa. Sólo gran-
des acontecimientos, que alteran gravemente el ser de las naciones, pueden servir de límite
moral en los anales de cada una de ellas. En España, la invasión francesa de 1808 produjo un
sacudimiento profundo en la vida del pueblo español y en el carácter peculiar de su antigua
civilización , y puede tomarse prudencialmente por lindero entre los siglos xviil y Xix. Por
eso no juzgaríamos completa la reseña histórico-crítica de los poetas más notables del último
siglo , si no agregáramos á los ya mencionados otros varios que han escrito en el presente sus
principales obras , pero que , habiendo recibido las nociones fundamentales de su educación
literaria en el siglo xviii , á él pertenecen todavía por su estilo y por sus principios. Sólo
creemos deber excluir á algunos escritores, tales como el Duque de Frias, Rementería, Fer-
nandez Baeza , Martínez de la Rosa , el Duque de Rivas , Gil de Zarate , Mora , Galiano y
otros, que aunque formados con las ideas críticas de aquel siglo, entraron después, con ma-
poema vulgar en la doctrina y friísimo en la eje- cipe de la Paz) Aunque la persona no venía, aña-
cucion , con cuyo motivo concluí en cuatro ó cinco diú con halagüeña sonrisa, me llegaban sus escri-
semanas otra Poé¿íCffl en doce cantos. En ella los tos. Y siguió en estos términos, casi requebrándome
preceptos van siempre material y fonnalmente como á una Dulcinea, por donde inferí que no era
acompañados del ejemplo n Godoy tan irracional como suponíamos.» (Bosque-
jillo de la vida y escritos de Mor de Fuentes.)
íí Conocía á usted mucho, me dijo Godoy (el Frín-
Ccxx BOSQUEJO HISTÓRICO CEÍTICO
yor ó menor amplitud , eu la esfera de las nuevas doctrinas literarias y de las tendencias
privativas del siglo xix.
Continuemos , pues , nuestra tarea.
Do?i Juan Bautista Arriaza es uno de los ejemplos más señalados de la distancia que me-
dia entre el ingenio y la poesía. Y no decimos esto en son de menosprecio, ni siquiera de in-
diferencia, con respecto á las obras de aquel hombre esclarecido. Cuando el ingenio llega á
subir á una línea eminente, es imposible no otorgarle el tributo de admiración que se le debe,
y no reconocer cuan varios y diferentes son los caminos que Dios concede al entendimiento
para alcanzar las palmas de la gloria.
Arriaza no tiene ardiente fantasía de aqiiellas que levantan el pensamiento á los espacios
ideales ; carece de la instrucción rica y variada que abre el campo de las ideas ; tampoco tie-
ne sensibilidad ni entusiasmo ; no penetra en la esencia íntima de los sentimientos humanos ;
no se conmueve ante el hechizo de la naturaleza; es sordo al movimiento de la vida pública,
al vaivén de las pasiones mundanas, á la imagen de la gloria patria. Es meramente un poeta
objetivo, que se contenta con ridiculizar ó describir las impresiones superficiales, y que no
sabe ó no quiere descender nimca hasta el fondo del alma , ni enardecerse con las grandezas
del mundo moral , ni extasiar su mente con las maravillas de la creación. Sin embargo, gran-
de es y merecida la fama de Ay'riaza , y sus poesías son de aquellas , bien escasas por cierto
entre las de su tiempo , que se leen todavía con cierto deleite. ¿ Cuál es , pues , su fuerza, cuál
el secreto de ese hechizo, de carácter general y duradero, que todavía se siente con la lectu-
ra de sus obras? Puede decirse que Arriaza no tiene más que una prenda esencial de poeta:
el ingenio. Pero ese ingenio es fácil, natural, agudísimo, chispeante, y Dios se lo concedió
á manos llenas. Poseía ademas, en grado eminente, cualidades secundarias, pero importantí-
BÍmas : gracia y soltura en la dicción , destreza suma en el manejo de la rima. Las sátiras
que escribía de obras dramáticas de su tiempo están llenas de vivo y natural donaire , y to-
davía, pasada la oportunidad que las inspiraba, no pueden leerse sin que asome la risa á los
labios. Cuando Arriaza adivina y remeda con el ingenio los afectos tiernos ó heroicos que
no siente , no encuentra imágenes grandes y atrevidas ; y si alguna adecuada se le presenta
al paso , no sabe hermanar con ella la expresión calorosa que brota espontánea de la inspira-
ción verdadera. No pasa entonces de un versificador artificial y ameno. Cuando escribe ó im-
provisa, ya excitado por la alegría de un convite, ya movido por su índole satírica, ó ya por
el espíritu de galantería de la elegante sociedad que lo colmaba de alabanzas , entonces está
en su campo natural, y despliega todas las galas de su vena festiva y de su gran talento epi-
gramático.
Aunque de índole excelente é inofensiva , Arnaza , como todos los que hacen profesión de
chistosos , no se paraba mucho en lastimar á sus amigos con chanzas y con diatribas lite-
rarias. Sánchez Barbero gustaba poco de este su segundo apellido , y siempre procuraba que
le llamaran simplemente Francisco Sánchez. Flaqueza ó mam'a , el hecho es, como ya en otro
capítulo indicamos , que habia cobrado aversión al apellido Barbero, el cual acaso le parecía ca-
lificativo de humilde ralea. Arriaza , con motivo de la tragedia de Sánchez , titulada Corio-
lano , halló modo de burlarse á un tiempo , en un soneto familiar , así de la tragedia co-
mo de la manía de su autor (1). Según referia Arriaza en sus últimos años, Sánchez, por
(1) A causa de la familiaridad harto desnuda y tandas é impresiones tan distantes ya de nosotros,
vulgar dol lenguaje, hemos titubeado antes de de- han desvanecido nuestros escrúpulos. Hé aquí el
cidirnos á publicar osle soneto, escrito úuicaineute, soneto :
como chanza y esparcimiento, para ser leido entre
amigos íntimos. Pero, por un lado, la consideración
de que el sonetc es parte esencial de la anécdota, y
por otro el donaire que campea en el soneto, a pesar ¡¡^^^^ ^^ ^^^^ ^^-^^ las tapias iba,
de 8U dcBCüfadado estilo j' de referirse á circung- Como quien va ó. orinar con disimulo ,
A LA TBAOEDIA DR DON FRANCISCO SÁNCHEZ BARBERO
TITUIADA Coriolano.
DE LA POESfA CASTELLANA EN EL SIGLO XVITL CCXXI
demás preciado y quisquilloso , estuvo enfermo algunos dias á consecuencia de la ira j pesa-
dumbre que le causó el soneto burlesco , cuyo autor no tuvo ciertamente intención de
herir tan en lo vivo el ánimo del estimable y aventajadísimo humanista. Zaherirse entre sí
los poetas era moneda muy corriente por aquellos tiempos, y el mismo Arriaza , temido por
BU agudeza y por su fama de satírico, fué blanco de los tiros epigramáticos del magis-
trado fabulista don Ramón Pisón, el cual, con el seudónimo que solía usar, Román de Pinos,
satirizó el poema de Arriaza La Compasión, en un folleto impreso en Madrid (1796), con
el título Carta de un cnra de Leganés. A pesar de estar dotado Arriaza de índole más serena
y alegre que Sánchez, y de verse halagado por los aplausos de la sociedad y de la corte, hi-
cieron mella en su amor propio las bufonadas del crítico que lo zumbaba y combatía. Para
vengarse del ataque , escribió la fábula La Raposa y los Perros de Román.
Una de las personas más ofendidas de las agudísimas burlas de Arriaza , era el gran actor
Maiquez , á quien el poeta cordialmente detestaba. Exasperado Maiquez por las punzantes
alusiones contra ól dirigidas en la chistosa sátira de la tragedia Blanca y Moncasin , tomó
por sí mismo público é insolente desagravio, «En la comedia titulada El gusto del dia, salió
remedando á Arriaza en traje y modos, con fidelidad tal, que dio en rostro á todos» (1).
La naturalidad del estilo de Arjñaza en sus composiciones familiares tiene un hechizo ex-
traordinario. ¿ Quión no ha de complacerse en leer aquella lección de buen gusto que da á un
amigo que le habia pedido dictamen sobre un soneto suyo? Dice el soneto que casi lloraba un
amante enternecido. Arriaza le reprende la impropiedad en estos agudos y fáciles tercetos ;
Siguió, pues, la lectura comenzada,
Llegó á aquel casi llora , y al instante
Dijo : «Esto no me gusta casi nada n
Quítale al llanto el casi de delante,
Y déjale llorar á rienda suelta.
Que no es impropia cosa en un amante.
Como se ve , hasta de crítica literaria escribía poéticamente Arriaza con soltura y donaire.
La jocosa sátira contra la tragedia Blanca ó los Venecianos , tuvo un éxito extraordinario en
su tiempo, y todavía entretiene mucho su lectnra. El análisis burlesco de la tragedia , está
escrito en tono zumbón y descarado, y se asemeja á las sátiras que en épocas posteriores se
han escrito contra los desvarios románticos. ¿ Quién no recuerda aquel rápido juicio de los
caracteres?
Blanca está lela, Moncasin celoso,
Capelo eu babia, y regañando á trio,
Se dicen poco, malo, turbio y frió;
y otros rasgos chistosísimos de que está sembrada la sátira, y que se graban fácilmente en la
memoria , como los siguientes :
Tercer acto Yo debo estar enfermo ,
Porque aquí está lo bueno , y yo me duermo.
T cargada de tetas como nn mnlo (a) ,
Bale Volumnia á malgastar saliva.
Un cierto 7^i!o , nombre qne me giba (6) ,
Primero es general, y luego es nulo;
Qne es achaque común de cualquier lulo (c)
El que le echen por fin la lavativa.
En medio de esto el héroe no paria,
(nt Era en citremo grtiesa y corpulenta la actriz que representaba el pa-
pel de Volumnia,
(b) El buen gusto ha desterrado de las composiciones poéticas los nom-
bres mal sonante;-.
íc.i Afl llaman los nifios i cierta parte posterior del cuerpo.
Y entre tanta matrona es trance fiero ;
Mas viendo que era tarde, y que venia
Con escalera en mano el farolero (d).
Be hace junto á la tienda una sangría (e),
Y ésta si qne ee tragedia de Barbero.
(1) Don Antonio Alcalá GnVi ano, Recuerdos de un
anciano; Madrid, de 1800 á 1807.
(cí) En esta tragedia salen varios soldados «en escalas, que arriman al
muro , y á esto shide el verso.
(f ) Alude á que Coriolano se da una pufialada en el campamento.
tcxxit
BOSQUEJO HISTÓRICO CEÍTICO
¡Y sólo á Monoasin le dan garrote !
¡Pues qué! el autor ¿no tiene su gañote?
A falta de ternura profunda ó de pasión intensa, tiene Arriaza, en los cautos de amor,
una gracia j un primor que cautiva. ¿A quién no embelesa la Despedida de Silvia , en la cual
el delicado artificio de los pensamientos está escondido on la naturalidad de la expresión y en
la magia de la versificación rííi)ida y fluida? No tiene Metastasio, á quien An-iaza imita,
imágenes más concisas ni con más seducción presentadas que esta de un naufragio :
Cuando, impelido del noto,
El soberbio mar Tirreno
Quiera desde su hondo seno
Las estrellas asaltar,
Y emplee el triste piloto ,
En vez de la ciencia, el ruego,
Viendo ser su nave el juego
De la cólera del mar ; etc.
Esta segunda estrofa es admirable por la concentración de la idea, por la lisura y rapidez
del estilo, por la gracia de la versificación. En suma , Ar-riaza es un poeta de vivo y alto in-
genio, y aunque le falten cualidades propias de la poesía trascendental, sus versos vivirán
sin duda , porque llevan en sumo grado el sello de la espontaneidad , de la gentileza y de la
gracia.
Don Juan María Maury, nacido, en Málaga, el mismo año que Quintana y Reinoso (1772),
contribuyó , con su Espagne po<:ti<pie , á realzar en Francia el nombre español. Es literato y
poeta de orden muy elevado. Su dilatada residencia en París le hizo perder mucho del ca-
rácter genuino del lenguaje castellano; no ciertamente en la esencia prosódica del idioma
español, que conocía y cultivaba sabiamente como muy pocos de sus contemporáneos, sino
en cierto abandono , en la franca espontaneidad que en todas las lenguas constituyen uno do
los encantos del estilo. Su poema La Agresión británica , si bien en general harto redundante
en pompa y primores, contiene octavas admirables, que parecen hijas de la musa castellana
del siglo de oro. En Esvero y Almedora , publicado treinta y cuatro años después , en medio
de una trama enmarañada , defecto grande del poema , hay vuelo y gallardía nada comu-
nes, magistral narración, afectos vivos, perfección métrica; y sin embargo, los antojos del
hablista sistemático, el abuso de la elipsis, el empeño de dar novedad á los giros, los cortes
rítmicos estudiados; en una palabra, los artificios del poeta y del filólogo, dan á la obra
cierta extrañeza , visible afectación y alguna oscuridad , que amenguan el efecto y privan
á la poesía de su principal hechizo. Y no es porque falten á Maury las delicadas galas , sin
pompa y sin afeite, privilegio de los grandes poetas; á cada paso, en este mismo singular
poema Esvero y Almedora, da el lector con cuadros y descripciones en que se juntan sin es-
fuerzo la más viva fantasía á la más sencilla naturalidad , y el más terso lenguaje y la versi-
ficación más acendrada y numerosa á la expresión flexible y espontánea que á par del pensa-
miento brota del numen abundante y lozano.
Pocas poesías líricas escribió Maury ; pero esas pocas , como el romance La Timidez y la
Ramilletera ciega , son de aquellas que no se pueden olvidar. Son dechados de suave y deli-
cada inspiración. Como muestra de su estilo sobrio y poético , puede citarse la siguiente oc-
tava de Esvero y Almedora:
Es el amor emanación divina,
Del sol eterno plácida centella.
Que hacia su origen celestial inclina,
Y el hombre al ángel se igualó por ella.
Y el alma, así que el rayo la ilumina,
Como atraida por amiga estrella,
Al ciclo sube en amoroso vuelo,
Ó baja al alma enamorada el ciclo (1).
(1) Esta octava no se imprimió en la edición que
hizo Maury, en París (1840), de su poema Esvero y
Almedora. La hemos copiado de las adiciones au-
tógrafas que hizo el mismo Maury en un ejemplar
preparado para la segunda edición, y nos fué fran-'
queado por don Ignacio Boix^
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL ccxsnr
Esto no puede escribirlo sino un hombre que ha nacido poeta, y poeta de aquellos que sa-
ben remontarse á la esfera ideal de los sentimientos humanos.
La traducción del cuarto libro de La Eneida, que, con un proemio y un epílogo añadidos
por Maurj/, forma un canto completo, contiene también giros extraños; pero es de notar que
el don precioso de la concisión no resplandece menos en Maurt/ que en Virgilio, á pesar de
la diferencia de los idiomas latino y castellano. En la parte original de Maury hay pensa-
mientos ingeniosos y altamente poéticos. El final del epílogo pertenece á la poesía dantesca.
Es verdaderamente magnífica aquella visión vengadora que Dido, ceñuda y silenciosa, se-
ñala á Eneas en el Estioio. Al lado do la hocruera donde está la desventurada amante, atra-
vesada con la propia espada del caudillo troyano,
Un guerrero africano, en quien la rica
Armadura denota el alta esfera,
Otros dolores que advertir le indica.
Respaldando el vengado mausoleo,
En haces forman cuádruple trofeo
Boca-abajo las águilas romanas;
Y encima de estos bélicos despojos
Graba una mano en caracteres rojos ;
Tesino, Trebia, Trasimeno y Canas.
Esta evocación anticipada de Anníbal, y esta humillación futura de Roma á los ojos de
Eneas, es una imagen llena de fuerza y de fantasía. Sólo un poeta sabe levantar así el pen-
samiento, y buscar en la historia semejantes cuadros.
Don Dionisio Villanueva y Ochoa , conocido por Solis, fué, á pesar de su modesta profesión
de apuntador de los teatros de Madrid, un escritor de extraordinario mérito. En sus obras
dramáticas no sólo hay calor de alma y sano instinto dramático, sino estilo propio y animado,
y lenguaje limpio, natural y castizo. Aunque dedicado principalmente al teatro, también
cultivó con grande afición la poesía lírica.
El género anacreóntico arrastró, ahogándole en parte, su estro nativo. Este epicurismo
sensual, tan impropio de. las sociedades cristianas, fué una verdadera calamidad para la poe-
sía del último siglo. Melendez, con su blandura y su gracia descriptiva, puso en auge este gé-
nero falso y amanerado, que tenía entre nosotros el atractivo de la novedad. Fué una plaga
poética en manos de la medianía; plaga de la cual no se libraron ni los ingenios privilegia-
dos. SoUs se dio con excoso al cultivo de la anacreóntica, malgastando su talento elevado en
estos juegos de un paganismo artificial y forzado; cadáver engalanado, para mayor impropie-
dad, con atavíos modernos.
Salís imita , como todos en su tiempo, á Melendez , á quien admira sin tasa. Si no le al-
canza en la dulzura y en la gracia, le iguala en el desembarazo, y le supera á veces en la
novedad y en la fuerza do los pensamientos. Pero da de Heno en el escollo del género, que es
el carácter materialista de la poesía del gentilismo griego. Melendez mismo encubre mal
con sus risueñas galas pastoriles la desnudez de sus cuadros de amor anti-ideal, y no es pe-
queña prueba de ello la ocurrencia que tuvo Iglesias de convertir una de las anacreónticas de
Melendez, la que empieza :
Al prado fué por flores
La muchacha Dorila,
en uno de sus picantes epigramas (1). La tendencia sensual de las anacreónticas de SoUs es
todavía menos contenida y embozada que las de Melendez , y por tanto, no es probable que
lleguen á publicarse algunas de ellas. SoUs, profundamente imbuido en la literatura nada es-
crupulosa de la antigüedad , expresa el entusiasmo amoroso á la manera de Safo y de Ho-
racio, y la preferencia que da á la sensación sobre el sentimiento en la pintura del amor, nace,
(1) El epigrama lxx, que empieza así :
Al bosque fué Iiiea ya roaasmt.
tcxxiv BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
BÍn duda, del intento de dar al género anacreóntico toda la verdad de imitación clásica quo
estaba á su alc;mco (1).
¡ Cuánto más alto y más verdadero es el numen de Solís cuando , saliendo del carril de la
escuela doctrinal, se deja llevar únicamente por el espíritu moral de su tiempo! ¡Cuánto
más vale su soneto Al Sol, inspirado por un pensamiento "grande, noble y cristiano, que to-
das aquellas ingeniosas cAolaciones de amor anacreóntico, en que no bay ni un asomo de ter-
nura intensa y verdadera !
Igualmente es poeta sincero y de buena ley cuando escribe poesías de carácter sencillo y
popular. ¿Cabe mayor naturalidad, donosura y desembarazo que la que emplea, por ejem-
plo, en La pregunta de la niña ? ¿ Quién no advierte el sabor del buen tiempo de la musa
castellana en esta composición, en que cuenta la niña á su madre los primeros sobresaltos
del amor ? Empieza así :
Madre mia, yo soy niña;
No se enfade, no me riña,
Si, fiada en su prudencia,
Desahogo mi conciencia,
Y contarle solicito
Mi desdicha ó mi delito.
Aunque muerta de rubor.
Con esta liecliicera naturalidad poética escribia Solís siempre que no apretaban demasia-
do su numen las cadenas de la imitación. Moratin conocía el gran valor intelectual de Solís,
y siguió constantemente con él una correspondencia íntima, que prueba la grande estima en
que lo tenía. Moratin vivia, en 1815, triste y como anheloso de hacerse olvidar, en un pue-
blecito llamado Sarria, no muy distante de Barcelona. La libertad justa y racional de las
ideas es la atmósfera ideal de los pensadores y de los poetas. Reinaba entonces tan opresiva
y vigilante la suspicacia política , que Moratin no se atrevía á escribir libremente sobre li-
teratura al inofensivo y honrado Salís!
No he podido (le decia desde Sarria, el 20 de Febrero do 1815) componer hasta ahora, con mi mal hu-
mor, una carta que proyectaba escribir á Vmd. ; y no, en verdad, porque me falten cosas que decirle en
ella No pudiendo decirlo todo, me ha parecido mejor no hablar : consejo prudentísimo en todas ocasio-
nes, y mucho más en los áureos tiempos de calumnia y chisme (2).
Al fin del mismo año, residía ya Moratin en Barcelona, y no se había desvanecido su dea-
aliento.
Dirá Vmd. al amigo Maiquez (escribia en 2 de Diciembre) que en cuanto á enriquecerla patria escena
con nuevas producciones, es comisión que no habla conmigo. Dulce cosa es no hacer nada, y mucho más
dulce el no haber hecho nada jamas (3).
Enfermo al cabo, y angustiada el alma, so decidió Moratin á abandonar para siempre su
patria, donde se ahogaba su ingenio y se calumniaba su gloria. En Marzo de 1818 pasó á,
París por tercera y última vez (4). La independencia y el sosiego le volvieron, en parte , la sa-
lud y la alegría ; pero siempre lo abrumaban los tristes recuerdos de su patria , y muy prin-
cipalmente le afligía la prohibición de El Sí de las niñas, decretada por el Santo Oficio (5).
(1) El colector de estas poesías no ha juzgado los médicos pasé á tomar los baños de Aix, en Proven-
convenicnte dar á la estampa las composiciones ú f''^: t'^" eficaces para los achaques que padecía, que, sin
^ '■ haberlos probado, con solo acercarme a ellos, me puse
que aquí se alude. mejor. Salí de Barcelona á fines de Agosto ; pasé el in-
(2) Carta auti'igrafa de Moratin. (Papeles de la viemo en Montpellier, y por el mes de Marzo de este
familia de don Dionisio Solís.) ^"" ™^ ^f ^ f ^^^ V^: *fT" K-''^^-''-*''c r' "^^"^ ^"^'"''
' . cito. (Carta de Moratin á don Dionisio Sohs.)
(3) Carta de Moratin á don Dionisio Solis. (.5) Quisiera que Vmd. me dijese si el Santo Oficio
(4) P(írif!,2dfí AWirmhrn dc'l8\í^. — Yo me scntiama- ha prohibido alguna otra comedia mia, ademas á& £JÍ
Jncho en Barcelona el año pasado, y por dictamen de Si- (La misrna carta.)
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIII. CCX^V
Viendo empañado el lustre de su gloria, y desvanecidas sus ilusiones de dicha y de so-
siego, escribió á SoUs, cuyas nobles prendas admiraba, una carta alternativamente fami-
liar, irónica y grave, que la historia literaria debe conservar, así por las justas alabanzas que
Moratin tributa al modesto y oscuro SoUs , como porque rebosa en ella la amargura de un
alma lacerada por el tósigo de los desdenes y de los trastornos políticos de la patria (1).
No hay para qué decir que las ideas de buen gusto, á la manera clásica francesa, relativa-
mente á la literatura dramática, eran idénticas en Moratin y en SoUs. Ambos lamentaban
la afición del público á lances extraordinarios y á situaciones extremas y violentas en la es-
cena, y más deploraban todavía que hubiese autores que fomentasen con sus obras el gusto
extraviado del público. Esta comunidad de principios se ve patente en las cartas do Moratin
á su amigo, y especialmente en una que le escribió en 1815, dándole noticia del estado del
teatro en Barcelona; donosa carta, que parece escrita para burlarse del romanticismo do
mala ley que los Ducange cultivaron en Francia muchos años después (2).
Don Tomas José González Carvajal, nacido un año antes que Melendez, se distinguió no-
tablemente, á fines del siglo, como hablista y aun como poeta. La pureza y el fondor de su
fe, así como lo sano y acendrado de sus sentimientos morales , hicieron poeta á don Tomas
José González Carvajal hasta donde podia serlo, esto es, hasta ima esfera donde están la
limpieza de los afectos y la vehemencia de los instintos religiosos, pero donde no resplandece
ni el verdadero arranque lírico , ni la fuerza de las grandes pasiones del ahna. Su numen
(1) Hé aquí la carta, cuyo original autógrafo nos
ha sido bondadosamente franqueado por la señora
doña Ramona Idigoras, nuera de Solís :
París, 18 de lanero de 1819. — Mi estimado señor Solís :
Recibí su carta de Vmd., de 1." de Diciembre; pero la
lista, ó sea catálogo, qne la acompañaba, se quedó en
Barcelona
Le agradezco las noticias que me da de los teatros ;
del buen éxito de la Indulgencia, que podrá y dcl)erá
animar á su autor á seguir adelante con otras. No la
Le visto, y así ignoro si en lo que dice en el prólogo
tendré qué aprender ó qué reír.
¿Con que, se ha retirado Vmd. ya, y no hay ensayos,
ni acotaciones, ni atajos, ni cabezadas, ni aviso á los
milsicos, ni pito, ni cerilla? Sea enhorabuena. Otro
más celoso que yo de la gloria literaria de su nación
le diría á Vmd. rn este caso : «Amigo Solís, ahora es la
ocasión de trabajar con gloría y utilidad. Si hasta
aquí sus ocupaciones continuas no le han dado tiem-
po ni tranquilidad para el estudio, retirado ya del
teatro, puede Vmd. invocar á las Musas, que nunca le
han sido ingratas, y enriquecer la escena española, á
quien ha debido Vmd. y debe su existencia, con nuevas
piezas, ya sean originales ó ya traducidas. Vmd. tiene
talento, instrucción y práctica de los efectos de teatro;
lo poco que ha escrito Vmd. para él ha sido bien reci-
bido y ha merecido la estimación de los inteligentes.
Nacemos para la patria ; cuanto hacemos por ella es
una deuda que satisfacemos ; no sea Vmd. tramposo, y
escriba, y pagúela lo que la debe.» Esto diria otro.
Yo le digo á Vmd. : «Amigo Solís, el que se casa, y
hace tres hijos, y les da buena educación, y desempeña
las obligaciones de su estado, bastante ha hecho. No es-
criba Vmd. ni imprima: que bastante se ha escrito y de-
masiado se ha impreso. La manía de ser escritor, ó nos
hace ridículos y despreciables, ó nos hace el objeto de
la envidia, de la detracción, de las injusticias más fe-
roces. Sea influjo del clima, sea efecto de las circuns-
tancias, sea el demonio, que en todo se mete, lo cierto
es, que nuestra dulce patria no permite que ninguno de
sus hijos sobresalga en ella impunemente, y paga con
amarguras los esfuerzos del talento y la aphcacion, al
paso que recompensa con premios y honores la igno-
rancia, el error y los delitos. Trate Vmd. de vivir feliz
con su familia, tranquilo y honestamente divertido ; lea
j no escriba; conozca el mundo, pero no lepint--;y
pase estos pocos instantes que llamamos vida lo mág
alegre y holgadamente que le sea posible. De eso mis-
mo trato yo por acá. Algo escribo, relativo á la historia
de nuestro teatro, para lo cual he recogido abuiulautí-
simos materiales, pero sin la esperanza de imprimir
nada, tanto porque no tengo prisa de hacerlo, como
por el estado poco opulento do mi caudal. La ruina es-
pantosa que ha padecido, me ha dejado lo meramente
necesario para existir sin trampas ni mohatras, y mu-
cho será si, cumplido el año, me encuentro con cin-
cuenta ó cien duros de sobra. Pero esta sobra, y la tran-
quilidad en que vivo, satisfacen toda mi ambición, y
hasta ahora no he sentido el menor estímulo de arre-
pentimiento por haberme despedido de mi dulce patria,
y trocarla por otro suelo,
Oii cVttre humme d'honneur on ait ¡a liberlé.P
Moratin,
(2) No titubeamos en imprimir aquí esta carta
como documento interesante de liistoria literaria,
Barcelona, 12 de Setiembre 1815.
Y ¿qué hay de teatro ? ¿ Qué nuevos ingenios inilulan
por ahí? no dudo que en la corte de tanto imperio naz-
can á docenas cada dia, y hagan sonar la escena con
tragedias que no hagan dormir ni exciten el vómito, y
con comedias que instruyan y alegren. En este emjio-
rio cataláunico asoman la cabeza, bastante á menudo,
tres ó cuatro poetas ropavejeros, muy amigos de sepul-
cros, paletillas, cráneos rotos y tierra húmeda, con ca-
denita, jarra de agua, media morena (hogaza), y pobre-
cita mujer embovedada, que llora y gime, hasta que en
el quinto acto bajan con hachas y esi.répito, y el crudo
marido la abraza tiernamente, y la consuela, dicién-
dola que todo aquello no ha sido más que una equivo-
cación. El auditorio queda contento, los empresarios ni
más ni menos, los autores dicho se está, y como, por for-
tuna, las tales ¡¡iezas no atraviesan ni el Llobregat nú
el Bessós, á nadie hacen daño. Mañana echan una,
nuevecita, de cinco ahorcados,
Y vayase Terencio noramala
Con Bachia, Menedemo y Antiphíla.
(Carta de Moratin á don Dionisio Solis.)
tcjcxvi bOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
era más bien eco de ajenas ideas é impresiones, que despertador espontáneo de las emocioneá
vigorosas del corazón. Por eso su primer título de gloria será siempre su hermosa y sencilla
versión de los Salmos.
Por aquel tiempo era muy celebrado como poeta, en Zaragoza , el padre Basilio Bogiero,
insio-ne orador sagrado, maestro de retórica en el colegio de las Escuelas Pías de aquella
ciudad, que en 1809 fué fusilado, por mandato del mariscal Lannes, como fomentador del
heroico patriotismo de los zaragozanos. Hombre digno de alta alabanza por los afanosos
desvelos que consagraba á la educación pública, no merecía su renombre de poeta. Con tan
sano instinto como escasa inspiración , escoge asuntos nobles y cristianos ; pero sus versos
son desmayados y á menudo prosaicos. Fué el padre Bogiero en Zaragoza lo que más ade-
lante en Sevilla el doctor Mármol. Como no le ayudaba el estro , queriendo dar color poético
al estilo, incurre el padre Bogiero en impropiedades harto singulares.
En una égloga bíblica habla así á Eva la serpiente tentadora del Paraíso :
¿Por qué, linda pastora, así te privas
Del fruto que en este árbol colorea,
Más sabroso que el néctar y el almíbar,
Y que la miel que labra abeja hiblea?
¿Cómo contener la risa al oir llamar linda pastora á la madre de la raza humana, y ha-
blar á ésta de la miel del monte Hihla , poniendo candorosamente en la cuna de la humani-
dad nombres y clasificaciones geográficas que sólo habían de nacer después de centenares de
sio-los? ¡Y e\ padre Bogiero era un maestro de retórica muy acreditado 1 Tal es la obcecación
que infunden las afectaciones convencionales.
Descansa el ánimo al recordar, después de la insulsa y desaliñada poesía de Bogiero, la
eleo-ante y correcta de don Juan Nícasio Gallego, que pertenece á la escuela de Salamanca.
Aun en las composiciones en que su corazón ha de estar conmovido, ya con los sentimientos
del patriotismo {Elegía al 2 de Mayo), ya con los recuerdos de la amistad {A la muerte de
la Duquesa de Frías; A la muerte del Duque de Fernandina), la sensibilidad se esconde de-
masiado detras del magnífico aparato de las formas artísticas, cuyo secreto poseía como na-
die. No es de los poetas que piensan sintiendo, y á pesar suyo sacrifican algún tanto la forma
al sentimiento. Gallego siente pensando, y dueño siempre de la forma , no consiente á su
musa eleo-ante y majestuosa, ni el menor desvío, ni el menor abandono. Aunque criado en el
movimiento poco aristocrático de una universidad, nada tiene su musa de la fantasía popular,
y es esencialmente encopetada y académica. Por eso sobresale tanto en la poesía corte-
sana, que canta las venturas ó los infortunios de los príncipes. El artificio se sobrepone
siempre á la pena ó á la alegría; pero á veces ¡qué artificio tan diestro y tan fascinador!
En la elegía A la muerte de la reina doña Isabel de Braganza se hermana de tal manera la
naturalidad de la frase con los seductores atavíos del estilo y de la versificación , que la sen-
sibilidad deliberada del artista llega á tomar las apariencias de la sensibilidad espontánea.
Pero no por eso es menos digno de la admiración de la posteridad. La belleza de la forma es,
en las letras, una perfección de valor tan alto, que casi iguala á la fuerza del pensamiento y
á la seducción de los afectos. Gallego , con la magia de su majestuosa entonación , con su
dicción purísima, con su versificación acendrada y robusta, lo ennoblece todo, y demuestra
cuan importante es en la poesía rendir culto á las formas con igual fervor que á las ideas y á
los sentimientos. El lenguaje de Gallego es también magistral.
Sólo ima vez, en este verso
El espantoso obús ¡andando eetragOS,
hemos advertido alguna impropiedad en el uso de las palabras , y esto es meramente , acaso,
un leve abuso del estilo figurado , no muy reparable en el animado estilo de la poesía. En
guma, don Juan JS^casío Gallego, dotado de una imaginación, si no fecunda, elevada y vi-
L)E LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL ccxxvií
gorosa, más apto para las imágenes que para los afectos, gran modelador de la forma poé-
tica, hablista consumado, ha dejado en sus obras modelos insignes de armonía, de versifica-
ción esmerada, de acendrado gusto, de expresión noble y grandilocuente. Educado con las
doctrinas de la disciplina clásica, vio Gallego con un sentimiento de antipatía que se com-
prende fácilmente, la introducciojí del romanticismo en España. Parecíale una anarquía li-
teraria perturbadora del buen gusto, y juzgaba con cierta saña, si bien llena de chiste y de
cordura, las que entonces pasaban por obras íuaestras de los apóstoles de la nueva escuela (1).
Don Javier de Burgos , célebre estadista y digno individuo de la Academia Espafíola, era
historiador, publicista y crítico antes que poeta ; pero también era poeta, como puede sei'lo
un hombre de firme juicio y de clarísimo entendimiento. Tienen sus poesías claridad, ro-
bustez y elegancia; pero les faltan el halago y la magia que por virtud involuntaria comit-
nican á sus versos los poetas de instinto. Como versificador fácil y numeroso, suelen ser mo-
delo sus poesías. Hay en sus comedias, principalmente en La Dama del verde gahan, diálo-
gos tan espontáneos é ingeniosos , que parecen escritos en los tiempos felices del antiguo
teatro español. Su traducción de Horacio es una obra de admirable estudio, pero que prueba
de nuevo lo ya probado tantas veces : axxe Horacio no se puede traducir en verso. La estricta
fidelidad , imprescindible cuando se trata de la versión de un poeta de esta especie , quita
toda espontaneidad al pensador y al poeta traductor, y sin ella, ¿cómo dar á los versos la
(1) Podrá formarse idea de la impresión que
causaban tales producciones en su ánimo , por el
eomero, pero fundado juicio, de la célebre novela
Notre Dame de París, que consignó el ilustre poeta
en la siguiente carta familiar, dirigida al autor del
presente Bosquejo, há más de treinta y cuatro años :
Madrid, 16 de Enero de 1835. — Señor don Leopoldo
Augusto de Cueto. — Mi apreciatale amigo : mis
achaques y ocupaciones no me han permitido hasta
ahora contestar á su carta de V. — Los primeros han
cedido algún tanto (eran una tos inextinguible, como
la risa de los dioses de Homero); pero las segmidas son
tantas y tales, que no me dejan tiempo ni para escribir
una carta El proyecto literario de V. no puedo
menos de aplaudirlo. El objeto lo merece, y es un buen
ensayo para un joven, en que puede lucir, sin que por
su extensión le haga decaer de ánimo. En su edad de V.,
creo que el principal escollo que hay que evitar es el
de dar en declamador, aunque también hay que huir de
la propensión á singularizarse en el modo de presentar
las ideas, alambicado ó exagerado; vicio propio, más
que de la edad, del siglo presente.
Esto debiera conducirme á decir á V. mi opinioíi so-
bre Notre Lame de París, que ciertamente no es la más
conforme con la de su cuííndo de V., Angelito (el Du-
que de Rivas), que está endiosado con la obra, con el
autor y con el gusto de los que siguen el mismo rumbo.
Mas para esto fuera preciso tener la obra _y emplear
más tiempo del que tengo á mi disposición. Antes sería
menester ponernos de acuerdo en los principios ó reglas,
no arbitrarias, sino dictadas por la razón humana de
todos lüs siglos ; de lo contrario no podríamos enten-
dernos. En mi cuento, sea el que quiera, ¿ha de haber,
ó no, verosimilitud ? En los incidentes y en las costum-
bres, ¿debe haber propiedad y verdad histcjrica? En el
estilo, ¿ha de haber claridad, naturalidad, soltura? En
las pinturas, comparaciones y demás ornatos, ¿ha de
haber s briedad, congruencia, juicio, ose han de amon-
tonar extravagancias y rarezas propias de un delirante?
Si nada de lo dicho influye en el mérito ó demérito de
una obra de esta clase, nada tengo que decir.
La heroína de la novela es una muchacha de pocos
años, que, siendo bonita como un sol, se conserva pura
é inmaculada de alma y cuerpo, viviendo entre la ca-
nalla más vil, más \nciosa y más repugnante que puede
imaginar la fantasía del mismo demonio. ¿ Hay en esto
lai jii^aw yerogiflailitttd? Sia eütrar en mil incidentes,
de que no me acuerdo, ¿ hay cosa más horrible que el
paradero de ésta, á quien, sin ton ni son , ahorcan en
medio de una plaza pública?; Y cómo? El arcediano
(personaje de poder y autoridad desconocidos en el
mundo en todas épocas) la obliga á seguirle desde un
sitio lejano, porque quiere llevarla á la plaza á que la
ahorquen, y temiendo que se le escape, no la deja de la
mano, llevándola de calle en calle y de plaza en plaza,
hasta Ilegal- á la prineipal, donde, sin saberse porqué,
la abandona sin entregarla á los verdugos. Este aban-
dono inconcebible no tiene más objeto que proporcio-
nar su encuentro y peripecia con la emparedada. ¿ Es
verosímil que la deje el arcediano en el sitio en que S3
hallaban los verdugos, cuando sólo á ponerla en sus
manos habia rodado con ella medio París ?
¿ Cuándo, en qué tiempo ha habido en esta ciudad nn
barrio habitado por gentes de tales costumbres, y con
autoridad para ahorcar impune y públicamente á quien
les diese la gana, como nos lo pinta su autor 1 ¿No es
esto delirar? ¿Es i^osible leer sin reírse los pasajes en
que Cuasimodo toca las campanas con tanta fruición
y cariño, pasando de una en una, dando á ésta un en-
vión, abrazándose con la otra, y volteándolas á todas
deliciosamente ? ¿ No pudiéramos decir que Víctor Hugo
ha oído campanas y no sabe dónde ? Vaya V. por gusto
á la Giralda en un dia de repique, y verá que para vol-
tear ocho campanas son menester una docena de hom-
bros.
No quiero hablar de la pintura de la catedral , es de-
cir, de su descripción artística, modelo de pesadez y
extravagancia, ni del estilo, más alambicado y gongo-
rino que cuanto se escribió entre nosotros en el si-
glo XVII. Acuerdóme que dice de las dos torres de No-
tre-Dainc que son dos flaittas de piedra. ¿No hay más
verdad en decir que un pájaro es flor de pluma ó'rami-
Hete con alas, que en las flautas dichosas? En mi modo
de ver, me parece mayor extravagancia que llamar al
ama de cría
Lngar-teniente del pezón materno ,
de que tanto nos hemos reido. En este verso, á lo me-
nos, la idea es exacta, lo ridículo es la expresión. En la
otra, idea, expresión y todo es un delirio.
No hay duda en que hay en la obra mil y mil cosas
que prueban gran talento en su autor, pero se trata de
si la obra es buena, que es cosa muy distinta. Veo que
d • reminiscencia en reminiscencia se me ha ido la plu-
]¡¡a hasta faltar poco para que el papel se acabe
Mande V. á su amigo, que le aprecia mucho,— j, N|
aALLEQO,
ccxxvin
BOSQUEJO HISTOBICO CIÍÍTICO
gala, la fluidez, la elegante tersura, la incomparable concisión del poeta latino? Siempre la
poesía del original sale desconocida y calumniada. Con otro desembarazo, con otra naturali-
dad y agudeza escnhe Bnrcfos cuando, en vez de traducir, imita. Sirva do ejemplo, así
como de muestra de la lozanía del estilo poético de Burgos, el siguiente trozo de la epístola
de Pope á Arbuthnot, libremente traducida en 1822, en la cual, con sátira incisiva, descri-
bo el agudo poeta el carácter de Addisson :
De un escritor os hablaré fecundo,
Que ingenio y gracia y sencillez rebosa,
Feliz en versos, elegante en prosa,
Buen pensador, conocedor del mundo.
Ama la gloria y al honor camina,
Es del buen gusto protector ardiente;
Pero, como los reyes del Oriente,
No reina si á su hermano no asesina.
Entrar en concurrencia tiene á menos ,
Y debiendo al ingenio su fortuna.
El brillo del ingenio le importuna,
Y envidia sin cesar triunfos ajenos.
Con cortés apariencia satiriza,
Cobarde hiere, con perfidia halaga,
Con su sonrisa y su amistad amaga,
Con su ceño y sus odios tranquiliza.
Los tiros ruines teme á cada paso
Del necio que le aplaude y le respeta.
En el gobierno muéstrase poeta,
Y muéstrase estadista en el Parnaso.
Entre aquellos varones ilustres se distinguió asimismo don Manuel Silvela, por su saber,
por la pureza y elevación de sus doctrinas morales, y por la sencillez patriarcal de sus cos-
tumbres do familia. Lanzado de su patria por el huracán de las desgracias públicas, bailó,
en su laboriosidad y en su talento, amparo contra la adversidad, para sí, para su esposa y
para sus hijos. La perseverancia, el acierto, el sano y trascendental espíritu, la delicada so-
licitiid con que dirigió, así en Burdeos como en París, un establecimiento de educación para
la juventud española, son títulos de gloria verdadera para el nombre honrado y honroso de
do7i Manuel Silvela. En su casa pasó Moratin los últimos años de su vida, mirando como
suya propia la interesante familia de su amigo. Aquel insigne escritor exhaló el último sus-
piro en brazos de Silvela, y éste «pagó la deuda del cariño y de la admiración» erigiendo
á su costa , en el cementerio del Phre Lacliaise, un monumento fúnebre al esclarecido poeta
cómico, entre Moliere y Lafontaine.
En el notable discurso histórico-crítico sobre la literatura española, que publicó Silvela, en
Burdeos, al frente de su Biblioteca selecta de la literatura española (1819), en la Vida de Mo-
ratin, y en los varios escritos suyos, ya históricos, ya jurídicos, que han sido dados á la es-
tampa, demostró Silvela que era docto investigador, hombre de sano criterio y hablista fácil y
coiTecto. La sensatez prepondera sobre la fantasía en sus escritos, y por eso es mejor prosador
que poeta. Su sentido crítico era perspicaz y seguro, y es curioso verle empeñado en eterna y
amistosa polémica con Moratin sobre los principios del arte dramática, sosteniendo, contra el
inexorable clásico, «que la nimia austeridad de las reglas ha esclavizado el ingenio; que el
mismo Moratin era prueba de esta verdad , y que en las letras los pecados verdatleramente
irremediables son la frialdad, la insipidez, la falta de acción, de intei'es» (1). Tal doctrina
parece ahora Uaná y corriente ; pero debe recordarse , para gloria de Silvela, que esto lo decia
á Moratin un hombre educado con las ideas clásicas francesas , muchos años antes de que se
hubieran propagado y madurado en Francia y en España los amplios y tolerantes principios
críticos de los Lessing y de los Schlegel.
Don Manuel Norherto Pérez de Camino, magistrado distinguido, y víctima, como otros
muchos contemporáneos suyos, de la turbación de los tiempos y de los azares de la guerra
y de la política, cultivó la poesía como solaz y consuelo en las amarguras de la emigración.
No le faltaron ni el ingenio, ni, en algunas ocasiones, el estro del poeta; pero escribía lejos
de su patria. La mayor parte de sus versos quedaron inéditos, y hoy dia su nombre, mé-
(1) Vida de Aloratln. Obras postumas de don Manuel /Síi7«e/a, publicadas, oü 1846, por su hijo don
l^ancisco Aguítin SilTcla.
t)É LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XTIIL ■ CCXXiiS
nos afortunado que el do otros escritores que no le aventajan , no trae consigo eco alguno
de gloria literaria. Amigo, y hasta cierto punto discípulo de Moratin, imitador de Melendez^
j acérrimo sustentador de las doctrinas de los preceptistas franceses, su numen se encierra
en el carril de la imitación , y á pesar de su indisputable talento , sus poesías , sembradas de
rasgos felices, adolecen á cada paso de los resabios de la escuela j de la rutina seudo-clá-
sica. Porque es moda, escribe anacreónticas, mucbas de ellas no inferiores á las de su mo-
delo Melenclez; pero algunas, así como las de otro imitador de Melendez, don Dionisio Solís,
están en tal grado impregiiadas de erótica intención , que no hemos podido decidirnos á
publicarlas. La escuela seudo-clásica creia encubrir las más escabrosas audacias con formas
pudibundas j melindrosas. Mal disimulados con el velo harto trasparente de los emblemas
mitológicos, presentan estos poetas, y aun el mismo MeJendez, cuadros sensuales, que, más
que á la musa cristiana, pertenecen á la musa descarada de la antigüedad. La Sorpresa, El
Trasporte y otras atrevidas anacreónticas de Pérez de Camino (1) han nacido, como todas las
de este género, de la mal entendida imitación de la poesía materialista de los griegos y de los
romanos. Siguiendo esta epicúrea tendencia en sus años juveniles, tuvo la habilidad de con-
vertir en una linda anacreóntica la célebre oda de Safo , y por cierto que para oidos moder-
nos es más propia y natural la lucha que ofrece la anacreóntica de un mancebo acosado por
las hechiceras caricias de una hermosiu'a tentadora, que la bella pero cínica descripción fi-
siológica de la conmoción amorosa de una mujer, que á esto se reduce la famosa oda
griega.
Es á veces poco correcto en el idioma y en la versificación , pero da siempre señales do
soltura y de ingenio. Para la sátira, á la cual se manifiesta aficionado , le faltan la intención
burlona de Quevedo y la acerba austeridad de los Argensolas. Camino se conoce bien á sí
mismo cuando dice, en el lenguaje clásico del tiempo:
De suave natural formado lie sido,
Más que para decir duras verdades,
Para cantar los hurtos de Cupido.
Nutrido su entendimiento con las máximas literarias del siglo de Luis XIV, Camino
creia de buena fe que sin rígidos preceptos no hay literatura de alta ley, y que era mengua
en vma nación civilizada carecer de una Poética nacional. Quiso llenar el que juzgaba afrentoso
vacío , y escribió una Poética en octavas , que , por el gusto y las doctrinas , nada tiene de
fMcional (2). ¿Y cómo ha de ser nacional un código inflexible en que, por libres y espontá-
neos, no caben, ni el magnífico teatro español del siglo de oro, ni la poesía de los romance-
ros, esto es, los dos grandes y gloriosos depósitos de las creencias, de los sentimientos, del
esfuerzo, de la fe, del honor del pueblo español? Luzan, olvidado por Camino, con ser de la
escuela preceptista, comprende mejor la poesía popular española, y su Poética, aunque inspi-
rada por obras italianas y francesas, es menos extranjera que la de Martínez de la Rosa y la
de Pérez de Camino, que creia escribir una obra nacional. Camino, como él mismo lo decla-
ra, tomó por norma las cuatro célebres poéticas de Aristóteles, Horacio, Vida y Boileau.
Pero Boileau es la verdadera fuente de su doctrina , y á tal punto , que se hace eco de los
burlescos ataques del gran legislador del gusto francés, contra el antiguo teatro español.
(1) Estas poesías, y otras del mismo autor, quo '^«3 ^ntes que don Francisco Martínez de la Rosa die-
^ ' '^ ' Z ' 1 ra a luz su Poética.
no tienen cabida eu la presente colección, se con- ,,, , , , ,. ^ . i ,-. ^ .
, 1 ^ .,. Mas adelante dice Camino en el r refació :
servan en poder de su ramilia. ^ , ^ , .. ■' ^
.-- T^7 •• ijíijiT.^ Pesa sobre nosotros la vergüenza de no tener una
^ (2) La Advertencia impresa al trente de la Poe- Poética propia. El de lavar esta afrenta, y el de ofrecer
tica de Pérez de Camino (Burdeos, 1829) dice así : á la juventud esfañola un código completo de elemen-
tos poéticos, verdaderamente nacional, es lo que me ha
Este poema estaba escrito, tal como se publica, siete movido á componer este poema,
I, Ps.-xviii. n
ccxxx BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
Dice, con paladino y absoluto desprecio de las antiguas comedias, que nuestros padres usur-
pavon los laureles que les prodigaron, deslumhrados, los propios y los extraños^ y que
Añade en seguida :
En un Tiionslnio el poema convirtieron,
Que Menandro y Terencio esclarecieron.
Su loco ardor sin freno, delirante,
Abraza en una pieza el vasto mundo.
Héroe en el primer acto tierno infante.
Te sorprende barbado en el segundo.
¿No es esto traducir aquellos conocidos versos del canto iii do la Poética de Boileau, di-
rigidos contra Lope?
Martínez de la Rosa, comprimidí) también por los preceptos de escuela, no va tan adelanto
como Pérez de Camino. Pero no luiv por qué extrañar esta apasionada y estricta adJK'sion á
las leyes convencionales. La crítica libre y tiIos<)fica no liabia triunlado todavía en España.
La cj)oca era de ludia y de sistema, y nadie podia ni quería entender cómo Sliaksi)eare,
Lope de Vega, Calderón, Scliillcr y Lord Byron eran poetas dramáticos grandes y po])ula-
res sin Poética, y rompiendo á sabiondivs el freno de las tres unidades consagi'adas. ¿(¿luí
habría pensado Camino de Goethe, que, con su fecunda y poderosa fantasía,
Abraza en una pieza el vasto mundo?
Si pudiéramos olvidar que el gusto literario es esclavo de la opinión, incierta y móvil de
suyo, y que el hombre tarda mucho en comprender y sentir las leyes eternas y absolutas de
la belleza, caeríamos fácilmente en la tentación de sorprendernos de que aquello que Pérez
de Camino y otros tenían por delirio y extravío, parezca ahora elevación y grandeza. Pero
la literatura, ya noble y sencilla, ya decadente y viciada, camina con los tiempos, y lleva
en sí, como todas las cosas humanas, el sello de la ceguedad, de los antojos, de los vaivenes
morales, que enflaquecen, ilustran , tuercen ó vigorizan las ideas.
Pérez de Camino, considerado como campeón de su escuela, no merece censura, sino
aplauso. Su Poética, en octavas, es lo más firme, florido, desembarazado y brioso que salió
de su pluma. En esta poesía didáctica, en que la razón tiene mayor parte que el numen, no
le aventaja Martinez de la Rosa. Su estilo, aunque desigual, es casi siempre limpio, conciso,
rotundo y expresivo, y el continuo estudio de Boileau le inspira alguna vez la entonación
viva y axiomática que constituye, á par de la sensatez crítica , el primer encanto del ilustro
preceptista francés. A cada paso se encuentran en este poema hermosas octavas. Sirvan do
ejem])lo las siguientes, tomadas al azar :
Otro, amigo del canto estrepitoso,
La voz ([uc no retumba, juzga fria,
Y su poema enfático, pomposo,
Hincha do altisonante algarabía.
En golfo de centellas espumoi^o (1)
Hunde á un pobre amador, y en su manía,
No empieza por pensar, sino que, ciego.
Voces primero busca, y piensa luego.
Si la poesía imita portentosa.
Colorido á su voz y bulto dando,
¡Sabe imitar también artificiosa.
El valor del sonido combinando.
¿Quiere cantarla linfa vagorosa?
Como ella se desliza murmurando;
Y si pintar al cefirillo aspira,
Blanda cual él y plácida suspira.
Cuando abriendo las It'ibregas mansiones,
Nos presenta de Sísifo el tormento,
Tarda sílaba escoge, tardos sones,
Y frnse de pausado movimiento.
Mas ¡ cuál deja las lentas expresiones.
Si, el vigor recobrando, en ella siento
El mar que brama, el aquilón qi:»!zmnba,
Y el trueno cuando horrísono retund)a !
(1) Ulloa, La Haquet.
DE LA poesía CASTELLANA EN EL SIGLO XYIIL
CCXXX!
¿Pides delicia ser de tus lectores?
Con crítico rigor tus obras mira.
El necio, satisfecho en sus errores,
Goza en ellos y extático so admira.
No perdones vigilias, no sudores;
Vuolve á templar, si discordó, tu lira.
Añade, borra, enmienda, pule, adorna,
Cien veces al ayunque el hierro torna (1).
Sin vivo ardimiento ni grande altura en su inspiración, no faltan, sin embargo, á Ca-
mino brío Y sensibilidad. Cuando pinta el amor, no con las reminiscencias ile la poesía pa-
gana, sino con la voz de su pro})ia alma, su poesía es tierna y animada. So baila el poeta en
6U natural esfera. Sus ilusiones no son místicas y etéreas como las de los i)octas soñadores;
pero son verdaderas. Son las ilusicmes del hogar sereno y de la ternura domestica. Harto y
escarmentado de los engañosos deleites de la vida pública y cortesana, su mente descansa y
se recrea con la imagen del amor sincero, y exclama conmovido :
Sin su celeste llama, ¿que es la vida?
El recuerdo de la patria, en las amarguras de la emigración, le inspira acentos poéticos,
pero de índole varia y contradictoria como los sentimientos que abriga su corazón. Unas
veces, cuando se presenta ú su imaginación el risueño cuadro de su juveiitud halagada por
la fortuna y animada })or los afectos de la familia, España es el ídolo de sus recuerdos y do
BUS ilusiones. Entonces escribe :
Volvedme al suelo querido,
Que la crueldad me cierra;
Vea yo la santa tieiTa
Do mi niñez ha crecido.
Del paterno Manzanares
Dulces vegas, dulces prados,
¿ Cuándo me darán los hados
Que consoléis mis pesares?
Otras veces, exaltado por los sinsabores de la emigración y })or la pasión de las ideas libe-
rales, apostrofa duramente á su patria, que juzga vilipendiada cuando no reinan en ella la
justicia y la libertad bien entendida. La entrada en España de las huestes francesas, en 1823,
al mando del duque de Angulema, puso el colmo á su despecho. Ora se burla ávX í^'ército
francés por el pobre triunfo del Trocadero , ora anatematiza al trono despótico, ora, en fin,
vuelve sus dardos contra la nación misma, á la cual mira entonces con desdeñosa compasión :
La barbarie cubre á España,
Y á sus tristes moradores
La gloria niega sus lauros,
La prosperidad sus dones.
Desmembrada, envilecida ,
Débil, humillada, pobre.
Volcan de intestinos odios
Y de acerbas disensiones.
Lánguida la patria mia
Perece, y en sus dolores ,
Sólo guarda la memoria
De sus pasados blasones
Tanto mal es obra vuestra, dice en seguida á los franceses, como amedrentado de haber
escarnecido sin razón á su patria. Para él no cabia civilización donde no reinaba la libertad
tal como en sus bien intencionadas ilusiones la entendía. Pero es la verdad que España, por
él aplaudida ó vituperada al azar de las impresiones del infortunio , era el sueño incesante
de Pérez de Camino. Sin volver á su j)atria no podia ser feliz. Se columbra en sus versos que
una voz secreta decia al infeliz emigrado que no volvería á pisar la amada tierra , ni sus res-
tos mortales descansarían en ella.
Don José Somoza, escritor muy digno de nota porque no hay en sus obras asomo alguno
de afectación, pertenece á la escuela de Salamanca. Su instinto lo preservó del amaneramiento
común á varios escritores do esta escuela. Fué una de las almas independientes que ínás se
(1) Ésta es una de las muchas imitaciones de
Boileau :
Vingtfoit sur le métier remetiez votre ouvrage,
Polissez-lc sans cesse, eí le repolisse: :
4joutez quelque/ois, el souvent effacez.
(L'Art poéíique, canto l,)
La idea es la misma, pero es forzoso confesar
que en esta ocasión el imitador español aventaja
grandemente en el desembarazo y en la gracia de
la expresión al celebre modelo,
Ccxxxil BOSQUEJO HISTÓEICO CRÍTICO
templaron y enardecieron con las ideas filosóficas francesas del siglo último, y que, rezao-o
délos enciclopedistas, que iban desapareciendo á toda prisa, y semejante á otros muchos
hombres notables de la obstinada estirpe liberal del año 1812, cifraba una especie de vana-
gloria en la inmovilidad de sus doctrinas. Los años, las lecciones del tiempo y los progresos
de las ciencias políticas no quebrantaron la tenacidad de sus ideas, que en parte no escasa
eran verdaderas preocupaciones. Incrédulo por moda y por costumbre , á veces hacia alarde
de romper con los principios y los sentimientos comunes de la sociedad española, y en sus
obras asoma, de cuando en cuando, esta mal encaminada tendencia. Pero no tenía su ánimo
el arranque avieso y borrascoso que habian manifestado Marchena y Blanco en la generación
precedente. Ardiente de cabeza y manso de corazón , presentaba de continuo ese contraste
moral, frecuente entre nosotros, que esteriliza, cuando no extravia, los impulsos de una ín-
dole sana y elevada. Toda su vehemencia de innovador y de escéptico viene al cabo á re-
ducirse, en sus escritos, á un desahogo agudo y patriótico de su vena humorística. Era hom-
bre de afectos vivos y constantes, y blasonaba de ellos con justo motivo (1). Pasó la mayor
parte de su vida retirado en su casa de Piedrahita , dedicado á fomentar sus tierras y sus
ganados. Era poco aficionado á entrar en la esfera de acción política á que hubieran podido
llevarle más de lleno sus luces y sus principales tendencias. Sus diatribas y sus arranques no
Bon los embates de una pugna tenaz y sistemática ; son el homenaje involuntario que se rinde
á doctrinas seductoras, á par que el lujo y el recreo de un entendimiento claro y activo.
Algunas de sus composiciones tienen el color y el limpio lenguaje de los mejores tiempos
de la poesía castellana. Es excelente hablista, poeta espontáneo y original, y la más justa
alabanza que puede tributársele es que sus versos se distinguen más por la simpática sencillez
de los buenos tiempos, que por los estudiados esmeros de los más de los poetas de su época.
Sus breves cuadros de costumbres , y sus relaciones en prosa , forman parte de esa literatura,
que por lo llana y natural parece fácil y al alcance de todo el mundo. Así son algunas relacio-
nes de Toepffer, de Federica Bremer, de Fernán Caballero. Los que intentan imitarlas com-
prenden en breve la difícil facilidad que hay en encerrar en tan sencillos cuadros tanta ver-
dad, tan dulce estilo, tan delicado é íntimo sentido. Tradujo Somoza, en verso, La Ilecyra,
de Terencio, y El Temistocles, de Metastasio.
Cercanos ya al término de esta dilatada reseña de poetas líricos, justo es salvar del olvido
los nombres de dos distinguidos escritores , nacidos en el siglo xviii y discípulos ambos de
la efímera escuela sevillana, creada á fines de aquel siglo : don Jacoho Vicente Navarro y
don Félix María Hidalgo.
Fácilmente se trasluce en las obras de Navarro que, si bien discípulo de Reinoso, de Blan-
co y de Lista, insignes maestros de dicha escuela, estudiaba con predilección á los poetas de
la escuela salmantina, y que Cadalso y Mdendez eran sus principales dechados. Escaso de
imaginación, y por consiguiente de originalidad, sin vigor en los pensamientos, ni propiedad
en el lenguaje, Navarro sólo se distingue por cierta entonación simpática, que hace leer con
gusto una parte de sus poesías , y olvidar á veces la falta de las prendas esenciales de los
verdaderos poetas. Era tan dado á escribir sonetos, como poco feliz en esta difícil tarea. Y
¿cómo habia de serlo si faltaban á su numen sobriedad y fuerza, que son cabalmente las
cualidades principales que requiere el soneto?
Olvidadas están las poesías de Hidalgo, discípulo, amigo y sucesor, en la cátedra de lite-
ratura de Sevilla , de los esclarecidos Reinoso y Lista. Poco más conocemos de este aventaja-
do escritor que sus odas patrióticas contra la invasión de Napoleón , una de ellas premiada
en Sevilla, en aquellos tiempos de entusiasmo nacional. No es dable negar que hay en ellas
noble entonación y arranque patriótico ; pero no es de extrañar que á nosotros, los que hoy,
(1) Así dedicó á Quintana un tomo de sus obras : dársele á V., haciendo saber al público que dos antores
■n^j- ' 17 i TI ■, , y pintas han sido amieros sidreros y sin interrupción
Pedico a V. este hbi-o para darme honor a mi, y para dcsdr; la juventud ^ la TCJez. (1842.)
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIII. Ccxxxiii
pasado más de medio siglo , consideramos la batalla de Bailen con la auniiracion serena
que inspira un gran suceso histórico , nos parezca harto hiperbólica aquella excesiva vehe-
mencia de expresión , que hubo de resonar como un eco natural y simpático en las almas
enardecidas de los españoles de 1808. La obra más estimable de Hidalgo es sin duda su ce-
lebrada versión en verso de Las Bucólicas de Virgilio, ilustrada con notas eruditas y atina-
das observaciones; versión no servil, pero fiel (1), que mereció alabanzas de insignes es-
critores , entre ellos don Juan Gnalherto González , el cual , con más fidelidad y menos gala,
desempeñó igualmente la difícil tarea de traducir las admirables églogas de Virgilio.
Con mayor razón todavía debemos consignar aquí el famoso nombre de Don Bartolonid
José Gallardo. Hacia versos , como Burgos , como los hacen todos aquellos que llegan á
familiarizarse con las letras amenas y con las circimstancias rítmicas del idioma. Fué filó-
logo arrojado y antojadizo, y bibliógrafo consumado. Como crítico se resiente de gusto
apocado y no muy puro, y del afán de ostentar agudeza y erudición, olvidando el verdadero
examen estético. El deseo de imitar el lenguaje poético de los escritores de principios del
BÍglo XVII aumenta el carácter artificial de sus poesías. Pero no puede negarse que acierta
algunas veces con algo que remeda de un modo agradable el suelto y fácil decir de los an-
tiguos poetas castellanos.
Sólo nos resta hablar, porque ningún otro nombre notable viene á nuestra memoria, del
insigne escritor don Eugenio de Tapia. Fué uno de los hombres más laboriosos y estimables
de su tiempo. La jurisprudencia, la historia, la instrucción pública y la poesía ocuparon al-
ternativa, y á veces simultáneamente, su larga y provechosa vida. Logró, por su instruc-
ción , su talento y sus nobles prendas de carácter, granjearse el aprecio de todos los hombres
distinguidos de su tiempo. Entre otros , Quintana, Martínez de la Bosa y don Juan Nicasio
Gallego le profesaron siempre acendrada amistad. En unión con el último, tradujo algunas
obras de amena literatura. Su obra principal, la Historia de la civilización española, con ser
un liljro cuerda y ordenadamente concebido , y con sobriedad y elegancia escrito, no pasa do
una reseña somera é incompleta de acontecimientos históricos, sin el suficiente examen y
lógico estudio de las causas íntimas y trascendentales que constituyen la esencia de la vida
intelectual, religiosa, social, artística y guerrera de España ; de los elementos, en fin, siem-
pre activos y entre sí encadenados , de su grandeza y de su decaimiento.
Lfis obras dramáticas, las novelas y las poesías de Tapia no denotan inspiración ardiente
y poderosa, pero sí' imaginación fácil y amena, buen gusto y sano espíritu. Como claro y
correcto hablista, su mérito es incontestable, y la Academia Española, abriéndole sus puer-
tas, procedió con tino y con justicia. La opinión no tasó acaso tan alto como merecía el va-
lor de las obras poéticas de Tapia. El público, oyendo sonar continuamente el nombre do
2\ijna unido al Fehrero novísimo , á la Práctica forense , á la Jurisprudencia mercantil y á
otros libros de índole útil y prosaica, miró aquellas obras como pasatiempo sin entidad en un
hombre consagrado á tan graves y áridas tareas. La fama del jurisconsulto dañó esta vez á
la gloria del poeta.
No debemos dar por terminado el cuadro histórico de la poesía castellana del siglo xviir,
sin recordar que las damas , con su dulce y civilizadora influencia, y no pocas veces con su
ejemplo, alentaron las artes y las letras, contribuyendo así al desarrollo de estas fuerzas de
la cultura humana.
(1) Hidalgo desconocía, sin embargo, la obli- bos, laudables en sí mismos, sustituyó la persona
gacion que impone la verdad histiirica al que so de Alexis, en la égloga segunda, con la de una pas-
atreve á traducir los libros de la antigüedad paga- tora, evitando así el horror que inspiran aquellos
na, de reproducir sinceramente las costumbres, bue- monstruosos amores. De este modo empieza la églo-
nas 6 malas, las preocupaciones y todas las ideas, ga traducida:
por repugnantes que sean , que se hallan retratadas S^ abrasaba en amor por Galatej^
en a(juellos libros, Movido por eBcrúpulos religio- Ei pastor Coridon
Ccx:<xiV BOSQUEJO HISTÓRICO CRÍTICO
Ya vimos, al hablar de la Academia del Buen Gusto ^ con cuan fervorosa afición fomenta-
ron la poesía y la crítica literaria, en el reinado de Fernando VI, la Condesa d(í Lémos, la
Duquesa de Arcos y otras señoras do la alta nobleza. En el mismo reinado eseribia ¡¡oesías,
notables para la época , una joven que más adelante , en 178Ü, publicó una parte de sus
obras, escondiendo su nombre con el dictado de Una dama de esta corte. Ti-adiijo, dentro toda-
vía de aquel reinado, tres traífedias íVaiicesas, entre ellas, con bastante ¡)ropiedad y desem-
barazo, la Audrómaca, de Hacine. Prendado don Af/nstin de Moníiano y Lmjando del enten-
dimiento y buen gusto do la interesante escritora, liizo leves correcciones de estilo en su tra-
ducción de la Andrómaca , y le escribió una carta lisonjera , que se ha conservado (1 ).
Sectaria de la nueva escuela reformadora, esta señora no escribe en estilo conceptuoso, lo
cual no es ya de suyo escaso mérito para la primera mitad del siglo xviii. Su estilo es des-
igual, amanerado y no siempre correcto, pero no le faltan ni desembarazo, ni lozanía. Los
doctos de su tiempo la admiraban y aplaudían, y recordaban para ensalzarla á la poetisa
CristohaTina , celel)rada en sus \orsos por L()j)e de Vega. Pero su fama, encerrada cti el ga-
binete de los literatos, no llegó á hacerse popular. Hoy día ignoramos su nondjre, aunque
conocemos sus iniciales (M. H.).
IMás adelante, ya en la era de Carlos III, creció y se propagó entre las damas la afición
al cultivo de la pintura y de las letras graves ó amenas. La Duquesa de Huesear fué nom-
brada por aclamación, en vista de sus obras, académica de honor y directora honoraria de
la pintura en la Academia de las tres nobles artes, con voz, voto y asiento preeminente en
ambas clases, y con opción á todos los emi)leos académicos (17()()). La Marquesa de Estepa
pintaba con gracia y soltura, y la Academia de San Fernando se honró admitiéndola en su
seno (1775), como lo hizo asimismo con doña Mariana Waldstein, marquesa de Santa Cruz
(1782), y con otras iluiiti-es damas, gentiles cultivadoras de las artes (2). A las letras se de-
dicaban con igual afición. La señora aragonesa doña Josefa Amar t/ Barbón mereció univer-
sal ajilauso traduciendo gallardamente la voluminosa obra del abate Lampillas. La Marquesa
de Espeja tradujo del italiano la FUosofía moral, de Zanotti. La Condesa- Duquesa de Bena-
W7iíg leia discursos en la Sociedad Económica Matritense (178G). Carlos III, después do
empeñadas polémicas, en las cuales tomó parte el ilustradísimo Floridablanca, liabia hecho
entrar á las nnijeres, como elemento civilizador, en las Sociedades Económicas recien creadas.
Este es})íritu de respeto á la int(íligencia de las mujeres despertó en no pocas el entusiasmo
literario. Merece citarse entre ellas , aunque no sea más que como curiosidad de historia lite-
raria, doña Isidra da Guzman y Lacerda , hija de los condes de Oñate. Esta señorita, poseí-
da de la pasión del saber, se consagró con tan bu(;n éxito al estudio de las letras y de la fi-
losofía, que llamó la atención general. El ny Carlos III, movido siempre por el grande im-
pulso que lo animaba , y juzg.in(io acertado dar todo el realce posible á este ejem])lo de la-
boriosidad literaria, recomendó la ilustre y aventajada joven á la universidad de Alcalá,
y dispensando al propio tiempo para aquel caso cualquier estatuto que lo estorbase , la seño-
rita de Guzman recibió en la universidad, con ceremonias muy honoríficas, los grados de
maestra y doctora en filosofía y letras humanas , siendo ademas nondjrada catedrática ho-
noraria de filosofía moderna y consiliaria perpetua en la facultad de artes (1785). Distinción
(1) Esta carta fué escrita en Madrid, el IG de que locare introducir este susto en Esi-y.ifía Yo Roguí
Mavo de 1759 <ilgun tiempo la opinión (k- los franco.'^es, pero alnacé
J' 1 ' • • 1 1 ' <• dfspues ]a inglesa, ¡lunque con Viuia.s modelaciones que
He aquí el principal de sus parraff)S : he juzgado convenir á la verosimilitud y á no perder la
Repito , señora , que estas eorrccdoncs no son susf aii- ^^ ^^ ^^ '
cíales, y que sin ellas merece no corto cloeio el aciíM-to „ i i • i ^ ,• ■ ■,
con que desempeña la suma diíic.iUad de traducir bien. ^^ ^" verdad curiosü ver al sesudo y tímido au-
La lástima es que el i^eiiio de la nación lia de echar tiió- lor de Virginia y de Ataúlfo acabar por inclinarse,
nos el botón gunlo y las fiiaMadcs del gracioso. Ko ohs- y^ p,i aquellos tiempos , al teatro inglés,
tante, SI llega a representarse, ]>ucde ser que las giist II- ,n\ ». i i a i - i o ti j
p»8 lágrimas que ha de costar formen algún i)arl.ido V-) -^^tas de la Academia de ban JteruandQ,
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL CCSXSV
no menos grande j desusada habia alcanzado ya la señorita de Guzman , entrando en el seno
de la Academia Española; honra que jamas se ha tributado á otra mujer alguna (1) (1784).
Con motivo de estos singulares acontecimientos literarios , salieron á relucir, en las obras pe-
riódicas del tiempo, peregrinas historias de españolas ilustres en las letras, entre ellas, doña
Beatriz Galludo; doña Catalina de Aragón, reina de Inglaterra; doña Luisa Sigea; Fran-
cisca de Nebrija, que sustituyó varias veces á su padre, el gran filólogo, en la cátedra de hu-
manidades de la universidad de Alcalá ; tres señoras celebradas por Lope do Vega , doña
Cristobalina Fernandez de Alarcon , doña Ana de Castro Egas y doña Bernarda Ferreira de
la Cerda; doña Oliva Sabuco de Nántes, natural do Alcaraz, sobresaliente en filosofía y me-
dicina; la novelesca Ortensia de Castro, natural de Villaviciosa, que disfrazada de estudian-
te, estudió en Coimbra en compañía de dos hermanos, y Juliana Morell , natural de Barce-
lona, que en Aviñon fué graduada de doctora en leyes, en el palacio del Gobernador (2).
La fama pasajera de la señorita de Guzman tuvo eco en las naciones extranjeras. El Jour-
nal encijclojyédique de Bouillon (1785) hizo encarecidos elogios de esta señorita, «que poseía
los idiomas griego, latín, francés é italiano»; y en todas partos fue a¡)laudida la intención
de Carlos III , que quiso hacer resaltar las prendas extraordinarias de aquella interesante
doncella , fomentando así la educación intelectual de las españolas.
Por ser todavía aquella época , á posar de los deseos de Carlos III , poco favorable al pro-
greso literario de las damas que se educaban fuera de la corte ó de los claustros , no pode-
mos menos de hacer mención de la ilustre gaditana doña María de llore. Ilesplandecia tanto
por su peregrina hermosura, por su instrucción, por su clarísimo ingenio y por la elegante
ostentación que desplegaba en su persona y casa, que la llamaban en Cádiz la Hija del Sol.
Cansada de los aplausos mundanos, que habia disfrutado tan colmados , á los treinta y cinco
años se retiró á un monasterio con permiso de su esposo ; siendo en la Iglesia occidental, se-
gún afirma un escritor , el único ejemplo de casada y monja profesa á un mismo tiempo.
Las pocas poesías que se han conservado de esta mujer singular , á la cual ha consa-
grado nuestra ilustre amiga Fernán Cahallero una de sus leyendas fantásticas, no mere-
cen salvarse del olvido , á no ser como testimonio honroso de su gentil entendimiento , que
en tiempos más felices para las letras habría producido acaso brillantes y sabrosos frutos.
Son estas poesías por demás candorosas é insulsas , y si algo hay digno de notarse en ellas,
es que , escribiendo dova María de Hore cuando todavía reinaba el contagio del mal gusto,
su estilo es claro y natural, con uuiy pocos resabios de retruécano y de alambicamiento.
Justo es también , por el propio motivo antes alegado, recordar á doña María Helguero^
monja de las Huelgas de Burgos. No le ñiltaban ni instrucción ni ingenio. Como muchos
poetas de su ticmjjo, se binla del estilo conceptuoso , pero algunas veces se deja llevar invo-
luntariamente de la funesta magia tradicional de aquel estilo; otras escribe con llaneza ex-
tremada y en tono popular, y entonces es cuando sus versos, sin llegar nunca á la elevación
de la verdadera poesía, adquieren cierta facilidad y cierto agrado. Para sus poesías sagra-
das, y especialmente las relativas á la Pasión^ suele escoger metros poco adecuados; pero el
desembarazo y la sencillez vulgar que el metro mismo insi)¡ra, no quitan á los versos el
fervor sincero que estaba en el alma de la poetif^a. Sirvan de ejemplo estas seguidillas:
El tímido Pilátos,
Por libertarte,
A la pena de esclavos
Quiere entregarte.
¡Piedad impía,
Que acrecienta tormentos
Contra tu vida 1
Furiosos los verdugos,
(1) Tenemos á la vístala Oración pronunciada on la Sociodad de Amigos del País, de Madrid,
por esta señorita en la Academia Española, el 28 Ambas obras son notables por la elevación de las
de Diciembre de 1784. Igualmente tenemos á la iniras y la firmeza de la entonación,
viüta el discurso que leyó, el 25 de Febrero de 178G, (2) Memorial literario (Junio de 1785).
CCXXXYl BOSQUEJO HISTÓRICO CEÍTICO
Golpes descargan
En el yunque precioso
De tus espaldas.
¡Gente iracunda,
Que no le compadece
Ver tu hermosura !
El patíbulo abraza,
Como á descanso;
Amor en él te fija
Más que los clavos.
De la cruz adorable
Bajan la prenda,
Que ponen en tus brazos,
Sagrada Reina.
jOh triste Madre I
¿Habrá dolor que al tuyo
Pueda igualarse?
Esta mezcla Je naturalidad y de concepto, tan acomodada á la índole peculiar del gusto
po])ular de los españoles , hizo simpáticas las poesías de esta señora , á pesar de su escaso
mérito. Tenía más sensibilidad que fantasía. La noticia de la horrorosa muerte de Luis XVI
y de María Autonieta llega á sus oidos como el colmo del escándalo y de la depravación.
Se conmueve su alma, y escarnece en sus versos á los verdugos de aquellos regios mártires;
pero no hay en sus imprecaciones un solo rasgo de esos que denotan un numen apasionado
y vigoroso (1).
Mucho más que las escritoras que acabamos de citar , vale como poetisa doña María Rosa
Galvez , vehemente amiga y admiradora de Quintana. Cultivó la poesía dramática , á fines
del sio-lo último y principios del presente, con mayor éxito y afición que la lírica. A falta de
inspiración fecunda y elevada , tienen sus poesías noble desembarazo y cierta firmeza de en-
tonación , poco común en los versos de las poetisas. Su oda Al combate de Trajalgar fué
muy celebrada. Ahora parece lánguida y palabrera. Describe y no canta. Le faltaba numen
lírico para tan grande asunto.
Aquí ponemos término á la ingrata y prolija tarea de conmemorar y juzgar, aunque tan
rápidamente cuanto nos ha sido posible, los poetas líricos castellanos de un siglo que fué
para España de decadencia, de transición, de profundo cambio moral y literario; de un si-'
glo inquieto , investigador y no creador ; de un siglo que enflaquece la fe , que amengua el
carácter nacional antiguo, y no parece sino la preparación de otro siglo; de un siglo, en
fin, sin ideas propias, sin doctrinas definitivas, sin energía moral , sin entusiasmo y sin poe-
sía. Los austeros pensadores del siglo xviii , que, como Forner, no se pagaban de quiméricas
ilusiones , no pintan su época con risueños colores. Así decia Forner :
Estamos en un siglo de superficialidad. Oigo llamarle por todas partes siglo de la razón , siglo de luces,
siglo ilustrado , siglo de la filosofía. Yo le llamaría mejor siglo de ensayos, siglo de diccionarios, siglo de
diarios, siglo de impiedad, siglo hablador, siglo charlatán, siglo ostentador.
Forner tiene razón ; y sin embargo , en aquella conmoción general , que introducía en la
sociedad humana el malestar de la incertidumbre y de la duda, y que, sin darles un nuevo
asiento , sacaba de su asiento antiguo á los estados europeos , se escondían nuevas fuerzas,
nuevas verdades , y á su lado grandes errores y violentos desvarios , que ofrecían en discorde
conjunto un confuso porvenir de esperanzas y de amenazas. Por lo mismo, el siglo xvirr,
tal como fué , tal como lo hicieron las leyes providenciales de la historia , es digno de pro-
fundo estudio en todas sus manifestaciones morales, políticas y literarias. Con respecto al
sentimiento de lo bello en las letras amenas , que es el punto de vista peculiar del presente
estudio, poco lisonjero es el juicio absoluto que puede formarse relativamente á la España del
(1) Se publicaron las poesías de esta religiosa en 1794.
DE LA POESÍA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL CCXXXvn
sio-lo xviii. Cuando la fe, unida al sentimiento nacional, decae, decae la inspiración. La duda
y el análisis, que son las fuerzas morales del siglo último, pueden producir la poesía reflexiva,
ó ingeniosa ó esmerada, del que estudia y medita; no la poesía, arrel)atada, tierna ó mística,
del que se entusiasma, del que siente, del que cree. La fantasía y el corazón, fuentes de la
poesía verdadera , pierden su vigor en aquellas menguadas horas en que las naciones , bus-
cando ávidamente lo desconocido, arrojan el tesoro de las tradiciones y de las creencias que
constituían su vitalidad y su gloria. Como quiera que sea , hay tanta enseñanza histórica en
los periodos de decadencia y transición como en las épociis de florecimiento y de grandeza.
La crítica extranjera dominaba en el siglo xviii las letras españolas , porque estas habían
perdido su propia virtud , pura y genuina; La poesía , a])ocada y humilde , se contentaba por
lo común con gimnasia de ingenio , ó con la observancia de formas aprendidas , porque la
nación no tenía , como en otro tiempo , íntimos impulsos y grandes sentimientos que desper-
tasen su entusiasmo. Destellos , y nada más que destellos del verdadero espíritu español hay
en los versos de don Nicolás Fernandez de Moratin , de Iglesias , defra?/ Diego González y de
algim otro. En las tendencias elegantes , primorosas ó filosóficas de Melendez, de Jovellanos,
de Cienf liegos , de Moratin (Leandro) , de Iriarte , de Gallego , de Lista y de los demás poe-
tas imitadores de aqiiel tiempo , trasciende más el espíritu europeo que el sabor privativo de
la tierra española. Hasta que Quintana siente enardecida su alma por el entusiasmo sincero
de la patria, no produce el siglo xviii un poeta lírico verdaderamente nacional. Los demás
famosos escritores de la segunda mitad del siglo , si no eran cantores de la patria , eran poe-
tas de la civilización. Su idioma, que ya no era del todo el habla abundante y purísima de
los Lopes j de los Cervantes y de los Granadas, es, aunque todíivía más degenerado en nues-
tro tiempo, el idioma que nosotros hablamos. Su espíritu, igualmente amenguado, también
vive en nosotros todavía. Respetemos el entendimiento superior de aquellos insignes varones,
y sus esclarecidos nombres. La herencia que nos han dejado es todavía grande y gloriosa, si
se considera el estado de las letras castellanas en el primer tercio del mismo siglo. Asom-
broso es el camino que corrieron el buen gusfo y la sensatez literaria desde la ilustre fecha
del Diario de los literatos. Para no hacer extremado el contraste , citando autores extrava-
gantes , nos contentáronlos con recordar que en pocos años se pasó de Gerardo Lobo á Me-
lendez, de Feijóo á Jovellauos , y de Cañizares á Moratin
FIN DEL BOSQUEJO HISTORICO-CIUTICO,
POETAS LÍRICOS DEL SIGLO XVIIL
DON GABRIEL ALVAREZ DE TOLEDO.
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CRÍTICOS.
I.
Nació DON Gabriel Alvarez de Toledo en la ciudad de Sevilla, el dia 45 de Marzo de 1002 (f).
Fué de familia ilustre, originaria de Braganza, en el reino de Portugal, que adíjuirió después
carta de naturaleza en España , avecindándose primero en Aragón , y más adelante en Sevilla.
Fué su padre don Francisco Alvarez de Toledo , del hábito de Calatrava y consejero de Hacien-
da , que al lustre de su apellido juntaba aventajadas prendas y altos merecimientos personales.
Su madre fué doña Luisa María Pellicer de Tovar , hija del notable escritor don José Peilicer de
Tovar, caballero de Santiago, señor de las Casas de Pelhcer y Osau, del Consejo del Hey, su
gentil-hombre y su cronista mayor de Aragón.
Dedicóse en sus primeros años al cultivo de las letras amenas , y especialmente de la poesía.
La segunda época de la vida de don Gabriel forma notable contrasto con los tiem[)os de su
mocedad, no viciosa ni impura , pero sí empleada , por la mayor parte , en livianos é insustan-
ciales devaneos. El caballero galán y festivo aborrece repentinamente los triunfos mundanos, que
le hablan hechizado hasta entonces , y se convierte en un verdadero anacoreta entre las confusio-
nes y estorbos del mundo (2). En las ciencias y en las letras, en los deberes religiosos, en el ejer-
cicio de altas virtudes, entre las cuales sobresalía la caridad (5), y en el despacho de los arduos
negocios públicos que le estaban confiados, concentraba Alvarez de Toledo todas las facultades
de su alma. Se dedicó con asombrosa asiduid;id al estudio de las lenguas antiguas, llegando á
poseer el griego, el latín , el hebreo, el árabe y el caldeo. De los idiomas modernos europeos, ha-
blaba el francés, el alemán y el italiano. Ai'emas de sus poesías y de su Historia de la Igle-
sia y del mundo, escribió muchas obras, que se han perdido ó duermen olvidadas en el polvo
délos archivos y délas bibliotecas (4). Contribuyó activamente, con el Marqués de Villena, con
(i) El autor de estos apuntes lia hecho huscar y
siicar en Sevilla la partida de bautismo de este lionilire
ilustre. Según este documento, que tiene ú la vista, noN
Gabriel Patricio Alvarez he Toledo y Pellicer nació
e! 15 de Marzo de tCG2, y fué bautizado en la parro-
quia de San Andrés el dia 20 de Abril del mismo año.
(2) Expresión del doctor Torres.
(3) A pesar de su patrimonio, de sus crecidos suel-
dos y de haber vivido constantemente, en sus últimos
años, en casa de su amigo el Duque de Montellano,
murió « como un pobre de solemnidad ». Cuanto tenia
lo daba de limosna.
(4) El doctor Torres dice, refiriéndose á Alvarez de
Toledo í «El juicio, los talentos, la universalidad en
lo.las cicnciaí! é idiomas, y el estudio de e?te venerable
autor, so perciben con mds ventaja (alude íí las poe-
sías) en el libro de su Ilisturia antediluviana y en otras
obras que guarda la envidiable codicia de si s apasio-
nados.»
En el Palacio dp Momo, libro desuñado á defender
la Historia de la Iqlesia y del mundo, dice su autor
(ignorado hasta aliora, pero que es sin duda el célebre
Marqués de San Felipe, amigo de Alvarez de Toledo,
é individuo de la Academia Española), las siguientes
palabras: «Aunque éste es el primer libro que ha im-
preso mi autor (habla de la citada Historia), no es lo
primero que ha escrito, pues en prosa y verso se pue-
den, de sus escritos, hacer muchos tomos.»
Torres encontró en las bibliotecas de los duques de
MoiUi'llano y de Sotomayor los manuscritos de que se
1
2 DON GABRIEL ALVAREZ DE TOLEDO.
ei historiador don Juan Forreras, con el sabio orientalista fray Juan Interian de Ayala y con
otros varones insignes en doctrina y autoridad , á la fundación de la Academia Española , y fué
el tercero de los académicos inscritos en esta esclarecida corporación. Caballero de la orden de
Santiago (1), oficial mayor de la secretaría de Estado, secretario del Rey y su bibliotecario
mayor , secretario de la presidencia del Consejo de Castilla , no le faltaron , como se ve , altos
honores y testimonios de confianza de su patria y de su soberano. Fué una de las personas más
dignas y más respetadas de su tiempo. Vivió como un asceta, y en Enero de 1714 murió, como
un santo, en la casa misma del Duque de Montellano (2).
L. A. DE Cueto.
II.
DEL SEÑOR DON ANTONIO FERRER DEL RIO, de la academia española,
(Revista Española, número 4."; 18 de Mayo de 1862.)
Oriundo este varón ilustre de Portugal , por la línea paterna , y nieto del célebre cronista de
Aragón, don José Pellicer de Tovar, por parte de madre, nació el 26 de Abril de 1662 (3), .en la
ciudad de Sevilla. Huérfano quedó poco después de acabar las primeras letras ; casi abandonado
á su voluntad exclusiva , no la tuvo grande para el estudio, y hallóse mozo, con natural estro y en
trato familiar con las Musas. A camino le llevaron de perdición el ocio, la boga que tuvieron sus
p(»e3Ías entre las damas sevillanas, el engreimiento de ser como el galán á la moda ; su índole era
excelente, por fortuna, y así los devaneos juveniles no pasaron á vicios. Muy cerca andaba de
los treinta años cuando se resolvió á mudar de costumbres, tocado en el corazón á consecuen-
cia de asistir á unas santas misiones; y según datos fidedignos, lo hizo de suerte, que desde
entonces no se le vio más el color de los ojos , y se le pudo comparar á un capuchino entre las
profanidades del mundo.
Bajo la protección y en la casa del Duque de Montellano, se entregó con pasión verdadera á
valió para formar la Colección de las poesías de Alvarez
de Toledo. No menciona siquiera el códice que e.\iste
en la Biblioteca Nacional (M, 65) con este titulo :
Poesías varias de do7i Gabriel Alvarez de Toledo y
Pellicer, bibliotecario mayor do su majestad; recogi-
das por don Miguel Joscf Vanhafü, secretario del ex-
celentísimo señor Duiíue de Alburquerque ; 1741
(226 páginas).
Este manuscrito y otros que liemos tenido á la vista
?on menos copiosos que la colección publicada por
Torres; pero su texto es, por lo común, más correcto,
V contienen algunas composiciones de escaso mérito,
que no entraron en la colección improsa,
(1) En 1703, á instancias del Duque de Osuna, se
li^ conmutó el hábito de Santi.igo en el de la orden do
Alcántara.
(2) Don José de Viilarocl escribió doce décimas & la
muerte de Alvauez dk Toledo, con este titulo: Epi-
tafio al sepulcro de don Gabriel Aloarez de Toledo,
varón docto, en siete lenguas perito, hiitoriador ilus-
tre y poeta insigne. ¡Ciento veinte versos para un epi-
tafio! En aquellos tiempos los poetas arrostraban la
impropiedad en formas y en ideas, con tal que hallasen
ocasión para hacer gala de originalidad y do agudeza.
Las décimas son , cuanto cabe serlo, afectadas y con-
ceptuosas. Copiaremos solamente dos de ellas, que
denotan la alta opinión de sabio y de místico de que go-
zaba Alvarez de Toledo. Alude la primera á li general
creencia de que hibia acelerado su muerte el exceso
del estudio y los hábitos sedentarios.
¡ Oh noble, insondable abismo
De ciencia!... pero cruOl,
Que todos viviesen del,
Y el muriese de si mismo!
DudnrA el catolicismo,
Al mirar que pudo unir
Ciencia y virtud al vivir,
Y en ambas resplandecer,
Si fué morir por saber,
Ó fué saber por morir.
Aun le excitará al dolor
De esta piedra el resistir.
En quien el mayor sentir
Es no sentir lo mayor.
Tú, peregrino, el fervor
Con palabra y obra inscribo.
Cadáver heroico exhibe
Aquí esta marmórea tabla :
Ve cómo vives, que aun habla;
Mira cómo hablas, que aun vive.
(Poesías inéditas de clon José de Villaroel. — Colec-
ción del señor don Pascual de Gayangos.)
(3) No es exacta esta fecha. Nació don Gabriel
Alvarez de Toledo, según puedo verse en el an-
terior apunte biográfico, el dia 13 de Marzo.
NOTICIAS BIOGEAFICAS. 3
resarcir los años perdidos , y sin otra guia que su privilegiado talento, perfeccionóse en el latín
y lenguas orientales, y en los idiomas francés, alemán é italiano ; se impuso en los sistemas filo-
sóficos antiguos y modernos ; de historia sagrada y profana supo mucho , y de teología aprendió
tanto, que se le tuvo por maestro de nota. Aun llamándole teólogo de corbata uno de sus ad-
versarios, y refiriéndose al tiempo en que su protector fué presidente del Consejo de Castilla, y
le sirvió de secretario, nos revela que su oficina estaba llena de libros latinos , franceses y alema-
nes ; que los adornos de las paredes eran papeles con caracteres hebreos ; íjue sobre la nueva
filosofía de Descartes y el curso de Regís hacia siempre versar las conversaciones , y que así pa-
saba las horas.
De caballero de Alcántara se cruzó el año de 1703, á pesar de su abstraimiento de las cosas
mundanas, y también fué bibliotecario mayor de S. M. y oficial de la secretaria de Estado. Al
Marqués de Villena se asoció desde el primer día para la fundación de la Real Academia Espa-
ñola, á la par que daba á la imprenta un libro notable y titulado Historia de la Iglesia y del
mundo, que contiene los sucesos desde su creación hasta el diluvio. Sus aprobadores fueron teólo-
gos eminentes , y lo celebraron con justicia. Impreso está en un tomo en folio, y dividido en dos
libros; de la creación trata el primero, y por el conato del demonio para perder al hombre, em-
pieza el segundo. Piadosamente dedicólo .4/ Bey inmortal de los siglos, Cristo Jesús, principio y
fin de todas las cosas. Por remate puso muy eruditas disertaciones Sobre el sitio del paraíso;
Lengua primitiva; Estacionen que fué criado el mundo; Variedad del cóinimto de la Vulgata
y de los Setenta.
Aun recibía el autor los plácemes de las personas doctas, cuando enfermó de peligro y supo
que alguien iba á escribir en contra suya ; y como se brindase un amigo á hacer la apología de
la obra en tal caso, le respondió estas literales palabras : « Si hablan contra la persona , como
tendrán razón, no hay defensa ; si contra la doctrina, los autores que cito responderán, si los
leen ; si contra el estilo, me ha parecido convidar al deleite de los tibios, para que bebiesen la
moralidad; si contra algunas voces no vulgares, todas las he visto en autores castellanos de
buena nota; y así, guarde usted la pluma para emplearla mejor que en mi defensa.»
No le fué dado practicar por sí tal conducta, pues falleció el 17 de Enero de 4714, todavía de
buena edad y muy llorado por sus amigos numerosos y por los muchos pobres á quienes socor-
ría caritativamente. Su plaza fué la primera vacante en la Academia Española , para la cual
hizo la planta de los Estatutos, y se ocupaba en el examen de las crónicas de los reyes de
Castilla desde san Fernando hasta Fernando V, á fin de autorizar la buena acepción de las
voces.
Calientes estaban aún las cenizas del primer académico difunto, cuando se empezó á difundir
la impugnación anunciada, bajo el título de Carta del maestro de niños, y suponiéndola impresa
en Zaragoza. Victoriosamente fué rebatida por el que había empeñado al autor la palabra de
salir en apoyo de su libro. Con el pseudónimo de Encio Anastasio Heliopolitano , y como impresa
en León de Francia, dio á luz una Apología jocoseria por la Historia de la iglesia y del mundo,
bajo el título de Palacio de Momo. A fin de que se comprenda el espíritu del impugnador, malé-
volo y poco feliz en su censura , me parece oportuno citar uno de sus pasajes, y la réplica á que
dio motivo. — De las dotes y naturaleza de los ángeles, se titula el capítulo segundo de la obra;
lleno de ufanía, se expresó el crítico de esta suerte: «No digo nada de las dotes, porque, aun-
que en castellano es masculino, estará ya resuelto en la Academia mudarle el género, quizá
por ser femenino en latín.» — Alo cual respondió el apologista en esta forma: tLas dotes es
femenino en latín y castellano, aunque éste le dé alguna vez articulo de género impropio, y
diga los dotes. De una y otra manera se halla escrito en autores de buena nota , y el antiguo re-
frán Una buena dote ó dos medianas, le da su propio articulo ánies de la fundación de la Acade-
mia, que tan repetidamente nombras; y es mucho te saborees con lo que te amarga; ella te
dará reglas á su tiempo, aunque hagas mal gesto, é imites al perro, que ahulla y ladra , mor-
diendo las puertas de la casa donde no puede entrar.»— A la Academia Española iba pues en
realidad el tiro, como se ve más de manifiesto en otra crítica de la misma pluma que la antece-
dente, titulada Jornada de las coches de Madrid á Alcalá, ó satisfacción al Palacio de Momo.
Allí supuso á la Academia el pensamiento de corregir el idioma; con apodos quiso ridiculizar á
sus individuos, y hasta esforzóse en procurar que se dieran por ofendidos los castellanos de que
los hubiese naturales de Andalucía, de Extremadura , de Galicia , y aun de alguna de las islas
4 DON ÜARRIEL ALVAREZ DE TOLEDO.
de Italia. Un tomo en 4.° forma cada uno de estos papeles, y todos comenzaron á circular el año
mismo de la defunción do Alvarez de Toledo, en cuyo favor se declararon los varones de más
literatura.
Al decir de su apologista , de las obras en prosa y verso de su pluma se podían hacer muchos
tomos. Sus Obras pústumas poclicas salieron al público en Madrid, y de la imprenta del convento
da la Merced, el año de 1744, gracias á la diligencia del conocidísimo doctor don Diego de
Torres, y á los duques de Montellano y Sotomayor, que las habían consevado esmeradamente
en sus bibliotecas. Místicas son muchas de las poesías, y entre ellas merecen especial mención los
Afectos lie un moribundo hablando con Cristo crucificado, la Paráfrasis del Miserere^ y las Ende-
chas á su pensamiento, sin duda escritas cuando se propuso mudar de vida.
Cualquiera octava de los Fragmentos del poema intitulado la Burromaquia serviría para de-
mostrar su agudeza en el género festivo, do que se valió también para felicútiir á su protector, el
Duque, en ocasión de cumplir años. Sus romances á la muerte de la primera esposa de Carlos lí;
consolando á España por la de este principe sin ventura; al gentil-hombre despachado por Fe-
lipe V con la noticia de la batalla de Luzzara, sobre lo mucho que tardó en la venida, y su
soneto á la quema de Játiva , determinan perfectamente que le deleitó la poesía aun después de
sus mocedades.
MAS NOTICIAS
SOBRE DON GABRIEL ALVAREZ DE TOLEDO.
Ocho fueron los individuos que ái 6 de Julio de 1715 se asociaron privadamente para fundar la
Academia Española; tres más asistieron á la junta de o de Agosto del mismo año, que es la pri-
mera de que se hace mención puntual en los libros de actas. Por el orden siguiente figuran los
once señores : don Juan Manuel Fernandez Pacheco, marqués de Villena y verdadero fundador
de la corporación ilustre, de quien realmente no consta que escribiera nada, pero sí que sabía
mucho; don Juan Ferreras, cura de San Andrés, y bien conocido por la Sinopsis histórica cronoló-
gica de España , en diez y seis tomos; don Gabriel Alvarez de Toledo, á quien se refieren estos
apuntes; don Andrés González de Barcia , abogado célebre por entonces, consejero de Castilla
poco más adelante , y entendido colector de varios de nuestros historiadores de Indias ; fray Juan
Interían de Avala , religioso de la Real y militar orden de la Merced y Redención de cautivos, pre-
dicador eminente , no contaminado por el mal gusto que á la sazón reinaba en la oratoria, y cuyo
hbro más notable es, sin duda. El pintor cristiano ij erudito, no debiéndose tampoco omitir que
tra;lujo el Catecismo de Fleuri al castellano; elpadre Bartolomé Alcázar, de la Compañía de Jesús y
cronista de su instituto, versadísimo en divinas y humanas letras , autor de la Chrono historia de
la Compañía de Jesús en la provincia de Toledo y de sus varones ihistres; padre José Casani , tam-
bién jesuíta, maestro de matemáticas y sobresaliente en literatura, entre cuyas produccíone.^
se cuenta la Escuela militar de fortificación ofensiva y defensiva, arle de fuegos y de escuadronar, y
el Tratado de la naturaleza y origen de los cometas, con la historia de ellos; don Antonio Dongo
Barnuevo. corregidor de Villanueva de la Jara y de Inhiesta, y posteriormente bibliotecario, de
(¡uien existe una Paráfrasis del responsorio de san Antonio de Padua, en octavas reales; don
Francisco Pizarro, marqués de San Juan y distinguidísimo traductor de la tragedia de Corneille
titulada Cinna; don José de Solís y Gante, marqués de Castelnuovo, en seguida conde de Saidueña,
y por último duque de Montellano, autor de un Piomance endecasílabo , detestando la bárbara po-
lítica de Ptolomeo en la acción de cortar la cabeza d Pompeyo; y don Vicencio Squarzafigo Centu-
rión y Arrióla , señor de la Torre del Pasaje , buen matemático y autor de una Disertación, pre-
tendiendo probar que para el más perfecto uso de las voces es conveniente cnreylar la ortografía de
ellas á sus orígenes.
Para dar mejor á conocer á don Gadrjel Alvarez de Toledo , bueno es citar estos dos cortos
pasajes de su apologista : « ¡ Diabólico llamas á un varón ejemplar, cuya sola presencia edificaba.
■SONETOS,
á quien prudentemente impedía su padre espiritual los fervorosos excesos de su penitenciii , bien
escondida en una natural alegría y jocosidad, y de quien no se oyó palabra ofensiva, estudiando
lo más perfecto! í «Parciales de mi autor eran cuantos le conocían y trataban. Enseñaba sin
magisterio ni soberbia. Ocultaba su ei-udicion cuanto lo permitía la'urbanidad del trato ci-
vil. Nada despreciaba de lo que oia , y en la amigable y dulce modestia del trato so insinuaba á la
benevolencia común y al aprecio y veneración de todos. »
POESÍAS.
SONETOS.
La soberbia es el principio de la idolatría
¿A quién doblas la bárbara rodilla,
Necio inventor de simulacros ciento,
Si en religión hipócrita, es tu intento
Máscara vil del culto que se humilla?
Tuya es la estatua que en el solio brilla,
Pues esclavo su numen de tu aliento.
Cuando abrazas postrado el pavimento,
Parte contigo la soberl)ia silla.
En la torpe deidad que en mármol mientes,
Sacrilego cincel deja descritos
De tu pecho los monstruos diferentes ;
Que el execrable aplauso de tus ritos.
Celebrando deidades delincuentes,
Quiere hacer adorables tus delitos.
II.
La muerte es la vida.
Esto que vive en mí, por quien yo vivo.
Es la mente inmortal de Dios, criada
Para que, en su ¡wincipio transf(n-mada.
Anhele al fin de quien el ser recibo.
Mas del cueij)0 mortal al peso esquivo,
El alma en un letargo sepultada.
Es mi ser en esfera limitada.
De vil materia mísero cautivo.
En decreto infalible se prescribe
Que al golpe justo que su lazo hiere.
De la cadena terrenal me prive.
Luego con fácil conclusión se infiere
Que muere el alma cuando el hombre vive,
Que vive el alma cuando el hombre muere.
III.
A Roma destruida.
Caíste, altiva Eoma, en fin caíste,
Tá, que cuando á los cielos te elevaste.
Ser cabeza del orbe despreciaste,
Porque ser todo el orbe pretendiste.
Cuanta soberbia fábrica erigiste,
Con no menor asombro despeñaste.
Pues del mundo en la esfera te estrechaste,
1 Oh Roma ! y sólo en tí caber pudiste.
Fundando en lo caduco eterna gloria,
Tu cadáver á polvo reducido,
Padi'on será inmortal de tu victoria;
Porque siendo tú sola lo que has sido,
Ni gastar puede el tiempo tu memoria,
Ni tu ruina caber en el olvido,
.\l rey nuestro scfior don Felipe V, en ocasión de k;
que han logrado sus armas.
¿Triunfas ó lidias, héroe venturoso?
Pues compitiendo glorias con Al cides.
Aun permitir no quieres á tus lides
El instante infeliz de lo dudoso.
Si vence tu semblante belicoso.
Con la victoria la victoria impides,
Pues dejas, con los rayos que despides,
Todo el furor de la cuchilla ocioso.
Mas ¿qué mucho, si el líey omnipotente.
De tu causa custodia militante.
Tu derecho asegura permanente.
Haciendo su justicia vigilante.
Pluma de sus decretos diligente
p]l filo de tu espada fulminante !
ROMANCE ENDECASÍLABO-
AI martirio de san Lorenzo
Convoca ¡ oh Roma! de tu luz antigua
Los astros, que con fúlgidos ardores,
De la atmósfera opaca de diez siglos
Disipan claros la prolija noche.
El que robado á la severa curia
Del fuego sacro en fulminantes oi-bea,
Al obsequio negó de sus quirítes
De su i^olvo supremo los honores :
El que á enemigas huestes numerosaa
Su sin igual esfuerzo sólo opone,
Y hace del Tíber al cristal suspenso
Lámina escasa á contener su nombre;
Aquel que logra en desigual arena,
Rendidos los albanos Geriones,
Que de su acero el insidioso filo
La consanguínea ¡púrpura colore;
El que burlando con ardid valiente
Del gálico Tifco los furores,
Del yugo infame, que á la patria quita.
Ciñe á su cuello la memoi'ia nol)le;
El que del ronco pájaro de Juno,
Cuando los gritos vigilantes oye.
Libra, en la noche, el furor de Brcno
Del Capitolio las cautivas torres;
El que, depuesta la purpúrea veste
Del patrio suelo en la riqueza pobre,
De laureada reja al noble surco.
Siembra virtudes, y victorias coge;
El f[ue á las negras aras de Megei'a
Víctima voluntaria se ))ropone,
Portjue el marcial oprobio de sus huestes
La ilustre tinta de sxi sangre borre;
El que purgando en fuego religioso
De su diestra los ínclitos errores.
Fénix eterno de la pira etrusca,
Glorias alcanza, que la fama robe;
El que, domando con prudencia sum^
Del caudillo africano los ardores,
DON GABlíIEL ALVAREZ DE TOLEDO.
Rübó á su Liviíi perezosas ramas,
(¿no en círculo triunfal pus sienes orlen;
El que, humillando, cual felice Marte,
De Cartago las altas presunciones,
Columna opuso á la cadente patria
En el sosten glorioso de su nombre;
Aquel por quien en Taranto dcsbechos
De PiíTO los lunados batallones,
El animal turrígero del Ganges
Le rinde al Tíber la cerviz indócil ;
Corto teatro para gi-andc asunto
Le darás á mi voz, aunque revoques
De la quietud de tu soñado Elisio
La corona triunfal de tus héroes.
Un hombre solo, desarmado, herido,
Desde la liza de inflamado bronce,
Con plácido semblante menosprecia
El armado fiu-or de tus legiones.
No teme , aunque el sacrilego combate
Auxiliares sus águilas convoc[uen
Los inicuos ejércitos que alista
La antorcha funeral de Tesifone.
No es éste, no, de los varones fuertes.
Que al duro afán de bélicas labores,
En las bruñidas láminas que visten,
Sólidos miembros les prestó Mavorte.
No es de los mercenarios que á tu insignia
Consagrando su furia y sus rencores ,
Con rostro alegre las compradas almas
Al juego incierto de la guen-a exponen.
Ño del Rifeo (1) en la silvosa cumbre
Compañero insensible de sus roliles.
En fiera hueste el congelado soplo
Arrostró de los recios aquilones.
No los destellos del anliente sirio
Sufrió en los senos de la Livia, donde
La sangre abrasa y envenena el pecho
La luciente jionzoña de sus soles.
En vez de las defensas aceradas.
Duros testigos del afán del Bronte,
Viste nevado lino, no más puro
Que lo son de su pecho los catrdores.
Al pueblo religioso que le atiende ,
Ministro fiel de aaclano sacerdote,
El pasto, que es palabra, le reparte ;
La palabra, que es pasto, le propone.
Laurencio : ya su nombre, en fiel presagio,
Es emblema feliz de sus blasones,
Tejiendo la corona de sus triunfos
Los sagrados laureles de su nombre.
Laurencio, que del clima celtibero
Rama fecunda floreció los bosques,
Y hoy trasladada á tus latinos campos.
Sombra sagrada le previene al orbe.
Este burla con santa inobediencia,
Que del poder soberbio el yugo rompe,
Preceptos viles, que su fuerza pierden.
Por ser de ley suprema transgresiones.
Mira cómo, á pesar de los tormentos,
Constancia muestra el desangrado joven,
Y en la voz iuniortal de sus heridas
Del yerto laVjio los silencios rompe.
De los rasgados miembros fugitiva.
Ya no domina el alma al cuerpo informe ,
Y en el fatal asedio, apenas guarda
Del corazón la defendida torre.
Peso felice del mortal ecúleo (2),
Del torno intentan los volubles orbes
Que á la violencia inútil crezca el cuerpo,
Porque el gigante espíritu se acorte.
Ya al duro corazón del juez inicuo
De Alecto agita el viperino azote,
Y rencor infernal corre en su pecho,
Escribiendo en la frente sus furores.
Ya manda, porque el sueño de las Parcas
Selle loa ojos del feliz hcróe.
Que en la mentida imagen del sosiego
Inauditos martirios le coloquen.
(11 Montaña situada, segun la geografía anligua, al norte de Is
Iü^ritia, liátia el origen del rio Tíinais.
^^) Eciileo , polio para atormentar.
De ardientes barras hórrida palestra
Oculta el triunfo y el tonnento expone ;
Porque en el oro de su fe quilaten
DeJ ruginoso lecho los crisoles.
Áspero aliento de rabioso labio
Enardece del fuego los furores ,
Y él con fugaces circuios desprecia
Del impío cebo la materia torpe.
A la voraz hoguera no consiente
Que á la inocente victima devore.
Porque al ímprobo altar de sus enconos
El mundo rinda eternas oblacií-nes.
Ingeniosa crueldad modera el fuego,
Para que los tormentos que dispone,
De los confines de la vida pasen,
Sin que la línea de la muerte toquen
Mas de otro fuego la celeste llama.
Que, sagi-ado volcan , el pecho esconde,
Con incendios seráficos consume
Del materi.al incendio los ardores.
Escucha cómo el inocente reo.
Fiscal sagrado de su juez enorme.
Con la ardorosa llama de su labio
Más articula rayos que razones :
«En vano con sacrilego coraje.
Ciego cultor de tus soñados dioses,
Intentas que en mi pecho acrisolado
La fe sagitada los suplicics borren.
))Bui-la fácil serán de mi constancia
Aduncos peines (3) y dentados orbes.
En cuyas piuitas hónúdas la muerte
Es lo menos mortal que ss propone.
))No al hierro ni á la llama se permite
Que los arcanos de la monte violen,
Donde el dedo de Dios Omnipotente
Único escribe su sagrado nombre.
))E1 frágil sor no atacas de Lauí'encio,
Ni la flaqueza mísera del hombre ;
Del corvo acero y del fatal ecúleo
Serán ociosas las sangrientas voces.
)) Aquel que vive en mí, por quien yo vivo.
Inspirando su aliento en mis temores,
A la cera inconstante de mi pecho
Constancia infunde , que respeta el bronce.
))Tal, despreciando el ceño de Neptuno,
De escollo antiguo la constancia inmóvil,
Rotas las ondas en su altiva frente.
Son de su pié rendidas sumisiones
))Los tesoros que anhela tu codicia,
Ya están seguros en erario adonde
Ni tenebrosa insidia los usurj^a.
Ni peste asoladora los coiTompe.
)) El pálido metal , que debió vida
Del profano carácter á los moldes.
En el sello viviente del Cordero
Mejora el precio y diviniza el nombre.
)) Ya le atesora próvida codicia
Entre las manos de los ricos pobres,
Que de gloria inmortal en santa usura.
Recibiendo nos hacen sus deudores.
)) Campo es feliz la mano del mendigo,
Y el áureo gi-ano qiie su seno esconde.
Mies que burlando la segur tirana.
Colma fecundo las empíreas trojes.
))Y tú, supremo Autor, á quien mi mente.
Que de su esencia esencia te conoce,
En oblación eterna se consagra.
Holocausto feliz de ardor más noble.
)) Ya , Señor, que al espíritu cautivo
Desatas las orgánicas prisiones, _
De los festivos himnos de la patria
Oiga el destierro las alegres voces.
))Suma Deidad, que, eterna, inaccesible,
Los mundos riges en tu trono inmoble,
Siendo el glorioso exceso de tus luces
Sagrado velo que tu ser esconde ;
))Tú, que del siemjn'e en el feliz ahora.
De inmensa soledad inmensa corte,
(3) Peinen ndunrnx , peines retorcidos. Instrumentos de punfa^
aceradas con que los tiranos mandaban atormentar ;i los santos
mártires.
LA BURROMAQUU.
Eli la esfera infinita do tí misimo
Gozabas tus eternas perfecciones ;
))Tú, que del campo estéril de la nada,
Porque del todo las especies brote,
En el principio oscuro de los tiempos
La semilla esparciste de tus voces ;
))Tú, que midiendo en luminosos giros
De las esferas el camino acorde.
En el móvil cimiento de los aires
Fundaste íii-me de la tierra el orbe ;
»Tá, de cuya palabra fulgurante,
A los acentos que imperiosos oj^e,
Radiantes ecos de improvisas luces
En la bóveda etérea corresponden ;
))Tú, que con limpias y azuladas aguas
Así el undoso Océano compones,
Que ministro potente de tus iras.
Del mundo antiguo la memoria borre ;
))Tú, que al imperio de tu voz creaste,
Para ornar de la tierra el bulto informe,
La verde vestidui-a de la grama
Y el recamo fragranté de las rtores ;
))Tú, que les diste á los primeros astros,
Con proprios y prestados resplandores,
El radiante diadema de los dias
Y el tenebroso cetro de las noches ;
))Tú, que mandaste al húmedo elemente,
Que, con escama ó pluma, aliente y forme
Mudos vivientes que en las ondas naden,
Canoro pueblo que los aires corte
)) Templo es el universo, en cuyas aras,
Para gloria inmutable de tu nombre,
El vario ser de todo lo criado
Perene sacrificio se propone.
))Del mar soberbio, de la tierra humilde.
Te ofrecen disonancias uniformes
La delicada voz de su armonía
Y el bramido profmido de sus choques,
))De las esferas al eterno gii'o,
Mvisica silenciosa te componen
Los rayos soñolientos de la luna
Y del sol esjjlendente los ardores.
))Todo, Señor, alaba tu gi-andeza;
Sólo rebelde á tu deidad el hombre.
Arma contra tus leyes sacrosantas
El noble imperio que en su mente pones,
)) Vanas deidades á su arbitrio finge,
Y la verdad, latiendo en sus errores.
Desmiente aqitello mismo que pronuncia
En el soñado titulo de dioses
))Los troncos odoríferos de Arabia,
Al ver que mano idólatra los viole.
Su repugnancia en lági-imas pronuncian,
Y su congoja explican en sudores
))La emperatriz temida de las gentes,
Roma, cabeza universal del orbe.
Cuando de todas en las leyes manda,
De todas obedece á los errores.
)) Cuando al carro soberbio de sus triunfor.
Rinden el cuello bárbaras naciones.
Del altar de sus ídolos odiosos
Es basa humilde su diadema noljle.
)) Levántese el Señor, y en su presencia
Se deshagan los negi-os batallones,
Como el ardiente rostro de la llama
Fáciles lazos de lacera rompe.
)) Como del sol el rayo matutino
Rasga los senos de la niebla informe,
Como del Bóreas el armado aliento
Disipa el humo y limpia el horizonte;
nDel rayo de tus iras al impulso,
Desvanecida la soberbia mole,
A su nativo polvo restituya
La confusa Babel de impiu-os dioses
))La tieiTa, con temblores pavorosos,
Los edificios bárbaros desplome.
En que con impía religión los jaspes
Violento yugo á sv; cerviz imponen.
«Elevando montañas cristalinas,
Sepulte el mar las eminentes torres.
Que aclaman con escándalo en las nubes
El efímero imperio de su Jove,
«Turbando al polo su quietud eterna.
Se desaten los caspios aquilones.
Desvaneciendo las opacas nieblas
Que formaron idólatras errores. »
Así dijo ; y el alma desatada,
En instante cjuc tiempo desconoce,
En las sidéreas bóvedas que pisa,
De su voz los divinos ecos oye
Ya suena el aleluya sempiterno
De la Salem angélica en los montes,
Y á las voces que nunca se fenecen,
Ecos de gloria eterna corresponden.
Ya del Cades querúbico las palmas
Llenan la diestra del triunfante joven,
Y del empíreo Elisio los laureles
Forman guirnalda que su sien corone.
Fénix sagrado de la celeste llama,
Cercado de divinos resplandores.
Es para siempre en el altar del ciclo
Levita del eterno Sacerdote.
FRAGMENTOS DEL POEMA INTI'JlíJ.ADO
LA BURROMAQUIA.
EEBUZNO PRIMERO.
Si vizcainado merecí algún dia
Tu burrámcn, Garnica, pardicano.
Concédele á mi cántabra poesía
!E1 ronco acento del mejor paisano;
Emula del relincho tu armonía,
Escuche alegre el espacioso llano,
Y el valle que en sus parvas le alimenta
Filomena cuadrúpeda le sienta.
Cuadi'úpeda será , pero canora ;
Dígalo cuando al fin de la jornada,
Su olfato aplaude, si su vista ignora.
El anuncio feliz de la cebada ;
Dígalo en los destellos de la am-ora
La gallicina música emulada.
Haciendo su roznante melodía
Trompa bnrrátil , que despierta al dia.
Oiga el claro rebuzno de la fiera
Pompa de la Cantabria la corriente
Del Vidaso, que guarda en su ribera
De su huella el carácter elocuente ;
De hierro blando más que su mollera
Armada, le oiga la indomable gente.
Porque atruene los términos del mundo
Del roznido canoro el son profundo.
Donde oprime Sandalia victoriosa
Del lívico Neptuno el espinazo.
Para ser en su esfera procelosa
De vagas quillas útil embarazo.
Isla yace el Austro venturosa.
Del gran coturno mínimo retazo,
Que ya del asno á la memoria clara
Debió el ínclito nombre de Asinara.
Si en sus peñascos Itaca escondida,
Al tiempo jacta la duliquia gloria,
Y i3or ella en el orb;> conocida,
Compite á Creta y Chipce la memoria,
A tí, Asinara, deja ennoblecida
Del pardo invicto la inmortal historia.
Por quien felice te formó el destino
Verde lunar del rostro cristalino.
Anciano rey de la región florida
Es asnal paladín, burro africano.
Que á esfuerzos de su espada no vencida,
El cetro ajeno trasladó á su mano ;
Borra con su prudencia encanecida
Las notas de su título tirano,
Y arraigados de Dafne los desdenes.
Son verde adorno de sus pardas sienes.
De la reina Burrilda prenda cara
Quedó Archi})urro, emulación de Apolo,
Porque el daño del número vengara,
Creciendo singular, si nació solo ;
Pollo real, que de su estirpe clara
Las glorias lleve al contrapuesto polo.
DON GABEIEL ALVAIIEZ DE TOLEDO.
Y artífice feliz de su destino,
Aun antes de ser pollo, fué pollino.
Apenas la burrátil primavera
Cerdosas flores dis()eusó al semblante,
Y la luz racional de su mollera
Amaneció el sindéresis asnante,
Cuando en lid blanda y en disputa fiera,
Alternando la lira y el montante.
Con triunfo igual se confesó rendido,
Marte á su coz. Mercurio á su roznido.
Color incierto al ínclito pollino
Del crepúsculo dio la luz dudosa,
De blandas cerdas blanco remolino
Amaneció su frente tenebrosa ;
Los zainos ojos con ñilgor sanguino
Su majestad aumentan bon'orosa,
Y haciendo sombra á las hirsutas cejas,
Se dilatan prolijas las orejas.
Los ámbitos del rostro belicoso
Con la bordada jáquima guarnece,
Y por manto á sus hombrcis decoroso
La tiria enjalma su estatura crece;
De la herradura el orbe ruginoso
A su sólida planta fortalece,
Y excedidos los céfií'os veloces,
Alas les presta, les imprime coces.
Dulcísima lisonja fué del viento
De su voz la canora carraspera,
Y en envidia suave de su acento,
Ecos asnales rejiitió la esfera ;
Ya suspende profundo su concepto,
Ya en agudo roznido le acelera.
Prestando su armonía concertada,
Alma al pesebre, vida á la cebada.
Mal se contiene el ánimo insolento
En el recinto del zafiro undoso,
Y de Céres el vasto continente
Aiin estrecha su pecho generoso ;
Hasta el pesebre desprecii') fulgente.
Que al Cancro adorna el seno luminoso,
Donde acuerdan gavillas de los cielos
La memoria inmortal de sus abuelos.
La deidad dueña de plumadas tocas.
Que á chismes de metal el orbe altera,
Con la voz enlutada de cien bocas
De trágico clamor pobló la esfera ;
Y'a publican los huecos de las rocas
Que al rey de la famosa Formentera,
De un vasallo la industria fementida
Le usurpó el cetro, le qiiitó la vida.
Grandasno, á quien el mundo veneraba,
Néstor mejor de la pollina gente.
Ya al blando yngo de la ley ligaba
Las cervices del pueblo inobediente ;
Cuando en tranquila majestad gozaba
De los aplausos que adquirió prudente,
Fué porque á su ambición sirvió de estorbo
Victima del infame Jumentorbo.
Era Grandasno do Burrilda hermano,
Y el pesar de tan lijgubre suceso
En el cariño del monarca anciano,
A no sobrarlo, le qiiitára el seso ;
Visten las señas del dolor insano
Del viejo sabio hasta el garzón travieso.
Turbando triste la quietud del polo,
De varios pechos un rebuzno solo.
Triste Label, de xm mísero gemido,
Es de asnal paladín el reino todo ;
El Senado, en bayetas escondido.
Vierte y enjuga de su llanto el lodo ;
La plebe con dolor embravecido,
Sin que á su pena le prescriba el modo,
Sacudiendo las válidas orejas,
Se arranca sus selváticas cernejas.
Es uso antiguo en la nación jumenta,
Cuando celebra exequias soberanas.
Que el granado verdor que la sustenta
Ignore su pesebre dos semanas ;
Sólo de leve paja se alimenta,
Con que gimen también las tripas vanas :
Que negarse al comer de todo punto
Fuera igualar al vivo y al difunto.
De contrarios afectos la tormenta
Del joven bun-o el corazón agita.
El soplo del amor su pena aumenta,
Y el mismo soplo su venganza incita ;
Ternezas el amor le representa,
Furores el amor le solicita,
Y el odio en el cariño concebido,
De padre ilustre es hijo mal nacido.
Va coronando la funesta pompa.
Hacia el túmulo regio dirigida.
Donde del pueblo la nativa pompa
Más ex[)lica ignorada que entendida;
No permite el dolor que entera rompa
La voz por explicada comprimida,
Y mal cortada de la pena fiera.
El rebuzno hacia dentro y hacia friera.
De Archiburro los pasos contenia
Cíipuz prolijo, que sus lomos grava,
Negro penacho en triste lozanía
Con sus largas orejas disputaba;
El volcan del coraje con que ardía,
La tristeza del rostro fomentaba,
Y así llegó á bañar con llanto pío
El asnotafio de su heroico tio.
Los funerales ritos acabados ,
A su alcázar el joven se reduce.
Donde en lucha de afectos encontrados ,
Funestos monstruos el pesar produce ;
No á que alivie sus miembros fatigados
La noche obliga, ni el silencio induce.
Que del bélico asunto que medita,
El invencible tábano le agita.
Ya cuando las azudas de zafiro
Las soñolientas horas derramaban,
Y del Arturo al perezoso Tiro
Su carro los friones transformaban.
Mal, repugnando al plácido retiro,
Donde nuevas fatigas le aguardaban.
El cueipo laso derribado bruma
De blanda paja la mullida pluma.
Apenas de Morfeo el cetro blando
Los párpados sellaban soñolientos,
Y el Loteo sus ojos inundando,
Beben dulces olvidos sus tormentos ;
No bien dormido descansaba, cuando
Alas hurtando á h s nocturnos cientos,
En negro bulto, á quien la sombra crece,
De Grandasno la imagen le aparece.
La regia albarda, en tornos dividida.
Las sangrientas heridas ostentaba;
La piel, del negro polvo confundida,
Su rucia majestad dificultaba ;
La panza, de los cuervos carcomida.
Injurias de insepiüto publicaba,
Y en los i jares torpe matadura
Gritaba quejas de la parca dura.
«¿Duermes, le dice, joven generoso?
Mal convienen el sueño y el cuidado ;
Tú descansas del lecho en el reposo,
Yo en el campestre cieno revolcado.
Despierta, y el acero belicoso,
Qiíe ofendido se queja de guardado.
Cuando en tu diestra triunfos amanece,
A gloria tuya mi venganza empiece.»
Dando mi respingo por el aire vano,
Despai"eció la somVira macilenta,
Y con rebuzno, que sonó lejano.
El dulce sueño de Archiburro ahuj-enta;
Con el impulso del imán paisano.
Aun más que late el corazón, revienta,
Y violento en la esfera de su espacio.
La quietud interrumpe del palacio.
Doraban ya los altos chapiteles
Del sol vecino los infantes rayos,
Y compitiendo vientos y vergeles.
Despliegan plumas, anticipan mayos)
A su propicia luz saludan heles
Con fragrantés y armónicos ensayos,
Confundiéndose dulces y suaves,
l'intadas llores y canoras aves;
Cuando con voz convoca disonante
La bocina de regio pregonero
LA BÜRROMAQÜIA.
Los senadores que el imperio asnantü
Mantienen justo y autorizan fiero ;
Cuantos visten la ropa rozagante,
Cuantos empuñan el bastón guerrero,
Al declinar la laminara febea.
Concurran á la asnátil asamblea.
De árbol anciano el pabellón hojoso
Es el sitio á las juntas destinado,
Donde á la sombra de dosel frondoso
Re congrega el magnífico Senado ;
Renuevo fué feliz, pimjiollo hermoso,
Al fecundo terreno trasladado.
Según antigua fama certifica.
Del fatídico tronco de Garnica.
Ya junto el areopago jumentoso,
Silencio aspira en el ameno llano,
El viento entre los ramos temeroso
Su curso enfrena con obsequio vano;
Todo el bestial ODUgreso respetoso.
Del bun-o joven al jumento anciano.
Con serena atención, con faz modesta,
Del Príncipe esperaba la propuesta.
Archiburro en retórica violenta
La expetlicion propone meditada,
Del ñ'umentorio rey la faz sangric uta
Furor imprime á su oración airada;
De Jumentorb.) la cerviz exenta
De sus plantas supone conculcada,
Y en la elocuencia que su gesto abulta,
Fué decisión lo que soñó consulta.
Dejó de hablar, y los prudentes viejos
Licencia piden con asnal talante,
Y en la impensada novedad perplejos.
De Anagiiirre consultan el semblante ;
El cual, norma feliz de los consejos.
Sabio en la guerra y en la paz triunfante ,
Por ciencia y experiencia venerado.
Es Catón del cuadi'úpedo senado.
Este, con suspensiones ponderadas,
Aumentó las arrugas de la frente.
Preparando en maduras cabezadas
La atención que le observa diligente :
Hirió la tierra en trémulas patadas.
Lustró al concurso en ademan doliente,
Y acabado el paréntesis prolijo,
Estas razones, rebuznando, dijo :
«Las empresas, señor, que el odio traza,
Siempre fueron al juicio sospechosas.
Pues la razón sus luces embaraza
Del rencor en las nubes tenebrosas ;
En consecuencias trágicas se enlaza
Quien premisas siguió precipitosas ;
Que no sale seguro el argumento
Cuando es la voluntad entendimiento.
))E1 valor de la gente frumentaria,
Indomable en el orbe la acredita.
Dejando en lides de ambición contraria
Su libertad, con su herradura escrita;
Sufre el cetro parcial, no tributaria.
Con que al poder la autoridad limita,
Y cuando en glorias y exenciones crece.
Más parece que manda que obedece.
))De aquí le ^iene á la jirogenie parda
El prÍA'ilcgio, que constante dura.
Pues sólo viste la marcial albarda
En fieros trances de la guerra dura ;
No de peso servil seña bastarda
La deforma con torpe matadura,
Ni al espinazo válido le asusta
El palo inicuo, ni la carga injusta.
))De Jumentorbo el férvido coraje
Los rebeldes espíritus fomenta,
Y en libertad mentido el vasallaje.
Superior manda, cuando igual se ostenta;
Cuando al feroz y rudo paisanaje
De vanas exenciones alimeijt
A su imperio ignorado, mas seg iro,
De cada pecho le fabrica un muro
)) La piedad de vuestro padre yn, cadente
Resguardo persuade, no conquista,
Si en el regio laurel resplandeciente,
A,iena sangi-e su verdor conquista;
Tranquilidades Jingo lo aparente,
Y las brasas del muerto antagonista.
Aunque en cautas cenizas sei^ultadas,
Escondidas están , mas no apagadas.
))Si en distantes empresas empeñado,
Llegare de su muerte el trance duro.
Abandonas tu intento desairado
O arriesgas el imperio mal seguro ;
El dominio aventuras heredado
Por la incierta esperanza de un futuro,
Y según el refrán de nuestra crusca.
Lo propio pierde quien lo ajeno busca.»
Más fué á decir ; pero con furia V)rava,
Desatando en su voz un torbellino,
Al anciano concurso amedrentaba
Tragacardos, indómito pollino.
Habitador antiguo de la Java,
Marcial honor del género asinino,
Que ya sus vastos lomos hurtó fiero
De la opresión violenta de un yesero.
«La helada sangi-e de tus flojas venas
(Dice iracundo) tu razón ofusca,
Y con fantasmas de verdad ajenas.
En nuestra infamia tu descanso busca;
Trampantojos retóricos ordenas.
Con que el miedo en los pechos se introduzca.
Buscando conveniencias en el ocio;
Que no hay asno que ignore su negocio.
))Si no hubiera ])eligro en el intento,
¿Dónde el valor heroico se mostrara?
¿Quién, salpicado del coral sangriento.
El laurel á sus sienes enredara?
Vulgar asunto de vulgar aliento
Las tibeas diligencias ocupara;
Pero en empresas de perenne gloria
Es el riesgo escalón de la victoria.
))De voluntario acusas el empeño
Qrre inexcusaVjle nuestro pecho abraza,
Y profeta infeliz, con rucio ceño.
En el discurso mezclas la amenaza;
Culpas, espantadizo y zahareño,
La noble empresa que Archiburro traza,
Pesando en las balanzas de tu susto,
Delincuente el valor, al miedo justo.
«Aplaudir el valor del enemigo
Es hidalgo primor de quien combate ,
No de quien busca tímido un testigo
Que del oprobio su opinión rescate ;
Desate furias '1 tartáreo abrigo.
Con que el triunfo acredite que dilate.
Que no suspenden ímpetus bastardos
El ínclito furor de Tragacardos.
))De internas inquietudes el recelo
Cauto ponderas, misterioso indicas,
Y con injuria del nativo suelo.
Un miedo en otro miedo fortificas;
Ingenioso en tu tímido desvelo,
Temores por, temores multiplicas ;
¿Dónde tus sustos hallarán abrigo.
Si temes al contrario y al amigo?
«Cualquiera (prosiguió, terciando, airado,
El rojo palio que en sus hombros pende).
Cualquiera que el designio meditado
Con timidez sofistica suspende.
Del géneros-) espíritu olvidado,
A todo el mundo jumental ofende;
Que cuando clama del honor la ofensa.
No es asno quien discurre lo que piensa.»
Con semblante, Archiburro, mesurado
El conclave disuelve turbulento,
Y su marcial designio decretado.
Deja del solio el superior asiento ;
En el ameno bosque retirado,
A consulta llamó su pensamiento.
Con quien suspenso y pensativo encierra
En la paz exterior la interior guerra.
Relaja las jnrámides pilosas
Pardo diadema de la vasta frente,
De sus ojos las luces jumentosas
Fijas deja en el pradcj floreciente;
Inmóviles las ])Iantas belicosas,
Y la nariz armónica silente,
10
DON GABllIEL ALVAUEZ DE TOLEDO.
Absorto se quedó, de tal manera,
Que á no ser burro, tronco pareciera.
Revuelve en sus asnales suspensiones
El alto asunto que llenó su idea,
Y en alterado mar de confusiones
Su pcn.samicnto jumental ondea ;
I Quó pastos, qué pesebres, qué regiones
Logrará de su estirpe la tarea !
Tan grave peso le debió á su mente
El noble orígm de la burra gente.
Del bélico iliscurso arrebatado,
Hiere la tierra su robusta pata,
Donde, de verdes juncias coronado,
Risueño arroyo su caudal desata ;
A los impulsos del compás errado.
Que inadvertidamente le maltrata,
Del árbol de Siringa tristes quejas
Llenan de voz y espanto sus orejas.
«¿Por qué, Arcbilnirro, con airada mano
Interrumpes mi trágico reposo.
Cuando fuera el vengarme de un tirano,
Asunto de tus iras decoroso?
I Por qué quebrantas el verdor lozano.
Que es de mis miembros túmulo piadoso,
Sin advertir que púrpixra parienta
Del hueco tronco la virtud fomenta?
))Ya fué tiempo quií en joven primavi^ra
Pació verdor el que en verdor se oculta.
Del hado inexorable ley severa
Desde jimiento en tronco me consulta ;
Al crudo filo de la Parca ñera
Túmulo vegetable me sepulta,
Y de los prados el verdor nativo
Esconde muerto el que sustenta vivo.
)) Burraldo soy, tu primo sin ventura,
Cuya muerte, de todos ignorada.
Hace que nieguen á mi sombra oscura
Aun el consuelo inútil de llorada ;
De Jumentorbo la perfidia dura,
Contra tu regia estirpe conjurada,
Me mató, atravesando estos caminos,
Por medio de dos lobos asesinos.
))No retardes la empresa meditada
Que noble abrigas en el pardo seno,
Y del tirano la ambición armada
Padezca el rayo sin que escuche el trueno ;
Con faz benignamente remontada.
La protección te guarda de Sileno,
Y el hado, favorable á tu conquista,
En tus banderas la victoria alista.»
Dejó de hablar ; y trémulas sus hojas.
Del apacible céfiro movidas,
Eco de sus burrátiks congojas,
Las deja dulcemente repetidas ;
Con duras quejas, consonancias flojas.
Alternadas están y confundidas ;
Pues con blanda expresión de su lamento.
Tanto como el rebuzno, dijo el viento.
La admiración del joven vuelta en ira.
Arde su pecho jumental Megera,
Volcan fumoso su nariz respira.
Con que ardientes roznidos acelera;
Con trote insano por el bosqiie gira,
Los troncos bate con la testa fiera ;
Y quebrantando nísperos y enebros,
Las sandeces compite á Beltenébros.
Más dentro está de si cuando más fuera;
Que en los extremos de la suerte dura,
Quien los motivos del dolor pondera,
Hace prueba del juicio la locura ;
¿Quién resiste al pesar, que no le altera.
En fe de su difícil cornadura?
; De qué se alaba, si de balde cuerdo.
Quiere pasar por sabio, siendo lerdo ?
Ya en la inquieta quietud de su palacio
El grande fin los medios proporciona.
Reduciendo á peciueño cartapacio
Cuanto circunda la burral corona ;
Las rentas examina muy despacio.
La paga y los soldados parangona,
Porque seguro sus medidas tome ;
Que no hay asno que sirva si no come.
Los aparatos bélicos prepara
Con dirección pausada y diligente ;
Que sin estudios , su prudencia rara
Sabe la regla de Festina lente;
Los empleos y el mérito compara
Con mano anticipada y providente,
Dejando siempre su elección juiciosa,
Ocupado el valor, la <jueja ociosa.
Extranjeros auxilios solicita
Que al empeño común concurran fieles ;
Que igual á todos la venganza incita,
Como iguales aguardan ios laureles.
Desde el jumento livio al asno scita
Prevengan los marciales arambeles,
Porque en subsidio de tan justa guerra,
Recreas del mar inunden á la tierra.
De sabias instrucciones prevenidos,
Parten embajadores diferentes,
Que al nolile asunto dejen persuadidos
Los monarcas amigos y parientes;
Con correos madura repetidos
La expedición de la guerrera gente ;
Y supliendo el defecto de los trotí s,
Cruzan el golfo asnales paquebotes.
Ya para el alto asunto que imagina,
La juventud previene generosa,
En cuyos lomos sustentar maquinp.
De su fama la imagen portentosa ;
La floreciente multitud pollina
A la empresa prepara sanguinosa.
Porque inspiren sus prósperos sucesos
Con diestros leves, con pesados sesos.
Cuantos en dulce soledad habitan.
Huéspedes libres de florido prado,
Y con planta voluble solicitan
Al Bóreas, de su huella despreciado,
Ya entre fatigas bélicas agitan
Con desherrada diestra el fresno herrado,
Y rebuznando anhélitos marciales,
Aumentan los asnáticos reales.
Cuantos del trigo y la cebada amiga
Dan al robusto lomo carga honrosa,
Y burlando la válida fatiga.
Previenen la bardasca rigurosa.
Ya, sin que el tiempo su galope siga.
Agitan la palestra fervorosa ,
Siendo, en noble defensa, transformada,
Su albarda, arnés; su jáquima, celada.
Cuantos de las serviles angarillas
Líquida pesadumbre padecieron ,
Y tal vez, impacientes de sufrillas.
Las ánforas sonantes sacudieron,
Ya trazando burrátiles hebillas
Los ataharres bélicos ciñeron,
Siendo el que lidia menos arrogante
Del quinto dios envidia rebuznante.
Cuantos presos en cárcel movediza
Vuelven la noria con el giro ciego,
Y en cíi'culo que afanes eterniza.
Sufren la injuria del cultor gallego,
Ya en curso que su gloria inmortaliza.
Truecan el agua por el marcio fuego.
Porque su diestra, en bélicos sudores,
Desagüe los vivientes atanores.
Cuantos en los magníficos serones
Van de huertas andantes agravados.
Siendo de rudo esparto paladiones,
De pepinos arjólicos preñados.
Para torres de rígidos cartones
Dan cimiento en los lomos dilatados,
Con que en el uso de la guerra impía
Son elefantes de menor cuantía.
Cuantos, en recua mancheguil atados,
Miden la senda en perezosa fila,
Y de injusta bardasca equilibrados.
Enderezan la Ctarga, que vacila.
Del duro cautiverio rescatados.
Previenen oficiosos la mochila,
Y brincando por valles y por cerros.
Trocaron en corbatas los cencerros.
Cuantos de duros cantos oprimidos,
Atlantes de la esfera lapidosa,
LA BÜRROMAQUIA.
11
Tur ásperos repechos conducidos ,
Piedra los graba, y los sei^ulta losa,
ya los robustos lomos sacudidos ,
Ágiles burlan su opresión odiosa.
Porque en el peso de marciales lides
Fuese de Atlante sostituto Alcídes.
Cuantos, atados en servil tahona,
De Ision imitaron el tormento.
Explicando en su lánguida persona
Del quebrantado gi-ano el molimiento,
Ya ensayando la bélica chacona.
Tejen el prado en caracoles ciento.
Porque puedan, propicia ó importuna,
La rueda gobernar de la fortuna.
Arde la corte en bélicos furores,
PiCsuena el aire con horror festivo,
Ya es primavera de tejidas flores
El nicio justacor de paño vivo ;
Esconden con jienachos discolorcs
De las orejas el airón nativo,
Y basta la infante crin, que parda crece,
Con vejeces de Chipre se encanece.
Herido el parche con feroz concento.
Los brutales espíritus incita.
Del alegre clariu el son sangriento
Al más pausado corazón irrita ;
Festivas luminarias dan al viento
Los resplandores que el fusil vomita,
Sazonando la muerte de manera,
Que el más cuerdo borrico la comiera.
De asnos mancebos multitud lozana
En pacifica guerra se ejercita,
Y en blandas lides de discordia vana
Los bisónos ardores habilita ;
Luce gentil la oposición paisana.
Que su burrátil pundonor incita,
Y fomentados de festivas voces.
Alternan los mordiscos y las coces.
El fusil, ya en el hombro, ya en la mano,
Airado pende y acertado tira.
El pié redondo con compás ufano
Osado carga, cauto se retira;
Ya junto el escuadi'on estrecha el llano,
Ya disipado sin desorden gira,
Y con lince destreza y furor ciego,
Hacen ensayo de la muerte, al juego.
El breve apresto de la regia flota
De Asnalmarin á la prudencia fia.
Que registró en la esfera más remota
De Tétis la salobre monarquía ;
Con peligrosas experiencias nota
Cuanto sagaz su juicio dií-curria ;
Asno que sabe manejar prudente
El bastón y la gúmena igualmente.
Del arsenal al puerto conducidas,
Pisan la móvil planta las galeras,
Y de tenaces dientes sostenidas.
La oprimen gi-avcs, la desprecian ñeras;
Las flámulas, del viento sacudidas.
Dan á la vista vagas i)r¡maveras,
Y el lino, ya plegado, ya pendiente,
Leyes impone al húmido tridente.
De pollinos la náutica milicia.
Puebla conoció libre la cubierta;
Cual, ostentando su burral pericia,
Trepa el árbol mayor con ]ilanta cierta ;
Cual, desfrutando la ocasión propicia.
Ronca tendido con la boca abierta ;
Que sin temer las iras del mar fiero.
Hay asno que se aplique á marinero.
Ya dispuesto el marítimo c(juipajc.
Que armamento llamaban algún dia.
La seña esperan del feliz viaje,
Para dejar contentos la bahía;
Ya los ardores del marcial coraje
Violentos la tardanza comprimia,
Y ya con lento pié llega cansada
Mi musa jumentil á la posada.
REBUZNO SEGUNDO.
En tanto la infelice Formentera
Goza, engañada, su exención altiva;
Rota la cincha de la ley severa,
Al peso justo su espinazo esquiva ;
Los delitos padece que venera,
Y de su propria libertad cautiva,
En injuria funesta de las lej'es.
Tantos como atrevidos, tiene reyes.
Pueblan loa montes asnos foragidos,
Y en sus duras malezas embreñados,
Asaltan á los burros desvalidos.
Que atraviesan la senda descuidados ;
Contra su especie misma embravecidos,
De jumentos en lobos transformados.
Crece brutalidades su ardimiento.
Si hay nuis bruto que ser, siendo jumento.
El pollinejo que á su madi-e sigue,
Del hambre y la fatiga espeluznado,
No con sus quejas ablandar consigue
El furor en sus pechos obstinado ;
Su mísera inocencia los ijersigue,
Infesta siempre al ánimo malvado,
Y formando coletos de las pieles.
Comen su carne asnófagos crueles.
No en la quietud tranquila de sus lares
Guarda el patricio su vejez dichosa.
Pues turban los tumultos militares
El pesebre en que plácido reposa ;
A coces le quebrantan los i jares.
Dejando en irrisión facinerosa.
De la fecunda presa en menoscabo,
Al asno muerto, la cebada al rabo.
Burla insolente del garzón pollino
Es del jumento anciano la pereza,
Y atravesando pronto su camino.
Le introduce maligna ligereza ;
Ata sutil al rabo del mezquino
De tejidas aulagas larga pieza.
Que cuando entre las corvas se embaraza,
Le aguija espuela, y le deshonra maza.
El pupilo, que en mísero cercado
Sus jumentiles orfandades llora,
Y en el verdor del alcacer sembrado
Envidiadas herencias atesora.
De zánganos violentos asaltado.
La libertad y el alimento ignora,
Siendo el peso infeliz de las gavillas,
Carga, y no refacción, de sus costillas.
El furor en el trono colocado.
Triunfa la injuria, la justicia gime,
La maldad es derecho autorizado.
Que hace callar al misero que oprime ;
Tímido el inocente del culjDado,
Con disfraz delincuente se redime.
Porque sólo su bárbara violencia
Reputa por delito la inocencia.
Cansada Juno de su asnal malicia.
Providente castigo le ])repara,
Y la serena faz de su justicia
Más sañuda mostró cuanto más clara ;
La blanca lluvia que vertió propicia.
Niega rebelde ú desparece avara,
Y despreciando de la tierra el grito.
Viste á la pena el traje del delito.
La fértil isla, que ocultaba el suelo
A inundación de súbitas espigas,
Donde Favonio ctm fecundo anhelo
Del cultor excusalja las fatigas,
Ya motilando su dorado pelo
Del Austro las tijeras enemigas,
Sin ver en sus terrones una malva,
Más que de estéril, se quejó de calva.
La fragi'ante república de Flora
Del aire adusto cetro tiraniza,
Y en vez de aljófar líquido, la aurora
La fulmina con férvida ceniza;
Cuanto apacible céfiro colora.
El Euro abrasador esteriliza.
Entregando la plebe floreciente
Lánguido cuello á la segur ardiente.
El verdor primogénito de Vesta
En triste palidez muda la gi-ama,
Y la esmeralda rústica depuesta,
Desmaya Dafne su constaiite rama;
12
DON GABRIEL ALVAKEZ DE TOLEDO.
A todo cshierzo vegetable upuesta
Del aire adverso la invisible llama,
Aun borra en influencias pcrogi-inas
La estéril producción de las espinas.
El origen de súbitos raudales
Niegan del aire las instables fuentes,
Y dejan los perenes manantiales,
Desmentidas al monte sus corrientes ;
Del centro fugitivo los cristales
Vuelven al centro en cauces diferentes,
Para negar de Témis el quebranto,
Aun el consuelo mísero del llanto.
Nunca de Juno turban el semblante
Tejidas niebl.as, fáciles vapores,
Ni en sus campos, con urna crepitante,
Esparce Acuario líquidos furores;
No al Aries los favonios espirante
Dan la fecunda vida de las flores;
Que de Nemea el animal rugiente
Zodiaco es de Febo permanente.
Del corvo hierro el surco repetido
Sigue en jiródigo afán mano cultora,
Y el áureo don de Céres esj-iarcido,
Esperanzas falaces atesora ;
No en el húmedo centro recibido,
Fecunda corrupción su ser mejora;
Que en su seno la tierra endurecida
Para muerte común guarda su vida.
Abriendo bocas misera la tierra,
De sus ardores la congoja explica,
Y exhalado el volcan que el pecho encierra,
Su tormento en su queja multiplica;
Cuanto al ambiente que vecino yerra,
Ansioso el labio por consuelo aplica ,
En la invisible llama que le enciende
Bebe la sed que desechar pretende.
Con ambas manos Atrojws severa
Los estambres buiTátiles cortaba,
Y con la sed y el hambre á su tijera
Los rigui'osos cortes afilaba ;
No permitió que Cloto feneciera
La madeja que pronta devanaba,
Y hasta la misma tela de la vida
Antes se vio cortada que tejida.
De vivas sombras multitud pollina
Vaga los bosques con remisa planta,
Buscando alivio á su aflicción mezquina
Con lengua ardiente y con voraz garganta ;
Alcacer delicioso se imagina
El cardo que sus cuellos atraganta,
Y con ramas de rígidas escobas
Del estómago barren las alcobas.
Rucia ilusión de débil fantasía
El más robusto paladín parece.
En sus i jares triste anatomía
Mengua la panza, y las costillas crece ;
Al basto lomo, que canal partía.
Nudosa sierra su espinazo ofrece,
Y la planta que trémula se asienta.
La fantasma derriba, no sustenta.
Aun al triste descanso del gemido
Les dificulta su postrado aliento,
Y en trozos el rebuzno dividido.
Desfigura la voz de su lamento ;
Mal de los flacos hombros sostenido.
Derriban el ])escuczo macilento,
SirAiendo sólo de explicar sus quejas
El pando ventilar de las orejas.
Cuál en retiros de la opaca sierra
Umbrc)so refrigerio solicita,
Y las ])iedadcs de la enjuta tierra
Con azadón rotundo solicita;
Si el difícil humor que el centro encierra,
Tal vez sus diligencias acredita.
Da su lengua, que ansiosa se adelanta.
Envidia, y no consuelo, á su garganta.
Cuál por humedecer su adusta boca.
Lágrimas pide á los yacentes ojos,
Y al escondido llanto que provoca,
De la Parca propone los despojos ;
Mas cuando el pecho, con terneza poca,
Prepara triste alivio á sus enojos.
En suspiros ai-dientes que despide ,
La sed aumenta y el consuelo imi)ide.
De Jumentorbo el ánimo insolente
No cede al peso de comunes daños,
Y contra los castigos impaciente.
Labra de los avisos los engaños ;
Esconde ciego la obstinada frente
A la luz de imjjortantes desengaños ;
Que el asno que en maldades se h.".ee viejo,
Por guardar la costumbre, da el ¡¡ellejo.
Remedio busca á la común dolencia.
Que agrava el mal, porque el delito agrav.i.
Irritando del hado la paciencia,
Contra quien vanamente conjuraba ;
En los arcanos de la uegi-a ciencia
Delincuentes antídotos buscaba.
Por medio del insigoie Asnalandrujo,
Jumento de nación, de secta brujo. ■
Este, que de Pitágorasla escuela
Cursó primero, burro silencioso,
Y los misterios que en guarismos cela.
Penetró agudo, concibió ingenioso,
Desjjues en la región de la canela,
Emulo de sus saijios portentoso,
Aficionado de las negras artes,
Se hizo hechicero, no nombrando partes.
Cuantas virtudes la esmeralda bruta
En botica silvestre deposita,
A los imperios de su mano astuta,
En remedios ó en daños ejercita ;
Con las ondas del mar el cielo enluta.
Los astros al abismo precipita,
Y hasta el verdor del alcacer ameno
Le traslada á su prado del ajeno.
Ni la fiera, ni el ave, en tierra y viento,
Le recata el gorjeo ni el bramido;
Que intérprete seguro de su acento.
Oye palabra el que escuchó sonido ;
Por más que irracional su pensamiento
Salga en bárbaras cifras escondido.
De sus idiomas lo difícil vence,
Y aun hay quien diga que aprendió vascuence.
Su triste habitación busca el tirano
En los silencios de la noche fria,
Y" desnudo del séquito paisano.
Sólo su esfuerzo le hace compañía ;
En ignoradas sendas cruza el llano,
Siendo su pena de sus pasos guía ;
Y cuando soñoliento el sol despierta.
Pulsa del mago la cerrada puerta.
Yace una gruta ó cóncavo nativo.
Bostezo horrible del averno oscuro,
Al pié de un monte, que gigante altivo.
Soberbio asalta el estrellado muro ;
Emulo siempre al resplandor activo,
Lnpidiendo de Febo el rayo puro,
Da á la cueva su inmensa pesadumbre.
Eterna noche con eterna cumbre.
Aquí de Asnalandrujo la persona
Puebla de soledad el seno triste,
Y con mudos candados aprisiona
El pueblo de fantasmas que le asiste;
Con monjiles de dueña quintañona
Los carcomidos paredones viste,
Y el suelo cubren víboras airadas,
Menos nocivas, pero más calladas.
Al primer toque de la mano fuerte.
Corrió la puerta el bastidor frondoso,
Y apareció el teatro de la mvierte.
Cuanto patente más , más pavoroso ;
Los aparatos lúgubres advierte
El tirano, in-itado de medroso,
Y cuando el paso adelantar intenta,
Así el negro vestiglo se i^resenta.
La intonsa barba el pecho le inui^daba,
Carácter de su asnal fisonomía.
La blanca crin á trozos enlutaba,
De negi-os humos fúnebre ataiixía ;
Vario despojo de pantera brava
Con horrible decoro le cubria,
Y de muerta culebra torpe funda
La viviente coroza le circunda.
LA
Con breve ruego, que soberbia espira ,
Su pena Jumentorbo le ijropone ,
Y el mago, que pausado se retira,
Muda obediencia á sus pisadas pone ;
Con lenta huella por la estancia gira
Hasta el íntimo seno en que compone
De antorcha funeral la luz oscura,
Funesto dia, en quien la noche dura.
Gnicso cordón, de víboras tejido,
Suspende por los pies hambriento lobo,
Ciiyo cuello voraz entumecido
Gime suplicio el que amenaza robo ;
De su furia gravado y sostenido,
Alternando el despeño y el corcovo,
Corta los aires con rabioso gesto ,
De infiel columpio volatín funesto,
Asnalancb'ujo con ligera jilanta
Clava en su testa los obtusos dientes.
Trasladando á su férvida garganta
Del bruto los espíritus ardientes ;
Y duplicados, con fiereza tanta.
Del pecho los ardores impacientes,
Oscuras voces á gi-uñir empieza,
Que aun al rebuzno añaden aspereza.
«¡Oh tú, que de los sótanos calientes
(Clama severo) la región habitas,
Eey atezado de las tristes gentes,
Que en suplicios eternos ejercitas ;
Tú , que por arcaduces diferentes
Los espíritus sorbes que vomitas,
A quien consagi'an Átropos y Cloto
La informe tela y el estainbre roto !
))Tú, que en ardores del eterno estío,
Comes de cisco sin beber de nieve,
Y con fuego y sin luz, tu reino umbrío
Del crepúsculo ignora el raj'o breve ;
Tú, que al rigor del testamento impío,
Con pena gi-ave, sin alivio leve.
Contento vives de tu suerte negra.
Sólo por verte libre de tu suegra;
)) A la imperiosa voz de mi conjuro.
Deja i oh Pluton ! la bóveda funesta,
Y huésped repugnante del sol puro,
Preven á mi pregunta tu respuesta;
¿No vienes / ¿ Xo í Pues de mi acento oscuro
Sabrá rendirte la canción funesta.
Pues ni del diablo la protervia impía
Se librará de un asno que porfía.»
Nadie responde al brujo rabicano
( Que se hace sordo el diablo á quien le ruega
Por más que estrecha con precepto insano
Los pueblos de la cálida Noruega ;
Y mal rendido de su esfuerzo vano.
De vergüenza feroz , con ira ciega.
Abandonó las furias del abismo,
Y por más diablo, se llamó á sí mismo.
Del lobo en las entrañas palpitantes
Oráculo consulta mondonguero.
Dividiendo los miembros espirantes
Con los roñosos filos de un jifero;
De la vida en los senos más distantes
Examina sagaz el rojo agüero,
Y en membranas de injusta pepitoria.
Leyó del pueblo la fatal historia.
De amarillez el hígado teñido.
Con osciu'as estrellas se pintaba ;
El pulmón , en sus fuelles escondido,
Las teclas del aliento sepultaba ;
Del diestro lado el corazón herido.
En cárdeno licor se desangraba,
Pero el siniestro, ([ue robusto hervía.
Con amenazas de carmín latía.
«Nuevo mal, Jumentorl)o, nuevo estrago
(Clama despavorido Asnalandrujo),
Ya cumple la tragedia en el amago
De las estrellas el contrario influjo ;
Ya ¡jísan libres el tridente vago
Selvas nadantes que la suerte indujo.
Por quien adverso Júpiter destina
Del orbe poUinesco la ruina.
))¡ Oh, cuánta sangi-c á las burrales venas
Sacarán las lancetas militares 1
BURROMAQUIA.
1 Oh , cuánto han de infamarse las arenas
Con los mondados hu-csos de tus pares !
Ya, Onopuli infclice, tus almenas
Desamparan los dioses tutelares,
Y tus muros, que al cielo se atre\ieron.
Serán prisión de quien defensa fueron.
))¿Qaé furor (¡oh jumentos belicosos!)
Las Consanguíneas diestras arrebata,
Y en trances torpemente generosos
Tanta parienta púrpura desata?
; Por (lué aguijáis los liados presurosos
Con vil codicia de victoria ingrata,
Para que rompan las costillas duras
De pata igual , iguales herraduras .'
»¿ Adonde (¡oh Jove!) el mísero gemido
Potliá librarse del rigor del hado,
Sí aun contra nuestra especie conmovido,
Su catástrofe tienes decretado?
¿Dónde el mortal, de penas combatido,
Contra tus iras hallará sagrado,
Sí no le basta (¡oh Jove riguroso!)
Aun el ser asno para ser dichoso ?
))Deja la tierra, insigne Jumentorbo;
Huye á la mar, si el hado lo permito,
Antes que de la Parca el filo corvo
En tu rebelde estambre se ejercite :
No tu valor, con delincuente estorbo,
Las cóleras de Júpiter irrite,
Y huyendo de las plumas del destino,
Nade delfin el que trotó pollino.
))— -¿Cómo (responde) al pecho redomado
La ignominiosa fuga le aconsejas,
Si el estruendo del orbe desplomado
No moverá mis sólidas orejas?
Por más que apriete Júpiter airado
Con nuevas cinchas mataduras viejas,
Constante aguardo su furor infesto;
Que no es buen asno el que escarmienta presto
))La saña de las furias infernales
Muerto me podrá ver, mas no vencido,
Ni en mis angustias logrará mortales,
Aun el mísero triunfo del gemido ;
Despreciando los bienes y los males,
A la infausta palestra me convido,
Y exento siempre del rigor del hado.
Viviré muerto, pues viví matado.
))Tú, que la tez del golfo sosegada
Soplo de contrabando la introduces.
Apagando con noche anticipada
), Del sol purpúreo las infantes 1 ices;
Tú, que á la alborea llenas estrellada
Del mar con los distantes arcaduces,
Y burlando pragmáticas celosas.
Sacias la sed de las enjutas osas;
«Desata en las campañas cristalinas
Los pellejos del griego cauteloso,
Y la enemiga ilota que imaginas
Sepulta en el abismo proceloso.
Cuantos á las empresas peregrinas
Elevaron su espíritu medroso.
Padezcan con gravamen importuno
Las vastas aguaderas del Neptuno.»
Su auxilio el mago vacilante ofrece,
Y el tirano, que airado se dcs]u'de,
Con huella (jue distancias desparece.
El peilrajoso laberinto mide ;
Su obstinación con su peligro crece,
Y ya en la junta que feroz preside.
Para reglar la prevenida guerra,
Con los rebeldes sátrapas se encierra.
El ardor de los pechos arrogantes
Con afectada persuasión concita.
Viendo la prontitud de sus talantes
Con zainas letras en su gesto escrita;
Los peligi'os pondera más di.stantcs,
Con torpes miedos su coraje irrita,
Y hostigando los ánimos atroces.
Más que palabras, pronunciaba coces.
Impacientes las bestias generosas
Sus elocuentes pullas escuchaban,
Y alternando las patas buUieioBas,
La inquietud de sus pechos explicaban ;
13
M
DON GABRIEL ALVAREZ DE TOLEDO,
Hinchadas las narices silenciosas,
Balbucientes roznidos murmuraban.
Perdónenme la frase de susun-os ;
Que no es la miel para los labios burros.
Si tnieno fué la persuasión airada,
Rayo fué la respuesta embravecida ,
Y al estrago la fiu-ia conjurada,
Quedo, por más discorde, más unida ;
Chterra suena la playa batanada,
G-uerfa pronuncia la montaña herida,
Y hasta en la voz que por los aires yerra,
Es el rebuzno del rebuzno Guerra.
Ya la indómita plebe frumentaria
Pai-a el certamen bélico se alista,
Y despreciando la invasión contraria,
Burla soberbia su burral conquista;
No el infiel giro de la rueda varia
A su rebelde cspiritu contrista,
Pues sus violentos tornos asegura
Con el clavo menor de su herradura.
La fama de regiones peregrinas
Trajo al socorro varios caballeros,
Que de Marte en las duras oficinas
Ilustran sus burrátiles aceros ;
Esparcen sus proezas paladinas
De su clarin los labios vocingleros,
Dando noble palestra á sus hazañas,
De la segunda Cércs las campañas.
Uno entre todos á la empresa vino.
De zainos hechos y de zurdo trato.
Que conduciendo el escuadrón pollino,
Pisa solíerbio el arenal ingrato ;
Es el nombre del héroe peregrino
Diracocinto, mulo maragato,
Que diptongo de ambiguo nacimiento.
Ni bien caballo fué, ni mal jumento.
La basta espalda, con pespuntes de oro,
La triangular albarda le cubria,
Cuya figura con marcial decoro
Su maragata especie distinguía ;
Los conductos del órgano canoro
Violenta cuchillada le partía,
Por quien pronuncian relinchadas voces,
Justo suplicio de traidoras coces.
Ya los corvos relámpagos de acero
Son del campo cometas Ijrilladores ,
Donde guardando á la razón sus fueros,
Usa el furor geométiúcos primores ;
Ya por ardid de su coraje fiero.
Es el arte auxiliar de sus rencores,
Y oprimiendo el volcan nevado engaño,
Modera el odio por lograr el daño.
Archiburro, que en rasgos pachecales
Toda la esfera del valor limita.
En líneas que describe horizontales,
Al enemigo centro solicita ;
Jumentoi'bo, con iras infernales.
Preparando sin arco lasagita.
Cauto, le opone de su oblicua espada
La virtud, por unida, mejorada.
Era zurdo el tremendo Jumeutorbo,
Y así el ángulo recto aborrecía,
Y con insidias de su acero corvo
Las enemigas puntas rebatía ;
Los tercios gana del fatal estorbo,
Y á conclusión violenta procedía;
Pero le deja su designio vano
Falta de dedos su robusta mano.
Ardiendo el pardo en ira generosa,
Al zurdidícstro impávido acomete ,
Y en diagonal injuria fervorosa
Burla defensas de bruñido almete ;
El diestro airón de la cimera umbrosa
Borda cortado el florido tapete,
Y duplicando causas á sus quejas,
Quedó zurdo también de las orejas.
No así de Hircania el céfiro manchado
Aumenta en rabias el matiz nativo,
Cuando, de sus cachorros despojado,
Al cazador persigue fugitivo;
No don Sancho de Azpeitia el afamado
Cantabrizó coraje más activo,
Cuando dobló su sólido cogote
La tajante segur de don Quijote ;
Como el turno cuadrúpedo, inflamado
En las voraces llamas de Megera,
De sí se olvida por dejar vengado
El honor de su viva cabellera ;
Y el asnaquíno método olvidado.
Fulminando la bélica espetera.
Abrió en el pecho al émulo valiente
De coral jumentoso noble fuente.
El pardo, que en su púrpura vertida
Más espíritus cobra que derrama
Por la pequeña puerta de la herida.
De sus rencores avivó la llama,
Y en nunca reparada zambullida
Prolongando su fúlgida carama,
Porque pague á la Parca negi'os censos,
Le descerraja el cofre de los piensos.
Pródiga baña la palestra dura
De la alma roja trágica corriente,
Y la vida, que al trán.síto apresura,
Sólo de su coraje está pendiente ;
Vacilando la válida estatura.
Aun en los cuatro píes está cadente,
Y en inútil arrimo transformada,
Báculo apenas es la que fué espada.
Sólo á vengarse, no á vivir, aspira
El ncgi'o burro, de consejo falto,
Y aun el desmayo, introducido en ira,
Al héroe íntima el postrimer asalto ;
Todo el nativo guardarnes conspira ;
El que tropiezo fué, se admira salto,
Y sobre el pardo, en ímpetus atroces,
Llueve mordiscos y graniza coces.
Archiburro, en compás siempre medido,
Los villanos insultos e\átaba,
Y con aguja de puñal buido
La albarda natural le pespuntaba.
Hasta que al fin postrado y no tLndido,
Víctima noble de su furia brava.
Cayó con formidable batacazo
El ya cadáver del tremendo asnazo.
Gime con ecos flébiles la tierra.
Oprimida del bárbaro coloso,
Y el alma bruta, que sus miembros yerra,
Mal desampara el pecho generoso ;
Mas ya en rebuzno qiie el abismo atierra,
Huéspeda de su centro tenebroso.
Del Orco, que en su seno aun no la abraza,
A las tartáreas sombras amenaza.
Cortadas, pues, en el certamen crudo
La cabeza mayor del pueblo insaiio.
Ya de la lanza en el extremo agudo
Ilustra fija la enemiga mano ;
De añoso roble viste al tronco rudo
De la cribada piel despojo vano,
Y circundado con adorno feo,
Parece apodo lo que fué trofeo.
La frumentaria hueste disipada
Desampara sus ínclitas banderas,
Y por bosques y grutas sepultada.
La viste su temor plumas ligeras ;
No retarda su fuga disparada
El imán gavillado de las eras,
Y el dolor en el miedo contenido.
No se atrevió el rebuzno á ser gemido.
La muralla de Onópoli famosa.
Del temblor temeroso desplomada.
Le dio brecha espontánea y espaciosa,
Del pardo á la malicia concertada ;
Ya la burral insignia victoriosa.
Por intrépida diestra enarbolada,
Es, soln-e sus almenas tremolando,
Sérico juego del favonio blando.
Vive ¡ oh feliz I por quien la parda gente,
Símbolo ya de esclavitud obtusa,
En padrones de mármol elocuente
Su gloria por el orbe ve difusa;
A MI
Vive, ¡ oh ! vive, y la fama reverente,
De tus hazañas vocinglera musa,
Cuando tu nombre á los futuros rompa,
De tu rebuzno formará su trompa.
A MI PENSAMIENTO.
Errante pensamiento,
Que con ligeras alas.
Huésped del orbe todo,
Sólo eres peregrino de tu patria,
Suspende un poco el vuelo,
Y alguna vez, de tantas,
Escúchate á tí proprio,
Si cabe tu delirio en tus palabras.
¿Qué implicación es ésta,
Que con fatigas vanas,
Es la inquietad tu centro,
Y en tu misma inquietud aun no descansa
¿ Buscas el bien ' No hay duda ;
Pues tu violencia blanda
Es el imán que inclina
El voluntario fiel de tu balanza.
¿ Sabes el bien que buscas ?
No. Pues ya no me espanta
Que encuentres al engaño
Cuando llevas por norte la ignorancia.
¿ Qué noticias , qué señas
Llevas á empresa tanta.
Si para conseguirla
Sólo el mérito tienes de ignorarla?
No á los sentidos oigas ;
Que es pretensión errada
Que conozca el sentido
Lo que al entendimiento se recata.
Sus vanos coloridos,
Con perspectivas falsas.
Hechizos de los ojos,
Y llanto son de la razón burlada.
A la sed del deseo
Sirven copas doradas.
Que en mentidas lisonjas.
Brindan dxilzuras, y venenos guai'dan.
Sueño de los despiertos
Son sus necios fantasmas.
Cuya falaz ventura
En el punto se pierde que se alcanza.
Aun la verdad que dicen,
Mentira es disft-azada,
Pues viene á desmentirla
El instante que dura el pronunciarla.
La esfera del sentido,
Cuando empieza, se acaba ;
jCómo será en los bienes.
Si aun es para los males limitada ?
Basten yr tantas horas
Neciamente gastadas,
Solicitando riesgos,
Que primero que adulan, desengañan,
I Dime si algún instante.
Tu gloria imaginada.
En la paz que fingias.
No te acordó la guerra que negabas !
Los cristales fingidos
De tus fuentes soñadas
A tu sediento labio
Sirvieron fuego, si brindaron agua.
Como á la luz serena
Que esparce la mañana,
Al relámpago sigues,
Que ostenta, más que luces, amenazas.
Al conseguir la dicha
Que anhelaban tus ansias,
El logro del deseo
Fué suplicio infeliz de la esperanza.
Licauto paj arillo
Busca la verde rama,
Y es prisión de sus plumas
Lo que creyó descanso de sus plantas.
Rapaz inadvertido
Oprime aguda espada,
PENSAMIENTO.
! Y halla mortal herida
Donde luz halagüeña imaginaba,
I ¡ Sustos al conseguirla !
I Fatigas al busc.ai-la !
No es gloria la que aflige.
No menos conseguida que esperada.
Malogrados his dias,
La razón mgañada,
La libertad violenta,
Y todo sin el todo que buscaba.
La continua tarea
Con que tus hierros labras.
Lástimas de infclice
Malogras con las culpas de obstinada.
Estudia mejor libro ;
Que es costosa enseñanza
Aguardar que te enseñe
La necia discrtcion de la desgracia.
Conócete á ti mismo,
Y con prudencia cauta.
Desde el mal que te sobra
Pasarás á la dicha que te falta.
Pero si á tí te ignoras.
Es locura obstinada
Anhelar una dicha
Que no sabes si en tí será desgi-acia.
Esa fuerza invencible
Con que al bien te abalanzas,
Antes de conocerla.
Será tu precipicio ejercitarla.
Cuanclo el bien cierto sigues
En apariencias falsas.
El vuelo en que le buscas
Es el conato con que del te apartas.
I Quién eres y á (juién buscas ?
¡ Oh Provitlcncia sabia.
Que ilustrará, sabida,
La verdad que me alumbra aun ignorada !
¿Qué oculto bien es éste.
Que en criaturas tantas.
En ninguna responde,
Y para que le busque, en todas ILama?
Si en la tierra le l)uscas.
Su fii-meza retrata ;
Pero no vive exenta
De la inviolable ley de la mudanza.
Si en el mar, por inmenso.
Tus atenciones paras,
Para llorar tu engaño.
Te dará los raudales de sus aguas.
El viento te murmura
Con la voz de sus aiu-as ,
Que busques el sosiego
En la esfera fugaz de la inconstancia.
Si el fuego solicitas.
Cual mariposa incauta.
Por gloria de sus luces,
Encuentras el tormento de sus llamas.
Todos el bien procuran,
Y es consecuencia clara
El que en sí no le tienen,
Pues nadie solicita lo que alcanza.
¿Qué dicha es ésta, cielos.
De condición tan rara,
Que ni puedo adquiriría.
Ni cabe en mi poder el no buscarla?
Si eres bien, ¿cómo afliges?
Si eres mal, ¿cómo arr.astras?
¡ Oh misterio, que mudo.
Explicas más allá de lo que callas i
¿ De qué le sirve al ave
Batir la pluma osada.
Si la iJihuela (1) burla
El conato ligero de sus alas?
Ni despreciarla puedes,
Ni á conseguirla bastas ;
¿Cómo .será esta dicha,
Que ni puedo saberla, ni ignorarla?
(1) Tri-mino de cetrería, que significa la correa con que se su-
jetan los pies (le las aves.
]G
ÜON GABRIEL ALVAREZ DE TOLEDO.
Mas ¿qué clamor es ésto,
Que en lo interior del alma
Siempre escucho sus voces,
Aunque nunca percibo sus paLibra.s?
Con silencioso acento
Siempre tenaz contrasta
La ení^añosa dulzura
De la sirena infiel que me ai-rcbata.
Escuchémosle un rato,
Por ver si nos declara
La duda desta dicha.
Que es imposible, siendo necesaria.
Digamos cómo acusa
Tu ilusión obstinada,
Y cómo á sus verdades
Aun las mentiras ])rcstan eficacia
Dios es el bien C|ue buscas,
¡Y tu ciega ifiíumincia
Aquel inmenso todo
Busca en las criaturas, en la nada!
Búscale, jnies te busca;
Óyele, pues te llama;
Que dcscansai' no puedes.
Si en su divino centro no descansas.
PAEAFBASIS DEL SAUTO T.O,
Miscrpre mei.
Al trono de tus clemencias
Suban, Señor, mis congojas;
Que el permitir que las diga,
Es prenda de que las oigas.
Según la esfera infinita
De tu piedad, me perdona;
Que á tan enormes delitos
Slenor piedad fuera corta.
Número mis culpas tienen,
Mas no tus misericordias ;
Disipa, Señor, las unas,
Magnificando las otras.
Lávame m ás ; que aunque al pecho
Con tus promesas confortas,
En errores tan impuros
Aun es mancha la memoria.
Lávame más, y tu gracia
r.orre con diestra piadosa.
Con la tinta de sus luces,
El carácter de mis sombras.
Porque conozco mi yerro.
Te pido le desconozcas ;
Siendo raudal que le limpie
Las lágrimas que le lloran.
Siempre ante mí está mi culpa,
Cuya imagen horrorosa,
Aunque en el llanto me ciega,
Nunca su vista me estorba.
Duro fiscal de sí misma,
Verdugo atroz de sí projn-ia.
Castigo eterno amenaza
Por duración transitoria.
Misericordia, Dios, misericordia.
Sólo contv.a tí pecjué ;
Pero si tu vista sola
Mira y condena mi culpa,
¿Que otros la ignoren, qué importa?
¿Qué importa que las tinieblas
Mis torpes yerros escondan,
Si á obsequio de tu justicia
Luces las tinieblas brotan /
Confieso y lloro mi cnlita,
Y el (jue la confiesa y llora,
Pide que con él destruyas
El monstruo que sin ti forma.
Tú, Señor, has ¡u-ometido
Que el que contrito te invoca,
Logre en la voz que le acusa
El eco que la perdona.
Cuando el juicio de los impíos
A examinarte se oponga,
La verdad de tus palabras
Confunda, Señor, sus obras.
Misericordia , Dios, miscricordio.
En culpa fui concebido,
Y su original ponzoña,
Aun siendo mi vida ajena.
Hizo ya la culpa pi'opria.
I Qué mucho, si á las raíces
JI(jrtal veneno inficiona.
Que de las funestas ramas
Delincuentes frutos rompan?
No es disculpa á mi malicia
Que mi miseria i)roponga.
Sino añadir á tus luces
I\Iás triunfo con mayor sombra.
Dios, de la verdad amante.
Ya el corazón y la boca.
Cuanto á mi mentira arguyen,
Tanto á tu verdad pregonan.
Tú, que las ocultas sendas
Que el juicio mortal ignora,
A mi yiecho revelaste
J>as tinieblas lumiiuisas;
Y yo, en más luces más ciego.
Supe hacer m;'is criminosas
(^on los beneficios tuyos
Las ingratitudes proprias.
Misericordia , Dios, miseiñcordiri.
Aquel celeste rocío
Que al humilde hisojío informa.
Las deformes manchas quite
De mi conciencia leprosa.
En la fuente de tu gracia
Lavando la impura estola,
En candores inocentes
Ambos á la nieve opongn,.
Cuando el interior oído
Tus alegres voces oiga.
Reflorezca de mis huesos
La casi marchita pompa.
No el rostro de tu justicia
Sobre mis delitos ¡-¡ongas ;
Tu piedad , Señor, los mire ,
Que con su vista los borra.
Nuevo corazón te pido;
Que el que mi pecho aprisiona,
Cuanto en latidos alienta.
Tanto en recuerdos sofoca.
Un recto espíritu infunde
En mis entrañas ansiosas.
Que al impulso de tus leyes
Sus movimientos componga.
Misericordia , Dios, misericordia.
No me arrojes de tu vista,
Y la tutela )ii adosa
De tu espíritu sagrado
Nunca deje mi custodia.
De tu salud suspirada
Vuelvan, Señor, las memorias.
Que en esperanzas felices
Dulces posesiones logran.
Fortalezca mis desmayos
Tu inspiración poderosa.
Que cuanto frágil derriba,
Tanto benigno conforta.
Yo enseñaré á los inicuos
Con el perdón que me otorgas,
Y mi tiniebla ilustrada
Será de su error antorcha.
Por más que obstinado el imjilo
Tu sacra luz desconozca,
De tu piedad el reflejo
Amenazará sus somliras.
Misericordia , Dios, misericordia.
Dame valor con que rinda
La hostilidad sediciosa
En que á mi fuerte flaqueza
Sufro, siempre vencedora.
Si para vencer mi sangre
Mi espíritu corroboras ,
Yo formaré de mis triunfos
Los himnos de tus victorias.
Desata, Señor, mis labios,
Para que con voz canora
Al futuro siglo anuncie.
Con mis miserias, tus glorias.
Si para aplacar tus iras
Bastasen víctimas solas.
Siempre de su tibia sangre
Tuviera tus aras rojas.
No aceptas, no, el sacrificio
Que impuro fuego devoi'a.
Ni de las manchadas manos
Recibes las limpias hostias.
Del espíritu afligido
Las no explicadas congojas,
Siempre á sacrificios mudos
Encuentran piedad no sorda.
Del corazón humillado
La contrición dolorosa
Tanto en tu aprecio la eleva ,
Cuanto en su polvo le postra.
Misericordia , Dios, miseric(
Vuelve los ojos benignos
A la Sion que te implora ,
Porque á su cautivo cuello
El tenaz vínculo rompas.
Tu Salem amada entonces.
Que su antigua paz recobra ,
De los renovados muros
Ceñirá ti'iunfal corona.
Entonces los sacrificios
Que la justicia disponga.
Antes que en tu altar pavesas.
Serán en tu solio antorchas.
Entonces los holocaustos
Darán en gratas aromas
Humos que la llama oculten.
Sin que los votos escondan.
Entonces de puras rescs
Las bien elegidas copias
A los religiosos filos
Darán las cervices prontas.
Misericordia , Dios, misericordia.
EOMANCE.
A Cristo crucificado.
De cuatro aceradas puntas
Con cruda violencia roto.
Vierte el divino cadáver
Cuatro sangrientos arroyos.
Bárbara impiedad le ciñe
De espinas diadema tosco.
En que le añade al tormento
Nuevas puntas el oprobrio.
En la esfera de su ñ-ente
La infame nube de abrojos
Palideces de sii bulto
Inunda en licores rojos.
¡ Oh coronas ! ¡ Oh laureles !
Venid á aprender el modo
De halagar como apreciables.
Hiriendo como injuriosos.
¿ Es éste , es éste el scniblantí
En quien los ángeles todos, •
Con temblor reverentes.
Fijan los sedientos ojos?
¿Este, á cuyos sacros rayos
El serafín respetoso
En las abrasadas plumas
Oculta trémulo el rostro ?
¿Cómo, gran Sol de justicia,
Sutiles que en vuelo afrentoso
Los vapores de la culpa
Suban á empañar tu solio?
Pero quieres que deshechos
Esos infieles estorbos,
Subiendo á tu luz injuria.
Bajen piedad á mi polvo;
Que mal el velo purpúreo
Cela su oculto tesoro ;
Pues si le emboza en afrentas.
Le descubren los embozos.
¿ Cómo, á pesar del tormento,
Se ostenta el sagrado rostro
Más divino en lo paciente
Que antes se mostró en lo hermoso ?
Vuelto hacia la tierra espera;
Que al hombre, á sus voces sordo,
Como enamorado busca,
Y busca como piadoso.
La sangre que sobra al pecho
Ofrece inclinado el rostro;
Que al amor sobran piedades ,
Bi falta crueldad al odio.
Desnudo el sagrado cuerpo,
Buñ-e que el rencor rabioso
Con dura irrisión le labre
Nuevas cruces de sus ojos.
Ya de la ofrecida tierra
El racimo misterioso.
Exploradores robados,
Muestran de la cruz los hombros.
La candida vestidura,
Teñida en el sacro mosto.
Be queja de que ha pisado
El dni'o lagar él solo.
Yo veo que mis errores ,
Cuando á decirlos me postro,
A la voz de confesarlos,
Eco responde piadoso.
,
SALVE, REGIKA.
Salve, Emperatriz sagi-ada,
Que en esa región empírea.
Triunfante ocupas la diestra
Del Eey eterno á la silla ;
Tú, á quien la celeste curia
Venera, aplaude y publica
Del Hijo, Espíritu y Padre
Por Esposa, Madre é Hija;
Cuyas vencedoras sienes.
De luz inmortal ceñidas.
Coronando las estrellas.
Se coronan de sí mismas;
En cuya veste las gracias,
Ya infusas y ya adquiridas,
De la caridad el oro
Con vario lustre matizan.
Salve, Eepina.
Madre de misericordia,
Alba, en cuya luz benigna
Baña en piedades sus rayos
El claro Sol de justicia.
Paloma, que desplegaste
Aquella triuiifante oliva
Cuyas pacíficas ramas
El óleo eterno destilan.
Tú , en cuyos sacros oídos
Responden siempre propicia
Los ecos de la clemencia
A la voz de la fatiga.
Nube , á quien en sacros visos
El tris dulce rubrica ,
Que entre Dios y entre los hombres
El piadoso pacto firma.
Tus castos brazos ofrece
Aquella inmensa primicia
Que dio de infinita deuda
Satisfacción infinita.
Salve, liegiiia.
Vida en cuyo sacro aliento,
Cuando piadosa le inspiras.
El gran cadáver del orbe
A nuevo ser resucita.
Sol, que á los helados pechos,
A quien blando fuego aplicas ,
En las sombras de la muerte
Enciendes luz de la vida.
Judit, que á la patria opresa
Redimes con diestra invicta ,
Siendo á tu planta desprecio
Los triunfos de tu cuchilla,
Ester, que al cautivo pueblo
Con tu dulce ruego libras
XéB, macilenta garganta
I Ps,-xviu,
íiOMANCES.
De la ya segur blandida.
Arca, que guardas segura
Tu religiosa familia ,
En el seno de las gi-acias.
Del diluvio de las iras.
Salve, Regina.
Dulce Reina, dulce Madre,
Que con tu apacible vista
Nuestros amargos sollozos
Conviertes en dulces risas.
Tú , tlel mortífero pomo
A las violencias nocivas.
Por antídoto y sustento.
Gratos néctares fabricas.
Por tí del león sagrado
Las irritadas mejillas.
Cuantas rugieron venganzas,
Tantos néctares ministran.
Tú en los castos paladares.
Que endulzas y purificas,
Todos los sabores unes
Y todos los giistos cifras.
Salve, Regina.
Segura esperanza nuestra,
En cuyo cimiento estriba
Los edificios que labra
El horror de las ruinas.
Por tí la mísera nave,
Que gi-ave huracán agita.
Burla los ceños del golfo
En la qtdetud de la orilla.
Por tí, cuando el Ponto brama.
Por tí, cuando el viento silba,
Plácidas ondas navega
Y auras recibe tranquilas.
Eva, que en venganzas justas
De la Eva primera, pisas.
Con la huella de la gracia,
La cerviz de la malicia.
Salve, Regina.
Sus desamparados hijos,
Del destierro en que caminan,
A la patria que en tí esperan ,
Tiernos clamores envían.
Gimen, y el gemido ardiente.
Cuando á tus aras le aplican ,
Hacer holocausto intenta
Del pecho la ofrenda indigna.
Lloran, y el amargo llanto,
En sus venas sucesivas,
Con el baño doloroso.
La pobre oblación expía.
A tí las pesadas frentes,
Del triste jTigo oprimidas,
Voces de llanto consagran
Y ecos de sudor dedican.
A tí claman, en ti esperan,
Que sus cervices cautivas
De las cadenas tiranas
Al duro peso redimas.
Labradores de un terreno
Cuyas broncas rebeldías,
A su inf elice cultura ,
Lágrimas da por espigas;
Donde en ingratas respuestas
De sus tareas perdidas.
Cuanto es sudor en las frentes,
Es en los surcos espinas.
De Babilonia en los valles,
En que cautivos habitan.
De Sion dulces recuerdos
Halagan cuando lastiman.
I Oh, cuándo, Salem triunfante,
En tus murallas impíreas,
Al cincel de amor labradas.
Piedras serviremos vivas I
Mira, Emperatriz suprema.
Cómo su cansada vista
En tí, como puerta suya,
Con devoto afecto fijan.
A las oscuras conicntes,
Que el terreno esterilizan,
I?
Los raudales de sus ojos
Añaden líquidas iras.
De los infelices sauces
Pendientes las dulces liras,
Al aire d.> los gemidos
Hacen el llanto armonía.
Salve, Regina.
Ea, pues, dulce Abogada,
Desde el solio en que dominas,
A la cárc 1 en que yacen,
Tus blandos ojos inclina.
Vuelve tus ojos benignos,
Cuyas luces compasivas.
De sus duros calabozos
Las tristes nieblas disipan.
Por tí nuestra errante huella.
Dulcemente corregida ,
Después del destierro largo,
La (terna patria repita.
Muéstranos el dulce fruto
Que en tus brazos recopila
La fecundidad gozada
De la tien-a prometida.
Aquel racimo precioso.
Cuya púrpura exprimida
A los abrasados pechos
Castas embriagueces brinda.
I Oh tú clemente, oh piadosa,
Oh tú dulce ! Pues se cifran
Piedad, dulzura y clemencia
Sólo en decir : ¡ Oh María!
Desplega, oh Virgen, los labios,
Con cuya purjjúrea cinta
La diestra de las venganzas
Con blando vínculo ligas.
A los sempiternos solios
Suba tu oración benigna.
Confundiendo las distancias
De escuchada y conseguida.
Haz que tu afligida ph be.
Viendo de Jesús cumplidas
Las inefables promesas.
Por tí y en él siempre vivan.
Salve, Regina.
A la sombra de Dido, huyendo de Enóas.
Con atropellada fuga,
De Dido la sombra vaga
Burla del piadoso Eneas
Los suspiros y las plantas.
El verde Elíseo fatiga,
Y de su huella la estampa
Con intempestivas flores
Su hermoso rumbo declara;
Que mal el bosque la cela ,
Si , á despecho de sus ramas.
Cuanto su pena oscurece,
Tanto su bs lleza aclara.
Ya del anhelant;í joven
En los brazos implicada,
En humo vano resuelve
Su hermosura y su esperanza.
Del aire en que se convierte
Con fulminantes palabras,
C!uanto halagaba la vista,
Tanto el oído amenaza;
¿Adonde, pérfido, adonde,
El infiel curso arrebatas,
Y á quien engañando huyes.
De nuevo fingiendo engañas?
I Qué bien doradas disculpas
Fementido el labio traza,
Para que segunda ofensa
Burle segunda venganza I
Morir podré, aunque estoy muerta;
Pruebe tu traición la saña;
Que á filos de ingratitudes,
Serán mortales las almas.
Preceptos de Jove finges;
Que el que un inocente agravia,
18
Tiembla si no hace A los dioses
Cómplices (tTi sus infamias.
No acreditan tus disculi)as
De su rayo las tardanzas;
Que no delitos tan viles
Merecen tan nobles armas.
En tu vida está tu pena;
Que en sus providencias altas,
Obstinación permitida
Es cul)m más castigada.
De Vónus hijo, blasonas
Su desmentida prosapia,
Como si causa di odio
Fuese del amor la causa.
Puro aborto de los riscos,
A quien la razón fué dada,
Porque hallase en tus cautelas
Peligros mi confianza.
Cándido primer sustento
Tigres te dieron hircanas,
A quien tu labio engañoso
Cambió venenos á rabias.
Helados peñascos fueron
Cuna de tu aleve infancia,
De quien robaste dureza,
Y dismcntisti.' constancia=:.
Vete, ingrato, vete, en busca
De tu prometida Italia,
Cuyo solio, e'n mi ruina
Caduco cimiento labra.
Deja, perjuro, el abismo;
Que en su quietud desdichada
Se malogran fingimientos,
Pues no caben esperanzas.
DON GABRIEL ALVAREZ DE TOLEDO.
A cinco cazadores que salieron á un soto, y
se volvieron sin hacer caza; anduvieron
diez legu.is, reventaron cu^itro muías que
llevaron el corlie, y el señor MarqufS de
Castelnovo luno de los cazadores^ mató
de tres tiros un cabrito.
POESÍA FAMILIAK.
Cierto colegio perito
De cazadores sali()
A despol)lar el distrito,
Y en solo un dia mató
Cuatro muías y un cabrito.
Las muías, desesperadas,
Se lamentan de infelices.
Pues (las f()rtuna.s trocadas)
Ven erradas las ])erdiccs,
Y á si se ven desherradas.
Su suerte están maldiciendo.
Porque á las liebres taimadas,
Que el campo van discurriendo,
No las aciertan paradas,
Y á ellas las matan corriendo.
Salió la mosquetería
A la primer luz del alba,
Y con común alegría.
En lugar de batería.
Todo se redujo á salva.
A salvaguardia convida
Todo el ejército fuerte
A la caza combatida,
Y en cada tiro de muerte
Le dan una fe de vida.
Asestando los cañones,
A gana-pierde disparan
Pacíficas municiones,
Y las perdices se paran
A hablar con los perdigones.
El más tímido conejo
Alegre atraviesa el prado,
Sin mirar por su pellejo,
Y no tiene más cnidado
Que no morirse de viejo.
La liebre más perezosa.
Cuando la cuadrilla junta
Con más conato la acosa.
Vuelto el hocico , pregunta
Si mandan alguna cosa.
Extraños son los primores
Con que el juego de la caza
I Entablan estos señorc s,
' Pues con cinco matadores
Apenas hicieron baza.
Un cabrito brincador,
Como no entiende la treta,
Vino á pagar su furor.
Sin saber que hay escopeta
Graduada de asador.
Ya un diestro joven prepara
El fulminante arcabuz.
Ya se le pone á la cara,
Ya le a¡)unta, ya dis|iara;
Dio fuego, mas no dio luz.
El cabritillo travieso,
Como en cólera le vio.
Procura ganar un teso (1),
Y al punto (jue disparó,
! Le pregunta : ((¿ Es á mi eso?»
Amargo como una hiél,
I El cazador le dispara
I Segundo tiro cruel ,
I Y desta vez le acertara,
'A no dar muy lejos del.
! Tercera vez ( ¡ suerte impía 1)
j Se previene á darle como,
I Y él, viendo tanta porfía,
: Ya que no pudo del plomo,
Se murió de cortesía.
Mirad si el tiro fué bobo
(Dice), de contento ciego,
El ínclito Castelnovo ;
i De hoy más mi boca de fuego
I La trueco en boca de lobo.
j Cierto es que hace maravillas
I Mi destreza singular,
i Y así quiero proseguillas;
A otra vuelta he de matar
Todas las siete cabrillas.
j Dispara ya sin recelo,
1 Cazador tan afamado ;
I Pues quien con poco desvelo
I Mata un cabrito parado,
Ya matará un buey al vuelo,
(1) La cima de un cerro ó collado»
í'IN DE I AS poesías DE DON GABRIEL ALVAREZ DE TOLEDO,
DON EUGENIO GERARDO LORO
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CRÍTICOS.
I.
A pesar de la celebridad extensa y duradera de este poeta , son tan escasos los pormenores bio-
gráficos que de él se han conservado, que diligentes escritores , que han hecho recientes inves-
tigaciones acerca de las circunstancias principales de su vida (1), no dan noticia exacta de los
años de su nacimiento y de su muerte , ni del lugar de su naturaleza.
Por fortuna han venido á nuestras manos unos apuntes, que pertenecieron á la colección del
señor don Bartolomé José Gallardo ("2), relativos á la partida de bautismo y al testamento de aquel
afamado poeta. Consta en ellos que nació en la villa de Cuerva (5), donde fué bautizado, el dia 30
de Setiembre de 4679, y que fueron sus padres don Eugenio Lobo, natural de Toledo, y doña
María Rodríguez de la Huerta, natural de la mencionada villa. En e;!ad muy temprana dedicaron
á su hijo Eugenio Gerardo á la carrera de las armas; ya en la guerra de sucesión era capitán de
caballos-corazas del regimiento viejo de Granada , y con este titulo se publicaron varias de sus
poesías, en Sevilla (imprenta de Leefdael, 1715), en Cádiz (imprenta de Jerónimo Peralta, 1717)
y en otras épocas y ciudades. Si el rey Felipe V abrigaba , como se ha repetido tantas veces,
cierta animadversión contra el capitán coplero, que en alguna ocasión empleó su festiva musa pa-
ra burlarse de los franceses , esta animadversión hubo de ser generosa, como la única que puede
caber en corazones magnánimos, pues todo da indicio de que el valor, la lealtad y los mereci-
mientos militares de don Eugenio Gerardo Loro fueron tasados por aquel soberano con equidad
y sin sombra de encono. Tomó parte en las gloriosas campañas de su tiempo; se halló en los cer-
cos de Lérida y Montemayor y en la conquista de Oran , y pasó á Italia con el mismo Felipe V.
En la guerra contra el Austria se distinguió notablemente, y en la brillante y sangrienti batalla
de Campo-Santo , junto al Tánaro ( 8 de Febrero de 1745), recibió cuatro heridas graves, dos de
metralla y dos de bala de fusil (4). Tres meses después estaba todavía curándose de sus heridas en
(1) Los señores flon Vicente Barraníes y don Cayeta- tuvieron aveeiiirlados sus padres durante muchos años,
no Alberto de la Barrera. y en ella reciiiió el poeta su primera eilucaci<in. Por eso
(2) «Estos apuntes son de puno del señor Basaran, ve- sin duda la miruba como su verdailera patria, y así lo
ciño de Toledo, casado con la heredera de Gi;i\ardo Lobo indicaba en estos versos :
(8 de Mayo de 1839). Se conserva el retrato del poeta Del Tajo en las arenas,
en la biblioteca arzobispal de Toledo». {Nota escrita, n..„,!ll'^l]^fí!^!!!^tJ.^'"l.
al pié de los apunten, por el mismo señor Gallardo.)
(3) Esta villa, cercana á Toledo y dependiente de la (4) «Yo salida la batalla con cuarenta granaderos mé-
ciudad, sirvió muchas veces de punto de descanso en nos, y con cuatro aííujeros más en mi cuerpo.» (Carta
las cacerías de algunos monarcas españoles. d.' don Eugenio GF.RAnno Lono al reverendisimo padre
Gerardo Lobo pasó siempre, Aun enire sus contem- macs'ro fray iV., escrila en Bolonia, el 20 de Maye
foráneos, por natural de Toledo. En esta ciudad es- de 1743.)
De aquel suspiro que arrojé primero.
20 DON EUGENIO GERARDO LOBO.
Bolonia, rcduciilo á la triste nocosidad de sostenerse con muletas. No habia pasado todavía del gra-
do de brigadier, y quejábase entonces de no haber alcanzado en ocasión tan propicia el de gene-
ral, que á la sazón habia sido concedido á otros brigadieres más protegidosó más afortunados (í).
Poco tardó en quedar satisfecha la legítima andjicion que por aquel tiempo traia resentido y
desasosegado el ánimo de Gebaudo Lobo. Fui'; nombrado mariscal de campo y caballero de la or-
den de Santiago , y más adelante , reinando ya Fernando VI , recibió el cabal galardón que me-
recían sus altas prendas y sus eminentes servicios. Murió , á consecuencia de haber caiilo desas-
trosamente de su caballo, en Agosto de 1750 (2), siendo teniente general del ejército, capitán de
guardias de infantería española , y gobernador militar y político de la plaza y ciudad de Bar-
celona.
L. A. DE Cueto.
II.
DEL DOCTOR DON PEDRO GONZÁLEZ GARCÍA, obispo de la puebla de los
ÁNGELES, SECRETARIO Y TESORERO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (CONTEMPORÁNEO
DEL poeta).
He leído con gustosa atención el libro de varias poesías que escribió el galante ingenio de don
Eugenio Gerardo Lobo , cuyo brazo, enseñado á dar el más animoso espíritu á su espada, da igual
valentía á su pluma La sal discretísima de sus versos los hace dulcísimos y sabrosos En
nada muestra más el autor su ingenio y su juicio, que en el asunto que llama cliichisveo , mal
recibido de los fervores y delicadeza del celo cristiano. Luce en este juguete su ingenio , haciendo
especulativamente probable lo que es tan arduo y difícil en materia la más peligrosa Sus
obras son nuevo lustre de la poesía y de la lengua española.
III.
DE FRAY ANTONIO VENTURA DE PRADO, de la real academia española, ca «
TEDRÁTICO DE TEOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA, PREDICADOR DEL REY, CALI-
FICADOR DE LA INQUISICIÓN (CONTEMPORÁNEO DEL POETA ).
Esta siempre plausible vena, sin gastar licencia alguna, se graduó de ortodoxa; porque aque-
lla libertad á que suele precisar la armonía , se mira tan desterrada por su natural facundia , que
en lugar de estrechar á don Eugenio la consonancia , parece que la consonancia misma le pide
siempre licencia para afortunarse con su obra Todas nueve Musas, parece conspiran con
igual conato á infundir su número : felicidad galanteada de todos, poseída de muy raros
Nuestro don Eugenio es en lo serio dulcemente grave, y en lo festivo saladamente apacible ; en
la lira es subUme; en la elegía, dulce; en la cítara, suave; y con el albogue, el mismo chiste (3).
(\) «Siento que á la sombra (le este beneficio (le la real profesión.» {Carta citada de don Eügemo Gerardo
gratitud (una pensión sobre la encomienda de Dai- Lobo.)
miel) se desvanezca la esperanza de mi regular as- (2) No por los años de 1756 ó t7o7, como han ase-
censo á mariscal de campo , cuando lo han conseguido gurado algunos escrilores.
dos brigadieres en mi regimiento, y muellísimos en el (3) Reproducimos este extravaganlc juicio única-
ejército, no sólo más modernos en el grado, pero sin mente como muestra del estragado gusto de la época;
comparación en los antecedentes empleos ; pues ya tenía bien es verdad que el padre fray Antonio de Prado fué
yo cargado un baúl de patentes, y llena la fantasía de uno de bis bombres más enfáticos y pedantes de su tiem-
fiampañas, sitios, batallas y particulares funciones, po. Es el mismo que llamó á su poema San 7{a/ac/,((eu-
íuando los unos no conocíanla luz, ni los otros la tropciia poética, en siete centurias »(£,. ^. de Cueto.)
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CKITICOS. 21
IV.
DE DON VICENTE BARRANTES.
(Semanario Pinlorcbco.)
En nuestra humilde opinión , Gerardo Lobo, con más reposado carácter, y con nacer en más
clásico siglo, hubiera dado mucha honra á las letras castellanas, porque su numen era inago-
table, lozanísima su imaginación, su facilidad extremada, sus conocimientos no vulgares, y le
adornaban , en ftn , casi todas las dotes de los grandes poetas.
V.
DEL EXCELENTÍSIMO SEÑOR DON ANTONIO ALCALÁ GALIANO.
(Historia de la literatura española, francesa, inglesa é italiana en el siglo xviii.)
Otro poeta florecía en aquel tiempo, el cual hoy está casi olvidado, aunque en mi juventud
era todavía leído y gustaba. Pocos de mis oyentes habrán leído á don Eugenio Gerardo Lobo,
de quien dicen excitó mucho el enojo de Felipe V por cierta burla que hizo de los franceses, cuan-
do dijo, pintando en estilo jocoso el estado de una casa :
Dos cochinos al entrar
Me dieron la enhorabuena;
Que el trato con los franceses
Me hizo entenderles la lengua.
Felipe V creyó que esta alusión al trato con los franceses encerraba una sátira del trato que
existia con los franceses desde que él había venido á reinar en España, y por eso, como saben mu-
chos, trató á Gerardo Lobo con singular despego, y le llamó, según cuentan, el capitán coplero.
Lobo era capitán del regimiento de guardias de infantería española , creado por el mismo Felipe V,
y el pertenecer á aquel cuerpo en aquel tiempo era una prueba de ser de una familia de más que
mediano lustre. Sin embargo, no creyó que desdecía de su calidad el ser poeta. Compuso algunos
versos largos , que verdaderamente son todos ellos detestables y adolecen de los vicios de la es-
cuela malamente llamada gongorina , pues aunque Góngora , en sus Soledades y PoUfemo, dio los
peores ejemplos de gusto, no es el único de mal gusto entre los escritores de su tiempo, y muchos
le criticaban , que incurrían después en la mayor parte de las faltas que en él reparaban. Los versos
largos de Gerardo Lobo eran de la mala escuela que antes dominaba ; no así sus décimas , las
cuales son fáciles, fluidas, graciosas, y recuerdan los mejores tiempos de nuestra literatura; pues
aunque se le ha llamado el capitán coplero, y le cuadra bien tal título, es menester confesar que
hubo un período, desde que nuestra literatura se afrancesó, en que se despreció demasiado á los
copleros , y aunque éstos no deben ser citados como modelos , es preciso tener presente que los
copleros empezaron nuestra literatura ; que ésta fué de copleros hasta el siglo xv, y en las obras
de los copleros se hallaba una parte de la índole del ingenio español en sus mejores días. ¿Quién
no se acuerda de las chistosas y aun famosas décimas de Gerardo Lobo, en que pinta su aloja-
miento con aquellas hipérboles tan á nuestro gusto, en que dice que halló desierto el lugar,
porque todo él había ido á limpiar una parva de centeno? ¡Qué donosura hay en aquella otra,
donde, pintando á su patrona , dice :
De mi patrona el matiz
Al alma causa vaivén ;
Trae por frente una sartén.
Cuyo rabo es la nariz ;
con otra porción de rasgos de esta especie ! Quien quiera conocer todos los pasos de nuestra lite
SONETOS.
ratura señaladamente la senda de la versificación y de los versos cortos, y ver cómo se fueron
conservando el consonante y el mecanismo de la décima y de la redondilla, para desaparecer casi
enteramente á fines del siglo xviii, y volver á aparecer ahora, como con gusto se nota que ha
aparecido con todo su brillo y toda su gracia, no debe despreciar las obras de Gerardo Lobo.
POESÍAS.
SONETOS.
Sobre que no le ha movido nunca , para el manejo de la pluma y
de las armas, oUu interés (lui; el de cumplir cou su capricho
y obligación.
A tu iucierto favor, fortuna airada,
Ni mi discurso ni mi brazo aspira,
Con la dulce lisonja de la lira.
Con el noble instrumento de la espada.
Puso aquella en mi mano, mal templada,
Ocio divino, que furor inspira ;
Al filo de ésta la razón conspira
De defensa común, siempi-e sagrada.
Poco pierdes conmigo, auntiue alevoso
Tu giro alterne sin piedad alguna ,
Del libre acento, del valor forzoso ;
Pues si próspera fueses y oportuna ,
Ni me llamara yo más venturoso,
Ni te tuviera por mayor fortuna.
II.
Amante, que celoso arroja en un rio un diamante que traia por
memoria.
i Oh dulce prenda, testimonio un dia
De la jurada fe de quien, traidora.
El pacto iiltraja y la razón desdora
De la noble verdad que me debia !
] Oh dulce prenda cuando amor quería 1
Dulce más que á las flores blanda aurora,
Alegre entonces, como triste ahora :
1 Tan inconstante fué la suerte mia !
Vui'lve á tu dueño ; pero no : ese errante
Fugitivo cristal selle tu gloria,
Digno sepulcro de tii luz cambiante ;
Pues trocada en ofensa mi victoria,
Ni ya puede en su mano ser diamante,
Ni ya puede en mi mano ser memoria.
III.
Á una dama llamada Rosa, en su cumpleaños.
SONETO FESTIVO.
Ya de obsequiantes el concurso vario
Sobre el asunto formará mil gb sas,
Entretejiendo en la oración mas rosas
Que recoge en Abril un boticario.
Te dirán que eres bello relicario
De las saetas del amor dichosas,
Y que el año que cumplen las hermosas
Sólo gasta el papel del Calendario ;
Que se marchitan las comunes flores,
Pero rosas cual tú, siempre divinas,
Con el tiempo duplican los primores.
No te dejes llevar de esas doctrinas,
Pues se pasan muy presto los verdores,
Y ee quedan punzando las espinas,
IV.
Se prueba que la envidia y el amor ciegan igualmente el enten-
dimiento, con el caso de la túnica de José.
Llevan al padre túnica manchada
Los que , vendiendo, infames, á su hermano,
Se le fingen al pobre triste anciano
Devorado manjar de fiera airada;
No la miente su enojo, impresionada
De dura garra ni de diente insano.
Porque el crédito fian sólo al vano
Accidente exterior de ensangi-entada.
Desconocen, turbados, que la fiera,
Cuando rapante con el joven lidia,
La túnica en pedazos dividiera ;
Ni el buen padre repara en la perfidia,
Por más que entre sus manos la ve entera :
I Así ciega el amor, así la envidia 1
Es difícil la enmienda en la vejez.
Gusté la infancia, sin haber gozado
El dulcísimo néctar que bebía ;
Pasé la adolescencia en la porfía
De áspero estudio, mal aprovechado :
La juventud se llevan Marte airado.
Amor voluble, rústica Talía,
Sin acordarme que vendrá algún dia
La corva ancianidad con pié callado.
Y cuando llegue, que será temprana,
¿Qué empresa entonces seguiré contento?
¿La de triunfar de mí? ¡Ceguera insana,
Esperar el más arduo vencimiento
Quien el dia perdió, con su mañana.
En la noche infeliz del desaliento 1
VL
Estando los revés, principes é infantes apostados á batida de
lobos en el roto de Oñana, sorprendió el puesto de los prin-
cipes un toro, sin que nadie lo peicibiese mas que sus altezas , y
ya muy de cerca, salió el Principe al encuentro, algunos pasos
■fuera del puesto, y disparándole, cayó el toro muerto.
Atrevido cunl Júpiter, quería
Lunado bruto de rabiosa saña, ^
Presumiendo ser coso la campaña
En Europa turbar la luz del dia.
Sale al encuentro, para su osadía^
El real garzón, delicias de la España;^
Fulmina el plomo, y con su acierto baña
De sangi-e al campo, al Bétis de alegría.
i Oh 1 dichoso un acaso contingente,
Que ya en suceso, es ejemplar fecundo
De lo heroico, lo amante y lo valiente ;
Y, 1 oh felice cadáver sin segundo,
Cuya púrpura es riego permanente
De la esperanza que ha sembrado el mondo 1
SONETOS,
VII.
Para poner en el túmulo en las honras que celebró el regimiento
de Guardias de inlanleria española, en el convento de padres
trinitarios descal/ús de la ciudad de Barcelona, al excelen-
tísimo señor l)ui|ue de üsuuaique goce de U ios, i, coronel (¡uc
fué de diclio regimiento.
No suspendas el paso, caminante;
I^rosigue, mira sólo, y considera,
A los reflejos de esa triste hogriiera,
Cuánto pudo la muerte en un instante.
Y mientras buscas con tesón constante
El término feliz á tu carrera ,
Una noticia te daré severa.
Que á tolerarla no serás bastante :
A tu patria verás anochecida,
De su mejor adorno despojada,
y entre lágrimas tristes sumergida ;
Hallarás en congoja dilatada
Honor, riqueza, calidad y vida,
En polvo, en humo, en ilusión, en nada.
VIII.
Remitiendo á un amigo los pocos borradores con que se hallaba
de sus obras el autor.
Esas, que el ocio me dictó algún dia,
Con leve aplicación rimas sonoras,
No en las rosadas ó purpúreas horas,
Como el Horacio cordobés (1) decia ;
Sino en aquellas en que yo jiodia.
Sin cuidado de tardes ó de auroras,
Dedicar á las Musas, mis señoras,
Un pedazo de vana fantasía.
Te remito en los propios borradores
De la phtma fugaz, porque se vea
Cuáles son en su fuente mis errores;
Ya que á conceptos de mayor idea
El capricho de varios impresores
Al piíblico sacó con mi librea.
IX.
Al mismo asunto.
Pocas son producciones del cuidado.
Muchas sí de improviso devaneo.
Que en respuesta marchalian del correo,
En simple borrador ó mal traslado.
Otras hice en la mente recatado,
Escribiendo sin pluma algún trofeo.
Por vencer tentacioni-s de Morfeo,
Y cumplir con mi guardia desvelado :
Rasgué algunas que acaso en la puericia
Compuse fácil, con menor decencia
De la que pide la común justicia ;
Pues si entonces tal vez la inadvertencia
Pudo hacer menos grave la malicia,
Ya pesaran no poco en la conciencia.
A la vana esperanza de un loco pensamiento.
, Sigue veloz mi loco pensamiento
A la imagen mental de su esperanza,
Y cuando ya imagina que la alcanza.
Desfallece en los brazos del tormento ;
Vuelve en sí, y entre el llanto cobra aliento,
Y otra vez, con la frágil semejanza,
Renace en su ilusión la confianza,
Y otra se burla de su pena el viento.
Siempre rcjjite la infeliz tarea,
Nunca observa la luz del desengaño,
Y en círculo infinito se pasca ;
Siendo en las líneas de su rumbo extraño,
Sombra el objeto, la intención idea,
El bien mentira, y realidad el daño.
(1) Góngora.
XI.
De accidentes, descuidos y atenciones
Cautelosa el amor red eslabona;
Ni la consume el tiempo ni baldona.
Porque sus nudos son las perfecciones.
De la dócil raíz de las pasiones
Labra el arco cruel con que blasona ;
Varia especie de afectos ocasiona
El distinto metal de sus arpones.
Ciego y rapaz, gigantes ha vencido,
Porque lidia y apunta con la estrella.
Vista, fuei'za y razón del combatido ;
Sin usar de las manos, triunfos sella.
Pues la ocasión la red tiende al sentido,
Y aquel la tira que se pone en ella (2).
XII.
Al primor cor que la señora Bfirbara St.ibili recitó, en la ópera
de César en Eyiplo, el paso de dar veneno en una copa á To-
lomeo.
Aquel veneno, Bárbara, fingido
Es tósigo en la escena verdadero,
Que en tu labio sonoro y lisonjero
Recibe el corazón por el oido .:
■ Cómo puede la fuerza del sentido
Resistir su violencia, si primero
Tu semblante, ya grato, ya severo.
Deja el uso del alma suspendido?
Mira el término sumo á que se extiende
La dulce magia de tu voz sonora ,
Y si el hárharo nombre te comprende ;
Pues con ceño tranquilo y paz traidora,
Finges dar un veneno á quien te ofende,
Y le das verdadero á quien te adora,
XIIT.
Á la muerte de Luis Primero, rey de España.
De augusta flor de lis muerte temprana
Llora la España, y con razón lo llora,
Porque la Parca fué siempre traidora ,
Mas que con otro, con su rey tirana.
Las esperanzas cpie gloriosa y vana
Concibió en él , volaron en un "hora ,
Viendo su noche en medio de su aurora,
Y que su sol se jiuso en su mañana.
Tres lustros, poco más, se vio florida
En el jardín de España esta ñor bella,
Y un año apenas de su acción regida.
Sólo queda un alivio á tal querella,
Y es, que por premio á su inocente vida,
Pasase de ser flor á ser estrella.
XIV.
Tronco de verdes ramas despojado,
Que albergue en otra edad fuiste sombrío,
Y estás hoy al rigor de Enero frió.
Tanto mas seco cuanto más mojado.
(2) Este ingenioso soneto es contestación á otro, no minos in-
genioso, que fue leido :i Gerardo Lobo por una señora. ílé aquí el
soneto á que contesta Lobo. Merece conservarse, por la discreta
sorna que encierra.
SONETO.
Dígame quien lo sabe , de qué es heclia
L-> red de amor, que tantas almas prende,
Y como, habiendo tanto que li tiende,
No está del tiempo ya rota y deshecha;
De qué fabrica clareo con que flecha.
De quien valor ni industria se deliende;
Y cumo, cuándo, adonde ó quién le vende,
De oro, de plomo y plata tanta (lecha,
Si es rapaz, como dicen , ;,de qué viene
El vencer los gigantes? Y si es ciego,
¿Cómo pone al herir cierta la mira?
Y si , como le pintan, siempre tiene
En una mano el arco, en otra el fuego,
¿Quien le tieadc la red y quién la tira?
DON EUGENIO GERARDO LOBO
Dichoso tú, que en esc pobre estado
Ámi vives más feliz que yo en el mió ;
Infeliz yo, que triste desconfio
Poder ser, como tú, de otro envidiado.
Esa pompa que ahora está marchita,
Por aquella estación florida espera,
Que aviva flores, troncos resucita.
Forma el año su giro, y lisonjera
La primavera á todos os visita ;
Sólo para mi amor no hay primavera,
XV.
Al salir la expedición de España contra OrSn.
Vé, lucido escuadrón, vó, fuerte armada,
Del monarca de España empeño augusto,
Y el pendón infeliz del moro adusto
Su luna llore en tí siempre eclipsada.
Vete, y vuelve de triunfos coronada,
Gloria de Dios, y de la patria gusto ;
Haga en los moros tanto estrago el susto.
Que quede en ocio la invencible espada.
Contra viles sectarios mahometanos,
1 Ah, Señor ! de su causa no te olvides ;
Que en tu brazo se fian , no en sus manos.
Vuelve en triunfos, Señor, todas sus lides :
Tiempo es ya de que en leones africanos
La clava esgrima el español Alcídes.
XVI.
Sentencia de uno de los siete sabios de Grecia (1).
I Qué importará que el avariento cobre
Oro á quintales, perlas ciento á ciento,
Si la sed misma que le trae sediento
Le obliga siempre á que ruindades obre?
Más rico que ese rico es aquel pobre,
Que, de ambición y de codicia exento.
Hace que lo que falta al avariento.
Como no lo apetece , á si le sobre.
Las riquezas el uno desestima,
El proprio engaño al otro lisonjea ;
Me agrada aquel cuanto éste me lastima.
Pues ¿quién será tan ciego, que no vea,
Que éste es siervo del oro, pues le estima,
Y aquel señor de sí, pues no desea?
XVII.
Á Marsia, llorando (2).
Tanto á tus claros ojos desafia
El tirano dolor que el alma siente,
Que á los diluvios de cristal corriente
Todas sus luces tu beldad les fia.
Vivo el cuidado, mustia la alegría.
Dio sepulcro á tu sol tu mismo oriente ;
Y á pesar del ahogo, se consiente,
Más triste sí , no menos bello, el dia.
Fué de tus luces providencia rara
El que á un afán el llanto las rindiera,
Y en derretido aljófar anegara;
Y á los activos rayos de tu esfera
Fué preciso que el agua los templara,
Porque el mundo á su ardor no se encendiera,
XVIII.
Vuélvese sombra osciira el claro cielo,
Eclipsa el limpio sol sus resplandores,
Viste la luna pálidos horrores.
Rásgase todo del santuario el velo.
El líquido raudal se torna en hielo.
Mustias fallecen del jardín las flores,
Medrosos callan cisnes, ruiseñores,
Monstruos arroja de su centro el suelo,
(1) Quis divcs? Qui lühil cupial. Quis pauper? Avarus.
(21 Juagamos conveniente advertir que si nos hemos decidido
i publicar este alambicado soneto y otras vJrias composiciones en
que el ingenio cslii ahogado por el artiQcio, lo hacemos única-
mente por miras de historia literaria, esto es, para dar clara idea
del conceptuoso estilo que reinaba en la poesía.
El aire jjavoroso da bramidos,
En sus quicios la tierra se estremece,
El mar sediento los peñascos sorbe.
Rómpense escollos, fieras dan rugidos ;
I Qué confusión ! | qué horror 1 ó Dios padece,
Ó se acaba la máquina del orbe (3).
XIX,
Amor Qrme en la ausencia.
, Di, bárbara fortuna : ¿en qué he ofendido
A tu injusta deidad, tan irritada,
yue, para verte al fin desenojada,
Aim no me basta estar arrepentido?
Ya me miras postrado, ya abatido.
Castigado mi error, y tú vengada;
No me persigas más ; que desairada
Tanta violencia está con un rendido.
La patria, los amigos, la riqueza,
La estimación, la gloria, son despojos
Que en mi daño consigue tu fiereza ;
Pues ¿qué más solicitan tus enojos?
¿ Que olvide yo de Lísis la belleza?
Nunca i oh fortuna 1 lo verán tus ojos,
XX.
Bascando un amante la causa de su amor en su propria ceguedad.
I Qué vano intento y ciego desvarío
Es éste de adorarte, Anarda bella.
Si influyen juntos en mi ingrata estrella
Mi tierna adoración y tu desvío?
¿En qué me fundo, Anarda, en qué me fio.
Si éste conozco, si malogro aquella ,
Pues ni puedo eximirte á mi querella,
Ni doblar la cerviz de tu.albedrío?
Firme seré, no obstante ; y si el trofeo
J)e tu esquiva altivez mi amor no alcanza,
A mi culto otro altar no será empleo.
Siempre estaré en la firme confianza
De que el negar laureles al deseo
No cierra el horizonte á la esperanza,
XXL
Aquel peñasco á quien el mar azota
Por verle en su dureza castigado,
Y sólo encuentra, á fuerza de obstinado,
La espuma en su rigor deshecha y rota;
Aquel a cuya cumbre no alborota
Tanto triste stispiro articulado.
Que en ecos vuelven al opuesto lado.
Porque en su seno la piedad no acota;
Comparando á mi amor su resistencia,
En su inmovilidad querrá decirme
Que es igual su constancia á mi paciencia.
En vano i oh peña ! intentas persuadirme :
Tan noble amor no admite competencia;
Tú más duro serás , es él más firme.
XXII.
Arder en viva llama, helarme luego,
Mezclar fúnebre queja y dulce canto.
Equivocar la risa con el llanto,
No saber distinguir nieve ni fuego.
Confianza y temor, ansia y sosiego,
Aliento del espíritu y quebranto.
Efecto natural, fuerza de encanto,
Ver que estoy viendo y contemplarme ciego ;
La razón libre , preso el albedrío,
Querer y no querer á cualquier hora.
Poquísimo valor y mucho brío ;
Contrariedad que el alma sabe 6 ignora ,
Es, Marsia soberana, el amor mió.
¿Preguntáis quién lo causa? Vos, Señora,
(3) AutDempalitur, aul mundi maquina disolviiur.
SONETOS.
26
XXIII.
Satisfacción á quien leyere estos versos.
Cuando leyendo estás ritmo amoroso,
Lasciva flor de mi Parnaso ameno,
No de áspid corazón , torpe veneno,
Esconde entre sus hojas lo dañoso.
No arguye privación de mi reposo
Este volumen , de terniiras lleno ;
Mia es la pluma, sirvo al sjusto ajeno;
Ellos son infelices, yo piadoso.
Sentidas quejas, blandas expresioneSj
Ayes amantes, lágrimas á rios,
Efectos del amor y sus arpones,
No fueron de mi fiebre desvarios,
Sino que afectos de otros corazones,
Supe yo exagerarlos como mios.
XXIV.
Mniü! se retratar una dama, y no acertaron los pintores á sacar ■
una copia parecida.
Ten esa mano, artífice, que errado.
Copiar intentas celestial figura ;
Sus líneas sujetar á la pintura,
Es perder el respeto á lo sagrado ;
Presuma , en su destreza confiado ;
No logrará el pincel lo que procura ;
Que de tan rara y célebre hermosura
Sólo el lienzo será trasunto helado.
En balde humana y terrenal destreza
Del sublime primor que Dios reparte
Quiere imitar la sin igual belleza.
Cesa, pintor ; no tienes que cansarte :
Portento que formó naturaleza,
No se estrecha á los límites del arte.
XXV.
Á Juan V, rey de Portugal , que amansó á un caballo, rebelde á
cualquiera otio.
Así domes, señor, del mahometano
Sectario vil el reino dividido.
Como ese altivo bruto ha conocido
El poder invencible de tu mano.
Así del trace , el árabe y persiano
El orgullo á tus pies logres rendido.
Como ese Etonte , en iras encendido,
Resistir quiere, y lo procura en vano.
Así los dos, que habitan sitio adusto,
Negi'o etiope, pálido agareno.
Te adoren rey, te aclamen dueño augusto.
Así de Tctis al cerúleo seno
Tus bajeles le den horror y susto.
Como el caballo obedeció tu ñ'eno.
XXVI.
A la muerte del Marqués de Santa Cruz, insigne varón en armas
y letras.
Venció la suerte de su mano armada ;
¿Quién habrá que escapársele presuma?
Venció la suerte , y con j^resteza suma
La vida al mejor héroe robó, osada.
Mas no importa ; que vive eternizada
En lágrimas que el tiempo no consuma ;
Una, que se labró buril su pluma ;
Otr.as, que desbastó cincel su espada.
, A despecho del tiempo sus victorias,
A pesar del olvido sus trofeos.
Firmes son instrumentos de sus glorias.
De su espada y su pluma altos empleos,
Duran, más que en el bronce, en las memorias ;
Duran, más que en el jaspe, en los deseos.
XXVIT.
k la estatua del Silencio, primorosa hechura de diestro artífice.
Sabio escultor, tu industria sólo pudo
Acreditar verdad tan mentirosa.
Con imir en estatua milagrosa
Parlero al máriuol y al silencio mudo.
Callada la respeto, y luego dudo
Si es engaño á la vista misteriosa,
Que un mismo dedo la hace silenciosa,
Y de los labios la desata el nudo.
¿Calla ó dice? En razón tan encontrada,
Lo niego todo y todo lo concodo,
Pues dice mucho, aun cuando no habla nada,
I Oh 1 sácame, escultor, de tanto enredo;
Y á querer que la estime por callada,
Dale otra mano y quítale aquel dedo.
XXVIII.
Respondiendo á nn amigo que se convidó á venir á celebrar los
días de cumpleaños el autor á su casa.
Fabio, de tu amistad quedo dudando
En esta persuasión que estoy leyendo.
Porque me induces á aplaiidir riendo
Aquel instante cu (jue nací llorando.
Aquella pobre cuna contemplando.
Lágrimas de dolor estoy vertiendo,
Y en el cuándo pasado estoy temiendo
Las amenazas del futuro cuándo.
Fúnebre consecuencia, mas precisa,
Que á nuestros vanos pensamientos aja,
Y en el mismo nacer se nos avisa.
I Ah, cuánto, Fabio, á la razón ultraja
El que consagi-a cánticos de risa
Al día que recuerda la mortaja I
XXIX.
Á una dama que no queria ser amada siendo muy hermosa.
, Ese cristal, Belisa, que retrata
A tu rara beldad, sin ser pintura.
En el mismo primor de tu hermosura
Te copia la razón de ser ingrata.
Cuando tu vista en él más se dilata,
Quedas en tus soberbias más segura.
Porque en tu imagen tu intención apui'a
Las altiveces con que se recata.
Mas, porque es toda amable esa belleza,
Y porque su beldad no tenga á insulto
El que á otro amor profane su grandeza.
Ama tú sola tu divino vulto ;
Que rindiendo tú misma tu entereza,
Sin padecer desaires tendrás culto.
XXX.
Á una dama cruel para los que la querían.
Como en las ñores del jardín ameno
Oculto vive el áspid encerrado,
Y en el pié que le pisa descuidado
Su diente clava, escuiie su veneno ;
Así entre luces de esplendor sereno
Vive, Marsia, tu amor disimulado,
De donde sale el rayo fulminado.
Que produce las ansias en que peno.
Mi corazón , que en vano se defiende
Del rigor que en tus ojos se atesora.
Mayor criieldad en tí probar pretende.
Vengativo es el áspid, tú traidora,
Pues el áspid maltrata á quien le ofende,
Y tú ofendes, oh Marsia, á quien te adora (1),
XXXI.
Comparación de un amor ron el mar
Bate el mar en la roca que resiste
El duro asalto de soberbia saña ,
Y el piloto que surca su campaña,
A instantes teme su naufragio triste.
Mas mirando en la esfera que le asiste
Astro benigno, cuya luz no engaña.
Corta la espuma, que las gavias baña,
Y al mismo riesgo que recela embiste.
(1) Este último terceto recuerda la idea con que termina el so-
neto del mismo autor á Bárbara Stábili.
26
DON EÜOENIO GERARDO LOBO.
Sufrí en el j^olfo ilo la vida enojos ;
Mas cuanrlo el cielo vi de tu hermosura,
Arrostré de la suerte los antojos ;
Y ya no temo la borrasca dura ;
Que en mirando las luces de tus ojos,
Todo es tranquilidad, todo es dulzura.
XXXTI.
A DI) mngnate ilustre y sabio que vivía mis Rustoso en el retiro,
ocupado en el cultivo de su jardia y de las letras, que aplicado
á los negocios de estado.
Viva en ocio apacible reposado
Quien tuvo arrullos de modesta cuna,
Pero no el que en las astas de la luna
Meció su primer lecho respetado.
, El grande no creció tan elevado
A yacer, sino á estar como ooluna.
Que insensil)lc al vaivén de la fortuna,
La máquina sostenga del Estado.
, Vos, señor, que miráis vuestra ascendencia
A la sombra de solios, no de flores,
Y el gran libro sabéis de la experiencia,
Dejad hojas de plantas y de autores,
Y cultive madura la prudencia ,
Para el público bien, frutos mejores.
CARTA PASTORIL A UN CONDISCÍPULO.
Si de simples ovejas
República paciente
Permite á un pobre pastoril desvelo
Que á miserables quejas
De dolor inocente
Piedades busque, que agradezca el cielo,
El noble desconsuelo
Acompaña, oh Belardo,
De aquel pastor tu amigo, aquel Gerardo,
Que en más alegre dia
Fus voces alternaba,
Y en cercano redil introducía
Recíproco ganado,
Después que fatigaba
Con el silbo, la honda y el cayado,
En caluroso estío,
La falda al monte y la ribera al rio.
Del Tajo en las arenas.
Piadosísima cuna
De aquel suspiro que arrojé primero.
De mis gustos ó penas,
En discorde fortuna,
Parcial te vio la selva y compañero,
Y al curso lisonjero
De arroyo transparente,
Parto fecundo de risueña fuente,
De juncos y espadañas
Coronadas las sienes,
A beneficio de silvestres cañas.
Cantábamos iguales
Los inconstantes bienes,
Las dulces penas, los sabrosos males
De rústicos amores,
Calma del viento, envidia de pastores.
Quedó, al fin, dividido
Este lazo constante
De estrechísima unión, por el empeño
De haberte conducido
Á dehesa muy distante,
Allá sobre el Genil, tu rico dueño ;
Acuérdeme del ceño
Que por turbado oriente
Sacó el sol aquel dia; pues tú ausente,
La selva, el monte, el ¡irado,
Y sierras elevadas,
Lloraron de pesar ; lloró el ganado,
Lloraron sus pastores,
Y las Musas sagradas
Con el mió alternaban sus dolores
En endechas distintas;
Lloraba Coridoa, lloraba Amíntas,
Mas i qué mucho, Belardo,
Si el contento de todos
Te llevaste, y también quietudes mias'
Tú, con genio gallardo
Y pacíficos modos.
Hiciste alegres los infaustos dias;
Tú siempre componías
Las agrestes contiendas.
Dividiendo los t<''rminos y haciendas
De discordes zagales ;
Y tu albogue sonoro
Fué consuelo común para los males,
Sonando de manera.
Entre el rústico coro.
Que si Títiro acaso le atendiera
Se quedara admirado,
A la sombra del haya recostado
Faltó á mis ocios luego
De tus sabias lecciones
La siempre natural dócil doctrina,
Y su invisible fuego
En mis tiernas pasiones
Introdujo el amor, peste divina.
Que por oculta mina
Las médulas abrasa ;
Ni pobre choza, ni soberbia casa.
Ni templo se asegura
De sus llamas voraces ;
Me abrasé finalmente en la hermosura
De Amarilis, pastora
De quien fueron secuaces
Cuantos zagales, al salir la aurora,
Dulces amantes quejas
Conducían al prado, más que ovejas.
Más que ovejas, deseos
Apacentaba honesta
En su selva feliz y en las vecinas ;
Lascivos semideos
Del bosque y la floresta
Entallaron su nombre en. las encinas ;
Las tágides divinas
Y dríadas hermosas.
De junquillos y acantos, oficicisas,
Tejían la gxiírnalda
A sus rubios cebellos ;
Y Pomona tal vez sobre su falda.
De sus frutos mejores
Dejaba los más bellos.
Que arrojaba después á los pastores ;
Y yo una tarde, ufano,
Conseguí una manzana de su mano.
Desde entonces al mudo
Lenguaje de sus ojos
Debí señales de atención parlera,
Y á su padre sañudo
Ergasto mil enojos.
Que inquietaron á toda la ribera ;
De sus rencores era
Mi probreza motivo ;
De mis ansias, no el verle dueño altivo
De mil cabras traviesas.
Que con cargadas ubres
A cabritíllos mil y á muchas mesas
Daban grato alimento ;
Ni el ver en los Octubres
A Baco en su lagar siempre contento;
Sólo de mi codicia
Amarilis fué asunto y fué delicia.
Fué mí delicia , y tanto,
Que sólo puse en ella
Los términos honestos de mi gloría ;
Al lisonjero encanto
De favorable estrella,
Consentí en los indicios de victoria ;
Tan firme en mi memoria
Y en mis rudas canciones,
Que primero las tórtolas y lialcones,
Lebreles y venados.
Raposas y polluelos
Se verán juntos en los verdes prados,
Y primero la luna
Girará por los cielos.
CARTA PASTOfilL.
2?
Sin leve mutación ó mancha alguna,
Que Amarilis no sea
Objeto dulce de mi grata idea.
Desde el laurel cercano
Al chozo de retama,
Filomena mis ansias atendia,
Y del trace tirano,
Sobje la fresca rama,
La tragedia mezcló con mi armonía ;
Cuando la entonces mia
Pastora, deliciosa
Más que en el huerto la temprana rosa,
Fingiendo que cortaba
Del romeral florido
Los mi\s tiernos cogollos, escuchaba
En la simple dulzura
Del rústico gemido
Excesos de mi amor y mi ventura ,
Causando á los desvelos
De otro amante pastor envidia y celos.
De otro pastor amante.
Uno que de la sierra
Descendió á nuestro valle deleitoso,
De la más abundante
Cabana de la tierra
Tan rico mayoral como dichoso.
Quien con pellico airoso
Y palabras traidoras
Alteró la quietud de las pastoras,
Regalando del monte
Dulcísimos panales
En tazas del antiguo Alcimedonte,
Ricas pieles manchadas
De varios animales.
Cayados de marlil, ruecas doradas;
Y mi Amarilis era
Del nuevo ciüto la deidad primera.
Yo, que del buen Corebo,
Anciano padre mió,
Más ejemplos guardaba que rebaños,
Pues por cuenta de Febo
Las ninfas de su rio
Fueron nutrices de mis tiernos años,
Y corderos extraños,
Como sabes, regía ,
Mísero apenas tributar podia,
Cuajada en limiña hortera.
En el zurrón castañas.
La nuez sabrosa, la amigada pera,
Y tal vez á mi anhelo
Rindieron las montañas
Blanca paloma, llardo conejuelo
O tímido venado,
Que ofrecí, de azucenas coronado.
Mas tocaba yo solo,
De siete desiguales
Leves cicutas, flauta delicada.
Que por orden de Apolo,
En los cañaverales
Del Tajo fabricó musa sagrív];,
De muchos envidiada.
De algunos aplaudida ,
Y de aquel embeleso de mi vida
Más que de todos ; pero
A su padre ambicioso
Las esquilas del rico ganadero
Sonaban más suaves
Que el eco armonioso
De mi zampona, cuando en versos graves
A Amarilis cantaba,
Y su nombre en las selvas resonaba.
¡ Oh cuántas veces, cuántas,
Con celoso desvelo
Abandoné el redil, siguiendo acaso
La huella de sus plantas.
Si por ventura el suelo
Me daba algún indicio, siempre cscasoJ
¡Cuántas en el ocaso
La luz se sepultaba,
Y detras del vallado yo acechaba
Si entre una li otra tropa
De zaealas volvía 1
Y cuanto entonces con la verde copa
Al carrasco más pobre
El álamo excedía,
Tanto Amarilis descollaba sobre
Las que fueran , sin ella.
El sol ausente, cada cual estrella.
Egón, en fin, tirano
(Asi el pastor se llama).
Que después de tu ausencia, [ oh nunca fuera!
Desde el monte Mariano
Sus ganados derrama,
Agostando el verdor de la ribera.
Con astucia severa
De recatado empeño
(Ya ménrs fuerte de mi Í7ijusto dueño
La virtud generosa),
Al codicioso Krgasto
La pidió cautamente por esposa,
Manejando de modo
El infelice fasto,
Que en un sí (¡ ay de mí triste !) logró todo
Cuanto pudo, importuna,
Arrancar de mi pecho la fortuna.
Ignorante este dia
De mi destino adverso.
En el tronco de un árbol cortezudo
Por acaso escribía
No sé qué triste verso
Con la punta sutil de hierro agudo ;
Cuando un acaso j^udo
Decir mi desventura.
Porque suelto el rebaño en la espesura
De no distante cerro.
En fe de mi descuido,
Dormida entonces centinela el perro
La honda abandonada.
Sin piedra ni chasquido,
Degolló la más dócil bien manchada
Bellísima cordera.
Voraz la saña de rapante fiera.
No la pérdida tanto.
Como el fatal agüero,
La quietud alteró de mi ventura,
Pues del perenne llanto
De mi dolor severo
Nuevo líquido arroyo se apresura;
Y así de mi ternura
Desahogaba el tormento:
« ¡ Oh tú , infeliz entre corderas ciento,
La siempre más amada
Del tímido ganado,
No fueras, como fuiste, desdichada,
Si el brazo, ya cobarde.
Empuñase el cayado,
En tu defensa prevenido tarde!
Pero quede deshecho
En más pedazos que se parte el pecho.»
Tírele airado y ciego,
Y arrojé juntamente
El sosiego del alma apetecido,
Pues el efecto luego
Del pasado accidente
En alegre rumor llego á mi oido,
Cuando en todo el cgido
Los instrumentos viles
De panderos y flautas pastoriles
A las chozas y aldeas
Cantaban el trofeo
De Amarilis y Egón ; se encienden leas
En la frondosa calle
De Pan y de Himeneo ;
Y yo, fuera de mí , fuera del valle
Y fuera de mi vida,
Muerdo los troncos como fiera herida,
Otro motivo entonces
Avivaba la llama
De mi fuego infernal, ocultío y fiero,
Porque digno de bronces,
El eco de la fama
Le aplaudía, jamas tan lisonjero,
I Oh, mal haya el primero
Que dividió en el mundo
DON EUGENIO GERARDO LOBO.
Los caudales comnnes ; y el seguudo
Mal haya otras mil veces,
Que de plebe y nobleza
Fundó la distinción, sin solideces,
Cuando sólo se admira
Por timbre la riqueza,
Y la virtud sagrada se retira
A pobre albergue, donde,
Por falta de equidad, su luz esconde!
Y ti"! , Egón venturoso,
Que nunca así lo fueras
Si la fortuna con su propria mano,
Por el fin caprichoso
De sus altas quimeras,
No te hiciese heredero del anciano
Riquísimo Silvano ;
Vive contento, vive,
Y para oprobio de mi fe recibe
Aquel don ; mas ¿qué digo?
Muere primero, muere,
Y el hado, de quien fuiste tan amigo
De modo te aborrezca.
Que allí donde estuviere
Tu mayor interés, luego perezca ;
Y en llegando á ser pobre ,
Sólo el fastidio del amor te sobre.
Al rocío ñ'ecuente ,
Como infecunda piedra,
La virtud corresponda de tus prados,
Y en canícula ardiente ,
El laurel con la hiedra,
El olmo con la vid, mueran quemados,
A tus muchos ganados
Niegue cualquier ribera
El cristalino humor, ó el cielo quiera
Que con vanos rumores
Al arroyo apresure
Sólo el llanto de míseros pastores,
Cuando en los meses fieros
Tanto la nieve dure ,
Que fallezcan sin pasto los corderos,
O en su cuello inocente ,
Durmiendo el perro, el lobo se ensangriente.
En tu contorno alojes
Las macilentas hambres,
Y nunca á la piedad lleguen lus ecos ;
Por más polvo que arrojes
A los vagos enjambres,
No bajen á tus corchos ni á los huecos
De tus árboles secos ;
Antes bien en sus quiebras ,
Con ponzoñoso aliento las culebríis
Lifeccionen los nidos
De las simples palmias,
Y alternando los cuervos los gemidos
De su infausta mañana,
Taladren las carcomas
Al fecundo frutal ; y siempre vana
La fatiga en tus prados.
Sólo sirvan al fuego tus arados.
De las lu-nas de Jovu,
Aquella de los males
Se vierta sobre tí y sobre tu selva,
Y desde el tosco adobe
De los rudos corrales
Hasta el templo de Ccrcs se disuelva;
A tu casa no vuelva,
Una vez desterrada,
La paz tranquila, la verdad amada,
Y desnuda de mieses.
De pámpanos y flores
La estación variable de los meses.
En trojes y tinajas
Sólo sepulte horrores.
Sin que del chozo á las humildes pajas
Perdone ardiente estío ;
Ardan las fuentes y se seque el rio.
Nunca el cielo propicio,
Antes bien irritado.
Corresponda al dolor de tu querella,
Y á cualquier sacrificio
Que le rindas postrado,
Corrompa el genio de maligna cñlrcUa.
Y tú, entre todas bella,
Como nadie traidora.
Fija siem)irc en mi amor, alma pastor.a.
No pienses que mi pecho
Tu daño solicita
Con la fuerza, la rabia y el despecho
De tantas maldiciones ;
Numen silvestre admita
Las que le ofrezco internas obl.aciones,
Porque te obsequie grato
Y conserve en su gruta tii retrato.
OCTAVAS FESTIVAS.
A la derrota de unos pasteles en el Palau (antiguo palacio de Bar-
celona), en que el autor, por el estorbo de una dama, no tuvo
más parte que el precepto de referir el suceso.
Como á Eneas Elisa de Cartago,
Renovar me has mandado un sentimiento,
A cuyo triste lamentable estrago
Se estremece, señora, el pensamiento ;
Pero, pues es tu gusto dulce halago.
Que elocuencias infunde al torpe acento.
Las agonías pintaré crueles
De la Troya infeliz de los pasteles.
Ya la húmeda noche desde el cielo
Su carroza fugaz precipitaba.
Cuando escucho un motín , y á su desvelo,
La terrestre región titubeaba.
Era todo el alcázar Mongibelo,
Pues nocturnos relámpagos vibraba.
Por sus bocas flamígeras y ardientes.
La cruel batería de unos dientes.
Acudo al riesgo, pero acudo en vano,
Pues insolente bárbara cuadrilla
Jugaba, diestra de tajante mano,
La ya encorvada natural cuchilla.
Al grave susto del furor cercano
Se suspende mi aliento ó se amancilla,
Viendo que ocupa el trágico combate
El camino cubierto del gaznate.
, Paladión de vidrio, fabricado
A manera de monte por el arte ,
Del torpe dios de vides coronado,
Aborta incendios, y furor reparte,
Al tiro bacanal desembrazado
De la sedienta lid, en cada parte.
Resonaron las bóvedas internas,
Y gimieron del susto las tabernas.
Deidad gallarda, entonces parecida
A la noble, bellísima Creusa,
Que usurpó del erario de mi vida
Cuantos alientos concedió á mi musa ;
Con rozagante púrpura vestida,
Del duro avance á mi crueldad recusa,
Me suspende el aliento, le desdora ;
1 Lo que debe mi hambre á esta señora !
La sed ardiente de logi-ar despojos,
Impaciencias prestaba á mi osadía ;
El dominio imperante de sus ojos
Leyes de hielo al ánima jmponia.
Allá me impelen bélicos arrojos,
Aquí me pasma la congoja mía ;
Y triste en medio mi pasión apura
Lo que tira el pastel y la hermosura.
¿Viste tal vez , del uno y otro nido,
Bajar de cuervos turba vocingl ra
A la verde mansión donde tendido
El cuerpo yace de difunta fiera?
No de otra suerte el antes dividido
Tropel marcial se junta, donde espera
Que á sus ansias arroje, descubierto
El vientre del pastel , un gato muerto.
No á la garza se abaten presurosos
Con más violencia rápidos halcones,
Como al triunfo se arrojan animosos
Los insignes, los ínclitos varones.
I Oh tres y cuatro veces venturosos !
I Oh afortunada gente ! j Oh campeones,
parís y
Que en el miindo llenasteis de alabanza
Los capaces archivos de la pauzal
De la fábrica dulce, delicada,
Apenas queda mísero fragmento,
Desde la grave copa empavesada
Hasta el último pobre pavimento.
No hay pared que no quede dembada,
Ultrajando el furor voraz y hambriento
Alquitraves, cornisas y colunas,
Y yo entre todos me quedé en ayunas.
Mas no tanto, que intrépido y constante
No quisiese mezclarme en el trofeo ,
Bien que estorbos me puso cada instante
El dueño hermoso del combate feo.
Ya finalmente, ciego y arrogante,
Desenvaino la espada del deseo,
Y á ios cómplices todos de aquel trato
Traspasé con la punta del olfato.
Abandono aquel trágico distrito,
No de cobarde huyendo, de prudente.
Pues á fuerzas de número infinito,
Saberse retirar es ser valiente.
Al Anquíses llevé de mi apetito
Sobre el hombro ; reliquias de obediente
l^or penates, y sólo entre la ruina
A los lares dejé de la cocina.
Este es, señora, el lamentable agravio
De la triste, infeliz, trágica historia,
Desairada dos veces de mi labio,
Pero impresa cien mil en mi memoria.
Y éste un recuerdo, que le dice al sabio :
«No al valor le atribuyas la victoria,
Ni en el mérito fundes los laureles ;
Porque el hado reparte los pasteles.»
DIALOGO MÉTRICO DE PÁRIS Y ELElNA
para que cantasen dos señoritas.
INTRODUCCIÓN.
Páris, infiel pií-ata
Del milagro de Grecia,
El incendio de Troya
Tiene en su nave, porque tiene á Elena,
En la dorada popa,
Que el viento lisonjea,
De esta suerte batalla
En él el ruego, y el agravio en ella,
PÁEIS.
Perdona, halagüeño.
Dulcísimo bien.
La ofensa de quien ,
De puro mirar, no supo atender.
{Recitado.)
Perdona , y si culpaste
Mi nunca arrepentido atrevimiento,
Tú á robar me enseííaste
Con modo más violento.
Pues yo adoro la presa , y tu cuidado
Al mismo que cautiva ha despreciado.
ELENA. (Arla.)
Intentas en vano,
Aleve tirano,
Vencer mi crueldad ,
Pues tu cautiverio
No tiene el imperio
De mi libertad.
{RecitacUt.)
¿Cómo tan indiscreto
En repetido agi-avio.
Injurian mi respeto
Las necias expresiones de tu labio?
PÁRIS. (Aria.)
Bellísima Elena,
Pues eres motivo '
De toda mi pena,
Permite el dolor,
ELENA.
Que es bárbaro, esquivo.
Injusto rigor.
Decir el tormento.
Callar el amor.
(Recitado.)
Y pues ya mi fortuna ha echado el resto,
Venza el ruego á la crueldad.
ELENA.
i Qué es esto I
(Coplas.)
I Que es esto, loco Páris,
No sabes que es delirio
Querer con una ofensa
Sobornar un cariño ?
PÁRIS.
I Ay, dueño mió I
Que á tus ojos son glorias
Los precipicios.
ELENA.
En aras del decoro
Se pierde el sacrificio.
Cuando es el rendimiento
Disfraz de lo atrevido.
PÁRIS.
j Ay, dueño mió !
Que no bastan preceptos
Contra el destino.
ELENA. (Recitado.)
Vivo yo, qv;e soy sola
El arbitrio capaz de mi fortuna.
Que á tu loca importuna
Porfía irreverente
Despedace primero que se aliente.
(Aria.)
Es mi noble respeto
El ara y la deidad,
Y el don , aunque secreto,
Que rinde lo indiscreto.
Castiga la crueldad.
PÁRIS.
No es un amor ofensa, que es martirio.
ELENA.
Es ofensa un amor cuando es delirio.
PÁRIS.
Castiga á tu hermosura,
Que es toda la razón de mi locura.
ELENA.
No, no hay razón
PÁRIS.
Sí, sí hay razón
ELENA.
En desear
PÁRIS.
En adorar
ELENA.
Si es tirana
PÁEIS.
Si es hermosa
LOS DOS.
La elección.
ELENA.
No, no hay razón,
PÁRIS.
Sí , sí hay razón.
ELENA.
No hay razón, infiel Páris,
Que tu aleve traición
Disfrace alevosías
Con el vano semblante del amor,
29
so
t>ON EUGENIO GERARDO LOBO.
parís.
Sí hay razón, dulce Elena,
Pues tan grande pasión
Con menos que un estrago
Ko expresara la fuerza de su ardor.
ELENA.
No hay razón que se atreva,
Delincuente la voz,
Á referir un culto
Donde delito fué la adoración.
rÁEls.
Sí hay razón ; que en el templo
Al Ídolo a<rravió
Quien recela el peligro,
Pues desdora milagros el temor.
ELENA.
No, no hay razón,
PÁUIS.
Sí, sí hay razón.
(Hecitadfl.')
Cuando me precipito.
Eres tú mi descargo y mi delito.
ELENA.
Pues yo seré instrumento
De tu ruina, tu estrago y tu escarmiento
PÁRIS. (Aria á dúo.)
Mi esperanza
ELENA.
Mi venganza
PÁRIS.
Lisonjera
ELENA.
Siempre fiera
LOS DOS.
No podrá retroceder.
PÁRIS.
Pues constante
ELENA.
Vengativa
PÁRIS.
Fiel amante
ELENA.
Siempre esquiva
LOS DOS.
Al destino he de vencer.
ORATORIO MÍSTICO Y ALEGÓRICO,
que en el culto de María Santísima del Pilaf cantó la rapilla de la
catedral , en el convento de San Cayetano de la ciudad de Bar-
celona ()).
LA FE. 1 LA CARIDAD.
LA ESPERANZA. | JACOB
CORO DE VIRTUDES.
CORO.
Desdoble la idea de mudas señales
Obscuros conce})t()S, enigmas divinos,
Y en los arcanos de lumbre sagrada
Enciendan las sombras la luz del prodigio.
FE.
¿ Qué pretendes, Jacob ,
Después que has conseguido
(1) >'o titubeamos en publicar este Oíatoiio, á pesar de algunas
singularidades de pensamiento. que contiene , para poner de mani-
fiesto cuAn aventajado era (íerabdo Lorh en los primores rítmicos
que requiere la poesía destinada al cauto.
La bendición que cuesta
El tormento mental de un sacrificio ?
ESPERANZA.
¿Dónde , desde la risa
Del padre desprendido.
Por la causa y el modo,
Te encaminas, dos veces peregrino?
CARIDAD.
¿Dónde, de Bersabé
Dejando el dulce sitio,
Aun más que de las breñas.
De los misterios abres el camino ?
LAS TRES.
Las virtudes somos,
Que vamos contigo,
Para los viadores
Fatiga y alivio.
JACOB. (Recitado.)
A ciimplir obediente
De mi padre la ley, ]iues él desea
Hacerme dueño de Raquel hermosa,
Aquella que en su idea
Sin duda concibió, por no manchada
De Canaan en la estii"pe contagiosa;
Y en fe de preservada.
La tuvo prevenida
Para dulce descanso de mi vida.
(Aria.)
Mi fe, mi esperanza.
Mi amor me asegura
Tener su hermosura
Por prenda dichosa
De mi bendición ;
Pues sólo se alcanza.
Llevándoos delante.
La imagen preciosa.
La joj^a constante
De ia perfección.
Mi fe, etc.
FE. (Recitado.)
Pues ya tu entendimiento
Disposición iDreviene á aquel suave,
Tranquilo movimiento
De dócil voluntad, que infundir sabe
La noble afición pía
A creer la verdad del qiie te envia.
Sin mental evidencia.
En acción me tendrás en tu presencia.
(Aria.)
En Raquel te haré lograr
Belleza más singular
Que aquella que has concebido;
Y para llegarla á ver,
I^or fuerza me has de tener
A la puerta del oído.
En Raquel, etc.
ESPERANZA. (Recitado.)
Yo asistirte prometo.
Pues aquel superior intelectivo
Apetito te mueve
Al bien más arduo, al bien más excesivo;
Y aunque tu afecto debe
Buscar el gozo de Raquel hermosa,
La tendrás desdeñosa,
Si á tu padre no ves, en su hermosura.
Como causa final de tu ventm-a.
(Aria.)
Con dulces ideas
Sabré consolar
De angosto camino la pena cruel ;
Y no me has de hallar
• Así que poseas
En ocio tranquilo la luz de Raquel,
Con dulces f etc.
LAS TEES.
T pues en tí se afianza
La promesa de que fueron
Guarismos, arenas y astros,
En el mar y el fií-mamento...
FE.
Te acompaño hasta el logro
De tus deseos ;
Y en sus trofeos.
Tú verás que te alumbro
Cuando te ciego.
ESPERANZA.
Hasta el triunfo te sigo,
Que pretendieres,
Y en sus placeres.
Hallarás que me ganas
Cuando me pierdes.
CARIDAD.
, Facilito imiDosibles
A tus ideas,
Para que veas
Que un hipóstasis hago
De cielo y tierra.
FE.
En mi palabra real....,
ESPERAXZA.
En mi promesa fiel
CARIDAD.
En mi ansia inmortal...,,
LAS TRES.
Consiste el celestial
Regazo de Eaquel.
JACOB. (Hccitado.')
Sin vuestra compañía,
En vano me atreviera
A buscar el favor de una hermosura,
A quien ya considera
Mi amante fantasía
Azucena cercada
De punzantes abrojos,
Cuyos hermosos ojos
(Felicísimo agravio
De luces inmortales)
De paloma serán enamorada;
De palma su estatura ;
Cendal purpúreo el labio,
Que destile panales ;
Ebúrnea torre el cuello,
Que sepa herir de amor con nn cabello,
( Aria.)
I Cuándo, cuándo pasará
El invierno congelado
De mis ansias y temores?
¿Cuándo, cuándo llegará
ORATORIO MÍSTICO
CARIDAD. (Hecitaeto.)
El favor de mi lado
Tu poder natural nunca alcanzara;
A no haberme llamado
La forma habitual (jue en tí ha esculpido
Quien para tanto asunto te ha elegido ;
Y aunque más en el ara
De Raquel tributase tu porfía,
Sin mi presencia, informe quedaría
El holocausto atento.
Porque yo soy de todo el complemento.
Enlazado
Tu cuidado
Con mi agrado.
Te aseguras el favor ;
Que en los bienes
Que previenes,
Nada tienes
Sin la prenda del amor
enlazado, etc.
.«11
Aquel tiempo señalado.
En que aparezcan las flores?
¿ Cuándo, etc.
CARIDAD.
Concede á tu fatiga
Alguna breve tregua ;
Que la calma del justo
No desdora el favor, antes le alienta.
LAS TEES.
Y en el hábito interno
De tus potencias.
Cuidaremos nosotras
De tus empresas.
Descansa, duerme, sosiega.
JACOB.
Sobre esta piedra inclino,
Gustoso, la cabeza,
Aunque cueste un prodigio.
Que produzca piedades, una piedra,
CORO.
Descansa, duerme, sosiega,
JACOB.
Venga mi objeto amado
Al huerto de mi idea,
Y mezcle sus aromas
Con la mirra insufrible de mis penas,
CORO.
Descansa, duerme, sosiega.
LAS TRES.
Supuesto que enferma
De suaves amores,
Cercadle de flores,
Dejadle que duerma,
Y no le despertéis hasta que él quiera,
CARIDAD, {llecitado.)
Deba á nosotras, deba,
Jacob enamorado,
Ponerle con cuidado
Una escala tan nueva.
Que en subiendo á su cumbre,
Si á Eaquel no examina
(Que no sé si podrá mientras camina),
A lo menos del todo de su lumbre
El más puro reflejo
En enigma verá por el espejo.
{Aria.)
Las virtudes cardinales
Instrumentos potenciales
Apliquen al material ,
Y noblemente hermanadas,
"Vayan formando las grauas
En el taller natural.
Las virtudes, etc.
CORO DE VIRTUDES,
Al precepto obedientes
Estamos, porque veas
Que ya el principio forma
Quien pone la obediencia;
Y haciendo consonancia
La rígida tarea,
Afirme el martillo.
Desbaste la azuela.
Realce el escoplo
Y corte la sierra.
CARIDAD.
De tal suerte ha cumplido
Su encargo la Prudencia,
Que el material labrado
Vendrá donde convenga.
PE.
De modo la Templanza
Consume las cortezas.
Que sólo la medula
So ve do la madera,
H'2
ESPERANZA.
'Pan igual la Justicia
Las mide con su regla,
Que ocupa cada gi-ada
La clase de su esfera,
CARIDAD.
Las enlaza y las une
Tan bien la Fortaleza,
Que elevación ni viento
Las tuerce ni las quiebra.
LAS TRES VIRTUDES,
Tu mística escala
Ya tienes, Jacob ;
El camino es óste
De tu bendición.
DON EUGENIO GERARDO LOBO.
JACOB.
Me engolfa, me anega
CARIDAD.
Y logi-ando las ansias de tu amor,..,,
JACOB.
Tu luz, tu favor?
CARIDAD.
El bien que aquí se encierra ,
Será bendita en tí toda la tierra.
JACOB. (Aria.)
I Qué es esto, qué es esto.
CARIDAD, (lieeitado.)
Y pues que ya elevada,
Con una y otra punta
Los dos extremos junta
Del todo y de la nada,
Suba, suba por ella
Al cielo de su estrella.
Si es que tiene la mente sosegada,
PE.
Ya ha vencido
El vano ruido
Del sentido
Y las ijotencias,
Y en las tinieblas del letargo asiste
Luz que no comprendieron las tinieblas,
ESPERANZA.
Ya más quieto.
Va sujeto
Hacia el objeto
Que desea,
Y deponiendo la fineza activa,
Á contemplarle pasa la fineza,
CARIDAD.
Ya su vida,
Enardecida
Con la herida
De mis flechas,
A la esencia del bien tanto se une.
Que casi se equivoca con la esencia.
LAS TRES.
Y de grada en grada,
Se ve, en competencia.
Subir los afectos.
Bajar las finezas.
CARIDAD. (Recitado.)
Yo, Jacob , te aseguro
Que el misterioso puesto
JACOB. (Entre sueños.)
¿Qué es esto, qué es esto
CARIDAD. (Aria.)
, Donde catre seguro
A la fatiga encuentra tu fervor
JACOB,
Dulcísimo amor?
CARIDAD.
Patrimonio ha de ser eternamente
De tanto descendiente
JACOB.
¿Tan presto, tan presto
CARIDAD.
Como astros encumbra
JACOB.
Me ciega, me alumbra
CARIDAD.
El dosel del sagrado firmamento
Arenas ciñe la inconstante vega
Del undoso elemento
Dulcísimo amor?
I Tan presto, tan presto,
Me alumbra, me ciega,
Me engolfa, me anega,
Tu luz, tu favor?
tQué es esto, qué es esto,
)ulcísimo amor?
( Dcsjñcrta . — Recitado. )
Aguarda, asombro de mi vida, aguarda;
Permite que en deliquio contrapuesto
Apure rayos y en tus ondas arda ;
Mas i dónde voy ? ¿ Qué es esto ?
VIRTUDES.
I Qué es esto, qué es esto, Jacob?
JACOB.
No lo sé.
VIRTUDES.
¿ Tan presto, tan presto despiertas
JACOB.
Me asombra
Del sueño.
VIRTUDES.
La sombra.,
VIRTUDES.
De amor?
JACOB.
Que miré.
VIRTUDES.
¿Qué es esto, qué es esto, JacobT
Tan presto despiertas
Del sueño de amor ?
JACOB.
No lo sé ;
Me asombra
La sombra,
Que miré.
VIRTUDES,
Di, Jacob, de tu sueño
Las especies infusas
Que dejó el cielo.
JACOB,
¿ Qué he de decir, si hasta aquí
Con realidad no sabía
Que al sagrado recinto dé esta tiei'ra
La deidad de los orbes ilumina ?
FE,
Sin su asistencia,
Estuviera cautiva
Tu descendencia ;
Que es su potencia
La razón objetiva
Del bien que esperas.
JACOB.
Piedra, escala. Dios encuentro,
Cuando á Raquel atendía;
Un ascenso, una unión, toda una gloria.
Temeroso, no sé lo que me explican.
PE,
Aunque sin duda
La verdad de su fuente
COMPOSICIONES VARIAS.
Sale desnuda,
Como es tan ruda
La ¡Dotencia paciente,
La vuelve obscura.
JACOB.
La casa de Dios es ésta,
Del cielo puerta divina,
Imagen de Raquel, pues es tu escala
A la repromisión fácil subida,
FE.
De tu creencia
Material sei'á objeto,
Sueño, apariencia;
La Omnipotencia,
El formal del secreto
Que te revela.
JACOB. (Recituilo.)
Sea, sea en buen hora
Objeto material de mi creencia
Esa piedra felice ; y pues la aurora
Término ])nso al sueño.
De los sentidos dueño,
Y s'-ntidos de tanta inteligencia,
Pongámosla erigida
En forma de pilar, y consagrada
Con el rito de ungida,
Quede casa de Dios intitulada,
En señal de que es ella
El camino seguro de mi estrella,
{Aria.)
Por ciñ'a de mi consuelo
Este sitio logre altar,
Y sea puerta del cielo
El timbre de su pilar.
FE.
Venérese atalaya
De uno y otro horizonte,
Que registre constante.
Cuando desde la cumbre de aquel monte.
Para socorro de sus hijos, vaya
El gallardo gigante
De pasos peregrinos.
Que ha de correr ansioso estos caminos,
{Aria.)
Atalaya ha de ser
De los pasos de amor.
Pues supo comprender
Las sendas del favor.
Atalaya, etc,
ESPERANZA.
Conságrese columna.
Jeroglífico santo
De la seguridad de tu fortuna ;
Y después que posea
Raquel un hijo de dolor y llanto,
El bulto de esta idea.
Nube al sol , norte cierto
En las sombras será de otro desiertOg
{Alna.)
Columna de fuego,
Que sigue al sosiego.
Será en el camino
De patria inmortal ;
Y nube que luego
Del rayo divino
Al fiel peregrino
Resguarde leal.
LAS TRES.
Pilar en fin se erija.
Pronóstico seguro de algún dia.
Cuando aquel tu dichoso descendiente.
De eterna mansedumbre.
Encamine tu pueblo hacia la cumbre
Del prometido oriente ,
Y alivie la agonía
De los sedientos males
Con el puro cristal de sus raudales,
I, PS.-XVIII,
B3
Señale la fuente
Del Omnipotente
Augusto pilar ;
Y en el cautiverio,
Feliz refrigerio
Sabrá desalar.
y pues en piedra atalaya.
Columna y pilar se halló.
Llámese puerta del cielo,
Dígase casa de Dios,
Y en esta figura
Venere Jacob
1 . ;is virtudes escala más fiel.
Camino seguro, que lleva la unión,
Imagen en piedra de hermosa Raquel ,
Enigma sagrado de la redención.
endecasílabo.
Á las suntuosas columnas del convento de la Cartuja de Roma.
Pirámides de Mémfis, que en el mundo
El renombre gozáis de maravillas.
Porque de pardas nubes coronada.
Vuestra eminencia al cielo desafia;
Vos, cuya excelsa fábrica presume
Vencer del tiempo la segur altiva ;
Vos, en cuya soberbia arquitectura
Se eternizó la vanidad egipcia;
Vos, que lográis en fúnebres entrañas,
Donde cadáver real se dej^osita.
Cuanto halló de gentiles la soberbia
V buscó de mortales la codicia;
Vos, que en tumbas labradas, si funestas.
Fuisteis lisonja á la ignorancia antigua.
Cuando hoy tesoro oculto en vuestras sombras
Rindió supersticiosa idolatría;
Vos, que albergáis en escondidos senos,
Entre el oro de Ofir, pobres reliquias,
Como si al resplandor de los metales
Fuese menos ceniza la ceniza;
Tomad, si puede ser, el movimiento ;
Piedras, venced vuestra quietud nativa;
Peregrinad á Roma á ver milagi'os.
Que mudamente á la atención convidan.
Allá, donde mansión tiene desierta
Del patriarca Bruno la familia.
Consagrando entre nobles desengaños
Las vastas soledades en que habitan ;
Hallaréis por ornato á su Tebaida
Tan hermosas columnas erigidas.
Que encuentra en su estatura agigantada.
Duda el concepto, admiración la vista.
Pensaréis que son riscos trasladados,
Ó peñas del desierto transferidas ;
Pues sólo son columnas, donde excede
Con su primor el arte lo que imita.
Cada obelisco allí que ves gigante,
No forma, como á vos, partes distintas,
Sino que entera máquina compone
De cada Atlante la porción altiva.
El cincel se cansó de desbastarlos,
Y muestran su rudeza tan pulida,
Que su misma pesada corpulencia
Descuido pareció, y es bizarría.
Llegad; medid las encumbradas moleSj,
Y alcanzaréis que en su elevada cima
No se atreve el Olimpo á competencias.
Pues contempla su altura allí excedida.
Allí, pues, respetad profundamente,
Si cabe en piedras reverencia pía,
Aun más que el edificio que sustentan.
La misteriosa acción que significan.
Del heroísmo de la fe cristiana
Vivos emblemas son, mudos enigmas,
Y en su altura, que al cielo se levanta,
Contemplación sagrada vive escrita.
Volved ahora, si podéis, á Mémfis;
Dejad estas marmóreas maravillas ;
Pero ¿ no vais, pirámides ? Sin duda
Estáis, de tanto asombro, confundidas.
B4
A UN ÁOinLA.
Cruza veloz el viento,
De plumas, no de perlas, coronado,
De aire y de luz sediento,
Del cielo de unas cumbres abortado,
Pájaro generoso,
Garra la uña, alfange corvo el pico ;
Que vuela venturoso.
Rico de plumas y de estragos rico ;
Robador, no de Europa,
Mas del que al mayor dios sirve la co-
Desde el sublime nido, [pa;
Que el cóncavo le dio de alguna peña,
Aprende presumido
El privilegio que á su estirpe enseña,
De contar sin desmayo,
Desde su regia cuna.
Del sol Jos esplendores rayo á rayo.
Si cruza el bosque que el Favonio pei-
Por mérito ó fortuna, [na.
Todas las aves la coronan reina ,
Y ni en árbol, ni en gruta.
El trono y majestad se le disputa ;
gual entre llores rosa,
cual noble león entre las fieras.
Logra majestuosa
Dominio entre las aves más ligeras ;
Su vuelo es tan violento,
Que aun no la iguala borrascoso vien-
Y porque no desdiga [to ;
De su ejercicio su feliz corona,
Fiera tal vez castiga.
Noble tal vez perdona,
Y severa ó propicia,
Usa una vez piedad, otra ju;ticia.
ROMANCES.
I.
Envió un regalo de pemiles y chorizos al
excelentísimo señor Conde de Aguilar
(quien fué muy dado á la lilosofia moder-
na).
De la mejor biblioteca
De este país, mi atención
Remite esos tomos ; nadie
Tan sabio como su autor.
Sobre la misma materia
Van, de buen comentador.
Unos chorizos al margen,
A manera de adición.
Repásalos poco á poco,
Pues que más se aprovechó
En bucólicas de plato
Que en ideas de Platón.
Deja á Cartesio, á Diveo,
Maygnau, Gasendo y Bacon;
Que aunque todos saben bien,
Un pernil sabe mejor.
¿ Qué te importa que sea el todo
Entidad distinta ó no
De sus partes, si lo mismo
Son torreznos que jamón?
Deja que materia y forma
Se distingan en rigor.
Pues que nunca te deshace
El pernil la distinción.
Deja que el continuo sea
De infinita división.
Como siempre en tu cocina
Sea continuo el asador.
Que obre imviediate ó mediata
La sustancia, ¿qué importó,
Como en tu estómago ejerzan
Las lonjas su operación?
Que sea entidad separable,
Y no modo, la calor,
Nada importa , como tú
Hagas bien la digestión.
DON EUGENIO GERARDO LOBO.
Que la privación se tenga
Por principio no es error.
Mientras no haya en los principios
De tu mesa privación.
No niegues á la materia
Su infinita partición ,
Y sacarás más lonjita.s
Que los átomos del sol.
¿ Qué sirve que el microscopio
Haga al mosquito capón ,
Si microscopios no tiene
El paladar ni el sabor ?
Sin la costra de alambiques,
Sin fatiga y sin sudor,
Hallarás el aiput tnortmim,
En haciendo un chicharrón.
En manos de la disputa
El cielo al mundo dejó ;
Bien se le conoce al pobre
La asistencia del tutor.
Aristóteles, Teoñ-astro,
Pitágoras y Cenon
Jamas pudieron saber
La esencia de un caracol.
Un Jerónimo, Agustino,
Crisóstomo y Besarion
Supieron más ; pero en esto
Se burlaba el Hacedor.
En el Océano inmenso
De este escondido primor
No hay que buscar los tamaños;
Toda ballena es ratón.
También en talos quimeras
Gastaba algún tiempo yo,
Y en mi vida supe cómo
Se establece un cañamón.
Y así, mudando sistema.
Pasa á sargento mayor,
Y establecí por principio,
Pura potencia, al doblón.
De aquí las formas deduzco
Del vivir mucho mejor,
Porque sin él cualquier cosa
Es un ente de razón.
Esta si que es crisopeya,
Pues haciendo un tres de un dos,
Se convierten luego en plata
Los yerros de mi renglón.
No me aventajara Lulio
En manejar el crisol,
A no podrirme los polvos
La santa restitución.
Y por fin , lleva sabido
Que sin caudal es Catou,
Actus entis in poteyítia
Prout in potentia. Y adiós,
IL
Al tesorero, pidiéndole libre alguna canti-
dad sobre su sueldo.
Amigo y señor, divierte
El tiempo en mis disparates.
Pues es la tesorería
Hospital de ociosidades.
No ignoras que al Rey mantengo.
Ya con maña, ya con arte,
La invisible compañía
De treinta necesidades.
El lapsus lingua del pré
Ha pagado unos puntales
Que echó á la vida el señor
Carpintero de las carnes.
Tan colicuado le envías.
Que ya el ingenio no vale,
Ni le ha quedado á la industria
Más arbitrio que salvarse.
Los Escotes del bastón
Perdieron los memoriales,
Y en el libro de sus cuentas
No hay más que ceros al margen.
Ni una placilla ad honor em
Encajan los miserables.
Porque extractos alambiques
Nos alquitaran la saugTe.
Yo no sé la teología
Del Merode, ni otras artes.
Que en leyes de gatomaquia
Estudian los gavilanes.
Si el Rey me lo da, lo cómo ;
Si no, me muero de hambre ;
Que á no servirle, lo mismo
Me pasara en otra parte.
No blasono mayorazgos ;
En Toledo, mi carácter
En casa de un mercader
Importará un par de guantes.
Del real erario he vivido ;
Si algo me envían mis padres.
Aun no llega á los excesos
De gastos particulares.
Jamas escupí antesalas,
Sonriéndome con pajes,
Ni al ruido de mis tacones
Dispertaron tus umbrales.
Aborrecí cuidadoso
El estrechar amistades ,
Cuando hipócritas finezas
Se rematan en un dame.
Hasta aquí no he conocido
A la miseria el semblante,
Y á fe que tiene una cara
Como ti'einta catalanes.
Es villana, es contrahecha,
Es espuria, es ignorante,
Sabe á chinches, huele á suegi-as,
Y se viste de desaires.
El ¡mladar se enmohece ,
Por lo poco que se barren ,
Con escobas comestibles.
Telarañas guturales.
Honra cómo y honra bebo.
Honra es la tienda y el catre,
Y de todas estas honras
El estómago es cadáver.
Reformación el vestido
Me pide por todas partes ,
E intactas las f altriquen ,
Aun conservan los hilvants.
Limpio le suelo traer.
Porque las manchas le salen,
En virtud de la saliva,
A las cinco de la tai-de.
Mi rocín está de suerte,
Que en los riesgos de un avance.
Si le empuño por la cola.
Me puede servir de alfanje.
Con el viento se gobierna,
Y es gusto ver cómo parte ,
Con el poniente á mi tienda,
A Calaf coa el levante.
Prevención traigo de fuelles
Para calmas natm-ales,
Y con espuelas de soplos
Le fatigo los ijares.
Cuando encontrados le mueven
Vieutecillos transversales.
Piensan algunos que marcho
Encima de un estandarte.
Y así , pido que me libres
Lo que tengas por más fácil,
En pago de mis corrientes
O á cuenta de mis parantes.
En la Troya de mi suerte
Serás Eneas, que saques
A el Anquíses de mi vida
Sobre los hombros de un vale.
Serás César, que derrotes
En la Farsalia de males
Ejércitos pompeyanos
De cien mil necesidades.
En la Roma de mi nngustia
Serás Tarquino galante,
Que violes con una firma
Mis bolsillos virginales.
Si no lo hicieres, serás
Tesorero perdurable,
Sin caudal y con libranzas
De trescientos Castelares.
Y en cualquiera providencia
Eogaré que Dios te guarde :
Prats del Rey y Octubre quince (1).
Amicus tuus : Qiddam jjaujjcr.
III.
Respuesta á una carta en que ásperamente
fué calumniado el autor de poco activo cu
el cange particular de un caballero.
Señora, baste que sea
Mi triste vida juguete
De discursos vandomales
Y empeños estaramborges.
Baste ver á mis costillas
Austeras y penitentes,
Filosofando en terrones.
Cuál es dócil, cuál es fuerte.
Baste vivir receloso
De que en guardias ó piquetes ,
Un Ítem mando de plomo
Me haga heredero del réquiem.
O que á mis sesos un golpe
Por codicilo les deje.
En la posesión del cráneo,
Una reliquia de á geme
Baste ^ivi^ inquilino
Donde saben tantas veces
Los hisopos de Vizcaya
Menudear los asperges.
Baste temer, cuando llega
El capellán y arremete
Con absolvos de antubion
Y pésames de torrente ;
Sin que avancen desde el Ebro,
Por el Cinca y por el Segre ,
Tus rigores voluntarios,
Tus enojos miqueletes.
Una carta he recibido.
Tan seca, tan astringente,
Que fué imposible el abrirla
Sin imtarla con aceite.
T^a pluma, que fué en tus dedos
Tal vez garzota del fénix,
Cauon parece, arrancado
De las alas de una sierpe.
Xo es tinta de alcaparrosa
La que imprimió caracteres,
Sino zumo de cicutas,
Confeccionado con hieles.
Tebaida es todo el papel
De una firma penitente,
Sin postdatas farvalacs
Ni rasguillos pelendengues.
Este suceso sonsaca
De mis íntimos retretes
Media docena de enfados
Que guardaba para un huésped.
Mas ¡ ay ! que al reñir contigo.
Los rencores se me tuercen.
Se me congelan los ceños.
Se me desmayan los dengues.
¿ Tengo yo la culpa acaso
De que los canges te alejen
La esperanza de cobrar
Atrasados y corriente s ?
Zúñiga, Córelova, Aponte
Tus ojerizas merecen.
Pues fueron del desajuste
Los tres superintendentes.
Pasaron á Momaneu,
A festejar con banqiaetes
La salud incorruptible
De las damas abstinentes;
Gestándoles poco susto
Que todas elesempaiieuten,
ii) nii.
ROMANCES.
Desemboden, desemprimen
Otro puñado de meses.
Pero yo, que de las Musas
Soy tan inútil sirviente,
Que por no gastar su aliento.
Me soplan con unos fuelles;
Semiracional de aquellos
Que nacimos solamente
A fuer de ayuda de costa
Que Dios envia á la especie;
Del culto de tus altares
Monacillo tan endeble,
Que apenas saqué incensario
En las vísperas sok^mnes;
Pues arrimado á un rincón
Cuando cantaban las preces
Los demás sacrificantes,
Yo decia los amones;
Que adoré la estampa á longé,
Eentlí tributos líbente?',
Formé suspiros ad intra ,
Llevé desprecios externe;
I Cómo he poelido dar causa
Para que el alfange juegue
El Heródes de tu ceño
En mis ansias inocentes ?
Serena el furor. Señora;
Que si más tiempo le ejerces,
En la parroquia del mundo
No han de quedar feligreses.
Pero no te desenojes ;
Que relámpagos celestes
Alumlsrau lo que amenazan.
Autorizan lo C[ue hieren.
Al mirar mis vanidades ,
Víctimas de tus desdenes,
Igualan los en-vádiosos
El número á los vivientes.
Sí tan hermosas crueldades
Los desaciertos merecen,
Se i^ondrán las transgresiones
En el solio ele las leyes.
Y pues tus dulces castigos
Lo que ultrajan envanecen,
Bien hayan las desventuras
Que me hicieron delincuente.
A fe que la seriedad.
Con el viento que la impele ,
También desdobla en tu obseejuio
Flámulas y gallardetes.
Y es mucho; que en esta tierra
La discreción se reviene,
El numen se entelaraña
Y el discurso se enmohece.
Aquí (separo excepciones)
Son las que llaman mujeres.
Hermosas como mis males,
Pulidas como mis bienes.
En las alcobas del cuerpo
Arrellanaela entretienen
Un alma que se espereza,
Un corazón que se duerme.
La canícula en su garbo
Engarapiñarse puede,
Y encanicularse á vista
De su chiste los diciembres.
Es el primor de su lengua
Acedía de la mente.
Garraspera del oído
Y taladro de las sienes.
Es cada pié, cuando menos,
Una gi'osura perenne,
Un toelavia de nervios.
Un ítem más do juanetes.
Tomando posta los ojos
Muy temprano para verle.
Descansan á media noche
En el mesón del Empeine.
Bien hayas tú (tentación
De equívoco me acomete).
Que siendo soberbia, sabes
En lo poco que te tienes,
85
Retórica, donde puso
Naturaleza elocuente
Mucha elegancia de fuego
En laconismos de nieve.
Bien hayas tú, desahogo
De los divinos pinceles.
Agua va de discreciones,
Antubion de rosicleres.
Cuyos triunfos se gi-adúan
Tan sobre todo, que tienen
Inmunidad de italianos
O distinción de irlandeses.
Bien hayas tú, y aun mal hayas,
Si haces que me ensobreceje.
Me enmodorre, hipocondrice,
Me ensaturne y me ennoruegue.
Sin pedir perelon , no es fácil
Que en conciencia te confieses;
Pide, Señora, pues tengo
Natural de hacer mercedes.
Y en el ínterin memorias
Al Marqués y á su adhcrente,
Y á las coreliales privanzas
Del interior gabinete.
Dios te guárele cuanto gustes ;
Prats del Rey, Setiembre veinte,
Mil setecientos y once;
Señora, tu mequetrefe.
IV.
Responde, estando en campaña , á una dama
que le envió á pedir unos versos.
¿ Es posible que me mandes
Escribir versos, Anarda,
Cuando en lugar de las Musas,
Me están soplando las balas?
I Cuando mullen cuidadosas
Mis estériles csjialdas,
Sobre un catre de terrones.
El transportin de una capa?
¿Cuando el sudor, que se ingiere
Entre el polvo que se cuaja.
Me pespuntea el semblante
Con perfiles de argamasa?
I Cuando enfrente de banderas
Tanto peligi-o amenaza.
Que sólo puede tu vista
Ser cosa más arriesgada?
¿Cuauelo temo que me envíen,
Con despachos ele Vizcaya,
A llevar á tóela prisa
Al purgatorio una carta?
Pero, al fin, si cortejando
Tu voluntad me despachan,
Me iré al instante á la gloria,
Derecho como una albarda.
Quisiera no obedecerte;
Mas, ay, que á mis repugnancias,
Si las busco empedernidas,
Las encuentro almibaradas.
Los elescargos se me huyen,
Las disculpas se me escapan.
Mientras se le va cayendo
Al albedi-ío la baba.
Y pues tu inñujo amanece,
Haré que toquen al alba.
En la torre de mi idea,
Conceptillos de campana.
Acusas mi olvido, como
Si entre desventuras tantas,
Al t 'mplo de mi memoria
Se atraviesen las desgracias.
Desmoronar nunca pudo
De mi atención el alcázai",
Ni la ojeriza del tiempo.
Ni el rencor de la distancia.
De la Troya de mi suerte,
El Eneas de mis ansias.
En los hombros del re.=peto,
Indemne sacó tu estampa.
¿ Qué importa que contra escollos
S8
Diiro bajel se deshaga,
Si el ídolo se reserva
A cuidados de una tabla?
Guardo en mi memoria aqxiella
Urbanidad soberana,
De cuyo donaire fueron
Mis presunciones esclavas.
Y aun mi vanidad segura
En la aceptación se ensalza;
Que en tu garbo se acreditan
l)i5cretas las confianzas.
¡Oh, las veces que he llorado
Que en tí la fortuna ingi-ata
Coronas.' la ojeriza
Con que aborrece á las gracias!
Mas ¿qué importan sus rigores,
Si cuando los desembraza,
Desacredita su impulso
El mármol de tu constancia?
¡ Oh, pese ! Pero ¿qué digo?
La música va muy alta ;
Bajemos el punto, y vuelva
Otra vez la zarabanda.
Dices que estás en clausura,
Y es elección acertada ;
Que al fin, eres para monja
Como yo para garnacha.
La contemplación estudias,
Cuando lecciones de santa
Ño te han de entrar, aunque apures
Muchos quintales de pasas.
Sin agraviar los respetos
De tan nobles circunstancias,
Ha.s de ser canonizable
Cuando Kagotzí sea papa.
Quien, como tú, se corona
Con tanto primor de marca,
No ha menester locutorios
Para burlar esperanzas.
Si de todos sus arpones
A Cupido le degradan ,
Puede gastar en mocliuolos
La munición de sus armas.
Si apunta sin tus primores.
Aunque se quite la banda,
No ha de herir dos albedrios
En setecientas semanas.
Si ya no es que maudso,
Del falcistol hace aljaba,
Y un flechazo de maitiu'; s
Nos tira por tu garganta.
¿Qué hará sin las rubicundas
Sutiles volantes ascuas,
Que son cabellos de ángel
Para el plato de las almas?
¿Sin el campo, donde mil
Libertades corren cañas,
Y aunque ninguna tropieza,
Todas mil se descalabran?
¿ Sin los paréntesis rubios.
Donde lo hermoso separa.
De la prosa de las luces.
Dos centellas clausuladas?
¿Sin aquel proporcionado
Pirámide, que levantan
Los triunfos de las facciones.
Por blaáon de filigrana?
¿Sin los bochornos rasgados.
De cuyos incendios saca
Tabardillo la memoria.
El pensamiento tercianas?
¿ Sin las esferas en donde
Envidiosa Venus planta.
Para producir sonrojos,
Suavisimas bofetadas?
¿ Sin la cátedra pequeña,
En que arguyendo la gracia,
Concluye á las hermosuras
Con silogismos de grana?
Mas ¿yo retratos? ¿Qué es esto?
Bien sé que no te pintara
Si el pincel ó los colores
DON EUGENIO GERARDO LOBO.
Me costasen dos de plata.
Gracias á Apolo, que tengo
Los materiales en casa,
Y que el sudor de la musa
Es aceite de linaza.
Pero es preciso que sienta
Todo el papel que se gasta ;
Que al fin es de mi bolsillo
Un pedazo de sustancia.
No admires galanterías ;
Que siempre yo con las damas.
De mis prodigalidades
Desembarazo abundanci as.
Si respondes, as'guro
(¡Mucho digo! pero vaya)
Rescatar á toda costa
De la estafeta la carta.
Y en el ínterin, memorias
A las que han sido gallardas,
Del templo de tu hermosura
Finísimas sacristanas.
Dios te guarde cuanto puede;
Octubre, veinte, en campaña
De Prats del Rey, años once;
Quien iw come, pero masca.
Y.
Caita que escribirt el autor á una parienta
suya , oidora en Ha 'celona , en icspuesta
de otra que ella escribió, (iui'j;índose de
su descuido en escribirla.
Recibo, parienta mia,
De tu ingenio y de tu puño,
Una carta familiar,
Que ha menester un conjuro.
Me gradúas de veleta
Con estilo campanudo,
Y casi casi has estado
Para decir que soy trullo.
Jamas me escribes gustosa,
Siendo en la cuenta que ajusto,
Tantas las quejas que trago.
Como los portes que escupo.
No cabiendo en tu silencio
Murmuraciones del vulgo,
De los chismes que te cuentan
Haces la pluma cañuto.
Me acumulas más delitos.
Me fomentas más insultos,
Que han revelado en cien plazas
Los calzones del verdugo.
Vive Apolo (que es el dios
De todos los boquirrubios),
Que me causas más bochornos
Que veinte meses de Julio,
En la línea de pariente
Soy el más fino avechucho
De cuantos muerden los hierros
De las jaulas de este mundo.
Si no quieres escribirme.
No puede importarme mucho,
Porque sé de tu salud,
Sólo con tomarme el pulso;
Pues, como tus accidentes
Son la esencia de mis sustos.
Si tú equívoca la gozas,
El lo dice tartamudo.
Cuando el pincel del destino
Copia bienes ó infortunios
Para tu casa, en la mia
Hace primero el dibujo.
En verdad que el conceptillo
Era razonable asunto
Para revolver un poco
Los baúles del discurso.
Pero gastar con parientas
Dulces hipérboles cultos,
Es lo mismo que escribir
Tiernos requiebros á tiu-no.
Mas, no obstante, bien conoces
Que tus penas ó tus gustos
Me los trae certificadoa
La estafeta del influjo.
Cuando el pirata accidente
Te robó el color purpúreo,
Anduve yo en esta vida
Con patente de difunto.
Y cuando convaleciste
Con el semblante algo mustio,
Parecía yo entre todos
Recaudador de sepulcros.
Soy de tus dichas compulsa,
Soy de tus males trasunto.
Gaceta de tus pesares
Y baraja de tus triunfos.
Si tú te alegras, me rio;
Si te entristecías, me enluto;
Si te regalas, me ensebo:
Y si no comes, me enjugo.
Si te enfadas, me envinagro;
Si te .suavizas, me endulzo;
Y si riñes, amartillo
En cada dedo un trabuco.
Si te esperezas , me estiro;
Si te frunces, me repulgo;
Y si bostezas , enseño
La canal de los mendrugos.
Si vas deprisa, soy ave ;
Si despacio, soy testudo ;
Si te duermes , soy lirón ;
Y si velas, soy lechuzo.
Si estás serena, soy calma;
Si llorosa, soy diluvio;
Si enflaqueces, soy menguante;
Y si engordas, plenilunio.
De tus sueños soy Morfco,
De tus recados, Mercm'io;
De tus ojerizas, Jove ;
De tus tristezas. Saturno.
Si estás grave, soy Catón;
Si estás elocuente, Tulio;
Si chistosa, soy Marcial,
Y algima vez soy Catulo.
Si te confiesas, me embisten
Vocaciones de cartujo;
Pero tú tienes cuidado
De alargarme este disgusto.
Si te levantas temprano.
Antes del alba madrugo,
Y si acaso te resfrias.
Luego al instante estornudo.
Si haces labor, lo conozco,
Porque este día me pudro ;
Y sé cuando estás en misa
Por lo que parlo y murmuro.
La tarde que te visitan
De la audiencia los Liciu'gos,
Llamo Ticio al que es Gonzalo,
Y Sempronio al que es Ángulo,
Cuando el reloj purpur.ido
Te se atrasa algún minuto,
A mi estómago al instante
Se le antojan almendi-ucos.
Cuando en forma de palomo,
Alternando los arrullos.
Caracolea el pariente ,
Yo desde acá digo : «Truco.»
Y de estas finezas saco
Tan mala paga, tal fruto.
Como si fuese tu genio
La situación de mis juros.
Mas yo mudaré de estilo,
Siendo para lo futuro ,
De tus cosas trasgo, duende,
Sango, obnoscelio j_ sucubo.
Azar seré de tus juegos.
De tus quietudes tumulto ;
Cuando bebas, mosca muerta;
Cuando comas, pelo sucio.
De tus riñas, tijeret.as;
De tus pláticas, absurdo;
De tus ayes, aleluya ;
De tus músicas, nocturno.
Seré en tus cintas enredo,
Picsbalon en tus coturnos,
En tus vestick's polilln ,
Y on tus cucajcs engrudo,
Eaton de tus alhacenas ,
Y lo que guardes á hurto,
Te lo tengo de roer,
Aunque sea dia de ayuno.
Al paje más diligente
Te le he de vol ver un biuTO,
Que trabuque los recados
Y te dé ciento por uno.
Haré que te corte el sastre
En la gala más del uso,
En vez de mangas, alforjas,
Y en vez de escotes, embudos.
Cuando enAidies en la otra
Algún lazo de buen gusto,
Uispomlré que no haya tit mía
Donde se encuentre segundo.
Cuando salgas en el coche
A la fiesta de más rumbo,
He de romper una rueda
En la mitad del concurso.
Cuando vayas á palacio,
Al salón de los coluros,
A la oreja, como dogo,
Te he de echar un mamaluco,
Que con capa de discreto
Y con camisa de pulpo
Te atormente los oídos
Y te ahorque los discursos.
Y cuando salgas deprisa
(Por lo que al cielo le plugo)
He de barajar los coches.
Porque no se encuentre el tuyo.
Algo más hiciera, pero
Al candil le dan singultos,
Y on muriéndose , se viste
Toda mi casa de luto.
Ya fallece, ya boquea,
Y ya la sueiíe dispuso
Que pues escribo sin tiento.
Me vaya á acostar á pulso.
Dios te me guarde, Montijo,
Y Noviembre veinte y uno
Del año de diez y ocho;
A tus pies : Eugeiiio Liipo.
VI.
A un amigo, dándole cuenta de un aloja-
miento.
Si acaso, amigo y señor.
Viviendo alegre en Llerena,
Se te hace cuesta arriba
Acordarte de una sierra ,
Reza alguna vez la Sajve
(Si es que por descuido rezas),
Y no olvidarás á los
Desterrados hijos de Eva.
Yo lo estoy, por los pecados
Y mi desdicha, en Calera,
Lugar que entre unas carrascas
Escondió naturaleza.
Llegué cuando resucitan,
Al juicio de mi trompeta,
Del sepulcro de sus chozas,
Veinte y dos cuerpos de jerga,
Xo son más sus moradores,
Y todos juntos me llevan
A una casa, vivo ejemplo
De la mujer que se afeita.
Algo relumbrante el lejos,
Un 2D0C0 pálido el cerca.
Telarañas por dedentro
Y mucha cal por deñicra.
Dos cerdudos (1), al entrar,
Me dieron la enhorabuena ;
Que el trato con los franceses
Me hizo entendeiles la lengua.
(1) Voi amicuada : cerdo.
ROMAÍJ'CES.
Recibióme una patrona
Ojiblanca y carinegra ;
Patrona , amigo , que puede
Ser patrón de las galeras.
Por el balcón de una toca,
Mal tejida y bien deshecha,
Asoma una contextura,
Que ni mi culpa es más fea.
De los bajos del sayal,
l]n mil deshilados, cuelgan
Unas como campanillas.
Que tocan, pero no tientan.
Entre el montaraz melindre,
Unos piesecitos muestra,
Largos como mi dcsgi'acia,
Anchos como tu conciencia.
Al fin, perfilando el cuerpo
Y bajando la cabeza.
Entré á un cuarto, cuyas vigas
Me hicieron ver las estrellas.
Era su interior adorno,
A el poniente una gatera,
Un bufete corcovado
Y una silla patituerta.
Un medio agujero á un lado
Está haciendo penitencia
Por la vanidad que tuvo
D¿ querer ser alhacena.
Sobre un jioco de tomiza,
Que entre dos palos se enreda.
Se mii'a un colchón con menos
Vellón que mis faltriqueras.
En el techo dos racimos
Iban corriendo parejas
Tras un pero más podrido
Que la sangre de mis venas.
Sobre el vasar de un rincón
Estaba una ratonera.
Un corcho con sal , un cuerno
Y una Santa Magdalena.
Los cuadros son : uq San .Juan
Con su gorra y su bandera;
Un San Roque de papel ,
Acancerada una pierna.
En seis ó siete personas,
A verme vino la aldea.
Alcaldes, concejo, clero.
Niños, mujeres y viejas.
Me daban paternidad,
Señoría y excelencia,
Y yo sólo deseaba
El que me diesen la cena.
Diéronmela, finalmente,
Sobre la gibada mesa,
Más roida que un dichoso.
Más amarga que mis penas.
Sentéme de medio lado,
Con tal hambre, que vendiera
Veinte primogenituras
Por un plato de lentejas.
El subcinericio pan
Que Elias comió en la higuera
Pareciera, junto al mió.
Oriundo de Vallecas,
Galgos mis dedos cazaron ,
Después de andar una legua.
La pechuga de un conejo
En el rincón de xma hortera.
Porque la falta del vino
Sabrosa el agua supliera,
Me sirvió de postre aquello
Que al pródigo de merienda.
Y echando la bendición ,
Porque mi patrona huyera,
Se finalizó el convite,
Y comenzó mi tragedia;
Pues mi caballo el Guzman,
Por sólo la impertinencia
De un dolorcillo de tripas,
Se murió como una bestia.
La falta de la botica
Este daño recompensa,
37
Porque puedo comprar otro
Con lo que ahoiTÓ de recetas.
listas son mis desventuras ;
Ponías á sus piós, si llegan
Al templo de las deidades ,
Para que el serlo desmientan,
A mis jefes, compañeros
Y amigos, si toman tierra
En el puerto de esc emporio
Del cuartel de las tormentas,
Como antigua, poner puedes
A su arbitrio mi obediencia,
Mientras para mi epitafio
Se perfecciona esta letra :
Soneto.
Aquí yace en concreto un capitán ,
Que en abstracto le dieron la ración ;
Un vtensUio, unjn'é y una ínspemion
Fué su cirrio, apostema y zaratán.
Manda, pues, que le entierren en
[un pan,
Por si vive en oliendo el migajon;
Y no doblen por él, pues la ocasión
De su muerte fué sólo el ¿dan, dan,
[dan .'
Muere, en fin, consolado, porque al
Ya se lleva sabido qué es (jajé [fin,
Y á qué cosa se llama botiquín.
Deja tacitas para dar el té.
Unas gacetas de la Alsacia y Rin,
Polvos de Chip7'e y hojas de café,
VIL
A una señora que se habia sangrado, alu-
diendo á la precisión de hacerle un regalo.
Mehan dicho, Anarda, que esfuerza,
Pues te sangras, regalarte ;
Mal haya el médico, amén ,
Que ordenó que te sangrases.
¿No es, mirado á buenas luces,
Cortesano disparate
Que hayan de pagar mis bienes
El delito de tus males ?
¿ Tienen simpatía acaso
Tus venas y mis caudales,
Que ha de salirse mi bolsa.
Porque se vierta tu sangre?
Según esto, más enfermo
Estoy yo, pues cada instante
Que á tí la vena te apuntan,
A mi el corazón me parten.
Mas , ya que soy un perdido.
Determino el enviarte
Ocho cuartos, porque sepas
Que yo tal vez soy galante.
Bien pudiera á menos costa
Cumplir; mas quiero que saquea
Trajecillo de tisú
Con ñuecos y farfalaes.
Recibe el regalo y calla ;
Porque no habrá quien se case
Conmigo, al saber que tengo
Tantas prodigalidades.
Recibe también el susto
Que tengo al ver que en tu catre
Se atreve alevosa punta
A un jazmín de hueso y carne;
Por cuya cisura breve
(Ahora quiero remontarme)
Se precipitó cojjíosa
Inundación de corales;
En cuyo golfo jmdiera
Del albedrío la nave
Surcar peligros de nácar
Entre rojas tempestades.
Y así podi-é desquitar
Mi gasto con embarcarme,
Y en laa India.s del baiTcño
Ir cargado de granates.
38
vin.
Se empeñaron unas señoras con su panenta
la oidora para que mandase al aulor es-
cribir unas décimas sobre cierto asunto,
T encontrando embarazo para la obedien-
cia, respondió en nombre de la interceso-
ra con este romance.
Lograr, amigas, no puedo
Que responda Lobo; indicio
De que vuestras discreciones
Son mordazas de su estilo.
Con máscara de respeto
Autoriza lo remiso,
Para que la repugnancia
Se acredite sacriticio.
Si se lo mando, respondo
Que á preceptos peregrinos,
Sólo sabe -venerarlos
El que no acierta á cumplirlos.
Si me eno j o, dice : « Tantos
El ceño aumenta atractivos,
Que para el bien de los ojos
Es noble usura el delito.»
Si le ruego, se suspende;
Y cuando yo me imagino
- Que va á soltar un concepto,
Desaprisiona un suspiro.
En fin , ya tomó la pluma ,
Y después de discursivo,
Para escribir una lira,
Einpezó : «Muy señor mió.»
Él sin duda está hechizado.
Pues en su almohada se han visto,
Con trescientos alfileres,
Dos sonetos amarillos.
Dejémosle para necio,
Dejémosle para indigno,
Y dejémosle ; que es toda
La esencia de su martirio.
No piense que á mí me falta
Habilidad ó artificio
Para zurcir cuatro coplas,
Si empiezo á tomar el hilo.
Plegué á Dios que cuando quiera
Subir la cuesta del Pindó,
Tropiece su numen tanto,
Que se quiebre los hocicos.
Y cuando pida á las Musas
La inspiración ó el auxilio.
Porque no puedan soplarle,
Las halle con garrotillo.
Plegué al hado que se vean.
Por la mano de asesinos.
Descuartizados sus versos
En las columnas de un libro,
Y cuando alguno traslade
Sus papeles clandestinos.
De donde penda el concepto,
Allí cuelgue un desatino.
Plegué á Dios que cuando piense
Que al mundo tiene aturdido.
Venga un sacristán de monjas
A pedirle un villancico.
Vayase, en fin, noramala,
Pues yo le juro y le afirmo
Que de no hablarnos con-verso,
Se ha de ver arrepentido.
IX.
Quéjase un ofendido del infiel proceder
de una deidad.
ROMAIÍCE CÓMICO.
Sabed , rústicos pastores ,
La traición de mi enemiga
Zagala, en quien son igualas
La hermosura y la mentira.
Sabed que aquellos honores,
Que alguien tuvo por caricias,
Fueron contra mi inocencia
Doradas alevosías.
Admitió mis sacrificioB
DON EUGENIO GERARDO LOBO.
I Para ejercitar sus iras ,
' Vistiendo sus tolerancias
' De dulces hipocrcsias.
I Proporcionando al ascenso
El golpe de la cnida,
I Sobre algunas presunciones
I Colocó á mi fantasía.
En mi necia confianza
Aseguró su malicia;
Que también en las deidades
Hay sagradas villanías.
Llevóme por el camino
De una lisonja mentida,
Y me disparó una ofensa
Al revolver de una dicha.
¿Quién creyera que en su agrado
Se ocultase la malicia?
Pero, ¿quién no lo creyera.
Sabiendo la suerte mía?
Más incurable se hizo
La falsedad que la herida.
Porque enconó á la paciencia
El modo de dirigirla.
¡Cuánto mejor me estuviera
Adorarla siempre esquiva!
Que al fin, hay mucha distancia
Desde el agravio á la ira.
Desden fuera que á mi obsequio
Desatendiese propicia,
Pero, admitido v;ltrajarle,
No es desden, que es grosería.
Se conoce delincuente,
Y con mayor ojeriza,
Sin permitirme la queja,
Me concede la justicia.
Me ofrece satisfacciones ,
Y las que pido la irritan;
De suerte que en sus engaños.
Aun se confunde á sí misma.
Si la escucho, en su elocuencia
Tanto mi razón peligra.
Que si la arguyo quejoso.
Me satisface ofendida.
Quiere que mis ojos mientan
En lo mismo que examinan,
Y que se abrase en los suyos
La verdad de mis noticias.
Como tiene de si; parte
Tanta perfección divina.
Naufraga mi entendimiento
En el golfo de su vista.
Pero yo pondré mi estrago
Delante de la porfía,
Y ser podi'á que se ahogue
El volcan en mis cenizas.
Ya me he resuelto á no verla .
Ya, pastores, no he de oírla;
Mal haya el suceso infame
Que de tanto bien me priva.
Y pues venganza os he dado
De los celos de algún dia.
Trocad lastimosamente
En piedades las envidias.
Aprended los escarmientos
En el libro de mi vida.
Si contra hermosas traiciones
Haber pudiese doctrinas.
Y tú, como todas falsa.
Como nadie peregrina,
Como mi estrella inconstante.
Como mi fortuna impía;
Tú, que las gracias me pides
De honores que vulgarizas.
Como si entre tantas fuese
Mi obligación la más digna;
Tú , que me expones al riesgo,
Y el precipicio castigas,
Fundando tus diversiones
En malquistar mi alegría;
Quédate en paz, mientras noble
Mi desengaño conquista
Del inocente albedxío
¡ La usurpada monarqnla.
Quédate en paz , mientras hago
Violencia á mi fantasía;
Que bien podrá separarla
De mi razón tu injusticia.
Quédate en paz ; que te juro
Por todo el fuego en que ardia ,
De resistirme , aunque muera ,
De no quejarme, aunque viva.
X.
Á una sirvienta arrimona.
Sirvienta de los demonios,
Doncella, y sábelo Dios,
O fregona ó barrendera
De las basuras de amor,
¿No me dirás qué me quieres
Siempre que á tu casa voy?
Pues en echarractanto ojo.
Los traigo siempre al vizor.
Te llegas siempre que hay modo
De despabilar velón ;
Me miras y te sonríes,
Y de cuando en cuando hay tos.
El pellizco anda que rabia,
Y lo haces con tal primor.
Que traigo en mis pobres carnes
Señales de tu pasión.
Si me g,lcanzas con la pata.
Allá va, tenemos coz,
Y el codo también se arrima,
Que en tí puede ser codon.
¿De decirte pan por pan,
Que no entiendo enigmas yo.
No es esto que en buen romance
Me tienes inclinación?
I Ay desdichado de mí I
Oiga el diablo en lo que dio;
¿^Acaso, porque eres Gila,
Juzgaste que soy Antón?
Pero no consiste el caso
En que tú me quieras, no.
Porque, en fin, eso va en gustos,
Y no es esto lo peor.
Lo que á mí me escandaliza,
Y es para ello, por quien soy.
Que me picas, y te escapas
Como chinche que mordió.
Si me arrimo, tú me pegas
Un garrafal rempujón ;
Y si á otra voy, no me dejas
Articular una voz.
Ni bien pasiva, ni activa.
Tu reproba condición,
i) no muestre que padece,
O no me impida la acción.
I Quieres oler á palacios
Con basquina de mesón?
Ha de haber méritos antes,
Para haber favores post.
I Qué cocinero donaire
Y qaé dengue tan fregón I
; No ves que soy señorito,
Y te hago mucho favor ?
¿ Con qué conciencia me ofreces
Unas señas de tizón.
Unos pies llenos de callos,
Y unas manos de sudor ?
Admitirte yo sería
Acto de mi indignación ;
¡ Si lo supiera mi madre.
Qué azotes llevara yo I
Mira, nadie lo sabrá.
Callo como un confesor ;
¿No quieres? ¡ Pues vén y pica,
Y verás qué pescozón 1
Que una dama como tú
(^on un galán como yo.
Ha de ser mío el donaire,
Y tuya la adoración.
XI.
A una pretensión amorosa , seé'uida imcví
días.
INTRODUCCIÓN.
Deprle ayer hizo ocho dias,
y en buena cuenta boy son nueve,
Que pretendo tus favores
Y merezco tus desdenes.
En ciento veinte y seis horas
Van otros tantos papeles,
Que en gerga de enamorados
Suelen llamarse billetes.
De docenas de romances,
Poco más ó menos, siete ;
De décimas y sonetos,
Discui-ro que quince ó veinte.
E.-^tás. Marfisa, hecha un poste,
Sin hablar ni rcspnndcrme,
Tan hermosa y má& que nu)ica,
Trin ingrata como siempre.
Tengo botado en poesía
La Aganipe é Hipocrene,
Para purgarte de esquiva ,
Y aun no te bastan dos fuentes.
Yo sé que soy de tu gusto :
Pues dime tú qué pretendes,
; Que me pudra yo en deseos
Unos diez ó doce meses?
Si has de admitirme, desj^acha.
Míralo bien ; mas advierte
Que en cada instante que tardas,
No sabes lo que te pierdes.
Bien haya amor lacayuno.
Que tíquis-míquis no entiende,
Su carcaj dispara coces,
SdS halagos son cachetes.
Y las deidades fi'egonas.
Sin ari-umacos ni dengues.
De estos requiebros se pagan,
A estas baterías ceden.
Pero acá una señorita,
Preciada de imijertinente,
Está rabiando y se sufre
Para obstentar altiveces.
Pues ¡qué ! ¿quieres que amor viva
En purgatorio perenne,
Sin que le des un sufragio,
Que alivie lo qr.e padece?
No, señora ; que ocho dias
Es espacio suficiente
Para probar la constancia
De un corazón que te quiere.
¿Acaso es mi amor judio,
Orlado de tocas verdes.
Que en sinagoga de ultrajes,
Viva de esperanzas siempre?
Pues voto á tal , señorita ,
Que si hoy no se arrepiente ,
Se la va amasando un pan
Tan blando como unas nueces,
Y si poco noviciado
Nueve dias le parecen ,
No faltará religión
En donde mi amor profese.
Adiós, dueña desdeñosa ;
Que acabo con qvie te ruegue
Mucha paz en esta vida,
Y en la otra zarambeque (1).
XII.
Disculpa de un amor hijo de superior cansa.
Imposible idolatrado,
Con quien obstinada el alma,
Aun mirándote imposible,
No pone freno á sus ansias.
Oye de un pecho rendido
Quejas mal articuladas,
H\ Danza alegre y bulliciosa, entonces muy
usada cnlre los negros.
ROMANCES.
Que han empezado en sollozos,
Y en impaciencias acaban.
Oye, si acaso el gemido
A un duro escollo quebranta,
0 si no es tu resistencia
Más dura que mi eficacia.
Ya sabes que de tus ojos
La> estrellas soberanas,
Si al entendimiento inclinan,
A la voluntad arrastran.
Si obedezco á sus influjos,
¿Cómo culpas de arrogancia
La obstinación que en quererte.
De obedecerte no pasa?
Vuelve el crédito á tus luces ;
Que es tiranía sobrada
Castigar lo que fomentas ,
Y despreciar lo que causas.
Si yo piidiera no amarte,
Amarilis, y te amara.
Fuera culpa de mi arbitrio
Querer arder en tu llama.
Mas, si sirvo á tus violencias,
; Por qué tu altivez tirana
De tan bello y noble origen
Los privilegios quebranta?
Payos son tuyos las flechas
Que amor contra tí dispara ;
Pues ¿ en qué ofende un impulso
Que está sirviendo á su causa?
Pero ;eu quejas repetidas
Para qué mi voz se cansa.
Si en imposibles remedios
Un fino amor se desaira?
XIII.
Quemado por la daraa el papel antecedente,
va otro.
Segunda vez. Amarilis,
Lleva mi temeridad
Segunda tabla á tu templo,
Nueva Aactima á tu altar.
Las tiranías del numen
Nunca pueden estorbar
Que se repitan obsequios
En culto de su deidad.
No se hicieron escarmientos
Para un corazón leal ;
Quien huye de los peligros ,
¿Será glorioso jamas?
Tus iras mi sacrificio
Llevar al fuego podrán ;
Mas no pueden impedirme
La gloria de idolatrar.
Desprecios no atemorizan
A quien no ignora que está
A espaldas do lo tirano
La imagen de la piedad.
¿ Qué importa que tus rigores
Me anuncien un fin fatal.
Si sólo el lograr tus iras
Halaga la vanidad?
1 Si sabes c^ue yo te adoro,
Mas que nunca logre hallar
En tu atención un sollozo.
En tus lástimas un ay I
Sólo me daria susto
Ser ignorado mi afán ;
Si sabes que por tí muero,
¿Qué mayor felicidad?
Para este inocente obsequio
Preven incendios allá,
Y apuremos cual más cansa ,
Si el escribir ó el quemar.
Una grande diferencia
En nuestros afectos hay :
Yo soy temoso en ser firme ,
Tú en ser ingrata tenaz.
Y como arder por lo hermoso
Fué siempre más natural
Que el despreciar lo rendido.
3Í>
Ve tú quién ha de triunfar.
Mira, Amarilis, que amor
Es travieso y es rapaz ;
¿ Quieres apostar conmigo
Que al fin las has de pagar?
Haz lo que quieras; que nunca
En mi empeño he de cesar.
Hasta que de mi fatiga
Se avergüence tu crueldad.
xrv.
Á un hombre que decía no haber amor en el
mundo.
Quien dice que está seguro
De la violencia de amor,
O presume de insensible,
O desmiente su razón.
El que niega la eficacia
Del más poderoso arpón ,
Le roba el calor al fuego,
Y niega la luz al sol.
¿Cómo es posible que un alma
Se libre de su rigor,
Si en ella es naturaleza
La fuerza de esta pasión ?
Negar lo amable á lo bello,
Es negarle á la elección
Aquel acierto que debe
A un influjo superior.
¿Qué queda que hacer al hombre.
Si aun el bruto más feroz
Sabe sentir un desaire
Como apreciar un favor ?
¿No estás oyendo las quejas
Del pájaro gemidor.
Que está llorando en las ramas
El tálamo que perdió ?
¿No estás mirando los besos
De aquellas palomas dos,
Que están formando del pico
El cauce del corazón ?
Allá se rinde á una vid
Un silencioso amador,
Dando á entender su cariño
En aprovechar su unión.
Sigue el acero á su imán.
Las flores buscan al sol ,
El fuego sube á su esfera
Y vibra el aire á la voz.
Luego si logra el instinto
Privilegios de razón,
¿Cómo á la razón se niega
Lo que es su prueba mayor?
Con que, Fabio presumido,
Ó tienes amor ó no :
Si no, véndete por mármol ;
Si amas, confiesa tu error.
XV.
Historia de Medoro y Zelima (í).
Aquel añ-icano ilustre,
Galán, valiente y bizarro,
Para las delicias joven,
Para la prudencia cano;
Dulce lisonja del alma,
Y noble cifra de cuantos
Para robar corazones
Produjo el suelo africano;
A rienda suelta le miro
Huyendo de sus contrarios.
Con la una mano en la rienda,
Y el alfange en la otra mano.
(( ¿ Adonde vas, caballero ?
Detente, no corras tanto,
Pues, sin tanta priesa, sé
Que te hizo el amor su rayo.
(2) Este romance fué escrito en las moce-
dades del autor. Es una gallarda imitación di
Góngora.
40
»)Aguárclate un poco, y mira
Que acá te queda en el campo
IJq alma con poco aliento
Y un corazón en pedazos.
«Llegando viene á tu tienda
Duro tropel de cristianos,
Y su caudillo me lleva,
Al par mi dueño y mi esclavo.
)) — Feliz el suelo, me dice,
Que liberal ha brotado
Tan mal defendida rosa
Entre abrojos mahometanos.
))Acaso eícgl esta tienda
(l Oh, cuánto debí al acaso I )
Para el saqueo, y me pií rdo
En las riquezas que hallo.
«Aljófares y corales,
Ya deshechos, ya cuajados ;
Perlas que \'ierten tus ojos.
Perlas que esconden tus labios.
))Ya que no vea tu risa,
No vea, mora, tu llanto ;
¡ Cómo triunfarás riendo,
Si puedes triunfar llorando !
))Cese de tus tiernos ojos
El bellísimo quebranto;
Que aunque enemigo, soy noble ;
También perdono, aunque mato.
))Libre estás, preso me tienes,
No te asustes de escucharlo ;
Que respetar á las damas
Saben pechos castellanos.
))Si quieres salvar la vida.
Monta sobre este caballo,
Lleva tus joyas, y lleva
En un alma la de entrambos.
))En este rayo andaluz
No enfrene el miedo tu paso,
Sube en el corcel y vuela
Con los suspiros que exhalo.
«Dejadla que corra libre.
No la detengáis, soldados;
Que corre peligro el triunfo
Si deja verse en el campo.»
Oprimió la espalda al bruto.
Con su noble carga ufano.
Exhalación de aquel cerro,
De dos bellos soles carro.
(( i Adonde vas ? le pregunta
Voz que sale de un peñasco ;
Medoro soy, si á Medoro,
Que te huye, vienes buscando.»
Remora su voz la enfrena.
Arrimo le dan sus brazos.
Su amante deseo albricias,
Y su cansancio desmayo.
(( ¡ Sola me expusiste al riesgo,
La vida en duda, tirano I
I Qué bien te esconde una peña,
Duro corazón de mármol 1
» I Ingrato sobre medroso 1
¿De cuándo acá,dime, ingrato.
Aprendiste á huir cobarde
Y á abandonarme villano ? »
Quejas que el amor inspira.
No rompen de amor los lazos ;
Los desagravios se admiten ,
Porque los oye el agi'ado.
« Perdidos somos, Medoro ;
Huyamos del sitio, huyamos. »
Dijo; y montando los dos.
Veloces salvan el campo.
Pica el acicate , y pica
Al corazón abrasado,
Ya la ingratitud del moro.
Ya la atención del cristiano.
XVI.
A Lísis, cazando.
Fatigaba el bosque á truenos
De un largo estrecho cañón,
DON EUGENIO GERAEDO LOBO.
Que fabricó para r;iyo
La blanca esfera de amor,
Llsis, la Venus del Tajo,
Ligando con rara unión
Lo hermoso con lo valiente,
Lo divino y lo feroz.
Su montaraz hermosura,
Su bellísimo rigor,
Milacrro de los tres siglos
De su feliz duración.
Con iras airosas sigue
La senda que le enseñó
Adusta sed del sabueso,
Cayita industria del ventor.
A su venatorio examen
La vida no redimió
Manchada tigre ligera,
Blanco pájaro veloz.
Si aciertos logra su audacia
En las vidas qiic quitó,
; No hallan más triunfos sus ojos
En un firme corazón ?
Si matas, Lísis, las fieras,
¿ Por qué los deseos no ?
;, Han de morir más felices
Los brutos que mi razón?
Mas ¡ ay ! que dándoles susto
Y negando mi atención,
Lísis prosigue en matarlas,
Prosigo en morirme yo.
DÉCIMAS.
Al reverendo padre fray Josef Hebrera , pre-
dicador general de la religión serállca,
cronista de la provincia de Aragón, ele,
desde el cuartel de Berlanga.
Yo, aquel capitán Gerardo,
De cuya infeliz historia
No tendrá el mundo memoria.
Aunque tome el anacardo;
Que en el más noble gallardo
Concm'so iiarticular,
Llegando á sacrificar
El respeto y el temor.
Gasté tal vez buen humor.
Que es cuanto pude gastar;
Yo, aquel que di con los pliegos
De perdidos borradores ,
Vendimia á los impresores
Y mayorazgo á los ciegos;
Gracias á un millón de legos.
Que á los mios añadió
Cuantos errores soñó,
Estando de suerte ya,
Que no los conocerá
La musa que los parió;
A tí ( j ola padre ! ), á quien celebro
Por grande , por uno solo ,
Por mayorazgo de Apolo
Y por dulce honor del Ebro;
Por regalo, este requiebro
Envió; y porque la ñierte
Tenacidad de mi suerte
Quede en algo divertida,
Quiero contarte mi vida,
Para que sepas mi muei-te.
Después c^ue desgracia esquiva
Me arrojó donde pudieran,
Si rail pródigos vinieran,
Engordar su comitiva.
Contra mi la ardiente estiva
Pialña del can apresura
A el aire con peste impura,
La tierra con tabardillo,
Al fuego con garrotillo
Y al agua con calentura.
Tan incomparable ardor
Estas mansiones perciben,
Que pienso que se conciben
En la ft-agua de mi amor;
Dice la vida en sudor
Que se le enciende la casa;
El polvo al instante pasa
A restañar las fluxiones,
V se meten las facciones
Entre fundas de argamasa.
El Adonis más bizarro
Envuelve su perfección
En túnicas de carbón ,
Con sus pespuntes de barro;
Pienso que al deifico carro
Le rige otra vez y altera
La vanidad altanera
De algún faetón desvarío;
Pues lo que en Li^ia es estío.
Se llama aquí primavera.
Siempre música me dan
Con alternación bizarra,
Por de dia la cigarra.
Por de noche el alacrán;
Si busca el sediento afán
De agua dulce alguna seña.
Zupia bebe, y si se empeña
En procurar refrescarla.
Es menester arrimarla
Al chiste de xana extremeña.
Como son de tosca y dura
Calidad los alimentos ,
También los entendimientos
Se han convertido en grosura;
Aquí murió la lectura
De Homero sobre su Aquíles;
Pues los genios más sutiles,
Sólo con frases sencillas,
En tomos de algarrobillas
"\'an comentando pernües.
Yo en Berlanga, lugar chico,
A soledad me condeno;
Que sin duda no soy bueno,
Pues que no me comunico;
A desenlazar me aplico
Del mundo tiranas redes.
Cuyas falibles mercedes,
Porque al desempeño apoyen,
Como me han dicho que oyen,
Se las digo á las paredes.
Las mujeres que he mirado.
De las pieles que trasquilan
Todos los vellones hilan ,
Pero ninguno delgado ;
Por el gesto y por el gi-ado,
Negi-as parcas las supongo;
Y así , si á hablarlas me pongo,
La retórica trabuco
En ñ-ases de calambuco
Y metáforas de Congo.
8i me acuesto, por instantes
Me cansan, impertinentes,
Los etíopes pungentes ,
Vivos átomos saltantes;
Luego escuadrones volantes
De imperceptible saeta
Y fastidiosa trompeta
Se muestran tan importunos,
Que quisiera, con.o algunos.
Tener cara de baqueta.
Según á escozor provoca
La invisible chusma alada.
Llego á discurrir que untada
De celos tiene la boca;
Más me pica, si me toca,
El aguijón diamantino,
Que un as en el revesino;
Pues á su dardo punzante,
Aun no es escudo bastante
El cutis de un vizcaíno.
Luchando con el empeño
De la idea y del quebranto,
A bofetadas espanto
A la canalla y al sueño;
Llega el semblante risneño
De la aurora enternecida,
Y al instante me con%ada
Chocolate sin cspnma,
Tan claro como tu pluma,
Tan malo como mi vida.
Vísteme en abreviatura.
Sin espejo y sin cuidado;
Que es mucho para soldado
No cuidar de la hermosura :
Y como alguno asegura
Que en llanto y risa la aurora
Vierte perlas, que atesora,
í^algo á incitarla á las cumbres,
Con gi-acias, con pesadumbres;
Pero ni rie ni llora.
Veo asi que en realidad,
Quien sólo lleva en sus tropos,
J.uccs, colores, piropos,
Muere de necesidad;
Valia etérea tempestad
De ñores llama al Abril,
(Janoro alado pensil
Al ave, al vino ambrosía,
Al sol linterna del dia,
Y sol nocturno ni candil.
Voy á misa , y no bien digo
La entrada de una oración,
Cuando la imaginación
Me saca pur un postigo;
En ir, no obstante, prosigo.
Pues esto lo considero
Como aquel que á un charco entero
Con un harnero desagua.
Que ya que no saque agua,
Lk'va mojado el harnero.
Vuelvo á casa, y son el plato
De mi almuerzo y de mi alivio,
Con dos décadas de Livio,
Seis emblí mas de Alciato;
Suelo escribir algún rato
Cuatro rimas á mi amor,
Sin traslado, que en rigor,
Asuntos de tanta fe
En limpio están mientras que
No salen del bon-ador.
Autores aplico varios
A mi profesión honrosa,
Siendo mi lección curiosa.
De César los comentp.rios;
Ningunos más necesarios
Que Vegecio y Censorino;
A este equipaje me inclino;
Y así , sólo encuentro en él
Aderezos de papel ,
Vajillas de pergamino.
Para murales ardides
Y construcciones de plazas.
Registro en Cresa las trazas ,
Grande expositor de Euclídes;
En estas y en otras lides
Las horas vengo á gastar.
Porque no diga el lugar
Del Éxodo que á comer,
Me siento sólo á beber,
Y me levanto á jugar.
Cómo, en siendo mediodía,
ün pobre puchero yermo.
Que suelen llamar de enfeiino,
Y es sólo de economía;
Es principio, es medianía,
Es el todo y el Lavs Deo,
Porque en el vano recreo
De mi mesa no se alcanza
Más postre que mi esperanza,
Más dulce que mi deseo.
El ir después es forzoso
(Aunque con gana no mucha)
Al teatro de la lucha ,
Que otros llaman del reposo ;
Donde salen, como al coso.
Los vagantes clandestinos.
DÉCIMAS.
Susurrantes capuchinos
De volátiles coturnos.
Que si antes fueron nocturnos,
Ya se vuclví n vespertinos.
Me levanto fa.stidiado.
Sin saber si me desvelan ,
Más que todos los que vuelan,
Los nio^íiuitos del cuidado;
Del apolíneo collado
Quiero subir- la montaña.
Poro de suerte me araña
El influjo, y se rehusa.
Que imagino que la musa
Se me ha vuelto musaraña.
Salgo á ver del superior
Y compañ' ros la cara ,
Y en el intendente para
La plática y el fiu-or.
Hasta que- dice un doctor:
(( Sacrilegos maldicientes,
¿No veis que los penitentes.
Cuando en .el pesar se emplean,
A Dios le piden que sean
Sus oídos int'. ndentes ?»
La justicia de este texto
Me vuelve á casa temprano,
Donde en las horas que gano,
Pierde la paciencia el resto;
A ninguno soy molesto,
A mí proprio me fastidio,
Y sobre el ocio en que lidio
(A varias lecciones pronto)
Marcho á buscar en el Ponto
Melancolías dt Ovidio.
Después los criaelos mios
Un par de huevos previenen ,
Que sólo de frescos tienen
El que SU' len llegar frios;
Tal vez son re galos pío3
Estos pobres aparatos.
Pues al quitar los ornatos
De las tiernas comisuras.
Trago, en dos embestidiu-as,
Un par de pollos uounatos.
Salgo, en fin, con mi pasión,
Al am-a buscando ñia ;
Ser cual Céfalo quería,
Pero soy cual Endimion;
Pues en la vaga región
Sólo enciicntro con la luna.
En cuya faz importuna
Va estudiando mi eficacia
Crecientes de mi desgracia.
Menguantes de mi fortuna.
Las constelaciones leo.
Que al campo supremo esmaltan ,
Pero en v-ano, pues me faltan
Esferas de Tolomeo ;
Allí supiera el deseo
Las que la dicha me sorben ,
Pero es fuerza que me estorben ,
No siendo en azul estadio.
Aquel que descrijisit radio
Totvm, qui ge7itibus orbem.
De esta suerte se pasea
En imo y en otro intento.
Vagamundo el pensamiento.
Por el campo de la idea;
Feliz tú, que en la asamblea
Del más noble consistorio,
Tienes por lustre notorio.
En el Ebro aclamación ,
Crédito en la religión,
Y aínda mais el refectorio.
No olvides mis intereses
Cuando te alumbren los astros
De Azlores, Gurreas, Castros,
De Julves, Martes, Urrieses,
Palafox y las que vieses
Floras del ibero prado,
Norte ya de mi cuidado;
Pero bien se lo merece :
41
En Berlanga, Julio trece;
Tuyo siempre, el Desterrado.
Irónicas inslrucciones para ser buen
soldado (1).
Será estudio principal
De un soldado verdadero.
El no quitarse el sombrero.
Aunque ¡Dase el General;
Desprecie á todo oficial ,
Hable con ceño cruel ,
Y en metiéndose con él,
Sin que la razón le venza,
Encaje una desvergüenza
Al arcángel san Migue!.
Blasone con arrogancia
De incesante mataclor.
Advirtiéndole que el valore
Se vincula en la ignorancia;
Y si alguno con instancia
Le dijere que algún dia
Saber quién es Dios podia,
Eesponda muy confiado
Que para ser gran soldado
No es menester teología.
Si por alguna ocasión ,
Del pré le faltase el real,
Al vasallo más leal
Puede quitarle un millón;
Que en esta compensación
Es su albeelrío la tasa,
Y si con boleta pasa,
Lleve siempre por muy cierto
Que se entiende en el cubierto
Cuanto encontrare en la casa.
Si va por paja, ya sabe
Que es circunstancia precisa
Que se traiga la camisa,
La cama, el burro y el ave;
Que desmorone, que cave,
Pues tiene en el nombre regio
Para todo privilegio;
Y si la iglesia está á mano.
Será un gi-ande veterano
Si se engulle un sacrilegio.
Dü'ija á toda heredad
La ejecución de su intento;
Que Adán en su testamento
Le ha dejado la mitad;
Con esta seguridad
Agoste, vendimie, pode,
Sin que nadie le incomode ;
Que ya el hm-to no es pecado.
Después que se ha bautizado
En la pila del Merode.
Siempre que pueda, correr.
Pues si el caballo se muere,
Darán otro, si el Rey quiere
Sus elominios defender;
Échele luego á pacer
En el trigo más cercano;
Que aunque sea muy temprano
Y haga daño á la salud.
Se granjea la virtud
De aniquilar al paisano.
Si se halla en el paraje
De batalla, ponga lista
La potencia de la vista
Al escuadrón del bagaje;
Cierre con el equipaje
Con desorden desmedido.
Sin que nada le haga ruido.
Pues muy poco se abandona
(\) Este papel se compuso á fin de refre-
nar algunos desórdenes introducidos por la
confusión de los principios de la guerra;
pero le hizo inütil el tiempo con la exactilud
(nunca bien ponderada) y la disciplina de las
tropas. (Nota del mismo Gerardo Lobo.)
42
Que el Rey pierda la corona,
Si él consiguiere un vestido.
En siendo oficial, la bata
Compre por autoridad,
Y gaste una eternidad
En ponerse la corbata;
Sea voto de reata
De quien la mano le dé ;
Hable sin saber de qué,
Estudie con ansia toda,
Por las ft-ascs de la moda,
La cartilla del gaje.
Tenga á costa de su afán
Al proveedor muy propicio,
Que le importa el' beneficio
De la cebada y el pan ;
Quéjese de que no dan.
Por más que triunfe y que vista,
Y no complete la lista
De los precisos soldados ;
Que es quitar á sus criados
El que pasen la revista.
Olvide en todo la ley.
Pues sin afán ni desvelo
Puede encajarse en el cielo
Con la patente del Ecj-;
No lea quién fué Muley,
César, Numa, Craso, Emilio,
Marcial, Homero y Virgilio:
Pues nadie sabrá más que él ,
Como sepa en el cuartel
La ciencia del utensilio.
Si agua, lumbr-, luz y sal
Le debe dar el patrón ,
Pida por cada ración
A lo menos un quintal;
Convide á todo mortal
A comer, sin fatigarse,
Para poder ajustarse
En la mayor conveniencia,
Y déjese la conciencia ;
Que esto se llama ingeniarse.
Tome, afectando virtud.
Lo que añadan los cuitados ,
Porque tenga á loa soldados
En el lugar con quietud;
Véndales la rectitud
De su empleo natural;
Que la violencia moral,
Aunque parece espantosa.
No piense que es otra cosa
Que un pecadillo mortal.
En su vida dificulte
Licencia á persona cierta.
Para que la plaza muerta
En su bolsa se sepulte;
A el arrendador consulte
Sobre vender el sustento
Para el militar, exento
De cargas é imposiciones,
Y él, por cobrar los millones,
Partirá su arrendamiento.
Si está el lugar inuy cargado.
Ajuste su evacuación,
Y venda por compasión
A el General su tratado;
Inste, ruegue porfiado,
Aunque le respondan tibio,
Hasta lograr el alivio;
Que con lo que él se enriquece
Cargar al otro, merece
La fama de Tito Livio.
Si ir á la corte desea ,
Su ausencia puede ajustar;
Que es bien que pague el lugar
Aquello que li-l se pa.'sea;
Junte toda la asamblea,
Y proponga al consistorio
Un reformado notorio.
Que está ausente y vendrá presto,
Y ajústelo; que por esto
No ha de ir al purgatorio,
DON EUGENIO GERAIÍDO LOBO.
Si marcha, vaya delante,
Por los lugares cercanos.
El Nerón de los paisanos,
Verbi gracia, el ajTidante;
Absuelva luego al instante
Al que deje los cuatrines,
Y si se aloja á los fines,
Sus setecientas boletas
Las ha de sacar completas.
Aunque pese á los maitines.
Advierta que los que vienen
A formar su alojamiento.
Le han de dar ciento por ciento
De las plazas que no tienen;
Diga que allí se detienen
Otro dia; y luego aparte.
Vendrá el cura, quien con arte,
Que se vaya ajustará
Cobre el censo, y marchará
Con la música á otra parte.
Diga á el alcalde cuitado
Que nunca se cobrarán
De la cebada y 1 1 pan
Los recibos que ha tomado;
Cómpreselos de contado
Por una inútil porción.
Después en la provisión
Tendrá ganancia segura ;
Que esto no es más que una usura
Con bonísima intención.
Defienda sin argüir,
Pero no sin porfiar,
Que el soldado puede hurtar
Para comer y vestir;
Que el patrón ha de sufrir,
Ya que vasallo se nota,
El mantenerle la bota,
El reloj con la cadena,
Almuerzo, comida, cena.
Vanidad, caballo y sota.
Inflame, en ün, su elocuencia
Con términos de autubion ,
Suelte una manutención ,
Aforrada en siibsistencia;
Saque á la pobre conciencia
De sus límites estrechos,
Pues no son más estos hechos
Que ingenios, sabidurías,
Arbitrios, economías,
Manos libres y provechos.
A (ion Luis de Narvaez , su teniente coronel,
dándole cuenta de la infelicidad de los
lugares de líondonal y Elecliosa, que le
locaron de cuartel , enlos montes do To-
ledo.
Después, amigo, del dia
Que entre kirie y aleluya ,
Te apartaste con la tuya ,
Dejando mi compañía ;
Después que de Andalucía
Te dio el viento en las narices,
Por mil sierras infelices
Fatigaron mis trabajos
Los caminos de los grajos,
Las sendas de las perdices.
En busca de mi cuartel
Anduve de cerro en cerro,
Hecho un lobo y hecho un perro.
Porque no daba con él;
El lugar del coronel
Pasé, como fué notorio;
También pasé el refectorio
De Montalvo, de Esporrin,
El Soler, y pasé, en fin.
Las penas del purgatorio.
Con industria artificiosa,
A cualquiera que encontraba.
Como enigma, preguntaba
Por Bodonal y Elechosa;
Oyendo esta cosicosa,
Dijo un Fulano de Tal:
« De Elechosa y Bodonal
Se llevó los habitantes
Un arroyo, mucho antes
Del diluvio universal.»
Con esto andaba sin fin,
Sin término ó paradero.
No llevando más dinero
Que los cuartos del rocin;
Por uno y otro confín,
Investigando destinos,
Militant'^s peregrinos.
Me seguían mis soldados.
Los caballos desherrados,
Pero errados los caminos.
Quiso Dios que á puro andar.
Hecho racional hurón,
Atisbé la situación
Adonde estuvo el lugar;
Empecé á brujulear,
Y entre quemadas encinas,
Vi unas casas como ruinas.
Que hicieron catorce en todo.
Pegadas á un cerro, á modo
De nido de golondrinas.
Aquí trepando, se envasa
La tropa mi concolega,
Pero hallaba solariega
A la una y otra casa;
Cuando en este instante pasa
Una mujer por aquí,
Un jabalí por allí,
Y yo no supe qué hacer.
Si tirar á la mujer,
O apuntar al jabalí.
Tan bella fué Pero ahora
No la pinto, que es de noche ;
Aguarda que desabroche
Cándidos pechos la aurora;
Deja que destile Flora
Aljofarados candores.
Que desenvaine fulgores
El mayorazgo del día,
Y que enarbole Talía
Tabla, pincel y colores.
Pero ¿dónde lo elocuente
Me lleva? Con dos tizones.
Tirando cuatro borrones.
Se pinta más fácilmente.
«¿ Dónde (dije) está la gente
De este villaje tan bueno?»
Y ella con labio sereno
Respondió : «Todo el lugar
Salió esta tarde á limpiar
Una parva de centeno. »
Maldiciendo mi destino.
Hice boletas de balde.
Siendo yo escribano, alcalde,
Alojamiento -y vecino;
Para mi casa examino
Una como ratonera,
Que tenía en la cimera.
Con industrias exquisitas.
Muchas cruces de cañitas
Por techo ó por cobertera.
Parecía portalillo
De Belén, pues acumula
Buey cansado, flaca muía,
Y al margen un jumentillo;
Ella tiembla, y no me humillo
Al miedo ; pues considero
Que aunque el techo todo entero
Sobre mí venga á caer,
liO más que me puede hacer.
Es ensuciarme el sombrero.
Me embutí en un cuarto estrecho.
En cuya tuerta pared
No hay Vialcon, ventana ó red,
Pero sobran en el techo;
Con vanidades de lecho,
Sobre un corcho requemado,
Hético y extenuado,
Un débil colclion se hilvana,
Que algún tiempo fué por lana,
y se volvió trasquilado.
Yace de madero burdo,
Mal descostillado, un cofre,
Cuelga un medio San Onofi-e,
Y un San Jerónimo zm-do;
Al verle empuñar, me atiu-do,
De la piedra el chicharrón ;
Eoto tiene el corazón ,
No de golpes que se ha dado.
Sino de haberle tirado
Dos pellizcos un ratón.
Una silleta de paja
Y un buf etillo se expresa ,
Que tiene por sobremesa
Un pedazo de mortaja;
Debajo un galgo se encaja,
Que me regala con roscas;
Y entre telarañas toscas,
Vive medio tarro infiel,
Que era archivo de la miel ,
Y ya es reclamo de moscas.
De mi patrona el matiz
Al alma causa A^aiven;
Trae por frente una sartén,
Cuyo rabo es la nariz ;
Sus ojos (¡cosa iirfeliz!)
Por niñas tienen dos viejos,
Se descuelgan rapacejos
De la boca á las pechugas,
Y entre el vello y las arrugas
Se pueden cazar conejos.
En dos varas de sayal
La humanidad embanasta,
Y unas como medias gasta
De pelo muy natural ;
Uno y otro carcañal
Es de galera espolón,
Y en la circunvalación ,
Patrimonio de girones,
Cirios, borlas y pendones
Caminan en procesión.
En el sobaco derecho
Mete un mico racional.
Envuelto en medio pañal ,
Y lo restante deshecho;
Cuando lo enarbola al ijecho,
TJna, á modo de ala floja
De murciélago, despoja
Por resquicios del jubón,
Y al niño asesta un pezón,
Como tabaco de hoja.
Con su donaire, su aseo
Y su agasajo exquisito,
Se retira el apetito
Dos mil leguas del deseo;
Su antorcha apaga Himeneo,
Y el afecto sensual
Se esconde en un carcañal.
Huyendo la inquisición;
Que aquí la propagación
Es un pecado bestial.
Esta es la casa en que vivo
Y la patrona en que muero.
Esta la gloria que espero
Y el galardón que recibo;
Ahora el lugar te desci-ibo.
Pues la ociosidad abunda;
Sobre un chinarro se funda.
Sólo un candil le amanece,
Un tomillo le anochece
Y una gotera le inunda.
Su término son cien jaras,
Con seis colmenas, que apenas
Darán miel las seis colmenas
Para lavarse dos caras;
Para el gasto de las aras
Vino no tributa el suelo.
Porque no tiene majuelo.
Guindo, peral ó castaiío,
Ni en él se ve más rebaño
DÉCIMAS.
Que las cabrillas del cielo.
La tierra más cultivada,
De mejor terruño y linde.
Avena en buen año rinde,
Y la sembraron cebada;
Si está de trigo colmada,
Y la cosecha no yerra.
Centeno el gañan encierra,
Con que al sudor satisface;
¡Mira, amigo, lo que hace
El sombrar en buena tierra!
Encontré por conjetura
La iglesia, donde exquisitas
Lloraban mil candclitas
Sobre triste sepultura;
Jamas tal arquitectura
Hallé en el vocabulario;
De almagre tiene un calvario,
Y allá en el propiciatorio.
Dos almas del purgatorio
Se columpian de un rosario.
Una cesta el dia de fiesta
Pone el cura, y los pobretes
Le van echando zoquetes;
Yo temí entrar en la cesta.
La misa estaba dispuesta,
Y apenas me piise á oilla,
Cuando empieza una cuadrilla
De muchachuelos pelones
A darse de mogicones
Por tocar la campanilla.
A éste pega el sacristán.
Una vieja riñe á esotro,
Mientras de la cesta el otro
Se engulle al descuido un pan;
Unos devotos están ,
Otros rien la contienda,
Hasta que con reverenda
Gravedad y compostura,
La oblación consume el cura,
Y los muchachos la ofrenda.
Si me paseo, se apura
El ánimo fatigado;
Que es lugar más intrincado
Que lugar de la Escritura;
Tal vez hablo con el cura
De dédalos, de faetontes,
De Sstrolabios, de horizontes.
De diamantes, de esmeraldas;
Y al fin , porque tienen faldas ,
Hablo tal vez con los montes.
Aqiií nació la carencia,
Madre de la poquedad ;
Parió á la necesidad
En brazos de la al.istinencia;
Si de Dios la omnipotencia
Me saca de esta ensenada.
Quedará glorificada
Otra vez; pues es lo mismo
El sacarme de este abismo.
Que el hacerme de la nada.
Aristóteles decia
(Filósofo el más profundo)
Que en los ámbitos del mundo
No se da cosa vacia;
Mas, vive Dios, que mentía
En su sistema ó su chanza;
Porque tengo confianza
Que lo contrario dijera
Si en este tiempo viviera
En mi cuartel ó en mi panza.
De puro sutil me quiebro.
Mis ojos sobi-esaltados
Tristes están y arrimados
A la pared del celebro;
Allí les dice un requiebro
La amistad del colodrillo,
Y recelo que Ronquillo,
Presidente vigilante.
Mande prender mi semblante.
Porque le traigo amarillo.
Del alma enemigos tres
43
No dan aquí testimonio,
Porque si viene el demonio.
Se le resbalan los pies;
El mundo busca interés ,
Y fué á otra parte por eso,
Y para que en lo travieso
Liviandad ninguna encarne,
Ya no me tienta la carne.
Que sólo me toca el hueso.
Corren haciendo remansos
Las tripas, en sus campañas,
Sortija, estafermo y cañas;
Ojalá corrieran gansos.
Si de burros ó de mansos
Cencerros oyen tal vez ,
Presumen que es almirez,
Y hay tripa que se adelanta
A subirse á la garganta.
Donde me come la nuez.
Es tanta mi laxitud,
Que en muriéndome, me obligo
A que una paja de trigo
Me sobre para ataúd;
La necesidad virtud
Hace mi dolor acerbo,
Y dejándola proterbo,
Mis penitencias entablo.
Para imitar á san Pablo;
Pero no me viene el cuervo.
Emboscado en la aspereza,
El hambre conmigo lucha ;
Bien sabía que era mucha ,
Mas no tanta, mi flaqueza;
La fantasía tropieza
En una y otra Adsion,
Y á costa de la oración,
Por comerme todo entero
Al hermano compañero,
Ser quisiera un san Antón.
La memoria es mi caudal;
Esta envían mis desvelos
Para el Conde de Hornachuelos,
Para su hermano y Corral;
En mi estimación leal
A los Valenzuelas hallo;
También mi amistad no callo
A Pineda, el que por yerro
Me dio un grandísimo perro,
Diciendo; «¡Qué gran caballo!»
Dile que fué picardía
El ajuste, pixes pudiera
Haberme dicho que era
Caballo que se moría;
Y pues ya la fantasía
Se cansa, y yo me acobardo,
Con tus preceptos aguardo
Que siglos tu vida goce;
Elechosa y Julio doce.
Tu amigo, Eugpnio Gerardo.
A nn caballero que en una tertulia cometió
involuntariamente un desairarlfsirao des-
liz, cuando cantaba.
Antimúsico aturdido,
Que me expones al desaire
De echar décimas al aire
Cuando viene corrompido.
Igual atención te pido
A la que en infausto dia
Presté á nefanda armonía.
Porque el mal se distribuj'a,
Y resulten en la tuya
Los fastidios de la mía.
Modo, tiempo y prolacion
Para cualquier asonancia
Circunscribe la elegancia
Sonora del diapasón;
Pero en aquesta ocasión ,
Al tiempo y modo desdices,
Y sus reglas contradices;
Pues de tu treno indecente
44
La prolacion solamente
Ha Iletrado á mis narices.
Bien supe yo que esta ciencia
Tal vez admite las falsas
Por saínetes ó por salsas
Del aire de la cadencia;
Pero nunca, en mi conciencia,
Llegué á saÍ3er que el ornato
De su métrico aparato
Pudiese haber confundido
La falsedad del sonido
Con las veras del olfato.
Dejaste desde el exordio
A la tertulia aturdida,
Porque nadie vio en la vida
Soplar sobre el clavicordio;
Ni violin , ni monacordio,
Ni dulce flauta suave
Seguir tal termino sabe;
Pues del modo qxie procede.
Sólo la corneta putdu
Ser de su tono la clave.
Ni aun el mismo Barrabas,
Con sus tétricas ideas,
Soltara tales corcheas
Sin método ni compás;
Ya sé que astuto dirás
Que tanto asombro fulmina
Una infeliz clandestina
Resi?iraeion trabucada,
Que rodó precipitada
Toda la escala ai-etina.
Escriben que aquel primero
Inventor sacó los puntos
Del son que formalian juntos
Los martillos del herrero;
Y tu discurso altanero,
Para que en todo descuelle,
Y principios atropelle
De las costumbres ancianas,
Busca otra solfa en las vanas
Eespiraciones del fiielle.
No faltan aixtoridades
De que tuGse instituido
El canto para el oido
De las mentidas deidades.
1 Oii cuántas prosperidades
Lograrás alli ! Yo pienso
Que fuera tu elogio inmenso
Eternizado en los bronces.
Porque en tí se hallara entonces
La música y el incienso.
Sólo siento que se diga ,
Con improporcion tirana.
Que la poesía es hermana
De la música , y amiga;
No tendi'á poca fatiga
Quien lo defienda constante.
Si tú concurres delante,
Porque formarás un paso,
Que todo el monte Parnaso
No le encuentre consonante.
El músico Timoteo
(Según Plutarco) inflamaba
A Alejandro, el que empuñaba
La espada á cualquier gorjeo;
Tú adquieres mayor trofeo,
Pues al oír el tirano
Frigio rumbo tramontano.
Que desembuchas tonante,
Empuiía luego al instante
La nariz todo cristiano.
Dicen, ¡oh influjo celeste!
Que Tales Milcsio un día,
Por medio de la nrmonía,
De Candía arrojó la peste;
Tu primor, contrario de este
Efecto de heroica hazaña.
De tales efluvios bañí".
El claustro de mi academia,
Que causar puede epidemia
A todo el reino de España,
DON EUGENIO GEBABDO LORO.
Décimas improvisadas en una tertulia, so-'
bre los liiulos de comedias que elegían
unas señoras.
PARA GALANES.
I De qué sirve que mi empeño
A tanta deidad c lebre,
Si es preciso que se quiebre
Mi adoración en su ceño ?
En vano me finjo dueño
De dicha tan deseada,
Si ha de quedar desairada
Mi ofrenda en su ser divino,
Ya que esto fué cu mi destino
Darlo todo y no (hir nada.
iQué loco, ciego y errante
Es del hado el desvarío.
Pues al demérito mío
Da la dicha más triunfante!
Lo humilde con lo brillante.
Lo excelso con lo profundo
Une en lazo sin segundo,
Porque tanto logro sea
En el bosque de mi idea,
ni mayor vwnstrvo del mundo.
Yo, que viví satisfecho
De que no pudo el amor.
Con halago ó con rigor.
Tener dominio en el pecho.
Conozco que mi despecho
No bastó, pues apresiu-a
Contra la fuerza segura
Que en mi corazón jjrevino
Los asaltos del destino,
Las armas de la hermosura.
Para rendir oblación
Al bien que llego á lograr.
Es insuficiente altar
La pira del corazón;
Sólo en la imaginación
Podré tributar discreto
Por holocausto el respeto,'
Siendo mi idoa en su trato.
El castillo del recato,
El alcázar del secreto.
A ingrata esqrdva hermosura
Idolatró mi paciencia,
Y ahora la contingencia •
Me ofrece beldad segura;
Y pues en aquella dura
La ojeriza y el rigor.
Siga en ésta mi temor
Nuevo estilo, rumbo extraño.
Por saber en este año
Quién es quien premia el amor.
Blasonaba tan exento
Del niño gigante alado,
Que no rendí á su cuidado
Lo frágil de un loensamiento;
Mas ya un interno tormento
Me aflige con tanto ardor.
Que el vaticinio interior
Me dice en el mal que paso:
«No hay chanzas con el acaso,
No hay bm'lns con el amor.))
Puesto que el cielo propicio
A tal gloria me convida.
Ya no ha de haber en mi vida
Aliento sin sacrificio ;
Muera la pasión ó el vicio.
Que á vulgar asimto inílama;
Encienda el suspiro llama
De más decenf.s agrados;
Que á pesar de los cuidados.
Antes que todo es mi dama.
La fortuna me ha llevado,
Por acaso contingente.
Donde ya mi amor prudente
Me tenía colocado;
La suerte con el cuidado,
Felicemente oportuna,
Con tanto primor se auna,
Que llevándose la palma.
Canta en .su silencio el ¡tima
Triunfos de amor y fortuna.
Andaba mi pensamieut')
En amar tan Víigamundo,
Que desfrutaba en el mundo
A cada paso un contento:
Mas cuando el destino atento
(No sé si por barbarismo)
De tanta dicha un abismo
A mi corazón le da.
Por no ofenderte, será
El alcaide de si mismo.
Vivía mi presunción
De amor tan indiferente.
Que sólo al gusto presente
Le tenía por pasión;
Pero en aquesta ocasión,
El niño rey, dios vendado,
Por reo me ha declarado,
Y suñ-o con pena fuerte
En la plaza de mi suerte
El garrote más hien dado.
Aunque siempre he preferido
La libertad al amor.
Siendo en mi dócil ai-dor
Lo más fácil , más lucido.
Desde ahora mi sentido
Rinde holocausto mental
A tu hermosura, con tal
Que no has de estar descontenta
Si alguna vez me \iolcnta
La fuerza del natural.
Nunca del amor injusto
Me rindió la infi-.l violencia.
Porque no hubo en mi advertencia
Otra razón que mi gusto;
Mas, ya que á la Icj- me ajusto
De este anual pasatiempo,
Tolerando el contratiempo
De servidumbre tan loca,
Sabrá mi pecho y mi boca
Mentir y mudarse á vn tiempo.
Pues ia suerte lo permite.
No hagas, señora, quo tragua
Un amor que me empalague
O un desprecio que me iiTite;
Será bien que se limite
Tu discreción de manera,
Que ni de dulzuras muera.
Ni me altere con recelos ,
Porque soy, de amor y celos.
El licenciado Vidriera.
Ya sin razón se querella
Del hado mi devaneo
Cuando influye á mi deseo
La más favorable estrella;
Consigue mí amor por ella,
En siempre propicia u.sura ,
La más prudente eo}dura.
La más blanda condición.
La más noble discreción,
La más hidalffa hermosura.
Aunque al desmerecimiento
De mi persona aborrezcas.
Es justo que favorezcas
La fe de mi rendimiento :
Lo humilde, obsequioso, atento
De mi corazón rendido
Dorará lo deslucido
Con que emprendo tanta gloria,
Para ser en tu memoria
Amado y aborrecido.
Por niás que la suerte ciega
Con mis fortunas porfia.
No llegó mi fantasía
Adonde mi triunfo llega;
A mi noble afecto entrega
El más airoso })rimor
De los dominios de amor.
Porque el orbe considere
Lo que reparte, si quiere,
El acaso y el error.
Pues la fortuna porfía
En darme apacible objeto,
La rendiré mi respeto
De amor ó de cortesía:
Si quisiere, todo el rii:i
yeré su esclavo meniul:
Si no giista, en caso tal
Ko sentiré su desvío,
Porque traiüfo en mi albedrío
Ln pledro filosofal.
Trapacista lisonjero
De cualquier casualidad,
Siempre tuve por deidad
A la que hallaba primero;
Y pues el hado severo
Me precisa á ser amante,
Ciego, rendido y constante
He de ser en la apariencia.
Porque en toda contingencia,
Fingir y Trampa adelante.
De aquesta felicidad
Es tan glorioso el trofeo,
Que parece que al deseo
Siguió la casualidnd;
Aspire mi ceguedad
Hasta el orbe de la luna,
y en dicha tan oportuna,
Será mi amor sin segundo,
El escándalo del mundo,
El momtriio de la fortuna.
El empeño que conspira
Contra mí el hado severo,
En Ja idea es verdadero,
Y en el asunto mentira;
El festejo sólo mira
A un fingimiento vulgar,
Cuando es cierto mi pesar ;
Y así, no llego á entender
Cómo eu mi labio ha de ser
A vn tiempo fingir y aviar.
Cuando triunfo tan jiropicio
Me conduce la ventura.
Será especie de cordura
El saber perder el juicio;
Ai'da humilde sacrificio
Toda la razón que pierdo,
Para acreditarme cuerdo,
Pues es, entre lo viviente,
Sin amor, loco el prudente ,
Y con él , El loco cnerdo.
Soy tan malo para amante.
Que si logro algún consuelo,
Me cuesta el duro recelo
De que no ha de ser constante;
Si me ultrajan, al instante
Tan servilmente me humillo,
Qiie mi corazón sencillo
Paga hechuras al enfado :
Y así, bien ó mal tratado.
Soy Él sastre del Campillo.
Mi amor, por mió, aborreces,
y por ser tuyo, también
Adoro siempre el desden
De todas tus esquiveces;
Me consuela muchas veces
Ver que en esto te he vencido.
Pues no es triunfo tan lucido,
Tan noble, tan señalado,
Como un desden adorado,
Un amor aborrecido.
I Cómo puedo ser amante
Todo un año á la seguida,
Si no he sabido en mi vida
Tener amor un instante ?
Mas , pues el destino errante
Quiere que mi rumbo tuerza.
Ya mi cuidado se esfuerza
A ser con dulces enojos.
Del encanto de tus ojos
El hechixrtdo por fuerzo .
Jíuuca pudo en mi ambición
DÉCIMAS.
Caber tanta vanidad,
Y así, más que realidad,
Es mi fortuna ilusión;
Quimera de la razón
Será el bien que logro ansioso.
Pues para hacerme dichoso
Por tan extraño camino.
Me hizo sin duda el destino
El mágico prodigioso.
Con tan favorable efecto
Se ha portado la exp-.-riencia,
Que se fué la contingencia
Adonde estaba el afecto ;
Suerte de bien tan perfecto
No pudo salir alguna.
Pues con unión oportuna
Se abrazan en este paso,
Logi'os de intento y de acaso.
Lances de amor ij fortuna.
Tendrá en mi la suerte mia
Respeto sin alabanza,
Humildad sin confianza.
Temor sin hipocresía;
Siendo fin de mi porfía ,
Respeto, humildad, temor,
Porcjue logre su fervor
Sin celosos desvarios,
En los tres cuidados mios,
Los tres afectos de amor.
La conctn'rencia me obliga,
Sin causa ni fundamento,
A hacer del gusto tormento,
Y del gracejo fatiga;
En vano el amor me instiga.
Cuando el pecho no se inflama ;
Y asi, su impulso me llama.
Por precisa obligación ,
Con agrado y sin pasión,
A ser El galán sin dama.
En esta casualidad.
Que mi demérito alcanza.
Más allá de la esperanza
Llega la felicidad;
De mi propria voluntad.
Huyó la suerte f .portuna ,
Sin que proporción alguna
Tengan los merecimientos ,
Porque son mis pensamientos
Los hijos de la fortuna.
Gracia, prudencia, hermosura,
Que son el lazo más fuerte,
Se vinculan en mi suerte ,
Se estrechan en mi ventura.;
Tanto logi-o, tanta usura
Facilita la ocasión.
Porque sepa mi pasión ,
Sin desdoro de lo esquivo,
Cuál es mayor atractivo.
Cuál es mayor perfección.
Discreto íie de anteponer,
Galán he de preferir,
Al logi"o del conseguir,
La dicha del merecer;
Solamente á padecer
Se dedica mi persona ,
Pues cuando el amor blasona
En los imperios del alma.
La servidumbre es la palma.
El mérito es la corona.
Faltando el merecimiento,
En que fundar la esperanza,
í]s tormenta la bonanza,
Y es la fortuna tormento;
Pues, como llega violento
Tanto bien á mis sentidos,
Se hallan altos y abatidos,
Cobardes y valerosos ,
Infelices y dichosos ,
Obligados y ofendidos.
Tendrá esta dicha en mi aprecio
Asegurada la gloria.
Si consigo en tu memoria
I La fortuna de un despiecio;
Aunque expresiones de necio
Sólo en mi labio hallarás.
En mi respeto tendrás
Toda la ley del primor.
Porque en la ciencia de amor,
El más necio sabe más.
Con atención oficiosa
Te dai-é, si no te alejas,
Ansias, susjúros y quejas,
Porque no tengo otra cosa;
Si jugares melindrosa.
Te recogeré las bazas,
Y si de esto te embarazas,
Ko inquietaré tus sosiegos.
Porque, ya en veras, ya en juegos.
Hombre pobre todo es trazas.
Si en los amantes empeños
Me desprecia tu hermosura,
No le falta á mi cordura
Bastante caudal de ceños:
En los tratos halagüeños
Soy derretido también ,
Porque, atento al mal y al bien,
Pago con cierto primor
El amor ctn el amor.
El desdan con el desden.
La oportunidad que el cielo
Ofrece á mi fantasía
En incesante porfía,
yerá asunto de mi anhelo;
Cultivará mi desvelo
S is instantes presurosos
Con afectos amorosos;
Pues si en amantes deslices
Labra el descttido infelices,
La ocasión hace dichosos.
La indócil extravagancia.
Que á la suerte corresponde.
Coloca los bienes donde
Siempre vive la ignorancia;
Mas ya con dulce elegancia,
Mis interiores secretos
Sabrán estudiar respetos.
Pues si por rumbos distantes
Busca la dicha ignorantes,
El amor hace discretos.
PABA DAMAS.
En mi amante extravagancia
Hallaran siempre partido.
Aunque me hubieran cabido
Los doce Pares de Francia;
Admito sin repugnancia
Al primero que me atiende,
Y sin saber si me entiende.
Si se eleva ó si se pasma
De cualquier galán fantasma.
Me finjo Z« dama duende.
A un estilo cortesano
Se debe grata atención,
A una atrevida expresión
El enojo más tirano;
Si ejerce un obsequio ufano.
Logrará mis atenciones ;
Mis iras, si habla en pasiones.
Porque sabe mi cuidado.
Con el ceño y el agrado.
Cumplir dos obligaciones.
Sepa cuando á mis enojos
Sacrifica sus fervores ,
Que oscurecen mis rigores
Cuanto iluminan mis ojos;
Si suavísimos despojos
Logra en mi vista, también
Penas tendrá en mi desden,
Porque pueda su fineza,
En mi ingenio y mi belleza.
Saber del mal y del bien.
En mi labio, en mi semblante,
Logra el más contemplativo,
4G
Tal vez sin causa lo esquivo,
T tal sin ruego lo amante;
Suelo parecer constante,
Y des])ucs causar recelos ,
Afectando otros desvelos,
Porque sea su memoria
Teatro de pena y gloria,
Certamen de amor y celos.
La circunstancia del dia
Requiere un amor atento.
Cuando el aborrecimiento
Es naturaleza mia;
La atención , la cortesía
Pide decente favor,
Y BÓlo saña y rigor
En mi natural se hallan ;
Y así, en mi pecho batallan
Afectos de odio y amor.
Entre amorosa inquietud
Y desden de airado ceño ,
Puede mediar el empeño
De una noble gratitud;
No implica á la rectitud
Que yo debo practicar,
El oir sin escuchar,
Atender sin admitir,
No ultrajar y despedir,
Agradecer y no amar.
No puede causar quebrantos
A mi neutral devaneo,
Añadir xm. chichisveo
En el niimero de tantos;
Admito en buen hora á cuantos
La casualidad propuso,
Porque mi genio difuso,
Andando de ceca en meca,
Deja el desprecio á la rueca,
Y tiene El amor al uso.
Siempre el amante más justo
Busca, afectando respeto,
Antes que el bien del objeto.
La lisonja de su gusto;
Si hallara en amor disgusto.
Tuviera por frenesí
La solicitud; y así.
Nunca quiero el interés
De un contrato donde es
Cada tino para s?.
Porque no miides el trato.
Mi desvelo no se inclina ,
Pues el ser la mujer fina
Hace al hombre ser ingi-ato;
Batalla contra el recato,
Y después qirc le venció.
No aprecia el lauro, eso no;
Que en lance tan oportuno.
Siendo preciso que alguno
Triunfe, Primero soy yo.
Cuando una fina elegancia
Exagera su tormento.
Oigo el ruido del acento,
Y no escucho la sustancia:
Mi enojo ó mi repugnancia
Nunca ha querido llegar
Al lance del disputar;
Pues para argüir mejor
Contra las leyes de amor,
iVó hay cosa como callar.
Por más que el destino intente
Sobornar mi corazón ,
Sacará de mi razón
Un desaire solamente;
No es justo que me violente
Casualidad importuna
A que por idea alguna
Sufra mi gusto ó mi honor
Sinrazones del amor.
Mudanzas de la fortuna.
Si al gracejo de este dia
Pertenece la elección,
A tí ejercer la atención,
^ mí ultrajar tu osadía;
DON EUGENIO GERARDO LOBO.
Siendo siempre á la porfía
De amor insensible roca.
Porque cuando se convoca
Tiempo, amor y desden , lleve
Cada uno lo que debe.
Cada cual lo que le toca.
Aunque es vulgar sentimiento
De común necia doctrina.
Que la fortuna apadrina
Al mayor atrevimiento,
Sepa que en mi tratamiento
No tiene esta ley particlo.
Pues si tal vez be querido.
Siempre en mi afecto ha llevado,
El temor del humillado,
La dicha del atrevido.
El más sagaz rendimiento
No le debe á mi cuidado
La lisonja de un agrado,
La vanidad de un acento:
Dejo que se lleve el viento
Las quejas sin respirar,
Porque para despreciar.
Convencer y concluir,
Al siempre necio argüir
Del amor, Basta callar.
Si me alegra interiormente
La fineza de un amante.
Manifiesto en el semblante
Un enfado solamente;
Con tal máxima, lo ardiente
No se reduce á tibiezas ,
Porque deben las bellezas
Mostrar en las ocasiones.
Despejos contra expresiones,
Indvstrias contra jinezni;.
No admito el vano trofeo
Que el acaso me señala,
Pues de la atención la gala
Es máscara del deseo;
Del diil ce' amoroso empleo
Sólo ha triunfado el temor.
Porque en batallas de amor
No es esfuerzo la osadía ;
Retirarse es valentía.
Vencerse es mayor valor.
Si admito este obsequio ó no,
Cualquier fácil discurrir
Se lo puede presumir,
Pero no lo diré yo;
Lo qiíe la idea engendró,
Guardará el labio discreto.
Pues para tener sujeto
A un galán , siempre dudoso
Entre infeliz ó dichoso,
Nadie fie su secreto.
Supo un discreto decir.
Con airoso comprender.
Que el servir por merecer,
Ni es merecer, ni servir;
Y así , debes prevenir
Tan desnudo el adorar.
Que no le llegue á empeñar
El deseo del favor,
Pues es fineza ma_yor,
Amar sólo por amar.
Ni para el divertimiento
Mi arbitrio le da esperanza,
Porque tal vez de la chanza
Se sigue el atrevimiento;
Y sepa su rendimiento
Que un desengaño forzoso
Es, por lo pronto y airoso,
Sin esperar á mañana.
La crueldad menos tirana,
El castigo más piadoso.
Me ofende el ac-'so injusto
Por meterse en n.i elección,
Me agravia tu pretensión,
Y el amor me da disgusto;
Mas con un desprecio ajusto
Ultrajar las esperanzas
De todas ti-es confianzas ,
Porque satinen mis deseos,
De un desaire, tres trofeos,
JDe vn castigo, tres venganzas.
Soy fiera en la condición.
Pues me irrita el rendimiento;
Rayo soy, cuj'o ardimiento
Fulmina á loca pasión;
Soy piedra, en quien la atención
O se quebranta ó se arredra;
Sólo con mi g nio medra
La furia, el rencor, el daño;
Y así , en mí tiene este año
La fiera. , el rayo y la piedra.
Aunque siempre la esquivez
Es costumbre de mi trato.
He de suspender lo ingrato
Siquiera por esta vez;
Expóngase mi altivez
A un aü-oso contratiempo,
Por ceder en pasatiempo
De tan común alegi-ia,
Al dia lo que es del dia,
Y para Bar tiempo al tiempo.
Señor galán, si me ama.
Ha de saber desde luego
Encubrir de modo el fuego,
Que no respire la llama;
Saber confundir la fama
De amor, teniendo sus flechas
Ocultas, mas no deshechas;
Y entre otras calidades ,
Saber recatar verdades ,
Saber desmentir sospechas.
Aunque en el blando exterior
De mi arrogancia escondida.
Te parezca que en mi vida
Quel)ré algún plato de amor;
Oculto imi^aciente axdor.
Que me consume y me cansa,
Y si juzgas que descansa
Mi corazón mudo y yerto,
Huye del fuego encubierto.
Guárdate del agua mansa.
Si me idolatras rendido.
No tendrás en mi cuidado
Afecto ni desagrado.
Fácil memoria ni olvido;
Sólo equívoco partido
En mi manejo hallarás.
Sin darte quejas jamas;
Porque en delitos de amor,
El burlarse es lo mejor.
El perdón castiga más.
El hado y mi obstinación
Se dieron dura batalla,
Y en sus despojos se halla
Cautiva mi presunción;
Mas nunca mi condición
Podi'á lo esquivo perder.
Para que llegue á entender
Que en su humano combatir,
No está el triunfar en rendir,
No está el matar en vencer.
El amor más fino es
De tan civil jerarquía.
Que envuelve en la cortesía
La usura del interés;
Aspira á su logro, y pues
Esto ofende á la belleza.
No le admite mi entereza.
Pues halla el entendimiento
La ofensa en el rendimiento,
El agrario en la fineza.
Aunque la casualidad
De aqueste accidente ufano
Encuentra ya de antemano
Ajena mi libertad.
No ofende á la realidad
Que al primer objeto tengo,
La atención que te prevengo,
Cuando en ella no me arraigoj
Pues si con quien caigo, caigo,
También Con quien vengo, vengo.
(Aunque escribió el autor más déci-
mas de esta especie, no se han hallado.)
Enviando cuatro búcaros en el dia de su
cumpleaños á una señora recien vestida
de beata y con anuncios de mística.
Quien desea que tu vida
En gloria más dilatada
Pueda quedar engolfada,
Sin riesgos de sumergida,
Y que siempre conducida
De la fortuna en el can-o,
Laurel disfrute bizarro,
Que nunca el tiempo marchite.
Por devoción te remite
Esas memorias de barro.
Quien para el merecimiento,
Que ensalzar puede ninguno,
Va regulando uno á uno
Los astros del firmamento,
Y en el número sin cuento
De los guarismos que encierra ,
La competencia destierra
De los términos del dia.
Por panegírico envia
Esos elogios de tierra.
Quien para copiar trofeos
De tu trato y tus acciones.
Va pidiendo perfecciones
Al pincel de los deseos,
Y no reconoce empleos.
Que en parte puedan , ó en todo,
La gracia fingir, ó el modo,
De prendas tan singulares,
Deposita en tus altares
Esas reliquias de lodo.
Quien aspira solamente
A lograr en tu memoria.
Con oblación transitoria.
Los créditos de inocente,
Y supone reverente
A tu atención empleada
En la primera morada
Para empeño más felice,
En ese obsequio te dice.
Barro, tierra, lodo, nada,
Ilusiones de quien va á las Indias á hacer
fortuna.
¡Válgame Dios, el tesoro
Que he de juntar! ¡qué equipaje 1
No sé si tendré bagaje
Para los tejos de oro;
De plata, metal sonoro,
Haré trastes de cocina,
Reposteros de la China
Llevarán todos mis machca
Con muchísimos penachos
De aljófar y venturina.
¡ Qué mesa labrar espero,
De una arquitectura rara,
Si hallo un zafiro de á vara.
De éstos que llaman tablero!
Asientos de nácar quiero,
Con mucho flueco en la falda;
El ramillete ó guirnalda
De una amatista ha de ser,
Y á sus lados ha de haber
Seis cubiertas de esmeralda.
Bata de oro es baladi ;
Bordada tengo de hacerla.
Donde se engaste la perla.
El jacinto y el rubí;
Cargas de canela allí
Daré á la lumbre por cebo,
Fabricando catre nuevo
Peí ágata y el coral.
COMPOSICIONES VARIAS.
Que tenga eu cada puntal
Un topacio como un huevo.
Mis caballos , ¡ qué arrogantes
Comerán en el Pirú ,
En morrales de tisú.
Celemines de diamantesl
Y si salieren errantes
Los prevenidos sucesos,
¿Hay más que honrar con mis huesos
La hija de un mercader,
Y tomarla por mujer
Con setecientos mil pesos 7
47
Definición del c/tichisveo , escrita por
obedecer á uaa dama (1).
Es, señora, el chichis veo
Una inmutable atención,
Donde nace la ambición
Extranjera del deseo;
Ejercicio sin empleo.
Vagante llama sin lumbre.
Una elevación sin cumln-e,
Un afán sin inquietud,
Que no siendo esclavitud.
Es la mayor servidumbre.
Es un enfático gusto,
Gloriosamente empleado
En fomentar un agi-ado
Sin las pensiones del susto;
Es un rendimiento augusto
De una humilde vanidad,
Donde la capacidad
Con sus caudales se obliga
A la incesante fatiga
De una eterna ociosidad.
Es un racional tributo.
Que la diversión previene
Sobre un ara, donde tiene
Propriedad sin usufruto;
Un decoroso estatuto.
Del que es siiavísimo imperio,
Desahogo de lo serio,
Respiración del cuidado,
Y es un chiste disfrazado
Con máscara de misterio.
Es un dominio que alcanza
Inmensa jurisdicción.
Que parece posesión ,
Y ni aun toca en la esperanza;
No expone la confianza
A poca seguridad.
Antes bien la voluntad
Exenta vive del daño.
Porque se trata este engaño
Con la mayor realidad.
Es afectado tormento
De un cauteloso albedrío.
Que encamina al desvarío
Por reglas de entendimiento;
Seguro consentimiento
De recíproca llaneza,
Dohde parcial ia agudeza,
Vende en manos del primor,
(1) Muchas otras décimas escribió el autor
con motivo de la controversia suscitada por
el chiclúsveo. En todas abunda el sutil dis-
creteo de la época; en algunas hay ingenio
verdadero, como en la siguiente, en que
tributa respetuosa admiración á la mujer :
El hombre debe poner
En la perfección su afecto,
Y de todo lo perfecto
Es tesoro la mujer;
Es la armonía del ser,
Es colmo de la grandeza.
Crédito de la nobleza,
De amor sublime dechado,
Y el primor más estudiado
De la gran naturaleza.
Agrado que no es favor,
Afecto que no es fineza.
Es aquella de Platón
Alta idea reiípetable.
Que hizo al alma separable
De su misma propensión;
Sutilísima opinión
De natural repugnancia.
Pues la común elegancia
De los preceptos que informa.
Sin materia admite forma.
Accidente sin sustancia.
Es una correspondencia
De pensamientos visibles,
Que de algunos imposibles
Hace tal vez apariencia;
Anfibológica ciencia
Del ignorar y saber,
Emjieñada en proponer.
Con repugnancias notables.
Los principios demostrables
De lo ipie no puede ser.
Es, en fin, ficción hermosa
De autorizada cautela.
Deslumbradora novela
De una verdad mentirosa;
Perspectiva que ingeniosa
Abulta lo que desvia,
Elevada fantasía.
Sin afecto y con fervor,
Y es de las ansias de amor
La más discreta ironía.
Este es, señora, el retrato
Más legal, más parecido
(Según lo que he comprentlido)
Del señor Chichisveato;
Si á tu ingenio fuere grato.
Será mi mayor hazaña,
Pues no ignoras cuánto empaña
Al dulce primor del arte,
Entre los ceños de Marte,
El polvo de la campaña.
DESPOSORIO FELIZ.
VILLANCICO.
Ya entra la triunfante esposa
En el jardin que plantó.
Ciega, aunquL' santa, la fe;
Ciego, aunque lince, el amor.
Donde yacen, para obsequio
Reverente de los dos.
Esclavo el entendimiento,
La voluntad en prisión.
Ya empuña la inextinguible
Clara luz, por quien echó
El óleo la Caridad
En el vaso del fervor.
Ya la reciben prudentes
Las vírgenes, cuya voz.
De innumerables acentos,
Compone la admiración.
¿ Quién es ésta que al huerto
De dulces asperezas.
Cargada de riquezas,
Asciende del desierto,
Labrando con acierto
Llanura de la cuesta?
¿Quién es ésta, quién es ésta?
¿Quién es ésta, que armada
De escudos mil pcjidientes
(Virtudes diferentes).
Es torre colocada?
Angélica morada
Alterne la respuesta.
¿Quién es ésta, quién es ésta?
LIRAS.
Será sin duda aquella
Hija feliz amada.
Que al verse requebrada,
43
Hermosa joven, candida doncella,
Del pastoral gemido
Oyó el acento é inclinó el oido.
Será la que ambiciosa
De aquel cariño tierno
De padre sempiterno
Y de constante patria prodigiosa,
Olvidó con cuidado
La casa paternal y el pueblo amado.
Será la que enamora
Con el semblante hermoso
Al rey más poderoso,
Y en las hijas del reino donde mora,
Asegura sus dones,
Y de los ricos de él aclamaciones.
DOTE SEGURO.
Tres eslabones de oro
Son la dote y el caudal
Que pulió para Tomasa
El artífice Tomas.
La Fe, de quien es sujeto
Potencia intelectual.
Lleva primera en origen,
Pero no en la dignidad.
El segundo la Esperanza,
Preludio del ganancial,
Enigma de las virtudes.
Que en logi-ándola se va.
La Caridad cierra el lazo :
Mas sabe su esposo ya
Que es primera, pues es forma
De la Fe la Caridad.
LETEILLA.
k una viuda moza y rica, llorando sin con-
suelo la muerte de su marido
Si el dolor no finges,
Dime, ¿poi' qué lloras i"
DO?í EUGENIO GERATÍDO LOBO.
Si por perder un marido,
Te vemos, Nise, llorona,
Y no hay materia más fácil
De componer que unas bodas ;
Dime, ¿por qné lloras?
Si en tu alegre viudedad
Te hallas tan rica y hermosa.
Sin tener quien te lo vede,
Y teniendo tú qué comas ;
Dime, ¿por qvé lloras?
Si era tu marido anciano,
Y quedas tan fresca y moza,
Aunque con algo de menos.
De más con otras mil cosas ;
Dime, ¿por qué lloras?
Si todas noches te echaba
Tan desentonadas roncas,
Y esta nocturna inquietud
Evitas durmiendo á solas ;
Dime, ¿por qué lloras?
Si su condición maldita
Contra la bendita esposa
Zurcia cada semana.
Regañaba á todas horas ;
Dime, ¿por qué lloras?
, Si en el tiempo de casada,
A imitación de las otras,
Le amabas como ninguna,
Y vivias como todas ;
Dime, ¿por qué lloras?
Si en vida de tu marido
No tenías voto en cosa ,
Y con su muerte te miras
Hecha primera persona ;
Dime, ¿por qué lloras?
Si en este siglo las viudas,
Sin mangas justas ni toca ,
Tienen libertad de cintas
Y pueden inventar modas ;
Dime, ¿por qné lloras?
Si en lugar suyo te queda
Un premio como unas doblas,
Un confesor como un padre,
Y una tia doncellona ;
Dintf, ¿por qué lloras?
Si el árbol puede dar frutos,
Y para evitar la nota.
Hay aldea por San Juan,
Otra pila, otra parroquia ;
l>ime, ¿por qué lloras?
Si al tiempo de arrepentirtc
De pasadas vanaglorias.
Cuando quisieres ahorcarte,
Nunca t(í ha de faltrir soga ;
Dime, ¿por qué lluras?
Si cuando las garapiñas
Se te vuelven asquerosas,
En vez de naranja ó fresa.
No puede faltarte aloja;
Dime , ¿por qué lloras?
Si el carnero te fastidia,
Y puedes á poca costa
Componer, y aun con ganancia,
Con otras carnes tu olla ;
Dime, ¿por qué lloras?
Si puede haber un indiano
Con muchas piezas de sobra,
Y se las puedes jurar,
Pues también damas se soplan :
Dime, ¿por qné lloras?
Si tienes la libertad
Eu parte de fe hugonota,
Y puedes lograr cadena
Sin la sujeción de esposa ;
Dime, ¿j)or qué lloras?
Si Juan reposa en el cielo
(Sabe Dios dónde reposa),
Y tienes quien á Dios pida
Que te conceda su gloria ;
Dime, ¿por qué lloras?
Luego, Nise mia,
8 eres una boba,
si no lo ñnges,
Dime, ¿por qué lloras?
VIS DE LAS POESÍAS DE DON EUGEiao GEEARDO LOBO,
DOCTOR DON DIEGO DE TORRES
Y YILLARROEL.
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CRÍTICOS.
1.
Nació DON Diego de Tc^res en la ciudad de Salamanca, en 1696, y fué bautizado en la pano-
quia de San Isidro y San Pela yo. Su padre, Pedro de Torres, librero de aquella ciudad, fué hijo
de un hábil tapicero (í ), que habia aprendido el oticio en Flándes, donde sirvió al Rey como sol-
dado raso. Su madre, Manuela de Villarroel, fué hija de un mercader de lienzas, establecido
asimismo en la ciudad de Salamanca. Pedro de Torres ejerció durante algunos años su profesión
de librero con buena fama y próspera fortuna; pero su numerosa ñimilia (tuvo diez y ocho hijos),
y la guerra de sucesión , calamitosa para su comercio, de tal manera llegaron á empobrecerle,
que informado el Real Consejo de Castilla de los sacrific'osque habia hecho en favor de la causa
del Rey durante la guerra con Portugal, mandó á la ciudad que le señalase una pensión vitalicia
de cuatrocientos ducados anuales, y trescientos doblones de una vez, para que reparase algún
tanto sus pérdidas. Aliviada su atlictiva situación, pudo ya vivir aquella honrada familia, aun-
que con estrechez, sin apremiante miseria. Pedro de Torres, que, según refiere su hijo, leia to-
dos los libros de su tienda, llegó á ser hombre notablemente instruido, y advirtiendo que Diego
estaba dotado de claro y desembarazado ingenio, empleó cuantos medios estaban á su alcance
para darle esmerada y provechosa educación. Primero en casa del doctor don Juan González de
Dios, profundo helenista y rígido maestro, y después en el Colegio Trilingüe, donde vistió una
beca que alcanzó su padre de la universidad de Salamanca, adquirió Diego los rudimentos esen-
ciales de una enseñanza fecunda y severa. La disciplina escolástica no amansó, sin embargo, los
ímpetus del mozo atolondrado y travieso. El mismo refiere la loca agitación que entró en su alma
en aquella edad de movimiento y de alegría :
Las novelas, las comedias y los autores romancistas me entrelnvieron la ociosidad y el retiro forzado... Los
años me iban dando fuerza, robustez, guslo y atrevimienio para desear todo bnnje de enredos, diversiones y dis-
parates, y yo empecé con furia implacable á meterme en cuantos desatinos y despropó.sifos rodean ios pensa-
mientos y las inclinaciones de los muciíaclios. Aprendí á bailar, á jugar la espada y la pelóla, á torear, á hacer
versos, y paré todo mi ingenio en discurrir diabluras y enredos para librarme de la reclusión y las tareas en que
se deben emplear los buenos colegiales de aquella casa. Abría puertas, falseaba llave», hendía candados, y no se
escapaba de mis manos pared, puerta ni ventana, en donde no pusiese las disposiciones de falsearla, romperla
ó escalarla (2).
Claro se ve que para encaminar por buen sendero aquella condición activa y turbulenta , era
forzoso que viniera á guiarle la áspera mano de la experiencia. No tardaron en acibarar su ju-
ventud los sinsabores que acarrea siempre el desvío del orden y de la disciplina que la sociedad
(1) Tejedor de tapices. biografía forma el tomo xv de las Obras do aquel célc-
(2) Vida del doctor don Diego de Torres t Villar- bre y popular escritor.
ROEL, escrita por él mismo. Esta curiosísima autu-
60 DON DIEGO DE TOREES Y VILLARROEL.
impone á todos para provecho y amparo de todos. Huyó desaleiitadamente del santo y sereno
hopear de sus padres, y vivió en Portugal algún tiempo, ocultando su nombre (i), y sujeto á las
humillaciones y á las azarosas vicisitudes de la vida del charlatán y del expatriado.
Vuelto á su país, y aleccionado por el infortunio y el desengaño, quedó « medroso de las cala-
imidades que se expone á j)a]ecer el que se entrega á los derrumbaderos de su ignorante y anto-
>jadiza imaginación (2). j Entonces vivió retirado y corregido e¡i la modesta casa paterna, y el
estudio fué su refugio, su recreo y la curación de sus desvarios. Por aquel tiempo empezó á pu-
blicar, con el nombre burlesco de Gran Piscátor de Salamanca, que le quedó por apodo (3), sus
almanaques y sus pronóslicos , y á saborear el dulce deleite de ganar hom'a y provecho con las
producciones del ingenio. Momentos pasó de extremado apuro, en los cuales le aquejó la más
desdichada miseria (4). En otras ocasiones vivió, «comiendo á costa ajena, huésped honrado y
aquerido en las primeras casas d3l reino.» Dos años vivió en Madrid, en casa de la Condesa de
los Arcos. Después pasó también algún tiempo en casa del Marqués de Almarza, hasta que, mo-
vido por los consejos del señor Herrera, presidente del Consejo de Castilla y obispo de Sigüenza,
que se aficionó á sus festivos escritos y deseaba verle empeñado en más provechosos estudios, se
opuso á la cátedra de matemáticas de la universidad de Salamanca, que alcanzó y desempeñó
con notable gloria. El humor festivo y el desembarazado ingenio de Torres le granjeaba la
amistad de muchos encumbrados personajes, que le atraían y agasajaban; pero no los bus-
caba, y casi á pesar suyo rccibia sus favores, pues nunca se vio carácter menos dócil al yugo de
las formas artificiales y de las etiquetas mundanas (5). Después de su escapatoria de Portugal,
ganó en Madrid pobremente su vida, bordando para una tienda portátil de la' Puerta del Sol;
después fué visitador del tabaco en Salamanca. Pensó en meterse fraile, pero en breve echó de
ver, sin duda, que carecia de la mansedumbre y del reposo que requiere la vida contemplativa
del claustro. A punto estuvo de hacerse contrabandista. Nada apaciguó su imaginación incons-
tante y cavilosa , hasta que , como hemos dicho, logró ser catedrático y doctor de la universidad
de Salamanca. Aun entonces tuvo un grave quebranto, sin la menor culpa de su parte. Acusado
de complicidad en una causa formada á su amigo el caballero don Juan de Salazar, que hirió á
un sacerdote en un arrebato de ira, se fugó primero á Francia (6), y después fué extrañado del
reino y pasó á Portugal, donde la celebridad de su nombre verdadero le indujo á usar, por ver-
güenza, el de don Francisco Bermudez, segundo nombre supuesto que adoptaba en aquel país.
Después del largo destierro de tres años, fué reconocida su inocencia y volvió al goce de su cá-
tedra. Entonces sólo le aquejaron los sinsabores comunes de la vida , alguno de los cuales le sus-
citaban acaso su agresiva franqueza y su sarcástica alegría. Nunca estuvo muy sobrado de bie-
nes de fortuna, pero esto sólo puede achacarse á su generoso é irreflexivo desprendimiento, pues
ademas de los rendimientos de su cargo universitario, ganaba, con la publicación de sus hbros y
sus folletos, cantidades, para aquel tiempo y aun para cualquiera otro, muy crecidas (7).
Torres escribió muchas poesías líricas y algunas dramáticas. La mayor parte de ellas están
impresas en los tomos vn, vni y ix de la edición que, en quince volúmenes, se hizo en los años
de 4794 á 1799. Son sus escritos de mayor extensión los siguientes :
(1) Tomó el nombre de Gabriel Gilberto cuando se » des y repetidas, jamas pudo arrastrarme á las ante-
alistó como soldado en un regimiento portugués. » salas de los poderosos; sus paredes siempre estuvieron
(2) Palabras del miímo Torres. » quejosas de mi desvío, pero no de mi veneración.»
(3) Adoptó este nombre, imitando los pronósticos (Torrds.)
del Gran Piscátor Sarrabal de Milán. (6) No pasó de Burdeos.
(4) «Alquilé media cama, compré un candelero de (7) «Pudiera ser rico con mis ahorros; pero siem-
» barro y una vela de sebo, que me duró más de seis » pre andan iguales los gastos y las ganancias. He der-
)>meses, porque las m.is noches me acostaba á oscuras. «rainado entre mis amigos, parientes, enemigos y pe-
» Padecí unas horribles hambres, tanto, que alguna vez «lardistus más de cuarenta mil duendos... En veinte
wme desmayó la daqueza.» {Vida de Torres. Segundo «años de escritor he percibido á más de dos mil du-
viaje á Madrid.) «cados cada año, y todo lo he repartido, gracias á
(o) « Siempre he conservado un aborrecimiento es- » Dios , sin tener á la hora en que esto escribo más re-
))pant.oso ü los intereses, honras, aplausos, preten- «puestos que algunos veinte doblones , que guarda mi
)) sienes, puestos, ceremonias y zalamerías del mundo. » madre, que ha sido siempre la tesorera y repartidora
»La urgencia de mis necesidades, que han sido gran- »de mis trabajos y caudales.» (Turres.)
NOTICIAS BIOGRÁFICAS T JUICIOS CEÍTICOS. 61
Anatomía de lo visible é invisible de ambas esferas y y viaje fantástico. Dedicado al rey don Fer-
nando el Sexto.
Sueños morales , visiones ij visitas de don Francisco de Quevedo.
Sueños morales; Los desahuciados del inundo y de la gloria.
Tratados físicos , médicos y morales ; Vida natural y católica.
El Ermitaño y Torres , en que se trata de la piedra filosofal. Cartilla rústica , eclesiástica y as-
trológica.
Vida de la venerable madre Gregoria de Santa Teresa. (Dos tomos.)
Vida del padre don Jerónimo Abarrúteyui y Figueroa, fundador del colegio de Padres Cayeta-
nos (le Salamanca.
La Cátedra de morir.
El DOCTOR Torres no era humilde , pero era verdaderamente modesto. Sentía hervir en su mente
un entendimiento activo y vigoroso. Pero por lo mismo sus obras le parecieron siempre destitui-
das de profundidad é hijas de un numen liviano y juguetón. « Yo confieso, decia con donaire,
que para mí perdieron el crédito y la estimación los libros , después que vi que se vendían y
apreciaban los mios.»
Pasó los últimos años de su vida con holgura y serenidad , ocupado en la administración de
los bienes del Duque de Alba y del Conde de Miranda, en honrosas comisiones de la universidad
de Salamanca, y en la formación de nuevos, pronósticos , cómputos eclesiásticos y cálculos astro-
lógicos; tarea que fué siempre para él amena y provechosa. Murió después de 1758.
Así describe el doctor Torres su persona en la tercera parte de su Vida : « Pintaréme como
I aparezco hoy (había cumplido cuarenta y seis años). Tengo dos varas y siete dedos de estatura;
» los miembros tienen simetría ; la piel del rostro está llena , aunque ya van asomando hacia los
» lagrimales de los ojos algunas patas de gallo; no hay en él colorido enfadoso ni pecas. El cabe-
íllo todavía es rubio; alguna cana suele salir á acusarme lo viejo. Los ojos son azules y peque-
I ños; las cejas y la barba pobladas de un pelambre alazán. La nariz caudalosa y abierta. Los la-
íbios frescos y rasgados con rectitud. Los dientes cabales y estrechamente unidos... El cuerpo
» se va ya torciendo hacia la tierra... Soy, todo junto, un horabron alto, picante en seco, blan-
í co, rubio, con más catadura de alemán que de castellano.»
L. A. DE Cueto.
II.
Son tan breves é insignificantes los juicios que han quedado de este autor, ya olvidado, y des-
deñado por la escuela literaria del reinado de Carlos III, que hemos juzgado oportuno reproducir
aqui el juicio más razonado y menos severo que el doctor Torres escribió de sus propias obras.
Está en uno de los diálogos entre El Ermitaño y Torres :
TOnilES.
Parece que veo allí mis escritos, y siento que tengas en este huerto de literatura árboles tan silvestres, en
que nada se ve sino es iiojas.
EL ERMITAÑO.
No liay duda que tus obras timen necesidad de mucho castigo, porque en muchos pasajes se reconocen de-
lincuentes; también es cierto que en las más de ellas reina la libertad, y te puedo asegurar que en estas soleda-
des me produce su lectura un género de deleite que se conforma con mi desengaño. He visto en muchas de ellas
el poco caso que haces de las ceremonias y pesadeces del mundo político; he visto la inclinación que tienes á
burlarte de los cuidados que muerden íí los hombres ordinariamente; no se me ha escondido la solidez de tus
verdades, ni el provecho de tu moral. Tu estilo me agrada, porque es natural y corriente, sin sombra alguna
de violencia ó afectación; tus sales me divierten...
TOURES.
No dudo que mi castellano es menos enfadoso que el que se observa por lo común en los escritos modernos.
Mi cuidado ha sido sólo hacer patente mi pensamiento con I is más claras expresiones, huyendo de hablar el cas-
tellano en latin ó en griego; peste que se ha derramado por casi todo el orbe de los escritores de España...
La lectura de mis obras tiene alguna cosa de deleitable, no tanto por las sales como por las pimientas. Es cierto
62 DON DIEGO DE TOREES T VILLAEROEL.
que propongo algunas verdades y sentencias; pero si les faltara esto, ya liabria quemado todos mis papeles. Los
más de ellos han nacido entre cabriolas y guitarras, y sobre el aroon de la cebada de los mesones, oyendo los
gritos, chanzas, dcsver¿;üonzas y pullas de los caleseros, mozusdc muías y caminantes, y así están Henos de dis-
parates, como compuLstüs sin estudio, quietud, advertencia ni meditación.
A esto puede añadirse que tcuj-'o tantos enemigos como la dicfa; éstos con sus sátiras me han destemplado
el estilo, y en mis del'onsas he divulgado lo que me ponia en la pluma el resont¡mi"nto y no la reflexión... La ne-
cesidad lia tenido mucha inílueiicia en algunos de mis ]>apelos, porque yo estaba hambriento y desnudo; con que
no trataba de enseñar, sino de comer y de ganar para la decencia y el abrigo; esto lo he publicado muchas veces
en mis impresos.
III.
JUICIO DEL DIARIO DE LOS LITERATOS DE ESPAÑA (1737).
(Con motivo de la obra titulada Los desahuciados del mundo y de la gloria, sueño místico, moral y físico.)
Don Diego de Torres es tan conocido, que aunque se hubiera publicado esta obra sin su nom-
bre, ella bastaba para descubrirle, habiéndose hecho conocer y distinguir el carácter de su au-
tor por una infinidad de pequeñas producciones que ha dado al público, y en que la uniformi-
dad del lenguaje y cierto particular espíritu de imitación denotan claramente su origen, so-
brando para determinarlo las otras luces.
El público de España ha recibido con aplauso las travesuras de este ingenio. No solamente los
iliteratos han hecho su delicia de la lectura de sus obras; también los hombres doctos han descan-
sado de la tarea de estudios más severos, solicitando lograr en ellas algunos festivos intervalos;
no se ha usado de más poderoso exorcismo para lanzar el demonio de la melancolía. Este unifor-
me y casi general consentimiento ú aprobación del gusto, nos induce á pensar que en los escritos
de DON Diego se deja oir alguna agradable armonía, con que se deleita el espíritu de sus lectores.
Lo que tenemos por cierto es, que ninguno de nuestros nacionales ha llegado tan cerca de Que-
vedo. No hacemos el cotejo en el fondo y gravedad de las doctrinas; pero nos parece que en
estas obras se resucita el mismo género de donaire y desenfado que reina en los discursos y re-
flexiones de aquel grande español.
Debe don Diego esta propiedad de la imitación á sus nativas disposiciones, ayudadas de una
continua lección de aquellos escritos. Algunos han querido persuadir que no contienen los de
nuestro autor sino robos preciosos. No dudamos que alguna vez se h-aya servido de las invencio-
nes de Quevedo como de los originales más célebres, según la costumbre de los pintores; tam-
poco negaremos que en unas ü otras pinceladas acuerda con demasiada claridad la valentía del
original que copia, deslizándose acaso la pluma insensiblemente, sin noticia de la voluntad,
adonde la lleva la memoria, ó ya concurriendo casualmente con el otro escritor en unas mismas
frases, de lo cual hay innumerables ejemplos. Pero no es de todos examinar ni calificar r'e robos
los pensamientos, y tiene su particular diticidtad no caer en un juicio falso, siendo arriesgado
discernir entre el robo y la imitación, por ser los términos confines y no tan distantes como se
cree vulgarmente.
En cuanto á la dicción castellana, no puede negarse que es la menos impura que se halla en
las obras de los españoles modernos, aunque en algunos razonamientos serios se le suelen esca-
par hispanismos bajos y voces de humilde institución , lo que contradice á la gravedad de seme-
jantes discursos. El número de sus periodos es desafectado, sin que por esto deje de ser hermo-
so. Corre la oración en sus escritos con gracias que no son forasteras del natural. La abundancia
en el idioma es maravillosa , y antes en algunos pasajes llega á ser vicio el exceso de la fecunli-
dad. No se puede, sin ofender su derecbo, contradecir que tiene este escritor, para las piezas de
elocuencia, todas aquellas felices disposiciones que de parte de la naturaleza se juzgan necesa-
rias, y que se ven en pocos; no pudiéndose adquirir con el más obstinado estudio de la oratoria
ni con el más frecuente ejercicio de las declamaciones, pues siempre se observa una palpable
diferencia entre el retórico y el elocuente.
Habiéndose propuesto casar el deleite con la instrucción, deleitando y amonestando al lector,
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CRÍTICOS. 63
según el consejo de Horacio y el instituto de los satíricos y cómicos, ha solicitado que concurran
estas dos calidades en las más de sus obras, trayendo, con el celo y dulzura de las invenciones
y donaires, al provecho de la enseñanza. Pero aunque ha hecho serias reflexiones para castigar
las costumbres, se deja conocer que ha lijado con demasía la atención en las representaciones
íestivas, siendo muchas veces vicioso en los apodos y prolijo en las imágenes ó pinturas que
nos ofrece, pecando otras de exhorbitante en la calidad y número. También se desazonan los
manjares por abundancia de sa»l, que en siendo mucha, muerde y no sazona.
Algunos de sus enemigos, envidiosos de los aplausos y fortuna de sus obras, han desahogado
con sus plumas el fuego de la emulación. No han fallado otros celosos correctores que le han
reprendido algunos yerros y el desenfado de su expresión. Unos y otros han escrito con agrio
y destemplanza. A los más les ha respondido nuestro autor sin moderar los incendios de su in-
dignación, propagándose la rabia de aquellos en éste. La irritación le ha destemplado hasta pu-
blicar, con sentimiento de los juiciosos, proposiciones jactanciosas y menos arregladas, con des-
aire de la cordura y poca satisfacción de la modestia. Pero mucho se le debe perdonar por el de-
recho de provocado, y más en consideración de un ardimiento juvenil y de un fogoso tempera-
mento.
IV.
DE DON CAYETANO ALBERTO DE LA BARRERA.
(Catálogo bibliográfico y biográfico del teatro antiguo español. Madrid, 1860.)
Dieron principalmente fama y renombre al doctor Torres sus Pronóslicos ó Almanaques,
publicados desde 1723 á 1753, y sus imitaciones de Quevedo, cuyo estilo supo remedar con espe-
cial habilidad. Escribió versos líricos y juguetes dramáticos, no faltos de gracia y donaire. Estas
obras y otras varias , cien tilicas, devotas , morales y criticas , que produjo su fecunda pluma , for-
man quince volúmenes en 8." en la reimpresión de Madrid, año de 1799. Sufri(') un destierro
injusto á Francia, por consecuencia de calumniosa acusación de complicidad en ciertas heridas
causadas por su amigo don Juan de Salazar, y también le ocasionaron disgustos sus compañeros
de universidad. Jubilado en 1731, vivía, siete años después, desempeñando varias administracio-
nes de sus protectores, el Duque de Alba y el Conde de 3Iirand£^, y otras comisiones honrosas, y
ocupado incesantemente en sus cómputos, cálculos y pronósticos.
OBRAS DRAMÁTICAS DEL DOCTOR TORRES.
Juguetes de Talla, entretenimientos del numen; varias poesías líricas y cómicas, que á dife-
rentes asuntos escribió el doctor don Diego de Torres Villaroel, catedrático de matemáticas en
la universidad de Salamanca, dedicadas al excelentísimo señor don Fernando de Silva Álvarez de
Toledo duque de Güescar, conde de Gal vez Tomo n. — Impreso en Sevilla, en la imprenta
real de don Diego López de Haro, en calle de Genova ; 4.", sin año de impresión (1744),
Dedicatoria del autor : Salamanca, 20 Julio 4744. — Aprobación , firmada en Salamanca, Ene-
ro 1759. — Licencia del Consejo : Madrid , Febrero 1739.— Aprobación de fray Juan de Nájera,
Sevilla, 1744.— Licencia del ordinario: Sevilla, Agosto 1744.— Fe de erratas: Madrid, Julio, 1744.
— Suma de la lasa : id., id., id. —Décimas al autor. — Prólogo de éste; declara que el tomo se
había impreso sin su corrección.
Contiene -.—El hospital en que cura amor de amor la locura. (Comedia jocosa en tres jornadas,
con los intermedios siguientes) :— Kntremes, De El duende.— Buile, de La ronda del uso.
Sigúese : — Juicio de Páris y robo de Elena. Zarzuela en dos jornadas, con una Introducción. —
Baile y saínete de Negros (entre las dos jornadas), y concluye con Fin de fiesta, en contradanza.
La armonía en lo insensible, y Eneas en Italia. — Zarzuela compuesta por Toíires y don José
Ormaza, en dos jornadas, co/i Introducción. -Saínete entremesado. — Fin de fiesta.
Siguen luego : — Introducción.— Intermedio, sin título (para una comedia).— Saínete de Los Gi-
tanos.—Sainete de la Taberna de la puerta de Villamayor.— Sa.inete de El Valentón.— Saínete
de El Poeta. — Saínete de La Peregrina, para el aria del Alcalde, zurumbático.— F/csto cómica,
sin título. — Otras tres lo mismo. (Todas á los años de varios amigos del poeta.)— Fiesta cómica
61
SONETOS.
y música para el dia que cumple años Torres.— Fi?i de fiesta ó baile francés. — Diálogo entre un
sordo viédico y un vecino gangoso.— Los figurones ridículos en Salamanca. (Villancico entre varias
personas.)
Piezas sueltas .-—Saínete de El miserable,
güela.
Saínete Fiesta de gallos, y Estafermo en la alde-
poesías.
SONETOS.
Ciencia de los cortesanos de este siglo.
Bañarse con harina la melena,
Ir enseñando á todos la camisa, ^
Espada que no asuste y que dé risa,
Su anillo, su reloj y su cadena ;
Hablar á todos con la faz serena,
Besar los pies á mi sa (1) doña Luisa,
Y asistir como cosa vanj precisa
Al pésame , al placer y enhorabuena ;
Estar enamorado de si mismo.
Mascullar una aricta en italiano,
Y bailar en francés tuerto ó derecho ;
Con esto, y olvidar el catecismo,
Cátate hecho y derecho cortesano,
Maa llevaráte el diablo dicho y hecho.
II.
Confusión y vicios de la crtrte.
Muías, médicos, sastres y letrados
Corriendo por las calles á millones,
Duques, lacayos, damas y soplones.
Todos sin distinción arrebujados;
Gran chusma de hidalguillcs tolerados.
Cuyo examen lo hicieron los doblones,
Y un pegujal de diablos comadrones.
Que les tientan la honra á los casados;
Arrendadores mil por excelencia.
Metidos á señores los piojosos,
Todo vicio con nombre de decencia ;
Es burdel de holgazanes y de ociosos.
Donde hay libertad suma de conciencia
Para idiotas, malsines y tramposos.
III.
La casa de un gran señor.
Un rodrigón que siempre está en pelea
Con la de pajes lamerona jimta.
Un pobre mayordomo que se unta,
Y un contador maldito que lardea ;
Una señora á quien el ocio asea ,
Y otras que siempre están de blanco en punta,
Una dueña arrugada y rejiJTinta,
Que rellena de chismes la asamblea;
Un comprador que riñe, roba y miente,
Un cocinero de la misma masa,
Gran chusma de libreas insolente;
Envidia mucha, adulación sin tasa,
Y el gran señor, que sirve solamente
De testigo del vicio de su casa,
(1) Contracción de mi señora,
IV.
En qaé consiste la nobleza de muchos que nacen figura
de caballeros.
Pensaba yo (ya sé que fué simpleza)
Que aquestos caballeros que hacen ruido,
Y acá en la corte se labraron nido,
Que eran de superior naturaleza.
Pues charros son, quitada la corteza.
De los que en nuestra tierra hablan vivido,
Que añaden cuatro pliegues al vestido,
Y lina melena más á la cabeza.
Un montañés nacido en una nasa,
Un gallego que en nabos fué su cría,
Un castellano hecho á pan y masa.
Con quí, consiste toda esta hidalguía
En vivir treinta leguas de su casa ,
Y en aguantarlo aquí la cortesía.
V.
Los ladrones míis famosos no están en los caminos.
Oigo decir á muchos cortesanos :
«Tal oficina tiene tres mil reales,
Pero vale diez mil y muy cabales.»
j Válgame Dios, y azotan á gitanosl
Aquestos son rateros chabacanos,
Que pillan una capa, unos pañales,
Un borrico, una muía, y sus caudales
No llegan á seis cuartos segovianos.
Reconocer los montes es quimera ;
Que no son ermitaños los ladrones,
Ni en los jarales buscan su carrera.
Haga aquí la justicia inquisiciones,
Y verá que la corte es madriguera,
Donde están anidados á montones.
VI.
El atractivo de las mujeres no consiste en los adornos del traje.
Sacó Dios la mujer de mi costilla,
Y yo salí de la costilla de ella,
Y se circula en su fantasma bella
La propia sangre que en mis venas brilla.
Póngase hito, gala ó mascarilla ;
Este amor propio, cuando no mi estrella,
Arrastra mis pasiones á querella,
Que no oculta el disñ-az su maravilla.
Luego, aunque nos la vistan de salvaje.
Siempre irán los deseos viento en popa ,
Buscando la hermosura, no el ropaje ;
Y si ésta es del deleite dulce sopa.
Enmienden á su cuerpo, no á su traje,
Porque en él está el daño, no en la ropa.
VIL
Habiéndole robado en un mesón , dando querella ante la justicin,
raSs importó lo que dejó en poder de ministros que lo robado.
Lejos de mí procesos y abogados.
Párrafos, textos, plazos, peticiones;
Que el sayo, la camisa y los calzones
Dejo en poder de moros ó letrados.
SOÍÍETOS.
65
Ya no más judiciales alegados ;
To alegaré por textos coscorrones,
Pues se zumban malsines y ladi-ones
De Cujacios, Dontlos y Salgados.
Ya que á las leyes la maldad resiste,
Favorézcame el palo de una escoba
Siempre que me despoje el insolente;
Que para condonar á aquel que insiste
En retener la prenda que me roba,
Un alcalde de palo es suficiente.
VIH.
Modo de preíeiuler.
Hagan corregidor á Sancho Panza,
Póngase don Quijote de togado,
Sea Juan de la Encina el celebrado,
Y suba Pedro Grullo á la privanza,
,Que se le dé la cátedra á Carranza,
;, Á usted que se le da ? ¡Vano cuidado!
Étase usted de ver el paloteado,
Y dé gracias á Dios que no entra en danza.
Y si quisiere usted logi'ai' el trato
De ser mandón, justicia y aplaudido,
Ni estudie, ni se esconda con recato;
Que logrará lo mismo que ha perdido,
Si se hace zalamero, mogigato.
Adulador, soplón y entrometido.
IX.
Motivo de no seguir las pretensiones.
Si después que la cátedra consigo.
Dejo la piel en esta ruin milicia,
Bravo chasco se lleva mi codicia,
Y miserable presa mi enemigo.
Búrlese de otro el diablo, no conmigo;
Que ya está satisfecha mi avaricia
Con comer y vestir lo que es justicia ,
Y mirando al nacer me sobra abrigo.
Si yo ñiera inmortal, ya pretendiera
Ser rico y venerado por discreto ;
Pero si he de morir, todo es quimera.
Locura es provocar vano respeto,
Si puede ser que de repente muera
Aun antes de acflbnr este soneto.
X.
Pago que da el rauudo A los poetas.
Dícese de Quevedo que fué claro,
Y que en algunas coplas está obsceno ;
Gúngora puede ser que fuese bueno,
Pero ya sus comentos le hacen raro.
El Calderón, que nos lo venden caro,
Sólo de lo amatorio fué muy lleno,
Y nos dejó en la cómica un veneno,
Que nos hemos bebido sin reparo.
La idea de Juan Pérez fué abatida,
De Solís intrincada, ¡infeliz suerte!
¡ Oh ciencia pobre ! i Facultad perdida I
1 Mundo borracho, que al varón más fuerte,
Después de ajarlo, miserable, en vida.
Predicas estas honi'as en sii muerte i
XL
Aconseja á su iicimana , doña Josefa de Torres, que no se dé
al estudio de la poesía.
Mi padre hace sonetos lindamente,
Octavas nuestro abuelo las hacia ,
Y bien poco há que se murió una tia
Por hacer seguidillas de repente.
Villarroel (que se daba por pariente)
Fué muy favorecido de Talla,
Y yo hago tal cual copla, Pepamia,
Por no negar la casta solamente.
Del loco mayorazgo estáis exentos
Los que nacéis segundos, y no trates
De revolver papeles ni instrumentos ;
Pero si escribes métricos dislates.
No te podi'é negar los alim -utos.
Mas te pondré la. letra en los orates.
XIL
Describe su vida en la crtrte, satisfaciendo A un amigo, que le dijo
que en su país se decía que andaba perdido.
Dan las doce del dia, y yo me paro
Á escoger entre veinte y aun más ollas
El mejor perdigón, mejores pollas,
Y esto es, Antonio, que me vendo caro.
Me quieren mil amigos, y en su amparo
Fundo (sin ser pegote) est"as bambollas;
Gasto sus coches, gozo de sus follas.
Sin que nadie me ponga algún reparo.
Debo á mis almaua(|ues mi vestido,
Y me paga la musa mi techado ;
Cuatro 1í)h-os me dan gusto crecido.
Y estando de fortuna mejorado,
Dicen en mi país que estoy perdido ;
Pero mienten, que estoy muy bien hallado,
XIIL
Al ir á escribir, confiesa su dcsconflanza.
Sobre la mesa el codo, y acostada
En la siniestra mano la cabeza.
La pluma en ristre, que á tenderse empieza
Sobre plana no escrita y ya borrada;
Así estaba el ingenio en la estacada,
Cuando asaltó de i^rcsto á mi rudeza
De Calderón la gracia y la agudeza,
Y de Solís la musa celebrada.
Cogióme su memoria tan de susto.
Que ni con prosa ni con verso salgo ;
Consulto el miedo, á sus ideas justo ;
Y viendo que con éstos nada valgo,
Dejé la pluma, desmayóse el gusto,
Y eché las Musas á espulgar un galgo.
XIV.
El presente siglo.
V
Vale más de este siglo media hora,
Que dos mil del pasado y venidero.
Pues el letrado, relator, barbero,
¿Cuándo trajeron coche, sino ahora?
I Cuándo fué la ramera tan señora?
¿Cuándo vistió galones el cochero?
¿Cuándo bordados de oro el zapatero ?
Hasta los hierros este siglo dora.
¿ Cuándo tuvo la corte más lozanos
Coches, carrozas, trajes tan costosos,
Más músicos franceses é italianos ?
Todo es riqueza y gustos poderosos :
Pues no tienen razón los cortesanos,
Porque ahora se quejan de viciosos.
XV.
Habla con don Francisco de Quevedo en las sátiras á los cornudos .
1 Ah, señor don Francisco! i Si usted viera
El mundo cómo está desde aquel dia
Que vino aquella tal señora mia
A cobrar en sus ansias la postrera !
1 Ay, amigo, que no lo conociera !
Porque entonces, al fin, se distinguía
El animal del bruto, y asi habia
Quien viese la función en talanquera.
Para cuatro cornudos vergonzantes
Que usté alcanzó en su siglo, ya perdido,
Hizo extremos y sátiras picantes.
Dé mil gracias á Dios no ser nacido,
Pues si hubiera alcanzado chichísvantcs,
Antes fuera cornudo que marido.
XVI. .>
Infelicidad de las pretensiones.
Si yo hago el memorial, tiempo perdido;
Si lo hace el abogado, adiós, dinero;
Si visita el agente, mal agüero,
Y si visito yo, quedo rendido.
M DON DIEGO DE
Gasto en membretes, póngome fruncido,
Dame una sobarbada el consejero,
Viene el procurador por mi puchero,
Y luce el escribano mi vestido.
No ba de darme ninguno lo que importe
Al patrimonio y pasos excusados ;
Pues fuera pretensiones, fuera porte.
Pero ¡es dolor que acuerden mis cuidados,
Cuando tengo mis cuartos en la corte,
Unos molidos, los demás gastados 1
XVII.
Pinta lo miserable de sus conveniencias.
En una cuerna un cclcmin de sal (1)^
Un san Onofre al óleo cu un papel,
Un tintero, dos libros, un rabel ,
Y un cántaro con agua elemental.
Estas alhajas tengo en un portal,
Que es mi casa, mi alcoba y mi dosel.
Donde sirve de cama mi buriel,
Y de sillón un duro pedernal.
Sobre un poyo de piedi-a está un candil.
Que me da luz hasta que sale el sol ;
Ceno una sopa á veces del pernil,
Leo en Quevedo, célebre español,
y alegre en mi tiniebla y su pensil,
No se me da del mundo un caracol.
XVIII.
Lo poco qne debe al mundo.
No debo al Rey garnacha ni obispado.
Ni á mis pai'ientes donación ni herencia ;
Como salí del vientre á la inclemencia.
Estoy de honras y deudas redondeado.
Treinta años de mi vida se han pasado,
Sufriendo el desabrigo y la carencia;
Pero, gracias á Dios, tengo paciencia.
Que de ruines deseos se ha burlado.
Manden otros, gobiernen sin medida ;
Que yo me quiero estar en mi aposento
Con mi paz , del orgullo retraída ;
Que por huir de mandas el tormento,
No he querido tener en esta vida
Ni trapos de que hacer mi testamento,
XIX.
Vida bribona.
En una cuna pobre fui metido.
Entre bayetas burdas mal fajado,
Donde salí robusto y bien templado,
Y el rústico pellejo muy curtido.
A la naturaleza le he debido
Más que el señor , el rico y potentado,
Pues le hizo sin sosiego delicado,
Y á mí con desahogo bien fornido.
El se cubre de seda, que no abriga.
Yo resisto con lana á la inclemencia ;
El por comer se asusta y se fatiga,
Yo soy feliz, si halag(j á mi conciencia.
Pues lleno á todas horas la ban-iga.
Fiado de que hay Dios y hay providencia.
XX.
A un letrado que escribió un papel contra la astronomía,
Que sepa de las leyes un bolonio,
No hay que admirarse de eso, mí Talla;
Que al más tonto le sobra fantasía
Para cuentos de Cayo y de Sempronio.
Pero que quiera darnos testimonio
De la cierta formal astronomía
De un letrado la falsa abogacía ,
No hizo tal intentona ni el deriionio.
El judiciar del cielo y las esferas
No toca á Justiniano ni á Dónelo ;
Sus juicios son azotes y galeras.
Cuide usted de su jiis; que es vil desvelo
Querer traer el cielo á sus quimeras.
Como si fuera malhechor el cielo.
^1) Consonantes forzados.
TOEEES Y VILLAREOEL.
XXI.
Cuenta los pasos de la vida.
De asquerosa materia fui formado,
En grillos de una culpa concebido,
Condenado á morir sin ser nacido.
Pues estoy no nacido y ya enterrado.
De la estrechez obscura libertado,
Salgo informe teiTon no conocido.
Pues sólo de que aliento es un gemido
Melancólico informe de mi estado.
Los ojos abro, y miro lo primero
Que es la esfera también cárcel obscura;
Sé que se ha de llegar el fin postrero.
Pues i adonde me guia mi locura.
Si del ser al morir soy prisionero.
En el vientre, en el mundo y sepultura?
XXIL
De repente , con consonantes forzados.
Sea ó no sea muy copioso el año.
Que se venga el Abril triste y risueiío.
No es cosa que me quita el gusto y sueño,
Puí^s yo soj' mi pastor y mi rebaño.
Yo duermo lindamente en un escaño,
Cómo lo que me sobra y sin empeño,
Yo me sirvo á mí mismo y soy mi diiefio.
Me gusta todo porque nada extraño.
Las pretensiones desprecié con saña.
El amor no me ba dado ni un rasguño.
Trato con poca gente, porque engaña.
A la avaricia téngola en un puño,
Y así me estoy metido en mi cabana,
Henchido^con más glorias que un don Ñuño.
XXIIL
De repente , con pies forzados, describe algunas cosas de la corte.
Pasa en un coche un pobre ganapaiij
Mintiendo ejecutorias con su tren ;
Pasa un arrendador, que en un vaivén
Se nos vuelve á quedar peraíustran.
Pasa después un grande tamborlan ,
Llevando la carroza ten con ten ,
Y pasa un simple médico también,
Parando el coche por cualquier zaguán.
Pasa un gran bestia puesto en un rocin.
Pasa como abstinente el que es ladrón,
Pasa haciéndose docto un matachín.
Todo es mentira, todo confusión;
Yo me rio de todo, porque al fin
Los toros estoy viendo en mi balcón.
XXIV.
La muclia lección de libros suele ser daiSosa,
Consumí en la doctrina y agudeza
De los libros gran parte de mi vida,
Y he quedado peor ; que está tupida
De ajenos desatinos mi cabeza.
Buscaba en los doctores mi rudeza
De cierta duda la mejor salida,
Y halló mil opiniones sin medida,
Pues uno el si, y el otro el no me reza.
Más necio vengo á ser, más imprudente.
La razón natural está más ruda.
Pues ya por sí no asiente ni consiente.
Antes pudo opinar, ya quedó muda ;
¿Quién dirá la verdad? Dios solamente,
Y yo ¿ qué haré ? Morirme con la duda.
XXV.
Con los mismos consonantes que don Francisco de Quevedo
».. desengaña á los soberbios de su vanidad.
Engulle el poderoso ric^ sopa,
Cuando á mí me contenta una zurrapa,
Y siendo el mundo dilatado mapa,
Le parece á su vicio estrecha copa.
Con bordada, sutil y blanda ropa
El barro humano diligente tapa,
Y á mí me envuelve miserable capa
T un negi-Q camisón de ruda estopa.
SONETOS.
67
Ostenta á todos la gotosa tripa,
Y puede ser el que mejor me sepa
A mí la sucia bota que á él su pipa ;
De la humana miseria hu_yendo trepa ;
Pero, por más que puja, anda y ahipa,
Todos somos racimos de una cepa.
. XXVI.
Con ocasión de toner ya escrito el Viscfilnr del afío 1726, y haber
sacado el hoípilal do Madrid un privilegio para (|ue no se im-
prima, esc:ii)ü a su alteza el señor don Carlos, para (¡ue perniila
que se imprima en su cuarto, donde tiene por diveision una
imprenta.
En medio del escollo, preso, atado,
Encallada la nave en que corria ,
El remo roto y el timón sin guia,
Yace aquel pescador desventurado.
Ya dio á fondo, señor, lo trabajado,
Y calmó la volante fantasía,
Porque se dio á la vela la porfía
De, un bajel enemigo disfrazado.
A tí clamo, señor, que en esta esfera
Eres asilo de las ansias cierto ;
Líbrense mis trabajos, y yo muera.
Sea el nuevo cuidado campo abierto ;
Qiae como asicnttn plaza en tu galera (1),
Con feliz rumbo llegarán al puerto.
XXVII.
Responde á una dama que le envió á preguntar qué hacia
en su destierro.
Al fuego (ie un hogar estoy tendido.
Dando dos higas al invierno crudo,
Y envuelto en un talego pobre y rudo.
Estoy, si no galán , muy bien vestido.
Sobre un fuerte varal tengo extendido
De un pesado lechon el gran menudo,
Donde á las horas de mi gana acudo.
Gustoso, alegi'e, sano y comedido.
Euclídes, mi guitarra y el tintero,
Y el monte alguna vez, son mi cuidado;
Los que busco y arrojo cuando quiero.
Esta es mi vida, mi quietud, mi estado ;
Si esto es vivir ausente y prisionero,
Góceme yo mil años desterrado.
XXVIII.
Escribe desde Amarante , lugar de Portugal , la miseria
que padece en su destierro.
A un acebnche tosco está arrimado
(Sombra triste no más de lo que ha sido)
Mi débil cuerpo, ílaco y aterido.
De sus pies y sus culpas arrastrado.
Con un rudo sobeo anda ligado
Un angeo talar, que es mi vestido,
De las tres erres sólo guarnecido.
Que son : roto, raido y remendado.
, Tal cual vez salgo (anatomía andante)
A llorar mis desgracias ó mi yerro
Al rústico poblacho de Amarante.
Así vivo difunto en mi destierro, ^
Pues con mi horrible y pálido semblante.
Llamando á todos voy para mi entierro.
XXIX.
Á Filis.
Yo te adoro, mi bien, y es de tal suerte
Esta mi adoración apetecida.
Que ya no tiene libertad mi vida
Para dejar de amarte hasta la muerte.
Estrecho lazo del amor más fuerte
Me tiene presa el alma agradecida,
y el mismo cautiverio me convida
A eternizar la gloria de quererte.
(1) Es un instrumento de la imprenta.
Filis divina, de admirar no acabo
Tu perfección, tu ingenio y tu hermosura;
En ella al cielo y 4 su Autor alabo ;
Con tu luz va mi estrella muy segura;
Ruégete que me admitas por tu esclavo,
Y tendré de un monarca la ventura.
XXX.
A Filis, encareciendo su adoración. ^
Góngora, Lope y otros, que la idea
De las Musas siguieron altamente,
Por objeto del numen elocuente
Tuvieron su deidad, su Dorotea.
Yo, Filis, discretísima Medea, "
Hechizo universal de lo viviente,
En tu belleza tengo reverente
Mi ejercicio, mi gloria y mi tarea.
Ellos con el donaire y la dulzura
Del plectro, que al espíritu se exalta.
De su atención logiaron la ventura.
Mi musa no es tan grave ni tan alta.
Mas para merecer á tu hermosura
Suple el amor lo que al ingenio falta,
XXXL
Despídese de Filis.
Adiós, Filis ; adiós, dueño adorado ;
Mi sino quiere, en su rigor violento.
Que lleve mis suspiros otro viento.
Que de tu esfera hermosa está apartado.
, A ser de tan feliz tan desdichado,
A la rastra me lleva mi tormento,
Y aunque á veces me engaña el sufrimiento,
Voy de volverte á ver desconfiado.
Adiós, adiós, y canta alegremente
Al risueño Jalón, fértil, sonoro.
De mi amor y tu gracia lo excelente.
Mientras yo triste en las arenas de oro
Del Tórmes caudaloso y elocuente.
Tu olvido temo y la distancia lloro.
XXXII.
Á Clori, habiéndola mandado sangrar.
¿ Yo lo he de ver, y permitir que fiero
Bañe y toque , mi Clori , á fuer de sabio.
Adonde audacia fuera el limpio labio,
Con sus manos lavadas un barbero?
Mal haya, amén, el módico grosero
Que receta por bienes un agravio,
Y mal haj'a mil veces mi astrolabio.
Que no previno tan fatal agüero.
Mas, ya que vivas rosas desatadas
Han de salir de venas tan lucidas.
Haz, bárbaro, roturas abreviadas;
No fallezcan á un tiempo las dos vidas.
Pues á la proporción de las picadas
Han de ser en mi pecho las heridas.
XXXIII.
Á Lesbia , estando para ausentarse.
La sagrada y formal filosofía
Fué el empleo hasta aquí de mi locura,
Pero después que he visto tu hermosura,
Son mis libros tus ojos. Lesbia niia.
En tu gracioso cielo, noche y dia.
Alza mi amor su celestial figura,
Y en ella siente, cifra y conjetura
El bien, el mal, la pena y la alegría.
Cielo eres, cuya bella consonancia.
Con luz, con movimiento en mi existencia,
Su luz divina infunde en mí constancia ;
Y ¿qué importa se mude tu presencia.
Si tierno miro que á cualquier distancia
No me puedo escapar de tn influencia?
68
DON DIEGO DE TORRES Y VILLAEROEL.
XXXIV.
Pide á una dama su mano para decir la buena aventura.
Si á ese cóucavo riges soberano,
Si su luz por las tuyas iluminan,
De tí poilrti saber dónde me inclinan
Las estrellas que tienes tan á mano.
Permíteme que astrólogo y gitano.
Vea en tu diestra qué leyes determinan
Esas rayas y montes que dominan
Las supremas alturas de lo humano.
Esta línea mensal gozo me advierte,
La láctica, fortuna prevenida,
Ese monte de Venus es mi suerte ;
Mas ¡ ay ! que la vital es mi homicida.
Pues advierto que á costa de mi muerte
Va creciendo la raya de tu vida.
XXXV.
Á una señora impaciente de genio.
No te enojes, bien mió, no te alteres.
Vive entre mil deleites singulares,
Y deja los disgustos y pesares
A la clase común de las mujeres.
Tú eres deidad, y tan divina eres.
Que se van á tus pies y á tus altares
\i2iS almas y las vidas á millares,
A darte en sacrificio los placeres.
Tuyo es el mundo y tuyos, cielo mió.
Los singulares triunfos y blasones
Que te dieron tu gracia y señorío ;
No deslustres, mi bien, tan altos dones ;
Que para todo tienes albedrío.
Mas no para alterar tus j^erfecciones.
XXXVL
Dice á Filis lo imposible de pintar su hermosura.
Si deseas tu copia fiel y pura,
Filis divina , celestial portento,
Me tienes que prestar tu entendimiento.
Que él solo puede hablar de tu hermosura.
No puede la más sabia criatura.
Aunque goce un angélico talento.
Describir una parte , un pensamiento
De tu beUa y gi-aciosa arquitectura.
Mi copia no sirviera de aplaudirte ,
Pues aunque á mi me sobra lo obediente.
Me falta la virtud de definirte...
El cielo copie tu beldad luciente ;
Que á mi me toca, hasta morir, servirte,
Y ajnar tu original eternamente.
XXXVTT.
A una señora, en día de cumpleaQos.
Si donde va mi pluma el alma fuera,
Tu salud, dueño mió, eternizara,
Y aunque el afecto fino me abrasara,
En tí para ser fénix renaciera.
Mi obligación de estímulo sirviera,
Y de materia mi fineza clara ;
Mi corazón amante fuera el ara ,
Y mi cariño su inmortal hoguera.
Y si lograr pudiera de esta suerte
Tu salud, como víctima ofrecida ,
Me arrojara al volcan con ansia fuerte;
No se'viera mi gloria destruida.
Dejando asegurada con mi muerte
Tu vida, que de todos es la vida.
XXXVIII.
Muéstrase agradecido á su desgracia , pues logra por ella haber
caldo en suerte con la más apacible beldad del Tórmes.
1 Dichosa enemistad ! Feliz desvelo
De la rabiosa infame tiranía.
Pues que por ella goza el alma mia
La bienaventuranza de tu cielo.
Tranquilidades juro á todo el suelo.
En nombre de tu gloria, en este dia;
Porque con año t.al, mi astrologia
Siglos dai'á á la tierra de consuelo.
Como astrólogo no, como poeta.
Los altos juicios de mi numen fundo
En su esfera más breve y más perfecta ;
Y por tí olvidará mi amor profundo
Cuantos imagen, luz, astro y planeta
Arden y ocupan el celeste mundo.
XXXIX.
Escribe A Filis los ejercicios que tiene en la aldea en tiempo
de su destierro.
Guardian soy de los cerdos y los patos.
Unzo los bueyes, á la burra apeo,
A los pavos apito y pastoreo,
Y los llevo á beber á los regatos.
Las cabras mamo, voy tras los chibatos,
La zorra ruto, al gavilán careo,
Remiendo las coyundas y el sobeo.
Las calzas, los sayuelos y los hatos.
Cuelo por el egido, apaño el rozo,
y soy, Filis hermosa, en una pieza.
Aperador, porquero, sastre y mozo ;
Por tí vivo y padezco tal bajeza,
Y en ella hallara mi seguro gozo.
Si yo olvidar pudiera tu belleza.
XL.
A una dama.
Nace el sol derramando su hermosura,
Pero pronto en el mar busca el reposo ;
1 Oh condición instable de lo hermoso,
Que en el cielo también tan poco dura I
Llega el estío, y el cris-tal apxira
Del arroyo que corre presuroso.
Mas ¿qué mucho, si el tiempo, codicioso
De sí mismo, tampoco se asegura?
Que hoy eres sol, cristal, ángel, aurora,
Ni lo disputo, niego, ni lo extraño ;
Mas poco ha de durarte, bella Flora;
Que el tiempo, con su curso y con su engafio,
Ha de trocar la luz con que hoy te dora
En sombras, en horror y en desengaño.
XLI.
A Filis, poseída de dolor.
Cruel dolor, que al dulce bien amado
Le robas el color y la alegría.
Ceba tu furia en la paciencia mia.
Pues estoy á tu saña acostumbrado.
Deja en paz á mi bien ; y vivo, airado.
Rompe y trastorna toda mi armonía,
Porque quiero halagar su tiranía
Con suñ-ir tu rigor y mi cuidado.
Deja libre á la hermosa prenda amada ,
Y vuélvele su gusto, su contento
A costa de mi vida desdichada ;
Vén á aumentar mi amante sufrimiento.
Pues poco importa ya que se le añada
Un dolor más á mi mortal tormento.
XLII.
A Francisca de Castro, cómica y cantarína insigne.
Bella madre de amor, dádiva hermosa
Que hizo á la tierra Jove soberano,
Embeleso del chiste cortesano
Y reina del donaire poderosa.
¡ Oh , mil veces felice la dichosa
Hora en que el cielo dio con larga mano,
Para deleite del linaje humano,
Al mundo tu belleza prodigiosa ¡
, 1 Oh, si fuese la voz de mi instrumento
Emula de los cantos más gloriosos,
Y no desagradable, ronca y triste !
Pasara yo mi vida (¡qué contento!)
Celebrando con himnos armoniosos
La fortunada aurora en que naciste.
SONETOS.
59
xLni.
Á Fernando VI, en la muerte de Felipe V.
Al pié de aqueste regio, triste, adusto,
Pálido monumento, en que se encierra
El mayor Eey que veneró la tierra,
Llora, noble Femando, que es muy justo.
Llora, y lloremos en tu padre augusto,
Guerrero en paz, pacifico en la guerra,
El rigor con que incauto le destierra.
Siempre fatal decreto, nunca injusto.
Pero no llores, no ; que en su partida
Mejora de fortuna, reino y suerte.
En premio á su virtud esclarecida.
Y á tí te deja, aunque en dolor tan fuerte,
Infinitos ejemplos en su vida,
Y todas nuestras vidas en su muerte.
XLIY.
La tierra, el polvo, el humo, en fin, la nada,
Al héroe más insigne y portentoso.
Es el único triunfo, el más glorioso,
Que robar has logi-ado, muerte airada.
La vida de su fama celebrada,
Fe , virtud y valor y celo ansioso,
Exentos de tu brazo pavoroso.
En lo eterno aseguran su morada.
, Al honor, al aplauso, al ardimiento,
A la piedad , al culto y á la gloria
Tocar no pudo tu furor violento.
Pues si de tantas vidas la memoria
Eterna vive en este monumento,
¿En qué fundas, oh Parca, tu victoria?
XLY.
Ruega á Filis qne baga más comunicable su hermosa presencia.
No encubras, Filis mia, tus facciones,
Tus ojos apacibles y serenos;
Sólo en tus perfecciones se echa menos
El no comunicar tus perfecciones.
¿No ves en las floridas estaciones
Las flores en los cuadros más amenos
Derramar su hermosura, y dejar llenos
Los sentidos, rompiendo sus botones ?
Tú eres un cuadro que el Autor divino
Plantó del mundo en el jardín hermoso.
Dando al sentido gloria en su pintura.
No escondas, no, tu rostro peregrino ;
Que le robas al mundo un bien precioso ;
Mira que es bien ajeno la hermosura,
XLVI.
Salió el niño de Venus más querido
A. su blanda conquista acostumbrada,
Y tardando en volver á su morada,
Dióle la bella macke ]Dor perdido.
Sale, corre, pregunta por Cupido,
Impaciente, solícita, asustada,
Mustio el color, el pelo desgreñada ,
Le busca en Paío, búscale en Egnido.
Búscale entre las ninfas que venera
Más hermosas la selva, el rio, el prado.
Búscale entre las ninfas que el mar cria.
Tocó del padre Tórmes la ribera,
Y hallóle aquí pendiente del nevado
Cuello de la hermosísima María.
XLVII.
No es agraviar á las deidades solicitar con los dones sus halagos.
Clori, solicitar con un presente
Inclinar la belleza que enamora.
El triste amante que padece y llora
Fugitivo desden, ira inclemente,
No es quererle comprar groseramente
La piedad y el amor á su señora.
Sino agradar á la deidad que adora,
Haciéndole una ofrenda reverente.
No es esto poner precio á las beldades
Supremas, si prudente lo reparas;
No es desaii'e, ni así llamarlo oses.
Dobla el don las sagradas majestadea,
No es agravio la ofrenda de las aras,
Las dádivas aplacan á los dioses.
XLVIIL
Estampaba Clorinda su figura
De un rio en el cristal resplandeciente,
Cuando el húmedo dios de la corriente
Sintió dentro del agua su hermosura.
Enamorado de la imagen pura,
Solicita abrazarla estrechamente ;
El agua ajirieta en vano, y luego siente
De su amoroso error la desventura.
«Oh Dios (le dije), en tu desgracia veo,
Y en esa imagen que engañó tus lazos,
Representada la fortuna mia;
))Pues cuando todo es brazos mi deseo,
Así también se burla de mis brazos
Otra imagen que está en mi fantasía.»
XLIX,
Á Filis, enamorada de sf misma.
Filis, que armada de desden constante
Resistió siempre á la deidad de Egnido,
Y al salir de las lides de Cupido
Siempre la coronó laurel triunfante;
Viendo ayer su bell -za en el brillante
Cristal de un arroyuclo suspendido.
De sí misma sintió su pecho herido,
Y con rabia lloró el dolor amante.
Miróla amor, y dijo : « ¡ Oh desdeñosa
Ninfa ! Padece la venganza dura
Que corresponde á tu beldad ingrata ;
)>Pues contra tu hermosura poderosa
Es sólo poderosa la hermosura ;
De hermosa muera quien de hermosa mata.»
L.
Aun viejo vicioso, maldiciente, que escribió una sátira
contra el autor il).
Después que á tu arrastrada juventud
La enfermó tu viciosa ociosidad.
Entregas á la vil mordacidad
Tu,débil y maligna senectud,
A la boca estás ya del ataúd ,
Sin haber visto el rostro á la piedad ;
Para hacer bien te falta actividad,
Para hacer mal te sobra la salud.
No es vida de eclesiástico civil
La que consiimes, bárbaro, cruel.
En las operaciones de gentil ;
Que ambos vivimos mal , verdad es fiel ,
Yo lo que afirmas soy, y aun soy más vil ;
Y tú eres lo que dice tu papel.
LI.
¿ Cuándo vendrá la muerte? No sabemoB,
¿El cómo y el lugar? Ni en conjetura,
¿El detener su cmso ? j Qué locura !
Sólo es cierto y de fe que fallecemos.
Pues i cómo la amenaza no tememos
Del Criador de toda criatura ?
Deseche la maldad nuestra cordura,
Y el viaje del alma preparemos.
La muerte, aunque parece que se esconde,
Cada momento nos está acechando ;
Dejémosla que siga y que nos ronde.
Ella va y viene, y nos está esperando,
Y ya que nos oculta cómo y dónde.
Estemos prontos para siempre y cuando,
(1) Consonantes forzados.
60
DON DIEGO DE TORRES Y VILLAEROEL.
LII.
La rica Filis de curarse trata,
Y un médico nuij' docto solicita ;
Viene sin detención, y deja escrita,
En papel poco, mucha patarata.
Viendo cuan doctamente aquel la mata,
Que venga otro doctor la dama grita,
Y acude en un caballo á la visita
Otro que puede andar en la reata.
Una dieta de médicos reputa
Preciso convocar, en la cual vota
Cada uno en apoyo de su seta.
Poco tiempo después todo se enluta.
Murióse Filis ya ; pero se nota
Que se murió de ahita con la dieta.
Lili.
Un viejarrón secajo en lo cecial,
Por desmentir lo tiojo y lo senil,
A la sombra mugrienta de un candil,
Hace de su cuaresma carnaval.
Un estudiante, tonto sin igual.
Da opinión en el caso más civil ,
Y un agarrante lánguido alguacil
Se mete á ser Donello y Carlebal.
Uua beata se entra á coronel,
Una hormiga se mete á caracol,
Y un escriba debajo de vm dosel.
Todos se esconden de la luz del sol ;
Pero á la luz de la razón más fiel
Les alza este soneto el facistol.
LIV (1).
Un rico ya no tiene qué rascar,
Un caudillo no tiene qué regir.
Un picaron no tiene qué reir.
Ni tiene un envidioso qué rabiar.
Un logrero no tiene qué rapar,
Un valentón no tiene qué reñir.
No hay en un escolar qué resumir,
Ni ya un pirata tiene qué remar.
Un príncipe mitiga su rigor,
Un desleal la paz quiere romper,
Y en África vomita su rencor.
La América ya toca á recoger.
La Europa solamente oye el rumor,
Y el Asia tendrá un hueso que roer.
LY.
Anda soberbio y oseo un charlatán,
Dando celos al mundo con su tren ;
Mas presto la justicia de un vaivén
Le pondrá de espantajo en un zaguán.
Quiere otro majadero sacristán,
En la velocidad de un santiamén.
Meterse de rondón hasta Belén,
Profecías vendiendo á lo Balan.
Métese á consejero un arlequín,
Y á místico de pasta otro bufón,
Que aun no quiere cansarse de ser ruin,
Pero él y otro inocente tolondrón,
De repente, llamados de un clarín,
Irán (donde yo callo) en procesión.
LVI.
Pasa por muy celoso á falsa luz
El que es más alcahuete que un tapiz,
Y porque va vc^stido de terliz,
Por gallego se cuela el andaluz.
Muy encubierto del sagaz cajjuz
Pasa el trompón pizpierno por nariz,
Y aun en el plato pasa por perdiz
El desabrido indómito avestruz.
Pasará por político el más soez,
Y por poco advertido el más capaz,
Y el desengaño tomará su vez.
Mas, como á mí me dejen en mi paz,
Y suene en mi cocina el almirez,
Arda Bayona y truene en Alcaraz.
(1) Este soneto pertenece al Pronóstico de Tobres para el aüo 1739.
LVII.
Fabio en su calorosa juventud
Brinca por la mayor atrocidad,
Cuando en el curso medio de su edad
Los zancajos le pisa el .itaud.
Fileno á la dulzura de un laúd
Se recrea con vil serenidad,
Y la misma frecuencia á la impiedad
Es la que guarda el sueñe á su inquietud.
Por trepar á más alto que fué el Cid,
Padece Felisardo mortal sed.
Que no puede apagar fecunda vid;
Mas la fortuna airada echa su red,
Y desploma con rabia y con ardid
Sobre tanto edificio su pared.
LVIIL
Gorra y rodilla en tierra un oficial,
Fruncido y escondido el oropel ,
Hace sus arrumacos á un laurel,
Porque sirva á sus sienes de frontal.
Otro muy reverendo magistral
Atisba desde el frontis de un cancel,
Y con lágrimas tiernas á un dosel
Una punta le pide en su sitial.
Otro engerto en prior y ministril,
Lleno de bascas ya del facistol.
Trueca por el haul el santo atril.
De la ronda por fin sale el farol,
Y descubre á su moco de candil
Cuanto no pudo ver de sol á sol.
LIX (2).
Marte airado, vestido de escarlata,
Con la espada en la mano al mundo reta,
Y al estruendo de caja y de trompeta,
Parte del mundo en furia se desata.
Los comercios trasudan oro y plata
Al tenor del poder que los aprieta ;
La gente de las aguas anda inquieta.
La de tierra se aflige y se maltrata.
Un alto chapitel se jDrecipita,
Desmorónase erguida una garzota,
Y un palacio eclesiástico se enluta.
Y la gran providencia clama y grita.
Porque ve que la oprime y que la azota
Sólo la gente infame y disoluta.
SILVA AMOROSA.
Tan grande es. Filis mia.
El ansia de adorarte.
Que sólo por amarte
Quiero la noche y solicito al dia...
El amarte es mi aliento.
Tu luz mi pensamiento,
Y si tal vez en calma
Dejo mi explicación, es porque aspiro
A nombrarte mejor con un suspiro;
Que ésta es la frase principal del alma.
De noche miro al cielo,
Centro de mí consuelo,
Las estrellas admiran mi firmeza;
Yo todo soy amor, ellas belleza.
A su constancia excedo,
Pues amante me quedo,
Y ellas di alba á los celajes rojos
Se esconden á mis ojos.
Sí me aprisiona el sueño,
Se vale de mi amor y de mi pena;
Préstale mi cuidado su cadena,
Mi memoria la imagen de mi dueño;
Mí vida y mi pasión equivocando.
Despierto duermo, porque duermo amando.
Deseo que madrugue el sol luciente.
Para que tenga la firmeza mia
Al examen del día
El crisol más flamante y reverente...
(2) Este soneto y el anterior pertenecen al Pronóstico de 1752.
COMPOSICIONES VARIAS.
61
Que es tanta tu hermosura,
Que la roca más dura
Abre su esquivo pecho,
O en lági-imas deshecho
De la preciosa fuente que lo deja,
U de la verde queja
Por donde halló su entrada
La siempre interesada
Nunca marchita hiedra,
Guirnalda inseparabl ■ de la piedra.
En cada arroyo tu beldad contemplo,
Y me sirve de ejemplo
Su fugitiva nieve
De cuan ])rcsto se pasa
De amor la dicha breve,
Y que un instante de dulzura escasa
Goza qiiien siglos de esperanza bebe.
No hay tronco que no sea
Papel donde te vea,
Por tu nombre, que escribo
Para tenerle vivo
Y abrazarlo constante;
A pesar de tus mudas esquiveces,
Si los árboles crecen , también creces,
Querida Filis, pues de cada instante
Que el cuchillo los álamos penetra.
Va creciendo en los troncos cada letra.
En la humilde azucena
Tu modestia idolatro,
Y en el verde teatro
De la fragante escena,
No hay ílor que se deseche',
Hoja que no aproveche,
O en Cándido suspiro se resuelva,
O en lisonjeros átomos se envíe
Al aire que la guie,
Y al eco c^ue la vuelva.
Del fuego de la rosa
Soy vaga mariposa,
Pero son tus memorias mis cenizas,
Con que asi me eternizas,
Fénix de las aromas.
De donde especies materiales tomas;
Para encender el rumbo de mis alas
Al jazmin me señalas.
Para templar ardores,
Menudo copo, niibe de las ñores.
Del clavel atractivo
Frases de amor aprendo.
Con el aliento vivo,
Lacónico lenguaje.
Enigmas bellos de tu luz d-^rrama.
Pues siendo tan cefiido para el traje,
Va dilatando el garbo de mi llama
Las puras guijas que el arroyo muerde,
Sombras heladas que su espejo empaña,
Ojos de la montaña.
Que el valle gana y que la cumbre pierde.
A los años de Filis, para introducir una cantada.
Para celebrar á Filis,
Hoy mi musa juguetona
Me llama, me galantea,
Me pellizca y me retoza.
De oro fino son las cuerdas
De la cítara que toca ;
Que el festejo de mi musa
Es fineza, y no lisonja.
Los números que derrama
Sigue mi voz orguUosa
De las glorias que consigue
Filis en cantar sus glorias.
Las bellas ninfas del Tormos
A mi acento se convocan,
Y al tañido de mi musa.
Danzan en tu obsequio todas.
Del sacro rio las aguas,
De la alameda las hojas,
Tu dulce nombre resuenan.
Festivamente armoniosas,
Porque todos te celebren.
Mi voz disonante, ronca,
Inculta, desapacible.
Así á los vientos informa :
Ninfas que las ftorcs
En los valles del l'indo cortáis,
Si de ílon s guirnaldas tejéis,
De mi Filis la ñ-ente ciñáis.
Dulces ruiseñores
Que los ramos del Pindó movéis,
Si de acentos elogios formáis,
De mi Filis el nombre cantéis.
Ninguno al aplauso, al festejo resista;
Que el mismo Apolo á los cultos se apresta,
Apolo, que á Filis oñ-ece, en su fiesta.
Las luces, los rayos que bebe en su vista.
Este dia á las glorias
De tu nombre se ofrece, bella Filis ,
Por quien el cielo jura á los vergeles
Verter la copia ya de los matices.
, La flor de tu belleza.
Emula de claveles y jazmines.
Imite su esplendor tan felizmente.
Que de ellos sólo el csiilendor imite.
Vive, Filis hermosa,
y tantos siglos de ventura vive,
Que se canse en medir tus duraciones
El alto móvil que los siglos mide.
Goza, pues, sempiterno
El círculo de dia tan felice,
Y vive sola tú todas las vidas
Que consume tu anior, tus ojos rinden.
Así sus votos explique
Mi espíritu á todas horas.
Formando para tu fiesta
Un templo de la memoria.
LIRAS FESTIVAS
á la segunda salida do los reyes, nuestros señores, don Felipe Vy
dona Isabel l'arnesio, y ios infantes, aeonipafiando al Siiilisimo
desde el Itetiro a San Sebastian , y dieron cien doblones al en-
te rm o.
Si yo fuera poeta
De unos que tienen plectros y laúdes,
¡Qué linda cantaleta
Le diera, insigne Rey, á tus virtudes!
Pero me trata el Pindó con tal roña.
Que ni prestarme quiere ixna zampona.
Si yo amistad tuviera
Con una de las ocho ministriles,
Maravillas dijera
Al sol de Parma ; pero son tan viles.
Que porque sigue á Urania mi alborozo.
No las debo á las otras un retozo.
Si yo fuera ligero,
Al caduco Pegaso le montara,
r por el orbe entero
Glorias de dos altezas pregonara;
Mas tiene para mí mañas atroces,
Y ya no fueran las primeras coces.
Pues yo, sin la Iklicona,
Sin plectro, sin Parnaso y sin las leyes
De ninguna fregona,
He de hacer coplas á los mismos reyes;
Que para cas > tan extraño y solo
No necesito de su dios, Apolo.
Mas que no escriba terso,
Escriba yo clarito y con simpleza;
Que en lo que toca á verso
Yo me las avendré c<m mi pobreza;
Sin el furor escribiré realmente.
Como Dios me ayudare solamente.
Las dos personas reales.
Dueños ambos de muchas monarquías,
Y para más señales.
Aquellos mismos que pasados dias
Los llevó Dios gustosos y sin queja
A ser testamentarios de una vieja;
Segunda vez dichosos.
Los busca y los encuentra en el Retiro,
G3
DON DIEGO DE TORRES T VILLARROEL.
Le signen afectnosos;
Pero de sus afectos no me admiro;
Que hasta los reyes en aquesta vía
Deben buscar el pan d ; cada dia.
Segunda vez mas finos
Adoran los dos reyes soberanos
Sus rctlejos divinos,
Y daba gusto verlos tan humanos
A los que á todo el orbe ponen guerra,
De paz postrados, á la paz en tierra.
Los príncipes amantes
Rinden á Dios su corazón por templo,
Le acompañan constantes ;
[Oh lo que pudo aquel primer ejemplo!
Y todos siguen con la fe divina
A la dulce del alma golosina.
Con devota alegi-ia •
Hijos y padres van en fila ó corro;
«Vamos con Dios, se oia,
A visitar enfermos y al socorro»;
Y cada cual se anima y no se empacha,
Pues lo hace el general de la capacha.
A dar vida á un paciente
Iba el divino Amor Sacramentado,
Y al mísero doliente
Ya le tuvo la muerte emperdigado;
Quitó Dios su guadaija, incorporóse,
Vio la cara del Rey, y libertóse.
El Rey al condolido
Con los ciento de marras satisface ;
Se alienta el afligido;
¡Oh, cómo sabe Dios lo que se hacel
Pues si yo fuera á ver al desdichado,
¡Qué poco le dejara! Ni un cornado.
¡Oh tiempo venturoso!
Edad la más florida para España ;
Todo es gusto y reposo.
Ya en la corte los males son cucaña,
Pues vemos que en aquestas ocasiones
Vale ya un tabardillo cien doblones.
A mi , pobre tunante ,
Que estoy en esta corte pretendiente ,
Bien podéis, Dios amante.
Enviarme otro socorro diligente ;
Que por salir del infeliz estado,
Tomaré á buen partido un entripado.
Sufriré cien ventosas,
Y por los mismos cien, á cien lancetas,
Las zupias venenosas
Que da el arte de Apolo en sus recetas;
Todo lo tragaré sin ademanes,
Por ponerles cadena á mis desvanes.
Y si acaso sucede,
Que todo puede ser, Rey mió amante.
Vuestra grandeza piiede,
Sin gastar ceremonias y adelante.
Entrar en esta choza pobre, escasa.
Como si fuera en vuestra propia casa.
Veréis en mis pared' s
De telaraña y cal unos tapices,
Que hacen gustosas redes ,
Y después notaréis, pues sois felices.
La miseria que tiene en estos suelos
Quien se suele pascar por esos cielos.
Venid, pues, á mi casa,
Y no traigáis la guardia ni valones;
Que aunque tan mal se pasa.
Por última señal de mis blasones
Y solar conocido de mi villa,
Mantengo todavía una guardilla.
Aquí estaréis un rato,
Contemplando la gloria de este empleo,
Y sin mAs aparato
Ni mayor agasajo que el deseo,
Os volveréis con Dios, con alegría.
Con su gran bendición y con la mia.
ORACIÓN
que dijo el autor, siendo presidente de la academia que se hizo
en casa del scúor .Marqués de Alniaiza , con el motivo de haboise
traslududo á su oratorio un santo (jucilijo, formado de un bas-
tón , para convertir á la fe cristiana á dos maliometanos esclavos
de uno de los marqueses de i'lores Dávila (1).
¡Cómo azotas en vano (2),
Precipitando auroras.
Melancólico anciano.
Los veloces caballos de las horasl
Huella, huella inclemente
Cuantos milagros de divina idea
Creó gloriosamente
Poder augusto, contumaz tarea ;
Que en los hondos obscuros
De la ngion callada del olvido
Nunca respirarán aires impuros;
Pues al caliente rayo de los diaa
De un nombre esclarecido,
Vida recobran las cenizas frías.
Del codicioso, del hambriento fuego (3)
El calor impaciente
El templo dirigió más excelente
Que encumbró á deidad falsa culto ciego;
Y aunque á columnas ciento
Confiaron del Asia tantos reyes
Su eternidad inmóvil, al violento
Imperio de sus leyes
Y á osadía tan loca.
Mucho nombre heredó ceniza poca.
De los años el bélico tormento (4),
Sorda pólvora siendo los instantes.
Batió muros excelsos, que constantes
A Babilonia el viento encarcelaron,
Y aun de su rayo á Júpiter armaron.
Los mármoles más puros (5)
Que trasparentó el sol en senos duros,
El árabe envió, cuya obstinada
Inculta solidez , rebelde en vano.
Domó cincel de artífice gitano.
Ménfis alzó de miembros tan hermosos
Una y otra pirámide elegante.
Monumentos gloriosos ,
Donde urna ñ'agTante
Entre aromas sábeos
Dio tumba á sus altivos Tolomeos;
Mas el tiempo insaciable
Devoró al fin tan claros panteones.
Aunque para esconder fábrica tanta
En la nada insondable ,
Dilataron los siglos su garganta,
¿ Qué diré de un trofeo (6)
Que levantó el amor soberbiamente,
Del culto ma'asoleo
Bellísimo occidente?
¿ Qué del vasto coloso (7),
Aquel de Rodas cíclope eminente,
Que pretendió ambicioso
Tocar al sol con su espaciosa frente i
¿Y qué diré de aquella (8)
Torre que ilustró Faro,
Cuyo resplandor claro
Al alto Olimpo le aumentó una estrella?
¿Quién callará el divino (9),
De alto marfil brillante.
Dos veces simulacro peregrino.
En que más adorable
Se sintió, del artífice al desvelo.
fl) Publicamos algunos fragmentos de esta composición alambi-
cada y difusa , como testimonio de la fuerza que ;iuii conservaba el
goiif/orismo en la época del descenso de este contagio. El doctor
Torres, que asi escribía cuando queria levantar el estilo, blasona
á cada paso de su amor á la sencillez y á la claridad.
[it Conviériese la oración al tiempo.
(5) El templo de Diana en Kfeso.
(4) Los muros de Babilonia.
(.'») Las pirámides de .Mémtis.
(íí) El sepulcro de .\rtemisa.
(7) El coloso del Sol,
(8) La torre de Faro.
(9^ La imúgeu de Júpiter que hizo Fidas, de marfil.
COMPOSICIONES VARIAS.
GS
La deidad del tonante ,
Que empuñando en el cielo
Su poder soberano
El raro formidable
Que forjaron las iras de Vulcano?
Tan ilustres miln.írros, tan famosos,
A velas desjjle.íradas ,
Tus mai:^ espumosos,
Oh Saturno, corrieron,
Hasta que más hinchadas
Las ondas de Aquilón embravecido,
¡Qué angustia! d- scendieron
A tu seno profundo,
Mas nunca bajarán al del olvido...
Abra, pues, la memoria (1)
El pai-io mármol que celoso encierra
Al héroe excelente
Que coronó de llores á la tierra,
Y á sus sienes de gloria,
Zúñiga generoso (2),
Marte naval, cuyas hazañas sumaa
Vio el reino de Ncptuno temeroso
Por tantos ojos como tuvo espumas...
El insigne bastón, el milagroso
Soberano estandarte ,
Aquel que tremoló poder robusto
De brazo omnipotente,
Que á la caterva del estigio Marte
Temor helado fué, pálido susto,
[Oh qué dichosamente!
Siguieron dos paganos ,
Triunfos ya de tan rara maravilla,
Que á los solios profanos
De altares torpes antes
Doblaron la sacrilega rodilla,
Dieron humos fragrantés;
Corrió el estadio todo de la vida
El héroe, y ganó el palio de la fama
A su valor debida:
Y como vencedor de tantas lides,
Sus sienes guarneció de aquella rama
A quien la frente consagró de Alcídea..,
tOh tú, banda canora
)e numerosos cisnes, cxiyas plumas
Del Tórmes las espumas
Peinan del Tórmes , que si no atesora
Al sol desmenuzado en sus arenas,
Del árbol á Minerva consagrado
Su frente adorna, y por ocultas venas,
Con pié prolijo corre, enamorado
De la Castalia fuente ,
Con quien mezcla su nácar trasparentel
¡Oh vos, nevadas aves,
A quienes Febo su calor inspira ,
Por cuyos cuellos suaves
Dulcemente respira
De nuístro Manzanares la ribera,
Aun más que por su varia primaveral
I Oh vos, que festejáis por regalado.
Con tono lisonjero,
A las ninfas del Ebro dilatado,
Que origen claro fué del nombre ibero)
A vos os solicita ;
No pues milagro tanto
Ciegamente confunda en sus horrores
La sombra densa que el silencio habita»
Cantad esfuerzos de la fe sagi-ada ,
Y á los locos ardores
Del infeliz Faetón vuestra templada
Garganta hurtad , y sólo
Aires festivos su; ne la palestra,
Y cada pluma vuestra
Peine, hiera la cítara de Apolo (3).
(1) Fl ".■.qut's de Flores Dávila.
(•2i deneral de la armada.
(3) La cítara ge locaba cod ana pluma llamada peine.
OCTAVAS.
En el dia de cumplir sus aQos mi señora doüa Alfonsa Prieto,
señora de Tamámes.
Antes que el sol de tu semblante hermoso
Naciese al mundo, dueño idolatrado,
Estaba el sol ceñudo y proceloso,
Y el aire desabrido y eclipsado;
El cielo aparecía nebuloso.
De forasteras sombras em})añado,
Y es porque no bañaban sus cristales
Las luces de tus ojos celestiales.
Mustias las flores, áridas las fuentes,
Sin curso, sin ci lor y sin frescura ,
Yacían en sus centros impacientes
Antes que amaneciese tu nermosura;
Mas después que tus rayos refulgentes
En el orbe vertieron su luz pura,
Todo quedó florido é ilustrado.
La flor, la fuente , el aire , el viento, el prado.
Los mares, en su orilla recostados,
Apenas perezosos se movían.
Porque en sus reinos graves, dilatados.
Tus divinos ardores no influían;
Sus conchas, sus espumas y pescados
Cuasi alentaban, cuasi no vivían ;
Pero al sentir tu espíritu en su calma
Sintieron vida y duplicada el alma.
Naciste en fin, bellísimo portento,
Y hoy hace el sol memoria venturosa
Del día en que le dio tu lucimiento
Mejor luz á su esfera luminosa;
Vive feliz , da vida y da contento
Al mundo que presides milagrosa,
Pues todo el orbe, á honor de tal ventura.
En este dia su deidad te jura.
Vive mil veces, vive, dueño amado,
Y mil veces recibe adoraciones
De cuanto has producido y aumentado
Del cielo y de la tieiTa en las regiones;
Vive, y admite de mi amor sagrado
Puras y venerables sumisiones,
Ya que merezco ser, por mis destinos,
Feliz esclavo de tus pies divinos.
Asegura á Filis lo eterno de su adoración.
Antes que yo te ohide , dueño mió ,
El más hermoso, amable y soberano.
Verás con flores al invierno frió,
Y con hielos y escarchas al verano,
Al sol sin luz , al alba sin rocío,
Al mar sin ondas, sobre el monte al llano;
Y lo que es más, verás en tal fortima,
Faltarle al cielo estrellas, sol y luna.
El Príncipe en el retiro.
Dichosa soledad , monte sagrado.
Sosegada mansión de la grandeza,
En tí vivo gustoso y descuidado ;
Aquí me sirves con mayor riqueza,
Dándome por alfombra el verde prado,
Por vistosos tapices la maleza,
Plata en los montes, en las guijas oro ;
Pues ¿dónde hay reino con mayor tesoro?
A la brevedad de la vida, de repente.
Momentáneo el vivir, el morir cierto.
Corta satisfacción y grande cargo,
Tormenta superior, difícil puerto.
Dulcísimo principio, y fin amargo;
Imposible el recurso, habiendo muerto.
Instante breve y contingente largo;
Con estas evidencias se apercibe
Quien muere en vida, y en la muerte vive.
64 DON
COMPOSICIONES VARIAS.
A una señora que se estaba peinando.
Con bella descompostura
Está tu dulce gi-acejo
Consultándole al espejo
Grandezas de tu hermosura;
Dichosa la criatura
Que goza, Filis, de tí;
Yo desdichado nací.
Porque vivo contemplando
Que aunque tú te estás peinando,
No te peinas para mí.
Llevóle un amigo íi visitar á una señora,
y dijo tsla décima de repente.
A ver á vuestra deidad
Yine, Filis, todo niio,
Muy poltrón con mi alhcdrío,
Suelto con mi voluntad;
Vi y adoré tu beldad ,
Y le rendí en tierna calma
De mis descuidos la palma ;
Perdí el sosiego en la lid.
Bien me estaba yo en Madj-id,
Bien me lo dijo allá el alma.
A Maria Santísima , de repente.
Nace el cielo para vos ,
Dios mió, al nacer María,
Con que en est? mismo dia
Partís el cielo los dos ;
María es trono de Dios ,
Y Dios es la gloria de ella,
Y si él mismo pudo hacella,
Como quiso y como pudo.
Que es la gi-an lleina no dudo,
La más santa y la más bella.
Discordia de un cnnsreso eclesiúslico
en la elección del Superior.
El rencor, la adulación,
La asechanza, la porfía,
El odio y la simpatía
Votan en esta sesión ;
I Qué tal será la elección
Donde hay tedio tan proñmdo !
Por cierto yo me contundo
De ver, en tal desconsuelo.
Que donde todo es del cíelo,
Se encuentre tanto del mundo.
La ineptitud ambiciosa.
Un no sé cómo se llama,
Quiere con ansia importuna
Escalar á la fortuna
Por las faldas de una dama ;
Pero el pobre más infama
Con lo que intentó vah r;
Que esto llega á merecer
Quien se llegó á persuadir
Que es camino de subir
Lo que es senda de caer.
Cierto hombron con inquietud
Pretende una dignidad,
y hace de su necedad
Caparrota á la virtud ;
Mas la suprema aptitud
Le desprecia con rigor ;
Que el príncipe superior
Examina que el pobrete
Tiene de docto el ribete,
y de avestruz lo interior.
DIEGO DE TORRES Y VILLARROEL.
Glosa en estilo aldeano la siguiente cuarteta. ' Q"^ ^^ g'^^^P^- ^^ ^"^ ^^^^^P^"
que fue asunto de una academia.
Un este maldito mundo
De naide se ha dejiar,
Tií 2^(ir tigo y yo por migo,
Y iKrcvrarsc salv<ir.
Es el jastre un trapacero,
El hidalgo pegajoso.
El señor cura ambicioso,
Y ladrón el abacero;
Todos son como el ventero.
Que es un hombre foribundo;
Pues con cuidado profundo,
Antón, guarda la tu casa,
Porque todo aquesto pasa
En este maldito mundo.
El alcalde mos arruina
Con daca, el Rey lo ha mandado,
Y ( 1 escribano y letrado
Ambos van á la mohína;
Sale á atisbar la vecina ,
El dotor sale á matar;
Percurémonos librar
De tan infame ganado,
Y pues naide es abonatlo,
De naide se ha dejiar.
Todo es muerte , todo es guerra
En el cortijo villano,
Pues mos mata el cenijano,
Y el sacristán mos entierra;
No hay en toda nuesa tierra
7\.migo para el amigo,
Cualquiera es un enemigo;
Y asi, Antón, nih-apor tí.
Cada uno para sí ,
Til por tiíjo y yo jjor migo.
Y aunque' hay tanto menistril,
Nuesa aldea es lo mijor;
Que está mil veci s píor
Aquel mundo de Madril;
Por este vi. jo carril
Hemos todos de pasar,
Y sólo hemos de cuidar.
Aquí pava entre los dos,
De obrar bien ; que Dios es Dios,
Y jjercurarse salvar.
Respuesta '.'t la señora doña María Joaquina,
mandándole esta señora que le de los días
en verso.
¿Yo darte días? ¡Jesús!
¡Qué grosería tan necia!
;No V s. Filis, que eso es
Hacerte en dos días vieja?
Los que te di hoy hace un año
Te quitara si pudiera ;
Mira qué traza de darle
Más di as á tu belleza.
El dar días no le toca
A mi atención ni á mí ciencia;
Solo el sol es ciuien los da ,
Que el astrólogo 4os cuenta.
¡Dar días! lo hace la muerte.
Cuya condición funesta
Con el golpe de las horas
Las edad "S atropella.
Mira cómo podré darte
Cosa con que tú perezcas,
Cuando sabes que mi estudio
Sí'ilo en guardarte se emplea.
Tú, que los sabes hacer
Con los dos soles que ostentas,
Dám( los á mí ; que yo
P(^co importa que me muera.
No hay que esperar ni un minuto
De mi pluma ni mi lengua.
Porque yo no acici'to á darte
Cosa que dañarte pueda.
Déte Dios los que mereces,
Pero con tal providencia,
Ni te canse ni lo sientas.
Déte Dios cuantas edades
Los futm-os consideran,
Multiplicando deleites
Al gusto y la fortaleza.
Vive, mas con tal templanza.
Que á todo el mundo parezca
Que cada dia renaces
Más linda cuanto más vieja.
Celebrar tus dias, vaya,
Pero ¿darlos? quita, fuera;
Que es contra mi propia vida
Cargar con dias la vuestra.
Ya sé que cumples hoy años,
Y hacer mi debido es fuerza;
Que en dia de cumplimiento
Parece mal la llaneza.
También sé que debo fino
Mostrar por precisa deuda
Mi numen ó mi locura,
Que en poco se diferencia.
Venga el fénix, que sin éste
No hay años ; pero no venga ;
Que el fénix es pajaiTOta
Que por todo el mundo \'uela.
Venga el sol ; pero no, no;
Que para quien sabe, cuerda.
Hacer las tinieblas luces.
Serán luces las tinieblas.
Fiero trabajo es que un hombre
No haya de usar de su ciencia.
Favor pidiendo á los cielos,
Y socorro á las estrellas.
Pero /á quién apelaré
Para salir de esta empresa,
Cuando tu copia ha cíejado
A mi discurso por puertas ?
Buzo al mar he de arrojarme,
Y de corales y perlas
Me tengo de abastecer.
Porque en mí lo fino veas.
Yo, ama mía, aunque algo torpe
Estoy por tener ya renta.
En dia , por tuyo, mío,
He de desatar la idea.
Mas no gastemos las horas
En digresiones molestas,
Y pues te he de dar los días,
Allá van , escucha atenta.
Venturas, felicidades
Mi carillo te desea ;
Pero quien hace dichosos
Es preciso <\\o las tenga.
Todo linaje de bienes
La fortuna te conceda,
Pues no te negó los suyos
La hermosa naturaleza.
Del tiempo pueeles burlarte.
Porque los años que cuentas ,
Aun más que años, son ñoriela
Sucesión de primaveras.
El qiie la edad por tí pase.
Ni te asuste ni entristezca.
Porque á tus dias, no dias,
Qiie juventueles aumentas.
Vive, porque mi amo viva.
Pues es tanta su firmeza,
Que alienta de que respiras,
Y respira de que alientas.
Y vivo porqire yo viva ;
Mas por Dios que no enflaquezcas,
Porque pendiente de un hilo
Mi triste vida no tengas.
Pues ya acabé con mi empeño,
Adiós, y no te haga fuerza
Que con tus dias acabe
El que mil almas te diera.
Festiva narración de las fiestas y colocación
de san Isidro, patrón de Madrid, en la er-
mita que mandú labrar el exceleiilisirao
señor Marqués de Valero, etc.
Ya la musa que prestada
Me dio tu deidad lucida,
Apolo, rey de mi vida,
Está, de puro trillada ,
Como una paja molida.
Ya, oh de Délos soberano,
Si tu garbo no me presta
Para que haga mi verano
Otra, bien sé que de aquesta
No podré sacar un gi-ano.
No ha de ser muy reluciente,
Relamida ni zahareña ,
Porque en la era presente
Necesito solamente
Una musa algo trigueña.
Pío me la ha de prestar
Tu aliento, si te complace ;
Que la volveré á entregar
Tal cual me la quieras dar
Mientras mi Agosto se hace.
Sea la más retirada.
Venga mi maestro y padr-e ;
Que yo la haré mi abogada.
Pues si no fuere comadre ,
Yo haré que sea mi ahijada.
Mas no sea muj' lampiña ;
Que necesito su maña
Para referir la hazaña
De un cierto r^ue en la campiña
Hizo la mayor campaña.
Ya viene la tal ; que ahoia
La ha sentido mi furor;
Cuenta y ser trabajadora,
Poi-que usted viene, señora,
A servir á un labrador.
Bajó bizarra al sotillo,
Y el trabajo no rehusa.
Porque sin poner excusa,
Entonándose en el trillo.
Así cantó la tal musa :
Erase aquel lalirador
Presumido de galán.
Con valona y con gabán.
Que se puso á cavador
Por sólo ser holgazán;
Aquel que de cuando en cuando
Hacia venir á los
Angeles bellos cantando,
Y por estar descansando ,
Las afufaba con Dios;
Aquel que siempre pedia,
Y hoy á pedir nos enseña;
Mas con tan rara porfía.
Que nos consta que algún clia
Sacó jugo de una peña;
Aquel que el aconsejar
Con tal poder ejecuta.
Que para nuestro ejemplar
A la tierra más enjuta
Lágrimas le hizo saltar;
Aquel qire cuando se casa,
A no ser marido empieza.
Pues sabemos con certeza
Que sólo fué de su casa
Su María la Cabeza;
Aquel que nunca creyó
Del mundo vana lisonja,
Y tanto se retiró ,
Que, como si fuera monja.
De entre rejas no salió;
Aquel que en era lucida
Recogió en granos, contento.
La cosecha conseguida.
Pues la parva de su vida
Siempre la llevó á buen viento;
El que fué por \'irtud pura
En el orbe celebrado,
Y entre toda criatura
I. PS. -XVIII.
COMPOSICIONES VARIAS.
Fué, si no de gran altura.
Más que todos espigado;
Aquel que, si bien me acuerdo.
Del siglo entre las barajas
Vivió para todos cuerdo,
Pero para sí tan lerdo,
Que se dormía en las pajas;
Aquel labrador honrado.
De santo y justo denuedo,
Que guió siempre el arado
Hacia el puente de Toledo,
Como vamos á este lado;
Aqueste que se era, pues.
Vivía recogidito
Con otro santo bendito,
Que pienso se llama Andrés,
Como dice el san Benito;
Santo de paciencia tanta,
Tan penitente y helado.
Que con celoso cuidado
Siempre hace semana santa.
Porque siemi^re se está aspado.
Pues en tu casa, Señor,
Que es la octava maravilla.
Habitaba este pastor,
Que es Isich-o, un labrador
Que hoy es guarda de la villa.
Este mismo, va de cuento,
Que conocéis como á mí ,
Tuvo una casa aposento
Muy vieja, caída y
De poco conocimiento.
Vos, mirándolo abatido,
Y sin casa á sus i:)laceres,
Devoto, amante, advertido.
Como á pobre , habéis querido
Ahorrarle los alquileres.
En mejoría no escasa
Le autoriza vuestro ejemplo.
Pues logi-ando en corta basa
Un templo como una casa.
Le dais casa como un templo.
De limosna mandáis dar
La casa á Isidro; y por tanto.
Con industria singular.
Os habéis venido á alzar
Con la limosna y el santo.
Vuestro celador Tamayo
Cuidaba de sus abrigos;
Pero Isidro, como es payo.
Apenas que sintió el Mayo,
Quiso echar por esos trigos.
El buen tiempo apenas ve.
Cuando, sin saberlo vos,
A casa se iba; porque
Este varón siempre fué
Así á la buena de Dios.
Por salir del aire infiel
Que en la corte sopla impuro.
Marchar quiso á su cuartel,
Cerca de Carabanchel,
Que de allí viene más puro;
Mas Ferreras, que notaba
Al Santo en tal calentura,
Y que si se descuidaba,
Sin sacramentos marchaba
Ni reverendas del cura;
Como es un médico bueno,
Que en crisis no se limita.
Su bendición dio sereno.
No digo al Santo, á la ermita,
A la entrada del onceno.
Apenas sabe que está
Pronto el cuarto y dividido.
Para mudarse hacia allá.
Antes del catorce, ya
Isidro estaba vestido.
Salió, pues, al pai-ecer.
Muy galana su persona.
Con tela de plata en muer.
Sin acordarse qxie ayer
Le vio ucencia con valona.
C5
Salió (no es contra su fama)
Aun más bizarro que el Cid,
Lleno de amorosa llama
(Cosa común en Madrid) ,
De escudero de una dama;
Pero su cielo mejora
Cuando en servir se embelesa,
Pues sin señal de traviesa,
Estaba la tal señora
Como una santa Teresa.
Los dos bienaventurados.
Que son uno, aunque son dos,
Y de un mismo ser formados.
Ambos iban apareados
Y con su Madre de Dios.
Muy amante y divertido
Iba el Santo en gran manera,
Y en señas de lo rendido.
Por una y por otra cera
Se miró lo derretido.
La corte se despobló,
Marcha la gente á millares,
Y como al milagro víó.
Más allá de Manzanares
Todo Madrid se pasó.
Habia en aquellos sotos
Del pobre rio sediento.
Con festivos alborotos.
Mil millones de devotos,
Y de botas era un cuento.
Con la santa procesión.
Cuando á la ermita llegaron,
Muchos hacen la razón,
Y los que esperan echaron
A rodar el bodegón.
Brindis habia á millares,
Y el que no bebió jamas,
Colaba copas á pares,
Y hasta el sobrio Manzanares
Bebió una gótica más.
Todo hombre , toda mozcorra,
Grandes, medianos y chicos,
Porque la alegría corra.
Uno hace lobo, otra zorra,
Y unos á otros se hacen micos.
Ni un tomillo al rededor
Se ve en estos horizontes;
Pero, según el rumor.
Dudo si en el mundo hay montea
Con tanta caza mayor.
Colocado el peregrino
Allá en su casa bendita ,
El concurso que sin tino
En tropa marchó á la ermita.
Después que se fué, se vino.
Todo pobre se destina
A juguetes de esta casta,
Y en la noche, ya vecina.
Todos se festejan, y hasta
La pólvora anduvo fina.
Volaban á la eminencia,
Al derecho y al través.
Cohetes de grande excelencia,
Y entre tanta diferencia.
Fui yo solo el buscapiés.
Para que luzca la hoguera,
Hastillas se hacen y rachas;
Pero el gusto es de manera,
Que hasta de las mismas hachas
Hicieron pábilo y cera.
El aire cubren en esta
Función cohetes como abispas,
Y de la lumbre molesta.
Más de cuatro de la fiesta
Salieron echando chispas.
De lo que os he referido
Con mi musa impertinente.
Todo estuvo muy lucido;
Pero el fuego especialmente
Fué lo que metió más ruido.
Duró la luz hasta el dia,
Y el mundo se equivocaba.
66
DON DIEGO DE TORRES Y VILLARROEL.
Pues cuasi se distinguia
!ái era sol el que venía,
O era fuego que alumbraba.
Y todo lo que tal cual
Os cuento en estilo payo,
Pasó á los trcc? de Mayo,
Que en su cuenta original
Lo dirá mejor Tamayo,
Que en el festivo alboroto
Hizo extremos muy veloz,
Y mayordomo devoto,
Como tiene vuestra voz,
Cumplió también con el voto.
El día siguiente, pues,
Que si mal no lo confundo,
El catorce era del mes,
Salió el Dios de San Andrés,
Que es el Dios de todo el mundo ; •
Y en la casa bien dispuesta
(Quien lo vio así lo asegura),
Sin reñir hasta la siesta.
Dios, san Isidro y el cura,
Dicen que tuvieron fiesta.
De las soKas el sentido
Suspende la procesión;
Pero al Santo, en conclusión ,
Un palmito del oido
Le dieron bravo sermón.
Después que todo pasó
Con la armónica alegría.
El tercero fué un gran dia,
Porque la archicoft-adía
A toda luz se portó.
La misma ñcsta y juguetes
Hace en invenciones bellas;
Pero me causó querellas
Ver que volvieron los cohetes
A contarme las estrellas.
Es oficio que me toca,
Y por primera asentí;
La segunda me provoca ;
Que ha sido quitarme á mí
Este cuento de la boca.
Todos con gusto felice,
Por adular al poder,
Adelantan el placer;
Y yo soy tan infelice.
Que no me dejan que hacer.
Y por si alguno complace,
Todos dirán maravillas
En prosa que satisface,
Pero ninguno lo hace,
Como Torres , en quintillas.
Con que en este rudo canto.
De mi chola mal trasunto,
Gracias os damos por tanto,
Por su obra las da el Santo,
Pero yo por el asiinto.
Os pagará con aumento,
Porque celoso dispone
Llevaros al firmamento,
Y allá con Dios se compone
Para que se os dé un asiento.
Y entre tanto, quiere aquí
Daros de vida mil cuentos.
Porque Dios lo querrá así ;
Que si consistiera en mí.
Os diera mil y quinientos.
Si al gusto del labrador
Ha sido en fiestas tan largas
El contento de esplendor,
Eso que lo averigüe Vargas,
Que fué su amo y señor.
Que recibáis bien , sospecho.
De mi ignorante capricho
Corto el don y sin provecho;
Que esto es, aunque mal dicho.
Lo que con el Santo han hecho.
A la señora doña Joaquina de Morales, dán-
dola sus dias, y le remite unas li^'as.
Ama de este mal criado,
Ama de este duro infante ,
Que por lo mismo debieras
Despedirle y desterrarle;
Ama, á quien san Amador
Amara, amaría, amase,
Y amase, amaría, amara
San Gonzalo de Amarante;
Ama, gloria sempiterna,
Ama, vida perdurable ,
Ama de Oriente á Poniente ,
Y ama estante y habitante.
Llegó ya, señora, el día.
La hora, el cuarto, el instante.
En que mi fe te Joaquine,
Y mi esperanza te Ane.
Llegó aquel crítico punto
De que ofrezca á sus altares ,
Con mis números camuesos,
Sacrificio á tus 3íorales.
Con tu esposo Solazar
Tengan tus dias mil sales',
Y lleguen á tus narices
Por olorosos azahares.
Jilgueros y ruiseñores
Siempre aleluyas te canten,
Y nunca á tu ore j a entonen
Sus kiries los sacristanes.
Sean para tí los tiempos
Siempre unos tiempos pascuales.
Todos los años te sobren ,
Aunque los meses te falten;
Hallen tu casa los gustos.
Ignórenla los pesares.
Conózcanla los aciertos,
Y huyanla los disparates.
Tus dias , por venti;roso3 ,
Lleguen á ser singulares,
Y sjan, por infinitos.
Tus dias más que pliu'ales.
Gózalos en hora buena.
Muchos, buenos y abundantes.
Más fuertes que dos Galenos,
Más sanos que dos imanes.
Más felices que dos tontos'.
Más largos que dos gigantes ,
Más anchos que dos tontillos.
Más huecos que dos briales,
Más risueños que dos albas ,
Más amenos que dos valles.
Más floridos que dos mayos.
Más alegres que dos bailes;
Templados como violines.
Corrientes como canales ,
Gustosos como minuetes.
Desenvueltos como frailes,
Regalados como obispos.
Gordos como cardenales,
Cebados como capones.
Activos como ciclanes.
Tan lindos como tu genio.
Bellos como tu semblante ,
Dulces como tus palabras,
Y airosos como tu talle.
Gózalos así ; que yo.
Estando ausente y distante ,
Es forzoso que los tenga
Tan malos como mis males.
Y así , yo me los prometo
Fríos como mi romance ,
Turbados como mi vista.
Secos como mi gaznate ,
Pandos como mis orejas.
Podridos como mi sangre.
Retuertos como mis tripas.
Sucios como mis cuajares,
Mordidos como mis uñas ,
Torpes como mis pulgares .
Negros como mi sotana,
Y crasos como mis guantes.
No habrás visto tales diaa
Ni aun en los caniculares,
Ni se habrán visto mayores
Desde que há que hay colegiales.
Guárdalos , no se te pierdan ;
Cógelos, no se te escapen,
Y agárralos, no los lien.
Porque éstos tocan y vanse.
Cuidado, que el tiempo es loco,
Y se muda á todos aires ,
Y para con las hermosas
Tiene unas vueltas fatales.
Con sus dias torna y vuelve
A estropear á sus semblantes ,
Ya llenándolos de arrugas,
Ya cubriéndolos de usagTe.
No permitas que se suelten ,
Permite sólo que pasen ,
Y la señal de sus pasos
Ni te hiera ni aun te amargue.
Ellos son locos , y porque
No hagan algún disparate.
Te remito aquesas ligas,
Sólo para que los ates.
Lígalos y deja libres
Tus piernas para que salten,
Y con el tiempo y fortuna.
De andar á coces no pares.
Corre, brinca y zapatea
Las cortesanas deidades.
Vive y déjalas que mueran,
Rie y déjalas que rabien;
Que viviendo tú, es preciso .
Que desairadas se hallen.
Porque tu cara á las suj^as
Muy malas caras las hace.
Pero goza tú los dias
Que yo deseo que alcances,
Y haz feas cuantas bellezas
Quiere hacer lindas el arte.
Yo los doy, tú los acepta,
Para que con éste encaje
Lo de dimes y diretes.
Lo de dares y tomares.
Vive más que viven todos
De Vivanco los abades.
Vive todos los vivires ,
Los víveres y vivares;
Y vive tanto, por fin ,
Que en tii competencia se halle
El fénix con andadores,
Matusalén en pañales.
A una bruja que reventó chupando el aceite
de una lámpara que daba luz á un santo
Cristo. Asunto de Academia.
Que pinte una vieja bruja
La Academia me encarga,
Y aunque yo estoy de ese temple,
Al óleo quiero pintarla;
Pero no ha de poder ver
La copia que yo la haga.
Pues siendo vieja, es preciso
El que la saqixe arrugada.
Mas tomo la brocha y pinto,
Y como saliere salga,
Antes que se me despinte
Por chimenea ó ventana.
Era del siglo de antaño
Infernal carantamaula.
Toda cuerdas y pellejos,
Mucho andrajo y mucha falda;
Troglodita de aceitera,
Gomia de la sangre humana,
Heredes con toca y moño,
Y Saturno con enaguas;
Coroza es del Santo Oficio,
Hueca, penitente y larga.
Engrudo, cartón , ungüento.
Mucho azufre y pocas llamas;
A la Inquisición impresa
Tiene en su maldita cai-a,
Humo, carbón, chamusquina,
Calabozos, cruces y aspas;
Dos difuntas candilejas
Son de sus ojos las ascuas,
Que se encienden candelita
Cuando chupa ó se emborracha;
El pizpierno de un ahorcado
Es su nariz, que derrama
Por sus cañones ceciales
Las enjundias de la cara;
Es alquitara viviente.
Que moquea en verde barba
Hacia el borde de los labios
Dos badajos de campana;
Caldera de Lucifer
Es su boca belfa y ancha,
En donde hierven los pactos,
En soplando las palabras.
Esta, que á puros ungüentos
Tiene el cuerpo hecho una plasta,
Y si lo mueve , es porque
Le da el diablo muchas alas;
Volando de viga en viga,
Saltando de mata en mata.
Con los vuelos de sus culpas
Vino á buscar nuevas manchas.
Llegó á chuparle la vida,
Torpe lechuza nefanda,
A una luz que reverente
A un crucifijo alumbraba.
Hecha geringa la boca,
La devota aceite traga,
Y con aquestas unciones
Empezó á babear el alma.
Quiso Dios de un reventón
Aplanarle las entrañas;
Que si no, le chupa al Cristo
El costado de la llaga.
Voló la bruja, mas como
Iba ya tan bien untada.
Empezaron los demonios
Sin detención á lardearla,
Al pié de una sepultura
Muerta yace, no enterrada;
Que al sacrilego la Iglesia
Ni lo suñ-e ni lo ampara.
Ojo alerta, fuera brujas,
Sanguijuelas desalmadas;
Que todas las que se pegan.
De aqueste modo la pagan.
Viejas, las que andáis sorbiendo
Los niños y las muchachas,
Cuidado, que acaban fritas
Y en el aceite estrelladas.
Cuidado, que estas figm-as
Padecen estas barajas,
Y solamente en el fuego
Se juega con tales cartas.
Que se gaste el óleo quiere
El esposo, pero que arda.
Para que siempre encendida
Esté la luz cuando llama.
Y pues ya pinté la bruja.
Su muerte é historia extraña,
Declárese que he cumplido
Lo que el certamen me manda.
PRONOSTICO,
Autorcillos de pronósticos.
Que en lo etéreo y lo marítimo
Calzáis escamas de sábalos,
Vestís plumas de cernícalos;
Y para el fogoso ámbito
Y para el terrestre círculo
Hacéis juicios macarrónicos
Y escribís discm-sos frivolos;
Vosotros , que con los números
De algunos tristes versículos
COMPOSICIONES VARIAS.
Os introducís á cítaras ,
Y nunca pasáis de pífanos;
Vosotros, que tan famélicos
Porque os den mendi-ugos tísicos,
Buscáis Mecenas magnánimos,
Y siempre los halláis míseros;
Vosotros, que por dos dátiles
Andáis echando los hígados,
Y si acaso tenéis párvulos.
Los sustentaréis pelicanos;
Vosotros, que brujuleándole
Las estrellas al zodíaco.
En los errores sois cónsonos,
Como en los aciertos dísonos;
Vosotros, que siempre inhábiles
Sois unos pobres esguízaros,
Que al principio coméis rábanos,
Y por postre mondáis nísperos;
Vosotros, que sois murciélagos
Y al sol os remontáis Icaros,
Y con nada de Diógenes,
Queréis ser en todo cínicos;
Vosotros, que con la trápala
De vuestros versos ridículos
Dais que cantar á los jácai-c3
Y que reír á los picaros;
Amainad, amainad, tábanos.
El zumbante inmundo espíritu.
Que parece diablo súcubo,
Que forzó demonio íncubo.
Yo os escribiré las fórmulas,
Con todos sus adminículos,
Para que sigáis el método
De un pronóstico certísimo;
Aunque os confiesa mi oráculo
Que sin duda más verídico
Es aquel libro del Éxodo.
Y también el del Levttico.
Empiezo, pues, sin preámbulos,
Y aseguro que magníficos
Serán los Reyes Católicos
Y los Rej'cs Cristianísimos,
Precitos serán los bárbaros ,
Y herejes contumacísimos.
No conociendo, estrambóticos,
Otro dios que su ventrículo.
Sucesos prometen bélicos
Los aparatos armígeros,
Y de que reciban tártagos
Se librarán los ijacíficos.
Desde el Ártico al Antartico
El sol, planeta flamígero.
Calienta á todo pauíDérrimo
Que á él se está espulgando ad Ubi-
ha luna, dama sopílfera, [_tum.
Muestra su aspecto cornígero.
De que se librará el célibe,
Y juntamente el presbítero.
Marte, que siempre es intrépido,
Explica el militar ímpetu,
Y en la bala y en la pólvora
Lleva veneno mortífero;
El señor Mercurio y Júpiter,
Planetas reverendísimos.
Uno tira por lo gálico
Y otro va por lo radífero;
Venus reparte á las jóvenes
Sus incendios fogosísimos,
Con que les quema los tuétanos
Aun á los más eremíticos;
Saturno, en fin, melancólico,
Planeta es que vale ad ?iihilit/n,
Porque Júpiter acérrimo
Le rebanó los testículos.
Habrá inquietud en los tráfagos ,
Habrá sesión en los sínodos,
Aforismos en los médicos ,
Como en los poetas dísticos;
En los españoles célebres ,
Que hay romancistas niiríficos.
Se verán versos esdrújulos
Y también endecasílabos;
C7
Olor precioso en los árabes,
Delicia amena en los ítalos ,
Campañas de óleo en los héticos ,
Montes de arena en los líbicos;
En hospitales perláticos,
En jñscinas paralíticos.
Revoluciones en cárceles,
Y discordias en capítulos;
Controversia en los galénicos,
Oposición en los químicos.
Raras modas en los áulicos.
Arte nuevo en los políticos;
Mucha sed en los hitlrópicos.
Mucha ignorancia en los físicos ,
Mucha opulencia en los principes,
Y vanidad en los títulos;
Mucho pez en el Océano,
Muchos cedros en el Líbano,
Mucho volcan en el Tártaro,
Mucho oro y plata en el Indico;
En los nacimientos júbilos,
En los parentescos vínculos ,
Varios lances en los cómicos,
Hipérboles en los líricos;
Figuras en los retóricos ,
Disparates en los críticos,
]\Iucho viento en los fantásticos,
Mucho escorpio en los satíricos;
En los tratantes empréstitos,
Depósitos en los síndicos,
Poca alegría en los jiálidos,
Poco sueño en los solícitos;
Serán varones totalitcr
Todos los que fueren integi-os ,
Y descubriránse hipócritas
Los que se fingieron místicos;
El que niegue ha de ser ácido,
El que dé será dulcísimo,
Siempre el pobre será estólido,
Y el rico siempre científico;
A un poltrón le será el tálamo
Gratamente suavísimo.
Como á un obstinado el túmulo
Pavorosamente horrífico;
En litigios se dan términos ,
Con que se forman artículos.
Que por no ser apostólicos,
Los desprecian los jurídicos;
En los coros habrá clérigos,
Ladrones en los patíbulos ,
Ambiciones en los présules,
Y en los potentados ídolos;
Tendrá buen humor el plácido,
Opaco semblante el tímido.
Cólera gastará el tórrido,
Y en flema abundará el frígido;
Ordinariamente en féretros
Se leerán geroglíficos ,
Y en asuntos de certámenes
Habrá cosecha de equívocos;
Habrá entre los académicos
Mil argumentos sofísticos
Sobre el fruto del sicómoro.
Sobre la flor del junípero;
Sobre si el fénix es pájaro,
Ya incógnito ó ya rarísimo,
Y sobre si este monóculo
Es arábigo ó genízaro;
Sobre qué escritor es sólido,
Y sobre qué autor es liciuido.
Cómo ha de lucir la cláusula.
Cómo brillar el período;
Habrá de libros artífices
Tan insulsamente insípidos.
Que se estancarán por zánganos,
Y ellos creerán son Píndaros;
Pareciéndole en sus máximas
El que no le igualan ínclitos.
El Virgilio en su BucoUn ,
Ni en sus Ejiútflliis Cicero:
La más encendida púrpura
Polvo se hará funestísimo.
C3
DON DIEGO DE TORRES Y VILLARROEL.
Que beba la Parca en bilcai-o ,
Como el becerro israelítico;
Las cosechas serán fértiles ,
Si es que se ligan manípulos
En tan abundantes cúmulos >
Como aquellos egipcíacos;
Proseguirán los desórdenes
De algunos usos gentílicos,
Que satiriza enigmático
Un nuevo poeta exíodo;
Sucesos se verán prósperos,
Y también infelicísimos,
Dando materia los piélagos
A lo de Ponto y de Tristihiis ;
Prosigue el vestir espléndido,
No para el comer opíparo.
Guerra siempre entre los máximos,
Y victoria por los mínimos;
Del supremo por inválido
Padece opresión el ínfimo,
Y se cumple ad pedem littcra'.
Nadie contra el potentísimo;
Trabaja la tierra arándola
El buey, y no el betleemítico ;
Cocea, pero le es áspero
Calcitrar contra el estímulo;
En el país etiópico
Padecerán calor íntimo,
Pero reinará el carámbano
En el bélgico y el scítico;
Los más presumidos Hércules ,
En estrados odoríferos.
Trocarán la trompa horrísona
Por el violin placidísimo;
Cuando para el sacro cántico
Toque á maitines el címbalo.
En el sarao doméstico
Tocará á danzas el tímpano;
Atropellarán indómitos
Príncipes muchos lo lícito.
Sin tener hasta los últimos
Memoria de los novísimos;
En una provincia un pérfido,
Y á un tiempo en otra un carísimo,
Del antídoto hace tósigo,
Y del tósigo hace antídoto;
Con sus intervalos lúcidos
Habrá mil locos explícitos.
Que con el orbe lunático
Tendi'án comercio recíproco;
Haránse juegos del tángano
Aquellos juegos olímpicos,
Y en los de las damas frágiles
Habrá conciertos ilícitos;
En atención á sus crímenes
Mandará un rey celosísimo
Aniquilar los adúlteros
Y confundir los sacrilegos;
Amigos habrá mecánicos
Como poco fidelísimos ;
Que fenecieron los Pílades
Y acabaron los Enríalos;
Amantes habrá en lo público.
Aunque no de amor finísimo.
Porque ya Tisbe es pretérito,
Y ya no es presente Píramo;
Por Faetontc frenético
Lágrimas corre el Erídano,
Cuando por Orfeo armónico.
Dulzuras resuena el Ismaro;
Debajo de una haya, músico
Bien toca la flauta Títiro,
Entre tanto que hecho acémila.
Carga con el canto Sísifo;
Ha de privar la farándula.
Que es de la mentira símbolo,
Y ha de volar otro Dédalo,
De todo el ingenio epílogo;
Un platicante de Hipócrates
Está sumamente rígido.
Porque halla cura á los síncopes
Vi\ quídam moderno empírico;
Ha de causar grande estrépito
Cuando un potentado bigamo
Vuelva la casaca en hábito,
Y trueque la banda en cíngulo;
Y también, por caso súbito.
Habrá de admirar muchísimo.
Cuando vean que es insólito
Sobre el maestro el discípulo;
Vuelve á casa un hijo pródigo,
Perdónase á un deudor vílico,
Sube al cielo un pobi'c Lázaro,
Y baja un avaro ad Inferos;
Uno con alma malévola
Quiere parecer santísimo.
Dando á entender que es extático,
Y solamente es estítico;
Fórjanse morteros cóncavos
Para los polvos naríticos.
Que con el pulgar y el índice
Se verán entre dos dígitos;
Troya se abrasa, y no hay cántaro
Que apague el volcan terrífico,
Caliéntase al fuego Hécuba,
Y está tiritando Príamo;
Reinarán dolores cólicos
Y habrá accidentes nefríticos.
Que aun hay lobos HeleogábaldS
Y aun duran tigi-es Antíocos;
Va contra el humano género
Moviendo guerra el lucífero,
Mas de su furor las ráfagas
Se las rebate el Altísimo;
Naval armamento náufrago
El puerto toca amenísimo.
Que pinta en oro un Protógencs ,
Y canta en verso un Antímaco ;
En un congi"eso despótico.
En que votos hay unívocos.
Contra el de todos los prácticos
Se sigue el de un metafísico;
Halará un trofeo tan clásico.
Que para su panegírico.
Ni aun fiiera elocuente Isócratcs ,
Ni aun fuera elegante Alcídamo.
Este, autores, es el cálculo
Por donde podréis diestrisimos
Inferir de lo astrológico
Lo extrínseco y aun lo intrínseco.
Daréte , lector benévolo
(Seas etíope ó nítido).
Para vivir, un catálogo
De consejos salutíferos.
El frió de Enero huyelo,
El hielo en Febrero evítalo.
El viento de Marzo arrópalo,
El rocío de Abril píllalo,
El olor de Mayo gózalo.
Calor de Junio abanícalo.
Bochorno de Julio siégalo.
Incendio de Agosto tríllalo,
Pepino en Setiembre déjalo.
Pollo en Octubre empcrdígalo,
El pavo en Noviembre ásalo,
Y el cerdo en Diciembre fríelo.
Con esto el deseo tácito
De tu heredero harás írrito,
Y remozaráste próvido,
Volviendo á tu estado prístino.
Lector, mi romance acéptaL >,
En tu memoria percíbelo.
Pin tu voluntad estámpalo
Y en tu entendimiento linéalo.
VILLANCICO
AL NACIiMlENTO DE JESÚS.
INTRODUCCIÓN.
EL VALENTÓN.
Paso á paso, á lo penoso.
Un valentón del Barquillo
Viene á saber si son ciertas
Las maravillas del Niño.
Si no le dejan entrar.
Jura y perjura, mohíno.
Que por el Hijo de Dios
Habrá la de Dios es Cristo,
CORO.
No ha de entrar el valiente ,
Afuera vaya ,
Deje barbaridades
Y baravatas;
Vayase fuera, vaya,
Porque encierra esta humilde
Pobre morada
Todo el poder del mundo,
Valor y gala;
Vayase fuera , y todos
Le demos vaya.
VALENTÓN,
Por vida del otro Dios,
Que he de entrar, sino...
COKO.
Fanfarria,
VALENTÓN.
Echaré mano á los Cristos,
Por vida de...
CORO,
Patarata,
Ya le han dicho se mude,
Y fuera vaya,
Si no quiere ver ruinas
Sus arrogancias;
Vayase fuera, vaya,
Porque en este sitio
No se da entrada
A quien padece dudas
Tan temerarias;
Vayase fuera , y todos
Le demos vaya.
VALENTÓN.
Por el Dios que adoro, que
Me escuchen una...
CORO.
Palabra.
VALENTÓN.
Y pues vengo á razonar,
Que valga la razón.
CORO.
Valga.
Diga, pues, lo que quiere,
Y afuera vaya,
Y desde afuera diga
Sus baravatas;
Y si son sus i^reguntas
De mala casta ,
Pagará los arrojos
De su ignorancia;
Vayase fuera, y todos
Le demos vaya.
COPLAS.
VALENTÓN.
Se cuentan de aqueste Niño
Maravillas tan extrañas.
Que no es milagro que un hombre
Dude un poco, y...
ÉL Y CORO.
Santas pascuas,
CORO,
Y ésa es la gracia.
El que no es comprehensible
Su beldad rara.
VALENTÓN.
Dicen resiste á los fuertes.
Que á los humildes levanta,
Y siendo todo del cielo,
Que á tomar la tien-a...
ÉL Y COBO.
Baja.
CORO,
Y ésa es la gracia,
Que el que todo es divino,
También se humana.
VALENTÓN.
Se refiere que ha nacido
De una Virgen soberana,
Que antes y después del parto
Es y ha sido...
ÉL Y CORO.
Pura y casta,
CORO.
Y ésa es la gracia,
Y que fué concebida
También sin mancha.
VALENTÓN.
Dicese también que es hombn
Cuando de nacer acaba.
Que es uno, que es trinidad.
Que es esencia y es...
ÉL Y CORO.
Sustancia.
CORO.
Y ésa es la gracia,
Que dos naturalezas
En uno se hallan.
VALENTÓN.
Dícesc que es poderoso,
Y que en cielo y tierra manda
Cuando está muerto de frió
Y durmiendo en unas...
EL Y CORO.
Pajas.
CORO.
Y ésa es la gracia.
Que teniéndolo todo,
No quiere nada.
OTRO VILLANCICO.
LA GAITA ZAMORANA (1).
rNTRODUCCION.
Cantando llegó al portal
Un gaitero de Zamora,
Y oyéndolo los pastores.
Nuevamente se alborozan;
Se rien á carcajadas
Con las canciones que toca,
Y tienen una gran noche
Con su gaita y con su bota,
Estribillo.
CORO PRIMERO.
Hola, jau, ¿ah gaitero?
GAITERO.
Hola, jau, ¿quién mellamaí
CORO SEGUNDO.
Amigos , amigos.
GAITERO.
¿Y qué es lo que mandan 7
CORO PRIMERO.
Que pues esta noche
Es de bulla y zambra ,
(1) Este villancico y el antcrinr los publi-
camos como muestra de poesía poputnr.
COMPOSICIONES VAEIAS.
Chifle el tamborilillo,
Zumbe la gaita.
CORO SEGUNDO.
Y á la gloria del Verbo,
Que está en las pajas...
LOS DOS COROS.
Chifle el tamborilillo,
Zumbe la gaita.
GAITERO.
Por el Verbo, crean ,
No cantaré nada.
Si no me remojan
Antes la palabra,
voz PRIMERA,
La bota está llena
De una carraspada
Más fuerte que Heredes,
Que los niños mata,
GAITERO.
Pues allá va, amigos'.
Una gi'an tonada.
Que ahora cien años
Nueva se llamaba.
Arrojóme la poring^icsilla.
Naranjillas del su naranjal,
Arrojómelas y arrójeselas ,
Yvolviómclas á arrojar.
CORO.
Ga , ga , ga , gi , gi , gi , ga , ga ;
Sopla, sopla, gaitero;
Sopla y soplemos.
voz PRIMERA.
Vaya un brindis al Hijo
Del Padre eterno.
CORO PRIMERO,
Gor, gor, gor, gor.
CORO SEGUNDO,
Gor, gor, gor, gor.
GAITERO.
Gor, gor, gor, gor.
CORO.
Viva, viva el Iirfante,
Gloria del cielo.
voz PRIMERA.
Vaya ahora á la nuestra.
voz SEGUNDA.
Gran pensamiento.
CORO PRIMERO,
Gor, gor, etc.
CORO SEGUNDO.
Gor, gor, etc.
GAITERO.
Gor, gor, etc.
CORO.
Vítor, vítor, vítor,
Vítor y medio.
COPLAS.
GAITERO.
Pues si se ha de festejar
Al Niño con tonos nuevos ,
Allá va uno muy propio
De la noche, por lo fresco.
Todos me ])7'eg untan
Por la mi Maiñuna;
Esa fanfarrona
Conmigo no habla.
Tumbailá, mi 3/arianitaf
Tumbarla, mi Mariana,
ca
LOS DOS COROS.
Ga, ga, gi, gi, ga, ga.
Sopla , sopla , gaitero ;
Sopla , sopla y soplemos.
voz SEGUNDA.
Pues brindis á María,
Madre del Verbo,
voz.
Vaya , venga y nos haga
Muy puen provecho.
CORO PRIMERO.
Gor, gor, etc.
CORO SEGUNDO
Gor, gor, etc.
GAITERO.
Gor, gor, etc.
DOS COROS.
Viva , viva el Infante ,
Gloria del cielo.
GAITERO.
Pues es también de su agrado
Que esta noche nos holguemos ,
Vaya otro, que vive Crivas,
Que vale cualquier dinero,
Al villano que le dan
La cebolla con el pan,
No le daban otra eos
Sino la mujer hermosa
Y cebolla con el pan.
LOS DOS COROS,
Ga, ga, gi, gi, ga, ga.
Sopla, sopla, gaitero;
Sopla y soplemos,
VOZ PRIMERA,
A José vaya un brindis ,
Buen carpintero,
VOZ SEGUNDA,
Vaya, venga, y nos haga
Muy buen provecho,
CORO PRIMERO.
Gor, gor, etc.
CORO SEGUNDO.
Gor, gor, etc,
GAITERO,
Gor, gor, etc.
CORO.
Viva , viva el Infante ,
Gloria del cielo.
GAITERO.
Recibe , pues , dueño mió,
Esta señal de mi afecto.
Pues para mostrar mi amor
No tengo más instrumentos.
Triste de Jorge ,
Si el alcalde le j^rende ó le coge;
Triste de él ,
Si el alcalde le llega á prender.
DOS COROS.
Ga, ga, ga, gi, etc.
Sopla, sopla, gaitero;
Sopla y soplemos.
voz PRIMERA.
Vaya un brindis á los reyes
Que vienen con el lucero.
voz SEGUNDA.
Vaya y venga , y nos haga
Muy buen provecho.
DON DIEGO DE TORRES Y VILLARROEL.
COBO PRIMERO.
Gor, gor, etc.
COBO SEGUííDO.
Gor, gor, etc.
GAITERO.
Gor, gor, etc.
CORO.
Viva , viva el Infante ,
Gloria del cielo.
GAITERO.
Con esta canción, pastores,
Daremos fin al fostejo,
Pues ya con la carraspada
Estamos á medios pelos.
Tanto bailé con la gaita gallega ,
Tanto bailé, que me enamoré de ella
Tanto bailé, tanto luiilára.
Tanto bailé, que me enamoricara.
DOS COBOS.
Ga, ga, gi, gi,ga,ga.
Sopla, sopla, gaitero;
Sopla y soplemos.
VOZ PRIMEBA.
Brindis á que muera Heródes,
Rey carnicero.
voz SEGUNDA.
Vaya , venga , y nos haga
Muy buen provecho.
CORO PEIMEBO.
Gor, gor, etc.
CORO SEGUNDO,
Gor, gor, etc.
GAITERO.
Gor, gor, etc.
CORO.
Viva, viva el Infante,
Gloria del cielo.
GOZOS Y DEPRECACIONES
á María Santísima,
que con el nombre de la Cueva Santa se
venei-a en el reino de Valencia , en el obis-
pado de Segorbe.
Hagan ecos dulces,
Oh Virgen María,
En tu Cueva Santa
Nuestras agonías.
Cueva Santa eres ,
Donde se eterniza
Aquel insondable
Pozo de aguas vivas;
Cueva, donde encuentra
Entrada y salida ,
Por cueva de gracia.
El Sol de justicia;
Cueva , cuya entrada
Se ostenta benigna ,
Brevemente en sola
Una Ave María;
Cueva siempre Santa,
Tan graciosa y fina,
Que nadie se queja
De la despedida;
Cueva eres , de donde
Nos vienen las dichas,
Gozos y consuelos ,
Gracias y caricias;
Amj)aro, refugio,
Salud, medicina.
Remedio, socorro,
Luz , camino y guía;
Descanso á desvelos ,
Alivio á fatigas,
Aliento á desmayos,
Ventura á desdichas;
Contra el enemigo
Escudo, loriga,
Greba, hielmo, lanza,
Arnés y cuchilla;
Puerta del Oriente,
Siempre cristalina,
Y puerta, de quien
Todo el cielo es silla;
Puerta que con ella
A la sierpe antigua.
Dándole en los ojos.
La condenó en vista:
Puerta que quebranta
Cervices altivas
Del dragón que horrible
Siete lenguas vil)ra;
Puerta soberana.
Que por diamantina,
A las del infierno
Destroza y desquicia;
Puerto eres seguro.
Pues todos publican
Que á buen puerto llega
Quien de tí se abriga;
Espejo luciente
De forma tan linda,
Que hace buena cara
Al que en él se mira;
Estrella del mar,
En cuya luz fija
Tiene buena estrella
Quien de ella se fia;
Eres casa de oro
Para el que mendiga,
Pues siempre en tí el pobre
Halla casa rica;
Matutina estrella,
Y tan matutina.
Que haces sol la sombra ,
Y la noche dia;
Del Amor divino
Esposa querida.
De Dios Hijo Madre,
De Dios Padre Hija;
Madi-e siempre Virgen,
Siempre pura y limpia :
Limpia concibiendo,
Pura concebida;
Corona de astros
En la corte empírea,
De luna calzada
Y de sol vestida;
Flor la más luciente,
Luz la más florida ,
Que da resplandores
A las maravillas;
Virgen tan prudente ,
Que en vela continua,
Nunca se vio en tí
La luz extinguida;
Aurora brillante ,
Alba esclarecida ,
En quien nada es llanto
Y en quien todo es risa ;
Única especiosa.
Real Margarita,
Que apuró en el precio
Al cielo sus Indias;
Esclava y Señora ,
Pero tan divina.
Que á un tiempo te exaltas
Con lo que te humillas;
Reina tan humilde.
Que á las jerarquías,
Por humilde y reina.
Causas armonía;
Virgen poderosa.
Virgen escogida.
Virgen excelente ,
Virgen peregi'ina;
Madre de clemencias.
Madre de delicias ,
Madre de dulzuras ,
Madre de alegrías;
Belona terrible ,
Que rayos fulminas
Contra barbarismo,
Contra idolatrías;
Azote divino
De las herejías,
Que al Norte oscurecen
Y le descaminan;
En tí está de asiento
La sabiduría ,
Por quien reyes reinan ,
Potentes dominan;
Rosa en Jerico,
Palma en Cades brillas,
Y bálsamo excelso
Nos aromatizas;
Suavidad esparces.
Como electa mirra ,
Y el panal de grana
Tu labio es almíbar;
Fuente eres sellada ,
Escala sin ruina,
Paloma sin hicl ,
Rosa sin espinas;
Tierra sin tributo.
Torre defendida ,
Arca sin naufragio,
Vaso sin acíbar;
Estrella sin noche,
Vara no torcida ,
Espejo sin mancha
Y nave sin scilla;
Ciprés elevado.
Singular oliva,
Exaltado cedjo
Y fecunda viña;
Abigail bella,
Raquel aplaudida,
Ester soberana
Y Judit invicta;
Eres toda pulcra ,
Celestial María ,
De tu pelo una hebra
Dulce es de amor liga;
Ojos de paloma,
Que en quiebras anida
De tórtola amante
La hermosa mejilla;
Torre de David
La garganta indica ,
Fragrancias de incienso
El .vestido espira;
África y Europa
Tu imagen admiran,
Y América y Asia
Ya la solemnizan;
Concede te aplauda
La pluma , la lira ,
El canto, la musa.
El rapto y la ritma;
Admite, Señora,
Esta rogativa
Que el amor te oft-ece,
La fe te dedica;
Y tu devoción,
Permite se imprima
En los corazones
Con sangre por tinta;
Infieles convierte,
Cristianos auxilia ,
Concordias ordena.
Reyes pacifica;
Fervores alienta,
Piedades excita.
Potencias inüama,
Pechos ilumina;
Incendios aplaca,
Vientos apacigua,
Piélagos serena ,
Tierras fertiliza;
Destierra, destruye,
Aparta, aniquila,
Eebate , repele ,
Impide y evita
Las hambres , las pestes ,
Las guerras , las cismas ,
Las muertes, los daños,
Los odios , las iras;
Y en siglos eternos
Tu soberanía
Luzca , brille , alumbre ,
Triunfe , reine y viva.
Medio mundo se rie
leí otro medio ;
{o soy solo, y me rio
3el mundo entero.
Por no ver de mi casa
La gran contienda.
Me retiro á ser loco
Por conveniencia.
Aunque de guardias ceñida
La vida de un soberano.
Es de la muerte roida.
Porque es la muerte un gusano
Que se engendra de la vida.
Á un príncipe la muerte
Cierra los ojos.
Porque á su desengaño
Los abran otros.
Su acaso importa ;
Que algima vez de luces
Sirven las sombras.
Mira qué rayos vibra
La desventura ;
Sobre tí cae la rueda
De tu fortuna.
Teme el estrago;
Que aunque rayos de rueda.
Por fin son rayos
Ya suenan las trompetas
Y los timbales.
Ya del lecho de Venus
Se .arroja Marte.
A un sordo tocan ;
Que es menester trompetas
Para que oiga.
Las naves que del golfo
Se redimieron,
^liren que el puerto tiene
También sus riesgos ;
Que tal vez nacen
Peligros de las mismas
Seguridades.
En un plato ratones
Comen y gatos,
Mas luego sacan éstos
Los pies del plato ;
Pues los ratones.
Por fin y postre, sirven
De fin y postre.
Entrarás al molino,
Maquilon nuevo.
Probarás á qué sabe
Batir los pliegos ;
Que al más bizarro
Los cuadernos le dejan
Descuadernados.
Gitanilla del alma,
Vén á la corte,
Yo robaré dineros,
Y tú atenciones ;
COMPOSICIONES VARIá.S.
Vén , que en las selvas
No habitan las hermosas,
Sino las fieras.
El chinel y el esbirro
Son mengues sueltos;
Guárdate de sus churres
Mi colovcro.
¡Ay, que en el coime,
Por jamarte la bruña
La lumi corre!
El nudo (le unas riendas
Enmarañadas
Finalmente se corta,
No se desata.
Ensuciando candores
De limpias honras,
Hoy camina ima lengua
De boca en boca ;
No hay quien lo aquiete ,
Cuando va desbocado
Lo, maldiciente.
A que temple una lira
Ponen á un burro,
Y lo hará cuando un necio
Caiga del suyo ;
Pues que se nota
Que es tan sordo de oreja
Como de col.i..
COPLAS,
A buen viento camina
La parva de los locos,
Porque si uno se agosta ,
Mil salen de retoño.
ESTRIBILLO.
Antaño hubo locos,
Y hogaño los hay y todo.
Murióse un lisonjero,
Y ya renace un monstruo,
Que á la oreja persuade
Los hurtos por socorros.
Antaño, etc.
Si á un tirano ministro
Lo llevan los demonios,
De los infiernos viene
Otro peor que el otro.
Antaño, etc.
Si los gusanos hacen
De un mal juez refectorio,
De aquellas corrupciones
Nacen nuevos abortos.
Antaño, etc.
Si falleció un avaro.
Viven mil codiciosos,
Que h.acen segundo entierro
De la plata y el oro.
Antaño, etc.
Si muere algún falsario
Del culto religioso,
JTil hipócritas salen
Á violar lo devoto.
Antaño, etc.
Si nos hizo en la horca
Un asesino cocos.
Más de ciento han quedado
Indomables al potro.
Antaño, etc.
Si un necio presumido
Falta en el consistorio,
Luego vuelve á llenarse
De porras y de porros.
Antaño, etc.
Si la virtud asoma
Al político coro.
Nadie la da la mano,
Los más la dan de codo.
Antaño, etc.
Yo veo de año en año
Al siglo más furioso,
71
Y sólo sé que es juicio
Este : Dios sobre todo.
Antaño hubo locos,
Y hogaño los hay y todo.
Vean esta figura
Del mundo en estampas solas,
Los que para hacer cabriolas
Buscan la mayor altura ;
Vean su descompostura,
Que entre burlas y entre chanca.
Buena va la danza.
Aquel de barbas lampiñas.
Que nos echa tantas piernas.
Fué paje de las tabernas,
Y hoy es señor como hay viñas ;
Sus embustes y rapiñas
Han subido su balanza ;
Buena va la danza.
Danzando va un motilón ,
Que cuantos brincos ha dado,
Siendo pasos para ahorcado,
Han sido de exaltación ;
Y por aqueste escalón
Ha subitlo á la privanza ;
Buena va la danza.
Allí se ve un paisano
Muy mamón de señorías,
Y porque danza folias,
Ya juzga que no es villano ;
De rústico en cortesano
Le trocó aquella mudanza ;
Buena va la danza.
Aquel que levanta el trote
Há poco que era alcahuete,
Y hoy es rufián de copete ,
Muy erguido de cogote ;
Ya se nos vende gigote.
Siendo un pobre Sancho Panzn ;
Buena va la danza.
Aquel, por el interés
Que le dio corto bolsón,
Desconoce su nación
Y se vende gen oves ;
Los más danzan al revés
En aquesta contradanza ;
Buena va la danza.
Vengan á ver mis señores.
Porque es fuerza que les guste,
Los cofrades del embuste
Pasar por mis bastidores ;
Escuchen á los clamores,
Pues ya suena el esquilón ;
Dil'ni, dilon,
Que pasa la procesión.
Aquel viejo que porfia
En arrimarse al altar.
Pensando va en cómo echar
A perder la cofradía ;
¡Ay del pobre que confia
Su placer á su intención I
D'ilin, dilon,
Que pasa la procesión.
Ese que lleva el atril ,
Tan devoto y halagüeño,
Aunque parece pequeño.
Desde su alcurnia es gentil:
Nunca fué su pecho vil
Devoto de la pasión ;
Dilin, dilon.
Que pasa la ¡Jroccsion,
Allí va un par de figuras
De espadín y cabellera,
Que ahora se alumbran con cera,
Y antes cenaban á obscuras ;
Mezclados van con los cuicas,
Por coger la refacción ;
72
Dilin, dilou,
Qvc_pam la procesión.
Aquel de la falsa risa,
Que los engaños aprueba.
La sobrepelliz que lleva
La arrancó á cierta camisa ;
Y ser cierto nos lo avisa
Lo maduro del faldón ;
Dilin, dilon,
Que pasa la procesión.
Aquel de los ojos tiernos
Tan devoto y sin mirar,
Capaz es de enamorar
A un alma de los infiernos ;
Y ha puesto y tiene más cuernos
Que pasan por Malagon ;
ífilin, dilon,
Que pasa la procesión.
DOxV DIEGO DE TORRES Y VILLARROEL.
A la hora del tráu::ito.
TODAS.
COPLAS DEL TITIRITERO.
Las flguras del ínundi novi.
Mira los figurones
De más de marca ;
El más ruin extranjero
Todo lo tapa.
Estarán escondidas
Siglos enteros,
Mientras dure en la corte
Tu mundo nuevo.
Teme, pues, que algún día
Se salga fuera ;
Que éste es mundo, y el mundo
Da muchas vueltas.
Estas figuras siempre
Tienen mal pleito,
Pues reducen á voces
Sil parlamento.
Desde el solio, que sólo
Dio su fortuna.
Van y vienen palabras,
Sin obra alguna.
No agarres la corona.
Porque á su dueño
Desasirás lo firme
De su cimiento;
Y si tanto la palpas,
Habrá quien crea
Que es para que se ruede
De la cabeza.
Los reparos son sólo
Quien la derriba,
Pues la mano que llega
Su piedra quita.
Las vidas y las luces
Son tan hermanas.
Que un soplo las alienta,
Y otro las mata.
No se fie ninguno
De sus incendios.
Que á la hoguera más ñierte
La gasta un viento.
Mientras burlan distancias
Vuestros deseos.
Vamos á hacer poblados
Otros desiertos.
Que en las dudas de un daño
Que está tan cerca.
Mejor va el que se parte
Que el que se queda.
Las usuras que antes
Vivieron solas
Tienen autoridades
■ De muchas togas.
En los tuertos civiles
Tienen su apoyo;
Que hay Pandectas que tienen
Lev para todo.
Con un aire se mueve
Toda justicia,
Y el que corre en tu tierra,
Sopla en la mia.
Este que fuma y bebe,
Y el que hace el oro,
Tan borracho es el uno
Como es el otro.
Yo no gasto arbitristas.
Ni cónsules tampoco;
De lo que Dios me envia
Me soy el rey Palomo ;
Antaño era bobo,
Y hogaño lo soy y todo.
En el crisol y el cuño
Me gusta más el oro,
Pero al destino dejo
Que lo azaranden otros ;
Antaño era bobo, etc.
Al médico no hablo,
Del letrado me escondo.
Con dieta y con paciencia
Yo me sufro y me engordo ;
Antaño era bobo, etc.
Cuanta riqueza traga
El uno y otro polo,
La tiene mi desprecio
En la salud que gozo ;
Antaño era bobo,
Y'liogaño lo soy y todo.
COPLAS DE LAS BRUJAS.
LA COLODRA,
, Oiga el señor astrólogo
O Piscator hispánico.
Aquestos juicios sátrapas
De un femenino cántico.
TODAS.
Óigalos, llévelos
Por estaciones y ámbitos.
Porque son más veridicos
Que los que da su cánialo.
TODAS.
Óigalos, etc.
LA SOPÍLPEEA.
El Saturno decrépito,
Con su curso flemático,
Influirá pestífero
Venenos al Antartico,
TODAS.
Óigalos, etc.
LA COECHENA.
El Marte más intrépido,
Con el humor cismático,
Verterá entre políticos
Las discordias á cántaros.
TODAS.
Óigalos, etc.
LA COLINDEES,
Una deidad ridicula,
Con gesto á lo seráfico.
De lági-imas hipócritas
No en j ugará los párpados.
TODAS,
Óigalos, etc.
MAEICACA,
El fúnebre presbítero.
Ensalmador camandulo,
Con balandrán católico
Tapará lo mecánico.
TODAS,
Óigalos, etc.
LA PIZORRA.
El religioso pérfido
Del halagüeño escándalo
Encontrará en un cólico
Óigalos, etc.
LA CORUJA.
El general jurídico
Alegará con Bártulos,
Y soldados frenéticos
Despreciarán sus párrafos.
TODAS.
Óigalos, etc.
MARÍA ANDRONES.
Vivirán muy solícitas
Demócrito y Heráclito,
Siendo contrarios lógicos
De físicos oráculos.
TODAS.
Óigalos, etc.
LA PICAZA.
Junto al solio patético
lía de ensuciarse un sátiro,
Y con sorbos estíticos
Poncb-á el orden estático.
TODAS.
Óigalos, etc.
LA CHUPOXA.
El botiquín más célebre,
Entre lo dulce y cáustico.
Aplica diaforéticos
A los cuerpos espárragos.
TODAS.
Óigalos, etc.
LA COMIXA.
El medicastro rórido.
Relleno de preámbulos,
Con recetas germánicas
Deja el humor más lánguido.
TODAS.
Óigalos, etc.
LA CATUJA.
Aquestos juicios lúgubres
Diga, seor matemático,
Que los sopló una astróloga
Que calcula en el báratro.
TODAS.
Óigalos, etc.
LA MEDELLINA.
Sirvan los versos líricos
De estos discursos mágicos
Para alimento pútrido
De holgazanes y zánganos.
TODAS.
Óigalos, etc.
LA PEDOTA.
La tropa de Justiniano,
Robadores de por vida,
Con licencia y sin medida
A todo alargan la mano;
Del doctor y el escribano
Guardai'éis las faltriqueras.
TODAS.
Que los jueces y hechiceras
Todos chupamos.
Unas niños y otros cuartos.
LA PAJARILLA.
El médico de contado
Es juez y lacb-on muy fuerte,
Pues da sentencia de muerte
Después que nos ha robado ;
Con ellos tened cuidado,
Que son guadañas rateras,
TODA».
Que los jueces y hechiceras, etc.
LA LIMONA.
Ojo avizor, cuenta, gentes,
Y cuidad de los bolsones;
Que los jueces y ladrones
Son más que los inocentes,
Y besan muy diligentes
A las caras peruleras.
TODA?.
Q)íi los jueces y hechiceras, etc.
LA VILLODRES.
El letrado y cocinero
Guisan á don ínteres,
Y el abogado lo es
Solamente del dinero,
Y el bufón y el lisonjero
Fabrican las latlroneras.
TODAS.
Que los jueces y hechiceras, etc.
LA CHAFULLA.
Chicos y grandes robamos
Por camino singular,
Y el tiempo nos ha cíe hurtar
Lo qiie todos nos hurtanios ;
Vivamos, pues, y bebamos.
Guarde cada cual sus peras.
TODAS.
Que los jueces y hechiceras, etc.
PEIMAVEEA,
I Con qué soberbia levanta
Un verde laiu-el su copa !
¡ Qué pocas son sus raices
Y qué muchas son sus hojas !
, En las mismas que le sirven
A su esplendor y á su pompa.
Se escribirán algún dia
Los sucesos de su historia.
Sobre su verdor lozano
Sus esperanzas apoya.
Sin ver que la noche quita
Los colores á las cosas.
Eesplandece con el sol ,
Y se rie con la aurora ;
Teme que se vuelva el aire
Jurisdicción de la sombra.
Contra el tiempo se rebela,
Y á sus leyes imperiosas
Juzga hurtarse cuando al tiempo
Hasta los cedros se postran.
Los desprecios de la envidia
Son de su dicha carcoma ;
Que en el puerto confianzas
Son escollos en las ondas.
¿ Qué es lo que le ha dado en preu-
La fortuna varia y loca , [das
Cuya condición dos veces
La padece quien la ignora?
El pié le besa un arroyo
Por adulación forzosa ;
¿A cuántos troncos, á cuántos,
Besa los pies la lisonja?
Mordiendo le va lo propio
Que con rendimiento toca,
Y en pasando le murmura
Aun lo mismo que le adora.
Su fin le avisa un nocturno
Pájaro, y su voz ahogan
Euiseñores lisonjeros
Con cantadas armoniosas ;
Despreciando éste los rayos
Que á Jove Vulcano forja,
Comi si á Jove faltaran
Otras armas poderosas.
Un huracán formidable
Desvanecerá sus glorias;
COMPOSICIONES VARIAS.
Que glorias que escribe el viento.
Es el viento quien las borra.
7a
DEL estío.
Para componer un tres
Seis sacristanes están.
Seis que de música tienen
No más que lo sacristán.
El que más de estos cermcñoíi.
Tiene tanta habilidad.
Que á ima letra de aleluya,
Solfa de réquiem ])ondi-á.
Con muchas velas se alumbra
Aquesta comunidad.
Todas de cera, y á f o
Que no tiene colmenar.
Poncü-án la solfa, porque
Saben de puntos no mal;
Que el menor de ellos ha sido
Zapatero en su lugar.
A las lámparas de un templo
Chupan el olio vital ,
Y con música pretenden
Satisfacer la deidad.
Buen arrullo le disponen
Al inocente rapaz ,
Su música de relinchos
Es buena para arrullar.
Al son de un órgano, que
Es de una capilla real.
Cantarán, mas esta tecla
No la quiero yo tocar.
Un descompasado antojo
Ha de llevar el compás ;
Si no fuere lo que siiena,
Lo que fuere sonará.
Todas tres voces iguales
Quieren poner, sin mirar
Que no hay armonía donde
Falta la desigualdad.
1 Qué bravos casamenteros
Hemos llegado á encontrar,
Que procuran neciamente
Desposar á Gil con Blas !
A cada punto que ponen,
Humedecen el tragar;
Apuran las vinageras,
Mas no la dificultad.
, Sobre las voces del tono
A las greñas andan ya ;
Y metiendo el pleito á voces,
A tirar de un muerto van.
DEL OTOXO.
Todo el mundo es desconcierto
Desorden todo y baraja ;
La mayor desdicha es, que
La fortuna se emborracha.
En una casa de orates.
Para loqueros señala
A un químico y á un poeta,
Ambos mei-ecen la jaula.
Un facineroso insigne
Sobre un trono se levanta,
Y verás que da la ley
Aquel mismo que la agravia.
Coronados de laurel
Entran al son de una salva ,
Con los bigotes postizos,
Un capón y una beata.
Cierto capitán parece
Con un plumaje en la plaza,
Y son plumas de gallina
Las que componen su gala.
Para la salud de un reino
Consultando está un monarca
A un mal galenista , que
Sangre de pobres derrama.
El mayordomo avariento
Pone, con ciega ignorancia.
Para una sardina sola
Doscientos gatos de guardia.
De remotas tierras viene
Un cocinero de fama,
Y viene desde tan lejos
Para hacer una ensalada.
Terrible incendio ocasionan
Las lágiúmas de una dama ,
Para que se vea un fuego
Que debe su oriente al agua.
La montaña está confusa.
Todo es ruido en la montaña,
Y se miran ya las cumbres
Inferiores á las faldas.
En el banquete ha propuesto
La discordia su manzana,
Y llega el tiempo de que
Se maduren las granadas.
Cañas buscan los morlacos
Para pescar oro y plata,
Y los más de los bastones
Se van convirtiendo en cañas.
DEL INVIERNO.
Carátulas quita el tiempo.
Que es quien todo lo revela ,
A todos los que componen
Una mogiganga seria.
Un reverendo togado
El primero se presenta,
Oidor lo creyó el engaño.
Sordo la verdad lo encuentra.
Se descubre un estadista,
A quien la paz se encomienda,
Que con un fuelle por boca,
Sopla el fuego de la guerra.
Más bigotes que un tudesco
Cierto general ostenta ;
Quítale el tiempo el embozo,
Y se descubre una dueña.
Uno que por justiciero
Se nos vende acá en la tierra,
Vende la justicia, sin
Que jamas justicia venda.
Por las pragmáticas que
Todos los puñales vedan.
De un protomédico ilustre
Se prohiben las recetas.
En plumas de secretarios
Duerme un señor sin caiitela;
Quien ahora en plumas duerme,
Sin pluma después despierta.
No hay que buscar los del tribu
En narices aguileñas;
Que una procesión de chatos
Se ve venir de Judea.
De Catón jura un ministro
De barba y de ropa luenga ;
Sígnele el tiempo, y lo ve
Entrar en una taberna.
A un príncipe negligente
Sus vasallos lisonjean ,
En su persona lo escujjen.
Lo adoran en su moneda.
Por el mar transporta el oro
La codicia marinera,
Y apuestan el mar y el hombre
A quién traga más riquezas.
Todo es cliamusquina y humo,
Y á la misma chimenea
Yo tan sólo me caliento
Mientras los otros se queman.
74
LETRILLAS SATÍRICAS.
I.
Del astro amante ó impío
-A nadie el furor alcanza,
Porque todo el mundo danza
Al compás de su albedi'Io;
Nadie tiene señorío
En la humana libertad;
Porque nuestra voluntad
Se mueve sola por sí.
Y que vaya la danza
De aqui para alli,
¿Qué se me da á mi?
Marte con rara inquietud
Guerras influye y dispone,
Y nunca más se compone
La pacífica quietud ;
Su actividad y virtud
Los príncipes desbaratan,
Y el capítulo que tratan
Cuasi cumplido lo vi.
Y que vaya la danza, etc.
El sol muy mal agestado,
Con un aspecto fatal ,
Derribar quiero á un marcial,
Y él se está muy asentado;
Con el oro se ba fijado
En el trono m.ás severo ;
Que también vence el dinero
Todo solar ñ'cncsí.
Y que vaya la danza, etc.
Saturno y Marte precitos,
Con irrisibles desprecios.
Quieren que pasen por necios
Los sabios más eruditos;
Sus voces y sus escritos
Confunde Marte y ahoga,
Y á otros les viste de toga,
Siu saber á quis vel qni.
Y que vaya la danza, etc.
La luna allá se embanasta
En los soberbios palacios,
Y entre perlas y topacios
Chismes y cuentos engasta;
Con unos sus cuartos gasta
Con desorden singular,
Y á otros no les quiere dar
Un solo maravedí.
Y que vaya la danza, etc.
Mercurio, sabio en su oficio,
Varios sistemas produce,
Pero Venus se introduce
A turbar todo su juicio;
Proseguía su perjuicio
Contra la corte más fuerte.
Mas se atravesó la muerte,
Y todo lo dejó así.
Y que vaya la danza
De a (¡vi para alli,
¿(¿ue se me da á mit
DON DIEGO DE TORRES Y VILLARROEL.
IL
En tono de judiciar,
A mil de juicio has sacado;
Bastante has pi-o7iosticado.
Ya no es tiempo de chistar;
Oir, ver y callar,
Y meterse en un rincón ,
Y chitan.
Por seguir la rectitud
Un príncipe enfermará,
Y tanto, que se verá
]\Iuy cerca del ataúd;
Tú ruega por su salud
Con ardiente devoción ,
Y chitan.
Por el modo más grosero,
Haciéndose ruin mendigo,
La ciudad al enemigo
Venderá el otro guerrero;
Tú guarda de ól el dinero,
Y deja que sea ladrón,
Y chiton.
Con el político ti-ajc.
Raspado de su corteza.
Hasta el trono de la alteza
Quiere trepar un salvaje ;
Déjalo que suba y baje.
Que él dará algún tropezón,
Y chiton.
Verás al otro beato
Que hace como que se arroba,
Y al tiempo que sube, roba.
Quitando á todos el hato;
Huye tú de aquese gato.
No te dó algún ai-añon,
Y chiton.
Verás que el otro se encien-a
A discurrir y á estudiar
En cómo ha de alborotar
Las quietudes de tu tierra;
Tú con nadie tengas guciTa,
Enróscate en tu jergón,
Y chiten.
ni.
Todo es hacer conferencias,
Y de discordias tratar,
Pero se ven menudear
Los palos y Ins pendencias.
Todas estas diferencias
Nacen de falta de fe,
¿Y el por qué?
Ese yo me le sé, me le sé.
Una armada deseada
Del puerto sale briosa,
Y la invasión cautelosa
Se la tiene bien armada ;
Deshecha y aprisionada
Será de quien yo me sé ,
¿ Y eljyor qué? etc.
El que empieza á ser malquisto
Da de ima traición disculpa,
Y al diablo le echa la culpa
De lo que el diablo no ha visto;
Por burlar anda muy listo
La deidad que veneré,
¿Y el por qué? etc.
Ai-rancándole de cuajo
La fortuna y el caudal
A un infeliz mercurial.
Le tiene Venus debajo;
La causa de su trabajo
A nadie revelaré,
¿ Y el por qué ? etc.
Mucre un rico potentado
De n\\ pesar terrible y fuerte,
Y otros, des]nies de su muerte,
Su país han desolado;
Conjuros esto han trazado.
Que no los descubriré,
¿Y el por qué? etc.
Uno por amigo pasa
Del más bravo de los Martes,
Y por todas cuatro partes
Le están quemando la casa;
Yo bien sé quién se la abrasa.
El motivo no diré,
¿Y el ])or qué? etc.
A pagar un negro yerro,
Que nunca podrá dorar,
Un presumido escolar
Sale á un cerrado destierro;
Vaya y coma el pan de perro.
Que yo también lo tragué,
¿Y el jior qué?
Ese yo me le sé, yo me le sé.
IV.
De Venus vencido. Marte
De caballero me ai-mó,
Y por insignias me dio
Uniforme y estandarte;
Como bisoño en el arte ,
Yo de casaca volví ,
Y al revés me la vesti,
Y ándese asi.
Mercurio, sol de la ciencia.
Me dio en sus doctos estrados
De políticos tratados
La física inteligencia;
Dióme amigable influencia,
Y al contrario lo aprendí,
Y al reres me la vestí, etc.
El sol con influjo experto
Serenidad me asegura,
Y de la paz y ventura
Me puso en el rumbo cierto;
Derecho guiaba al puerto,
Pero el camino torcí,
Y al reres me la vestí, etc.
Saturno guardó mi vida.
Aunque es planeta de muerte,
Y mi rebeldía fuerte
Fué tan sólo mi homicida;
Seguridad conocida
Me dio su guadaña á mí,
Y al reres me la vesti, etc.
Júpiter, compadecido.
Me estorbaba una traición,
Pero mi ciega pasión
En la traición me ha metido;
Tapó mi horror conocido,
Pero yo lo descubrí ,
Y al reres me la vestí, etc.
Del planeta más furioso
Puedes burlar el poder,
Y su coraje vencer
Con la virtud y el reposo;
Modera el genio vicioso,
Porque no cantes así,
Y al revés me la vestí,
Y ándese asi.
¿Quería el hipocritou,
Lleno de astucia y miseria.
Que su malicia y laceria
Tragase por devoción ?
Templado soy, no tragón,
Y no he de hacer tal exceso,
Y á otro pci-ro con ese hueso.
¿Quiere el injusto en su audiencia,
Cuando agobia la balanza.
Que lo que es jíura venganza
Lo mame por providencia ?
¿Y quiere que á su conciencia
Sacrifique mi embeleso?
Y á otro perro con ese hueso,
¿Pretende el otro badea.
Afectando mil denuedos,
Que sus traiciones y miedos
Como máximas los' crea ?
No haré tal si lo desea.
Que en mi dictamen soy tieso,
Y á otro perro con ese hueso.
La del semblante lamido,
Que con sus dengues me muele,
¿Quiere que por honra cuele
La fealdad y el olvido?
No haré tal , que es conocido
De todos su poco seso,
í' á otro perro con ese hueso.
Otro gálico importuno,
Afectando elevación,
; Quiere que á su corrupción
Se le pase por ayuno?
No creo en hombre ninguno,
Porque el más santo es travieso,
I^á otro perro con ese luicso,
¿Desea el otro malvado,
Que esconde la villanía,
Que pase por hidalguía
Lo soberbio y lo adornado,
Y que el papel que ha falseado
Lo engulla por fiel proceso ?
Y á otro perro con ese hueso.
VI
Andan muchos santurrones.
Que se elevan por arrobas,
Vendiéndonos sus corcovas
Por buenas inclinaciones;
Cuenta que sus invenciones
Tienen muy mal paradero,
YA7iton Perulero,
Cada cual atienda á su juego.
El arbitrista malvado,
De buen celo revestido,
Al celoso más erguido
De su honor ha derribado;
Lo que debia el menguado
Era estarse en su agujero,
Y Antón Perulero,
Cada cual atienda á su juego.
El cronista que jura
De manosear abolorios.
Se mete il hacer desposorios
Sin cruz ni arras ni cura.
Deje qiie toda osatura
Descanse en su podridero,
Y Antón Perulero,
Cada cual atienda á su juego.
El escolar, que es polilla
Del mendrugo y del zoquete,
Ya quiere que su bonete
Haga oficios de capilla;
No le ajusten la golilla,
Vuélvase al vade y tintero,
Y Antón Perulero,
Cada cual atienda á su juego.
TIL
Oye usted , señor letrado,
El de los códigos rotos,
No nos dispare alborotos
Desde su estudio malvado;
Mire que el ñn depravado
El demonio lo revela,
Y á ti te lo digo, hijuela;
entiéndelo tú, mi nuera.
Mire usted, señora hermosa,
Que su rostro y sus facciones
De arrugas y berrugones
Será una sima horrorosa;
No viva usted tan pomposa.
Que presto ha de ser abuela ,
Y á ti te lo digo, hijuela;
entiéndelo tú, mi nuera.
Sepa usted, seor militar.
El baladron con denuedo.
Que nadie le tendrá miedo
Hasta que lo vea pelear;
No se mata con parlar,
Aunque es su boca una azuela,
Y á, tí te lo digo, hijuela;
Entiéndelo tú, mi miera.
Mire usted, seor estudiante.
El de la lógica parda ,
Que el empleo se retarda
Al que vive de tunante;
Estudiar, y Dios delante.
Es lo que ayuda y consuela ,
Y á ti te lo digo, hijuela;
Entiéndelo tú, mi nuera.
COMPOSICIONES VARIAS.
COPLAS.
Contemplando está Floro,
Desde sus males,
Lo que puede el inlhijo
De las deidades;
Tarde ha llegado
A su juicio la dicha
Del desengaño.
Aquel rostro en quien lucen
Dos bellos soles,
Albergue es de finezas
Y de traiciones;
Huyan su trato.
Que en sus voces abriga
Luces y engaños.
Llora la ausencia Lesbia
De su Feniso,
Y sus males aumenta
Con sus suspiros;
Porque á la nave
Se le hinchan las v^las
Con tanto aire.
El Alción comienza
Su triste canto,
Y con él nos recuerda
Males de antaño;
Fiero profeta
Es de los desconsuelos
Que nos esperan.
Los argonautas roncos
También dan voces,
Y ni el eco siquiera
Se les conoce;
Que sus suspiros
Ya cerrados encuentran
Todos caminos.
Guia con dulces pasos
Su lanza Marte,
Porque también sus furias
De amores saben;
Y así dispone
Añadir más aceros
A los arpones.
Con los leños ya rotos
El viento juega,
Y naufragios se pasan
Por mar y tierra;
¡Ay de quien fia
A inconstancias del viento
Todas sus dichas!
La hermosura que ha sido
Gozo de España,
Olvidada de todos
Su vida acaba;
Su cuerpo hermoso
Con los ojos enjutos
Lo miran todo.«.
Brindan muy atrevidos,
Y alegi-es hablan
Los que cogen las copas
Por ambas asas,
Y del convite
Salen pocos dichoso.s.
Mil infelices.
Cuidado con la plaza.
Soldado, alerta ;
Que entre asechanzas viven
Las centinelas;
Porque el dinero
Suele dar más modorra
Que el mismo sueño.
Besa la parda arena
Una bar(|uilla.
Que conduce á los piiertos
Mucha alegi'ía;
Un rey hermoso
Es quien en ella carga
Tant'i alborozo.
Quieren los tagarotes
Ser abogados,
Y á doctores se meten
78
Los cirujanos;
Y estudian todos
En hurtarse el oficio
Unos á otros.
¡Ay libertad dichosa,
Y qué mal hacen
En andarte vendiendo
Tantos amantes!
Sim unos bobos,
Y quien no te ha perdido
Te vende sólo.
Honra y hacienda pierden
Unas familias,
Y es porque unas arguyen
Y otras rcjilican;
Y verán presto
La conclusi(m tan mala
De su argumento.
Muy contento Fileno
Con su ventura.
Ya no teme los ceños
De su fortuna;
Y es porque piensa
Con los clavos del oro
Fijar su rueda.
Un monstruo formidable
Nace en el Norte,
Pero á criarse viene
En nuestros montes;
Y es porque en ellos
Tiene á pasto los pastos
De su alimento.
Ya todo malcontento
Ni va ni viene.
Porque ya se declaran
Independientes ;
Que su mal genio
No quiere á rey ni Boque
Vivir sujeto.
¡Ay hermosa Dorinda,
Que en tus luceros
Todos los regocijos
Se están sonriendo!
Pero á tu Floro
Esas risas le salen
Mucho á los ojos.
El año ya se acaba,
Pero mi pena
En el alma la tengo
Queda que queda;
Y es porque nace
De una causa que es causa
De muchos males.
COPLAS.
En un serio teatro.
Que el orbe admira.
La lisonja se viste
De la mentira;
Pero en su historia
El pajjcl de las luces
Hacen las sombras.
Todas las existencias
Trueca el destino,
Y el mérito es la prenda
Del precij)icio;
Todo se muda,
Pero no la desgracia
De mi fortuna.
Libio de Abeto puebla
Su gran marina,
Pero en el mar naufraga
De su codicia;
Y en esta empresa
Es lo que más le ahoga
Lo que le alienta.
Quiere el valor de Silvio,
Que el orbe asombra,
Coronar sus trofeos
Sin las coronaa;
76
Mas á su arbitrio
Be oponen los empeños
De su albedrío.
La edad del oro acuerdan
Los militares
En los triunfos gloriosos
De sus alfaiiLTcs;
Pcru á su aliogo,
Ni aun de cobre se vuelve
La edad del oro.
Proseguir su dominio
Discurre Fabio,
Y sus años le privan
Aun de sus años;
Porque íl la Parca
No es defensa el pellico
Ni la tiara.
Las naves que borrasca
Deshecha corren ,
Porque el Norte buscaron,
Pierden el Norte ;
Y el mar se ostenta
Cristalino teatro
De su tragedia.
Consuelo y pena Floro
Por su amor mide,
Y como el fénix, muere
De lo que vive ;
Que su discurso
En sus ansias fabrica
Cuna y sepulcro.
En la curte de Venus
Marte preside,
Pero Mercurio opuesto
Le contradice ;
Que es consiguiente
Oponerse á los triunfos
Los intereses.
En el bello hemisferio
Délas delicias
La hermosura y la gracia
Forman su liga ;
Y por más señas.
Que es cuidadoso estrago
De otras potencias.
Un palacio en centellas
"^''a se disuelve,
Y de que tanto luce
Se desvanece ;
Sus piedras saben
Olvidar lo insensible
Para quejarse.
¡Oh! cómo los piratas
Crueles lidian.
Disfrutando en los robos
Mejores Indias;
Siendo voraces
De las canas espumas
Sangrientos sacres.
A un escolar jjilongo
De letras gordas ,
En lugar de la albarda,
Le dan la toga ;
Pero su traza
Mejor es para rccua
Que para sala.
De una plaza se baten
Los muros dobles,
Y es el oro el que usurpa
Su oficio al bronce ;
Porque dorada
Es la llave maestra
De todas guardas.
Mucho mandas, Aurelio;
Fortuna quiera
No destruyan tus mandas
Una respuesta ;
No mandes tanto.
Si es que en tu muerte quieres
Mandar en algo.
Auncjue las existencias
Del año mueren ,
DON DIEGO DE TORRES Y VILLARROEL.
Para mí está el destino
Siempre en sus trece ;
Que su malicia
Eternidades jura
Para mi ruina.
SEGUIDILLAS.
Anda la muerte lista
Con su guadaña ;
Aquí corta, allí trincha,
Y acá rebana ;
Que es tan ceñuda ,
Que ni cetros respeta
Ni caperuzas.
La malicia embozada
Con el descuido
Vuelve en pocas cenizas
Un gran castillo;
Muchos lo lloran.
Porque ven entre el humo
Que allí fué Troya.
Quéjanse, mas sin causa,
Los necios ricos.
Porque á ellos les piden
Lo que es preciso.
Justo es que paguen ,
Que los pobres no tienen
Que dar á nadie.
Llora mucho un don Lindo
Porque trabaja;
1 Quién acá lo cogiera
Con una hazada !
Ya viera entonces
Lo que son los trabajos
De aldea y corte.
Una boda es el iris
De una pendencia,
Y una guerra se quita
Con otra guerra ;
Pero se nota
Que es pendencia más larga
La de la boda.
A ministros y tropas
Les dan el pago
De todos sus servicios
Y sus cuidados ;
Llegó la hora,
Porque el plazo más largo
Se cumple y cobra.
A buscar delincuentes
Sale un ministro,
Y los delitos tapa
Con sus delitos ;
Y es el dinero
El que de juez le hace
Malvado reo.
Una remonta fuerte
Y una recluta
En el agua y el campo
Felices surcan ;
Y en mar y tierra
Dan de sus ardimientos
Sobradas señas.
Si mi albergue se quema,
Se pierde poco;
Que con cuatro espadañas
Levanto otro.
¡Ay del palacio
A quien rondan los vientos,
Truenos y rayos 1
Un tesoro escondido
Desculare un pobre ,
Y al descubierto salen
Muchos ladrones;
Ellos lo pescan,
Y él encuentra en el oro
Mayor miseria.
Confiada en las fuerzas
Mal presumidas,
A la ley se resiste
Una provincia ;
Y es destrozada,
Porque en la ley no puso
Su confianza.
Fuera de sus dominios
Enferma un grande,
Porque el mal sigue á todos
Y en todas jiartes ;
Y convalece.
Porque no hay lisonjeros
Que lo contemplen.
Prenden allá en la corte
A muchas damas.
Porque diz que unas prenden
Y otras agarran ;
Y si es por esto.
Cargar puede el alcalde
Con todo el sexo.
Los estudios profanos
Renuncia un docto,
Y aunque al moral se ai^lica,
No es virtud todo;
Que se ha notado
Que el beneficio quiere
Más que al estado.
Contristado se mira
Un gi-an ministro.
Porque ya son tragedias
Sus regocijos.
Padezca y sufra ;
Que no puede ser todo
Buena ventura.
A hurtadillas pretende
Y en tiempo obscuro,
Y las claras visitas
Las hace oculto ;
Más lo descubre
La linterna que ronda
A todas luces.
Reconcilian las damas
A malcontentos;
El medio es peligroso,
Pero es gran medio;
Porque las damas
Lo que quieren lo logran
O lo avasallan.
Un testamento alegra
A una familia,
Y la muerte mejora
Su triste vida ;
Porque ella sólo
Es la que á los avaros
Hace garbosos.
Grande fortuna corre
Un ingeniero,
Y á sus obras exalta
Sólo su ingenio ;
Que hay muchas obras
Que por genio y fortuna
Salen famosas.
Tápanse unos rateros
Con buena capa,
Y nuesas chozas dejan
Arrebañadas ;
Ya no hay qué lleven,
Como no nos apañen
Nuesas mujeres.
Una flota navega
Por mediodía,
Pero el viento hace noche
La luz que gira ;
y en nuestra España
Son sus velas anuncios
De luminarias.
Los hijos de las casas
Son regocijos,
Y una grande se pierde
Por un mal hijo ;
Pero la causa
De tan malos sucesos
Es la crianza.
La prisión suelta Fabio,
Mas no loa hierros,
Y en la libertad halla
Más cautiverio ;
Que su delito
Le tendrá en todas partes
Preso y cautivo.
Unos hipocritones,
Que celo fingen ,
Predicando pobreza,
Eoban y piden ;
Cuidado, qtie andan
En traje de palomas
Las abutardas.
Ya que el año se acaba ,
Ojalá acaben
Los males que empezaron
Por nuesos males ;
Pero me temo
Que estos males mos cundan
Hijos y nietos.
En fin, la triste vida
Vamos colando:
Que peor es morirse
Que el estar malos;
Y el que naciere ,
Que vaya, y tome el miindo
■ Como lo encuentre.
SEGUIDILLAS.
Hablaré en seguidillas,
Verso de moda ;
Que con eso me excuso
De gastar prosa ;
Y así conviene.
Porque salga el suceso
Claro y coi-riente.
Dan en tierra, de un soplo,
Áulicos grandes,
Cuando el viento pensaron
Por saludable ;
Todos engañan,
Y los más que saludan.
Soplan que rabian.
Lleva el agua unas puentes,
Y es muy costoso;
Contémplese si cuestan,
Cuestan los ojos.
Destrozo gi-ande ;
Si las puentes se pierden,
¿Qué harán las naves ?
En la mar y en la tierra
Van en aumento
Las ansias, las tormentas
Y los tormentos ;
Y en una y otra
Hay trabajos como agua.
Puesto que ahogan.
El fuego á una gran casa
Quema y alumbra,
Y éste es el mejor modo
Con que la ilustra ;
Y es lo más raro.
Que en la casa del fuego
Domine Acuario.
Arrogantes y fieras
Las medias lunas,
Quedan con un eclipse
Tristes y obscuras ;
Mucho discurren
En ver si lucir pueden ,
Pero no lucen.
Mudará de semblante
Toda la guerra ;
Puede ser que su cara
Parezca buena ;
Pero se abrigua
Que no es cara ni rcstr-i.
Que es mascarilla.
En las cortes del Aries
Mudan gobierno;
COMPOSICIONES VARIAS.
Si es gobierno el mudado.
Sin duda es bueno ;
Pero se teme
Ser gobierno que á todos
Los desgobierne.
Van y vienen las postas
Y postillones,
Y todos van y vienen
Poco conformes ;
Y cg el motivo.
Porque cada uno tira
Por su camino.
Varias congi'Cgaciones
Tiene un congreso;
Hay mucho congi-cgado,
Nada hay resuelto ;
De que se infiere
Que saldi-á todo á salga
Lo que saliere.
77
En estas endechas,
Ni cultas ni claras,
Los sucesos vengan
Y los juicios vayan.
Mercurio revuelve
De príncipes casas ;
¡Oh, qué de Mercurios
Hay en antesalas!
Él Marte guerrero
Sus tajos di., para.
Cuando dan reveses
En otra batalla.
Los muros se arriesgan.
Los lienzos lo pagan ;
Pero yo no digo
Santiago ni Holanda.
A un príncipe malo
Su doctor lo sana ;
Vayase por otros,
Que por él acaban.
Con gran precipicio
Marcha una madama,
Y es una comedia
Ver esta jornada.
Una deidad sube
Porque la otra baja ;
Fortunas ajenas
Son propias desgracias.
Un prelado gi-ande
Por sus circunstancias.
De una erisipela.
Parte á mejor patria.
Prisiones de pobres
Habrá en abundancia ;
El delito sobra.
Que lo pobre basta.
Unas bodas ricas
Se ajustan y tratan ;
Se hace el casamiento,
Pero no se casan.
Habrá de alegi'ía
Muchas luminarias ;
Muchos ven que lucen ,
Pocos ven que abrasan.
Y pues tengo dicho
Lo que el astro parla,
De sucesos sobra.
De delirios basta.
SEGUIDILLAS.
De un soldado valiente.
Lleno de heridas.
Hasta las cicatrices
Castra la envidia ;
Porque no tenga
Ni la Señal más leve
De sus proezas.
Un poderoso muere,
Y aunque es desdicha.
Suele haber muchas muertes
Que dan la vida ;
Errar no puede
Dios, que sólo dispone
Lo que conviene.
Al uso se dedican
Ciertos mancebos,
Y los ancianos echan
Por esos cerros ;
Y es porque notan
El que las novedades
Son peligrosas.
Una madama grita,
Y otra vocea ,
Y no hay, aunque las oyen,
Quien las entienda ;
Y es que los gritos
Son el mayor silencio
De sus designios.
Uno va y otro viene,
Y otro se queda ;
Otros ni van ni vienen ,
Ni andan ni llegan ;
Y en esta danza
Tienen la mayor burla
Las esperanzas.
Unos rústicos andan
En cierta corte.
Sembrando como el trigo
Las desazones ;
Y su cosecha
La ziza.ña maldita
La hace soberbia.
Hablase de unas paces
Por cosa cierta,
Y entre las paces mismas
Anda la guerra ;
Porque un demonio
Echar ha conseguido
La paz del coro.
En el fuego un palacio
Corre borrasca,
Mas las aguas sosiegan
Las fieras llamas ;
Pero las chispas
No pueden apagarse
Ni en muchos dias.
LTnos enemiguillos
De tantos, tantos,
Nuevas adversidades
Me están trazando ;
Y á carcajadas
De su traza me rio
Y aun de sus trazas.
Una dama preciosa.
De todo linda,
En su obsequio y su gracia
Se precipita ;
Y es que el aplauso.
Aunque es bueno, da á veces
IMuy malos ratos.
Suben y bajan muchos
De los soldados,
Y otros, ni alzan ni bajan,
Ni dan un paso ;
Mas cierto empeño
Los hará andar á todos
Al retortero.
Los letrados recetan
A los enfermos,
Y los médicos juran
Y votan pleitos ;
Con que así salen.
En vez de concordancia.
Mil disparates.
Un doctor sin doctrina,
Metido á docto.
Tiene el don y ía ciencia
De errarlo todo ;
Y no .se logra
Ni que le conozcamos
78
Ni se conozca.
Anclase un arbitrista,
Como bacL'ii tudos,
Cambiando sus ideas
Por })lata y oro ;
Porque en su planta
Solamente la suya
Es la franaiicia.
En el mar corre el fuego,
Por tierra el agua,
y las llamas se inundan
y el agua abrasa ;
¡ Raro portento !
Que truequen sus oficios
Los elementos.
Dos ejércitos fuertes
Se dan batalla,
y los muertos son solos
Los que la ganan.
Nadie lo dude ;
Que el camjio es del que queda,
No del que huye.
A un privado diclioso
Por todos casos
Ya le priva la muerte
De ser privado ;
Que su guadaña
Es quien pudo arrojarlo
De su privanza.
Rodeado de cautelas
Y desengaños,
Un infclice sale
De sus trabajos;
Que es gi-an maestra
De astutas prevenciones
Doña Miseria.
Hay en puerto y marina
Celebridades
Por las presas y presos
De algunas naves ;
Unos se alegran ,
Y otros, más que su estrago.
Lloran sus presas.
Venga lo que viniere,
Sólo me importa
Disponer que me toque
Lo que me toca ;
Tenga yo gusto,
Y más que al mundo arrojen
Del mismo mundo.
Yo me conocí mozo,
Mas ya estoy viejo,
Y esto lo hacen los años
y los sucesos :
Todo se acaba.
Pues se mueren los mismos
Que á todos matan.
DON DIEGO DE TORRES Y VILLARROEL.
Estaba Amarilis bella
En su tocador herniosa ,
Y fué el polvo de sus rizos
Un momento de su aurora.
Quiere un togado subir
A la cumbre en una hora;
Pero le imiiiden las fa,ldas ,
Que es lo mismo en que se apoye
En un instante se acaba
Todo su esplendor y pompa ,
Quedando sus resplandores
Entre confusión y sombras.
A escribir vidas ajenas
Se introduce la lisonja;
Pero sabrá que es mentira
Quien supiere algo de historia.
El em])cño y la pasión
Transmutan todas las cosas;
El heno sube á ser cedro,
y el cedro á el heno se postra.
Un espíritu animoso
Se acobarda y se acongoja,
Porque le falta á su aliento
El motivo de su gloria.
Estas son mis profecías ,
Que súlo el viento las borra.
Porque se las lleva el aire ,
Que es el mismo que las forja.
SEGUIDILLAS.
Dicen que la fortuna
Es varia y loca;
Es mentira, que es cuerda,
Que aprieta y afloja;
Cuidado, alerta.
Que á muchos los ahoga
Si los aprieta.
Un soldado atrevido,
Y no en la guerra.
Sólo de un vara-palo
Pierde las fuerzas;
Que la justicia
Sabe postrar gigantes
Con la varita.
En el mundo que corre
Todo está vario;
No llega á ser comedia ,
Todo es ensayo;
Y en esto encuentro
Que el galán es el oro,
Gracioso el tiempo.
Un triste en sus trabajos
Suspira y llora,
Y cuanto más suspira,
Más se acongoja;
Mas no sea necio.
Que el reírse de todo
Es el remedio.
A un enfermo recetan
Duerma en holanda ,
Porque para el descanso
Es buena cama;
Y es que esta tela
Está urdida con trama
De adormideras.
Viendo qite en esta vida
Todo se muda ,
Un desdichado intenta
Mudar fortuna;
Pero no advierte
Que al que mucho se muda
Nadie lo quiere.
Una dama suspira
Porque su casa
Se mira ya desierta
Y abandonada;
Que en esta vida.
En faltando el dinero
No hay alegría.
En un puerto se miran
Naves y remos ,
Y será la tormenta
El mismo puerto;
Que la codicia
Es piloto muy falso,
Que descamina.
Un león se embravece.
Sañudo y ñero,
Y la humildad le quita
Todo su ceño;
Que un poderoso
A perdonar agravios
Siempre está jironto.
Allá lejos se pegan
Bravas porradas ,
Y entre muchos aceros
Los plomos andan;
Pero á la postre.
Para tanta discordia
pobre
Se da buen corte.
Un estudiante pide
Le den la palma ,
Y sólo logra el po'
Una sotana;
¡Fuerte desdicha!
No se premian las letras
En esta vida.
El calor de un engaño
Mata á un ministro;
No es cosa ésta tan nueva,
Que no se ha visto;
Pero su celo
Vive en los corazones
De todo el reino.
A la sombra de un árbol
Se acogen muchos ,
Y la fruta le quitan
Con disimulo;
Pero cuidado.
Que para los pardales
Hay espantajos.
Muy contenta está Filis
Porque se casa ,
Y en su boda lo grande
Es la desgracia;
Porque en un punto
Se le escapa el marido
Al otro mundo.
Un empleo vacante
Suspende á muchos;
A muchos los alegra ,
Y á otros da susto;
Y es cosa fuerte ,
No escarmienten con esto
Los pretendientes.
El sosiego y el ocio.
El juego y vicio
Tienen á un ganancioso
Pobre y perdido;
Y es consecuencia
El que se pierde todo
Cuando se juega.
En una grande corte
Se viste gala ,
Y se ahuyentan las sombras
Con luminarias;
Porque un lucero
Se ve entre resplandores
Del firmamento.
En un con^áte vemos
Se sirven platos ,
Pero en los brindis se hallan
Tragos amargos;
Y el disimulo
Es de vidas y honras
Cruel verdugo.
Unos quieren y piden
Lo que otros quieren,
Pero ninguno alcanza
Lo que pretende;
Que como es aire ,
Huj^e de entre las manos ,
Y ánn se deshace.
Con horror y con susto
Se ve un incendio.
Que más qtiema y abrasa
Cuanto más lejos;
Y es cosa rara ,
Que le enciende lo mismo
Con que se apaga,
A un poderoso empeño
Nadie resiste ,
Y aunque se piden treguas.
No se le admiten;
Ríndese presto
La ciudad , porque teme
A un elemento.
Por la nieve caminan.
Sin sentir frió.
Los que úc Marte heredan
Valor y brío;
Y en cada planta
Dejan todos con gloria
Fija una palma.
Por vida de Baco, que
He de echar por esta boca
Mil pestes, mil barrumbadas;
Fuera de ahí , que salen tedas.
Sale un picaron de raza ,
Que es una corrida zorra ,
Sonsacando al mundo, y lleva
Por ganzúa la parola.
Entra un sopón muy hambriento.
Que es un lobo con su loba ,
Y hacen los dos fuerte riza
En todo cuanto se rozan.
Sale la niña de mi alma,
Que es una niña bitonga ,
Engañando ojos leales
Con sus lágrimas traidoras.
Entra lleno de galones
Un bergante capa-rota ,
Y á lo angosto de su bribia
Quiere reducir la Europa.
Sale un hipócrita astuto,
Haciendo la pasmarota ,
Y con su mon-diu delante ,
Almas vende , cuerpos compra.
Entra un zángano á dar leyes ,
Y sin Dios y sin ley roba ,
Y son sus libros y manos
La polilla y la carcoma.
Sale la guerra del mundo,
Y asi que la paz asoma ,
Soldados y generales
Se tienden á la bartola.
Entra en la estrechez más triste
La damisela gloriosa ,
Donde hasta el fin de su vida
Quiere hacer la vita bona.
Sale de madre también
Otra más linda matrona ,
Desparramando á millares
Los consiielos y las honras.
Entra en fin y sale en fin
La avaricia y la lisonja.
Una haciendo de las suyas ,
Y otra haciendo de las otras.
Chiton , y no hay que seguir
Estas raras quisicosas ,
Que nunca podrá encontrarlas
La patrulla ni la ronda.
SEGUIDILLAS.
Pagarás tus maldades ,
Mundo borracho,
Ya que á todos con ellas
Nos das el pago;
Pues ha venido
Quien castigue y quien cure
Tus desatinos.
No has de dar, mundo loco.
Sola una vuelta ,
Porque habrán de ponerte
De vuelta y media;
Y así, cuidado.
Que han de andar los azotes
Siempre por alto.
En los blandos colchones
De su riqueza
Un ministro caido
Duerme y espera;
Y andando el tiempo,
Desde su cama toma
Más alto el vuelo.
Infinitos lechuzos
A oscuras quedan ,
Porque se han derramado
COMPOSICIONES VARIAS.
Las aceiteras;
Y derramadas
Aprovechan y alumbran
Toda cabana.
A su fin á otra parte
Ya van marchando.
Con algunas gabelas,
I Muchos gabai-ros;
Con que les jiobrcs
Nos veremos más libres
De comilones.
¡Ay! cómo estás soplando,
Crui'l Febrero,
Al blandón más lucido
Del hemisferio;
Pero tu furia
No apagará sus luces
Ni su hermosura.
Sus rayos cuasi muertos,
A pesar tuyo,
Mejor luz , nueva gloria
Darán al mundo;
Porque los ruegos
Contra tus rabias todas
Mueven al cielo.
Con un nudo al pescuezo
Grita su arrojo
Un traidor y arbitrista
Todo en un tomo;
Mucho lo lloran
Otros dos que aiTastrando
Llevan la soga.
Los correos , las postaa
Y las espías ,
Unas van , otras vienen
Y otras destinan;
Y aunque se encuentran ,
No se ofenden , que sólo
La paz desean.
Allá en los gabinetes
De donde salen ,
Todos por valúas sendas
Van á una parte;
Y todos unos ,
A un asunto resuelven
Muchos asuntos.
Grave estrago en las casas
Chicas y viejas
Hace el agua , y á muchas
Pone por tierra;
Y otras más grandes
También tiene contrario,
Que las abate.
Unas bodas se ajustan
En una aldea,
Pero son sus personas
De estirpe regia;
Y sus tratados
Una guciTa destruyen
De muchos años.
No hay hora en que descanse
La prenda hermosa.
No hay hora en que no llore
Por lo que llora;
Porque es su llanto
La tem^jlanza más dulce
De sus cuidados.
No ha de volver enjutos
A ver sus ojos.
Porque á un golpe faltaron
Sus gustos todos;
Y sus deleites ,
Ni tendrán substitutos,
Ni equivalentes.
Muy pocas esperanzas
Da de una vida ,
Preciada de profeta ,
La medicina;
Mas miente mucho,
Como los que se arriman
A sus estudios.
A pesar de sus juicios
Y recetario.'; ,
Vivirá su excelencia
Por muchos años;
Como infinitos ,
Que hoy viven , y mataron
Sus aforismos.
Una nuLva alianza
De mercaderes
Muchas utilidades
Al lley ofrece;
Y no habrá duda.
Pues en tales ganancias
No entra la suya.
Unas naves Iktaban
Con viento en popa,
Y su curso detienen
Vientos y rocas;
Todos perecen,
Soldados, pasajeros
Y mercaderes.
Yo creí que el dinero
Se habia olvidado
De poner en fortuna
Los mentecatos;
Mas su malicia,
Ni el rigor ni la astucia
Podrán batirla.
Ya se van deshaciendo
De la campaña
Los que en campos hacían
Fuertes murallas;
Unos llevaron
Corto premio, mas otros
¡Lo que han llevado!
Un señor, por el mundo
Gran viandante ,
El postrero ha cumplido
De sus viajas;
Y esta jornada
La harán cuantos caminan
Y cuantos paran.
Premia el Rey las fatigas
De un gran soldado,
Pero no lo remedia
De los trabajos;
Porque la guerra
Le ha dejado la vida
Corta y enferma.
Ya es locura fiarse
De la fortuna ,
Porque se acabó el rumbo
De sus locuras;
Que en tal gobierno
Sólo gracia y justicia
Darán los premios.
Un gran señor, que es honra
De la campaña ,
Dichosísimo vuelve
De una embajada;
Dando á su i'cino.
Entre muchos aplausos,
Honra y provecho.
Con humildad fingida
Quiere un ministro
Volver á la soberbia
De ser temido;
Pero es un necio,
Porque conocen todos
Sus fingimientos.
Plumas y galas viste
Preciosa gente ,
Y andan los regocijos
De plebe en plebe;
Y un nacimiento
Es quien produce tanto
Gusto y recreo.
No sólo en las audiencias
Se tratan pleitos.
Que también los escucha
Guerra y comercio;
Y con gran saña
Unos firma la pluma,
BO
Y otros la espada.
Con una nueva liga
La paz se ata ,
Y otra liga promete
De desatarla;
Pero no puede ,
Porque el nudo primero
Es el más fuerte.
Con pieardías logra
Un literato
Que ande su capirote
Por los estrados;
Pero muy presto
Capirote más fuerte
Le dará el tiempo.
En países remotos
Resuena Marte ,
Y con rigor astuto
La guerra se hace;
Pero sus tiros
Tal cual vez los perciben
Nuestros oidos.
Nuevas enemistades
Dará esta guerra ,
Y un soberano á otro
Se piden levas;
Mas los socorros
Antes de los embarcos
•Se van á fondo.
Reducido á lo oscuro
D? un calabozo
Está el hombre más claro,
.Alas libre y solo ;
Y su desdicha
Será mayor si logra
La luz del dia.
Ojalá que durara
Siglos el año,
Mas el ansia es amigo
Que ya ha espirado;
Pero i que importa ,
Si vive quien retiene
Las dichas todas?
Bluchos años felices
Verán los mozos;
Que los que somos viejos
Veremos pocos;
Y Dios nos guarde
Al que tantas promete
Felicidades.
DON DIEGO DE TORRES Y VILLARROEL.
SEGUIDILLAS.
En el mundo, que siempre
Fué una baraja.
Una vez juega el oro,
Y otra la espada;
Y de esta suerte,
Lo que un dia se gana,
Otro se pierde.
Danzando en la maroma
De sus trofeos,
Un volatín del mundo
Cae en el suelo;
Y es tal el golpe ,
Que hasta en lo más remoto
Los ecos se oyen.
Qua cante dulcemente
Mandan á un asno,
Y á un ruiseñor encierran
En un establo;
Pero sucede
Que el borrico rebuzna ,
Y el ave muere.
Bien sé que la paciencia
En esta vida
Hace menos crueles
A las fatigas;
Pero me temo
Que falte para tantas
El sufrimiento.
Una junta se forma
Para una empresa.
Que pone á los discursos
En centinela;
Y si se logra.
Será feliz sin duda
La tierra toda.
En pobre tumba muestra
Cadáver tosco
Que está unido lo frágil
A lo ]iom.poso,
Y que en lo bello,
Para no ser caduco
No haj- privilegio.
Dos escolares tontos
Quieren meterse
A reformar el mundo
Con nuevas leyes;
Siendo su vida
La que de la reforma
Más necesita.
Esos cánticos suaves,
Dulce jilguero.
Mira que te anticipan
Tu cautiverio;
Porque tus silbos
Son reclamos que avisan
A tu enemigo.
En el amante lazo
De dos prodigios
Se aprisionan gustosos
Los albedríos;
Siendo felices
Los que á yugo tan suave
Los cuellos rinden.
¡ Oh, qué lindos danzantes
De barbas luengas
En un teatro bailan,
Que se las pelan !
Mas sus mudanzas
Han de dar una vuelta
Algo pesada.
Al horroroso estruendo
De la campaña
Gimen unas provincias
Acobardadas.
Pero su llanto
Ni las libra del susto
Ni del estrago.
Una urraca ha salido,
Tan gritadora.
Que perturba las noches
Más silenciosas;
Mas cierto tiro
La molestia nos quita
De sus graznidos.
Encuéntranse dos guapos
Con un cobarde.
Que ha vivido, por serlo.
Sin enojarse;
Y á poco rato
Sale, con sus lecciones.
Hecho un Bernardo.
El intrépido filo
De la guadaña
Siega la más sonora
Dulce garganta;
Llenando á muchos
El repentino golpe
De llanto y luto.
Déjenme que me ria
Con gran gustazo.
Hasta echar carcajadas
Por los zancajos,
De ver fiue un sastre
Da una gran campanada
Con sus dedales.
Con la paz que procura
Solo un congreso.
Se abren todas las puertas
De los comercios;
Y la abundancia
Se rebosa donde hubo
Mayores faltas.
Ya publica la fama
Por las regiones
Las notables proezas
Del mayor hombre;
Y la noticia
Llena de regocijos
Muchas provincias.
BaV)ilonia soberbia.
Guarda tus muros,
Para no ser trofeo
De hados injustos;
No te descuides,
Que hay quien corte los troncos
De tus pensiles.
En prisión rigurosa
Llora alligido
Uu culpado his yerros
De sus delitos;
Y las cadenas
Hacen con sus lamentos
Triste cadencia.
Cargada de despojos
Y de placeres
Una nave lucida
Al puerto vuelve;
Y con su ari'ibo
Muchas playas se llenan
De regocijo.
Las máximas de Marte,
Que anda encendido.
Con mañosa cautela
'Mudan designio;
Y á una provincia
Sus descuidos la ponen
En triste ruina.
Un discurso que siempre
Fué extravagante,
Se empeña en persuadirnos
Mil disparates;
Y lo que logra ,
Es que todos se rian
De sus historias.
Brama el mar irritado,
Se enoja el Noto,
Formando mil peligros
En cada escollo;
Pero la industria,
De las ondas y vientos
Las fuerzas burla.
¿De qué sirven riquezas.
Puestos y fama.
Si con todos los bienes
La muerte carga ?
Vamos viviendo,
Y atemos las locuras
De los deseos.
Ni los gustos nos muevan,
Ni los disgustos ;
Que es una morondanga
Todo este mundo;
Y lo que importa
Es tener solamente
Paciencia y olla.
SEGUIDILLAS.
Un codicioso alumbra
Para que jueguen
Dos taures á un juego
Que entrambos pierden;
Y al fin se ha visto
Que el alumbrante queda
También perdido.
En uno y otro mundo
Rebulle Marte,
Y á un mismo tiempo junta
Guerras y paces :
No es maravilla
Que acullá se acaricie
Y aqaí se riña.
De un calabozo negro
Sale á la calle
Quien vivió entre las mismas
Obscuridades;
Y su conducta
En medio de las luces
Le tiene á obscuras.
A un palacio acomete
Voraz el fuego,
Y lo que más le abate
No es el incendio;
Que la codicia
En su buque ocasiona
Mayor la ruina.
A un pretendiente espera
Boda felice,
Que ya el hado le mira
Menos terrible;
Y más ahora,
Que la luna no veda
Cosa de bodas.
En la cárcel concluye
Cierto tunanta
Con todas sus jornadas
Y corretajes;
Pero ha logrado
Vivir casa de balde
Por muchos años.
Un hipócrita quiere
Subir al trono,
Y se queda en el aire
Con sus arrobos;
Sin que se dude
Que ha de bajar rodando
Si arriba sube.
Para cierto edificio
Ciertos maestros
Hacen plan y perfiles •
Y dan consejos;
Y es la desgracia,
Que lo hecho y lo dicho
Se queda en planta.
Al lamentable caso
De una tragedia
Sacristanes acuden
A echarle tierra;
Y el triste caso
Deja á muchos sopistas
Beneficiados.
Postas van, postas vienen,
Y quedan postas,
Y están las correrías
Muy silenciosas;
Mas poco á poco
Se divulga la idea
Del gran negocio.
Dos aspiran á un cargo
Con vigilancia ;
Uno ligero vuela,
Y el otro nada;
Pero á su anhelo
Le contribuyen poco
Dos elementos.
La cautela y la furia
Sólo te animan ;
¡Qué loco que te tiene,
Fabio, tu envidia 1
¿ De qué te sirve
Vivir, si tú no sabes
Lo que te vives ?
Ya , Señor, llegó el tiempo
De que otro mande;
Paciencia , que son cosas
Que Dios las hace;
Y ahora cuidado.
Que en soltando el manejo,
Se suelta el diablo.
¿ Para qué son embustes,
Fabio, ni dengues,
Si por trepar al mando
Ii08 vientos bebes?
I, PS.-XYUI,
SEGUIDILLAS.
Mas no te canses.
Que ya te han conocido
Todos el baile.
Unos amigos falsos
Urden y tejen
Traiciones contra el mismo
De quien depeiiden;
Y sus maldades
Se descubren sin duda
Por ser cobardes.
Guarde usted su hermosura
De una desgracia,
Que vienen las viruelas
Borrando caras;
Cuidado, Filis ;
Que ser fea es lo mismo
Como morirse.
En fin , llegó la hora
De dar de bruces,
Claudio, con tus embudos
Y tus embustes;
Ya se acabaron
Los convites, los trenes
Y los saraos.
Nadie de los que sirven
Se queje ahora,
Pues anda, con el jiremio,
La paga pronta;
No faltan quejas,
Pero son por costumbre
Y aun por soberbia.
Pasquinistas, alerta,
Abrir el ojo,
Que la horca se engulle
A un sedicioso;
Ojalá tomen
De él escarmiento tantos
Murmuradores.
Con las levas y quintas
Que se disponen
Se asustan los honrados
Y los bribones;
Pero no teman
Que muerdan el cartucho
Quintas y levas.
Un estafador tonto
Y un lisonjero
En la trampa han caido
De medio á medio ;
Y sus infamias
Se dirán por las calles
Acostumbradas.
A empujones y muerdos
Se crucifican
Un corvata, una gola
Y una golilla ;
Y la pendencia
Durará hasta que el uno
De los tres muera.
Las paredes se arruinan
De ciertas casas,
Y una queda de honores
Más arruinada;
Esta se estrella,
Y las otras se ensalzan
Con cuatro piedras.
En el mar combatidas
Vagan las naves,
Y es porque están los vientos
De muy mal aire ;
Pero en la tierra.
Porque algunas perecen,
Tocan á fiesta.
Gracias á Dios de Anfriso,
Que de su abuelo
Adelantadas logra
Honras y premios ;
Pues sus acciones,
Más que premio, merecen
Castigo enorme.
Veinte y seis almanaques,
Con éste, llevo;
él
Pocos años me quedan
De almanaquero ;
Porque la vida
Se va desmoronando
De dia en di a.
Mas, lector, no te aburras
Porque yo falte.
Que hay muchos que te adulen
Con disparates ;
Que en todas eras
Se recoge de tontos
Larga cosecha.
SEGUIDILLAS.
Fabio, pues viento solo
Son las palabras.
No fabriques en ellas
Tus esperanzas ;
Pues es preciso
Que hayan de dar en tierra
Tus edificios.
Médicos y letrados,
Antandra hcimosa.
Mucho te galantean.
Dios te socorra ;
¡ Ay pobrccita.
En qué riesgo que tienes
Hacienda y vida!
Con lo que uno confirma.
Mil se conforman,
Y dan gracias que tome
Lo que les toma ;
Y en la obediencia
El resguai-do aseguran
De lo que queda.
Sobre un gran negociado
Postas se toman,
Y unos van por apuesta,
Y otros á posta ;
Y este negocio
Al fin de la carrera
Correrá todo.
Viento en popa caminan
A los alivios
Todas las esperanzan
y los designios ;
Y en breve salen
A ser bienes modernos
Antiguos males.
Anda, beldad hermosa,
Tras de tu vida
La traición con el nombre
De medicina ;
Huye consejos.
Que las palabras llevan
Todo el veneno.
No te cojan, Anarda,
Falsas promesas,
Mira que el avariento
Nada respeta ;
Y su avaricia
Arrollar quiere á un tiempo
Tu honor y vida.
Con los brazos cruzados
Marte descansa.
Mientras los suyos juega
Belona sabia;
Pero no puede.
Porque son sus contrarios
Muchos y fuertes.
Tenga usted, señor mundo,
Cuanto usted tiene,
Para teñir soberbios
Y pretendientes ;
Ruede la bola.
Que á mi sólo me tañe
Lo que me toca.
Un cobarde á un valiente
Los premios quita.
Porque el cobarde tuvo
82
DON DIEGO DE TORRES T VILLARROEL.
Buen coronista ;
Que los papeles
De infinitos cobardea
Hacen valientes.
Por un chisme, que á un docto
Buscó la oreja,
Opiniones bien claras
Dudosas quedan;
Y es la desdicha
Que esta el docto de parte
De la mentira.
Galas, joyas, libreas
Y coches ricos,
Todo luce en la boda
Del bello Anñ-iso ;
Mas brevemente
Por un luto la pompa
Se desvanece.
Todavía aquel preso
De algunos años
Vive entre los cerrojos
Y los candados ;
Pero en su causa ,
Aunque todos la dicen,
Ninguno habla.
Regalos, reverencias
Y sumisiones,
Oran valimiento tienen
En toda corte ;
Y estos ardides
Siempre hicieron dichosoa
Los infelices.
Cabildos, consistorios,
Claustros, concejos
Hacen muy desunidos
Ayuntamientos ;
Pero se observan
En las separaciones
Las obediencias.
El tiempo de la vida
Me empuja á coces,
Y al sepulcro me arrean
Sus fieros golpes ;
Pero entre tanto.
De mi , de él y del mundo
Me estoy zumbando.
Venga el tiempo y la muerte
Cuando ellos quieran.
Que yo mondo y lirondo
Voy á la tierra ;
Y voy riendo
Del chasco que se maman
Mis herederos.
SEGUIDILLAS.
Antes te coronabas
De flores, Filis ;
Ya la pálida nieve
Tus sienes ciñe;
Y es la desdicha.
Que á un tiempo se te acaban
Belleza y vida.
Huye de inciensos, Fabio;
Mira que en ellos,
Aun son más los bochornos
Que los inciensos ;
Dichoso el que antes
Conoce en estos humos
Los claros males.
En traje de beata
Vive la envidia,
Y por milagros pasan
Sus tiranías ;
Y es porque hay necios
Que penetrar no saben
De ropa adentro.
Ya le cogiú la murria
A un arbitrista,
Porque el crisol , por oro,
Le dio cenizas ;
Y aquestos polvos
Lo atollan en un sucio
Perverso lodo.
Preso llora el más libre
De los esclavos,
Y conforma infortunios
Con los aplausos ;
Mas siempre exceden
Los pesares y penas
A los placeres.
Un anciano que es honra
De nuestra España,
De sus graves cuidados
Feliz descansa ;
Dejando á un tiempo
Gustosos y admii'ados
Los extranjeros.
Revoluciones andan
En un palacio,
Porque un duende lo vuelve
De arriba abajo ;
Y la malicia
También lo vuelve todo
Patas arriba.
Sus banderas bizarras
Marte enarbola,
Y á tomar sus fusiles
Gente convoca ;
Mas todo para
En conferencias, vocea,
Y en amenazas.
Por malo te visitan
Muchos dotores;
iQué caro ha de costarte!
¡ Ay pobre , pobre 1
Yo no te entiendo.
Infeliz, pues aburres
Vida y dinero.
Un escolar que hace
De escrupuloso,
Busca el triste el infierno
A lo devoto ;
Porque el malvado
Hurta, miente y engaña
De cabo á rabo.
Del polvo de la tierra
Un edificio
A ser casa se sube,
Y es obelisco ;
Mas con la misma
Prontitud que es su entrada,
Es su caida.
A remedar las ciencias
Y facultades.
Unos van y otros vienen
De varias partes ;
Nada hacen nuevo,
Que remiendos son todos
Y más remiendos.
Los cabellos se tira
Cierta madama.
Porque perdió la idea
De sus venganzas ;
Y muchos dias,
Calva y con el coraje
Llora sus cuitas.
Hombres hay en un reino,
Y en otro hombres ,
Pero todos sujetos
A sus errores ;
No nos cansemos,
Que acá son ciertos solos
Los desconciertos.
Unos doctos, actores
De los delitos.
Cargan á la inocencia
Con los castigos ;
Mas con el tiempo
Volverán los azotes
Tras de los reos.
Con la vela y el remo
La nave gira,
Y en el puerto descansa
De sus fatigas,
Y feliz cobra
En salvas y festejos
Sus ansias todas.
Echa plantas y planta»
Un ingeniero,
Mas sus plantas no sirven,
Ni sus modelos ;
Porque se ha visto
Que son más los plantones
Que los plantíos.
¡ Qué presto dio de bruces
El que corria
Sin miedo á los tropiezos
Ni á las caldas 1
Pero ¡qué presto
Otro corre que corre
Sin escarmiento I
Una corte risueña
Las cortes hace
A la corte que Anarda
Celosa aplaude;
Y es un contrato
Quien produce en las corte»
Gustos tan altos.
Por entrar al pillaje
Anda muy lista
Con sus adulaciones
La hipocresía ;
Mas no halla logro.
Pues dio con quien se ríe
De sus arrobos.
Hipócritas, bufones
Y petardistas
Se meten donde tienen
Mala salida ;
Algunos salen,
Pero los más se quedan
En los zarzales.
Gabinetes y estrados
Pisan los gremios,
Y no es lo malo el piso,
Sino el asiento ;
Porque se temen
Que si el banco retiran,
Por tierra queden.
De hora en hora la muerte
Me va atrapando,
Y en cada año la pongo
Para no errarlo ;
Y es muy seguro
Acertar, sin que tenga
Remedio alguno.
Y ha de haber muchos tontos,
Cuando yo muera.
Que adivinanza llamen
La que fué treta ;
Y darán gritos,
Sin querer acordarse
De lo mentido.
PASMAROTAS (1),
El mundo, que há tiempo
Que es chocho y caduco.
Después de sus años
Quiere echarse al mundo.
li) El itftrT^iR TonRF.s dirt este extraño
tiombre de Pasmaroias á Viirias de sus le-
trillas satíricas. I'ublicamns las más de rilas
A pi'sar de la desmeilida vulpridad de sa
cslili). Tienen cierto iiitiTCS literario por el
desi'iifado extraorilinario con que estS ma-
nejado el idioma, y ademas interés hihtorico,
pMr(|ue, así como otros versos popuíares da
'loRiiKs, e:-t n sembradas de alusioucs pih
liticas de acuella época.
Paciencia, qve es hco
Y hace mil absurdos.
El es un fantasma
Tan cruel é injusto,
Que por leyes pone
Sus torpes abusos.
De paz diz que viene,
Cuando loco iluso,
Trae en revoltina
Vivos y difuntos.
De paz diz que viene,
Después que nos trujo
Desde los Barberas
Hasta los Panduros,
1 Qué traza de paces ,
Si sembrando insultos,
Alza alli un corrillo,
Hace acá un tumulto I
¡ Qué traza de paces ,
Si en todos concursos
El hacer derechos
Encarga á los zurdos!
1 Qué traza, si al rico
Repleto y ceñudo,
De gordas viandas
Le atesta el vandujo!
[ Qué traza , si al pobre
Hambriento y desnudo
De el buche le saca
Mordido el mendrugo!
¡ Qué traza , si al noble
Honrado y sesudo
Lo rinde y sujeta
Al vil y al palurdo!
¡ Qué traza, si al blanco
Lo aturde á estornudos,
Y gasta en Angola
Los Cándidos cultos!
Para jueces rect s
T ministros justos
Su cosecha toda
Le quita al verdugo.
Para casta honrada
Escoge á los putos,
Y encarga á ladrones
Que descubran hurtos.
Para guapos anda
Tras de los cornudos,
Y para oradores
Busca los cazurros.
El planta las borlas
A los guedejudos,
Y para maestros
Encaja á los burros.
No falta quien dice
Que es cuerdo y astuto.
Mas, por más que digan,
Aqueste es el mundo.
Vaya, torne y vuelva
Mientras yo le sufro,
Y entre tanto sepa
Que también me zumbo.
Que aunque sé que tiene
Los bríos robustos,
Sus porradas todas
Ya dan muy en duro.
Y cuando yo caiga.
Que caeré presumo.
No de sus golpazos.
Sino de maduro.
Paciencia , que es loco
Y hace mil absurdos.
IL
El mundo gobierna
La suerte imperiosa ;
Bueno andará el mundo
Con ama tan loca.
Déjala! tú,
Xrwde la bola.
PASMAROTAS.
Aun lo caprichudo
Tiene de señora.
Que si ojos le faltan.
Antojos le sobran.
Revuelve los caldos
Y vuelca las ollas;
No hay casa con casa.
Ni cosa con cosa.
El que ves an-iba,
De peluca blonda,
Que hoy camina á Flándea,
Vino ayer de Angola.
De pelos presumen
Los calvos ahora,
Y el sermón de ayuno
Predican los gomias.
Donde hablan de paces
Las guerras se forjan,
Se esgrimen las garras,
Se tiran las gorras.
Su derecho á voces
Cada cual pregona',
Y cada derecho
Tiene mil corcovas.
Uno una bandera
Juzga que tremola,
Y es su camisón,
Lleno de palomas.
A Troya cercaron
Enemigas tropas;
Tardóse en ganar,
Mas ganóse Troya.
Muchos de la manta
Tiran, y ella es corta;
Eomperáse al fin.
Si Dios no lo estorba.
Nunca hubo en el siglo
Ceguera tan loca,
Pues de lazarillos
Los ciegos blasonan.
No halla los calzones
Blas entre su ropa,
El Blas es Marica,
La Menga machorra.
No topa con ellos,
Y con todos topa,
Porque se los puso
La señora novia.
Una rota dieron
Los de la tizona,
Y en Roma s^! habla
Mucho de la Rota,
La filosofía
Está hecha una boba,
Y la tienen con
El dedo en la boca.
Llaman asamblea,
Y son (si se nota)
Pocos l.'S doctores,
Y muchas las borlas.
Juegue la fortuna
Y ruede la bola ;
Que un oUon de migas
Me espera en mi choza.
Déjalo tú,
Y ruede la bola.
III.
Entre los de el juicio
Hay, sin controversia.
Cien arrobas menos
De lo que se piensa.
Óyelo tú,
Y siga la gresca.
Los puestos se ocupan,
Las plumas se emplean ,
Y sede vacante
Están las molleras.
Aquella golilla,
Que el compás les llevft|
Jamas ha tenido.
Ni pies, ni cabeza.-
Hombres de dos caras
Son los que se aprecian.
Porque semejantes
Son á la moneda.
Venus el cortijo
Lo turba é inquieta,
Y hay por Mariblanca
La marimorena.
Concurren las partea
De aquesta pendencia,
Y al son de las cajas,
Se dicen las quejas.
Causó una fregona
Toda la refriega ;
El Señor nos libre
De diablos con tetas.
Fué sobre la capa
La otra diferencia,
Y el que metió paz
Se quedó con ella.
Ya se abrió el mercado,
Y es tal la ceguera.
Que hasta las arañas
Despachan sus tolas.
No hay cosa que no
Se compre en la feria ;
El favor se vende,
La razón se venda.
Cuidado consigo
Los amigos tingan,
Porque vuelve Judas
A poner su tienda.
La tela de el juicio
También se varea,
Unos á pulgadas,
Los otros á piezas.
En otras edades
Fueron cali' juelas,
Y ahora se han vuelto
Plazas las conciencias.
Por coger la carne
Que está en la espetera,
El gato de gatos
Maya que revienta.
Ya cayó el patrón
De la barca lutnga,
Y en suegra y mujer
Le aguardan dos suegras.
Facción la nariz
Es de la prudencia,
Y más que la chata
Supo la aguileña.
Uno diz que tiene
Todo el mundo acuestas,
Y un tutilimundi
Es lo más que lleva.
¡Oh, edad fugitiva,
Cómo te me ausentas,
Que se van los años,
Y los daños quedanl
Óyelo tú,
Y siga la gresca.
t:i
IV.
Sin pizca de seso,
La loca fortuna
Por teatros corre,
Por palacios cruza.
Por mi, que se tienda.
Que baje ó que tuba.
Con su bola en ristre
Se mete en la bulla,
Y á los chicos birla
Y á los grandes burla.
A unos destronca,
A los más estruja,
Y aun á los que halaga
Deja sin ventur»,
Si
En el rio Negro,
De su saña injusta,
A unos ahoga,
A otros chapuza.
Ella, por su antojo,
T por huelga empuja
La tropa á desdichas,
A honores la chusma.
Al que con sus letras
Los reinos ilustra.
En vez de capelo.
Le da caperuza.
Al que con sus armas
De enemigos triunfa.
De otros enemigos
Peores circunda.
Al que al pié de el palo
"Vio su sepultura ,
Con sus mi.smos hombros
Al dosel lo aupa.
Al que con inciensos
Bañó su figura,
Con un cuerno ahora
Su nariz perfuma.
Al que manejaba
Arado y coj'uudas.
Loriga le pone ,
Bastones empuña.
Al que allá en los cuernos
Puso de la luna,
En los de un marido
Lo vuelca y bazuca.
Al que (.n gabinetes
Fué Ñuño Ilasura,
A santo, por fuerza,
Lo mete en las grutas.
A la señorita
Que manda y que triunfa.
La cierra la tamba
Y la abre la tumba.
Hace á doña Blanca,
De estéril, fecunda,
Mas la prole toda
Se le volvió amusca.
La dama que andaba
Por Antón tan mustia ,
En Antón la mete
Y por Antón suda.
A un par de tinosos
Por Pepas y pupas.
Cairel pone al uno,
Y al otro peluca.
Sobre todo truena
Su saña caduca,
Y á raro no coge
Su furiosa lluvia.
Dispare los rayos
Que quiera su furia ;
Que á bien que en mi choza
Me meto si chuza.
Por mi, (jue se tietida,
Que baje ó que suba.
DON DIEGO DE TORRES Y VILLARROEt.
V.
A nadie en el mundo
Su alguacil le falta,
Y no hay parte en parte
Sin parte contraria,
ISábvLu tú,
Y cm'ra la zambra.
Engéndranse moscas,
Tejen las arañas,
Nacen los ratonts
Y paren las gatas.
Agua y sal navega
La opulenta barca,
Y en el mar se vuelve
Todo sal y agua.
En el mar al viento
Quieren poner tasa,
Como si el mar fuera
Pellejo de gaita.
A pescar curatos
Fué la estudiantada ;
Si fueron por peras.
Traerán calabazas.
Cuidado, que hay perros
De tan fiera casta,
Que al principio muerden,
Y á la postre ladran.
Está morriñosa
Toda la manada ;
El hambre es el lobo,
Si es que lobos faltan.
Culpa el pastor tuvo
De aquesta desgracia,
Y á los rabadanes
Les echó las cabras.
Peces de rapiña
Vuelan lo que nadan ;
Uno hay en el charco,
Y á f e que no es rana.
El que entró á ser mico
Aj-er en la sala ,
El teatro todo
Volvió en mogiganga.
La matraca suena,
Y los legos andan.
Unos con estoques,
Y otros con estacas.
Un diablo cojuelo
Es quien toca al arma;
En sabiendo el chasco,
Les dará matraca.
Los que en el festejo
Carátulas gastan.
Son tenidos por
Hombres de dos caras.
^La riña se enciende,
Las luces se apagan,
Discurren á tientas
Y salen á gatas.
¡ Oh, qué lindas piezas
Salen á campaña I
Y en un gabinete
Es donde disparan.
El que más confia
En volver con lana,
En cueros se vuelve
De esta encamisada.
Casqúense los cascos
Con las testaradas.
Cada dia quiero
Mas á mi calvarla.
Palacios habiten
Los que en otros mandan ;
Que no habrá palacio
Como mi tinaja.
Sábelo tú,
1 corra la zambra.
VL
Te ensanchas de cuerdo,
Amigo don Zoilo,
Porque allá en tus bragas
Lo murmuras todo.
Pues todos so)HOS locos,
Los unos y los otros.
Pues yo también quiero
Decirte á lo tonto
Lo que yo me he visto
Por mis mismos ojos.
¿ Ves aquel que cruza
Calles y contornos
En traje de oveja?
Pues ése es un lobo.
¿Ves al que gigante,
Y con tantos lomos,
Haciendo está de hombre?
Pues ése es un mono,
I Ves al que maestro,
Con borlas de docto.
Se precia de Tulio?
Pues es un cotorro.
¿Ves aquel que gacho
Y fuera de el coto,
Mansedumbre afecta?
Pues ése es un toro.
¿Ves aquel que hace,
De erguido y de sobrio,
Reverencias tantas ?
Pues ése es un zorro.
¿Ves al que presenta
Narigón de á folio,
Por signo discreto?
Pues ése es un romo.
¿Ves al que severo.
Sesudo y juicioso,
Las suertes reparte ?
Pues ése está rorro.
¿Ves al que relumbra
Con galones de oro?
Pues son las escorias
De el cobre y de el plomo.
¿Ves á aquel que firma
Don Carlos Osorio?
Pues es de el calvario
Caballero tronzo.
¿Ves á aquel rapado
Que parece mozo.'
Pues tiene más meses
Que diez abolorios.
¿Ves á aquel que presta,
Haciendo el piadoso?
Pues un usurero
Es hasta los codos.
¿Ves á aquel que abraza
A unos y á otros?
Pues ése es un puro
Asesino á fondo.
¿Ves al penitc nte
Humilde y pilongo?
Pues la hipocresía
Es toda en un tomo.
¿Ves los dos que salen
Tan tiesos de el coro?
Pues uno es un burro,
Y el otro es un borro.
¿Ves aquel que gasta
Tanto requilorio?
Pues, para servirte,
Tercerote mondo.
Mi sentir te he dicho
En aqueste tono.
Porque no presumas
Que lo sabes todo.
Pues todos somos locos,
Los unos y los otros.
VIL
Aunque escribo á bulto,
Sin objeto fijo,
Escucha, que ahora
Quiero hablar contigo.
Óyelo tú.
Que á ti te lo digo.
Claro y sin rebozo
Diré lo que he visto.
Pues soy de tu vida
Un viejo testigo.
Yo te vi no há mucho
Con la hortera al cinto.
De puertas en puertas
Aullando bodigos.
Y vi que tus bragas
Sacaban al frió,
De tu nalgatorio
Tarazones vivos.
Y ahora te veo
Poderoso y rico,
Sin saber de dónde
Tanto bien te vino.
Aunque ahora me acuerdo
Que entonces se dijo
Que sin ver las Indias,
Lo encontraste en Quito.
Yo te vi en campaña
Petimetre y lindo,
Dando mil revueltas
Por dar un tornillo.
Y después rodeado
De ajenos servicios,
Dieron las mentiras
Honras al delito.
Yo te vi en escuelas
Con bárbaro estilo,
En bárbara haciendo
Muchos barbarismos.
Y entonces hubiera
Cualquier bonetillo
En tu cabezorra
Mirádose indigno.
Y porque te acoge
Un diablo de asilo,
Mitras y capelos
Te parecen chicos.
En una mazmorra
Yo te vi captivo,
Y que por Diciembre
Te cantaban grillos.
Y ahora le canta
A tu despotismo
Música ambiciosa,
Dulces villancicos.
Yo de vejiguero
Te vi revestido,
Y el caga-la-olla
Fuiste de el campillo.
Guiabas la danza
Con tambor y pito,
Y á señor te has puesto
De golpe y zumbido.
Yo te vi en la cuerda
Hacer de arlequino,
Y ganar la vida
A corcovo y brinco.
Mira que se arrmnan
Estos edificios,
Que estriban sus altos
En ruines principios,
Y que tu soberbia
Ha de dar de hocicos;
Que asi te lo advierto
Y lo pronostico.
Óyelo tú,
Que á ti te lo digo.
VIII.
La camacha aquella,
Diabla de montilla.
Vuelve más maestra
A abrir su oficina.
Riete tú ,
T que ande la trisca.
Gramática parda
Sabe la maldita,
Y escribir pudiera
La pardomancia.
Semblantes adoba
Y figuras guisa,
Que es para los ojos
Arte de cocina.
Por sus recetarios
De nigromancía,
A unos remienda,
Con lo que á otros quita.
Ojos de repuesto
Tiene en su botica,
De los que le sobran
A toda vecina.
PASMAROTAS.
Guiado de im palo,
Un quídam se arrima,
Que se hallaba ciego
Por falta de vista.
Cien ojos le puso
En la frente misma,
Y ni uno, de ciento,
Le sobra, á fe mia.
A dos mil soplones
Que andan en gavilla
Los capó de orejas
Nuestra Celestina.
Kepartiulas entre
Los de vara en cinta ;
Una oreja sólo
Cada cual tenía.
De Platón los sesos
La sabia Merlina
Tiene reservados
Para medicinas.
Untóse con ellos
La soberanía :
De aquí empezó el juicio
A ser estadista.
Tantos saltimbanquis
Como se fatigan,
Llegarán muy tarde
Si van tan aprisa.
En la procesión
Que esta diabla mira,
Mucho se cojea.
Poco se camina.
De tanta cojera
La causa maligna
Buscan al zancajo,
Y está más arriba.
Las uñas le cortan
Esta vez á un quídam.
Que arpista parece,
Y no es sino arpía.
Aun le quedan garras.
Porque su malicia
Entre cuero y carne
Las tiene escondidas.
Si están de colmillos
Calvas las encías.
Presto habrá melenas
A la jabalina.
Bien la vejancona
Los miembros imita ;
Que no ha de haber sólo
Pelucas postizas.
Riete tú ,
Y que ande la trisca.
85
IX.
Ya suena y resuena
El tambor y adufe ;
De gorja está el mundo,
Quiera Dios que dure.
Lo que no me toca,
Qve suene y retumbe.
A la feria llama,
Y á la feria acude,
De raro gentío
Bara miíchedumbre.
Llénanse los valles,
Los montes se cubren ;
Allí se levantan ,
Acullá se hunden.
Vienen á racimos
Y chorreando azumbres,
Muy abigarrados
Los señores chutres.
Con sus macaiTones
Repletas sus ubres,
Panduros rechinan
Y barbetas crujen.
Sayos enterizos.
Bigotes albures,
Ladrando á manadas,
Jurando se escurren.
Con botas en ristre.
Bufando de duques,
Vienen derretidos
Los de los menjunjes.
En paños menores
Los gallegos cutres
Llegan , que así llegan ,
Por más que madruguen.
Fritos en gazpacho
Vienen andaluces.
Metiéndose en jijos,
En jajes y jujes.
Con sus migas de ajo,
Hervldose los buches.
Los azafraneros
Por allí rebullen.
Toda bahorrina
La campaña encubre,
Mucho cachivache.
Mucho zurribui-re.
Las plazas se llenan,
Y van por las cumbres,
Chalanes ahondo,
A pote taúres.
De todo se vende.
Lo bajo y lo ilustre.
Bastones, plumajes.
Gorras y capuces.
Por todo y en todo
Se cambia y reduce,
Y de la justicia
No se ve un vislumbre.
Corre por las filas
Un don Peranzules,
Que trueca, que cobra.
Que vende y que gruñe.
Por los muradales
Trueca los perfumes,
Y las bibliotecas
Las vende á los jurdes.
De los cortesanos
Cobra esclavitudes,
Y con los alegres
Cambia pesadumbres.
Prosiga la feria.
Dure lo que dure;
Que si yo allá fuere ,
A mí que me emplumen.
Lo que no me toca ,
Que suene y retumbe.
Albricias, que el mundo
Sin duda está cuerdo.
Pues da con justicia
Castigos y premios.
Vaya usted á otro perro
Con a que se hueso.
Humildes ensalza.
Abate soberbios,
Liberales premia ,
Castiga avarientos.
Socorre las viudas
Y guia á los cieg.is.
Los huérfanos cria,
Y reuiedia enfermos.
Limosna da al pobre,
Al triste consuelo.
Captivos desata,
Y redime presos.
Ahorca asesinos,
Azota rateros.
Empluma alcahuetas
Y empala adulterios.
Mancebas recoge.
Encierra mancebos,
Niños adoctrina,
Y respeta viejos,
86
Ya las injusticias
Están por el suelo,
Y Dios sea bendito,
Porque ya era tiempo.
Ya los sabios tienen
Ventura y respeto,
Y el ocioso vano
Desgracia y desprecio.
Ya no tiene fuerza
Alguna el dinero,
Y el mérito sólo
Consigue los puestos.
Ya nadie pondera
Delitos ajenos,
Y todos conocen
Sus menores hierros.
Nadie se maltrata
Por lograr ascensos,
En su estado todos
Están muy contentos.
No hay interesados,
Ni avaros logreros;
Sólo se procura
El bien de los pueblos.
No corre ti engaño.
La mentira menos,
Y así no hay motivos
Para sentimientos.
Hay paz octaviana
En todo congreso,
Porque todo el mundo
Castiga 8U genio.
Ya en los pleitos nada
Compone el empeño;
Todo va arreglado
A ley y derecho.
Ya no hay robo alguno
En cortes ni puertos ;
Que todos son fieles ,
Hasta los venteros.
Ya son en la tierra
Puros los contentos,
Y así tiene el mundo
Bemedos de cielo.
DON DIEGO DE TORRES Y YILLARROEL.
Todo es muy posible,
Así lo concedo;
Mas perdone el mundo,
Que yo no lo creo.
Vaya usted á otro perro
Con agüese hueso.
XI,
De guijarros traigo
Lleno mi bonete;
El que esté sin gorra
Que guarde sus sienes.
Y allí va ese morro,
Y dé donde diere.
En pedrea acaba
Lo que fué juguete;
Que acaban las burlas
Las más de esta suerte.
El que tira, tire,
Que he de defenderme ,
O ya con la honda,
O ya á mantiniente.
Allá va un cascote y
Y pegue ú no pegue ,
Asesto mi tiro
Al del sayo verde.
Que es un mercachifle,
Que hurta cuanto vende,
Y á todos encaja
El gato por liebre.
Vaya otro morrillo,
Y acierte ó no acierte,
Hago puntería
A don Turuleque.
Que es oñcialazo
Y soplón solemne ,
Ya de sacabuche,
Ya de saca-mete.
Esta peladilla
Va para don Pierres,
Aquel rompe-esquinas,
Aquel mata-siete,
Que al honor de Baco
Hace muchas veces
Muchas reverencias.
Con muchos traspieses.
Un nuégado vaya
Al señor don Lésmes,
Gorra perdurable.
Petardo perene.
Sarna y salpullido.
Que á pan y manteles.
En la mesa es gomia,
Y en la casa duende.
Vaya un ladrillazo
Al jaque escribiente.
Que en las honras haca
Rasgones de á geme.
Hombre que por pluma
Esgrime un machete,
Y en piojos y envidia
Berbenea y hierve.
Otro ripio vaya
Al gritón rebelde,
Que asusta á chiflidos
El vulgo y la plebe.
Político burdo.
Si no mequetrefe,
Blasfemo arrogante
Con humo elocuente.
Y por fin va un ñisca,
Que disparo adreda
Al sacristanazo
Que me gorjeó el réquiem.
Que ello ya está visto.
Que andaremos siempre
A pícame , Pedro,
Y yo picaréte.
Pero vengan rollos,
Como yo me quede
Con honda y pedrusco,
Por lo que viniere.
Y allá va ese morro,
Y dé donde diere.
WIS DE hA& POESÍAS DB DON DISUO DB lOBRES X yiLLARROBL.
JORGE PITILLAS.
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CRÍTICOS.
(Como complemento de las curiosas noticias contenidas en el siguiente apunte
autógrafo de Gallardo, véase lo que acerca de Jorge Pitillas decimos en el
Bosquejo Ustórico-crUíco de la poesía castellana en el siglo xviii.)
I.
APUNTE AUTÓGRAFO
DE DON BARTOLOMÉ JOSÉ GALLARDO.
HERVÁS (licenciado don José Gerardo de), il^'H.— Seudónimos de Hervás : don Hugo Herrera
DE Jaspedós ; Jorge Pitillas.
De la vida de este ingenioso y elegante escritor se sabe muy poco, y eso poco y su muerte
consta por el testimonio de un amigo suyo, en carta de un anónimo, no sé qué reverendo de
grandes campanillas, de que existe copia entre los manuscritos de la Biblioteca Real de Ma-
drid (T-108).
El autor de la carta, presumo yo que ha de ser don Juan Martínez Salafranca; las señas que se
dan de él son : que estaba empleado en un hospital; que tiene una tahona en la calle del Barco;
Ítem, que era administrador del liospital déla nación francesa en Madrid.
Como quiera, la carta es curiosa; copio de ella, no ya sólo lo relativo á nuestro Hervás, sino
lo tocante al autor de la carta y á varias personas ilustres de la Biblioteca Real , donde sirvió Sa-
lafranca.— Carta canta :
uMadrid, 26 de Abril de 1745. — Mon trés-R. P., etc. Vuestra reverencia tuviera mucha razón de quejnrse...
Según vuestra reveiencia me da á entender, no recibió la caria en que le avisaba la muerte de mi querida ma-
dre, que murió el día \a de Junio de 1742...
Pocos dias después murió un grande amigo mió, abogado, á quien usted trató algunas veces, que se llamaba
don Josef Hervás; vestía hábitos largos y hablaba un poco francés...
Don Juan de triarte há cerca de dos años que es oficial de la secretaria de Estado, con retención de su em-
pleo de bibliotecario, y es también de la Academia de la Lengua Española. Está muy ocupado con sus empleos,
muy gordo y muy rico, poro sin desconocer á sus amigos...
Su hermano há mucho tiempo que no escribe; pero se sabe que tiene un buen corregimiento en Indias, de
donde, si vuelve, vendrá bien acomodado...
Don Blas Antonio Nasarre estuvo á principios del año pasado enfermo de mucho pf^ligro; pero ya está resti-
tuido á su robustez, y aprecia mucho á vuestra reverencia , de quien hacemos muy frecuente memoria en nues-
tras conversaciones.»
88 JORGE PITILLAS.
En el mismo códice de la Biblioteca Real está original la sátira de Jorge Pitillas , con esta
nota :
19. «Apunto en un papeJ que pesa el plomo,
Que en Groelandia las zorras son malditas.
Según refiere Wanderlarclik el Romo;
20. «Con oirás mil noticias exquisitas,
Que pudieran muy bien, según su casta,
Aumentar las Memorias eruditas.
lEstos dos tercetos se concibieron y escribieron primeramente asi, y después se reformaron,
según se lee en el cuerpo de la sátira (1), por las supervenientes atenciones de amistad y comer-
cio estrecho entre Pitillas y el autor de las Memorias eruditas, y porque, ante todas cosas, es
justo respetar illud amicitice sanctum ac venerabile nomen.—Madrid y Mayo8deilU.r>—{KuhTi-
caáo.)»
i
Quizá del autor mismo de la sátira.
Y á continuación de esos tercetos, estampa otro el autor, en que confirma la especie, que toca
Salafranca en su carta , de la afición de Hervás á la lengua francesa , á saber :
Hablo francés aquello que me basta
Para que no me entiendan, ni yo entienda,
Y fermentar la castellana pasta.
Me inducen á creer que esta carta sea de Salafranca, varias especies de otras cartas del mismo
al erudito don José de Ceballos, escritas posteriormente, retirado y aburrido en Villel , su patria,
pueblo de Aragón.
En una, fecha en Febrero de 1750, contándole su vida y trabiíjos, le dice : « Estudio la medici-
»na, primero, con el doctor Babia, clérigo y médico de profesión; después, con los padres jesui-
»tas, las artes matemáticas, y los idiomas griego y hebreo, y otros, en mi cuarto; todo esto sin
»faltar mañana ni tarde (sin pretender cosa alguna) á la librería del Rey.»
En carta del mismo al mismo, fecha en i 6 de Octubre, le dice : tEl papel de la Derrota {¿de los
■» Alanos, por el padre Isla?) le presté á un amigo, y sabiéndolo un comisario del Santo Oficio,
»envió por él, y aunque tengo licencia de leer lo prohibido, se le remití.
»E1 de Rivera ( ? ) también llegó por el correo. Es pluma de mejor aire y gala, y
»de genio capaz de mayores empresas. Ya habrá reparado usted que descubre el misterio que yo
•observé en el Diario (de los Literatos), para que quedase oculto nuestro famoso correspondiente
»don Hugo de Herrera ; cuya critica , por su gran delicadeza, y por la fertilidad de las sales con que
>supo disfrazar una oportuna y lien seguida ironía, se hizo preciso que la conservásemos oculta
>por entonces, para que la envidia y la ignorancia no tuviesen objeto en que cebarse.
iFuera de que don Hugo no quiso tampoco exponer su persona á los insultos que nosotros (los
«redactores del Diario de los Literatos) padecimos; ni era justo hacerlo, en atención á su carácter
jé instituto. Y vea usted aquí cómo se nos vino á la mano la ocasión de satisfacer su curiosidad
len este asunto...
»De Soto-Marne (2), lo dicho dicho. Para escribir contra Feijóo, es menester otro Feijóo; y de
Ȏstos entran muy pocos en libra...
»E1 padre confesor del Rey, ni me favorecía, ni me favorecerá, porque no soy de los chilla-
idores...»
En otra de 24 de Mayo 1752, le dice : « El reverendísimo padre Burriel está en Toledo, traba-
» jando en la librería de la santa iglesia. Ha encontrado escritos admirables, pero le faltan copian-
»tes proporcionados.»
(1) Enmendados corren así, impresos la primera vez, y aüpRo de noticias an almario,
en 1741, en el séptimo y último tomo del Diario de los tm¡^£7mZS)¡ier^^^^^^^ '''''*
Literatos de España, de que era uno de los redactores
Salafranca: (2) Fray Francisco de Soto y Marne, uno de los
Apunto en un papel , que pesa el plomo, vigorosos mpugnadores de Feijóo.
Que Dioscórides fué grande herbolario,
Según refiere Wandenlarclik el homo.
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CRÍTICOS. 89
A ostas noticias tan originales, agregamos las que nos da el bibliotecario Pellicer, en nombre
de su hijo Casiano, en la Historia del histrionismo en España, publicada el año de 1804. En el ar-
ticulo de Petronila Jibaja (a) la Portuguesa, dice de nuestro don José Gerardo lo siguiente :
«Uno de los amartelados admiradores de esta célebre actriz fué don José Gerardo de Hervás.
íEste Hervás es aquel Jorge Pitillas, y aquel otro don Hugo Herrera de Jaspedós, que disfra-
zado con estos nombres, publicó en el Diario de los Literatos de España, la Sátira contra los ma-
los escritores y el Extracto del poema de San Antonio Abad, por don Pedro Occjo; en que ma-
nifestó tanto caudal de ingenio festivo, de ironía delicada y de estilo castizo castellano.»
Este ingenio, pues, malogrado, que murió en la flor de su edad, el ano de 1742, escribió, el
de 1756, una carta á la Jibaja, que se copiará aquí de su original (Biblioteca Real, estante M, có-
dice 41), para acreditar el mérito singular de esta comedianta, y por confirmar el sazonado in-
genio del autor...
El epígrafe dice así :
a Carta á la célebre comedianta Petronila Jibaja, llamada comunmente la Portuguesa , en oca-
sión de haber convalecido de una peligrosa enfermedad.»
La fecha de la carta es en Portillo y Abril 29 de 1736... Don Hugo Herrera de Jaspedós.
Véase si don José Gerardo nos quiso engañar con la verdad, fingiendo que escribía desde Por-
tillo, que quizá sería su verdadera patria, la cual se ignora, al menos por mí.
Don Hugo Herrera de Jaspedós es anagrama de don Josef Gerardo de Hervás. t>
Véase sí esta comedianta es aquella que, escapada á Portugal, dio luego un manifiesto, escrito
con indecible gracejo, y en estilo que me hace sospechar que su autor era muy digno de serlo
del ingenioso Gil Blas.
A este apunte de Gallardo debemos añadir que, ademas de la célebre sátira sobre los malos
escritores, y de la carta satírica , llena de agudeza, en que se burló del extravagante poema de don
Pedro Nolasco Ocejo, titulado El Sol de los anacoretas, San Antonio Abad, publicó Hervás, en
el Diario de los Literatos (tomo vn) , otra carta burlesca sobre el Rasgo épico, verídica epiphone-
ma, etc., del doctor don Joaquín Casses.
II.
DEL EXCELENTÍSIMO SEÑOR DON ANTONIO GIL DE ZARATE
(Manual de literatura. — Resumen liist''rico de la literatura española.)
Descuellan también en aquel triste período (la primera mitad del siglo xvm), y merecen citarse
con aprecio, dos composiciones notables, que son El Dcucallon , del Conde de Torrepalma, y la
sátira conocida con el nombre de Jorge Pitillas, cuyo autor se dice fué don José Hervás. Esta
última, sobre todo, merece ocupar uno de los primeros lugares entre nuestras composiciones del
género á que pertenece, siendo una pintura bellísima del estado en que se hallaban entonces las
letras españolas.
III.
DEL EXCELENTÍSIMO SEiÑOR DON FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.
(Anotaciones á la Poética.)
Muy superior á todas las publicadas en época precedente (alude á las sátiras literarias) es la que
se imprimió, en el siglo último, en el Diario de los literatos de España , encubriéndose su autor,
don José Gerardo de Hervás, bajo el fingido nombre de Jorge Pitillas. Supónese en ella el poeta
90 JORGE PITILLAS.
irritado al ver el estrago de la literatura, y animado del deseo de desahogar su bilis. En todo el
contexto de esta sátira reinan la viveza y la facilidad , y abundan la sal y el donaire. El poeta toma
para sus pinturas una brocha cargada de color fuerte, y la maneja luego con la mayor facilidad
y desenfado. Amenaza el poeta con censurar, señalándolos con sus propios nombres, á tanto mal
escritor, de la misma suerte que lo hicieron los mejores satíricos antiguos y modernos, con cuyo
ejemplo se apoya.
POESÍAS.
CARTA DE JORGE PITILLAS.'
ÉSCEITA Á LOS AUTORES DEL DIARIO DE LOS LI-
TERATOS DE ESPAÑA (tomo vil, página 192
hasta la 214 )(1).
Muy seSores míos : Una larga mansión en esa
corte, á dependencia de muchos ratos ociosos, me
dio la oportunidad de emplearlos más en la lectura
de todo lo que salia nuevamente á la luz pública; y
esta afición, hecha ya costumbre, la continúo con
ahinco aun en el retiro de mi casa, adonde há al-
gunos meses que me he restituido. Los repetidos
chascos que en el gusto y en la bolsa me ha acar-
reado esta imprudente curiosidad , me han puesto
de malísimo humor contra casi todos los escritores
de nuestro siglo , y en el ánimo de procurarme una
honesta venganza, que sea compatible con el cris-
tianismo y la racionalidad. De esta resolución re-
mito á ustedes una prueba en esa sátira, para que
vean un efecto práctico de mis adversas disposicio-
nes hádalos libros nuevos y sus autores , coadyu-
vadas de mi avanzada y achacosa edad , que me
constituye naturalmente regañón. Espero deber á
ustedes el favor de que la hagan lugar (el más hu-
milde) en uno de sus diarios, avisándome á su
(1) Esta carta, con la sitira que la acompDña, llegó i nuestras
manos en lo de Mayo del año 1741, con el artilicio y embozo con
que han llegado otras, cuyos autores quieren permanecer ocul-
tos. Por esto no podemos servir al público, ni aun con la sospe-
cha de quién pueda haber escrito uno y otro, bien que las tene-
mos muy fuertes para presumir que ni es fabrica de Barcelona,
r¡ tiene su autor el nombre jocoso que ha querido apropriarse.
Sea como fuere, la publicamos con gusto, así por la inraediala co-
Tlüxion que tiene con nuestro instituto, como porque estamos bas-
tantemente persuadidos á que recibirán una no común satisfac-
ción los inteligentes en este génerj de escritos, de que sin razón
hemos carecido en nuestro siglo. No tenemos que añadir á lo que
el autor de la sátira dice en su prólogo, en orden á su buena in-
tención y sinceridad , porque la creemos bastantemente probada,
y aun creemos que á corta reflexión se conoccrái que observó
rigurosamente todas las leyes de la caridad cristiana y política.
T ya que el mismo autor, en su citado prólogo, apnni los conven-
cimientos de que pudiera necesitar este punto , no hablamos nos-
otros en el, por lisonjear cuanto antes el buen gusto de nuestros
lectores. I'ara que éstese continúe, deseáramos que el público
fu£se del nuestro, y recibiese con aceptación la sátira que le ofre-
cemos, con cuya condición promete su autor enviarnos otras; y si
lo cumpliere, seremos igualmente puntuales, sin perder ocasión,
en publicirlas, como lo hacemos con ésta.
(Nota de ¡os autores del Diario.)
tiempo de lo que resulte de su publicación , para qna
junto su aviso de ustedes con las observaciones
que yo también haré por acá , me determinen sobro
el hacer igualmente públicas otras no pocas sátiras,
en todo parecidas á la adjunta, y para que ya que-
dan muchos materiales aparejados. ínterin, se-
pan ustedes que deseo servirles y que les soy su
muy apasionado ; porque aunque ustedes no son
tan buenos como yo quisiera, son, empero, los me-
nos malos y los que menos han ejercitado mi pa-
ciencia.
Nuestro Señor guarde á ustedes muchos años.
Barcelona y Abril 29 de 1741. — B. L.M. de uste-
des su afecto y seguro servidor, Jorge Pitillas.
Señores don Juan Martínez Salafranca y don
Leopoldo Jerónimo Puig.
SÁTIRA PRIMERA.
Contra los malos escritores de este siglo.
Por un anónimo, Jorge Pitillas,
Irasci nostro, non debes. Cerdo, libelle,
Ars íua, non vila , esl caí mine la-sa meo.
Innocuos perniille sales , cur Mere nobis
Hon liceat, licuit stjugiilare Ubi? (2)
Admonére ro/uimits, non morderé : prodesse,
non ledere : Coiisulere moribus honúnum, non
officere \7>].
i QUIEN LEYERE,
Tengo muy creído que la calidad y aun la cla-
ridad de este escrito causará extrañeza á todos, es-
cándalo á muchos, y mortificación á algunos. Cau-
sará precisamente extrañeza á todos, porque siendo
éste el único papel en su género que en nuestros
tiempos se ha dejado ver en España, es consi-
guiente que una cosa tan absolutamente nueva
sea recibida con maravilla universal. El escándalo
tendrá lugar en aquellos espíritus flacos que f*6
hororrizan de todo, y al solo título de sátira, con
gesto ponderado y continente de Catones, decla-
marán altamente contra la corrupción del siglo y
malicia de los hombres. Últimamente , eerá de no
(2) Martial, lib. iii, epigr. xcii
(3) Erasm.
SÁTIRA.
91
pequeña mortificación para los sujetos interesa-
dos y contra quienes se dirige, porque, á la ver-
dad, no hay cosa que más aflija á los hombres que
el verse asaltados por la parte que tienen más sen-
sible, esto es, por sus obras y producciones de su
entendimiento.
Pero contra estos siete vicios hay siete virtudes;
quiero decir que contra estas tres dolencias hay
tres antídotos, con que, supuesta la buena disposi-
ción del paciente, se puede justamente esperar su
restablecimiento.
La enfermedad de los primeros no es de cuidado,
como no se complique con otra más peligrosa ó la
acompañen algunos síntomas perjudiciales ; porque
en realidad, la extrañeza en este caso debe mirar-
se más como efecto de la novedad que como acha-
que ; y así , á éstos bastará recetarles la considera-
ción de que no sólo en lo físico se debe admitir la
renovación de especies, que ésta tiene también lu-
gar en otras materias, y que por eso el tiempo con
su vicisitud repite en el teatro del mundo la repre-
sentación de algunas cosas que estaban sepulta-
das en la ignorancia ó en el olvido.
Los segundos son de más difícil curativa, ó acaso
del todo incurables ; y esto no tanto por lo perni-
cioso de su dolencia , cuanto por sus malas dispo-
siciones, y lo poco que se ayudan para librarse de
ella. Ciertamente no encuentro en toda mi¡ botica
cosa que bien les cuadre. Pero, valga por lo que
valiere, hágoles presente que harto tiempo tienen
para aspavientos y hazañerías ; que procuren ante
todas cosas examinar seriamente este opúsculo, y
le verán rebosando buena fe é igual intención , y
sin que en todo él se descubra la menor seña de un
ánimo depravado y que gusta de ofender :
Qitod vilium procul abfore chartis,
Atque animo prius; ut si quid proniillere déme
Possum aliud , veré promillo.
Y últimamente , que no perjudica á la concien-
cia ni al Estado el que halla un libro no escrito á
BU gusto, y le es lícito enfadarse muy de veras de
BU mala lectura.
Los terceros, en su indisposición , tienen razón
que les sobra; y así, yo les tengo mucha lástima,
no sólo por la mortificación que los desazona, sino
también por el motivo que la produjo. Pero es pre-
ciso considerar (y sea más consuelo que receta)
que desde que hicieron públicos sus trabajos, me
dieron á mí y á todos un absoluto derecho de for-
mar el juicio que á cada uno le pareciese ; y de
aquí nace que en caso de declararse, conviene ha-
blar con ingenuidad; porque no por complacer-
les es cosa de abandonar el sentido común. Fuera
de que , lo que yo digo no es ninguna decisión
Rotal , ni el evangelio de san Marcos ; y así pueden
muy bien mantenerse en su amor proprio y ha-
cerse toda la merced que quisieren. Bien que me
temo que sean únicos en su dictamen, ó le siga
quien no le autorice ; sin que por esto presuma yo
de voto de calidad, sino porque es consecuencia
precisa de una notoria ineptitud.
Estas reflexiones, como naturalísimas, son con-
vincentes , y debieran aquietar enteramente á los
que son principal objeto de ellas; dudo, empero,
del buen efecto , por lo arraigado que está ea el
mundo el tiránico dc)minio de la preocupación y el
capricho. No obstante, me ha parecido inexcusa-
ble el proponerlas (omitiendo otras que la recta
razón influye), así para mi satisfacción y de los
indiferentes, como para mayor confusión de los
tercos, y darles á conocer que en ellos se verifica
con lastimosa propiedad lo de video mel lora, probo-
que , deteriora sequor.
Pero advierto que no aprecio tanto la compla-
cencia de divertirme y divertir á otros , que deje
de observar cuidadosamente las resultas serias que
pueda tener mi proyecto. Por eso va esta primera
sátira en figura de peregrino á sondear los ánimos.
Si de su publicación acaece que descubriéndose
algunos inconvenientes (que por no alcanzarlos
se bajean escapado á mi buena intención), se me
proponga un solo reparo racional ó algún califi-
cado resentimiento, desde luego cesaré muy gus-
toso en su prosecución. Pero si sólo se me reconvi-
niese con futilidades y necias quejas de hazañeros
ó de interesados, que respiran por la herida, corre
muy de mi cuenta el no hacerla de ellos, y conti-
nuaré en mi labor, produciendo á corta distancia
de tiempo otras diferentes sátiras del mismo cali-
bre y circunstancias que la presente, en que me
ría y nos riamos á costa de escritores chapuceros.
— Vale.
sí.tiba pbimera.
Liberius si
Dixero quid, si forte jocosius, hoc mihi jurts cum venia iahU.
No más, no más callar, ya no es posible ;
Allá voy, no me tengan ; fuera digo,
Que se desata mi maldita horrible.
No censures mi intento, oh Lelio amigo,
Pues sabes cuánto tiempo he contrastado
El fatal movimiento que ahora sigo.
Ya toda mi cordura se ha acabado,
Ya llegó la paciencia al postrer punto,
Y la atacada mina se ha volado.
Protesto que pues hablo en el asunto,
Ha de ir lo de antaiio y lo de hogaño,
Y he de echar el repollo todo junto.
Las piedras, que mil dias há que apaño.
He de tirar sin miedo, aunque con tiento.
Por vengar el común y el propio daño.
Baste ya de un indigno sufrimiento.
Que reprimió con débiles reparos
La justa saña del conocimiento.
He de seguir la senda de los raros;
Que mendigar sufragios de la plebe (1)
Acarrea perjuicios harto caros.
Y ya que otro no chista ni se mueve.
Quiero yo ser satírico Quijote
Contra todo escritor follón y aleve.
Guerra declaro á todo monigote,
Y pues sobran justísimos pretextos.
Palo habrá de los pies hasta el cogote.
(1)
Non ego ventosa; plebi» suffragia venor.
(üom., lib. I, ep. xií, V. 57.)
92
JORGE PITILLAS.
No me amedrentes, Lclio, con tns gestos (1);
Que ya he arlvertiilo que el callar á todo
Es confundirse tontos y modestos.
En vano intentas con severo modo
Serenar el furor que me arrebata,
Ni á tus pánicos miedos me acomodo.
¿Quicrts que aguante más la turba ingrata
De tanto necio, idiota presumido,
Que vende plomo por preciosa plata?
¿ Siempre he de oir no más ? ¿ No permitido
Me ha de ser el causarles un mal rato.
Por los muchos jieores que he sufrido? (2),
También yo soj' al uso literato (3),
T sé decir romboides, turhilloncs,
y blasfemar del viejo Pcrijjaio.
Bien sabes que imprimí imas conclusiones,
Y en famoso teatro argüí recio,
Fiando mi razón de mis pulmones.
Sabes con cuánto afán busco y aprecio
Un libro de impresión clzcviri/tna ,
Y le compro (aunque ayune) á todo precio.
También el árbol quise hacer de Diana,
Mas faltóme la plata del conjuro,
Aunque tenía vaso, nitro y gana.
Voy á la biblioteca , allí procuro
Pedir libros que tengan mucho tomo,
Con otros chicos de lenguaje oscuro.
Apunto en un papel, que pesa el plomo,
Que Dioscórides fué grande herbolario,
Según refiere Wandcnlarchk el romo,
Y allego de noticias un almario,
Que pudieran muy bien , según su casta,
Aumentar el Merctir'w Utei'ario (4).
Hablo francés aquello que me basta
Para que no me entiendan , ni yo entienda,
Y fermentar la castellana pasta.
Y aun por eso me choca la leyenda
En que no arriba hallarse un apanaje
Bien entendido que al discreto ofenda.
Batir en ruina, es célebre ^^^Síye
Para adornar lina española ^íVrff,
Aunque Galváu no entienda tal potaje.
¿Qué es esto, Lelio? ¿mueves la cabeza?
¿Que no me crees, dices? ¿Que yo mismo
Aborrezco tan bárbara simpleza?
Tienes, Lelio, razón; de este idiotismo
Abomino el ridículo ejercicio,
Y huyo con gran cuidado de su abismo (5),
La práctica de tanto error y vicio
Es, empero (según te la he pintado),
De un moderno escritor sabido oficio,
Hácele la ignorancia más osado,
Y basta que no sepa alguna cosa.
Para escribir sobre ella un gran tratado,
Y si acaso otra pluma más dichosa
En docto escrito deleitando instruye,
Se le exalta la bilis envidiosa.
Y en fornido volumen, que construye
(Empuñando por pluma un varapalo).
Le acribilla, le abrasa, le destruye.
Ultrajes y dicterios son regalo
De que abundan tan torpes escrituras,
Siendo cada palabra un fuerte palo.
En todo lo demás camina á oscuras,
Y el asunto le olvida, ó le defiende
Con simplezas é infieles imposturas.
Su ciencia sólo estriba en lo que ofende,
y como él diga desvergüenzas muchas,
La razón, ni la busca, ni la entiende.
(i) Aufer
Me vtiHu íerrere
bum quie Cris¡iiiú docuit me Janitor, edo.
(Moral., lib. ii, i.at. 7, v. 43.)
(2) Semper ego anditor íanluin? Sumquam né rcponam
Yexntus Iv/ies? (Juven., sat. i , v. 1.)
(3) Et nos ergo mamim fenil/r sabdu.rimus, ele.
Ídem, ibiil., V. 1.^.)
(41 Alude Jorge Pitilus á un pcriiidico que publicaba don Sal-
vado- José Mnücr. (iVo/a del Culector.)
t5) Seque eiiiin hoc sludeo, bui.'alis ul viilii 7i gis
Pagina turgescat, darepondus idónea fumo.
(Pers., sat. 5, v. 19.)
A veces se prescinde de estas luchas,
Y hace toda la costa el propio Marte,
En que hay plumas también que son muy duchas.
No menor ignorancia se reparte
En estas infelices producciones.
De que Dios nos defienda y nos aparte.
Fljanse en las esquinas cartelones,
Que al poste más macizo y berroqueño
Le levantan ampollas y chichones.
Un titulo pomposo y halagüeño,
Impreso en un papel azafranado.
Da del libro magnííico diseño.
Atiza la Gaceta por su lado,
Y es gran gusto comprar por pocos reales
Un librejo amarillo y jaspeado.
Caen en la tentación los animales,
Y aun los que no lo son , porque desean
Ver á sus compatriotas racionales,
Pero ¡ oh dolor! mis ojos no lo vean ;
Al leer del frontis el renglón postrero,
La esperanza y el gusto ya flaquean.
Marin, ,Sanz ó jMuTioz son mal agüero,
Porque engendran sus necias oficinas
Todo libro civil y chapucero.
Crecen á cada paso las mohínas.
Viendo brotar por planas y renglones
Mil sandeces insulsas y mezquinas.
Toda dedicatoria es clausulones
Y voces de pié y medio (6), que al Mecenas
Le dan, en vez de inciensos, coscorrones.
Todo prólogo entona cantilenas.
En que el autor se dice gran supuesto,
Y bachiller por Lugo ó por Atenas,
No menos arrogante é inmodesto.
Pondera su proyecto abominable,
Y ofrece de otras obras dar un cesto.
Yo lo fio, copiante perdvu'able.
Que de ajenos andi'ajos mal zurcidos
Formas un libro engerto en porra ó sable;
Y urgaudo en albañales corrompidos
De una y otra asquerosa Poliantea,
Nos apestas el alma j los sentidos.
El estilo y la frase inculta y fea
Ocupa la primera y ¡josírtr llana.
Que leo enteras, sin saber que lea.
No halla la inteligencia siempre vana
Sentido en que emplearse, y en las voces
Derelinques la frase castellana,
¿Por qué nos das tormentos tan atroces^
Habla, bribón, con menos retornelos,
A paso llano y sin vocales coces.
Habla, como han hablado tus abuelos.
Sin hacer profesión de boquilobo,
Y en tono que te entienda Ciempozuelos.
Perdona, Lelio, el descortés arrobo;
Que en llegando á este punto, no soy mió,
Y estoy, con tales cosas, hecho un bobo.
Déjame lamentar el desvarío
De que nuestra gran lengua esté abatida,
Siendo de la elocuencia el mayor rio.
Es general locura tan crecida ,
Y casi todos hablan cual pudiera
Velloso geta ó rústico numida.
¡Y á éstos respeta el Tajo! ]A éstos venera
Manzanares, y laumilde los adora! (7)
lOh ley del barbarismo agria y severa!
Preguntarásme acaso, Lelio, ahora.
Cuáles son los implícitos ef cribas
Contra quienes mi pluma se acalora.
Yo te daré noticias positivas
Cuando hable no»ii?iafim de estos payos,
Y les ponga el jDellejo como cribas.
Más claro que cincuenta papagayos
Dirá sus nombres mi furioso pico.
Sin rodeos, melindres ni soslayos,
¿La frente arrugas? (8) ¿Tuerces el hocico.
(fi) Projicit ampultas, et sesguipedalia verba.
(llorat., in Art., v. 97.
(7) Hos tu, Nile, calis! ¡Et líos tu Tihris adoras!
(8) Quid contraxisíis frvntem ?
(I'laut., in l'rol. Ámyhytr.)
SÁTIRA.
93
¿Al nomhiatim taces arrninacos?
Óyeme dos palabras te suplico.
Yo no he de llamar á estos bellacos
Palabra alguna que la ley detesta,
Ni diré que son putos, ni berracos.
Sólo diré que su ignorante testa,
Animada de torpe y brutal mente,
Al mundo racional le es muy infesta.
Tontos los llamaré tan solamente,
Y que sus libros á una vil cocina
Merecen ser llevados prestamente,
A que Dominga rústica y niobina
Haga de ellos capaces cucuruchos
A la pimienta y á la especia fina (1).
De este modo han escrito otros más duchos
Satíricos de grados y corona.
De que da la leyenda ejemplos muchos.
En sus versos LuciUo no perdona
Al cónsul, al plebeyo, al caballero (2),
Y hace patente el vicio y la persona.
Ni Lelio adusto, ni Scipion severo,
Del poeta se ofenden, aunque maje
A Mételo y á I/tipo en su mortero (3).
Cualquiera sabe, más que sea paje,
Que Horacio, con su pelo y con su lana.
Satiriza el pazguato y el bardaje.
Y entre otros á quien zurra la badana
(Por defectos y causas diferentes).
Con Casio el escritor (4) no anduvo rana.
Pues montas, si furioso hincó los dientes
Al culto Alpino, aquel que en sus cantares
Degollaba Memnones inocentes;
El que pintaba al Ein los aladares (5)
En versos tan malditos y endiablados
Como pudiera el mismo C'nñizares.
Persio á todo un AWon tiró bocados,
Y sus conceptos saca á la vergüenza,
A ser escarnecidos y afrentados (6).
Juvenal su labor así comienza,
Y á Codro el escritor nombra y censura (7),
Sin que se tenga á mucha desvergüenza.
No sólo la Thrscida le es muy dura;
A Télefo y á Oréstes spiritado
También á puros golpes los madura (8),
Con esto á sus autores hunde un lado.
Si á Cluvicno (9) le quiebra una costilla,
Y una pierna á Matlwn el abogado (10).
Con libertad, en fin, pura y sencilla.
Observa en toda su obra el mismo estilo.
Nombrando á cuantos Ice la cartilla,
Y por si temes que me falte asilo
(1) Nfvioram cito rapfu.i in cuHnam
Cordillnn madidn li'i/as painjro,
Vel t/iuris, piperisque sis cuailhis.
iHlart., lib. iii, cp, il.)
(2) Primores populi arripnit pnpninmque Irihulim.
(Honit., sal. I. lib. ii. v. 69.)
(3) iVíon La-lius, mil qni
Ituxit ab npprcsita mcritnm Cortluifiine iicmcn
hiyenin nffoisi? Aiil Ursn d luere Melello,
Famosisque Lupo cooperlu vcr^ilius?
(Ilorat., ibiil., v. 63.)
(4) Amrl scripsixxe dncenlos
Ante cihim versas, tulidcm canalus: ihlrusci
Qiinle fntl l'.assi rápido fervcnliiis umni
Inqeninm. iHorat., lib. i, sat. 10, v. M9.)
(3) Turi/idus Alpinns iiigu/al dum Memnonn, dumque
befingit Rheiii luleuin capul. Haíc ogo ludo.
(Ídem, ibid., v. óG.)
(6) Torva Mimalloneis, etc.
(Pcrs., sat. 1, v.;,'9.)
(7) Vexatus toties rauci Theseide Cndri.
(.luven., sat. 1, v. 2.)
(8) Impune diem cimsiimpsi-ril ingens
Telephns? Aut summi inm mmgine libri
Scripltis, el in tergo nundum finilus Oi estes.
ilbid.,v. 1.)
(9) Si nnlura nrgat, fácil indignalio versnm.
Qualemcnmque polest ; Quales ego, vel i'.ltivienus.
(Ibid., V. 79.)
(10) Te cnnaiile dio ti/ti quissis,
Oralor vehemens, an Curlius, an Mnilin.
(Idera, sat. 11, v. 53.)
En ejemplo de autor propio y casero,
Uno he de dar que te levante en vilo.
Cervantes el divino viajero (11),
1^1 que se fué al Parnaso piano, piano,
A cerner escritores con su harnero.
Si el gi-an Mercurio no le va á la mano.
Echa á Lo/raso (12) de la nave al Ponto,
Por escritor soez y chavacano.
De Arholanchcs (18) descubre el genio tonto,
Nombra á Pedvosa (14) novelero infando,
Y en criticar á entrambos está pronto.
Sigue el Pastor de Iberia (1.5), autor nefando,
Y el que escribió la Picara Justina ,
Capellán lego del contrario bando (10).
Y si este libro tanto se acrimina,
¿Qué habría si al Alfonso (17) áspero y duro
Le pillase esta musa censorina?
Otros más, con intento ca.sto y puro.
Ata de su censura á la fiel rueda,
Y les hace el satírico conjuro.
Aunque implícitamente, y sin que pueda
Discernir por la bulla y mescolanza
Cuál es Garcilasista ó Timoneda (18).
Bien la razón de su razón se alcanza,
Porque (como él en versos placenteros
Intima en el discurso de su andanza)
Ccrnicahs, que son lagartijeros.
No esperen de gozar las preeminencias
Que gozaii gavilanes no pecheros (19).
Cesen ya, Lelio, pues, tus displicencias,
Y á vista de tan nobles ejemplares.
Ten los recelos por impei'tinencias.
Y excusemos de dares y tomares;
Que el hablar claro siempre fué mi maña,
Y me como tras ello los pulgares.
Conozco que el fingir me aflige y daña;
Y así, á lo blanco siempre llamé blanco,
Y á Mañér le llamé siempre alimaña.
No por eso mi genio liso y franco
Se empleará tan sólo en la censura
Del escrito que cree cojo ó manco;
Con igual gusto, con igual lism-a,
(11) Migad do Cervantes, en su Xinje del Parnaso.
(ti) Amonio de Lofrnso, poeta y soldado .-ardo, autor de la no-
vela pastoril Los diez libros de fortuna de amor. I. a idea de arrojar
á 1-ofraso al mar, por mal poeta, se reliare á este pasaje del Viaje
del Parnaso, capitulo iii :
Gritó la cliusma toda : «Al mar se arroje,
Vaya Lofraso al mar sin resistencia.
— Por Dios , dijo Jleicurio, que me enoie »
lAw/rt del Colector.)
(13) Jerónimo de Arbolanches. Natural de Tudola , autor de una
novela, á un tiempo caballeresca y pastoril , titulada los nueve
libros de Las Aviovs i hijas del Principe Avidoí. A esta novela.
fundada en una singular conseja, alude Cervantes cuando dice:
De verso y prosa el puro desatino
Noi dio a entender c|ue de Arbolanches eran
La.y Ávidas pesadas de contiuo.
(¡dem)
(II) De Pedresa dice Cervantes;
De una intrincada y mal compuesta prosa,
I e un asunto sin juro y sin donaire,
Cuatro novelas disparo l'edrosa.
[ídem.)
(13) El Pastor de Iberia es una novela pastoril en VlTso y prosa
de Bernardo de la Vega.— Sevilla, l.VJl. {ídem.)
(16) Este verso es de Cerv.intes, que al llamar burlescamente
capel/aniego al 3uUniie La p cara .luslino , aludia tal vez á la
circunstancia de haber sido escrita esta novela picaresca por An-
drés Pérez de León, fraile dominico. <Idem.}
(17) Aquí alude sin duda .Iorge Pitillas á El Alfonso, ó Funda-
ción del reino de Porlugul, poema castellano del caballero portu-
gués Francisco Botellio de Moraes y Vascoiicellos, que compuso
ademas otras obras, entre elhs el satírico 6 ingenioso libro Las
cuevas de Salamanca. Fué individuo de la Academia Española.
(.Ídem.)
(18) Verso de Cervantes. Viaje del Parnaso, capitulo vii. [ídem.)
(19> Versos de Cervantes. Yiaje del Parnaso, capitulo v, (Idcm.)
04
JOEOE PITILLAS.
Dará elogios, humilde y respetoso,
Al que goza en el mundo digna altura;
Que no soy tan mohíno y escabroso.
Que me oponga al honor, crédito y lustre
De autor que es benemérito y famoso.
Pero, ¡oh cuan corto que es el bando ilustrel
¡Cuan pocos los que el justo Jove ama (1),
y en quien rai saña critica se frustre I
Ya ves cuan impetuosa se derrama
La turba multa de escritores memos,
Que escriben á la hambre, y no á la fama.
Y así, no extrañes, no, que en mis extremos
Me muestre más sañudo que apacible ,
Pues me fuerza el estado en que nos vemos.
La vista de un mal libro me es terrible,
Y en mi mano no está que en este caso
Me deje dominar de la irascible.
Dias há que con c jño nada escaso
Hubiera desahogado el entresijo
De las fatigas tétricas que paso,
Si tú, en tus cobardías siempre fijo,
No hubieras conseguido reportarme;
Pero ya se fué, amigo, quien lo dijo.
De aquí adelante pienso desquitarme;
Tengo de hablar, y caiga el que cayere ;
En vano es detenerme y predicarme.
Y si acaso tú ú otro me dijere
Que soy semipagano (2) y corta pala,
Y que este empeño más persona quiere.
Sabe, Lelio, qu3 en esta cata y cala,
La furia que me impele y que me ciega,
Es la que el desempeño más señala;
(1) Pttuci quos (vquua amav'it
Júpiter. (Virí.. lib. vr, ^iieid., v. 129.)
(2) Ipxe f!einip(i(}anifi
Ád sacra valum carmen affero nuslrum.
tFers., in Prolog., v. C.)
Que aunque es mi musa principianta y lega,
Para escribir contra hombres tan perversos,
Si la naturaleza me lo niega ,
La misma indignación me hará hacer versos (3).
SONETO (4),
Oh tú, cuervo infeliz, cuyo graznido,
Con bronca voz, con destemplado aliento,
Al compás del más rústico instrumento
Intimas desazones al oido.
Di, ¿qué infernal Apolo te ha influido
Tan discorde, tan bárbaro concento?
jOh, quién nunca tuviera entendimiento
Para que nunca fueses entendido!
Deja la inculta lira; no presumas
Profanar, atrevielo é insolente.
La noble ocupación de nobles plumas;
Pues no conseguirás, aunque lo intente
Tu necia rustiquez con ansias sumas,
Que el sagrado laurel orle tu frente.
(3) Si natura negat, fácil indignaüo versum.
:Juvpn., sat. i, V. 79.)
(4) Este soneto fué estampado en la carta burli sea de Jorre Pi-
tillas contra don l'edro Nolasco ücejo, autor de un perverso poema
á san Antonio Abad. ^Diario de lus Lileralos, tomo v, página .lü.)
No cabe duda en que el soneto es del mismo Jokge Pitillas. Dice
éste con sorna , en su carta , lo siguiente :
«No han dailo ustedes poco motivo á don l'edro de levantar el
Dgrito y lamentarse del poco miramiento con que se le trata, llamiin-
»dole pnela siir.stre... y esto con tanto empeño y acrimonia, que
»no dudo le aplicarian isi de él tuviesen noticia) un soneto que
»liizo cierto amiijo mió A otro poeta de la misma estofa de que us-
»tedes in ustaniente nos quieren hacer ¿i don Pedro, y que, pues
»pára entre mis manuscritos, le he de trasladar aquí.»
(Nota del Colector.)
riN DE LAS POESÍAS DE JORGE PITILLAS,
DON IGNACIO DE LUZAN.
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CRÍTICOS.
MEMORIAS DE LA VIDA DE DON IGNACIO DE LUZAN,
ESCRITAS POR SU HIJO DON JUAN IGNACIO DE LUZAN, CANÓNIGO DE LA SANTA IGLESIA
DE SEGOVIA.
La creencia en que estoy, con bastante fundamento, de que , sin embargo de ser tan conocida
la Poética de don Ignacio de Luzan, por lo que toca á su persona sólo queda generalmente una
noticia confusa y diminuta, me ha movido á escribir estas Memorias de su vida. Las dividiré en
dos partes : en la primera trataré de su nacimiento, educación , estudios, viajes y empleos; y en
la segunda, después de dar una ligera idea de su carácter moral y de sus talentos , y de referir
algunas particularidades que manifiestan el juicio que de ellos hicieron sus primeros maestros
y otras personas, y comprueban el mió, daré una noticia razonada de sus principales obras,
tanto impresas como inéditas , con el juicio que he formado de cada una de ellas, ciñéndome cuan-
to sea posible y permita la materia, para no ser molesto á los lectores. Procuraré igualmente evi-
tar la nota de apasionado; pero si enteramente no lo consiguiere, me servirán de disculpa los
justos motivos por que lo debo ser.
Nació este caballero en Zaragoza, á 28 de Marzo del año de 1702, y le bautizaron en la Seo.
Fueron sus padres don Antonio de Luzan y Guaso, señor de Castillazuelo, y gobernador entonces
del reino de Aragón, y doña Leonor Pérez Claramunt de Suelves y Gurrea. Sus abuelos paternos,
don Jaime Teodoro de Luzan, señor de Castillazuelo, y doña Ana de Guaso y Coscón; y los ma-
ternos, don Gaspar Pérez Glaramunt de Suelves Fernandez de Luna, señor de Suelves y Artaso-
na , y doña Benita de Gurrea y Turlán , hija de los señores condes del Villar. Ideaban los padres
de DON Ignacio darle desde sus más tiernos años la educación correspondiente á una persona de
tan distinguido nacimiento; pero no lo pudieron efectuar, tanto por la muerte inopinada de doña
Leonor, como porque el estado que tenian las cosas en aquel reino puso á don Antonio en cir-
cunstancias que le obligaron á dejar su patria, y pasar con toda su familia á Barcelona, donde
miurió el año de 4706, dejando huérfano, de edad de cuatro años, á su último y más querido hijo;
de suerte que estando también fuera de España todos sus tios y hermanos, vino á quedar don
Ignacio sin otro arrimo que el de su abuela paterna , cuya situación , avanzada edad y falta de
salud, junto con la poca ó ninguna tranquilidad que se lograba en toda la Cataluña, y especial-
mente en Barcelona, acabaron de hacer impracticables todos los pensamientos que hahian tenido
sus padres en orden á su educación. Sin embargo, aunque esta señora, á pesar de sus buenos
deseos, no pudo darle aquella formal y metódica que se intentaba, hizo de su parte cuanto le su-
girió su afecto y le permitieron las circunstancias en que se hallaba; y la buena disposición natu-
ral de DON Ignacio suplió en lo posible la falta irremediable de otros auxilios. Procuró la abuela ins-
truirle en la verdadera religión , inspirarle amor á ella , y radicar en su alma las semillas de todas
% DON IGNACIO DE LUZAN.
las virtudes cristianas y políticas; manteniendo y fomentando al mismo tiempo aquella tenaz afi-
ción á saber, que ya en sus cortos años manifestaba.
Asi aprovechó el tiempo que residió don Ignacio en Barcelona, hasta el año de 171S, en que
concluido el célebre sitio de aquella ciudad , pasó, en edad de trece, á Mallorca , donde se detuvo
algún corto tiempo, en compañía de don José de Luzan, eclosiástico, tío suyo, que le llevó con-
sigo á Genova, y luego á Milán. Allí estuvo de asiento dicho tío cinco ó seis años , no se sabe con
qué destino; y allí fué donde empezó el joven Ignacio á recibir de buenos maestros una enseñanza
metódica ; porque á poco tiempo de haber llegado á aquella ciudad, logró su tío colocarle en el
seminario de nobles, llamado de Patellani, que sin duda estaba incorporado con el colegio Brai-
dense de jesuítas, ó á su cargo en cuanto á los estudios. En él aprendió prontamente la lengua
italiana, y después estudió con el padre Perotto la gramática latina, y últimamente con el padre
Cinnami la retórica. Más adelante aprendió con perfección la lengua francesa. Continuó en aque-
lla ciudad, dedicado enteramente al estudio de las bellas letras, hasta que con motivo de estar su
tío nombrado para una plaza de inquisidor en Sicilia, tuvo que dejar á Milán, y pasar en su
compañía á Ñapóles, donde se detuvo dos ó tres meses, que aprovechó estudiando la lógica de
Aristóteles y las de otros autores modernos. Pasó después á Palermo, y creyéndose ya de asiento
en aquella isla, pensó seriamente en tomar carrera determinada, para proporcionar su acomodo.
Su genio dulce y estudioso no era á propósito para la dura é inquieta profesión militar; y cono-
ciendo muy bien que para los empleos civiles ó eclesiásticos no hay otra puerta que el estudio
de alguna de las facultades mayores, se dedicó al de la jurisprudencia, en que hizo más que re-
gulares progresos. El año de 47:27 se graduó de doctor en ambos derechos en la universidad de
Catana; y ya antes, en el de 4724, tal vez aspirando al logro de algunos beneficios para asegurar
su manutención si faltaba su tío, y en el ínterin se proporcionaba empleo correspondiente de
toga ó de iglesia , se había ordenado de prima y grados.
Pero aunque su principal estudio era éste, que abrazó por necesidad, no se contentó con la ju-
risprudencia de las aulas, sino que extendió su aplicación al derecho patrio, y levantó su enten-
dimiento hasta las partes más sublimes de esta ciencia, como son el derecho público, natural y
de gentes, en los que sin duda debió de adquirir singulares luces, que conservó y manifestó mu-
chos años después en obras y papeles importantes, trabajados por gusto ó por comisión superior,
en los diversos graves negocios que estuvieron á su cuidado. Y no siendo aun bastante el estudio
vasto y profundo que hacia en una facultad tan espinosa, para ocupar todo su talento y para sa-
tisfacer completamente á su natural curiosidad, y á aquella vehemente propensión que siempre
tuvo á saber y lograr una universal instrucción, sin ser dueño de sí mismo en esta parte, le fué
preciso abrazar al mismo tiempo otros muchos de que voy á dar cuenta.
Dedicóse, pues, don Ignacio en primer lugar al estudio de la filosofía moderna, tanto sistemá-
tica como experimental , y al tie las matemáticas , en que fué su maestro el padre Spedaleri , je-
suíta, profesor entonces de mucho crédito. En una de sus obras inéditas se ven bastantes indi-
cios de su aprovechamiento en uno y otro; y por otra parte, asegurando él mismo en una carta
á un amigo residente en Alemania, que hallaba particular deleite en las matemáticas, los que sa-
ben á fondo esta ciencia comprenderán desde luego que debió tener en ella una inteligencia más
que mediana. Con igual gusto y provecho emprendió el de la historia en todos sus ramos, y como
tan inseparables de éste, el de la cronología, para el cual se formó él mismo un breve tratado,
que aprendió de memoria ; y el de la anticuaría , disponiendo á este fin dos tablas muy á propó-
sito para adquirir gran facilidad y destreza en el conocimiento de las medallas , y en la inteligen-
cia de sus leyendas é inscripciones. Con estos y otros medios consiguió ser peritísimo en la crí-
tica de la historia, como lo acreditó en adelante en varias obras que escribió en España. Aplicóse
con no menor cuidado á la teología moral y expositiva, y á la lectura de los Santos Padres.
Aprendió la lengua alemana, que hablaba y escribía corrientemente. Se perfeccionó en la italia-
na, que manejaba con igual primor y propiedad que los más hábiles nacionales. No dejó de cul-
tivar la latina, en que era muy diestro; y últimamente, estudió á fondo la griega, siendo su maes-
tro el padre Jerónimo Giustinianí , jesuíta, famoso profesor de ella, en que hizo tales progresos, que
traducía y comentaba á Homero de repente. Aprendió casi de memoria los mejores poetas italia-
nos, latinos, y algunos de los griegos; y aun extendió su aplicación hasta dar algunos ratos á la
música y al dibujo, y no sin aprovechamiento. Acaso parecería increíble todo esto, sí no lo ase-
gurase el mismo don Ignacio en la carta ya citada al amigo residente en Alemania; el cual, ad-
NOTICIAS BIOGRIfICAS T JUICIOS CRÍTICOS. ÍI7
mirado y aun temeroso de que perdiese la salud, le respondió, procurando con razones y ejem-
plos persuadirle á que refrenase esta bárbara curiosidad. Pero le replicó don Ignacio, demostrando
que lo que á él le parecía imposible ó muy perjudicial, no era sino muy fácil y útil á un hombre
de talento, ejecutándolo con el método y la dirección que él mismo habia ideado y explica. Ló
particular es, que al mismo tienjpo, como si estuviera muy despacio, ó como si no tuviera otra
ocupación, no cesaba de escribir y componer poesías, discursos, traducciones y otras obras de
que se hablará á su tiempo, ya por su gusto, ya por encargo de dos academias de Palermo, de que
era individuo, y que se juntaban, la una en casa del señor Filingeri, príncipe de Santa Flavia,
y la otra , llamada del Buen Gusto, en casa de un erudito canónigo de aquella iglesia, llamado don
Agustín Panto.
Así vivía DON Ignacio en Palermo, entregado enteramente á sus estudios y al trato continuo de
todos los eruditos de aquella ciudad, cuando en el año de 17:29 asaltó la muerte á su tio don
José, que le mantenía ; por lo que le fui; preciso volver á Ñapóles para acogerse á la sombra de su
hermano, el Conde de Luzan , que se hallaba de gobernador del castillo de San Telnio. La mu-
danza de domicilio en nada alteró el género de vida de don Ignacio. Estudiar, escribir y tratar
con los sabios más célebres de Ñapóles eran sus continuas ocupaciones. Es verdad que alguna
debilidad que empezó á experimentar en su salud, le obligó á moderarse en cuanto al estudio;
pero esta misma necesidad, auiujue le varió en el modo, le mejoró en la sustancia; porque to-
mando nuevo método, no tan fatigoso, pero más útil y seguro, meditaba más, aunque estudiaba
menos. Allí compuso varias obras, de que hablaré más adelante. El año de 1752, la nueva aca-
demia, titulada de los Ereinos, que se habia erigido el año antes en Palermo, y en la que á por-
fía se habían alistado los ingenios más sobresalientes de toda Italia, le declaró por uno de sus
individuos, con el nombre de Egidio Menaüpo.
En fin , el año de 1735, informado el Conde su hermano del mal estado en que se hallaba la ha-
cier.da que poseía en Aragón, juzgó muy conveniente que volviese don Ignacio á España con los
poderes necesarios para administrarla; loque ejecutó prontamente, abandonando gustoso, por
servir á su hermano y volverá su amada patria, todas las grandes proporciones y bien fundadas
esperanzas de hacer una carrera brillante, conque le brindaba la fortuna en aquellos países.
Desembarcó en Barcelona, y desde allí vino derechamente á Zaragoza, donde por entonces fijó
su residencia, y más adelante se retiró á Monzón, por parecerle pueblo más acomodado para su
vida filosófica y estudiosa. También pasó algunas temporadas en la ciudad de Huesca, por los
mismos motivos , y por otro más particular; pues por los años de 1756 á 1757 pensó en darse una
compañera que le sirviese de consuelo en su poco próspera suerte, y manejase la economía ca-
sera , que de ordinario suele sor repugnante ó impracticable á los genios muy amantes del estu-
dio. Gobernóse en este asunto por ideas muy propias de un filósofo, y fué á buscar en una pe-
queña aldea lo que, á mí ver, no creyó fácil de encontrar en las ciudades y pueblos de mucho
gentío y bullicio. Buscó, digo, una mujer de buen parecer, prudente, honesta y hacendosa, y
todo lo halló á medida de su deseo en doña María Francisca Míncholet, hija de don Jorge Min-
cliolet, hidalgo hacendado del lugar de Añes.
Entregado enteramente hasta entonces don Ignacio al deleite que le causaba el estudio, y bas-
tante ocupado, por otra parte, en el manejo de la hacienda de su hermano, aunque sin otro arbi-
trio para subsistir que las asistencias que éste le daba, no habia pensado en pretensiones, ó no
había tenido tiempo para ellas; pero después de casado, viendo que ya tenía persona en quien
poder con seguridad descargar el peso de su administración, y echando de ver al mismo tiempo
que se aumentaba su familia, y no su renta, conoció que ya podía y aun d^-bia resolverse á pa-
sar á la corte, y correr los ordinarios trámites de pretendiente. Con efecto, hizo varios viajes á
Madrid, pero su natural encogimiento apenas le permitió acercarse á aquellas puertas que otros
saben hacerse abrir casi al primer golpe. Y así, en cuantas veces se dejó ver en la corte no ade-
lantó un paso pura mejorar de fortuna, y sólo llevó el estéril consuelo de que los que le trataron
le reconocieron acreedor á una muy distinguida.
Sin embargo, aunque por entonces nada logró de lo que pretendía, se puede decir que sumé-
rito iba insensiblemente levantando el edificio; porque sí no lograba premios y empleos, recibía
públicas y no equívocas demostraciones de la estimación que ya se hacia de sus talentos y literatura;
pues en el año de 1741 fué elegido académico honorar'o de la Real Academia Española, el siguien-
te pasó á la clase da supernumerario, y un poco mas adelante fué recibido en la de la Historia.
I. Ps.-xviii, 7
98 DON IGNACIO DE LUZAN.
La precisión de trabajar de continuo en los asuntos á que con mucho ardor se dedicaban en-
tonces ambas academias, y acaso la no infundada esperanza de que estos mismos trabajos lite-
rarios le abrirían algún día el camino á un establecimiento decente, le movieron á detenerse en
Jí;;r!riw, en su úuimo viaje, por mucho más tiempo que en otros; y no le engañó su corazón , por-
que en el año de 1747, impensadamente, y sin haberlo pretendido, se halló nombrado para la se-
cretaria de embajada de Paris, en ocasión do estar destinado por embajador á aquella corte el
excelentísimo señor Duque de Huesear, después de Alba. Insinuaré de paso que, según parece,
no fué de mucha satisfacción para los hermanos de don Ignacio este destino, particularmente para
el conde don Antonio, que respondió á quien le dio la noticia, en términos que denotan no ha-
berle creido correspondiente al cúmulo de circunstancias que concurrían en su hermano; pero
éste, más bien enterado de la estimación que logran en España y otros países tales empleos, le
admitió gustoso, y pasó prontamente á la referida corte, donde residió con este carácter hasta
Setiembre del año de 1749, en que, por haberse retirado á España el Embajador, se le dio el de
encargado de negocios, que ejerció hasta que, nombrando el Rey nuevo embajador y secretario,
se restituyó á España , por 3Iayo de 1730.
Sin embargo de las delicadas circunstancias en que se hallaban los negocios políticos entre
aquella corte y la nuestra cuando se confirió á don Ignacio la secietaría, desempeñó las obligacio-
nes de su empleo muy á satisfíiccion de su majestad; y en prueba de ello, le confirió á su vuelta
plaza del Consejo de Hacienda y de la Junta de Comercio, le hizo superintendente de la Real Casa
de Moneda de Madrid , y poco después tesorero de la Real Rihlioteca.
Establecido ya con su familia de asiento en la corte, continuó sirviendo á su majestad en los
referidos empleos, y trabajando en otros negocios y encargos secretos de la mayor importancia,
que se le cometieron por los ministros, y especialmente por ei señor don José de Carvajal , que no
sólo tenía particular confimza en los talentos :!e don Ignacio, sino que le honraba con una íntima
amistad. Esta misma le llevó á la academia del Buen Guslo, que tenía en su casa la excelentísima
señora doña Josefa de Zúñiga y Castro, marquesa de Sarria, señora muy instruida y discreta; y
con alusión á sus muchos viajes, tomó el nombre de El Peregrino, y compuso y leyó en ella va-
rias poesías, que fueron recibidas con aplauso de los concurrentes.
El señor don Fernando VI determinó por entonces dar una insigne prueba de la protección
con que quería honrar y fomentar á las tres nobles artes, elevando al título de Academia de San
Fernando la junta preparatoria que para el cultivo de ellas había establecido su augusto padre, y
asistió don Ignacio como académico á la función de apertura , que se tuvo el año de 17o'2. En el mis-
mo año acordó la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona admitirle por individuo suyo en
la clase de honorario. Por último, en el año de 1754, parece que el Rey, persuadido á que nuestro
DON Ignacio era capaz de desempeñar cargos de mucha mayor entidad que los que ejercía, pen-
saba levantarle á uno de los primeros puestos del Estado; pues se sabe tuvo secreto aviso de un
personaje que manejaba los principales negocios, de estar ya destinado para un grande empleo.
Y á mi ver, á este aviso aluden sin duda unas expresiones vertidas en su elogio académico por el
señor don Fernando de Magallon, que siendo sujeto de la mayor confianza de don Ignacio, pudo
saber de su boca lo mismo que también han asegurado otras personas que tuvieron iguales mo-
tivos de estar bien informadas en el asunto. Pero la muerte le sorprendió aceleradamente, y ahogó
al nacer las nuevas y agradables esperanzas de su familia; porque casi al mismo tiempo en que
se le dio el aviso referido, cayó gravemente enfermo, y á los siete ú ocho días, en el 19 de Mayo
del mismo año de 1754, habiendo mostrado en toda su enfermedad , hasta el último instante de su
vida, la mayor constancia , serenidad y resignación , espiró, con mucho sentimiento de cuantos le
conocieron y trataron. Se t'ene entendido que aun el Rey, cuando le dieron la noticia de su
muerte , manifestó con expresiones muy honoríficas la particular estimación que había hecho de
DON Ignacio; y en prueba de ella, nombró por su caballero-paje al hijo segundo, que es quien
escribe estas Memorias. De allí á pocos dias concedió á la viuda una pensión de- nueve mil reales;
y por muerte de ésta, acaecida año y medio después de la de su marido, continuando su maj 'S-
tad sus pieilades con la familia de don Ignacio, mandó repartir dicha pensión entre sus tres hijos :
dos mil y quinientos á cada uno de los dos varones; al primero, que servia en la marina, hasta
que llegase á ser en propiedad capitán de fragata; y á mí, hasta que saliese de su real casa con
el acomodo correspondiente; y los restantes cuatro mil á la hija, con calidad de vifalicios; cir-
cunstancias todas que denotan el superior concepto en que tenía su majestad á don Ignacio.
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CRÍTICOS. 99
Fué este caballero tan amado y bienquisto en todas partes por sus prendas , como estimado
por su literatura. Su bella índole, y la buena educación moral que recibió desde sus primeros
años, se correspondieron y ayudaron recíprocameiile; y una sana filosofía, que fué el más pre- ^
cioso fruto de sus estudios, forlilicó, arraigó y purleccionó en su alma lo que la naturaleza y la
enseñanza habían plantado en ella; de suerte que, aun en el ardor de la edad juvenil, jamas se
le conoció vicio, ni otra pasión que la de estudiar y saber. Ni las varias fortunas de su vida , ni la
infinita diversidad de costumbres y ejemplos, conversaciones y lecturas en los muchos países en
que estuvo, jamas pudieron corromper su corazón, ni apartarle un punto de la práctica constante
de todas las virtudes cristianas y políticas. Su ingenio era delicado, su imaginación viva y aun
fogosa, pero al mismo tiempo arreglada. Tenia memoria feliz y entendimiento claro, perspicaz,
dilatado y capaz de comprender á un tiempo muchos y muy diversos asuntos, sin confuntlirlos.
Estaba dotado naturalmente de juicio sólido y seguro, de gusto sano y de discernimiento tino;
calidades que, perfeccionadas con la rellexion y el estudio, se advierten en todas sus obras. A
estas prendas, tan apreciables y tan necesarias para estudiar con fruto y escribir con acierto,
juntaba un ardiente amor al bien público, en especial de su patria, que fue siempre el principal
objeto que se propuso en todo lo que escribió, como él mismo asegura en cierta obra de que luego
daremos noticia.
En prueba de su talento natural, no omitiré la noticia de que durante su estancia en Barce-
lona se dedicó á leer la Historia de España del padre Mariana, y que antes de tener once años
la sabía casi de memoria, y daba igualmente razón de la sagrada y de la mitología. Pero donde
se ofrecen las pruebas más seguras de sus felices disposiciones naturales, es en los testimonios
que recibió de sus maestros en los primeros estudios que hizo en Milán , que, como ya dije, lo fue-
ron el padre Peroti, de latinidad, y el padre Cinnami, de retórica; quedando bien acreditada la
justicia de las demostraciones que les mereció, con el juicio que de algunas poesías que compuso
estando aun en el aula de retórica , hizo el padre Tomas Ceva , del mismo colegio, hombre de
gusto muy delicado, gran lilósofo y poeta. Estas poesías italianas y latinas existen todas ó la ma-
yor parte en mi poder, y en ellas se ve conürmado lo que he dicho de su natural buen gusto;
pues no teniendo, cuando las hizo, perfecta noticia de las reglas del arte, las observó como si las
liubíera estudiado á foi;do. Y esto mismo demuestra cuan conformes á la buena razón natural son
las reglas fundamentales de la poesía. Así lo reconoció don Ignacio cuando después leyó las obras
del padre Le-Bossu y otras sobre la materia; y el haber hallado tan ajustadas las reglas de sus
autores á las que su misma razón le había dictado, fué, á mi ver, uno de los motivos más fuertes
que tuvo para declararse celoso y constante defensor de esas mismas reglas.
En el corto tiempo que se detuvo en Ñapóles, al paso para Palermo, entro otros libros fdosófi-
cos, leyó la lógica que comunmente llaman de Port-Pioyal, y la compsuílió en castellano con
suma brevedad, claridad y exactitud. Estando ya en Palermo, y siondo de edad de veinte y
dos años, poco más, á instancia de otro joven amigo suyo, compuso un compendio de las cuatro
principales partes de la lilosofía: lógica, metafísica, física y moral; en el que se advierten dos
circunstancias dignas de aprecio : una es la bella latinidad con que está escrito, y otra el haber
omitido todo lo superíluo, sin que falte nada de lo esencial. Siguió en él comunmente las opinio-
nes de Cartesio, aunque algunas veces le impugna; y aun sobre algunos puntos en que le siguió
entonces , reílexionando algún tiempo después, mudó de dictamen, y lo anotó así en el lugar cor-
respondiente. Poco después de babor formado este compendio ó tratado, escribió una epístola,
dirigida al mismo joven, con el título í)c morte non meliienda, en que se echa de ver bastante
elegancia, erudición y buena filosofía. Diremos de paso que por entonces, y por encargo de una
academia, de que era miembro en aquella ciudad, compuso y leyó en junta pública un discurso
en italiano, intitulado : Rcndimcnto de grazie á noslro S'ujnor Gesii-Christo, en que acredita estar
bastante versado en la Sagrada Escritura y expositores. Defendió también en una carta española,
con erudición y solidez, á los íilósofos modernos, en particular á Cartesio; y dio pruebas suficien-
tes de sus progresos en el derecho civil y canónico, pues se halló capaz de escribir varios trata-
dos sobre las materias de doie, de substitutionibus, donaiionibus , et censibus; y también compuso
una especie de compendio de las instituciones, con notas, para las cuales le serviria de mucho
auxilio el poder meditar originalmente los textos del código; pues al mismo tiempo que estudiaba
jurisprudencia aprendió la lengua gi'iega con la perfección que dije arriba, acreditándolo algu-
nas poesías que compuso en este idioma , y las traducciones que hizo entonces de algunas odas
100 DON IGNACIO DE LUZAN.
de Safo y de Aiiacreonte, y del idilio de Ero y Leandro de Museo, en octavas, que después re-
dujo á endechas de gusto muy delicado, y de los Avisos de Isócrates á Demónico.
Cuando dOx\ Ignacio se desocupó de los ejercicios facultativos, pensó en emplear á beneficio de
la patria sus talentos y las muchas luces que liabia adquirido en tanta diversidad de estudios.
Para ejecutarlo mejor, le pareció preciso ponerse á aprender formalmente su nativo idioma, no
sólo con el fin de saberle radicalmente, sino también porque, como había salido de España en tan
corta edad, habiendo ya muchos años que no tenía trato sino con extranjeros, y hallándose aun
con poca proporción de leer autores españoles, se explicaba en castellano con alguna dificultad
é impropiedad, como el mismo confesó en carta escrita desde Palcrmo á otro paisano suyo. Por
dicha acertaron á ir á Palermo algunos españoles eruditos, con quienes hizo amistad; y logrando
por este medio todo lo que tanto deseaba, se dedicó al punto á trabajar en varias obras que hacia
tiempo meditaba , pareciéndole podían ser muy útiles y aun precisas en España. Hablaremos
ahora de dos únicamente. La primera consistía en extender en un tratado formal y metódico un
pensamiento suyo original, y sin duda muy provechoso. Había observado con grande atención
los muchos defectos en que ordinariamente caen los hombres en el modo de explicarse en las
conversaciones de cualquier especie ; é igualmente había reflexionado sobre la necesidad en que
se ven á las veces, no sólo los hombres de carácter y suposición, sino todos en general, de hablar
en público ó en particular con cierto género de orden y elocuencia, sin haber tenido tiempo de
pensar lo que van á decir. Finalmente, habia advertido cuánto pierden de su estimación, por esta
falta, muchos que la merecen por otras prendas, y cómo dominan en todas las conversaciones,
y arrastran á sí las voluntades los que saben hablar bien ; y procurando indagar las causas de
uno y otro, escribió esta obra, que intituló Retórica de las conversaciones , en la que propuso los
medios que le parecían oportunos para evitar los defectos, y adquirir primor y pulidez en el ha-
blar.
Lo segundo á que se dedicó al mismo tiempo, y con mayor tesón , como cosa de más impor-
tancia, fué á juntar los materiales y echar los cimientos para el edificio de su Poética. A este fin
iba estudiando á fondo las de Aristóteles y Horacio, en sus originales y en sus comentadores, y
los mejores tratados que sobre esta materia se habían escrito. Leía con atención los más famosos
poetas, así españoles como forasteros, antiguos y modernos, apuntaba sus observaciones, ex-
tractaba sus obras, y hacia juicios críticos de todas ellas, así en general, como en particular, de
los pasajes más célebres ó más notables. La mayor parte de estos trabajos existen en mí poder, y
en todos manifiesta su buen gusto y fino discernimiento; y especialmente en los extractos que
hizo de las Liisiadas de Camoens, y de la traducción de Homero de madama Dacier, bien se pue-
de asegurar que ya en aquella edad acertó á decir cuanto bueno han dicho después sobre estas
dos obras los mejores críticos, y aun algo más, fundándose en las mismas razones que ellos, y
aun añadiendo otras mejores. No menos inteligencia y gusto se advierte en la crítica que hizo
del discurso que escribió sobre la égloga monsieur de Fontenelle, en que don Ignacio no se ma-
nifiesta muy inclinado á rendir adoraciones á aquel ídolo de los literatos franceses. En ella dirige
todas sus líneas á probar que sí desagradaron á Fontenelle varios pasajes de algunos bucólicos
antiguos, fué por no tener idea justa de la naturaleza de la égloga , ni haberlos entendido bien;
y así no pudo percibir en qué consiste su gracia y propiedad.
Por entonces no le fué posible llevar á la perfección que deseaba su obra principal ; pero á úl-
timos del año de 1728, presentó á la academia del canónigo Panto el resultado de todo su trabajo
en seis discursos, que intituló : Ragionamcnti sopra la ¡locsia, que fueron la base principal de la
Poética que más adelante publicó. Poco después presentó á la misma academia un papel inge-
nioso, con el titulo de Sogno dil biion gusto, en que hace una crítica recta y juiciosa de varios
poetas y otros escritores. En medio de estas ocupaciones , no dejaba de componer poesías en varios
idiomas, entre las cuales son notables dos en latín, una elegía á santa Rosalía, patrona de Pa-
lermo, con motivo del terremoto que sintió aquella ciudad en el año de 1726, y unos yambos en
alabanza de su tío don José y de los otros dos inquisidores de Sicilia. Ambas composiciones son
muy elegantes , especialmente la primera. Las italianas que hizo en la misma ciudad fueron mu-
chas, y se publicaron las más en la colección que imprimió algunos años después la academia de
los Ereinos, que aun no se habia erigido cuando don Ignacio volvió á Ñapóles.
En esta última ciudad contíruió la lectura do varios poetas españoles, llevando adelante la idea
de la Poética , sin dejar por eso de trabajar en otras obras. Allí compuso un tratado de ortografía
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CRÍTICOS. 101'
española, y después, á instancia de una dama, también española, que deseaba entender el oficio
parvo, que rezaba todos los dias, compuso una obrita intitulada: Método breve para enseñar y
aprender las lenguas; por cuyo medio, en cuatro ó cinco meses logró la referida señora imponerse
en el latin lo bastante para el fin que deseaba. Al gusto que le daban sus ocupaciones , se añadió
el de contribuir á la buena educación de un hijo del Conde, su hermano, para quien trabajó, en
lengua italiana , un tratado completo de ética, con este titulo : De i principi della mora /<?, del que
empezó á hacer una traducción al castellano, que no acabó, según parece.
En Ñapóles compuso varias poesías italianas, entre las cuales merecen atención un idilio á la
Condesa Bagarotti, y una canción en elogio del abate Perlro Metastasio, con quien tenia corres-
pondencia. Ambas fueron muy estimadas y aplaudidas del mismo abate, y de los sujetos á quie
nes éste las leyó, como lo dice en su respuesta á la carta que don Ignacio le escribió remitiendo^
selas, y lo confirma la que éste recibió de un caballero napolitano que se hallaba entonces en
Viena. También escribió algunas poesías españolas, y entre ellas me ha parecido tienen particu-
lar mérito dos canciones celebrando la conquista de Orean por el Conde de Montemar. El público
puede haber hecho juicio de ellas, pues las ha visto impresas en el Parnaso Español. Don Ignacio
remitió estas dos canciones á un amigo suyo residente en Viena, que las mostró á varios españo-
les que á la sazón se hallaban en aquella corte, y las celebraron m.ucho, aunque al mismo tiempo
no dejaron de hacer algunos reparos, que expuso el amigo en su respuesta; pero, según parece de
otra carta del mismo, la satisfacción que dio don Ignacio fué tal, que no dejó lugar á réplica. En
fin , poco antes de salir de Ñapóles, concluyó el plan que pensaba entonces seguir en su Poética,
pero que varió después en mucha parte.
Establecido en Zaragoza , luego empezó á darse á conocer por su ingenio y erudición. Allí escri-
bió diversas poesías, y una de estas composiciones se imprimió en la misma ciudad el año de 1756,
con el titulo de Aplausos poéticos de don Ignacio de Luzan á las bodas de los excelenlisimos señores
doña Mariana Espinóla y Silva y don Francisco Espinóla, príncipe de Morfeta, dedicados á la ex-
celentísima señora doña María Francisca de Mnncayo, princesa del sacro romano imperio, marquesa
de Coscojiiela. Son dos canciones, una en español y otra en italiano , tienen mérito seguramente,
y lo reconocieron así cuantos las vieron. No parecerá fuera de propósito insinuar aquí que re-
cien llegado á España, le cayó á las manos el nuevo Diccionario de la Academia Española, y como
si previese ya que había de ser con el tiempo individuo suyo, empezó á trabajar sobre él muchas
anotaciones y adiciones importantes, de que usó, con utilidad de la Academia, después que fué
admitido en ella.
No había perdido de vista don Ignacio la principal obra que traía ideada, y luego que se vio
establecido en Zaragoza, volvió á continuar su trabajo con empeño; de suerte que consiguió aca-
barla y publicarla en la referida ciudad, el año de 1737. Los diaristas de España (i) hicieron luego
extracto de ella, y la llenaron de elogios; pero también la pusieron algunos reparos , á que su autor
satisfizo con modestia y solidez, en un discurso apologético que trabajó de acuerdo con su grande
amigo don José Ignacio de Colmenares y Aram])uru, oidor en la Cámara de Comptos del reino de
Navarra, á quien le dedicó, y de quien son las eruditísimas notas que le acompañan , con el nom-
bre de Enrico Pío Gilasecas Modenés, anagrama del suyo. Imprimió este discurso en Pamplona,
en el año de 41 , cuidando de su impresión y corrección el mismo señor Colmenares, encubriendo
igualmente el nombre del autor bajo el de don Iñigo de Lanuza. Extractaron también y elogiaron
dicha obra los diaristas de Trévoux, cerca de once años después de publicada. Al tiempo mismo
que daba la última mano á la Poética, no dejaba por eso de atender á otras obras , aunque no de
tanto momento, pues por entonces tradujo en verso de romance la comedia del Marqués Maffei
intitulada Le Ceremonie, que está en borrador, y no de última mano; y luego, en el mismo gé-
nero de verso, con la gracia y primor que se echan menos en la antecedente, el Artaserse, ópera
del Metastasio. Subsisten también de aquel tiempo fragmentos de un poema burlesco, muy gra-
cioso, que empezó con el título de La Giganteida , en que, por el estilo que tiene, se conoce que-
ría imitar el de Quevedo en las Locuras de Orlando, pero sólo en lo que merece ser imitado.
Luego que don Ignacio se desembarazó de la impresión de su Poética y de su apología , se en-
tregó á otros estudios más graves y útiles , empezando el borrador de una obra que intituló Pers-
pectiva política , cuyos cuadernos ó pliegos remitía por el correo al mencionado ministro, para
(1) Alude al célebre Diario de los literatos de España.
102 DON IGNACIO DE LUZAN.
que le dijese su dictamen; y con efecto, por su consejo, por el de otros sabios á quien la mostró
más adelante, y por nuevas especies que vio y reflexiones que hizo, reformó en ella muchas co-
sas, y la concluyó, poniéndola en limpio. En esta obra se propuso significar el sistema de una
sana polílicii, en varios símbolos ó jeroglíficos. Me atrevo á decir, no sin fundamento, que esta
es la mejor y más bien escrita de todas sus obras ; y me persuado á que harían el mismo juicio to-
dos los que la leyesen con conocimiento de la materia, y más sabiendo que mereció la aprobación
de los señores don José de Carvajal, duque de Alba, difunto, y don Benjamín Keene, embajador
que fué de la Gran Bretaña en nuestra corte, amigo del señor Luzan. Esta obra pudo ser una de
las que más contribuyeron á su fortuna. En ella manifestó que su principal talento, y el que más
le importaba cultivar, era el de que menos caso había hecho hasta entonces.
En el año siguiente de 174:2, hallándose en la corte , y ya próximo á marchar á Aragón , le vino
á las manos un tomo de las Memorias de Trévonx, correspondiente al mes de Marzo de aquel año,
y en el articulo 22, página 474, de la traducción de don José de Torres, tropezó con unas cláu
sulas, que le ofendieron en lo más vivo de su corazón , que era el amor de la patria, y le dieron
motivo para escribir, apenas llegó á Zaragoza, una epístola latina, dirigida á los padres editores
del referido diario. La envió á Madrid á algunos amigos, á quienes pareció bien, y determinaron
imprimirla, como deseaba don Ignacio se hiciese; pero sobrevinieron tales estorbos, que, después
de un año, sólo pudo lograr se le restituyese el manuscrito, y el año de 1745 la hizo él mismo im-
primir en Z:u"agoza, acompañada de otras dos cartas españolas, la primera de uno de aquellos
amigos de Madrid , en que expresaba los motivos por que habían suspendido la impresión ; y la se-
gunda del mismo don Ignacio, en que procuró desvanecer todas las razones de la antecedente. No
quiero graduar aquí el mérito de uno y otro escrito; pero diré como cierto que los padres de
Trévoux, ácuyas manos, según ellos dicen, no llegó esta obra hasta el Julio del año del747, die-
ron cuenta de ella con mucho elogio en el tomo correspondiente, y desde entonces mudaron en-
teramente de lenguaje en cuanto á la literatura española, y empezaron á extractar varios escritos
de nuestros nacionales.
Hallándose don Ignacjo en Monzón , el mismo año de 1742, compuso una comedia con el título
de La Virtud coronada , para representarse en la casa de ayuntamiento, por varias damas y ca-
balleros de la misma villa. En esta comedia , sin duda por condescender al gusto de los que ha-
bían de ejecutarla , no observó las reglas del arte con aquella exactitud que se debía esperar de
quien las había enseñado y defendido con tanta inteligencia y constancia. Sin embargo, tiene
caracteres bien sostenidos, moralidad excelente, la trama y el enredo buenos, y la solución bas-
tante natural, aunque imitada, según creo; la versificacícfti es fluida, fácil y libre de toda afec-
*■ tacion , y está bien guardado el decoro de las personas. Compuso también con el mismo objeto
I jna loa ingeniosa, y después otras varias poesías de algún mérito, entre las cuales parece la más
, apreciable una canción de bello estilo, dirigida al señor don Manuel de Roda, sobre un cometa
' aparecido por entonces. Algún tiempo después volvió á Madrid, y dedicado más que nunca á los
trabajos académicos, escribió muchos discursos sobre todas las partes de la gramática, ortografía
y demás objetos de la Academia Española, y para la de la Historia trabajó, entre otras cosas, dos
disertaciones.
En la primera, que es Sobre el origen y patria de los godos, dijo por incidencia una proposición
en que parecía dar por sentado haber sido Ataúlfo el primer rey godo de España. Otro señor aca-
démico muy erudito presentó á la Academia una disertación exponiendo las muchas dificultades
que le ocurrían contra aquella proposición. Entonces don Ignacio, por dos motivos tan urgentes
como el de tener que dar su parecer por el oficio de censor de la Academia que ejercía , y el de
ser el autor de aquel aserto, se vio en la precisión de fundarle y rebatir las objeciones del otro
académico. Este fué el asunto de la segunda, que tiene por título : Disertación en que se demues-
tra deberse contar á Ataúlfo por primer rey godo de España. La felicidad y el acierto con que des-
empeñó el asunto fueron tales, que desde entonces se mira este punto como una verdad clara é
indubitable.
Por este tiempo don Lorenzo Santayana, oidor de Zaragoza, le remitió el original de la obra
que escribió con el título de Gobierno poñlico de los pueblos de España, manifestándole sus deseos
de saber el juicio que formase de ella; lo que dio motivo á don Ignacio para responderle en una
carta, donde, ademas de los grandes elogios que da á la obra, vierte multitud de noticias, que
acreditan profunda erudición en la materia. Por entonces se discurre fué cuando compuso un
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CRÍTICOS. 103
papel bastante bueno sobre el catastro, y empezó á reformar en su Poética varias cosas, y añadir
otras bastante esenciales, sin que dejase de continuar al mismo tiempo en el obsequio délas Mu-
sas, componiendo muchas poesías castellanas y latinas. Entre éstas merecen especial mención
unos Epinicios al Delfín de Francia, sobre la batalla de Fontenoy, ganada por los franceses el año
de d745, los que después tradujo en tercetos; y unos elegiacos al señor don José del Campillo, so-
bre el recobro de su salud. Tradujo en diversos metros varias odas de Horacio y de Anacreonte,
el salmo Miserere, el himno Pange lingua, y finalmente, con mucha elegancia y propiedad, en
tercetos , la Epístola de Medea á Jason , de Ovidio.
El año de 1746, con motivo de la exaltación del señor Fernando el Sexto al trono, ademas de dos
sonetos impresos, aunque sin su nombre, compuso un poema con el titulo de Juicio de Púris,
renovado entre el Poder, el Ingenio // el Amor, en la entrada solemne (jne hizo en su imperial villa
de Madrid, el dia i O de Octubre de 1746, el lien nuestro señor don Fernando el Sexto. Fábula épica
de DON Ignacio de Luzan, dedicada á la Reina nuestra señora doña María Béirbara de Portugal, por
mano de la excelentísima señora Condesa de hemos, su camarera magor. Está impresa en el Par-
naso Español. En el año siguiente de 1747, por orden superior, y con tiempo muy limitado, hizo la
traducción de la ópera de Metastasio, intitulada La clemenza di Tito, que había de represcntarso
delante de sus majestades, en el carnaval del mismo año ; y como era tan versado en la lengua ita-
iana, y por otra parte tenia bien penetrado el espíritu del autor, le fué fácil trasladarle, aunque en
breve término, á nuestro idioma y en buenos versos, notándose únicamente en ellos tal cual defecto
ó incorrección , disculpable en la precipitación con que se hicieron. Últimamente, por encargo de
un principal ministro, dio por escrito un dictamen sobre la colocación de los collares del Toisón
y Sancti Spirilus en las armas reales; con lo que acabó de llenar la idea que el Ministerio había
formado de su capacidad. De allí á poco, como ya dije, se le destinó á la secretaría de embajada
de París, donde prosiguió haciendo lo mismo que hasta entonces, en todo el tiempo que le deja-
ban libre las ocupaciones de su empleo. Alk compuso varias poesías en francés, italiano, espa-
ñol y latín. Entre ellas son notables unos dísticos latinos, elegantes y de mucha delicadeza , con
este epígi-afe : De JEdibus marquivnissoe Pompadeuri ad Fontemblavium , y una epístola macarró-
nica, que cerca de un año después de haber llegado á París, escribió á su grande amigo don Juan
de Iriarte, en la que con chiste le da cuenta de varias cosas que había visto en aquella corte, es-
pecialmente de la Real Biblioteca y del carácter del bibliotecario. Respondió el señor Iriarte, ex-
presando el juicio que hacia de aquella composición, en el siguiente dístico semiraacarrónico :
Tam bona cum noris macarrónica fingere, Luzan,
NcB tua Merliuo plus quoque Musa sapit.
Los pensamientos y estilo, así de la epístola como de unas notas que la acompañan , son tales,
que se puede inferir que don Ignacio, en medio de los más arduos negocios, conservaba aquel
humor y despejo propios de un hombre enteramente desocupado. Luego hizo una buena crítica
de Catilina, célebre tragedia de Crébillon. También empezó á escribir unas Memorias, en que
pensaba hacer sincera relación de los sucesos principales de aquel tiempo, y de las verdaderas
causas de todos ellos, según el conocimiento que logró por medio del manejo continuo de los más
secretos é importantes papeles, y de las negociaciones en que tenia tanta parte, juntando á la
narración las reflexiones y conjeturas que su experiencia y capacidad le sugerían. En esta obra
se proponía dos objetos : el uno era poder tener siempre bien presentes todas estas noticias , para
las ocasiones que se le pudiesen ofrecer en adelante , sin riesgo de que la variedad de otros nego-
cios y de otras especies se las confundiesen ó se las borrasen de la memoria; y el otro, instruir
á los jóvenes que entran en la carrera de la política. También estando en París formó, por en-
cargo de la Academia de la Historia, unas apuntaciones muy eruditas para la geografía de Espa-
ña, y poco antes de salir de la misma corte, á imitación de la obra que escribió el abate Girard,
empezó á trabajar una sobre los sinónimos de nuestro idioma. Otras escribió en Francia, de más
entidad y mérito que todas las que he referido ; pero la calidad de los asuntos que en ellas trata,
prohibe dar aquí noticia individual de ellas, como también omitiré la de una controversia litera-
ria que tuvo con el señor Van-Hoeis, embajador de los Estados Generales en aquella corte.
En medio de estas ocupaciones, halló tiempo para buscar y ¡untar una porción considerable
de exquisitos libros , tratar y visitar con frecuencia á los principales sabios , é informarse menu-
j^ DON IGNACIO DE LUZAN.
damente de todo lo más importante y curioso de Paris, en especial do las ciencias y artes, y mé-
todo de sus estudios y escuelas. Asistió á todo el curso de física experimental que explicaba el cé-
lebre abate Nollet; y si su vuelta á España se hubiera dilatado algo más, tenía ánimo de asistir
también al de química y farmacia, que según los principios de Beclier, Boerhave y Sthal, abrió
por entonces monsieur de la Planche.
No hacia toJo esto por mera curiosidad , sino con el fin de apuntar sus observaciones, y reco-
ger ideas y noticias, para producir después obras útiles á su patria. Con efecto, restituido á Es-
paña, volvió al instante á tomar la pluma para concluir las que traía ideadas ó empezadas, y para
formar el plan de otras, que sus luces, celo y continua aplicación le sugerían. La primera que dio
á la luz pública fué la (pie tiene por titulo Memorias literarias de París, que salió impresa en
el mes de Abril de 1751. El objeto de esta obra, que está escrita con mucha erudición y buena
critica, no fué otro que el de presentar á los ojos de los españoles, como en un lienzo, el estado
de todo género de estudios en aquella corte, haciendo juicio exacto é imparcial de lo bueno y
malo que había advertido en ellos, para que sus compatriotas, estimulándose á abrazar lo uno, y
sabiendo evitar lo otro, resucitasen la antigua gloria literaria de España.
Deseoso de contribuir por su parte, en cuanto le fuese posible, á tan digno objeto, y de apro-
vechar la ocasión que le ofrecían el celo y la amistad del señor don José de Carvajal , para pro-
mover pensamientos útiles al bien público, formó el plan de una academia general de Ciencias,
Arles y Bellas Letras, que deseaba se fundase en Madrid, en el cual comprendió cuanto había
que prevenir en el asunto, como eran : los estatuios, número de académicos honorarios, nume-
rarios, asociados y de otras clases; la renta que debía tener, y su distribución; forma de la casa en
que habían de ser las juntas; división de clases, y número de individuos que había de tener cada
una; y finalmente, lista de los sujetos que le parecían más á propósito para académicos, con ex-
presión de la clase en que convendría poner á cada uno de ellos. No tuvo efecto esta idea ; pero
se puede asegurar dio motivo á otra muy plausible , aunque no tan vasta , que fué la de eriiilr so-
lemnemente, como ya he dicho, en Academia Real, con el título de San Fernando, para el cul-
tivo de las tres nobles artes, la junta preparatoria que existía, mandada formar por el señor don
Felipe V, pues aunque don Ignacio no fué el único á sugerir este pensamiento, se distinguió en
promoverle con el señor Carvajal. Siendo uno de los académicos de honor, recitó, el día de la
apertura, unas octavas alusivas al objeto; y el año siguiente, con motivo de la distribución délos
primeros premios, recitó también una canción, un soneto italiano y un epigrama latino. Otro
asunto no menos importante excitó también su amor á la patria, y le movió á escribir un pro-
yecto para precaver las carestías de trigo; el cual, si se llegase á poner en planta, sin más que
alguna ligera variación ó adición, según las circunstancias presentes, acaso produciría el efecto
que deseaba su autor. En dicho año de 17oi, con el fin de ir introduciendo el buen gusto en la
dramática, dio á la prensa la traducción de una comedia de monsieur Nivelle de la Chaussée,
con el título de La razón contra Ja moda , que dedicó á la señora Marquesa de Sarria , en cuya
academJa la había leído manuscrita, con mucho aplauso de los concurrentes. Los diaristas de
Trévoux hablaron de esta traducción con particular elogio.
Dedicóse luego á dar la última mano á la corrección de su Poética. El trato continuo que ha-
bía tenido en París, no sólo con los mejores poetas y con los eruditos más distinguidos de Fran-
cia , sino también con algunos de otras naciones , y al mismo tiempo la lectura de muchas obras
que hasta entonces no había podítlo tener á la mano, refinaron su buen gusto y dilataron sus
luces, de suerte que juzgó necesario rever con cuidado la obra, reformar lo conveniente, y aña-
dir lo que faltaba en ella. Los diaristas de Trévoux habían notado que, al parecer, el señor Luzan
no tenia noticia ó no apreciaba los poetas ingleses , pues no habló de ellos en su Poética ; y esta
fué una de las cosas que creyó necesario añadir, como lo hizo. Igualmente parece debió recono-
cer que la sátira es una especie de poesía que merece tratado aparte, como lo habían advertido
los diaristas de España; pues con eiécto le escribió, si no está equivocada la persona que me ha
dado la noticia , refiriéndose á quien le aseguró haberle leído. También añadió muchas cosas
esenciales en la historia de la poesía vulgar; varias observaciones muy delicadas y nada comunes
sobre algunas especies de metros castellanos , y sobre la mejor elección y más bella colocación
de los consonantes. Todas estas adiciones se conoce las trabajó de priesa, y que por lo mi-smo ne-
cesitaban aumento, más orden y más corrección, especialmente las que tocan á la historia de la
poesía vulgar; pero le faltó el tiempo, no sólo para perfeccionar esto, sino para escribir otras que
NOTICIAS BIOGKÁFICAS Y JUICIOS CRÍTICOS. 1<^'3
tenía meramente apuntadas, y entre ellas un tratado del perfecto comediante, para añadir á la
Poética, pareciéndole, con mucha razón , que el buen efecto de un drama depende en gran parte,
de su buena ejecución. Sólo tenemos el plan y la distribución de los capítulos, que seguramente
abrazan todo lo necesario para conseguir la perfección en este arte. Es lástima que no pudiese
poner en ejecución una idea tan bella y tan útil y precisa, singularmente en España, donde los
comediantes se forman sin estudio, y sólo por medio de una práctica harto defectuosa.
Entre las poesías que compuso por ejUónces, sobresalen , un poema jocoso, que intituló La Ga-
tomiomoquia , escrito con gracia y pinceladas satíricas, alusivas al estilo de algunos predicadores
que eran famosos en aquel tiempo; dos canciones, una á la primavera , y otra sobre su natural in-
clin:;cion á la poesía; una elegía latina al Conde de Perelada, cuando estaba para partir á Lisboa
con el carácter de embajador, y un romance satírico, muy chistoso, con el título de El Gacetero
quejoso de su forluna.
El carácter que por lo general se advierte en las obras del SEÑon Luzan es un espíritu filosófico
y metódico, con solidez y gusto, y un genio inclinado á profundizar y desentrañar las materias,
tal vez con menudencia excesiva.
Algunos repararán , particularmente en la Poética, la frecuencia de citas y la copia de pasajes
enteros de autores famosos; pero todo era preciso en aquel tiempo para entrar bien armado en la
ardua empresa que tomó de hacer la guerra al mal gusto, y restablecer el bueno. Las que ahora
'Son verdades llanas y corrientes, eran entonces opiniones extravagantes y nuevas, aun entre los
que se preciaban de doctos. La razón sola debía bastar para el logro de su intento ; pero cono-
ciendo que basta pocas veces, tuvo por preciso apoyarla con la autoridad; bien que si alguna vez
las halló encontradas, procuró hacer patente la preferencia que se debía dar á aquella sobre ésta.
Su estilo prosaico es natural, sencillo, y en general corriente, aunque alguna vez se nota cierta
sequedad é incorrección. En sus poesías, en lo que permite la locución poética, es semejante al
de su prosa. En ellas hay más arte que numen , pero no le falta éste ; aunque, á mi parecer, es más
principalmente obra del arte lo primoroso y acabado de algunas de sus composiciones.
He dejado correr la pluma, sin poderlo remediar, más de lo que pensé al principio; porque tra-
tándose de la vida de un hombre de talento, virtuoso, aplicado, laborioso, y no menos digno de
estimación por sus prendas que por sus obras, por muy conciso que quisiera ser el historiador,
y más siéndolo yo, es preciso tenga mucho que hablar. En fin , el juicio que á consecuencia de
todo lo expresado deba formarse del mérito verdadero de don Ignacio de Luzan, se deja á los lec-
tores discretos , sabios y desapasionados. Yo he cumplido por mi parte , del mejor modo que me
ha sido posible, con el obsequio que debo á su memoria, y con el deseo de algunos amigos, en
cuyo concepto merece aún mayores elogios.
II.
DEL EXCELENTÍSIMO SEÑOR DON MANUEL JOSÉ QUINTANA.
(Introducción á !a poesía castellana del siglo xviu.)
El primer escritor que se presenta en el orden del tiempo, es don Ignacio de Luzan; no dejando
de ser un fenómeno notable que el primer poeta de quien haya de hablarse sea también un
maestro de poética. La suya , publicada en 1757, tiene el mérito de ser un libro muy bien hecho.
y el mejor de los que en aquella época se publicaron. Sano y seguro en principios, oportuno y
sobrio en erudición y en doctrina, juicioso en el plan y claro en el estilo, presentaba unas dotes
de seso, de arte y de buen gusto que no se reunían ftícil mente en los talentos que á la sazón cul-
tivaban las letras, unos depravados con el mal gusto que aun dominaba en la opinión vulgar,
otros dados á un fárrago indigesto de noticias y discusiones, ya pueriles, ya importunas, y siem-
pre fastidiosas. Notóse entonces que algunas cosas estaban ligeramente tratadas en este libro, y
otras omitidas; notóse también la severidad excesiva con que eran juzgados algunos poetas espa-
]06 DON IGNACIO DE LUZAN.
ñüles, principalmente Góngora y Lope de Vega (1). El autor justiticaria tal vez su rigor con la
necesidad de oponerse á la licencia y abusos que la abundancia y abandono del uno y los delirios
del otro, hablan introducido en la poesía. Pero lo que, en mi opinión , desluce más esta obra, es
la poca amenidad con que está escrita , y el poco interés que inspira. Al ver el tono seco y desa-
brido con que Luzan habla de una arte tan halagüeña y seductora, nadie le creyera penetrado de
las bellezas del argumento que trata, ni menos le tuviera por poeta. No es de extrañar, pues, que
fuese poco leida entonces , y que por de pronto su influjo en los progresos y mejora del arte fuese
corto, ó más bien nulo. Las obras de critica , en lo general , dirigen y no estimulan, enseñan y no
inspiran; la Poética de Luzan, por el modo de su ejecución, debia estar expuesta, más que otra
alguna, á este efecto escaso y limitado; y útil á los maestros para enseñar, á los críticos para re-
prender, no podia servir mucho á los ingenios i)ara producir.
A este fin era mejor el ejemplo, siempre más activo y poderoso que los preceptos : Luzan tiene
la gloría de haberle dado también , y sus escritos poéticos, comparados con los versos desatinados
que á la sazón se componían, tienen, por su invención y disposición, por su armonía y por su
estilo, un mérito bien sobresaliente. Las dos canciones á la conquista y defensa de Oran , com-
puestas hacía los años de 1752, son dos exhalaciones hermosas en medio de una oscuridad muy
profunda ; y pocos ó ninguno estaban todavía en estado de igualarle, cuando veinte años después
hacia resonar estos acentos en la Academia de San Fernando :
Sólo la virtud bella.
Hija de aquel gran Padre, en cuya mente
De ludo bien la perfección se encierra,
Constante dura sin mudanza alguna.
En vano la fortuna
Hace contra su paz rabiosa guerra,
Cual contra (irme escollo inútilmente
Rompe el mar sus furiosas ondas ; ella.
Como la Gja estrella.
Que el rumbo enseña al pálido piloto
Cuando más brama el aquilón y el nolo,
Al puerto guia nuestro pino errante.
¿Quién con esto se acuerda
De envilecer el plectro resonante,
Donde de vista la virtud se pierda ,
O un falso bien, ó un engañoso bálago
Sirva de asunto al canto, y más de estrago?
Parece que Luzan, en esta noble y grave poesía , daba el tono á su siglo, y señalaba al ingenio el
rumbo que debia seguir para hacerse respetar. Pero sus versos , como los de casi todos los pre-
ceptistas , se recomiendan más por el artificio, la gravedad y el decoro, que por el fuego, la ima-
ginación y la abundancia. Aun cuando tuvieran un carácter más ardiente y seductor, como no
fueron muchos los que escribió, y esos inéditos en gran parte hasta mucho tiempo después , re-
sulta que no pudieron servir al público ni de estímulo ni de dechado. Para los pocos, sin em-
bargo, que entonces cultivaban las musas, y eran todos ó amigos ó apreciadores de Luzj^n, no
dejaron de concurrir á acreditar los principios de circunspección y de buen gusto que él obser-
vaba cuando escribía.
Puede contarse en este número á don Agustín Montíano , el cual corresponde más bien á la
historia de la poesía dramática, por sus laudables esfuerzos para reformarla, y por sus tragedias,
apreciadas mucho entonces, leídas después muy poco, y creo que nunca representadas. A aquella
época pertenecen también el supuesto Jorge Pitillas, escriLor satírico, ingenio fuerte, despejado
y agudo, de quien por desgracia no se conserva más que una composición , publicada por pri-
mera vez, en 4741, en el Diario de los ¡iíeratos de España, y reimpresa otras muchas después; el
Conde de Torrepalma, que en su imitación ovídiana del Deucalion, hizo prueba de un eminente
talento para versificar y describir; y en lin, don Josef Porcél, autor de unas églogas venatorias,
aplaudidas mucho entonces , pero nunca publicadas (2).
{\) Puede verse en el tomo iv d«d Diario de los lite-
ratos de ¿'s/Mñrt, -articulo 1.°, la critica que aquellos
juiciosos periodistas lucieron de la nueva Poética; la úl-
tima parte del artículo es de don Juan de triarle, y es
curioso en ella ver á un gramático tomar la defensa de
Góngora contra un poeta.
(2) Por más esfuerzos que he empleado en buscarlas
y verlas para dar alguna ¡dea de su mérito y su carác-
ter, lian escapado á todas mis diligencias, y si son ta-
les como se dice, hacen mal los que las poseen en no
enriquecer nuestra literatura con ellas. Don Luis Ve-
lazquez, en sus Orígenes de (o poesia ca¿íejía/iaj hSOO
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CRÍTICOS. 107
m.
DE DON JOSÉ MARCHENA.
(Lecciones de filosofía, moral y elocuencia. — Burdeos, 1819.)
Varios académicos imaginaron el proyecto de resucitar los buenos estudios de la sana litera-
tura : escribió el apreciable Luzan su Poética, en que corroboró los inconcusos preceptos de la
antigüedad con ejemplos sacados de poetas españoles, y los partidarios del equivoco, que al cul-
teranismo del siglo anterior hablan sustituidlo Gerardo Lobo, la Manja de Méjico y un maestro
León (1), que en nada se parece al maestro León coetáneo de Felipe II, se callaron , ó enmen-
dados ó corregidos ; siendo la publicación de las poesías del cura de Fruime el postrer aliento
de esta moribunda secta.
IV.
DE DON FERNANDO JOSÉ WOLF, secretario de la Biblioteca Imperial de Viena,
{Floresta de rimas modernas castellanas. — París, 1837.)
Los primeros ensayos, aunque- débiles y aislados, para introducir el gusto francés, los hicieron
el Marqués de San Juan con su traducción del Cinna de Gorneille, que apareció en 1713, y Ca-
ñizares con su Sacrificio de ífigenia. Mas estaba reservado el dar el primer paso decisivo en esta
carrera á un poeta preceptista, que se habia formado en países extranjeros , y bebido la purísima
agua del Parnaso francés á las orillas del Sena mismo. Este dogmatizador de la escuela galo-
hispana fué DON Ignacio de Lüzan, que en su Poética, publicada por primera vez en d737, trató
de erigir un faro que , después de tantas borrascas románticas , guiase sus compatriotas náufra-
gos al seguro puerto del clasicismo.
De aquella Poética, harto conocida y decantada por los clasiquistas , baste decir que en cuanto
á sus principios , es una mera copia de las de Aristóteles , Horacio y Boileau , escrita en un tono
seco y desabrido (á). No es de extrañar, pues, que fuese poco leida entonces, y que por de
pronto su influjo en los progresos y mejora del arte fuese corto ó más bien nulo. Pero Luzan no
se contentó tan sólo con recomendar el nuevo gusto en sus preceptos, sino también con el medio
más eficaz del ejemplo, en lo cual fué ayudado por algunos amigos suyos.
mención de ellas dos veces , y siempre con particular es- senta aquí como de un mismo siglo los tres poetas quo
timacion ; pero, como este escritor era demasiado uidul- cita. Gerardo Lobo, mencionado el primero, nació un
gente en la aplicación de la crítica á los casos particu- año antes de la muerte de León Murchante. Este,
lares, no puede darse enteramente crédito á su reco- como la Monja de Méjico, pertenece al siglo xvu, aquel
mendacion. Los Orígenes son un libro muy apreciable al xvin. {Ñuta del Colector.)
por su excelente plan y por las noticias que en él se en- (2) Estas duras palabras con que Wolf califica el es-
cuenlran , mas no por el gusto ni por el discernimiento tilo de Luzan, así como otras muchas del crítico ale-
crítico. {Nota de Quintana.) man, están copiadas de Quintana, pero copiadas sin
(1) Este maestro León , que Marchena contrapone discernimiento. Quintana llam.a también seco y desa-
aquí á fray Luis de León, es el maestro don Manuel de brido al tono de Luzan ; pero no aplica esta severa y,
León Marchante, que se hizo famoso en su tiempo por á juicio nuestro, injusta censura, al estilo general de
sus entremeses, jácaras, chambergas, relaciones de la Poeíí'ca, sino á la forma rígida con que habla de una
ciego, y otras poesías rastreras y conceptuosas. arle tan halaijüeña y seductora como la poesía. {Nota
Sorprende la ligereza con que el abate Marchena pre- del Colector.)
108 DON IGNACIO DE LUZAN.
V.
DEL EXCELENTÍSIMO SEÑOR DON ANTONIO GIL DE ZARATE.
{Manual de literatura. — Resumen hislórico. — 1844.)
En aquel infeliz período (la primera mitad del siglo xviii) se estableció la Academia Española,
vno dejaron de hacer esfuerzos algunas personas distinguidas para resucitar nuestra muerta lite-
ratura, labrándDse sordamente la revolución que la habia de presentar bajo un aspecto nuevo,
sujeta ya á los principios del clasicismo traido de allende los Pirineos. El primer síntoma que se
advirtió de esta mudanza, fué la publicación de la Poética de dox Igxacio de Luza\, publicada
en 1757; obra que al pronto no pro lujo sensación alguna, poro que años después llegó á ser el
código literario de los mejores ingenios. Era esta Poética un libro compuesto con buen juicio y
sana crítica, en que por primera vez en España se proclamaban los principios del buen gusto,
aunque se deprimía quizá demasiado á algunos de nuestros poetas antiguos, entre ellos al inmor-
tal Lope de Vega.
LüZAN dio, ademas, el ejemplo con algunas regulares poesías, aunque pocas, notándose entre
ellas las odas sobre la toma y defensa de Oran. Tenía poco numen , y sus versos son correctos,
pero faltos de animación y de colorido poético ; no obstante, podían considerarse como un pro-
digio en medio de los insulsos couleros que todavía abundaban, remedando las extravagancias
de los pasados cultos.
VL
DEL EXCELENTÍSIMO SEÑOR DON ANTONIO ALCALÁ GALIANO.
(Historia de la literatura española, francesa, inglesa é italiana , en el siglo xvin. — Lecciones pronunciadas
en el Ateneo de Madrid. — 1847.)
Antes , ó al lado de Feijóo, florecieron otros escritores de menor nota. Entonces hubo un don
Ignacio de Luzan, á quien no puede dejar de nombrarse cuando se trata de nuestra historia lite-
raria. Era Luzan hombre entendido, escritor aventajado, pero, como suele decirse, usando de la
comparación trivial, aunque exacta, déla poesía con la pintura, falto de colorido; desmayado,
B¡n bríos; hombre de conocimientos profundos, y que si no fué superior á su época, hizo más
que lo que hacer suelen los hombres de todos los tiempos. Hubo de sentirse escandalizado al ver
el estado en que se hallaba la literatura en nuestra patria , y aunque sabía algunas lenguas, y
de las letras latinas tenía bastante conocimiento, hubo de dirigirse á Francia, como el país de
donde venía entonces la luz que llamaba toda la atención, y no permitía se llevasen los ojos á
buscar guía en otra antorcha que la que resplandecía en la nación vecina. Vio en aquella rei-
nante la escuela clásica de Luis XIV; también habia estudiado la Poética de Aristóteles, con los
comentarios que le habian puesto los escritores franceses; y tomando la teoría de un padre Le-
Bossu, cuyo ensayo sobre el poema épico corría con mucha fama por aquellos días, la puso en
castellano, la exornó, la agregó á la de Aristóteles, y con sus preceptos dio á España un Arte
poética, de que hasta entonces se carecía. Juzgó nuestro teatro, como parecía en otro tiempo,
acertadamente, aunque, según el dictamen de muchos críticos modernos, con algún desacierto.
No fué, sin embargo, enemigo acérrimo de nuestro Calderón y demás autores dramáticos; pero
al censurarlos, no supo darse razón de cuál era la clase de espíritu que animaba sus obras ; no se
cuidó de investigar cuál era el cstatlo de la nación en que escribían. La crítica de aquel tiempo,
critica en que sólo se miraba á la parte externa de los escritos , señalaba á éstos ciertas formas.
Luzan vio estas formas según Aristóteles las bosqueja, según las habían señalado con más vigor
Horacio, y después los críticos franceses; y pintado este cuadro, encontró que las obras de Cal-
derón no se ajustaban perfectamente á aquel modelo, y las condenó. Por lo demás, hizo justicia
NOTICIAS BIOGEÁFICAS T JUICIOS CRÍTICOS. 109
á nuestro gran dramático, celebró su fecunda imaginación; pero, según él, tenía el defecto de no
haber observado las tres unidades de acción , lugar y tiempo ; defecto que le encuentran también
muchos críticos, de los cuales yo me aparto, venerándolos. Le encontró otros defectos mayores
de lo que son en realidad , esto es , que tenía un estilo demasiado conceptuoso, y que se apartaba
con frecuencia de la expresión verdadera de las pasiones, por usar el lenguaje del ingenio sutil,
afeado ademas con la pedantería.
Don Ignacio de Luzan hizo un servicio y un daño á la literatura española. Los que dicen que hizo
un servicio, y ésta ha sido una opinión que ha estado en boga durante largo tiempo, aciertan,
porque, en verdad, él no destruyó nada bueno en nuestra patria. El gusto de nuestros escritores
era pésimo : Luzan no quiso acudir sino á las fuentes en donde entonces se bebía : acudió, pues, á
Francia, y restableció hasta cierto punto el buen gusto literario. Él mismo hizo justicia á la poe-
sía sabia del siglo xvn ; olvidó empero, y esto no se sabía entonces, que nuestra poesía tiene dos
ramos : la poesía sabia, la poesía académica, que empezó, puede decirse , con Garcilaso, aunque
ya se encuentra algo de ella en Juan de Mena, el 3Iarqués de Santillana y otros autores más
antiguos, y que en parte venía de la poesía italiana; y la poesía popular, la poesía del Cancio-
nero (1), la de los romances del conde Claros y del conde Oírlos ; poesía de que Melendez y otros
han hecho algunas imitaciones, á íines del siglo próximo pasado.
Asimismo no conoció nuestra literatura dramática nacida en España, y que era la verda-
dera hermana de nuestros romances; hteratura que los italianos no habían conocido en sus
tragedias; porque, aunque la comedia italiana tiene, de la escuela de Planto y Terencio, com-
posiciones de bastante mérito, pues en Planto reluce particularmente la fuerza cómica, que el
mismo 3Ioliére ha imitado muchas veces, algunas la ha igualado, y otras se ha quedado corto,
y Terencio se recomienda por la intensidad de sus afectos, por la elegante sencillez de su len-
guaje, y por ser el autor de quien se han tomado más sentencias : Homo sum, Jmmani niliil á
me alicmim inüo.—Nam id arbilror adprimfí in vita esse utile, ut ne quid nimis; y otras; á pesar
de esto, aun la comedia latina, y más todavía la italiana, carecían de cierta fuerza; así que, ni
las comedias de Maquiavelo ni las de Ariosto habían dado alma á la escena cómica. De las
tragedias italianas antiguas nada se diga, valiendo poco todas ellas, aun la de Torcuato Tasso.
Entonces apareció en España Lope de Vega; pero antes los cómicos españoles habían dado
alguna muestra de ciertas dotes , que hahian de dar lustre á nuestra escena , y de los de-
fectos que la deslustran. Luzan no conoció esto, ni el mérito, ó por mejor decir, ni la índole
de los romances y de nuestro teatro; liabló de la poesía española como poesía buena, pero
imitadora, la cual algunas veces imitando se remonta mucho, y entonces es digna de admi-
ración ; pero en donde, según él , no hay nada original , no pudiendo por lo mismo menos de
desmerecer al lada de su íiermana mayor, la hermosa poesía italiana.
Estos fueron los yerros de Luzan; pero los que dicen que erró completamente, y que desacre-
ditó nuestra literatura , no se hacen cargo de que la literatura estaba en descrédito en aquel
tiempo, de que estaba casi enteramente olvidada. No desacreditó la literatura anti^'ua; no habló
de la poesía académica, censurándola; dijo poco de la dramática; desaprobó en ella algunas
cosas sin razón, pero no acabó con la literatura buena, sino con la mala que había en su tiem-
po. Es verdad que siguiendo con demasiado rigor á Aristóteles y al clasicismo francés , preten-
dió hacer un marco dentro del cual se encajonasen, por decirlo así, todas las obras del inge-
nio; que siguiendo reglas demasiado severas, no conoció que los diferentes tiempos requieren
diferentes especies de composiciones; qui; la diversidad de pueblos y de gobiernos hace variar el
juicio que se forma de los cantos, y el espíritu que á éstos debe animar, y por eso es digno de
censura á veces , aunque no por haber sido de la edad en que vivía.
Luzan fué asimismo poeta, y como á tal no debe dársele elogio alguno. Es verdad que no in-
currió en las faltas en que cayeron los de su tiempo y del inmediatamente anterior; es verdad que
no dio en las extravagancias mismas que procuró desterrar ; que miró con horror los retumban-
tes metros de ücejo (2), el Polifemo y las Soledades de Góngora; por consiguiente, fué muy dete-
(1) Aquí confumle Calinno, al parecer, la poesía Antonio Abarl), poema en ortavas, de don Pcfiro Nolns-
erudila de los Cancioneros con la popular de los Ro- co Ocejo, que Jori;e Pitillas ridiculizó con singular do-
manceros. {Nula del Colector.) naire en el Diario de los litfratos.
(2) Alude Galiano á El SdI de los anacoretas (san {Ñuta del Colector.)
j^Q DON IGNACIO DE LUZAN.
nidamcnte haciendo versos de once silabas en lenguaje correcto y esmerado; imití^ á los demás
poetas en aquello de invocar á las Musas y demás temas comunes en que durante mucho tiempo
ha consistido nuestra poesia , y que todavía sienten algunos no ver reproducidos , lamentándose
de que liavan caido en desuso las imágenes que admiraban á los poetas de nuestros primeros
años. Su Oda d las artes y La conqnisla de Oran son producciones que adolecen de los mismos
defectos de frialdad elegante y continua imitación ajustada, ó reproducción de pensamientos
ajenos y corrientes.
MAS NOTICIAS SOBRE DON IGNACIO LUZAN Y LOS LITERATOS DE SU TIEMPO.
Cuando el erudito don Juan Agustin de Cean Bermudez escribió la biografía de don Eugenio
Llaguno, lo hizo con datos de las respuestas dadas a un interrogatorio, entre cuyas preguntas fi-
guraban las siguientes: « ¿Quienes eran los concurrentes á la Academia del Duen Gusto, congre-
gada en casa de la marquesa de Sarria? — ¿Quiénes los que sucesivamente fueron concurriendo á
la tertulia de Monitano? — Si don Juan de h'iarte, don Blas Nasarre, don Ignacio Hermosilla eran
montianistas, y si el señor Gampománes alcanzó estas juntas y concurrió á ellas. — Si entre la
tertulia nocturna de Montiano y la vespertina del padre Sarmiento había alguna relación conoci-
da, ó se componía de unos mismos sujetos. »— Muy en su lugar se hallaban todas estas pregun-
tas, como que don Eugenio de Llaguno y Amírola había sido paje de bolsa de don Agustín de
Montiano y Luyando. Ahora va á dejar de seguir inédito lo que don Bernardo Iríarte contestó así
á esta parte deí interrogatorio: «Bernardo L-iarte tenía muy corta edad cuando algunos literatos
y sujetos de varías clases concurrían en casa del Marqués de Sarria, hermano del primer secre-
tario de Estado y del Despacho don José de Carvajal y Lancáster, para que pueda designar quié-
nes eran , y menos calilicar su mérito.— La tertulia de Sarria pudo ser abuela, mas no madre de
la tertulia de Montiano. Se ignora si tuvieron algún parentesco ó conexión, ni si la de Montiano
descendió de la del Marqués de Sarria. — Consta, sí, á Bernardo h'iarte que en casa de don Blas
Antonio Nasarre , bibliotecario del Rey, se juntaban por las noches (don Juan de triarte no asis-
tía, porque todas las pasaba, como las demás horas del día, estudiando y trabajando, y obligan-
do á su sobrino Beriianlo á hacer lo mismo) varios literatos, y entre ellos don Ignacio Luzan, y á
veces don Agustín de Montiano y Luyando , algunos individuos de la Biblioteca y otras personas.
Luego que falleció Nasarre, atrajo Montiano á su posada muchos de los asistentes á la tertulia
de aquél. Progresivamente se fueron agregando varios eruditos y sujetos de buen gusto , ya de
los avecindados en Madrid, ya de los que venían de las provincias del reino y hasta de América.
Así llegó á ser bastante numerosa, y á veces tanto, que los literatos se disgustaban , porque, ha-
biendo logrado, después de muchas instancias, la mujer de Montiano, doña Josefa Manrique (ha-
bía sido camarista de la reina Farnesio), y su sobrina, doña Margarita , ser admitidas en la sala de
la tertulia, acudieron á ella gentes indoctas, que incomodaban á la docta, y fué preciso, para
desahogo de ésta y pasto del alma y cuerpo de aquellas, poner una mesa de biribís, donde tu-
viesen digna ocupación , formando así ancho aparte los literatos. — De esta última clase, eran ter-
tulianos constantes don Ignacio de Luzan , don Juan Iriarte, que ya salía por las noches, para des-
cansar de su tarea diaria y distraerse; don Ignacio de Hermosilla y Sandoval, don Antonio Pisón,
lector de la princesa de Asturias, hoy reina; don Luis Velazquez, marqués de Valdeflores; don Fe-
lipe de Castro, célebre escultor gallego. Canipoinanes concurrió pocas veces á la tertulia, á los
principios, y después no. — Bernardo Iriarte llegó á asistir también; don Eugenio de Llaguno,
que era inmediato y perenne asistente, como que vivía en la propia casa de Montiano, llevó una
noche al mismo Bernardo Iriarte á la tertulia, contra la voluntad de su tío, que prefería se entre-
tuviese en casa, estudiando el sobrino; más hubo de ceder, y ya le llevaba en su compañía, mi-
rando como equivalente de las tareas nocturnas en que le ocupaba, la amena, variada é indirecta
instrucción que adquiriría oyendo las condenaciones, discursos y lecturas de los doctos é inge-
niosos asistentes á la tertulia de Montiano. Los días de fiesta llevaba el tio don Juan al otro so-
brino Domingo, niño todavía, para que aprovechase algo allí y no hiciese travesuras en casa. —
Ninguna relación había entre la tertulia de Montiano y la sociedad ó concurrencia de la celda del
EL JUICIO DE parís. lll
padre fray Martin Sarmiento por las mañanas y tardes. Don Juan de Triarte iba á ver al padre
Sarmiento todos los domingos después de misa, y llevaba á su sobrino Bernardo. Eran pocos los
concurrentes , y entre ellos habia académicos. — Don Blas Nasarre no pudo asistir á la tertulia de
Montiano, pues ésta, según va dicho , no tuvo principio ni existió hasta después del fallecimien-
to del mismo Nasarre.»
No hay mejor edición de la Poética de Luzan que la hecha en dos tomos, el año de 1789, por
Sancha, pues en ella intercaló don Eugenio Llaguno todas las adiciones y enmiendas del mismo
don Ignacio, á quien habia tratado en la juventud, y cuyos consejos le fueron muy útiles en el
resto de su vida.
POESÍAS.
JUICIO DE parís,
RENOVADO
ENTRE EL PODER, EL INGENIO Y EL AMOR (1).
r
FÁBULA ÉPICA.
En la entrada pública lieclia por el señor don Fernando VI
en ¡Madrid, á 10 de Octubre de 1746.
No la ira del hijo de Peleo,
Ni los viajes del sabio Ulíses canto,
Ni el héroe que de Troya y fuego aqueo
Trajo á la Italia el gran cantor de Manto,
Ni al que de ilustre pluma ha sido empleo,
Gloria de Portugal, del moro espanto,
Ni las piadosas armas en Suría,
Ni hazañas de valor y cortesía.
, Más dulce inspü-acion, furor más blando
A pacifico asunto el pecho inflama :
El triunfo cantaré con que Fernando
Entró en su leal villa, que le aclama;
Diré cómo en su obsequio disputando.
Poder, Ingenio, Amor ganaron fama
De su gran corte en (íl teatro augirsto,
Y que en ñn venció Amor, como era justo.
Bajad de vuestro monte á darme aliento,
Musas, que á todas nueve hoy os imploro :
Unas me templaréis para el intento
La dulce lira y el clarín sonoro;
Otras haréis ciue en delicado acento
Mi voz iguale á vuestro amable coro,
Para cantar del gran monarca glorias.
Esmeros de Madrid, de Amor victorias.
Y tú, María Bárbara, heroína
Por quien Iberia aspira á ser dichosa,
Dígnate de ilustrar con tu divina
Musa lo que la mía emprender osa ;
(1) Para muestra del estado de nuestra poesía en el presente
siglo XVI, r, publicamos esta pieza, que existia inédita con todas
las demás de su erudito autor. El asunto cst;) concebido con ma-
jestad V elesacion ; la idea es muy ingeniosa y muy poética , y se
halla felizmente establecida y desempeñada . singularmente en la
conclusión v ti iunfo del Amor contra el liignüo y el Poder, que es
excelente ; ¡a erudición es acendrada y exquisita , aunque no siem-
pre se podrá reputar por oportuna ; la versiticacion es muy pro-
pia , y maniliesta el canicter de este poeta, en cuyas composi-
ciones, por lo general, luce más el arte que la naturaleza. He
esto nace que á sus versos les falte todavía algo de aquel espíritu,
llenura, copia , facilidad y soltura que admiramos en los poetas
del siglo de oro; prueba evidente del estrago que han heclio en
nuestra poesía t;intoí años de cdmipcion y decadencia , pues aun
no han podido acabjr de resl.ihlircr su riibusiez y antigua lozanía
los más clásicis artilices de nuestro tiempo. Sin embargo, se ofre-
ce al publico esta ingeniosa composición , no tan sólo por el gran
crédito de su autor, como por sobresaliente entre cuantas hemos
Visto y leido sobre semejantes asuntos.
(Nota de López de Sedaño en su Parnaso espafíoi.)
A perdonar la majestad inclina ;
Que tu piedad merece genero; a
3uien do tu esposo Rey, con alta idea,
Decir presume y acertar desea.
, Quizá después, si se permite un dia
A humana voz asunto más que humano,
Alentada á tu sombra mi Talía,
Resonará tu nombre soberano,
Haciendo que obsequiosos á porfía.
En ecos le repitan monte y llano;
Que oigas en tanto humilde te suplico
Versos que respetoso á tí dedico.
En la estación que el hijo de Latona
Por el signo de Libra el curso extiende.
Cuando el otoño fértil se corona
De hermosa fruta, cjue en el árbol pende,
Y en los dones de Baco y de Poraona
El hacendoso agricultor entiende,
Mirando alegre que ya premia el cielo
Su trabajosa vida y su desvelo;
, Cerca de Manzanares, recostado
A la sombra de un álamo coposo.
Mientras mi gauadillo al verde prado
La yerba repastaba presuroso,
Por conceder al cuerpo fatigado,
Mientras más hiere el sol , dulce reposo,
De la mansa corriente al blando ruido.
Suspendido quedé , si no dormido.
Entonces reparé que sus cristales
El rio por el medio dividía,
Y de su centro, hermosas, celestiales,
Ágiles ninfas vi que producía;
De p'-rlas y finísimos corales
Rico adorno cada una en sí traía ;
Un anciano después con urna al lado
Apareció, de juncia coronado.
Cual fabulosa antigüedad pintaba
Al padre Tibre ó al dardano Janto,
Cuando sobre las ondas se asomaba
A oir de algún mortal queja ó quebranto,
O como al dios Neptuno figuraba
Musa gentil en su fingido canto.
Cuando iba por el mar con Deyopea,
Cimodoce, Nerine y Calatea;
Tal Manzanares á mi vista ofrece
EspL'ctáculo nuevo y agradable ;
Crece mi suspensión, mi pasmo crece,
Al ver que aquel anciano venerable
Conmigo desde el agua á hablar empiece
Con apacible voz y rostro afable.
Fielmente su discurso, no prolijo.
Conserva la memoria ; así me dijo :
((p]xtranjero pastor, que en mi ribera
Buscas tranquilidad á tus fatigas.
Vite otra vez, no es ésta la primera,
Y sé tu nombre ya, sin que lo digas ;
Las bellas ninfas de esta undosa esfera
112 DON IGNACIO
Únicas son de tu zampona amigas ;
Zampona y voz antes de ahora oyeron,
Antes también á entrambas aplaudieron.
))Si tanto pudo tu infclice estrella,
Que por otras tu voz no fué atendida,
Bástete que conmigo tu querella
Tuvo suerte mejor, fué bien oída.
Premiar, agradecer, propio es de aquella
Piedad que en inmortal pecho se anida ;
Por eso una aidua empresa te confio;
No temas, yo deidad soy de este rio.
))De tres émulos genios juez severo,
En disputas de gloria codiciosas,
Poder, Ingenio, Amor, que seas quiero,
Y juzgues sus contiendas generosas.
Eecto el juicio ha de ser, el juez cutero
Dádivas no recibe cautelosas ;
Atif nde á la verdad y á la justicia.
No la pasión te ciegue ó la codicia. _
))No será nuevo que un pastor decida
Entre deidades gr.ave competencia ;
Páris troyano, allá en los valles de Ida,
Dio en la famosa lid fatal sentencia,
Y con áurea manzana apetecida
A Venus concedió la preferencia ;
Tú también, de los tres al que venciere
Esta palma has de dar, sea el que fuere.»
Dijo, entregando la triunfante rama,
De vitoriosas diestras honradora;
Luego á su habitación de ovas y lama
Sumióse entre las ondas, donde mora.
Nuevo prodigio, ya previsto, llama
Mi atención, admirada en lo que explora:
Tres gallardos mancebos de improviso
En mi presencia aparecer diviso.
De los tres, el más alto y más robusto
De brillante diadema orna la frente,
Respeto inspira su semblante augusto.
Admiración su traje refulgente.
Cuanto pesca en Ceilan el indio adusto.
Cuanto cria sin precio el rico Oriente,
Matiza, con primor nunca imitado.
El manto, el tonelete y el calzado.
El Ingenio el segundo (ya el primero
Que era el Poder estaba conocido).
Galán, fuerte, vivaz, pronto, ligero,
Pero casi desnudo ó mal vestido ;
Alas tiene, con ellas altanero
Tal vez subir al cielo ha presumido;
Dos grillos á los pies duros le oprimen,
Que pobreza y desgracia al vivo exprimen.
El tercero un rapaz , que respiraba,
Al acercarse á mí, suave fu-go,
Por las señas de arpón, arco y aljaba.
Que era el rapaz Amor conocí luego;
No, cual en tiempo antiguo, se mostraba
Temible á hombres y dioses, aunque ciego;
Este sin venda en la halagüeña vista
Corazones cautiva, almas conquista.
Aunque tan desigual á mi se mide.
El primero el Poder á hablarme empieza,
Que cuando ha men. ster, anhela ó pide,
Sab'? humillar con todos su grand za;
La seria gravedad de sí despide ,
Transformando en halago la entereza.
Tal César busca para el arduo empeño
De Amidas á la puerta humilde 1 'ño.
«Noble pastor (así empezó alabando),
Sin duda al cielo tienes muy propicio.
Pues competencias de uno y otro bando
De tu capacidad remite al juicio;
En la entrada feliz del gran Fernando
Cada uno de los tres cumplió su oficio;
No niego esta verd.ad, pero ¿quién puede
Disputar con quien tanto en todo excede ?
«Mas, porque veas que á tu juicio dejo
Libre para que juzgue lo que sienta,
Y que de la justicia el puro espejo
Nunca mi autoridad manchar intenta,
Sirviendo á la razón S()lo en bos(iuejo,
Te daré de gran suma breve cuenta,
y en pocos rasgos te diré la mucha
DE LUZAN.
Soberbia pompa de la fiesta; escucha :
))Con sombras salió el sol , haciendo alarde
De ceder á otra luz por la mañana;
Pero otro nuevo sol (que el cielo guarde
Sin ver ocaso hasta la edad más cana)
Dustró el Oriente por la tarde,
Y á su lado la aurora lusitana ;
Y así, con duplicados arreboles,
Vio aquel dia dos albas y dos soles.
«Ceda el Oriente á la felice puerta
Por donde éste salió desde su cielo.
Dando en sus luces esperanza cierta
De serena bonanza al patrio suelo;
Ocho caballos, cuya piel incierta
En tigres los disfraza con anhelo.
Tiraban la carroza coronada,
Llena de majestad, de oro cuajada.
«No extrañes que en silencio á tantos pase,
Que seguían al Pey, ó precedían ;
Primero, si uno á uno los nombrase,
El dia y aun la voz me faltarían;
Ni es dable que ésta á referir bastase
El lustre, el esplendor con que lucían
llamas (en la nobleza y en la tropa)
A cuyos troncos obedece Europa.
«De tan lucido séqviito servidos.
Los Eeyf s al antiguo templo fueron
De la Almudena; allí, reconocidos,
A Dios y á su gran Madre gracias dieion;
Luego entre mil aplausos repetidos
Portas dispuestas vallas se volvieron,
Viendo ya iluminado el ancho giro
De la gran plaza y calles, al Retiro.
«Por toda esta carrera arcos triunfales
En varias partes mi atención dispuso,
De tanta magnitud y pompa, cuales
Ni á sus triunfales héroes Roma puso;
Allí de preciosísimos metales
Hizo pródigamente en todos uso,
Y por las calles paralela valla
Distingue el paso y forma su mxxralla.
«Las paredes allí se disñ-azaron,
Vistiendo el mármol delicada seda
Y paños , en que belgas se esmeraron
Con arte tal , que á la pintura exceda;
El lucimiento con que se emularon
Nobles fieles vasallos, no hay quien pueda
Dignamente decir, sin que sea agravio
De su primor el no elegante labio.
«Del Monarca en obsequio hasta las fuentes
Su desnudez en nuevo traje mudan,
Adornadas por mí con eminentes
Máquinas, en que mil obreros sudan;
Luego con mucha luz resplandecientes,
Murmm-ando entre sí, confusas dudan
Qué novedaei contra su ser se fragua,
O sí quieren que abrase y arda rl agua.
«En la Plaza Mayor (la fuerza mía
Aquí supo ostentar adonele llega),
A pesar ele la noche, el claro dia
Continuado, á su horror la entrada niegay
Y en mil cristales , en que resurtía
Multiplicada luz, admira y ciega;
Quejáronse las sombras asustadas.
De sus mismos dominios elesterraelas.
«En el siguiente el júbilo festivo
Prorumpe en diversión , alegre risa ,
Monstruos y fieras imitando al vivo,
Y trajes con rielícula divisa ;
Reina el placer en tóelos expresivo,
Y cuando ya es la luz sombra indecisa ,
Con hachas la jovial tropa discurre,
A verla el pueblo de tropel concurr '.
«En la tercera noche el aire aclara
Jláquina artificial desde la tierra,
Y como si á sus hijos emulara,
Hace á los ciclos inocente guerra:
Contra la azul región, mientras dispara
Todo el incendio que en su seno encierra.
Con las continuas llamas que vomita.
Naval combate y ciudael fuerte imita.
«Medio desnuda el alba, en el postrero
JUICIO CE PÁRIS.
íiá
I)ia, désete el Oriente se apresura,
Por ver el espectáculo guerrero,
Donde el genio español su brío apura.
Del olímpico estadio el lisonjero
Aplauso general en vano dura ;
Calle Atenas sus grandes juegos cuatro,
Y Roma su famoso anfiteatro.
))La gala, bizarría y gentileza
De los cuatro campeones animosos,
Su valor, su ardimiento, su destreza
En los casos y empeños peligrosos;
La ciega furia y natural fiereza
De los heridos toros recelosos,
Pintar no es dable, que el pincel se asusta
Con los mismos peligi'os de que gusta.
«Después de tan magnífico aparato,
¿Quién se me atreve á disputar la gloria?
Es agravio á mi altivo genio innato
Solamente el dudar de la victoria.
I Qué pudieran hacer, que fuese gi-ato
Obsequio y digno de inmortal memoria,
En corto plazo, un niño y un desnudo,
Cuando todo mi esfuerzo apenas pudo?
))Si gloriosa ambición tu pecho mueve,
Y mejorar deseas de fortuna ;
Si del oro la sed acaso debe
A tus deseos atención alguna,
Yo haré, pastor, que tu experiencia pruebe
Juntas muchas fortunas sólo en una ;
Pide á tu arbitrio, mi poder ofrezco;
Pero la palma solo yo merezco. »
Calló el Poder, mostrando en el semblante
De enojo y de pesar no leve indicio,
Como que era agi-aviarle si un instante
A su favor se dilataba el juicio.
Siguió el Ingenio vivo, penetrante.
Hecho de la elocuencia al ejercicio;
Y al empezar á defender su causa.
Hizo, mirando en torno, breve pausa.
Cual músico de Italia primoroso.
Antes de comenzar aria canora
Del Sasone , del Vinci ó del famoso
Escarlati, la voz primero explora,
Y en bajo son lo más dificultoso
Del no visto papel lee y decora,
Después todo el raudal del dulce canto
Suelta á ser del oido amable encanto;
Así con arte, á la prudencia junto.
El Ingenio, algún tanto suspendido.
Veloz recorre ya uno, ya otro punto,
De elegante discurso prevenido;
Al fin empieza el meditado asunto.
Abriendo el dulce labio detenido,
Por donde un rio de elocuencia sale,
Que más que el mismo vencimiento vale,
«Si alguna vez pude llamarme (dice)
Venturoso, á mi ver, sin duda es ésta;
Antes el gusto ajeno satisfice,
Sólo al mió mi lengua ahora se presta";
Todo concttrre á hacerme aquí felice :
El mismo heroico asunto, y la propuesta
Palma, y el juez, cuyo inocente seno
De codicia y pasión contemplo ajeno.
))¿ En qué mejor empeño sus primores
Mi misma habilidad emplear quiere.
Sino en probar que á sus competidores
En los obsequios de su Rey prefiere?
El noble ramo, honor de vencedores,
Estimaré, si mi valor le adquiere.
Sólo por este fin , con esta idea
De que mi obsequio superior se vea.
))Ni este blasón podrá negarme alguno.
Sea el Amor, sea el Poder; los corazones
Encender, alentarlos pudo el uno,
Y el otro de Pluton verter los dones;
Ineficaz por sí , bien que oportuno
Medio uno y otro en tales ocasiones, -
Si el Ingenio esos medios no dirige,
Ordena, perfecciona, une y corrige.
«Erigió excel.sas máquinas costosas,
Fué pródigo el Poder de su tesoro.
No lo niego; alzó vallas primorosas,
Hizo la misma copia vil el oro,
No lo niego; excedió las más famosas
Fiestas de que hay memoria, no lo ignoro,
No lo niego ; mas, dado que agotara
Su caudal, ¿sin el mío qué lograra?
))La proporción, el método y el arte,
La simetría, el gusto, la belleza.
El haber superado en cada jiarte
A la rica materia la d streza ;
El orden con que todo se reparte,
La novedad de ideas, la fineza,
La variedad, ¿debióse en algún modo
AI Amor ó al Poder? ¿ No es mío todo?
))En vano entrambos sin razón pretenden
Disputarme la pahua, á que se oponen;
Por vanidad ó por pasión no entienden
Las causas de lo mismo que suponen ;
A la razón, á la justicia ofenden,
Cuando al Ingenio osados se anteponen.
Como ya de otros miembros la insolencia
Le negó á la cabeza la obediencia.
))En esta grande fábrica divina.
De su mismo Hacedor según decreto.
El iimiortal espíritu domina.
Lo corpóreo y mortal está sujeto ;
Padece el uno lamentable ruina.
El otro eterno aspira á eterno objeto ;
Y sus obras, si al mió se atribuyen,
A eternizar su nombre contribuyen.
)>Así los dones que ofrecerte intenta
Mi justo empeño, á los demás exceden ;
Mal con una pasión siempre violenta.
Mal con el oro compararse pueden.
Si crees á mi voz, de engaño exenta,
Diles que allá con lo que dan se queden ;
Yo que seas feliz sólo pretendo.
Las causas de las cosas conociendo.
))Por mí de la virtud la excelsa cumbre
Pisarás fuera del vulgar abismo ;
Heroico, imperturbable por costumbre,
Renovarás antiguo estoicismo ;
Siguiendo entonces la celeste lumbre,
Lograrás el imperio de tí mismo
Con mejor cetro que el que ya ganaron
Los que grandes ciudades conquistaron,
«Laurel febeo adornará tus sienes.
Como sigas mi voz, guía y maestra.
Atesorando no caducos bienes
De la docta Minerva en la palestra.
Haré yo que al materno, que ya tienes.
Pueda añadir por mi tu lengua diestra
El Ítalo, el francés, el griego idioma,
Y el puro y terso de la antigua Roma.
))Por mí en tus labios, de dulzura llenos.
Tendrá su trono la divina Suada,
Y vencerá los ánimos ajenos.
Mezclando lo que instruye á lo que agrada.
Por mí del sacro Pindó en los amenos
Bosques resonará tu bien templada
Lira, de cuyo son pagado Apolo,
Pensará colocarla junto al Polo.
«Con mi favor entenderás profundo
De la naturaleza altos arcanos ;
Cómo de huevos, en sazón fecundos,
Nazca todo viví nte (aun los humanos) ;
Y cómo dentro de uno otros segundos
Incluyeron de Dios próvidas manos,
Para que de una en otra maravilla
Mil semillas encierre una semilla.
«Cómo de movimiento y de figura
Diversa todo cuerpo se fabrica.
Mostrando en su admirable arquitectura
Que es inmenso el saber que le edifica ;
En amistad, que con la vida dura,
Una alma el cuerpo humano vivifica.
Que piensa, que discurre, ama, desea;
En vano inquirirás lo que ella sea.
, »0 bien cómo por todo el universo
Átomos crió Dios indivisibles,
Y movimiento en todos muy diverso
Para sus fines puso imperceptibles.
Uniendo por lograrlos el disperso
!1
114
DON IGNACIO DE LÜZAN.
Conjunto de corpiisculos sensibles ;
Y cómo es grave todo cuerpo, y trae
Por la fuerza que impele y la que atrae.
))Con qué pr-sion del cuerpo luminoso
La luz hasta nosotros se propaga,
Movido con impulso vorticoso
El sutil éter, que en el aire vaga ;
Y cómo en todo objeto no poroso
K surta aquella, y los colures haga,
De lo encarnado azul, pajizo y verde,
Que en los poros del negro entra y se pierde.
))Y cómo entre dos nubes comprimido
Nitro y azufre, trueno y rayo exhala,
Y á la misma materia el encendido
Tardo betún del Mongivclo iguala;
Aunque excede en estrago y estallido
Cuando arruina ciudades, campos tala,
Y cuando á impulso del volcan etneo
Se estremecen Peloro y Liliboo.
))Por mí sabrás cómo la tierra miden
Diez círculos celestes, no igualmente,
Que en cinco zonas toda la dividen ,
Dos templadas, dos frias, una ardi nte;
Uno en que signos seis y seis resid-n,
Cali'.' es del Sol de Oriente hasta Occidente ;
La tierra inmóvil su gran curso admira,
O bien voluble en torno á Febo gira.
))Cada planeta con distinto curso
A la tierra ó al sol rodea crrant: ;
Su magnitud, sus pases el discurso
Del hombre mide, á imitación dj Atlante ;
Examina su aspecto, y su concurso
Averigua, ya próximo ó di.-tante ;
Su más pequeño movimiento apui-a,
Y futuros eclipses asegura.
))Cuando después tu aplicación destines
De pasados sucesos á lo serio,
El gobierno verás y los coníines
Del asirio, romano y griego imperio ;
Por mí sabrás en sus opuestos fines
Cuánto distaba un Tito de un Tibtrio ;
Por qué los reinos suban y florr zcan ,
Por qué caigan, enfermen y fallezcan.
))Todo esto y más mi gratitud promete
Por una sola palma que codicia;
Ni las dádivas mias interprete
Por soborno ó cohecho la malicia ;
Cuando tu labio á mi favor decrete.
No á mí, sino á tí mismo harás justicia ;
Tuyo es el ínteres ; tú , como cuerdo,
Mira bien lo que pierdes, si yo pierdo.»
Así el Ingenio me seduce el alma,
Y con arte elocuente el p- cho obliga;
Dudo entre mí si le daré la palma
Antes que el otro sus razones diga;
Mas ya cobrado, en una breve calma.
Determino aguardar que Amor prosiga.
Al fin habló de Citerea el hijo ;
1 Oh Musas I acordadme lo que dijo.
«¿Qué es esto, dioses inmortales? ¡Cuánto
Se ha de abusar de la paciencia mia?
¿Mortal Poder, mortal Ingenio, á tanto
Se atreve con sacrilega osadía?
¿^Hay quien contra mi numen sacrosanto
Pretende disputar, vencer porfía ?
I Loca altivez de envanecidas gentes 1
¿Y tú, divina madre, lo consientes?
))¿Por dónde empezaré? ¿Qué diré luego?
Por la misma gran copia el labio duda.
El uno al humo de soberbia ciego.
Fiado el otro en su elocuencia aguda,
Uno y otro sujetos á mi fuego,
Desprecian mi razón como desnuda;
¿Y yo lo he de sufrir? ¿A mí dcs])recios
El Ingenio? ¿El Poder á mí? ¡ Qué necios I
))Pero quiero templarme ; el orbe admire
Que Amor á la razón hoy se sujeta ;
Mi calidad, mi fuerza s.- retire,
No salga de mi aljaba una saeta;
Si'>ln á ganar esta victoria aspire
Mi mérito mayor, sin que prometa
Al juez, porque se atiendan mia razones,
Medios de la injusticia, inicnog dones.
))¿ Dones dije ¡ ¡ Qué mal ! Mejor dijera
T(')SÍgos, inquietudes y tormentos.
¡ Pobre pa.stor, si tu inocencia diera
Oidos al Poder y á sus intentos !
I Qué presto el mando, el oro mismo fuera
El mayor torcedor de tus contentos!
',Qué presto desearías tu majada.
Tu feliz libertad, tu choza amada!
))Pucs ¿qué diré de las que da, halagüeño,
Dádivas el Ingenio seductoras?
Por ellas perderás el dulce sueño,
El ocio blando y las mejores horas.
Y después de un penoso asiduo sueño,
¿Qué lograrás? Sólo saber que ignoras;
Y lo que es más, dejándote sin una.
Mil dichas dará á un necio la fortuna.
«Dirán tal vez que en la función pomposa
Que de nuestra contienda es el motivo,
Sólo el Poder lució con su ostentosa
Magnificencia, hollando lo excesivo;
O que sólo el Ingenio en la industriosa
Disposición venció por discursivo;
Que Amor ignora lo que es pompa y arte...
¿Con que, no tuvo Amor en eso parte?
))Pu( s ¿quién el alma fué? ¿Quién fué el primero
Móvil de tantos júbilos y fiestas?
¿Quién, sino Amor, en todos fiel, sincero,
Dio pruebas de sí mismo manifit stas?
Al Amor se debió todo el esmero
De emulaciones noblemente opuestas;
Y á los tres, por quí. n todo se ordenaba,
¿Quién, sino un fino amor, los alentaVja?
))Sólo el amor de los vasallos fieles
Los reinos, los imperios eterniza;
El artificio es de tiranos crueles;
La basa del poder es movediza;
De las augustas sienes los laureles
Del subdito el afecto fertiliza;
Dulce de tiernas lágrimas tributo
Los colma de verdor, de hojas y fruto,
))¡ Cuántas vertió por su Fernando España,
De gozo y de placer enternecida!
Al pronunciar el nombre amado, baña
De humor al rostro el alma conmovida;
En cada vítor, con ternura extraña.
Se exhala un corazón , vuela una vida;
Una vida, de quien en su servicio
Cada vasallo haría sacrificio.
))¿ Por dónde equivaldrán reinos, ciudades
Ciencias, artes, ingenio, oro, riqueza,
Al cetro que en las finas voluntaeles
De los vasallos tiene su fií'meza?
Pues ¡qué si del Monarca las piedades
Recompensan fineza con tmeza!
Así reina Fernando, de que arguyo
Que ha de ser reino mío el reino suyo.
))Yo reinaré, y en su dominio vasto .
Reinarán la átirea paz, las santas leyes;
Irán seguras al herboso pasto.
Sin las zozobras del pastor, las greyes;
Rozarán , para dar común abasto,
Uno y otro erial uncidos bueyes,
Y á influjos de Himeneo y la abundancia,
Crecerá el pueblo en su tranquila estancia.
«Entonces sí que en españoles pechos
Entrará la amistad sin embarazos,
Y reciprocamente satisfechos.
Doblarán unos y otros los abrazos;
La blanca fe con nudos más estrechos
De la amistad apretará los lazos,
Renovando la edad de oro sencilla,
Y el candor de costumbres sin mancilla.
«Entonces con impulso peregrino
Mi llama sentirán fieras y troncos;
El lobo, el gamo, el ciervo montesino
Dirán su celo con ahullidos broncos;
Una palma á otra palma, uno á otro pino
Dirá que le ama entre gemidos roncos;
Al olmo amado abrazarán las vides;
Tú también amarás , árbol de Alcídes.
«Mas ¿ para qué me canso ? Otros alegufjn
JUICIO DE
Razones, pruebas, méritos sin tasa;
Humíllense á su juez, ofrezcan, rueguen;
Por tal abatimiento Amor no pasa.
A los que el ramo vencedor me nieguen ,
Castigará mi ardor, que el mundo abrasa;
Dámele, y si aun le niega tu porfía,
Yo me lo tomaré ; la palma es mia.»
Así diciendo, con violencia suma
El ramo de la mano me arrebata;
Luego, moviendo la ligera pluma,
Sobre nosotros vuela, y la inmediata
Atmósfera cercana agita y bruma;
Y con burla cruel, que más maltrata,
Alegres tornos dando por el aire,
Se rie aleve del común desaire.
Colérico el Poder, como agraviado
Contra el Amor, en vano se esforzaba
Por alcanzarle; en vano apresurado
A volar el Ingenio se probaba;
Alas tenia, si, pero el doblado
Peso de los dos grillos le agravaba.
¡Oh duros grillos, que abatís su vuelo I
Por vosotros no sube al mismo cielo.
En tanto Amor, que desde cerca advierte
De uno y otro el pesar y el pasmo mío.
Gritando dice : « Locos , ¿ de qué suerte
Pensó vencerme vuestro desvarío ?
;Xo sabéis que el Amor siempre e.i más fuerte,
I que todo lo debe á su albedrío ?
Pero cese el dolor, cese el enojo;
No es para mí esta palma, este despojo.
))A objeto más sublime y escogido
Destina el cielo esta triunfante rama;
Objeto en quien Poder é Ingenio ha unido
Con tierno Amor la verdadera fama;
Objeto á quien, con pura fe rendido,
Todo el pueblo de Hesperia admira y ama,
Y á quien, si en otro juicio parecieran,
Juno, Venus y Palas se rindieran.
))De María y de Bárbara eslabona
Los nombres en el suyo ventm'oso;
España y Portugal de ser blasona
Su trono aquella, éste su oriente hermoso;
A entrambos mundos, cuya real corona
La adorna al lado de su augusto esposo,
Puede hacerlos felices, si se digna
Mirarlos sólo con piedad benigna.
))Ved si tiene poder ; pues igual luce
El ingenio en su espíritu divino;
Eégia virtud en él guia y conduce
El coro de otras prendas peregrino;
De todas adornada, en sí produce
Mérito superior á su destino;
Cierran el coro excelso dos doncellas,
Música y Poesía, hermanas bellas.
))Vive en su pecho amor, pero el honesto.
El justo amor, qiie á la virtud complace,
Y de su esposo en la presencia puesto
(Con bella proporción), de Anteros hace;
Junto con este amor bien manifiesto,
Para con sus vasallos otro nace.
Por quien , cual madre , con ternura rara
Los oye, los atiende, los ampara.
))Pues si Poder, Ingenio y Amor tienen
Sólo en Bárbara el centro d*- su esfera.
Sólo á su heroico mérito convienen
Cuantas palmas el mió, el vuestro adquiera.
¿Qué hacemos, pues, aquí.^ ¿Qué se detienen
Nuestros obsequios ? Desde esta ribera
Vuelvo á darle el trofeo que he ganado;
El que pueda volar venga á mi lado.»
Dijo, y al punto el aire dividiendo,
Con vuelo ligerísimo se aleja.
El Poder, lo imposible conociendo
De volar como Amor, sólo se queja;
El Ingenio, á sí mismo recumendo.
Pensativo medita; al fin despeja
Las nubes de la ñ-ente, y con semblante
Alegre al Poder dice : « Oye un instante.
«Justicia fué de Amor, y no violencia,
Dar la palma á quien tanto la merece;
Pero que él solo en la real presencia
PARÍS.
Logre la dicha de ofrecerla, acrece
La pena, pues su injusta preferencia
Contra nuestras razones establece;
Mas si tú aquí me vales como amigo.
Que alcancemos á Amor luego me obligo.
))Rompe estos grillos, que mi brío abaten;
Rómpelos con la fuerza de tu brazo;
Verás con qué vigor el aire tratan
Estas alas, ya libre de su lazo;
Como los pies tus manos me desaten,
Entrambos juntos con estrecho abrazo.
De Amor el vuelo en breve alcanzaremos,
Y la gloria común nos partiremos.
Persuadióse el Poder, y el hierro indigno
Del uno y otro pié con mano fuerte
Hace menudos trozos, y benigno
Del Ingenio feliz muda la suerte;
Este, que j'a vencido, ve el maligno
Astro que dominaba en él, convierte
En viveza, en vigor y en alcgria.
El antiguo dolor que le oprimía;
Y cual ave que en jaula ó en pihuela
Largo tiempo se vio presa y cerrada.
Si tal vez de la mano que la cela
Puede escapar, de lazos libertada.
Alegre en giros mil vuela y revuela
Por celebrar la libertad cobrada ;
Así la suya en giros de alborozo
El Ingenio celebra, absorto en gozo,
Y con nuevo valor y confianza.
Abrazando al Poder, se entrega al viento;
Rapidísimo vuela; á Amor alcanza
Antes que pueda ejecutar su intento.
Al fin los tres lograron su esperanza,
Y al trono real, con fino rendimiento,
Donde Bárbara brilla, se postraron,
Y á sus plantas la palma consagraron.
115
CANCIÓN PRIMERA.
1 LA CONQUISTA DE ORAK.
Ahora es tiempo, Euterpe, que templemos
El arco y cuerdas, y de nu- stro canto
Se oiga la voz por todo el hemisfero ;
Las vencedoras sienes coronemos
Del sagrado laurel al que es espanto
Del infiel mauritano, al Marte ibero.
Ya ¿para cuándo quiern
Los himnos de alegría y las canciones,
Premio no vil que el coro de las nueve
A las fatigas debe,
Y al valor de esforzados corazones?
¿Para cuándo estai-á. Musas, guardado
Aquel furor que bebe ,
Con las ondas suavísimas mezclado
De la Castalia fuente el labio solo
De quien tuvo al nacer propicio á Apolo?
Una selva de pinos y de abetes
Cubrió la mar, angosta á tanta quilla;
Para henchir tanta vela faltó viento ;
De flámulas el aire y gallardetes
Poblado divisó desde la orilla.
Palíelo el africano y sin aliento ;
Del húmedo elemento
Dividiendo los líquidos cristales,
Y blandiendo Neptuno el gran tridente.
Alzó airaelo la frente.
De ovas coronada y de corales :
«Quién me agobia con tanta pesadumbre
La espalda? ¿Hay quien intente
Poner tal vez en nueva servidumbre
Mi libre imperio? O ¿por ventura alguno
Me le quiere usurpar? ¿No soy Neptuno?»
Así decia el dios. Las españolas
Proras en tanto del undoso seno
Iban cortando la salada espuma ;
Humildes retirábanse las olas.
Céfiro por el cielo ya sereno
Batía en tomo su ligera pluma.
¿Adonde irá la suma
116
DON IGNACIO DE LÚZAN.
De tanto alado pino? ¿Hay otro mundo
Que el español intrépido someta?
¿ Hay otros que acometa
Riesgos por el Océano profundo ?
¿Si es que al soberbio inglés moverá guerra,
O si verá otra vez la Etnisia tierra?
) Adonde ha de ir , sino es donde le llama
La santa fe, la verdadera fama?
Estremecióse el africano suelo,
Y temblaron de Oran torres y almenas,
Del formidable vencedor á vista ;
En vano á la m zquita erróneo celo
Trae madres y esposas, de horror llenas,
A rogar que 5l ahorna las asista.
No hay poder que resista
Al ímpetu y ardor del león de España,
Que vino, vio y venció ; y el agareno
Probó, de susto lleno,
A un tiempo amago y golpe de su saña;
Cual suele ver, no sin mortal desmayo,
Rasgarse en ronco trueno
Las pardas nubes, y abortar el rayo,
El pasmado pastor, y todo junto
Arder ciclo y encina á un mismo punto.
Reconocen los bárbaros adarbes
El ya noto pendón que se enardola
Con armas de Castilla y celtiberas;
Gimen de pena y rabia los alarbes,
Al ver que el viento plácido tremola
Con respeto la cruz de las banderas.
De escuadras lisonjeras.
De alados paraninfos cortejada.
Entra la Fe triunfante por las puertas.
Ahora de nuevo abiertas
Por el celo de España y por su espada.
Huye del Alcorán el falso rito,
Y abandona desiertas
Las mezquitas infames ; y bendito
El lugar profanado y templo inculto.
Vuélvese á consagrar en mejor culto.
Estas 1 oh noble España ! son tus ai'tes :
Al cielo dirigir guerras y paces.
Pelear y vencer sólo por Cristo ;
Del orbe entero ya las cuatro partes.
Siempre invencibles, discurrir tus haces
Por la sagrada religión han visto.
Por ti , desde Calisto
Hasta el opuesto polo, en trecho inmenso,
Al verdadero Dios el indio adora ,
Y el que en la tierra mora
Donde al cruel Pluton se daba incienso.
Por tí del Evangelio arrebolada.
Con mejor luz la aurora
Del Ganges sale, y por tí da la entrada
A nuestra fe la más remota playa
Del Japón, de la China y de Cambaya.
Por tí, de hoy más, el bárbaro numida,
El de Getulia y el feroz masilo
Dejarán la impía secta y ritos vanos ;
Renacerán á más felice vida
Cuantos habitan entre Lixo y Nilo
Abrazando la ley de los cristianos.
Con tratos más humanos
El togado español pondrá sus leyes
Entonces al morisco vasallaje ,
Y parias y homenaje
Recibirá de los vencidos reyes.
La piedad , el valor, la verdadera
Virtud y el nuevo traje
Aprenderá la Livia prisionera ;
Y sabiendo imitar, sin otra cosa,
Su misma esclavitud la hará dichosa,
Sulcará el industrioso comerciante
El libre mar Tirreno y el Egeo,
Sin temor de mazmorra ó de grillete.
¿ Si diré lo que mandas que ahora cante,
[Oh Febol ó dejaré que lo que veo
Claro en la edad futura otro interprete?
El andaluz jinete
Beberá d(;l ("edron, el santo muro
Libertado será, y el fiel devoto
Podrá cumplir su voto,
De tiranos insultos ya seguro.
Tendrá la España, más que un tiempo Boma,
De su imperio en el coto.
El marfil indio y el sabeo aroma
Para las aras y el sagrado fuego ;
Vén, oh dichosa edad, pero vén hu'go.
De tu antiguo valor asi no olvides
Los ilustres ejemplos, patria mia.
Lejos del ocio y de extranjera pompa;
Ame el fuerte mancebo armas y lides,
Y en vez de afeminada mekidia,
Guste sólo del parche y de la trompa.
Ambos i jares rompa
Con la espuela el bridón ; con pecho fuerte.
Entre polvo, humo y fuego á verse aprenda,
Y por la brecha ascienda
A buscar y vencer la misma muerte;
O aprenda á domeñar del mar la furia,
O á moderar la rienda
Del gobierno político en la curia.
Dejando en guerra y paz clara memoria
Así se sube al templo de la gloria.
Pues ya tanto tu vuelo se remonta,
Canción ligera y pronta.
Vé de Oran á la playa,
Y allá también contigo al campo vaya
Este aplauso primero ;
Y di en mi nombre al vencedor ibero.
Que si por dicha tanto
Como ya su valor puede mi canto.
Sin que el tiempo ó la envidia al fin lo estorbe,
Será eterna su fama en todo el orbe.
CANCIÓN II.
k LA DEFENSA DE OBÁN.
Dame segunda vez, Euterpe amiga,
Bien templada la lira y nuevo aliento.
Que alcance á referir nuevas hazañas :
Ya de Oran y de Ceuta las campañas
Ofrecen otra vez alto argumento,
Que,á renovar aplausos nos obliga.
El África enemiga
Ya produce otras palmas y laureles
Para adornar del español la frente.
Tú, divina Piéride, consiente
Que del furor sagrado con que sueles
Grandes héroes cantar, y sus renombres,
A pesar del olvido, entre los hombres
Inmortales hacer, pida hoy no poco :
Es justa la razón por que te invoco.
Como la generosa águila altiva, *
Sobre las vagas aves hecha reina,
Y que sirve al Tonante al pronto rayo.
Si de su arrojo en el primer ensayo
Culebra arrebató que escamas peina,
Y erguida la cerviz su furia aviva;
En vano ya cautiva
De la garra feroz, silba y forceja ;
Que el ave, uñas y pico ensangrentada.
Ño suelta más la presa, y remontada
Por la región suprema, el vuelo aleja,
Hasta que el monstruo el fiero orgullo abate;
Y destrozado en desigual combate,
Palpitando algún miembro, en tieiTayace;
Lo demás en el aire su hambre pace.
Así la osada juventud de España
Contra el moro obstinado ahora defiende
Las conquistas debidas á su brío.
En vano el ya perdido señorío
La descendencia de Ismael pretende
Recobrar con la fuerza ó con la maña.
Veráse la campaña
De Marruecos, de Argel y Terudante
De púrpura teñida y ríos rojos ;
Revolcará los bárbaros des})ojos
Al mar del Mediodía y al de Atlante,
Destinados juguete al Euro y Noto ;
Cuando después sulcáre algún piloto
Las playas hasta donde fué Caitago,
CANCIONES.
117
Conocerá en los huesos ei estrago.
Es difícil empresa al enemigo
La firmeza vencer de tales pechos,
Que honra sólo, valor y fe respiran :
Ya vulgares ejemplos no se admiran ;
Ya del brazo español no salen hechos,
Sin conducir la heroicidad consigo.
Del infeliz Rodiúgo
No dura más el ocio y muelle trato :
Entre noble vergüenza y rabia lucha
Cualquiera de nosotros cuando escucha
El nombre pronunciar d • Mauregato.
Ya en defender circunvalado muro
Con varia muerte es del ibero duro
Propio, innato el tesón, del cual arguyo
Que seria obstinado, á no ser suyo.
1 Oh Cantabria feroz ! ¡ Oh de Sagunto
Inflexible valor ! ¡ Oh gran Numancia,
Cuyas pérdidas hoy son nuestra gloria 1
Siempre que se renueva la victoria
De nuestra heroica indómita constancia,
Falta voz á la fama en tal asunto.
Cuando el extremo plinto
Llegó del hado, el fiero numantino
Al fuego se arrojó de rogos varios,
Dejando admiración á los contrarios ;
Trofeos no ; que el vencedor latino,
Cuyo valor no en vano se eterniza,
Sólo pudo triunfar de la ceniza :
No haga otra gente de constancia alarde;
Que á esto no llegó nunca, ó llegó tarde.
Nace del fuerte el fuerte, y de la interna
Virtud del padre toma el becerrillo
Que en las dehesas de Jarama pace.
¿Acaso alguno vio jamas qne nace
Del águila feroz triste cuclillo,
Nocturno buho ó palomita tierna?
Como en cadena eterna
Se eslabona el valor, y la prudencia
Se infunde al español de sus pasados ,
De aquellos ascendientes celebrados
Esta nació valiente descendencia,
De quien ahora tiembla el mauritano ;
Después vendrán , y no lo espero en vano ,
Eraulándose en glorias y en efetos,
Los hijos de los hijos y los nietos.
Canción, si yo pudiese, bien querría
Hacer de modo que tu voz oyese
La zona ardiente , la templada y fría ;
Y que en tus alas fuese
La fama de mi patria y sus trofeos
A los pueblos del Indo , á los Sábeos ,
A los de Arauco , Taura , Ida , Erimanto ;
Pero no son tus alas para tanto.
CANCIÓN líl (i).
Ya vuelve el triste invierno,
Desde el confín del Sármata aterido,
A turbar nuestros claros horizontes
Con el ceñudo aspecto y faz rugosa,
Con que, á influjos de la Ossa,
Manda intratable en los rifóos montes
Y en la Zembla polar, donde temido
Señor de eterna nieve y hielo eterno.
Con tirano gobierno.
La entrada niega á todo trato humano ;
El piloto holandés se atreve en vano,
Ando pescador del Ceto inmenso,
A surcar codicioso
El piélago glacial; el frió intenso
Para su rumbo, y deja riguroso
En remota región, lejos del puerto,
La quiUa inmoble, el navegante yerto.
(i) Fué Icida por el autor en la .academia de San Fernando,
el 23 de Diciembre de 1753.
II.
La hermosa primavera
Desterrará al invierno, coronada
La bella frente de jazmin y rosa.
Cual iris que en las nubes aparece;
Se alegra y reverdece
A BU vista la tierra, y olorosa
Recrea los sentidos, recobrada
La lozanía y juventud primera.
Poco antes prisionera
La fuentecilla de enemigo hielo.
Ya entonces libre fertiliza el suelo,
Y nuevas yerbas alimenta y cria;
Robles, hayas y pinos
Vuelven á hacer la selva más umbría;
En tanto al aire mil suaves trinos
Esparcen las canoras avecillas,
Más agradables cuanto más sencillas.
III.
Sucederá el estío,
Y el Can fogoso y el León rugiente
Marchitará la verde pompa y flores ,
Y agotará á la fuente sus cristales ;
Así bienes y males
Mezcla próvido el ciclo ; moradores
Hay en la fria zona, hay en la ardiente.
Sufriendo extremos de calor y frió ;
Su vario señorío
Ejerce en todo la inconstante suerte.
Nace sujeta á sucesiva muerte
Cada estación ; murió la antigua gloria
De Roma y de la Grecia,
Cuyas soberbias ruinas y memoria
Tanto la fama lisonjera aprecia ;
Que al impulso fatal de las edades
Mueren también los reinos y ciudades,
IV.
Sólo la virtud, bella
Hija de aquel gi-an padre, en cuya mente
De todo bien la perfección se encierra.
Constante diira sin mudanza alguna ;
En vano la fortuna
Hace contra su paz rabiosa guerra.
Cual contra firme escollo inútilmente
Rompe el mar sus furiosas ondas ; ella.
Como la fija estrella
Que el rumbo enseña al pálido piloto.
Cuando más brama el Aquilón y el Noto,
Al puerto guia nuestro pino errante.
¿Quién con esto se acuerda
De envilecer su plectro resonante.
Donde de vista la virtud se pierda,
O un falso bien, ó un engañoso halago
Sirva de asunto al canto, y más de estrago 7
V.
No, no ; lejos aparte
Apolo del Parnaso error tan ciego ;
Y en sus sagrados bosques no resuene
Sino pura armonía y casto acento ;
Con severo instrumento.
Calzado el gran Coturno, el aire llene
De trágico terror Lfighinto (2), el griego
Canto emulando en sencillez y en arte.
Yo cantaré de Marte
Las heroicas hazañas , que gloriosos
Acabaron los hijos generosos
De nuestra España, y llenaré la esfera
De aplausos de su fama ;
Y sin ser por afecto lisonjera
Mi voz, creciendo la apolínea llama.
Me oirán remotos climas admirados
Celebrar nuevos hechos ignorados.
(2) Leghmlo Dulichio es el nombre que la Academia de los Ar-
cades de Roma ha dado i don Agiistin de .Montiano, director de la
Real Academia de la Historia, académico de la Real Española y
académico honorario de esta Real Academia de las tres nobles
Artes; aqui se alude n sus tragedias Virginia y Ataúlfo.
(Esta ñola y las siguientes de la presente composición son de
LCZAM.j
llg DON IGNACIO
vx
Maa Febo en este di a
No me permite que d } Slarte airado
Cante las obras y el furor horrendo,
Ni estragos tristes de sus armas fieras.
Cedan palmas guerreras
A pacilica oliva , y el estruendo
Militar se convierta, mejorado,
En apacible métrica armonía.
A t( la lira mia,
Noble Academia, hoy se consagra solo ;
A tí me manda celebrar Apolo,
Y que á tus bellas hijas floreciente
Corona teja amiga
La poesía para ornar su frente.
Premio no vil de toda su fatiga;
Lo que no puede el oro, el verso puede ;
Que el dar eterna fama á todo excede.
VIL
La luz y sombras dieron
Feliz principio y ser á la Pintura;
Creció su gracia l1 vario colorido,
Y el arte del escorzo y perspectiva;
Sólo el tacto en la viva
Imitación de objetos lo fingido
Puede reconocer, y la estructura
Qu'í artificiosas lineas compusieron.
Cuanto los ojos vieron,
Cuanto ideó la fantasía , ñeles
Imitadores copian los pinceles,
A un lienzo dando bulto, alma y acciones;
Y con arte que admira.
Movimientos, afectos t pasiones
De gozo, de dolor, miedo, amor, ira ;
Y si le falta hablar, la vista duda
Cómo tal perfección puede ser muda.
VIII.
Con cincel primoroso.
Noble Escultura, igiial, sabes los duros
Mármoles animar, y afecto blando
Diestra inspirar en modelados bustos.
Tú palacios augustos.
Oh grande Arquitectura, levantando,
Arcos, teatros y soberbios muros.
Sabes tu nombre eternizar famoso.
Aun del rodio coloso
Dura la admiración, y la romana
Gente ensalza al autor de la trajana
Coluna ; aun vive el nombre de Lisipo ;
Aun vive Apeles , claro
Amigo del gran hijo de Filipo ;
Y viven, á pesar del tiempo avaro,
Praxitéles y Zéuxis, y el que quiso (1)
Todo el arte apurar en su laliso.
IX.
Pero ¿ á quó fin la aquea
Fama me acuerda nombres y memorias
De antiguos siglos, cuando ya los cielos
Me ofrecen nuevo asunto en nuestra Iberia?
El arte á la m.atcria
Excede con primores y desvelos
En este real albergue, en quien las glorias
De España cifra una ingeniosa idea (2).
Tal es justo que sea
La esfera y centro de sus grandes reyes ,
Para dar desde aquí suaves leyes
A los dos obedientes hemisferios.
Aquí, al vivo esculpidos
(1^ ProtiSgcnes, que empleó sirte anos en el cuadro ño. lalisj,
obra tan famosa , que por no inteiiumpirla , Demelrio levantó el
sitio de Itddas. en cuyo anabal estaba l'rutogenes pintando.
[i) El revcrenilisiuio padie fray.Maitin Saiiniento, doctísimo
benedictino, lia dado la idea de los adornos del nuevo real palacio,
cuya planta y ejecución lia corrido por don Juan Saclieti, maes-
tro y arquitecto principal de su ma. estad, director honorario de la
Real Academia de San Fernando por la arquitectura, etc.
DE LUZAN,
Por el cincel de artífices hesperios,
Respiran reyes siempre esclarecidos,
Y el primero es Fernando, en cuya guarda
Euge un león (3) y su señal aguarda.
Mas ¿cuál tan peregrina
Fábrica suntuosa se levanta.
Obra de docta mano? (4) ¿A quién dedica
Un magnifico celo (5) el nuevo templo?
De tan devoto ejemplo
La universal aclamación publica
El intento piadoso, y de la santa
Educación los frutos adivina.
A aquel que de la alpina
Grey fué pastor celoso, al grande Sales,
Consagra estas memorias inmortales,
De una gi'an reina la piedad profusa.
Permite que en tus sienes
Entrelace, señora, humilde musa
Esta hiedra á los lauros que ya tienes,
En tanto que con plectro más sonoro
Se ocupa en tí todo el aonio coro,
XI.
Sagrado evangelista.
También tus aras renovadas veo
Por artífice diestro (6), que redujo
Lo hermoso y grande á limitado giro.
Allí igualmente admiro (7)
Al pincel español, cuyo dibujo
Ilustre hazaña y militar trofto (8)
Del gran Felipe acuerda á nuestra vista,
A Samuel y al salmista (9)
Rey al ungirse, otro pincel colora;
Y al santo Apóstol que la España implora
Por su patrón , en la feliz orilla (10)
Del Ibero, y el sacro
Principio de la antigua alma capilla,
Y el Pilar y divino simulacro
Al ñ-esco exprime , y como todo á vuelo,
Al suelo aragonés se vino el cielo.
XIL
Nieto del grande Albano (11),
A quien Minerva y Marte belicoso
Guian de la virtud al arduo templo.
De claros ascendientes por las huellas;
Tú también á las bellas
Tres nobles artes con ilustre ejemplo
Amparas y proteges, y oficioso
(51 Se indica el león marmóreo colocado en la fachada principal
del nuevo palacio, entre las estatuas del liey y Iteina, nuestros se
ñores; asi el león como las dos estatuas, y otras del mismo pala-
cio, son obras excelentes de don Pelipe de (lastro, escultor de c;.-
mara de su majestad, director de la Academia de San Fernando
por la escultura , acad/mico romano y florentino, y entre los ár-
cades llamado C.ailesio Libadico ; obtuvo en el Capitolio el primer
premio de la primera clase de la escultura, el año 1759.
(1) La fabrica del nuevo real convento de religiosas de la Visita-
ción, obra de don Francisco Cailier, arquitecto y director hono-
rario de la Academia de las tres nobles Ai tes.
I.'ii 1.a piedad y el celo de la lieina, nuestra señora, hace edificar
este ma^nilico convento y templo , para la educación de niñas no-
bles según el instituto dé San Francisco de S;iles.
(6i Don Ventura Uodriguez , teniente principal de arquitecto ma-
yor del nuevo real palacio, director actual de la de San Fernan-
do, etc., ha hecho la nueva iglesia de San Marcos.
O) Iion Luis González Velazquez, pintor, académico de San
Fernando, etc., que lia pintado la cúpula de la iglesia de San Marcos.
'S) Uno de los recuailros de la referida cúpula representa la ba-
talla de Almansa , ganada por las armas del señor Felipe V, que
está en gloria , el año 1707, dia de San Miircos.
(Oi ('uadio de la unción de David por Samuel, presentado á la
Academia por don Antonio González Velazquez, pensionado del
Hev en lioma.
(10i El mismo don Antonio González Velazquez ha pintado al
fresco, este año, la capilla de nuestra Señora del Pilar de Zaragoza.
(11; II excelentísimo señor Duque de Huesear, mayordomo ma-
yor de su majestad, académico consiliario de la Academia de San
Fernando de las tres nobles Artes. Con el nombre de Albano se
alude al gran Duiíue de Alba, uno de los abuelos de su excelencia,
bien conocido por las historias , y por sus hazañas en los reina-
dos de Carlos V y Felipe II.
Tiendes en su favor la amiga mano.
Y tú, que pío, humano.
El imperio ecpañol en paz estable
Riges, Sexto Fernando, admite afable
Agradecidos votos que te ofrecen
Las artes decoradas;
A tí las ciencias, que á tu influjo crecen;
A tí invocan las musas, y alentadas
Con tu piedad, de flores de Htlicona
Van tejiendo á tu frente otra corona.
Suspende aquí tu vuelo,
Canción ; no quieras remontarte tanto
Es muy débil tu voz, inculto el canto
Para tan alto empeño. Al dios de Délo
Cede la empresa ; él solo ,
Con cítara divina.
Sabrá esparcir del uno al otro polo
El nombre de Fernando, y celebrarle.
Tú con respeto humilde te avecina
A su real trono ; y pues para elogiarle
Tu amor ni voces ni conceptos halla,
Póstrate á tu Señor, ámale y calla.
COMPOSICIONES VARIAS. U9
Traducción de una oda de la poetisa Safo (1).
'^aívsTaí [J.01 xeívo; íao; ñzoiciw
A los celestes dioses me parece
Igual aquel que junto á tí sentado,
De cerca escucha cómo dulcemente
Hablas, y cómo
Dixlce te ries : lo que á mi del todo
Dentro del pecho el corazón abrasa.
Mas 1 ay! que al verte, en la garganta un nudo
De habla me priva ;
La lengua se entorpece ; ya por todo
Mi cuerpo un fuego ráx)ido discurre ;
De los ojos no veo, los oidos
Dentro me zumban.
Toda yo tiemblo, de sudor helado
Toda me cubro; al amarillo rostro
Poco faltando para ser de veras,
Muerta parezco (2).
VERSIÓN DEL HIMNO PANGE LINGUA,
Celebra, oh lengua mia,
El misterio inefable
Del sacrosanto cuerpo glorioso
Del Hijo de María,
y de la inapreciable
Sangre que el Rey de gentes poderoso
Vertió con larga mano
Por el linaje humano.
A nosotros fué dado,
Por nosotros nacido
De intacta virgen pura y sin mancilla ;
Y habiéndonos tratado
Él mismo, y esparcido
De su santa doctrina la semilla.
De admirable manera
Concluyó su carrera.
De la postrera cena
En la noche, maestro y presidente,
Con todos los apóstoles y hermanos,
Cumpliendo enteramente
Lo que en la ley mosaica se ordena,
Él mismo allí á los doce, por sus manos.
Con extraño portento,
Se entregó en alimento.
Allí el Verbo humanado
Con su eficaz palabra
Convierte el pan , por modo peregrino,
En su cuerpo sagrado.
Igual prodigio labra.
Su sangre haciendo lo que ya fué vino.
Si á tan altos prodigios el sentido
Desfallece oprimido.
Basta sólo la fe, cuya firmeza
Dará al pecho sincero fortaleza.
A tanto Sacramento
Postrados adoremos,
Y el anticuado infructuoso rito
Del viejo Testamento
Por el nuevo dejemos ;
Y si el sentido falta en lo infinito
De obra tan rara y alta.
Supla la fe su falta.
Al todopoderoso
Padre, y al Hijo, que igualmente puede,
Cántese humilde aclamación festiva,
Y al que de ambos procede.
Espíritu amoroso.
Iguales alabanzas con fe \'iva,
Tgtiales bendiciones
Tributen nuestros fieles corazonea.
SONETO.
En el dia de la proclamación del Rey nuestro señor,
don Fernando VI.
En este sacro venturoso dia.
Sexto Fernando augusto, en que os proclama
Vuestro pueblo, y su padre y rey os llama ,
En lágrimas bañado de alegría ;
Voz por el aire oyó mi fantasía
De dos reyes, empleo de la fama,
De cuyo tronco sois excelsa rama.
Que proféticamente así decia :
«España tendrá Rey de nuestro nombre.
Que igualará, triunfando del olvido.
Del Tercero y del Quinto el gran renombre.»
Entonces dije yo : «Pues si ha subido
Fernando al trono, ¿qué hay de que me asombre?
Hoy mismo el vaticinio se ha cumplido.»
JUDIT.
Traducción de un soneto italiano de Juan Bautista Zappi.
En fin volvió Judit, volvió triunfante,
Y el pueblo, « ¡Viva, viva !» repetía.
El héroe, de mujer nada tenia
Más que el tejido engaño y el semblante.
Tropel de doncellitas anhelante
El manto, el pié besábanla á porfía ;
La diestra no, porque aun miedo iniundia
Por la muerte del bárbaro arrogante.
La voz de cien profetas lisonjera,
« Será ilustre, decia, tu memoria
Mientras del sol dm-áre la carrera. »
Grande fué su valor en la victoria,
Pero mayor cuando volvió á su esfera.
Estaba toda humilde en tanta gloria.
(1) Esta composición y las cuatro siguientes, hasta ahora iné-
ditas, están sacadas de los papeles autógrafos de la Academia del
Buen Gusto, que posee el señor don Pascual de Gayangos.
{Nula del cu lector.)
(2) Nos ha parecido oportuno copiar aquí la aplaudida traduc-
ción que hizo de esta crlebre oda don José del Castillo y Ayensa,
para que pueda compararse con la de Luzan, la cual, si no nos en-
gañamos, aventaja á la de Castillo en sencillez y en fidelidad:
ODA A so AMANTE.
Lesbia , las dichas de los dioses prueba
Este mancebo cabe tí acostado ;
Este que goza de tu hablar suave,
l;e tu sonrisa.
¡Mirólo! triste el corazón ent'mces
Bindese opreso, de repente falta
Voz á mis laucos, mi trabada lengua
Tilrnase muda.
Súbito siento que sutil discurre
Dentro mis venas ardorosa llama,
Huye la vista de mis ojos , zumban
Ya mis oidos.
Toda me cubro de sudor helado,
Más amarilla que la yerba quedo,
Tiemblo, y cercana de la muerte, exhalo
Débil suspiro . [ídem.)
120
SONETO,
Cuando pienso, Señor, la repetida
Ofensa á tu deidad por mi pecado,
Te juzgd contra mi tan irritado,
Que me borres d?l libro de la vida.
La oveja me consuela que perdida
Volvió sobre tus hombros al ganado :
Misteriosa figura del cuidado
Que te cuesta la sangre redimida.
Esta oveja infeliz, hoy s parada
t)e tu sacro redil, suspira ansiosa
El dulce pasto de tu fiel manada.
No permita, Señor, tu poderosa
Ardiente caridad, que prenda amada
Sea del lobo presa vergonzosa.
EL JUICIO DE parís,
ROMANCE BURLESCO,
Señora, el juicio de Páris
No es el juicio de Paris,
Ni el de París Montmartcl,
O el de Paris Du Vernay.
Allá Páris fuó un pastor
(Años há más de tres mil),
Hijo de Príamo el viejo,
Rey del troyano confín.
Ya sabéis que el ser pastor
No era oficio entonces vil,
Y que sabía ser cetro
Un cayado pastoril.
Páris, pues, gallardo joven,
Galán, brioso y gentil.
Guardaba en los valles de Ida,
Con \ida alegre y feliz.
El ganado de su padre;
Con esto solo, y servir
A Enone, una bella ninfa,
Que le amaba más que á sí,
Vivia mejor mil veces
Que Amurátf s y Selim.
Dejemos á nuestro Páris
En este estado que oís,
Bien hallado con sus valles,
Con su Enone y su redil ;
Y vamos á que en el cielo
(Esto sólo es referir
Fábulas de falsos dioses ,
Que el griego quiso fingir);
Vamos, digo, á que allá arriba.
En el palacio turquí,
Donde sulian los dioses
Comer, beber y dormir,
Habia ilna gran contienda.
Cual no la ha habido hasta aquí,
Entre tres primeras damas
De aquella farsa gentil.
Entre Palas, Juno y Venus,
Y el motivo de esta lid
Era una manzana de oro.
En quien el diestro buril
Esculpió este moté : Dése
A la más hermosa. Aquí
No extrañaréis que os acuerde
Cuan antiguo es el reñir
Por el oro y la hermosura.
Causas de discordias mil.
Cada una de las tres diosas
La quería para sí,
Por más bella que las otras ;
Pero ¿quién sería allí
Tan loco ni tan grosero.
Que sin irle ni venir,
En di.sputas de hermosura
Se atreviese á decidir ?
Júpiter, que era bellaco
Y de ingenio muy sutil.
Halló un medio el más al caso
Que se pudo discurrir,
y fué echar aquellas cabras
DON IGNACIO DE LUZaN.
A un pastor; mandó venir
A Mercurio, su volante,
Y le habló muy serio así:
«Vete con estas tres damas
Sin enaguas ni chapín,
Sin i)olvos y sin tontillo.
Sin quitarlas ni añadir,
Al valle de Ida, y á Páris,
Trciyano, le has de decir,
De mi parte, que á las tres,
A las luces de un candil.
Si no bastan las del sol.
Muy despacio y muy en sí.
Las vea, las examine.
Las especule, y en fin,
A la que en conciencia juzgue
Más bella y más fililí
La dé esa manzana de oro;
Y demos con esto fin
A quimeras y á disputas.
Que dan tanto que decir.»
Dicho y hecho , el buen Mercurio,
Por los campos de zafir
Volando con las tres diosas.
Se presentó vis á vis
(¡Que no hará ya un asonante,
Pues me hace francés á mí!)
Del pastorcillo, y en tono
De embajada muy civil.
Le dijo de esta manera:
« Todos estamos aquí ;
Piuenos días, Parisito;
Esta manzana hesperil
Habéis de dar á una de estas
Muchachas , á la más ruin ,
Que es decir, á la más bella;
Jiipiter lo manda, ¿ois?
La sentencia y la manzana;
Garnacha sois, decidid.»
Quedóse absorto el mozuelo,
Sin voz, sin alma, sin, sin,,.
No sé sin qué se quedó.
Mas la reina Juno en sí
Le hizo volver, pues en letras
Contra un mercader de ofir
Le ofrece cuatro millones
De perlas y de rubís,
Diciendo que le hará luego
Grande del Misisipí,
O virey de Filipinas,
O cura proprio en Madrid.
Resistió el juez al asalto,
Y Palas entró en la lid.
Ofreciendo hacerle sabio
Más que al docto don Turpin,
Más guapo que á don Tristan,
Más esforzado que al Cid
Y más agudo de ingenio
Que una vara de alguacil,
«No ha lugar, dijo el Pastor,
Y hable Venus. » ¡ Ay de mil
Si habla Venus como suele,
Y él la escucha, allí dio fin.
« Páris mío (dijo Venus),
Lo que ofrecen hasta aquí
Esas dos damas es una
Patarata para tí;
Tú no has de ser asentista,
Ni colegial, ni arlequin.
Dej a el guerrear para un loco,
Para un niño el escribir,
Para un necio el ascender,
Y tú atente á un faldellín;
Y pues hijo eres de amor,
Sólo has de seguirme á mí.
En Lacedemonia hay una
Hermosura mujeril,
Fondo en leche y azucena.
Con pespuntes de carmín,
Que es alhaja para un rey
Cansado ya de parir,
A esta beUeza la tengo
Prevenida para ti;
Si me das esa manzana,
Elena es tuya. ¡Elení ! »
(El ta se quedó allá dentro
Atascado, sin salir).
«¿A Elena me ofreces (dijo
El Pastor), á Elena?— Sí,
Replicó Vénus.^Pues esto
Se acabó, no hay que decir.
Prosiguió Páris; tú toma
Y daca; vosotras id ,
Y ved si os dan para peras
Algunos maravedís ;
Que aquí ya no hay más manzanas,
Pues la que habia la di.»
Ya os pinté el juicio de Páris,
Siendo Ovidio el maniquí.
De lo serio á lo jocoso
Sin discrepar en un tris,
A imitación de este juicio.
En España me atreví
A escribir otro; no es nada
A qué asunto le escribí.
Era el asunto un Fernando,
Que... mas no os lo he de decir;
Vos le veréis en los mismos
Versos , que voy á incluir.
Sólo os diré que el Poder,
Ingenio y Amor aquí
Hacen el papel que Juno,
Palas y Venus allí.
Veréis á los tres por una
Palma también competir.
Rio, pastor, y otras cosas.
Que yo soñé sin dormir.
¡Qué versos leeréis, señora.
Que octavazas de aprendiz i
No las hiciera peores
Un sastre de Chamartin.
Pero mis versos, por malos,
Tal vez os harán reir,
Como los que de repente
Se dictan á don Joaquín,
Si esto siquiera no logro,
Me he de ir á ser alfaquí,
Por la posta, desde el Roul
Plasta la Arabia feliz.
París, Hotel de Maison,
A diez y ni;eve de Abril ;
Mal dije, que son de Octubre,
Pero algo se ha de suplir
A este maldito asoiiante.
Que me trae fuera de mí.
Madavie, vótre tres hnnible,
Et tres obéissant servi-
Tenr: De Luzan. Ya acabé,
Pues yo mismo me partí.
LEANDRO Y HERO (1).
IDILIO ANACREÓNTICO (2).
Musa, tú, que conoces
Los yerros, los delirios,
Los bienes y los males
De los amantes finos,
Dime, ¿quién fué Leandro?
(1) Esta f;ibnla es nna de las mejores cora-
posiciones de este ilustre ingenió ; est.i se-
guida con arte y concluida con todo acierto,
a que ayuda no poco la especie del metro,
para el cual tuvo nuestro autor gracia más
particular. Asi el estilo es m;is limpio y cor-
regido, y la versilicacion m;is dulce, armo-
niosa y corriente. Y aunque el argumento es
tomado del (.rifpo .Uu.sco, tiene mi'ritos la
oDra para poder estimarse como original.
'Nota de López de Sedaño en su Parnaso
Español.)
(i) Fué recitado por LczANÍr/ Peregrino)
en la Academia del Buen-Gusto. {Nota del
colector.)
/ Qtié dios ó qué maligno
Astro en las rieras ondas
Cortó á su vida el hilo ?
Leandro, á quien mil Teces
Los duros ejercicios
Del estadio ciñeron
De rosas y de mirtos,
Ya en la robusta lucha,
Ya con el fuerte disco,
Ya corriendo ó nadando,
Diestro, gallardo, invicto,
Amaba á Hero divina.
Bellísimo prodigio
Sobre cuantas bellezas
Sesto admiró y Abido.
Negro el cabello, ufano
De naturales rizos.
Realzaba del cuello
Los candidos armiños.
En proporción y gracia
De rostro, talle y brío,
Quiso ostentar el cielo
Esmeros peregrinos.
Pero en los ojos... i dioses I
¿Qué quiso, ó qué no quiso.
Para que fuesen obra
Digna de quien los hizo?
De ellos amor tomaba
Fuegos arrojadizos,
Cuando abrasar queria
Tierra, cielos y abismo,
Pero aun más que otras gracias,
Brillaba el atractivo
De una modestia humilde,
De un natural sencillo.
Tal, entre los celajes
De nubes escondidos ,
Vibran del sol los rayos.
Ardores más activos;
Y tal entre las flores,
A gustos exquisitos
Más que una rosa agrada
Un cárdeno jacinto.
Viola Leandro un dia
En los cultos festivos
Que á Venus tributaban
De Sesto los vecinos
(Que era sacerdotisa
' Del templo y sacrificio,
Y aun emulaba en todo
Al sacro numen ciprio).
Viola en el gran concurso
De los solemnes ritos
Brillar único asombro;
Viola, y quedó perdido.
Y á la deidad del templo
Con el nuevo excesivo
Ardor que le abrasaba,
Frenético le dijo :
«Gran diosa de Citera,
De Páf os y de Gnido,
Esta mortal belleza
Es tu traslado vivo.
«Perdona, pues, si á ella
Tus mismos cultos rindo,
Y si un traslado adoro.
Equivoco contigo.))
Oyó Venus sus voces.
Oyólas el dios niño ,
Y decretaron ambos
Venganzas y castigos.
¿Tanto el enojo puede
En ánimos divinos?
; Un lenguaje del alma
Ha de ser un delito ?
Dígame el que conozca
A Venus y á Cupido,
Si es más cruel la marh'e,
O es más cruel el hijo.
1 Qué sé yo ! Cruel la madre,
Cruel y vengativo
Es el hijo, que ejerce
COMPOSICIONES VARIAS.
Tiránicos caprichos.
Miró tierno Leandro,
Habló amante, instó fino.
Ya mudo, ya elocuente,
Con ojos y suspiros.
Oyóle Hero con pecho.
Ya tímido, ya esquivo;
Mas poco á poco un fuego
La entró por los sentidos ;
Un fuego que es veneno,
Un fuego (jue es martirio;
Si es martirio y veneno,
¿ Cómo es apetecido ?
De una torre en la playa
El murado recinto,
De esta sacerdotisa
Era albergue y retiro.
Allí, cautos sus padres,
Del concurso y bullicio
Este bello tesoro
Guardaban escondido.
Mas contra amor ¿ qué muro
Será seguro asilo.
Si todo lo penetran
Sus vencedores tiros?
Leandro, enamorado.
Resuelto y atrevido.
Los r^'paros allana,
Desprecia los peligi'os.
Pasar nadando ofrece
Del uno al otro sitio,
Prometiendo himeneos
Nocturnos y furtivos.
Mas sobre las almenas
De la torre, encendido
Quiere que un farol arda,
De sus bodas testigo;
Cuya luz para el nuevo
Peligroso camino
Sirva de norte y guía
En rumbos no sabidos.
Al-de, farol ; no ceses ,
Astro de amor benigno;
Que astro serás de muerte,
Si se apaga tu brillo.
/ Quién podrá de un amante
Estorbar los designios.
Si el amor é himeneo
Los promueven unidos ?
Lleno ya de esperanzas
Vuelve Leandro á Abido,
Y cuenta los instantes
Como si fueran siglos.
Aquel dia primero
Parecióle infinito,
La luz del sol odiosa.
Larguísimo su ciclo.
Sólo impaciente anhela
Que se anticipe el giro
De la estrellada noche.
Las sombras de Cocito.
Llegó en fin de las sombraa
El lóbrego dominio,
Oscitreciendo objetos
Remotos y vecinos.
El joven, en la playa
Arrojando el vestido,
A las ondas se entrega
Con intrépido brío ;
Y alternando de brazos
Y pies el ejercicio,
Ágil y diestro rompe
El ímpetu marino.
Nereidas, que asustadas,
En vuestros cristalinos
Palacios admirasteis
Empeño tan no visto,
Decidme, /cómo pudo,
Imitador de Frixo,
Surcar el Ponto, siendo
Piloto de sí mismo?
Mas ya habia gran trecho
121
Del piélago rencido,
Y ya el cansado brazo
Rehusaba su oficio.
Ciara, brillante luna,
Con rayos rellexivos,
De Antitrite á los campos
Daba argentados visos.
Leamli-o , ya al extremo
Término reducido,
A su favor acude
En el fatal conflicto.
<( Diosa triforme, dice
Con ánimo sumiso.
Protectora de amantes,
Propensa siempre á oírlos;
)) Si los casos de Latmo
No has puesto aún en olvido,
Y sabes lo que puede
Un amor como el mió,
)) Séame aquí tu numen
Favorable y propicio ,
Y en la playa de Sesto
Dame el puerto que pido. ))
Fuese el favor del numen,
O fuese el norte fijo
Del farol, que ya ctrca
Vio arder con grato auspicio,
O fuese amor, que suele
Con prósperos principios
Atraer los amantes
A infaustos precipicios;
Cobrando nuevo aliento,
A esfuerzos repetidos,
Afierra de la ai-ena
El suelo movedizo.
AUi, á aguardarle sola.
Su fina esposa vino,
Y al verle, tiembla toda.
De susto y regocijo.
«Vén, esposo, le dice;
Llega á los brazos mios;
Para exponerte tanto,
/ Cómo ha de haber motivo?
))Araor venció tan dirro
Insólito camino.
¿Cómo vienes? ¿Qué numen
Tu conductor ha sido? »
Así diciendo, enjuga
Los restos del rocío
Salobre que del cuerpo
Corrían hilo á hilo;
Y a la torre le guia.
Aliviando el prolijo
Afán con oficiosos
Brazos entretejidos.
Entre tanto Himeneo,
Volando en torno, el vivo
Sagrado fuego enciende
De sus nupciales pinos.
Pero antes que saliese
El astro matutino,
Ya volvía Leandro
A su confin nativo.
Así todas las noches ,
Por el silencio amigo,
Iba nadando á Sesto,
Centro de sus cariños.
Tal ruiseñor amante
Vuela y revuela al nido,
Donde de su consorte
Le llama el tierno pico.
Pero en amor, ¿qué halago
Se vio jamas continuo?
Movibles son sus dichas.
Sus escarmientos fijos.
En fin salió una aurora
Con ceño y desaliño;
Siguióse triste dia
En tenebroso Olimpo;
La noche añadió horroreí;
Y para más cumplirlos,
Dio licencia á los vientos
122
Eolo, BU caudillo.
Bóreas, Ábrego y Noto,
Con tropel improviso ,
Turban las quietas ondas
Del Jonio y del Euxino.
Bramaba el mar airado
Con espantable ruido,
Y respundia á truenos,
Desgajado, el Empíreo.
Ardia el aire á rayos ,
Cuyo esplendor maligno,
De la celeste saña
Era funesto indicio.
Siete dias pasaron
Sin mostrarse de Cintio
La luz , y siete noches
Sin luceros ni signos.
Leandro, en tanto triste,
Anhela ver tranquilo
El mar, y ya calmados
Los vientos enemigos.
Pero al fin, impaciente,
Cediendo á su destino ,
Fuese á la playa, y de esta
Manera habló consigo:
«Corazón, ¿qué te espanta?
¿Qué importará que tibios
Huyamos de una muerte,
Si de otra nos morimos ? »
Dijo; y de su arrestado
Amante desvarío
Im pelido, se arroja
Almar embravecido;
Y á pesar de su furia,
Contra los torbellinos
DON IGNACIO DE LÜZAN.
Lucha con fuerte brazo
Por no poco distrito,
Pero ya se redoblan
Del Aquilón los silbos,
Levanta el mar sus olas,
Aumenta sus bramidos.
I Ay, mísero Leandro !
Ya con dolor te miro
Contiguo á las estrellas,
Y al Tártaro contiguo.
Agotadas las fuerzas ,
Sin aliento, sin tino,
Y del farol amado
El claro norte extinto;
Viendo por todas partes.
Presente á los sentidos,
De la pálida muerte
El bárbaro cuchillo,
A las ondas se vuelve
Trémulo y semivivo ,
Hallar piedad pensando
Donde nunca la ha habido.
(( Ondas , si darme muerte
Es decreto preciso ,
No á la ida , á la vuelta ,
Matadme á vuestro arbitrio. »
Las cruelts ondas niegan
Al ruego los oidos,
Y le sepultan dentro
De su profundo abismo.
Entonces, exhalando
El último suspiro,
Tres veces á Hero llama
Con lamentable grito;
Tres veces por el aire
Repitieron distinto
El nombre aquellas playas ,
Aquellos altos riscos.
Viole el alba otro dia.
Cuando dejaba al Indo,
Y tuvo horror del triste
Espectáculo indigno.
Al pié de la alta torre,
Del mismo mar traído,
Yacía el infelice
Yerto cadáver frío.
Cual suele quedar mustio
Cárdeno hermoso lirio.
Si le arrancó el arado
O deshojó el granizo.
Viole Hero , y de la torre
Se arroja sobre el mismo
Cadáver, y allí logra
En la mutrte su alivio.
Así tuvieron ambos
Igual fin indiviso.
Viéndose en vida y muerte
Hero y Leandro vivos.
Es fama que lloraron
De Sesto los sombríos
Bosques, y que se oían
Mil veces los gemidos.
Y al huésped extranjero,
Llorando compasivo ,
Contaba el triste caso
El morador de Abido.
Y hasta en lejanos climafl,
Con flébil tierno estilo.
El trágico suceso
Cantaba el Peregrino.
rUí DE LAS POESÍAS DB DON IGNACIO DK LTJZAN
DON ALFONSO VERDUGO Y CASTILLA,
CONDE DE TORREPALMA.
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CIÚTICOS.
I.
Á pesar de los aplausos que en el siglo pasado y en el presente se han prodigado á El Deuca-
lion, nadie ha intentado siquiera conocer la vida de su autor.
Ignorábanse hasta el año y el lugar del nacimiento y de la muerte de don Alfonso Verdugo y
Castilla; pero, á fuerza de investigaciones, y siguiendo algunas conjeturas que no han quedado
defraudadas , el colector de estas poesías ha tenido la fortuna de dar con varios datos esencia-
les de la historia de este poeta, y entre ellos con su partida de bautismo (1). En ella consta que
nació en la ciudad de Alcalá la Real, el dia 3 de Setiembre de 1706. Su padre, el Conde de Tor-
repalma, establecitlo en Granada, pertenecía á h alta nobleza de Andalucía (2). Era éste uno de
los varones más ilustrados de su tiempo, y don Alfonso, aficionándose á las letras, no hizo más
que seguir la senda que le habia trazado el paternal ejemplo. Así es que llegó á entrar gloriosa-
mente en la Academia Española y en la de la Uistoria , y fué conciliario de la de San Fernando.
Los primeros pasos de la vida pública del Conds, tal vez por la malevolencia de sus émulos,
hubieron de acarrearle amargos sinsabores. De ello dan indicio unas octavas que le dirigió su
hermana, sor Ana de San Jerónimo, como para infundirle aliento contra la adversidad. Mayor en
(1) Esta partida se halla en el libro décimo de bau-
tismos de la santa iglesia mayor y colegiata de Santa
Maria de la Mota , de la ciudad de Alcalá la Real (pro-
vincia de Jaén), y dice así :
« En veinte y cuatro dias del mes de Setiembre de
mil setecientos y seis, el ilustrísimo señor Doctor don
Diego Caslell Ros de Medrano, Abad de esta Abadía,
del Consejo de Su Majestad, y Calificador de la Supre-
ma y General Inquisición : baptizó en esta Santa Iglesia
{more Episcopi) un niño que nació á tres de dicho mes,
y le puso por nombre Alfonso, Ignacio : hijo legítimo
del señor don Pedro Verdugo Albornoz, Caballero del
Hábito de Alcántara, Conde de Torrepalma, Corregidor,
Justicia Mayor que ha sido de esta ciudad y las demás
de su partido, y al presente lo es de la de Granada-: y
de la señora doña Isabel María de Castilla , Lasso de Cas-
tilla, su legítima mujer. Fué su padrino el reveri'ndo
padre fray Juan Mexias, predicador actual en su Con-
vento de Nuestra Señora de Consolación de esta ciudad,
coa licencia que exhibió de su Provincial ; y testigos los
Licenciados don Juan de Aranda Pineda, Vicario; don
Juan Antonio de Guelte , Notario de la Santa Inquisición
de Córdoba y Beneficiado propio de la Parroquial do
Santo Domingo de Silos de esta ciudad ; don Cristóbal
Cedillo y don Francisco Garrido Espinosa de los Monto-
ros, Curas de esta Santa Iglesia.»
(2) Era señor de Gor, de Herrera, de Valdecañas,
de Boloduy, de Santa Cruz, del Nacimiento; capitán
perpetuo de la nobleza de la ciudad de Carmena, etc.
Se casó dos veces. En primeras nupcias con doña Jo-
sefa de Adorno, señora de Romnnitia, de la cual no
tuvo sucesión. En segundas nupcias, con doña Isabel
Maria de Castilla y Lasso de Castilla. Con esta señora
tuvo numerosa prole; pero sólo llegaron á edad adulta
un hijo varón, don Alfonso, y cuatro hijas, á saber:
doña María Antonia, que en 1710 casó en Granada con
el í^eñor don Nicolás Alvarez de Bohorques, marqués
de los Trujillos (con cuyo enlace, por;no haber dejado
sucesión el don Alfonso, se unió á la casa del Marqués
de los Trujillos el mayorazgo de los Verdugos, condes de
lorrepahna, y los mayorazgos délos Casullas, señores
de Gor); doña Juana y doña Ana (ambas religiosas), y
otra hermana menor, dona Isubel Sofía, la cual casó
con don Juan de Cárdenas. (Apunte sacado de los ar-
chivos de la casa del Duque de Gor.)
124 DON ALFONSO VERDUGO Y CASTILLA.
edad, y acaso en fortaleza cristiana, doña Ana le da saludables consejos, y le escita á buscar la
gloria imitando á su padre, al cual habían perdido recientemente :
Creced á ser blasor> de nuestra era;
De vos también se cuente enriquecida :
"Vuelva á vivir en vos quien os dio vida.
Más adelante b dice que,
En la primera edad endurecido
A sufrir de liado injusto la inclemencia.
sólo alcanzará palmas gloriosas en la virtud , asilo del corazón y el único bien de la tierra que es
fácil conquistar, y que nadie puede arrebatarnos :
No la defiende tempesloso muro,
Ni en sí nos la escondió la tierra avara;
Bien es digno del hombre y bien sef^uro
¿Qué fuerza, si él no quiere, la sopara?
Tiemble la tierra ó brame el aire impuro,
Ella sola le abriga y le repara :
En ella sola encuentra su decoro.
Su aliento, su descanso y su tesoro [i).
Andando el tiempo, se despejó el anublado horizonte de su vida. Después de entrar al servicio
inmediato de la Gasa Real , couio mayordomo de semana , fué nombrado, por decreto de Fernan-
do VI, de 13 de Mayo de i7o5, ministro plenipotenciario en Viena, donde ejerció este cargo hasta
el año de 1760. De alli le envió Carlos III, con el alto carácter de embajador, á la corte de Turin.
En ella falleció el año de 1767. Gran parte de su correspondencia, como embajador en Gerdeña,
se conserva en Simancas , en el departamento de Estado (legajos números desde el 5,328 hasta
el S,354).
Se ha extraviado la mayor parte de las poesías líricas del Conde de Torrepalma, así como
el poema La libertad del pueblo de Israel por Moisés, de que habla Porcél, en el Juicio lunático
leido en la Academia del Buen Gusto, establecida en Madrid, en casa de la Marquesa de Sarria.
Torrepalma era á la sazón presidente de esta academia. En ella leyó una oración, que pue-
de servir de muestra de la prosa de este insigne escritor (2). Las ideas son elevadas, pero el estilo
adolece en sumo grado de artificial y de ampuloso. Las poesías inéditas que ahora publicamos
están sacadas de autógrafos de Torrepalma, contenidos en las actas de la misma Academia, que,
con ánimo franco y bondadoso, nos ha comunicado nuestro amigo el insigne bibliógrafo don Pas-
cual de Gayangns, y de otros papeles, que con igual bondad nos ha franqueado el señor Duque
de Gor, descendieute del ilustre poeta. Estas poesías, á excepción de ciertos pasajes de El Juicio
final, y de algunos bellos versos diseminados en ellas , son poco dignas de la pluma , casi siempre
acendrada y briosa, del autor del Deucalion (3).
L. A. DE Cueto.
II.
DEL EXCELENTÍSIMO SEÑOR DON ANTONIO ALCALÁ GALIANO.
(Historia de la literatura española , francesa, inglesa é italiana en el siglo xvui.)
» Por el mismo tiempo (1741) salió á luz una obra que ha merecido elogios de don Manuel José
Quintana , crítico á quien reverencio , si bien disto á veces de su opinión ; crítico de la escuela
(\) Estas octavas fueron imprecas con el siguiente (2) Hemos leido esta oración en un códice perlene-
epígrafe : A su hermano don Alfonso Verdugo, dia de cieute al señor Marqués de P.dal.
San Ildefonso, después de la muerte de su padre, y cer- (3) El Deucalion fué ya publicado en el tomo xxix
codos de persecución. [Obras poéticas de la madre sor de la Biblioteca de Autores Españoles.
Ana de San Jerónimo, pág. 296.)
HOMANCES. 125
clásica francesa, pero privilegiado en esa escuela misma, y que, con todas sus faltas, pues con-
fieso que, según mi modo de juzgar, tiene algunas, todavía debe ser tenido por uno de los prime-
ros entre cuantos lia producido España , y merece ser respetado por la generación presente , aun
en los mismos casos en que se desvie de sus opiniones. Don Manuel José Quintana dio grandes
elogios al DeucaUon del Conde de Torrepalma , obra que, sin ser una producción de alto mérito,
es una composición poética muy notable. Dice don Manuel José Quintana que tiene trozos de poe-
sía descriptiva de los más animados y valientes que hay en castellano, aunque conserva algunos
resabios del antiguo culteranismo. Es cierto; pero puede añadirse que quizá los resabios que con-
serva del antiguo culteranismo son una de las cosas que constituyen su mérito verdadero.
iEl DeucaUon no es más que una perífrasis de un trozo de las Metamorfosis de Ovidio. Sabido
es que el diluvio de DeucaUon está descrito por el poeta latino en su mejor obra; que Ovidio, es-
critor elegante y fácil , es uno de los poetas más agradables, aunque no debe ser tenido en tan alto
precio cuanto otros poetas antiguos.
»E1 poeta castellano copió, tradujo, perifraseó al latino. Pero en sus octavas, muchas de las
cuales son bellísimas por lo robusto de la expresión , y por lo sonoro de los versos y del período,
hay asimismo pensamientos nuevos que presentan imágenes hermosas. Bella, natural, tierna es
la de aquella madre que, arrebatada por las aguas y ya vencida por ellas,
Va al hijo ehtre las ondas levantando...
»Más hermosura de pensamiento y de expresión tiene todavía otra octava, donde se pinta á un
hombre huyendo en su caballo del desatado torrente, y que en el punto mismo en que va á sal-
var á una persona de su afecto, montándola á las ancas, se encuentra con que ha ocupado aquel
lugar su enemigo, terminando todo con decir que en aquella trágica escena
al dudoso
Trance que de tan rara liiclia pende,
Pone funesta paz la onda que asciende.
íEste último verso, sobre la belleza de su sonido, que, no obstante un tanto de dureza, le hace,
con todo, por este lado de los mejores que hay en castellano, encierra un hermoso pensamiento, y
el epíteto de funesta, dado con acierto en aquel lance, á la paz, es una de las antítesis mejores que
pueden imaginarse, sin que peque de afectada, como las más veces sucede á esta figura retórica,
ni que desdiga, por lo conceptuosa , de la triste majestad de la pintura.
iBasta de hablar de autores medianos, aunque, por desgracia, no es posible tratar con deten-
ción sino de escritores de esta clase, refiriéndonos á aquella época.
POESÍAS.
Respuesta del seSor dox Alfonso VKRnrco
Y Castlla. conde db Torrep\lm\, reliía-
do al lugar de Ciempozuolos, á diveiliisu
justo sentimiento poi' la muerte de un hi-
jo que amaba , á una carta que le escribió
desde la corte su amigo dun José Antonio
l'oicel U).
EOMAlíCE.
Desde el desierto, y aun desde
Aquella encendida zarza ,
De no embotadas espinas ,
De no amortecidas llamas,
Que así punzante, que así
Voraz la memoria guarda
De una aguda ardiente pena
La incombusta pertinacia;
íl) Véase esta carta en las poesías de
Porcél,
Desde este triste desinrto,
Por donde las horas pasan
Del ocio y de la tristeza,
Torpemente dilatadas;
Desde este silencio, donde
Con medroso horror, sagradas
Las selvas, de mis gemidos
Los secretos ecos guardan;
Como al conocido acento
Despierta el que, en la turbada
Calma del sueño, obedece
Al imperio que lo llama ;
Al grito, amigo, levanto
El postrado genio, y tarda
La mente , mal de las penas
Se despereza agraviada ;
Mal de los libres suspiros
Intercepta, y agitada
La voz, tolera del metro
La compuesta consonancia,
Con todo, por no negarle
Su justo imperio á la santa
Ley de la amistad, mis penas
Sacrificaré en sus aras.
L'e las desechadas Musas
Las lozanías ingratas
Llamaré al servil oficio
De que inspiren, no escuchadas,
A este olmo negro se abracen,
Por vos, las verdes guirnaldas
De sus pámpanos y hiedras.
De sus mimos y sus chanzas.
Mas perdonad si tal vez
Me distraigo de su zambra,
A escuchar íntimo genio,
Que en silencio el pecho inflama,
Por más que ellas al antiguo
Siervo lascivas regalan,
Piadosamente molestas.
Fastidiosamente humanas j
126
Fiadas en que es tan débil ,
Que no habrá en su moral flaca,
Contra ellas, como en Boecio,
Azotes de otra fantasma.
Y es verdad: ni ella, ni ellas
Saben ya templar el agua;
Que, como el cuerpo de Aquíles,
Báñase del sabio el alma,
A decir verdad, no sé
Cuál presunción más engaña;
La razón puede muy poco.
El genio no vale nada.
Yo, que un tiempo estaba ufano
Con aquestas dos alhajas,
Desafiando á los hijos
Ilustres de Abdcray Jlantua,
Ya reconozco que apenas
Pueden mantener mis barbas
El nombre de varoniles,
Si se les borra mojadas.
Toda la doctrina olvido^
Hecho un conde de Saldaña;
Que sólo el nombre de hijo
Tenaz la memoria guarda.
Ya , en vez de virtudes , tengo
Da ellas las frias estatuas.
Que autorizan con la ruina
El golpe que las quebranta.
Mellados yunques ostenta
Mi un tiempo dura constaucia,
Y yace mi fortaleza
Entre columnas quebradas.
Mas ¿por qué, necio, confieso
Verdades tan desgraciadas,
Que basta contradecirlas.
Para logi'ar f ais ai'las ?
Oscura luz la de ciencia,
En cuyas verdades pasa
El conato d'í adquirir' as
Por la realidad de hallarlas.
Si es el vestir la per.^ona
Ser persona en esta farsa,
Y basta el flaco albedrío
A obrar , si á pensar no basta ;
Si vale la acción grosera
Para graduar las almas,
Y no ha de haber quien distinga
Si somos Maria ó Marta,
Compongámonos el hombre
De sus mismas repugnancias,
Y la fuerza con que hace,
Sea virtud con que pasa.
El héroe lo forman dos
Cosas que le son contrarias;
Los casos da la fortuna,
Y las glorias la alabanza.
Obrar, el más flaco puedo;
Que la menos noble alma
El pié mueve hacia el peligro,
El pecho expone á la espada.
Sufre callando el gemido,
Y sin que á la frente salga
El polvo de la gran ruina,
O el humo di mucha llama,
De las inciertas virtudes
Basta para gloria falsa.
Para ornamento del héroe.
Para asunto de la fama.
Mas padecer la ruina
Y al golpe de las desgracias
Estremecers-^ la vida
Sin violarse la templanza.
Si es humano, toca al menos
La extrema sublime raya
Que á la deidad se avecina
Y sobre los astros manda.
Difícil, pero inmutable,
La suma virtud estampa
Su etérea imagen en todos
Los gradii.s que hay en su escala.
No ajniremos solideces;
Que iniamarémos la causa
DON ALFONSO VERDUGO Y CASTILLA
Que allá, en el funesto baño,
Mantuvo la sangre helada.
Autoricemos el siglo
Con virtudes bien contadas;
Que así hicieron Grecia y Roma,
Y así harán España y Francia.
Callad, por Dios, mis flaquezas
Y aun, pues vuestra pluma sabia
A la eternidad escribe.
Inventadle mi desgracia.
Mas no hagáis tal; que se corre
El juicio de oir que cambia
Una flaqueza que humilla
Por una ficción que infama.
O yo soy muy verdadero,
O soy, amigo, un panarra,
O todos (y es más creíble)
Nos baten moneda falsa.
Dichoso el que decir puede
Que es la condición humana
Frágil, pero cada uno
Sabe, á su costa, que es f rada.
Digalo yo, pues ]ior eso
A esLa soledad callada,
A remendarle los cascos,
Me traje mi calabaza.
Gran obra, auníjue para ella
La naturaleza sabia
Hace en ruinas de caduca
llenovaciones de varia.
Todo se lo lleva el tiempo,
Y aun de los duelos que causa ,
Borra, como en polvo impr..sa3,
Las huellas y las estampas.
Reparables son las penas,
Fugitivas las desgracias,
Breves los daños, caducos
Los maks, cortas las ansias.
La vida más brev(! el fin
De muchas penas alcanza,
Que si inhumanas afligen.
También fallecen humanas.
Por eso del tiempo espero
Que la alteración tirana,
Que ejerce cuando d.. struye,
No niegue cuando restaura.
Mientras me repara, elijo
La soledad, porque haga
Honesta, como de César,
La toga la oculta ansia.
Para componer el hombro
Natural aun no se halla,
Ni el humor de la alegría,
Ni el pulso de la templanza.
El filósofo está hecho
Tantos añicos, que es nada
Lo que queda, aun siendo algo
Conocer lo que le falta.
El p -litico ha perdido
La ambición y la esperanza,
Y sin ellas anduviera
Mejor, pero nunca anda.
Del cortesano no encuentro
El buen gusto, ¡cosa rara!
Y se me convierte en necio
Por sola esa circunstancia.
Para el caballero envío.
Por dispensa necesaria
De ciertas lágrimas tristes,
Al fuerte Amadís de Gaula.
En rehaciendo las figuras
De aquestas carantamaulas,
Al gran teatro del mundo
\'oÍveré á llevar mi farsa.
Si mientras sigue el difícil
Intento de repararlas.
Se acabare la comedia,
Silbad, ó batid las palmas.
Al incendio de Roma porKcron.
ROMANCE (1).
Aquella ciudad insigne.
Cuyo poder, cuyo imperio
Fueron las mayores obras
De la fortuna y el tiempo;
Aquella en que, con la humilde
Línea de un surco, ciñeron
Los hados soberbia planta
Al trono del universo ;
A quien dio Ilómnlo forma,
Respeto á las leyes Remo,
Culto Numa, tierra Tulo,
Mar Anco, y Prisco gobierno;
A la que otros dos Tarquines,
Con dichosa injuria, hicieron
Fuerte, sufrido el tirano,
Libre, arrojado el soberbio;
Cuj'os duros hijos tantas
Veces alternar supieron
Los manejos desiguales
De la mancera y el cetro;
En su varonil austera
Parquedad, no pretendiendo
Más que engrandecer las almaa
Y fortalecer los cuerpos;
Aquélla, dueña del mundo,
Que al incontrastable fuero
De poder y saber más
Fué granjeando su imperio;
Iloma, cuyo augusto nombro
Reverencialmente oyeron
Los ardientes mauritanos,
Los erizados armenios;
Bajo el imperio infelice
De Nerón , en quien unieron
Muchos siglos su esperanza.
Muchos siglos su escarmiento;
En cjuien prometió juntarse,
Por h rencia y por afecto,
Con la piedad de los Julios
La virtud de los Éneos;
De la más ilustre casa
Digno y augusto incremento
Un tiempo, }■ un tiempo alumno
Del estoico más severo;
En fin, bajo del dominio
De Domicio Claudio, en fuego
Mandado, árdela gran Roma,
Y él, cantando, lo está viendo.
Desde la torre eminente
Que, para menos funestos
Registros, labró aquel grande
Protector de los ingenios,
Mira la trágica esciina.
Tan cruel, que el duro objeto
Que aun quebrantara la ira.
No le destempla el sosiego.
Con débil , mas no alterado
Espíritu, en dulce metro.
Aun le regala el oido_
La memoria de otro incendio.
Aquella famosa ruina
De Troya, que en justo duelo
Llora el orbe. Nerón canta,
Recreándose en su acuerdo.
Ambicioso de su vista
A Roma incendia, y el pecho,
Con furor nativo, copia
La venganza de los griegos.
Arden las antiguas casas.
Arden los sagi-ados templos,
Y derretidos los bronces.
Borran los nombres eternos.
Fluj'en los ricos metales,
Y los bustos corpulentos
Líquido el bronce desata,
Deshace el oro disuelto.
(1) Fué leirto por su autor en la Academia
del Buea Gusto.
Con-e liquidado un Césaí,
-Destila ardiente un Pompeyo,
Humea candente un Bruto,
Y cae un Catón deshecho.
Ya las altísimas ruinas
Forman horroroso estruendo,
Cayendo los chapiteles
A apagarse en los cimientos.
Tanto daño mal pudiera
Subordinarse á un recreo,
Si lo que odiaba cruel
No despreciara soberbio.
Tantos bienes, tantas vidas,
Puestas de un antojo al precio.
Más que aborrecer como hombre ,
Fué malgastar como dueño.
En tanto, mientras la enorme
Pira con rostro sereno
Ve, y los populares llantos
Mezcla en mímicos gorjeos,
Truena, no esperado, el polo;
Y roto del humo denso
El velo impuro, descubre
Celeste , raro portento.
Con terrible aspecto, Egeria,
Del tostado, del sangriento
Rostro inflamado apartando
La pavesa, el humo, el fuego,
« ¡ Oh ! tú , dice, de los hombres
Baldón sumo, oprobio extremo,
Y de los ñeros tiranos
Molesto y urgente ejemplo;
«Despierta, feroz, inicuo,
Del desvanecido sueño
De la majestad, y mira
Un Domicio en cada siervo.
» Apenas el buriel tosco,
O los criminales hierros.
Mano inflaman que no sea
Menos indigna del ceti-o.
))Si la injusta sangre debe
Al castigo, al escarmiento.
La efusión funesta ¡ oh cuánto
Corre por tus venas riesgo!
))¡A1 inocente te atreves
A inquietar! Pues ¿á qué afecto,
Si no goza la tutela.
Ha de sufrir el gobierno ?
))La sagrada paz del justo
Osas profanar; ¡ay, necio!
Que el pacto rompes del trono,
Y no te valdrán sus fueros.
))¿Qué miras en esas llamas,
A cuyo abrasador fuego
Y á sus caducos aplausos
Fueron pábulo primero /
» Si buscas á Troya, en Troya
Fué piadoso Eneas, Héctor
Fuerte, Priamo prudente:
Virtudes copia, y no incendios.
«Infiel imitas, pues dista
Mucho, al más fácil cotejo.
Un incendio que es victoria,
De un incendio que es denuesto,
))Aun quedan Troyas al Asia;
Ardan , en su oriental seno.
Los nunca domados partos.
Los siempre rebeldes meaos.
«Ciudades baña el Danubio,
Donde los raj'os severos
Del Jove romano vibren ,
Su sacra llama venciendo.
))Mas no harán; porque Maborte
Desdeñara sus sangi-ientos
Laureles al delicado
Ornato de tus cabellos.
»No harán; que de la victoria
A las aras, los inciensos
Sudores son varoniles.
No femeniles ungüentos.
))No harán; que la civil sangre,
Yertida en el patrio suelo,
BÓMANCES.
Venganza á los cielos pide,
Y la vengarán los cielos.
)>Ya, ya se sincopa infausta
La edad fatal, sucediendo
Al trigésimo segundo
El septuagésimo sexto. »
Dijo; y fué más pavoroso,
Después del grito, el silencio;
Porque quedó resonando
En el corazón el eco.
Madrid , y Enero 23 de 17-49.
A César, mirando la cabera de Pompeyo.
EOMANCE.
¿Tanto un solo trance, tanto
Una victoria consigue.
Que las campañas hemacias.
Del mundo el trono deciden ?
Cede Pompej-o del campo
Y el imperio el común linde;
¡Oh, en cada insignia que abate.
Qué de provincias que rinde!
Despojos son de Farsa! ia
Sordo el Nilo, undoso el Tigris,
Fechero el Aráxcs, rudo
El Danubio, sacro el Tiber.
Venciste, César; j^a cede
A tu fortuna sublime
Todo el orbe; ya domado*
Te rinde el cuello : venciste.
Ya el imperio soberano.
Que partido no pudiste
Tener, tienes solo: ya
La paz el cansancio pide.
Ya Egeria sus duras leyes
A tus preceptos remite,
Y medi-osos los augures.
Adulan cuanto predicen.
¡Gran dicha! Pero Pompeyo,
Solo, desterrado y triste,
Aun desde el séptimo cielo.
Defensa es grave del Tiber.
Aun grande en la ruina, toda
Tu fortuna contradice ;
Que no ha cedido la suerte
Quien las virtudes compite.
Justa causa , si á los hados
Ingrata, mísero sigue;
Arcano suyo es tu duda ;
Teme cuando se descifre.
Mas ya, traidor Tolomeo,
Tan justo temor redime;
Gran presente gran delito;
¡Qué mal hace! ¡Qué bien sirve!
Pues ¿qué es esto? ¿El mayor logro
Con lági-imas le recibes ?
¿ Será piedad ? Es muy tarde.
¿Será amor? Es muy difícil.
Esa destroncada testa
La misma es que perseguiste;
Su estrado labró tu dicha,
Y porque ella muere , vives.
Presente es que el mundo todo
Te hace, porque vaticines
El lugar á que te exaltas.
El poder con que lo riges.
Su más soberbio presagio
Roma te cede; y repite
De su hadado Capitolio
Para tí el agüero insigne.
De la cabeza del mundo
Misterio igual te prescribe;
Cabeza, cuya voz tiemblen
Los indómitos Quirites.
¿Lloras las dichas? ¿O en otro
Llanto del griego aprendiste
A llorar que el mundo estreche
Tu gloria en sua anchos fines 1
127
O mejor la grave muerte.
Que sus victorias consiguen,
A tan alto precio caras ,
A tanta condición viles.
Suspende, empero, del llanto
La acción dudosa, y percibe
Ronca voz , que tristes hados
Con ímpetu sacro dice:
« ¡Oh tú, el más cruel alumno
De la más piadosa estirpe;
Torpe infamador del nombre
Del justo nieto de Anquises!
»Üye el fatídico aliento
Que, porque su juicio intime,
Némesis firmó severa.
Dictó colérica i-.rinis.
)) Mortal terror te conmueve
Al ver cómo se salpiquen
Tan mal eternos laureles
De bien caducos rubíes.
))En vano exentas sus hojas
Prometen inmarcesibles
Inmunidad de los rayos,
Si al acero no resisten.
«Donde Jove perdonara,
Por más iras que fulmine,
Al traidor, el traidor osa
No perdonar al felice.
«Présago el llanto, tu ruina
Y la de la patria gime.
Para quien ya de sus aves
La sombra es funesto eclipse.
«No temas que ya el Senado
Nuevo caudillo habilite,
Ni á suceder á Pompeyo
Haya en Roma quien aspire.
«Cadáveres son segundos
Los padres , que en este triste
Yerto labio respiraron
El último aliento libre.
» Ya el que otro tiempo Senado,
Panteón es sólo de efigies
Mudas, en que los oficios
Vanos títulos se inscriben...
« Duro imperio el libre Lacio
Sufre, y si su obsequio humilde
Es mientras vives seguro,
Mal seguramente vives.
«La dulce libertad, que huye,
Te va dejando, al partirse.
En su indeleble memoria
Un enemigo invencible.
«Torpe fin á Apio y Tarquino
Ambas violencias consiguen ;
¿ Y á la libertad violada
No habrá en Roma quien vindique 7
«Sí; que Brutos son é Icilios
Cuantos su muralla ciñe,
A defender valerosos
La antigua inmolada virgen.
« La estatua que al viejo Mario
Furtivamente erigiste.
Teme que al fin, con los nuevos
Que previo Catón , se arruine.
«Teme el ejemplo que lloras;
Pues las virtudes suV)limes,
Mal en tí serán tutela.
Si en Pompeyo fueron crimen.
» Quirino, en tanto, su diestra
Y aun su ejemplo te apercibe;
Que deidad anticipada
Hará que en los astros brilles. »
Dijo; y pertinaces ecos
Del César la mente oprimen,
Y entre su laurel eterno
Ruinosa hiedra se ciñen.
Uadrid, 18 de Mayo de 1749.
123
A una señora muv aprensiva , que se ponia
en cura sin ni-cesiilad , y tema P aii rtcvü-
cion.. dos santos, mrdieos, de un cuadro
colocado a la cabecera de su cama, hstan-
do una noche durmiendo, entro en su al-
coba, con los Sacramentos, el párroco.
1 os liabian pedido para una criada de la
casa V el cura se eijuivoco, creyendo que
eran'pafa la señora, la cual se asusto, y
saltó de la cama en camisa huyendo, y el
cura la siguió algunos pasos, hasta que lo
desengañaron.
ROMANCE (1).
¿Qué es esto, Amarilis mia,
Que ele tu su.sto me cuentan ?
Diz que te asaltan los santos
Sacramentos de la Iglesia.
Dicen que te quiso un cura
(No es mucho que te quisiera)
Dar (extraño es, pero... vaya)
La unción: l eso es friolera 1
Discúlpelo que en entrando
A brujulear la enferma,
Dos módicos, aunque santos,
Se encontró á la cabecera.
De más se enmienda el refrán
Del perro, v diga á la letra
Que ba entrado el cura en la alcoba,
Porque halló la puerta abierta.
To no sé dónde fundó
La razón de congruencia.
I Qué hallarla moribundo
Es lo que saber qui.^icra!
Tu hermosura está muy fuerte,
Muy sana tu gentileza,
Eobustísima tu gi-acia,
Vivísima tu belleza.
Sólo hallar agonizando,
Podria, pasiones necias.
No discretas, porque mueren
En la infancia las discretas.
En fin, el susto á la fuga
Te previno tan ligera,
Que peligra lo decente
Donde hay sin puntos carrera.
Considere aquí el piadoso,
En mitológica idea.
De las ninfas fugitivas
Eepresentarse la escena.
Una Dafne huyendo mire,
No tan vestida, y más bella,
Y Apolo, rezando salmos.
De sobrepelliz , tras ella.
Una Atalanta corriendo,
A quien detener intenta.
Cauto, Hipómencs, cambiando
Tres manzanas á una pera.
Diana segunda admire,
Puea hasta el nombre me suena,
De eclesiástico Acteon vista,
Y en rojo cendal envuelta.
De corrida y corredora ,
Entre confusa y resuelta,
Sin aliento, mas con habla,
Dulcísimos hielos hecha.
Se me representa á mí ,
1 Y bien que se representa!...
1 Oh, quién el susto y la fuga,
Dichoso, pintar pudiera ,
Logrando en un cuadro solo
El primor de cuatro escuelas !
De miniatura tu cara,
Al fresco el desnudo, en medias
- (n Fácilmente so echa de ver en el tono
chancero v familiar de esta poesía y do las
dos siRuienlcs, halladas en los archivos de
la casa de Cor, en ('.ranada, que fueron es-
critas por el Conde dk Torbkpalma en los
años de su mocedad, sin pretcnsión alguna
literaria.
DON ALFONSO VERDUGO Y CASTILLA.
Aguadas tus ropas, y
Al óleo el cura pusiera.
El paisaje sería
De disposición incierta,
Medio .alcoba, medio templo,
Y por fin, botica entera.
Por allí colocarla
Otras imágenes bellas.
Con mucha atención copiadas
Y con mucha injuria expresas.
Pintara en distancias varias
También figuras diversas,
Y en la última lont.ananza
Escribiría el faciehitt.
Este lienzo luego, al culto
Que mi memoria reserva.
Grandísimo voto, en noble
Eterno templo pusiera...
Mas tú, que escarmiento logras
En im susto, de tí aleja
De la cruel medicina
Las costosas contingencias,
De falaces aprensiones
El vano temor des( cha,
Y usa para tus congojas
Las pócimas de la huelga.
No es otra cosa el amago
Que terrible te amedrenta,
Sino es la postrimería
De emplastos y de recetas.
Deja á tu salud ser tuya.
Sin que á «lerced la poseas
De arte que el dárnosla cifra
En peligros de perderla.
Y si no, teme que el cura
Fantasma se te aparezca,
Y que, al pedir tú el sucino,
Acuda con la ampolleta.
A una dama que sacó á bailar el Conoe de
ToHREPAiMv, y que representó en una
pieza, haciendo él de Numen, y ella de
Armonía.
DÉCIMAS.
Señora, aunque es osadía
Elogiaros, es acción
A que se obliga la unión
Del numen y la nriiionia:
En este vínculo ña
Mi arrojo su dos-mpeño.
Si vos del terrible empeño
Me sacáis en que ya estoy.
Haciendo que os sirva hoy, ^
Pues de uno y otro sois dueño.
De puro feliz se corre
Hoy mi fe, entre dicha tanta.
Mirándoos Bárbara santa.
Con la palma y con la torre.
La propiedad no se borre
De los símbolos, por Dios,
Pues nos dejan á los dos
Bien puestos, partiendo aquí
El martirio todo á mí, .
Y toda la gloria á vos.
Porque es tan fiero el rigor.
Hoy, de vuestro esquivo trato.
Que desdeñoso, el retrato
Hacéis por procurador.
Dejad, pues, que su esplendor
Logre perfección tan alta,
Pul 8 cuando el pincel esmalta
Vuestro semblante apacible.
Le da (parece imposible)
La única prenda que os falta.
Del ¡lincel la valentía
Con alma en la cojiia os muestra;
Pero no es el alma vuestra.
Es más bien el alma mia;
Pues no tiene antipatía
Con el amor ni el querer,
Y á mi genio viene á ser.
Pues la copia hermosa y rara
Sólo tiene el alma para
Ser de vuestro parecer.
Éste tan constante sigo.
Que, llevado de él mil veces»
Tengo yo mis esquiveces
De parte vuestra conmigo;
Por él á tratar me obligo
Con rigor á los que escucho
Que os sirven, y según lucho,
Imitándoos, con la fe
De cierta ansia, pienso que
Debéis de quereros mucho.
Mas si habéis de examinar
Lo que mostráis entender,
Y se puede responder
Lo que gustáis preguntar.
Dejad un rato ap.artar
El respeto superior
De vos, el duro rigor.
La altivez fiera, el desden,
Y veréis si queda quien
Os vaya á contar su amor.
1 Oh, cuánta pena callada
Mostraría en este caso
Que esos cortejos de paso
Eran triunfos de parada I
Pero no estéis engañada.
Creyendo que dejan vidas
Para huir vuestras heridas;
Sabed que los que se fueren,
Porque no riñáis que mueren.
Van á morirse á escondidas.
No penséis que es nuevo el mal
Que llora tanto infcliee, _
Pues cuanto á la copia dice,
Lo calla al original.
Mas nu( stro temor mortal
Nos tiene tan oprimidos.
Que si al retrato, atrevidos,
Declaram.os la pasión
Con gritos del corazón,
Es porque no tiene oídos.
Al retrato de la Marquesa de Espinardo,
corregidora de Granada.
DÉCIMAS.
El primor mejor logrado
Del pincel y su destreza,
Fué de ver vuestra belleza
Ligada á perpetuo agrado;
Y así todo el mundo osado
Le intima el afecto fiel
Que oculta á vuestro cruel
Ceño; hallando entre los dos,
Todo lo hechicero en vos,
Todo lo apacible en él,
la Academia del Buen Gusto dedica
pobre numen el Difcil [i).
su
Cascado abeto, del sagrado mirto
Donde mi olvido te dejó pendiente
(Voto no ya del triunfo de mi canto,
Despojo de ocio inculto si) desciende.
Vuelva á pulsar la mano del sonoro
Leño las dulces cuerdas, si consiente
El polvo antiguo que al rozar el plec-
[tro.
Las primitivas cláusulas encuentre.
Si el ocio que el espíritu divino
De las celestes Musas entorpece,
O el áulico rumor que las ahuyenta,
Agilidad, serenidad conceden;
(2) Nombre que usaba en la Academia de
la Marquesa de Sarria el CosuJí i>s loiiRS-
PALUA.
elegía.
120
Si la agitada mente , breve espacio
La inquietud calma y el afán suspende,
Y dejando el estrépito profano,
Sólo á escuchar la inspiración atiende;
No la antigua dureza, no la propria
Escasez, no la culta te amedrente
Oscuridad, que, grillos de mi ingenio,
De etéreo numen son prisión terrestre.
Si ya, otro tiempo, la frondosa orilla
Del Dauro umbrío oyó en su estancia fértil,
Al sonoro susurro de sus auras,
Sencillo concertar mi canto alegre;
Si me miraron sus cristales puros,
Triste, tal Vfz, hurtar á su corriente
Poca luz en la sombra de mi bulto.
Mucho silencio en mi lamento débil;
Si me escucharon sus hermosas ninfas
Gemir amante; si aun sus troncos pueden
Eternas señas dar del duro estilo,
Y amargo ejemplo al que sus cifras Ice;
Menos compadecido Manzanares,
La viril voz escuche cuando aliente
El ronco pecho números ingratos,
Que en sus áridas márgenes resuenen.
Grave la voz , si disonante y ruda,
Al nuevo coro su concento agregue;
Si suspendida el alma, no conmuta
La acción que canta en la quietud que atiende.
A la heroica armonía se levante
La humilde voz, porque sublime anhele
De las ásperas cumbres del Parnaso
Pisar altiva las soberbias frent s.
¿Qué mucho, si más alto Olimpo es solio
De protectriz deidad, á quien le deben
Nueva vida las Musas, nuevas luces
Apolo, nuevos cisnes Hipocrcne?
No ya á su fronte osados, á su planta
Se tejerán humildes los laureles,
Más vanos que de ser diademas antes,
De ser ahora á su beldad tapetes.
Tan noble origen el sagrado influjo
De estos dichosos números enciende :
Calle los de Calíope su Orfeo;
Lino los de su Febo no recuerde.
A este celeste fuego, el más grosero
Metal que concibió embrión rebelde.
La tierra, por dichosa crisopeya,
Oro correrá líquido y luciente.
Dignas voces serán cuantas module
Quien, ilustrando su armonía, puede.
En el obsequio de deidad tan alta.
Honrar con lo que invoca lo que ofrece.
Donde el precepto da la suficiencia,
Es gi'osero el temor, no reverente;
¿ Qué importarán las leyes de los hados.
Si el destino imposibles no venciese ?
Tú digna harás de tu atención mi lira;
Y cuando, ennoblecida de esta suerte,
La escuche el orbe, entonces de tu aplauso
Fama será, que el tiempo reverencie.
Y así , vuelva á pender, pero en tu templo,
I Oh deidad generosa ! donde acuerde '
Todo el poder de tu benigno influjo,
Cada vez (¿ue sonando no disuene.
Madrid, 9 de Enero de 1749.
Á la temprana macrte de una hermosura.
ELEGÍA (1).
Al doloroso oficio, Melpomene,
Desciende pía, y el amargo llanto
Turbe las claras ondas de Hipocrene.
Destemple á la suave lira el canto
El ronco aliento que el pesar exhala;
Sólo el sollozo es ritmo del quebranto.
Desnuda el arte aun de la oscura gala
Que permite la fúnebre armonía,
Y notas de dolor sólo señala.
(1) Leída en la Academia del Buen Gusto.
}, Ps.-ivm,
Derrama aquella torpe melodía
Que el intimo pesar al llanto tierno,
Al desolado suspirar confia;
Y entonces con mi canto el tuyo alterno,
Lloraremos de Fílida la muerte
Con inmortal sentir, con duelo eterno.
En quien edad, naturaleza, suerte.
Dichas acumularon y esperanzas,
Que hoy la ruina en lástima convierte.
¡Oh del tiempo falsísimas bonanzasl
[Oh veces infalibles de la vida!
¡De la suerte firmísimas mudanzas!
¡Que en vano nuestra fe, mal conducida
Del sentido, da incienso á la hermosura,
Si huye entre el humo la deidad perdida!
¿Cuál pudo nunca, humana compostura,
No digo vida, eternidad celeste.
Prometer, como en Fílida, segura?
¿Cuál habrá que la cólera no infesto
De las rabiosas parcas, y en los hados
La invidia de los númenes no honeste?
Sin duda, de este tósigo tocados.
Con torpe mano ofenden é insidiosa
El bien de los mortales desgi-aciados.
¿Pues qué? ¿Sufriera Venus licenciosa,
De una casta belleza superada.
Perder del Ida la sentencia honrosa?
¿ Sufriera Jove de la esposa amada
La dignidad vencida, ó Palas viera
Su fortaleza y su prudencia ajada,
Sin que al impulso de la invidia fiera,
Estimulada la celeste ira,
A la inicua venganza se moviera?
Pero en vano sus cóleras conspira
Tenante Jove, y del humano coro
Quizá al divino á Fílida retira.
Que amor labrando con sus flechas de oro
Indelebles imágenes, en ellas
La guardan nuestros pechos con decoro.
El que sólo burlar de las estrellas
La potestad maligna pudo, quiere
Eternizar á Fili en sus querellas.
Mientras durare el tiempo; mientras diero
Voces la fama, acuerdos la memoria,
Y el pecho humano afectos concibiere,
Con generosas lágrimas la hiptoria
Llorará, ai^laudirá su nombre, siendo
Pena á los siglos, cuando á Filis gloria,
¡Qué mucho, si las señas repitiendo
Del gran sujeto, y del acerbo caso
Propagado el dolor, se irá esparciendo!
¿ Celebró nunca el cantador Parnaso
Beldad, gracia, virtud ó nrenda alguna,
Cuyo esmero no viese en í'ili acaso ?
Las perfecciones que ella sola auna
Hicieran celebradas y famosas
Mil gentiles bellezas cada una.
Aquellas trasparencias luminosas,
Que aun más que del bellísimo semblante^
Del alma son facciones generosas;
Aquella honesta risa; aquel brillante,
Si puro, fuego de sus bellos ojos,
Y do su tez la púrpura flamante;
Aquel herir, sin fulminar enojos;
Aquel rendir, sin conocer cautivos;
Aquel triunfar, sin adquirir despojos;
Aquellos de su espíritu nativos
Dotes, que la prudencia y la cordura
Lustraron con fáciles cultivos;
El celeste esplendor de su hermosura,
De su ingenio la fuerza soberana,
De sus costumbres la inocencia pura,
Eepugnaron, sin duda, de la humana
Dicha la breve miserable esfera,
Incapaz de tal bien, estrecha y vana.
Con causa; pues si el mundo contuviera
Astros de tanta luz, ¿qué vista ociosa
Los ojos al Olimpo divirtiera?
No es nuestro tanto bien. Sólo la ansiosa
Acción del llanto es nuestra, el sentimiento
De la pérdida triste y dolorosa.
En la trágica patria del tormento
130
Quedamos, para ciar, con nuestra queja,
Mat' ria eterna á su inmortal contento.
Sólo de nuestro amor al cargo deja
La merecida fama, y del humano
Ser, indignada, su beldad aleja.
Vive nueva deidad; si el soberano
Jove su copa ya á tus labios bellos
Mejor concede que á la frigia mano,
O si entre los purísimos destelloa
Del alto firmamento luz moderna,
Eres, como en la tierra injuria de ellos,
Virtud allá de su eficacia eterna.
Madrid y Febrero 8 de \'iO.
ESTANCIAS (1).
Ta, Mercurio del Jiipiter de España;
Ya, nuevo Taris, no entre la selvosa
Cumbre del Ida, sino en la que erige
El arte vencedor, más laboriosa.
Más regular, y no inferior montaña,
Las tres antiguas émulas suspiran
El premio de beldad suma á que aspiran.
¡Oh cuantas al certamen generoso.
Costosas glorias, ínclitos sudores,
Logi-adas ansias cada cual produce,
Coronadas de tantos esplendores;
Cuántas gotas la frente al operoso
Conato exhala, cuando en justa norma
El lienzo, el edificio, el bulto formal
Grave la una miro, y corpulenta
Digna esposa de Jove, qup á su fuego
Debe tal vez sublimes producciones;
Autora de los dioses, que honra el ruego;
De piedras y metales opulenta;
Y si el diáfano viento no preside.
En él su verdadero espacio mide.
Otra, ya belicosa el brazo aplica
A las rígidas armas, ya la mente
A las ciencias veraces, y el estilo
De las doctas edades diestramente
En las ruinas magníficas explica;
Templos labra á los dioses celestiales,
Y morada inmortal á los mortales.
Otra la tersa tez al colorido
Fia lasciva, y al paterno cielo
Luces mendiga, trasparencias miente;
Alma del mundo, su fecundo anhelo
Formas produce ó muda, y repetido
De nn lienzo opaco en el espejo inculto,
Mpiica finge el cuerpo sin el iDulto.
¿ (¿ué espera ya tu arbitrio soberano?
Ptrdone en tanto el sabio Caduceo;
Y las suertes concede, que á más gloria
Multiplica felices, para empleo
De tanto genio, pródiga tu mano;
Pues al honor del premio que repartes,
Todas son Venus las hermosas artes.
Todas abrigan en su blando seno
Turba de Cupidillos, si consiente
El amor de las artes este nombre;
Juegan cercanos con audacia ardiente,
Corriendo el campo del estudio ameno;
La competencia aumenta los esmeros,
Y émulo de la gloria nace Anteros.
Consagra al alto Júpiter hispano.
Con fausto auspicio, el templo prodigioso.
Honor de la nación, gloria del orbe.
Logro de tu cuidado generoso;
Eeciban de su gracia y de tu mano
El premio, aqní donde hizo en cada parte
La última pompa de su esmero el arte.
Ya será digna al ínclito Fernando
La morada, (¡ue hoy lustran á tu ruego
Sus reales virtudes, que ya encienden
En los recientes lares puro fuego;
(1) Fufron loidns por el Conde !>", TnnnrpM Ji\, cnnciliario de la
Real Aciilcmia (leS;in Kernnnilo, en hi junla pública celebrada por
«ita misma Academia el -¿3 de Üicierabie de IToó.
DOíT ALFONSO VERDUGO Y CASTILLA.
Blanca llama, la infausta mejorando
Del incendio voraz, al cielo sumo
Levante la piedad, el voto, el humo.
La justicia, el amor y la clemencia;
La liberalidad, el premio justo.
Bien como el sol las matutinas aves,
Que viene, anuncian, ya su dueño augusto*
Ciertos anuncios dan de su presencia,
Clamando, cuando á verle se aperciben,
Que viva el Rey donde sus glorias viven.
Que viva más que al tiempo ruinoso
Siglos despreciará el alcázar culto;
Que viva más que en los eternos broncea
Su nombre, ó en los mármoles su bulto;
Viva, siempre feliz y siempre esposo
De la que hace dichoso, sin segundo,
Al que es la dicha de uno y otro mundo.
Y vosotros, maestros excelentes,
Que dais vida á su imagen y amplio espacio
A su trono real , los laureados
Instrumentos dijad, del gran palacio
En los frisos altísimos pendientes.
Para que logren de la edad futura
Tímida imitación, gloria segura.
Y no menos vosotros, turba ardiente,
Juventud en las artes iniciada,
Plantel de honor del siglo sucesivo,
Seguid la áspera senda comenzada;
Que desde el arduo fin benignamente
Os llaman, ostentando su belleza.
La virtud, el honor y la riqueza.
LAS RUINAS.
Pensamientos tristes.
Sobre las altas y desnudas rocas
Que del sagrado Tajo presuroso
Asombran las profundas aguas puras,
Méuos sentado que rendido y triste,
El infeliz Alfeo al sordo viento,
Al silencioso yermo, confiaba
Entre no mudas lágrimas sus males,
Y entre largos suspiros breve aliento.
Condoler hizo lastimosamente
El eco tierno los peñascos duros,
Y mil veces el nombre repetido
De Fili resonar los altos montes.
Ya declinaba á sus postreras horas
Mal conocido el dia, y el nubloso
Cielo de blanca nieve encanecía
Las vecinas montañas, dilatando
La ya dudosa luz en sus rcílejos.
Cansado de llorar, levanta apénaa
La macilenta cara, y el cercano
Boreal horizonte apenas mira ,
Que, de negras agujas coronado,
Al cielo torres, majestad al suelo
De la antigua Toledo ofrece grave;
Cuando á la desolada fantasía
Da lamentable especie el cruel destrozo
Del alto alcázar; y la gran ruina
Mirando, así entre lágrimas prorumpe :
«¡Oh suerte humana, aun á las piedras friaa
De sus mortalidades contagiosa!
[Oh suerte humana, que la eterna roca.
Burladora en su asiento de los años.
Apenas á su imperio condujiste,
Cuando, de frágil forma en ser segundo,
A duración caduca la obligaste 1
¡Oh suerte humana! ¿No le bastaria
Al ruinoso edificio el diente oculto
De un dia y otro, de uno y otro año.
Para que al paso de la edad medido.
Se fuesen desconchando y desluciendo
Los blancos muros, las almenas altas
Al golpe de los vientos; y las torres
Erguidas lentamente, desplomando
Su corpulencia grave, y qu'^ el embate
De muchos siglos, aun cruel entonces,
LAS RUINAS.
131
Postrase tanta máquina sublime,
Sin que de acerbos hados feneciese 7
/Rompe, también, intempestiva parca
A la impropia, á la vida artificiosa
De lo insensible, el nunca visto hilo?
Pero su dura ley nada perdona;
¡Oh suerte humana, á dura ley sujetal
I De qué sirvió que la juiciosa mano
Erija incorruptibles sus trofeos
A la inmortalidad, en jaspe y bronce?
I De qué al arte sagaz dotar de eterna
Firmeza la robusta arquitectura.
Si no hizo inmune el que fundó constante?
En vano, en tu decoro repetidas
Vio nuestra edad las peregrinas señas
Que el pincel y el escoplo tradujeron, .
Desde la arcana antigüedad del mundo,
De la desnuda Arcadia, de la austera
Esparta, de la triple marcia Roma,
Para que en tí viviesen nuevamente
Cuantas virtudes coronó la fama,
Ya en el candor de los primeros siglos,
Ya del adulto mundo en las fortunas.
Tu hermosura, que pudo al peregrino
Remora dulce ser, y al ciudadano
Soberbia gloria y respetoso objeto,
Huyó en incendio breve, y solamente
El triste acuerdo á la memoria queda.
A la memoria, que en tu ruina grande
Mayor imagen con dolor percibe.
A la memoria, pasto venenoso
Del ánimo infeliz, que está royendo
Su mortal cebo con canino diente.
Ella de entre sus pórfidos caldos
Levanta ideas tristes, y en las señas
Do una ruina, otra ruina copia.
Fábrica fué mejor, y la más bella
Que á la enemiga luz de infausto oriente
Dio el autor del pequeño y grande mundo.
Alcázar fué, que un tiempo dedicaron
El honor, la concordia y la fortuna
Para albergue y asilo venturoso
De la inviolada paz, de la fe inmune;
Y para conservar á las edades ,
Aun más que las imágenes hermosas
De héroes felices, de infelices reyes.
De la austera virtud el duro ejemplo;
Ya en propria imitación, ya trasfundido
En la aptitud dichosa con que nace
Quien la bondad á quien el ser le debe.
Templo fué inmaculado del más puro
Amor que llamas aceptó legales;
De cuyo fuego ardientes son cenizas
Los suspiros exánimes, que apenas
Durando en ellos, moribunda exhala
Mi vida, más de su dichoso fuego.
Que del fatal tizón la otra pendiente.
Ya ruina menor yace, que no deja
Tantos despojos del completo triunfo
La verdadera muerte, ni perdona
A las mudas reliquias, ni concede
Aun lo mismo que deja; y así, en tanto
Que en sus quebrados jaspes permanecen
La memoria y la lástima durables,
Lástima sólo, y sin ñ-agmentos ruina,
Me permiten los hados, que supieron.
De las sangrientas furias irritados,
Destrozar más, con potestad inicua,
Que componer gratísimos pudieran.
Si no viene á su dura ley sujeta
La virtud santa, y del etéreo Olimpo
Merecida desciende al pecho humano,
¿Por qué, á su dura ley, la vida, el lazo
De la virtud y el hombre se disuelve?
¿ Preserva de los rayos del tonante
Breve laurel; aun en la impía frente.
Que (más de temerarios p nsamientos
Que de sagradas hojas guarnecida)
Su ira concita, y de la horrible parca
A la invisible flecha, no reserva
La luciente diadema de incoiTuptaa
Virtudes, que se ciñen con respeto
Los dioses celestiales; domestica
La hermosura las ñeras, y aun á verla
No se detienen los urgentes hados?
Mas, si ellos ptrfeccioncs respetaran.
Fuera nuestra fortuna diferente;
Tú, constante en el alto y firme asiento,
Contrastaras el tiempo; y yo, dichoso,
A los dioses la suerte no'invidiára.
Viviera Fili, y en su vida sólo
Mayores bienes nuestra edad tuviera.
Que la credulidad supersticiosa
En el siglo feliz del oro admira.
Viera en su ánimo grande nu stro mundo
Familiares los dioses, si los dioses
Etéreas son virtudes; viera el suelo
Segunda vez la fugitiva Astrea
Su mansión habitar, y de un sencillo
Corazón admitir el trono humano.
Las dichas y los candidos placeres.
Con las risueñas gracias, su belleza
En séquito cortés acomjiañandü,
Felicidad vertieran y alegría
Delante de sus ojos celestiales.
Viviera Fili, y el corrupto siglo
Mirara renovar, con raro ejemplo,
La integridad sabina, la romana
Constancia, y de las griegas hermosuras
Casta censura, en superior belleza.
Pero tanto los dioses aborrecen
Al mundo inicuo; tanto indigna vive
La virtud en la tierra, que ella acorta
Al ánimo que adorna el vital plazo.
Oh digna causa de una prodigiosa
Muerte, cuyos principios ignoraron
La sabia medicina y la más sabia
Naturaleza, que admiró, confusa,
De sus leyes el orden profanado.
Lozana juventud, ¿dónde tenías
Tu robustez, tus fuerzas arrogantes,
Tu salud vividora? Mas ¡qué digol
¿Cuando no están en brazos de la muerte?
¿Y tú, burlado amor; tú, de las parc:;3
Subdito humilde, que á su imperio cedes
Tus más altos trofeos, dónde estabas?
Pero, ay, que estabas en mi incauto pecho;
Y aunque cruel, medroso como niño.
Viendo en mi corazón el trance duro.
De horror estabas tú también batiendo.
Asustado, las trépidas alillas;
Y las divinas flechas de la aljaba
Cayéndose sin orden, las entrañas
Con mil diversas puntas mil venenos
Me penetraban tormentosas, mientras
Tímido tú temblabas del espanto.
¿Qué mucho, si al suceso lastimoso.
Temblar sensibles de piedad pudieran
Esas altas esferas cristalinas?
Decidlo, Musas, y al horrendo caso
Levantad, si podéis, el grito mió;
Despedazad en doloroso canto
El ronco pecho, y conceded al labio
Voz que convenga al triste pensamiento.
Cantad aquí; cantad, entre estas ruinas,
Como en sima funesta horrible y propia,
De mi eterno dolor la causa fiera.
Y tú, sagrado Tajo, á tus corrientes
El fragoso rumor embraveciendo.
Acompaña mi voz, y el Océano
Mi llanto escuche en tus postreras ondas.
Tú, noche, que á mis cantos amorosos
Fresco silencio y atención prestaste.
Por tus callados páramos dilata
En ecos pavorosos mi lamento.
Vosotras, blancas Dríades hermosas,
Que, tal vez más con vuestras rubias trenzas
Que no con la preciosa arena, hicisteis
Rica la amena margen, las cabezas,
Del peñascoso albergue, mal enjutas.
Sacad piadosas, y llorad conmigo.
Mientras el triste Alfeo arrebatado
Al llanto así de su dolor convoca
Las impropicias Musas, las nocturnas
132
DON ALFONSO VERDUGO f CASTILLA.
Sombras y las corrientes espumosas;
El frió viento, con doblada fuerza,
De las espesas nubes desplumaba
Las blancas alas, y al absorto amante
Con no sentida nieve iba cubriendo.
Levanta al cirio, que nubloso aun nie^a
Sus luces bellas, los turbados ojos;
Y en su atención la débil fantasía,
Objetos figurando, donde coza
Más verdadera luz el invisible
Espíritu dichoso, le descubre
La imagen de su Fili; ya los miembros
En invencible rigidez padecen
Mortífera quietud: el yerto labio
Ya el nombre amado apenas articula.
Fija la vista, y más el i)uro afecto.
En la cilestc imagen, letal frió
Los últimos espíritus extingue,
Y en alta nieve yace.
A la procesión de rogativa que se liizo en Granada, el afio Í7ó4,
por la falta de lluvias, en que salió Nuestra Señora de la Au-
rora.
SONETO,
Ya del eterno sol, divina Aurora,
A tu albor matutino, en nuevo día,
Renace el pueblo, y de la noche fria
Huye el horror, y el ciclo se colora.
Ya te saluda en tu primera hora
Tanta ave dulce, dulce ave María,
Compitiendo en tu agrado la armonía
Del que himnos canta y del que culpas llora.
Salude alba tan pura húmedo cielo
Con fecundo rocío, y tu semblante
Vivifique uno y otro campo adusto.
Vuelve, Señora, á ser nuestro consuelo;
Danos nube de lluvias abundante ,
Como antes diste de tu seno al Justo.
En elogio de las adiciones v correcciones que íi la célebre rioguel,
de don Diego de L'lloa, puso, de orden de una dama, don Juan
Altamirano.
SONETO satírico.
Si en la hebrea hermosura, que desdora
La memoria de Alfonso esclarecido,
De España el hado infausto vio vertido
El encantado cesto de Pandora;
Si al copiar la beldad que lo enamora,
Ulloa, á mil desgracias ofrecido.
Vio inanimado el bulto apetecido,
Que con celeste ardor se informa ahora;
Ya, mejor Prometeo, á su hermosura
Da, con fuego apolíneo, ser segundo,
En luz, robada no, sino inlluida
De numen tal , que á su eficacia pura
Deben belleza, acierto, aplauso, vida,
Raquel la copia , Altamirano el muado.
Reverso de la medalla antecedente.
SONETO SATÍRICO.
Al fuerte patriarca la primera
Raquel á larga senectud redujo;
Al victorioso Alfonso, torpe indujo
La segunda á manchar su gloria entera.
La mental, la canora, la tercera,
Al grande Ulioa duros hados trujo.
¡Oh hermosura nociva, cuyo influjo
Fatal aún en las copias persevera!
Mas ya de la beldad el hado infausto
Vence un ímpetu sacro y soberano,
Que en nueva copiad nombre antiguo emplea.
Jacob descanse, Alfonso viva casto,
Ulloa se asegure; Altamirano
Lo enmienda todo, haciendo á Raquel fea.
Al desposorio de la serenísima infanta de Fspaña doña María Teresa
con el serenísimo Üellin de Francia.
INVOCACIÓN DE HIMENEO.
Vén, Himeneo ; vén, vén. Himeneo.
Del cielo luminoso,
Descada deidad, grata desciende
Al tálamo real de ri/v/cii bella ,
Y al voto ardiente del amante esposo.
De nueva luz enciende,
No ya tea nupcial; fausta, sí, estrella,
Que corone de dichas el deseo.
Vén , Himeneo ; vén , vén , Himeneo.
De aquella pura llama,
Nudo y vida del mundo, que produce
La amistad santa y la concordia fuerte,
La hacha legal en casta luz inflama;
Aquel fuego en que luce
La verdad, la virtud, la feliz suerte,
Se propague en tu antorcha por trofeo.
Vén, himeneo ; vén, vén. Himeneo,
Desciende, numen bello,
Coronado de gracias y de amores,
y con suave mano la coyunda
Enlaza en uno y otro tierno cuello;
Que ignoren los rigores
De la edad , y perpetua su fecunda
Juventud burle del s -nil Proteo.
Vén, himeneo ; vén, vén. Himeneo.
El tálamo suave ,
Como de frescas rosas Citcrea ,
Amor de lirios candidos florezca;
Cándidos entre tanto que del grave
Metal el fulgor sea
Esplendor de sus hojas, y que oñ'ezca
Campo el cielo al blasón de Clodoveo,
Vén, Himeneo ; vén, vén, Himeneo,
Vén , pues , acompañado
De la Gloria, el Honor y la Fortuna,
A quien la Paz y la Victoria sigan,
Y etérea Astrea, en plaustro laureado,
Descenderá oportuna
De su celeste asilo, si la obligan
Altas virtudes en heroico empleo.
Vén, Himeneo; vén, vén. Himeneo,
De los felices hados ,
Que reservan los astros misteriosos,
Al franco pueblo y á la hesperia gente,
A la voz de su madre aun uo fiados.
Revela tú , gloriosos.
Los triunfos que preparas, si consienta
El nupcial coro trompas del Febeo.
Vén, Himeneo; vén, vén. Himeneo.
EL JUICIO FINAL (1).
Alma horrísona al duro bronce infunde
Alígero escuadrón , á cuyo ruido,
La tierra, el mar, el viento se confunde,
Y el eco vuelve el miedo repetido;
Y miedo que antecede al que difunde
A cuanto yace pálido y dormido,
Tremenda voz , la que terror segundo (2)
Extendió por los ámbitos del mundo.
«Venid al juicio del tremendo día,
¡Oh muertos 1 dice. Glorias y maldades
(1^ Copiado de un manuscrito autógrafo del CovnE de Torre-
PAi.MA, que se conserva en la biblioteca de su ilustre casa, en Gra-
nada. Debemos esta copia ;i la bondad de nuestro digno amigo el
señor Du(|ue de (lor, descendiente del célebre poeta.
Todo indica que falla el principio del poema. No es verosímil
que un poeta de aquel tiempo empezase sin invocación un canto
de esta especie. Puede conjeturarse ademas, por otras razones,
que p| autor no dio la ultima mano á esta obra. lA'. del Cnlcclor.)
(2i Llama el poeta lerror segundo al que ha de causar la des-
trucción del genero liumano jior el ¡ucgo, aludiendo, al parecer, á
la destrucción primera ;)«r f/ ni/wa, i¡ue ya babia cantado Torhe»
PALMA eii El Deuculiun. {.Idcin.)
Sin velo están : se hundió la monarquía
Que eterna idolatraron las edades.
Eobó el incendio, con igual porfía,
Los reinos, las provincias, las ciudades:
Ya una misma ceniza ha confundido
La humilde choza y el palacio erguido.
»La república alada de los vientos,
Pavesa ya, dejó su reino vago;
Bl prado y monte gimen, macilentos,
Dl' su pueblo cuadrúpedo el estrago;
De las llamas los ímpetus sedientoa-
Se bebieron el rio, arroyo y lago...
Levantad, pues; que en trágica campaña
Ya ostenta el fuego su mayor hazaña. »
Gimió la tierra al formidable acento,
Temblaron sus cimientos eternales.
Rimbombaron las ráfagas del viento,
Turbáronse los orbes celestiales;
El mar bramó, y en raudo movimiento
Subió á la esfera en montes de cristales.
Descubriendo entre tantos parasismos
Sus entrañas la tierra y sus abismos.
Cuando así lo insensible , portentoso
Del Juez se mira el enojado ceño,
Los sepulcros , que en lecho tenebroso
El último guardaban fatal sueño,
Rasgando ya su seno pavoroso
(Funesto asilo de su triste dueño).
Volvieron de repente al ser humano
Cuanto robó la inexorable mano.
Tornóse á concertar la artificiosa
Fábrica de los miembros destruida;
Buscóse una á otra parte cuidadosa,
Para otra vez cobrar la antigua vida;
Brotó la tierra, en fin, tanta copiosa
Organizada mies, por sí movida,
Que dejaran por vana su tarea
Las semillas de Cadmo y de Medea (1).
Pequeña escuadra es , ínfima parte
De copia tanta, en número infinita.
La inmensa multitud del persa Marte,
Que al licio Janto sus cristales quita (2);
Ko esfuerzos el valor allí reparte;
Los ánimos el miedo debilita;
Suplicios sí , no hazañas, belicosa,
La inerme tr ipa aguarda temerosa.
Levanta impío su fatal semblante,
Mas ¡qué informe! ¡qué pálido! ¡qué horrendo!
El miedo horrible d^l suplicio instante
Del pecho arranca el suspií-ar tremendo;
Batalla el corazón, late incesante,
Y encontrados impulsos confundiendo.
Se aira, tiembla, fallece, y á horror tanL
Se añade luego inconsolable llanto.
Cuál , infeliz , en su conciencia mira
No haber razón que del castigo indulte,
E intenta, por huir del Juez la ira.
Que el mar en sus abismos le sepulte;
O de alto monte, en su dolor, suspira
Por bárbaro sepulcro que le oculte...
Su temor escondiera aun del infierno
En el profundo lago sempiterno (3).
Cuál, contra sí cruel , muerde incesante
La mano que á obrar m<al le ñié obediente;
Cuál maltrata su pálido semblante;
Cuál mesa sus cabellos impaciente;
Pero ya, bien que no la de Thaumante
Hija etérea (4), aparece refulgente
El arco hermoso, de colores ciento,
Que sustenta del Juez el alto asiento.
Rasgados ya los cielos á la saña
De la ardiente tenante batería.
Poblarse el aire , que de luz se baña ,
(1) Reminiscencia de los libros ni y vii de las Metamorfosis, de
Ovidio. Sabido es (|ue el Oonuk uk Torrepalma imito al poela la-
tino en El Decau/ioii. (iV. dc¡ Culeclvr.)
(ii Alude aqui, sin duda, el autor al innumerable ejército de
Jórjcs. (ídem.)
(5) Quis mihi hoc Iribual uí inferno protegas me et abscondas me
dvnec pertranseat furor luus. 'ídem.)
(i) Hija de Thauraas ó Thaumante, sobrenombre de Iris. <Idem.)
EL JUICIO FINAL.
De alígera,s escuadras se veía.
El regio trono por la azul campaña
En las alas del viento descendía;
Anuncios de que viene ya cercano
El Dios de las venganzas soberano (5),
En medio, pues, de la ancha región clara
Más que los astros , aparece hermosa
Aquella de virtud divina vara.
Que de la alta Síon baja gloriosa;
Porque ya viene á dominar preclara
De su enemigo entre la turba odiosa (6):
Sacro estandarte, cuyo signo dice
El mayor lauro, el triunfo más felice.
Ya en esto, con su corte, descendía
De sus sacros palacios paternales
El Rey de la más alta monarquía,
El Señor de los reinos inmortales,
A quien carro de fuego conducía,
Y á las bárbaras tropas desleales
Aumentaba las ansias y desmayos
El horrísono estruendo de sus rayos.
Al pasar las regiones cristalinas
La ignífera carroza, los lucientes
Astros que luces ven más peregi-inaa,
Se retiran y ceden reverentes;
Elice y Cinosura en sus marinas
Vedadas aguas se entran diligentes;
Tiembla el León; huye Orion lluvioso;
Corre de Europa el robador hermoso.
Con mortal palidez la luna errante
Callaba, envuelta en las tinieblas Mas,
Por faltarle al tributo radiante
La luminaria eterna de los días;
El aparato, en fin, llegó triunfante,
Y el tribunal dispuesto contra impías
Trasgresiones de su alto testamento.
Majestuoso el Juez tomó su asiento (7).
De las cavernas del eterno llanto
Nocturna infame tropa desmandada.
Para fiscalizar astuta cuanto
Humana libertad cometió errada.
Con odioso trojiel asiste, en tanto
Que á piadosas defensas turba alada
Se previene , aunque frustran sus deseos
Muchos fiscales contra muchos reos.
Pasmosas atenciones previniendo
A la que última fué , bien que primera
Tragedia universal, el Juez tremendo
Mandó callar la turba plañidera;
Paran los cielos su sonoro estruendo.
La tierra su gemir, su saña fiera
El mar, su furia el viento, y aun callaron
Los abismos, que atentos escucharon.
Principia el acto , y al concurso inmenso
Vasto volumen se abre, cuyas planas
Y caracteres hablan por extenso
Las acciones más ñitiles humanas;
A éstas tal vez no se nogó el asenso,
Y engañado dictamen juzgó vanas...
I Oh! ¡qué error! pues en este libro toma
Un peso grave la ligera coma.
Lee cada cual allí cuanto obró errado,
Y aun más, de que él se glorió inocente;
Cuanto recató en sombras; lo ignorado
Es ya noticia universal patente.
El sagrario del pecho, que al cuidado
Del corazón jamas fué inobediente,
Saqueado se ve; con vil desdoro
La fama desperdicia su tesoro.
I Oh, qué metamorfosis, qué portentos
Los contenciosos actos descubrían i
Pública ya, de mil lobos sangrientos.
La candidez hipócrita exi)onian:
No ya de algún locuaz atrevimientos,
Culpas sí, ya patentes, convertían,
De infame cuervo en sombras atezadas
La blanca pluma de aves simuladas.
133
(5) Annuntiaveriint cítli jualitiam ejus. iN. del Colector.)
(^1 Viryaiii viilulis tu(F emitet duminus ex Sion duminare in me-
dio inimicorum íuoruni. (ídem. I
(7; ¡n sede mujestults sua:. ^Idem.)
134
DON ALFONSO VERDUGO Y CASTILLA.
Ta 1 oh lujurioso vil I tu trato obsceno
Infamará la inmensa muchedumbre;
Tu corazón, i oh avaro ! nunca lleno.
Cuantos vieron del sol la eterna lumbre.
Muerde i oh envidia 1 tus áspides, veneno
Que el feliz derramaba en su alta cumbre;
Que allí abominarán, aun delincuentes,
Alimento tan bárbaro las gentes.
Prosigue el juez, y su inflexible vara
Con igual discreción segrega atenta
Del que vil lobo el crimen lo declara,
La que es oveja del delito exenta.
Así á aquél para el fuego lo prepara;
A éste á su aiestra con amor lo asienta:
Convéncense los reos , y l oh , con cuánto
Dolor acerbo, interminable lla»to !
1 Qué propicios patronos , qué abogados
Tendrás que te d fiendan elocuentes.
Si aun aquéllos, de Dios grandes privados,
Los retira el temor de delincuentes 1
jDe la más bella madre los sagrados
Ruegos allí se interpondrán clementes?..»
[ Qué asombro! la dulcísima María ,
Severa entonces, cuando siempre pial
I Oh, las que tiemblan, coronadas testn» I
1 Oh, las sacras tiaras que allí gimen I
Las púrpuras al hombro son molestas;
Las diademas no ajustan, sino oprimen.
Ya, la soberbia y majestad depuestas,
Los ánimos reales se comprimen;
Ya siente Hostilio que su tosca lana
Se viese en el imperio augusta grana. _
Conf úndese Alejandro en sus victorias,
Y el Grande nombre lo publica injusto;
Pompeyo gime sus pasadas glorias,
Y César llora su laurel adusto.
Los Scipioncs desprecian sus memorias ;
A Octaviano desdórale lo augusto;
Decio infama á su saña las porfías ,
Y el bárbaro Nerón sus tiranías.
A Craso su opulencia no le adula,
Ni á Lúculo sus mármoles preciosos;
Aflige á Apicio (1) su execrable gula,
A Horacio sus falernos generosos.
Bias (2) su ciencia fatua la regula,
Y el de Arpiño (3) sus labios prodigiosos;
El de Mantua condena sus loores,
Y Nason y Tibulo sus amores.
La virtud sola, con la faz serena,
Sin miedo asiste al tribunal sagrado;
Ño revuelve en su pecho mortal ¡lena,
Ni la consume, tácito, el cuidado;
El Juez la mira, de sus gracias llena,
Con vista amante, con benigno agrado;
Convídala á su diestra, y ella sube
En rico trono de dorada nube.
«Vén, dice, y de coronas inmortales
Ciñe I oh mi amada! la sagrada frente;
Inmensos bienes tras pasados males
Te preparó mi Padre omnipotente;
Pasaron ya los ímpetus brumales
Del frió invierno; aurora más luciente
Las sombras- borra de la noche fria:
Vén, pues, y goza ya de etirno dia.»
Sube, y con ella van al alto asiento,
Con el decoro igual, los que abatidos
El mundo despreció, y á su lamento
Retiró inexorable los oidos.
Sube Lázaro alegre, aquel que hambriento
Sólo canes halló compadecidos;
Sube, y ultraje ya no lo perturba ,
El que fué innoble vulgo, pobre turba.
Llégasele también su feliz turno,
En tan sacro senado, al que, brioso,
Del tercer heredero de Saturno
Despreció el mayorazgo poderoso:
Fuera ya vasto esmalte á su coturno
(\) Famoso gastriínomo romano del tiempo de Augusto.
del Colector.]
(ii Fili^sofo ; uno de los siete sabios de Grecia. (ídem.)
(3) Cicerón ; nació en Arpinum. {Idcm.]
iJN'o/a
Del Pactólo y Ceilan lo más precioso;
Ya se gloria en el felice aumento
De que, si uno dejó, le dieron ciento.
Al que inútil cubrió tosco vestido,
Rica gala ya adorna , honor luciente;
Todo el soi lleva en partes dividido
La preciosa diadema de su frente.
En sus propios diamantes va encendido
El collar de su cuello trasparente,
Y en la mano, que luces multiplica,
Gloriosa palma la victoria indica.
El que nunca gustó de Circe impura,
En fármaco (4) fatal, dulce veneno,
Ni del bastardo incendio llama oscura
Alimentó en sus venas ni en su seno;
Ahora del sacro néctar la dulzura
Gustoso liba, y de fatiga ajeno.
En el puro raudal do eterna vida
Dichas halla sin sombra y sin medid».
Se introducen é inundan el oido
Suaves olas de acorde melodía.
Que, á no ser inmortal, fuera el sentido
Náufrago en dulces mares de armonía.
Del Trisagio el aplauso repetido
En consonancia alterna competía,
Y al eco triste del siniestro llanto,
Sus cadencias anima el dulce canto.
La contraria caterva, que infelice.
Con torva faz y con sangrientos ojos
De los justos advierte lo felice,
Fomenta con su envidia sus enojos.
Blasfema de su Dios; torpe, maldice
Que en pos de los deleites haya abrojos;
Y por no ver del justo el gozo eterno,
Quiere que le anticipen el infierno.
La triste Erinnis (5) se entra ya en el pecho
Del tirano mayor que asombró al mundo (6);
Agítale impaciente su despecho,
Y contra sí revuélvese iracundo;
Ya del que á su crueldad blanco fué hecho
(Hijo de la paloma sin segundo)
Besa el pié sacro, y, bárbaro, aun le insidia,
Bebiendo celos, vomitando envidia.
A los mártires ve, que, astros brillantes,
Siete veces di sol vencen los rayos...
Nunca en ellos sus iras arrogantes
Hallar pudieron del valor desmayos,
Cuando sus santos cuerpos palpitantes,
De crueldad en sacrilegos ensayos.
De hambriento diente destrozaba el filo
O animaban los bronces de Perilo (7).
La ronca voz, envuelta en los gemidos
Que del ardiente corazón levanta,
«Yo á éstos (exclama) los hollé abatidos.
Cual suele á polvo vil grosera planta;
Yo los vilipendié con repetidos
Agravios, y hoy me ciegan , pues es tanta
De su esplendor divino la luz bella,
Que con ellos el sol aun no es estrella.
))Que, en fin, de Dios era Hijo verdadero
El que yo aborrecí crucificado;
Que es El mismo, es El mismo el Juez severo
Que á eterna mi ignominia ha condenado.
¡Felices Pedro y Pablo!... ¡Dolor ñero I
Merecí mi destino desdichado:
Ciego estuve aun con cuanta me previno
Luz verdadera Hiperion divino (8).
«¿Dónde mis glorias y mi imperio fueron?
(1) Fármaco, en su acepción general , medicamento. Aquí está
usada esta palabra en su sentido especial de medicamento hechi-
zado ó liltro para conciliar el amor de alguno. (Nota dd Colector.)
(5) Furia, ddnn.)
(6) Alude, como se ve después , al emperador Nerón. [ídem.)
(7l Famoso artífice, que para complacer á Fálaris , tirano de
Agrigeiito, inventó como suplicio un toro de metal colocado sobre
una hoguera. Los alaridos de la victima en él encerrada se ase-
mejaban á los mugidos del tero. Aquí alude el Co.nde de Tdbiie-
PALMA á los martirios que arrostraban impávidos los primeros
cristianos. {ídem.)
(8) Hit)erion, en la mitología griega, padre del sol, y aun el sol
mismo. ToRRKPALMA se vale de este emblema pagano oara llamar
sol divino i nuestro Seilor Jesucristo. ídem.)
EL JUICIO FINAL.
135
¿Dónde mi alcázar y palacio rico?
lias ¡ay! que á mi memoria se vinieron,
Y con ellos mis ansias multiplico.
Si cual errante luna me lucieron,
Quedó la eterna sombra en que me implico;
Gusté de Babilonia el fatal vaso,
y me dejó la sed en que me abraso. »
Estas y otras inútiles querellas.
Con afecto, ya triste, ya furioso.
Forma Nerón, y le acompaña en ellas
El gemir de aquel vulgo lastimoso;
Pero el Juez no pretende socorrellas;
Es antes, sí, su voz trueno espantoso,
Y á cada airado acento un rayo halla
En la sentencia la infeliz canalla.
No profano, sagrado si, inflamante
Espíritu mi helado pecho encienda:
Respire llamas , y la voz levante
Que al mor y al viento la inquietud suspenda.
Parad, cielos, la máquina sonante,
Y escuchad con horror la voz tremenda
Que arroja el Ju; z, flamígero torrente
Que airado sale de su pecho ardiente.
« Caterva (dice), vastagos malditos,
Generación fatal, iutiel congreso,
/ Qué hicieron mis poderes infinitos.
Que de un inmenso amor no ñiera exceso?
Cargando sobre mí vuestros delitos,
Dejé la vida al formidable peso;
Mas de mi amor y paternal halago
Olvido, iniquidad fué vuestro pago.
«Hambre cru'-l, que el cuerpo devoraba,
Pálido y débil me dejó algún dia,
Y la sed, que el humor me desecaba,
En las fauces la voz me detenia.
Tu gula entonces más se regalaba,
y llegando á tu mesa mi porfía,
Quedamos, lleno tú, pero yo hambriento;
Embriagado tú, mas yo sediento.
))Tal vez me viste en el Diciembre cano,
Cuando helado Aquilón furias levanta,
Sin abrigo temblar al frió tirano ,
Y hollar la nieve con desnuda planta.
Tiro te dio la púrpura , y no en vano
Con ella hiciste resistencia tanta;
Te pedí la más rota, y ser no pudo;
Quedando tú vestido, y yo desnudo.
))Mis flacos miembros, que rendidos viste.
En medio del camino conculcastes;
Sin darme tú consuelo, estuve triste;
Enfermo, en mis dolencias me olvidastes;
Peregrino, tii, en fin, no me acogiste;
Antes el dulce sueño procurastes ,
Hallándolo, de mí bien descuidado,
En blando lecho, en pabellón dorado,
» Luego si acusa á la justicia mía
La retardada pena á insulto tanto,
No he de daros la luz de eterno dia,
Mas la profunda noche del espanto.
Gemid allí en la horrenda compañía
De su bárbaro príncipe, y de cuanto.
De la virtud romi^iendo la cadena.
Mereció en fuego eterno eterna pena, »
Así dijo; y al punto levantando
Su nueva comitiva y corte alada,
Volvió, regiones de cristal surcando,
De su alcázar eterno á la morada.
Oscura nube entonces, ocultando
El fulgor de la esfera iluminada.
Truena terrible, y con fragor euvia
Fuego del cielo á la cat rva impía.
Segunda vez el liquido elemtnto
Bramó, desamparando sus abismos;
Volvió á alterar sus ráfagas el viento,
Lucharon entre sí los cielos mismos;
Titubeó la tierra de su asiento;
Y gimiendo entre tantos parasismos,
Su faz rasgó, mostrando su rotura
La horrenda boca del averno oscura.
Volcan airado, llama tenebrosa
Por la lóbrega sima s,' dilata.
Cuyo incendio, con furia impetuosa,
En voladores humos se desata;
Bramando envuelve á la caterva odiosa
Y á las cavernas hondas la arrebata,
Donde en el ciego abismo que la oculta
A eternidad de horrores la sepulta.
FIN Di. LAi> I'OKSi/S Vt: DOV ALFONSO VEEDÜGO Y CASTILLA.
DON JOSÉ ANTONIO PORGÉL.
NOTICIA BIOGRÁFICA.
Poco más que su nombre se sabía basta abora de este poeta, tan respetarlo en el sií?lo último.
Escasas son todavía las noticias que de él tenemos; pero bastan para formar juicio acerca de su
situación social y literaria (i). Nació en Granada don José Antonio Porcél y Salablanca, por
ios años de 1720. Se consagró desde lurgo á la carrera de la Iglesia, y bubo de distinguirse en ella,
pues no tardó en ser nombrado colegial del Sacro-Monte de Granada. Más adelante llegó á ser ca-
nónigo de la colegiata del Salvador de la misma ciudad, y pasado algún tiempo, de su metropoli-
tana iglesia.
No conocemos todas las obras de este distinguido escritor. El difunto Marqués de Pidal poseía
dos tomos manuscritos de ellas, que probablemente pertenecieron al mismo Porcél, pues con-
tienen algunos apuntes autógrafos. Uno de estos tomos, señalado con el número iv, da motivo á
presumir que se ban perdido otros dos tomos cuando menos. Nuestras exploraciones para encon-
trarlos ban sido infructuosas. El primero de los tomos que conocemos contiene el poema El Adonis,
en cuatro églogas vcnalorias, y unos apuntes encomiásticos de Porcél, escritos por don Antoro
Benito y Nuñez, discípulo y gran admirador del poeta granadino. El otro tomo, cabalmente el se-
ñalado con el número iv, contiene lo siguiente :
i.° Una oración pronunciada por el Conde de Torrepalma en la Academia del Buen Gusto, que
celebraba sus juntas en casa de la Condesa de Lémos, Marquesa de Sarria (1749 á 1751).
2." Juicio lunático, ó crítica burlesca de las producciones literarias que se habían leído en di-
cha academia. Este juicio, escrito con notable donaire, en prosa fácil y elegante, da idea del cla-
rísimo entendimiento y de la no vulgar instrucción de Porcél. Como fiscal de la academia, tenía
que cumplir con la obligación, inherente al cargo, de juzgar las obras presentadas, y lo hizo en
verdad de una manera ingeniosa, mezclando entre las agudezas, reflexiones de sazonada crítica.
No sólo censura con bastante libertad á sus compañeros de academia; también esgrime áspera-
mente las armas de la sátira contra su propio poema, dando en ello testimonio de discernimien-
to y abnegación,
3.° Oración gratulatoria á la Real Academia Española, el día 5 de Enero de 1752, en que fué
recibido en ella por académico don José Antonio Porcél, canónigo de la iglesia colegial del Salvador
de Granada, siendo director de la academia por su majestad, el excelentísimo señor don José de
Carvajal y Lancáster, ministro de Estado, gobernador del Supremo Consejo de Indias, etc. (Esta
oración equivalía entonces al discurso de recepción de nuestros días.)
4." Carla del difunto Rey de Prusia, padre, á su hijo reinante , Federico II, desde los campos
Elíseos (traducida del francés por don José Antonio Porcél).
b." Algunos versos de Porcél (firmados).
Don Antero Benito y Nuñez afirma que el Obispo de Santa Fe de Bogotá había escrito la vida
(i) Casi todas eslas noticias eslán tomadas de un por el señor Marqués de Pidal, quien nos lo franqueó
códice adquirido, no muclio antes de su fallecimiento, con su bondad acostumbrada.
NOTICIA BIOGRÁFICA. 137
del insigne poeta (4), y demuestra con sus palabras cuanto se lamentábanlos eruditos, á mediados
del siglo xvni, de que no se diese á la estampa el Adonis de Porcél. «Su mérito, dice, ha colocado
al autor entre los cinco únicos poetas de este siglo (2). Así lo caracteriza el sabio autor de los
Omjenes de la poesía española (3). Muchas instancias han hecho los eruditos para publicar estas
églogas, y á la verdad no es razón que la poesía española carezca de un primor que hasta ahora
no le han dado sus más célebres escritores... Uno de los pocos que han logrado la fortuna de
eerel poema, ha sido el ingeniosísimo Gerardo Lobo, que lo tenía ya dispuesto para la prensa,
y á no haberle prevenido la muerte, no hubiera retardado respeto alguno su publicación...
Estoy esperanzado que no ha de faltar quien nos dé este gusto.»
Frustrada quedó esta esperanza. La poesía artificial de Porcél no encontró, por lo visto, editores
que se decidiesen á darla á luz. Ahora , no hay por qué ocultarlo, hemos titubeado en ofrecer al
púbüco un poema que, á pesar de estar escrito con viva fantasía, dista mucho de merecer el ser
tenido por modelo en las letras de nuestros dias. Consideraciones de historia literaria nos han mo-
•vido al cabo á publicarlo íntegro en la presente colección.
Don José Antonio Porcél tradujo algunas obras francesas; enfre ellas, en verso castellano. La
Dama doctora, de autor francés anónimo, escrita contra los jansenistas (4), y en verso suelto El
Facistol {Le Liitrin), poema satírico de Boileau.
Porcél no sólo fué individuo insigne de las reales academias Española y de la Historia , sino
que resplandeció por su saber y por su estro poético en dos de las academias particulares más seña-
ladas de su tiempo : la del Trípode de Granada y la del Buen Gusto, establecida en Madrid , en casa
de la Marquesa de Sarria. En la primera tomó el nombre de el Caballero de los Jabalíes; en la
segunda , el de el Aventurero.
El citado don Antero Benito Nuñez escribió algunos versos en honra de su esclarecido maestro.
Entre ellos el siguiente, en que celebra con escaso numen las églogas venatorias de El Adonis:
¿Cuándo hablaron tan dulces los pastores?
¿Cuándo las bellas ninfas así hablaron?
¿Cuándo en conceptos tales se explicaron
Las finezas, los celos, los amores?
¿Cuándo de nnitológia los errores
Con embelesos tales se escucharon?
¿Cuándo, suspensos, de cantar dejaron
Los parleros y dulces ruiseñores?...
Cuando una voz más viva, más sonora
Dio á las selvas Porcél en su instrumento;
Cuando- la lira de Porcél canora
Pobló de acentos mágicos el viento;
Cuando su diestra musa encantadora
Á la ninfa (5) prestó su dulce acento.
L. A. DE Cueto.
(1) «El señor Caballero, cuyo mérito le ha elevado á don José Villarroel , cuyas chocarrerías eran celebra-
la mitra de Santa-Fe de Bogotá, que actualmente goza, das casi al igual de los chistes de Quevedo.
tiene escrita la historia literaria de nuestro poeta.» (3) Don Luis José Velazquez.
{Nota escrita en uno de los tomos manuscritos, al pa- (4) Da esta noticia don Luis José Velazquez. No
recer, después de 1770.) conocemos esta traducción, y no podíamos determinar
(2) No es fácil atinar ahora con estos cinco poetas. cuál sea el verdadero original francés. Tal vez La
Atendido el gusto entonces dominante, tal vez no sea Dame médecin, comedia en cinco actos, de Mont-
aventurado suponer que estos ingenios, que tan pri- fleury, representada en París, en 1678.
\ilegiados se juzgaban en aquella edad, sean, ademas (5) Alude ala ninfa J;iaxa;-íe,quereOereáPrócm
de Porcél, Gerardo Lobo, Luzan,Torropalma, yMon- en el poema, la historia de Adonis.
tiano y Luyando. ¿Quién sabe? acaso era uno de ellos
138 DON JOSÉ ANTONIO POFiCÉL.
JUICIO SATÍRICO QUE LRYÓ DON JOSÉ ANTONIO PORCÉL de su propia cbda,
EL ADONIS, EN LA Academia del Buen Gusto.
(Finge el nutor que Dartoloraé Leonardo de Argensola pronuncia el juicio ante una academia fantástica de poeta» difuntos,
de la cual era presidente Garcilaso, secretario Lope de Vega, y portero Rcnyifo.)
«De El Adonis, poema en églogas venatorias, cuyo autor se llama aquí el Caballero de los Ja-
balíes, conocido por este nombre en su academia del Trípode de Granada, y por el de el Aven-
turero en la del Buen Gusto, en Madrid, se me ha cometido la crítica; confieso que rae lastimó
sólo el título de églogas venatorias, porque hasta ahora no se ha dado este género de drama , ni
S3 puede dar; pues, como él mismo confiesa en su prólogo con la autoridad de Scalígero, es in-
compatible con el sosiego para el canto la fatiga de un cazador; pero, llevado tal vez de la ambi-
ción de señalarse con la novedad, atropello por la misma razón que conocía, y cargó la culpa á
su academia, que así se lo mandaba; sin embargo, como las piscatorias no son menos extrañas
que las venatorias, y hubo un Sanazaro que emprendiese aquellas (aunque se disputa si con feli-
cidad), concebí esperanzas de que nuestro Aventurero imítase á lo menos en lo problemático del
acierto, como en el arrojo, al Sanazaro Feadamenos. Dignamente se intituló el Caballero de los
Jabalíes, como don Quijote el de los Leones, para ser el Quijote de los poetas, pues en él ha-
llamos el juicio desconcertado y la imaginación desarreglada que en aquel manchego puso el
señor Cervantes.
íLa obra es una quisicosa, un monstruo, un Proteo poético, que por cada aspecto tiene distinta
figura, sin combinación y sin tino. Si la consideramos égloga, la hinchazón del estilo, las conti-
nuas metáforas y las transposiciones insufribles destruyen esta consideración. Es de admirar la
satisfacción con que principia en las cuatro églogas la narración de la fábula de Adonis en boca
de Anaxarte; siendo doctrina sentada que todo principio de poema ha de ser sencillo, y se ha
de ir elevando progresivamente (y aun esta elevación progresiva de ningún modo se permite en
la égloga, si ya no se introduce sujeto competente, como el Sileno de Virgilio), empieza la pri-
mera con una descripción de Chipre, pomposa y altisonante, para decir después que allí vivía
Adonis y se entretenía en la caza. A la segunda da principio con otra descripción de las selvas
del mismo Chipre, tan cansada como redundante. A la tercera, con la pintura del rio Lico y sus
riberas, tan impertinente como las demás. A la cuarta, finalmente, con la de la noche, que
empieza , aunque afectada , más regular, pero después, queriendo imitar la célebre del gran poeta,
se hace fiístidioso y vulgar.
»Si se mira el poema como venatorio, de nada tiene menos; toda la cacería se reduce á las nin-
fas sentadas junto á las redes , aguardando allí las batidas fieras ; pero las de Chipre sin duda
eran alimañas muy advertidas (serian zorras las más), y los sabuesos tan amigos del descanso,
que se vuelven las redes sanas, los perros satisfechos de dormir, las fieras se quedan en pacífica
posesión de sus grutas, y solamente las cazadoras fatigadas, más que del cuerpo, de la cabeza
(en especial la Anaxarte) , por haberse estado una tarde entera hablando del cuento de Adonis.
"Yo creo que con más justicia pudo el Guariní haber llamado á su Pastor Fido poema venatorio,
por aquel Silvio que apenas deja los bosques, ni piensa en otra cosa que en su Melampo.
»Da á entender el autor que ha dado en las églogas un poema trágico, separado de las introduc-
ciones de las ninfas; esto es, sin el drama. ¡Este es mayor monstruo! ¿Cuántas cosas quiere que
sea este parto, que no lo acabamos de fijar en especie alguna del mundo poético? Pero sea poe-
ma trágico, y ¿(¡ué tal? Como las pinturas antiguas, sin movimiento. Lo preciso para que logre
alguno juntarlo con el drama de las ninfas, y entonces resulta, ó que la ñibula del Adonis entra
por episodio, y episodio seis veces mayor que el argumento, ó que sean cuatro acciones. ¿Qué le
parece á la Academia? Aun hay más : que toda la obra es una fábula milesia ; porque, ¿qué ins-
trucción resulta de todo su fárrago? Que No hay amor en las selvas con ventura; digna verdad, y
útilísima, para dejar el vicio como se estaba, pero hermoso título para una comedía de las mu-
chas que hoy nos refieren que ocupan lastimosamente los teatros.»
Aquí llegaba el señor Argensola, cuando yo, atónito con lo que me estaba sucediendo, quería
salirine, temeroso de que me dieran las bofetadas que á Cherilo, y me arrojasen de la sala con
ignominia; pero el x\riosto, riyéndose de mis sustos, t Sosiégate, me dijo, y escucha; que ya ten-
EL ADONIS. 139
drás qué agradecerme.» Proseguía mi rígido fiscal, cuando el Presidente, notando que se dilata-
ba, ó que censuraba poco benigno, le interrumpió, diciendo : « Basta, basta; que hay otras mu-
chas obras que ver; diga ahora el que quisiere defender al impugnado.» Levantóse entonces Ge-
rardo Lobo y dijo : t Yo hiciera por defenderlo; pero, como quiera que está presente, y que aun-
que, por ser mortal, no se le permite que hable aquí , no se le quita el que escuche, y no me atrevo
al riesgo de no llenar su espectacion, y más cuando creo que él está hecho cargo de todas esas
objeciones, que no piensa indisolubles. — Pues suspéndase por ahora (diio Garcilaso) el decidir
del mérito de su obra.»
POESÍAS.
EL ADONIS,
EN CUATRO ÉGLOGAS VENATORIAS.
AL LECTOR BENÉVOLO.
Si estuviera cierto que este poema se había de
quedar en las manos de los amigos entre quienes
se ha escrito, ocioso fuera mi prólogo; porque á
cada uno de ellos les sobra erudición para la poca
que contiene esta obrilla , y hechos á favorecer mis
producciones, perdonarán sin mi disculpa los yer-
ros. Mas , como incidentemente (aunque no lo vul-
garice la prensa ) puede desligarse á manos de
quien no tenga en mi favor aquellos antecedentes,
me parece oportuno preocupar su atención con al-
gunas advertencias. Sea la primera decir la oca-
sión de esta obra.
El señor Conde de Torrepalma , en quien la más
ilustre nobleza y la más culta erudición igualmen-
te han competido una admirable concordia, institu-
yó en sus casas , á las riberas del Dauro (banda de
cristal que se ciñe la amenísima ciudad de Grana-
da , mi patria), una academia, donde congregados
algunos jóvenes hábiles , llevaban en bellos poe-
mas logrados los ocios que permitían las tareas de
más serias facultades. Por haberse en su principio
congregado sólo tres individuos , se llamó , y aun
se llama, la Academia del Trípode., y para más
chistoso saínete de la decente diversión , al estilo
de las caballerías antiguas , las casas del señor Con-
de, donde nos congregábamos , se llamaron el cas-
tillo de las Mutaciones , y dejó cada académico su
nombre por uno al estilo de los de aquellos caba-
lleros andantes , por lo que á mí me dio la suerte
el de Caballero de la Floresta , que, en atención á la
presente obra , mudé por el de los Jabalíes , bajo
el cual soy autor de estas églogas.
Al principio de cada mes se celebraba la acade-
mia , presidida de su presidente , fiscal y secreta-
rio , los que , abriéndola con sus oraciones corres-
pondientes , presentaba por su orden cada individuo
BU poema. Este se criticaba , quedando el autor elo-
giado en lo que merecía , y corregido en lo que di-
sonaba. Ventilábanse siempre puntos de no vulgar
erudición , pues la variedad de materias que de los
no comunes asuntos se deducía , abría la puerta al
vasto país de todas facultades ; de esta suerte se
Interesaba , no sólo el bello manejo y pureza del
idioma (que era el principal y formal objeto), sino
la habilitación para más altas especulaciones (1).
(1^ A estas noticias relativas á la Academia del Trípode, do
Granada , podemos afiariir las siguientes, que han sido comuni-
cadas al Colector por disposición de su ilustre y bondadoso ami-
go, el señor Duque de Gor ¡descendiente del Conde de Torrepal-
ma), que conserva en su biblioteca de Granada algunas de las
actas originales de aquella célebre academia.
A mediados del siglo anterior, por los años de 1740 á 17o0, se
celebraba en Granada una reunión literaria, llamada Academia del
Trípode , á la que concurrían algunos poetas granadinos, y soste-
nía correspondencia con otros residentes en vñrias ciudades. So
reunia gener^^lmente en jueves, ya en casa del Conde de Torre-
palma , donde fué fundada , ya en la de don Rodrigo Velazquez de
Carvajal ó en las de otros socios. Por algunas actas que se con-
servan manuscritas , puede formarse juicio de la organización do
la academia y del método de sus tareas.
Habia un presidente, un secretario y un fiscal, elegidos por
los socios. Éstos se reunían para elegir los asuntos ó temas de
las composiciones que repartían entre los socios, los cuales de-
bían leer las poesías en la sesión siguiente. El fiscal las recogía
para hacer el juicio critico de todas ellas , y después de censura-
das, el secretario proclamaba el nombre del que habia obtenido
el premio de honor.
Los asuntos eran, ya serios, ya festivos, y solían señalar el nú-
mero de versos ó de estrofas que habiadetenercada composición.
Los socios lomaban seudónimos caballerescos, como los de
Caballero de la Verde Espada , Caballero de la Luenga Andanza,
Caballero de la Cuita, Caballero de la Peña Devota, Caballero
Acótilo, etc.; lo cual hace que sea difícil de averiguar el verdade-
ro nombre de cada uno por las lirmas de sus composiciones; sin
embargo, el fiscal, en sus calificaciones, los designaba algunas
veces por su nombre verdadero.
Los temas á asuntos de academia eran la mayor parte serios j
de carácter heroico ó religioso, pero ademis se leían las demás
poesías que llevaban los socios, y eran también censuradas Por
el fiscal, recibiendo otro-; premios, si lo merecían.
También eran leídas las composiciones de los corresponsales, d
los que el secretario participaba la calificación que hablan obtenido.
A esta Academia acudía la ciudad de Granada , para la compo-
sición de las loas, entremeses, autos y poesías que se acos-
tumbraba leer en algunas fiestas religiosas j civiles.
140
DON JOSÉ ANTONIO PORCÉL.
En una , pues , de estas .academias se me dio por
asunto la fábula de Adonis, en églogas venatorias.
Más de lo que pareció entonces , fué difícil mi
empeño, pues fué haber de penetrar un camino
hasta ahora de otro no inculcado. Églogas pastori-
les , muchas ; piscatorias , aunque pocas , se halla-
ban en nuestros poetas españoles ; pero venatorias,
en ninguno (1) , á lo menos que yo tenga vistos,
como Garcilaso , Cámoens , Esquilache , Herrera y
otros autores bucólicos. Verdad es que la segunda
égloga de Garcilaso trae algo venatorio , pero ac-
cesoriamente , porque en lo principal es pastoril.
De los latinos no tengo noticia de otro que de Sa-
nazaro (que son piscatorias). Natalis Comes (Noel
Conti) escribió De Venatione, pero no en estilo dra-
mático.
Y lo más cierto es , que no admite la poética dra-
ma venatorio ; y asi justamente lo excluye Ju-
lio César Scalígero , porque se avienen mal la fati-
ga de seguir las fieras y el sosiego para el canto.
Venatores quidem (dice aquel desenfrenado crítico),
quia sunt in motu minus ad verba propensi sunt (2)
quin nec quam faustum putamus in venatu loqui,
necdiim ut cantus aptus judicetur. El pastor sí que,
recostado á la sombra de una haya, mientras que
pace su ganado , con inalterable quietud maneja su
albogue y hace resonar la selva.
No hallé , en ñn , otro medio que suponer á los
cazadores aguardando las fieras junto á las redes.
Así Plinio el menor , libro v, epístola 6.*, ad retía
aedebam ; y Sanazaro , aunque piscatorio , citado y
enmendado por Scalígero,
Proecipitem lenta expectans ad retia TyTtinum.
Aun desta suerte no se aquieta el escrúpulo, pues
el canto puede ahuyentar las fieras , á no ser el de
Orfeo , que las atraía. Sin embargo , como quiera
que pude , me fué preciso obedecer la Academia,
con la confianza de que para el yerro llevo antici-
pada la disculpa de haber caminado por donde no
he hallado huella.
Sólo te pido , oh lector , no extrañes las prolijas
narraciones con que una de las ninfas extiende la
fábula de Adonis, pues si debe aplaudirse é imi-
tarse el ejemplar de Garcilaso , lo tengo en su se-
gunda égloga, donde Nemoroso , con la prosopo-
peya del rio Tórmes , describe (con bien prolijo dis-
curso) las hazañas del Duque de Alba.
A alguno parecerá que el estilo no es bucólico ó
de égloga , especialmente en la narración del Ado-
nis, llena de frases figuradas y algunas elevacio-
nes del numen ; pero debe advertir que si en lo bu-
cólico obliga la ley á que las personas que se in-
troducen en la égloga hablen sencillamente, es por
suponerse que los tales interlocutores son pastores,
de quienes fuera impropio é inverosímil otro esti-
lo ; pero siendo égloga venatoria , y los que hablan
(1) Véase lo que se dice acerca de esto en el Bosquejo histórico
que precede á esta colección.
(2) Scalígero [Poética, lib. v, cap. iv.)
cazadores , que pueden ser , no meramente hombres
del campo , sino aun reyes , príncipes y otras perso-
nas instruidas , no es impropia la erudición ni fra-
se elevada. Precaviendo esto , al introducir las nin-
fas digo :
Las dos envidia bella de Hclicona ;
suponiéndolas instruidas y eruditas , para que no
se extrañe su estilo , no olvidando por esto el que
en cuanto puedan hablen como en el campo, y que
las comparaciones sean traídas de las mismas cosas
de la caza ; y así creo que , con no menor motivo
que Góngora de la suya , podré yo de la mia decir
que es
Culta BÍ, aunque bucólica, Talía.
He procurado imitar los mejores poetas latinos
y castellanos ; de éstos, á Garcilaso, y en especial
al incomparable cordobés don Luis de Góngora
(delicias de los entendimientos no vulgares), de
quien te confieso hallarás algunos rasgos de luz,
que ilustren las sombras de mi poema. Si me censu-
rares , respóndate el gran poeta, copiando muchas
veces , más que imitando , á Homero.
Si consideras la narración de la fábula del Ado-
nis separada de las introducciones y sucesos de las
dos ninfas Anaxarte y Prócris , advertirás que pro-
curé formar un poema trágico , con todas sus par-
tes , y de este modo lo separas. Unirás muy bien los
tres argumentos , si contemplas que toda la obra
se dirige á persuadir que
No hay amor en las selvas con ventura.
A cuya conclusión sirven como de argumentos
ah exemplo todas las fábulas ; las más que me sirve
la mitología , otras que yo invento ó aplico, como
la Pirene , sus celos , su carro , su viaje á Tracia ; la
del sátiro convertido en piedra y fuente del desen-
gaño , y las esparcidas por la mitología , ajustadas
y conexas con la de Adonis. No ha sido éste el me-
nor trabajo. Si fueres escrupuloso en la imposible
cronología de las fábulas , acuérdate del célebre
anacronismo de Virgilio contra la verdad de la his-
toria de la Reina de Cartago , y disculparás el que
yo lo cometa repetido en una fábula.
Llamo al poema bucólico por darlo en églogas, y
dramático , que , ademas del diálogo que constituye
la égloga, dice acto, representación, que eiectiva.-
mente se verifica , en especial en la cuarta égloga.
Si te parece que se excluyen , vuelvo á remitirte á
la segunda de Garcilaso , que es égloga y es dra-
ma , como lo advierte y vindica Herrera , en sus
notas al mismo. Léelas , y depondrás en mi favor
algún otro escrúpulo.
Si me fuera lícito comentarme (algunos se han
tomado esta licencia), quitada la grosera corteza
de las fábulas , te descubriera no pocas verdades
morales , y aun teológicas ; pero si
Ohlectant adoperta etiam misteria mentem,
Ultrb objectorttm vilius estpratium
(S. Prosper., epig. 51),
EL ADONIS,
tenga en buen hora el entendimiento del que lea
la delicia de encontrarlas ; sólo prevendré que en
la verdad que intento persuadir :
No hay amor en las selvas con ventura ,
141
disfrazo otra más alta; ésta es aquella gran senten-
cia de san Gregorio : Nec castitas magna est sine
bono opere , nec aliquod opus bonum est sine castitate
(D. Greg. , Hom. in evang. , 13), que quiero dar á en-
tender cuando digo :
unirse mal procura
Lascivo el ocio á la fatiga honesta ;
y así , introduzco á Anaxarte , casta , pero blasfema
con sus dioses ; á Prócris , aunque más religiosa,
enemiga de la castidad , y ambas castigadas con
trágicos fines.
Sólo resta , oh lector , advertirte que el callar mi
nombre (1) no lo tengas por mera modestia.
¡Siglo fuera en que tuviera vanidad en publicar-
lo ! Pero no soy tan hipócrita , que venda por vir-
tud lo que solamente ha sido un ardid desultorio (2),
para que algunos (no digo todos), literatos sólo en
la facultad que profesan , sabiendo que la mia
es de más sagradas ocupaciones , no desprecien
abiertamente mi nombre con la obra , ó porque no
distinguen que éstos son propiamente ocios, en
cuya amenidad respira fatigado el ánimo de las
arideces de otras ciencias , ó porque imaginan que
el tiempo que se consume en ellos impide é inha-
bilita para los progresos en aquellas serias ocupa-
ciones ; pero á los tales responde dignamente Julio
César Scalígero en un pasaje singular (3).
Finalmente , si , demasiado tétrico , desprecias
estos versos por flores inútiles , no te digo yo que
sean frutos sazonados, y más de una juventud
que cuando los produjo no contaba cinco lustros ;
pero si te avisaré que
HcBC, si difiplicw , fnertinf solatia nohis,
HcEC fuei'unt nohis prcemia , si plcm/i.
(Martialis epig.
ÉGLOGAS VENATORIAS.
EL ADOXIS.
ÉGLOGA PRIMERA.
ANAXAETE, PRÓCRIS.
Las selvas describia enmarañadas,
De estruendos venatorios impedidas,
No menos que de amores fatipradas;
El vicio y la virtud en las reñidas
Deidades, si apacible, no molesta
La verdad en las fábulas mentidas.
Vencido aquel y victoriosa ésta
(1) PoRcÉL intentaba publicar su poema con el seudónimo El
Caballero de loa Jabalíes, que adoptó en la Academia del Trípode.
r2) Desullorio, que se denuncia á si mismo.
(5) Jui. C. Scalig., in prolog. ad Paetic, versus ¡inem. El pasaje
em^ioita asi : íion sunl audiendi qui, etc.
En el tiempo; que unirse mal procura
Lascivo el ocio á la fatiga honesta.
Poblada de escarmientos la espesura,
Porque, su casto límite violado,
No hay amor en las selvas con ventura.
Este, pues, ocio dulce, que ha alternado
Con más dignos afanes, solicita
Tu ocio, oh ilustre Conde (4), y tu sagrado;
Si ya no el que glorioso te ejercita
Afán en una y otra real esciiela,
Humildes atenciones te limita;
Si j'a no aplicas la dorada espuela
Al generoso bruto, que, obediente
A la maestra mano, el circo vuela;
Si ahora no bebes de la culta fuente
(Nieta do la cabeza de Medusa)
Que el laurel te retrata de la frente;
Si, en fin, el que la atiendas no te acusa
La musa heroica, que inmortal te aclama;
Oye esta vez mi venatoria musa.
Mientras que llega el tiempo que á la fama
Dé yo de tu ascendencia gloriosa
El tronco real, sin olvidar la rama.
Óyela; que si en selva espaciosa
Mi cerdoso animal huirse pudo
De su acerada pluma, no dichosa.
Más felice será si en el no rudo
Bosque de tanto tronco esclarecido
Consigue el león regio de tu escudo,
De su poder valiente defendido.
Blasones desdeñando, cuya gloria
Mientras que soy mortal daré al olvido.
A mi enemiga suerte la victoria
Quitaré, y al rumor de tus piedades,
Escucharán los siglos mi memoria.
Las blancas desataba ancianidades
De los montes el sol, y renacía
A la primera de sus cuatro edades.
Nuevo fénix, el año, pues vestia,
Si varías plumas no, de hojas y flores
Varío esplendoi-, que dibujaba el dia;
Cuando en Chipre, mansión bella de amores,
Cuyas selvas Diana aun no perdona,
Seguían de la caza los errores,
Prócris, que de su dardo fiel blasona,
Y Anaxarte, que ilustre es por la aljaba,
Las dos envidia bella de Helicona.
Anaxarte los triunfos desdoraba
Del amor, su desdcTi anteponiendo;
Las glorías del amor Prócris cantaba;
Cuando en la ardiente siesta, concediendo
Treguas á la robusta montería.
Bajaban dulcemente compitiendo.
Cuyo amebeo canto así decía :
PRÓCEIS.
A aquel que no desea
Del amor la suave tiranía,
No así le lisonjea
La llama en que se abrasa el alma mia;
La llama que saldrá del pecho tarde :
[Tan dulcemente en sus cuidados ardel
ANAXARTE.
Tan cruelmente en sus cuidados arde
Quien de Amor atrevido
Fía, inocente, el corazón cobarde.
Que siente sin sentido.
Si las glorias de amor traen estos daños,
Mal hayan sus engaños.
PRÓCRI8.
Bien hayan sus engaños,
Si con ellos Amor dulce entretiene
El ocio de los años;
Pues generoso espíritu no tiene
Aquel á quien sus flechas no le inflaman;
Que arden los dioses, y los dioses aman.
ANAXARTE.
Que arden los dioses, y los dioses aman,
(4) El Conde de Torrepalma , don Alonso Verdugo y Castilla, A
quien Por.cLL dedicó el poema,
142 DON JOSÉ ANTONIO POECÉL.
Sacrilegio es, que lloro;
Cuando Amor en los brutos, que lo infaman,
Gasta sus flechas de oro,
I Oh, no así, ciego dios, confundir quieras
Los dioses con las fierasl
PROCRIS.
Los dioses con las fieras
Keconocen de Amor el vasallaje,
Glorias suyas primeras ,
Pues no es del alto Júpiter ultraje
Que p' ndan de sus leyes y estatutos
Las deidades, los hombres y los brutos.
ANAXARTE.
Las deidades, los hombres y los brutos,
De Júpiter veneran
El dominio, de cuyos atiibutos
Todo su bien esperan;
Pero de Amor ¿qué bien? Ansias, desvelos,
Agravios, rabias, celos.
PEÓCRIS.
Agravios, rabias, qelos
Son del Amor preciosa pesadumbre.
Por cuj'os desconsuelos
Se escala de la dicha la alta cumbre;
Porque ¿ quién deberá á la suerte amiga
Dicha que no le cueste una fatiga ?
ANAXARTE.
Dicha que no le cueste una fatiga
Ninguno juzga buena;
Que no es durable el bien que no se siga
Por premio de una pena;
Mas son de amor las sinrazones tales,
Que por un solo bien piden mil males.
Y así, pues tanto elogio cede en vano,
T es justa contra Amor la queja mia,
Prócris, no ensalces más á ese tirano.
PRÓCKIS.
Neciamente obstinada en tu porfía.
Teme al Amor, que es dios; no su ardimiento
Castigue tu sacrilega osadía.
ANAXARTE,
Añosa encina, á quien en vano el viento
Agite, á las de Amor dulces querellas
Seré, ó roca en el mar, de eterno asiento.
PEÓCRIS.
Injurias el poder de las estrellas,
Si ya no es, oh Anaxarte, que el castigo
En tu dureza te previenen ellas.
Y si pisas de Chipre el suelo amigo.
Que da á Venus altares, considera
Que es suyo, de su hijo el enemigo.
AMASARTE.
Yo, aunque en Chipre bebí la luz primera.
Cual ninfa del Taigeto fatigosa.
De Diana la ley guardo severa.
Discurriendo las selvas presurosa,
No guardó fiera de mis leves puntas,
Por más que huyó veloz, la piel hermosa.
PRÓCRI3.
Si en opiniones no, en tareas, juntas
Chipre nos tiene, pues también ligera
Vago yo por las selvas amatuntas.
ANAXARTE.
Selvas de Chipre busque quien venera
A la hija del mar y al nieto alado;
No del sagrado Eurótas la ribera.
PRÓCRIS.
Yo por Chipre mi Atenas hedejado,
A Erecteo, su rey, á Critia hermosa;
Esta mi hermana, aquel mi padre amado.
Hasta las aras de la chipria diosa
El voto me condujo que poseo,
Pues de Céfalo soy amante, esposa.
Ni injuria de Diana el voto creo;
Que amar no es de una oréade desdoro,
Si es casto, y no sacrilego, el deseo.
Y aun agraviada su deidad ignoro,
Pues para que á mi Céfalo le cuadre ,
Me dio este dardo, cuyo extremo es de oro;
Y este manchado perro, cuyo padre
Fué en los montes de Creta celebrado,
Como en Laccdemonia fué su madre.
El uno y otro don es envidiado :
El dardo es siempre inevitable; el perro
Es de nariz sagaz, de pies alado.
Ayer lanzó las sombras al destierro.
De la luciente aurora el fuego rojo.
Cuando una tigre en lo alto de arjuel cerro
El sabueso me alcanza, el dardo arrojo.
Con él su muerte, y de la piel manchada
Mi espalda cubrirá el feliz despojo.
Ni há mucho que á una cierva, que alcanzada
No fué del viento, le aferró sus plumas.
En el lomo mi flecha atravesada.
Ligera huyó por eminencias sumas,
Y por si llega en su fatiga ardiente
A beberse su sangre en las espumas.
Dirigí el paso errante hacia esta fuente.
Que, de esos verdes troncos desatada.
Espejo es de ellos mismos transparente.
Conoce ya, Anaxarte, cuan errada
A las selvas de Chipre, maliciosa.
Me destinas, por verme enamorada.
Contra tí es tu opinión más injuriosa :
Selva de amor, á quien sus flechas de oro
Bárbaramente ultraja, es peligrosa.
Más digno de tí fuera y tu decoro
Por las cumbres del Ménalo ó Taigeto,
De Diana seguir el casto coro.
ANAXARTE.
No sé si de mis hados es secreto
Que ninfa, ni de Venus, ni Diana,
Ofenda de ambas diosas el respeco.
De un Itis, cierto joven, cuya vana
Porfía dignamente se querella
De mi desden, si ya éste no le ufana.
Recibí aquel lebrel, á quien la estrella
Con negros rayos dora la ancha frente ,
Como otras negi'as manchas la piel bella.
El don precioso ponderó altamente;
Pero conmigo el celebrado perro
Ni acosa fiera, ni aun las ramas siente.
No proporciona tiro que no yerro;
Y ayer huyó, rompiendo los cordeles ,
De un oso que bajaba de aquel cerro;
Cuando antea, de mi puerta en los dinteles,
Sus años el venado descubría,
Y en mí la tigre sus manchadas pieles.
Bajo de aquel peñasco ayer dormía,
De vencer tanto monte fatigada,
Si ya para mí el monte fieras cria;
Y el sueño (¡oh contra mí deidad airada!)
Me mostró á mí sin mí (no sea el agüero
Constante), en el peñasco transformada.
Con todo, en tí mayor el riesgo espero;
Que en el precioso don que ostentas vana.
Se puede disfrazar tu fin postrero.
No sé qué hado se envuelve. De Diana
Quien ajaba su ley, más merecía
Que los dones , la ira soberana.
Mas, pues el ruido de esta fuente fría,
Que al dia aplaude, si á la noche asombra.
Del viento y de las aves la armonía,
Y el blando suelo sobre verde alfombra
Descanso ofrecen, miónti'as los sabuesos.
Carleando, buscando van la sombra.
Nosotras de estos álamos espesos
Gocemos, Prócris, el opaco frío;
Prevendré de tus hados los sucesos.
Ni será emulación del genio mío :
El que tus dichas disuadir procura,
Es de tu mismo amor el desvarío.
Enamorada ninfa, ¿la espesura
Sacrilega frecuentas? ¿Quién tal osa?
No hay amor en las selvas con ventura.
Siendo los bosques de Diana hermosa
EL ADONIS.
143
En sus Jurisdicciones sin castigo,
No ha de admitir á Amor la casta diosa.
¿ Presumes que piadosa fué contigo,
Y fué con Venus inmortal severa?
Escucha; que á decírtelo me obligo.
PRÓCEIS.
Si es de Venus y Adonis , bien quisiera
De sil historia saber el triste cuento,
Que ignoro, como en Chipre forastera.
AIíAXAETE.
Logi'ará tu atención un escarmiento,
Y yo que no me acuses que infielmente
Maldigo á Amor, y sus aplausos siento.
PRÓCKIS.
De tus labios mi oido está pendiente.
AXAXARTE.
En Chipre, isla famosa, alegre asiento
De la hija bella de la espuma, donde
Tempe hermoso, que luce, Arabia, que arde
En humos suavísimos, esconde
Los que le erige Safo altares ciento,
Cuando del voto en repetido alai'de,
Lascivamente religiosa, ofrece
Del Amor, que aborrezco, las fatigas,
Cuyas campañas Céres enriquece
De sus rubias espigas,
Y á cuyos amenísimos pensiles
Debe Amaltea todos sus abriles,
Coronada de bárbaros escollos.
Donde legitimó tal vez sus pollos
De Júijiter el ave.
Si toda ella no es escollo grave,
No de ruda aspereza,
Sino de la amenísima belleza
Que Narciso consulta, prodigioso.
Del mar Panfilio en las azules ondas;
En este, pues, hermoso
Recreo aun de los dioses inmortales,
Incendio Adonis de sus ninfas era,
Cuyo dulce gemido,
Que el ingrato garzón oir no espera.
Liquidaba en ternísimos cristales
Las duras piedras de sus grutas hondas;
Entonces, pues, exento
(Y nunca más feliz) de las injustas
Irlandas fatigas del traidor Cupido,
Las del monte robustas
Solicitaba con gallardo aliento.
Un dia, que, de un can acompañado.
De rica aljaba y de venablo armado,
A sus redes los ciervos agitaba
(Si bien aun perdonaba
Los fieros peligrosos animales.
Cuyo encuentro, á pesar de su osadía.
Leu cipe, su nutriz, le prohibía).
Llegó, de sus errores conducido,
A una floresta, cuyo sitio ameno,
Por la espesura opaca defendido.
Niega el calor y desconoce el dia.
Banda de cristal era transjsarente.
Que atravesaba el florecido seno,
Un arroyo, que , en lúbrico desvío,
Es arroyo, era fuente y será rio.
No bien el ignorado
Principio investigó de la corriente
El bello cazador, cuando, asaltado
De la mayor ventura, no prevista,
Eémora de sus pasos fué su vista.
A la margen del músico aiToyuelo,
Eústico pabellón, culto boscaje,
Hacia el licencioso maridaje
De las confusas hiedras con los troncos,
En cuya fresca estancia.
De donde ahuyenta las ardientes horas
La aura sutil con susurrante vuelo,
Tortolillas se esconden gemidoras,
Que con arrullos roncos
Alternan en confusa consonancia
De alegres paj arillos,
Que en sonoro tropel se competían;
Los que aun no enmudecían.
Solícitos alados cupidillos ,
Con el dedo en la boca defendiendo
La quietud con que olvida penas graves,
A la apacible sombra, al sordo estruendo
Del cristal, de las hojas y las aves.
Durmiendo dulcemente
Ninfa hermosa (según el joven piensa),
Que el delicado cuerpo transparente
Deja, ó por más descanso ó más decoro.
Sobre un coj in de púrpura y de oro.
A Actcon temerario, nada expuesto
El sitio, y el calor, que le dispensa
Todo ropaje desechar molesto.
Verle j)ermiten al garzón curioso
La mayor parte de su hermosa nieve,
Helado fuego que su vista bebe;
Cuya ambición sedienta no saciada.
En el alma abrasada
Produjo un dulce afán, con que suspira
Cuanto más la contempla y más la mira.
Y en el pecho, hasta entonces orgulloso.
La herida del amor fué tan oculta.
Que, sintiendo el dolor, como no usado.
Hasta el nombre ignoró de su cuidado.
Viendo, pues, que el prolijo sueño indulta
El que él mismo condena atrevimiento.
De sitio se mejora, y más se llega;
Porque , cuanto es su voluntad más ciega
Y su vista más lince, inadvertido.
Dar quiere toda el alma en un sentido;
Pero al no comedido movimiento
(Que más que levemente
Las ramas sacudió), la ninfa bella
Despierta, y en el lecho incorporada.
Aun presa en soporífero beleño.
Con uno y otro dedo transparente
Tocó en sus ojos, ahuyentando el sueño.
Luego al placer y al mundo recobrada
(Cielo animado y breve su hermosura).
En la una y otra luminosa estrella
Abrió dos soles, que al garzón amante
Deslumbraron, su vista no bastante
Al duplicado dia.
Con que se esclareció la selva obscura.
Mientras que los amores convocaba.
Con las hermosas manos deshacía
Las rubias trenzas por el blanco cuello.
Que en varios giros sueltas poner quiso,
Perfiles de oro, en alabastro liso;
Y en el semblante bello
Mezclados los carmines y candores,
Flores daba á la luz, luz á las flores.
Adonis adoraba silencioso.
Con voto aun de su afecto no entendido,
La divina hermosura.
Que no juzga de ninfa semidiosa
Ni de aquel triste suelo;
Pues siendo de la esfera su luz pura,
Y su voz dando celestial sonido.
Bañado el aire en ambrosía del cielo.
Si no es la cbipria diosa,
Venus habrá de ser menos hermosa.
De sacrilego entonces acusando
Su ardiente anhelo, que al respeto cede,
La fuga solicita, mas no puede ;
Porque, la planta tímida luchando
Con los rebeldes ojos, que rehusan
Dejar el espectáculo suave.
Huir quisiera, pero huir no sabe.
Así temia, así dudaba, cuando,
A pesar de las ramas, que lo excusan,
El can, hasta allí mudo,
Contra incierto rumor embravecido.
Descubrió al-cazador allí escondido.
Al improviso estruendo,
Guiar dejó sus pasos de su oido
La ninfa bella, y viendo
Al garzón, que no pudo,
A sus plantas rendido, encontrar modos,
O para aus escusas, ei se piensa
lii
DON JOSÉ ANTOKIO PORCEL.
Culpado, ó para declarar, amante,
Alguno, cuai.d) no sus mal/s todos;
Ella, con Immanlsimo semblante.
Que aun mayores delitos le dispensa,
De sus pies á sus brazos lo levanta,
Y deponiendo más lo soberano,
A la suya enlazó su blanca mano,
Y al sitio lo condujo delicioso
Que al joven le guardó ventura tanta;
Donde sentados, ella confundiendo
Con afable esquivez el ceño hermoso.
Como quien para deponer lo esquivo,
Que aun fingir no ([uisiera,
El ruego sólo del amante espera;
Mañosamente al joven fué motivo
De que , rudos temores desechando,
Redujese su amor de aquel secreto
En que lo acobardaba su respeto.
Menos cobarde ya, más atrevido,
Era con dulces iras contenido
De la que, no negándose obligada,
Se iba ya confesando enamorada;
Hasta que olmo, feliz por lo abrasado,
Si Alcídes es Amor, á él consagrado,
Y ella vid, en halagos floreciente.
Para que estrechamente
Reciprocase los suaves lazos.
Pámpanos de cristal , le dio sus brazos.
Entóneos los errantes
Licenciosos cupidos.
Dando al viento en sus alas mil colores,
El improviso tálamo coronan,
Y mientras paj arillos ciento entonan
Dulces epitalamios, no entendidos.
De sus carcajes ellos á porfía
Flechan sobre los dos chiprios amantes,
De cuantas fértil aura cngendi-ó flores
En las selvas de Chipre deliciosas.
Alhelíes, mosquetas, lirios, rosas.
Así Adonis, que habia
Triunfado del Amor, fué el más dichoso
De su aljaba trofeo;
Pero, aunque así , vencido y victorioso,
Coronaba de gloria su deseo
El venturoso amante.
De su dicha mayor quedó ignorante.
Pues si bien sospechaba
Que era deidad sublime, porque en esta
Desconfianza ruda,
Aun lo hacia feliz la misma duda.
Casi á las evidencias se negaba.
Era, pues, la que ninfa juzgó hermosa,
O rústica deidad de la floresta.
La blanda madre del Amor tirano.
Que el coro de los dioses soberano
Dejó, del garzón chiprio enamorada,
Y quiso, con cuidado descuidada,
A aquel casual encuentro en la espesura,
Facilitarle su mayor ventura;
Pero, aunque digno al joven considera,
Atenta á su decoro, le recata
Su deidad por entonces, pues humano,
Aunque la envidia de los dioses era,
Quizá de una vez sola no pudiera
Embeleso sufrir tan soberano;
Y así, el mayor indicio le dilata.
Que en sus dudas le alumbre.
Hasta que á sus favores se acostumbre.
De este modo también era trofeo
De su hijo la madre, tan rendida
A Adonis, que impaciente su deseo.
Con la edad detenida
En períodos precisos, su cuidado
^ué, y tormento prolijo.
Aun desde que nació postumo hijo
De una desgracia y de un delito feo.
Kació hermoso, infeliz, bien que amparado
Del que le arrulló dulce, infante tierno,
Entre sus brazos, de las gracias terno;
Porque así de la,s ninfas granjeara,
Con la precisa lástima, el cuidado,
Que le educó fielmente;
Y aun el piadoso empleo
Diosa hubo que envidiara,
Pues con él (bien que entonces inocente).
Nació de Venus el fatal deseo.
Niño, pues, en sus brazos regalado
Tal vez le tiene la Ericina diosa,
Y él con la tierna mano cariñosa
Y gestos halagüeños,
Vagando de su pecho por la nieve
Y por la cara hermosa.
En la boca, de dulce risa llena.
Tal vez la detenia, -
Como que sus caricias pretendía.
Licencioso se atreve
Con los dedos pequeños
A asirle á Venus los purpúreos labios;
Y ella, aunque diosa, de su mal ajena,
Con ambiciosos besos lo fatiga ;
Porque así dulcemente lo castiga
Los atrevidos, que apetece, agravios;
Pero insensiblemente.
Aun con su madre ñero.
El otro hijuelo alado
(Si ya Adonis no pueda ser primero;
Más no pudiera ser tan insolente.
Si bien fué más hermoso);
Aquel, pues, engañoso
Produciendo en la madre iba un cuidado,
En cuanto blandamente
Leve en el corazón le puso fuego.
Que escándalo fué luego.
1 Oh principio inocente
Del amor ! ¡ Cuánto asi ha tiranizado
Tu engañosa osadía !
¡ Oh, bienaventurado
Quien de tí no se fia !
Tú, monstruo lisonjero,
Del Nilo en las riberas
Te querellas primero
Con voces lastimeras;
Y el menos descuidado caminante.
De tu llorosa crueldad (confusa
Con tu lamento fiero)
Aun se fia, ignorante,
Y de sus pasos la tardanza acusa;
Pero, después que lastimosamente
De tu engaño su vida es inocente.
Maldice su piedad, que apresurado
A morir lo traia.
1 Oh, bienaventurado
Quien de tí no se fia !
Tú, engañosa sirena.
Con músicas halagas
Al inconsiderado navegante,
El que, para que tú, traidor, te hagas
De sus despojos, de su vida, dueño.
El veneno se bebe resonante
Con ambicioso oido.
Hasta que tarde llora, sumergido
Su lastimado leño.
Que en vano besa ya tu infiel arena;
Porque, monstruo de plumas escamado.
Nieto del mar, aun no te conocía.
¡ Oh , bienaventurado
Quien de tí no se fial
Tú, áspid entre flores escondido.
Que, de inocentes manos aprehendido,
Ai;n siendo nieve fria la que prende,
Con el veneno el corazón enciende,
Pues así, de los celos irritado.
Eres áspid que abrasa cuanto enfria.
¡Oh, bienaventurado
Quien de tí no se fia!
Tú, acero refulgente.
Con cuyo filo agudo
(Si breve rato pudo
Cualquiera, aun no sin miedo.
Probarte en duro cutis blandamente)
Al descuido menor se corta el dedo,
Y al verse ensangrentado
Maldice su porfía.
I Oh, bienaventurado
EL ADONIS.
Quien de tí no ise fia !
Tú, en fin, tú, fuego aleve,
A quien blanca ceniza disimula,
Cuando el viento la mueve
(Que aun no la agita leve, si la adula),
De improviso se irritan sus centellas,
Y bárbaro, aun se atreve á las estrellas,
¡Tal fuego disfrazado
Por la ceniza fria 1
¡Oh, bienaventurado
Quien de tí no se fia!
¡Oh, qué ciegos que sois, tristes mortales,
Que un bien solicitáis que han infamado
Sinnúmero de males!
Yo no. Amor, porque ya te conocía,
Que eras, aun cuando halagas, lisonjero
Cocodrilo, sirena, áspid, acero
Y fuego simulado.
En quien la sacra esfera arder podía.
I Oh, bienaventurado
Quien de tí no se fia!
Apenas se media
Con años seis, de Adonis la estatura,
Cuando logró con éstos
Edad de perfecciones su hermosura.
Los miembros bien dispuestos
Eran de hermosa, aunque robusta nieve,
En cuanto su pequeña edad le debe ;
Blandamente robustos son sus brazos,
De los que el bosque aguarda ya mil lazos ;
La orgullosa garganta
Del grueso y ancho pecho se levanta.
La que suben formando
Cándidas roscas de alabastro blando ;
La barba, hermosamente bipartida,
Deseos incitalia.
Porque aun no es de la edad oscurecida;
Hojas, por donde el ámbar respiraba,
Eran sus labios gruesos.
Del carmín dos excesos;
Carmín que en las mejillas no excedía,
Porque la nieve no lo permitía.
Confundiéndose dulcemente en ellas
El carmín con la nieve;
Siendo duda no leve
Si es púrpura nevada,
O nieve purpurada;
Porque del vario rosicler confuso
Se encendiesen más bellas.
La nariz descendía, delicada.
Del intermedio de las dos estrellas
(Tales brillaban sus vivaces ojos).
Que de los arcos de oro de sus cejas
Flechaban contra las etéreas salas
Mil luces, si de Venus mil enojos;
Y á Júpiter los dioses dieron quejas,
Porque á Cupido no quitó las alas,
Y en Adonis las puso,
O que á éste, aun en el bosque, niegue el uso
Del arco de marfil y flechas de oro
(Del ciego dios decoro),
O que su despejada alegre frente
Serenidades del amor no ostente,
Y más cuando sobre ella.
Preciosos embarazos.
De sus cabellos los dorados rizos
Tendieron tantos lazos.
Cuantos para una y otra ninfa bella
Prepararon hechizos.
Éste, pues, de las selvas embeleso,
Cupido ya travieso.
Si Adonis no insolente,
En un valle apartado,
A su edad inocente ,
Divertia con otros cupidillos.
Engañando los simples pajarillos.
Que de algún ramo de ellos agitado.
De un arroyo á la margen se volaban,
Y en la liga falaz que puesto habían
Tenazmente se asian.
Chillan las avecillas, sacudiendo.
Por desasirse, las pequeñas alasj
I, PS,-XVIII,
Y al mido corriendo,
A una pintada jaula encomendaban
Su trabajo sencUlo.
De éstos, pues, un pintado pajarillo
Sujetó á un hilo Adonis, que ligero,
Si engañado, volaba
Cuanto la débil cuerda permitía.
Adonis se alegi'aba,
Y el hilo retraía;
Mas viéndolo en la yerba lastimero,
Segunda libertad le concedía
(Libertad engíiñosa);
Y cuando la avecilla, presurosa,
Segunda vez al viento se dilata,
Gavilán que la acecha, la .arrebata,
Y en sus garras chillando, se la lleva.
Adonis se entristece,
Y en el semblante gemebundo crece
El sentimiento tanto.
Que, difundido en inocente llanto.
Corre con pié ligero,
Y á la náyade cuenta, que lo cria.
De su pájaro el caso lastimero.
«Amada (ella le dice) prenda mia»;
Y con la blanca mano le desvia
Los sudosos ricillos de la frente,
Y los llorosos ojos blandamente
Le enjuga cariñosa.
«A otra aurora la liga pegajosa
Te detendrá otros pájaros más bellos;
Y viniendo con ellos
(Perdona el tierno lloro).
En jaula que te guardo yo, de oro.
Estarán encerrados.
Porque libres del pájaro insolente
Halles, cuando tú quieras, tus cuidados;
Y si después brioso,
Mucho más generoso
Ejercicio en las selvas juntamente
Con tu robusta edad venir se espera
(Esperanza no vana),
Ninfa que un tiempo fué mi compañera,
Y ahora el coro sigue de Duina,
Traerá entonces (así lo prometia,
A solicitud mia,
Y yo te lo prometo)
Tres veces dos sabuesos, que instruidos
En las fragosas cumbres del Taigeto
Serán , y desde liiégo conducidos.
Yo con estudio, en que á Minerva imploro,
Porque nunca de Aracne temo el hado,
Tariamente historiado,
Te bordo un cinto de oro.
Un venablo tendrás también luciente.
Que del grande Acteon fué don precioso
A Oreade, que amaba;
De ésta también el arco sinuoso.
Que la flecha que arroja errar no sabe,
Y de marfil la aljaba,
Con las saetas grave.»
Y con tanta esperanza.
Que aun no advertidamente
Mil vaticinios de su edad alcanza,
Después de dulcemente acariciado,
Y con traerle aprisa
Un pequeño carcaj que le ha enviado.
Hurtándolo á Cupido,
La alta deidad de Gnido,
Se alegró Adonis tanto.
Que interrumpió su llanto
Con inocente risa.
Si el hombre no pasara
Del primer lustro, Prócris, yo le amara.
Pues en sus breves años considero
Aquella edad dorada
Que vistió al mundo del candor ])rimcro.
Mas ¡oh engaño! ¡oh ficción mal adorada
De las gentes! ¡oh hombre siempre fiero!
Tu inocencia mentida
Traidor es lecho, donde
Con la razón se esconde
I-a malicia dormida,
10
14^
146
DON JOSÉ ANTONIO PORCÉL.
Porque cuando despierte sea homicida
Infame de la noble compañera.
Logras la luz primera
Del que trabaja para tí los días,
Cuando triste y con lágrimas recibea
Lo que alegre debias;
Y es porque apenas vives,
Cuando ya eres ingrato
Al primer bien de tu primer fortuna.
Piadoso fué recato
Del que los brazos te ligó en la cuna;
Industrias no bastantes
A que el estorbo no rompieses , cuando,
De dulce leche y de coraje Heno,
Dividiste las rígidas serpientes
En un pedazo y otro, palpitantes,
Manchadas del mortífero veneno
Las fajas inocentes.
Defensa del valor fué , generosa
Sí, pero monstruosa;
Y quien fué monstruo para la defensa,
Monstruo podia ser para la ofensa.
Entre dulces caricias regalado,
Cual áspid crece en el florido lecho.
Fiero el hombre, de vicios escamado,
No un mundo, mil , de su ambicioso pecho
Después no llenan el fatal vacío.
Alimentólo pío,
Y se produjo un enemigo el mundo.
Cuando menos dañó, no de su mano,
Menos de su altanero pensamiento
Eedimir pudo el viento
Al ave que, plumado torbellino,
Subió á fijar en vano su fortuna
A las alternas astas de la luna.
Ni reservó contra el fatal destino
Su mudo cortesano
De Nei^tuno el palacio cristalino.
Que en sus alcobas defendido en vano,
De su gula mercedes
Cubrió sus mesas, si llenó sus redes.
Ni á cuantas , si de armas no desnudaa
Fieras guardan sañudas
Las lóbregas cavernas de la tierra.
Privilegiaron de sangrienta guerra
Con el hombre, que bárbaro procura
(Para adornos crueles
Del triunfo que su mano le asegura)
Vestido horrendo de sus brutas pieles.
No ya contento con mandar tirano
La irracional tres veces monarquía,
Tal vez con sangre de su propio hermano
Manchó acero caliente
El que en la diestra impía
El hambre puso del metal luciente.
¿Que mucho, si ella lo arrojó, insolente,
Al diáfano reino de Neptuno,
Conculcado hasta allí de otro ninguno,
Que del oro no fuese el ardimiento.'
Este el mayor neblí formó de pino,
Que, despojado de las que bizarras
Verdes pompas le dio su padre, el bosque,
Tendidas alas le vistió de lino,
Y de los remos le adapte') las garras;
Porque con unas, del ind(3cil viento
La hinchada cara fatigar presuma,
Y con otras, del líquido elemento
Rasgue la azul espalda,
Que contra el mismo que le hirió despide,
En vez de roja sangi'c, blanca espuma.
En éste, pues, veloz y fiero mide
Las distancias que apenas sabe el dia,
Desde que arrulla en la rosada falda
La tierna luz del sol la blanca aurora,
Hasta que, ya cadáver, lo atesora
Urna de cristal fria.
Tan bárbara osadía.
Hija de su ambición, no temió luego
Del toro fulminante
El tenebroso fuego.
Ni el dragón vigilante.
Que el pálido metal defendió en vano
De en avarienta mano.
Si este monstruo es el hombre, ¿quién adoia
Su inocencia en su aurora.
Si en su cénit estrago furibundo,
No se redimen de su saña fiera
Los ignorados términos del mundo?
Y si el hombre es el bien que nos pondera
El amor insolente,
¿Qué bien de monstruo tal, Prócris, se espera?
Justamente aun su nombre
Desdeño, y justamente
A Amor ultrajo, y aboiTCzco al hombre.
El zodíaco todo,
Desde que Adonis vio la luz del dia.
Quince veces el sol lustrado habla,
Cuando ya de otro modo
Las selvas fatigaba.
No con dardo ó aljaba
(Venus no lo consiente todavía).
Mas sí el bosque impedido
Con las sutiles redes bien prendidas
De los árboles altos,
Él perturbaba el valle con ruido,
Y después en las ramas escondido,
Bandas de tordos, mirlos y zorzales,
En la red ya metidas,
Al recogerla él, daban mil saltos.
Enredándose aun más confusamente.
Cuyo infinito cuente
Cuando le alivie el hombro fatigado
Leucipe, que en su gruta le ha esperado.
No hurtaba, á su cuidado diligente.
El vago conejuelo
El de la tierra abrigo tortuoso,
Por más que lo resguarde temeroso.
No se huyó á su desvelo
La liebre corredora.
No el cervatillo tierno
Con el apenas pululante cuerno.
Mas cuando ya mejora
Su juventud un lustro más, quedando
No menor, más robusta su belleza,
A desdeñar empieza
El de las selvas ejercicio blando,
Y el peligro apetece.
A Leucipe le intima
Le cumpla lo que ofrece.
Negárase ella, pero no se anima
A ofender lo que amaba.
Pues en negarse ofende
A quien persuade en vano;
Y así, aunque renuente y oficiosa,
Cuando á su nuevo cazador instruye,
Al hombro le suspende
De agudas Hechas la fecunda aljaba,
Cuya labor preciosa
De artífice elegante el seso arguye.
Para la, aunque robusta, blanca mano
El arco primoroso le previene,
Y por si el tiro continuado afloja
La extensa cuerda, el dardo le apercibe,
Donde el acierto de Acteon aun vive.
Si bien que ya le enoja
(Por si el agüero peso alguno tiene)
La injuria, á que se expuso, de Diana;
O ya ie ajusta primorosamente
De la bien liccha pierna hasta lo alto
Los coturnos de grana,
Y el cinto, donde el oro sabiamente
Casos le proponía desgraciados
De jóvenes hermosos,
Nada en la selva ni en amor dichosos;
Obra prolija de su docta aguja.
Que aptamente ceñido.
Para (pie no embaracen la caiTcra,
Los mal sueltos vestidos arrebuja.
De éste, en fin, pende asido
El cuerno resonante.
Que al que le inspira aliento de su boca.
Si aun fieras no le expone,
Á los canes provoca,
Que, en tanto que la ninfa lo dispone,
EL ADONIS.
14í
A la caza, que espera,
Gimen inquietos, ladran impacientes
En ti cordón de seda,
Oribazo j JJorceo.
A éste , de la arboleda ,
Que aun no registra el sol, nada se esconde;
Aquel las cimas consiguió eminentes.
Negro Acholo y lanudo,
Que á su astuta fiereza corresponde ,
Con el silvestre Aileo,
Cuyo horrendo ladrido
Más que todos turbar el monte jiudo.
Agre, de agudo olfato, y distiiiuuido
Con negi'as manchas, candido Mclampo,
Todos seis que de Acíiya,
De Adonis á los ruegos importunos.
Traer hizo la Naya,
Y que en las cumbres del Taigcto unos,
Otros de Creta en el famoso campo,
Instruyó de Diana el vago coro.
La Aurora compon ia
Con frescas rosas las coyundas de oro,
Que con los tres alígeros Etonte
Ya recibía del luciente carro.
Cuando al monte salia.
Segundo sol del monte.
El cazador bizarro;
Tan bello Apolo la ribera amena
Deja del licio Xanto,
Y á la materna Délos se destina,
Pendiente al hombro suena
Con flechas ciento su carcaj bruñido,
Y en la mano divina
El arco de oro, en tanto
Que del Cintio las cimibres examina.
Lustraba, pues, la falda floreciente
Del monte (ya de engaños mil ceñido.
Con las nudosas redes extendidas)
Adonis, impedido
De la turba impaciente
De los que, á la trailla mal sujetos
(Bien los conduzca la maestra mano
De tres garzones bellos y briosos.
Que la fatiga ¡larten oficiosos)
Sabuesos se enredaban inquietos,
Y el paso interrumpian del que en vano
Acelerar procuran.
Retardándolo más que lo apresuran.
Llegado al sitio ya de las batidas,
Duro aliento dio al cuerno resonante;
Volviólo monte y valle repetido,
Y un can y otro anhelante
Doblaba la impaciencia y el ladrido;
Cuando por un ribazo
Un jabalí cerdoso
El primero aparece
(¡Oh, el último sea éste que se ofrece.
Porque último no sea!);
Quita de la trailla el fuerte lazo.
Aun tirantes lolS cuellos,
Y uno y otro moloso,
Ligeros á la fiera parten ellos...
PRÓCRIS.
Lo3 que el descuido nuestro, si avisado,
Libres dejó (entre tanto tú refrena
Los de Adonis), el monte han perturbado.
ANAXARTE.
Y con profundos ecos ya resuena,
Al molesto ladi-ido , el hondo valle.
PRÓCRIS.
A un oso precipita mi Pemena;
Preven la flecha : inei'mes no nos halle.
ANAXARTE.
Yo, por si á la red viene , aquí lo aguardo.
PRÓCRIS.
Yo hacia aquel risco voy por atajalle,
ANAXARTE.
La flecha yo le tiraré.
PBOCRIS.
Yo el dardo.
ÉGLOGA SEGUNDA.
ANAXARTE, PRÓCRIS.
Amor, ya he conocido
(¡Oh tardo desengaño!)
El mal do me ha traído
Tu lisonjero engaño.
Canté tus flechas de oro.
Canté tus triunfos, y tus triunfos lloro.
Si pierdo mi ventura,
¿Por qué fatigo, fuerte.
Con flechas la espesura?
Flechas no han de ofenderte,
Que quizá fueron hechas
Para lisonjear á un dios con flechas.
El bien que aun no ha gozado
Le cobras en fatigas
A quien te ha conquistado
De gentes enemigas
Respetoso cariño.
Por mayor de los dioses y dios niño.
Contra infames querellas.
Que hablaban tu improperio.
Yo igualé á las estrellas
La gloria de tu imperio;
Yo arrastré por decoro
La vil prisión de tus cadenas de orow
Yo, pues, negué ¡oh insolente
Nieto de las espumas!
Que hiriendo dulcemente
Tus arrojadas plumas.
Do quiera que las tiras.
Siembras piedades y recoges iras.
Así mi fiel conato
Tu deidad defendía,
Y ahora me eres ingrato.
Mas ¡ay de aquel que fia
Que le ha de ser propicio
Dios ciego, que no mira el sacrificio.
Por un bien que me diste.
Si nombre tal merece.
Arde el corazón triste,
Y ama lo que aborrece.
¡Oh infelices desvelos!
No quiero amor si no hay amor sin celoB,
i Qué ! ¿ tan presto deshechas
Glorias, traidor, regalas?
¡Oh, mal bajean tus flechas!
¡Oh, mal hayan tus alas!
¡Mal haya quien te ignoral
¡Mal haya yo, que te conozco ahora)
ANAXARTE.
¿Cómo así, Prócris, al Amor infamas?
¿Sabes que estás en Chipre, y que es dios fuerte?
PRÓCRIS.
Dichosa tú, Anaxarte, que no amas;
Así te burlas de mi triste suerte.
Tú vives, y yo muero sin consuelos.
ANAXARTE.
¿YCéfalo, tu vida?
PRÓCRIS.
Ya es mi muerte.
ANAXARTE.
¿Tan presto tus ardores fueron hielos?
PRÓCRIS.
Y hielos sin dejar de ser ardores,
ANAXARTE.
Monstruos compones,
US
DON JOSÉ ANTONIO POECÉL.
PBOCEIS.
Monstruos son loa celos.
ANAXABTE.
Neciamente maldices sus rigores;
Que el Amor con fatigas antes lucha
Que logre de la suerte los favores.
PEÓCRIS.
Así lo pensé yo; pero ya es mucha
La fatiga, y mayor que la propuesta
Fortuna.
AIíAXARTE.
Luego ¿ ya no amas ?
PEÓCRIS.
Escucha.
Ayer nos dividió en la ardiente siesta
El oso, de los canes agitado,
Yo el monte, tú inquiriendo la floresta,
Kecibiéndolo, en fin , precipitado,
Término de su vida y su carrera
Fué mi dardo fatal, nunca evitado.
Religiosa, á la deidad severa
De Diana ofrecerle determino
Los sangrientos despojos de la ñera.
Clavé tres veces en el sacro pino
La formidable testa, y otras tantas,
Sacudida del tronco, al suelo vino.
La sangre toda me ligó á las plantas
El piadoso temor, sin saber dónde
Su agüero me dirán las selvas santas;
Cuando del alto pino la que esconde
Dríade, con el que murmuró acento,
De lo interior del tronco así responde :
«El sacrilego huye atrevimiento.
Diana y Venus no han juntado altares;
Y ¡ay de tí cuando ninfa sea el viento 1
))E1 término tú aquí de mis pesares
No juzgues, ni me acuses de importuna;
Que sucesos te esperan singulares.»
Diana airada, mi oblación ninguna,
Olvidando sus redes y sus canes ,
Sagrado solicito á mi fortuna.
De Venus me conducen mis afanes
Al gran templo, que en medio se divisa
De aquel oscuro bosque de arrayanes.
La planta apenas sus espacios pisa,
Cuando cincel de Dédalo elegante
Mis ojos roba, mi atención precisa.
Vestía la pared de oro brillante
Lámina firme, donde la memoria
De las cosas fijó lo vacilante.
Como triunfo de Amor, de Venus gloria,
En el metal precioso se derrama
Cuanta la Grecia dio sutil historia.
Por el Egeo, aquí de Amor la llama
En Elena conduce el triste fuego,
Cuyas cenizas heredó la fama.
Allí, olvidando el laberinto ciego,
A la inventora del auxilio de oro
Tesoo lleva, y desampara luego.
Medea, de Jason con el tesoro.
Igual es hurto aquí, y allí el Tonante
Por Europa gentil navega toro.
En negro carro el infernal amante
A Proserpina roba aqiií, y en vano
Ciane clama , y Céres gime errante.
Pero de docta, si moderna, mano,
Moderno robo en lámina reciente
Triunfo pendía del Amor tirano.
Su historia habló la línea siguiente :
Bóreas robando á Orit'ta de Erectco;
Dudar podía lo que vía ausente.
Pero en tanto que dudo lo que veo.
Nuncio hallo que mi duda absolvió vana,
Sabiendo lo que no quiso el deseo.
Bárbaro amante de mi cara liermana
El Bóreas, que en el ísmaro resuena.
Lo que no al ruego, á la violencia gana.
En tanto, pues, que en la ribera amena
Del transparente Iliso se divierte
La hermosa Oritia, de su mal ajena,
Un torbellino la arrebata fuerte;
¡Oh, qué bien del cincel el duro empeño
El caso imita, la violencia adviertel
Bu el metal el arrugado ceño
Del amante feroz aun no consiente
Ser con sus propias dichas halagüeño.
La hórrida barba , y por la ruda frente
El áspero cabello cano hacia
Nieve mucha del Cáucaso inclemente;
Pero entre tanta nieve aun parecía
Amante, y en su pecho congelado
De su bárbaro amor la llama ardía.
Me persuadí que del feroz cuñado
Al furibundo soplo se quejaba.
Ultrajada la selva, el mar hinchado.
La hermosa causa de su amor llevaba,
Segura bien, sobre sus alas frias,
Y ella triste sus males informaba.
Creí , oh dulce hermana , me reñías
Mi ausencia, de mi amor los desvarios,
Y el vale lastimosa me decías.
Respuesta fueron ya los ojos míos.
De lágrimas copiosos , cuyo afecto
No perdonó los circunstantes píos.
En tanto, pues, que con el vano objeto
El alma padecia amargamente,
Y en llanto amargo respondió el efeto.
Finalizados ya solemnemente
Los sacriñcíos de la augusta diosa.
Cerróse el templo y excluyó la gente.
Salí con nuevos males pesarosa.
El pecho de temor y dudas lleno,
Y de explorar mis hados deseosa.
A la sagi'ada gi-uta de Sileno
Llegué á tiempo que Ifis (nunca oído
De tí) llegaba, de su mal ajeno.
Estaba el viejo sátiro tendido,
Con ebrio sueño, en las desnudas piedras.
De la una mano el tirso mal asido;
La otra vertiendo el frasco, con que medras,
Oh Baco, y en el suelo ajadamente
La corona de pámpanos y hiedras.
Entre los dos le asimos fuertemente,
Y cuando despertó, se halló impedidas
Las manos del adorno de su frente.
« Perdona las prisiones atrevidas
(Le decimos), y de uno y otro amante
Desenvuelve los hados y las vidas.»
El entonces, el pecho ya anhelante.
Con el alumno que encerraba, dice :
((Fíame lo futuro, ¡oh tiempo instante!
»Vuestro amor uno y otro es infelice.
A tí, oh joven, un fatal desvío
El deseo y la vida contradice.
»Sí tu razón no vence el desvarío,
Te estoy mirando fúnebre escarmiento,
Si infame gloria de un desden impío.
«Cuando en tí lidie el postrimer aliento,
Ni del cielo has de ser ni de la tierra;
Que á tí y á tu espei-auza tendrá el viento.
»En tí, ninfa, el amor no menos yerra :
Tiernamente tu Céfalo te adora;
Mas ¡oh envidiosa de los celos guerra!
»En sus brazos verás la blanca aurora;
Mas cuando en el cénit Apolo tuesta
Las altas cumbres, que en su infancia dora,
«Fatigado del monte, en la floresta.
Deliciosos, sin tí, hallará consuelos.
Que engañen, dulces, la abrasada siesta.
«Muy fatales, oh Prócris, tus recelos...»
Dijo; y aun suprimió «desdicha alguna»;
Mas ¿qué mayor desdicha que los celos?
Con ellos solos contra mí se auna
Cuanto infelice corre derramando
En los tristes mortales la fortuna.
Venciste ya, Anaxarte, exagerando
Las traiciones de Amor, los mismos cielos
Contra mí tu opinión acreditando.
Yo de Diana los sagrados duelos
Nunca temiera, ni sangrienta muerte;
Fuera yo así feliz, mas no con celos.
I Qué ! ¿ á Céfalo en la selva le divierte
De otros cuidados otro pensamiento?
¡Oh Amor! ¡que me engañases de esta suerte!
ANAXARTE.
Tan costosa experiencia, oh Prócris, siento
Te haya traído á mi opinión,
PEÓCSIS.
;Y en vano;
Que aun he de amar la causa y el tormento!
ANAXAETE.
¿Ni de Cintia el enojo soberano,
Ni del sátiro viejo los recelos,
Ni el insulto del Bóreas tirano.
Te apartan del amor y sus desvelos?
PRÓCBIS.
Insistiré vagando la espesura
Hasta encontrar la causa de mis celos.
AJÍAXARTE.
Es desesperación, más que locura;
Conoce ya que por Diana esquiva.
No hay amor en las selvas con ventura.
Aun contra mí, que no soy tan altiva,
A Ifis, si insiste (al voto del Sileno),
Si no de amor, de vida, se le priva.
PRÓCRIS.
Por tanto nuevamente te condeno.
Muere, ¿y resistes? ¡De Medusa fiera
Te hizo peñasco el rígido veneno !
Que Ifis ha de morir por tí se espera;
Mas tú también de Venus el castigo
(Si no es tu sueño vano) considera.
Pero á Ifis lo comparas mal conmigo.
El celos no padece, yo los siento;
Cura mi mal, y á aborrecer me obligo.
Mientras en Prócris dure este tormento,
Contra el enojo de deidad severa.
Contra la muerte seguirá su intento.
ANAXARTE.
¡Ah Prócris, Prócris! no es la vez primera
Que por contrarestar los celos, hubo
Quien no pudo evitar la muerte fiera.
Nuestro Adonis no menos necio estuvo...
Pero ya será bien suelte sus canes.
Que nuestra intermisión ligados tuvo;
Y sujetos los nuestros, tus afanes
Celosos te perdonen por un rato,
Para que nuevos escarmientos ganes.
PRÓCRie.
Segunda vez mi oído pende grato.
ANAXARTE.
Yace, á la parte donde m^iere el dia,
En la extendida falda de aquel monte.
Una selva ó un sitio, embarazado
De álamos altos, de gigantes pinos,
A quien muy pocos fia
De sus rayos divinos
El luminoso padre de Faetonte,
Por lo que perezoso se levanta
A dejar poco dia en noche tanta;
Y en lo más silencioso ó más sagitado
De su verde espesura
Estancia hay más amena,
De cuya opulentísima cultura
Amaltea su cuerno capaz llena,
Y á la tieiTa derrama sus abriles.
De sus siempre amenísimos pensiles
Huye el ardiente estío,
Huye el invierno frió;
Que á la una ni otra mano
Nunca obedecen sus floridas puertas,
A ellos siempre cerradas,
Para la primavera siempre abiertas;
Porque el ladrón de Europa, soberano,
La piel vestida estrellas, blanco toro,
Las abre y guarda con sus cuernos de oro.
Las hiedras, que, á Lieo consagradas,
Abrazan de su frente los racimos ,
Lascivas enredando
EL ADONIS.
149
Los no distantes árboles opimos,
Verde con ellos son dosel érondoso
Del prado delicioso.
Rey de la primavera,
A quien tapete blando
Pintó de mil colores
Mora, que, Usunjera,
Tantas en verde campo tejió flores,
Cuantas imitó en vano
Del babilonio la maestra mano.
El sitio, pues, aunque silvestre, culto,
No desdeñó Pomona,
Que dulce le corona
De extendidos parraleí
Y de otros variados mil frutales;
En tanto que las náyades vecinas
Sobre el césped inculto
Desatan de sus urnas cristalinas
Arroyuelos errantes,
Que al romperse vidriosos y sonantes
Sobre las blancas guijas
(Limpios trastes del líquido instrumento),
Las errabundas, las pintadas aves.
En verde ramo ó verde margen fijas
(Cuanto varias al canto, más suaves)
Llenan la selva umbría
De traviesa armonía,
Mientras que suena perezoso el viento;
Toda la selva amena
Dulces delicias, dulce amor resuena.
Hasta los rudos troncos,
Las copas inclinando
Del céfiro al susurro menos blando.
Le solicitan con suspiros roncos;
Y hacia la parte donde
Uno y otro ciprés se ofrece altivo,
Euda compaje de quebradas piedras,
Que bien se viste de lascivas liiedras.
Mal se corona de laurel esquivo;
Sagrada es gruta, que apacible ostenta
Cuanta luz soñolienta
En sombra amiga esconde;
Mientras que por la jjarte más interna
El risco de la húmeda caverna
De entre el verde menudo adianto (1) vierte
Lágrimas una á una, que al aurora
Fueran más clara risa, cuando llora;
Y después juntas en la urna avara,
Fuente las pierde dulce, fi-ia, clara.
La que, parlera hija
De la callada gruta, se divierte
Hacia el ameno prado,
Hurtándose prolija
A la margen florida y sus confines
De violas, de rosas, de jazmines.
A este, imes, amenísimo sagrado
Descendía ñ-ecuente ,
Desamparando las etéreas salas.
La blanca Citerea,
Aun más hermosa que la luz febea,
Cuando en nubes de grana
Envuelve el blanco dia.
Emula de Diana,
Si en los desdenes no, vestido habia
De cazadora montaraces galas.
Pues sujetó aptamente
El precioso ropaje hebilla de oro,
El que no recataba
(Desnudo el pecho y muslo transparente)
La misma hermosa nieve que escondía;
Calzada los purpúreos coturnos ,
Al hombro el arco permitió, y la aljaba,
Y al céfiro avariento
De sus rubios cabellos el tesoro,
Honroso vencimiento
De los rayos diurnos;
En torno la seguía
Escuadrón faretrado
De alados cupidillos, que, traviesos,
Tal vez ella modera sus excesos;
(1) Adianto es voz griega , que corresponde al culanlrilh.
160
DON JOSÉ
Si bien que era guiado
De su traidor hijuelo,
Que en la amorosa, 81 fatal jornada
(Aun con su propia madre delincuente),
Antecedía con astuto vuelo;
Cuando ella, enamorada
De su Adonis, solícita regía
El can-o de oro y de cristal luciente,
Del que tiraban hipocisnes bellos.
Los que, al sentir sobre los blancos cuellos
El encarnado azote, sacudido
De la alta mano de la amante diosa,
Desde las regias transparentes salas
Tienden bajando las conformes alas,
Por entre nubes de oro, nieve y rosa,
A la selva de Chipre deliciosa,
Término de su vuelo.
Este ya conseguido.
Porque su alta venida no se dude
Para cuando allí vuelva
(Bien que senda de luz su vuelo note) ,
begunda vez sacude
Su blanca mano el rubicundo azote,
Cuyo crujido resonó en la selva,
Cuando ya al prado se permite leve,
Copia de" flores de su falda llueve,
Que á sus estrellas el brillante suelo
Añadió, porque son llores del cielo.
El menor cupidillo ya desprende.
Oficioso, del brillante carro
Al uno y otro tirador bizarro.
Que, libres ya de la fatiga suma,
El ala y pierna cada cual extiende;
Luego sacuden los ajados cuellos,
y con los picos bellos
Peinan la blanca pluma.
Sobre el que más la peina
Sube, oprimiendo, aunque con leve peso,
La blanda espalda el cupidillo avieso.
Mas el cansado cisne, sacudido.
El que ya Gauimédes ser quería,
Si no de Jove, de su chipria reina.
De sus pequeñas alas se confia,
Y el espacio (aunque breve) ya medido,
Que la diosa distaba,
Al que la antecedía,
Bello enjambre de amores, se amanera.
Venus, pues, cuidadosa registraba
El sitio ameno, donde hallar espera
Su Adonis adorado.
Señas, y alegres señas, ya le han dado
Uno y otro sabueso, que, tendido
Bajo la sombra amiga,
Aun anhelaba en la anterior fatiga.
Mas su deseo entonces la ejecuta;
Pero le pagó en breve á su deseo.
Pues á la entrada de la amena gi'uta.
Dulcemente dormido
(Cuando más arde el luminar febeo) ,
Su Adonis ve, querido,
A quien fué (aun con su diosa obsequioso)
Pabellón verde el arrayan frondoso,
Galán de la c >rriente,
Y aun adorado de la amiga fuente,
Que con labio alternante cristalino
El pié le besa y sigue su camino.
La diosa, atenta al sueño,
O á la ocasión de contemplarle atenta,
Llegando silenciosa por la espalda,
Junto al garzón se sienta,
Y blandamente al arrayan negado
Lo acomoda con su falda.
Divertido su dueño,
El escuadrón , en tanto, faretrado
De alados cupidillos se esparcía
Por el ameno sitio y selva umbría.
A los unos los llama
Junto arroyuclo manso,
Al que no perderán dulce descanso.
Bajo alta sombra la mullida grama;
Y entre tanto de la una y otra rama
L08 ttrcos y carcajee suspendían,
ANTONIO PORCEL.
Que al viento licencioso que los mueve
Lentamente respiran fuego aleve.
Ciego deseo de vulgares almas;
Otros que de sus alas se confian
Mientras que de ellas penden, ó á la« palmas,
Con dulces ñ'utos graves ,
Para su diosa usurpan los más bellos,
O los nidos inquieren de las aves ,
Que aun á pesar del susto tlcsamparan,
Y volamlo, se van quejando de ellos.
El arco otros preparan.
Los confines del bosque disctirriendo,
y á los faunos y dríades salvajes
Ahuyentan , prohibiendo
Que los verdes celajes
Les dispensen, cui-iosos.
De la diosa los hurtos amorosos,
Pero ella, al sosiego solamente
Del fatigado joven atendiendo,
Con el dedo en la boca, mudamente
Silencio les vocea á los traviesos
Cupidos voladores;
Callen, pues, cuando duei-men sus amorc».
Entre los verdes árboles espesos
El viento duerma y calle;
Ni se alteren las fieras.
Ni al latido del can resuene el valle.
Ni las aves parleras
Sobre los verdes troncos.
Ni los cristales roncos,
Dulces miirmuradorcs;
Callen, pues, cuando duermen sus amores.
A dos ó tres cupidos ya convoca.
Que , rodeando su dormido dueño,
Al ventilar de las pintadas alas.
Céfiros sean suaves;
Y aunque lo sientan sus cuidados graves,
A más delicias se dilate el sueño;
En tanto que ella, ó con la blanca mano,
0 con el siiave aliento
Del clavel bipartido de su boca.
Enjuga blandamente
Del bello joven la sudosa frente.
Pero el amor tirano.
Con la prolija tregua mal contento.
El sagrado reposo
Con fantasmas altera.
Haciendo al joven sueñe fatigoso
Que su Venus amada,
Impropiamente esquiva.
Plumas el pié calzada ,
Se le hurta de sus brazos fugitiva ,
Y él la sigue , atrevido ,
Por la espesura verde ;
Y así , con voz que en cada acento pierde,
Habla de esta manera :
«Venus , aguarda , espera ;
1 De tu Adonis querido
Así desatas los suaves lazos 7
¿Así de donde alienta , un alma parte J
¿Son mejores los brazos
Del celoso marido ,
Tanto deforme él como tú hermosa ?
¿ Son los del fiero Marte ,
Afable tú , como él desapacible ? »
Crece , pues , la fatiga mentirosa ,
Hasta que el brazo perezoso tiende,
Y cuando juzga que los vientos prende,
De la que contemplaba en dulce lecho ,
Enamorada diosa,
El blanco tiene, el regalado pecho,
Mezcla hechicera de jazmín y rosa,
En cuya dulce nieve
Sacude el sueño y los incendios bebe.
«¿Cuándo fui de tus brazos fugitiva?
(La diosa dice al joven suspendido),
bolamente huyo esquiva
Al deforme marido ;
Huyo ese dios guerrero ,
Por sañudo , por fiero ;
Sólo á Adonis adoro :
Por tí me dejo las estrellas de oro
EL ADONIS.
151
Y las eternas risas ;
Que es mi cielo la tierra que tii pisas.
Y porque hoy, nuevo cazador bizarro
De fieras , á ejercicio más robusto
(Nada atento á mi susto,
Ni de la sabia ninfa á las porfías).
Vi que al monte sallas ,
En mi estrellado j cristalino carro
Bajé á ser (ya que ciego te resuelvas)
Cazadora, contigo, de estas selvas;
Y solamente aguardo
(Con tus arrojos dulces paces hechas)
Me rcfiei-as hoy cuántas
Siguieron fieras tus feroces plantas,
Que , ó mancharon tu dardo ,
O gastaron tus flechas. —
Amada gloriábala,
Gloria que , eterna como tú , no acabe
(El chiprio amante dice;
Del labio ella pendia,
Y al coloquio suave
Aun callaron , atentos ,
Los arroyos , las aves y los vientos) ,
Nada he sido felice;
Si lo infeliz lo funda ,
Cuando la suerte castigó primera ,
No esperar favorable la segunda.
El sol daba jirineipio á su carrera,
La noche aun detenida
En el opuesto iimbral del horizonte ,
Cuando yo salí al monte
((Cauteloso con redes su distrito),
Y á la primer batida ,
Los cerros eminentes
Un jabalí producen animoso ,
Contra quien á los canes , ya impacientes,
Del que los sujetó cordón celoso
Pronto la ansiada libertad permito.
No más ligera fué piedra pesada
Que de la, que alta gira, honda despide
Del diestro balear la fuerte mano;
Ni el cretense, que nunca libró en vano
De la tirante cuerda flecha alada ,
Con más velocidad los aires mide ,
Que de la inculta fiera
La distancia ganaron los seis perros ,
Posponiendo los llanos y los cerros
(Mal se supiera el cuándo)
A su planta ligera.
Al bruto , pues , ladrando
Por una y otra parte, preocupaban;
No le muerden, morderle amenazaban;
Pues aunque lo intentan, sólo al viento muerden;
Cuando ya lo consignen , ya lo pierden;
Porque la ñera, el cerro levantando ,
Fuego los ojos, el marfil tajante,
El espumoso diente.
Con tal presteza á un can y otro anhelante
Revolvía bufando,
Que Aileo, porque fué más insolente,
En un brazuelo gravemente herido ,
Cayó en la yerba con horrendo aullido;
Pero tanto lo agitan ,
Que hacia donde yo estoy lo precipitan.
Menos distante el animal tremendo ,
Mi palpitante corazón insulta;
Inopinado susto , que no entiendo
(Si bien fué mortal susto);
La flecha al arco ajusto,
Y , ó fuese error de la turbada mano ,
O que rencor alguno soberano
En esta fiera mi desdicha oculta ,
Voló, y sobre los ojos de Dorceo,
.Con mucha sangre rojos.
Perdió los que del lince fueran ojos.
Burló la red, los canes , mi deseo ,
De todos el fatal bruto eximido ,
Si de todos seguido;
La selva . el monte , el valle , la ribera
Fatigue tiempo tanto
(Vana fatiga) , cuanto
Hasta el alto cénit de su carrera
Me fué dejando el luminar del día.
Menos cansado que confuso había,
Si no la confusión , parte perdido
Del cansancio en aquesta estancia umbría,
Del más florido abril amena injuria,
Cuando con nueva furia
La no esperada ya , fiera enemiga.
Mortal horror de la sagrada selva,
Vuelve , porque yo vuelva
Al susto , al dardo , al puesto , á la fatiga.
No tu regazo hoy, fiera,
Suave olvido de fatigas tantas.
Si con veloces plantas
La naya de esta fuente no viniera ,
Y á la cerdosa fiera
La alma feroz hubiera despedido ,
Que á la una y otra penetrante pluma
Arrojó entre un bufido.
Envuelta en sangre y en bascosa espuma.
No bien reconocido
A la ninfa gallarda ,
Noble restauradora de mi vida,
Sino con lisonjero rendimiento.
Pronto solicité agi-adecimiento
(ftlás noble cuanto menos se retarda);
Cuando ella me convida ,
Y oficiosa , lleva juntamente
Al remanso apacible de su fuente,
Llanto prolijo de su verde gi-uta.
La que al sol niega ardiente,
El enlace sombrío
De ese laurel y sus lascivas hiedras.
Que han trepado esas piedras
Por abrazar su tronco;
Yo á su apacible frío ,
El cinto desciñendo y el pendiente
Carcaj sobre la yerba matizada,
Despedía el cansancio dulcemente,
Pero la blanca ninfa enamorada,
Por el auxilio pronto de mi vida.
El premio solicita de mis brazos,
Y con traviesos lazos ,
Cual hiedi'a se me enreda impertinente^
Pero yo el laurel era de su fuente.
Pondera , pues , rendida , ^
Su amor, no entonces nuevo,
A cuyo antiguo trato
Más de una inquietud debo.
Yo , por no serte ingrato ,
Si no grosero , ingrato fui con ella;
I Quién ha dejado el sol por una estrella?
La ninfa desdeñada
(Y aun la temo celosa),
Porque más sus desprecios no consiente,
Se caló á lo profundo de su fuente,
Hasta cuya caverna de cristales
La deprimía el peso de sus males.
Sosegado dormía.
Hasta que la fatiga mentirosa
(Dulce traición de amor) dejó alterada
Mi quietud para suerte más dichosa,
Pues que tú, gloria mía,
Fuiste burlando todos sus engaños,
Dulce reparadora de mis daños. —
No en vano recelé (siguió la diosa
El sabroso decir; Adonis mudo
El labio, si los ojos, elocuente.
Dando á ellos; y la escucha , suspendido
Igual parte del alma que al oído);
No mi anterior recelo impertinente
Fué , Adonis mió , cuando ,
Tierno cazador rudo ,
Seguir quisiste las robustas fieras;
Tú harás mis persuasiones verdaderas,
Ahora ex]irrinientando
Que tu mucha bclh'za
(La que es mucho mayor que tu destreza)
No hade rendir los fieros animales.
Si á la madre rindió del dios vendado.
Para ejercicios tales
(Que no me niego tanto á tu cuidado)
Llenen tu inclinación y tu desvelo,
152
DON JOSÉ ANTONIO PORCÉL.
Tímido el conejnelo,
La liebre corredora ,
El gamo temeroso ,
La perdiz gemidora,
Y cuando más brioso ,
Más noble quieras la fatiga, puedes
Ejercitar los ciervos en tus redes;
Y pues te fué contrario
El jabalí cerdoso.
Segunda vez no vuelvas, animoso,
A eer con mi peligro temerario.
Deja á garzones fuertes
Seguir las fieras con agudas muertes,
Y que solicitando
En su barbaridad vayan su fama;
Pero tú, Adonis blando,
Tu blanda Venus ama.
Y en fin , cuando más ciego te resuelvas.
No ignores que los jóvenes hermosos,
Y más si amados son, ó son amantes,
Son infelices en las verdes selvas.
Del cinto los dibujos primorosos,
Con el oro brillantes ,
Y que llenó no en vano
Con mil colores la prolija mano
De Leucipe, en la aguja la más rara
(Alta disposición de mi cuidado ,
rara que sus historias compulsara) ,
Te ciñan, oh mi Adonis, de escarmiento,
QiXQ compongan tal vez tu atrevimiento. »
El cinto , pues , dorado ,
Que á no ser ya del joven propria alhaja,
Del cielo ñicra la brillante faja,
Si capaz fuera de abrazar el cielo ,
Alzó Venus del suelo ,
Y con dedo oficioso señalando,
Así prosiguó hablando :
« Atento estas historias considera;
Aquí del sacro Eurota en la ribera,
El hermoso Jacinto ,
De los dioses amado ,
De Apolo mayormente engrandecido,
¡Oh inevitable hado!
Ya de la amante mano yace herido;
Cuya sangre caliente
Por la menuda yerba.
Si el licio dios, que su desgracia siente.
Para flor de su nombre la reserva ,
Aun se queja infelice ,
Y aun en sus hojas su lamento dice.
Allí Orion, de triplicado padre,
Si de ninguna madre ,
Cuando alegre se junta
Al coro de Diana fatigoso.
De improviso asaltada
La veloz planta de la corva punta
De escorpión venenoso,
Por la herida la vida desatada ,
De sus hados injustos se querella,
Y ya con noche eterna oscurecido ,
En vana luce estrella.
En aquel bosquecillo separado.
Del sol aun ignorado ,
Aun cuando en la mitad del cielo prende.
La casta diosa con sus ninfas bellas
(De aquella luna estrellas) ,
Desnuda , con la blanca nieve enciende
El cristal del remanso que la baña;
Y Acteon, ein ruido
Las intrincadas ramas apartando
(Su silencio lo engaña;
Que es solícito mucho un cast i (jído),
La cabeza inclinando ,
Lascivo arroja los sedientos ojos.
Que de la casta (allí) desenvoltura
Aun no se satisfacen; que es, mirando,
Hidrópica la sed de la hermosura.
La vio desnuda al fin, y no de enojos,
Que la vistió su ira.
Pues apenas lo siente ,
Cuando él sintió en castigo, si no afrenta,
1/08 duros ganchos en la dura frente.
Eacional bruto en cuanto se retira
Del obsceno cuidado ,
Acteon j'a se ausenta
De donde habia llegado
Hombre irracional antes.
Los perros anhelantes,
Lealmente traidores
Al dueño, ciervo ya, lo despedazan;
Su muerte así se trazan
Los que su antojo á la razón prefieren;
Por eso á mam s mueren
De BUS mismos errores.
Más allá mirar puedes
Al incauto Narciso ,
Que agitando los ciervos á sus redes.
Sordo se muestra al boreal aviso
Del eco, que, quizá porque le ama,
Y revocarle del peligro urgente ,
Repetido lo llama.
Llega con él , y en esa clara fuente,
Cuando á su margen breve flor lo llores.
No tú de tu dictamen te enamores.
Pero deja á Narciso;
Que otro joven gallardo
Te ofrece hacia esta parte en Cij :" '
Ágil en la carrera y en el dardo;
Pero nada dichoso
En el dardo le arguyas;
Que éste, que se desangra, ciervo hermoso
(Delicias antes suyas),
Del hierro amigo recibió la herida.
A dolor tanto el joven da la vida,
Y ya adusto ciprés con sombra oscura
Viste de horror su misma sepultura. »
Al joven así Venus suspendía,
Regalando su oído
Con las palabras de inmortal sonido;
Y el carro de la luz ya descendía
A encerrar en las ondas su tesoro;
Cuyos cuatro caballos anhelantes
(Fuego espumando las ardientes bocas)
En vano muerden la obediencia de oro.
Con que el rojo Titán los detenia,
Por ver más tiempo de los dos amantes
Los alternos dulcísimos abrazos;
Que , á pesar de los verdes embarazos
Del intrincado bosque, visto habia
No pocas veces ya, y veces no pocas ,
Por estarlos mirando ,
Llevó bien tarde á sepultar el día;
Y, ó fuese envidia, ó ya venganza fuese
De la desgracia que por Venus llora
En la que ya perdió Leucote amada,
Hizo á su casta hermana sabidora
Del amoroso hurto, que enojada
De que mortal , y aun inmortal , pudiese
Sus santas selvas profanar amando ,
Así clamaba: d ¡Oh Venus! ¡hasta cuándo
De tus desenvolturas
Testigos han de ser mis espesuras 7
¿ Tan f ácü la memoria no reservas
De las sutiles redes ,
Risa del cielo , astucia de Vulcano ?
Mas solamente tú vengarme puedes,
¡Oh padre de los dioses soberano 1 »
Dijo; y sus blancas ciervas,
A quienes dieron la primera cuna
Las candidas cavernas de la luna ,
A las coyundas trasparentes ata
De su carro de plata ,
Donde sentada , dio el sonante azoto
(Que el pronto vuelo note ,
Y que al cielo la lleve)
A sus lomos de nieve ,
Y por el vago viento ,
'Más que el viento ligeras ,
Dejaron del Eurota las riberas.
La carroza de plata, que desdoro
Fué ya del estrellado firmamento,
Con las que luces dio, que, si no iguales
A las que desde el bello plaustro de oro
El rubio Febo envia.
EL ADONIS.
153
Eran candores de nocturno dia,
Cercaban los melosos inmortales,
Por los cielos ladrando
T las celestes fieras acosando.
Llegada á los palacios de diamante
(Morada de los dioses) la alta diosa,
De esta suerte habló á Júpiter, quejosa:
((¡Oh de los dioses Rey, Dios de los reyes,
Que con imperio eterno, altivo riges
Celestial y terrena monarquía,
Y que una y otra afliges ,
Si levantas la diestra fulminante!
De las selvas en vano
Me concediste la soberanía;
Cuando ni mi dominio ni mis leyes
Su sagrado reservan del insulto
De Venus, mi enemiga.
No en la tierra hay profano
Que tema mi rigor, ni á tanto obliga
El insolente indulto
De su lasciva diosa.
No al honesto recato, no á las puras
De mi castidad leyes , la sagrada
Selva ya se destina; toda arde
De pasión amorosa
En licenciosas mil desenvolturas.
Venus, pties, torpemente enamorada
De Adonis, de Cinaras hijo y nieto,
De dominar mis bosqu'S hace alarde.
No sólo contradice mi respeto.
Las selvas encendiendo en llama impura;
También suele, atrevida.
La aljaba al hombro, y en la indigna mano
El arco de marfil (cual yo) ceñida,
Fatigar la espesura;
Y émula vana (¡oh Padre soberano!),
Cuando ya no me usurpe, me contrasta
Mis honestos afanes torpemente.
De mi honor, de mi nombre así me priva;
Pues, si no Venus casta,
Diana ya lasciva
(Cuando en el bosque y en amor se emplea).
Con mi noble tarea
Su liviandad desmiente.
Pudo ella castigar el desacato
De Hipómenes, que, ingrato
Al que le prestó auxilio en su carrera,
Ruge en los montes , coronada fiera.
Yo de Adonis no puedo el exterminio.
¿Así me restituyes mi dominio,
Oh Padre? No ya en vano, si la santa
Justicia yace, Venus, orguUosa,
Insigne triunfo de mi nombre canta.»
Dijo; y luego el Tenante,
Con risa leve, aunque majestuosa,
Y con aquel semblante
Con que improvisamente
Las negras tempestades atrepella,
Y serena los cielos;
Después que levemente
Las honestas mejillas de la diosa
Con graves labios sella ,
De esta suerte le habló, y escuchó ella:
«Tan indignos recelos.
Oh casta, oh integérrima Diana,
A abrigar nunca vuelvas.
Tuyas han sido, tuyas son las selvas;
Y aunque Venus liviana
En ellas introduzca sus amores,
Tuyos serán , oh diosa , tus honores.
Permite tú entre tanto
A Venus la espesura;
Que, si por ley de tu estatuto santo
No hay amor en las selvas con ventura.
De sus amores el fatal progreso
Traerá su desventura;
De esta suerte el exceso
Acusar no podrán de tus enojos.
Ni Venus mi justicia rigorosa,
Por más que, lastimosa.
Lágrimas den sus ojos.
Así te venga el mismo que te agravia;
Que si tal vez mi providencia sabia
Permite á los mortales.
De mi justicia reos
(Y en cuya mente ciega
Se confunden los bienes y los males),
Precipitarse tras de sus deseos,
Y si tal vez la pena les dilato
(Que aun con el cojo pié, improvisa Uega),
Es porque, si desato
De los sagrados de mi mente archivos
La cadena de acasos sucesivos
(Si son acasos los cpie ya previa
La eterna ciencia mia),
De entre sus mismos hierros sale envuelto
El castigo, j el numen queda absuelto
De la que cierta fué, si tarda, pena;
Así van arrastrando la cadena
Los míseros mortales
De su propio suplicio,
Que los prende en el mismo precipicio.
Tú, pues, oh casta diosa, los fatales
Sucesos que yo aguardo, aguarda atenta;
Que si Adonis ahora.
Seguro de su diosa en los favores ,
Y nada temerosa de tus duelos,
Las dichas de su amor apenas cuenta.
Porque el número ignora
(Y ámi ignora del hado los rigores),
Como nunca hay amor donde no hay celos,
Celos habrá algún dia,
Que acaben con su amor y su osadía.
Venus en vano su desgracia sienta.
La selva de su amor desamparada ,
Absuelta mi justicia y tú vengada.»
Dijo; 3^ la diosa al infalible hado
Remite de sus quejas el cuidado,
Y vuelve á sacudir la doble rienda
Del carro, de esplendores mU ceñido,
Cándido honor de los azules velos,
Que, de las blancas ciervas conducido,
Del azote al crujido,
Que resonó en los cielos ,
Segunda vez las vagas nubes riza
Tras sí, bajando luminosa senda.
Que origen tuvo en el palacio eterno,
Y esclareció del Ménalo la cumbre.
Donde Diana al retorcido cuerno
Cuantas fieras esconde atemoriza...
PnócEis.
Suspéndete, Anaxarte; que ligera
Baja de aquel collado la raposa
Que escándalo es fatal de esta ribera.
ANAXARTE.
¿Y qué, si la del dia luz dudosa
Seguirla impide ya?
PRÓCEIS.
De la campiña
Estrago es la vulpeja prodigiosa.
ANAXAETE.
Ella el más culto prado desaliña.
No ha de dorar ya Cércs su esperanza.
Ni espera Baco liquidar su viña.
PHÓCRIS.
En Chipre peste tal será venganza
De tn diosa.
AÍJAXARTE.
La fama así lo dice;
Pues contra ella valor ni industria alcanza;
Pero, pues mi lebrel me contradice.
Tu Lelapa me entrega; que mañana
He de ver si feliz soy ó infelice.
PEÓCRIS.
Este es.
ANAXABTE.
1 Hermoso perro! Aplausos gana
Al can que late estrellas, luminoso.
Bien dice que su dueño fué Diana.
¿Tu dardo?
154
DON JOSÉ ANTONIO POKCÉL.
PBOCRIS.
El dardo lo llevó mi esposo.
AJS'AXABTE.
Aun sobran flechas, que en la aljaba incluyo,
PEÓCRIS,
La noche baja. El dios más poderoso
Tuyo sea.
ANAXAETE.
Y Céfalo sea tuyo.
ÉGLOGA TERCERA.
ANAXARTE, PROCRIS.
ANAXARTE.
La santa paz y la amistad sencilla
Huyó á las soledades;
Yo, para consoguilla,
Solicité, buscando sus verdades,
Las selvas, que fatigo;
Mas si viene conmigo
El sagiado rencor de las deidades,
Discurrir será en vano
La selva, el monte, la ribera, el llano.
PRÓCRIS.
La selva , el monte, la ribera , el llano,
De mis celos seguida.
No perdoné, y la mano
Aun no sé de la flecha , y sé la herida.
Ni hallo, aunque no la ofenda,
Deidad que me defienda;
Y aun de tristes agüeros afligida,
Eien , cuando yo peno,
Amor, Venus, Diana y el Sileno.
ANAXAETE,
Amor, Venus, Diana y el Sileno,
O son falsas deidades,
O á injustas las condeno.
Si el engaño (¡sagradas son verdades!)
Proprio es del ser humano,
No de lo soberano.
Dios no elijas que es dios con falsedades;
Si no es que en él adores
Las envidias , las iras , los rencores.
Las envidias, las iras, los rencores
Si sufro de Diana,
Debió de sus rigores
Defenderme Ericina soberana;
Pero ajó el sacrificio.
Negando el beneficio;
Y si no pudo, adoración fué vana,
Ocioso todo el culto.
La religión , el voto, el ara , el bulto.
ANAXARTE.
La religión, el voto, el ara, el bulto
Yo á Diana bfrecia;
Mi defensa, mi indulto
Contra el Amor en su deidad creia;
Mas, ó desechó el ruego,
O cedió á Venus luego;
La que ya contra mí con boca impla
A vengar sus injurias
La Nemesia, las parcas y las furias.
La Némesis , las parcas y las furias,
Todo lo son mis celos.
Céfalo, si me injimas.
Así á la diosa vengarás de Délos,
Sin que Venus lo vede.
Que ó no premia, ó no puede.
Estas no son deidades, ó en los cielos
Hay Dios que las exceda,
Que gobierne, castigue, premie y pueda.
ANAXARTE,
Que gobierne, castigue, premie y pueda,
Sólo á Júpiter nombres;
A éste el dominio queda
Universal sobre deidades y hombres.
Si de otro es excedido.
Aun Jove es dios mentido.
De estas verdades, Prócris, no te asombres.
No es Diana deidad que no oye el ruego;
No Venus vengativa, no Amor ciego,
PRÓCRIS.
¿Cómo contra Diana eres osada;
Diana, aquella diosa en el fastigio
De tus adoraciones colocada?
ANAXAETE,
Ya cedió á Venus en fatal litigio
Inferior su poder; y así, oye ahora
De mis tristes agüeros un prodigio.
Ayer salí cuando la blanca aurora
Su negro hijo con luciente llanto
Lustra, y las flores rien lo que llora.
Por la verde ribera me adelanto,
Adonde la raposa vil no aleja
La peste que vio un tiempo el Erimanto.
Tendida la nariz , la que le deja
Noticia, el viento recogió el moloso,
Y libre, parte á la fatal vulpeja.
Cierzo ftié el can del llano polvoroso;
Y yo, por ver la singular disputa.
De un collado consigo lo imperioso.
Miro desde él qiie la vulpeja astuta,
Porque el Lélapa el ímpetu ¡lerdiera.
Su huida con mil vueltas ejecuta.
Huye al monte; él la sigue, y ya la asiera,
Si ella con giro incierto al prado verde
Segunda vez no hiciese su carrera.
Ya la erizada cola el can le muerde
Tres veces, pero veces tres lo engaña,
Y tres veces la alcanza , y tres la pierde.
Ladi-a el can generoso, pues su saña
Mal sufre que en las fuerzas no le iguale,
Y burle la astutísima alimaña.
Así el valor, que á la contienda sale.
Juntar lo heroico con lo astuto debe.
Pues donde no el valor, la astucia vale.
Cansada yo de la vulpeja aleve.
Doy una flecha al nervio retorcido,
Y el nervio al aire, que veloz la lleve;
Cuya acerada punta (conseguido
En la vil fiera el golpe) rechazada
Fué, como de algún mármol , con sonido.
Restituyóme al llano, apresurada.
Cerca registro lo que lejos via,
Y hallo lo que admiré, y miré asustada.
No se movía el can , no se movia
La fiera, que algún dios (y mi contrario)
Para jaspe á uno y otro endurecía.
Al Lélcqja el manchado color vario
El suyo falta á la vulpeja, siendo
Figuras ambos ya de mármol pário.
Los que el cincel de Fidias estuiJendo
Fatigó, anula el dios que éstos construye.
Lo muerto en lo insensible desmintiendo;
Que aunque lo vivo en ambos se destruye,
De los dos jaspes frios, por el llano.
Creyeras que uno ladra , el otro huye.
Ya con tanto prodigio y tanto arcano,
De agüeros mil fecundo, noto ahora
Que aquel mi primer sueño no fué vano.
Y pues Cintia mis hados no mejora,
Temo que en mí, algún tiempo jaspe duro.
Su enojo escriba Venus vengadora.
De los dioses la fe por esto abjuro;
Que en vano el culto solamente obligo
A este dios, si de aquel no me aseguro.
Si yo, Anaxarte, mis pesares digo.
Estimarás los tuyos, pues los cielos
Quizá más rigorosos son conmigo.
EL ADONIS.
155
Cansada de inquirir mis propios celos
(Que hay quien busque también sus propios males),
A este soto bajé con mis desvelos. ■
Con distancias el sol pendia iguales ,
Cuando, según que fué común aviso,
Te aguardé de esta fuente en los cristales.
Lisonjero entre tanto el sueño quiso
Eendirme dulcemente á la funesta
Sombra de este algún tiempo cipariso;
Mas no bien, engañada, la propuesta
Quietud le admito, cuando con ignoto
Agüero triste la quietud molesta.
De igual ñrmeza y hermosura noto
En la que me pintó florida esfera,
Dos árboles, honor del verde soto.
Exenta se juzgó su primavera
(Tanto la propia estimación engaña)
De aii-ado viento de segur gi'osera.
Si no de ésta, de aquel después la saña
Eepentina asombr-ó, como furiosa.
Tras sí precipitando la montaña.
Su ronco silbo de la selva umbrosa
El silencio y las hojas sacudía,
Y ella, ultrajada, resonó quejosa.
Pero el fatal estrago padecía,
De los árboles dos, el uno solo;
Que el otro, inmoble, al viento resistía.
Al uno pues (que honrar pudiera Apolo)
Ya vacilante de su firme asiento.
Arrancó entero el furibundo Eolo;
Y envuelto en torbellino más violento,
No se vio más , pues lo llevó sin duda
A extraños montes el extraño viento.
A su violencia sucedió sañuda
El aura , que suave se mecia
Entre los brazos de la selva ruda;
La cual entonces ya se componía
De su pasado ultraje con el blando
Susurro, que las hojas le pulía.
Sobre los verdes troncos derramando
Favores iba el aura lisonjera,
Contra uno solo ruinas prep.nrando;
Pues el que de los dos ya única era
Delicia de aquel bosque, con quien vana
Fué ya del viento la invasión primera,
Al impulso del aura más liviana
Desgajado cayó, cual si cayese
Al duro golpe de segur villana.
Solicité del sueño me advirtiese
El fin de los dos troncos misterioso.
Por si algo de mis hados envolviese.
Dudaba cómo el siempre delicioso
Del aura leve impulso conseguía
Lo que el viento no pudo más furioso;
Cómo con los dos árboles, que hacia
Una la especie y la hermosura hermanos,
Fué ominosa del viento la porfía.
Misterios recelaba soberanos,
Hasta que el sueño, porque mal advierta,
Y dudosa me aflijan sus ai'canos,
Con mil fatigas, de mi mal incierta.
Confusa me dejó, y se fué volando
Con prestas alas por la ebúi-nea puerta.
Segunda vez mis hados consultando
Al sátiro adivino con son triste.
Mis sueños , así hablaba , interpretando :
, «Tú y Oritia, tu hermana, los que viste
Arboles sois: aquel con quien la airada
Fuerza del viento bramador embiste,
)) Oritia es, por el Bóreas rohada;
El otro, á quien del aura los consuelos
Ofenden, tú eres, Prócris desdichada;
))Puestu esposo... tu engaño... Mas los cielos
Solo esto de tus hados me relatan:
Moi'irás si del aire tienes celos.n
Luego si tanto mal mis hados ti-atan.
Más que tú infeliz soy, cuando no ignoras
Que ya los celos aun del aire matan.
AJJAXAETE.
Desdichas lloro, si desdichas lloras.
Pero un rato á los males nos neguemos;
Que el sol enciende ya las blancas horas.
Los canes á estos troncos sujetemos,
Y en tanto que esperamos que á las redes
Vengan las fieras que batido habernos,
A esta sombra apacible escuchar puedes
De Adonis la desgracia, y la fortuna
Del mejor de las selvas Ganímédes.
Empieza.
PROCRIS.
ANAXARTE.
Tú perdóname impoi'tuna.
De aquella áspera cumbre, que no en vano,
Coronándola tantos obeliscos.
Nombre al Olimpo le usurpó y altura,
Fugitivo serrano
(Sí bien que cuando más huir procura,
Morador es eterno de sus risccs),
El licor trasparente
Con apacible estruendo
De entre fríos peñascos su corriente
Espumoso desata;
Hasta que, dueño ya de sus raudales,
Por la ribera amena
Con prolijos rodeos se dilata.
Líquida sierpe de sonora pl ata ,
Que por escamas lúbricas rizando
La fria espalda de una y otra ola.
La cabeza tal vez vuelve, buscando
Su trasparente cola;
Pero nunca encontrada.
Manso después recoge sus cristales;
Y si bien huye con quietud serena.
Parece que descansa en el arena,
O que en cama de jaspes fabricada
Se duerme bajo la alta sombra oscura
De frondosa alameda.
Que de una y otra orilla se levanta,
A ver en sus cristales su verdura.
En ésta pues, mientras que vario canta
El que esconde en sus hojas dulce coro
De aves, deliciosísima arboleda,
A un tronco recostado
Adonis , olvidaba dulcemente,
No su Venus, y menos su cuidado,
Si de la caza la fatiga ardiente.
Que temióla frío el céfiro sonoro.
Cuando víó (ya el sosiego profanando)
Por el valle sombrío
Bajar, huyendo al rio.
De sátii'o lascivo ninfa bella,
Que, exhalación de nieve,
Alas al viento debe,
Voces el viento á ella;
Pero el amante feo.
Más veloz , porque es más precipitado.
Si bien con torpes alas, el deseo.
Copiando de la ninfa la carrera.
La tiene en la ribera,
Y á pesar de sus quejas, tenazmente
. De ella se abraza osado.
Cual suele estrechamente
Ligar con verdes lazos
La hiedi-a , escollo altivo ó fuerte muro;
Tal el sátiro impuro
La ninfa anuda con los torpes brazos;
Siendo él hiedra lasciva, y ella en breve
Escollo de cristal, muro de nieve.
De la ninfa á la queja.
Que el coro de los dioses conmovía.
El ocio Adonis y el descanso deja,
Y al sitio va de la fatal porfía.
Donde con la una mano
Asiendo un asta á la bicorne frente
Del sátiro liviano,
Con la otra el hierro le escondió luciente
En la boca, de amarga espuma llena.
Con el duro bocado
(Freno ya de su bárbaro apetito)
Cayó descoyuntado
El corvo fauno en la menuda arena;
Pero, piadosos ya con su delito
166
DON JOSÉ ANTONIO POROÉL.
Los justos dioses de la sacra altura,
Crecer le hacen en informe roca ,
Que la inferior mitad de su figura
Esconde, la otra en piedra conservando,
Aun rudas señas de su audacia dando.
Mas la corriente larga
De negí'a sangre, que la fria boca
Entre gemidos desi)edia roncos.
Fuente caer se deja cristalina,
Que ya con lazos de espumosa plata
El verde pié guarnece de los troncos;
y después que ya el fauno, risco ahora ,
Por la diforme boca, que aun conserva,
La escupe allí sobre menuda yerba,
Ella hasta el claro rio se dilata,
Trasparente, sonora,
Pero que la huye amarga
La más ardiente sed , que la examina;
Asi, aunque lloren los pasados daños,
Amargos son los claros desengaños.
Vuelto á la ninfa el cazador valiente,
Y no á cobrar el agradecimiento,
A pagar, sí, obsequioso rendimiento.
Volvió ella más rendida.
Era ésta la ninfa de la fuente.
De la apacible gruta moradora.
Que al bello joven, despreciada, adora;
Cuya costosa vida
Defendió ya del animal cerdoso,
Que murió de su dardo á los rigores;
Y ella á los ojos del garzón de amores,
Convidados del sitio delicioso.
Adonis, más que amante, cortesano,
La ninfa prende de la blanca mano
(Nunca ella el dulce lazo desharía),
■ Y á la margen sombría
Del rio perezoso
Tomaron uno y otro verde asiento.
El joven ya con su impaciencia lucha,
Mudo é inexcusable á las que aguarda
Oír quejas de la náyade gallarda;
La que, celosa, en tanto que él la escucha.
Divertido su amor, su oido atento.
Más que del , estas voces fió del viento :
<tNo debo agradecerte aún, no, celosa,
l'Oh más duro que mármol á mis quejasl
La defensa gloriosa
(Tuyo sea el blasón) por tí acabada.
También yo defendí tu ingrata vida ,
Y no es agradecida ,
y aun la que tú me cuestas me es negada.
Más que imaginas, dejas si me dejas.
Oh tú , envidia de cuanto.
Montaraz dios , la verde selva mora ,
El menos rudo mis desdenes llora.
Por más que, fuego líquido, su llanto
Mi cristal frió encienda,
Por más que de su culto, de su ofrenda,
Aras sean inmortales
Los rudos troncos hoy de mis umbrales.
Y si es que no me aprecias
Por ignorar lo que ninguno ignora ,
Oye, sabrás quién es la que desprecias,
Quién es la que te adora.
Pirene soy : mi origen fué divino ;
No te diré que hermosa ,
Sí que el cerúleo dios del mar salado
En lecho cristalino
En otro tiempo me abrazaba esposa.
De este aun furtivo tálamo, Oencreo
Fué hijo, que, cual tú , ahora la fatiga
Amaba de la selva, y su cuidado.
También amó á Licaste, ninfa bella,
Que , del inculto bosque moradora ,
Dio siempre grato oido á su querella ;
Mas Diana, enemiga
De cuantos el dios niño citereo
Esclavos marca, aunque bus hierros dora,
Porque otro amor no vuelva
Á profanarle la sagrada selva,
Señalar quiso un mísero escarmiento
En el gallardo hijo de Neptuno;
Y así , mientras sediento
Mi Cencreo infeliz el oportuno
Buscaba alivio de una clara fuente.
La vengativa diosa.
Disimulando, siente
Entre las ramas la batida ñera ;
Una flecha despide venenosa
(Si ya el veneno su rencor no era).
Cayó el mísero joven, y arrojando
Sobre el cristal que estaba contemplando
El alma purpurante.
Dejó de ser viviente y ser amante.
Con llanto tan prolijo
La muerte recibí del caro hijo.
Que al verde umbral de mi profunda gruta,
En lági-imas deshecha, no vio enjuta
Mi dolorosa faz el claro dia.
No vio la noche fria.
Oyeron mis gemidos
Los altos dioses, y compadecidos
De mi copioso llanto trasi^arente.
Me derramaron fuente,
Con cuyas claras lágrimas ahora
Mi verde gruta su Cencreo llora.
Y el padi-e de las luces y las musas ,
Porque á desdichas tantas
Fortunas correspondan , si no iguales ,
Docta me hizo en cuantas
Ciencias, ó ya adquiridas, ó ya infusas,
Concedió á los mortales ;
Privilegio también de mis cristales,
Pues el que á ellos el labio da oficioso.
Docta erudición bebe ;
Siendo indicio no leve
Del afán estudioso
El pálido semblante
Del que mis cultas aguas solicita ;
Por cuyo efecto, y no porque permita
Ajarse mi hermosura, me conviene
El nombre de la pálida Pirene ;
Pero entre todas, de la negra ciencia,
Con la que pude al fauno petulante
Castigar la insolencia ,
Si medio no buscara en sus arrojos,
De que ahora escucharas mis enojos.
Pues ocioso es mi ruego,
Y de que la defensa que emprendiste,
En tus blasones pueda numerarse ,
Y aumentarse mi fuego, si aumentarse
Puede ya más el fuego
Que el pecho abrasa triste.
De la magia , piues , tanto la estudiosa
Tarea logra los progresos mios.
Que á mis conjuros vieras
Retroceder los rios
A su fuente, admiradas las riberas.
Cuantas veces yo quiero, prodigiosa.
El sosiego alterar del mar profundo,
Lo altero, y lo sosiego furibundo.
El áspid á mi mágico sonido
Se rompe entre las flores, palpitante.
En vano defendiendo
La vuelta cola el soñoliento oido,
No de altas voces el confuso estruendo,
Y el del auxiliar metal sonante
A la paciente luna
Reservó vez alguna
De mi imperio violento,
Que aun á ¡lesar de la calmosa noche.
Pude arrancarla de su blanco coche ;
Y si clamo furiosa ,
Con roncos silbos me responde el viento.
Confúndese la selva pavorosa.
Tiemblan los montes, y la dura tierra
Me arroja los cadáveres que encierra.
En cuyos manes frios
Estudio y hago los prodigios mios,
Pero con poder tanto,
Oh Adonis generoso.
Tu bellísimo encanto.
Más que todos los mios poderoso,
Me venció dulcemente ;
EL ADONIS.
167
Y como la deidad de Venus bella,
Que superior conozco, reverente ,
Te ganó á sus desvelos ,
Para ganarte yo á mis desvarios ,
Euda me encuentran los encantos mios ;
Mas tan sagrados celos
No excluyen mi querella
Ni que yo llore mis amantes males ;
Que, aunque inferior, en lo inmortal iguales,
Deidad soy yo también , si deidad ella. »
Calló la ninfa , y cortesanamente
Adonis le responde :
«Tu amor escucho agradecidamente,
Pues sólo es mió el agi-adecimiento,
Que en cuanto de otra deuda no es exento,
Lo que puede mi amor te corresponde.
De Citcrea al amoroso trato
Tú me condenarás si soy ingrato,
Oh mi Pirene hermosa ,
Como si á tu afición no agradecido... —
Oh, si yo te dijera
(La ninfa luego interrumpió, celosa)
Que todas sus caricias han nacido
De un odio que inmortal ha merecido,
No tu fe verdadera,
Sí tu aborrecimiento.
Quizás arrepentido,
Más fácil en tí hallara acogimiento
Mi amorosa fatiga.
Tu Venus es, oh joven engañado.
Tu inmortal enemiga ;
Alta disposición te lo ha ocultado,
Y á pesar de los ciclos.
Pues sufro tus rigores,
Has de sufrir sus odios de mis celos;
Y si escucharme quieres ,
Pues supiste quién soy, sabrás quién eres.
!^n la gran Chipre , donde asiento fijo
A Venus dieron ya sus moradores.
Reinó Cinaras, hijo
De aquel Pigmalion cuyo valiente
Cincel le dio igualmente
Prodigiosa hermosura
Y esposa merecida ,
Pues debió á su escultura
Comimicarle Venus dulce vida ;
Porque en Cinaras , de ambos procedido
(Premio hasta entonces nunca pretendido
De sus fatigas fieles).
Descendencia consigan los cinceles.
Hija de éste fué Mirra, más hermosa
Que la animada abuela,
Pues si mano mortal tan prodigiosa
La formó y tan perfeta,
Divina mano á la divina nieta
Comunicó su esmero.
Quitó las luces del mayor lucero,
Y las puso en sus ojos.
Tan poderosos rayos mil despojos
A Venus le usurparon, que, envidio.ia.
Si ya no temerosa
De que le diese Chipre sus altares ,
Consulta al blando hijuelo,
Que no agita su vuelo
Sino para traiciones y desdichas
(Que éstas son siempre del amor las dichas).
Promete, p^^es, de Mirra el exterminio.
Que asegure el dominio
A la envidiosa madre ;
Saca una Hecha, y en los dulces rayos
La templa de los dos luceros bellos ,
Que aun él pudiera consumirse en ellos ;
1 al corazón del descuidado i^atlre
La arroja, que, abrasado
En el lascivo incendio preparado,
El veneno conoce
Y el veneno apetece ;
Y como el bien no alcanza ,
Tanto el anhelo crece
Cuanto se le minora la esperanza,
Hasta que con violencia.
Ociosa ya su bárbara ternura,
Esposo y padre fué de sn heímOsura;
Pero después que sabe
Su infeliz descendencia.
Pues su hija y su esposa
Se iba sintiendo grave
Con ei peso del que hijo y nieto espera,
Temiendo que su excusa descubriera
La infamia vergonzosa.
Con otro obscuro amante
Licenciosa la llama;
Fácil engaño, que llevó la fama.
Con bárbaro le intima atrevimiento
Su muerte , porque Venus enemiga ,
Porque el Amor tirano
Cantase el injusto vencimiento,
Y con minaz semblante.
En la trémula mano
El atrevido acero,
Sigue á la fugitiva, que ya en vano
Evita el fin postrero ;
Porque una y otra delicada planta
(Piedad fué de los dioses soberanos)
Se le asen y retuercen en la tierra.
Que profundas raíces las encierra.
Los lisos brazos y las blancas manos.
Cuando mal defensiva los levanta,
A que en vano se esfuercen
Contra el bárbaro intento,
En la elevación misma se retuercen,
De intensas ramas intrincados lazos ,
Para que pueda con sus verdes brazos
Tal vez lascivo regalarse el viento.
Al viento, pues, le deja
Crespas y ásperas hojas sus cabellos.
Para (jue , dueño dellos ,
La antes dorada, verde ya madeja,
Q Céfiro le peine enamorado,
O le enmarañe Bóreas enojado.
Dura siente corteza
El blando cutis de sus miembros bellos ,
Que , ya ásperos y rudos ,
En un derecho tronco se conforman.
Interrumpido de escabrosos nudos,
Y en fin de Mirra la fatal belleza
Se fué despareciendo
En el árbol frondoso
Que su nombre y sus lágrimas hereda,
El padre ijicestnoso,
Porque sin que el castigo en él suceda,
Verdugo sea él de su delito.
Del ni bien brazo, ni bien rama, asiendo,
Pues el que brazo asió, lo suelta rama,
Con espantoso grito
El acero clavó en el rudo tronco.
Que al golpe dentro se quejaba ronco.
Por lágrimas amargas vierte gomas ,
Que fragantes aromas,
Del delito disfrazan los hoiTores ,
Para que así, la fama desmentida,
Esparza sus hipócritas olores,
Si ya no es que las lágrimas que llora
Le acrediten de aurora.
Que de su nuevo sol trae la vida.
Pues de la grande herida
Un infante produce ,
Que aun á porfía de los cielos luce.
Huye el improprio abuelo,
Y al nieto prodigioso
Lo deja encomendado al duro suelo;
Duro, pero quizá más que él piadoso;
Desde cuyas fragantes esmeraldas
Las náyades ti-asladan á sus faldas
El expósito bello.
Donde, cuando le abrigan cariñosas,
De su piedad á excesos ,
El tierno llanto á sosrgar se atreven,
Y con mil dulces é inocentes besos
Las lágrimas le beben.
Con las que d<ja el tronco lastimoso
(Antes su madre), amargas, si olorosas,
Ungen el cuerjjo hermoso;
Y viendo que , lloroso,
158
DON JOSÉ ANTONIO POECÉL.
flehnsa obsequio tanto,
Los blancos pechos llena
De dulce leche, le ofreció Rumena,
Y con caricias le compuso ti llanto.
Este fuiste tú, Adonis, que á las bellas
Ninfas debiste ya más de un cuidado;
Fuiste dellas criado,
Y regalado de ellas,
Y de mi desde entonces deseado.
Pero de la Acidalia (aun vengativos
Contra tu infeliz madre sus enojos)
En tí bebieron los incautos ojos
Los cariños, que, entonces no lascivos,
Ahora , á mi pesar, arden deseos ,
Si ya no son de vuestro amor trofeos.
De las cenizas , pues , de sus fatales
Odios naciste tú, y nació contigo
Su amor, que es tu enemigo;
Porque si de los dioses inmortales.
Inmortales también fueron las iras,
Sus ojos te dio Amor cuando no miras ;
Que son indignos de tu pecho ardoi-es ,
Que la llama alentó de sus rencores. »
Adonis respondiera ,
Si el coloquio prolijo no atajara
Tropa de ninfas, cuyo empeño era
Un ciervo que ya herido descendía.
Huyendo á la ribera
l)e la ya entrada muerte
Que en la honda flecha al lado le seguía.
Adonis, que, á no haberla, deseara
La ocasión que ya advierte,
A otra siesta la naya remitiendo.
El arco previniendo.
Deja la molestosa compañía,
Y veloz sigue el venatorio cstn^endo,
Sin la vida inmortal quedó Pirene
Al ver tanto desprecio
Del que , ingrato, se aleja ;
Ni voces halla, ni sentido tiene
Para la justa queja. ,
Que á lo menos culpase su amor necio ;
Si no es que en esta tormentosa calma
Se atropello á los ojos toda el alma.
Á los ojos, que vean
Huir lo que aborrecen y desean
(Contradiciones en amor posibles),
Sigue piies, aun vestida en mármol frío,
Con los que de la inmóvil planta hereda
Su veloz vista pasos invisibles,
Al qne antes de tocar del bosque umbrío
La próxima arboleda.
Se halla en los brazos de su amante diosa,
De cuya blanca mano
La flecha liabia salido
J)el animal herido,
Tras quien (más de su Adonis cuidadosa)
Tiajaba entonces al florido llano.
Donde, después que de la rematada
Fiera Adonis le ofrece los despojos,
A pesar de la naya y de sus ojos ,
La diosa, enamorada,
A la mano del joven concedida
La suya regalada ,
Se escondió en la espesura.
Tálamo que ha de ser de su ventura.
Sintió Pirene la invisible herida
De la celosa flecha, y de la calma
A que el hielo la ató, despertó el alma,
Y el corazón vencido di 1 despecho,
Que , con la inmortal rabia entumecido,
Aun más se irrita , en vano contenido
En la esfera brevísima del pecho,
Al que hubiera en cenizas desatado
El incendio voraz de sus enojos ,
Si en lági'imas ardientes li(iuidado,
No suspirárii el fuego por los ojos,
Y por la boca el humo articulado
Con extremos feroces ,
En descompuestas voces,
Con que llamaba á los piadosos cielos
A la impía venganza de sus celos.
Sobre el escollo, así, á quien viste hiedra,
Serpiente en gruesas roscas abreviada
Se enciende en ii-as cuando, lastimada
De la improvisa piedra
Que acechadora mano ha despedido,
Desenvuelve feroz con sordo ruido
El volumen de rígidas escamas,
Y el furor espumante
Por la boca despide sibilante ,
Y por los ojos sanguinosas llamas.
Hasta que la mitad del cu' rj)0 enhiesta ,
Buscando á quien le agi-avia , cruel apresta
El veneno rabioso.
Que , agitándose , atrae , por vertello,
Al fauce hinchado y al cerúleo cuello.
Entre tanto los dos chíf)reos amantes
lilegaron, uno de otro conducido,
A un vállete florido.
Que con alta ciñeron celosía
Los olmos, que, gigantt s
Para defensa del sagrado coto.
Eran verdes jayanes de aquel soto.
A su Adonis la diosa desceñía
Las armas montaraces ,
Para que á aquella guerra que mentía
Treguas ponga el Amor con dulces paces.
Sentados ya l)ajo la intonsa greña
De mal cavada peña.
Testigo mudo de parlera fuente ,
Venus , en tanto que oficiosamente
Las Acidalias tres le desprendían
El pesado carcaj y flechas leves ,
Y con fragranté néctar la rocían
El que recogen ya rudo cabello.
Que mientras más inculto está más bello,
Suave abriendo los carmines breves,
Cuantas siguió en la selva enmarañada
Fieras le ex]K>ne, y cuantos tuvo en-ores,
Cazadora al fin poco ejei'citada ;
Diana, mas Diana enamorada ;
Pero el garzón de Venus los favores,
Tibiamente amoroso,
Si no desestimaba ,
Limitaba quejoso;
Porque el odio, hasta entonces ignorado,
Contra la infeliz madre (tronco ahora)
Aquel amor de Venus le acusaba ;
Y aunque el joven la adora ,
Porque á su queja fuese más deudora,
Y él pareciese menos obligado.
Le hablaba en el semblante su cuidado;
Mas la diosa, esforzando sus finezas,
Aunqiie no le mentían sus recelos
(Tanto temió á Pirene y á sus celos).
Las causas exploró de sus tristezas,
Las que el joven expuso, y las que en todo
La diosa satisfizo de este modo :
(( El amor que á tu Venus mereciste,
Oh bello garzón mío.
No ha desacreditado
El odio, no el castigo; el justo hado
Que de tu madre oíste,
Debióse á su soberbio desvarío,
Pues que naciendo humana,
Mi deidad insultaba soberana,
Y ella mortal , yo diosa ,
En su dictamen ful menos hermosa.
Pagó su atre-\T,miento,
Y tú , inocente , no tan sólo exento
Fuiste de mis rigores.
Sino dulce ocasión de mis amores.
Los de la tierra si, que odios prolijos,
Trasfunden de los padres á los hijos.
En el cielo aun aquel que se castiga,
Si su culpa aborrece.
De quien la ira temió, el amor merece;
Que á la deidad, amiga ó enemiga
La hacen del hombre vicios ó virtudes;
Y para (¡ue no dudes
Cuál castigan, cuál pr- mían las deidades,
Aprendo de esta historia mis verdades :
Hubo en Chipre, de rústicas encinas.
ÉL ADONIS.
159
Obscurísimo un boj, que, venerado
De antigua religión, por mudo asiento
De la noche y del sueño perezoso,
Aun lo ignoraba el viento ;
Que aun al viento intimaba el sitio umbroso
Sacro terror, silencio religioso.
Del dodónco bosque en lo ignorado
Aras fueron divinas
A Jove hospitalicio levantadas ,
Pero que profanó el Cerasta indino.
Que, hospedando al incauto peregrino,
Con falso voto, víctima inocente
Lo hacia de su bárbara costumbre,
Salpicando de púrpura caliente
Las aras consagradas,
Manchando á lui tiempo con infame culto
La religión , el sitio , el ara, el bulto.
De mi Chipre (si entonces era mia)
Quiso retroceder la hermosa lumbre
(Como la huyó otro tiempo de Tiestes)
El gran padre del dia,
Y aun la malvada tierra
(Digna ya estancia de infernales pestes)
Mi antiguo amor desamparar quería.
Desisto , porque el todo , que temía
Mis enojos severos.
Logre inmune la parte qiie no yerra.
Mas decreté, advertida,
Este castigo á los Cerastas fieros:
Cada cual de ellos de improviso tiente
Entumecerse la rugosa frente ,
De la que, endurecida,
Salió una y otra punta retorcida.
La ya pesada testa
Los ojos inclinalia al triste suelo,
Indignos antes del alegre cíelo;
Las manos bipartidas ,
Con los pies bipartidos confundidas ,
Iguales forman pasos perezosos,
Y los miembros gravosos
Del cuerpo , que á otra forma ya se extiende ,
Tostada piel se visten, que arrollada,
Parte no poca por el cuello pende.
En vano levantada
La torva faz (en esto no mudada),
El aire busca vago;
O á aquel que mira le amenaza estrago ,
O al querer exclamar , enfurecido ,
Lo que fué humana voz, suena bramido;
Y en fin , por la justicia soberana
Que de mi Chipre restauró el decoro ,
Uno y otro Cerasta bramó toro;
Si bien que si la antigua forma humana
A distinta pasó naturaleza.
No la antigua fiereza.
Para que si antes tanta
Humana sangre al ara sacrosanta
Salpicó por su mano ,
Ahora en el que á Jove soberano
Hecatombe se aclame.
La suya largamente se deiTame.
De uno de estos Cerastas (si ya fieras)
Fué hijo Pigmalíon, y tu ascendiente,
A quien digno creyeras
De mí primer hon'or al padi'e impío ,
O que él, por desafecto , el culto mío
Negase ín-everente;
Pero desecha el juicio, que te miente;
Que él me am<) , yo le amé, y aun yo le hice
Tan del todo felice ,
Que su dicha mayor, por más trofeo ,
Fué posesión aun antes que deseo.
El hueso de la fiera
Que para viva máquina de Marte
Alimentó del Ganges la ribera,
Materia fué, si dura.
Fácil, á la que forma dio excelente
Del gran Pigmalíon el culto arte.
Cedió naturaleza reverente,
Y engaviada, adoró en la estatua fría
Mí imitada hermosm-a,
O simulacro mió, que aunque mudo,
A no saber de mí , yo misma dudo
Que mortal me dijera
Si yo ó aquella estatua Venus era.
Entre tanto el artífice no humano
Ya el amor de su obra concebía.
No sé si porque suya ó porque mia.
Ardían en olores mis altares,
Y la devota mano
Los cargaba de dones singulares
En el tiempo que él su estatua ostenta,
Y cuando ya á mis aras la dedica.
La deidad que veneran multiplica.
Yo, al sacrificio atenta.
Después de que tres veces crepitante
Hice subir la llama luminosa ,
El alma le inspiré á la estatua fria.
Porque , si en ella yo me repetía ,
No era bien. que en su inánime belleza,
Pensase algmi humano
Que morir pudo la Ericina diosa.
Duda el feliz amante ,
Y ve, al curioso examen de la mano,
Que del marfil se ablanda la dureza
En la parte que al tacto de la nieve
Siente absorto latir la vena leve.
Quedó inmóvil al súbito portento ,
Mientras que ella cobró más movimiento,
Porque juzgase en la dudosa calma
Que se animó la Venus con el alma
Que á él faltó suspendida.
Como en callada noche mujer bella.
Dulcemente dormida ,
Prestar á su quietud suele la vida ,
Y en tanto que reposa.
Estatua muda es de nieve y rosa;
Mas sí la deja el sueño.
Que fué aquel tiempo de su vida dueño ,
El alma vuelve á su semblante, y ella,
Que la luz encontró que no tenía,
Sabe que vive, y agi-adece el dia.
Así después que el simulacro hermoso
Se erigió del imánime reposo.
La luz aplaude, alegre se concita;
Y como el nuevo ser que goza, duda,
Para animarse luego menos ruda.
Con varios movimientos se ejercita.
Pigmalíon, no ya del bien dudoso.
El primor de su mano ya viviente
Quiere que premio sea.
Cuando no de su amor, á Citerea,
De aquel arte excelente.
Concedí, y ella, con mi auspicio honroso,
Al que autor conoció saludó esposo.
De este singular tálamo Cinaras
Nació, el que fué tu joadi-e ,
Padre y esposo de tu hermosa madre,
Que para ser ahora tronco rudo ,
Quiso escalar mis aras,
y que, á haber sido menos indiscreta.
Merecer todos mis favores pudo.
Si no por ella, por gloriosa nieta
De la que Prometeo mejor funda
Ebúrnea deidad , Venus segunda;
Mas cuanto perdí amor por el respeto
Que á mi deidad debía.
Lo gané en tí, su más glorioso nieto.
Porque veas, oh Adonis mío, ahora
Que la que aborrecía
Al Cerasta sangrieiito ,
Su descendencia en Pigmalíon adora;
Que la que á ésta colmó de bienes ciento,
A su Mirra abrumó con hartos males ;
Que la que á Mirra castigó severa.
Por su Adonis dejó la sacra esfera;
Así los dioses obi-an inmortales.
Castigando y premiando
Del modo que los va determinando
La libre ejecución de los mortales ;
Así en Pigmalíon, tu ilustre abuelo.
Ningún estorbo fué para mi culto
El debido quebranto, el desconsuelo
Por el infeliz padre,
160 DON JOSÉ
Cuya fortuna mereció bu insulto;
Porque ha de malquistarme tus amores
La que apenas supiste infeliz madre ,
Y más cuando te mtiuyen los reucorea
De una ninfa envidiosa.
¡Oh, el castigo le den sus mismos celos!
I No' eres , oh garzón bello , de tu diosa ?
ÍNo soy la que antepuse, enamorada,
,a triste tierra á los alegres ciclos ?»
Como hoguera cubierta
De la fria ceniza apenas arde,
O se alienta cobarde;
Mas si la agita el viento ,
Despide el blanco polvo , y ya despierta
Se irige á tanta llama , que podia ,
Trasladada al brillante firmamento,
Lucir pedazo del nocturno dia;
Del fuego , así , de amor , que no extinguido
En el jüTcn habia.
Aunque sí sofocado ,
De la ninfa el celoso atrevimiento
La diosa con el aire articulado ,
Que agitó el corazón por el oido,
Docta en insinuar tiernos amores ,
Levantó á mayor llama los ardores.
Adonis , pues , con nuevo rendimiento
A su adorada Venus prometia
La que ya no tenía
Alma del mismo amor merecedora;
Cuando cortando el viento
El dios de amor con sus ruidosas alas,
Llegó veloz, y de la amante diosa
"Alteró el sosegado ])ensamiento.
« Oh madre, dice, ahora
Dejo alterado el Ericino monte ,
Que á su Venus infiel repetir duda
Los cultos reverentes
Con que otro tiempo embarazó sua aras
De aromas mil ardientes.
Dicen los desamparas ,
y que sólo de Chipre cuidadosa ,
Sus selvas tiempo tanto te detienen ,
Que ocioso el ruego ya, la fibria muda,
En vano al templo con los votos vienen;
Tu enemiga Diana
De la infiel gente los aplausos gana.
Aquel, puus, que de Venus fué divina.
Ya de Diana es templo.
Si aun aprecias el nombre de Ericina,-
Aparte de la tierra el vil ejemplo ,
Porque así, desleales ,
No te desprecien los demás mortales. —
« ¡Ah ingratos ericinos
$ Siguió Venus), perdisteis la memoria
)e aquella antigua gloria
(Mas ya sois de ella indinos).
Que os ganó Erice, del Amor hermano 1
Mi enojo soberano
Hará... Pero será más oportuno
Con el suave imán de mis piedades
Atraer las erradas voluntades.
Mas no ha de conseguir rebelde alguno
Que yo tan presto de mi bien me ausente.
Insidioso rapaz , vuela , no pares;
Vuelve otra vez á la ericina gente ,
Y en tanto que voy yo á que mi presencia
El disturbio componga irreverente,
Y ofreciéndome al voto en sus altares,
El amor les conquiste y la obediencia,
Tú , derramando arpones ,
Destruye sus rebeldes corazones,
Y tú , mi garzón bello y gloria mia ,
La edad que de la noche reste al dia,
Pues tu Venus te tiene ,
Sé de tu Venus dueño,
Y deja que á Pirene
De azules sombras la circunde el sueño... ))
PRÓCRIS.
Ya, oh Anaxarte, entre pálida vislumbre
Caduca el sol, ya apenas le veremos
JIu el azul cristal perder su lumbre,
ANTONIO PORCEL.
Las redes y los canes retiremos;
Pues mucre el sol. Adonis aun no muera;
Nú en un hora dos soles sepultemos.
De Venus en el cielo aun luzca.
ANAXAJBTE.
Hiciera,
Siendo importuna más, tu atención vana.
PEÓCEIS.
Pues adiós; que mi Céfalo me espera.
ANAXARTE.
Vé sin celos, y adiós, hasta mañana.
ÉGLOGA CUARTA
IFIS, CÉFALO, ANAXARTE, PRÓCRIS.
IFIS.
Gimo y lloro de Amor la indigna saña,
y la queja escuchó y el llanto mió ,
La fiera , el ave , el viento , la montaña,
El mudo tronco y el sonoro rio;
Sólo, Anaxarte, en toda la campaña,
Huye mis voces tu d< sden impío;
Los riscos culpan tns rigores JdcIIos,
¡Insensible tú más que todos ellos!
CÉFALO.
Canto de Amor ternísimas piedades,
Y aplaudo sus diücísimos ardores;
Alegres me oyen estas soledades,
Y viven porque viven mis amores;
Resuenan dulces mis felicidades ,
Los pájaros, las fuentes y las ñores.
Que esperan vida, oh Procris, de tus huellas,
I Oh, más suave tú que todas ellas!
IFIS.
Braman el mar y el viento, que propicios
Tal vez se rinden del piloto al ruego;
El fuego ardió en sublimes edificios ,
Pero supo ceder al agua el fuego;
Pierde la tierra sus eternos quicios ,
Pero en ellos se vuelve á afirmar luego;
Sólo dura un desden , y excede en guerra
Al aire , al fuego , al agua y á la tierra.
CÉFALO.
La fluida del agua pesadumbre
Va hacia el mar , que su cuna fué primera;
El fuego anhela la celeste lumbre ,
Fija la tierra al centro persevera,
El viento ama la silbosa cumbre;
Y cuando no, de Prócris aprendiera
Amor, y la firmeza de su intento,
La tierra , el fuego , el agua y aun el viento,
IFIS.
Mas si Tántalo aun dura en su fatiga.
Aunque el cristal del labio se le quite,
Si aunque fijar el risco no consiga,
El grave peso Sísif o repite ,
Yo tu desden, oh dulce mi enemiga ,
Sigo hasta que el infierno me limite;
Pero si tu desden me aflige eterno ,
Muerto de amores, aun me sobra infierno.
CÉFALO.
La hiedra hecha pedazos, aun constante,
Al duro escollo arrima los pedazos ;
Dividida la vid del tronco amante,
Aun le convida con los verdes brazos.
Yo, que feliz ya fui, mis dichas cante,
Aunque no vuelva á repetir los lazos ;
Que si Prócris anima mi memoria,
Vivo de amores, aun me sobra gloria.
IFIS.
¿Feliz Céfalo?
CÉFALO.
¿Iñs desdichado?
ÉL ADONIS.
Í6Í
IFIS.
Mi envidia caliñca tu fortuna.
CÉFAIiO.
No fuera yo sin ella afortunado;
Y tu infelicidad fuera ninguna,
Si no envidiaras; condición forzosa
Del que habita debajo de la luna.
IFIS.
¿Has visto acaso á mi enemiga hermosa?
CÉPALO.
Con mi Prócris la dejo en la ribera.
IFIS.
El que á Anaxarte junta con tu esposa,
Juntar á Venus con Diana espera.
CÉPALO.
Juntas, si en los dictámenes no unidas,
El monte escalan con veloz carrera.
Y la abrasada siesta, divertidas ,
Templan, historias largas' refií'icndo,
Los amores contándose y las vidas.
IFIS.
Aquella por quien yo vivo muriendo ,
Más que de amores, de desdenes sabe;
Dígalo yo, que los estoy sintiendo.
CÉPALO.
Lastimado me ha tu pena grave;
Pero si el cazador porfía aun cuando
A las dos flechas yerra el bruto ó ave,
No dejes tú de porfiar amando;
Pide flechas á Amor, que aunque sea fiera ,
Fieras se rinden á su tiro blando.
IFIS.
No puedo desistir aunque quisiera ,
Pues cuando á más rigores me destina,
Amo yo más su condición severa.
Seis vecis por la selva cristalina
Siguió el sol todos los celestes brutos
Con las flechas de luz que les fulmina.
Y este tiempo mis ojos, nunca enjutos,
Un peñasco regaron; ¿quién espera
Cultivar un peñasco y que dé frutos?
La aurora muchas veces la primera
Vio en sus puertas la testa colmilluda
Que yo quité de la cerdosa ñera;
La del venado, de años no desnuda,
Y al fin cuantos mi dardo conseguía
Fieros despojos de la selva ruda.
De mis lebreles uno admitió un día,
Y aunque el don fué estimado, ia fineza
Despreció su desden, porque era mia.
Tronco á tronco examina la maleza ,
Y aun mudos, te dirán que á mi tormento
Fué, aunque dura, más blanda su corteza.
Viendo, pues, cuan en vano el sentimiento
Me tiene día y noche á sus umbrales.
Siendo ella á mis gemidos roca al viento,
Al sátiro adivino de mis males
Cuenta doy, quien, terrible, me asegura
Oráculos, que no entendí, fatales.
Pero por más que se resista dura ,
La he de seguir, amando sus desdenes,
Por llano, monte, valle y espesura.
CÉPALO.
Sí tú contraria á la fortuna tienes,
Propicia yo; porque de amor iguales
En número á tus males son mis Vjíenes.
Mas si es verdad que hay de efectos tale»
Mortífera una planta que ingerida
Con nuevos jugos, pierde los fatales.
En mí pecho tu pena introducida,
Aun podrá ser que sea tu tristeza
Consolada, y así disminuida.
Y pues sé de tu dardo la destreza,
Hacía la fuente de los arrayanes
Penetremos ahora la maleza;
Que en ella ventearon mis tres canes
I, Ps.-xviu,
Una manchada tigre. Vén conmigo;
Venceremos afanes con afanes.
IFIS.
Por si á Anaxarte encuentro, ya te sigo.
ANAXARTE.
Aunque Venus cruel y Amor sangriento
Con prodigios asusten mi memoria.
Ni Amor ha de cantar el vencimiento ,
Ni blasonará Venus la victoria:
Y aunque en mí labre al mundo un escarmiento
La de los tiempos lamentable historia.
Verá el mundo que pasa , aunque ahora empieza,
Más allá de la muerte mi dureza.
PRÓCKIS.
Aun cuando Venus, no compadecida ,
El rencor de Diana no me indulta:
Aun cuando de presagios imjjedida,
El hado hallar mis celos dificulta ,
Yo he de buscar la causa fementida
Do quiera que se esconda, y si se oculta
En la vaga región mi sentimiento,
He de buscar mis celos en el viento.
I Oh Prócris 1
ANAXAETE.
PRÓCKIS.
¿ Oh Anaxarte ?
ANAXAETE.
¿ Apenas luce
El claro día, cuando al monte sales ?
PRÓCRIS,
Como á tí, mi destino me conduce.
Sí nos desasosiegan tan fatales
Presagios, i cómo con el dulce sueño
Se han de avenir nuestros amargos males 7
Tras de Céfalo vine, al duro empeño
De buscar mi desdicha.
ANAXARTE.
¿ No ha advertido
Céfalo tus cuidados en tu ceño ?
PRÓCRIS.
De su sospecha yo los he escondido;
Ternezas sí, no tímidos recelos,
De mí ahora más que nunca oye rendido.
Pues pudiera, sabidos mis desvelos,
Para culpar mis quejas cauteloso.
Frustrarme la evidencia de mis celos.
Del dardo de Diana prodigioso
Desde ayer le hice dueño, y cuantas fieras
Le postra me las rinde, obsequioso.
AiíAXARTE.
Si él te obsequia tan fino, ¿cómo esperas
Evidenciar tus celos ?
PRÓCRIS.
Como alguna
Espía que frecuenta estas riberas.
Llamarle ha oido por la selva á una
Ninfa á quién, repitiendo «Laura mía».
Con amorosas voces la importuna.
Por lo tanto, le sigue mi porfía,
Y es que ánti s á sus ojos que á su oido.
La causa de mis ansias se confia.
Para que dé esta suerte convencido,
Mis quejas no desmienta.
ANAXARTE,
Así apresura
Su fiero golpe el hado fementido,
Así de Adonis fué la suerte dui-a;
El quiso en la espesxira hallar sus celos,
Y halló su fiera muerte en la espesura.
Pero así falsifique mis recelos
Diana, y á tu Céfalo te vuelva,
Y conmigo piadosos sean los cielos;
Que pues que vagan hoy por esta selva
Los dos de cuyo encuentro huir queremos,
U
162
DON JOSÉ ANTONIO PORCEL.
Antes que el sol ar.lientes nos devuelva
Las horas que templadas aun tenemos.
Oídos me concedaH sosegados,
Y el triste ün de Adonis lloraremos.
PEÓCRIS.
Así, Anaxarte, engañas mis cuidados.
ANAXARTE,
Mi verdad así avisa tus excesos,
PEÓCRIS.
Que escuche sorda yo quieren mis hados.
ANAXARTE.
Por ahora sujettmos los sabuesos,
Y aquí, do el ser halladas de la gente
Dificultan los árl)olcs espesos;
A esta peña, (^ue herida blandamente,
Tanta sangre derninia cristalina.
Elige asiento y oye atentamente.
PRÓCRIS.
A tu voz toda Prócris se destina.
ANAXARTE.
Coronada del opio y el beleño ,
La negra noche fria
Del carro perezoso desprendía
La mitad ya de las oscuras horas,
Que sobre toda la grosera tierra
Envueltas derramaba en dulce sueño;
En tanto, pues, que silenciosamente
Caían las estrellas brilladoras.
Desvanecida ya la dura guerra
Del Abrigo y sus fuerzas auxiliares,
Admitían (por más que sordamente
Lo murmuraban las soberbias ondas)
Alto sosiego los ])roíundos mares,
Muda en los montes la silbosa cumbre.
Caduca, hacia los valles inclinada,
Al parecer, del sueño más cargada
Que de su ponderosa pesadumbre.
Cada tronco en la selva enseñar pudo
Silencio á los peñascos, porque mudo ,
Se esconde el viento en sus cavernas hondas.
Del sosegado campo en el ameno
Sitio callaban las parleras aves ,
Las fieras descansaban en las grutas,
Los peces en las ovas nunca enjutas,
Y hasta los siempre tímidos tiranos
Al dulce soporífero veneno
Dan los cuidados graves;
Todo, en tin, bajo la alta sombra oscura
Sosiega, pero no admitir podia
En sus ojos la noche perezosa
Pirene, que á sus cí'Ios inmortales.
Sobre aras de sangrienta fantasía
Simulacros coloca, en que figura
Sus venganzas crueles;
Mientras sus dos amantes envidiados,
En lecho que ofrecían blandas pieles,
Burlaban pus cuidados.
Precipitóla al lin su rabia ardiente
De un valle á lo profundo ,
Donde, después que religiosamente
(Desnudos pié siniestro y hombros bellos)
De negro lago (averno allí segundo)
Humedeció tres veces los cabellos,
Que por el rostro ¡¡álido dilata,
Nube que á luz ninguna lo recata,
Y después que volviendo á las estrellas
Las etiopes suyas, aunque bellas.
Gritó tres veces con clamor horrendo
(El valle los asombros repitiendo),
Dijo así furibunda,:
«lüh caos, oh del Erebo cavernas.
Por cuya mansión lóbrega, profunda,
Tantas ])áli(las vagan sombras friasl
jOh deidades del Orco sempiternas!
lOh Némcsis feroz I ¡Oh infame terno
De las negras hermanas , cuya greña
Rompe con silbos el silencio eterno!
jAlto monte, hondo valle, selva muda,
Testigos ya de las injm-ias mías;
Y tú , triforme Ecate , que obediente
Me instruyes, y te instrujxs en mi ayuda,
El hijo de Cinaras me desdeña,
Y no por([ue otros brazos no consiente.
Desprecia mis desvelos;
De Venus es favorecido amante,
Y aun más allá de agravios son mis celos.
No i)ara que él arrastre mis cadenas
Vengo, oh diosa, á impedir tus negras araa
De escogidas verbenas;
No las virtudes examino raras
Del masculino incienso.
Ni porque él arda, en mí quemar ya pienso
El laurel en tus llamas crepitante.
Ni prevendré ignorante
El engaño sutil de tres colores
A que enrede su amor en mis amores;
Ni para ahora estimo
Una y otra brevísima figura,
Que, ó ya de blanca cera ó negro limo
Su ingrato nomlire escrita,
La una á mis incendios se derrita.
La otra para otro amor que el de Pirene,
Piedra se haga es([uivamente dura.
No, pues, te invoco para oficios tantos;
Que si á su Venus verticorde tiene ,
Si el mismo Amor es el mayor hechizo,
En vano, Ecate, nuestra ciencia hizo
Contra Amor los encantos;
Y pues el nuestro á su poder no alcanza,
Su amor no pido, pido mi venganza;
Y para que la logren mis anhelos,
I Qué mayores encantos que mis celos ?
Mas porque contra mí (que, semidiosa,
Soy menos que su Venus poderosa)
Con su maj'or poder no se defienda
Marte igual, igual haga la contienda,
Marte, que al Istro septicorne toro.
En rápidos cristales liquidado.
En sangre envuelve las arenas de oro,
Y de la diosa chipria enamorado,
A pesar de la red que lo destierra ,
Arde aun más que en las ii'as de la guerra,
En su ausente cuidado.
Al dios pues, si en mis celos lo comprendo,
Si en mis iras lo enciendo,
Dos venganzas en una
Lograrán su poder y mi fortuna.
Sólo ahora me conviene, y sólo pido.
Un prodigioso carro, que, ceñido
De las fm'ias que llevo
Y de los negros humos del Erebo,
A Tracía por los vientos me conduzca,
Aun antes que del Indo mar reduzca
Despierto Apolo el luminoso tiro.»
Dice ; y á sus deseos obediente
Cuanta estigia deidad el Orco encierra.
Debajo de sus pies tembló la tierra,
Y al tremendo suspiro
(La faz rasgando dura).
Desahogos abrió por nueva boca.
Que del averno á la garganta obscura
Pudo unirse, según sus fauces toca;
Cuya rotura ingente
Arrojó, envuelto en humo pestilente.
Caliginoso carro, en cuyo adorno
(Con los silbos el valle estremeciendo)
Tortuosas sierpes ciñen en contorno,
Y tiran dos cerúleos dragones,
Fieras del Flegetonte exhalaciones.
La indigna maga, entonces recogiendo
La que el rostro ocultó esparcida greña.
Con desaliño, intrépida, la anuda
En larga azul serpiente.
Que con mano sañuda
Arrancó de su carro sibilante,
Y con la misma coronó su frente.
Concediendo el semblante
Feroz ya, y tan feroz, que lo desdeña
La que sin celos fué Pirene hermosa,
Y es con celos Erímis hori'orosa,
EL ADONIS.
1G3
fanto en la mujer pueden , despreciada,
De su fiera venganza los anhelos ,
Si ya no, en vez de encantos ,
Que desdeñen sus iras, monstruos tantos
Produce la azul hidra de los celos.
Ya en el infame carro sublimada,
Segunda sierpe ocupa la alta mano,
Con cuyo azote sibilante en vano
Castiga los di-agones, que violentos,
Viento añadido fueron á los vientos,
Tisífone, tan ñera,
Por las lóbregas salas
Suele batir las descarnadas alas;
Y la maga de Coicos , tan ligera ,
De no menores furias irritada.
En carro que también llevan dragones
Dejó de su Tesalia las regiones
Hasta Corinto, termino á sus vuelos,
Donde en sus iras abrasó sus celos.
Del sol no ardía la primera lumbre
Para enjugar los frios horizontes.
Cuando del Hemo en la escabrosa cumbre
(Del Hemo, rey de los treicios montes)
El dios sañudo de la guerra ardiente
Las armas se cenia mal enjutas
De la sangre del scita inobediente;
Y Belona, entre tanto diligente.
Porque más fiero vuelve á devástanos,
De las del Aquilón lóbregas grutas
Sacaba los indómitos caballos,
Que al formidable carro resistían.
Cuando los dos dragones que traian
El de Pirene, humos respirando,
Y con los silbos roncos
El aire convecino lastimando,
Se dejaron caer sobre unos troncos
Que con la inculta greña
Las sienes coronaban de una peña.
El fatal espectáculo, el estruendo,
Este oido, aquel visto veces pocas,
Aun temiera el dios fuerte.
Si la horrorosa ninfa, previniendo
Mudo silencio á las silbantes bocas ,
No hablara de esta suerte :
<( Desciñe , oh Marte ínclito, desciñe
Las que fatigó Bronte armas lucientes,
Y cuantas del Araxes rudas gentes
Convocado han las bárbaras riberas
Beban, mientras su sangre no las tiñe,
Seguramente ya sus aguas fieras;
Que ahora te armará de sus furores
La que cuantas azules sierpes ciñe
Contra tu pecho á una;
No yo de las Euménides soy ima.
Bien me desmientan cuantos visto horrores;
Pirene soy, que ya fui en tiempo alguno
Del Júpiter del mar cerúlea Juno;
Pero después, rendida al amor necio
De un Adonis, que al fin joven gallardo,
Ahora es de Chipre en las malezas
Más dichoso en amores que en el dai'do,
Rico haciéndolo yo de mis finezas.
Sólo ha tenido para mí un desprecio.
Para otra las caricias.
Si es que temen tu saña
Los dioses cuando asombras las treícias
Riberas , y has sabido ser amante ,
Válete de ti mismo en este instante,
Que hay mayor enemigo en la campaña.
La blanca hija de la espuma, aquella,
No sé si tan mudable como bella.
Que fué , y aun ahora es , pero que en vano,
Alta solicitud de tus deseos
Y gloria de tus bélicos trofeos,
Y cuya blanca mano
Te quitó la celada de diamante.
Cuando al espejo dulce de sus ojos
Lo feroz componías del semblante,
Y haciendo dueño á Amor de tus despojos,
Vez alguna en sus brazos dulce calma,
Vida adquiriste, y te dejaste el alma;
Esta, pues, al olvido te condena;
Ya su memoria, oh Marte, substituye
A Adonis, tan indigno, que su madre
Fué su hermana, y de hijo no lo excluye.
Ni de nieto, el que fué su abuelo y padre.
De Chipre, en fin , en la espesura amena.
Joven tan infamado,
Del dardo y de las flechas fatigado,
Dardo le quita y Hechas tu enemiga,
Y el que en sus"brazos deja la fatiga.
En el campo, que visten sombras verdes,
Logradas mil numera
Dulcísimas batallas, que tú pierdes,
Cuando ella lo que yo he perdido alcanza.
No lo permita más tu deidad fiera.
Oh Gradívo, y si iguales nuestros duelos
En mis celos has visto ya tus celos
Vea yo mi venganza en tu venganza. »
Dijo ella; y icducír pudiera nunca
Mortífero escorinon á furia tanta
A incauto cazador, á cuya planta
Comunicó punzante
Negro veneno por la cola adunca ,
Pues si aquel vivo fuego lo enfurece.
Ya intensísimo frío lo entorpece,
Y á los disueltís miembros trepidante
Hórrida amarillez viste el semblante;
El grande hijo de Juno, el dios guerrero.
Aun más extremos siente.
Cuando con mayor furia
Señas dio de mortal al accidente,
Que lo inmortal le encubre,
Pues asaltado el corazón valiente
(Hoguera dulce de su amor primero)
De la celosa injuria,
Que cual nieve friísima le cubre.
Sin la amorosa llama palpitante,
La sangre toda le robó al semblante.
Que de nuevo lo enciende
En la venganza que sangriento emprende;
Uuas veces del ódío al amor pasa,
Al ódío otras del amor apela,
Padeciendo así un hielo que le abrasa.
Un ardor que le hiela ;
Que para ardores suscitar y hielos,
El essorpion picaba de los celos.
Sañudo pues, y nunca más sañudo.
Arrojó la celada de diamante,
Y svis vistosas plumas despedaza.
Pisa el sonante escudo.
Y el arnés reluciente desenlaza.
« Si de mí un joven débil y aun desnudo
Se gloria triunfante,
¿ Para qué (dice) son las fuertes mallas 1
; Para qué visto acero fulminante ?
Si hay quien á Marte predomine fuerte,
¿ Para qué es Marte dios de las batallas?
¡ Ah, Venus enemiga 1
Mi confianza tu traición castiga ;
Mas yo castigaré el indigno amante,
Y sin más armas que mis manos fieras.
El corazón le sacaré á pedazos.
Para que en él, aun inmortal, tú mueras,
Para (jue con su muerte.
Del que tálamo han sido.
Túmulo sean tus infieles brazos. —
))En vano ¡nfurecido
(Dijo Pirene) pierdes tantas iras,
Porque, aun(|ue tu valor, oh Marte, es cierto,
Al que enemigo despreciable miras
No fácil vencerás á campo abierto ;
Aun de tu ¡¡ensamíento, si lo alcanza.
La guardará su diosa.
Permíteme tú á mí que insidiosa
Fie á un engaño la fatal venganza.
La industria , pues, que me dictó mi ciencia,
A mi intento ya hubiera obedecido.
Si no hubiera t- mido
Que Ericina, deidad más poderosa.
Mis esfuerzos venciese ;
Y asi, quise que hiciese
Igual poder igual la competencia.
Tú á Tracín dejarás por Chipre ahora,
164
DON JOSÉ ANTONIO PORCÉL.
Que si al poder de mi infalible arte
Entregas tu deidad, oh excelso Marte,
Tú serás vencedor, yo vencedora.—
«Tuyo es Marte, oh Pirene
(Dice él dios), aunque indigna la venganza
fcea del valor niio;
Que si las lides que el Amor alcanza
Con engaños mantiene,
Sustenta con ardides.
Dignas de mi valor no son sus lides.
Cual si fuf'se el menor de los mcn-talcs,
A tu alta ciencia mi deidad confio;
Para contiendas tales
No soy ya de las armas el dios fuerte,
Amante, sí, agraviado, y como vea
Sin el hijo de Mirra á Citirea,
Tú la ocasión, tú el modo, oh ninfa, advierte;
Y aunque me insulte la rebelde tierra,
Al ocio, entre esas peñas derribado.
Quede el sangriento carro de la guerra.
Mientras que á pelear en otros duelos
El carro azul me lleva de los celos.»
Dice; y ligero sube
Al carro de la ninfa serpentino,
Que circundado de impalpable nube,
Penetró de los vientos el camino.
Hasta llegar de Chipre á la espesura,
Donde encubiertos por la nube obscura
Los recibió la cueva de Pirene,
Y un sátiro, que en ella los aguarda,
Por la ninfa instruido.
De la ausencia de Vónus los previene;
Díceles cómo ha ido.
Antes que el sol rayase al horizonte,
Al Ericino monte.
«Asi no se retarda
La venganza, que ya segura tengo,
Pirene entonces dijo;
Entre tanto prevengo
Que tú, oh sátiro, espía de las selvas,
Luego que á fatigarlas salga el hijo
Y nieto de Cinaras ,
Con pronto aviso vuelvas.
Tú, dios, mientras el hado se ejecuta,
Al transparente alcázar de mi gruta
Entra conmigo, donde
En bien culto jardin mi ciencia escondí
Cuantas produce el Pindó yerbas raras.
Cuantas da el Apidano
Y el tésalo Peneo,
Xas que alimenta Bebe en su laguna,
Y las que dio á mi mano
El venenoso monte de la Luna.
De éstas (si á mi deseo
Tu propósito insiste)
Confección se previene.
Que ajena forma viste,
Y que tú vestirás, porque Pirene
Y porque Marte vea
La celosa venganza que desea.»
Así los dos rivales, indignados.
Precipitaban los injustos hados
Del infeliz amante,
Que, ausente de su amada Citerea,
Tanto el corazón triste le fatiga
La amenidad de Chipre deliciosa.
Cuanto por un desierto y otro errante
Le fuera más amiga
Con su Venus el África arenosa.
Tanto acusa la hermosa luz febea,
Cuanto le hiciera breve y menos triste
La larga noche en la Noruega fria,
Solamente la luz de la que, bella,
Del cielo espuma es, del mar estrella.
Pero, como alternar sólo podia
Con sus afanes, mientras venus vuelva,
El afán generoso de la selva;
Al robusto ejercicio prevenido,
Apenas llegó á un prado, á quien le viste
Mucho Alcidcs de frescas sombras pardas,
Cuando fué de Leucipe detenido;
Líucipe (que si no de Mirra al nombre,
Desde que Adonis era infante tierno,
A su cuidado sucedió materno).
Habiendo convocado
A la florida esfera
Cuantas ninfas gallardas
Del claro Lico ilustran la ribera,
Con el bello cliente
Sentada al verde margen de su fuente.
Aun más que divertirle el fiel cuidado
De su adorada ausente,
Que olvidase quería
El venatorio empeño de aquel día.
Pues de los celos y la infame ciencia
Que hacían á Pirene sospechosa
(No ya en vajm) temia algún insulto.
Permitido de Venus en la ausencia.
Por más que antes hubiese sido indulto
La autoridad de la asistente diosa;
Y asi, á las ninfas pide compañeras,
Que no remisas, cuanto
O de frstiva danza ó dulce canto
Les enseña en el ocio de sus redes
La escuela, ruda no, de sus riberas,
Ostenten; porque al chiprio Gauimédea
Para ellas usurpen parte alguna
De la atención con que á su afán suspira.
Compítense oficiosas; cuando una
Prestó el alma sonora
A la ninfa, sonante caña ahora.
Porque cuantos respira
Desahogos breves el prestado aliento,
Los dedos alternantes
Le hacen variar el modulado viento;
Tjas cuerdas otras hieren resonantes
De la zampona, menos ruda entonces;
De otras dos el espíritu impelido,
Sonando gime en los torcidos bronces
De la una y otra venatoria trompa;
Mas tan dulce gemía,
Porque á las fieras la quietud no rompa.
Que el que pudiera ser marcial ruido.
Era delicadísima armonía.
A éstos, pues, y á otros muchos más suaves
Instrumentos, en tanto que Nerina
(Sirena hermosa de las selvas) cauta,
O el dardo y la carrera de Atalanta,
De Aretusa el desden, ó ya en más grava»
Números Ericina
A nacer vuelve de la blanca espuma;
El escuadrón que resta
De náyades festivas, ajustando
Al vario son el ágil movimiento.
Va numerosamente complicando
Con una y otra planta la floresta.
La vaga nieve , que si pisa el prado,
Honor le da fecundo.
Coros tejía tales
Sobre la yerba verde.
Que el que los siguió firme pensamiento,
O á pocos giros cede fatigado,
O confuso se pierde.
Tantos enreda laberintos bellos
De animados cristales,
Que Amor, Tcseo segundo,
Felicemente se ])erdiera en ellos.
Aun el que al Euro ronco
Eesistió, se moviera firme tronco,
A no tenerle suaves los reclamos
De cuantos se vistió músicos ramos.
Canoros ruiseñores,
Que de las ninfas al confuso acento
Competian, y el viento
gJien que sonoramente), atropellado,
uia de las hojas y las flores
A las rocas, de donde revocado
Por el eco suave,
Al fin con los arroyos se quejaba.
Porque ya en toda la floresta cabe.
Más fastidioso entonces acusaba
Entre sí el joven el saltante coro.
La confusa armonía,
El teatro festivo, el sitio ameno,
EL ADÓXIS.
165
Y aunque atento al decoio
De las gallardas ninfas obseqiiiosas,
Cortés las aplaudía,
El alegre bullicio juzga ajeno
De quien para sus ansias amorosas
Sólo estima las selvas silenciosas;
Cuando siniestro el pájaro de Marte
Resonar hizo el más vecino tronco,
Que , sacudido de su pico bronco.
Despertó el eco de la hueca parte.
Suspéndense las ninfas, suspendida
Leu cipe, á quien del pico las señales
Mil, aunque inciertos, vaticinan males.
«Oh ninfas (dice), enmudecer quisiera,
De especies que no entiendo confundida;
Siempre este ave mavorcia fué agorera ,
Pero ahora más que nunca á mis cuidados
Inquietud trajo mucha.
Oh tú, Pirene, Circe de estas selvas,
Si es que, segundo Pico, tus amores
A Adonis sigilen, no fatal resuelvas
Que le sigan los mismos tristes hados.
Si á precio de que deje mi porfía.
Quisieres que te instruyan mis temores,
Oh Adonis mió, breve rato escucha.»
Callaron todos, y ella así decía :
«Del gran padre Saturno liijo gallardo
Fué Pico, en otro tiempo rey ausonio,
Ágil no sólo en manejar el dardo.
Con quien fueran inciertos los más fijos,
En instruir también los que el favonio
Cuadrepedes le dio fogosos hijos,
Y en lo valiente, en lo bizarro sólo
De Marte envidia, emulación de Apolo,
Y cuidado de cuantas
La ribera coronan floreciente
Del Albula sagrado ninfas bellas;
Pero sólo , entre tantas
Dulces de Amor querellas ,
Agradecida fué la de Gánente;
Canente, hija del bifronte Jane,
A cuya gran belleza,
El terno de las diosas soberano
Separó, envidiosamente atento,
Y á su canora voz el mar y el viento.
En tanto que su armónica destreza,
DeiTamando la acorde melodía.
Músicas redes sobre el viento habia
Tendido, que suaves,
Las alas detuvieron de las aves.
Las fieras con las suyas detenia
En las selvas su amante
Sobre un manchado bruto, que anhelante,
Cuando impaciente gime
Al ronco son del cuerno retorcido,
Sí la maestra mano lo reprime,
Con bizarra inquietud el campo oprime,
Y si de la carrera es advertido,
A la doctrina atento.
Padre debió de ser, no hijo, del viento,
Según vitela; arrogante.
No por el que de plata le vestía ,
Si bien que venatorio, jaez luciente;
No por el freno de oro.
Que argentaba la espuma que vertía.
Sino por la que siente
Majestad de su dueño, que envidiaran
Los que, del sol pisando luces bellas,
Al relincho sonoro
La tropa hacen huir de las estrellas.
Ufanos, pues, aquellos anhelaron
Bajo la mano augusta
Del real joven b(llo,
A quien preciosa faja la que pende
Púrpura le sujeta, y por el cuello
Hebilla de oro aj usta ,
Como las sienes , gi-ave no, corona
(Si corona hay no gi-ave);
La siniestra, que sabe
Ser diestra en el manejo, que blasona,
La rienda ocupa, á la que el bruto atiende;
Y en la diestra, gallardc
Vibra el luciente dardo,
Y por las selvas de Diana esquiva
Corre, de sus sabuesos precedido,
Y aunque en vano, ceñido
De su real venatoria comitiva,
A tiempo que la bella, si engañosa.
Circe, de quien fué padre el rubio Febo,
Dejado su maléfico horizonte.
Para la confección de sus rigores
Recogía oficiosa
Las singulares yei-bas de aquel monte.
Esta, pues, miró al ínclito mancebo,
Y suspensa, en señal de que rendía
Al victorioso joven los despojos
Dejó caer las venenosas flores,
Ociosas, pues el alma por los ojos
Aun más fuertes venenos recogía.
¿Qué mucho, si fué verlo, desearlo
Uno, y otro fué amarlo,
Y en aquel breve instante
En su pecho juntó siglos de amante?
Mas, como á la ocasión de su deseo
Estorbo era no poco, ya el febeo
Caballo, que á sus ojos lo arrebata.
Ya la que le circunda muchedumbre,
De la escabrosa cumbre
Un jabalí desata,
Cuyo bulto fingió su negra ciencia;
Y el garzón, que á distancia bien segura
Correr vio la verdad de su apariencia,
Tras ella el noble bruto precipita;
Ladran los cams, y la turba grita.
Corrió pues, engañado.
Hasta quedar cerrado
De toda la espesura,
Que, más enmarañada, niega el paso
Al sin alas Pegaso,
Cuyo aliento fogoso
Nieblas desata de su blanco pecho,
Si ya no es que en espuma lo ha deshecho»
Desampáralo Pico presuroso,
Y en seguimiento del cerdoso bulto,
Del bosque penetró lo más inculto.
En tanto ella, sus magias murmurando,
Tanta niebla á la tierra exhalar hizo,
Que, obediente al hechizo,
6u padre retiró el luciente coche,
Y el cíelo, que arrastró la falda oscura.
Horror fué á los monteros , que, extrañando
La anticipada noche,
Cada cual, sin noticia, sin destino,
Vagaba por el campo laurentíno.
Pico, empeñado más en la esijesura,
Tras la que aun conseguir no desespera,
Imaginada fiera,
Dudaba á tiempo que la maga amante,
La alma feroz mintiendo,
En el bello semblante
El paso le detuvo, así diciendo:
«En vano vas siguiendo
A quien huye, y te dejas
A quien te sigue, oh Rey, con dulces quejas.
Hija soy del hermoso autor del dia,
Mi belleza á tus ojos se confia.
Mi poder tiembla el abrasado averno;
Si me enojo, la tierra se estremece.
El cielo me obedece;
Nada hay inasequil)Íe á mis encantos;
Ríndete á aquella á quien se rinden tantos.
Concédete de Circe al amor tierno,
Y saludará el sol su ilustre yerno. —
Tarde á ese honor me ensalzan soberano
(El joven dice) rendimientos tales,
Seas ó no de las diosas inmortales;
Superioridad tuya no consiente
La altiva hija del glorioso Jano,
Mi adorada Canente,
A quien, para que dueño mió ñiera,
El gran Saturno reconoce nuera. —
))Ño serás (Circe prosiguió furiosa)
Esposo suyo hoy, ni ella tu esposa,
Ni tanto atrevimiento
166
DON JOSÉ ANTONIO POrxCEL.
Verá el sol, qne desprecias, sin castigo.
Porque aprendas, no dulce ya, enemigo,
A costa de tu vil racional vida.
Que soy mujer, amante y ofendida.»
Dice; y volviendo el pálido semblante
Veces dos á la parte donde muere
Y adonde nace el dia,
Con murmurado acento,
Que de violentas acompaña acciones,
Tres veces dice incú;?nita9 canciones,
Y otras tantas al triste garzón hiere
Con la que ya no en vano prevenía
De oro mágica vara.
Pico, de su destino aun ignorante,
Dt 1 hechizo fatal huir pretende,
Por lo que pide al viento
Lo veloz, de que ya no necesita.
Pues los que á la carrera brazos tiende,
Al viento sacudió, improvisas alas,
Y el cuerpo, no ya grave,
Por las etéreas salas
La tierra se dejó, plumas vestido,
De hombre aun no del todo desmentido,
Cuando se desconoce, ágil se irrita,
Y de su pico bronco
Resonar hace el golpe en hueco tronco;
Cuyo enojo aun conserva.
Él grande Pico, en fin, pequeña ave,
Con el nombre aun reserva
Sjñas de lo que fué, porque presuma
Su antiguo real decoro;
Pues cuanto le vestía augusta grana,
Viste encarnada pluma,
Y dorada la parte que en el cuello
Ocupó la preciosa hebilla de oro;
Como también la que en la forma humana
Corona le ciñó, le ciñe inhiesta
De plumas de oro rutilante cresta;
Pájaro, pues, tan bello.
Que lo consagra con su nombre Marte.
Cuando él, por su hado injusto,
Era ya leve morador del viento,
La venatoria tropa discurría.
Sin perdonar la tenebrosa parte
Del prodigioso monte,
Que les hurta el acento,
Que vago repetía
De su perdido rey el nombre augusto;
A tiempo que, aclarado el horizonte.
La maga restituye
El usurpado dia,
Y cuando veloz huye
Del escuadi'on errante, preocupada,
Y por el noble dueño preguntada.
Intrépida del caso les instruye.
Claman enfurecidos,
Y en confuso tropel la insultan , cuando
Ella, nuevos conjuros derramando.
Las rocas le resjiond'n con gemidos,
Las flores, palpitando,
Del centro brotan sangre pestilente.
Produce cada tronco una serpiente.
La tierra se abre, y por el aire vago
Vuelan los manes del estigio lago.
Atónitos los nobles laurentinos.
Huyen precipitados,
Pero no de su dueño; huyen los hados,
Que á los golpes ferinos
Del báculo terrible ,
A cada cual prestó figura horrible
De varios brutos , que de aquel estrago
Huyendo (bien que ya el mayor no evitan),
Las cavernas del monte solicitan.
Después la fiel Gánente,
Errante por el rústico horizonte.
Llorando canta su perdido esposo;
«Pico», repite, y conmovido el monte,
«PicoD, le vuelve en eco lastimoso.
Como en selva profunda,
Desde la seca rama
La simple tortolilla gemebunda
Al perdido consorte dulce llama,
Llenando á todas horas
La soledad de lástimas Bonoras;
Así canta y sus]iii"a
La ninfa, que, doliente.
Blasonar pudo de animada lira
(Y hermosa lira de marfil viviente),
Pues si al herirle música su pena.
Acorde, aunque tristísima, resuena.
Canoro fué instrumento de sus males,
Y sus lágrimas cuerdas de cristales.
El Albula la oyó, y alzó la frente.
De laurel y de cañas coronada,
Y escuchándola atento.
De su corriente se olvidó ligera;
Mientras que ella, en su margen recostada,
Conducía al dulcísimo lamento
Cuantos produjo troncos la ribera;
Donde la vio constante.
Sin dejar de ser música y amante.
Seis veces al nacer el claro dia,
Y seis la noche fria.
Hasta que, atenuada,
Y en los dulces suspiros desatada,
Recibió el viento en sí (todo ya viento)
La música, la voz y el instrumento.
Tanta fué. Adonis mió, la venganza
De la ofendida Circe, hija de Febo;
Y si no olvidas que al real mancebo
No pudo defender el suegro Jano,
No Saturno, su padre, quizá en vano
Te aliente la esperanza
De que en sus justos límites contiene
El poder de tu Venus á Pireiie.
Témela pues, celosa y ofendida.
Cuando no temas su execrable ciencia;
Guarda, oh bello garzón, tu amable vida,
Cuando no para tí, para tu diosa.
Que, de su dulce Adonis deseosa,
Término ya pondrá á la amarga ausencia;
La que merecedora
No es ya de tanto duelo.
Pues no porque del cielo
Falte el sol, y á las trémulas estrellas
(Mientras que en cama duerme de cristales)
Despedazadas dé sus luces bellas,
Creen eterna su ausencia los mortales.
Que presto vuelve, y apacible dora
Las ráfagas purpúreas de la aurora.
Y si aun en tí el cuidado de la selva
Insiste, es vana, Adonis, tu porfía.
Porque aun la media edad no resta al dia,
Y cuando ésta se acabe.
Quizá para tí vuelva
Más largo dia en la deidad que aguardas.»
Dijo Leucipe; y el garzón, atento,
Y á sus prudentes ruegos más suave,
Después que confesó su rendimiento
A las ninfas gallardas,
A tanto noble obsequio agradecido
(Aunqiie no menos triste),
Por entonces desiste
Del venatorio empeño pretendido.
Nunca por los temores persuadido
(Que indignos son de generoso pecho),
Sino por las que ha hecho
Instancias su Leucipe, á quien venera)
Y porque ya otro afán suyo no era,
Pues como el pié cautivo, que si excede
La distancia precisa
Que la dura cadena le concede.
Tirante ella, su prisión le avisa;
El joven así, triste, aprisionado
A la imaginación puesta en su diosa,
Si va hacia otro cuidado.
Segunda vez lo vuelve á su tormento
La cadena que arrastra el pensamiento.
Así se suspendía,
Para sobrevenir más repentino.
Del hijo de Cinaras el destino;
Pero entonces Diana, quo, insidiosa.
En la Amatunta selva se escondía,
Y atenta al menor paso
EL ADONIS.
167
Del joven infelice,
Traje y forma mintió de Doralice,
Del monte ninfa bella,
Y tarabion noticiosa
El fiero Marte y la cruel Pirene
De la fatal venganza que previene ,
Pues Júpiter, movido á sn querella ,
Lo que á Venus negó, concedió á ella;
Viendo que si el garzón no se apercibe
A la fatal batida,
A pesar suyo se dilata el caso
Que el sacro honor de su esquivez decida;
Astucia tal concibe.
Que fué verdad y engaño.
Pues á él, joven incauto, aun conocido
El daño á que se entrega,
Le hizo abrazar el daño.
Sobresaltada, pues, al sitio llega
Que las blancas náyades coronaban,
r aunque en vano, el dolor lisonjeaban
Del amante afligido;
Y admitida, aparente Doralice
De aquel teatro atónito, así dice :
((Todo el monte, oh mi Adonis, he corrido
( Pues te encuentro, dichosa mi fatiga),
Aunque ahora , á mi pesar y el tuyo, diga
Que tu enemigo Marte
Discurriendo va el llano y la espesura,
Solicitando hallarte;
Y hallado, á las estigias aguas jm-a
Que han de admirar los cielos
La sangi'ienta venganza de sus celos.
Si ya en tí no me mienten
Las que registro venatorias señas,
Para salir al monte te apercibes;
¡Oh infeliz joven! lo que tardas vives.
Si prudentes consejos no desdeñas,
Ellos no te consienten
Qne á las selvas te arrojes temerario;
Que es poderoso, advierte, tu contrario.
Que es dios fuerte, y que tiene de su parte
Los celos para ser des veces Marte.»
Dijo, y precipitado
El noble joven de improvisa rabia,
Si }'a no de las furias agitado,
O de los celos, que también son furias,
<(ilás que me obligas (respondió), me injurias.
No me instruye, me agravia,
Tu consejo, oh engañada Doralice;
No soy de tan vil pecho y tan cobarde,
Que lo que un ruego me debió prudente,
Me deba el miedo vil indignamente.
No quieren tus desvelos
Que yo en salir á la espesura tarde,
Cuando tu necia persuasión me dice
Que en la misma espesura andan mis celos.
La robusta tarea.
Atento de Leucipe á la porfía,
Hasta venir la hermosa Citerea,
Olvidado ya había;
Pero perdone ya; porque, aunque vuelva
Mí diosa, en cuyos ojos arde el orbe,
Y con imperio, que amo, me lo estorbe,
Ahora he de fatigar la inculta selva.
Sin olvidar la más remota parte.
Por si me halla ese dios, terrible Marte.
Ni porque él sea dios, y dios tan fiero,
Yo mortal apacible, no gueixero,
La campaña me vedes;
Que mortal fué Diomédes,
Y de él ignominiosamente herido,
Huyó ese dios temido.
Si débil joven soy, me hacen valiente
Dos veces, ya el ser yo favorecido
De la preciosa causa de estos duelos
(Cuya deidad espero que me aliente),
Ya mis rabiosos celos;
Por lo que en esta parte
También vengo yo á ser dos veces Marte.»
Dice; y como el novillo más lozano
En el cerrado soto, al dulce abrigo
De la amiga vacada,
Si ha sentido en el llano
A la novilla amada ,
Y oyó bramar al toro, su enemigo
(Que más que su rival, su padre fuera)
Celoso rompe, con la rabia fiera,
La valla de las madres defensiva ;
Deshace la maleza enmarañada ,
Y cuanto halla derriba ,
Hasta verse en la rústica estacada.
Donde igualar intenta su fortuna
Con la crecida su áuu crrciente luna.
Así el infeliz joven, en^ahadu
De la que califica valentía,
Y era sólo un colérico dcs))echo.
Que encendieron los celos en su pecho,
Ociosa de las ninfas la porfía,
Por todas atropella.
Las ramas desenlaza, estorbos huella,
Y de sus nobles canes rodeado.
Se hurtó á los ojos de la tropa bella.
Que en vano con clamores aun procura
Los oiga el que ya vaga en la espesura.
]Micntras que con el cuerno resonante
El bello cazador el monte altera,
El sátiro, que era
Espía vil, con el aviso viene
A la insidiosa gi-uta de Pirene,
La que ya prevenía en vaso de oro
La confección (de la que no era ajeno,
Proprío sí; porque el oro más brillante,
Y no el barro, esconder suele un veneno);
Tomando, pues, la mágica bebida,
De las insignes yerbas extraída,
«Oh Marte (dice), salva la que adoro
Deidad tuya; tus celos ahora imploro.
En vano ahora fluctúas
En lo que ya mí ciencia vio preciso;
Estos sus hados son; no impedir oses
El que es ya alto decreto de los dioses;
Muera ya el hijo aleve
De Mirra; la ocasión es nuestra, bebe.»
Bebió por fin el dios, y de improviso
Sintió cubrirse de cerdosas púas,
Mientras que el cuello hinchado,
Que por los juntos hombros le crecía,
Con la alta cerviz áspera se unía;
Sobre los cortos brazos derribado.
Fácil la tierra toca
Con la espumante prolongada boca,
Que rayos vibra de marfil agudo,
A los que encender pudo
El fuego que reparte
De sus ojos; y en fin, el que era Marte,
Cerdoso es ya animal, jabalí fiero.
En quien del dios guerrero
Quedaron solamente
Los frios celos y la ira ardiente.
Entre tanto las selvas discurría
Adonis, de furor y sustos lleno.
Los que no conocía;
Pues, por más que salírsele procura
El palpitante corazón del pecho,
A su falso valor autor ha hecbo
De lo que el triste corazón le advierte,
Présago ya de la vecina muerte,
Cuan<li) cual suele el improviso trueno
Estremecer la bárbara espesura
Del sublime Ceraunio, castigado
Del raj'o, que sus altas rocas parte;
Tal vio por un collado
Venir precipitado al que era Marte,
Y ya es cerdosa fiera, que bufando,
Y tras sí desgajando
La déliil jara y la robusta encina.
La selva estremeció circunvecina.
En tanto «jue él intrépido lo espera,
Sordo al corazón noble.
La espalda dando á un roble,
Y el arco jirevenido,
El escuadrón de perros, atrevido,
Lacb'ando cercan la mentida fiera.
Que, las cerdosas púas esgrimiendo
168
DON JOSÉ ANTONIO PORCBL,
De la cerriz valiente,
Y fulminando el espumoso diente,
Derriba por el campo
A Arboloy á Oribazoy áMelampo;
Por lo que, Agre, aprendido el escarmiento,
Lejos le insulta con lailrido ronco.
Adonis, la distancia regulada,
La flecha entregó al viento,
Que, por el viento errada,
Áspid de acero, se clavó cu un tronco.
Ligero acude al dardo.
Que, asiendo mal la mano trepidante,
Deja caer al suelo,
y al inclinarse á recobrarlo tardo,
Llega el fiero animal , y á golpe cierto,
En el siniestro lado descubierto
Escondió todo su marfil tajante.
¿Cuándo, si ahora no, se enluta el cielo?
El joven moribundo,
Caido ya sobre la yerba verde.
Preciosa copia de corales pierde,
Y de la grande herida
A p dazc s saliendo va la vida;
A cuyo tiempo llegan presurosas
(guantas de la ribera
Aun le buscan náyades, conducidas
Del sátiro , que, astuto,
Refirió (y omitió que cómplice era)
De Pirene y del dios la hazaña fiera.
Mas no bien solemnizan, lastimosas.
El fiero golpe del cerdoso bruto.
Que aun iba atravesando la espesura.
Cuando por la región del aire pura
Precipitaban el luciente carro
Las blancas aves de la chipria diosa.
Que desde el Ericino, cuidadosa.
Tornaba á ver su cazador bizarro,
Y asaltada del mísero lamento,
Cierta, aunque no informada, de sus males,
Juzgando tardo lo veloz del viento,
Dejó al viento su carro de cristales,
y se fió de su ligera planta.
De cuya blanda fugitiva nieve
Sacó entonces aguda espina aleve
La púrpura con que hoy arde la rosa;
Pero, sorda al dolor la amante diosa,
Aun más veloz corrió á mayor tormento.
Afligida Leucipe se adelanta,
Y más bien que á la voz, al sentimiento.
La causa , el caso, el agresor reduce,
Y al sangriento teatro la conduce.
Llega, y la turba mísera apartando,
A su Adonis encuentra palpitando ;
Porque el hado guardaba en fiel retiro
Para Venus el último suspiro;
■y así , en señal de que entregarle quiere
Aun el alma angustiada con que muere,
Tres veces se afirmó sobre sus brazos ,
Y tres se derribó, y otra su anhelo
(Mientras qu'- Venus lo contempla tierna)
Porfió á abrir los moribundos ojos,
Que no sufriendo ya la luz del cielo,
Aman su noche eterna.
Hasta que, rotos los vitales lazos
(Que para unirse más, se habían unido),
Huyendo salió el alma con gemido.
Venus, furiosa entonces, castigando
Su blanco pecho, y á las flores dando
Los dorados despojos
D,e su inculto cabello,
Aun abrazada del difunto bello,
Así clamó: «Decidlo, Melpomene,
¿Para qué son los dios( s inmortales,
Si la inmortalidad no los redime
De cuanto triste al mundo sobreviene?
Felices los humanos,
E infelices los dioses soberanos,
A cuya dura suerte
No pondrá dulce fin la amarga muerte.
Ya mi dolor eternamente gime,
¡Oh hados fementidos 1
O al abrigo ponedme de los males,
Ó dad mortalidad á mis gemidos.
ÍCómo, mi dulce Adonis, ha cortado
jáqucsis de tu vida el hilo de oro.
Apenas comenzado,
Si Venus inmortal en tí vivia?
|Ay, mi bien deseado
Al tiempo que perdido!
¿Cómo ha desparecido
En tus mejillas bellas
La dulce paz, que hacía
Con la azucena candida la rosa?
1 Cómo los rayos de tus dos estrellas ,
Con cuya luz hermosa
Brillaba la deidad del tercer cielo?
Púsose el sol. Oh ninfas, vuestro llanto
No deje el mió, para que haga junto
Un mar, para urna de mi sol difunto.
Vuestro dolor sea tanto.
Que para eternizar mi desconsuelo.
Por sacrificio de anuales ritos
Deis á mis aras los dolientes gritos.
¡Ah fiero JLartc, indigno aun de este suelol
Vilísimo desdoro
Del sacro néctar y el celeste coro,
inmortal j-o no sea ,
O con su Adonis pague Citerea
El misero tributo.
Si á ver volviere tu semblante bruto.
[Oh bárbara Pirene! ¡oh Circe infame!
Si aborreces cruel, si amas perjura.
Mi poder desde hoy hará que vean
La hórrida amarillez de tu hermosura;
Porque, ultrajados los colores vivos.
Que amó Neptuno, sean
Desprecio aun á los faunos más lascivos,
Y no porque el color triste se crea
Que efecto de tus aguas se derrama ,
Sino también porque tu rostro afea,
Diga desde hoy la fama
Que es ya dos veces jtálida Pirene.
En vano nuestros bárbaros desvelos
Duración usurparon á la triste
Causa de mi dolor y vuestros celos ;
Porque , si es la mitad del alma mia
Adonis, que aun asiste
Dentro del pecho, donde yo le abrigo.
Vuestros celos y él viven conmigo;
Y para que también viva su gloria,
Su rojo humor haré yo tan fecundo,
Que produzca á los siglos su memoria. »
Dice; y sacando el néctar soberano,
Que en una ampolla de oro contenia.
Lo roció con rostro gemebundo
Sobre los que en la rústica esmeralda
Se congelaban líquidos rubíes.
La sangi-e, pues, al prodigioso arcano
Obedeciendo, empieza á levantarse ,
Y en partes diferentes á empollarse,
Hasta hacerse de hojas carmesíes
La anémona que acaba aun cuando empieza,
Y que para adornar su verde falda
Eligió desde allí la primavera.
Entre tanto la tropa lastimera
De ninfas echa con piadosa mano
Copia de flores sobre el cuerpo frió.
De quien el alma huyó, no la belleza,
Que entre el palor venusto se ha quedado.
Después á un valle umbrío,
De funestos ciprcses coronado.
Lo condujeron , donde
Preciosa tumba de cristal lo esconde.
En la que este letrero
Llamó con voces de oro al pasajero :
«Yace aquí reposando
Aquel para quien Némesis reparte
De Venus la piedad, la ira de Marte.
¡Oh tú, (£ue vas cazando!
Adonis fué la luz de este horizonte;
Pues murió, el sol se puso, deja el monte, »
PRÓCEIS.
Cuanta me referiste horrenda historia,
EL ADONIS.
ing
Aun cuando, dulce, mi dolor divierte,
Con asombros fatiga mi memoria.
AXAXARTE.
No á mí los dioses de tu triste suerte
Me instruyen; pero el hijo de Cinaras
Buscó sus celos y encontró su muerte.
Si en la prolija historia bien reparas,
Teatro en ella tal te he describido,
Que hacen sangriento sus tragedias raras.
Y aunque la tempestad yo haya traido,
Mira, Prócris, si el rayo evitar puedes
Cuando ya el trueno lastimó tu oido.
Vestidas de escarmiento las paredes
De su templo, Diana aun te asegura
Que con amor no vuelvas á sus redes.
Tus celos no profanen su espesura,
Pues por las iras de su diosa fuerte,
No hay amor en las selvas con ventura.
PBÓCEIS.
Si Adonis , no sin miedo de la muerte,
Buscó sus celos, yo los busco ciega;
Que , como es ciego Amor, riesgos no advierte.
Mas, ¿cómo, cuando tu consejo ruega
Que yo evite el enojo de Diana,
A tí de Venus el temor no llega ?
ANAXARTE.
Yo nunca temo á una deidad liviana.
PRÓCEIS.
La que esquiva aun veneras, algún dia
Fué con Endimion diosa y humana.
ANAXARTE.
Siempre esta rigidez ha de ser mia.
PRÓCRIS.
Yo he de seguir mis celos inquiriendo.
ANAXARTE.
/Aun porfía tu error?
PRÓCRIS. -
¿Tu error porfía?
ANAXARTE.
Pero ¿no escuchas venatorio estruendo?
PRÓCRIS.
Una tigre fatigan juntamente
Céfalo é Ifís , hacia aquí corriendo.
ANAXARTE.
¡Qué confusión de perros y de gente!
Prócris , que no nos hallen procuremos.
PRÓCRIS.
Tu Barcino ladrando está impaciente.
ANAXARTE.
¿Y tu Pemena?
PRÓCRIS.
No los libertemos
Sino del tronco que los ha tenido,
Y cada una con el suyo huü-émos.
Ya el mió desaté.
ANAXARTE.
Prócris ha huido,
Sin que el sabueso yo reducir pueda.
Ahora ha de descubrirme su ladrido.
To, Barciu''... Partió el cordón de seda
Por junto á la manilla, y en mi mano,
Mientras que él huye , su prisión se queda.
IFIS.
Ya te tengo; no huirás mi amor insano;
Siga Céfalo allá su chipria fíera,
Y yo á mi fiera hircana.
ANAXARTE.
Será en vano.
IFIS.
jAh ninfa ingrata! Ya se huyó ligera,
Dejándome el cordón con qiie la asia;
Seguirla el pensamiento aun no pudiera,
¿Hasta dónde los hados mi porfía
Conducen? Si ha de ser hasta la muerte.
Muera yo, y morirá la pena mia.
Si en vano, oh Anaxarto , ya se %'ierte
Por mis ojos un mar nunca bastante
Á contrastar escollo que es tan fuerte;
Si eres aun más dura que el diamante,
Que á la sangi-e se rinde , y tii no al llanto,
Sangre que exprime el corazón amante,
Duro fin acredite trson tanto,
Y cuando allá me tenga, horror añada
Tu crueldad al reino del espanto.
Este des]Kijo, que tu mano airada
En la mia dejó, que, aunque suave.
Prenda es tuya, á rigores ensenada,
Será instrumento que mi vida acabe.
Recibe el un extremo, oh tronco fb-me,
Porque el otro reciba el cuerpo grave.
Ya puedo todo al aire permitirme;
Oh sol, que en los dos vives de Anaxarte,
De tres soles á un tiempo he de partirme.
CÉFALO.
Huyó la fiera, y de Diana el arte
Burlará, y al más rápido sabueso...
Pero ¿qué es lo que cimbra hacia esta parte?
¡Ah, selvas santas! ¡qué fatal suceso!
¡Ifís , con la garganta ya partida,
De un tronco pende miserable peso!
No dudo que Anaxarte es la homicida.
Si con la mano no, con los desdenes,
Que ya no pudo consentir su vida.
¡ Oh hermosura ! Cruel imperio tienes ,
Pues ya vida , ya muerte al mundo seas ,
Para estrago del mundo siempre vienes.
Ya la última obediencia, que deseas,
Dio á tu bárbaro imperio su destino.
¡Oh ninfa! vén, porque tus triiinfos veas.
Pero ella aquí se acerca.
ANAXARTE.
Hacia aquí vino
El sabueso, si no me engaño. — ¿Viste,
Oh Céfalo, en el monte á mi Barcino?
CÉFALO.
Lo que yo veo es ese estrago triste.
ANAXARTE.
¿Iñs murió por mí? Mis dichas creo.
CÉFALO.
De algún escollo sin piedad naciste.
ANAXARTE.
En Chipre he de cantar este trofeo.
¡ Oh , si con él pendiera el Amor mismo,
Y cuantos no infamaron su deseo!
CÉFALO.
El horrendo espectáculo al abismo
Estremece, y el cielo, que nos mira.
Recela de su luz el parasismo.
¡Y tú insultas, cruel! Mas no suspira
Un pecho que es de hieiTo. ¡Oh! no devuelva
Sobre tí Venus la sagi-ada ira.
ANAXARTE.
No es poderosa, no, y aunque resuelva
Mi muerte, yo sabré que...
CÉFALO.
¡Dioses santos!
Toda es prodigios la Amatunta selva.
¿Qué querrán anunciarme monstruos tantos?
O Némesis se irrita, ó la espesura
Produce de Tesalia los encantos.
Apenas la cruel ninfa procura
Finalizar la voz blasfema, cuando
Cesa la voz , la lengua es piedra dura.
La planta , que hacia mí movió, parando,
Jaspe quedó, los ojos ya no mueve;
170
DON JOSÉ ANTONIO PORCÉL.
El color del semblante va faltando;
De mármol es el ijecho, antes de nieve,
Y sin ciue envidie de Medusa el arte,
Kl numen vengador, en punto breve,
De risco la vistió por toda parte;
Aunque peñasco rígido quedando,
Piedi-a es ahora, y piedra fué Anaxarte;
Porque , el corazón duro derramando
Por toda ella el rígido veneno,
Fué todo lo demás petrificando.
Huiré de tanto horror, y al sitio ameno
Que está en el centro de la falda umbrosa,
De toda la espesura verde seno,
Iré á olvidar la caza fatigosa,
Si no tragedias tantas. Venus bella ,
Guárdame á Prócris, y serás mi diosa.
PRÓCBIS,
Desde este que eminente se descuella
A hermosa vista risco formidable ,
Que, aunque difícil, superó mi huella,
Se me descubre toda la agradable
Campaña, pero ni á Anaxarte veo.
Ni á Céfalo, ni á Ifis miserable.
Quizá los dificulta á mi deseo
La verde confusión; mas ya igualmente
Las horas parte el luminar febeo.
El venatorio estruendo antecedente
Cedió al silencio ya , y aun la e¡ípcsura
Arde, á pesar del aura, mudamente.
[Ni un can que late! pero á la llanura
Céfalo baja por aquel repecho,
Y hacia el valle de Adonis se apresura,
Donde dicen le aguarda en blando lecho
Esa Laura que tantos ya le cuesta
Fieros cuidados á mi triste pecho.
Sin duda solicita la floresta;
Porque en ella la ninfa á sus desvelos
Previene ali\ios de la ardiente siesta.
I Oh, lo que me persuaden mis recelos!
Yo desciendo. Piedad, diosa enemiga,
Porque voy á morir ó á ver mis celos.
CÉFALO.
Aquí do el agua clara y sombra amiga
El verde prado bañan de frescura ,
Dejar quiero el calor y la fatiga.
Ya que no pueda la memoria dura
Del triste caso, que aunijue fuese ajena.
Me aflige propia aquella desventura.
Junto á este arroyo que apacible suena,
Y fuente al pié de aquella palma nace,
De entre la rubia bulliciosa arena,
Bajo del arqueado opaco enlace
De verdes hiedras con los troncos rudos,
Fresco sitial á mi cuidado yace.
Reclinado sobre él, mientras los nudos
De la red doy al ocio, y mis tres canes
Bajo la tosca breña anhelan mudos,
Descanso dulce tengan mis afanes,
Que hoy no poco los tuvo ejercitados
Desde la fuente de los Arrayanes
Aquella tigre que precipitados
Nos trajo por la s^-lva peligrosa.
Los venatorios tráficos burlados;
Pero, por si ella ó otra alguna osa
Alterar mi quietud, aquí prevengo
El dardo inevitable de mi esposa.
Aquí segura la ocasión ya tengo.
lÁun está solo! ¿Si mi agravio piensa?
O á morir ó á vivir de una vez vengo.
Este intrincado sitio me dispensa
Ver sin ser vista, pues al más agudo
Lince las ramas son muralla densa;
Mas porque el sobresalto aun no sacudo,
I¡)ríade ser quisiera de esta palma,
Q con ojos y oídos jaspe mudo.
Aun la respiración le niego al alma,
Temiendo me descubra su aire leve.
CEPALO.
Toda la selva yace en muda calma.
"Sólo murmura esta disuelta nieve
De que las verdes lenguas de los troncos
El lisonjero céfiro no mueve.
Silencio dieron los j-jeñascos broncos
A la alta selva, ni las dulces aves
Se solicit.an con suspiros roncos.
Todo arde y calla, y callas tú, que sabes,
Oh Aura, que en medio del ardiente dia
Haces tú leves mis fatigas graves.
1 6'«, Avra mia , vén; vén. Aura wia;
Dulce hielo serás del pecho ardiente.
Vén, Avra mia , vén; vén , Anra vúa.
Pero si rumor vano no me miente.
Las ramas se han movido, y al estruendo,
Un can y otro ladrando va impaciente.
La fiera es; al dardo me encomiendo;
Desde aquí se lo arrojo antes que huya.
Logré el golpe.
PRÓCRI3
¡Ay de mil
CÉFALO.
Mas ¿qué estoy viendo?
PRÓCRIS.
Que será sin estorbos Laura tuya
Cuando, más que á este dardo, al sentimiento
De mis celos, mi vida se concluya.
CÉFALO.
Sobre mí caiga todo el firmamento.
Yo al aura, al viento, que el calor templara,
Llamé.
PRÓCRIS.
I Ay de mí! Pues ya fué ninfa el viento.
No me puede, oh Diana, ser más cara
Tu dádiva fatal, cuando la admiro.
De tanta sangre como vierto avara.
Céfalo, adiós; porque difícil miro
El dia, para mí ya noche oscura.
Aura es también; recoge este suspiro.
Faltó ya de la tierra la hermosm-a,
Faltó mi bien, faltó de toda parte.
Llegó mi mal, llegó mi desventura.
¿Cómo al dolor el monte no se parte?
¿Si al ver mi llanto, aun con su amante impía,
De ser peñasco dejaría Anaxarte?
¿No era yo aquel que candido aplaudía
Mis gustos como eternos? ¡ Qué cencano
Vive el triste pesar de la alegría!
¡Oh coro de los dioses soberano!
¿Que hubo de morir mi bella esposa,
Y de su esposo á la sangrienta mano?
[Oh antelación del hado rigorosa!
1 Prevención fué muy corta para esta
Tanta tragedia horrible y lastimosa!
¿Qué fui'ia.s hoy por toda esta floresta
Sembrando han ido fúnebres horrores,
Si para el amor dulce fué dispuesta?
Pero si es selva , y selva con amores.
Ya que la evite, mísero, me advierte
Adonis, muerto entre sus bellas flores,
De Cencreo infeliz la amarga suerte.
Del triste Ifis la desgracia fiera,
Y de mi Prócris la sangrienta muerte.
No me castigues ; huyo, diosa austera.
Huid, huid, mortales, la espesura;
Porque por ley (que aun Júpiter venera)
No hay amor en las selvas con ventura.
COMPOSICIONES VARIAS.
171
COMPOSICIONES VARIAS (1).
Epitafio á una perrita llamada Armeñnda.
Bajo de este jazmín yace Armelinda ,
Perrita toda blanca, toda linda,
Delicias de su ama,
Que aun hoy la llora; llórala su cama,
La llora el suelto ovillo,
Como el an-ebujado papelillo
Con que jugaba; llórala el estrado,
Y hasta el pequeño can del firmamento,
De Erígone (2) olvidado,
Muestra su sentimiento;
Solamente la nieve se ha alcgi-ado,
Pues si yace Armelinda en urna breve ,
Ya no hay cosa más blanca que la nieve.
Epitafio al sepulcro de un perro dogo, muy especial , que se en-
terró en el patio de los Naranjos del colegio de Santiago de Gra-
nada.
Aquí yace Arrofjante ,
Dogo hermoso; \i\\6 para él bastante.
Poco para su dueño, cuyo anhelo
Lugar le diera con el can del cielo.
Sirvió siempre leal, y en ocasiones
Ahuyentó de su casa los ladrones;
Sólo su dueño, oh triste, noche y día
Fué su solaz y fué su compañía.
Si sirves, caminante.
Mucho que aprender llevas de Arrogante,
Lloraras cuando supieras
Que dentro de un mes mcjrias;
Y ¡es posible que te rías,
Y quizás mañana muerasl
Fábula de Alfeo y Aretusa (3).
Canto el amor del despreciado Alfeo,
Cuyas quejas dulcísimas, dolientes.
Por las amargas ondas de Xereo
Aun oyen de Aretusa las corrientes.
Pues tú, deifico dios, otro deseo
Siguiendo vas con círculos lucientes,
Haz que en estas mis cláusulas sonoras
Yo me corone del desdan que lloras.
Tú, de Arellano honor. Mecenas mió,
Que aman las Musas y prohija Astrea,
Que el caudaloso Bétis, patrio rio,
Lleno de lustros saludar d<sea;
Este mi ocio escucha, si es que fio
Lo grave dividir de tu tarea;
Logre yo tus favores entre tanto
Que los desdenes de Aretusa canto.
Del dios rey de las aguas hija era
Ninfa de Acaya, á quien la esquiva diosa,
Cuando desde el Eurota va á su esfera.
Deja el dominio de la selva umbrosa,
Que en la tropa de Oréades ligera.
Siendo la más gentil, la más hermosa,
Aun ausente de F< bo la alta hermana.
No desean las selvas á Diana.
(1) Estas composiciones, asi como El Adonis, se imprimen
ahora por primera \07.. Algunas de ellas f-stán copiadas de un có-
dice de la escoi;i(la librrria di'l señor Marqués de l'idal; las más,
de los autfisrafos ilol mismo l'oitrfL, que forman parte de las ac-
tas de la Academia del ííuin C.usto. {Sn/a del tolectir.)
i'2) Hija de ícaro. liescubriO hi muirte de su padre por medio
de una perra, que no cesaba de aullar sobre la sepultura de ícaro.
CSota del Colec/or.)
'■>) Dedicó PoiicÉL esta comi)osicion al señor don Francisco Ra-
mire?. de Arellano, alcalde del crimen en la real audiencia de
Bai'celona. (^ola del Colecto?:)
No ilustró del Taigeto la escabrosa
Cumbre ninfa más bella, pues la frente
En cada estrella vence luminosa
Los ojos, que abre el cielo transparente; ■
De cuanto en sus mejillas mezcla hermosa
Hizo con el jazmín, clavel ardiente.
Queda uno, que en dos hojas se señala,
Qu'^ encierra perlas, y ámbares exhala.
Bajando al j)ec)io de su blanco cuello,
Mucha nieve en dos partes dividía,
Sobre cuyo candor suelto el cabello.
Las hebras de oro el viento confundía;
Así inunda de rayos ( 1 sol bello,
Nevado escollo al despuntar del dia;
De sus manos, en fin, son los albores
Incendios de cristal, hielos de ardores.
Esta, de Venus inmortal desdoro,
Dejánclolc á la esiialda el peso leve
Del ebrirnco carcaj y flechas de oro.
Estas ajusta al arco, que las mu^e;
Penetra el bosque, y el errante coro
Cede al aplauso que á Aretusa debe.
Porque usurpa á las glorias de Atalanta,
Lo cierto el tiro, lo veloz la planta.
Igualmente partiendo su carrera.
El sol las blancas horas encendía.
Cuando Aretusa, que corrió ligera
Los arduos montes y la selva umbría,
Fatigada desciéndela la ribera,
Y en su encendida nieve permitía
Que en más bello cénit, con más auroras.
El sol hiciese las ardientes horas.
Por laberinto de ál amos frondoso.
De verdes sauces por estancia amena.
Profundo un rio cOx-re silencioso,
O se desliza con quietud serena;
De éstí un remanso advierte delicioso.
Que no le esconde la menuda aireña.
Pues contaba en sus senos transparentes
Uno á uno sus cálculos lucientes.
La calurosa ninfa, que procura
Término á sus afanes deseado,
Solícita registra la espesura.
Por si alguno la advierte Acteon osado;
La soledad el sitio le asegura,
Y habiendo sus despojos confiado
De un sauce , dio al cristal el blanco bulto.
Donde quedó cubierto, mas no oculto.
En el claro remanso, no lasciva,
O se abate, ó se eleva, ó se recrea,
Pareciendo en la espuma fugitiva.
Segunda de las ondas Citerea;
Sus brazos (blancos remos, en que estriba)
Cortan las aguas; y si lisonjea
El viento de sus hebras el tesoro.
Bajel es de marfil, con velas de oro.
En hondas grutas de cristal luciente
El dios Alteo, entonces sosegado.
Oye turbar sus aguas, y la frente
Alzó, de verdes cañas corcmado;
Mira la blanca ninfa, mira, y siente
Dulces incendios en su pecho helado;
Y suspensos sus rápidos cristales,
Así siente su amor, así sus males :
« Si piensas, ninfa bella, que no dura
Un instantáneo amor, y excusas fiera
El bien que me promete esta ventura.
Para crecer, amor tiempos no espera.
Si el ver y el adorar una hermosura
Son dos cosas, ninguna es la primera;
Yo te vi, yo te amé, y otros amantes
No te adoraron m.ás, te amaron antes.
))Calurosa y cansada, tus fatigas
Recibieron benignas mis arenas;
Dulcemente en mis aguas j-a mitigas
El calor y el cansancio, y no mis penas;
Ya que en mi propia urna tú me obligas
A beber el veneno que en mis venas
Arde, reciproquemos los favores;
Mitiguen tus cristales mis ardores.
))Dueño soy (si soy tuyo ¡qué fortuna!)
De cuanto engendra la ribera amena;
172
DON JOSÉ ANTONIO POEC¿L.
Mil arroTUclos desde su alta cuna
Bajan su plata á mi clorada arena;
Contémplase en mí el sol, la errante luna
Aun no se mueve en mi quietud serena;
Mas ¿para qué numero bienes tales,
Si ya sólo soy dueño de mis males ?»
Dice; y lascivo apenas se adelanta,
Cuando ella de sus ondas se le exime
Intrépida, fiando á veloz planta
Nobles defensas, que el amante gime;
Mas, como aunque á Aretusa en fuga tanta
Alas preste el desden, nunca reprime
Sus esfuerzos amor, que es dios alado,
Vuela ella esquiva, y él enamorado.
«Aguarda, espera (dice); oh ninfa, tente;
lOh, si el amor un muro te opusiera I
Teme de áspid dormido el mortal diente,
Cuando no el pomo de oro en tu carrera;
Mas lay de mí! que ni el metal luciente,
Ni el veneno «nortal te suspendiera;
Pues no detuvo ya tu pié divino
Mi pena más mortal, mi amor más fino.»
Sorda Aretusa, y más veloz que el viento.
Huye, y el dios, que en vano ya la nombra,
Tanto se adelantó en su seguimiento,
Que una vez abrazó la amada sombra;
Del fatigado pecho el recio aliento
El tierno oido de la ninfa asombra;
Y como el dios acuoso la seguía,
Creyó que húmedo el austro la impelía.
Asi afligida con el riesgo instante
La casta compañera de Diana,
Contra el esfuerzo del insano amante,
A su deidad apela soberana.
(( Oh dicisa (dice) , si guardé constante
Tus santas leyes , y si aplausos gana
Tu decoro, defiende de este impío
Mi honor por tuyo, cuando no por mió.»
La diosa, conmovida al justo lloro.
De opaca y densa niebla rodeada,
La oculta, y luego la madeja de oro
Corre en hilos de plata liqíxidada;
No de coral, de aljófar es tesoro
La sangre de las venas desatada,
Y al deshacerse en los cristales puros ,
Bullen la blanda carne y huesos duros.
Entre tanto, cual dando vueltas ciento,
En alta noche el can infiel dormido,
A espacioso redil el lobo hambriento
Aulla, y crece el mísero balido;
Tal gira en tomos , firme aún en su intento,
La opuesta nube el dios; y más rendido.
Por si su ingrata bella aun no se excusa,
«|0h mi Aretusa, clama, oh mi Aretusa!»
Desató el viento, en fin, la niebla fría,
Dejando descubierto al triste Alfeo,
Fuente ya, á aquella por quien su porfía
Torpes delicias prometió al deseo.
'Vuelve á sus aguas, nunca á su alegría;
Aunque, por corto de su dicha empleo.
Le conceden que junte su coiTÍente
De BU amada Aretusa con la fuente.
Acteon y Diana (1).
Aquella que nos informa,
Que aunque tres formas vistió,
Ño querrá Tin hombre, y que no
Será de ninguna forma;
Pues si bien Pluton de un cuerno
La llevó por su querida,
De estos casados la vida
Vino á ser luego un infierno;
Con quien de amoroso empeño
No hay quien acordarse cuente,
(1) Esta fábula burlesca , en verdad harto desaforada en su es-
tilo, fué compuesta en las mocedades de Porcel, cuando aun lle-
vaba éste en la Academia del Trípode el primer nombre que usó en
ella, esto es, el de El Caballero de la ¡'¡oirsla. (Nota del Colector.)
Y aun Endimion .solamente
Se acuerda como por sueño;
Hija de Jove (un borracho)
Y Latona, que parió una
Muchacha como una luna,
Y como un sol un muchacho.
Fatigada ésta del uso
De las flechas un verano.
Pues siendo menor su hermano,
A abochornarla se puso;
Viendo entre unas espesuras
Que un mudo remanso habia.
Tan claro, que le decia
A cualquiera dos frescuras,
Dijo : <( En bañarme convengo,
Ninfas, presto, á desnudarme ;
Que, aunque ca.sta, he de limpiarme,
Pues soy leona y manchas tengo.»
Desnudas todas , se fragua
El baño, y aunque temían
Sí desnudas las verían.
Echaron el pecho al agua.
Y cuando en las aguas mudas
Las faltas que desmentían
Vestidas, las descubrían
Como verdades desnudas,
Acteon, hijo de Arísteo
Y Autonoe, llegó cazando
A la fuente, adivinando
Que allí habría un buen ojeo.
Aquí fué la fiesta brava ,
Aquí el chillar, y agua echarle;
Pero el gato, al zapearle,
A la carne se acercaba.
«Vanos son esos trabajos,
Ninfas (dice); no gritéis.
Ni vuestros tiples me alcéis;
Que yo busco vuestros bajos.
))Mí brazo es de todas mangas,
Por feas no os aflijáis;
Que yo, porque lo sepáis,
También suelo cazar gangas.
«Porque vea, no hayas pena,
Diana tus cuartos menguantes;
Que mis cuartos son bastantes
Para hacerte luna llena.
«Que seas casta no contrasta
Lo que á tu honor es debido.
Porque lo que yo te pido
Cosa es que te deja casta.»
Diana con ojos severos
Dice : « No te gloriarás,
Pues si en carnes visto me has,
Yo haré te vean en cueros.
»Y pues de verme los yerros
Te tengo de castigar,
Eso que me quieres dar,
Guárdalo para los perros.»
Dijo, y cornudo venado
Lo hizo: pero, si hacer pudo
La que díú en casta un cornudo,
I Qué no hará la que no ha dado?
Huyendo, pues , por los cerros
Sus perros, que lo encontraron,
Fíeles lo despedazaron,
Con qtie murió dado á perros
Para cofres recogieron
El cuero, y á la cabeza
Enterrada, esta simpleza
O esta discreción pusieron :
«Hombres bobos, que al ver una hermosura.
Le entregáis las potencias y sentidos,
Y aun poseéis las dichas, entendidos
Estad en que la dicha no es segura.
«Acteon escarmientos os procura;
Que á una casta deidad (sí ennoblecidos
Deben los riesgos ser apetecidos)
Dio un sentido, y ya llora su locura.
»Sólo en la vista tuvo su delicia,
Y se vio, cual lo ves, muerto, deshecho,
Bruto y con astas; ¡lero no lo dudo,
COMPOSICIONES VARIAS.
173
))pTies cualquiera mujer que se codicia
(Sea la mejor), lo deja á un hombre hecho
Un pobre, un bruto, y lo peor, cornudo.»
SONETOS.
I.
Enviando unos dulces á una dama , que no gustaba de otros ver-
sos que los deGaicilaso, en ocasión de hallarse indispuesta (1).
Cerca del Dauro, en soledad amena.
Con tu memoria, oh Julia, divertía
Los males de mi triste fantasía,
De cuyo bien la ausencia me enajena;
Cuando por nuevo susto, nueva pena...
Ya no quiero más culto, Julia mía :
Digo en pluma corriente; que ayer dia
Me dijeron que no quedabas buena;
Que era el mal, resfriado, y yo en tal caso
Almendras, te receto, confitadas ;
Prendas son de mi afecto en nada escaso,
Y con motivo de tu mal buscadas;
Cómetelas, y di, con Garcilaso:
¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas!
II.
Al Uustrisimo señor don Pedro de Salazar, obispo de Córdoba,
en ocasión de haber ordenado de presbíteros á unos eclesiásti-
cos granadinos.
Conslilues principes super om-
nem terram memores erunt nomi-
nis lui. (Psal. xliv.)
A ti, oh principe, áureo candelero ,
Que esplendores derrama indeficientes
Por el cordobés templo, reverentes
Dirige afectos corazón sincero.
De tu altamente señalado esmero
Las gratitudes guardarán presentes.
Hijos de aquella que entre muchas gentes
Sus rojos granos coronó primero (2);
Pues si tu mano los eleva á honores
Sobre la tierra, hallando en su alta gloria
De príncipes sagi-ados el renombre;
Dignamente previene á tus favores
El corazón afectos, la memoria
Veneración eterna de tu i^ombre.
IIL
En la muerte y sepulcro del doctor don Blas Antonio Nasarre
y Ferriz, del consejo de su majestad, etc.
Yace aquí varón ínclito ; aquí empaña
Negro horror una pluma brilladora.
Aquí el ejemplo singular mejora
La virtud, que las ciencias acompaña.
Su alma aquella de esplendores baña;
Mientras á la urna que éstas atesora,
Llora la amistad ñel, el honor llora.
Lloran las musas de la gi-ande España;
Llora aún la envidia, pero llora en cuanto
Falta en su ilustre vida el mortal cebo,
Que ejercitó sus venenosos dientes;
Pero convierta ya su cruel llanto
En más feroz rugido; porque Febo
Su fama envía á las postreras gentes.
IV.
A la memorable hazaña de Alonso Pérez de Guzman el Bueno^
en el sitio de Tarifa.
Del fuerte rey el desleal hermano,
Más por traición que por valor seguro,
Confie aun más que en el ariete duro,
En la vil saña, en el enojo insano.
(1) Esta composición y las siguientes fueron leídas en la Aca-
demia del Buen Gusto. uVo/a del Coleclor.)
[i) Alusión alambicada á Granada.
Prevenga, pues, el bárbaro africano
Ultimo asalto al vacilante muro,
Y del metal del sol hijo más puro
La adusta frente coronarse iifano;
Que de tanta traición, invasión tanta,
Oh Alfonso, triunfarás, cuando triunfares
De un amor paternal: ¡oh alta victoria!
En vano Ausonia su Torcuato canta;
Que harán tu hazaña, viéndola ambos mares.
En ambos mundos inmortal tu gloria.
En el elogio del padre fray Bartolomé Rubio, religioso francisca-
no, que murió con fama de santidad, cuya vida compendió en el
panegírico que le predicó el reverendísimo padre lector jubila'
do Mora, con la alegoría de piedias preciosas por virtudes.
Este que, dulce Tulio, ha desatado
Tesoro de docuenoia prodigiosa.
Preciosísimas picdi"as á tu ansiosa
Noble solicitud ha d'^-ramado.
Desenvolverá en ellas tu cuidado
Vii-tudes que en la noche tenebrosa
De nuestro mundo hicieron luminosa
El alma pía de varón sagitado.
Luce entre todas, como la más bella,
La caridad, rubí ardiente en cuanto
Bayos imita enardecida estrella.
Dejó cuanto fué suyo el varón santo;
Poco es, él mismo se entregó por ella.
Oh tú, que aquí la encuentras, da otro tanto.
VL
La bella Anarda conducida era
Sobre un torpe cuadrúpedo, /no explico
Lo que era así ? Pu: s era en un borrico;
Yo no quiero ser culto; /hay tal quimera?
Llegaba, pues, mi bestia á la ribera
De Aguas-Blancas, y dando de hocico.
Derribó la deidad, y por tantico
No se aretusa aunque su Feo muera.
Su cuyo acudió luego, recibiendo
Al desmayado. sol; mucho intentaron
Las mañas del burrillo porta-coles:
Pues si cuatro caballos, despidiendo
De sí un sol solo, al mundo lo abrasaron,
¿Qué no abrasara rm burro con dos soles?
VIL
A Cristo crucificado (3).
El demonio, feísimo
Puso al hombre más negro que la
Y por cosa que no importa una
Perdió, ¡Señor, tu soberana
Pero siendo tu amor el
Descendiste dtl cielo, y nuestra
Pm-ificaste, cuando de una
Agua y sangro nos diste en esa
Blanca el hombre vistió
Y en el alma sonó perpetua
La que es del Padre Eterno eterna
Pues tu muerte. Señor, me hizo
Para que yo con muerte viva.
Muera mi culpa en penitencia
AvesU'vz,
Pez,
Nuez,
Luz.
Arcaduz,
Hez
Vez
Cruz.
Sohrepdliz,
Paz
Voz.
Feliz,
Haz
Atroz.
VIIL
La nunca bastantemente celebrada musa de mi señora la Marque-
sa de Gastrillo halda empezado un poema heroico, cuya materia
eran las glorias de Salamanca, su patria, y antes de concluirlo
murió.
(Soneto, con alusión á la fábula de Orfeo y Eurídice.)
Canta en buen hora, afrenta castellana,
Del tracio Orfeo la patricia historia,
(3) Este soneto con pies forzados fué compuesto en la Acade-
mia del Luen Gusto. \iSota del C oledor.)
174
DON JOSÉ ANTONIO PORO ÉL.
Y del oscnro tiempo lamcmona,
A tu voz resucite la eilad cana.
Cauta, y venza tu lira soberana
Cuanta niebla Letea su alta gloria
Ofuscó por caduca y transitoria,
O mordió el diente de la envidia insana.
El reino del olvido, penetrado
De tu estudio, obediente á tu armonía.
La patria á esplendor nuevo restituye.
Ma-s cuando á mirar vuelves lo jiasado,
Antes que salga á ver el claro din,
Con tu luz, todo en triste sombra huye.
IX.
En elogio del sermón de honras al iliistr'simo y revetendisimo sc;
ñor don Pedro de Castro Vaca v Ouiúonos, presidente «ine fue
de la chancillcría de Granada, a'ziibis|io después de esla ciu-
dad, üllimainente de Sevilla, v limd.idor de la iglesia coleí,'ial
del Sacro Monle, etc., preillcadb por el levercndisiino padre Pi-
colas Calderón, de la Compañía de Jesús, ele. I.a idea del sermón
tué; l'edro, tres veces piedra.
De mi insigne varón el alma pía,
Recta vara, cayado dilig/nte,
Dificulté elogiase dignamente
Quien tanta mereció noble osadía.
Licurgo, el Danro un tiempo lo temía,
Pastor después, lo aína reverente,
Y aun el Bétis alzó la algosa frente
Al eco tierno que le oyó algún día.
De ancianos siglos prendas sacrosantas
Monumento le deben generoso,
Siendo él la Piedra en quien boy persevera.
Mas lo Máximo halló de glorias tantas
Quien, siendo Pedro Máximo, ingenioso
Pedro tres teces grande lo pondera.
EpitaQo de Felipe V.
En este esplendor, no de egipcio vano,
Regio túmulo sí, santo reposo.
El monarca se esconde más glorioso
Que triunfó del inglés, postró al germano.
De los Filipos del imperio hispano
Fué el quinto, y el primero en lo animoso;
Que el cetro, aun más que á su natal dichoso.
Debió al cielo, á su espada y á su mano.
Premió virtudes, castigó maldades.
De su fe y su justicia el celo santo;
Fué dechado de honor y de heroísmo.
Murió para vivir en las edades.
¡No habrá en el orbe rey que sea tanto 1
Pero todos vendrán á ser lo mismo.
A nuestros católicos revés don Fernando el Pexio y doña María
Bárbara felicita, en su exaltación al trono de las Españas. un
su ignorado pero leal vasallo, en esta afectuosa
CANCIÓN HEROICA.
Cuanto la negi-a noche triste llora.
En procelosas lluvias desatada,
Las cenizas del patlre de Faetonte;
Tanto al aparecerse coronada
Di rosa y de jazmín la blanca aurora,
Se dilata sereno el horizonte,
Se rie el valle y regocija el monte.
¡Oh cisnes elocuentes!
¡Oh del más grande rey st'ibditas gentes!
Ya al sepultado sol digno tributo
De lágrimas r udisteis, bien que el llanto
Consumir no pudiera rlolor tanto;
Ahora baiiad el aire de armonía,
Los pechos desatad en alegría;
Que ya, á pesar del tenebroso luto,
Vuelve, de luz su esfera coronando,
P>árbara, aurora, con su sol, I'ei-nando.
Soberbio el cortesano Manzanares,
No ya pobre, que al justo llanto pío,
Porque el Marte español voló á su esfera,
Dejó de ser arroyo y creció á rio;
Imponer piensa leyes á ambos mares,
Y márgenes pidiendo á su ribera,
Aquelóo segundo, brama fiera;
Brama, y para que rompa
Más dulcemente el aire, muda en trompa
El cuerno de cristal, con el que intenta
Cantar un tiempo la.s futuras glorias.
Que alma eterna han de ser de las historias;
Y en tanto, á su deseo iluminados
Los tenebrosos senos de los hados,
A la sagrada llama con que alienta
Febo su heroica trompa cristalina.
Asi, oh gran rey, tus glorias vaticina :
«Levanta, España, la orgullosa frente,
Y en cada afecto préstame un oido;
Escúchame aclamar tu rey Fernando,
Tu rey Fernando el Sexto esclarecido,
Que el renombre juicioso de Prudrnie
Para sí, entre otros muchos, reservando,
Irá de los Fernandos renovando
Lo grande del primero.
La santidad heroica del tercero,
Del quinto lo católico, y de todos
Sus regios, sus gloriosos ascendientes.
Cuanto ilustres los hizo entre las gentes,
LograTido que á las luces de su historia
Lisonja vuelva á ser de la memoria
El esplendor antiguo de los godos,
Y que del sol en el afán diurno
El siglo se repita de Satiirno.
))La hermosa ñ-eute, de laurel ceñida,
Y el cetro de oro ve en la blanca mano
De Bárliara, tu reina, astro luciente
Del firmamento augusto lusitano.
Esta, al real consorte parecida,
Es la que ha de aumentar gloriosamente
La piedad, el valor, el celo ardiente.
Ya de su Lusitana,
Ya de la Isabel nuestra castellana.
Bárbara, pues, y bárbara en la parte
Del nombre, es, por lo afable de sus hechos,
ídolo y culto de españoles pvchos;
Si ya no sea que el afecto mismo
Discretamente suene á barbarigmo
Cuando la adore de futuro Marte
Fecunda (si es que Febo no me engaña)^
Juno del grande Júpiter de España.
¿Me engaño, ó del olimpo bajar veo,
Atropellando nubes de oro y nieve,
Seis blancos brutos, conduciendo ufanos,
En carro que del sol los rayos bebe.
La paz y la justicia, que al deseo
Feliz de nuestros reyes soberanos
Se abrazan dulces y se dan las manos?
Volando se adelanta
La sincera verdad, la virtud santa,
La filicidad sigue prometiendo
Quedarse con nosotros, y entre tanto
La traición, la lisonja, el triste llanto.
Los pálidos cuidados y la guerra.
Que hizo en sangre y furor arder la tienda,
Al negro abismo de su luz huvi-ndo
Precipitados, las espaldas vuelven,
Y como al sol las nivblas, se resuelven,
«Ahora sí que de Marte las violencias
Cerrado el templo, esconderá , de Jano,
Y abÍL-rto el de Minerva, en sus altares
Merecidos (y alguna vez en vano)
Exaltadas serán artes j"^ ciencias;
Dando ya al viento velas por talares,
Mercurio fiel frecuentará los mares;
Ahora por otras lides
Coronarán los pámpanos á Alcídes;
Y sin que el miedo, herido el parche, acuerde,
Cantará, mientras pace su ganado,
El pastor á la sombi-a descuidado;
Hecho aguijón el hierro de la espada.
Contento el labrador verá dorada
De sus espigas la esperanza verde,
Y entre tanto en el yelmo enmohecido
Castas palomas compondrán su nido,
COMPOSICIONES VARIAS.
175
wTanta, pnes, en los días de Fernando
Abundancia de paz y de justicia
Nacerá á sus vasallos oportuna;
Esta esperada paz será propicia,
Hasta que del gran padi-c suscitando
El ánimo, la espada y la fortuna,
Del solio haga caer la media luna,
Cuando el león glorioso.
El águila y el gallo generoso
Con fe se junten, con afecto puro,
Y sus armas católicas triunfantes
Cubran el mar de bárbaros turbíintes.
Tu, oh Rey, á quien el cielo guarda tanto,
De Cristo librarás el mármol santo;
A tí te espera de Sion el muro ,
Y el sagi-ado Jordán, que, expulso el moro,
La sed te templará en celada de oro.
))Óigame el cielo, oh gran monarca mió,
Y en tanto que mi anuncio no me engaña.
En feliz hora ocupa con tu esposa
El trono real de la invencible España.
Eeinad; que en el menor vasallo fio
Que el corazón, cuando los ojos no osa,
Os envié con ansia generosa;
Reinad, y tarde ó nunca
De Átropos corte la cuchilla adunca
De vuostras ^idas el dorado hilo,
Porque gocéis con prole dilatada
Larga paz, feliz cetro, invicta espada.»
Dijo el undoso dios, y el grave acento
Oyó el Ebro, y vohiólo á dar al viento.
Hasta que lo escuchó el bárbaro Nilo,
Que iritado, arrojó contra las rocas
Rabiosa espuma por sus siete bocas.
Canción, mucho presumes si procurí'S
A los siglos hurtar cosas futuras;
Di sólo que en el ínclito Fernando
La España logra un príncipe valiente,
Religioso, magnánimo y Prxidente.
A la hermosura , pudor, susto y libertad de Andrómeda,
expuesta al mouslruo marino.
CAÍíCION.
A un alto escollo rudo,
Del enojado mar eterna injuria,
Opuesta siempre á su encrespada furia,
Con uno y otro rigoroso nudo,
A la hija de Cefeo ligar pudo
La bárbara sentencia
De decretos fatales,
Que en el tribunal ciego de los malos
Promulgó de sus hados la inclemencia,
Por exponerla así á la ardiente saña
Del que ya le previene muerte ñera
En la cerúlea líquida campaña.
Cruel monstruo marino.
Horror de la ribera,
Sin culpa que ocasione su destino;
Que para tanto mal, tanta fatiga,
Le basta una deidad por enemiga.
Al viento se esparcía
El rico oñr de su cabello undoso,
Juzgándose él entonces más dichoso;
Pues, como toda Anch'ómeda gemía
La una y otra prisión que la oprimía.
El que solo quedaba.
Libre de estas crueldades.
Parece que ostentaba libertades;
Sí ya, tal vez piadoso, no intentaba
Lo que, á ser libres las ligadas manos,
Procuraran, cubriendo el rostro bello;
De este modo á los cultos soberanos
De su honestidad pudo
Atender su cabello,
Pues el santo pudor, al ver desnudo
Su blanco bulto hermoso, bien quisiera
Que el escollo se abriese y la escondiera.
Aunque en el riesgo instante.
Del susto con los pálidos desmayos.
Las mejillas ajar debían sus mayos,
Al ver expuesto su recato amante,
Con el carmin cubrieron purpiarante.
Vergonzosas, su nieve.
Lai'go el llanto corría
De sus ojos, que en perlas lo volvía
El nácar-, concibiendo en concha breve
El copioso rocío de su cielo,
A tieni])o que obsequioso el mar besaba
(Repitiendo en cada ola su desvelo)
bu presa planta bella,
Y aun deidad la adm-aba
De sus aguas, si Tétis no, que al valla,
«Si es tan infeliz (dijo) como hermosa,
Poco es la muerte para no ser diosa.
«¿Por qué, oh tú, soberano
Rey de los dioses (tierna su voz dice).
Quieres que sea yo tan infelice?
¿Es la inocencia ya título vano?
Si de rigor armó tu excelsa mano
Mi madi-e Casiopea,
Vana con su hermosura,
Desprecien las Nereidas por locura
Lo que sólo dictó la altiva idea
De necia presunción, y no envidiosas,
Infamemente ultrajen el decoro
De deidades, si no es que más hennosas.
Las haga una venganza.
Hija de un vil desdoro,
Y si suya la culpa, no la alcanza
La muerte, ya confiesan que es más bella,
Porque sea yo infeliz, y deidad ella.
))¿Que las ir.as dominen
Los áninios celestes ? ¿ Que sea digno
En los dioses lo mismo que hace indigno
En los mortales que al rencor se inclinen?
Mas ¿qué me quejo? Contra mí fulminen
Y decreten ruinas;
Dejaré de esa suerte
Lastimosa mi fama con mi muerte,
Y ellas, degenerando de divinas.
La suya dejarán ignominiosa,
Y de su impiedad odios inmortales.
Y pues de una deidad la acción gloriosa.
Que divina la arguye,
No propia de mortales
Y humanos, ser no humano constituye.
Deidades serán ellas, mas tan vanas,
Qiie sólo en la crueldad serán no humanas.»
Entre estas lastimosas.
Bien justas quejas, ya del monstruo horrendo
Prevenía en las aguas el estruendo
Terror á aquellas playas arenosas ,
Cuando, ladrón el susto, á las hermosas
Mejillas purj^uradas
Robó cuanta riqueza
El pasado rubor dio á su belleza.
Huye á lo extremo por las no ignoradas
Sendas la sangre helada, y de su ayuda
El noble corazón destituido.
Su regulado movimiento muda,
Y la quietud altera;
Mas á su rey querido
La parte superior dio la primera •
El socorro, y la ninfa quedó en breve
Inmóvil roca de cristal ó nieve.
Pero, aunque te publique
Humana, sin dejar de ser divina.
Oh Andrómeda, el temor que te domina,
Aunque en el feroz monstruo signifique
Alta envidia su saña, y multiplique
Contra tí su porfía,
Mano hay que lo escarmienta
Y que de lo mortal te deja exenta;
Castigada la bárbara osadía
Por fuerte joven, que en el bruto alado.
Del triunfo de "Medusa hijo valiente.
Victorioso se aclama, y su cuidado
De cuantas maneluí espumas
El negTo humor caliente
Del monstruo, hará nacer otro con plumas,
Parto noble á ser fama, que felice.
Por inmortal deidad te solemnice,
176
DON JOSÉ ANTONIO PORCÉL.
DIÁLOGO.
PEDRO, POETA.
POETA.
Si Pedro, en amar diestro,
Ignora á su Maestro,
De amante no se alabe;
Que el que lo que ama ignora, amar no saDe.
PEDRO.
Cuando en desconocerlo tuve empeño,
Entonces mejor sujje amar mi dueño;
Porque sabio en amar 8iem]irc se llama
El que sabe guardar aqu< llu que ama;
Yo lo negué, mas lo guardé, si pude.
Negándolo, librarme de la muerte.
POETA.
De qué suerte no entiendo.
PEDED.
De esta suerte.
Por el amor en mí Jesús vivia;
Si me confieso suyo, no se dude
Que yo también moria;
Muriendo yo, dos muertes padeciera;
La de cruz y la mia, que sintiera;
Negándolo yo, vivo y me reservo;
Y así, aunque en el Calvario á morir viene,
Queda vivo en la parte que en mí tiene;
Luego, cuando lo niego, lo conservo
En la parte que puedo; esto es amarlo,
¿Qué tienes que dudarlo?
Si Pedi-o, por guardarlo, á Jesús niega,
Y por amarlo, que lo guarda alega.
Cuando en desconocerlo tiene empeño, .
Entonces mejor sabe amar su dueño.
Carta al señor de Gor, conde do Toricpalma,
retirado de la curte al lugar de Cieuipozue-
los, -i divertir el quebranto por la póidida
de un hijo que amaba tiernamente (1).
Conde mió, ya no puedo
Sufrir ausencia tan larga;
Si es por probar mi cariño,
Ya está de prueba y de marca,
¿Los ocho di as son éstos?
O tenemos lo de marras;
Diómela por quince di as.
Tómela por tres semanas.
Mas, como contigo cuanto
Te es preciosísimo guardas
En mujer, hija y sobrino,
¿Qué Porcél ni qué alcaparra?
Consolárame el saber
Que tu musa conquistaba
(Como suele) el laurel sacro.
Que se enreda con tu Palma.
Pero aun no habrán los judíos
Tocado de Ethan la playa (2).
ÍNo sé por qué! pues tu musa
ío se ahoga aun en más agua.
Y sí sé: tu flojería,
Que de la mia es hermana ;
Y luego riñes ([ue duermo,
Y yo pregxinto, ,• y tú pajas?
Dormirás muy lindamente,
T á las diez de la mañana
Cuando más, con tus papeles.
Por juego, tomarás tabla.
La tarde la hará el paseo,
La noche buena, y no larga
La malilla, y me diréis
Que no la habéis hecho malal
Pero la comida olvido;
Como con poeta hablaba,
Pensé que siendo lo menos.
Era por demás nombrarla.
Mas tu mesa es más y más
Abundante, culta y franca;
Eres poeta, y tal poeta!
¡Oh, cjué fueras si ayunaras!
Por acá muy lindamente
Se hace, y aun con ventaja
En lo caliente, sin moscas,
Y con más luz meridiana.
Se duerme ni más ni menos.
Porque yo tengo esta gracia
Desde niño, y cuando duermo,
No me hablo ni con el Papa.
Pero, si tu huésped soy.
(1' Vrasc la contestación del Conde de
Torrepalma en las poesías de éste.
(•2) AUidi' al poeni,\ sobre iloisés, que á la
Sazou e&cribia I'orrepalma.
¿Qué quieres, señor, que haga?
Dar de mano á los cuidados,
Y de cabeza en la almohada.
¿Qué importa, pues, que mis pleitos
Me los metan á baraja.
Que la capilla del Rey
Del manteo no me asga;
Que la cámara no quiera
Purgar para mí una capa
De coro, ni que el Infante
Mande darme una sotana?
Tenga en tu casa un rincón,
Ocios, libros, mesa y cama;
Muérase el mundo, y que viva
Mi Conde de Torrepalma.
Tú mi Mecenas, mi Comes
Miecnas eres , y Espartlia ,
Y eres el Dois nobis hcBC
Otia fecit , si aquí encaja.
Mas, oh, que en vano porfió
En adobarte las chanzas,
Tú sin gusto para oírlas,
Yo sin genio para hablarlas.
¡ Quién para ahora tuviera
La sal de todas las salsas!
¡ Quién se qnevedeizase!
¡Quién se villarroclára!
Por divertirte , á Talía
Galanteé, y la picana.
Siendo una ninfa corriente.
Para mí se ha vuelto estatua.
Hubiérame sido Dafne,
Pues con su laurel lograra
Aderezarte un but^n plato
De aceitunas ó alcaparras;
O, ya que quiso ser piedra,
Muchísimo enhoramala
Fuera una Anaxarte; que
Yo por eso no me ahorcara.
Pero, según lo afligida
Que está su Carantamaula,
Una Ni'obe está hecha
Por yo no sé qué le falta.
Tú, que mejor que yo sabes
De aquella viril constancia.
Donde el sufrimiento pule
Lo que los pesares labran;
De aquel moral estoicismo,
Cuyas hojas, bien rumiadas,
Hacen de una rica seda
La tela de las desgracias;
De aquel socrático humor...
Mas todo esto es patarata;
Más llano y mejor: de aquella
Tu conformidad cristiana;
Podrás decirle mil cosas;
Que aunque yo diga otras tantas,
Valen más las que tú dices,
Y mucho más las que callas.
Y después que la castigues.
Vuélvemela más humana,
Si es que se puede ajusfar
Tu lira con mi guitarra.
Vaya ahora de noticias;
Que fuera delito, carta
De la corte y sin Gaceta ;
Mas no te diré patrañas.
Tuvimos nuestra academia
Esta semana i)asada.
Asistiendo ambas dos luces (3),
Que no consumen y abrasan.
Nuestro amable secretario.
Pues le amamos y nos ama,
La academia, en un soneto.
Abrió con llave dorada.
Tan dulcemente el Ainnso (4)
Cantó del Genil las aguas,
Que lo pensé Garcilaso,
Viendo que en su vega canta.
El Zángano (5) en un romance
Tocó muy bien la pavana
A Catuja, á cuyo son
La risa en todos brincaba.
Yo saqué mi guapo Aquíles,
Aquel mi antiguo fantasma ;
Pero (bien lo sabe Apolo)
Allí le tembló la barba...
Esto va malo, y cansado
El portador, ya me aguarda,
Cuando por despachar presto
Escribo en verso la carta.
Si son versos lo verás;
Ellos como vienen saltan,
Para que, pues son mis gozos,
En esos Ciempozos (6) caigan.
Mi rendimiento á los pies
De mi señora tocaya;
Si le ofende la llaneza.
El asonante lo causa.
Yo bien sé que eres su Cayo,
Su señoría tu Cava,
Que se alfonsea, y que tú,
Si no te cmpepas, te empapas.
A nuestro Marqués, que quedo
Suyo como antes estaba:
Tu capellán, José Antonio
Porcél, desde esta tu casa.
(.") Alude sin duda á la Marquesa de Sar-
ria y á la Duquesa viuda de Arcos, cultiva-
doras ambas de las letras
1 1) Don lilas Antonio Nasarre. Alude á la
l'ábulii (Id Genil, que leyó ^■asarre en la Aca-
demia del Buen Gusto, "dándola por suya.
líi) Don José Villarroel , presbítero, poeta
festivo, muy admirado entonces.
(6) Equivoco sobre Cicmpomelos.
\íiolas del Colector.)
PIN DE LAS rOESTAS DE DON JOSÉ ANTOMO POECÉL,
FRAY DIEGO GONZÁLEZ.
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CRÍTICOS.
I.
DEL PADRE FRAY JUAN FERNANDEZ (1).
El maestro fray Diego Tadeo González tuvo por patria á Ciudad-Rodrigo, y por padres á don
Diego Antonio González y á doña Tomasa de Ávila García y Várela , no menos recomendables
por lo ilustre de su linaje que por sus virtudes morales, cristianas y civiles. Con el uso de la ra-
zón se descubrió en él la afición á la poesía ; la sublime armonía de esta ciencia divina era tan
conforme con su alma, que bastaba que un escrito lo fuese en verso para atraerle á su lec-
ción. Por esta causa leyó en los años primeros de su vida todo lo mejor que en poesía tiene la len-
gua española, proporcionándole libros su mismo padre, quien, sin ser poeta, conocía y estimaba
todos los primores del arte. Era dificultoso que quien congeniaba tanto con los poetas, tuviese un
corazón liosco y desamorado, y así sintió González las heridas de amor casi al mismo tiempo que
los encantos de los versos. Esta dulcísima pasión, que ha sido, por lo común, el primer en-
sayo de los poetas, lo fué también del nuestro, aunque sus versos no han llegado á nuestros dias.
Se deja concebir que serian tan mal formados como oportunos para su intento, y así lo signiiica
él mismo en la carta á Jovino, cuando dice que, sin deber á Apolo numen ni inflamación, cantó
amoroso.
Siendo de diez y ocho años (2) tomó el hábito de san Agustín, y profesó en el convento de San
Felipe el Real de Madrid , día 23 de Octubre de 1751. Hizo sus estudios en Madrid y en Salaman-
ca, con aplicación y aprovechamiento; pero sus mismos condiscípulos observaban en él un
genio particularísimo para la poesía, y una aplicación singular á todos los libros que trataban de
ella. Horacio y fray Luis de León fueron sus autores favoritos; de uno y otro sabía Lis odas casi de
memoria , y al último le estudió con tanto gusto y esmero, que se le pegó el estilo, hasta el extre-
mo de imitarle con la mayor perfección. Una prueba de esta verdad son las adiciones ó suplemen-
tos que hizo déla traducción de los capítulos de Job, que estaban incompletos, y se notan en la
impresión de la Exposición de Job, con letra bastardilla; particularidad capaz sola de hacer ad-
vertir cuál es obra de fray Luis, y cuál de fray Diego González, como lo confiesan los inteli-
gentes.
Siguió la carrera escolástica con honor, no obstante que su genio moderado y pacífico aborre-
cía aquel ergotismo encarnizado que ílorecia en su tiempo, tanto como amaba los libros que con
método y claridad trataban las materias teológicas. Tanto en la cátedra como en el pulpito era
oído con gusto, y muchas veces con admiración. En Salamanca })redicó un sermón del Santísi-
mo Sacramento con tal unción y elocuencia, que, arrebatado el inmortal Ratilo, uno de los oyen-
tes , de su entusiasmo, escribió aquella oda que comienza : Tal de la boca de oro, etc. ; una de las
mejores de este grande ingenio, que á un mismo tiempo hace honor al orador y al poeta (o).
(d) Era grande amigo y admirador de Jovellanos. (2) Había nacido en 1733. (Nota del Colector.)
Cultivó la poesía con el nombre de Liseno. Fnw Dikgo (3) De este elocuente sermón , que llenó de fervoro-
GoNZALEz le profesaba entrañable cariño. En una carta so entusiasmo á sus oyentes y causó gran sensación en
le llama consudo de mis trabajos y alivio de mis ti-is- Salamanca, dio noticia fray Diego González á Juvella-
tezas. {Nota del Colector.) nos en estos llanos y modestos términos, que ponen da
I, Ps. -XVIII. 13
^;,q FEAT DTEGO GONZÁLEZ.
Luego que completó los años de lección que prescribe la religión , procuró ésta no tener ocioso
un sujeto en quien se reunían las prendas más singulares para el gobierno. Era de un genio su-
mamente pacítlco y suave ; amaba tiernamente á sus semejantes, y con extremo á aquellos á quie-
nes se unía con los vínculos de la amistad. El conocimiento de la fragilidad liumana, y el ejerci-
cio de una caridad verdadera, le hacían mirar las faltas de sus hermanos con tanta compasión,
que jamas hubo delito que no encontrase para con él ó disimulo ó misericordia. Exactísimo en el
(•uiiq)limiento de sus obligaciones, reprendía con el ejemplo más que con las palabras; siempre
jiumano para con los frágiles, cariñoso con los observadores déla ley, y. prudente, afable y justo
con todos. Con tan bellas cualidades desempeñó á satisfoccion de los superiores los cargos de se-
cretario de la Visita General de la provincia de Andalucía, el de jn-ior de los conventos de Sala-
manca, Pamplona y Madrid , el de secretario de la provincia de Castilla, y de rector del colegio
de Doña María de Aragón.
En medio de la severidad de las prelacias, no pudo jamas olvidar las musas, ni hacerse desen-
tendido de la bondad y dulzura de su corazón, que le inclinaban á ellas. En su regazo encontraba
la trauíjuilidad y consuelo que tal vez le quital)an sus empleos ; y así , donde quiera que se halla-
ba, siempre hizo versos, que es decir, siempre se procuro un inocente descanso. Ka hermo-
sura y la virtud no pueden menos de hacer sensación en los pechos más castos, ni de hacerse amar
de los moralistas más severos. Su fuerza es irresislíLle , y cuando á sus naturales encantos se
allega la acalorada imaginación y entusiasmo de un poeta, presentan aspectos tan dulces y risue-
ños, que no hay profesión, no hay institutos que puedan prevalecer contra su influencia. Toda
la fdosofía de Epicteto, todos los esfuerzos de la tristeza y el rigor se desvanecen y quedan inertes
en presencia de un colorido virginal y de unos ojos brillantes, significativos y modestos.
El MAESTRO Go.vzALEz uo cra de aquellos espíritus melancólicos y sombríos que desconocen lo
amable de la virtud y lo maravilloso de las obras del Criador, porque se halle empleado en el sexo
femenil. Amó cuanto conoció que era amable, porque era bueno, y procuró celebrar con sus ver-
sos los dones celestiales que admiró en alguna que otra belleza , pero en unos versos tan puros y
castos como su alma. Dos señoras principalmente se advierten en sus poesías: una llamada con
uomltre poético Melisa , y otra nombrada Mirta; aunque es preciso confesar que esta última es la
más celebrada, por causa de la famosa Sátira contra el Murciélago, tantas veces impresa. Entre
las dos, se puede decir que partieron el estro de Delío, y que sus nombres y sus gracias alternaron
al son de su dorada lira. Ambas viven actualmente, una en Cádiz y otra en Sevilla, y por esta
causa no me atrevo á publicar sus nombres. Sentiría ofender su modestia , y no sé si la sombra
del dulcísimo Delio se resentiría de que profanaba la amistad, haciendo palentes los objetos de su
amor (1).
manifiesto el conflicto de un alma Inimilde y timorata nestoy capaz para comenzar siquiera una obra de tanta
ante arduos deberes y graves empeños: «dificultad para mí, y que pide infinito más sosiego
«Me he hallado en el mayor apuro para disponer un «que el que yo puedo esperar... y que sí hubiera
» sermón, que es aquí de mucho empeño, y lo ha sido «conocido que la intención do usted, cuando me en-
«mucho más para mí , por haber pasado algunos años » vio el plan , era que desde luego había de comenzar
» sin predicar, y haber, de consiguiente, perdido el nú- «á formalizarlo, me hubiera excusado con el mejor
wnieu de hacer sermones, que en otros tiempos eran «modo, y en ninguna manara me encargara de lo que
»todami delicia... Ayer, dia \0, le echó de mí, y aun «no podia yo desempeñar.» (Carta autógrafa del maes-
»no me he salisfecho de respirar de la opresión en que tro González á Jovellanos, de 20 de Junio de 1778. —
»me puso la dificultad que hallé en su composición. Colección del Marqués de Pidal.) {Nota del Colector.)
«Creo que el oficio de prior, después de haberme ro- (1) Este amor fué siempre de la naturaleza más ideal
Mbado mi natural dulzura, lia enervado todo el vigor y casta que imaginarse puede. Así lo declaraba síem-
»de mi espíritu, y es capaz de privarme del uso de la pre fray Diego González. Véase, por ejemplo, lo que
)) razón. Enteramente me desconozco, y me admiro de escribía á Jovellanos con motivo de una broma dada al
» mí mismo. Me hallo tan desmemoriado, que se me ol- prior de Sevilla , fray Miguel de Miras, acerca de su en-
»vidan los nombres de las cosas más comunes; cosa lusiasmo por la candida Trudina:
))que á veces me da risa, y á veces me causa el mayor «No he conceptuado yo la inclinación de nuestro
3) cuidado. ¡ Ay , dulcísimo amigo mió! ¿Qué podré de- nMireo á Trudina de otro modo que como usted me la
3)cir á usted acerca de Las cuatro Edades? Puedo ase- » expresa, ni siento de otro modo en la materia , ni qui-
wguraile con toda verdad que mientras no salga de «siera que otro conceptuara de oira manera la inclina-
»csfe quisquilloso oficio y tristísimas circunstanci:'s, no «cion de De^io á la honestísima Mirta, á quien, más
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CRÍTICOS. 179
En los úttimos períodos de su vida pensó González que debia emplear sus versos en asuntos más
serios y más propios de su sabiduría y de sus años. Fomentó este pensamiento una preciosa carta,
en verso, que dirigió don Gaspar Melchor de Jovellanos, desde Sevilla, á Dclio (el maestro Gonzá-
lez), Butilo y Liseno, residentes entonces en Salamanca (1), en que les persuade á renunciar al
amor, y á que empleen sus versos en objetos grandes, que traigan provecho á la patria é imnorta-
licen sus nombres. El público ha sido ya testigo del efecto que causó esta carta en Batiio (Melen-
dez Valdés), y lo viera completamente en Delio, si una tristeza mortal , nacida de sus conti-
nuos achaques, le hubiera dado Jugará que continuase y diese fin al poema de Las Edades , que
dejó solamente comenzado. Sin embargo, el libro primero y la égloga intitulada Llanto de Delio
y profecía de Manzanares, i)ruelxm bien que tenia fondo, y esto para más que asuntos amorosos.
Concurrió á hacer estéril su deliciosa pluma una extraordinaria desconlianza que tenía de sí
mismo (2). Jamas hubo hombre que se juzgase apto para menos , ni tuviese más baja estimación
de los partos de su entendimiento (5) ; y esto era tanto más admirable, cuanto veia frecuente-
mente aplaudidas sus obras de personas inteligentes é incapaces de tributar lisonjas. Por este
mismo principio era muy taciturno en las concurrencias; temía hablar delante de literatos, por-
que no se tenía en este concepto. Alguna vez , estimulado de los amigos , hablaba y decía su pa-
recer, y entonces veíamos y admirábamos todos sus conocimientos, sus luces y su modestia. Con
un semblante triste , meditabundo y macilento (4) , poseía una sal ática para sazonar sus con-
versaciones familiares, que ponía admiración. O no había de tener una cosa ridiculo, ó se lo ha-
bía de encontrar el ¡maestro González ; y como poseía el conocimiento de la lengua y todas las
gracias de la expresión , hacia amable y divertido su trato, y al mismo tiempo instructivo ; pues
bien sabida es la sentencia de Cervantes, que el hacer reír no es sino de grandes ingenios.
Sus poesías manifiestan , mejor que cuanto puede decirse , el carácter del maestro González.
En ellas se echa de ver un geni') dulcísimo, una alma penetrada del amor, un talento claro y des-
pejado, una inclinación decidida á lo mejor, un tino particular para elegir lo más bello, y últi-
mamente, un lenguaje tan puro y castizo, y una versificación tan dulce y armoniosa, que, sin
disputa, lleva en esto último ventaja al grande fray Luís de León. Sin embargo de tan altas cua-
lidades, vivió casi desconocido, porque aborrecía la ambición, y todos los medios infames deque
se vale para elevar á los sujetos. Era franco, sencillo, ingenioso, sin aquella ostentación ni fausto
que suelen aparentar algunos para venderse por sabios ; y con la mayor frecuencia le oí confesar
sobre varias materias, sin rubor alguno, su ignorancia. Yo no he leido ese libro ; No entiendo esa
Mquela hermosura, le aficionó la natural modestia de «cilmcnte conseguirán de mí el que no la vuelva á
))su semblante y cierta confrontación de las dos al- «mostrar, ni ella me sirva de impedimento para em-
))mas. No era capaz Mireo, á quien tengo por de vé- «prender lo que se ofreciere; mas creo que no alcan-
wras virtuoso, de otra inclinación menos pura.» (Carta «zarán á desterrarla de mi espíritu. Y á la verdad, des-
autógrafa de fray Diego González. — Colección del » pues de haber enviado aquella carta, sentí mucho el
Marqués de Pidal.) {Xota del Colector.) «haber ponderado tanto mi desconfianza y deprimido
(1) Puede verse esta caria en las Obras de Jovclla- «mis talentos, por el temor de que pudiese parecer
nos, tomo xlvi de la Biblioteca, pág. 37. (hlcm.) «todo esto artificio del amor propio; que así como el
(2) En la presente colección hemos incluido algu- » astuto médico suole ponderar mucho la gravedad do
nos versos inéditos del maestro González. «la dolencia pnra acreditar más la curación, así los
No hemos querido dar á la estampa una Cantilena á «hombres suelen confesar con demasiada humildad su
Mirla y una Sátira á «na vieja, que hemos encontrado « insuficiencia, para que después se estimen en algo sus
entre los papeles de Jovellanos, por paiecornosamiías «obras como superiores á la esperanza.» (Colección
composiciones indignas, por varios motivos , de aquel del Marqués de Pidal.)
simpático poeta. {Ídem. En realidad era hombre instruido, y Jovellanos le lla-
(3) En una carta al padre Miras decía estas modestas ma el sabio Delio. {Nota del Colector.)
palabras: W Tuvo algunos siiLsabores de familia. Refiere uno
«Yo he compuesto muy pocas cosas con juicio, y en de ellos á Jovellanos en una larga carta, escrita en la
»todas ellas se echa bien de ver mi falta de instruc- Coruña, el 2ü de Agosto de 1779. Le apesadumbraba de
»cíon.» tal manera, que dice en su carta:
En otra carta, dirigida á Jovellanos el 19 de Octubre «Muy tristes imaginaciones agravan .sobremanera
de 1776, le dice así : «mis comunes pesares y la infelicidad que llevo deníro
(( La desconfianza en todas mis obras mo es tan con- »de mí mismo adonde quiera que camino. » {ídem.)
«genial, que las razones con que usía rae arguye, fá-
180 FRAY DIEGO GÓNZALE2.
materia; Me faltan principios para juzgar de tal ó tal cosa: tales eran sus expresiones cuando se
le quería precisar á decir su parecer sobre algún asunto que no penetraba bien.
Vivió siempre conio quien tenía que morir; pero cuando se convenció de que su muerte estaba
cercana , avivó su espíritu, y procuró volver toda su atención á Dios y á la eternidad. Entonces le
entró algún escrúpulo por causa de sus poosias, y habiéndolas juntado con varias cartas y pape-
les inútiles, me encargó que lo quemara todo junto, sin advertirme nada. Yo sospeché el engaño
que quería hacerme, del demasiado cuidado que ponia en ocultarlo; y como su suma debilidad
no le liabia permitido barajar bien ios papeles, antes de aplicar la llama conocí que estaban allí
sus poesías. Apartólas con cuidado, y libré de un eterno olvido los felices partos de este ingenio
español; pero él quedó muy satisfecho de que con su muerte perecían también todos sus versos.
Esto fué cuatro días antes de morir, y desde entonces me clavaba con mucha frecuencia la vista,
y me decia : Esto es morir. En este momcnlo no lemo d la miierle: sólo temo mi vida pasada; pero
Jesucristo murió por mí. Agravósele el mal, recibió los santos sacramentos, y descansó en el Se-
ñor, día 40 de Septiembre de l'üi, con la mayor tranquilidad, dejando á sus amigos llenos de
dolor, y á todos grandes ejemplos de conformidad, fervor y magnanimidad cristiana.
No quiero hacer análisis de sus poesías, ni referir ciertas particularidades, que serian tan esti-
madas dentro de dos siglos como importunas al presente. Una amistad de las más verdaderas me
hacia testigo de todos sus secretos, y esto ¡mismo le unía tan estrechamente conmigo, que nada
hizo ó pensó en que yo no tuviese parte. Llegó esto hasta el extremo de usar de mis versos como
sí fuesen suyos , dándolos por tales á personas que se los pedían. Los que saben cuánto incomoda
un hijo espúreo del entendimiento , conocerán á fondo en esta sola acción la fineza del maestro
González para con sus amigos. El público ilustrado no retractará el juicio que tiene , ya hace
tiempo, formado de este grande hombre; antes bien creo que ahora, que se le presentan todas sus
poesías purificadas y netas, las estimará como es justo, y las colocará entre las de nuestros escla-
recidos poetas , al lado de las de Garcilaso, de fray Luís de León y de Herrera.
El MAESTRO González tenia sus poesías sin orden alguno. Yo las he dado alguna coordinación,
clasificando las piezas según su especie. Varias composiciones se me han remitido á la muerte del
MAESTRO González. Ellas prueban que tenia amigos, y que no eran de aquellos á quienes las mu-
sas miran con ceño. ¡ Ojalá que cualquiera de ellos se hubiera tomado el trabajo de escribir estas
memorias del maestro González ! Mi amistad lo hubiera agradecido, ellos quedarían más satisfe-
chos, el público mejor servido, y el maestro González dignamente elogiado. ¡ Jovino! (Jovellanos);
¡ah elocuentísimo Jovino! hé aquí el Lysíppo que debería sólo formar la estatua de Alejandro;
pero conténtate, amado lector, con las desaliñadas cláusulas que ha dictado la verdad , y ha in-
terrumpido muchas veces un dolor eterno , que durará tanto en mi alma y en mis ojos como la
imagen del maestro González en mi corazón.
[Salamanca, 1795.)
II.
DE M. G. TICKNOR.
(Historia de la Literatura española.)
«El MAESTRO GoNZAi^Ez, como pocta , se adhirió más que Melendez ala antigua escuela caste-
llana , aunque eligiendo uno de sus mejores modelos , pues imitó á fray Luís do L'^on con tan fe-
liz éxito, que al leer sus odas y algunas de sus versiones de los salmos , nos parece oír aún la so-
lemne entonación de su gran maestro. Sus poesías más populares, sin embargo, pertenecen al
género festivo, tales como El Murciélago alevoso, que se reimprimió muchas veces; sus ver-
sos A la quemadura de un dedo de Filis, y otros juguetes semejantes, en que se mostró dueño ab-
soluto (le cuantos giros felices y gracias de estilo encierra el antiguo lenguaje poético de Castilla.
Un poema didáctico sobre Las cuatro edades del hombre , que comenzó , dedicándolo á Jovellanos,
quedó sin concluir. Sus poesías , que circularon con profusión durante su vida, parece haber sido
para él de muy poca importancia. »
ÉGLOGAS.
181
POESÍAS.
LLANTO DE DELIO
Y PROFECÍA DE MANZANARES.
ÉGLOGA
escrita con motivo de la temprana muerte del señor infante don
Carlos Eusebio, y del felicísimo fecundo parto de la serenísima
señora Princesa de Asturias.
DELIO, MANZANARES, POETA.
POETA.
El sol hacia su ocaso declinaba
y entre nubes oscuras se esconclia
Por no ver los desórdenes del suelo;
En calma el viento estaba,
y el canto de las aves no se oia,
A la vista negado el claro cielo;
Todo aumentaba el duelo
De Delio malhadado,
Que, mientras su ganado
Pastaba junto al tardo Manzanares,
Lloraba sin alivio sus pesares.
Alzando al cielo el rostro lagrimoso
(¡Ah! ¡cuáut- demudado de como era
Cuando los duros hados permitían!),
Lanzó un ¡ay! lastimoso,
Que del eterno asiento conmoviera
Los montes, que dolerse parecían;
Mas no correspondían,
Como otras veces ; que ora
La ninfa habitadora
De los bosques tapaba las orejas.
Cansada ya de repetir sus quejas.
Tomó la lira , que á su lado estaba ;
La lira, don de Apolo, que victorias,
Amores y del campo la verdiua
Algún dia entonaba
(¡Oh tristes, molestísimas memorias);
Mas ora, ya trocada su dulzura
En amarga ternura,
La arrima al pecho blando,
Y sus cuerdas sonando.
En triste son y lúgubre armonía,
Hablando con el rio, así decia :
DELIO.
Rehuye, oh Manzanares, presuroso
Del suelo que hasta aquí te fuera amigo,
Y retira del Tajo tu carrera;
Del Tajo, que después de ser testigo
Inhumano del caso doloroso,
Que el horror esparció por su ribera ,
La nueva lastimera
Va cruel publicando
Por donde va pasando,
Desde el extremo ardiente á Lusitania,
Diciendo en su corriente :
«ya de Hesperia la luz resplandeciente
Faltó en la Carpetania.»
¡Oh triste hora! ¡Oh tenebroso dia.
En que del centro de la deliciosa
Selva, do están los lares más sagrados,
Salió la voz doliente y lastimosa :
«Murió Carlos, murió nuestra alegría.»
Temblaron, al oiría, los collados;
Pastores y ganados
Lloraron de consuno.
¡Oh fracaso importuno!
I Oh tierna flor! ¡Oh tela delicada,
Cuyo precioso hilo,
Torciilü apenas, con agudo filo
Cortó la Parca airada !
¡Oh muerte injusta! ¿cómo nos robaste
De un g(il])e solo toda la hermosura
y esperanza de nuestra amada gente?
La tierna edad ¿no te inspiró ternura?
¿ Pudiste ver sus ojos? ¿No cegaste
Al ver la majestad, que ya en su frente
Rayaba claramente?
¿ O acaso el nomlu-e augusto
Te causó tanto susto.
Que el mismo miedo te infundió osadía
Para tan fiera hazaña.
Pensando que lograrla tu guadaña
No pudiera otro cüa ?
¿ Posible es que en tu daño, niño hermoso.
Reservase Esculapio los secretos
Que le alcanzaron nombre y ser divino?
¿Acaso sus durísimos decretos
No los obedeciste religioso 1
¿Por tu carne (¡ay!) no abrió el hierro malino
Doloroso camino?
¿Rehusaste, por ventura.
Probar el amargura
De la roja corteza peruana?
Y tras esto, ¿ el dios crudo
Tuvo tanta dureza , que ver pudo
Finar tu luz temprana?
¿ Ni bastó á detenerte , alma preciosa.
Peí delicado cuerpo la hermosura,
A tu ser celestial correspondiente?
¿Ni de tu dulce madre la amargura?
¿Ni del padre y abuelo la forzosa
Pena? ¿ Ni el ver la plebe condoliente.
Que religiosamente
En uno congregada.
Por tu salud amada
Votos mil , con fervor y llanto, hacia
Al cielo ? ¿ Ni el temprano
Y rico sacrificio, por mi mano
Alzado cada dia?
Volaste al cielo, en íin ; dejaste al suelo,
Miedo en el corazón, llanto en los ojos,
De tu ausencia eternal dignos legados.
La tierra fria cubre tus despojos.
Trocóse la alegría en triste duelo.
La madre, digna de mejores hados,
Por campos y collados
Corre sin ornamento,
Llenando de lamento
La horrible soledad, y tiernas quejas.
Y yo, de los pastores
Escándalo, por darme á mis dolores,
Olvido mis ovejas.
En la más retirada, más sombría
Mansión de esa enlazada selva umbrosa,
Do nunca penetrara el rayo ardiente
(Que sin tí hasta la luz me fué enojosa,
Y aborreciera toda compañía),
Allí me escondo y lloro largamente.
No hay quien atentamente.
Mirando tal tristura.
No la juzgue locura ;
Mas yo, en vez de negarlo, lo confieso,
Pues forzoso imagino
Que quien te pierde á tí, Carlos divino,
Pierda también el seso.
Si alguna vez al cuerpo fatigado
Regala con su bálsamo Morfeo,
Entredicho poniendo á mis querellas,
Al piuito me parece que te veo
183
FEAY DIEGO GONZÁLEZ.
Con tus tiernas hermanas por el prado
Andar cogiendo de sus flores bellas.
Adornando con ellas
Tu dorado cabello,
Y que al verte tan bello,
Abrazos mil te da la dulce Luisa,
Te besa el padre amable ,
Mirándolo el abuelo venerable
Con apacible risa.
Mas luego, vuelto en sí del dulce engaño
El ánimo mezquino, cual torrente
Con grave impedimento det'uido.
Que crece, rompe, y vuelve fuertemente
De las quietas azudas li tamaño
Sobre los secos ejes con gemido,
Poniendo en útil ruido
La aceña, que yaciera
Dormida en su ribera ,
Asi el dolor insano toma aumento
De la quietud pasada,
Y cuanto aflige al alma descuidada
Le pone en movimiento.
Mil metli-osos portentos, no creídos
Entonces, tanto mal nos anunciaron;
Mis ovejas miraban tristemente
Adó el sol mucre ¡súbito espiraron
Dos corderos á Carlos ofrecidos ;
La guerra ¡ay, Dios ! la flor de nuestra gente
Devoraba inclemente ,
Y Marte, ardiendo en ira,
Holló y rompió la lira
De Dalmiro, ¡oh dolor! la digna sólo
De celebrar la gloria
De Carlos, extendiendo su memoria
Del uno al otro polo.
¡Oh Tajo! huye, y luengos giros dando.
Evita el cruel recinto, y su verdura
Trueca en árido yermo y pavoroso ;
Crezca, en vez de la flor, la espina dura,
Ni vierta allí la aurora el llanto blando,
Y do amores cantaba el delicioso
Ruiseñor, el medroso
Buho mil quejas cante,
Para que el caminante
Diga, al ver tal mudanza : «¿Dó se ha ido
El verdor de este suelo ? »
Y le digan : « Castigo fué del cielo,
Por lo que ha consentido.»
Desde que al mundo el sol su rayo encubre,
Comienzo aquí tendido el triste llanto.
Que no enfrena la noche temerosa.
Veo volver los cielos entre tanto,
Y el paso circular se me descubre,
Señalado por Juno recelosa
A Calixto amorosa.
Aquí la aurora bella
Me encuentra en mi querella,
Aquí me halla, al comenzar su día,
Apolo refulgente.
Todo pasa y se muda ; solamente
Qufda la puna mia.
Y tú, prt eioso rio, si aprendiste
A ser piadoso de los regios lares.
Que bañas ledo, atiende á mi gemido,
Y apruebe la razón de mis pesares
El coro de las ninfas que te asiste.
Mas ¡ ay ! que en tus arenas divertido.
Me niegas el oído.
Ni curas de mis quejas,
Y sin pena te alejas,
Y me dejas en mísero lamento I
Pues lleva en tus cristales,
Para dulce testigo de mis males,
El débil instrumento.
POETA.
Aquí dejó el pastor su triste canto,
Y á las aguas echó la dulce lira,
Sin saber la virtud que en sí tuviera.
Sintió el rio el encanto,
Y mientras Dulio el nuevo caso admira,
Pió á conmoverse toda la ribera.
I Oh, si dado me fuera
Ref' rir como es digno
El caso peregrino!
Dilo tú, sabia Musa, ó dame aliento
Para que decir pueda este portento.
El rio, que yacía confundido
Con la menuda arena, de repente
Se incorporó en figura sobrehumana,
Y apareció vestido
De túnica sutil y trasparente.
Venerable su faz y soberana,
La liarba luenga v cana
Y el cabello rizado,
De espadañas cercado,
]\rostral:)a en la estatura y gentileza
Que era propia de un dios tanta grandeza.
íSüljre el siniestro codo recostado.
Tres veces sacudi(') del crespo pelo
Las arenas, que lluvia parecían
De plata sobre el prado.
Alzó la ¡poderosa diestra al cielo ,
Los coros de las ninfas atendían,
Y en silencio yacían
Los faunos, que al ruido,
Del bosque habian salido.
Y el Dios, mirando á Delio, que estuviera
Sorprendido, le habló de esta manera ;
MANZANARES.
¿ Por qué te das tormento,
Pastor desacordado,
Y llenas de clamores mis riberas?
Cese ya tu lamento,
Y á son más elevado
Templa la dulce lira placentera,
Y á la celeste esfera
Levanta en este dia
Las santas bendiciones
Y soberanos dones
Que el cielo piadoso nos envia,
Y la extraña ventura
Que el bien de nuestros campos asegura.
Carlos , de tí llorado,
Eterna luz habita,
Sentado entre los dioses inmortales,
De rosas coronado,
Que el tiempo no marchita,
Y abundoso de bienes celestiales ,
Con manos liberales
A nuesti'a tierra amada
Ha tanto repartido.
Que parece ha subido
A robar la riquísima morada
Y tesoros del cielo.
Para verterlos sobre nuestro suelo.
Oye mi profecía
Con oídos atentos.
Que el tiempo venidero hará patente ;
Guadarrama y Fonfría
Sus eternos asientos
Primero trocarán, que levemente,
En lo que aquí te cuente,
De la verdad sincera
Discuerden mis razones,
Ni se frustren los dones
Prometidos, qxie es justo te refiera.
Pues la razón precisa
Escucha ya. La amable y dulce Luisa...
POETA.
Apenas el augusto nombre oyeron
Ninfas y faunos, con alegre ruido
Tantos vivas al cijelo levantaban.
Que al dios interrumpieron.
Y el un coro del otro dividido,
Los faunos dvilces himnos entonaban,
Y las ninfas hollaban,
Con gracia y compostura,
D(;l suelo la verdura.
«Viva, viva», los unos repetían ;
Las otras, «Luisa, Luisa», respondían.
Duró i)or largo rato el alegría
ÉGLOGAS.
183
Y festín comenzado, que mirara
El numen complacido ; y conociendo
Que nunca acabaría
Sí á los coros silencio no intimara,
En los labios proféticos poniendo
El índice, y diciendo :
«Escuchad lo restante»;
Encendiendo el semblante,
y el gozoso tumulto sosegado,
Siguió el dios el discurso comenzado,
MANZANARES.
La amable y dulce Luisa,
La más bella pastora
Que vio en su regía orilla el Eridano,
Y hoy nuestro suelo pisa,
En cuyo rostro mora
El coro de las gracias, y lo humano
Junto á lo soberano,
Y cuando mis orillas
Pasea airosamente,
Por verla solamente
Corren todos U)s pueblos en cuadi-illas,
Ni cesan de alabarla.
Ni se hartan sus ojos de miraxla;
Aquella nuera amada
Del mayoral más bueno
Que nuestros valles rige cuidadoso ;
De Venus regalada,
En el fecundo seno
(¡Tanto nos es el cielo dadivoso!)
Siente el peso amoroso
Del duplicado fruto.
Que hará perpetuamente
Dichosa ntiestra gente,
Y quitará á la Hesperia el triste luto,
Entregando al olvido
El llanto por el doble bien perdido.
El término cumplido
De nuevas fases jiiiras.
Por Luisa dejará su bosque amado,
Y al Endymion dormido
Lncina en las alturas ;
Y el mayoral, mostrando con agi'ado
Al pueblo allí ayuntado
Los dones superiores,
«Ve aquí, dirá, ¡oh preciada
Nación! asegurada
La clara sucesión de tus señores.
La pena se disipe
De dos Carlos con Carlos y Felipe.»
Y con extraño gozo
La plebe religiosa
Loará por tal don al cíelo santo.
Correrá el alborozo
Por la tierra dichosa,
Y oii-áse por do quiera el dulce canto,
Que beneficio tanto
En verso peregrino
Levante á la alta esfera,
Desde esta mi ribera ,
Donde moran las Musas de contino,
Hasta aquellas majadas.
Por el mar de nosotros alejadas.
De flores olorosas
Las cunas rodeadas.
Las gracias mecerán suavemente ;
Y asistiendo oficiosas,
Cantarán mil tonadas.
Con que toda tristeza y mal se ahuyente
Y el bien esté presente,
Y con susurro blando
Las amigas abejas
Adormii-án sus quejas,
En tanto que las parcas, volteando
Los husos sin estruendo.
Los preciosos estaml)res van torciendo.
Mas luego que pasando
Los años no sentidos,
A sus amados padres conocieren,
Y su luz explicando
La razón, los crecidos
Ejemplos de virtud heroica vieren,
Y cuando percibieren
La piedad del abuelo.
De la virtuosa madre
La dulzui'a, y del padre
El valor y otros dones mil del cielo,
Y ya en edad mayores,
Las historias de sus progenitores
Lean... y cómo trajo
Eilipo el Animoso
Desde el Sena la sangre esclarecida
A nuestro amado Tajo,
Del cíelo don precioso,
Con que fué nuestra Hesperia enriquecida,
Y su gente regida
Por costumbres mejoi-cs ;
Cómo ])ulió su tríije,
Ci'imo fijó el lenguaje,
Y el cauto acrisoló de los pastoreo,
Con otros claros hechos.
Cuya memoria dura en nuestros pechos,,,
Entonces nuestro suelo
Brotará nuevas florep.
Volverá al mundo la ofendida Astrea,
Y reinará sin duelo
Entre nuestros pastores.
Tornará el siglo de Saturno Khea,
Y verterá Am altea
Del rico don sagrado
Los bienes sin medida.
La grama apetecida
Seguro pacerá nuestro ganado,
Y en las ociosas horas
Cantarán tanta dicha las pastoras.
Kecibirá el arado
Facilidad, y el fcuto
Excederá la rústica esperanza.
Mercurio con agrado
Percibirá el tributo
De la-nave traída con bonanza.
Y á Minerva alal^auza
Se dai'á cuando hiciere
Que en las hesperias partes
Sus tres amadas artes,
Y cuanto ya empezado bueno hubiere,
Por el doble talento
Llegue á su perfección y complemento.
Mas oye las señales
Que á tanta profecía
Acompañan, en fe de verdadera.
Con pactos inmortales
Se firmará algún día
La paz más ventajosa y lisonjera
A toda mi ribera.
Después que tremolados
Los soberbios leones,
Sean en tus pendones,
Castilla, en triunfo y ovación llevados
Por el valor hispano,
Desde el seno balear al mejicano.
Y la ciudad alzada
En la afiieana orilla.
Donde la esclavitud fijó su .asiento,
Al suelo derrocada,
Con la infame gavilla.
Verás por fin con ruina y escarmiento.
El ibero ardimiento
Con más razón temido
Será de aquella gente,
Y porque eternamente
Se extirpe, á tan humano intento unido.
El dueño soberano
De África y Asía nos dará su mano.
¡Oh Delio, si lograras.
Por raro don del cielo,
Que tu edad se midiese por la mía!
¡Cómo ledo cantaras
Las dichas de este sucio.
Cumplida ya tan alta profecía I
Pero la muerte ñ'ía
Te ocupará, y tu canto
Con verso más ameno
181
FKAY DIEGO GONZÁLEZ.
Proseguirá Liseno,
A quit-n oye Compluto con espanto;
Y tal vez el Henares
Alzó el pecho, atendiendo á sus cantares.
También con alto estilo
Ayudará al intento
El que en el Tormos canta dulcemente,
Batilo, el buen Batilo,
A quien dio su instrumento
Dalmiro, que con voz desfalleciente
Le dijo : « Solamente
Á tí, zagal, es dado
Concertar esa lira,
Que destrozó con ira
Marte, y cantar del sig'o bienhadado;
Y será el canto diño
Si lo aprobare el juicio de Jo vino.»
POETA.
Dijo el rio, y tornóse al ser primero;
Faltó el grande auditorio de repente;
Volvió en sí Delio, y la visión tuviera
Por sueño lisonjero,
Si un gozo celestial, que dulcemente
Sintió, no la aprobara verdadera.
Y notando que era
El dia ya pasado,
Amenazó el ganado,
Y caminó seguro, á su alquería,
Del cumplimiento de esta profecía.
Dicebam cei'te : Vatum twn irrita corrunt
Avguria...
(Statius.lib. V, sjlvar. II.)
ÉGLOGA.
DELIO Y MIRTA.
MIRTA.
¿Qué tienes, Delio mió? ¿Qué accidente
En tu rostro el color ha demudado?
Ayer te vi gustoso y complaciente
Gozar de mis caricias ; hoy, airado
El semblante, ojeroso y macilento,
El cabello sin orden desgreñado,
Muda la voz , turbado el pensamiento,
Y el lamento á los aires esparcido,
Publica ser extraño tu tormento.
¿Qué nueva pena, di, te ha poseído?
Cuéntame tu dolor, por ver si alcanza
Alivio el mal conmigo conferido,
DELIO.
I Ay Mirta ! Que el vivir sin esperanza
Ha causado este trueque tan extraño.
De tu mudanza nace mi mudanza.
Antimio me ha traído el desengaño
De que todo tu amor fingido era :
Antimio me ha sacado del engaño,
Luego que á pacer vino esta ribera
Con su ganado, ayer, i Oh suerte impía I
I Quién de tí tal mudanza presumiera
Antes de su llegada 1 Yo leia
En tu semblante toda mi ventura.
Tu mirar halagüeño me decía :
«Tuya soy, Delio mío»; y con dulzura
El fuego de tu pecho ponderabas.
¿Cuántas veces dejaste á la ventura
Los amados corderos que guardabas,
En medio de la siesta amarizados?
Y luego de la mano me tomabas,
Y por los matorrales intrincados
Me llevabas, diciendo : «Vén conmigo
Tá solo, Delio mío; que sentados
))Donde el bosque se estrecha en lazo amigo,
En tanto que sestean los pastores.
Cantaremos á solas sin testigo,
))Con gusto y con placer, nuestros amores.»
Testigo es de aquel roble la rudeza.
Que al tiempo hará inmortales tus favores
Pasados ; pues cediendo su dureza
De agudo pedernal al golpe fuerte ,
De tu mano escribiste en su corteza
Un letrero que dice de esta suerte ;
« Delio , mió has de ser toda la vida,
Y Mirta te ha de amar hasta la muerte.»
] Ay ! Cuántas veces, á mí cuello asida,
Dijiste : «Vén, pastor, hacia esta fuente
(Ya que el tiempo oportuno nos convida);
)) Templaremos de amor la sed ardiente,
Más con el trato dulce y amoroso
Que con el frío raudal de su corriente.»
Juzgábame con esto venturoso ;
Pero al llegar Antimio á esta ribera,
De mi pecho faltó todo el reposo.
1 Ay Mirta de mi vida! ¿quién creyera
En tu pecho mudanza semejante.
Para él alegre, para mí severa?
De Antimio no te apartas un instante;
En todo al triste Delio le prefieres;
Antimio mira afable tu semblante;
El no vive sin tí ; tx'i sin él mueres :
Tú le sigues do quiera que se ausenta ;
El sigue por do quiera que tú fueres.
Sí Antimio va zaguero, luego inventa
Tu amor algún motivo no esperado
Para esperar á Antimio ; ó desalienta
Tu pecho, de rendido y fatigado,
O tal vez imaginas que el cerdoso
Cordel de tus abarcas se ha soltado,
Y dices : «Corre, Delio, presuroso;
Que en el sembrado se entran las ovejas,
y el ceñir esta abarca me es forzoso,
))En este breve rato que te alejas ;
Pues ¿ qué dirán los dioses si contigo
Te vieran esta vez?» Y así me dejas.
Yo en pos de las ovejas luego sigo,
Y vuelvo, y hallo á Antimio en tu presencia,
De tu acción recatada fiel testigo.
¿Qué dirían los dioses, cuya ciencia
Siempre obstáculo fué de mí ventura?
Los dioses lo miraron con paciencia.
¿Y qué dijeron cuando en la espesura
De esa selva te vieron otro dia,
Recostada en su pecho, sin cordura,
Atendiendo á unos versos que leia
(Obra suya, que alaba á todas horas);
Versos que en toda métrica porfía,
Aunque los cante en voces muy sonoras,
Los escuchan con tedio los zagales
Y los oyen con burla las pastoras?
I Ay Mirta ! si los dioses inmortales.
De estos nuestros afanes caso hicieran,
Ellos piedad tuvieran de mis males.
Tu duro corazón enternecieran,
Tus mudanzas hubieran castigado,
Y mi amor al de Antimio prefirieran.
¿No me respondes, Mirta? ¿ Te ha turbado
La justa relación de mi tormento,
O no merece Delio desdichado
Consuelo en su dolor? ¡ Ah ! cobra aliento,
Habíame, más que digas que me engaño,
Y ojalá me dijeras que yo miento.
I Ay, Delio, Delio ! i Cuánto ve en bu daño
Un hombre de los celos afligido ,
Lince al dolor y topo al desengaño!
A todas tus querellas he atendido,
Y á no ver que el amor te enajenaba,
Me hubiera de tus quejas ofendido.
¿ No te dije bien claro que ya amaba
A Antimio cuando tú me descubriste
El incendio que el pecho te abrasaba?
En este caso, ; tú no pretendiste
Tener en mi cariño alguna parte.
Sin perjuicio de Antimio? ¿No dijiste :
«A''ivir me es imposible sin amarte ;
Bien sé que Antimio á tí te amó primero,
Tú de su amor no puedes apartarte.
»Amanos á los dos, porque j'o quiero
Ser amado de tí con fe sencilla.
Aunque tenga en tu amor lugar postrero.
ÉGLOGAS.
185
«Entre los dos no habrá jamas rencilla,
Contento con su parte cada uno ;
Serán de amor la nueva maravilla
))Dos pastores, que amaron de consuno
A una misma pastora con desvelo,
Sin que entre ellos hubiese duelo alguno»?
Tú mismo ves que Antimio sin recelo
Te ve participar de mis favores,
Sin que por eso forme queja ó duelo,
¿Y te puedes quejar que en mis amores
Logre Antimio la parte que le cabe,
Y á que son sus obsequios acreedores?
DELIO.
No fuera, á la verdad, mi mal tan grave,
Y mi tormento fuera más sufrible,
Si esto posible fuera ; mas quien sabe
Lo que es amor, no tiene por posible
Que vivan dos amores en un pecho,
Por ser el uno al otro incompatible.
Yo fundo mi razón en mi propio hecho.
Desde que empecé á amarte, Mirta mia.
De todo el corazón te di el derecho.
Las pastoras dejé qite antes quería
(Si bien que de ellas nunca iné sabido
Mi amor); la Inés, la Fabia y Rosalía,
La Arsenia, cuyo rostro es aplav^dido;
La Julia y otras mil pastoras bellas,
Por tí sola vinieron en olvido.
Buen testigo son de esto las querellas
Continuas de Fascinia, la envidiosa,
Que tú no puedes menos de sabellas,
Pues sentida de mí, de tí celosa.
Te cuenta con voz triste y lastimera
Mis desprecios , y en esto no reposa.
Y yo, mi dulce Mirta, no creyera
Que te adoraba con amor sencillo.
Si en mi pecho otro amor caber pudiera,
MIRTA.
Mira, Pelio : yo tengo un corderillo
Blanco, de rojas manchas salpicado,
Cuya madre, al dejarle en un tomillo,
Murió de un accidente no esperado;
Apliquéle á otra oveja, que criaba
Otro de blanco y negro variado.
Al principio ia oveja le extrañaba;
Después ya le criaba y le lamia ;
Era, en fin, tanto ya lo que le amaba,
Que si por algún caso le perdía.
Ansiosa le buscaba con balido ;
De manera que nadie conocía,
Ni tú , Delio, lo hubieras conocido,
Con tu mucho saber y tu experiencia,
Cuál era de los dos el más querido.
DELIO.
lAy triste! que aunque, estando en tu presencia,
Tal vez pueda creer que soy amado
De ti, ya llegó el tiempo de mi ausencia.
Pues Arsenio, á quien sirvo, ¡ ah triste hado 1
Me ha enviado á decir que sin tardanza
Amenace hacia el Tórmes el ganado,
Y temo, con razón, que esta mudanza
En tu pecho resfrie mis amores,
Y en el mió dé fin á la esperanza.
MIRTA.
Antes producirá el Diciembre flores
En los prados, y el Julio las corriente3
Suspenderá con hielo, y los olores
Del tomillo y romero florecientes
Huirá la docta abeja, y harán lecho
En las hojas del ft-esno las serpientes,
Y no florecerá el ingrato helécho
En esta nuestra selva umbrosa y fría.
Que falten tus amores de mi pecho.
DELIO.
Y antes la liebre tímida á porfía
Siguiendo en pos del galgo irá con saña,
Y el Tíber, que por Koma el paso guia,
La corte bañará de nuestra España ;
Y olvidando sus huertos y verdores,
El Ebro correrá por la Bretaña ;
Y la cierva sedienta en los calores
Olvidará la cristalina fuente.
Que falten de mi jiecho tus amores.
Y pues es ya forzoso que me ausente,
Este favor, por último, te pido
Que siempre en tu memoria esté presente.
Yo viviré muy triste y afligido
Sin tu dulce presencia; mas la pena
Con mis versos templar he discurrido ;
Que tú, Mirta, no ignoras tengo vena,
Y no hay uno entre todos los zagales
Que me exceda en cantar con dulce avena.
Yo te los enviare , porque mis males
Logr n alguna v;'z enternecerte ;
Y si place á los dioses inmortales.
Las veces que yo pueda, vendré á verte,
Y te traeré manzanas olorosas.
I Ay ! quiera el cielo que en dichosa suerte
En estas nuestras selvas deleitosas
Los tres vivamos siempre en lazo amante.
Gozando edades largas venturosas ;
Que aunque á los dos yo en años adelanto
La cana en mí cabello aun no es nacida.
Ni surca la honda ruga mi semblante.
Y si tú nos excedes en la vida.
Honra con un sepulcro nuestra muerte,
Bajo una losa, do será esculpida.
De acerado cincel á golpe ñierte
(Si es que tienes valor para escribilla).
Una letra que diga de esta suerte :
«Aquí yace de amor la maravilla :
Dos pastores que amaron de consuno
A una misma pastora con desvelo,
Sin que entre ellos hubiese duelo alguno.»
Á LAS NOBLES AETES.
ODA.
Levanta ya del suelo
El rostro lagi-imoso.
Virtud, hija del cielo, don divino;
Y recobra el consuelo,
Que ciego y alevoso
Te robó el ya pasado desatino ;
Que el áspero camino
Por do sigue á la gloria,
Y á tu morada guia ,
Emprenden á porfía
Mil jóvenes, borrando la memoria
Del vil ocio indolente
En que yaciera la española gente.
De tu rara belleza.
Más que del prometido
Rico tesoro, el ánimo aguijado,
Sacude la pereza,
Y el siglo corrompido,
Que el honor de tus artes ha manchi do
Con gusto depravado.
Condena, y redarguye
Los pasados errores
Con mil bellos primores,
Que el usurpado honor las restituye ;
Y ofrece á los umbrales
De tu templo mil obras inmortales.
Bien como el pequeñuelo
Grano, que, cuando nace.
No bien el pico llena á la avecilla,
Y el palestmo suelo
Robusto árbol le hace
Después', do anida de aves gran cuadrilla
(¡Oh rara maravilla!),
Así las diseñadas
Obras menudamente
Por la asociada gente
En breve carta tienen encerradas
Grandezas, cuya suma
No la alcanza la lengua ni la pluma.
De la madre natura
Los seres desmayados
186 FRAY
A más sublime estado los levantas,
¡Oh divina Pintura!
Y al lienzo trasladados,
Instruyes la razón, la vista encantas
Y así el aire suplantas
Pe la verdad que imitas,
Que con los coloridos
Por su mano ofrecidos,
También el ser parece que la quitas,
Tanto, que si advirtiera
La usurpación, colores no te diera.
En superficie lisa.
Sin que causen aumento
Colocar valles, montes, selvas, rios,
A distancia precisa.
Acción sin movimiento ;
Fondos, lejos, alturas j vacíos;
La mar de sus navios
Separar, y la tierra
Del globo refulgente,
Y sombra que la luz nunca destieiTa,
Jamas logi-ó natura ;
I Sido es don tuyo, celestial Pintura
A golpes repetidos
De acero riguroso,
O al vivo fuego sueltos los metales,
Y en moldes oprimido
(Que al varón virtuoso
Sólo pueden labrar trabajos tales).
Obras tus inmortales
Efectos, ¡oh Escultura'!
Por tí son conservados
Los héroes celebrados
De la virtud, cuando la muerte dura
Los reduce á ceniza,
Y tu diestro cincel los eterniza.
La ninfa desdeñosa,
En leño convertida,
Huyendo del amor de Apolo ardiente.
Con acción prodigiosa
Recobra nneva vida
Por la escultura, y mano diligente,
Que poderosamente
También anima el bruto
Mármol con igual arte
En que un dia Anaxarte
Fué mudada, por ver con ojo enjuto
A su puerta colgado
Al mancebo de Cypro malhadado.
Bajo el olmo frondoso,
O en la caverna (scura,
0 en choza humilde, el hombre habitaría,
Sin tu auxilio piadoso,
1 Oh sabia Arquitectura !
Tú le elevas al cielo, y la vacía
Región, que no podia.
Huella con firme planta.
Ti'i, fundando ciudades,
Fijas las sociedades, '
Por tí el regio palacio se levanta
A d.ar cuidado al cielo
Y eterno peso al carpetano suelo.
Al Dios que tierra y cielo
Ni espacio imaginable
Pueden ceñir, en todo ilimitado.
Tú con devoto celo
Y mano infatigable
Eriges tenijilo augusto, do adorado
Del pueblo, ante él postrado,
Recibe sacrificio ;
I Ah ! el que en verdad le implora.
Le encuentra á toda hora
En él , tan amoroso, tan propicio,
Liberal y elemente ,
Como si allí habitara solamente.
Incauta lira mia,
Sólo á humildes cantares
En la margen del Tórmes avezada,
¿Quién te infundió osadía
Para que en Manzanares
Cantes cosa tan nueva y elevada?
I Ay I deja la empezada
DIEGO GONZÁLEZ.
Locura ; que no es dado
A tus débiles puntos
Tratar estos asuntos,
Y más, cuando hasta el cielo los ha alzado,
Con verso más divino.
De otras liras el canto peregrino.
EL MURCIÉLAGO ALEVOSO.
INVECTIVA.
Estaba Mirta bella
Cierta noche formando en su aposento.
Con gracioso talento,
Una tierna canción, y porque en ella
Satisfacer á Delio meditaba,
Que de su fe dudaba.
Con vehemente expresión le encarecía
El fuego que en su casto pecho ardia.
Y estando divertida.
Un murciélago fiero, j suerte insana I
Entró por la ventana;
Mirta dejó la pluma, sorprendida,
Temió, gimió, dio voces, vino gente;
Y al querer diligente
Ocultar la canción, los versos bellos
De borrones llenó, por recogellos.
y Delii), noticioso
Del caso que en su daño habia pasado.
Justamente enojado
Con el fiero murciélago alevoso.
Que haliia la canción interrumpido,
Y á su Mirta afligido.
En cólera y furor se consumía,
Y así á la ave funesta maldecía :
«Oh monstruo de ave y bruto,
Que ciñ-as lo peor de bruto y ave,
Vision nocturna grave.
Nuevo horror de las sombras, nuevo luto.
De la luz enemigo declarado,
Nuncio desventurado
De la tiniebla y de la noche fria,
¿ Qué tienes tú que hacer donde está el dia?
)>Tus obras y figura
Maldigan de común las otras aves,
Que cánticos suaves
Tributan cada dia á la alba pura;
Y porque mi ventura interrumpiste ,
Y á su autor afligiste.
Todo el mal y desastre te suceda
Que á un murciélago vil suceder pueda.
))La lluvia repetida,
Que viene de lo alto arrebatada,
Tan sólo reservada
A las noches, se oponga á tu salida;
O el relámpago pronto reluciente
Te ciegue y amedrente;
O soplando del Norte recio el viento,
No permita un moscpiito á tu alimento.
))La dueña melindrosa,
Tras el tapiz do tienes tu manida,
Te juzgue, inadvertida,
Por telaraña sucia y asquerosa,
Y con la escoba al suelo te derribe;
Y al ver que bulle y vive
Tan fiera y tan ridicula figura,
Suelte la escoba y huya con presura.
))Y luego sobrevenga
El juguetón gatillo bullicioso,
Y primero medroso
Al verte, se retire y se contenga,
Y bufe y se espeluce horrorizado,
Y alce el rabo esponjado,
Y el espinazo en arco suba al cielo,
Y con los pies apenas toque el suelo,
»]\Ias luego recobrado,
Y del primer horror con-valecido.
El pecho al suelo unido,
Traiga el rabo del uno al otro lado,
Y cosido en la tierra, observe atento;
Y cada movimiento
ODAS.
187
Que en tí llegue á notar su perspicacia,
Le provoque al asalto y le dé audacia.
))En fin , sobre tí venga ,
Te acometa y ultraje sin recelo,
Te arrastre por el suelo,
Y á costa de tu daño se entretenga;
Y por caso las uñas afiladas
En tus alas clavadas,
Por echarte de sí con sobresalto,
Te arroje muchas veces á lo alto.
))Y acuda á tus chillidos
El muchacho, y convoque á sus iguales.
Que con los animales
Suelen ser comunmente desabridos;
Que á todos nos dotó naturaleza
De entrañas de fiereza.
Hasta que ya la edad ó la cultura
Nos dan humanidad y más cordura.
«Entre con algazara
La pueril tropa , al daño prevenida,
Y lazada oprimida
Te echen al cuello con fiereza rara;
Y al oirte chillar alcen el grito
]Y te llamen maldito!
Y creyéndote al fin del diablo imagen.
Te abominen, te escupan y te ultrajen,
«Luego por las telillas
De tus alas te claven al postigo,
Y se burlen contigo,
Y al hocico te apliquen candelillas',
Y se rian con duros corazones
De tus gestos y acciones,
Y á tus tristes querellas ponderadas
Correspondan con fiesta y carcajadas
))Y todos bien armados
De piedras, de navajas, de aguijones.
De clavos, de punzones.
De palos por los cabos afilados
(De diversión y fiesta ya rendidos),
Te embistan atrevidos,
Y te quiten la vida con presteza,
Consumando en el modo su fiereza.
))Te puncen y te sajen.
Te tundan, te golpeen, te mai'tillen.
Te piquen, te acril>illen.
Te dividan, te corten y te rajen.
Te desmiembren, te partan, te degüellen,
Te hiendan , te desuellen ,
Te estrujen, te aporreen, te magullen.
Te deshagan , confundan y aturrullen.
))Y las supersticiones
De las viejas creyendo realidades,
Por ver curiosidades ,
En tu sangre humedezcan algodones,
Para encenderlos en la noche oscura.
Creyendo sin cordura
Que verán en el aire culebrinas
Y otras tristes visiones peregrinas.
«Muerto ya, te dispongan
El entierro, te lleven arrastrando,
Gori, gori, cantando,
Y en dos filas delante se compongan
Y otros, fingiendo veces lastimeras.
Sigan de plañideras ,
Y dirijan entierro tan gracioso
Al muladar más sucio y asqueroso;
«Y en aquella basura
Un hoyo hondo y capaz te faciliten,
Y en él te depositen,
Y allí te den debida sepultura ;
Y para hacer eterna tu memoria.
Compendiada tu historia
Pongan en una losa duradera.
Cuya letra dirá de esta manera :
»Aquí yace el murciélago alevoso
Que al sol horrorizó y ahuyentó el día,
De pueril saña triunfo lastimoso,
Con cruel muerte pagó su alevosía :
No sigas, caminante, presuroso,
Hasta decir sobre esta losa fría :
Acontezca tal fin y tal estrella
A aquel que mal hiciere á Mirta bella.»
Á MELISA.
SUEÑOS.
Soñaba yo. Melisa
(Ya que quieres saber lo que soñaba);
Soñaba yo que en un ameno prado
Andabas tú con prisa
Tejiendo de las llores que brotaba
Una guirnalda; y luego con agrado
(¡Oh favor no esperado!)
Con ella frente y sienes me cenias,
Y con rostro halagüeño me decías :
((A tí solo, entre tud';s los pastores,
Se deben los honores.
Yo, Delio, por tí muero,
Y en el amor á todos te prefiero.»
Con el extraño gozo.
El corazón del centro se salia,
Y al fin me despertó con su latido.
Bañado en alborozo.
Mas luego me acordé que en cierto dia
Este favor á Antimio has concedido,
Y á mí le has preferido;
Pues le diste de Apolo los honores.
Por más que murmuraron los pastores.
Y apónas hube aquesto recordado,
Me volví de otro lado,
Y con Culera y ceño
Maldije la vigilia, alabé el sueño.
Volví á quedar dormido,
Y sentado me Ijallé junto á una ftiente.
Mirando su murmullo muy atento;
Y estando divertido.
Allí llegaste apresuradamente,
Pidiendo de beber, y yo al momento
Un vaso te presento;
Y dices tú con risa y burla mia :
«No es ésa, Delio, el agua que pedia;
La sed que yo padezco es amorosa ;
Y siempre codiciosa
De tus eternos lazos.
Sólo pueden templarla tus abrazos.»
Yo, viendo mi ventura.
Fui á lograrla, los brazos extendidos,
Y cayó de mi mano el fi'ágil vaso
Sobre una peña dura,
Y el golpe me reduce á los sentidos;
Y vuelto bien en mí por este acaso.
En mi memoria paso
Las veces que esta dicha repetías
A tu Antimio, y á mí te resistías,
De nueva faz de religión armada;
Y viéndole entregada
En brazos de otro dueño.
Maldije la vigilia, alabé el sueño.
Volví la vez tercera
A dormir, y soñé que con gran prisa
Tocabas con la aldaba á mi postigo.
Diciendo desde afuera :
«Abre, no temas nada; soy Melisa,
Que me vengo á vivir siempre contigo
En lazo eterno amigo;
Tendremos ya los dos común el techo.
El ajuar, el vivir, la mesa, el lecho.
En uno juntaremos los ganados,
Que con bienes doblados,
Y con paz jimtamente.
Pasaremos la vida dulcemente.»
Yo, de mi dicha cierto,
Dejo el lecho, dormido, apresurado;
Y destinando, ruedo la escalera,
Y en el zaguán despierto.
Bañado el rostro en sangre y maltratado,
Y vi que esta ventura (¡oh suerte fiera!)
Imposible me era,
Pues el lazo que á mí me prometías.
Tratado con Antimio lo tenías;
188
FEAY DIEGO GONZÁLEZ.
Y aunque quedé del sueño mal herido,
Más que de ól, ofendido
De la verdad , con ceño
Maldije la vigilia, alabé el sueño.
Estas dichas soñaba
En una misma noche, interrumpida
Tres veces; y aunque el bien íingiuo era,
Ansioso deseaba
Que, ya que sólo el sueño fué mi vida,
Mi vida un continuado sueño fuera.
[Oh si siempre durmiera!
Sólo el sueño me hiciera venturoso;
Mas, pues vivir velando me es forzoso,
Sufrir será preciso tus rigores;
Y al ver que en tus amores
Vanamente me empeño.
Maldigo la vigilia, alabo el sueño.
HISTORIA DE DELIO.
Á JOVIÍíO.
Jovino, descendido
De claros y altos reyes,
Que del bárbaro yugo redimieron
Al fiel pueblo oprimido,
Y las sagradas leyes
Juntas con el imperio defendieron,
Y lejos lo extendieron;
Jovino, nueva gloria
Del cántabro animoso,
Del romano orgulloso,
Viejo enemigo de fatal memoria;
A servir no avezado
Y con tarda cadena domeñado;
Jovino, gloria mia;
Jovino, mi Jovino
gííombre en mi boca, cual la miel, sabroso),
i mi ofrenda tardía
Te puede hallar benigno,
Y el nombre de quien fué tan desidioso
Aun no te es enojoso,
Eecibe su retrato
(Del tuyo, ¡ay! jcuán distante!).
Que explica lo bastante
De su origen , sus prendas y su trato,
Y vida mal gastada ,
Con eternales lágrimas llorada.
De los que en la ribera
Del Duero con fatiga
Rompen con corvo arado el duro suelo
(Ocupación severa.
Que la culpa enemiga
Al hombre diera, con el llanto y ^uelo),
De tales plugo al cielo
Que fuese provenido
Mi padre bienhadado,
Civilmente empleado.
De bienes y virtud abastecido;
Tan dulce y bondadoso.
Que eu él tuvo Temisa digno esposo.
Temisa , asombro raro
De virtud y hermosura,
Ninfa del Tórmes , aunque descendía
En donde el Ebro claro
Tiene su cuna pura
Y nace voluntaria la hidalguía;
Pero la Parca impía
Con temprana tijera
Cortó el hilo precioso;
Y mientras el esposo
Dio al cadáver la honra postrimera
Con triste llanto y luto.
El hijo lo miró con rostro enjuto.
Así que , tierno niño
Temisa me dejara
Al cuidado del padre, en quien vivía
De la esposa el cariño,
Porque no me faltái-a
Cuanto á la tierna edad se le debía.
Y allí en la patria mí*
Que los fuertes vectones
Mirobriga llamaron,
Los dioses me miraron
Con piedad , y de sus sagrados doñea
Me dieron bien sin cuento,
Pero más voluntad que entendimiento.
Antes que el nuevo dia
De la razón rayase
Sobre el ánimo incauto, ya Cupido
Conquistado tenía
El pecho, en que reinase
Con más imperio que su madre en Gnido.
y yo, cruelmente herido,
Al cielo alcé mi ruego,
P)añado en largo llanto.
Sin que diluvio tanto
Pudiera amortiguar el dulce fuego
Que la vista primera
De la honesta Melisa en mí encendiera.
La de los negros ojos,
La de luengas pestañas.
Sin par hermosa y á la par discreta;
Causadora de enojos.
De asaz duras entrañas ,
Que de amor no domó cruda saeta,
A tal fiera sujeta
El ánima y rendida,
Amaba ardientemente,
Ama1)a tiernamente.
Amaba sin templanza y sin medida;
Amaba, en fin, de modo.
Que aun ahora al recordarlo tiemblo todo.
De tíil fuego agitado.
Sin que á Apolo debiera
Numen ni inflamación, canté amoroso,
Y á la sombra sentado
En la fresca ribera
Del Águeda Serrano cascajoso.
Cantaba sin reposo,
Y cantando juzgaba
Conquistar la sirena,
Que á triste llanto y pena,
Sin cantar ni aun hablar, me condenaba*
Y en tamaña tristura,
De mi edad pasó toda la verdura.
Mas vino un claro dia,
En que piadoso el cielo.
Se dignó poner fin á mi locura;
Y á la tierra venía
Con dulce y raudo vuelo
La común hija llena de hermosura,
La santa Témis pura,
De mis daños ciiidosa.
Que cual nieto me amaba;
y junto adó yo estaba
Se llegó, y con voz todopoderosa.
Mirándome severa.
Me comenzó á decir de esta manera :
«¡Oh joven sin sentido!
¿Cómo con torpe hecho
Resistes los decretos celestiales ?
No te fué concedido
El amoroso pecho
Para centro de amores terrenales;
Huye de tantos males;
Mejor destino sigue;
La errada vida enmienda,
Y emprehende la ardua senda
Por do la gloria heroica se consigue.
Sus, acógete, Delio,
Al templo augusto del famoso Aurelio.»
Dijo, y alzó su vuelo,
Y mirándome afable,
Volvióse al seno de do había salido;
Dejando de consuelo.
De gozo y paz durable
Y santo amor el tierno pecho henchido,
Y el fuego que Cuj^ido
Con imperio tirano
Allí encendido habia,
Vuelto en ceniza Ma.
Y yo, atento al precepto soberano,
CANCIONES.
1S9
De la diosa clemente
El oráculo cumplo prestamente.
¡Oh! ¡si no se entibiara
En el pecho mezquino
El alto fuegu de que fué inflamado I
Quizá mi voz sonara
En cántico divino,
Sobre el Tabor ó el Gólgota sentado.
Pero aunque á son sagrado
De la cítara mia
Las cuerdas arreglaba,
Y á veces las mudaba,
Amores solamente respondía;
Y así, canté de amores.
Sin sentir de Cujndo los rigores.
Ya el astro luminoso
En la sañuda frente
Del león veinte veces ha tocado,
Y el rústico oficioso
Con acerado diente
Otras tantas su seca mies cortado
Desde que, recostado
En sus vastos oteros.
Me oyera el sabio Henares
Amorosos cantares,
Y celebrar los hijos de Cisneros
En su más alta gloria.
¡Ay! ¡cuánto me atormenta esta memorial
Allí, aunque sin cuidado.
Canté la donosura
De Julia, ninfa humilde del Henares,
En quien Venus ha dado,
Ciñ-ando la hermosura.
Breve causa á larguísimos pesares.
También en mis cantares,
De otras mil ninfas bellas.
Que aquel sucio habitaban,
Los nombres resonaban;
Pero la más loada en todas ellas
Era la Gumersinda,
Ninfa tan desgraciada como linda.
Después bajo otro cielo
Canté de la divina
Mirta la honestidad y la fe rara;
Y así, por todo suelo
Mi cítara mezquina
Eternamente amores resonara.
Si ayer no la arrojara
Con ira de mi pecho
Al Termes , que iba hinchado.
Turbio y apresurado;
Justamente movido á tanto hecho.
De leer cuidadoso
De Jovino el ensiieño prodigioso.
¡Oh sueño peregrino!
jOh asombro lastimoso!
¡Oh verdad disfrazada sabiamentel
¡Oh soñador divino!
¡Oh Josef misterioso!
Tú enseñas, tú reprehendes dulcemente;
Tú poderosamente
El sueño sacudiste,
En que siempre yacieran,
Y sin gloria murieran
Batilo, con Liseno y Delio triste.
Más sabes tú soñando
Que todos tus amigos afanando.
¡Oh, si la muy ligera
Rueda trajera el dia
Feliz en que los máximos honores
El gran Jove te diera
De nuestra monarquía,
Nacido para cosas muy mayoresl
Entonces tus loores
En verso numeroso
Delio ledo cantara,
Y al cielo levantara
El nombre de Jovino, y el dichoso
Dia tan deseado
Fuera con blanca piedra señalado.
Cuando con soberana
Gloria, muy semejante
Al soñador divino del Oriente,
La gente carpetana
Te reciba triunfante
Y doble la rodilla reverente,
Tras el carro luciente
Siguiendo irán gozosos
Batilo, con Liseno,
Delio, de gloria Heno,
Conquista de tus versos poderosos;
Pues ¿qué mejor destino
Que ser los tres el triunfo de Jovino?
VISIONES DE DELIO.
CANCIÓN (1).
Yo vi una fuentecilla
De manantial tan lento y tan escaso.
Que toda el agua piu-a que encerraba
Pudiera reducilla
Al recinto brevísimo de un vaso.
Del pequeño arroyuelo que formaba,
Por ver en qué paraba.
El curso perezoso fui siguiendo,
Y vi que sin cesar iba creciendo
Con el socorro de agua pasajera.
En tal forma y manera.
Que cuando lo he intentado.
Ya no pude pasar del otro lado.
Siguiendo fui, curioso.
Su margen, hasta ver qué fin tenía,
Y vi que á corto trecho ya formaba
Un rio caudaloso,
Y tal, que vadearse no podía;
Más abajo los puentes dominaba,
Y más allá llevaba
Las naves sobre sí; más adelante.
En caudales le vi tan abundante,
Que al entregar al mar sus aguas bellas,
En vez de dar con ellas
El trilíuto debido,
Juzgara que á añ-entarle había venido.
Yo vi una centellita
Que por caso á mi puerta había caído,
Y de su pequenez no haciendo cuento,
Fuíme á dormir sin cuita;
Y estando ya en el sueño sumergido,
A d: shoras, ¡ay cielos! sopla el viento,
Y excita en un momento
Tal incendio, que el humo me despierta;
La llama se apodera de mi puerta,
Y mis ajuares quema sin tardanza;
Y yo sin esperanza.
Confuso y chamuscado.
Sólo pude salir por el tejado.
Yo vi un vapor ligero.
Que al impulso del sol se levantaba
De la tierra, do apenas sombra hacia.
No hice caso primero;
Mas vi que por momentos se aumentaba,
Y luego cubrió el cielo, robó el dia,
Y al suelo descendía
En gruesos hilos de agua, que inundaron
Mis campos, y las mieses me robaron;
Y á mí, que en su socorro fui á la era.
Me llevó la ribera.
Do hubiera perecido,
Si no me hubiese de una zarza asido.
En fin , yo vi en mi pecho
Nacer, Cádiz, tu amor, y fácil ñiera
En el principio haberlo contenido;
Mas, poco satisfecho
Con ver su origen, quise ver cuál era
Su fin, y de mi daño no advertido.
Hallo un río crecido,
Que á toda libertad me corta el paso;
Hallo un voraz incendio, en que me abraso;
(i) En el manuscrito enviado í .loveKanos por el maestro Gojj.
ZALF.z, que tenemos á la vista , hay dos estrofas que fueron supri-
midas en la edición que hizo el padre Fernandez. De ellas reuro-<
ducimos aquí una sola. La otra no lo merece,
190 FRAY DIEGO GONZÁLEZ.
Hallo ana tempestad, que me arrebata
Y de anegarme trata.
lAyl ¡Guu cuánta inclemencia
El amor castigó mi negligencia!
Canción, vé y dile á Mirta, de mi paxte,
Que se digne siíiuiera de leerte,
Y si acaso acertare á interpretarte ,
Vuelve á decirme tan dichosa suerte.
AL KIO GUADAL ETE.
CAITCION,
Guadalete gracioso,
Que en repetidos tornos dividido,
El curso has suspendido,
Que hasta Arcos seguías presuroso,
Y en la jyereza con que de 61 te alejas,
Das á entender que dejas
Con repugnancia su terreno bruto,
Retardando al Océano el tributo.
Escucluí de un ausente
Del gaditano suelo las razones
Que de tus detenciones
Y rodeos arguyen lo imprudente.
Bien cierto que si tú las contemplaras,
El paso aceleraras,
Por lograr mejor aire, mejor suelo.
Mejor sol, mejor luna, mejor cielo.
¿ Qué tiene este terreno.
Que pueda parecerte delicioso?
Es áspero, fragoso.
Desigual, peñascoso, nada ameno,
Que verle, al corazón cubre de luto;
Y ser terreno bruto
Tu repetido torno lo asegura.
Pues con uno le formas la herradura.
Ni detenga tu paso
La vista (aunque parece apetecible)
De un pueblo inaccesible.
De toda sociedad y bien escaso;
Do casa sobre casa fabricada,
Una en otra apoyada.
Vinculan ciertamente su caida,
Por divino presagio prevenida.
¡Desventm-ada gente.
Que en punto de sus dioses dividida,
Será desatendida
Su ofrenda, como culto irreverente!
i^ues nunca fué aceptable ni propicio
Á Dios el sacrificio
Que, en vez de unir las gentes en concordia,
Es inmortal origen de discordia.
De tanto desacato
Iletira, Guadaletc, tus cristales',
Antes que tantos males
Mancillen su jiureza con el trato;
Y ya de confusión y horror cubierto,
Sigue derecho al puerto,
De do parten alegres los liajeles
Al grande emporio de las gentes fieles.
De aquí ámuy corto trecho
Te dará el Majaceite sus cristales,
Que, aunque pobre en caudales,
Va siguiendo su ci^rso más derecho;
Y este nuevo socorro de agua pura
Te añadirá presura
Para que, huyendo de la gente fiera,
Llegues presto á la dicha que te espers
De amargo sentimiento
Mis lágrimas vertidas por presente
Agrego á tu corriente
Para hacer más veloz su movimiento.
Ni tu caudal, por dulce, con desvío
Desdeñe el llanto mió;
Que, aunque tiene en su origen a»,rirgura,
La pierde en mis canales de dulzura.
Así que, enriquecido
Con tal caudal , corriendo presuroso,
Por puerto delicioso
Darás al mar tributo encarecido;
Y allí, con tus cristales confundidas,
Mis lágrimas sentidas
Podrán lograr la venturosa suerte
Que le es dada al triste que las vierte.
De Cádiz el hermoso
Besar j'odrán el muelle celebrado,
Pondo Hércules osado
A sus c<mquistas puso fin glorioso.
O tal vez de furiosos vendábales
Movidos mis raudales,
Podrán (¡qué dicha!) en olas encrespadas
Asaltar sus murallas deseadas.
Y el asalto logrado.
Da, Guadalete, al mar, como es debido.
El caudal recibido.
Pues con tal condición te fué entregado.
Mis lágrimas irán más adelante
A pagar un amante
Feudo á seno mejor que las reciba;
Que algo tiene de mar quien las motiva.
Y si en caso impropicio
No hallan en este mar buena acogida.
Juro que ya en mi vida
No alzaré en sus altares sacrificio
A la sacra deidad que en Cipro mora;
Y mi lira sonora.
En vez de los primores gaditanos.
Cantará los blasones carpetanos.
Á VECINTA DESDEÑOSA (1).
CANCIÓN.
I Por qué tan desdeñosa
Miras, Vecinta bella,
Á Delio fiel, que tu ventana atiende?
Si de él estás quejosa.
Explica tu querella ,
Y el fuego del enojo que te enciende.
Contra quien no comprende
En sí mayor pecado
Que el haberle Diana,
Con su sentencia inhumana,
A triste y dura cárcel condenado.
¡Ay! que de tu desvío
Sospecho mayor causa en daño mió.
Si fueran tus rigores
Para todos igiiales,
Y eterno fuera el ceño de tu cara,
Sufriera mis dolores
Y callara mis males,
O sólo de mi suerte me quejara,
Ni el desden extrañara;
Que el haber siempre amado
A las Lices esquivas
O Dafnes fugitivas
Esta mi estrella, éste es mi hado.
¡Ay, (pie Vecinta hermosa
Tan sólo para Delio es rigurosa!
Dando al cielo alegi'ía.
Alzas los bellos ojos
A Jualindo, que el alto techo mora
(/ Quién vio más claro dia?),
y luego con enojos
Los diriges á Delio sin demora
() Quién vio más triste hora?).
Y sólo eu tu semblante.
Centro de amor y tedio.
Sin crcpi'isculo medio.
Se miran (¡qué prodigio!) en un instante
Juntarse cu lazo raro
La trista noche con el dia claro.
(1) "Te lie (le íleber el favor ric (juc la canción ;i Vénula ilesdeño-
»,?o, iior ningún tiliilo vaya íi (',;i(IÍ7. , no sea que di' en las manos
ixlc Milla , y se ilesa/one i'sta, juzgando lo (lue no hay ; jiues Delio
»no tuvo m;i.s asnillo en coniponeila i|uc los ruegos de sus amigos
«niatritoiises, al ver que cierta señorita vecina S(ilo miraba con
«agrado ;i cierto luml/aolhis, y á los demás nos miraba con cierto
«desden y ceño.» (Carta autógrafa de fuat Diego Conzai.ez á un
íntimo aiiiigo suyo, que se hallaba en Sevilla.— Colección del se-
Cor Marqués de f'idal.)
ODAS.
191
Si buscas ser querida,
Hallarás en mi pecho
El Cipro y Pafo, donde Venus mora;
Si á ser aborrecida
Te inclina tu despecho,
No desprecies, Vecinta, á c^uien te adora;
Déjate por ahora
De ese mirar esquivo,
Y el rostro desdeñoso
Convierte en amoroso;
; No ves que del amor el fuego activo
En el des])recio prende,
Y el soplo adverso más la llama enciende?
A la noche funesta
Sucede el claro dia
Y torna á los mortales el consuelo;
La parda nulie opuesta,
Que el aire entristecía,
En gruesos hilos de agua baja al suelo,
Y el ceño quita al cielo;
Y la mar, alterada
Del vcndabal furioso,
Recobra su reposo ;
Sigue á la guerra cruel la paz amada;
Sólo eterno percibo,
Vecinta, en tu semblante el ceño esquivo.
¡Ay, Dclio fementido!
Quizá porqvie olvidaste
De Mirta gaditana la fe pura,
Al cielo has ofendido.
Las diosas enojaste.
¡Ay, Dclio, Deiio ! vuelve en tu cordura;
Sufre la pena dura
A que te han condenado
Diana, encrudecida,
Y Venus, ofendida;
Que es el morir de sed, porque has dejado
Las abundosas mares
Por la triste escasez del Manzanares.
¡Ay triste!... pero deja.
Canción, y corta el hilo ya á la queja ;
Que tras la luenga noche vino el dia.
rNo viste cómo el alba se reia,
Y que Vecinta hermosa
Comienza ya á mirarte cariñosa?
ODA.
I Por qué tan riguroso.
Político severo,
Tuerces con ceño el rostro, y ofendido,
Repites desdeñoso
Con ademan grosero..
El coa.c de la rana desabrido,
Porque Celia, cumplido
Un lustro solamente.
Para ser educada ,
Del seno es separada
Maternal, y cual víctima inocente,
Llevada á la clausura,
Que tú juzgas eterna sepultura?
Eterna sepultura.
Donde en perpetuo olvido
Sus gracias yacerán; pues el estado
Del claustro por ventura
Le será persuadido;
O cuando deje el claustro, ¿qué ha logrado,
No habiéndola enseñado
La sabia economía,
Que á la muj t abona
Y la forma matrona,
A quien una familia se confia?
Difícil y útil ciencia.
Que sólo da el ejemplo y experiencia.
Y tal vez preocupada.
En nimias devociones
Coloca la esperanza de ser buena,
La carga abandonada
De sus obligaciones.
Lo que la pura religión condena;
O bien se desenfrena,
Y sigue sin medida
Los mundanales giistos
Y placeres injustos,
A qixe por tanto tiempo ftié impedida;
Cual rio represado.
Que el obstáculo puesto ha derrotado,
¡Oh! cuan enormemente
De la razou te al'jas.
Político, juzgando desdichada
A Celia, la inocente.
Que sin duelo ni quejas,
Del corrompido mundo separada.
Viene á ser cultivada;
Como oliva preciosa
Entre abrojos nacida.
Que de ellos dividida,
Y trasplantada á tierra deliciosa,
Paga después tributo
Dando á su tiempo el sazonado fruto,
El fruto sazonado,
Merced de la cultura
Que en este santo asilo se propone.
Donde el primer cuidado
Es enseñar la pura
Religión, que es la regla que compone
El corazón y pone
Al apetito freno,
Y forma las matronas.
Que tú en vano blasonas,
Obra de un siglo de desorden lleno;
Que mal á otros arregla
Quien el propio interior tiene sin regla.
Maestras ilustradas.
Cual aquí se prometen,
A Celia dictarán en sus lecciones
Las acciones sagradas
Que al estado competen.
Condenando las falsas devociones
Con las supersticiones;
Y si allí persevera
Celia el tiempo bastante,
Será ejemplo constante
De que la piedad sólida y sincera
Siempre se ha conciliado
Con el bien verdadero del Estado.
Maestras permanentes,
Al sumo Bien ligadas
Con triple indisoluble ligadura,
A las tiernas clientes.
Para ser educadas,
El bien les fijarán de la cultura.
Ni la pasión impura.
Ni el ínteres grosero,
Ni el capricho variable
De libertad instable ,
Tendrán jamas entrada en el esmero
De una sabia enseñanza.
Virtuosa, gratuita y sin mudanza.
Aquí halla la nobleza
Ventajosa acogida
A costa de un dispendio moderado,
Y la humilde pobreza,
Con amor recibida,
Es tamljien educada con agrado.
Aquí logra el Estado
Seminario profundo
De mai'stras formadas,
Que des] lues separadas,
Esparcirán la fama por el mundo.
De un establecimiento,
Gloria de nuestro siglo y ornamento.
TERCETOS.
Delio, en la pranja, da A cntentlor á Mirta la preferencia que de ella
hace respecto de Peria , bajo la met.ifora de dos olivos.
En la amorosa estancia donde vivo,
De todo humano trato retirado,
Planté no há mucho tiempo un tierno olivo,
Puse en él mi afición y mi cuidado:
Dos veces le regaba cada dia,
FKAY DIEGO GONZÁLEZ.
Y alguna vez estando recostado
A su pié, de mis ojos le añadía
El riego de un extraño sentimiento.
Mi cuidado y cultivo agradecía,
Y lo mostraba el prodigioso aumento,
Y como en tierra fértil y amorosa
Echó raíz profunda, esparció al viento
La hermosísima rama en pompa aii-osa;
Y yo, para que más prevaleciera.
Con mano diligente y cuidadosa
Del contorno arranqué cuanto pudiera
Impedir el aumento prodigioso;
Y con esto ha arraiirado de manera.
Que aunque es árbol crecido y muy pomposo,
No ha podido arrancarle de mi estancia
El vendabal más terco y más furioso.
Del fruto que me da con alnmdancia.
Con sus hojas y flores aprensado,
Un bálsamo saqué de tal fragancia
Y virtud, que á mis llagas aplicado
(Aunque yo mortalmente estaba herido),
De todas las heridas he sanado.
Y otro olivo que, estando yo dormido,
Maro cerca de allí plantado había.
Por más que su crianza ha pnuuovído,
Y le regó abundante cada dia.
Jamas se vio crecido ni frondoso;
Y al ver que el otro más prevalecía,
Y á raí de que medrase cuidadoso,
Se ha ido marchitando lentamente,
Hasta que se ha secado, de envidioso.
EL TRIUNFO DE MANZANARES.
CA2ÍCI0N (1).
Precioso Manzanares,
Que entre arenas caminas, lejito el paso,
Cuanto en aguas ■ soaso,
Tan rico en virtudes singulares ;
Dote que fué debido justamente
A tu estrecha corriente ;
Que nunca en lo crecido y abundoso
Cifró naturaleza lo precioso.
A tí mi dulce acento
Se consagra esta vez ; y si me es dada
La lira celebrada
De los Lesbíos, tu nombre daré al viento,
Y el triunfo por tu medio conseguido.
Si fuere permitido
De los cisnes que pisan tus arenas,
De cuya grande fama al mundo Ueuaa.
A tu margen se dignan
Congregarse los dioses celestiales
Cuando de los mortales
Los negocios más graves determinan.
Por eso gracias mil te concedieron,
Y cuna te eligieron
De claros, poderosos, altos reyes.
Que en dos mundos dominan y dan leyes.
De tí, el muy extendido
Guadiana; dé tí, el Ebro deleitoso
Y el Bétis abundoso,
El hondo Duero, el Tajo abastecido,
Y cuantos rios cortan en porciones
Laa hesperias regiones ;
De tí uno reciben sus raudales,
Leyes y dirección , si no caudales.
Por tí el apresurado
Genil al Bétis sigue en derechura,
Y lleva el agua pura
Cual en su blanco origen se le ha dado.
Por tí es libre del Tiber turbulento.
Que con dañoso intento
Le quiso amancillar, y juntamente
(1) «Quificra estar m;'is desocupado de lo que me liallo, para en-
«viarte una copia de la canción tilulada />'/ Tiiunfo del Mainana-
i>res, que un tal Delio compuso con ocasión del decrolo ültima-
•mente ganado en 1 1 Consejo contra otro que vino del Tiber sobre
•la Bélica monástica , cumu tú sabes muy bien.» I (^arla aulógi^afa
de FRAV üiEco GoN/.ALF.z al padre Miras. Tuinies, l'ebrerü 1 5 de 17"6.)
Dar un extraíío rumbo á su corriente.
Del Tibe :•, avezado
A hacer temer á todas las naciones
Con sus inundaciones.
De Pirra el siglo á Roma amenazado.
I Ay, cuan entumecido y orgulloso,
Y su ímpetu furioso!
I Ay, cuántas bellas tierras dejó aisladas,
De nu( stro amado suelo s paradas 1
Del Tiber, que intentaba
Abolir las memorias aplaudidas»
A real nombre erigidas.
Que la bética gente veneraba ;
Y el templo virginal invadir luego
De la diosa del fuego;
Presidente , con cruel decreto airado
Del soberano Jo ve, no aprobado.
j Ay, cuánta desventura
A la bética gente aconteciera.
Si Jove permitiera
Cumplir del crudo Tiber la ley dura I
I Cuántos males suft'ieran, cuántos dañoa
Pastores y rebaños I
Todo fuera trastorno y falta de orden .
Extraña confusión, ciego desorden.
Sobre el olmo pomposo,
Do sola la paloma asiento hiciera.
El torpe i)ez se viera,
Y como pez el gamo pavoroso
Surcara (confundida la natura)
La cristalina anchura,
Y llevara Proteo sus ganados
A los ásperos montes nunca hollados.
¿A cuál dios invocara
La confusa provincia, que á su ruina
Con presura camina ?
¡ Ay, y cuan vanamente fatigara
El coro femenil de las vestales.
Con himnos virginales.
De la dormida diosa las orejas.
Negadas á sus cánticos y quejas 1
¿A quién cometería
Júpiter soberano el rayo ardiente,
Que á la afligida gente
Vengase de maldad y alevosía?
A tí fué dado, Manzanares bello.
El poder conteneUo;
Y el buen Genil hallar pudo en tí solo
Marte, Venus, Amor, Mercurio, Apolo.
Así los otros rios
Tanta parte te den de sus caudales ,
Que sobre tus cristales
Crucen la Carpctania los navios,
Como yo extenderé colitis canciones
Por todas las naciones'
Tu nombre y fama, siempre agradecido
Al triunfo por tu mano conseguido.
Y tú, Genil dichoso,
Sigue al Bétis, y anima, de pasada,
La gente desmayada
Del habido temor, y victorioso
Vé cantando tu triunfo dulcemente,
Diciendo alegremente :
(( No temáis ; libres sois de tantos males, n
Y da nueva presura á tus raudales,
A quien no detuvieron
Ni las amenas selvas, ni los prados,
De flores mil sembrados,
Ni su curso los hielos suspendieron,
Ni sus raudas orillas azotaron
Las ovas, ni escucharon
De las ranas el canto des.ibrido.
Ni vayon ni espadaña allí se vido.
Sigue, pues, con presura
Por do la sabia mano te condujo
Con poderoso influjo
Y santas leyes, llenas de cordura ;_
Hasta que, al verte raudo y victorioso,
El Bétis amoroso.
Extendiendo los brazos luengamente,
En su seno reciba tu corriente
Y luego sosegando
CANCIONES.
l9á
La presura, los brazos paternales
Tus hermosos cristales
Hacia el mar gaditano irán llevando
Por terrenos fecundos, deliciosos,
Y á los pueblos hermosos
Que en la apacible orilla fueres viendo,
La nueva de tu triunfo vé esparciendo.
¡ Ay 1 guarte que el encanto
De margen sevillana lisonjera
Detenga tu carrera ;
Ni quieras escuchar el dulce canto
De las ninfas que forman mil cuadrillas,
Y en las frescas orillas
Hieren la blanda arena, que, aunque ufanas
Son envidiosas de las gaditanas.
Antes, cual sabio griego.
Tus oidos atapa prontamente,
Y á paso diligente
La lucarina playa ocupa luego,
Y sin temer escollos peligrosos,
Entra en los abundosos
Y dilatados mares, ya vecinos.
Llenos de mil veleros ricos pinos,
Y luego hacia Levante
Dobla la larga punta aguda y fiera
Del Can, do pereciera
Mil veces el incauto navegante,
Y descubre el emporio gaditano,
Y corre luego ufano
A besar sus orillas reverente
Y saludar la hermosa y dulce gente.
Y si entre los millares
De ninfas, de hermosura y gracia llenas,
Que pisan sus arenas,
A la fiel y divina Miiía hallares
(Que ignorar no podrás aún entre tantas).
Besa sus bellas plantas ,
Y dile de mi amor cuanto tú puedas,
Con que aíiadas que siempre corto quedas,
Dile que en la ribera
Del apacible Tórmes argentado
Apasta su ganado
El triste Delio, cuya suerte fiera
(Quizá por apagar su llama ardiente)
Lo tiene de ella ausente;
Pero antes será el mundo piezas hecho
Que falte Mirta bella de su pecho,
Dile que noche y dia.
Con pastoril zampona ó dulce avena,
Por divertir la pena.
El nombre de su Mirta al cielo envia,
Y olvidan sus ovejas los pastores
Por oir sus loores,
Y el pecho alzó tal vez del ancho asiento
El padi-e Tórmes, y atendió á su acento.
Dile que en la delgada
Arena, nunca hollado de la gente,
Graba continuamente
El dulce nombre de su Mirta amada,
Y crece y sube con el olmo alzado,
Y que siempre empleado
En formar de sus prendas larga historia,
Hará eterna de Mirta la memoria.
CÁDIZ TRANSFORMADO,
T DICHAS BORáDAS DEL PASTOR DELIO
CANCIÓN.
Desde que vivo ausente
De la bella ciudad que fué la gloria
Donde hizo eterno asiento mi deseo.
Me está continuamente
Afligiendo de dia su memoria,
Y de noche me sirve de recreo;
Y aunque en sueños no creo,
Por ser regularmente necedades ,
Tal vez fueron misterios y verdades,
Y he de contar con verso mesurado
Las dichas que he soñado
En una noche fria,
Y era aoñnr el ciego gue veia,
?, PS,-2ÍYIII,
Soñé (como transforma
El sueño las ideas á su grado)
Que no era Cádiz lo que se pensaba,
Sino de humana forma
Una pastora, que de mi ganado
Los Cándidos corderos apastaba,
Y Mixta se llamaba.
Llena de honestidad y de hermosura,
Centro do discreción y de fe pura,
Y yo gozaba en suerte venturosa
De su vista gi-aciosa
Las veces que queria ;
Y era soñar el ciego que veia.
Soñé que transformado
Cádiz en Mirta bella, así me habla :
<n Con que, presto del Tajo á la ribera
Trasladas el ganado ?
1 Triste la que nació mísera esclava 1
Cierto puedí s estar que si pudiera.
Con gusto te siguiera.
Hasta dejar los abundosos mares
Por la triste escasez del Manzanares ;
Pero el alma, que es libre, irá contigo,
O quedará conmigo
La tuya en compañía. »
Y era soñar el ciego que veía,.
Soñé que amarizadas
Mis ovejas dejaba en la espesura,
Y á la playa me fui, sin curar de ellas,
Y noté unas pisadas
Bien estampadas en la arena pura.
Que juzgué ser de ]\Iirta por lo bellas ;
Siguiendo fui las huellas,
Y vi que con el dedo habia formado
En la arena este indicio de su agrado :
«Quien me sigue será correspondido;
Delio lo ha conseguido.»
Y Mirta lo escribía ;
Y era, soñar el ciego que veia.
Soñé que mis zagales
Me dieron una nueva lastimosa
De Cádiz, y j'o en llanto me anegaba,
Llorando tantos males,
Y al punto llegó Mirta, presurosa,
Y vi que con un lienzo que tomaba
El llanto me enjugaba,
Y aplicando la mano al casto pecho,
«Vive, pastor (me dice), satisfecho,
Que en Cádiz vivirás eternamente.»
Y yo muy ciertamente
Mi ventura creía ;
Y era soñar el ciego que veia.
Soñé que Mirta bella
Me miraba, y decia con agrado :
«I Por qué pasas, pastor, la vida triste?
Ya cesó mi querella ;
Ya sé que tu caudal has retirado
Del banco genoves, donde perdiste
En lo que allí impusiste;
Y todo por entero lo empleaste
En nuestro Cádiz fiel, donde lograste
Tener inmenso lucro y muy seguro;
Yo, Mirta, te lo juro
Por toda la fe mía. »
Y era soñar el ciego que veia.
Soñé que el mar furioso
Habia sumergido una isletilla,
Do Mirta estaba entonces (¡dura estrella!),
Y estando yo lloroso.
Sintiendo tal desgracia, en una orilla,
Vi en las aguas formar su imagen bella;
Iba á arrojanne á ella.
Mirta, que estaba atrás, sin yo sabello,
Lns brazos dulcemente me echa al cuello.
Diciendo : «No te pierdas por hallarme,
Si quieres agradarme.
Pues vivo todavía.»
Y era soñar el ciego que veia.
Soñé que se acercaban
Unas abejas á los labios bellos
De Mirta, que dormía, que en lo rojo,
Bella rosa juzgaban j
15
194
FRAY
Yo, incauto, al espantarlas, toqué en eUoe;
Mirta, sobresaltada, abrió los ojos;
Yo temí sus enojos ; , • *
Mas vi que me miraba complaciente,
Y moviendo los labios dulcemente,
La miel que las abejas no lograron,
En mí la destilaron
Con lo que me decia ;
Y era soñar el cirr/o que veia.
Soñé que , embebecido
En un mapa que Arsenio me liabia dado,
Miraba yo de Cádiz la belleza,
Y Mirta, que lo vido
(Juzgándolo de Genova traslado),
Le tomó de mis manos con fiereza
Y habló con aspereza ;
Mas luego, vuelta un poco en la cordura,
Viendo su engaño, dijo con ternura :
«No dudaré, pastor, eternamente
De tu pecho inocente,
Ni tú de la fe mia.»
Y era soñar el rier/o que veia.
Soñé que, el diestro codo
Puesto en el verde prado, Mirta bella
Sobre la blanca mano reclinaba
El rostro, y de este modo
Conmigo conversaba cariñosa.
Vi que la vista al cielo levantaba
Y que me preguntaba :
¿Qué trecho habrá desde la tierra al cielo,
Pastor ?)) Y yo la dije sin recelo :
«Medido de tu mano diestramente,
Un codo solamente»;
Y ella se complacía ;
Y era soñar el ciego gue veia.
Soñé que divertido
Estaba yo á deshoras de la noche.
Formando una canción á mi pastora.
Sentí á mi puerta un ruido.
Como si allí parado hubiera un coche,
Y luego se me dijo en voz sonora :
«Delio, llegó la hora
De que dejes las selvas y el ganado,
Pues no eres para rústico formado ;
Vén , que en Cádiz te espera ansiosamente
Con quien eternamente
Gozarás de tu dia.»
Y e}'a soñar el ciego que veia.
Yo, de mi dicha cierto.
Dejo el lecho, dormido, apresurado,
Y destinando, ruedo la escalera,
Y en el portal despierto,
Bañado el rostro en sangre y maltratado;
Y vi que en esta ventura (¡ah suerte fiera!)
Imposible me era,
Pues vi que aun subsistía irrevocable
De Diana el decreto formidable ;
Y aunque quedé del sueño mal herido,
Más que del, ofendido
De la verdad, con ceño
Miré la vida , y con placer el sueño.
Canción, vé á Mirta, y di de parte mia
Que si de mi verdad y amor dudaba,
Sepa que si soñaba
El ciego que veia,
Era sólo soñar lo que quería.
A MELISA.
CANCIÓN,
Andando yo cazando.
Vi una blanca paloma, que batía
Las alas con extraño movimiento,
Y luego fui notando
Que por línea derecha descendía
Hacia la boca de un dragón hambriento.
El cual con torpe aliento
Había su vigor entorpecido,
Y hacia sí la traía sin sentido,
Con tal dulzura y suavidad tan raía,
DIEGO GONZÁLEZ.
Que si yo no llegara
Tan oportunamente,
Fuera despojo de su crudo diente.
Compadecido de ella,
Disparé mi arcabuz, y dividida
La columna de aliento que mediaba,
Cayó á mis pies la bella
Paloma, sí no muerta, atontecida.
Yo la puse en mi pecho y fomentaba.
Por ver si en sí tornaba;
Mas ella, apenas se hubo recobrado.
Después de haberme el corazón robado.
Hacia la fiera boca alzó su vuelo,
Y con tanto desvelo
Por ella se ha metido
Como pudiera por su amado nido.
Estando en mi majada.
Entregados al sueño los mastines,
Vi que un lobo sagaz acometía
A una cordera amada,
Que estaba del rebaño en los confines;
Yo, que más que á las otras la quería,
Tr.as el lobo, que huía
Con el robo, siguiendo fui con priesa,
Y del hambriento diente hurté la presa,
Pero tan maltratada, que mirando
La sangre amancillando
Del vellón la blancura,
Me llenó las entrañas de ternura.
Con bálsamo oloroso
Sus heridas curé , compadecido,
Y desde entonces mucho más la amaba.
Mas, ¡ caso prodigioso I
Apenas hubo bien convalecido.
Volvió el lobo fatal, que la buscaba,
Y el ganado acechaba,
Y luego que lo vido la cordera.
De mis brazos saltó, \ quién lo creyera!
Y fué siguiendo en pos del lobo hambriento
Con balido y lamento,
Y tan apresurada
Como pudiera tras su madi-e amada.
Viniendo de camino.
Vi un cazador astuto que tenía
En redes varias aves encerradas,
Cuyo arte peregrino
Con fingido reclamo las traía,
Y á un engañoso cebo aficionadas,
Del daño no avisadas.
Se entraban en las redes con anhelo.
Pensando hallar su paz y su consuelo;
Vi entre ellas una tórtola tan bella,
Que, enamorado de ella,
Deseando lograrla ,
Di todo mí caudal por rescatarla.
Llévemela en el pecho
A mi aldea, que cerca de allí estaba,
Y yo la regalaba con cuidado,
Y estando satisfecho
De que ella mis halagos estimaba,
Luego que ya me vido confiado.
Con vuelo acelerado
Caminó hacia la red en derechura,
Y en ella volvió á entrarse sin cordura.
Yo en vano fui á cobrarla presuroso,
Porque al hombro alevoso,
Por más que le decia.
No pude persuadirle que era mia.
Melisa, si ent:ndieras
Lo que quieren decir estas visiones.
No fuera quien las vio tan desdichado;
Entonces conocieras
Las astucias, engaños y traiciones
De que Delio prudente te ha librado,
Y hubieras estimado
Su mucha diligencia y mucho celo;
Pero al Hn la verdad quitará el v.lo
Al engaño, y verás que aquel amante,
A quien pagas constante
De tu amor el tributo.
Es dragón, lobo y cazador astuto.
ODAS.
m
A LISENO (1).
ODA.
¿Por qué te das tormento,
Liseno, si te da el cielo santo
El mirar el portento
Que al Tajo pone espanto
Y á sus laÍ3Íos renueva el sabio canto?
Dichoso y bienhadado
Quien logra ver de Lisi la luz pura,
Do con modo no usado
La gran madre natura
Cifró el mimen , la gracia y la hermosura.
Ver el rostro halagüeño
Donde mora el agi-ado de contino,
Y nunca el negi'o ceño
Ni otro vapor malino
Alteró lo sereno y cristalino;
Y aquel hablar sabroso,
Entre carmin y perlas fabricado,
Correr cual el precioso
Raudal recien formado.
Sobre las puras guijas deslizado.
¡Oh! no ya ingrato al cielo,
Torna , oh caro Liseno, en tu cordura ;
Recobra tu consuelo,
Y deja la tristura
Al malhadado Delio y sin ventura.
¡Ay! si entre tantos males.
Me fuese, como á tí te es, concedido
El ver los divinales
Ojos donde Cupido
Reina, más fuerte que su madre en Gnido;
Dejando mi ganado
Del Tórmes argentado en la ribera ,
De el dulce bien llevado,
Por do quiera que fuera,
Como la sombra al cuerpo, la siguiera,
O ya por la espesura
Al ciervo con saeta fatigara,
O ya en la margen pura
Del Tajo se sentara,
Y su voz en las aguas resonara.
Del canto suspendido.
Viviera de mis daños olvidado,
Puesto el atento oido
Al son de dulce acordado
Deljfjlectro sabiamente meneado.
TRADUCCIÓN DEL SALMO VIII.
I Cuan grande y admirable,
Oh Señor, en quien nuestro bien se encierra,
Es tu nombre adorable
En todo cuanto cierra
La redondez inmensa de la tierral
Pues la magnificencia
Que en tus excelsas obras se ha mostrado,
En poderío y ciencia
Así ha sobrepujado.
Que más que el alto cielo se ha elevado.
Sacaste tu alabanza
De infantil boca, que aun enjuga el pecho;
La enemiga alianza
Confundida, y deshecho
El odio vengador y su despecho.
Que si los cielos miro.
Esmero de tu mano omnipotente,
Y el desvelado giro
De la luna luciente,
Y de estrellas el coro refulgente,
Liiégo digo, admirado :
jQué es el hombre, que tanto le encareces
Tu amor, ó el engendrado
Del hombre, que mil veces
Con tu visitación le favoreces?
Poco menos le hiciste
(1; Su amiyo, el padre Feruandez.
Que el ángel, y de honor le coronaste
Y gloria, y le pusiste.
Luego que le formaste,
Sobre todas las cosas que criaste.
Y todo sometido
Lo dejaste á sus pies y á su mandado;
El rebaño vestido
De lana, el buey pausado,
Y cuanto pace yerba en monte ó prado;
Y las ligí ras aves.
Que alz-ívn el vuelo á la región vacía,
Y los pescados p'^ves,
Que cruzan á porfía
Las sendas de la mar salada y fria.
¡ Cuan grande y admirable.
Oh Señor, en quien nuestro bien se encierra,
Es tu nombre adorable
En todo cuanto cierra
La redondez inmensa de la tierra!
Al Padre poderoso,
Al Hijo sin fin sabio, y al supremo
Espíritu amoroso
Se dé el honor eterno
Ahora y siempre y por siglo sempiterno.
Amén,
TRADUCCIÓN DEL SALMO X.
¿Para qué me decis (si en Dios confio):
«Siis, corre, aguija, vuela, y como el ave
Traspasa el monte y la encumbrada sierra?
¿No ves los muchos que con pecho impío
Aparejan el arco duro y grave
Aljaba, que saetas mil encieiTa,
Para herir en oculto al inocente?
¿ No ves que han derrocado
Al suelo prestamente
Cuanto tú en luengo tiempo has fabricado?»
Mas ¿qué hice yo, cuitado?
Ni ¿ de quién temeré, si desde el cielo,
El Señor, que en su santo templo mora,
Sentado como juez, mira piadoso
La causa de los pobres y su duelo,
Y de los hombres la conciencia explora
Con juicio riguroso,
Y pregunta imparcial á cada uno,
Al justo y al impío de consuno?
Que el que ama la maldad, aborrecida
Tiene á su misma alma; y Dios, airado,
Lloverá los peligros por do quiera
Sobre los pecadores ; su bebida,
A los malos, y suerte postrimera
Serán fuego y azufre, y al airado
Viento tempestuoso corrompido;
Porque es j usto el Señor, y siempre amanf e
De la justicia ha sido,
Y á la equidad miró de buen semblante.
TRADUCCIÓN DEL HIMNO Vlim, CREATOR.
Vén, Criador Espíritu amoroso, '
Vén y visita el alma, que á tí clama,
Y con tu soberana gracia inflama
Los pechos que criaste poderoso.
Tú, que abogado fiel eres llamado.
Del Altísimo don, perenne fuente
De vida et(>rna, caridad ferviente.
Espiritual unción, fuego sagrado;
Tú te infundes al alma en siete dones.
Fiel promesa del Padre soberano;
Tú eres el dedo do su diestra mano.
Tú nos dictas palabras y razones.
Ilustra con tu luz nuestros sentidos,
Del corazón ahuyenta la tibieza;
Haznos vencer la corporal flaqueza.
Con tu eterna virtud fortalecidos.
Por tí, nuestro enemigo desterrado.
Gocemos de paz santa duradera;
Y siendo nuestra guía en la carrera,
Todo daño evitemos y pecado,
196
FRAY DIEGO GONZÁLEZ.
Por tí al eterno Padre conozcamos,
Y al Hijo, soberano omnipotente,
Y átí. Espíritu, de ambos procedente,
Con viva fe y amor siempre creamos.
Toda ploria sea dada al Padre eterno,
Y al Hijo, de la muerte victorioso,
Y al soVierano Espíritu amoroso.
Ahora y siempre y por siglo sempiterno.
TKADUCCION DEL CÁNTICO MAGNÍFICAT.
Alaba y eno^andece
A su Dios y Señor el alma mia,
Y en mi espíritu crece
El gozo y alcgi-ía
En Dios, mi Salvador, en qnien confia.
Y porque se ha dignado
Mi baja condición mirar clemente,
Mi nombre celebrado
Será de gente en gente.
Llamándome dichosa eternamente.
El poderoso j pío.
Que Santo es su renombre y ornamento.
Ha obrado en favor mió
Maravillas sin cuento,
Que exceden todo humano entendimiento,
Y su grande clemencia
Se extenderá propicia eternamente
A toda descendencia.
Con tal que toda gente
Le doble la rodilla reverente.
De fortaleza y brío
Armó su brazo excelso poderoso,
Y confundió al impío
Soberbio, presuntuoso,
En sus designios vanos orgulloso.
De la encumbrada silla
Derribó al poderoso y engreído,
Y á la plebe sencilla
Del estado abatido
Hasta el solio de gloria le ha subido.
Colmó al necesitado
De bienes soberanos con largueza,
Y al rico, confiado
En su falaz riqueza.
Dejó vacío en mísera pobreza.
En gracia ha recibido
A Israel, recordando su clemencia;
Como hubo prometido
A la antigua creencia,
A Abraham y su larga descendencia,
Al Padre sea la gloria,
Al Hijo y al Espíritu, cantada
En eterna memoria.
Como siempre fué dada
Y será por los siglos tributada.
TRADUCCIÓN DEL HIMNO TU BEUM.
A vos. Señor, por Dios os alabamos,
Y vuestro señorío
Sobre todas las cosas confesamos,
Padre eterno de inmenso poderío
Os venera la tierra
Y cuanto el orbe encierra.
Por angélicos coros sin reposo,
Los cielos y las altas potestades,
El querubín y serafin gozosos,
Con incesante canto
Os entonan el Santo, Santo, Santo;
Señor de los ejércitos terrible.
Cielo y tierra rebosan vuestra gloria
Y majestad; el coro glorioso
De apóstoles, el número plausible
De profetas y ejército invencible
De mártires triunfantes
Os alaban constantes.
La Iglesia, por el mundo difundida.
Os confiesa por Padre omnipotente,
y á vuestro venerado
Unigénito Hijo coctcrno,
Y al Espíritu Santo juntamente.
(Oh ungido del Señor 1 ¡Oh Cristo amado I
Tú eres Rey de la gloria,
Hijo etornal del Padre sempiterno.
Tú, habiendo de tomar el ser humano
Para librar al hombre, que criaste.
Con ser inmenso, no te dcdignaste
De la estrecha clausura
De las entrañas de una virgen pura.
Tú, vencida la muerte, nos abriste
Con poderosa mano
lias puertas eternales.
Que la culpa fatal habia cerrado
A todos los mortales.
Tú á los cielos subiste,
Y á la diestra del Padre estás sentado,
Y vendrás, como juez justo y severo,
A juzgarnos el dia postrimero,
Dia terrible y triste.
Por tanto, ahora postrados,
Favor pedimos los que redimiste
Con tu sangre preciosa ;
Haz que en suerte dichosa
Con tus santos seamos numerados.
Salva tu pueblo y la heredad preciosa
Que por propia elegiste,
Y hacia tí nos dirige eternamente
Con devota porfía.
Cada dia tu nombre bendecimos
Y por todos los siglos le alal)amos.
Guárdanos sin pecado en este dia;
Piedad, Señor, piedad á ti pedimos,
Y así como de tí siempre esperamos,
Tu gran misericordia consigamos.
En tí espero, Señor, continuamente;
No seré confunelido eternamente.
A UNA PINTURA CONFUSA DE LA GLORIA.
OCTAVA.
Una rara visión, qiie representa
Un conjunto de varias confusiones,
En color de azafrán y de pimienta.
Donde, á costa de muchas atenciones,
Sólo nota la vista más atenta
Manos, patas, cabezas, pies y alones,
¿Por qué motivo se ha de llamar gloria?
¿No era mejor llamarla pepitoria?
A UN ORADOR CONTRAHECHO, ZAZOSO
Y SATÍRICO.
Botijo con bonete clerical,
Que viertes la doctrina á borbollón ,
Falto de voz, de afectos, de emoción;
Lleno di furia, ardor y odio fatal;
La cólera y despique por igual
Dividen en dos partes tu sermón,
Que, por tosco, punzante y sin sazón,
Debieras predicárselo á un zarzal.
I Qué prendas de orador en tí se ven 1
Zazoso acento, gesto pastoril.
El metal de la voz ciial de sartén.
Tono uniforme cual de tamboril.
Para orador te faltan más de cien;
Para arador te sobran más de mil.
CENSURA DE UNOS SONETOS ACRÓSTICOS.
- OCTAVA.
Esos versos que ves tan adornados
No son efecto, Mirta , de gran ciencia ;
Por pintor, no poeta, son formados.
Más que obra de talento, de paciencia;
Y aunque, hacia varias partes ordenados,
Siempre tienen su cierta inteligencia,
Y forman con las letras mil juguetes,
No son sonetos, sino soneonetíS,
COMPOSICIONES VARIAS.
197
TEADUCCION
del epitado latino que el Bembo hizo á Rafael:
lile Me est Baphael, timuit, qno sospite, vinel,
Rervm magna paren» , et mm'ienie morí,
TRADUCCIÓN.
Aquí yace Rafael,
De quien natura, admirada,
Receló por su pincel,
Viviendo él, ser superada,
Y morir muriendo él.
ÉGLOGA
eon motivo de la exaltación al trono y proclamación de nucstr j
augusto soberano Carlos IV (Ij.
BATILO, DELIO.
BATILO.
;,De dónde, Delio amado.
Tan extraña alepria?
Poco há que en este sitio recostado,
Arreglando tu lira á tono triste.
Con fúnebre elegía
A toda la ribera enterneciste,
Moviendo tu lamento
A tomar interés en tus pesares
Al ledo Manzanares,
Que el pecho alzó del arenoso asiento;
Y ora , de gozo el rostro trasportado,
De hiedra y arrayan recien cortado
Rodeada la frente.
Festivo, sin cesar, alegre cantas,
Y á tu celeste esfera el son levantas,
Y el nombre carolino juntamente;
El nombre carolino,
Que en la ribera suena de contino,
DELIO.
No te admires , zagal , si en este dia
Es mi gozo excesivo,
A tocar en locura;
Que es extraño el motivo,
Y á veces es cordura
Perder el seso, i Oh amada patria mia'
I Oh felices edades.
En que la alma vii-tud es ensalzada
Y en trono real sentada!
Ya se ven humanadas las deidades
En medio de la plebe alborozada;
Ya torna el reino de Saturno y Rhea,
Y derrama Amaltea
Del rico don sagi-ado
Los bienes sin medida.
¡ Oh dichoso el zagal á quien es dado
El comenzar la vida
En tan feliz momento!
Paced, paced, pastores, libremente.
Seguros de invasión de lobo hambriento;
Cantad alegremente
Nuestras glorias futuras,
Y el nombre carolino juntamente.
[Oh dichas! ¡oh favores! ¡oh venturas!
¡Oh Carlos deseado! ¡oh dulce Luisa!
Venid, tiempos, venid á toda prisa.
BATILO.
Bien hiciste en decirme que no era
Locura consumada tu alegría;
Que por tal la tendría
Quien, como yo, te oyera
Decir cosas tan v.árias presuroso,
Sin proseguir alguna señalada
Ni hacer allí parada ;
Cual en valle abundoso
Deja la hambrienta oveja mal pacida
(1) Fray Diego González dejó sin concluir esta égloga.
La grama comenzada,
Del codiciado nácar atraída,
0 cual la mariposa
Que toca en varias flores, desvelada,
Y en ninguna reposa.
¿De dónde, pues, tu falta de cordura?
¿Qué frenesí de nuevo te ha tomado.
Siendo pastor de juicio acreditado?
DELIO.
Pues qué, ¿no ves trocada la natura?
1 En el prado florido
No ves el resplandor, cuando á Diana
En diversión liviana
Detiene en Látmos el pastor dormido?
¿No ves por los oteros
Saltar las corderillas.
Retozar los corderos.
Volar los colorines en cuadrillas?
¿No escuchas el divino, no aprendido,
Canto del ruiseñor, que la celosa
Consorte reconoce desde el nido.
Donde en cama mullida
Fomenta cariñosa
La familia, en los huevos escondida?
¿ No ves subir al cielo, bordeando.
La calandria parlera,
En justa proporción la voz alzando,
Y luego se descuelga á la pradera
Precipitadamente ?
¿No es aquella que aixulla en nuestra estancia
La tórtola doliente?
¿Del monte en la ladera
No miras el almendro floreciente ?
¿No sientes la fragancia
De las rosas que nacen por do quiera,
Y todo en medio del invierno crn !■>.'
BATILO.
¿Tanto tu gozo enajenarte p;;
Que juzgues cosas tales
Las hogueras que en muestra de alegría
Encienden los zagales ?
SATISFACCIÓN DEL GENIL TRIUNFANTE
AL DAHEO QUEJOSO (2).
¿ Por qué te das tormento,
Darro, cíe que en el triunfo conseguido
Tu nombre no has oido ?
¡Oh! deja la querella y el lamento,
Y torna á dar contento y alegría
A tu angostura umbría;
Que si yo llevo el nombre en la victoria,
Del triunfo llevas tú toda la gloria.
Aunque del seno frío
Los dos nacemos de esa madre cana.
Plugo á la soberana
Mano de hacer los dos un solo rio.
Para este fin el nombre tú perdiste,
Y gran caudal me diste ;
Y yo el nombre te di para el intento,
Corto caudal, y tardo movimiento.
No tú , como el Segura ,
Que el triunfo celebró de la insolencia,
Y puso la inocencia
En cadena insoliible y cárcel dura.
Por eso condenaron sus raudales
Los dioses inmortales
A ser de cara madre distraídos ,
y en las movidas tierras consumidoa.
(2) I, a hemos copiado del manuscrito autógrafo que envió frat
Diego á Joveilanos.
199
•FRAY DIEGO GONZÁLEZ.
k LA PAZ
ventajosamenle concluida por Carlos lU.
SONETO.
La piierra por un caso inevitable
Invadió la española monarquía,
Juzgando que aceptada, acabaria
De una vez con la gente miserable;
Y rehusada, al monarca respetable
La gloria militar rebajaría.
El pueblo ofrece á Carlos á porfía
Dones mil del tesoro inagotable
De su amor; y por Carlos negociada,
Viene la paz con palma de victoria.
La guerra cruel , huyendo apresurada ,
Tantos despojos deja en nuestra tierra,
Que Carlos de la paz saca la gloria,
Y el pueblo la abundancia de la guerra.
ENDECHAS (1).
Á Mirta, ausente.
Por aliviar mis penas
Te escribo, Mirta hermosa;
Mas dudo del alivio;
Que la pena es mayor con la memoria.
¿ Cuándo, mi dulce Mirta,
Cuándo será la hora
Que tu presencia amada
AlcCTe fin á mi amargura ponga?
¿Cuándo ahuyentarás, cuándo,
Tinieblas horrorosas ,
Que á un inocente pecho
Entristecen, oprimen y sofocan?
Corre el tiempo á mis daños
Con planta voladora,
Y á mis placeres anda
Con planta lenta, toi-pe y perezosa.
[Cuántas veces (¡qué dicha!)
A tu puerta amorosa
Llamo y digo : « Abre, Mirta,
Y ahuyenta con tu risa mis congojas!»
¡Y cuántas ¡dolor fiero!
Mirando tan remota
La esperanza de verte.
Lágrimas tristes de mis ojos brotan!
Ya fatigo los montes
Con voces lastimosas,
Pidiéndoles á Mirta ,
Y tan sólo ecos tristes me retornan.
Ya de la cruel Diana
Me quejo; ya á la hermosa
Venus suplico humilde
Que á mis amantes quejas corresponda.
Vén, pues, querida Mirta,
Y el mal que me devora
Truécalo en alegría
Con tu presencia dulce y amorosa.
Dios te guarde más años
Que hilos tienen las tocas
Del refulgente Apolo.
Termes, á dos de Enero. — Qíiien te adora.
A la noche funesta
Sucede el claro dia,
Y toma á los mortales el consuelo;
La parda nube opuesta,
Que el aire entristecía,
En gruesos hilos de agua baja al suelo,
Y se descubre el cíelo;
Y la mar, alterada
Del vendabal furioso,
Recobra su reposo;
Sigue á la guerra cruel la paz amada;
Solo eterno percibo
De mi fortuna airada el cefío esquivo.
(1) Copiada de las poesías manuscritas que envió el maestro
Go.NZALEz á Joveltanos.
LAS EDADES.
POEMA DIDÁCTICO.
LA NIÑEZ.
Mtíitis ciijusque nolandi aun t tibí mores,
Mobtlibtisque dfcor nuluris daiidus , el annis.
heddere qui voces jam scti ¡mer, et pede verlo
Signal humum, gcsti/ panius colludere, el iram
ColUyil, ac ponil lemere; el muialur iii horas.
(Horatius, Epist. ad Pisone$J
ARCnUENTO DEL PRIUER LIBRO.
Niim. 1. Proposición.
2. Dedicación.
3. Recomendación de la materia.
Á. Admirase la providencia de Dios en la creación del
mundo y los entes que le ocupan , y sus designios en
orden al hombre.
b. Complacencia del soberano Criador en sus obras.
6. Creación del hombre, compuesto de cuerpo y sima, y
caos inmenso entre la materia y el espíritu.
7. Admirable providencia con que el Criador proporcionó
estas dos compartes, ¡lara que compusiesen un todo.
8. Prerogativas y felicidad del hombre en el estado ino-
cente.
9. Degradación de la naturaleza por la desobediencia del
primer hombre.
10. Males y miserias en que incurrió el hombre por su des-
obediencia.
11. Bienes naturales que quedaron en el hombre después
de su degradación; sus excelencias , señorío, indus-
tria y talento para procurarse su felicidad por medio
de la agricultura, comercio y descubrimiento de las
artes y ciencias.
LIBRO PRIMERO.
1. Decir en verso grave, numeroso,
Del hombre vegetable , y las sazones
Por donde sin sentirlo es conducido,
En cada edad notando las pasiones
Que son propias, por don raro y precioso
Concede, ¡oh sabia Musa ! y al olvido
Entrega el verso blando que á mi lira
Dictaste en vida umbrátil. (¡Ay locura.
Con eternales lágrimas llorada!)
El verso didascáíico me inspira.
Mezcla la utilidad con la dulzura;
La sola utilidad , que ni es tocada
Del fuego celestial la mortal gente.
Ni del sacro furor su pecho henchido
Para otro fin; ni fuera conveniente
Tratar asunto menos importante.
Por mis años á tal sazón venido,
Que la cana en mi pelo ya ha nacido,
Y va á surcar la ruga mi semblante.
2. Y tú, sabio Jovino, mi ventura,
Gloria inmortal del legionense suelo,
A quien la más sincera, la más pura
Duradera amistad unió conmigo
(Don , entre cuantos dones debo al cielo,
El más digno de prez) ; ora tasando
Estés á la maldad digno castigo.
Representando al Dios de la venganza;
Ora con tierno pecho consolando
De la viuda y el huérfano el lamento;
Ora examines en la fiel balanza
Que te confia la divina Astrea,
La dudosa razón con ojo atento
Y pecho libre de pasión malina;
Suspende por un rato la tarea
Forense, en que te tiene sumergido
El provecho común , y determina
En el nuevo camino que has mostrado,
Mis pasos aun dudosos ; lo torcido
Endereza, levanta lo abatido.
Tilda con negi-a tinta el verso errado;
LAS EDADES,
1S9
Infúndeme valor, si desaliento
En la ardua vía por do va la gloria.
Yo extenderé del uno al otro polo
El nombre de Jo%ano, su talento,
Y de sus hechos la lucida historia.
Tuya es la idea, mió el verso solo;
Tus doctos pensamientos vé dictando;
Yo al dulce verso los iré acordando.
3. Así como un geógi'afo erraría
Si mil reinos extraños describiera,
Al desprecio entregando el patrio suelo;
O como el padre, ([ue curar debiera
De su casa la sabia economía,
Y la ajena mirase con desvelo;
Así nosotros (créeme, Jovino)
Erramos, ¡ay! erramos torpemente,
En objetos extraños consumiendo
De nuestro entendimiento el don divino,
Que para el propio liiin ]irimeramenie
Nos fuera concedido; ó discurriendo
Por las oscuras ciencias, comparemos
Unas cosas con otras vanamente;
O los ajenos hechos meditemos
En la historia, do el daño y el provecho,
La acción laudable con el torpe hecho
Conñmdidos están (el grande Apolo
Juzgue si ella es más útil que dañosa);
Sr)lo de nuestro ser, de nuestro solo
Vivir siempre olvidados, consumimos
La vida, sin sal>er cómo vivimos.
Como entre flores necia mariposa ,
De objetos en objetos discurrimos,
Sin tomar, cual abeja diligente,
A nuestro propio bien lo conveniente.
4. Que muy de otra manera meditaba
Nuestro común provecho aquel divino
Hacedor de las cosas que en su mente
Eternalmente concebido habia,
Y nada para si necesitaba,
Eico, abundoso y en feliz destino,
Y todo el ser en si lo contenia.
¡Oh dignación! ¡Oh amable pi'ovidcucia!
¡Oh divino consejo, eterno y sabio!
¡Oh poder! ¡Oh bondad! del alto cielo
Envia la sagrada inteligencia.
Que puriñque el torpe, inmundo labio
Con fuego de tu altar, para que pruebe
Decir tus obras santas y desvelo
Paternal hacia el hombre; confundido
El sacrilego error, que al necio ateo
Dictó en secreto el corazón aleve,
Y el sistema orgulloso, que el oido
Cierra, cual áspid sordo, el sabio encn.ito
Del gitano pastor, del pueblo hebreo
Padre y legislador, que poseído
Del fuego celestial y sacrosanto,
Que arder, sin consumir la zarza, vído;
En la falda del Sina refeiúa.
Prestándole atención la ruda gente.
Cómo el mundo en eterno horror yacia,
Y en la nada yaciera eternamente.
Si el soberano Autor no le extrajera
Del no ser, cual sí allí ya ser tuviera.
Y sonando la voz omnipotente.
La universal materia salió fuera,
Aunque inerme, vacia, informe, impura,
La faz ceñida de tiniebla oscura.
¡Ah! cuan desaliñada y diferente
De como fué después que la adornara
Su espíritu divino, y la in.spirára
Virtud, con luengua.s alas colji jando
La inmensa mole de agua, cual fecunda
Sus huevos la paloma al calor blando !
¡Cuánta virtud, cuan varia, la infundial
La luz clara salió de la profunda
Tiniebla, distinguiendo noche y dia
Para el trabajo y ocio virtuoso.
Lo más puro del liquido elemento
Alzó en inmensa altura, y extendido
Cual magnífica piel el firmamento,
Cubrió el resto del ser en giro airoso;
El resto, que aun yacia confundido
En el centro, do tuvo inmoble asiento
La tierra, que dil agua separada,
Mostró la acca faz, y señalado
Fué el término en que el mar se contuviera,
Con ley eterna nunca traspasada.
Luego abrió de la tierra el seno amado,
Y explicó las virtudes que la diera
Su fecundo calor, y de verdura
Apareció vestida, y prometía
En esperanza el fruto sazonado,
Que sus especies pro))agar debía.
¡Oh, cuánta variedad! ¡C 'minia hermosura!
¡Qué grande utilidad! ¡Qué muchedumbre
De cada vegetal! Allí fué hallado
Desde el humilde hisopo hasta el alzado
Cedro, que ostenta el líbano en su cumbre.
Despucs adornó el ciclo á competencia
Con lucientes estrellas, cuyo cuento
Sólo pudo saber su eterna ciencia.
El sol, padre del día, rodeando
La tierra en desvelado movimiento,
Los días numeraba, y declinando
Del Capricornio al Cáncer lentamente.
El fiño y sus sazones señalaba
La luna, de la noche presidente,
Sus luces recogiendo y dilatando,
Los tiempos y los meses anunciaba.
Entre tanto, del agua el seno blando.
Que el divino calor aun fomentaba,
Del ser un nuevo grado producía.
Capaz de movimiento y de sentido.
Los silenciosos peces por la fría
Cristalina región luego giraron;
Y las canoras aves con ruido
Desde el agua tan raudo el vuelo alzaron,
Como si allí posadas estuvieran ,
Y el trueno horrendo de arcabuz oyeran.
La madre tierra el nunca estéril seno
Abrió segunda vez, y en un instante
El anchuroso espacio se víó lleno
De animales en turba numerosa.
De cuerpo, astucia y ser desemejante,
Cual cierra la distancia prodigiosa
Del sutil arador al elefante,
Y del necio jumento á la raposa.
6. Como un sabio pintor, que concluido
El lienzo, largo tiempo meditado
Y con profundo estudio diseñado.
Atento lo contempla, y complacido
Nota lo definido en las figuras.
El cauto desperñl de los contornos,
Lo sinuoso y plegado en los díntorno3,
El ameno follaje en las verduras.
De la luz á la sombra la insensible
Degradación, la huella imperceptible
Con que el dulce pincel varió las tintas.
Que dan la suavidad y la belleza,
Y á veces contrapuestas y distintas,
Dando el claro y oscuro fortaleza,
Aumentan el relieve, y juntamente
Extienden las distancias luengamente.
Que al contrario sujirimcn á porfía
I>os escorzos, con diestra economía;
y míramlo mil veces sus labores,
Observa cada vez nuevos primores;
Mira el todo, y se pasma; admira el arte
Llevado á perfecci(jn en cada parte;
Y tanta maravilla contem]ilando,
El semblante le l)aña el grande gozo,
Y en el pecho le liulle el alborozo...
Así el divino Artífice, mirando
De sus divinas oV)ras la hermosura.
Orden y proporción, se complacía,
Y en ver todo lo hecho tuvo holgura.
Cada cosa por sí le parecía
Buena, y mirado todo juntamente.
Le pareció acabado y excelente;
Tanto, que el Criador se envaneciera,
Sí en un Dios vanidad haber pudiera.
Y todo lo bendijo afablemente,
^laudando á los vivientes que llenasen
La ancha tierra, y su ser multiplicíisen.
200
FRAY DIEGO GONZÁLEZ.
6 Y en tanto que los ángeles cantaban
Mil acordados himnos, y alababan
El divino poder, cual si acabado
Hubiera ya sus obras, en el pecho
Beservaba el Señor nuevo cuidado
Hacia el hombre, pues sólo á su provecüo
Ordenaba su amor todo lo hecho.
Y con voz majestuosa y resonante,
Rebosando bondad por el semblante ,
« Hagamos (dijo) al hombre.» Cesó el cr.nto.
Sobrevino á loa coros el espanto;
Y vieron admirados que inclinada
La inmensa majestad al bajo lodo,
Tomaba una porción, y separada
Del resto, en forma airosa la pulía,
Cubriendo con rosada piel el todo,
Que innumerables partes contenia.
Cada cual destinada al propio olieio.
¡Qué conexión , qué orden , qué artificio
En huesos, nervios, venas se guardaba!
iQué belleza, qué talle y simetría
En todo el exterior manifestaba!
Mirado el bello rostro, parecia
Que en apacible sueño reposaba.
Mas ¡ay! que eternamente careciera
De toda sensación y movimiento,
Y como estatua inánime yaciera.
Si el Criador, con su divino aliento
Soplándole en el rostro blandamente,
Espíritu inmortal no le infundiera;
Espíritu inmortal, alma viviente,
Del mismo que la hacia imagen clara,
Que apenas 11' gó al cuerpo (¡oh maravilla!).
Abrió los ojos, cual si dispertara
Del sempiterno sueño, y prestamente
Doblando con respeto la rodilla,
Reconoció á su Dueño soberano.
Le amó con casto amor; agradecido
Besó la santa bienhechora mano,
Que le dio el noble ser, constituido
De materia y espíritu; porciones
De tan raras y opuestas condiciones.
Que de la una á la otra no se viene
Por graduación, ni entre ellas se conviene,
Ni hay orden , proporción ni analogía;
Que un infinito caos intendene
Entre una y otra, más intransitable
Que el grande espacio que imposible hacia,
Desde el pobre feliz al miserable
Sediento rico, que en la llama ardia.
El corto refrigerio que pedia
Para templar la sed intolerable.
7. Y con haber entre ellas tal distancia,
Tanta contrariedad y disonancia,
Las ayuntó el Señor en amigable
Lazo con modo oculto y admirable,
Poniendo entre las dos tal dependencia.
Que á cualquiera impresión que recibiese
La materia, en el alma á competencia
Idea Bcme jante se formase;
Y al contrario, si el alma precibiese
Tristeza ó alegría, resultase
Dolor ó gusto al cuerpo. Cual si viste
Alguna vez en lira resonante
Dos unísonas cuerdas, que si heriste
Una de ellas, la otra, aunque distante,
Hace el mismo sonido, alegre ó triste.
Sin ser herida; así las dos porciones
Humanas reciprocan sus pasiones,
Y se afligen ó gozan mutuamente,
Viendo que el daño propio ó el provecho.
Del de su compañera es dependiente,
Y á su cooperación funda derecho ;
De do viene el temor de sejjararse,
Y dulce precisión de siempre amarse.
8. Mas, ¿quién podrá explicar el alDundoso
Dote con que fué el alma enriquecida
Para este desposorio ? En don precioso
La original justicia fué añadida.
Que el orden y armonía conservaba,
Y con doradas riendas sujetaba
La inferior turba de apetitos varios,
Para que ni rebeldes ni contraríos,
D'.l racional deseo desdijesen,
Y siempre á la razón obedeciesen;
A la razón, que á todo presidia,
Cual sol en claro ciclo, y procedia
Ilustrada con ciencia suficiente
Para poder vivir virtuosamente.
Ni allí el grosero error, ni la enemiga
Pasión ó enfermedad poder tuviera
Para impedir la concertada liga,
Ni el conocí r y obrar lo que era justo;
Gozando el hombre libertad entera.
Propia del sano estado y ser robusto;
Pronto siempre el auxilio soberano,
Sin el cual, por su culpa no cayera,
Y queriendo, con él permaneciera,
Y obrara el bien con vigorosa mano;
Pues fácil le era el bien, que la traidora
Ley de los miembros contradice ahora.
9. Así vivia en venturosa suerte
El primer hombre, y nada perturbaba
La dulce posesión de su contento.
Libre de enfermedad y fiera muerte.
Que el perdido vigor le reparaba,
Y contra la vejez le aseguraba
Del vital leño el próvido alimento;
Y el rico patrimonio que gozaba.
Unido con la amada compañera,
A la futura gente transfundiera.
Si el precepto tan fácil como justo
Del supremo Señor no traspasara,
Y de tan alto bien" no le privara
Del soberbio Satán el triunfo injusto,
Con astucia traidora conseguido;
El triunfo injusto, que con grave canto.
Interrumpido á veces con el llanto,
Y laúd triste sabiamente herido.
Lamentaba con verso numeroso
En la orilla del Támesis nubloso
El religioso Milton; y al sonido,
Sus rubias ninfas la cabeza alzaban,
Y á la historia tristísima atendian,
Y con profundos ayes renovaban
La memoria del dulce bien perdido,
Mirando al Padre, cuya urna henchían
Con el copioso llanto que vertían.
10. Cual máquina exquisita, que el talento
Del exacto Elicot con lenta mano
Complicó sabiamente, y conformaba
Con la luz celestial su movimiento,
Y en breve espacio en orden soberano
De los celestes orbes limitaba;
Y tal vez roto el muelle de violento
Golpe, ú de mano rústica partida
La preciosa cadena, cesa el orden,
Y todo es confusión, todo desorden;
Así la mano de Satán grosera
Perturbó la armonía establecida
Por el Autor divino, quebrantando
La justa rienda, que enft-enar debiera
Al apetito bruto, que usurpando
Los ajenos derechos, tomó el mando;
Quedando la razón en suerte triste.
Ciega, débil, confusa, y á la hora
Hecha una vil esclava, de señora.
¡Oh amarga culpal ¡Cuánto mal trajiste
Al hombre en breve ! Tú le derrocaste
Del no entendido honor en que vivia,
Y al jumento insipiente le igualaste;
Tú el sagrado derecho le robaste
De hacer con mano fácil, si quería,
El bien, que obrar en vano oía porfía,
Si el rayo celestial, nunca debido,
La razón tenebrosa no esclarece,
Y el corazón helado no enardece.
Tú con furor, con espantoso ruido
Corriste los cerrojos eternales
Del horroroso abismo, do cerrados
Tenía el soberano Autor los males,
A prisión sempiterna condenados,
Si tú los duros hierros no rompieras,
Y el indulto fatal le concedieras.
COMPOSICIONES VARIAS.
Por tí en el mundo entró la muerte fria.
Por tí la enfermedad y la dolencia,
La vergonzosa desnudez, la impía
Siempre traidora infiel concupiscencia,
La ignorancia, el orgullo, la insaciable
Codicia, la hambre y sed, y la indigencia,
Y de otros monstruos turba innumerable.
Que de tropel salieron del profundo
Para dañar al hombre miserable,
Y establecer su imperio en todo el mundo.
Por tí sola fué el hombre dcsten-ado
Del delicioso Edén, y condenado
A no volver á hallar el surtidero
Común del que en Egipto corre undoso
Phison , y del Araxes sonoroso.
Del Eufrates alegre, y del ligero
Tigris. Por tí la tierra, que primero
De su gi-ado los frutos produjera,
En posesión maldita fué treicada,
Que sólo diera al dueño la grosera
Espina y cruel abrojo, si no fuera
Con duro y corvo arado fatigada,
Y con sudor y lágrimas regada.
11. ¡Oh amarga culpa! ¡Tanto mal hiciste
Al mísero mortal! Mas no lograste
Acabarlo del todo; tú mudaste
Su estado y condición; mas no pudiste
Mudar el noble ser, ni le quitaste
El dominio supremo, el poderío
Que ejerce sobre todo lo terreno.
Con que hace andar el cuello al yugo atado
Al novillo valiente, y doma el brío
Del altivo caballo con el freno.
Ni la astucia sagaz, con que, ó de grado
O por fuerza , al pez , ave y alimaña
Hace reconocer el señorío,
Que en vano huyendo van por la montaña^
O por el aire vago ú hondo rio.
Y salva quedó al hombre la inventora
Industria, que muy breve le condujo
Del perizoma humilde al refulgente
Oro y la blanda seda, con que ahora
El cuerpo cubre con soberbio lujo.
Y presto fué seguido á la astringente
Bellota ti grano fértil delicioso.
Con mil dulces manjares y sazones.
Y luego aspiró el hombre á la abundancia,
Y puso móvil puente al mar undoso.
Corriendo sin fatiga la distancia
Inmensa que separa las regiones.
Que nunca alcanzó á ver el carnicero
Buitre subido al cielo; y peregrinas
Especies mil tomó del extranjero,
Dándole lo sobrado. Y las divinas
Artes advirtió en sí, con que levanta
A un nuevo y alto ser el ser primero;
Y trasladando á un lienzo la natura.
Instruye la razón, la vista encanta,
Y fija á un ser la fugitiva historia;
Y cediendo al cincel la piedra dura,
O en moldes los metales desatados.
De sus héroes conserva la memoria;
Y del suelo se aleja, y la vacía
Región huella seguro, y en dorados
Techos habita, y junta en sociedades
Los hombres, que con sabias leyes guia
A su felicidad; y da tormento
Con máquinas, y obliga á la natura
A descubrir las causas y verdades.
Que oculta en seno oscuro y avariento;
O con activo fuego la depura,
Y en principios resuelve, y mil esencias
Destila de tal precio y eficacia.
Que le sirven de alivio en sus dolencias.
201
PINTURA DESEADA.
Si la efigie verdadera
De Mirta se ha de formar,
Debe el cielo aparejar
Todo el lienzo de su esfera.
Es preciso que el sol diera
Sus rajaos para pinceles.
Color sus virtudes fieles,
Su grande prudencia el tiento.
Digna idea su talento.
La mano el supremo Apeles.
A UNA SEÑORA
que se quejaba de que hubiesen tratado á otra Antes que á ella,
Si un caminante penara
De sed, y junto al camino,
Por acaso peregrino.
Una fuentccilla hallara,
Y no siendo la más clara
El agua, bebiera aquí,
Aunque no lejos de allí
Otra mejor agua hubiera,
; Extrañaras fjue bebiera?
Pues esto me pasa á mí.
Si un infeliz naufragara,
Y á una tabla que encontrase.
Gustoso la mano echase,
Y así la vida salvara,
¿Hubiera quien lo extrañara,
Ni juzgara frenesí
Porque tal vez por allí
Pasar un barco pudiera.
Que al puerto le condujera?
Pues esto me pasa á mí.
, Yo soy aquel caminante
A quien la sed desalienta,
Y en amorosa tormenta
Soy infeliz naufragante.
Ya os he dicho lo bastante
En comparaciones dos:
Hablad, Señora, por Dios;
Que ese silencio me abrasa.
Eso es lo que á mí me pasa;
Decid lo que os pasa á vos.
A LA NOCHE,
PINTADA POR J. VERNBT.
DÉCIMA.
¿A qué luz examinaste,
Gran Vernet, la noche oscura,
Que en tu famosa pintura
Tan al vivo la copiaste?
Si de noche la pintaste,
¿Qué luz tu pincel guió?
Si de dia, no sé yo
Cómo tanta oscuridad,
Juzgándola realidad.
Su luz no la disipó.
A DON BARTOLOMÉ VÁZQUEZ,
HABIENDO GRABADO LA LÁMINA DE SAN AOUBTIK.
QUINTILLA,
Grabaste, ¡oh Vázquez divino!
Esta vez con tal primor.
Que en tu buril peregrino.
Con ser tan grande Agustino,
Parece mucho mayor.
2o:
AL PENSAMIENTO.
Cesa ya, pensamiento,
Cesa siquiera un rato
De aunicntar mis temores
Con propuner mis daños.
Deja de repetirlo;
Que ya tengo notado
Ser propia la mudanza
De todo bien criado.
Ya sé que el sol hermoso
Con circulo diario,
Si brilla en el Oriente,
Se ofusca en el Ocaso.
Ya de la luna bella
He advertido en los cuartos
Crecientes y menguantes,
Alientos y desmayos.
Sé que á la primavera
Sigue el seco verano,
Y la noche funesta
Al dia alegre y claro.
Y aun sé que aquestas cosas
(¿Cómo podré negarlo?)
Son imagen muy viva
Del bien que yo idolatro.
Mas ¿qué ventajas logras
De lo que yo te alargo.
Si las copia en lo bello,
No en lo mudable y vario ?
Es .sol, mas siempre fijo;
Es luna sin desmayo.
Es primavera eterna.
Es dia perpetuado;
Pues cesa, pensamiento,
Cesa siquiera un rato
De aumentar mis temores
Con proponer mis daños;
Que siendo de constancia
Mirta prodigio raro.
Ni ella puede mudarse,
Ni yo puedo pensarlo.
EN LOS DÍAS DE LISL
No sale tan gallarda
Por las doradas puertas,
Del Oriente la aurora
En las mañanas frescas.
Como hoy en las orillas
Del Tajo te presentas,
Oh bella Lisi mia,
A celebrar tu fiesta.
Al paso que los giros
De la celeste ru da
Tus bellos años forman,
Tus claros dias cueíatan,
Con pasos florecientes
Tu verde primavera
Va caminando al grado
De juventud perfecta.
El tiempo, que grosero
Castiga otras bellezas
Con canas que envilecen
O con rugas que afean ,
Va pintando en tu rostro.
Con mano sabia y diestra.
Mil gracias peregrinas.
Mil perfecciones nuevas.
Brilla en tu frente hermosa
La luz muy más serena;
Ni más resplandeciente
Su rostro al cielo muestra
La luna plateada.
Que el tuyo tú á la tierra
Do imprimen hoy tus plantas
La delicada huella.
Los ojos...' Musa mia,
I Cómo mi voz pudiera
FRAY DIEGO GONZÁLEZ
Pintar los rutilantes
Ojos que en pos me llevan?
¿ Quién me dará que junte
Del sol la luz inmensa.
La sombra de la noche
Y ol fuego de la esfera,
Para pintar sus brillos,
Su gracia y su viveza?
Juegan sobre tu boca
Las risas halagüeñas,
Y en el ebúrneo pecho,
Tesoro de belleza,
Derrama su blancura
La candida azucena.
¡Ay tristes, ay dichosos
Los ojos que te vean!
Dichosos si te agradan,
Tristes si los desprecias.
Aun en la ausencia dura
Mi alma los contempla,
Y su luz la embriaga,
Sus llamas la penetran.
Mil veces bienhadado
El joven que merezca
El gozar para siempre
De tu amable presencia.
Logrado habrá en tí sola
(¡Oh venturosa estrella 1)
Un cielo, un sol, un fénix,
Y itn diamante en fineza.
Nunca tan claro cielo
Las nubes oscurezcan,
Y sol tan refulgente
Jamas ocaso tenga.
Tu vida á los diamantes
En duración exceda,
Y la ficción de Arabia
En tí verdad se vea ,
Y tus amables padres,
Con tus hermanas, sean
Testigos oculares
De edad tan duradera.
Esto escribía Delio
A su pastora bella ,
Y en verso lo escribía ;
Que, como en tanta fiesta,
De gozo pierde el juicio,
Por eso díó en poeta.
EL DIGAMOS,
ó EL AMOK, DE MIHEO (1).
D) (tamos, blanda Musa,
Di g limos de Mireo,
Digamos el ñ-acaso.
Digamos el suceso.
De Mireo y Cupido
Digamos y cantemos.
Del uno la venganza,
Del otro el escarmiento.
De Mireo digamos,
Filósofo severo,
Que amar juzgó delito
Ajeno de hombre cuerdo;
De aquel que motejaba
Con risa el embeleso
De Batilo en Cipáris,
Y en Mirta el de su Delio.
Digamos cómo un día
El dios alado y tierno
Tomó justa venganza
Del estoico Mireo,
(1) Ésta es una de esas composiciones de
poesía intima y familiar que pierden el inte-
rés y una parte de su donaire, pasada la
oportunidad. Está dirigida al padre Miras, A
quien fray DiEfio (González escribia casi
siempre en tono cliancero. I, a publicamos
ahora, siguiendo, en parte, el manuscrito
que envió el mismo fray üieco i Jovellanos.
Que en la orilla del Bétis
Andaba descubriendo
De la naturaleza
Los ocultos efectos.
Digamos que Trudina,
Por un casual encuentro.
Le dio materia hermosa
A su empezado intento.
Quiso advertir en ella
Cuál era aquel veneno
Que de los hombres turba
Los no acordados pechos.
Y como el otro sabio,
Observador protervo.
Que intentó del Vesubio
Comi^rehender el misterio,
Escaló la aUa cumbre,
Y averiguar queriendo
Del incendio la causa.
Pereció en el incendio;
Así las perfecciones
Contemplando Mireo
De la sin par Trudina,
Notó un extraño cerco.
Sobre la frente hermosa>
De pelo corto y crespo;
Paróse á ver la causa
Del bello fenómeno.
¡Ay triste! que era el arco
De do el niño severo,
Que en pos de la pastora
Tiraba el crudo nervio.
Le disparó una flecha,
Y atravesado el pecho,
Sobre la verde grama
Cayó el triste Mireo.
Y el dios , no bien vengado,
Tomó un solo cabello
De la madeja hermosa
De la pastora , y presto
Le ató de píes y manos ,
Y con burla y desprecio
Se lo entregó á Trudina
Como manso cordero.
Y dando carcajadas,
Volvióse el niño al cielo
A consolar la pena
Del corazón materno,
Y del vecino bosque
Sin número salieron
Pastores y pastoras
A celebrar el hecho.
Ellas forman mil corros,
De las manos asiendo,
Y airosamente danzan.
Hollando el prado ameno.
Los pastores cantaban
Muchos disAetos versos;
No me acuerdo de todos,
Diré los que me acuerdo.
«Nadie el amor rehuya,
Ni burle de su imperio;
Quien presuma de estoico.
Téngasele por necio.
)) Nunca digáis, pastores,
Cuando no estáis sedientos,
Y aun hiendo el agua turbia :
De aquí no beberemos.»
Esto digamos, Musa;
Siempre digamos esto,
Y nunca más digamos,
Y no digamos menos.
Digamos... Pero cesa,
Musa; que si Mireo
Tuviere más digamos.
Más digamos diremos.
A LA QUEMADURA
DEL DEDO DK FÍUS.
El caso que ha pasado
Contigo, Filis bella,
Por más que tú lo afií'mes,
No es fácil qiie lo crea.
I Cómo podrá creerse
Tan extraña quimera
Cual es el que á la nieve
El fuego abrasa y quema?
Pues tauta repugnancia
El caso representa
De que á uno de tus dedos
La llama se le atreva;
Por más que negra cintr.
Le ciñe y le rodea ,
Y por la cruz del lazo
Lo jura y lo protesta,
Nunca creeré tal cosa
Mientras que no te vea
Aprender de tus daños
A ser menos severa
Con los que tus dos ojo3
Abrasan y atormentan;
Que semejantes casos
Al mismo amor enseñan
A templar sus rigores
Y suavizar sus flechas.
Escucha, Filis mia.
El caso que se cuenta
Del hijo de la diosa
Que en Pafo y Gnido reina.
Dejando á un lado el arco,
La aljaba y las saetas,
Cogiendo andaba florea
Cupido en una selva.
Vido una fresca rosa
Que la prisión estrecha
Del capullo rompia.
Esparciendo bellezas.
Cortóla, y en su centro
Vio una oficiosa abeja,
Que dulce miel libaba
Y la dorada cera.
Tomóla por las alas
El niño incauto, y ella
El aguijón esgrime
Con tanta violencia,
Que en uno de sus dedos
Clavado se lo deja.
Con el dolor insano
El tierno dios se queja,
Turbando con sus lloros
Los cielos y la tierra.
Volando por los airea
Con voces lastimeras
Fué en busca de su madre;
Y puesto en su presencia.
Con tiernos puchericos
Le cuenta su tragedia.
COMPOSICIONES VARIAS.
Mas la prudente diosa ,
Entre tierna y risueña.
Le dice : «Aprende , hijo,
A usar de más clemencia
Con los flacos mortales,
Que imperioso atormentas.
))Pues si la leve punta
De una mosca pequeña
Te causa tanto daño.
Que el dolor te enajena,
))¿ Qué sentirán los hombres
Cuando de tus saetas.
Del duro arco enviadas,
Penetrados se vean .' »
Desde entonces Cupido
En su daño escarmienta,
Y hiere menos veces
O con menos liereza.
Así tú, ó más piadosa
Ya desde hoy te nos muestra
Con los que de tus ojos
Abrasan y atormentan;
O el caso que ha pasado
Contigo, Filis bella,
Por más que tú lo afirmes,
No es fácil que lo crea.
203
A LISI, MALAGUEÑA,
Ni la rubia Calipso
Mostró mayor terneza
Cuando de la isla Ogigia
Ulíses se le ausenta;
Ni la famosa Dido
Hizo mayor fineza
Subiendo al alto techo
A ver partir su Eneas;
Como ha debido á Lisi,
Divina malagueña.
El malhadado Delio,
A quien la suerte fiera
Dio la dicha de amarla
Al tiempo de perderla.
Yacia en blanco lecho...
¡Oh Delio! ¡cuánto yerras.
Pues dices que yacia
La vida que te alienta!
En blando lecho estaba,
De mil cuidados llena ,
Que el sueño de la noche
De sus ojos alejan.
El ruido del caballo
Lleva la triste nueva
A Lisi de que Delio
Para siempre se ausenta;
Y toda poseida
De singular fineza.
El frió despreciando
(Que otro fuego la quema),
Salta del casto lecho.
Sin buscar más decencia
Que la que al acostarse
Previene una doncella.
El cabello sin orden
Claramente demuestra
Cuánto aventaja al arte
La fiel naturaleza.
El cambray delicado,
Avaro y cruel , intenta
Cubrir el blanco pecho,
Tesoro de belleza,
Y en parte lo consigue,
Pero á la vista deja
Dos breves hemisferios
De nieve, que le afrentan.
De la breve cintura
Airosamente cuelgan
Los lienzos que á los ojos
Roban mejor Elena.
Nunca la fresca aui'ora
Se levantó tan bella
A desterrar las sombras
De la noche funesta;
Jamas la blanca Tétis
Cumplió su anual promesa
Al sepulcro de Aquiles
Con tanta gentileza;
Como por dar á Delio
La vista postrimera
Salió del lecho Lisi.
¡Oh Musa, si la vieras I
La cerrada ventana
Con presta diligencia
Abre, se asoma, mira;
No ve á Delio; ¡qué penal
Mas ¿cómo era posible.
Si en una sazón mesma
El alba se levanta
Y la noche se ausenta?
Lisi se vuelve al lecho;
Delio triste se aleja.
Entonces ignorante
De tamaña fineza.
Mas luego noticioso,
Siente al doble la ausencia,
Se qiieja de su suerte.
Blasfema de su estrella,
Y al aire vago esparce
Tristísimas endechas.
Vé á Málaga volando,
Mi dulce cantilena,
Y goza la ventura
Que á tu amor se le niega,
Y si logras la dicha
De llegar á las bellas
Manos de Lisi hermosa,
Mil veces se las besa;
Y vuelve luego, luego,
A traerme las nuevas ,
Alegres, si te acoge,
Tristes, si te deshecha.
BTN DE LAS POESÍAS DE FRAY DIEGO GONZÁLEZ.
DON VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA.
NOTICIA BIOGRÁFICA Y JUICIO CRITICO.
El descuido y abandono de los escritores en consignar las noticias históricas de los hombres
distinguidos de su tiempo, es para los sucesores causa de justa reconvención, sin hacerse cargo
de que ellos mismos suelen usar con sus contemporáneos de igual injusticia , que les será igual-
mente echada en cara por los que vendrán después.
Y este abandono, y esta dificultad de averiguar los sucesos, se hace sentir tanto más, cuanto
más cercanos están á nuestros dias; de suerte que, tratándose de formar artículos ó noticias bio-
gráficas, nos es más fácil escribir uno de Cervantes ó de Lope , que otros de Iriarte ó de Cienfue-
gos, que murieron ayer. No parece sino que los hombres están convenidos en negar su atención
y desdeñar el estudio de los que vieron y trataron, para consagrar sus vigilias y diligencia en bus-
ca de tradiciones y recuerdos vagos de los que los siglos anteriores miraron con igual desden.
Estas reílesiones nos han venido naturalmente á la pluma al tiempo de querer trazar este lige-
ro bosquejo de uno de los autores privilegiados del siglo anterior : del crítico audaz , cuyo carác-
ter turbulento excitó á la vez el entusiasmo del público y el encono de los escritores ; del autor
patriota, que por un exceso de celo se dejó arrastrar á los más violentos extravíos en defensa de
una causa noble y justa : la causa de la antigua poesía nacional.
Todos los libros que hemos tenido á la vista para trazar estas líneas , las obras de los señores
Sempere, Signorelli, Buterveck, Sismondi, Bourgoing, Laborde, Martínez de la Rosa y Quin-
tana , nos suministran diversidad de juicios críticos, más ó menos extensos y razonados, acerca de
García de la Huerta como autor; pero todos son harto escasos en proporcionarnos datos del hom-
bre; es decir, de aquellas circunstancias en que le colocó la suerte, y que pudieron influir en su
desmedido orgullo , su altiva independencia y su animosidad contra todo lo que le rodeaba. Fal-
tos, pues, de estos datos, hemos recurrido á buscarlos á otras personas y á otros documentos más
allegados á este escritor; pero desgraciadamente tampoco han podido satisfacernos tan cumplida-
mente como deseábamos, y únicamente hemos podido reunir algunas breves indicaciones biográ-
ficas, que expondremos, juntamente con nuestro propio juicio, sobre el carácter y obras del
autor.
Don Vicente Antonio García de la Huerta nació en la villa de Zafra , obispado de Badajoz, en
9 de Marzo de 1734, y fué hijo legítimo de don Juan Francisco García de la Huerta y de doña
María Muñoz , personas ambas de calificada nobleza. Hizo sus estudios en la universidad de Sala-
manca , y antes de concluirlos vino á Madrid, donde contrajo matrimonio, en 40 de Abril de 4757,
con doña Gertrudis Carrera y Larrea, natural de aquella ciudad.
Desde sus primeros años demostró con repetidas obras su inclinación á la poesía ; y entre otras
de las primeras que contribuyeron á darle celebridad, puede citarse la Égloga de los ¡lescadores,
leída el 28 de Agosto de 1760, en la distribución de los premios de la Ac;idemia de San Fernando.
Estos versos, y otra multitud de composiciones que diariamente salían de su pluma; la arrogancia y
osadía conque desde un princii)io se anunció como el restaurador del gusto nacional, fuertemente
atacado en las obras de los Luzanes, Montianos y otros preceptistas á la francesa; su juventud, su
belleza personal, el desenfado de sus modales, y la brillante posición social en que muy luego se
colocó, como bibliotecario déla Real , oficial de la secretaría de Estado é individuo de la Academia
Española, de la de la Historia y déla de San Fernando, atrajeron á Huerta el favor del público y
el fácil acceso á la más elegante sociedad, á par que la envidia y encono de casi todos los escri-
tores de su tiempo.
NOTICIA BIOGRÁFICA Y JUICIO CRÍTICO. 205
Pero Huerta , en vez de desarmar á éstos, y hacerse más y más digno de aquéllos con su es-
tudio y adelantamientos , prefirió envolverse en la nube del incienso que quemaba en sus aras
el vulgo admirador, y lanzar desde allí rayos acerados, continuos, indiscretos, contra todos los
que osaban negarle el tributo de adoración ; protestando audazmente contra toda regla que no
fuese su capricho, y convirtiendo en absurda una causa cuyo origen era loable, á fuerza de indo-
cilidad, de acrimonia y de jactancia.
Una desgracia doméstica , de la cual no tenemos datos suficientes para consignarlos aquí, pero
que podemos atribuir también á la extravagancia y fiereza de su genio , le hizo decaer rápida-
mente del favor de la corte, hasta el extremo de ser privado de sus empleos, y confinado á la pla-
za de Oran , donde permaneció algunos años. Pero Huerta no por eso se desanimó ni cedió un
punto de sus arrogantes pretensiones; y el público, interesado más y más por él á causa de su
adversidad , continuó recibiendo con entusiasmo sus producciones líricas , en todas las cuales pa-
recía afirmarse en sus extravíos, su obstinación y su independencia.
Regresado después á Madrid , no quiso volver á sus antiguos empleos, por no querer hacer para
ello solicitudes que le parecían incompatibles con su honor ofendido y su inocencia ; y creemos
que por entonces estuvo únicamente ocupado en la casa del Duque de Alba, uno de sus más deci-
didos favorecedores.
Durante su larga ausencia , las nuevas doctrinas literarias se habían desarrollado notablemen-
te; el gusto del público , dirigido por hombres tan aventajados como Jovellanos, Iriarte, Forner
y Moratin , había cambiado casi del todo ; y Huerta , en lo más vital de su carrera , en lo más en-
cumbrado de sus manías, se veía atacado continuamente por hombres á quienes él había mirado
con desden, y que ahora volaban ya á su altura, á impulsos del aura popular.
No era hombre Huerta de ceder un punto en su sistema por este contratiempo. A las aprecia-
bles obras de sus contrarios respondía con amargas sátiras y afectado desden ; á los punzantes
epigramas que aquéllos le devolvían , contestaba con denuestos , y tratándoles poco menos que de
traidores á la patria por su manía en imitar las obras extranjeras. No contento con esta lucha in-
terior , ni bastándole á desfogar su carácter procaz , promovió otra no menos acre con los escrito-
res franceses, italianos y de todas las naciones, que no confesasen y sostuviesen la infalibilidad de
Calderón y de Góngora.
En sus escritos críticos , que por fortuna son hoy apenas leídos , se ve lo que puede extraviarse
la razón de un hombre de talento cuando echa por el camino del orgullo y de la intolerancia. Allí
se trata nada menos que de ím'jécíles á Racine y á CorneíUe , se proclama altamente ignorante
al público francés, se dicen mil desatinos de los escritores italianos, y hasta la figura colosal de
Voltaíre, que por entonces llenaba la Europa, queda acribillada á impulsos de los fieros dardos
de nuestro poeta extremeño.
Deseando probar sus asertos en favor de la excelencia del antiguo teatro español, emprendió
Huerta, en 178o, la publicación de una colección de comedías de las que él creyó más perfectas
de Calderón, Solís y otros autores; pero desgraciadamente, ni su gusto propio ni el de la época
eran para hacer con buen juicio esta elección ; por manera que si fuera posible achacar monoto-
nía al magnifico y aun ignorado tesoro de nuestro antiguo repertorio dramático , sería buen do-
cumento la colección de Huerta, en que dio casi exclusivamente preferencia á las comedías de
intriga, descuidando completamente los otros géneros, y mostrando parcialidad exclusiva con
unos autores, al paso que afecta olvidar á otros, y entre éstos, nada menos que á Lope, Tirso de
Molina, etc. — Los juicios que hace de aquéllos y de sus comedias son igualmente apasionados,
escasos de criterio; de suerte que esta colección ha llegado á desaparecer justamente, y única-
mente hallamos de apreciable el tomo último, en que inserta un catálogo de más de seis rail títu-
los de comedias españolas.
Pero lo que hay que observar con sorpresa es, que este mismo hombre, que proclamaba tan al-
to su sistema , y que negaba á su siglo la facultad de tener un gusto distinto del anterior; que
anatematizaba á los clásicos de allende y á sus imitadores de aquende hasta el extremo de poner-
los fuera de la ley del sentido común , cediese luego insensiblemente á la fuerza del gusto domi-
nante , y se dejase arrastrar, á su pesar, en la práctica por un camino tan distinto del que trazaba
en teoría.
Con efecto , las obras dramáticas de Huerta (las más notables y mejores de las varias que es
cril>ió} vienen de todo punto á dar razón á sus contrarios, y demuestran bien á las claras quq
206 DON VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA.
SU talento era capaz de convencerse, aunque sin confesar ni creer él mismo en su convicción.
lista circunstancia envuelve tal contradicción, y da tal carácter de extravagancia al personaje,
que apenas podemos comprenderle los hombres de este siglo , cuando, después de saber que ocu-
pó la mayor parte de su vida en atroces diatribas contra los preceptistas y galomanos, vemos lue-
go en sus obras dramáticas una obra griega {Agamenón vengado), una traducción del francés de
ese mismo Voltaire, blanco de sus tiros [Jaira), y una tragedia española con las formas clásicas
{Ra¡uel).
Esta última , la más importante de las producciones de Huerta , y la única que hoy hace re-
cordar su nombre con aprecio, en medio de su sujeción á los preceptos de Horacio, es, sin embar-
go, la expresión del pensamiento, noble en sí, aunque exagerado, que inspiró á Huerta toda su
vida : el de restaurar la pompa , originalidad y bizarría de nuestro teatro nacional, contra el ama-
nerado disfraz de que pretendían vestirle los críticos traspirenaicos. Y ¡ojalá que, más afirmado en
su juicio , hubiera prescindido en su obra de ciertas regias , (¡ue ahora se tienen ya por inútiles,
como las unidades de tiempo y lugar! Entonces hubiera demostrado más y más la verdad que,
ciego de pasión, acometía, y no adoleciera de los mismos defectos que pretendía combatir.
Esto no obstante, y aunque aprisionado en la complicada red que los críticos preceptistas se
complacían por entonces en extender sobre toda obra del genio; aunque dominado, á su pesar,
por la fatal condición que el público de la época imponía con pesado hierro á su mano , ; cuánto
no campea en la Raquel el altivo pensamiento, la generosa independencia, la lozana imaginación
de aquel paladín de nuestras antiguas glorias literarias , de aquel imprudente defensor hasta de
los extravíos del genio español.
Por muchos que sean los años trascurridos , por mucho que los sucesos y las alteraciones de
la época hayan influido en nuestro modo de ver y juzgar las obras literarias, todavía no hemos
perdido del todo el gusto español , y un cierto orientalismo en las ideas, que nos hace simpatizar
con aquellos talentos que se nos revelan con cierto aparato de formas, pompa y magnificencia en
la expresión.
La aparición de Raquel en el teatro español, en 1778, fué para Huerta el apogeo de su triunfo ;
no de estos triunfos momentáneos y desabridos que hoy están en uso , y consisten en que cuatro
amigos pidan á voz en grito que se les saque á las tablas al autor , sino triunfo tan espontáneo,
inmenso y verdaderamente nacional, que acaso no tiene otro semejante en los fastos de nuestra
gloria literaria. Baste decir que todos los teatros de España la pusieron simultáneamente en esce-
na; que mientras el autor preparaba su impresión, fueron sacadas á mano más de dos mil copias
para las Américas, y que reproducida después por la prensa hasta once veces en vida de su au-
tor, llegó á poco tiempo á ser tan popular, que desde el Rey hasta el último manólo de Lavapiés
repetían de coro aquellos magníficos versos de la exposición :
Toda júbilo es hoy la gran Toledo ; etc.
Ocasión era ésta para juzgar desapasionada y concienzudamente, á más de sesenta años de dis-
tancia, esta célebre y singular producción; pero sería de nuestra parte sobrado atrevimiento, des-
pués del exquisito análisis de ella que, con la suma de conocimientos, gusto y buena fe que le dis-
tinguen , consignó en sus obras criticas el señor don Francisco Martínez de la Rosa.
Las nuevas doctrinas literarias (que parece haber anticipado Huerta más de medio siglo) han
venido, sin embargo, á justificarle , en términos que hoy los críticos más juiciosos, y entre ellos
los señores Martínez de la Rosa y Quintana , parecen echarle en cara su docilidad á plegarse á las
unidades de tiempo y lugar; docilidad involuntaria, que le fué impuesta, como queda dicho, por
su época, y que realmente constituye el defecto principal de la Raquel; pues es bien seguro que
con mayor amplitud para explayar su argumento que el angustioso término de un día y el escaso
espacio de un salón, hubiera Huerta podido desplegar más medios en la conducción de la intriga
y más verosimilitud en la catástrofe.
Pero, sea de esto lo que quiera , y disculpado de antemano por aquellos inconvenientes, todavía
la Raquel es, á nuestro modo de ver, la tragedia más altamente española, en su esencia y conjunto,
que ostenta nuestro teatro moderno ; su expresión la más noble y espontánea , y su versificación
la más rica y armoniosa que jamas se oyó en nuestra escena.
Todavía hoy, después de tantos y tan apreciables autores como han enriquecido ésta , es impo-
gíbltí drtsentenderie del encanto que produce su lectura ; todavía , una vez leída , es imposible
ÉNDIMION. ¿o?
olvidarla ni confundirla con otra alguna. Y decimos leida , porque los hombres del siglo actual
no hemos podido tener el placer de verla representada en nuestros teatros ; pues unas veces por
causas políticas, fáciles de adivinar, y otras por los diferentes gustos literarios, no recordamos
que haya sido ejecutada en nuestro tiempo; injusticia notoria con la primera joya de nuestra es-
cena trágica , que estamos seguros sería vengada, en el día , de aquel desden, por el entusiasmo del
público espectador.
Nueve años después de su ostentoso triunfo , víctima siemj)re de los continuados tiros de sus
adversarios, aunque repeliéndolos con igual fuerza, murió Don Vicente Gaiicia de la Huerta en
Madrid, el día 12 de Marzo de 1787, en la calle del Lobo , número 2o, siendo sepultado en la par-
roquia de San Sebastian. Dejó un hijo, llamado don Luis, teniente de artillería.
La saña literaria (la más a[)asionada y duradera de todas), que tanto le habia molestado en vida,
no perdonó siquiera su tumba, y todavía la tradición nos conserva un burlesco epitafio, que se
atribuye á Iriarte.
La posteridad, empero, exenta de la animosidad que inspiraba á sus contemporáneos por su
carácter díscolo y altanero , debe apreciar justaiaeate al gran poeta , sin hacer alto en las debili-
dades del hombre.
Ramón Mesonero Romanos.
POESÍAS.
ENDIMION.
POEMA HEROICO.
CANTO ÚNICO.
Viva fuente de luz inmensa y pura,
Radiante autor del luminoso dia.
Deidad que en vano resistir prucura
Del caos nocturno la tiniebla fria ;
A cuyo influjo debe su hermosura
Cuanto el terráqueo globo encierra y cria,
Pues os tributa obsequios reverente,
Por padre universal, todo viviente.
II.
Pastor galán , á cuyo nombre debe
Eterna fama el rústico cayado,
Desde que envidia, torpemente aleve,
El pellico os vistió no acostumbrado;
Divino director de aquellas nueve
Deidades que el tesálico collado
Hospeda fácil, porque en ecos diestros.
Himnos resuenen á los timbres vuestros.
III.
Numen de Cinto, tutelar de Délo,
Inspirad dulce acento al pecho mió.
Por desempeño del fogoso anhelo
Que á empresa tanta fuerza mi albedrío.
Así en Dafne logréis vuestro desvelo,
Calmando suave el áspero desvío,
Y así corone la amorosa llama
La pompa hojosa de su verde rama.
IV.
No de Marte sangriento belicosos
Conflictos dar al público pretendo;
Logros de amor, en todo venturosos,
Será el asunto que dudoso emprendo;
Quejas tiernas, suspiros aniorosos.
Que, álos celestes orbes ascendiendo,
Abatieron con fuerza no importuna,
Entre los brazos de un pastor, la Luna.
Desde el Meandro, en su corriente vario.
Hasta el Icario mar, siempre famoso,
A quien dio nombre el hijo temerario
Del fugitivo artífice ingenioso;
Dulce verdor, florido, extraordinario,
Vestido al campo da tan delicioso.
Que, aunque no su hermosura se exagera,
Dii'ás que nace de él la primavera.
VL
Este hermoso país, á quien no ha dado
El rústico labor, ni el hierro insulto,
Pues liberal produce, de su grado.
Dobles cosechas de su seno inculto,
De los bárbaros Cares habitado,
A Pales tributaba ardiente culto,
Siendo constantes de su celo indicios,
En cien aras perennes sacrificios.
VII.
Al pastoril oficio sólo dados
Eran los moradores de la tierra,
Y huyendo la prisión de los poblados,
Vagos vivían la fragosa sierra.
No sujeta al aprisco sus ganados.
Cada res libre por el monte yerra ;
Aquí canta un pastor entretenido,
Allá suena de la onda el estallido.
VIIL
Todo era libertad, todo bonanza;
Tal cual queja de amor se percibía;
Que no hay región remota que no alcanza,
Dulce rapaz, tu suave tiranía.
Nadie de amor evita la asechanza.
Por remedios que oponga á su porfía.
Vive desiertos, huye las ciudades ;
Que amor te buscará en las soledades.
IX.
A este pensil hermoso, en que eslabona
Su copia Céres, Flora sus primores,
Inalterable alcázar de Pomona,
Dilatada república de flores,
Sirve al erguido Látmos de corona,
Adornando sus cumbres superiores.
Como señor de cuanto predomina.
De laurel verde y permanente encina,
208
DON VICENTE GARCÍA
Humildes ganaderos sólo habitan
De la falda del monte las estancias,
En que tal vez sus bríos ejercitan
Oponiendo arrogancias á arrogancias;
Tal vez más quietos, con su canto imitan
De Orfeo y Amfion los consonancias ;
Que aun en toscos y rústicos pastores
Muestra naturaleza sus primores.
XI.
Exceso de hermosura y perfeccionea ,
Adoración del llano y la colina,
A Endimion tributaban sumisiones
Cuantos tocó su fama peregrina.
Cuantos produce el Látmos suaves dones,
Triunfos de su hermosura los di stina.
Mucho alcanza el poder y la ventura,
Pero más avasalla la hermosura.
XII.
Cuantas pastoras son del monte umbroso
Gallarda admiración, dulce embeleso.
Comparadas al joven prodigioso.
De sus triunfos aumentan el proceso.
Cuál con arte y estilo laborioso
Pellicos labra, cuál con más travieso
Ingenio, matizando mil primorea.
Hace cifi"as de amor las que son flores,
XIII.
Sordo el pastor hermoso á las querellas
De cuantas ninfas en su amor ardian,
Más fraguaba el desvío las centellas
Del volcan que en sus pechos encendían.
¡Oh influjo superior de las estrellas.
Cuan neciamente desmentir porñan
Tu impulso aquellos cuya resistencia
Hace de amor más dura la violencia!
XIV.
En los horrores lóbregos del monte,
Mortal habitación de monstruos fieros,
Nuevo Marte, mejor Belerofonte,
Cebaba sus espíritus guerreros.
En cuanto circundaba el horizonte,
Despotismo gozaban los esmeros
De su esfuerzo, al amor siempre negado,
Cuanto más desdeñoso, más amado.
XV.
Por más que me desprecie el dueño hermoso,
A quien fatigo en vano con mi ruego.
Es precepto del hado riguroso
Que su desden avive más mi fuego.
¡Oh ley severa, parto escandaloso
De un tirano más bárbaro que ciego 1
Éste es del amor el fiero poderío.
Forzar á un imposible el albedrio.
XVI.
Desatendida sí , no despreciada
(Porque no es el desden descortesía),
Paró, en fin, en hoguera arrebatada,
La que centella leve parecía.
Fuerzas dio á la pasión, no limitada,
Del desden no remiso la porfía.
Fué amor solicitud, llegó á locura.
Tanto obliga el desden eu la hermosura.
XVII.
Alma á los vientos, lengua á la maleza.
El dulc" nombre repetido daba.
Undimion resonaba la aspereza.
Cuando Endimion el céfiro alentaba.
El risco duro, la áspera corteza
Eternos caracteres ostentaba.
Porque arguyesen sus grabados nombres
Ser á veces más blandos que aun los hombres.
XVIII.
No por eso más grato respondía
Í¡1 hermoso zagal á cuantas quejas
DE LA HUERTA.
El aura suave y vaga refería,
Porque el umbral pulsase á sus orejas.
Del globo azul la acorde simetría
Era su amor, cifrando en las reflejas
Luces de las estrellas su cuidado,
Idólatra del cielo, enamorado.
XEX.
Sola de Arcas hermosa descendencia,
Por todos atributos peregrina,
Reina de Caria, cuya augusta herencia
A sus méritos sólo se destina.
De Minerva gallarda competencia,
No perdido su amor logro Hipperina,
Aunque más bella, más afortunada
En no ser de Endimion tan desdeñada.
XX.
Altamente adoraba al prodigioso
Joven galán, de todos adorado,
Aumentando su fuego impetuoso
Ser gratamente acepto su cuidado.
Al pecho más bizan-o y generoso
Envidias dio su amor no despreciado.
¡Cuánto el bien se codicia y se desea!
I Qué envidiado será quien lo posea!
XXL
Cuando el albergue riistico buscando,
pisando noche y confusión sombría,
La oscura soledad abandonando,
A su choza los pasos dirigía.
Centinela de amor atalayando.
La S'nda que era de su norte guía,
Hipperina á Endimion se presentaba,
Y de acaso su industria disculpaba.
XXII.
Penetraba Endimion el amor puro
Que Hipperina en su pecho fomentaba,
Y aunque no méuos libre, menos duro,
Ku innato desamor disimulaba.
Tal vez favorecida del oscuro
Horror de las tinieblas, declaraba •
La ninfa sus deseos encendidos.
Logrados sólo en ser con gusto oidos.
XXIII.
Si alguna noche, desdeñando el rudo
Abrigo pastoril de su cabana.
Quiso habitar aquel silencio mudo
Que de sombra y horror el monte baña.
De tristes quejas, que ocultar no pudo.
Hinche la soledad con ansia extraña,
Y hasta encontrar su amor en la espesura,
No se tiene Hipperina por segura.
XXIV.
Sin que peligro su inquietud perdone.
Busca de su perdido bien indicio;
En cada fiera un riesgo se propone,
Y una desgracia en cada precipicio.
Halla á Endimion agi-adecido, y pone
Su gratitud por venturoso auspicio
De su pasión, que equivocada crece,
Como si siempre amara el que agradece.
XXV.
Con esto satisfecha la zagala,
Vida llegó á vivir tan venturosa,
Que ninguna delicia al gusto iguala.
Que concibe al mirarse tan dichosa.
Mas la varia fortuna, que resbala
Del bien al mal, obró tan poderosa.
Que en un punto trocó su ceño adusto
En tormento la dicha, en pena el gusto.
XXVL
¡Oh inconsistencia vil y deleznable
Del teatro del mundo y ser humano.
Más que las ondas de la mar instable.
Mudable más que el viento y polvo vanol
ENDIMTON.
Nada conserva el ser, todo es variable,
Indicios del iiuperio soberano,
Si arbitro de variar la suerte á todo
Principio universal del mismo modo.
XXVII.
Cuando llepú á juzgar la ninfa bella
Del todo su fortuna asegurada,
Liígubre influjo de fatal estrella
Su dicha oscureció, no bien lograda.
Murió su amor, ensangrentando en ella
Celoso frenesí su fuerza airada.
Perdió á Endimion , halló la muerte dura ;
Su cuidado causó su desventura.
XXVIII.
Yace una gruta, tosca arquitectura,
De que artífice fué naturaleza,
Del Látmos sacro en la suprema altura,
Que de estrellas corona su cabeza ;
Seno apacible , que del llibla apura
En ft-agrantes aromas la riqueza,
A las Gracias albergue delicioso,
Y á veces á Endimion dulce reposo.
XXIX.
Observatorio de las luces bellas
Del orbe azul al joven divertía.
Examinando atento en todas ellas
La brillante simétrica armc^nia.
Apurar á los astros sus centellas
Astrónomo tenaz se prometía.
¡Oh dulce facultad, cuyos desvelos
Penetran los arcanos de los cielos!
XXX.
Atónito al mirar las perfecciones
De animados portentos luminosos,
Al discurso agotaba admiraciones,
Enajenado en éxtasis sabrosos.
De un letargo apacible á las prisiones
Cedían sus espíritus fogosos,
Y abandonando el cuerpo en quieta calma,
Entre los astros se hospedaba el alma.
XXXI.
La cítara de Orfeo prodigioso.
Sus suaves cuerdas, ya luces sonoras ;
De Arion el asilo proceloso.
Sus escamas estrellas brílladoras ;
El carro celestial que perezoso
Guia Boótes , por notar las horas ;
El lascivo Orion, de Argos la popa,
Y el Can mayor, que guarda fué de Europa;
XXXIL
Dulce estudio, tarea peregrina
Eran al docto joven, que entregado
A contemplar la máquina divina,
Quiso librarse todo á este cuidado.
Borró el intenso estudio de Hipperina
El tierno amor y albergue acostumbrado.
Ofreciendo la estancia y su recreo
Mayor cebo á su astrólogo deseo.
XXXIII.
Toldo de lín robre de ropaje adusto,
En que Baco ostentaba su riqueza,
Hizo el pastor, y de su pié robusto
Arrimo, aun á pesar de su aspereza.
Lecho florido, hermoso más que augusto,
En el suelo mulló naturaleza.
Feliz desierto, en donde todo sobra,
Y los gustos se encuentran sin zozobra.
XXXIV.
El nocturno crepúsculo borraba
Las sombras que la luz formó del dia ;
Lóbrego embajador, que adelantaba
La oscuridad, que el caos conducía;
El monte sordo, sólo se escuchaba
De corrientes cristales la armonía,
I, PS. -XVIII,
Y en la espesura de las sombras graves
Roncos graznidos de agoreras aves.
XXXV.
De la cárcel eolia al duro abrigo
El Euro reducido tormentoso,
Ni combatía el áspero quejido,
Ni aun adulaba al álamo frondoso.
Cuanto á la noche su silencio amigo
Duró, no se elevó caliginoso
Vapor para ofuscar las luces bellas;
Que del sol participan las estrellas.
XXXVI.
Éstas, intensamente divertido.
El astrólogo joven contemplaba,
Por eximir su nombre del olvido,
Que gallai-dos espíritus no acaba.
Cuando rápidamente sorprendido
De inmensa luz, que activa le abrazaba,
Incapaz del insulto luminoso.
Interrumpió su estudio y su reposo.
XXXVII.
Nunca de Febe, en el silencio quieto,
Resplandeció más clara la hermosura,
O fuese acaso en el divino objeto,
O del pastor antojo por ventura.
Ni en el éter, á sombras no sujeto,
Inundación de luz brilló más i)ura
Que la noche feliz en que atendida
Rindió Febe á Endimion, siendo vencida.
XXXVIIL
Rayos ardientes imitaba el oro
Del delicado fúlgido cabello;
En su faz clara, del zafir decoro,
Aun más que lo divino era lo bello.
De resplandor origen y tesoro,
Luz mendigan los astros á su cuello,
Retratando en su aliño compendiado
Todo el celeste cóncavo estrellado,
XXXIX.
Farol flamante, el carro luminoso
Dos animados Etnas conducían,
Que rayos, en su anhélito fogoso,
Aun más que respiraban , encendían.
De luceros concurso caudaloso
Eran las riendas, que su ardor reglan j
Que creyeras por modos soberanos
Trasladada la eclíptica á sus manos.
XL.
En este aspecto, en todo peregrino.
Adorno igual á la mayor belleza,
Vio Endimion , ya halagado del destino,
De Febe la divina gentileza.
En vano el joven contra amor previno
Del desamor antiguo la entereza,
Quedando en el insulto acelerado,
Ciego el discm-so, y él enamorado.
XLL
Fuego voraz, mortífero veneno
Prendió su corazón apasionado;
Torpe el sentido, de tinieblas lleno.
Desamparó el di.^cTirso á lo animado.
Perdióse la memoria, en cuyo seno
Sucedió eternamente su cuidado.
Murió el gusto, quedó la pena viva ;
Así trata el amor á quien cautiva.
XLIL
Tendido estaba en el fragranté lecho,
Examinando la abrasada herida
Que amor tirano ejecutó en su pecho,
Que franca hiciese; al alma la salida.
Y en suHpiros y lágrirras deshecho.
Desesperaba de la triste vida,
Al mirar la distancia incomprensible.
Que hacia su remedio inaccesible,
U
209
210
DON VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA,
XLIII.
De su fortuna el áspero suceso
En compasivos ecos lamentaba,
Motejando su ingenio, cuyo exceso
A estado tan mortal le condenaba,
Maldecia, irritado, el embeleso
Que en su estudio curioso le empeñaba;
jOh de Amor peregrinas invenciones.
Qué bien que disimulas tus traiciones 1
XLIV.
Viendo casi imposible ya en lo^lmmano
La medicina á su amoroso fuego,
Lo que fortuna pretendiera en vano,
Fió rendido el obsequioso ruego.
El ánimo esforzó, y al soberano
Numen hermoso dirigiendo luógo
La voz humilde, con acentos tales
Penetró las distancias celestiales.
XLV.
Portento luminoso de esa esfera.
Que á vuestra luz mendiga su hermosura ;
Deidad triforme, cuya voz impera
Del reino de Pluton la estancia oscura ;
Reina del monte, oid la postrimera
Voz de mi aliento, que mi vida apura ;
Así idolatren vuestro imperio eterno
El empíreo, la tierra y el infierno,
XLVI.
Aunque , pastor humilde y abatido,
Me oscurezca mi tosco nacimiento,
No es así mi valor, ánn excedido
Del ardor de mi espíritu violento.
Por mi poder, monarca me apellido
Del monte todo, haciendo mi ardimiento
Que le juren en su circunferencia.
Juntos hombres y fieras, la obediencia,
XLVII,
Adorno á mis umbrales horroroso,
Triunfos son de vencidos animales.
Ni al tigre libra el natural furioso
De pregonar mi ardor á mis umbrales ;
Ni el león por bravo, por tenaz el oso,
Evitan mis espíritiis marciales.
Todo se rinde á mi poder altivo;
Guerra es la caza; de despojos vivo.
XLVIII.
Cuantas riquezas la abundante tierra
En plantas cria, en árboles ñorcce.
Tributos mios son, que de esta sierra
El villanaje rústico me ofrece.
Ganado inmenso mi redil encierra,
Y tanto con mi haber mi fama crece.
Que en todo el Látmos y su reino hermoso
Me llaman Endimion el poderoso.
XLIX.
No hay pastora en el monte cuyo ruego
Correspondencia en mí no haya intentado.
De Clicie he desdeñado el amor ciego,
Y de Lisi el afecto he despreciado.
Sola Hipperina el amoroso fuego
Ne del todo perdió, pues su cuidado
Pudo lograr, sin ser correspondencia,
Equivocada, amor una apariencia.
L.
Vos sola sois, hermosa sucesora
Del músico pastor, padre del dia,
ídolo celestial, que el alma adora.
Quien quebrantó mi tosca rebeldía.
Vos, luz perenne, que el empíi-eo dora,
Fuerza disteis de amor á la porfía ;
Por vos crece de amor la ilustre gloria,
A vos debe Cupido esta victoria.
LL
Si ya triunfó de mí vuestra belleza,
y de Cupido esclavo me apellido,
Obre conmigo vuestra gentileza.
Cual noble vencedor con el vencido.
Ni es acción clara , ni gentil proeza
La muerte dar al que se ve rendido;
Siendo infame quien obra de esta suerte,
Persiguiendo al rendido hasta la muerte.
Ln,
Vos deidad sois, yo humilde ganadero;
Bien advierto la suma preferencia ;
Mas, siendo todo amor, mi ser altero,
Sin conocer del vuestro diferencia.
No fué estorbo al troyano lo grosero,
A que en Venus dejase descendencia.
Hechos emprende amor inaccesibles;
Vence una voluntad los imposibles.
Lin.
No severa queráis que el amor puro,
Que anima el yerto, moribundo pecho,
Vilmente acabe en el martirio durri.
Que piadoso previene mi despecho.
Padrón á vuestra gloria el más seguro
Será la acción que obréis en mi provecho.
Socorred á Endimion en mal tan fuerte,
O recibid por víctima su muerte.
LIV.
Sentidas, aun más bien que pronunciadas,
Tales razones triste referia
El hermoso pastor, más bien logradas
Que su misero estado prometía.
Oyó Febe las quejas lastimadas,
Dejóse persuadir de su porfía ;
Miró al pastor, notó su gentileza,
Y amó correspondida su belleza.
LV.
[Oh violencia del ruego prodigiosa,
Cuánto alcanza y penetra tu desvelo!
La tierra haces esfera liiminosa,
Y abates las deidades hasta el suelo.
Dígalo Febe, cuya luz hermosa,
A ruegos de un zagal, huj'endo el cielo,
En brazos del pastor apetecible
Otra esfera encontró más apacible.
LVL
Logi'ó Endimion su intento deseado,
Que todas sus venturas coronaba ;
Febe halló en su pastor enamorado
Amor, que aun á su amor aventajaba.
En este dulce delicioso estado
Cada cual su ventura exageraba,
En tanto que Hipperina presurosa
El monte penetraba recelosa.
LVII.
Viendo de noche ya cubierto el cielo,
Y que su dulce amor no parecía,
El monte todo, con mortal anhelo,
Celosa, más que amante, discurría.
Llegó á la gruta, en cuyo hermoso suelo
De su tragedia vio la tiranía.
Miró á Endimion, de Febe poseído,
Y en él su mal hallado y bien perdido.
LVIII.
Muerta quedó mirando en otros brazos
El dueño hermoso que ella idolatraba.
Celoso frenesí abrevió los plazos
Que á su tragedia el hado reservaba, -
Cuando en más tiernos, más estrechos lazoa
Sus esclavos amor api'isionaba;
Mas j oh dichas, de nadie bien Icgi-adas,
Siempre con la pensión de limitadas 1
LIX.
Era preciso que su curso hiciese
Febe y que á su Endimion desamparase,
Y más preciso que el pastor sintiese
La ausencia, que «u? dicha?) retardase.
VEESOS CASTELLANOS.
A Júpiter rogó que le atendiese ;
Oyóle el dios, y porque no penase,
Piadoso le inspiró perpetuo sueño,
Que aliviase la ausencia de su dueño.
LX.
Hace Febe su ciírso refulgente,
Y al cabo de 61, el Látmos visitando,
Feliz hace á Endiniion, eternamente,
Si no entonces, rendido á un sueño blando.
Dichoso amor, premiado elignamente,
Que recompensa tal está gozando;
Feliz pastor, á riuicn eterna dura
En tal tranquilidad tanta ventura.
211
VERSOS CASTELLANOS
qne sirvieron para adornar ins principales sitios por donde pasó
el rey don Carlos III cuando hizo su entrada pública en Madrid,
en el año 1700, conipufs'os por encargo de su ayuntaniienlo, é
impresos ei la reiaciou publicada eu el expresado aüu.
CASTILLA.
Sus altivos homenajes
Hoy rinde Castilla á Carlos,
Para mejor ensalzarlos.
Emula de sus blasones ,
Postra á vuestros pies reales,
León, en sus naturales,
Propagados los leones.
En tantas aclamaciones
Y comunes parabienes
Ofrece Aragón por elones,
Para que orléis vuestras sienes.
El oro de sus bastones.
GALICLA..
Porque á Carlos pruebas dé
Galicia de su afición,
Orla su escudo y blasón
De las armas de la fe.
Con los números terceros
Siempre fué feliz Sevilla ;
Pues un tercero la ensalza
Si un tercero la conquista
GRANADA.
Siguiendo de amor las leyes ,
Besa Granada tus pies,
Y alfombra de Carlos es
La que fué solio de reyes.
NAVARRA.
Hoy Navarra ofrece sola
Con sus cadenas , testigos
Con que su esfuerzo acrisola,
Sujetar los enemigos
De la nación española.
CÓRDOBA.
Más hoy á Córdoba ilustra
Ser rica prenda de Carlos ,
Que cuanto la ennoblecían
Cónsules y califados.
TOLEDO.
Con los mAs rendidos modoa
Da indicio de su terneza
Toledo, porque vean todos
Que está, á tus pies la cabeza
Del imperio de los godos.
VALENCIA.
Valencia en sa nombre ofrece
A Carlos valor profundo,
Y tanto su industria crece,
Que en breve tiempo, parece
Le podrá ofrecer un mundo.
CATALUÑA.
Si al esfuerzo catalán,
Carlos, la rienda soltares.
Arbitros de tierra y mares
Tus ejércitos serán.
MURCIA.
De la murciana opulencia
Hoy, Carlos, pruebas tenéis,
Dándoos su magnificencia
Timljres, con que coronéis
Toda vuestra descendencia.
JAÉN.
Jacn ofrecer merece
Su valentía orgullosa,
Que al ilustre ejemplo c^-ece
Que la memoria le ofrece
De las Navas de Tolosa.
VIZCAYA.
En Vizcaya, el hierro indicio
De aquí adelante será
Del acierto que tendrá,
Carlos, en vuestro servicio.
GUIPÚZCOA.
En tanto cañón sañudo
Guipúzcoa os da, según veo,
El implacable deseo
De añadir más á su escudo.
EXTREMADURA.
Si de Febo la luz pura
Nuevos mundos nos mostrara,
A Carlos los conquistara
El valor de Extremadura.
MALLORCA.
Hoy, con su obsequio á tus pies,
Te ofrecen los baleares,
Con el amor más cortés,
El opulento interés
Del dominio de los mares.
ASTURIAS.
A Asturias glorias duplica
Ser de dos Carlos vasalla :
Da Carlos, príncipe nuestro,
Y de Carlos, rey de España.
AL PRÍNCIPE DON CARLOS ANTONIO DE BORBON (1).
Renuevo heroico del varón glorioso
Que por rey nos da el cielo soberano.
Nieto del gran Felipe el Animoso,
Aníbal español, Numa cristiano;
Hoy príncipe es aclama generoso,
De Carlos sucesor el celo hispano,
Y heredero también, porque así cuadre.
Del ínclito valor de vuestro padre.
FILIPINAS.
Del Asia noble porción.
Las Filipinas os dan
Hoy, Carlos, veneración ;
Que, aunque remotas, están
Prontas á su obligación.
ISLAS MARIANAS.
Guirnaldas tejen lozanas,
En fe de su lealtad,
A Carlos las Marianas,
Y ofrecen su amenidad
A sus plantas sobci'auaa.
(1) Esta octava es una paráfrasis de una inscripción latina es-
crita, asi como todas las ilrmas, en prosa, latinas v rastcllanas' nuo
sirvieron en los arcos y adornos de la carrera, por el ilustnsimo
seúor don Pedro Hodriguez Campomanes.
212
DON VICENTE GAKCIA DE LA HUERTA.
CHILE.
Si milagro del valor
Fnó un tiempo Chile y Aranco,
Ya de Carlos en obsequio,
Será del amor milagx-o.
PERÚ.
Más al Perú le enriquecen,
Carlos , tus leyes divinas
Que el tesoro de sus minas.
NUEVA GRANADA.
Hoy en obsequio de Carlos
Compite, por su fe heroica,
La Granada americana
Con la Granada española.
RIO DE LA PLATA.
Para que con más decoro
Demuestre su pasión grata,
Correrán á tu tesoro,
Carlos, manantiales de oro
Desde el Eio de la Plata.
ORINOCO.
Dando de su amor señales,
Cái'los, si posible fuera,
De Orinoco los raudales
Dejarían su ribera
Por besar tus pies reales.
COSTA-RICA.
Nunca mejor Costa-Rica
Me podré llamar que cuando
De Carlos adoro el mando.
LA ESPAÑOLA.
Si del valor español
Es dechado la Española,
No lo es menos del amor
Con que hoy á tus pies se postra,
LA FLORIDA.
Para que , en fe de su amor,
A Carlos más frutos rinda,
Ssrá de hoy en adelante
Más florida la Florida.
NUEVA ESPAÑA.
Con esplendidez extraña,
Como á su amor le conviene.
Riqueza inmensa previene
A Carlos la Nueva España.
NUEVA GALICIA.
De Carlos la protección
Apellida con justicia
La rica Nueva Galicia.
NUEVA VIZCAYA.
En el valor singular
Y amor que á Carlos ostenta.
Sólo la antigua Vizcaya
Competirá con la Nueva.
YUCATÁN.
A Carlos, de su fe pura
Finos ttstimonios dan
Honduras y Yucatán.
CALIFORNIA.
Perlas California ofrece
A Carlos hoy, cuantas cria
El alba, al nacer el dia.
CANARIAS.
Nunca más afortunadas
Las Canarias habrán sido
Que desde que han merecido
Sor de Carlos ilustradas,
PRESIDIOS.
Los presidios africanos
Ofrecen á tu albedrío
El antiguo señorío
De los pueblos transfretanos.
A LA REINA NUESTRA SEÑORA Y REAL FAMILIA.
ínclita Amalia, ilustre, generosa,
De Carlos digna esposa, y reina nuestra,
Admitid la expresión más obsequiosa
Que hoy la española lealtad os muestra.
Y vos, progenie augusta, numerosa,
Creced feliz , ponjue en la estirpe vuestra
Goce el mundo en virtudes peregrinas
Multiplicados héroes y heroínas.
A LA REINA MADRE NUESTRA SEÑORA Y 6EÑ0E
INFANTE DON LUIS, HERMANO DEL REY.
Muestras os dan de su agradecimiento.
Magnífica Isabel, las expresiones
Con que en tan grande universal contento
España grata os rinde aclamaciones.
Y vos, glorioso Luis, cuyo ardimiento
Nuevo blasón será de los Borbones,
Vivid feliz, para llenar de glorias
Vuestra vida, la España y las historias.
ÉGLOGA PISCATORIA,
leída en junta general celebrada por la Real Academia de San
Fernando, en 'AS de Agosto de 1760, para la distribución de los
premios á los discípulos de las nobles arles.
Interlocutores.
POETA, ALCIÓN, GLAUCO.
POETA.
Bramaba el ronco viento,
Y de nubes el sol oscurecido.
Horror al mar indómito anadia ;
El líquido elemento.
De rayos y relámpagos herido,
Contra su proprio natural ardia.
Huye la luz del dia.
Que el fuego interrumpido sostituye.
De sus cabanas huye
El pescador al monte más vecino;
Y sólo en tan violento torbellino.
Rotas quedan, del mar en las orillas.
Jarcias, entenas, árboles y quillas.
Objeto son funesto,
Y embarazo también de las arenas.
Náufragos leños y húmedo velamen ,
Y en elemento opuesto
Truecan los hombres aguas de hoixor llenas,
Y las focas la seca arena lamen.
Con pavoroso examen
Advierte destrozada su barquilla
En la trágica orilla
Alción , y en el monte, aun mal seguro
Recela Glauco; porque el golfo duro
Abandonar su antiguo seno quiere,
Y huir del cielo, que le azota y hiere.
Ce-de la furia brava
Del Aquilón insano de repente,
Y el sol sus luces otra vez envia ;
El mar, que traspasaba
Sus líneas, restituye al continente
Cuanto usurpado su rigor habla.
Renace la alegría
En los campos, y dobla su hermosura
La risueña frescura
Que llovieron las nubes á la tierra,
Y dejando el asilo de la sierra,
Pueblan la orilla humildes pescadores,
Y Glauco y Alción competidores.
Y viendo que serenas
El mar y el cielo dan atento oido,
A cantar mutuamente se aperciben.
De BUS rVií5tigos scaos
Cada cual saca un caracol torcido,
En que gi-abadas dos sirenas viven.
Blando asiento reciben
Del prado, mal enjuto todavía,
y porque de dulcísima armonía
Se llenen aire, tierra y mar vecinos,
Con modos hasta entonces peregrinos,
Siendo asomo y recreo del ambiente,
Cantan y tañen alternadamente.
[Con cuánta saña el cielo
Ha fulminado, oh Glauco, esta riberal
Parece que su anhelo
Sólo vengarse de nosotros era.
Aun la lluvia destilan estas plantas,
Como que lloran desventuras tantas.
Quéjanse aquestas hayas
Que su verdor en luto han convertido
Las ondas de esas playas,
Con que el soberbio mar las ha batido,
Y el soplo de los céíu-os veloces
Parecen sus suspií-os y sus voces.
Repara en mi barquilla.
De torpes algas y desdicha llena,
Arrojada á la orilla
Y soterrada en la fatal arena ,
Y que parece el trabucado leño
Infeliz monumento de su dueño.
Acuérdeme de cuando
La muerte á todos nos llevó las vidas.
Llevándose á Fernando.
Pues miro las desdichas repetidas
Que entonces nos causó la muerte ingrata,
En esta tempestad , que las retrata.
En noche tenebrosa
Quedaron estas tien-as sumergidas,
Y de muerte horrorosa
Amenazadas nuestras tristes vidas.
Todo quedó en su ruina vacilando;
Tantos males causó, muerto Fernando,
Negó la tierra el fruto
Del labrador al genio codicioso,
Y de funesto luto
Vistió la mar su ceño riguroso;
Que en tormento tan dirro y tan terrible
Afectó sentimiento aun lo insensible.
Perdieron ciencia y arte
Asilo y premio: pues su larga mano
Distribuye y reparte
El galardón con celo soberano;
Logrando en breve tiempo, por preludio.
Excesos y milagi-os del estudio.
Testigo Mantua sea
De cixanto su favor ha promovido
La juvenil tarea,
Pues el primor miramos excedido
En mármoles, diseños y pinceles
De Fidias , de Vitrubios y de Apeles,
Juventud laboriosa ,
Instruye, previniendo á los blasones
Y fama victoriosa
De Carlos repetidas duraciones,
Porque ostenten sus glorias celebradas
Lienzos sus cuei-pos, piedras animadas.
Pero, porque quiso el cielo
Darle reino menor, no será justo
Que mi imprudente celo
Renueve con memorias el disgusto.
Recoged, musa mia, el triste canto,
y en alabanzas convertid el llanto.
GLAUCO,
Deja, Alción, memorias
Que tanto al bien se oponen que gozamos,
Y las presentes glorias
Al cielo, como es justo, agradezcamos ;
Que aquel que el bien que logra no agradece.
Da bien claro á entender no lo merece.
Repara en esa fuente,
Cuan pobre de aguas antes discurría.
Y que ya su corriente
ÉGLOGA PISCATORIA.
213
Frescura al suelo, al aire da armonía,
Deudora á la tormenta, que ha dejado
Con su raudal enriijuccido el prado.
Repara en las arenas
Cuánto tesoro el piélago ha escupido,
Y mira cuan serenas
Las ondas de la mar se han suspendido.
Porque después de tanto desconsuelo
El bien disfrutes que te ofrece el ciclo.
Do bienes semejantes
Colmó á España de Carlos la presencia,
Cuando eií naves triunfantes.
Contrastando del mar la resistencia.
Emulo de la luz que el orbe baña,
Tranquilizó la tempestad de España.
Así, piadoso el cielo.
Hizo que el bien al daño se siguiese,
Y que en tanto desvelo,
Dulce sosiego, dulce paz naciese.
Nuevo ser logró Es})aua y nueva vida :
Tan dulce fué de Carlos la venida.
Parece que la tierra ,
Para adularle, nuevos frutos cria,
Y este mar cuanto encierra
En sus entrañas á sus pies envía,
Y en su confuso y rústico lenguaje,
Parece que le jura vasallaje.
El ingenio y la ciencia ,
A Carlos por deidad reconociendo.
De su beneficencia
Están gloriosas pruebas recibiendo.
Hable Heráclea, asombro renacido
De enmcdio del sepulcro y del olvido.
¡Cuántas felicidades
Se deben esperar de quien glorioso
Desentierra ciudades ,
Porque pueda el ingenio laborioso
Seguir en los modelos soberanos
El primor de los griegos y romanos!
Por el orbe aplaudidas
Serán del grande Carlos las memorias,
Y de ellas excedidas
Cuantas épocas tienen las historias,
Y cronista será de sus renombres
La admiración y pasmo de los hombres.
Con Carlos solamente
Cualquiera mal el cielo ha compensado
A España, cuya frente
Perpetuo ceñirá laurel sagrado.
Porque la admiren todas las edades
Como dechado de felicidades,
ALCIÓN.
[Oh, qué bien. Glauco, dices!
Carlos la edad de oro ha reducido,
Y los dias felices,
Viniendo Carlos, han amanecido;
Carlos el monte, Carlos el mar suena,
Y de Carlos está la tierra llena.
GLAUCO.
Pinceles y buriles,
Cinceles y k-oqueles fatigados,
En líneas y perfiles
Ofrecerán sus hechos retratados ,
Que en lienzo, cobre, piedra y bronce duro
Perpetúen su nombre en lo futuro.
ALCIÓN.
Alcázares reales
La arquitectura formará, divina.
Elogios inmortales,
Que á sus victorias el amor destina.
Para que vivan sin mudanza alguna,
Contra el tiempo, la vida y la fortuna,
GLAUCO.
A enemigos insultos
Levantará castillos torreados
De corpulentos bultos,
Cuyas minas y fosos elevados
Al enemigo, que ofender procura.
Amenacen con muerte y sepultura.
214
DON VICENTE GABCÍA DE LA HUERTA.
ALCIOK.
Columnas cinceladas,
Que aun el mismo Trajano envidiana,
Se verán levantadas,
De hermosa robustez j simetría,
Que, al paso que en el orbe se derrama,
La sirvan de puntales á su fama.
GLAUCO.
Coronará sus glorias
Con arcos á sus triunfos erigidos,
Que de ilustres victorias
Ketratarán los hechos esculpidos,
Conservando en los siglos venideros
Del valor muestras y del arte esmeros.
ALCIÓN.
Magníficas mansiones.
Del pueblo conveniencia y hermosura,
Serán las producciones
Que ofrecerá á sus pi/s la arquitectura.
Dejando, en prueba de su amor devoto,
En cada piedra consagrado un voto.
GLAUCO.
En alabastros finos
Ejercerá el cincel sus perfecciones,
Y en bustos ptregrinos
Renacerán L js fuertes campeones ,
Cuyas hazañas el discurso admiren,
Y en el molesto material respiren.
ALCIÓN.
De mármoles hermosos.
De pinta varia y consistencia dura ,
Animará colosos
La docta aplicación de la escultura.
Que copien tan al vivo el movimiento,
Que sólo se eche menos el aliento.
GLAUCO.
Augustos medallones.
De Carlos las victorias historiadas
Y bélicos blasones.
Ocuparán magníficas portadas.
Que á heroicos hechos la nación alientan,
Y el esfuerzo de Carlos representen.
ALCIÓN.
El pirata africano.
Que tal vez infestó nuestra ribera.
Del esfuerzo cristiano
Sobrepujada su arrogancia fiera,
En duras piedi-as , que en su daño brillen ,
Tendrá padrones que su orgullo humillen.
GLAUCO.
En el rógio semblante
Del magnánimo Carlos, valeroso
Delineará arrogante
Triunfos de su reinado venturoso,
Y de España pintando las victorias ,
Renovará el pincel antiguas glorias.
ALCIÓN.
De sus augustos hijos
Los heroicos alientos heredados
Ejercerán prolijos
Del orbe los pinceles afamados ,
Franqueando materia á la pintura
Su valor, su constancia y su cordura.
GLAUCO,
Con hechos portentosos
De sus ínclitos nobles ascendientes,
Ostentarán gloriosos
Pinceles y colores á las gentes,
Ser privativo timbre de la España
Que en sus reyes no hay hecho sin hazaña.
ALCIÓN.
De España las historias
Darán asunto grave á los pintores,
Y en dibujar sus glorias
Brillarán dignamente las colores,
Pintando que al esfu?rzo sin segundo
De sus hijos se debe un uuevo mundo.
GLAUCO.
Adornen las paredes
De los regios magníficos palacios
De Carlos las mercedes,
Y entre otros triunfos, ornen sus espacios,
En anchos cuadros, que guarnezca el oro.
La rendida cerviz del incÜo y moro.
ALCIÓN.
En todos tiempos sea.
Para aumentar de Carlos los blasones.
Aplaudida tarea
Las empresas copiar de sus pendones.
Porque renazcan á marciales lides
Carpios , Corteses , Córdobas y Cides.
GLAUCO.
Eternice la historia.
Acorde con el lienzo y los pinceles.
De Carlos la memoria,
Purqut; sus augustísimos laureles
Pongan sus descendientes, al mirarlos,
En el heroico emjieño de imitarlos.
ALCIÓN.
Duros bronces heridos
A líneas de buriles delicados,
O á puro ardor fluidos,
O del volante rígido apretados.
En estampas, en bultos y medallas.
Votos conservajrán , triunfos y batallas.
GLAUCO.
Serán por todas partes
Las virtudes de Carlos veneradas,
Y aqu-- stas nobles artes
Con justicia de todos celebradas,
Cuando las gentes peregrinas vean
Cuan dignamente bu primor emplean.
ALCIÓN.
Los mismos marineros.
Que con las redes este mar fatigan ,
En reinos extranjeros
Los primeros serán que elogios digan
Del ingenio español, y para muestras,
Obras comerciarán de manos diestras.
GLAUCO.
Verá el astuto China
Su primor en España mejorado,
Y el África vecina
Con envidia las glorias del Estado;
Que mientras Carlos tenga en él su asiento,
Irán, con sus influjos, en aumento.
ALCIÓN.
La matritense escuela
Por todo el mundo ganará renombre,
Cuando tanto desvela
A sus alumnos ensalzar su nombre ;
Conservando su fama y claros lustres
En las obras de artífices ilustres.
GLAUCO.
Y España, enriquecida
Con tau nobles y doctos ejercicios,
Premiará, agradecida ,
El glorioso sudor de sus patricios,
Porque los premios más los estimulen,
Y glorias á sus glorias acumulen.
POETA.
Aquí llegaban, cuando
El piscatorio tráfago y estruendo
De remos y marítima algazara
Paró su acento blando,
Y los acordes puntos suspendiendo,
La red nudosa cada cual prepara,
Y 6u barca repara ,
Remitiendo tan ínclita materia,
Tan sublime y tan seria,
CANTO.
215
Á ingenio más fecundo y peregrino,
Que con estilo y número divino
De Carlos en elogios rompa el canto;
Que á tanto héroe se debe numen tanto.
CANTO
recitado en la junta general celebrada por la Real Academia de
San Fernando en 3 de Junio de 1763, para la distribución de
premios á los discípulus de nobles artes.
I.
Ninfas del Manzanares, si algún dia
El vulgo de sus faunos os vio atento,
Suspensas de la dét>il armonía
Del menos que bucólico instrumento (1),
Hoy, que siguiendo más sublime via,
Renuevo el antes aplaudido intento,
Renovad la atención, porque ella sea
InspLi'acion y elogio de mi idea.
II.
Hechos oiréis que excedan las ficciones
De las más elevadas fantasías,
Y ser mis decantadas predicciones
Sucesos ya que ilustran nuestros días.
Si ocupan mundo y fama los blasones
Del gi-ande Carlos, á las rimas mias
Ofrezcan , en señal de amor profundo,
Su voz la fama, su teatro el mundo.
III.
Verde dosel , hermoso más que augusto,
Esmeros y delicias del verano.
Era el follaje de un laurel robusto.
Pulido del primor de culta mano.
Ni el helado Aquilón , ni el sirio adusto
Violar pudieron su verdor lozano ;
La vez primera que la envidia impura
No se atrevió á insultar á la hermosura.
IV.
Acaso porque el dios del bosque ameno,
Su belleza mirando peregrina,
Hizo su albergue su copado seno,
O en él estableció su ara divina ;
O que de glorias contemplando lleno
El español imperio, le destina,
Siguiendo el uso sus constantes leyes ,
A coronar los triunfos de sus reyes.
Sobre el húmedo césped descansaba ,
Al pié de este hijo bello de la tierra ,
Al blando silbo que entre guijas daba
Líquida sierpe , que nació en la sierra.
Morfeo, que de cerca me acechaba ,
Declara á mis sentidos dulce guerra ;
Rindióme , acreditándome vencido
Lo más noble del alma suspendido.
VI.
Al punto me ofreció la fantasía ,
Coronada de excelsos torreones,
Si no el palacio del autor del dia,
Otro que ilustran más decoraciones.
De estrellas puras y oro puro habia
Labrado los augustos paredones
El artífice , uniendo con desvelo
Lo más precioso de la tierra y cielo.
VIL
El orden no de Jonia ni C'orinto
En el noble edificio se ostentaba.
Ni en todo su magnífico recinto
El toscano ni el dórico brillaba.
Otro orden superior, otro distinto
La corpulenta máquina animaba ,
Su primor aumentando y su decoro,
Luz á los astros, brillantez al oro.
(1) Alude el autor íi la égloga piscatoria que hizo para lí distri-
bución de premios de '28 de Agosto de ITtiü.
vin.
Ser, al principio, imaginé el febeo
Alcázar, y que allí con pié profano
Me habia conducido mi deseo
A ser de su esplendor nuevo tirano.
Nuevo castigo al nuevo Prometeo
Vibraba sobre mi celeste mano.
Siendo aun en la ilusión el triste agüero
A culpa incierta susto verdadero.
IX.
Huir quería, y presuroso huyera.
Si, previniendo mi turbado intento,
Otro nuevo prodigio no acudiera
A poner en mi fuga impedimento.
De verde edad un bello joven era.
Que , conducido por el leve viento.
Serenó con su vista mis enojos,
Prisión del pié y asombro de los ojos.
X.
Un manto del color del claro cielo,
Al hombro con gentil aire terciado.
Era su adorno, y sobre el blondo pelo
Azul sombrero, de alas coronado.
Coturno alado para el pronto vuelo,
Y bastón también de alas adornado.
Que la lid de dos sierpes dividía ,
Del precioso metal que el Tajo cria.
XI.
«No temas, dijo con acento blando
El dios, y pues la suerte te ha traido
Al sagrado lugar que estás mirando,
A otro mortal ninguno concedido,
Ii'ás á tu memoria confiando
Cuanto alcances con vista y con oido,
Porque después su relación extraña
Admire al mundo y engrandezca á España.
XIL
))Ese edificio excelso que reparas,
Cuya custodia á mí Minerva fia,
Sudor es de las tres deidades claras
Que imitan cuanto cielo y tierra cria ;
Aquellas, digo, que en sus cultas aras
Venera la mantuana academia,
Y á quienes Carlos, dando al orbe ejemplo,
Entre sus lares las consagra templo.
XIII.
))Ellas, en fe de cuanto lo agradecen,
Este padrón erigen á sus glorias,
Donde á los siglos que vendrán ofrecen
Conservadas sus ínclitas memorias ;
Aunque, si tanto sus blasones crecen.
Mal podrán comprenderse en las historias,
Ni será cuanto el orbe se derrama
Templo bastante á su gloriosa fama. »
XIV.
Esto dijo, y moviendo el caduceo,
El dorado dintel tocara apenas,
Cuando patentes hizo á mi deseo
Arcanidadcs de lo humano ajenas.
No pasma tanto en el undoso Egeo
Al piloto la voz de las sirenas.
Que á su muerte conspiran con su canto.
Como á mis ojos el divino encanto.
XV.
Era una suntuosa galería,
A cuyo extremo por ningún camino
La más aguda vista alcanzaría.
Cansada aun en lo vario y peregrino;
Un zafiro era el techo, donde hería
Del rubio Apolo el resplandor divino,
Y en él con tal viveza se copiaba,
Que un nuevo cielo con su sol formaba.
XVI.
Ricos despojos de pincel valiente,
Que del oro el valor sobrepujaban,
y del docto cincel, promiscuamente,
216
DON VICENTE QAECIA DE LA HUERTA.
Cubrían la pared ó entretallaban.
Gran lugar ocupaba dignamente
El buril, y los huecos que quedaban,
Con obras de arrogancia y hermosura,
De milagros Kenó la arquitectura.
XVII.
Trasladó la escultura á un mármol parlo
De Carlos la real munificencia.
Las llaves franqueando de su erario
A la toga y la espada con clemencia (1).
Marte, no tan feroz ni temerario,
y Minerva, sumisa con decencia,
Su gratitud al don que recibían,
Con muda voz á Carlos exprimían.
XVIII.
La disciplina militar expuso,
De la mano de Apeles auxiliada,
En un cuadrado lienzo, que dispuso
Su antigua brillantez acrecentada.
BizaiTa tropa, ejercitando al uso
De mejor arte, ó el fusil ó espada (2),
En su gallarda muestra y movimiento
Llevaba sobrescrito el vencimiento.
XIX.
De allí no muy distante parecía
Un medallón, cuyo espacioso plano
El rubio bronce, que Corinto envia.
Relevaba con arte soberano.
En él la siempre humana cirugía,
Al pecho puesta la obsequiosa mano,
Rendidas gratitudes tributaba,
Y el coturno de Carlos adoraba (3).
XX.
En otra parte el cobre suavizado,
Al oro compitiendo en pulimento,
A esfuerzos del buril más delicado,
Cómodo figuraba un pavimento (4).
Mostraba allí su aspecto abrillantado
Mantua, y con más decoro y ornamento.
Grata al nuevo esplendor que le debia.
Dosel más digno á Carlos ofrecia.
XXL
Más adelante se elevaba exenta
Una aguja, que obró maestra mano
Con los rayos que en lid sanguinolenta
Vibró Mavorte ó inflamó Vulcano.
El acueducto allí se representa
Con que á Segovia enriqueció el tebano,
Y una inscripción , en donde se leia :
Nueva escuela real de artilleria,
xxn.
Animado á merced de la escultura,
Reconocí de España el genio bello.
Con dobles alas , que á la esfera pura
Le elevaban, á ser de luz destello.
Hiedra, laurel, oliva, encina dura
Ofrecían corona á su cabello,
Y tapete á sus plantas los blasones
De almenados castillos y leones.
XXIII.
Reparé que en la diestra sostenía
Una fábrica antigua, ciiyo seno
A la vista de todos se oñ-ecia.
De humanidad y de riquezas lleno.
Ser conocí una ilustre librería.
Que retratando un paraíso ameno.
Los deliciosos frutos que llevaba
Con dulce agrado á todos franqueaba.
(1) Aumenta so majestad comodidades á la tropa, y sueldos á loi
ministros togados.
(-2) Mejora su majesUd el ejercicio en toda la tropa.
(3) Establece su majestad un colegio de cirugía en Barcelona.
í4) Manda su majestad hacer el nuevo empedrado, y se consi-
gue el aseo y hermosura de ia corte.
XXIV.
Allí la aplicación fogosa ardía
De stiljlimes ingenios laboriosos.
Haciendo con su estudio cada dia
Los blasones de España más famosos.
Sobre la puerta principal había
De Carlos un retrato, y en lustrosos
Caracteres decia un lema breve :
A ti, oh gran Carlos, vii esj)hndor se debe (5).
XXV.
En el opuesto mitro resaltaba
De oro una medalla primorosa ,
Cuyo medio relieve retrataba
La acción menos feliz y más gloriosa.
Armada formidable vomitaba
Gente feroz, escuadra numerosa.
Sobre los campos, que si el mar circunda,
El ejército nuevo los inunda.
XXVI.
Era la Habana, á quien la saña oprime
Del marítimo inglés, cuya fiereza,
Aunque al principio con valor reprime ,
Triunfó la inmensidad de la braveza.
Ya estrecho cerco con rigor comprime
De pocos defendida fortaleza ;
Pocos, que muchos deben presumirse.
Los cjue intentan morir y no rendirse.
XXVIL
Es su caudilllo aquel hijo de Marte,
Velasco, claro honor de las montañas.
Entrando de sus glorias á la parte
González en la muerte y las hazañas.
Ya el hierro ardiente el aire turbio parte.
Rugiendo á su estampido las campañas,
Del fuerte siendo escándalo y fracaso,
Y de valientes vidas triste ocaso.
XXVIII.
Sin miedo á la continua batería
Y estrago de morteros y cañones.
Mantiene la española bizarría
Los ya desmantelados torreones.
Ya apenas piedra sobre piedi-a había.
Cuando uniendo los fuertes corazones.
Si bien del largo padecer deshechos ,
Nuevas murallas forman de sus pechos.
XX LK.
Tiirbó al inglés la acción desesperada.
Llenándole la envidia de despecho,
Pero una mina, con furor volada.
Ruinosa puerta abrió por largo trecho.
Llevó el estrago á la ftliz morada,
A recibir el galardón del hecho,
Las almas de españoles venturosas,
En coronas más dignas y gloriosas.
XXX.
Troncos cuerpos de espíritus altivos
Dejan los campos de pavor cubiertos,
Que con fieros semblantes, más que vivos,
Amenazan aun pálidos y muertos.
El muro aportillado ejecutivos
Entran los anglos, de su triunfo ciertos ;
Pero les pone su defensa ruda
El daño en claro y la victoria en duda.
XXXL
Quien, porque ya la munición faltaba.
Sobrándole el esfuerzo y valentía.
Del inútil fusil haciendo clava.
Los monstruos calidouios abatía ;
Quien , ya sin armas, las que á la ira daba,
La ruina en sus peñascos impelía ,
Siendo despojo, en su furor extremo.
Mil Accis á los pies de Polifemo.
(5) Aamenta su majestad la dotación de su real biblioteca Tel
Diimero de sus empleados,
CANCIÓN.
217
XXXJI.
Mas triunfando los hados injuriosoa,
T al sangriento rigor de las heridas
Muertos los capitanes valerosos ,
Ultimo resto de las nobles vidas,
Entran los vencedores , que furiosos,
Buscando á sus espadas homicidas
Empleo, sólo hallaron en el fuerte
Repetida la imagen de la muerto.
XXXIII.
[Oh tragedia feliz , que das á España
Aun en la adversidad perpetua gloria ;
Nombres felices, cuya heroica hazaña
Tendrá en la voz del orbe viva historial
Pues del olvido, contra el odio y saña,
Monumentos previene á su memoria
Tierra y mar, y con muestra peregfrina
El primor de una mano salmantina (1).
XXXIV.
Una columna en distinguido asiento ,
Con singular esmero cincelada,
Al esfuerzo español , del Sacramento
La colonia ñgura sojuzgada.
Del ejército el brío y ardimiento,
Y del caudillo la gloriosa espada,
En Italia, otro tiempo conocida
Y de proprios trofeos guarnecida.
XXXV.
Más adelante el gran templo de Jane
Copió un pincel , en cuyo centro encierra
El grande Carlos con potente mano
El espantoso monstruo de la gueiTa.
Brama, oprimido, dentro, é inhumano
Salir quisiera á perturbar la tierra,
A no ser freno de su furia insana
De Carlos la presencia soberana.
XXXVI.
Una deidad del cielo se deriva,
De virginal pureza decorada,
Ceñida el pelo de brillante oliva,
Y el cueipo de una túnica nevada.
Igualaba del sol la llama viva
El resplandor de la deidad sagrada,
Y á descubrirse entonces las estrellas,
Fueran menos brillantes , menos bellas.
XXXVII.
Sostenida en el aire con humano
Ademan, coronó á Carlos la frente
La dulce paz , llenando el soberano
Aspecto de delicias el ambiente.
El reprimido orgullo lusitano
Del blasón figurado en la serpiente (2),
Que domó Carlos con robusta planta,
Kespira libre y la cerviz levanta.
XXXVIII.
En medio de la excelsa galería,
Armado Marte á Carlos representa ,
Benignidad vertiendo y alegría
Sobre el ara de jaspe en que se asienta.
Cuanto el soberbio templo se extendía
Llena de majestad la efigie exenta,
Y el grave rostro del sagrado bulto
Inspira religión , provoca á culto.
XXXIX.
Obra era el busto de la docta mano
Que acrecentar honor á Grecia sabe,
Y restaurar con arte más que humano
Cuanto al cincel el tiempo menoscabe (3),
Al ver el simulacro soberano.
Bañóse el pecho de contento suave,
Y del afecto natural movidos,
Arrebató la vista los sentidos.
(1) Don Tomas Francisco Pi'ieto, director del grabado, hizo una
medalla, que rep:esenta esta arción.
[•i] Es blasón del escudo de Portugal una serpiente.
{7>} Don Juan Pascual de .Mena, director de esculiura.
XL.
Volar quisiera á venerar postrado
Al monarca mayor y más glorioso,
Y en el augusto altar dejar grabado
Mi labio siempre humilde y obsequioso.
Arrojóme veloz , y conturbado
Del movimiento al ímpetu furioso.
Despierto, y desvanécense en el viento
Sueño, palacio, altar y pensamiento.
XLL
Lloré perder la vista deliciosa
Sin poder penetrar completamente
Cuanto la augusta casa misteriosa
Comprendía en su ámbito luciente.
Mas si la suerte monos rigurosa
Algún alegi-e dia me consiente,
Me oirán cantai- del Tajo las Napeas,
Homero á Aquíles y Virgilio á Eneas.
XLIL
Entre tanto, vosotros , generosos
Alumnos de la ilustre madre, á quienes
Hoy Astrea reparte victoriosos
Círculos, con que orléis las nobles sienes.
Esforzad los espíritus gloriosos
A empresas que más dignos parabienes
Os puedan merecer; que yo hasta tanto
Suspendo el plectro y finalizo el canto.
CANCIÓN
que por encargo de la Real Academia de San Fernando compuso
el autor, con motivo de haber rcmiiido á ella el Príncipe nues-
tro señor y el señor infante don Gabriel dos diseños de arqui-
tectura, delineados, sombreados v firmados desús manos. Lijóse
en la junta general de 5 de Junio de 1763.
Dulce, canora Clio,
Róbate un breve rato al sacro coro.
Dejándote traer del leve viento,
Y pulsa, á ruego mió,
Los trastes de cristal, las cuerdas de oro
Del celestial dulcísono instrumento;
Que si proteges mi glorioso intento,
Lograrás que á la dulce melodía,
Suspendan las esferas
Su voluble porfía.
Las aguas sus corrientes lisonjeras,
Y el sol su curso pare.
Mientras tu lira con mi voz sonare.
Teatro suntuoso
Era un regio salón á circo grave
De ingenios de Minerva laureados.
Su recinto espacioso
Parece que archivó con rica llave
Los primores allí más delicados.
De piedras y de lienzos animados.
No cubrirse, formarse parecía
La magnífica pieza,
Y como el arte había
En ellos apurado su destreza.
Engañado el discurso.
Los juzgó tal vez parte del concurso.
El acto presidian,
Bajo regios doseles elevados.
Todas las gracias sólo en dos matronas.
En sus ojos lucían,
Y en su vestido virginal sembrados,
Los astros más brillantes de las zonas.
Ostentaba una y otra seis coronas
A concurso de espü'itus alados,
Que con graves tareas
A lienzos preparados.
Piedra y metal trasladan mil ideas,
Y compiten activos
Del laurel los honores siempre vivos.
Los mármoles molestos
Unos hendían ; otros figuraban
Edificios, que á lineas dividían;
Otros los indigestos
Colores con fatiga quebrantaban ;
218
DON VICENTE GARClA DE LA HUEKTA.
Templar el duro hieiTO otros porfían.
Aquí el luciente cobre sacudian,
Haciéndole al buril más obediente;
Liquidaban metales
Allí con llama ardiente;
Y todos daban, en su afán, señales
Que su ingenio fecundo
Formaba el embrión de un nuevo mundo,
Su.« obras ya ofrecían,
Del último primor acrisoladas,
Tímidos , al examen riguroso.
Unos se prometían
Las coronas al digno reservadas,
Otro desconfiaba temeroso.
La expectación del circo numeroso
Severidad al acto acrecentaba,
Y al tiempo que ya Astrea
El premio preparaba
Con que ilustrar la más feliz tarea,
Un extraño suceso
El acto suspendió, pasmó el congreso.
Las ajustadas puertas.
De fuerzas soberanas impelidas,
Con súbito rumor y común susto
Parecieron abiertas ;
Eetrajo de las venas comprimidas
El rojo humor el pecho más robusto,
A todos ocupaba el terror justo.
Cuando, sembrando luces celestiales,
Con luminosa huella
Ilustró los umbrales
Una deidad, cuya presencia bella.
Cual Febo el claro dia,
A los ánimos trajo la alegría.
Torreada corona,
Como suele á Minerva atribuirse,
Su hermosa ftente con honor cenia.
Ornaba su persona
Un ropaje, cuya obra distinguirse
El celeste esplendor no permitía.
En la siniestra por blasón regía
En vez de cetro, del metal precioso
Compás y escuadra, dando
Su ademan generoso
Muestras de majestad, y provocando
Con amable violencia
Su augusto aspecto á culto y reverencia.
La noble arquitectura ,
Con real esplendor condecorada,
De todos conocida fué al momento,
Y con civil dulzura
De las caras hermanas saludada,
Llegó á ocupar el superior asiento.
Entonces, dando al aire el blando acento.
En delicadas voces y suaves.
Con notable energía.
Estas razones graves
Articuló, bañando la armonía
La región leve y pm-a,
Y el ánimo, el deleite y la dulzura.
En vano los laureles
En mi agravio destina vuestra mano
A triunfos que ámí sola se han debido ;
Pues ni Fidias ni Apeles,
Ni cuantos por su ingenio soberano
Libertaron sus nombres del olvido,
Ni cuantos larga edad ha producido
En los climas de Europa venturosos
Disputarme pudieran
Sus blasones gloriosos,
Y cuando á empresa tanta se movieran,
Serla el vencimiento
Pena segura al ciego atrevimiento.
Sacó entonces del seno,
Sobre el terso papel delineadas.
Dos fábricas de dórico artiñcio.
En el blanco terreno
Con tan gi-ande primor perficionadas ,
Que el más severo dio de pasmo indicio.
No encontró el más escrupuloso juicio
Sino la admiración en sus primores j
Primores que excedían
Los aplausos mayores
Que al numeroso circo merecían,
Cuyo asombro advirtiendo.
Así la diosa prosiguió diciendo :
«A mí se deben sola
Coronas djl mayor merecimiento
Y premios de más alta jerarquía,
Pues el hado acrisola
Su influjo grato, á mi favor atenío,
Colmándome de dichas y alegría.
ÍOh memorable, venturoso dia,
)e mí con blanca piedra señalado
Y digno sacrificio!
En mi pecho obligado
Templo tendrás, y con humilde oficio
El ánimo devoto
Kepetirá cada momento el voto.
«Pues noble empleo he sido.
De maestra gozando privilegios
Y honores que llegó nadie á lograrlos,
Y estudio ennoblecido
Del desvelo de dos jóvenes regios.
Digna progenie del glorioso Carlos ;
Dos jóvenes excelsos, que al nombrarlos.
El orbe todo con razón se humilla,
Y la dichosa España,
Doblando la rodilla,
•Por cuanto el Bétis, Ebro y Tajo baña.
En floridos vergeles
Rinde á sus pies olivas y laureles.
wAquestos monumentos.
Con que hoy enriquecernos han querido
Sus ilustres tareas venturosas
Y sublimes talentos,
Con dignidad y con honor debido
Logren veneraciones obsequiosas.
Vosotras, oh deidades generosas
Y genios á la gloria consagrados,
Depositarios fieles
De tan ricos dechados.
Alfombras prevenid, colgad doseles
Y construid altares
A vuestros nuevos dioses tutelares.
«Empresas que acreditan
Aun en la tierna edad maduros bríos,
En breA^e el orbe llenarán de glorias.
Cuando ya supeditan
Tan ancho campo á los elogios mios,
Y tan fórtil materia á las historias.
Acumular victorias á victorias
A ser vendi-á su más digno ejercicio,
Y adquirirse renombres
Del común beneficio.
Siendo, por eso, eternizar sus nombres,
Blasón de los pinceles ,
Gloria de los buriles y cinceles.
))Los ingenios sutiles,
Que los néctares liban de Helicona
Y al Pindó huellan la cerviz sombría.
En sus cultos pensiles
A sus dos frentes tejerán corona ;
Corona que á los siglos desafia.
Darán feliz asunto á su armonía
Las conquistas de bárbaras naciones.
Seguidas ó imitadas
Las paternas acciones,
De la fama en el templo atesoradas,
La paz establecida,
Y Astrea al suelo ya restituida.
«Las ciencias obsequiosas.
Fomentadas también por todas partes.
Publicarán sus timbres igualmente,
Y con muestras piadosas
Favorecidas las sutiles artes,
Extenderán su fama al continente
Del nuestro más remoto y diferente.
Pasmo será y envidia al extranjero
La relación gloriosa
Del paternal esmero
Con que las honren , y será famosa
En cuanto Febo baña,
Por tan heroicos príncipes, España.
ENDECASÍLABOS.
2ia
»Atmqne á tantos primores,
Con que hoy ilustran nuestro docto gremio
Y en permanentes sellos reduplican
Nuestras glorias mayores,
Podremos prevenir en vano premio
Competente al honor que nos aplican.
Pero ya las esferas les dedican
En sus estancias plácidas y bellas
Premios más permanentes
En coronas de estrellas,
Cuando, felices hechas ya las gentes
De los dos hemisferios,
Trasladen á los astros sus imperios.
))Y en tanto, porque vea
El orbe de su amor claras señales,
A Carlos y Gabriel el premio debe
La dichosa tarea,
Y el círculo de ramas inmortales
Con que el sudor ilustre se promueve.»
Esto dijo, y lloviendo el viento leve
Guirnaídas, en un punto coronadas
Las vencedoras sienes
Quedaron , y embargadas
Del súbito placer y extraños bienes
Del cuerpo las acciones,
Y hecho el sentido un mar de admiracionea.
La común algazara,
Los dos amados nombres repitiendo,
Al cielo con estrépito subia;
La esfera pura y clara ,
A las voces del suelo respondiendo,
El aplauso esforzó con su armonía.
Y yo, que parte fui de la alegría ,
Obedeciendo al superior mandato
Que me ilustra y apremia.
Perpetuar así trato
El suceso feliz, docta Academia,
Si por ventura Clio
No desdeñó el humilde rueeo mió.
endecasílabos
recitados pn la Roal Academia de San Fernando, en la j«nta ge-
neral (|ue se celebró para la distribución de premios, el dia 23
de Julio de 1778.
¡Oh tú, que, alma del viento^ tantas veces
Penetraste la esfera cristalina.
Osando competir la siempre acorde
Revolución con que sus orbes giran 1
Vuelve, voz mia, á ser en los elogios
Del grande Carlos nuevamente oida ;
Objeto capaz sólo de excitarte.
Por tantos años muda ó intermisa (1).
Y tú, oh lira, que diste á los albogues
De incultos bereberes (2) armonía.
Cuando, escuchando desusados tonos ,
Admiró Orfeos la feroz Nnmidia (3) ;
Al peine de marfil el dúctil oro
Presta fácil, y pronta resucita
Del polvo en que has yacido, infelizmente
Envuelta de tu dueño en la ruina.
Pues si vosotras ayudáis mi intento,
En el registro eterno de los dias
Consagrarán mis versos la memoria
De la ocasión feliz que los inspira.
Contra los cuales, ni voraz el fuego,
Ni el hierro, ni de Júpiter las iras
Podrán jamas, pues fuero de inmortales
De numen superior se les deriva ;
De aquel cuyos benéficos influjos
Senté la humanidad, y el munuo admira,
Pues, como sol de más cercana esfera,
Fomenta, ilustra, alienta y vivifica.
(i) En varias distribuciones de premios de la Academia ha re-
citado el autor diferentes composiciones porilcas.
(•2| En el año 177-2 esciibio el ;iulMr una écloga africana, ¡ntilu-
lada Los Bereberes, con motivo de haberse erigido en la plaza de
Or;in la estatua del Rey nuestro señor. •
(5) Asi se llamaba gran parte de la costa de África, principal-
mente en las inmediaciones de ürán.
Ostenta, oh Mantua, tú principalmente ,
De las magnificencias con que brillas
Compendiado el catíilugo prolijo,
A su desvelo paternal (iebidas.
Para que, retratadas por mi celo.
De su fama en el templo (i) excelso sirvan,
C(mtinuando las series dilatadas,
A su historia inmortal de pruebas vivas.
Hablad vosotros, generosos lares,
En que concordemente se concilian
Naturaleza y arte (o), émulas sólo
En la acumulación cíe maravillas ;
No siendo la menor la jn-odigiosa
Trasforra ación (G) que dignamente indica
Vuestro noble destino, y los sublimes
Genios que os embellecen y os habitan.
Hablad también vosotros, suntuosos
Edificios c<>ntiguos (7), en que cifra
La esplendidez sus profusiones todas,
La conveniencia todas sus medidas.
Habla igualmente tú, facilitada
Correspondencia pública (8), que afirmas
El principal comercio, y proporcionas
Del trato del au?ente la delicia.
Ilalilad vosotras, al mantuano suelo
Trasplantadas hespéridos divinas (9),
Verdaderos elisios españoles.
Nuevos, fragrantés y frondosos Hiblas.
Hablad, soberbios arcos (10), cuyas moles,
Minando el aire, al cielo se encaminan,
Y conducen de Carlos la memoria
De la inmortalidad á la alta silla.
Hablad vosotros , genios laboriosos ,
Que con franqueza próvida destina
A la instrucción de juventud ilustre (11),
Luz del Estado y esperanza altiva.
Habla, oh ducado liceo matritense (12),
En que sobre las ya muertas semillas
De los héroes del Austria, el grande Carlos
Replanta la i^iedad y la doctrina.
Y tú en particular, noble instituto
Del derecho español, que atento explicas.
Intérprete cabal de nuevo Numa ,
Las sabias leyes que á sus pueblos dicta ;
¡Instituto feliz! pues tus cimientos.
Puestos por mano tal (13), ya prometían
(1) En la distribución de premios del año de 1763 recitó el autor
un canto heroico, en quese dcscribeel templo de la Fama, dedicado
á lasbenelicencias del íiey nuestro señor.
(íji En el año du 1771 se trasladó la Academia, del real palacio
de la l'anaderia á las casas que hoy ocupa, en las que su majestad
estableció, al mismo tiempo, el rico gabinete de Historia nataral.
(G) Lui'go que la Academia lojiró su actual residencia, derrib'i
la antigua portada, y substituyó otra de buen gusto y arquitectura.
(7i Las reales aduanas, edilicio grandioso, mandado hacer por
su majestad, ba o la dirección del brigadier don Francisco Sabati-
ni , académií o de honor.
(8) Establecido el mejor orden en la administración de los cor-
reos, se construyó, i costa de grandes sumas, el edilicio de la Pos-
ta en la Puerta del .'•ol, que por su situación es uno de los princi-
pales adornos de Madrid, bajo la dirección y diseños de don Jai-
me Maniuet, académico de mérito.
(9i El excelentísimo señor Conde de Aranda, consiliario de la
Academia, siendo presidente del (Consejo, ideó y mandó formar el
hermoso paseo del Prado, sin costo del público, por los diseños
del capitán de ingenieros don Jos(' de liermosilla, académico de
honor, por cuyo ialleciniiento continúa la dirección de la obra don
Ventura Rodríguez, director de aríiuilectura.
(10) Los consta nidos en la puerta de los I'ozos y en la de San
Vicente, y especialmente el que se está construyendo en la de Al-
calá, proyectado it;Halmente por el excelentísimo señor Conde de
Aranda, y promovido ton particular celo por el señor don José
Antonio de Armona, corregidor de Madrid, consiliario de la Aca-
demia.
(11 1 El real seminario de Nobles, reducido á mejor orden en su
administración y enseñanza, por el plan del excelentísimo señor
don Jorge Juan," consiliario de la Academia.
( 12) Los esludios generales de San Isidro el Real, fundados por
Felipe IV en el Colegio Impeiial, construido y dotado por la em-
peratriz doña Waria de Austria, han recibido mayor lustre y au-
mento de la munilicencia del Rey nuestro señor con los hábiles
profesores que ocupan las citedias, habiéndose al mismo tiempo
traslailado á su ma;;nílico templo la antigua capilla de san Isidro,
con aumento de individuos y de sus dotaciones, para su culto.
(13i La real Academia de Derecho patrio, promovida en sus prin-
cipios por el celo y sabiduría del excelentísimo señor Conde de
220
DOX VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA.
En tns mismos nafales el brillante
Grado á que diírnaniente te Kublimas.
Habla tú, circunspecta, ilustre, sabia
Corte de Astrea, que oticiosa miras
Como proprio el común bien de los hombres,
Reblados por tu fiel distributiva ;
Y mostrarán tus ütilos aumentos (1)
Que á Carlos debes la real fatiga,
La atención propria de héroes, el desvelo
l'rúvidü con que afirma la justicia.
Habla también del mérito y esfuerzo (2)
Señal y recompensa distinguida,
Al sujeto más digno consagrada
Por la causa mayor y más ])ropicia.
Hablad vosotras, soledades yermas (3)
En pueblos numerosos convertidas,
Y vosotros, incultos peñascales.
Que ya habita Vertuniuo, y Ceros pisa;
Monumentos eternos, que á la gloria
De Carlos el amor grato dedica.
En cada piedra consagrando un voto,
Y una oblación humilde en cada espiga.
Hablen también las dóciles corrientes
De los rios (4), que aprenden nuevas vias,
Y gloriosos de haberle obedecido,
ufanos á morir al mar caminan.
Hablen, tratables ya, los altos montes (5),
Que el comercio y el tráfico impedían ;
Soberbios obiliscos , que á su gloria
Alzó naturaleza preventiva.
Hablen también por boca de la fama
Las recientes victorias y conquistas.
Logradas por quien tiene sus proezas
En ambos mundos con su espada escritas (6),
Hablen... Mas ¿dónde arrebatada lleva
íli amor la voz , que audaz y presumida,
En abreviado plan compendiar quiere
Materia incomprensible é infinita?
Quede á vosotros, oh felices genios,
A quienes hoy corona vuestra misma
Laboriosa vii'tud, por la alta mano (7)
Que el premio al repartiiie multiplica.
Quede á vosotros, pues, el arduo empeño
De ocupar en su historia peregrina
Los nobles instrumentos con que el arte
Lienzos, bronces y mármoles anima.
Que si acaso á mi musa amaneciese,
Entre tantas tormentas, algún día
Lifausto menos, y benigna estrella
Alegre influye y diestra me ilumina ;
Trocada entonces en sonante trompa
La poco culta, si obsequiosa, lira,
Y en heroica epopej'a convertidos
Los tonos de la débil elegía.
La tierra, el cielo mismo, sorprendido
De lo sublime de la acción que elija
Florirtablanca, tres veces electo presidente de ella; cuyo lustre
pros¡í;ue bajo la dirección del señoi- don Miguel de Galvez, del
Supremo Consejo de Guerra, con conocidos progresos.
(1; A lepresentacion del excelentisimo señor Conde de Aranda,
se aumentaron en el Consejo Supremo viirias plazas para facilitar
la expedición de las causas.
(2) La nueva distinguida orden de Carlos III, para premio del
valor y mérito, fué instituida con motivo del nacimiento del Infan-
te en 1771, bajo el patrocinio de Mana .Santísima, en su Purísima
Concepción.
(5; Las nuevas poblaciones de Siena-Morena, la Parrilla y otros
términos, que antes estaban incultos, hechas á expensas del real
erario.
(4) Los nuevos canales de Manzanares y Murcia, abiertos bajo
el patrocinio de su majestad.
(i)) Los nuevos caminos formados en lo íspero de Sierra-Morena
para facilitar el paso á las Andalucías, y el comercio con los prin-
cipales puertos de la carrera de Indias.
(6i El excelentísimo señor don Pedro Cevallos, capitán general
de los reales ejércitos, acaba de conijuistar con el que lia manda-
do en America, la isla do Santa (;atalina y la colonia del Sacra-
mento, l-.n la ultima guerra de Italia dio muestias heroicas de su
valor, y en la ijuc después se hizo ü la corona de Portugal tomo,
siendo capitán general de Buenos-.\ires, la expresada colonia , de
que ha triunfado por dos veces.
O) El excelentísimo señor Conde de Floridablanca, primer se-
cretario de Kslado, protector de la Academia, repartió por si mLs-
mo los premios, con la benignidad y agrado que le caracterizan.
Cuando con ellas eternice á Carlos,
Repetirán asombros á mis rimas.
AL REY NUESTRO SEÑOR,
en su venida á habitar el palacio nuevo, dia i.' de Diciembre
de i'nH. La Real Biblioteca (8).
Entrad en hora buena, excelso Carlos,
Del popular aplauso precedido,
En ese regio alcázar, que os previene
De larga edad felices vaticinios.
Entrad en hora buena , pues sus puertas.
Movidas por sí mismas de sus quicios,
En fe de ser su dueño, ya os franquean
En augustos salones solio digno.
Aquí, donde Vulcano de los reyes
Consumió los alcázares antiguos.
Siendo retrato del troyano incendio,
Dorados techos, altos obeliscos;
Aquí , pues , donde el fuego impetuoso
Murallas derribó, torres deshizo,
Envidioso tal vez de los blasones
Del austríaco cesar Carlos Quinto,
A influjos de otro Quinto, el gran Felipe,
Primer Borbon á España concedido.
El que fué de cenizas monumento,
Cual fénix renació, noble edificio,
Tan corpulentamente artificioso,
Que tal vez le juzgaron los sentidos
Monte de mármol sólido, á que el arte
Dio ilustre forma con sudor prolijo.
Pues hierro y mármol solos, combinados
Contra el poder del tiempo y del olvido,
Unen su inmensidad, sin tener parte
Ni el duro roble ó cedro peregrino.
En vano así las lluvias iriportunas,
El ftrrioso Aquilón, ni el fuego activo
Contra él conspirarán , y aun á la tierra
Limoble la tendrá su peso mismo.
Los atrios int'-riores, que sustentan
Columnas mil de dórico artificio,
De esiDlendideces nobles y ric|uezas
Vasto tesoro son, capaz archivo.
Los mármoles y jaspes resplandecen.
Haciendo que resixlten más sus brillos
El oro, que por todas partes viste
Muros, cornisas, bóvedas y frisos.
Su hermosa situación nuevo realce
De su mérito es , y el extendido
Término delicioso que descubre
Por cualquiera sección de su recinto;
Pues, sobre una colina edificado,
Goza de aires más puros y más limpios.
Con que alcanza la vista libremente
Cuanto comprende en sí largo distrito.
Por aquí su real píilacio Febo
Descubre en los albores matutinos,
Y por allá las lóbregas estancias
En que sepulta su esplendor occiduo.
Por esta parte más templado el Bóreas,
Por la otra sopla el Austro menos frió ;
De modo que por todos cuatro aspectos
Logra del cielo influjos más benignos.
Descúbrense de allí , por largo trecho,
Los campos abundantes y floridos
De que Céres y Baco á competencia
Disputan igualmente el señorío.
Al contorno también .se ven los montea.
En tal forma dispuestos, que sus visos
Figuran un augusto anfiteatro,
De selvas florecientes guarnecido.
Vese el inmenso pueblo, que estrechando
El ámbito espacioso en mayor circo,
Acude á ver ansioso á su monarca.
De reverente afecto compelido.
Aquí, mientras que España feliz fuere
En gozaros por rey, Príncipe invicto,
(S) Paráfrasis de unos versos latinos escritos por don Juan Oteo,
oficial de la real biblioteca.
IOS BÉBEBERES.
221
Seréis pasmo del orbe , acostumbrado
A ser regido de español dominio ;
Pues supo España de su ilustre seno
Césares producir esclarecidos,
Sembrando por el orbe mil coronas,
Y aun hoy no olvida su anterior estilo.
Desde aquí contaréis en larga serie
Tantos ínclitos reyes como hijos,
Cuyos hijos, después de muchos años,
Por maestro os tendrán y ejemplo vivo.
Y entre tanto esta regia biblioteca,
Que tanto vuestro amor ha merecido,
Y logra hoy de más cerca contemplaros,
Ultimo esmero de un feliz destino,
Al orbe extenderá vuestras grandezas,
Pues la suerte propicia la ha ofrecido
(Porque pueda elogiarlas dignamente)
La ventura de ser de ellas testigo.
Y en tanto que á esta empresa se dedica,
Porque conste , señor, el gran motivo
De la fe con que os ama, un monumento
En estos versos dejará erigido :
«Yo, ilustre hija de Filipo el Grande,
Que el quinto á España fué de los Filipos,
De Carlos por la gi-an munificencia,
A ser del orbe la primera aspiro. »
LOS BEREBERES.
ÉGLOGA AFEICANA
& la erección de la estatua que dedicó á la memoria del Rey nues-
tro señor en la plaza de as armas de Oran , el dia 20 de Enero
de 177-2, el señor don Eugenio ¡le Alvarado, etc., comandante
general de aquellas plazas y fortalezas.
BASIR. SELEIMAN. AMAR. POETA.
POETA.
En la falda del Kar (1), cuya ai'dua cumbre
Atalaya es del mar Mediterráneo,
Que émulo del hispano Charidemo (2),
Contrapone el Atlante mauritano (3) ;
Allí donde las ruinas de Tagaste (4)
Ofrecen suntuosos desengaños
A la humana soberbia, y mil fragmentos,
Que el tiempo perdonó, de industria acaso;
Desde donde los altos homenajes
De los muros de Oran, blasón preclaro
Del católico esfuerzo, resplandecen ,
Cuando no asustan con tronantes rayos;
Allí donde la ramas enlazadas
Del fresno verde , del taray copado,
Al claro sol la entrada difícultan,
Y hermoso pabellón tejen al campo;
Basir y Amar, honor de la Numidia (5),
Ambos pastores , y soldados ambos ,
En cuya mano im instrumento mismo
Tal vez es alcabuz , tal vez cayado ;
Músicos y cantores, cuyas gracias,
Unidas á un espíritu gallardo.
Probado en lides mil , los acreditan
Martes de Libia, Orfeos africanos;
Guiados de unos mismos pensamientos,
Amantes igualmente y desdeñados.
Sobre el florido césped descansaban,
Si en quien ama se puede dar d scanso;
Y viendo que tranquilos por el bosque
La verde grama peinan sus ganados,
Y á insultos militares prevenidos,
(1) Asi llaman los naturales á un monte distante de Oran dos le-
guas, que extendiéndose por su falda hasta la que llaman punta
de la Aguja, forma promontorio. Los españoles le apellidan cerro
de San Agustín.
i2) Kn la geografía antigua se llama asi el rabo de Cata, en la
costa de España, distante cinco leguas de .Almería, hacia Levante.
(5) La punta de la Aguja y cerro de San Agustín son los extre-
mos del Atlante menor.
(4) Patria de san Agustín, cuyas ruinas permanecen hasta ahora.
(51 Conservan todavía los moros alaibes 6 del campo el mismo
modo de vida de los antiguos nómades ó numidas, habitando en
Riendas.
Tascan los duros frenos sus caballos;
Templados los nudosos albogones (6),
Con que Pan el primero trilló el labio,
De su amor y armonía el dulce duelo
Empiezan, voz y música alternando.
El vulgo de los árboles parece
Que atento escucha sus acentos blandos ;
Que no es nuevo milagro en la armonía
Dar sentido á los troncos j peñascos.
Desdenes de Xelifa Basir llora,
Y Amar llora de Xaira el pecho helado;
¡Dichosos en llorar sólo rigen s!
1 Infeliz del que llora desengaños!
Como un mismo dolor los afligia.
Ambos á un mismo tiempo susjjiraron,
Siendo en los dos el aire del suspiro
Alma del instrumento, voz del canto.
BASIE.
Xelifa hermosa, que en su luz más pura,
Ofuscas su esplendor á las estrellas,
Como tu candidez á la blancura
De la leche apretada en las encellas ;
Recibe el amor mió.
Envuelto en las querellas que te envió.
AMAR.
Envuelto en las querellas que te envió,
Xaira divina, un corazón amante
Consagro por trofeo á tu albedrío,
1 Oh tú , que al sol excedes rutilante
En gracia y en belleza,
Y á las palmas de Zahara (7) en gentilezal
BASIE.
Templa el desden y templa los rigores,
Gloria de IIulat-Alí'(8), y el amor mió
Trata menos cruel, porqu' minores
El insufrible mal de tu desvío.
Si no quieres que muera,
Oh más que el lince, más que el tigre fiera.
AMAR.
O más que el lince, más que el tigi-e fiera,
Bl.ison de Jalfa (9), deja el inclemente
Ceño y no ultrajes mi pasión sincera,
Si no quieres que de una en otra gente.
Errante y peregrino,
Llore tu crueldad y mi destino.
POETA.
Aquí llegaban cuando, interrumpidos
Sus amebeos de rumor cercano.
El bravo Seleiman se les presenta.
Los frondosos canceles penetrando.
Seleiman, que de nobles bereberes (10)
Condujo un tiempo al más lucido bando.
Cuando con disensiones intestinas (11)
Ardió en tumultos el alarbe campo (12).
A cuyo solo nombre las murallas
De Tremecen (13) y Máskara (1-1) temblaron,
Í6) U.san los alarbes de unas simples cañas por flautas, con solos
algunos taladros, y entre ellos es cosa da mucha habilidad y tra-
bajo el tocarlas.
(7! Desierto en lo interior de esta parte de África, poblado de
algunos aduares cuando huyen los alarbes por no pagar sus con-
tri biiriones. Se crian en el las m;is hermosas palmas, y con sus
dátiles engordan los caballos que produce, los cuales son los me-
jores de Afrira.
iS) Parcialidad ó aduar de caballeros, que conserva el nombre
de un antiguo jeque.
CJ) Parcialidad de moros caballeros bien conocida en las inme-
diaciones de Oran.
(lOi Nación antigua, que habiti la mayor parte déla costa ó rife
de África, desde Tánger hasta Bonn, que es la antigua llippima.
Del nombre beréber se formó el de Uerebertn , que con poca alte-
ración conserva todavía esta costa.
(IDA la venida del actual bey de Poniente, bajo cuvo gobierno
se comprende el campo de Oran, se rebelaron las principales par-
cialidailcs de caballeros.
'\i] Los moros del campo, que viven en aduares, se llaman en
su lengua arbis, que viene de la voz arab, que significa campo, y
asi el-arbi O at-arbí es lo mismo que moro campalre, á distinción
de los que viven en ciudades.
1 15) Ciudad sujeta al Uey, distante doce leguas de Oran, hacia
Poniente.
( 1 ii Residencia del Bey, distante doce leguas de Oran, hacia M^
diodia.
222
DON VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA.
Y mal seguro en ellas, muchas veces
Sn ruina j perdición temió el tirano.
De una fogosa alfana se deriva,
Hija del Aquilón , á quun brindaron
De Mostagán (1) las abundosas selvas
Cuarenta lunas (2) sus sabrosos pastos.
Como ti lazo del deudo los estrecha,
Y de antigua amistad también el lazo,
Con corteses palabras se saludan ,
Y se reciben con amigos brazos.
Mas viendo Seleiman en sus semblantes
La estampa de su duda y sobresalto.
Segunda vez de la nacieut':' yerba
Hecha alcatifa el natural estrado,
Por disipar su confusión y susto,
Así empezó : ((Vosotras, del Parnaso
Diosas, á cuyos plectros se reservan
Héroes ilustres y sucesos claros,
))Lo que dijo cantad ; que no es decente,
En los elogios del glorioso Carlos,
Instrumento la voz de un infelice ;
Baste ser mió el afecto y el conato.»
SELEIMAN.
De los reyes de España prenda digna,
O por conquista de su celo santo,
O por ser áe sus ínclitas milicias
Palestra del valor y seminario,
Oran fué siempre aquel artilicioso
Briareo de piedi-a, cuyos brazos.
Tantos como castillos le circundan.
Flechan perpetuamente hoiTor y estragos.
Entre sus valerosos mogataces (.3),
Lugar por su j^rudencia señalado
Goza Alí, desde el tiempo que Busláguen (4)
La abandonó, cobarde, á un solo amago (5).
Este, pues, una vez, entre otras muchas.
Que honró mi albergue, oculto y disfrazado (6),
Del parentesco á la amistad traido,
El postrer Eamadan (7) que celebramos,
Como sabio en los ritos nazarenos (8),
y en las costumbres españolas sabio.
Tanto supo decirme, y su elocuencia
O su verdad conmigo pudo tanto.
Que depuesto aquel odio interminable,
Que es, más que religión, razón de esta(Ío,
Con que aborrece el musulmán su nombre,
Del cristiano las dulces leyes amo.
Amo la suavidad de su gobierno,
Y amo en su rey el más cabal dechado
De aquellas almas que la Omnipotencia
Destinó para el bien de los humanos.
Transportado el anciano venerable
En los elogios de su rey amado,
Y el corazón vertiendo por los ojos,
Mil veces anudó su voz el llanto.
Contaba del gi-an Carlos las proezas
(1) Ciiulail en la rosta de Levante, i doce leguas de Orín, cer-
ca de la marina.
(-2) l.ns moros, como los demás árabes, riioiitan ios dias por los
de la luna.
(3) Asi llaman los moros de paz establecidos en Oran, y que
sirven á su majestad en la guerra. JIuclios de ellos descienden de
alarbes, establecidos en la plaza Jntes (juc se perdiese, el ano do
1708; los (|ue volvieron :i ella, el de U'ri, CJaudo se reconíinislii.
Otros son de los nae se n fuítian del campo, fnos y otros sirven va-
lerosamente, saliendo todos los dias á custodiar el ganado, á liacer
la descubierta por la mañana y á batir la entrada a las demás iio-
pas. He (ístos se puede decir (liie comen siempre el pan bañado de
sa san^trc. por la i]üe derraman en las continuas escaramuzas que
tienen con los enemigos.
(i> Kl bcv Mustaf.i lué llamado ürtulaguen (y padre de los bigotes,
por usarlos'muv grandes; de donde se inliere rnm impropriamen-
te le llaman lo"s españoles Bíí;o/í7/m, liaciendo diminutivo el au-
mentativo , que en árabe se forma de este modo.
(S) Ap' ñas vio Mustafj Busláguen nuestra armada, el año de
1"li-2, cu-iiiilo, lleno de un terror pánico, aftandonula plaza de Onm.
(fi) Los moros de paz suelen ir ii los aduares donde tienen pa-
rientes A traer ganados, caballos y otras cosas. Van disfrazados y
estjn ocultos, jior los terribles castigos que hace el Hey cuando
coge alüuno de ellos.
(7) .\si llaman los árabes á su cuaresma ó ayuno, que es una
cr-luna entera,
mo ^8) Los á' abes Ibnaan nzara á los cristianos.
Desde su infante edad , en que imitando
El claro ejemplo de su heroico padre.
Fué una conquista su primer ensayo (9);
Cuando admirando á los famosos héroes
Que habían antes al África asombrado (10),
Sobre su misma herencia y patrimonio
Se hizo un nuevo derecho por su brazo.
Contaba que en Veletri su denuedo
Tornó en feliz el más temible acaso,
Al águila arrancando del imperio
La victoria, con que iba ya volando.
Fuera temeridad, de su prudencia
Compendiar los efectos acertados,
Y aun inútil fatiga, cuando el orbe
Se hace á sí mismo honor de publicarlos.
De su justicia el Fuero CaroVmo
Monumento será, que propagando
Su nombre á las edades venideras,
. Irá en las alas del común aplauso.
Así las soberanas decisiones,
Qu:' del hispano solio dimanando,
Felicidades son á sus dominios,
Y admiración y envidia á los extraños,
Oráculos serán en todos tiempos,
A que el ilustre gremio de los sabios
Templos erigirá de su memoria,
Y de su culto rendirá holocaustos.
El paternal amor y providencia
Con que, al común provecho desvelado,
Concilla y une tan gloriosamente
Los títulos de padre y soberano.
Tantas dignas empresas los publican,
Y más bien la franqueza de su erario.
Recompensa dichosa de la industria,
Y abierto siempre al mérito y trabajo.
Accesibles los montes intratables (11),
Que antes negaban al comercio el paso,
Son obeliscos que á su fama ilustre
Formó naturaleza de antf^mano.
Hechos ya poblaciones (12) los desiertos,
Y hecho fecundo el más estéril campo.
Estas espigas son sus oblaciones,
Y aquellas piedras votos consagrados.
Dóciles las corrientes de los rios (13),
Se mudan útilmente á su mandato,
Y ellos, de obedecer á tanto dueño,
Hasta el mar, donde mueren, corren vanos.
Su corte , embellecida á sus expensas
Hasta un extremo al parecer milagro,
Y vencidos aquellos imposibles (lé).
Por la torpe desidia figurados,
De su celo y constancia monumentos
Serán eternos, inmortalizando
Las obras de su mano la agradable
Perpetua aclamación de un pueblo grato (15).
Amedrentado ya por sus bajeles,
O rendido el fui-or de los corsarios,
Ara sin susto el labrador la costa,
Y el navegante el mar sin embarazos.
Su poder toda Europa reconoce.
Sus armas llevan el terror y espanto
Al más remoto clima, si hay alguno
De quien antes su amor no haya triunfado.
Cuando el volcan de Cillia (16) por cien bocas
(9) El írlorioso padre de su majestad vino á conquistar los rei-
nos de España, ai i como el Kóy nuestro señor conquisto el de
Ñapóles V Mcilia.
(10. \'\ Duque de .Montemar, que mandó en jefe la expedición y
toma de Oran, mandó igualmente las tropas en la conquista de
Najioles.
(11) Alude al gran camino que se ha abierto en los montes de
Sierra-Morena.
t12) Las que ha mandado su majestad establecer en Sierra-Mo-
rena y otras partes.
i13) Alude á los nuevos canales para facilitar el comercio y trá-
fico.
iH) Los que se teiiian por insuperables para la limpieza de Ma-
drid, conseguida tan \oiila osamenle.
(lii* l'or las útiles obras hechas por su majestad para adorno y
utilidad de Madiid.
!l6i Asi llaman los moros el monte y castillo de Santa Cruz, cuyo
cañón, por la eminencia de su situ.icion, alcanza m.is que el de
los demás castillos, por cuya razón le suelen llamar también mar-
jasu, esto es, tira lar ¿o.
LOS BEREBERES.
223
Sobre los horizontes comarcanos
Fuego vomita, y con el ronco estruendo
Rimbomban hondas ramblas y barrancos ;
Y cuando los aceros españoles ,
Horror de í rcsla y Grava (1), ensangrentados,
De cadáveres pueblan la campaña,
Y de dolor (2) nuestros albergues vagos (3),
Aquel grave sonido estre])itoso,
Y estos mortales golpes que lloramos,
Ecos son de su voz y de su aliento,
Meras ejecuciones de s\i amago.
El ardid y valor que de nosotros
Hacen que triunfen siempre los cristianos,
Inspiraciones son de su pericia,
O influjos de su esfuerzo derivados.
¡Cuántas veces Brahim (4) á nuestros ojos.
Siempre vencido y nunca escarmentado,
Su osadia pagó, perdiendo en ella
La flor de sus alcaides y soldados!
Mas ¿qué mucho que siempre la victoria
Corone la asta del pendón cruzado ,
Cuando es un Alvarado quien le guia,
Lustre y honor del suelo americano?
Aquel que con domésticos ejemplos,
En la escuela de Marte alicionado,
Tuvo por preceptores de su brío
De sus mayores (5) los gloriosos fastos.
De aquellos campeones invencibles.
Que á su rey nuevos mundos conquistando.
Aun fueron sus inmensas extensiones
De su heroico valor corto teatro.
¡Cuántas virtudes! ¡Cuántas excelencias
De él referia el mogataz anciano,
Y cuan gustosamente embelesada,
Pendiente estaba el alma de sus labios!
Este, pues, igualmente de Belona
Que de Minerva alumno, ejecutando
No menos vigoroso sus proyectos,
Que los medita, reflexivo y cauto,
Después que de Brahim diversas veces.
Del grande Rczalcazar (G) en los llanos
Triunfar le vimos y ganar victorias (7),
Aun sin costa del riesgo y del cuidado;
Y después que á los montes eminentes
Que á Oran dominan (8) y le son padrastro,
Cerró la entrada, que el descuido atento
Abierta conservó por tantos aüos;
Convertido su espíritu brillante
Al gobierno político, y llevando
De su rey las gloriosas intenciones
Por norte de su idea y de sus pasos,
El bien común solícito promueve.
Sin que embaracen sus intentos altos
Inconvenientes, que constante allana;
Obstáculos, que vence despreciando.
Oráculo severo de las leyes,
Al bueno premia, si castiga al malo;
Siendo de su equidad igual elogio,
De uno la queja, y de otro los aplausos.
(1) Dos parcialidades de las afectas al Bey, y que m:Ss frecuente-
mente incomodan vi Onin.
(-2) Alude al duelo extraordinario de las moras en las muertes
de sus parientes, y los pmndes alaridos con que las lloran, convi-
dándose unas á otras para este ministerio. Se arañan los rostros
hasta sacar sangre de las mejillas, y repiten incesantemente la
admiración matraliall, por lo cual los españoles llaman á esto ha-
cer melrulla.
(3) Porque no tienen lugar sesjuro, mudándose de unas en otras,
según la abundancia o escasez de pastos.
(1) Asi se llama el actual bey del Poniente.
(o) El señor don Euseiiio Alvarado, etc., es descendiente de las
casas de Alvarado y I'izarro, tan conocidas en el mundo por sus
gloriosísimas conquistas.
í6) Castillo ó cindadela principal de Oran, que guarda las ave-
nidas por la cjsta de Levante, y en cuyos llanos se presentan las
tropas del Bev m.is comunmente.
(7i Alude alas dos felices funciones de los dias 6 y 7 de Febre-
ro del año pasado de I"71, en que perdió el Fiey muela gente y
caballos, por las buenas dispjsieiones del General, que atrajo al
enemigo adonde nuestra nií>t¡alla pudo hacer efecto.
(8i ívstB es el monte de la .Meseta, que domina á Oran y todos
sus castillos, cuya cortadura ha manifestado ya cuan útil y necesa-
ria es para la conservación de la plaza.
El pueblo con brillantes editicics
Mejora y pule, y los soberbios arcos (9),
Que parecen padrones de cu fama.
Unen la conveniencia y el ornato.
El singular amor á su monarca,
Que arde en su pecho generoso y gi-ato,
En cuantos rendimientos le tributa.
Dignamente se está manifestando.
Por todos hable el ínclito trofeo
Que, en los natales del Tercero Carlos,
Erige á la memoria de sus triunfos.
Ultimo esmero de maestra mano (10).
Hable aquel mármol que de los ciucelea
Aliento recibiendo, retratado
Conservará de un rey glorioso y justo
La memoria en su digno simulacro.
Hablen los jaspes, ya vanagloriosos
De su feliz destino, sustentando
Al numen tutelar de Mauritania,
Y hable ese hermoso Atlante de alabastro.
Hable el amor y esmero generoso
De aquellos celosísimos vasallos (11)
Que, á su ejemplo, á su amado rey consagran
Sudores, vigilancias y trabajos.
Hablen... mas ¿dónde transportarme dejo
Del amor que me inflama , retardando
El designio feliz que me conduce
A seguir las banderas del gran Carlos?
Atravesando acaso esta espesura,
Oí vuestras querellas, y obligado
De la fina amistad que os he debido.
Quise de mis intentos avisaros.
Si seguirlos queréis , seréis dichosos
Con tan glorioso dueño; mas si acaso
Amor os aprisiona, prendas sean
De mi constante afecto aquestos lazos.
POETA.
Así acabando el beréber valiente.
Conmueve los espíritus bizarros
De Amar y de Basir, cjue ya en sus pechos
A más noble pasión lugar han dado.
Olvidados de Xaira y de Xelif a
(Afectos en amor no extraordinarios,
Que, como niño en fin, le desesperan
Tal vez las arperezas y el mal trato).
Llevados de más altas esperanzas,
Y por la espalda el alcabuz terciado.
Siguen en sus caballos voladores.
Del presuroso Seleiman los pasos.
Caminan por las sombras de la noche,
Y llegando á los fuertes avanzados,
Al rendir el qvién vive el centinela,
Sintió ser moros , y avisó á su cabo.
CANCIÓN
á las bodas del serenísimo señor Príncipe de Asturias, nuestro
señor, con la serenísima señora Infanta de Parma, que dibiau
haberse efectuado en el real sitio do Aranjuez.
I.
«Del sol en la luz pura
Tu antorcha enciende, candido Hiranneo,
Alma deidad, que el orbe regeneras,
Y tu vuelo apresura
Sobre el suelo español, donde el deseo
Te apellida con ansias verdaderas.
(9) Los pi^rticos fabricados sin rosto del erario ni del publico en
la plaza de las ai mas
(lU) Sobre el modelo de Mateo Sanz, diestro escultor valencia-
no, se ha formado el retíalo ;le su maicstad, de un mármol durí-
simo, sacado de unas canteras desconocidas. Vicente de Lanalde
y Ignacio Basterrechea, vizcaínos hábiles en escultura y cantería,
han labrado el busto, la columna y demás piedras con el mavor
primor.
(11) non Joaquín Antonio Nario, guarda-almacén principal, á cu-
yo cuidado y cargo ha estado la obra, que ha desempeñado con tan
Dutoriú esmero.
224
DON VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA.
Espíritus amantes,
De esas puras esferas
Dulcísimos alados habitantes,
De Himeneo volad en compañía,
A celebrar tan venturoso dia.
II.
))Yo, el Tajo, decantado
Por el oro que envuelvo en mis arenas,
Y más famoso desde aquí adelante.
Pues ha privilegiado
Mis florecii-ntes márgenes amonas,
Amor para el teatro más brillante,
Donde se represente
La acción más relevante.
El mayor triunfo de su flecha ardiente,
Vuestras deidades llamo y solicito,
Y mis votos y súplicas repito.
III.
»Que no la vez primei'a
Será que hayáis honrado aquesta orilla.
Defiriendo á mis justas peticiones;
Pues ya os vio esta ribera
Acumular blasones á Castilla,
Enlazando reales corazones (1),
Cuando los convecinos
Cerros adoraciones
Os rindieron por modos peregrinos ,
Y cuando á vuestra vista reverentes
Inclinaron sus cumbres eminentes.
IV.
«Descended presurosos
Aquí, donde de Jiipitcr touante
El ara antigua mi corriente baña,
O los muros famosos ,
Ilustre alcázar, templo rutilante
Del poderoso Júpiter de España.
Atended á mi ruego;
Respire esta campaña
Dulces alientos de amoroso fuego,
Y copíese por nueva maravilla
El cielo del amor á aquesta orilla.
V.
))Y vosotras, deidades
Que las corrientes presidís famosas
Que de España el terreno fecundizan.
Dejad las soledades
De las sonantes peñas cavernosas,
De donde vuestras aguas se deslizan.
Coronad con las ramas
Que triunfos solemnizan
La anciana frente , porque de las llamas
Que enciende amor en tantas ninfas bellas.
No os abrasen las plácidas centellas.»
VL
Así el anciano rio,
Sobre un ílotante césped apoyado.
Dijo; y apenas su oración acaba,
Se calo ai centro frió.
El vulgo de los faunos, asombrado,
Saber tantos arcanos anhelaba.
Quedóse suspendido
El viento, que escuchaba;
Las ninfas, que el discurso han entendido,
O de asombro ó de envidia se retiran ,
Y hasta los troncos el portento admiran.
VII.
Todo era confusiones ,
Mudo silencio y atención dudosa,
Cuando nuevo suceso de repente
Duplicó admiraciones.
Bañó de nueva luz su faz hermosa
El aire puro, el campo floreciente
Vistió nuevos colores,
Y el rio, que presiente
(H En este real sitio se lian celebrado varios desposorios de
personas de la casa real de Esoaña.
Acercarse sus júbilos mayores,
Por mostrarse gozoso y satisfecho.
Líquido oro corrió por largo trecho.
VIIL
Cuanta digna belleza
Crédito á España da, cuanto brioso
Joven ostenta alientos invencibles
En marcial gentileza.
Pueblan al 'losque ameno y delicioso.
Ya anuncian his susurros apacibles
De Carlos la venida,
Y ya con más sensibles
Muestras toda la selva conmovida
Le aplaude, al ver que su feliz asiento
Llena de majestad y de contento.
IX.
Y aquel joven dichoso,
Cuyos triunfos corona adelantados
Tan dignamente la fortuna grata,
Y del padre glorioso
Imitando los hechos celebrados.
Más riue el nombre , el espíritu retrata •
Ya su amable presencia
La alegría dilata
Por toda la festiva concurrencia ;
Que en los votos y aplausos, que duplica,
Manifiesta su fe, su amor explica.
X.
Mas ¿qué nuevo contento
Conmueve los opuestos horizontes?
¿Qué luz no acostumbrada resplandece
Por todo el firmamento?
¿Por qué resuenan los excelsos montes?
¿Quién tanto obsequio y sumisión merece?
¿Qué deidad soberana
Estas selvas florece?
Mas ¿qué dudo, si ninfa parmesana,
Honor del sacro Pó, Luisa divina,
Del Tajo los contornos ilumina?
XI.
Cuyo digno sujeto
Tanto esplendor incluye soberano,
Cuanto ilustra Farnesios y Borbones.
Grande y único objeto,
Capaz de llenar sólo con su mano,
De Carlos las amantes ambiciones ;
Prenda en quien asegura
Aumento á sus blasones
De España el trono, pues que de su altura
Derivarán gloriosos prototipos
De Alejanch-os, de Luises y Filipos,
XII.
Mas ya el dios oficioso,
Los nupciales adornos ostentando,
Desciende entre gozosos parabienes ;
Ya con nudo amoroso
Los dos hermosos cuellos enlazando,
Orla de flores las felices sienes ;
Venturoso tal dia.
Que tan colmados bienes
Predice á la española monarqiiía ;
Feliz época, origen de las glorias
Que han de aumentar sus ínclitas historias.
XIII.
El Tajo, alborozado,
Derrama en mayor copia sus tesoros,
Y del tiempo á pesar, rejuvenece.
Por el bosque sagrado
Danzas de faunos y de ninfas coros
Alegres vagan, con que el gusto crece,
Y en los cielos hiriendo
El aplauso, parece
Va respondiendo el agradable estruendo
Que forman, de ios montes en los huecos.
De Luisa y Carlos los amados ecos.
XIV.
Vuela la ninfa bella,
Sobre la alas del amor llevada.
COMPOSICIONES
Al que el cielo la da dnlce consorte.
Ya la gloriosa huella
De sus plaíitas espera alborozada
Con grato obsequio la mantuana corte;
El carro venturoso
Sigue como su norte
De amantes genios escuadrón glorioso,
Sacudiendo Himeneo la divina
Antorcha, que los guia é ilumina.
XV.
Y yo, que tanta parte
Tuve, señor, en las aclamaciones,
Os consagro el suceso en copia breve,
Y aunque rudo y sin arte ,
Me inspira Euterpe en todas ocasiones ;
Si á que benigno la admitáis os mueve,
Príncipe generoso,
Oiréis el tono leve
Convertido en aliento armonioso;
Que mi lira, que aplaude hoy himeneos.
Trompa sonante , entonai'á trofeos.
PROPÓSITOS Y DESEOS JUICIOSOS
DE US desesgaSado de las apakiencias cortesaxa?
EXDECASÍLABOS.
¡Cuan sosegada, cuan tranquilamente
Los dias pasarán en el secreto
Retiro que ¡preven go por asilo
A los recios naufragios que padezco! (1)
¡ Cuánto, ay de mí , retarda á mi esperanza
El Todopoderoso este consuelo,
Y entre cuántas zozobras fluctuando
El alma está con dudas y deseos!
Apresura tu ciirso, oh nueva vida ;
Pues que nacer de nuevo me contemplo
Aquel dia que á mi me restituya,
Rotos de la ambición los duros hierros.
Enteramente mió, ya olvidado
De la corte el estrépito y estruendo,
Empezaré á gozar vida gustosa,
A pesar del horror de los desiertos.
Falto de todo, viviré sobrado
Con mi conformidad , y más contento
Me dará el verme libre de la envidia
Que el ver aquí abundarme lo superfluo.
Este robusto brazo, á quien dio timbres
El marcial ejercicio y cruel denuedo.
Hecha azadón la así gloriosa espada.
Ala tierra abrirá sus hondos senos.
Vendrán á ser mis campos mis estados,
Donde imperio despótico ejerciendo.
Serán sus frutos dulces y sabrosos
El tributo más grato y lisonjero.
Claras aguas de fuentes abundantes.
Formando, ya remansos, ya arroyuelos,
Reft'igerio darán á mis fatigas,
Y tal vez me darán limpios espejos.
La acorde melodía de las aves.
Que coronan los álamos y fresnos,
Más agradable sonará á mi oído
Que los más concertados instrumentos ;
Haciendo aquel susurro delicioso
Que entre las ramas forma el fresco viento,
Un agradable bajo, que realce
Aquel sencillo natural concierto.
Los campos florecientes, que matizan
Abril y Mayo con pinceles diestros,
Mis alfombras serán , más estimadas
Que las que teje Fez ó hila Marruecos.
El verde empavesado de los sauces,
Reparo contra ráfagas del cierzo.
Preferidos serán de mí á los dobles
Ricos tapices que varió el flamenco.
(1^ Son muy reparables las impropiedades de lenguaje en que i\
veces incurre Hcerta. l'adecer naufragios es frase peregrina, que
reprueban la razón y el idioma
I, Ps.-xviíi.
VARIAS.
Luego al rolnisto pié de árbol frondoso,
Cuando ya la fatiga exija el sueño.
Mejor que en pabellones de oro y plata,
Gozaré los halagos de Morfeo,
¡Oh dia venturoso! /cuándo llegas
A redimir mi duro cautiverio?
Precipítate, vuela; que notarte
Con piedra blanca juro y te prometo.
225
TRISTES EXPRESIONES
DE CJf DESCONSOLADO,
ENDECHAS REALES.
Testigos son , bien mió,
Las lágrimas que vierto
Del dolor riguroso
Que las abre camino desde el pecho.
Mis ardientes suspiros
Es]:)arcen por el viento
Las uucvas infelices
De que está el triste corazón enfermo.
La palidez del rostro
Es transparente espejo.
Por donde se trasluce
Mi vida reducida á los extremos.
Ni animo las palabras ,
Ni articulo los ecos ;
Tanto, que se equivocan
Con mis ayes las voces que profiero.
Mis ojos han cegado
Con el llanto sangriento,
Y escribo en mis mejillas
Con líneas de dolor mi mal acerbo.
El pasmo que me oprime
Me embarga el movimiento,
Y si acaso me animo,
Pienso que en cada planta un monte muevo.
En fin, estoy de suerte.
Que á cada instante temo
El término infelice
Que acabe con mi vida y mi tormento.
Estos son, Lisi mia.
Los crueles efectos
Que en Fabio han producido
Los tósigos hechizos de tus versos.
¡Qué ajena estaba el alma
Del dolor que padezco,
Al tomar en las manos
La sangi'ienta sentencia de que muero!
Conduje á mi cabeza
El riguroso pliego,
Dándole con mis labios
De mi dichosa esclavitud el sello,
¡Cuan bien hiciste, Lisi,
En el mandato expreso
De que le abriese solo.
Estando ausente de tus ojos bellos!
Pues así te libraste
De verme ante ellos muerto,
Y ahorraste la fatiga
De tener compasión aquel momento,
Parece que el caballo ,
Mi desdicha sintiendo,
Quiso con mil desvíos
Decirme le arrojase de mi seno;
Como quien conocía,
Más racional que el dueño.
Era mi diligencia
El camino de mi desasosiego,
Pero no era posible
Penetrar tal agüero,
Durando en mis oídos
Todavía recientes tus requiebros.
Mas ¡oh cuánto se engaña
Quien se fia indiscreto
De favores logizados
Sin el apoyo del merecimiento!
Con la presente angustia,
Tan torpe está el ingenio,
22(5
DON VICENTE tlARCIA DE LA HUERTA.
Que ni acierto á explicarme,
Ni puedo más que producir lamentos.
Mándasme, Lisi mia,
Que encierre en el silencio
Ijas abrasadas ansias ,
Vivas exhalaciones de mi pecho.
Bien conoces, bien mió,
Lü duro del precepto.
Querer que se repriman
De infinitos volcanes los incendios
Si yo no te adorara
Con aquel amor cicfío.
Admiración del mundo,
Ejemjilar del amor más verdadero,
No fuera tan difícil
Acceder á tu ruego.
Siendo, como es, tu gusto
Norma aun de mis más leves pensamientos.
Pero encuentro imposible
Reprimir tanto fuego,
Por más que favorezcan
Tu voluntad mi amor y mi respeto.
Apagar, dueño mió.
No podrán mis deseos.
Ni el tiempo, ni tus iras.
Ni la muerte, que cada instante espei'O.
Aun después de mi vida.
En mi cadáver yerto
Tomarán nuevo bulto
Y volarán á tí como á su centro.
Si yo condescendiera.
Bien mió, con tu empeño,
Indigno me juzgara
De haber dichoso sido en algún tiempo.
Porque es caso imposible
Que aquel qiie llega á serlo
No f sté siemioi-c anhelando
Glorias que son de tal valor y precio.
Y así, perdona, Lisi,
Si obedecerte niego
En cosas que me pueden
Acreditar de infame y de grosero.
Y si vengarte quieres.
Mi bien, puedes hacerlo.
Con sólo permitii'me
Rondar las kices de tu hermoso cielo.
Amante mariposa.
Moriré en tus incendios ,
Contento, Lisi mia.
Con ser tu amor el mal de que fallezco.
Esto te dice Fabio,
De tristezas tan lleno.
Como lo están probando
Los números forzados de sus metros.
Disculpa, dueño mió,
Al mal limado verso
El torpe desaliño,
Por la ingenua verdad de sus conceptos.
Y vive persuadida
Que el amor que alimento,
A pesar de la suerte.
Apuesta duraciones con lo eterno.
O con más justos nombres ,
Infierno repetido de los hombres.
IL
Publíquelo mi pena.
Que tanto, Lisi, al separarnos crece,
Con mo(,los de rigor jamas usados,
Que de mí me enajena,
Y aun la dukc memoria desvanece
Del feliz galardón de mis cuidados.
Suspiriis abrasados,
Lágrimas vivas de mis muertos ojos,
Desazones y enojos,
Temores, ansias, sustos, desconsuelos,
Y por corona de desdichas, celos,
Son familia casera
Que al separarme de tu lü» me espera.
TIL
El mal mullido lecho.
En que mis penas aliviar solia.
Teatro de suplicios asemeja,
Y en continuo despecho
Se escucha el eco de la pena mia,
í'ormado de una queja y otra queja.
Vanamente forceja
Ccuitra el tropel de males riguroso
Mi espíritu fogoso,
Conociendo que á lid tan encendida
Término pondrá sólo el de mi vida.
Siendo por raros modos
Remedio á un mal el mal mayor de todos.
PONDERACIÓN DE LAS PENAS
PADECIDAS KS UNA CORTA AUSENCIA.
MADRIGALES.
Ausencias son, bien mió.
Eternas de mi amor consideradas
Las tristes horas que de tí me aiisento,
Y con fiero desvío,
Aprensiones del vulgo autorizadas
Me apartan de tu vista y mi contento.
¿Qué rudo entendimiento
El nombi'e dio, á respetos tan tiranos ,
De respetos humanos?
Debiéndolos llamar más propriamente
Necia vulgaridad iranertinente,
QUEJAS DE UN SENTIDO DE MALDICIENTES
QUE DE SACRE Drr ABAN SU FINO AMOR.
ROMANCE ENDECASÍLABO.
¿No te bastaba, bárbara fortuna,
Para saciar tu condición tirana,
Ensangrentarte en mi arrastrada vida.
Sino que aun quieres lastimarme el alma?
¿Qué más queréis, infames enemigos,
Si veis á la fortuna declarada
En favor vuestro, tanto, que parece
ínteres suyo proprio mi desgracia?
¿Qué más podéis apetecer, villanos,
Cuando me veis ceder con mano franca
Altivas pretensiones , y contento.
Niego á la envidia y ambición entrada?
¿Podéis más desear de mi ardimiento,
A quien ninguno, aunque soberbio, iguala,
Que haberle sujetado y abatido
Casi hasta lo vergonzoso de la infamia?
¿No pudierais , traidores, en mi pecho
Tomar satisfacción de vuestra rabia ,
Sin mostrar que el vengaros con la lengua
Es porque manos para hacerlo os falt.an?
Si nobles sois, y si os preciáis de honrados,
Bien pudierais buscarme cara á cara ;
Mas ¿cómo ha de ser noble quien comete
La torpe bastardía de ocultarla?
Pienso que queréis mucho vuestra vida.
Cuando reñis con desiguales armas,
Y como os contempláis en descubierto,
La defensa ponéis en la distancia.
Vive el cielo, que estoy avergonzado,
Más que de la calumnia, de que híiya
Personas de tan viles pensamientos.
Que vivan solamente de fragiiarlas.
Pero no importa que en perjuicio mió
El mundo se conjure ; que su s.aña
No podrá oscurecer, ni su malicia,
La verdad inocente de mi causa.
Vive tú, idolatrada Lisi mia;
Que mientras seas tú norte del alma,
Ni tempesad habrá que me atribule.
Ni naufragio en que no consiga tabla.
QUEJAS DE UN AUSENTE
IiIRA$.
I.
Amado dueño mió,
De cuyas celestiales perfecciones
Esclavo mi albedrío,
Adora ciegamente las prisiones,
Escucha, si te deja otro deseo,
El miserable estado en que me veo.
II.
No ya. Amarilis bella.
Cual otro tiemi)o, cantaré suave,
Cuando benigna estrella
Quiso mostrarme aspecto menos grave.
Pues me ha dejado la pasión que siento
El numen torpe, ronco el instrumento.
III.
Todo soy confusiones
Cuando me acuerdodel dichoso estado
Y las satisfacciones
Con (jue me vio Cupido coronado,
Viendo ahora que muda adversa suerte
El bien en mal, y la ventura en muerte.
I\^
¡Oh cuántos envidiosos,
Mal contentos entonces con mis dichas,
Estarán ya gozosos.
Viéndolas convertidas en desdichas,
Y cuántos, sin tomar de mí escarmiento,
Renov.arán su malogrado intento!
El que antes te adulaba,
Hablando bien de mí ó de cosa mi a,
Porque en esto notaba
Que se cifraba tod.a tu alegría.
Mudando en trato alegre el vil engaño.
No mirará ya á más que á hacerme daño.
VI.
Los que antes mis amigos
Gustaban de nombrarse, vuelta en ira
Su amistad, enemigos
Ron declarados ; pero más me admira
El ver alguno que con modo injusto
Celebra con donaires mi disgusto.
VII.
Pero el dolor más fuerte
Que me aflige en tan triste desconsuelo,
Es privarme de verte ,
Porqiic así más se aumente mi desvelo.
;,Quién ha visto dolor más extremado,
Que separar á dos que se han .amado.'
VIII.
Ausente de tus ojos ,
Bien á costa. Amarilis, de los mios.
Todo me causa enojos,
Y tales son mis necios desvarios,
Que cuantos veo, cuantos hablo y trato
Me gradúan de necio y de insensato.
IX.
Viene la noche fria,
Y cuando en ella hallar descanso espero,
Me aflige más que el din,
Eenovando las penas de que muero,
Y al alba suelo hallar, por más quebranto,
Humedecido el lecho con mi llanto.
X.
En cada acción que animo,
Siento mi mal, pues con modal grosero
Mi adorno desestimo,
Ni en nada pienso más que en mi mal fiero.
Esperando con ansias inmortales
La muerte por remedio de mis males.
COMPOSICIONES VAIÜAS.
XL
Quiera piadoso el cielo,
Alivio darme en tantas desventuras,
O con ligero vuelo
La Parea ataje mis desdichas duras;
Que es menor mal la muerte á que me ofrezco
Que el infierno de males que padezco.
xn.
Y tú, Amarilis mía,
Dueño querido, á quien el alma adora,
Cuida de tu alegría
Mientras un desdichado gime y llora;
Que así será menor mi mal injusto,
Y se limitará, si tienes gusto.
SEGURIDADES DE UN AMOR VERDADERO.
ENDECASÍLABOS.
Los ncgTos caracteres que matizan
Con el luto del alma el papel terso,
Puros raudales fueron en su origen.
Que dcsjjues atezó el dolor violento.
Turbio vapor, que desjndio á los ojos
El material adusto de mi pecho.
Corto raudal á mitigar la llama,
Pero bastante á pul)licar el fuego.
Lági-imas vivas son, si bien ajenas
Del cristal primitivo en que nacieron ;
Milagi-os del dolor que me atormenta.
Que sabe convertir lo blanco en negro.
En ellos te traslado mis desdichas,
Estimadas por dichas de mi afecto,
Pues el ser ti"i la causa desfigura
La sangrienta impresión de los tormentos.
Repásalos siquiera, dueño mió,
Y ya que yo por mí no lo merezco.
Desengaño que debo á tu hermosura
Desde que el alma te juró por du( ño,
Conviértate á piedad su porte triste,
En que van publicando abatimiento.
Cubiertos del C' lor de mis quebrantos,
Y encadenados como mis deseos.
Mas ¡oh cuánto me engaña mi delirio!
Pues ¿quién puede llegar á ser tan necio,
Que espere compasiím'de una belleza
Que adorna de impiedades sus trofeos?
Aborréceme, pues ; que no es posible
Que consigas con tu aborrecimiento
Que mi encendido amor menos me abra.sc,
Ni mi ciega pasión me mate menos.
Usa cuantos rigores te persuada
La airada sutileza de tu ingenio.
Pues para despreciarlos y sufrirlos
Tengo .ánimo mayor que todos ellos.
Estudia en los horrores de estos montes
Nuevos rigores de sus monstrurs fieros.
Lisonjas d' 1 amante pecho nao,
Ansioso siempre de sufrir de nuevo.
Que antes el sol .a]).agará sus luces
Y se hundirá la máf|uina del cielo,
Que Fabio deje de .adorar á Lisi,
A p' sar de sus iras y desprecios.
Pues fuera muj' villano su cariño
Si le apartaran de su pensamiento.
Ni alegres esperanzas de otras glorias,
Ni el temor de los males más acerbos.
GOZOS DE UNA DICHA.
ENDECASÍLABOS.
¿Qué importan los infiernos repetidos
De que fué reducido centro el pecho.
Si tan altos favores galardonan
La fiel moderación de mis respetos?
¿Qué importa haber penado y padecido
DON VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA.
Ansias mortales y dolor \'iolento,
iSi ba sido c4 tolerar correr la posta,
Para llegar á descansar al cielo?
Corrido, dulce dueño de mi nda,
Me quedo cada vez que considero,
Kn ti tanta piedad para premiarme,
En mí la imiiroporcion de merecerlo.
Como estaba tan Lecho á desengaño.",
Recelaba del sueño lisonjero
Hubiese dado bulto á mis venturas.
Para burlar mi amante devaneo.
Mas no ha sido lisonja do la idea
Eí^ta vez, porque yo, Lisi, me acuerdo
Mariposa haber sido de tus luces,
Y pavisa encendida de mi fuego.
En dulces lazos confundió oficiosa
lia madre del amor nuestros incendios ;
[Qué más dichas, que más satisfacciones,
l'ara quien debe enloquecer con menos!
Envidia ttivo Amor de mis venturas,
y al verme coronar tantos trofeos.
Por desf|uite y venganza de su enojo,
Segundos tiros asestó á mi pecho.
Nuevo incendio añadir quiso á mi llama.
Como si fuera fácil dar aumento
A una pasión qiíe tiene traspasados
Los términos remotos de lo inmenso.
Yo vivo tan contento con mis glorias.
Que embebido mi amante pensami-^nto.
Sólo se ocupa en contemplar las dulces
Gracias imponderables de su dueño.
Consérvalas, amada Lisi mia.
Largas edades, siglos sempiternos,
Para cjue el mundo goce en tu hermosura
Tan alta prueba del poder del cielo.
INTRODUCCIÓN PABA LA TRAGEDIA ESPAÑOLA INTI-
TULADA BAQUEL, EN SU PRIMERA EEPEESENTACION
EN LA CÓETE, AÑO 1778.
Madrid ihistre, cuyo noble seno
A España, al orbe siempre ha producido
Admiración y envidia en tantos héroes.
Cuantos nnmera generosos hijos;
Gloria que caliñcan los insignes
Fastos , que han conservado y transmitido
Blasones y virtudes de Gudieks,
Vargas, Ln janes, Dámasos é Isidros;
Hermosas damas , de este firmamento
Ltiz y esplendor, de cuyos dulces brillos
Aprenden lucimiento las eternas
Claras antorchas de los astros fijos;
Ordenes todas del feliz estado,
Que fuera enorme agravio distinguiros,
Cuando os iguala la suprema dicha
De ser de tan gi-an rey vasallos dignos ;
De Carlos, del cristiano Atlante, ilustre
Dechado de monarcas, cuyos píos
Paternales afectos serán pasmo
Al prolijo proceso de los siglos;
Hoy á escuchar los trágicos acentoa
De española Melpómene os convido,
No disfrazada en peregrinos modos,
Pues desdeña extranjeros atavíos;
Vestida, sí, ropajes castellanos,
Severa sencillez y austero estilo.
Altas ideas, nobles pensamientos,
Que inspira el clima donde habéis nacido.
Escuchad de Raquel la desventura,
Copiada mal en los afectos mios,
Si bien llenos de obsequio y rendimiento
Y de un constante empeño de serviros.
Prestad oido grato á sus ciuebrantos ;
Mas ;qué teme , qué duda el conseguirlo,
Siendo hermosa, y vosotros españoles ;
Infeliz, y vosotros compasivos?
AL BOMBARDEO DE ARGEL
POR LAS ABMAS E.SPAÑOLAS
al mando del tcnienlc general de h armada don Antonio Barccló
(Agüslo de nS5) (1).
La humilde pluma, que dichosamente
En los elogios del mayor monarca (2)
Logró atiuel alto, aípiel brillante vuelo
Que el mundo admira y aun la envidia ensalza;
Honor deliido á la materia y mimen
Que los nobles espíritus inliama
Citando do las virtudes en obsequio,
Al mérito tributan alabanzas ;
¿ Recatará sus rasgos en el tiempo
Que del gran Carlos las gloriosas armas,
Ojirimiendo los mares de la Libia,
Fulminan la rebelde Maiu'itania?
¿Cuando atónito el orbe considera
El feliz logro de victorias tantas,
Que en el confin de América (3) empezando,
A Europa asustan, á África amenazan? (4;-;
¿ Cuando su paternal pío desvelo
En las empresas que medita, labra
La dicha de sus pueblos, cuantas veces
Sigue la ejecución sus reglas sabias?
/ Cuando, después de una obstinada guerra;
De una guerra en que Marte de su saña
Los estragos condujo amoladores
A la América, Europa, Añ-ica y Asia (5);
En vez de desarmar la heroica diestra.
Que dio al orbe la paz en que descansa ,
Para castigo de quien no la adora.
Vibra rayos ardientes en su espada?
¿Cuando los fuertes hijos de Pelona,
Que en su seno feraz produce España,
Añaden á los timbres heredados
Nuevas coronas y recientes palmas?
Y en fin, tú, oh musa, que en iguales casos
Celebraste los héroes de la patria,
Y en sus triunfos y glorias añadiste
Tu voz siempre á la tromjoa de la fama (G),
I Podrás muda quedar cuando te ofrece
Tan gustosa materia, heroica y amplia.
El grande Parceló? /En el ocio y polvo
Te mantendrás tú, oh lira, sepitltada?
No, porqi:e aitnque su nombre solamente
En laconismo enérgico le traza
El elogio más digno, recordando
De tanta insigne acción la serie larga.
Mal quedara con eso satisfecha
Mi afición fina, mal desempeñada
Aquella obligación que siempre titvo
A la virtud, el bueno, de elogiarla.
Y aun pareciera hazaña de la envidia ,
Siendo constantes sus virtudes raras,
Y común el ¡irovecho que producen,
Dejar de concurrir á eternizarlas.
Llenen mis versos, pues, y sus elogios
La redondez del orbe qtte le aclama,
Y escúchense en mi voz las expresiones
De una nación reconocida y grata.
Llevado ya del general aplauso,
Llenaba las regiones más extrañas
De Parceló el renombre , y mil combates
De coronas sus sienes adornaban ;
(1) Esta composición no ha sido impresa en las Obras pnélicas
del autor. Pocos lasíjos encierra de la ¡íallardía de estilo i|iie te-
nia 11i;kiit,v en su mocedad. La publicamos en la presente colec-
cioii por su car.icter histórico y como muestra del estilo del autor
en sus últimos años.
Ci- El autor i)ublic(i varios elogios del rey Carlos 111 en el Tem-
plo de la Fama y en otras varias obras.
(.")) Las primeras conquistas hechas por las armas españolas en
aquella guerra fueron las del conde Gálvez, en la Mobila, etc.
(X\ Alude á la conquista de Menorca por el duque de Crillon,
isla cercana ;i África y frecuentada de los argelinos.
(.'>) En esta guerra se ha peleado en todas las cuatro partes dci
mundo.
(fií En el mismo Templo de la Fama se elo.?ian varios español^
diíjnos de memoria, cuales son: Velasco, Goiizalez y otros.
OOMPOSICIONEB VA1UA8.
¿'2d
Cuando encendido Marte, sus alumnos
Convoca al sún de pavorosas cajas,
y á la empresa más digna y decorosa
Alegre corre juventud bizarra.
Jactábase el inglés de inexpugnable
En las rocas que el mar Hercúleo baña (1);
Rocas que no es valor el defenderlas,
Y es gloria el solo intento de expugnarlas.
Gloria i^ropia de aquel aliento y brío
Que recomienda á la nación hispana,
A quien , por su carácter, toda empresa
Más agradable le es, cuanto es más ardua.
El registro perpetuo de sus triunfos
Lo publique en sus fastos la sagrada
Ancianidad, sus ínclitas mcmurias.
En que ejemplos mayores se señalan.
Así el héroe balear, á quien desvelan
üe su patria las glorias, las ventajas
De tierra y mar que á Gibraltar protegen,
Por la naturaleza i^rodigadas,
Superar se propone; halla en su ingenio
Medios con que el feliz proj'ecto allana ;
La sola idea al anglo atento asusta,
Tiembla la roca al verla efectuada.
Aparecen las máquinas sutiles ,
La diestra arquitectónica se pasma
Al A'er ejecutarse á un tiempo mismo
Buque, diseño, gálibos y escala.
Crece la admiración á sus efectos ;
Entran, salen, revuelven y disparan,
Y de su joequeñez misma al abrigo.
Flechan sobre el inglés lluvia de llamas.
Sienten los edificios más robustos
El estrago ; destruj'en, despedazan
La ciudad; el horror, la muerte, eJ pasmo
Vuela en los globos rápidos que lanzan.
La paz se muestra al suelo; evito al anglo
La ruina que ya teme, y las gallardas
Naciones que el empeño unió y peligro,
Emulas y concordes se separan.
Parte el héroe, dejando en indelebles
Caracteres de horror eternizada
Su. gloria en la pirámide nativa,
Que abrumando la tierra, el ciclo escala.
Descansa el reino en el gracioso seno
De la paz ; pero Carlos , á quien llaman
Atenciones de padre y soberano,
Nuevas felicidades le prepara.
El ánimo real turban y agitan
Altos cuidados ; gime interceptada
La industria mercantil, inerme presa
De bandidos el mar, y de piratas.
Cubre el Mediterráneo el vil enjambre
Que aborta, á fuer de pestilente plaga,
Del seno inmundo Argel, á quien sostiene
Inhumana indulgencia j tolerancia.
Pasa las viudas noches en querellas
La infelic:, la tierna desposada
Por su esclavo consorte ; el padre , el hijo
Excita el llanto en sus familias caras.
El miedo del incurso del corsario
Desvela al pescador en su cab.aña,
¡Y cuántas veces el insulto cierto
AI pastor ahuyentó de sus majadas!
Resuélvese asolar el nido infame.
De donde tantos daños se propagan ,
Y cometida á Barceló la empresa,
Empieza la elección á asegurarla.
Aplaúdese el intento; los bajeles
Se aprestan, la victoria el pueblo canta
En presagio; aun el más tibio quisiera
Con sns alientos impeler la escuadra.
Admira Cartagena del caudillo
La actividad, el celo y perspicacia,
Y no menos admira el ardimiento
De la brillante juventud que manda.
Pasa la fama el mar, la triste nueva
Consterna al pueblo, tiemblan las murallas
f1) Llámase el Esírorlio herchlcn, pni-qiio alli piisd llriciilos
columnas, ó porque abrió esla comunicación á los dus mares.
De la pérfida Argel , al solo nombro
Del General el más feroz desmaya.
Recuérdales el miedo los combates
De Barceló, recuérdales la amarga
Esclavitud de tanto arráez valiente.
Que vencido por él , cadena arrastra.
Pai'cce ya la escuadra formidable
Pronta á zarj)ar, los aires se embarazan
De gi'imi)olas, banderas, gallardetes,
Y del común aplauso y algazara.
Del fondo del infierno, donde haliita.
Sale la envidia entonces, y sn rabia.
Alientos exlialando venc-nosos,
Al viento mismo el movimiento embarga.
Contra el curso ordinario de los tiempos.
Aprisionan los vasos muertas calmas.
Que el ánimo del héroe sólo agitan ;
Del héroe, porque el triunfo le retardan.
Vence, en fin, su jnedad; los homenajea
De Theutátes (2) parece se levantan
A saludar las conocidas velas.
Que más que el viento, impele la esperanza.
Irritase de nuevo el monstruo horrendo,
Y en su auxilio convoca las borrascas ;
Mezcla mares y vientos, que destrozan
Cascos, palos, velámenes y jarcias.
El seno illicitano (3) los acoge.
Combatida del mar la furia brava ,
Y reparados, tientan nuevos triunfos
Del mar, del viento y de la envidia insana.
Del profnndo canal las inquietudes
Superan ya ; las costas africanas,
Al ver se les acerca su ignominia.
Parece se retiran y recatan.
Márcase Argel ; á los veloces leños
Da el ansia de la gloria nuevas alas.
Ya revasan la punta á quien dio nombro
El infame sepulcro de la Cava (4).
Ya llegan... Mas ¿qué digo? Allí la envidia,
De nuevas tempestades auxiliada,
A pesar del esfuerzo y de la industria.
Los buques preeqiita y arrebata.
Cediendo al huracán imi)etuoso.
Que las rocas marítimas arranca.
Corren la costa, á Mostagán descubren,
Arseo (5), Canastel , Oran y Almarza (0).
Entonces la deidad que de el empíreo
Al justo atiende y la piedad ampara,
Con sólo descubrirse ahuyentó el monstruo,
Templó los vientos, sereno las aguas.
Vuelven á Argel las proas ; felizmente
Arriban , se aseguran y reparan ;
Ni disimula el susto que la oprime
La prevenida bárbara arrogancia.
Entre tanto el caudillo, que desprecia
Riesgos y agüeros, en la misma pl;; i.
En aquel mismo mar que fué teatro
De escenas nal gloriosas, pero infaustas,
Representa la acción más generosa
De que es capaz el heroísmo ; nada
Le turba, ni aun del orbe, que le atiende
La censura, que á todos acobarda.
Forma el ataque, distribuye, regla
Con oportunidad la más exacta,
Sin sujeción á inciertas teorías.
Movimientos, lugares y distancias.
[t] El castillo viejo Je Cartagena, fundado sobre un cerro en
que liubo un templo dedicado á ücrcurio Theutátes.
iril Puerto llamado de Santa Pola ó l,usar Nuevo, donde vero-
simiUnente estuvo la antigua lllici, lioy Lidie, que dio nombre á
aquel mar.
lii F.n las cercanías de .\rgel hay una punta y baiila que llaman
de la üalu Mujer, porque se cree vulfjarmente que está allí ciUcr-
rada la Cava, (i porque desembarcó por allí cuando fué á pedir á
su padre vengan/a del agravio qu(- había recibido. Sucesos invero-
símiles y despreciados de la buena cnlíea.
(.-)) puerto y bahía distante de Oran seis leguas al Levante, tan
capaz, (jue mmlios le tienen |ior el l'urlus Mikjuus de los antiguos
geógrafos. Se halla ohandonado al primero que le ocupa, cuya fa-
cilidad, y la de su defensa, puede incitar á esla empresa.
(6) Puerto y plaza inmediata á Oran, que también se llama Mnr-
-ntquivir.
U.-Jo
DON VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA.
Que c-n un alma sublime las ideas
Que dan á otros las artes son innatas,
Y un f^cnio criador, con el dominio
De quien las puede producir, las trata.
Describen lar<ía linca los üotant-es
Abreviados volcanes, cuyas alas
Forman también flotantes basiliscos,
Que hon-ur vomitan y extenninio exhalan.
Los bóvedas azules de los cielos
Rimbomban al furor de las bombardas,
Y el estrépito sólo, á quien perdona
El tiro horrible, á dar la muerte basta.
Las excelsas colinas que circundan
Por todas pai-lea la abatida plaza,
De temor de que el daño U-s alcance.
Se sumen, se contraen y anonadan.
Busca asilo en los campos, pavorosa,
lia multitud del pueblo, y asombrada,
Olvida aun la codicia sus t( soros.
Sus lares abandona y desampara.
Ni por eso descuida su defensa
La Taifa (1) infame; la atmósfera cuajan
innumerables tiros que despiden
Baluartes, fortines y topana3(2).
Re]:)¡te tentativas vigorosas
Tor el mar, que el hispano ardor rechaza',
Sin que el daño y opi'obrio que recibe,
De hacerlas nuevamente la retraiga.
Des])lóraanse entre tanto las tronantes
Fortalezas, incóndianse las casas,
Y en humo, en llamas, en estruendo, en llantos,
El horror infernal Argel retrata.
Atento el héroe, á todas partes vuela;
Las menos esenciales circunstancias
Previene y aprovecha ; á su presencia
Todo es proezas, todo son hazañas.
Presiente su experiencia de los tiempos
La variación, del viento la mudanza,
Y aprovechando los instantes, vuelve
Triunfante á ver los muros de Espartaría (3),
A gozar con los bravos campeones
Noble y gran parte de la acción preclara.
Los premios que la patria les previene.
El lauro que mi musa les consagra.
AL MISMO ASUNTO.
SONETO.
Del gran Carlos la sabia providencia,
Al bien común atenta, determina.
De Argel con el incendio y con la ruina.
Poner freno á la bárbara regencia.
La constancia, el valor y la prudencia
De BarCL'ló á la gi-ande acción destina ;
Mas la fortuna, el viento, el mar se ob>stina
Contra su celo, esfuerzo y experiencia.
Vence los elementos y la suerte
El héroe balear; confunde, huella.
Abrasa á Argel. Adversidad ninguna
Intimida al varón constante y fuerte ;
Que el valiente los riesgos atrepella,
Y el prudente domina á la fortuna.
SONETOS.
I.
A una ausencia voluntaria de Lisi.
Paite á dorar con luces celestiales
De los lloridos sotos los primores,
A dar nuevos alientos á las flores
Y veneno mortal á los zagales.
(t) Asi se llama la guarnición de Argel.
(2) Asi llaman los moros las baterías con que tienen guarnecida
toda su baliia.
(3) Cartagena se Uamrt antiguamente C.arlhago Spartaria, por el
esparto, (|U'; es tan común en sus inmediaciones, y para disliii-
puirla de la Africana v de la que se habia fundado antes en las
costas de Cataluña.
Yo quedo en el infierno de mis males,
Victjma del volcan de mis ardores;
Lastimoso ejem])lar á los pastores
Que alcancen mis martirios infernales.
De nuevas flores tu lielleza vista
Esas florestas, mientras mi quebranto
Fúnebres flores á mi muerte alista.
Y no te cause mi exprt sion es))anto;
Pues si tú las produces con tu vista,
Yo también con el ric go de mi llanto.
IL
En la ausencia de Lisi.
Si es muerte, si es infierno, Lisi mia,
El punto que me roba á tu jiresencia.
Del vulgo la mordaz impertinencia
O de mi hado infeliz la tiranía,
¡Cuánta habrá sido, oh Lisi, mi agonía,
Mi confusión, mi pena y mi dolencia.
Considerada bi( n la eterna ausencia
De las eternas horas de este dia!
¡Ay dulce pi'cnda mia! si el no verte
Un breve tiempo tiene tanta parte
De sentimiento, que me da la muerte,
¡Cuánta será mi pena al caitemplarte
Capaz, por mi destlieha, de perderte ;
Incapaz, por mi mal, de recobrarte!
in.
Si tu mérito, Lisi, conocieras.
Como la envidia disuadir procura,
Y estimaras en tanto tu hermosura
Cuanto estimarla pur razón debieras.
Poco d( sconfiáras ni temieras
De un amor tan Lal y fe tan pura,
Y viviendo en tu mérito segura.
Menos motivos de pesar me dieras.
¡Cuál quedara la envidia, Lisi mia,
Al verte, como estás, desconfiada,
Desvanecid.T, su mordaz sospecha,
Y en mí el deseo y pertinaz porfía
De A'erte de tu mérito pagada,
Por verte de mi afecto satisfecha 1
IV.
Al desmayo de una dama, causado de un alioz sucesc».
Hermoso y adorado dueño mío.
Copia y compendio del hermoso cielo.
Origen de mi mal y mi desvelo,
Norte de mi cuidado y albedrío.
Cobrad aliento, resucite el brío.
Que muerto yace en tanto desconsuelo;
No así, siendo su sol, neguéis al . ndo
La luz que eclipsa ese desmayo frió.
Libre del daño que esgrimió á mi vida
En vuestro riesgo mi contraria .suerte.
Bien podéis ya alentar asegurada,
Si no queréis, dulcísima homicida.
Que en Fabio sea verdadera muerte
La que en vos sólo es muerte figurada.
El amor reverente.
Si nadie puede verte sin amarte,
Dulce bien mió, y nadie puede verte
Sin que It' abrasen con rigor de muerte
Ardentísimas ansias de agradarte ;
Quien logra tan de cerca contemplarte,
Y tanto como yo sabe qiiererte.
Difícil es que á contenerse acierte
En los límites sólo de mirarte.
Abrasóme á tu vista, dueño mió;
Pretendo triunfos, pero al conocerte,
Repugnante, desisto en mis trofeos;
SONETOS.
231
Que á mi ciego furioso desvarío
Refrena más el miedo de ofenderte
Que le mueve el tropel de mis deseos.
V
VI.
El verdadero amor.
Antes al cielo faltarán estrellas,
Al mar peligros, pájaros al viento,
Al sol su resplandor y movimiento,
Y al fuego abrasador vivas centellas ;
Antes al campo producciones bellas,
Al monte horror, al llano esparcimiento,
Torpes envidias al merecimiento,
Y al no admitido amor tristes querellas;
Antes sus flores á la primavera.
Ardores inclementes al estío,
Al otoño abundancia lisonjera
Y al aterido invierno hielo y frió.
Que ceda un punto de su fe primera.
Cuanto menos que falte, el amor mió.
Vil.
Un amante desconfiado de su mérito.
¿Qué es esto, amante corazón rendido?
I De qué te sirve tan dichoso estado,
Si tus penas , parece se han doblado
De que empezaste á ser favorecido?
La im.ágen horrorosa del olvido
Turba mi gloria y crece mi cuidado,
Y aun al alma, confieso, ha penetrado
(No celos) un recelo mal nacido.
¡Ay Lisi mia, en qué mortal qiiebranto
Despedazado el corazón me siento,
De un temor á la rústica violencia!
Y si solo un temor me aflige tanto,
¡Cuánto será, bien mío, mi tormento.
Si á ser este temor llega evidencia!
VIII.
Disculpa de una justa desconüanza.
Perdona, Lisi mia, la extrañeza.
Si en dicha, que es mayor que la esperanza,
En idioma de mi desconfianza,
Lastima tus oídos mi fineza.
Que hiciera agravio á la mayor belleza,
Si tranquilo en mi torpe confianza,
No temiera en mis dichas la mudanza
Que tu mérito inspira y mi rudeza.
Disculpe tu gallardo entendimiento
Mis tiernos siempre apasionados modos,
Dialecto del temor más importuno,
Nacido de mi fiel conocimiento.
Que aunque gloria mayor logi-ó que todos,
También merezco menos que ninguno.
IX.
A la hermosura de Lisi.
Es tan grande mi amor, oh Lisi mia.
Que no podré explicarle aunque más quiera.
Porque si en voces mi valor cupiera,
Ni de tí ni de mí digna sería.
A tu mérito, Lisi , y gallardía
Amor se debe de más alta esfera,
Y si acaso adorarte alguien pudiera
•Como mereces, solo yo podría.
No es soberbia, mi bien, no desvarío
Del juicio perturbado al miserable
Estado en que hoy se advierte mi albedrío;
Verdad es cierta y hecho incontrastable,
Pues si bien se examina el amor mió,
Tan sólo á tu belleza es comparable.
X.
.\mor verdadero.
Arde mi corazón, y su violento
Incendio por las venas se derrama.
Siendo pábulo noble de esta llama
Amor que en mis entrañas alimento.
Ardiente exhalación es cada aliento.
Que el aire vago á su contacto inflama.
Si es que más propriamente no se llama
Bostezo del volcan de mi tormento (1).
Este es, Lisi, mi amor voraz y activo,
A quien es imposible hallar segundo;
Milagro que obró en mí naturaleza.
Sujierior al amor más excesivo,
^layor que cuanto en sí comprende el mundo;
Sólo, Lisi, inferior á tu belleza.
PARÁFRASIS
de la oda xvi del libro ii de Horacio, que empieza :
Otium divos, etc.
Á GEOSFO.
Hecho montes de espuma, el ancho Egeo
Oprime al navegante, mal seguro.
En el pol)re bajel, que insulta el noto;
Vestida Febe dtl confuso arreo
De negi'as nubes, que en el cielo obscuro
Ocultan las estrellas al piloto.
Con duplicado voto
Invoca las deidades,
Y maldice, entre tantas tempestades.
La ambición, que del ocio le retira,
Y más por él que por su mal suspira.
Los traces escuadrones belicosos ,
Y los medos gallardos con su aljaba.
Cansados ya de la prolija guerra.
Suspenden de los troncos victoriosos
El arco y flechas, el escudo y clava,
Y anhelan por el ocio de su tierra,
¡Oh Grosfo! pues no encierra
La púrpura de Tiro,
El oro rubio y el azul safiro
Valor tan grande, que su pi'emio iguale
La justa estimación que el ocio vale.
Que las riquezas, que la sed aumentan
Al hidrópico avaro, y los lictores,
A cuya voz la plebe retirada
Despeja el paso al Cónsul, nunca ahuyentan
Del pecho el alboroto y los temores
Que afligen la memoria lastimada.
Ni espantan la pesada
Bandada de cuidados
Que por los techos de marfil labrados
Vuelan, y quitan, con pesar del dueño.
Sosiego á la alma, y á los ojos sueño.
Aquel, sí, vivirá sin competencia,
En cuya mesa, rica de contento,
Si pobre de manjares, aparece
Sabroso plato de paterna herencia,
Y hace del ocio su mayor sustento,
Al paso que regalos no apetece.
Y si al sueño se ofrece ,
Ni la ambición le incita.
Ni del oro la sed le solicita ;
Antes en quieta apetecible calma
Descansa el cuerpo y se susjjende el alma.
¿Qué nos cansamos, pues la vida es corta,
En codiciar con peligroso engaño
Cosas tan varias, pues nos bastan menos?
ÍY para qué el mudarnos nos importa
)e nuestro reino proprio al reino extraño,
Que así atrevidos, de codicia llenos,
Rompiendo al mar los senos,
Corre nuestra osadía
De donde nace adonde muere el dia?
Pues ¿quién, aunque camine á otras regiones,
Ha dejado en su patria sus pasiones?
(1) Este verso demuestra que, á pesar del adelanto de los tiem-
pos, no estiiba el gongorismo enteramente desterrado.
2JL'
DON VICENTE GARCÍA DE LA HÜEKTA.
Lleva, cuando «e embarca, el pasajero
El cuidado á la nave, y le acompaña,
yin que de el se divida eternamente;
Sigue también al escuadrón ligero
De caballos que corre la campaña,
No sé si más veloz y diligente
Que á la templada fuente
Huye herida la cierva,
Que apenas huella, de temor, la yerba,
O más que el curo, que con furia brevo
Turbando el ciclo, tempestades mueve.
Con los presentes bienes satisfecho.
El ánimo dc.-preoie la esperanza
De los que han de venir y llegan tarde,
y temple en dulce risa alegre el pecho
El llanto amargo, sin hacer mudanza
Ni sujetarse al mal como cobarde;
Poniue no es justo aguarde
Siempre de la f<jrtuna
Feliz suceso sin desgracia alguna;
Que no hay cosa mortal, por ningún modo.
Que se pueda llamar dichosa en todo.
Al claro Aquiles, aunque joven fuerte.
Hijo de Tétis y de Troya espanto,.
Alevosía aiTcljató traidora,
Y su pri>lija edad, si no la muerte,
A Titon consumió, estimado tanto
De la que jjnr Mcmnon aljófar llora.
Y por ventura ahora
La voluntad divina.
Por vuestro mal, á mi favor se inclina,
Y con el ticm]io, (jue volando llega,
Venturas me dará que á vos os niega.
Ahora para vuestro lucimiento
Braman las vacas de Sicilia, gruesas,
Y en cien manadas cubren los valdíos,
Y de cabras y ovejas otras ciento
Pacen el verde adorno á las dehesas
Y agotan los cristales á los rios,
Y con gallardos bríos
Y relincho bizarro
Tasca el caballo el freno á vuestro carro,
Y para que os vistáis le da á la lana
Duplicado color la tiria gi-ana,
A mí la suerte, que con todo puede.
Con mano cortamente dadivosa
Me dio un pequeño campo, que poseo,
Y un espíritu noble me concede
Para imitar la citara famosa
De Píndaro, Simónides y Alceo,
Y un inmortal deseo
De despreciar no poco
El vulgo necio, maldiciente y loco,
Que no están de su lengua, si murmura,
Libre inocencia ni bondad segura.
TRADUCCIÓN
de un posnjc de Ovidio en el libro xiii de los Mclamorfoses (i).
¿De qué servia tu valor entonces.
Cuando, si bien mis hechos examinas.
Era mi diligencia y mi cuidado
El gobierno total de la milicia?
Uso de estratagemas, porque en ellas
Pereciesen las haces enemigas,
Y formando trincheras, se aseguran
Los campos nuestros por industria mia.
Con blando estilo, con palabras suaves
Reduzco á muchos que, de la fatiga
De la guerra cansaílos, proyectaban
Desamparar las destrozadas filas.
Mi astucia y arte con igual acuerdo
Víveres á las tropas facilita,
Formando ingenios y armas, con que puedan
Aventajarse á las troyanas iras.
¿Qué hace, pregunto, tu valor entonces?
Tan Sillo p> lear; pues tu osadía,
Sin arte y sin prudencia discurriendo.
Va por donde el furor la precipita.
A] Quls liiu.iusin crat? ele.
VARIAS TRADUCCIONES
DE FRAGMENTOS DE ALGUNOS POKTAS KIIANCESES.
FRAGMENTO 1.
En sistemas sutiles
No malogres el tiempo,
Ni en brillantes discursos,
Que jamas te darán luz ni provecho.
Confiesa tu ignorancia
Sin rubor ni recelo.
Supuesto es á tí mismo
Arcano todo en tí, todo misterio.
¿Y queremos, osados,
Que á tan viles sujetos
El árlñtro del mundo
Descubra sus designios y proyectos?'
FRAGMENTO II.
De los misterios santos
La oscuridad augusta,
Dócil y humilde adoro,
Sin que esto me avergüence ni confiinda.
Contra el Señor supremo
Jamas armo disj)utas,
Pues para conocerle
¿Quién me podrá alumbrar, si él no me alumbra?
El dice, y yo lo creo.
Que sin vergüenza alguna
De su Autor á las plantas
• Se rinde la razón que más presuma.
FRAGMENTO III.
¿Ves aquel libertino
Que en público declama
Contra aquel Dios, que él mismo
Cree y reconoce allá dentro del alma?
Esta verdad que él siente,
Al punto pregonara.
Si el miedo de la mofa
De sus falsos amigos le dejara,
Y así, cuando á los cielos,
A Dios mismo amenaza,
De infame cobai'día
Son movidas sus obras y palabras.
FRAGMENTO IV.
Gran Dios, son tus decretos
Llenos de equidad santa,
Y tu mayor delicia
Haces de ser propicio á nuestra causa.
Mas tantas son mis culpas.
Que si me perdonara
Tu bondad mis delitos,
Tu divina justicia quebrantaras.
Mi inicjuidad enorme
La compasión aparta,
Y elección no te deja,
Bi no es para el castigo que me aguardn.
A tu interés se opone
Mi dicha y mi esperanza,
Y tu misma clemencia
Parece exige mi total desgracia.
Truena, hiere, ya es tiempo;
Guerra á guerra rechaza;
Que yo, aun muriendo, adoro
La razón que te inspira la venganza.
Mas ¿ sobre cuál paraje
Caerá el rayo que lanzas.
Que no se halle teñielo
De Cristo con la sangi-c sacrosanta?
FRAGMENTO V.
Son, pecador, mis juicios
Llenos de equitlad santa,
Y mi mayor delicia
Hago de ser propicio á vuestra causa.
Sin herir mi justicia.
Mi bond.ad se declara.
Por más culpas que tenga,
Por aquel que ha empezado á detestarlas.
Así de tus delitos
La más pesada carga
Asombrarte no debe, [da.
Ni el temor del castigo que te aguar-
Mi interés verdadero
De tu dicha se labra ,
Pues nunca he iDermitido
Perezca aquel que arrepentido clama.
Contento, mis deseos
Y mi gloria se ensalza
Al verte tan contrito
Con el copioso llanto que derramas.
Concédote gustoso
La paz, más gxaerra no haya,
Y adora, como debes ,
De mi severidad la justa causa.
Pues que sobre el rebelde
Solamente descargan
Mis iras, y en él vengo [ta.
Del Dios-Hombre la sangi-e sacrosan-
ROMANCE
leido por el autor en la junta pública de la
Real Academia de San Fernando de 17 de
Jubo de 1784 a.'.
En las orillas del rio
Que del Morcuera (2) desciende
A rendir tributo á Carlos
En sus derretidas nieves ,
Y rondando el alto muro
De su generoso albergue.
Por besarle el pié al Jarama
Va ufano, aunque va á su muerte,
Reposaba acaso Hortelio,
Aquel que en sus años verdes
Con su amor y su armonía
Solemnizo sus corrientes.
Aquel que, al cantar sus penas,
Por sentirlas y atenderle,
Oyentes tornó los troncos,
Vocales los aires leves.
Apenas, pues, de Morfeo
Disfrutaba los placeres
(Que pocas veces se niegan
Al que de ambición carece).
Su vagante fantasía
Pulsa repentinamente
Sordo rumor, que de cerca
Algún portento previene.
Crece el estrépito, y cuando
Le hace el pavor que despierte,
Al extraordinario espectro
Más y más su asombro crece.
En un profundo remanso,
Que acaso ó próvidamente
Cavaron del rudo invierno
Las avenidas perennes;
Sobre el vegetable trono
Que forma un flotante césped ,
Carro triunfal que las aguas,
Si no le arrastran , le mecen ;
Se ostenta el anciano rio,
Apoyado en urna breve ,
De cuyo seno el raudal
De fluvial linfa procede.
Undantes barba y cabello,
Espalda y pecho humedecen,
Y en fe de ser Manzanares,
Ciñe diadema sus sienes.
Juncos, mimbres y espadañas.
Enlazados diestramente
(Obra de sus ninfas bellas).
Natural dosel le tejen.
Túrbase Hortelio á su vista,
(1) Este romance no fué incluido, por sor
de época posterior, en las Obras poclicas de
Huerta, publicadas en 177S.
(2) Monte en la siena de r.uadanama, en
cuyas cercanías nace el rio Manzanares.
ROMANCES,
No porque el susto le aterre.
Sino porque á lo sagrado
Tal veneración se debe.
Y previniendo el oido
Al grande oráculo, siente
Que del hondo pecho el numen
Tales voces desenvuelve :
(( Hortelio, pues que los dioses
Me permiten (jue intei-prete
Las alegres esperanzas
De los arcanos celestes,
»Parte á Mantua, donde á Carlos
Consagrando afectos fieles,
Exhala el jiucblo en su gozo (3)
La llama leal que le encieiule;
«Donde, á pisar del carácter,
Todo español enloquece,
Y aun no es al grande motivo
Demostración competente,
))Cuando la divina Luisa,
La alta estir]ie de los héroes,
Con duplicados renuevos
Replanta tan felizmente.
))Allí hallarás congregada,
De Minerva en los retretes,
A su más querida alumna,
La Academia Matritense,
))Que coronando sus triunfos
A buriles y pinceles,
A escuadra y cincel, á un tiempo
Sus lides dirime y mueve.
))Allí hallarás dispensando
A las artes excelentes ,
A la nobleza y la ciencia,
Su favor concordes siempre.
))Allí hallarás al ilustre
Mecenas {i) que las protege
Por el augusto de Esjjaña,
A cuyo influjo florecen.
«Acpiel de quien al Segura (5)
Más el mérito ennoblece
Que las inmensas riquezas
Que él presta á Vertumno y Céres.
«Aquel rpie aun cuando á su estudio
El renombre no debiese
De sabio, cpic se ha adquirido
Tan común y justamente,
))La protección que dispensa
Al sabio, es fuerza le diese
En el templo de los sabios
El lugar más preeminente.
«Hallarás, en ñn, allí
Concurso ilustre , que ofrece ,
En sus deseos curiosos.
Un premio de nueva especie.
«Diráslos, pues, cómo el cielo.
Propicio á España, promete
Por iDremio de las virtudes
Que en su gi-an Rey resiilandcccn,
«Abundancias y venturas,
Fijos y durables bienes.
Constante paz y victoria
De sus contrarios rebeldes.
«Dirás que del formidable
Naval armamento espere
A su acertado destino
Sucesos correspondientes.
«Que el mallúri[uin valeroso.
Cuyo esfuerzo y nombre temen ,
Como el candido britano,
Los tostados bereberes,
. (5) Al tiempo que se escribía esto, se es-
taban solemnizando el nacimiento de los
señores infantes Carlos y Felipe, y la glo-
I riosa paz con Inglaterra.
14) El excelentísimo señor Conde de Flo-
ridablanca, protector de la Academia.
to) líio que pasa por la ciudad de .Murcia,
patria de su excelencia, con cuyas a^'uas se
riega su famosa huerta y la de Oriliucla,
de asombrosa feracidad.
233
«Venciendo al viento lo adverso,
Menospreciando accidentes
Y atropellando peligros.
Que el temor aljulta ó miente,
))Sulfúrcos globos arroja,
Tempestad de rayos llueve
Sobre la pérfida Argel,
Quf ya en sus ruinas se envuelve (G);
«Y nuevamente abrasada
La ladronera insulinte.
Vuelve, dando al fresco viento
Los triunfantes gallardetes.
«Dirás que esiiere de Luisa
Hermosa y prolija serie
De benéficos monarcas
Y de guerreros valientes,
«Que al claro abuelo imitando.
De Borbim el nombre lleven
A los últimos confines
Donde el sol su luz extiende ;
«Que los sublimes ingenios,
Que el premio ilustra y promueve.
De celebrar sus hazañas
A la grande obra se apresten :
«La pintura con colores.
La escultura con cinceles,
El grabado con buriles
Las eternice y conserve ;
«Pues el cielo determina
Que sus altos hechos queden
Para ejemplo de los siglos
Y admiración de las gentes.»
Dijo, y calándose al fondo.
La visión desaparece ,
Pues removidas las aguas ,
Perdieron lo transparente.
Vuela en las alas, Hortelio,
Del fino amor cjue le impele,
Y trasladando al papel
El gran suceso, obediente.
Le presenta á la Academia,
Porque así más se celebi-e
Con su afecto y numen, menos
Dichosos que reverentes.
ROMANCE.
(Imitación de don Luis de Gongora.l
Por cabo de cien jinetes
El noble Cíutierre marcha
Sobre el campo de Ciumiel
Desde la Fuerza de Aranda ;
El más valiente caudillo
De cuantos ve la campaña
Desde el Duero al claro Tónnes,
Desde el Pisuerga al Adaja.
Monta luia manchada yegua,
Que riberas del Riaza
Nació, á ser exhalación,
Y asombro de las comarcas.
Lleva pendiente del hombro
Una berberisca adarga,
A Celin ganada, jeiiue
De Medina y Almenara.
En la vigorosa diestra,
Defensa ya de su patria.
Rige el animoso jí'iven
Un recio roble por asta.
Una ancha cuchilla ciñe,
En mil rencuentros jorobada,
C'ontra las vidas alarljes
Fatal segur de la Parca.
Sale, 23ues, tan orgullosa
La juventud castellana,
fCi La relación inserta en la Gaceta de. iía-
í/r/í/ de 'lude .lulio de este aíio (17S4), con-
lirma el acierto del ( ráculo, \)\i(ts dice que e!
día 12 encendieron nuestras bombas á Ar-
Kel, cuyo incendio duró hasta las cuatro de
la tarde desde 'as ocho del mismo día.
234
Que á mirar su bizarría
Suspende el Duero sus aguas.
Los generosos caballos
Marcial müsica compasan,
Al sún del hierro que imprimen
Y al son del hierro que tascan.
Ya descubren de Cíumiel
Las ardiente.s atalayas,
Y en Ins cultivatlos campos
Las adultas mieses talan.
Sintiendo el rebato Hizán,
Presuroso se levanta
A los brazos de la muerte,
De los brazos de Baraja;
Daraja, deidad morisca,
De cuyo amor á las aras
•Seis años fueron de Ilizán
Servicios ofrendas vanas.
Al primer paso tropieza,
Y requiriendo las ai-mas.
Herida la diestra mano.
Con sangre el estrado mancha.
Túrbase la bella mora
Con señales tan infaustas,
Y de tan tristes acasos
Tristes vaticinios saca.
Enmudécela el dolor;
Pero una sola mirada
Dijo de una vez más cosas
Que dijeran mil palabras.
Cadenas hace sus brazos ,
Que el cuello de Hizán enlazan ,
Y de sus lági-imas tiernas
Segundas cadenas labra.
Mas viendo el valiente moro
Que hace ya en el campo faltfi,
Sus lágrimas ri']irimiendn,
Así, al despedirse, la habla :
«No temas, Daraja bella,
Que á los enemigos salga :
Que á quien venció tus desdenes,
Xo habrá que resista nada.»
Salió al campo, y don Gutierre
Al encuentro se adelanta,
Y de los demás seguido.
La sangi-ienta lid se traba.
DON VICENTE UAIiClA DE LA HUERTA.
ROMANCE IL
El africano alarido
Y el ronco son de las armas
En los valles de Gnmiel
Eran saludos del alba.
Que á ser testigo salía
De las victorias que alcanzan
Contra las infieles lunas
Las cuchillas castellanas.
Cuando el valeroso Hizán
Sobre una fogusa alfana.
Regalo de Hacen, alcaide
De Font-Haeén y la Adrada,
Desnudo el nervioso brazo,
Y el albornoz á la espalda,
Esgi-ime la muerte eu una
Tunecina cimitarra.
Crece la sangrienta lid,
Y el suelo de sangre empapan
I^as azagayas moriscas
Y las españolas lanzas.
Bórdase el campo á colores.
Que antes fué todo (scarlata.
De turbantes y almaizares,
De aljaiduces y almalafas.
Los golpes de las cuchillas,
(;uand(j hieren ó reparan.
El vecino monte atruenan
Y el turbado ambiente inflaman.
Anima Hizán á los suyos
Con su ejemplo y hus palabras,
Y el valiente don (iutierre,
Cuanto Hizán anima, mata.
Y cada español presume
Que él solo por sí bastara
A derribar de Gumiel
Las enemigas muialla.s,
Y á coronar por sí solo,
Según fia de su espada,
De cabezas berberiscas
Las almenas de su patria. '
Ni el número superior
Sus alientos acobarda;
Que á contrarestar á muchos
Tocos con justicia bastan.
Llena de horror á este tiempo,
lia bellísima Daraja
Con sus pensamientos tristes
También, dudosa, batalla.
Deja el ya enfadoso lecho,
Y á una ton-e de su casa.
Más que el tierno amor la guia,
El duro temor la arrastra.
Descubre el sangriento campo,
Y las haces mahometanas.
Más que vencidas, deshechas.
Dan á la fuga las plantas.
Descubre al gallardo Hizán ,
Que él solo la lid restaura,
Y cuanto con ignominia
Sus soldados desamparan;
Y en lágrimas y suspiros
Abre salida á sus ansias ;
Unos, cual su amor, ardientes.
Otras, cual su pena, amargas.
El corazón en el pecho
Con tanta zozobra salta,
Que parece pronostica
Las desdichas que le aguardan.
Al tiempo que don Gutierre
Entre todos se señala,
Y por largo trecho siembra
De víctimas la campaña ;
Viendo ya que la victoria
Orlar sus sienes prepara,
Y que solo Hizán sustenta
La ya perdida batalla.
Por entre los enemigos
Cual rayo ardiente se lanza,
Y todo cuanto resiste
Atropella y desbarata.
Huye el rigor de su brazo
La berberisca canalla,
Y el que no huye de su vista.
Es que el temor le embaraza.
Entonces el bravo Hizán,
Con furia desesperada,
Al ver cómo don Gutierre
Tan reciamente le carga.
Feroz le sale al encuentro,
Mas con suerte tan escasa.
Que antes de sentir el golpe,
Grabó en el suelo la estampía.
En el animoso pecho
Abrió el hierro puerta ñ-anca,
Y tan capaz como acaso
La abrió la envidia en el alma.
Las rotas calientes venas
Purpúreos raudales manan,
Que segunda vez tiñeron
Las rojas flores de grana.
Al espectáculo triste ,
Un mortal desmayo embarga
De la amante mora bella
Las más envidiables gracias ;
Y tanto el dolor creció.
Que no cabiendo su extraña
Pasión en todo su pecho.
La ahogaron sus mismas ansias.
Murió, pues, dejando ejemplo
Que de amor la fuerza V)landa
En el pecho más esquivo
Más profundamente labra.
Y los fuertes castellanos.
Gloriosos de su jornada
Y ricos de gozo, vuelven
A ver los muros de Aranda.
ROMANCE AMOROSO.
Bosques y selvas del Pardo,
Que con cristalinas aguas
El humilde Manzanares
Riega, fecunda y regala;
Arboles que tantas veces
Me habéis escuchado, y tantas
Ayudádome á sentir
Mis congojas y mis ansias;
Frescos valles que albergáis
En las floridas estancias
La causa de mis desdichas,
Si bien inocente causa;
Estadme otra vez atentos.
Si por ventura no os cansa
El escuchar tantas veces
Quejas que nunca se acaban,
A vosotras, mudas selvas,
Las fio, porque callarlas
Sabréis, si es que aun á los mudo3
Se debe tal confianza.
Oídme, pues, así Lisi,
Deidad de aquestas comarcas.
Muchos siglos os liorezca
Con su vista y con su planta;
Así de su sol hermoso
Gocéis, y vuestras campañas
A sus ojos y á su pié
Deban primaveras largas.
Así adorne vuestros valles
Con su gentileza y gala,
Y así por ella os envidien
Esas altivas montañas.
Lastimaos de mí vosotras ,
Y á f e que estáis obligadas.
Si no queréis de esta vez
Acreditaros de ingratas.
Ya sabéis, selvas amigas.
Con cuánta pasión, con cuánta
Terneza tengo á los ojos
De Lisi rendida el alma.
Ocioso será pintaros ,
Pues la habéis visto, sus raras
Perfecciones, su hermosura,
Su discreción y sus gracias.
Baste deciros que no hay
Desde el Tajo al Guadarrama
Pastor que á su gentileza
No consagre oñ-endas vanas.
Los más gallardos zagales,
Que de libres blasonaban,
Tienen ya de su esquivez
Las voluntades esclavas.
No se oyen en estos cotos
Sino las quejas que lanzan
Zagales enamorados
De finezas mal pagadas.
Los árboles, las arenas
En sus cortezas y playas
El dulce nombre de Lisi
Distintamente trasladan.
Los arroj'os la enamoran
Y lascivamente labran
De su murmurio las voces.
Con que su amor la declaran.
Las ninfas, que de los fresnos
Viven las frescas moradas.
Aficionadas á Lisi,
La hacen dosel de sus ramas.
Y las que el anciano rio
Habitan, cuando ella pasa,
Del vado margen, á verla,
La frente húmeda levantan.
El mismo céfiro blando,
A Flora la fe negada ,
Viste, en obsequio de Lisi ,
Nueva hermosura á sus alas.
Hasta los robustos robles ,
Con blandura extraordinaria,
Cuando ven á Lisi , humillan
A sus pies la copa anciana.
Los inocentes corderos
Aprenden de quien los guarda
A publicar en balidos
De Lisi las alabanzas.
Todo, en fin, respira amor
Esta selva, sus cabanas
De amorosas invenciones
La humilde fábrica esmaltan.
En los gabanes belludos
Amantes cifras se enlazan,
Vistiéndose los zagales
Su misma pasión por gala.
Sola Lisi exenta vive
De este cuidado, y no basta
Tanto amor, tanta fineza,
A hacerla menos tirana.
Si oye suspiros, la enojan,
Finezas la desagradan.
Sentimientos no la obligan,
Y elogios suyos la agravian.
¿Qué haré, pues, selvas amig:;3,
En confusión tan extraña ?
■ Mas oh, qué ciegas Locuras,
Pedir á un mudo palabras!
;Qué me habéis de aconsejar,
Selvas, si, por mi desgracia.
Aunque compasión os sobre.
La lengua, selvas, os falta?
Pero si bien interpretan
Vuestro silencio mis ansias,
¡Cuánto, siendo mudo, enseña!
¡Cuánto dice cuando calla!
Ya , en fin , con vuestro silencio
5Ie respondéis que me valga
Del consejo de callar.
Invención de amor tirana.
Ame fino, ame constante.
Sirva y merezca, y no salga
Al labio el volcan, el fuego.
Por más que se abrase, al alma.
Vea Lisi y vea el mundo
Que aquel que más la idolatra,
Por no ofenderla, reprime
El ardor en que se abrasa.
Y que antes morirá Fabio
De amor á la ardiente llama,
Que importune por remedio
A quien tanto incendio causa.
IDILIO PASTORAL.
Ya que he quedado en donde
Podi-á escucharme sólo
El profundo silencio
De estos bosques umbrosos,
Y donde son testigos
De los males que lloro
Solamente los sauces.
Las aves, los arroyos;
En tanto que de Lauso
Al dulce cuello logro
Ser, por fin de mis penas.
Lo que la hiedra al olmo;
Salgan al aire quejas
Que mi pecho amoroso
Ocultas ha tenido
Tan largo tiempo á todos.
Tirana suerte mia
(Mejor tlijera monstruo;
Que bien merece el nombre
Tu ceño riguroso).
Ya estará satisfecha
Tu saña en los oprobios
A que me has conducido,
Atroces y afrentosos.
¿ No te bastó traerme,
Después de tan notorios
IDILIOS.
Desastres, infortunios.
Pesadumbres y ahogos,
Adunde, desterrada
De mi patria, aun no gozo
Seguridad siquiera
Del riesgo á que me robo ?
Pensé que en estos bosques
Encontraran jiiadoso
Asilo mis desdichas.
Término mis sollozos;
Y apenas en su margen
El pié mal firme pongo,
Y de pasados sustos
Apenas me recobro,
Cuando más riesgos siento,
^layor peligi'o corro;
Ilailando al que aborrezco.
Cuando busco al que adoro.
Anñ-iso y Lauso... ¡Oh cielos.
Con qué placer y enojo
El nombre de éste explico,
Y el nombre de aquél formo!
¡Qué extremos tan distantes,
Contrarios y remotos!
¡ Qué grato y dulce el ixno.
Qué aborrecible el otro!
,En sueños me amenaza
(Aun ahora me asombro)
De Anfriso el duro acero.
Vengativo y furioso.
Y en medio de la dulce
Tranquilidad que logro
En esta amena selva,
Desde que en ella moro,
Me asalta la m' moria
El pesar envidioso;
Que nunca son cumplidos
Del infeliz los gozos.
Si dueraio, me interrumpe
La quietud y reposo
La imagen de mi muerte.
Que me amenaza en todo.
El bosque me amedrenta.
Pues por doblarme asombros.
Parece que produce
Anfrisos do sus troncos.
Ni á lamentar me atrevo
Mis males lastimosos ;
Que la voz y la lengua
Anuda el miedo proprio;
Temiendo que, contrario,
El eco misterioso
Distintas lleve á Anfriso
Las cláusulas que rompo.
Si el céfiro se mueve
Entre el boscaje tosco,
Y como suele, forma
Estrépitos sonoros.
Huyendo amedrentada.
Me fingen mis antojos
Amenazas de Anfriso
Del céfiro los soplos.
Pero entre tantos .sustos.
Que á cada paso toco,
Y á tantas desventm-as
Que me cercan cu torno,
Una dicha prefiero.
Un placer antepongo,
Estrella en los naufragios
En que gimo y zozobro.
Pues de Lauso la vista,
Que á tanta costa compro.
De penas y desastres
Minora mis ahogos
Con la dulce esperanza
De los fines dichosos
Que tanto amor merece.
Pues espero y conozco [me enojos.
Que no siempre han de ser, por dar-
Mi estrella adversa, el cielo riguroso.
236
IDILIO IL
Pues desde aquí descubro
La amada concha bella
En que se deposita
La más brillante perla;
Mientras el sol ardiente
En la abrasada siesta
Recoge por las sombras
Rabadanes y ovejas,
Y mientras las zagalas.
Temiendo las ofensas
Del ardiente solano.
Que en las flores se venga.
En los albergues frescos
Pacificas sosiegan,
Y al robusto ejercicio
Dan apacibles treguas,
Y cu tanto que en sus nidos
Descansan las parleras
Avecillas canoras
De aquestas dulces selvas,
Y hasta los mismos brutof
En sus hondas cavernas.
Del sol, que los abrasa,
Evitan la violencia,
Y mientras que las aguas
De las fuentes risueñas
Con su rumor tem])lado
También del sol se (luejan,
Que con activos rayos.
Haciéndolas que pierdan
Su natural frescura,
Las fulmina y calienta;
Cuando descansan todos,
I Mi amor despierto vela.
Sin que á tomar descanso
El ejemplo le mueva
De ovejas, rabadanes.
Aves, fuentes y fieras;
Que no admite sosiego
Aquel que ama de veras.
Del dulce dueño mió
Amante centinela
(Que taml)ien se milita
De amor en las banderas).
Intentarán en vano
Del sol las iras fieras
Que desampare el puesto
Que amor guardar me ordena;
Que el pecho, endurecido
A tantas inclemencias
I Con que el rigor me trata
De mi contraria estrella,
I No recela intemperies ;
' Pues su valor se i^recia
De haberse endurecido.
De desdichas á prueba.
Ni el riguroso invierno,
Cuando con nieve densa
O densa niebla cubre
El orbe de la tierra,
O el Aquilón horrendo
En pueblos y florestas
Altas torres derriba,
Ancianos robles vuelca,
Y cuando el duro hielo
Con rigurosa fuerza
Abrasa y anií^uila
Las más adultas yerbas,
Podrán de mis intentos
Hacer que un paso tuerza,
Pues no son poderosos ,
Por más rigor que tengan,
Inviernos, aquilones.
Hielos, nieves y nieblas,
A que de intento mude
Aquel que ama de veras.
Testigos sois, oh bosques.
Si acaso se os acuerda.
De haberme visto el hielo
Inmoble á su fiereza;
21ÍG
Que el alma no sentía
Su grave rigor, hecha
Al helado destoniple,
Lisi , de tu tibieza.
Tendido en tus umbrales
Pasé noches enteras ;
Que hasta los mismos vientoa
Burlaban mi paciencia.
La ])crezi sa aurora
51. halló veces diversas,
Estatua de alabastro,
Al umbral de tus puertas ,
Y cubierto de nieve
Desde el pié á la cabeza,
JIc juzgo simulacro
De mi esperanza muerta.
¡Cuántas veces Jlelampo,
Compasivo á mis penas,
Mirando cuantas iras
Contra mí el cielo flecha,
Procuró con halagos
Hacer que me volviera,
Como quien dice : Fabio,
Pasta ya de fineza!
Que á quien , como mi dueño.
Tiene el pecho de piedra,
No hay tiernas expresiones
Que ablanden su dureza.
El mismo bruto, el mismo
Mclanipo (¿quién creyera
Que irracionales brutos
Tan coni])asivos fueran?).
Mis histimas oyendo.
Compadecido de ellas.
Parece acompañaba
Con ladridos mis quejas,
ResiHiiuliendo á mis ansias
Con su muda elocuencia :
(( En vano estos umbrales
Con llanto, Fabio, riegas,
)) Si el corazón del dueño
Que en ellos se aposenta
Aun es, por tu desgracia,
Más duro que sus peñas. ))
Pero estos desengaños,
Pero estas evidencias
\i acaban mis desdichas
Ni mi pasión moderan ;
Poniue no hay infortunios
Ni males hay que puedan
Hacer mude de intento
Aquel que ama de veras.
ENDECHAS.
Alegoría de una esperanza bion fundada ,
y desgraciadamente desvanecida.
Barqueros de estas costas,
Que visteis algún dia
Al feliz leño mió
Surcar mares de dichas,
Ya están desagraviadas
Vuestras pobres barquillas,
Que con envidia vieron
Las glorias de la raia.
Ya la veis, encallada
Entre almejas y guijas.
Lástima ser y ejemplo
Aun de la misma envidia.
Los rojos gallardetes.
Que el viento á soplos riza.
Escarnio son del agua ,
Que los liiere y salpica.
Que hasta las mismas ondas
Su infamia solicitan,
Escupiéndola al rostro
Espumas pf)r salivas.
En las hineliadas velas.
Que el céfiro inovia.
Ya el Ábrego inclemente
Borrascas pronostica.
DON VICENTE GAKCIA DE LA HUERTA.
Y no en las velas sólo
Muestra su tiranía.
Las jarcias destrozando.
Las gúmenas y trizas ;
Sino que, conduciendo
Al extremo sus iras.
Con soplos y balances
La confunde y la silba.
La que antes fué, barqueros,
Honor de estas marinas,
Ya ofn ce desengaños
Tan sólo con su vista.
De macilentas algas
La ven ya oscurecida
Focas que la admiraron
Sirena fugitiva.
Los mástiles dorados,
Que entretejieron cintas.
Patíbulos funestos
Trágicamente imitan.
Los robustos costados.
Que en vano el mar fatiga.
Infame broma cubre
Desde el bordo á la quilla.
En vez de loa delfines.
Que sus rumbos seguían,
Encuentra solamente
Con monstruos que la embistan.
Arenas (jue la varen,
Remoras que la opriman ,
Tormentas que la aneguen
Y calmas que la afligan ;
Escollos que la rompan'.
Ballenas que la sigan.
Piratas que la abrasen,
Corsarios que la rindan,
Son ya las esperanzas
Que al tráfico la animan.
¿Quién pensará con ellas
Desamparar la orilla?
Desechada é iniítil
La seca jílaya pisa,
Ventajas que ha logrado
Al fin de sus fatigas.
Considerad, barqueros.
En mi infeliz barquilla
Los efectos contrarios
Del tiempo y de los dias.
Tomad de ella escarmiento,
Pues pueden sus desdichas.
Si bien las reflexiona
La mayor osadía,
Al mas desalumbrado
Dar luz que le dirija
Por los expuestos rumbos
Del golfo de la vida.
Pero aun tengo esperanza,
Mientras Lisi divina
Estas costas habite,
Y el vivir lo permita,
Que vuelva el leño mió
A su ventura antigua,
Feliz y escarmentado
En sus desgracias mismas
Mas entre tanto, ¡oh barca!
Tu orgullo es bien reprimas ,
Y será tu paciencia
La puerta de tus dichas.
RELACIÓN PASTORAL.
Detras de ese altivo monte,
Cu.ya soberbia encumbrada.
Pesadumbre aun de la tierra.
Es insoportable carga ;
Natural Babel de riscos.
Cuya frente, coronada
De peñascos por almenas.
Las esferas atalaya;
]\Ionstruoso hijo del siempr
Turbulento Guadarrama,
Que por ocultar el vano
Fiero intento con que traza
Escalar del firmamento
Las sempiternas murallas.
De perpetua niebla cubre
Su erizada frente cana ;
Yace un pueblo, y bien que yaco
Se dirá, pues dos montañas^
A un valle la luz negando,
Entre lóbregas pizarras
Oscuro panteón le forman,
Funesta tumba le labran.
De pastorales albergues.
Si no de pajizas casas.
Se compone, donde asiste
La sencillez aldeana.
Más gustosa que en los altos
Palacios con que levanta
Hasta el cielo sus ideas
Ija soberlíia cortesana.
Aquí nací, y tan contento
Desde mi primera infancia
Hasta la edad juvenil
Pasé las breves jornadas.
Que fué mi tranquilidad ,
Viendo que amor no embaraza
Mi libre pecho, la envidia
De la juventud serrana.
Exento así, pues, vivia
De amor; ni me desvelaban
Más cuidados, más sospechas,
Más recelos ni más ansias
Que el ejercicio robusto
De la caza, en que em2:)leaba
El tiempo que los amantes
A su ciego error consagran.
Pero en este tiemi^o amor.
Sentido de que gozara
Exención de su dominio
Mi voluntad, de la causa
Misma que de sus prisiones
Mi corazón libertaba.
Se valió para ¡Drenderme.
¿Quién creyera, quién pensara
Que hallara en su robustez
Su tirana industria traza
De asaltar mi libertad
Y comenzar su venganza?
Belisa, pastora bella.
Que era de aquellas comarcas
Pales y Venus á un tiempo,
Fué la complicada causa
De mi bien y de mi mal.
¡Oh fementida, oh tirana
Ley de amor, que no permites,
Aun después de ofensas tantas.
Que no la celebre hermosa,
Por más que la culi^e ingrata!
Fatigando el monte un dia,
Perseguía entre unas jaras
Un cerdoso bruto, cuya
Fiereza de la montana
Era horror, del viento asombro,
Pues una flecha lograda
En el erizado cerro
Huia con furia tanta,
Que le juzgó el monte, al ver
Su violencia, que volaba
Alada quimera, siendo
El mortal arjion las alas.
Huyendo así de la muerte,
Por lo espeso de las matas
Iba vertiendo la vida,
Envuelta en sangrientas bascas;
Cuando á Belisa asaltando.
Que de unas manchadas cabras
En aquellas espesuras
El rebaño apacentaba,
Tanta fué su turbación
Al contení ¡llar tan cercana
Su muerte al rigor violento
De su vengativa saña,
Que no la dejó el asombro,
Irresoluta y turbada
Con tan inminente riesgo,
Siquiera mover las plantas
Y remitir á la fujja
De su vida la esperanza ;
A tiempo que interrumpido
Mi ardimiento de sus blandas
Voces, salvando peligros
De quiebras y de tajadas
Peñas, llegué donde vi
Sobre la menuda gi-ama
Desmayada la mayor
Hermosura , desmayada
A Belisa. ¿ Quién pudiera ,
Sin que el pincel la agi-aviára
De mis torpes expresiones.
Como la encontré pintarla?
Sólo diré que á su vista
Sentí luego tan no usada
Turbación en los sentidos,
Que, sin penetrarlas causas.
Advertí faltarme á uii tiempo
Acción , aliento y palabras.
Mira tú cuánta sería
Su b jllcza , pues postrada
Al riguroso accidente
De un desmayo, fuerza alcanza,
La que juzgaras sin vida,
Para arrebatarme el alma.
?.Ias considerando en cuánto
Peligi-o la suya estaba
En tal lugar, hice esfera
Mis brazos de la eclipsada
Luz de sus divinos ojos,
Y atraído de la mansa
Armonía de una fuente,
Pudo, al auxilio del agua,
Eecordar de aquel desmayo,
Lági'imas vertiendo tantas.
Que pareció pretender
Pagar á la fuente clara
La vida que la debia
Con las perlas que lloraba,
Segura ya del peligro.
De mí se ausentó, ]3agada
Mi diligencia con dulces
Expresiones cortesanas.
Parece que de este acaso
No sacó menos llagada
De amor el alma Belisa,
Pues la vi responder grata
A mi declarado afecto,
Pagándola con tan raras
Muestras , que ya en nuestra aldea
y en todas las comarcanas
Eramos los dos la envidia
De pastores y zagalas.
¡Cuántas veces contemplando
La hoguera del sol, juraba
Que antes en el mar de Oriente
Moriría que faltara
Su íino amor! ¡Cuántas veces
El sol, con que atestiguabas,
Te acusará tu perjurio,
Viendo que su luz no falta,
Y que tú no te avergüenzas
De faltar á tu palabra!
¡Cuántas veces me juró.
Haciendo las ñientes claras
Testigos de su fineza ,
Que antes la altiva montaña
Mediría el hondo valle
Con su frente levantada
Que me olvidase! ¡Oh Belisa!
¿Así el juramento guaridas?
vivia en la aldea acaso.
Por mi mal y mi desgi-acia,
Anfriso, en toda la sierra,
De su poder y abundancia
Por fama más conocido.
Que de su valor por fama.
COMPOSICIONES VARIAS.
Dio en ser éste mi contrario,
Sacando tan á la plaza
Los favores de Belisa,
Que del vulgo la voz vaga
Luego empezó, en mengua min,
A vutar j'a por su causa,
Siendo la mucha riqueza
De Anfriso quien sobornaba
El es])íritu ambicioso
De Salido, de mi ingrata
Belisa padre ; pues viendo
Cuan bien á su intento estaba
El empleo de su hija.
Abreviando circunstancias.
Me usurpó prenda con tantos
Finos servicios ganada.
Decirte cuanto dolor
Me causó, con cuantas ansias
Batallé, por más qiie astuta
Con lágrimas y palabras
Me aseguraba Belisa
Mis recelos, fuera larga
Detención. Baste saber
Que cuando el dia llegaba
j En que ya del rico Anfriso
Publica la dicha, daban
Señas de mi muerte, en vez
De tristes lutos, sus galas ;
Huí del pueblo, diciendo
Y haciendo locuras tantas.
Que hasta los mismos peñascos,
A quienes me lamentaba.
Parece me respondían
Del eco con la a'oz blanda
A mis quejas, motejando
La correspondencia falsa
De Belisa. En ñn, huyendo
La ingratitud de mi patria,
Y de la aleve Belisa
Las traiciones y asechanzas,
A estos bosques me destierro,
Por ver si en ellos descansan
Mis pesares, aunque mal.
Quien tiene tan lastimada
El alma, de descansar
Podrá tener esperanza.
Siendo, como son, eternas
Enfermedades del alma.
RELACIÓN AMOROSA.
La mejor parte de España,
Donde olivas y palmares
Guirnalda ti'iunfante tejen
Del Guadiana al sesgo margen ,
Por donde del castellano
Confín , ya opulento, sale
A dar undoso tributo
A los lusitanos mares.
Es mi patria. De sus selvas
Los florecientes lioscajes
En pastoriles majadas
Oyeron los tiernos ayes
Con que pisé de la vida
Los peligrosos umbrales.
Ricos de gustos y haciendas
Eran por aquellos valles
Mis padres, más que de campos.
Dueños de las voluntades
De cuanto zagal brioso,
De su opulencia á los gajes,
O corvo cayado rige
O lino estalla sonante.
Diferencias y disgustos
De antiguas enemistades
(Que hasta las selvas penetra
La envidia) hicieron trasladen
Sus antiguos patrimonios
A las dulces y agradables
Riberas del clai'o Duero,
Cuyos hermosos raudales
237
Fueron el espejo en donde
Noté primero asomarse
Sobre el rojo labio el bozo.
Sutil y dorado esmalte.
El pastoril ejercicio
Seguí t.ambien, siendo Pales
Única deidad, á cuyo
Obsequio mi fe constante
Fué en perennes sacrificios
El humo de sus altares.
Mas ]iarcciendo á mi heroico
Espíritu estrecha cárcel
Los términos anchurosos
De aquellas frondosidades,
Guiado de mi ardimiento,
Que con rigidez notable
Parecía reprenderme
Mis torpes ociosidades,
Pasé al cristalino Tórmcs.
Acjuí quisiera pintarte ,
Si para tan arduo empeño
Fuera mi ingenio bastante,
La amenidad de sus sotos,
La gala de sus zagales.
Segunda apacible Arcadia
Semeja el sitio agradable,
Donde residencia tiene,
Entre obsequiosas deidades,
I^a más divina zagala.
La hernuisura más amable
De cuantas admira Febo
Desda que en Oriente nace
Hasta que en el mar sepulta
Sus rayos occidentales.
No te ofenda, Lisi mia,
Que así la elogie y alabo,
Si te digo que ella sola
Es de tu hermosura imagen.
Minerva es su nombre, y yo,
Que á heroicas dificultades
Nací inclinado, propuse
Seguir la empresa arrogante
De conquistar su belleza
Con rendimientos y afanes.
No digo que no fué oído
Mi amor, que no logré en parte
De mi fe corresiiondencias ;
Que pienso fuera culpable
Hipocresía negar,
Lisi, lo que todos saben.
Mas como mi corazón
Mal satisfecho se hallase
Ya en el Tórmes, ó ya fuese
Que el cielo, más favorable,
Así me llamaba al logro
De tantas felicidades.
Del helado Guadarrama
Pisé la frente, sin darme
Asombro sus canas nieves.
Ni su aspereza pesares.
Llegué, en fin, á estas florestas,
Y el ameno Manzanares
Me recibió con lisonjas,
Convocando á cortejarme,
Como á huésped de sus sotos.
Cortesanos rabadanes.
En los rústicos albergues
Se celebró mi hospedaje,
Y en festivas luminarias
Vistió luz por gala el aire.
Concurrieron al festejo.
De los pueblos circunstantes
El valor y la belleza
En zagalas y zagales.
Mas como vemos que el sol,
Cuando de los brazos sale
De la aurora, da en sus luces
Ocaso á las más brillantes
Antorchas del firmamento.
Cegando sus claridades ;
Así tú, divina Lisi,
Con tu hermosura dej.ifte
238
DON VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA.
Sin valor ni lucimiento
Las que prcsuniiomn antes
Suplir CKii sus resi)lanclorcs
Del sol el fuetío radiante.
Entraste tú al baile, Lisi,
Y yo también entré al baile :
Tñ A (lar envidia á sus ninfr.s,
Y yo á morir de mirarte,
Pues liizo tu vista en mí
Impresiones tan notables,
Que sobrescritas mis penas
En mi turbado semblante,
No faltó quien, condolido
De mi pelip'o, exclamase:
<(¡ Oh qué mal recibimiento,
Lisi, á nuestro huésped haces,
Pues tan brevemente en él
Se esmeran tus crueldades ! »
Y es virdad, ]>u(s desde entonces
La vida que me dejaste,
Más que vida, muerte ha sid<>,
Llevándome mis pesares
Al desesperado extremo
De aborrecerme y matarme.
¡Cuántas veces á mi cuello,
Amenazado el infame
Cuchillo, de tus desdenes
Quise en mí mismo vengarme'
'No porque mi fino amor
Tus elesvios desairasen
(Que en fin no eran importunas
Mis penas , auneiue tan grave ¿_),
Sino porque contemplaba
Lo imposible de lograrse
En tu condición esquiva
Mis renelimientos amantes.
¡Cuántas veces estos fresnos,
Que ahora testigos haces
De mis venturas, lo fueron
De mis desdichas y males!
¡Cuántas veces, conmovido
En tristes ecos el aire,
Indicó compadecerse
De mis congojas mortales!
¡Cuántas veces de sus grutas
El algoso Manzanares
Oyó mi voz , aumentando
Mis lágrimas sus rauelales !
¡Cuántas veces de estas fuenlos
Las cristalinas deidaeks
Lloraron también conmigo!
¡Cuántas las fieras, las aves,
Los sotos, prados y selvas,
Poblados y soledades
Pregoneros ele mi amor
Se hicieron, por demostrarte
Que puelieran mis dcselichas
Labrar inelocilidaeles.
No hay corteza en roble ó fresiic.
Ni peña en que no se grave
De rail eles coronadas
El repetido carácter,
Por mostrar que sola Lisi
Impera en las voluntades
De los hombres. Si reparas
Del rio en el claro margen,
En él hallarás también
Mi amor, y á cualquiera parte
Adonde la vista vuelvas.
Encontrarás con señales
De mi pasión, de mis penas.
De mis ansias y pesares.
Todo por mí te hablará;
Que aunque propuse callarte
Mi amor, ejuise por lo menos
Mis elesvenfuras y afanes
Decir á quien los oyese,
Ya que no los remediase.
Así he vivido, esperando
Que la suerte me mostrase
La deseada ocasión
De ser\nrte y no cansarte.
Sean, pues, tan repetidas
Pruebas ele mi fe constante
Mi abono, y supla también
Los méritos que me falten.
Adorada Lisi mia,
Saber que si dueño me haces
De tu divina belleza,
Dobles cadenas añades
A mi esclavituel elichosa,
Y que en este p^ cho amante
Tendrá el agradecimiento
Eternas seguridades.
JUSTA DESCONFIANZA
DEL FAVOR.
Presto celos llorarás.
Fabio, cuya fe constante
Logra, por triunfo ele amor,
Pocas horas ele favor,
Después de un siglo de amanto,
Advierte el curso inconstante
De la fortuna, y verás
El gran peligro en (jue estás ;
Y acuéreícnte otros mayores
Que si hoy disfrutas favores ,
Prrsto celos llorivrás.
Aelvierte en ejemplos tantes,
Porque no té cause sustos,
Que los fines ele los gustos
Son principio ele los llantos.
Escarmiento te elen cuantos
Murienelo conocerás
De amor; y si no, verás
Tus elesvenfuras notorias,
Y las que celebras glorias,
Presto celos llorarás.
Mientras fuiste desdichadc-,
Sin logro de tu amor justo,
Vivías libre elel susto
De perder el bien lograelo ;
Pero ya que has alcanzado
La elicha en que altivo estás.
Gózala, que ya hallarás
En ella pena más dura,
Y lo que ayer fué ventura
Presto celos llorareis.
En tu suerte viendo estoy,
Fabio, la inconstancia vana.
Y ser infierno mañana
La que gloria llamas hoy.
Duración precisa eloy
A las dichas en que estás ,
Y si permanecen más
Las glorias en que te ves,
No te desvanezcas, pues
Presto celos llorarás.
Rcllcxionrs mclanciílicns de un .imniitcilPs-
graciado en una noche aci;'.i,a.
EOJIANCE.
Clamores tristes, con cuyo
R( ijctido desconcierto
Parece que prevenís
Las exequias á mi cuerpo,
No con vuestras elisonancias
Temáis alterar mi sueño;
Que no elesvclan clamores
A quien siempre está elespierto.
Proseguid mientras la aldea
Yace en general sosiego,
Y mientras yo con mis ánsir.íi
Segundos clamores muevo,
Para que así se confundan
Mis aycs con vuestros ecos,
Y mis lástimas no sean
El escándalo del pueblo.
Que pues he sido en mis dichas
Tan reservaelo y secreto
(Dichas, en fin, conseguidas
Tras de tanto amor y tiempe)),
En mis eleselichas también
D' bo serlo, porque temo
Publiquen éstas ahora
Lo que aquéllos no elijeron.
Óyeme tú, Lisi mia.
Si el elolor en que te veo
Te permite ejue elistraigas
Un rato tu pensamiento.
Y suspcnele, elueño mió,
Por un instante el decreto
Que pronunció el pundonor
Con el lenguaje elel miedo.
Kn tanto ejuu mis suspiros,
Mezclados con mis lamentos.
Vuelan, Lisi, á tus oielos,
An-ojaelos ele mi pecho,
Recíbelos, elueño mió;
Que si reparas en ellos.
Verás que son engcnelrados
Del mismo aire de tu aliento.
Cruel tirana fortuna.
Monstruo infame, pues no creo
Que deidael sea C£u¡en es
De tiranías compendio,
I Por ejué razón te ensangrientas
En mí con tan gránele extremo.
Que pienso que el perseguirme
Tienes sólo por empeño ?
Yo pensé que mi humildad
Me preservara del riesgo
üe los tiranos vaivenes
Con que oprimes los soberbios ;
Mas veo que me engañaba.
Pues, por mis deselichas, veo
Que persigues igualmente
A los grandes y pequeños.
¿Cómo he de vivir, fortuna.
En el infernal tormento
De ver la prenda que adoro
Arrancada de mi pecho ?
Quien con el favor de Lisi
Se coronó de trofeos,
I Poelrá sufrir la sospecha
De las eliehas de otro elueño?
Quien de sus elivinos labic)S
Oyó una vez ecos tiernos,
; Podrá descansar pensando
Los inficiona otro aliento?
No es posible, ni es posible
Que yo me acomode al tiempo ;
Que mí pasión no distingiie
Ni de tiempos ni sujetos.
Para mí siempre es mortal
Y enemigo verdaelero
Quien, con elcrecho ó sin él,
Me roba un bien ejue poseo.
Ni aelmito leyes, ni miro
Inconvenientes ni riesgos.
Porque es mi amor mi abogaelo,
I Y siempre fué el amor ciego.
Ya tengo detemiinaela
La conclusión de mi pleito,
Y en causa que es tan sangrienta.
Será el elecreto de hierro.
Con mi muerte se remedia
Mi mal. Muera, pues, sabiendo
I Que con mi muerte se quitan
Inconvenientes de enmedio.
Y vive tú, Lisi mía,
Venturosa, pues con esto
Serán también para mí
Glorias los mismos tormentos.
SentimieDlos tiernos contra los desdenes
de Lisi.
REDONDILLA?.
Si pretendes por despojos,
Lisi, los alientos mios,
I Qué has menester de desríos ,
Cuando te sobran ti;s ojos?
Si con mi muerte, mi bien,
Esperas tu libertad,
Mátame con tu beldad,
Pero no con tu desden;
Pues será doble rigror,
Cuando en tu mano lo tienes.
Que me mates á desdenes,
Pudiendo morir de amor.
Y nadie podrá ofenderte
Si lo hicieres con tal arte,
Porque yo, por disculparte,
Me achacaré á mí mi muerte.
Y aun te será más blasón
Oír que tu amante Fabio
Ha muerto, no de tu agravio.
Sí sólo de su pasión.
Que se hae« agravio á tu pura
Y poderosa belleza
En que usurpe la fiereza
Su poder á la hermosura.
Deja que mi amante fe
Me mate, pues de esta suerte
Tú consigues darme muerte,
Y yo lo agradeceré.
Pues logras de esta manera
Que á tu beldad peregrina
La idolatren por divina,
Y no la infamen por liera.
Y es alivio á mi tristeza
Saber que , en lance tan fuerte .
Los que celebren mi muerte
Celebrarán tu belleza.
Y mis penas lastimosas
Harán, cuando más no puedan ,
Que tu hermosura concedan
Hasta las más envidiosas.
Desconfianza de quien tiene experiencias
de su poca diclia.
ROMANCE.
Adorado dueño mió,
¡Oh (jué mal, Lisi, comienzo,
Adulándome con cíichas
Que ni gozo ni merezco!
Y si aun para ser tu esclavo
Me faltan merecimientos.
Mira, mi bien, si conozco
Lo imposible de mi empeño,
Pero disculpa esta vez
Su rústico devaneo
A quien tu amor ha dejado
Desnudo de entendimiento;
Y escucha, si lo permiten
Tus esquiveces, mis ecos,
Qtie á luz salen de la oscura
Triste cárcel de mi pecho.
No respiran esperanzas,
Pues , aunque prendas de un necio,
Están ya desengañados
De la estrella de su dueño.
Bástalos que los admitas;
Que son tan humildes ellos.
Que con estar en tus manos.
Les sobra mucho de premio.
¡Infeliz de aquel que vive
En tan gi-ande abatimiento,
Que le tienen envidioso
Sus papeles y conceptos!
Bien podéis estar gozosos.
Bien logrados pensamientos ,
Pues llegáis adonde yo
Ni aun con la esperanza llego.
COMPOSICIONES VARIAS.
Venturosos caracteres.
Cuyo bárbaro contexto
Me usurpa el premio que debe
Lisi al ansia de que muero.
¿Quién no ha de tener envidia.
Que os viere pasar tan presto
Del infierno en que nacisteis
A la gloria en que os contemplo.'
Ya en vosotros verifico
Aquel sabido proverbio:
Que dcí-hace la fortuna
El 2)(ir tillo del discreto.
Que no fuerais tan dichosos,
O tardarais nías en sei'lo.
Si no anduvierais vestidos
De borrones y defectos.
/ Qué títulos colorados
Os honran, sino el sangriento
Humor que vierten mis ojos
En el llanto con que os riego ?
Si noble origen tenéis
(Pues nacisteis de mi afecto),
Con vuestra humilde crianza
Perdisteis el privilegio;
Pues al punto que del alma
Dejasteis el noble centro.
Os dio vestido la oscura
Villanía de un tintero.
Pudiera vuestra ventura
Dar á mi esperanza aliento,
Si ella estuviera más viva,
Y yo fuera menos cuerdo.
Slas ;qué se yo si algún dia
(Que todo lo acaba el tiempc)
Podrá entrar mi voluntad
Por la puerta que mis versos?
No te desesperes , Fabio,
Pues por experiencia vemos
Que , aun cuando no la esperamos ,
Muestra su piedad el cielo.
239
Celebridad y gozo de una solicitud
bien admitida.
ROMANCE.
Dichoso jjuedes llamarte
De hoy adelante, amor mió.
Pues el fin de tus desdichas
Es de tus dichas principio.
Rendido idolatro á Lisi
Desde aquel instante mismo
En cjue la luz de sus ojos
Abrasó la de los mios.
, Hidrópico de su llama.
Aun viendo mi precipicio.
Mi muerte ansioso buscaba
En cada abrasado giro.
Bien templara mis ardores
Tanto continuado esquivo
Desden, á nacer mi fuego
De deseos mal nacidos ;
Mas siendo mi amor tan nclilo.
Se liquidaba más fino.
Cuantas más pruebas sufría
Del crisol de sus desvíos.
Y cual suele en mies adulta
Chispa leve, á beneficio
Del viento que inspira suave,
Causar incendios activos.
Del mismo modo en mi pecho
Causaba doblados bríos
Al fuego que le abrasaba.
Tanto rigor repetido.
En mi amante corazón,
A pesar del prototipo.
Templo fabriqué á su imagen ,
Obsequioso, aunque no digno.
Continuamente en sus aras
Ai'dian, por sacrificios.
Humildes exhalaciones
De los afectos más finos.
Plegarias eran continuas
Mil continuados martirios ;
Jlas cuanto por sí lograban.
Desmerecían por mios.
Guardas mis .sentidos era.
Del ídolo peregrino.
Sirviéndole mis potencia.s
De religiosos ministros.
Mirad si en templo de amoi
Serian fieles los oficios.
Cuando eran sus operarios
Mis potencias y sentidos.
Sorda la deidad al culto,
Con airado ceño altivo
Mis rendidas sumisiones
Castigaba por delitos.
Muchas veces mis querellas
No llegaban á su oido,
Y si alguna vez llegaban.
Era su despacho indigno;
Hasta C[ue cauto advertí,
Después de tantos suspiros.
Que suelen desconfiados
Ser hasta los cielos mismos.
Pruebas fueron de mi amor
Sus afectados desvíos,
Y examen de mi firmeza
Sus rigores vengativos.
Ya Lisi mi amor estima.
Pues ya sus ojos me han dicho
Que minea fué mal pagado
Amor que fué conoeido.
De dos tiernos corazones
Uno solo el amor hizo,
Y dos finas voluntades
Una sola han producido.
Dichoso yo, que despuc.^
De males tan repetidos,
Veo logrados mis deseos,
Y mi amor correspondido.
ENDECHAS A UNA AUSENCIA.
Montes de África adustoS;
Cuyas cumbres soberbias
O escalan ó sostienen
Las celestes esferas ;
Sierras de Mairritanin ,
Cuya inculta aspereza
Sus fieras y sus hombres
De horror y susto pueblan;
I)eshechos edificios.
Mal conservadas huellas
De la opulenta Velez ,
Que sois ruinas apenas.
Si bien justo retrato
En que se representan
Mis dichas arruinadas
A golpes de la fuerza ;
Ignominioso escollo,
Cuya estéril dureza
El llanto de infelií es
Inútilmente riega ;
Ilaljitacion confusa,
DoihIc á un tiempo se hospedan
Delitos y desgracias,
?.Ialicias é inocencias;
Mar proceloso y vago,
Que de mi bien me alejas,
Y transparente muro.
Me aprisionas y encierras ;
C'uj'as ondas mil veces
Mis lági-imas aumentan,
Ordinario ejercicio
Del infeliz cjue pena ;
Pues todos sois testigos
De las sentidas quejas
Con que be solemnizado
Los males de esta ausencia,
Escuchad nuevamente.
Si va no os son molestas,
240
Mis qufjns lastimosas,
I'or repetidas , necias.
Veréis con qué ternura,
Dando á mi llanto treguas,
Anfión de estos montes ,
Muevo árboles y peña-s ;
l'ucs es el mal que siento
De tal naturaleza,
Que ii lo más insensible
Obligará á que sienta.
Y tú, divina Lisi
Mia, aunque más se ofenda
La que de ti me aparta,
Adversa inicua estrella ;
Aunque á mi cautiverio
Se doblen las cadenas,
Eslabonando hierros
Que mi honor oscurezcan,
Y aunque contra mi vida,
Que es ya la sola prenda
Que, porque no la estimo,
La fortuna me deja.
Esgrime los rigores
Con que, cuando se empeña
En arruinar alguno,
Formidalile se ostenta.
Al extranjero pliego,
Cuando tus manos bellas
Le colmen de la dicha
Que á su dueño se niega,
Compadecida rompe
La cifra que le sella ;
Que será á un desdichado
Sobrada recompensa.
Y al leer sus expresiones ,
Oscuramente impresas
(Porque lágrimas borran
Lo que la pluma huella),
Con derrttido llanto
Tus ojos humedezcan
Segunda vez ya entonces
Las venturosas letras;
Que bien merecen serlo,
Siquiera porqi;e llevan
Estampada consigo
Mi gi'atitud eterna;
Y a(iuellos sentimientos
Que en el alma se engendi-an
De quien sólo en tí vive,
En tí sólo contempla.
Cuando los vendábales
En borrascas deshechas
Los mares africanos
Eevuelvcn y apropellan,
Y las hinchadas olas,
Embistiendo en la tierra,
En líquidas escuadras
Las altas rocas trepan;
Si entre todas alguna
Parece más exenta,
A quien espumas rizas
Penacho hermoso peinan,
Inadvertidamente
Articula la lengua,
Del corazón movida :
«Mi Lisi es como aquélla.»
Cuando los pescadores
Con sus barcas ligeras
Ensayan, por recreo.
Marítimas palestras ,
Y ya en graves naumaquias,
Ya en volantes carreras.
Las fuerzas de sus brazos
En sus remos estrenan.
La más veloz barquilla,
Que atrás las otras deja,
Cuando con algazara
La victoria vocea.
Porque al propuesto coto
Se abalanza y acerca,
Coronados los yialos
De grímpolas de seda,
DON VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA.
Me excita el ver su triunfo
Mil expresiones tiernas,
Alusivas á tantos
Triunfos de tu belleza;
Y á que exclame me obliga.
Sin que censuras tema
De tantos que lo escuchan:
«Mi Lisi es como aquélla.»
Los convecinos niíjntes,
Que en torno nos rodean ,
Y del menor Atlante
Son porciones inmensas;
Sus cimas eminentes,
Que los cielos penetran.
De erguidas palmas cubren
Por gala ó por soberbia.
Entre las cuales siempre
Alguna más descuella
Y aparece á la vista
Más hermosa y derecha;
Cuya bella ventaja
Tus gracias me recuerda,
Y á que exclame me incita
«Mi Liííi es como aquélla.»
Cuando los nortes frios
El ambiente despejan,
Y el cielo desentoldan
De las ]3esadas nieblas,
Y en las costas tle España
Se ven las cordilleras
Que eslabonan los montes
De Estepona yMarljcUa;
La alta sierra de Mi jas,
Que entre todas campea,
Haciendo á la Nevada
Ventaja ó competencia.
Cuantas veces la miro,
Reproduce en mi idea
Tu belleza, exclamando:
«Mi Lisi es como aquélla.»
Los rebaños de Focas,
Que Proteo apacienta,
Riquezas de Anfitritc,
Dote de sus Nereidas,
Cuando en el seco estío
Estos mares alegran ,
Tejiendo á ñor del agua
Mil danzas placenteras,
Y las inmobles rocas,
Al ver su ligereza,
O de asombro ó de envidia,
Aun más inmobles quedan ;
La que á las otras hace
Ventaja manifiesta,
O quieta sobrenade,
O se dispare flecha,
Me mueve con su exceso
Mil amantes ternezas.
Como qiie dice el alma:
«Mi Lisi es como aquélla.»
Advierte, Lisi, cuánta
Debe ser la fineza
De quien en todas partes
Con tu imagen encuentra,
Pero ; qué es necesario
Recurrir á quimeras ,
Cuando en el alma vives ,
Como señora de ella?
VERSOS DE ARTE MENOR,
Á FÍLIS.
I Quién , sin m; recerlas ,
Logra grandes dichas,
Que no desconfie
De sus dichas mismas?
¿Quién del valimiento
Pisó la alta cima,
Quf no le atribulen
Sustos de caídas ?
I ¿ Quién al mar se aiToja
' En débil barciuilla.
Que de vendábales
No tema las iras?
¿ Quién será tan necio,
Dulce Filis mia,
Que esté confiado
Por gozarte fina ?
Quien logi-a sin sustos
Glorias excesivas
Y (^ue sobrepujan
Aun su fantasía.
Si cuerdo no teme
Llorarlas perdidas,
O á su amor agravia ,
O no las estima;
Pues quietud tan torpe
A un hombre acredita
Por de rudo ingenio
U de alma mezquina.
Quien sobre sí vuelva,
Por vano que viva.
Hallará defectos
Que le desconfian.
Ni al papel más terso.
Ni al agua más limpia
Quebraduras faltan.
Faltan arenillas.
A las blancas perlas
De mayor cuantía
Averigua tachas
Quien las examina.
El aire más puro
Tal vez se matiza
De oscuros vapores.
Que la tierra envía,
Al sol oscurecen
Nieblas atrevidas,
Y á la luna asombran
Sus manchas sombrías.
Pues si estas verdades
Vemos repetidas
En cosas que más
El mundo autorizan ,
¿Cómo ha de gozarte
Con quietud tranquila
Quien tantos borrones
Oñ'ece á tu vista?
No te cause espanto,
Gloria de mi vida,
Que dichas y sustos
En mí se compitan:
Pues más imposible
Creí yo algún dia
La unión venturosa
Con que amor nos liga,
Viendo las ventajas
Que lleva infinitas
A mi ser hiimilde
Tu soberanía.
Perdona, bien mió,
Mis necias porfías,
Por ser de mi amor
Reverentes hijas ;
Que ésta es la pensión
De glorias crecidas.
Logradas á influjos
Sólo de la dicha :
Vivir con temor
Que pueda algún dia
Darlas por el pié
El poder ó envidia.
Quejas contra el continuado desden de una
lieiraosuia.
ROMANCE.
Por si de esta vez me acaba
El dolor que me atormenta,
Atiende, mi bien, mis ansias,
Ya que no las compadezcas.
Temeroso las traslado
Al papel desde la lengua ;
Que pienso que han de ofenderte ,
Por mias, si no por quejas.
Aunque si ellas te ofendieren ,
Con despreciarlas te vengas,
Y será el mayor castigo
Que tú las des y yo sienta.
Repara bien , dueño mió,
De mi pasión la fineza,
Pues te inspiro la venganza
Cuando aun no pienso en la ofensa.
¿Quién creyera, Lisi mia.
Que después de tus promesas.
Me hubieras de dar lugar
A requerirte con ellas /
/, Así las seguridades
Y las palabras sustentas
Con que eternas prometías
Mis dichas y tu firmeza?
¿ Quién fiar podrá en mujeres,'
Pues tú, que su excepción eras.
La fe prometida ultrajas.
Tus palabras atrepellas?
A pesar del mundo todo,
Juramos los dos eternas,
Yo mi fineza y amor,
Y tú su correspondencia.
Milagro es de mi pasión.
Cuando das de humana señas.
Que te idolatre divina;
Mas ¡ay, que es mi pasión ciega!
Y asi, mi amor te disculpa,
Y aunque á mi pesar, confiesa
Que tú no estás obligada
A ser constante en tu mengua.
Si títulos me adornaran,
Si honores me ennoblecieran.
Fueran menos disculpables
Tu mudanza y tu tibieza.
Pues no hay en la aldea toda.
Con ser tan grande la aldea.
Pastor que no esté quejoso
De ver lo mal que te empleas.
No ha sido tu condición
La que tus afectos trueca ;
Sola ha sido mi furtuna ;
De ella sola tengo queja.
Al mar de amor no se entregue
El que infeliz se contempla ;
Que provoca á la fortuna
Quien se arroja al mar sin ella.
Rosas fueron mis venturas,
Gocé su fragancia bella ;
Pero al fin se deshojaron
Dentro de mis manos mesmas.
Mira ahora, Lisi mia.
Si eran vanas mis sospechas,
Y si eran mis sentimientos
De desconfianzas necias.
Males que han de atormentarme,
Aun distantes me amedrentan ,
Porque me ha hecho en mis desdichas
Adivino la experiencia.
Vanos fueron mis cuidados
Y vanas mis diligencias ;
Que no bastan precauciones
A contrarestar estrellas.
ROMANCE.
Ya, Lisi, ha llegado el tiempo
En que es preciso quejarme,
Y que escalen del silencio
Mis sentimientos la cárcel.
No espero yo que mis quejas
En tu duro pecho labren.
Porque á un corazón de acero
No hay suspiros que le ablanden.
Quejóme por desahogo
Del voraz incendio que arde
I, Ps,-XVJII,
COMPOSICIONES VARIAS.
En mi pecho, á cuya llama
Mi vida es pavesa 'fácil.
Escucha esta vez siquiera,
Si te lo permite el grande
Anhelo con que apresuras
El dejarnos y ausentarte,
Y 3'a que tus gustos llevas
A los sotos y á los valles.
Lleva también las memorias
De mis penas y pesares.
Desde que vi tu hermosura
Te di culto y vasallaje.
Porque no hubo diferencia
Entre el verte y adorarte.
A lo más noble del pecho
Hice templo de tu imagen,
Recompensando lo fino
La humildad del homenaje.
Desde entonces he vivido.
Bien á costa de mis ayes.
Sacrificado al martirio
De disimular y amarte.
Pena es ésta tan tirana,
Que á el infeliz que la pase ,
Ni aun los más altos favores
Son á compensarla parte.
Es verdad que algunas veces
Me Eucedió despeñarme
A los torpes desenfados
De diversiones vulgares,
Y como el ciego que á impulso
De algún alevoso infame
Mide incauto el precipicio.
Sin conocer su desastre.
Así yo, ciego y confuso
Con tus luces celestiales,
No era mucho que anduviese
En despeños cada instante;
Mas como dentro vivías
De mi corazón amante.
No halló otra pasión lugar
Por donde al alma pasase.
Con esta especie de amor
He vivido tan constante.
Que no han podido los días
Disuadirme ni apartarme ;
Y aunque es cierto que no encuen-
Para una empresa tan grande, [tro
Ni méritos que me alienten.
Ni ventura que la allanen,
j Y aunque á cada paso toco
I Estorbos insuperables,
¡ No es mi espíritu de aquellos
Que aterran dificultades.
! Muchas veces con la envidia
' He lidiado; pero es fácil
j Vencer á los que pelean
Con solo incivilidades;
I Hombres que se califican
Indignos, si no incapaces
De albergar en su vil pecho
La noble pasión de amarte.
Tu altivez 3- mi humildad
Tampoco han sido bastantes
Para divertir mi empeño.
Ni para desengañarme.
Al cielo deber quisiera,
Tan sólo por agradarte,
Las gracias de tu belleza.
Las perfecciones de un ángel;
De otro modo, ya conozco
El éxito lamentable
De mis tristes pensamientos,
Castigados por audaces.
Pero entre tantas desdichas
Hallo alivio al acordarme
Que las deidades también
Suelen tal vez humanarse.
La diosa de la hermosura
Amó á Anquíses, cuyo enlace
Dio á Eneas el noble timbre
De descender de deidades.
241
Mas |oh qué en vano me alienlau
Ejemplos irregulares,
Pues no hay razones que valgan
Cuando la dicha no vale!
ROMANCE.
No os atropelleis, traidoras,
Mortales desconfianzas.
Pues para acabar conmigo
Menos diligencia basta.
Si el humillar á un rendido
Tenéis por heroica hazaña,
Bien puede ser que lo sea,
Pero más parece infamia.
Si ejercierais los rigores
Contra Icjcas .arrogancias.
Siempre fuera tiranía,
Pero fuera disculpada.
Pastores tiene la aldea
Llenos de soberbia tanta.
Que parece desafian
La fortuna cara á cara.
En éstos cebar pudierais
Vuestra condición tirana,
Y perdonar á abatidos
Zagales de inferior laya ;
Aunque, si bien considero
Vuestra terca pertinacia.
Tanto insistís en matarme,
Que parece que os lo pagan.
Asesinos sois, cobardes.
Que con astucias y mañas
Dormís de día, y de noche
Redobláis las asechanzas.
Memorias tristes a.sustan
Mis dichosas esperanzas ;
Que hasta mis proprias potencias
Se me han vuelto mis contrarias.
Si alguna vez salgo al soto,
Corrido al ver tanta gala.
Vuelvo lleno de temores
Y vergüenza á mi cabana.
Pastores me atemorizan,
Cuj'a presunción villana
Hace la guerra á los pobres
Con esplendidez bastarda.
Entre brillantes pellicos
Disimulan ó disfrazan
Las toiT^es aborrecibles
Cualidades de sus almas.
Ostenten ellos grandezas ;
Que á mí, bien mío. me basta,
Para exceder sus aplausos ,
La posesión de tus gracias.
A LA AUSENCIA DE LISI.
ROMANCE.
Bella pastora del Tajo
Cuj'a gala y gentileza
Dan más mérito á sus ondas
Que el oro de sus arenas;
Flora de esos horizontes,
Que á inñujos de tu presencia
En cada flor reproduces
Repetidas primaveras;
Pales de esos verdes sotos,
A cuya rara belleza
Todo corazón es templo.
Toda libertad ofrenda.
Supuesto que de estos campos
Tiranamente te ausentas,
Donde llevas nuestras almas,
Lleva también nuestras quejas,
Si entre tantos mayorales
Como á tu deidad obsequian.
Tiene un humilde zagal.
Si no aceptación, licencia.
De Tin corazón todo tuyo
16
242
DON VICENTE GARCÍA DE LA HUEETA.
Escucha expresiones tiernas,
Y ya que no compasiva,
Muéstrate esta vez atenta.
Dejástenos... Ya se explican
Bastante las ansias nuestras,
Pues solamente en ilejar;ios,
Todos los males nos dejas.
Lut-'s viste iManzanares,
Y no se halla en sus riberas
Pastor que no se lamente.
Zagal (jue no gima endechas.
Por el pastoril avío
Que nos honraba las fiestas,
Sólo vestimos gabanes
Cortados de pieles negras.
No hay más música en los sotos
Que canciones lastimeras,
Quejas de tu tiranía,
Maldiciones á tu ausencia.
No se escucha en el contorno
Voz que lástima no sea,
Y hasta á el ganado parece
Que tiene el mal trascendencia.
Ya la inquietud bulliciosa
De las reses más traviesas
Es miserable balido,
Que adula al que las gobierna.
El recental más robusto
Enfermo pace la yerba,
Y más que el sangriento lobo,
Daña al hato su tristeza.
El can que en continuas luchas
Hizo alarde de sus presas,
O yace enfermo en la grama,
O no hay hora en que no duerma.
Los gallardos rabadanes,
Antes honor de estas vegas.
En la amarillez del rostro
Llevan de su mal las señas.
Y yo, á quien coia razón
Tu ausencia infausta atormenta,
La acompaño con mis ansias.
La sigo con mis querellas.
Escándalo de estos bosques
Y lástima de escás selvas
Son los términos mortales
A que mi furor me lleva.
Mis reses descarriadas
A porfía se despeñan ,
Y han perdido la memoria
De las mas trilladas sendas.
Quizás, por lisonjearme.
Duelos entre sí fomentan ;
Que el desatiento del dueño
Hasta á sus apriscos llega.
Para aplacar tus desvíos,
Oficiosas mis ovejas,
Y por ser víctimas tuyas,
Al sangriento hierro vuelan.
No hay quietud en los rediles ,
Ni en nuestros cotos se encuentran
Más que rencillosas luchas
Y escandalosas contiendas.
Todo el campo perturbado
Por todas partes se ostenta.
Más que ominosos indicios
De los males que en él reinan.
Todo en continuo desorden
Estará mientras no vuelvas;
Vuelve, porque tantos daños
Se atajen con tu presencia,
Pero ¿ para qué procuro
Engañar así mis penas.
Cuando han de volver contigo
Tus esquiveces primeras ?
Satisfacciones á una calumnia.
ROMANCE.
Mal haya la infame lengua,
Permobo dueño del alma,
Que á un mismo tiempo fomenta
Tus disgustos y mi infamia;
Mal haya el indigno pecho
En cuya envidiosa fragua
Dieron forja á tal mentira
Los celos o mi desgracia;
Y mal haya mi fortuna,
Que me prodiga y recata
Las ocasiones de oiría
Y los medios de vengarla.
Parece que el mundo todo
En mi daño se declara ,
Como que siente, bien mió,
Verte tan mal empleada.
Con ficciones y mentiras
Hacerme la guen-a trata,
Por ser armas que él conoce
Que yo no sé manejarlas.
Sin apelar á invenciones.
La envidia en mí proprio hallara
Deméritos que me humillen
Y defectos que me abatan.
Y sin recurrir al torpe
Villano medio que abraza.
De indiciar de sospechosas
De mi fino amor las ansias.
Quiera el cielo, Lisi mia.
Si acaso Fabio te agravia,
Que de tus hermosos ojos
Le falten las luces claras.
Las lágrimas con que riega
El terso papel que mancha.
En pena de su delito.
Le atosiguen la entrañas ;
Estos ardientes suspiros,
Con que el ambiente se inflama,
Sirvan de hoguera en que el torpe
Vil corazón se deshaga.
En tus esquiveces, Lisi,
Te encuentre siempre obstinada,
Y oiga siempre de tu boca
Sólo ultrajes y amenazas.
El sol sus luces le niegue ,
Su claro cristal el agua,
El aire puro su aliento,
Y la tierra su morada.
Vengativo hierro corte
Su fementida garganta ,
Y en su mal nacido pecho
Se embote su misma espada.
Pero bien seguro vive.
Mi bien, de desdichas tantas,
Quien cifra sus glorias todas
En idolatrar tus gracias.
Inventen mis enemigos
Imposturas temerarias;
Que yo tengo en mi amor tierno
Mi inocencia acreditada.
Y entre tanto, dueño mió.
Desprecia aprensiones vanas,
Falsos partos de la envidia,
Producciones de la rabia;
Que primero al firmamento
Cubrirán del mar las aguas
Que un punto mi amor decline
Ni mi fe, Lisi, decaiga.
Y hasta después de la muerte
Unidas nuestras dos almas,
Geroglíficos serán
Del amor y la constancia.
Consideraciones de un amante desconfiado.
iQué triste despierta el alba,
Qué funestas y qué graves
De las cumbres tic los montes
Condensadas nubes nacen 1
¡ Qué poco alumbra la clara
Antorcha del cielo errante.
Impedido su esplendor
De nublos y oscuridades!
¡Qué mudas están las selvas
Y qué callados los valles.
Qué en silencio los poblados
Y cuan en quietud las avesl
Todo respira tristeza.
Todo en torpe sueño yace.
Todo es soledad y todo
Acompaña á mis pesares,
¡Qué mansas corren las fuentes,
Qué torpe susurra el airel
No hay pastor que no sosiegue.
No hay despierto can que ladre.
Quieto el redil, no se ( scucha
Res que rumie ni que bale ;
Duerme el recental, asido
Del tierno pezón que lame.
Sólo yo, en tanta quietud.
No sosiego ni me cabe
Más descanso que en suspiros
Deshacerme ó exhalarme.
¿Por qué, Amarilis divina.
Contra mí esgrimes crueldades.
Sabiendo que acá en mi pecho
Tiene adoración tu imagen ?
¿ Qué motivo darte pudo
Mi fe para que la trates
Con desi^recios y rigores ,
Con desdenes y desaires?
No por ser deidad, presumas
De cruel y de fiera ; que antes
Es la piedad atributo
De las supremas deidades.
No dices que me aborreces.
Porque eres cauta; pero haces
Lo que no quisiera hicieses,
Sólo por desagradarme.
Tu misma boca me ha dicho
Que primero que olvidases
Mi fineza te darían
Muerte tus mismos pesares.
En mis manos muchas veces
Ser mia siempre juraste.
I Cómo tu palabra ultrajas,
Sacrilegamente fácil ?
Yo no creo me aborrezcas ;
Que están mis fidelidades
Satisfechas de no haber
Quien más c^ue yo te idolatre.
Haber puede más dichoso
Alguno, y que por mi ultraje.
Yo sea el ¡^rimero en quererte,
Y él lo sea en agradarte.
Más ricos, más poderosos.
Más augustos y más grandes
Podrá haber, pero no habrá
Quien sepa más estimarte.
Yo soy un j^astor humilde.
Tan sólo rico de males ;
Mas tengo un ánimo noble
Y un amor inestimable.
No creo de tí mudanzas
Ni otras traiciones infames;
Que eres noble , y si me agravias ,
A tí misma agravios haces.
Pero aunque tú me aborrezcas,
Me olvides y me maltrates,
Jamas en mí encontrarás
Más que una pasión constante;
Y lo poco que viviere
Desde el punto que me aparte
De tí , será suspirando
Por tormentos que me acaben;
Adorando tu hermosura.
Idolatrando tu imagen;
Que éste es en j^echos honrados
El modo de despicarse.
FIN DE LAS poesías DE DON VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA,
DON JOSÉ CADALSO.
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CRÍTICOS.
Quien examine con critica é imparcialidad la historia literaria de nuestra nación durante el
período que corrió desde el reinado de Felipe 111 hasta mediado el siglo xvnr, verá envueltos en
la ruina del imperio español los conocimientos científicos, el buen gusto en la literatura y poesía,
y la elegancia de la hermosa lengua castellana, que en los tiempos anteriores había elevado la na-
ción al mayor grado de gloria y prosperidad. Ni podrá verse sin dolor y asombro tan lastimosa y
precipitada decadencia, ni dejar de mirar con cierto linaje de gratitud y respeto el celo ilus-
trado y la constante laboriosidad de los sabios que procuraron restaurar los buenos estudios, com-
batiendo errores y preocupaciones ya muy arraigadas y envejecidas.
Después de don Ignacio de Luzan , que con su Poética señaló el camino, y con sus obras propias
dio un ejemplo del buen gusto en nuestra poesía, pocos han tenido mayor influjo en tan feliz re-
volución como DON José Cadalso. Si en los Erudilos á la violeta ridiculizó con graciosa ironía la
hipocresía literaria de aquellos hombres presuntuosos y charlatanes que pretenden alucinar con
una erudición universal, tan superlícial y vana como dañosa al progreso de las ciencias; si en las
Carlas marruecas censuró con suma discreción los vicios de nuestra literatura, de nuestra descui-
dada educación y de nuestras desarregladas y perniciosas costumbres; si en otros escritos lu-
ció siempre el ingenio, la gracia y la delicada ironía para corregir las preocupaciones dominan-
tes en su tiempo, en sus poesías se vio renacer el gusto anacreóntico de Villegas , la tcrimra de
Garcilaso, la sublimidad de Herrera y la agudeza satírica de Quevedo y de Góngora.
A dotes tan singulares unió Cadalso un carácter franco y afable, un genio festivo y ameno, y
un conocimiento singular de los principales idiomas vivos de las naciones cultas; y esto contri-
buyó á extender y estrechar sus relaciones de amistad y correspondencia con los más floridos in-
genios de su edad, dirigiéndolos por los buenos principios al templo de la gloria, sin aquellas ri-
validades y enconos que , por desgracia , suelen ser tan comunes entre los literatos. Justo será,
pues, que procuremos honrar la memoria de este célebre escritor con algunas noticias de su
vida, ilustrando de este modo un periodo muy principal de nuestra historia literaria.
Nació DON José Cadalso en la ciudad de Cádiz, á 8 de Octubre de 1741, y fué bautizado el mar-
tes 10 del mismo mes, en la catedral de aquella ciudad. Era originario de una familia antigua y
solariega de Vizcaya, y por eso él mismo, en algunas partes de sus poesías, llama á este país su
patria (1). Sus padres, don José de Cadalso y doña Josefa Vázquez de Andrade, después de ha-
berle dado una educación doméstica muy esmerada bajo la dirección de los jesuítas, le enviaron
á Paris, donde estudió con mucho aprovechamiento las humanidades , las ciencias exactas y na-
turales, y las lenguas latina, francesa, inglesa, alemana, italiana y portuguesa; en cuyos conoci-
mientos se perfeccionó durante los viajes que emprendió seguidamente por Inglaterra, Francia,
Alemania , Roma , Ñapóles y Portugal.
Volvió á lispaña á la edad de veinte años , cuando se había declarado la guerra con Portugal ;
y -habiendo tomado en Diciembre de 1761 el hábito de la orden militar de Santiago en la iglesia
de clérigos agonizantes de la calle de Fuencarral de Madrid , entró á servir de cadete, en 4 de
Agosto de 1762, en el regimiento de caballería de Borbon, que ya estaba en campaña. En ella
(1) Al Dero de Cantabria, patria mia.
(Tercelon á la Fortuna.)
2j^ DON JOSÉ CADALSO.
hizo importantes servicios, hallándose en el destacamento de Villa-Bella cuando los enemigos pa-
saron el Tajo V en el sitio y rendición de Almeida. Es notable la ocurrencia que tuvo estando de
centinela en iina gran guardia, situada A la orilla de un rio. Hablando con mucha propiedad en
iii'dés con un oficial de esta nación, logró persuadirle era paisano suyo, y con este conocimiento
pudo adquirir noticias importantes y prestar particulares servicios al general en jefe del ejér-
cito, Conde de Aranda, que le nombró edecán suyo y le manifestó desde entonces el mayor
aprecio.
En 22 de Junio de 1764 recibió, en premio de estos servicios , el grado de capitán en el mis-
mo regimiento de Borbon ; en iú de Setiembre de 1772 se le nombró capitán efectivo, sargento
mayor en 44 de Enero de 1776 , y comandante de escuadrón en 21 de Abril de 1777.
Siguiendo á su regimiento, fuéá Zaragoza, en donde, según él mismo refiere, empezó á aficio-
narse á la poesia (1). Trasladado desde allí á Madrid, estuvo en 4767 en Alcalá de Henares, donde
conoció al señor don Gaspar de Jovellanos , todavía muy joven , recien llegado de Asturias
al colegio mayor de San Ihlefonso. A su ejemplo, y acaso con sus consejos, Jovellanos cultivó des-
pués la poesia con mucho esplendor, según lo declara él mismo en una epístola en que describe
á Mireo (el religioso de san Agustín fray Miguel de Miras) los sucesos de su vida (2).
Por estos años estuvo Cadalso embarcado, con tropas á sus órdenes, en la escuadrilla de jabe-
ques que mandaba don Juan de Araoz en las aguas de Gibraltar. También estuvo Cadalso en Sa-
lamanca desde 1771 hasta principios de 4774, donde mereció la mayor estimación de los sabios
y literatos de aquella célebre universidad, contribuyendo particularmente, con su natural afabi-
lidad , á que los jóvenes que se distinguían por su talento y favorables disposiciones recibiesen
aquella instrucción y delicado gusto que tanto había de influir después en la mejora de los estu-
dios y en el restablecimiento do nuestra literatura y poesía. Así sucedió con don Juan Melendez
Valdés. Cadalso encontró en este joven prendas bastantes para presagiar que podía ser uno de los
más insignes poetas de nuestro Parnaso. Tratóle con amistad, y llegó á amarle con tal ternura,
que se lo llevó á vivir en su compañía, instruyéndole, no sólo con los buenos libros de la litera-
tura extranjera, sino indicándole los excelentes modelos que debía seguir é imitar en sus compo-
siciones poéticas. El mismo Melendez confesaba sinceramente cuanto debía á la compañía, trato
y ejemplos de Cadalso, sin los cuales acaso hubiera seguido el mal gusto de otros copleros y ver-
sificadores despreciables (5).
Los que sepan apreciar el alto mérito de Melendez, y conozcan que ha fijado en la poesía caste-
llana una nueva época, por el fondo de doctrina, por el carácter ameno y agradable, por los prin-
cipios y estudio de la naturaleza, y cuánto influyó en los poetas de aquella edad, podrán calificar
lo mucho que se debe á Cadalso en esta ventajosa reforma, y la justicia con que alababa á su jo-
ven discípulo. Por estos mismos años mantenía con don Tomas de Triarte, que le dedicó su tra-
ducción del Arte poética de Horacio, una correspondencia epistolar en verso, como se infiere de
las cartas que éste le escribió en 4774, 1776 y 4777, y se hallan publicadas en la colección de sus
obras (4). Con igual franqueza y amistad trataba á don Vicente García de la Huerta, á don Nico-
lás Fernandez de Moratin , al maestro fray Diego González, al Marqués del Mérito, á don José Igle-
sias, todos insignes poetas de su tiempo, celebrando sus obras, y estimulándolos siempre á culti-
var la buena poesía y la pureza y hermosura del idioma. La primera obra que publicó fué la
tragedia original, intitulada Doíí Sancho García, conde de Castilla, impresa en 4771 con el seu-
dónimo de Juan del Valle, y reimpresa ya con el verdadero nombre del autor en 4784. Esta trage-
dia se representó en el mismo año de 1771, y de ella hizo entonces honorífica mención el señor
(I) Con pecho humilde y reverente paso tes de la venida de Dalmiro (Cadalso). Este ingenio,
Llegué á la sacra falda del Parnaso , ^ ^Q^j^g ]yces grande, me animó á la poesía, y á él debo
Ovidio y Tasso de Melendcz FaWtfs.— Salamanca, 30 de Marzo de
(2) Véase en el tomo xlvi de esta Biblioteca, pági- 1770.— Es la primera que escribió á Jovellanos, sin
na 6. conocerle personalmente y movido únicamente por las
(3) ((Si las musas salmantinas no tuvieran una justa alabanzas que tributaba á este bombre insigne fray
vergüenza de parecer ante las hispalenses, yo osaría Diego González, amigo íntimo de Melendez. Tenía éste
remitir á usía algunas composiciones menos imper- á la sazón veinte y dos años.) {Nota del Colector.)
foctas qup In^ que produáa este dosapaciblo terreno án- (4) Epístolas i , n , v y xi.
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CEÍTICOS. 245
don Pedro Napoli Signorelli en su Hiatoria crítica del teatro (1), diciendo que el argumento es trá-
gico, que está tratado con juicio y buen estilo, y bien expresada la pasión de la Condesa, si bien
nota y le desagrada la perpetua consonancia de los versos pareados, y el estar poco preparada la
violenta propuesta del moro, que pretende de una madre, como prueba de su amor, la muerte
de su hijo. Esta tragedia, que (según Signorelli) es digna de alabanza en su conjunto, no debió
ser objeto de la sátira de los copleros, y los cómicos no debían haber dejado de representarla. El
mismo escritor nos da noticia de otra tragedia, inédita , de Cadalso, intitulada Numancia , que era
muy aplaudida de los pocos que la hablan leido (2). Este juicio sin duda recibirá algunas modi-
ficaciones en el tiempo presente, en que, apreciando el mérito de Cadalso como uno de los res-
tauradores del teatro en esta difícil y sublime composición , se han visto otros dramas del mismo
argumento con mejor desempeño y mayor aceptación. En el Sancho García de Cadalso se ha ce-
lebrado, entre otras, la pintura de las obligaciones de la grandeza, puesta en boca de don Gon-
zalo en la escena n del acto iv (3).
Al año siguiente de 1772 publicó los Eruditos á la violeta ^ sátira ingeniosa contra los que con
cortos estudios y superficial doctrina aparentan saberlo todo; vicio que halló muy propagado en
España, y que conoció era una de las causas de que progresasen tan poco entre nosotros los co-
nocimientos útiles , que tanto adelantaban en las naciones extranjeras. Publicó esta obra con
el nombre de don José Vázquez, y la aceptación con que fué recibida del público ilustrado le es-
timuló á dar á luz en el mismo año el Suplemento ^ en el cual insertó varias traducciones de los
poetas latinos, franceses é ingleses que habia citado en la lección de poética de sus Eruditos, en-
tre ellas la de la famosa relación de la Fedra, de Racine, y la del Funus Passeris, de Catulo. Entre
las cartas de sus discípulos, todas Mimas de instrucción saludable, de excelente doctrina, del más
puro y ardiente patriotismo, resalta la de un erudito viajante á la violeta á su catedrático, porque
conocía bien Cadalso que de los viajes hechos por jóvenes superficiales, que no conocen todavía
su país nativo, se introducen en él todos los vicios de fuera, y se propagan y autorizan las preocu-
paciones contra la propia nación. En las Carlas marruecas, que dejó inéditas, y se han impreso
después tantas veces , campean el mismo amor patrio y los deseos eficaces de purificar á su na-
ción de aquellos vicios y preocupaciones que con sobrada malignidad sirven de ocasión y apoyo
á las invectivas de los extranjeros.
Bajo el mismo nombre de don José Vázquez publicó, en 1773, sus poesías líricas, con el título de
Ocios de mi juventud, agradecido á la aceptación con que el público recibió las obras anteriores.
Habia pensado publicar otros escritos sobre diversos ramos de literatura, y comenzó por la poesía,
dando un modelo de ser en las materias amorosas modesto y afectuoso, sublime en lo her<)ico, y
agudo y ameno en lo satírico, y presentando un dechado de la fluidez y armonía de la versifica-
ción, y de toda la gala, la gracia y el colorido de la poesía, sin que para ello se valiese de las
trasposiciones forzadas, ni del uso de palabras anticuadas, ni de aquel estilo cortado que obliga
á veces á perder la fluidez y armonía; defectos, por desgracia, harto comunes en algunos de los
que últimamente han enriquecido nuestro Parnaso. Ésta fué la última de las obras que vio publi-
cadas durante su vida.
Entre tanto siguió los cuarteles y marchas de su regimiento, sin que las ocupaciones literarias
le distrajesen de atender preferentemente al buen desempeño de sus obligaciones militares. Ha-
llándose en el Montijo, el año de 1774, enseñó la táctica del célebre Inspector de caballería don
Antonio Ricardos Carrillo, á quien debió siempre singular distinción y aprecio, especialmente
después que habiendo pasado revista al regimiento de Borbon en el Casar de Cáceres, lo encontró
en el mejor estado de instrucción y de disciplina, bien provisto de armas y caballos, y con
mucho orden y claridad en las cuentas de la caja. A este concepto de los jefes superiores corres-
pondía el amor con que le miraban los subalternos y la tropa , que veian en él un padre, que sa-
bía reunir la franqueza y dulzura de su buen trato al interés de corregir sus faltas, de mejorar sus
costumbres y administrarles justicia. El mismo señor Ricardos (cuyo voto es de mucho peso en
(i) Conoció Cadalso á Signorelli en la célebre tcr- (2) Storia critica di tealriant.emod., lib. ni, capí-
tulla literaria de la antigua fonda de San Sebastian, lulo vi.
adonde le presentó don Nicolás de iMoratin , y en la (3) Scmpere , Biblioteca de los mejores escritores
cual leyó sus Cartas marruecas. {Nota del Colector.) del reinado de Carlos III, tomo n, pág. 22.
246 DON JOSÉ CADALSO.
el asunto) decía, á fines de 1776, en uno de sus intonnes, hablando de Cadalso : «Este oficial tiene
valor sobresaliente, ilustrado talento, ha demostrado suma aplicación en el desempeño de la sar-
gentía mayor que obtiene, y remediada su conducta de las vivezas de mozo (1), se puede esperar
mucha utilidad de su servicio.»
Asi hidjifra sido si los sucesos de su noble carrera no hubieran frustrado tan lisonjeras espe-
ranzas. La guerra declarada á los ingleses en 1779 llevó á Cadalso con su regimiento al ejér-
cito (jue se formó para el bloqueo y sitio de Gibraltar. La nombradla y buen concepto de este
sabio militar le captó la confianza y distinción del general en jefe, don Martin Álvarezde Soto-
mayor, después conde de Colomera, quien le nombró desde luego su edecán ó ayudante de
campo, y recompensó su mérito proporcionan'. ole, á fines de 1781, el grado de coronel ; pero ha-
llándose, por orden del mismo general, en una batería de cañones muy avanzada, llamada
San Martin, frente á Gibraltar, en la noclie del i27 al 28 de Febrero de 1782, á las nueve y
media se vio una granada, disparada de la batería enemiga denominada L'líses, que se diri-
gía al paraje donde se hallaba Cadalso. Advirtiéronle del riesgo que corría ; pero despreciando
el aviso con serenidad , y creyendo algunos que pasaba la granada por encima , un casco
de ella , que le hirió de rechazo en la sien derecha , le llevó parte de la frente y acabó con su
temprana vida. Su pérdida causó un sentimiento general en todo el ejército y en cuantos le co-
nocían y trataban. El gobernador mismo de Gibraltar, que desde <ántes de la guerra le apreciaba
como su amigo, y muchos oficiales ingleses, que habian experimentado su buen trato, noble ca-
rácter y varia erudición , hicieron un duelo muy honorífico en esta ocasión á la memoria de este
digno militar español. Pocos sucesos desgraciados han lamentado las musas castellanas con ver-
sos más dulces y afectuosos. Don Juan Melendez Valdés (2), don .losé Vaca de Guzman, el maes-
tro fray Diego González, el Conde de Noroña (5), y cuantos eran favorecidos é inspirados de Apo-
lo, entristecieron con acentos lúgubres nuestro Parnaso (4). Todos le reconocían por su maestro
y por su modelo y amigo , y bajo estos títulos es difícil encontrar otro que , exento de emulacio-
nes y rivalidades pueriles , haya sabido unir más á los grandes ingenios de su tiempo , dirigir sus
pasos á la gloria de la nación y á los progresos de la literatura, y abrir en España un nuevo cam-
po á la poesía (S).
ADICIÓN A LA NOTICIA BIOGRÁFICA DE CADALSO.
Sólo una tradición confusa, y en el día casi enteramente perdida, conservaba hasta ahora la
memoria de la peregrina resolución que tomó Cadalso de hacer desenterrar el cadáver de la inte-
resante actriz Ignacia Ibañez , que llegó á inspirarle una pasión frenética. Aun más que acto de
amorosa demencia, la exhumación hubo de parecer en aquel tiempo criminal profanación. Ape-
nas bastó la infiuencia del Conde de Aranda para acallar el escándalo producido entonces. El
tiempo y el silencio de los escritores han desvanecido la impresión y hasta la memoria del he-
cho. A él alude indudablemente Quintana en estas palabras : «Un lance funesto en los afectos ju-
veniles de Cadalso le dio ocasión á exhalar su dolor en sus Noches lúgubres. y> Quintana conocía
las circunstancias del lance funesto; pero siguió la costumbre de ocultarlas por miramientos que
hoy dia fueran intempestivos.
(1) Probablemente aludía aquí el Inspector á los su elegía A la Fortuna, ven general sus vorsoscortos.
ruidosos amores de Cadalso con la comeJiai;ta María El ahate Marcliona, á pesar de la intolerancia i\o su
Ignacia Ibañez. {Nota de' Colector.) ci ilica, dice de Cadalso : «Kste autor ora indisputable-
(2) Sempere, en su Biblioteca, artículo Melendez, mente hombre de tálenlo. » {Nota del Colector.)
tomo IV, pág. 61 , publicó algunas estrofas de esta can- (5) Ksta noticia , salvo algunas adiciones y modiíi-
cion fúnebre. caciones, que hemos juzgado indispensables, es la mís-
(3) Elegía MS. nia que se publicó en Madrid al frente de las obras de
(4) Quintana escribe deCADALSO: «Él hizo revivir la Cadalso (1803), escrita indudablemente por un con-
anacreónlica, que estaba enterrada co;i Villegas siglo temporáneo del poeta. — La edición de 1818 es más
y medio había. » En seguida aplaude algunas de sus completa que la de 1803, y contiene todas las obras del
odas eróticas, los bellos rasgos que se encuentran en autor. {ídem.)
NOTICIAS BIOGEAFICAS Y JUICIOS CRÍTICOS. 247
Una feliz casualidad ha traido á nuestras manos la carta, que á continuación publicamos, escri-
ta, en 1791, por un amigo de Cadalso, la cual contiene explicaciones y pormenores curiosos. Esta
carta fué copiada en Cádiz, el año 1824, por don Bartolomé José Gallardo. Tenemos á la vista la
copia autógrafa de este eminente bibliógrafo. Su original existia entonces en la biblioteca del
lectoral Triánes.
Don Leandro Fernandez de Moratin , en la Vida de su padre , da algunas noticias de las co-
nexiones que existieron entre Cadalso y la mencionada actriz. Creemos oportuno reproducirlas
aquí :
a Cultivaba por entonces don Nicolás Fernandez de Moratin la amistad del célebre Cadalso.
Juntos frecuentaban la casa de María Ignacia ibañez, sensible, modesta, hermosa, joven actriz,
á quien el segundo de ellos amaba con la mayor ternura, y para honor de las que pisan el teatro,
era igualmente correspomlido. La celebró en sus versos con el nombre de Filis, y apenas empezó
á llamarse dichoso, lloró su muerte. No quiso Dalmiro que su amiga representase la tragedia de
Sancho Garda hasta que Moratin la hiciese recomendable al público en el papel de Ilonnesinda.
lEsta tragedia hubo menester toda la protección del Conde de Aranda para darla al toalro : tal
era la oposición que tenía la mayor parte de los cómicos á lo que llamaban estilo francés...
Leyóse la tragedia en el vestuario del teatro del Príncipe. María Ignacia no opuso otra dificultad
que la de creerse poco hábil para el desempeño de su papel. Vicente Merino, á quien llamaron
el Abogado, galán de aquella compañía y amigo íntimo del poeta, repitió lo que había dicho la
divina Filis; los demás dijeron despropósitos, ó callaron entonces para murmurar después.»
La Hormesinda fué representada en 1770. Al ver Cadalso el feliz éxito de la representación , y
los aplausos que recibía RIaría Ignacia, ya no titubeó en dar al teatro su tragedia. « En el año si-
guiente de 1771 se representó el Sancho García , y don Nicolás Fernandez de Moratin celebró en
elegantes versos el mérito del autor y el de la interesante actriz que desempeñó, menos tímida
con los aplausos de Hormesinda , el papel de la Condesa de Castilla. »
L. A. DE Cueto.
CARTA DE UN AMIGO DE CADALSO SOBRE LA EXHUMACIÓN CLANDESTINA DEL CADÁVER DE LA ACTRIZ
MARÍA IGNACIA IBAÑEZ.
Amigo raio : Su curiosidad de usted me ha puesto en la precisión de indagar vidas ajanas, pues aunque tan
amigo de nuestro Cadalso, jamas me confió semejante lance. Últimamente, con noticias de esta parte, presun-
ciones de la otra , memorias de aquí, palabras de allá, y á costa de mucha impertinencia, he conseguido, atan-
do inmensidad de cabos, poder informar á usted de toda la historia, para que, impuesto y hecho cargo del fun-
damento, pueda usted leer con más conocimiento y satisfacción ese apreciable manuscrito, inimitable aun al
mismo autor, como usted verá.
Concluidas las guerras de Portugal, benefició Cadalso una compañía de caballería en el regimiento de Bor-
bon, á expensas de una crecida herencia , la que desechó, como su genio prometía. Marchó á Madrid por dispo-
sición del excelentísim.o señor Conde de Aranda. Entre los encantos de la corte, no fué otro capaz de arrebatarle
sino el de la señorita Ibañez, cómica en aquel teatro. No le fué dificultoso el logro de su pretensión, teniendo
de su parte sus muchos talentos, y sobre todo, una buena prevención de doblones, opositores á la verdad insu-
fribles. Al fin consiguió su deseo, y con su deseo concluir su dinero, quedando reducido á harta estrechez. Es
de advertir que en este tiempo á madama Ihañoz la solicitaron el Conde de y otros de bastante supo-
sición; circunstancias para que el desplumado Cadalso parase su vuelo; pero no sucedió así, pues, contra el ca-
rácter voluble de su s"xo, y á pesar del interés que predonjina á las de esta clase, se revistió aquella heroína de
un entusiasmo impropio de su estado, y singular en estos tiempos. Despreció los intereses y las interesantes ofer-
tas de sus apasionados, manteniéndole una ejemplar constancia, y diciéndole que quien habia di>;ipado con
ella todos sus bienes, no merecía una recompensa cual él se maliciaba; que se desimpresionase de semejante
error, y que se convenciese de que siempre sería suya. Tanto enamoró esta inesperable acción el corazón de Ca-
dalso, tanto cautivó su voluntad, y tanto obcecó sus claras luces, que determinó casarse con ella, sin reflexio-
nar las consecuencias de semejante absurdo. Pero ;f\ qué no arrastrará una pasión, obligada de un proceder tan
fino? Cuasi no pudieran apartarlo de estas locuras las persuasiones de don Juan deiríarte y otros amigos, á no
interponer su autoridad el señor Conde de Aranda. En e.-ta critica estación , de rrsultas de un resfriado , cayó en
cama la Ibañez, y su errada curación ó complicación de enfermedades motivaron que al tercer día de cama es-
pirase en los brazos de su amante. ¡Fuerte sentimiento para un pecho tan apasionado! (Ya da esta noticia en la
Primera noche. ) Le perturbó tanto este golpe, llegándole á embriagar de tal modo la reflexión, que casi terminó
en demencia. Cierto que, en lo que cabe, admito disculpa su locura. La liermosura , gracia y buen proceder de la
2^8 DON JOSÉ CADALSO.
Ibañez se unian á unos superiores talentos (pues parte délos Ocios de mi juventud, que intitula Cadalso, son
escritos por ella) y á la lin"za que le manifestó, esmerándose en manifestarla cuanto más abatido le veia , y aun
ayudándole infinito. En mnelio tiempo no salia Cadal-o ile la iglesia, sin moverse de la losa que cubría su me-
moria sino las lloras que le precisaban los sacristanes á sulir del templo. Su melancolía, poco alimento, mi-
seria en que vivia á causa de sus muchos empeños, lo condnjiTon á unos términos deplorables, con indicios de
se"iiir el mismo camino que madariia, como deseaba. Úllimamenle paró su violento dolor en la extravagancia
de desenterrar el cadáver; pasó al pié de la letra todo lo que describe en la Primera noche. En la Segunda
dif renciau bastante las noticias, pues aunque es evitlente el lance de los asesinos y el reconocimiento de la
justicia, no lo es la prisión que supone en la cárcel. En esto están unánimes lo> votos, con bastante funda-
mento, pu"s su graduación no permitía semejante tropelía. La Tercera noche de su capricho puso en ejecu-
ción el irredexionado intento, pero no llegó á efecto por la vigilancia de varios espías que con esta mira puso el
Conde de Arnnda, por los muchos indicios que tenía. L'llimamente lo encontraron en la parroquia de San Sebas-
tian de esta corle (teatro de esta tragedia); con el mayor sigilo, según las instrucciones que tenían, lo sacaron,
como también al sepulturero, de quien sólo he sabido que paró en un presidio, y que tanto á él como á su fami-
lia socorría Cadalso en todo lo necesario. Después de unas sabias y bien fundadas reconvenciones, lo desterró
el señor Conde de la corte (1), y reci''ntes estos lances, compuso el papel que con tanto motivo usted aprecia. Un
amigo de mi regimiento le estorbó que siguiese su composición, advirtien lo que tenía su memoria fija en aquel
irremediable sentimiento , y que su salud en nada mejoraba; lo consiguió, y disipada la melancolía , quiso con-
cluir, á instancia de varios amigos, su obra empezada ; pero le fué imposible seguir el mismo estilo, confesando
que aquella obra era sólo hija de su sentimiento. Corren varias conclusiones de la Primera noche , pero todas di-
ferencian del primer sentido. Ha de advertir usted que Virtelio era su barbero; en las poesías, Dalmiro es don
Juan de Iriarle; muchos de los versos conocerá usted, por el asunto, se hicieron á la vida y muerte de la Ibañez.
Hasta aquí he conseguido indagar. Me parece haber llenado mi encargo, y así solicito la recompensa de usted,
que será proporcionándome ocasiones de servirle, y no dudando de la verdadera amistad de su amigo y seguro ser-
vidor.—M. A.» — Ag.° (sic) D." Ca...
(1) El Juez de la Noche tercera es el Conde de Aranda. (Nota del ColectorA
POESÍAS.
BEFIEBE EL AUTOS LOS MOTIVOS QUE TUVO PARA
APLICARSE Á LA POESÍA, Y LA CALIDAD DK LOS
ASUNTOS QUE TRATABA EN SUS VERSOS.
Caro lector, cualquiera que tú seas,
Que estos mis ocios juveniles veas,
No pienses encontrar en su lectura
La majestad, la fuerza y la dulzura
Que llevan los raudales del Parnaso,
Mena, Boscan, Ercilla, Garcilaso,
Castro, Espinel, León, Lope y Quevedo:
No ofrezco asuntos que cumplir no puedo.
Sé que el mortal á quien benigno el hado
La morada de Pindó ha destinado.
Halla en su cuna la sagrada rama
Con que se sube al templo de la fama.
Tanta dicha á los cielos no he debido,
Bajo tan fausto signo no he nacido.
En falsas cortes y en malicia fiera
De mi vida pasé la primavera ;
Jamas compuse versos hasta el dia
Que me dejó la estrella mAs impía
A mi pena y rigor abandonado,
Objeto débil del rigor del hado,
Y con amor y ausencia, mal más fuerte
Que cuantos he nombrado y que la muerte.
Entonces, por remedio á mi tristeza,
De Ovidio y Garcilaso la terneza
Let mil veces, y otros tantos gozos
Templaron mi dolor y mis sollozos.
Huyendo de los hombres y su trato.
Que al hombre bueno siempre ha sido ingrato,
Sentado al pié de un álamo frondoso.
En la orilla feliz del Ebro undoso,
[Cuántas horas pasé con los sentidos
En tan sabrosos metros embebidos!
jAy, cómo conocí que en su lectura .
Derramaban los cielos más dulzura
Que en el divino néctar y ambrosía!
Mi tristeza en consuelos convertía,
Y mis males yo mismo celebraba
Por la delicia que en su cui-a hallaba;
Así como se alienta el peregrino
Cuando encuentra con otro en el camino,
Y con gusto el piloto al mar se entrega
Si otro con él el mismo mar navega;
Como se alivia el llanto si un amigo
De nuestras desventuras es testigo;
Así los tristes versos que leía
Templaban mi fatal melancolía,
Hasta que en ellos me dispuso el cielo
De todo mi dolor total consuelo.
Así mi alma al Pindó, agradecida,
Cultivarle juró toda la vida.
Con pecho humilde y reverente paso
Llegué á la sacra falda del Parnaso,
Y como en siieños, vi que me llamaban
Desde la sacra cumbre, y me alentaban,
Ovidio y Taso, á cuyo docto influjo
Mi mimen estos versos me produjo :
Todos de risa son , gustos y amores.
No tocaré materias superiores;
De los supremos dioses y los reyes
La oscura voz y las secretas leyes;
Los arcanos , enigmas y misterios ,
No digo con osados versos serios;
Antes con más sencillo y bajo tono
Celebro la cabana y dejo el trono.
COMPOSICIONES VARIAS.
249
Ya canto de pastoras y pastores
Las fiestas, el trabajo y los amoresj;
Ya de un jardín que su fragancia envía
Escribo la labor y simetría ;
Ya del campo el trabajo provech'^so,
Y el modo de que el toro más furioso
Sujete al yugo la cerviz altiva,
Y al hombre débil obedií nte viva ;
Ya canto de la abeja y su gobierno
Y el dulce tono del jilguero tierno.
No mido, con inútil osadía,
Cuánto anda el astro que preside al dia,
Ni celebro vilmente á los varones
Funestos á la paz de las naciones.
Matar los hijos, degollar las madres,
Violar las hijas, afrentar los jiadrcs.
Lleven al hombre al templo de la gloria,
Al toque de clarín de la victoria;
Pero jamas con versos inhumanos
Héroes he de llamar á los tiranos.
Y di, lector : ¿acaso nos importa
(Pues la vida es tan frágil y tan corta)
Que Febo dé su vuelta concertada.
Siendo la tierra la que está parada,
O que, parado el sol, la tierra suelta,
Al rededor de Febo dé la vuelta ;
Ni que el piloto audaz y codicioso
Busque nuevos caminos al ansioso
Navio, y que disjjute sí es posible
Hallarlos por el paso inaccesible
Hacía el norte de Asia no cursado,
O sí es mejor el paso acostumbrado
Por donde los gigantes patagones
Admiran los castillos y leones
En las popas de naves españolas,
Cuando surcan aquellas bravas olas?
No leas con temor. Ni voz, ni idea
Verás en mí que indecorosa sea,
Ni ofenderé al pudor más recatado.
Podrá decir mis versos sin cuidado
El labio virginal , sin que ofendidos
Deje mi blando numen sus oídos.
DECLARA EL AUTOR SU AMOR Á FILIS.
No canto de Numancia y Sagunto
El alto nombre ni la envidiable gloria,
Que ninguna nación tiene en su historia.
No elijo por asunto
El noble ardor del portugués famoso,
Que con el traje de infeliz villano
Puso freno afrentoso
Al grande orgullo del poder romano.
Ni de Pelayo canto las acciones
Con que domó las bárbaras naciones
A España conducidas,
Y en ella mantenidas
Por codicia africana.
Por venganza inhumana,
Y porque estaba España deliciosa
Sepultada en el lujo, desidiosa.
Ni tocaré con numen elevado
La prudencia, virtud, valor y saña
Del valiente extremeño
Que con glorioso empeño
Al terreno envidiado
Llevó las armas de la invicta España.
Ni canto á Carlos Quinto, aquel guerrero
Que prendió de la Francia al Soberano,
Venció al francés y castigó al germano
Y al africano fiero.
Ni al noble hermano de Felipe Augusto,
Que en el mar de Lepanto,
Con grande estrago y susto,
Puso cadena al Turco, al orbe espanto.
Ni de Alvaro Bazan, de quien ingleses
Y turcos y franceses
Conservarán impresa la memoria.
Contando en cada acción una victoria.
Ni el brío más que humano
Del Cid Díaz, soberbio castellano,
Que con su lealtad, fuerza y prudencia.
Deteniendo la rueda á la fortuna,
Las armas de su rey puso en Valencia
Sobre la media luna.
Ni las hazañas y virtudes raras
De Córdobas, Navarros y l\scaras,
Carpios, Verdugos, Vargas, l^Iondragones,
Con la turba inmortal de otros varones.
Nobles abuelos nuestros, y soldados
En España nacidos.
En Italia y en Flándes conocidos
Y por el orbe entero respetados.
Sin que la envidia de la gente extraña
Pueda negar su gloria á nuestra España.
No fué á mi musa dado,
Con el horrendo son del bronce herido.
Cantar como sagrado
El guerrero rigor, grato al oído
Del que entre sangre , robo, rapto y furia,
A la infeliz humanidad injuria.
— ' Mi lira canta la ternura sola ;
Apolo me la dio. Venus templóla,
Y aun ella preludió mi dulce acento.
Que al céfiro paraba por el viento,
A las aves sacaba de sus nidos,
Al hombre enajenaba sus sentidos ;
A sus sonoras voces
Se amansaban los brutos más feroces,
Y las mismas deidades elevadas
Quedaban con sus ecos encantadas.
Con tal impulso tu favor no imploro,
Familia docta del castalio coro;
Divinas nueve hermanas.
No os pido aquellas fuerzas solícranas
Con que Homero cantó del griego armado'
Y del cielo en dos bandos separado,
Las iras y el rencor. Musas, no os pido
El numen escogido
Con que cantó Virgilio al pío Eneas ,
Por entre incendios y horrorosas teas
Sacando padre, dioses, hijo, esjiosa
De Troya lastimosa ;
Venciendo vientos, mares y enemigos
Hasta fundar á Roma.
Diverso vuelo toma
Mí pluma, que al amor he dedicado;
Porque en metro mezclado
De gusto y de tristeza
Celebro de mí Filis la belleza,
Y temiendo del hado los vaivenes.
Canto su amor y lloro sus desdenes.
FRUTO QUE DESEO SACAR DE MIS POESÍAS.
Horacio con sus versos aspiraba
Be la inmortalUlad á la alta cumbre;
En ellos fabricaba
Mansión para su nombre, y discurría
Que al tiempo vencería,
Y que la muchedumbre
De días y de meses y de edades
De las posteridades
Sería, con su nombre comparada.
Lo que es la tierra, de hombres habitada,
Respecto de los astros que miramos
Y de los que ignoramos
En esa inmensa esfera.
Pero mi musa, menos altanera.
Sin aspirar á que sus poesías
Sean doctos objetos
Allá en lejanos días,
Cuando vivan los hijos de mis nietos.
Solamente desea
Que en estas hojas mi consuelo vea
En el mar de la suerte en que navego.
Cual pasajero ciego
Y tímido, ignorante
Del rumVjo, de las costas y del viento,
Y del mudable y bárbaro elemento.
Temiendo á cáela instante
Hallar segura muerte.
260
DON JOSÉ CADALSO.
Sin que la aparte mi sollozo blando,
Y no como el piloto osado y fuerte,
Que á los cuatro elementos va burlando,
Porque las artes sabe
Del viento aleve y la ligera nave.
BOBBE SER LA POESÍA UN ESTUDIO FRIVOLO, Y CON-
VENIRME APLICARME Á OTROS MAS SERIOS.
Llegóse á mí con el semblante adusto.
Con estirada ceja y cuello erguido
íCapaz de dar un peligroso susto
Al tierno pecho del rapaz Cupido),
Un animal de los que llaman sabios,
Y de este modo abrió sus secos labios :
« No cantes más de amor. Desde este dia
Has de olvidar hasta su necio nombre;
Aplícate á la gran filosofía ;
Sea tu libro el corazón del hombre. »
Fuese, dejando mi alma sorprendida
De la llegada, arenga y despedida.
I Adiós, Filis, adiós ! No más amores,
No más requiebros, guPtos y dulzuras,
No más decirte halagos, darte flores,
No más mezclar los celos con ternuras,
No más cantar por monte, selva ó prado
Tu dulce nombre al eco enamorado;
No más llevarte flores escogidas,
Ni de mis palomitas los hijuelos ,
Ni leche de mis vacas más queridas.
Ni pedirte ni darte ya más celos,
Ni más jurarte mi constancia pura,
Por Venus, por mi fe, por tu hermosura.
No más pedirte que tu blanca diestra
En mi sombrero ponga el fino lazo,
Que en sus colores tu firmeza muestra,
Que allí le colocó tu airoso brazo;
No más entre los dos un albedrío;
Tuyo mi corazón, el tuyo mió.
Filósofo he de ser, y tú , que oiste
Mis versos amorosos algún dia.
Oye sentencias con estilo triste
O lúgubres acentos, Filis mia,
Y di si aquel que requebrarte sabe ,
Sabe también hablar en tono grave.
A LA FORTUNA.
I Dónde hallarás quien resistirse pueda,
Ciega deidad , al delicioso encanto
Del son del torno de tu instable rueda?
Si de algún triste el doloroso llanto
Aparta al sabio de la atroz ruina,
¡Qué poco dura el saludable espanto!
La mayor parte con vigor camina
Al aereo templo de la diosa Fama,
Y despreciar ejem})los determina.
Enciende la ambición su horrenda llama,
Toca el clarín la gloria, el mundo suena,
Y nuevas redes tu locui-a trama.
El alma débil de furor se llena ;
Segunda vez se entrega á tu mudanza,
Que los gustos más gratos envenena.
También guióme un tiempo la esperanza,
Monstruo á quien abortó tu devaneo,
Y culpé tu rigor y tu tardanza.
¡Oh, cuántas veces se inflamó el deseo
En este pecho joven é inocente.
Que ya por fin desengañado veo!
iCuál crecía el incendio, qué imprudente
Propuse levantar al firmamento
Mi nombre del Ocaso hasta el Oriente!
El militar estruendo, el duro acento
Del jefe que las tropas disponía,
El ronco son del bélico instrumento.
La clin del animal que Bétis cria,
El brillo que el dorado Tajo presta
Al fiero de Cantabria, patria mia ;
La pólvora , á las madres tan funesta,
Con estrépito horrendo en los cañones,
Que tantas viaas y sollozos cuesta,
Y de la horrenda guerra las acciones,
Parecíanme gloria, soberanas
Dignas de los que habitan las mansiones
Del alto Olimpo, y que las nueve hermanas
Sólo debían entonar loores
A las almas feroces é inhumanas.
Llenábase mi pecho de furores
Al leer de Curcio y de Solis la historia.
De Alejandro y Cortés aduladores.
Envidiaba á los dos la fiera gloria
De ver en Motezuma y en Darlo
Caprichos de la suerte y la victoria.
Un héroe sabio y un monarca pío
Parecíanme indignos de su cuna,
Su libro indigno del estudio mío.
Con gusto vi la bélica fortuna
Del soberbio bretón al lusitano
Dar contra España audacia no oportuna,
Y las melenas del león hispano
Coronarse con lises , y á su saña
Rendir Almeida el alto muro ufano.
Y al ver de Marte, por la dura España,
Rodar el carro con horrible estruendo,
Y alzar la muerte su infeliz guadaña,
Iba yo en mi memoria recorriendo
Historias dignas de dolor y espanto,
Y mi alma con sus nombres complaciendo
De Numancia, Sagunto y de Lepan to.
De Méjico, de Cozco y de Pavía,
De San Quintín, de Álmansa y Camposanto,
De Roncesvalíe y tanto crudo dia
Que en nuestros fastos con orgullo se halla
Y lee la juventud con alegría.
Deseaba llegase la batalla
En que las tropas que la Lii^e ordena
Huyesen de Lisboa á la muralla,
O rindiesen el cuello á la cadena,
Para venir de Atocha al templo santo.
Que de himnos victoriosos siempre suena,
Y do ven las naciones con espanto
Banderas y estandartes y tambores.
Con nuestro gozo y con ajeno llanto;
Pero dias más gratos y mejores
Iba trayendo el tiempo á los mortales.
Enfrenando de Marte los rigores.
Y Carlos, lastimado de los males
Que el mundo en tantos años padecía,
Le quiso repartir bienes iguales ,
Y así como Neptiino volvió el día
Quietud, y sol al triste mar turbado,
Por iras de la diosa que quería
Anonadar la gente á quien el hado
Prometía el imperio de la tierra ,
Así también al mundo, encarnizado
En una larga y horrorosa guerra,
Carlos dio paz, y el mundo gozar pudo
Los muchos bienes qxie su nombre encierra,
El soldado, colgando el fuerte escudo
En el nativo hogar, al padre anciano,
Con tono extraño y ademan forzudo.
Contó los lances de la guerra, ufano
De que su simple voz oida sea
Por cariñosa madre, tierno hermano.
Zagales toscos de la misma aldea,
Y la zagala joven y gallarda
Con quien unir su corazón desea,
Y á quien el día deseado tarda.
Ya de otro caos la naturaleza
Sale segunda vez ; no se acobarda
El marinero ya con la fiereza
Del mar, ni el labrador ya se detiene
En romper de la tierra la dureza.
Cada arte y ciencia nueva vez previene
A quien la trate aplausos y consuelo;
A los mortales la quietud ya viene,
Y la voz de los pueblos llega al cíelo:
Con júbilos, con gozo y alegría.
El cielo esparce su bondad al suelo;
-Y yo, sintiendo el deseado dia,
Viendo en él mi esperanza fenecida,
Pues la guerra tu gracia me ofrecía,
COMPOSICIONES VARIAS.
251
Vine á la corte, donde nueva vida
Nuevas lides ofrece y nueva pena ,
Con colores de gustos bien fingida.
Allí arrastré la rígida cadena ,
Tan dura, que aun después de rescatado,
En mis oidos su ruido suena.
Sí, fortuna, yo vi (¡cuan espantado
Hasta ver que lo mismo siempre ha sidol),
Vi lo que nunca hubiera yo sonado,
Y por tus sacerdotes conducido,
Tus ritos vi , tus víctimas y templo,
Joven audaz y nada apercibido.
Guióme de otros muchos el ejemplo,
Cuya vida juzgaba yo calmada,
Y ahora esclavitud triste contemplo.
Ya con rodilla ante el altar doblada,
Movió mi débil mano el incensario
Por culto de una estatua inanimada.
La cara del amigo y del contrario
Mil veces vi con arte equivocarse,
La del cobarde y la del temerario.
En fin, vi con dolor adulterarse
Virtud, honor, bondad, y con pasiones
Del más horrible género mezclarse.
Me engañaste hasta aquí. ¡Cuántas razoi»*e
Tirana me pusiste, deseando
Llevarme más allá ! ¡ Cuántas me pones
Con rostro afable y con acento blando,
Aun después del desprecio con que veo
Al que vas abatiendo ú ensalzando!
Lo sabes , y que yo sólo deseo
Huir de tí, porque jamas consigas
De mi pecho formar nuevo trofeo.
Por más que me acaricies ó persigas,
Á UN HÉROE,
ADVIRTIENDO QITE APRECIE A LOS POETAS , PORQUE
ELLOS TRASMITEN Á LA POSTERIDAD LAS HAZAÑAS
DE LOS HOMBRES GRANDES.
, Los lauros que en la lid habéis ganado,
A Marte no ofrezcáis , agradecido;
Vuestro nombre y el triunfo conseguido
Quedará en pocos años sepultado
En el eterno olvido.
Mas si con esas victoriosas manos
Os despojáis del ramo de la gloria,
Y á Febo dedicáis vuestra victoria ,
Las Musas á los siglos más lejanos
Llevarán la memoria.
PASATIEMPOS,
Sacó Fabio su libro de memorias,
En que todos los dias apuntaba
De su importante vida las acciones,
A la posteridad noticias gratas.
Leyó de la semana antecedente
La cuenta, que escribió con pluma exacta:
Li'ines me enamoré, martes lo dije.
El miércoles me dieron esperanzas.
Jueves me amaron, viernes fastidíeme.
El sábado di celos, vi mudanzas.
El domingo inclíneme hacia otra parte...
¡Miren una semana bien gastada!
CARTA DE FLORINDA
k SU PADRE EL CONDE DON JULIÁN, DESPUÉS
DE SU DESGRACIA.
Señor (pues ya no debe
Apellidarte padre aquesta triste,
A quien el astro aleve
Arrebató el honor que tú la diste).
Te envío con mi carta mi quebranto;
Mezcla tú mis renglones con tu llanto,
¡ Ay! trémula mi mano
Borra los caracteres que escribía,
Porque el dolor tirano
Agita con temblor la pluma mía.
Mi mano, en infortunio tan deshecho,
Imita lo agitado de mi pecho.
, Conozco por mi aliento,
Antes que acjuesta carta ha de acabarse,
Tencb'á nuevo tormento
Mi corazón en no poder vengarse ;
Florinda morirá, sin que en Rodrigo
Vengues mi honor, castigues tu enemigo.
Cuando tan fuerte sea
Mi pecho, que á sus males no se rinda ;
Cuando mi padre vea
Su honor entre desdoros de Florinda;
Muerto te quedarás, ¡ oh padre amado !
Y nuestro honor marchito y no vengado.
Mas aunque no resista
Mí fuerza á la ignominia de expresarla,
Ni tu infelice vista
A la dura desdicha de mirarla,
A la posteridad estos renglones
Acaso servirán como lecciones.
Al joven don Rodrigo
Hermosa parecí, llamóme hermosa.
¡Ay, sobrado te digo
En frase tan sencilla y azaroza!
El era rey y joven y era amante,
Y yo mujer, hermosa é ignorante.
¡ Con qué tiernas miradas
Me declaró el amor que me tenía!
¡Qué voces, disfrazadas
Con estudiado estilo, proferia!
Sus ojos y su boca se ligaban
Contra mi corazón, y del triunfaban.
Mi corazón , ajeno
De lo que amor se llama entre los necios,
Se tuvo tan sereno.
Que por halagos tiernos dio desprecios ;
Pero de amor la inexplicable llama
A veces en el fuego más se inflama.
¡Qué fiestas no intentaba
Para lograr sus fines, suntuosas!
La corte se admiraba,
Ignorando las causas asombrosas ;
Yo sola no ignoraba de esas fiestas
La causa y consecuencias; ¡qué fune.stas!
Mil veces al torneo
El mismo don Rodrigo se veía
Las alas del deseo
Mezclar con las del traje que vestía ;
El traje , la divisa y la librea
Los fines me explicaban de su idea.
Mil otras se postraba
A su triste vasalla el Soberano,
Rendido me juraba
Pondría sus dominios en mí mano;
Alguna vez más bajo se abatía.
Diciendo que á mis pies todo pondría.
Las cargas del reinado.
Tan duras de llevar y tan precisas.
Dejaba, descuidado.
En manos ó malvadas ó indecisas ;
¿ Cuál podia mandar un reino entero
Quien era de otro reino prisionero ?
Por fin, los maliciosos,
A costa de desvelos y cuidados.
Supieron los dudosos
Motivos por él mismo declarados.
Comenzaron sus necios artificios
A preparar mayores precipicios.
Algunos, ignorando
Que el peclu) femenino más entero
Suele reutlirse blando
De la soberbia al tono lisonjero.
Quisieron deslumbrar el pecho mío
Con ideas de mando y poderío.
Decían que grandeza.
Palacio, España toda, el mundo entero
A mis pies su cabeza
Al punto rendiría con esmero,
Y que aceptase el lauro prodigioso
De ser reina del rey más poderoso.
262
DON JOSÉ CADALSO.
A todos resistía
Tu hija, combatida de mil modos ;
Bolo se defendia
Mi honor, que se oponía contra todos;
Contra el amor, en artes abundante,
Solo el honor consigue ser triunfante.
Triunfé; pero Cupido,
Viéndose de mi triunfo avergonzado
Y viéndose vencido,
A todos los delitos arrestado,
A la astucia juntó y á la demencia.
Engaños, amenazas y violencia.
Un dia (¡con qué agüeros
Me lo predijo el cielo, con qué susto ! ),
Con aspectos severos,
Nublado el sol, no vio al rey injustoj
Un negro gavilán vi que seguía
A una tierna paloma, que le huía.
Yo vi que á una cordera
Un lobo devoraba ensangi-cntado;
Yo vi su sana fiera
Al pié de mí palacio desgraciado.
|Necia de mí, que coa agüeros tales,
No me temí los más atroces males!
En ese mismo dia
Roiirigo me llamó y así me dijo:
<( Tu noble valentía
Venció, por fin, á mi fervor prolijo;
Admiro tu virtud y la venero,
Yo mismo envidio un pecho tan entero,
))Florinda, ya se acaba
De mí persecución el necio empeño;
Aun mi alma se alaba
De humillarse á la fuerza de tu ceño;
Vive felice, sin temor ni susto;
Ya no aspiro á más gusto que tu gusto. »
Mis lágrimas siguieron,
Del gozo á la sorpresa de mi oído,
Como seguir se vieron
Al susto en otro tiempo conocido;
Y mí alma, con tan nuevas mutaciones,
Lloraba y aplaudía sus blasones.
, Al fin, agradecida,
A sus plantas póstreme presurosa ;
Júrele que en la vida
Olvidaría acción tan generosa
Y que la sangre toda de mí gente
Vertería en su obsequio reverente.
Iba mí entendimiento
Con lágrimas y voces á explicarse
En su agradecimiento, '
Cuando mi corazón sentí turbarse,
Y con el nuevo gozo enajenada,
Caí entre sus brazos desmayada.
Mas ¡cíelo! mi hermosura
Sin duda nuevo lustre en mi tristeza,
Y su osada locura
Nuevas fuerzas tomó de mi ñaqueza,
Y mi alma entre las sombras de la muerte
Dejó de ser, como en la vida, fuerte.
Volví del accidente,
lOjalá que á la vida no volviera!
Y Eodrígo, insolente,
Mirábame con complacencia fiera,
Diciendo; «¿Ves, Florinda, cómo el cíelo
Favoreció mí ardor y mí desvelo ?
))Lo qi;e tú has resistido
Con tan ciego tesón y tiranía,
El cielo ha permitido
En un instante ; ya te he hecho mía.
Lo que ha empezado ti cielo prosigamos
En dulce unión el tiempo que vivamos.»
Al oírle y mirarme ,
Eompí los nudos que su brazo hacia,
Y fiera al arrancarme
Cobré la voz, y al tiempo que él huía,
Dije: ((¡ Ay de tí, Rodrigo ! tus maldades
Han de llorar las míseras edades.»
I Qué necia ! ¡ Cuál sonaba
Mi voz por el palacio del delito !
iQué triste publicaba
1(1 crimen de Rodrigo y mi conflicto I
«¡Venganza, sí, venganza!», repetía,
Y al cielo y á la tierra la pedia.
Viendo que tierra y cielo
Sordos cstalmn siempre á mis oídos,
Hólo pedi consuelo
A mis tristes potencias y sentidos;
¡Excesos son de la venganza insanos!
Quise matar al Rey con estas manos.
Pensé yo convidarle
A mi jardín, con fácil fingimiento
Mí pecho presentarle,
Conio cambiando en gusto su tormento;
Decirle que podía sin recelo
Contar con mi terneza su desvelo;
Y al tiempo que él , demente.
Con la amorosa llama deslumhrado.
Se llegase impaciente
Al pecho á quien creía conquistado.
Con un puñal lavar en su toi-peza
La mancha derramada en mi flaqueza.
Mas sin duda los reyes
Son de tan superior naturaleza.
Que las humanas leyes
Humillan el rigor y fortaleza,
Y sólo puede castigar corona.s
Quien maneja los astros y las zonas.
Ya me falta el aliento
Para la grave empresa meditada;
Un impulso violento
Me detiene la mano levantada,
Y en tan dudoso, obscuro y cruel abismo.
Vuelvo el puñal contra mi pecho mismo.
Y al punto (¡ quién creyera
Que faltara á Florinda valentía ! )
Que lo emprendo, severa.
Tiembla, cobarde, aquesta diestra mia,
Y así á mi padre en mi desdicha apelo.
Por muerte, por honor y por consuelo.
EL PODER DEL ORO EN EL MUNDO.
DIÁLOGO ENTEE CUPIDO Y EL POETA.
Poeta, Tu imperio ya se acaba ;
Guarda, niño, las flechas en la aljaba.
Cupido, Pues y los corazones
I Cómo han de conquistarse?
Poeta, Con doblones.
A LOS DÍAS DEL EXCELENTÍSIMO SEÑOR
CONDE DE BICLA.
, Salid, ninfas del Ebro;
A mis voces juntad vuestra armonía;
Cantad al que celebro
En su dichoso y deseado dia ;
Salid, ninfas, cantando,
Y el eco suene con acento blando.
Una tropa ligera
De sátiros y faunos y süvanos
Impaciente os espera.
Venida de los montes más lejanos.
Para formar su danza,
Y lloran tristes ya vuestra tardanza.
Las aves lo supieron
(Sin duda de algún numen inspiradas),
Y más prontas unieron
Sus voces por los cielos concertadas,
Y con voz más sonora
Más presto despertaron á la aurora.
Apenas del ()riente
Abrió las puertas la rosada aurora,
Cuando el prado y la fuente
Vistió la mano de la diosa Flora,
Regando el verde suelo
Con el sonoro y líquido arroyuelo.
Pisad, ninfas del prado,
Con libre pié la rosa y azucena,
Y del pelo dorado
Caigan las perlas en la orüla amena,
COMPOSICIONES vIeIAS.
253
Porque adorno más bello
A vuestra sien dará ^iiestro cabello.
I Egi-egio Villalpando !
Así cantaba yo con bajo acento
Y lira humilde, cuando
Sentí en mis venas un ardor violento,
Cual suele de repente
De Etna brotar un ígneo torrente,
Y así como se extiende
Por campo, valle, prado, selva y monte
La llama, y más se enciende,
Y parece abrasado el horizonte ;
Así me sentí luego
Todo encendido en un sagrado fuego.
No pisa más osada
La trípode, que anuncia lo futuro,
La Pitica inspirada,
A quien Febo abre el libro siempre oscuro,
Donde están estampados
Los divinos secretos de los hados;
Ni se le eriza el pelo.
Ni la voz se le turba en la garganta',
Ni mira osado al cielo.
Ni lleno ya de fuerza se levanta
Con el ardor y asombro
Que mi alma siente cuando yo te nombro,
Ni del vulgo profano
La turba ofrece reverente oido
Al tono más ([ue hiimano.
Que el sacerdote pitio ha proferido,
Con más sagi-ado espanto
Que el mundo me oye si tu nombre canto,
Ya veo que del rio
Cuyo nombre ha tomado España entera,
Al fuerte acento mío,
Sale el anciano dios con faz severa
Y tridente en la mano,
Igual al de Neptuno soberano.
Ya aparta del cabello
Los juncos y las conchas y corales,
Y por el duro cuello
Lo esparce en lai-gas trenzas desiguales
Con la ner\nida diestra,
Y la ancha frente y sus an-ugas muestra,
, Con la siniestra aplica
A su gran boca un caracol horrendo,
Que sus voces duplica.
Causando al eco un nunca oido estruendo;
Siete veces le toca,
Y siete tiembla la cercana roca.
Y mirándome adusto
(Sintiendo que un mortal alcance á tanto
Que conmueva á su gusto
A las mismas deidades con su cauto),
De envidia y rabia lleno.
Vuelve á sus ondas por su verde seno.
Detiene su corriente
El Ebro, y se sosiega la onda pura,
Y hacia el golfo de Oriente
Su curso, como suele, no apresura,
Y Neptuno, irritado,
Echa menos el feudo acostumbrado.
Ya del tranquilo rio
Las ninfas y tritones van saliendo;
Éstos con grande brío
Las importunas olas van abriendo,
Porque salgan gustosas
Las ninfas en sus conchas primorosas.
Zagalas y pastores ,
Que esperáis en la orilla sn llegada,
Decid si otras mayores
Bellezas vio jamas vuestra morada.
Decid, verdes orillas,
Si nunca visteis tales maravillas.
Apenas han salido
Del agua, cuando dan dulces acentos
Al eco suspendido,
Y su gozo se esparce por los vientos.
Decid, aves canoras.
Si nunca oísteis voces tan sonoras.
Ya la mansa corriente
A la orilla feliz bien envidiada
Las lleva blandamente,
Y los tritones sienten su llegada,
Y sacando hacia fuera
Los brazos, cada cual la suya espera,
L^no, que más desea
La vuelta de su amada ninfa, dice*
«Vuelve, mi Galatta,
Vuelve al constante amor de este infclice ;
Así la cipria diosa
Te haga cada dia más hermosa.»
Esto mismo repite
Cada cual á la suya con terneza,
Y sabroso convite
La prepara, en señal de su fineza,
De peces y de frutas
Que el rio cria dentro de sus grutas,
Pero ellas no se cuidan
De tanto anhelo y de dulzura tanta.
Viendo que las convidan
A herir el suelo con ligera planta
Pastores más hermosos
Y sátiros y faunos bulliciosos.
Témplanse los panderos
Y flautas y zamponas pastoriles
Con los suaves jilgueros
Y zagales con voces juveniles,
Y con sus blancas manos
Tocan las ninfas sones más que humanos.
La más bella levanta
Al alto Olimpo tu eminente cuna,
Y con brío te canta
Superior al poder de la fortuna,
Y «viva Riela, viva»,
Exclama el coro de la comitiva.
, Otra su voz ofrece
A lo benigno de tu noble pecho,
E igualarle parece
A los influjos del empíreo techo,
Y el coro junto exclama:
«Qiie Riela viva con eterna fama.»
Otra dice que fuiste
Al reino liltimamente del gran Carlos ;
Que á los indios pusiste
Bajo su amparo para rescatarlos,
Y el gran coro vocea :
«Viva el gran Riela, venturoso sea.»
Otra ninfa te canta,
Venciendo con estrago á los germanos,
Y dice: « ¡ Cuánto espanta
El hierro, si lo esgrimen esas manos !»
Y el coro, que lo ha oido.
Repite : «Viva quien triunfante ha sido. »
Otra dice : « Tu celo
Para las armas del hispano Marte,
La bóveda del cielo
Vuelve mayor su voz para alabarte. »
Y el coro escucha atento
Y dice: «Viva», con sonoro acento,
A cada ninfa hermosa
Que cantaba con celo tus loores,
La comitiva ansiosa
Ofrecía guirnaldas de mil flores,
Y ella se las quitaba ,
Y en tu estatua de mármol las dejaba.
Y el tiempo, gi-ave anciano.
Con hoz irresistible y destructora
Se aparece, y ufano
Mirando á la cuadrilla que te adora.
Dice : Éste será el solo
A guien defienda de mi brazo Apolo,
TRADUCCIÓN DE HORACIO.
Al constante varón de ánimo justo
Jamas imprime susto
El furor de la plebe amotinada.
Ni la cara indignada
Del injusto tirano.
Ni del supremo Júpiter la mano
Cuando irritado contra el mundo truena,
Ni cuando el norte suena;
254
DON JOSÍ CADALSO.
Caudillo de borrai3C3s y de vientos;
Si el orbe se acabara ,
Mezclados entre sí los elementos,
El justo pereciera y no temblara.
DESDENES DE FILIS.
ÉGLOGA
ENTRE DALMIRO Y ORTELIO, PASTORES.
POETA.
Como la tortolilla en su retiro,
Con solitarios llantos y lamentos,
Triste se queja del rigor del hado,
Asi en un bosque el infeliz Dalmiro
Sus quejas amorosas daba al viento,
De verse de su ninfa abandonado.
Lejos de su ganado,
De su cabana ausente.
En su dolor demente,
De todos y de todas se ausentaba.
Lloraba y sus sollozos duplicaba;
Sólo la soledad apetecía ,
Porque ella le imitaba
Con tanta natural melancolía.
¿ Cuántas veces el sol , cuántas la luna
Sus concertados giros revolvían,
Y al pié del mismo tronco le encontraban i
El vecino arroyuelo y la laguna
Helarse y deshelarse se veian,
Y mudado á Dalmiro nunca hallaban.
Las aves que pasaban
Hallaban á Dalmiro
En el mismo retiro.
Las mismas voces, con el mismo acento,
Solia dar á la región del vionto;
El eco de sus voces se cansaba,
Porque de su lamento
Lo mismo cada dia duplicaba.
Si alguno sin morir ha padecido
De celos y desdenes la as]iereza.
Sabrá lo que Dalmiro padecía.
Ya estaba á tal estado reducido.
Que ni aun llorar podia su tristeza ;
Falto de fuerza, estatua parecía;
Morirse se veia,
Y sin duda muriera,
Si algún dios no quisiera
Que en lo sereno de la noche clara
Con su rebaño Ortelio se acercara
Y conociera á sti Dalmiro amado;
Pero no por la cara ,
Que ésta se habia ya desfigurado.
Ortelio, por los aires conducido,
Al triste objeto que en los aires daba
Llegó, miró, y prorumpió en lamentos.
Por su antigua amistad enternecido,
Su pecho al de su amigo ya acercaba;
Ya le daba sabrosos alimentos.
Ya varios condimentos
De yerbas y de üores.
Por si con sus odores
Sacarle del letargo conscguia ;
En vano con dulzura socorría
En sus brazos al triste moribundo;
Morir con él quería;
¡Ya no hay tales amigos en el mundo!
Dalmiro abrió los ojos lentamente
Y los fijó sobre su Ortelio amado,
Y al punto que le vio, sintió consuelo.
Esfuerzos hizo con su voz doliente
Para contar á Ortelio su cuidado.
Su llanto, su dolor, su desconsuelo,
Rasta que quiso el cielo
Que en tal amigo hallara
Consuelo que bastara.
Contándole con queja su quebranto.
En todo el mundo no hay consuelo tanto
Como contar á su leal amigo
El motivo del llanto,
Sin arte, sin respeto, sin testigo.
Este coloquio entre los dos pastores
Pasó; si lo oye alguna ninfa bella,
¡ Cuál se envanecerá de su hermosura ,
Al ver que al hombre matan los rigores
De la beldad más que los de la estrella,
Como prueba esta lúgubre aventural
En la verde espesura
De este modo se hablaron
Y la historia trataron;
No se tenga por cuento fabuloso:
Es tan seguro como lastimoso.
Todo pastor de amores escarmiente
Lance tan horroroso,
Y escuche este coloquio atentamente.
OP.TELIO.
¡Oh tierno amigo de este pecho mio<
¡Oh Dalmiro, el mejor de los pa.storesI
Dime la causa de tus graves males.
Te veo moribundo, yerto, frió
Y perdidos del rostro los colores,
Y tus ojos parados y mortales.
Alientos desiguales
Tu pecho da con pena;
La voz se te enajena.
¡Ay! sácame, te pido, del cuidado;
Sí acaso mi amistad has olvidado,
Te pongo empeño superior ahora:
Dime lo que ha pasado;
Te lo pido por Filis, tu pastora.
DALMIRO.
¡Ortelio, amado Ortelio! calla, calla;
Aumentas con nombrarla mi quebranto,
Si el verla me causo tanta alegría.
Este tiempo pasó; tan otra se halla.
Que si tú me la acuerdas , en el llanto
Verás el fin de aquesta vida mia.
¡En triste aciago día
Miré yo su hermosura 1
¡Oh cuánta desventura
Aquel funesto dia ha producido!
No sé cómo mi fuerza ha resistido.
¡Oh necia ceguedad de los mortales!
¡ Cuántas veces ha sido
Un bien principio de increíbles males!
¿Quién ? ¿Filis? ¿La que tanto me quería?
ÍLa que un amor sin fin te asegm-aba
delante de zagalas y pastores?
¿La qi;e buscaba ñores
Por el valle y el prado,
Y un ramo bien ligado
Con cinta del color de la firmeza
Te daba como prenda de fineza?
¿La que te permitía que llevase
Su falda tu cabeza ,
Y la siesta de Agosto asi pasase ?
La misma, sí, la misma. ¿Quién creyerft
Que la que fué tan buena se trocara
En exceso de fraude y tiranía?
Mas fácilmente imaginado hubiera
Que el céfiro borrascas abortara
Y la luna saliera por el dia.
Más fácil parecía
Vivir el tigre fiero
Con el manso cordero,
Salir los astros por el Occidente,
Volver un rio contra su corriente,
Dar los ciprescs rosas olorosas
Y andar el inocente
Seguro por ciudades engañosas.
Lo que le parecía más posible
No ha sucedido al infeliz Dalmiro;
Lo que juzgué imposible me sucede.
Es céfiro como antes apacible.
La luna por la noche da su giro,
Al tigre la cordera el puesto cedej
Ni el rio retrocede,
COMPOSICIONES VARIAS.
255
Ni ha mudado la anrora
Su antiguo curso y hora ,
Ni del ciprés se acaba la tristeza,
Ni en las ciudades fraude y sutileza.
El orden de las cosas no ha variado
En la naturaleza,
í" Filis, sola Filis, se ha mudado.
ORTELIO.
Y tú, Dalmiro, cuyo altivo pecho
Triunfaba ufano del rigor más fuerte
Que á veces te ofrecía tu pastora,
I Ese valor acaso se ha deshecho,
Que tan triste y postrado llego á verte?
¿Para cuándo tu fuerza vencedora?
Alienta, pues, ahora,
Y suspende ese llanto;
No merecía tanto
La misma madre del rapaz Cupido;
La misma Venus nunca ha merecido
El dominio de un alma generosa.
El mérito ha perdido
Por ser mujer, si le ganó por diosa.
DALMIBO.
Tienes razón... pero valor no tengo;
Ya muero, si, ya muero; ni un instante
Me queda de una vida tan cansada ;
Si algún aliento... alguna voz mantengo.
Sólo es para pedirte que á mi amante ,
Mal dije, que á mi ingrata, que á mi amada
Digas que está acabada
De Dalmiro la vida ;
Que queda complacida ;
Que muero, cual viví , suyo de veras.
Ya siento de mis ansias las postreras.
Adiós, Ortelio; ya me siento yerto
Entre congojas fieras.
POETA.
Esto dijo Dalmiro y quedó muerto.
Ortelio, del cadáver cuidadoso.
Una tumba erigió, como es debido.
Con ramas de cipreses enlazadas.
No de mirto, que á Venus es gustoso.
Ni de hiedra, que es grata al dios Cupido,
Ni de otras yerbas al amor sagradas.
Dejólas coronadas
Con un corto letrero
(Y nada lisonjero.
Como otros epitafios que ha dictado
La adulación); porque éste tné grabado
Para ejemplar de otros amores ;
Yo le tengo copiado
"^ así decia ; escarmentad , pastores :
«Engañando está Dalmira
Al pastor que la enamora. »
Pero él responde : uPastora ,
¿Eso es verdad ó mentira'/ »
GLOSA.
Ella dice : « Dulce dueño,
Toda es tuya el alma mia ;
En tí pienso todo el dia,
Contigo de noche sueño.
))Dime, pastoSr : ¿no te admira
La virtud de quien te adora ? »
Pero él responde: n Pastora,
¿Eso es verdad ó mentira'/))
Ella dice : « Si la suerte
Una corona me diera,
I Cuan gozosa la perdiera,
Mi dueño, por no perderte I
)>Tu pastora sólo aspira
A que la ames cual te adora.»
Pero él responde : « Pastora y
¿Eso es verdad ó mentira? 'd
INJURLi EL POETA AL AMOR.
Amor, con flores ligas nuestros brazos;
Los niios te ofrecí lleno de penas.
Me echaste tus guirnaldas más amenas,
Secáronse las flores, vi los lazos,
Y vi que eran cadenas.
Nos guias por la senda placentera
Al templo del placer ciego y propicio;
Yo te seguí, mas viendo el artificio,
El peligro y tropel de tu carrera,
Vi que era un precipicio.
Con dulce copa, al parecer sagrada,
Al hombre brindas, de artificio lleno;
Bebí ; quemóse con su ardor mi seno;
Con sed insana la dejé apurada
Y vi que era veneno.
Tu mar ofrece, con fingida calma,
Bonanza sin escollo ni contagio;
Yo me embarqué con tal falaz presagio,
Vi cada rumbo, que se ofrece al alma,
Y vi que era un naufragio.
El carro de tu madre, ingrata diosa.
Vi que tiraban aves inocentes ;
Besáronlas mis labios imprudentes.
El pecho me rasgó la más hermosa
Y vi que eran serpientes.
Huye, amor, de mi pecho ya sereno,
Tus alas mueve á climas diferentes,
Lleva á los corazones imprudentes
Cadenas, precipicios y veneno.
Naufragios y serpientes.
RETRACTASE EL POETA DE LAS INJURIAS QUE DIJO
AL AMOR, EN EL MISMO METRO.
Amor, yo te injurié, lleno de penas,
Cuando Filis me hirió con sus rigores;
Pero ha vuelto á mi pecho sus favores,
Vuélveme á echar tus lazos ó cadenas.
Hechas de suaves flores.
El precipicio que pintó mi pena.
Su peligro y tropel me ofrece en vano.
Filis me vuelve á amar, dame tu mano
Y llévame al placer; su s'.nda amena
Es prado fresco y llano.
El vaso que arrojé cuando, afligido.
Su licor discurrí ser venenoso.
Vuelve á embriagar mi pecho ya gozoso;
Ya le vuelvo á gustar; ¡ay dios Cupido 1
Es néctar delicioso.
Los vientos que en tu mar turban las aguas,
Y yo juzgué ser fieros septentriones.
Ya veo son ligeras mutaciones
O soplos con que enciendes más tus fraguas
Y nuestros corazones.
Las que llamó serpientes mi injusticia,
Y llevan la deidad de la hennosura,
Me han vuelto á deleitar con su blancura ;
Palomas son sin hiél y sin malicia
Y llenas de ternura.
Vengan, amor, tu lazo y tu firmeza ;
Llévame al templo, dame tu bebida.
Tu soplo aliente mi alma enternecida,
Y pon de las palomas la terneza
En mi Filis querida.
A LA FORTUNA.
Fortuna, á quien el vulgo llama diosa
(Y tanto tu inconstancia lo desmiente),
Ni creas que tu ceño me amedrente.
Ni que por ver tu cara más gustosa
Inmute yo mi frente.
Con ella levantada te he mirado.
Despreciando tus males y tus bienes,
Y cuando de triunfar del orbe vienes.
Te venzo, y del laurel que tú has ganado
Corono yo mis sienes.
256
AL ESPEJO DE FILIS.
Cristal, como eres liso, pnro y llano,
No sabes lo riiie importa el fingimieuto;
A Filis, enseñando su hermosura,
Igualaste lo altivo con lo bello.
Tan niña como Amor era mi Filia,
Cuando te señaló por consejero,
Contigo consultando los designios
De encadenar á todo el universo;
Si entonces tú sus fuerzas la ocultaras
Mil daños evitaras á este pecho.
Primer cautivo que en él de ella tuvo
Encanto y cárcel con dorados hierros.
Pero tú claramente lo dijiste,
Que no igualaba el oro á sus cabellos,
Y que en ellos tenía mil tesoros
Para soborno del entendimiento;
Que no habia en el mundo tales dardos
Como los rayos de sus ojos negros.
Entró en campaña, y con tan fuertes armaf
Miró y triunfó de todo el orbe entero.
De los ojos humildes y postrados
El lánguido bajar rendido y tierno,
Para templar las iras de un amante
Cuanto conviene para sus intentos;
El levantar los ojos enojados
Con aire majestuoso de desprecio,
Para enfrenar de algún osado amante
En su pasión el atrevido afecto;
El inquieto volver con gozo ó susto
Los ojos por la tieiTa ó por el cielo,
Para encontrar errantes por el aire
Los de un amante fácil y ligero ;
El pararlos también á un solo punto
Para tijar los de un amante inquieto,
T las demás funciones de los ojos
Tú la enseñaste y todos padecemos.
Tu escuela la enseñó de las risitas,
Más ó menos fingidas, los misterios,
Tapando con gracejo el abanico
Los dientes, que en la risa ya se vieron;
El asomar las lágrimas, si acaso
Han de causar algún terrible efecto,
Y el retirarlas cuando á la tristeza
Conviniese mezclar algún tormento;
Aquel llevar la mano á la cabeza,
Tomando flor ó cinta por pretexto,
Y siendo el enseñar la hermosa mano
El solo fin de tan sutil manejo.
Todos estos sabidos artificios.
Con muchos más, que para mi reservo.
Tú solo la enseñaste ; mas no sabes
Cómo se vale de la fuerza de ellos.
I Ay 1 no la digas más las perfecciones
Que en su hermosura deyjosita el cielo,
O pide á las deidades que de bronce
Pongan un corazón en este pecho.
DON JOSÉ CADALSO.
¡Ayl fueron quebrantados
Tan altos juramentos,
Y de los elementos
Ninguno me dejó de ser testigo.
Su falso pecho, pues fingió conmigo,
Has de temer, aunque insensato seas,
Que fingirá contigo.
Por más que entre fortunas hoy te veas.
PELICIO, NUEVO AMANTE DE FILIS.
¿Estás envanecido, oh nuevo amante,
De esta conquista que antes era mia,
Pensando mantenerte eternamente?
Si discurres que tú la harás constante.
Te engaña tu infelice fantasía.
Como la mia me engañó inocente.
Un rápido corriente.
El más veloz venado,
El mar más encrespado
Es menos imposible que detengas.
Que no que un solo punto te mantengas
En ese corazón, que me ha dejado,
Y es bien que te prevengas
A verte, cual me ves, abandonado.
Ni creas juramentos numerosos,
Por sus hermosos labios repetidos,
Y por sus bellos ojos confirmados;
En lanc(>s los más tiernos y amorosos
Los recibieron estos mis oídos ,
Jlntre t.an dulces voces encantados,
TRADUCCIÓN DE HORACIO.
Lejos, lejos de mí, vulgo profano;
Oidme, gentes , metros nunca oídos ;
Que, como sacerdote de las Musas,
A las vírgenes canto y á los niños.
Los pueblos temen á sus saci'os reyes,
Y los reyes también tiemblan, rendidos
Ante el excelso trono del gran Jove,
A cuyo ceño el cielo y el abismo
Se mueve obedeciendo, y cuya mano
Aterró á los gigantes atrevidos.
REMITIENDO Á UN POETA JOVEN LAS POESÍAS
DE GARCILASO CON ALGUNOS VERSOS MÍOS.
Si mis ásperos metros yo te envió
Con dulces versos del divino Laso,
No juzgues que el orgullo necio mío
Me finja que le iguale en el Parnaso.
Lo hago porque juntas quiero darte.
Con prendas de mi amor, reglas del arte.
MUDANZAS DE LA SUERTE.
Es cosa natural
Trocarse el bien en mal;
Y sucede también
Trocarse el mal en bien.
EJEMPLO PRIMERO.
Con vengativa y poderosa mano
El padre y rey supremo
De hombres y dioses, Jove soberano,
Tantos rayos vibró como hay estrellafl
En su mansión divina,
Y en uno y otro extremo
Del orbe estremecido
Cayeron las centellas.
Oyese el cruel ruido.
Temióse la ruina,
Y los hombres creyeron qtie reinaba
Aquél , cuyo furor los espautaba.
Los límites rompió del mar salado
El dios á quien fue dado
El imperio del mar y el gran tridente,
Y donde templo y gente
Y campo y monte había;
Hasta aquel crudo y horroroso dia
Hicieron resonar con tristes sones
Sus retorcidas conchas los tritones,
¡Triste mortal! creyeras.
Si aquel estrago vieras,
Que de peces la inmensa muchedumbre
Del Guadarrama anclara por la cumbre,
Que apenas pasan las ligeras aves,
Y aun más juzgaras que las grandíes naves
(Como la que tremola
La bandera española,
Del nombre de Filipo guarnecida,
Y del inglés Matheus tan temida)
Pasaran por las ásperas monta-ñas
De nevacla cabeza.
Con ciue naturaleza
La Europa separó de los Españas.
También soltó la rienda á su elemento
El que contiene uno y otro viento
En una cueva, cuya sacra puerta
Solamente fué abi'.rta
COMPOSICIONES VÁRUS.
tor complacer á la divina hermana
De Jo ve, que tirana,
Las naves del troyano perseguía ;
Y Vulcano, á quien poco parecía
Forjar los rayos para el dios tonante,
Cien Vesubios produjo en un instante,
Y ardió la mar y cielo, y aire y tierra ,
Y cuanto el orbe encierra.
¡Con qué terror los míseros mortales
Temblaron y lloraron
El cúmulo de males
Que juntos los cercaron!
ÍNada valió contra el peligro y susto
!& ciencia al sabio, la virtud al justo?
¿Qué fin tuvo, decid, el dia aciago,
Oh Musas, que pintasteis este estrago?
Pasó la tempestad, calmóse el dia,
Y se trocó el terror en alegría.
EJEMPLO SEGUNDO.
Por industria de sabios profesores,
Y trabajo de esclavos bien premiado,
Está ya preparado
Con extraños primores
El soberbio salón para las fiestas.
Con lujó están dispuestas
Las mesas , con licores y manjares
Traídos por los mares
De cuanta tierra yace diferente
Desde el umbral del sol hasta Occidente.
Los vasos de oro y los de bronce (tales
Que el arte es superior á los metales),
Los de piedras preciosas
Y los adornos varios
(Despojo bien ganado á los contrarios),
Coronados de rosas,
Cubren las mesas, llenas las memorias
De batallas, trofeos y victorias.
La música de bélicos acentos,
Mezclados con suaves instrumentos.
Que alternan de la corte y la campaña
Los gustos y la saña,
O ya tierna ó ya grave,
Aplaude el nombre invicto del que sabe,
Guardando la memoria de la guerra.
Gozar los bienes que la paz encierra.
Junta con nuevo arte
Tus gustos. Venus, tus venganzas, Marte.
¡Con qué bella arrogancia
Aguardan ya las ninfas el momento
Que ha de romper lo dulce de su acento
Por el aire ocupado con odores,
O ya de pomos de sutil fragancia,
0 ya de suaves flores!
Unas á otras se miran ,
Se envidian y se admiran".
No porque envidia rigurosa sientan,
Sino por el anhelo
Con que todas intentan
Levantar hasta el cielo
El nombre victorioso
Del héroe que en un carro primoroso
(Que fué de un grande príncipe vencido)
Llega ya rodeado, y conducido
De un séquito de nobles que á su lado
Habían noblemente peleado.
En medio de una turba de doncellas
De tierna edad y de beldad cumplida,
Que anuncian su venida ,
Llega Flora, mayor que todas ellas,
Como en el fresco prado,
De flores esmaltado.
Se distingue la rosa.
El llega, y ella presurosa...
Pero ¿qué es lo que admiro?
1 Si será realidad lo que yo miro?
Cuando creí que el gusto,
La pompa, la delicia, la hermosura,
Los placeres, la música, la danza,,,
I Qué poco el gozo dura!
i Qué súbita mudanza!
I Cómo se trueca en susto
I, Ps,.xviu,
26t
Lo que nos fué más grato!
Pues ¿qué fin tuvo el célebre aparato?
El héroe quiso hablar, y de repente
Le acometió feroz un accidente
Y se murió; gimió toda la sala
Y en luto se trocó toda la gala.
SOBRE NO QUERER ESCRIBIR SÁTIRAS.
Ciertos hombres adustos,
Llenos de hipocondría.
Que vinculan sus gustos
En desterrar del mundo la alegría.
Como amantes por otros despreciados.
Sabios empobrecidos,
Poderosos caídos.
Hijos malos ó padres mal casados.
Me dicen que dejando la ternura
Con que mi musa sabe
Cantar con tono suave
Tus gustos, Raco; Venus, tu hermosura;
En vez de celebrar estos placeres.
Hable mal de los hombres y mujeres,
Sin reparar el labio enfurecido
De esta implacable gente
Que á todo hombre viviente.
En cualquiera lugar que haya nacido,
Sea iroques ó patagón gigante.
Fiero hotentote ó noruego frió,
O cercano ó distante.
Le miro siempre como hermano mió,
Recibiendo en mí seno,
Al malo con piedad, con gusto al bueno.
Lejos de contentarme.
Prosiguen con más fuerza en incitarme
A que deje los huertos y las flores,
Pastoras y pastores.
Viñas, arroyos, prados,
Ecos enamorados.
La selva, el valle, la espesura, el monte,
Y que no inste al dulce Anacreonte,
Al triste Ovidio, al blando Garcilaso,
A Catulo amoroso, á Lope ñno,
Ni á Moratin divino.
Que entre éstos tiene asiento en el Parnaso;
Sino que la tranquila musa mía.
De paloma que fué, .se vuelva arpía;
Que los vicios pondere con fiereza
Y haga gemir á la naturaleza
Bajo los golpes de mi ingrata mano.
Con esto todos, á cual más ufano.
Me refieren los vicios de los hombres
Con horrorosos nombres,
Como astucia, rencores, inconstanciaj
Bajeza , tiranía ,
Codicia y arrogancia.
Traición , ingratitud é hipocresía.
Pero así como tiemblan sorprendidos
Los villanos de un pueblo, acostumbrados
A su quietud, cuando la vez primera
Penetra sus oídos
La música guerrera.
Cuando llegan soldados
De rostro fiero y de extraños trajes.
Con estrépito horrendo
De hombres, de caballos y equipajes,
Y se dividen con igual estruendo
Por la pequeña plaza en cortos trozos,
Y los viejos refieren á los mozos
Que aquellos hombres matan á la gente
Y se comen los niños fieramente,
Y cada madre esconde y encomienda
A su dios tutelar la dulce prenda
Del matrimonio santo;
Pues así yo con no menor espanto
Oí ios nombres y ponderaciones
De vicios y pasiones.
De que tal vez privados no se hallaban
Los mismos que en los otros los tachaban,
Y vi que el solo digno de censura
Es el que ponderarlos más procura,
17
26á
Sin otro fin que ^1 ostentar ingenio
En la mordacidad, ira y rencores; _
Y así vuelvo á cantar, según mi genio,
Tus viñas, Baco; Venus, tus amores,
EPÍSTOLA DEDICADA A ORTELIO.
DON JOSÉ CADALSO.
Que pierda la dulzura competente,
Como sucede á todos los autores
En manos de mejores traductores) :
El tiempo en que esta obra yo compuse,
Las faltas que hallarás, lector, excuse.
Quietud busqué, no fama, destcn-ado,
Por distraer á mi alma del cuidado.
Adiós.
Desde el centro de aquestas soledades,
Gratas al que conoce las verdades
Y la complicación de los engaños
Del mundo, y aprovecha desengaños.
Te envió, amado Ortelio, lino amigo,
Mil pruebas del descanso que consigo.
Ovidio en tristes metros se (quejaba
De que la suerte no le toleraba
Que al Tiber con sus obras se acercase.
Sino que al Ponto cruel le destinase;
Mas lo que de poeta me ha faltado
Para llegar de Ovidio á lo elevado,
Me sobra de filósofo, y pretendo
Tomar las cosas como van viniendo.
jOh, cómo extrañarás, cuando esto veas,
Y sólo bagatelas aquí leas ,
Que yo, criado en facultades serias.
Me aplique á tan ridiculas niateriasl
Ya arqueas, ya levantas esas cejas.
Ya el manuscrito de la mano dejas,
Y' dices : «Por juguetes semejantes,
I Por qué dejas los puntos importantes?
[No sé por qué capricho tú ya olvidas
Materias tan sublimes y escogidas!
))¿Por qué no te dedicas, como es justo,
A materias de más valor que gusto ?
Del público derecho, que estudiaste
Cuando tan sabias cortes visitaste ;
De la ciencia de Estado y los arcanos,
Del interés de varios soberanos;
De la ciencia moral , que al hombre enseña
Lo que en su obsequio la virtud empeña ;
De las guerreras artes que aprendiste
Cuando á campaña voluntario fuiste;
))De la ciencia de Euclídes demostrable,,
De la física nueva deleitable ,
¿ No fuera más del caso que pensaras
En escribir aquello que notaras?
¿Pero coplillas, y de amor? ¡Ay tristel
Perdiste el poco seso que tuviste. »
¿Has dicho, Ortelio, ya cuanto, enfadado,
Quisiste á este pobre desterrado ?
Pues mira, ya con fresca y quieta flema
Te digo que prosigo con mi tema.
De todas estas ciencias que refieres
(Y añade algunas otras, si quisieres),
Yo no he sacado más que lo siguiente :
Escúchame, por Dios, atentamente;
Mas no, que más parece lo que digo
Relación que no carta de un amigo.
Si miras mis sonetos á la diosa
De todas las antiguas más hermosa,
El primero dirá con claridades
Por qué dejé las altas facultades,
Y sólo al pasatiempo me dedico;
Que los leas despacio te suplico,
Y si conoces que razón me sobra,
Calla, y no juzgues ([ue es tan necia mi obra,
Pero si acaso omites este asunto,
Y la crítica pasas á otro punto,
Cual es el que contiene la obra mía.
Faltas contra la buena poesía.
Conozco tu razón, mas oye atento;
Con Ovidio respondo á tu argumento :
Si qna mcis fnerint , vt crunt , vitiosa libellis,
Excusata tito temj}07r, lector, haie.
Exiilcram ; rcquieaque viihi non fama pctita est;
Mens intenta sids ne forct usque 7)ialis (1),
Significa (y perdona la osadía
De interpretar de Ovidio la armonía,
Porque en la traducción es consiguiente
(\] Ovidio, lib. IV, Trlst., eleg. i, v. 1, 2, .^, i.
INVOCACIÓN DEL OVIDIO A LA MUSA.
[Oh musa, que de Ovidio condujiste
La pluma magistral en los amores!
Pues sentido he, como él, fieros rigores.
La gracia que á su pluma concediste,
A la mía concede sus ardores.
A Ovidio se parezca en esta gracia
Quien tanto se parece en su desgracia;
Aparta de mi pluma y de mi mente
Conceptos viles, bajas expresiones ;
Destierra lo ordinario y lo indecente ,
Frecuente en los comunes corazones.
Haz que mi pluma, ufana en lo eminente,
Esmalte en sus poemas sus blasones
Tanto, que, por el vulgo no entendida,
Sea sólo de sabios aplaudida.
Del español Olimpo muchas diosas
(Cuyas iras te juro son funestas).
Si mucho más que Venus son hermosas.
Mil veces más que Palas son honestas.
Mis obras en sus manos primorosas
Algún felice dia serán puestas ,
Y viendo alguna voz torpe y oscura,
Convertirán en ceño su hermosura.
Ortelio, cuyo genio Apolo sabe,
Pues es del dios Apolo conocido,
Es de carácter noble, fino, suave,
Y Ortelio es el Mecenas que he elegido.
No creas que jamas su genio alabe.
Sino lo más sublime y escogido,
Y la serenidad de su semblante
Se ofuscará en lo torpe ó disonante.
LAMENTASE UNA PASTOEA DE LA INJUSTICIA DE SU
MADKE EN LAS SIGUIENTES SEXTAS Á LA CODICIA.
Si usurpas la justicia,
¿No basta á tus furores,
Sin querer tu malicia,
El dominio usurpar de los amores 7
¿ Por qué diste á mi madre un poderío
Que tú no tienes en el pecho mió?
Tu fuerza prodigiosa,
Con arrancar el mundo de sus ejea
Conténtese ambiciosa.
Como al amor en sus resortes dejes.
Todo el mundo te cedo como tuyo;
Pero tú deja á Venus lo que es suyo,
¡Oh! ¿Cómo has permitido,
Venus , que de una madre la codicia.
Del fruto de Cupido
No ofreciese á tí sola la primicia.
Reservándose, injusta.
La ley que sólo á tí sería justa?
Una tierna pastora
Con flores sus amores fina ostenta
Al dueño á (juicn adora.
Símbolo de su pecho le jorcsenta ;
Regalarte una lior mi alma medita,
Silvio, mas ¡ah mi Silvio, qué marchital
Intacto está mi pecho,
I Goza de su ternura , Silvio amado,
Seguro y satisfecho
De que nadie hasta ahora la ha logrado!
Esta prenda te pruebe mi terneza ;
Que la otra, sin aquesta, uo es fiaieza.
COMPOSICIONES VÁKIAS.
2S9
CARTA A AUGUSTA,
MATEONA QUE, INCLINADA A LA FILOSOFÍA, EMPIEZA
Á FASTIDIAESE DE LA CÓBTE.
¡Egregia Augusta mia!
Me dices en tu carta celebrada
Que á la filosofía
Alguna vez te sientes inclinada;
Eecíbela en tu pecho, persuadida
Que ella es el solo bien de nuestra vida.
Tristes son los mortales
Que fingen en su idea diversiones ;
Sus fuerzas desiguales,
Al peso de sus males y aflicciones,
Con exteriores gustos y contentos
Ocultan lo interior de sus tormentos.
Al filosofo, Augusta,
En cada punto la naturaleza
Obsequia, sirve y gusta.
Todo es para él quietud , todo riqueza,
Ni se acaba el contonto que recibe;
Vive feliz', y muere como vive.
El vulgo de los hombres
Vive entre pena, envidia, llanto y susto;
Su vida (no te asombres)
Apenas por mil penas logra un gusto,
Y aun ése acaba y pasa tan tem])rano,
,Que aun no le goza el corazón humano,
Recibe, pues, prudente,
La luz que ya comienza á iluminarte.
Agradece el presente
Que quieren 1 as estrellas regalarte ;
El tiempo te dirá lo que has ganado,
Y la razón dirá lo que has dejado.
De la corte te ausenta.
El filósofo en ella es despreciado.
Pues ni finge, ni ostenta,
Ni adula, ni es ansioso, ni es osado.
Vente á la aldea ; su sencilla vida
A la naturaleza es parecida.
Por los campos el sabio
Usa de aquel derecho incontrastable
De que su justo labio,
Cual siente el corazón , se explique y hable :
Al malo llama malo, al necio, necio,
Y á cada cosa da su justo precio.
El pecho, sin el susto
De tanto respetillo, enajenado.
Concibe, como es justo,
Lo que el alma tranquila le ha dictado;
Y el alma, sin ficciones misteriosas.
Recibe las especies de las cosas.
Deja lo artificioso.
Desprecia la lisonja y la mentira ,
Olvida lo estudioso.
Abandona ese fausto que te admira ;
La corte y las locuras que eslabona
Deja, desprecia, olvida y abandona.
Aprecia lo apacible.
Busca lo que es sencillo y placentero,
Goza de lo plausible,
Experimenta un gozo verdadero.
Al campo y los placeres que presenta
Aprecia, busca, goza, experimenta.
Esos coches dorados.
Esos encajes, telas y diamantes.
Esos muchos criados.
Esos timbres, blasones arrogantes,
Olvida, pues no gozas de ellos nada.
Siendo menos señora que encantada.
Esta alegre campaña.
Este bosque, vergel, jardin y prado,
Este arroyo que baña
Este tesoro para tí guardado,
Disfruta, pues, con pródiga franqueza
Toda la liberal naturaleza.
Verdad es que en la aldea,
De fatuos una turba bulliciosa
Que tu toaleta vea ,
Ño puedes encontrar, Augusta hermosa :
Pero hallarás pastoras y pastores
Que to cubran el lecho con mil flores.
Ni el paje primoroso,
Ni la criada antigua y estimada
Un almuerzo suntuoso
Presentará en vajilla bien labrada,
Pero la leche blanca cual tu frente
Permitirás mi mano te presente.
Ni polvos, ni pomada.
Cintas compuesta.'^ , aguas ni alfileres
Te oft-ece mi morada,
Ni espejo, consejero de mujeres ;
Podrás en un arroj'o divertirte,
Lavarte, poner floi«es y vestirte.
Los muchos ornamentos.
Que el lujo cada dia multiplica,
Son fuertes argumentos
De lo que el artificio fructifica ;
Mas sólo pucdcji engañar al necio.
Como ellos acreedor á tu desprecio.
Aquí, que solamente
Tendrás que divertirte y recrearte.
Vestida lisamente.
Serán superfinos compostura y arte;
Agravio debe ser á la hermosura
El ofrecerla afeite y compostura.
Después que estes vestida,
Visita no tendrás ni concurrencia
En que esté establecida
Murmuración , mentira ni demencia;
Un sencillo pastor y su pastora
A saludar vendrán á su señora.
A la hora destinada
Para el preciso natural sustento.
La mesa preparada
Verás en un ameno apartamento
Con sazonado gusto y alegría,
Sin plata, sin primor ni simetría.
No esperarás sensuales
Mezclas de mil sustancias combinadas
De peces, de animales
Y de aves, con las salsas delicadas ,
Que en un pequeño plato han reunido
Todo cuanto este mundo ha producido.
Pero hay los pichoncitos
Que en casa por mi mano he sustentado.
Los frescos pecccitos
Que en las vecinas aguas he pescado,
Y un jabalí pretendo regalarte
Que en el bosque maté por obsequiarte.
Pues ¡qué de las sabrosas
Riquezas de los troncos que he plantado!
¡Qué peras tan gustosas!
¡Qué pero tan hermoso y colorado!
Tendrás en mi vergel melocotones,
Nar^ijas, brebas, limas y melones.
Después que hayas comido,
Si buscas el descanso y el reposo.
Ya te tengo escogido
Un paraje encantado y delicioso
En una parte del jardin de casa.
Por donde el Ebro en miniatura pasa,
Los árboles, cargados
De flores olorosas , hacen techo
Con ramos enlazados,
Con que el furor del sol queda deshecho
Mil pájaros, gozando la frescura.
Se burlan de su ardor en la espesura.
Al pié de un mirto ameno
Te pondré con mis manos una cama,
No de pluma relleno.
Sino de azar, jazmin y verde grama;
A sus lados dos fuentes van tocando.
Que los van defendiendo y refrescando.
No temas los mosquitos.
Ni abispas, en los huertos tan frecuentes;
Habrá mil cefiritos
Que con sus alas anden diligentes.
No temas ; dormirás tan descansada,
Que tu cama será bien envidiada.
De tantos ccfirillos.
De tantas aguas claras y ligeras,
De aquellos arbolillos,
260
DON JOSÉ CADALSO.
De las aves sonoras placcuteras
Los trinos, el ruido y el mormullo
Te Bcrv'irán de lisonjero arrullo.
No soñarás, te juro,
Y en caso que tú sueñes , dueño mió,
Será sueño seguro
De terror y fastidio;
Será agradable y dulce como el puesto
Que á conciliar el sueño te he dispuesto.
Después , si tú quisieres
Dar un paseo, no he de conducirte
Adonde mil mujeres
Pretendan, envidiosas, maldecirte,
Y mil hombres , ansiosos de burlarte,
Empiecen con mentiras á engañarte.
A la corte dejemos
Ese que allí paseo delicioso
Llaman; acá busquemos
Otros cuj'o placer sea gozoso;
Encontrar en el campo ameno, llano.
Uno por cada dia de verano.
De vuelta del paseo.
Teatro ni tertulia concun-ida
No pida tu deseo.
Como en la corte se halla establecida;
Se juntan en mi casa mil pastores,
Y tratan varias cosas y aun amores.
Después de esta asamblea,
En que'ni la virtud ni honor se ofende,
Y el alma se recrea
Y por el campo de placer se extiende,
Cada uno se recoge á su cabana
Con paz , que entre los grandes es extraña.
No pienses que se olvide
La dulce idea del amor, Augusta ;
El campo nunca impide
Una pasión que al alma tanto gusta ;
Antes con su quietud y divei'siones
Se llenan más de amor los corazones.
Si es natural instinto
El principio de amor en nuestro pecho.
En el verde recinto
Siempre se halla gozoso y satisfecho,
Pues en el campo la naturaleza
Ostenta su primor y su grandeza.
Verás cómo el jilguero,
Entre los ramos de vergel, parece
Que obsequia placentero
A la jilguera que su amor merece;
Dulzuras la persuade cuando canta,
Su corazón anima á su garganta,
[Si vieras cuál corteja
El eficaz pichón á su consorte!
íQué fino la festeja!
No hay tan finos amantes en la corte, "*
Verás cómo ella paga su fineza
Con gusto, con halago y con terneza.
El toro bruto, horrendo.
Feroz, precipitado y espantoso,
Se ve, menos tremendo.
Que se despoja de su ardor furioso,
y se llega á su vaca tan rendido
Como el galán más tierno y derretido.
Hasta las plantas tienen
Sus lances amorosos extremados;
Verás cómo entretienen
Las vides á los olmos abrazados ;
Mil brazos de sus pechos van saliendo,
Y todos á los olmos ofreciendo.
Mil veces me he parado
Al ver cómo el imiierio de Cupido
Más lejos ha llegado
Que el del conquistador más atrevido.
Filósofo yo soy... y te prometo
Que estuve por rendirte mi respeto;
Con que , si tú quisieres
Abandonar la corte, fausto y arte,
Y si no te atrevieres
A dejar del amor el estandarte.
Vén por acá , que aquí te buscaremos
Un amante tal cual como le hallemos.
Si ya (como se estiLi)
Tuvieres en la corte quien lo sea
En posesión tranquila.
Contigo le traerás á que esto vea ,
Como sus artificios no adulteren
La sencillez de aquellos que lo vieren.
Pero si el tal amante
(No obstante que en la corte se ha criado)
Fuese fino y constante,
Discreto sobre todo y moderado,
Le nombraremos rey de los pastores
Y juez de este distrito y sus amores.
Augusta, no te rias
De lo que va mi pluma á proponerte ;
De tus coqueterías
Me temo contra mí quieras valerte.
Iba á decirte... mas... no digo nada.
Que te estoy viendo echar la carcajada,
Pero allá voy, no obstante :
Decia que si acaso no tuvieres
A estas horas amante ,
Ni buscarle quisieres...
Aquí estoy yo, filósofo sin duda;
Mas piensa que el amor todo lo mnda.
Del ciego dios alado
He visto más milagros prodigiosos
Que hay en el verde prado
Flores y paj arillos armoniosos;
Hace jocoso al serio, alegre al triste;
Y á su suave poder nada resiste.
[Cuántos conquistadores
Perdieron de sus triunfos todo el fruto
Porque de sus amores
Marte ofreció á su Venus el tributo,
Y marchito el laurel de sus proezas,
Con mirto coronaron sus cabezas!
¡Cuántas veces los jueces
De su recta justicia se olvidaron,
Y en injustos dobleces
Su vara á las beldades inclinaron!
¡Cuántas veces, de recta, la han torcido
En arco corcovado de Cupido.
¡Cuántas el marinero.
Insigne por el arte y valentía,
Se escapa del severo
Océano, que riesgo le oñ-ecia
En los golfos, escollos y en arenas,
Y viene á naufragar en las sirenas!
Más ejemplos citara
Si fuera necesario el ir probando
Una verdad tan clara,
Que todos pueden ir atestiguando;
Lleve su mano cada cual al pecho,
Los milagi'os verá que amor ha hecho.
Verás con qué presteza
Me quito aquesta barba respetada,
Verás esta cabeza
Con ñores y con cintas adornada,
Y en un vestido alegre y primoroso
Trocado el sayo osciu'o y espantoso.
De mi filosofía
Estos despojos juntaré, y haciendo
Una ara sacra y pía,
Irélos á mi Véuus ofreciendo
Con dos palomas, para que propicio
Su numen no desprecie el sacrificio.
Y luego te aseguro
Que ayer á un arroyuelo me miraba;
Por Cupido te juro
Que un rostro regular representaba,
Y bien sea verdad ó bien deseo.
Yo me decia : « No, no soy tan feo. »
Mis ojos no se vieron
Ni chicos , ni llorosos , ni apagados ;
Sabes que merecieron
Ser de otros (¡qué hermosos!) bien mirados;
Los dientes aun conservan su blancm-a,
Y el uno y otro labio su frescura.
Vamos claros : suspiran
Cada dia los hombres nada hermosos ;
Las damas los admiran
Como prodigios raros y pasmosos ; _
No es el amor por cierto en las mujerefi
COMPOSICIONES
El que distingue más de pareceres.
Yo mismo, cuando niño
(Pasé aquel tiempo alegre como sueño),
Fui visto con cariño
De una deidad, que me llamó su dueño;
Tú puedes repetir lo que ha pasado
Mil años há, si sigues lo empezado.
, Este es el campo ameno,
Este soy yo, filósofo ó amante,
Éste el tiempo sereno
Que pasa en un retiro semejante ;
Mas no lo creas , vén á ser testigo,
á-ugusta, y á gozar de ello conmigo.
A LAS NINFAS DE MANZANARES,
OFENDIDAS POE UX LIBELO QUE SE LE ATBIBTTYÓ
AL AUTOR, CON CUYO MOTIVO SALIÓ DE MADBID
LA NOCHE ULTIMA DE OCTUBRE DE 1768.
Ninfas de Manzanares,
Felices y adorables semidiosas,
Cid de mis pesares
Los ayes y las quejas lastimosas;
Tantas aguas no lleva vuestro rio
Como lágiümas vierte el llanto mío.
Madrileñas divinas,
Cuya dulzura, halago y genio afable,
Cuyas mii-adas finas
El genio ablandarán más intratable,
Si al cielo pide el hombre su consuelo,
Yo mi consuelo pido á vuestro cielo.
Algún astro, celoso
De la inmensa fortuna que gozaba
Mi corazón dichoso.
Mis indecibles dichas envidiaba,
Y por tanto, cortó con golpe airado
Mi -^-Tielo, hasta los cielos remontado.
Y si fuisteis diosas
En el castigo acerbo que me disteis,
Y mujeres furiosas
Por el mal proceder con que lo hicisteis
(Pues por un crimen nunca comprobado,
Fui, antes que convicto, castigado).
Volved á ser deidades ,
La bondad vuélvase á vuestro pecho.
I Ahí cesen las crueldades,
Y unid el corazón que habéis deshecho;
Así como después que el rayo aterra.
El iris une al cielo con la tien-a;
Para que el corazón mió,
Sus penas olvidando y sus pesares,
Llegando á vuestro rio.
Las orillas besando á Manzanares,
Repita ya sin voces lastimosas :
<( j Cuan adorables sois, oh semidiosas 1»
GUERRAS CIVILES
ENTRE LOS OJOS NEGROS Y LOS AZULES.
Ardia el reino entero de Cupido
En bandos y civiles disensiones;
El yugo del dominio sacudido,
Aspiran á cual más los corazones;
Todo mortal se puso enfurecido
Contra sus infalibles decisiones;
Alguna vez el hombre libre habia
De rechazar tan dura tiranía.
Venus , acostumbrada eternamente
Á ser de todo humano obedecida.
Miraba con furor é impaciente
A la plebe mortal tan atrevida;
La plebe la insultaba, inobediente,
En clara rebelión, ya conocida;
El más humilde y pobre ciudadano
Hablaba con estilo soberano.
La diosa en vano amenazaba, fiera,
La rebelde ciudad castigarla ;
En vano publicaba, placentera,
Las quejas de la plebe escucharía,
VÁRLiS.
Y en vano de benigna y de severa
Su cara en dos semblantes componía;
El pueblo enfurecido no escuchaba,
Y más su desacato propagada.
El templo de la diosa (que solía
Contener á millares los pastores.
Que en dulce enamorada melodía.
De sol á sol cantaban sus amores).
Vacio y solitario, parecía
Jardín ya despojado de sus flores;
Hasta los sacerdotes desertaban
De las aras del numen que adoraban.
Y como son furiosos los excesos
Que Venus en el hombre ha suscitado,
Cada día el furor hizo i)rogre8os
En todo aquel imperio desgraciado;
Fueron tan horrorosos los sucesos,
Que estuvo el terniilo para ser quemado;
Ni aun lo sagrado intacto permanece
Cuando la plebe manda y no obedece.
Dejaban los pastores sus ganados,
Que libres se esparcían , sin gobierno,
Por valles, montes, campos y collados.
Teniendo otro cuidado naás interno,
De su apacible genio enajenados.
A Chipre convirtieron en infierno;
Inferirás, lector, de estos renglones
Cuánto mudan al hombre sus pasiones.
Hubo amante muy fino y muy constante.
Que por ser de otro bando su adorada,
Fanático, en su amor se hizo inconstante,
Y su pasión primera fué inmolada.
Alguna dama abandonó á su amante
Por la misma razón tan ponderada ;
En fin , nada era amor, todo ora abismo :
Tanto puede en el vulgo el fanatismo.
Ya veo á mí lector, sobresaltado,
Querer saber la causa de este evento;
Al que en un punto se halla interesado,
La incertidumbre es el mayor tormento.
Perdóname ¡oh lector enamorado!
Si tardo en referirte aqueste cuento.
He visto algunos sabios recrearse
En ver al ignorante atormentarse.
Diré la causa atroz de este fracaso,
Y si quieres lograr tan alto objeto.
El secreto ocultar en todo caso,
Prométeme , lector sabio y discreto,
Tu lengua no camine un solo paso.
Pues no hay cosa más frágil que un secreto;
Lo mismo un confidente lo proclama
Que todas las cien bocas de la fama.
Con motivo de hacerse un temjjlo ufano
En Chipre á la deidad de los amores,
La imagen encargó su soberano
Al más diestro de todos los pintores;
Y pues pintar deidades es en vano
Con los humanos débiles colores,
A la idea dejo lo inasequible ;
Que ella suele alcanzar á lo imposible.
Guiado de su idea el nuevo Apeles,
Apura los primores de su ciencia,
Y nunca obedecieron los pinceles
Más sabios á copiar la inteligencia.
Jazmines, azucenas y claveles
Formaron una hermosa competencia;
Una parte alabar de este retrato
Sería sin razón, tras ser ingrato.
Pero el ¡jíntor, dudoso si pondi-ia
Ojos negros ó azules á su diosa.
Materia que apurarse merecía,
Salía de su oficina primorosa
Para decir la duda que tenía
Al rey de aquella corte deliciosa ,
Entró en palacio, su sentir propuso,
Y á tomar la resimesta se dis]iuso.
^ El Rey dijti, j.ruduntc : o Esta materia
No puede resolverse en un instante;
Quiero que en una junta grave y seria
Se trate una cuestión tan importante,
Pues de una luz humana la miseria
A decidir la duda no es bastante ;
261
262
DON JOSÉ CADALSO.
Cien matronas serán las congregadas,
En las materias de ojos afamadas.
Llegaron por encanto en un momento
Las ninfas que se habian convocado;
Se les pidió <-l debido juramento
Sobre un altar á Venus consagrado;
Juraron el tratar sin fingimiento
Cualquier asunto que les fuere dado ;
I Qué poca fe nos ha quedado, digo,
Cuando se pone al cielo por testigo f
El tribunal severo, majestuoso,
Se estableció en un bosque en que nacía,
Ya la hiedra, ya el mirto voluptuoso;
Travieso un arroyuclo le cenia
Su curso detenido, pues curioso
Oir este congreso pretendía ;
Mil aves en los mirtos lo escucharon,
ir después que lo oyeron lo parlaron.
Entraron las mujeres holandesas.
Más blancas que la nieve y más heladas,
Preciosas por su aseo las francesas,
Las turcas por los turcos despreciadas,
Hermosas en colores las inglesas.
De Italia las sirenas afamadas.
Casadas y doncellas (ó solteras)
Y viudas (reverendas embusteras).
Entraron las egipcias, las georgianas,
Asiáticos encantos las de Tiro,
Las altas y robustas circasianas,
Pero ¿qué es ¡oh Cupido! lo que miro?
I Qué ninfas son aquéllas que cercanas
Al mismo altar de la hermosura admiro?
;Qué ninfas son aquéllas, ó qué diosas,
Tan vivas, tan agudas y garbosas?
Apolo (cuyo curso cuotidiano
De todo el orbe la redonda esfera
Llena de los favores de tu mano).
Suspende lo veloz de tu carrera ;
Dime : ¿qué parte del jardín hvimano
Produce aquesta flor tan placentera?
Tus rayos de los suyos son despojos.
Pues tanto fuego dejas en sus ojos.
Ya conoces que son las celebradas
Ninfas del Manzanares, Ebro y Tajo;
El que mirare atento sus miradas,
Conocerá su gracia y agasajo;
Distinguirá estas ninfas adoradas
Con el vestido noble ó con el majo.
Tienen un no sé qué... que quien las mira,
No le olvida jamas, j más le admira.
Dejad ¡oh ninfas! que las extranjeras
Presuman de un color más delicado;
Una mirada vuestra ¡oh lisonjeras!
Es rayo contra un pecho fulminado,'
Vuestros hermosos ojos son esferas
Que inspiran con intiujo declarado;
Aqueste rayo es tanto más temible,
Cuanto es, por ser de un cielo, irresistible.
Cese la digresión , al caso vamos ;
Lector (la pluma se me fué), perdona,
Pues cuando de las ninfas conversamos
Toda dilatación Venus abona;
A nuestro asunto principal volvamos,
Que con el fin se logra la corona ;
Estoy para empezar, con el mantuano,
Aquello de jWma, virnmqve cano.
Mas como del desorden es la fuente
Tia conjunción, dispuso una britana
Que á la nobleza, en puesto preeminente,
La plebe no llegase, por profana.
Sino que en un paraje diferente
Se sentase la gente ciudadana.
Como en Londres (es fácil que repares)
Se apartan los comunes de los pares.
Las sultanas, cacicas y duquesas
En mullidos de rosa están sentadas.
Más allá las condesas y marquesas
Sobre alfombras de Tiro coronadas.
Hidalgas más allá se quedan tiesas
De verse entre señoras elevadas ;
¿Orden entre mujeres quién creyera
Que todo el orbe junto consiguiera?
De diputadas de la plebe baja
La cámara común se componía,
La cómica asistía con la maja.
La naranjera y la limera había,
Y las del gremio atroz de la naaja,
Quinta esencia de majas se veía,
Y como en todas clases se enamora.
No hay clase que no dé procuradora.
Luego que se tomaron los asientos,
Una matrona noble y elegante
Su arenga pronunció á los parlamentos
Y el punto declaró tan importante;
jQué tropos, qué figuras , qué ornamentos,
Hijos de la elocuencia altisonante!
Con atención pasmosa lo escucharon;
Harto fué que el silencio conservaron.
Otra matrona fina y primorosa.
Sutil y delicada en estructura,
Alzó la voz y dijo artificiosa :
(( i Quién hubiera pensado tal locura?
/, Esta materia puede ser dudosa?
Supremo tribunal de la hermosura,
¿De este pintor no es rara la demencia.
Pretendiendo formar tal competencia?
«¿Quién duda que el azul, bello senado,
Es el color del cielo ? ¿ Quién ignora
Que cielo llama el hombre enamorado
Al dueño idolatrado á quien adora?
Consta que el negro es más adecuado
Al llanto, de quien huye el que enamora ,*
Ergo, quiten lo negro y su tristeza
Del rostro que convida á la llaneza.»
Dictamen tan horrible fué ai^robado
De inglesas, holandesas y alemanas.
Con todas las del clima más helado;
Mas no de las que al sol están cercanas;
De ojí-negras doncellas un puñado
Contenían sus iras inhumanas ;
Que alabasen lo azul les daba enojos.
Pues lo negi'O es la niña de sus ojos.
Una holandesa dijo : « Los cabellos
Rubios sin duda son los más hermosos,
Y ojos azules siempre andan con ellos
(Y no los negros, fieros y espantosos)^
Con que, fuerza será reconocellos
Por dignos de los rostros prodigiosos. »
Del frío pecho la palabra helada
Carámbano del aire fué colgada.
Guiñándose con gracia las malvadas
Del ojí-negro bando, se reían
De ver á las contrarias , que empeñadas
Estaban en probar lo que querían,
Y cómo despreciaban, enfadadas,
El color de los ojos que ofendían,
Ufanas en sus locos desvarios,
I Que negros os pusieron, ojos míos!
Hasta que una oji-negra toledana.
Cansada de escuchar tantos agravios.
Dijo : (( Estarás ¡oh ninfa! muy ufana
De lo que acaban de decir tus labios
(Echando una míi-ada tan galana,
Que bastara á rendir siete mil sabios);
Vaya, ¡qué breve un pleito se sentencia
Cuando sólo á una parte se da audiencia!
))Los ojos negros ¡oh senado hermoso!
Toda la vida han sido conocidos
Por sabios en el arte primoroso
De saber hechizar nuestros sentidos.
Sí el negro es tierno para el amoroso,
Es fiero para los envanecidos ;
El ojo negro es arma tan segura,
Que su herida mortal no tiene cura,
))He visto ojos azules apagados.
Cuantos negros he visto son ardientes ;
He visto ojos azules despreciados,
Los negros nunca son indiferentes;
Con fundamentos fuertes y sobrados
A los negros declaro preeminentes.
Alarde no he de hacer de mi elocuencia;
Apelemos , si os gusta , á la experiencia. »
Con júbilo aplaudieron las beldades
El discurso elegante, fuerte y vivo
OCTAVAS,
263
De la dama oji-negi-a ; á sus verdades
Sus ojos dabau no sé qué atractivo,
Y hubiera persuadido falsedades
Con el mismo despejo persuasivo;
Retórica eficaz es, á fe mia,
La que funda en sus ojos la energía,
Mucbas este dictamen apoyaron
Con dulces y agradables reflexiones;
Las del opuesto bando se irritaron ;
Los gritos añadiendo á las razones,
Se opusieron; las otras impugnaron,
Y ardió su parlamento en confusiones ;
Sobre materias menos importantes
He visto yo disputas semejantes.
Esta descompostura en la nobleza
De la cámara egregia de los Pares,
Lector, habrá notado tu agudeza ;
Te pido que á más iras te prepares ;
Que escuches de la plebe la fiereza,
Y con la de los nobles la compares ;
Sólo te advertiré que las mujeres
Son tercas en seguir sus pareceres.
De la cámara baja la elocuencia,
Con doble contoneo y remolino,
Una limera, maja de ¡jotencia,
Propuso el punto con primor ladino;
No hubo argumento en toda la majencia.
Que no pusiese con pasmoso tino;
Los ojos y el hocico retorciendo,
Dijo: «¡Naranjas! ¡Pues! ¡Qué tal! ¡Ya entiendo!
»Aqui estamos, muchachas del Barquillo;
Habernos de firmar todas gustosas
Que no queremos ojo? del soplillo.»
Dijo una maja de las más famosas :
« i Los azules ? por vida de Juanillo,
Queden á las usías melindrosas...
Mi cielo amado tiene por luceros
Dos ojos negros como dos tinteros.
)) De una cara con ojos de baraja,
I Qué casa baria yo con azulejos ! — ■_
Pues no faltaba más, dijo otra maja,
Con el dejo más majo d.' los dejos;
En vano por lo azul usted trabaja ;
Que se sentencie el pleito por los viejos.
Dijo. No digo más, acábese esto;
Que me temo, por Dios , un fin funesto. ))
Una chula , famosa naranjera,
De los ojos azules abogada,
Dijo, muy puesta en jarras : ((Anda fuera;
No he visto lengua yo más bien colgada;
Descanse usted, que es lástima se miiera,
De las voces ardientes sofocada ;
Sobre que digo yo que nunca he oido
Jilguerillo de pico más loulido.
))¡Vaya, qué tamañica me ha dejao!
Pero yo también tengo lengua y pico,
Y ya que sus vocablos he escuchao.
Oiga usted el aquel con que me explico.
Defenderé el color tan agraviado
Por las bellas palabras de ese hocico;
Y si negáis de mi razou lo fuerte.
Veréis cómo me explico de otra suerte. »
¡Bien! dicen unas, ¡mal! otras dijeron;
Eazones encontradas ostentaron.
Todas hablaron y no se entendieron ;
Las bocas en su fuerte se encontraron,
Mas de ellas lo superfluo conocieron,
Y las uñas al lance prepararon ;
Del argumento en el oscuro abismo
No faltará doctor que haga lo mismo.
Con esta variedad de pareceres
Las voces á los cielos han subido;
En la sala común de las mujeres
Nunca mayores gritos se han oido.
Yo te pido, lector, que consideres
Lo fuerte de la bulla y del ruido;
Mis pinceles no son aí^az sutiles
Para pintar batallas mujeriles.
En vano de la sala respetable
lía ja un recado justo á las del trueno;
Estas al mensajero miserable
Despiden luego, de baldones lleno.
« ¡Toma! (dijo una maja venerable),
¿Nos quieren las usías poner freno?
Más valiera también que las usías
Gastaran entre sí más cortesías. »
De tanta gritería alborotados ,
Los pájaros huyeron al momento,
Y fueron por las tapias y tejados
Contando lo sangriento de este cuento;
Habia mil pastores congregados
A oir la decisión del Parlamento;
Uno dijo : «¡Mujeres! bien decia
Que en gritos y en araños pararla. »
Luego que por el pueblo hubo volado
Con alas, como el ave, cierta diosa,
A quien con tantas bocas ha pintado
La pluma de Virgilio artificiosa,
El vecindario, todo alborotado,
Hizo la controversia más furiosa.
¿Quién mete al necio vulgo en este punto,
Que es sólo para doctos digno asunto?
Curioso, y con motivo suficiente.
Deseas que te diga el paradero
De estrago tan fatal y tan ardiente ;
Mas soy historiador y verdadero.
Deja que del archn'üfe faciente
Saque algunos papeles que venero;
No sé cómo se escriben muchas cosas
Con aire de verdades fabulosas.
Prometo con prolijas narraciones
Decirte el fin del lance referido,
Luego que logre las apuntaciones
Que espero del archivo de Cupido;
Añadiré profundas reflexiones
De crítica y moral, como es debido;
Haré erudito alarde de profundo
En todas las doctrinas de este mundo.
Un hombre (jue pronuncia misterioso,
Con cejas levantadas ó arrugadas.
En tono magistral y silencioso,
De las materias menos elevadas.
Consigue ser tenido por pasmoso
Entre las gentes necias y engañadas,
Y el vulgo, que por necio se alucbía,
Del gi-ave necio admira la doctrina.
Pues si es tan fácil, musa, ser tenido
Por hombre sabio, docto é importante,
Yo no quiero quedarme deslucido.
Sino afectar un aire interesante.
Prepárame, lector, tu amable oido
Y admira cíe mi estilo lo arrogante
En estas discusiones, y ahora acabo
Gustoso con que digas : ¡Bravo! ¡bravo I
OCTAVA.
Con motivo de conocer al joven Melcndez.de exquisito gusto,
particularmente en las composiciones amorosas.
y Cuando Laso miu'ió, las nueve hermanas
Lloraron con tristísimo gemido.
Destemplaron sus liras soberanas.
Que sólo daban lúgubre sonido...
Gimieron más las musas castcnanas.
Temiéndose entregadas al olvido;
Mas Febo dijo : «Aliéntese el Parnaso;
Melendez nacerá, si murió Laso.»
OCTAVA.
Probando ser fábula la producción de los cuernos
en ciertas cabezas.
Moisés con cuernos pareció adornado,
Y no fueron sus cuernos verdaderos ;
Dos cuernos á la luna han levantado
Los astrólogos, vanos embusteros ;
Al demonio con cuernos han pintado.
Porque son los pintores majaderos;
Pues si todos los cuernos son fingidos,
I Por qué han de creer en cuernos los maridoa 7
S6á
DON JOSÉ CADALSO.
CAKCIOK
Al estilo maninco de don Nicolás Fernander de MoratLn
en sus composiciones lieroicas.
El semidiós que alzándose á la cumbro
Del alto Olimpo, prueba la ambrosía
Entre la muchedumbre
De dioses en la mesa del Tenante,
Y en copa de diamante
Purpúreo néctar bebe
Al son de la armonía
De los astros, que en torno el cielo mueve;
Si desciende algún dia
Al mundo, le fastidian los manjares
Del huerto, viña, campo, monte y mares.
Desde que el Campo Elíseo al tierno Orfeo
Oyó cantar su amor en tono blando,
Y el ardiente deseo
De volver á lograr sü dulce esposa
(Cuya lira amorosa,
Mientras duró sonando.
De Slsifo y de Tántalo un momento
Paró todo el tormento),
Ya no se admirará cuando
Algún mortal, al verse en tal delicia,
Las gracias canta á su deidad propicia.
Quien vio surcado el mar, minas, gigantes,
Sangrientas amazonas, gente extraña,
Y limites distantes
(De humana audacia no, mas sí del mundo),
Y el piélago profundo
Hiende con ancha nave,
Volviendo rico á España,
En el tranquilo hogar vivir no sabe,
Desprecia la cabana.
La barca y red que le ocupó primero,
Antes que fuese osado marinero.
El joven que una vez del tracio Marte,
De pálidos cadáveres cercado,
Tremoló el estandarte,
Y en el carro triunfal fué conducido,
En su patria aplaudido con bélico trofeo
Y júbilo aclamado.
Por volver á la lid arde en deseo;
Ya desdeña el arado.
Hijos, esposa, padre, mesa y lecho;
Sólo el guerrero honor le llena el pecho.
Y el que al divino Moratin oyere
Los metros que el tímbreo dios le inspira,
Y el brío con que hiere
La cítara de Píndaro sagrada,
Ya nunca más le agrada
La humana voz ni sones
De otra cualquiera lira,
Por más que suenen ínclitas canciones.
Que necio el vulgo admira.
Canta, pues, entre todos el primero,
Y calle Ercilla, Herrera, Horacio, Homero,
Canción, dile á mi amigo
Que me falta el aliento,
Y que cuando cantar su gloria intento,
Callo mil veces más de lo que digo.
ODA PINDAKICA.
AL MISMO.
jAy, si cantar pudiera
Los hijos de los dioses lira de hombre,
Y cual trompa guerrera,
De altísona armonía.
Que ambos polos atónitos asombre ,
Resonase la mia.
Hijo de Febo, joven prodigioso,
Cuál se alzara mi numen orgullosol
Se alzara por regiones,
Astros, esferas, mundos, y á su acento
Las célicas mansiones
Eco sacro darían ,
Y los dioses del alto firmamento
A escucharme vendrían ¡
Anfión y Orfeó no triunfaron tanto
Del mar y hórrido reino del espanto.
Creyéndome inspirado
Para cantar tus loores dignamente,
Mandándomelo el hado,
Las musas castellanas
Con lauro coronándome la frente.
Vendrían más ufanas
Que las de Tébas , cuando el dios del dia
A Píndaro portentos influía.
La cítara lesbiana.
Que con marfil y pulso á trinar hecho,
Tañe tu diestra ufana.
En vano, dulce amigo.
Para cantarte aplico al blando pecho;
No resuena conmigo,
Como en tu mano armónica resuena.
De pompa, majestad y gloria llena.
Resuena cual solia
La de Salicio y Títiro, en lo blando.
La dulce lira mia;
Parezco, al imitarte,
Pastor que con su avena va imitando
La trompa atroz de Marte ;
Que el céfiro se ríe y se recrea
Y la purpúrea rosa se menea.
Con lascivos arrullos
Ya los pájaros juntan su armonía,
Y el rio sus mormullos.
Siempre manso y tranquilo,
Cuando el mundo de horrores temblaría
Del Orinoco al Nilo
Si las ruedas del carro resonaran
Y de Marte la trompa acompañaran.
Fatíganme en lo interno
Furias, trasgos y manes que aparecen
Del horrísono infierno
Y báratro proñindo,
Y sol y luna y astros se osciirecen,
Y se anonada el mundo.
Rompiéndose ambos polos con estruendo,
Y el caos primero, tímido, estoy viendo.
Euménides atroces
Su fuego en torno esparcen con silbido
Y horrendísimas voces.
Con víboras, serpientes
Y culebras el pelo entretejido,
Los brazos relucientes
Con lóbrega vislumbre tan siniestra,
Que sólo espectros y fantasmas muestra.
La envidia las conmueve ,
Sacándolas del centro del abismo,
Y con ardid aleve
En mi pecho las hunde
Con fiero ardor contra mi amigo mismo.
Porque mil celos funde ,
Cuando la fama te aclamó poeta
Con el son inmortal de su trompeta,
(( ¡ Con que , permite el hado
(Me dice en ronco son la horrible dea)
Que perezca olvidado
Tu nombre con tu verso,
Y que de Moratin la musa sea
La que del universo
Haga sonar el uno y otro polo
Con cítara que envidie el mismo Apolo 1»
Dijo ; y su pecho, lleno
De áspides ponzoñosos y rencores.
Me arrojó su veneno.
Ardióse el pecho mío,
Cual seca mies , del rayo en los ardores
Vibrado en el estío;
Tu nombre aborrecí con triste ceño.
Cual esclavo la mano de su dueño.
Mas la amistad sagrada
Con su candida túnica desciende
De la empírea morada ;
De virtudes im coro
La cerca y con su manto la defiende;
Su carro insigne de oro
Deslumhra y ciega al monstruo que me irrita,
Y al centro del horror le precipita.
COMPOSICIONES VAKIAS.
265
Mirándome la diosa
Con faz serena y lácida hermosura,
Dejó mi alma gozosa,
Cual esparce alegría
Rosada aurora tras la noche oscura,
Dando consuelo el dia,
Desde el lejano lúcido horizonte,
Al hombre , al bruto, al ave , al campo, al monte,
Mi frente, que arrugada.
De mi alma mostró el cruel tormento,
Con mano regalada
Alzó, diciendo: «Vive
Con amigo tan ínclito contento.
Como tuyo recibe
El justo aplauso y lírica corona
Que le da Olimpo, Iberia y Helicona,
Aqi;ellos que yo he unido
Con mis vínculos gratos y celestes,
Después que hayan cumplido
Los dias de sus hados ,
Castor y Pólux, Pílades y Oréstes,
A Olimpo son llevados,
Y Júpiter, llenando mi deseo,
Eternos viven Piroto y Teseo.
«Deja á las corvas almas
La sátira y rencor, y tus laureles
Junta á las sacras palmas
De Moratin divino.
No temen los amigos, si son fieles.
Las iras del destino,
Y al lado de sus versos asombrosos,
Se admirarán los tuyos amorosos.
))A él le ha dado Apolo
La cítara de Pindaro sonante
Para que cante él solo
De Carlos las hazañas
(Oyendo desde el punto más distante
Américas y Españas
Coronado en cada una de las zonas),
Y sqs virtudes más que sus coronas.
Y el hijo suyo digno
(Prole que á España dio próspero el cielo),
Y aquel rostro benigno
De Luisa parmesana.
De quien Castilla guarda su consuelo.
Belleza más que humana,
Y de Gabriel y Luis las prendas tales,
Que serán con sus versos inmortales.
)) Y por probarse, á veces
Cantará de la patria y sus varones
Heroicas altiveces ;
Escúchale entonando
Sagrados himnos, líricas canciones,
Y estándole escuchando
Suspenso el cielo, quedan sin empleo
Espada , rayo, lira y caduceo.
))Para él es digno asunto
Lo de Méjico, Cuzco y de Pavía,
Y Numancia y Saguuto,
San Quintín y Lepante,
Y de Almansa y Brihuega el claro dia
(¡Feliz á España tanto!);
Pero tú.,, canta céfiros y flores.
Arroyos, campos, ecos y pastores.»
Dijo ; y fuese volando,
Dejando mi alma llena de consuelo,
Y un rastro fué dejando
De clara luz sagrada
Desde la humilde tierra al alto cielo.
Su corona estrellada
En torno por el aire difundía
Etéreo olor de líquida ambrosía,
A MELENDEZ VALDES,
80BBE LA DULZIJEA DE SUS POESÍAS.
CASCTOK.
Sigue con dulce lira
El metro blando y amoroso acento
Que el gran Febo te inspira,
Pues Venus te da aliento,
Y el coro de las Musas te oye atento.
Sigue, joven gracioso.
De mirto, grato á Venus , coronado,
Y quedará envidioso
Aquel siglo dorado
Por Lasos y Villegas afamado.
, Dichosa la zagala
A quien le sea dado el escucharte.
Pues tu musa la iguala
Con la diosa de Marte :
Tal es la fuerza de tu ingenio y arte.
Auncjue más dura sea
Que mármoles ó jaspes de Granada,
Cual otra Calatea,
O sea más helada
Que fuente por los hielos estancada,
Al punto que te oyere.
Te admitirá en su candido regazo;
Si tu voz prosiguiere,
Te estrechará su brazo,
Y amor aplaudirá tan dulce lazo;
Y las otras pastoras.
De envidia, correrán por selva y prado,
Y verá la que adoras
El triunfo que ha ganado
Por haber tus ternezas escuchado.
Mas ¡ay de aquellos necios
Que intenten competir con tu blandura!
Sólo verán desprecios
De aquella hermosura
Que i;na vez estuchare tu dulzura.
Dirán su rabia y celos.
En el bosque más lóbrego metidos.
Injuriando á los cielos;
Y oyendo sus gemidos,
Eesponderán las fieras con bramidos.
Entrada del averno
Parecerá aquel bosque desdichado,
Y do tu metro tierno
Hubiere resonado.
El campo que á los buenos dará el hado.
Pasó mi primavera
(Los años gratos al amor y Febo
¡Quién revocar pudiera!),
Y á juntar no me atrevo
Mi voz cansada con tu aliento nuevo;
Si no, j'O cantaría
Al tono de tu lira mis amores,
Y al tono de la mía
Cantaras entre flores.
Como suelen acordes ruiseñores.
Sigue, sigue cantando;
No pierdas tiempo de tu edad florida;
Que yo voy acabando
Mi fastidiosa vida.
En milicia y en cortes mal perdida.
En alas de la fama
Tus versos llegarán á mis oídos ;
Si la trompa me llama
A los mares vencidos
Y á los indios de Apache embravecidos,
O al Antartico polo
Llevando las banderas del gran Carlos,
Diráme siempre Apolo
Tu.? versos , y á escucharlos
Acudirán los pueblos, y á alabarlos.
Ni el estrépito horrendo
De Neptuno, que ofrece muerte impía,
Ni de Marte el estruendo
Turbará el alma mía
Si suena en mis oídos tu armonía.
Aun cuando dura parca
Mayores plazos á mi vida niegue,
Y en la fúnebre barca
Por la E.stigia navegue,
Y á las delicias del Elíseo llegue,
, Oiré cuando Catulo,
A la sombra de un mirto recostado,
Con Propercío y Tibulo
Lea, maravillado.
Los versos que la musa te ha dictado,
266
DON JOSÉ CADALSO.
Cnando acudan ansioBOS
Laso y Villegas al sonoro acento,
Kepiticndo, envidiosos :
«¡Qué celestial portento!
¿A quién ha dado Apolo tanto aliento?»
Y yo, siendo testigo
De tu fortuna, que tendré por mia,
Diré : «Vo fui su amigo,
Y por tal me queria,
Y en dulcísimos versos lo decia» (1),
Haráume mil preguntas,
Puesto en medio de todos : «¿De quién eres,
Y cuántas gracias juntas,
Y á qué zagala (luicres,
Y cómo baila cuando el plectro hieres?»
Y con igual ternura
Que el padre cuenta de su hijo amado
Las gracias y hermosura,
Y se siente elevado
Cuando le escuchan todos con agrado,
Responderé cantando
Tu nombre, patria , genio y poesía,
Y asombraránse cuando
Les diga tu elegía
A la memoria de la Filis mia (2).
SOBRE LOS PELIGROS DE UNA NUEVA PASIÓN.
SÁFICOS-ADÓNICOS Á CUPIDO.
Niño temido por los dioses y hombres,
Hijo de Venus, ciego amor tirano,
Con débil mano vencedor del miuido,
Dulce Cupido.
Quita del arco la fatal saeta,
Deja mi pecho, que con fuerza heriste
Cuando la triste, la divina Filis
Me dominaba.
Desde que el hilo de su dulce vida
Por dura parca feneció cortado,
Desde que el hado la llevó á la sacra
Cumbre de Olimpo;
Cuando constante con promesa justa
De que el^a sola me sería cara
Aunque pasara las estigias olas
Con Aqueronte;
De negros lutos me vestí llorando,
Y de cipreses coroné mi frente ;
Eco doliente me llevó con quejas
Hasta su tumba.
Sobre la losa, que regué con sangre
De una paloma negra j escogida,
Fué repetida por mi voz la sacra
Justa promesa.
«Sacra ceniza, repetí mil veces;
Sombra de Filis, si mi pecho adora
A otra pastora desde la tremenda
Lóbrega noche,
Haz que á mi falso corazón asombre
Cuanto las cuevas del averno oñvcen,
Cuanto padecen los malvados, cuanto
Sísifo sufre.
Jurólo, Filis, por tu amor y el mió,
Por Venus misma, por el sol y luna.
Por la laguna que venera el Padi-e
Omnipotente.»
Las losas duras, á mi acento triste.
Mil veces dieron ecos horrorosos,
(t) Unce referencia esta estrofa á la canción de Melendez, diri-
gida á Gahalso bajo el poético nombre de Dalmiro, que empie-
za asi:
Caro Dalmiro, cuando ú Filis suena
Tu deliciosa lira,
El riu, por oirte, el cmso enfrena,
Y el mar templa su ira, etc.
(2) Esta elegía principia asi:
¡Oh, rompa ya el silencio el dolor mió!
y es imitación de la de Moraün á la muerte de la Reina Madre.
Y de dudosos aires resonaron
Túmulo y ara.
Dentro del mármol una voz confusa
Dijo : Dalmiro, cumj)Ie lo jurado;
Quedé asombrado, sin mover los ojos.
Pálido, yerto.
Temo, si rompo tan solemnes votos.
Que Jove apure su ri^or conmigo,
Y otro castigo que el de ser llamado
Pérfido, aleve.
Entre los brazos de mi nueva amanto
Temo la imagen de mi antiguo dueño;
Ni alegre sueño, ni tranquilo dia
Ha de dejarme.
En vano Clóris (cuyo amor me ofreces),
Y á cuj'o pecho mi pasión inclinas,
Pone divinas perfecciones juntas
Ante mis ojos.
Ante mi vista se aparece Filis,
En mis oidos su lamento suena;
Todo me llena de terror y espanto;
Tímido caigo.
Lástima causen á tu pecho ¡oh niño!
Las voces mias, mis dolientes voces,
Y si conoces el dolor que causas,
Lástima tenme.
La nueva antorcha que encendiste apaga,
Y mi constante corazón respire ;
Haz que no tire tu invencible mano
Otra saeta.
¡Ay, que te alejas y me siento herido!
Ardo de amores , y con presto vuelo
Llegas al cielo y á tu madre cuentas
Tu tiranía.
OTROS A VENUS.
Madre divina del alado niño,
Oye mis ruegos ; que jamas oiste
Otra tan triste lastimosa pena
Como la mia.
Baje tu carro desde el alto Olimpo
Entre las nubes del sereno cielo.
Rápido vuelo traiga tu querida
Blanca paloma.
No te detenga con amantes brazos
Marte, que deja su rigor al verte,
Ni el que por muerte se llamó tu esposo
Sin merecerlo.
Ni las delicias de las sacras mesas,
Cuando á los dioses, lleno de ambrosía,
Alegre brinda Jove con la copa
De Ganimédes.
Ya el eco suena por los altos techos
Del noble alcázar, cuyo piso huellas,
Lleno de estrellas , de luceros lleno
Y tachonado.
Cerca del ara de tu templo , en Páfos,
Entre los himnos que tu pueblo dice,
Este infelice tu venida aguarda;
Baja volando.
Sobre tus aras mis ofrendas pongo,
Testigo el pueblo, por mi voz llamado,
\ concertado con mi tono el suyo,
Te llaman madre.
Alzo los ojos al verter el vaso
De leche blanca y el de miel sabrosa;
Ciño cou rosa, mirtos y jazmines
Esta mi frente.
Mi palomita con la blanca pluma.
Aun no tocada por pichón amante.
Pongo delante de tu simulacro:
No la deseches.
Ya, Venus, miro resplandor celeste
Bajar al templo; tu belleza veo;
Ya mi deseo coronaste, ¡oh madre.
Madre de amores!
Vírgenes tiernas, niños y matronas.
Ya Venus llega , vuestra diosa viene ;
El aire suene con alegres himnos.
Júbilo sauto.
COMPOSICIONES VARIAS.
267
Humo sabeo salga de las urnas,
Dulces aromas, que agradarla suelen.
Ambares vuelen tantos, que á la excelsa
Bóveda toquen.
Pueblo de amantes, que á mi voz acudes,
A Venus pide que á mi ruego atienda
Y que á mi prenda la pasión inspire
Cual yo la tengo.
COBO DE NIÑAS.
Eeina de Chipre, diosa de Citéres,
Tú,. que á los diosee y á los liom! res mandas,
¿Por qué no ablandas á la dura Clóris?
Mándalo, Venus.
CORO DE NIÑOS.
Reina de Páfos y de amores diosa,
Tú, que á los pochos llenas de placeres,
¿Por qué no quieres que Dalmiro triunfe?
Mándalo. Venus.
PRIMERA NIÑA.
Como la rosa
Agradecida
Da mil aromas
De sus olores
Al amoroso
Céfiro blando.
Cuando la halaga
Y la rodea;
PRIMER NIÑO.
Haz que reciba
En su regazo
Clóris afable
Al que la adora.
Coro de niños, etc.
SEGUNDA NIÑA,
Como la hiedra
Halla en el olmo
Vínculo firme
Cuando le abraza;
SEGUNDO NIÑO.
Haz que á su amante
Plácido rostro
Ponga la ninfa
Cuando le vea.
Pábulo nuevo
Halle su llama
En su querida
Dulce zagala.
C<»'o de niñas, eto.
Á LA NAVE EN QUE SE EMBARCÓ
ORTELIO EN BILBAO PARA INGLATERRA.
ODA.
SÁFIC0S-ADÓNIC08.
Ya deja Ortelio la paterna casa,
Ya le recibes , navecilla humilde ,
Ya queda lejos la jamas domada
Cántabra gente.
Nave que llevas tan amable vida.
Céfiro gi-ato llévete sereno
Hasta que pongas á la amiga costa
Ancora firme.
Alce Neptuno el húmido tridente,
Abra las ondas para darte paso.
Salgan en coro ninfas y tritones
Para guiarte.
Ni toques costa ni movible arena ,
Ni sople hinchado contra tu velamen ,
Gúmena y jarcia, desde el alto polo,
Hórrido norte.
Las naves altas de cañón tremendo,
Con la bandera del amado Carlos,
No te abandonen al atroz pirata
Que África cria,
Ni temas golpes de la suerte aleve ;
Yo pido al cielo para tí bonanza,
Y al que le ruega por su dulce amigo,
Júpiter oye.
UN CURRUTACO EN 1770.
En azul zapatillo su pié embebe,
De nevado listón ribeteado;
Media calada y de color de nieve
Cubre su pierna, á quien bordó el cuadrado
Torcida hebilla, si brillante y breve,
Su pié le ajusta con sutil agrado;
De oprimido el zapato se le queja.
Por eso le trae preso de la oreja.
Negro calzón de rico terciopelo.
Ancho de hechura, su gai-billo afina,
Y según de la moda el fiel modelo.
El botón del pemil á la pretina;
Esto con especial fino desvelo
Es de plata, de hechura la más fina ;
La charretcln igual, y me desvela.
Si aquesta es moda, verla en cliarrdvla.
Con más dijes que un niño, y campanillas,
Cuelga el reloj del traje primoroso;
Primores todos son, que á maravillas
Las ha elevado artífice ingenioso;
Divisas de su hechura son sencillas
Cuantas cuelgan de enlace artificioso;
Pero tal vez reloj con dijes hartos,
Horas suele tener, pero no cuartos.
Chupilla corta, azul y plateada
Abrocha de su talle el aire ufano,
Sobre quien , de los tiros de la espada
El ceñidor ajusta su fiel mano;
Verde cuto con vaina bien zarpada
Pende del tiro, en su tamaño enano.
Cuya hoja (si á mi no se despinta)
Virgen la pienso, aunque la traiga en cinta.
, Corbatín ajustado el cuello oprime,
O corbata de Holán, cuya lazada.
Si ya no es que á la nuez ella lastime.
La sangi'e tira al rostro, arrebatada;
El arcaduz vital opreso gime,
De mirar su canal tan sofocada ;
Las venas saltan ; moda no es muy buena,
De tal locura demostrar la vena.
De empolvadas sortijas erizada.
Adorna aqueste Adonis su cabí za ;
Pelo propio es en fin, y acrisolada
Moda especial de la mejor majeza ;
Mas siendo en lo exterior toda nevada,
Y en lo interior un fuego en la fineza.
Déjame que la llame Mongivelo,
Porque aquesta expresión la viene á pelo.
\J
SONETOS.
Sobre el poder del tiempo.
Todo lo muda el tiempo, Filis mía ;
Todo cede al rigor de sus guadañas :
Ya transforma los valles en montañas,
Ya, pone campo donde mar había.
El muda en noche opaca el claro dia,
En fábulas pueriles las hazañas,
Alcázares soberbios en cabanas,
Y el juvenil ardor en vejez fría.
Doma el tiempo al caballo desbocado,
Detiene el mar y viento enfurecido,
Postra al león y rinde al bravo toro.
Sola una cosa al tiempo denodado
Ni cederá, ni cede, ni ha cedido,
Y es el constante amor con que te adoro.
368
DON JOSÉ CADALSO.
II.
De la timidez natural á los hombres.
I A cuánto .«usto el cielo te condena,
Oh género mortal, flaco y cuitado!
Se espantan unos en el mar salado,
Y tiemblan otros cuando Jove truena.
Otros, si el eco del león resuena;
Otros, cuando el magnate está irritado;
Otros, cuando en la cárcel han pasado
Dias y noches tristes con cadena.
Yo solo discurrí no temblaría
Al trueno, ni al león , ni al poderoso,
Ki á la prisión , ui á todo el orbe entero.
Mas se engañó mi débil fantasía :
El rostro de mi Filis, desdeñoso,
Me cubre de terror, temblando maero.
III.
Sobre el anhelo con que cada uno trabaja para lograr su objeto.
Pierde tras el laurel su noble aliento
El héroe joven en la atroz milicia ;
Sepúltase en el mar, por su avaricia.
El necio, que engañaron mar y viento,
Hace prisión su lúgubre aposento
El sabio por saber, y por codicia
El que al dui'o metal de la malicia
Fió su corazón y su contento.
Por su cosecha sufre el sol ardiente
El labrador, y pasa noche y dia
El cazador de su familia ausente.
Yo también llevaré con alegría
Cuantos sustos el orbe me presente,
Sólo por agradarte, Filis mía.
IV.
Renunciando al amor y á la poesfa Ifrica con motivo
de la muerte de Filis.
Mientras vivió la dulce prenda mia,
Amor, sonoros versos me inspiraste ;
Obedecí la ley que me dictaste,
Y sus fuerzas me dio la poesía.
Mas ¡ay! que desde aquel aciago dia
Que me privó del bien que tú admiraste,
Al punto sin imperio en mí te hallaste,
Y hallé falta de ardor á mi Talía.
Pues no borra su ley la parca dura
(A quien el mismo Jove no resiste),
Olvido el Pindó y dejo la hermosura.
Y tú también de tu ambición desiste,
Y junto á Filis tengan sepultura
Tu flecha inútil y mi lira triste.
V.
Ya veis cuál viene, amantes, mi pastora.
De bulliciosos céfiros cercada.
La rubia trenza suelta, y adornada
Por sacras manos de la misma Flora.
Ya veis su blanco rostro, que enamora ;
Su vista alegre y sonreír, que agi-ada;
Su hermoso pecho, celestial morada
Del corazón á quien el mió adora.
Oís su voz y el halagüeño acento,
Y al ver y oir que sólo á mí me quiere,
Con envidia miráis la suerte mia.
Mas si vierais el mísero tormento
Con que mil veces su rigor me hiere,
La envidia en compasión se trocaría.
VI.
A la Primavera , después de la muerte de Filis.
No basta que en su cueva se encadene
El uno y otro proceloso viento.
Ni que Neptuno mande á su elemento
Con el tridente azul que se serene.
Ni que Amaltea el fértil campo llene
De fruta y flor, ni que con nuevo aliento
Al eco den las aves dulce acento.
Ni que el arroyo desatado suene.
En vano anuncias, verde primavera,
Tu vuelta, de los hombres deseada.
Triunfante del invierno triste y frió.
Muerta Filis, el orbe nada espera,
vSino niebla espantosa, noche helada,
Sombras y sustos como el pecho mió.
VIL
Probando que la ausencia no siempre es remedio contra el amor.
Cuatro tomas de ausencia recetaron
A un enfermo de amores los doctores ;
El enfermo sanó de sus amores ,
Y los doctores sabios se mostraron.
Otros mil ejemplares confirmaron
De la nueva receta los i^rimores;
Los astros conocieron mis dolores,
Y sin duda sanarme proyectai-on.
Me dieron de receta tan divina
Cincuenta tomas (que tomé con tedio),
Pero más me agravó la medicina,
Pues tan opuesto al fin fué aqueste medio.
Que agonizando mi alma, se imagina
Me matará el remedio sin remedio.
ROMANCES.
El poeta habla con su obra, remitiéndola á
un amigo suyo residente en Madrid.
Id, versos dichosos;
Id, consuelos míos,
A la excelsa corte
Del rey más benigno.
Desde esta cabana
Del techo pajizo,
Que fué vuestra cuna
Y mi dulce asilo.
Llegad hasta donde
El humilde rio
Los cimientos baña
Del palacio altivo;
Mas no la inocencia
De ser hijos mios,
En llanto engendrados
y en pena nacidos,
Os lleve engañados
Con afán continuo,
Buscando un Mecenas
Entre los validos;
Que mal entre adornos
De dorados libros
Parecen las hojas
Del libro sencillo,
En que mi tristeza
Grab() mis suspiros.
Tampoco á los sabios
Lleguéis atrevidos.
Pidiendo (jue os pongan
Al lado de Ovidio,
Boscan , Garcilaso,
Marcial y Virgilio,
Argén sol a, Lope
Y Homero divino.
No entréis tan endebles
En tanto peligro;
Que corren gran riesgo
En un golfo mismo
Las barcas pequeñas
Entre los navios
Que llevan de Cádiz
A los mares indios
Las armas de Carlos,
Su fe y su dominio.
Si acaso llegáis ,
¡Oh cuánto os lo envidio!
Llegad preguntando
Por un buen amigo.
De prendas completo
Y libre de vicios.
Con dulzura sabio,
Sin arte benigno.
Por estas señales,
A Ortelio os dirijo;
Ya esté con su padre,
De quien es alivio.
Ya esté , como suele,
Allá en su retiro,
Contando en los astros
Las fuerzas y giros,
O ya del teatro
En el noble circo.
Aplaudiendo gracias
o tachando vicios,
O ya con su Lísis
(Que también le he visto
Pagar el tributo
De gozo y suspiro
Al sexo amoroso
Con afecto fino),
Llegad á su pecho.
Archivo del mió,
Y decidle : « Ortelio,
Con paz recibidnos ;
Venimos de parte
Del triste Dalmiro. »
CUENTO.
En el oscuro bolsillo
De un miserable avariento
Reinaba un sumo descanso,
Duraba un largo silencio.
Ni sol ni luna podían
Enviar sus luces dentro.
Para dar un corto alivio
A los tristes prisioneros.
Ya de esto habrá colegido
El lector, como discreto,
Y si no, como atrevido
(Que suele valer lo mesmo,
Y mil veces confundirse
Discreción y atrevimiento);
Ya habrá, digo, discin-rido,
Como digo de mi cuento.
Que los tristes habitantes
De aquel castillo tremendo
No veian los teatros.
Las máscaras, los pasees,
Los banqi;ctes, las visitas.
Las tertulias y los juegos.
Ni tampoco iban á hablarles
Aquellos hombres molestos,
De estos que hay que por hablar
Irán á hablar con los miiertos.
Solamente en él entraban.
Siempre de noche y con tiento,
Del dueño de la prisión
Los largos y frios dedos ;
Contábalos uno á uno
Cien veces y aun otras ciento.
Pues , señor, entre los tales
Tristísimos prisioneros
Los habia muy alegres
(O filósofos, ó necios.
Pues sólo en estas dos clases
Se ven penas con sosiego),
Y por no saber qué hacerse,
Se estaban entreteniendo
En contar las travesuras
Que los malvados hicieron
Cuando andaban por el mundo
Campando por su respeto.
Oyólos un ratoncillo.
Vecino de mi aposento,
Que en él suele comer libros,
Porque no halla pan ni queso,
Y todo me lo contó,
Prometiéndole el secreto.
Porque el ratón y yo somos
Amigos y compañeros,
Y pasamos nuestras hambrea
El y yo contando cuentos.
Así dice que decian ;
Óigalo el sabio y discreto...
Pero no quiero decirlo,
Porque se oyeran enredos.
Culpas , delitos y fraudes ,
Osadías y portentos.
Que prueban lo que es el hombre,
y lo que puede el dinero.
nOMANCES.
Traducción de Catulo.
De mi querida Lesbia
Ha muerto el pajarito.
El que era de mi dueño
La delicia y cariño,
A quien ella quería
Más que á sus ojos mismos.
Llórenle las bellezas.
Llórenle los Cupidos,
Llórenle cuantos hombres
Primorosos ha habido ;
Porque era tan gracioso,
Y con tan bello instinto
Conocía á su dueño
Como á su madre el niño.
Ya se estaba en su seno,
Ya daba un vuelecito
Al uno y otro lado,
Volviendo al puesto mismo,
Su lealtad y gozo
Mostrando con su pico.
Ahora va el cuitado
Por el triste camino
Por donde nadie vuelve
Después de haber partido.
¡Oh, mal haya, mal haya
Vuestro rigor impío,
Tinieblas destructoras ,
Criieldad del abismo!
Que destruyendo al mundo,
También habéis sabido
Arrebatar de Lesbia
El pájaro querido.
¡Oh malvados rigoresl
¡Oh triste pajarillo!
Que causan á mi Lesbia
Duro llanto continuo.
Quitando á sus ojuelos
Aquel hermoso brillo.
269
Carta escrita desde una aldea de Aragón i
Ortelio ■ 1 ) , que liabia adivinado la melan-
colía del poeta.
Pastor ingenioso,
Ortelio discreto,
¿ Cómo has acertado
La vida que llevo?
¿ Qué estrella te dijo
(Pues lees en los cielos)
La vida que paso,
Cargada de tedio?
Desde que del hado,
Conmigo severo.
La mano tirana
Firmó mi decreto,
No he visto la cara
Serena al consuelo.
El cielo se muestra
Airado y tremendo;
Las yerbas sus verdes
Matices perdieron ;
Las aves no forman
Sus dulces conciertos.
Como acostumbraban.
De armoniosos metros.
Del sueño, no grato.
Cuando me despierto.
Sólo oigo la ronca
Voz del negro cuervo.
Murció] ago triste.
Gavilán siniestro,
O de otros iguales
Para mal agüero.
Ni sueño gustoso
Cosas de contento;
Sólo se aparecen
(1) Don Vicente García de la Huerta, gran-
le amigo del autor.
(Si alguna vez duermo)
Imágenes tristes.
De horroroso aspecto;
Si salgo á los campos
A hablar con los ecos,
Los ecos se espantan
De mi devaneo,
Y nunca repiten
De tales lamentos
Las silabas duras ;
Con cuyo desprecio,
Andando en el aire.
Se las lleva el viento.
Ya de los ganados
Olvido el gobierno;
Se van mis ovejas
Por donde no quiero;
Ni sirve llamarlas,
Porque con desprecio
Al amo insensato
Perdieron el miedo.
Tal vez á la orilla
De algún arroyuelo
A llorar mis cuitas
Acudo indiscreto.
De verle tan libre
Y verme tan preso.
De verle cuál corre
Por el campo fresco.
Y ver cuál 1 a suerte
Me tiene sujeto,
Me aparto más triste,
Y él se va más bello,
Habiendo tomado
Notable incremento
Con el llanto mió.
¡Oh, quieran los cielos
Que seas tii solo
Quien saque provecho
De esta ausencia ,
Arroyo discreto!
Si acaso mi flauta
Entona algún metro,
Resuenan tristezas.
Que arroja mi pecho;
Si de otros pastores
Las danzas presencio,
Y como las temo
Del pecho que sabes,
El Vjaile aborrezco.
Si llego á la mesa.
En vano el intento
De probar manjares;
Ninguno apetezco.
Los otros pastores.
Que advierten mi tedio.
Me ofrecen en vano
Algún alimento.
Entonces, amigo.
Comer plantas suelo,
O frutas del campo,
O leches ó quesos ,
Porque son comidas
De poco aderezo,
Y son naturales,
Como mis afectos.
Del agua más pura
Alguna vez bebo
De una clara fuente,
Clara como el pecho,
Que á beber se inclina;
Y en su puro espejo
De horrores me espanto
Cuando considero
Mi cara ¡qué adusta!
Mis ojos ¡qué muertos!
Mi boca ¡qué triste!
Mis labios ¡qué socos!
Y en tantas mudanzas
Que padece el cuerpo,
Mi espíritu el mismo,
Y el mismo mi afecto
270
Que cuando solia
Mirarme sen no
(¡Ortclio, dtliro!)
En ariuel espejo,
Tan limpio, tan puro,
Tan claro, tan terso,
En que yo veia,
De placeres lleno,
Alegres mis ojos,
Mi rostro halagüeño,
Mi boca chistosa,
Mis labios parleros.
Diciendo ternuras
Y dulces requiebros,
Que oia gustoso
Mi adorado dueño;
Su vuelo tomaron
Las alas del tiempo.
Cupido, las tuyas
No sigan tal vuelo.
Los dias felices
Se pa aron luego,
Apenas sentidos,
Cual soplo ligero
De céfiro suave,
Que convida al sueño;
Y los tristes dias
Que al presente veo,
Son nortes furiosos.
Cuyo soplo adverso
Arranca las peñas,
Deshace los techos,
Destruye los campos,
Anuncia el invierno.
Destruye el rebaño
De tristes corderos ;
En vano acostumbro,
Con piadoso celo,
Al ara de Jove,
El padi-e supremo,
Llevar la pregunta
De si este tormento,
Que así me aniquila,
Ha de ser eterno.
Más dudas suscita
Su oráculo incierto,
Hasta que en furores
Se convierte el tedio,
Y pido á los dioses
Fulminen del cielo
Centellas y rayos
De horroroso estruendo.
Que á negras cenizas
Reduzcan mi pecho
(Asunto bien fácil,
Pues j-a lo está haciendo
De amor y venganza
Unido el incendio).
Ya pido á la tierra.
Más blanda que el cielo,
Que abriendo sus bocas,
Puertas del averno,
Me trague y sepulte
En su horrendo seno;
Ya, desesperado
De no hallar consuelo,
Al mar yo me arrojo
Con mortal intento;
Sus olas, que huyen
De mi ardiente incendio,
Me vuelven á echar
A la orilla luego,
Sin siquiera darme
El corto consuelo
De que con sus aguas
Se apague mi incendio;
Ya busco á las fieras.
De quienes deseo
Ser victima triste,
Y quieren los cielos
Be ablanden sus furias,
Y no mi tormento;
DON JOSÉ CADALSO.
Ya suelen los dioses.
Inmortales dueños
De los corazones.
Templar mis desvelos
Por pocos instantes,
Y en ellos contemplo
La fuerza del hado,
Que así lo ha dispuesto;
Que el hombre no puede.
Por débil y necio,
Frustrar de los dioses
Los altos decretos.
Entonces, coTifuso
Y de dudas lleno,
Consuilo mis cuitas
Diciendo á mi Ortelio :
«Pastor ingenioso,
Ortelio discreto,
¿Cómo has acertado
La vida que llevo?
Escatro, el pastor
A quien tanto quiero,
Te envía expresiones
Dignas de su pecho.
Por Jove te juro
(Y debes creerlo,
Porque yo lo digo
Aun sin juramento)
Que tu amado nombre.
Que el nombre de Ortelio,
Que nombre tan caro
Será mi consuelo
Mientras haya estrellas
En el firmamento,
Flores en el campo.
Frutas en los huertos,
Llantos en mis ojos,
Y en mi alma duelos.
Adiós ¡oh mi amigol
Otra vez y ciento;
Adiós te repite
Mi corazón necio
En la despedida
De un amado objeto.
Con motivo do haber encontrado en Sala-
manca un nuevo poeta de exquisito gus-
to (I I, parliculaimente en ¡as composicio-
nes tiernas.
Ya no verán... ¡oh Tórmesl
Tus áridas orillas
Los manes de Galeno
y del Estagirita.
Alza la anciana frente.
Tanto tiempo oprimida,
Y esparce por el campo
Desde hoy jovial la vista.
I No ves cómo se acercan
Con música festiva
A tus arenas sacras
El gusto y la alegría?
En torno de ellas vuelan
Los juegos y las risas.
Cerca vienen las Musas,
Del gran Febo seguidas.
En medio de aquel coro
;No ves cómo camina
Un joven, de quien tiene
Ganimédcs envidia?
¿No escuchas que al acento
De su suave lira
Las nueve Musas cantan
Y el verde prado pisan ?
Para adornar sus sienes
Y cabellos, que brillan
Más que el oro, tributo
De las lejanas Indias,
(1) Melcudez Valdés,
Tejiendo van guímaldag,
Y de Flora las ninfas.
Para traer las flores,
Van y vienen aprisa.
Pues este mismo joven
Es por quien tus orillas
Verán llegar las gracias.
El gusto y la alegría.
Huyendo de sus vocqp
Y célica armonía
Los manes de Galeno
Y del Estagirita.
LETRILLAS.
Sobre ios varios méritos de las mujeres.
Del precio de las mujeres
Son varios los pareceres ;
Cada cual defiende el suyo.
Yo, que de disputas huyo,
Que nunca gustosas son,
A todos doy la razón
Y con todas me contento;
Oid hasta el fin del cuento.
Unos gustan de que sea
Su dama hija de la aldea,
De sencillo pecho y trato,
Y que no les dé el mal rato
De artificiosos amores;
Que se salga á coger flores
Por el campo el mes de Mayo,
Con ligero y pobre sayo.
Que de sus abuelas fué...
Y tienen razón á fe.
Otros, de más alto porte.
Quieren damas de la corte,
Con majestad y nobleza
Aun mayor que la belleza.
Con adorno y compostiu-a.
Que dé brillo á su hermosura.
Con fausto y ostentación...
Tá/e que tienen razón.
Unos gustan de sabidas
CQue leídas y escribidas
El vulgo suele llamar)
Y que sepan conversar
Del Estado, paz y guerra.
Del aire, agua, fuego y tierra,
C-on la gaceta y café...
Y tienen razón áfe.
Otros son finos amantes
De las que son ignorantes
Y que entregaron su pecho
Sin saber lo que se han hecho;
Que lloran al preguntar
¿Que cosa es enamorar,
Y dónde está el corazón ?
Y á fe que tienen razón.
Unos aumentan su llama
Cuando es juiciosa la dama.
Circunspecta, seria y grave,
Y que la crítica sabe
Del vos, del tú y del usté...
Y tienen razón áfe.
Otros, al contrario, quieren
Que las niñas que nacieren
Nazcan vivas y joviales,
Y se crien tan marciales.
Que de dos ó tres vaiveties
Entreguen, sin más desdenes»
Las llaves del corazón...
Y áfe que tiene Ji razan.
LETRILLA SÜÍCERA,
El rayo severo
Que Jove vibríj
Celébrele Homero,
Que no lo haré yo
II.
La sátira fiera
Que Persio escribió
Cultive el que quiera,
Qiie no lo haré yo.
III.
Ercilla con arte,
Que él mismo probó,
Celebre á su Marte,
Que no lo haré yo,
IV.
Del mar que el troyano
Llorando aumentó
Escriba el Manluano,
Que no lo haré yo.
V.
Pero del dios ciego,
Que Venus parió,
Callen todos luego.
Que bastaré yo.
De amores me muero:
Mi madre, acudid;
Si no lleffíi i s pronto,
Veréis me morir.
Catorce años tengo.
Ayer los cumplí,
Que fué el primer dia
Del florido Abril,
Y chicas y chicos
Me suelen decir:
«¿Por qué no te casan,
Mariquilla? Di.,)
De amores me muero, eto,
Ya sé, madre mia.
Que allá en el jardin,
Estando á mis solas,
Despacio me vi
En el espejito
Que me dio en Madrid,
Las ferias pasadas.
Mi primo Luis;
De amores me mvero, etc
Miréme y miréme
Cien veces y mil,
Y dije, llorando :
«¡Ay pobre de mí!
; Por qué se malogra
Mi dulce reir
Y tiernas miradas?
¡Ay niña infeliz!»
De amores me mvero, etc.
Y luego en mi pecho
Una voz oí.
Cual cosa de encanto,
Que empezó á decir :
(( La niña soltera
I De qué ha de servir 1
La vieja casada
Aun es más feliz. »
De amores me muero, do.
Si por ese mundo
No quisiereis ir
Buscándome un novio.
Dejádmelo á mí.
Que yo hallai'é tantos.
Que pueda elegir,
Y de nuestra calle
Yo no he de salir. -
De amores me mvero, etc,
Al lado vive uno
Como un serafín.
Que la misma misa
Que yo suele oir.
Si voy Bola, llega
LETRI AS.
Muy cerca de mi,
Y se pone lejos
Si también venis.
De nmo7-es me mvero, etc.
Me mira, le miro;
Si me vio, le vi
Ponerse más rojo
Que el mismo carmin,
Y si esto le pasa
Al pobre , decid ,
¿Qué queréis, mi madre.
Que me pase á mí?
De amoi'es me muero, etc.
En frente vive otro,
Taimado y sutil.
Que suele de paso
Mirarme j reir,
Y disimulado
Se viene tras mí,
Y á ver dónde llego
Me suele seguir.
De amores me muero, eto.
Otro hay que pasea
Con aire gentil
La calle cien veces,
Y aunque diga mil,
Y á nuestra criada
La siiele decir :
« ¡Bonita es tu amal
I Te habla de mí? »
De amores me muero;
Mi madre, acudid;
Si no llegáis jrronto,
Vcréisme morir.
271
Que el marido á su mujer
Permita todo placer.
Ya lo veo;
Pero que tan ciego sea.
Que lo que vemos no vea.
No lo creo.
Que al marido de sn madre
Todo niño llame padre,
Ya lo veo;
Pero que él , por más cariño.
Pueda llamar hijo al niño,
Ko lo creo.
Que Quevedo criticó
Con más sátira que yo.
Ya lo veo;
Pero que mi musa calle
Porque más materia no halle.
No lo creo.
Letrillas satíricas, imitando el estilo de Gón-
gora y Quevedo.
Que dé la viuda un gemido
Por la muerte del marido,
la lo reo;
Pero que ella no se ria
Si otro se ofrece en el dia,
No lo creo.
Que Clóris me diga á mi :
«Sólo he de quererte á ti»,
Ya lo veo;
Pero que siquiera á ciento
No haga el mismo cumplimiento,
No lo creo.
Que los maridos celosos
Sean mas guardias que esposos,
Ya lo veo;
Pero que estén las malvadas.
Por más guardias, más guardadas,
No lo creo.
Que al ver de la boda el traje.
La doncella el rostro baje.
Yo lo veo;
Pero que al mismo momento
No levante el pensamiento.
No lo creo.
Que Celia tome el marido
Por sus padi-es escogido,
Ya lo veo;
Pero que en el mismo instante
Ella no escoja el amante.
No lo creo.
Que se ponga con primor
Flora en el pecho una flor.
Ya lo veo;
Pero que astucia no sea
Para que otra flor se vea,
No lo creo.
Que en el templo de Cupido
El incienso es permitido,
Ya lo veo;
Pero que el incienso baste ,
yin que algún oro se gaste,
No lo creo.
OTRAS.
Que un sabio de mal humor
Llame locura al amor.
Ya lo veo;
Pero que no se enloquezca
Cuando otro humor prevalezca.
No lo creo.
Que una doncella guardada
Esté del mundo apartada,
Ya lo veo;
Pero que no muera ella
Por salir de ser doncella.
No lo creo.
Qi;e un filósofo muy gi-ave
Diga que de amor no sabe.
Ya lo veo;
Pero que no mienta el sabio
Con el pecho y con el labio,
iVo lo creo.
Que una moza admita un viejo
Por marido ó por cortejo.
Ya lo veo;
Mas que el viejo en confusiones
No dé por cuernos doblones ,
No lo creo.
Que im amante abandonado
Diga que está escarmentado.
Ya lo veo;
Pero que él no se desdiga
Si encuentra grata á su amiga,
^0 lo creo.
Que una vieja ya se asombre
Hasta del nombre de hombre,
Ya lo veo;
Pero que ella no quisiera
Ser de edad menos severa.
No lo creo.
Que una mujer á su amante
Jure ser siempre constante ,
Ya lo veo;
Pero que se pase un dia,
Y ella quiera todavía.
No lo creo.
Que de todas las mujeres
No importen los pareceres,
Ya lo two;
Pero que de la que amamos
El parecer no sigamos ,
No lo creo.
Que á la mujer, cual cristal.
La quiebre un soplo fatal ,
Ya lo veo;
Pero que pueda soldarse
Si una vez llega á quebrarse.
No lo creo.
Que al espejo las coquetas
Estudien mil morisquetas,
Ya lo veo;
Pero que sea el cristal
El objeto principal,
No lo creo,
272
Que bastante he mumiTirado
En lo que está criticado,
ya lo reo;
Pero que mucho no pueda
Criticarse en lo que queda,
No lo orto.
Que la novia moza y linda
Al noble viejo se rinda,
Ya lo veo;
Pero que crea el barbón
Que ella rinde el corazón,
Ko lo creo.
Pero A mi ¿qué se me da?
MaUlita de Dios la cosa.
Llora el joven heredero
Del padre anciano la muerte,
Porque no dejó más fuerte
El talegon del dinero;
Pero mira, placentero.
La comitiva llorosa,
Que al cuerpo cantando está;
Pero A mí ¿qué se me da?
Maldita de Dios la cosa.
Aquel que en el coche ve3
Mirar á todos con ceño
Dé gracias á un extremefío
Que hubo, por nombre Cortés;
Que si no, bien al revés
Su persona fastidiosa
Iria de lo que va;
Pero A mi ¿qué se me da?
Maldita de Dios la cosa.
Dícele la hermosa al viejo:
« Llega , dulce prenda mia,
1 Qué dichosa me creerla
Si tú fueras mi cortejo!»
Y él, á pesar del espejo,
A la niña mentirosa
Casi creyéndola está;
Pero A mi ¿qué se me da?
Maldita de Dios la cosa.
ANACREÓNTICAS.
Al pintor que me ha de retratar.
Discípulo de Apeles,
Si tu pincel hermoso
Empleas por capricho
En este feo rostro,
No me pongas ceñudo.
Con iracundos ojos,
En la diestra el estoque
De Toledo famoso,
Y en la siniestra el freno
De algún bélico monstruo,
Ardiente como el rayo,
Ligero como el soplo;
Ni en el pecho la insignia
Que en los siglos gloriosos
Alentaba á los nuestros ,
Aterraba á los moros;
Ni cubras este cuerpo
Con militar adorno,
Metal de nuestras Indias,
Color azul y rojo;
Ni tampoco me pongas.
Con vanidad de docto,
Entre libros y planos.
Entre mapas y globos.
Ecserva esta pintura
Para los nobles locos,
Que honores solicitan
En los siglos remotos ;
A mí , que sólo aspiro
A vivir con reposo
De nuestra frágil vida
Estos instantes cortos,
í)ON JOSÉ CADALSO.
La quietud de mi pecho
Representa en mi rostro.
La alegría en la frente ,
En mis labios el gozo.
Cíñeme la cabeza
Con tomillo oloroso,
Con amoroso mirto,
Con pámpano beodo;
El cabillo esparcido,
Cubriéndome los hombros,
Y descubierto al aire
El pecho bondadoso;
En esta diestra un vaso
Muy grande, y lleno todo
De jerezano néctar
O de manchego mosto;
En la siniestra un tirso,
Que es l)acanal adorno,
Y en postura de baile
El cuerpo chico y gordo,
O bien ]unto á mi Filis,
Con semblante amoroso,
Y en cadenas floridas
Prisionero dichoso.
Retrátame, te pido.
De este sencillo modo,
Y no de otra manera.
Si tu pincel hermoso
Empleas, por capricho,
En este feo rostro.
Á la peligrosa enfermedad de Filis.
Si el cielo está sin luces.
El campo está sin flores,
Los pájaros no cantan.
Los arroyos no corren ,
No saltan los corderos,
No bailan los pastores.
Los troncos no dan frutos.
Los ecos no responden...
Es que enfermó mi Filis
Y está suspenso el orbe.
Dime, dime, muchacho,
¿ Cuántas veces te he dicho
Que me des de lo añejo
Cuando te pida vino ?
Anoche , en vez de darme
Del viejo bueno tinto.
Me diste malo y nuevo,
Y pagué tu descuido.
Apenas me llenaste
Doce veces el vidi-io
Con que suelo, contento,
Brindar á mis amigos,
Cuando caí de espaldas ,
Perdidos los sentidos.
Haciendo de mi mofa
Las chicas y los chicos,
Y sin duda quedara
En el suelo tendido
A no tocarme Febo
Con sus rayos divinos.
Cuando de su carrera
Llegaba al medio fijo.
Dame, dame del viejo;
A ver si con su brío,
Y la luna , que sale ,
Me sucede lo mismo.
Y si tal sucediere,
Muchacho, te permito
Que en adelante traigas.
Cuando yo pida vino,
Del nuevo ó bien del viejo,
Del blanco ó bien del tinto.
Á un amigo, sobre el consuelo qne da
la poesía.
, Mi dulcísimo amigo,
A tí y á mí quitarnos
Los versos con que alegres
Esta vida pasamos ,
Era quitar la yerba
Al fresco y verde prado.
El curso al arroyuelo,
Y á las aves el canto.
Y porque algunos necios
Desprecian al Parnaso,
¿Al dios que nos inspira
Hemos de ser ingratos?
¿Acaso su desprecio
Equivale al regalo
Con que suelen las Musas
Venir á consolarnos ?
¿ Qué triunfos , qué victoria»
Ensalzan al soldado.
Qué empleo al ambicioso,
Qué moneda al avaro.
Como al ai-diente pecho
Del poeta inspirado.
Cuando lleno se siente
Del dios del Pindó sabio?
De amor y de fortuna.
Que al corazón humano
Dan sustos á la vida.
Dan á la muerte estragos.
La musa nos defiende,
Apolo nos da amparo.
Cuando Filis me ofende ,
Poniendo un ceño ingrato,
Y cuando tu Dorisa
Te da un instante amargo,
I Cuál cosa de este mundo
Pudiera libertarnos
De darnos cruda muerte
O de vivir penando.
Sino aquel desahogo
Que en la musa encontramos,
Sino aquella dulzura
Con que ella suele hablarnos ?
Entonces en un verso
Dejamos mil enfados,
Y volvemos gozosos
En busca de otros tantos.
Pues de la ciega diosa
Los vaivenes aciagos.
Cuando castiga al bueno,
Cuando premia al malvado,
¿Cómo puede sufrirlos
Un corazón humano,
Sino como nosotros
Solemos tolerarlos ?
Despreciando sus premios,
Su cólera burlando,
Y todo sin más armas
Que la pluma en la mano.
¿ Quién es aquel que baja
Por aquella colina.
La botella en la mano,
En el rostro la risa.
De pámpanos y hiedra
La cabeza ceñida ,
Cercado de zagales.
Rodeado de ninfas.
Que al son de los panderos
Dan voces de alegría.
Celebran sus hazañas.
Aplauden su venida?
Sin duda será Baco,
El padre de las viñas;
Pues no, que es el poeta
Autor de esta letrilla.
Devolviendo i dos amigos las coplas que
ellos le habían enviado, y compuesto en
una partida de campo.
Estos alegres metros
Devuelvo á vuestras manos,
Amigos de mi vida ,
De Venus y de Baco,
Con mil amargas quejas
De no haber presenciado
Los gustos de la mesa,
Los placeres del campo,
Y de que ausente y triste
No pude acompañaros,
Ya tomando Ja lira,
Ya tomando los vasos.
Y aunque sé que en los versos
Me venceríais ambos,
Os venciera bebiendo,
Y quedara vengado.
Vuelve, mi dulce lira,
Vuelve á tu estilo humilde,
Y deja á los Horneros
Cantar á los Aquíles.
Canta tú la cabana
Con tonos pastoriles,
Y los épicos metros
A Virgilio no envidies.
No esperes en la corte
Gozar dias felices,
Y vuélvete á la aldea.
Que tu presencia pide.
Ya te aguardan zagales ,
Que con flores se visten ,
Y adornan sus cabezas
Y cuellos juveniles.
Ya te esperan pastores,
Que deseosos viven
De escuchar tus canciones,
Que con gusto repiten.
Y para que sus voces
A los ecos admiren ,
Y repitan tus versos
Los melodiosos cisnes,
Vuelve , mi dulce lira ,
Vuelve á tu tono humilde,
Y deja á los Horneros
Cantar á los Aquíles.
Á las bodas de Lesbia.
Apaga, Cupido,
Tu ligera llama ,
Si enciende Himeneo
Sus antorchas sacras.
Respeta de Lef:bia
La mano, ligada
A la de su dueño
Con tiernas guirnaldas.
Virtud y modestia ,
Honor y constancia,
Por medio del templo
La llevan al ara.
Tus armas son pocas
Para arrebatarla
De la tropa fuerte.
Que ya la acompaña,
Y si tus intentos
A tanto llegaran ,
Vencido, abatido.
Burlado quedaras,
Y nuevo trofeo
Sería tu aljaba
Del triunfo seguro
Que honor alcanzara.
No más me presentes,
Con lisonjas" falsas.
Mudables cimientos
Para mi esperanza;
í, Ps.-XVIIl.
ANACREÓNTICAS,
Que de sus virtudes
A la luz sagrada,
Huyen las ideas
Culp.ables y vanas.
Como en noche oscura
Entre las montañas
El miedo al viajante
Pinta sombras varias,
Hasta que del carro
De Febo las llamas,
Esparciendo luces ,
Disipan fantasmas.
2r3
Unos sabios gi'itaban
Sobre el sabor y nombre
Del licor que ofrecía
Ganimédes á Jove
En las celestes mesas.
Convidados los dioses.
Suspensos los luceros
Y admirados los hombres ;
Y yo dije á mi Filis :
(( Déjaks que den voces;
El nombre nada importa,
Y del sabor, responde
Que será el que tú dejas
Cuando los labios pones
En la copa en que bebes
Los héticos licores.
Cuando contigo bebo.
Cuando conmigo comes ;
Y déjales que griten
Sobre el sabor y nombre
Del licor que ofrecía
Ganimédes á Jove.»
De los amores de varios poetas.
Ovidio amó á Corina
Como Tibulo á Delia,
A su Cintia Propercio,
Y Calillo á su Lesbia,
Y á venideros siglos
Dijeron sus ternezas.
También fueron amantes
Los modernos poetas ;
Testigos son los nombres
Que en las frescas riberas
Del Támesis , del Tíber,
El Tajo, el Ebro y Sena
Llevan alegres nombres
De felices bellezas.
Amadas por los hijos
Del dios que en Délfos reina.,
Y yo quiero á mí Filis,
Y si ellos me superan
En la dulce armonía,
Mi alma se consuela ,
Porque Filis las vence
A todas en belleza,
Y lo que por mí pierdo.
Vengo á ganar por ella.
Unos pasan, amigo,
Estas noches de Enero
Junto al balcón de Clóris,
Con lluvia, nieve y hielo;
Otros la pica al hombro.
Sobre murallas puestos.
Hambrientos y desnudos,
Pero de gloria llenos ;
Otros al campo raso.
Las distancias midiendo
Que hay de Venus á Marte,
Que hay de Mercurio á Venus ;
Otros en el recinto
Del lúgubre aposento.
De New-ton ó Descartes
Los libros revolviendo;
Otros contando ansiosos
Sus mal habidos pesos,
Atando y desatando
Los antiguos talegos.
Pero acá lo pasamos
Junto íil rincón del fuego,
Asando unas castañas.
Ardiendo un tronco entero,
Hablando de las viñas.
Contando alegres cuentos.
Bebiendo grandes copas ,
Comiendo buenos quesos ;
Y á fe que de este modo
No nos importa un bledo
Cuanto enloquece á muchos,
Que serían muj' cuerdos
Sí hicieran en la curte
Lo que en la aldea hacemos.
Pues Baco me ha nombrado
Vírey de dos provincias.
Que de todo su imperio
Son las que más estima;
Pues ya siguen las leyes
Que mis labios les dicta.
De Jerez los majuelos.
De Málaga las viñas;
Cobremos los tributos
De las uvas más ricas,
Y mis alegras sienes
Con pámpanos se ciñan,
Y salgan en mi obsequio
Las cubas más antiguas,
Y que vengan bien llenas
Y vuelvan bien vacías.
Canten mis alabanzas
Al sún de las botijas.
De jarros y toneles,
Con sus voces festivas,
Zagales y zagalas
De toda Andalucía,
Y cuantos asistieron
A la liltima vendimia
Digan : « ¡Viva el vírey
Que Baco les envia!»
Y si acaso á su canto
Faltasen las letrillas.
Lo ya dicho cien veces,
Otras ciento repitan,
Y toquen las botellas
Y suenen las botijas.
Y sí logro dormirme
Entre parras sombrías,
Bebiendo y escuchando
Tan dulce melodía,
¿Qué me importa que mueran.
Qué me importa que vivan
Con pobreza ó riqueza,
Con susto ú alegría,
Cuantos otros vireyes
La fortuna destina,
Los unos á la Europa,
Los otros á las Indias ?
Por no sé qué capricho
Filis juró olvidarme;
Pasados pocos dias.
Hizo otra vez las paces;
Pero fué tan gustoso
Aquel feliz instante.
Que la digo mil veces :
«Filis, vuelve á olvidarme,
Con tal que á ]iocos dias
Vuelvas á hacer las paces.»
18
274
Me admiran en Lucinda
Aquellos ojos notrros,
En Aniinta los labios,
En Cl('>r¡s el cabello,
La cintura de Silvia,
De Cintia el alto i)echo,
La frente de Amarilis,
De Lisi el blanco cuello.
De Corina la danza
Y de Nise el acento;
Pero en tí, Filis mia,
Me encantan ojos, pelo,
Labios, cintura, frente,
Nevado cuello y pecho,
Y todo cuanto escucho
Y todo cuanto veo.
Cuando vuelvo de lójos.
Hallo á Filis más linda,
Y cuando estoy presente,
Siento dejarla un dia.
Venus , haz un portento
En esta Filis mia,
Y es, que me ausente de ella
Sin perderla de vista.
Los que no saben, Baco,
Lo que abaixa tu reino.
Juzgan que no pasastes
Los altos Pirineos,
Y piensan que en Éspaiía
No tienes grandes templos,
Donde acudan gustosos
Los nobles y plebeyos.
Como en otros países.
Tu nombre es gi-ato en éstos ,
Sólo que con más brindis
Se hace menos estruendo.
Las horas que en su curso
Consume el dios de Délfos,
Con una sola copa
Gasta el bello flamenco.
Como el francés sociable
Y el alemán guerrero;
Pero los españoles
De otro modo lo hacemos,
Y como es taciturno
Y grave nuestro genio.
Bebemos y challamos.
Callamos y bebemos ,
Y algunos, que desechan
Usos de antiguos tiempos,
Cantan tu nombre y beben,
Condenando el silencio.
Y tú viste á mi F'ílis
(Sus primorosos dedos
Sosteniendo la copa)
Cantar tu nombre en versos
Que tal vez yo compuse
Por tí y por ella á un tiempo;
Por cierto que en sus ojos
Brillaban dobles fuegos.
Con los tuyos ¡oh Baco!
Los de la bella Venus,
Y yo, que de uno y otro
Tenía el pecho ardiendo.
Repetía las copas.
Doblaba los requiebros.
¡Pues qué! ¿yo no cantaba?
iQuél ¿no cantaba Ortelio,
Ausente de su Lisi ,
Por no aclarados celos?
¡Pues quú! ¿no repetía
Los báquicos acentos
La sala del Vjanquete
Con sus nocturnos ecos?
Publica, i)U(s, al mundo
Que tienes ara y templos
Peede el Pirene altivo
DON JOSÉ CADALSO.
Hasta el Hercúleo estrecho,
Mientras que yo publico
Tu gloria al universo
Con jerezanas cubas
Y castellanos versos.
Vivamos, dulce amigo,
Mirando con desprecio
Los aparentes gustos
Do los ricos soberbios.
Dejemos que se miren
Con recíproco miedo,
Y con mutuas traiciones
Doren crudos venenos ;
Que abunden en sus casas
La pompa y el recreo.
Mientras abundan sustos
Y fraudes en su pecho;
Que el vínculo reciban
De un violento himeneo,
Que privará á sus almas
De amores verdaderos.
Tengan endebles hijos,
A quienes hagan necios
Lisonjas de criados.
Inciensos de vil pueblo;
Y mueran engañados.
Gozoso el heredero,
Que quiere, más ansioso.
Quitarles hasta el tiempo.
Diga desi:)ues el mármol
A siglos venideros
Lisonjas que no creen
Los del pi'esente tiempo,
Y esta serie precisa
A los sabios dejemos.
Para que ufanos hizcan
Sus disgustos severos,
Mientras hiimildes gustos,
Y por tanto más ciertos,
De nuestra corta vida
Ocupan los momentos;
Y la amistad sagrada
Hermane nuestros pechos ,
Como hermanan las Musas
Nuestros gustos y versos.
En sencillos banquetes,
Que sazona el afecto.
Pase , sin ser sentido.
El carro del dios Febo,
Y prosigan los gozos ,
La risa y el festejo
Hasta que vuelva Apolo
Segundo giro al cielo,
Guiándonos Cupido
A gozos más amenos,
Con Filis y Dorisa,
Que ocupan nuestros pechos,
Y sin cuidarnos mucho
De que lejanos nietos
Transmitan á los siglos
Los apellidos nuestros.
Cantando nu stras obras.
Gozosos moriremos.
Cubriendo nuestras tumbas
Los buenos compañeros
Con pámjianos de Baco
Y con mirtos de Venus,
Y en los vecinos troncos
Grabarán un letrero.
Que diga lisamente
Cosas que merecemos,
Versos que compusimos
Y que aplaudieron ellos.
Zagales y zagalas
De los vecinos pueblos
Vendrán á nuestra tumba
Con flautas y panderos ;
No con liigubres vocea
Resonarán los ecos,
Sino con dulces tonos
Y con alegres metros,
Porque sabrán, sin duda.
Los que nos conociii'on
Que nunca nos llenaron
Ambiciosos deseos;
Que no fuimos traidores,
Avaros ni perversos ;
Esto cantará á todos
El respetable Ortelio,
De Venus y de Baco
Sacerdote completo,
Y con su barba cana
Y con su grave aspecto.
Beberá grandes copas.
Dirá sabrosos versos ,
Captándose de todos
El amor y el respeto.
Cual entre alegres faunos
Y sátiros traviesos
Sileno fué querido.
Aquel viejo Sileno
Que fué del mismo Baco
Admirado maestro.
Y después que consuman
Los que al templo vinieron
La leche blanca y fría.
El vino tinto y viejo,
Se volverán cantando,
Así como vinieron.
Hasta que, doce meses
Pasados, vuelva al puesto
Con igual comitiva
Y con igual afecto
Ortelio, y que repita
A ninfas y mancebos :
(( Cantad ; qiie de Dalmiro
Y Moratin los cuerpos
En esta tumba yacen.
Detente, pasajero;
Que aquí yacen los hijos
Del muy suave Anacréon. »
Después de haber bebido
Anoche (como suelo),
Dormido en tiernas parras.
Tuve un gustoso sueño.
Soñé que el gran dios Baco,
Por dilatar su imperio,
Al Parnaso queria
Ganar á sangre y fuego.
Cierta queja alegaba
De que Virgilio, Homero,
Taso, Milton y Ercilia
No le ofrecen sus versos,
Del todo dedicados
A poemas guerreros
De elevados asuntos
Y de pomposos metros.
Juntó de sus bacantes
Muchos trozos soberbios.
Que esgrimirán sus tirsos
Al son de sus panderos,
Y llenas de aquel jugo
Que en Málaga han dispuesto
Las manos de las ninfas
De aquel bello terreno,
Ya daban fieros gritos
Y amenazas al eco,
Y con forzudas danzas
Disponían los cuerpo.s.
Rodeado de faunos,
Vino el viejo Sileno,
Para más animai'los
Con su rostro y acento.
Dijo del dios del vino
Los animosos hechos ,
Cuando triunfó del Indo
Con sus armas y estruendo,
Y ú cada verso sujro
Ardía en nuevo fuego
La tropa , deseosa
De algún nuevo trofeo.
-Del mismo dios el carro
Llegó al campo ligero;
Tiraban de él dos tigres
Feroces y sangi-ientos.
A la falda del monte
Con furia acometieron,
Pero salió al camino
El anciano Anacréon,
Y mirándole Baco,
Detuvo á sus guerreros
Y les dijo : « Por éste
A todos perdonemos»;
Y en alabanza suj'a
Cantó coplas el viejo,
Y todos le abrazaron
Y cantando se fueron.
Á la muerte de Filis.
En lúgubres cipreses
He visto convertidos
Los pámpanos de Baco,
Y de Venus los mirtrs ;
Cual ronca voz del cuervo,
Hiere mi triste oido
El siempre dulce tono
Del tierno jilgiierillo;
Ni murmura el arroyo
Con delicioso trino;
Resuena cual peñasco
Con olas combatido.
En vez de los corderos
De los montes vecinos,
Rebaños de leones
Bajar con furia he visto;
Del sol y de la luna
Los carros fugitivos
Esparcen negras sombras
Mientras dura su giro;
Las pastoriles flautas,
Que tañen mis amigos.
Resuenan como truenos
Del que reina en Olimpo.
Pues Baco, Venus, aves,
Arroyos, pastorcillos,
Sol, luna, todos juntos
Miradme compasivos,
Y á la ninfa que amaba
El infeliz Narciso ,
Mandad que diga al orbe
La pena de Dalmiro.
Lamentos con motivo de la muerte de Filis.
Mi Filis ha mvn-to,
¡Ay triste de mi!
GLOSA.
¡Oh musa! (si acaso
La hay tan infeliz.
Que esté destinada
Para jjresidir
El llanto y gemido),
Venid, influid
El tono más triste
Que se pueda oir. '
Mi Filis ha viverto,
¡Ay triste de mi!
Desde estos mis brazos.
En que yo la vi
En dias alegres
Mirarme y reir,
La muerte alevosa,
Con sorpresa vil,
Cortó de su vida
El hilo sutil.
3íi Filis ha muerto,
¡Ay triste de mi!
COMPOfíICrONES VARIAS,
Los labios, muriendo.
Procuraba abrir,
Para despedirse
Sin duda de mi;
Pero se secaron
Sin poder servir.
Cual rosa que muere,
Pasado su Abril.
Mi Filis ha muerto,
¡Ay triste de mi!
Lo que no pudieron
Sus labios decir,
Quisieron sus ojos,
Volviéndose á mí;
Pero en aquel punto
Cerrarse los vi,
Y yo sólo pude,
Turbado, decir :
Mi Filis ha muerto,
¡Ay triste de mi!
De su fino pecho
El blanco marfil
En pálida cera
Convertirse vi ,
Y en tristes colores
Aquel carmesí.
Que de otras bellezas
Envidiado vi.
Mi Filis ha muerto,
¡Ay triste de vii!
Decidme, deidades
Tiranas, decid.
Sin la que fué mi alma
I Cómo he de vivir ?
La molesta vida
Que me consentís.
Después de su muerte,
Gastaré en decir :
Mi Filis ha muerto,
¡Ay triste de mi!
Si vuestros rigores
Podéis convertir
En lástimas justas,
Mis quejas oíd,
Y cual otro Eneas,
Que baje sufrid
Con la sacra rama
Al campo feliz.
Mi Filis hu m uerto,
¡A y triste de mi!
De mi amada prenda
La sombra sutil
Podi'é con mis brazos...
Mas ¡necio de mil
Su sombra quería
Con el brazo asir.
Cual si fuera cuerpo.
¡Ay qué frenesí!
Mi Filis ha m uerto,
¡Ay triste de mi!
Cervero, Aqueronte,
Las furias en mí
No pondrán asombro.
Mi voz infeliz
Ablandará á todos
Si me oyen decir :
Mi Filis ha muerto,
¡Ay triste de mi!
Sobre las í<oches lúi/ul/res que lie oompucs-
to con motivo de la muerte de Filis, imi-
tando 8l estilo y los pensamientos de tris-
teza de las que compuso en inglés el doc-
tor \oung.
De la muerte de Filis
Tres noches he compuesto.
Tan tristes, que con nada
Comparártelo puedo...
Mas sí que son tan tristes
Como gustosas fueron
Las que pasamos juntos
Mientras vivió mi dueño...
275
CUARTETAS.
Sencillas ponderaciones de un pastor
^ su pastora.
De este m.odo ponderaba
Un inocente pastor
A la ninfa á quien amaba
La eficacia de su amor :
« ¿Ves cuántas flores al prado
La primavera prestó ?
Pues mira, dueño adorado,
Más veces te quiero yo.
))¿Ves cuánta arena dorada
Tajo en sus aguas llevó?
Pues mira. Filis amada.
Más veces te quiero yo.
))¿Ves al salir de la aurora
Cuánta avecilla cantó .^
Pues mira, hermosa pastora,
Más veces te quiero yo.
^ ));Ves la nieve derretida
Cuánto arroyuelo formó ?
Pues mira, bien de mi vida.
Más veces te quiero yo.
))¿Ves cuánta abeja industriosa
De esa colmena salió ?
Pues mira, ingrata y hermosa
Más veces te quiero yo. '
"¿Ves cuántas gracias la mano
De las deidades te dio ?
Pues mira, dueño tirano.
Más veces te quiero yo. »
Canción de un patriota retirado á su aldea.
Para defensa suva
Produce nuestra España
Los caballos del Bétis
Y el fierro de Cantabria,
Y sangre antigua goda,
Que ansiosa se derrama
Si su patria lo pide
Y si su rey lo manda;
Y para su regalo
La fruta delicada.
Pescados de sus costas.
Que entrambos mares bañan,
Y tesoros de Baco
En Málaga y Peralta,
En Jerez y Tudela
Y en la vecina Mancha ;
Pues ea, amigos míos.
Mientras quieren las altas
Deidndes, protectoras
De la feliz España,
Darnos la paz tranquila
Que gozan las labranz.as.
Las viñas y los huertos.
Los rebaños y casas.
Vivamos y gocemos
Cuanto con mano franca
Nos da naturaleza.
En los otros avara.
Venid, venid alegres.
Zagales y zagalas ,
Con castañuelas, tiples,
Panderos y guitajras ;
Llegaos á mi choza.
Humilde, pero grata,
Donde faltan adornos,
Pero gustos no faltan.
De este lado los chicos,
Y de éste las muchachas,
Y aquí, junto á mi puerta.
Los ancianos y ancianas
276
Lloren de gozo viendo
A sus proles amadas.
Cantad alegres sones,
Bailad alegres danzas,
Mientras (¡ue se disponen
has rusticas viandas,
Y del vino más rico
Veinte botas se sacan ;
Jamones de Galicia,
Cecina de Vizcaj'a,
Olivas de Sevilla,
Y de Aragón manzanas.
Cantad antiguas letras.
Sin justicia olvidadas,
Como á vuestras abuelas
Las suyas las cantaban.
Decid cómo Rodrigo,
El último monarca,
Pero el más infelice
De la goda prosapia.
Se pcrtlió por amores
De la malvada Cava,
Y á manos de africanos
Dejó perdida España,
Quedando en cautiverio
Sus provincias cuitadas.
Decid cómo Pelayo
Salió de las montañas
Con la gente que tuvo.
Que era poca y honrada.
Cantad de don Alfonso,
A quien el Casto llaman,
Y que negó el tributo
De niñas desgraciadas.
Que al malvado rey moro
Los cristianos pagaban.
Decid cómo ellas mismas.
Con varonil jactancia,
Al lado de los hombres
Esgrimían las armas,
Y cómo todas ellas
A los hombres llamaban
Cobardes cuando huían,
Amantes si triunfaban ;
Y así por varios trozos
Los fastos de la patria
Decid con voz acorde ,
Al son de vuestra danza ;
Que yo también quisiera,
Si no me lo estorbaran
Lo flaco de mi cuerpo,
Los años y las canas,
Juntar con vuestros tonos
La voz de mi garganta.
Pero en medio de todos,
En esta silla blanda,
Que fué de mis abuelos,
Y á mis bisnietos pasa.
Oiré vuestras canciones
Y veré vuestras danzas,
Y al que excediere á todos
En la voz más gallarda.
En baile más airoso.
Sin ser de envidia causa.
Daré el debido premio,
Y al cielo justas gi-acias
Porque sobre vosotros
Tales dones derrama.
Bailad, cantad contentos,
Si dura la p.az santa,
Y si Marte os turbare
Con su horrorosa saña,
Sonando sus trompetas
Y tocando sus cajas,
Dejad esos placeres
Y acudid á Los armas ;
Que para su defensa
Produc(í nuestra España
Los caballos del Bétis,
El hierro de Vizcaya
DON JOSÉ CADALSO.
Y sangre antigua goda,
Que alegre se derrama
Si su patria lo pide
Y 8i su Rey lo manda.
Qaintillas de estilo y conceptos antiguos
sobre yerros amorosos.
Los yerros que una pasión
Face sopitañamente
No son yerros , tícrros son.
Que aferrojan á la mente.
Esclava del corazón.
De la misma guisa al duro
Saljcu prinder como al blando,
Ca su temple es tan segui-o,
Que se va proporcionando
Sandio al sandio, puro al puro.
Ligazón tan apretada
Non d( sface la razón
Nin dcraedra contra él nada,
Sinon de tiempo la acción
Con lima sorda y tapada.
E í?olo el tiempo es asaz
Forzudo de prevenirlos ;
Él es viejo, amor rapaz;
Ansí sabe bien asirlos
Por su fementida faz.
VERSOS PARA VARIAS ESTAMPAS
QUE REPRESENTAN LOS PRINCIPA-
LES AMORES DE LA FÁBULA.
Jove introduciéndose en la torre de Danae,
conveitido en lluvia de oro.
Una vez Jove intentó
Una conquista imposible,
El oro la hizo factible;
Mil Joves conozco vo.
Los tres dioses no han do estar;
Amor, con sí r niño tierno,
A los tres sabe mandar.
IL
Sobre otro asunto.
En la cabeza le dio
ün palo Juan á Gines ;
¿Y rompiósela ? Al revés,
El palo se le rompió.
Gines era aragonés.
EPITAFIOS
PARA PONER SOBRE LAS SEPULTU-
RAS DE VARIOS AMANTES.
I.
De una mujer que murió de pura constancia.
Sólo murió dé constante
La que está bajo esta losa;
Acércate, caminante.
Pues no murió tal amante
De enfermedad contagiosa.
IL
Al mismo asunto.
Tan al fénix parecida
Es la constante mujer.
Que si no vuelve á nacer
De su tumba, está perdida
La fineza en el querer.
Boda de Venus con Vulcano, asistiendo Marte
con los demás dioses ai banquete.
¡Venus alegi-e y mocita,
Vulcano viejo y celoso,
Marte amigo del esposo,
Ay qué boda tan bonita!
El Juicio de Páris, que da la preferencia
á Venus sobre Minerva y Juno.
A Venus el premio diste ,
Y el buen gusto lo aprobó;
También te lo apruebo yo,
Pues con las diosas que viste
Mi diosa no concurrió.
Eneas encuentra á su esposa Creusaenlos
Campos Elíseos, luibiéudola perdido en la
noche que salió de Troya.
Cuando me hubiste perdido,
¿Los dioses no me vengaron?
Sí, que al punto pronunciaron :
«La mujer pierda al marido»;
Y obedecidos quedaron.
Medea después de haber facilitado á Jason la
conquista del vellocino por medio de sus
encantos.
Medea á Jason decía :
((¿ Habrá quien más diestro sea
En mágica hechicería?))
Y Jason le respondía :
«Yo, que te hechicé , Medea. »
EPIGRAMAS.
I.
A un cuadro en que se ven Júpiter, Neptuno
y Pintón con sus atributos, y Cupido vo-
lando rniis arriba.
Ufanos con el gobierno
Del inñcrno, cielo y mar,
IIL
De un marido celoso.
Este difunto era esi^oso,
Y los celos le mataron ;
De ejemplar tan horroroso
Los demás escarment.iron,
Pues ya ninguno es celoso.
IV.
De uno que murió porque no logró casarse
con quien queria.
El que está atiuí sepultado,
Porcjue no logró casarse
Murió, de pena acabado;
Otros mueren de acordarse
De que ya los han casado.
í)e un filósofo que murió desesperado porque
la lilosofia no le libertaba del amor.
Porque su filosofía
Contra el amor no bastó ,
Este sabio se murió ;
Dijo una que esto leía :
«¡No soy filósofa yo!»
VI.
De un amante tímido.
Viajante, te has de parar
Y mirar la sepultura
De uno que supo olvidar;
Que acjuel que no se aventura,
Nunca pasará la mar.
VIL
De una vieja que murió de amores.
Una vieja ha fallecido
De amor, y aquí se enten-ó;
Considere el advertido.
Si enamorada murió,
Qué tal habría vivido.
FIN DE LAS POESÍAS DE DOK JOSÉ CADALSO.
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN
Y MANRIQUE.
XOTICIA BIOGRÁFICA,
Doctor en ambos derechos , del gremio y claustro de la universidad de Alcalá , colegial por de-
recho de familia , llegó á ser rector perpetuo del colegio de Santiago de los Caballeros Manriques
de Alcalá. Su mayor título de gloria es el canto épico titulado Las naves de Cortés destruidas (1).
Fué premiado este canto por la Academia Española , en la junta que celebró el d3 de Agosto
de 1778. Su incontestable nK-rito le granjeó el aplauso de nacionales y extranjeros. El Journal de
/a Z/í/fóVflíííre tributó grandes alabanzas á esta obra poética, que fué traducida en francés por
monsieur Mollien , abogado del Parlamento de París.
«El editor del canto de don Nicolás Fernandez Moratin sobre el mismo asunto, dice Seinpere,
dio á éste la preferencia, con cuyo motivo publicó el señor Vaca sus Advertencias sobre el canto
de Las naves de Cortés destruidas, t
En 1789 imprimió Vaca de Guzman sus Obras en tres tomos , dedicándolas á la reina doña Luisa
de Borbon. Contiene esta edición , entre otras muchas poesias, el romance endecasilalio Granada
rendida, premiado también por la Academia Española, en 4779, y El Columbano, égloga que
alcanzó cierta fama, y fué impresa , con el seudónimo de don Miguel Cobo Mogollón, en 1784.
Encubierto con este mismo seudónimo publicó tres cartas literarias, y con el de don José Ro-
dríguez Cerezo otra carta contra algunos «que habían intentado desacreditar sus poesías.»
Así estas cartas como las Advertencias sobre el canto de Las naves de Cortés están comprendi-
das en la edición de 1789.
Son muy escasas nuestras noticias acerca de la vida de Vaca de Guzman. Puede inferirse de sus
propios versos que estudió en Alcalá de Henares , y pasó de allí á Andalucía con un cargo en la
magistratura :
El fino (2) , que de Henares
Dejanrlo las riberas ,
Al golfo gaditano
Llamado fué de Astrea...
También puede creerse que fué natural de Sevilla y que pasó allí una parte de su juventud , á
juzgar por los siguientes versos de la Vida de San Jjeandro :
Si el natural afecto
O el dulce amor que im¡ rime
La patria en corazones
Preciados de sensibles ,
En facundia del labio
Se trocara , y difícil
No fuera tanta empresa
De lira tan humilde ,
Del sevillano reino
Sonara en los confines
Mi voz, engrandeciendo
Sus singulares timbres.
Metrópoli opulenta,
¿Cómo es posible olvide
Tu suelo, en que corrieron
Mis años juveniles?
En 4789 era del Consejo de su Majestad y Ministro del Crimen de la Real Audiencia de Cataluña.
L. A. DE Cueto.
(1) La Biblioteca de Autores Españoles publicó ya (2) Seudónimo poético de Vaca de Guzman.
este poema en el tomo xxix. (Notas del Colector.)
278
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GÜZMAN Y MANRIQUE,
POESÍAS.
Á LA MUERTE DE ARDELIA.
ELEGÍA.
Llore la triste lira
Con 8Ón enternecido
La más fatal desgracia
Que en muda escena representa el siglo.
No á Apolo, no á las Musas
Pido favor ó auxilios ;
Cauoncias son penosas ;
Dícialas el dolor, yo las escribo.
Renuncio todo influjo
Y todo ardor divino;
Para expresar quebrantos
Númenes sobran donde estoy yo mismo.
Yo... Pero ¡qué dudosas
Las cláusulas animo
Cuando explicar mis penas
Aun no sé si es tormento ó es alivio I
La tierra está sin flores ,
Sin astros el Olimpo,
Sin luces está el viento,
El mar sin perlas, sin coral los riscos;
Sin gracias está Venus,
Sin arco está Cupido;
Hijo y madre conocen
Inútil su poder y su atractivo.
Todos de Ardelia sienten
El trágico destino,
Relámpago en su curso,
Que brilló antorcha, y humo se deshizo.
Al Bétis tributaban,
Monarca de los rios,
Tesoros mil los campos.
Llenos de flores, y de mieses ricos.
Ceñida la alta frente
De fértiles olivos,
A verlos salió un dia.
De algún suceso fúnebre adivino.
Confusa vino el alba.
Copioso fué el roclo
Con que piadoso el cielo
Llorando ostenta infaustos vaticinios.
El padre de las luces
Negó al orbe sus brillos,
No en vistosos celajes.
En atezadas nubes escondido.
Callaron de las aves
Los armoniosos picos,
Sólo de filomena
Se oye uno ú otro lastimoso trino.
Pájaros agoreros
Con lúgubres graznidos
Presagios dan fatales.
Que amedrentan el bético distrito.
No ya, como solia,
Ofrece Abril florido,
Vasallo de Amaltea ,
El feudo de violetas y de lirios.
Las vides abundantes.
Los espaciosos tt-igos,
Los sabrosos frutales
No prometen sus dones exquisitos.
De maliciosas zarzas,
De estériles espinos.
De abrojos infecundos
Se puel)ia el pago, el bosque y el ejido.
No ya los arroyuelos,
Cual antes fugitivos,
Con murmurio apacible
Son lisonjero encanto del oido,
Suspenden su corriente,
Se encharcan, detenidos,
Y olvidan, cenagosos,
De sus vertientes el cristal antiguo.
Genil y Guadalima
No adulan, expresivos,
La majestad del Bétis,
Depuesto de sus ninfas el bullicio.
El Jándula, el Guadiato
Y el Bembezar, remisos.
Apenas le conceden
El jurado tributo cristalino.
Inquiere del desorden
El lúgubre principio;
Nadie le da respuesta,
Sólo el viento le lleva los suspiros.
De la siniestra parte,
Que azota el noto esquivo,
Nace el caliginoso
Vapor, que empaña el globo de zafiros.
El claro Guadaíra
Y el Genil , que contiguos
Aquel paraje cercan.
Fueron para el examen elegidos.
Al Bétis, obedientes,
Registran todo el sitio,
Que desde Oriente á Ocaso
Aprisionan los dos con blandos grillos.
Bajaba ya la tarde
Con pasos desmedidos,
Porque, del trance huyendo,
Sentido el sol, precipitó su giro.
En medio de sus campos,
Entre espantosos visos,
Con detestable aspecto
Les aparece indómito vestiglo.
Obscura piel, rugosa,
Cubre del monstruo altivo
Dura armazón de huesos,
Dislocados , enjutos y amariHos;
Cóncavas las mejillas,
Los ojos escondidos.
Árido y largo el cuello.
Todo el semblante lúgubre y cetrino;
La sien hundida ciñe
De beleños nocivos
Guirnalda venenosa,
Que la margen tejió del lago Estigio.
Su diestra mano empuña
Segur de agudos filos ,
Y en la siniestra lleva
El estambre en que ejerce el cruel oficio.
Vil tropa le circunda
De espíritus inicuos.
Parciales de sus iras.
De su averna deidad genios malignos.
Unos, articulando
Melancólicos himnos.
Unánimes aclaman
Su gran poder y universal dominio;
Otros con son molesto
De ronco parche herido
Y enlutadas sordinas
Acompañan los ecos mal distintos;
Otros la representan
Trofeos infinitos.
Desde el cetro al cayado,
Desde la regia púrpura al pellico,
Y arrancando la fiera
Del íntimo retiro
Del corazón dañado
Horrenda voz, cjue estremeció el recinto,
elegía.
279
« Átropos soy, les dice ,
¡ Oh exploradores dignos
Del arrogante Bétis!
Átropos soy, que sé vuestros designios.
))Ni él duda, ni vosotros,
Mi potestad, mis bríos,
Pues fuisteis tantas veces
De la mortal ejecución ministros;
))En el umbral del mundo
Obscuros padres niios
El Erebo y la Noche
Me infundieron las furias que respiro,
))Yo los Sansones postro,
Los Héctores derribo,
Venzo los Alejandros,
Los Scipiones, Augustos y Filipos;
» Pero hasta aquí de cortas
Victorias me glorio;
De poco me sirviera.
Si aquí parara, mi valor invicto.
))Este implacable acero,
Que coH mi brazo animo,
Acaba en este instante
De darme nombre para eternos siglos.
)) Mirad representados
En estos tiernos hilos
Los inocentes años
Que á Libitina airada sacrifico.
))A Ardelia, aquella ninfa,
A Ardelia, aquel hechizo,
Que parece que sólo
Nació para arrastrar los albedi'íos ;
)) Difuntas ya sus luces,
Ya su verdor marchito.
Si Venus para envidia,
Yo para ejemplo á las bellezas pinto.
» De lustro y medio apenas
El tiempo se ha cumplido
Que Cloto, hermana mía,
El fatal copo de su edad previno.
» Láquesis oficiosa,
Cumpliendo su ejercicio,
Hilaba de su vida
El breve ciurso con afán continuo,
))Y este acero, á los ojos
Humanos imprevisto,
Cortó la débil hebra,
De Ardelia la cerviz rindió atrevido.
))Este, que de su sangre
Aun no se hallaba limpio (1),
Hoy nuevamente en ella
Saciar su sed hidrópica ha querido.
» Este es el que persigue
El corazón de Elfino,
Por más que cisne cante (2)
Al Manzanares los estragos míos.
» Guerra á su estirpe toda,
Guerra campal publico;
No ya piadoso Antéros
Le suavice el dolor con que le aflijo;
)) Sus párpados hinchados
No cierre compasivo,
Ni en agradable sueño
Trueque el fatal letargo padecido.
)) De Venus las palomas
Vuelvan al carro mismo
Que dejaron humildes
Por arrullar sus i)lácidos deliquios.
))No de la hispana corte
Corra callado el rio.
Ni ya con blando soplo
Le halague el austro, al descansar benigno.
))Con la sensible nueva
De aqueste sacrificio
El ábrego violento
Lastime la piedad de sus oidos.
(1^ Alude al fallecimiento de algunos parientes del autor, entre
los cuales, el de la que propone bajo el nombre de Floridiana en
las odas del pastor Elllno. (Esta nota y las que siguen son del mismo
Vaca or Gizman.)
(■2i Esta y las cuatro estrofas siguientes aluden á las últimas de
la oda primera.
»Bien entregado al útil
Manejo de sus libros.
De los legisladores
Interprete la mente ó el sentido;
))Bien entre las fragrancias
De nardos y jacintos
Su vergel le tribute
Aromático premio á su cultivo;
» Bien á la fresca orilla
Del Henares cristalino.
De su adorada Lisi
Cante el favor ó llore los desvíos;
)) Peneti-en su constancia
Pesares repetidos,
Ya que, indomable y fiera.
Mi vanagloria en perseguirte cifro,
))Volved, volved vosotros;
Que absorto é indeciso.
Saber de horrores tantos
Guadalquivir anhela los motivos.»
Dijo la Parca, y luego
Deshecho torbellino
La arrebató, furioso;
Tembló la tierra y bostezó el abism
Guadaíra asustado,
Genil sobrecogido.
Trémulos caminaron
A dar al sacro Bétis el aviso.
La catástrofe tierna
Le refieren unidos;
Lloró Bétis, las ninfas
Maltrataron su rostro peregrino,
Y yo, présago de este
Dolor tan excesivo.
Del Tajo á las riberas
Huigo la nueva, que saber resisto.
Mas ¡ay, que los pesares
Se expresan ellos mismos!
Se vienen sin llamarlos ,
No es medio de evitarlos el huirlos.
Bebí, por fin, el cáliz
Que el hado me previno;
¡Ay, Elfino infelice.
Si habrá valor en tí para suñ'irlol
Ahogado de la pena.
Ni el llanto halla camino.
Ni hallan las quejas paso.
Ni lo que siento sé , ni sé si vivo.
De Ardelia la belleza,
Su anticipado juicio.
Su condición afable,
No han de sentir la pena del olvido.
¡Oh qué funesta idea
Se ofrece á mis sentidos
De aquel postrer aliento,
Aqiiel soplo mortal, aquel martirio!
Antorchas macilentas
Arder desde aquí miro.
Que en llanto derretidas,
De su luz extinguida son testigos;
Del i)ueblooigo los ayes,
Las exequias percibo,
A mis ojos se vienen
Aun las cenizas del sepulcro frió.
Despierto, á Ardelia veo,
A Ard&lia hallo dormido,
Ardelia no me deja,
Ardelia á tudas partes va conmigo.
Pero (• adonde me llevan
Tan necios desvarios?
¡ Ay adorada Ardelia,
Tú gozas dulce paz y yo deliro!
Aqueste bien que logras.
Ese placer elisio.
Infiel si le lamento,
Indiscreto seré si no le envitiio.
No ya tristes endechas.
Epitalamios finos
A tu feliz consorcio
Euterpe cante, solemnice Clio;
Florezca Abril de nuevo,
Cese el horror sombrío
260
DON JOSÉ MABÍA VACA DE GUZMAN Y MANEIQUE.
Que enlutó al aire, y Febo
Disipe nieblas, brillador y activo;
Alcg:rc corra el liétis,
Y con vistoso estilo
Dancen sus ninfas bellas,
Coronadas de adelfas y tomillos,
Genil \ Guada ira
Imítenle festivos,
Y orlen el mausoleo
Con tiernos lazos de flexible vidrio.
En i)alacio de estrellas
Y de lucientes signos
Átropos la venere.
Exenta ya de su rigor impío;
Mientras que yo del treno
Reformo el son prolijo,
Y á su dichoso estado.
Lira, dolor y pensamiento rindo,
A LISI.
LIRAS.
Orfeo de las aves,
El ruiseñor canoro,
Al viento dando músicas suaves,
Como nunca sonoro.
Arrulla al hijo con su pico de oro.
En la fresca mañana
Le roba el pobre nido,
Y en él su prenda la afición humana;
Entonces, dolorido,
El canto trueca en misero gemido.
Después le ve encerrado,
Y templa su lamento
Ver del dueño el solicito cuidado
Con que le expone al %áento,
Donde á los padres deba el alimento.
Crece el pequeño hijuelo.
Su adulta edad advierte,
No su prisión, el paternal desvelo;
Allí le da la muerte,
Y paga así la culpa de su suerte.
Hijo de amor he sido,
Lisi me ha cautivado,
De esperanzas amor me ha mantenido,
Amor mutrte me ha dado,
Y pago asi la sinrazón del hado.
AL INVIEENO.
CANCIÓN FESTIVA.
Ya las cumbres del alto Somosierra,
Viejo, barbón , lanudo y cazcarriento,
Con el licor de la nariz colgando,
Llega en volandas de aquilón violento,
Y fiero el paso á las Castillas cierra
El caballero Invierno, tiritando;
Los montes coronando
Va ya de niebla opaca;
Copos de nieve saca.
Que hilen las sierras en la noche fria,
Dueñas caducas que en su ca,sa cria;
Ya en Pcña-Lara archiva los vapores
Que Julio en algún dia
Verá con luminarias y tambores.
Los árboles (quedaron en camisa,
Del aii'e corpulentos escobones,
Cadavéricos, secos y arrecidos;
Solo el naranjo pretendió exenciones
(Y el mérito, por cierto, causa risa,
De ser naranjos para andar vestidos);
Los pagos divertidos
De viñas espaciosas,
Cuyas uvas sabrosas
Colmarán de sus dueños los lagares.
Ya muestran descarnados costillares.
Débiles brazos y caducas piernas.
En tanto que á millares
Sus efectos nos dicen las tabernas.
A los arroyos se hinchan las narices.
De las nub js corrientes orinales ;
Las anguilas y barbos, uno á uno.
Alborotados dan en los cañales;
Resbalan en la nieve las perdices,
Los pastores se hielan, y oportuno
Los templa el desayuno.
Que en rústico dornajo
Sal, agua, aceite y ajo
Condimentaron , y el pimiento ardiente.
Plato que en lengua de la misma gente
(Poético desaire del lucero)
Trocó el nombre decente
De Venus ó lucífero en mignero.
Incómodos espesos chaparrones
Hacen que anden las gentes con chapines ¡
Unos llevan diademas enceradas.
Otros se calzan botas ó botines.
Acechaban en tales ocasiones
Los antiguaos viciosos si moradas
Llevaba ó encarnadas
Las medias una niña
Al alzar la basquina.
Si olvidaba el recato con el lodo;
Pero aquesto en el tiempo fué del godo,
Y no debió el bigote ser eterno;
Se viste de otro modo,
Para los bajos ya siempre es invierno.
Aquel á quien gahan los españoles
Llamaron , y nosotros los franceses
Surtovt decimos en mejor idioma.
Del cofre sale ya para estos meses ,
En que vemos por brújiila los soles ;
La capa y su galón se pica y toma,
Porque si alguno asoma
Con ella, da disgusto,
Y no es hombre de gusto
Si su talle y sus piernas nos esconde,
Y el afeitado hocico mete adonde
De su lamida tez nos deje á obscuras,
Y aquesto corresponde ;
Que ya no hay Ñuños, aunque sí Rasuras.
Sufren los pajes el rigor tremendo
Del hielo, si acompaña?! la señora
A quien no ha dado coche la fortuna;
Su gentil cuerpo va luciendo aliora,
Mientras triunfa del frió el reverendo
Padre fray Cabriolé , que lleva el ama;
Si no hay platos que lama.
Si la ración es chica.
Todo aquesto no implica
Con la fanfarrona que se ostenta,
Si él limpio y estirado se presenta.
Bien que quisiera más (si mal no atino)
Tener en buena cuenta
Por Navidades algo de cochino.
Canción, deja tu curso;
No más garapiñarme,
Y trata de llevarme
Al brasero, que arrastra á mi albedi'ío.
Con Lisi, dueño mió.
Tostaré las castañas; verás cómo
Nos burlamos del frió
Con frasquillos de anis y cinamomo.
AL SUEÑO,
CANCIÓN.
Descanso de la vida atribulada,
Dulce, sabroso y apacible sueño,
Deban á la virtud de tu beleño
Mis ojos esta tregua deseada.
A tí recurre, de vivir cansada,
Un alma noble, que sus males gime ;
Pei'o en la tierra, dimc :
¿Quién sin males vivió, quién sin fatigas?
No, sueño, no lo digas;
Muerte es la vida en penas tan fatales,
Y tú solo la tregua de sus males.
Canción , á vivir voy hasta la aurora ;
Mi suerte se mejora ;
COMPOSICIONES VARIAS
No es muerte el sueño, que es error advierte ;
Vida es el sueño, si la vida es muerte.
281
SILVA.
Hijo de prado ameno,
Que á las ásperas sierras Seguntinas
Teje alfombras de heno,
Al que debe tu origen , nombre y cuna;
Depósito de perlas cristalinas,
Claro espejo del sol y de la luna;
Henares sacro, de la prenda mia
Pacífico recreo en algún dia;
[Oh venturoso Henares,
Oye mi voz doliente,
Y tu raudal se aumente
Con el cristal que vierten mis pesares!
[Oh venturoso Henares!
Si de mi aiisencia la expresión penosa
Imita Celia hermosa,
Si á Tajuña llevares,
Cuya margen habita el amor mió.
Estas sentidas lágrimas que envió;
Si los llantos juntares,
¡Oh venturoso Henares!
Feliz te llamará mi trist^i acento,
Si te expresare su fatal lamento;
Serás, cogiendo aljófar tan precioso,
¡Oh Henares! venturoso.
De Creso las riquezas adelantas,
Si en Tajuña heredares perlas tantas;
Gózate en ellas cuanto
Más las aumenta de ambos el quebranto;
Pero tan rica herencia
Lo menos habrá sido;
Gózate más en ver en una ausencia
Pagada fe, y amor correspondido.
EL OLVIDO IMPOSIBLE.
CANTO.
Con fuga presurosa
Las estrellas del cielo
Llevó tras sí la noche silenciosa,
Que con mayor anhelo
Rasgó en los aires el opaco velo.
De Elfino desvelado
La penosa fatiga
El lecho deja en lágrimas bañado,
Y á abandonar le obliga
Toda quietud que á su dolor desdiga.
Furioso el can ardiente
De Erígone ladraba,
Mientras la madre Céres, diligente,
De rubia mies colmaba
Los campos que propicia dominaba.
Rayaba el claro dia,
Y á ellos Elfino sale.
Porque hacerlos partícipes quería
De los ayes que exhale;
Mas no halla alivio que á su pena iguale
No lejos de Compluto,
De fresca grama lleno,
y del raudal de Henares mal enjuto,
Yace un valle que ameno
Copia su gala en el cristal sereno.
De asiento sus orillas
Sirven al infelice.
Que en voces expresándose sencülas ,
Porque así le suavice,
Las aguas mira y su dolor las dice.
«Para, llorando exclama.
Para, sagrado Henares,
A la voz que con lágrimas te llama ;
Que al claro Manzanares
Suspendí alguna vez con mis pesares.|))
Deten, v?ido.io rio,
Tu cuí'so acelerado,
Oyó decir al sentimiento mió ;
Obedeció, y doblado
Fué su caudal habiéndome escuchado.
Tú, pues, que de mí oiste,
Cuando yo amar solia.
Porque á Celia en tu margen divertiste,
Ser de la prenda mia
Pacifico recreo en alfjun dia;
Tú, que en quietud serena
Quisiste, á mis clamores,
Templar la activa sangre á Filomena,
Y en pasados ardores
Escuchaste de Lisi los amores;
Oye, que ya no canto
Las armas de Cupido,
No es ya la ausencia objeto de mi llanto,
Ni serlo han merecido
El desden ni los celos ni el olvido.
Más racional idea
Provoca mi lamento,
Más justos aj'cs mi canción emplea,
Más digno sentimiento,
Oh Henares sacro, te procura atento,
Y pues benigno Apolo
Tan noble ardor me inspira,
Ver;is cómo del uno al otro polo
A lástimas conspira.
Cantando penas, mi funesta lira.
Tus álamos erguidos
Verás testigos de ellas.
No de Faetón, de mí compadecidos,
Ni de tus ninfas bellas
Oirás más himnos ya que mis querellas.
El ave que hace salva
Con majestad sonora
A los blancos crepúsculos del alba.
No ha de entonar canora.
Si oye el acento de mi pena ahora,
¡Oh, si como la siento
Explicarla supiera!
Fatigara las ráfagas del viento.
Los montes derritiera.
De horror llenara la celeste esfera.
No lloran ya mis ojos
Una temprana muerte.
No lloro ya sus míseros despojos;
Lloro, si bien se advierte.
El invariable ceño de mi suerte.
Lloro el que no mejoro
Del llanto la porfía ;
Este rigor de su violencia lloro,
Aquesta fantasía.
Este tesón de la memoria mia,
Lamento, jardinero,
Que ha niurchiiado el Mayo
La pompa del Ahr'd con rigor fiero;
Pastor, mi muerte ensayo,
La voz suspensa á impulsos de un desniay „
Aquella tierna rosa.
La más hella zagala,
Mi dulce bien, mi Floridiana hermosa,
Dio al ábrego su gala,
A la mortal segur su aliento exhala,
En el invierno helado
Di al cielo mis clamores.
Trofeo fui del hado.
Ejemplo, en sus rigores,
Lastimoso de amantes y pastores;
Y al ir el sol cayendo.
Pensaba en mi partida,
Venid, ovejas tristes, repitiendo
Con voz enternecida ,
Que hoja ya la noche denegrida.
¡Ah, si lograr pudiese
Que, sin que la olvidara,
Su triste fin de mi memoria huyese,
De aquella beldad rara
Su catástrofe tierna separara!
Y porque el contratiempo
Más á mi pecho abrume,
Sabe, HenaiX'S, que el tiempo.
Que todo lo consume,
Solo este mal eternizar presume,
Esas altas colinas.
Que tu corriente baña.
282
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN Y MANRIQUE.
Manifiestan en árabes ruinas
Cuanto borró su saña
Triunfos de Alfonso y esplendor de España.
Con Ímpetus extraños
Se atreve li la belleza,
Al valor noble, á los alegres años,
La pompa y la riqueza ;
Solo este m"al resiste á su fiereza.
Aquí llegaba Elfino,
T acomodando el brazo
Entre su sien y el prado peregrino,
Fuó un pequeño ribazo
Tregua á sus males y á su afán regazo.
Fresca ayudaba el aura
La empresa de Morfeo,
Y al infeliz que su quietud restaura,
Más que el sueño, el deseo.
Le conduce á la margen de Leteo.
Honda caverna toca
Su paso temeroso.
De ol r ingrato y espantable boca.
Que ciñe, perezoso.
Obscuro lago y bosque tenebroso.
A la áspera bajada
La errante planta inclina ,
Y del ansia veloz precipitada.
Por ella se encamina
Al imperio inmortal de Proserpina.
No á su Eurídicc bella
Busca en la estancia obscura.
Que sabe que es del cielo fija estrella ;
Remedios, sí, procura
Para olvidar tan grande desventura.
Sintió por sus confines
Las huellas el Cervero,
Clavó los ojos y erizó las crines,
Expidiendo ]U'imero
Por tres gargantas el ladrido fiero.
No á Élfino desanima
El eco que resuena,
Y al espantoso clima
De horror confuso llena, '
Seña fatal de pavorosa escena.
Como al viador errante
Incierta la fortuna,
Del cielo oculta el resplandor brillante
Cuando noche importuna
Opone nubes densas á la luna.
Así entre obscuras nieblas
Por rumbos gira inciertos,
Y en confusión de pálidas tinieblas.
Palacios toca yertos
De aquellos reinos de Pintón desiertos.
Los primei'os estrados.
Monstruos descomunales ,
Habitaban el llanto, los cuidados,
La muerte y sueño iguales.
Miedo, }>obreza, senectud y males.
Verse á otro lado deja
Con aspecto horroroso
El hambre, que maldades aconseja,
El trabajo afanoso
Y la guerra , enemiga del reposo.
Los deleites del siglo.
Que la virtud lamenta,
Y la loca discordia, infiel vestiglo,
Allí se representa,
Que sienjes por cabellos alimenta.
Briarco centimano
Y las Scilas biformes.
Los centauros, de medio cuerpo humano,
Las arpiías disformes
Dan testimonios del horror conformes.
Incluyen triste via
Las infernales venas.
Que al negro margen de Aqueronte guia,
Y de volcanes llenas,
Al C'ocitu vomita las arenas.
Guarda es Carón horrendo
De la turbia conúente;
Centellas de los ojos despidiendo,
Muestra coñudamente
Barba prolija y arrugada frente.
Cual vemos selva ruda.
Que el piso de hojas cubre
Al tiempo que los árboles desnuda,
Y su aridez descubre
La fiera saña del penoso Octubre ;
Como en los altos mares
Se ven alzar el vuelo
Los ejércitos de aves á millares,
Que huyendo el crudo hielo.
Buscan ansiosas más tcmjDlado suelo;
Así de tanta sombra.
Residuos de la vida,
La prodigiosa multitud asombra,
Y á lástimas convida,
Del rio en la ribera detenida.
En la triste barquilla
Que Carón gobernaba.
Pasar pretenden á la opuesta orilla;
Él los unos llevaba,
Y los otros á tierra rechazaba.
Luego que á Elfino advierte
El pálido barquero.
Sin compasión de su infelice suerte.
Con aspecto severo
Así le dice , encapotado y fiero :
« ¡Oh tú, que á aquestas ondas,
Viviendo, te presentas,
A quien las rige es fuerza que respondas.
Pues tal valor ostentas :
I Quién eres, á qué vienes ó qué intentas ?
))Sabe, aunque no te asombras
De ver prodigio tanto.
Que éste es el centro obscuro de las sombras.
Es la mansión del llanto,
De la noche , del sueño, del espanto.
))¿ En dónde caber pudo
Tan bárbaro deseo
De penetrar por este campo mudo,
Sin que acobarde, reo
De igual empresa, el infeliz Teseo?
«Detente y retrocede;
Esa tu audaz lociu-a.
Sin orden de los dioses ver no puede
La orilla que procura
Hasta dar á tus huesos sepultura.»
Dijo el averno anciano,
Y el Ijosque señalaba
Del tránsito felice con la mano
A los que ya aguardaba,
Y el paso de la Estigia preparaba;
Cuando desprevenido
Músico dulce acento,
Rumor extraño, allí jamas oido,
Embarazando el viento.
Pudo esforzar de Elfino el desaliento.
. La estancia se ilumina
Con luces celestiales.
Como cuando la aurora está vecina ;
Infalibles señales
De aparecer los dioses inmortales.
Sobre luciente nube.
Cual llama fulgorosa
Del sol, que á la mitad del cielo sube.
Su alegre faz de rosa
Muestra el rapaz de Citerea hermosa ,
Y una acerada punta
De la aljaba extrayendo.
Grato á "Elfino, « / conócesla ? », pregunta
Y ceñudo volviendo.
La voz dirige al portador horrendo :
(( Basta, piies no aprovecha
Tu resistencia vana;
Esta es, Carón, la flecha
Que atravesó, inhumana,
El corazón de Elfino y Floridiana.
)) Elfino reamozca
Su in\icta fortaleza;
Mas jiu'o por la Estigia que conozca
Que sabe á su terneza
Hacer Cupido la mayor fineza.
))Est" ramo, que admite,
EOMANCE endecasílabo.
2a3
De oro brillante y puro,
La negra esposa del soberbio Díte,
Por esc lago obscuro
Le facilite tránsito seguro, »
Dice y desaparece,
El don fatal dejando;
Conócele Carón , la barca ofrece ;
Los remos , á su mando,
Van la Estigia corriente fatigando.
Sus ondas atraviesa
Elfino, y finalmente
La opuesta orilla victorioso besa,
Que holló más fácilmente
Que tanto noble espíritu paciente.
Errante por los montes,
Los valles y cavernas
De tan desconocidos horizontes,
Corrió por las avernas
Mansiones de las penas sempiternas.
Ofrécele un paraje
Dos sendas, que di^áde;
Aquí, dudoso del incierto viaje,
Riesgos y dichas mide ,
Y á su dios tutelar auxilio pide.
Este celeste influjo
Le da patentes señas
Al escuchar en la siniestra el flujo
De Flegeton por breñas
Con el continuo choque de las peñas,
A su margen divisa.
De tres muros cercada,
Soberbia fortaleza, que le avisa
De la gente malvada
Ser la estancia al castigo destinada.
La vereda desecha
De aquel horrible seno,
Y el paso dirigiendo á la derecha,
Llega á un lugar ameno.
Donde eterniza su ventm-a el bueno.
Yace un bosque en un valle.
Que del Bóreas promete
Resguardo en una y otra espesa calle.
Cuyo verde tapete
Lame halagüeño el silencioso Lete,
Al rededor del rio.
Por campiñas extensas,
Se reconoce popular gentío,
Grupos de almas inmensas.
Más que las nieblas de los mares densas ;
Y así como á las flores
Del fértil prado, cuando
Las comunica Abril matiz y olores,
En numeroso bando
Cercan abejas con susurro blando;
De semejante modo
Por aquellas riberas
Se percibe sonar el campo todo,
Y hacen de estas praderas
Las almas sus eternas primaveras.
Elfino se enternece,
Conociendo gozoso
Las aguas del olvido que apetece,
Y corre presuroso,
De conseguir su objeto no dudoso.
(( Huya de mi memoria
Tu imagen de esta suerte,
Oh Floridiana, de tu Elfiíio gloria;
Que ohñdarte es quererte ,
Si siempre he de vivir viendo tu muerte. ))
Dijo; y no bien intenta
Gustar de los raudales
Con que le brinda la corriente lenta
Los postrimeros vales
De su dolor y síntomas fatales,
Cuando (¡asombro increíble!)
En su acción impedido,
Violentado de fuerza irresistible.
Cual olmo allí nacido.
Se quedó inmóvil , á la tierra asido.
En la región umbrosa
Segunda vez resuena
La voz del hijo de la cipria diosa,
No blanda y de amor llena,
Sino de espanto, que el confin atruena,
«Mortal, dice, no piense
Tu j)resuncion la es dado
Que ese turbio caudal se la dispense;
A un tiempo quitre el hado
Que terminen tu vida y tu cuidado,
))Si á tan extraño polo
Bajé del alto asiento,
Si á él te condujo mi favor, fué sólo
Mi justo pensamiento
Hacerte ver lo inútil del iutento.v
Frenético delira.
Los vientos embaraza
Elfino á su clamor, muertes respira.
Mal el ansia disfraza.
Que al corazón opn so despedaza ;
La sentencia que escucha.
Las fuerzas que oponía
Por desasirse con penosa lucha,
Y Febo, que ya ardia,
Le dispertaron y entre sí decia :
«¡Ah devaneo loco!
¡Fantasía sin rienda!
Deja, deja que muera poco apoco.
Murió mi amada prenda,
Y no hay Loteo que mi mal suspenda.»
Fuese, y con doble lloro.
Tersos, lucientes, bellos,
Sacó los que guardaba hilos de oro,
Y embebecido en ellos ,
Besó de Floridiana los cabellos.
GEANADA EENDIDA
Romance endecasílabo, premiado por la Real Academia Española,
en Junta que celebró en el día 22 de Junio de 1779, y segundo
concurso después de la creación de la Academia.
Un ánimo constante
Es acreedor del cielo á los auxilios.
Desciende en mi favor del alto cielo,
Tii, que demuestras en el vate argivo
El verso digno de cantar las guerras
Y hazañas cíe monarcas y caudillos,
Y dime ¡oh musa! cómo conquistaron,
Siendo su tutelar el cielo mismo.
Los Católicos Beyes el emporio
En donde muere el Darro cristalino.
Apenas este numen á la tierra
Mostró serenos sus azules visos,
A los espacios del luciente Toro
Trasladando del sol el domicilio,
Y á la más fértil estación del año
Comenzó á enriquecer con su rocío,
Tributando al Abril flores el prado.
Música el ave y danzas el ejido,
Cuando á España sus ecos dirigiendo,
«Tiempo es, prorumpe, ya de que tus hijos
Sacudan de una vez el torj^e yugo.
Pues se cumplieron los decretos míos.»
Dijo el cielo, y España, á sus acentos.
Dando treguas al triste parasismo,
De sus hijos la cólera provoca.
Que ya en furor convierten el conflicto.
La corte de Boabdil sombras errantes
Alteran entre tanto, interrumpido
El nocturno silencio, y de sus muros
Se lanzan melancólicos suspiros.
«¡Ay, Granada, de tí!», se oye que dicen
Los agarenos manes, y al bramido
Del aquilón soberbio corresponden
De infaustas aves agoreros picos.
Todo es horror, y no de la tragedia
Se engañan los terribles vaticinios.
Cuando ya de la España sobre el moro
Brillan desnudos los aceros limpios.
Buscan los ricos-hombres, presurosos,
Al prudente Consejo, que advertido
Del celestial favor que los anima,
Su influjo ofrece unir con el divino.
584 DON JOSÉ MARÍA VACA DE
Era el anciano de agradable aspecto,
Larfo el cabello, cano y sin aliño,
Arrue:ada la piel, vivos los ojos.
Pronto á escuchar, y en resolver prolijo ;
Ya tardo, ya veloz su movimiento.
Afable en trato y en hablar medido,
Un báculo una mano manejaba.
Otra una antorcha de esplendtir continuo.
Del pecho separó la inculta barba,
T miró al ciclo con fervor activo;
Sin desplegar los labios , se resuelve ;
Parte y lleva los proceres consigo;
Entra en Sevilla, toca los umbrales
Del real palacio, llega al trono digno
De Isabel y Fernando y les acuerda
Sus alientos con ecos persuasivos,
«Príncipes, dice, padres de la patria,
Augustos siempre , triunfadores píos ,
A cuyo esfuerzo la indomable Europa,
El mundo todo es ámbito sucinto;
«España, esa matrona portentosa.
Que todo el orbe suspendió á prodigios,
Terror del altanero Ca|)itolio,
Embeleso del celta y del fenicio,
«Desde el dia que turbio el Guadalete
(Del cielo fué tan ejemplar castigo;
^1 destruyó de España las riquezas.
El redujo su fausto al precipicio),
«Desde el momento en que entregó á sus ondas
La libertad de la nación y el brillo,
Que extinguieron las leyes de Witiza
Y sepultó el desorden de Kodrigo;
«Humilde, resignada, venerando
De la airada dt idad los altos juicios,
Ante sus aras con perennes votos
Su corazón en lágrimas deshizo.
«No la engañó su tierna confianza;
Oyóla el cielo, y suscitó propicio
Los Pelayos, los Jaimes > los Alfonsos,
Los Fernandos, Ordoños y Eamiros.
«La discordia, de sierpes coronada.
Arroja en tanto su hálito nocivo,
Que á la matrona enflaqueció las fuerzas
En sus reinos opuestos y divisos.
«El justo cielo (por aquesta causa
DecretaiKlo pausados los alivios)
De la canalla vil que le oj^rimia
Permitió retardar el exterminio;
«Pero al volcan en que fabrica Lémnos
Las armas de los dioses vengativos
Corrió Himeneo y encendió la tea
Que á vuestro regio tálamo previno.
»Se aplaude del Moncayo al Guadarrama
El enlace feliz, corren amigos
El Ebro y Duero, el árabe se asusta
Viendo unirse á las barras los castillos.
«Domasteis su altivez, y una mañana
El claro Dios los ojos compasivos
Tendió sobre la España, y esforzado
Juró ampararla por el lago Estigio.
«Viendo, al iluminarla con sus rayos,
Que faltaba el reflejo peregrino
En la piedra mejor de su corona,
Empañada del pérfido enemigo ;
«¿Hasta cuándo, deidad que así la afliges.
Exclamó al cielo, la hallarán mis gii-os
En triste esclavitud? /Caben acaso
Tantas iras en ánimos divinos?
«Ni hubo tardanza ; condesciende el cielo,
É inspira á España; España acude al brío
De BUS hijos ; me buscan y conformes
A excitar vuestro espíritu han venido.
«Es tiempo de vencer; vuelve á Granada,
lOh íYrnandoI que ya contarse miro
De Bulhaxix (1) la casa en tus palacios.
Las montañas del Sol (2) en tus dominios.
«Sus ágatas el alto Charidemo (3),
Genil su plata te consagra fino,
fl^ Rey moro de Granada, que ediílcó el palacio real de la Al-
hambra.
Q) Las Alpuiarras.
fl) El cabo de Gata.
GUZMAN Y MANEIQUE.
Te ofrece el Darro sus arenas de oro,
Y Guadix sus ligeros hipogrifus.
«Tú á disponer el orden de la guerra
[Oh nieta invicta del augusto Enricol
En Alcalá te quedarás en tanto
Que gloriosa te avanzas al peligro.
«No importa , no, que el arrogante pueblo
Se envanezca de haberos resistido
Tantos años ; vn ánimo constante
Es acreedor del cielo á los auxilios.
«Valor, felicidad y confianza
Os han de acompañar; caiga ese altivo
Coloso mauritano, y en la Iberia
No suenen más del Alcorán los ritos.
«Clame Belona , y á su voz horrrenda
Se turbe el reino infiel desde el distrito
Que Almanzor baña hasta las sierras que orla
Guadalcntin con lazos cristalinos.
«Vuestro el triunfo será , vuestra la gloria ;
España va con vos, el cielo mismo;
El se interesa en vuestro vencimiento;
Yo, que con esta antorcha os ilumino...»
No acabó la razón. La confianza
Se deja ver en hábito distinto
Del que otras veces la encubrió, y Fernando
Conoce el don que al cielo ha merecido.
Apoyóse el Consejo silencioso
Sobre el cayado, y ella el pecho invicto
Tocó del Rey, diciendo : « En este centro.
Por orden de los númenes, asisto.»
Envuelto en una nube de humo y polvo,
Que dirige violento torbellino,
Todo cubierto de sudor y sangre,
Se presenta el Valor enardecido;
Fijó la vista en el marcial congreso,
Alzó el nervioso brazo denegrido,
Y asiendo la real mano, « De esta diestra
Yo haré que tiemble el universo», dijo.
Se transiiarentan los dorados techos,
Y aparece, del viento conducido.
Un carro victorioso, en que á las llamas
Imitaban carbunclos y zaíii'os.
Manifiéstase en él el sacro bulto
De la Felicidad, que de improviso
Depuso el caduceo y cornucopia,
Y así de todos la atención previno.
Llevó la blanca mano con presteza
Al seno virginal, de cuyo archivo
Sacando con risueñas expresiones
Frondosos ramos de laurel y mirto,
«Tejed, dice del séquito á los genios,
Tejed coronas de marcial estilo
A Isabel y Fernando, cuyas sienes
Me manda orlar el soberano Olimpo. »
Así los tres hablaron , y Fernando
No esperó más. « El cielo obedecido
Sea, dijo, celtíberos valientes ;
Que yo estoy con vosotros, y él conmigo.»
«Yo me pondré á la frente de mis tropas,
Isabel prorumpió; yo en el designio
Empeñaré á mis vándalos guerreros,
Yo armaré de furor mis numantinos.»
Llena en tanto las márgenes del Bétis
La hispana juventud, como en estío
Negro escuadrón de próvidas hormigas
Corre á sus cuevas con el rubio trigo.
El valiente extremeño, el castellano
Se apresta, y de Cantabria lo florido.
Los que habitan del Júcar las orillas.
Los de Idubeda y Puerto Brigantino;
Murcia , abundante en piedras y metales,
Córdoba, rica en fértiles olivos.
Las comarcas del Turia y Grande Ibero,
Y la que riega el Tórmes fugitivo;
Y tú, del mar señora, que recibes
Nombre y ser del magnánimo Barkino,
Diste también á tus amados reyes
Soldados valerosos y escogidos;
Ni yo, ingxato á la cuna y monumento
De mis mayores, al silencio rindo
lOh madre de héroes, imperial Toledo!
El bélico furor de tus patricios.
I
ROMANCE ENDECASfLABO.
285
Al Consejo los Reyes y sns tropas
Siguen, y llevan al Valor consigo,
Que asistiendo á la diestra de Fernando,
Influye en todos vengador y activo.
Así volviendo á la ciudad de Alcídes
La espalda ufanos, en sus pechos mismos
Trocaba la apacible confianza
El horror de la lid en regocijo.
Corta los vientos y su furia enfrena,
Templa el extremo del calor y el frió,
Y abre sendas, con todos halagüeña,
La alma Felicidad por el camino.
Así encontró al ejército brioso
Tercera vez la aurora; mas no quiso
Volver al mar el hijo de Latona
Sin mostrarle el objeto apetecido.
De Granada se ven los chai)ite]es,
Y el gran Villcna (1) dice : «Ya diviso
A Granada. ¡Granada!» Y por las tropas
Se oye «¡Granada!») repetir á gritos.
Llegaron á unos plácidos lugares,
Amenos prados, cuj'O dulce hechizo.
Formado de placeres inocentes.
Es poderoso imán de los sentidos.
Imitando de la hija de Taumántes,
Opuesta al sol, mil varios coloridos,
Su suelo esmaltan la morada viola.
El clavel rojo y los azules lirios;
Febo aumenta su luz mientras las auras
Se enriquecen con ámbai'es distintos;
Chupa la tior la abeja laboriosa
Y rumian los ganados el tomillo ;
En los álamos verdes Filomena
^uelta la voz con delicados trinos ,
ítis la escucha , y lloran igualmente
De Progne y de Tereo los delitos.
Hay una sierra á que la blanca nieve
Está siempre oprimiendo (los antiguos
Soloria la llamaron), cuyas puntas
Esconderse en la esfera han presumido.
Sus altas cumbres , célebre atalaya
Del mar de España y clima berlierisco,
Demuestran dos lagunas insondables,
Cuna del más dichoso de los rios.
Nace de ellas Genil, y despeñado,
Eápido corre hasta amansar su giro
En esta vega deleitosa, en donde
Se ve de bellas náyades servido.
Filodoce, la ninfa más gallarda,
Salió acaso á su orilla y divertido
El pensamiento tuvo en los arroyos.
Que hacia ella corren entre grama y guijo;
Vio y conoció las armas españolas,
Y arrójase al cristal con el designio
De avisar á su dueño, más ansiosa
Que en otro tiempo el infeliz Narciso.
Suenan las aguas con el golpe y mueven
De tersa espuma blancos remolinos.
En tanto que Genil sacó la frente.
Ceñida de amarantos y carrizos.
Puso los pies en la cerúlea concha,
Que le sirvió de asiento, y conocido
El gran monarca que su margen pisa,
Alzó al cielo las manos y asi dijo :
«¿Veniste, en ñn, conquistador famoso?
I Oh causa digna del anhelo miol
¿Veniste ya á vencer ? ¿ Que á tí triunfante
He de ver, y al alárabe rendido ?
))Sí, Fernando; sí, rey; así lo ordena
El ciclo santo, que su voz lo ha dicho;
Yo lo oí, que en mis sierras resonaba,
Y en las cuevas también de mi retiro.
))No más, no más que mis arenas pura8
Manche la torpe huella, no el impío
Descendiente de Agar lave su cuerpo
En el cristal que te consagro limpio.
))Cantad, ninfas, tañed, y á manos llenas
Dad flores á tu huésped ; no indecisos
Estén los lauros de mi fresca orilla ;
Desgajadlos, oh ninfas, y rendidlos.»
(1) Don Diego Pacheco, marqués de Villena.
Bajaba ya la noche silenciosa ,
Cerca estaba Granada , y para el sitio
Manda sentar sus reales el Monarca,
Del celoso Consejo persuadido;
Pero en lo más profundo de las sombras
Juzgó llenaba de esplendor divino
Una beldad su tienda y que le hablaba,
Ni bien despierto estando, ni dormido.
Era hermosa en extremo, aunque sus ojos
Cubre un cendal más blanco que el armiño,
Y en sus manos llevaba, misteriosa,
Oñ-enda celestial de pan y vino.
«Yo soy la Fe, le dice, á quien conoce;
Yo cautivé tu religioso oido;
El cielo manda que en la heroica España
Acabe de tener mi trono fijo.
))De tí fia la acción; cúmplela, y funda
En este dichosísimo distrito
Una ciudad, que con mi nombre alcance
De su deidad el alto patrocinio.»
Desaparece, y de Titon la esposa
Apenas el ejército lucido
De las estrellas ahuyentaba, cuando
Así <lió á su razón principio :
«Ya , vasallos , las órdenes del cielo
Fuei'za es cumplir; la fe que he ivcibido
En la sagrada fuente me estimula
A hacerla de mi vida sacrificio.
«Bien que vuestro valor y confianza,
Si tan grandes promesas examino.
Nos están aclamando vencedores
Del fiero orgullo que á postrar veniínos.
»A1 arma , pues , y ocúpense los montes
Que á esta fértil llaniira están vecinos ;
Parte, oh Villena, y la altivez humilla
Que abrigan las entrañas de esos riscos.»
Dijo; y el gran Pacheco acelerado
Camina, y cual el lobo enfurecido
Turba el rebaño que en callada noche
Reposa descuidado en el aprisco,
Se avanza y de las pérfidas aldeas
Abrasa los humildes edificios;
Tembló la capital , abrió sus puertas
Y opuso sus alarbes vengativos ;
Pero Fernando, en cuyo sacro escudo
Se rompen los alfanges enemigos,
Desbaratando la defensa débil.
La volvió á contener en su recinto.
Cunde el pavor en toda la comarca,
Y los soldados por el monte unidos
Queman los pueblos, y á las tiendas vuelven,
Llenos de honor y de despojos ricos.
Viene Isabela, del Valor llamada,
Y al hollar el terreno granadino,
«Salve, repite, centro delicioso
De dulce vida y de placer elisio.
, ))Ya antes os vi; no es, campos de Granada,
Esta la vez primera que os admiro;
Ya os vi citando quedó con sangre humana
De vuestras fuentes el raudal teñido;
))Y aunque ahora con mis hijos, con mi esposo,
En no ajiartarme hasta triunfar insisto,
Premiando el cielo mi constancia, espero.
Sin llamar á las Parcas, conseguirlo.
»E1 cielo hará, piadoso con los hombres,
Que sin el duro corte de sus filos
Rinda el monarca bárbaro su imperio,
Y España vuelva en sí de su deliquio. »
Entonces el Consejo, diligente,
En alas de su esfuerzo conducido,
A Granada camina, donde expone
Así á Boabdil sus útiles avisos :
«Huj^e, hijo de Albohacen, huye de España;
A África busca y á los mares libios,
A las faldas te acoge del robusto
Atlante, coronado de altos pinos;
»0 bien A esos dos héroes (respetando
Del cielo santo el inmortal edicto)
Cede el laurel y su favor implora,
Aquel favor que admiran los rendidos.
»Yo vi , yo vi al Valor siempre á su lado.
Yo á la Felicidad también he visto
286
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GÜZMAÍT T MANRIQUE.
Volver la espalda & tu infelice solio;
Contra tí ol ckIo está, teme su juicio.
))É1 hizo descender la confianza
A las armas de España, y al presidio
De Santa- Fe se acogen , que en tus tierras
Levantan ya los españoles mismos.
))De allí no faltaián (que son constantes
Y religiosos son) hasta rendiros
A la penosa angustia del asedio
O al destrozo sangi-iento del cuchillo.»
Discurrió un sudor frió por los miembros
Del j\Ionarca á esta voz ; lloró cautivos
Sus vasallos en traficas refriegas ,
T vio en sus torres ya á sus enemigos.
Ríndese á tantos males, y llamando
A Abulcacin, su alcaide, «Al fin perdimos
Nuestro reino, le dice, y nuestra patria.
|0h patria, oh compañeros, oh destino!
))/ Cobré para esto el usurpado trono?
¡Cuánto mejor, ilustres gi-anadinos,
Hubiera sido que Abohardil (1) reina.se,
Aunque perverso, aunque traidor é inicuo!
))¡ Cuánto mejor que él, que manchó su fama
Con el crimen de injusto fratricidio,
Derram.ase, enemigo de su sangi-e,
Junta C(in la del padre la del hijo!
«¡Cuánto mejor... Mas ¡ay que ya no es tiempo
De tanta reflexión! Ya es desvarío
No ceder á la fuerza; el oponerse
Ya no será valor, sino delirio.
))Escucba, Abulcacin, lo que te manda
Tu señor y tu rey, Boabdil, tu amigo;
No lo perdamos todo; vé á Fernando
Y dile... me estremezco al pro'ferirlo.
))Di á Isabel que á sus armas invencibles
Granada se rindió. Busca el partido
Más ventajoso á tu infelice patria;
El cielo es el autor, yo su ministro. »
Diciendo aquestas últimas palabras,
La cabeza inclinó, y por el vestido
Viendo correr las lágrimas amargas,
Se oyó de los vasallos un suspiro.
Parte el alcaide á Santa-Fe, y Fernando
Con blanda condición, rostro benigno
Le recibe, y remite sus propuestas
A dos que la prudencia ha distinguido.
Hernán de Zafra, eterno á las edades,
Y Gonzalo de Córdoba el invicto.
Que de Gran Capitán alcanzó el nombre
Sobre Alejandros, Héctores y Pirros,
Trataron algún tiempo los conciertos ,
Que al fin las partes juran por escrito,
Del vencedor precioso monumento.
Modelo de piedad con el vencido.
Alégrase Boabdil de los tratados,
Y los suyo? con él; pero atrevido,
El insano Furor con torpe insulto
Amotinó los ánimos triinquilos,
Y puntas mil flechando envenenadas
Con zumo del eléboro nocivo,
Que la Nevada Sierra le aprontaba,
Su corazón en llamas convertido,
Turbios los ojos, pálido el semblante,
Los labios entre espumas mal distintos,
Erizado el cabello y rechinando
Los horrorosos dientes denegridos,
La ciudad corre en torno; ya blasfema,
Ya hiere el pecho á golpes repetidos ,
Ya rasga las inmimdas vestiduras,
Y así delira el bárbaro prodigio :
«¿Qué demencia, no ya moros valientes,
Torpes hijos del ocio, qué maligno
Espíritu os gobierna? ¿Qué letargo
Os pone de vosotros en olvido ?
«i Oh vil generación! ¿y sois vosotros
Los fieros é indomables? ¿Producidos
Sois de aquellos varones generosos
Que rindieron de España el poderío?
))¿Vo8 sois de aquellos moros descendientes
(I) Rey moro de r.ranada, üo de Boabdil, henuano de Albo-
baccD,
Que Junquera admiró, de aquellos mismos
Que dieron muerte á Aznar, que á las iglesias
Quitaron sus Hermogios y Dulcidlos,
«Destroz.aron sus reyes, y á la Ceca
Con denuedo trajeron inaudito
De su apóstol los cóncavos metales,
Que en lámparas quedaron convertidos ?
))¿Y tú, Boabdil, de la nación afrenta.
Asi tu patria entregas? No imagino
Que humanos pechos ; ponzoñosa sierpe
Te coíividó con su aliento á silbos.
))Los Ismaeles, Muleyes y Levines (2)
No así el trono trataron. Al indigno
Sucesor deponed, árab' s nobles,
Que al nazareno vil quiere abatiros.
))¿ Pensáis que guarden los sagrados pactoaf
¿No advertís su doblez, .sus artificios?
¿Juzgáis no vengarán su yerta sangi-e?
¡Oh, cómo os burlarán los fementidos!
))0s robarán esposas y tesoros ,
Degollarán los inocentes niños,
Las agarenas vírgenes honestas
Víctimas han de ser de su apetito.
))Ya el espantoso son de las cadenas
Que os harán an-astrar, los duros grillos
Que á los pies llevaréis, vuestros lamentos
Escucho resonar en mis oídos.
))Veo la sangre mora derramada,
El baldón del Profeta (me horrorizo).
El oprobio, el infame abatimiento.
La infausta esclavitud, el cruel martirio.»
No habló más ; contra el Rey clama la plebe,
La confianza le templó; imprevisto
Llegó el Valor, y al monstruo sedicioso
Lanzó al averno, del cabello asido.
« i Quién eres , huésped? ¿ Qué fatales casos
A la región del llanto te han traído? »,
La negra Juno preguntó, y él luego,
Hablando así, sus dudas satisfizo :
«Pues el dolor, oh reina, inexplicable
Me mandas renovar de haber perdido
En la alta montaña, á impulso de los godos,
Las lunas africanas el dominio,
))Escucha en breve el último trabajo
Que van á padecer, aunque al decirlo
Se estremezca la mente, aunque tu imperio
Gima al horror que absorto le anticipo.
))Yace cerca de üíberis , exenta
De los rayos del sol y sorda al ruido
De hombres y fieras , una cueva oscura ,
Que cueva fué del nigi'omante antiguo;
))Gar en idioma arábigo se nombra,
Y los soldados de Tarif, unido
El vocablo al de A'afa , patria suya.
Así al pueblo llamaron que describo.
«Pobláronle y metrópoli erigióse
De un opulento reino; fué temido
El nombre de Granada por el orbe ;
Fué, pero ya su pompa se deshizo.
))Está impreso en la mente soberana
Que abusó del poder, y el infinito
Distribuidor de bienes y de males
No olvida, aunque retarde los castigos.
))¡0h, con cuánto pavor á la memoria
Se me ofrece la voz de un adivino,
Que en la invasión de Zahara ignominiosa (3)
El triste fin de la nación predijo!
«Encendióse Aragón, ai-dió Castilla,
Rugió feroz, injustamente herido.
El león de España, y vióse en aquel tiempo
Fernando de sus tropas por caudillo.
«Ríndese Alhama , y solicita en vano
Recuperarla el sarraceno brío;
Cayó por tierra el, Septenil famoso,
Y destroz.aron á Alora sus tiros.
«Se entregó Ronda, se entregó MarbeHa,
Cambil y Albahar postraron sus castillos,
Moclin, Illora, Loja, Zagra, Baños,
Bentome y Velez yacen oprimidos.
(2) Revés moros de Granada.
(5) Auo de 1481.
ENDECASÍLABOS.
287
«Ceden Vera, Guadis, Baza, Almería,
Salobreña, Almuñécar, donde el tirio
Ambicioso homicida de Siqueo
A Axis, ciudad antigua, dio principio.
))Ya los ásperos montes de Axarquía (1)
Las derrotas no ven del enemigo;
Ya Gibralfaro (2) á Málaga la excelsa
Mira ocupada, y al Zegrí (3) cautivo.
))Como en mar borrascoso la alta roca,
Contrastando el embate repetido
De altivas olas y fiiriosos vientos,
Inmóvil burla su tesón continuo;
))Así Granada resistió diez años
A esos reyes; mas ellos han sabido
Oponer á esta noble resistencia
La constancia, su heroico distintivo,
))Del cielo descendió la Confianza,
Y aun no ha corrido el sol los doce signos
Después que de Sevilla nuevamente
Partieron, empeñados en el sitio.
))No levantarle hasta vencer intentan;
Mas ya el árabe (afrenta es referirlo)
La ciudad rinde, clamo yo, y me arroja
Aquí el Valor, porque á la plebe irrito.»
Dijo el Furor, y los tartáreos genios
A la espalda los brazos del vestiglo
Ligan con cien cadenas, aumentando
El infernal horror sus alaridos.
Boabdil en tanto con preciosos dones
De cimitarras, jaeces y castizos
Hijos del Bétis á Fernando aplaca ;
Le llama y le recibe en el camino.
Arrójase á sus plantas; «Tuyos somos,
Tuya es Granada, dice ; el cielo quiso
Hacerte vencedor, la Confianza
Me anunció tu clemencia , y á ella aspiro. »
Ya dos auroras el sañudo Enero
Numeraba, y los jeques (4) distinguidos
Del pueblo de Ismael borrar mandaron
De la egira (o) el fatal día impropicio.
Las llaves tomó el Rey y entró en la Alhambra.
Acuérdame su triunfo esclarecido,
Caliope heroica, y más divino fuego
Díba á tu inspiración el plectro tibio.
Eayarcn cuatro soles, y ostentoso
El público aparato se previno;
Adornaron las torres los pendones,
Y creció en Bibai-rambla el fiel bullicio.
El Eey, la Eeina, el Príncipe, los gi-andes,
Los infanzones nobles y aguerridos,
Depuestas ya las túnicas de Palas ,
Visten de Adonis galas y atavíos.
Oro, perlas, crisólitos, topacios,
Diamantes, granas y plumajes rizos
A Oñr retratan, al Oriente copian,
Y desdeñan las púrpuras de Tiro.
Trocóse el son del parche en melodías,
Y la algazara pavorosa en himnos ;
El cañón, antes lengua de la muerte,
De salvas puebla el ámbito festivo.
En los templos el cielo los inciensos
Afable recibió; voló al empíreo
La Confianza, y coronó á los Reyes
El Valor con pacíficos olivos.
Enjugó España el llanto, bendijeron
Sus príncipes al cielo, agradecidos,
Y la Felicidad juró á este numen
No separar del trono sus oficios.
Cayó el cetro fatal de Proserpina,
Y al triste golpe retumbó el abismo;
Maltrataron las furias sus cabellos.
Ladró el Cerbero y se irritó el Cocito;
Rodó del hombro á Sísifo el peñasco
Sin subir á la cumbre , y miró Ticio
Sus sangrientas entrañas palpitantes
Del buitre detenidas en el pico.
(1) Montes de Málaga, que vulgarmente llaman aquellos natura-
les las Axarquias.
(2) Fortaleza célebre de la misma ciudad.
(3) Capitán moro.
(1) Los m;is ancianos y autorizados de cada generación.
{o) Principio de la cuenta de los árabes.
Así, oh Reyes Católicos, triunfasteis;
Cuyo excelso renombre os dejó escritos
La sagrada ciudad de siete montes
En la memoria eterna de los siglos.
LA FELICIDAD.
Poema enviado A la Real Sociedad Económica de Amigos del Pafs
de la ciudad de Granuda , por comisión de ésta , para que so le-
yese en ella , el dia 2(i de Enero de 1781, en que se publicaron
los premios distribuidos entre los [¡rolesores y discípulos de la
escuela de diseño.
Non erit lahoris fugilans vir
implcl honeum.
(Hesiod., Georg., lib. n.)
Yo, aquel que en otro tiempo, los triunfantes
Católicos Monarcas celebrando.
Canté los destrozados eslabones
De Agar en la metrópoli del austro (0);
De aquellos padres de la patria ahora
Al más ínclito nieto derivado,
El mismo influjo en el emporio mismo,
Feliz admiro y obediente canto.
Aparta, heroica musa, de mi oido
El marcial eco que aun parece alcanzo
Del ronco parche, y el metal horrendo.
Cuyos rumores trasladaste al labio;
Y con plectro más dulce y apacible
Haz ver al mundo el floreciente estado
Que ha merecido la inmortal Granada
A los auspicios del augusto Carlos.
Gozaban de su eterna primavera.
En paz dichosa, los elisios campos,
A tiempo que oprimía á los mortales
La estación dura del invierno cano.
Cuando de aquel afortunado clima
Las celestiales bóvedas sonaron.
Gimieron las cavernas, y poblóse
De resplandores el inmenso espacio.
Aquel monstruo de lenguas y de plumas,
De Titán y la tierra procreado.
Parando el vuelo rápido en las cimas
Que descollaban de los montes altos,
Tres veces animó trompa sonora,
Y otras tantas produjo el común pasmo;
Todos á un tiempo aguardan la noticia
Del mimen , su venida y aparato.
La Fama entonces separó, imperiosa,
A Apeles, Nicias, Zéuxis y Parrasio,
A Dinócrates, Dédalo y Vitrubio,
A Fidias, Praxitéles y Agesandro;
Y esforzando la voz, con que igualmente
Publica las proezas y los daños,
Cii'cundada de nubes su cabeza.
Así captó la admiración cantando :
Almas nobles , dichosos habitantes
De la inmortal región, ceda el espanto
De mi venida al júbilo que espero
De la nueva feliz que voy á daros.
De España timbres han de ser, oídme;
Pero séame lícito entre tanto
Pintar su decadencia, porque puedan,
En más oposición, lucir más claros.
La alma Felicidad (7), aquella misma
Que al trono de Isabel y de Fernando,
De Granada expelido el sarraceno.
Su asistencia ofreció, juró su amparo,
De tal manera la dorada copa.
En cumplimiento del eterno pacto,
Llenó después del néctar delicioso
Con que brindaba á reyes y vasallos,
Que la España, entregada á sus dulzuras.
Se adormeció al arrullo de este encanto.
Sólo la brillantez fué su atractivo.
Su imán el ocio, su ídolo el descanso.
(6) P>omance endecasílabo del autor, con el título de Granada
rendida, que consiguió eJ premio de poesía por la Real Academia
Española, en el concurso del año de 1779.
i'i Personaje alegórico, introducido en aquella obra, el cual al
fin de la acción Jura no separarse del trono de los Reyes Católicos,
288 DON JOSÉ MAEÍA VACA DE
Fastidiada de lides y victorias,
El coral de sus venas derramado,
Sólo pensó en curar tantas heridas
Con el bálsamo suave del halago.
Viendo que al sol del español dominio
No era posible separar sus rayos,
Ni teme aborte ejórcitos la tierra,
Ni que escuadras vomite el Océano.
Inútil ya juzgaba renaciesen
Los Colones, Cortóses y Pizarros;
Todo el mundo era suyo, y satisfecha.
Las lágrimas culpaba de Alejandro.
¡Con qué serenidad, con qué indolencia
Mira los cxtranjoi-os artefactos!
I Con cuánta indiferencia detestable
Oye dicterios y tolera agravios!
Desde el solio de su ínclita grandeza,
Insensible al continuo menoscabo,
Sólo mirar correr, la divertia,
Arroyos de oro al clima más extraño.
I Oh infiel Felicidad! Pero ¿qué digo?
Don eres de que abusan los humanos;
Del hombre esclavas han de ser las dichas.
No el hombre de ellas ha de ser esclavo.
¿ Qué culpa tuvo deliciosa Capua
De que un famoso capitán incauto
Pudiese un tiempo, coronando á Roma,
Frustrar las esperanzas de Cartago?
Suele al favor seguir el devaneo,
A éste el orgullo, y al orgullo el fausto;
La inacción, la pereza y el olvido
Constituyen la escala del estrago;
No las riquezas que el sediento Midas,
Atabalipa y Creso acumularon ,
Medran ociosas, pues la trox no llena
Varón, á la vcrdnd , que Jutyr clirahajo.
Así España, engreída, trató, ingrata,
A su felicidad; quitóla el mando,
Marchitóla el laurel, rompióla el cetro,
Easgóla toriDcmente el regio manto;
Y así la casa de Borbon excelsa
La halló al pié de su trono, suspirando
Y humedeciendo con el llanto triste
A la España, embriagada entre sus brazos.
jCuán distinto á Felipe el Animoso,
Cuan distinto semblante presentaron
Estas, que en algún tiempo afrenta fueron
Del hábil griego y del egipcio sabio!
Ajada de sus rostros la belleza.
Mudo el aliento y el cabello vago.
Entregado el ropaje al desaliño.
Convertidos en silbos los ajilausos,
Una al Monarca articular apenas
Puede favor, besando la real mano,
Y otra suplica al cielo reverente
La tenga siempre de Felipe al lado.
Resonaba el lamento en las entrañas
Del príncipe benigno, y al contacto,
España, de su mano poderosa,
Dilató el pecho y sacudió el letargo.
Del modo que aparece más hermosa
La faz luciente del planeta cuarto
Cuando disipa, de Enlo asistida,
El proceloso aspecto del nublado;
Así más bello se ostentó el semblante
De la Felicidad después del llanto;
Restituido el color á sus mejillas,
A sus ojos devuelto el agasajo.
Felipe de Borbon, luego que pudo
Cerrar el templo del Infronte Jane,
No perdonó desvelo ni fatiga
Para cobrar el esplendor ajado.
Ciencias, artes, comercio, agricultura,
Industria, población, y todo cuanto
Puede ensalzar el nombre de un rey grande.
Plantel fué opimo de su augusto brazo (1).
Debió á Fernando su fecundo riego,
(1) Entre la varipdad de ob¡etos que tiene este cuarteto, v seria
largo é iniportuno individualizar en estas notas, no debe omitirse
rjíic en 1,-) de Julio de nil admitió aquel monarca el provecto de
m estiKMO publico de las tres nobles arles, creando, para que tu-
VHisc electo, una junta preparatoria.
GUZMAN T MANRIQUE.
Y vuestras nobles artes los atrasos
Resarcir en sus cultas capitales
El celtíbero (2) vio y el carpetano (3),
Carlos, en ñn, que desterró de Iberia
El fiero horror de los malignos hados,
I)ió el incremento á aquellas mismas artes
Que hoy se coronan de inmortales lauros.
No así en la flecha se equivoca el verse
Salir violenta al dispararla el arco,
Caminar por el viento, presurosa,
Y herir segura en el jiropuesto blanco;
Como Carlos á un tiempo atiende amante
A la felicidad de sus estados ,
Activo la destina á sus provincias.
Dichoso logra en ellas su conato.
Más ligera discurre que Atalanta
Por las regiones del dominio hispano;
No á recoger el oro de Hipoménes,
Sí á repartirle con afán contrario.
Industriosa descubre los tesoros
De Aristeo, de Céres y de Baco;
Promueve de Minerva el artificio,
La espalda oprime á Melicerta y Glauco.
Viola Granada entrar en sus campiñas,
Vergel de Flora, de Vertumno ensayo,
Y de estas sacras fértiles estancias
Perfecto original más que retrato.
A la sazón estaba la Abundancia
Sobre un florido césped reposando,
Al son de las corrientes donde cede
Nombre y raudal el Genil al Darro.
El perezoso sueño descendía
De los Cimerios montes ; con recato
Abre la puerta de mariil y baña
Los bellos ojos con licor sagrado.
Aun más heiTuosa cuando más dormida,
A la dulce violencia rindió el brazo,
Y el peso de la fuerte cornucopia
Fué de la amable sujeción tirano;
Cayó en la tierra la preciosa insignia,
Y en la candida planta tropezando,
Despertó á la beldad, á quien sorprenden
Pérdida, novedad y sobresalto.
Vierais allí las deshojadas rosas.
Vierais las azucenas y los nardos
Llenar los aires de átomos fragrantés.
Poblar de nuevos ámbares los prados.
Sintió el jazmín, armiño de las flores,
Manchar su tez en cenagosos charcos,
Y pareció sonaba en los jacintos
El ay de su tragedia inveterado.
Surcan las ondas del Genil serenas
Desprendidos claveles y amarantos;
Las delicadas frutas se maltratan
Al tropiezo del tronco ó del peñasco;
Mas la Felicidad alzó del suelo
(Dándose á conocer) el rico vaso,
Y habló de esta manera á la Abundancia,
Saliendo al rostro el celestial agi-ado :
«Alma nutriz de Jove omnipotente.
Divina isleña, que del suelo patrio
Pasando á España, abandonaste á Creta
Y de Meliso el paternal regazo;
)) Depon el miedo, y no ele estos países
Solicites partir, ocasionando
Perpetuo luto á ninfas y pastores.
Triste clamor á sátiros j faunos;
))La vega de Granada eternamente
Será tu regia corte ; no un acaso
Trastorne tu agitado pensamiento;
Depon el miedo y oye mis presagios.
))Si el gi-anadino descuidó tu culto.
Si al sueño te entregó su desamparo.
Si el Genil usurpó, si llevó el viento
Las dulces prendas del verdor lozano,
«Tiende la vista y mira el campo lleno
De micses, flores, árboles y pastos;
(2) En 18 de Setiembre de 175t expidió el señor don Fernan-
do VI su real (irden para crear y anlnrizar en Zaragoza un congre-
so sobre los estudios de las tres nobles artes, el cual principio tu-
vo aquella real academia,
^3) Erigió este rey la de Madrid, en 12 de Abril de 1752,
endecasílabos.
289
Mira que á sus ilustres naturales
Todavía el terreno está brindando;
))A los cuales yo misma... mas aliora
Verás, absorta, el prodigioso caso;
Que es débil el oido, y por los ojos
El ánimo se enciende menos tardo.»
Dice, y de la dorada cornucopia
Una granada del frondoso tallo
Asida saca , y por resquicio breve
Enseña los rubíes de sus granos.
El fruto apenas , cuya tierna vida
Fué preservada del común fracaso,
A las auras mostró su flor hermosa,
Enrojecida por favor del Mayo;
Un enjambre de abejas por el viento
Vino á rondarla con susui-ro blando,
Y cada cual con émula porfía
El útil jugo laboriosa extrajo.
«Descifra, exclama la beldad confusa,
Sacra Felicidad, estos arcanos,
Si no es que j'a mi corazón pretenda
Vaticinar mi justo desagravio.»
«Así será, la nuucia del Monarca
Responde, y cobrarás tu antiguo ornato;
Ya á ver vuelves el reino de Saturno,
Ya ves el siglo de oro renacer dorado.
))Esta jurada reina de las frutas,
Siendo blasón , es símbolo adecuado
De esa ciudad, soberbia sucesora
Del esjalendor de Iliberis preclaro.
))Esa ciudad, en nombre de su reino.
Promete auxilio á los designios vastos,
Que en la mente de Carlos concebidos,
Es lo mismo que verse practicados.
)) ¿ Ese escuadrón ruidoso no reparas ,
Que observó el mundo, por misterios altos,
Depositar sus obras en la boca
Del divino Platón, de Ambrosio el santo?
))¿No admiras esos voladores grupos
De sus almenas descender zumbando.
Pararse en la escarlata de estas hojas,
Y á sus lares volver ricos y ufanos ?
))Geroglífico son de mil ilustres
Generosos patricios asociados.
Que infatigables en mi honor trabajan.
Tu mansión en su reino contemplando (1).
))Tú misma, sí, tú misma los incitas
Al lustre de la patria y del Estado;
Tú misma en tu dosel, á la real sombra,
Capaz eres de unirlos y empeñarlos.
))Fecundo el suelo en frutos y en ingenios,
A influjos de su celo y su cuidado.
Para captar la admiración antigua
Se deja ver del mundo en el teatro.
«Apenas la puericia balbirciente
Deja las fajas, que ciñó llorando,
Cuando ya la destinan sus esmeros
A que se instruya en la invención de Cadmo.
))¡La misma sociedad, oh ciián piadosa
La elección de maestros toma á cargo,
Que enseñen las más sólidas verdades
Para subir al inmortal ])alacio! '
))Tú, de ambos sexos juventud briosa,
A aquel próvido cuerpo guia el paso.
Que promueve , que premia en hoz y torno,
Del dia y de la noche los trabajos;
«Sufre, robusto joven, la inclemencia
Del Julio ardiente y del Diciembre helado,
Que de esos vegetales que cultivas.
La corona te labras con tus manos.
«Madruga, mujer fuerte, deja el lecho,
El útil lino y el vellrm buscando;
Que en tí será plausible lo que ha sido
Ignominioso en Hércules tebano.
«Adorno, abrigo os deberá la tierra,
Y el mar de sus bajeles el resguardo,
O bien al ancla el cáñamo sujete,
O gire el lino por el aire manso.
«Vestiréis las domésticas paredes,
(1) Es la figura de la empresa de la Sociedad una granada , al
rededor de cuya üur vuela un enjambre de abejas.
í, Ps.-xvm,
Poblai-éis de tapetes los estrados,
Y para el más tremendo sacrificio
Cubriréis los altares sacrosantos.
«Sed envidia del china, el turco, el persa;
Volved á Holanda sus lucrosos fardos;
Sujetad en el Támcsis las naves.
Con que intente surtiros el britano.
«Tisbe amorosa, en árbol convertida.
Pábulo apronte al hilador gusano.
Que esas mismas abejas que os retratan
Su Jiombo (2) enseñarán al reptil bando;
«Del carmín , minio, sil , cóccino y ocre,
Más que el asirlo, el de Ceilan y el Afro
Sabréis usar, dictándoos los aciertos
Plinio, Vitrubio, Pólux y Filandro (3),
«Pero no (jueda aquí ; pasa adelante
El celo fiel que con razón aplaudo;
Elevar (¡uiere su esforzado vuelo
A la altiva cerviz del Vaticano.
«Emulo de sus glorias y primores,
Erige ya fecundo seminario.
Adonde logren de las tres hermanas
Eternizarsu los primeros rasgos.
«La divina pintura, estatuaria
Y sabia arquitectura en igual lazo
Tejen guirnaldas en obsequio digno
De quien fomenta sus principios arduos.
«Tú, dibujo, que lo eres del buen gusto,
No de otra suerte que la luz de faros.
Las vas sacando al puerto apetecido.
Cuando temieron el fatal naufragio.
«Tú, el lápiz entregando á débil pulso,
La variedad siguiendo de tus ramos,
Inventas, circunscribes y bosquejas
Las figuras, los bustos y los atrios.
«Por tí florecerán la anatomía,
La geografía, hidráulica, astrolabio;
Por ti... pero por tí sabrán los hombres;
A tí este timbre sin igual fué dado.
«Publicarán los animados lienzos,
Al temple de las tintas resaltando.
La oposición de luces y de sombras,
A honor de España, del pincel milagros.
«Serán emulación esos alumnos
De los Zúcaros, Vincis y Ticianos;
Julios y Alesios callará Tarpeya,
Timantes y Protógenes Inacho.
«Alzará el Turia la cerviz algosa,
Dócilmente rendido al entusiasmo
De ver á sus Ribaltas y Riberas
Renacer á las márgenes del Dauro.
«Carroños, Menas, Céspedes, Morales,
Recos, Coellos, Valeres, Ricéis, Canoa
Verá Iliberia, por merced del cielo.
Repetirse en sus diestros ciudadanos;
«De Labrador imitarán las frutas.
Copiarán las florestas de Arellano,
Peces de Herrera, lides de Toledo,
Y de Murillo célebres retratos;
«Se gloriará la gran naturaleza
De ver sus cielos en pequeño espacio.
Cuanto la tierra cria, alienta el aire
Y respira en el piélago salado.
«Pero ni aquesos celestiales orbes
Con cinco zonas el poder ligaron
Del arte noble, ni el terráqueo globo
A los ti'cs reinos suyos le contrajo.
«Las pasiones abraza, las sujeta
A su jurisdicción, y en breve cuadro
Se retratan, se tocan y aun se excitan
Del alma noble movimientos varios.
«No asi eficaz Demóstenes persuade,
No imita así facundo Homero, en tanto
Que Rubens, gran poeta de los ojos (4),
(2) Es voz griega ; significa el zumbido de las abejas, y por ser
parecido al murmurio que lormsn, al comer la hoja, los gusanos de
seda, se dio a éstos el nombre de bombyccs. Así lo sienta, entre
otros, el erudito Francisco Cáscales, en sus Carlas filológicas,
decad.2, episl. 8.
(3) Autores que prescriben á pintores y tintoreros las reglas para
prepararla purpura.
(4) Expresión de Lope de Vega.
19
290
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN Y MANRIQUE.
Usúrpalos derechos al Parnaso.
))¿A quién en viva imagen no estremece
La cabeza de Enríalo en un palo?
A vista de ella la doliente madre,
¿Qué compasión no excita su quebranto?
))¿Qué impulsos de amist:ul y de venganza
No representa con rencor bizarro.
Conociendo el cadáver de Patroclo,
El fiero vencedor de los troyanos ?
«¿Quién, sino tú, oh pintura, en Macedonia,
Quién, sino tú, en España pudo darnos
Lo que naturaleza dar no j)U('de,
Del hijo de Filipo un fiel traslado?
«Pero ya la escultura sus prodigios
Contraponerla quiere, y de su erario
Oficiosa la tierra la franquea
Plata, oro, bronce, jaspe y alabastro;
))E1 funesto ciprés, el cedro umbroso,
Pórfido liso y reluciente mármol.
Blancos marfiles, negros azabaches
Son de su imjierio humildes tril»utarios.
))Y al cincel obedientes, deponiendo
Su duro natural, ofrecen fi-ancos
Un corazón de cera al artificio.
Cuerpo á la idea de flexible barro.
))Asi, del sol imagen, el coloso,
Del olímpico Jove el simulacro.
De metal rudo y de compacto hcieso
Maravillas del orbe á ser llegaron.
«Verán así Albaicin y Bibarrambla
Que en busca de sus nuevos estatuarios
Se desentraña el granatense reino.
Presumiendo de estatuas los peñascos.
«Perpetuarán los héroes, los monarcas,
No sujetos á Láquesis sus años,
Ni aquestos pasarán por la hermosura,
Que fué copiada en su verdor temprano,
«Ya en mi imaginación hi estatua vuela
De Perseo en las alas de Pegaso;
Ya me horrorizan las oscuras fauces
Del dragón que los mares abortaron.
«Andrómeda con vivos ademanes
Romper intenta á la coyunda el lazo;
Miente su ser allí la piedra, y sólo
Le manifiesta en el escollo infausto.
«Labrarán con tal alma y valentía
El robo astuto del infame Caco,
Que á no temer que despertase Alcídes,
Hablar debiera el hijo de Vulcano.
«Vuelve, envidiosa antigüedad, los ojos
A la edad venturosa que gozamos.
Verá á su Agasias, á Lisipo, á Scopa,
El efesio, el argivo y el de Paros.
«Mas ¿Qué es esto? ¿Qué didce fantaaía...
¿Adonde estoj'? ¿Qué misterioso rapto
Por regias galerías me conduc.
Salas suntuosas, apacibles llanos?
«¿Qué cúpulas, qué moles, qué trofeos,
Qué plazas llego á ver y anfiteatros?
¿Con qué obeliscos otra vez la tiírra
Quiere turbar al celestial senado ?
«¿Qué circos, termas, fosos, baluartes,
Que frontispicios, pórticos y patios,
Seguros puentes, calles espaciosas
Me fingen la lisonja y el engaño ?
«¿Qué bien distribuidas, niveladas
Fábricas miro, qué ciudades hallo?
Nuevas provincias son y nuevo mundo,
O me arrebata algún furor insano.
«No, me responde ya la Arquitectura,
No sueñas, no delii'as ; caminamos
Todas á un fin, y mi compás al reino
Dará hermosura, aumentos y resguardos,
«Estos ecos resuenan en mi oido,
Bellísima Abundancia, y el conato
Del granadino célebre congreso
Cumplirá lo que he visto y escuchado,
«Soberbio alcázar, religioso temj^lo
Aquí Siloe (1) labró con diestra mano;
(1) Don Diego de Siloe, ,i (|uien Juan de Arfe, en el tratado de
YMa comensuracton, pone entre los primeros y más céjebies ar-
Portentos nacerán de sus cenizas,
De torres altas y triunfantes arcos.
«Tendrá por tí, oh escuela infatigable,
Timbres mayores 11 primor toscano.
Lucirá Jonia y brillará Corinto,
Crecerá de la Dórida el aplauso ;
«Será cada columna monumento,
Cada arquitrabe testimonio claro,
Cada cornisa ejemplo memorable
Del sudor por la patria derramado.
«A Egipto, Media, Caria, Babilonia
Pirámides no envidies ni palacios,
No de Artemisa regios mausoleos,
De Semíramis muros encumbrados;
«Dispondrán las estrellas que á tus hijos
Al orbe den , con envidioso pasmo.
El noveno prodigio, como dieron
HeiTcras y Toledos el octavo (2).
«Y cuando el tiempo de sus obras triunfe.
Como el Vesubio sumerguió á Herculano,
Si á Carlos guardó el cielo estas reliquias,
KesL'rve á su progenie aquel hallazgo.
«¡Ohl tal pénlida él mismo no consienta,
Ni que abusen mis ecos temerarios
De tu atención, y más cuando ese cuerpo
Espera mis auxilios inmediatos.
«Vuelva el fruto á tus manos, oh Amaltea,
Que franqueó á la abeja dulce pasto;
Queda en paz. « Dijo , y penetró los vientos
Aun más veloz que desprendido rayo.
Cobró valor la hermosa semidea,
Y arrebatando á la Fortuna un clavo,
De los ramos de Dafne desdeñosa
Fijó un dosel en el dichoso campo.
No olvidaba su culto el granadino.
De su felicidad asegurado,
Y ya vio Abril en su estación florida
Coronarse de premios los trabajos (3).
Todo esto siipe entonces , y ahora á tiempo
Que Ganimédes, al Tonante grato.
Empiece á derramar las claras linfas.
De donde el cielo le apellida Acuario;
Cuando un invicto campeón sus flechas
En memorables, en gloriosos fastos
Recuerde á la milicia más heroica,
Triunfante del rencor de Diocleciano;
Cuando intente la España, amaneciendo
De Carlos el horóscopo sagrado,
Ante las aras su preciosa vida
Eternizar con votos y holocaustos ;
Aquesta sociedad la mejor prueba
De su placer dará; solemnes actos
Expresarán los frutos, al Monarca,
De sus dones, influjos y mandatos.
En los ricos metales el real busto
De su gran protector delineado,
Geroglífico de ella un sol naciendo,
Dice (fue á más h'á su esplendo?' (i) raro.
Ajilicados discípulos convoca
Segunda vez, y profesores aptos,
A quienes esta joya en los laureles
Prende que les tejió para premiarlos.
Cuál mi imagen dibuja en blanca nube
Sosteniendo de Carlos el retrato,
A quien la misma sociedad dedica
De las tres nobles artes el trabajo (5);
quitectos de la nación, ideó y levantó la iglosia catedral y nueva
fjbrica del alciizar.
(-2) Kl monasterio de San Lorenzo del Escorial , á que comun-
mente se da el eloj,'io de octava marariUa , fué obra trazada , deli-
neada y empezada por Juan l'.auiista de Toledo, por cuya muer-
te se continuó á dirección de Juan de Herrera.
(5'i Kn i.'i de Abril del año ilc 177!) se distribuyeron por la pri-
mera vez los premios á los profesores y discípulos de la escuela
del diseño.
!-l) Las medallas de los premios tienen en el anverso el busto
del Bey nuestro señor, y en el reverso un sol brillante en su orien-
te, con el lema (jue se nota en el verso.
¡5) Asunto del primer premio de pintura. Dibujado de aguada
() de tinta o de lápiz, de cualquier color, gastado, plumeado ó es-
fumado, á elección del opo.^'itür; un prupo de nubes, y en él una
(ama ó ua genio que sostenga un medallón con el busto del Aey^
ODA.
¿úl
Cuál al papel el natural modelo (1),
Cuál le traslada á los grcdosos planos (2),
Cuál esculpe del Darro la xirna y rocas (3)
Y cuál retrata al cordobés más sabio (-1).
Cabezas en redondo modeladas
Se Ten allí del natural tamaño (o),
Fachadas que arregló la arquitectura (0),
Ordenes que practica y sus ornatos (7).
Los proceres concurren, y el concento
De dulces sinfonías alternando.
Se publican, reparten, solemnizan
Galardones del mérito y cansancio.
Gózate, Apeles, que llegó ya el tiempo
De celebrar la edad de un soberano
Con coloridos, tablas y pinceles.
Que él premia, tú autorizas y yo ensalzo.
Formen, oh Praxitéles, tus alumnos
Medallones y bultos animados ;
Mis lenguas les daré, porque publiquen
Del Monarca las glorias que yo callo.
Señalad, arquitectos, este dia
Con blanca piedra, y sigan tu dechado.
Oh Dédalo, en su honor, siendo su ingenio
Quien los remonte al apolíneo carro.
Con su felicidad y su abundancia
Le obsequian los ilíberos gallardos,
Y en colores, relieves y medidas
Vuestras artes le capten los agrados. •
Así ha de ser, espíritus dichosos ,
De la prisión de vuestro cuerpo salvos;
Yo, que entre los mortales os di nombre,
Yo soy quien igual suerte les preparo.
Volverán á escucharme estas campiñas,
Emulación del Tempe tesaliano.
Una y mil veces me verán si;s valles ,
Ocuparé otras tantas sus collados.
Así podré de aquel plantel fecundo
Los ruidosos progresos noticiaros;
Allá mis propias alas me conducen,
Me llama la función ; gozosa parto.
No bien ailiculó la voz postrera
La vigilante voladora, cuando.
Repitiendo el estrépito primero,
A los ojos se roba y al cuidado.
Zéuxis la llama, pero no su vuelo
(Como otro tiempo el de las aves trajo
A las pintadas uvas) con sus voces
Consiguió suspender al monstruo alado.
Protógenes, pintando su Jaliso,
De Rodas afligida en el asalto.
Detener pudo al sitiador Demetrio,
Y aquí esforzó sus súplicas en vano.
Todos ya sin efecto la vocean ,
Alzan las palmas, corren exhalados,
Suben al monte, asirla solicitan,
Y al viento dan inútiles abrazos.
debajo un ara, y en ella esculpida la empresa que usa la Hoal So-
ciedad ; sobre dicha ara varios trofeos pcrtciincicntes á las tres no-
bles artes, y á un lado la lisura de una majestuosa matrona, repre-
sentativa de dicho real cuerpo, en accioii de dedicar sus votos al
Monarca.
(1) Del segundo. de pintura. Dibujo del modelo natural en un
pliego de marca.
(-21 Del segundo de escultura. Copia del modelo natural en un
plano de barro.
^5) Del primero de escultura. En un plano de barro esculpido el
rio Darro en bajo relieve, figurado en un viejo desnudo, sentado
sobre unas rocas y apoyándose en una urna grande ó vaso, de don-
de sale un manantial, que se despeña hasta llegar á un ameno pra-
do, que fertiliza.
(4) Del tercero de pintura. Copia, en un pliego de marca . de la
cabeza do la estatua del Séneca que est.i en la escuela, trasladada
del pequeño que tiene ;il tamaño del natural.
I.")! Del tercer:) de escultura. La cabeza de la estatua del mucha-
cho que está en la escuela , modelada en redondo, del tamaño del
natural.
(6) Del primero de ai-quitectura. En dibujo arreglado á medidas
la portada principal de la parroquial de San Pedro y San Pablo de
Granada, que tiene en su nicho las estatuas de estos santos após-
toles.
(7) Del segundo y tercero de arquitectura. Delineado en grande
el orden corintio en un cuerpo suelto, con las plantas de las tres
partes que le componen. Copia 'segiin el original presentado á es-
te efecto) dfl ornamenlo del arquitrabe, friso y cornisa del orden
(ompuesto.
Tanto su nan-acion los encantaba,
Que fué forzoso, su clarín callando.
Paréntesis de eternas alegrías,
La tristeza reinase por un rato.
Volvieron sobre sí; las auras puras
De los plácemes mutuos se Iknaron,
Y de la oferta de verboso numen
Es))eran ver el cumplimiento exacto.
Voló también la nueva á los mortales;
Y yo, á la adusta Témis entregado,
Fui impelido á regar sus arideces
Con las vertientes del humor castalio.
Con vosotros, ilustres compañeros,
Nobles patriotas, con vosotros hablo;
A vosotros, si no plectro sonoro,
Mi fe, obediencia y voluntad consagro.
Recibid, entre tanto, en sacrificio
El sentimiento, á mis afectos grato,
De presentarse así, cuando yo amara,
Aun mejor que escribirlos, recitarlos.
Dia vendrá (¡su aurora se apresure 1)
Que en busca (le los montes Marianos,
Junto al ara de Júpiter, repase
Las ondas ledas del dorado Tajo;
Y después de sellar del patrio Í3étis
Las arenas con ósculos mis labios,
Reconozca la silla, ruboroso,
Que entre vosotros ocupar aguardo.
Del templo del honor haced repitan
Vuestros elogios los dinteles almos ;
A la ignorada vil , al ocio torpe
Juntos ahogad en el Estigio lago.
Crezca el desvelo, crezcan los afanes,
Cada vez más celosos é inflamados
Por el público bien; artes y oficios
No lloren ya su antiguo desamparo.
De las tres venturosas compañeras
Sea Granada digno santuario;
Baje á teñir sus ráfagas el iris
En las tintas del célebre gimnasio;
Baje la noche á verse en sus oscuros.
Venga el dia á ensayarse de sus claros.
El aire encienda allí sus arreboles,
Sus espumas Neptuno envidie airado.
Después de embelesar con sus tareas
En indico marfil y mármol parió.
Suban escoplo y regla á colocarse
En los etéreos Cinosura y Plaustro.
Resucite, en obsequio del diseño,
El noble estudio de los dos grabados,
Y con buriles, tórculos y agujas.
No padezca del tiempo los agravios.
Aqucsas aulas el sistema nuevo
Produzcan algún dia, que anhelamos;
Adóptenle los cultos españoles.
Envidíenle los griegos y romanos.
Sabed que así la sociedad se ilustra,
Sabed c^uc .así Granada logra aplausos.
Sabed que España así se inmortaliza,
Se sirve así al augusto Soberano;
Sabed que del honor ésta es la puerta.
Sabed son éstos del favor los graclos;
Finalmente, xaherl, pues vienen juntos
Todos los bienes con la ciencia al sabio,
Para el sabio los premios se destinan.
Del sabio son los triunfos y los lauros,
Al sabio rendirá frutos la tierra,
El sabio, en ñn, dominará los astros.
A LA MUERTE DE DON JOSÉ CADALSO.
ODA (8).
Vuela al Ocaso, busca otro hemisferio,
Baje tu llama el jnélago salobre,
Deifico mimen, y á tu luz suceda
Pálida noche,
(8) Forman esta oda versos castellanos de artificio latino. Son
unos sálicos, si no común composición de nuestros poetas, no des-
conocida de ellos, pero cun la novedad del adorno de la asonan-
cia, medio generalmente preferible á un oído entre la vehemencia
292
DON JOSÉ MARÍA YACA DE GÜZMAN Y MANRIQUE.
Manto de estrellas el Olimjio vista,
Su gala oculten pájaros y llores,
Sombras y nieblas pavorosas cubran
'Valles y montes.
Brinde Morfeo delicioso néctar,
Llene el silencio el ámbito del orbe,
No brame el Bóreas rápido ni el blando
Céfiro sople.
Voz embarace fúnebre los vientos,
T de Heraclea la soberbia mole
Gima espantosa cuando los acentos
Eco redoble.
Mucre Cadalso, atónita repita ;
Las nueve hermanas tímidas entonces
Del ronco acento sigan a'sustadas
Las tristes voces.
Por la mejilla aljófares desciendan,
Nuevos suspiros el aliento forme,
Libre el cabello por la blanca espalda
Vague sin orden.
Cerquen después el túmulo oficiosas.
Cúbranle luego de ñ-agrantcs flores,
Bálsamos quemen , reverentes humos
Suban á Jove.
No en tiernos ayes Ericina Venus,
Con mayor causa, espíritu más noble
Ni más angustia, sienta la temprana
Muerte de Adonis .
Que el clamor vuestro, Piérides divinas,
En son funesto, que las auras rompe.
Llore á Cadalso, á quien aruarou siempre
Tanto los dioses.
Cántenle dulces míseras elegías ,
O bien endechas lúgubres entonen,
0 bien en nuevos sáficos cadentes
Digan acordes:
«Genio divino, cuj'a dulce lira,
Siendo embeleso de la ibera corte,
Del Manzanares náyades atrajo,
Margen y bosques,
¿Adonde estás, que en soledades trisiea
Yace el Parnaso, ni Hipocreue corre,
Ni Aonia florece, ni el Pegaso vuela?
Dinos adonde.
Pluma facunda, relucientí acero,
A nuestras finas súplicas responde :
1 Qué hizo Minerva de tus altas glorias?
¿Que hizo Mavorte?
Calpe inhumana, rigurosa Calpe,
¿Cuándo diriges belicoso choque
Contra una vida que apreciar supieron
Númenes y hombres?
Parto de Juno, morador de Lémnos,
De Citerea tétrico consorte.
Nieve del Etna cubra tus incendios
Abrasadores.
Rey de los vientos, Eolo, que enfrenas
El Noto, el Euro, el rígido Apeliótes,
Para en tu imperio la volante muerte,
Frustra su golpe.
Y tú, hija cruel del Erebo y la Sombra,
Haz que sus ñlos tu segur embote,
No el vital hilo, oh Átropos, tan pronto
Pérfida cortes.
Tristes anhelos, malogrados ayes,
Quejas sin fruto, inútiles clamores,
de la consonancia y disonancia de la soltura, la cual si pornin-
chos ha sido dosecliada en nuestros metros originarios y en los
oriundos de Italia, de todos cuantos he visto ri han llegado á mi
noticia) ha sido adoiitada en los s;iliciis, en donde la considera-
ción a su origen nos representa mi'nos necesidad de asonancia ó
consonancia, y viene á ser el oído esclavo de la reflexión. Tam-
bién prevengo á usted no tenga por versos sálicos á todos los que
vea bautizados con este nombre ; ponjue creen muchos, y creen
mal, seyun en esta carta he locado, que lo son todos los endeca-
sílabos; necesitan para serlo la buena disposición délos tiempos
de la pronunciación, combinando la naturaleza de los acentos con
la exigencia del contexto. He procurailo cumplir con estas reglas,
cuya liansgresion es perceptible, no sólo al que entienda su eco-
nomía y sepa explicarla con términos poéticos, según los princi-
pios, sino al que tenga un oído medianamente arreglado, que se-
f?uramente distinguirj en el silico un sonido de que carecen mu-
vlios, aunque no todos los endecasílabos castellanos.
¿ Qué rapto os lleva ? ¿ Qué furor os dicta
Tales razones ?
¿ Cuál es el rumbo que tomáis en vano.
Si el mar airado, oscurecido ti Norte,
Yerto el piloto, denegado el puerto,
Nadie nos oye ?
Muere Cadalso. Decretólo el cielo,
El cielo manda á Láquesis le robe,
Y la divina voluntad no es fácil
Que se revoque.
Ya Libitina de ciprés funesto
Ciñe la frente , y dirigido el orden
De marcial pompa, gime en uno y otro
Trágico mote.
Todas nosotras en coro apacible
Entonaremos su alabanza; cobre
Tales tributos el que dio á Castalia
Tanto renombre.
Dulces amores deban sus cenizas,
Que de Artemisa la fineza doblen,
A las que en la vida le debieron siempre
Dulces amores.
De sus estudios, de su rica vena
El tiempo nunca la memoria borre;
Tal no permitas, oh de la alma Venus
Cándida prole.
Entonaremos en las altas cumbres,
Templos , convites , sacras lustraciones,
Muere Cadalso muerte de los héroes ;
Triunfe su nombre.
Entonaremos que la amable vida
Dio por la patria; cuyo honor pregonen,
Émulos nuestros, alabastro, jaspe,
Mármol y bronce.
COLUMBANO.
ÉGLOGA.
¡Ay apacible y sosegada v!da.
De vulgar sujeción libre y exenta,
lio el alma se sustenta
Con blanda soledad entretenida!
(Espinel, égloga iv.)
INTRODUCCIÓN.
POETA,
Canto el rústico bien, dulce reposo,
Vida feliz, de muchos envidiada ,
Libre-del necio mundo y sus cuidados.
Como en mi mente la dejó copiada
Una mañana el conversar sabroso
De dos zagales que escuché en los prados,
Después que por mis hados.
En lágrimas deshecho.
Dejé bañado el lecho.
Que los cansados miembros despedía,
Donde ni rei)0saba ni dormía,
Ni hallaba alguna apetecida calma
La triste pena mía.
Que tan tenaz se apoderó del alma.
Influye, Apolo, á quien tu auxilio implora,
Tus rayos en mi plectro se descubran,
Y mis tibiezas con tu fuego aviva ;
Asi de Admeto los ganados cubran
Los altos montes que tu luz colora ;
Así Dafne otra vez su ser reciba.
Ni vuelva á serte esquiva,
Ni ya Faetón scgunclo
Quiera incendiar el mundo;
Así tu lira por el orbe suene ,
Así los tiernos lazos de Climene
Paguen finezas de tu amor leales ;
Llene tu numen , llene
El simple conversar de mis zagales.
Y tú, Madrid, asiento de Minerva,
En cuyo aplauso su metal sonoro
Consumirá la fama sin sosiego,
Guarda en tu seno de Talía el oro.
Que á tus hijos parece se reserva ;
Arde facunda en el divino fuego
ÉGLOGA.
De su furor, y luego,
En plácido descanso.
Del Manzanares manso
Mi voz escucha á la saírrada orilla,
Que de la trompa y lii-a á que se humilla
Ko compite el ardor ó la dulzura ;
Oye mi voz sencilla,
Y ensalzaré á los cielos mi ventura.
Canten otros con numen elevado :
Hijos de Pedas, Ínclitos varón rs (1),
Conquistadores de la Nueva España ;
Acrediten los liravos campeones,
Que dejaron su nonitire eternizado
En la heriHOsa ciudad que Genil baña (2),
Cuando, en feliz campaña
A sus fuerzas terribles,
í^us (O-mas invencibles
Granada se rindió (3); canten imperios
Arruinados en ambos hemisferios,
A pesar de Boabdil y Motezuma :
Tan altos ministerios
Ko son objeto de mi humilde pluma.
Del bando qve en forjar versos malditos
Su edad consume y su saber ostenta (i).
Nuevo español Demócrito se ria,
Ileráclito le si^^a, que lamenta
Cuando, entre mil poetas eruditos,
Cada cnal del acierto se desvia (5);
8u crítica poesía
El Parnaso corone,
España galardone
Con aquel don qiie el mérito recibe,
Sacro laurel que eternamente vive,
Y la docta Academia su alta gloria
En sus fastos derive
Del tiempo venidero á la memoria,
Sonib7'as de Archena , sacra y honda fuente (6),
Dominada del alto Verdeleña (7),
Genio más noble vuestro loor ajusta.
Cuarta gracia de Venus halagüeña,
Copia yentil del joven excelente (8),
De la iíjeria esplendor, Carlota augusta',
La complacencia justa.
Que el poeta predijo,
El cielo en tí bendijo.
Los patrióticos cuerpos escucharon
Temj)lados instrumentos, que entonaron
Los útiles jJrogrcsos de las artes (í>),
Los ramos que ensalzaron.
Prosperar vemos ya por todas partes (10).
Otro cante aquel arte que halagando
Mide y combina el tiempo y el sonido (11);
(1) Verso primero del canto do Las naves de Corles destruidas,
compuesto por el autor y premiado por la Real Arademia Espaiio-
la, el año de 1778. Pieviénese no escrupuliza en las voces de nu-
men elevado, que aijui usa, hablando de su obra, pues no bacen re-
lación al desempeño, sino i la materia; y mucho menos pudo es-
crupulizar cuando en los años de 1784 y i7S7 se dio á luz esta
égloga, porque una y otra vez se estanipií anónima, y sólo se ex-
presaron los nombres de los editores; acomodando por entonces
al autor disimularse, como lo comprueba la expresión canlen
oíros.
(-2) Don Leandro Fernandez de Moratin, en su romance endeca-
sílabo de La toma de Granada, que obtuvo el accésit al premio de
la misma Academia, en el año de 1779.
(3) El autor, en su romance endecasílabo de Granada rendida,
premiado por la Academia, en dicho año de 1779.
(■i) Don Juan Pablo Forner, en su Sálira contra los vicios intro-
ducidos en la poesía castellana, premiada por la Academia, en el
año de 17S"2.
(o) Don Meliton Fernandez, en su Sálira contra los vicios inlro-
ducidos en la poc.s/a caslellana, que sacó e! accésit á dicho premio.
(6) Don Ignacio López de Ayala, en su poema físico intitulado
Termas de Archena.
(7i Monte deque hace mención dicho poema.
(8) El mencionado don Ignacio .\yala, en su elegía intitulada
Complacencia de España, con motivo del próximo parto de la sere-
nísima Princesa de Asturias, año de 177S.
(9) Don José Olmeda y León, en su romance en elogio de las
discipulas de las escuelas patriiiticas de Madrid, premiadas por la
Real Sociedad, en el año de 178-2.
(10) Don Miguel de Manuel, en su canción al mismo objeto, en
el de 178o.
(11) Don Tomas de Iriarte, en su poema de La Música.
Otro haga ver del bárbaro pirata
Por el héroe balear deshecho el nido.
Que en vivo fuego se consume cuando
El infernal horror Argel retrata (12),
O el bien que no dilata
La mano poderosa.
Cuando más jirodiiriosa
T iei'te sus abnndanrias Amaltea
Sobre el suelo cspaTinl, su asunto sea
En uno y otro candido gemelo (13);
]VIi )>luma no se emplea,
Olí ¡Madrid sabio, en tan altivo vuelo.
Oye la voz de Floro y Columbano,
Mancebos ambos y en cantar igirales,
Lejos de la ciudad y de su estruendo.
Cuando, dejando perlas y corales
Del regazo de Tétis soberano,
Iba su luz al campo el sol volviendo;
Ellos , ya apeteciendo
Los delicados sones
De Mopsos, Condones,
Olimpios, Tírsis, Titiros, Alcinos,
Ya el trato honesto y los favores finos
De Fléridas, Nerinas, Calateas,
Coloquios peregrinos
Así entablan de rústicas ideas.
ÉGLOGA.
COLUMBANO, FLORO, POETA,
COLUMBANO.
Libre ya, Floro, de la noche fria.
Tregua gustosa del tragin humano,
Vengo á buscar tu dulce compañía.
FLORO.
^El cielo aquestos ocios, Columbano,
Nos quizo conceder; ¡cuánto debieran
Estimarse los dones de su mano!
¡Oh, si sus propios bienes conocieran,
Una y mil veces ri'isticos dichosos!
L.-a y envidia su quietud no alteran.
No hay aquí cortesanos mentirosos,
Ni la semilla vil de aduladores
Inficiona los prados abundosos ;
Ni en aquesta república de flores
Mil corazones llenos de vileza
Son del oro y la plata adoradores ;
Se desconoce el lujo y la torpeza ;
Ni el vano funda torres en el viento,
Ni el pródigo disipa su riqueza.
Ni teme su caida el valimiento.
Ni es la impiedad escándalo del mundo;
Reinan soló el reposo y el contento.
COLUMBAXO.
Yo desperté del sueño más profundo
Cuando dejé la corte y sus engaños
Por aqueste sosiego sin segundo.
¡Oh suerte injusta, que en pasados años
Me arrebataste el bien que idolatraba I
¡Oh esposa amada, oh pobres desengañosl
Cuando en tan dulce posesión estaba,
De todo lo demás viví ignoi'ante ;
Que todo lo demás me fastidiaba.
^ A ella rendido el corazón amante.
Ni conocí otras lej'es que su gusto.
Ni otro gusto encontré que ser su amante.
Mas ¡oh disposición del cielo justo 1
La Parca á su belleza sol)erana
Se atre\-ió, fiera, en su verdor robusto.
Cortó, cruel, aquella flor temprana.
Más hermosa que fértil primavera.
Más grata que el frescor de la mañana.
Yo me enajeno, y como el ave ó fiera
293
(12) Don Vicente García de la Huerta, en sus endecasílabos Al
bombardeo de Argel, año de 1783.
(15) El mismo, en su soneto al naciraientodelos serenísimosse-
nores infantes geijiclos don Cáiios y dyn Felipe, en el mismo afio.
29é
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN Y MANRIQUE.
Aburre, sin sus hijos ó consorte,
El nido ó cueva qiio sus glorias era;
Así mi patria dejo pov la curte,
Y libre allí del amorüso lazo,
Conozco al mundo y su maligno porte;
Oojimigu mo aconsejo, y luego traao
Huiv .-iiis peligrosas t.-ilsedades ,
De un gi'iieiíjso espíritu embarazo.
Retiróme, y en estas soledades
Me descubre lu trato, Floro amigo,
Un manantial copioso de verdades.
FLORO.
Ese celeste globo es fiel testigo
Del pesar que me dio la desventura
Que tu dolor comunicó conmigo.
Y juro á tu amistad sencilla y pura,
No sólo lio romper su nudo santo,
Sino velar (¡ni te te lo asegura)
En divorf.ir tu mísero qui'branto;
Mas tú con tu |')oética armonía
Recrearnos i:)udieras algún tanto.
COLUMBANO,
No es ya mi musa la que ser solía ;
Preséntase tal vez con triste queja.
Me dicta alguna fúnebre elegía.
Gime, solloza, auséntase y me deja.
FLORO.
lOb lealtad inmortal! ¡Oh noble pecho!
I Qué raro acá en la tierra te asemejal
Diviértate observar desde el repecho
El planeta mayor del horizoTite
Que se levanta del salobre Kcho.
A calcular su magnitud disponte,
Y su asombrosa luz , que antes se mira
En la cima de aquel opuesto monte;
El cielo que nos habla y nos inspira,
El curso de los astros, las templadas
Auras que el desahogo aquí respira;
Las aves que caminan a bandadas,
Las miisieas que entonan diferentes
Cuando están en los árboles paradas;
El mormullo continuo de las fuentes.
Que al sueño nos convidan apacible.
Deslizándose en rápidas corrientes.
¡Oh desierto feliz, bien indecible!
¡Cuánto, al que tus ventajas examina,
Es el fausto del mundo aborreciblel
El di a que á la caza se destina,
¡Qué grato es madrugar con el lucero
Cuando el alba risueña está vecina!
Los perros, que he criado con esmero,
Al mirar la escopeta, bulliciosos,
Con tropel nos rodean vocinglero;
A su deber se apn stan oficiosos.
Unos saltan, buscando la salida,
Por cima de los otros, presurosos;
Ya ponen con instancia repetida
Las manos en las sillas de las yeguas.
Ya las muerden la cola á la partida ;
Juegan, y dando á su cansancio treguas.
Corren, se apartan y á nosotros vuelven,
Caminando en cada una muchas leguas.
Aquellos contra el viento se revuelven,
Y á perseguir con armas desiguales
Los pájiírus que vuelan se resuelven.
Sus sencillos impulsos naturales
No sin alguna diversión miramos,
Aunque al intento son })erjudiciales.
Por esta causa luego los llamamos;
No oyen, se rinden, ladran y desisten.
Finalmente se vienen con sus amos.
Cruza el conejo tímido, y embisten
Tras él corriendo todos á porfía,
Y aunque se cansan , en seguirle insisten ;•
Uno le coge y salta de alegría,
Viénese, nos le entrega, y jadeando
Se aleja en busca de la fuente fria.
Quedamos entre tanto examinando
La presa con la suave piel mojada,
La vista trl-jtc, el pecho palpitaudoj
Luego que es de comer la hora llegada,
Hacemos alto al lado de un arroyo,
Cuyo blando sonido nos agrada.
Si ser puede, buscamos algún hoyo,
Que el sudor del ambiente nos resguarde,
Y es un florido césped nuestro apoyo.
La vianda, allí, cjuc en la pasada tarde
Silvio, mi anciano padre, nos previno.
De brindar hace al apetito alarde.
Tal es la fiambre vaca, el palomino,
La cecina y pernil curado al fuego,
El exquisito queso y rancio vino.
Tomamos un brevísimo sosiego,
Y dejando correr á los cristales.
Nos internamos por el monte luego.
Entre jaras, estepas y zarzales
Atraviesan las yeguas lo fragoso
De peñascos y espesos matorrales.
Maltratamos al ciervo temeroso.
Seguimos á la liebre fugitiva.
Damos alcance al jabalí cerdoso,
Y hollando en la carrera más activa
La juncia, almoraduz , murta y cantueso,
Más fragrancia en el viento se motiva.
Hasta que carga de la noche el pe so,
Y á nuestro domicilio nos tornamos,
Cargados de despojos con exceso.
COLUMBANO.
Corren á recibirnos como gamos
Tus hermanos pequeños ; acabada
La cena, otro placer acaso hallamos.
Al pié del fresno que hay junto á la entrada
Se forma de zagales un corrillo
De destreza en tañer acreditada.
Mueve el árbol sus sombras y anda el brillo
Vagando de la luna y las estrellas.
Que deleitan el ánimo sencillo;
Tus hermanas, castísimas doncellas.
Mil cantares honestos entonando,
Afrentan las silvestres diosas bellas ;
Bosteza Silvio con el sueño blando.
Despídese del circo y se retira,
Paso á paso á su lecho caminando.
La gracia natural allí se admira.
El recato en el baile y compostura.
Todo el conjunto honestidad respira.
FLORO.
Pues ¿qué diremos si en la fresca hondura
De un valle ameno, de árboles cercado,
Cubrimos con las redes su verdura ?
Todo el contorno á voces conturbado.
Sacudiendo los mimbres y retamas,
Hacemos huir al escuadrón alado.
Mal seguros creyéndose en las ramas.
Van en la red los pájaros cayendo;
Yo en este ardid, en semejantes tramas,
Mas'me divierto si al impulso atiendo
Del tordo, la oroi^éndola y el mirlo,
Que forcejan, las alas sacudiendo.
Aun nos complace sólo el referirlo,
Y tú, siempre leal, tórtola amante.
Llora el lazo, ¡¡revente ya á gemirlo.
Olvida antiguas penas un instante,
No al compañero sientas que perdiste;
Que siempre un mal del otro va delante,
¡Qué gusto es ver al jilguerillo triste,
Mientras más desprenderse solicita,
Más el matiz ajar que hermoso viste!
Llega á pensar que la prisión se quita
Rompiendo el hilo con su pico agudo,
Pero mejor le enreda que le evita.
Al rigor cede del difícil nudo,
Y con mostrar á gritos se contenta
Que pretendió eximirse y que no pudo.
Allá en casa la carga se presenta,
Y á los pájaros damos su destino.
Cuya distribución el gozo aumenta.
Unos con el gorjeo y dulce trino.
En primorosas jaulas encerrados,
Embelesan el ámbito vecino;
Otros, perfectamente sazonados,
Diferenciar nos hacen de man jares,
Sirviéndonos de platos regalados ;
Otros por les espesos encinares
Con su reclamo atraen á la liga
Los simples compañeros á millr.rea,
COLUMBAJS^O.
Algunas horas con menor fatiga
Entretener solemos en la pesca,
Que á la quietud y á la paciencia obliga.
Los dos gozamos de tu margen fresca,
Almo Guadalquivir, undoso rio,
Mientras tus linfas céfiro refresca.
Allí encontré, una tartle del estío
(En mí de este ejercicio la primera),
Tristes memorias del tormento mío.
Tu voz, porque la pesca no se huyera,
Rigoroso silencio me intimalja;
Pensaba yo en mi suerte lastimera,
Y entre mí mismo á ratos exclamaba :
«Ondas del Betis , claras algún dia,
Cuando en vos el bien mió se miraba,
)) Sentid su falta y desventura mia,
Que ya el bien mió en el cristal no veo,
Ondas del Bétis , claras algún dia.»
Yo las vi entonces (ó mintió el deseo)
Turbias, amargas, en su curso inciertas,
Y al llanto unidas (jue en su aumento empleo.
Yo las vi, sí, de légamo cubiertas,
Anhelar su sepulcro en Océano,
Ya por mi bien sus márgenes desiertas.
PLOEO.
Y yo entre tanto, con mi diestra mano
Teniendo firme la oficiosa caña.
Atiendo al grave peso y al liviano.
Sentado entre la adelfa y espadaña,
Puesto en el hilo todo mi desvelo,
Veo que pica el pez y que me engaña ;
Renuevo el cebo con mayor anhelo,
Y cuando á asirle va con ansia mucha,
Preso se ve del cauteloso anzuelo.
El grueso barbo y la pintada trucha
En vano el agua con la cola azotan
Por librarse del hierro en fiera lucha;
A los hambrientos peces alborotan,
Y la próxima arena removida.
Un grande espacio del caudal rebotan.
Otra vez en canal ó red tendida
El sollo cae ó sábalo gustoso,
Que á tierra sale á terminar su vida;
Con las últimas ansias congojoso,
Salta , se encorva , se revuelca y hiere
Su propio cuerpo, cruel y riguroso.
La ágil anguila, que su fin difiere,
Respira acelerada por la agalla,
Pero á pesar de sus esfuerzos, muere.
COLUMBANO.
Aquí esta vida mil delicias halla ;
No hay cosa alguna en tan dichoso estado,
Que no brinde á emprendella y no dejalla.
Xo hay bien que yo por tí no haya logrado;
¿Qué diversión á Silvio no he debido,
A Silvio, dignamemte venerado?
I Quién mejor que él de la calandria el nido
Descubrir supo ? ¿ A qué rabel sonoro
Disteis, oh selvas, más atento oido?
¿En qué certamen del villano coro
No venció diestro, el recental ganando,
El vaso de acebuche ó blanco toro?
¿Qué juez prudente del campestre bando
Decidió tan feliz las competencias.
Tañendo los pastores ó cantando ?
¿Quién supo con más arte y experiencias
De los tiempos el orden admirable,
Del cielo las diversas influencias.
Los vaticinios de la luna instable.
De cuadrúpsdos y aves el acento,
De las yerbas el uso saludable ?
A la naturaleza siempre atento,
¿Quién de la agricultura en las tareas
Pudo adquirir mayor conocimiento ¡
ÉGLOGA.
295
Conversó con las dríadas, napeas,
Silvanos, faunos, sátiros, sueños.
Ñámenos sacros y apacibles deas.
Pomona, Clóris y Feronia llenos
Le dan de ramos, frutas y de amomo
Cestillos, que tejieron mimbres y henos.
Rindióle Pales oloroso aromo,
El miamo Pan le coruiió de acanto.
Casia, violeta, nardo y cinamomo.
¡Oh celestial virtud, que puedes tantol
¡Oh dichosa de Silvio la alquería,
Y cuánto en ella admiro y adelanto!
En el invierno el despejado dia,
Cuando está el sol en la mitad del cielo,
Al corazón dilata y da alegría;
Entre la fresca yerba el aroyuelo
Se ve correr, ufano de haber roto
Por la mañana la prisión del hielo.
Nos deslumbran en término remoto
Sierras cargadas de rebelde nieve,
Que algún dia derrite el fiero Noto.
El ancho rio sus humores bebe,
Y el que manso lamió la verde orilla.
Guerra á los campos y ciudades mueve.
Tu suelo entonces, ínclita Sevilla,
No es ya plantel que enriqueció Vertuno;
Tumba es del lastre , del timón y quilla.
Del palacio salobre de Neptuno
Son tus suburbios lastimoso ejem23lo.
Si erige el cuello el Bétis importuno;
Sus espumosas cóleras contemplo,
Que intentan con sus rápidos vaivenes
Saltar tus muros y arruinar tu templo.
Donde antes la opulencia, el fausto y trenes
Pisaban grato suelo, difundidos
Se lloran ya los ricos almacenes.
Llegan de la piedad á los oídos
Los soUozos , los gritos penetrantes
De tantos ciudadanos afligidos;
Caminan las barquillas fiuctuantes,
Y al socorro se apresta con los dones
Que salvaron en útiles instantes.
¡Gigante de cristal, que horror impones
No así te lleves el robusto puente.
Ni tu florida margen abandones!
De Itálica, que mira tu corriente,
Escándalo eres ya , ya las arenas
Empanan tu cristal impunemente;
De jugo exhaustas y de broza llenas
Deja las tierras tu furor que cubre,
Y penetrando sus preciosas venas ,
Donde su hacienda el labrador encubre,
El grano hinchado el trigo no nacido
Entre sus hilos fértiles descubre.
Cuando al dia el nublado ha obscurecido,
Cuando violento el ábrego ha soplado
Y la copiosa lluvia ha descendido,
Entonces es cuando el hogar cercado
De la familia la aljuudante leña
Arde y alumljra el campesino estrado.
Muchas veces tu padre nos enseña
Sus olivos y huertas bien pobladas,
El agua que las riega, de alta peña;
El valle en donde pacen sus vacadas.
Los surcos de los bueyes laboriosos,
Los gañanes con rústicas tonadas,
Ahuj'entando los pájaros golosos.
Que buscan detras de ellos la simiente
Envuelta en los terrones esponjosos ;
Ya ingiere ó poda el árbol diligente,
Planta la vid ó castra la colmena;
Ya va á ver el tral^ajo de su gente;
De sus rebaños el balido suena
Por todo el campo, y de sus reses vemos
La alta montaña coronada y llena.
¡ Cuántas veces el tiempo entretenemos
Viendo al cabrito, al choto con delicia
Acudir de su madre á los extremos!
Le llama, le alimenta, le acaricia,
Y él luego, con la lengua mal enjuta,
Tampoco el bien del prado desperdicia ;
Después que el néctar candido disfruta,
296 DON JOSÉ MAEIA VACA DE
Despuntando el orégano y tomillo,
Huyo del altramuz y la cicuta
Escogemos el tierno cordorillo.
Que gxiardaion del lobo los mastines ,
Para victima hacerle del cuchillo.
Luógu que, coronada de jazmines,
Viene á esmaltar, fragranté y halagüeña,
La primavera selvas y janlines,
El ganado sujeto en red pequeña
Kinde al dueño sus útiles vellones
y ubres fecundas , que el pastor ordeña.
FLORO.
Si, Columbano; sus preciosos dones
Aquí el cielo sin limites derrama,
Nos enriquece en todas estaciones.
Cuando el sol con más fuerza el campo inflama,
Cubren mis eras pálidas espigas,
Mi cercado á gustar sus frutas llama.
Viene el Setiembre, templa las fatiga?,
Y el licor dulce exprime de las vides
En el lagar con las robustas vigas ;
Mi padre, atento á cuantos gustos pides,
Nos conduce por frescas arboledas;
Nunca al buscarle su labor impides;
Al monte vas por ásperas veredas^
En sus molinos ves el fruto nuevo .
Desmenuzarse con pesadas ruedas,
O sostenido en el derecho acebo
Entre chopos, abetos y lentiscos,
El alto cerro á fatigar te llevo,
Y desde la eminencia de sus riscos
Dominas la cascada y sus orillas.
El valle, la cabana y los apriscos;
Divisas las ciudades y las villas.
Bajo los pies las nubes divisamos,
Y las aves que vuelan en cuadrillas;
Por entre breñas , árboles y ramos.
Ágil el cuerpo, el alma dilatada,
Y vivo el apetito á casa vamos,
Donde la mesa hallamos adornada
Del tierno recental, manteca y leche,
Kubio panal y nata delicada.
COLUMBAÍíO.
De ejemplos tan visibles se aproveche
El torpe paladar del poderoso,
Y banquetes espléndidos deseche.
Libre aquí de su trato peligroso,
Huiré de su antesala y su;? umbrales,
Su mármol sepulcral me será odioso;
Me alejaré de pleitos y curiales,
Ko temeré del bravo mar las iras
Ni de la guerra lúgubres señales ;
No escucharé lisonjas ni mentiras,
Amores y celosas competencias ,
Falsas palabras y engañosas miras.
No veré afectaciones, indolencirs.
Obsequios tan serviles al dinero,
Tantas obscenidades é insolencias.
El bufón de la corte, chocarrero,
De critico preciado y literato,
Ya de hoy más á mi lado ver no quiero;
De frases pedantescas su aparato
Suele un circo embobar de gente ruda,
jY con esto se engrie el mentecato!
Arduas materias decidir no duda.
De todo quiere hablar y nada entiende,
El sabio le desprecia con voz muda.
¡Qué lastimosa escena al que pretende
Se ve representar! \Y qué bajezas
Al infeliz que del favor depende!
I Qué de satisfacciones y franquezas
Se toma el fastidioso entremetido,
Creyendo sus frialdades agudezas!
Nota el vicio el que más le ha poseído,
Gobierna el reino, y aun el mundo todo,
Quien gobernar su casa no ha sabido;
Suelen ser descorteses de igual modo,
Cuando se miran en fortuna erguida.
El hombre bajo y el ilustre godo;
Porque la urbanidad anda perdida
6i el caballero de (juiéu es se acuerda»
GUZMAN Y MANRIQUE.
O si el villano de quién fué se olvida.
Aunque el juicioso la paciencia pierda,
Rompen afeminados los galanes
La gravedad que el sexo les recuerda.
Libre estoy ya de necios, charlatanes,
Ingratos, crueles, díscolos, avaros.
Inquietos, perezosos y truanes.
Lejos de aquí, profanos ; que al trataros
Entre el horror de iniquidades tantas.
Hallo que los perfectos son tan raros ,
Que apenas tantos se conocen cuantas
Las puertas son de la famosa Tébas,
O del fecundo Nilo las gargantas.
Tú solamente mi atención te llevas,
Gloria del suelo, soledad dichosa,
Que en dulce paz el pensamiento elevas.
Corresponde á mis ruegos amorosa
Y haz que de un sol al otro el nombre suene
Por esas selvas , de mi amada esposa.
Mas ahora, porque asi mi mal refrene,
Permíteme callarle, aunque grabado
En su corteza un álamo le tiene.
¡Oh hechizo amable cuando quiso el hado!
Siempre que piens(j en el momento triste
Que último fué contigo, objeto amado;
Aquestos ojos, que á tu amor rendiste,
Dan á la tierra desatados rios.
Porque así me dejaste y te partiste.
Siente el ganado los pesares mios,
Ni le calienta el sol puesto en su altura,
Ni halla fresco en los páramos sombríos.
Te llora el soto, el valle, el aura pura;
Te ofrece el cisne su funesto canto;
Todos sienten el fin de tu hermosura.
Será menos difícil entre tanto
Beba el frigio del Tajo la corriente,
y el español la del remoto Xanto,
Que del alma tu imagen esté ausente,
Y que el devoto templo se desplome
Que á tu memoria ofrezco reverente.
Cuando el penoso dia al mundo asome
Que exequias te rindamos en el ara,
Rumbos diversos el ejido tome,
Y en justo obsequio de mi prenda cara
Se oigan endechas, fúnebre sordina
Haga el pastor de su zampona clara;
Febo su luz oculte peregrina.
No divino rocío el suelo moje.
Cubra la niebla la región vecina ;
El árbol de su gala se despoje,
Ni al olmo vid, ni al risco hiedra abraca.
Toda rosa su piirpura deshoje;
Con su infortunio mi infortunio enlace
La leona, de sus hijos separada,
Y á rugidos los vientos embarace;
Tristes los brutos por mi suerte airada.
El ruiseñor los venza en sentimiento
Con son doliente y voz acongojada.
Da al alto Jove el águila contento,
El ciervo es de Diana apetecido,
El gallo de Minerva es ornamento.
De Neptuno el delfín es escogido,
A Baco el fiero tigre consagi-ado,
A la paloma Venus ha querido,
Fué de mi esposa el ruiseñor amado,
Al duloe ruiseñor ninguno iguale
En sentir á mi dueño malogrado.
Campos, si á veros Columbano sale,
Le adornarán cipreses y beleños.
No el trébol ó laurel que olor exhale.
Aves parleras, ágiles, sin dueños.
Divertidle sus míseras querellas,
Atraedle, fuentes, sosegados sueños;
Consoladle, del bosque ninfas bellas;
Ya no hay mal que agüerar, corneja, al mundo,
Todo el bien le robaron las estrellas;
Cubrió á la tierra el luto más profundo,
POETA,
Aquí llegaban los zagales, cuando
.Tuzgué que un globo el viento iluminaba,
Y ái loa celestes diosea sostcnia,
ROMANCE endecasílabo.
297
Tanto el congreso allí se embelesaoa
La amable vida rústica escuchando,
Que quedar solo Jiípiter temia,
Y así á Mercurio envia
Por vagos horizontes
A los Cimerios montes.
Al sueño trajo, su licor ofrece,
Con él á las deidades adormece,
Va á cada cual el corazón ungiendo,
Y luego desparece,
Por la alma puerta de marfil huyendo.
En tanto los mancebos repararon
Que de las hayas y elevados pinos
Iban las sombras ya siendo menores;
Por diversos senderos y caminos
Las ovejas y cabras divisaron
Llevar á la espesura los pastores;
Señas de que en ardores
El sol, entrando el dia,
Por instantes crecía,
Y de esta vida, de inquietud exenta'.
En dulces amebeos dieron cuenta
A los vientos, que mansos los oyeron ;
Eco respondió atenta,
Y entre sauces y robles se escondieron.
EL TRIUNFO SOBRE EL ORO.
Romance endecasílabo, leido en la Jieal Sociedad Económica de
Amigos del l'ais de Madiid , por encargo suyo, en su junla pú-
blica general de •2-i de lüciembre de 17Si, eñ que se publicaion
y dislribuyeron los premios correspondientes á las discipulas
de sus escuelas patrióticas por el segundo semestre del mismo
año, y otros pertenecientes á agricultura y artes.
Almas venales, ímprobos esclavos
Del vil metal, c^ue á dichas aparentes,
Por vuestro mal, os llama, y halagüeña,
Sirena encantadora os adormece;
Orgullosos ministros de su imperio,
Sellad el labio alguna vez; no siempre
De la razón al eco pei-suasivo
Confundan vuestras locas altiveces.
Bien sé que el enemigo poderoso
En sus obscuras cárceles detiene
Las virtudes, cruel; pero algún dia
Verán del sol los puros rosicleres.
Enjuga, amistad santa, tus mejillas,
¡ Oh bienhechora paz ! el llanto cese ,
Eespira ya, benéfica templanza;
Alma prudencia, tu desmayo aliente.
No, invicta fortaleza, desampares
El corazón de los varones fuertes ;
Kodará ese coloso desmedido,
Y vendrá á ser oprobrio de las gentes.
No dejes, no, justicia soberana,
La tierra, aunque enemiga te exaspere;
Mira que siempre inmaculado espejo
España ha sido de imparciales jueces.
Subalternos, indignos mercenarios,
En cuya lengua vil asiento tiene
La iniquidad, aquestos os escuchan ;
¡Que tal cicunspeccion no se respete!
Aquesa frente que ostentáis tranquila
A la vista de un público, insolentes
Seductores de Astrea, estar debiera
Cubierta de rubor, á conocerle.
Yo partir la imagino transportado,
En vano el magistrado asirla quiere.
Sube veloz, y sus amados genios
De la fatal catástrofe se duelen.
Rásganse de dolor las vestiduras.
Con lágrimas los vientos humedecen.
Alzan al cielo los hermosos ojos,
Suspiros lanzan y las manos tuercen.
Penosa condición será ckl prado
Que sus amenos ámbitos engendren,
Entre fragi-antes flores, que deleitan,
Disimulados áspides , que muerden ;
Que arrastrando su pecho por la tierra.
Llegue silbando la escamada sierpe
A emponzoñar las aguas salu(^ables,
Ni es culpa del cristal ni de la fuente.
¡A qué no obligas los mortales pechos,
Malvada hambre del oro! ¡Cuánto puedes,
Hidi'úpica pasión! Mas nueva idea
En este instante el ánimo sorprende.
Escena triste, llena de amargura.
Aquí se me presenta; se estremece
El corazón , erízase el cabello,
Y un helado sudor por mí se extiende.
Si haUa paso La voz , si el pecho acierta
A respirar algún .aliento débil.
Mortales, escuchad ; acaso el cielo
De un instrumento vil quiere valerse.
Llegó el dia fatal de las venganzas;
Siento crujir los sempiternos ejes,
Y el fuego descender; cielos y tierra
Con espantoso estrépito se mueven.
Elévanse las puertas eternales,
Levántanlas los príncipes celestes,
No para que entre el Rey, para que al trono
Descienda , en que á los hombres residencia.
Lúgubres voces, en sollozo envueltas.
Parece escucho, que á decir empiecen :
«Montes, venid sobre nosotros ; cubran
Nuestro ser los collados eminentes. »
A un metal ronco, que terror impone,
Los cadáveres yertos obedecen ;
¿Adonde del semblante de las iras,
Delincuente infeliz, podré esconderme?
En los justos los reprobos avaros.
Viéndolos, más que el sol resplandecientes,
Triunfar del oro y de sus falsos brillos,
Clavan los ojos y á decirse vuelven :
«¿No son éstos aquellos que algún dia
Nos sirvieron de escarnio, y tantas veces
El blanco vimos ser del improperio.
De la sátira y sales maldicientes?
«Juzgábamos nosotros, insensatos,
Loca su vida, sin honor su muerte;
Ved que Dios los computa con sus hijos,
Y suerte entre los santos le previene.
))De la verdad erramos el camino,
No rayó en nuestras mustias lobregueces
Luz de justicia; el sol de inteligencia
Faltó para nosotros de su oriente.
» Por senderos difíciles vagando
Los de Dios ignoramos ; la demente
Soberbia /qué aprovecha? la jactancia
De las riquezas ¿qué útil nos confiere?
«Todo i^asó cual sombra fugitiva.
Mensajero que corre velozmente ,
Nave que corta el agua fluctuante,
O flecha que del arco se desprende.
)>Niiestro nombre sonó como las alas
Del ave, que azotando el viento leve.
Va diciendo con su vuelo el aire
Sin que señales del camino deje.
»Así nosotros, luego que nacimos.
De ser dejamos, sin que al fin nos resten
Vestigios de virtud ; ya nos consume
Nuestra malignidacl y nos disuelve.
))¿Qué insano error, cjué bárbara demencia
Nos poseyó ? ¿ Que espíritu rebelde
Nos obstinaba .' Nuestro desengaño
Tarde lo llora, tarde se arrepiente.»
Así diréis; pero callad ahora.
Infelices, repito; no tolere
Más tiempo la razón publique el mundo
Que el infame interés todo lo vende.
Hay honor, hay virtud, hay heroi.smo.
Hay magnanimidad ; de los dinteles
Del celestial Sion hacia la tierra
Ráfagas brilladoras se desprenden.
Espíritus, que á cargo habéis tenido
Dañar la tierra y mar, suspenso quede
El golpe hasta que vengan señalados
Los siervos del pitísimo en sus frentes.
Que yo en tanto á esos díscolos sectario!
De la avaricia , afrenta de la especie,
Conduciré donde su eiTor conozcan,
Se convenzan, se humillen, se avergüencen.
En uu salüü consistorial el celo,,,
298
DOíT JOSÉ MARÍA VACA DE GÜZMAN Y MANRIQUE.
Pero aquí es fuerza que la lengua tiemble ,
Se ofusque la razón, y la memoria
Con adecuadas cláusulas no encuentre.
No es (1 influjo que á las Musas debo,
Al empeño del dia suficiente;
Estas dóbilcs fuerzas me acobardan
Y explica el natural sus timideces.
¡Oh, quién su cortedad de ajenos bríos
Vestir pudiera , porque de esta suerte
No tanta sangre al rostro se asomara
Y la voz menos trémula estuviese!
Idólatras algunos de sí mismos,
Sólo el despejo apetecer me dejen ;
Tiene también (coiiózcolos) sus necios
Fantásticos Narcisos Hipocrene.
Por lo demás, detesto y abomino
Jactanciosos espíritus perennes,
Que cuando piensan que lo saben todo,
Ni saben ser humildes ni corteses.
El padre es de las luces (á él recurro),
De cuyo seno todo bien desciende ,
Quien aquello á los párvulos revela,
Qut! esconde de los sabios y prudentes.
En un salón consistorial el celo
Patriótico las máximas convence
De los ilusos , que al altar del oro
Retribuyen inciensos pestilentes.
No ya le llaman ídolo del hombre,
Móvil del mundo, ciencia de placeresj,
Imán del corazón, juez de la tierra,
Terror de la virtud y de los héroes.
Este congreso, superior al vano
Sistema con que infiel se ensoberbecej
Sus decantados triunfos desestime
r sus pomposos títulos desprecie.
I Qué importará que estampe en sus memorias
El monstruo con brillantes caracteres
Que vence al mismo amor, que en todo el orbe
Tantas victorias á su aljaba debe?
A ese hijo débil del informe caos,
Ciego rapaz, sus hierros encadenen,
Y ufano de estos míseros trofeos ,
Sus invencibles fuerzas exagere.
Hay otro amor gigante, amor robusto,
Heroico amor, que su poder excede,
Llevando el vuelo rápido de donde
El Miño espira adonde nace el Bétis.
Dulce amor de la patria, que has sabido
El celo despertar, si el celo duerme.
Causa de aqueste ventajoso efecto,
España en sociedades te prospere.
Aquí, de la península en el centro,
Llega á esas puertas, y corrido advierte
Su desengaño el interés altivo,
Cuyos vanos parciales enmudecen.
Lejos de aquí los premios, los honores.
Tratos, riquezas, dulces alicientes
De la torpe ambición, que de esta estancia
Con bramido feroz desaparece.
Arráncase el lucífugo vestiglo
Con una mano el corazón aleve.
Con la otra cubre la ofuscada vista.
Antes que el rayo de virtud la ciegue.
De la tierra los cóncavos penetra,
Las aldabas del báratro conmueve,
Y el eco las cavernas redoblando,
Hace que toda la mansión resuene.
Exenta de sus hálitos aquesta
Noble porción , no es mucho que descuelle
Entre otros hombres , de ellos infestados ,
Como entre los virgultos los cipreses.
La son desconocidos los idiomas
Del interés y la avaricia; indemne
Levanta la cerviz del torpe yugo
Con que á la tierra avasallar pretenden,
¿Adonde, pues, insignes ciudadanos,
Atesoráis? Decid, ¿qué rumbo lleven
Los desvelos, impensas y fíitigas,
Las sesiones y planes diferentes ?
No están aquesos nobles corazones
Adonde está el tesoro; allí parecen
Vuestros taleatos Uoade los dañosos
Insectos ni corrompen ni demuelen.
Nada es vuestro, del resto de los hombres
Sois aun vosotros mismos. ¿ Y no es éste
El triunfo sobre el oro, que el poeta
Hoy hace objeto de su vena estéril?
¡Hacer el hombre bien al hombre! ¡Oh cuánta
Suljlime gloria y dignidad envuelve.
Concepto que explicar mi tor])e labio
No ha de poder! Mas si él enmudeciere,
Hablad vosotras, racionales almas,
Del alto Dios imágenes, en quienes,
Al infundiros, como en blanda cera.
Hizo impresión de sus eternas leyes.
Tú, Sinaí, publica que es secuela
De aquel precepto, cifra de los siete ,
Y uno de aquellos dos de donde toda
La ley divina y los profetas penden.
A las luces pasando de las sombras
Aquella voz, que al universo mueve.
Oiga Jerusalen cuando prorumpe :
Jiini A aquellos haced que os aborrecen.
Enjuga, amistad santa, tus mejillas,
Digo otra vez; renaces y floreces.
Bajo el amparo del augusto Carlos,
En, brazos de este cuerpo que protege.
El, respetando el vínculo sagrado
Que le une á su país, constante vence
Las finezas de Aquíles y Patroclo,
Los extremos de Pílades y Oréstcs.
Esos renuevos de la dulce patria.
Tiernas alumnas, que en sus años verdes
Dan al trabajo el tiempo que otros muchos
Sacrifican á inútiles deleites,
Por el sordo transcurso de los siglos
Las lorimeras serán que se presenten
En el templo inmortal de la memoria
A imprimir sus elogios indelebles;
Y mientras que los tiempos van cumpliendo
Mi vaticinio en sucesiva serie.
Desciendan á la arena, codiciosas,
Y arranquen por su mano los laureles.
Mas, esperad, atletas esforzadas;
Los olorosos ramos que el ardiente
Furor del rayo respetó, este dia
Se han desgajado y orlan vuestras sienes.
Ellos os buscan como premio digno
De vuestro afán, que por instantes crece;
Alumbre el sol ó camjDen las estrellas,
Abrase Cancro ó Capricornio hiele,
La lira que escucháis, y más sonoras
Las cuerdas que otros númenes moderen ,
Ensalzarán el triunfo laborioso
Al halago de cláusulas cadentes.
En nuestros libros, cuj'as hojas llenan
Empresas grandes, y estampado tienen
Tantas veces de Carlos el real nombre.
Escritos ya los vuestros aparecen.
El sudor de la prensa, al repetirlos,
Es también recompensa del que vierten
Vuestros poros, si agitan la tarea
Las iuteiiores fiierzas que le impelen.
Gozad la distinción, seguid constantes;
Logre la aplicación colmadas creces ,
No el lauro marchitéis, el desaliento
Vuestras candidas almas no penetre.
Dignas así seréis de más honores.
Graciosas á los ojos de la plebe,
Y á Dios aceptas, que piadoso cuida
Del abrigo, el sustento y el albergue.
Volved el rostro al tierno simulacro,
Sagi-ada ostentación de estas paredes,
Que del más obstinado iconoclasta
Está exigiendo cultos reverentes.
Y oiga la fe de su divina boca
Lo que expresar no cabe en los pinceles.
Cuando \'iendo al discípulo escogido,
Águila excelsa que sus rayos bebe,
Y señalando á la que fervorosa
Le siguió hasta la cruz desde el pesebre,
A los hijos de Adán en su calieza,
F<í(í vwstra madre, al espirar profiere.
Ésta es María, aquella por quien quiso
ÉGLOGA.
299
Dios que los hombres todo lo tuviesen;
Contemplad la fineza al mismo tiempo
Que á ella acreedoras el trabajo os muestre.
Puede Marta solícita imitarse,
Y de esotra heroína penitente,
Que el leño abraza y lo mejor elige.
Los éxtasis amantes emprenderse.
Es lina la virtud; á ella conducen
Diversas sendas : si imploráis fervientes
Vuestra perfecta vocación del cielo,
El cielo hará que la elección se acierte.
Alzad los ojos á esos tutelares,
Mirad en sociedad indeficiente ,
Para honor de Madrid, poblar su reino
Las tiaras, estevas y talleres.
De éstos levanta el vuelo heroica virgen ,
Divísala su dueño entre canceles ,
Y (( sube )>, la repite, hermosa mia.
Que ya el invierno recogió sus nieves;
Y apareciendo há poco en nuestras aras.
Lirio entre espinas, que ostentó su frente,
Del incorrupto virginal cadáver
Besan el pié los príncipes y reyes.
Seguid sus huellas si queréis que blancas
Coronas de azucenas se os apresten;
Mas si otro rumbo os proponéis, atentas
Mirad del Manzanares la corriente,
Y él os dirá las que imprimió en su espalda
Milagi-osa mujer, á quien sostiene.
Violentando su ser; que el cielo ordena
Que hasta las ondas la virtud respeten.
Ved á la mujer fuerte, cuyo precio
De los confines iiltimos procede;
Buscó la lana y lino, porque cauta
La, labor de sus manos la sustente.
Estas, con oficiosa alternativa.
Toman el huso que la hilaza tuerce,
La vianda á los domésticos reparten.
Se abren al pobre y al hijuelo envuelven;
De su casa continua centinela
No comió ociosa el pan. Cuánto os empeñe
Considerad, oh jóvenes premiadas,
El ejemplar que vuestra patria ofrece.
Así no necesita de despojos,
Que da la lid ó el piélago promete,
El esposo que, en ella confiado.
Con sus próvidas manos enriquece.
Tú la escogiste, sí, tú la alabaste.
Consorte digno; á tu virtud conviene
Premio tan singular, pues en la tierra
Sólo pudo María merecerte.
Mantuano Moisés, á cuyo imperio
Determinó el Señor omnipotente
Que en erupción extraña de cristales
El duro pedernal obedeciese;
Isidro santo, labrador dichoso.
Los ángeles por tí la tierra hienden,
Los ángeles aquellos cuyas alas
El rostro cubren inmortal y fuerte,
¡Honrosa ocupación, noble ejercicio!
Pasme el sentido, el pensamiento eleve
Que el Dios de los ejércitos, terrible,
De agricultor el nombre no desdeñe.
Afortunada clase, cuyo esmero
A los progresos útiles atiende
De tan bella noción, ¡oh quién supiera,
Como supo elegirte, engrandecerte!
Pudiera yo expresar, á tolerarlo
Del tiempo y la ocasión las estrecheces ,
Cuánto de ella las artes, los oficios.
Cuánto la industria popular depende.
Magnánimo individuo, que ocultando
Tu ilustre nombre y dignidad, promueves
Con noble pecho y mano generosa
La discusión y prácticas agrestes;
Los ai-tículos ya de tu problema
Hay quien resuelva, explique y desempeñe,
Para que el campo así se beneficie
Y la pluma feliz se remunere (1).
(1) Habla del premio de agricultura, propuesto por la liberalidad
de un socio de alio carácter, y diferido por la Sociedad á este día.
Besad la tierra, vírgenes atnables,
Que ha criado el Señor, que reverdece
A su voz, que produce á su precepto
Fruto que se eterniza en sus simientes.
A las manos del hombre las entrega,
Porque puesto en las suyas las disperse,
O bien las niegue el plácido rocío,
O bien en años fértiles las riegue.
Ellas os alimentan, y de aquella
Materia enmarañada os abastecen,
Cuyos iguales consistentes hilos
Del vencimiento son testigos fieles.
Al tejido prestad aqucsas hebras,
Al bordado auxiliad ; del templo cuelguen
Telas (2) que al tabernáculo de Cristo (8)
Acompañan, adornan y guarnecen.
A unos y otros, artis'tas aplicados.
La Sociedad esclarecida premie.
Ya retraten la rosa y azucena (i),
Ya dibujen corintios capiteles (5).
Ni olvidaré la máquina que exacta
De^ vuestro afán períodos numere.
Señalando las horas y los días
Por la veloz carrera de los meses (6).
Lograd todos el premio. Y tú, benigno
Circo, á quien las piedades engrandecen ,
Gózate en ellas mismas más que en cuanta»
Perlas el Sur en nácares contiene.
Cante la fama el paternal desvelo;
Sus nuevos ecos los antiguos quiebren
Que al trabajo esparció de Babilonia
Y bárbaras pirámides de Méufis.
Cantad vosotros, socios venturosos,
El horrendo suplicio que padece
La tirana ambición en el averno.
Después que hollasteis su cerviz, valientes.
De esta suerte por cada cual espero
En el Dador de los eternos bienes
Pueda la ilustre Sociedad gloriarse
Y prorumpir en cánticos alegres.
Feliz varón el que se halló sin mancha,
No corrió tras los viles intereses.
Ni esperó en las riquezas y tesoros.
¿Quién, y le alabaremos, es aQué.ste?
El que obró maravillas en sú vida,
Y probado en el oro, donde el temple
Del acero más fino se destroza.
Se vio, no obstante, que perfecto fuese.
Alcanzará la gloria eterna, y puesto
Que no quiso, aunque pudo, coiTomperse,
Y pudiendo ser víctima del vicio.
Fué superior á estímulos aleves;
Por tanto en el Señor sus bienes todos,.
Como en único objeto, se establecen,
Y todas las iglesias de los santos
El tiempo hará que sus limosnas cuenten.
ELFINO.
ÉGLOGA.
ELFINO, LAFINA, POETA.
POETA.
Elfino, que de Henares á la orilla
De cabras un rebaño apacentaba.
Donde tiene Minerva su alta silla;
Y Lafina, que ovejas gobernaba,
De Córdoba y Sevilla en los confines.
Cuando el Aries celeste publicaba
El bando de fragrancia á los jardines,
Y á obedecer su voz se disponían
Los narcisos, mosquetas y jazmines;
A sus solas su mal tristes gemían.
Como esjjosos futuros, cuj'o pecho
(2) Alude al premio de bordado, que fué el segundo de los de
dibujo.
(3) Al dibujo presentado por el que llevó el primer premio.
(4) A la prueba de repente del que llevó el segundo premio.
(5) A la del que llevii el primero,
(6) Al premio de relojeria.
300
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN Y MANRIQUE.
El amor y la ausencia á un tiempo herían;
Los dos uno del otro satisfecho,
No vulgares los dos, y lo encarece
Elfino asi, sentado en un repecho.
ELFINO.
Ya torna Abril, el prado reverdece,
Ji.mbares da la flor, al ave alienta
El sol, que más solícito amanece;
Las esperanzas Cores alimenta
Del labrador, que al campo el grano fia,
Con que á la aldea y la ciudad sustenta.
Alegre salta la manada mia.
Sube y corona los floridos cerros,
No bien enjutos do la noche fria.
Halagan fieles los hermosos perros,
Que en su custodia silenciosas horas
Velan, armados de punzantes hierros.
Con danzas los pastores y pastoras
La fuga del invierno tenebroso
Celebran y las plácidas auroras.
Elfino solo, triste, querelloso,
Alterna los suspiros con el llanto,
Negado á la alegría y al reposo.
LAFINA.
¡ Oh de naturaleza dulce encanto.
Risueña y apacible primavera.
Coronada de rosas y amaranto!
Tú llegas, te apresuras placentera.
Convoyada de céfiros sutiles,
Y por ti el llano, el monte, la ladera
Se convierten en rústicos pensiles;
Por tí , murmurador el arroyuelo,
Cuyo sonido alegra estos rediles.
Su cristal templa, fertiliza el suelo;
Tú en vegetable movimiento pones
Toda la orilla que bordó tu anhelo.
Sus encerrados fértiles botones
Los árboles ostentan, que adelante
Serán de otoño sazonados dones.
Coge violetas la zagala errante.
Que segi-egada del silvestre coro.
Ramos presenta á su pastor amante.
Parece renacer la edad del oro,
Todo brinda dulzuras, todo rie;
Yo solo triste amargamente lloro.
De los presentes bienes nadie fie ;
Incierta es siempre del mortal la lucha ,
Y mañana es dolor lo que hoy engríe.
ELFINO,
Aquí, mi bien, piies nadie nos escucha,
Aquí, Lafina , dulce hechizo mió.
Mi corazón y yo la pena mucha
Que siente mi cansado desvarío.
Diremos á esas ásperas colinas
O á las claras corrientes de ese rio.
Ausunte de tus prendas peregrinas,
lOh dulces prendas, por mi amor humanas,
Prendas de amor, por vuestro ser divinas!
Ausente de tus luces soberanas.
Velando paso la callada noche,
Paso llorando tardes y mañanas.
Sale y se oculta de Faetón el coche;
Yo insisto en mi dolor, ningún amigo
Encuentro á quien el pecho desabroche;
Cada estrella luciente es un testigo
De este fiero penar, de aquesta queja.
Este dolor que siempre va conmigo;
Esta tenaz memoria no se aleja,
Ni me deja vivir su grave peso.
Ni me deja morir, ni al fin me deja.
;, Qué haré sin tí, dulcísimo embeleso?
Tal eres para mí, bella serrana.
Cual es al cazador el liosque espeso,
A la agreste labfir lluvia temprana,
Al segador la sombra en el estío,
Al gusanillo la purpúrea grana.
A yes, si acaso en vano al aire os fio.
Tal no (juieraii los hados inhumanos.
Corre sin duelo, amargo llanto mió.
Vosotras de los montes Marianos
Puntas que pretendéis rasgar el cielo,
Paso franco les dad, y de estos llanos
Alcen ansiosos presuroso vuelo
Hasta llegar á más dichoso clima,
Y á Lafina dirán mi desconsuelo.
Si con su grey bajando de alia cima,
Oh suspiros, la halláis, á los balidos
Interrumpid, y tal dolor la imprima
Vuestro lúgubre st'm por los oidos.
Que á la tórtola imite solitaria.
Doblando en la enramada sus gemidos.
Sí, que el trastorno de mi suerte varia
Me los hace escuchar; al dueño veo;
No así me burles, sombra imaginaria.
Lafina está á mi lado, ú el deseo
Solicita adularme ; ¿qué conjuros.
Qué sucos de las yerbas del Leteo,
Capaces de asaltar celestes muros,
Y de ellos desquiciar la blanca luna.
Me hacen mirar sus resplandores puros?
No es ilusión, verdad es mi fortuna;
Junto á mí está Lafina, y de este campo
Cogiendo va las flores una á una.
Ya con la cola la halagó Mclampo;
Le acariciaron ya sus manos bellas;
Pues ¿en qué me detengo, que no estampo
El tosco labio en sus preciosas huellas?
Los Elisios te envidien, campo ameno,
Y á tus rústicas flores las estrellas.
Huéspeda amable, aquí, de sombra lleno,
Te ofrece Henares ajiacible soto.
Aquí descansas en alfombras de heno;
Aquí , ya el lazo de la ausencia roto,
A la luz que Himeneo dé á su tea.
Verás cumplrr á tu pastor el voto.
Así, zagala, tu venida sea
Grata al Campo Loable, cual la aurora
Al que la noche en la vigilia emplea ,
Como al prado el rocío que atesora,
Como al trabajador el mediodía,
El olivo á la cabra trepadora.
La rubia miel te serviré á porfía
Del sabroso panal de mi colmena;
Vén, dulce bien, á la cabana mia.
Allí hallarás, de fresca leche llena,
Una vasija, allí la tierna fruta,
Que al favor merecí de Filomena.
De su vergel al mió, mal enjuta.
Trasplanté un dia la fecunda vara,
Y árbol es ya, que réditos tributa.
Si de él el fruto á tiempo no separa
La cauta mano, en su designio yerra,
Pues la sazón en casa se prepara.
Una medalla mi ajuar encierra.
Obra de Gil divino, con el busto
Del mayor soberano de la tierra.
En tersos rasgos de moderno gusto.
Crisol que purifica y abrillanta,
Yace el reverso del monarca justo.
Gánela cual los jíomos Atalanta;
Del Manzanares páramos umbríos
Corrió mi musa , que á otras se adelanta,
Y á los zagales compañeros mios
En público vencí cuando mi canto
El destrozo entonó de unos navios.
En el baile, en la fiesta , en el disanto
Aumentará tu gala peregrina
Con cinta verde , que pretiero tanto.
Dirá toda zagala convecina :
(( De Elfino el premio, el triunfo y la esperanza
Penden juntos del pecho de Lafina. »
Envidiará Amarilis tu privanza,
Clóris la lozanía de tus reses.
Filis tu amor, sin miedo de mudanza.
Cuando os congreguen los floridos meses.
Descollarán tu garbo y gentileza
Como entre los heléchos los cipreses.
Depondrá la alimaña su aspereza.
Embebida en tu acento; si cantares,
Las aves dejarán su ligereza,
Sus ubres los corderos á millares,
Las próvidas abejas el tomillo,
ÉGLOGA,
SOi
Y el canto de sus náyades Henares.
Tú ganarás el juguetón novillo
Si á danzar desafias aldeanas,
El vaso de acebnche ó cabritillo.
Tuyas serán las rosas más tempranas,
Todos te ofrecerán los recentales
Y olorosos cestillos de manzanas.
No ofenderán tu planta los zarzales,
Embotarán sus puntas los abrojos
Y aumentarán su olor los romei-ales.
Detestarán el son de tus enojos
Y alegres trinarán los ruiseñores;
Todo el otero arrastrarán sus ojos,
Sin que jamas, á su pastor traidores,
Cuando sus rayos vibren halagüeños.
La cualidad olviden de señores.
Áspides y mortíferos beleños
Quebrantará tu aliento prodigioso.
Darán las auras apacibles sueños.
Pico-ücejon, escándalo fragoso,
Los que á su ocaso empina la cabrera
Somosierra con humos de coloso,
Toda esa encanecida cordillera.
Que desprendiendo nieves á torrentes,
A las campiñas amenaza fiera,
Hará ya lisonjeras sus vertientes.
Derritiéndose en mansas suavidades,
Que más parezcan deliciosas fuentes;
Se jurarán eternas amistades.
Con tu ejemplo, zagales y zagalas,
Y al Parnaso hollarán sus dos mitades;
Y tú, Gebel-Zulema, di que igualas
Al llénalo de Arcailia, que á Cupido
Escucho siempre, y no á Minerva ó Palas.
No mi zampona entregaré al olvido,
Y en vez del apio amargo, me corone
El suave trébol y arraj-an florido.
Mi feliz suerte Nemoroso entone
Al compás gi-ato de su avena ruda,
Y de Launa el mérito pregone.
Encarece mi dicha, oh si,lva cruda,
¡Dicha para tornar á Elfino loco!
¡Placer para dejar al alma muda!
Lafina de mi vida, espera un poco;
Que en esa tabla, donde mansa el agua
(Y tanto, que, según su quietud toco,
, Parece que en Jarama no desagua).
Alamos nuevos de su margen pinta,
Nuevo Compluto en sus cristales fragua.
He de mirarme , por si bien distinta
De mi alborozo en mi semblante encuentro
La señal infalible, amiqii.e siicinta.
Yo volveré; mas no, que de mi centro
Moverme, que eres tú, será imposible.
El sacro rio llamará de adentro.
Con bocina de nácar perceptible,
Una ninfa que al logro cornspouda
De mi designio y del cristal movible,
Donde jamas profundizó la sonda,
La porción me presente en concha lisa,
Que al rostro con imágenes responda.
Y tú, no en mis fortunas indecisa.
Calles, mi bien; despliega tus claveles,
Y aumente una hermosura esa sonrisa',
Que j amas copiarla el griego Apeles ,
Ni bien pintada fuera del Ticiano,
Por más alma que diese á sus pinceles.
¿No me respondes? ¿Te importuno en vano?
¿Por qué enmudeces? ¿ Qué pasión violenta
Te ha enajenado, ó qué rigor tirano ?
Mas ¡ay! que mi admiración se aumenta,
Y con ella el dolor que martiriza
Un alma que de penas se alimenta.
Ya Lafina las flores no matiza;
Esposa, aguarda, y no mi muerte ensayes.
Veloz el bulto hermoso se desliza
Por entre los carrizos y tarayes;
Lági-imas verteré de ciento en ciento,
Y lanzaré de mil en mil los ayes.
Forma nieblas el diáfano cíemento.
Que me roban la luz; desaparece,
^n fin, Lafina, convertida en vientoj
Se eclipsa el sol, Henares ensordece,
Eterno luto visten las cabanas.
Sin tiempo y sin estrellas anochece.
Luego sólo fantásticas extrañas
Sombras el devaneo me ha forjado.
¿En qué, Amor, te ofendí, que así me engañas?
Mentira ha sido mi dichoso estado.
Verdad es sólo la fatal ausencia,
Que tiene el corazón despedazado.
Ojos, constancia, corazón, paciencia,
¿Qué injusta ley de bárbaro destino
Fulmina contra un triste tal sentí ncia?
Ya no acierta la voz con el camino
De los labios, un hielo me ha cubierto.
El aliento me falta.
POETA,
¡Pobre Elfino!
Desmayóle el dolor, si no le ha muerto.
Recibe, Amor, la victoriosa ])alma
De un frió mármol ó cadáver yerto;
No con falsa piedad turbes su calma,
Si ha de volver, sellando las arenas.
Entre las voces á verter el alma.
Tú, que la sien de hisopos y verbenas
Ciñes, y á los pastores, oficiosa.
Dictas, oh Musa, humildes cantilenas.
Inspírame la voz con que llorosa
Y amante prosiguió la queja fuerte
De su duro penar Lafina hermosa.
LAFINA.
¡Quién creyera de tí, tirana suerte.
Que el bien en mal tan pronto me tornaras,
El júbilo en j^esar, la vida en muerte!
¡Oh, nunca con tus luces, siempre claras.
Almo Febo, que todo lo iluminas.
Si no he de ver á Elfino, me alumbraras!
Me acuerdo que en las horas matutinas,
Cuando tus rayos abrasaban menos,
Y en las que al vasto piélago declinas,
Cancro y León , los faunos y silenos
Nos vieron juntos por aquestas peñas
En paz tranquila, de disgusto ajenos.
Tú, que los cielos dejas por las breñas
(Según me contó Elfino había leido),
Y de amar á un pastor no te desdeñas,
¡Cuántas veces nos viste en el ejido.
Sacra Diana, del ardor diurno
Descansar con el fresco apetecido!
Por señas, que suspensa en el nocturno
Afán por escuchar nixestros amores.
Alterar una vez quisiste el turno.
Así lo sospecharon los pastores.
Aunque otras muchas con acento ronco
Despertó la corneja mis temores ;
Pues de una encina en el asiento bronco,
Que no ya sudaría miel predijo.
Sino mirra amarguísima, su tronco;
Ella vaticinó mi mal prolijo,
Y desde entonces el fatal agilero
Quedó en mi oido y mi memoria fijo.
Verdadero fué el mal de que ahora muero.
Verdadero el dolor que me anunciaba;
¿ Qué presagio infeliz no es verdadero ?
¡Oh, qué bien mi pasión, qué bien pensaba
Cuando por no pasar el duro trance
De aquel adiós que el alma me arrancaba.
Quise primero malograr el lance
De disfrutar las vegas españolas
De Pisuerga y Genil á tardo alcance,
Y sin temor de las soberbias olas.
Yendo contigo al polo contrapuesto.
Dejar mi ])atria y mis cabanas solas!
Ño me es contigo el jiiélago funesto,
Elfino, ni hay Caribdis, Scila ó Sirte
Que en mí no encuentre un ánimo dispuesto^
No hay regalo á mi oido sin oírte.
Lumbre para mis ojr)S sin mirarte.
Empleo á mis potencias sin servirte ;
Aquel postrer adiós, que por no darte
Con él, y darme yo, ponzoña fiera,
Me lüzo coiTer ó más oculta parte,
302
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN Y MANRIQUE
Siempre me estremeció, juzgando que era
Del breve curso de mis tiernos años
Aquel postrer adiós la hora postrera,
¡Qué bien previa los presentes daños,
Y que á estos duros y empinados riscos
Habia de contar mis desengaños!
Tú, peñasco, que el valle y los apriscos
De la inclemencia de Aquilón resguardas,
Guarnecido de chopos y torbiscos,
A esos luceros, celestiales guardas
De la morada eterna , lleva el eco
De mis tristes suspiros; ¿á qué aguardas?
Diles que al penetrar el hondo hueco
De tus entrañas, de dolor heridas,
O las ablando en parte ó las derrueco.
Del cáñamo las hebras retorcidas
No obedecen, ni el báculo ñudoso
Mis simples ovejuelas esparcidas,
Que con errante paso, temeroso
De haberse estrcnií cido, dan indicio
Del son de su pastora, lastimoso.
El ciervo vividor, que de un solsticio
Al otro contra el tiempo las porfías
Numera en su enramado frontispicio,
Acrisolando más sus cobardías,
Teme, asustado, mis dolientes voces
Más que del cazador las correrías.
Cortan el viento pájaros veloces.
Atraviesan los brutos la montaña,
Huyendo van los mansos y feroces.
Los horroriza mi congoja extraña,
Y el Genil de estos campos se retira,
Oculto entre la juncia y la espadaña.
En el Bétis, buscando blanda pira.
Con más que nunca acelerado curso.
Por no alcanzar á oir á quien susj)ira.
Volved todos, volved, que ya el recurso
De mi mal hoy de más será callarle;
Sufriré de los tiempos el transcurso.
El andosco retoce, el ave garle,
Que yo sabré escribirle en las arenas,
Y en esos blancos álamos gi-abarle.
De la tierra con lágrimas las venas
Regaré porque crezcan, y con ellos
El fatal testimonio de mis penas.
Ningún mortal se atreverá á ofendellos.
Más que el laurel del rayo respetado
Será el follaje de sus ramos bellos.
Dirá el árbol á Alcídes consagrado
El triste fin de mis alegi-es dias,
Dias dichosos del primer estado.
Ea, dejadme, locas fantasías;
Borrad de mi memoria lo? jilaccrcs
Y glorias breves porque fueron mias.
La más constante yo de las mujeres,
Haré que mi fineza al mundo asombre
Cuando eternos del sol los rosicleres
Escrita la hallen siempre con el nombre
De quien afirma no hay en todo el mundo,
Para la que bien quiere, más que un hombre.
Tú eres, Elfino, el solo, el sin segundo,
T antes la grey, por mi dolor dispersa.
Beberá al Tigris su raudal profundo,
La que apacienta el ganadero persa
Desfrutará la hética retama,
Y del Guadalquivir la linfa tersa ;
Antes amor cruel contra qiiien ama
Tendrá de tiernas lágrimas hartura.
Antes de arroyos la sedienta grama,
0 la golosa cabra de verdura ,
O la industriosa abeja de cantueso.
Que yo de consagrarte mi fe pura.
Ausente estás; ¿qué importa? no por eso
Puede entibiarse quien de veras quiso;
Cobra en la ausencia amor mayor exceso.
Mas la Licisca desde aquí diviso,
Y aun un rabel escucho: clara seña
De, que viene detras su dueño Anfriso.
El es, y sus obsequios no desdeña,
Como en otro tiempo, la sin par Elisa;
j A qué un rendido porfiar no empeñal
1 Venturosos pastores 1 Por la prisa
Con que caminan no podré ocultarme,
Ni es bien mezclar mi llanto con su risa;.
Tampoco quiero nueva pena darme,
O bien verdad les diga ó los deslumbre.
Si llegasen la causa á preguntanne.
Que duermo fingiré, pues de la cumbre
De la frontera sierra superada
Llevan los dos la inmensa pesadumbre.
POETA.
Dijo Lafina, y luego reclinada.
Profundo sueño á simular empieza,
No menos bella cuanto más postrada.
Llegan , y exclama Elisa con presteza :
«Suspende el eco á nuevas maravillas.
Que duerme de Diana la belleza.
«¿Ojos cargados, húmedas mejillas
Y acelerado respirar no adviertes?
¡Oh fuerza de pasión, que así la humillasl
«Lafina es ésta, y los pesares fuciles
De una ausencia, sin duda, la rindieron.
¡Desventurado amor! No la despiertes.»
Silencio mutuamente se impusieron,
Y con medidos pasos sigilosos.
Mudas las cuerdas del rabel , partieron.
Entretanto los númenes piadosos
En verdadero el sueño transmutaron ,
Fueron dosel los árboles umbrosos;
Mansamente los céfiros soplaron,
Sordo lamió el arroyo la floresta.
Los corderinos sin balar mamaron
Y el sol templó los rayos de la siesta.
LAS CORONAS DEL TIEMPO
Oda dirigida á la Real Sociedad Económica de Amigos del Pafs
de Granada , por su encargo, para que se leyese en ella el dia ■20
de Enero de 1788, con motivo de la distribución de premios
respectivos á las tres nobles arles, pintura, escultura y arqui-
tectura y á la del grabado.
Abrió con llave de oro
Jano las almas puertas
Del año en que la España
Decenios tres faustísimos numera.
Las cuatro de sus quicios
Perpetuas centinelas,
Por quienes otros tantos
Rige hipogrifos el mayor planeta;
Las horas ó estaciones.
Que el universo templan.
Su método abandonan,
Y por salir airosas se atropellan.
De Granada á la grave
Patriótica asamblea,
Cargadas de coronas,
Que al mérito previenen, se presentan.
De ciprés el otoño.
De acónitos, adelfas
Y de mortal beleño
Compone y entreteje la primera;
Y los mejores rasgos
Galardona con ella
Que al triunvir del Oriente
En la acción más piadosa manifiestan (1).
Cuando el caudillo bravo.
Que más el ver exenta
La patria del real yugo
Que el favor de los cesares aprecia,
Yace de Macedonia,
Cadáver, en la arena.
Del interés robadas
Las túnicas de Palas opulentas;
Y Antonio, que á vtn amigo
Consagró su elocuencia,
Provocando á venganzas
Con la teñida púrpura de César,
(1) Asunto do! primer premio do pintura. Enrnentra Marco An-
tonio el cadáver de Bruto en el campo de batalla , desnudo por la
codicia de los soldados, y lo cubre con su preciosa cota de armas,
Al óleo, en ud lienzo de cinco pies de alto y tres de ancho,
ODA.
Con su enemigo ahora
Su humanidad d -muestra,
Y á otro sangriento adorno
Sustituye la cota , que desecha.
La segunda corona,
Que vides hermosean,
Destina al que retrate
La víctima de Baco más tremenda (I").
Coreso, sacerdote
De la deidad lenea ,
Arde, sin esperanzas,
En el amor de Caliroe bella.
Siente el dios el desaire,
Y á la nación molesta;
Sólo la vida quiere
De Caliroe, ó quien por ella muera.
Va a ensangrentar del ara
Los jaspes la doncella,
Y Coreso es á un tiempo
Ministro amante y dolorosa ofrenda.
De sagrados laureles
Tercer corona apresta
Al que mejor dibuje
Del Apolino copia más perfecta (2).
Pablo apóstol, dejando
La pérfida Judea ,
Predica A los gentiles,
Y el vaticinio de Isaias llena.
En Listra milagi-oso (3)
Con Bernabé se ostenta,
Y en éste imaginaron
Que Júpiter bajaba de la esfera.
Admirando del otro
La peregrina lengua ,
Al nuncio de los dioses
Pensaron ver en su persona mesma.
Los toros y coronas
A sus umbrales llega
Idólatra ministro,
Que unido al pueblo, el sacrificio intenta.
La impía apoteosis
Intrépidos detestan,
Sus vestiduras rasgan.
Y así exclaman de Cristo los atletas :
((¿Qué intentáis, licaonios?
Mortal, como la vuestra,
Es esta organizada
Forma, que al alma noble se sujeta.
)) Pasad del triste estado
De vanas apariencias
A adorar al Dios vivo.
Que crió el mar, los cielos y la tierra. »
Tal es á la escultura
La histórica propuesta.
Que hábiles profesores
Y discípulos llama á la palestra.
Su diseño el estío
En distinguir se esmera
Con corona de espigas.
Que el más santo holocausto representan.
De pacifica oliva
Con otra lisonjea
Al que la acción heroica
De Alfonso el Quinto de Aragón modela (4).
(II Del segundo. Al punto de ir á ser sacrifirada Caliroe ante las
aras de Baco, por su lirden, para aplacarle, por no rjuercr i'sta cor-
res|)onder á su sacerdote Coreso, éste vuelve contra su mismo pe-
cho el cuchillo y muere victima de su amor, lie aguada ó de tin-
ta ó de lápiz; de cualiiuler color, gastado, plumeado ó estufado, á
elección del opositor, v en pliego de marca.
r2i Hel tetceío. Dibujar la estatua del Apolino en pliego de
marquilla.
i5) Del primero de escultura. Previene en Listra el sacerdote de
Júpiter los toros, coronas y demás instrumentos del sacrilicio an-
te las puertas de la habitación de los santos Pablo y Rern b(> , te-
niéndolos por .Inve v Mercurio; y los apíisloles, rasgando sus vesti-
duras, desengañan v ¡ircdiran al pueblo. De bajo relieve, en un pla-
no de tres pies de ancho y dos y medio de alto.
(4) Del segundo. Se arroja a los pit-s de Alfonso V de Aragón
uno de los coniurados, confesando su delito y entregando una lista
de todos los traidores; este principe la rasga sin querer leerla. De
bajo relieve, en un plano de tres cuartas de alto y dos y media
4e ancho.
Príncipe generoso,
Cuya real clemencia
No al rendido se ciñe,
A los rebeldes todos se ñ-anquea;
Y la vista apartando
De aquella infiel caterva,
Antes da que al olvido,
La lista al viento, dividida en piezas.
¡Qué bien á un tiempo mismo,
Oh Sociedad, fomentas
Del cincel los esfuerzos
Y la memoria fiel de las proezasl
Por última, frondosa
Guirnalda trae de hiedra,
Con que el mejor modelo
De la estatua de Baco se laurea (5).
Aparece el Invierno
Con otras tres diademas;
Así á la arquitectura
Galardona sus titiles tareas;
Y el alumno c^ue diestro
Más digno plan ofrezca
De un santuario (6) en donde
Brillen del arte las segm-as reglas,
Se eleve la fachada,
El atrio se engrandezca,
Y el sacerdote, el huésped.
De su cruda intemperie se defienda;
La qire en sus largas noches,
A la luz de una hoguera,
Tejió de pinos y hayas.
Pondrá en las sienes con su mano yerta.
Destina la segunda,
De vastagos compuesta
De los álamos altos
Que cercan de la Alhambra las almenas,
Al que de Carlos Quinto
Mejor el aula regia
Dibuje que á su falda
Muda ensalza del arte la excelencia (7).
En primorosos lazos
Construyen la postrera
Lozanas siemprevivas.
De prodigiosa duración emblema.
Con este distintivo
Delineados premia
El que el orden compuesto
Cornisamiento y capitel enseña (8),
Con presunción de hermosa
Y vanidad de reina ,
De esotras estaciones
Se deja ver la fértil Primavera.
De su virgíneo seno.
La que de sus florestas
Guirnalda formó sola
De fragrantés y blancas azucenas.
Saca festiva, y dando
De sus beneficencias
Insignes testimonies.
Así sus labios de carmín despliega :
(( Celosos granadinos,
Cuya aplicada escuela
Las innatas piedades
Del soberano Carlos se granjea,
))A aquel que se aventaja
A cuantos desempeñan
Del buril el asunto,
Aquestos lirios dad á manos llenas.
«Considerada en ellos
La Providencia eterna,
A la que sola deben
(.1) Del tercero. Modelar en bnio relieve la estatua de líaco, en
un plano de dos pies de alto y medio de anclio.
(6) Del primero de arquitrclura. Kl plan de una ermita ct'Iebre,
con su atrio, sacristía, habitación del capellán, hospedería, etc. Su
fachada y enríe interior todo geométrico, y su explicación por nú-
meros, en pliegos de marca.
(TI Del segundo. Tachada principal del palacio de Ciirlos V en
la Alhambra, que está á la vista de la placeta de los Aljibes. En
un pliego de marca mayor.
(S) Del tercero. Dibuiar en grande, en plantayelevacion, el capí'
tel y coraisamieoto del orden compuesto.
304
DON JOSÉ MARÍA VACA DE
Nutrición, incrcmeTito y subsistencia,
))La imáecn de aquel héroe (1),
Ornato de Viceucia,
Premiad, que con su ejemplo
Los mundanos afanes menosprecia;
» Cuyo fiel prototipo
Paga en magnificencias
A un palacio decretos
Que adornaron de rayos su cabeza.
))Y vosotros ufanos
Estad de que á las vuestras,
Oh ilustres vencedores ,
Las coronas del mérito desciendan,
)) No aquellas de oro puro,
Qv^ denotaban tersas
Vencidos embarazos
De fosos, estacadas y trincheras;
))Ni de silvestre encina,
Que orlaban en la guerra
Las sienes del que osado
La vida del patriota hurtó á las flechas;
»Ni de menuda grama.
Que el sitiador no huella.
Por el contrario esfuerzo,
Que levantó las opresoras tiendas;
)) Ni ya las que alcanzaron
Marciales ligerezas
Que al muro y á la nave
El terror condujeron las primeras;
))No las desoladoras
Victorias os recuerdan;
Marte durmió, su hermana
Depuso el ceño y apagó las teas,
«Coronas son del tiempo,
Cuya perenne rueda.
Por orden de Saturno,
Agitamos las cuatro compañeras,
))Del tiempo en que no sólo
Carlos la espada cuelga,
T manda en sus dominios
Enmudecer las bélicas trompetas;
)) Sino también de Europa
Los disturbios serena,
y arbitro de los reyes.
Su poderosa decisión respetan,
))Tiemj)o de paz y tiempo
En que admirarse dejan
Los visibles aumentos
Del comercio, las artes y las ciencias,
» Los cuatro señalados
Eamos que á tal empresa
Os conducen, testigos
Fieles serán de sus munificencias.
))Y aquestas diez insignias,
A futuras contiendas
Provocando aspirantes ,
Producirán prosperidades nuevas.»
Dijo, y el sabio cuerpo
Dulcísimas cadencias
Opuso al plectro ronco
Con que el suceso refirió el poeta.
LLANTO DE GRANADA.
Elegía que, con motivo del fullecimiento de su augusto fundadov,
el señor rey don Carlos III, se levó en junta ftenemi, celebrada
el 28 de Febrero de 1789 por la lícal Sociedad de Granada.
Allá en los campos fértiles de Iberia,
Sobre los cuales orgullosa empina
Su mole colosal entre las otras
Pií'ámide grosera encanecida;
Sitios alegres de verdor ameno.
Donde las almas, se creyó algún dia.
De sus ligeros crímenes jiuvLadas,
Gozar interminables las delicias (2);
(1) Del único do grabado. En una lámina correspondiente ü me-
dio pliego do marca ijiahar en dulce la ini.i},'en de san Cayetano,
según la eslampa que rcpiesenla la estatua que está en el Vaücaiio,
li) Es opinión que los antiguos colocaban en la vega de Grana-
lla los ( ampo'» Klisiiiii.
GUZMAN Y MANRIQUE.
Parece que una noche (noche horrenda,
Que así mis pensamientos intimidas.
El pecho hielas y la voz ahogas.
Turbas la mente y el cabello erizas,
Permíteme pintarte), oscuro el orbe.
Las luces de los astros escondidas,
Y su estación, pesada más que nunca,
Envuelta entre las sombras de sí misma,
Yo no sé qué pronósticos fatales
Con mudas frases de silencio hacia .
A Granada y su reino, que al descanso
Se entregaba forzoso de la vida.
Cuando para tocar en Amaltea
Faltaban ocho auroras á las bridas
De Etonte y de Flegon, cuyo retiro
De más horror su lobreguez vestía (3),
La dominante Alhambra veladora
Significó con pulsación sencilla
De su metal, que de la larga noche
Daba principio la tercer vigilia.
El ave escarmentada de Minerva
Alzó la ronca voz, que prevenía
Brillante luz de nuevos resplandores
Y del planeta cuarto la venida.
Asústase la tierra al mismo tiempo
Que se la anuncian sus futuras dichas.
Dichas mezcladas con mortal quebranto,
Porque no hay nueva luz , si otra no espira.
No acabó de correr la primer hora (4),
Y el aquilón enfurecido silba,
Tiemblan las sierras, las esferas crujen,
Y de la España el corazón palpita.
Liigubre voz , al parecer formada
Del labio funeral de Libitina,
Las peñas de los montes estremece.
De la región el ámbito horroriza.
«Murió el Rey de Granada», se la escucha
Articular, y luego enternecida,
Entre el bramido de los roncos vientos
Se deja percibir lo que suspira.
Miedo y pavor, caballos desbocados,
Que rompiendo del dios de la milicia
Los tirantes, desierta la carroza,
De Belona el azote inutilizan.
Con cuádruple sonido de su planta,
De la famosa vega conmovían
El campo todo, y del torrente yerto
Hendido el hielo, en átomos rechina.
Tened, brutos indómitos; modere
Vuestro furor los bríos con que pisa;
Mirad que á los leales corazones
Que esa ciudad encierra atemorizan.
No á su rumor despierten , y escuchando
Desprevenidos la fatal noticia
De que no vive Carlos , presurosos
A morir tras su dueño se aperciban.
Si no es que ya de tanta desventura
Ellos mismos el golpe vaticinan,
Y es inútil querer se les oculte
Lo que su propia turbación les dicta.
Ya se me representa aquel emporio.
Que anima dolorosa fantasía.
Triste matrona sobre verde césped.
Sentada del Gcnil á las orillas;
Dando el cabello á las confusas auras,
Y hurtando al sol los vaj-os con que brilla,
Piensa volver del Darro á las arenas
El oro que le dieron y no estima.
De la tristeza símbolo, sus ojos
Levanta al cielo, y su bondad propicia,
Complacida del noble sentimiento.
Copioso don de lágrimas la envía.
Aljófares preciosos se desprenden,
Y apoyada en su diestra la mejilla,
Por el marfil hermoso de su brazo
A humedecer la tierra se deslizan.
A impulso de sollozos, que la ahogan,
Rompe el collar de finas margaritas,
(3) Murió el Rey en 14 de Diciembre , antes de salir el sol,
(1) Y antes de la una de aquella noche.
fiLEGÍA.
805
¥■ mezcladas las perlas con las perlas,
Enriquecer intentan la campiña.
Mas ¡oh qué de fantasmas, qué de sombras
Pueblan del viento la región vacía,
Que á la beldad acongojada inquietan,
Causando en ella la impresión más vival
La enfermedad , espectro macilento,
Que á todas partes la cansada vista
Tiende, por si de lejos, temerosa,
La cruel tijera de Átropos divisa;
Las Hadas tres, con bárbara jactancia,
Más que por ser de Jo ve y Témis hijas,
Ufanas del rigor inexorable,
Y del triunfo mayor envanecidas;
La muerte, en fin, con pálido semblante
Presidiendo á las otras, se imagina
Granada que, en tropel acometiendo,
Confabuladas vienen á abatirla.
La pena, la opresión, el desaliento,
El sobresalto y la orfandad seguían,
Tribulación, amarillez, angustia.
Aflicción y terror, duelo y desdicha.
Así estos monstruos en infausta escena
De la margen opaca de la Estigia,
A superiores auras revocados.
Por funestas imágenes se explican,
A otro lado las ciencias desmayadas.
Las artes tras las ciencias doloridas.
Los oticios, la industria y el comercio.
So dejan ver con lúgubres insignias.
Común derecho, público, y vosotras,
Jurisprudencia patria y pontificia,
Lenguas, concilios, dogmas y liturgia.
Eclesiástica historia y disciplina.
Os presentáis en traje de amargura
Por aquel protector que os eterniza,
Y en aulas, seminarios y academias,
Vuestra enseñanza y esplendor cultiva (1).
Habla tú ya, feraz naturaleza;
¿ Qué crudo cierzo tu verdor marchita?
¿ Por qué á esos tres teatros de tus reinos
Corres asi la trágica cortina?
I Temes que ya la tierra con sus flores
Deje de matizar las praderías?
¿ Que bruto no la habite, ni ave al viento,
O qxie el bronce en sus venas se derrita?
¿A tus ojos, que alegran á los campos,
De llanto inundas, y la mano aplicas.
Por no ver el museo matritense.
Donde Carlos tus dones deposita?
La botánica, esa arte que á tu diestra
Es eco de tus ayes , á quien digna
De revelarla hiciste tus arcanos,
Y tus ricos tesoros facilitas ,
De hielo más tenaz cubierto el pecho
Que el que al hibleo á la sazón lastima
De Carlos su erector en la real corte.
Con que labrarle piensa tumba fria,
Venus de la lealtad , según demuestra
Su palidez, parece que afligida
De la desgracia, que observó, en sus plantas
Siente de sus vergeles las espinas;
O que áspid en virgultos encubierto
Sus delicadas venas martiriza,
O á un natural descuido en sus tareas
La sangre la dañó yerba nociva.
En la mineralogía á tu siniestra,
¡Cómo se ve la faz oscurecida
Del oro, el color óptimo mudado,
Como cuando su luz el sol eclipsa!
¿En dónde, pues, tristísima matrona,
En dónde tu atención. Granada, fijas,
Que en el pesar ó el llanto no tropiece,
{\) Se harían estas notas difusísimas é improporcionadas á la
concisión del olosio fúnebre, si en ellas se individualizasen las
fundaciones, dotaciones, decretos, cédulas reales, y en una pala-
bra , el celo con que el difunto monarca promovirt el lustre y ade-
lantamientos de las letras; por esta razón se omiten semejantes
citas, como también las pertenecientes al real esmero sobre los
progresos de todas las artes, olicios, agricultura , industria y co-
mercio, y á los establecimientos piadosos, con que hizo tan me-
ptorable su reinado.
}, PS.-XYIII,
Halle al dolor, encuentre la fatiga?
Si de visiones tales conturbada,
Del aire embarazado la retiras ,
En la tierra buscando el desahogo
Con la agradable variedad, que pinta,
En tus campos, suspensos los arroyos,
Ceñudo el monte, lóbregas las simas,
Mudas las aves, áridos los prados,
Las dríades del bosque fugitivas,
Ociosa, inmóvil, su labor desierta.
Mal entre densas nieblas distinguida.
La agricultura yace, abandonada
A la consternación y á la desidia.
En tus calles y plazas... A mi numen
Dad ahora fuego, musas granadinas;
Esforcemos la voz; al pecho inflamen
De alto furor abrasadoras chispas.
Eso sí; descended, llenad mi plectro,
Y aunque embotado en fúnebre sordina.
Atraiga los peñascos, si es posible.
El triste son de mi cadente lira.
En tus calles, tus jilazas, á millares
De juventud leal, tierna puericia,
Exhaladas por Carlos las entrañas.
Subir quieren en humos donde habita.
De un parasismo en otro y tropezando
En su infelicidad, tres peregrinas
Trasportadas beldades en el centro
De la llorosa turba se registran.
La pintura, robados de su aspecto
Los colores, parece los destina
Ala tersa, con trémulas acciones,
Tabla, que rompe, j los pinceles tira.
La estatuaria el cincel, que la distingue.
Arroja al Darro, por si amor la obliga
A labrar un real busto, cuya forma
La esté extrayendo lágrimas continuas.
Y para dar canales á las suyas
La arqiiitectura en pena tan prolija,
Cuando ha faltado su columna en Carlos,
En su rostro conserva las estrías.
¿Adonde, nobles artes, os conduce
Tanta enajenación ? De la perfidia
Quejaos, ele esa común, de esa implacable
De chozas y palacios enemiga.
Los ayes en los ángulos resuenen
De la estancia, en que al cielo se sublima
La fundación de Carlos (2) , cuyos doñea
Entre tantos objetos os alistan (3).
Allí los uniréis á los que aquella
Porción celosa de la patria exjnda,
Que, auxiliada de gracias del Monarca,
Del bien común y vuestro lustre cuida;
Aquella que, criada en los augustos
Brazos de Carlos, sus piadosas miras.
Real ánimo, benéficos deseos
Sabe llenar con justa economía.
Amigos del país, los que incesantes
En su maj-or felicidad vigilan,
Cuando en el trance huérfano le lloran,
Nunca mejor su estimación le indican.
Faltóles su erector, faltó la mano
Bienhechora, que á expensas repetidas
Se abrió, y con ella el corazón , que pío
Se esmeró en privilegios y franquicias.
Publíquenlo industriosos artefactos
De esos vellones, que el ganado cria.
De esas semillas, que la tierra aumenta,
Y de esas hebras, que el gusano hila (4).
Mas ¿cjuién ha de callar? Europa toda.
El africano y el remoto china,
P) Erigii'ise la Real Sociedad de Granada en virtud de reales
órdenes del señor don Carlos III y su supremo Consejo de Casti-
lla, y fué aprobada por real códula , expedida en 28 de Noviembre
de 1"76.
(-2) I, a escuela de dibujo establecida por la Sociedad, el año
de 1777, y en '|ne principalmente se atendía i los adelantamientos
de las tres nobles arles, pintura, escultura y arquitectura, se dotó
por el Hey, el año de t78i.
(4) El mismo augusto erector y protector fomentó las elabora-
ciones de la lana, cáñamo, lino y seda, con diversas cantidades,
que para dichos efectos se dignó conceder á la Sociedad.
29
306
DO^r JOSÉ MARÍA VACA DE
El oriental y el indio de Occidente
Serán del grande Rey paneoiiristas.
De fogosos volcanes el Vesubio
De Nápoks y el Etna de Sicilia
Levantarán á su ínclito monarca
Sobre las nubes elevada pira.
Que no es posible, no, que Italia olvide
Al armado garzón , cuya pericia
Militar, cuyos bélicos alientos
De Monttmar la cólera encendian,
Cuando aclamaron su valor, de Capua,
De Gaeta, de hitonto las conquistas,
Y dis])ucsto le hallaron las coronas
A ganarlas primero que ceñirlas (1).
Fértil campaña de la altiva Koma,
Que elevas á Veletri, ni tú olvidas
Entre el denuedo horrísono de Palas,
Del héroe las marciales bizarrías (2).
Ni ¿cómo borrará de la momuria
Neptuno al que en su espalda cristalina
Vino cogiendo de la aurora llantos.
Corrió del alba numerando risas?
Geroglifico aquestas á su dueño
Los júbilos de España pronostican,
Y de los tristes reinos (jue le pierden,
Los otros son imagen expresiva.
Hasta que Barcelona alborozada.
Rindiendo á Carlos de lealtad primicias,
A cumplir empezvj los vaticinios
Al despedirle las cerúleas ninfas (3).
Y el numen tridentífero á su imperio,
Resonando de nácar la bocina
En sus algosos labios, las futuras
Ventajas que presiente, felicita.
No le engañó su corazón; por Carlos
El floreciente pié de su marina,
Su táctica naval, sus pabellones
Respetaron los reinos y provincias.
Emula en sus ejércitos la tierra,
La disciplina recta encarecía,
En que unir lo mejor supo su acierto
De prácticas mod' rna y primitiva.
Ella admiró poblados sus desiertos.
Dócil al caminante la colina,
Nueva trasportación en nuevas aguas,
y nuevo paso sobre las antiguas.
Sus pantanos, sus ásperas malezas
Vio convertirse en deliciosas vias.
Cercadas de los árboles , en donde
Tórtolas lloran, ruiseñores trinan (4).
Uno y otro elemento los progresos
Y las utilidades preconiza
Del nacional comercio, cuya fama
Los cóncavos llenó de opuestos climas.
Pero volved en vos; algunas treguas
Dad á los ayes, artes afligidas;
El cielo (ni es lisonja del deseo)
Os mira afable, y el dolor suaviza.
De él viene aquella sujierior belleza
Con que el mustio recinto se ilumina,
Y como el sol los húmedos vapores,
El llanto ñel de la beldad disipa.
(i) Antes lie quedar el Rey, entrtnces infante de España, en la
pacífica posesión de Ins reinos de Ñapóles y Sicilia , animó con su
presencia y valor al Dmiue de Monteinar, con'iuistador de Oran y
general ile las ai mas españolas en Italia , el año de 177)3 , en que
se apoderó de Ñapóles, de (iaeta y de Capua , y en c! de 1731, en
que lucro:i derrotados enteramente los imperiales en las cercanías
de Hitontf).
[i ti año de 17VÍ, el Hey, que enliinces lo era de Ñapóles y Si-
cilia , en la invasión de Veletri por las tropas enemigas austriáras,
puesto á la frente de los carabineros reales, los esforzó valerosa-
mente á la defensa ; y ocupando después el centro del re.nimiento
de suaidias españolas, dando con la mayor presencia de espíritu,
en medio de los contratiempos, las más acertadas órdenes, mani-
festó el valor de un verdadero soldado y el talento de un experto
general.
(•"i l>esembarcó en Harcclona el señor rey don Carlos III, el año
de 17."i'.i, en i|ue entrii en su reinado, viniendo á tomar posesión
del trono español.
(i) Sun bien niilor¡.is , aun ra'is all.i de los limites de la Kuro|)a,
las S'.ibias (lispii>icioni's del Hey, felizmente desempeñadas , acerca
de nuevas poblaciones, caminos, canales, puentes, y cuanto pudo
Qonducir a la publica felicidad.
GUZMAN Y MANRIQUE.
Risueño, aunque modesto, sn semblante,
Que de azucena y de carmín salpica.
El velo hasta los ojos, y sagrada
Cruz de su diestra con resj^eto asida.
La religión se ofrece rodeada
De virtudes , haciendo que distingan
De cada cual el místico carácter,
El rostro, la aptitud ó las divisas.
Y la voz dirigiendo á la matrona,
((Oh Granada, no temas; tanto distan
(La dice) como el cielo de la tierra
Tus consideraciones de las mías.
«Murió Carlos; es ésta, aunque terrible,
De la naturaleza ley precisa;
Un decreto común á los mortales
De aliento á reyes y vasallos priva.
))Es verdad que en el tracto no pudiste
De mal prolijo ó de dolencia amlngua.
Beber, entre esperanzas y temores.
Más lentamente el cáliz del acíbar;
))Ni cometa fatal entre los astros
Se vio lucir, que hablíis^ á la impericia
De los vulgares, que futuros males
De sus terrores pánicos fabrican.
))Yo sí , que de la boca del Monarca
El anuncio escuché; yo en la oficina
De su cristiano pecho aquellos justos
Sentimientos del alma construía.
«Apenas de la fiebre acometido.
De España un joven león se disponía
A penetrar la tierra, como en busca
De sus preciosas lusitanas quinas (5);
))Cuando Carlos, la mole estremeciendo
De la española octava maravilla,
((Gabriel muere, repite resignado,
Y es tiempo de que yo sus pasos siga » (G).
))Fué asi; se postra, agrávase; la corte
Se sobresalta, España se contrista;
Contúrbase la tierra; acude al cielo.
Llama á sus puertas, su piedad suplica.
))Y yo, presente al tiempo que á implorarla
Le persuaden, expongo las reliquias
Insignes de los santos, las venera;
Mas no á vivir, sino á salvarse aspira (7).
))Yo le imprimí las últimas ideas
Entre el afecto natural que abriga
Cuando al Príncipe llama, en cuj'os actoa
Mi entereza también se enternecía.
))¡0h qué sabios consejos, qué cristianas
Reflexiones oí! ¡Cómo insistía
En mi guarda, en mi honor, en mi defensa,
Y en la inviolable fe de la justicia!
«¡Qué ternura, sin nota de flaqueza.
Cuando recomendó la real familial
¡Qué amor cuando al vasallo! ¡Qué acendrada
Caridad cuando al pobre prefería!
«Basta, Carlos; que es Carlos quien escucha;
Carlos quien á tu lado, reprimidas
Las fuentes de sus ojos, ha h redado
Primero tu piedad que tu real silla.
«El te obedecerá; y á la pobreza,
Que por el pan en su indigencia gi'ita,
Entregará las llaves de tu erario
Aun estando calientes tus cenizas (8).
(.^j) Difunta la señora infanta doña >Iarfa Ana Victoria de Portu-
gal , en "2 de Noviembre del año pasado de 1788, fué notable el do-
lor (lue penetró el corazón (k su esposo, el señor infante don (Ga-
briel, hi|0 del lícy, y en el dia 1"2 del mismo mes le postró la úl-
tima enfermedad."
^6i Inmediatamente profiriíi el Rey este oráculo : Gabriel sr mue-
re, y yo le sigo. Verilicise lo primero en 23 del mismo mes de No-
viembre, y lo segundo veinte y un dias después.
("i Singular contestación del Pcy, cerciorado de su próxima
muerto trnipiiral, cuando el dia antes, al ¡iresentarsele, entre otras
r('lii|iiias sa<;ia(las, el cuerpo de san Isidro, patrón de Madrid, y
los liiii'sos t\c su santa esposa, María de la Cabeza , le persuadían
á que pidiese á Dios su vida y salud por intercesión de aquellos
bienaventurados.
{■<) Nuestro augusto monarca reinante , en su real decreto, expe-
dido en Madiid , a 18 de liiciembre del año próximo pasado, lesol-
viii y mandó, por un efecto de su real beniínidad y compasión á sus
amados vasallos, particularmente los pobres, afligidos por el su-
bido precio del pan, que, sin embargo de que la carestía de grí^»
ODAS.
))Sé que perpetuará los que á mis aras
Obsequiosos, en tí me renacian,
Mis nuevos Constantinos y Tcodosios,
Mis, antiguos Davides y Josías.
))E1 los respetos de ambas potestades
Hará guardar, sin confundir las líneas
De imperio y sacerdocio, que en tu escuela
Halló tan sabiamente distinguidas.
))Tus levantados templos, tus piadosas
Fundaciones , que tanto te acreditan ,
Serán espejo, donde atento mire
La feliz senda que al empíreo guia.
«Sostendrá aquesos montes , erigidos
Por tu piedad á tantas desvalidas
Personas, y en hospicios y bf^^pitalcs
Continuará tu propensión ;nigna.
))Tal le dije. Del peso de dos mundos
En los hombros del Príncipe se alivia;
Su espíritu recoge, la hora llega,
Y le, entrega al Criador en paz tranquila.
))Esta fué el don de Isidro y de su esposa,
Y del único bien que apetecía
Ante sus cuerpos santos el Monarca,
Envidiable católica premisa.
))Yo canto á Carlos cuando tú le lloras,
Oh leal ciudad; le aplaudo con fe pía,
Ciíaendo allá laureles, que respetan
Esos rayos, que Láquesis fulmina.
))Sí, Granada: aquel grande, portentoso
Cúmulo de virtudes me lo indica;
Está en el cielo el que ensalzó en la tierra
La Concepción sin mancha de María.
))Esta Patrona allí, que á sus dominios
Señaló acá (I), y á la orden distinguida
Que fundó de su nombre (2), le ha llevado
nos, dimanada de la continuación de años escasos de coscclias,
no perraitia, según cülculos y expíüiraentos, venderse el pan con
la deseada conveniencia, no teniendo el publico derecho a que
abasto alguno se le suminislre á nn'nos precio de lo que cuesta ; en
prueba de la consideración que deben los necesitados á la piedad
de su majestad , se supliese de cuenta de su real hacienda el im-
porte de la pt'rdida que causase la baja de un cuarto en el pan de
Madrid, de las dos clases de que por lo regular se abastecen los
pobres, por el termino de seis meses.
(I) Patronato de Maria Santísima, en el misterio de su Concep-
ción Inmaculada , á favor de Kspaña y sus Indias, concedido, á pe-
tición del señor don Carlos III, por la santidad de Clemente Xlll,
en 1760.
(•2) La real y distinguida orden española de Carlos III, que fun-
dó en 1771, está bajo la protección de la misma Señora, en dicho
misterio.
Donde celeste zona eterna vista.
))Pero no es éste el único consuelo
Con que el mal de esta pérdida miiigas;
Casi no ha muerto un padre, que fecundo
Dejó después de sí quien le asimila.
))Cárl(is, su hijo ])iimero, en cuyas sienes
Pronto el laurel, pacífica la oliva.
Presto el mirto, tejiéndole guirnaldas,
Sus más fértiles ramos depositan;
))Cárlos es ya tu rey; supcrfluo juzgo
De hipérboles usar; esta sucinta
Simple noción de júbilos el alma
Colme, que así con sus pesares lidia.
))Léjosde tu comarca, emporio noble,
Los túmulos profanos, las vestidas
Aras de azules vendas, los cipreses,
Y el sexo que el cabeUo desaliña;
))Ni las negras ovejas de su sangre
Llenen en su contorno las v.isijns.
Que después en las boyas se difundí».
Néctar con que á los manes se convida (3).
))Tú al Dios eterno, que por mí conoces,
Ofrecerás con ceremonias pías
La sangre del Cordero inmaculado
Cuando á reales exequias te aperoib.is.
»Tu Sociedad Patrit'itica á su templo
Hará arder en antorchas derretidas,
Y que en sus sacras bóvedas resuenen
Patéticas, devotas melodías.
))Dtspucs impetrarán sus individuos,
Sin levantar del suelo la rodilla.
De Carlos Cuarto prósperos sucesos,
A Aquel que quita y da las monarquías;
))Y compitiendo al fénix las edades,
Que en lazo regio por mi bien asista
A su lado, embeleso de españoles, *
La majestad excelsa de Luisa.
))Así sei'á; mis aujes, los del reino,
Los tuyos, los del cuerpo que á porfía
Te enarandecc, serán de sus virtudes
Lenguas, que romi)an en perp< tuos vivas,»
Dijo la religión; Granada entonces
Entre el dolor y admiración respira,
El llanto templa, y su lealtad consagi-a
Al Rey de las Españas y las Indias.
(3) Ceremonias de la antigüedad pagana , en las exequias por los
ausentes.
ODA I.
A la temprana muerte de Floridiana.
Tirano dolor mió.
Que haciéndome tu esclavo.
Voz , libertad y juicio
A un tiempo me has quitado;
Mis penas te enternezcan,
Merezcan por un rato
Que desates piadoso
De mi garganta el lazo,
Y pues mi mal es fuerza
Que oculte á los humanos,
Permite que le sepan
Los montes y los prados.
Atiendan... pero ¡ay tristel
Parece que, turbados.
Los polos reproducen
Su primitivo caos.
Sangre el Olimpo vierte,
Brota el abismo espantos,
Gime la tierra y brama
El piélago salado;
Aterroriza á silbos
El Aquilón insano,
Y á horrores fulminantes
El tétrico nublado.
Desparecióse el dia,
Los pájaros callaron,
Desplegó sin estrellas
La noche el negro manto,
¡Ay, pastor infelicel
Disperso mi ganado, '
Le llamo y no me escucha,
Le busco y no le hallo.
¡Qué susto! Yo fallezco;
Mas ¿ dónde estoy ' ¿ Qué extraño
Frenético delirio
Me pone en tal estado ?
I Ño está sereno el cielo .'
¿No halaga el viento manso?
¿ No está ía tierra inmóvil ?
¿ No esparce el sol sus rayos ?
¿No pace, no retoza
Unido mi rebaño?
El simple corderino
¿No acude á mi reclamo?
Es verdad; mas ¿qué gusto
Dará al palomo casto
Que rosicler hermoso
Dore los montes altos,
Si los hados á eterna
Noche le condenaron ,
Robad.a su consorte
Del gerifalte airado?
La blanca tortolilla,
Quejándose en los ramos ,
¿ Qué consigue, aunque en ellos
Sople el favonio blando.
Si un huracán de penas
La turba su descanso.
Muerto al furor del plomo
Su compañero amado?
¿A la brava leona
Qué bienes trajo el Mayo,
Aunque á la tierra adorne
De coloridos varios.
Si muertos los cachorros
De su albergue al estrago,
Le fué la primavera
Invierno yerto y cano ?
¿ Qué importa que retocen
Los corderos lozanos,
De candidos vellones
Las pieles adornando,
Si una ovejuela triste,
Cuando con más conato
Aplica el suave néctar
Del hijuelo á los labios,
A balidos penetra
Los hemisferios altos,
Porque la roba el lobo
Del alma los pedazos?
A todos éstos brinda
va
DON JOSÉ MAEf A VACA DE GUZMAN Y MANRIQUE.
La diversión en vano;
Que el que de veras siente
No encuentra objetos gratos.
Luego ¿yo no deliro/
¡Plugicra al dios vendadol
¡Ojalá sueño fueral
No es sueño mi quebranto.
Bien conoció tu margen
I Oh Manzanares aacrol
La más bella zagala
Del suelo carpentano.
De superiores fuerzas
Robóla infiel corsario;
Yo la busco, y las mias
Inútrlmcnte canso.
Tiopczando entre sombras
Por aquestos ribazos,
Ni el eco me responde
Cuando su nombre llamo.
Murió mi Floridiana,
¡Oh Parca, que has robado
La flor mejor al suelo,
Al cielo el mejor astrol
Deten, undoso rio,
Tu curso acelerado;
Mis ojos tus comentes
Aumentarán , en pago.
Dime, ¿cómo me deja
Mi bien y mi regalo ?
Mas no responde. Dime,
¿ Cómo no la acompaño?
Ella muerta y yo vivo,
¿Cómo no va volando
Mi coi'azon tras ella
Por esos aires vago?
¿ Es posible, es posible
Que dia tan infausto.
Cuando le miro triste,
No ciego de mirarlo?
Cruel piedad ofrece
Tan ponzoñoso vaso,
Que devora y no mata
Con tósigos amargos.
Crueldad piadosa ostenta
Puñal que taladrando
Está mi pecho y nunca
Acaba de pasarlo.
Aguarda, amores míos;
Pero ¡qué necio engaño I
Juzgo que está presente,
Y sombras mil abrazo.
No advierto ya en la arena
De a(iuellos breves pasos
Las delicadas huellas
Que antes iba buscando.
Ya de aquestas alfombras,
Que la agi'adaban tanto,
No forman ramilletes
Aquellas blancas manos.
Su deliciosa risa
Ni alegra ya estos campos.
Ni incita de las aves
El agradable canto.
Parece que estoy viendo ,
Sus ojos soberanos
Flechando corazones,
Siendo sus cejas arcos.
¡De su rubia madeja,
Cómo en el alma estampo
Todo un ofir, de verde
Listón aprisionado!
¡Qué gi-aciosa salia
Entre otras de sus años I
¡Ay gracias fenecidas!
¡Ay años malogrados!
¿Quién, pastora del alma.
Quién, hermoso milagro,
Quién, dulce esposa mia,
Quién eclipsó el sol claro?
¿ Qué pavorosa nube ,
Qué vapor atezado
Oscureció destellos
Que iluminaban tanto?
¿ Qué sacrilego impulso
El ara ha ¡profanado
Donde remli á C'upido
Perennes holocaustos?
¿ Qué homicida sangriento,
Qué bái-baro contrario
Konijiió de nuestras almas
Tan tirme estrecho lazo?
La tuya alegre pisa
Tapetes estrellados;
¡Ay triste de la mia.
Que en lágrimas la exhalo!
Ni duermo ni sosiego,
Y el sol en mi cuidado
Me halla, al nacer, lo mismo
Que me dejó en su ocaso.
Horror me da el bullicio,
La soledad enfado;
No hay cosa que me alegi'C :
Tan tiiste vida paso.
I Cómo de Floridiana
Olvidaré los brazos.
En que el amor más puro
Cifral.)a stis halagos?
I Cómo de la memoria
Podrá su esposo caro
Borrar la casta imagen
Del norte de su agrado?
Vuelve á correr, ¡oh rio!
Que en un ameno llano
Jarama caudaloso
Tu auxilio está esperando.
Llevad los dos, unidos.
Aquesta nueva al Tajo,
Y en la ciudad de Ulíscs
Sepulte el mar mi llanto;
Pues te será más fácil
Que en retroceso extraño
Te vuelvan á tu cuna
Los montes castellanos.
Que vuelvas á ver de este
Pastor tan desgraciado
Sin lágrimas los ojos,
La vida con descanso.
Riega á Aran juez fecundo,
Y di al augusto C!árlos
Que igual la Parca mide
Las chozas y palacios.
Bien por su regio pecho.
De esta fiera asaltado,
Conocerá las ansias
De un mísero vasallo;
Pues después que en la España
Su nombre veneramos,
Madre, esposa, hijo y nieto
Cedieron á su estrago.
Magnánimas constancias
De este monarca sabio
A tolerar me enseñen
Tan lúgubre fracaso,
Y pues en mí conozco
Que ya el dolor tirano
Me quita el habla y vuelve
A su primer embargo.
Acabaré mis quejas,
Clamando al cielo santo
Y al ángel que allí asiste,
Del suelo trasladado.
Se duelan de estos ayes.
Que ya, de aliento falto,
Aunciue sentirlos puedo,
No puedo pronunciarlos.
Las fauces se me anudan,
Y al ir articulando
Tu nombre, Floridiana,
Mi triste vida acabo.
Así en el tosco .arrimo
De un césped recostado
Elfino, á las orillas
Del Manzanares claro,
De su adorada prenda
Lloraba el fin amargo,
IHctando Melpomene
Tan finos entusiasmos;
Cu.ando, el color perdido
Y el corazón helado.
Quedó la voz suspensa
A impulsos de un desmayo.
Anteros, viendo aqueste
De amor prodigio raro.
Capaz de herir al bronce
Y enternecer al mármol.
Cerróle, compasivo.
Los párjiados hinchados,
Y en agradaljlc sueño
Troco el fatal letargo.
A YénuR dos hermosas
Palomas de sti carro
Pidió, que tan amantes
Deliquios arrullaron.
Por sus venas el rio
Se deslizó, callado,
Y le halagó, benigno.
Con blando soplo el austro.
IL
Amables soledades
De un desdichado joven.
Ejemplo lastimoso
De amantes y pastores;
Paréntesis de un triste.
Treguas de un alma noble,
Benigno don del cielo.
Que humilde reconoce.
Ahora, que no hay zagales
Que mi lamento estorben,
Pues lejos del ejido
Por esos cerros corren ,
Pues sois á la noticia
De mi dolor conformes.
Penetraré la sacra
Piedad del cielo á voces;
Y para que sus penas
El pecho desahogue,
Las que estancó oprimidas,
Penosas aguas llore.
De tan estrecha cárcel
Salid, testigos pobres
De un justo sentimiento.
Que no es posible borre.
¡Oh lágiúmas amargas!
Corred, corred veloces.
Aunque ajéis de los campos
Matices y colores.
Poco importa que al suelo
Todo el verdor se robe.
Si ha muerto Floridiana,
Marchítense las flores;
No encuentre valle umbroso
Mi llanto que no ahogue ,
Ni selva que no abrase ,
Ni prado que no agoste;
Si tropezare en ellos.
Desgájense los robles,
Liquídense las breñas.
Disípense los montes;
La tierra á su contacto.
Con bostezos disformes.
Sus jDÍadosas entrañas
Patentes haga al orbe,
Y en líquidos metales
Asombros mil aborte,
En dolorosa prueba
De que sus venas rompe,
¡Oh lágrimas amargas,
Corred, corred veloces,
Ahora, que no hay zagales
Que mi lamento estorben.
Me dicen que domine
Del hado los horrores
Y que en mi pecho reinen
Alegres impresiones;
Que faltando aquel dulce
Imán de mis amores,
Fueron los sentimientos
Muy justos por entonces;
Pero que ya del tiempo
Al duro imperio postre
De mis memorias tristes
El trágico desorden;
Mas , vive Amor, detesto
Tan pérfidos errores;
Ni es cuerdo su consejo
Ni sabias sus lecciones;
O es fuerza que sus almas
Lo que es amar ignoren,
0 como yo, sin duda,
No aman los otros hombres.
No quiso al bien perdido
Quien tasa al duelo pone ;
Que hay golpes á que eternos
Lamentos corresponden.
Como es tan imposible
Que su sistema adopte,
El pecho me atraviesan
Tan necias persuasiones,
Y tanto me impacientan,
Que temo qne destroce
Mi cólera algún dia
Sus tibios corazones;
Mas ¡ay! que es consolarme
Su fin, aunque me enojen ,
Y culpas tan piadosas
Es fuerza que perdone.
Que el llanto, que las quejas,
Que aun las iras no asomen
Delante de ellos , manda
La ley que el cielo impone.
El pecho las encierra,
El labio las esconde;
1 Quién vio , cielos , tan grande
Desgracia de pasiones?
Sólo al semblante hallaron.
En tan furioso choque,
Testigo de sus ansias.
Parcial de sus rigores.
Éste ha sido el que siempre,
De adustas confusiones.
De lástima y espanto
Pobló los horizontes.
Ensordeció los vientos,
Horrorizó los bosques,
Estremeció las altas
Esferas y regiones.
Así me halló algún dia
La primavera en donde
Gozaba en otro tiempo
Delicias de la corte,
Y viendo tal quebranto.
No quiso que sus dones
Los humanos sentidos
En tierra y aire gocen;
Pues no hay flor en los prados
Que en tales aflicciones
No embote su fragrancia,
Su pompa no deshoje;
Haciendo á los jacintos
Que nuevos aires formen ,
No su fatal contienda,
Sólo mi mal exponen.
Las nacaradas rosas,
Ajando sus primores,
A rioridiana sienten,
Y Divídanse de Adonis.
Ni celos de Tereo,
Ni desaires de Progne ;
Sólo el pesar de Elfino
Lloran los ruiseñores.
De Céfalo no atiende
El aura ya las voces;
Que no halla á quién dar celos,
Si está difunta Pócris.
Tan lastimosa escena
ODAS.
Representó á los orbes
La desgraciada reina
De esotras estaciones.
Acuerdóme que en ella
A una ovejuola pobre (1),
Cuando al hijuelo daba
Dulcísimos sabores.
Los lobos inhumanos',
En el cordero dócil,
Del alma los pedazos
Arrancaron traidores ,
Y oj'cndo sus balidos,
Con tiernas expresiones
Prorumpí , detestando
Del Mayo los verdores¡:
Los corderos lozanos
¿ Qué importa que retocen ,
Las pieles adornando
De cá adidos vellones ?
¿Qué delicioso objeto
Será posible borre
De una inocente sangre
Los trágicos renglones?
Desde entonces parece
Que fiel mi gixy dispone
Copiar los sentimientos
Que en su pastor conoce.
De verme se entristece,
Suspéndese y no corre,
Insípido halla el pasto,
Y el manantial salobre.
Ceñida en la fragosa
Ladera á que se acoge ,
No hay que esperar que de ella
Las cumbres se coronen.
No hay voz que no la asuste,
Piedra en que no zozobre.
Zarza que no la hiera.
Vereda que no ignore.
Nunca advertí que tanto
Su timidez agobien
Los hielos de Diciembre,
De Julio los calores.
Tristes ovejas mias,
Perdido vuestro norte,
¿Qué puerto se os descubre?
¿ Qué rumbo se os propone ?
¿ Qué me miráis atentas ?
Ya vuestras suspensiones
Conozco que me dicen
Que á vuestro dueño os cobre;
Que 03 restituya aquellos
Dos i^eregrinos soks
Que siempre os Tnerecieron
Tan finas atenciones.
Tal clamo j'o á los cielos;
Pero ellos me responden
Que sus decretos justos
No es fácil se revoquen;
Pues si se concediera
Que tanta empresa logren
De las humanas artes
Las fuerzas inferiores,
¿ Quién os ha dicho hubiera
Ni aun leves omisiones
Hasta verter la sangre
Que por mis venas corre ?
Penar es el recurso ,
Sin que rigor se note ,
Siendo el que yo me tomo
Que el mismo os proporcione,
jAy pastora agraciadal
Tus ecos tan acordes
Fueron á sus oidos.
Que ya me desconocen.
Esposa de mi vida,
Desde aquesas mansiones'.
Que eternamente gozas.
Escucha sus clamores.
(1) Oda primera : «Tirano dolor mio.»
309
Mas ya del sol las ruedas
Tiran Flegon y Etonte,
Donde su luz copiosa
Nuevo hemisferio dore;
Del Héspero luciente
Los rayos brilladores
Asoman por resquicios
De mustios arrel>oles;
Ya humean las cabafías
Que humildes nos recogen,
Y de los montes altos
Las sombras son mayores.
De ellos desciende Mopso
Con rústicas canciones;
Venid, ovejas tristes,
Que baja ya la noche.
Al son de la zampona
Menálcas y él entonen
Los celos de Amarilis,
Las gracias de Licóris;
De las torcidas ondas
Que el cáñamo compone.
Respeten sus manadas
Las leyes superiores,
Y á su redil unidas,
Acójanse conformes
Adonde sueño y vida
Melampo las custodie;
Que yo os guiaré á vosotras.
Sin que á los dulces sones
Se adapten de mi avena
Más que funestos motes.
Tanto penar los cielos
Propicios nos mejoren;
Venid, ovejas tristes;
Que baja ya la noche.
En tanto que al imperio
Del rígido Boótcs,
Escarchas -snielve el suelo
Del cierzo los humores.
Zagales y zagalas
Le templen ó soporten
Cuando al hogar ardiente
La seca leña arrojen.
Al rededor unidos.
Circo espacioso formen.
En que alegres mantengan
Simples conversaciones,
Así las largas horas
Engañen uniformes
Que el húmedo solsticio
Hurta de Febo al coche;
Que yo á sufrir camino
Nuevas cavilaciones.
Venid, ovejas tristes;
Que baja ya la noche.
Rústico plato brinde ■
A su apetito, y logre
Que le envidien las mesas
De reyes y señores.
Luego que sus sentidos
Benigno sueño ronde.
Los nocturnos sosiegos
El lecho perfeccione.
Yo aceptaré en mi mesa,
Solo, sin mi consorte,
Lo que al melindre baste.
Sin que á la vida sobre;
Y velaré en ausencia
Del sol, pues tanto golpe
Ni aun permite mi estrella
Que así desimpresione.
¿Qué hemos de hacer, Elfino?
Los cielos no me oyen.
Venid, ovejas tristes;
Que baja ya la noche.
810 DON JOSÉ
AL MISMO ASUNTO.
La mucrle de la rosa.
Un jardinero triste,
Bogando su pensil,
Al Póu de uquel rocío
Se lamentaba así :
«¡Ay mísero de mí,
Que ha marchitado el Mayo
La pompa del Abril!
«Llegó ¡penosa suertel
La primavera, en fin,
Florida para todos
Y seca para mí.
¡Ay Mayo fementido!
Detesto tu matiz ;
No le tejáis ¡oh plantas!
Guirnalda del jardín;
Que ha marchitado el Mayo
La pompa del Abril.
» Abrió una tierna rosa;
Keina jurarla vi,
Con pompa y aparato,
Del Cándido jazmín ,
Del clavel nacarado.
Del pálido alhelí.
Del turquesado lirio
Y encendido carmín ;
Y ya marchitó el Mayo
La pompa del Abril.
«Pimpollo despli gaba
Sus hojas, y al abrir.
Las lágrimas del alba
Iba embebiendo en si;
Guardóselas á este
Jardinero infeliz
Para cuando llegase
El tiempo de decir
Que ha marchitado el Mayo
La pompa del Abril.
))La sonrosada aurora
Por el globo turquí
Sus colores, celosa.
No osaba difundir.
Sufre este día, ¡oh bella
Del sol embajatriz!
Mañana estarás libre
De tanto competir,
Rindiendo el Mayo toda
La pompa del Abril.
«Kayo apenas febeo
Llegó su tez á herir,
Cuando pobló de olores
Las auras del confín.
Apolo la enamora,
Y á Dafne olvida allí;
Mas deshaga la pompa
De su natal feliz;
Que el Mayo ajar presume
La pompa del Abril.
oDecidme, flores bellas,
1 Adonde está, decid,
La majestad jurada
De este verde país?
I Qué habéis hecho de aquella
Suprema emperatriz?
Mas ¡ay dt- mí! ya mudas
Deeis que en dura lid
Ha avasallado el Mayo
La pompa del Abril.
))¡Ay fragrancia exhalada!
¡Ay púrpura infeliz!
i Ay, cómo equivocasteis
El nacer y el morir!
Fué entre la cuna y tumba
La línea tan sutil,
Que no sé distinguirla.
Aunque la sé sentir,
Al ver que ha hollado el Mayo
La pompa del Abril,
MARÍA VACA DE GUZMAN Y MANRIQUE:
Brindan mi esperanza;
^las por ningún caso
Pido las vedadas;
«Sosten, ciprés funesto,
De quien se apoya en tí
La trabajosa vida,
Cansada de gemir;
Mis penas signifique
Tu verdor juvenil
Mientras que de mis labios
No dejares de oir :
¡.\y mísero de mí.
Que ha marchitado el Mayo
La pompa del Abril!
¡Ay de mi! ¡Ay de mí!»
ROMANCE.
Hola, espeía, serranilla.
La del faldellin de ñores.
Graciosa envidia del prado,
Bella emulación del bosque.
Parece que el andorrero
Embajador de los dioses
Las alas de sus talares
Ha prestado á tus talones.
Por tu vida, que si el sol
Tan ligeramente corre,
Pronto ha de acabar el dia ,
Presto llegará la noche,
¿De quién huyts, zahareña?
I Por qué tímida te escondes,
¡Si han de ser mis pensamientos
Más que tus pasos veloces?
Ellos son muy revoltosos ,
Tus ojos muy juguetones ;
No has de librarte de que
Siempre te los enamoren.
No obstante que advierto en ellos
Un no sé qué de señores ,
Que infunden respeto á un tiempo
Y roban las atenciones.
Aunque tu rojo calzado
Corra la maleza indócil,
A semejantes perdices
No ofenden mis perdigones.
Aunque te ladran , se paran
Mis sabuesos cazadores;
Por Diana te han tenido,
Por astro te reconocen.
Apenas esta mañana
Se vistió el cielo de albores.
Cuando esta paloma en busca
Volaba de su consorte,
Y acaso porque de esquiva
Tú no la diste lecciones,
Rindió á mi plomo su cuello.
Pena fué de sus amores.
Por primicias de mi caza
Te la presento; mas ¿dónde
Te has ocultado, pobando
A mi albedrío su norte 7
Ojo alerta, compañeros.
Los que discuiTÍs el monte;
Allá van esos ojuelos;
Dios os libre de ladronea.
Pidiendo unas plantas de frutales de la
huerta de la Eagaravita de Alcalá de He-
nares á su dueño.
ROMANCE MENOR,
Señora, si llega
A tiempo esta carta
Que el buen humor reine
Y estés para gracias.
No será, por cierto.
Cosa muy extraña
Que una me concedas.
Sobrándote tantas.
De tu paraíso
Las plantas lozanas
Con sus tieruaa frutas
Sólo aquellas busco
De que hay abundancia.
Ni la golosina
De aquestas manzanas
Quiero sin el justo
Sudor de mi cara;
Porque á mi pomario
Siendo trasladadas.
Los favores tuj'os
Cultiven mis ansias,
Y si .se lograre
Mi empresa arbolaria,
Saldrá por arrobas
Lo que entra por varas.
No envidiaré entonces
Pomos de Atalanta;
Tuyas las primicias
Serán , aunque al arma
Toquen las tres diosas
Del pastor de marras.
Sus fértiles hojas
Serán otras tantas
Lenguas que publiquen
Tu don y tu fama;
Dejaré en sus troncos.
No sólo grabada
La voz de tu nombre.
Como con Anarda
Nos cuenta que hacia
Anfriso en Arcadia,
Sino las catorce
Líneas de esa alhaja.
Que me dio un poeta.
Única en su casa.
Esto te suplico,
Señora, y si mandas
Que para este efecto
Me den puerta franca,
Verás cómo al punto
Me arrojo á tus plantas.
Verde renuevo, que regó Pomona
Con el cristal del caudaloso Henares,
Trasladado á mi huerto, no repares
Perder el poseedor que más te abona.
Aunque dueño mej or, bella matrona,
Dejaste en Filomena, á tus pesares
Rienda podrás poner si viva hallares,
Y presente en la mia su persona.
Crece del viento escándalo frondoso,
Y llega á estar de suave fruto lleno.
Que viniendo de dueño tan hermoso
A enriquecer, fecundo, mi terreno.
Ha de ser pai'a mi dulce y sabroso
Más qne la fruta de cercado ajeno.
Extracción .jornada .trasplante y progreso
de los frutales de la Esyaravila, ó carta
de gracias en buen
ROMANCE.
Llegúeme á tu huerta un dia
De los pocos que madrugo.
Oh tú , la más generosa
Hespérida de Compluto;
Y como allí no hay dragón,
Sino unos corteses chuchos ,
Que en viendo un bulto de forma.
Saben respetarle el bulto,
No hube menester de Alcídes
La maza ni los conjuros ,
Ni hubo la de mazagatos,
Ni de mazaperros hubo.
El jaquetón mi tocayo,
De orden tuya , me propuso
Lo más rico y sazonado.
No obstante de ser tan crudo.
Mis operarios se aprestan,
Y con manejo forzudo
Cavan hondo, porque aquí
Aun los payos son profundos.
Aquellos rizados, bellos
Ramilletes de Vertumno,
Cuyas verdes lozanías
Despojó el Octubre adusto,
A tu precepto obedientes,
Salen, como troncos, rnudos,
Tamañitos y en los labios
Aun con el materno suco.
Sobre los hombros los sacan
De tu recinto, á mi influjo.
Porque, siendo prendas tuyas,
Fué bien que entrasen en tnunto.
Luéíío que al Val avistaron.
Que baña Henares fecundo.
Se humillaron ante el árbol
De quien es bendito el fruto.
Por los Abitn-idos pasan,
Senda que me da disgusto,
Porque sov hombre que no
De cuahiuier cosa me aburro.
Por la puerta de Aguadores
Entran libres, y es muy justo;
Que en tí no son contrabando
Dádivas, según arguyo.
A su antigua compañía
Dejando el agreste sulco.
Por una calle de Boma
Entran también , como expulsos.
Abro las puertas de casa,
No las falsas ; que era injusto
Entrase por cosa falsa
En mi casa un favor tuyo.
Entran, en fin; no reparo
Conjunciones, novilunios,
Ni me aconsejo de Flinio,
Ni á Columela consvdto;
Sino, á Dios te la depare
Buena, les abro un sepulcro.
Que, por tener tierra tuya.
Ya relicario presumo.
Cada cual simbolizando
Nuestra amistad con sus nudos,
Perpetua paz establece
• Entre uno y otro terruño.
En parangón de mi huerto.
Juzgo á todo huerto inculto;
Ningún árbol jimto á estotros
Es árbol, sino árbol uco.
Ni el de mi genealogía
Me gusta tanto, y no dudo
El andarme por sus ramas
Más que por las de Ataúlfo.
Solo un escozor me queda,
Y es que entre todos, ninguno
Se ha anticipado al membrillo,
Y agrios sucesos barrunto.
Que asperezas me anticipes
Siento bastante, y á algunos
Es este fruto agradable ,
Pero á mí se me hace duro.
Con este recelo en darte
Las gracias, como era justo,
Estar yo tan detenido,
Al membrillo lo atribuyo.
Ríndelas ahora á millares,
Ríndanme á millares frutos;
Partiré peras contigo.
Que en un estudiante es mucho.
Según lo bien que han probado,
Ha de inferir el más rudo
Que son buenos mis arranques,
Y tus favores seguros.
Se cuidan exactamente,
Y si conveniente juzgo
Tal vez una rociada.
La llevan, aunque no gruño.
Sé que gustan de un arrimo
Contra el aire, y como hay gustos
CANTILENAS.
Que merecen palos, éste
Se concedió á cada uno.
Con ceniza y otra cosa,
Que es caca y estiman mucho.
Cubrí sus pozas, y tanto
Lo aprecian, que con impulso.
Si un miércoles de Ceniza
Llené los hoyos impuros.
Que en un domingo de Ramos
Se llenen no dificulto.
Tienen sol, porque, á Dios gracias,
Según en mi plan descubro,
M.ñyor despejo ningún
Entremetido le tuvo.
Mientras algún religioso
No vierte con disimulo
Cierta dosis amarilla,
Resi)iran un aire puro.
En cuanto al agua, sabiendo
Te sirvieron , conjeturo
No sabrán de sequedades,
Y les riego el pié á menudo.
Y en fin , si el mudar de clima
Constipó su ser robusto.
Sabe que han tomado yemas
Después de los pediluvios.
SU
Á FILOMENA.
CANTILENA PRIMERA.
Henares fugitivo.
Que bullicioso rondas
La mansión apacible
De Filomena hermosa ,
Mira que hacer pretende
Tapete de tus ondas,
Y en tu agradable margen
Construye verde choza,
A que rindieron prontos
Los álamos su copa.
Los pájaros acordes
Con música sonora
Quieren hacer del baño
Las horas deliciosas.
Ruge el león del cielo,
Y á la mayor antorcha,
Para templar tus linfas.
Fogosidades dobla.
Tan generoso hiiésped
En su seno recojan,
Llamándose felices.
Tus húmedas alcobas.
De tu bocina al eco
Las náyades convoca
Que á Filomena bella
1 Sostengan oficiosas.
Entretenga su vista
Aquesa verde copia
De juncos y espadañas,
Que tus orillas orla.
Los árboles robustos
La sirvan con su sombra,
Mansa discurra el agua.
El céfiro no corra.
Los peces la veneren,
Y aunque atentos conozcan
La beldad peregrina
Que en su estancia atesoran,
Tu indignación merezcan
Curiosidades locas
DlI que asustarla piense;
Que quiero en la penosa
Tormenta de esquiveces
Que contra mí se forja.
Ver si el sosiego amable
Que en tus raudales logra,
La templa aquella sangre
Activa y rigorosa.
II.
J?n lina noche oscura (1)
Cantaba Filomena,
Raro en aquestos tiempos
prodigio de destreza;
Todo en silencio estaba.
Porque hasta el aura, atenta,
Para su curso y oye
Los ecos que embelesan;
Cuando unos descuidados
Ruiseñores se inquietan.
Que en celo están y tristes
Escuchan su voz mesma;
Filomena con esto
Quedó ufana y contenta.
Como el pintor antiguo
Que salió con la idea
De engañar á las aves
Con frutas que aparenta.
Mas fué tirana en esto;
Que, como vive exenta
De amor, y son los celos
Forzosa consecuencia ,
Quien ignora sus glorias
No sabe de sus penas.
Deten aquese canto.
Dulcísima sirena;
Mira que de un celoso
Rival en las orejas
Las mayores dulzuras
Amargamente suenan.
IlL
Cazaba Filomena
Por un bosque sombrío.
Dando á Diana celos,
Y á su memoria alivio;
Eran continuamente
Trofeos de su brío
El tímido conejo.
El dulce jilguerillo,
La oropéndola hermosa.
La tórtola y el mirlo;
Cuando un vencejo astuto
Miró desde aquel sitio
De humanos caminantes
Poblados los caminos,
Que por verla anhelaban.
De su beldad traidos;
Repara atentamente,
Y como siempre han sido
Del corazón amante
Los ojos sobre-escrito,
Leyendo aquél por éstos
A aquellos pajarillos.
Ainados compañeros
(Sobresaltado dijo).
Huid de Filomena,
Que no vialogra tiro.
IV.
A la prisión del hcho
Con invencible fuerza
Rindiéronte tus ayes.
Hermosa Filomena;
Riudiéroute, cruehs;
I Qué victoria tan nueval
lAh, si como los tuyos.
Mis ayes te rindieran!
Siempre triunfaste de ellos;
Ahora por tí mesma.
Si adviertes lo que pueden,
Verás lo que desprecias.
Del retiro de Elüno
En lance tal te quejas.
Ni sé si por cariño,
(1) Si-t'ui'lilljs que empiezan así.
312
DON
Ni sé sí por soberbia;
¿Quisieras que testiguo
Fuese de tus dohncias?
¡Qué mal de Elfino, ingrata,
Conoces la tevnezal
Para tan duro trance
Muy bien saber pudieras
Qué corazón no tiene,
bi el tuyo no le prestas.
JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN Y MANRIQUE.
El numen sacrosanto
V.
Desde el solio de Jove,
Que rige el alto Olimpo,
Hasta las tenebrosas
Mansiones del abismo,
Coníjuistador del mundo,
De Citerea el hijo,
¡ Oh Filomena hi-rmosa I
Dilata sus dominios.
¿Ves ese azul volumen?
Contra los dioses mismos
Victorias mil estampa
Con letras de zafiro;
Iguales triunfos tienen,
En tierra y mar escritos.
Caracteres de llores
Y cláusulas de vidrio.
Vuelve, vuelve los ojos
A tu ameno recinto;
Verás alli los hechos
De ese gigante niño.
Ansiosos arroyuelos
Por entre grama y guijo
Buscan, enamorados.
Las ondas de este rio.
Rondar se ve en tu estancia
Del céfiro atrevido
Risueña fuente, en donde
Pudieras ser Narciso;
Escúchanse en tu bosque.
Con halagüeños trinos
De amantes ruiseñores.
Requiebros y cariños.
¡Qué ufano aquel palomo
Dueño se ve del nido.
Donde la fiel consorte
Regazo le previno!
Repara en uno y otro
Tornasolado hechizo,
Cómo encarec'.n dulces
Amores pico á pico.
La vid enlaza al olmo,
La hiedra abraza al risco;
No hay parte que perdonen
Las armas de Cupido.
No pises, no, la arena ;
Tema tu pié el peligro
¡Ay enemiga ingrata!
De ese vergel ñorido;
Que ya Pomona y Diana
De ese dulce enemigo
Hicieron feudatario
Su imperio y señorío.
Solo amor allí reina
(Permíteme este aviso);
Extraños climas quiere.
Ver tu desden esquivo;
Advierta tu cautela
Que hubo deidad que quiso
Que el forastero incauto
Que arribe á su distrito
La rinda, á su llegada.
La vida en sacrificio.
EL TEMPLO DE LA VIRTUD.
Oda leída en junta general de la Real Socie-
dad Económica de Amigos del Pais de
Madrid , por su encargo, en 10 de Julio
de 17Si, con motivo de los premios dis-
tribuidos en el primer semestre de ai)uc'l
año á las discí pulas de las escuelas pa-
tríiiticas de los hilados.
¿Qué novedad, oh Mantua,
De tu a]).aeible clima
Ccn nobles inquietudes
Trastorna la armonía?
De las esferas altas
Los ejes se desquician,
Los signos y planetas
Litrépidos se agitan.
Al sacro Manzanares
Sus náyades olvidan,
Olvida el claro rio
Las fértiles orillas.
Los bosques abandonan
De Océano las hijas,
Y hasta los mismos dioses
Olvidan su ambrosía.
Creyera que hoy la aurora,
Que aljófar desperdicia.
Formaba sonrosados
Crepúsculos aprisa.
Las sombras más que nunca
Corrieron ñigitivas ,
Madrugó de las aves
La grata melodía.
Curioso el mar, los rios
(Cancro y León lo riñan)
Descienden de las nubes
En lluvia intempestiva (1).
Sus rústicos preceptos
Anticipó Eleusina;
Triptijlemo, más ágil.
Condujo las espigas.
Parto del mar, apenas
El Sol tomó las bridas,
Violento los azules
Alcázares corria,
A Madrid , cuidadoso.
Desde el zenit divisa
Y apresurado busca
Las horas vespertinas.
¿Qué novedad, oh Mantua...
Mas ya tus alegrías
El no vulgar objeto
Explican por sí mismas.
¿ Qué mucho que llevando
La fama la noticia.
Tan general anhelo
A un tiempo se perciba.
Si en el perenne templo
Que á la virtud dedicas ,
De esta deidad al rostro
Descorres la cortina?
¡Oh rustro amal)le! el cielo
De fuerzas atractivas
Te dol('i, con las cuales
Eternamente brillas.
Lejos de aquí, profanas
Ceremonias inicuas.
No en víctimas impuras
Se manchen las cuchillas;
No infieles fanatismos
A un ídolo dirijan
Inútiles inciensos,
Injustas armonías.
Sus puros corazones,
Sus útiles fatigas
A la virtud ofrec n
Tiernas sacerdotisas.
(1) La extraordinaria lluvia que se verifi-
ca en toda la mañana y parle de la tarde de
osle día rtiu ocasión al peníamicnto,
Su aceptación indica,
El ministerio premia
Y al ministerio anima;
Y cuando sus obsequios
Al ara sacrifica
De una de sus tres gracias
La hispana monarquía (2),
Matrona laboriosa,
A la sombra acogida
Del protector más alto.
Premios y honor publica.
No, musa, no j^roponea
Difíciles enigmas ;
Existen del bosquejo
Tiradas ya las líneas.
Carlos, Amalia, socios.
Jóvenes elegidas.
Formáis de vuestros fastos
Vosotros de este día.
¡Ah sociedad excelsa !
¿Qué consonancias dignas
Hará de tantos timbres
La voz turbada mía?
Tú escuchaste á otros genioB
Más dulces poesías (3);
Los envidio, y de alguno
Venero las cenizas.
¿Y habrá quien tus objetos
No tenga por divina
Materia de las cuerdas.
Que ecos al aire vibran ? (4).
Piérides españolas ,
Si alguno asi delira,
Negadle vuestro rostro.
Desdeñosas y tibias.
Monarcas, héroes, guerras
Canta la trompa altiva;
La cítara los dioses ,
La flauta las campiñas;
Los túmulos y manes
La fúnebre sordina ;
La lira, don de Apolo,
Tus obras diviniza (5).
(2) Se celebran á 10 de Julio los dias de
la señora infanta doña María Amalia.
(5) Es bien notorio el méiito de los seño-
res Moratin , Ayala , Olmeda y Manuel, que
en semejante ocasión desempeñaron este
ministerio.
(i) Los que saben el vastísimo campo que
dominan las artes imitadoras, y cuan supe-
rior lugar alcanza entre ellas la poesía, no
dudarán de esta verdad. Nuestro Luzan lla-
ma iíifmilo el numero de sus objetos, y en
Muratori vemos que dividiendo todos' los'
entes creados ó increados en tres mundos,
celestial, humano y material, estos tres
mundos ó reinos de la naturaleza contienen
un inlinito nriraero de diferentes verdades,
que todas son ó pueden ser objeto de la poe-
sía (I de la imitación poética , y que este ar-
te abraza todas las cosas que caen debajo
de los sentidos, esto es, las materiales y las
que solo pueden comprenderse por el en-
tendimiento, como las espíiituales,y las que
participan de materia y espíritu , como las
cosas y acciones humanas. Se ha escrito
con extensión por grandes poetas , sin ex-
cluir á los corifeos, de ranas y ratones, de
mosquitos, de pulgas, y ;iun de la misma na-
da , como hizo el licenciado Tejada délos
Reyes, en el poema tropohigico a este asun-
to, inserto en su León prodigioso.
(^) La inteligencia poética sobre este pan-
to consiste en aplicar á cada materia el cor-
respondiente género de poesía. Acerca de
éstos, y los instrumentosque los significan,
hay diversas divisiones, más ó menos gene-
rales, según el más 6 menos estrecho signifi-
cado délos miembros divididos. Como el
presente no es un tratado didáctico, no se
ha atenido el poeta servilmente en su enu-
meración á doctrina alguna autorizada, bas-
tándole para su intento aquellos ejemplos.
Apcuas se hallarán objetos más propios do
Dichosa tú mil veces,
Que á la fatal desticha
Del desvalido y pobre
Tu inteligencia aplicas.
Socorres enseñando (1),
Y el dia de las iras
La mano poderosa
Te librará propicia.
De la pereza infame,
Que ya aherrojada pisafl ,
En vano los bramidos
Los vientos horrorizan.
Ya el oprobrio, aquel monstruo
Que advenedizo habia
Contaminado á Iberia
Sus reinos y provincias,
Repasó, vergonzoso,
Los mares y colinas,
Sin que aliente esperanzas
De nuevas correrías.
A industria, artes, oficios
Y agricultura intimas
Formen cordón , que el paso
De tanto mal impida.
Por ellos las naciones
No ya cual antes silban
Al español, trocando
Dicterios en envidias.
Declamadores fatuos
De falsas impericias,
España ha confundido
Vuestra insultante risa.
Por ellos destrozada
Se ve con ignominia
De la asquerosa Venus
La pestilente silla.
Roto el cetro, y las hojas
De su laurel marchitas,
Hace á sus lupanares
Que eterno luto vistan.
¡Oh, cómo, cuerpo heroico.
Las sendas peregi-inas
Descubres que al trabajo.
Sin que amedrenten, guian!
Tú, al paso qixe Citéres
Mentidas flores brinda,
Conviertes, prodigioso.
En ñores las espinas.
Patrióticas escuelas,
Atestiguad festivas
Esta verdad, mostrando
Del fruto las delicias.
Soislo vos, laureadas
Discípulas que alista
El numen de este templo
En su eternal milicia.
Por vos aqueste cuerpo
Al cielo se asimila.
Negociante que busca
Preciosas margaritas.
Vosotras , digno empleo
De sus prudentes miras,
Vosotras sus designios
Colgáis de granjerias;
Vosotras , triunfadoras
Del ocio y la desidia.
En cierto modo fuisteis
El freno de los dias.
Hatilen de vuestro esmero.
Labores y vigilias,
Domésticas paredes.
De fábrica sencilla.
Al son de la tarea
Febo tal vez oia
la poesía lírica que las virtudes y las artes,
que lo son iguaimonte de la Sociedad. Sen-
tados los principios de esta nota y de las
dos antecedentes, ricbcrénios inferir que los
inteligentes habrán hallado mucho que aplau-
dir en las compüsiciones anteriores.
(1) Según el lema que tiene la empresa
ie la Sociedad.
ODAS.
Vuestros simples cantares
A honor de su venida;
Y cuando al horizonte
Su torno finaliza,
Al arrullo del vuestro,
En Tétis se dormia.
Guillabais la tardanza
Del nuevo sol , y herida
Del eslabón la })ied5a,
Se desentraña en chispas.
Dejad que el hijo oscuro.
Que á tantos amancilla.
Del Erebo y la Noche
Dilate sus conquistas.
Mandragoras, beleños
Y adormideras ciñan
Las sienes del vestiglo
Que á Jove se atrevía.
Veloz volando á ti recia
Contra el zagal del Ida,
Belígeros proyectos
A Agamenón imprima.
A pesar de los celos,
Que tanto á Juno irritan.
En Argos solamente
Sujete cien espías.
A Alectrion las luces
Oculte matutinas,
Que anuncie transformado
Por su omisión antigua.
La ciudad de dos puertas
A la margen sombría
Del silencioso Lete
Tremole sus insignias.
Reine, en fin, entre tantos
Que á su poder humilla,
Y la mitad, al menos.
Le entregan de su vida.
Blando lecho de plumas
A sus vasallos sirva,
Que en perpetuos cambrayes
Y holandas se afeminan.
Vosotras, superiores
A esas glorias fingidas.
Os remontáis, buscando
Esfera al sol vecina.
Seguís la virtud santa,
Del mundo las mentiras
Abomináis y al sueño
Burláis sus tiranías.
El apreciable lino.
Cuyas varas erguidas
En átomos de cielo
Parece que terminan,
Ansioso por buscaros.
Se siembra, se cultiva.
Se siega, empoza y rompe.
Se espada y se rastrilla.
El algodón sus blancos
Vellones os envía:
Cubierto don de flores
Purpúreas y amarillas.
Las mansas ovejuelas
Su propia estofa rica.
No para su provecho,
Sí para el vuestro, crian;
Porciones son informes,
Que á vuestra mano aspiran,
Y en delicadas hebras
Se tornan convertidas;
Por ellas los mortales
Su desnudez abrigan,
De la heredada culpa
Incómoda reliquia.
Las mesas de los reyes
Su cubren, se entapizan
Los palacios, y el suelo
Se adorna de alcatifas.
Las naves, de las aves
La rapidez imitan,
Venci':^ndo de Nereo
Montañas cristalinas.
313
No con vosotras hablan
Las cóleras que en Lidia
Fulminó contra Aracne
Minerva vt-ngativa.
Emulación honrosa,
No loca altanería.
De las ligeras ruedas
Las vueltas multiplica.
Lee, por más que intente .
El rubor confundirlas.
Líneas del vencimiento
En vuestra frente f scritas,
Atrás dejando tantas
Nol)les antagonistas.
Como Atalantas diestras
Con pomos de oro os brindan;
Mas no para premiaros
Este metal , que anida
La tierra en sus entrañas.
Es dádiva precisa.
Del honor entusiastas.
Pensad como heroínas ,
Cual símbolo apreciable,
Que más que vale explica.
Aquesto el respetable
Real cuerpo solicita.
Cuerpo que todo es ojos,
Puestos en vuestras dichas;
Pues (permítase aqueste
Donaire á mi Talía)
De estos ojos amantes
Vosotras sois las niñas.
Mirad en vuestro amparo
Unirse la milicia.
El clero, la nobleza.
Las togas y las mitras.
De la piedad ejemplos.
Que en bronce el tiempo escriba.
Los príncipes augustos
Nos honran y os alivian (2).
Profundo magistrado (3)
En junta, que adjudica
A cada cual lo suyo.
Es justo que presida.
Aquí el pastor primado (4)
Tenéis que os autoriza.
Os apacienta, cela.
Custodia y gratifica;
Vice-gerente sabio (5),
Genios que suministran (G)
La luz á aqucsas almas ,
Tenéis á vuestra vista.
El jefe de estos lares (7)
Asiste en compañía
De ilustres subalternos (8),
Atlantes de la villa.
En fin, vuestros sudores
Todo el Estado excitan :
Así la virtud lleva
Tras sí las jerarquías.
Está, pues, oh maestras
Oficiosas, benignas.
En la de esas alumnas.
Vuestra alabanza dicha.
(2) La Sociedad Matritense alcanza el sin-
gular honor de contar entre sus individuos
al Principe nuestro señor y los señores in-
fantes don Gabiiel, don Antonio y don Luis.
(3) El señor don l'ablo l'erraiuliz Bendi-
clio, del Iteal y Supremo (;»nsejo de su ma-
jestad , director de la Sociedad.
(i) Kl excelentísimo señor don Francisco
Antonio l.orenzana, ai /.obispo de Toledo,
individuo de la Sociedad.
i5i Kl señor don Alfunso Camacho, vica-
rio eclesiástico de Madrid, individuo de la
Sociedad.
IH) Los señores curas pfirrocos de Madrid,
individuos natos de la Sociedad.
(7) Kl señor don .losé Antonio de Armo-
na, corregidor de Madrid, individuo de la
Sociedad.
(Sj Señores regidores de Madrid, etc,
Su
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN Y MANRIQUE.
Gloriosos curadores,
Cuya inspección prolija
Es el timón de tanta
Feliz economía,
Decid adunde llega
El ji'ibilo á que obligan,
Logrados los desvelos
De un padre de familias.
Benéfico congreso,
De las i)iedades cifra.
Alma del patriotismo
Y asombro de la envidia;
Columnas de este templo.
Que la virtud habita,
Sostened esa molo,
Que al cielo se sublima.
Y si Anteo de Alcides
Las fuerzas iludia ,
Cuantas veces, cayendo.
Las suyas vigoriza;
Los triunfos de las vuestras
En la firmeza estriban ;
No caigan y á los siglos
La duración compitan.
Aumentaréis, constantes.
El bien, quj ya se admira,
Ni extrañéis que mi numen
Oráculo os prediga;
Pues tales monumentos,
Que Carlos eterniza.
Salidos manifiestan
Difíciles ruinas.
Este es el lienzo, oh socios.
Que vuestros hechos pinta;
Disimulad del rudo
Pincel las groserías.
Con mano bienhechora,
De la virtud ministra.
Los dones repartisteis
Que tanto os acreditan.
Premiasteis el trabajo;
I Qué resta pues ? Unidas
Al pueblo vuestras voces,
Os exj)rcsad en vivas.
Miradle alborozado (1);
Mirad como á porfía
Alegre se empavesa.
Se adorna y regocija.
Del español monarca
La estaVjle paz que firma.
La sucesión que logra,
Con fiestas solemniza.
Haced que á vuestras casas
Con bellas simetrías
Tiro y Sidon se asomen ,
Damasco, Persia y China.
La invención, el buen gusto,
Ingenio y fantasía
Luciente bronce mientan,
Bruñido mármol finjan.
Relieves, medallones,
Columnas y cornisas
Palacios apar, nten,
Templos y galerías;
Emblemas, epigramas,
Geroglífieos, cifras,
Empresas, lemas, motes
Vuestros afectos digan.
No permitáis (pie baje
La noche denegrida;
Pendiente esté su manto
De la región vacía.
Lengua.s de fuego hermosas.
Que el ámbito iluminan.
<1) Sp riispnnia la villa de Madrid para
empezar á relrbrar, tres dias después, los |
benelicios concedidos á la nion:iri|iiia en el
nacimiento de los señores infantes gemelos, '
don Carlos y don Kelipe , hijos de los prin-
cipes de Astnrias , nuestros señores , y la
ventajosa paz con Inglaterra.
Del corazón publiquen
Abrasadoras piras.
Del monstruo de la guerra
Cantad las excesivas
Fuerzas, que Carlos rompe
Con majestad invicta.
Los ínclitos renuevos
De Carlos y Luisa,
Que en su nacer sorprenden
Y c'n su crecer hechizan ,
Serán de vuestro aplauso
La ocupación más digna;
Por ellos vuestros votos
Fervientes se repitan.
Pedid Cilrlos, Felipes
Y Fernandos cjue os rijan;
Detestad Manregatos,
Rodrigos y Witizas,
Así será: los cielos
Bendicen, multiplican
Los frutos que produce
Nuestra fecunda Lia.
Dominarán la tierra
Sus tribus escogidas.
Raza de excelsos héroes,
Que de ellas se derivan.
A su cabeza todos
Doblarán la rodilla,
Catálica progenie
Que el cetro inmortaliza.
Verá sus esperanzas,
En esta sucesiva
Órdem de protectores.
La Sociedad cumplidas.
I Oh tiempo, tiempo! el vuelo.
Con que los siglos giras ,
Llenará cuanto ahora
Mi numen vaticina;
Que yo del árbol rojo
Que á Madrid simboliza,
Poi-que estrellas la guarden,
Cuelgo la débil lira.
SUENO ALEGÓRICO.
Oda dirigida á la Real Sociedad Económica
de Amigos del Pais de ("iranada, por su en-
cargo, para que se leyese en ella, el dia 50
de Mayo de 17S.S, en que se publicaron
premios distribuidos á los opositores de
las tres nobles artes, pintura, escultura y
arquitectur.i.
De aquel sagrado monte
A cuyas plantas yace
Granada, que las lava
Del Darro en los cristales,
Cuando mayor su sombra
Bajaba con la tawle.
Sobre la verde yerba
Sentado estaba Dáfnis.
Pronta esperaba Venus
Que el sol iluminase
Con claros arreboles
Los últimos celajis;
Y el zagal que cantaba,
Su corazón constante
En lágrimas disuelto,
O enrarecido en ayes.
Celoso de Amarilis,
Deidad de aquellos valles,
Pidiendo hasta á los troncoo
Venganza á sus desaires,
Puso fin á sus tonos
Bucólicos y amantes.
Cansado de dar quejas
Inútili s al aire.
Depuso el instrumento,
Y el céfiro suave
Le atrajo un dulce su(ño
Por tregua de sus males.
Por la región oscura ,
De esta en aquella imagen
Vr.gaban las ideas
Equivocas y errantes;
Hasta que á su presencia,
Con singular donaire,
Se constituyen cuatro
Bellezas celestiales.
El iris, que serena
Las negras tempestades,
A una de ellas servia
De trono rutilante.
Pincel y tabla ostenta.
Que acopia en variedades
Colores mil, que anuncian
Vistosos maridajes;
Sobre un airoso grupo
De pórfidos y jaspes
©tra el cincel llevaba
Con que admiró al labrarle;
Otra con las insignias
De reglas y compases
En basa d ■ alabastro
Sentaba el pié brillante;
Y al del collado mismo
Que le sirvió de catre,
A otra las tres rendían
Gustoso vasallaje.
De una granada hermosa
La flor que asida trae,
Abejas oficiosas
Cercaban eficaces.
Del príncipe facundo
De los latinos vates
Copian lucientes letras
El pensamiento grave.
Los hábiles insectos,
Que el tenue humor extraen,
Darán de leves cosas
Objetos admirables (2).
A Dáfnis llegan todas.
Dejando sus lugares,
Y á consolarle asjiiran
Con tiernos ademanes.
Esta su blanca mano
No duda franquearle,
Jurándole con ella
Eternas amistades;
Aquélla con la suya
Le toca el i^echo amante.
Para sanar de un triste
Los síntomas fatales;
Cuál á enjugar se apresta
Sus lágrimas cobardes
Con los que se desprenden
Finísimos cendales;
Cuál le dice no fie
De cond'icion tan fácil,
Qne á todos v'tejitos sirve (3),
Remedo de los mares.
Por si la horrible idea
De su pesar distraen ,
Le arrebatan y ofrecen
Escenas singulares.
Un león generoso (4),
Que hizo su voz temblasen
De Jaén á Sevilla,
De Cartagena á Cádiz,
Yace en tierra, á la sombra
De un árbol saludable ,
(1) Lema de la empresa de la Sociedad:
Admiranda daliuiU levium apectacula rerum.
(5) Versos de Lope de Vega, en su Doro-
tea , hablando de las aguas.
|4| Asunto del primer premio de pintura.
Al óleo, en un lienzo de dos varas de ancho
y una y media de alto, el siguiente suceso:
El santo rey don Fernando, á presenciada
las personas reales y su curte, recibe de
mano del Obispo de Segovia el santo viáti-
co, postrado en tierra, con una soga á la gar-
ganta y un cruciiijo en las manos , haciendo
Sacar de su cámara las insignias reales.
De cuyos fuertes ramos
Pendiente está un cadáver;
Intímale la fiebre
Que olvide los manjares
Que tributó á su aliento
Tanta africana sangre;
Y postrado á las plantas
De un pastor que á la margen
Ejerce del Eresma
Su oficio vigilante ,
Por último sustento
Aqueste llega á darle
Blanco pan , si á la vista
No mienten las señales.
Cuervo marino luego (1),
Atento á las piedades
De la espumosa Tétis,
Saluda á sus umbrales.
Recíbele la diosa
Benéfica y afable,
Y espejos cristalinos
Ofrécele delante;
Mas cuando se juzgaba
Que en ellos se retrate
Su formación, que adoptan
Los peces y las aves,
Volvió el cristal (extraño
Prodigio de explicarse)
Un joven adornado
De pv'irpuras reales.
Como en pintado lienzo
Los términos distantes
Ocupan dibujados
Mujei", escollo y áspid;
Régiilo, que acaudilla (2)
Eebeldes estandartes ,
Camina por fragosas
Sierras piramidales.
Irresistible turba
De fieros capitanes
Intenta sorprenderle
Su brío inalterable.
Descuella entre sus hombros,
Cercada de turbantes,
Alta mole, cubierta
De negros tafetanes.
Intrépido el monarca,
Con arrojado avance
Descubre de la muerte
El pálido semblante;
Y con el propio velo
Cubriendo el suyo, el trance
Espera en que la Parca
La cruel segur levante.
La bárbara diadema
Cayó, sin que le espante
El que á su propia vista
A extrañas sienes pase.
El orbe, hecho pedazos,
Sobre él parece cae;
Pudo la ruina herirle,
Mas no atemorizarle.
Escollo encanecido (3)
(1) Del segundo. Al óleo, en un lienzo de
cinco pies de alto y tres de ancho, esto pa-
saje : Muere Hesperia de la herida de una
serpiente, al ir huyendo de su amante Esaco;
cuya desgracia enfurece ;i éste hasta el tér-
mino de precipitarse ai mar desde una roca.
í"2) Uel primero de escultura. Entran en
Laujar Abenabn, Diego Alguacil y otros ca-
pitanes turcos y moriscos de la rebelión de
la Alpujarra; sacan de su c;imai a, medio des-
nudo, al jefe de ella, Mahomod-Aben-Hume-
ya, léenle cieita carta que lii han fingido
para colorear su traición; eligen a su pre-
sencia á Abenabóporreyy sucesor suyo, y le
dan muerte poniéndole una cuerda al cuello,
tirando un verdugo de cada uno de sus ca-
bos ; acomódase él el dogal con una mano, y
cubre con la otra su rostro para morir. En
un plano de barro, de cinco cuartas de ancho
y tres de alto.
{7>¡ Segundo. El atleta Milon Crotoniata,
ODAS.
Del tiempo á los embates,
Escándalo del viento,
Destrozo de las naves,
Arráncase al impulso
De recios vendavales,
Y en tierra desafia
Los árboles gigantes.
Al tronco más robusto
Propone su combate;
Choca con él y traban
Dudoso su certamen.
Dilacera el peñasco
Con fuerza superante
Los fuertes tegumentos
Del enemigo estable;
Pero las brechas mismas
Por donde el paso se abren,
El corazón buscando.
Los duros pedernales ,
Cerrándose y formando
Prisiones vegetables.
Iluden y escarmientan
El temerario alarde.
Divísase á la puerta
De un edificio grande (4)
JLatrona que unir supo
Lo serio con lo amable.
Concurso de ambos sexos
Se acerca; señal hace
Con recta vara, y luego
Su habitación reparte.
Del gi'anadino emporio
Advierte presentarse
Soberbio frontispicio (5),
Raro primor del arte.
Debió así ser, cuidando
Su erector que al carácter (6)
De los grandes objetos
Del interior examen ,
Del tribunal no fuesen,
Causando impropiedades.
La majestad y pompa
Del todo desiguales.
Mil jóvenes activos
Escuela respetablí"
Componen, que en tres trozos
Distintos se comparte.
Miraban cuidadosas
Las dos primeras clases
De un mancebo desnudo
La formación y carnes;
Y al terso papel unos (7),
Otros al barro frágil (8)
Trasladan las ideas
siendo ya viejo, para hacer alarde de sus in-
superables fuerzas, divide el grueso tronco
de un árbol; pero, faltándole a(iuéllas, se
vuelve á unir éste prontamente, dejándole
aprisionadas las manos, por lo que, y es-
tando solo en el bosque, es |)asto de las fie-
ras. En un plano de ires pies de ancho y
medio de alto.
(1) Primer premio de arquitectura. Una
casa de corrección, con la separación debida
para hombres y mujeres, todas sus oficinas
y servidumbres, en un sitio deciento sesenta
pies cuadrados; dos planes, uno del cuarto
principal y otro del bajo; su fachada y un
corte interior, todo geométrico, y su expli-
I cacion por números; delineado en plieijos
I de marca mayor.
I (5) Segundo. En un pliego de marca ma-
¡ yor, en dibujo arreglado á medidas, la planta
y fachada de la real chancilleria, con su es-
^ cala y explicación.
(6) Según el pensamiento de la inscrip-
ción que allí se lee, y empieza : Ul reriim
qme kic geninlur magnitudini non omnino
impar esxet tri'iunalis majeslas...
(7) Asunto del tercer premio de pintura.
En un pliego de marca dibujado el grupo
del modelo natural.
¡ (8i Del tercero de escultura. Kn un piano
de tres cuaitas dealtoyuna tercia de ancho,
1 copiado el grupo del modelo natural.
315
Por dirección del lápiz.
De un público edificio (9)
Formabau los restantes
En bien tiradas líneas
Sus respectivos planes.
Dáfais, celoso joven,
Pastor del Darro, en traje
De encantadas mentiras
Soñaba estas verdades.
Era de noche, y era,
Creciendo por instantes.
El fresco del favonio
Capaz de despertarle.
Fué así; mas inquietaban
A su aprensión, no obstante.
Las que prupuso el sueño
Curiosas novedades.
Halla á Damori un sabio
Anciano venerable.
Que, dado á los estudios,
Glorias huyó vulgares.
« Descíframe, le dice,
José de estas edades.
Lo que admiré dormido. )>
Y así le satisface :
«Aquellos tres primeros
Hermosos personajes
Dieron indicios claros
De ser las nobles artes;
))La Sociedad de Amigos,
Que ocupa nuestros lares,
Fué el superior portento
Que supo embelesarte.
))De asuntos que propone,
Los hechos que notaste,
Geroglíficos fueron
O emblemas especiales.
))Los alumnos que viste
Con émulos afanes,
Al vencimiento han sido
Celosos aspirantes.
«Consulta cuidadoso.
Si mi verdad dudares,
Los manifiestos de ese
Congreso infatigable.
))En fin, Dáfnis amigo,
De tu patria triunfante.
Por la piedad de Carlos ,
Aquestos son los aujes. »
Dijo Damon, y entrambos
Partiendo á sus hogares,
Dáfnis trocó las penas
En júbilos leales.
LA poesía vengada.
Oda leida en junta general de la Sociedad
de Amigos del Paisde Madrid, por comi-
sión de esta, el dia 1-2 de Julio de 1788, en
que se publicaron los premios dislribui-
dos á las disripulas de las escuelas pa-
trióticas de los hilados , pertenecientes al
primer semestre de dicho año.
Del alto monte Délos,
Cuya vestida falda
Guarnece el sacro Mélas
Con su corriente mansa,
Bajaba Apolo, imberbe,
De Julio una mañana,
O á copiarse en su espejo,
O á bañarse en sus aguas.
La fresca orilla apenas
Su planta delicada
Pisó, los cielos todos
En luces se desgajan.
(9i Del tercero de arquitectura. Una por-
tada de orden toscano para un edificio pú-
blico de dos cuerpos; planta, elevación y
corte geométricos. En medio pliego de mar-
ca mayor.
316
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN Y MANRIQUE.
Radiante globo forman,
Y de Eolo en las alas,
Al numen de Minerva
¡Sirvieron de peana.
No el exquisito adorno,
No la reciente usanza,
No la extranjera estufa
Son de su jiompa galas.
De láminas de acero
I5ri 11 adoras escamas
La cubren, y su diestra
Vilira sanfíiienta lanza.
De Midusa borrurosas
Serpientes enroscadas
Se ven en la siniestra,
Con que el escudo emljraza.
Descubre por resquicios
De la marcial celada,
Corona de aquel árbol
Que su invención declara.
Ni su feroz aspecto
Ni aquellas amenazas
De donde toma el nombre.
Ni la inminente saña.
Ni la cíjiantosa egida
Que aterra en las campañas,
Temió el dios; que á los diuses
No alcanza su eficacia.
Cubiertos los semblantes,
De bien dispuesta traza,
Dos jóvenes de sexo
Distinto le acompañan;
Con ademan bizarro.
El uno de oro y plata
Dones muestra en diversas
Monedas y medallas;
La otra instrumentos varios
Lleva en sus manos blancas.
De la industria, las artes,
Oficios y labranza.
((¡ Oh Cintio! al punto dijo
La hija de Jove, extraíia
Mi venida no juzgues ;
Escucha mis palabras.
))Conócesme; no ignoras
fEs tuya) mi prosapia;
Mi propensión conoces,
No dudas mis hazañas.
))Mi culto, mis inventos
Ni mis fortunas varias
Te son desconocidas;
La fama las propaga.
))E1 útil lanificio
De que las duras parcas
A tornar aprendieron
Veneno la triaca;
))Este que á los mortales
He dictado, hoy me llama,
Oh hermano, á tu presencia,
De la región hispana.
))A(jue.sta infatigable,
De su Rey fomentada,
Dechado el más completo
De padres de la patria; '
Fomentada de Carlos,
Que ya excede, ya iguala
De sus predecesores
Las prendas soberanas;
)) Heredando á los Sanchos
La fortaleza brava ,
Valor á los Alfonsos,
A los Jaimes constancias;
«Copia de los Fernandos
Que la virtud proclama,
l'elayos, Reearedos,
Hermenegildos , Wambas;
»Aqu¿'sta sus desvelos
Festiva le consagra
Como hija reverente,
Y fiel como vasalla.
))En su opulenta corte
Mis tiernas educandaa
Consumen laboriosas
Materias de la hilaza.
))No el algodón ya guarde
Sus verdes avellanas
Para el regalo y uso
De las delicias blandas;
))Agútanle á porfía,
Y surten aplicadas
De consistentes hebras
Manufacturas patrias.
))Tanto en limpiar el lino
Los hierros se embarazan.
Que ha de aumentar Vulcano
Cíclopes á su ñ-agua.
))Y tú, Apolo, si aun eres
Pastor de Admeto, guarda;
Que no están sus vellones
Seguros en Tesalia.
))Tan abundantes frutea
Debí á la vigilancia
De un cuerpo que celoso
Colmó mis esperanzas.
«Tiempo es de (]ue al trabajo
Los premios se repartan,
A la virtud coronas ,
Al vencimiento palmas.»
Dice; y á sus secuaces
Descubre y los señala;
Aqueste es el socorro,
Y estotra la enseñanza (1).
(( Los dos, prosigue, unidos
Componen adecuada
Empresa, que al empeño
Por dos caminos llama;
))Y pues los seis primeros
Por esas cinco fajas
Corriste del Zodiaco
En carrozas de nácar;
))Tiempo es de que el proyecto
Tu Dafne transformada
Ayude, y de sus hojas
Las teja la guirnalda.
))No la aurora dilates
A mis alumnas grata;
La anhelan , y percibo
Que abrevias tus jornadas.
«Numerosa asamblea
Tendrá Madrid, y cuantas
Clases su estado forman
Verás allí alistadas.
«Úñense en su provecho
Las letras y las armas;
Por eso soy Minerva,
Y al mismo tiempo Palas.
«Nobleza , ministerio,
Clero, gi-andeza , tanta
Presencia respetable
Su triunfo y mío ensalza.
«Envia sus auxilios (2)
La que admiraron franca
Ya otras veces, de Iberia
La principal tiara;
«Por cuyo celo encubro
Junto á su silla sacra
Mis ciencias y mis hilos
En museo y alcázar.
«Ya del común alivio
Que la piedad entabla
Se goza la ternura,
Y aun me parece saca
«Del director heroico (3),
Del rostro á las ventanas ,
(1) La empresa de la Sociedad comprende
este lema : Socorre e/hieíunulo.
(■2) Kl excelentisimo scüor don Francisco
Anloiiiu Loi'ciizana, arzobispo de Toledo,
individuo de la Sociedad , la dirl^-ló en este
(lia la caiilidad de l,Oi)() reales para que se
reparliescn e ilre las discipulas.
(5) Kl exi'íílenlisimo señor Marqués de
rastrillo, segundo director, que presidió la
Junta.
En lágrimas alegres,
Piedades encerradas.
«Influjos son de Carlos,
De sus vasallos alma
Benéfica, que á todos,
Aun más que impera, arrastra,
«Aquella ilustre villa
Lo ve, conoce, alaba,
Por su jefe y vocales
Allí representada.
«¡Oh, si yo el digno elogio
De ('arlos presentara!
Mi voz , aunque divina ,
No á tal empello alcanza.
«¡ Oh mil veóes felices
Españoles! descansa
La mole de ese reino
En hombros del monarca.
«Las fuerzas de este Atlante
Os sostienen; él manda
Que un Hércules alivie
Dificultosas cargas.
«Y no tan sabio fuera
Si en la elección dudara;
Testigo Europa toda
Que Carlos no se engaña.
«Columna de su estado,
Archivo de sus gracias.
Vara de su justicia,
De sus imperios baza;
«Aquel que, de su augusta
Vida importante guai'da ,
Le brinda vigilante
Las horas sosegadas;
«Y vuelto á la tarea,
Su ánimo real explaya,
Iris de paz, que siempre
Serena las borrascas;
«Aquel en qiiien consuelo
Los desvalidos hallan,
Y á todos accesible ,
Las voluntades cajeta.
«Por señas, que á ocasiones
(No, Dios, lo imaginaras),
Mártir le vi en obsequio
De la paciencia santa;
«Ministro consumado,
Ctiya conducta sabia
Hacer el mejor uso
Sabe de su privanza;
«A un tiempo generoso (4),
Sus dádivas derrama
Y en movimiento pone
Al brazo que le exalta.
«Del bello sexo aquella
Porción más elevada.
Envidia de las diosas
De las mansiones altas ,
«Contribuye del mismo
Espíritu animada ,
Y hace brillar sus luces
En peculians actas.
«La paz en ellas reina;
Yo misma, á sus instancias,
Las di de mis olivos
Las más frondosas ramas ,
«La paz reina, aunque griten
Historias mercenarias ,
Insulsas fabulillas.
Que al bajo pueblo agradan.
«Yerros de autor (5) , cu cuyas
Anécdotas extrañas ,
(1) El excelentisimo scfior Conde dá Flo-
ridablanca, primer secretario de Kstado, in-
dividuo de la Sociedad, la remitió este dia
5,0U0 reales para que se repartiesen entre
las discipulas.
(5) Monsieur Linsruet, en sus Anales hle-
rarios y polilicos, alirnia falsamente que en
la tercera junta que celebiaron las señoras
lur tania la desunión, que no pudieron eu-
lenderstí.
í)e ligereza sobra
Lo que de examen falta,
))Era... No más; ,qué mucho?
¿De España se trataba?
La verdad se oscurezca,
Profánense siis aras.
«Temor fué de , si hacia
Justicia más á España,
Que su nombre de un vasto
Catálogo borraran.
))Tal impostura aquellas
Matronas ilustradas
Magnánimas perdonan
Con muda tolerancia;
))Así dan al extraño
(¡Oh, siempre aprovecharan I)
De bondad española
Lecciones sus entrañas.
))Yo en este mismo punto
Me siento transportada;
Yo las veo, ni ansiosa
Me canso de mirarlas;
))Yo las veo en el dia
Feliz que mis laureadas
Jóvenes, que ellas premian,
El vencimiento cantan.
))Yo juzgo que las digo :
— Gózaos, grandes almas,
En ver aquesos ñ'utos
Y oir sus alabanzas.
«Bellas damas, en quienes
La Sociedad, ufana.
Cifra sus glorias, y hace
Alarde de cifrarla;
«Protesto que si al circo
Páris de juez entrara,
Arbitro de la antigua
Contienda decantada,
«Pospuestas las deidades.
Os diera la manzana;
Segunda vez (no importa)
Me doy por desairada.
«La hija de las espumas
Os la cede; tomadla;
Sus cascos de oro entre esas
Alumnas se deshagan.
»Xi ya de sus tres socias
Pondere la elegancia;
Ni la unión exagere.
Ni el beneficio aplauda.
«Prendas son , que en vosotras
Se ven recopiladas
Mejor que en Euft-osine,
En Talia y Aglaya.
«¡Oh eficaz atractivo!
Si así á las diosas tratas,
¿Qué harás con los mortales
Aquesta tarde ? Basta.
«Sus gracias, sus talentos.
Su virtud sobrehumana
Os hechizan, oh socios ;
Distinguidlas, amadlas.
«Depositad sin miedo,
Aunque las veis bizarras,
En sus manos el timbre
Que os da renombre y fama.
«Aquel de los estados
Móvil, que los realza,
La justa economía,
De la opulencia escala,
«Su industria, su gobierno.
Su norma moderada
Al reino harán justicia,
Mostrando sus ventajas.
«El sexo siempre ha sido
Capaz de administrarla;
No á un dios, sino á una diosa,
Dio Jove su balanza.
«De las demás espejos.
Yo fio que estas damas,
No tan sólo la quieren ,
^a quieren por su casa,
ODAS.
«Volverán , si conviene,
A Inglaterra sus randas,
A laFi-ancia sus telas.
Sus flores á la Italia.
«Veréis que, dando ejemplo,
No menos os encantan
Que bien prendidas , cuando
De desprenderse tratan.
«Veréis... Pero ¿qué digo?
¿Qué ideas me arrebatan?
Apolo, Apolo, atiende;
Que empieza mi desgracia,
«¿Ves todo el aparato
Que te he pintado.' ¿Aguardas
Que una función completa
Dé yo á Madrid.' Te engañas.
«Tu hija, aquella hija
Que más que á Clicic amas.
Más que á Climene sigues.
Más que á Jacinto halagas ,
«La dulce poesía.
No suena ya en mis aulas ;
Abrir no quiere en eiias
Sus labios de escarlata.
«Estos en mis mejillas
Sus ósculos no estampan;
Ingrata desertora.
Me ha vuelto las c spaldas.»
Iba á seguir. Entonces
Erato, que escuchaba
Detras de unos alisos,
Al pié de una montaña,
Como, por sus donaires,
Entre las nueve hermanas.
Del presidente Delio
Más consentida estaba ,
Interrumpió á Minerva
Y dijo : «Yo actuada
Estoy de esos sucesos;
Sé tu empresa , y no es ardua,
«La Sociedad la aprecia,
Y al Buen Gusto, fantasma
Que anda conmigo y temo,
Acoge en su morada.
«Las damas, que en el mundo
(Lo sé desde mi infancia)
Hicieron más j^oetas
Que el numen á quien hablas ;
«La memoria, mi madre,
Me acuerda que anhelaban
Sus ecos , que hasta ahora
No oyeron en su estancia.
«Volverá si empeñados
Partimos en buscarla,
Pues fué iin acaso sólo
De su retiro causa.
«Más dulce es el cariño
Después de ausencia amarga.
Tras los nublados Febo
Muestra su luz más clara.
«Yo, más veloz que el rayo,
Los horizontes vaga.
Si con tu fuego, oh numen ,
Me agitas y me inflamas,
«Volaré hasta rendirme,
Porque logren mis ansias
Evaporarse en humos
O enardecerse en ascuas.
«Penetremos, tomando
Veredas separadas ,
El cielo estrella á estrella.
La tierra planta á planta.
«Tá deberás , Apolo,
Encaminarte á Arcadia;
Pregunta á sus pastores ,
Registra sus cabanas.
«Y si allí de su avena
No oyeres consonancias.
De Júpiter al trono
Gira por sendas lácteas.
«Entonará sus himnos
Quizá, mientras dorada
81?
Copa de Ganímédes
Con néctar le embriaga.
«Tú en Selim, Palas fiera,
Puedes blandir el asta.
Por si al ruido la abortan
Las márgenes del Sava ;
«Donde acaso al impulso
De su trompa prepara
Sublimes epopeyas
A los héroes del Austria.
«Yo por la tierra toda
Recorreré las danzas,
Con que el trabajo alivian
Sencillas aldeanas;
«Por si entre ellas, ceñida
De sándalo y albahacas.
Levanta la cabeza
Al son de mis sonajas.»
Llegaba aquí la musa.
Cuando á breve distancia
Vieron á la Poesía
Cruzar unas cañadas.
Mutuos se felicitan;
Pero ella, que en la vana
Deidad de los hilados
La atenta vista clava ,
Y cumplido el semestre.
Sus premisas repasa,
Sospecha, teme, corre.
La siguen y la llaman.
No el zueco, no el coturno.
Su pié divino calza;
Desnudo le lastiman
Las peñas y las zarzas.
Pobre, triste, aburrida ,
Llorando sus desgracias.
Detesta los bullicios.
La soledad abraza.
Sin aliño, el desorden
Su belleza engalana
De una madeja de oro,
Que libre al aire daba.
De ella pretendió asirla
Minerva, y á quitarha
La acción acudió pronta
La piéride sagrada.
«No á la Poesía, dijo.
De los cabellos traigas ;
Temo al Buen Gusto, y á éste
No hay cosa más contraria.»
De padre revestido,
Grita Apolo, la para ,
La acaricia y persuade
A que al Congreso vaya.
Mas ella, matizando.
Vergonzosa, cansada.
La nieve de su rostro
Con ráfagas de grana,
Torciendo de ambas manos
El alabastro, tarda
La voz, torpe el aliento,
Y en lágrimas bañada,
«¿Hasta cuándo, prorumpe.
Durará la edad larga ,
Oh padre, en que los hombres
Inconstantes me agravian?
«Pasan siglos, mortales
Generaciones pasan;
Ya me hunden al abismo.
Ya al cielo me levantan.
«Me quieren , me aborrecen ;
Me execran, me idolatran;
Cadáver me sepultan,
Fénix me hacen reuazca.
«¡Ah! ¡Si del mar inquieto
Mi suerte, en que naufraga,
Salir pudiese asida
De bienhechora tabla i
«La Sociedad, que ha sido
Desde su luz temprana
Imán de mis delicias.
Delicias de Castalia;
31S
DON
»)La Sociedad de Amigos
(No ya lo son) recata
De mí lo8 agasajos ,
Me olvida y desampara.
))¿Y de rubor cubierta.
Que á importunarlos parta
Mandas, oh dios? ¿Mis duelos
Hoy que renueve mandas ? —
JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN T
»No, Apolo encapotado,
No insistas, temeraria,
Repone, en excusarte;
Oye, obedece y calla.
))Parte, fatiga el viento,
Recobra sin tardanza
T^a lira, y aquel dia,
A quien elijas, dala. —
MANRIQUE.
))Ri sueña satisface i
Tal libertad me adapta;
No falto á tu obediencia
Y logro mi venganza.
))Con ella á Madrid parto;
Pondréla destemplada,
Y en manos que, inexpertas.
No sepan manejarla.»
HIMNODIA, ó FASTOS DEL CRISTIANISMO.
PRÓLOGO DEL AUTOR , EN LA EDICIÓN DE 1792.
No hay lectura que la piedad de los fieles tenga más á mano que la de los santorales, martirolo-
gios, Flos-sa)ictonim y otros catálogos de las vidas de los bienaventurados y de las fiestas de la Iglesia;
sin embargo, esta considerable multitud de libros histórico-devotos no llena, por lo general, la pia-
dosa curiosidad de las gentes : apetecerian un libro que por menor les hablase de los santos que leen
en el calendario vulgar, el cual suele ser el norte para la imposición de nombres en el bautismo ;
pero esto no se halla : los martirologios son incompletos , lacónicos y no comprehensiros de
los santos modernos, que por lo común se llevan tras si la devoción ; los restantes libros manua-
les, ó no llenan todos los dias del año, ó los ocupan con los santos nacionales y de particular
fiesta ó rezo en el país en donde están escritos.
Un Año sagrado ó cristiano, en que se refiriesen las vidas de los santos conforme los coloca
el calendario del arzobispado de Toledo, sería muy apreciable , principalmente para dicha diócesi
y alguna otra que no le tiene distinto y peculiar, y después para las restantes del reino, que en la
mayor parte le siguen ; mas no sería pequeño el trabajo del autor, que se veria obligado á desen-
trañar unas escasísimas verdades de los oscuros calabozos de la antigüedad , en donde yace
sepultada la memoria de muchos invictos héroes de la religión, que nos anuncia; difícilmente
podría en algunos adelantar las noticias fidedignas más allá de la simple cualidad de mártires,
confesores ó vírgenes; inciertos en la patria, en el género y lugar de su muerte, natural ó violen-
ta; apenas podrian otros ocupar el espacio de cuatro líneas.
Opinando yo de esta conformidad, me ocurrió , en el año de 1788, presentar al público un tra-
bajo útil y deleitable á varias de las clases de gentes que le componen , reducido á unas odas en-
comiásticas sobre las principales circunstancias de los misterios de nuestra santa fe, virtudes y
sucesos más notables de las vidas de los santos, por el orden de las festividades del año, con arre-
glo al referido almanak ó calendario vulgar que rige principalmente en el país entonces de mi
residencia, que era la insinuada diócesi toledana; en cuyo campo poético pudiese la fantasía lle-
nar ron sus ideas ó imágenes los vacíos que por las razones expresadas había de dejar forzosa-
mente el historiador.
Púselo en ejecución , proponiéndome formar una completísima himnodia, esto es, que no sólo
abrazase todos los dias del año con sus fiestas fijas, sí también las dominicas, ferias y demás fes-
tividades movibles, conformándome con el dicho calendario hasta en el modo material de anun-
ciar los santos, menos en los casos en que sus anuncios contuviesen error en lo substancial ó ac-
cidental; trabajé é imprimí los elogios de los santos de fiesta fija en lo? meses de Enero, Febrero
y IMarzo; lograron una singular estimación de los inteligentes, y aunque mis ocupaciones no me
permitieron por ent()nces la continuación del proyecto, no estoy remoto de ella en medio de las
que han sobrevenido; pero como, aun en el caso de que éste no llegue, no creo desdoren la co-
lección de mis obras de humanidad unos elogios breves de los santos ocurrentes en dicho trimes-
tre, he deliberado formar con ellos el tomo tercero de la colección referida.
Me lisonjeo de que los críticos juiciosos (que es lo mismo que los verdaderos críticos) no trope-
zarán en algunas noticias particulares , con especialidad en materia de milagros, que puedan te-
ner reparo de admitir, pues no ignoran la distancia que media entre la historia y la poesía. Es
cierto que siendo histórica y sagrada la poesía de esta himnodia, se la ha de cercenar la ampli-
tud poética de referir las cosas como pudieron suceder; pero también es verdad que como poets^
HIMXODIA. 319
no deberé sufrir la r?gida crítica, que debería evitar como mero historiador ; es decir que, senta-
dos ambos principios, ni he de referir suceso que no esté apoyado eii autoridad no vulgar, ni
tampoco he de estrecharme en los rigorosos límites de los que se tengan en cierto modo por in-
concusos ó que no hayan padecido contradicion alguna. De igual modo procederé con lo que nos
hayan dejado cuestionable las divinas letras, en que también seré poeta, no expositor, atenido á
la sentencia de algunos santos padres; y prescinilíendo de la existencia ó no existencia de opi-
nión contraria , abrazaré la que más se preste á la poesía y esté más recibida al mismo tiempo del
común de las gentes. Estos fueron mis propósitos, y tales son mis designios de exponer á los lec-
tores esta útil y dulce tarea.
día 1." DE ENERO.
La Circuncishn del Señor,
El niño Dios, que apenas
En un humilde establo
Oculta lo divino
Con señas mil de humano;
Pasadas ocho auroras
De su horóscopo sacro,
Allí las lej'es cumple
Que él mismo ha promulgado.
Amor, que obligó al Padre
Su Unigénito á darnos,
Del profano destruye
Aljaba, flechas y arco.
De un penetrante filo
El Hijo mismo es blanco,
Para cargarse amante
Las culpas del amado.
El Señor en sí lleva
El hierro del esclavo.
De pecador la marca
El Santo de los santos.
De humillación misterio,
De obediencia dechado,
Timbre con que autoriza
La religión sus actos.
Precepto doloroso.
Tristísimo presagio
Del duro sacrificio
Que al orbe dará espanto.
Su sangre purifica
La tierra, que ha regado,
Conduciendo la rastra
Del portal al Calvario.
De Jesús, si es posible,
El cáliz pase amargo,
Que sudar le hará sangre,
De sólo imaginarlo.
No su coral derramen
Ministros sanguinarios.
Que se deslice en rios
O se detenga en lagos.
Anas, Caifas, vosotros.
Del pueblo los ancianos,
Atajad á la envidia
Sus asombrosos pasos.
No el azote desgaire
Su Cuerpo sacrosanto.
Ni esté el punzante espino
Sus sienes taladrando.
Y tú, que has conocido
Su inocencia, oh Pilato,
No en la injusticia incurras
De condenar sin fallo.
Indómitos plebeyos.
Su sangre derramando,
De vos y vuestros hijos
No la pongáis á cargo.
Ni á vergonzoso leño
Afirmen pies y manos,
Aunque se denominen
Dulces después los clavos.
Ni bárbaro designio
De intrépido soldado
Con lanza cruel el pecho
Jraspase temerario,
Infames dcicidas,
Tened el impio brazo;
I Para qué tan copiosos
Arroyos desatados ?
Basta porción jioqueña,
Herido el cutis blando;
Basta la que ha vertido
Jesús circuncidado;
Que C3 infinito el precio,
Y de todos sus daños
Puede una gota sola
Hacer al mundo salvo.
día 2 DE ENERO.
San Isidoro, obisjjo y mártir,
Antioquía soberbia,
Que con oi-gullo activo
Desdeñas los emporios
Del oriental distrito;
No tanto te envanezca
Con timbres adquiridos
Tu fundador Seleuco,
Primer monarca siró;
Ni tantos sucesores,
Que con igual designio
Te hicieron á porfía
De toda el Asia hechizo;
Ni haber de las naciones
En todos tiempos sido
Apetecido objeto,
Que á Marte velar hizo.
Vuelve á un pastor los ojos,
Que en tus amenos sitios
No duerme del Oróntes
Al plácido ruido.
Resuenan en la orilla
Sus amorosos silbos;
Las náyades le admiran
Velar sobre su aprisco;
Y va de sus bocinas ,
Por cauces retorcidos.
La voz á las nereidas
Del ancho mar vecino.
De ovejas perseguidas
Recela el precipicio.
Si acaso se dispersan ,
Siendo el pastor herido.
Cundiendo la ponzoña,
Procúralas, benigno.
Los pastos saludables
Y manantiales limpios.
Isidoro, cumpliendo
Su pastoral oficio.
No deja á la zizaña
Mezclarse con el trigo.
Combate, iluminado
De espíritu divino.
Los dogmas pestilentes
Del pérfido arrianismo.
Predica que existiendo
El Verbo en el principio,
Y en Dios el Verbo estando,
Dios era el Verbo mismo.
El reino tenebroso
Estalla, j á bramidog
Excita á sus parciales
El príncipe maligno.
Horrendas se desatan
Las furias del abismo,
Y dirigen al héroe
Católico sus tiros.
Inflaman en venganzas.
Con un tes(m continuo,
De los heterodoxos
El pecho encruelecido.
Levanta sediciosa
Infame secta el grito.
Mas no el valor contrasta
De un corazón invicto.
Y desde el cielo el Padre,
Que al defensor ha oido
De la naturaleza
Consustancial del Hijo,
« No haya más; de trabajos
Basta, Isidoro, dijo;
El premio, que ganaste,
Vén á gozar conmigo.»
La bárbara herejía,
Gozosa del permiso.
Atrepella al sagrado
Bravo campeón de Cristo.
Y al antioqueno siielo
Dejando enrojecido,
En sus manos coloca
La palma del martirio.
Aunque la tierra llore.
Piadoso el cielo, quiso
Que el que en ellas las glorias
De un hombre Dios ha escrito,
En ella, en cuanto hombre.
Siguiendo sus vestigios ,
Vierta la sangi-e á manos
De agresoi'es inicuos;
Y en él, Santo, le aclame,
Dios Sahaoth con himnos,
Santo, Santo, por todos
Los siglos de los siglos.
día 3 DE ENERO.
San Antcro, papa y mártir,
Anteros, esperanzas
De Rómulo, su padre,
Delicias de la Grecia,
De Italia honor brillante,
Vida inocente vive.
Ofrécese delante
De los divinos ojos
En carne mortal ángel.
Con Dios son sus coloquios,
Sus ruegos j' sus ayos ,
Ya en interior retiro.
Ya al pié de los altares.
Sus lágrimas le fueron
De dia y noche panes.
En busca de su amado.
Ansioso de gozarle.
Desterrado hijo de Eva,
De ellas al triste valle.
Su planta huye las flores
Donde se oculta el áspid,
350 ■ DON JOSÉ
No huella sus caminos
De perdición , y parte
Por estrechos, que guian
A vida perdurable.
Por estas rectas vias
Al justo el Señor trae,
Y así de Dios el reino
Se dipna demostrarle.
A Antcros este tiempo
Se acercaba; mas antes
Quiso el Señor viniesen
A su poder las llaves.
En la romana si de
Le sienta el Inefable,
Para que en breve de ella
Al cielo se levante.
Por muerte de Ponciano
Le fia el gobernalle,
En tiempos borrascosos,
I9e la angustiada nave.
Época, aunque terrible ,
En que eran importantes
Deshechos torbellinos
y negras tempestades.
La Providencia quiso
Con sellos de corales,
Del Testamento Nuevo
Testimoniar verdades.
De la efusión heroica
Antcros va á la parte,
Y este glorioso efecto
De aquella causa nace;
Pues redoblando esfuerzos,
Mandó formalizasen
Los notarios las actas
De ac[uellos capitanes.
Dejando nn monumento
Eterno á las edades ,
Dispuso que en la iglesia
De oculto se archivasen.
Ya de Dios los designios
Están cumplidos, baste;
Deja la silla, y á otra
Asciende, en que le alabes.
Sube; Fabián, espera;
Di al cielo no dilate
Que sobre su cabeza
Blanca paloma baje.
Piadosa.s colecciones,
Que de martirios hace,
De Máximo, prefecto.
Despiertan el coraje.
Rinde al cuchillo Antero
Su espíritu; ea, honradle;
Ya el colector, cristianos.
De mártires es mártir.
Su historia, á la cabeza
De esos legajos guarden
Los archivos; no en serie
De tiempos se repare.
¿Qué hariais si la tierra
Papel, si pluma el aire,
Si tinta de Petelia
Fuesen sus patrios mares?
Decid, y de sus venas
Con el licor se estampe,
Que por coger la ajena,
Vertió su propia sangre.
día 4 DE ENERO.
San Aquilino y compañeros máHires.
Grecia, que siete sabios
Levantas á los ciclos,
E intentas de su fama
Llenar al universo;
De elogiar deja á Eías,
Aunque diga, saliendo
De Priena ; Mi» haberes
¡Todos conmigo llero.
A Cleóbulo olvida,
MARÍA VACA t>E GUZMAK Y MANRIQUE.
Que de hacer bien un tiempo
A amigos y á enemigos
Te daba los consejos.
De Periandro boiTa,
Parto de su talento.
Políticas infames.
Que adopta Maquiavclo.
No á Pitaco pregímes,
Claro blasón de Lósbos,
Renunciando la regia
t'urona (h^ su premio.
Ni á Ctiilon, que difícil
Creyó guardar secreto.
Callar sufriendo injurias,
Y emplear con fruto el tiempo.
Ni ú Solón engi-andezcas,
Aciucl que dijo á Creso :
Mientras vire, á ninguno
Llamar áirhoso puedo.
Ni á Tales, qiíe en la fosa
Se precipita ciego,
Por contemplar las altas
Luces del firmamento.
Tu ciencia, la del mundo
Cubran oscuros velos;
Esos sabios delante
De la Deidad son necios.
Ya la tórrida zona
Emula tus progresos;
De ciencia de los santos
Te opone siete ejemplos.
Aquilino, Jlarciano,
Gemino, Quinto, Engento,
Teodoto y Trifcjn vienen
Del africano suelo.
Huyen la tierra, y llevan
Al alcázar eterno
Todo el haber, consigo.
De sus merecimientos.
Por los justos viadores
A Dios, y aun por aquellos,
Piden allí, que en vida
Sus homicidas fueron.
El infalible Numen
Los vio desde su asiento
Guardar la fe y palabra
Que acá le prometieron.
La pompa renunciando
Del mundo pasajero.
Diadema inmarcesible
Reciben de su dueño.
Juntando la prudencia
Al varonil esfuerzo,
A su tiempo observaron
Las leyes del silencio.
Así se inmortalizan ,
Oprobrios mil sufriendo,
Y haciendo provechosos
Los últimos momentos.
Así se constituyen
Dichosos veitladcros
Los que antes de su muerte
Jamas pudieron serlo.
De dar en sima eterna
Se hallaron más exentos,
Cuanto más las alturas
Tuvieron por objeto.
A ellas suben formando
Escala de siis cuerpos.
En que sus iras ceban
Los vándalos sangrientos.
Los sabios, que á su patria
Tan ilustrada hicieron.
Las siete maravillas
Sean del orbe griego.
Los santos, que llenaron
De luz al mundo entero,
Serán las siete estrellas.
De Pátmos sacramento.
día 5 DE EííERÓ.
San Telesforo, papa y mártir,
Jesús del cristalino
Jordán en las riberas
Halla á Juan , que en su nombre
Predica penitencia;
Y con asombro hendida
La celestial esfera,
Retumba en el desierto
La voz de Dios tremenda.
Til eres, en alto tono
De majestaá expresa,
Mi hijo amado; en ti, añade,
Ture mi coniplnceneia.
Este acento del Padre
Contaba un siglo apenas.
Cuando la voz del Hijo
Los desiertos i)eTietra.
Venerable habitante
De aquellas asperezas.
Siguió del grande Elias
Telesforo las sendas.
Su corazón parece
Que á percibir se apresta :
Tú eres vicario mió;
Da pasto á mis ovejas.
Del alto Paracleto
La inspiración ordena
Que al sumo sacerdocio
Por su virtud ascienda.
Al punto que al precepto
Prestando la obediencia.
De todos los crej'entca
Se pone á la cab za,
Espíritu le inflama
Del celador profeta,
Y contra los impíos
Alza la espada mesma.
Valentino, que en Cristo
La carne humana niega,
Soñándole formado
De cierta masa etérea ;
Marcion, que le propone
Desnudo de materia,
Y solamente cuerpo
Fantástico le presta;
Ejercitan del Santo
La noble resistencia ,
Lnpenetrable á tantas
Envenenadas flechas.
En medio de los mares,
Encanecida piedra.
No teme que las olas
Hinchadas se embravezcan,
Y mientras el Carmelo,
Que con su sangi'e riega.
Corresponde al fecundo
Cultivo de su diestra;
En tanto que futuras
Extiende ramas bellas
De Albertos á Sicilia,
Simones á Inglaterra;
De Angeles y Marías,
Eufrasias, Efigenias,
De Andreses, Anastasios,
De Juanes y Teresas;
Infatigable rige
La universal Iglesia, '
Defiende su rebaño,
Le junta y apacienta,
Al santo sacrificio
Que acompañen decreta
Del angélico canto
Dulcísimas cadencias;
Que el pueblo, al ser testigo
De inmaculada ofrenda.
Oiga en el evangelio
La voz de la ley nueva.
Restaura el relajado
Ayuno de Cuaresma,
Con que el vicio comprimq
Y el corazón eleva.
Así difunde á todos
Ventajas que en sí observa :
Pontífice establece,
Y ayuna anacoreta.
día 6 DE ENERO.
La adoración de los santos Uc¡/i
El alto Rey de reyes,
Que á una choza pajiza
Desciende, sin dejarla,
Desde su eterna silla;
Aquel en cuj-as manos
El corazón estriba
De los grandes monarcas,
Que exaltan ellas mismas;
Por quien los reyes reinan.
Los príncipes dominan
Y los legisladores
Decretan su justicia;
El que de astros brillantes,
Que los tiempos dividan ,
Enriqueció los cielos,
Del mundo al cuarto dia;
Criando nueva estrella,
A Oriente la destina,
Porque á sus reyes sabios
Conduzca la noticia.
A un tiempo, misteriosa,
De luz les sirve y guía.
Saliendo de la corte
Del fiero Ascalonita.
Envuelto hallan en pobres
Pañales y mantillas
Al que no cabe en cuanto
Su Omnipotencia cria.
Póstranse, y en sus dones
Conocerle acreditan
Por Ivcy, por Dios, por Hombre,
Con oro, incienso y mirra.
Si Salomón un tiempo,
Su heroica fama oida,
Viajar hizo á la Reina
Del Austro muchas millas;
Aíjuí mayor prodigio
Que el monarca israelita
Encuentran tres monarcas.
Que verle solicitan.
Por ver á Dios, ¿qué mucho
Los hombres se aperciban
A hollar tierras y mares,
Sin perdonar fatiga,
Si Dios por ver al hombre.
Sin verle, cual le via.
Esclavo vil á causa
De original reliquia.
Con la que nos escuclia
Velocidad jiropicia.
Espacios asombrosos
Mide, penetra y gira?
Vcdle cómo desciende
De su mansión empírea.
Donde oye del trisagio
Eternas melodías.
Vuela, y el primer móvil
Pasa, cuya continua
Eevoluciun esferas
Inferiores agita.
Del alto firmamento
Corre las sendas fijas;
Deja á Satui-no y .Jove,
A Marte y al Sol pisa.
De Venus y Mercurio
Los orbes peregi-ina,
Y el de la blanca Luna,
Que en alta noche brilla.
Regiones sublunares
Corta con igual prisa,
Y en Belén á la tierra,
Que fabricó, visita.
I. Pa.-xvill.
HIMNODIA.
Sus cálculos ajuste
La sabia geometría;
Mida, ])ucs, las distancias
Del cielo á Palestina.
No voy á engrandeceros
Con insi)ecciou prolija
Derrota que no exceiíe
Los términos de un p'nf.
Por redimir al hombre,
De Dios á hombre camina;
¡Ved ahora si ha vencido
Distancias infinitas!
^Cl
DIA 7 DE ENEKO,
San Julián, mártir.
¿Es ilusión, ó escucho
Del cielo dulce canto.
Que entonan placenteros
Aquellos cortesanos ?
¿Es fantasía, ó suena
Del mundo en el teatro
Fi'meln'e voz, que al aire
Llena de horror y espanto ?
Tales las impresiones
Son, que por modos varios
Motivan, cuando mueren,
Julián y Domiciano.
Julián , que de la Iglesia
En los primeros años
Llegó á ser en España
Dignísimo prelado;
A cuya vista olvidan
Los nobles carpetanos
Al hijo valeroso
De la adivina Manto;
Al nieto de Tiresias,
Famoso rey tebano.
Ciego al punto que mira
A Palas en el baño.
Pues si á Bianor debieron
Los memorables carros.
De que tomaron nomlire
Sus anchurosos camjios;
Los pone en mejor ruta
Lucio Magno Juliano,
De la virtud subiendo
Los ásperos collados.
Juliano, que, de Pedro
Discípulo esforzado.
Es voz en Carpetania
Del Evangelio sacro.
Se ve por un decreto
Del César desterrado,
Venerado por otro
Del cielo soberano.
Domiciano, que en pluma
Del grande Tertuliano,
Porción, por sus crueldades,
Fué de Nerón malvado.
El mal de su profunda
Ceguera inveterado.
De celestial doctrina
Sufrir no puede el rayo.
Julián del Papa y César
Toca afectos contrarios :
A sí le alkga el bueno.
De sí le aparta el malo;
Discípulo y maestro.
Obispo y papa, á entrambos
Separan de su vista
Nerón y su sectario.
Julián con el martirio
Consuma sus trabajos;
Aycs Toledo exhala,
Castilla vierte llantos,
Arrastra España lutos.
La Iglesia ensalza el lauro,
Le cantan los celestes
Espíritus alados.
El sucesor de Tito,
E hijo de Vespasiano,
De Esteban fué despojo
Y de Domicia estrago;
Y cuando en Roma el César
Muere al furor del hado,
Apolonio publica
En Efcso el fracaso.
Grita, no sin asombro
Y admii-acion de cuantos
Le oyen , (jue ya está el fiero
Tirano asesinado.
Se lilira de opresora
Tirana tierra un santo,
Y la tieiTa ojnimida
Se libra de un tirano.
día 8 DE ENERO.
San Luciano y comj>añcros,7itár(Í7'Cí.
Celoso el soberano
Pontífice Clemente
De que la fe por todo
El orbe se extendiese;
Consagrando á Luciano
Pastor belovacense,
A conquistar le envía
Tan belicosa gente.
No, aunque á vista de Paruia
Idólatras le prenden ,
Su expedición impiden,
Librado por los fieles.
En Arles, á despecho
De obstáculos, que vence,
Sobre la faz undosa
Del Ródano aparece.
Pasa á Beauvais, destino
Que el cielo le previene,
Donde de su doctrina
La cátedra establece.
Comienza revocando
A eterna vida infieles.
Que á la sazón dormían
En brazos de la mu- rte.
Detéstanse, á su esfuerzo
(De Dios prodigio es éste),
Confesados eri'ores
De treinta mil franceses.
No las palabras sólo
Del Santo los convierten ,
Aunque el cielo extremada
Facundia le concede;
Su ejemplo les predica.
Sus obras le engrandecen,
Su paciencia, su ayuno,
Su vida penitente.
Aquel amable trato
Y aquel semblante alegre,
Aquel lanzar demonios.
Aquel curar las fi bres.
Diácono Juliano,
Y Maximiano ]ireste,
Por él al ciclo sub n.
Ceñidos de laureles.
¡Quién su abstinencia suma
Bien elogiar ¡mdiese,
Kran(|U' ándose al .agua
Y yerlias solamente!
SusteTitado en Cuaresma
Del celestial banquete.
Observa á la semana
Sólo comer dos veces.
Antor, Jario y Latino,
Tres enemigos crueles,
Arrilian con encargo
De que á Luciano arresten.
A un monte, que domina
Del rio las corrientes.
Suben, en donde encuentran
Sin resistencia al héroe.
La cabeza, inhumanos,
Del cuello le desprenden ,
21
UON JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN Y
Que inrsenta {gustoso
Con ánimo valiente.
Exánime se erige,
Con sus manos la aprehende,
Y con ella al sepulcro
Va, que elcfritlo tiene.
Que á la muerte resiste
El cuerpo así, parece.
No obstante que ya el alma
En vida está perenne.
Hombre que se alimenta
Con el manjar celeste,
En símbolos, no es mucho,
De eternidad se exprese.
Pues Cristo, oyendo dudas
De la nación rebelde.
Dijo : El que este Pan come
Vivirá eternamente.
día 9 DE ENERO.
San Julián y santa Basilisu ,
mártires.
Anastasio, despierta
Del mortal sueño; mira
Que Julián te ha llamado,
Julián te resucita.
Preven admiraciones,
Que te serán continuas,
Para la vida nueva
Que tienes concedida.
Verás cómo en tan graves
Trabajos y fatigas
Le acompaña su esposa ,
La virgen Basiiisa,
A la que madre tantas
Vü'genes apellidan ,
Cuando padre á su esposo
JIonjes diez mil en Siria;
Porque de monasterios.
Con sus bei-encias ricas,
Aml)0s los municipios
Poblaron de Antioquía.
Verás cómo á él se acogen
De la ley perseguida
Los sacerdotes, que huyen
De las paganas iras.
Afjrchenden grande tropa.
De que Julián es guía,
y del juez á la audiencia
El solo se destina.
Consúmense los otros
Con el fuego que aplican,
Por orden del caudillo,
A la mansión que habitan;
Donde angélicos coros
Su muerte solemnizan,
A tercia, sexta y nona,
Y á la hora vespertina.
Verás cómo del héroe
Las carnes se lastiman
Con varas, que crueles
Su constancia ejercitan.
Uno de los ministros,
Que con Marciano priva.
De un ojo entonces siente
La falta repentina.
Ora Julián , y al punto
Cobra la luz perdida;
Conviértese, y Maixiano
Allí le martiriza.
A^'erás que por las calles
De la ciudad camina
Aherrojado, y su causa
Necio pregón publica.
Llega á la escuela, en donde
De Celso la puericia,
Hijo del presidente
Marciano, se adoctrina;
Ve el niño que á su lado
Blanco escuadrón se alista;
Que á sus sienes corona
Brillante pedrería.
Inspirado, los libros
De sus maestros tira,
Presuroso á las plantas
De Julián se humilla.
Verás á casi toda
La ciudad conmovida
Correr, y entre el gentío
Marciano y Marcionila.
Marcionila, de Celso
Madre, que sus caricias,
Para apartar del Santo
A su hijo, inutiliza;
Y cuaiulo voluntaria
Entra en la cárcel misma
Por convencerle, queda
De Celso convencida.
Verás, entrando al templo
Julián, que se aniquilan
Quinientos simulacros
En pálidas cenizas.
Siete hermanos y veinte
Soldados le visitan;
Los primeros al fuego,
Y éstos al hierro espiran.
Marcionila el ecVileo
Vence; la saña impía
Del atHado acero
Celso y Julián dominan.
Verás cómo los ojos
A tí y á Antonio quitan;
,-Qué verás, Anastasio,
Faltándote la "vista?
Tú, que de vana creencia
Siguiendo las mentiras.
En la vida primera
Aun más ciego vivías ,
Por Julián, que piadoso
Te llama á eternas dichas,
Viendo segunda muerte,
Verás tercera vida.
día 10 DE ENEEO.
San Gonzalo de Amarante.
No hay que dudar; de un puente
La construcción, que entabla
Gonzalo en Amarante,
Del Támaga á las aguaSj
Virtudes y milagi-os
A la siUa romana
Tantos expondrá, y tales,
Que sobren á su causa.
No para la piadosa
Empresa han de hacer falta,
De su vida y sii muerte
Más singulares actas.
Ejercite en biien hora
Su invicta tolerancia
La soberbia, el despecho
Del hijo de su hermana;
Aquel á quien el Santo
De su abadía encarga
El cuidado, en el viaje
Que hace á la tierra santa;
A^'icai'io disoluto.
Que, infiel á su crianza,
Aijuello que es del pobre
Da al lujo, al juego y caza;
Abad por la supuesta
(Con letras que suplanta)
Muerte de quien le busca
Incógnito en su casa,
Y peregrino pide
Limosna, que no alcanza,
Cuando el abad profano
De manjares se sacia;
E instando el pobre, hostiga
Los perros, que le avanzan
Y hieren, en cuyo acto
MANRIQUE.
Gonzalo se declara,
Y acusando al ingi-ato,
Este al Santo maltrata
Con su cayado, y si osa
Descubrirse, amenaza.
Sea grande aquel portento,
Que de unas temerarias
Gentes á la grosera
Inteligencia adapta.
Pues siendo las censuras
Sólo pro])orcionadas
Para el alma del hombre.
Según ley ordinaria.
Como que en lo terrestre
Sola es capaz de gracia,
Y á comunión se admite
O de ella se separa;
A ciertos libertinos,
Que semejantes armas
Burlaban de la Iglesia,
Mueve, intimida y pasma,
(Juando á unos blancos panes
Fulmina las palaln-as,
Y azabache aparecen
Con súbita mudanza;
Bien que, porque en su ducüo
El daño no recaiga.
Agua lustral les vuelve
Su candidez primaria.
El puente es el compendio
De su mérito, basa
Su caridad, que evita
Del rio las desgracias.
Su humildad, su paciencia
También con él se labran;
Sus milagros los mismos
Artífices proclaman.
El suficiente vino
Y agua perenne saca
De una pieelra, en su auxilio
Herida con su vara;
Con la misma las ondas
Cimbre de pesca; carga
Sobre sus hombros peñas
Con fuerzas más que humanas;
Limosna pide á un procer
Que incomodarle traza,
Y á su esposa con breve
Cédula le despacha.
Va, y ella le despide;
Mas léese á su instancia
El papel, donde escritas
Tales razones halla :
(( A ése , para su puente.
Darás limosna tanta.
Cuanto hallares que sea
El peso de esta carta.»
El cumplimiento exige
Gonzalo, y necesaria
Fué cantidad notable
Para contra2:)esarla.
Hubo culpa en las líneas
De aquel papel , j nada
Mejor que la limosna
Hay para la balanza.
día 11 DE ENERO.
San Higinio, papa y mártir,
I Qué importa que Antonino,
A todo el miindo amable.
Con razón el renombre
De piadoso alcanzase;
Que mirase al vasallo
Cnn el amor de padre,
Moderado, benigno
Y á todas luces gi-ande;
Que contra los cristianos
Los edictos infames
No sostuviese, y de ellos
La defensa tomase;
Si el imperio, engafiado
De diabólico fraude,
Los creyó torpemente
Princii^io de sus males?
Por magos los tenía,
Sortílt'gos, capaces
De estremecer los polos
T suscitar los manes;
Contrarios á sus dioses,
Y á éstos intolerables.
Que por ellos enviaban
Tantas calamidades.
Fué la causa esta vana
Opiniv.n de tan gi-avc
Persecución, queriendo
La ira así aplacarles.
A la frente, en aquesta
Época lamentable,
El ateniense Higinio
Se pone del combate.
Sin dilación ocupa,
Por general dictamen,
La cátedra, que deja
Telesforo vacante.
Kcvestido del sumo
Sacerdotal carácter,
Ciudad fué sobre monte,
Que no pudo ocultarse.
En alto caudelero
Antorcha dominante.
La casa de Dios llena
De luces celestiales.
¡Cuan diferentes eran
Aquestas, cuan distantes
Estaban del incendio
De fuegos infernales!
No Higinio de Medea
Se tema que las artes
Ejerza, ni inliumauo
Sus hijos despedace;
Ni entonara espantosa
Canción abominable,
Con que los montes tiemblen ,
La luz del sol se empañe;
Ni en noche oscui'a , cuando
Dormido el orbe calle.
Extraerá de las yerbas
Los sucos eficaces.
Congregará á sus hijos,
Y en orden admirable
Constituirá que el clero
Por grados se separe.
En esos siete montes
Resonará incansable.
De un pastor parecida ,
Su voz al silbo amante.
Con ella, y á su abrigo.
Las ovejas errantes
Desfrutarán unida.s
Los pastos saludables.
Y si á un dragón horrible.
Terror de los mortales,
Adormeciere , haciendo
Inútiles sus fauces,
No será jjorque el monstruo
Eico tesoro guarde.
Por temor de que astutos
Robadores le asalten;
Sí por guardarle á costa
De su preciosa sangre.
Viendo al dragón astuto,
Que vela por robarle.
día 12 DE ENERO.
San Benita Abad, confesor.
¿Qué deserción, oh Marte,
Dios de la guerra dura.
Es con la que desmaya
Tu saña furibunda 1
Un oficial sin nota
HIMNODIA.
De vergonzosa fuga.
Con sus grados y honores
Tu profesión renuncia.
Del son del ronco parche
Huj-e, auncpio no le asusta;
Burla de tus trompetas
El eco, (¡ue no escucha.
En la táctica experto,
Intrépido en la lucha,
Primero en el peligro.
Temible en la bravura,
Norturaherland ahora,
Que de Biscop la cuna
Le vio adornar de nuevos
Laureles, que la ilustran;
Oxfivin, su real corte,
Toda Bretaña junta.
Que en tan gloriosa espada
Sus esperanzas funda;
Le ve que los arreos
De Palas se desnuda,
Y que á ellos sustituye
Monástica cogulla.
No del Estado olvida
Benito las fortunas,
Cuando al Dios verdadero
De las batallrts busca.
Conmoverá su brazo,
Porque su patria arguya
Que mejor en las aras
Que en las campañas triunfa.
Y para que en los fieles,
Que á su oración ayudan ,
Más devoto, elevado
Espíritu se infunda,
En las magnificencias
Del templo santo estudia,
Como exteriores cultos
Del Dios de las alturas.
Los mármoles acopia,
Los alabastros junta,
Y de Roma excelentes
Ai-tifices ajusta.
De Apeles los trabajos
Al temple y óleo sudan ,
Y en los vidrios inventa
Históricas pinturas.
Sagrados ornamentos
De dia y noche ocupan ,
En oro, plata y seda.
Lanzaderas y agujas.
Hábiles artesanos
Multiplicar no excusa,
Que las piedras engasten
Y los metales pulan.
Remedios celestiales
De Dios la casa escucha.
Allí jamas oidos,
De Orfeo en las dulzuras.
El gregoriano canto
Con religiosa industria
Al Támesis, del Tílier,
Hace que •se introduzca.
Oficios, ceremonias.
Que cela, amplia, encumbra.
Todo fervor respira.
Modestia y compostura.
Así ensalzar dispone
La Majestad augusta,
Y que sus alabanzas
Más dignamente suban.
Y asi en los dos Benitos,
Que hijo y padre se aunan,
PerJPécciona Inglaterra
Lo que establece Nursia.
o23
día 1.3 DE ENERO.
San Gumersindo , mártir.
Disputaban un tiempo.
Soberbios y empeñados ,
El cetro de los i-ios
Guadalquivir y Tajo.
Llamó de Acesta el hijo
Ijos vientos en amparo
Del primero, que es patü'o
Nutricio de sus partos.
Cibeles, que al segundo
Concede más espacio,
A éste accedió, y el ox"0
Franqueóle de su erario.
¡Qué altanero al certamen
Guadalquivir, qué ufano
Su origen y gloriosas
Antigüedades trajo!
Querer manifestaba,
A aquél que temerario
Contradecirle osara.
Ahogar entre sus brazos.
Ni omitía las sierras
Oróspedas, ingrato,
A cuyas venas debe
Su nacimiento claro;
Sus islas alegaba.
Sus apacibles llanos,
La célebre Tartesia
Y el Libistino lago;
Los pueblos que del tiempo
Cedieron al estrago,
Y los que subsistentes
Se eternizaban vanos;
Los héroes de su margen ,
De Céres j de Baco
Los dones , las tesoros
De Palas en el árbol;
De espíritu fogoso
Magníficos caballos.
Sus aguas, qu ■ enrojecen
A los vellones blancos.
Así el Bétis; mas luego
De las sierras bajando
De Molina, de piedras
Preciosas adornado,
El Tajo, y presumiendo
Con ruidrso aparato,
Bien de español Pactólo,
O Ganges castellano,
Se presenta; y «; quién, dice,
No reconoce el mando
Que yo ejerzo en los ríos
Desde Oriente hasta Ocaso?
))E1 imperial lo exprese
Emporio, que resguardo.
Semicírculo haciendo
Al pié, que undoso lavo.
))Mis álamos umbrosos
Contestan mis aplausos.
Mis ninfas, mis pastores.
Del ruiseñor el canto.
))Mis frescas praderías
Deleitan en verano.
Deleitan en otoño
Mis frutos sazonados.
))Por el centro de líspaña
Corro, y á entrambos lados
Riego ciudades, patrias
De ilustres soberanos.
«Con mis arenas de oro
Rica corona labro.
Cuando espiro, á los grandes
Monarcas lusitanos.»
Iba á seguir; y el Bétis
A un héroe en el teatro
Presenta lastimoso.
Del Abdcrramén tirano,
De Córdoba monarca;
Solicita que cuantos
Sigan á Cristo sean
Víctimas de su brazo.
Ministro Gumersindo
Del Señor, que en sus años
Primeros con sus padres
Vino del suelo patrio,
Con un virtuoso monje.
Siervo de Dios llamado,
De Abdcrramén despojo,
De Dios es holocausto.
Rinde al acero el cuello;
De la Verdad al campo
Conducen su cadáver
Devotos los cristianos.
En sus cenizas Bétis
De Tajo ha superado
Las arenas; ¿de donde
A Bétis honor tanto ?
Toledo fué su cuna;
Y el Tajo, avergonzado,
C'alló viendo que daba
Aimaa á su contrario.
DON' JOSÉ MARÍA VACA DE CUZMAX Y MANlMyUK.
día 14 DE ENERO.
Sati Hilarlo, ohiann.
Musa, oh tú, la que teng;xs
En el castalio coro
A cargo las pinturas
De aspectos horrorosos,
Expresen tus oscuros
La mia, y dime cómo
Triste noche pudieron
Et rnizar los polos.
Sonando en las cavernas,
Crujieron espantosos,
Su pavor indicaron
Los astros con embozos.
Opuestos y f ere ees
Luchan con silbo ronco
El Euro embravecido.
Desenfrenado el Noto.
Relámpagos dispensan
Sulfúrea luz , que el polvo
Ver hace en densos grupos
Subir al alto globo.
A los árboles falta
Resistencia en sus troncos;
Arráncanse los unos,
Dividense los otros.
Las aves, de la noche
Lucífugos abortos,
Más que nunca amedrentan
Con su graznido bronco.
Silba la sierpe fiera ,
Y con su cuerpo propio
Inútilmente azota
Al viento impetuoso.
La onza, de piel manchada.
Fulminando destrozos.
Sangrienta lid propone,
Y oivida sus cachorros.
Ruge el león soberbio,
Brama el toro valiente,
Se irrita el elefante
Y se embravece el oso.
Horrísonos los mares
Se erigen espumosos;
Y oscurecido el norte,
Se oculta á los pilotos.
Parece que la tierra,
ITcndida en su contorno,
Patentes ha hecho al mundo
Sus negros calabozos.
Las ovcjuelas balan
Con ecos lastimosos.
Que su dolor explican,
y claman por socorro.
1 Pobres ovejas! Pero
(Aquí el mayor asombro)
Muchos de los pastores
Se han convertido en lobos.
Hambrientos las devoran,
O á precipicios hondos
Las conducen por selvas
De pastos venenosos.
Preservan sus rediles
En tan fatal trastorno
Los buenos, y se eleva
Hilario sobre todos.
Tales fueron aquellos
Tiempos calamitosos.
En que de reino triple
Constancio ocupó el trono.
El corazón ganado
Teniendo de su esposo
Eusebia, arriana, gimen
Los dogmas ortodoxos.
Defiéndelos Hilario,
Aquel prelado heroico
De Poitiers, de la Iglesia
Lucero portentoso.
De Dios la causa sigue,
Atropellando estorbt;s,
Sin que jueces le aterren
Ni le intimiden solios.
Así de aquella noche
Vapor caliginoso
No le ciega, annque intente
Cubrir al orbe todo.
I Qué mucho, si ilumina
La Luz de luz sus ojos.
Que no hecha, si engendrada,
Propugna vigoroso ?
día 15 DE ENERO.
San Pallo, primer ermitaño.
Detente, pasajero.
Que con errantes plantas
Las asperezas corres
De la inferior Tebaida.
Mayor en un sepulcro
Maravilla repara
<íue aquella en que fué puesto
Mausolo, rey de Caria.
Ni las suntuosidades
De mármoles te atraigan
En treinta y seis columnas.
Más que la nieve blancas.
Ni las mensuras grandes
De fábrica elevada,
Ni el arte, que tan bella
Materia superaba.
Mira una piedra tosca,
Que sólo el tiempo labra;
Tu mente en ella lea,
Aunque epitafio falta.
No temas el asombro
Que encierra en las entrañas
Del monte; si te es dado,
Su pesadez levanta.
Mas espera; que un cuervo
Bate las negi-as alas,
Y en ella prodigioso,
Como en su centro, para.
Al ver qiie al esqueleto
Que la caverna guarda,
El pan de cada dia,
De parte de Dios, traiga,
Sabrás que todavía
El cuerpo con el alma
Vive, pues de otra suerte
Cadáver le juzgaras.
Al peso de los años
Sostiénese, agobiada,
Sobre cimiento débil
Su mole centenaria.
Árida piel ostenta
Su penitente cara,
Del temporal custrida
Y de la edad arada.
Los ojos escondidos.
Cana y prolija barba,
Eriíuido el cuello, toda
Su fábrica señala.
En esa cueva oscura,
Que vi\ pié de la montaiía
Es tumba de hombre vivo,
Tranquila vida pasa.
Boca inculta es la puerta
De la gi-osera sala,
Guijo es el pavimento,
Y risco la muralla.
De una palma hacen techo
Entretejidas ramas;
Ella le viste, y ella
Le rinde la vianda.
Este es Pablo, aquel grando
Del j'ermo patriarca ,
Que pobló cielo y tierra
De santos y de lauras.
Por él en los desiertos,
Siendo maestro y pauta,
Se han hecho familiares
Con la deidad las almas.
Por él contemplan y oran
En vida solitaria,
Y se oyen en las grutas
Divinas alabanzas.
Tiempo era en que el gozo
De su Señor entrara ,
Y lleno ya de dias,
A su mansión le llama.
Su espíritu ve Antonio
Subir en lumbre clara,
Que apóstoles, profetas
Y ángeles acompañan.
Su cuerpo arrodillado.
Sus manos levantadas,
Más que humano cadáver.
Parece viva estatua.
Domésticos leones
Su sepultura cavan ,
Y el manto de Atanasio
Le sirve de mortaja.
La túnica de Pablo,
De Antonio fué heredada;
Rindióla palma fértil.
Tejióla mano santa.
Piadoso el heredero
La guarda para usarla
En los solemnes dias,
Como preciosa alhaja.
De todo desprendióse
Pablo, y humildad tanta
No consintió dijesen
Que se llevó la palma.
DIA 16 DE ENERO.
San Marcelo, papa y mártir.
Ahora, qiie la tierra.
Escena que no vieron,
Representa á los siglos.
Asombraos, oh cielos.
Vuestros lucientes astros
Cubrid de opaco velo;
Ofusquen densas nieblas
La faz de los luceros.
I Para cuándo las iras?
I Por qué vapores densos
No suscitáis, que unidos
Formen nublado negro, -
Que por ardiente boca,
Avisos y escarmientos,
Publique al mundo en rayos.
Siendo la voz el trueno ?
O ¿por qué endurecidos
El día placentero
Dilatáis del anuncio
De tiempos más serenos,
Cuando señal sagi-ada
Aparezca, escribiendo
Brillantes caracteres ,
Líneas del vencimiento,
Y de monarca pío
Ponga el marcial denuedo
Límite á las cruehlades
Del bárbaro Magencio,
Cuya infeliz derrota
Admire á Roma, siendo
El Tibor sepultura,
Y el Milvio monumento?
Dejo aparte que al vivo
Retrate los perversos
Nerones, Domicianos,
Veros, Septimios, Decios;
Que de los dos crueles
Colegas del imperio
A su persona pase
El odio con el cetro,
Y presuma en sangiñcntas
Ondas de mar bermejo
Sumergir las reliquias
Del escogido pueblo.
Más desusada infamia
Proyecta, crimen nuevo
Propone á las edades;
Asombraos, oh cielos.
Sacrilego destina
A vil abarimiento
La sagrada persona
Del Vice-Dios , Marcelo.
Ultraja en ella, impío,
La cátedra de Pedro,
La religión ultraja,
Ultraja á Cristo mesmo.
Después de malogrados
Inútiles esfuerzos
De que la fe renuncie,
V dé al demonio inciensos;
Después que del azote
Despedazado el cuerpo
Se presenta del santo
Pontífice supremo,
Le manda, de la Iglesia
Dispuesto al vilipendio,
Cuidar de sus caballos;
Asombraos, oh cielos.
¿ Qué importa le disfrace
Del traje el desaseo.
Ni que así le destinen
A tan inmundo puesto?
Disipadores rayos
Descubre el sol en medio
De las nubes, y el oro
Sus brillos entre el cieno.
Los cielos, que asombrados
Le ven, al ministerio
Atento de las bestias,
Cuidar de sus arreos,
Después que en ellos more,
Verán al impío dueño
Morder, avasallado
De Constantino, el freno.
día 17 de eneeo.
San Antonio Abad.
Allá en la mustia orilla
Del rio que, inflamable.
Ardiendo en aguas con-e,
Corriendo en llamas ai'de,
País de horror, morada
De llanto interminable,
Región de las tinieblas
Y centro de los males.
Sonó alta voz un dia,
Si dia puede hallarse
Allí donde los tiempos
En noche eterna yacen.
Temblaron del oscuro
Reino los baluartes;
Conmoviéronse todos
Sus tristes habitantes.
Rindiendo la soberbia
Forzoso vasallaje,
Luzbel oyó el decreto,
Que juzga favorable. .
HIMNODIA.
Eu él se le permite
Que al Cenobiarca grande.
Paciente en los trabajos,
Egipcio Job maltrate.
No asi veloz la piedra
Que negra nube esparce.
Violenta se desprende.
Zumbando por los aires.
Sin que su impulso encuentre
Árbol que no desgaje.
Ni vid que no lastime,
Ni mies que no quebrante;
Como el común contrario.
Que lanzan los volcanes,
Con fieros estampidos
De sus cavernas sale.
Revestido de tantos
Espíritus parciales.
Cuantos tras él siguieron
Rebeldes estandartes.
Las venas penetrando
De la tierra, al paraje
Arriba donde Antonio
Espera sus crueldad' s.
Atorméntale á golpes
Hasta rendirle, y casi
De su vital aliento
Faltaron las señales.
Recobra los sentidos
Horas después; triunfante
Del enemigo, insiste
En sus austeros planes.
A Lucifer coartadas
Aquellas facultades.
Trama, maquina, ordena
Arbitrios de entibiarle.
De espectros puebla el viento,
Fantasmas formidables.
Visiones horrorosas.
Que á su valor espanten.
Escúchanse alaridos,
Feroces animales
Despedazarle indican
Con claros ademanes.
«Bien se conoce, Antonio
Les dice, sois cobardes,
Pues venis tantos contra
Un hombre miserable.
»En vano el duro techo
Solicitáis se aplane
De mi cueva; en Dios fio,
De todo he de burlarme.»
Dijo; y la cruz formando,
Les hace desamparen
Los aires, y confusos
Para el averno parten.
Al cielo alza la vista;
Despréndese radiante
Globo de luz; su aspecto
Presente el Señor hace.
«Jesús, mi amado dueño,
¿Dónde estabais durante
El tiempo, le pregunta.
De aquestas tempestades ?»
Sensible voz escucha,
Que así le satisface :
« Contigo, Antonio, estaba.
Mirando tu combate.
)>Y pues tan fiel has sido,
En mí hallarás constante
La protección, y siempre
Victorias he de darte.»
No ignoraba el atleta
Que en las ganadas antes,
Dios siempre le asistía,
Peleando por su parte.
Pero esta vez Antonio,
Cual satisfecho amante,
Por el gusto de oírlo,
Pregunta lo que sabe.
825
DIA 18 DE ENERO.
La Cátedra de san I'cdro tn Jtoina,
Cuando á la urna de Acuario
Se apresuraba Febo,
Y sobre el horizonte
Iba su luz subiendo;
Cuando estaba aún la tierra
Rendida al crudo iiiclo,
Y numeraba el dia
Décimooctavo Eiaro,
Ciiailragésinio cuarto
Año del Nacimiento
Del Señor, y segundo
De Claudio en el imperio;
Dcsjiues que del sagrado
Pontífice primero
La Cátedra á Antioquía
Honró por un septenio.
Entró en Roma el Apóstol
Para fijarla, siendo
La santidad su triunfo,
Y su aparato el celo,
Roma, de todo el mundo
Emi:)orio el más soberbio.
Del impío paganismo
Supersticioso asiento,
Ya de eternas verdades
Es testimonio cierto.
Es de la fe maestra.
De su unidad es centro.
No tan glorioso ha sido,
Que el establecimiento
De la romana gente
Fuese de tanto peso.
Que huya de Troya Eneas;
Que sufra contratiempos;
Que arribe á Italia, y fundo
En ella nuevos reinos;
Que de una loba fiera
Criados á los pechos.
Tiemble el mundo las iras
De Rómulo y de Remo;
Que gemela progenio
De Marte, dios guerrero.
El trono restablezca
De Numitor, su abuelo;
Que los sabinos queden
Por Rómulo deshechos.
Cuando vengar intentan
Forzados himeneos;
Que útil senado erija
Con justos reglamentos;
Que pueble el mar de naves,
De ejércitos el suelo;
A los celestes ceda
Todo blasón terreno :
Débil el edificio
Es, que destruye el tiempo.
Pedro es la piedra firme,
Que sirve de cimiento
A la Iglesia, que rompe
Las puertas del infierno.
Sobre las vanas piedras.
Que á simulacros yertos
De ara sirven, levanta
De la cruz el trofeo.
A honor del Uno y Trino
Se queman los inciensos,
Y el Cordero se inmola
Que abrió los siete sellos.
]{omanos invencibles,
Ahora decid, os ruego,
¿Cuál jefe os ha colmado
De lauros más excelsos ?
La leche de la loba
Triunfos perecederos
Os da; corona eterna
La sangre del Cordero.
326
DON JOSÉ MAKIA VxVCA DE GÜZMAN
día ly VE ENEUO.
San Canuto, rey.
Dinamarqués monarca,
Canuto esclarecido,
Modelo de virtudes
Y gloria de su siglo,
lYincipe tierno, apenas
Del bélico hiiKigrifü
Puide aíjitar lotí fuegos
ü reprimir los bríos,
Cuando su gran talento,
Con su valor unido,
Le hace de los daneses
Ejércitos caudillo.
Al punto que Cfigrimia
Su brazo acero lini])io.
Suyos eran los campos,
Las plazas y castillos.
I'or él se viú en aquellas
Costas del Norte frió
Purjíarsc de i>irata3
Neinuno cristalino.
Kcfrenó á Senibia y fueron
Los Estones vencidos,
Perversos criminales
De infames latrocinios.
No el reino le viú menos
Leal vasallo rendido,
Siendo de Heroldo hermano,
Que fué de Suenoo hijo.
Quisieron las virtudes
Probarle en su ejercicio,
Y primero obediente
Verle que obedecido.
Curlandia, Samogitia
Y Estonia el p.iganismo
Olvidan bajo el 3"ugo
De Canuto y de Cristo.
Cubierto de laureles,
No duerme en el benigno
lít. gazo que á su esfuerzo
La dulce paz previno;
Pues en él guerra nueva
Declara á los delitos.
Costumbres relajadas.
Desórdenes y vicios.
Los duques entonados.
En quienes vio, advertido,
Que la elación andaba
A par del fanatismo,
El justo freno sienten,
Y menos libertinos,
Observan de la Iglesia
Los reglamentos dignos.
Agota sus tesoros.
Del pobre en los alivios,
Y son sus fundaciones
De su piedad indicios.
Embelesado un dia
Al i)ié de un Crucifijo,
Prorumpe, desatando
De llanto tiernos rios :
«¿Qué es lo que ven mis ojíxsí
¿Dios pobre, el hombre rico?
¿Jesús por mí desnudo?
/ Yo ante Jesús vestido ?
))¿ Cómo en mi intento tardo ?
¡Oh dulce Jesús mió!
Ya á tus llagadas ])lanta3
La regia pompa rindo.»
Dice; y de las insignias
Se despoja, el designio
Mostrando de que aumente
La religión sus brillos.
Alza, oh tú de Judea
Pretor contemplativo.
Aunque estés en el centro
Del Erebo escondido;
Alza la torva vista:
Representada al vivo
Verás aquí la horrenda
Maldad de tu delirio.
Y no la causa leas
Que escribes por ludibrio;
Las púrpuras y reyes
Mira á los pies divinos.
Jlas si á Canuto quieres
Más dadivoso y lino.
Espera del aleve
Blacon al regicidio.
El corazón le busca;
Quizá hallarás escrito :
El Iltij de los cristianos,
Al Ileij de los judíos.
DIA 20 DB ENERO.
Strn Sebastian, míirtir.
Piéride sagrada.
Que á heroicos entusiasmos
Conduces las cadencias
De los sublimes cantos.
Acuérdame los triunfos
Del cai)itan romano
Que bañó en luz divina
Al étnico palacio.
La religión de Cristo
La guardia h;i penetrado
Con que su real persona
Defiende Diocleciano.
Sebastian , más que nunca
Cumpliendo con su cargo.
No sólo está la vida
Del dueño custodiando.
Mas también á discursos,
No menos que á milagros,
Convenciéndole, intenta
Ponerle el alma en salvo.
Mas ¡ay! que no le escuchas,
Oh César, ¡desdichado
De tí! ¡Por él felices
Tus dóciles vasallos!
Ya Marcia y Tranquilino,
Que en el invierno cano
De su vejez detestan
Errores temerarios.
Sus nueras y sus nietos,
Nicóstrato, Cromacio,
Su familia, y tras ella
Setecientos esclavos.
De la cárcel alcaide
Maravillado Claudio,
Sesenta j cuatro presos
En ella de su cargo,
Por Sebastian, del cielo
Son frutos sazonados,
El agua que reciben
Rojo licor tornando.
Por él la idolatría
Dejando su teatro.
Con pasos presurosos
Camina hacia su ocaso.
Segunda vez Saturno
Por él es desterrado,
Fuego se vuelve Jove,
Monstruo Pluton tartáreo.
Fué Sebastian la aurora
De aquellos dias clai'os
En que el romano imperio
Volvió de su letargo,
Y en que la Iglesia santa,
De la piedad en brazos.
Fué de las diez deshechas
Tormentas respirando.
El rebaño escogido
En tanto crece, al paso
Que más en él se ceban
Los lobos inhumanos.
I Qué mucho que á las iras
Del imperial mandato
Se expongan los alientos
Del Defensor más bravo ?
Y MANRIQUE.
¿Y qué mucho supere,
De Dios en el amparo,
De rígidas saetas
Densísimo nublado ?
¿Qué mucho diga, herido
De sujieriores dardos :
« ¿ Para qué tanta Hecha ,
O para ((ué arpón tanto ?»
Desnudo se presenta
Cupido en aquel campo,
Mas contra sí revoca
La dirección del arco.
Su dura fortaleza
Desaire fué del árbol,
Feliz por otra parte.
Que logi-a su contacto.
Y así , para el acierto
No discurráis, soldados :
Siempre daréis en tronco.
Aunque apuntéis al blanco.
día 21 DE ENERO.
Santa Inés, virgen y mártir.
Inés , de la hermosura
Más singular portento
Que Elena, amor de Páris,
Liicrecia, imán de Sexto,
Contaba en sus abriles
Tercero lustro tierno.
Siendo á sus comi^atriotas
Romanos embeleso.
Procopio, gentil joven,
Por hijo del prefecto.
Juzgó envidia de muchos
Su venturoso empleo.
De enamorado loco
Arde en sus ojos bellos,
Y de lograr su mano
No desperdicia medio.
Las dádivas, billetes,
Nuncios, amigos, deudos,
La aceptación buscando.
Encuentran el desprecio.
Rechazadas las tropas
Auxiliares, resuelto,
Nueva lid al contrario
Propone cuerpo á cuerpo.
Pero de sus mejillas
La heroína tiñendo
Con vetas de escarlata.
Copos de nieve tersos,
«Aparta, dice, incauto;
No dudes que á mi pecho
No labra tu porfía,
Prendado de otro dueño.
))Fe y palabra de esposo
Me ha dado, de gran precio
Joyas también, y anillo
Nupcial puso en mi dedo.
))De finas margaritas
Enriqueció mi cuello;
Dejó, por adornarme,
De oro al Ofir sediento.
))Su fragrancia , á que ceden
Los bálsamos sábeos ,
Me hacen correr al suave
Clor de sus ungüentos.
)>Sus órdenes escucha
El sol, á sus preceptos
Calla la luna, y tiemblan
Su voz los elementos.
))Ya el tálamo prepara,
Adórnanle sus siervos;
Sus esclavas gozosas
Me salen al encuentro.»
Corrido el joven parte,
Y al rival inquiriendo
Su padre, le descubren
Los laljios lisonjeros.
Del desposorio santo,
<jue llama devaneo,
áinft-onio, juez, la arguj-e,
V aclmü-ala suspenso.
Que á Yesta sacrifique
Pretende, y en defecto,
Que en lupanar infame
Desdore a sus abuelos.
La quitan los vestidos,
Clama la Santa, y luego
Dios , para que la cubra ,
Prolonga su cabello.
A la sentina inmunda
La conducen , y el cielo
La viste blanca ropa,
De su pureza premio.
Procopio allí la busca
Con torpe desenfreno;
Mas Lucifer le quita
Los últimos alientos.
Sinfrcnio, infeliz padre,
A tanto desconsuelo.
De Inés sólo en la gracia
Procura hallar remedio.
Ora Inés, y Procopio
Vuelve á la vida, haciendo
Confesión de que Cristo
Solo es Dios verdadero.
Irrítansc al prodigio
Ministros y agoreros;
Maga la creen, y tanto
Teme Sinfronio al pueblo.
Que á Aspasio, su vicai'io,
Comete aquel proceso;
Quien de una hoguera intenta
Que muera en los incentlios.
Mas Dios, que el mortal golpe
Reservaba al acero.
En medio de las llamas
Deja á su cuerpo ileso.
¡ Oh en Inés y Procopio
Cuan diferentes fuegos!
No ofenden los de Aspasio,
Y matan los de Yénus,
día 22 DE ENERO.
San Vicente, mártir.
Tiemble la débil pluma,
Que en describir se engolfa
Los más dificultosos
Caminos de la gloria.
Sendas de horror, y sendas
Para el valor más propias,
Que abrigan por carácter
Las almas españolas.
Vicente valeroso.
De la nación antorcha,
Poderoso en palabras,
Como eficaz en obras,
A tantos asombrosos
Como el rigor apronta,
O la barbarie, inventos,
Intrépido se aiToja.
Por estas asperezas
Con prisa prodigiosa
Camina la invencible
Constancia más heroica.
No, aunque me acompaiiára
La voz de horrenda trompa,
Y agotara los claros
Eaiidales de Beocia,
Bien explicar pudiera
Las sañas vengadoras.
Que las siembran crueles.
Las cubren espantosas.
La máquina estremece
En donde al cuerpo postran;
Van á saltar los miembros.
Los nervios se lo estorban.
Paréceme que escucho
Fiero crujir, que forman,
HIMNODL\.
De la catasta al juego.
Los huesos, que disloca.
I Con qué furor los garfios
Y uñas de hierro broncas.
Descoyuntadas carnes
Desgarran y destrozan!
Asoman las entrañas
Por brechas dolorosas;
Parece que mis ojos
Lo están mirando, y lloran.
El ánimo se aterra
Trayendo á hx memoria
De ios ardientes hierros
La cama abrasadora;
Parrillas, cuyos filos.
De aguda sierra en forma,
Hacen que á todo el suelo
Cubran lagunas rojas.
Planchas, por una parle.
Tuestan la carne toda,
Y la grasa el brasero
Den-ite por la otra.
Sal aplica á las llagas
La cólera rabiosa
De verdugos, que fieros,
Violencia no perdonan.
¿Adonde tus cenizas
Están, Vicente, ahora?
¿Vives ? i Cómo del cuerpo
Aun te ha quedado sombra?
Daciano, vil Daciano,
Rayo que airada forja.
Para probar de España
Las resistencias, Roma,
Después que tu perfidia,
De tanto mal autora.
Ha horrorizado aquesas
Esferas luminosas,
¿Qué máximas concibes?
¿ Qué nuevo plan adoptas ?
/ Quién te influyó, ó qué ideas
Tu espíritu trasportan ?
De atormentar rendido,
Ordenas se disponga
Blando lecho, que expida
Suavísimos aromas.
En el cual reclinada
Del Santo la persona.
No reste á los sentidos
Que apetecer lisonja.
¿ Desesperas ? ¿ Intentas
Con artes cavilosas
Pervertirle ó cebarte,
Si nuevo vigor cobra?
Ya milagrosamente
Aquellas carnes rotas
Tornado Dios había
Sanas, tersas y hermosas;
Y ve llevarle en triunfo
Valencia populosa;
Mas (¡oh prodigio!) espira
Luego que el lecho toca.
Es propio de los justos
(Tirano, ¿qué te asombra?)
Que vivan entre espinas
Y mueran entre rosas.
m
día 23 DE ENERO.
San Ildefonso, arzohisjw de Toledo.
Hay del Tajo á la margen
Una ciudad antigua.
Obelisco que al cielo
Parece que se empina.
Metrópoli soberbia.
De los monarcas silla,
Que en otros tiempos fueron
Terror de la morisma.
En cuj-os nobles hijos
Esñierzan á porfía ,
Belona sus sudores.
Minerva sus vigilias
De los cuales ¡oh cuántas
Yo alabanzas diria,
A no estar, como en propios
Labios, envilecidas!
Allí entre todos ellos
Descuella y se sublima
El ínclito renuevo
De Esteban y Lucía.
Bien España, aun el mundo
Pregona, solemniza
Las glorias de Ildefonso,
De Toledo las dichas.
Antorcha que temprana,
Porque con luces vivas
Ilumine á la Hespeí ia,
Supo encender Sevilla.
Espejo de prelados.
En que atentos se miran.
Inagotable ¡lozo
De superior doctrina.
Para cuyos escritos
Dijera determinan
Dar el papel los ciclos,
Los ángeles la tinta.
Mas callaré, y Helvidio
Y Joviniano digan
Su elogio, convencidos
Del sabio antagonista.
Aquestos, que la intacta,
Con plumas atrevidas.
Virginidad perpetua
Negaron de María,
Guardaban en sus yertaa
Heréticas cenizas,
De aquel error proscripto
Pavesas escondidas.
Y .arrojando á la España
Sus perniciosas chisjias.
De la infestada Galia
Las góticas provincias,
Tres blasfemos en ella
Que prendan solicitan;
Mas de Ildefonso huj'endo,
Sin fruto se- retiran.
La Emperatriz del cielo
Tan inocente vida
Premia, y tales costumbres,
Y su defensa misma.
Al íntegro prelado
Así lo significa.
De ángeles escoltada,
De vírgenes servida.
A la visión postrado.
Recibe de rodillas
Sagrada vestidura.
Que lleve al ara limpia.
En ocasión que Alcídea
Sacrificar quería.
Le viste fatal ropa
La incauta Deyanira,
Y el infeliz, lanzando
Mortales agonías,
Sj abrasa en vivo fuego
Y el sacrificio olvida.
, María viste á Alfonso;
Este en llamas divinas
Arde, y al sacrificio
Procede más aprisa.
día 24 di;, enero.
Nuestra ScTwra de la Pai
Después que don Alfonso,
De aqueste nombre el Sexto,
Emperador de Esj)aña,
Terror del agareno.
Cargado de despojos.
Restituyó á Toledo
A la fe y la obediencia
De sus antiguos dueños;
3iS
Entre tanto que ausente
De Lcon en el reino
Le tienen los afanes,
Dnra j>cníiion del cetro,
La íleina y Arzobispo,
Con indiscreto celo.
No rolriían dcí monai-ca
Faltar á los conciertos.
La jjriiicipal if;Ksia
Oía, en fuerza de ellos,
Dictados á los moros
Del Alot)r;ln preceptos.
AsíUtanla con armas,
Purificanla, y luego
Las aras y las cruces
Erifien por trofeo.
Católico primado,
Deja sistemas nucTO?;
■•ío temas que A la misa
Falten hipar y tiempo.
La dominante torre,
A todos sorprendiendo,
Lo Lace 8al>er con nueva
Voz de metal al i>ueblo.
Cual suelo chispa dóbil
En soca mies incendios
Levantar, avivada
Del Abrciío violento;
Los animes alarbea
Asi se enanlecicron,
Vulneradas las Icj'es
Del juramento regio.
De Sahagun parte Alfonso.
Con la noticia ciego,
Y á su venganza siglos
Parecen los momentos.
Toledo se conmueve,
Y en triste luto envueltos,
Sus proceres Immildes
Le salen al encuentro.
En tropas los vecinos.
En procision el clero,
Para inii)lorar eleniencia
Muistran lloroso aspecto.
Su angustia el pueblo pinta,
Sacerdotes gimiendo,
Vírgenes sin aliño,
Y él de amargura opresn.
¿ Qué más? UiTaca misma,
La princesa, embeleso
En quien los reales ojos
Su padre tiene puestos,
Con lágrimas los suyos ,
De ceniza cubriendo
Su cabeza y vestida
Del saco más grosero.
De Constanza y Bernardo
Pide el perdón; mas fueron
Inútiles clamores.
Estériles esfuerzos.
Entonces Dios, que ampara
De modos tan diversos.
Su corazón suaviza
Por imprevisto medio.
Magán, vecina aldea.
Vio á los contraíaos mesmos
Iiitereeder, á Cristo
Su casa devolviendo.
Descubre entr'; las nubes
Su semblante risueño
La dulceí paz, y á Alfonso
Entrega el caduceo.
La jiaz, aquella misma
Que á Claudio en otros tiempos
Debió, testigo Koma,
El templo más soberbio.
Los reos infractores
De aquel error absueltos.
Es t- do regocijos
Kl toledano suelo.
El templo, á que aspiraban
Lo8 moros dcscontent- s ,
DON JOSÉ MAIÍÍA VACA DE GUZMAN Y
Hace que al Señor suban
Pacíficos inciensos.
Y allí á la intacta Madre,
De quien su paz sin precio
Nos dio y dejó, se ensalza
Con anual recuerdo.
Templo á la )iaz ofrece
Claudio con real esmero,
Y Alfonso por Jlaria
Ofrece paz al templo.
día 25 DE ENERO.
Za conrcríiio?i de San Pablo,
Saulo multij)licando
Contra los que hostigaba
Discípulos de Cristo,
Mortales amenazas,
Pidió al gran sacerdote
Para Damasco cartas.
En que á la Sinagoga
Su comisión mostrara,
Por la que aprisionados
A los fieles, si hallaba
Algunos, á la altiva
Jerusalen 11 vara.
Viajando le acontece
Que del ciclo instantánea
Luz le rod a', cuando
Damasco cerca estaba.
Y cayendo en la tierra.
Oye que así le hablan :
Saulo, Sanio, ¿á qué efecto
Me ]}ersigucs y agrarias'.^
«¿Quién eres. Señor? dice. —
Yo soy Jesús, le explana,
Contra quien tú suscitas
Persecuciones tantas.
))Es aquésa que alientas,
Empresa temeraria;
Que al aguijón punzante
En vano el pié maltrata.»
Acobardado tiembla,
Temeroso se pasma;
«Señor, ¿qué es lo que quieres
Que yo ejecute? exclama. —
))Levántate, responde
El Señor; haz tu entrada
En la ciudad; en ella
Sabrás lo que es bien hagas.»
Asombrados los otros
Están, que le acompañan;
No ven persona alguna,
Y escuchan la voz clara.
Saulo obediente entonces
Del suelo se levanta,
Y aunque los ojos abre.
Les es la luz negada.
De la mano le llevan
A Damasco, y entabla
No beber en tres dias
Y no gustar vianda.
Entra á verle Ananías,
Que prevenido estaba,
Y aquesto, al imponerle
Las manos, le declara :
(( Jesús , el Señor mismo
Que cuando caminabas
Te apareció, me envia,
Saulo hermano, á esta casa.
»E1 fin es que recibas
Las luces que te faltan,
Y el Espíritu Santo
Te llene de su gracia.»
Al punto de sus ojos
Cayeron como escamas;
Cobra vista, y renace
Del bautismo en las aguas.
¡Oh mil veces felice
Caida! Tu eficacia,
De un lobo carnicero
MANRIQUE.
Hace una oveja mansa.
Ya nueva fortaleza
Es la que en Saulo se halla.
Aquella que acrisolan
Trabajos y desgracias.
\engan ahora infortunios,
E.\plí(i nenie su saña,
Los rios á creciente?.
Los mares á borrascas.
La desnudez, sed y hambre
Sienta, y en sus csiialdas
Descarguen cruel azote
Los nervios y las varas.
La pobreza le oprima.
Moléstenle en su estancia
Cárceles, lluevan picilras
Y truenen bofetadas.
En medio de estas penas
El cielo le regala,
Y hasta el tercero de ellos
El Hacedor le exalta.
Todo ( s fruto de aqiaclla
Caida afortunada;
Fué siempre de los astros
La humillación escala.
Por eso Dios, de Saulo
Postrando la arrogancia,
Antes le abate al suelo
Que al cielo le arrebata.
día 26 de ElíEEO.
Sa7i Püllcarpo,
Eesuene por los aires
Esta, que á Pátmos llega,
De Juan á los oidos
Voz como de trompeta :
«Al ángel que de Esmírna
La Iglesia rige, muestra
Mi mente por escrito,
Y di de esta manera :
«Esto dice el primero
Y último, el que en la tierra
Padeció muerte y vive :
Tu angustia sé y pobreza.
«Eres, no obstante, rico,
Y sufres las blasfemias
De aquellos que, sin serlo,
Se llaman de Judea.
»De Satanás componejí
La sinagoga adversa;
Pero no te acobarden
Trabajos que te esperan.
»A muchos de vosotros
Veréis que el diablo arresta
Por tentaros, durando
Diez dias vuestras penas.
»Sé fiel hasta la muerte,
Y de mi mano mesma
Eecibirás corona
De vida duradera.
»Aquel]o, pues, escuche
El que sentido tenga.
Que el Espíritu Santo
Propone á las iglesias;
»Todo aciuel quj esforzado
Venciere en la pelea,
De la segunda muerte
Dichoso se preserva.»
Su anuncio Policarpo,
Ángel de Esmirna, Ikna;
Gentiles le persiguen.
Judíos le molestan.
Excita Marco Aurelio
Persecución sangrienta,
Porque la grey cristiana
Sus númenes detesta.
Por orden del Procónsul
Echado'B á las fieras,
Esmirna vio á los doce
Héroee de Filadelfi».
Como los fortalece
De este ángel la presencia,
Se oye á la plebe infame
Clamar por su cabeza.
Ya en el anfiteatro,
Su religión confiesa,
Y grita el gentil pueblo
Que allí quemado muera.
Viúse tumultuario
Juntar porción de leña,
Y colocarle en medio
De abrasadora hoguera:
Mas las llamas, no sólo
Piadosas le respetan,
Porque á Esmirna á prodigio";
No Babilonia venza;
Sino que al punto en forma
De bóveda se elevan ,
Brillando resplandores
De rayos , que le cercan.
Despiden juntamente
Fragancia, cual si en ellas
Inciensos se quemaran
De aquella pura ofrenda.
Con una espada entonces
El cuerpo le atraviesan,
Y extingue aquel incendio
La sangre, que le riega.
Como diciendo á tiempo
Que sale por las brechas :
« Superfina es ésta cuando
Le llevó á luz eterna.))
día 27 DE EXEKO.
San Juan Crisóstomo, oiisjw.
¿Qué es lo que ves, Hesichio,
Yaron maravilloso,
Que habitas de Antioquía
Los ásperos c ntornos ?
■ Qué visión portentosa,
Qué celestial coloquio.
De tu oración ferviente
Te ofrecen los arrobos?
A un compañero encuentras
Divinizado en otros,
Volviendo al elocuente
Crisóstomo tus ojos.
El jefe de los doce
Y el predilecto Apóstol
Le muestran apacibles
Sus venerables rostros.
Dos misteriosas llaves
Pedro le da en apoj'O
Del cargo que algún dia
Tendrá sobre sus hombros,
.Juan le presenta un libro,
Con cuyas líneas pronto
De las Sagradas Letras
Descubra los tesoros.
Crisóstomo se postra,
Humilde, como absorto;
Créese indigno de aquellas
Promesas, ruboroso.
Hizo en su desempeño
La predicción notorio
Que el cielo no es falible,
Como en la tierra somos.
Severo sin extremo
Que toque en rigoroso,
Indulgente sin nota
De adulador al trono.
De las llaves defiende
Los fueros, sin que el odio
De Eudoxia le intimide.
Ni le acobarde Eutropio.
De Boca de Oro el nombre,
Leido el libro, más propio
Le fué que cuando Atenas
IiC oía con asombro.
Díganlo las iglesias
HIMNODIA.
De Asia, Tracia y el Ponto,
Pendientes de su labio
Científico y celoso.
Los discípulos de Arrio,
Los del secuaz Eunomio,
Que asi santo convierte
Como convence docto;
Montañistas, que vedan
Segundos desposorios,
Y á comunión al frágil
No admiten, rigorosos;
Los que en el Paracleto,
Siguiendo á Macedonio,
Sacrilego practican
De la deicfad despojo;
Marcionistas, que niegan
Que del humano polvo
Han de tornar los miembros
A sus lugares propios;
Paganos, que tributan
Inciensos al demonio;
Todos se rinden á esto
Lenguaje poderoso.
Con boca de oro prueba
Que hay una Iglesia sólo,
Y que la piedra es Cristo
Del edificio todo.
Si el oro con la piedra
Se prueba, de otro modo
En Juan la piedra vemos
Probarse con el oro.
DIA 28 DE ENEBO,
San Julián, obispo de Cuenca.
Aquel hombre admirable,
En quien parece dieron
Los cielos á infelices
Universal remedio,
Amparo de viudas,
De huérfanos consuelo,
Salud de los dolientes
Y lumbre de los ciegos;
Julián, de Cuenca obispo,
De caridad modelo.
Que apura los raudales
De esta virtud inmensos,
Es el varón dichoso.
Que en el acatamiento
Fué del Señor hallado
Su inmaculado siervo;
El que jamas del oro
Siguió los embelesos.
Ni esperó en los nocivos
Tesoros y dineros;
Y de cuyas limosnas
Serán en todo tiempo
Los justos congregados
Gloriosos pregoneros.
Felices españoles,
¿Qué á Dios retribuiremos
Por Julián, en quien cifra
Los beneficios nuestros ?
A la España han servido,
Por términos opuestos,
Rodrigos y Julianes
De antidoto y veneno.
Gózate, antigua Burgos,
Más que en tus privilegios.
En que dichosa cuna
Has sido de los buenos.
Tu capitán, tu obispo
Conquistan tierra y cielo,
Que hacen perder á España
Los de sus nombres mesmos.
No importa que mi numen
Proponga al pensamiento
Del godo rey Rodrigo
Tri.stísimos recuerdos.
Ni de un Julián traiciones,
Cuyo despique horrendo
329
Introdujo en la Iberia
Las almas del averno.
Festivo la noticia
Lleva Arlenzon al Duero
De una invencible espada,
De un báculo supremo.
Los triunfos que consiguen
La religión y el reino.
Las lágrimas enjugan
De aquellos contratiempos,
Rodrigo, Cid famoso,
A Bucar, que ha depuesto
Del trono, j' á él aspira.
Vence después de muerto.
Si en medio de las tropas
A otros caudillos vemos,
Cadáveres vencidos,
Cadáver á él venciendo,
Julián sale prelado
Al mundo, y desde luego
Le ve admirado el mundo
Cumplir su ministerio.
Pues al nacer, su mano,
Señal de cruz haciendo.
Dio bendición á cuantos
Presentes estuvieron.
Que si previstos de otros
Los méritos han hecho
Oue ellos nazcan benditos,
El nace bendiciendo.
día 29 DE ENERO.
San Pi-ancisco de Sales.
Mortales iracundos.
De condición terrible.
Cuyo pecho no encu ntra
Rencor que no vomite;
Hombres, cuya soberbia
Con Lucifer compite.
Fantasmas olvidados
Del primordial origen;
De Jesús, oh altantros,
Aprended, si (S posible,
Que es manso y juntamente
De corazón humilde;
O buscad en la tierra
Al que por El se mide,
A un corazón que en dulces
Piedades se derrite.
Porque á Saboya, al mundo
Tanto bi; n anticipe.
Da un septimestre infante
Francisca, de años quince.
Crece, y un amoroso
Carácter le distingue;
La humildad y blandura
Siemj)re á su lado asisten,
Dispues que al penitente
La contrición imprime.
Saca un lienzo, que enjugue
Los llantos que destile.
Al ciego, de la mano,
Y al que su mal impide
Andar, en brazos lleva
Al celestial convite.
Después de absu' Ito, al pobre,
Porque su pena alivie.
Socorre con monedas.
Según su clase exige.
Entra en Tonon vertiendo
Verdades infalibles,
Donde al protestantismo
Espera á rostro firní''.
Desprecia los insultos,
Los oprobrios permite.
Las befas é irrisiones
De los herejes viles.
Asesinos le asaltan ,
Y á su mirar sensible.
Se vuelven de improviso
33U
Domésticos los tipes.
Dios decretó, piadoso,
Que los principios tristes
De su misión tuviesen
Loa más alejares fines.
Habla, convence, mueve;
Óyenlc, y no resisten;
Del país los sentimientos
Católicos reviven.
Ger, Ternier, O aillard vuelven
A la I^'lcsia, felices;
A su ejt niplo y discursos
Todo el Chablais se iñnde.
Beza, ¿qué más? el impío
Beza, aquel infelicc,
t'apaz de convencerse,
Mas no de arrei)entirsc,
Paréntesis haciendo
Su dureza al oírle,
Que asomen á los ojos
Sus lá^^rimas permite.
La gian sabiduría
De Francisco, decidme,
tQué auxiliares refuerzos
lleva para t stas lides .'
Jlas, ;para qué evidcnciaa
Pregunto? Ya lo dije :
La humildad y blandura
Siempre á su lado asisten.
Iracundos, soberbios,
¿Pensáis que atribuirse
Debe al temperamento
De aquel varón insigne?
No á la naturaleza,
Dad á la gracia el timbre,
Propicia á quien su genio
Colérico reprime.
Tal era el de Francisco;
Reparad, al abrirle.
Su hiél petrificada,
Que en trozos se divide.
Por el contrario, entero
(T esperad qne aun palpite).
Por más que pasen años.
Su corazón subsiste.
Así parece, cuando
Genio y virtud compiten,
Que estando vivo muere,
Y estando muerto vive.
DON JOSÉ MARÍA VACA DE OUZMAN Y MANRIQUE.
día 30 DE EXEEO.
Santa Martina, virgen y mártir.
Martina, ilustre rama
De consular progenie.
Admiración de Roma
Y honor del sexo débil,
Nacida para espanto
De las tartáreas huestes.
Que á veces los resortes
De muda estatua mueven,
Se presenta animosa
Ante gentiles jueces,
Su religión confiesa,
Y no el enojo teme.
Al templo la conduceii
De Apolo, por si ])ueden
Lograr C|ue intimidada
Al falso dios inciense.
Apenas se descubre
La fábrica, y ferviente
Jlartina al Señor ruega
Que su poder ostente.
Oyóla Dios, y al punto
La tierra se estremece.
Crujiendo formidables
Los subterráneos ejes.
Rechina el Capitolio,
Contúrbanse los siete
Montes, y al aire azotan
Los altos chapiteles.
De la deidad el templo
Por partes se desprende,
Y la estatua en menudos
Fragmentos se convierte.
Al demonio, que en ella
Moraba, «Tú me expeles
(Se oyó decir), Martina,
De esta mansión perenne.
))Mi engaño, oh de Dios sicrva,
Al alto ¡loder cede.
Que á aijueste imperio tanta
Calamidad previene.»
Efectos de la magia
Tales prodigios creen;
Azótanla, y su rostro
Desgarran hierros crueles.
Los verdugos á tantos
Portentos se convencen ,
Y en mártires los trueca
Su venturosa suerte.
Mandan que de Martina
Las carnes alimenten
A las bestias, y acabe
Con dolorosa muerte,
Al catábalo luego
La arrojan, y corteses
Los brutos más feroces.
Su natural desmienten.
La halaga el león, y encuentran
Leopardos y lebreles
Sin facultad la garra.
Sin ejercicio el diente.
El Senado, vei'tiendo
Coraje, se encruelece,
Sin que las raaravillas
Le sorprendan ó templen.
Contra su tierna vida
Voraz hoguera encienden,
Y apáganla las nubes,
Que espesa lluvia vierten.
En tanto las heridas
De Martina enriquecen
La tierra con copiosa
Dulce efusión de leche.
No la nocturna faja
Su candidez pondere,
Que forman de los astros
Unidas brillanteces;
Néctar que vierte Juno,
Por cuya senda emprenden
Su camino al Ton ante
Los dioses obedientes,
Cuando dispone el cielo
Que Slartina franquee
Raudal , que al solio excelso
Conduzca invictos héroes.
Así fué; porque en muchos
Paganos, que lo advierten,
No encuentran resistencia
Prodigios tan patentes.
De Cristo la romana
Discípula valiente
Confunde las quimeras
Que el gentilismo ofrece.
Imita á su Maestro
Con su favor; conteste
Esta verdad Apolo,
Aunque al pagano pese;
Pues cuando Cristo nace,
En Délfos enmudece,
Y se destruye en Roma
Cuando Martina muere.
día 31 DE ENERO.
San Pedro Nolasco, fundador.
Canten otros los hechos
Que en sus años mayores
Graduaron á Nolasco
De admiración del orbe;
Aquel orar continuo,
Y hallarse en los loores
Del templo largas horas
Del dia y de la noche;
Aquel fervor y llanto
Con que en las tentaciones.
Confiado imploraba
Del cielo los favores;
Aquel constituirse
Padre, que reconocen
Los pobres, que le llevan
Los Í)ienes y atenciones.
Aquella dul^x> idea
De soledad , que entonces
De Monserrate mudos
Desiertos le proponen;
Cuando el Señor, queriendo
Hacerle ver, dispone
Por tan diversos rumbos
Eternizar su nombre,
Ciudad le representa
De puertas mil, por donde
Percibe entrar personas
De todas condiciones.
Y aquesta voz divina
Distintamente oye :
En casa de m\ Padre
Son m 11 chas las mansiones.
Heroica trompa animen,
Y al lado de Monforto
IjC pinten levantando
Católicos pendones.
En donde de María
Viendo la imagen , corre
La fiera muerte el campo
Del albigense indócil.
Su caridad publiquen
Los mármoles y bronces
Con que redime, y queda
Por otros en prisiones.
Yo... Pero intento es vano
Que su puericia elogie;
Apenas mis encomios
Serán admiraciones.
Si de un varón no ha osado
Cantar mi numen torpe.
De un niño me arrebatan
Los singulares dotes.
Nace profetizado
El hijo de oraciones,
Y al bello rostro cercan
Divinos resplandores.
Los ángeles del cielo
Con músicas acordes
Motivan en el aire
Sonoras impresiones.
Preséntale Teodora
En la Iglesia; que oren
Por la gran Hostia quiere
Decir el sacerdote,
Y dice ; « Aqueste niño
Grande ante Dios se expone;
Defensa de la Iglesia,
Consuelo de los pobres.»
Dormido está en la cuna,
De Julio en los calores,
Y un enjambre en su mano
Panal sabroso pone;
Deja el materno pecho,
Y llora si conoce
Que al pobre se despide ,
Que no se le socorre.
Va el pobre por la calle,
Y se le llama á voces
Para acallar á Pedro,
Que no en sus brazos llore.
¡Oh cuántas veces, cuántas,
Su tierna mano coge,
Y'al pobre da los dijes,
Que no quiere le adornen.
Hable Pedro Duacense,
Y de este francés noble,
Cuanto ha de dai- anuncie.
Fruto á los españoles.
Y si el león generoso
Por la uña se conoce,
Las glorias de tal niño
Dirán quién fué tal hombre.
día 1." DE FEBRERO,
San Ignacio , obisjjo y mártir.
Lejos de mi este dia
Elogios forasteros,
Cuando el amor del grande
Teóforo celebro.
Forme su elogio él mismo,
Poniendo manifiv-sto
Aquel ardor divino
Que le consume dentro.
Desembarcado Ignacio
En Esmirna, cumpliendo
Con su martirio en Roma,
Del César los decretos,
Encuentra á varios fieles,
Que á ella deben primero
Llegar, y á los romanos
Escribe así con ellos :
«A todas las iglesias
Digo que alegi'e muero
Por Cristo, si vosotros
No lo impedís, cual temo.
))No mis dichas estorbe
Vuestra piedad, os ruego;
Las bestias, que me aguardan,
Despedacen mi cuei-po,
))Es este sacrificio
El bien mayor que espero;
La victima está pronta,
Y está el altar dispuesto.
»Dejad que pasto sea
De los leones fieros;
Porque de Dios soy trigo,
Y ser molido debo.
))Que el vientre de las fieras
Sea mi sepulcro quiero.
Sin que del cuerpo aun queden
Levísimos ñ'agmentos.
))Que de feroces bestias
Es mi acompañamiento.
Desde Siria hasta Roma,
Decir con verdad puedo;
«Porque entre diez leopardos
Camino atado y preso.
Que peor me tratan , mientras
Mejor se hace con ellos.
))Pero feliz me llamo,
Que por Jesús padezco;
Quiera El que halle á mi arribo
Prontas las fieras luego.
))Que acaso no me embistan
Es lo que más recelo.
Cual del Señor con otros
Discípnilos han hecho.
))Yo irritaré á los brutos
Si remisos los veo;
Sé muy bien, perdonadme,
Que me conviene aquesto.
))Sí; intrépido lo digo;
Amo á Jesús; no anhelo
Por los caducos bienes.
Que tengo por estiércol,
))Ni males me amedrentan;
Las fieras, cruz y fuego.
Mis huesos separados.
Divididos mis miembros,
))Mi cuerpo aniquilado,
La furia del infierno,
Nada con Jesucristo
Podrá causarme miedo.
))Xada á mi amor desmaya,
Disminuye mi aliento.
Entibia mi fe p>ura.
Ni daña á mis esfuerzos.
HIMNODL\.
«Los reinos de la tieiTa
Me causan descontento;
Si muero yo por Cristo,
Ser rey del mundo es menos.
)>¡Qué mal quien sirve al mundo
Servir afecta al ciclo!
Yo para dar á Cristo
Mi vida estoj' viviendo.»
Del dcííero invicto.
Pontífice antioqucno.
Caminando á la muerte,
Tales las letras fueron.
Altamente se entiende
Que son estos afectos
De quien á Jesús lleva
En su interior impreso.
De Juan Evangelista
Discípulo perfecto,
Más en aquestos actos
Acreditaba serlo.
Divino amor, que inflamas
A Juan é Ignacio, advierto
Que entre los dos propones
Hermoso paralelo.
De Jesús se reclina
Sobre el pecho el maestro,
Y el discípulo lleva
A Jesús en el pecho.
3S1
día 2 DE FEBRERO.
La Pin'ijicacion de Nuestra Señora.
Nace Jesús, y el seno
Castísimo penetra.
Como el sol por el claro
Cristal, sin que le ofenda.
Concíbese sin padre
El Hijo en su pureza,
Y virgen en el parto
La Madre, limpia queda.
De la una ley por esto
El Hijo se preserva,
Y de la otra la Madr-e
También estaba exenta.
Pero el objeto que hubo
En que la Madi-e mesma
Desposada, y el Hijo
Circuncidado fuera.
Ese es el que hoy al templo
Al Hijo y Madre lleva;
La i;ua se purifica,
Y el otro se presenta.
De sumisión ejemplo,
Camina adonde encuentra
María complicados
Los júbilos y penas.
Simeón, un anciano
Que de Israel espera
El consuelo, habitaba
La corte de Judea.
Del Espíritu Santo
Tenía la respuesta
De que no moriría
Sin que al Mesías viera.
Recíbele inspirado.
En sus brazos le eleva,
Y prorumpe, endiosada
Su voz , de esta manera :
«Ahora, Señor, la vida
Terminará contenta,
Y en paz de tu fiel siervo,
Conforme á tu promesa;
))Porque mis ojos vieron
Al Salvador, que anhelan,
Y haces patente á todos
Los pueblos de la tierra.
«Luz, que disi]ja tantas
Gentílicas tinieblas,
Y gloria de tu plebe
De Israel sempiterna.»
Cantó el provecto cisne,
Que ya los 0]os cierra;
Mas antes en María
Los pone con vehemencia;
Y previendo la espada,
Que el pecho la atraviesa,
De su dolor futuro
Predice la tormenta.
Advierte, varón santo,
Que tú la paz te llevas,
Y deja.s de Jlaría
Al curazon en guerra.
Goza el descanso mudo,
Mientras el dia llega
Que de la tierra el Niño
Los calabozos hienda,
Cuando, habiendo cumplido
La ley y los profetas,
Al que venció en un leño,
En otro leño venza.
Poniuc después, siguiendo
Triunfantes sus banderas.
Le aconqiañcs cuando abra
Las celestiales puertas;
Y de tus plantas siendo
Tapete las estrellas.
De que á otros aventajas,
Allá la gloria tengas.
A Dios los demás justos
No ven sin que antes mueran,
Y tú no ves la muerte
Sin que antes á Dios veas.
DIA 3 DE FEBRERO.
San Bhis, obisjfo y mártir.
En la cumbre de Argco,
Aquel soberbio monte
Que, atalaya de Armenia,
Miedo á la esfera impone,
H.iy en la selva oscura
Una caverna, adonde
Blas, de Sebasto obispo,
Inspirado se acoge.
Allí se le sujetan
Las bestias más feroces,
Parto de las montañas
O aborto de los bosques.
El lobo, que antes era
Susto de los pastores.
Terror de las ovejas
Y espanto de la noche.
No ya voraz, templado
A sus plantas se pone,
Bésalas, y recibe
Sus santas bendiciones ;
El pardo, que su cuerpo
Salpica de colores.
Por ver á Blas emprende
Carreras más veloces;
Aunque al león valiente
Los brutos rey coronen.
De aqueste Adán segundo
Vasallo se conoce;
De la penosa fiebre
Le busca en los ardores,
Para que de su mrno
La sanidal recob'-e;
El jabalí, que abriendo
Va el paso cuando corre
Por ásperas malezas.
Que su colmillo rompe;
La hiena, de brillantes
Ojos y cuello inmóvil.
Que humana voz fingiendo.
Maquina sus traiciones;
Todos á Blas visitan,
Y como orar le noten,
Le esperan , y entre tanto
Su oposición dejjonen.
Con los armados toros
Concurren los leones,
332
Y están los elefantes
Con los rinocerontes.
Cumpliendo de Licinio
Sangrientas comisiones,
Intenta Apricolao
Borrar de Cristo el nombre.
Enfuricido manda
Que á las fieras arrojen
Los fieles que en Sobaste
Gemian en jirisionrs.
No, en busca de ellas, dejan
Los diestros cazadores
Selva que no penetren
Ni cueva ([ue j^erdonen.
A la de Blas se acercan,
Y en ella reconocen
De las que hay á su entrada
La multitud enorme.
Mientras de ellas coreado
El Santo, á Dios expone
Sus ruegos, cantinelas
Le guaidan veladores.
Al juez, maravillados,
Lo notician, y entonces
A Blas á su presencia
Conducen, de su orden.
En vano son los garfios,
Los palos, los azotes;
De él oblación no esperen
Los fabulosos dioses.
Ni es fácil que prodigios
A Agrícola reporten,
Por más que á Blas las aguas
Sostengan y no aboguen.
El que amansó A las fieras
Su natural ind(')cil,
No puede, aunque los cielos
Le explican sus favores,
Domar los irritados
Humanos corazones.
Porque no hay una fiera
Tan fiera como el hombre.
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN T MANRIQUE.
día 4 DE FEBRERO.
San Andrcs Corslnn, ohtsjjo.
¿Qué llanto, Andrés, es ése
Que viertes compasivo ?
; Qué aljófares rebosa
Tu jiecho enternecido?
• i Ahora que á los ruegos
Atiendes de un amigo.
Cuando á su hijo en las aguas
Reengendras del bautismo,
Lloroso así te ostentas,
Te afliges pensativo,
Al cielo alzas las manos,
Al aire das suspiros?
Del Todopoderoso
Revelación ha sido;
Habla, y el que mereces
Conozcan don divino.
Fué así; pues adorando
Su voluntad, rendido,
Vioh'nta las palaV>ras
A iiifausti'S vaticinios.
¿Que preguntáis? ^Qué 03 turba
Mi llanto intrnipestivo?
<( Lloro el fin desastrado
De aqu'ste infante, dijo;
))De aqueste qu-, iní'elice,
Para ser, ha nacido.
Baldón de su familia
Y ruina de sí mismo,
»Cum])lióse, padeciendo,
De su patria enemigo,
A manos de \\n verdugo
El último suplicio.»
Con el suceso crece
La fama de Corsino;
Toda Toscana hueca
Su dulce patrocinio.
Nómbrale el pueblo todo
De Fiésoli su obispo;
La dignidad le asusta;
Tiembla de sólo oirlo;
Y parte de Florencia,
Corriendo fugitivo,
Cual acusado reo
En busca del asilo.
Recorren la comarca.
Solicitando, activos,
Desentrañar los montes,
Examinar los riscos.
En su busca malogran
Ardides exquisitos;
iQwtí mucho, si el hallazgo
Dios reservó á un ])rodigio?
Conocen, finalmente,
Frustrados sus arbitrios,
Y á la elección se aprestan
De sustituto digno;
Cuando un trienal infante,
Con ecos bien distintos,
Prorumpe en milagrosos
Impulsos repentinos :
((Andrés es el prelado
Que Dios nos ha elegido;
Que oculto en la Cartuja
Orando está, os aviso.i»
A Andrés aclaman todos,
Y cede Andrés sumiso.
Haciendo desde entonces
Cadenas los cilicios.
í^ué singular aqueste
De Corsinis hechizo.
Timbre de carmelitas
Y honor de florentinos.
De un niño Andrés anuncia
El infeliz destino,
Y el destino felice
De Andi-es anuncia un niño.
día 5 DE FEBRERO,
Santa Águeda, virgen y márth
En vano, grúega Elena,
Cuya belleza rara
Hechiza á Menelao,
Y á Páris arrebata;
En vano aumentas plumas
Y lenguas á la fama;
Ceda tu nombre á otra
Beldad extraordinaria.
Tú , perdición de Grecia,
De Príamo y su casa.
Del príncipe troyano
El corazón inflamas.
Por esa tu hermosura,
De tantos héroes parca.
Incendios son de Troya
Los agravios de Esparta.
Águeda esclareci(ia,
La virgen siciliana.
Cuyo mérito tantos
Corazones arrastra,
Al de Quinciano apenas
Agita, cuando apaga,
Al aire de sii aliento,
La abrasadora llama.
Impuros lenocinios
De mi memoria ajiarta.
Oh musa, en cjue Afrodisia
Produc^' sus infamias.
Ministra vil de aquella
Pasión que dominaba
Al juez, fueron sus torpes
Provocaciones vanas.
Y la que vio el tirano
Andar sobre las ascuas.
Libra de los horrendos
Volcanes á su patria.
En este breve rasgo
Se ven delineadas
Las glorias de la excelsa
Heroína de Ti'inacria.
Ilustre Sobro hermosa,
Sobre honesta hacendada,
Para conquistar hombres
Bastante la sobraba.
Gobernador pagano.
Rendido A una cristiana,
Quinciano sobi-e todos
Sus dioses la idolatra.
Su amor y sus deidades
A un tiempo se d(.sairan,
Y aquél al odio cede
El puesto que ocupaba.
Rompe su furia el freno;
Despojo de su rabia
Fueron las virginales
Carnes, que el impío rasga.
Ni perdona, inhumano.
Barbarie desusada;
Córtala el pecho, que antea
Cruelmente la atenaza.
Mas sin ílaquear un punto
De Águeda la constancia,
Reprendiendo á Quinciano,
Lj dice : (( ¿ No te esjíanta
))A una mujer, tirano,
Cortar la delicada
Parte con que tu madre
Te alimentó en tu infancia?»
Así, amazona, triunfas.
Cuando el pecho te falta,
Que Pedro te devuelve,
Del celestial alcázar.
Quinciano más se irrita,
Y rigoroso manda
Que encendidos carbonea
Sean piso de su planta.
La ejecución empieza,
Y luego, de asustada,
Conmueve, ó de furiosa,
La tierra sus entrañas.
Se hunden los edificios,
Y á dos crueles matan,
Perversos consejeros
De iniquidades tantas.
Quinciano huye del pueblo,
Que amotinado clama;
Va á pasar el Simeta,
Llevado de la barca:
Y en ella dos caballos
Con este monstruo acaban :
Uno le muerde , y otro
Al rio le dispara.
De Águeda muerta sienta
La protección Catania;
Manda al Etna, y fogosos
Torrentes le rechaza.
Así al bueno y al malo
Los elementos tratan :
Respeta á Águeda el fuego,
Mata á Quinciano el agua.
día 6 DE FEBRERO,
Santa Dorotea , virgen y mártir.
Dotada de virtudes
Y de excelentes prendas,
Dorotea al teatro
Del mundo se presenta.
Lo era del cristianismo
La antigua Cesárea,
De toda Capadocia
Metrópoli soberbia.
Al tribunal de Apricio
La conducen , y estrochan
A que á los falsos diosea
Las víctimas ofrezca.
«Así, el juez la repite.
Los Césares lo ordenan,
Que los honores parten
l3e la imperial diadema.
Dijo; y del tierno lab'io,
Sin (letencion, en esta
Católica pi-egunta
Escucha la respuesta :
« ¿ A cucál de dos monarcas
Querrás que se obedezca,
Cuando se contradicen
Con ói-denes opuestas?
))¿ Deberé al de los cielos
Servir, ó al de la tierra?
¡ Será Dios , será el hombre ,
Quien me hallará dispuesta ?-
))Iíazonamientos necios,
Locas palabras deja
(Replica Apricio); al acto
O á morir te apareja.»
A vista de tan santa,
Tan noble resistencia.
La pone del ecúleo
En la tortura horrenda.
Allí fortalecida,
« i Qué te detienes ! Ea
(Prorumpe), agite luego
La máquina sus ruedas.
)) Preciosos los momentos
Son; tu cólera ceba
En mí; venga la muerte,
Y j'c á mi Esposo vea.
))¡Cómo á su amada esposa
Presenta á manos llenas
Flores del paraíso
Y frutas siempre frescas!
)>Allí, á cuj'as delicias
Cedieron las hibleas.
Nunca se ven marchitas
Las rosas y azucenas.
«Manzanas olorosas
Sus calles hermosean,
Y putblan de fragrancia
Las auras placenteras.
))Con su murmurio blando
Al ánimo recrean
Las fuentes de aguas vivas.
Que allí jamas se secan.»
Nuevo rigor malogra
Apricio en cuanto inventa.
Hasta que al paraíso,
Veloz, la Santa vuela.
Teófilo letrado.
Cuando á morir la llevan,
Las flores y las frutas
La osa pedir por befa.
Dorotea lo ofrece;
Y la alta Providencia
A aquel perdido llama
Por tan extraña senda,
A la sazón contaba
Febrero la luz sexta.
Cuando á Pomona y Flora
La nieve hacia guerra;
Y en figura de hermoso
Niño, un ángel le entrega
Tres pomas y tres rosas
En primorosa cesta.
La Santa así le envía,
Cumpliendo su promesa,
En invierno los dones
De otoño y primavera.
Teófilo se abisma.
Su ceguedad detesta,
Y luego del martirio
La palma se granjea.
¡Oh, cómo el sexo débil.
Cuando su empeño esfuerza,
De entrambos paraísos
Manzanas contrapesa !
Con una, que el terrestre
Produjo, de él destierra
A Adán esclavizado
HIMNODIA.
La incauta madre Eva.
Con tres, que de el celeste
Han descendido, á él lleva
A Teófilo triunfante
La virgen Dorotea.
día 7 DE FEBRERO.
San üvmnaldo , alad.
Di, oh tú, Jacob segundo,
Romualdo, que en los valles
Del Apenino sueñas
Extrañas novedades,
Enséñanos el modo,
Si ruegos son bastantes,
De subir por aquella
Escala que notaste.
Mas no lo digas; deja
Que yo de tu admirable
Vida, para saberlo,
Los trámites repase.
La pubertad apenas
Poblaba tu semblante.
Ya en la virtud la i)alma
Llevabas á los grandes.
La paciencia invencible.
La que los santos hace,
Formaba entre las otras
Tu principal carácter.
Del elirector Jlarino
Hablen severidades;
Testigos su-án de esta
Verdad irrefragables.
Dígalo el monasterio
Que gobernaste en Bagni,
Y con igi;al motivo
Publique lo el de Clase.
La perfecta observancia,
Que celoso entablaste,
A monjes imperfectos
Se hacia intolerable.
Y como de tu ejemplo
No fué á sus genios fácil
Sufrir las reprensiones
Mudas, pero eficaces;
De la primera casa
No dudan arrojarte;
De la segunda hicieron
Que el cargo renunciases.
Cristiano aquí paciente,
Aquí varón constante.
Toleras firme roca
Procelosos embates.
Ni el infierno tampoco
Sus testimonios calle,
Aunque juntos con ellos
Publique sus desaires.
¡Oh cuántas veces hizo
Satanás indomable
A tu extenuado cuerpo
Blanco de sus crueldadesl
¡ De ideas horrorosas ,
De monstruos infernales.
Oh cómo el pensamiento,
Oh cómo impregna el aire!
Conjúrense enemigos;
Tu paciencia triunfante
Con las demás virtudes
De tantas luchas sale.
Ya de ellas, Romualdo,
Es tiempo que descanses;
Duerme, que de una fuente
Te brindan los raudales.
Vision divina el sueño.
Como jamas suave.
Te oft-cce, apenas ]iisas
Sus lóbregos umbrales.
Escala misteriosa,
Que tu atención atrae,
Toca de tierra y cielo
Loe términos distante».
Tus monjes, transmutado
En blanco el negro traje,
Por ella el cielo asaltan ,
Católicos gigantes.
Así de ir á los astros
Tú, fundador y padre
De los camaldulenses,
Díir las lección s sabes.
Transfigurado Cristo,
Como el sol es brillante
Su rostro , y sus vestidos
Son á la nieve iguales.
Con él Moisés y Elias,
En tan glorioso lancj.
Hablan de los trabajos
'Que ha de sufrir constante.
Trabajos y paciencia
(/(inducen á sus larrs,
Dundo las almas visten
Candor s inmortal s.
El Tabor y Ajx n no
Con luces cekstiales,
lal confirman en signos
De candidos ropajes.
día 8 DE FEBRERO.
San Juan de Mata , fundador.
I No te bastó, Cartago,
Que del tiempo á la saña.
Destruida el nombre solo
De tu ambición quedara ?
De Roma aun permanecca
Rival en la africana
Túnez, que de tu polvo
Soberbia se levanta.
Apasionada Roma,
Los ojos pone en Mata ;
((Túmz por Mata», á efecto
De competii'la, clama.
Mata, á quien un prodigio,
ColuniTia de luz clara,
Al recibir el órd n
Sacerdotal, proclama.
En Roma admira cuando
Intenta projiagarla,
Y su obediencia al sumo
Pontífice consagra.
Emula entonces Túnez,
Hacerle suyo trata,
Y el corazón le hiere
La voz con que le llama.
De París cobra Roma
La empresa trinitaria,
Que ve Juan, y rciñte
Su aparición al Papa.
Logi-a la fe en sus hijos
Huestes formar romanas.
Cuyo pecho la insignia
Roja y azul esmalta.
Túnez le espera ansioso,
Con tfjda su comarca.
Mas Roma le detiene
Su legado en Dalmacia.
Allí la disciplina
De la Iglesia restaura,
Y reforma celoso
Costumbres.relajadas.
Rico de mies fecunda
Vuelve; mas no retarda
Por más tiempo Inocencio
El logro de sus ansias.
Las cárceles de Túnez
Las del Limbo retratan;
Cautivos impacientes
Al Redentor aguardan.
Se esparce en las mazmorras
Que Juan los mares yjasa,
Y en prisión triste suenan
Alegres alabanzas.
Al jefe de las tropas,
S3I
Que el instituto abrazan
De librarlos, ofrecen
Agrailcciflas almas.
De África las arenas
Pisa de Juan la planta,
Y no con sus húrrured
La Libia le acobarda.
Rodéale de infieles
La bárbara canalla,
Y entre ellos, del martirio
Suspira por la palma.
Kedime á. los cristianos,
Y libra de las garras
Del león á los que, flacos
O tibios, vacilaban.
Lleno una vez de heridas
Le encuentran, é inundada
El alma en gozo, á tien>iio
Que el cuerpo se desangra,
Jesús le fortifica;
Y tanta tolerancia,
Parece cjue del mismo
Los afectos a;rastra.
Así Mata cautiva,
Su sangre derramada,
A Jesús, qne vertiendo
La suya, le rescata.
día 9 DE FEBRERO.
Santa Ajwlonia , virgen y mártir
Hijas esclarecidas
De Jove y la memoria.
Que habitáis de olorosos
Laureles á la sombra;
Divinizadas musas,
No fuisteis, no, vosotras
Las que al poeta infame
Sirvieron de lisonja ;
A aquel que , conmoviendo
A Alejandría toda,
Contra la fe las turbas
Gentílicas provoca.
Ministros del averno.
En su blasfema boca,
Para que de ella cunda,
Vertieron la ponzoña.
La poesía divina,
Que así afrentada llora,
Con ncgi'o velo el rostro
Se cubre ruborosa.
Vosotras , para haceros
A la insolencia sordas.
La lira usáis las unas.
La cítara las otras;
En tanto el impío mago
Irrita más que emboba.
Preciado de adivino,
La plebe sediciosa.
Gran desdicha en un tono
Enfático pregona.
Si en la ciudad el nombre
De Cristo no se borra.
Centellas sus palabras
Fueron abrasadoras.
Que en seca yesca pi-enden ,
Volcan ardiente furman;
Recelándose aquella
Gente supersticiosa
Gravemente ofendidos
Los númenes que adora,
Y que nunca pudiera
Rendirles mayor honra •
Que darles en los fieles
Víctimas dolorosas;
Cual rio en avenida,
Cuyas hinchadas olas
No hay camjto que no aiTasen
Ni muro que no rompan.
Furiosos se desatan.
De Dios la grey acosan;
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GÜZMAN T
Crueldad ni horror dispensan,
Se.^0 ni edad ix;rdonan.
Y así como autoriza
El general las tropas,
A quien más embravece
Le senectud que agobia;
En años avanzados
Descuella valerosa
Apf)lonia entre todos.
Alejandrina Porcia.
Insúltala el vil pueblo,
Siendii su empresa loca
Que blasfemando á Cristo,
Sus dioses reconozca.
Mas luego que la advierten
Incontrastable roca.
Sus C(')leras atroces
En ella desahogan.
Al golpe de una piedra
Los dientes la destrozan,
Y con la misma luego
Todo el semblante abollan.
Consumidora hoguera
A su presencia aprontan,
Para que delibei'e,
Y ó muerte ó vida escoja.
Traspórtase; á los cielos
Alza los ojos, ora,
La inspira Dios, y á ella
Intrépida se arroja.
Empédoclcs al Etna
Se lanza, por si logra
Que añada el paganismo
A sus deidades otra.
Precipítase al fuego
La virgen Apolonia ,
Por confesar no existe
Más que una Deidad sola.
día 10 DE FEBRERO.
Santa Escolástica, vinjeii.
Dichosas soledades.
Que con muda elocuencia
Sois atractivo dulce
De tantas almas bellas,
De las que, superiores
A hechizos de la tierra,
A contemplar las glorias
Del sumo Bien se elevan;
No á los varones fuertes
Ciñáis la resistencia
De los que al mundo vencen
Huyendo en la pelea.
Hay en el sexo débil
Heroica fortaleza;
Recoged las que ansiosas
Vuestro sagrado anhelan.
El mundo, esc tirano
Que os hace cruda gueiTa,
A Escolástica invicta
No alista en sus banderas.
Del cielo prevenida.
Desde su edad primera
Sus pompas desestima,
Su vanidad desprecia.
Ni alta cuna la engríe.
Ni enlaces, ni riquezas.
Ni su beldad la adula,
Ni el fausto la embelesa.
Esperanzas del mundo
Renuncia lisonjeras.
Consagrando al Esposo
Divino su pureza.
Con Benito, su santo
Hermano, se aconseja,
Y cerca de Casino
Construye pobre celda.
En su estrechez con una
Doméstica se encierra,
Trocando los bullicios
MANRIQUE.
Por rudas asperezas.
Benito la prescribe
Para el retiro reglas.
Padre y hermano el que antes
Hermano sólo era.
Con ellas gobernaba
La fundadora nueva
Las que su luz seguían
Santísimas doncellas;
Colonia poderosa
De aquella vida austera,
Que á Escolástica aclama
Su madre y su maestra.
Daba de sí y sus hijas
A su hermano anual cuenta,
Y en la última visita
Su gran virtud demuestra.
De un monje acompañado
Su director la encuentra
En la cercana granja
Donde acostumbra verla.
Concluidas del coloquio
Las piadosas materias,
Desjiedirse Benito,
Según estilo, piensa.
Hasta el siguiente dia
Le pide se detenga
Para hablar de la suma
Felicidad eterna.
Pero la Santa, viendo
Que gracia tal la niega.
Ora, y sobre sus manos
Apoya la cabeza.
Estando claro el aire.
Turban su faz serena
Relámpagos y truenos.
Que el ámbito amedrentan.
La intempestiva lluvia.
Que casi al campo anega,
A que abandone obliga
Benito sus ideas.
A otro dia sa apartan.
Dándola el Santo quejas,
Y la Santa mostrando
Del cielo la defensa.
Muere á los tres, y al alma
Benito por la esfera
Ve, en forma de aquel ave,
De sencillez emblema;
Pues del mundo calmando
La tempestad inquieta.
Después de aquel diluvio,
Libre paloma vuela.
.DIA 11 DE FEBRERO.
San Saturnino, jn'csMtero y mártir.
Era el tiempo de aquella
Persecución tirana
En que exhaló el imperio
Su venenosa rabia.
Los bárbaros edictos
De Diocleciano acaban,
Al parecer, con todas
Las reliquias cristianas.
El África no menos
Pinturas sanguinarias
Presenta que el Oriente
Y la afligida Italia.
Vivia en Abitina
Saturnino, y llevaba
La voz en los oficies
Y cex'emonias santas.
Celoso sacerdote
Se halló, por esta causa,
Tolerando invencible
Prisiones inhumanas.
Los que le acompañaron
En las funciones sacras,
Presos , por un penoso
Camino le acompañan.
Cantar, les era alivio,
Divinas alabanzas;
Que hay corazón y lengua
Donde ara y templo faltan.
Arriban á Cartago,
Donde Anulino aguarda,
Procónsul , y traerlos
A su presencia encarga.
Del cielo se hallan todos
Asistidos; malgastas
El tiempo, oh juez; tus fuerzas
Inútilmente cansas.
Pregúntales; repite
Las preguntas; en nada
Variarán; al examen
Los junta ó los separa.
Una respuesta Danto
Y Emérito preparan;
Beredina la misma
Previene que Januaria,
Pelusios, Cecilianos,
Martines, Honoratas,
Pomponias, Margaritas,
Por unos labios hablan.
Ni de Hilarión te asombre,
Tierno niño, la rara
Facundia en este idioma,
Que con la leche mama.
Por más que le atormentes.
De Ampelio en vano indagas
El sitio oculto en donde
Las Escrituras giiarda.
De ellas Dativo y Félix
Las páginas sagradas
Confesarán que al pueblo
Leyeron en voz alta.
Así el gentil procónsul,
Por más que examinaba.
Sólo encontró en lo.s fieles
Un corazón y un alma.
A Saturnino, jefe
De estos soldados, llama;
«Y ¿eras, le dice airado.
Tú el que los convocabas? —
»Yo con mis caros hijos.
Responde, celebraba
De la fe los misterios;
Así la ley lo manda. —
«Luego tú, le replica ,
De Anulino la instancia,
Tal contra los decretos
Del César practicabas 1 n
Y en cada aliento ñero
Brotando muchas llamas,
Procede del verdugo
A estimular la sañn.
Mas Saturnino sólo
Repite estas palabras :
«Así la ley lo enseña.
Así la ley lo manda.»
Y mientras de la gloria
Sobre Cartago bajan,
De dos en dos, lucientes
Docenas de guirnaldas ;
Feroces los saj^ones
Al cuerpo anciano avanzan,
Y entre la enjuta carne
Pálidos huesos hallan.
Fué fuerza, Saturnino,
Que no titubeara
Tu edad en los tormentos :
Así la ley lo manda.
día 12 DE FEBHEEO.
Sarita Olalla, virgen y mártir.
Llamado de Morfco
Al pabellón obscuro,
En brazos de la noche
Durmiendo estaba el mundo.
El ave vigilante,
HIMNODIA.
Del rosicler futuro,
En medio del silencio.
Daba el primer anuncio.
Y su qiiinta dejando,
Con sigiloso estudio,
De padres y criados
Eulalia sale A hurto.
Camina á pié, venciendo
Con superior infiujo
Fina crianza y años.
Que no llenan tres lustros.
Ya el nuevo sol las trenzas
De sus cabellos rubios
Se aliñaba en los claros
Espejos de Neptuno ;
Y Eulalia, alborozada
Al divisar los mui'os
Altos de Barcelona ,
Les dobla los saludos.
Vierte la ciudad sangi'C,
Viste la iglesia lutos;
Sólo se oyen de muerte
Tristísimos murmurios.
Nada intimida á Eul.alia ;
Entra, y por el concurso
Rompe, hasta que en el foro
Ver á Daciano pudo.
« i Así en alto te sientas ,
Que del Dios mió y tuyo
Altísimo no tiembles.
Oh juez, le dice, injusto;
))De aquel Dios verdadero.
Dios grande y Ente sumo.
Que manda en tí y en todos
Tus príncipes augustos?
» i A aquellos que , á su imagen ,
De la nada produjo ,
Para que á El solo sirvan,
La muerte das sañudo ? —
)) ¿ Y quién , osada joven.
Eres tú, el juez repuso,
Que así en mi cara alientas
Tan inaudito insulto ? —
)) Olalla soy, responde.
De Cristo esclava ; ni huyo
El rostro á tu persona.
Ni el cuerpo á los verdugos.»
Ya cruje el fiero azote ,
Juega el fatal ecúleo;
Todo en Daciano es rabias,
Todo en Eulalia es triunfos.
Tiernas carnes, de tantos
Martirios al conjunto,,
De candida azucena
Van á clavel puqDÚreo.
Ardientes hachas puestas
A los costados, mudo
Su labio , dan informe
De un corazón adulto.
Manda el juez, porque de ella
No quede rastro alguno ,
Se disperse en cenizas
O se disuelva en humos.
Quemarla intenta ; y lejos
De que globos confusos
De llamas la consuman ,
De ellas labró su escudo;
Pues en su centro ilesa ,
Quedaron al impulso
Los ministros de tanta
V^oracidad difuntos.
Muere en la cruz, y ordena
Daciano furibundo
Que permanezca el santo
Cadáver insepulto.
« Devórenla las aves ,
Dice con ceño adusto ;
De su cuerpo no queden
Aun átomos menudos.»
Pendiente del madero
Dejábanla, y al punto
Tersa porción de nieve
335
Cubrió al virgíneo bulto.
Defiéndela, y por tanto.
Lo que en amparo suyo
Hizo primero el fuego.
Hacer la nieve supo.
día 13 DE FEBRERO.
Santa Catalina de líicciis, rirgín.
Alejamli-o de Grecia,
Que reinos dilatados
Con su invencible espada
Unió al hereditario.
Conquistador del mundo.
Vierte ambicioso llanto
Por más mundos, queriendo,
A h.aberlos, conquistarlos.
Alejandra de Italia,
Que más gloriosos lauros
Aumenta á las familias
De Ricciis y Poncianos;
Heroína que penetra
Del mundo los engaños ,
Si mundos mil tuviera.
Supiera de;:preciarlos.
De él huye , y con afectos
A aquel héroe contrarios ,
Aun olvidarse quiere
Del nombre de Alejandro.
Ya Alejandi-ía, Succia,
Bolonia y Sena, el claro
De Catalina habían
Llevado hasta los astros.
Este Alejancb-a elige,
Transplantada del campo
Mundanal al florido
Vergel dominicano.
Porque, émula Florencia
Del próximo y extraño
Clima , autorice el nombre
Sus peculiares fastos.
En tanto Catalina
Aun del mundo los lazos
Teme en la estrecha celda,
Donde la encierra Prato.
De la caduca tien-a.
Que la es gTavosa tanto.
Se eleva por los aires
En prodigiosos raptos.
Y allí es toda su dulce
Conversación y trato
Con Jesús y María,
Con ángeles y santos.
Hable la noche fria
De aquel natal sagrado.
Cuya memoria ensalzan
Gozosos los cristianos.
Ella dirá la hermosa
Reina qiie vio á su lado,
Vistiendo ropas de oro.
Que orlaba el gusto vario,
María, á quien asisten
Celestes coitesanos ,
DestieiTa las tinieblas.
Circundada de ra_yos.
Y antes que el tin llegase
De este destierro, trajo
A Catalina el fruto
Del vientre puro y casto.
En Jesús, tierno niño,
Del celestial erario
Riquísimos tesoros
Depositó en sus manos.
Ni terminan con este
Favor extraordinario
Las glorias de esta virgen,
Delicias del Toscano.
Crucificada imagen
De Cristo rnmjie al árbol
De la salud humana
El sello de los clavos.
3n«
Amor de Catalina
La anima, y separado,
La abraza con tirnura
De esposo soberano.
Así Jesús, uuiriendo,
Buscaba aquellos brazos
A que desde las fajas
Estaba acostumbrado.
día 14 DE FEBRERO.
San Va!cntiJi, jjresbiiijo y mártir.
Claudio, ¿qué temes? Alza
La vista tenebrosa ;
Mira que foruia rojos
Crepúsculos la aurora.
^lira que raya d di a,
Triunfante de las sombras ,
Y ti sol quiere en las piedi'aa
Herir de tu corona ;
Aqu' 1 Sol sin ocaso,
Que VaUntin adora.
Te ofrece un rayo ; ; ay ! ¡ triste
De ti, si le nialegras !
No hagas tu noche eterna ;
Su luz recibe ahora.
Que al vacilante pecho
Blando rocío moja.
Valentín es ministro
De la gracia, que ronda
Tu corazón ; si á ól oj'cs ,
¿Por (jué á ella no te postras?
I Percibes la triaca,
Y el remedio no aprontas
Al mal ? ¿ Tan bien hallado
Estás con la ponzoña?
¿Te mueve su d( ctrina,
Y tibio no la adoptas.
Siendo a ti; entendimiento
Tu voluntad traidora?
No, emperador, d' sprecies
Fuentes de vivo aljófar,
Cavando disipadas
Cisternas cenagosas.
¿ Qué temes ? Y aunque sientas
Amotinarse Roma,
¿Menos que Pioma, acaso,
Tu salvación importa?
Mas tú la sacrificas
A una servil zozobra.
Cuyos brazos tus nobles
Sentimientos ahogan.
De nada te ha servido
Que la razón conozcas
Con que refuta el Santo
Deidades mentirosas.
Le entregas á Calpurnio,
Éste á Así crio, y le notan.
Como lo fué en palabras,
Maravilloso en obras.
Fué así ; jiucs viendo Asterio
Que al César impresiona
El Santo, y de Calpui'nio
Las cóleras provoca.
Cifraba en pervertirle
La hazaña más heroica ,
Para el prefecto airado
Finísima lisonja.
Mas Dios, que dirigía
Sus juicios de otra forma,
A Valentín escucha,
Que jjor los otros ora.
Y aquella luz divina.
La malograda antorcha
En si recoge Asterio,
Que Claudio de sí arroja.
De una hija ciega pide
La cura milagrosa,
Que de la verdad sea
De Valentín fiadora.
Aquel en cuyo nombre
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN Y MANRIQUE.
Los montes se trastornan,
De su siervo al momentc
La petición otorga.
La afligida doncella
La antigua vista cobra,
Y á Valentín se humilla
Asterio, con su esposa.
La dicha, á sus clamores.
De bautizarse logra ;
Con ellos, su admirada
Familia numerosa.
De ella la mayor parte
De Valentín las glorias
Imita, mereciendo
De mártir la aureola.
Luz material Asterio
Pretende en su hija sola,
Y halla c lestes luces
En su familia toda.
día 15 DE FEBRERO.
Los Satitos Faustino y Joritu ,
7)1 ár tires.
Entraba Adi'iano al templo
Del Sol , en donde emprendo
De Faustino y Jovita
Triunfar ó deshacerse.
Ufano estaba el Conde
Itálico, que entiende
Ser ésta del imperio
La decisiva suerte.
Llorábale arruinado,
Temiendo que aboliesen
El culto de sus dioses
Los dos atletas fuertes.
Previene el impío César
Que la oblación presencien;
Necio, que en su mandato
Su confusión previene.
Alta, bruñida estatua.
De oro resiilandecicnte.
Era del metal gloria,
Y honor de los cinceles.
Cuando apenas sus plantas
El pavimento siente.
De la deidad mentida
La mole se ennegrece.
Cubriendo oscura sombra
Sus tersas brillanteces,
Carbón es alirasado
Lo que ascua fué luciente.
Manda Adriano que al punto
Los ministros se apresten,
Y á lavar cuidadosos
El simulacro lleguen.
Mas ¡caso portentoso!
No bien tocarle quieren ,
Y á los pies de los santos
En polvo se disuelve.
Oh Sol , de Hipcrion hijo.
Nieto ilustre del Éter,
/ Tu luz qué se hizo ? ¿ Cómo
Intrépido anocheces?
Este trastorno ¡oh cómo
Es signo suficiente
De cuanto con infamias
Tus rayos oscureces!
Haljle Venus á tiempo
Que bailada en isla fértil.
Lirios la tierra viste,
Y oro las nubes llueven.
Pasífae con Circe
Y Faetón lo comprueben,
Como frutos de Ncera,
De Perseida y Climene.
¡Cuan distinto es el oro
Que al alto Dios se ofrece,
En estos dos de Brescia
Esclarecidos héroes;
En éstos, cuyas boca».
Cuyos costados sienten
El deiTetido plomo,
Las láminas ardientes;
Hermanos \ consortes
Valerosos, en ijuienes
Se ve cuan más que el deudo.
La religión estreche;
Gozosos de que unidos
De ella en los intereses.
Entre los dos á un tiempo
La misma sangre vierten.
El oro, que en el fuego
Prueba el Omnipotente,
Es de los cielos oro.
Que eterno permanece.
El oro, á que los hombres
Divinidad conceden,
Es oro de la tierra.
Que en polvo se convierte.
I
día 16 DE FEBRERO.
San Julián y cinco mil compañei'os ,
mártires.
De los hijos de Egipto,
Que nombre al país puso
Del africano suelo
Más laborioso y culto,
Se ofrece á la memoria
El trágico infortunio.
Herido por las hijas
De Dánao furibundo.
Dánao, de Egipto hermano,
Ensangrentar dispuso
De cincuenta himeneos
Los tálamos nocturnos.
Todas en los esposos
Cometen tal insulto.
Menos Hipermenestra,
Que idolatraba al suyo.
Paréceme que miro
No sé qué entes adustos,
Y un singular coloquio
Paréceme qiie escucho.
Fiero espectro de huesos
Denegridos y enjutos.
En las egipcias playas
Reclinado descubro.
A las aguas arroja
De la segur el duro
Hierro, manchado en tantos
Homicidios injustos.
Iba á caer; mas luego
Que entre cristales pudo
Verle, con el tridente
Le rechazó Neptuno.
El golpe, que estremece
Los ámbitos cerúleos.
Fué espanto de las focas.
De los delfines susto.
Y « ¡Oh parca, parca, dijo
El rey del mar ceñudo,
; Qué novedad á tanta
Demencia te redujo?
»; Perdonas á la tierra,
Y todo el rigor junto
A mi imperio, oh v^estiglo.
Conviertes iracundo? —
))Te engañas, dios, la Parca
Respondió; ya rehuso
Las muei-tes; mi ejercicio
En tierra y mar renuncio.
«Cansada estoy; que en esto
Sigo diverso rumbo
De ese ambicioso de ellas.
El cocodrilo astuto. —
)) Intento es vano, el numen
De Ténaro repuso;
DlI duro ministerio
No lograrás indulto.
«Recobra tu guadaña
Para mayorea triunfos,
Y los hijos de Egipto
lío te parezcan muchos.
))Ordena la barbarie
Que en los siglos futuros
Con horrible matanza
Se escandalice el mundo.
«Aquesta tien-a misma
Será plantel fecundo,
Donde un Julián ofrezca
Al cielo inmensos frutos.
«Para cebarte en hombres,
Cuan pocos son, arguyo.
Cincuenta, destinados
A femenil impulso.
«Sin contar del caudillo
La víctima, te anuncio
Que en cinco mil consortes
Tendrás ciento por uno.»
BIA 17 DE FEBRERO.
San Julián de Capadocia, mártir.
Panfilo, á quien prodigio
De santidad y ciencia
Los límites del Asia
Y el África veneran.
Orígenes segundo,
Luz de Fenicia bella,
Pasmo de Alejandría
Y honor de Cesárea,
Si i n esta ciudad antes
De Palestina enseña
Con la palabra, ahora
Con el ejemplo alienta.
Parece que á su impulso
Se ven abrir las puertas
Del cielo, y doce palmas
Se ven entrar por ellas.
Samuel, Daniel, Elias,
Jeremías se acercan,
E Isaías, de donde
Fecundo el Nilo riega.
Luego que del martirio
Sus deseos expresan,
Firmiliano pronuncia
De muert3 la sentencia.
Óyela imberbe joven
Porfirio, que en la escuela
De Panfilo, su dueño,
Aprende las proezas.
Y pidievido, esforzado,
En alta voz licencia
Para enterrar sus cuerpos,
Al punto se le arresta.
El fuego le consume
Después que le atormentan
Por la fe, y de las palmas
Consigue la primera.
A Seleuco, que al amo
Da en la cárcel la nueva.
Por cristiano dividen
Del cuerpo la cabeza.
Anciano venerable
De la familia mesma,
Del juez la palma octava,
Teódulo se lleva.
Amado por su mucha
Bondad y su prudencia,
De Firmiliano manda
Después que en la cruz muera.
Diácono Valente
De la eliana iglesia,
Paulo de Jamnia , cuya
Virtud le recomienda,
Y Panfilo, extraído
De su prisión molesta,
Dando al cuchillo el cuello,
Hacen á Dios la ofrenda.
Mas dime, oh musa : ahora,
Desierta la palestra,
I, Ps.-svni,
HIMNODIA.
¿A quién la palma el cielo
Duodécima reserva?
¿ Qué doce campeones
La alta mansión alegran,
Haciendo memorables
De Junio las kalendas?
Ya un joven forastero,
Que escucha desde afuera
Del pueblo lo acaecido,
Ll( gó con la respuesta.
Ya cuando á ser testigo
De los combates entra.
Los cadáveres halla
Tendidos por la tierra.
Intrépido se avanza.
Abrázalos, resj^eta
Las reliquias; sus labios
Con ósculos las selhm.
Salúdalos, los vuelve
A saludar, y apenas
Hay fuerzas en los hombres
Que de ellos le desprendan.
¡Qué admiración! ¿Quién, diuos,
Eres, glorioso atleta?
Julián de Capadocia,
Bien conocerse deja.
Este es el que, besando
Los cuerpos con tal priesa.
El suyo da á las ascuas,
Que lentamente tuestan.
Un ósculo de Judas
Quién es el maestro ostenta.
Para que tropa infame.
Que acaudilla, le prenda.
A Julián prenden , siendo
Sus ósculos de que era
De Jesús verdadero
Discípulo la seña.
Y el número de doce ,
Luego que entrambos besan.
Por uno se desfalca.
Por otro se completa.
837
día 18 de febrero.
San Heladio, arzobispo de Toledo.
Heladio, conde ilustre,
Que en la española corte
Autorizas la regia
Sangre de tus mayores,
Desde aquesas, que gozas,
De eternidad mansiones.
Haz que de luz un rayo
Descienda, que me informe,
Y diga á cuál aspecto
Es bien que un labio torpe
Tus justas alabanzas
Pronuncie en breves voces;
Inspire si es deljido
Que áulico te pregone ,
O monje te engrandezca,
O arzobispo te elogie.
Sé cuántos á Ildefonso,
A quien diácono escoges
En la tierra, diriges
Del cielo resplandores.
Quien sucesor te imita
Y discípulo te oye.
Te ensalza en elocuencias
Y en números acordes.
Alábente sus gi-avcs
Enérgicas razones;
Con su elevado numen
Tu sepultura se honre.
Yo seguiré á lo lejos
De tu vii-tud el norte,
Y admiraré que á nuevas
Empresas la dispones.
Así en el real palacio
De Gundemaro, procer,
Arreglas del empleo
Difíciles gestiones.
En sus brillantes, lisos
Pavimentos, en donde
Resbalar es tan fácil,
E! pié advertido pones.
Debajo de las galas
De cortesano Adonis,
Un alma generosa.
Que las desprecia, escondes.
Y p.ara (jue lo sepan
Los hijos de los hombres.
Venid á ver á Heladio,
Piadosos españoles.
A vuestro magistrado
]\Iirad, que se conoce
Por las haces, que lleva,
No en manos de lictores.
Sino en aquellos mismos
Hombros que por entonces
Del Estado sufrían
La ponderosa mole.
Con los monjes se mezcla,
Que activos las recogen ,
Porque pábulo al horno
Del Agállense apronten.
Ensayo de la vida
Mon;istica, que escoge
Desjíues, como á su modo
De pensar más conforme.
Allí donde ya enjutos
Del mundo los sudores,
Con las benignas auras
Del solitario bosque,
A su Hacedor eleva
Altas contemplaciones.
Mientras del Tajo trinan
Celosos ruiseñores;
En cuya vigilancia
Dispone el cielo tome
Para el futuro oficio
Santísimas lecciones.
Cuando Aurasio, postrado
De la guadaña al golpe,
Sucesor en la silla
Toledana se nombre.
A todo se anticipa,
Para que así se noten
Las que admiré en Heladio
Previas disposiciones.
A ser monje primero
Empieza, desde conde;
Después á ser principia
Obispo, desde monje.
DÍA 19 DE FEBRERO,
San Alvaro de Córdoba,
Del monte Mariano,
En donde á horror apuestan
Las simas y las cumbres.
Los árboles y peñas,
Al son de las corrientes
Que se desprenden de éstas,
Y con cristal ruidoso
El pié de aquellos riegan.
La beldad despreciada
De Nai'ciso, parlera
Ninfa de los collados.
Sonaba en las cavernas.
Oyóla acaso Elfino,
Cruzando sus malezas,
Por donde el Tercer Carlos
Abrió costosa senda;
Elfino, que de Henares
Dejíindo las riberas,
Al golfo gaditano
Llamado fué de Astrea;
Elfino, que templando
Estaba ya las cuerdas
Para elogiar los justos
En odas que proyecta,
23
S38
Y atento á agnellas voces,
Que trasformaao en lenguas
El ábrego traia
Porque eco las volviera,
Halla que articulando
Proditcios, que la estrella
De Domingo produce,
Sn pensamiento alientan.
De Alvaro son encomios,
Que Córdoba vocea,
Sin que de siglo en siglo
Jamas callarlos pueda.
No tanto de Cardona
lia cuna y las grandezas
Publica, ctm que se honran
Magnates de la Hesperia;
Cuanto de un alma noble
La candida inocencia,
Que guarda siempre intacta
Desde su edad primera;
Un celo porque tristes
Las otras no se pierdan,
Colmado de abundantes
Frutos de penitencia;
De cuyo sacramento,
Si los reyes , las reinas
Le hacen ministro, él huye
De honores que desprecia;
Una confianza suma
En la alta Providencia,
Con la cual á su pobre
Comunidad sustenta;
A la pasión sagrada
La devoción más tierna,
Por la que, cuando esparce
La noche sus tinieblas,
Visita de rodillas
Las cruces, que en la arena
Fija, con que el camino
De Gúlgota asemeja.
En cuyos tiernos actos
pios quiere que sus fuerzas
Angeles corrcboren.
Que á veces le sostengan;
Y que otras en su auxilio
Los mismos le precedan,
Removiendo del suelo
Más áspero las piedras;
Que al justo así estos fieles
Espíritus esfuerzan,
Y aun para el cuerpo evitan
Tropiezos de la tierra.
Finalmente, la patria
De engiandecer no cesa
La caridad, que Cristo
Maravilloso premia.
Conduce á su convento,
Porque aliviarse pueda,
A un pobre, que llagado
y moribundo encuentra.
La carga , que le oprime,
Y va en su capa.envuelta.
Noticiaba á los suyos,
Que examinarla esperan.
Cuando ¡suceso extraño!
La Majestad suprema
Hizo que un crucifijo
Los circunstantes vieran.
Jesucristo en sus hombros
Lleva nuestras dolencias;
San Alvaro en los suyos
A Jesucristo lleva.
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN Y MANRIQUE.
día 20 DE FEBRERO.
San Lean, obispo,
Anhí^laba Heliodoro
Le eligiesen prefecto
De Catania, sin torpe
Nota de pretenderlo.
«Tendrás cuanto apetezcas,
Le dice un mago hebreo
Que consulta , con esta
Cédula que te entrego,
))Con ella de los héroes
Irás al monumento,
Cuando esté más profundo
De la noche el silencio.
))A11Í en menudas piezas
La entregarás al viento;
Ni tengas al que entonces
Se te aparezca, miedo.
))No, si bajar te manda,
Le obedezcas; con esto
Siempre en lo sucesivo
Sobre él tendrás imperio.»
Hízolo así, y al punto,
S ntado sobre un ciervo,
Al engañado joven
Luzbel salió al encuentro.
«¿Qué es lo que solicitas
Aquí?», pregunta; y luego
Le responde Heliodoro:
«Sólo en tu busca vengo. —
»Si á Cristo, Luzbel dice,
Recusas, de mis siervos,
A Gaspar ob diente
Tendrás á tus preceptos.»
Admite los partidos
El infeliz mancebo,
Y agradecido besa
La diestra del espectro.
No bien, aunque me asistan
Cien lenguas, bocas ciento,
Y voz tremenda al temple
De resonante hierro.
Ponderaré los males
En que Heliodoro envuelto
Trajo con sus encantos
Al siciliano suelo.
¡Qué formas no transmuta
Diabólico Proteo 1
¡Cómo á su mando tiene
Relámpagos y truenos I
Finge engañosos rios
En árido terreno,
Y en aparente nave
Halla en Bizancio puerto.
A Tírsis inocente,
Que es del prelado deudo.
Da mentirosas palmas
En los circenses juegos.
La silla catancnse
Regía en aquel tiempo
San León , por divina
Inspiración electo.
Sus reprensiones santas,
Su doctrina, su ejemplo.
Se frustraron, del mago
Empedernido el pecho.
Jactábase el impío
Alumno del averno
De burlar su carácter
Con irrisorios hechos.
De León Taumaturgo
Pensó que conduciendo
Fatuo coro, á la frente
Danzase de su clero.
El prelado, las artes
Tcsálicas temiendo.
Buscó á los pies de Cristo
En la oración remedio.
Cansóse Dios de agravios,
Si así decirlo puedo ;
A León oye, y concede
A la ciudad consuelo.
El ilustrado obisi^o
Echó su estola al cuello
Del discípulo como
Rafael lig(S al maestro.
Condújole á una hoguera.
Que, á su virtud sujeto.
Le consumió, quedando
Estola y brazo ilesos.
De Heliodoro las fuerzas
A la oración cedieron
De León , cual fué vencido
Simón por la de Pedro.
Para irrogar las penas,
Que sirvan de escarmiento.
Valerse de prodigios
No necesita el cielo.
Las causas naturales
Surtiendo sus efectos ,
Ni á uno sostiene el aire,
Ni á otro perdona el fuego.
día 21 de febrero,
San Félix, obisjjo.
La tenebrosa noche,
Antípoda del día.
Capa de iniquidades
Y origen de desdichas ;
Aquella que de negros
Caballos conducida.
Desciende coronada
De adormidera estigia,
A destinos opuestos.
Por diferentes vias
A un tiempo á los dudosos
Mortales encamina ;
No páralos que duermen,
Para los que vigilan
Las glorias se reservan ,
Los premios se destinan.
Mas las horas que al sueño
Roban los hombres , guian
A infaustos precipicios ,
Si al vicio se dedican.
Aquel silencio, aquella
Quietud con que termina,
Al parecer, del mundo
La agitación continua,
Todo infunde retiro
Interior, todo brinda
A contemplar las altas
Perfecciones divinas.
¡ Cuan diferentes usos
De su estación hacian,
Félix, de Metz obispo,
Baltasar, rey de Asiría I
¡Cuan distintas empresas
Entrambos concebían 1
Pero también de entrambos
Las suertes ¡ cuan distintas 1
Baltasar, aquel vano
Monarca á quien las iras
Del Señor con Nabuco,
Su padre, no intimidan.
Sucesor temerario,
Que el corazón no humilla
Al ejemplar que tiene
Tan ti'ágico á la vista,
A espléndido banquete
Sus magnates convida.
En el cual cada uno
Según su edad bebía.
Ya temulento ordena
Que los licores sirvan
En vasos de oro y plata.
De fábrica exquisita ;
Los mismos que del templo
De Salomón había
Nabuco trasportado
Con las alhajas ricas.
Los proceres en ellos
Bebieron á porfía ,
Y el Rey con sus mujeres
Y torpes concubinas.
Infames alabanzas
Los dioses recibian,
Que de metales, piedras
y leños se fabrican,
Aquí al fatal teatro
Corramos la cortina,
Y sigamos del tiempo
Las alas fugitivas.
Félix , tercer prelado
De Metz, que en compañía
Se señaló del grande
Dionisio Areopagita,
Las noches pasa insomnes ,
y de la suerte misma
La matutina le halla
Que la primer vigilia.
Y un celestial ministro
Dios, á quien loa, envia,
Que en la ciudad su nombre
Con letras de oro escriba,
Alaba á falsos dioses
El babilonio, y mira
Que mano escribe humana
Lo breve de su vida.
Aun la visión ignora,
Que Daniel le descifra ;
Se inmuta, y le conmueven
Las trémulas rodillas.
Las del pastor mctense,
Siempre en la tierra fijas,
Visiones celestiales
Al dueño facilitan.
Da corona á Darío,
De Baltasar transmigra,
Y Dios hace que eterna
Corona Félix ciña.
día 22 DE FEBREEO.
La Cátedra de san Pedro
en Antioquia,
Ya el centurión Cornelio
De itálica c- horte
Habia recibido
Los celestiales dones,
Y Pedro, cerciorado
De la visión de .Jope,
Bautizaba indistintas
A todas las naciones.
Metrópoli de Oriente,
La opulenta, la noble,
Populosa Antioquía
Por él á Dios conoce.
De Teófilo su celo
Excita los rencores,
Y previene al apóstol
Durísimas prisiones.
Hállale Pablo en ellas,
Exánime á rigores
Del hambre, y por sus rostros
Copioso llanto corre.
A Teófilo vuela,
A quien de Pedro expone
Tan admirables cuanto
Verídicos informes.
«Huyen por él, le dice.
Las fiebres y dolores;
No hay mal que á virtud tanta
Su actividad no postre.
))Y aun verás más prodigio,
Añade, como él ore
A Dios porque los muertos
A vida se revoquen.»
Concédele de Pedro
La libertad el procer.
Como á un hijo difunto
De mucho tiempo cobre.
En Dios confia Pablo;
Ofrécelo en su nombre;
Va Pedro al monumento,
y resucita al joven.
De Teófilo el pasmo
Quiere estorbar que asomen
Lágrimas á los ojos,
Mas ya la valla rompenj
filMNODIA.
Y arrojándose á Pedro,
Pide allí mismo á voces
Que el bautismo sus muchas
Iniquidades borre.
Siguiéronle, y fundaron
Aquellos moradores
Una iglesia, y de Pedi-o
La, Cátedra erigióse.
Época tan dichosa
Fué célebre en el orbe.
Tomando de Viandas
De san Pedro el rcnomljre.
Pues dando el sol el cuarto
Círculo al horizonte.
Después que j'a llevaba
Corridos signos once.
Celebraba, poseído
De STis supersticiones.
Fiesta de los banquetes
El gentilismo torpe.
Sobre el sepulcro hacían
Pon<>r, de sus mayores.
Manjar á las errantes
Sombras de Flegetonte;
Y la Iglesia en tal día
Mandó desimpresione
La Cátedra autioquena
Los étnicos errores.
Hacíanse en su obsequio
Convites más conformes
A la razón , llevando
La caridad por norte.
Hasta que couvertidcs,
Por abusos enormes,
En gula la templanza,
Y el júbilo en desorden,
Motivaron aquellas
Santas disposicitmes
De que á estos actos sólo
Los de piedad suliroguen.
Estos los convenientes
Fueron, ó los acordes
A aquel pastor primado
De todos los pastores.
Que el lienzo do animales,
Que cielo y tierra coge.
Vio cuando voz celeste
Le dijo : 3Iafa y come.
Glorificar á Cristo
Delante de los hombres
Son T tandas de san Pedro,
Que á los demás propone.
S39
día 23 DE FEBRERO.
Santa Marta , virgen y mártir,
ISTo vengas. Himeneo,
Devuelve aquesas alas.
Que te prestó, á Cupido,
Y el curso veloz para.
Lejos de Astorga, lejos
De la española rama,
Las rosas de tus sienes ,
El humo de tus hachas.
Con él se desvanezcan
Los hálitos que esparza
Suadela, eficaz hija
De Venus Acidalia.
Ni á Yugatino llames.
Ni á Domiduco traigas ,
Que á la esposa introduzca
Del esposo en la casa ;
Ni á Domicio, que en ella
De vigilante guarda
La sirva, ni anticipes
Gestiones excusadas.
Inútiles son esos
Oficios que preparas.
Futuros á Lucina
Y al numen de Diana.
No importa que ese impío
Aborto de Bubalia,
A quien contra Filipo
Los rebeldes proclaman.
Exterminar intente
Con fulminantes ansias
La religión, que fija
Su solio en las Españas.
No importa que el procónsul
Paterno, que te llama
En su auxilio, la empresa
Fomente teiuerai-ia.
Ya al judicial aspecto
Se presta la constancia.
Que admirarán los siglos,
De la invencible Marta.
Su adoración pret'.nde
Luzbel en las estatuas
Que el artífice forma
Del oro y de la plata.
Niégase á la propuesta,
Marta, del juez, que (rata
Hallar en el ecúleo
La enmienda ó la venganza.
Allí violentos choques
De las nudosas varas
Sus virginales carnes
Sonrojan y maltratan.
Del rigor, que halla inútil,
A las caricias pasa
El juez, y á las promesas
Su apelación instaura.
Pero á esta firme peña.
Parto de las montañas
De León, aunque lo intenten,
Dádivas no quebrantan.
La santa fe en su pecho.
De Cristo, radicada.
No menos ( 1 halago
Que la crueldad desaira.
Huye, hijo de la diosa;
Las colinas repasa.
Que robles y castaños
Guarnecen á su falda.
No más te acerques ; vuelve
De Océano á las aguas ,
Y di á Citéres cuanto
Mi voz te desengaña.
Mas si acaso te fias
De estériles instancias
Con que eludir paterno
Tanta entereza entabla;
Si con su hijo el enlace
Que á Marta ofrece, aguardas,
Tarde ó nunca tus teas
Han de avivar su llama.
Marta, de Cristo esposa,
Ofreciendo á la espada
El cuello, con su sangre
Verás que las apaga.
DÍA 2i DE FEBRERO.
San Matías, apóstol.
Después que del dichoso
Monte de las Olivas
Para su eterno Padre
Se encaminó el Mesías,
Levantánduse Pedro,
Así á la turba avisa
De casi ciento y veinte
Personas que allí habia :
«Varones, dijo, hermanos,
La Escritura divina
Del Espíritu Santo
Conviene sea cumplida ;
«Aquella que, por boca
De David, profetiza,
De Judas, que fué miembro
De nuestra comijañía.
«Jesús al ministerio
Sagrado le destina,
340 DON
Y él á los que atrevidos
Le prenden acandilLi.
«Este poseyó un campo
En i>rec¡o de su indigna
Traición, y se hizo luego
De sí propio homicida.
))Suspendiúse de un lazo;
El suelo vio esparcidas
Sus entrañas (cansado
El cuirpo de sufrirlas).
»Supo la paga el pueblo
De tanta alevosía,
T Ilaceldama, esto es, campo
De sanjrrc le apellida.
))Está, pues, en los salmos
Esta sentencia escrita :
Su mansión quede á inculto
Desierto reducida;
nNo pueda en tiempo alguno
Decirse que la habita
Criatura humana , y otro
Su obispado reciba.
))En su lugar, de aquellos
Ser debe el que se elija,
A i]uiencs con su trato
Jesús colmó de dichas,
))Del bautismo empezando
De Juan hasta acjiíel dia
Que, elevado, una nube
Le hurto de nuestra vista,
))Y que testigo .sea
De aquella maravilla,
De haljcr, después de muerto,
Tornádose á la vida.»
Tal razonó el Apóstol;
T en dos ponen la mira,
Matías y Jo.sefo,
Que el Justo denominan;
Y orando, así dijeron :
(( Tú , Señor, que registras
El corazón de todos,
Cuál de éstos, nos inspira,
))Del apóstata Judas,
Que aleve prevarica ,
Para ir á su destino,
Ha de ocupar la silla.»
Danlo á la suerte, y ésta
Fué á JIatía.s propicia,
Que luego con los once
Apóstoles se alista.
Suerte del nuevo apóstol
Dichosa, dirigida
De Dios, tú del electo
El mérito acreditas,
Jerusalen escuche.
Con toda Palestina,
Su voz; por ella el cielo
Be colmi' de mies rica.
Las luc s ])ropagada8
Del Evangelio, rinda,
Con piedras maltratado.
Su cuello á la cuchilla.
Suerte infeliz de Judas,
Sacrilega codicia.
Tú eres la que á las negras
Sombras le precipitas.
¡Qué apóstoles diversos!
¡Qué suertes! ¡Qué caídas!
Cae Judas por su suerte;
Cae suerte por Matías.
DIA 25 DE FEBRERO.
San Cesáreo, confesor,
I Adonde estás , Nicea 7
Kicca, ¿qué te has hecho?
¿Qué t« has hecho? Te busco,
Nicea, y no te encuentro.
I Dónde tus cdilicios
Existen? ¿Qué se hicieron
Xuti calles y tus plazas,
JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN
Tus muros y tus templos?
Tu esplendor se ba apagado,
Tu pompa se ha deshecho;
Eres de lo qm; fuiste
Apenas esqueleto.
Del podador la herida
No lloran los sarmientos
De las célebres vides.
Que pueblan tu ti rreno.
Lloran al ver, de tanta
Catástrofe en efecto,
Del polvo de tus ruinas
Sus vastagos cubiertos.
Mas ¿quién es el que de ellas
De increíble modo ileso
Se desenvuelve, y hace
Escala de los muertos?
Tembló la tierra, dando
Con espantoso estruendo
Pavor á los mortales,
Y ronco son al viento.
Las elevadas torres,
Frontispicios soberbios,
Ahora precipitados,
Son tumba de los cuerpos.
Aparece de aquesta
Desolación en medio.
Cuestor de la Bitinia,
Cesáreo Nacianceno.
Parece que aunque el orbe
Sobre él caiga en fragmentos,
Ni las ruinas le hieren,
Ni le acobarda el miedo.
(Jon los demás airado
El elemento inquieto.
Respeta sus virtudes.
Su ciencia y nacimiento.
Ilustre en sus mayores.
De los qiie santos fueron
Hijo feliz, de santos
Hermano, y santo él mesmo.
Admiración de cuantos
Le escuchan , ya exponiendo
De Hipócrates lugares
Y dogmas de Galeno;
Ya de Epicuro y Cleante
Refutando argumentos ,
A Platón explicando
O á Pirrou rebatiendo;
Ya con demostraciones
Huminando diestro
Los escritos de Euclídes,
Heron y Ptol orneo.
Del apóstata César
Temido por su celo,
Que en Valente y su hermano
Produjo tanto aprecio.
Al fraternal cariño
Aparecido en sueños
De Gregorio glorioso.
Lustre, claro, excelso;
Cual el teólogo santo
Le verá, añade, al tiempo
Que la voz del arcángel
Dé á la trompeta esfuerzos;
Que el cielo se trasforme.
Se desfigure el suelo,
Se mude el mundo, y vaguen
Libres los elementos.
Alábite, oh Cesáreo,
Tu hermano; yo enmudezco;
¿Quién entre los mortales
Podrá con tanto acierto
Loar en las humanas
Tu portentoso ingenio
Como aquel que en las letras
Divinas fué portento?
Mueres; y si un hermano
Santo perora el duelo,
Tu santa macke Nona
Te erige monumento.
El poder de la tierra
Y MANRIQUE,
No te oprimió, á tu aliento
Sólo oprimió la muerte ,
Porque es poder del cielo.
DIA 26 DE FEBRERO.
San Alejandro, obispo.
Murió Aquilas, y el cielo
Permitió que la tumba
De este patriarca fuese
Del arrianismo cuna;
Porque ambicioso el jefe
De esta secta futura.
La silla alejandrina
Inútilmente 1)usca.
La elección de Alejandro
El cielo mismo alumbra,
Y sucesor de Aquilas
El pueblo le saluda.
Arrio, indignado, contra
La Iglesia se conjura;
Principio lastimoso,
Que tanto mal anuncia.
En su arenoso suelo,
Libia, su patria, nunca
Tan venenosa sierpe
Expuso á la luz pura.
Dice que el Verbo (y hace
Que la ponzoña cunda)
Es criatura, jjriucipio
De las demás criaturas,
Alejandro el Primero
Declara guerra cruda
A los nuevos errores,
Y al impío descomulga.
Presbítero no tantos
Trabajos le atribulan.
De los emperadores
Paganos en la lucha,
Cuantos obispo sufi'e
Por la fe, que propugna,
Y los heresiarcas
A la sazón perturban;
Pues mientras en su iglesia
Tiránicas las furias
En las voraces llamas
Y el hierro se gradúan;
El cisma, que en Egipto
Melacio infame funda.
Ejercita su celo,
Y á su rebaño asusta.
Este de mansedumbre,
De erudición , facundia
Y caridad portento.
Digno de mejor pluma.
Muere anciano; y moviendo
Su lengua Dios, pronuncian
Del sucesor el nombre
Las últimas angustias.
Atanasio, Atanasio,
Repite; uno lo escucha
De este nombre, y responde;
Mas nada le insinúa.
Otra vez Atanasio
Sus voces articulan;
Y calla el que con esto
Ya de su error no duda.
Entonces profetiza :
«Huir, Atanasio, juzgas;
Pero aunque más lo intentes,
Será imposible que huyas.»
Para Arrio y Atanasio
Fué abeja, cuya industria
Su aguijón guarda al uno,
Y al otro sus dulzuras.
Así de su alta silla
Es fuerza se reduzca.
Ocúpela ó la deje.
Cual dignamente usa.
A aquel que la apeteco
Separa, si la ocupa,
Y llama, si la deja,
A aquel que la rehusa.
día 27 DE FEBREKO.
San Baldomero , confesor,
No más, no más Vulcano,
Falaz mitología,
Soñadas ilusiones,
Poéticas mentiras.
Dejad historias vanas
De esa deidad fingida.
Que Jove, por disforme,
Del cielo precipita.
Y de los moradores
De Lémnos, que á la hija
Coronó de Toante,
Recibe nxieva vida;
Por cuyo beneficio
Allí su asiento fija.
Donde el uso del hierro
Y el fuego les explica.
Callad aclamaciones,
Que, del Egeo islas.
Tributan á sus yunques
Lipari y Estrongila.
Ni obra de su martillo
Pandora, en quien principia
Del bello sexo el ói'den ,
Se ensalce peregrina.
Ni en su culto los gi'iegos
Con hachas encendidas,
A los lampadoforios
Certámenes asista.
Las chalceas, vulcanales
Fiestas, que le dedican
Gozosos en Atenas
Y Roma, se supriman.
Discípulos nosotros
De la sana doctrina.
Las fábulas huyamos ,
Pues la verdad convida.
Allá donde congregan,
De una montaña á vista,
El Ródano y Saona
Sus aguas cristalinas,
Baldomero, artesano,
Las venas beneficia
Que á su trabajo aprontan
Las subterráneas minas.
Casto, veraz, humilde,
Consigue que excesiva
Su princii)al carácter
La caridad distinga.
HeiTcro pobre, cuando
Le falta el oro, alivia
Al pobre con sus ])ropiaí?
Herramientas precisas.
Sin estos utensilios,
¿Qué es lo que determinas,
Artífice glorioso ?
¿Qué intentas? ¿Que utilizas?
El agua, que al invento
Su virtud suministra ,
Siendo la hornaza iniÚil,
Para apagarla sirva.
Mas ¡ay! que en ese pecho
Escondes más activa
Fragua, j al cielo vuelan
Abrasadoras chispas.
Ellas de tus virtudes
Testigos son; publican
De un corazón amante
La inextinguible pira.
Tu religión ¡oh cuánto
De la pagana dista!
/ Qué efectos más diversos ?
I Qué causas más distintas ?
Fingen que de los dioses
Vulcano, en su oficina.
Las armas, con que vengan
HIMNODIA.
Su cólera, fabrica.
Del numen verdadero,
Contra nuestra malicia.
Tú en la tuya desarmas
Las vengadoras iras.
341
día 28 DE FEBRERO.
San Román, ahad,
Asia y Añ-ica insignes
Contra el tesón del tiempo,
No sólo en las ciudades
De numeroso pueblo,
Sino en los aelmirablea
De la virtud modelos,
De que en épocas varias
Poblasteis los desiertos,
Bien es que la Tebaida
Gloriosa sus ejemplos.
Bien que engrandezca ufano
Los suyos el Carmelo.
Pero advertid á Europa,
Y creeréis estar viendo
Que á ella se han trasladado
Vuestros antiguos yermos.
Ese elevado monte
De la Francia, que al cielo
Robando está las luces.
Segundo Prometeo;
Jura, de cuj-a mole
El Aar va lamiendo
La planta, hasta que paga
Al Éhin undoso feudo.
Natural obelisco.
Promontorio soberbio.
De donde nobles artes
Tomaron lo grotesco,
A su raíz sustenta
Robusto y verde abeto,
A pesar de los duros
Rigores del invierno.
Densísimas sus ramas
Forman tejido techo.
Bajo el cual á Dios sirve
Román, su amado siervo.
Aqueste, que la vida
Solitaria el primero
Introdujo en los fines
Orientales del reino.
Sobre sí, al entablarla
Las furias del infierno.
Siente con Lupicino,
Su hermano y compañero.
Lluvia espesa maltrata
De piedras á sus cuerpos,
Y la edad inmatura
Tuvo al peligro miedo.
Huyen, y en el camino
Retroceden , oyendo
De una desconocida
Mujer tales acentos :
«/De dónde, pues, soldados
De Cristo?)) Entonces ellos.
Admirados, confusos.
Descubren el secreto.
Responde la inspirada :
«Debierais al protervo
Enemigo mostraros
Fortísimos guerreros,
))Ni estar, varones justos,
La enemistad temiendo.
De quien por los amigos
De Dios vencido vemos.»
Dice; y á su flaqueza
Reprueban ellos mi smos,
Que, de la cruz armados.
Vuelven al choque fiero.
De piedras, que los hieren,
Vuelve el diluvio luego.
Hasta que su constancia
El írib fué sereno.
Es p.ira que venzamos
Los enemigos nuestros,
El modo en el bullicio
Y soledad diverso.
Cuerpo á cuerpo se puede
A Satanás el reto
Proponer, si al retiro
Estorba sus efectos.
Mas de Venus y el mundo
LdS santos conocieron
Que sólo es el huirlos
El modo de vencerlos.
día 1.° de marzo.
El santo Ángel de la Guarda.
Hombre, que del albergue
Materno producido.
Naces al mundo en este
Momento en que lo escribo.
Llora, pues al que vienes
Conoces, aunque niño.
Triste país cubierto
De abrojos y de espinos.
] Cómo, si bien supieras
Los trances, los peligros.
Los males que te esperan,
Doblaras los gemidos!
Te pasmará el invierno,
Te abrasará el estío.
Te embestirán las fieras.
Te asombrarán los riscos.
Ni sólo los insultos
Receles de los mistos;
Los mismos elementos
Serán tus enemigos.
Peligros en la tierra,
Los mares y los rios;
Peligros en incendios
Y en recios torbellinos;
Peligi'os en los hombres
De corazón inicuo.
Como falsos hermanos
Y pérfidos amigos.
La enfermedad, la angustia,
El susto están contigo,
Y la muerte en el mundo
Concluye tu di'stino.
Mas logren dulce tregua
Tus llorosos principios,
Tributándote el sueño
Dulcísimos deliquios.
En este mismo instante,
Para tu guarda admiro
Descender por los aires
Un ángel del empíreo.
Porque Dios de tí ha dado
Encargo á sus ministros
Para que te custodien
En todos tus caminos.
Te llevarán en palmas.
Porque en los precipicios
No caigan , tropezando.
Tus pies inadvertidos.
Andarás sobre el áspid
Y el fiero basilisco.
Pisarás al león bravo
Y al dragón, ci-uel vestiglo;
A aquel dragón ú horrenda
Sierpe del paraíso.
De ese llanto que viertes
Origen primitivo;
Monstruo más insidioso
Del mundo al laberinto,
Que el que cncern') el de Creta
Por orden del rey Minos;
León , que rodea toda
La tierra, y á rugidos
Busca á quien en su vientre
Tenga sepulcro vivo.
El ángel te liberta,
343
Busca sn patrocinio;
Saldrás, si uo le dejas,
Del intrincado sitio.
¿ De Ariadiia, si l-> rompes,
Qué te aprovecha el hilo?
KltAs en este caso
La parca de ti mismo.
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN Y MANRIQUE.
día 2 DE MAEZO.
San Lvc'to, obispo.
¿Qué línea, monstruo horrendo
De la crueldad, admites,
Que, escándalo del orbe,
Tu insano furor pise?
I Eres tú el que blasonas
De que de Augusto sifrucs
La norma, y en tí anhelas
La humanidad se cifre?
I Eres aquel piadoso
César, que al exigirte
Que capital sentencia
Contra un mafrnate firmes.
Que isinorar descaras,
Al senado dijiste,
El arte de la pluma
En lance tan terrible?
[Qué bien, Nerón, aquestos
Primeros que concibes,
Sentimientos benignos.
Con los siguientes dicenl
¡Todos los hombres quieres
Que en solo un cuello estriben,
Por ver así que á un golpe
De tu rigor i spiren!
[A principios tan bellos,
On cuan opuestos fines.
Que hacen que la doctrina
De Séneca así olvides!
De Séneca, tu maestro.
Tu director insigne,
A quien áuu no perdona
Tu saña irresistible;
Y malogrado ( 1 lance
De la ponzoña, insistes.
Por favor, en que sufra
La muerte que él se elige!
Mas ¿qué mucho? Agripina,
Do quien el ser recibes.
No quieres que di: insulto
Tan bárbaro se libre.
Ni en Octavia y Popea,
Desapiadado tigre.
Que incruento se exima
Tu tálamo permites.
¿Son, tirano, los triunfos
Aquestos, son los timbres
Que en láminas de bronce
Y en mármoles escribes?
¿Cuáles serán? ¿Acaso
Son que indolente mires,
Cantando á Ilion batido,
Fuego exhalar ei Tiber?
¿ Que de incendiario á fiero
Calumniador camines,
Y reos á los fieles
Supongas de aquel crimen,
O que al fatal pretexto,
De este rebaño humilde
Tú las persecuciones
Gentílicas principies?
Cebándote en sus jefes.
Haces que al Maestro imite
Pedro, y que Pablo el cuello
Guarnezca de rubíes;
Que con sn sangre á Fioma
Y á la Iglesia amenicen
Proceso y Martiniano,
Con otros , que persigues;
Que á Gervasio y l'rotasio,
Nazario y Celso admire
Milán, y cuente Pisa
Sus mártires á miles.
España ha condenado
Tanta impiedad, y gimen
Las ásperas Asti'irias
Porque á Britonia afliges;
Britonia, cuya iglesia,
Pastor segundo, rige
Lucio, que al Cebedeo,
Su maestro, en ella sigue;
Y al Capadocio, que huye
De la invasión, asiste
Y esfuerza, á cuya causa
Lpurel de mártir ciñe.
Después que en Cesárea
Siente su ausencia, al triste
Mensaje de su muerte.
En llantos se derrite.
Devota, á las cenizas
De Aristübulo erige
Sagrado mausoleo,
Donde su afecto imprime.
A las del hijo excelso,
Patrón de España, rinde
De. gratitud perennes
Votos en sus confines.
Mas tú, que en las de Lucio
La impides se glorie,
Oh Nerón, con Britonia
Cruel dos veces fuiste.
día 3 DE MABZO.
San Ilemetcrio y San Celedonio.
En una obscura cárcel
De León , insigne emporio,
Colonia del romano.
Corte después del godo,
Por Máximo y Asteno,
Sus jueces rigorosos,
Con Hemeterio j^ace^
Su hermano Celedonio,
En el bizarro pecho.
Más que en la sangre y rostros.
Prototipos fielmente
Copiados lino de otro;
Del centurión Marcelo
Renuevos, que frondosos
Imitan la inflexible
Fortaleza del tronco;
Civil muerte aherrojados
Padecen , sin que el sordo
Trascurso de los tiempos
Abrevie el fin dichoso.
La hoz de Saturno, que hace
Tornar con filo corvo
Al dórico edificio,
De hiedra armado escollo.
Ni acaba con los dias ,
Que pasan numerosos.
Ni consume á quien sufre
Su cruel tesón tampoco.
Testigos los cabellos.
Que á cubrir licenciosos
El cuerpo, prolongados
Descienden por los hombros.
Mas ya benigno el cielo,
Después que del encono
A impulsos toleraron
Tormentos horrorosos.
Los lleva á Calahorra,
Que de su triunfo heroico,
Por voluntad divina,
Teatro fué glorioso.
El Ebro, que la baña,
Pretende que en el propio
Instante reproduzca
De la elocuencia al monstruo.
Renazca Quintiliano,
Y agote los adornos
De ia oratoria, en digno
Obsequio de su elogio.
Escríbase indeleble,
Mientras que de un arroyo
La orilla en los dos cuerpos
Encierra dos tesoros.
Tiempo vendrá en que el lazo
De la injusticia roto.
La militante Iglesia
Res ¡iré en sus ahogos.
Y la ciudad, que ahora
Intacto deja el polvo,
Les alce mausoleo
Y aclame sus patronos.
Mas ¡ay! que estos tiranos,
Corridos, vergonzosos
De tantas impiedades
Como les dicta el odio.
Ni la prisión horrenda,
Ni el trance lastimoso
De terminar dos vidas,
De una espada al destrozo,
Permiten que se escriba,
Y lo ya escrito al pronto
Estrago de las llamas
Borraron cuidadosos.
Pero ¡cautela inútil!
Más puede aquel Esposo
De las ilustres .almas
Que suben á su trono.
Elévanse tras ellas
Dulces prendas al globo.
Que por su bien halladas
Fueron del alto polo.
De uno un pequeño lienzo.
De otro un anillo, asombros
Excitan hasta el punto
De robarse á los ojos;
Y harán anillo y velo,
Contra humanos estorbos,
Eterna ia memoria
De aquestos desposorios.
día 4 DE MARZO.
San Casimiro, confesot\
Viajero que, llevado
De propensión curiosa,
Cortes y capitales
Recorres de la Europa,
El Septentrión te llama;
Tu marcha presurosa
Dirige á los extensos
Estados de Polonia.
Del Vístula las ninfas
Entre las algas y ovas
Levantan la cabeza,
Que de verbenas orlan.
Alegres te conducen.
Te muestran oficiosas
Las más altas é insignes
Grandezas de Cracovia.
Aun no verás aquellas
Que espera suntuosas
Preseas el castillo.
Que el tiempo desmorona ;
Las águilas de plata,
Que las armas denotan
De la nación , pendientes
De la techumbre hermosa,
Que al impulso movidas
De manso viento, en ondas
Brillantes á los ojos
Escena grata expongan;
Y tanto, qiie se piense
Que aquellas conductoras
De la luna , que quiebran
En su cristal, las copian.
Sus bellas galerías
No existen, las famosas
Pinturas, los trofeos»
Que ensalzan las historias.
En la fecunda tierra
Aun yacen, piedras toscas,
Los mármoles, objeto
De tanta vanagloria.
Juan Sobieski, primario
Origen de su pompa ,
No ha nacido, ni el fuerte
Se reediüca ahora.
Pero acércate al regio
Palacio donde mora
El Cuarto Casimiro;
Pise tu pié sus losas.
Sus adornos te admiren,
Y los salones corra
Tu atención, que con bustos
De Césares se adornan.
Las ninfas te introducen ,
Validas de las sombras,
Del príncipe á la estancia,
Que el mismo nombre goza.
No inquieten á Morfeo
Tus plantas; silenciosas
Se acerquen hacia el rico
Lecho donde reposa.
Tus manos el brocado
Del pabellón descorran ;
Verás dormir de Adonis
La gentileza propia.
Mas no; deten dudoso
El paso, pues le estorba
No sé qué fiel esclavo
Que guarda su persona;
Can, que á su augusto dueño,
Cuando á su pié se postra ,
Sobre la dura tierra
Lealtades acrisola.
Pero... ¡qué pasmo! advierte...
Mira al esclavo... nota...
Por las señas es fuerza
Que al príncipe conozcas.
Ni mi primera idea
Mintió; pues i de qué forma
El noble Casimiro
Es siervo ? ;• á quién custodia ?
Sí; Casimiro es siervo;
María es la señora;
Custodia la pureza.
Que su atención la roba.
Allí en cilicio envuelto,
Bizarro joven doma
Los ímpetus impuros
De la halagüeña diosa.
Si de día la escribe
Tierna cadente prosa,
En que sus fervorosos
Afectos desahoga; .
De noche la consagra
La ofrenda más preciosa;
Así de Casimiro
Los triunfos se pregonan.
Las plumas de tus alas,
Oh fama voladora.
Agita mientras yacen
Las de su lecho ociosas.
día 5 DE MARZO.
San E'dschio y compañeros, mártires.
Yo, aquel que en otro tiempo
Al coro de unos sabios
Expuse mis cadencias
Y merecí sus lauros;
De aquellos que á Filipo,
Su erector, obsequiando,
Limpian, fijan y brillos
Dan al idioma patrio;
Cuando entoné la hazaña
Del general bizarro
Que unió al de España el grande
HIMNODLi.
Imperio mejicano (1) ;
En números más breves
El compatriota santo
Propongo á los dominios
Del nieto augusto Carlos.
Señor, ó bien sujeto
Materias del estado,
O de la dura guerra,
O de tu real erario.
Te tengan; ó de Alcídes
Las columnas pasando.
Tu voz oigan las Indias,
Nereo tus mandatos;
O levante de Aslrca
La balanza tu brazo,
E incansable te admiren
Ministros ilustrados;
O en gracias se deshaga
Tu corazón humano,
Al pobre socorriendo
O al mérito premiando;
O el jabalí á tus plantas,
O en su carrera el gamo
Se rinda á tus aciertos
O al fuego de tu rayo;
O bien airoso rijas
Noble hipogrifo, cuando
Pases al sitio ameno
Donde en estatua, ufano,
A competirte aspira.
Del cincel por milagro,
Cuarto rey, cuarto abuelo
De otro monarca cuarto;
O te brinde de Luisa
Dulcísimo regazo,
,0 á Fernando enrojezcan
Con ósculos tus labios;
Oye en breve á mi musa,
Que con afán diario
Reverente las losas
Pisa de tu palacio.
Medellin, que venera
Tu nombre soberano,
A Ensebio, á Hernando aclama,
Gloriosa patria de ambos.
Displicente el Guadiana
Se hundió en la tierra acaso,
En donde tuvo de ellos
Certísimos presagios.
Y á aparecer volviendo.
Su horóscopo esj^erando,
Flemático á su curso
Parece el de los años.
Y «¡oh extremeños ! á tiempo
Que unos y otros llegai'on,
A conquistar, decía,
El otro mundo vamos.»
Hernán Cortés, valiente,
Llevó á sus Alvarados,
Escalantes, Mejías,
Ordaces y Lezcanos.
Ensebio generoso
Se presta, acompañado
De heroicos palatinos,
Rústicos Y fírmanos.
Rompe Cortés la armada
Luego que el suelo ha hollado
De América, á los suyos
Todo recurso obviando.
<( Ninguno por la patria
Suspire; ea, soldados;
Si os brindan los bajeles,
Rompedlos ó quemadlos;
«Suspirad, dice, sólo
Por la gloria; acordaos
Que á ensalzar el real nombre
De Carlos principiamos.»
Ante el juez y al peligro
Se presenta esforzado
(lí Alude el autor ;i su poema Las Naves
de Cortés, premiado por la .\cadcinia Espa-
ñola.
343
Eusebio, con los otros;
Y con valor cristiano.
Para que no ala empresa
Se opong.in embarazos.
Les está de esta suerte
Su corazón hablando :
(( Por la patria, la gloria
Nosotros suspiramos;
Si es la vitla el estorbo,
No más vivir; quitadlo.»
día G de marzo.
Los Santos Víctor y Victorino,
mártires.
Llegaste en ñn, oh día.
Tú, (pie á mi numen pío
Mandas de la constancia
Encarecer los triunfos;
De la constancia, aquella
De los héroes de Cristo
Virtud, que puebla el cielo
De mártires invictos.
Aunque la cárcel calle
Nicomediensc, indigno
Lugar donde arrestado
Yace el silencio mismo.
Aclamaciones grandes,
Después de tantos siglos ,
Todavía parece
Resuenan en mi oído.
Nombre de vencedores
Conviene á dos prodigios
De heroicidad cristiana,
Víctor y Victo;-ino.
Apamia, de Bitinia
Ciudad, los ve afligidos
De tormentos, que fueron
De su pasión principio.
Acompáñanlos Claudio
Y Basa, á qidenes hizo
La voluntad esposos.
Consortes el martirio.
A la prisión camina
Con pié animoso Víctor,
Ni en Victorino el miedo
Pone á los suyos grillos.
Los que oyen á la entrada
Del lóbrego destino,
El ruido de cadenas.
El son de los rastrillos,
La misma horrible muerte,
Que al encuentro ha salido.
Representada en sombras
O distinguida en visos,
Ninguna imagen fiera
Hará, para abatirlos.
Que aquellos corazones
Agiten los latidos.
No el viador más alegre.
Cansado del camino.
Entra en el refrigerio
Del propio domicilio;
No más gozoso al puerto
Arriba el que vencidos
Deja entre sobresaltos
Del golfo los peligros;
Ni el que del Can celeste
Sufre los excesivos
Calores, mas ansioso
Entra en el valle umbrío.
Que de la fe los fuertes
Soldados aguerridos
Se prestan al sepulcro
Que ha de enterrarlos vivos.
Devóralos aquella
Garganta del abismo.
Que ignoran los tiranos
Ser senda del empíreo.
Su constancia acrisolan
En ella; los castigos
344
Se aumentan , y ser santos
Es todo su delito.
Allí se sabe apenas
6i la noche ha tendido
8u manto, ó si la aurora
Se opuso á sus designios.
Tres vices, entre tanto
Que asi padecen, Cintio
Del Aries a los Peces
Corrió los doce sijmos.
Los oprobios, el hambre,
La desnudez, ti frió,
Todos se confederan ,
Parciales enemigos.
Imprégnase el ambiente
En la Lediondez del sitio
De pestilentes cuerpos
O de átomos malignos.
Hasta de los pacientes
Los alientos continuos
Al aire son de menos
Salubridad motivo.
Al conjunto de tantos
Trabajos repetidos
Espiran , y hace el tiempo
Su natural oficio.
Pero mi musa torpe
Se equivocó cuando hizo
Cómplices los alientos
De aquestos homicidios.
Alientos superiores.
Que hollaron los caminos
De las estrellas, nunca
Pudieron ser nocivos.
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN T MANRIQUTÍ.
día 7 DE MAEZO.
Santo Tomas de Aquino.
Callen, deidad de Chipre,
Las que en los labios pones
De esclavos infelices
Adamaduras voces.
Tus lides, tus victorias,
Tus triunfos no pregonen
Aherrojados mortales.
Avasallados dioses.
No llena de laureles
Al cielo te remontes;
Hay en la tierra, oh Venus,
Quien tanto orgullo dome.
Vuelve, vuelve los ojos,
Preciados de traidores,
Que halagando las almas.
Cautivan corazones.
El hombre de su siglo,
El santo entre los hombres , .
El grande entre los santos
A tu poder se opone.
Aquel hombre nacido
Para que al mundo asombre,
Abismo de la ciencia
y oráculo del orbe;
El sol de las escuelas,
A cuya luz se ponen
En fuga densas sombras
De heréticos vapores;
Angélico maestro.
Que en voz sensible oye
Estar canonizados
Por Cristo sus sudores;
Eucarístico Atlante,
Que sostiene la mole
De aquel cielo, que extraños
Accidentes esconden.
Mírale bien; advierte
Del religioso joven
Para la lid aquellas
Previas disposiciones.
Bellezas tiene Italia;
Inf ándete en el torpe
Vaso qtie á taq intentos
Juzgares más conforme.
Áspid, de sius halagos
Ocúltate en las llores,
Y tu veneno toda
La sangre le inficione.
Sirena encantadora.
Caricias mil proponle
Con halagüeños ecos,
Que eternamente llore.
Mas ya lo intentas; y entra
En su prisión de golpe
La impureza sin freno.
Sin máscara el desorden.
Mujer lasciva astucias
No encuentra, que no adopten
Amantes sus i)alabras.
Obscenas sus acciones.
Tomas, atribulado
De su contrario indócil,
Clama porque desciendan
Auxilios superiores.
El ciclo, que le escucha.
Le influye, y para el choque
De una encendida brasa
Las armas le propone.
Intrépido con ellas
Tras su enemigo corre.
Que del rival huyendo
Con pasos va veloces.
Éste el tizón dirige
A la pared, en donde
Una cruz en la parte
Terrea, que oculta, forme.
Al templo, que instantáneo
Fabrica, los blasones
Lleva de los despojos
Que de la lid recoge.
Del que murió en el leño.
Que pinta, los amores
Le abrasan cuando extingue
Fogosas sugestiones.
De la naturaleza
Así invertido el orden.
Encienden las cenizas
y apagan los tizones.
día 8 DE MARZO.
San Juan de Dios , fundador.
I Quién es este que viene.
No de Edom, donde raya
Madrugador el día,
Y vigilante el alba,
Sino de las vecinas
Provincias lusitanas.
Donde el sol en su ocaso
De ver á Europa acaba;
Teñidos los vestidos.
Que de dolor se rasga.
No del coral de Bosra,
Que vencedor le aclama.
Sino de sangre propia ,
Que al impulso derrama
De aquella conmovida
Plebe , que le maltrata ?
I Quién es , si acaso es dable
Su rostro, que encenaga,
Distinguir, cual no pudo
Alfeo al de Diana ?
En él, de la bacante
Más fatua trasmigrada
El alma, si le viera,
I'itágoras soñara.
Repélase el cabello.
Arráncase la barba,
El pecho se golpea,
Derríbase y se arrastra.
Al ofendido cielo
Los ojos y las palmas
Eleva, y el benigno
Perdón á gritos clama.
Éste, si unas confusas
Memorias no se engañan,
Un rebaño en Castilla
Zagal apacentaba,
j Le expuso acaso al lobo ?
¿Faltó á la confianza
>el mayoral? ¿ Qué evento
Le turba, ó qué desgracia?
Mas no; que es un soldado,
Que en defensa del Austria
Marchaba, porque huyera
El Turco de Al manía.
I Qiié novedad terrible
Fuera de sí le saca ?
¿Qué deshonor? ¿Por suerte
Huyó de la batalla?
Pastor es, y con esa
Demencia extraordinaria
Que aparenta , del lobo
Tartáreo libra el alma.
Es soldado, que en medio
Está de la campaña;
Valiente así pelea
Y al enemigo ataca.
Ése es á quien esperan
Calamidades tantas;
Será su azote el mundo,
Será su cruz Granada.
Mas ¡qué suerte felice
Por Cristo tolerarlas!
Ni sólo á la otra vida
Reservará la paga.
Los ángeles del cielo,
Dejando su morada.
La suya y de los pobres
Cuidarán en su falta.
Con él en los incendios
Apagarán las llamas;
Será Rafael arcángel
Su compañero y guarda.
Disfrutará, por medio
De imágenes sagradas.
De María en sus preces
Visiones soberanas.
Al mismo Cristo en hombros
Conducirá, y las llagas
De sus pies, al lavarlos,
Descifrarán la carga.
Agotará los fondos
De caridad, primaria
Virtud, que entre las otras
Su carácter señala.
Aqueste de la enferma
Naturaleza humana,
Éste del desamparo
Será la dulce calma.
Este blanco de oprobrios
Y de irrisiones , cuantas
Bibataubin le ofrece,
Le opone Bibarrambla,
Este fingido fatuo
Los cielos arrebata;
Granada, que le aflige.
Se postrará á sus ai'as.
Juan, que es gracia, se nombra
De la gracia en las aguas,
Y de Dios le apellida
Dios, que es la misma gracia.
día 9 DE marzo.
Santa Francisca , viuda.
Tras sí llevado había
Los pámpanos Octubre,
Sin que esmaltasen verdes
Visos del cielo azules;
Y del romano campo,
Francisca , en quien se arguye
Que andaban á porfía
Lo humilde con lo ilustre.
En medio de las viñas
Áridas se descubre,
Rodeada de santas
Discípulas, que instruye.
Era el invierno, y Febo
Verticales sus luces
Enviaba, porque á la alta
Mitad del cielo sube.
Así del Bóreas frío,
Que de la excelsa cumbre
Soplaba del Tarpeya,
Las fuerzas disminuye;
Y en la orilla del Tiber,
Derritiendo destruye
Los que jactaba el hielo
Lazos indisolubles.
La singular maestra
De todas las virtudes
Allí de la pobreza
Los ejercicios cumple.
Trabaja y corta leña,
Que á la ciudad conduce
Y vende , cuyo precio
A pobres distribuye.
El cansancio á sus hijas
A grave sed reduce,
Y hace el sitio que el pronto
Eemedio dificulten.
No hay fuentes, dista el agua,
Y es forzoso se juzgue
Peligroso que solas
¡Se alejen y la busquen.
De Dios la providencia
Apenas las induce
A esperar, cuando nuevo
Prodigio las confunde.
Las vides, que esperaban
Con tantas lentitudes
Al Mayo, que su hermoso
Verdor las restituye.
Porque su fruto luego
Los ardores maduren
De Julio, y al Setiembre
Fértil cosecha anuncien;
De sabrosos y ñ-escos
Eacimos, que producen,
En la estación del año
Más rígida se cubren.
No hay dudar; todas este
Don efectivo gusten;
No aquí Zéuxis revive.
Que á engaños estimule.
Templan aquel moksto
Ardor que las consume ,
Y al trabajo se aprestan.
Que hacen así más útil.
[Oh Providencia! (dijo
Francisca bien) , tú acudes
Cuando sus dones niegan
Mar, tierra, cielo y nubes.
El don que en Cana falta,
Y en cuyo néctar dulce
Se vuelve el agua cuando
Los dos esposos se unen ,
Difunto el de Francisca,
Porque no se atribulen
Las esposas de Cristo,
La falta de agua suple.
día 10 DE MAEZO.
San Meliton y treinta y nueve
compañeros, má7'tires.
Yace j\mto á Sebaste
Un lago, cuyo centro
A endurecer aspiran
Las sañas del Enero.
Jamas empedernido
Tanto se vio al violento
Eigor de su intemperie ,
Desenfrenado el cierzo,
Como cuando le manda
EniNODL\.
Un bárbaro despecho
De cadalso y cuchillo
Servir al mismo tiempo.
Iban ya de los montea
Mayores descendiendo
Las sombras , y cobi-aba
Más consistencia el hielo.
Murió el sol, puso el agua
Fin á su movimiento,
Y fué sólido risco
Lo que era undoso espejo.
Aqueste de cuarenta
Fortísimos guerreros
En una larga noche
Fué el doloroso lecho.
De éstos, á quienes tanta
Reputación debieron
Las armas imperiales,
Aqueste ha sido el premio.
Mas no el helado estanque
Del más cruel tormento
Lleve el nombre; que hay otro
Más horroroso y nuevo.
Más horroroso, cuando
Se ostenta lisonjero
Al paciente, á quien brinda
Con dulce refrigerio.
Tal la hoguera, y templado
Próximo baño fueron;
Lazo para que fuesen
Apóstatas cayendo.
Oh impiedad, tú sabías
Que aunque hay para romperlos
Un espíritu pronto.
También un cuerpo enfermo.
Pero ignorabas cuántos
Presta el Señor alientos
Para que de ellos vuelen,
Dejándolos deshechos.
Tú , Agrícola , el más apto
De Licinio instrumento
Para acabar con todo
El cristianismo entero;
Tú, que en tormentos tales
Los expones al riesgo
De que el caduco eviten ,
Y vayan al eterno;
Tú por tus propios ojos
Verás su vencimiento,
Y que inútiles casi
Las suaves termas fueron.
Ni en Meliton aguardes
El Benjamín, que entre ellos
Ultimo nace y muere.
Flaquezas de un momento.
Tiene una madre el joven
De varonil esfuerzo;
Le exhortará, aunque muera
Entre sus brazos mesmos.
Madrugará la aurora;
Verásla cómo luego
Al hijo, á quien dio %nda,
Arroja entre los muertos.
Si un infeliz soldado
Deja á sus compañeros.
Quien tú menos esperas
Eeemp] azara su puesto.
Fué así; pues en las sombras,
Velando el carcelero,
Globo de luz inmensa
Vio que ocupaba el viento.
Treinta y nueve coronas
Los ángeles trajeron
Al escuadrón, que sufre
Dolores tan intensos.
Suspéndese al mirarlo,
Y queda más suspenso
Por no divisar una
Corona, que echa menos.
El desertor, que al baño
Se pasa, y muere luego,
Le hace ver del fogoso
315
Fenómeno el misterio.
Cristiano ya, su vista
La guirnalda inquiriendo,
Pasa aquella primtra
Curiosidad á anhelo.
Y en la fatal laguna
Entra, como diciendo :
«La buscaré en la nieve.
Pues no la hallé en el fuego.»
día 11 DE MAKZO,
San Eulogio , 2)reghitc7-o y viáHir.
No ha sido, no, el caballo
Que produjo la tierra.
Con el tridente herida
Del dios de las tormentas;
No del tritouio numen.
Por más que la encarezca,
La siempre verde oliva,
Que el campo señorea;
No taks dones fueron
En los que dio halagüeña
El bien mayor al hombre
La gran naturaleza.
Tú, oh Córdoba, que en ambos
Excedes si presentas
Lo pingüe de tus hazas.
Lo fértil de tus dehesas.
No hagas alarde de estos
Frutos de la contienda.
Que sostuvo empeñado
Neptuno con Minerva.
No hay cosa que en lo humano
Más necesaria sea
Que el hombre al hombre; importa
La mutua dependencia.
El hombre, á quien reviste
De majestad Astrea,
Es qriien conserva al hombre
La vida, honor y hacienda.
El hombre, en la campaña
Continua centinela,
De su quietud velando
Está , para que duerma.
Abre la tierra el hombre,
Con su sudor la riega,
Para que de sus frutos
El hombre se mantt'Uga.
Habitación le labra.
En donde se guarezca
De la intemperie, y teje
Para vestirle telas.
Cuando la patria algunas
Que él aijetece, niega,
Tierras corriendo y mares,
Se afana por traerlas.
¡Y qué, ciudad gloriosa,
Esia verdad atenta.
No tienes hombres? De ellos
El mundo se hace lenguas.
Tus Sénecas, Lucanos
Saliendo á la palestra,
Los filósofos callen,
Y callíín los poetas.
Sepúl vedas, Toledos
Y Morales, perpetua
De Córdoba la fama
Harán que se engrandezca.
Ni es lícito callarte,
Gran Capitán, que llevas
Su nombre y oscureces
Las lunas agarenas.
Pero al grande patriota
Eulogio todos cedan;
Véase en él cuánto el hombre
En el hombre interesa.
I El universo mundo
Poseer qué le aprovecha,
Como, no obstante, el aliña
Detrimento padezca'
m
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN Y MANRIQUE.
Eulofno la conduce
Por las seguras sendas
Que van al reino en donde
Las dichas son eternas.
« Soy sacerdote , dice
Al moro juez; por ellas
Guiar debo á Leocricia,
Católica doncella.»
Era Leocricia dama
De singulares prendas,
Hija de j)adres nobles,
Aunque de errada secta.
Al abrigo de Eulogio,
Presbítero, enculjierta,
Hallada de los suyos
Quiso el Señor que fuera.
De su castigo al í-anto
Los instrumentos muestran;
Aterran á los otros,
Y Eulogio los desprecia.
Del rey Mabomad no teme
La cólera violenta,
Y en su consejo exclama
Contra el falaz ])rofcta,
Degiii'llanle, y su pasto
No ya Toledo espera.
Pues su primada silla
Por la del cielo trueca;
Por el prelado electo
La heroica cordobesa ;
Diga si el hombre es lUil,
Pues mártir tras él vuela.
día 12 DE MAKZO.
San Gi'egorio, papa y doctor.
Señor, que así castigas
A la aliigida Roma,
Ten piedad de ell a , atenta
Tu gran misericordia.
De tus miseraciones
Según la prodigiosa
Multitud, sus pasadas
Iniquidades borra.
Púrgala de sus culpas;
Más y más lava ahora
Su error, con el que vierte
Enternecido aljófar.
El siervo de tus siervos
(Como después se nombra),
Gregorio el Grande, el llanto
La extrae , si la exhorta.
Como por él es fuerza
Que su maldad conozca,
El pecado, que siempre
Tiene á la viFta, llora.
Pecó contra Tí solo,
Y en tu presencia ]iropia
Ha obrado con malicia,
Para que de esta forma
Justificado quedes
En tus palabras todas.
Que de Gregorio escuchan
l'or la elocuente boca;
Y salga tu tremenda
Justicia vencedora
Cuando en humano examen
Permitas que se ponga.
Su madre, Silvia Rea,
En culpa concibióla.
Sin que cautelas basten
De Amulio á la zozobra.
Mares vertidos lleva
De sangre; á tanta costa,
iQué fúnebres conquistas!
I Qué trágicas victorias!
No bien ahora entre aquellas
Espadas belicosas
Del longobardo fiero
Su pecho desahoga;
Cuando la qxic en tus manos
La rectitud coloca,
Más que ensangrienta, tala,
Más que hiere, destroza.
De su centro las aguas
Del Tiber licenciosas
Salen, al pueblo inundan
Y á la campiña asolan.
Del Océaiui imitan
A las hinchadas olas,
Y aparecen nadando
Serpientes venenosas.
Ni con su muerte el riesgo
Se evita; su ponzoña
En hálitos se esparce,
Y el aire se inficiona.
Cunde inguinaria peste,
Llevándose horrorosa
A millares y en pocos
Momentos las personas.
Extingue las familias,
Cierra desoladora
Las casas, ni al supremo
Pontífice perdona.
Muerto Pelagio, el clero
Y pueblo, nadie ignora
Que en Gregorio los tristes
Llorosos ojos pongan.
Huye de ellos, le siguen.
Se oculta; pero informa
De su letiro el cielo
Con nube luminosa.
Obedece, y del mismo
Cielo ferviente implora
Con públicas plegarias
La gran piedad, que logi-a.
Cesa el contagio, y halla
Vision, que misteriosa
Sobre la excelsa mole
De Adriano se remonta.
De Dios la espada un ángel,
De los estragos roja.
Con diligencia limpia,
Y á su lugar la torna.
Suspende aquí el destrozo
La que en Constantiuopla
Acaba con Mauricio,
Siendo instrumento Focas.
A Gregorio se opone
Mauricio; Gregorio ora;
Por Gregorio se afila.
Por Gregorio se embota.
día 13 DE MAEZO.
San Leandro, arzobispo de Sevilla,
Si el natural afecto,
O el dulce amor que imprime
La patria en corazones
Preciados de sensibles.
En facundia del labio
Se trocara, y difícil
No fuera tanto empresa
De lira tan humilde.
Del sevillano reino
Sonara en los confines
Mi voz, engrandeciendo
Sus singulares timbres.
Metrópoli opulenta ,
jCómo es posible olvide
Tu suelo, en que corrieron
Mis años juveniles?
No sucediera cuando
Parar fuera posible
Aun más que hubiese arenas
En mil Guadalquivires.
La silla de Lcandi'o
Fuerza es que al alnia avise
Que ella la dio el aumento
Del ser que la reviste ;
La silla de Leandro,
Por quien de Aitío se extingue
El error, y en España
Intacta la fe vive.
Tú , Leandro docto y santo,
Triunfaste, tú venciste;
Por tí en la fuerte Iberia
Los godos son felices.
Tu sangi-e, que en las venas
De Recaredo existe,
Y mártir, de las suyas
Hermenegildo expide,
Es estímulo al joven
Monarca que diriges.
Para que en sus dominios
La herejía se extirpe.
Tu empeño en que Gregorio
El Magno á Job explique,
Hace descienda blanca
Paloma, que le dicte.
Tú , celoso del culto
Que la deidad exige,
Dispones que el divino
Oficio se coordine.
A los cánticos , himnos
Y salmos que reciten,
Jlás dulces melodías
Mandan se comuniquen,
Tu paternal agrado
Con fuerza irresistible
Te hace al subdito amable,
Aun cuando más corriges.
Tu rectitud, al paso
Que las palabras mides,
Siendo tan parco en ellas,
El Areópago envidie.
Tu caridad, tu ciencia,
Tu oración se publiquen,
Y el rigor penitente
Con que á tu cuerpo afliges;
Mientras que con Fulgencio,
Isidoro y la vírg-.n
Florencia, tus hermanos,
Corona eterna ciñes.
Y tú, Sevilla, esmero
De tu erector Alcídes,
Imán de Julio César
Renovador insigne,
No en el grado de aquellas
Cenizas, que tuviste
En tu custodia, el oro
De Ofir y Ai-abia estimes;
Y en Hércules , que sólo
Columnas dos sublimes
Levanta á las estrellas,
No tanto te glories.
Cuanto en tus padres Leandro
É Isidoro, dos firmes
Columnas, que una sola
Iglesia al cielo erigen.
día 14 DE MAEZO,
Santa Florentina , virgen.
Ya se pasó el invierno.
La lluvia se ha apartado;
En nuestra tierra hay flores,
Y ya en la poda estamos.
Resonar hizo en ella
La tórtola el reclamo.
La higuera dio su fruto.
Su olor la viña ha dado.
Levanta, amiga mia;
Hermosa mia, vamos;
Vén, p.aloma, que moras
En cuevas y peñascos.
Muéstrame el rostro; suene
De tus preciosos labios
La voz en mis oídos;
Voz dulce, rostro grato.
Tal, Florentina, escucha
Tu corazón; volando
Preséntale á tu Esposo,
Que salta los collados.
Disipadas las nieblas,
Que á la estación turbaron,
La primavera A'iene
Con paso acelerado;
Aquella primavera
De los etéreos campos,
En que jamas tuvieron
Jurisdicción los hados.
Allá es donde conducen
Virtudes y trabajos
Al reino de las dichas
Y patria del descanso.
No la heredada, ilustre
Sangre de Severiano,
Ni las preciosas fajas
De Túrtura en los brazos;
No el fausto 6 la belleza,
Ni ver avasallados
Magnates palatinos,
Ansiosos de tu mano.
Urania, tú, que há poco.
De Leandro en el canto,
Bajabas del Olimpo,
A tin de iluminarlo;
Tú, que el nombre derivas
Del cielo, en cuyo espacio
Dulces himnos entonas
Por sempiternos años.
Bien sabes los de aqui»lla
Murciana virgen cuánto.
Para oir tan acordes
Cadencias, madrugaron,
Y quién hizo (primero
La gracia venerando)
Que con la edad creciesen
De su virtud los grados;
Por quién tuvo tan grande
República á su mando,
De esposas del divino
Cordero inmaculado;
Por quién de austeridades
Fué singular milagro;
Por quién de la pureza
Ministra se ha llamado.
De Leandi-o, hermano snyo,
Acuérdame, en su aplauso,
Los dos, que la dirige.
Científicos tratados.
La institución en uno
De vírgenes; el santo
Desprecio está en el otro,
Del mundo con su fausto.
Próxima á Dios explica
La integridad, rayando
Con la de aquellos puros
Espíritus alados.
Que es caduco demuestra
Cuanto existe debajo
De la región que habitas ,
Perecedero y vano.
Ya que de allí el acento
Ha oido del amado,
Ya anhela el alma ansiosa
De su Señor los atrios.
Y mientras que blasona
Por su natal Cartago
La Nueva, y de sus hechos
Ecija por teatro;
Mientras que con el cuerpo
De Fulgencio, su hermano,
Va el suyo fugitivo,
De la piedad llevado,
Y al undécimo Alfonso
Reservan el hallazgo,
Deshecho el sarraceno,
Los extremeños campos;
Florentina en tus cielos
Triunfa, experimentando
Lo que en la tierra supo
Por pluma de Leandro.
HIMNODU.
día 15 DE MARZO,
San Raimundo , fundador.
Volando de Saturno
Las alas por el orbe,
La redención humana
Contaba siglos doce.
Poco á poco iba España
Del moro el yugo torpe
Sacudiendo á porfía
De bélicos furores.
No los advenedizos
Es fácil la abandonen;
Defiéndense sitiados,
Ofenden sitiadores.
Marruecos numerosos
Ejércitos opone.
Que al español obliguen
A nuevas sujeciones.
El reino de Toledo,
Que herencia reconoce
Sancho del Key, su padre,
Debida á los sudores ,
Vacilante á sus plantas,
Teme el Monarca que orle
Otra vez los califas
De lauros , que recobren.
Pues la llave de tantas
Cristianas posesiones
Resiste mal las fuerzas
De multitud disforme.
Franca á las auras puras,
Permitida á los soles,
Calatrava, distante
De cerros y de montes,
De pastos abundosa
Y á la labranza dócil ,
Es centro de oretanos
Y puerta de españoles.
¡Qué ufanos los alarbes
Soñados vencedores
Se jactaír, y que al triunfo
Mucha pujanza sobre!
Su bárbaro denuedo
Prevenga admiraciones.
Cuando desconocida
Tropa al castillo asome.
No veteranos busquen
Guerreros campeones,
No intrépidos soldados.
Sí valerosos monjes.
De las entrañas salen
De solitarios bosques,
A dar en la campaña
Belígeras lecciones.
¿ Quién te influyó, Fitero?
/ Qué raros , brilladores ,
Tu oscuro claustro, diñes,
Fenómenos esconde?
;, Raimundo, tu prelado?
¿Tu santo abad? ¿El nobia
Diego Velazquez 1 i Tantea
Ascéticos varones/
¿ En la lid el silencio?
¿La quietud en los choques^
I El Císter en las fieraá
Palestras de Mavorte'/
¿ Quién te iníiuyó, Fitero?
¿Quién... Mas dirán tus voces
Que el Dios de las batallas
Tocó tus corazones.
Al de Raimundo elevan
Alientos superioi'cs;
Sirve así á Dios , y alista
Desconocidos hombres.
Dispone con cruz nueva.
Que bordan rojas llores,
De la patria en obsequio.
Ilustres escuadrones.
Ni el fundador glorioso
De esta müitar orden
847
Olvida de su estrecho
Estado obligaciones.
«Los vuestros, Sancho esclama,
De la campana al toque.
Oh Padre, son corderos,
Y al del clarín leones. —
))Es, stñor, que éste llama,
Raimundo le responde,
A rechaziir contrarios
De Cristo y vuestro nombre;
))Y la otra á dirigirle
Humildes oraciones
Por vos, y á que en su templo
Le alabemos acordes.»
Bien dijo aqueste atleta;
Que en variedad de sones,
Sin rendir los castillos,
Se rinde al de las torres.
día 1G dk mapzo,
San Julián, ri:ártir.
¿Adonde acelerado,
Cristiano joven, partes?
; Adonde te conducen
ius pasos envidiables?
Va Anazai-bo á perderte,
Cilicia á malograrte;
Mas tú, Julián, desprecias
Los transitorios males.
La sangre senatoria.
Que en esas venas late,
Desdeñas, si esforzado
Por Cristo no las abres.
Por tí clama la excelsa
Jerusalen triunfante,
En tanto que sepulcro
Te previenen los mares.
Del gentil en Egca
Te prende el odio infame,
Donde del juez Marciano
Te expones al coraje.
Destinadas las reses
Están en los altares,
Su púrpura caliente
Esperan que den-ames.
Ya aguarda tales triunfos
De tí Luzbel , y tales
De Luzbel en tí advierto
Los ángeles aguarden.
Sí; yo los imagino
Con atención notable,
Por etéreos canceles
Pendientes del combate.
Prevenid, oh del cielo
Dichosos habitantes.
Cánticos, que engrandezcan
Victorias singulares.
Julián de la edad tierna
Desmiente lo cobarde;
Mirad en pocos años
Un ánimo constante.
¿Y qué esperáis, paganos,
Queriendo en este lance
Que con la madre el hijo
De aconsejarse trate?
¿ Qué importa se conduzcan
De tropel á la cárcel,
En ordenadas huestes,
Afectos maternales?
Obráis contra vosotros
En lides semejantes;
Por Jesús los cristianos
De todo se deshacen.
Más y más fortalece
Al hijo allí la madre;
Perderle quiere al mundo.
Quiere á su Dios ganarle.
Frustrado el bien que anhelan,
Despídenla; mas antes
La dividen de entrambos
543
Pies las extremidades,
Para que al hijo, cuando
Be la riegue con sangre,
La senda de la gloria
Su herida planta allane.
A ella Julián aspira,
í>in que su culto alcancen
Jmajrinarios entes,
Vcslitlos du deidades.
Su paladar violentan
Con el vino y las carnes,
Que ya sacriticaron
En ara detestable.
Fatuos, ¿qué os aprovecha
Que así se le profane
Por fuerza aquel sentido,
Si el pecho está inculj)able?
Después en saco estrecho
Arena y sierpes hacen
Que una abreviada Libia
AHÍ se le retrate.
De este modo le arrojan
Al piélago; cnsalzadle,
Dulcísonas sirenas,
Con cítaras suaves.
Ufanas de tal huésped,
Finísimos corales
Buscad , para que de ellos
La tumba se le labre.
De losa trasparente
Le sirvan los cristales;
Caracteres de perlas
Este epitafio adapten :
«Aquí un ilustre joven
Entre serpientes yace;
No poiTjue así las leyes
Parricida le lancen,
))No jiorque muerte aleve
Al padi-e dar osase;
Sí porque no hizo ofensa
A la deidad del Padre.»
día 17 DE MAE7.0.
San Patricio, obisjjo.
De despertar es tiempo,
Dormidos irlandeses;
Disipadas las nieblas
De vuestros ojos queden.
Divina luz en esas
Cavernas resplandece.
Donde Luzbel las almas
Prisioneras os tiene.
La libertad va á daros
Un esclavo, que infieles
Apresaron un tiempo
En tierra de escoceses.
Patricio, ese mancebo,
A quien los mismos venden
En la vuestra, y en ella
Da pasto á inmundas leses;
, Ese os liberta; apóstol,
Ese es el que os defiende,
Primado de la Hivcrnia;
No una ilusión os miente.
Más puede Dios, y pudo.
Cuando en la cuna aun duerme.
Disponer que el abismo
De los milagros fuese.
Yo me confundo cuando
Me recuerda la mente
Que de las sacras aguas
Enjuto a])énas viene,
Hace que .aguas copiosas
La enjuta tierra apreste,
La cruz allí formando
Su diestra, que le impelen ;
Y Gérmas, que á los ecos
De alta voz obediente.
La mueve, cobra vista,
Bañado en las vertientes.
DON JOSÉ MARÍA VACA DE OUZMAN Y MANRIQUE.
La maravilla inversa
Me pasma en sus niñeces,
Con su nutriz estando
Enferma inapetente.
Clama por miel aquélla,
En medio de la fiebre
Que á Patricio, en su infancia,
Prestó su blanca leche.
Al agua cristalina
Echando mano, quiere,
Lleno de fe, Patricio
Pagar lo que la debe;
Y aquel licor al punto
La cura el accidente,
Hecho miel, sin que afanes
A las abejas cueste.
Donde el agua faltaba.
Nacen por él las fuentes;
Y donde antes la habia,
Por él desaparece.
En esta edad primera
Tales portentos pueden,
De mandar en las aguas.
Dar pruebas evidentes.
No lo dudéis, isleños;
Veréis estarle siempre
Sumisas las nereidas.
Las náyades corteses.
Aquestas en el Sinnia,
Cuando pasarle intente,
Opondrán las arenas
Del centro á la corriente.
Y en sus brazos las otras
Las ponzoñosas sierpes
Ahogarán, que de un alto
Promontorio despeñe.
Asi Moisés por mares
Senda á Israel previene;
Así al egipcio en ondas
Del mismo mar sumerge.
Este, que adulto al agua
Correr manda ó detiene,
También de dura peña
La extrae, si la hiere;
Y una vez que el prodigio
Lo natural supere ,
La sed penosa templa
Después naturalmente.
Pero Patricio, infante.
Que con su mano débil
Hace que rompa el claro
Cristal de vena estéril,
Y da la vista á Gormas
Con agua solamente,
A la naturaleza
Supera por dos veces.
día 18 DE MABZO.
8an Gabriel, arcángel.
Nuncio inmortal del cielo,
Invicta fortaleza
De Dios , ágil miiiistro
De su alta providencia;
Jefe de los celestes
Arcángeles, que á empresas
Las más arduas destina
De la importancia nuestra;
Gabriel, que en otros tiempos.
Midiendo las esferas,
Comunicabas claros
Destellos á la tierra;
I Cómo es que ya en sus vastos
Espacios no resuenan
Tus voces , no desciendes ,
Y tu semblante alejas?
Yo he visto testimonios.
Que no es posible mientan.
De tales ministerios
Irrefragables pruebas.
Daniel , al tercer año
Que en Babilonia reina
Baltasar, donde llora
Cautiva la Judea,
Los ojos levantando
De Ulai sobre la puerta,
A la visión atiende
De las armadas bestias.
Del profeta la mente
Atónita y suspensa.
De lo que está admirando
Busca la inteligencia;
Y de un varón el eco,
Que viene á su presencia,
«Dispon, Gabriel, exclama.
Que esta visión se entienda.»
Tú, Príncipe glorioso,
Sucesos le revelas
De reyes de los griegos.
Los medos y los persas.
Reinaba ya Darío,
Y tú de las setenta
Semanas le haces cargo,
Que Dios á Israel abrevia,
Cuando, muriendo Cristo,
Fin el pecado tenga.
Se borre el vicio, y reine
Justicia sempiterna.
Ya el tiempo se acercaba,
Y hallándote á la diestra
Del altar del incienso,
Que Zacarías presta.
La concepción le anuncias
Del Precursor, que alegi'a
Su espíritu, y sus canas
Hace rejuvenezcan.
De Isabel en el vientre
Santificado, mientras
Juan los términos cumple
De la naturaleza ,
A Nazareth desciendes,
Y de María esperas
Sólo un consentimiento
Para jurarla Reina.
El velo á tus ruidosas
Apariciones echas,
O á la común noticia
Del mundo las reservas.
I Qué mucho ? El Dios tremendo
De las iras, si esfuerza
Su voz , hace que todo
El orbe se estremezca.
Cuando antes de humanarse
Fuiste el órgano de ella.
Temblaban aun los justos
De la palabra eterna.
Al oiría en tí quedaban
Enfermos los profetas.
Mudos los sacerdotes,
Turbadas las doncellas.
Después que de piedades
La redención nos llena,
Es bien que fin dichoso
Los sobresaltos tengan.
día 19 DE MARZO.
San José, esposo de Nuestra Señora,
Si hay lágrimas de bienes
Y lágrimas de males,
Y así como las penas.
Los gozos las extraen.
Oh fieles, redimidos
Con la preciosa sangre
Del Hijo, ved al casto
Esposo de la Madre.
Si no os turba á respetos
Su dignidad, miradle,
Y en unas y otras fuerza
Será se le acompañe;
O tendi'éis, como en ellas
Vuestra atención se pare,
El corazón formado
De duros pedernales.
Así como los rios,
Corriendo hacia los mares,
Eegresan al undoso
Lugar de donde salen;
De José humedecen
Las lágrimas amantes,
Por sulcos de su rostro.
Su barba venerable.
Raudal copioso forman,
í de ella al pecho caen,
Su origen, que á los ojos
En fuentes las reparte.
Ved qixe en ellas se anega
Por el penoso examen
De agravios imposibles
Y ciertas novedades;
O vedle en cruda noche
A los cielos quejarse,
Porque así desamparan
A su Hacedor, que nace;
O presenciar del mismo
Eeciennacido Infante
Los primeros, que vierte,
Ternísimos corales;
ü oir que en los futuros
Espada inexorable
De dolor la angustií^da
Alma de dos traspase;
O dividida en ambos
La suya en dos mitades,
Salir de noche huyendo
De un bárbaro coraje;
Temer, difunto Heródes,
Que en Judea quedase
Archclao, heredero
De la crueldad del padre;
Al fin, perdido el norte
Divino en un viaje.
Creer le sumergiese
La altura de los mares.
Mas ved cómo producen
Segundos manantiales
Los gozos, que mezclados
Vienen con los pesares.
En vivir con María
Le dice no repare,
Revelándole en sueños
Todo el misterio un ángel.
Multitud oye de estas
Milicias celestiales,
Que en Belén, á Dios gloria
Y paz al hombre canten;
Al humanado Verbo
Pone, al circuncidarle,
Jesús, porque á hacer viene
Salvo al mortal linaje.
Simeón le reconoce
Mesías, y delante
Ana de los que esperan
La redención , le aplaude.
Entra en Egipto aquella
Divinidad, triunfante
De las que precipita
Falsas divinidades.
José , á su regreso,
A Galilea parte ,
De Dios asegurado
Que la tormenta calme.
Halla en el templo al Niño,
Sosteniendo constante,
Sentado entre doctores.
Científico certamen.
(( ¿Qué es lo que has hecho, exclama
La Virgen , con tus ¡jadrcs ?
Mira qué dolorosos
Estaban al buscarte.»
No más, José; hallado
Dios, de dolores baste;
Y da en emblema aquesta
¡teccion á los mortales :
HníNODIA.
«Si pierde á Dios el hombre,
Conozca, en su desastre.
Que es el dolor el medio
Seguro de encontrarle.»
349
día 20 DE MARZO.
Santa Eufemia,
En aquel triste dia,
Cuando la ciudad santa
Pase de populosa
A sola y desolada.
Siendo tal el estrago
Que en las vidas humanas
Practique el enemigo.
Que apenas hombres haya.
Aprenderán, anuncian
Las páginas sagradas.
Siete mujeres uno.
Diciendo estas palabras :
<( Nuestro pan de sustento
Nos servirá; la escasa
Porción de nuestra ropa
Para cubrirnos basta.
»Invóquese tu nombre
Sobre nuestra desgracia,
Y éste, que padecemos.
Fatal oprobrio aparta.»
Jerusalen, sin duda,
A Paflagonia pasa.
Donde cristiana sangi'e
A arroyos se desata.
Maximiano imperando,
Con aflicciones varias,
Sin distinción de sexo
Ni edad, los castigalian.
En Amiso al l'r fecto
Siete mujeres halilan
De religión con una
Vehemencia extraordinaria.
Eufemia se ])resenta,
Con Juliana y Eufrasia,
Con Claudia, con Matrona,
Teodosia y Alejandra.
Inspiradas del cielo,
Cristianas se delatan;
Cruel, injusto, enemigo
De la verdad le llaman.
Desnudas el azote
Toleran de las varas ,
Y al filo del acero
Los pechos las separan.
Suspéndenlas, y á heridas
Las carnes las desgarran.
Hasta que hacer consiguen
Patentes las entrañas.
A un horno las arrojan.
Cuyas voraces llamas
Las consumen , y entregan
A su Criador las almas.
Eufemia victoriosa.
Seguida de Juliana,
Matrona enardecida
Con el valor de Claudia;
Alejandra, Teodosia
Y Eufrasia, verdes palmas
Encuentran en la seca
Materia de las brasas.
Cuando de los copiosos
Corales que derraman,
Jerusalen en lagos
Y Paflagonia nadan.
Allá siete mujeres
Aprenden asustadas
Al uno, y acá al otro
Sorprenden otras tantas.
De alimentarse aquéllas
Y de vestirse tratan;
Estas la muerte esperan,
La desnudez aguardan.
Unas por el amparo
De esposo humano claman;
Otras por el divino
Suspiran , endiosadas.
Y advierte el mundo, cuando
Sus anales repasa.
Cobardes las hebreas.
Valientes las cristianas.
día 21 DE MARZO.
San JDenito Abad, fundador.
Abrahan de la ley nueva,
Que llenas ccm tus lujos.
De flores á la tierra,
De estrellas al Olimpo;
Tú, á quien Sublago labra
Entre escarpados riscos
Casa, cueva ó sepulcro
De un esqueleto vivo:
Y dejamlo aquel triste
Trasunto del abismo,
Triunfas en donde eleva
Sus jiunt.is el Casino,
y donde, del romano
Imperio ya exjx'lido,
Sus viltimas trincheras
Conserva el gentilismo;
Tú , que del rey descubres
Totila el artificio.
Con que el don, que te ilustra.
Reconoce sumiso;
Y las reales insignias
Quitar mandando á Higo,
Propones al Monarca
Seguros vaticinios;
Que estos lauros, y aun otros
Te aguardan , oh Benito,
Joven que al mundo escondes
Tus años más floridos;
Dinos, pues, ¿por qué causa
Desnudo está, y teñido
Ese inocente cuerpo
De propia sangre/ Dinos,
¿Qué novedad, qué extraño
Suceso, qué imprevisto
Accidente ocasiona
Tan singular designio?
Yaces en duro lecho
De abrojos y de espinos.
Enrojeciendo arenas
Y matizando lirios.
Mas ¡ayl que quiere el cielo
Piadoso descubrirnos
Lo que allá está pasando
Del alma en el retiro.
Una beldad romana.
Que pudo ser hechizo
Del corazón humano
Más descuidado y tibio.
Ausente está; no importa;
Sus flechas y sus tiros
Dirige á las potencias,
Si faltan los sentidos.
Imágenes hermosas
Impregnar han querido
Tu memoria; Ci teres
Te insulta de improviso.
No en la robusta encina,
Abriendo el ronco pico,
Tal suceso la inf.austa
Corneja te predijo.
En torno de tu rostro
Las alas bate un mirlo,
Que da á la lucha fiera
Fantástico principio.
Penetra por tus miembros
Dulce veneno ciprio,
Y á tus entrañas tiernaa
Perturban los latidos.
Ni hubo tardanza; al punto,
Depuestos los vestidos,
350
Encuentras en las zarzas
Antídoto benigno.
A la vencida diosa
T á tí, joven invicto,
Lastiman las espinas
Por términos distintos.
Si por Adonis Venus
Vierte sangre , en sn auxilio
Corriendo, ti'i en la fuga
De Venus y Cupido.
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GUZMAN Y MANRlQÜEi
día 22 DE MARZO.
San Deogracias , obisjw.
Si alguno se empeñase
En contar cuanto ha obrado
El Señor por Deogracias,
Obispo de Cartago,
Primero (el Uticense
Víctor exclama) que algo
Dijese, faltarían
Las voces á sus labios.
Pues i adonde los niios
Se arrojan temerarios?
¿De dónde á ellos el logro
De los empeños arduos?
Pero el propuesto objeto
Fuerza es seguir, y cuanto
No puedan las razones ,
Sabrá expresar el pasmo.
Tú, Gciserico, indigno
Del nombre de cristiano,
Que sacrilego manchas
Con los errores de Arrio;
Tú del Omnipotente
Fuiste instrumento; el brazo,
Por tí , de su justicia
Se armó contra el romano.
La capital del nmudo
Se te rinde, y esclavos
Haces á los que todo
El mundo avasallaron.
Trasmigi'an las riquezas
Del mar al otro lado,
Que príncipes famosos
Y reyes acopiaron.
Los vándalos y moros
Reparten con el saco
Los cautivos, que pueblan
Los puertos africanos.
Sepáranse, afligidos.
Del padre el hijo amado,
La esposa del esposo,
La hermana del hermano.
El prodigioso siervo
Del Señor, el prelado
Cartaginense al punto.
Sensible á males tantos,
Inquiere, corre, vuela
En alas del cuidado
A rescatar, vendiendo
Los más jtrcciosos vasos.
Viendo que domicilios
No bastaban , de Fausto
I>a3 basílicas amplias
Habilita y de Vario,
Allí á los infelices,
A quienes el cansancio,
El trabajo, ó la pena
Dolencia alguna atrajo,
Con médicos asiste
Y con sustento, hallando
Remedios el enfermo.
Morada y lecho el sano.
i Cuántas veces perversos
Herejes conspiraron
Contra su santa vida,
Validos del engauol
Mas el ave inocente
Con el divino amparo
Eludió de loa sacres
Crueles los asaltos.
La devoción católica
Del católico bando
Fragmentos solicita
Del cadáver sagrado.
Y con cautela sabia
Fué fuerza, para obviarlo,
Darle á la tierra á tiempo
Que el pueblo estaba orando.
Muerto y vivo. Dios siempre
Cuidaba de 61 , é intacto
Quiso que le dejasen
Los buenos y los malos.
día 23 DE MAEZO.
San Victoriano , mártir.
Vándalo rey, en estos
Dias, de muerte llenos,
Triunfan los africanos
Católicos esfuerzos ;
Hunerico tirano.
Tú, que las pruebas de ellos
Emprendes, que te influye
La saña ó el despecho.
Deja el infructuoso
Tesón de distraerlos;
Tu confusión previenes,
Fabricas tu desprecio.
A defender el dogma
Con su sangre dispuesto,
De la manera misma
Está el señor que el siervo,
Y si no, atentamente
Escucha al opulento
Cartaginés, procónsul
Magnánimo y resuelto;
De Victoriano escucha,
De quien sostiene el peso
De tu reino, dictados
De Dios, tales acentos:
«Destíneme á la horrenda
Voracidad del fuego,
A las bestias, á todo
Género de tormentos;
))En vano, si á su vista
Cobarde titubeo,
Bautizado en la iglesia
Católica me enciiLutro;
))Pues cuando sola aquesta
Triste vida, que aliento,
Hubiera, y no existiese
Otra inmortal, que espero;
»Ni así me arrastrarían
Bienes perecederos,
A ser de fe tan pura
Ingrato contra el dueño.»
Esto expone el piadoso
Magistrado; ni empleos
Ni honores ni riquezas
Son remora al intento.
Mas tú, pérfido, abrigas
En diamantino pecho
Venganzas, que encomiendas
A la crueldad y al tiempo.
Y al paso que Aguas-Regias
Nacidos ve á los cielos
Dos hermanos, á quienes
Dio el primer nacimiento.
Con piedras en las plantas
Todo un dia suspensos,
Destrozados con garfios
Y láminas ardiendo;
Y ensalza comerciantes
Tabuda á los Frumencios,
Como en el nombre, iguales
En el mejor comercio;
Del proc(')nsul glorioso
Feliz cuna Adruraeto,
Quiere de nuestros cultos
Multiplicar objetos.
Porque á la Iglesia colmen
Los fuertes bisaceuos ,
Contra los de Vandalia,
De palmas y trofeos;
Y si del cargo ha sido
Proconsular, que el mesmo
Paraje que á los otros
Dé en la provincia ingreso;
Victoriano, las sendas
De los demás siguiendo,
También por el martirio
Entra al celeste reino.
DIA 24 DE MARZO.
San Agajñto, ohispo.
¡Qué trastorno! ¡Qué espantol
¿Adonde, fantasía.
Confuso pensamiento.
Adonde te encaminas?
Y aunque no se sonroje
De habitar mi Talía
Las selvas, ¿qué se hicieron
Las selvas, en que habita?
I Adonde están los montes ?
¿Adonde las colinas
O los gigantes riscos.
Que al cielo se oponían ?
No teme el sol fragosos
Obstáculos, que eximan
De sus ardientes rayos
La faz de las campiñas.
La i>ereiosa noche
No de ellos, cual solia.
Baja con negi-as sombras
En brazos de si misma.
Los sátiros, los faunos
Y las silvestres ninfas.
Que el bosque vio á par de esoa
Sur árboles nacidas,
Errantes más que nunca,
Apenas el pié fijan
En bronca tez de tantas
Malezas conocidas;
Y cuando nueva aurora
La oscuridad disipa.
Lucífugos los buhos
No encuentran las encinas.
La tímida paloma.
La simple tortolilla,
No hallando peña ó rama,
Cobardes se retiran.
Los brutos ni los vientos
Los cóncavos registran,
Donde unos se guarecen
Mientras los otros silban.
Cuando las nemorosas
Oréades se admiran
De ver que los collados
Moviéndose trasmigran,
Las náyades se pasman.
Viendo que opuestas vías
Toman los anchos rios,
Dejando las antiguas.
Adonde el pez nadaba.
La sierpe se desliza;
Donde antes el arado,
Los i-emos se fatigan.
Ni los hombres de tanta
Trasmutación se libran:
Contra el comim decreto ,
Los muertos resucitan.
La máquina del mundo
Ya es otra; ni sj diga
Que es la naturaleza
IJcmonia , no divina.
Más alto es el principio:
Su Autor es quien i^raetica,
Admirable en sus santos,
Aquestas maravillas.
Sinadense prelado
Agapito en la Frigia,
Es de ellas instrumento,
Que así las acredita.
Por su fe se trasportan
Los montes, si predica
Al que ha de hacer que tiemblen
En el postrero dia.
Los rios se trasfieren ,
Que verán en la activa
Voracidad del fuego
Ardiendo sus orillas;
Y nueva vida cobran
Los que á la eterna vida
Después verá el sepulcro
Salir de sus cenizas.
DIA 25 DE MARZO.
La, Anunciación de Nuestra Señora
y Encarnación del Hijo de Dios,
El grande sacramento
De piedad , que se ostenta
En la carne, en el alma
Justificado queda.
Al ángel aparece,
Al gentil se revela ,
En el mundo es creido
y á la gloria se eleva;
A todas las criaturas
Conveniente , y en qi;c echa
Como el resto, eni]U'ñado,
Dios de su omnipotencia;
Misterio incomprensible,
Con que al hombre dispensa
Tesoros infinitos
Jehová de sus riquezas;
Basa de los misterios
De la fe, insigne prueba
De cuanto sus amores
Dios con el hombre estrecha;
En un supuesto solo
Permite que aparezcan
Unidas , no confusas,
Las dos naturalezas.
Porque ¿ de qué otra suerte
Pudo en suma manera
Comunicarse al hombre,
No dándole su esencia?
Ya el hombre es Dios; á tanto
Ensalza su bajeza;
Dios es ya hombre; así humilla
Su dignidad suprema.
Y así la economía
Dios, en su mente eterna,
Dispone de las sumas
Felicidades nuestras.
Llegó el tiempo aplazado;
¿Qué falta al colmo de ellas ?
En el limbo Isaías
Parece que resuena :
Concebirá mía Virgen,
Parirá nri Hijo; venga
Tanto bien de una intacta
Virginidad sin mengua.
Gabriel te lo ha anunciado,
María; tú eres ésa :
I Qué te turbas ? Los ciclos
Aguardan tu respuesta.
A un fiat fabricados.
El de tu labio esperan ,
Para que al punto de ellos
El que le dio descienda.
Los justos le suspiran,
Los ángeles le anhelan.
El orbe le ansia, y tienes
Al paraninfo alerta.
Dulcísima María,
Que eres de gracia llena,
El Señor, que es contigo,
Haz con nosotros sea.
Tú, bendita entre todas
HIMNODU.
Las descendientes de Eva,
Vuelve á nosotros esos
Tus ojos de clemencia.
Danos, pues, al Mesías;
La ni;be al justo Hueva,
Y de tu vientre el fruto
Bendito nos demuestra.
Si el Padre así amoroso
Al Hijo i\os entrega,
Tiempo os de que concibas
Al que El sin tiempo engendra.
Ya del Señor, oh Virgen ,
Esclava te confiesas ;
Ya, á su palabra dócil,
Tu voluntad sujetas;
Ya el Espíritu Santo
De tu sustancia mesma
Forma un cuerpo; ya un alma
Nobilísima croa;
Ya en él la infunde; ya une
El alma y cuerpo en mera
líipostasis al Verbo,
Que á hacerse carne llega.
Género humano, albricias;
Mas ¿qué preciosa ofrenda
Al personaje rindes
Que en Nnzarcth hospedas?
Es Dios; y ya que al huésped
Y á su mayor fineza
Es imposible que otra
Condi.crna se prevencja.
En las entrañas de una
Purísima doncella.
La mejor le tributas
Alhaja de la tierra.
Si5Í
día 26 DE MARZO.
San Sraulio, ohinjw.
Juan te dejó: ¿qué dudas.
Doliente Zaragoza,
Que del Ebro á la margen
Amargamente lloras?
Juan , tu pastor, el feudo
Mortal, por ley forzosa.
Rinde á los tristes hados,
Y huérfana te nombras.
Aquellas altas ju-endas
Recuerda tu memoria.
Que aun hoy tu afecto arrastran,
Y la atención te roban.
¿En tanto desconsuelo
Te ostentas temerosa?
¿Vacilas de tu suerte?
¿ Lo que has de hacer ignoras ?
¿Ignoras que Sevilla,
Metrópoli famosa.
Llena de sus estudios
Los ámbitos de Europa ?
I Que allí el grande Isidoro,
De las Españas honra,
Ejemplares de letras
Y de virtud acopia?
¿Que no á tu iglesia de estas
Del cristianismo antorchas
Falta una luz, que activa
Disipe tantas sombras?
No, pues, á la extinguida
Brillante succsora
En casa extraña busques,
Habiéndola en la propia;
Ni de familia ajena
Te valgas; no era sola
Aquella excelsa rama
De regia planta goda.
Pero si no nie atiendes'.
Atiende al cielo; adora
Su Providencia; mira
Qué ardiente globo forma,
Y cuando en la cabeza
De tu arcediano toma
Asiento, Toz divina
Se escucha de la gloria.
Este es mi sicreo (dice,
Y oiría el clero logra).
En quien , ^;or mi escogido,
Mi espirita rejwsa.
Braulio, de Juan hermano.
Ha sido á quien pregona
Nuevo pastor la esfera
Con señas prodigiosas.
A la carga sus hombros
Aplica; instruye, exhorta,
Como en quien los favores
Celestiales rebosan.
Bl.anca paloma en ellos
Se vio una vez, que apronta
La doctiina á su oido.
Que sale de su boca.
La dignidad Judea
De Hijo de Dios conozca
En Jesús, cuando al viento
Esta paloma corta;
Cuando de fuego bajan
L.as lenguas brilladoras,
Su doctrina en los labios
Apostólicos oiga.
Aragón los favores
De las celestes zonas
Halle inversos en tales
Visiones misteriosas.
El encendido globo
La dianidad denota,
Y el don de la palabra,
La candida paloma.
día 27 DE MARZO.
San Bnperto, ohispo y confesor.
La voz de Dios oyeron
Los bávaros cautivos
En los senos oscuros
Del torpe gentilismo.
Y no sus corazones
Dejar endurecidos
Quisieron á los ecos
Del superior aviso.
Teodon , su duque, llama
A Ruperto, á quien hizo
De su abundante viña
Dios operario digno.
Del rápido Danubio
Solícitos oficios
Los nácares llenaban
De su flexible vidrio.
PJn el Teodon renace
A Ruperto sumiso.
Apóstol de Baviera,
Y de Saltzburgo obispo.
Los grandes, al ejemplo
Del Soberano, al limpio
Cristal anhelan, como
El ciervo en el estío ;
Y alegre Ratisbona
Vio en apacibles visos
Amanecer el dia
Más grande de los siglos.
Jordán de la Alemania,
No sólo el ancho rio
Presta la cristalina
Materia del bautismo.
Sino que á las prfivincias
Que ameniza, al ministro
Conduce, en sus undosas
Espaldas sostenido.
Ruperto en las ciudades,
Aldeas y castillos
Destruye la zizaña.
Siembra el precioso trigo;
Y á la inferior Panonia
Penetrando el prolijo
Afán de las conquistaSf
352
DON JOSÉ MARÍA VACA DE GüZMAN Y MANRIQUE.
Que el cielo le previno,
Vuelve por tierra, y entra
En Lorch, donde al impío
Príncipe de las sombras
Quita su domicilio.
Diabólicos destruye,
Supersticiosos ritos;
Destruye del enfermo
Los síntomas malignos.
A este varón , colmado
De espíritu divino.
Próvido en el consejo
Y justo en el juicio,
Vio Germania, en el día
Que nueva vida Cristo
Cobró de entre los muertos,
Partir de entre los vivos.
En él celebra á uu tiempo
El santo sacrificio,
Y el Viático recibe,
Que se confiere él mismo.
Convoca á sus amados
Hermanos, á sus hijos
Hace venir, á quienes
fcju fin habia predicho;
Dulcísimas doctrinas
De sus labios melifluos
Humedecen los ojos
Y hieren los oídos;
Mas aquellas dulzuras
De paternal cariño
Hasta el postrer instante
Cuidan do sus alivios;
Pues á Vital nombrando
Por sucesor, no quiso
Quedasen sin consuelo
Los últimos suspiros.
día 28 DE MAKZO,
San Castor, mcirtir.
Enmudeció, y en alto
Silencio eterno yace
La voz de Homero, oh Musas,
A su himno familiares;
Al himno en que os pedia
Iniiujos favorables
Para cantar á Castor
Con dulces suavidades ;
A quien sobre el Taigeto
Expuso á los umbrales
Primeros de la vida,
Leda, del cisne amante.
Mas ¿qué elogios pudisteis
Dictar al ciego vate
Y á cuantos de Aganipe
Bebieron los raudales 1
Mejor que el cisne mismo,
El Sulmonense cante
A su hermana, nacida
Para hechizar á Fáris.
A Castor como á Pólux
Tcócrito señale
A Júpiter supremo,
No á Tíndaro, por padre;
O domador famoso
De caballus le aclame
A])olonio, subiendo
De Jason á la nave;
Como Estaniso cuando
Los ojos perspicaces
De Linceo en la encina
Pudieron divisarle;
O muerto á manos de éste,
Marón nos le declare
Con su hermano, gozando
Honores inmortales;
O Pindaro, llevado
De blancos arrogantes
Hipogrifos, que venzan
JLa rapidez del ake;
O en las castóreas danzas
Honrado, cuando salte
De jóvenes armados
La multitud brillante;
O Eurípides su fuego
Útil al navegante;
O el Venusino estrella
Los mismos fuegos llame;
O Teognis testifique.
Que por sus dioses grandes.
Gemelos los varones
Cefalcnses jurasen.
No ya prestáis influjos
A fábulas capaces
De borrar el origen
De históricas verdades.
Entre el albor del brazo.
Luciendo de oro el mástil.
Pulsad del instrumento
Los arreglados trastes.
Y empleadas en hechos
Más dignos y constantes.
Cantad las alabanzas
De Castor el de Társis;
Héroe cristiano, cuya
Violenta muerte á darle
Lleg(') corona eterna
De esclarecido mártir.
De él y su compañero
Doroteo el pié calce,
Ese signo de treinta
Estrellas boreales,
En que á Castor y Pólux
Convertidos aplauden
Antiguos entusiasmos,
Poéticos dislates.
Más que ellas las dos almas
Resplandezcan; descansen
Los cuerpos en la tierra,
Y entiendan los mortales
Que al cielo trasladados
Serán , y si elevarse
A ver á Dios no pueden
Los ojos corporales;
Luego que el postrer día
De tierra se levante
Castor, y el claro signo
De Géminis se apague,
Verá en las suyas propias
Al Verbo ya hecho carne ,
Sin qiie jamas lo que una
Vez recibió dejase.
Consigo á Doroteo
Llevará, mas no el trance
Verán de que uno á otro
Cercene eternidades.
día 29 DE MAEZO,
San Eustasio, abad,
Dulce es la vida, libre
De penas y qiiebrantos,
En aquellos momentos
Que puede dispensarlos.
¡Qué propio del viviente,
Qué natural, al paso
Que sufre tantos males ,
El dilatar sus años!
Del vicio de la gula
No la templanza tantos
Triunfos como este anhelo
Saca entre los humanos.
A los contraventores
Reprendiendo llamamos ,
Primero que del alma.
De, la salud tiranos.
Ésta, como ministra
De la vida, el conato
Se lleva de los hombres,
O el superior cuidado.
Por ella v á rigores
De mal prolijo y largó,
El rico es pobre y feria
Afanes á descansos.
Préstanse á ajeno arbitrio,
Y pasan resignados
Durísimas molestias
Del arte de Esculapio.
El cuerpo, á que ofendía
El lecho menos blando,
Al natural cauterio
O al potencial es franco.
Ni menos que las carnes
Al cáustico inhumano,
Abre á aceros las venas
Y á pócimas los labios.
A operación sus miembros
Terrible abandonados.
Se expone por la vida
Aun á abi'cviar sus plazos.
Pero Eustasio admirable,
Eustasio, el abad santo
De Luxeu, ¡á qué aspecto
La mira tan contrario!
Después que la Borgoña
Le vio alistarse bajo
La recta disciplina
Del gi'ande Columbano;
Después que llevó sana
Doctrina á los váraseos,
Y á Baviera las luces
Del Evangelio sacro;
Después que su instituto
En Aquileya á salvo
Sacó contra los tiros
De Agreste, su adversario;
Dios de sv; santa vida
Le anuncia el fin cercano,
Y aumenta su constante
Fervor extraordinario.
Violenta y dolorosa
Enfermedad en tanto
Le asalta, y voz escucha
Del cielo soberano.
Morir á treinta dias,
Al síntoma postrado,
Padeciendo dolores
Intensos en su espacio,
A su elección propone,
O de ellos aliviado,
Diferir de su vida
A los cuarenta el tracto.
Al un lado dos males.
Dos bienes á otro lado;
¿Al común de los hombres.
Qué pimto menos arduo?
Mas esto á los vulgares
Espíritus dejando,
Eustasio da del suyo
El más heroico rasgo.
Pide á Dios, y consigue,
Morir presto y penando;
Que el dilatar su vida
Tiene por más cruel daño.
Toleran indecibles
Dolores y trabajos,
Por vivir otros hombres,
Y por morir Eustasio.
día 30 DE MAEZO.
San Juan Climaco, ahad.
Tres veces intentaron
Colcjcar á su arbitrio
El Osa sobre el Pélion
Gigantes atrevidos.
Así escalar quisieron
Alcázares divinos ,
Terribles ó agraviados.
Soberbios ü ofendidos.
De la piel de Amaltea
Júpiter se prevmp
Para vencer, atento
De Témis al aviso,
Y luego castigaron
De su poder invicto,
Rayos abrasadores ,
El loco desvarío.
Tal forjaban algunos
Idólatras antiguos ,
Fundando sobre un hecho
Torpísimos delirios.
Mas Sinaí, de Arabia
Monte, logró el designio,
Solo, que no pudieron
Los de Tesalia unidos.
Después que los hebreos,
Del yugo fugitivos,
Dieron en el mar Kojo
Sepulcro á los egijK'ios,
Y donde aquel dichoso
Natural obelisco
Se eleva en la formada
Península del mismo,
Recibieron, dictados
Al heroico caudillo,
Por el Dios verdadero,
Preceptos positivos.
Aquella Providencia
Eterna , que al empíreo»
Por la observancia de ellos,
Subir los hombrts hizo,
Dispuso que en el monte
A que del ciclo vino.
La Escala para el cielo
Tuviese su pié fijo.
Juan Clímaco ^n aqueste,
Vsí llamado, libio,
La perfección enseña,
Facilita el camino.
Moisés, de virtud lleno.
En ella parecido,
No menos que en el nombre.
De Jocabed al hijo.
Monje ejemplar, entre otros
Subditos distinguidos
De Clímaco, ser puede
De esta verdad testigo.
De la obediencia santa
Cumpliendo el ejercicio,
Buscó materia para
Terraplenar un sitio.
En la mitad del dia,
Como jamas activo.
Doblaba el sol los fuertes
Rigores del estío.
Traidora fué la sombra,
Con que un peñasco quiso
Conducirle á la muerte
Por sendas del alivio.
Sensible á la voz muda
De extraño cocodrilo.
Del descanso, á que brinda,
Admite loa partidos.
Reposa, al sueño llama,
HIMNODIA,
Que en alas conducido
De un céfiro apacible.
Le embarga los sentidos.
Apenas duerm-', cuando
Los ecos bien distintos
De Juan, que le llamaba,
Penetran sus oídos.
Despierta, el duro lecho
Abandona, y prulijo.
De aquella voz inquiere
Al dueño conocido.
Des)>lómase al mumento
La peña, y al ruido
De su descenso tiembla
El ámbito vecino.
De aquesta suerte (el cielo
Librándole á prodigios)
Desde el Sinaí escala
Sus muros diamantinos.
Velar para esto es fuerza,
Oír por sus ministros
La voz de Dios atentos,
Y huir de los peligros.
35:}
DIA 31 DE MAEZO.
Santa Balhina, virgen.
La figura del mundo
Pasa como en escena.
Que en brevísimo tiempo
Los hombres representan.
¡Oh cuánto de fatigas.
Qué de sudores cuesta
Aquel indispensable
Pan que los alimenta I
¡De qué modo por rumbos
Diversos se atarean
Por guarecer sus carnes
Del frío y la inclemencia!
Pero ¡oh cuánto en las cosas
Que de esta vida anhelan ,
Más que las necesarias ,
Les cuestan las .superñuas!
Se afanan por placeres.
Que al sentido deleitan ;
Por la opinión, el mando,
Las honras y riquezas.
Dignidades, empleos.
Que tanto el homijre aprecia,
Su voluntad arrastran
y su atención se llevan.
Aquí el fatal orgullo.
La vanidad soberbia,
Y aquí del sexo frágil
La inveterada queja.
Doméstico gobierno
Se le concede apenas,
A su inspección negadas
Las armas y las letras.
De los demás arbitrios
Destituido, emplea
Su conato en que triunfe
El ,dón de la belleza.
, Esta al ingenio vence,
Esta al valor sujeta.
Por ésta todo el mundo
Parece se gobierna.
Esta se ensoberbece
Así; mas como de ésta
No por igual á todas
Dotó naturaleza;
Y aunciue en el rostro, donde
Más pródiga se esmera.
Es ñor, que en breve tiempo
O se marchita ó seca,
Solícitas trabajan,
Y en estudiar se esfuerzan,
Contra uno y otro agravio,
Modos de contrahacerla.
Hermosa era Balbina,
Si no desvaneciera
Su perfección , del cuello
Incómoda apostema.
Roma la vio; mas ¡cuánto
Distaba ya de aquélla
Que de sus moradores
Divino encanto era!
El tribuno, su padre,
A la cárcel que encierra
A Alejandro, supremo
Pontilicc, se acerca.
Y « ¡ Oh tú , que á Jesucrista
Tan constante confiesas!
Si quieres, le insinúa,
Que en Jesucristo crea,
))Haz salva á una hija mía.
Para que esposo pueda
Darla; que es bella, y una
Enfermedad la afea. —
«Condúcela, oh Quirino,
Responde, á mi presencia,
E imponía estas prisiones.
Que el cuello me molestan.»
Ejecutóse; y luego
Garzón de las esferas
A Balbina ajiarece
Con encendida tea.
« Sé virgen , y á tu Esposo
Yo haré, la dice, veas,
Que su preciosa sangre
Vertió por tí en la tierra.»
El nuevo sol hallóla
Libre de su dolencia;
Y Quirino, su casa.
La fe abrazó ccn ella.
Venid, venid; que ahora
Podéis j'a sin vergüenza
Ornar su bello rostro.
Carmines y azucenas,
Y ved que al cuello hermoso^
Ya terso, en vez de perlas,
Ciñen, para sus bodas.
Prisiones v cadenas,
FIN DE LAS POESÍAS DE D017 30&Íi HABÍA TACA DE GUZliLAN Y MAMBIQCTE.
1. PS,-XVIII
23
DON FÉLIX MARÍA SAMANIEGO.
XOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CmilCOS.
I.
DE DON MARTIN FERNANDEZ DE NAVARRETE.
{Tesoro del Parnaso español.)
Nacii) en Vd villa de La-Guardia, en la Rioja, á 12 de Octubre de 4745. Fueron sus padres don
Félix Sánchez Samaniego y doña Juana María Zabala, natural de Tolosa de Guipúzcoa. Como
liijo mayor, heredó los mayorazgos de su casa y fué señor de las cinco villas del valle de Arra-
ya. Recibió de sus padres la primera educación ; estudió dos años de leyes en Valladolid; viajó
por Francia con mucha utilidad, y pasó después á Vergara, donde adquirió importantes conoci-
mientos con el frecuente trato del Conde de Peñaílorida (i) y del Marqués de Narros, sus parientes,
y fundadores de la Sociedad Vascongada, la primera que se estableció en España, de la cual fué
Saman'iego uno de los primeros socios de número, desde el año de 176o, en que residía en La-Guar-
dia. Vivió después muchos años en Bilbao, por haber contraido allí matrimonio con doña Ma-
nuela Salcedo, de quien no tuvo sucesión. Como socio de número, concurría á las juntas genera-
les que todos los años celebraba la Sociedad alternativamente en Vitoria, Vergara y Bilbao, ame-
nizando con su agradable y chistosa conversación aquellas concurrencias. Residió también algu-
nas temporadas en el seminario de Vergara, como presidente de turno entre los socios de núme-
ro, V entonces fué cuando comenzó á escribir sus Fábulas, acomodándolas á la capacidad de los
niños. En 1782 le comisionó su provincia de Álava para evacuar en Madrid asuntos de la mayor
importancia , que desempeñó completamente , sin embargo de estar prevenido contra él y su pro-
vincia el Ministerio; habiendo llegado á captarse de tal modo la intima confianza del Conde de
Floridablanca , que éste tuvo empeño en darle algún destino importante, que rehusó constante-
mente. La provincia le regaló, á su regreso, una vajilla de plata, tasada en cuatrocientos mil rea-
les, por no haber admitido dietas ni honorarios, y haber hecho crecidos gastos; pero su desin-
terés le hizo rehusar este regalo, tomando una sola pieza, en señal de agradecimiento.
A instancia de su tío el Conde de Peñafllorida, coordinó sus Fábulas para instrucción de los se-
minaristas; y aprovechándose de un viaje que hizo á Valencia, acompañando á la Marquesa de
San Miguel, su cuñada, las imprimió allí en 1781. Al año siguiente presentó en las juntas de la
Sociedad el tomo ii, que se imprimió en Madrid, por Ibarra, en 1784. Entre tanto publicó
Iriarte sus Fábulas literarias; habíanse indispuesto los dos, y Samaniego imprimió un anónimo
con el título de Observaciones sobre las Fábulas lilerarias, y otros folletos contra Iriarte ; la paro-
dia de su Cuzman; las Memorias de Cosme Damián, contra el prólogo del Teatro de Huerta, etc.
Poco cuidatioso de su fama literaria, miraba con indiferencia y poco aprecio sus producciones,
(pie hizo quemar en su última enfermedad. Extremamente aficionado á la música, tocaba con
mucho gusto el violin y la vihuela. Era graciosísimo en su conversación ; improvisaba con chiste
y oportunidad. Falleció en La-Guardia, á 11 de Agosto de 180J.
Escribió ademas, entre otras cosas, que han quedado inéditas. El Desit*rto de Bilbao y varias
poesías familiares y no pocos cuentos festivos, cuyo desmedido desenfado no consiente darlos á
la estampa.
(1) Su lio. Éste fué cjuien le estimuló á que escribiese las Fábulas.
NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y JUICIOS CRÍTICOS. 355
lí.
DE DON ANTONIO GIL DE ZARATE.
{Manual de Literatura.)
En el mismo género (las fiíbulas) sobresalió, y aventají) á Iriarte.'otro poeta que este escritor
liabia contagiado con su prosaísmo. Don Félix María Samaniego publicó una colección de fábu-
las, que han hecho su nombre popular en España. En otra clase de composiciones Samaniego hu-
biera sido el más infeliz de los poetas; en ésta se elevó á una altura á que nadie, antes ni después
de él, lia llegado entre nosotros. No es un Lafontaine; pero tiene no pocas veces su naturalidad,
su candor y amable filosofía. Su versificación, sí bien con frecuencia harto humilde, no desdi-
ce, sin embargo , de sus asuntos; es fácil, fluida, y no deja de adquirir en ocasiones la armonía
que le conviene. Todos sus contemporáneos están hoy más ó menos olvidados ó desatendidos; él
solo conserva su reputación intacta, y ha merecido que sus obras, reimpresas infinitas veces,
corran en manos de todos.
III.
DE DON ANTONIO ALCALÁ GALIANO.
(Ilisloria de la LUeralura española, francesa, inglesa é italiana en el siglo xvni. —
Lecciones pronunciadas en el Ateneo.)
En las fábulas del poeta latino (Fedro) sólo hay las prendas de estilo en grado extraordi-
nario, señalado por su concisión elegante. No igualando en esto Iriarte á Fedro, se le acerca, con
todo, hasta un punto no común , al paso que le excede en la invención y en la variedad y flexibi-
lidad; pero de las dotes descriptivas, ensalzadas en el fabulista francés Lafontaine, carece, si no
del todo, poco menos; teniendo en este punto, en lengua castellana, un superior en un rival,
que vino á disputarle la palma en el género de las fábulas, y que, si por un lado le excedió, por
otro no quedó en una superioridad conocida...
Samaniego, rival de Iriarte, y en ciertos puntos su vencedor, dotado de algunas prendas poé-
ticas como fabulista , pero de la escuela prosaica como crítico , al elogiarle , celebrando su dese-
mejanza con Góngora, para ambos objeto de odio, alaba en él que fuese
Por el llano,
Cantándonos en verso castellano
Cosas claras, sencillas, naturales,
Y todas ellas tales.
Que aun aquel que no entiende poesía ,
Dice : Eso yo también me lo diria.
(Después de hablar de Iglesias y del Conde de Noroña.) Más crédito mere.ió Don Félix María
DE Samaniego, muy poeta en sus fVd)ulas, así en las pocas que concibió originales, como en las
muchas que tradujo ó imitó; chistoso, fácil y puro en general , aunque á menudo incorrecto, y
en alguna otra obra suya , aunque no falta de mérito , muy desigual al que tiene como fabu-
lista.
356
DON FÉLIX MARÍA SAMANIEGO.
IV.
DE DON MANUEL JOSÉ QUINTANA.
{Introducción á la poesía castellana del siglo xviii.)
PARALELO £?a'RE SAMANIEGO É IRIARTE.
Samaniego no puso en sus apólogos igual cultiu'a, igual limpifiza de ejecución , igual mérito de
iiivoncion y de oportunidad que el que luce en las Fábulas literarias; Samaniego procede con
m;is abandono, y á veces con descuido y desaliño; pero ¡con cuánta más gracia, con cuánta
más poesia de estilo cuando el objeto lo requiere, con cuánto más jugo y ílexibilidad ! Iriarte
cuenta bien; pero Samaxiego pinta; el uno es ingenioso y discreto, el otro gracioso y natural.
Las sales y los idiotismos que uno y otro esparcen en su obra son igualmente oportunos y casti-
zos ; pero el uno los busca, y el otro los encuentra sin buscarlos, y parece que los produce por
si mismo ; en fin , el colorido con que Samaniego viste sus pinturas, y el ritmo y armonía con que
las vigoriza y les da halago, en nada dañan jamas al donaire, á la sencillez, á la claridad ni al
despejo. Si en él hubiera algo más de candor é ingenuidad , si descubriera menos malicia, si su-
piera elevarse á las profundas miras y grandes pensamientos morales , á que sabe remontarse á
veces Lafontaine, sin dejar de ser fabulista; si diera, en fin, más perfección á sus versos cortos,
que no corren, cuando los escribe solos, con la misma gracia y fluidez que cuando los combina
con los grandes, sería difícil negarle el primer lugar entre los más felices imitadores del fabulis-
ta francés. Aun así, ¿quién se lo podrá disputar?
POESÍAS.
FÁBULAS
EN VERSO CASTELLANO
PARA EL USO
DEL EEAL SEMINARIO VASCONGADO.
Dúplex libelli dos est : quod risum movet,
El quod prudenti vilam consiho monet.
( Phedro, Fáb., pról., lib. i.)
PEÓLOGO.
MuchoB son los sabios, de diferentes siglos y na-
ciones, que han aspirado al renombre de fabulistas;
pero muy pocos los que han hecho esta carrera fe-
lizmente. Este conocimiento debiera haberme re-
traido del arduo empeño de meterme á contar fá-
bulas en verso castellano. Así hubiera sido ; pero
permítame el público protestar con sinceridad, en
mi abono, que en esta empresa no ha tenido parte
mi elección. Es puramente obra do mi pronta obe-
diencia, debida á una persona, en quien respeto
unidas las calidades de tío, maestro y jefe.
En efecto, el director do la Real Sociedad Vas-
congada, mirando la educación como á basa en que
estriba la felicidad pública, empléala mayor parte
de BU celo patriótico en el cuidado de proporcionar
á los jóvenes alumnos del Real Seminario Vascon-
gado ciaanto conduce á su instrucción ; y siendo,
por decirlo así, el primer pasto con que se debe
nutrir el espíritu de los niños, las máximas morales,
disfrazadas con el agradable artificio de la fábula,
me destinó á poner una colección de ellas en verso
castellano, con el objeto de que recibiesen esta en-
señanza, ya que no mamándola con la leche, según
deseó Platón, á lo menos antes de llegar á estado
de poder entender el latin.
Desde luego di principio ámi obrilla. Apenas pi-
llaban los jóvenes seminaristas alguno de mis pri-
meros ensayos, cuando lo leian y estudiaban á
porfía con indecible placer y facilidad ; mostrando
en esto el deleite que les causa un cuentecillo ador-
nado con la dulzura y armonía poética, y libre para
ellos de las espinas de la traducción, que tan des-
agradablemente les punzan en los principios de su
enseñanza.
Aunque esta primera prueba me asegura en par-
te do la utilidad de mi empresa, que es la verdade-
ra recomendación de un escrito, no se contenta con
ella mi amor propio. Siguiendo éste su ambiciosa
condición, desea que respectivamente logren mis
fábulas igual acogida que en los niños, en los ma-
yores, y aun si es posible, entre los doctos; pero á
la verdad, esto no es tan fácil. Las espinas, que do-
FÁBULAS.
357
jan de encontrar en ellas los niños, las hallarán los
que no lo son, en los repetidos defectos de la obra.
Quizá no parecerán éstos tan de marca , dando aquí
una breve noticia del método que he observado en
la ejecución de mi asunto, y de las razones que he
tenido para seí^uirlu.
Después de haber repasado los preceptos de la
fábula, formé mi pequeña librería de fabulistas;
examiné, comparé y elegí para mis modelos , entre
todos ellos, después de Esopo, á Fedro y Lafon-
taine; no tardé en hallar mi desengaño. El prime-
ro, más para admirado que para seguido, tuve que
abandonarle á los primeros pasos. Si la unión de la
elegancia y laconismo sólo está concedida á este
poeta en este genero, ¿cómo podrá aspirar á ella
quien escribe en lengua castellana, y pálpalos gra-
dos que áésta le faltan para igualar á la latina en
concisión y energía ? Este conocimiento, en que me
aseguró más y más la práctica, me obligó á sepa-
rarme de Fedro.
Empecé á aprovecharme del segundo (como se
deja ver en las fábulas de La Cigarra y la Hormiga,
El Cuervo y el Zorro, j alguna otra) ; pero reconocí
que no podía, sin ridiculizarme, trasladar á mis
versos aquellas delicadas nuevas gracias y sales
que tan fácil y naturalmente derrama este ingenio-
so fabulista en su narración.
No obstante, en el estudio que hice de este autor
hallé, no solamente que la mayor parte de sus ar-
gumentos son tomados de Locmano, Esopo y otros
de los antiguos , sino que no tuvo reparo en entre-
garse á seguir su propio carácter tan francamente,
que me atrevo á asegurar que apenas tuvo presen-
te otro precepto en la narración, que la regla gene-
ral que él mismo asienta en el prólogo de sus fábu-
las en boca de Quintiliano : Por mtccho gracejo que
se dé á la narración, nunca será demasiado.
Con las dificultades que toqué al seguir en la
formación de mi obrita á estos dos fabulistas, y
con el ejemplo que hallé en el último, me resolví á
escribir, tomando en cerro los argumentos de Eso-
po, entresacando tal cual de algún moderno, y e7T-
tregándome con libertad á mi genio, no sólo en el
estilo y gusto de la narración, sino aun en el va-
riar rara vez algún tanto, ya del argumento, ya de
la aplicación de la moralidad ; quitando, añadiendo
ó mudando alguna cosa, que, sin tocar al cuerpo
principal del apólogo, contribuya á darle cierto ai-
re de novedad y gracia.
En verdad que, según mi conciencia, más de cua-
tro veces se peca en este método contra los precep-
tos de la fábula; pero esta práctica licenciosa es
tan corriente entre los fabulistas, que cualquiera
que se ponga á cotejar una misma fábula en dife-
rentes versiones, la hallará tan trasformada en
cada una de ellas respecto del original, que dege-
nerando por grados de una en otra versión, vendrá
á parecerle diferente en cada una de ellas. Pues si
con todas estas licencias ó pecados contra las leyes
de la fábula ha habido fabulistas que han hecho
BU carrera hasta llegar al templo de la inmortali-
dad, ¿ á qué meterme yo en escrúpulos que ellos no
tuvieron ?
Si en algo he empleado casi nimiamente mi aten-
ción, ha sido en hacer versos fáciles hasta acomo-
darlos, según mi entender, á la comprensión de los
muchachos. Que alguna vez parezca mi estilo, no
sólo humilde, sino aun bajo, malo es; mas ¿no se-
ría muchísimo peor que, haciéndole incomprensi-
ble á los niños, ocupasen éstos su memoria con in-
útiles coplas ?
A pesar de mi desvelo , en esta parte desconfio
conseguir mi fin. Un autor moderno, en su Trata-
do de educación, dice que en toda la colección de
Lafontaine no conoce sino cinco ó seis fábulas
en que brilla con eminencia la sencillez pueril, y aun
haciendo análisis de algunas de ellas, encuentra
pasajes desijroporcionados á la inteligencia de los
niños.
Esta crítica ha sido para mí una lección. Confe-
saré sinceramente que no he acertado á aprove-
charme de ella, si en mi colección no se halla más
de la mitad de fábulas que en la claridad y senci-
llez del estilo no pueda apostárselas á la prosa más
trivial. Este me ha parecido el solo medio de acer-
cai'me al lenguaje en que debemos enseñar á los
muchachos ; pero ¿quién tendrá bastante filosofía
para acertar á ponerse en el lugar de éstos, y me-
dir así los grados á que llega la comprensión de un
niño?
En cuanto al metro, no guardo uniformidad ; no
es esencial á la fábula, como no lo es al epigrama
y á la lira, que admiten infinita variedad de me-
tros. En los apólogos hay tanta inconexión de uno
á otro como en las liras y epigramas. Con la varie-
dad de metros he procurado huir de aquel mono-
tonismo que adormece los sentidos y se opone á la
varia armonía, que tanto deleita el ánimo y aviva
la atención. Los jóvenes que tomen de memoria
estos versos, adquirirán, con la repetición de ellos,
alguna facilidad en hacerlos arreglados á las di-
versas medidas á que por este medio acostumbren
su oido.
Verdad es que se hallará en mis versos gran co-
pia de endecasílabos pareados con la alternativa de
pies quebrados 6 de siete sílabas ; pero me he aco-
modado á preferir su frecuente uso al de otros me-
tros, por la ventaja que no tienen los de estancias
más largas, en las cuales, por acomodar una sola
voz que falte para la clara explicación de la sen-
tencia, 6 queda confuso y como estrujado ni pen-
samiento, ó demasiadamente holgado y lleno do
ripio.
En conclusión, puedo perdonárseme bastante por
haber sido el primero en la nación que ha abierto
el pasoá esta carrera, en que he caminado sip guía,
por no haber tenido á bien entrar en ella nuestros
célebres poetas castellanos. Dichoso yo si logro
que, con la ocasión de corregir mis defectos, dedi-
quen ciertos genios poéticos sus tareas á cultivar
este y otros importantes ramos de instrucción y
provecho. Mientras asi uo lo hagan, habremos de
358 DON FÉLIX MARÍA SAMAXIEGO.
contentarnos con lee-- eiis excelentes églogas, y
sacar de sus dulcísimos versos casi tanta melodía
como do la mejor música del divino Haydn, aunque
tal vez no mayor enseñanza ni utilidad. — FÉLIX
Mabía Samanieoo.
LIBRO PRIMERO.
Á LOS CAUALLEROS ALUMNOS DKL BEAL SEMINARIO
PATRIÓTICO VASCONGADO,
Oh jóvenes amables,
Que en vuestros tiernos años
Al templo de Minerva
Dirigis vuestros pasos ,
Seguid, seg'uid la seuda
En quu marcháis, guiados,
A la luz de las ciencias,
Por profesores sabios.
Aunque el camino sea,
Ya difícil , ya largo ,
Lo allana y facilita
El tiempo y el trabajo.
Kompiendo el duro .«uelo.
Con la esteva agobiado ,
El labrador sus bueyes
Guia con paso tardo ;
Mas al fin llega á verse,
En medio del verano,
De doradas espigas,
Como CéreS, rodeado.
A mayores tartas,
A más gi'avcs cuidados
Es mayor y más dulce
El premio y el descanso.
Tras penosas fatigas,
La labradora mano
¡ Con qué gusto recoge
Los racimos de Bacol
Ea , jóvenes, ea,
Seguid, seguid marchando
Al templo de Minerva ,
A recibir el lauro.
Mas yo sé, caballeros,
Que un joven entre tantos
Responderá á mis voces :
Ao puedo, que me canso.
Descansa enhorabuena ;
/Digo yo lo contrario?
Tan lejos estoy de eso ,
Que en estos versos trato
De daros un asunto
Que instruya deleitando.
Los perros y los lobos ,
Los ratones y gatos.
Las zorras y las monas,
Los ciervos y caballos
Os han de hablar en verso ;
Pero con juicio tanto.
Que sus máximas sean
Los consejos más sanos.
Deleitaos en ello,
Y con este de»causo,
Á las serias tareas
Volved más alentados,
Ea, jóvenes, ea.
Seguid, seguid marchando
Al templo de Minerva ,
A recibir el lauro,
Pero ¡ qué ! ¿os detiene
El ocio y el regalo?
Pues escuchad á Esopn,
Mis jóvenes amados.
FÁBULA PRIMERA.
BL ASNO y EL COCHINO.
Envidiando la suerte del Cochino ,
Un Asno maldecía su destino,
«Yo, decia, trabajo y como paja;
El come harina, berza, y no trabaja :
A mí me dan de palos cada dia ;
A él le rascan y halagan á porfía,»
Así se lamentaba de su suerte;
Pero luego que advierte
Que á la pocilga alguna gente avanza,
En guisa de matanza,
Armada de cuchillo y de caldera,
Y que con maña fiera
Dan al gordo Cochino fin sangriento,
Dijo entre sí el Jumento :
Si en esto jjára el óciv y los regalos,
Al trabajo me atengo y á los jialos.
FÁBULA IL
LA CIGARRA Y LA HORMIGA.
Cantando la Cigarra
Pasó el verano entero,
Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los trios la obligaron
A guardar el silencio
Y á acogerse al abrigo
De su estrecho aposento.
Viese desproveída
Del preciso sustento :
Sin mosca, sin gusano,
Sin trigo y sin centeno.
Habitaba la Hormiga
AUi tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención y respeto
La dijo : «Doña Hormiga ,
Pues que en vuestro granero
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento ,
Prestad alguna cosa
Con que viva este invierno
Esta triste Cigarra,
Que, alegTe en otro tiempo,
Nunca conoció el daño ,
Nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme ;
Que fielmente prometo
Pagaros con ganancias,
Por el nombre que tengo .»
La codiciosa Hormiga
Respondió con denuedo,
Ocultando á la espalda
Las llaves del granero :
(( ¡ Yo prestar lo que gano
Con un trabajo inmenso '
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo ?-
Yo, dijo la Cigarra,
A todo pasajero
Cantaba alegremente.
Sin cesar ni un momento. —
I Hola! ¿con que, cantabas
Cuando yo andaba al remo ?
Pues ahora, que yo como,
Baila , ;pese á tu cuerpo. »
FÁBULA III.
EL MUCHACHO Y LA FORTUNA.
A la orilla de un pozo,
Sobre la fresca yerba ,
Un incauto Mancebo
Dormía á pierna suelta.
Gritóle la Fortuna :
(( Insensato , despierta ;
¿No ves que ahogarte puedes,
Á poco que te muevas?
Por tí y otros canallas
A veces me motejan.
Los unos de inconstante,
Y los otros de adversa.
Reveses de Fortuna
FÁBULAS,
359
Llamáis á las miserias ;
¿ Por qué, ai son reveses
De la conducta necia '/
FÁBULA rV.
LA CODORNIZ.
Presa en estrecho lazo
La Codorniz sencilla ,
Daba quejas al aire,
Ya tárele arre])entida.
« ¡ Ay de mí miserable ,
Infeliz avecilla,
Que antes cantaba libre ,
Y ya lloro cautiva !
Perdí mi nido amado ,
Perdí en él mis delicias,
Al fin perdílo todo ,
Pues que perdí la vida.
¿Por qué desgracia tanta?
I Por qué tanta desdicha ?
¡ Por un grano de trigo !
I Oh cara golosina ! n
M apetito ciego
¡A cuántos precipita ,
Que por lograr un nada,
IJn todo sacrijican!
FÁBULA V.
EL ÁGUILA Y EL ESCARABAJO.
Que me matan ; favor : así clamaba
Una liebre infeliz, que, se miraba
En las garras de una Águila sangrienta.
A las voces, según Esopo cuenta,
Acudió un compasivo Escarabajo ,
Y viendo á la cuitada en tal trabajo,
Por libertarla de tan cruda muerte,
Lleno de horror, exclama de esta suerte:
(( ¡ Oh reina de las aves escogida !
I Por qué quitas la vida
Á este pobre animal , manso y cobarde?
/, No sería mejor hacer alarde
De devorar á dañadoras Aeras ,
O ya que resistencia hallar no quieras,
Cebar tus uñas y tu corvo pico
En el frió cadáver de un borrico 1 »
Cuando el Escarabajo asi decia ,
La Águila con desprecio se reía,
Y sin usar de más atenta frase.
Mata , trincha, devora, pilla y vase.
El pequeño animal así burlado
Quiere verse vengado.
En la ocasión prirnera
Vuela al nido del Águila altanera ,
Halla solos los huevos, y arrastrando.
Uno por uno fuélos despeñando ;
Mas como nada alcanza
A dejar satisfecha una venganza ,
Cuantos huevos ponia en adelante
Se los hizo tortilla en el instante.
La reina de las aves sin consuelo,
Eemontando su vuelo,
A Júpiter excelso humilde llega.
Expone su dolor, pídele, ruega
Remedie tanto mal. El dios propicio,
Por un incomparable beneficio.
En su regazo hizo que pusiese
El Águila sus huevos, y se fuese ;
Que á la vuelta, colmada de consuelas ,
Encontraría hermosos sus poUuelos.
Sapo el Escarabajo el caso todo:
Astuto é ingenioso hace de modo
Que una bola fabrica diestramente
De la materia en que continuamente
Trabajando se halla.
Cuyo nombre se sabe, aunque se calla ,
Y que , según yo pienso ,
Para los dioses no es muy buen incienso,
Carga con ella, vuela, y atrevido
Pone su bola en el sagrado nido.
.Túpiter, que se vio con tal basura ,
Al punto sacudió su vestidura.
Haciendo, al arrojar la albondiguilla,
Con la bola y los lauevos su tortilla.
Del trágico suceso noticiosa,
Arrepentida el Águila y llorosa
Ajjrendió esta lección á mucho precio :
A midiese le trate con desprecio,
Como al Escarabajo,
Porque al más miserable, vil y bajo ,
Para tomar venganza , si se irrita,
¿ Le faltará siquiera una bolita'^
FÁBULA VL
EL LEÓN VENCIDO POR EL HOMBRE.
Cierto artífice pintó
Una lucha, en que, valiente,
Un Hombre tan solamente
A un horrible León venció.
Otro león, que el cuadi-o vio,
Sin preguntar por su autor,
En tono despreciador
Dijo : Bien se dtja vei'
Que es pintar como querer,
Y no fue leim el pintor,
FÁBULA VIL
LA ZOREA y EL BCBTO.
Dijo la Zorra al Busto,
Después de olerlo :
« Tu cabeza es hermosa ,
Pero sin seso.»
Como éste hay mncTu^s,
Que aunque parecen hombres.
Sólo son bustos.
FÁBULA VIIL
EL RATÓN DE LA CORTE Y EL DEL CAMPO.
Un Ratón cortesano
Qonvidó con un modo muy urbano
A un Ratón campesino.
Dióle gordo tocino ,
Queso fresco de Holanda ,
Y una despensa Uena de vianda
Era su alojamiento ,
Pues no pudiera haber un aposento
Tan magníficamente preparado,
Aunque fuese en Ratópolis buscado
Con el mayor esmero.
Para alojar á Boepan Primero,
Sus sentidos allí se recreaban ;
Las paredes y techos adornaban,
Entre mil ratonescas golosinas ,
Salchichones, pemiles y cecinas.
Saltaban de placer, ¡ oh qué embeleso !
De pcrnil en pernil , de queso en queso.
En esta situación tan lisonjera
Élega la despensera.
Oyen el ruido, corren, se agazapan,
pierden el tino , mas al fin se escapan
Atropelladamente
Por cierto pasadizo abierto á diente.
« 1 Esto tenemos ! dijo el campesino ;
Reniego yo del queso , del tocino
Y de quien busca gustos
Entre los sobresaltos y_lo3 sustos.»
Volvióse á su campaña en el instante,
T estimó mucho más de allí adelante.
Sin zozobra, temor ni jíesadn/nbres.
Su casita de tierra y sus legumbres.
FÁBULA IX,
EL HERBERO Y EL PERRO,
Un Herrero tenía
Un Perro que no hacia
3^0 DON FÉLIX M
Sino comer, dormir y estarse echado :
De la casa jaruas tuvo cuidado;
Levantábase 8<Jlo á mesa puesta;
Entonces con gran fiesta
Al dueño se acercaba,
Con perrunas caricias lo halagaba,
Mostrando de cariño mH excesos
Por pillar las piltrafas y los huesos.
«He llegado á notar, le dijo el an.o,
Que aunque nuucu te Hamo
Jl. la nii sa , te llecas prontamente ;
En la fragua jamas te vi presente,
Y yo me maravillo
De que, no dispertándote el martillo,
Te desveles al ruido de mis dientes.
Anda, anda, poltrón ; no es bien que cuentes
Que el amo , hecho un gañan y sin reposo ,
Te mantiene á lo conde muy ocioso.»
El Perro le responde :
«¿Qué más tiene que yo cualquiera conde?
Para no trabajar debo al destino
Haber nacido perro, no pollino. —
Pues, señor conde, fuera de mi casa;
Verás en las demás lo que te pasa.»
En efecto salió á probar fortuna,
Y las casas anduvo de una en una.
Allí le hacen servir de centinela
Y que pase la noche toda en vela.
Acá de lazarillo y de danzante,
Allá dentro de un torno, á cada instante,
Asa la carne que comer no espera.
Al cabo conoció de esta manera
Qve el destino, y no es cuento,
A todos nos cargó como al Jumento.
FÁBULA X.
LA ZOBBA T LA CIGÜEÑA.
Una Zorra se empeña
En dar una comida á una Cigüeña;
La convidó con tales espresiones,
Que anunciaban sin duda provisionea
De lo más excelente y exquisito.
Acepta alegre , va con apetito ;
Pero encontró en la mesa v-'olamente
Jigote claro sobre chata fuente.
En vano á la comida picoteaba.
Pues era para el guiso que miraba
Inútil tenedor su largo pico.
La Zorra con la lengua y el hocico
Limpio tan bien su "fuente, que pudiera
fiervir de fregatriz si á Holanda fuera.
Mas de allí á poco tiempo, convidada
De la Cigüeña, halla preparada
Una redoma de jigote llena ;
Allí fué su aflicción , allí su pena ;
El hocico goloso al punto asoma
Al cuello de la hidrópica redoma.
Mas en vano, pues era tan estrecho.
Cual si por la Cigüeña fuese hecho.
Envidiosa de ver que á conveniencia
Chupaba la del pico á su presencia,
Vuelve, tienta, discurre.
Huele, se desatina , en fin se aburre ;
Marchó rabo entre piernas, tan corrida,
Que ni aun tuvo siquiera la salida
De decir : Están verdes, como antaño.
También huy para picaros engaño.
FÁBULA XI.
LAS MOSCAS.
A un panal de rica miel
Dos mil Moscas acudieron ,
Que por golosas murieron ,
Presafl de patas en él.
Otras dentro de un pastel
Enterró su golosina.
Asi, si bien se examina,
Los humanos coraumes
ARIA 6AM ANIEGO.
Perecen en las prisiones
Del vicio gue los dMiiina.
FÁBULA XIL
EL LEOPABDO Y LAS M0NA3.
No á pares , á docenas encontraba
Las Monas en Tttuan, cuando cazaba,
Un Leopai'do; apenas lo veian,
A los árboles todas se subían,
Quedando del contrario tan seguras ,
Que pudiera decir: No están maduras.
El cazador, astuto, se hace el muerto
Tan vivamente, que parece cierto.
Hasta las viejas Monas,
Alegres en el caso y juguetonas.
Empiezan á saltar ; la más osada
Baja, aiTímase al muerto de callada,
Mira, huele y aun tienta,
Y grita muy contenta :
« Llegad , que muerto está de todo punto ,
Tanto , que empieza á oler el tal difunto. »
Bajan todas con bulla y algazara :
Ya le tocan la cara ,
Ya le saltan encima,
Aquélla se le arrima ,
Y haciendo mimos, á su lado queda;
Orra se finge muerta y lo remeda.
Jlas luego que las siente fatigadas
De correr, de saltar y hacer monadas,
Levántase ligero,
Y más que nunca fiero ,
Pilla , mata , devora, de manera
Que parecía la sangrienta fiera,
Cubriendo con los muertos la campaña,
Al Cid matando moros en España.
Es el peor enemigo el que aparenta
Ko poder causar daño ; porque intenta.
Inspirando confianza ,
Asegurar su, golpe de venganza.
FÁBULA XIII.
EL CIERVO EK LA FUENTE.
Un Ciervo se miraba
En una hermosa cristalina Fuente ;
Placentero admiraba
Los enramados cuernos de su frente ,
Pero al ver sus delgadas , largas piernas ,
Al alto cielo daba quejas tiernas.
(( i Oh dioses ! ¿ A qué intento ,
A esta fábrica hermosa de cabeza
Construir su cimiento
Sin guardar proporción en la belleza ?
1 Oh qué pesar ! ■ Oh qué dolor profundo !
¡ No haber gloria cumplida en este mundo ! »
Hablando de esta suerte
El Ciervo , vio venir á un lebrel fiero.
Por evitar su muerte.
Parte al espeso bosque muy ligero ;
Pero el cuerno retarda su salida.
Con una y otra rama entretejida.
Mas libre del apuro
A dura.? penas, dijo con espanto :
« Si me veo seguro,
Pese á mis cuernos , fué por correr tanto ;
Lleve el diablo lo hermoso de mis cuernos,
Haga mis feos pies el cielo eternos. »
A si frecuen iem ente
El hombre se deslumbra con lo hermoso;
Elige lo aparente,
Abrazajido tal vez lo más dañoso;
Pero escarmiente ahora en tal cabeza :
El útil bien es la mejor belleza.
FÁBULA XIV.
EL LEÓN Y LA ZOBBA.
Un León en otro tiempo poderoso ,
Ya viejo y achacoso,
FÁBULAS.
801
En vano perseguía, hambriento y fiero,
Al mamón becerrillo y al cordero ,
Que trepando por la áspera montaña,
Huían libremente de su saña.
Afligido de la hambre á par de muerte,
Discurrió su remedio de esta suerte :
Hace correr la voz de que se hallaba
Enfermo en su palacio, y deseaba
Ser de los animales visitado.
Acudieron algunos de contado;
Mas como el giave mal qi;e lo postraba
Era un hambre voraz, tan sólo usaba
La receta exquisita
De engullirse al mmisienr de la visita.
Acércase la Zorra de callada,
Y á la puerta asomada, '
Atisba muy despacio
La entrada de aquel cóncavo palacio.
El León la divisó , y en el momento
La dice : «Vén acá ; pues que me siento
En el ultimo instante de mi vida,
Visítame como otros, mi querida. —
1 Como otros ! j Ah señor 1 he conocido
Que entraron, sí, pero no han salido.
Mirad, mirad la huella,
Bien claro lo dice ella ;
Y no es bien el entrar do no se sale. »
La prudente cautela vñielio vale.
FÁBULA XV.
LA CIEEVA Y EL CERVATO.
A una Cierva decía
Su tierno Cervatillo : «Madre mía,
I Es posible que un perro solamente
Al bosque te haga huir cobardemente,
Siendo él mucho menor, menos pujante !
iPor qué no has de ser tú más arrogante? —
Todo es cierto , hijo mío ;
Y cuando así lo pienso, desafio
A mis solas á veinte perros juntos.
Figiírome luchando, y que difuntos
Dejo á los unos ; que otros, falleciendo,
Pisándose las tripas , van huyendo
En vano de la muerte ,
Y á todos venzo de gallarda suerte ;
Mas si embebida en este pensamiento ,
A un perro ladrar siento ,
Escapo más ligera que un venablo,
Y mi victoria se la lleva el diablo.»
A quien no sea de ánimo esforzada
Ko armarlo de soldado ,
Pues por más que, al mirarse la armadura ,
Piense, en tiempo de jmz , que su bravura
Herirá, matará cuanto acometa,
En oyendo en campaña la tromjjcta ,
Hará lo que la Corza de la historia ,
Más que el diablo se lleve la victoria.
FÁBULA XVL
EL LABRADOR Y LA CIGÜES'A,
Un Labrador miraba
Con duelo su sembrado,
Porque gansos y grullas
De su trigo solían hacer pasto.
Armó sin más tardanza
Diestramente sus lazos,
Y cayeron en ellos
La Cigüeña, las grullas y los gansos,
« Señor rústico , dijo
La Cigüeña temblando,
Quíteme las prisiones,
Pues no merezco pena de culpados:
La diosa Céres sabe
Que, lejos de hacer daño.
Limpio de sabandijas,
De culebras y víboras los campos, — ■
Nada me satisface,
Kespondió el hombre airado ;
Te hallé con delincuentes.
Con ellos morirás entre mia manos.»
La inocente Cigüeña
Tuvo el fin desgraciado
Que pueden prometerse
Les buenos que se juntan con los malos,
FÁBULA XVIL
LA SERPIENTE Y LA LIMA.
En casa de un cerrajero
Entró la Serpiente un día,
Y la insensata mordía
En una Lima de acero.
Dljole la Lima : « El mal ,
Necia, será para tí;
¿ Cómo has de hacer mella en mí ,
Que hago polvos el metal?»
Quien jneicnde sin razón
Al viás fuerte derribar.
No consigue sino dar
Coces contra el aguijón.
FÁBULA XVIIL
EL CALVO Y LA MOSCA.
Picaba impertinente
En la espaciosa calva de un anciano
Una Mosca insolente.
Quiso matarla , levantó la mano ,
Tiró un cachete, pero fuese salva,
Hiriendo el golpe la redonda calva.
Con risa desmedida
La Mosca prorumpió : «Calvo maldito,
Si quitarme la vida
Intentaste por un leve delito ,
¿A qué pena condenas á tu brazo,
JBárbaro ejecutor del tal porrazo? —
»A1 que obra con malicia.
Le respondió el varón prudentemente,
Rigorosa justicia
Debe dar el castigo conveniente ,
Y es bien ejercitarse la clemencia
En el que peca por inadvertencia.
»Sabe, Mosca villana.
Que coteja el agravio recibido
La condición humana ,
Según la mano de donde ha venido » ;
Que el grado de la ofensa tanto asciende
Cuanto sea más vil aquel que ofende.
FÁBULA XLS.
LOS DOS AMIGOS Y EL OSO.
A dos Amigos se apareció un Oso :
El uno, muy medroso.
En las ramas de un árbol se asegura;
El otro, abandonado á la ventura,
Se finge muerto rcix-ntinamente.
El Oso se le acerca lentamente;
Mas como este animal, según se cuenta,
De cadáveres nunca se alimenta.
Sin ofenderlo lo registra y toca,
Huélele las narices y la boca;
No le siente el aliento,
Ni el menor movimiento ;
Y, así, se fiié diciendo sin recelo :
« Éste tan muerto está como mi abuelo. »
Entonces el cobarde.
De su grande amistad haciendo alarde,
Del árbol se desprende muy ligero,
Corie, llega y abraza al compañero ,
Pondera la fortuna
De haberle hallado sin lesión alguna,
Y al fin le dice : « Sepas que he notado
Que el Oso te dccia algún recado,
j Qué pudo 8cr? — Diréte lo que ha sido;
Esta.'» dos palabritas al oído :
Aparta tu amistad de la persona
Que si te ve en el riesgo, te aba/ndona, r>
DON FÉLIX MARÍA
FÁBULA XX.
LA ÁGUILA, LA GATA Y LA JABALINA.
Una Águila anidó .sobre iiiia encina.
Al pié criaba cierta Jabalina,
Y era un hueco del troncu corf)ulento
De una Gata y sus crías aposento,
Esta gran marrullera
Sube al nido del Águila altanera,
Y con fingiiias lágrimas la dice :
« ¡ Ay misera de mí ! ¡ ay infelice !
Este sí que es trabajo :
La vecina que habita el cuarto bajo.
Como tú misma ves, el dia pasa
Hozando los cimientos de la casa.
La arruinará : y eu viendo la traidora
Por tierra á nuestros hijos, los devora.»)
DespuLS que dejó al Águila asustada,
A la cueva se baja de callada,
Y dice á la cerdosa : a Buena amiga.
Has de saber que la Águila enemiga,
Cuando saques tus crías h;'icia el monte.
Las ha de devorar ; así disponte. »
La Gata, aparentando que temía,
Se retiró á su cuai-to, y no salia
Sino de noche, que con mana astuta
Abastecía su pequeña gruta.
La Jabalina, con tan triste nueva,
No salió de su cueva.
La Águila, en el ramaje temerosa
Haciendo centinela, no reposa.
En fin, á ambas familias la hambre mata.
Y de ellas hizo víveres la Gata.
Jóvenes, ojo alerta, gran cvidado;
Que un chismoso en amigo disfrazado
Con capa de amistad cubre sus trazas,
Y asi causaJí el vial sus añagazas.
LIBRO SEGUNDO.
Á DON JAVIER MARÍA DE MUNIVE É IDIAQUEZ, CON-
DE DE PEÑAFLORIDA, DIRECTOR PERPETUO DE LA
REAL SOCIEDAD VASCONGADA DE LOS AMIGOS DEL
PAÍS.
Mientras que con la espada en mar y tieiia
Los ilustres varones
Engrandecen su fama por la guerra,
Sojuzgando naciones,
Tú, Conde, con la pluma y el arado,
Ya enriqueces la patria, ya la instruyes,
Y haciendo venturosos has ganado
El bien que buscas y el laurel que huyes.
Con darte todo al bien de los humanos
No contento tu celo,
Supo unir á los nobles cindadanos
Para felicidad del jjatrio suelo.
La hormiga codiciosa
Trabaja en sociedad fructuosamente,
Y la abeja oficiosa
Labra siempre, ayudada de su gente.
Asi unes á Ios-hombres laboriosos
Para hacer sus trabajos más fructuosos.
Aquél viaja observando
Por las naciones cultas ;
Este con experiencias va mostrando
Las útiles verdades más ocultas.
Cuál cultiva los campos, cuál las ciencias;
Y de diversos modos,
Juntando estudios, viajes y experiencias,
Resulta el bien en que trabajan todos,
i En que trabajan todos ! Ya lo dije ,
Por más ((ue yo también sea contado.
El sabio Presidente que nos rige
Tiene aun al más inútil ocupado.
Darme, Conde, querías un üestino,
Al contemplarme ocioso é ignorante.
Era difícil ; mas al fin tu tino
Encontró un genio en mí versificante,
A Fedro y Lafontaine por modelos
Me pusiste á la vista,
SAMANIEGO.
Y hallaron tus desvelos
Que pudiera ensayarme á fabulista,
Y pues viene al intento,
Pasemos al ensayo : va de cuento.
FÁBULA PRIMERA.
EL LEÓN CON SU EJÉRCITO.
El León, rey de los bosques poderoso,
Quiso armar un ejército famoso.
Juntó sus animales al instante :
Empezó por cargar al elefante
Un castillo con útiles, y encima
Rabiosos lobos, que pusiesen grima.
Al oso le encargó de los asaltos ;
Al mono con sus ge.^tos y sus saltos
Mandó que al enemigo entretuviese ;
A la Zorra que diese
Ingeniosos ardides al intento.
Uno gritó : (i La liebre y el jumento ,
Este por tardo, aquélla p(,ir medrosa,
De estorbo servirán, no de otra cosa. —
i^De estorbo '! dijo el Rey ; yo no lo creo.
En la liebre tendremos un correo ,
Y en el asno mis trojias un trompeta. »
Así quedó la armada bien completa.
Tu retj'ato es el Lean, i'onáe prudente ,
Y si á tu imitación, «egun deseo.
Examinan los jefes á su gente,
A todos han de dar útil empleo.
¿Por qué no lo han de hacer'/ ¿Habrá cucaña
Como no hallar ociosos en España f
FÁBULA II.
LA LECHERA.
Llevaba en la cabeza
Una Lechera el cántaro al mercado
Con aquella presteza,
Aquel aire sencillo , aquel agrado ,
Que va diciendo á todo el que lo advierte :
¡ Yo sí que estoy contenta con mi suerte !
Porque no apetecía
Más compañía que su pensamiento,
Que alegre la ofi-ecia
Inocentes ideas de contento ,
Marchaba sola la feliz Lechera ,
Y decía entre sí de esta manera :
«Esta leche vendida,
En limpio me dará tanto dinero,
Y con esta partida
Un canasto de hueros comprar quiero,
Para sacar cien pollos , que al estío
Me rodeen cantando el pió , pió.
))Del importe logrado
De tanto pollo mercaré un cochino ;
Con bellota , salvado ,
Berza, castaña engordará sin tino ;
Tanto , que puede ser que yo consiga
Ver cómo se le arrastra la barriga.
))Llevarélo al mercado;
Sacaré de él sin duda buen dinero :
Compraré de contado
Una robusta vaca y un ternero ,
Que salte j' corra toda la campaña ,
Hasta el monte cercano á la cabana. »
Con este pensamiento
Enajenada, brinca de manera,
Que á su salto violento
El cántaro cayó, j Pobre Lechera !
¡ Qué compasión ! Adiós leche, dinero ,
Huevos, pollos, lechen, vaca y ternero.
¡Oh loca fantasía ,
Que palacios fabricas en el viento !
Modei-a tu alegría;
No sea que saltando de contento ,
Al contemplar dichosa tu mudanza,
Quiebre su cantarillo la esperanza.
No seas ambiciosa
De mejor ó más próspera fortuna;
Que vivirás ansiosa
FÁBULAS.
36S
Sin que pueda saciarte cosa alguna.
]\ío anheles impaciente el hien fvturo;
Mira que ni el presente está seguro.
FÁBULA IH.
EL ASNO SESUDO.
Cierto Burro pacia
En la ft-esca y hermosa pradería
Con tanta paz como si aquella tierra
No fuese entonces teatro de la guerra.
Su dueño, que con miedo lo guardaba ,
De centinela en la ribera estaba.
Divisa al enemigo en la llanura ;
Baja, y al buen Borrico le conjura
Que huya precipitado.
El Asno, muy sesudo y reposado ,
Empieza, á andar á paso perezoso.
Impaciente su dueño y temeroso
(ion el marcial ruido
De bélicas trompetas al oido, s
Le exhorta con i'ervor á la carrera.
«¡Yo correr! dijo el Asno, bueno fuera;
Que llegue en hora buena Marte fiero;
Me rindo, y él me lleva prisionero.
I Servir aquí ó allí no es todo uno?
¿Me pondrán dos albardas? No, ninguno.
Pues nada pierdo, nada me acobarda:
Siempre seré un esclavo con albarda. »
No estuvo más en sí ni más entero
Que el buen Pollino Amidas el Barquero,
Cuando en su humilde choza le despieria
César, cou sus soldados á la puerta,
Para que á la Calabria los guiase.
iSe podría encontrar quien no temblase
Entre los poderosos
De insultos militares horrorosos
De la guerra enemiga?
No hay sino la pobreza que consiga
Esta gran exención : de aquí le viene,
Nada teme perder quien nada tiene.
FÁBULA IV.
EL ZAGAL Y LAS OVEJAS.
Apacentando un Joven su ganado,
Gritó d-esde la cima de un collado :
((.¡ Favor! que viene el lobo, labradores.»
Éstos, abandonando sus labores,
Acuden prontamente ,
Y hallan que es una chanza solamente.
Vuelve á clamar, y temen la desgracia ;
Segunda vez los burla. ¡ Linda gracia !
Pero ('qué sucedió la vez tercera?
Que vino en realidad la hambrienta fiera.
Entonces el Zagal se desgañita,
Y por más que patea, llora y grita.
No se mueve la gente escarmentada ,
Y ei lobo le devora la manada.
¡Cuántas reces resulta de un en//iiñn,
Contra el engañador el mayor daño!
FÁBULA V.
LA ÁGUILA, LA COENEJA Y LA TORTUGA,
A una Tortuga una Águila arrebata :
La ladrona se apura y desbarata
Por hacerla pedazos,
Ya que no con la garra, á picotazos.
Viéndola una Corneja en tal faena,
La dice : « En vano tomas tanta pena :
•No ves que es la Tortuga, cuya casa
Diente, cuerno ni pico la traspasa,
Y si siente que llaman á su puerta,
Se finge la dormida , sorda ó muerta? —
Pues ¿qué he de hacer .' — líemontarás tu vuelo,
Y en mirándote allá cerca del cielo
La dejarás caer sobre un peñasco,
Y se, hará una tortilla el duro casco.»
La Águila, porque diestra lo ejecuta, '
Y la Corneja astuta,
Por autora de aquella maravilla,
Juntamente comieron la tortilla.
^; Qué podrá resistirse á U7i poderoso,
Guindo de un consejo malicioso 1''
Be estos tales se aparta el que es prudente ;
Yasi ,por escaparse de esta gente.
Las desceyul ¡entes de In tal Tortuga
A cuevas igtwradas hacen fuga.
FÁBULA VI.
EL LOBO Y LA CIGÜeSA.
Sin duda alguna que se hubiera ahogado
Un Lobo con un hueso atragantado,
Si á la sazón no pasa una Cigüeña.
El paciente la ve, hácela seña ;
Llega, y ejecutiva ,
Con su pico, jeringa primitiva,
Cual diestro cirujano,
Hizo la operación y quedó sano.
Su salario pedia,
Pero el ingrato Lobo respondía :
«¿Tu salario? Pues ¿ qué más recompensa
Que ol no halierte caus.ado leve ofensa ,
Y dejarte vivir para que cuentes
Que pusiste tu vida entre mis dientes ?»
Marchó por evitar una desdicha.
Sin decir tus ni mus, la susodicha.
Haz hien, dice el proverbio castellano,
Yno sepas á quién; pero es muy llano
Que no tiene razón ni por asomo :
Es menester saber á quién y cómo.
El ejemplo siguiente
Nos hará esta verdad más evidente.
FÁBULA VIL
EL HOMBRE Y LA CULEBRA.
A una Culebra que , de ñ-io yerta,
En el suelo j'acia medio muerta
Un labrador cogió ; mas fué tan bueno ,
Que incautamente la abrigó en su seno.
Apenas revivió, cuando la ingrata
A su gran bienhechor traidora mata.
FÁBULA VIH.
EL PÁJARO HERIDO DE UNA FLECHA,
Un Pájaro inocente ,
Herido de una flecha
Guarnecida de acero
Y de plumas ligeras.
Decía en su lenguaje
Con amargas querellas :
« i Oh crueles humanos !
Más crueles que fieras,
Con nuestras propias alas,
Que la naturaleza
Nos dio, sin otras armas
Para propia defensa.
Forjáis el instrumento
De la desdicha nuestra,
Haciendo que inocentes
Prestemos la materia.
Pero no, no es extraño
Qne así bárbaros Sean
Aquellos que en su ruina
Trabajan, y no cesan.
Los unos y otros fraguan
Armas para la guerra,
Y es dar contra sus vidas
Plumas para las ñechas, »
FÁBULA IX.
EL PESCADOR Y EL PEZ.
Recoge un Pescador su red tendida,
Y saca un pccecillo. « Por tu vida ,
Exclamó el inocente prisionero,
8M
DON FÉLIX MAEÍA SAMANIEGO.
Dame la bbertad : eólo la quiero,
Mira que no te engaño,
Porque ahora soy ruin ; dentro de un año
Sin duda lograrás el gran consuelo
De pescarme más grande que mi abuelo.
I Qué! ¿te burlas? ¿te ries de mi llanto?
Sólo por otro tanto
A un hcrmauito mió
ün Señor pescador lo tiró al rio. —
j Por otro tanto al rio ? i qué manía !
Keplicó el Pescador; ¿pues no sabía
Que el refrán castellano
Dice : Más vale pájaro en la mano... ?
A sartén te condeno ; que mi panza
No se llena jamas con la esperanza. »
FÁBULA X.
EL GOBRIOIí T LA LIEBRE.
Un maldito Gorrión asi decia
A una Liebre que una águila oprimia :
a ¿ No eres tú tan ligera,
Que si el perro te sigue en la carrera,
Lo acarician y alaban como al cabo
Acerque sus narices á tu rabo ?
Pues empieza á correr, ¿ qué te detiene ? »
De este modo la insulta, cuando viene
El diestro gabilan y la arrebata.
El preso chilla, el prendedor lo mata;
Y la Liebre exclamó : o Bien merecido.
¿Quién te mandó insultar al afligido,
Y á más, á más meterte á consejero.
No sabiendo mirar por tí primero ? »
FÁBULA XL
JÚPITER Y LA TORTUGA.
A las bodas de Ji^piter estaban
Todos loB animales convidados :
Unos y otros llegaban
A la fiesta nupcial apresurados.
No faltaba á tan grande concurrencia
Ni aun la reptil y más lejana oruga,
Cuando llega muy tarde y con paciencia,
A paso perezoso, la Tortuga:
Su tardanza reprende el dios airado,
Y ella le respondió sencillamente :
« Si es mi casita mi retii"o amado ,
¿Cómo podré dejarla prontamente?»
Por tal disculpa Júpiter tenante.
Olvidando el indulto de las fiestas,
La ley del caracol le echó al instante,
Que ea andar con la casa siempre acuestas.
Gente» machuchas hay que hacen alarde
De que aman su retiro con exceso ;
Pero á tu obligación acuden tarde :
Viven como el rato7i dentro del queso.
FÁBULA XII.
EL CHARLATÁN.
« Si cualquiera de ustedes
Se da por las paredes
O arroja de un tejado,
Y queda, á buen librar, descostillado,
Yo me reiré muy bien : importa un pito,
Como tenga mi bálsamo exquisito.»
Con esta relación un chacharero
Gana mucha opinión y más dinero ;
Pues el vulgo, pendiente de sus labios.
Más quiere á un Charlatán que á veinte sabios.
Por esta conveniencia
Los hay el dia de hoy en toda ciencia,
Que ocupan , igualmente acreditados,
Cátedras , academias y tablados.
Prueba de esta vcrd.ad será un famoso
Doctor en elocuencia, tan copioso
En charlatanería ,
Que ofreció enseñarla
A hablar discreto con fecundo pico ,
En diez años de término, á un borrico.
Sábelo el Eey : lo llama , y al momento
Le manda dé lecciones á un jumento ;
Pero bien entendido
Que sería, cumpliendo lo ofrecido,
Ricamente premiado ;
Mas cuando no , que morirla ahorcado.
El doctor asegura nuevamente
Sacar un orador asno elocuente.
Dícele callandito un cortesano :
«Escuche, buen hermano ;
Su fre.scura me espanta :
A cáñamo me huele su garganta. —
No temáis, señor mió.
Respondió el Charlatán, pues yo me rio.
¿En diez años de plazo que tenemos.
El Rey, el asno ó yo no moriremos?»
I\'adie encuentra embarazo
En dar un largo plazo
A imjiortantes negocios; mas no advierte
Que ajusta mal su cuenta sin la muerte.
FÁBULA XIII.
EL MILANO Y LAS PALOMAS.
A las tristes Palomas un Milano,
Sin poderlas pillar, seguia en. vano ;
Mas él á todas horas
Servia de lacayo á estas señoras.
Un dia, en fin, hambriento é ingenioso,
Así las dice : « ¿ Amáis vuestro reposo ,
Vuestra seguridad y conveniencia ?
Pues creedme en mi conciencia :
En lugar de ser yo vuestro enemigo,
Desde ahora me obligo ,
Si la banda por rey me aclama luego,
A tenerla con sc>siego,
¡Sin que de garra ó pico tema agravio ;
Pues tocante á la paz seré un Octavio.»
Las sencillas Palomas consintieron;
Aclámanle por rey; Viva, dijeron,
I^'uestro rey el Milano.
Sin esperar á más, este tirano
Sobre un vasallo mísero se planta ¡
Déjalo con el viva en la garganta ;
Y continuando así sus tiranías ,
Acabó con el reino en cuatro días.
Quien al poder se acoja de un malvada
Será, en vez de feliz, un desdichado.
FÁBULA XIV.
LAS DOS RAXAS.
Tenían dos Ranas
Bus pastos vecinos.
Una en un estanque ,
Otra en un camino.
Cierto dia a ésta
Aquélla la dijo :
(( I Es creíble, amiga,
De tu mucho juicio,
Que vivas contenta
Entre los peligros ,
Donde te amenazan,
Al paso preciso ,
Los pies y las ruedas
Riesgos infinitos !
Deja tal vivienda ;
Muda de destino;
Sigue mi dictamen
Y vente conmigo.»
En tono de mofa.
Haciendo mil mimos,
Respondió á su amiga:
(( 1 Excelente aviso I
lA mí novedades !
Vaya, ] qué delirio I
Eso si que fuera
Darme el diablo ruido.
FÁBULAS.
¡ Yo dejar la casa
Que fué domicilio
De padres, abuelos
Y todos los mios,
Sin que haya memoria
De haber sucedido
La menor desgracia
Desde luengos siglos ! —
Allá te compongas ;
Mas ten entendido
Que tal vez sucede
Lo que no se ha visto, n
Llegó una carreta
A este tiempo mismo,
Y á la triste Rana
Tortilla la hizo.
Po7- hombi'cs de seso
Muchos hay tenidos ,
Ove á nuevas razones
Cierran los oidos;
Recibir consejos
Es un desvario.
La rancia costumbre
Suele ser su libro.
FÁBULA XV.
EL PAETO DE LOS MONTES.
Con varios ademanes horrorosos
Los montes de parir dieron señales :
Consintieron los hombres temerosos
Ver nacer los abortos más fatales.
Después que con bramidos es25antoso8
Infundieron pavor á los mortales.
Estos montes, que al mundo estremecieron,
Un ratoncillo fué lo que parieron.
Hay autoi'cs que en voces misteriosas ,
Estilo fanfarrón y campanudo
Nos anuncian ideas portentosas ;
Pero suele á m en udo
Ser el gran parto de su pensatnie7ito,
Después de tanto ruido, solo viento.
FÁBULA XVI.
LAS EANAS PIDIENDO RET.
Sin Rey vivia, libre, independiente,
El pueblo de las Ranas felizmente.
La amable libertad sólo reinaba
En la inmensa laguna que habitaba;
Mas las Ranas al fin un Rey quisieron,
A Júpiter excelso lo pidieron ;
Conoce el dios la súplica importuna,
Y arroja un Rey de palo á la laguna :
Debió de ser sin duda buen pedazo,
Pues dio su majestad tan gran porrazo.
Que el ruido atemoriza al reino todo;
Cada cual se zambulle en agua ó lodo ,
Y quedan en silencio tan profundo
Cual si no hubiese ranas en el mundo.
Una de ellas asoma la cabeza ,
Y viendo á la real pieza.
Publica que el monarca es un zoquete.
Congrégase la turba, y por juguete
Lo desprecian, lo ensucian con el cieno,
Y piden otro Rey, que aquél no es bueno.
El padre de los dioses, irritado,
Envia á un culebrón , que á diente airado
Muerde, traga, castiga,
Y á la misera grey al punto obliga
A recurrir al dios humildemente.
«Padeced, les responde, eternamente;
Que así castigo á aquel que no examina
Si su solicitud será su ruina.»
FÁBULA XVII.
EL ASNO y EL CABALLO.
«I Ah ! ¡ quién fuese Caballo I
Un Asno melancólico decía ;
Entonces sí que nadie me veria
Flaco, triste y fatal como me hallo.
))Tal vez un caballero
Me mantendría ocioso y bien comido,
Dándose su merced por muy servido
Con corvetas y saltos de carnero.
«Trátanme ahora como vil y bajo ;
De risa sirví' mi contraria suerte ;
Quien me apalea más, más se divierte,
Y menos como cuando má.s trabajo.
))No es posible encontrar sobre la tiert»
Infeliz como yo.» Tal se juzgaba.
Cuando al Caballo ve cómo pas.aba.
Con su jinete y armas, á la guerra.
Entonces conoció su desatino ,
Rióse de corvetas y regalos,
Y dijo : « Que trabaje y lluevan palos,
No me saquen los dioses de Pollino. »
FÁBULA XVin.
EL COKDERO Y EL LOBO.
Uno de los corderos mamantones,
Que para los glotones
Se crian, sin salir jamas al prado.
Estando en la cabana muy cerrado ,
Vio por una rendija de la puerta
Que el caballero Lobo estaba alerta,
En silencio esperando astutamente
Una calva ocasión de echarle el diente. '
Mas él, que bien seguro se miraba,
Así lo provocaba :
« Sepa usted, seor Lobo, que estoy preso,
Porque sabe el pastor que soy travieso ;
Mas si él no fuese bobo ,
No habría ya en el mundo ningún Lobo.
Pues yo corriendo libre por los cerros,
Sin pastores , ni perros ,
Con sólo mi pujanza y valentía
Contigo y con tu raza acabaría. —
Adiós, exclamó el Lobo , mi esperanza
De regalar á mi vacia panza.
Cuando este miserable me provoca
Es señal de que se halla de mi boca
Tan libre como el cielo de ladrones.»
Asi son los cobardes fanfarrones ,
Oiíe se hacen en los puestos renta ¡osos
Más valentones cuanto yiiás medrosos,
FÁBULA XrS.
LAS CABRAS Y LOS CHIVOS.
Desde antaño en el mundo
Reina el vano deseo
De parecer iguales
A los grandes señores los plebeyos,
Las Cabras alcanzaron
Que Júpiter excelso
Les diese barba larga
Para su autoridad y su respeto.
Indignados los Chivos
De que su privilegio
Se extendiese á las Cabras,
Lampiñas con razón en aquel tiempo,
Sucedió la discordia
Y los amargos celos
A la paz octaviana
Con que fué gobernado el barbón pueblo.
Júpiter dijo entonces.
Acudiendo al remedio :
«¿Qué importa que las Cabras
Disfruten un adorno propio vuestro,
Si es mayor ignominia
De su vano deseo.
Siempre que no igualaren
En fuerzas y valor á vuestro cuerpo 1»
El mérito apamite
Es digno de desprecio;
La virtud solamente
Es del homire el ornato verdadero^
866
3CG
DON FÉLIX MARÍA SAMANIEQO.
fíbula XX.
EL CABALLO Y EL CIEKVO.
Perseguia un Caballo vengativo
A un Ciervo que le hizo leve ofensa ;
Mas hallaba segura la defensa
En su veloz carrera el fugitivo.
El vengador, perdida la esperanza
De alcanzarlo, y lograr así su intento,
Al hombre le pidió su valimiento
Para tomar del ofensor venganza.
(Consiente el hombre , y el Caballo airado
6ale con su jinete A la campaña ;
Corre con dirección, sigue con maña,
Y queda al fin del ofensor vengado.
Muéstrase al bienhechor agradecido ;
Quiere marcharse libre de su peso;
Ma.s desde entonces mismo quedó preso,
Y eternamente al hombre sometido.
El Caballo, que suelto y rozagante
En el frondoso bosque y prado ameno
Su libertad gozaba tan de lleno,
Padece sujícinn desde ese instante.
Oprimido del yugo ara. la tierra:
Pasa tal rez la vida más amarga;
Sufre la, silla , freno, espuela, carga,
Y aguanta los horrores de la guerra.
En fin, perdió la libertad amable
Por vengar una ofensa solamente.
Tales los frutos son que ciertaviente
Produce la venganza detestable.
empinases ,
LIBRO TERCERO.
Á DON TOMAS DE IKtARTK.
En mis Tersos , Triarte ,
Ya no quiero más arte
Que poner á los tuyos por modelo.
A competir anhelo
Con tu numen, que el sabio mundo admira,
Si me prestas tu lira.
Aquélla en que tocaron dulcemente
Música y Poesía juntamente.
Esto no puede ser : ordena Apolo
Que, digno solo tú, la pulses solo.
¿Y por qué solo tú? Pues cuando menos,
¿No he de hacer versos fáciles, amenos,
Sin ambicioso ornato?
¿Gastas otro poético aparato ?
hi tú sobre el Parnaso te empii
y desde allí cantases :
Risco tramonto de época altanera ,
« Oóngora que te siga», te dijera ;
Pero si vas marchando por el llano,
Cantándonos en verso castellano
Cosas claras, sencillas, naturales,
Y todas ellas taJes,
Que aun aquel que no entiende poesía
Dice : Eso yo también me lo diria ,
¿Por qué no he de imitarte, y aun acaso
Antes que tú trepar por el Pai-naso?
No imploras las sirenas ni las musas.
Ni de númenes usas,
Ni Aun siquiera confias en Apolo.
A la naturaleza imploras sólo,
Y ella, sabia, te dicta sus verdades.
Yo te imito : no invoco á las deidades,
Y por mejor consejo.
Sea mi sacro numen cierto viejo,
Esopo digo. Díctame, machucho,
Una de tus patrañas ; que te escucho.
FÁBULA PRIMERA,
EL ÁGUILA Y EL CUEEVO.
Una Águila rapante,
Con vista perspicaz, rápido vuelo.
Descendiendo veloz de junto al cielo,
Arrebató un cordero en un instante.
Quiere un Cuervo imitarla : de un carnero
En el vellón sus uñas hacen presa ;
Queda enredado entre la lana espesa.
Como pájaro en liga jnúsionero.
Hacen de él los pastores vil juguete,
Para castigo de su intento necio.
Bien merece la btirla y el desprecio
El Cuereo que á ser Águila se viete.
El viejo me ha dictado esta patraña,
Y astutamente así me desengaña."
Esa facilidad, esa de,streza,
Con que arrebató el Águila su pieza,
Fué la que engañó al Cuervo, pues creia
Que otro tanto á lo menos él haria.
Mas ¿qué logró? Servirme de escarmiento.
¡Ojalá que sirviese á más de ciento,
Poetas de mal gu.^to inficionados,
T dijesen, cual yo, drxengaTtados:
El Águila eres tú, divino Iriarte;
Ya no pretendo más sino admirarte:
Sea tuyo el laurel, tuya la gloria ,
Y no sea yo el cuervo de la histoi'ia!
FÁBULA II.
LOS ANIMALES CON PESTE.
En los montes, los valles y collados.
De animales poblados ,
Se introdujo la peste de tal modo.
Que en un momento lo inficiona todo.
Allí, donde su corte el león tenia.
Mirando cada dia
Las cacerías, luchas y carreras
De mansos brutos y de bestias fieras ,
Se veian los campos ya cubiertos
De enfermos miserables y de muertos.
«Mis amados hermanos,
Exclamó el triste Rey, mis cortesanos,
Ya veis que el justo cielo nos obliga
A implorar su piedad, pues nos castiga
Con tan horrenda plaga :
Tal vez se aplacará con que se le haga
Sacrificio de aquel más delincuente,
Y muera el pecador, no el inocente.
Confiese todo el mundo su pecado.
Yo, cruel, sanguinario, he devorado
Inocentes corderos ,
Ya vacas , ya terneros ,
Y he sido, á fuerza de delito tanto,
De la selva terror, del bosque espanto. —
Señor, dijo la Zorra , en todo eso
No se halla más exceso
Que el de vuestra bondad, pues que se digna
De teñir en la sangre ruin, indigna.
De los viles cornudos animales
Los sacros dientes y las uñas reales. »
Trató la corte al Rey de escrupuloso.
Allí del Tigre, de la Onza y Oso
Se oyeron confesiones
De robos y de muertes á millones ;
Mas entre la grandeza, sin lisonja,
Pasaron por escrúpulos de monja.
El Asno, sin embargo, muy confuso
Prorumpió : « Yo me acuso
Que al pasar por un trigo este verano ,
Yo hambriento y él lozano ,
Sin guarda ni testigo ,
Caí en la tentación : comí del trigo. —
1 Del trigo ! 1 y un Jumento 1
Gritó la Zorra, [ hoirrible í^trevimiento I »
Los cortesanos claman : « Este, éste
Irrita al cielo, que nos da la peste.»
Pronuncia el Rey de muerte la sentencia,
Y ejecutóla el Lobo á su presencia.
Te juzgarán virtuoso.
Si eres, aunque perverso , poderoso ;
Y aunque bueno, por malo detestable ,
Cuando te miran pobre y miserable.
Esto hallará en la corte quien la ven ,
Y Aun en el mundo todo. ¡Pobre Astrea!
FÁBULAS.
FÁBULA III.
EL MILANO ENFERMO.
Un Milano , después de haber viviilo
Con la conciencia peor que un foragido,
Enfermó gravemente.
Supuesto qne el paciente
Ni á Galeno ni á Hipócrates leía,
A bulto conoció que se moria.
A los dioses desea ver propicios,
Y ofrecerles entonces sacrificios
Por medio de su madre, que, afligida,
Eogaria sin duda por su vida.
Mas ésta le responde : «Desdichado,
ÍCómo podi-é alcanzar para un malvado
)e los dioses clemencia,
Si en vez de darles culto y reverencia .
Ni aun perdonaste á victima sagrada,
En las aras divinas inmolada?»
A.ñ queremos, irritando al cielo,
Que en la tribulación non dé consuelo.
FÁBULA IV.
EL LEÓN ENVEJECIDO.
Al miserable estado
De una cercana muerte reducido
Estaba ya postrado
Un viejo León , del tiempo consumido,
Tanto más infeliz y lastimoso ,
Cuanto halña vivido más dichoso.
Los que cuando valiente
Humildes le rendían vasallaje,
Al verlo decadente ,
Acuden á tratarle con ultraje:
Que , como la experiencia nos en.'-.efia,
De árbol caido todos hacen leña.
Cebados á porfía,
Lo sitiaban sangrientos y feroces.
El lobo le mordía.
Tirábale el caballo fuertes coces.
Luego le daba el toro una cornada,
Después el jabalí su dentellada.
Sufrió constantemente
Estos insultos ; pero reparando
Que hasta el asno insolente
Iba á ultrajai-le, falleció clamando :
«Esto es doble morir ; no hay sufrimiento,
Porque muero injuriado de un jumento.»
Si en su mudable í^ida
Al hombre la fortiona lia derribado
Con misera caída,
Desde donde lo habia ella, encumbrado ,
¿ Qué ventura en el mundo se promete.
Si aun de los viles llega á ser juguete?
FÁBULA V.
LA ZOEEA Y LA GALLINA.
Una Zorra , cazando,
De corral en corral iba saltando ;
A favor de la noche, en una aldea
Oye al gallo cantar : maldito sea.
fachada y sin ruido ,
A merced del olfato y del oído.
Marcha, llega, y oliendo á un agujero,
«Este es», dice, y se cuela al gallinero.
Las aves se alborotan, menos una.
Que estaba en cesta como niño en cuna.
Enferma gi-avemcntc.
Mirándola la Zorra astutamente.
La pregunta : « ¿ Qué es eso , pobrecita?
¿Cuál es tu enfermedad? ¿Tienes pcnita?
Habla: ¿cómo lo pasas, desdichada?»
La enferma la responde apresurada :
«Muy mal me va, señora, en este instante;
Muy bien si usted se quita de delante,
Cíuintas veces se vende un enemigo,
Como gato por liebre, por amigo;
Al oir su fingido cumplimiento ,
Respondiérale yo para escarmiento :
(.{Muy mal me va, señor, en este instante,
Muy bien si usted se quita de delante.»
FÁBULA VL
LA CIERVA Y EL LEÓN,
Más ligera que el viento,
Precipitada huía
Una inocenta Cierva,
De un cazador seguida.
En una oscura gruta.
Entre esposas encinas,
Atropen ad am en te
Entró la fugitiva.
Mas ¡ ay ! que un León sañudo,
Que allí mismo tenía
Su albergue , y era susto
De la selva vecina.
Cogiendo entre sus garras
A la res fugitiva,
Dio con cruel fiereza
Fin sangriento á su vida.
Si al evitar los riesgos
La razón no nos guia ,
Por huir de nn tropiezo,
Damos mortal caida.
FÁBULA VIL
EL LEÓN ENAMORADO,
Amaba un León á una zagala hermosa;
Pidióla por esposa
A su padre, pastor, urbanamente.
El hombre, temeroso, mas prudente.
Le respondió : «Señor, en mi conciencia,
Que la muchacha logra conveniencia;
Pero la pobrecita, acostumbrada
A no salir del prado y la majada,
Entre la mansa oveja y el cordero.
Recelará tal vez que seas fiero.
No obstante, bien podremos, si consientea,
Cortar tus uñas y limar tus dientes,
Y así verá que ti-ne tu grandeza
Cosas de majestad, no de fiereza.»
Consiente el manso León enamorado,
Y el buen hombre lo deja desarmado;
Da luego su .silbido :
Llegan el Matalobos y Atrevido,
Perros de su cabana : de esta suerte
Al indefenso León dieron la muerte.
Un cuarto apostaré h que en este instante
Dice, hablando del León, algún amante.
Que de la misma /nuerte haría gala.
Con tal que se la diese la zagala.
Deja, Fabio, el amor, déjalo luego;
Mas hablo en vano, porque, siempre ciego,
No ves el desengaño ,
Y asi te entregas ú tu jfropio daño.
FÁBULA VIH,
CONGRESO DE LOS RATONES,
Desde el gran Zapií-on , el blanco y rubio.
Que después de las aguas del diluvio
Fué padre univer.^al de todo gato.
Ha sido Miauragato
Quien más sangrientamente
Persiguió á la infeliz ratona gente.
Lo cierto es que, ol)ligada
De su per.secucion la desdichada.
En Ratópolis tuvo sn congi-eso.
Propuso el elocuente U/tequeso
Echarle un cascabel , y de esa suerte
Al ruido escaparían de la muert.e.
El proyecto aprol)aron uno á uno,
¿ Quién lo ha de ejecutar? eso ninguno.
« Yu soy corto de vista. — Yo muy viejo,
Yo gotoso )), decían. El concejo
3G7
368
DON FÉLIX MARÍA SAMANIEGO
Se acabó como muchos en el mundo.
Propown unvroyccto sin segundo:
Lo aprueban : hacen otro, ¡quéponentol
Pero ¿la ejecución.' Alá esta el cuento.
FÁBULA IX.
EL LOBO Y LA OVEJA,
Cruzando montes y trepando cerros ,
Aquí mato, allí robo,
Andaba cierto Lobo ,
Hasta que dio en las manos de los perros.
Moixlido y arrastrado
Fué de sus enemigos cruelmente ;
Quedó con vida milagrosamente,
Mas inválido, al fin , y derrotado.
Iba el tiempo curando su dolencia;
El hambre al mismo'tiempo le afligía ;
Pero, como cazar áuu no podia.
Con las yerbas hacia penitencia.
Una Oveja pasaba, y él la dice :
«Amiga, vén acá, llega al momento ;
Enfermo estoy y muero de sediento :
Socorre con el agua á este infclice. —
«¿Agua quieres que yo vaya á llevarte?
Le responde la Oveja recelosa ;
Dime pues una cosa :
¿ Sin duda que será para enjuagarte ,
«Limpiar bien el garguero.
Abrir el apetito,
Y tragarme después como á un pollito ?
Anda, que te conozco, marrullero.»
Así dijo, y se fue; si no, la mata.
/ Cuánto importa saber con quién se trata!
FÁBULA X.
EL HOMBRE Y LA PULGA.
«Oye, Júpiter sumo, mis querellas,
Y haz, disparando rayos y centellas,
Que muera este animal vil y tirano,
Plaga fatal para el linaje humano;
Y si vos no lo hacéis, Hércules sea
Quien acabe con él y su ralea. »
Este es un Hombre que á los dioses clama,
Porque una Pulga le picó en la cama ;
Y es justo, ya que el pobre se fatiga,
Que de Júpiter y Hércules consiga.
De éste , que viva despullando sayos ;
De aquél, matando pulgas con sus rayos.
T'enemos en el cielo los mortales
Recurso en las desdichas y en los niales;
Mas se suele ahusar frecuentemente
Por lograr un antojo impertinente.
FÁBULA XI.
EL CUERVO Y LA SERPIENTE.
Pilló el Cuervo dormida á la Serpiente,
Y al quererse cebar en ella hambriento,
Le mordió venenosa. Sepa el cuento
Quien sigue á su apetito incautamente,
FÁBULA XII.
EL ASNO Y LAS RANAS.
Muy cargado de leña un burro viejo,
Triste armazón de huesos y pellejo ,
Pensativo, según lo cabizbajo ,
Caminaba llevando con trabajo
Su débil f uirza la pesada carga.
El paso tardo , la carrera larga ;
Todo , al fin , contra el mísero se empeña ,
El camino, los años y la leña.
Entra en una laguna el desdichado,
Queda profundamente empantanado.
Viéndose de aquel modo
CubiertQ do agua y lodo,
Trocando lo sufrido en impaciente,
Contra el destino dijo neciamente
Expresiones ajenas de sus canas ;
Mas las vecinas Ranas,
Al oir sus lamentos y quejidos.
Las unas se tapaban los oidos,
Las otras, que prudcjitcs le escuchaban.
Reprendíanle así y aconsejaban :
«Aprenda el mal Jumento
A tener sufrimiento;
Que entre las que habitamos la laguna
Ha de encontrar lección muy oportuna.
Por Júpiter estamos condenadas
A vivir sin remedio encenagadas
En agua detenida, lodo espeso,
Y á más de todo eso,
Aquí perpetuamente nos encierra ,
Sin esperanza de correr la tierra ,
Cruzar el anchuroso mar profundo,
Ni aun saber lo qiie pasa por el mundo.
Mas llevamos á bien nuestro destino;
Y asi nos premia Júpiter divino.
Repartiendo entre todas cada día
La salud, el sustento y alegría.»
Es de suma importancia
Teyíer en los trabajos tolerancia ;'
Pues la impaciencia en la contraria stierte
Es un mal más amargo que la muerte.
FÁBULA XIII.
EL ASNO Y EL PERRO.
Un Perro y un Borrico caminaban,
Sirviendo á un mismo dueño ;
Rendido éste del sueño.
Se tendió sobre el prado que pasaban.
El Borrico entre tanto aprovechado
Descansa y pace ; mas el Perro, hambriento,
«Bájate, le decía, buen jumento ;
Pillaré de la alforja algún bocado. »
El Asno se le aparta como en chanza ;
El Perro sigue al lado del Borrico ,
Levantando las manos y el hocico ,
Como perro de ciego cuando danza.
«No seas bobo, el Asno le decia ;
Espera á que nuestro amo se despierte,
Y será de esta suerte
El hambre más, mejor la compañía. »
Desde el bo.sque entre tanto sale un lobo :
Pide el Asno favor al compañero ;
En lugar de ladrar, el marrullero
Con fisga respondió : kíJVo seas bobo;
Espera á que nuestro amo se despierte;
Que pues me aconsejaste la paciencia.
Yo la sabré tener, en mi conciencia,
Al ver al lobo que te da la muerte. »
El Pollino murió , no hay que dudarlo ;
Mas si resucitara ,
Corriendo el mundo, á todos predicara :
Prestad auxilio, si queréis hallarlo.
FÁBULA XrV,
EL LEÓN Y EL ASNO CAZAIIDO.
Su majestad leonesa en compañía
De un Borrico se sale á montería.
En la parte al intento acomodada ,
Formando el mismo León una enramada,
Mandó al Asno que en ella se ocultase
Y que de tiempo en tiempo rebuznase.
Como trompa de caza en el ojeo.
Logró el Rey su deseo ,
Pues apenas se vio bien apostado,
Cuando al son del rebuzno destemplado.
Que los montes y valles repetían,
A su selvoso albergue se volvían
Precipitadamente
Las fieras enemigas juntamente ,
Y en su cobarde huida.
En las garras del León pierden la nda..
FADÜLAS.
<_'uanclo el Asno se halló con los despojos
De devoradas fieras á sus ojos,
Dijo : «Par diez, si llego más temprano,
A ningún muerto dejo hueso sano.»
A tal fanfarronada
Soltó el Rey una grande carcajada;
Yes qiiejajuas convino
Hacer del andaluz i/l vizcaíno.
FÁBULA XV.
EL CHAKLATÁN Y EL RÚSTICO.
«Lo que jamas se ha visto ni se ba oido
Verán ustedes ; atención les pido.»
Así decia un Charlatán famoso,
Cercado de un concurso numeroso.
En efecto, quedando todo el mundo
En silencio profujido,
Ecmodó á un cochinillo de tal modo.
Que el auditorio todo,
Creyendo que lo tiene y que lo tapa,
Atumultuado grita : Fucj'a capa.
Descubrióse, y al ver que nada habia.
Con Víctores lo aclaman á porfía.
«Par diez, dijo un patán, que yo prometo
Para mañana, hablando con respeto.
Hacer el puerco más perfectamente ;
Si no, que me la claven en la ñ-ente.»
Con risa prometió la concurrencia
A burlarse del payo su asistencia;
Llegó la hora, todos acudieron :
No bien al Charlatán gruñir oyeron ,
Gentes á su favor preocupadas ,
Viva, dicen, al son de las palmadas.
Sube después el Rústico al tablado
Con un bulto en la capa , y embozado
Imita al Charlatán en la postura
De fingir que hn lechon tapar procura ;
Mas estaba la gracia en que era el bulto
Un marranillo que tenía oculto.
Tírale callandito de la oreja :
Gruñendo en tiple el animal se queja ;
Pero al creer que es remedo el tal gruñido,
Aquí .se oía un f»iera, allí un silbido,
Y todo el mundo queda
En que es el otro quien mejor remeda.
El Rustico descubre su marrano ;
Al público le enseña, y dice ufano :
«¿Así juzgan ustedes?»
/ Oh preocupación , y cuánto puedes!
LIBRO CUARTO.
EL AUTOR Á SUS VERSOS.
FÁBULA PRIMERA.
LA MONA CORRIDA.
Fieras , aves y peces
Corren, vuelan y nadan.
Porque Júpiter sumo
A general congreso á todos llama,
Con sus hijos se acercan,
Y es que un premio señala
Para aquel cuya prole
En hermosura lleve la ventaja.
El alto regio trono
La multitud cercaba.
Cuando en la concurrencia
Se sentía decir : La Mona falta. —
Ya llega . dijo entonces
Una habladora urraca,
Que, como centinela ,
En la alta punta de un ciprés estaba.
Entra rompiendo filas.
Con su cachorro ufana,
Y ante el excelso trono
El premio pide de hermosura tanta.
El dios Júpiter qtiiso,
Al ver tan fea traza,
}, Ps,-xvm.
Disimular la risa,
Pero se le soltó la carcajada.
Armóse en el concurso
Tal bulla y algazara.
Que corrida la Mona,
A Tetuan se volvió desengañada.
¿Es crcible, señores.
Que yo m ismo pensara
£n consagrar ú hipólo
3/is versos, comodignos de su gracia?
Cuando, 2)or mi fortuna.
Me encontré esta mañana,
Continuando mi ubrilla ,
Kite cuento moral, rsf a patraña,
Yo dije á mi capote :
¡Con qué chiste, qné gracia
Y qué viros colores
El jorobado Esopo ms retrata í
Mas ya mis produccicnes
Miro con desean fianza.
Porque aprendo en la Mona
Cuánto el ciego amor propio nos engaña.
FÁBULA IL
EL ASNO Y JÚPITER.
«No sé cómo hay Jumento
Que, teniendo un adarme de talento.
Quiera meterse á burro de hortelano.
Llevo á la plaza desde muy temprano
Cada dia cien cargas de verdiwa,
Vuelvo con otras tantas de basura,
Y para minorar mi pesadumbre,
Un criado me azota por costumbre.
Mi vida es ésta ; ¿qué será mi muerte,
Como no mude Júpiter mi suerte?»
Un Asno de este modo se quejaba.
El dios, que sus lamentos escuchaba,
Al dominio le entrega de un tejero.
(( Esta vida, decia, no la quiero :
Del peso délas tejas oprimido.
Bien azotado, pero mal comido,
A Júpiter me voy con el empeño
De logj-ar nuevo dueño. »
Envióle á un curtidor; entonces dice :
«Aun con este amo soy más infelice.
Cargado de pellejos de difunto
Me hace correr sin sosegar un punto,
Para matarme sin llegar á viejo,
Y curtir al instante mi )>ellejo.»
Júpiter, por no oir tan largas quejas,
Se tapó lindamente las orejas,
Y á nadie escucha, desde el tal pollino,
Si le hablan d>' mudanza de destino.
Sólo en rerso se encuentran los dichosos,
Que viven ni envidiados ni envidiosos.
La espada por feliz tiene al arado ,
Co)no el remo á la pluma y al cayado;
Mas se tienen por míseros en siima
Remo, espada, cai/ado, esteva y pluma.
Pues ¿á qué estado el hombve llama buenoií
Al propio nunca ; j)ero si al ajeno.
FÁBULA IIL
EL CAZADOR Y LA PERDIZ.
Una Perdiz en celo reclamada
Vino á ser en la red aprisionada.
Al Cazador la misera decia :
«Si me das libertad, en este dia
Te he de proporcionar un gran consuelo.
Por ese campo extenderé mi vuelo ;
Juntaré á mis amigas en bandadas,
Que guiaré á tus redes, engañadas,
Y tench'ás, sin costarte dos ochavos.
Doce perdices como doce pavos. —
I Engañar y vender á tus amigas I
¿Y así crees que me obligas?
Respondió el Cazador ; pues no, señora;
' i pena de
36d
Muere, y paga la pena de traidora, »
^
370
DON FÉLIX MARÍA SAMANIEGO
/.// Prrdiz fué h\en muerta ; rw en (hidahle.
La truu'i(»i,'áun soFiciJ-t , es detestahlc.
FÁBULA IV.
EL VIEJO Y LA MUlíBTB,
Entre montes, por áspero camiuo,
Tropez.inilf) con una y otra peña ,
Iba un Viejo cargado con su leña,
Maldici^niío su Tnis.rn destino.
Al iin cayó, y vióndope de suerte
Que apenas levantarse ya podia,
Llamaba con colt^rica porfía
Una, dos y tres veces á La Muerte.
Armada de ijundnñn, en esqueleto,
La Parca se le ofrccv cu aquel punto ;
Pero el Viejo, temiendo ser difunto.
Lleno más de terror que de respeto,
Trémulo la dceia y balbuciente :
«Yo... señora... os llamé desesperado;
Pero... — Acaba: ,-qné quieres , desdichado?
— Que me cargues la leña solamente.»
Tenqii pac'icnña qnlen se cree infeliee;
Que áii;i 1)1 li s'itiiaciotí más lamentable
£s la vida del hombre siempre amable:
El Viejo de la leña nos lo dice.
FÁBULA V.
EL ENFERMO Y EL MÉDICO.
Un miserable Enfermo se moria,
Y el Médico importuno le decía :
«Usted se muere ; yo se lo confieso ;
Pero por la alta ciencia que profeso,
Conozco, y le aseguro firmemente,
Que ya estuviera sano,
Si se'hubiese acudido más teúiprano
Con el benigno clyster detergente. »
El triste Enfermo, que lo estaba oyendo,
Volvió la espalda al Médico, diciendo :
« Señor Galeno, su consejo alabo.
Al asno muerto la cebada al rabo. »
Todo varón prudente
Aconseja en el tiempo conveniente
Que es hacer de la ciencia vano alarde
JJar el consejo cuando llega tarde.
FÁBULA VL
LA ZORRA Y LAS UVAS.
Es voz común que á más del mediodía.
En ayunas la Zorra iba cazando :
Halla una parra ; quédase mirando
De la alta vid el fruto que pendía.
Causábala mil ansias y congojas
No alcanzar á las uvas con la gan-a,
Al mostrar á sus dientes la alta parra
Negros racimos entre verdes hojas.
Miró, saltó y anduvo en probaduras?;
Pero vio el imposible ya de fijo.
Entonces fué cuando la Zorra dijo :
«No las quiero comer. Ao están maduras. )•>
No por eso te muestres impaciente.
Si te se frustra, Fabio, algún intento :
Aplica bien el cuento ,
Y di: No están marluras, frescamente.
FÁBULA VIL
LA CIERVA Y LA VIÑA.
Huyendo de enemigos cazadores
Una Cierva ligera,
Siente ya fatigada en la carrera
Más cercanos los perros y ojeadovjts.
No viendo la infeliz algún seguro
Y vecino paraje
De gruta ó de ramaje ,
Crece su timidez , crece su apuro.
Al fin, sacando ñicrzas de flaqueza,
Continúa la fuirn presurosa :
Halla al paso una Viña muy frondosa,
Y en lo espeso se oculta con presteza.
Cambia el susto y pesar en alegría,
Viéndose á paz y á salvo en tan buen hora.
Olvida el liien, y fie su defensora
Los frescos verdes pámpanos comia.
Mas ¡ ay ! que de esta suerte.
Quitando ella las hojas de delante,
Abrió puerta á la flecha penetrante,
Y el listo Cazador la di(j la muerte.
Castigó con la 2)ena merecida
El justo cielo ú la cierva ingrata.
Mas ¿qué puede esperar el que maltrata
Al mismo que le está dando la vida y
FÁBULA VIIL
EL ASNO CARGADO DE RELIQUIAS.
De Reliquias cargado,
Un Asno recibía adoraciones.
Como si á él se hubiesen consagrado
Reverencias, inciensos y oraciones.
En lo vano, lo grave y lo sevei'o
Que se manifestaba,
Hubo quien conoció que se engañaba,
Y le dijo ; « Yo infiero
)>De vuestra vanidad vuestra locura;
El reverente culto que procura
Tributar cada cual este momento.
No es dirigido á vos, señor Jumento,
Que sólo va en honor, aunque lo sientas,
De la sagrada carga que sustentas, n
Cuando un hombre sin mérito estuviere
En elevado empleo ó gran riqueza,
Y se cnsobei-heciere
Porque todos le bajan la cabeza;
Para que su locura no prosiga ,
Tema encontrar tal vez con qtiien le diga:
{(Señor Jumento, no se engría tanto ;
Que si besan la peana, es por el santo, í)
FÁBULA IX.
LOS DOS MACHOS.
Dos Machos caminaban ; el primero,
Cargado de dinero ,
Mostrando su jienacho envanecido.
Iba marchando erguido
Al son de los redondos cascabelea.
El segundo, desnudo de oropeles,
Con un pobre aparejo solamente,
Alargando el pescuezo eternamente,
Seguía de reata su jornada,
Cargado de costales de cebada.
Salen unos ladrones, y al instante
i^sieron de la rienda al arrogante ;
El se defiende, ellos le maltratan,
Y después que el dinero le arrebatan ,
Huyen, y dice entonces el segundo :
Si á estos riesgos exponejí en el mundo
Las Hquezas, no quiero, á fe de Macho,
Dinero, cascabeles nipenacfto.
FÁBULA X.
EL CAZADOR Y EL PERRO.
Mustaf á , perro viejo.
Lebrel en montería ejercitado,
Y de antiguas heridas señalado
A colmillo y á cuerno su pellejo,
Seguía á un jabalí sin esperanza
De poderle alcanzar ; pero, no obstante,
Aguzándole su amo á cada instante,
A duras penas Mustafá le alcanza.
El cerdoso valiente
No escuchaba recados á la oreja;
Y así, su reeistencia no le deja
FÁBULAS.
Cebar al Perro su cansado diente ;
Con airado colmillo le rechaza,
Y bufando se marcha victorioso.
El cazador, íurioso,
Reniega del Lebrel y de su raza,
«Viejo estoy, le responde, ya lo veo;
Mas di: ¿sin Mnstafá cuándo tuvieras
Las pieles y cabezas de las fieras
En tu casa, de abrigo y de trofeo?
«Miras á lo que soy, no á lo que he sido.
i Oh suerte desgraciada !
Presente tienes mi vejez cansada,
y mis robustos años en olvido.
)>Mas ¿para qué me mato.
Si no he de conseguir cosa ninguna?»
Ux ladrar á la luna
£1 alegar servicios al ingrato.
FÁBULA XL
LA TOETÜGA T EL ÁGUILA.
Una Tortuga á una Águila rogaba
La enseñase á volar ; así la hablaba :
«Con sólo que me des cuatro lecciones,
Ligera volaré por las regiones;
Ya remontando el vuelo
Por medio de los aires hasta el cielo,
Veré cercano al sol y las estrellas,
Y otras cien cosas bellas;
Ya rápida bajando,
De ciudad en ciudad iré pasando;
Y de este fácil, delicioso modo,
Lograré en pocos días verlo todo.»
La Águila se rio del desatino ;
La aconseja que siga su destino,
Cazando toipemente con paciencia.
Pues lo dispuso así la Providencia.
Ella insiste en su antojo ciegamente.
La reina de las aves prontamente
La arrebata, la lleva por las nubes,
<i Mira, la dice, mira cómo subes.»
Y al preguntarla, digo, ¿vas contenta?
Se la deja caer y se revienta.
Para que asi escarmiente
Quien despi'ccia el consejo del jmidente.
FÁBULA XIL
KL LEOX Y EL EATOK.
Estaba un Ratoncillo aprisionai^.o
En las garras de un león ; el desdichado
En la tal ratonera no fué preso
Por ladrón de tocino ni de queso,
Sino poi'que con otros molestaba
Al León, que en su retiro descansaba.
Pide perdón, llorando su insolencia;
Al oir implorar la Real clemencia,
Responde el Rey en majestuoso tono :
No dijera más Tito : «Te perdono.»
Poco después cazando el León tropieza
En una red oculta en la maleza :
Quiere salir, mas queda prisionero;
Atronando la selva ruge fiero.
El libre ratoncillo, que lo siente,
CoiTiendo llega : roe diligente
Los nudos de la red de tal manera,
Que al fin rompió los grillos de la fiera.
Condene al poderoso
Para los infelices ser piadoso;
Tal vez se pvedc ver necesitado
Del auxiliv de aquel ynás desdichado.
FÁBULA XITL
LAS LIEBRES Y LAS RANAS.
Asustadas las liebres de un estruendo,
Echaron á correr todas, diciendo :
«A quien la vida cuesta tanto susto,
La muerte causará menos disgusto. »
;t71
Llegan á una laguna, de esta suerte,
A dar en lo profundo con la muerte.
Al ver á tanta llana que, asustada,
A las aguas se arroja ¿su llegada,
(I Hola, dijo una liebre, ¿con quo, hay oirás
Tan tímida'í , que aun tii-uiblan de nosotras?
I'ues suframos con ellas el destino.»
<'onocicri)n sin más su desatino.
^.ví hi suerte adversa es tolerable,
Comparada con otra miserable.
FÁBULA XIV.
EL GALLO Y EL ZORRO.
Un Gallo muy maduro ,
De edad provecta, duros espolones,
Pacífico y seguro.
Sobre un árbol oia las razones
De un ZoiTO muy cortés y muy atento,
Más elocuente cuanto más hambriento.
«Hermano, le decía.
Ya cesó entre nosotros una guerra,
Que cruel repartia
.Sangre y plumas al viento y á la tierra :
Baja; daré, para perpetuo sollo.
Mis amorosos brazos á tu cuello. —
((Amigo de mi alma.
Responde el Gallo, ¡qué placer inmenso,
En deliciosa calma,
Deja esta vez mi espíritu suspenso !
Allá bajo, allá voy tierno y ansioso
A gozar en tu seno mi reposo.
«Pero aguarda un instante.
Porque vienen, ligeros como el viento,
Y ya están adelante.
Dos correos que llegan al momento.
De esta noticia jK^rtadores fieles,
Y son, según la traza, dos lebreles. —
nAdioB, adiós, amigo,
Dijo el Zorro, que estoy muy ocupado;
Luego hablaré contigo
Para finalizar este tratado.»
El Gallo se quedó lleno de gloria.
Cantando en esta letra su victoria:
Siempre trabaja en su daño
El astuto engañador;
A un engaño luiy otro engaño,
A Wíjyícaro otro mayor.
FÁBULA XV.
EL LEÓN Y LA CABRA.
Un señor León andaba, como un perro,
Del valle al monte, de la S'lva al cerro,
A caza, sin hallar pelo ni lana.
Perdiendo la paciencia y la mañana.
Por un risco escarpado
Ve trejiar una Cabra á lo encumbrado.
De modo que parece que se empeña
En hacer creer al León que se despeña.
El pretender seguirla fuera en vano ;
El cazador entonces cortesano
La dice : «Baja, baja, mi querida;
No busques precipicios á tu vida :
En el valle frondoso
Pacerás á mi lado con reposo. —
¿ Desde cuándo, señor, la rea] ]>ersona
Cuida con tanto amor de labarbona?
Esos halagos tiernos
No son por bien , apo.itaré los cuernos. »
Así le respondió la astuta Cabra,
Y el León se fué sin replicar nalabra.
Lo paga la infeliz con el pellejo,
Si tovia sin examen el consejo.
FÁBULA XVL
LA HACHA Y EL MANGO.
Un hombrf que en el bo.sque se miraba
Coa una Hacha sin Mango, suplicaba
372
DON FÉLIX MARÍA SAMANIEGO.
A los árboles diesen la madera
Que más sólida fuera
Para hac ríe uno fui:rte y muy durable.
Al punto la arboleda innumerable
Le cedió el accbuclie; y ól, contento,
Perfeccionando luego su instrumento,
De rama en rama va cortando á gnsto
Del alto ro))lf! el brazo más robusto.
Ya los árboles todos recorría;
Y mientras los mejores elegía,
Dijo la triste encina al fresno : Amigo:
Infeliz (Id que ayuda á su enemigo.
FÁBULA XVII.
LA ONZA Y LOS PASTORES.
En una trampa una Onza inadvertida
Dio mísera caída.
Al verla sin defensa.
Corrieron á la ofensa
Los vecinos Pastores,
No valerosos, pero si traidores.
Cada cual por su lado
La maltrataba airado,
Hasta dejar sus fuerzas desmayadas,
Unos á palos, otros á pedradas.
Al fin la abandonaron por perdida ;
Pero viéndola dar muestras de vida,
Cierto Pastor, dolido de su suerte,
Por evitar su miuite,
La arrojó la mitad de su alimento,
Con que pudiese recobrar aliento.
Llega la noche, témplase la saña ;
Marchan á descansar á la cabana
Todos, con esperanza muy fundada
De hallarla muerta por la madrugada;
Mas la fiera entre tanto.
Volviendo poco á poco del quebranto ,
Toma nuevo valor y fuerza nueva ;
Salta, deja la trampa, va á su cueva,
Y al sentirse del todo reforzada.
Sale, sí , muy ligera , pero más airada.
Ya destruye ganados ,
Ya deja los Pastores destrozados:
Nada aplaca su cólera violenta ;
Todo lo tala , en todo se ensangrienta.
El buen Pastor, por quien tal vez vivia,
Lleno de horror, la vida le pedia.
« No serás maltratado ,
Dijo la Onza, vive descuidado;
Que yo sólo persigo á los traidores
Que me ofendieron, no á mis bienhechores.»
Quien hace agravios, tema la venganza;
Quien Jíace bien, al fin el premio alcav/za.
FÁBULA XVIIL
EL GEAJO VANO.
Con las plumas de un pavo
Un Grajo se vistió; pomposo y bravo
En medio de los pavos se pasea :
La manada lo advierte, lo rodea ;
Todos le pican, burlan y le envían,
¿Dónde, sí ni los grajos le querían?
¿ Cuánto há que repetimos este cuento,
Sin que haya en los plagiarios escarmiento?
FÁBULA XIX.
EL HOMBRE Y LA COMADREJA.
Asi decía cierta Comadreja
A un Hombre que la había aprisionado :
«¿Por qué no me de jais? ¿Os he yo dado
Motivo de disgusto ni de queja?
«¿No soy la que desvanes y rincones,
Tu casa toda, cual sí fuese mía.
Cuidadosa registro noche y día,
Para que vivas libre de ratoneg ? —
» I Qran fineza por cierto 1
El Hombre respondió. Pues di, ladrona,
Si tu glotonería no perdona
Ni á ratón vivo ni á cochino muerto,
)íNí á cuanto guardan ruines despenseras,
¿Cómo he de creer que tu cuidado apura
Por mi bien los ratones? i qué locura !
No tendría yo malas tragaderas.
«Morirás ));y el astuto que pretenda
Vender como fineza lo que ha hecho
Sin mirar á más fin qué á su provecho ,
Sabrá que hay en el mundo quien le entienda.
FÁBULA XX.
BATALLA DE LAS COMADREJAS Y LOB RATONES.
Vencidos los ratones,
Huían con presteza
De una atroz enemiga
Tropa de Comadrejas :
Marchaban con desorden ;
Que cuando el miedo reina,
Es la confusión sola
El jefe que gobierna.
Llegaron presurosos
A sus angostas cuevas,
Logrando los soldados
Entrar á duras penas ;
Pero los capitanes.
Que en las estrechas puertas
Quedaron atascados
Sin ninguna defensa,
A causa de unos cuernos
Puestos en las cabezas ,
Para ser de sus tropas
Vistos en la refriega,
Fueron las desdichadas
Víctimas de la guerra ;
Haciendo de sus cuerpos
Pasto las Comadrejas.
/Cuá?itas veces los hombres
Distinciones anhelan,
Y suelen ser la, causa
De sus desdichas ellas.'
Si Jájñter dispara
(S«s rayos á la tierra ,
Antes que á las cabanas,
A los palacios y á las torres llegan.
FÁBULA XXI.
EL LEÓN Y LA RANA.
Una lóbrega noche silenciosa
Iba un León horroroso
Con mesurado paso majestuoso
Por una selva : oyó una voz ruidosa,
Que con tono molesto y continuado
Llamaba la atención y aun el cuidado
Del reinante animal , que no sabía
De qué bestia feroz quizá saldría
Aquella voz, que tanto más sonaba,
Cuanto más en silencio todo estaba.
Su majestad leonesa
La selva toda registrar procura;
Mas nada encuentra con la noche oscura,
Hasta que pudo ver, ¡ oh qué sorpresa !
Que sale de un estanque á la mañana
La tal bestia feroz, y era una Rana.
Llamará la atención de mucha gente
El charlatán con su manía loca;
Mas ¿qué logra, si al fin verá el prudente
Que no es sino una Rana , todo boca /
FÁBULA XXIL
EL CIERVO Y LOS BUEl'ES.
Con iíiminente riesgo de la vida •
Un ciervo se escapó de la batida,
Y en la quinta cercana de repente
Se metió en el establo incautamente,
FÁBULAS.
373
Dlcele un Buey : (( i Ignoras , desdichado,
Que aquí viven los hombres? ¡Ah cuitado !
Detente, y hailai-ás tanto reposo
Como perdiz en boca de raposo. »
El Ciervo respondió : «Pero, no obstante,
Dejadme descansar algún instante,
Y en la ocasión primera
Al bosque espeso emprendo mi carrera. »
Oculto en el ramaje permanece.
A la noche el boyero se aparece,
Al ganado reparte el alimento ,
Nada divisa, sálese al momento.
El mayoral y los criados entran,
Y tampoco le encuentran.
Libre de aquel apuro,
El ciervo se contaba por seguro;
Pero el Buey, más anciano,
Le dice : « / Que ? ¿ te alegi'as tan temprano ?
Si el amo llega, lo perdiste todo;
Yo le llamo Cien-ojos por apodo;
Mas chiton, que ya viene.»
Entra Cien-ojos; todo lo previene ;
A los rústicos dice : « Iso hay consuelo ;
Las colleras tiradas por el suelo.
Limpio el pesebre, pero muy de paso;
El ramaje muy seco y más escaso :
Seor mayoral, ;es este buen gobierno?»
En esto mira al enramado cuerno
Del triste Ciervo ; grita ; acuden todos
Contra el pobre animal de varios modos,
Y á la rústica usanza
Se celebró la fiesta de matanza.
Esto quiere decir que el amo bueno
No se debe fiar del ojo ajeno.
FÁBULA XXIIL
LOS NAVEGANTES.
Lloraban unos tristes Pasajeros
Viendo su pobre nave combatida
De recias olas y de vientos fieros,
Ya casi sumergida;
Cuando súbitamente
El viento cabna, el cielo se serena,
Y la afligida gente
Convierte en risa la pasada pena;
Mas el piloto estuvo muy sereno
Tanto en la tempestad como en bonanza;
P^ies sabe que lo malo y que lo bueno
Está sujeto á súbita m udanza.
FÁBULA XXIY.
EL TORRENTE Y EL EIO,
Despeñado un Torrente
De un encumbrado cerro,
Caia en una peña,
Y atronaba el recinto con su estruendo.
Seguido de ladrones
Un triste pasajero,
Despreciando el ruido ,
Atravesó el raudal sin desaliento ;
Que es común en los hombres
Poseídos del miedo ,
Para salvar la vida,
Exponerla tal vez á mayor riesgo.
Llegaron los bandidos.
Practicaron lo mesmo
Que antes el caminante,
Y fueron en su alcance y seguimiento.
Encontró el miserable
De allí á muy poco trecho
Un Rio caudaloso.
Que corria apacible y con silencio.
Con tan buenas señales,
Y el próspero suceso
Del raudal bullicioso.
Determinó vadearle sin recelo ;
Mas apenas dio un paso.
Pagó su desacuerdo,
Quedando sepultado
En las aleves aguas sin remedio.
Temamos los peliffros
De designios secretos;
Cht^ el ruidoso aparato,
Si no se desvanece, anvncia el riesgo.
FÁBULA XXV.
EL LEÓN, EL LOBO T LA ZOBBA.
Trémulo y achacoso
A fuerza de años un León estaba ;
Hizo venir los médicos, ansioso
De ver si alguno de ellos le curaba.
De todas las especies y regiones
Profesores llegaban á millones.
Todos conocen inoitrable el daño;
Ninguno al Eey ¡n.'pone el desengaño;
Cada cuíil sus remedios le procura,
Como si la vejez tuviese cura.
Un Lobo cortesano
Con tono adulador y fin torcido
Dijo á su Soberano :
«He notado. Señor, que no ha asistido
La Zorra como médico al congreso,
Y pudiera esperarse buen suceso
De su dictamen en tan grave asunto.»
Quiso su Majestad que luego al punto
Por la posta viniese :
Llega, sube á palacio , y como viese
Al Lobo, su enemigo, ya instruida
De que él era el autor de su venida,
Que ella excusaba cauti.losanicnte,
Inclinándose al Rey profundamente.
Dijo : <( Quizá, Señor, no habrá faltado
Quien haya mi tardanza acriminado ;
Mas será porque ignora
Que vengo de cumplir un voto ahora.
Que por vuestra salud tenia hecho ;
Y para más provecho ,
En mi viaje traté gentes de ciencia
Sobre vuestra dolencia.
Convienen pues los grandes profesores
En que no tenéis vicio en los humores,
Y que solólos anos han dejado
El calor natural algo apagado ;
Pero éste se recobra y vivifica.
Sin fastidio, sin drogas de botica.
Con un remedio simple, liso y llano.
Que vuestra majestad tiene en la mano.
A un Lobo vivo arránquenle el pellejo,
Y mandad que os le apliquen al instante;
Y por más que estéis débil, flaco y viejo,
Os sentiréis robusto y rozagante,
Con apetito tal, que sin esfuerzo
El mismo Lobo os servirá de almuerzo.»
Convino el Rey, y entre el furor y el hierro
Murió el infeliz Lobo como un perro.
Asi viven y mueren cada d'ui
En su guerra interior los paUícicgos,
Que con la emulación rabiosa ciegos
Al degüello se tiran á porfía.
Tomen esta lección muy oportuna:
Lleguen a la privanza enlurrabuena;
Mas labren gtí fortuna,
Sin cimentarla en la desgracia ajena.
LIBRO QUINTO.
FÁBULA PRIMERA.
LOS BATONES Y EL OATO.
Marramaquiz, gran gato,
De nariz roma, pero largo olfato.
Se metió en una casa de Ratones,
En uixo de sus lóbregos rincones
Puso su alojamiento ;
Por delante de sí, de ciento en ciento
Les dejaba por gusto libre el paso,
Como hace el bebedor, que mira al vaso ;
374
DON FÉLIX MARÍA SAMANIEGO
Y ensanchando asi más sus Iragaderas,
Al fin los tscogia como peras.
Este fué sn ejercicio cotidiano ;
Pero tarde ó temprano,
Al fin va los liatones conocían
Que por instantes se disminuían.
Don fínepan, cacique ol más prudente
De la Katuna grnte ,
Con los suyos formó pleno const-jo,
Y dijo así con natural despejo :
«Supuesto, hermanof!, que ol sangriento bruto,
Que metidos nos tiene en llanto y luto,
Habita el cuarto bajo.
Sin que pueda subir ni aun con trabajo
Hasta nuestra vivienda, es evidente
Que se atajará el daño solamente
Con no bajar allá de modo alguno.»
El medio pareció muy oportuno;
Y fué tan observado ,
Que ya Marranuiquk, el muy taimado,
Metido por el hambre en calzas prietas,
Discurrió entre mil tretas
La de colgarse por los pies de un palo,
Haciendo el muerto : no era el nniid malo;
Pero don lioepan, luego que advierte
Que su enemigo estaba de tal su? rte,
Asomando el hocico á su agujero ,
«Hola, dice, ¿qué es eso, caballero?
¿Estás muerto de burlas ó de veras?
Si es lo que yo recelo , en vano esperas;
Pues no nos contaremos ya segaros
Aun sabiendo de cierto
Que eras, á más á más de Gaio muerto.
Gato relleno ya de pesos duros. »
iSi alguno Urga ron astuta muña,
Yvna i'cz nos engaña,
JEs cosa muy sabida
Que puede algunas reces
JSl huir de sus trazas y dobleces
Valernos nada viénos que la vida.
FÁBULA II.
EL ASNO Y EL LOBO.
Un Burro cojo vio que le seguia
Un Lobo cazador, y no pudiondo
Huir de su enemigo, le decia :
«Amigo Loboj j-Q me estoy muriendo ;
))Me acaban por instantes los dolores
De este maldito pié de que cojeo ;
Si yo no me valiese de herradores,
No me veria así como me veo.
))Y pues fallezco, sé caritativo;
Sácame con los ditiitcs este clavo,
Muera yo sin dolor tan excesivo,
Y cómeme después de cabo á rabo. —
)>¡ Oh ! dijo el cazador con ironía,
Contando con la presa ya en la mano ,
No solamente sé la anatomía,
Sino que soy perfecto cirujano.
»E1 caso es para mí una patarata,
La operación no más que de un momento;
Alargue bien la pata,
Y" no se me acobarde, buen Jumento. »
Con su estuche moral desenvainado
El nuevo profesor llega al dolic ii(v ;
Mas éste le dispara de contado
Una coz que le deja sin un diente.
Escapa el cojo ; pero el triste herido
Llorando se quedó su desventura.
«¡Ay infeliz de mí 1 bien merecido
El pago tengo de mi gran locura.
))Yo siempre me llevé el mejoj- bocado
En mi oficio de T>obo carnicero;
Pues si puedo vivir tan regalado,
¿A qué meterme ahora á curandero?»
Eablemos en razón: no tiene juicio
Quien deja el propio por ajeno oficio.
FÁBULA in.
EL ASííO Y EL CABALLO.
Iban, mas no sé adonde ciertamente,
Un CabaHo y im A.sno juntamente ;
Este cargado, pero aquél sin carga.
El grave peso, la carrera larga
Causaron al Borrico tal fatiga,
Qiie la newsidad misma le obliga
A dar en tierra. « Amigo compañero ,
No puedo más, decia ; yo me muero.
lte]iartamo8 la carga, y será poca ;
Si no, se me va el alma por la boca.»
Dice el otro : « I-íevienta enhorabuena:
I Por eso he de sufrir la carga ajena?
Gran bestia seré yo si tal hiciere.
Miren y qué borrico se me muere. »
Tan justamente se quejó el Jumento,
Que espiró el infeliz en el momento.
El Caballo conoce su pecado.
Pues tuvo que llevar mal de su grado
Los fardos y aparejos todo junto,
ítem más el pellejo del difunto.
Juan, alivia en sus penas al vrrinn ;
y él, cuando tú, las tengas, déte fiyudii;
Si no lo hacéis asi , temed sin duda,
Que seréis el Caballo y el Pollino.
FÁBULA IV.
EL LABRADOR Y LA PROVIDENCIA,
Un Labrador cansado.
En el ardiente estío.
Debajo de una encina
Beposaba pacifico y tranquilo.
Desde su dulce estancia
Miraba agradvcido
El bien con que la tierra
Premiaba sus penosos ejercicios.
Entre mil producciones ,
Hijas de su cultivo,
Veia calabazas.
Melones por los suelos esparcidos,
« ¿ Por qué la Providencia ,
Decia entre si mismo,
Puso á la ruiu bellota
En elevado preeminente sitio?
; Cuánto mejor sería
Que, trocando el destino.
Pendiesen de las ramas
Calabazas, melones y pepinos ? »
Bien oportunamente ,
Al tiempo que esto dijo.
Cayendo una bellota,
Le pegó en las narices de improviso,
(( Par diez , prorumpió entonces
El Labrador sencillo,
Si lo que fué bellota,
Algún gordo melón hubiera sido,
Desde luego pudiera
Tomar á buen partido
En caso semejante
Quedar desuarigado, pero vivo.»
A(ji¿i la, Procidencia
Manifestarle quiso
Que supo á cada cosa-
Señalar sabiamente su destino.
A mayor bien del hombre
lodo está repartido;
Preso el pez en m concha,
Ylibrepoi' el aire el pajarillo.
FÁBULA V.
EL ASNO VESTIDO DE LEOK.
Un Asno disfrazado
Con una grande piel de León andaba;
Por su temible aspecto casi estaba
Desierto el bosque, solitario el prado.
Pero quiso el destino
FAJJULAS.
375
Que le llegase á ver desde el molino
La punta de una on-ja el molinero.
Armado entonces de un garrote ñc-ro,
Dale de palos, llévalo á su casa ;
Divúlgase al cijntorno lo que pasa.
Llegan todos á ver en el instante
Al que hahian temido León rcinanÍL';
Y haciendo mofa de su idea necia,
Quien más le resijetó, más le despncia.
Desde que oí del Asno cania r islo,
Dos ochuvfl!! (tp)ic/!to,
Si es que Pedro Fi'rnandrz no sr dijo
De andar con el disfraz de caballero ,
A vueltas del vestido y el aombrcro ,
Que le lian de ver la j'unta de la oreja.
FÁBULA YL
L.V. GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO.
Erase una Gallina qu'^ ponia
Un huevo de oro al dueño cada di a.
Aun con tanta ganancia mal contento ,
Quiso el rico avariento
Descubrir de una ve/, la mina de oro,
Y hallar en menos tiempo más tesoro.
Matóla : abrióla el vientre de contadt> ;
Pero, después de haberla n gistrado,
¿Qué Bucetlió? que muerta la Gallina,
rerdió su huevo de oro y no halló mina,
¡Cuántos Jiai/ que teniendo lo hastanfe,
Enriquecerse quiei'en al instante,
A brazando proyectos
A veces de tan rápidos efectos ,
Que sólo en pocos meses,
Cuando sr contemplaban ya marqueses,
Contando sus millones.
Se vieron en la. calle sin calzones!
FÁBULA VIL
LOS CAKGEEJOS.
Los más autorizados, los más viejos
De todos los Cangrejos
Una gran asamblea celebraron.
Entre los graves puntos que trataron ,
A propuesta de un docto presidente ,
Como resolución la más urgente
Tomaron la que sigue : « Pues que al mundo
E.stamos dando ejemplo sin segundo.
El más vil y grosero
En andar hacia atrás como el soguero;
Siendo cierto también que los ancianos,
Duros de piée y manoB,
Causándonos los años pesadumbre,
No podemos vencer nuestra costumbre :
Toda madre desde este mismo instanle
Ha de enseñar andar hacia adelante
A sus hijos; y dure la enseñanza
Hasta quitar del mundo tal usanza. —
Garras á la oVjra», dicen las maestrar..
Que se creían diestras ;
Y sin dejar ninguno,
Ordenan á sus hijos uno á uno
Que muevan sus patitas blandamente
Hacia adelante sucesivamente.
Pasito á paso, al modo que podían,
Ellos obedccian ;
Pero al ver á sus madres que marcha'^xTn
Al revés de lo que ellas enseñaban,
Olvidando los nuevos documentos,
Imitaban sus pasos , más contentos.
Piepetian sus madres sus lecciones,
Mas no bastaban teóricas razones ;
Porque obraba en los jóvenes Cangicjos
Solo un ejemplo más que mil consejos.
Cada maestra se aflige y desconsuela.
No pudiendo hacer práctica su escuela ;
De modo que en efecto
Abandonaron todas el proyecto.
Los magistrados saben el suceso ,
Y en su pleno congreso
La nueva ky al punto derogaron ,
Porque se aseguraron
De que en vano iutciiLaban la refonna,
Cuando ellos no sabían SL'r la uurma.
Yes asi; que la fuerza de las leyes
Suele ser el ejemplo dv los reyes.
FÁBULA YIIL
LAS RANAS SEDIENTA!}.
Dos Bañas que vivían juntamente,
En un verano ardiente
Se quedaron en seco en su laguna.
Saltando aquí y allí, llegó la una
A la «Jiilla de un pozo.
IJcna entonces de gozo,
Gritó á su compañera :
(( Vén y salta ligera.»
Llfgi'), y estando entrambas á la orilla,
Notando como grande maravilla ,
Entre los agostados juncos y h''no,
El fresco pozo casi de agua lleno,
Prorumpió la primera: «/A qué esperamos,
Que no nos an-ojamos
Al agua, que apacible nos convida ? »
La segunda responde : «Inadvertida,
Yo tengo igual deseo ;
Pero pienso y preveo
Que, aunque es fácil al pozo nuestra entrada,
La agua, con los calores exbalada.
Según vaj'a faltando,
Nos irá dulcemente sepultando,
Y al tiempo <,ut> salir sflicitemo.?.
En la Estigia laguna nos veremos.»
Por consultar al gusto solamente
Entra en la nasa el pez incautamente,
El pájaro .'¡rncilh en la red queda,
T ¿en qué lazos el hambre no se enreda?
FÁBULA IX.
EL CUERVO Y EL ZORRO.
En la rama de un árUol ,
Bien ufano y contento,
Con un queso en el pico,
Estaba el señor Cuervo.
Del olor atraído
Un Zorro muy maestro,
Le dijo estas palabras ,
A poco más ó menos :
«Tenga usted buenos días,
Señor Cuervo , mi dueño:
Vaya que estái-s donoso,
Mono, lindo en extremo ;
Yo no gasto lisonjas,
Y digo lo que siento ;
Que si á tu bella traza
Corresponde el gorjeo,
.Turo á la diosa CércF,
Siendo testigo el cielo,
Que tú serás el fénix
De sus vasto.s imperios. »
Al oir un discurso
Tan dulce y halagüeño.
De vanidad llevado,
QuiS'i cantar el Cuervo.
Abrió su negro pico,
Dejó caer el queso :
El muy astuto Zorro,
Después de haberle jireso,
Le dijo : « Señor bobo.
Pues sin otro alimento,
Quedáis con alabanzas
Tan hinchado y repleto.
Digerid las lisonjas
Mientras yo como el queso, »
Quien oye adiihidorrs ,
JVuiira espere ct ni premio.
376
DON FÉLIX MARÍA SAMANIEGO,
FÁBULA X.
UN COJO Y UN PICARON.
A un buen Cojo un descortés
Insultó atrevidamente :
Oyólo pacientemente,
Continuando su carrera ,
Cuando al son de la cojera
Dijo el otro : « Una, dos, tres,
Cojo es.»
Oyólo el Cojo : aquí fué
Donde el buen hombre perdió
Los estribos, pues lo dio
Tanta cólera y tul ira,
Que la muleta le tira.
Quedándose, ya se ve,
Sobre un pié.
(( Sólo el no poder correr.
Para darte el escarmiento ,
Dijo el Cojo, es lo que siento,
Que este mal no me atormenta ;
Porque al hombre sólo afrenta
Lo que supo merecer,
Padecer, »
FÁBULA XL
JOL CAEEETEBO Y HÉRCULES,
En un atolladero
Í¡1 carro se atascó de Juan Regaña,
El á nada se mueve ni se amaña ;
Pero jura muy bien : gran Carretero.
A Hércules invocó ; y el i ios le dice :
(( Aligera la carga ; ceja un tanto ;
Quita ahora ese canto :
¿Está? — Sí, le responde, ya lo hice. —
Pues enarhola el látigo, y con eso
Puedes ya caminar. » De esta manera.
Arreando á la Mohiua y la Roncera,
Salió Juan con su carro del suceso.
Si liaces lo que estuviere de tu parte,
Pide al ciclo favor ; h^ de aytidarte.
FÁBULA XIL
LA. ZOKEA Y EL CHIVO.
Una Zorra cazaba ;
Y al seguir á un gazapo,
Entre aquí se escabulle , allí le atrapo,
En un pozo cayó que al paso estaba.
Cuando mas la aíligia su tristeza,
Por no hallar la infeliz salida alguna ,
Vio asomarse al brocal, por su fortiuia.
Del Chivo padre la gentil cabeza.
«¿Que tal 7 dijo el barbón, ila agua es salada?
— Es tan dulce, tan fresca y deliciosa,
Respondió la Raposa ,
Que en tal pozo estoy como encantada. »
Al agua el Chivo se arrojó, sediento ;
Monta sobre él la Zorra de manera,
Que haciendo de sus cuernos escalera.
Pilla el brocal y sale en el momento.
Quedó el pobre atollado : cosa dura.
Mas ¿qidén podrá á la Zorra dar castigo,
Cuando el hombre, aun á costa de su amigo,
Del peligro mayor salir procura ?
FÁBULA XIII.
EL LOBO, LA ZOERA Y EL MOXO JUEZ.
Un Lobo se quejó criminalmente
De que una Zorra astuta lo robase.
El Mono Juez, como ella lo negase,
Dejólos alegar prolijamente.
Enterado, pronuncia la sentencia :
«No consta que te falte nada, Lobo ;
Y tú. Raposa, tú tienes el robo.»
D'jp, y loa despidió de su presencia.
Esta contradicción ea cosa buena ;
La dijo el docto Mono con malicia.
Al perverso su fama le condena
Aun criando alguna vez pida jiisti^ia.
FÁBULA XIY.
LOS DOS GALLOS.
Habiendo á su rival vencido un Gallo,
Quedó entre sus gallinas victorioso,
Más grave, más pomposo
Que el mismo gran Sultán en su serrallo.
Desde un alto pregona vocinglero
Su gran hazaña: el gavilán lo advierte;
Le pilla, le arrebata, y por su muerte.
Quedó el rival señor del gallinero.
Consuele al abatido tal mudanza;
Sirva también de ejemplo á los mo?-tolcs.
Que se juzgan exentos de los males
Cuando se ven en próspera bonanza.
FÁBULA XV.
LA MONA T LA ZORKA.
En visita una Mona
Con una Zorra estaba cierto dia,
y así, ni más ni menos, la decia :
«Por mi fe, que tenéis bella persona,
«Gallardo talle, cara placentera,
Airosa en el andar, como vos sola ,
Y á no ser tan disforme vuestra cola ,
Seriáis en lo hermoso la primera.
» Escuchad un consejo,
Que ha de ser á las dos muy importante :
Yo os la he de cortar, y lo restante
Me lo acomodaré por zagalejo. —
y) Abrenuncio, la Zorra la responde:
Es cosa para mí menos amarga
Barrer el suelo con mi cola larga
Que verla por pañal bien sé yo dónde. »
Por ingenioso que el necesitado
Sea para pedñr al avariento ,
Este será de superior talento
Para negarse a dar de lo sobrado,
FÁBULA XVI.
LA GATA MUJER.
Zapaqmlda la bella
Era gata doncella.
Muy recatada, no menos hermoeft.
Queríala su dueño por esposa,
Si Venus consintiese ,
Y en mujer á la Gata convirtiese.
De agradable manera
Vino en ello la diosa placentera,
Y ved á Zapaqmlda en un instante
Hecha moza gallarda, rozagante.
Celébrase la boda ;
Estaba ya la sala nupcial toda
De un lucido concurso coronada ;
La novia relamida, almidonada,
Junto al novio, galán enamorado;
Todo brillantemente preparado,
Guando quiso la diosa
Que cerca de la esposa
Pasase un ratoncillo de repente.
Al punto que le ve, violentamente ,
A pesar del concurso y de su amante ,
Salta, corre tras él y échalo el guante.
Aunque del ralle Junnildr á. la alta cumbre
Inconstante nos mude la fortuna ,
La propensión del natvral es una
En todo estado, y más con la costumbre,
FÁBULA XVII.
LA LEONA Y EL OSO.
Dentro de un bosque oscuro y silencioso ,
Con un rugir continuo j espantoso ,
FÁBULAS,
S77
Que en medio de la noche resonaba,
Una Leona á las fieras inquietaba.
Dicela un Oso: «Escúchame una cosa:
¿Qué tragedia horrorosa
0 qué sangrienta gaerra ,
Qué rayos o qué plagas á la tierra
Anuncia tu clamor desesperado ,
En el nombre de Júpiter airado ? —
1 Ah ! mayor causa tienen mis rugidos.
Yo, la más infeliz de los nacidos,
¿Cómo no moriré desesperada,
Si me han robado el hijo , | ay desdichada !-
1 Hola ! i Con que, eso es todo ?
Pues si se lamentasen de ese modo
Las madres de los muchos que devoras,
Buena música hubiera á todas horas.
Vaya, vaya, consuélate como ellas;
No nos quiten el sueño tus querellas. »
A desdichas y viales
l'ivÍ7nos candenados los mortales.
A cada cual, no obstante, le parece
Que de esta ley una excepción merece.
Así nos conformamos con la pena.
No ctMndo esproj}i<i, si cuando es ajena.
FÁBULA XVIIL
EL LOBO Y EL PEREO FLACO.
Distante de la aldea,
Iba cazando un Perro
Flaco, que parecía
Un andante esqueleto.
Cuando menos lo piersa,
Un Lobo le hizo preso;
Aquí de sus clamores.
De sus llantos y ruegos.
« Decidme , señor Lobo ,
! Qué queréis de mi cuerpo ,
Si no tiene otra cosa
Que huesos y pellejo?
Dentro de quince días
Casa á su hija mi dueño,
Y ha de haber para todos
Arroz y gallo muerto.
Dejadñie ahora libre ;
Que pasado este tiempo,
Podréis comerme á gusto,
Lucio, gordo y relleno. »
Quedaron convenidos;
Y apenas se cumplieron
Los dias señ.alados,
El Lobo buscó al Perro.
Estábase en su casa
Con otro compañero.
Llamado Matalobos,
Mastin de los más fieros.
Salen á recibirle;
Al punto que le vieron ,
Matalobos bajaba
Con corbatín de hierro.
No era el Lobo persona
De tantos ciiraplimientos;
Y asi, por no gastarlos,
Cedió de su derecho.
Huia, y le llamaban;
Mas él iba diciendo
Con el rabo entre piernas :
« Pies , ¿ para qué os quiero ? »
Hasta los niños saben
Que es de mayor aprecio
t'n pájaro en la mano
Que por el aire ciento.
FÁBULA XIX.
LA OVEJA Y EL CIEEVO.
Un celemín de trigo
Pidió á la Oveja el Ciervo, y la decia :
« Si es que usted de mi paga desconfia,
A presentar me obligo
Un fiador desde luego ,
Que no dará lugar á tener queja. —
Tj quién es éste?», preguntó la Oveja.
« Es un lobo abonado , llano y lego. —
))] Un lobo ! )'a ; mas hallo un embarazo :
Si no tenéis más fincas que él sus dientes,
Y tú los pies para escapar valientes ,
¿A quién acuniré, cumplido el plazo?»
Si quién es el que pide, y sus fiadores ,
Antes de dar prestado se examina,
Será menor, .lin otra medicina,
Za peste de los malos pagadores,
FÁBULA XX.
LA ALFOEJA.
En una Alforja al hombro
Llevo los vicios,
Los ajenos delante,
Detras los mios.
Esto hacen todos ;
Así ven los ajenos,
Mas no los propios.
FÁBULA XXL
EL ASNO IKFELIZ.
Yo conocí un Jumento
Que murió muy contento
Por creer, y no iba fuera de camino,
Que así cesaba sn fatal destino.
Pero la adversa suerte
Aun después de su muerte
Le persiguió: dispuso que al difunto
Le arrancasen el cuero luego al punto
Para hacer tamboriles ,
Y (jue en los regocijos pastoriles
Bailasen las zagalas en el prado,
Al son de su pellejo baqueteado.
Quien por su mala estrella es in/elice,
Aun muerto lo será, Fedro lo dice,
FÁBULA XXIL
EL JABALÍ Y LA ZÜBBA.
Sus horribles colmillos aguzaba
Un Jabalí en el tronco de una encina.
La Zon-a, que vecina
Del animal cerdoso se miraba ,
Le dice: « Extraño el verte,
Siendo tú en paz señor de la bellota,
Cuando ningún contrario te alborota,
Que tus armas afiles de esa suerte. »
La fiera respondió: «Tenga entendido
Que en la paz se prepara el buen guerrero.
Así como en la calma el marinero ,
Yqve vale por dos el prevenido, n
FÁBULA XXIIL
EL PEBBO Y EL COCODRILO.
Bebiendo un Perro en el Nilo,
Al mismo tiempo cnrria.
«Bebe quieto», le decia
Un taimado Cocodrilo.
Di jóle el Perro prudente r
« Dañoso es beber y andar;
Pero ¿ es sano el aguardar
A que me claves el diente?»
/ Oh mié docto Perro rico!
Yo venero su sentir
En esto de no seguir
Del enemigo el consejo,
FÁBULA XXIV,
LA COMADREJA Y LOS BATONES,
Débil y flaca cierta Comadreja,
No pudiendo ya más, de puro rieja,
37«
DON FÉLIX MARÍA SAMANIEGO.
Ni cazaba ni hacia provisiones
De abundantes Ratones ,
Como en tiempos pasados ,
Que elegía los tiernos, regalados,
Para cubrir su mesa.
Sólo de tarde en tarde hacia presa
En tal cual que pasaba muy cercano,
Gotoso, paralítico ó anciano.
Obligada del hambre cierto dia,
Urdió el modo mejor con que saldría
De aquella pobre situación hambrienta;
Pues la necesidad todo lo inventa.
Esta vieja taimada
Métese entre la harina amontünada.
Alerta y con cautela ,
Cual suele en la garita el centinela,
Espera ansiosa su feliz momento
Para la ejecución del pensamiento.
Llega el Ratón sin conocer su ruina,
Y mete ti hociqíiillo entre la harina.
Entonces ella le echa de repente
La garra al cuello, y al hocico el diento.
Con este nuevo ardid tan oportuno
Se los iba embuchando de uno en uno,
Y á merced de discurso tan extraño,
Logró sacar su tripa de mal año.
Éí feliz U7i ingenio interesante :
El rw$ ayuda , si el jH'dei- nos deja;
Y al ver lo que pasó á la Comadreja ,
¿Quién no aguzará el suyo en adelante '.'
FÍBULA XXV!
EL LOBO Y EL PEEEO.
En busca de alimento
Iba nn Lobo muy tlaco y muy hambriento.
Encontró con un Perro tan relleno ,
Tan lucio, sano y bueno,
Que le dijo: «Yo extraño
Que estés de tan buen año
C<jmo se deja ver por tu semblante,
Cuando á mí, más pujante ,
Más osado y sagaz, mi triste suerte
Me tiene hecho retrato de la muerte. »
El Perro respondió: «Sin duda alguna
Lograrás, si tú quieres, mi fortuna.
Deja el bosque y el prado;
Retírate á poblado;
Servirás de portero
A un rico caballero.
Sin otro afán ni más ocupaciones
Que defender la casa de ladrones. —
Acepto desde luego tu partido ,
Que para mucho más estoy curtido.
Así me libraré de la fatiga,
A que el hambre me obliga ,
De andar por montes sendereando peñas.
Trepando riscos y rompiendo breñas,
Sufriendo de los tiempos los rigores ,
Lluvias, nieves, escarchas y calores.»
A paso diligente
Marchaban juntos amigablemente.
Varios puntos tratando en confianza ,
Pertenecientes á llenar la panza.
En esto el Lobo , por algún i-ecelo ,
Que comenzó á turbarle su consuelo.
Mirando el Perro , dijo: «He reparado
Que tienes el pescuezo algo pelado.
Dimc: ¿Qué es eso? — Nada. —
Dímelo, por tu vida, camarada, —
No es más que la señal de la cadena;
Pero no me da pena,
Pues aunque por inquieto
A ella estoy sujeto ,
Me sueltan cuando comen mis señorea,
Reclbenme á sus pies con mil amores :
Ya me tiran el pan, ya la tajada,
Y todo aquello que les desagrada ;
Este lo mal asado,
Aquél un hueso poco descarnado;
Y aun un glotón, que todo ae lo traga,
A lo menos me halaga.
Pasándome la mano por el lomo;
Yo meneo la cola, callo j' como. —
Todo eso es bueno, yo tj lo confi^'so ;
Pero por fin y postre tú estás preso:
Jamas sales de casa,
Ni puedes ver lo que en el pueblo pasa. —
Es así. — Pues amigo.
La amada libertad que yo consigo
No he do trocarla de manera alguna
Por tu abundante y próspera fortuna.
Marcha, marcha á vivir encarcelado;
No serás envidiado
De quien pasea el campo libremente.
Aunque tú comas tan glotonamente
Pan, tajadas y huesos ; purquc al cabo,
h'o hay bocado en sazón para un e^claeo.»
LIBRO SEXTO (1).
FÁBULA PRIMERA.
EL PASTOR Y EL FILÓSOFO.
De los confusos pueblos apartado.
Un anciano Pastor vivió en su choza.
En el feliz estado en que se goza
Del vivir ni envidioso ni envidiado.
No turbó con cuidados la riqíieza
A su tranquila vida.
Ni la extremada mísera pobreza
Fué del dichoso anciano conocida.
Empleado en su labor gustosamente
Envejeció ; sus canas , su ex)jeriencia
Y su virtud le hicieron, finalmente.
Respetable varón , hombre de ciencia.
Voló su grande fama por el mundo;
Y llevado de nueva tan extraña,
Acercóse un Filosofo profundo
A la humilde cabana ,
Y preguntó al Pastor : «Dime, ¿en qué escuela
Te hiciste sabio 1 ¿Acaso te ocupaste
Largas noches leyendo á la candela?
¿A Grecia y Roma sabias observaste?
I Sócrates refino tu entendimiento?
¿La ciencia de Platón has tú medido,
O pesaste de Tulio el gran talento,
O tal vez , como Ullses, has corrido
Por ignorados pueblos y confusos ,
Observando costumbres , leyes y usos ? —
))Ni las letras seguí, ni como Clises
(Humildemente respondió el anciano).
Discurrí por incógnitos países.
Sé que el género humano
En la escuela del miando lisonjero
Se instruye en el doblez y en la patraña.
Con la ciencia que engaña
•Quien podrá hacerse sabio verdadero?
Lo poco que yo sé me lo ha enseñado
Naturaleza en fáciles lecciones :
Un odio firme al vicio me ha inspirado ;
Ejemplos de virtud da á mis acciones.
Aprendí de la abeja lo industrioso,
Y de la hormiga, que en guardar se afana,
A pensar en el dia de mañann.
Mi mastín, el hermoso
Y fiel sin semejante.
De gratitud y lealtad constante
Es el mejor modelo,
y si acierto á copiarle, me consuelo.
Si mi nupcial amor lecciones toma.
Las encuentra en la candida paloma.
La gallina á sus pollos abrigando
Con SUR piadosas alas comu madre,
Y las sencillas aves aun volando ,
Me prestan reglas para ser buen padre.
Sabia naturaleza, mi maestra,
(1) Advertencia. A excepción de un corto número de argu-
mentos sacados de Esopo, Fedro y Lafontaine, todos los asuntos
contenidos en los apólogos de los" libros vi, vii y vni pertenecen
al fabulista inglés Gay. El is es origina].
FÁBULAS.
379
Lo malo y lo ridículo me muestra
Para hacérmelo odioso.
Jamas hablo á las gentes
Con aire grave, tono jactancioso,
Pues saben los prudcn bes
Que, lejos de ser sabio el que así hable,
Será un buho solemne, despreciable.
Un hablar moderado,
Un bilencio oportuno
En mis conversaciones he guardado.
El hablador molesto c importuno
Es digno de desprecio.
Quien escuche á la urraca será un necio.
A los rnie usan la fuerza y el engaño
Para el ajeno daño,
Y usurpan á los otros su derecho,
Los debo aborrecer un noble pecho.
Únanse con los lobos en la caza,
Con milanos y halcones.
Con la maldita serpentina raza.
Caterva de carnívoros ladrones.
Mas ¡ qué dije ! Los hombres tan malvados
Ni aun merecen tener estos aliados.
No hay dañino animal tan peligroso
Como el usurpador y el envidioso.
Por último, en el libro interminable
De la naturaleza yo medito;
En todo lo creado es admirable :
Del ente más sencillo y pequeñito
Una contemplación profunda alcanza
Los más preciosos frutos de enseñanza. —
))Tu virtud acredita, buen anciano
(El Filósofo exclama),
Tu ciencia verdadera y justa fama.
Vierte el genero humano
En sus libros y escuelas sus errores ;
En preceptos mejores
Nos da naturaleza su doctrina.»
Asi quien sus verdades examina
Con la vieditacion y la experiencia,
Llegará á conocer virtud y ciencia.
FÁBULA n.
EL HOMBRE Y LA FANTASMA.
Un joven licencioso
Se hallaba en un estado vergonzoso,
Con sus males secretos retirado :
En soledad, doliente, exasperado,
Cavila, llora, canta, jura, reza,
Como quien ha perdido la cabeza.
« ¿ Te falta la salud ? Pues , caballero ,
De todo tu dinero.
Nobleza, juventud y poderío
Sábete que me rio :
Trata de recobrarla, pues perdida ,
; De qué sirven los bienes de la vida ". o
Todo esto una Fantasma le previno ,
Y al instante se fué como se vino.
El enfermo se cuida, se repone ;
Dn nuevo plan de vida se propone.
En efecto, se. casa.
Cércanle los cuidados de la casa ,
Que se van aumentando de hora en hora.
La mujer (Dios nos libre), gastadora
Aun mucho más que rica,
Los hijos y las deudas multiplica ;
De modo que el míuido ,
Más que nunca aburrido,
Se puso sobre un pié de economi;i .
Que estrechándola más de dia en dia ,
Al fin se enriqueció con opulencia.
La Fantasma le flicc : « En mi conciencia,
Que te veo amarillo como el oro ;
Tienes tu corazón cu el tesoro ;
Miras sobre tu pecho acongojado
El puñal del ladrón en arbolado ;
Las noches pasas en mortal desvelo ;
¿Y asi quieres vivir?... ¡ Que desconsuelo !))
El Hombre, como caso milagri.>so,
Se trasf ormó de avaro en ambicioao.
Llegó dentro de poco á la privanza :
I El señor don Dinero qué no alcanza!
La Fantasma le muestra claramente
Un falso confidente :
Cien traidores amigos,
Que quieren ser autores y testigos
De su pronta caída.
Eesuélveso á dejar aquella vida,
Y ya desengañado ,
En los campos se mira retirado.
Buscaba los [il aceres inocentes
En las ñores y frutas diferentes.
I Quieren ustedes creer, esto me pasma,
Que aun allí le persigue la Fantasma?
Los insectos , los hielos y los vientos ,
Todos los elementos
Y las plagas de todas estaciones
Han de ser en el campo tus ladrones.
Pues ¿adunde irá el pobre caballero?...
Digo que es vn solemne majadero
Todo aquel que jJi'ctende
Vivir en este mundo si)i su duende.
FÁBULA IIL
EL JABALÍ Y EL CAKNEKO.
De la rama de un árbol un Carnero
Degollado pendía ;
En él á sangre fría
Cortaba el remangado Carnicero.
El rebaño inocente ,
Que el trágico espectáculo miraba.
De miedo, ni pacía ni balaba.
Un Jabalí gritó: « Cobarde gente,
))Que miráis la carnívora matanza ,
¡ Cómo no os vengáis del enemigo? —
Tendrá, dijo un Carnero, su castigo ;
Mas no de nuestra parte la venganza.
))La piel que arranca ccm sus propias manos
Sirve para los pleitos y la guerra.
Las dos mayores plagas de la tierra,
Que afligen á los míseros humanos.
«Apenas nos desuellan , se destina
Para hacer pergaminos }■ tambores :
YiMira cómo los hombres vndhcchnres
Labran en su maldad su propia ruina. t>
FÁBULA V\\
EL BAPOSO, LA MUJEE Y EL GALLO.
Con las orejas gachas
Y la cola entre pieimas ,
Se llevaba un Eaposo
Un Gallo de la aldea.
Muchas gracias al alba.
Que jmdo ver la fiesta,
Al salir de su casa,
Juana la madruguera.
Como una loca grita :
« Vecinos , q ue le lleva ;
Que es el mío, vecinos. »
Oye el Gallo las quejas,
Y le dice al Raposo :
«Dila que no nos mienta,
Que soy tuyo y muy tuyo.»
Volviendo la cabeza.
La responde el Raposo :
« Oyes , gran embustera ,
No es tuyo, sino mió ;
Él mismo lo confiesa. »
Mientras esto decía.
El Gallo libre vuela,
Y en la copa de un árbol
Canta que se las pela.
El raposo burlado
Huyó; I quién lo creyera I
3V), pues á más de cuatro,
Muy zorros en ,<ivg tretas,
Por hablar á destiempo,
Los vi perder la presa,
380
DON FÉLIX MARÍA SAMANIEGO.
FÁBULA V.
EL FILÓSOFO Y EL RÚSTICO.
La del alba sería
La hora en que un Filósofo salia
A meditar al campo solitario ,
En lo hermoso y lo vario,
Que á la luz de la aurora nos enseña
Naturaleza, entonces más risueña.
Distraído sin senda caminaba,
Cuando llegó á un cortijo, donde et-taba
Con un martillo el Rústico en la mano,
En la otra un milano,
Y sobre una jiortiitil escal( ra.
<(; Qué haces de esa manera?»,
El Filósofo dijo.
«Castigar ¡I un ladrón de mi cortijo,
Que en mi corral ha hecho más destrozos
Que todos los ladrones en Torozos.
Le clavo en la pared... ya estoy contento..
Sirve á toda tu raza de escarmiento. —
))E1 matador es digno de la muate,
El Sabio dijo, mas si de esa suerte
El milano merece ser tratado,
¿De qué modo será bien castigado
El hombre sanguinario, cuyos dicutes
Devoran á infinitos inocentes ,
Y cuenta como misera su vida,
Si no hace de cadáA'eres comida?
Y aun tú, que así castigas los delitos,
Cenarías anoche tus pollitos. —
Al mundo le encontramos de este modo,
Dijo airado el patán. Y sobre todo,
Si lo mismo son hombres que milanos.
Guárdese no le pille entre mis manos.»
El Sabio se dejó de reflexiones.
Al tirano le nfemlen lait rnzonrs
Que demnesfran su oj'griUo y firania;
Mientras por su sentencia cada día
Muere, viviendo él mismo Í7U2J une mente,
Por menores delitos otra gente.
FÁBULA VI.
LA PAVA T LA HORMIGA.
Al salir con las yuntas
Los criados de Pedro,
El corral se dejaron
De par en par abierto.
Todos los pavipollos
Con su madre se fueron.
Aquí y allí picando,
Hasta el cercano otero.
Muy contenta la Pava
Decía á sus poUuelos :
«Mirad, hijos, el rastro
De un copioso hormiguero.
Ea, comed hormigas,
Y no tengáis reculo ,
Que yo también las como :
Es un sabroso cebo.
Picad, queridos míos :
1 Oh qué dias los jrucstros ,
Sí no hubiese en el mundo
Malditos cocineros !
Los hombns nos devoran ,
Y todos nuestros cuerpos
Humean en las mesas
De nobles y plebeyos.
A cualquiír fiestecilla
Ha de haber pavos muertos.
¡ Qué pocas navidades
Contaron mis abuelos!
I Oh glotones humanos,
Crueles carniceros !»
Mientras tanto una Hormiga
Se puso en salvamento
Sobre un árbol vecino
Y gritó con denuedo :
«1 Hola ! con que los hombres
Son crueles, perversos ;
¿Y qué seréis los pavos?
1 Ay de mi 1 ya lo veo :
A mis tristes parientes,
I Qué digo ! á todo el pueblo
Sólo por desayuno
Os le vais engullendo. »
No respondió la Pava
Por no saber un cuento ,
Que era entonces del caso,
Y ahora viene á pelo.
Un gusano roia
Un grano de centeno :
Viéronlo las Hormigas :
¡ Qué gritos ! ¡Qué aspavientos I
«Aquí fué Troya , dicen :
Mucre, picaro perro»;
Y ellas ¿qué hacían? Nada :
Robar todo el granero.
Hombres, Pacos, Hormigas,
Segnn estos ejemplos,
Cada cual en su lihro
Esta til oral tenetnos.
La falta leve en otro
Es nn pecado horrendo;
Pero el delito propio
No más qve j)asatiempo.
FÁBULA VIL
EL ENFERMO Y LA VISION.
«/ Con que, de tus recetas exquisitas,
Un Enfermo exclamó, ninguna alcanza?.,.»
El médico se fué sin esperanza.
Contando por los dedos sus visitas.
Así desengañado,
Y creciendo por horas su dolencia,
De este modo examina su conciencia :
«En todos mis contratos he logrado,
»No lo niego, ganancia muy segura ;
Trabajé en calcular mis intereses :
Aumenté mi caudal en pocos meses ,
Más por felicidad que por usura.
»Sin rencor ni malicia
Hice que á mi deudor pusiesen preso :
Murió pobre en la cárcel, lo confieso;
Mas, en fin, es un hecho de justicia.
»Si por cierto instrumento
Reduje una familia muy honrada
A pobreza extremada.
Algún día leerán mi testamento.
«Entonces, muerto yo, se hará patente ,
En la tierra lo mismo que en el cielo.
Para alivio de pobres y consuelo,
Mi caridad ardiente.»
Una Vision se acerca y dice : «Hermano ,
La esperanza condeno
Del que aguarda á morir para ser bueno.
Una acción de piedad está en tu mano :
«Tus prójimos , según sus oraciones.
Están necesitados :
Para ser remediados
Han menester siquiera cien doblones. —
» I Cien doblones ! No es nada.
¿Y sí, porque Dios quiera, no me muero,
Y después me hace falta ese dinero,
Sería caridad bien ordenada ? —
«Avaro, ¿ te resistes ? Pues al cabo
Te anuncio que tu muerte está cercana. —
)Me muero? Pues que esperen á mañana.»
La Vision se volvió sin un ochavo.
FÁBULA VIIL
EL CAMELLO Y LA PULGA.
Al que ostenta valimiento
Cuando su poder es tal,
Que ni influye en bien ni en mal,
Le quiero contar un cuento.
En una larga jornada
Un camello muy cargado
I
FÁBULAS.
381
Exclamó, ya fatigado :
« 1 Oh qné carga tan pesada I »
Doña Pulga, que montada
Iba sobre él, al instante
Se apea, y dice an'ogante :
« Del peso te libro yo.»
El Camello respondió :
(( Gracias, señor elefante. »
FÁBULA IX.
EL CERDO, EL CARNERO Y LA CABRA.
Poco antes de morir el corderillo
Lame alegre la mano y el cuchillo
Que han de ser de su muerte el instrumento,
Y es feliz hasta el último momento.
Así, cuando es el mal inevitable ,
Es quien menos prevé más euvidialiK'.
Bien oportunamente mi memoria
Me presenta al Lechou de cierta hi.~toria.
Al mercado llevaba un carretero
Un Marrano, una Cabra y un Carnero.
Con perdón, el Cochino
Clamaba sin cesar en el camino :
« ¡ Esta sí que es miseria 1
Perdido soy, me llevan á la feria. »
Así gritaba; mas ¡ coir qué gruñidos !
No dio en su esclavitud tales gemidos
Hécuba la infelice.
El carretero al gi-uuidor le dice :
(( ¿ No mil-as al Carnero y á la Cabra,
Que vienen sin hablar una palabi-a.' —
j Ay, señor, le responde, j'a lo veo !
Son tontos y no piensan. Yo preveo
Nuestra muerte cercana.
A los dos por la leche y por la lana
QuÍ7,á no matarán tan prontamente ;
Pero á mi, que sny bueno solamente
Para pasto del hombre... no lo dudo :
Mañana comerán de mi menudo.
Adiós, pocilga; adiós, gamella mia.»)
Sutilmente su muerte preveía;
Mas ¿qué lograba el pensador MaiTano ?
Nada, sino sentirla de antemano.
El dolor ni los ayes es seguro
Que no reviediarán el mal futuro.
FÁBULA X.
EL LEÓN, EL TIGRE Y EL CAMINANTE.
Entre sus fieras garras oprimía
Un Tigre á un Caminante.
A los tristes quejidos al instante
Un León acudió : con bizarría
Lucha, vence á la fiera, y lleva al hombre
A sir regia caverna. «Toma aliento,
Le decía el León; nada te asombre ;
Soy t\\ libertador: estámi' atento.
¿Habrá bestia sañuda y enemiga
Que se atreva á mi fuerza incomparable?
Td puedes responder, ó que lo diga
Esa pintada fiera despreciable.
Yo, yo solo, monarca poderoso,"
Domino en todo el bosque dilatado.
¡ Cuántas veces la onza y aun el oso
Con su sangre el tributo me han pagado 1
Los despojos de pieles y cabezas,
Los huesos que blanquean este piso
Dan el más claro aviso
De mi valor sin par y mis proezas. —
Es verdad, dijo el hombre, soy testigo :
Los triunfos miro de tu fuerza airada,
Contemplo á tu nación amedrentada;
Al librarme venciste á mí enemigo.
En todo esto, señor, con tu licencia.
Sólo es digna del trono tu clemencia.
Sé benéfico, amable,
En lugar de despótico tirano ;
Porque, señor, es llano
Cjue el monarca será más venturoso
Cuanto hiciere á su pueblo más dichoso. —
))Con razón has hablado ;
Y ya me causa pena
El haber yo buscado
Mi propi.á gloria en la desdicha ajena.
En mis jóvenes años
El orgullo produjo mil errores,
Que me los lia encubierto con engaños
Una corte servil de aduladores.
)) Ellos me aseguraban de concierto
Que por el mundo todo
río reinan los humanos de otro modo;
Tú lo sabrás mejor; dimc, ¿y es cierto ?)i
FÁBULA XL
LA MUERTE.
Pensaba en elegir la reina Muerte
Un ministro de Estado :
Le quería de suerte
Que hiciese floreciente su reinado.
El Tabardillo, Gota, Pulmonía
Y todas las demás enfermedades,
Yo conozco, decía.
Que tienen excelentes calidades.
Mas ¿qué importa? La Peste, por ejemplo,
ün ministro sería sin segundo ;
Pero ya por inútil la contemplo.
Habiendo tanto médico en el nuindo.
Uno de éstos elijo... Mas no quiero,
Que están muy bien premiados sus servirías
Sin otra recompensa qu(í el dinero.
Pretendieron la plaza algunos vicios.
Alegando en su abono mil razones.
Consideró la Reina su importancia,
Y después de maduras retlexíones ,
El empleo ocupó la Intemperancia.
FÁBULA XII.
EL AMOR Y LA LOCURA.
Habiendo la Locura
Con el Amor reñido.
Dejó ciego de un golpe
Al miserable niño.
Venganza pide al cielo
Venus, mas ; con qué gritos 1
Era madre y esposa :
Con esto queda dicho.
Querellase á lns dioses.
Presentando á su hijo :
¿De qué sirven las flechas.
De qué el arco á Cupido,
Faltándole la vista
Para asestar sus tiros ?
Quítensele las alas
Y aquel ardiente cirio,
Si á su luz ser no pueden
Sus vuelos dirigidos.
Atendiendo á que el ciego
Siguiese su ejercicio,
Y á que la delincuente
Tuviese su castigo,
Júpiter, presidente
De la asamblea, dijo:
«Ordeno á la Locura,
Desde este instante mismo,
Que eternamente sea
De Amor el lazarillo.»
LIBRO SÉPTIMO.
FÁBULA PRIMERA.
EL RAPOSO ENFERMO.
El tiempo, que consume de hora en hom
Los fuertes murallones elevados,
Y lo mismo devora
Montes agigantados, , .
382
DON rÉLTX MARf A SAMANTEGO.
A nn Raposo qnif ó de dia en dia
Dientes, fuerza, valor, salud; de suerte
Que él mismo conocía
Que se hallaba en las garras de la muerte.
Cercado de parientes y de amigos,
Dijo en tróniula voz y lastimera :
«; Oh vosotros, testigos
De mi hora postrera ,
«Atentos escuchad un desengaño !
Mis ya pasadas culpas me atormentan ;
Ahora, conjuradas en mi daño,
¿No veis cómo á mi lado se presentan?
«Mirad, mirad los ganso» inocentes
Con su sangre teñidos,
y los pavos en partes diferentes,
Al furor de mis garras, divididos.
«Apartad esas aves que aquí veo,
Y me piden sus pollos devorados :
Su infernal cacareo
Me tiene los oidos penetrados. »
Los raposos le afirman con tristeza,
No sin lamerse labios y narices :
«Tienes debilitada la cabeza ;
Ni una pluma se ve de cuanto dices.
«Y bien lo puedes creer, que si se viese... —
¡ Oh glotones! callad; ya, ya os entiendo,
El enfermo exclamo; ¡si yo pudiese
Corregir las costumbres cual pretendo!
«¿No sentis que los gustos,
Si son contra la paz de la conciencia,
Se cambian en disgustos?
Tengo de esta verdad gran experiencia.
«Expuestos á las trampas y á los perros,
Matáis y perseguis á todo trapo.
En la aldea gallinas, y en los cerros
Los inocentes lomos del gazapo.
«Moderad, hijos mios, las pasiones;
Observad vida quieta y arreglada,
Y con buenas acc'oncs
Ganaréis cpinion muy estimada. —
«Aunque nos convirtamos en corderos.
Le respondió un oyente sentencioso,
Otros han de robar los gallineros
A costa de la fama del Eaposo.
«Jamas se cobra la opinión perdida:
Esto es lo uno. A más, ¿usted pretende
Que mudemos de vida?
Quien malas mañas ha... ya nsted me entiende.-
«Sin embargo, hermanilo, crea, crea...
El enfermo le dijo. Mas ¡qué siento!...
¿No ois que una gallina cacarea?
Esto sí que no es cuento. «
Adiós, sermón; escápase la gente.
El enfermo orador esfuerza el grito :
¿ Os vais, lierniaTifls'.^ Purs tened presente
Que no me haría daño algún pollito.
FÁBULA IT.
LAS EXEQUIAS DE LA LEONA.
En SU regia caverna, inconsolable
El rey león yacia,
Porque en el mismo dia
Murió ¡ cruel dolor ! su esposa amable.
A palacio la curte toda llega,
Y en fúnebre aparato se congi-ega.
En la cóncava gruta resonaba
Del triste rey el doloroso llanto;
Allí los cortesanos entre tanto
También gemian, porque el rey lloraba ;
Que si el viudo monarca se riera ,
La corte lisonjera
Trocara en risa el lamentable paso.
Perdone la difunta: voy al caso.
Entre tanto sollozo
El ciervo no lloraba, yo lo creo;
Porque, lleno de gozo ,
Miraba ya cumplido su deseo.
La tal reina le habia devorado
Un hijo y la mujer al desdichado.
Í¡1 cierYO, en fin, no llora;
El concurro lo ndviorto;
Ül monarca lo sabe, y en labora
Ordena con furor darle la muerte.
« ¿ Cómo podré llorar, el ciervo dijo ,
Si apenas puedo hablar de regocijo ?
Ya disfruta, gran rey, más venturosa,
Los Elíseos Campos vuestra esposa :
Meló ha revelado, á la venida,
Muy cerca dp la gruta aparecida.
Me mandó lo callase algún momento,
Porque gusta mostréis el sentimiento.»
Dijo así; y el concurso cortesano
Aclamó por milagro la patraña.
El ciervo consiguió que el soberano
Cambiase en amistad su fiera saña.
Los que en la indignación lian incurrido
De los grandes señores,
A veces í?í favor han conseguido
Con ser aduladores.
Mas no por esto advierto
Que el medio sea jmto; pues es cierto
Que á viás principes vicia
La adulación sereil que la malicia.
FÁBULA líL
EL POETA Y LA ROSA.
Una fresca mañana.
En el ñorido campo
Un Poeta buscaba
Las delicias de mayo.
Al peso de las flores
Se inclinaban los ramos,
Como para ofrecerse
Al huésped solitario.
Una Rosa lozana,
Movida al aire blando.
Le llama, y él se acerca,
La toma, y dice ufano :
«Quiero, Rosa, que vayas
No más que por un rato
A que la hermosa Clori
Te reciba en su mano.
Mas no, no , pobrecita ;
Que si vas á su lado ,
Tendrás de su hermosura
Unos celos amargos.
Tu suave fragancia.
Tu color delicado,
VA verdor de tus hojas
Y tus pimpollos caros
Entre estas florecillaa
Pueden ser alabados :
Mas junto á Clori bella,
Es locura pensarlo.
Marchita, cabizbaja,
Te ii-ias deshojando.
Hasta parar tu vida
En un desnudo cabo. «
La Rosa, que hasta entonces
No despegó sus labios ,
Le dijo, resentida :
« Poeta chabacano.
Cuando á un héroe quieras
Coronar con el lauro .
Del jardín de sus hechos
Has de cortar los ramos.
y)Por labrar su corona,
JVo es justo gue tus manos
Desnuden otras sienes
Que la vii'tud y el mérito adornaron.n
FÁBULA rv.
EL BUHO T EL HOMBBE.
Vivía en nn granero retirado
Un reverendo Buho, dedicado
A 808 meditaciones,
Sin olvidar la caza de ratones.
Se dejaba ver poco, maa con arte ;
'
FÁBULAS.
383
Al Gran Turco itnitabn, en osta parte.
El dueño del granen^
Por azar advirtió que en un madero
El pájaro nocturno
Con gravedad estaba tnoitiiriio.
El Hombre le miraba y se reia;
«¡ Qué carita de pascua ! le decia;
•Puede haber más ridículo visaje?
Vava, (\x\e. eres un raro personaje.
I Por qué no has de vivir alegremente
Con la pájara gente,
Seguir desde la aurora
A la turba canora
De jilgueros, calandrias, ruiseñores,
Por valles, fuentes, árboles y flores.' —
Piensas á lo vnl<;ar, eres un necio.
Dijo el solemne Buho con desprecio :
Mira, mira, ignorante,
A la sabiduría en mi semblante :
Mi aspecto, mi silencio, mi retiro.
Aun yo mismo lo admirn.
¡Si rara vez me digno, como sabe.s,
De visitar la luz, todas las aves
Me siguen y rodean : desde 1 uégo
Mi mérito conocen, no lo niego. —
¡ Ah tonto presumido,
El Hombre dijo así; ton entendido
Que las aves, mi;y lejos de admirarte,
Te siguen y rodean por bm-larte.
De ignorante orgulloso te motejan.
Como yo á aquellos hombrea que se alejan
Del trato de las gentes,
Y con extravagancias diferentes
Han llegado á doctores en la ciencia
De ser sabios no más que en la apariencia. »
De esta suerte de locos
Hay liombres como buhos, y iiojjocos.
FÁBULA V,
LA MOXA.
Subió una Mona á un nogal,
T cogiendo una nuez verde,
En la cascara la muerde :
Con que la supo mu}' mal.
• Arrojóla el animal ,
T se quedé sin comer.
As^í S7(ele sucede?'
A quien su empresa abandona,
Porque halla, como la mona,
Al 2>rincipio qué vencer.
FÁBULA VL
ESOPO Y Uíí ATEXIEJíSE.
Cercado de muchachos
Y jugando á las nueces.
Estaba el viejo Esopo
Más que tudos al gre.
« ¡ Ah pobre ! ya chochea »,
Le dijo un Atenúnse.
En respuesta, el anciano
Coge un arco que tiene
La cuerda floja, y diiv :
«Ea, si es que lo entiendes,
Dime, ¿qué significa
El arco de esta suert>!?))
Lo examina el de Atenas,
Piensa, cavila, vuelve,
Y se fatiga en vano.
Pues que no lo comprende.
El ñ-igio victorioso
Le dijo : «Amigo, advierte
Que romperás el arco
Si está tirante siempre ;
Si flojo, ha de servirte
Cuando tú lo quisieres. »
Si al ánimo estudioso
Algún recreo dieren,
Volverá ásus tareas
Mucho máí útihnentd.
FÁBULA YII.
DEMETRIO Y SIEXANDRO.
Si te falta el buen nomh-e,
labio, en vatio presumes
Oue en el mundo te tengan vor grande hombre,
Sin más que por tus galas y perfumes.
Demetrio el Fnlcriano se ajiodera
De Atenas, y aunque fué con tiranía,
De agradable manera
Los del vulgo le aclaman ú porfía.
Los grandes y los nobles distinguidos
Con fingido jilacerla mano besan
Que los tiene oprimidos;
Aun á los que en el ocio se embelesan
Y á la poltrona gente
Los arrastra el temor al cumplimiento.
Con ellos va Menandro juntamente.
Dramático escritor de gran talento.
Cuyas obras leyó, sin conocerle,
Demetrio. Con perfumes olorosos
Y pasos afectados entra. Al verle
Llegar entre los tardos perezosos.
El nuevo Archonte prorumpió, enojado :
«/, Con qué valor se pone en mi presencia
Ese hombre afeminado? —
Señor, le respondió la concuiTcncia,
Es Menandro el autor. » Al punto muda
De semblante el tirano :
Al escritor saluda,
Y con grata expresión le da la mano.
FÁBULA VIIL
LAS HORMIGAS.
Lo que hoy las Hormigas son ,
Eran los hombres antaño :
De lo propio y de lo extraño
Hacian su provisión.
Júpiter, que tal pasión
Notó de siglos atrás ,
No pudiendo aguantar más.
En hormig.as los trasforma:
Ellos mudaron de foruia;
¿i de costumbres'.' Jamas.
FÁBULA IX.
LOS GATOS ESCRUPULOSOS.
A las once y aun más de la mañana
La cocinera Juana,
Con pretexto de hablar á la vecina.
Se sale, cierra, y deja en la cocina
A Micifuf j Zapiron hambrientos.
Al punto, pues no gastan cumplimientoa
Gatos enhambrecidos.
Se avanzan A probar de loa cocidos.
«; Fú, dijo Zapiron, maldita olla!
¡ Cómo abrasa ! Veamos esa polla
Que está en el asador lejos del fuego.»
Ya también escaldado, desde luego
Se arrima Micifuf, y en un instante
Muestra cada trinchante
Que en el arte cisoria, sin gran pena,
Pudiera dar lecciones á Villena,
Concluido el asunto.
El señor Micifuf tocó este punto.
Vtrum si se podia ó no en conciencia
Comer el asador. (( ¡ Oh qué demencia I
Exclamó Zapiron en altos gritos,
I Cometer el mayor de los delitos !
¿No sabes que el hen-ero
Ha lleva<lo por él mucho dinero,
Y que, si bien la cosa se examina.
Entre la batería de cocina
No hay un mueble más serio y respetable?
Tu pasión te ha engañado, miserable. »
Micifvf en efecto
Abandonó el proyecto;
Pues eran loa dos Gatoq
334
DON FÉLIX MARÍA SAMANIEGO.
De suerte timoratos ,
Que sí el d¡al>lo. tentando sus pasiones,
Les pusiese asadores á millones
(No hablo yo de las pollas), ó me engaño,
O no comieran uno en todo el año.
VA MISMA FÁBULA DE OTRO MODO.
¡Qué dolorl por un descuido
Micifuf y Zapiron
Se comieron un capón,
En un asador metido.
Después de haberse lamido.
Trataron en conferencia
Si obrarían con prudencia
En comerse el asador.
¿Le comieron? No smor.
Mra caso de conciencia.
FÁBULA X.
EL ÁGUILA Y LA ASAMBLEA DE LOS ANIMALES.
Todos los animales cada instante
Se quejaban A Júpiter tonante
De la misma manera
Que si fuese un alcalde de montera.
El Dios, y con razón, amostazado
Viéndose importunado.
Por dar fin de una vez alas querellas.
En lugar de sus rayos y centellas.
De receptor envia desde el cielo
Al Águila rapante, que de un vuelo
En la tierra juntó los animales,
T expusieron en suma cosas tales.
Pidió el león la astucia del raposo;
Éste de aquél lo fuerte y valeroso;
Envidia la paloma al gallo ñero;
El gallo á la paloma lo ligero.
Quiere el sabueso patas más felices,
Y cuenta como nada sus narices.
El galgo lo contrario solicita;
Y en fin, cosa inaudita,
Los peces, de las ondas ya cansados ,
Quieren poblar los bosques y los prados;
Y las bestias, dejando sus lugares.
Surcar las olas de los anchos mai-es.
Dpspues de oirlo tudo ,
El Águila concluye de este modo :
«¿Ves, maldita caterva impertinente ,
Que entre tanto viviente
De uno y otro elemento.
Pues nadie está contento,
No se encuentra feliz ningún destino?
Pues ¿para qué envidiar el del vecino ? »
Con solo este discurso,
Aun el bruto mayor de aquel concurso
Se dio por convencido.
De modo que es sabido
Qiie ya sólo se matan los humanos
Jbn envidiar la suerte á sus herma tíos.
FÁBULA XL
LA PALOMA.
Un pozo pintado vio
Una paloma sedienta :
Tiróse á él tan viíilenta,
Que contra la tabla dio.
Del golpe, al suelo cayó ,
T allí muere de contado.
De su apetito guiado,
Por no consultar al juicio,
Asi vuela al jireeipicio
JEl liomhre desenfrenado.
FÁBULA XIL
EL CHIVO AFEITADO.
«Vaya una quisicosa.
Cuál es el animal más presumido ,
Que rabia por hacerse distinguido
Entre sus semejantes,
Te he de regalar un par de guantes.
No es el pavón , ni el gallo,
Ni el león , ni el caballo;
Y así, no me fatigues con demandas. —
¿Será tal vez... el mono? — Cerca le andas, —
¿El mico? — Que te quemas ;
Pero no acertarás : no, no lo temas.
Déjalo, no te canses el caletre.
Yo te diré cuál es : el Petimetre, »
Este vano orgulloso
Pierde tiempo, doblones y reposo
En hacer distinguida su figura.
No para en los adornos su locura ;
Hace estudio de gestos y de acciones
A costa de violentas contorsiones ;
De perfumes va siempre prevenido ;
No quiere oler á hombre ni en descuido.
Que mire, marche ó hable,
En todo busca hacerse rcmarcahle.
¿Y qué consigue? Lo que todo necio :
Cuanto más se distingue, más desprecio.
En la historia siguiente yo me fundo.
Un Chivo, como muchos en el mundo,
Vano extremadamente.
Se miraba al espejo de una fuente.
((¡ Qué lástima, decía.
Que esté mi juventud y lozanía
Por siempre disfrazada
Debajo de esta barba tan poblada!
¿Y cuándo i' Cuando en todas las naciones
No tienen ni aun bigotes los varones ;
Pues ya cuentan que sojí los moscovitas,
Si barbones ayer, hoy señoritas.
I Qué cabrunos estilos tan groseros!
A bien que estoy en tierra de barberos.»
La historia fué en Tetuan, y todo el día
La barberil guitarra se sentía,
El Chivo fué, guiado de su tono,
A la tienda de un mono,
Barberillo afamado,
Que afeitó al señorito de contado.
Sale barbilampiño á la campaña.
Al ver una figura tan extraña,
No hubo perro ni gato
Que no le hiciese biirla al mentecato.
Los chivos le desprecian de manera,
Que no hay más que decir. ¡Quién lo creyeral
Un respetable macho
Dicen que se rió como uiji muchacho.
Si ftciertas, Juana hermosa,
LIBRO OCTAVO.
k ELISA.
FÁBULA PEIMERA,
EL NAUPEAGIO DE SIMÓNIDES.
En tanto que tus vanas compañeras,
Cercadas de galanes seductores.
Escuchan placenteras
En la escuela de Venus los amores,
Elisa , retirada te contemplo
De la diosa Minerva al sacro templo.
Ni eres menos donosa,
Ni menos agraciada
Que Clori , ponderada
De gentil y de hermosa;
Pues, Elisa divina, ¿por qué quieres
Huir en tu retiro los i)laceres í
1 Oh sabía, qué bien haces
En estimar en poco la hermosura.
Los placeres fugaces.
El bien que sólo dura
Como rosa que el ábrego marchita I
Tu prudencia infinita
Busca el sólido bien y permanente
En la virtud y ciencia solamente.
Cuando el tiempo implacable con presteza,
Q los males tal vez inopinados,
PABÜLAí^.
385
Se lleven la hermosura y gentileza,
Con lágrimas estériles llorados
Serán aquellos dias que se íueron
Y á juegos vanos tus amigas dieron;
Pero á tu bien estable
No hay tiempo ni accidente que consuma:
Siempre serás feliz, siempre estimable.
Eres sabia , y en suma
Este bien de la ciencia no perece.
Oye cómo esta fábula lo explica,
Que mi respeto á tu virtud dedica.
Simúnides en Asia se enriquece,
Cantando á justo precio los loores
De algunos generosos vencedores.
Este sabio poeta, con deseo
De volver á su amada patria Cco,
Se embarca, y en la mar embravecida
Fué la misera nave sumergida.
De la gente á las ondas arrojada.
Sale quien diestro nada,
Y el que nadar no sabe
Fluctúa en las reliquias de la nave.
Pocos llegan á tierra, afortunados.
Con las náufragas tablas abrazados.
Todos cuantos el oro recogieron.
Con el peso abrumados, perecieron.
A Clecémone van. AUi vivia
Un varón literato , que leia
Las obras de Simónidcs , de suerte
Que al conversar L s náufragos, advierte
Que Simónides habla , y en su estilo
Le conoce; le presta todo asilo
De vestidos, criados y dineros;
Pero á sus compañei'os
Les quedó solamente por sufragio
Mendigar con la tabla del naufragio.
FÁBULA 11.
EL FILÓSOFO Y LA PULGA,
Meditando á sus solas cierto dia,
Un pensador Filósofo decia :
«El jardin adornado de mil flores,
Y diferentes árboles mayores,
Con su fruta sabrosa enriquecidos,
Tal vez entretejidos
Con la frondosa vid que se derrama
Por una y otra rama.
Mostrando á todos lados
Las peras y racimos desgajados,
Es cosa destinada solamente
Para que la disfruten libremente
La oruga, el caracol , la mariposa :
No se persuaden ellos otra cosa.
))Los pájaros sin cuento,
Burlándose del viento.
Por los aires sin dueño van gir&ndo.
El milano cazando
Saca la consecuencia :
Para mi los crió la Providencia.
El cangr^'jo, en la playa envanecido.
Mira los anchos mares, persuadido
A que las olas tienen por empleo
Sólo satisfacerle su deseo.
Pues cree que van y vienen tantas veces
Por dejarle en la t)rilla ciertos peces.
No hay, prosigue el Filósofo profundo,
Animal sin orgullo en este mundo.
El hombre solamente
Puede en esto alabarse justamente.
))Cuando yo me contemplo colocado
En la cima de un risco agigantado.
Imagino que sirve á mi persona
Todo el cóncavo cielo de corona.
Veo á mis pies los mares espaciosos,
Y los bosques umbrosos.
Poblados de animales diferentes,
Las escamosas gentes,
Los brutos y las fieras,
Y las aves ligeras,
Y cuanto tiene alimento
í, PS.-XYUI,
En la tierra, en el agua y en el viento,
Y digo finalmente : Todo es mió.
I Oh grandeza del hombre y poderío I n
Una Pulga que oyó con gran cachaza
Al Filósofo maza.
Dijo: «Cuando me miro en tus narices,
Como tú sobre el risco que nos dices,
Y contemplo á mis pies aquel instante
Nada menos que al hombre dominante,
Que manda en cuanto encierra
El agua, viento y tierra,
Y que (1 tal poderoso caballero
De alimento me sirve cuando quiero,
Concluyo finalmente : Todo es raio.
j Oh grandeza de Pulga y poderío ! »
Así dijo, y saltando se le ausenta.
De ísic modo xr afrenta
Aun al más poderoso
Cuando se muestra vano y orgulloso.
FÁBULA IIL
EL CAZADOR Y LOS C0XEJ03.
Poco antes qiie esparciese
Sus cabellos en hebras
El ruliicundo Apolo
Por la faz de la tierra,
De cazador armado,
Al soto Fabio llega.
Por el nudoso tronco
De cierta encina vieja
Sube para ocultarse
En las ramas espesas.
Los incautos conejos
Alegres se le acercan.
Uno dil verde prado
Igualaba la y» rba ;
Otro, cual jardinero,
Las Áorccillas siega ;
^\ tomillo y romero
Este y aquél cercenan ;
Entre tanto al más gordo
Fabio su tiro asesta ;
Dispara , y al estruendo
Se meten en sus cuevas
Tan repentinamente.
Que á muchos pareciera
Que, salvo el muerto, á todos
Se los tragó la tierra.
Des))ucs de tanto espanto,
¿ Habrá alguno que crea
Que de allí á poco rato
La tímida caterva.
Olvidando el peligro,
Al riesgo se presenta?
(A)sa extraña parece ,
Mas no se admiren de ella.
¿Acaso los humanos
Hacen de otra manera?
FÁBULA ÍV.
EL FILÓSOFO Y EL FAISÁN,
Llevado de la dulce melodía
Del cántico variado y delicioso
Que en un bosque frondoso
Las aves forman, saludando al dia,
Entró cierta mañana
Un sabio en los dominios de Diana.
Fus pasos esparcieron el espanto
En la agradabh; estancia;
Interrúmpese el canto;
Las aves vuelan á mayor distancia;
Todos los animales, asustados,
Huj'cn delante de él precipitados,
Y el Filósofo queda
Con itn triste silencio en la arboleda.
Marcha con cauto paso ocultamente;
Descubre sobre un árbol eminente
A un Faisán, rodeado de su cría,
25
m
DON FÉLIX MARÍA SAMANIEGO.
Que con amor materno la decía:
<( Hijos mios , pues ya que en mis lecciones
Largamente os bable de los milanos,
De los buitres y halcones ,
Hoy hemos de tratar de les humanos.
La oveja en leche y lana
Da abrigo y alimento
Para la raza humana,
Y en agradecimiento
A tan gran liicnhechora,
J^a mata el hombre mismo y la devora.
A la abeja, que labra sus panales
Artificiosamente ,
La roba, come, vende sus caudales,
Y la mata en ejércitos su gente.
¿Qué recompensa, en suma.
Consigue al fin ei ganso miserable
Por el precioso bien, incomparable,
De aj'udaí- á las ciencias con su pluma?
Le da muerte temprana el hombre ingrato,
Y hace de su cadáver un gran plato.
Y pues que los humanos son peores
Que milanos y azores
Y que toda perversa criatura,
Huií-éis con horror de su ligura.»
Así charló, y el hombre se presenta.
«Ese es», grita la madre, y al instante
La familia volante
Se desprende del árbol y se ausenta.
¡ Oh cómo habhj el Faisán ! jVtis ¡qué dijera
El Filósofo exclama, .</ supiera
Que en sus propios /un» anos
La ingratitud ejercen los humanosl
FÁBULA V.
EL ZAPATERO MÉDICO.
Un inhábil y hambriento Zapatero
En la corte por médico corria ;
Con un contraveneno que fingia
Ganó fama y dinero.
Estaba el Rey postrado en una cama.
De una grave dolencia;
Para hacer experiencia
Del talento del médico, le llama.
El antídoto pide, y en un vaso
Finge el Rey que le mezcla con veneno:
Se lo manda beber; el tal Galeno
Teme morir, confiesa todo el caso,
Y dice que sin ciencia
Logró hacerse doctor de grande precio
Por la credulítlad del vulgo necio.
Convoca el Rey al pueblo. « i (Jué demencia
Es la vuestra, exclamó, que habéis nado
La salud francamente
De un hombre á quien la gente
Ni aun quería fiarle su calzado ! »
Esto para los crédulos se cuenta,
JEn quienes tiene el charlatán su renta.
FÁBULA VL
EL MITBCIÉLAGO Y LA COMADREJA.
Cayó, sin saber cómo.
Un Murciélago á tierra ;
Al instante le atrapa
La lista Comadreja.
Clamaba el desdichado.
Viendo su muerte cerca.
Ella le dice: « Mucre ;
Que por naturaleza
Soy mortal enemiga
De todo cuanto vuela.»
El avechucho grita ,
Y mil veces protesta
Que él es ratón , cual todos
Los de su descendencia.
Con esto ¡qué fortuna I
El preso se liberta.
Pasado cierto tiempo.
No sé de qué manera,
Segunda vez le pilla:
El nuevamente ruega;
Mas ella le risponde
Que Júpiter la ordena
Tenga paz con las aves ,
Con los ratones guerra.
«¿ Soy yo ratón acaso ?
Yo creo que estás ciega.
¡Quieres ver cómo vu.lo 1 —
En efecto, le deja,
Y á merced de su ingenio
Libre el pájaro vuela.
Aepii aprendió de Esopo
La gente marinera ,
Murciélagos que fitigen
Pasapoi'ie y bandei'a.
No importa que haya pocos
Ingleses comadrejas;
Tal vez puede de un riesgo
Sacarnos vna treta.
FÁBULA VTL
LA MARIPOSA Y EL CARACOL.
Aunque te haya elevado la fortuna
Desde el polvo á los cuernos de la luna,
Sí hablas, Fabio, al humilde con desprecio.
Tanto como eres grande serás necio.
¡ Qué ! ¿te irritas? /Te ofende mi lenguaje?
((No se habla de ese modo á un personaje.»
Pues haz cuenta, señor, que no me oiste,
Y escucha á un Caracol. Vaj-a de chiste.
En un bello jardín, cierta mañana,
Se puso muy ufana
Sobre la blanca rosa
Una reciennacida Mariposa.
El sol resplandeciente
Desde su claro oriente
Los rayos esparcía;
Ella, á su luz, las alas extenJia,
SiJlo porque envidiasen sus colores
Manchadas aves y pintadas flores.
Esta vana, preciada de belleza,
Al volver la cabeza ,
Víó muy cerca de si, sobre una rama,
A un pardo Caracol. La bella dama,
Irritada, exclamó: «¡Cómo, grosero,
A mi lado te acercas? Jardinero,
I üe qué sirve que tengas cou cuidado
Él jardín cultivado,
Y guarde tu desvelo
La rica fruta del rigor del hielo ,
Y los tiernos botones de las jjlantas,
Si ensucia y come todo cuanto plantas
Este vil Caracol de baja esfera?
O mátale al instante, ó vaya fuera. —
)) Quien ahora te oyese,
Si no te conociese,
Respondió el Caracol , en mi conciencia,
Que pudiera temblar en tu presencia.
Mas díme, miserable criatura.
Que acabas de salir de la basura,
/ Puedes negar que aun no hace cuatro días
Que gustosa solías
Como humilde reptil andar conmigo,
Y yo te hacia honor en ser tu amigo?
¿No es también evidente
Que eres por línea recta descendiente
De las orugas, pobres hilanderos ,
Que , mirándose en cueros ,
De sus tripas hilaban y tejían
Un fardo, en que el invierno se metían,
Como tú te has metido,
Y aun no hace cuatro días que has salido?
Pues si éste fué tu origen y tu casa ,
¿ Por qué tu ventolera se propasa
A despreciar á un Caracol honrado?»
El que tiene de vidrio su tejado,
fIbulas.
K-ifn logra de lueiio
CvH tira?- las pedradas al ajeno.
FÁBULA VIII.
LOS DOS TITIRITEROS.
Todo el pueblo , admirado,
Estaba en una plaza amontonado,
V en medio se empinaba un Titerero,
Enseñando una bolsa sin dinero.
« Pase de mano en mano, les decia;
Señores, no hay engaño, está vacía.»
Se la vuelven; la sopla, y al momento
Derrama pesos duros, ¡ qué portento 1
Levántase un murmullo de repente.
Cuando ven por encima de la gente
Otro Titiritero á competencia.
Queda en espectacion la concurrencia
Con silencio profundo.
Cesó el primei'O, y empezó el segundo.
Presenta de licor unas botellas;
Algunos se arrojaron hacia ellas,
Y al punto las hallaron trasformadas
En sangrientas espadas.
Muestra un par de bolsillos de doblones;
Dos personas, sin duda dos ladrones,
Les echaron la garra muy ufanos,
Y se ven dos cordeles en sus manos.
A un relator cargado de procesos
Una letra le enseña de mil pesos.
«Sople usted»; sopla el hombre apresurado,
Y le cierra los labios un candado.
A un abate arrimado á su cortejo
Le presenta un espejo,
Y al mirar su retrato peregrino ,
Se vio con las orejas de pollino.
A un santero le manda
Que se acerque; le pilla la demanda ,
Y allá con sus hechizos
La convirtió en merienda de chorizos.
A un joven desenvuelto y rozagante
I^e regala un diamante:
Este le dio á su dama, y en el punto
Pálido se quedó como un difunto,
ítem más sin narices y sin dientes.
Allí fué la rechifla de laa gentes,
La burla y la chacota.
El primer Titerero se alborota;
Dice por el segundo con denuedo:
« Ese hombre tiene un diablo en cada dedo.
Pues no encierran virtud tan peregrina
Los polvos de la madre Celestina.
Que declare su nombre.»
El concurso lo pide, y el buen hombre
Entonces, más modesto que un novicio,
Dijo: «No soy el diablo, sino el vicio. »
FÁBULA IX.
EL RAPOSO Y EL PERRO.
De un modo muy afable y amistoso
El Mastín de un pastor con un Raposo
Se solia juntar algunos ratos.
Como tal vez los perros y los gatos
Con amistad se tratan. Cierto dia
El Zorro á su compadre le decia :
«Estoy muy irritado;
Los hombres por el mundo han divulgado
Que mi raza inocente (¡qué injusticia i)
Les anda circumcirca en la malicia.
j Ah maldita canalla 1
Si yo pudiera.. » En esto el Zorro calla,
Y erizado se agacha. « Soy perdido,
Dice, los cazadores he oido.
¿Que me sucede? — Nada.
No temas, le responde el camarada ;
Son las gentes que pasan al mercado.
Mira, mira, cuitado.
Marchar haldas en cinta á mis vecinas,
Coronadas con cestas de gallinas, »
No estoy, dijo el Raposo, para fiestas:
Vete con tus gallinas y tus cestas,
Y satiriza á otro. Porque sabes
Que robaron anoche algunas aves,
I He de ser yo el ladrón?— En mi conciencia,
Que hablé, dijo el Mastín, con inocencia,
¿Yo pensar (jue has robado gallinero,
Cuando siempre te vi como un cordero? —
¡ Cordero ! exclama el Zorro : no hay aguante.
Que cordero me vuelva en el instante.
Si he hurtado el que falta en tu majada. —
¡ Hola! concluye el IVrro, camar.ida,
El ladrón es usted, .según se explica.»
El estuche molar al punto aplica
Al mísero Rai)oso,
Para que así escarmiente el cosquilloso.
Que de las fabulillas se resiente.
Si no estás inocente,
Dime, ¿por qué no bajas las orejas ?
Y si acaso lo estás, ¿de qué te quejas?
38Í
LIBRO NOVENO.
FÁBULA PRIMERA.
EL GATO Y LAS AVES.
Charlatanes se ven por todos lados.
En plazas y cu estrados,
Que ofrecen sus servicios ¡cosa rara!
A todo el mundo por su linda cara.
Este, químico y médico excelente.
Cura á todo doliente :
Pero gratis : no se hable de dinero.
El otro, petimetre caballero,
Canta, toca, dibuja, borda, danza,
Y ofrece la en.señanza
Gratis, por afición, á cierta gente.
Veremos en la fábula siguiente
Si puede haber en esto algún engaño.
La prudente cautela no hace daño.
Dejando los desvanes y rincones,
El señor Mirriniiz, gato de maña,
Se salió de la villa á la campaña.
En paraje sombrío,
A la orilla de un rio.
De sauces coronado.
En unas matas se quedó agachado.
El Gatazo callaba como un muerto,
Escuchando el concierto
De dos mil avecillas.
Que en las ramas cantaban maravillas;
Pero callaba en vano.
Mientras no se acercaban á su mano
Los músicos volantes; pues quería
Mirrimi: arreglar la sinfonía.
Cansado de esperar, prorumpe al cabo.
Sacando la cabeza: Uraro, bravo.
La turba calla: cada cual procura
Alejarse ó meterse en la espesura;
Mas él les persuadií') con buenos modos,
Y al fin logró que le escucha.sen todos.
«No soy Gato montes ó campesino;
Soy honrado vecino
De la cercana villa :
Fui Gato de un maestro de capilla;
La música aprendí, y aun, si me empeño,
Veréis cómo os la enseño,
Pero gratis y en menos de una hora.
¡Qué cosa tan sonora
Será el oir un coro de cantores,
Verbigracia calandrias, ruiseñores!»
Con estas y otras cosaa diferentes,
Algunas de las aves inocentes
Con manso vuelo á Mirrimiz llegaron :
Todas en torno de él so colocaron.
Entonces con más gracia
Y más diestro que el músico de Tracia,
Echando su compás hacia el más gordo,
Consigue gratis merendarse un tordo,
888
DON FÉLIX MARÍA SAMANIEGO.
FÁBULA IL
LA DANZA PASTORIL.
A la sombra que onece
Un gran peñón tajado ,
Por cuyo pié corría
Un arroj-uelo manso,
Se formaba en estío
Un delicioso prado.
Los árbolf"! silvestres
Aquí y allí plantados,
El suelo siempre verde,
De mil flores sembrado,
Más agradable hacían
El lugar solitario.
Contento en ól pasaba
La siesta, recostado
Debajo de una encina,
Con el albogue, Bato.
Al son de sus tonadas,
Los pastores cercanos.
Sin olvidar algunos
La guarda del ganado,
Descendían ligeros
Desde la sierra al llano.
Las honestas zagalas,
Según iban llegando,
Bailaban lindamente,
Asidas de las manos.
En torno de la encina
Donde tocaba Bato.
De las espesas ramas
Se veia colgando
Una guirn.'ihla bella
De rosas y amaranto.
La fiesta presidia
Un mayoral anciano;
Y ya que el regocijo
Bastó para descanso,
Antes que se volviesen
Alegi"es al rebaño.
El viejo presidente
Con su corvo cayado
Alcanzó la guirnalda
Que pendía del árbol,
Y coronó con ella
Los cabellos dorados
De la gentil zagala
Que con sencillo agrado
Supo ganar á todas
Eu modestia y recato.
Si la vh'tufl premiaran
Asi los cortesanos,
io sé que no huiría
Desde la cóHe al camj^o.
FÁBULA ÍII.
LOS DOS PERROS.
Procure ser en todo lo posihle,
El que ha de reprender, irrejjrensihle.
Sultán, perro goloso y atrevido.
En su casa robó, por un descuido.
Una pierna excelente de carnero.
Pinto, gran tragador, su compañero,
Le encuentra con la nresa encarnizado
Ojo al través, colmillo acicalado.
Fruncidas las narices y gruñendo.
« i Qué cosa estás haciendo ,
Desgraciado Sultán? Pinto le dice j
¿No sabes, iufelíce.
Que un Perro infiel, ingrato.
No merf.ce ser PeiTo, sino gato?
lAl amo, que nos fia
La custodiado casa noche y día ,
Nos halaga, nos cuida y alimenta,
Le das tan buena cuenta,
Que le robas, goloso,
La pierna del carnero más jugoso 1
Como amigo te ruego
Jío la maltrates más: déjala luego, —
Hablas, dijo Sultán, perfectamente.
Una dnda me queda solamente
Para seguir al punto tu consejo :
Di, ¿te la comerás, si yo la dejo?»
FÁBULA IV.
LA MODA.
Después de haber corrido
Cierto danzante mono
Por cantones y plazas.
De ciudad en ciudad, el mundo todo,
Logró, dice la historia,
Aunque no cuenta el cómo.
Volverse libremente
A los campos del África orgulloso.
Los monos al viajero
Eociben con más gozo
Que á Pedro el czar los rusos.
Que los griegos á Ulíscs generoso.
De leyes, de costumbres,
Ni él habló, ni algún otro
Le preguntó palabra ;
Pero de trajes y de modas todos.
En cierta jerigonza.
Con extranjero tono,
Les hizo un gran detalle
De lo más reniarcahle á los curiosos.
«Empecemos, decían,
Aunque sea por poco.»
Hiciéronse zapatos
Con cascaras de nuec s, por lo pronto;
Toda la raza mona
Andaba con sus choclos,
Y el no traerlos era
Faltar á la decencia y al decoro.
Un leopardo hambriento
Trepa para los monos :
Ellos huir intentan
Á salvarse en los árboles del soto.
Las chinelas lo estorban,
Y de muy fácil modo
Aquí y allí mataba,
Haciendo á su placer dos mil destrozo!.
En Tetuan, desde entonces
Manda el senado docto
Que cualquier uso ó moda.
De países cercanos ó remotos.
Antes que llegue el caso
De adoptarse en el propio,
Haya de examinarse,
En'junta de políticos, á fondo.
Con tan justo decreto
Y el suceso horroroso,
}De jaron tales modas?
Primero dejarían de ser monos.
FÁBULA V.
EIi LOBO T EL MASTUT.
Trampas, redes y perros
Los celosos pastores disponían
En lo oculto del bosque y de los cerros,
Porque matar querían
A un Lobo por el bárbaro delito
De no dejar á vida ni un cabrito.
Hallóse cara á cara
Un Mastín con el Lobo de repente,
Y cada cual se para.
Tal como en Zama estaban frente á frente,
Antes de la batalla, muy serenos
Aníbal y Scipion, ni más ni menos.
En esta suspensión, treguas propone
El Lobo á su enemigo.
El Mastín no se opone.
Antes le dice : «Amigo,
Es cosa bien extraña, por mi vida.
Meterse un señor Lobo á cabricida.
Ese cuerpo brioso
Y de pujanza fuerte,
FÁBULAS.
Que mate al jabalí, que venza al oso.
Mas ¿qué dirán al verte
Que lo valiente y fiero
Empleas en la sangre de un cordero?»
El Lobo le responde : «Camarada,
Tienes mucha razón: en adelante
Propongo no comer sino ensalada.»
Se despiden y toman el portante.
Informados del hecho
Los pastorea, se apuran y patean;
Agarran al Mastín y le apalean.
Digo que fué bien hecho;
Pues en vez de ensalada, en aquel año
Se fué comiendo el Lobo su rebaño.
¿Con nna reprensión, con vn con/iejo
Se pretende quUar vn virio añejo'
FÁBULA VL
LA HERMOSA Y EL ESPEJO.
Anarda la bella
Tenía un amigo
Con quien consultaba
Todos sus caprichos :
Colores de moda,
Más ó menos vivos.
Plumas, sombrerete,
Lunares y rizos
Jamas en su adorno
Fueron admitidos ,
Si él no la decia:
Gracioso, bonito.
Cuando su hermosura.
Llena de atractivo.
En sus verdes años
Tenía más brillo.
Traidoras la roban
(Ni acierto á decii-lo)
Las negras viruelas
Sus gracias y hechizos.
Llegóse al Espejo :
Este era su amigo;
Y como se jacta
De fiel y sencillo.
Lisa y llanamente
La verdad la dijo.
Anarda, furiosa,
Casi sin sentido,
Le vuelve la espalda.
Dando mil quejidos.
Desde aquel instante
Cuentan que no quiso
Volver á consultas
Con el sí;ñor mió.
«Escúchame, Anarda :
Si buscas amigos
Que te representen
Tus gracias y hechizos,
Mas que no te adviertan
Defectos y aun vicios.
De aquellos que nadie
Conoce en sí mismo,
Dime, ¿de qué modo
Podrás con-egirlos?»
FÁBULA VIL
EL VIEJO Y EL CHALAN.
«Fabio está, no lo niego, muy notado
De una cierta pasión, que le domina ;
Mas ¿qué importa, señor? Si se examina,
Se verá que es un mozo muy honrado,
Generoso, cortes, hábil, activo,
Y que de todo entiende
Cuanto pide el empleo que pretende. —
Y qué, ¿no se le dan?... ¿Por qué motivo?..
Trataba un Viejo de comprar un perro
Para que le guardase los d'j'ilones ;
Le decia el Chalan estas razones :
«Con un collar de hierro
Que tenga el animal, échenle gente:
Es hermoso, pujante,
Leal, bravo, arrogante;
Y aunque tiene la falta solamente
De ser algo goloso... —
¿Goloso? dice el rico; no le quiero.—
Ño es para marmitón ni despensero,
Continua el Chalan muy premuroso;
Sino para valiente centinela. —
Menos, concluye el Viejo;
Dejará que me quiten el pellejo
Por lamer entre tanto la cazuela.»
FÁBULA VIII.
LA GATA COX CASCABELES.
Salió cierta mañana
Zapaqiiilda al tejado
Con un collar de grana.
De pelo y cascabeles adornado.
Al ver tal maravilla,
Del alto corredor y la guardilla
Van saltando los gatos de uno en uno.
Congrégase al instante
Tal concurso gatuno
En torno de la dama rozagante,
Que entre flexibles colas arboladas
Apenas divisarla se podia.
Ella con mil monadas
El ca.scabcl parlero sacudía:
Pero cesando al fin el sonsonete,
Dijo que por juguete
Quitó el collar al perro su señora,
y se le puso á ella.
Cierto que Zapaquilda estaba bella,
A todos enamora.
Tanto, que en la gatesca compañía,
Cuál dice su atrevido pensamiento,
Cuál se encrespa celoso ;
Eiñen éste y aquél con ardimiento,
Pues con ansia quería
Cada gato soltero ser su esposo.
Entre los arañazos y maullidos
Levántase Gartaf, gato prudente,
Y á los enfurecidos
Les grita : «Novel gente ,
¡Gata con cascabeles por esposa!
¿Quién pretende tal cosa?
¿No veis que el cascabel la caza ahuyenta^
Y que la dama hambrienta
Necesita sin duda que el marido.
Ausente y aburrido,
Busque la provisión en los desvanea,
Mientras ella, cercada do galanes,
Porque el mundo la vea,
De tejado en tejado se ¡laKca?»
Marchóse Zapoqvildu convencida,
Y lo mismo quedó la concurrencia,
¡Cuántos chascos se llt riu> rn la vida
Los que no miran más que ¡a apariencia/
FÁBULA IX.
EL RtriSESOB Y EL MOCHUELO.
Una noche de Mayo,
Dentro de un bo.sque espeso,
Donde, según reinaba
La triste oscuridad con el silencio.
Parece que tejí í a
Su habitación Morfeo;
Cuando todo viviente
Disfrutaba de dulce y blando sueño ,
Pendiente de una rama
Un Ruiseñor parlero
Empezó con sus aycs
A publicar sus dolorosos celos.
Después de mil querellas.
Que llegaron al cielo,
A cantar empezaba
La antigua historia del infiel Teseo
389
390
DON FÉLIX MABIA SAMANIEGO.
Cuando, siu saber como,
Un cazador mochuelo
Al músico arrebata
Entre las corvas uñas prisionero.
Jamas Pan con la flauta
Tirualó sus gorjeos ,
Ni jcsonótan grata
La dulce lira del divino Orfeo;
No obstante, ruando daba
¡Sus últimos lamentos,
Los vecinos del bosque
Aplaudian su muerte; yo lo creo.
Si con sus serenatas
El mismo Furinclo
Viniese á despertarme
Mientras que yo dormía en blando lecho,
En lugar de los hraros,
Diría : «Caballero,
¡ Que no viniese ahora
Para tal ruiseñor algún mochuelo!»
Clori time »i¡l ¡/r^i'^ias,
¿Y qué logra con eso:'
Ha cerse fa st ¡diosa
Par no querer usarlas á su tiempo.
FÁBULA X.
EL AMO Y EL PEERO.
«Callen todos los perros de este mundo
Donde está mi Palomo:
Es fiel, decia el Amo, sin segxindo,
Y me guarda la casa... Pero ¿cómo?
))Con la despensa abierta
Le dejé cierto dia :
En metilo de la puerta.
De guardia se plantó con bizarría,
»Un formidable gato.
En vez de perseguir á los ratones,
Se venía, guiado del olfato,
A visitar chorizos y jamones.
))Palo/no le despide l)uenamente;
El gatazo se encrespa y acalora;
Riñen sangrientamente,
Y mí guarda-jaiiiones le devora. »
Esto contaba el Amo á sus amigos,
Y después á su casa se los lleva
A que fuesen testigos
De tal fidelidad en otra prueba.
Tenía al buen Palomo prisionero
Entre manidas pollas y perdices ;
Los sebosos ríñones de un carnero
Casi casi le untaban las narices.
Dentro de este retiro á penitencia
El triste fué metido.
Después de algunos dias de abstinencia.
Al fin, ya su señor, compadecido,
Abre con sus amigos el encierro :
Sale rabo entre piernas, agachado ;
Al Amo se acercaba el pobre Perro ,
Lamiéndose el hocico ensangrentado.
El dueño se alborota y enfurece
Con tan fatales nuevas.
Yo le preguntarla: ¿Y qué merece
Quien la v^irtud expone á tales pruebas?
FÁBULA XL
LOS DOS CAZADORES.
Que en una marcial función ,
O cuando el caso lo pida,
Arriesgue un hombre su vida,
Digo que es mucha razón.
Pero el que por diversión
Exponer su vida quiera
A jugu te de una fiera
O peligros no menores,
Sepa de dos Cazadores
Una historia verdadera,
Pedro Ponce el valeroso
y Juan Carranza el prudente
Vieron venir frente á frente
Al lobo más horroroso.
El prudente, temeroso,
A una encina se abalanza,
Y cual otro Sancho Panza,
En las ramas se salvó.
Pedro Ponce allí murió.
Imite m Oí á Carranza.
FÁBULA XII,
EL GATO Y EL CAZADOR.
Cierto Gato, en poblado descontento,
Por mejorar sin duda su destino
(Que no seria Gato de convento),
Paso de ciudadano á campesino.
Metióse santamente
Dentro de una covacha , mas no lejos
De un gran soto poblado de conejos.
Considere el lector piadosamente
Si el novel ermitaño
Probaria la yerba en todo el año.
Lo mejf)r de la caza devoraba,
Haciendo mil excesos ;
Mas al fin, por el rastro que dejaba
De plumas y de huesos.
Un Cazador lo advierte : le persigue;
Arma trampas y redes con tal maña,
Que al instante consigue
Atrapar la carnívora alimaña.
Llégase el Cazador al prisionero;
Quiere darle la muerte ;
El animal le dice : «Caballero,
Duélase de la suerte
De un triste pobrecito,
Metido en la prisión, y sin delito. —
¿Sin delito, me dices,
Citando sé que tus uñas y tus dientes
Devoran infinitos inocentes? —
Señor, eran conejos y perdices,
Y j'o no hacia más, á fe de Gato,
Que lo que ustedes hacen en el plato. —
Ea, picaro, muere;
Que tu mala razón no satisface.»
Con que sea la cosa que se fuere,
¿La podrá usted hacer, si otro la hac$?
FÁBULA XIIL
EL PASTOR.
Salido usaba tañer
L?. zampona todo el año,
Y por oírle el rebaño.
Se olvidaba de pacer.
Mejor sería romper
La zampona al tal Salício;
Porque si causa j/ei'Juicio,
En lugar de utilidad,
La mayor h-abilidad.
En vez de virtud, es vicio.
FÁBULA XIV.
EL TORDO FLAUTISTA.
Era un gusto el oír, era un encanto,
A un Tordo gran flautista; pero tanto,
Que en la gaita gallega,
O la pasión me ciega,
O á Mison le llevaba mil ventaja*.
Cuando todas las aves se hacen rajas
Saludando á la aurora,
Y la turba confusa chai'] adora
La canta sin compás y con destreza
Todo cuanto la viene á la cabeza,
El flautista empezó : cesó el conci'vto.
Los pájaros con tanto pico abierto
Oyeron en un tuno soberano
Las folias, la gaita y el villano.
Al escuchar las aves tales cosas,
FÁBULAS.
891
Quedaron admiradas y envidiosas.
Los jilgueros, preciados de cantores.
Los vanos ruiseñores,
Unos y otros corridos ,
Callan, entre las hojas escondidos.
Ufano el Tordo prita : « C'amaradas ,
Ni saben ni sabrán estas tonadas
Los pájaros ociosos,
Sino los retirados estudiosos.
)) Sabed que con un hábil zapatero
Estudié un año entero :
El dale que le das á sus zapatos,
Y alternando, silbábamos á ratos.
En fin, viéndcmc diestro,
Vuela al campo, me dice mi maestro,
Y harás ver á las aves, de mi parte,
Lo que gana el ingenio con el arte. »
FÁBULA XV.
EL EAPOSO Y EL LOBO.
Un triste Raposo
Por medio del llano
Marchaba sin piernas,
Cual otro soldado
Que perdió las suyas
Allá en Campo Santo.
Un Lobo le dijo :
«Hola, buen hermano.
Diga, ¿en qué refriega
Quedó tan lisiado ? —
¡ Ay de m.í ! responde ;
Un maldito rastro
Me llevó á una tr.ampa ,
Donde por milagro.
Dejando una pierna,
Saii con trabajo.
Después de algún tiempo
Iba yo cazando ,
Y en la trampa misma
Dejé pierna y rabo.»
El Lobo le dice :
« Creíble es el caso.
Yo estoy tuerto, cojo
Y desorejado
Por ciertos mastines,
Guardas de un rebaño.
Soy de estas montañas
El Lobo decano ;
Y como conozco
Las mañas de entrambos,
Temo que acabemos.
No digo enmendados,
Sino tú en la trampa ,
Y yo en el rebaño. »
/ Qve el ciego apetito
Pueda arrastrar tanto!
A los Vriitos pase.
¡Pero á los humanos.'.,,
FÁBULA XVL
EL CIUDADANO TASTOB.
Cierto joven leia
En versos excelentes
Las dulces pastorelas
Con el mayor deleite.
Tenía la cabeza
Llena de prados, fuentes,
Pastores y zagalas.
Zamponas y rabeles.
Al fin, cierta mañana
Prorumpe de esta suerte :
«¡Yo he de estar prisionero,
Cercado de paredes ,
Esclavo de los hombrea
Y sujeto á las leyes,
Pudiendo entre pastores
Grata y sencillamente
Disfrutar desde ahora
La libertad campestre I
De la ciudad al bosque
Me marcho para siempre :
Allí naturaleza
Me brinda con sus bienes,
Los árboles y rios
Con frutas y con peces,
Los ganados y abejas
( 'on la miel y la leche ;
Hasta las duras rocas
Habitación me ofrecen
Kn grutas coronadas
De pámpanos silvestres.
Desde tan bella estancia,
; Ckiántas y cuántas veces,
Al son de dulces nautas
Y sonoros rabeles.
Oiré á los pastores
Que discretos contienden.
Publicando en sus versos
Amores inocentes?
Como que ja, diviso
Entre el ramaje verde
A la )iast<)ra Nise,
Que al lado de una fuente,
Sentada al pié de un olmo.
Una guirnalda teje.
¿Si s'jrá para Mopso?...»
Tanto el joven enciende
Su loca fantasía,
Que ya en fin se resuelve,
Y en zagal disfrazado,
En los bosípics se mete.
A un rabadán encuentra,
Y le pregunta alegre :
« Di me, ¿ es de Melibeo
Ene ga nado '/ — M iente,
Que es mío : y sobre todo ,
Sea de quien se fuere. »
No respondió el buen hombre
Muy poéticamente.
El joven , temeroso
De que tal yaz le diese
Con el fiero garrote
Que por cayado tiene,
Sin ehi.star más palabra.
Huyó bonitamente.
Marchaba pensativo.
Cuando quiso la suerte
Que cogiendo bellotas
A la pastora viese.
« ¡ Oh Nise fementida !
Exclama; ¡ cuántas veces,
Siendo niña, querías
Que yo te recogiese
La fruta con rucio
De mis manzanos verdes I»
Diciendo así, se acerca,
lia moza se revuelve,
Y dándole un bufido,
En las breñas se mete.
Sorprendido el mancebo,
Dice : « i Qué me sucede?
¿Son éstos los pastores
Discretos, inocentes,
Que pintan los poetas
Tan delicadamente?
A nuevos desengaños
Ya no quiero exponerme.»
Rendido, caviloso,
A la ciudad se vuelve.
Yo siento á par del alma
Que no se detuviese
A disfrutar un pocf)
De la vida campestre.
Por mi fe, que l.is migas,
El ]iastnril albergue,
Kl rigor del verano.
Los hielos y las nieves,
Le hubieran persuadid»
Mucho más vivamente
Que et un solemne loco
S92
DON FÉLIX MARÍA SAMANIEGO.
Todo aquel que creyere
Hallar en la experiencia
Cuanto el hombre nos pinta por deleite.
FÁBULA XVIL
EL LADBON.
Por catar una colmena
Cierto goloso Ladrón ,
Del venenoso aguijón
Tuvo que sufrir la pena.
«La miel, dice , está muy buena :
Es un bocado exquisito ;
Por el aguijón maldito
No volveré al colmenar. »
¡Lo que tiene el encontrar
La pena tras el delito/
FÁBULA XVIIl.
EL JOVEN FILÓSOFO Y SUS C0MPAÍÍER03,
Un Joven , educado
Con el mayor cuidado
Por un viejo Filósofo profundo,
Salió por fin á visitar el mundo.
Concurrió cierto dia,
Entre civil y alegre compañía,
A una mesa abundante y primorosa.
«] Espectáculo horrendo I ¡ fiera cosa!
1 La mesa de cadáveres cubierta
A la vista del hombre !... ]Y éste acierta
A comer los despojos de la muerte 1 »
El Joven declamaba de esta suerte.
Al son de filosóficas razones,
Devorando perdices y j^ichones ,
Le responden algunos concurrentes :
(( Si usted ha de vivir entre las gentes,
Deberá hacerse á todo. »
Con un gracioso modo,
Alabando el bocado de exquisito ,
Le presentan un gordo pajarito,
«Cuanto usted ha exclamado será cierto;
Mas, en fin, le decian, ya está muerto.
Pruébelo por su vida... Considere
Que otro le comerá , si no le quiere. »
La ocasión, las palabras, el ejemplo,
Y según yo contemplo,
Yo no sé qué olorcillo
Que exhalaba el caliente pajarillo ,
Al Joven persuadieron de manera.
Que al fin se lo comió, «i Quién lo dijera 1
1 Haber yo devorado un inocente ! »
Así clamaba, pero friamente.
Lo cierto es que , llevado de aquel cebo,
Con más facilidad cayó de nuevo.
La ocasión se repite
De uno en otro convite,
Y de una codorniz á una becada,
Llegó el Joven, al fin de la jornada,
Olvidando sus máximas primeras ,
A ser devorador como las fieras.
De esta suerte Ins vicios se insi7man,
Crecen , se perpetúan
Dentro del coraxon de los humanos,
Hasta ser sus señores y tiranos.
Pues jqué remedio?... Incatitos jovenoitos ,
Cuenta con los primeros pajaritos.
EL ELEFANTE,
FÁBULA XIX.
EL TORO, EL ASNO
ANIMALES,
Y LOS DEMÁS
Los mansos y los fieros animales,
A que se remediasen ciertos males
Desde los bosques llegan,
Y en la rasa campaña se congregan.
Desde la más pelada y alta roca
Un Asno trompetero los convoca.
El concurso ya junto.
Instruido también en el asunto
( Pues á todos por Júpiter previno
Con cédula ante diem el pollino),
Imponiendo silencio el Elefante,
Así dijo : <( Señores , es constante
En todo el vasto mundo
Que yo soy en lo fuerte sin segundo :
Los árboles arranco con la mano (1),
Venzo al león , y es llano
Que un golpe de m i cuerpo en la muralla
Abre sin duda brecha. A la batalla
Llevo todo un castillo guarnecido ;
En la paz y en la guerra soy tenido
Por un bruto invencible ,
No sólo por mi fuerza irresistible.
Por mi gordo coleto y gi-ave masa.
Que hace temblar la tierra donde pasa.
))Mas, señores, con todo lo que cuento,
Sólo de vegetales me alimento,
Y como á nadie daño , soy querido ,
Mucho más respetado que temido.
Aprended, pues, de mí, crueles fieras,
Las que hacéis profesión de carniceras,
Y no hagáis por comer atroces muertes,
Puesto que no seréis, ni menos fuertes,
Ni menos respetadas.
Sino muy estimadas
De grandes y pequeños animales,
Viviendo, como yo, de vegetales. —
Gran pensamiento, dicen, gran discurso»;
Y nadie se le opone del concurso.
Haliló después un Toro de Jarama ;
Escarba el polvo, cabecea, brama.
«Vengan, dice, los lobos y los osos,
Si son tan poderosos,
Y en el circo verán con qué donaire
Los haré que volteen por el aire.
¡ Que i i son menos gallardos y valientes
Mis cuernos que sus garras y sus dientes?
Pues ;, por qué los villanos carniceros
Han de comer mis vacas y terneros?
Y si no se contentan
Con las hojas y yerbas, que alimentan
En los bosques y prados
A los más generosos y esforzados.
Que muerdan de mis cuernos al instante,
U si no, de la trompa al Elefante. »
La asamblea aprobó cuanto decia
El Toro con razón y valentía.
Seguíase á los dos en el asiento.
Por falta de buen orden , el Jumento ,
Y con rubor expuso sus razones.
«Los milanos, prorumpe, y los halcones
(No ofendo á los presentes, ni quisiera).
Sin esperar tampoco á que me muera,
Hallan para sus uñas y su pico
Estuche entre los lomos del borrico.
Ellos querrán ahora, como bobos,
Comer la yerba á los señores lobos.
Nada menos : aprendan los malditos
De los chochas, perdices ó chorlitos.
Que, sin hacer á los jumentos guerra,
Envainan sus picotes en la tierra;
Y viva todo el mundo santamente.
Sin picar ni morder en lo viviente. —
Necedad, disparate, impertinencia,
Gritaba aquí y allí la concurrencia. —
Haya silencio , claman , haya modo. »
Alborótase todo :
Crece la confusión , la grita crece;
Por más que el Elefante se enfurece,
Se deshizo en desorden la asamblea.
Adiós, gran pensamiento ; adiós, idea.
Señores animales, yo pregunto :
¿ Habló el As»o tan mal en el asunto?
¿ Discurrieron tal vez con más acierto
Él Elefante y Toro? No por cierto.
(í) Buffon, en la Historia natural^ artículo del Elefante, llama
asi i\ la trompa de este animal.
COMPOSICIONES VARIAS.
Pues ¿por qné solamente al buen Pollino
Le gritan disparate, desatino?
Porque nadie en razones se jjaraia.
Sino en la calidad de quien hallaba.
Pues, amigo Elefante, no te asombres.
Por la misma razón entre los hombrea
Se desprecia una idea ventajosa.
/ Qué pr'éocujpacion tan peligrosa !
393
poesías varias.
Se conservaban inéditas, en su mayor parte, entre los papeles
del sefior don Martin Fernandez de Navarrcte, amigo y paisano de
Samanieco; papeles que vinieron ;i parar á manos ile nuesiro ma-
logrado amiKO el señor don Eustaquio Fernandez de Navarreie,
nieto de aquel ilustre escritor.
RIDÍCULO RETRATO
DE UN RIDÍCULO SEÑOR (1).
Ahí va, que quieras ó no,
Mi retrato , y claro está
Que no lo conocerá
La madre que lo parió :
Está más feo que yo,
Más raro, más singular;
Y si gustas de mirar
Su figura atentamente,
Aprende primeramente
A signar y santiguar.
Según probable opinión.
Soy en el ingenio zorra.
En parlería cotorra.
En el tamaño gorrión.
En la viveza ratón ,
y aunque de todo blasone,
Siempre en duda se me pone
Qué especie de cosa soj';
y, por esta duda, estoy
Casado suh eondltionc.
Mi cara, si se examina,
Verá el curioso en un año
Que es paje del Gran Tacaño,
Anuncio de hambre canina :
Ni bien es cara ni esquina;
Sólo, sí, es cosa tan rara,
Que á todo el que la repara,
A tal risa le provoca.
Que para tomarla en boca
No sé cómo tengo cara.
Si con maña monos cuerda
Mis cabellos has mirado ,
Creerás por mal de mi grado
Que soy animal de cerda ;
No receles que se pierda
Tu gusto, si gustas de ellos ;
Son fuertes, aunque no bellos ,
y así tu vida estuviera
Más segura si pendiera
De alguno de mis cabellos.
Lóbrega, oscura y fatal
Forma tal noche mi frente,
Que á tientas tan solamente
Encuentro el por la señal:
Es ella tan fea y tal,
Que me inquieta, que me irrita;
Negra, arrugada, chiquita.
Siempre de mal en peor,
Sin poderla hacer mejor
A fuerza, de agua bendita.
(1) Habiéndole diclio una gran sei5ora, en Madrid, que quería te-
ner so retrato, le envió al poco tiempo estas décimas ; por ellas se
puede formar una idea de la Ugura del autor, que, aunque con exa-
geración, pinta sin falsedad sus defectos y cualidades físicas.
(Esta nota y las siguientes, relativas á los versos de Samameco,
ton del señor don Eustaquio Fernandez de Navarrele.)
Permíteme que me queje
Que siendo mis ojos bellos,
No gustos, Marica, de tilos,
Por más que yo me dcscejc :
Son de mi hermosura el eje.
Son de Cupido dos grillos,
y son dos medios anillos
De brillantes, cual se ve ;
Mas nada sirve, ¡jorque
Nadie repara en pelillos.
Mis narices sun mejores
Que las cchizas (2) de palo,
Y si algo tienen de malo.
Es el meterse á mayores ;
Mi cara con mil colores
Se avergüenza cu su presencia,
y h)iye con tal persistencia,
Que la deja sin cimientos ,
Y como soi)len los vientos.
No es obra de ]icrmanencia.
Mi boca es buena, y así
No digo niií.-i ; punto en boca,
Que á mi boca no le toca
El decir bienes de sí :
Mírala muy bien , y di
Sus elogios al instante ;
Di que no hay á quien no encante
Por lo pulida y graciosa.
Pues no le falta otra cosa
Sino un dedo por delante.
Mis negras barbas infiero
Qué tales que serán ellas.
Que sólo por no tendías
Estoy pagando dinero ;
Mas me consuela un barbero
Que se llama .Iiian Antonio,
Asegurando el bolonio
Que ellas dicen que soj' hombre;
Mas, por vida do mi nombre.
Que es un falso testimonio (3).
Mi cuerpo por todas caras
Pigmea talla promete,
Y por eso no se mete
En camisa de once varas ;
De esta falta que reparas
Bien se supo aprovechar
Mi mujer, cjue ))or ahorrar.
Cuando murió don Canuto (4),
Me hizo un vestido de luto
Del tafetán de un lunar.
Decentes mis pies están
En todo tiempo aliñados.
Pues descalzos ó calzados.
Son siempre de cordobán ;
Los puntos que calzarán
Considera por tu vida.
Pues por cosa reducida
Y de tan poco aparato ,
La horma de mi zapato
Es el pié de la medida (5),
Á UNOS AMIGOS PREGUNTONES (6),
DÉCIMAS.
Para darme en qué entender,
Ofrecéis á mi elección
Tres bellas cosas, que son
Sueño, dinero ó mujer.
(2) Especie de trompo con que juegan los muchachos.
(3) Alusión graciosa i llevar muchos ailos de casado y no t«ner
sucesión.
(1) iJon Canuto, un lio del autor, llamado asi. Ademas de la exa-
geración graciosa de la pequeilez de su estatura, alude en esta es-
trofa ala tarafieria de su mujer, que, según noticias, era de sobra
económica v guardi'dora.
(oi Habla del pié pequeño en que regularmente termina la medi-
da de los zapateros.
i6i Habiéndole dicho unos amigos al autor qué es lo nue prefería
entre sueño, mujer ó dinero, por queJar^e de que andaba desvela-
do, les (.oaleslócon estas décimas. Las publicamos para demoi-
304
DON FÉLIX MARÍA SAMANIEGO.
Oid, pues, mi parecer
En este ejemplillo suelto :
Su madre á un niño resuelto
Ropa ó huevo le ofreció,
Y el niño le respondió :
Madre, yo... todo revuelto.
Mas si acaso os empeñáis
En que de las tres escoja,
La dificultad es floja :
A verlo al momento vais;
Espero no me tengáis
Por grosero, si A decir
Me preparo, por cumplir.
La verdad sin fingimientos ;
Que dicen los mandamientos
El octavo, no mentir.
No será de mi elección
La mujer... porque yo sé
Que es ella de modo... que...
Los hombres... pero ¡chiton!
Le tengo veneración ;
Y por mí no han do saber
Que para mejor perder
El diablo á Jub su virtud,
Le quitó hijos y salud,
Y le dejó la mujer.
Sueñi5 sólo he de querer
El preciso á mi persona,
Porcjue á veces la abandona
Cuando más lo ha menester.
Cosa es que no puedo ver ;
De todo forma una queja;
Por una pulga me deja ;
8e va, y el por quó no sé;
Y me enfada tanto, que
Lo teng-> entre ceja y ceja.
¡Oh dinero, sin segundo.
Resorte de tal i)ortento.
Que pones en movimiento
Esta máquina del mundo !
Por tí surca el mar profundo
En un palo el marinero.
Por tí el valiente guerrero
Busca el peligro mayor...
Pues, pese al de Fuenmayor,
Yo te prefiero, dinero.
NUEVA HELACIOíí Y CURIOSO ROMANCE DEL CASO
MÁS RAUO Y PRODIGIOSO QUE HA SUCEDIDO DON-
DE Y COMO VERÁ EL CURIOSO LECTOR EN LA SI-
GUIENTE DESESPERADA
JÁCARA (1).
Santo Cristo de la luz.
Señor de ciclos y tierra.
Dad espíritu á mi voz,
Desatad mi torpe lengua,
Para que jmeda cantar
Al sijn de las cinco cuerdas
De la barberil guitarra.
No las sabidas proezas
Del valiente Pedro Ponce
Y el guapo Francisco Esteban ;
No los trágicos sucesos
De nuestra presente guerra.
Los de Oreilers en Ja Mancha,
frar en lo que se habría quoiiado SAM\NiEr,o si el eminente Conde
rie l'cnadorida no le liubicia hcrho emprender sus fábulas. El co-
filcrismo.que habla dominado sin rompetencla en la jirimera mitad
del sijjlo xvm, aun leiiia muchos parlldarlos en la scsunda, y para
hombres del ingenio a^udo de Samanikgo era un medio cómodü de
iQCirsernn poco trabajo. Kl vul(,'0, y paia el presente caso com-
prende esta denominación á muchos doctores, cargados de leyes,
cinnnes y teología, admiraba, como mejor ¡locla al (|ue ensaríaba
una décima con pié forzado, que al cantor de hsliuinas de Ilativa.
(1) l'asada la oportunidad, y desconocidas para nosotros las per-
sonas y alusiones, ha perdido su principal gracia este romance,
que en su tiempo debió hacer reír á los bilbaínos. I^o imprimimos,
no obstante, porque nos da á conocer algunas costumbres vascon-
ladas.
Ni tampoco la refriega
De Lángara con Rodney,
Ni las batallas sangrientas
De la escuadra combinada
En Brest, devorando mesas (2);
Que aun estos horrendos casos
Son como niños de teta,
Si se comparan con este
Que contaré, si me presta
Cada cual de mi auditorio
Como dos cuartas de orejas.
En la villa de Bilbao,
En la hermosa primavera ,
Dia diez y ocho de Abril
De setecientos ochenta.
Estando en Aries el sol,
Y en Libra la luna llena,
Amaneció... pero ¿cómo?...
¡Cosa rara! ¡Cosa nueva!
Por el balcón del Oriente
Febo asomó la cabeza,
Llenando de resplandor
Jardines, casas y selvas.
Saludáronle las aves ;
Respondiendo á Filomena
Mirlas, calandrias, jilgueros
Con sus dulces cantinelas.
Reíanse los arroyos,
Que entre las guijas resuenan,
Acompañando á las aves,
Como Gurillon pudiera ;
Dos mil flores sus perfumes
Al templado ambiente entregan,
Para que así el blando viento
A Céres su incienso ofrezca.
Estaba pues la mañana,
Dejémonos de parleta ;
Estaba pues la mañana ,
Una mañana de perlas (3),
Cuando de repente el cielo,
Cubierto de nubes densas ,
Vistiendo de luto al sol.
En triste llanto se anega.
Lloraba á moco tendido
Cada signo, cada estrella,
Y hasta las siete cabrillas
Se llamaban Magdalenas.
Esta lúgubre mudanza
No la extrañará quien sepa
Que en esta misma mañana...
|Dio.ses, dad voz á mi lengua !
Siendo los cielos testigos
De tan horrorosa escena...
Entre las siete y las ocho...
Se fueron... dunas aquéllas.
No se fueron para mí ,
Pues para mí no son ellas;
Que se fueron para cuantos
Obsequiosos las rodean.
Lloren ellos con los cielor
Tal partida, tal ausencia,
Y maldigan á Zumaya (4),
Castillo do las bellezas
Van á vivir encantadas,
Hasta que haya quien por ellas
Haciendo de don Quijote.
A azotes y volteretas
Desencante á su señora,
Y á nuestro país la vuelva.
Entre tanto veo j'^o
Algunos que se pasean
Sin más vida, sin más alma,
Que aquel muñeco ó muñeca
(2) Alusión satírica á la larp;;i estancia de la escuadra combina-
da española y francesa rn Brest, sin emprender ninguna facción
de Ruerra; lo i|ue dio mucho que hablar en aquel tiempo.
(.")) De dos copias de este romance que tenemos á la vista, en la
una faltan estos cuatro últimos v rsos.
(4i En la villa de Zumaya posee la familia de Mazarredo una
casa; y por aqui el lector que sea de las montañas vascongadas
podrí veuir ca conocimiento de quiénes eran las seüoras.
COMPOSICIONES VARIAS
Que da vueltas en un cuarto
Después que le dieron cuerda.
Sé también quien, al oir
Que cayó la más ligera ,
Por pedir un vaso de agua,
Dijo, aturdido, á su dueña:
«Dame un vaso de Isabel,
Porque me muero de pena.»
Estos horrendos estragos,
y otros mil que no se cuentan,
Aun no habrían sucedido
Si no fuera... si no fuera...
(l Ay, cielos! ¿si lo diré?
1 Muda se queda la lengua !)
Porque se pasaba el tiempo
A los pavos y terneras,
A conejos y perdices
Y á la delicada pesca,
Y aun á los duros capones,
Salvo el novio, que protesta
Que esperarla gustoso,
Por más que todo se pierda.
Del médico desahuciado
Estaba un hombre en la aldea ;
Previnieron el entierro
Y las funciones de mesa.
Porque el casarse y morirse
Todo es uno en esta tierra (1).
Púsose el enfermo sano ;
Y la familia reniega
Del diablo de la salud.
Que tal petardo les pega ;
Que un hombre debe morirse,
Si está la provisión hecha.
¿No es mayor inconveniente
Que la novia se les muera,
Que se moje la Isabel,
Que sus cortejos perezcan,
Que el que se pudran los pavos
Y se pase la ternera ?
Pues ¡qué! ¿no se halla un carnero
En la más mísera aldea?
395
Pues eso basta; que el resto
Todo es una friolera.
Así claman los amantes.
Heridos de aguda ausencia;
Así gritan por las calles
Con mil voces lastimeras :
Uno maldice á Cupido,
Otro de Venus reniega;
Aquél, por no sentir males,
Dicen que á Baco se entrega;
Hay quien se va con Diana,
Y en los bosques se alimenta,
Llenándose de bellota,
Para convertirse en bestia.
Todos buscan y no hallan
Remedio para su pena ,
(1) En las provincias Vasconsfadas existe la costumbre de que
acudan todos los parientes y amigos á las honras en casa del di-
funto. En las aldeas y caseríos esto es muy caro, porque se tiene
que disponer comida para un numeroso gentío, y como es preciso
llevarlos comestibles de fuera, hay (|ue prevenirse de antemano.
Por lo regular, luego que al enfermo se le da la unción comien-
zan á hacerse las provisiones, entre las que no falta uii pellejo ó
pellejos de buen vino riojano rt navarro que les cuesta un sentido.
Asi, pues, un entierro trae el mismo dispendio y tríifago que una
boda. Económicamente hablando, es un chasco que \\n enfermo cu-
re después de hechas las provisiones; por(i;ie unas honras que
llevan esta coleta arruinan a una pobre familia, y es una triste gra-
cia que el gasto se haga dos veces. El gran Conde de Peñadnrida,
que siempre atendií) á cuanto podia ser lilil á su pa's, quiso abolir
una práctica que, sin beneliciar al difunto, puesto que no es sufra-
gio, arruinaba á los vivos; y como tenia <|ue luchar con la preocu-
pación y hasta con la vanidad, apeló al ejemplo. F'ersuadio á su
madre que mand;ira en su testamento se la enterrase de pobre y
sin honras, con animo de cumplirlo. Esto ocasionfi un pleito con
el cabildo de Azcoitia.que el Conde gane'). Desde entonces, por
deferencia al Conde y por su propia ventaja , mandaron otros que
se les enterrase del mismo modo, y su ejemplo cundió á los case-
ríos, aunque no todo lo que conviniera al interés de los mismos
caseros. Los vizcaínos todavía gustan de arruinarse en los en-
tierros.
Y entre todos hay alguno
Que al dios Apolo se llega,
Y en el coro de las Musas
Canta tal como pudiera
El más destemplado grajo
Entre dulces filomenas.
Cante, pues, éste mi copla;
Diga de su voz mi letra;
Que yo quedaré contento
Con ([ue llegue á la.s orejas
De las ausentes señoras,
Y se queden ó se vengan;
Que entretanto escribiré
Lo que pasare en la aldea (2),
Y será segunda parte
De mi copla jacarera.
EPIGRAMAS.
i. iniARTE (3).
Tus obras. Tomas, no son
Ni buscadas ni leídas,
Ni tendrán estimación
Aunque sean prohibidas
Por la santa Inquisición.
Qu janse Horacio y Virgilio de la insípida traducción con qne don
Tomas los puso en parodia , para darlos á conocer i los espa-
ñoles.
Grandes alaridos dan
Horacio y el buen Virgilio;
Del sumo Jove el auxilio
Los dos imjjlurando están.
«¡Júpiter! ¿do están tus rayos?
/Cómo permites que Triarte,
Traduciéndonos sin arte.
Nos ponga en disfraz de payos?»
COPLAS PARA TOCARSE AL VIOLIN (4), k GUISA DE
TONADILLA.
Cantar la Música Iriarte
Se propuso en un poema;
Y en lugar de sinfonía,
Tocó hx gaita gallega;
Las maravillas de a(¡mi arte canto... (5)
¡Dios guarde, oh muñeira, tu gracia, tu encantol
De Juan de Mena llegó
A la berroqueña oreja
Aquel estupendo verso
Con que el poema comienza,
Y dijo, asustado : «¿Qué música es ésta7x
Jamas otra tal me romjñó la mollera.
(2) Los bilbaínos llaman aldea ñ lodo lo que no es Bilbao. Zn-
Jiaya, uno de los diez y ocho pueblos que tienen el privilegio de que
la provincia delluipdzcoa celebre las juntas en su recinto, es una
linda villa marítima. Hoy la ha enriquecido la industria y trálicode
la cal hidr.iulica, que se elabora en su jurisdicción de superior cali-
dad; peí o ya desde antiguo era notable. Valbuena, en su poema del
Bernardo, al hacer una descripción gpiigr:ilica de España , recuer-
da á Zumaya, hablando del rio I' rola, en estos versos:
«Las peñas de Motrico, que en su seno
la mar le cubre y le descubre en vano,
Sirven al rio de mojón y raya...
Y éstas son las mimbreras de Zumaya.»
Zumaya, en vascuence, parece que significa juncal.
|5) Esta quintilla, que por sí sola es un salado epigrama, for-
maba paite de varias que el autor imprimió len Itayona , á loque
se cree) juntamente con otras composiciones burifscas sobre los
Iriartes, y que éstos se dieron lal maña ;i recoger, que no hemos
logrado ver un ejemplar.
(t) Iriarte pasaba por excelente violinista.
(.">) Este verso, i|ue en verdad carece de medida , es el primero
del l'urma de la Musirá Ciirntase, v (Juintana nos conservó la no-
ticia , que Muerta , reconciliado con iriarte y convidado por él i una
Irctura del poema, le preguntó por dos veces si aquel verso estaba
bien , y romo viese que el autor insistía en (|ue no necesitaba cor-
eccion, escapó, dejando con la boca abierta á la concurrencia.
S»MAMEr.o, a rpiien no creemos capaz de hacer otro tanto, tomó
por su cuenta burlarse del verso que Iriarte, acaso por un exceso
de amor propio, se cmpeüó en sostener.
306
Ni destemplados clarines,
Ni la zampona perversa,
Ni en vil mercado el molesto
Gruñente animal de cerda,
Que hasta los perros y gatos ahuyentan,
Tan desapacible hirió mis potencias.
¡Señor Iriarte, ó don diablol
Si más estilo y cadencia
No dais al verso, dejad
Vuestra profesión coplera,
O al versificar, ved antes si os presta
El Asno erudito (1) sus tiesas orejas.
DON FÉLEC MARÍA SAMANIEGO.
EL SOMBRERERO (3).
EL PASTOR MÚSICO.
FÍ.BULA.
En los campos de Arcadia
El pastor Melibeo
Sacaba diariamente
Primores rail del rústico instrumento.
Jamas tales canciones
Repitieron los ecos;
Porque no era muy fácil
Naciese al mundo tañedor más diestro.
Pastores y zagalas,
Llamados de su acento,
En bailes y retozos
Pasaban á su lado alegre el tiempo.
Y en tanto los ganados
^ Por los vecinos cerros
' Se exponen, descarriados,
Al carnívoro lobo y otros riesgos.
Hoy faltan tres ovejas.
Mañana seis corderos;
Y al ver pérdidas tantas ,
Todos maldicen al pastor funesto.
Los viejos reunidos
Tomaron el acuerdo
De arrojarle al instante,
Como perjudicial, lejos del pueblo.
Escuchó la sentencia
Con un dísden soberbio,
Teniéndola el pedante
Por un agravio á sus talentos hecho,
Como Scipion romano
Salió, diciendo necio :
«Iréme ¡y para siemprel
Ingrata patria, no tendrás mis huesos.
¡Echarme de estos campos!
lAl fin hombres groseros!
No merecen gozarme.
Pues desprecian el mérito que tengo.»
Diciendo así, orgulloso
Salió para el destierro,
A sus jueces mirando
Con el más soberano menosprecio.
Lo mismo de continuo
Sobre la tierra vemos;
El orgullo insensato
Es vicio incorregible : esto no es nuevo.
Pero vamos á cuentas.
Amigo Melibeo :
El amo te tenía
Para cuidar sus cabras y corderos.
Si la hacienda le pierdes,
¿Qué le im]inrta á tu dueño
Que las selvas encantes,
Músico superior al tracio Orfeo? (2).
(1) Don Juan Pabln Fornor escribió rnntra Iriarte el papel qne
tilulrt de este modo, y que es á la verdad el que menos le honra
de sus escritos; un folleto de este peñero, que es una grosería que
nada enseña, no pueden disculparlo ni los poros aQos.
1% En esta f.ibula desarrolla con inRcnio el mismo argumento
que expuso, compendiado en la f.ibula impresa :
«Salicio us;ih3 tañer
Su zampona todo el año», etc.
CUENTO.
A los pies de un devoto franciscano
Acudió un penitente. — Diga, hermano,
¿ Qué oficio tiene ?
— Padre, sombrerero,
— Y ¿ qué estado ?
— Soltero.
— Y ¿cuál es su pecado dominante?
—Visitar una moza.
— ¿Con frecuencia?
— Padre mió, bastante.
— ¿Cada mes?
— Mucho más.
— ¿Cada semana?
— Aun todavía más.
— I La cuotidiana?
— Hago dos mil propósitos sinceros...
— Pero dígame , hermano, claramente :
¿Dos veces cada dia?
— Justamente.
— Pues ¿cuándo diablos hace los sombreros?
LOS HUEVOS MOLES.
PARODIA DE EL MURCIÉLAGO ALEVOSO,
DEL MAESTRO GONZÁLEZ (4).
Compuso Juana un dia
De huevos moles razonable fuente,
Sin saberlo su tia,
Que la hubiese reñido imp'^'^tinente;
Con ella se promete
Obsequiar á Perico, un mozalbete
Con quien la niña tuvo un cierto acaso;
Mas esto no es del cuento. Al cuento paso.
Hecha la fuente ya, guardarla piensa
En lugar reservado :
En efecto, metióla en la despensa;
Y dejando cerrado,
A la labor se vuelve muy serena;
Mas el diablo sutil, que el mal ordena,
Desbarató de Juana el fino intento.
Eligiendo un ratón por instrumento.
Esta vil criatura
Por todo el aposento discurría
Con tanta travesura,
Que agente de negocios parecía;
Buscando diligente
Manjar en que pudiera hincar el diente;
Y encontrando la fuente cara á cara.
Para el feliz asalto se prepara.
Jamas el gi'iego acometió al troyano,
El Campeador á Muza,
A Bayaceto el Tamorlan tÍBítno,
Ni en cruda escaramuza
Con tanta fuerza el godo poderoso,
Testigo de ello el cielo luminoso.
Acometió á los vándalos y suevos.
Como el ratón arremetió á los huevos.
Allí, sin temer daño,
Trabado de palabra con la fuente,
La tripa de mal año
Saca, como se dice vulgarmente,
Sin que advirtiese que le estaba viendo
Un enorme gatazo reverendo,
Capón de hocico, si detras castrado,
Y de manchas el lomo remendado.
El animal, que mira
De su ama el descuido bien notable,
Salta al vasar intrépido, y C3 tira
Al ratón miserable,
(3) Sacado de la Colección de cuentos alegres, de Samanieco. (Por
su excesivo desenfado familiar, no es posible dar á la estampa esta
Colección.) \'Sota del Colector.)
(i) [)e la Colección de cuentos. Samaniego en esta parodia no
iguala la riqueza de dicción del original , y se conoce que ni lo pre*
tendió tampoco; pero agrada por su ligereza picaresca.
i
COMPOSICIONES VABIAS.
307
Cual liúsar bravo 6 capitán prusiano
Se tiran á un francés republicano;
Siendo el final del temerario duelo,
Fuente, gato y ratón venir al suelo.
Al golpazo, medrosa
Acude prestamente la sobrina,
Y entrando presurosa,
La causa del estrépito examina;
Y viendo ya perdidos
Los huevos de Perico apetecidos ,
El llanto empaña sus hermosos soles,
Justas exequias de los huevos moles.
Mas volviendo á Perico, que ignorante
Del catástrofe estaba,
Y de Juanita la expresión amante
Solícito esperaba.
Cuando fué noticioso del suceso
Estuvo á pique de perder el seso,
En tanto grado, que con rabia fiera
Reconviene al ratón de esta manera :
«¿Por qué, monstruo malvado,
El infernal hocico allí metiste?
¿Por qué á mi dueño amado
Justo motivo de pesar le diste?
Ni ¿cómo impunemente
Pensabas asaltar la virgen fuente,
Dejándonos, en pena tan tirana,
A mí sin plato, sin consuelo á Juana?
))E1 cielo vengador, bestia disforme,
Ejecute contigo,
En pena de delito tan enorme,
ün horrendo ca.stigo;
Persígante muchachos y criadas,
Caigas en ratoneras bien armadas,
Y los vivientes de la tierra todos
Te mortifiquen de distintos modos.
))Píquente, pues, saltones
Pulgas y garrapatas y ladillas,
Y chinches y moscones,
Moscas, mosquitos, tábanos, polillas,
Alguaciles arañas.
Con toda la caterva de alimañas,
Y el brevísimo cínife ligero,
De tu delito incauto trompetero.
))Emboscadas de gatos te aprisionen,
Te arañen y exterminen.
Te persigan, te acosen, te arruinen,
Y nunca te perdonen;
En lazos corredizos, trampas, redes,
Huevicida sacrilego, te enredes,
Y sin poder pai'ar en todo el mundo,
Eaton Caín, errante y vagabundo,
))Te muerdan, te maltraten.
Te ahoguen, despedacen, mortifiquen,
Te revienten, te maten.
Te descoyunten y te sacrifiquen;
Te ahorquen, te estropeen,
Te despeñen, te arrastren, te aporreen,
Te hieran, te desuellen, te mutilen;
Chilles, rabies, te mueras, te aniquilen.
«Con pena tan debida tu insolencia
Quedará castigada;
Yo contento, y en íin, por consecuencia,
Mi Juanilla vengada;
Mas porque á todos sirva de escarmiento
El fin de tu goloso atrevimiento.
Este epitafio, en tu sepulcro escrito,
Conserve el ejemplar de tu delito ;
EPITAFIO.
»Aquel cuya voraz hambre rabiosa
No perdonó jalea, ni peradas,
En el vasar más alto reservadas,
Ni queso, ni manteca, ni otra cosa;
))E1 que burló mil veces la famosa
Vigilancia gatuna, y sus celadas.
Trampas y ratoneras celebradas,
Hoy, ratón caminante, aquí reposa.
«Suspende, pues, el paso, y considera
Cuan cara le costó su golosina
Y el hacer que Juanita se afligiera.
«Asi enmendar tu vida determina;
Advirtiendo que pena tan severa
Es el amor el juez que la fulmina.»
DESCRIPCIÓN
DEL CONVENTO DE CARMELITAS DE BILBAO,
LLAMADO EL DESIERTO (1).
FRAGMENTOS.
En el más sano clima de la Espafla,
Una fértil colina
Hermosea y domina
El mar y la campaña.
Un rio tortuoso,
Con las aguas marinas caudaloso,
Le presenta sus naves y la baña.
Coronan su eminencia
Un templo entre ciprcses, y á su lado.
En un bosque frondoso,
Un huTuihle edificio colocado.
Apenas á la vista descubierto;
De veinte y cuatro extáticos varones,
Qrandí s por su retiro y j)enitencia,
Esta es la habitación, éste el Uiíierto.
Ni escarpados peñones.
Que forman precipicios espantosos.
Ni grutas habitadas por leones
Entre bosques umbrosos.
Ni aullidos de demonios y de diablos,
Como entre los Antonios y los Pablos,
Ni objeto que conspire
A que la soledad horror inspire,
Hay en este retiro penitente.
Aquí naturaleza hermosa y varia
Recomienda la vida solitaria;
Aquí cada viviente
Yace en reposo amable;
Un silencio se observa, comparable
A la noche más quieta;
Parece que de intvnto
Ni el rio corre, ni la mar se inquieta,
Ni los pájaros cantan.
Ni las hojas se mueven con el viento,
Y que en sueño profundo
Duerme tranquilamente todo el mundo.
Así, cuando se acerca algún mundano
A la colina santa,
Como pise, profano,
El duro suelo sin desnuda planta,
Sólo de sus pisadas el ruido,
Por el eco en la estancia repetido.
Le turba, le detiene;
Con silencioso paso se previene
A entrar en lo escondido del Desierto:
Todo se le presenta como muerto;
Duda si es panteón; pero ya escucha,
O freír una trucha,
O bien que el remangado cocinero
Alborota el cobarde gallinero.
El tímido mundano ya respira.
Entra; mas, sin embargo, cuanto mira
Le dice claramente :
«Muerto estoy para el mundo enteramente.»
En el seno profundo é ignorado
De la estrecha clausura
Habita cada monje sepultado
En una celda oscura.
Por 8u estrecha ventana.
Enemiga del dia,
Ni una sola mañana
f1) Sllio mOT pintdrosco, entre Bilbno y Porlupalrte , jr que deí-
miente la idea f]ue orodiim su nonib:c. Fsla desnipcion se impri-
mió en p1 tomo iv ne la Biblwlera nrlerla de lilrniiura espafiola,
que publicaron en Iturdeos limprenla dr l.awailc jóM-n y sobrino,
en iSl'.t, en 8." maynn los señutes I*. Mcndixij y M. Silvela; pero
por un manuscrito tau incxario y mcndí.so, que i veci s apmas
se percibe el sentido. Kl nueslio, aunque sacado del original del
autor, es , sin comparación , mejOr que la copia que sirvió í la im-
presión, y ba sido coleccionado con otros tres.
398
DON FÉLIX MARÍA SAMANIEGO.
Entró la claridad que el alba envía.
Mas en este momento (1) deleitoso,
En que naturaliza
Presenta nueva luz, mayor belleza,
En el lóbrego seno de su alcoba,
¡Cómo en sueño profundo y delicioso
El cenobita extático se arrobal
Con celestial consuelo
En espíritu ve que desde el cielo
La refulgente aurora
Con sus rayos el mar y el campo dora;
Ve que la sombra huye,
Ve que la luz naciente restituye
A la naturaleza sus colores;
Oye cantar las aves sus amores,
Y á la madrugadora golondrina,
De los pueblos vecina,
Que dice : « Labradores,
El dia se avecina;
Honrados profesores
De las artes y oficios,
Id á vuestros usados ejercicios));
Ve que cada viviente se encamina
Donde su instinto o menester le inclina;
Y va en este momento
Ve" la máquina toda en movimiento.
Alaba entonces al Señor, que ordena
Del universo mundo la colmena,
Cnva-i abejas mira en los humanos;
Alaba con fervor á sus hermanos.
Que labran el panal con vigilancia,
Y alaba sobre todo la abundancia
Con que el enjambre próvido mantiene
Tanto zángano gordo como tiene.
Ya la campana por el aire suena,
Y en el hueco abreviado
Do la escondida alcoba ya resuena
Con importuna voz, y al monje llama;
Al monje, que, arrobado
En el Tabor glorioso ele su cama.
Está en sudor bañaelo.
Deja, deja, corista, al religioso
Que en éxtasis divino se recrea;
No saques de la mística pelea
Al que esgrime su brazo victorioso.
Mas el joven corista, vigilante.
Toca, vuelve, se afana,
Y después que abandona la campana,
Empuña una matraca honñsonante.
En ella emplean los membrudos brazos
Su monacal pujanza ,
Porque suene ó se haga mil pedazos.
Lleva el horrendo son de puerta en puerta,
Y el mísero durmiente se despierta.
«Dios perdone al corista la venganza
De que en todo el Benerto
Sólo el de la matraca esto despierto;
Por menos ele otro tanto
Suelen llamar envidia al celo santo.))
Diciendo estas palabras se espereza,
Se incorpora, bosteza,
Se remueve, se viste... le fatiga
El peso de su mole... sin embargo,
Sale desde su místico letargo.
Con voluntaria tos limpiando el pecho,
Al frió coro, del caliente lecho.
Si á la señal primera
Del canon, del tambor, de la bandera,
Marcha desde los brazos de su esposa,
Cercada de sus hijos y llorosa,
A las ondas alegre el marinero,
Y á la batalla intrépido el guerrero,
Es porque los profanos
Corren tras el honor y el pan hambrientos;
También acuden , con perdón , contentos
Al son de la corneta cien marranos;
También al son de la quebrada teja,
Abeja por abeja
(1) En yarios ejemplares , convento, por falta de inteligencia de
malos copiantes ; el iupreso en Burdeos está bien.
Se congregan sin número al enjambre;
Así cuando el honor ó cuando el hambre
Es el móvil del hombre, lo confundo
Con tóelos los vivientes de este mundo,
Sujetos á las leyes del destino
Que la naturaleza les previno;
Mas no confundo á aquel que en la clausura
Su pan y sus honores asegura,
A quien jamas altera
El cañón , el tambor ó la bandera;
Y si grita la envidia, ni por eso;
Que el fraile es el ratón cientro del queso,
O bien es la polilla dentro el paño;
Ajjlíquese la burla al ermitaño.
Mas ¡oh santa obediencia religiosal
Que ya á la voz de la matraca odiosa
Los frailes uno á uno se congregan (2);
Y ya que á paso lento al coro llegan,
En la sagrada estancia
Cantan con estudiada disonancia
Al Todopoderoso
Un son lagrimoníaco y gangoso.
Cuando á solas contemplo
Que elel gran Escorial en el gran templo
Los repletos y místicos varones,
Con sus gordos elásticos pulmones.
Rompen los aires, el recinto atruenan,
Y hacen temblar los vidrios ele palacio
Cien frailes Polifemos, que rellenan
Del inmenso edificio el grande espacio,
Clama mi elébil voz con santo celo :
¿A qué tanto gritar? /es sordo el cielo?
¿No escucha como grata é insinuante
Aquella voz sumisa y gangueante
Del que tiene las gafas por sordina?
Si un vicario de mf«njas se examina,
Nos dirá que es más elulce y penetrante
Una voz virginal y femenina;
Por esta regla harían los mundanos
De los cien Polifemos cien sopranos.
Grite, pues, ele vosotros quien quisiere;
Y diga que en la vida sedentaria
El glotón cjue más grita más eligiere.
Mas en esta colina solitaria.
Donde se comen truchas y salmones (3),
Diciendo (no lo creo, en mi conciencia)
Que es mayor penitencia
Que estarse alimentando un año entero
De grasicntas tajaelas de carnero,
¿ A qué dar tanta guerra á los pulmones ?
(4).
Hay una calavera
Enfrente del asiento
Del paelre presidente;
Dije al refitolero : «Bueno fuera
Quitar esta costumbre por dañosa.
— ¿Quitarla? me contesta : ¡linda cosa!...
Que está puesta de intento
Verá usted brevemente,
Y está muy bien dispuesto
Que esté la calavera en este puesto (5).
))Miéntras come el caballo su cebada.
El soldado dispara su pistola;
Esta costumbre sola
Le basta al animal para que luego
(2) En el impreso en Burdeos:
«Ai S(5n de la matraca clamorosa
Los frailes uno á uno al coro llegan;
Y en la sagrada estancia,
no graves se congregan,
Cantan », etc.
(3) Estos versos se cncuentrati suprimidos en casi todas las cr-
pias; tal vez parecieron demasiado atrevidos, aunque el autor no
habla sino de la gula y regalo que cabe en la comida de viernes.
(1) Aquí dejó el autor sin concluir la descripción, y no ha que-
dado de lo restante otro fragmento que el siguiente, en que des-
cribe el refectorio.
(5) Este primer párrafo falta en el impreso en Burdeos, y como
no pone lo que sigue como fragmento aparte, carece de ilación j
hasta de sentido.
COMPOSICIONES VAEIAS.
969
Ni el estruendo ni el fuego
Le causen impresión , y por fortuna ,
Si le causan alguna,
Será para que el bruto acostumbrado
Haga memoria del pesebre amado.
Aquí de la espantosa calavera,
De la misma manera,
Cuando delante de ella penitente
Se ponga el presidente,
ÍLe causará impresión? ¿hará memoria
)el infitrno, del juicio ó de la gloria?
¿ Acaso pensará en el purgatorio,
O en la dulce mansión del refectorio?
Verá entrar con la mente fervorosa
Por su puerta anchurosa
Los gigantescos legos remangados,
Cabeza erguida, brazos levantados,
Presentando triunfantes
Tableros humeantes,
Coronados de platos y tazones,
Con angiiilas, lenguados y salmones;
Verá tamV)ii_n , así como el primero
En la refriega el capitán guerrero
Entra por dar espíritu á su gente;
Verá, digo, que el mismo presidente
Levanta al cielo sus modestas manos.
Pilla el mejor tazón, y sus hermanos
Imitan como pueden su talante,
y al son de la lectura gangueante.
Que es el ronco clarín de esta batalla,
Todo el mundo contempla, come y calla.
Verá cómo levanta el débil viejo
La blanca taza de licor bermejo,
Por su trémula mano nunca rota.
Ni vertida jamas la menor gota.
Verá...» Pero ya basta, señor mió;
De la tal calavera yo me rio,
Mientras tiemblo ¡ay de mí! si considero
Los huesos de mi tísico puchero.
EL DIOS SCAMANDRO.
CUElíTO Ó FÁBULA, COMO MEJOR LO QUIERAS,
LECTOR (]).
Cuentan que un orador célebre en Grecia,
Mansión en otro tiempo soberana
De cuanta ciencia humana
El sabio mundo aprecia.
Quiso las ruinas visitar de Troya;
Simón, su amigo, el pensamiento apoya,
Que aunque no es anticuario,
Antes , por el contrario.
Tiene su si es no es de tarambana,
Le entró no poca gana
De ver tierra también, y suponía
Que el sabio ha de buscar su compañía.
Parten los dos, y al término del viaje
Llegaron sin trabajos é incidentes;
¿Qué vista para el sabio? ¡oh fiero ultraje
De la edad y barbarie de las gentes!
Donde Ilion su altísimo homenaje
Alzaba á las esferas esplendentes.
Hoy hallaron tan sólo pobre aldea,
Que ni remota idea
Da del gran pueblo antiguo desolado.
El sabio, en sus recuerdos embriagado,
« ¡Cómo! decía, ; ni el menor vestigio
Veré de la ciudad que fué prodigio.
Por mano de los dioses levantado,
Y abatido también por las deidades,
Pero cuyo prestigio
Pudo sobrevivir á las edades?
¿Dó están las torres que Héctor defendía?
)Dó los campos do Aquilea y Diomédes
Mostraban generosa valentía?
(1) Es imitación de La Fontaine; al principio el poeta español
casi traduce; pero después se cansa y se deja llevar de su genio.
La obra del fabulista francés es mis poética; la del espaüol mas
MDCilla, pero de moral más grave.
Erudito lector, suponer puedes
Que el que así se explicaba,
A la margen estaba
Del Scamandro undoso,
Kio que entre sus ondas, sanguinoso,
Arrastró rotos petos y celadas,
A cabezas calientes arraneadas.
Simón, que en antiguallas no repara,
Y su imaginación tiene en reposo,
A otros objetos dedicarse ansiara.
Propios de un hombre material y ocioso.
Llegó, puts, la ocasión. Fresca y sencilla.
Con una linda cara,
Que hasta la misma envidia enamorara,
Llegó del rio á la verbosa orilla
Incauta jovencilla.
Que en traje y compostura
Parece una aldi-ana.
Lo cual no perjudica á su hermosura;
Al contrario, al viajante
Más impresión le ha hecho que si fuera
Ilemilgada y enclenque ciudadana.
La hora terrible de la siesta era ;
Qu:' en Asia hace calor sabe cualquiera;
Que el calor imjiortuno
Excita las eróticas pasiones,
Y aun las encienden más las ocasiones,
Tampoco hay que explicárselo á ninguno.
Allí, no muy distante,
Habia entre el ramaje gruta oscura,
Asilo cierto contra el sol vibrante,
En donde la inocente criatura
Las calurosas horas
Quiso pasar, juzgándose segura.
Pero-las seductoras
Ondas, que limpias á sus pies p.nsaban
Y á refrescarse en ellas convidaban.
El calor, la galbana,
De bañarse en la niña
Excitaron la gana.
El viajero so esconde y escudriña
Aquellas perfecciones.
Que atizan el volcan de sus pasiones.
¿Qué hará? Si mete ruido
Y espanta á la deidad, todo es perdido.
Mas de cómo rendirla, de repente.
Después que meditó por breve rato.
Van á suministrarle un expediente
Las creencias del tiempo mentecato.
; No gozó á Dánae, en oro convertido,
Júpiter atrevido?
; No hay otros mil ejemplos
De dioses, venerados en los templos.
Que tras una mortal ciegos corrieron,
Y madres las hicieron
De ilustres semideos ,.
Que la tierra llenaron do trofeos?
Manos á la obra, juies; no hay (jue aturdirse;
Un dios de este jatz i>uede fingirse.
Toma cntí'mccs Simón los elevados
Aires de un dios acuático, cíñeudo
Sus cabellos mojados
De césped y espadaña,
Y toda su persona comjioniendo.
Luego con voz y entonación extraO»
Al gran Mfrcurio invoca,
Y ii la deidad potente
A quien cuidar de los amantes toca.
La tímida niii-hacha, que lo siente,
Aunque sencilla ignora
Del mancebo la astucia disoluta,
Se atroi>ella, se azora,
Y huye á esconderse en la profunda pnita,
« Huyes del dios, la dice, de este rio;
Vén, pues, noreide, vén, y no te escondas;
Que, con ser dueño mío.
Serás también la diosa de estas ondas (2).
(2 A! escribir esla relación , debió tener presente Sím ikieco es-
tos lindísimos versos del rinjano Villegas :
• Vt'-n, pues, serrana, vén. y no le escondas;
Serás, con ser esposa de este rio,
400
DON FÉLIX MAUfA SAMANIEGO.
Por tí la forma de hombre
lie he gozado en tomar; nada te asombre.
Vuelva al rio, dichoso
En gozar de ese cuerpo delicioso,
Que aun más que su cristal, puro es mi pecho.
Vén á dejar mi anhelo satisfecho;
Y en pago estas riberas
Esmaltaré de ñores,
Que huellen esos pies encantadores;
Y á tí y tus compañeras
(Siempre que á, ser mi esposa te resuelvas)
Ninfas haré del rio ó de las selvas.»
Nuestra joven, que estaba
Con la cabeza llena de otras tales
Hazañas de los dioses inmortales,
No dudó que era un dios el que le hablaba.
A cedtr la deciden sin violencia
Su halagüeña elocuencia ,
Su grato continente y rostro amable,
Y, á decir la verdad, que es bien palpable,
Un no sé qué de vanidad de moza,
Que en superar á las demás se goza;
Flaqueza mujeril disimulable.
En sus senos umbrosos,
Aquella gruta , al sol impenetrable ,
Teatro fué dulce de hurtos amorosos;
Y él le dio, al separarse, la advertencia
De que á verle viniera con frecuencia,
Mas que á nadie su suerte revelara
Hasta que la ocasión se presentara,
Conforme á su deseo,
De anunciar á los dioses su himeneo,
Cuando el cónclave saci'O se juntara.
Ella ¡cosa bien rara!
El secreto guardó con gran prudencia.
tQué mujer no se paga
)e contar un secreto que la halagal
Mas hagamos justicia á la heroína
De nuestra historia cierta;
Siguiendo fiel la insinuación divina,
Calló como una muerta;
Y siempre que podia.
Esto es menos extraño,
A la gruta venía
A verse con sii dios, después del baño.
Mas cuando vino el frió,
Cansado ya Simón de hacer de rio,
Poco á poco dejó la dulce gruta;
Que el amor se fastidia si disfruta,
Y veleidosos son , como traidores ,
Los dioses del Olimpo moradores.
La mísera insensata.
Viéndose ya olvidada, triste y mustia,
Sus facciones maltrata,
Y á los cielos acude con angustia;
Recorre con afán la selva hojosa,
Parte á la cueva que la vio dichosa.
Mil veces sale y entra,
Y por más que se mueve, á nadie encuentra.
Simón , que desde el punto
Que dejó de ser dios le descontenta
Esta tierra de Troya,
Y tiene algún barrunto
De que puede salirle mal la'cuenta
Si llega á descubrirse la tramoya ,
Quisiera abandonar tales regiones;
Mas entre tanto el sabio compañero
Emprendió excavaciones
Por comprobar las fábulas de Homero;
Y héteme aquí con nuevas detenciones.
Mi hombre vivió encubierto.
Como que su conciencia está intranquila;
Mas ¿cómo no tener algún descuido.
Que en su contra aprovechen
Tí'lis feliz (te las moiorcs ondas
Que bajan íi dar lustre al mar sombrío;
Mira ()ue es justo que al amor respondas
Con dulce agradecer, no con desvio.»
Sahanieco no dio S su imitación tanta entonación y poesía;
lo requería el tono general de su obra.
Ojos que amor celoso despabila?
Y así sucede : el diablo, que es experto
Y tiene gran placer en meter ruido,
Cruzando él casualmente.
Dispuso que se halle
A la esposa endiosada en una calle,
En la cual de repente
Del pueblo se juntó la gente toda
A ver pasar una lujosa boda.
Héteme sin escape al pobre mozo;
Ella desde el momento
Que lo reconoció, con alborozo
Dijo, abiertos los brazos, y en su seno
Echándose llorosa:
«¡Scamandro, mi diosl si sois tan bueno,
¿ Por qué dejasteis vuestra amante esposa?»
La gente que escuchó á la desdichada,
Luego soltó sonora carcajada;
Pero cuando se entera
Del vergonzoso caso,
Al mal fingido dios del pueblo fuera
A palos arrojó más que de paso.
El escapó; la incauta escarnecida,
En vista del engaño.
De cada lagrimal soltando un caño,
Lloró toda su vida
Ser juguete de un pillo,
Cuando creyó con ánimo sencillo
Que daba á un dios su mano y su persona.
¡Oh vil superstición! ¿y hay quien te abona? (1).
PARODIA DE GUZMAN EL BUENO.
SOLILOQUIO Ó ESCElsA TEÁGICO-XJNIPEESONAL, CO»
MÚSICA EN LOS INTERVALOS (2).
O nos entregas la plaza, ú degollamos tu hijo, dije-
ron los moros á Guzman el Bueno, que mandaba á
Tarifa. Este bravo soldado no les da otra respuesta
que arrojarles su propio cuchillo desde el muro al
campo. Eetirase á comer, oye gritos, levántase de
la mesa, acude al muro, ve el sacrificio de su hijo,
y se vuelve á continuar la comida, diciendo con
serenidad á su esposa : « Creí que asaltaban la
plaza II (3). Este es el Guzman de la historia; pero
como en el soliloquio veo que el señor Guzman anda
algo y aun algos remolón para arrojar el cuchillo,
(1) Sacado de una mala copia que poseía el señor Treviúo, vica-
rio de La Guardia , en la que á veces nos ha sido difícil comprender
el sentido para restablecerlo. La moralidad que resulta es muv del
gusto de aquel tiempo; hoy más falla hace escribir contra la incre-
dulidad.
("2) Obra que don Tomas de Iriarte escribió en la convalecencia
de uno de los ataques de la enfermedad de gota que padecía hiibi-
tualmente. Compúsola íi tinos de I7St), estando en Sanliicar de Car-
rameda , y se representó por primera vez en el teatro de Cádiz.
(¡iota del Colector.)
{7i) Esta sencillez del suceso es luia de las grandes dificultades
que presenta semejante aigumento en el teatro. Que Guzman , ir-
ritado de que se atrevan á hacerle una proposición infame, con
una amenaza más infame todavía, arroje, en un arranque irreflexi-
vo de pundonor, su espada á los villanos para consumar el sacrifi-
cio, y que sorprendido después por una acción que , bárbara é in-
verosímil, tal vez juzg() impasible, se resigne y con un dominio ad-
mirable sobre si mismo ahogue todos los ímpetus naturales, lié
aquí lo heroico; pero esla heroicidad lleva un tinte de lúgubre y
austera , que no tiene nada de dramático. Si damos lugar á que an-
tes que perezca su hijo, Guzman piense, medite, discuta el pro y
el contra de la acción que va á ejecutar, nos parece bárbaro que eíi
esta lucha no venza la naturaleza; el sacrificio debe hacerse romo
cosa que no admite discusión; las quejas, los ayes, los momentos
de debilidad desnaturalizan al héroe. Los poetas dramiiticos que
lian tratado el argumento no han podido vencer esta dificultad. El
Guzman de don Nicolás Fernandez Moratin sólo es apreciable por
algunas escenas en que hay grandiosidad y colorido local; el de
Gil y Zarate es un esfuerzo de ingenio, en que , para hacer dramá-
tico el asunto, ha tenido el autor que violentar los hechos; el mo-
nólogo de Iriarte es malo, no habiendo sabido hacer interesante i
Guzman, ni vencer ninguno de los inconvenientes del argumento.
coMroyiciON
y que la serenidad con que volvió á la mesa se le
convierte toda en tenderse sobre un banco y pro-
ruinpir en suspiros , ayes , lamentos , lágrimas y des-
mayos, me parece que no habrá inconveniente en
que yo, con mis correcciones, variaciones y aumen-
tos, haya hecho un Guzman á mi antojo.
Como es oficio nuevo este de hacer soliloquios,
he querido instruirme en la materia, y he hallado
en los libros que la palabra soliloquio está particu-
larmente consagrada á la teología mística; que así
llamamos á las meditaciones devotas, verbi gra-
cia, los Soliloquios de san Agustin; que los de la es-
cena deben llamarse monólogos. Yo quisiera que en
la escena no hubiese ni el nombre ni la cosa, su-
puesto que los mismos libros que han hablado del
soliloquio dramático nos dicen que no hay una
cosa más contraria al arte y á la naturaleza que los
tales monólogos.
Mas ya que está hecho el que yo acabo de corre-
gir, léase enhorabuena, y sepa el curioso lector
que los versos que llevan las dos comitas son los
mios.
GUZMAN EL BUENO.
El teatro representa lo interior de un castillo, y en el foro un muro
antiguo con almenas y escalones para subir en él , y aun para
bajar de él , como en ello se contiene.
Introducción de música marcial y ruidosa. Levántase el Iclon, y el
estrépito de la oniuesta va disminuyendo sensiblemente , hasta
finalizar en un piano.
Guzman, con armadura completa de acero, se manifiesta pensativo
y sentado en un banco de piedra , que se supone pninle haber á
poca distancia del muro. Luego que cesa la música deja pasar un
rato de silencio, verbi gracia, cincuenta y nueve segundos, y
como quien va á desembuchar cosas portentosas, dice asi con
silencio y gravedad:
En el tropel confuso de encontrados
Afectos y de ideas con que lidio,
« Todos en mi mollera aposentados',
y en roerme los cascos tan activos, •
Que ya empiezo á dudar si mi cabeza
Es algún queso, de ratones nido»;
Eu las arduas y tristes circunstancias
Que más y más estrechan mi conflicto,
«Y me tienen lo mismo que un gazapo
Entre el hurón y el cazador metido»;
Ahora c^ue he logrado libertarme
De la importunidad de mil testigos,
«Cuyos descomiinalcs bigotazos
Imponían silencio á mis quejidos»;
Esta parte del muro de Tarifa,
Menos cercana al militar bullicio,
Por algunos instantes, auuqne breves,
Sírvame ya de solitario asilo,
Donde alivio me den mis reflexiones;
((Y aunque sean ajenas de mí mismo,
Nadie oírmelas pueda; mas si acaso
Algún soldado escucha mis suspiros,
Al sentirlos, creerá sin duda alguna
Que son de una mujer, no de un caudillo.»
(Con voz más esforzada.)
¡Ah, Guzman infeliz! en tantos años
De bélicas empresas, de continuos
Afanes tolerados por tu patria,
I Cuándo tal sobresalto has padecido,
Angiistia igual, tormento semejante?
I Cuándo tan débil tu valor se ha visto,
Que, peligrando la española gloria,
Temeroso procedas é indeciso?
« ; No eres tú el adalid por cuyo brazo,
Después de mil victorias, han podido
Recoger tus soldados eu despojos
Más orejas y pies de berberiscos,
I, PS.-XVIIl,
ES VARIAS. ioi
Que de cerdosos animales juntan
En su mendicación frailes franciscos?»
(Con abatimiento.)
Poro el trance es muy duro, sí, y él solo
Fuera capaz de enturpectr tus bríos.
(Con prontitud y energía.)
Urge el tiempo, urge el lance, y no permite
Efugios ni demoras : un partido
Se ba de a'>razar... de dos extremos uno :
O mí afrenta ó mi honor hoy eternizo.
«Es decir, ¡ay de mi! ¡dioses eternos!
O la espada ó la rueca. ¿Cuál elijo?»
(Después de una breve pausa , con admiración.)
«¿Entre afrenta y honor, pones en duda
A cuál has de seguir?... Sí, me decido :
Fuera, fuera la espada; con la rueca
Alguna vez á Héronles .se ha visto.
La armadura de acero reluciente.
Que en mi cuerpo aterraba berberiscos,
De acjuí adelante servirá en un palo
De ahuyentar los gorriones de los trigos.»
(Despacio.)
[Cielos! ¿Si mi aflicción me dará treguas
Para observar con ánimo tranquilo
Cuan graves son las causas, cuan difícil
Es el remedio de mi actual peligro?
¿Al bravo rey don Sancho no he jurado
Defender á Tarifa y su castillo?
¡Qué! ¿Sólo mi palabra está empeñada?
Aun más lo está mi crédito adcjuirido,
(( Que monta mucho má.s para mí alcurnia
Que toda mi palaln-a y patriotismo» (1).
Soy en el mando de esta fortaleza
Sucesor del maestre don Rodrigo :
Prometí sostenerla á menos costa;
¿ Lo prometí una vez ?
(Con santa resignación.)
Pues á cumplirlo.
(Levántase.)
Las huestes marroquíes cada dia
Esfuerzan más el riguroso sitio;
Pero mis castellanos no las temen.
Ni dirán que las teme su caudillo.
Echa ya el resto el agareno infame
A su violenta saña, «ó yo me irrito
Si tarda un poco más, junto mi tropa,
Y cual nube preñada de gianizo,
Que en las mieses descarga y las maltraía,
Así sobre el ejército enemigo.
Sorprendido su campo, haré que caigan
Golpes con tal acierto repetidos.
Que cubran la campaña sus cabezas
Y muelan con su sangre los molinos (2).
(Con tono compasivo.)
Y ¿quién comerá el pan si todos mueren ?
(Con resolución.)
Yo me lo comeré.» Pero ¿qué digo?
No el valor, no las armaa hoy em])lea
Contra Castilla y contra mí. Un arbitrio
(1) En la /?('.?;;«<•.?/(! de mi Un, crtica que escriliió también S>\-
MAMEfio del soliloi|UÍn de Iriaite, cilandu eslus dos versos, dice :
• Que sacrili'iue al hijo por la patria y el drber es aquí lo (llftno
de alabanza; pero que el honor adipiirido sea íinlcs que este de-
ber. V que por aquil mis que por éste ciilrciíue al hijo al lllo de
la espada , lo vitupero y es un pensaniienlo falso, en que se conoce
al cortesano.. Todas estas Idi'as falsas y derlamalonas son hijas
de la frialdad de la musa de Iriarle.que quisieía exrilarsc y entu-
siasmarse, v no sabe como. ;Uue diferencia t\v\ hel.iilo discurso de
este infortunado padre y las voces de fueco de l'igmalion! Tenia
razón Korner cuando, en su saiira cotitra las obras publicadas i
Unes del siglo xvín , hace esta graciosa invocación :
; Oh vosotras , mis Piérides canoras ,
Y tú , esplendido padre de los dias ,
(jue á Iriarle nunca indamas ni acaloras!
(2) Cansado de tanta frialdad , S*mamego levanta el tono en es-
tos versos, que, aunque burlescos, tienen vivacidad y poesía.
26
402
Injusto, vil, sangriento ha meditado;
Me amenaza con él; pretende, impío,
Practicarle á mi vista; ya me estrecha
A resolver con plazo ejecutivo,
y por la vez primera me intimida.
(Con ternura.)
Sólo así lo lograra... Cuando un hijo.
Un hijo idolatrado, «que aun no alcanza
üe enana higuera lus melosos higos;
Un hijo... me parece que le vto
Que, vestido de fraile, haciendo mimes,
Se limpiaba los mocos con la manga
Y la daba á besar á los vecinos»;
El que habia de ser dulce consuelo
De una madre amorosa, y íiel arrimo
De la vejez de su cansado padre.
Gime en poder de alárabes cautivo.
I Infante desgraciado! i No bastaba
< Que postrado en la cama y perseguido
Por un Galeno, general en jefe
Del barberil ejército enemigo.
Armado de geringas y lancetas,
De drogas venenosas y de pistos.
Que la flebotomcya y la farmacia.
Encierran en sus parcjues prevenidos,
Contra enginas, lombrices, jMilmonías,
Viruelas, sarampión y tabardillo;
No bastaba que en guerra tan sangrienta.
Los unos y los otros encendidos,
Todos se conjurasen en tu daño
Y fuesen entre si tus asesinos?»
No bastaba sin duda. El moro exige
Que hoy, antes que termine el sol su giro,
«Al rededor del mundo calabaza.
Como macho de noria, exige, (.ligo »,
Que antes que el sol se ponga, yo le rinda
• A Tarifa, ó tú rindas al cuchillo
«Tu inocente garguero y así mueras.
Hablando con perdón, como un cabrito.»
¡Fatal empeño! i Atrocidad horrible!
;Y yo, por mi desdicha, no testigo.
No cómplice he de ser, sino autor de ella ?
(KetlexionanJo.)
{(¡Yo autor? ¡Qué disparate! yo deliro...
El moro es el autor (1), pues yo no tengo
Más parte en el cruento sacrificio,
Que cumplir con las leyes de vasallo
Y las de ciudadano, y es indigno
Quien...»
iCon vehemencia.)
No puedo eximirme de un delito :
O estas almenas sin honor entrego,
O sin piedad un hijo sacrifico,
Y i)ara siempre han de infamar mi nombre,
0 una fea traición ó un parricidio.
(Arrodillado y exclamando fervorosamente.)
«¡Cielos! ¿No habrá por ahí un mal liarbero
Que me sangre siquiera de un tobillo?
(Levántase como volviendo de su delirio.)
[Guzman, Guzman! si loco no estuvieras,
1 Dirias por ventura que es delito
Que un padre por su rey y por su patria
Sacrifique la vida de su hijo.
Cuando ni las murallas de Tarifa
Ni las tapias humildes de un cortijo
Encierran en í]si)aña ni un vasallo,
Anciano, pobre, débil, desvalido,
Que, á la señal primera de batalla,
No salte por las tapias al peligro.
Para dar por el rey y por la patria,
Con la suya, la vida de sus hijos?»
(Adagio triste.)
(Paséase Cuimah entre tanto con lentitud ; párase iS cada dos 6 tres
pasos , como reflexionando, y poniéndose la mano en la frente,
continúa.)
(1) Este morazo fué el luíante don íuan. {Nota del autor.)
DON FÉLIX MARÍA SAMANIEGO.
¿Con qne, es indisi)ensable que tremolen
En Tarifa pendones berberiscos,
Y que las africanas medias lunas
«Planten aquí sus cuernos? [Qué deliriol
¡No faltaba otra cosa! ¡Coronara
Bello blasón mis méritos antiguos!»
¡Loable ejemplo diera A tantos nobles
Jefes, en cuyo br.azo siempre invicto
Y en cuya lealtad confia España!
¿Todos ellos valientes, atrevidos,
A competencia alcanzarán el lauro
De quebrantar los afrentosos gi'illos
Con que el soberbio moro nos oprime;
Y Alonso Pérez de Guzman, remiso,
« Como si fuera perro de convento.
Que en dia de gaudeamus, escondido,
Huye del asador 1 Antes perezca
Que perrunos ejemplos dé á mi siglo.»
(Más presto y más furioso, 6 prestísimo y furiosísimo.)
Con todo vuestro orgullo y poderío,
¿Por qué no acometéis, cobardes tropas,
Estas murallas? Asestad mil tiros.
Apurad cuantas máquinas invente
El furor de la guerra destructivo;
Escalas aplicad, arda ya el fuego,
La sangre inunde fosos y rastrillos,
«Y rebosando, en fin, á borbollones.
En ondas llegue .al mar hasta teñirlo.
De manera que dude el marinero
Si su bajel navega en agua ó vino.
Mas ¡ay que los pescados morirían
En el sangriento mar, y en tal conflicto.
Sólo habría en cuaresma caracoles.»
De este modo, vosotros, asesinos,
Rendir queréis el corazón del padre ,
Ya que rendir no es fácil el castillo ;
Pero es tan fuerte el uno como el otro,
Y temerario empeño el de abatirlos.
¡No triunfaréis!... La vida ha de costarme.
(En tono lastimoso.)
¡Ay de mi! Mas me cuesta la de un hijo...
¡Fallo tremendo!
(Con entereza.)
¿Y qué ? ¿ No es necesario ?
¿No es glorioso? Pues bien; no me desdigo.
Hijo de un padre honrado morir debe.
No vivir hijo de un traidor indigno.
Y ojalá que tal víctima pudiera
Rescatar, no tan sólo este recinto.
Sino el último albergue en que subsista
De sarracenos el menor vestigio;
« Pues el que compra un huevo por un cuarto.
También quisiera por el cuarto mismo.
No sólo rescatar, ya que lo gasta ,
Todos los huevos frescos del recinto.
Sino el último huevo que se pudre.
Sin redención, eJi Fonc.arral cautivo.»
Ya de ajeno valor no sigo ejemiilos,
Antes dudo si habrá quien siga el mío,
«¿Qué es dudar? ¿En España habrá pobrete
Que tome por ejemplo á tal caudillo?»
(Andante sonoro y majestuoso con instrumentos de aire.— Pausa-
damente)
¡Que en tan duros extremos precipite
La obligación á un hombre bien nacido!
«Quiero decir, á un hombre sin joroba.
Que no es ni contrahecho ni enfermizo.»
¡ Ay, que á veces también, si es excesiva,
Conduce la virtud al extravío!
(Con admiración.)
fl ¡Excesiva... y virtud! Bendito sea
El padre que engendró tal adjetivo.»
(Con viveza y suma eficacia.)
Por no ser desleal, seré verdugo;
¿Y de quién? ¿De algún bárbaro enemigo?
tDe algún perverso delincuente? ¿Díme
)e quién, padre inhumano, de quién? DílOi
COMPOSICIONES VÁEIAS.
403
«¿Dílo, dílo de quién? ¿Y de quién, díme;
Díme, díme de quién? De mi chiquillo.
(Con pausa y ternura.)
Una vez quise serlo; ¡eternos dioses!
El llanto me permita referirlo.
De par en par abierta mi alhacena ,
Muestra un tarro de almíbar exquisito;
Llega sobre él intrépido el infante,
Traspasado de gozo, y atrevido,
Cual hambriento león, que de repente
Cae sobre un venado, y allí mismo
A la presa se arroja y la devora,
A pesar de las voces y latidos
De ardientes cazadores y de perros.
Que se arrojan intrépidos al sitio;
Así, ni más ni menos, el gallardo.
Despreciando mis pasos y mis gritos,
Hizo del dulce tarro, á mi presencia.
El voraz y goloso sacrificio.
Entonces... yo ¡cruel, trágico lance!
Con despecho y furor... ¡arrojo inicuo!
Mi mano paternal alcé ti'es veces
Para darle otros tantos azotitos,
Y tres veces cayó la débil mano
Del duro padre sobre el blando niño.
Donde quiera que vaya, desde entonces,
Me acompaña la imagen de aquel hijo,
Puesto sobre mi bárbara rodilla,
Su pañal remangado... ¡padre impío!
Sus pies en agitado pataleo,
Su rostro boca abajo, sus gemidos
Mezclados con horrísonos azotes.
Su cárdeno y redondo... Mas ¿qué digo?
Si la sombra, la idea solamente
De los tres j'a pasados azotitos
Me persigue cual furia del averno...»
¿Qué sería si acaso en el suplicio?...
(Con desaliento.)
Siento que ya mi espíritu se entibia;
No sé cómo inflamarle... Determino
((A la llama marcial tan solamente
Arrimar de mi honor el pucherillo.
¡Ah, que también se sobran los pucheros
Cuando el fuego á que están es excesivo!»
(Con aflicción y ternura.)
¡Mártir del pundonor! ¡Hijo inocente!
¿ Para qué te di el ser, si de él te privo?
«Te di el ser, es verdad, pero ignoraba
Del hado incomprensible los designios.
Y si el que planta berzas en su huerta
Previese desde entonces que los chicos
Del pueblo le echarían á tronchazos
Con los tronchos criados por él mismo.
Plantaría espinacas, y no berzas.»
(Con lágrimas.)
Pero, al fin, te di el ser, amado hijo.
¿Son éstos los halagos placenteros
Con que desde la cuna, dulce hechizo.
Mil veces á mis brazos te elevaba?
«Mil veces... menos tres... ó menos cinco.»)
¿ Para esto con tu risa y gracia ingenua,
Con tus juegos pueriles y sencillos.
De mi oficio en las ásperas fatigas
Fuiste la diversión y único alivio?
«Díganlo de papel las pelotillas.
Pendientes de tu mano por un hilo.
Con las cuales solian lindamente
Jugar á la pelota los gatitos ,
Y dígalo también el alforjero.
Cuando el gato, á hurtadillas escondido
Debajo de su silla entre su ropa ,
Atisbo que pendía un hiladillo,
A guisa de cordor de campanilla,
De lo alto de sus blancos calzoncillos.»
lOh, nunca hubiera impreso el tierno labio
En las blancas mejillas de tal niño!
(Llora uu poco, y después con alguna serenidad y pausa.)
«Ya que para la guerra estaba anuado,
Al tiempo de partir á mi ejercicio,
Intenté de los brazos de su madre
Pasarle algunas veces á los mios;
Mas no bien cariñoso me inclinaba,
Cuando del limpio acero al claro brillo,
Y el terrible penacho que agitaba
Sobre el morrión el viento á su albedrío,
Causábale terror, volvia el rostro.
Levantaba las manos, daba un grito
Y se arrojaba al seno de su madre.
¡Oh, permitan los númenes divinos.
Exclamaba yo entonces, que este infante
Mis pasos siga fuerte y atrevido,
Y que al volver triunfante del combate,
Trayendo del ejército enemigo
Los sangrientos despojus, grite el pueblo
Entre vivas, anlau-íios y bullicio :
Aun es más valeroso que su padre (1);
Y que un gozo si creto, pero vivo.
Penetre entonces á su tierna madre. .j;
¡Aquestos eran los afectos mios! \¿.
Jlas ¡.ay! que un furor pi r mi carrera
No me dejaba ver el claro indicio,
El agüero fatal que me decia.
Cuando de mi armadura huia el niño :
Apártale del caniiio de batalla;
Que aprenda el musa musee con su tio;
No le metas soldado, ni lo sueñes;
Primero sacristán ó monacillo.»
(Sii'ntase en ademan de lánguido y consternado; permanece como
absorto; viene á ()ue(l;iisc dormido ; ronca al compás de un an-
dante afectuoso; concluye éste con cuatro ó seis guipes fuertes,
al compás de los cuales levántase Ciuman, y luego prosigue eu
tono más animoso:)
Pero ¿qué es esto? ¿Dónde estoy? Yo sueño;
Me desconozco... se me turba eljuicio...
¿Tan fácilmente revocar pensaba
Una sentencia en que mi gloria cifro?
ÍEl honrado español por mí ha de verse
•e esa insolente raza escarnecido?
Entregaré á Tarifa, enhorabuena.
Mas ¿puedo yo ceder bien que no es mió?
Tarifa es de mi rey, es del Estado;
Entregúela quien goce su dominio,
Y no el depositario de sus llaves.
(Con pausa.)
n Llaves he pronunciado, y al decirlo
No sé qué me presenta mi memoria.
Acuerdóme que tuvo, allá en lo antiguo.
El ama de gobierno de mi casa.
Sin tanta obligación, más heroísmo.
Las llaves le pedí de la desjiensa
Cuandu era yo travieso y era chico :
Me las has de entregar, le dije airado,
O he de quitar la vida á tu perrito. —
Primero fui criada de tu casa
Que fuese ama del perro, y pues hoy mismo
Uno y otro no ])uedo ser á un tiempo,
El perro muera, la despensa libro.»
(Allegro, porque se me antoja; pero el señor Cuzman volverá i re-
flexionar con itiual lentitud , sin liarer caso del aire guc llevare
la orquesta, que podr.i tocar, si quisiere, con iiistruuieutos de
tripa , esto es, de cuerdas de intestinos.)
¿No me expondrá mi hazaña generosa
A un arrepentimiento bien tardío?
(Cobrando espíritu , con instrumentos de aire , como cómelas , cor-
namusas y serpcntoncs.)
¿ Arrepentirme yo ? ; De qué ? ¿ De un hecho
Que, pregonado en los futuros siglos,
Honra será de mi nación valiente,
Blasón de mi linaje esclarecido? (2).
(1) Obsérvese la hermosa entonación de estos versos, por más
que acaban en una frialdad que hace reir. Sam ameco parece que,
cansado de parodiar versos insulsos y desgarbados, quiso dar ejem-
plo á triarte de cómo debe versificarse en los asuntos heroicos, y
se lo dirt excelente en estos pocos ren(;lincs.
(2i Con motivo del prologo que precede á la Iraduccion-de La
I Muerte de César, hecha por don Mariano Luis de Urquijo, se pu-
404
raes ¿de qué sirve un varonil denuedo,
Sino para domar estos precisos (1)
Afectos naturales?— Si se opone
El pecho á los aceros enemigos,
Es proeza que el ínfimo soldado
A cada paso emprende (2). El gran caudillo
Algo más ha de hacer si á gloria aspira;
Cuóstele el nombre de hóroe sacrificios.
«Mas ¿cuáles serán éstos? El soldado
Que, de su fiel esposa y de sus hijos
Tiernamente abrazado, se separa,
Y corre presuroso y atrevido
A ofrecer sin ninguna recompensa
Por la patria su vida, único asilo
De sus míseros hijos y su esposa.
Si bien lo contemplamos, es lo mismo
Que la perra de presa, que abandona
Sus amados cachorros y en el circo
Intrépida se arroja al bravo toro,
Sin contemplar primero en el peligro;
Mas el valiente capitán que aspira.
Cuando sirve á su rey, al heroismo,
Primero de emprender una fazaña
Se apartará del militar bullicio;
Como quien hace examen de conciencia,
Pesará en la balanza de su juicio
La suma de los males ó los bienes
Que le han de resultar de positivo
l3e seguir el honor ó la ignominia.
De ser hombre de bien ó ser un pillo;
Y de tan nobles dudas contrastado.
Su palpitante corazón invicto,
Ya se cierra, ya se abre, ya se oprime,
Ya se ensancha, ya, en fin, lo mismo mismo
Que la tímida oruga, que se arrolla
Y se hace una pelota cuando un niño
Por juguete la toca y queda inmóvil
Hasta que al fin, cesando su conflicto,
Ya respira, se mueve, desenrolla,
blic(í pn Madrid un Diicorso coiifulalivo, en el cuál se dcdond.- con-
tra Iniuii» la opera italiana , y se critican algunas de las nuevas
obras ilranv.Uicas, v entre ellas, el Guzman de Iriarte. i;i autor del
Diacnr.'io dice, citando estos versos: « Aqui no veo sino un ambi-
cioso que sacrilica su hijo por la faina (|ue dará á la nación seme-
jante sacrilic.io y por la gloria que reportará á su descendencia. Esto
quiere decir que si uno de sus antecesores hubiese Itecho otro tan-
to, nadie hubiera podido a;;uantar su orgullo, haciendo lo (lue el
grajo, que se vistió de las plumas del pavón, y con ellas andaba muy
ufano.» Tiene razón el autor; el sacrilicio es demasiado terrible,
para que pueda legitimarlo otra idea que la idea santa del deber;
consentir en él porcuahiuiera otra mi'nos grande ó menos pura , es
ciimeter una atrocidad. Ademas, no es éste, por fortuna , el modo
de proceder de la naturaleza ; un padre que por deber se ve obli-
gado á sacrificar un hijo, en el primer arramiue de su cariño pa-
ternal maldice un deber que tan caro le cuesta, aunque se resig-
ne á cumplirlo , v no se está gozando de antemano en el renombre
qne le dar.i tal hecho. Y ¿qué le importan al que pierde un hijo de
una manera tan trágica, todos los laureles de la tierr:rí !'l autor
de Guzíiinn el Bueno no tema hijos ni tema calor en el alma Los
versos que afiade Sam.í.meco, criticando este pasaje, est.n muy en
su lugar.
(t) ¡C'ué poesfa de estilo ! Esto de prec'mon, precixinn; tengo una
}))fn.s7í)/i; aguárdenme ustedes, que voy á uu» ¡irecision... rae hue-
le... ¿lo diré? A lugar común. iNnla del nutor.)
i-2i Prosigue en su carga el autor del liiscorso, mal avenido con
el tono de superioridad y distinción que toma en estos versos. I, a
acción deCiUzman, continua, fué heroica ; pero en el soliloquio
del señor Iriarte es bárbara y ambiciosa. No es éste el modo de
inspirar la virtud y el amor á la patria ; no es éste el modo de ar-
rancar, si es posible, la ambición de los pechos humanos, de re-
cordar A los poderosos que los hombres , según la naturaleza , to-
dos son iguales; de mostrar que cada cual debe dar á conocer
sus propios mrritos y no hacer ostentación de los de sus abuelos;
y de persuadir qui la verdadera gloria de la patria sólo reside en
la felicidad de sus miembros. Estas deben ser las principales mi-
ras del que emprende instruir al pueftio: sin ellas, poco me ira-
jiorta ver en el autor un profundo erudito y un elegante poeta,
jiucsto que no veo un filósofo. Aquí no veo un héroe que, amando
con afecto paterno al propio hijo, pretiera , sin embargo, su deber;
que mis que cualquier otro ob éto, domine en su corazón la patria,
y que siga el dicho de Metastasio :
Ln patria <* «« nnme
A cui sacrificar tullo si debe.
Por el contrario, veo un orgulloso, un fanliislicn, que trastorna
con su moral la mente y el corazón, lie otra manera se presenta
en la tragedia fianccsa Bruto, que también sacrificó sus hijos á
la patria.
DON FELTX MARTA SAMANIEGÓ.
Y sigue lentamente su camino;
Así, ni más ni menos, ya pasado
El golpe de sus dudas, el caudillo
A la difícil cumbre de la gloria
Vuela, como la oruga á su destino.
Esto es lo que ha de hacer si á gloria aspira;
Cuéstele el nombre de héroe sacrificios.»
(Toma aliento y prosigue.)
Pero doy que vivieras, hijo amado,
¿Cuál serla tu suerte? El ejercicio
De tu guerrero padre seguirías;
«Y sin más que imitar su ardiente brío,
En el campo de Marte ganaría
Eterna fama tu valor invicto;
Los fastos de la historia contarían
Tus heroicos hechos á los siglos.
Mas ¡ayl que los poetas son los diablos,
Y estarías expuesto al gran peligro
De que alguno te hiciese un soliloquio.
Pues no, mono del alma, no, querido.
Mejor es que te maten, que te maten.»
Resuelto está.
(Con aflicción.)
Mas ¡ayl mueres cautivo;
Mueres en tierna edad, solo, indefenso;
«Y sería mejor, más divertido,
Que murieses en bulla entre nosotros ,
Que apetecemos espirar contigo.»
Basta, no me enternezcas.
(Una pausa.)
(Dejando el tono de aüiccion y ternura, se recobra y prosigue con
serenidad, como si tal cosa no hubiera pasado.)
¿ Cuándo pude
Pronosticarle tan cruel destino t
Esperaba aprendiese con mi escuela
A ser un adalid, de, cuyo brío
Se estremeciese el África; y España,
(( Tan sólo con la voz de Guzmanillo,
Consiguiese que , en fuga vergonzosa,
El miserable enjambre berberisco
Se arrojase á las aguas procelosas,
Hasta dejar el golfo levantino
Como taza de leche, c^ue la cubren.
Ahogados á millares, los mosquitos.
Mas, en fin, el mosquito verdadero
Tá lo fu ras sin duda, si tú mismo
No tuvieras valor de decretarte
Tal muerte, ó no serías hijo mió;
No serías Guzman, que los Guzmanes
Ya nos cuenta la historia que ab initio
Se han chupado los dedos por matarse
Por su patria y su rey con heroismo;
Y sí ha habido Guzman que así no sea,
Era un Guzman de farsa.»
(Con ternura.)
]Caro hijol
¿Y podrá ver tu padre desde el muro
Derramada tu sangre? ¿Tuya, digo?
¿ La suya propia cual si fuera ajena?
¿ Quién ? ¿ Él ?... ¿ Podrá ver eso y consentirlo ?
(Con resolución y entereza , aumentando por grados la fuerza do
la voz.)
Podrá, si es noble, si es pundonoroso,
Si arrestado, si fiel , si buen patricio.
(Aumentando más y más la voz.)
(( No podrá , si es plebeyo, sí es infame ,
Sí cobarde, si infiel, si mal patricio.
(Aumentando la voz todo cuanto permitan sus pulmones.)
Sí podi-á... [uo podrá! Pueda ó no pueda,
Morirá si lo matan.
(Con voz desalcLtada.)
Mas ¿qué digo?
Aun cuando no lo maten; que la muerte
De tal modo vendimia los racimos
De la viña del mundo, que no deja
Maduro, verde , grande ni chiquito,
COMrOSIClONES VARIAS.
405
Pues si de todos modos vendimiado
Habrás de ser, ¿qué importa que el cuchillo...
Sí importa; qt;e las uvas, vendimiadas
Cuando están en agraz, hacen un vino
Que no hay diablos... Detente, pensamiento;
Que no sé donde estoy ni lo que digo.»
(Adagio grave.)
Hereda un hijo timbres con la muerte
De un padre ilustre; aquí con la del hijo
Un padre los granjea. «¿En qué consiste
Tan portentoso sin igual prodigio?
El caso es intrincado ; sin embargo,
O soy un gran camueso, ó di en el hito.
En que muere aquí el hijo antes que el padre,
Y no muere aquí el padre antes que el hijo.
Muere un hijo en la horca, vcrhi grafía,
Como el padre del muerto quede vivo,
Hereda lus honores del difunto;
Y nnifatis nnitandis, es lo mismo
Del padi-e al hijo que del hijo al padre;
A no ser que uno de ellos en pollino
Pasee por las calles algún martes,
Pues quedando en tal caso los dos vivos,
Ambos disfrutan del honor que queda,
Sin que se lo disputen los nacidos.»
Y pues esto es así, ¿qué me detengo?
¿ Qué nuevas persuasiones necesito?
¿Qué dudo.' Cuando espíritu me falte,
(( Me alentaré pensando que yo imito
AI brazo de Balaim, y que su burra
Es la imagen perfecta de mi hijo.
Éste, tan inocente como aquélla.
El golpe sufi-h-á no merecido;
Lo sufrirá mejor, no hablará tanto
Como ella habló después de recibirlo;
Pero detente, lengua... no profanes...
Por imitar... (1). Ya basta, que es delito.
Ea, acabemos pues; y...»
(Suena dentro á lo li'jos una trompeta; óyela Gdíman sorprendido,
y después de una breve pausa conliuiia.)
¿ Qué escucho 1
(Otra corta pausa.)
¿Con que llegó el momento decisivo?
(Perturbado.)
No hay duda; esa trompeta que á lo léjo3
Resuena...
(Casi convulso y manifestando en sus gestos y acciones que tiene
la imaginación más exaltada i|ue basta aquí.)
Esa llamada es un aviso.
(Muy apresuradamente.)
Nuevo mensaje... «de que sale un toro
^'alient?, agarrochado y atre^'ido,
A decidir mis dudas con sus astas ,
Por mandado tal vez de algún maligno.
Que atisbando esta escena , le parece
Que no ha de tener fin tan gran delirio »;
Pero si tal sucede...
(Ccn valor.)
« Mi pañuelo,
Mi arrojo, mi destreza con mis bríos
Se burlarán de la sañuda fiera.»
Vuelve á sonar la trompeta, y (Iuzman, espaniadn, hace un movi-
miento violento como involuntario, y mirando a todas partes me-
nos á los escalones.)
Otro recuerdo, ¡cielos! Confimdido
En mis tardos discursos, no advertía
«Que estoy sin talanquera, sin asilo
(1) Lo de la burra de Balaan y esta frase no estín puestos á
nnmo de pajas. En este pasaje compaia óuzman el sacrilicio que
liacc con el de Abraliara y el de Dios , que entregó su Unigénito por
los pecadores. P.ealmen'te en el monologo de Cuzman no era del
caso tanta erudición escrituraria, y SAM\-irEC0, con su natural ma-
licia, la sustituyó por la historia de la burra de Balaan. El autor
italiano del Uisioiso critica esta inconsiderada confusión ríe lo sa-
grado coa lo profano, que dice le sorprendió en el señor Iriarte.
Para salvar mi vida; si me aprieta
El toro en su carrera, no hay arbitrio;
Si furioso acomete, y yo, sereno,
Con una y otra suerte no le rindo,
Me llevará en sus astas jior el campo
El feroz animal al enemigo.
Así CDHio en la punta de la hinza
El soUlado presenta á su caudillo
La cal)i'za del bravo sarraceno;
Y enlúnces, ¡av dulor! ,'<iué es lo que digo?
¿En la punta Je un cuerno, por juguete,
Han de ver á Guzman lus berberiscos?»
(Adasio con sordinas, yol teatro casi A oscuras. Gizman, lleno de
terror, en voz baja y misteriosa, mirando á lodos lados, couti-
Düa despacio.)
Las sombras de la noche se apresuran;
El sol ya en el ocaso... No hay arbitrio.
«Las gallinas se acuestan, y ios gatos
Todos van á ser ))ardus. De sus nidos
Las lechuzas saldrán, y de los templos
Apagarán las lámparas... Los chicos^
En camisa, de pié sobre sus camas,
El aii'e azotarán con los vestidos
Por matar al murciélago que vuela
Dentro del aposento.» — 51as si el hijo
Entrego, de jjesar muero igualmente,
Aunque con honra. ¡Sarraceno inicuo.
Si acaso á tu barbarie faltan armas,
La mia te las da ('2), porque me indigno
De que mi sangre tina y ennoblezca
Aceros viles.
(Desenvaina prontamente el cuchillo.)
Este que j'o ciño,
Enseñado á vencer, sea instrumento
De mi mayor victoria.
(Da algunos pasos hacia un lado del foro, y grita, haciendo seña
con un pañuelo, de raudo que ni le oinan ni le vean , por no dar
lugar á que venga alguno y se pierda la unipersonalidad.)
¡Ah de los miosl
Corresponded á la señal del campo
Marroquí.
(Después de un rato de silencio, suena un clarin tan cercano, que
se conozca lo tocan dentro del castillo, precediendo á esta lla-
mada , un redoble de atabales. Gi'zman corre mirando atrás , tre-
pa por los escalones , y cuando se contempla seguro dice:)
Firme estoy en mi designio.
(Con un súbito rapto de furia.)
Y ¿ por qué, despechado, no convierto
Este hierro fatal contra mí mismo?
Terminarán mis ansias.
(Dejando caer de la mano el cochillo.)
¿Qué pronuncio?
Absurda sugestión... ¡Yo desvario!
Recurso de almas débiles. ¿Adonde
Me arrebata el furioso torbellino
De mis pasiones? « Mas ¿acaso tengo
Pasiones yo? Pudre... i>oui-é decirlo.
Mas nadie lo creerá. Sobreviviendo
Al toro que yo mate, califico
Más bien mi intrepidez.» ¿Qué meditaba?
Un crimen más infame que el que evito (.3).
(Recoge el cuchillo.)
Vamos; me sobra aliento... subo al muro.
(Mientras se toca una marcha , continúa Cizman en subir los p.«ra-
lones del muro, y mirando dtsdc lo alto, como i descubrir el to-
ril, que se supone haber a poca distancia dil muro, clama en
tono fanfarrón.)
Acércate y atiende : « Clarincillo,
Y seas quien quisieres», tu amenaza
(2) ;MI barbarle? No es esto loque debió decir Guzman al arro-
jar el cuchillo. (A'o/fl rfc/ aulor.)
(5) ¿En que quedamos, amigo Guzman? ¿es crimen dar un hijo
por la patria? I'ues entonces a entregar la plaza; puesto que con
matarse no se evita que los moros maten al hijo, si les tiene cuen-
ta. (Nota del aulor.)
406
DON FÉLIX MABÍA SAMANIEGO,
No rendirá mi esfuerzo ni mis bríos;
«Voy á dar ocasión en que desfogue
Su brutal furia tu animal bravio.»
Asómbrete mi acción, de ella colige
Si es cobarde Guzraan, y si has creído
Que intimidarle era posible, pierde
Toda esperanza ya. « Echa, malifrno.
Echa de ese toril, sin más tardanza.
El feroz animal, el más temido
De valiente andaluz»; y porque veas
Que nada en mi defensa necesito,
Y temas mi valor, toma en re.spncsta
« El estoque y pañuelo que te tiro.»
(Arroja el pañuelo y el estoque del muro al campo; luépo, al son
de un adaiíio lento, baja algunos escalones, desalentado, con
muestras de horror, y sin osar pasai' m;is adelante, prosigue,
desde una altura conü-nienle á su sei^uridad, variando de tonos,
según los diferentes grados de miedo ó de valor que le ocasione
su locura y expresa.au los versos.)
Echada está la suerte... ¡Ahora tiemblo!
¡Con razón, aunque tanlc, me hoiTorizol
iCómol un pavor... (no lo creyera) un pasmo...
¡No soy dueño de mt!... ¿quién me da auxilio?
(Cobrando aliento.)
¿Tanto vigor, y ahora tal flaqueza?
¿Me pesa de mi arresto? Xo; le admiro (1),
(1) Hé aquí estos periodos en el soliloquio de Iriarte :
"¿Me pesa de mi arresto? No; le admiro,
Le apruebo, v muy de veras... mas ¡soy padre !
(No lie dicho bien; lo fuii; ¿porqué reprimo
El justo llanto? Con la sangre cumpla
Mi amor; que con la patria ya he cumplido.»
Ocasión era ésta de admirar él mismo lo bien que había cumpli-
do. Tenía razón el Confutator en decir que el Guzman de iriarte
era on fanfarrón , qae sacriflcaba su hijo á la vanidad.
Lo apruebo, y muy de veras. « Soy torero;
No digo bien, lo ful; que desde niño
Todo español que con su sangre cumpla,
Ha de ser con los toros atrevido.
Pero ¿quó impulso es éste qi;e me lleva
Hacia el muro? Tal vez estará listo
Para salir el arrogante toro.»
No sosiego hasta verle; yo me animo.
Apúrese el veneno.
(Vuelve A subir las gradas que bajó, entretanto que la orquesta toca
un largo muy triste con sordinas y (lautas; desde allí, con los
m;ís expresivos indicios de miedo, observa lo que pasa en el to-
ril. Baja algunos escalones atónito, y cubriéndose los ojos con
ambas manos , déjase caer en uno de ellos , como postrado de la
congoja, y con voz angustiada y palabras interrumpidas dice,
acompañándose de la música:)
« ¡Atroz brutazo!))
[Curiosidad funesta! ¡Ayl ¿Qué he visto?
«¡Qué montaña de carne! ¡Quó fiereza!
¡Qué frentu tan rizada! ¡Qué bufidos!
¡Cómo escarba la ticra! ¡Qué lomazos!
¡Qué ojos de Satanás! ¡Qué cerviguillol
¡Qué par de horribles cuernos aguzados!
Yo los vi; sí, señores, ¿y aun respiro?
Esto ya no es vivir, (Juzman cobarde,
Que tan de lleno el miedo te ha cogido;
Pide á nuestros di-amáticos poetas
Que aspiren á ser gente de juicio;
No imiten Pigmaleones ni Guzmanes;
Que al que charlaba á solas en lo antiguo,
Luego que llegó el diálogo á la escena,
Lo arrojó del teatro, corregido.
(Con acento y ademanes de desmayo.)
Y que (la voz me falta) ¡oh teatro! ¡oh teatro I
Cedo al dolor de ver tus autorcillos.»
(Cae el telen.)
FIN DE LAS POESÍAS DE DON FÉLIX MARÍA PAMANIEGO.
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA GASA,
NOTICIAS BIOGRÁFICAS.
Distinguióse el último tercio del siglo próximo pasado por el notable movimiento literario que
se desarrolló, no sólo en la capital de la monarquía, sino también en otros puntos del reino, li-
gurando entre ellos en primera linea la ¡lustre ciudad do Salamanca; que si es cierto que sus
sabios no brillaban en los consejos de Europa, por haber descendido España del elevado rango
que alcanzó en tiempos mejores, cuando era arbitra de los destinos del mundo , no lo es menos
que desde los últimos albores del siglo de oro de nuestra literatura , nunca hasta entonces hablan
resonado en las riberas del Tórmcs acentos tan dignos del Parnaso castellano, y (¡ue recordaban
sus dias más venturosos. líuella profundísima lia dejado en la histuria literaria del siglo xvni la
célebre escuela poética salmantina, de la que fué fundador el coronel don José Cadalso, muerto
gloriosamente en Gibraltar, y memorable, más que por el valor de sus escritos, por ser docto y
feliz maestro de Melendez Valdés, que á su vez lo fué del grandilocuente Quintana y del elegante
y castizo Gallego, principal ornamento los tres de su escuela, y á cuyo lado tiguran, entre otros,
aunque con diferentes merecimientos, fray Diego González , don Nicasio Alvarcz de Cienfuegos y
DON José Iglesias de la Casa, objeto de este articulo.
Pocas líneas consagró á su biografía el primer editor de sus obras; y esta sensible brevedad ha
motivado que hasta hoy no se haya sabido con seguridad más que el lugar de su naturaleza y la
fecha de su muerte, pues también se ha incurrido en error en la que se lijó el año de su naci-
miento. Pero entre el riquísimo caudal de noticias y documentos inéditos que para escribir la
historia de Salamanca reunió con admirable constancia el escribano don José Iglesias de la Casa,
hermano mayor del poeta , hemos tenido la fortuna de hallar unas ligeras pero estimables noti-
cias biográficas, escritas por el mismo diligentísimo compilador, que en tan ventajosa situación
se encontraba para darlas verídicas. Ellas nos han servido de guía para hallar las partidas de
bautismo y defunción de nuestro autor, como asimismo su testamento. Con tan fehacientes tes-
timonios é irrecusables noticias, y las que nos suministren las mismas obras del moderno Marcial,
trazaremos una breve reseña de su corta y no agitada existencia.
Nació DON José Iglesias de la Casa en Salamanca, el jueves 31 de Octubre de 1748, y el 17 de.
Noviembre fué bautizado en San Martin , por su párroco don José Rodrigo Tesso; siendo su padri-
no su tío segundo don José Alonso. Fueron sus padres José Iglesias Barrantes, natural de la par-
roquia de Santa María de la ciurlad de Trujillo , y Teresa de la Casa , de la parroquia de San Ju-
lián y Santa Basilisa, de Salamanca; tambos de noble linaje, aunque la pobreza les constituyó
en estado humilde» , como dice el hermano del poeta (1).
Wt' Según el mismo, estudió su ilustre hermano i humanidades y teología en esta universidad , y
W'se distinguió entre los profesores de su tiempo, que admiraban su raro y peregrino ingenio. De-
dicóse á la poesía, y fué muy versado en las letras sagradas, en que hizo profundo estudio. Al
mismo tiempo fué diestro músico , tuvo mucha invención en el dibujo, y fué buen escultor en
(1) Fueron sus abuelos paternos Francisco Igle- tonla Alonso, natural de la parroquia de San Julián
siag, natural de Montehermoso, obispado de Coria, y y Santa Basili.sa de Salamanca. (Véase el libro de
María de Kivas, de la villa do Zarzaquemada , del batitizados de la parroquia de San Martin, folio 44,
mismo obispado; y sus abuelos maternos, Blas de la que principia el \.° de Marzo de 1744 y concluye
Casa, de la villa de Frías, en 1'f montañas, y An- el 30 de Mayo de 1784.)
^^ DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
plata como lo demuestran varias obras que hizo, y entre ellas una pieza de la creación del mun-
do Y pasajes principales de la Escritura, que consta de setenta y dos «guras de medio relieve y
existe o n poder del autor. En el año de 1783 se ordenó en Madrid de presbítero, y conociendo su
rito don Felipe Bertrán, obispo de Salamanca, inquisidor general , le dio el beneficio de La-
rirro vCarabias, y después el de Carbajosa y Santa Marta; cuyas iglesias rigió como buen pár-
"expend'iendo' con liberalidad la mayor parte délas rentas en alivio de sus feligreses. Las
i'nuas enfermedades que padeció, ocasionadas del demasiado estudio, y su temprana muerte,
p0(
mer'
rodi
roco,
contír. — . - . T • . 1
privaron al público de muclias buenas producciones que se esperaban de su aplicación y talento.
A esto se reducen las noticias del poeta, escritas por su hermano. Deducimos de ellas que su
instrucción no fué tan escasa como supone Quintana {Poesías selectas, pág. 420; París, 1838). In-
acnioso c instruido, le llama don Antonio Alcalá Galiano, en la lección xxn de su Historia de la
literatura cspañoJa, francesa, inglesa é italiana, pág. 581; Madrid, 4845; y Ticknor, en la His-
toria de la literatura española, pág.,93, tít. iv, Madrid, 1857, dice que recibió su educación bajo
los más favorables auspicios.
Continuas fueron, como hemos visto, sus enfermedades, y ya le aquejaba la que acortó pre-
maturamente su vida , cuando, pocos meses antes de su muerte, publicó el poema de La Teología,
en cuvo prólogo disculpa el escaso mérito de la obra, i ya porque su talento no es de los más
crandes, ya por lo poco que le ídXOYcce su incómoda situación. » El editor salmantino dice que
su última enfermedad fué larga y penosa, pero sin que nunca alterase la serenidad de su ánimo.
No hallándose todavía en cama , otorgó su testamento, eH9 de Agosto de 4791, ante Felipe San-
tiago Bartolomé , y el 26 del mismo mes murió, á los cuarenta y dos años y nueve meses de edad,
en casa de su hermano don José. El mismo día fué enterrado eu San Martin , según él había dis-
puesto, con el hábito de Nuestra Señora del Carmen , de cuya venerable orden tercera fué herma-
no profeso. Cuando acaeció su muerte era párroco de Carbajosa de la Sagrada, aldea á una legua
escasa de Salamanca. Nombró por sus herederos á sus hermanos don José, doña Rita y doña Jua-
na , mujer aquélla del librero don Francisco Tojar, y ésta del doctor don José Pando y Huelga , el
cual casó después en segundas nupcias con una dama de elevada cuna. Legó á éste las obras que
eligiese de entre sus libros, y á Tojar unos manuscritos de diversos asuntos, de que, según dice,
va estaba enterado; que indudablemente serian los de las poesías, cuya primera edición hizo en
4795 , y repitió, considerablemente aumentada, en 1798. Y á su hermano don José le legó varios
documentos de devoción, que él salía , como expresa el testador; cuyos manuscritos, según hemos
oido, muerto que hubo el legatario, dio ó vendió, entre otros papeles, su sucesor, á un confite-
ro. Ignoramos si así fué ; lo que sí es cierto, que de los referidos manuscritos hoy no tenemos
noticia. Pérdida sensible, pues tal vez contendrían algunas obras originales del autor. De entre
estos manuscritos debieron tomarse los Himnos, sacados del fíezo eclesiástico inédito de Iglesias.
Fueron publicados en el Semanario de Salamanca, en los números correspondientes al 24 de Di-
ciembre de 4795, al de igual fecha de 4796 y al del 22 de Abril de 1797. Igiioramos si en dicho
periódico se publicaron más, por hallarse incompleta la colección del Semanario que hemos visto.
¿Fué el padre de Iglesias artífice platero, como el de su célebre paisano el músico Doyagíie?
Así lo creemos, no sólo porque la fortuna le constituyó en estado inferior á su noble linaje, sino
también por la destreza que en tal arte alcanzó su hijo, superior á la que suele lograr un simple
aficionado, y que acaso adquiriría al lado de su padre. ¿Y quién sabe si Iglesias ejercería esta
profesión hasta los treinta y cinco años, época en que recibió las sagradas órdenes? Nosotros
creemos (jue no tuvo carrera literaria con que poder atender á su subsistencia, pues aunque, se-
gún nos dice su hermano, estudió teología, no indica que recibiese en dicha facultad grado al-
guno ; y él , en el poema de La Teología , sólo se titula presbítero, y en el de La Niñez laureada,
que publicó cinco años antes que el anterior, se denomina teólogo, presbítero, y natural parece
que si hubiese tenido algún grado académico en teología, lo ex|M-esase así. En el testamento no
se le dan otros títulos que el úe presbítero , beneficiado, cura rector de Carbajosa de la Sagrada;
conj.;turas más ó menos fundadas, y á las que cada cual puede dar el valor que juzgue conve-
niente.
La casa en q^ie falleció Iglesias se halla situada en la Plaza Mayor de Salamanca, señalada hoy
con el número 19, y hace esquina al arco llamado del Toril; su puerta accesoria da salida á la
plazuela de la Lonja, que ahora se denomina plazuela del poeta Iglesias de la Casa. Justo aun-
que modesto homenaje rendido á su memoria.
NOTICIAS BIOGRÁFICAS. 409
No conservamos noticia que durante su vida publicase más obras que los dos poemas mencio-
nados, no incluidos nunca en la colección de sus poesías; reducido el de La IS'iñcz laureada (1)
á un solo canto en loor del salmantino don Juan Picorncll y Obispo, que á la edad de tres años
seis meses y veinte y cuatro dias fué examinado públicamente por los doctores y maestros de la
universidad de Salamanca, en una de sus aulas, el dia o de Abril do 178o. Suceso tan extraordi-
nario entusiasmó al humUde cisne del Tónnes, que escribió el poema en el mes que se verilicó el
examen , como él mismo dice en la estrofa siguiente :
Antes que el rubio sul con rayos de oro
En este mismo Abril abra las flores,
Bañando de fecundos resplandores
Los bellos cuernos del celeste toro;
En su laúd sonoro
Saldrá á la margen de su patrio Tórmes ,
Con acentos confonncs
Su humilde cisne, que en ligera pluma
Hará de tus prodigios grata suma.
Hácese en el poema la descripción del examen , y está escrito con la corrección y pureza de len-
guaje que eran habituales al autor; siendo, b;ijo otros conceptos, escaso su vahn- lilcrario, como
sucede al de La Teología (2), que compuso por divertir unos ocios que tal vez íío podría evitar de
oír a manera. Consta de ocho discursos y uno de introducción; pensaba escribir una segunda
parte, pero no pudo realizarlo por su temprana muerte. Es, si cabe, inferior al de La ISinez lau-
reada; pues Iglesias generalmente es trivial y desmayado en las poesías serias, en las que ca-
rece de elevación y brío, como en sus églogas y romances, que, sobre ser monótonos, por no ofre-
cer novedad alguna, no hay en ellos cualidad que los haga estimables; llegando al colmo de la
trivialidad sus canciones A la Soledad y Á la Vanidad terrena.
Se ha dicho que Iglesias abandonó el género satírico desde que se ordenó de presbítero, ó sea
durante los últimos siete años de su vida; así lo creemos, porque en este espacio de tiempo fué
cuando publicó los poemas mencionados, y porque de sus mismas poesías se infiere que era muy
joven cuando escribía aquellos epigramas y letrillas en que habia de estribar su renombre litera-
rio. ¡Tan cierto es que las llores más espontáneas son las que en el Parnaso ostentan más loza-
nía! En comprobación de los pocos años que tería cuando escribió varias de sus producciones,
copiaremos los siguientes versos :
I
Cuando yo canto mis sales,
Muchacho ágil me resuelvo.
(Epig. lxxvl)
Óigame , que empiezo ,
1 Hola ! ¿ con quién hablo ?
Que niño arrapiezo^
Soy la piel del diablo.
(Let. i, satíricas.)
Musa, pues eres
De edad tan tierna^
Tú, que no puedes,
Llévame á cuestas.
(Let. X, SATÍB.)
Cúlpanme varios censores
Que vn muchacho no es bien cante
En estilo mordicante
Ni acentos murmuradores...
(Let. XXIII, satíu.)
Ticknor, en el lugar arriba citado, dice que indignado Iglesias de la inmoralidad de su ciudad
natal , se entregó á la sátira; afirmación completamente gratuita, que nada hemos hallado que la
justifique; por el contrario, hemos visto un minucioso extracto, que abraza casi lodo el siglo pró-
ximo pasado, de las relaciones manuscritas de Peñas y Nuñez, en que dia |)or dia se apuntan los
sucesos de nuestra ciudad, y aun muchos puramente privados; y aunque hallamos, si , la variada
trama de acontecimientos que constituyen la vida de un pueblo, no encontramos esa supuesta
inmoralidad de que habla sin fundamento alguno el escritor anglo-americano. Parécenos que
Iglesias no hizo más que seguir la índole de su ingenio , y que el alcance de su sátira no se li-
(1) Imprimióse, con las licencias necesarias, en volvió á sufrir otro examen, cuyo programa po-
Salamanca, año de 1785, en la oficina de la Santa seeinos. '
Cruz, por Domingo Casero, precedido de un prólogo, (2) Consta de un tomo en 8.", de 175 páginas; so
y al fin con una curiosa nota biográfica del admi- imprimió por don Francisco Tojar, en Salamanca,
rabie nifio. que en los dias 7 y 11 de Marzo de 1787 aüo de 1790.
^jO DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
mitaba al estrecho recinto de su ciudad natal, como se patentiza con la lectura de algunos pasa
jes de sus letrillas:
Siglo friolera ,
Vi en atisbo ocioso ;
Erase que se era
Un cuento gracioso.
Este siglo es pasmo
De virtud extraña;
Eso es entusiasmo,
No 68 sino patraña.
¡ Qué enfcnno y malo
Que se llalla el mundo!
Quien no lo crea
Tómele el pulso.
Una bola es este mundo,
Que harta está de mal rodaí
Y lus dus hemos de andar
A túndame que te tundo.
(T>ET. IV , SÁTÍR.) (LeT. XXV, SATÍB.)
Yo quiero que sepa el inundo
Quién soy, y se desengañe ;
Que el que las sabe las tañe.
( Let. vi, SATÍR.) (LeT. XXVIII, SATÍR.)
Diz que de este inferior globo
La máquina está trocada ;
No sé nada.
(Let. IX, SATÍR.) (Let. xxxi, satír.)
Quintana, en el articulo cuarto de su Introducción á la poesía castellana del siglo xvni, hablan-
do (le Iglesias, dice en una nota : «Entre la corifusion de papeles que dejó al morir, se encontra-
ron centones de versos ¡'e diferentes poetas antiguos, unas veces descompuestos, otras literales,
pero siempre combinados de manera que formasen un todo regular. De esta clase son algunas de
sus odas, y la mayor parte de las villanescas de sus églogas y de sus idilios. Las principales fuen-
tes donde bebia para este trabajo eran Balbuena y Quevedo. Ignórase el uso que pensaba hacer
en adelante de estos estudios, y sus editores los publicaron conforme vinieron á sus manos. Lo
más particular es, que en ellos lo raro y extraño de la ejecución no perjudica á la sencillez del
pensamiento principal, ni á la regularidad del todo, ni á la gracia de las letrillas, ni al fuego y
expresión melancólica de la oda y de los idilios, j Lo que prueba, no sólo el completo dominio que
tenía de la lengua castellana, sino una prodigiosa facilidad para versificar. En las odas Al Dia y
A la Noche, y en el idilio yl/ Desfallecimiento, se bailan algunos versos de Balbuena, tomados
de El Bernardo, copioso aunque informe tesoro de poesía.
Como escritor epigramático, don José Iglesias de la Casa no tiene rival en nuestra lengua, y
hechiza , no sólo por lo agudo del pensamiento, sino por la inimitable facilidad y soltura en la
expresión; cualidades que también resaltan en las letrillas satírica?, donde cada estrofa es un
epigrama. Quintana le reconoce para estos géneros un mérito eminente, que no cede sino á Que-
ve.Io, de quien dice que, si no tiene el raudal y la vivacidad, tampoco presenta el mal gusto y las
extravagancias. Es cierto que también carece de la acerba profundidad de Quevedo y la gene-
rosa abundancia de Góngora; pero no por eso deja de ser en ocasiones abundante y profundo.
Profundísimo se maniíiesta en el ej)igrama xx, cuyo último verso ha pasado á proverbio; verso
admirable y que equivale á todo un poema, pues bajo aquél, al parecer chistoso y ligero pensa-
miento, se encierra la más profunda filosofía. ¡Quién, al leer aquella exclamación final, no re-
cuerda algunas de sus ilusiones más halagüeñas, desvanecidas al descender de las regiones del
espíritu al mundo material (pie nos rodea ! Hay poetas á quienes el dolor arranca carcajadas en
lugar de gemidos , y nosotros , cuando leemos algún escrito satírico, á través de su sonrisa , siem-
pre creemos ver la huella de acerbísimos dolores. ¡ Quién olvida á Quevedo y á Larra ! Pero si
ficil y festivo se muestra Iglesias en los epigramas y letrillas, es apasionado y melancólico en los
idilios, en los que agrada hasta aquel amable abandono en la versificación. ¿Y á quién no enamo-
ra la candida malicia de las villanescas? ¿Quién no se encanta con la vivacidad y galano donaire
df La rosa de Abril, La salida de Amarilis, y lu hechicera entonación de la anacreóntica vni,
digna del lírico de Teyo?
Ademas de las ediciones de Salamanca, se han hecho otras muchas de las poesías de nuestro
autor; siendo las más conocidas las de Barcelona, de 18^20 y 1837 ; la de París, do 1821 ; y la de
Madrid , de 1840, en cuatro tomos en 16." ; en el último tomo de ésta se publicó un entremés titu-
lado El Pleilo del cuerno, que no creemos escribiese Iglesias, y ademas unos epigramas tomados
del Semanario ¡ñntoresco, que á todas luces parecen de nuestro autor, como asimismo las demás
poesías incluidas en el tomo iv, y que ya lo habían sido en la edición de Salamanca de 1798. Por
apócrifas las tienen Ticknor ó sus anotadores; nosotros creemos lo contrario, pues para conven-
NOTICIAS BIOGRÁFICAS. 411
cerse de su autenticidad , no se necesita un detenido examen ; tan gi'ande es su semejanza con las
reconocidas como de Iglesias, que basta leer, por ejemplo, el mclancúlico idilio primero del apén-
dice, para que se agolpen á nuestra memoria los de los tomos anteriores. Atendiendo, ademas, á
que Tojar fué el editor de este apéndice, como también de otras poesías con que aumentó la se-
gunda edición , queda completamente justificada su auteuticidad. En esta edición manifestó que
las traducciones de Horacio y otra de Safo no eran de Igleíias, á quien se atribuyeron por li iber
sido bailadas entre sus papeles. (Confesamos que sjría grande nuestra sorpresa si algún dia se
descubriese el verdadero autor de las poesías del apéndice, en cuyo caso no vacilariamos un solo
instante en considerarlas como la mejor imitación que existe en castellano. Que estas poesías no
se incluyesen en la edición príncipe, nada tiene de extraño, no sólo ponpie no llegarían á manos
del editor todas las que circularon manuscritas en vida de Iglesias, sino porque tales omisiones
casi siempre son inevitables en ediciones postumas.
No babiendo publicado Iglesias, durante su vida , ninguna poesía satírica , se libró de los in-
convenientes que por lo regular ocasiona este género de escritos; pero no se libró, en verdad , de
que la edición de 1798 fuese proliibida por la Inquisición en el índice expurgatorio de 1805. Don
Bartolomé Gallardo defendió en un folleto el libro probibido; piTo las especiales circunstanci.is
del defensor, y lo violento de la defensa, fueron más bien perjudiciales que provecbosas(I). Nos-
otros liemos oído, y lo reproducimos por lo que valer pueda , que la proliibicíon fué originada por
un émulo de Iglesias, al ([ue , si odió vivo, no perdouíj muerto; ofendiéndole tal vez la glrtria y
popularidad que alcanzaban sus escritos. Tan cierto es que la envidia siempre sigue al gei:i',
como la sombra al cuerpo.
Para completar cuantas noticias liemos podido adquirir acerca de Iglesias y sus obras, tene-
mos una verdadera satisfacción en anunciar que el excelentísimo señor don Leopoldo Augusto de
Cueto, individuo de la Real Academia Española, va á pul)licar las poesías del escritor salmantino,
con las de los poetas del siglo xviii, en la Biblioteca de Autores Españoles, glorioso monumento
que el señor don Manuel Rivadeneyra levanta con plausible peise verane ia á la literatura nacional.
Salamanca, 180:2. Manuel Villar y Macías,
ADICIÓN Á LA ANTERIOR NOTICIA BIOGRÁFICA.
En la biografía de don José Iglesias de la Casa bicimos mención de un folleto pubüca'io por
don Francisco de Tojar, en defensa de las poesías postumas de nuestro autor; vanas fueron nues-
tras diligencias para bacernos con el referido escrito, pero hoy podemos dar circunstanciadas no-
ticias de él , gracias á la franca galantería de nuestro distinguido amigo y colaborador, doctor don
Ramón Losada , pariente del poeta, que nos ha facilitado un ejemplar que perteneció al presbítero
don Arcadio Iglesias, sobrino del escritor objeto de nuestras investigaciones. Titúlase el mencio-
nado folleto : Memoria en defensa de las poesías postumas de don .Iosé Iglesias de la Casa , presbí-
tero; dirigido al Santo Tribunal de Valladolid, por don Francisco de Tojar. Año de 1803. Está im-
preso por él mismo, con las licencias necesarias, y consta de veinte y una hojas en folio menor.
Tojar comienza manifestando que el 24 de Mayo del expresado año se le notificí) por el señor
Lectoral de esta Iglesia de Salamanca, de orden del Santo Tribunal de Valladolid , suspendiese la
tercera edición, que anunciaba en el prólogo de la segunda, de las poesías fie Iglesias, y se le
preguntaba quién era el dueño y editor de ellas. Por esta causa, Tojar presentó el escrito con
que comienza el folleto, manifestando ser él el dueño y editor de las poesías , y pidiendo al mis-
mo tiempo al Tribunal la aprobación para publicarlas con las correcciones que éste hiciese, y
expresó que no había dado principio á la nueva edición, por estar solicitando en el Supremo Con-
sejo de Castilla el privilegio exclusivo para que otros no las pudiesen reimprimir, como lo habían
intentado. En vista de este escrito, fechado el 31 de Mayo de 1803, fué llamado Tojar el 17 de
(1) Un amigo nuestro recuerda haber visto en ijiie fué levantada. Si así sucedii'i, no creemos que
Zaragoza un folleto de más de cien páginas en folio, este folleto sea el que csf ribió Gallardo, el cual fue
publicado por Tojar, en defensa de la segunda edi- rigurosamente prohibido,
cion. Por esta ú otras causas la prohibición parece
412 DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
Julio por el señor Lectoral , para decirle, de orden del Tribunal , que éste habla tenido á bien darle
vista (le l;is tres coDsuras que se habían heclio de las poesías de Iglesias. La úUima de ellas está
fechada en Madrid, á 28 de Abril de 1802; las otras carecen de esta circunstancia, y en todas se
liaila omitida la firma del respectivo censor, sin que ninguna se distinga por lo atinado de la crí-
tica, patentizándose en ellas ser sus autores ajenos ó completamente extraños á los estudios li-
terarios, por más que sólo les incumbiese considerarlas bajo el aspecto moral. Haremos un bre-
visinio extracto de las tres.
En la primera, después de decir el censor que ha leidO y releído las poesías de don Pedro Igle-
sias DE LA Casa , las calificó de torpes y obscenas, no sólo las satíricas, sino aun las puramente
amatorias, hallando en ellas, ademas de estas faltas, la de gentilismo, por sus alusiones mitoló-
gicas, y á unas las llama lascivas, á otras vinosas, y venenosas á todas; y concluye citando dos
regfis de Natal Alejandro, y algo de lo mucho que trae en su confirmación (lib. iv, Theolog. dog-
mática, cap. vm, art. 2."). El segundo censor dice que no halla en ellas ninguna proposición con-
tra los dogmas de nuestra sagrada religión , pero sí contra las buenas costumbres; y que, po-
dría volverse á imprimir entresacando todo lo que se halle en este caso; por lo que juzga la obra
comprendida en las reglas 7." y i6.' del Expurgatorio. Finalmente, el tercer censor concede que
es licito tratar materias de amor (el primero las tiene por obscenas), pero no como lo hace Igle-
sL\s, quien deja á otro la gloria de versificar sobre otros asuntos, puesto que él es muerto por
cantar los chistes de sus muchachas; y en otras poesías dice que se deja ver claramente que el au-
tor tiene entre cejas ciertas personas, ciertos cuerpos, ciertos estados, sobre los que descarga su
saña. Por estas cansas, y atendida la índole de la obra, la considera harto peligrosa.
A esto principalmente se reducen las censuras, y no deja de lij r nuestra atención que el
autor de la primera llame á íglesl\s don Pedro, después de haberle leido y releído. ¿Sería tal vez
quien promovit^se este asunto, y para evitar toda nota de parcialidad equivocase ex profeso el
nomlire , queriendo dar i entender con ello que no le movía pasión alguna personal al trazar la
acerba censura (pie hizo de las poesías de un autor que le era completamente desconocido, pues-
to que así confundía su nombre? Cualquiera que lea original la primera censura, se convencerá
de la pasión que mueve la pluma de su autor. Por otra parte, causa verdadera sorpresa que el
Tribunal dejara pasar sin oponer obstáculo alguno la primera edición de 179o, que contenia casi
todas las poesías satíricas , pues apenas hay nada aumentado de este género en la segunda edi-
ción de 1798, que fué agotada antes de que nada se advirtiese al editor, esto es, durante cinco
ííños, ó sea hasta 1803, en que se le mandó suspender la tercera edición, anunciada en la segunda.
¿Cómo se dejó pasar tanto tiempo entre el anuncio y la orden de suspensión de un libro que, á
juzgar por la censura, era tan pernicioso? Senos dirá que, de haber suscitado la prohibición un
émulo de Iglesias, no hubiera dejado pasar tantos años; pero ¿quién nos asegura que durante
ese tiempo no trabajase para conseguirlo, aunque sin resultado alguno por entonces?
A los escritos de censura sigue el de defensa , con que termina el folleto, y del que copiamos
los siguientes párrafos :
c No están de acuerdo los censores en calificar las poesías postumas del presbítero Iglesias. Para
el uno, no solamente hay en todas ellas torpeza, lascivia y obscenidad, sino también en el pri-
mer tomo cosas contra la fe; el otro confiesa claramente que nada ha encontrado en ellas que se
oponga á los dogmas de nuestra sagrada religión ; y el tercero limita su censura al segundo
tomo, que contiene las poesías del género epigramático.
» En defensa del autor, nos haremos cargo de todos los reparos propuestos por los censores,
satisfaciendo á cada uno de ellos con el orden y claridad posible, y perdonando aquellas injurias
y ultrajes hechos á la buena memoria del difunto Iglesias, pues conocemos que no los ha pro-
ducido la malicia, sino el celo de la religión, aunque falso é indiscreto.
» Convengamos en que las poesías postumas no son un hbro de oración y meditación , ni del or-
den de las que compuso después. Pero, aunque sería lo mejor tener al hombre siempre ocupado
en la contemplación de objetos santos, no lo permite la condición humana, ni esta sola es bas-
tante causa para prohibir los libros que tratan de otros asuntos. Tampoco basta que un libro
contenga materias que se tienen por jocosas y picantes; que hable, por ejemplo, de la pasión
del amor, de los celos, de la paciencia de los maridos, etc. Es necesario que enseñe, que dog-
matice. Por esta razón se han prohibido tantas comedias y novelas en qive se ve un sistema or-
denado y seguido, donde se aprende el vicio por principios; y por la misma razón se permiten
ÍTOTICIAS BIOGRÁFICAS. 413
Ó toleran muchos libros de agradable pasatiempo, especialmente de poesía, en que nada malo se
enseña, en que el ánimo del autor no es dogmatizar, y en que, sin embargo , se encuentra al-
guna expresión poco decente, pero que no deja impresión alguna después de su lectura. Y lié
'aquí también la razón por que el Santo Concilio de Trento, como consta en la regla 7." del Ex-
purgatorio, citado en las censuras, prohibe solamente aquellos libros en (jue de propósito se
cuentan , tratan y enseñan materias lascivas y obscenas.
» Sobretodo, están muy lejos de incurrir en semejante censura las obras y tratados que pintan
las pasiones y el vicio con los colores más negros, que exponen sus fatales consecuencias, y en
una palabra, en que el autor se propone el fin moral de corregir satirizando.
> En esta inteligencia, no hizo Iglesias más que usar, y con no poca parsimonia, del privile-
gio que tiene la sátira, no sólo de retratar al vivo los abusos, resabios y extravagancias de los
hombres, sino de cargar también la mano en la pintura del vicio para que resalte su fealdad. Ri-
diculizar, éste es el principal objeto de la sátira; para ello no usa de otras armas que la fina iro-
nía , las burlas y donaires , y en los casos extremos la invectiva elicaz y acre, según que conven-
ga dibujar el vicio, más como odioso que como ridiculo. Los principios de este ramo útilísimo
de poesía estriban en el íntimo conocimiento del corazón humano.»
Después de manifestar que el género satírico ha sido cultivado siempre, pasa á justificar el de-
coro y parsimonia que brilla en Iglesias, y dice que todos ó la mayor parle de los poetas salí-
ricos castellanos que le han precedido, han usado mucha más desenvoltura y libertad que él; y
para comprobarlo copia versos del Arcipreste de Hita, de Quevedo, Góngora, Argensola y los
Romanceros.
Cita á continuación un pasaje del profeta Ecequiel (cap. xxii), donde en estilo enérgico se ex-
presan los desórdenes de la carne y las abominaciones de los pecadores. Rebate ilespiies las
principales objeciones que se hacen á las poesías; y respecto á la inculpación del censor tercero,
sobre tener Iglesias animadversión á ciertos cuerpos , dice : « Un cargo semejante se cx)nvenco de
injusto con la simple lectura de los lugares citados (varias estrofas de las letrillas) y de todas las
poesías de Iglesias ; y ésta es una justicia que usía ilustrísima no me podrá negar. Üe ella resultará,
sin género de duda, la sinrazón con que se le censura y la pureza de intención de Iglesias, y cier-
tamente, de otro modo, y por los principios de los censores, no habría libro ni autor, en que se
dijese algo contra la filosofía peripatética, contra el abuso del escolasticismo y el descuido ó des-
orden en que estuvieron antes nuestros estudios y universidades, (jue no pudiese ser tacliado de
mordacidad ; y los primeros y más fuertes de los escritos mordaces (permítanos usía ilustrísima este
desahogo) serian los planes de reforma de dichas universidades, en que se hallan enunciados con
la mayor claridad sus antiguos defectos. En las sátiras de Iglesias no se reprende otra cosa que
los abusos introducidos en las escuelas; y así es que las dos veces que han sido censuradas sus
poesías para su publicación, lo han sido por dos doctores y catedráticos de cánones y leves de
esta universidad, los únicos que poilian ofenderse de los chistes de Iglesias, porque habla con
ellos señaladamente en la última letrilla citada» {es la xliii, estrofa 1.°).
Dice, respecto al cargo de gentilismo que le hacen por sus alusiones mitológicas, que el mis-
mo pudiera hacerse al Tasso, Cuinoes, Fenelon , Quevedo, Sannazaro y otros, áiui cuando trata-
sen asuntos religiosos; y que incurren en error gravísimo los censores al confundir las voces
amatorio y obsceno, que para ellos son sinónimas, siendo en realidad tan diferentes. Y concluye
el autor de la defensa alegando, en comprobación de la acendrada piedad de Iglesias, no sólo
los curatos que desempeñó, siendo el primero el del Guijuelo, que rigió por cinco mese>, sino las
numerosas poesías sagradas que escribió; diciendo que parafraseó todos los salmos de David, que
compuso oficios en lengua castellana para todas las festividades del Señor, la Virgen, losapíjstoles,
y para las demás fiestas principales del año, formando una Lira sagrada, superior á la de los
Leones, Rebolledos y otros, y que en ella , siguiendo el autor la norma de la Iglesia en sus horas
canónicas, adoptando muchos de sus himnos y antífonas, y poniendo otras de suyo, ha hecho
una obra única en su línea, y un Rezo eclesiástico con más de mil himnos, en que lodo respira
unción y la más sólida piedad , y del cual se formarán siete tumos en 8.", que se esU'in ya impri-
miendo, cuya prueba se presenta á usía ilustrísima, en los oficios al Criador y á Nuestra Señora,
impresos separadamente, junto con el poema do í.aTeologia y las elegías ó Llanto de Zaragoza.*
Estas elegías las escribió Iglesias con motivo del incendio del teatro de aquella ciudad , y aun
creemos que las imprimió entonces. No tenemos noticia que llegasen á publicarse los liimnos
^j^ DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
anteriormente citados; tal vez el editor suspenderá la impresión, disgustado con los entorpecimien-
tos que le ocasionaría la denuncia de las poesías postumas, y que después no podria llevar á cabo
á causa de los sucesos de la gloriosa guerra de la Independencia, época en que la atención de los
e^prlfloles todos se dirigia, como era preciso, más á las armas que á las letras.
Ignoramos si Tojar mismo escribió este folleto, aunque nos inclinamos á juzgarlo obra de aje-
na pluma, pues supone algunos conocimientos literarios, que no es probable reuniese el editor de
las o!)ras del poeta; pero, sea quien fuere el autor de esta defensa, no parece que obtuvo resul-
tado alguno si es cierto, como dice Ticknor, que las poesías fueron prohibidas en el índice ex-
purgatorio de 1805.
l'ara concluir, diremos que en la historia de nuestra literatura, y principalmente en la de la
escuela salmantina, á que pertenece Iglesias, podemos considerarle como uno de los escritores
en que casi sin alteración se conserva el espíritu y tradiciones de los poetas que le precedieron, y
como uno de los últimos y más celosos guardadores de la pureza de la lengua castellana , pues en
sus obras brilla siempre limpia de extrañas voces y giros, con que después , y casi siempre sin
razón , se ha enturbiado su caudal, y muchas veces empobrecido, creyendo tal vez enriquecerle.
Entie los poetas de la misma escuela, iguales caracteres se observan en fray Diego González, ni-
nn'o imitador del estilo de fray Luis de León , pero nunca de su alto vuelo, pues no era posible.
Y ademas de los dos mencionados escritores figura, como modelo de corrección y acendrada pu-
reza, D. Juan Nicasio Gallego, aunque con más altas miras, mayores alientos y diferente espíri-
tu. No es nuestro ol)jeto hacer ahora el análisis de los poetas salmantinos, ni aun á grandes ras-
gos, como hoy se dice; pero sí indicaremos que si hubiesen sido tan castizos como los citados,
todos los es>ritores de nuestra escuela, no merecerían algunos de ellos la nota de galo-seiitimenla-
les (porque también afectaron y exageraron el sentimiento), que les dio un adusto crítico, ni Mo-
ratin, para comprobarlo, hubiera hallado dónde copiar frases, giros y versos enteros de Melen-
dez, Cienfuegos y Quintana, en su epístola titulada La moderna Jerigonza, donde traspasó vi-
siblemente los límites de lo justo, como siempre acontece cuando se ponen los ojos más en las
personas que en los objetos que se han de juzgar.
Manuel Villar y Magias.
CARTA ESCRITA AL EDITOR DE ESTAS POESÍAS (1).
Muy señor mío : Eemito á usted el tomo manuscrito de Poesías de Iglesias , que me envió dias pasados,
y le doy uiil gracias i)or el gusto que lie tenido en su lectura.
Yo no habia visto de este poeta más que tal cual epigrama y algunas letrillas satíricas. Habíanme pare-
cido excelentes, y creía que su genio era propio solamente de estas composiciones. ¿ Quién podria imagi-
nar que la musa maligna, que azota con tanta libertad los vicios, preocupaciones y ridiculas manías de
los hombres, pintase también con ademan tan inocente los más delicados sentimientos del corazón hu-
iiíano ? La diferencia de un género á otro es inmensa ; pero aun es más grande la felicidad de la ejecución
en ambos ; y yo estoy pasmado al ver que quien lia igualado á Quevedo, Góngora y Alcázar, en soltura , li-
bertad y donaires, haya podido sobrepujar á Garcilaso, Torre, Esquilache y otros buenos poetas, en gracia,
delicadeza y sentimiento.
Bien veo que la condición del poeta era muy á propósito para ello. Destinado casi siempre á vivir en al-
deas, tuvo oportunidad para observar y sentir la gracia que en ellas dan el desahogo del corazón, la sim-
plicidad y la inocencia. Por el contrario, en las ciudades la corrupción délas costumbres y la complicación
de intereses rebozan el pecho, y quitan á la naturaleza la ingenuidad de su expresión. Es verdad también
que entre los paisanos parte de la gracia se pierde por la rusticidad y grosería ; pero en la imaginación del
poeta todo se hermosea , la corteza grosera se desvanece , quedando sólo la verdad del sentimiento, ador-
nada con los encantos de la poesía.
Para dar un aire de ternura y delicadeza mayor á las composiciones de esta clase , Iglesias las pone casi
siempre en boca del sexo más débil, y de consiguiente más interesante cuando siifre. La inocencia y sim-
plicidad tienen su asiento propio en el corazón de la mujer; y ella es quien habla en la mayor parte déla»
letrillas pastoriles, de las églogas, de las cantinelas, y en todos los idilios.
(1) Bdicion de Baioelona, impieuta de Oliva, año 1837.
NOTICIAS BIOGRÁFICAS. 415
La Esposa aldeana es un pensamieuto original , y una colección de villanescas que no tiene igual «n
castellano. Su estilo es gracioso y ligero : las imágenes sencillas y naturales, tomadas de la naturaleza del
asunto ; la versificación fluida , sonora y armoniosa ; cada coplita es un rapgo ; cada letrilla un senti-
miento.
El mismo fondo de imágenes y la misma frescura de colorido se advierte en las Letrillas de estribillo
que la siguen ; ellas se están cantando ; y La Zagala que viene del campo y La Rosa de Abril son las uiáa
graciosas composiciones que de su género hay en nuestra lengua.
No se puede decir lo mismo de los Romances, que no tienen la soltura graciosa de los de Esqnilache, ni
la amena riqueza de los de Góngora. Yo siento, señor Editor, que Iglesias baya derramado en casi todos
un aire de moralidad , que no parece el más propio de semejantes composiciones : bien es verdad que él las
ha adornado con una infinidad de imágenes bastante bellas y naturales, de que ea un buen ejemplo el
último romance, donde afea á una zagala el vicio de la vanidad; el cuarto, donde pinta la salida do
Amarilis al Zurguen , no debe nada á los mejores, sea en la dulzura de los afectes , ó en la riqueza de la
imaginación.
Las Delicias de Villegas son las primeras cantilenas que tuvieron crédito en castellano : nuestro poeta
quiso ejercitarse en aquel género, y excedió á su modelo en la belleza y gusto de las imágenes, y iirinci-
palmente en la dulzura y verdad de los sentimientos. Porque Villegas, si tuvo un corazón sensible, no supo
derramarlo en sus versos.
Usted se espantará de verme tratar con tan poco respeto á un poeta de tanto crédito. Pero la faraa do
este autor es fama de tradición, como la de otros muchos ; fama no fundada en su mérito verdadero, sino
en la decisión de alguno que ha querido y sabido fascinar los ojos del vulgo de los lectores. Esta proposi-
ción puede ser algo aventurada , si se atiende al tiempo en que don Vicente de los Rios publicó y elogió á
Villegas : entonces acaso las poesías de éste eran un modelo de buen gusto ; pero en tal caso, ¡cómo estaría
nuestra literatura! ¿Qué se diria de un poeta cuyos versos estuviesen llenos de trasposiciones ridiculas,
metáforas oscuras ó hinchadas, palabras y expresiones bajas, de alusiones importtmas, y de erudición pe-
dantesca, que fuesen escasos de imágenes, y faltos enteramente de afectos? Estos'vicios están bullendo
por todas partes en las obras de Villegas ; y á pesar del nombre griego que tienen al frente , jamas se es-
cucha en ellas el lenguaje del amor. Pero de nada sirve, amigo mió, saber griego y latin cuando falta el
buen gusto. Yo apelo á los hombres que lo tienen ; y que éstos digan si encuentran placer alguno en la lec-
tura de sus odas mayores, de sus sonetos, de sus elegías y de sus idilios. Compárese á Villegas con él mismo
cuando el gusto le sostiene : compárese la oda xiv del libro l , hecha en alabanza de Garcilaso, y la bellísi-
ma oda sáfica Al Céfiro, con las demás composiciones suyas, y se palpará la inmensa diferencia que hay
entre ellas , y la justicia de esta censura. Desengañémonos : Villegas estuviera ya olvidado, sin la cadencia,
número y armonía de sus versos cortos , y sin los graciosos remates de sus cantilenas ; en estas prendas es
excelente.
Disimule usted esta digresión, y volvamos á Iglesias, cuyas Anacreónticas, aunque no me atrevo á de-
cir que sean las mejores de nuestra lengua, diré, sin embargo, que tienen toda la gracia y ligereza propias
de este género de poesía. Una anacreóntica no es una égloga ; y hé aquí la causa por que las más de las que
han salido últimamente con este nombre no lo son. El genio de Anacreonte era muy diverso del de Theó-
crito ; sus obras no son largas , y jamas se aplomó sobre las descripciones de la vida pastoril : un sentimien-
to risueño, vestido con algunas imágenes alegres y ligeras, es la materia de su poesía. Cualquiera, pues,
que la saca de aquí , la estropea.
Rasgos de una sensibilidad profunda y exquisita, imágenes fuertes y atrevidas, hijas del delirio, y mu-
chos versos felices , son las buenas prendas de los Idilios de nuestro poeta , muy superiores á ios de Queve-
do, donde no hay más que confusión y afectación.
Las Églogas no son tan buenas ; aunque tienen mucha belleza de estilo y nniy buenos versos, la poca
novedad en su objeto y disposición les quita mucha parte de su mérito. S(ílo advertiré de paso que aunque
se ha dicho que la pesca, por ser una ocupación poco aseada y muy laboriosa, no era buena materia para
las églogas. Iglesias, sin embargo, ha escrito una égloga piscatoria, donde todo es noble y aseado. Yo
creo, amigo mió, que la poesía es como el amor, que hermosea todos sus objetos.
Hay bellísimas odas de todos géneros en castellano. Las sublimes de Herrera y Rioja, las morales do
fray Luis de León, y las amatorias de Torre, Lope de Vega y otros poetas, son iguales alo rnojor que
tienen los antiguos y modernos. Las dos primeras y la última de nuestro autor honran iguahnonte que
ellas la lengua española. Su expresión es enérgica y pintoresca, su dicción rica y poética, sus versos robus-
tos y llenos, las imágenes valientes y nuevas, y el fuego del sentimiento siempre vivo. ¡Cuánta riqueza
de imaginación no brilla en la primera! El sol rodeado de las ninfas, que lo desembarazan de los per-
trechos de su lumbre; la noche cortejada de las estrellas , de las horas, de las sombras y del silencio ; «1
Bueño cubriendo con sus alas toda la tierra, y negándose á la compasiva plegaria del poeta :
Salen las negras horas, que en beleño
Ciñen la sien severa,
Vertiendo espanto y derramftudo sua&o
Por toda su carrera.
418 DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
Esto stí llama piular poéticamente. ¡ Cuan majestuosa y bulante no es también la salida del sol en la
oda u!
Sale el sol con radiante sefiorio;
Toda la mar se altera ;
Tiembla la luz Eobrc al cristal sombrío
Que bate sn ribera.
Los rayos crecen de la luz febea
Con más pujante aliento ;
El bajo suelo en derredor humea ,
Y arder se mira el vieuto.
El objeto que pinta el poeta no es nuevo ; pero el colorido, la expresión y el giro todo es suyo, todo
bellísimo. Loe remates de sus eütancias son por lo común muy graciosos ; éste, por ejemplo, de la oda iii,
A la Fuente :
Admlranla las aves,
La admira el sol, admiraula las flores,
Y en acentos suaves
Los tiernos ruiseñores
^1 sóu de üu raudal cantan amores.
¡Qué inmensa diferencia de este tono animado y gracioso, á este otro, soberbio, lleno de fuerza y de
entusiasmo!
¿ No es éste el reino del sangriento Marte 7
¿ No oigo de sus inquietas
Cajas el son , y horrísonas trompetas ?
Sobre un carro agiliiimo, rodante,
Descubro al dios horrendo,
Sus feroces cuadrigas impeliendo ;
De pié á cabeza armado de diamante ,
Tras la lanza el membrudo
Brazo, blandiendo el fulminante escudo.
Así los buenos poetas saben dar el estilo conveniente á la diversidad de loe asuntos que cantan ; y es una
lección insigne para aquellos que olvidan que la variedad es una de las primeras fuentes de la belleza y
del placer.
Recorriendo, pues, ahora todo lo dicho hasta aquí, se ve que Iglesias sabe plegarse perfectamente al
nivel de todos los géneros que emprende , y que su genio domina todas las materias. Su imaginación es
siempre fértil, su expresión rica, su estilo animado y pintoresco. Es verdad que en sus Romances se ad-
vieile alguna sequedad, y poca novedad en las Églogas ; pero esto se compensa con la gracia inocente, ar-
monía y dulzura de sus Letrillas^ con la riqueza, afectos y rotundidad de sus Cantilenas é Idilios, y con
la expresión valiente de sus Odas. He notado también, en parte, alguna negligencia en los vei'sos y varias
violencias de sentido; pero me hago cargo de que éstas son unas poesías postumas, y de consiguiente, que
no pueden tener aquella corrección que tendrían si su autor las hubiera preparado para la prensa.
lie ejecutado, señor Editor, su encargo del mejor modo que me ha sido posible, y le he dicho ingenua-
mmte mi sentir sobre los varios géneros de poesía, contenidos en este tomo de Iglesias. No dudo que en
siendo publicado, los austeros filósofos, y los mentecatos que los remedan, lo mirarán con ceño y acaso con
desprecio, por no contener, según su estilo, más que miserables bagatelas. Pero usted dirá, y tendrá razón
en df'cirlo, que estas bagatelas no se escribieron para ellos. Si entretienen los ratos perdidos y merecen la
aprobación de un hombre de gusto, si disipan el mal humor de otro , y si alguna dama las aprende ó las
canta, la gloria del autor será satisfecha y la intención de los editores cumplida.
Mas la prenda más apreciable de esta obra es la pureza y lo castizo del lenguaje. Usted me dice , y yo lo
sabía, que Iglesias no leía ningún libro extranjero y que apenas sabía las lenguas italiana y francesa. Si
la falta de lectura en los libros escritos en ellas le jirivó de unos conocimientos que hubieran adornado
mucho sus composiciones, también le preservó, por otra parte, del contagio universal de no hablar ni es-
cribir ni pensar de otro modo que en francés. Este es ya un mal irremediable, y estoy por decir que ne-
cesario; porque quien no tiene lumbre en su casa, va por ella á la del vecino. Sea de esto lo que fuere, lo
cierto es que Iglesias, que habia estudiado su lengua en los autores de nuestro siglo de oro, y que no ma-
nejó otros en toda su vida , no pudo viciar su estilo con la frase extranjera , y que su libro debe ser tenido
y citado como un modelo puro de lenguaje; prenda que falta á los más, por no decir á todos los versos
escritos do diez años á esta parte.
Ánimo, pues, amigo mió. Yo, en nombro de todos los hombres de gusto, le doy las gracias y el para-
bien por la publicación de esta obra, y lo animo á que se ocupe en tareas igualmente útiles y gloriosas á 1»
literatura española.
Queda de V., etc. — A.
LETEILLA8.
417
POESÍAS.
LETRILLAS.
LETRILLA PRIMERA.
AL DIOS PAlí.
Rústico dios Pan,
Ruégote que asistas
A honrar mis cantares
Con tu melodia.
Tú , inventor primero
De la flauta amiga,
Que guardas del campo
Las tiernas delicias.
Así ufano goces
Las frescas mejillas,
Ternuras y abrazos
De tu bella ninfa.
Haz que con mi acento
La esquivez altiva
De un amante atraiga,
Que me desestima.
Por él te importuno,
Por él noche y dia
Canto mis amores.
Lloro mis desdichas.
LETRILLA II.
DE SUS CASTAKES.
Selvas de esmeralda,
Ríos de cristal,
Con atento oido
Mi lira escuchad.
Que si mi voz dulce
En dulce cantar.
Cual hiere del monte
La concavidad.
Así al zagal hiera
Tan duro en amar.
De arte que su pecho
Se mueva á piedad.
Faunos y silvanos
Los veréis llegar,
Y por estos llanos
Alegres triscar.
Vendrá el Amor niño,
Mil ninfas vendrán,
Y en rueda de lazos
Todos bailarán.
LETRILLA III.
LA SOLICITUD.
Cerrad, cerrad, ninfas
Del grato Aran juez.
Cerrad las salidas
Del fresco vergel .
Por si las pisadas
O el rastro de aquel
Que el alma me abrasa,
Puedo hallar ó ver;
Pues la amena selva
Le ha de detener,
A mil paj arillos
Tendiendo la red;
O acaso siguiendo
Al Amor cruel ,
L Ps.-xYin.
Tras de otras zagalas
Al sefmelo fué.
Y si vos le hallareis,
Guardadle, y sabed
Que él en mí , y yo sola
Mandar quiero en él.
LETRILLA IV.
DE su PASTOR.
No alma primavera,
Bella y apacible,
O el dulce Favonio,
Que ámbares rcsj )i ic ;
No rosada Aurora
Tras la noche triste ,
Ni el pincel que en flores
Bello se matice ;
No nube que Febo
Su pabellón pinte,
O álamo que abrace
Dos émulas vides ;
No fuente que perlas
A cien años fie.
Ni lirio entre rosas ,
Clavel en jazmines ;
Al romper el dia
Son tan apacibles
Como el ])astorcilIo
Que en mi pecho vive.
LETRILLA V.
DE SU AFECTO.
Si yo en otro tiempo,
Siüsplilla rapaza,
Anduve sin pena,
Viví descuidada ,
Y en guardar me avine
Mis ovejas mansas.
Quizá no era entonces
Dulce enamorada.
Mas hora yo pienso
Que diera de gana
E] más gentil manso
De aquesta manada
A aquel que á mis ojos
Mirar les dejara
Los de un pastorcillo
Que mira con gracia.
LETRILLA VI.
JUGUETE SENCILLO.
Alcxi á mi puerta
Se pone á cantar,
Y no le respondo.
Por ver lo que hará.
Con mi cayadillü
Le doy i)or detras,
Y sin ver por dóniie.
Me vuelvo á escapar.
Por su yiropio nombre
Le su-.lo llamar;
Callo , y por un rato
No vuelvo á chistar.
Le quiero y me huelgo
De hacerle bobear,
Buscándome en donde
No me halle jamas.
Y al fin, bí me hallare,
Daño no me hará ;
Que no, no es el homtjro
Tan bravo animal.
LETRILLA Vil.
EL sueSo y el di:slo.
Cuando yo en el piado
Me pongo á dormir.
Sueño que me halaga
Mi pastor gentil.
Dt Fpierto , y no viendo
Holgar y reir
A Akxi conmigo,
Cual en sueños vi,
De mí no me acuerdo.
Ni acierto á vestir.
Ni escucho el ganado,
Que bala por mi.
El año que viene
No le tendré así ;
Que yo de mi lado
Ño le he dejar ir ;
Pues casarnos hemos
Los dos por Abril ,
Y en un mismo chozo
Hemos de dormir.
LETRILLA VIH.
CONFIANZA.
El mi ijastorcillo
Bien sé yo que suelo
Por mí preguntaros.
Si estoy de él ausente.
Y que, aunque lo calla.
Llora muchas veces,
Porque á verle venga
Y su mal consuele.
Por otra zagala
No temo me deje.
Aun cuando enojado
De sí me deseche;
Pues sé que á la hora
Su amiga han de hacrme
De miel una orzuela,
Y un cuerno de leche.
Y si esto no le basta.
Con que yo le dejo
Jugar cierto ju^go,
No podrá él valerse.
LETRILLA IX.
RESOLUCIÓN.
No de árbol frondoso
La fruta primera,
De flor guarnecida
Al alba serena.
Me roba la vista
Y el alma me lleva,
Cual mi zagalejo
Cuando á hablarme llega.
Dlceme si quiero
A la prima ví'va
27
41S
Con él desposarme ,
Porque su amor vea.
Que sí rospurnUTle
Me causa vergüenza ;
Que no replicarlo
M»' lia mayor pena.
i'ues un si y mil sics,
A la vez primera
Que vuelva á decirlo.
Le doy por respuesta.
ijul\ Ju:>L iULEblA.S DE LA CASA.
Pues aunque me humille,
Y sufra el liaUlon
De ser despreciada,
De Alexi ts mi amor.
LETRILLA X.
BTMtrLACION AMOROSA.
Mi zagal me llama
Grosera amadora,
Más fria á sus ruegos
Que la helada roca ;
Cuando hasta las florea
La llama no ignoran
De amor, en que me ardo
Turbada y medrosa.
Bien quisiera serle
Humana en la hora,
Sin darle yo cuenta
De mi afición loca ;
Mas ser atrevido,
Y hallar sazón propia
De vencer recatos,
Sólo al varón toca;
Que si él entre espinas
No la busca y corta ,
De suyo á su mano
Ko se'ha d'; ir la rosa.
LETPvlLLA XL
DE ÜN BAILK.
Un dia en las danzas
Del Val de Zurgueu
Me sacó á bailar
Damon muy cortos;
Y luego t n el corro
Al ir á volver
La rueda, de un lazo
Me besó el joyel;
Pero yo en los dientes
Un golpe con él
I^e di, cuando quiso
Besarle otra vez.
Dolióle, y los labios
Se empezó á morder;
Me las juró, y luego
Airado se fué.
El zagal, por dicha,
¿ Qué me querrá, hacer?
Quizá él lo sabrá,
Que yo no lo sé.
LETRILLA XIL
PROPENSIÓN DEL AMOR.
Porque no le quiero.
Me quiere Damon,
Y Alexi no quiere
Que le quiera yo.
Muchas veces digo :
) A cuííl de los dos
Daré yo las llaves
De mi corazón ?
Damon las merece,
Que no me gustó ;
Y Alexi, á quien amo,
No las mereció.
Todo el gusto pierdo
Si á Danjon me doy ;
Si á Alexi, me abato
A un despreciador.
LETRILLA XIIL
OFERTA.
De buscar mi Alexi
Por un bosíjue espeso,
Niña tierna y sola,
Cansadita vengo.
Al que me dijere
Iln qué prailo ameno
Sus ovi. jas i^astan,
IJiillan sus luceros,
De marfil un vaso
"\'('le daré en premio,
V á más de ello, encima
Un abrazo tierno.
Que si el zagal mió.
Picado de celos,
Tonialle quisiese.
Sintiese perdello ;
I'ara uno (lue jiierda,
Yo le daré ciento,
"i' aun mil, hasta tanto
Que se canse de ellos.
LETRILLA XIV.
EL rKONÓSTICO.
Ya el rigor del tiempo
Su saña terrible
Descargue en los campos,
Que á expensas de él viven.
l'ebo enardecido
Con su luz marchite
La pomposa gala
De rosa y jazmines,
Fiero el austro robe,
Cuando airado silbe.
Los amantes lazos
De álamos y vides.
Que si mi sol sale
Lleno de matices,
Ser. nando el cielo,
De los cauqjos iris,
Fuerza es reflorezca
Cuanto toque y mire
Que enrame la selva,
Y el valle entapice.
LETRILLA XV.
LOS CELOS.
Aciuel pastorcillo
Que en bosques y prados
Seguir amor me hace.
Travieso tirano,
Bien sé que se duele
Del mal que yo callo,
Por más qu.' lo encubra,
Y aun borro los pasos.
Si á otro zagalejo
Hablo por acaso.
Calla, y se le muda
Su color rosado.
Enójase y vase;
Y aunque yo le llamo,
Me niega el oido
Y huye apresurado.
Ni para acallarle
Me han aprovechado
Querer rcgalallc,
Ni al fin regalallo.
LETRILLA XVL
DONES SENCILLOS.
Dos tórtolas tiernas,
Que Alexi en un nido
Se encontró á la aurora.
Me regaló fino.
De miel una orzucla
Yo en pago le envió,
Y más, si tuviera
Presentes más ricos.
Que el panal mas dulce
Para el gusto mió
Sólo es ver el rostro
De mi pastorcillo ;
Y más cuando ufano
Me da un canastillo
De frescas manzanas.
Llenas de rocío.
Luego que en mis brazos
Ve que lo he cogido.
Se rie, y me dice...
Mas no, no lo digo.
LETRILLA XVII.
FUEGO AMOROSO.
Mañanita alegre
Del señor san Juan,
Al pié de la fuente
Del rojo arenal ,
Con un listón verde
Que eché por sedal
Y un alfiler corvo
Me puse á pescar.
Llegóse al estanque
Mi tierno zagal,
Y en estas palabras
Me empezó á burlar :
« Cruel pastorcilla,
¿Dónde pez habrá
Que á tan dulce muerte
No quiera llegar? »
Yo así de él y dije :
« ¿ Tú también querrás ?
Y ese pccecillo
No , no se me irá. »
LETRILLA XVIII.
AFANES DEL AMOR.
Yo mi zagal tengo ,
Soy su enamorada,
Y que él lo supiei'a
No poco me holgara.
Cuando llevar suelo
Mi ganado á casa,
Solo en el camino
Se sienta y me aguarda.
Se oculta , y de un grito,
Si voy descuidada ,
Me asusta, y se burla
De verme turbada.
De hablar mis vecinos
Se huelga en el alma.
Por ver si entre tanto
Le ve su zagala.
Flores de contino
Me lleva, y enlaza
De ellas á mi puerta
Ramos y guirnaldas.
LETRILLA XIX.
DE su PASTORCILLO.
El mi pastorcillo ,
En su edad florida.
Del cielo y del prado
Beldad es y envidia.
De sólo adorarle
Vivo desde el dia
Que amor puso en vilo
Mis raaj'ores diclias.
Vile tierno niño ,
Siendo aun tierna niña,
Cuando aun de él uo supe
Lo que apetecía.
Y hora, que, travieso,
Amor me lo avisa,
Mi ventura pongo
En ser su cautiva.
El rey de mis gustos
El será algún dia ,
Y ojalá me llame
Su esposa querida.
LETRILLA XX.
EL DESVELO.
Mis siempre queridos
Y amantes palomos.
Que á par de sus hembras
Dan arrullos roncos ;
Las tiernas abejas
De la flor en torno,
Con susurro bajo,
Con murmullo soi'do ;
La tórtola, que hace
Su asiento en el olmo ,
Y en silencio blando
Gime su divorcio ;
El bullicio inquieto
Del risueño arroyo,
Que en fresco poleo
Se baña oloroso :
Todo me convida
Al sueño sabroso ;
Y amor me desvela,
Niño inquieto y loco.
LETRILLA XXL
DE UNA AUSENCIA.
Mi Alexi , que goza
De gentil donaire.
Doquiera que voy ,
Va por escucharme.
1 Oh si también ahora
Mi voz escuchase ,
Cuando de su ausencia
Siento más los males !
Todo en noche oscura
Me parece yace ,
Y que pierde el campo
Su esplendor brillante.
Mas dando sus luces
Los ojos radientes
Del pastor que adoro ,
Más que el campo amable,
El lirio despliega,
La azucena nace ,
Brotan los jazmines.
Los claveles se abren.
LETRILLA XXII.
i. su REBAÑO.
Corderinos mios,
El mal que tenéis,
Cual el que yo siento,
No es de hambre ni sed.
Sólo os ven mis ojos
Con hueso y con piel ;
No sé qué mal ojo
Mal os llegó á ver.
¡ Qué mustio y mal sano.
LETRILLAS.
Mi choto, te ves ,
Por más que buen pasto
Te (ley á pacer 1
¡ Ay mis corderinos ,
Si el pesd cruel
Que siento en el alma
Sentís vos también !
i Ay, que á mi ganado
Y ú su guarda llcl
El propio auíor mata
Y ajeno desden I
419
LETRILLA XXIIL
LA LLAMA DEL AMOK.
Ya de mis zagales
El canto sonoro,
Y entre ellos las voces
De mi zagal oigo.
Las j-iuitas cansadas
Tornan al reposo,
Puesto el lucio arado
Sobre el yugo corvo.
La suuilü'a extendida
Del traspuesto Apolo
Cubre las montañas
Con \m' jTt suroso.
Mas la llama ardiente
De mi amor fogoso,
Ni ces.ar la advierto.
Ni menguar la noto.
LETRILLA XXIV.
LOS BltAZOS DK ALEXI.
¿Qué fuerza, mi madre.
Los brazos tendrán,
Los brazos de Alexi,
Pequeño zagal?
Que ayer al descuido,
Al ir á pasar
Un sendero angosto.
Me llegó á abrazar ;
Y yo desde entonces
Con fuego abrasar
Me siento, aunque el simple
No lo hizo por mal.
Ya dil zagalejo
Me quiero vengar.
Ya me comiiadczco
Del tierno rapaz ;
Ya sufrir no puedo
La llama voraz,
Y hora en csti' fuego
Me quiero abrasar.
LETRILLA XXV.
EL CONSEJO.
l^Ii abuela me dice
Que si me enamoro.
Tendré grandes iras,
Pesares y enojos.
Que amor es un fuego,
A cuj-o ardor solo
Nadie fijó lindes.
Nadie )>uso coto.
Mas la buena vieja,
Yo creo que chocho
Tiene ya el sentido,
(Jomo el gusto boto.
Pues si con mi Alexi,
De amor ciego y loco,
Traviesa yo huelgo.
Festiva retozo ,
Toda la vehemencia
Del amor fogoso.
Que se aplaca siento,
Que se endulza noto.
LETRILLA XXVI.
GRATITUD PASTORIL,
Vióme Alexi un día,
Cansada , buscando
Dos tiernos corderos.
Que me habían faltado;
Y él sobre sus hombros
5Ie los trajo ufano
Hasta mi cabana.
De flores ornados.
Bien sé que mo quiere,
Y que bien cuidados
Serán mis corderos
Si con él me ca.'so.
Para cuando él viva,
Si me da su mano.
Yo le cedo todos ,
Todos mis ganados.
LETRILLA XXVJI.
LOS OJOS DE ALEXI.
Mientras mis corderos
Del ameno soto
Pacen la verbena.
Rumian los escobos,
A mis solas pienso
Qué imán poderoso
Tendrán de mi Alexi
Los alegres ojos ;
Que á par de ellos vistos,
Oscuros y toscos
Juzgo los luceros
Del ceh'ste globo.
El alma me llevan,
Y pienso que es poco
Valor cuanto valgo
Para su despojo.
Que el i)lacer de verlos
Me sustenta sólo,
Y en cosa ninguna
Yo encuentro más gozo.
LETRILLA XXVI IL
EL PREMIO DE AMOK.
Mi florido hucj-to.
Por mí cultivado.
Ser testigo suele
Del pastor que yo amo.
La primer manzana.
Que aun no se ha pintado.
Será solamente
De mi enamorado.
Aun(|ue ])ara el gusto
Del zagal lozano
Más bellas manzanas
Yo conservo y guardo.
Dárselas he en premio.
Dárselas he en pago
De lo atento y fino
Que se me ha mostrado.
LETRILLA XXIX.
DE ALEXI.
Más grato es mi Alexi,
Y de más lindeza,
Que de Alfesibeo
Las blancas ovejas.
Entre acanto tierno
La fuente es amena.
Que sobre las flores
Derrama bus perlas ;
Pero es mas amable
La vista halagüeña
De aquel qu ■ travieso
420
Junto á mi se sienta.
Sin que un solo imitante
Dormir me conceda,
Me está entrctenif ndo
Las más de las siestas,
Contándome cuentos,
Cantándome letras,
Diciéndome amores
Y haciéndome fiestas.
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA,
Padece de amores,
Para refrescarle
Ko creo le sobren.
LETRILLA XXX.
DESDEN FINGIDO.
Cnando bajo al rio
A lavar mis paños,
A que baje Alexi
Cotliciosa aguardo.
Luego por el monte
Se le va el panado,
Y en verle perdido
Le suelo dar chasco.
Porque á mí no llegue,
Agua con la mano
Le arrojo, y deseo
Se acerque otro tanto.
Y él, como á porfía,
Más crecido rato
Suele estar con mi ero ,
Mi esquivez burlando.
De lo que me dice
Finjo que me enfado,
Y un deleite siento.
Que no sé explicarlo.
LETRILLA XXXL
DB UN EAPAZ.
Oliendo yo un di a
Un fresco ramillo
De azucena y msas,
Un rapaz me dijo :
« Mal olor es ése
Para el gusto mió ;
Tus labios, zagala.
Dan olor más fino.»
Yo le dije entonces :
«Mientes, picarillo;
Que el olor que dices ,
Y'o no le percibo ;
))Ni estotras pastoras,
Que duermen conmigo
Las más de las siestas,
Tnl cosa me han dicho. —
))No te miento, hermosa,
Gritó el raiiacillo ;
Que para embustero
Ya ves que soy niño.»
LETRILLA XXXII.
DE UN KEGATJLLO.
Yo no sé con qué haga
A mi bvllo Adonis
Un gentil regalo.
Que á mi amor le torne.
Bien quisirra hacerle
Presente conforme
Al gusto del que ama
Con prendas tan nobles.
El queso, las natas,
La miel y otros dones
Que el canq.o produce,
I>e causan ardores.
Mas ya se me ocurre
Darle hoy diez limones,
Y otros diez mañana,
Que el ardor !« corten.
Que si tíil V. 7. fi.hrc
LETRILLA XXXIH.
LA PALOMITA.
r'?w paloma blanca
Como la nieve
Me hn picado en el alma;
Mucho me duele.
Dulce paloma,
I Cómo pretendes
Herir el alma
De quien te quiere?
Tu pico hermoso
Brindó placeres,
Pero en mi pecho
Picó cual sierpe.
Pues dime, ingrata,
j Por qué pretendes
Volverme males,
Dándote bienes ?
¡ Ay ! nadie fie
De aves aleves ;
Que á aquel que halagan ,
Mucho más hieren.
Una paloma blanca
Como la nieve
Me ha picado en el alma ;
Mucho me duele.
LETRILLA XXXTV.
¿ Qué me sirve, Tírsis,
Que aprecies mi amor.
Si continuo sueles
Aguar mi pasión ?
Cuando yo á la selva
Por tí á aguardar voy.
Tú sigues ti curso
Del gamo veloz.
¡ Plegué á Dios la suerte
Se cambie en los dos :
Mi llama en tu hielo.
Tu frió en mi amor 1
Y cual la novilla
Que al toro buscó,
Doliente y cansada.
Solo halló rigor;
Así á mí me busques,
Y á tu ardiente amor.
Cuando me encontrares.
Desden te dé yo.
LETRILLA XXXV.
I Oh infiel pastor crudo,
Crudo infiel pastor!
¡ Oh de mármol duro.
Duro corazón 1
¡ Oh firme y seguro
En tu infiel traición,
Cuanto instable y vano
A mi fino amor I
Que sobre la gala ,
Gentileza y voz
De inmortal dulzura
Que el cielo te dio ;
Que el bello semblante.
La gracia y valor
Que tantos contentos
Un tiempo me dio ;
Sólo eres quien causas
Mi triste dolor,
Y tú de mis males
No haces compasión.
CON ESTRIBILLO.
LETRILLA PRIME?. A.
Si el estilo en mis letras
Mucho se humilla,
Como vengo del campo ,
Ko es maravilla.
Cantar, yo cantara
Los campos y flores.
La niñez y amores
Con que me criara ;
Mas si es cosa clara.
Trivial y sencilla,
Como vengo del campo,
JVo es maravilla.
Si niña agraciada,
Un niño pastor
Cantaba á mi amor
Más de una tonada ,
Y yo, de picada,
Jlás de otra letrilla ,
Como vengo del campo,
JVo es marax-illa.
Si á mi talle agrada.
Variado pellico,
Y á mi frente aplico
Guirnalda rosada,
Y ando recostada
En mi cayadilla.
Como vengo del campo.
No es marai-illa.
Dicen que florido
Traigo mi cabello.
Y el seno y el cuello
De rosas giiarnido ;
Mas si he recogido
Tanta florecilla ,
Como vengo del campo.
No es maravilla.
Morena me llama
Quien bien no me quiere ,
Y á mil me prefiere
El zagal que me ama ;
Si del sol la llama
Me trae tostadilla,
Como vengo del campo.
No es maravilla.
LETRILLA IL
Pues de amar amores
Lección tomé en tí,
Zagal dcsderioso.
Duélete de mi.
Mi rabel , que amores
Cantara hasta aquí ,
Por tí solo en duelos
Trocado lo vi.
Tañólo ¡ ay ! y sólo,
Sólo ¡ ay I sé decir:
Zagal desdeñoso.
Duélete de mi.
De mi amor testigo
Ves la fuente allí
Do la vez primera
La alma te rendí ;
No mi verdad ella
Querrá desmentir ;
Zagal desdeñoso.
Duélete de mi.
Tu sol me llamabas
una vez y mil.
Tu amor, tu alba y rcsa ,
Tu espejo y pensil ;
Y hoy nombre de esclava
No merezco en tí ;
Zagal desdeñoso.
Duélete de mi.
El amor ufano
Juzgué yo que allí
De tan dulce triunfo
Se empezó á cngrcir ;
Y hoy pienso que el odio
Le ha vencido eu lid :
Zagal desdeíivso,
-Duélete de m i.
LETRILLA III.
Llévame á Zurguen ,
Do está quien yo quiero ;
Anda acá, llérame, can'efero.
De mi bien ausente,
Muero en esta aldea ;
Quien no me lo crea,
La llaga reciente
Sienta, que otra siente,
Y muera cual muero ;
Anda acá, llécame, carretero.
Llévame, zagal.
Donde está mi bien ;
No sea que haya quien
Me le trate mal ;
No otra dicha igual
Al verle yo quiero ;
Anda acá, llévame, carretero.
Gloria djl Zurguen
Es mi zagalejo;
Su gala y despejo ,
Su hechizo y desden ,
Son del querer bien
Imán verdadero ;
Anda acá, llévame, carretero.
Por quien yo suspií-o
Es bien más precioso
Que lo más hermoso
Que en los campos miro ;
Si de él me retiro,
Se pone el lucero;
Anda acá, llécame, carretero.
Su voz regalada
Al son de su lira
Un ardor inspira,
Que ofende y agrada ;
De él estoy tocada ,
Y huirle no quiero ;
Anda acá, llécame, carretero,
Al salir la aurora,
Mi bien saldrá al prado ,
De aquélla buscado
Que muy más le adora :
Pues mi amor no ignora
Que de amarle muero ;
Anda acá, llévavie, carretero.
LETRILLA IV.
En vano á la puerta llama
Quien no llama al corazón.
Zagal , tus cantares deja :
No el dulce silencio alteres,
Ni te quejes á mujeres ,
Que no han de escuchar tu queja
Cesa de observar la reja ,
Que rondas sin ocasión;
Que en vano á la puerta llama
Quien no llama al corazón.
De tu voz la melodía,
Por más que agrade al oido ,
Si en el alma no ha podido
Hacer igual armonía.
Tenia por vana y vacía ,
Y aun por disonante son ;
Que en vano á la puerta llama
Quien no llama al corazón.
Los oídos que están llenos
De los ecos de otro amante ,
Por gracias que tu voz cante.
LETRILLAS.
Ni las aman ni echan menos :
Al fin son ecos ajenos
Del cariño y afición ;
Que en vano á la puerta llama
Quien no llama al corazón.
421
LETRILLA V.
Cuando anuncia el lucero
La nueva aurora ,
OriUitas del rio
Jacinta llora.
«Vén, Jacinto, vén ;
No seas desdeñoso ;
Corre presuroso
Donde está tu bien :
Al pié del Zurguen
Está quien te adora;
Que oril/iftis del rio
Jacinta llora.
En tí está ijensaudo,
Pregunta por tí,
Y yo ayer la vi
Triste y suspirando :
Sé, zagal, mas blando
Con quien te enamora ;
Que orillitas del rio
Jacinta llora.
De sus ojos perlas
Vierte, cual luceros:
Si en hilos enteros
Llegaras á verlas,
Fino á recogerlas •
Fueras á la hora;
Que orillitas del rio
Jacinta llora.
Llega á consolarla ;
Que ella sin recelo
Sólo ama el consuelo
Que llegues á hablarla ;
Di sin asustarla :
¡Salud m i j)a¡ítora I
Que oriUitais del rio
Jacinta llora.
LETRILLA VL
1 Triste de mí , que amo
A quien no lo estima I
Que amar sin rctorjw
Fué la estrella mia.
Cuando á ver á Alexi
Voj', de amor herida.
Curo de agradarle
Y hacerle caricias ;
Y él, con todo, ingrato.
Mi amistad esquiva;
Que amar sin retorno
Fué la estrella viia.
Los sus corderinos
Van á la sal mia,
Y de mis collares
Les pongo divisas ;
Y él me desconoce.
Siendo su cautiva ;
Que amar sin retorno
Fué lu egt relia mia.
A sus mansos chotos
Ato mis esquilas,
Sus cuernos ornando
Con mil clavellinas ;
Y él, tal VI z ceñudo,
Las flores les quita ;
Qtie amar sin retorno
Fué lu cstrclln vi ia.
Panales le envió,
Mi leche y natillas,
En orzas labradas
Por mis manos mismas;
Y él los mis prescntep
Siempro desestima:
i)ue amar sin retorno
Fué la estrella mia.
Juguetón su )>erro
Si nii)re me acaricia;
Rastréame y sigue
Por valle y colina;
Y él se va á otro cuento,
Si en éste me mira ;
Que amar sin retorno
Fué la estrella mia.
LETRILLA VIL
Ki tú quitarme 2>uedrs,
Ni yo á mi j-ahcl ,
Decir, zagal, vei-dades
Que sabe el Zurguen.
Cantar á la aurora,
Que alegra el Oriente ,
El agua sonora,
Que rie en la fuente.
La rosa luciente.
Reina del verg 1 ,
i\7 tú quitarme puedes.
Ni yo á mi ralui.
Así que el despejo,
Belleza y agrado
De quien es espejo
El cielo y el prado,
Cantar no es vedado
A cuantos lo ven;
Que son, zagal, cerda des
Que sabe el Zurguen.
Decir que en tí vive
La vega ílorida,
Yerba y flor recibe,
Toma aliento y vida;
Que dejas vencida
La pala al clavel,
Ni tú quitarme jiuedes.
Ni yo a mi rabel.
Que al baile, por verte,
Van muchas pastoras.
Firmes en quererte,
Más bellas que auroras;
Con voces sonoras
Te canto , mi bien ;
Que son, zagal, rerdade»
Que sabe el Zurguen.
LETRILLA VIIL
Anda, mi zagal, anda;
Trae me de Miranda fores
Y un ramilki de nmar amorei.
Galán de mis ojos,
Si á Miranda vas,
Seis claveles rojus
De allá me traerás;
Esto, y nada más,
Tu Elisa te manda;
Anda, mi zagal, anda;
Tráeme de .Vi randa flores
Y un va millo de amar amores.
Mucho hav qtie entender
En esto de llores :
Pues suelo escoger
Tal vez las pr or< s
Qui'ii tras las mejores
Audaz s<' demanda ;
Anda, mi zagal, anda:
Tráeme dr Miranda flores
Y nn ramill/i dr nmar amores.
En Miranda, dicen
Que se aprende á amar,
Y otros lo desdicen
Con me replicar
Que en cualquier lugar
Amor triunfa y manda :
422
Anda, mi zagal, anda;
Ti'áeme de Miranda floret
Y un ramillo de amar amoret.
La fuente y la flor,
El bosque y el prado,
Dicen quo de amor
Alli está tocado ;
|Y á mi no me es dado
El ir á Miranda!
Anda, mi zagal, anda;
Tráemc de Miranda Jioref
Y un ramillv de amar amores.
LETRILLA IX,
En la floresta un pastor
Su amor á Silvia contaba;
Pero ella le preguntaba:
(( ¿ Qvé paja rito es a m or ? »
El la dice : «Silvia hermosa,
Desde el punto en que te vi,
En el corazón sentí
Una flecha rigorosa ;
Dicen que un niño traidor
We la arrojó de su aljaba.»
Man ella le preguntaba:
« /■ 0"' pajarito es amor /*»
Él dice : «Aunque por los ojos
Me ha entrado este crudo mal ,
Yo jamas sentí otro tal.
Ni que me dé más enojos :
Cuentan que aqueste dolor
Clori á su zagal curaba. »
Mas ella le replicaba :
ii ¿Qué pajarito es amor?))
El dice : « Si tú gustaras ,
Diérasme un remedio sano
Tan sólo con que tu mano
Al corazón me aplicaras ;
Pero si usas de rigor,
Verás que tu Elisio acaba. »
Mas ella le importunaba :
li ¿Qué pajarito es amor?))
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
Un tiempo escucharon
Londra y colorín ;
Que nadie más que ellos
Me oyera entendí,
Y oyéndome estaba
La rosít de Abril.
En mi blanda lira
Me ])use á esculpir
Su hermoso retrato
De nieve y carmín ;
Pero ella me dijo :
« Mira el tuyo aquí » ;
Y el pecho mostróme
La rosa de Abril.
El rosado aliento
Que yo á percibir
Llegué de sus labios,
Me saca de mí :
Bálsamo de Arabia
Y olor de jazmin
Excede en fragancia
La rasa de Abril.
El grato mirar,
El dulce rcir,
Con que ella dos almas
Ha sabido unir,
No el hijo de Venus
Lo sabe decir,
Sino aquel que goza
La rosa de Abril.
LETRILLA X.
LA ROSA DE ABRIL
Zagalas del valle,
Que al prado venis
A tejer guirnaldas
De rosa y jazmin,
Parad en buen hora,
Y al lado de mí
Mirad más florida
Ija rosa de A bi'il.
Su sien , coronada
De fresco alhelí.
Excede á la aurora
Que empieza á reir,
Y más si en. sus ojos,
Llorando por mí.
Sus perlas asoma
La rosa de Abril.
Veis allí la fuente.
Veis el prado aquí
Do la vez primera
Sus luceros vi ;
Y aunque de sus ojos
Yo el cautivo fui,
Su dueño me llama
La rosa de abril.
La dije: ¿Me avias?
Díjomc ella: Si;
Y porque lo crea ,
Me dio abrazos mil :
El Amor, de envidia.
Cayó muerto allí,
Viendo cuál me amaba
La rosa de Abril.
De mi rabel dulce
El eco ButiJ
LETRILLA XI.
Pues ellos solos, niño,
Tanto herir saben ,
Préstame tus ojuelos
Para esta tarde.
De ventura ajenos,
Lloráis, ojos míos,
De luces vacíos.
De tinieblas llenos;
i Y en esos serenos
Tanto esplendor arde !
Préstame tus ojueUis
Para esta tarde (1).
Lo que yo más veo,
Nunca ver quisiera ;
No ve mi ceguera
Lo que más deseo ,
Pues tu vista creo
De ver hace alarde :
Préstame tus ojuelos
Para esta tarde.
En sombra importuna
Vi males prt scntes.
Con ojos patentes
Nunca hallé fortuna ;
Mas porque halle alguna.
Aunque se retarde,
Préstame tus ojuelos
Para esta tarde.
LETRILLA XIL
¿ Que beldad es aquélla ,
Cielos, que miro,
Al pasar el arroyo
Del A lamillo ?
El hechizo hermoso
Sobre cuantos cria
La ribera umbría
Del Zurguen undoso.
Vi en juego donoso
Y ademan sencillo,
Al pasar el arroyo
Del Alaviillo.
(1; En esla estrofa falla un verso en las
varias ediciones de Iglesias que tenemos á
la vista. Puede suplirse en la forma en que
aquí lo hacemos.
Vi más que el sol bellos
Sus graciosos soles,
Llenos de arreboles
Sus rubios cabellos ,
Jugando con ellos
Galán ceñrillo,
Al pasar el arroyo
Del Alamillo.
Con mirar piadosa
La agostada selva.
Fuerza es que la vuelva
Mas fértil y hermosa,
Y al jazmin y rosa
Dé su olor y brillo,
Al pasar el arroyo
Del A lamillo.
Decir el recreo
Que yo siento en vella,
Veloz me atropella
Mi ansioso deseo;
Si otra vez la veo,
Yo sabré decillo,
A I pasar el arroyo
Del Alamillo.
LETRILLA XIII.
Tiende presto tu manto,
Medrosa noche ;
Que me importa la vida
Matar á un hombre.
Dar á un descreído,
Que mi vida lleva.
Muerte de amor nueva
Cual la que he sufrido ;
Darme ha el más cumplido
Trofeo y renombre ;
Que me imjwrta la vida
Matar á un hombre.
Dame de tu aljaba.
Dame, Amor, la flecha,
En matar más hecha;
Dámela, ¡ ay ! acaba,
Y en verme tan brava
No, mi bien, te asombre;
Que m e importa la vida
Matar á vn Iwinbre.
Tu flecha haga activa
Yerba ponzoñosa,
O si encuentra cosa
Más vehemente y viva.
Tu rigor reciba
Quien no ama tu nombre;
Que me importa la vida
Matar á un hombre.
Pues esquivo ordena
Que muriendo viva
De quien soy cautiva
Presa en su cadena.
Muera, y en tal pena
No libre su nombre ;
Que me importa la vida
Matar á un Iwmire,
satíricas.
letrilla primera.
Óiganme, que empiezo ;
1 Hola ! i Con quién hablo ?
Que niño arrnjiiezo,
iSoy la 2>iel del diablo.
Con diente y tenaza
Voy á caza al Pindó,
Y mi aspecto lindo
Sirve de añagaza ;
Al tonto que caza
Pasa mi venablo ;
Que niño arrapiezo ,
So» lajJiel del diablo.
Del Sofí más gi-ave
Yo á placer me vengo,
Que en mi pico tengo
De la sal la llave.
Él mil gracias sabe
Formar de un vocablo ;
Que niño arrapiezo,
boy la piel del diablo.
Grancks señorones
Por docto me tienen :
Todos se entretienen
Con mis invenciones,
Y aun mil bendiciones
Dan á mi retablo ;
Que 7iiño arrajjiczo.
Soy la piel del diablo.
Yo sólo recibo
De un modo inconexo
Del más bello sexo
Lo más expresivo,
Con el dulci-esquivo
Sistema que entablo ;
Que niño arrapiezo.
Soy la jJÍel del diablo,
A nadie en el orbe,
De boy más necesito,
Porque mi exquisito
Saber se lo sorbe ;
Y no hay quien me estorbe
Nada de lo que hablo ;
Que niño arrapiezo,
Soy la piel del diablo.
LETKILLA II.
Si el ser deslenguado
Tú, mirón, me apodas,
Que lo has acertado :
¡Ahí me las den todas!
Si al son de un cencerro
Canto una letrilla,
Sin darme golilla
Nadie.en el entierro,
Y al fin husmeon perro
Soy de todas bodas,
AM me las den todas.
Si hoy en los estrados
Se acredita cuerdo
Quien da más de un muerdo
A nuestros pasados,
Y hace sean loados
Los usos de Eódas,
Ahi me las den todas.
Si en vivir ocioso
Niña distraída.
Por galas perdida,
Le puso á su esposo
Signo indecoroso
De las prendas godas,
Ahi me las den todas.
Que incauto Narciso,
Se aniquile un hombre
De gran casa y nombre,
Por falta de aviso.
Porque así lo quiso
La ley de las modas.
Ahí me las den todas.
Si hay quien mi letrica
A mal me la tome.
Señal que ajos come,
Pues 61 se la aplica,
Y al ñn si le pica
Con chuzos y escodas.
Ahí me las den todas.
LETRILLA IIL
Mi mimen parlero,
Al son del pandero.
LETRILLAS.
Produjo este tono
De estilo asaz mono.
Que siempre repito;
¡Mira qué bonito!
Amiga Quitcria,
Sabrás que esta feria,
Mi cortejo amado.
De cristal dorado
Me regaló un ])ito;
¡Mira qué bonito!
Ayer don Mateo,
Yendo do paseo.
Me quitó el bonete:
Y me dio un billete
Con su sobrescrito;
¡Mira qué bonito!
Estando en visita
Con doña Pepita,
Este alfiletero
Me dio el compañero
Dfl monje benito;
¡Mira qué bonito!
Ya sabes que viejos
Tuve seis cortejos;
Mas, de ellos cansada.
Sólo estoy prendada
De don Agapito;
¡Mira qué bonito!
Saljrás que don Diego,
Viéndome en el juego,
Como es tan garboso.
Me dio este donoso
Faldero perrito;
¡Mira qué bonito!
Una tarde fresca,
Estando de gresca
Con don Fructuoso,
A mi caro esposo
Le hicimos cal)rito;
¡Mira qué bonito!
423
LETRILLA IV.
Siglo friolera
Vi en atisbo ocioso:
Érase que se era ,
Y es cuento gracioso.
Erase un vejete
Más blanco que cisne.
Que á fuerza do tizne,
A cuervo se mete;
Jordán se promete
Su tintero ocioso;
Erase que se era,
Yes cuente gracioso.
Por matar ligero
El médico Naba,
Yendo caballero
Su muía mataba,
Y á cuantos pulseaba
Mato valeroso;
Erase que se era,
Y es cuento gracioso.
Erase un letrado.
Que el buen parecer
Que halló en su mujer
Le dio un puesto alzado.
De frente elevado,
De barba velloso;
Erase que se era,
Y es cuento gracioso.
Robusta mczuela.
Que á un viejo podindo
Mandó con su abuela
Un recicnnacido.
Que el viejo ha admitido,
Y es su padre el coso;
Erase que se era ,
Y es cuento gracioso.
LETRILLA V.
A aquel que atención
Me dó á lo que diga,
¡Ay son Antón,
San Auton le bendiga!
Santucho piadoso.
Que osa regalarse
Por mortificarse
Con vino ¡tncioso,
De cuerpo monstruoso
E hinchada Ijarriga,
¡Ay san Antón,
San Antón le bendiga!
51 07,a que se queja
Del mal que no tiene,
Y allá se entretiene,
S'n aspar madeja.
Con el que ella deja
Que le ale la liga,
¡Ay san Antón,
San Antón le bendiga!
Si muestra la frente
Armada un marido,
Que en valor ha sido
Cual toro valiente,
Y de asta luciente
Se adorna y loriga,
¡Ay san Antón,
San Antón le bendiga!
Cuando más se inflama
El joven cadete.
Peinado el copete
A par de madama,
Y su asedio trama
A toda fatiga,
¡Ay san Antón,
San Antón le bendiga!
Musa, la mi musa.
De mimen parlero,
Que á hablar lo que quiero
Jamas se me excusa,
Y á nadie rehusa
Dar más de una higa,
¡Ay san Antón,
San Antón le bendiga!
LETRILLA VI.
Este siglo es pasmo
De virtud extraña;
Eso es entusiasmo,
iV'o es sino patraña.
Apártense á un lado;
Que quiero al instante
Hacerme adulante
Del siglo ilustrado;
Pues no es bien mirado
Ceño que se ensaña;
Eso es entusiasmo,
No es sino patraña.
Hoy C3 ser famoso
E invicto soldado
Andar muy soplado
Filis y oloroso.
Ajeno y ocioso
De lid de campaña;
Eso es entu.^iasmo,
J\o es sino /patraña.
Dicen mil bribones
Que hoy día maestro
De aulas es ser diestro
En pujar cuestiones.
Con pata y pulmones,
Voceando con paña;
Eso es entuxiasmo,
No es sino patraña.
Haciendo la rosca,
Diz que han visto juez
Ser blando al soez.
Si suena la mosca.
424
Mostrando faz hosca
Al que oro no taña;
£to es entusiasmo,
Ao ft sino patraña.
Gritan que afear
En común el vicio
Es taimado oficio
Del vil murmurar;
Y no sofocar,
Nociva zizaña;
Eso es entusiasmo,
Ao es sino patraña.
LETRILLA VIL
Yo, que nada bueno
En el mundo toco,
Hacia mi taberna
Me voy poco á poco.
Vaya el otro chibo
Tras la cauta dama;
Confiese que la ama.
Cual nadie expresivo,
Ya muerto, ya vivo,
Ya cuerdo, ya loco;
Que yo á mi taberna
Ale voy poco á poco.
Váyjise á embarcar
Corsario avariento,
Y sufra el violento
Combate del mar,
Muerto por sacar
Plata al Orinoco;
Que yo á mi taberna
Me voy poco á poco.
Vayase el señor,
Casero y lampiño,
A pasear su niño
Por el corredor,
Y con babador
A limpiarle el moco;
Que yo á mi tabevTia
Me voy poco á poco.
Vayase á la armada
El feroz guerrero.
Maneje el mortero
Cual yo la empegada;
Diga que á su espada
Todo el orbe es poco;
Que yo á mi taberna
Me voy poco á poco.
Vaya otro imprudente
A sondear la vieja
Que virgen no deja
Que astuta no tiente;
De niñas serpiente,
De niños el coco;
Qit€ yo á mi taberna
Me voy poco á jioco.
LETRILLA VIII.
Aunque del mundo
Cerouen la bola,
Cval mi fortuna.
Xo verán otra.
Según barrunto.
Nací en un hora
Que estaba el hado
De hocico y mosca.
Mil alti-bajos
Quizá su potra
Le cantó entonces,
Y hoy Ke le logran;
Cual mi fortuna
No verán otra .
Dióme una patria,
País de monas.
De tarariras
Maestra propi»;
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
Donde, aunque viven
De jerigonzas.
Son sus colonos
Estafas sordas;
Oua I m i fort u na
Ko verán otra.
Tuve un maestro
De letras gordas.
Que' de ignorancias
Llenó mi chola.
Milagro ha sido
(Sea á Dios la gloria)
Que de sus uñas
Saqué memoria;
Cual mi fortuna
Ko verán otra.
Dióme un colmillo
Que, aunque no coma,
Si es que no muerde,
No hace otra cosa.
Mis mesmas faltas
No las perdona,
Las de los otros...
I Rómpase Troyal
Cval mi fortuna
JSo verán otra.
Dióme una suerte
Frágil y astrosa,
Con más reveses
Que andadar ropas;
Per más que asiento
Fije en mis cosas,
Patas arriba
Me las trastorna;
Cual mi fortuna
No ver (in otra.
Más faltas tengo
Que cien pelotas;
Bienes no encuentro.
Males me sobran ;
Los tontos me aman,
Los sabios me odian;
Y aun para malo
No valgo cosa;
Cual m i fortuna
No verán otra.
LETRILLA IX.
iQué enfermo y malo
Que se halla el mundo!
Quien no lo crea.
Tómele el pulso.
I Qué de patrañas
Vi, qué de embudos.
Cuando tuviera
Mi razón uso!
Gran tren de polvos,
Afeites y untos.
Fué el primer mueble
Que él me propuso;
Quien no lo crea.
Tómele el pulso.
Vime en estrados
De pocos lustros
Con un don Mono,
Trasgo importuno;
Máquina que habla
Yo en mí le juzgo;
Palabras muchas,
Sexo ninguno;
Quien no lo crea.
Tómele el pulso.
Cada madama
Vi con su cuyo
Por cierto imperio
Vago é intruso;
Ante estos locos
Con gresca y gusto,
Ante sus dueños
Con rostros mustios;
Quien no lo crea.
Tómele el pulso.
No queda trapo.
Por negro y sueño.
Que allí no saquen
Al sol de Julio.
Se habla de faltas,
Hay gran murmullo;
Vense otros cuernos.
No ven los suyos;
Quien no lo crea,
Tómele el pulso.
Y estas urracas
De estos majuncioa,
Son de la vida
Polos nocturnos.
Por ellas mandan
Mil zamacucos.
Por ellas solas
Padecen muchos;
Quien no lo crea,
Tómele él pulso.
LETRILLA X.
Musa, ]Dues eres
De edad tan tierna.
Tú, que no puedes.
Llévame á cuestas.
Si un sabio estudia
Jurisprudencia,
Gasta siete años
Para aprenderla;
Y en siete dias
La Violeta
Le embute á un tonto
Todas las ciencias;
Tú . que no puedes.
Llévame á cuestas.
Ve el mayorazgo
Raras lampreas,
Y por ser caras
Se va sin ellas;
Llégase un pobre
Lleno de deudas,
Y aunque sea á duro,
Compra la pesca;
Tú, que no puedes.
Llévame á cuestas.
Lleva la usía,
Noble y con rentas,
Una basquina
De cómo quiera;
Y una infelice
Soez ramera
Con desden viste
Joyante seda;
Til, que VM puedes,
Llévame á cuestas.
Goza el caballo
Cuadra muy buena.
Regalo eterno,
Siempre de huelga;
Y el pobre burro
Anda diez leguas,
Lleno de hambre.
Palos y leña;
Tú, que lui ¿íuedes.
Llévame á cuestas.
Vemos á un grande.
Que le molesta
Que le estén dando
Siempre excelencia;
Y 6i á la esposa
De un vende-esteras
Su-mercé omito,
No da respuesta;
Tú, que no puedes,
Llévame á ouestas.
Los capitanes
Con diez pesetas
Dicen que casi
No hay para ^oieltas;
Y en siete cuartos
Quieren que tenga
Plato el soldado,
Juego y mozuela;
Tú, qve no puedes.
Llévame á cuestas.
LETRILLA XI.
Ve aquí la vida
Que los más pasan:
Hacer qve hacemos,
Ko hacemos nada.
Graves tribunos,
Que de la patria
Sois más padrastros
Que un juez de Holanda,
¿Qué hacéis poniendo
Por nuestras plazas
Postura al nabo.
Ley á las habas 7
Hacer que hacemos,
J\o haec}>ios nada.
Escribas fieros,
Que en vuestras causas
Armáis más lazos
Que á un ratón trampas,
; Qué hacéis llenando
Más hojas blancas,
Que tiene tiznes
La mala fama ?
Hacer qne hacemos,
yo hacemos Jiada,
Sabios de escuelas,
Que en vuestras aulas
Entráis más anchos
Que diez tinajas,
I Qué hacéis pujando
Cuestiones vanas.
Más gritos dando
Que remo en playa ?
Hacer que hacemos,
No hacemos tuida.
Mis eruditos
De aire de Francia,
Postes eternos
Junto 4 madama,
¿Qué hacéis mintiendo,
Máquinas que hablan.
De cuando en cuando:
Laran, larara?
Hacer qve hacemos,
Ko hacemos nada.
Maridos francos
De esposas francas,
Que por milagro
Veis vuestras casas,
¿Qué hacéis temiendo
Que encima os caigan,
Pues salis de ellas
Cual toro á plaza ?
Hacer que hacemos.
No hacemos nada.
Vos, letrilleros,
Poetas ranas,
Escarabajos
De ajenas faltas,
¿ Qué hacéis sacando
Coplas sin gracia,
Vano el celebro.
Floja la panza?
Hacer qne haccTnot,
No Jiaeenws nada.
LETRILLAS.
Si ésta no rs dicha,
No Jiay dicha alguna,
Tenebron numen
De negra musa,
Roy del Parnaso
Sé quien le jura,
Y es que no entiende
Su catadura;
Si ésta no es dicha,
No hay dicha alguna.
Reciente hidalgo
Brillante y lucia
Su ejecutoria
Tal vez promulga.
Cuando de moros
Sé que es su alcurnia;
Si ésta no es dicha.
No hay dicha alguna.
Yo sé marido
Sin renta alguna,
Que no trabaja,
Trata, ni estudia;
Mas come y viste,
Se huelga y triunfa;
Si ésta no es dicha,
No hay dicha alguna,
^Monstruo se acuesta
De frente á nuca
Quien ángel bello
Después madruga,
Por tener de ello
Receta oculta;
Si ésta no es dicha,
No hay dicha alguna.
Yo sé de bestia
(Bien que haya muchas)
A quien asisten
Gentes agudas,
Y que su ingenio
Claro le juran;
Si ésta no es dicha,
No hay dicha alguna.
A esposo inepto,
Falto de injurias,
Sus coadyutores
Tal vez le ayudan,
Y á costa de otros
Mece sus cunas;
Si ésta no es dicha.
No hay dicha alguna.
425
LETRILLA XII.
Atraque es difícil
Hsllar fortan^
LETRILLA XIH.
¿ Tú , que no sabes ,
Me das lecciones?
Déjalo, Fabio,
No te incomodes.
Porque de niño
Gozo aún los dotes ,
Dice que cante
Dulces amores ;
Mas 1 ay, qué poco
Mi humor conoces,
Acedo y lleno
De indigestiones I
Déjalo, FaMo,
No te incomode».
Dices que trate
Gentes de corto ,
Que me enriquezcan
De ideas nobles ;
Cuando aturdidos
De uno á otro coche ,
Corre, vé y diles
Son sus ponriones ;
Déjalo, Fabio,
No te incomodes.
Dices no admito
Los ricos dones
Que hacerme quieren
Grandes señoree ;
Yo sé que al aire
Nadie da golpes,
Y lo que tengo
Creo me sobre;
Déjalo, Fabio,
No te incomodes.
Diz que el estudio,
Con sus tesones,
Mi tez de rosa
Fuerza es que robe ;
Si tan bonito
Soy, que rae arropen.
Sin que al sol v. a
Dentro de un cofre ;
Déjalo, Falto,
No te incomodes.
Dices, y dicen
(¡Dios os perdone I),
Que tengo en suma
Duro el cogote ;
Si fuese estatua
Yo en él con goznes,
Fuera defecto;
Pero acabóse ;
Di ja lo, Fabio,
No te incomodes.
LETRILLA XIV.
Faltando yo es cierto
Que habré nombradla ;
/ Qué gran boheria ,
Después de yo mueHo!
Diz que mi gran musa
Heroica me llama
Con postuma fama,
Sin tener excusa ;
Vanidad intrusa
Del vulgo inexperto ;
¡Qué gran boheria.
Después de yo muerto!
A hacer de las raias
Dicen que me aplique,
Que casa edifique ,
Torre y galerías ,
Sin ver que mis dias
No han instante cierto ;
¡Qué gran boheria ,
Después de yo muerto!
Diz que si yo falto
(l Mi Dios me perdone !),
Harán se empadrone
Mi nombre tan alto,
Que llegue de un salto
Al polo más yerto ;
/ Qué gran boberia ,
Después de yo viuerto!
Diz que otra Artemisa
Hará un mauseolo
Al funeral solo
De mi hora precisa ;
Y morir de risa
Yo tengo por cierto ;
¡Que gran boberia ,
Después de yo muerto!
Diz que mi retrato
(l Qué cosa tan mona I )
Grabará Carmona
Con su buril grato.
De frente á zapato,
De laurel cubierto;
¡Qué gran bohena ,
Después de yo w uerto I
LETRILLA XV.
I Qué hechicero tono I
I Cómo al gusto brinda I
¡Qué dije tan mono!
¡ Qué cosa tan linda!
426
Qac nn rapaz flamante,
Que el mirar lo alegra,
De Momo se plante
La máscara ncfcra,
JIoriliendo cual suegra
Cuanto se I-- alinda,
¡i^iiéJije tan mono!
jQué cosa tan linda!
Que una daniiseUi
Pintadita a) olio,
Con saber, nos muela,
Cuestión, texto y Mió,
Y en cualquiur escolio
Singular prescinda,
¡Qué dije tan mono!
¡Qné cosa tan linda!
Ver á don Pancracio,
Guapetón de fama,
De cuidados lacio
A par de madama,
Si dice que la ama.
Más blando que guinda,
/Qué dije tan mono!
¡Qué cosa tan linda!
Ver un rapaz tierno
Hecho una grajea.
Con dije de cuerno
En danza pigmea,
Fingir la jalea
Que en su edad no brinda,
¡(¿lié dije tan mono!
¡Qué cosa tan linda. !
Si yo impertinente
Hablo una simpleza.
Notar que una gente
De seso y grandeza
Vuelva la cabeza
Y atención me rinda ,
/ Qité dije tan mono!
¡ Qué cosa tan linda!
LETRILLA XVI.
Que no tiene juicio
Quien mi musa extraña,
Yo me lo malicio,
O el juicio me engaña.
I Afuera, que quiero
Vaciar cual puchero
Lo que hube tragado ;
Que estoy infestado
De tanta zizaña!
O el juicio me engaña.
Hoy di a es ser rico
Acortarse el pico.
Prestar con ribete
Y estafar por siete
Con sutil maraña,
O el juicio me engaña.
Hoy dia es ser maja
No darse uiía paja
Por la honradez goda,
Y hacerse por moda
De ninguno extraña,
O el juicio me engaña.
Hoy es ser muy mono
Mostrar grande encono
A nuestros c^stilos,
Y hacer mallas de hilos
Cual sutil araña ,
O el juicio me engaña.
Hoy dia es ser crego
Darse al ocio luego.
Chupar lo asignado,
Y andar de sobrado
Cual hoja de caña,
O el juicio me engaña.
Hoy dia el juzgado
Hacerle es del lado
Del que más presenta ;
La ley es la renta,
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
El juzgar cucaña,
O el juicio me engaña.
Hoy es ser poeta
El zurcir con treta
De antiguos escritos.
Porque hay infinitos
Tontos de esta mañ_a,
O el juicio nte engaña.
LETRILLA XVII.
Si hablar mal es mengua,
Pues ponen hocico.
Atemos la lengua,
Callemos el pico.
Si en boca cerrada
Diz que no entra mosca,
Y hay gente tan hosca.
Que luego se enfada
Si la más cendrada
Verdad les predico,
Atemos hi lengua ,
Callemos el pico.
Si un tal reverencia.
Grado tiene y borla,
Y un Víctor con orla
Publica su ciencia,
Y yo, en mi conciencia,
Sé que es un borrico,
Atemos la lengua,
Callemos el pico.
Si el vulgar concepto
Hoy tiene por sabio
Al que mueve el labio
En nuLVo dialecto,
Chanfutre en aspecto,
Y en ademan mico,
Atemos la lengua.
Callemos el pico.
Si no es bien que riña
Que un tal caperucho.
En vicios muy ducho
Por la socaliña ,
Con faz no lampiña
Se finge santico.
Atemos la lengua,
Callemos eliñco.
Pues es grande carga
Remendar mal viejo,
Y el agrio consejo
A todos amarga.
Si con lengua larga
La mun'ia espotrico.
Atemos la lengua.
Callemos el pico.
LETRILLA XVIH.
Señor de encomienda,
Que no recomiendo ,
A otro se las venda ,
JVo á mi, que las vendo.
Hidalgo de á marca
Por papelería.
Que en genealogía
Mil padres abarca,
A Heródes Tetrarca
Su raíz haciendo,
A otro se las venda,
No á mi , qiie las vendo.
Pedantes visitas
De erudito vario.
Que en nn Diccionario
Se entró de patitas ,
Y alzara rail gritas
Sobre la voz cucndo ,
A otro se las venda ,
No á 7ni , que las vendo.
Consejo maduro
De algún calvo verde,
Que si el pelo pierde.
No pierde lo obscuro
Del unto venturo
Que lo irá tiñendo,
A otro se las venda ,
No á mi, que las vendo.
Decir que al Parnaso
Va sutil poeta ,
Y sigue cometa
El vuelo al Pegaso,
Y en el éter raso
Gira con ostinendo,
A otro se las venda ,
No a mi, que las vendo.
LETRILLA XIX.
Si yo , cuando á otros muerdo.
Mordido me hallo.
Es que no hay Iwmhre cuerdo
Si monta á caballo.
Si un barón mirado
Sube al magistrado
Y hace, cual magnate.
Más de un disparate.
No es mucho su fallo;
Que no hay hombre cuerdo
tíi monta á caballo.
Si un viejo en visita
Con doña Pepita,
En dime y diréte,
Hielo hecho, arremete.
No hay por qué extrañallo ;
Que no hay hombre cuerdo
Si monta á caballo.
Si un docto por grado.
En su aula sentado,
Pensando que explica,
Más y más se implica.
Callar y aguantallo;
Qu^ no hay Jwmbre cuerdo
Si monta a caballo.
Un novel cadete ,
Pensando es jinete
Más que Gerifalte ,
No es mucho que salte
Y brinque cual gallo;
Qite no hay hombre cuerdo
Si monta á caballo.
Si á un ruin miserable
Inés se hace afable
Cuando allá lo coge.
Que él la bolsa afloje
Por hecho contallo;
Que no hay Jwmbre cuerdo
Si monta á caballo.
Si un cuerdo estadista
Cae en ser coplista,
Y enfada en sus versos
A cien universos.
No hay más que dejallo;
Que no hay hombre cuerdo
Si monta á caballo.
LETRILLA XX.
Si me sale al paso
Lo que no quisiera,
Todo es friolera.
Vamos, 2)iies, al caso.
Si el númeu vinagi-e
Que airado me sopla
Se arma en cada copla
De mordiente usagre,
Por más que la almagre
Y vista de laso.
Todo es friolera.
Vamos, pues, al caso.
Si Paula y Fructuoso,
Merendando en gresca,
Una tarde fresca,
Brindan con reposo
A honor del esposo,
De cuerno en un vaso,
Todo es friolera.
Vamos, pves, al caso.
Si con falsas llaves,
Saliendo el marido
De su lecho y nido,
Aquel que tii sabes.
Que es de los más graves,
No es en dar escaso,
Todo es friolera,
Vamos, pues, al caso.
Si á risa provoca
Fingida beata.
Que á una patarata
Retuerce la boca,
Cuando por su toca.
De amor se ve un paso,
Todo es friolera.
Vamos, pues, al caso.
LETRILLA XXL
Diz que un caballero,
Dicho don Dinero,
Pierde y atropella
La niña más bella.
De más pundonor;
Madre, la mi madre,
/ Qué triste dolor!
El diz que minora,
Y aun de virtud dora
El crimen más grave,
Y al recto juez sabe
Quebrar el rigor;
Madre, la vi i madre,
¡Qué triste dolor!
Él diz que al anciano
En joven lozano
Lo vuelve y trabuca,
Y á su edad caduca
Da inútil verdor;
Madre, la mi madre,
; Qué triste dolar!
El al más ocioso,
Más vil y vicioso,
C!olma de favores,
Y aun da de señores.
Un perpetuo honor;
Madre, la mi madre,
¡Qué triste dolor!
Él á un tonto ha dado
El premio colmado
Que hubo merecido
Un sabio entendido.
Pobre y sin favor;
Madre, la mi madre,
¡Qué triste dohr!
Él en la opulenta
Mesa en que se sienta,
Todo hace que sobre.
Arrojando al pobre
Del hambre al rigor;
Madre, la mi madre,
¡ Qué triste dolor!
Diz que él, pretendido,
O ya conseguido.
Siempre da cuidado,
Y de ayes cercado
Tiene al poseedor;
Madre, la mi madre,
¡ Qué triste dolor!
LETRILLA XXIL
Cada día este mi mimen
Bale con su extraordinario;
¡Caiiario!
LETRILLAS,
Al son de mi castañuela,
Más que una pascua contento.
Diré verdades sin cuento,
Que mi gaznate no cuela;
Dchablar clarito en la escuela,
Soy pájaro voluntario;
¡Canario!
Yo sé que antes solían ser
Indias bravas las que amaban;
Con un vidrio se engañaban.
Prendiólas uu alfiler;
Y hoy un homlire ha menester
Para preludio un erarlo;
¡Canario!
Mirando á cierta ventana.
Que juzgué recolección.
Vi una Tais tras el doblón,
Jlás que la antigua liviana.
Que el beso de paz ufana
Da, si hay oro, á su contrario;
¡Canario!
Bien sé yo quién se embelesa,
Y en amor corre ó recula.
Hablando á un mozo de muía
La que con torno ó con rueca.
Si no en San Fernando, en Meca,
Debiera ganar salario;
¡Canario!
Yo, en fin, no sé qué remiendo
A este desbarate le eche,
Ni acierto con qué escabeche
En snzon se irá poniendo;
El pago que da, sí entiendo,
A quien le sigue ordinario;
¡Canario!
LETRILLA XXIIL
Cuanto más cachaza gasto.
Mi numen trae mayor prisa;
¡Ay, qué frntacion de risa!
Cúlpaunu! varios censores
Quv? un muchacho no es bien cante
Con estilo mordicante
Ni acentos murmuradores;
Que cante églogas de amores,
Hecho pastor de Belisa;
¡Ay, qué tcntacian de risa!
Que en una conversación,
Que un anciano no osa hablar.
Un mocoso descifrar
Se ofrece á todo un Newton;
Y de si es lo del cabrón.
Lana ó pelo, nos avisa;
¡Ay, qiie tentación de risa!
Que de hidalgo en sí no (]uepa
Quien á Hércules da sn origen,
Y sus fincas no le exigen
Dos cornados de esta cepa;
Y por Ijarruntos se sepa
Que, como él, muere en camisa;
¡Ay, qué tentación de risa!
Si la gazmoña en rezar
Se arroba, ^qué es necesario
Que yo entienda lo contrario ?
Que tengo muy mal pensar;
Y para esto reiterar.
Arrumacos indecisa;
¡Ay, qué tentación de risa/
427
LETRILLA XXIV.
De que el señor cura tenga
Por ama una moza alegre.
Siendo mejor una vieja
Para que su ajuar gobierne,
^,Qué se infiere?
De que tan caritativo
El otro esposo se muestre.
Que á cuantos van á su casa,
Cortés á todos la ofrece,
¿ Qué se injiere?
De que los padres maestros
A predicar se presenten,
Citando autores gentiles.
Para instruir á las gentes,
,;Qué se infiere?
De que en casa del letrado
Se mantenga más la gente
Con el buen parecer de ella
Que no con bus pareceres,
,;Qué se infiere?
De que una niña se ponga
Opilada algunos meses,
Y minea de nueve pase,
Y siempre á los nueve llegue,
^;Qué se infiere?
De que el sastre á su mujer
Diga que faltan quehaceres,
Y que busque ella por sí
Modo para mantenerle,
¿Qué se infiere?
De que haya tantos asuntos
De que habla bajo la gente,
Y siendo justificados,
Ninguno alzar la voz quiere,
¿ Qué se infiere?
LETRILLA XXV.
Caiga el que caiga; y si el numen
Hoy su látigo enarbola,
Ruede la hola.
Una bola es este mundo,
Que harta está de mal rodar,
Y los dos hemos de andar
A túndanle que te tundo;
Si digo lo que en profundo
Silencio tiene mi chola,
Ruede la hola.
Si un tonto debe gozar
De la tierra la abundancia,
Y^ en partos de su arrogancia
Sus productos disipar;
Y el pobre en brazas quedar,
Del hambre pálida y sola.
Ruede la hola.
Ver que un don Lindo soldado,
Olvidado del valor.
Del gótico pundonor
Y el español dcsen fado.
El rostro, ropa y peinado
lüza, pule y arrebola,
Ruede la bola.
Que un don Trasgo revoltoso.
Sin quien le tire la rienda.
Se porte en toda contienda,
liCiiguaraz y sedicioso,
Sin que el juez, de temeroso,
Se atreva á sn camisola,
Ruede la bola.
Que yo piense en reprender
Cosas que exceden mi brío,
Sin temer el numen mió
Lo mal que lo puede haber;
Pues no me hacen recoger
Entre las piernas la cola,
Ruede la bola.
LETRILLA XXVI.
Que quieran que no, mi numen
Vuelve á su antigua faena;
Dios te la depare hiena.
Con gritos censuradores,
Allá vas, mi cartapacio;
Si das en algún palacio
Con tropel de aduladores,
Sé rival de sus humores,
Y si tienes mala estrena,
42S
Dios ff la (fepare "buena.
.Si un don l'olon, sin saber
Leer dos lincas con sentido,
Sin ver cómo lo han subido
Donde él no pudo creer,
Y no sabiendo juez ser,
El bien común desordena,
Dios ie la depare buena.
Si la que al gusto da cocos,
Y la dicen que su rostro
Se lo ha quitado á algún monstruo.
Comienza en gritos feroces
A echar su mal pleito á voces
Con picara cantilena,
Dum te la depare buena.
El que íigarbado en su lecho,
De un ligero resfriado,
Llama á un médico afamado;
(>uien juzgándolo á provecho,
Las venas le saja, y de hecho
En dos dias lo despena.
Dios te la depare buena.
Cal)cza de gran bonete.
Sin natural entusiasmo,
Que á sí mismo ser el pasmo
De las Musas se promete;
Si al fin, fiero le acomete
Un flujo de árida vena.
Dios te la depare buena.
DON JOSÉ IGLESLiS DE LA CASA.
LETRILLA XXVII.
Con más sabrosito humor
Emjñczo hoy la escarapela;
/Canela!
Lo que hable la lengua mia,
A ninguno ha de amargar;
Que bien he de sazonar
Todo mi plato este dia;
Será dulce especería
La que mi mortero muela;
/Canela/
Placer es ver retocada
La que es pasa como guinda,
A poder de polvos linda,
A fuerza de untos rosada,
Cuando no hay en su quijada
Memoria de que hubo muela;
¿Canela/
Gusto es ver cuan poco escasa
Tais es en baile y meneo.
Que á medirlo su deseo,
Ño tuviera fin ni tasa;
Y si ha de barrer la casa,
Necesita tanta espuela;
/Canela/
Rio en ver que otra en quince años
Siempre está, y busca mancebos
Los más implumes y nuevos,
Que han de pelar sus engaños;
Y aunque cañones extraños
Crien, ella al fin los pela;
/Canela/
Mas esto, vaya cual vaya,
¿A mí en ello qué me va?
Antes bien quien zurre habrá
A a(juel que en zuiTar se ensaya,
Haciéndole que esté á raya,
Y la cabeza le duela;
/ Canela!
LETRILLA XXVIH.
Yo quiero que sepa el mundo
Quién soy, y se desengañe;
Que el que las sabe las tañe.
Yo he llegado á ser muy necio:
A ninguno sé engañar.
Todos me la han de pegar,
Y me la pegan de recio;
De hoy más tan sólo haré aprecio
De aprender de quien me engañe;
Que el que las sabe las tañe.
Yo nunca sola una flor
Supe decir á una dama,
Como otro que las derrama
Con labio lisonjeador,
Y hace que en agua de olor
Se meta, revuelque y baño;
Que el que las sabe las tañe.
Yo no me sé divertir.
Ni jugar cosa maldita,
Como el que de una garita
Ganoso suele salir.
Cargado de oro, y reír
Lo que otro ha perdido y ])lañe;
Que el que las sabe las tañe.
Yo no sé de caza ó pesca.
Ni en el bosque, ni en el rio,
Como el que al bochorno y frió
Anda con bulla y con gresca,
Cogiendo la pieza fresca.
Por más que se le enmarañe;
Que el que las sabe las tañe.
Yo sudo en hacer dos versos,
Y á mi ingenio no doy fama;
No como otro, que urde un drama
En cuatro horas, puro y terso,
Haciendo que el universo
Como ave rara lo extrañe ;
Que el qve las sabe las tañe.
LETRILLA XXIX.
Diz que de este inferior globo
La máquina anda trocada;
Ko sé nada.
Diz que hay cosas en el orbe,
Que no se pueden tragar.
Que obligan á provocar
Al que incauto se las sorbe,
Sin que justicia lo estorbe,
Porque está enferma y sangi-ada;
Xo sé nada.
La moza de mi vecino,
De las pascuas puso el nombre
A su madre, ¿y diz que al hombre
A jugar luego se avino,
Y que ser, es su destino,
Cobertera autorizada?
No senada.
Diz que en falsa compostura,
Blas dio en hipócrita vano,
Sólo por respeto humano
Y lograr ración segura,
Y en contrahecha figura.
Es fantasma corcovada;
No sé nada.
Diz que es gusto ver la viuda.
Si la ruegan y hay quien cante.
Cómo el lloroso semblante
En baile y respingo muda;
Y esto es que á nada la ayuda
Ser tórtola retirada;
No sé nada.
Diz que un... (tente) que cogido
Fué en adulterio soez.
Se alzó de él con altivez,
Y con cerviguillo erguido
En un trabuco al marido
Le mostró la muerte airada;
No sé liada.
LETRILLA XXX.
Pues en zurrar mil picanas
Hoy mis musas se festejan,
/ Of!te, puto, qve retejan/
Merlo, vamos con cuidado,
Que diz que el diablo anda suelto,
Y en este rio revuelto,
En que á muchos han pescado,
Para el pico desmandado
JIordazas mil apaixjan;
/ Oste, jiuto, que retejan!
Tú, tahúr, que sin destino,
A la garita te vienes,
Y con otro tal te avienes
En pelar á un palomino;
Pues al que con jiluma vino,
Implume tus uñas dejan,
/ Ostc, puto, que retejan!
Tú, mozuela, que te huiste
De tu casa, y con gran porte
Te has puesto á dama de corte.
Sin saber lo que perdiste;
Pues tras tu bulto se embiste,
Y la jaula te aparejan,
/Oste,puto, qve retejan!
Tú, holgazán, que en breve rato
Socorrida arte aprendiste.
Flexible diestra extendiste.
Prendiendo cual garabato;
Pues hoy dia á un solo gato
Huestes de gatos aquejan,
/ Ostc, jJvto, que retejan!
Tú, al fin, cualquiera que fueres,
El que á sombra de tejado,
Andas de un cuarto vedado
Mil ofreciendo alquileres;
Pues los vivos alfileres
Un minuto no te dejan,
/ Oste, puto, qve retejan!
LETRILLA XXXI.
Pues de cantor traigo el nombre,
Y el arma en el vericú...
/Alhajú, qve más alliajú!
Que viendo ufano el delito.
Sin censor que le castigue,
Y á un rapaz su musa obligue
A alzar eu su burla el grito.
Diga adulador maldito
Que le sopla Belccbú,
/Alliajú, qíte más alliajü!
Ver la donceilita andante,
Horfanita y sin arrimo,
Que halla algún indiano primo,
A quien se arrima bastante.
Señora de guardai ufante.
Con su terno de tisú,
/Al/iajú, qve más allinjú/
Atolondrado doncel
Pierde las más ricas horas,
Emujo de las señoras.
De un espejo mirabel.
Puesto al ladito un clavel
Y un ramo de almoradú,
/Alliajú, qve más alhajú/
Que el otro, eterno holgazán.
Con casa que mantener,
Encomiende á su mujer
Este primitivo .afán,
Mientras robándole están
Las venas de su Perú,
/Alhajú, qve más alhajú/
Los que oyen mi escarapela,
Y que en sus cosas me meto
Sin guardar algún respeto,
Hincándoles tanta espuela,
Gritan : (qQué gran bagatela!
Habló el buey, y dijo ¡mú!»
/Alhajú, qve más alhajú/
LETRILLA XXXII.
De ti, oh musa, que en mi infancia
Me instruyes, saber deseo
A quién, de muchop que veo,
He de arrendar la ganancia.
Al jÓTen que con su niña
Vive en vicio encenagado,
Y al cabo se ve robado
De estas aves de rapiña,
Pegándosele cual tina
El mal que vino de Francia,
iYo le arriendo la ganancia.
Al jefe que, ardiendo en ira,
Por vivir después de muerto,
Muestra el pecho descubierto
Al contrario, que le tira;
Do á la menor bala espira
La más altiva arrogancia,
J\^o le arriendo la ganancia.
Al maridillo impotente,
En quien manda su mujer,
Dejándose someter
A su dominio el paciente.
Mostrándonos en su frente
Símbolo de tolerancia,
A'o le arriendo la ganancia.
Al que, en su cuarto encerrado.
Enferma á puro estudiar,
Y muere por alcanzar
Lo que ninguno ha alcanzado.
Puesto que el más sabio ha hallado
Que es su saber ignorancia,
Á'o le arriendo la ganancia.
Al que, cual camaleón,
Está al magnate adulando.
Mil sobarbadas pasando
Por lograr su pretensión,
Solo por necia ambición
De ser hombre de importancia,
Ko le arriendo la ganancia.
LETRILLA XXXIIL
Que una mozuela en el prado
Se presente y deje ver
Con basquina de moer
Y un reloj á cada lado,
Con su eminente peinado
Y remontada escofieta,
¡Buen dinero es la Gaceta/
Que blasone el militar
Que la furia de su espada
Se mira reverenciada
En la tierra y en la mar,
Y que él solo pudo entrar
Al fuerte de la Goleta,
¡Buen dinero es la Gaceta!
Que corteje el otro viejo,
Que no se puede tener,
Queriéndole dar placer
A su arrugado pellejo.
Sin querer que otro cortejo,
Donde él se mete se meta...
¡Biien dinero es la Gaceta!
Que el otro tras el venado
Ande, saltando bardales.
Picado con los zarzales.
De sol y frió quemado,
Mientras de su esposa el lado
Ocupa el otro en paz quieta,
¡Buen dinero es la Gaceta!
Que llegándome yo á ver
Lleno de necesidad,
Piense mi simplicidad
Que he de llegar á valer
Porque versos sepa hacer
Como el más docto poeta...
¡Buen dinero es la Gaceta!
LETRILLA XXXIV,
Yo, Talía, en despedirte,
Y tú en que me has de querer,
Tyeretas lian de ser.
LETRILLAS.
No es espantajo estafermo
El ingenio que me asiste,
Y sabe morder con chiste;
Que, ya en poblado ó on yermo.
Ya con salud ó ya enfermo.
En morder y más mordei",
Tijeretas lian de ser.
El que ganar quiere á Creso,
Y avaro entró en su arqucton.
Sepultó más de un millón;
Por ser cual sin hondo vaso.
En juzgarse de oro escaso
Y estar sediento de haber,
Tijeretas lian de ser.
Hueso y pellejo con ojos,
La vieja que da en ser maja.
Aunque esté seca cual paja.
Gaste palo y anteojos,
Como de usar de remojos
Para mejor parecer.
Tijeretas han de ser.
De Cupido en los afanes.
Gladiator amartelado.
Si en su hueste ha militado.
Riñe con los gavilanes;
Por más que los tafetanes
Sus heridas dejan ver.
Tijeretas han de ser.
El que se volvió gabacho
Y veces mil fué beodo.
Aunque con risa en el lodo
Le eche uno y otro muchacho,
En buscar el vino macho,
Y zorro permanecer.
Tijeretas Itan de ser.
LETRILLA XXXV.
Mi lengua, echada en remojo.
Cansada está de callar
Lo que no puede tragar.
¡Agua val que alíalo arrojo;
Si alguien por delante cojo.
Sabiendo que hay quien ofenda.
Quien tiene tienda, que atienda.
Que un indiano, que las minas
Heredó del rubio Oriente,
Lascivo comprar intente.
Con costumbres peregrinas,
Con piedras falsas ó finas,
Del honor la mejor prenda.
Quien tiene tienda, (jue atienda.
Pues mil niñas bien criadas.
Sin pedirles yo favor,
Me hacen por mi bello humor
Sus caricias regaladas,
Y ellas se dan por jüigadas.
Aunque yo lo desentienda,
Quien tiene tienda, que atienda.
Si osa el otro majadero
Buscar una hembra propicia,
Y le saja su codicia
Como al pobre el usurero,
Y exige un tributo fiero
Después de una gran merienda,
Quien tietie tienda, que atunda.
m
LETRILLA XXXVI.
Pues es baldío el dominio
De escardar vidas ajenas.
De las malas y las buenas
Hagamos un escrutinio:
Acertado es mi dcsinio;
Y si dicen yerro en eso,
A otro can con esc hueso.
Que quieran tenga contigua
A mi bolsa y á mi lado
(En santa paz sea mentado)
Una damisela antigua,
Con un rostro de estantigua.
Sin sentir el contrapeso;
A otro can con ese hucsi'.
Yo sé que el doctor Cazorla,
Como lo hubiera pagado.
Su muía Imbiera graduado;
Y él piensa, por tener borla
Y un Víctor de oro en la orla,
Que á mí me aventaja en seso;
A otro can con ese hueso.
Que un viejo de vano casco,
De ajeno pelo vestido.
Más que corcho desabrido,
Más áspero que un carrasco.
Piense que no ha de dar asco
A quien llama su embeleso,
A otro can con esc Jiueso.
Que (juiera el otro bellaco.
Que hace de hipócrita mueca,
Y á lo callantron lo peca,
En sus costumbres berraco,
Siendo más ladrón que Caco,
Pasar por santo profeso,
A otro can con ese liucto.
LETRILLA XXXVIL
Que me sea ingrata Lucia
Porque soy un pobreton,
Y en entrando un señor don.
Le diga : «¿Qué manda usía?»
Y se le dé cortesía
Por no despreciar su ruego,
¡Fuego!
Que á Inés agrade aquel majo.
Siendo cual de Inés el tiesto.
En lo hediondo que le han puesto
Las quiebras de su trabajo,
Con que por cima y por bnjo
Anda el zahumerio de espliego,
¡Fuego!
Que Juana, que cuando están
Sus padres dentro de casa,
Aun á hablar no se projiasa.
Luego que afuera se van.
Llame á solas á don Juan,
Y ande el baile, trisca y juego,
¡Fuego!
Que Beatriz, sin enfermar.
Diga que se está muriendo;
Que llamen á fray Rosendo
Que la venga á confesar.
Y él con ella haya de entrar.
Quedándose afuera el lego,
¡Fuego!
LETRILLA XXXVHI.
Préstame, Fabio, atención
Para oir esta letrilla,
Porque no se da vioreilla
A quien na mata Icehon.
I Admiraste del marido
Que sin renta y holgazán
Sale al Prado tan galán,
Como un Adonis lucido?
Pues mira, esto ha conseguido
Por ser manso de la villa,
O en buen romance, cabrón;
Porque no se da vioreilla
A quien no mata lechan.
Preguntas que ¿por qué exceso
En el más triste lugar
A los frailes l)an de dar
Pan, vino, tocino y queso?
Pues créete que por eso
Nos llaman con campanilla
En la cuaresma á sermón;
Porque no se da morcilla
A quien no mata lechan,
430
I Espantaste de la maja
Que, cuando sale á paseo,
Con sus galas y meneo
A la más chusca aventaja?
Pues mira, tanto trabaja,
Que por trabajar se humilla
Bajo de cualquier varón;
J'orque no se da mordlla
A quien na mata Icchon.
rrcgiintasme que ¿en qué penda
Que otros con poco estudiar
Se atrevan hoy á sacar
De la curte una prebenda?
Pues mira, aunque no se venda,
O ya por faldas se pilla,
O ya por mucho doblón ;
Porque no se da morcilla
A quien no mata Uchon.
I Lastímate el ver toruando
A don Martin las unciones.
Que quiebra los corazones
Verle amarillo y babeando?
Pues mira, para eso holgando
Con su amiga Mariquilla
Gozó harto tiempo el bribón;
Porque no te da morcilla
A quien no mata leclwji.
I Admiraste del letrado
Que á Juan, sin tener derecho,
Se lo hizo tener, y de hecho
Se ha en su favor sentenciado?
Pues sAbete que ha logrado
Una lucida vajilla,
Y a inda mais un talcgon;
Porque no se da jnorcilla
A quien no mata lechon.
Dices, por fin, que ¡cuan bruto
Es el que se pone á hacer
Versos sin echar de ver
Que no aguarda premio ó fruto I
Pues mira, yo lo reputo
Por la más quieta, sencilla
Y racional diversión;
Porque no se da morcilla
A quien no mata lechon.
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
A liviandad me provoque,
J\'b fuiy emboque.
Que quieran que las hazañas
Cante del Cid campeador,
Y conociendo mejor
De los viciosos las mañas.
Me digan que estas patrañas
En mis versos no las toque,
iV^o /uii/ emboque.
LETRILLA XXXIX.
Que quiera que yo haga cuenta
Que única en amarme ha sido
La que el coraron partido
Tiene (no es mucho) en ochenta,
Y que intente que mi renta
En sus caprichos se apoque,
A'o hay emboque.
Que quiera el otro ermitaño
Vivir eterno horgazan,
Y de mi bolsillo y pan
Mantenerse todo el año,
Porque me libre del daño
De peste el señor san Roque,
No hay emboque.
Que presuma de mí Inés,
Por ser muchacha bienquista.
Que la mantenga y la vista
De la cabeza á los pies,
Y vivir del interés
Sin que á sus faldas la toque,
JVo hay emboque.
Que pretenda el otro ganso
Que salió el barrio á correr,
JMióntras quedó su mujer
Con don Narciso en descanso.
Que yo no le llame manso.
Porque trae daga y estoque;
A'o hay emboque.
Que Hcatriz, que hasta los huesos
El mal humor la ha pasado,
Piense que yo, enamorado,
Gaste en servirla mil pesos,
I'or más que con mil excesos
LETRILLA XL.
En eso de que por tema
De no ceder á ninguno.
Sin esperar premio alguno,
Me ponga con mucha liema
A escribir un gran poema,
Como el pobreton del Taso,
Paso.
Mas en que por diversión
Se suelte mi tarabilla
En cantar una letrilla,
Donde saque á colación
Tanto esposo cbibaton
Como á cada paso encuentro,
lintro.
Que yo cual camaleón
Esté á un gran sofi adulando.
Mil sobarbadas pasando
Por lograr mi jiretension.
Cautivo de la ambición,
De sueño y de gusto escaso,
Paso.
Mas en que mis gustos ame
Donde hallo fortuna cierta,
Y cuando más me divierta.
Ningún cuidado me llame.
Pues buey suelto bien se lame
Por defuera y por de dentro,
Enti'o.
Que quieran que á una función
Vaya yo en Diciembre helado,
A beber, de convidado,
Aguas de agraz y limón,
Que dejen mi corazón
Tan helado como el vaso,
Paso.
Pero que con mi vecino
Y otros amigos, de broma.
Sentado en un corro coma
Buenas lonjas de tocino,
Y nn gran pellejo de vino
Haya por copa en el centro,
Entro.
En que vestido de gala
Dance yo serio un amable.
Sin que toque y sin que hable
A las damas de la sala,
Pues me echarán noramala
Si á algo de esto me propaso,
Paso.
Mas en el ir á enredar
A los bailes de candil,
Donde pueda yo entre mil
Con las chicas retozar.
Apagar la luz, y andar
A ésta cojo, á la otra encuentro.
Entro.
LETRILLA XLI.
Al que por sola aprehensión
De que perdió su mozuela,
U otra cualquier bagatela
De aqueste mundo bribón.
Se le llena el corazón
De mortal melancolía,
Le cayó la hiteria.
Al militar que, impaciente
De lograr algún honor,
Se presenta con valor
Del enemigo á la frente,
Donde le coge en caliente
Un tiro de artillería,
Le cayó la lotería.
Al que por tener sospecha
De si está ó no resfriado.
Llama al doctor de contado,
Quien, juzgando que aprovecha,
Le manda sangrar y le echa
En la sepultura fria.
Le cayó la lotería.
Al que buscó, á su entender,
Por novia una mujer casta,
Y siendo él de buena pasta,
Y ella de buen parecer,
Ija (luc le hizo novio ayer,
Le hace novillo este día,
Le cayó la lotería.
Al ]óven que, sin saber
Qué cosa lujuria fuera,
Por sola la vez primera
Que visitó á una mujer,
Ve el triste que ha menester
Entrar en Santa María,
Le cayó la lotería.
LETRILLA XLIL
Dicen que soy displicente.
Que á todos enfado y muelo.
Que no debo formar duelo
De lo que no me contente;
Que con necios neciamente
Sea necio en su necio bando;
Ya voy, que me estoy peinando.
Quieren que el rostro estringido
Deje que suelo tener,
Que humano me deje ver
Con afeite el más florido.
No siendo yo su marido,
Con cualquier dama paseando;
Ya voy, que me estoy peinando.
Diz que la filosofía
De algún escolar no aprecio.
Que me debo dar de recio
A estudiar la algarabía
De tanta distinción fria
Que usa el sofístico bando;
Ya roy, qve me estoy peinando.
Notan que dinero hacer
No sé, cual mil de mi estado,
Y que más que un obligado
Pudiera yo enriquecer.
Sólo con apetecer
Lo mismo que me están dando;
Ya voy, que me estoy peinando.
Porfían que á un impresor
Le dé á imprimir mis conceptos,
Y que, pues son tan perfectos,
Los publique con valor.
Pues gran provecho y honor
De ello me irá resultando;
Ya voy, que me estoy peinando.
LETRILLA XLIIL
¿ Ves aquel señor graduado,
Roja borla, blanco guante.
Que nemine discrepante
Fué en Salamanca aprobado?
Pues con su borla, su grado.
Cátedra, renta y dinero.
Es un grande majadero.
I Ves servido un señorón
De pajes en real carroza.
Que un rico título goza
Porque acertó á ser varón ?
Pues con su casa, blasón,
Título, coche, y cochero,
Hs un grande majadero.
¿Ves al jefe blasonando
Que tiene el cuero cosido
De heridas que ha recibido
Allá en Flándes batallando ?
Pues con su escuadrón, su mando,
Su honor, heridas y acero,
Es vn grande majadero.
¿Ves aquel, paternidad,
Tan grave y tan reverendo.
Que en prior le está eligiendo
Toda su comunidad?
Pues con su gi-an dignidad.
Tan serio, ancho y tan entero,
JEs vn grande majadero.
¿Ves al juez con fiera cara
En su tribunal sentado.
Condenando al desdichado
Íleo que en sus manos para?
Pues con sus ministros, vara.
Audiencia y juicio severo,
Es un grande majadero.
¿Ves al que esta satirilla
Escribe con tal denuedo,
Que no cede ni á Quevrdo
Ni á otro ninguno en Castilla?
Pues con su vena, letrilla,
Pluma, papel y tintero,
Us m ucho más majadero.
ENDECHAS.
PRIMERAS.
Esclavo inocente.
Del mar en la orilla,
Bello á maravilla,
Cual perla de Oriente;
De un corsario moro
Preso y aherrojado,
El que me ha apresado
La prisión que adoro;
Con cadenas Hojas
A tu humilde cuello
Cuando el rostro bello
Con mil perlas mojas;
Pareciste un dia
Cisne albo y hermoso.
Que un tronco nudoso
Preso en sí tenía.
Sin ser conocido
Tu precio y donaire,
Era en vil desaire
A pregón traído.
Por impía costumbre.
Quien más valor daba
Ya te amenazaba
Con vil servidumbre.
Allí blanda cera
Amor compasivo
Me hizo, y de un cautivo
Nueva prisionera.
De entre el brazo fiero
De aquel sarracino
A mi pecho vino
El arpón primero.
Aunque no cumplida
Tu desgracia, el susto
De temerla el gusto
Le quitó á mi vida;
Que el que es desdichado.
Siempre por cumplido
Tiene el más temido
Disfavor del hado.
Pródiga del oro.
Te di, con mi vida,
Libertad querida
Del poder del moro.
ENDECHAS.
Ver te hice quería
Sólo, en rescatarte.
Por libre dejarte.
Sin más demasía;
Y con pecho blando,
Que amor dulce engendra,
Lo cria y acendra,
L:te regalando.
Ya por mil maneras
Viste en mi recato
Que engaños no trato.
Sino amantes veras.
Que más apreciaba
Que el cetro del mundo.
En amor profundo
Ser tu nueva esclava.
431
SEGUNDAS.
Robé á robadores
El dueño de mi alma,
Que robó la palma
De los mis amores.
De un servil amago
Libró el cuello frió
Del que mi albedrío
Me ha quitado en pago.
Que quiera ó no quiera
El alma engañada.
Me dejó encantada
Tu gracia hechicera.
Un cabello rizo
Sólo me mantiene;
Que el esperar tiene
En su cebo hechizo.
Y la que dar sabe
Libertad entera.
Ya está prisionera
En prisión más gi-ave.
La cadena arrastro
De amor más estrecha
Que en su cárcel echa
Vengativo el astro.
Y tú, á quien cautiva
Ya el alma he rendidn,
No has de mí aprendido
Piedad compasiva;
Pues te hizo de intento
El hado perjuro
A mi amor, más duro
Que peñasco al viento.
Tr;ijete al arribo
De mejor fortuna,
Y sin causa alguna,
Siempre te hallo esquivo.
Que es ley decretada
Del niño Amor fuerte.
Que á servir no aci rte
La que es desdeñada.
Así anhelo en vano,
De mal en peor,
A un solo favor
De tu ingrata mano.
¡Ayl que la dulzura
Que el amor confia
Suerte es, y la mi a
No tuvo ventura.
Ni otra causa inquiera,
Si es aborrecido.
De lo que ha querido
Todo el que bien quiera.
Así, si yo fuese
De Oriente á la cumbre,
Y en su mayor lumbre
Al nuevo sol viese;
Tú, Febo encendido,
Mal quitar podrías
Las tinieblas frías
De este ingrato olvido.
TERCERAS.
Cautivillo exento
De alma libertada,
Prisión regalada
De mi pensamiento;
Pre.sü de alma altiva,
Que en trenzadas mallas,
A no rescatallas,
Mil almas cautiva;
Prisionero am.ado.
De color más fino
Que aire matutino
Da al clavel rosado;
Si esclavo te veo,
Y á cautivar almas
Te ensayas, mil palmas
Te darán trofeo.
Si quien corazones
Así prender sabe.
Siente pena grave
En sufrir prisiones;
Ya libertad tienes.
Yo cstoj' sin ninguna;
Que así la fortuna
Trastorna los bienes.
Di un perecedero
Precio por librarte,
Y por rescatarte
Diera un reino entero.
Al priiiK r aHídto
Cant() amor victoria.
Viendo ya mi gloria
Vuelta en sobresalto.
Fortuna inconstante
Del l)ien sumo asirme
Quiso, si amar firme
Lo es á un bello amante,
Díjote ternuras.
Blanda y halagüeña;
Que el amrir me enseña
Todas sus blanduras.
Unas tus cuidados
Me disimulaban,
Y otras te causaban
Plisa y de.sen fallos.
Que tus perfecciones
Dirigen al justo
El reino del gusto,
Del amor los dones.
Y sólo quisiera
Que este collar bello
Me echases al cuello.
Por tu prisionera.
Que el placer más vivo
En .ser sólo estriba
La bella cautiva
De un bello cautivo.
ROMANCES.
ROMANCE PRIMERO.
EL RAMO DE LA MAÑANA DE SAN
JUAN.
La mañana de San Juan,
Cuando á los alegres campos
A coger verbena y flores
Salen los enamorados.
Entonces, cuando el lucero
Del alba sale bailando
Delante la deseada
Aurora mayor del año.
Toma á bien que en tu ventana
Te ponga, zagal, el ramo.
Ramo que en el Val de Otea
Mis niñeces cultivaron,
432
Tómalo á bien, mi señora,
lleciWlo de buen grado,
La vista pon en sus hojas,
Y á la sombra de él sentaos.
Primicia de mis amores,
De tu gran belleza lauro,
Kcgocijü de tu calle,
De tu mirador ornato.
Si te parece va pobre
De flores j' hermosos lazos.
Arrímalo ú tu hermosura,
Y será él más adornado.
Tome él, como yo lo hiciera,
Los claveles de tus labios,
La azucena de tu frente,
Los jazmines de tus manos.
Entre sus hojas reciba
El rocío nacarado
De tu aliento, y la fragancia
De tu pecho soberano.
Que yo, zagala, le juro
Que él será rey de los ramos,
A quien salva harán, rendidos,
Ruiseñores y canarios.
Los que por mi mal te adoran
Con placer le irán mirando,
Y las que no te compiten
Lo verán con sobresalto;
Y yo, zagala, á su dicha
Esta letra iré cantando,
Que por si no la escuchabas.
Te la puse al pié del ramo :
¡Qué florido estáisl
¡Qué dicha tenéis 1
liaTulto de ji ores
J)e mi dulce bien.
Decid á la rosa
De tan feliz ramo.
Es sólo la hermosa
Ventura que yo amo,
Y el dulce reclamo
Del niño amor es.
Ramito de flores
De mi dulce lien.
ROMANCE IL
LA ENEMIGA DEL AMOE.
De la muerte y de un pastor
Florindo vive envidioso;
Mucha tiene de la muerte,
Pero más tiene de Mopso.
Juanita, la malhadada.
De la hermosura pimpollo.
Que tanto al zagal quería.
La muerte cerró sus ojos;
Nunca le diera los brazos,
Mas sola la fe de esposo;
Que á lograrlos, no viviera
Mortal que llegó á tal colmo.
No vistió luto el cuitado,
De la doncella en abono;
Mas 8i es luto la tristeza.
Tres años se vio en su rostro.
En los bailes del ejido
Y en los pastoriles corros
Le pensaron, por su falta,
Estar ojeado del lobo.
Como á las sombras el alba.
Siguió á la pena del mozo
El nuevo amor de Crisalda,
Premio á su virtud bien corto;
Porque, como nunca viene,
Como dicen, un mal solo.
La que en un tiempo le quiso,
Le faltó, mudable, en otro.
Por respeto de fortuna
Casó Crisalda con Mopso;
Mopso, el rico de la aldea,
Pero el más simple de todos,
ííaturaleza y fortuna
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
Son de la vida los polos;
[Feliz el hombre que encuentra
En cualquier de ellos apoyo I
Pero á quien ambos persiguen,
Mal se llamará dichoso.
Si no ignora qué es desprecio,
O sabe de amores poco.
Esto le cantó Florindo
A Crisalda junto al soto,
Donde apenas ella pudo
Desentenderse á su tono ;
Pero en señal de su enfado,
Torció la zagala el rostro;
Calló el pastor, y ausentóse
Por la selva sola solo.
ROMANCE III.
LA FIEME EESOLUCION.
Zagala hermosa del Tajo,
Lumbre de sus pastorcillas.
Alma real en cuerpo hermoso.
Tres veces de imperio digno;
Si sobre todos mis males,
Cruel el cielo determina
Que por corona de todos
En tu disfavor yo viva ,
¿Qué culpa tendré, señora,
Que mi corazón opriman
Torrentes de desconsuelos,
Aguaceros de desdichas?
Si en cerco de los mis ojos
El sueño jamas se mira.
Ni muestra de bello riso
Aparece en mis mejillas;
Si soy doncel desdichado,
A quien el cielo castiga
Como á su mayor contrario.
Lejos de toda alegría;
No armes tu rigor, señora ,
Contra aquesta alma mezquina;
Tu piedad merezca al menos,
Pues es de tu amor indigna.
Que también á tí, cuitada.
Perseguirán algún dia
Saetas de desconsuelos,
Enherboladas de acíbar;
Bien como amanece ufana
La pomposa clavellina,
Y el granizo la destroza
O el aquilón la derriba.
No hay prosperidad durable
En esta inconstante vida;
Rápido vuela el deleite ,
Pesado el dolor camina,
Por último desengaño
Mi corazón sólo aspira
A elevarse en su bajeza
Sobre el telar de la envidia.
Ya el bullicio no me agrada ,
Ni la hermosura me inclina.
Ni el oro me lisonjea,
Ni me vale la mentira.
Sólo un alma pura y sana
Puedo decir que me hechiza;
Esta busco hasta la muerte,
Y en ella haré mi manida.
Tal me contara Lisardo
Que sois vos, Lisi divina.
Alma do el saber se hospeda,
Pecho do el candor se anida.
Y querrás que no te adore,
r dirás que no te siga,
Cuando lo que yo en tí veo,
A llanto y d(jlor me incita?
Opóngaseme la noche
De la ausencia de tu vista;
Opóngaseme la nube
De la pasión más temida;
Que siempre ansiaré por tí,
Luz de mis ojos querida,
i>
Alma real en cuerpo Tiermosu,
Mil veces de imperio digna.
ROMANCE TV.
LA SALIDA DE AMARILIS
AL ZUEGUEX.
Venid, venid, zagalejo.=i.
Que al Zurguen sale Amarilis,
Si es que el alba á media tarde
Ver alguna vez quisisteis.
Veréis triscar los corderos
Cuando á mi pastora miren,
Y que doquiera que vaya,
Balando por sal la siguen.
El canto veréis que esfuerzan
Alondras y colorines,
Y que nacen azucenas
Donde la sandalia imprime;
Que la senda por do pase.
Olor de casia despide,
Y que si los troncos toca,
Producen blancos jazmines.
Veréis cómo el arroyuelo
Por boca de perlas rie,
Y saltar los pececillos
Cuando á su estanque se mire.
Salir vei'éis los zagales
Con flautas y tamboriles;
Los zagales, que en prisiones
De sus rubias trenzas viven.
Tristes veréis las pastoras
Cuando de ellas se retire;
¿ Pues qué los tiernos zagales?
Los veréis mucho más tristes.
Y á mí, en fin, veréisme ufano,
Si es que «¡adiós, zagal!», me dice;
Empero, si no me hablare.
De pena veréis morirme.
Así cantó Arcadio á tiempo
Que llegó al prado Amarilis,
Vergonzosa en ver que todas
Como á nuevo sol la miren.
ROMANCE V,
LA FINA SATISFACCIÓN.
Guárdete Dios, zagaleja.
De los mis ojos aurora,
Deidad del zagal Arcadio,
Y de sus corderos gloria.
¡Oh! ¡cuan galana á mis ojos
Eres, mi dulce pastoral
¿De dó vienes tan ufana?
¿ De dó sales tan graciosa?
Tus ojos despiden rayos,
Vierte dulce miel tu boca.
Tu seno vence la nieve.
Tus plantas producen rosas.
¡Ay! ¡cómo no puede Arcadio,
Aunque asaz ñno te adora.
Corresponder al amor
Con que tú muy más le adoras 1
Tus cabellos oro esparcen.
Tu frente el alba me asoma,
Tus mt jillas me dan ñores.
Tus labios me dan aljófar.
¿Sabes tú cuan dulce le amas,
O cuan tierna le enamoras?
¿ Con cuáles luces le miras?
¿Con cuáles gracias le arrobas?
Así dijo amante Arcadio
En el dia de sus bodas
A Amarilis, que le escucha
Con aquel pudor de novia.
Bien sé que tu amor no pago;
Pero yo bien sé, pastora,
Que dt jaré por tus brazos
Del orbe torla la pompa.
Y así, déjame, zagala,
Que en sazón tan amorosa
Te pague cuanto me quieres
Con un beso de mi boca.
ROMANCE VI.
LA ADVERTENCIA.
Quince años tienes, zagala,
Y aun dudo si son cumplidos;
Flor de hermosura , bien digna
De más honesto retiro.
No há mucho que te creia
Palomita, que del nido
Aun no sale temerosa,
Besando el materno pico;
Y ya á cuantos vts los quieres,
Como si fuera lo mismo
¡Solicitar tú á los quince
Que otras á los veinte y cinco.
La flor que á abrii'se comienza ,
Estima el botón nativo
Más que la atrevida mano
Que la arrancó del espino.
Con las pastoras de treinta.
Que aman falaces caminos,
En la mitad de su edad
Usas de aceites fingidos.
¡Oh! guárdate, que te llevan
A dar en un precipicio
De dulce entrada, y salida
Más amarga que torbisco.
Encontrarás mil pastores,
En las palabras muy finos.
Mas de tan dañados pechos
Como el áspid vengativo.
Perseguiránte cual lobos,
De ovejas blancas vestidos,
Hasta robarte la prenda
Que guardar no habrás sabido.
Harto te he dicho, zagala.
Si quien te dio tan divino
Rostro te dio entendimiento
Para estimar mis avisos.
Así á una simple serrana
Requirió Delio al oido;
Y al ver que el rostro apartaba,
Con más blandura la dijo :
«No fies de los hombres,
Niña, no fies;
Que llorarás un tiempo
Lo que ahora ries.
i)La flor de tus años,
Graciosa Lisarda,
Como el oro guarda
De amantes extraños;
No de sus engaños
Tu candor confies;
Que llorarás un tiempo
Ia) que ahora ries.
dTu bien va contigo.
Échale mil llaves;
Si guardarlo sabes.
Yo seré tu amigo;
Mas no á lo que digo
El rostro desvies;
Que llorarás un tiempo
Lo que alwra ries, »
ROMANCE VII.
LA EEPEENSION.
Zagaleja, el ser humilde
(Te lo dice quien te quiere)
No lo imagines impropio
De tu beldad floreciente.
Con quien ignora sus daños
Deja estar las altiveces;
Porque los justos desprecios
Nacen de soberbia siempre.
Cuando más hinchado el rio
I, Ps,-xYin,
ROMANCES.
A la sorda peña hiere.
Entonces, deshecho en llanto,
A besarle el pié desciende.
El ser humilde y discreta
Bien los cielos te conceden;
Pero ser altiva y sabia.
Quien te lo haya dicho miente.
No quieras que al vano pavo
Los ancianos te nsemojen,
Ave ruda, que del suelo
Jamas alzarse merece.
El honor que dan los otros.
Vano es, zagala, que ]iicnso3
Conseguirlo con tu orgullo.
Que antes V)ien lo desmoreces.
Dl'1 humo de las cabanas
A no ser altiva aprende,
Que cuanto más alto sube,
!Más jjresto se desvanece;
Misterio de la humildad.
Que cuando así se envilece.
Entonces empieza á alzarse,
Orladas de honor las sienes.
Tal la planta que más honda
Echar la raíz pretende.
Alza la florida copa.
Corona de los vergeles.
Asi que, zagala hermosa.
Si mi consejo siguieres.
Serás querida de todos,
Bendeciránte las gentes,
Daráte la aldea el nombre
Que tu modestia desprecie;
Y aunque se exceda en tu elogio.
No temas, no, que le pe.se.
Así cantaba Lisardo
A los umbrales de Fénix,
Que, cansada de escucharle.
Como quien se agravia, duerme.
Rogáronle otros zagales
Que el cantar en vano deje;
Y él de la ingrata pastora
Se despidió de esta suerte :
(( Ser reina de la aldea
Quieres, zagala;
Pues ce (jue en ser altiva
Ai) logras nada.
«Ser rey de las flores
El girasol quiso,
Y al sol adulando.
Encumbróse altivo;
Mas j-a ves que ha sido
Su intención frustrada;
Así que en ser altiva
No lograrás nada.
»La rosa, al contrario.
Que en un botoncillo.
De espinas cercada,
Amaba el retiro;
Es quien reina ha sido
Del campo nombrada;
Así que en ser altiva
No lograrás nada, 9
43a
ROMANCE.
En el anchuroso lago,
Cuyas ondas alborotan
De Orion y otro amago.
Cuando de la gran Cartago
La vecina playa azotan;
Zaide, huyendo de Aja bflla,
Que más que á su alma le amaba,
Su amor constante atropella,
Y para huir mejor de ella,
Al ciego mar se entregaba.
Descubrióle sin cautela
Aja su ardiente pasión ,
Cosa que al amante hiela;
Que al gusto da poca espuela
Gozar tan de balde lUX don,
Y dañólo la vela al viento,
Deja la vecina playa,
Y en más crecido tormento
A Aja, que su crudo intento
Desde una torre atalaya ;
El rostro en perlas bañado,
Cual la luz de la mañana.
De un medio color turbado,
A quien todavía no ha dado
El sol los vivos de grana.
Recogiendo allá cu su j : cho
El mal que su paz destruyo ,
Gozar quiere sm provechii
De un balcón al antepecho
El ver su amante cual buyo.
Mirando huir al traidor.
Casi muerta su esperanza,
Si no la acabó ol dolor.
Fué por dársebí mayor
De su amante la mudanza.
Viéndose de amor jterdida.
Los recatos echó fuera
Del miedo, y con voz subida.
Del moro iufiel no atendida,
Le dijo de esta manera :
((¡Oh valor, que siempre fuiste
Para todos de provecho,
Y sólo para mí triste
De tormento le volviste.
Saqueando mi amante pecho I
»Si en el tuyo un torpe intento
No oculta el engaño injusto,
/Cómo, di, tan pronto al viento
Das la fe y el juramento
Que era el colmo de mi gusto /
)); Qué se hizo el bien que nacia
De tu fama en mi memoria ;
Que ainujue menos que o.« decia,
El contento que yo había
No era menor que tu gloria ?
»)¿C(')nio, di, de mi alborozo
Quedaré huérfana triste,
Bañada en queja y suljo/.o ,
Sin la presunción del gozo
Del amor (jue me ofrcci.-ííe?
))Vén á gozar d"l deso.Tnso
Que mi jniro amor te ofrece,
Mientras su flujo y remanso
Muestra el fiero mar más manso
Que hoy contra tí se embravece.
))Ya habrás visto en suerte loca
Gente al vieuto confiada ,
Cuando su ira provoca.
Darla en una oculta roca
Por el ancho mar sembrada.
))Ya que tan poco mi amor
Merece á tu ingrato ptcho.
Que no ablande tu rigor.
No mires á mi dolor.
Sino á tu mucho provecho,
))Deja el mar hondo é incierto ,
Vén á gozar mis jardines ,
Su suelo de flor cubierto;
Hall.arás descanso cierto
Entre rosas y jazmines.
))Vén, y á mi diostra sentado,
Goza del frescor ameno
De un sitio tan regalado,
De casia y azar nevado.
Mirto y cinamomo lleno.
«Aguarda, i)ue8, que el «lesLecbo
Viento aplaque su ira fiera,
Y ve si aunque yo en tu p cho
Me hallase, d(in más estrecho
Y breve á tu fe pidiera.
nSólo á tu partida pido
Un breve y pequeño espacio ;
O di si en el mar ha siao
Más dulcemente acogido
Que en mi pecho y mi palacio,
«Vén á gozar del tesoro
Que en ricas mesas de alerce,
23
434
Con ricas vajillasde oro,
Para tu giisto y decoro
Me hace el amor que me esfuerce.
¡)Goza la tapicería
Que en bellos marcos de encajes
Te mostrarán ¡i porfía
Fu- utes, caza, montería,
Faunos, riscos y follajes.
»Aquí en tropa voladora
Cisnes verás que á las florea
Las dan música sonora,
y cuál cantan A la aurora
Calandrias y ruiseñores.
))Si al fin el apua te es grata.
Aquí hay una dulce fut nte.
Espejo hermoso di' plata,
Que verás que al sol retrata ,
Cuando te mire de frente.
«Préndate de la hermosura
Que con bellos arreboles
Febo hace en esta frescura,
Tejiendo en su linfa pura
Nunca vistos tornasoles.
))No la fe del casamiento,
Que tu amor me prometía.
Te pido, ni que en descuento
Dejes tu propio contento
Por sanar la pena mía.
))Pero ¿qué contento ¡ ay cielo !
Puede á tu pecho causar
Del hondo mar el recelo.
Su grita y el desconsuelo.
Cuando se llega á alterar?
«Aquí en varios cenadores,
Bobre estanques cristalinos.
Verás estatuas de amores.
Burla y juego de pastores,
T otros cuadros peregrinos.
))En pebeteros de Oriente
Gozarás sirios olores ,
Y en un concierto excelente
Tus hechos, moro valiente,
Celebrarán mis cantores.
))¡ Ea I vén ; que fe tan pura
Cual la que Aja te ofrece,
No te dará tu ventura ;
Mas alguna ingrata y dura,
Cual tu falsedad merece.
«Pero, en tu opinión altivo,
Sigues tu rumbo sonoro,
Y ¡ ay, falso, infiel, vengativo,
Que huyes de mí fugitivo.
Porque ves cómo te adoro I
«Mas si el mar te place tanto,
Vén que mar más turbulento
Verás en mi amargo llanto ;
Embárcate en él, que en tanto
Irás de mudanza exento.
«Vén y ve mi triste suerte ,
Verdugo hecho de mi vida
Aquel placer de quererte ,
Que está cerca de mi muerte
La ocasión de tu partida.
«Mas no dejes tu desvío ,
Traidor, si no lo merezco ;
Que para más pesar mió
Dieras nueva fuerza y brío
A esta vida que aborrezco.
«Ese mar, como tú instable.
De ciega fortuna asiento.
Ahora te protege afable ,
Y con su soplo mudable
Ayuda tu falso intento.
«Mas yo espero que él mudado
Tus intentos desvanezca,
Y dé con tu barco airado
Contra algún risco escarpado.
Que en cruel se te parezca.
«Mas si, por ser placer mió.
Su estilo olvida fortuna.
Estos ayes que te envió
Jíi de tí ni tu desvío
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
Dejarán reliquia alguna.
«Ellos, I ay traidor 1 te juro
Que de tí me den venganza;
Ni dará vuelco S'^guro
Tu barco, cual tú perjuro.
Si t\ menor de ellos le alcanza.
«Mas I ay suerte miserable 1
Que el que mi amistad rehuye.
Por don de fortuna instable.
Mis suspiros favorable
Viento le darán, cuando huye.
«Jlas de tu favor ó daño,
Cual lo son, te los envió;
Que en amor nunca hubo engaño,
Y más en amor tamaño
Cual ea el ardiente mió.»
Dijo, y mucho más dijera.
Si la pena más aliento
La diise en sazón tan fiera,
Y en un punto no perdiera
El habla y el movimiento.
Quedó marchita cual hoja
Del alhelí más pintado,
Y con la nueva congoja,
Pálida la color roja
Y yerto su albor rosado.
Desmayada así, en los brazos
De sus damas se arrojó ;
Y el amante, que los lazos
Huye y sus dulces abrazos,
Su incierto rumbo siguió.
JOCOSOS.
ROMANCE PRIMEEO.
LA BAZA POLTRONA.
En el archivo del tiempo.
Entre polvo y telaraña.
Hallé una genealogía
De una familia asaz larga.
Esto era un rollo bien grueso
De pergamino, que ataba
Cierto cordón sin herrete,
O agujeta esfilachada.
Sacudile bien el tamo ,
Plánteme al punto las gafas,
Y oprimiendo mis narices,
Leia con la voz ganga :
«Generación de los necios »
(En paz sea dicho), empezaba,
«Y alcurnia que salió inmune
Del mordaz tizón de España.»
Después de este titulon.
Pintado un árbol estaba.
Con góticos caracteres
Escritas estas palabras :
«El señor Tiemjjo jfer/Udo,
Primer tronco de estas ramas.
De nuevo volvió á perderso,
De amor de doña Ignornncia.
Casó con ella, y dos hijos
Dio á luz, timbre de su raza.
Que Pensé-que y Entendi-que
Los denominó la fama,
Pensé-que con Poca-edad
Se casó, mozuela incauta.
En quien tuvo á Quién-crcycra ,
No-di-an-ello, Quién-penmra.
Doña Quién-creyei'a luego
Con el Descuido se casa,
Y tuvo Ya-estoy-en-ello,
Bien-está, y Sc-hará-mañana.
El poltrón Ticnqw-Tiay tomó
A Ño-di-cn-ellc por dama ;
Casó en fin con ella , y madre
La hizo de un montón de maulas.
Éstas fueron : Besevidé-mé,
Yo- m e-entiendo , No-m e-engañan,
Ko-sc-micnte, Déjcse-eso ,
Y Por-vi i-nadic'lo-jjasa.
Yo-me-entiendo casó luego
Con doña Presuncion-vana,
En quien tuvo Aunqne-Us-pese ,
Modas-quiero y Mnda-galas.
La señora Modas-quiero
Con Ko-f altará se enlaza,
De quien C'omavios, Bebamos
Y Holguémonos se propagan;
Y asimismo á la Desdicha,
Con Poco-seso casada ,
Quien tuvo á Bueno-está-eso
Y A-mi-no-me aturden-trampas.
También á Preso-por-mil ,
A Salga-por-d&nde-salga,
A Nadie-se-murió-de-ham bre
Y A mi-no-se-me-da-nada.
Viuda doña Modas-qniero,
A segundas nupcias pasa
Con Preso-por-mil, de quien
Dio á luz á Qué-patarata.
También parió á Tijeretas,
Quién-en-pelillos-se-pára ,
Yo-me-saldré-con-la-mia
Y á su Benjamín Lilailas.
Con tan buen ánimo, en breve
El dote y ajuar malgastan ;
Y si uno dijo : Paciencia,
El otro dijo : Cachaza.
Tomemos este año á censo ;
Y si en el otro nos falta ,
Dios-proveerá y Bien-pensado
Dicen á lo que propalan.
Tomaron así dineros,
Según se lo aconsejaba
Su tió No-faltará,
Hombre de buena esperanza;
Pero cumpliéndose el plazo
Para hacer su justa paga,
Como ellos al fin no hubiesen
Mas fincas que su fanfarria ,
El Engaño, ejecutor,
Dentro una cárcel los zampa.
Donde Dios-hará-merced
Los visita y no regala.
Llevólos á un hospital
La Pobreza-voluntaria,
Donde el buen Preso-por-mil
Por sí mismo perdió el habla.
La señora Modas quiero
No sé si quiso mortaja;
Sé que murió y no la tuvo ,
Y fué envuelta en una manta.
Y al fin, en un campo santo ,
Que por serlo huesa franca
De muertos de mogollón.
Se les dio á los dos posada,
Donde es fama que yacia
Su quinta abuela. Ignorancia,
Tiempo-hay, su tercero tio,
Y otros así de su casta.
Ellos, en fin, muchos hijos
Y nietos dejaron, que andan
Hoy perdidos por el mundo,
En busca de la gandaya.
ROMANCE IL
Á ELISA, CONTRA MADAMA LAURA.
Dos ojos y medio tienes,
Elisa del alma mi a,
Según lo murmura Laura,
Ardiendo en celosa envidia.
Pero vale más el ojo
Que tienes ciego y sin vista
Que todamailama Laura,
Mirada de abajo arriba.
Porque este ojo chiquinin,
/
Que casi no tiene niña ,
Parece que para alguna
Seña amorosa le guiñas;
Que, como es juego el amor,
y tanto á jugar te inclinas,
La seña del basto haciendo
Estás á cuantos te miran.
Mas el otro ojo es más claro
Que el sol que en el cielo brilla,
Y como el sol, está solo ,
Porque nadie le compita;
Y á mí por él más üecliazos
El tirano Amor me tira
Que golpes en almirez
Se pegan en la cocina.
Y así, más que á siete Lauras
Te quiero, mi dulce Elisa,
Pues no compiten contigo '
Diez Lauras en retahila ;
Que son Laura y sus traseros
De revelada provincia,
Y tú cántabra y criada
En el riñon de Castilla.
Y si á tus ojos motejan ,
Di que aquel que más te estima,
Con un ojo hacia el Poniente
y el otro á Levante mira.
EOMANCE III.
Porterísíma señora ,
Señorísima portera,
A mi gusto más sabrosa
Que miel virgen y doncella.
Tú, la charra más lozana
Que habita nuestras callejas,
Entre tantas riberanas
Como sus casas encierran.
Tú, la reina de las charras ,
y de mi deleite reina ,
Como la sal de las sales
Que vino de la Ribera ,
Así el más lindo zagal
Que se peinare en tu tierra
Goce tus hermosos brazos
Kavidades más de treinta;
Y así te haga más arriJlos,
Que el gorrión le hace á su hembra,
y tú le paras más hijos
Que paren quince conejas;
Que escuches mis tristes voces.
Que des oído á mis quejas ;
Que eso de ser sorda y muda
Es bueno para las peñas ;
Que á tí no te hizo natura
Tan agraciada y tan bella,
Para no saber de amor
Y los gustos que acarrea,
Y el ser con el amor dura
Quédese para las feas ,
Que fingen ser las más castas
Porque no hallan quien las quiera.
¿Juzgas tú que esos ojuelos,
Que se han de comer la tierra,
No ha de gozar de ellos antes
Dulce agitación venérea?
¿Juzgas tú que aquesos brazos
Ko han de ser amante hiedra
Del olmo de un buen muchacho,
Que cargue contigo á cuestas ?
¡Ay, cómo llegará el dia
En que de estas cosas sepas I
Y á fe que te han de saber
Mejor que trucha y lamprea.
Pues lea! no pierdas tiempo,
Ni tan dulce ocasión pierdas;
Que á quiéresme que te quiero ,
Tendrás una vida buena.
Pero si acaso tan dura
A mis cariños te muestras,
Que yo no deba á tus l?bio9
CANTILENAS.
La más mínima respuesta,
Desesperado y furioso,
Me iré donde no me veas ;
Pero será á emborracharme.
En tu nombre, á la aldehuela.
CANTILENAS.
CANTILENA PRIMERA.
Por esta selva umbrosa
Busqué anoche á mi amado;
Busquéle congojosa;
¡Ay triste! ¡y no le he halladol
Antes que el sol dorado
Con sus rayos brillantes
Alumbre estas campañaSj
Despierte los amantes,
Cercaré las calañas
De los demás pastores.
Buscando á mis amores
Con un ansia importuna,
Por si le esconde alguna
Zagala codiciosa
Que envidie mi fortuna.
No quedará al fin cosa
Que mi pasión celosa
No la haya registrado.
Hasta que halle á mi amado,
Que en esta selva umbrosa
Anoclie busqué ansiosa,
¡Ay triste! ¡y no le he hallado!
CANTILENA II.
Ya la rosada aurora
Por el balcón de Oriente
Descubre de su frente
La vista encantadora.
De un nuevo arrebol dora
Su azul celeste manto,
Y el viso de su coche
Ahuyenta de la noche
El adormido espanto.
Hurta á la luna el oro,
Y á los astros sus brillos;
Mil salvas le hace el coro
De pájaros sencillos.
Con blandos ceíiiillos
El prado en perlas cuaja
Y entolda de jazmines,
Y á abrir las flores baja
De todos los jardines.
El blando movimiento
De sus rubios candores
En luces baña el \'iento,
Y en báls.amo las llores,
Los dulces amadores
En llanto enterneciendo,
Y al pecho duro haciendo
Más blando y amoroso.
Tú, Alexi desdeñoso,
Aprende de la aurora.
Cual ios otroB amantes,
Y mira cómo llora
Aljófares brillant'S,
En lágrimas deshechos
De sus candidos pechos;
Mas si amas más despojos,
Vén , mírate en mis ojos,
Veráslos perlas hechos.
Al año abre la llave
De su cancel de rosa,
¿Qué alma no está gozosa
Y ahuyenta pus martirios,
Viendo las azucenas
De aljófar y .ro llenas,
Los clavck'S y lirios
En que el yjl.icer retoza,
Cuando la vista i,'oza
Del lai>iz más Incido
Y la alfombra más rica
De cuanto multiplica
^layoy Abril íloridoT
Vén, Alexi querido.
Vén, vén i. la floresta;
Porque /f;ué mayor fiesta
Ni qué maj'or recreo
Hallar pu 'de il deseo,
Que oir h.s ruiseñores
Cantar cabe las fuentes,
Y en campos flor cientca
Coger hermosas flores?
[Oh amor de mis amoresl
Vén, vén al l)OSf|ue ameno,
De todo placer lleno;
Verás cómo cantamos
Debajo de sus ramos
Tan alegres cantares.
Que los duros pesares
A su pesar burlamos.
1%
CANTILENA IIL
Ahora, que suave
La primavera hermosa
CANTILENA IV.
Un tiempo inadvertida
Seguí la caza ufana,
Al rito de Diana
En todo prevenida.
La trenza mal prendida
De un lazo sin concierto;
Un peclio y otro abierto;
Debajo de él un cinto
De bello laberinto.
Que en pertrech< s brillaba;
De Corinto la aljaba
Con las saetas de oro
A la espalda colgaba
Con un ruido sonoro;
Un venablo liviimo
Y una punzant • flecha;
Esta en la izquienla mano,
Y aquél en la derecha;
De e:ta art« satisfecha,
Kn soledad cerrada
Al jabalí seguia
Y al corzo noche y dia;
En este afán cebada.
De jabalíes y osos
Y varia montería
Con loa despojos via
Mi casa coronada.
Hasta que, impurtunnda
Por tus blandos suspiros.
Que son de amor los tiros,
Al cabo ful rendida,
Y mi altivez vencida;
Cuando me fue mostrado
De pena y alegría
Un no sé qué mezclado,
Que nunca visto había,
Y hacer amar podia
Los márrnr)l( 8 y bronces.
Arrepentida entonces
Del desabrido engaño
De aquel mi afán extraño,
A Cintia le decia :
(( Toma desde este dia
Tu bocina, arcx) y cinto,
Y aljaba de Corinto;
Toma allá, si te agrada,
Tus lazos y tus flechas;
436
Que en redes más estrechas
Estoy de amor cazada.»
CANTILENA V.
Cual suele en aire oscuro
Centella amortiguada,
Kompieiido el azul muro,
Dejar de luz bañada
La bóveda estrellada,
y á aquel que la columbra,
En su quietud sabrosa.
Le arrebata y deslumbra
La vista tenebrosa;
Tal yo la vez primera
Que vi el claro semblante
De mi adorado amante,
Turbada y pensativa.
Quedé en nueva ceguera ,
De sus ojos cautiva.
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
CANTILENA VI.
Cual simple pajarillo.
Que en una fuente pura,
De una falsa hermosura
Le llama el rcclamillo,
Acércase sencillo;
Cuando el vuelo atajado
Entre la liga siente.
Su prisión no consiente,
Y se halla más ligado;
Hasta que, ya causado.
Por mas que audaz forceja,
De vencido, se deja
Quedar en la red preso;
Tal siento yo que opreso
Tengo el suelto albedrío,
Sin ver por qué, sin brío;
Vencido y aherrojado
Se encuentra sin reposo,
A un sinsabor gustoso
El corazón ligado.
CANTILENA VIL
Para, ruiseñor blando,
Para tus dulces ecos.
Que de esos ramos huecos
La pompa está escuchando;
Párate, y treguas dando
A las vecinas selvas,
Hasta que á cantar vuelvas,
Serásme fiel testigo
Del disfavor, quebranto.
De la amargura y llanto
Que me dejó mi amigo.
Mas no; signe tu canto,
Pajarillo somro,
No privas del encanto
De tu picuelo de oro
A estas selvas y fuentes,
Que aguardan impacientes
Oir tu lengua ar]>ada.
De reyes escuchada;
Que SI Silvio mi grato
Amor, mi fe y ; e ato
A coronar no vitne.
Disculpa propia tiene,
Por hombre y por ingrato.
CANTILENA VIIL
Vén, vén. Filena mia,
Que ya se pasó el dia;
Vén, vén á mi cabana.
Que de aquilón la saña
Jlil hielos nos envia.
Vén , vén , qne los pastorea
Sus hatos recogieron,
Y á descansar se fueron
Con sus zagalas bellas.
Vén, vén, sigue mis huellas;
Vén, llégate á mis brazos,
Donde en sabrosos lazoa
Será mi amor eterno,
Y acalcará el infierno
En í\ne mi pecho pena
Desde zagal muy tierno.
Si noche tan serena
Amor nos ha dispuerto,
Llega á mis brazos presto;
Llega, llega, Filena;
Llega, y... cante otro el resto
De aquesta cantilena.
CANTILENA IX.
Muchacho inadvertido.
Toqué un dulce instrumento,
Cuyo agradable acento
Me cautivó el oido,
Y apenas le hube herido.
Me atrajo su armonía
La gran beldad que adoro,
Por quien suspiro y lloro;
Cuando con melodía,
Dando á las cuerdas de oro
Mis voces compañía,
De la que anuncia el dia
Canté las frescas rosas
Que esparce de su falda,
Las ráfagas hermosas
Que arroja su guirnalda,
De rojo, azul y gualda
Los riscos esmaltando
Y á cada ñor prestando
Los vives de su tinta.
Tras esto, mi voz pinta
Del sol el señorío
Y majestad augusta.
Que no hay fanal que iguale;
Y cómo huyendo sale
Ante él la sombra adusta,
Medrosa de su brío.
Sobre el cristal sombrío
Su luz temblar parece,
Y á su f( go?o aliento.
Cuando más lo desea.
El bajo suelo humea,
Y arder se mira el viento.
Mas toda esta hermosura
Y rasgos de grandeza,
Con no sé qué dulzura
Mi voz aduladora
A acomodarla empieza
A mi amante Eliodora,
Cuando ella asi me dijo :
«Muchachuelo prolijo,
Tu gracia lisonjera
Un poco mejor fuera
Que en tí la acomodaras,
Y no me avergonzaras.
No soy alba ó lucero.
Mas te adoro y te quiero;
No soy autor del oro,
Mas te quiero y te adoro.
Y este querer sincero
Tan sólo es bien que cantes,
Pues quizá en mil amantes
No le hay tan verdadero.»
CANTILENA X.
Un colorín hermoso,
Que en torno revolaba
De un arrayan frondoso.
Donde mi amante estaba,
Dormida en dulce sueSo,
Luego que de mi dueño
Sintió la compañía.
Un punto no quería
Partirse de su lado;
Y así, regocijado,
Dulce la saludaba
Y halagos mil la hacia.
Ya en su halda se ponia,
Ya de ella se apartaba;
A su seno volvía,
Y en su mano posaba;
Ya esforzando su acento,
Según dulce trinaba.
Parece que contaba
A mi bien su contento
No lejos de su oido.
Mas ella, con el ruido,
Abrió sus ojos bellos,
Y el pájaro, que de ellos
La hermosa lumbre vido.
Cayó en su falda herido.
ANACREÓNTICAS.
ANACEEÓNTICA PRIMERA.
Siendo yo niño tierno.
Iba cogiendo flores ,
Con otra tierna niña,
Por un ameno bosque,
Cuando sobre unos mirtos
Vi al Teyo Anacreonte,
Que á Venus le cantaba
Dulcísimas canciones.
Voyme al viejo y le digo :
« Padre, deje que toque
Ese rabel que tiene;
Que me gustan sus sones.»
Paró su canto el viejo.
Afable sonrióse ,
Cogióme entre sns brazos,
Y allí mil besos dióme.
Al fin me dio su lira;
Toquéla, y desde entonces
Mi blanda musa sólo.
Sólo me inspira amores. •
ANACREÓNTICA IL
¿ Quién es aquella ninfa
Que por esos jardines
Viene, dando á las flores
Mil candidos matices;
De púrpura vestida.
Con lazos carmesíes.
Que el aire y gentileza
Del bello dueño dicen;
Ceñidas sus garzotas
De rosas y alhelíes,
Y de ninfas cercada.
Que obedientes la sirven?
Sin duda será Venus ,
La gran deidad de Chipre;
Pues no, zagal, no es ella;
Que es mi pastora Nise.
ANACREÓNTICA IIL
Al son de los rabeles
Que en estas selvas tocan ,
Formando alegres danzas
Zagales y pastoras ,
Echa, Bátílo, vino,
Y asaz llena las copas;
Brindarás tú á mi Nise,
Brindaré yo á tu Flora;
Y entrambas, coronadas
De mirtos y de rosas,
A honor de' Baco bailen.
Que nos asiste ahora;
Que yo tomaré luego
Mi cítara sonora,
Y cantaré contigo
Letrillas mil graciosas.
ANACREÓNTICA IV.
Si algún a vez me veo
De tristezas cercado,
Que juntas á porfía
Me están atormentando,
Luego, luego á tus brindis
Me entrego, ¡oh padre Bacol
Y á fe que las tristezas
Huyen más que de paso.
ANACREÓNTICA Y.
Durmiendo yo á la sombra
De unas frondosas vides,
Soñé que Egon los brazos
Gozaba de mi Nise.
Yo entonces entre sueños
Incorporarme quise,
A vengar con su muerte
Mis celos insufribles»
Pero desperté en esto,
Y al ver sola á mi Nise,
Reclinado en su seno
Volví luego á dormirme.
ANACREÓNTICA VL
Cortó un cabello Nise
De sus doradas trenzas,
Y con él ambas manos
I^Ie ligaba halagüeña.
Yo me rei, creyendo
Que fácii cosa fuera
Quebrantar las lazadas
Con que amarrarme intenta.
Mas después lloré, ¡triste!
Cuando al querer romperlas.
Aquel blando cabello
Le hallé dura cadena.
ANACREÓNTICA VIL
Corra el otro indignado
A las sangrientas lides.
Ansioso de algún triunfo
Que su nombre eternice;
Que yo, quieto en mi aldea,
Sólo correré al brindis
De aquel licor suave
Que á Baco dan las vides;
Licor que es muy sobrado
A hacer que el hombre triste
En sus mayores penas
Se aliente y regocije.
ANACREÓNTICA VIII.
Debajo de aquel árbol
De ramas bulliciosas ,
Donde las auras suenan,
Donde el favonio sopla,
Donde sabrosos trinos
El ruiseñor entona,
Y entre guljuelas rie
La fuente sonorosa,
La mesa, oh Nise, ponme
ANACREÓNTICAS.
Sobre las frescas rosas,
Y de sabroso vino
Llena, llena la copa,
Y bebamos alegres.
Brindando en sed beoda,
Sin penas, sin cuidados.
Sin gustos, sin congojas,
Y deja que en la corte
Los grandes, en buen hora.
De adulación servidos.
Con mil cuidados coman.
437
ANACREÓNTICA IX.
No busco de Alejandro
Los prósperos sucesos.
No envidio sus haberes
Al opulento Creso,
No á Adonis su hermosura,
No á Alcídes el esfuerzo,
No, no á Platón su ciencia,
No, no su lira á Orfeo;
Sólo la dulce vista
De la que me ama quiero;
Que estimo en más sus ojos
Que todo el orbe entero.
ANACREÓNTICA X.
Bátilo, échame vino;
Llena el vaso, muchacho;
Mira que no le llenas;
Échale hasta colmarlo.
Echa otra vez; pues éste,
Lo mismo que el pasado.
De un sorbo le he bebido;
Con la misma sed me hallo.
Échame otra vez, que éste
Le consumí de un trago;
Que, ó bien mi sed es mucha,
O me han mudado el vaso.
Otra vez echa, ¡hay cosa!
Que en el vaso que acabo,
El anterior, y el otro.
Efecto no he encontrado.
Pues echa éste, otro y otro,
Y hasta mil sin contarlos;
Porque, ó mi sed es mucha,
O me han trocado el vaso.
ANACREÓNTICA XI.
Bebe, bebe, mi Nise;
Come, muchacha, come;
Porque sin Baco y Céres
Se hielan los amores.
Llena, llena la copa
De los dulces licores
Que el alma nos alegren.
Que el seso nos trastornen.
Come, come, no ceses;
Bebe, bebe, no aflojes;
Los vinos se varíen.
Los manjares se doblen.
Bebe esta copa y otra ,
Y otra y otra; que entonces
Verás hervir tu pecho
De amorosos ardores,
Y que sin recatarse
Se unen los corazones,
Se doblan los abrazos
Y excitan los amores.
ANACREÓNTICA XIL
Bajaba por los vientos
Un rayo, despedido
De la suprema mano
De Júpiter divino.
Violo el Amor, y al punto
Hacia él se fué atrevido,
Y entre sus tiernas manos
Airado lo deshizo;
Y al fin se volvió ufano,
Dando á entender el niño
Que es el Amor más fuerte
Que el fuego más activo.
ANACREÓNTICA XIII.
Corte, corto en buen hora
El guerrero invencible
Laureles, que en su frente
Su esfuerzo y gloria indiijucn;
Y á mi, muchacho, sólo,
Sólo córtame vides,
Y de sus frescas hojas
Mis ruVjJas sienes ciñe;
Que esto á mí mo es muy propio,
Que á Baco sirvo humilde,
Que me armo d"' su copa
Y triunfo con sus brindis.
ANACREÓNTICA XIV.
¿Noves, Nise, la envidia,
Murmurio y sobresaltos,
Y odios con que en la corte
Vivimos angustiados?
Pues lejos, lejos de ella;
Salgámonos al campo,
Que allí vivir podemos,
La dulce paz gozando.
ANACREÓNTICA XV,
Vuela, ruiseñor blando,
Vuela, y cuéntale á Nise
Las lágrimas que á Arcadio
Llorar jtor ella viste,
Dile que ovejas, Afires,
Avts, fuentes y vides,
De su desden murmuran.
De mi df>lnr se alligen.
Dile cómo en su ausencia
Sólo su voz repite :
« Llorad, ojos cansados;
Salid, lágrimas tristes.»
Dile, £n fin, que se acuerde...
Piro ya nada dile;
Di sólo, si gustares.
Di que espirar me viste.
ANACREÓNTICA XVI,
En tanto que ful niño
No sui)e de trabajos,
Ni el pago que dar suelen
La edad y el desengaño.
Burlábame, ignorante,
De ver á un cuerdo anciano,
Hecho un niño en sus risas,
Con el tazón de Baco;
Mas luego que he sabido
Del mundo los engaños,
Que dan al qtic es más bueno
Pesares más amargos,
Tú ¡oh üacül me eiiscñaslc
El modo de hacer gratos
Los tragos que da el mundo,
Con tus alegres tragos.
Con ellos me alborozo.
Con ellos juego y danzo,
Con ellos mis pesares
Huyen más que de paso.
Así, bebiendo alegre,
439
Yo vuelvo á ser muchacho,
Siquiera se avergiiencen
Las canas y los años.
ANACREÓNTICA.
DE LA FORTUNA.
Riámonos ¡oh Bacol
De la fortuna loca,
Pues rie de nosotros ;
Que así se estila ahora.
Ya piensa que ?u alcázar
La estera del sol toca
El que antes por morada
Tuvo una humilde choza.
Ya brilla en puesto akado
Aquel que obscura sombra,
Al rayo de una luna
Le dio un rastrojo alfombri.
Cual éstas, de Fortuna
Son siempre las tramoyas;
Jtiámvnm, pues, de ellas;
(¿ue aíi se estila ahora.
EPIGRAMAS (1).
EPIGRAMA PRIMERO.
Yo canto á aquella heroína
Que tanto mi patria alaba:
Doña María la Brava,
Valerosa salmantina.
Cosas diré de ella nnevas,
Que acaso nadie habrá oído...
Mas, lector, si lo has creído,
I Qué bravo chasco te llevas!
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
Diré el esfuerzo español ,
En ambos mundos triunfante?
No, que por cantar, soy muerto (2),
Los chistes de mis muchachas,
Y decir también sus tachas ;
Que á uno y otro me divierto.
EPIGRAMA IIL
Si es el festivo epigrama
Como la hermosa mujer,
Que cuanto más gentil dama,
Más común se viene á hacer.
Yo, merced de Inés, tan vario
Seré en esparcir sus flores,
Que al gusto de mis lectores
Pique por extraordinario.
EPIGRAMA II.
¿Si con trompa resonante,
Que oiga cuanto alumbra el sol,
(11 Entre los papeles de .lovellanos que
poseía el difunto Maniués de l'idal, hay una
cupia manuscrita de algunos epigramas de
Iglesias.
Fui' enviado csle manuscrito á Jovellanos
por el maestro fray Diego González, para que
formase idea del talento poético de iglesias.
Estos epigramas, copiados en el manuscri-
to según los produjo ol ingenio festivo del
poeta en la primera inspiración , fueron cor-
regidos y retocados más adelante por su
mismo autor.
A pesar de que en la corrección ganó, por
lo cumnn, en iiropicdad y lirapieza el estilo
de estos epigiamas, juzgamos oportuno on-
signar .nqui algunas de las variantes que ad-
vertimos en el manuscrito
Algunos epigramas de Iglesias, contenidos
en el manuscrito, no fueron impresos en la
colección de sus poesías.
Entre ellos los siguientes, y algún otro que
no podemos reproducir por el exorbitante
desenfado de su estilo :
Dijome uno: «En nueslra lengua
Una comedia escribir
Cosa es digna de aplaudir.
Mas un epigrama es mengua.»
Hespondile : «¿A qu'' madamas
Se lo oyó usté, haciendo medias?
Por eso hay diez mil comedias,
^ apenas diez epigramas.»
Uno de los epigramas que no nos atreve-
mos j copiar aquí por SU extremada procaci
dad empieza así :
En un cuarto retirado
Inés se puso i expulgar
(liota 4el Colector.)
EPIGRAMA IV.
Riendo Inés con Antón,
De hito en hito le miraba,
Sin que supiese el simplón
Lo que esta risa indicaba.
Mas lo que de risas tales
Se le vino á originar.
No lo puede Antón negar,
Que aun se le ven las señales.
EPIGRAMA V.
¿Por qué trae.f, le dije á Inés,
Tanta pata descubierta,
Si están una y otra tuerta?
Tápalas por tu interés.
Respondióme : «No te azores ;
Porque, como moda fuera,
Piernas al aire anduviera.
Aunque ellas fueran peores.»
EPIGRAMA VI.
Un dia en cierta pendencia
Me echó un alguacil la traba ,
Y afianzado me llevaba,
Por más que alegué inocencia.
Que no me podia librar
De él ni el Papa pensé yo ;
Mas llegó Inés, por mí habló,
Desatóme, y... eché á andar.
EPIGRAMA VIL
Contándole yo á Colasa
El cuento del almirez,
Que del mortero una vez
Goncibió dentro una nasa,
«No eres tú muy mal mortero»,
Dijo ella; y yo : «Ni tú mala
Almirez...)), cuando en la sala
Se nos entró el peluquero.
EPIGRAMA VIII.
Noche de Carnestolendas,
A Blas se le soltó un rizo ;
Y él , parando el sarao , hizo
Exclamaciones tremendas.
(2) Variante :
No con trompa resonante,
Que oiga cuanto alumbra el sol,
Canto el esfuerzo espaiiol,
En ambos mundos triunfante ;
Que antes por cantar soy muerto, etc.
(Nota del Vo lector, J
Mi Inés paso le advirtió
Que no fuese impertinente ;
Y él gritó : «Si usted no siente,
¿ Qué culpa le tengo yo ? »
EPIGRAMA LS.
Viendo una vieja á un balcón,
Yo ayer, torciendo el hocico,
Y viendo de frente á un mico
Remedar la misma acción.
De risa hube de morirme,
Y aun llegó á sobrevenir
De esto el tener que reír,
Y no dejar de reírme.
EPIGRAMA X.
Con palabras de grajea
Y otros mil confites más,
Me dijo Gregoria:«¡Ay Blas,
Cuánto el amor te desea!»
Mas al jiunto hice memoria
De cierta (aun no sana) herida,
En tal dulzura cogida,
Y la dije : «Agur, Gregoria.»
EPIGRAMA XL
Sin crédito en su ejercicio
Se llegó un iií?dico á ver,
Y él, por ganar de comer.
Ya se ocupa en nuevo oficio;
Mas tan poco se desvia
De la afición del primero,
Que hoy hace sepulturero
El que antes médico hacia.
EPIGRAMA XIL
Yo vi en París (3) un peinado
De tanta sublimidad.
Que llegó á hacer vecindad
Con el ala de un tejado.
Dos gatos qiTc allí reñían,
Luego que el peinado vieron,
A reñir sobre él se fueron,
Y abajo no los sentían.
EPIGRAMA XIII.
Hízome señas Teodora
Ayer desde su balcón,
Y dije : «¡ Qué tentación
De risa tan á deshora!»
Subí á ver lo que quería,
Salí á su balcón ; y luego...
Se puso á la puerta un ciego
A tocar la sinfonía.
EPIGRAMA XIV.
Buscó, á fin de no pagarme,
Un tramposo de por vida.
En un letrado salida
Para la deuda negarme.
Al fin consiguió su intento
Mi deudor, y de contado,
Pagó más al abogado.
I Qué justo agradecimiento i
(3) Variante:
Yo vi en doüa Ana...
(!^ola del Colector J
EPIGRAMA XV.
Preguntó á su esposo Irene :
«Blas mió, cuando te ausentas,
8in que tú me dejes rentas,
¿Qué dirás que me mantiene?—
))No lo sé», respondió Blas;
Y ella le dijo : «Inocente,
Mira un espejo de frente ;
Quizá en él lo advertii-ás. »
EPIGRAMA XVI.
Dijela á Beatriz: « Pues erea
La prenda que más adoro,
Y estás bella como el oro,
Presa con mil alfileres,
«Quiéreme; que yo sospecho
Que no lo sabrá tu tia. »
Y ella, «Sí, sí (me decia);
«Pero iqué maula te has hecho!»
EPIGRAMA XVII,
Jamas hallé en diccionario (1)
Ni otros libros que he leido,
Quien me declare el sentido
De la fe de un sc^cretario.
Esta fe, unos, lo primero,
Dicen, verdad significa;
Otros, que mentira indica,
Y yo digo que dinero.
EPIGRAMA XVIII.
Paseábase Juana ayer
Con compás á la prusiana,
Y la dije : «¿Tienes, Juana,
Algún fuerte que vencer?»
Respondióme : «El mismo Mai-te
No saldrá bien de mis garras» ;
Y añadió, puesta de jarras:
«O somos ó no del arte.»
EPIGRAMA XIX.
Luisa adrede me mojó,
Y yo comencé á enojarme ;
Mas ella, por aplacarme,
Cual quise me acarició (2).
No le debió de pesar
Del despique, á lo que entiendo.
Pues siempre me anda diciendo :
«Pepe, ¿te vuelvo á mojar?»
EPIGRAMA XX.
Un casado (3) se acostó,
Y con paternal cariño
A su lado puso el niño,
Pero sucio amaneció.
Entonces, torciendo el gesto,
Miróse uno y otro lado,
Y exclamó, desconsolado :
« ¡ Ay amor, cómo me has puesto! »
(1) Variante:
No he visto en vocabulario.
(5) Variante:
Cnanto yo quise me dio.
(3) Variante:
L'n marido...
EPIGRAMAS.
EPIGRAMA XXL
Blas vio andar á los umbrales
De su puerta á Dorotea,
Y con labios de grajea
Dijo: «Mi bien, ¿dónde sales?»
Y ella con boca de mirles
Le dijo; «¿A qué vienes, Blas?»
Y no se dijeron más
Este par de mirabeles.
EPIGRAMA XXIL
Empinando una botella,
Luisa á placer m- miraba;
Si yo los tragos doblaba,
Doblaba las risas ella;
Jlas, de tanto risotear,
Con el taburete Luisa
Dio en el suelo, y yo, de risa.
También me tiré & rodar.
EPIGRAMA XXm,
De toda la vida mia
Los agüeros más siniestros
Fueron el tener maestros
De quien el buen gusto huia ;
Y si bien de ellos me rio,
Si yo llego á tener fama ,
Veréis cómo alguno exclama :
«¿Ese? es discípulo mió. »
EPIGRAMA XXIV.
Preguntó á su esposo Inés :
«¿Qué cosa es la que tropieza
Un marido con los pies.
Llevándola en la cabeza?»
Puesto el pobre á discurrir,
Respondió que no acertaba;
Y ella, echándose á reir.
Con dos dedos le apuntaba.
EPIGRAMA XXV.
Cediendo un dia un señor
A mi Inés el quitallueve,
La dijo de buen humor :
«¿Jesús, muchacha, qué breve
Es en sus vcrsi s tu amor I» -
Di jóle ella ; « Cual el oro,
Señor, en poco lugar
Encierra mucho tesoro,
Tal es el numen que adoro ;
Y usía ha de perdonar.»
EPIGRAMA XXVL
Tocando ayer Luisa un pito,
«¿Qué avisas, di?», la pregunto;
Y dijo un su pajecito ;
«Es que está un pájaro á punto
De caer en el garlito.»
Ella lo fué á desplumar,
Que era un pichón delicado,
Criado en buen palomar,
y apenas lo hubo pelado,
Volvió su pito á tocar.
EPIGRAMA XXVII (4).
Luis pretendió acariciar
A Juana después de siesta ;
(4) Este epigrama es ono de aquellos que
corrigió Iglesias convirtiendo las redondillas
439
Y por su fuego probar,
Ju-ana dijo, en jarras puesta:
«¿Tiene usted gana de holgar?»
Dijo él ; oQu'.en á esto se atreve,
Quizás á más se atreviera. »
Y ella le respondió en breve :
«Voy por mi píirn])iñeja.
Pues tengo cerca la nieve.»
EPIGRAMA XXVI IL
A 8t)las on su aposento
Preguntó Blas á Gregaria ;
«¿Qué cosa á tu pensamiento
Le causa mayor contento,
Y más gusto á tu memoria?»
Ella toda s" reia,
Sin dt jarle de mirar,
Y halagüeña re8i)ondia :
«Bobon, yo te lo diria ;
Pero voyme á merendar, n
EPIGRAMA XXIX.
Cierto poderoso echó
A un pueijlo una estafa tal (5),
Que perdido lo dejó,
Y á sus expensas fundó
Un magnifico hospital.
Di jóle uno : «¡Singular
Obra! mas no creo os sobre,
Pues si á él se viene á curar
Todo el que está por vos pobre,
No hay casa para empezar.»
EPIGRAMA XXX (6).
Mostróme un su guardapiée
In€3, y echa una jalea.
Me dijo : «Juan , de aquí & un mei
Me casan.» Dijela: «Inés,
I En hora feliz te sea!»
Mas ella se deshacía ,
Y con gran sigilo á hablar
Comenzó, y cauta decia :
«Mira, Juanito, aquel dia,
¡Oh...! y lo que hemos de bailar I»
en (juintlllas. Tiidos los que allprrt ie este
noau han pcriliilo una parle del desemba-
razo y espontaneidad que campean en los
demás. El motivo de e.<las correcciones, no
siempre felices, fué el hab<-isearrcdrado,coD
razón, el mismo Iple.sias ric la p;íresiva des-
nudez de las iniA(,'ones j alusiones. Asi fué
escrito en un principio el presente epigrama :
Yo empecé i Luisa i halagar
Ayer a la hora de siesta ,
Y ella dijo, en jarras pnesfa :
t¿1iene usted gana de holgar?»
Illjela : «El que a esto se atreve,
Tal vez .1 más se atreviera»;
Y ella saltr^ ; • Itopa fuera,
T holgucmuDos cual &e debe.i
(5) Variante:
A un pueblo un tributo tal.
(6 1 Efcte epigrama fué escrito agf en on
principio :
Inés, hecha una jalea,
Me dijo : • Antón, de aqui i on mes
Me casan.» huela ; • Inés,
En hora feliz le sea.»
Ella me empe^f^i a zumbar
ne qoe el dicho no entendía ,
S' es que cuanto itnles queria
El nuevo olicio ensayar.
\^Otas del Colector. ]
440
EPIGRAMA XXXI.
«¡Qué frió tengo!», decía
Luisa, y á mí se arrimaba,
No estando en casa bu tía;
Pero yo la replicaba :
(I Pues no tsta esta sala fria.»
De que yo no la entendiera
Ella se ciiipez-ú á aburrir,
Y es que hi Luisa quisiera
Que yo mismo la dijera
Lo que ella pensó decir.
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
))No, Pepe , dijo ; qnc eso es
Dar poco indicio de casta» ;
Y yo dije : «Basta, basta :
Ya estás entendida, Inés.»
EPIGRAMA XXXn.
Ayer un mendigo, Tiendo
Junto á un templo un coronel,
A pedirle fué corriendo,
Y le importunó diciendo
Rogaría á Dios por él.
Díóle un real que tuvo allí
El jefe, y le dijo así :
« ¡ Con linda flema te vienes !
Ten, y ruega á Dios por tí.
Que más necesidad tienes. »
EPIGRAMA XXXIIL
Por ver lo que respondía,
A una dama de teatro,
Que el papel de reina hacia ,
Dije : ((Déme, reina mía.
Esos brazos, que idolatro.»
Y ella, que ama su provecho,
Dijo : «Al inst.ante, majito ;
Pero pagadme el derecho ;
Que sm tributo, á mi pedio
A ningún vasallo admito.»
EPIGRAMA XXXrV.
Viéndose puesta en olvido ,
Beatriz á Blas dio mil quejas,
Diciéndole : ¡ «Fementido !
Si en invierno me has querido,
¿Por qué en verano me dejas? (1).
Mas él, por darla más pena,
Dijo : «¡ Paciencia, Beatriz !
Pues me eres, como el tapiz,
Sólo para invierno buena.»
EPIGRAMA XXXV.
Paula, con gana de holgar.
Le dijo á Blas una tarde :
«¿Quieres conmigo luchar ?
Que yo he llegado á pensar
Que eres un poco cobarde.»
Blas luchó á más no poder ;
Y aunque ella es moza fornida.
Fingió dejarse vencer ;
Que es máxima en la mujer
Quejarse de ser vencida.
EPIGRAMA XXXVI.
Conmigo Inés se jugaba,
Y viendo yo que indecisa
En decir su amor estaba,
Decíala : « Inés acaba ;
¿ Qué temes , que estás remisa '! —
Jl F.sta quintilla fué en iin principio una
redondilla. Asi emiiezaba el epigrama :
Beatriz me dio aver mil quejas,
Djcj^'ldome: • ¡Fementido'. ., etc.
EPIGRAMA XXXVII.
Juana me dio una pisada,
Y yo juzgué que era acaso ;
Dióme otra no tan paso ,
Tampoco la dije nada ;
íbame á dar la tercera ,
Yo la dije (2) : «¡Tente, Juana I
Que si yo tuviera gana.
Bastaba con la primera.»
EPIGRAMA XXXVIII (3).
»! Qué malo que eres Ramón I
(Ramona me dijo á mí ) ;
j Vaya, chico ! no creí
Que eras ya tan picaron.
»¡Ay chico! ya en picardía
Bien puedes echar el resto.»
Así me dijo, y... en esto
La empezó á llamar su tia.
EPIGRAMA XXXIX.
Un dia á Inés dije yo :
«I Qué pones á que te olvido ?»
Y ella replicó: «j Ay querido !
I Cuánto va que yo á tí no .'»
Yo antes no la vi jamas;
Mas de paso esta terneza
La oí ; volví la cabeza ,
Y no la he vuelto á ver más.
EPIGRAMA XL.
Ayer la suegra de Ruiz
Yo no sé lo que mascaba.
Que su barba á su nariz
Varios besos la pegaba.
«¡Oh edad (me puse á exclamar).
Que causas tantos excesos !»
Y al punto otros tantos besos
A mi jarro empecé á dar.
EPIGRAMA XLI.
Con sombrero de á tres picos
Bja un charro de mi tierra,
Llamando al son de cencerra
De un arrabal los borrico.?;
Y mientras tres que lo vieron
Rieron de ver tal paso,
Los burros, no haciendo caso,
Tras el buen hombre se fueron.
(2) Variante:
i^las la dije:
(31 En un principio escribió Iglesias este
epigrama del modo siguiente:
«¡Qué malo que eres, llamón!
(Ramona me dijo ;i mi);
¡Haya chico! No crei
Que eras ya tan picaron.»
Toqué 3 avanzar ■ ^u pecho,
Y ella en tanto prorumpia :
« i Ay chico I Yo bien decia
Que muy piraron te has hecho.»
EPIGRAMA XLII.
Contándome ayer Lucia
El cuento de los compadres ,
Que oyó á Blas, cuando sus padres
I'ucron á una romería,
Muchas veces le empezó.
Rió y volvió á proseguir,
Y en comenzarle y reir
La tarde se nos pasó.
EPIGRAMA XLIII.
Amaba el bien de la tierra
Un cirujano piadoso,
Y en rezar se halló dudoso
Si por la paz ó la guerra;
Mas al ver las ocasiones
Que le dan Venus y Marte
De hacer lucrativo su arte ,
Salió de estas confusiones.
EPIGRAMA XLIV.
Miramos desde un balcón.
De frente Inés y yo puestos ,
A una vieja hacer mil gestos,
Comiendo un agrio limón.
1 Oh, y qué risa ! yo y Inés
Del balcón nos retiramos ;
Mas en la pieza que entramos,
Mayor risa hubo después.
EPIGRAMA XLV.
Hablando de cierta historia ,
A un necio se preguntó :
«¿Te acuerdas tú?»; y respondió:
«Esperen que haga memoria.»
Mi Inés, viendo su idiotismo.
Dijo risueña al momento :
«Haz también entendimiento,
Que te costará lo mismo.»
EPIGRAMA XLVI.
Por enero Inés se halló ,
De su faldón en lo interno (4).
Una pulga, y exclamó :
«¡Qué! ¿ aun hay pulgas en invierno?»
Blas, asiéndola la mano,
«No extrañes, niña, el encuentro.
La dijo ; porque ahí adentro
Yo apostaré á que es verano.»
EPIGRAMA XLVII (.5).
Mostróme Beatriz su lecho
Con colcha azul, fleco y randa,
Y yo, viéndola tan blanda,
Dije para mí: «Esto es hecho.»
(4) Variante:
De sus faldas en lo interno.
(5) F.ste epigrama fué escrito en un prin-
cipio de este modo :
Mostróme Inesilla el lecho
Con sus sabanas de holanda,
Y yo , viéndola tan blanda,
Dije para mí : «Esto es hecho.»
Pero acordéme después
De cierta aun no sana herida ,
En tal blandura cogida,
Y dijela : ".\gur, ínes.»
De este epigrama hizo Iglesias dos. Véase
el señalado con el número x.
'Ai'/(/.s del Colector.)
Luego aparte me llamó ,
Y dijo junto á un baúl :
«¿Ves, Pepe, esta colcha azul?
Pues seis duros me costó. »
EPIGRAMA XLVIII.
Majo de zapato blanco
A ciertos toros salió ,
Y un zapato se manchó
Contra el puerco pié de un banco.
El alborotó el mesón (1)
Por yeso para limpiarlo,
Y como no pudo halhu-lo,
No salió á ver la función.
EPIGRAMA XLIX.
Dijo Paula á su velado :
«Si visto con tal primor,
Echo mano del valor
Dt| dote que yo he llevado. »
El la replicó : « / Eso sabes .'
Yo cerraré bien el cofre. »
Y ella dijo : « [ Ay pobre Onofre!
Lo que me sobran .son llaves.»
EPIGRAMA L.
Motejaron á un soldado
De que con impropio alarde
Seguia á Venus cobarde
Mas que al fiero Marte osado.
El replicó : «¡Linda charla !
Antes obro muy prudente ;
Pues Venus sabe hacer gente,
Y Marte sólo quitarla, n
EPIGRAMA LI.
Por cierto barrio pasaba
Noche estiva, y á una reja
Miré acaso, y vi una vieja
Que las pulgas se miraba.
Juzgúela infernal dragón;
Di un grito y la hice la cruz ;
y apagando ella su luz,
Despareció la visión.
EPIGRAMA LII.
De cierto amigo en la casa
Me puse á leer la gaceta,
Y por ser demás inquieta,
Me perturbaba Coln.sa.
Díjela : «Repórtate
Y ten por un rato seso.»
Y exclamó ella: «¡Bueno es eso!
Otra vez yo no querré.»
EPIGRAMA LIII.
Viéndola, dije á Malena (2)
No sé qué de su hermosura :
«Niña deja de ser dura,
Y dale alivio á mi pena. »
Respondióme: «Sí, al momento;
En eso pensaba yo, »
(1) Variante:
Alborotóse el mesón.
(2) Variantes:
Mostrándome ayer Filena,
pije: -Deja de sei dura...
EPIGRAMAS.
Mas la niña no mintió ,
Que no gasta fingimiento.
411
EPIGRAMA LIV.
Ya al más sublime elemento
Los hombres se osan alzar ,
Y en aéreo carro á volar
Sobre las alas del viento.
De quién la idea tomaron
No se sabe con certeza...
Mas sí que de la cabeza
De un poeta lo sacaron.
EPIGRAMA LV.
Un hijo de frágil madre
Del bajo linaje hablaba
De Gil y le preguntaba :
«Dinos, pues, quien fué tu pafb'e,»
A lo que Gil respondió :
«Si á tí aqueso te pregunto,
'Qué dirás, cuando esc punto
Tu madre no le aclaró? »
EPIGRAMA LVI.
Quejábase enamorado
Uno de su dama Haca,
Cuando en este tiempo saca
Verde librea á un criado.
Dijole uno : « \ Buena está
La librea! No se os pierd" ;
Que con este nuevo verde
Vuestra dama engordará.»
EPIGRAMA LVII.
Un médico en una calle
El santo suelo besó ,
Es decir que se cayó
De su muía, alta de talle.
Empezábale á zumbar
La gente que anda allí ;
Y él dijo : «Así como así,
Yo me iba luego á apear.»
EPIGRAMA LVIII.
A una dama visitaba
Un caballero muy bruto,
Que siempre, sin sacar fruto.
Mil libros leyendo andaba.
Ella, habiéndole sondeado.
Dijo : « ¡Ay ! yo bien lo teniia.
Que éste á su gran tontería
Añade el ser porfiado. »
EPIGRAMA LIX.
Al and.aluz más valiente
De todos los andaluces.
Cuya charpa omnipotente
Pobló estos barrios de cruces,
Cierta noche, ¡i la una dada,
En el Conejal hallé ;
Me miró, yo le miré,
Y... fuese sin decir nada.
EPIGRAMA LX.
Fingí quitarla á Leonor
Un anillito de un dedo,
Y gritóme : «Estáte quedo...
¡ Que hombre tan enredador!»
Saqué yo otro singular,
Y á su dedo se le aplico,
Y entonces di jo :« Así ] ay chico I
Yo te dejaré enredar.»
EPIGRAMA LXI.
Dorotea se sentó
Cerca de Tais, cortesana,
Y viéndola tan liviana.
De ella con gran prisa huvó.
DI jola Tais: «Dorotea, *
No huyas con prcst<za tal;
Que no se pega mi mal
Sino es á quien lo de.sea.»
EPIGRAMA LXIL
El chiste más excelente
Que en mi vidapf usé oir
Me contó Inés, y escribir
Se lo mandé á mi escribiente.
Fué el caso... (H) M.is él notó
Que iba el principio nial puesto.
Pensé < nnu-ndarlo, y con esto
El chiste se me olvidó.
EPIGRAMA LXIII.
Dije á Inés : « Harto lo siento;
Pero licencia te pido
Para ponerte en olvido.»
Y ella dijo :((SÍ, al momento.»
No pensó lo que decía ;
Mas luego que lo advirtió
Dijo halagüeña : « Eso no.
Eso no,» Y se concomía.
EPIGRAMA LXIV.
Notó Inés que trastejaba
Cierto albañil con su hijo
Un pajar, y éste á aquél dijo
Que muy bueno no quedaba.
El padre á risa lo toma
Y dice : « Yo bien lo haré;
Pero, hijo mió, /de qué
Quieres que mañana coma?»
EPIGRAMA LXV.
En su huerto ayer Colasa
Cogió una Jiaranja china ;
Mas al f)iearla una espina
Gritó : ((¡ Vu'pn'. y ¡cómo abrasa! »
Dijcla en risa: «Mi bien.
Me alegro de la i>icada. »
Y ella, con la burla airada,
A mí me picó también.
EPIGRAMA LXVI(.3).
Cierto alguacil que rondaba,
Solos á Tái8 y á otro halló,
(3) Variante :
Dice así... Mas él notrf...
(4) Variantes:
Solos i Inés y i otro halló;
Y niá Inés...
Ni al r|ue con Inés estaba.
Y JO digo que ambas cosas.
{^olas del Colector.)
442
Y ni á Tais prepa llevó,
Ni al que con Tais solo estaba.
Dudan hoy gentes curiosas
Si en ól (sta acción propicia
Fué liviandad ó codicia,
Y yo juro que ambas cosas.
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
I Andrés lo llegó á sentir,
Y por fin cayó en su jaula.
EPIGRAMA LXVII.
Díjela á Inés : «Tus mejillas
Dulces, tus dulces ojuelos
Y labios de caramelos
Me .«acan de mis casillas.»
Ella, cebándose áreir.
Dio cierto en un disparate,
Que fué... Pero tate, tate ;
No todo se ha de decir.
EPIGRAMA LXVIIL
Supo Inés que nn oficial,
De gálico muy lisiado,
En su casa habia mandado
Que en nada le echasen sal;
Y dijo en risa: «No entiendo
Cómo la sal causa enfado
A éste, que por más de un lado
A prisa se va pudriendo. »
EPIGRAMA LXIX (1).
Mirándole frente á frente,
Di jóle Blas á Teodora :
«Niña, tu rostro luciente,
Tus ojos, labios y frente
Y tu garbo me enamora.»
Mas lo que del caso sé,
Fué que, por no malogi'ar
Tanto amor, ternura y fe,
Ella... donde iba se fué,
Y él no la ha vnclto á buscar.
EPIGRAMA LXX.
Al bosque fué Inés por rosas.
Una mañana de mayo ;
Cogióla un cierto desmayo ,
Divertida en ciertas cosas.
¿ Qué desmayo éste sería?
Juguete acaso de amores ;
Y 68 que cuando fué por flores ,
Perdió la que ella tenía.
EPIGRAMA LXXL
Paula á Andrés mil fiestas hizo,
A quien cazar pretendía ,
Y de condición de erizo
Y frialdad de granizo,
Juguetona le argüía.
«Cállate tú, buena maula»,
Andrés la empezó á decir ;
Mas enternecióse Paula ;
(i) Este epigrama fué escrito en nn prln-
elpio de este modo :
Dijele ayer á Teodora:
•Muchacha, tu faz luciente,
Tus ojos, labios y frente,
Y el tu Barbo me enamora.»
Y ella, erh;indose á reir,
Dio al punto en un disparate,
Y éste fui- que... Lengua, tate;
No todo se ha de decir.
Iglesias convirli(\ después este epigrama en
dos. Véase el señalado con el numero lxvi.
EPIGRAMA LXXIL
Díjome Inés : «Esta tarde
Se va á Toro (2) mi marido. »
Yo la dije, comedido ;
«¡Dios de ladrones le guarde ! »
Ella se empezó á reir ,
Como que no lo entendía;
Ahora bien, jqué me querría
La taimada incs decir ?
EPIGRAMA LXXIII.
Ayer Tais me guiñó el ojo,
Hablando yo con Leonor ;
Y yo entre mí dije: «Amor,
¿Me traerás algún despojo?»
Mas saliendo Leonor fuera,
«¿ Qué me quieres, Táís amada? »
La digo, y Tais dice : « Nada ;
Sólo que Leonor se fuera.»
EPIGRAMA LXXIV.
Entrando en los Cayetanos,
Una dama á un charro vio
Y le dijo : «¿Se acabó
La misa de los villanos?»
Viendo él trazas tan livianas.
Respondió : «Se acabó ya ;
Pero entrad, que ahora saldrá
Otra de las cortesanas.»
EPIGRAMA LXXV.
Con Inés salí á pasear,
Y ella poquito á poco iba.
Cuando con voz compasiva
Así me empezó á rogar :
«Blas, sí no te da molestia,
Pues esta liga me aflige :
Aflójamela» ; y la dije :
« Me cautiva esa modestia, n
EPIGRAMA LXXVI.
Cuando yo canto mis sales ,
Muchacho ágil me resuelvo,
Y en una palabra envuelvo
La envidia de mil mortales.
Sí hacen de mi humor desden ,
No tienen más que gustallo ,
Mientras por tonto echo el fallo
A quien no le sepa bien.
ODAS.
LA LIRA DE MEDELLIN.
ODA I.
Tomé osado en la mano
La gran trompa de Homero,
(2) Variantes en los versos 2.*, 6.* y 8.* :
So va ü Madrid...
Diciendo no la entendía...
La bellaca Inés decir.
INolM del Ctlecíor.)
Y aplicada á mis labios,
Siempre me sonó á cuerno.
Cantar quise á Paredes
Y su asombroso esfuerzo,
Y de un caracol bajo
No distinguí mi acento.
Armóme de paciencia,
Y en más bellacos versas
Canté, y al punto á oirme
Mil gentes se pusieron.
Yo quiero darles gusto;
Tú, valiente extremeño,
Para tus triunfos busca,
Busca cantor más cuerdo;
Que yo á fin tan glorioso
Ya preparé mi aliento,
Y una y otra vez y otra.
Siempre me sonó á cuerno.
ODA IL
En estas mis letrillas,
Que de madera al aire
Dispuse en nueva lira,
Cual en Medellín tañen.
No aquel profundo abismo
De que las causas nacen.
Lo sutil de las ciencias.
Lo ameno de las artes;
No una moral sublime
De apólogos notables;
No fábulas que roben
El tiem^DO á las verdades;
No arrojados asaltos
De bravos capitanes.
Ni trágicos sucesos
De muertes miserables;
No mímicas escenas.
Ni ternuras de amantes,
Ni sandez de pastores,
Miedo hayáis que yo cante.
Sino aquel ronco estruendo
Que el hueco cuerno esparce.
Llamando á los sufridos
A ver pintar su imagen.
ODA IIL
Dame, dame, muchacho,
Dame la lira, ¡ea!
Y guarda no la cambies
Con la de heroicas cuerdas.
Tráeme, sí, la que tiene
De Medellín la empresa.
Con dos torcidas trompas
En media luna puestas.
Que con esto, y la innata
Furia que me desvela,
Diré de los sufridos
Graciosas cantinelas.
Y si rehuye oirme
La humanidad modesta
Lo bajo del asunto
Que el numen me encomienda.
Óiganme los sufridos.
Que sobran por la tierra.
Si entretener ociosos
Virtud es manifiesta.
ODA IV.
De Arquímedes alumno
Fabrícame una copa
De plata, pero en ella
Lides de amor no pongas.
Guarda que de Lucrecia
Aquí grabes la historia.
Ni de ningún marido
Muerto por tener honra,
Por su ornato la lira
De Medellin me forja
Cornetas, caracoles
Y silbatos de concha.
Si gustas, á Yulcano
Pon con su pata coja,
A quien Venus y Marte
De hueso la sien ornan.
Tintero de muchachos,
Lucerna de luz tosca.
Mil higas y mil testas
De ciervos bien r.imosas.
Esto no más te pido
Que en el tazón me pongas;
Que en don tengo que darle
A un maridin de moda,
Y 6i á perderlo llega,
Eazon es lo conozca
Por las señas, que es suyo
Más que su mujer propia.
ODA V.
Vender vi en una feria,
De ciervo un cuernecito,
Con su engaste de plata
Asaz mono y pulido.
Pedí al platero el pre». io,
Y él, liberal y fino,
Por lo que quise darle,
Darle sin tardar quiso.
Cogíle, y á mi casa
Llevé el dije conmigo,
Y á mi mujer la ruego
Le acepte por ser lindo.
Ella exclamó, riendo :
«¡Válgame Dios, maridol
I Quién compra lo que tiene
De sobra en su recinto?
Si de vender hubieras
De aquestos dijecillos,
No bastara una lonja.
Ni un pueblo á consumirlos. »
ODA VI.
Notando sus aumentos
Cierto sufrido joven,
Muy hueco en este apodo.
Hizo estas reflexiones :
« Pensé, cuando era niño,
Que ser cornudo un hombre
Fuera con mil pesares
Vivir, y sinsabores.
Mas después, mozalvetc,
Dorila encabrestóme.
Muchacha de tal gracia,
Que sin querer los pone.
Y hallé, desengañado,
Que aunque cuernos me sobren,
También me sobra el vino,
Las truchas y pichones. »
ODA VIL
Por no estorbar un di a
En una oculta pieza,
A si mismo un sufrido
Se habló de esta manera :
ií Pues Jove me lo manda,
Venga, venga, paciencia;
Que es toro autorizado,
Y obedecerle es fuerza.
Verdad es que al principio
No le rendí obediencia
Por ignorar los daños
De la hambre dura y negra.
Y en ella me sostuve
Siete lunas y media,
ODAS.
TTasta que amor ser manso
Me señaló por renta.
Manso tengo vestidos;
Manso, comida y cena;
Y manso, no hay delicia
Que yo en el mundo pierda.»
ii3
ODA VIH.
líeliriéndolc un sueño
A su esposa taimada
Su paciente consorte,
La dijo estas palabras :
u Durmiendo yo á la sombra
De cierta cornicabra,
Eble bellaco sueño
Se me vino á mi cama.
Soñé que un don Pelote
Me puso una guirnalda
De pitones de ciervos,
De cornatos de vaca.
Y que con ella puesta
Me metí en una danza.
Donde con ciertas niñas
Muchos mozos bailaban,
Y que unos bien bebidos,
Coa lengua desbocada,
De mi testa dccian
Injurias y alharacas,
Quiíe vengarme de ellos;
Mas todos se me escapan.
Cuando de nuevo el sueño
A su quietud me llama.»)
Dijera.así; y su espo.sa
Respondió: « Caso no hagas,
Marido, de esos sueños;
Que todo es patarata.»
ODA IX.
La popular industria
Dio al hombre oficios propios
Con que ayudarse puedan
Los unos á los otros.
La invención de las artes
Les inspiró á los doctos;
Los bélicos ardides
Dio al capitán heroico.
Enseñó al navegante
Poder surcar el Ponto,
Y al uso del viajero
Domar los duros potros.
Al labrador humilde
Le dio el arado corvo,
Y entregó al artesano
A oficios laboriosos.
Y á vueltas de mil otras
Que hilan delgados copos.
A Tais de su hermosura
La toleró hacer logro.
Mas nada de todo esto
Le concedió á su esposo;
Pues ¿qué le dio? paciencia,
Paciencia, y esto solo
Le adquirió más haberes,
Le amontonó más oro.
Que el trabajo, las artes
E ingenio de los otros.
ODA X.
Píntame, honor de Iberia,
Copíame \óh gran Velazquezl
A un maridin de moda,
Cual yo te lo dictare.
Delíncale ante todo
Los ojos penetrantes,
Negro.'', fogosos, vivos.
Que al más audaz espanten,
La faz rizada y fiera.
Que anhele por vengarse,
Y d cíipumoso hocico
Más negro que azabache.
Los cuernos, siimpre agudos,
Crujir hagan los aii-cs,
Y el ancho cerviguillo
Que rizos mil rcjilccn.
El cuello alto y erguido,
El lomo hermoso y grande.
La piel en colorido
Al signo de Abril gane.
La mano de uña hmdida.
Con que la arena escarbe,
Y una extendida cola.
Que casi al suelo arrastro.
Airosas banderillas
Le pondrás ñor remate.
Va caigan al br.izuelo,
Y.T, solire el cerro se alcen.
Igual al mismo fuego
Su rubicunda sangre,
Aquel tiznado pelo
De trecho en trecho manche.
En cerco de mil gentes
Que tiemblen su semblante.
Ya de lejos le silben,
Ya de cerca le llamen.
Y él que cu veloz carrera.
Airas deja los aires,
Como menuda arena
Tropas de gente e.'^parce.
¿Qué más?... Pero sin duda,
En vez de muda imagen,
Me das vivo al que \ndo.
¡Ea, novillo, entradme!
ODA XL
Cual la borla en bonete
Señal es de graduado,
O cual suele ser signo
De la taberna el ramo;
Yo así, luego que veo
Algún marido manso,
Le reconozco y silbo,
Y á mi capa le Hamo,
Porque Jove en sus frentes
Les pone por penachos
Las airosas señales
Que él por Europa trajo.
ODA XIL
Dicen que han de arrojarme
Al Sur ó helado Norte,
Si prosigo cantando
De los chibos barbones.
I Y qué! cji cualquier provincia
Que por dicha me arrojen,
¿No se han de dar chibatís.
Con que el numen desfogue?
El fértil suelo Ixtlco
Cria caballos nobles,
Y el campo salmantino
Los toros más feroce.».
Castilla es quien produce
Los fuertes campeones
Y en dar monarcas grandes
Su gloria Ar.agon pone.
Empero los sufridos
Que yo aturrullo á polpcfl,
Cualquier ngion del mundo
Los cria á cu.'il mejores.
ODA XIIL
Paseábase un sufrido,
Lleno de franjas de oro,
4U
Y ufano en sus arbitrios,
Hizo este soliloquio :
(( Como lo hace el letrado,
Yo de lo que sé como,
Y él se rompe la testa.
Mientras yo me la adorno.
Ándese enhorabuena
El marido celoso.
De bestias coronadas
f 'omjiarándome apodos ;
(¿ue yo, mientras paseo
bu calle, majo y gordo,
A su hambre y su miseria
Mayores higas pongo,
Y creo que mi patria
Me aplaudirá con gozo;
l'orque ella es cual ninguna
Aficionada á toros. »
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
ODA XIV.
Viendo una gi tan illa
A un novio horro de pelo
Las rayas de la mano,
Le aventuró todo esto:
<( Cuanto más, calvo amigo,
Se te aumente el cabello,
Tencb'án tanto más auge
Tu hacienda y tu dinero.
Pues cúidalo en buen hora,
Y da á tu frente aumento;
Que no más que las armas
Y renta te va en ello.
(Jue si el hado no miente.
Tú serás caballero...
De aquellos que señalan
Los chicos con los dedos.»
ODA XV.
La que á mí me criaba,
ílujer en grado sumo
Fanática observante
De encantos y conjuros;
Teniéndome en sus brazos,
A ailivinar se puso
Mis hados, y agorera.
Dijo á un compadre suyo:
« No morirá este niño
A manos de verdugo,
Tósigo, acero ó bala,
Ni á tabardillo agudo.
Yo pienso que despojo
8crá al fin de algún bruto;
Tero no, como Adonis,
De puerco colmilludo,
Pues quien ha de matarle
Será animal cornudo;
Pues todo se me altera
Con cuernos viendo alguno.
¡Hu! ¡bu! ¡hu! ¡bu! les grita
Con inquieto murmullo,
Y á su mandil los llama
Con ademan muy cuco.»
ODA XVI.
Paseaba por un monte
Cierto marido humilde,
Y oyó cómo allí un cuco
Sus cánticos repite.
Y al ver cómo le apunta
De su testuz el timbre,
Piensa que con él habla,
Y así responde y dice:
« Parlero cuco amigo.
Vuela á mi esposa, y dile
Que á deletrear mis arma.<!
Gracioso te pusiste,
Dile que aquí las flores,
Aves, fuentes y vides,
De su estafar murmuran,
De mi paciencia rien.
Cuéntale que en su ausencia
No echo menos sus dijes...
Mas no, dile tan sólo
Los cuernos que me viste.»
ODA XVII.
¿Por qué, di, te molestas,
Retórico enfadoso.
En persuadirme mude
De objeto, lira y tono 7
Dícesme que es bajeza
Que á mi numen heroico
Dé asunto que sin miedo
.Jamas pronuncia el tonto.
Y añádesme muy serio:
«No vale un cuerno solo
Tu mimen malogrado.»
Al fin, yo te lo otorgo.
Que yo el valor de un cuerno
Ganar no me propongo.
Sino que con mi musa
Se quiten unos pocos.
ODA XVIII.
Un manso de los que baccn
Gala del sambenito,
Contando las sus cuitas,
A su mujer la dijo:
«Dícenme lasmozuelas:
¡Qué lindo estás! ¡qué lindo,
Cornelio! y para verlo
Toma el espejo limpio;
Verás entre tus sienes
Cuál adornan tus rizos
Las ramas de los ciervos.
Del caracol los signos. »
Yo respondo: « Muchacbas,
Cierto será: prescindo
De si otros me los plantan.
De si ellos me han nacido;
Lo bien que como y bebo
Sólo podré deciros;
Y que esa sobra, ó falta.
Jamas yo la he sentido.»
Oyérale su esposa,
Y respondióle: «¡Ay hijo!
¡ Qué envidia que te tienen.
Viendo como te cuido!»
ODA XIX.
Yo vi á cierto sufrido,
Y á f e que de los guapos,
Decir tales fanfarrias,
Consigo mismo hablando:
«Manso soy; mas á todos
Los fieros, con ser manso.
Excedo en los despojos
Que en mi paciencia gano.
Mi renta es ser paciente,
Los cuernos son mi amparo;
Que yo de utilidades
No conozco otro ramo.
Quien quiera tener guerra.
Con guerra tenga el plato;
Y á mí dadme que coma
Y beba con descanso.
Que juegue, gaste y triunfe
A costa de otros francos,
Y si alguien lo ñsgáre.
Para él será el trabajo.»
ODA XX.
Cierto marido franco
Pasar vio por su calle
Otro celoso y pobre,
Y así empezó á explicarse:
(( ¡ Qué malo que está el año,
Y este pobrete amante
fc^in duda va pidiendo
Por despedir al hambre!
Y es un gran mentecato;
Pues como se humanase
('ual yo, y fuese sufrido.
No hubiera tantos males.
Con no estorbar, ¡qué ciencia!
Se hallara en un instante
('on casa llena y mesa
V^ariada de manjares;
Pero pues no, que pene;
Que á mí, mientras me hacen
Otros de plata el plato.
No hay mal que me amenace. »
ODA XXI.
Si prolongar pudiera
Mi vida con los cuernos.
Sin duda los buscara
Por ambos hemisferios.
Así de la atroz Parca
Templara el rigor fiero
Con una sarta de higas
A su forzoso tiempo;
Pero, ya que no es dable
Hacer del hado juego,
; De qué sirven las puntas
Y ramos de los ciervos ?
Pues ¡sus! venga mi lira;
Que yo juro de nuevo
Burlar del que los tiene,
De su estómago y pecho;
Y al sol todos los trapos
Sacar... pero callemos.
Que al sol, cual caracoles,
Los sacan ellos mesmos.
ODA XXIL
Yo vi cierto sufrido.
Que, porque le picaban
Dos amigos burlones,
Así exclamó con gi-acia:
« Amo á aquel que los tiene,
Amo á aquel que los planta,
Porque éstos me socorren,
Y aquéllos me acompañan.
Si apuntan ó no apuntan.
Sólo es aprensión vana;
Lo cierto es que los cuernos
Moneda son contada.»
ODA xxm.
¿ Quién es aquel que viene
Con tanta gritería.
Por cima de la frente
Dos astas muy crecidas;
Al cuello una maroma.
De quien mil chicos tiran;
Al cerviguillo puestas
Un par de banderillas;
En cerco de él las gentes
Con regocijo silban;
De él huyen unos, y otros
Tras él corren aprisa ?
¿Qué ha de ser? un novillo
Que corren en la villa.
Pues no, que es el marido
De la honesta Dpril»,
ODA XXIV.
Salió Fabio á los toros
En un bayo de frisa,
Con su sombrero blanco
Y verde jaquetilla.
Volvió á casa bufando,
Lleno el frisoude heridas,
Rota la blanca cofia,
La ala al sombrero hendida.
Habíanle y no responde;
Grítanle y no replica;
Pregúntanle qué tiene;
No hayas miedo lo diga;
Pues ¿qué le habrá pasado?
Su frente claro indica
Que en cuanto fué á los toros,
Le hizo toro Dorila.
ODA XXV.
Casadillo el más casto
Que en celibato eterno,
De tu mujer disgusto,
Marido eres mostrenco,
¡Oh, cuántos dio tu esposa
A luz pimpollos til rnoa
Del jardin de Cupido,
De la granja de Venus,
Que ni viste ni oiste.
Ni palpaste un momento,
Y por tuyos los traga
Tu gaznate no estrechol
Siquiera la ballena
Tenga ancho el tragadero.
No es posible que iguale
Al tuyo, ¡oh gran Corneliol
ODA XXVL
Tú las guerras de Malta
Cantas, y aquél las turcas;
Pero yo, caviloso.
Las canto más agudas.
Porque no el blasón de armas
Las testas que hay cornudas
Por inofensivas pierden,
Por indefensas frustran,
Y yo celebro frentes
Que ofenden con sus puntas
Al que no da, y defienden
A todo el que las unta.
ODA XXVIL
Noche en invierno obscura,
Sentadito á la lumbre,
Y aguardando á su esposa,
Así un simplón discurre:
<( Pacientes nos portemos;
Pues entre las virtudes.
Siempre fué la paciencia
De gi-ande estima y lustre.
Pacientes aguardemos;
Pues tonto es quien no guste
Que en casa le den ciento
Por uno que le apunte.
Pacientes...» Pero en esto
Por la escalera sube
Su esposa y un padrino
Que su tardar disculpe.
ODAá.
Los tres luego en paz quieta
Cenaron unas ubres;
Brindáronse, y dijeron:
(( i Afuera pesadumbres! »
ODA XXVIIL
Estando con un canto
Machando yo alnu-tidrucos,
A mí so llegó un viejo,
Que fué sin duda brujo,
Y díjome: «Muchacho,
¡Parece que están durosl
Pues así en adelante
Lo han de ser tus asuntos.
Que luego que su ingenio
Llegue á tener tres lustros
Por afición innata.
Por natural inllujo.
Mil huesos aun más fuertes
Con incesante estudio
Has de morder entonces.
Que éste es el hado tuyo.»
Así dijera el viejo;
Y que lo dijo juzgo,
Quizá por([ue sus armas
Machaco á los cornudos.
ODA XXIX.
Cantando yo una letra,
ün manso me escuchaba,
Y airado ámí viniendo.
Me tiró estas palabras:
(( Dinos, ¿ adonde apuntan
Los cuernos (jue les plantan,
A esos que tú sufridos
En tus cantares llamas?
Dinos, si tan pequeñas
De un manso son las astas,
Que á percibirlo ajiéuas
El ojo humano basta;
Dinos si tienes lente,
O microscc)ino, ó maña
Que alcance á descubrirte
Lo que ninguno alcanza.
Si no, ¿-por qué en cantarlos.
En balde el tiempo gastas?
Que al fin, si ellos nacieran,
Fe júo nos lo explicara.
Enfrena, pues, trastulo,
Tu lengua desbocada;
Que á sor por mí, tu lira
Ya estuviera quemada.»
ODA XXX.
«¿Qué será, don Hernando
(Me dicen muchas niñas),
Que siempre cuernos cantas,
Y nunca sus heridas?»
Pero yo las respondo:
« Bachilleras de Esquivias,
Hay los unos que hieren,
Y otros que no lastiman.
Los unos en los brutos
Son armas defensivas;
Los otros en no brutos ,
Del hambre medicina.
Los bravos con los bravos
Allá tengan sus iras.
Mientras que yo á los mansos
Me huelgo en poner higas.
Mas si éstos, como aquéllos,
Por alto ya me tiran.
Aprenderé paciencia
De su paciencia misma.»
ilo
ODA XXXL
No quiero que la Fama
Fatigue al hueco bronce,
Mi dihil 8Ón llevando
A incógnitas regiones.
Déjenme con mi lira,
Y nadie me lo estorbe,
De Medellin los ecos,
El armazón y el nombre;
Pues que sola ha cantado
De los cliibos barbones.
Las gracias y desgracias
De la irrisión del orbe.
ODA XXXII.
Con nueva voz, por nuevo
Estilo, en nueva lira.
Que alzada de la luna
Hasta los caernos viva,
Vuestro ocio y conveniencia,
Vuestro timbre y divisa.
Vuestro carácter prui)io.
Con todas vuestras diclias.
Pacientes ya he cantado.
Pues ¡ea! á toda prisa
Pedid prospere Apolo
De Mcdelliu la lira.
ANTES DE AMAR TUVE CELOS.
Siendo niño, en nuestro prado,
Florinda hermosa, te vi
Dar abrigo á un allielí
Entre tu seno nevado :
De verle tan regalado
Empecé á sentir recelos ;
Y en mis años pcqueñucíos,
Sin saber lo que era amor.
De aquella inocente flor.
Antes de amar, tuve celvg.
PENSAMIENTO DK LA MENAGIANA.
En un templo un cal)nllero,
Con BU venera muy majo.
Estaba junto á la pila
De agua hiiulita arrimado,
Al tiemito que á turnar agua
Llegó, con su rico manto
Cubierta, una hermosa dama,
De gala, i)riiiior y ornato.
Viendo sus ricas sortijas,
Dióla agua y dijo muy ancho :
«Yo tomara los anillos
Y dejaría la mano.»
Mas ella respondió, aiiida
De la venera : ((Seo guapo,
Pues yo tomara el cabestro
Y dejara libre el aano.»
m
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
IDILIOS.
IDILIO rrjMErvO.
EL CLAVEL.
La Difirlre tmivcrsal de lo criado,
Que con diversas y pintadas flores
De la alma primavera, en mil olores
Adorna el vtrde manto, que ha baüado
Céfiro en mil olores;
Ya alzando al cielo frescas azucenas,
Nacidas al albor do la mañana,
Ya vistiendo á los troncos pompa ufana
De frescas hojas y de frutas llenas
De rosicler y prana;
En mi huerto produjo el más hermoso
Pundonor del jardín, el presumido
Galán de toda flor, astro florido,
En quien se excede el año presuntuoso :
El clavel encendido.
Sus edades se pasan de hora en hora.
Corto vivir le destinó la suerte,
Y sólo un sol solemnizarle advierte
En risa el alba, en lágrimas la aurora,
Su nacimiento y muerte.
Señuelo sea de tu amante lado,
O bello airón de tu galán sombrero.
Por primicia del año placentero,
Y de un alma que á tí te ha consagrado
Su afecto lisonjero.
Lógrese en tu beldad esclarecida;
Y pues del año fué pimpollo tierno.
Ni le dañe el calor, ni helado invierno,
Y á tu lado consiga eterna vida
En un abril eterno.
IDILIO IL
LA AUSENCIA.
Miróte en noche del helado invierno,
PwOtos tus cuernos , luna amortiguada;
Y entre negros celajes ofuscada.
Muestras falto de luz el rostro tierno,
De Febo desdeñada.
Tal yo ¡mezquina! entre una niebla oscura
Quedo al desden que el ánimo me hiela;
Sin luz ni gala mi cariño vuela,
Mísera, sola y pobre de ventura,
Y sin tu centinela.
Sólo á tí he descubierto mis amores.
Sólo á tí he dado cuenta de mi vida,
Como á la secretaria más querida
Que el ciclo pudo darme en sus favores.
De que ando despedida.
Que si acaso el cruel , cuya memoria
Siempre en mi alma vivirá guardada,
Llegare aquí á sazón que declarada
Esté ya por la muerte la victoria
De mi vida cansada,
Cuéntale con dolor mi amarga nueva,
Y por corona de mi triste suerte,
Dirás ¡ay Dios! que en este paso fuerte
Muy más su ausencia el ánimo me lleva.
Que el brazo de la muerte.
IDILIO IIL
LOS CELOS.
Tú, ruiacñor dulcísimo, cantando
Entre las ramas de esmeraldas V)cllas,
Ensordeces las selvas con querellas.
Bu gravísimo daño lamentando
Al cicrn y las cstrollas.
Pesados vientos lleven tu gemido
En las cuevas de amor bien aceptado,
Y con pecho en tus penas lastimado.
Bien es responda al canto dolorido
De tu picuelo arpado.
¿Qnién te persigue? ¿Quién te aflige tanto?
Si acaso es del amor la tiranía.
Consuélate con la desdicha mia.
Que ad virtiendo tu misero quebranto.
Busco tu compañía. 4
No me desprecies, cuando te acompaño,
Pensando que en dolor me aventajaras,
Pues si mis desventuras vieras claras,
Y al ñn te persuadieras de mi daño,
Quizá el tu3'o aliviaras.
¡Triste de mil que en páramo apartado,
Siendo alimento á pena tan esquiva,
Hallé muerte de celos, qiie derriba
El edificio amante que hube alzado
Sobre agua fugitiva.
IDILIO IV.
DUEACION DE SU AMOR.
Plátanos frescos de esta verde falda.
Sombríos sauces, cedros de olor llenos,
Que os holgáis con los céfiros serenos,
Y enguirnaldáis con cercos de esmeralda
Los prados siempre amenos;
Vos, en quien floreció la primavera,
Y alzáis al cielo vuestra frente grata,
Dando ornamento á la luciente plata
De los raudales de esta fiel ribera.
Ya veis cómo os retrata.
Ya que es fuerza mi amor crezca en el suelo,
Crezca, pues lo gi-.abé en vuestra corteza.
Crezca mi amor, mi nombre y mi firmeza,
Mientras os diere su favor el cielo.
Ornándoos de belleza.
Siete años hace ya que en mi alma exenta
Con imperio unos ojos han reinado,
Y otros siete en mis venas he guardado
El fuego, el dulce fuego que alimenta
Mi pecho enamorado.
Miro mil veces su beldad sin tasa ,
No porque aumento, no, mi pasión pura;
Que una vez y otra vista su hermosura,
Eternamente el corazón abrasa ,
Y el fuego mortal dura.
Llama que eterna duración alcanza,
Y al vivir del espíritu se extiende,
Ni el horror del sepulcro la comprende ,
Ni del tiempo la rígida mudanza
La marchita ni ofende.
IDILIO V.
ILUSIONES DE LA TRISTEZA.
Descaminada , enferma y peregrina
La estéril tierra piso; -
Ocúltase la luz que me encamina,
Y tiemblo de improviso.
Airado el Aquilón tronca las plantas,
Silbando en las cavernas;
Suspenden sus dulcísimas gargantas
Las avecillas tiernas.
Marchitanse estos prados cuando miran
El fuego de mis ojos;
Las florecillas de ellos se retiran,
Armándose de abrojos.
Copian mi rostro jjúlido las fuentes,
Y enturbian sus cristales;
Iluj'cn de mí las fieras inclementes
Con bramidos fatales.
¿Quién les dijo mi mal? ¿Quién les dio cuenta
De mi dolor callado.
Cuando el ardor que el alma me atormenta,
Decir me está vedado?
/No te basta, cuitada, el miedo extraño
Que dentro el alma sientes.
Sin que todas las cosas en tu daño
IDILIOS.
Se mnestren inclementes?
Llora ¡ay míseral llora, pues el llanto
Sólo á tu mal conviene;
Y ni en hombres ni en fieras tu quebranto
Eemedio alguno tiene.
IDILIO VL
DELIEIOS DE LA DESCONFIANZA.
Osé y temí, y en este desvarío.
Por la alta frente de un escollo pardo
Del precipicio donde no me guardo.
Sigo la senda, preso- el albedrío.
Con pié dudoso y tardo.
Nuevo ardor me arrebata el pensamiento,
Discurro por el yermo con pié errante;
La actividad de un fuego penetrante,
Ni la inquietud que en mi interior yo siento,
Huyen de mí un instante.
Por el hondo distrito y dilatado
Del corazón , en fuego enardecido.
Se explayó el gran raudal de mi gemido,
Y la dulce memoria de mi amado
Hundió en eterno olvido.
Soy ruinas toda, y toda soy destrozos,
Escándalo funesto y escarmiento
A los tristes amantes, que sin tiento
Levantaron de lágrimas sus gozos,
Gozos de inútil viento.
Los que en la primavera de sus diaa
Temieron el desden do sus amores.
Envidien el tesón de mis dolores,
Y fuego aprendan de las ansias miaa
Los finos amadores.
IDILIO VIL
LA AGITACIÓN.
1 Ay! ¡cómo ya la alegre primavera,
A su felice estado reducida.
Torna á las plantas nuevo aliento y vida.
Esmaltando de flores su ribera.
Que antes se vio ateridal
Suelta el raudal su risa armoniosa,
Y canta el ruiseñor con trino doble;
De púrpura se viste el clavel noble,
Y enlaza al olmo con la vid hermosa,
Y con la hiedra al roble.
¡Qué de veces me vio rosada aurora.
Mustia y débil la flor de mi hermosura.
Reclinada del monte en la espesura,
Y en vela inquieta me encontró á deshora
Llorando mi ventural
Cae del cielo la noche tenebrosa;
Cubren sus alas negi-as todo el suelo;
Mi dolor se acrecienta y desconsuelo,
Y paz el blando sueño da engañosa
A mi triste recelo.
Que despierto asustada, y mi cuidado
Me lleva á yerma orilla de ancho rio;
Vuelvo en vano á dormir, y desconfio
De poder encontrar puente ni vado
Al triste curso mió.
¡Triste de mil que sigo temerosa
La luz escasa del funesto fuego,
Que el poder de mis ojos deja ciego;
Y émula de la incauta mariposa,
A su volcan me entrego.
IDILIO VIII.
EL DESFALLECIMIENTO.
Delicioso vergel, fuente risueña,
Espumoso raudal que al prado esmalta,
Y de la peña que miró más alta
Al cóncavo enyedrado de otra peña,
Lleno de aljófar, salta.
447
En este soto un tiempo entretenido,
La flor mi breve pié pisó contento;
Vi aquí más verde juncia, allí más viento,
Acá hallé fresco, allá un balcón florido.
De mi delicia asiento.
Pues ya del sol la luz qtie al mundo alegra
Huye á mis ojos, que aman el retiro;
Y ciega del amor con que suspiro,
Y triste y sola entre una nube negra
La fiera Parca miro.
¡Cielos! ¿á cuál dtüdad tengo agraviada,
Que en medio de mi dulce primaví ra
En tan nuevo rigor quiere que nnura,
Y que antes de gozarla, parca airada
Corte mi flor ])rimera?
Del seno oscuro de la tierra helada
Llamarme con terribles voces siento;
Tristes sombras cruzar vi por el viento,
Y que me llaman todas de pasada
Con lamentable acento.
No me aterra la muerte, ni rehuso
El dejar de vivir de edad florida,
Ni he esquivado la muerte tan temida,
Que amaneció con mi vivir confuso,
De mi cuidado asida. '^
Siento haber de dejar deshabitado
Cuerpo que amante esiilritu ha ceñido,
Y yermo un corazón que tuyo ha sido,
Donde todo el amor reinó hospedado,
Y su imperio ha extendido.
No el morir siento, ¡ay Dios! siento el dejarte;
/ Qué mayor muerte quieres que perderte?
Si me era paraíso y gloria el verte,
¿Qué gozaré, dejando de gozarte,
Sino perpetua muerte í
IDILIO IX.
I Qué tards la triste alba ha amanecido.
Cubriendo en nieblas su rosada frente!
¡Qué turbio el bello sol su carro ardiente,
Entre una nube lóbrega escondido.
Nos muestra escasamente!
Ni el pastor canta, ni el ganado pace.
Ni se ve en fuentes y aves armonía;
La flor no rie. ¿Adonde la alegría
Huye con pié veloz ? Así el sol nace,
Y así amanece el di a.
¡Ay! mira tu fortuna sin espanto,
Y prevente con alma diamantina
A la desgracia que ella te destina;
Que la prevista no acongoja tanto
Como la repentina.
Voy de mí misma, por mi mal, cargada,
Sola, por senda errada, con pié eiTunte,
y ante mí miro en pálido semblante
Muerte que me amenaza en la jornada
Con un puñal tajante.
IDILIO X.
I Qué borrascas excita el mar hinchado.
Opuestos entre sí los elementos!
Hieren los montes rigurosos vientos,
Vibrando, en ira Júnitcr armado.
Sus rayos violentos.
Marchita el austro con su soplo helado.
Abrasa Febo con ra luz ardiente
El valle umbroso y prado ílorecicntc.
Que, antes de rojas flores coronado.
Ya es arenal ardiente.
Pero la dura cansa do mi pena,
De la beldad del cielo siempre avara,
JLás cruda lid, mavor furor declara
Cuando los rayos uc su luz serena
Al pecho me dispara.
Siete años ¡ay! me trajo entretenida
El vano amor, y mil me entretuviera,
De un sutil pelo de una cabellera
Preso, que es la esperanza de algo asida
U6
DON JOSÉ IGLESIAS
Dulcísima hechicera.
Llévame en pos de pí el amor tirano,
La cadena airastrando más estrecha,
Que al más rebelde en su prisión no se echa
De un mal en otro, procurando en vano
Soltar su ardiente flecha.
De amor en el aUar en sacrificio
La prenda de mi honor le fué entregada;
Tensé acertar, mas ley es decretada
Del amor que no acierte á hacer servicio
Mujer que no es amada.
Esquiva de la geiUe, no me alegro,
Aborrezco del sol Ins rayos rojos,
El rc^plandíir marchito de mis ojos.
Que deshechos en llanto amargo y negro,
Al mar doy por desjwjos.
La dulce voz de mi ap.acible canto
A los suspiros di sin armonía;
La disonancia ocupa el alma mia,
Y el corazón de un temeroso espanto
Es triste monarquía.
IDILIO XL
jAy, qué revuelta vas, corriente brava,
Desnuda de arboledas y frescura!
Ni quieres dar ni recibir cultura
Del bosi[ue que á tu espejo se miraba
Conmigo en mi ventura.
No ya la vid al álamo sombrío
Sus brazos encadena ilnlcemente,
Ni de inmortal verdor orna su frente
A costa del humor del manso rio
El plátano luciente.
Sin duda como á mí adornaros quiso
La fortuna cu sus círculos mudable,
Y ya os dio á conocer su ser variable,
Dándome en vuestra ruina triste aviso
De su firmeza instable.
Mas si ya el ofendido ciclo ha sido
Quien , en venganza de mi intento vano,
A las garras quizá de tigre insano
El centro de beldad habrá traído
Que antes me amaba ufano;
Si al paso de los bienes van los males,
Si al nivel del dolor se da el contento,
Si á breve bien pequeño sentimiento,
Si á pérdida mayor penas iguales
En todo experimento;
Véase en esto cuan activo y fuerte
Tormento siento en mí, pues he perdido
El bien mayor, y por el no cumplido
Gusto de amarte, dilatada miierte
De infierno he padecido.
IDILIO XIL
Paso llorando en el silencio mudo
La oscura noche y las calladas horas.
Cuando da en sueños sombras burladoras
El aire negro de color desnudo,
Lo que tú, amor, no ignoras.
[Ay del que en sueños míseros se via
Al feroz seno de una tigre hircana.
Si ya despierto, entre la fuerza insana
De BUS dientes se ve cuando del día
La luz se muestra ufana.
Yo cuando de mi angustia lastimera
Vuelvo en mí á la inquietud de mi deseo,
Con palpitar del corazón me veo
Ante la imagen de la muerte fiera
Por despojo y trofeo.
«Justa venganza de mi amarga vida.
La digo, á quien remite cielo airado.
Abrevia tu victoria y mi cuidado,
Y déjame de un golpe concluida
En tan mezquino estado.
» Ya he visto, por mi mal , lo que amor puede
En un pecho á quien falta la ventura,
y ol más fundado bien cuan poco dura,
DE LA CASA.
Cuánto á un breve placer la pena excede.
Eterna en amargura.»
IDILIO XIIL
¡ Ay mi perdido bien, muerta alegría.
Mi lucero, mi amor, mi doble dueño,
Mi sin igual amor siempre halagüeño,
Por quien en Dios y en tí tu Elisa fia
Ver tu rostro risueño!
Contigo hube palabras regaladas
Cuando la fe del corazón me diste;
Y cuando por tu esclava me rendiste,
¿Por qué para unas horas tan menguadas
Por tuya me elegiste?
Alma dichosa, que en amor ardiendo.
Sobre tu mismo fuego te levantas,
Y del mal libre con graciosas plantas
Los campos de zafiro vas midiendo,
Y al ciclo te adelantas.
Mientras del tercer globo florecido.
Entre mil lirios, de mancilla exentos,
Cogiendo vas los castos pensamientos
Del puro afecto que á tu fe he tenido
Sin falsos fitigimientos;
Vuelve los ojos, mira el sacrificio
Qiie ahora á tu deidad hacer espero;
Que ni yo pido, ni aunque pueda, quiero
Vivir ya sin estar en tu servicio,
Y estarlo al fin espero.
Que mi alma ))or seguirte estará ufana,
Suelta del cuerpo, que por tí padece,
Tú acoge ahora el don que ella te ofrece,
Don que el amor acendra, el dolor sana
Y el honor engrandece.
Y el cielo justo, pues que lo es, ordene
Que á pesar de la envidia siempre impura,
En honra de un amor y fe tan pura,
Los que apartados al morir nos tiene,
Junte una sepultura.
IDILIO XIV.
Ya el enlutado día se acercaba
Que al mundo habrá de echar la noche oscura,
Y al lucero que al sol daba luz pura
Con un trágico ocaso deslustraba,
Fin dando á mi ventura.
Yo viera aquella noche sin estruendo
Salir, con manto de astros asombrando,
Y á la luna su curso acelerando,
Sus argentados cuernos ir creciendo,
Y mi vida menguando.
Si como esotras es mortal mi suerte.
Diérame con mi fin la Parca airada
Suerte más duradera y afianzada;
Que dar la vida á quien amó la muerte.
Crueza es solapada.
Estas fueran las lágrimas postreras,
Son y serán, que en misero lajnento
Perdiera en este arroyo turbulento,
Que las hiela á la sed de tantas fieras
Con paso violento.
Mas si este bien, cual los demás, me veda
La estrella que á este punto me ha traído.
Por premio á la que en vano le he servido.
Este agrado á lo menos me conceda,
Que al cielo vuelto, pido.
Que este aliento vital que me recrea
Se pierda donde el resto se ha perdido,
A los pies de un ingrato descreído.
En donde cada cual lo que desea
Mire de lioy más cumplido.
En mi fin dulce, yo su rostro amado
Veré, en verme morir grata y contenta,
Y en morir si sus gracias acrecienta.
Están con mi desden desenojado,
Tendré la mayor cuenta.
Que la ocasión por que hoy fallece Lidia
Ha sido tan hermosa, que no espero
ÉGLOGAS.
Que compasión me tendrá el pasajero,
bino es emulación y noble envidia
De morir como muero.
IDILIO XV.
|Ay! por mi mal he visto en claro dia,
En aire raso y cielo descubierto,
El sol de un luto fiínehre cubierto,
Eobando su esplendor la somV>ra fria,
Contra el común concierto.
La luna, que preside en su creciente
Al flojo sueño, en húmedas centellas
La vi alegre salir con sus estrellas,
Y faltando su luz cuando luciente
Preside á todas ellas.
Acaso el cielo todo, condolido
De mi pasión y mi lamento triste,
El luto de mis lágrimas se viste,
Pues de sus galas se lia destituido,
Y en mi dolor me asiste.
¡Ay! que me dice ya vuestra tristeza
Que esa mudanza y ruina insoportable
Me ordena alguna cosa miserable,
Cuando mi vida á tlorecer empieza,
Y hacerse al mundo amable.
La poderosa mano despiadada
Que os robó ese bellísimo ornainento.
Como á mí la esperanza del contento,
De triunfos y despojos va cargada,
Sin ver nuestro lamento.
Sábelo el rio, el monte y la laguna,
Que escá cansada y harta en susvictorias
De marchitar en flor mis dulces glorias,
Que arrebatara golpe de fortuna.
Si es que eran transitorias.
No viera yo cubierto de humo horrendo
Cielo que abierto vi, con luces bellas.
Cuando fortuna me halagó con ellas;
Que de una vez mis dichas concluyendo,
Finaran mis querellas.
ÉGLOGAS.
ÉGLOGA PRIMEEA.
EMILIA QUEJOSA.
En fuego ardiente Emilia se abrasaba
Por Narciso, un pastor que en gentileza
Ningún otro del Bétis le igualaVja,
Mas lleno de rigor y do aspereza.
En vano la pastora le buscaba;
Que donde falta amor todo es crueza;
Y cuanto era mayor su desden frió,
Más la zagala siente su desvío.
Sólo Emilia, con solo su cuidado,
Siempre que Febo al mundo amanecía,
Sin esperanza al bosque más cerrado
A lamentar su mal se retraía;
Y volviéndose al cielo despiadado,
Y al pastor sin piedad fjue no la oia.
Cebada en su desden la llama fiera,
Cantó, cual si presente la tuviera :
(( No te duelo mi mal , Narciso amado,
Ni oyes mí voz, ni ves mis desventuras.
Ni de humana piedad un solo grado
Pienso que alberga en tus entrañas duras;
Yo en tu amor siento el corazón llagado;
Tú siempre en desainarme te apresm-as,
Como si gloria á tu beldad le dieras
Cruel siendo á mis Ansias lastimeras.
))Mis corderinos buscan la guarida
De la sombra en los álamos mayores;
Entre las zarzas frígida acogida
Procuran los lagartos salteadores;
Náis da en sazón la rústica comida
I, Ps.-XYUíc
Con mil hierbas de olor á los pastores;
Conmigo, por seguirte entre la arena,
Al sol abierto la cigarra suena.
))¡Ay triste! más valiera el zahareño
Desden de Alfesibeo haber sufrido;
Y pues me amaba con tan ñno empeño,
Mi altivez loca ú Tirsi haber rendido;
Bien que es el Tirsi de color trigueño,
Y tú como la nieve esclarecido;
Mas no fies, que siempre vi apreciado
iSubrc la blanca flor clavel dorado.
))Soy el desden de tu altivez ingrata,
Y ]ior tu antojo mis tvsortis truecas;
Mis rábanos cubirrtos de escarlata,
Y^ en miel colmadas mis colnunas huecas;
El queso, gruesa leche y fn sea nata
No me faltan jamas, ni frutas secas;
Y canto cual Filuna ya cantaba.
Cuando oyéndola el valle se pasmaba.
))Ni tan disforme soy, r ne en los cristales
Del rio, en una siesta V )f gada.
Mi rostro viendo y ph-. i as señales,
No t'.iní ser con Clori eoi.ipar-ida;
Ni temeré tu juicio en casos taks.
Ni jiensaré de ti ser di sprt ciada;
¡.\sí no d( sjireciases hi florista,
Su sencillez y juego de la sii fila!
))E1 perseguir con flecha enherbolada
El ciervo corredor te viuga en grado;
Regir de ovejas una grey nevarla
Con el verde taray no te dé enfado.
Ni te pese morar la regalada
Estancia en que las diosas han morado;
Que cantaiulo las sclvns moraremos,
Y juntos al dios Pan imitaremos.
. ))E1 la pastoral flauta halló con arte,
El de diversas cañas la ha arreglado.
La variedad de voces le reparte,
Y nos guarda solicito el ganado;
Mas no te p' sp, altivo, el adestrarte
Al uso de ella el labio delicado,
Que Alexi se perdía por sabello,
De mil zagalas siendo hechizo bello.
«Tengo yo un singular rabel sonoro
De marfil, con labores de corales,
Que hube por manda del gentil Isidoro,
Diciéndome, al morir, j'alabraa tales :
« Tú sola herir podrás sus cuerdas de orc^
Cantando mis exequias funerales.»
Lidoro me lo dio, y quedó corrida
La simple Clori en verme pref rida.
«Ofrécente del bosque las doncellas
Las rosas y azucenas de bu falda,
Y en canastillos delicados, de ellas.
Las flores del anís, tomillo y gualda,
Del rojo acanto y de mosq netas bellas
Tributan á tu sien fresca guirnalda;
O entretejido en frescos mirabeles,
A tu sombrero un ramo de claveles,
))Y yo te cogeré rojas ni.Tnzanas,
Teñidas de fin tior, con deliciosas
Naranjas chinas, que en las snlxranas
Hojas del lauro jrjin miis deliciosas;
Y otras frutas, tardías ó tempranas,
Te daré, mas serán inoficiosas;
Que tu gusto en mis dádivas no pones,
Y Alcina no está falta de estos dones.
))Al<-ina... mas ¡ay locos fren'siesl
¿Qué hago perdiila en mi dolor vehemente?
Fuego puse al msal, que en carn:esíc8
Botones me dio el mayo floreciente;
En el agua lanc('' los alhelíes,
Turbando su cristal r- sfilnndeciente;
Mi rebaño olvidé; ¡la rabia ciega
De los celos de amor á tanto Ilegal
))La leona feroz por la colina
Tras el tímido lobo sigue ansiosa;
El carnicero lobo se encamina
Con tino tras la cabra revoltosa;
Y la traviesa cabra el paso inclina
En pos de la retama apetitosa;
\'o á tí te sigo, mi delicia amada;
20
iÜ
izo
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
Qup arrastra á cada cnal lo que le agrada.
«Siibre los yugos ti luciente arado,
Los bu' yes tornan ya de sus labores;
E\ sol huye con paso apr surado.
Las sombras van haciéndose mayores,
Y < 1 fuepo en que mi pecho está minado
Xo mitiga ni aijuieta sus ardores;
Que place al ci( go amor no dejar hora
Do repuso á su llama «soladora.
));An Emilia! ¡Emilia trist ■! ¿qué locura
Te perdió, que in tu mal abandonada,
Dejas errar tu grey por la espesura?
jAy! torna ya in tu juicio ricordada;
i'vje nlgun canastillo con mixtura
De blanca y prieta mimbre delicada;
Que si Narciso te huye desdeñoso.
Otro amaute hallarás más cariñoso. »
ÉGLOGA IL
CINTLA., POETA.
POETA.
Divina Euterpe, que en el blando coro
De los mancebos árcades presides,
Haciendo resonar tu plectro de oro
En valladares de frondosas vides;
Préstame, musa, espíritu canoro;
Diré con tu favor, no aquellas lides
De Marte insano, que fulmina horrores,
Sino tiernas endechas de pastores.
Amaba Cintia un sin igual mancebo,
A un pastorcillo, en quien el amor puso
El gusto de ella, y la lortuna el cebo
De mil cantares que é] á ella compuso;
Aun no estaba florido, no, el renuevo
Que en su querer i-everdeció confuso,
Y entre recios sin sosiego estaba;
Ya fia en él. y en él ya no fiaba.
Y viéndole, como hombre al fin mudado,
Dosdeñador de aquella fe primera,
Ella, en dolor el pecho traspasado,
D -1 miedo los recatos echó fuera,
Y en sjco acento al paladar pegado,
La voz quebrada y la congoja entera,
El corazi.n mostrando por los ojos,
La causa así cauto de sus enojos.
CINTIA.
¿ Cuál tigre fiero al eco no se mueve
De mi dulce cantar, sin el terrible
Desden tuyo sin par, porque se pruebe
Que á un monstruo no movió canto apacible?
Alza tu vista, porque más se cebe
En ver que tu emulad, siempre terrible,
líespira un fuego en mi qu j va abrasando
Al frió hielo, más que tu amor blando.
El dulce canto un dulce imán ha sido,
Qu ' basta á rctmer la luna llena;
De Ulises el ejército lucido.
Con el canto, mudó .sagaz sirena;
Con el cantar el áspid más temido
En medio el prado su fur.,r serena;
Empero á ti, más fiero que las fieras.
No te atraen canciones hechiceras.
Enseñadas á oír amantes quejas,
Oyj mi canto el coro de las Musas,
Culpando la impiedad con que me dejas,
1 aprobando mis lágrimas difusas.
Y tii d' sprecias mi querer primero.
Vino á escucharme el sim¡ile porquerizo.
El ovejero y el M-nalca hinchado.
La honesta zagaleja, y «¿quién te hizo
ian fiero mal, p.astyra .' », lian preguntado.
Apolo vmo, y dijo : «¿Cuál hechizo.
Que locura, zagala, te ha tomado;
Qu3 aquel pastor por quien amante mueres.
JJe otra zagala sigue los placeres 7 »
jAy pastora infelice! tú perdida
Andas por la montaña y despoblado,
Tras d • aquel de que Celia en la florida
Falda reposa con sosiego echado;
O bien ya la contempla enternecida,
O encendido la sigue enamorado.
Holgándose con ella en la floresta.
En el estío, en medio de la siesta.
Más duro y desabrido que alto roble ,
Contra mí de aspereza te previenes,
Así, cual eres en valor más noble,
Más desigual crueza que otros tienes;
Que su obstinado corazón y doble
Guarde en sí tales odios y desdenes,
Que al despreciar mis lágrimas ardientes.
Cruel te llaman pájaros y fuentes.
Por tí sufro las iras y fiereza
Del crudo niño Amor, y en mi tormento.
Por tí en mi pecho siento una extrañcza.
Que ningún bien me place, ni contento;
Por tí transito sola esta aspereza;
Por tí á mi grey olvido, y no la cuento,
Cual hice un tiempo, cuando Dios quería
Que en tu memoria no estuviera Eulia.
Ni que aborrezcas pido con aquesto
A la que el ciego amor y suerte loca
Favorecen , ni espero, por supuesto,
El ablandar tu pecho, cual de roca;
Que esperar de piedad un breve resto
En tu crudeza, ya en locura toca;
Y locura es, en fin, pedirte nada,
Ni aun la muerte, que ya me tienes dada.
Tú, zagal, con tu amante afortunada.
Causa cruel del fuego en que me abraso.
En paz te queda, queda en paz amada.
Bien que en darla á mi pecho fuiste rscaso;
Y en fin, porque no sientas la arrojada
Muerte de olvido en mi postrero paso,
En ver mi cu; rpo puedes complacerte,
Por causa tuya condenado á muerte.
POETA.
Dijo, y dijera más, si la congoja
Más ánimo la diera y más aliento;
Empezando á perder la color roja.
Perdió aun tiempo la voz y el sentimiento;
Quedó cual de alhelí marchita hoja
Que de rocío baña el fresco viento,
Y cual la luz, quedó, de la mañana.
Cuando el sol no la dio color de grana.
ÉGLOGA IIL
AECADIO, POETA.
POETA.
La guirnalda de lirios
Deshecha por el suelo.
El cuerpo en una peña recostado,
El alma en mil martirios.
Los ojos en el ciclo,
Y el triste rostro en lágrimas bañado,
Yace el más desamado
Zagal en las orillas
Del Tórmes cristalino;
Y mientras sin destino
EiTaban sus cuitadas ovejillas.
Sin dar al llanto pausa ,
Asi cantó de su dolor la causa.
AECADIO.
Bellísima aldeana,
A mi dolor más fiera
Que roca hinchada al sonoroso viento,
Si no eres más insana
Que asiática pantera.
Yo sé que dolerte has de mi tormento;
La pena y sentimiento
Que ¡áísifo rabioso
Tolera en el abismo,
Y en fin, cuanto asimismo
Se padece en el tártaro horroroso,
Yo mejor pasaría
Que un desden solo de la ninfa mía.
Un desden solo, ¡ay ciego 1
[Ay, ay zagal cuitado!
Si un desden solo tanto te atormenta,
¿ Cuánto será tu fuego
Al ver que se ha entregado
Al que de su amor tiene menos cuenta?
No así tal vez revienta,
Opreso en fuego y agua.
De nublado espantable
El rayo formidable ,
Como en el pecho, que arde como fragua,
Revientan desatados
Los celos, en bramidos levantados.
Llora, llora, cuitado.
Desde la noche al alba,
Regando en llanto el marchitado suelo,
Que en viéndose inundado
Hará crecer la malva
Y cañaheja inútil hasta el cielo;
Gozarás del c nsuelo
De que no ven tus ojos
Cómo ella favorece
A quien no lo merece;
De do nace el tropel de tus enojos :
Mora en el bosque á ciegas;
Pero ¿qué tienes, alma? ¿no sosiegas?
¡Ay triste! y cómo veo
Más antes sosegado
Motin de populosa muchedumbre ,
Y muy más antes creo
Parar el alterado
Sillar que se desgaja de la cumbre,
Que no el amor, la lumbre,
La rabia y sobresalto
Del corazón celoso.
Del que un tiempo dichoso
De su ninfa gozó el favor más alto,
Y hoy, siendo su desprecio,
Ve que su pecho da al zagal más necio.
¡Ay zagal venturoso!
I Con tal dolor te veo
Gozar los brazos de tu Silvia hermosal
Plegué Amor que reposo
Tenga ese tu recreo.
Que te causa esa pérdida alevosa;
El su color de rosa,
Aquella su lindeza ,
Sus ojos halagüeños
Y sus labios risueño s.
Todo me aseguraba su firmeza;
Y ¡ayl que aunque faz no muda,
Muda su corazón de tigre cruda.
Pláceme la constancia
Que tuvo hermosa Filis,
Hasta morir, á su zagal Dalmiro.
Deléitanme en su infancia
Sileno y Amarilis,
A quienes juntó Amor con dulce tiro.
Y al fin , cuando esto miro,
Cupido me enamora,
Me al gra su delicia,
Y á buscar voy propicia
A mi gloria, mi bien y mi señora;
Mas viéndome olvidado.
Maldigo el tiempo en el amor gastado.
Maldigo las auroras
Que por verla salia.
Discantando su ajuor con dulce avena;
Maldigo aquellas horas
Que yo en su compañía
Estuve el baile de la Noche Buena.
Maldigo la verbena
Que juntos la mañana
De San Juan recogimos,
Y los rubios racimos
Que en la choza colgué de esa tirana;
Pues me es tormento hoy dia,
Cuando un tiempo me fué dulce alegría.
¿No me dirás, pastora,
ÉGLOGAS.
En qué yo te he ofendido,
Para que así , mi bien , me desampares ?
¡Oh Dios! tn qué mal hora
Al mundo fui nacido,
Si fué para sufrir estos pesares;
Plegué á Dios que si amares
Zagal que más te quiera
Que el que h(na has desechado.
De un rayo disparado
Por la mano de Júpiter yo muera;
Empero si no le amas.
Los cielos te consuman en sus llüTrmB.
POLTA.
Más el zagal diria,
Si la implacable pena
Lugar le diera á proseguir su canto;
Y al ver que no podia,
Sobre la rubia arena
Soltó la rienda al lastimoso llanto.
La noche tendió el manto
De fúlgidas estrellas,
Y en el silencio el eco
Volvía el monte hueco,
Doblando las tristísimas querellas
Que el misero arrojaba.
Si por dicha el dolor lugar le daba.
ÉGLOGA IV.
Era la noche , y en sereno meló
La tarda luna hacia el poniente huía.
En silencio escuchándose el desvelo
Del rio que en correr tenaz portia;
Cuando el carro polar la vuelta al cielo
Daba, anunciando el j'a vecino dia,
Y con maj-or pn sura las estrellas
Desaparecen en húmedas centellas.
Cuando con débil mano sustentando
Un claro cielo de luceros rojos,
Silvia al seno lu inclina, perlas dando
Al prado los raudales de sus ojos.
Que en suspiros mezclados íÍ'H (íando
A su amante, por últimos d(sj)ojos;
Como la bella Clicic mustia queda
Cuando su hermoso rostro el poI la veda.
Vencida de un gravísimo tormento,
Al más duro peñasco enterneciera.
Si en ellos consistiera el sentimiento
Que su amante falaz 1ener debiera;
Amante que, mudable más que el viento,
Faltó á la fe qu" conservar debiera.
Al fin muriendo, muerta su esjjcranza,
No menos muertos aycs su vez lanza.
« Sal, ¡oh lucero! paje de la aurora,
Y su esplendor anuncia, cual lo sabes;
Sal ante la carroza bri Madura
Del dia, de quien traes las rubias llaves;
Mira que ya con música canora
Te espera ti dulce acento de las aves;
Y yo al sol mismo quiero por testigo
De la ingrata traiciun dií mi enemigo.
BMii'-ntras yo á ti, á la luna y al sol bello,
Y á todas las estrellas piedad pido,
Y de mi falso amante me querello,
En vil amor trocado el fementido;
Y aunque ningún provecho encuentre cu ello,
A todos os descubro el peci;o herido,
En esta postrer alba de mi vida,
No sé decir si dulce ó desabrida.
))¡Ay Silvio! ¿en quién pusiste tas luceros?
¿Por qué sin juindonor mi fe trocaste?
¿A quién, di, tus amores das primero?
¿üe qué brazos el cuello t( amulaste?
¡Ay primicias di 1 alma, :iy verdadtrus
Amores míos! ¡Cómo los burlaste,
Dejándome en desprecio abandonada.
Cual hiedra de su animtí (lestrczadal
)<Silvio gentil á Mebia se La entregado;
¡ Qué se podrá dudar de hoy adelante ?
i5l
iü'Á
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
V
Qné discordia el amor no habrá juntado,
/ qué no tenjcrá fl más firme amante/
La cordera paciente y lobo airado.
De hoy más en sí tendrán unión constante,
Y la dulce paloma hará su nido
En el lie si. rpes de hórrido silbido.
oDisponte, ¡oh toscal tuya es la ventura;
Tus luchas, Mebia, vayan adelante;
Cree (jue por ti s la d- la oscura
Noche sale el lucero más brillante;
Mas ¡qui! bien te está, oh Silvio sin cordura,
El qui-' á t'das burlalias arrogante,
Dtsdeñndor de mi color quebrado,
Mi rabil dulce y mi gentil cayadol
))Yo te vi niño y de tu madre al lado;
De mi diestra llévete á mis perales,
Do travieso mil jticdras has tirado;
Y yo llevaba á bi n niñeces tales :
Las bajas ramas ya con brazo alzado
Tocabas de tres lustros, no cabaUs,
Cuando mi alma fuera ya tu esclava,
Que tras tí presa engaño la llevaba.
))Ya bastante ¡oh Amorl te he conocido,
En tri.ste hora y horóscopo tremendo,
Ni en nuestro ser, ni sangre ni sentido,
Ni, en fin, con nuestras señas procediendo;
Sólo tu duro origen has traído
De crudos garamantes, del horrendo
Ródope ó bien del ísniaro fragoso.
Cuyas fieras azota el mar furioso.
))Por tí ya en sus hijuelos, insolente.
La M.-iga ensangrentó su mano fea.
Mas ¿quién fuó de los dos más insolente?
¿Tú, ti'.TO Amor, ó tú, feroz Medca?
Tú un rapaz fuiste de bastardo oriente;
Tú fuiste madre de infernal ralea.
I Perezcan, pues, d( 1 mundo las edades,
iSi caben en Amor tales maldadesl
))Mas ya siquiera huyendo del pillaje
De mansa oveja el lobo atroz se vea;
El jazmin fino al roble dó homenaje,
Y negro cuervo al cisne el mundo crea;
Al Arion Menalca se aventaje,
Arion en bosque , Orfeo en el mar sea ,
Y el orbe todo en desigual zozobra
Se anegue, pues á mi todo me sobra.
nVivíd, selvas, vivid tiempo dichoso,
Las que un tiempo placer me hubisteis dado;
Que yo de un risco al piélago espumoso
Precipitarme al tin he decretado;
Si no te fué servicio delicioso
El primero que te hice, oh Silvio amado,
Quizá , pues que te sobro, este segundo
Aceptarás, no viéndome en el mundo.»
Asi dijera, y con el desvario
Que á la gentil pastora iba cogiendo,
En las olas se echó de cristal frió,
El nombre de su amante repitiendo;
Turbóse al golpe el cristalino rio,
ün eco por su margen esparciendo;
Al cual valles y montes resonaron,
Y la arboleda atónitos dejaron.
ÉGLOGA V.
La suavidad del céfiro amoroso,
Y del Abril la plácida venida.
El invierno ahuyentaban riguroso,
Dando A las flores nuevo aliento y vida;
Cuando tras sus ovejas sin reposo.
De su cruel Lidoro aborrecida,
Al valle salió Elisa, mi pastora.
Con las primeras luces de la aurora.
Con blandos ruegos la sazón buscaba
De hallar á su zagal menos altivo;
■Mas ni este ni otro medio aprovech.aba;
Que donde falta amor todo es esquivo :
Cuanto ella á su desden más se humillaba,
Le daba de esquivez mayor motivo;
Que la el varón, si amor con fuerza doble
Que á una mujer no hiere, áspero roble.
Y viendo cuál su pena se dilata,
Y la dureza de su crudo amante ,
Y la inconstancia con que amor le trata,
Y su fatal estrella sin menguante;
De su desden, de su asper za ingrata
Se querella con voz tan penetrante.
Que al cielo para, enfrena al viento airado,
Detiene al rio y enternece al prado.
« Cruel canto, bellisimo Lidoro,
En tu beldad tan vano, que limitas
Que de humano pincel pueda el di coro
De Adonis copias dar más exquisitas;
Tú en ni'gros ojos y en cabellos de oro
La libertad á mil serranas quitas;
Desentendiendo del estrago que haces.
Cuando en servir á Amor no te complaces.
))¡Ea, pastor, si engendra tu nobleza
Piedad hacia el Amor, gracioso niño,
Y grave no te fué de una belleza
Tener esclavo el sing'ular cariño;
Así el cielo conserve la entereza
De tu grey, más nevada que el armiño.
Que á quien te busca tierno y amoroso,
No te muestres de hoy más tan desdeuosol
))Sacrifico á tu gusto el alma mia
Para que de su f j te satisfagas;
Te ofrezco un coi'azon que en tí confia.
Lleno por tí de mil ardientes llagas;
Tú con despego anegas mi alegi'ía,
Y el adorarte con desdenes pagas;
¡Ay, qné mayor tormento se me diera,
Si contra tí otra culpa cometiera!
))Sab s que cuando niña llegué á verte,
Mi primer dicha fué rendirte el alma;
Tan poco ¡ay Dios! importa, que en quererte,
Ninguna otra á mi amor llevó la palma,
Y sólo el dulce bien de obedecerte,
Mi gusto por el tuyo tuvo en calma;
Pon, pues, tus ojos en mi amante p' cho,
Si de mi amor no te hallas satisfecho.
))En él verás por mi querer pintada,
Aunque tal vez te pese, tu figura,
Tan gentil y con tal primor copiada.
Que se ve tu desden y tu hermosura,
Y á par de ella la mia trasladada,
Lamentando mi amarga desventura,
Mi mucha humanidad, y el poco aviso
De mi querer, que más que á sí te quiso.
))No con más lealtad el cristal puro.
Ni so.segada fuente en valle ameno,
Mostró detras del trasparente muro
A los ojos su limpio y casto seno;
Ni en bien cercado huerto más seguro
Eebaño fué de sobresalto ajeno.
Que tu amor en mi pecho y en mis ojos.
Gozando mil dulcísimos despojos.
))Si con temor te sirvo y obediencia,
Y adoro tu donaire y apostura;
Si entre mi sufrimiento y tu violencia
Cada hora el oro de mi fe se apura;
Y si es justo vivir en tu presencia.
Siendo mi sol en cárcel tan oscura;
Calle yo, y en favor de mi firmeza
Hable tu cortesía y gentileza.
«Bien sabes que tus iras he temido.
Como batel pequeño al mar airado,
Y que entre estos recelos te he servido,
Cual por conjuro espíritu apremiado;
Y tú por eso me has aborrecido.
Cual á contrai-io tuyo declarado;
Y no lo soy; ¡pluguiese á Dios lo fuera,
Y que mi rendimiento en tí se viera!
«¡Ay! que entre penas vivo, y de esta suerte
Tu aspereza me está martirizando.
Mi esperanza en los brazos de la muerte,
El verdor de su pompa marchitando;
Muriendo por el gusto de quererte.
Que es en la ley de amor vivir triunfando;
Mas , muerta ó viva yo, tu altivez cierta
Puede estar que mi fe no será muerta.
))Ponme al sol que la seca arena abrasa,
O adonde espira envuelto en tierna nievej
Ponmc al cielo qne siembra ardiente brasa,
O al que la cscarclia y el granizo llueve;
Por donde el dia con su carro pasa,
O la enlutada noche el suyo mueve;
Que en luz ó sombra, en tierra ardiente ó fria,
Por ser tuya, pastor, no seré mia.»
Dijo; y cual si de mármol blanco fuera,
Quedó sin alma, sin color, sin vida;
Sólo dio el llanto muestra verdadera
De estar el triste cueqio al alma asida.
Duro paso de amor, que enterneciera
Del Caspio mar la roca mas ceñida,
Y en Lidoro no obrara el sentimiento
Más que en el duro bronce airado viento.
ÉGLOGA VI.
LAURITA.
ÉGLOGA PISCATORIA.
Entre unas duras rocas,
Que de la diosa Tétis
Tiene el tesón continuo socavadas;
Donde las ondas locas
Del cristalino Bétis
Entran en su furor arrebatadas;
Donde mU enramadas
Cabanas los barqueros
Tienen por sus orillas,
Y redes y barquillas
Atar suelen de rústicos maderos;
Lam'ita pescadora.
Niña en la tlor de sus abriles, mora.
Amaba á un marinero.
En cuya gentileza
Todos los gustos de ella el Amor puso.
Mil cantares primero
El joven con terneza,
Llenos de mil lisonjas, la compuso;
Reverdeció confuso
De amantes esperanzas
En ella algún renuevo,
Juzgando su amor nuevo
Libre ya de recelos y mudanzas;
Así que, sin sosiego
Se abandonaba al encendido fuego.
Mas el gentil mancebo.
Finalmente trocado.
La dejó, sin guardar su fe primera;
Ella, en dolor tan nuevo
El pecho traspasado.
Del miedo los recatos echó fuera;
Y á la barca ligera,
En que el garzón huía,
Con voz triste y quelirada,
Medio desesperada.
Con llantos y querellas maldecía,
Y en tono dulce y blando.
De esta suerte se estaba suspirando.
Si el bien que adoro y temo,
Y mis fatales hados
Me guian á la más terrible pena
Y al más mísero extremo
Que dan astros airados,
A quien el cielo gran castigo ordena;
Por esta húmeda arena
Los tristes ayes míos
Muestren por boca y ojos
Sus mortales enojos ,
Que abrasen los helados vientos fríos,
Que tal vez vi amansados
Al son de mis acentos lastimados,
I Cómo el valor se infama
Que siempre amanecía
De tu corazón gi-ato en mi memoria?
Que aunque contó tu fama
Aun menos que yo vía,
ÉGLOGAS.
No ora menor que mi querer tu gloria,
;.Cómo en queja notcria,
Tirso, con tu mudanza,
Quedaré en este sudo
Huérfana y sin consuelo;
Huérfana ¡ay! do la célebre opperanza
Con quo tuya me hiciste
Cuando dcf juego el premio me ofreciste?
Goza el placer dichoso.
En tanto, del descanso,
Que este rcvucllo tiempo se mitiga,
Y el mar tempL'siuosí»
Se muestra ledo y manso, •
Y en menos olas su arenal fatiga,
Miéntias que no prosiga
En rios tumultuosos
El dar turbio tributo,
Y no so vistan luto
Del cielo los celajes luminosos.
Cubriéndose el luc -ro
Que conduce y deleita al marinero.
Ya, por mi mal, has visto
Gentes en suerte loca ,
A los dudosos vientos confiada,
Dejarla el no previsto
Rigor de alguna roca
Por el áspero mar toda sembrada;
Pero, \ay de mí cuitadal
Si mi pasión penosa
Tan de lejos te hiere,
Que la que bien te quiere
Ni aun alcanza en tu bien ninguna cosa,
Ablande ahora tu pecho.
Ya que no mi dolor, ver tu provecho.
Ni yo la fe te pido
Del dulce enlazamiento
Que mi vana altivez me prometía.
Ni por esto en olvido
Dejes cualquier contento
Por el remedio de la pena mia;
Sólo que la alegría
De esta ribera goces
En dulce pasatiempo.
Mientras, trocado el tiempo,
líefrena el mar sus ímpetus feroces;
Que auníjue j-o en tí me hallara,
Ningún más grato don te demandara.
Mas que de mí te alejas
Ya sé, barquero altivo.
Fiado de tu gala en el tesoro;
Y en soledad y quejas.
Cruel y fugitivo,
Huyes sólo de mí porque te adoro.
En este mar que lloro,
Con mil delirios ciega
En tempestad c^ rrada,
Pues tanto el mar te agrada,
Vuelve, y en él á tu plaar navega;
Navega á tu contento.
Que mis suspiros servirán de viento.
Vuelve, y verás el gusto
Que tuve de ouen ríe,
Torcedor hecho de mi amarga vida;
Y cuan cerca al injusto
Cadalso de mi muerte,
Fué la vana ocasión de to partida;
Mas la ocasión perdida
No vuelvas; retrocede,
Que sólo en verte el alma.
Que aborrecida en c Urna
De muerte está, por tuya cobrar puedo
Nuevo rigor y brí«j,
Para pena m.ayor y agravio mió.
Que ese mar espantable,
Cual tú inconstant»' y vario,
Trono de la fortuna sin asiento,
Si ya para tí afable.
Cual para mi contrario,
Paso te ofrece y favorable viento';
Yo espero que violento
Vuelva á su estilo arisco
Que de ordinario coge,
<53
451
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
Y tu barqnilla arroje
Sobre la dura furia de algún risco,
En que ella y tii feíuzca,
Y en lo duro" y cruel se te parezca.
Que así se da el castigo
A laa ainias dolosas,
Que la fe y juramento no cumplieron;
Que es el Amf)r amigo
De vindicar sus cosas,
Con pena igual al mal que merecieron;
Pero si , porque vieron
Que es mia la venganza,
La iJejan, yo la fio
A los ayes que envió;
Ellos no dejarán de tu mndanza,
En el soberbio charco,
Reliquia alguna, a! anegar tn barco.
poí:ta.
Las lágrimas ardientes.
El ánimo del pecho,
Con las ansias de verse desamada,
Mil sollozos dolientes,
Que á un corazón no hecho
Al amor dieran muerte atropellada;
La triste voz cansada,
Torpe el vital aliento,
La congoja nacida
Del alma entristecida.
Sin pulsación alguna el sentimiento.
Tanto en ella labraron ,
Que á la pescadorcilla desmayaron.
ÉGLOGA VIL
EN ALABANZA DE LA VIDA DEL CAMPO.
DE LIO, SILVIO, ALEXL
POETA.
Canto con voz suave
Del Tórmes dos galanes pastorcilloB,
Y aquel contender grave
Que hubieron al vergel de los tomillos;
Ilolgándoin-.. de oillos;
Que tan dulces primores
Jamas pensé de rústicos pastores.
Liiisa, sin par gi-n<'insa,
Del gran blasón de A.-túrias ornamento.
De España lumbre hermosa.
Que envidia el estrellado firmamento;
Si alguna vez contento
Te dic' el ameno prado,
Con la luz de tus ojos hermoseado,
O si t« place ahora
Ser de sus dulces musas norte y guía,
Presta oído, s. ñora,
Al tierno son de la zampona mia;
Que aunque ronca solia
Sonar, si hoy la escuchares,
Vientos enfrenarcí, calmará mares.
Al tiempo que hncen salva
Los tiernos ruiseñores dulcemente
Al que en brazos del alba
Se levanta del tálamo de Oriente,
Y sacando la frente
Bañada do («plendores,
Nos da lu;:, cuaja perlas, abre flores;
De su clKiza Palia
Delio, pastor d(> Tórmes regalado;
Üclio, por la armonía
De su sin par zamjíoña celebrado;
Guiando su ganado
I'or la más fértil vega
Que el Tíber español fecunda y riega.
Y el buen zagal, íjue estaba
El cielo y suelo hermosos contemplando,
Sacó el rabel , que aaba
Alegría á law granjas con son blando;
Al cual acompañando
Voz del alma salida,
Abí cantaba á la tstacion florida.
DELIO.
Deja en buen hora, primavera alegre,
Deja de Cipro, deja los jardines;
Y á los confines de la madi-e Iberia
Súbito vente.
Vén, ninfa hermosa, y por la verde alfombra
De nuestros valles siembra á manos llenas,
Siembra azucenas blancas, rojas üores,
Cárdenos lirios.
También Favonio, de benigno aliento.
Para bien nuestro, dulce á silbar vuelvas;
Y de estas selvas vistas los erguidos
Alamos tiernos. -^
Tu frente bella de esperanza verde.
Inmensa madre, muestra coronada
Del cielo, ornada con tan regalados
Fértiles dones.
En vuestras cimas, amarillos montes.
Benigno hiera la apolínea lumbre;
De cuya cumbre leche y miel destüe
Líquida vena.
Por bellos caños de variado jaspe
Viertas, oh fuente, perlas orientales,
Y en tus cristales los sedientos pechos
Néctares beban.
Cantad, ufanos pajarillos blandos;
Henchid la selva de amoroso acento,
Y el vago viento vuestros picos y alas
Kápidos corten.
Saltad alegres, corderillos mios;
Corred jugando tras las madres blancas;
Y sin carlancas, sueltos mis mastines
Júbilo muestren.
Vuestros contentos por los verdes llanos
Mostrad tañendo, dulces pastorcillos.
Los caramillos con que dais al bosque
Música alegre.
Deja tus urnas, regalado Tórmes,
Y á ver el dia sal del agua afuera,
Y en tu ribera discantando mira
Cándidos cisnes.
También vosotros, amorosos Faunos,
Bellas Nap.^as, coro de Amadrías,
Y hermosas Drías, celebrad aquesta
Selva florida.
Vengan, pues, vengan las divinas Gracias
Al gozo ameno de la amiga selva;
Todo se vuelva dulcedumbre, y todo
Júbilo sea.
Quien quiera, siga, siga las pisadas
De los que ¡oh mundo! en grillos de oro pones;
¡Míseros dones, con que los adulas,
Míseros lazos!
Y tú, que un tiempo el desengaño viste,
Libre tu dueño, libre el son levanta;
Y alegre canta al inocente campo,
Cítara mia.
SILVIO.
Dime, querido Alexi, así tú goces
Del amor de tu dulce Galatea :
/ Quién hinche el valle de sonoras voces?
ALEXI.
Yo, mi Silvio, no sé cuál pastor sea;
Tan sólo sé que Delio, nuestro amigo.
Conduce su ganado junto á Otea.
SILVIO.
De eso puedo yo ser mejor testigo.
Que á mi padre sirvió; mas el que canta.
Si es él ú otro zagal, sólo te digo.
ALEXI.
Un poco más los pasos adelanta,
Y al cuento le verás de esa pradera;
Pues has por conocerle prisa tanta.
SILVIO.
Yo me holgaría, sí, que Delio fuera;
Pues con bu ingenio y tono regalado
Quizás algnn placer al alma diera.
Que este pastor, cual padre de mi amado,
Aunque en la grande Mantua no hace aliento,
Ni en las doctas Atenas se ha versado.
No es pastor, no, de ocio.'^o pensamiento;
Que antes goza de f.-iiil fantasía,
Con una luz de raro t. utindimiento.
Que allá en mis hale- yo estudiar le TÍa
De cielo y tierra las disposicionts,
Y hazañas de la hispana monarquía;
Desde el polar cruce ro á los Trionts
(Cual si el pastor allá se hubiera hallado),
Noticia da de todas las naciones.
ALEXI.
Pues yo te apostaría de contado
El manso más gentil de mis ovejas,
A que no es otro el que hemos escuchado.
¿No te suena su voz tn las orejas?
¿De su rabel no escuchas el sonido?
En vano en conocerle más te aquejas.
No en vano para mí, que es muy debido
Que yo le busque y mi pasión le cuente;
Que al fin le quiero como me ha querido.
Mas hételo á la orilla de la fuente;
¡Ay Dios! cuánto me alegro de encontrallo
Por pasar esta aurora alegrt;mente.
Amado Silvio, lustre de este valle,
Joven Narciso de este bosque y rio,
En hora buena mi cariño te halle.
El cielo guarde ese ademan y brío;
Y como creces en edad florida,
Así dilates tu amplio poderío,
SILVIO,
Gozar quisiera descansada vida;
Mas cruel le place á mi contraria estrella,
Cada vez me será más desabrida.
DELIO.
Vamos, zagal, tu primavera bella,
Don celestial de mil venturas lleno,
Y tu beldad, que á todo el campo sella.
Date la común madre de su seno
Sin repugnancia frutos y años tales.
Cuales á nadie en este campo ameno.
Bien querido de nuestros mayorales.
Tal vez de mil pastoras codiciado,
Y envidiado tal vez de mil zagaks;
Y con tod' ■, pretexto has encontrado
Que de tu ser feliz haga olvidarte.
Para ser con los míseros contado,
SILVIO.
Excusado es, mi Delio, ya contarte
Agravios de que no puedo guarirme.
Ni lo podré alcanzar por fuerza ó arte.
Intentaron los hados destruirme;
Y por más que á sus crudos golpes arme
El corazón, no puí do resistirme.
Así que estoy resuelto de ausentarme
De esta heredad á Mantua la famosa,
En donde espero de este mal librarme.
Jamas con pena el ánimo reposa;
Y pues fortuna dices me da el cielo,
Probar quiero hasta dónde ce poderosa;
Porque yo al fin no t^ngo por bu n celo
El que mostramos á esta choza y prado.
Sin ver otro jamas que aqueste suelo.
DELIO.
¡Ay Silvio, cuánto vives engañado!
Y cuan cierto es aquel proverbio viejo.
Que nadie está contento con su estado.
Mas porque anticipado el buen consejo,
Tal vez al hombre suele ser amargo,
Y odio cautela trae consigo anejo.
Yo te ruego, zagal , nos hagas cargo
2GL0GAS.
De la ocasión que asi vino á mudarte.
SILVIO.
Oid; que yo os prometo no ser largo.
DELIO.
Preparados estamos á escucharte.
su. VIO.
Ya veo que os espanta
Mi interior gu' rra y mis discnroos rarot,
1 que hay justa razón para admiraros
Con lo que mi voz canta,
Que sobre mi expriencia se adelanta.
Siéndome desabrida
La suerte, que parece que abrazaron
Mil sabios, que las selvas celebraron
Con voz dulce y subida,
Llamándola apacible y dulce vida;
Pláceme que este suelo,
Y montos coronados de lentiscos,
Y la extrañeza de estos altos riscos,
Y despejado ciclo.
Den bastante ocasión al Dios de Délo.
Pero negar no debo
Que estando de las ciencias tan remoto,
Tiene al ingenio enrudecido y roto,
Sin que cosa de nuevo
De un dia en otro muestre el mismo Fcbo.
Porque, ¿cuál noble idea
De la máquina hará del universo,
Más admirable cuanto más diverso.
Aquel que jamas vea
Más que los breves chozos de la aldea?
Que al fin cosa es pesada
Ver cuál pasamos los prolijr-s diaa
En estas solitarias alquerías.
Sin que esta vida en nr.da,
Cual de Pluton el reino, sea variada.
Si el bosque reverdece
El azul lirio y los claveles rojos,
Aunque tal vez deleitan á los ojos,
Triste al cabo se ofrece.
Por la gran soledad ccn que aparece.
Y una vez observadla
La amenidad de selvas, fuentes, prados.
El repetir fastidia sus cuidados;
Y queda de sobrada
La atención más vivaz desconsolada.
Si mi juicio desdeñas.
¿Qué sacas, di, de oir las bulliciosas
Aguas correr, ó respirar las rosas.
Si responden las peñas,
O si el árbol parece que bac^ sefias?
¿Qué en notar sf" adelanta
La variedad que ves en brutos tardos,
Ligeras aves, rápidos bastardos.
Diversidad que espanta,
O que puede alegrar fiereza tanta?
Pues la aldeana peiit'»
Corta es de ingenio y llena de nidera,
Y placer poco causa á la grandeza
De un ánimo valiente,
Que estrechez tan oculta no consiento.
¿Cuál razón no se enturbia
Sin salir de otro asunto ni palabras,
Que huertos cultivar, ordeñar cabra*,
Si crece el ren ó alubia,
Si el ábrego prometa viento ó lluvia T
Si alguno en la c ntienda
Pastoral ganó un premio sabiamente,
La soledad del sitio no consiente
Que su virtud se extienda.
Ni que otro que los nósticos lo entienda.
Si otro osa diverf rse,
Seguirá sólo á la áspera Diana,
C'rufl hallando alguna traza insana,
De la qne perseguirse
O perseguir á otra ha de seguirse.
Y cuando esto no sea,
Abundan en sospechas y malicias
Contra el pastor qne sijjue las caricifli
<55
m
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
De zagala no fea, . , , ,,
Siemlo por tilo el cuento de la aldea.
Afll, bien que esta vida,
En la mayor Imjcza abandonada,
Fuese de mucbus doctos celebrada,
Quizá no fué seguida
Ni con un querer libre apetecida.
¿Y quién dir.^ que menos
Qne entre estos rudos y agrios materiales
Pueden brillar las lumbres naturales
En los pueblos amenos,
De gentes, de artes y de ciencias llenos?
Cual Dalmiro decia.
Aquel que siendo júven fué á la guerra
De Portugal , las cortes vio, y la tierra
En donde empieza el dia,
Y que portentos de ella referia.
Expuso la destreza
Con (|ue á naturaleza vence el arte;
El órdtTi con que todo se reparte;
La gala y la fineza,
Novedad grata y célebre grandeza.
Por esto el gran Carjx.nto,
Cual te dije, pasar me determino,
Donde ver cosas grandes imagino;
Que, por más que esté atento,
Jamas las alcanzó nuestro talento.
DELIO.
Bien veo, noble Silvio, qne has querido
Con tu voz y talento sin iguales
Dar pruebas de tti ingenio florecido,
Y mostrarnos, zagal, cuál bien te valea
De la enseñanza que en tus tiernos años
Te dio el mejor de nuestros mayorales;
Mas la falta de edad y desengaños
Tras de tu ardor te lleva, y arrebata
A padecer al fin duros engaños.
Y en no desengañarte fuera ingrata
Este dia mi voz, que en lo i^ropuesto
Contradecirte en modo humilde trata.
Pues muévela, que á oírte estoy dispuesto;
Demás que sin su luz encaminado.
Nunca pensara de parí ir tan presto,
Nunca dejara tu amistad y lado.
jOb tres y cuatro veces bienhadado
El primitivo siglo delicioso.
Que, de otro no envidioso,
A ser llegó de todos envidiado;
Cuando el supremo Artífice del cielo
liendijo el suelo
Do verdad santa
Selló su planta.
Todo era hartura,
Todo dulzura;
Y el hombre ufano un libre ser gozaba,
Amando sólo al dueño que admiraba!
Amable sencillez, que los humanos,
Ignorantes del bien que poseyeron,
Por su culpa perdieron
Con su maldad y pensamientos vanos;
i Adonde, zagal, piensas que se ha huido,
Lejos del ruido
De los tiranos,
Que nada humanos,
Ciegos é injustos,
Huj'en sus gustos?
¿ Adó, si no es á nuestras heredades,
Con quien hizo perpijtuas amistades?
Puerto tranquilo, sosegado suelo,
Donde del mar del mundo el bajel roto,
Huyendo el alboroto.
Encuentra el alma celestial consuelo,
iCaántos ya de tus árboles frondosos
Los dolorosos
Tristes vestidos,
Humedecidos,
Que de él libraron,
Ledos colgaron.
De aquí mirando, como de atalaya,
Los que ahogados el mar lanza en su playa!
Dichoso el que de aquí no ve los techos
y patios de magníficos señores.
Torneados corredores ,
A emulación de ajena pompa hechos;
Goza, sí, de más ¡il acida morada
En sosegada
Fresca alameda,
Que vid enreda
Por prado ameno.
De flores lleno;
Que el rayo al más gintil torreón derroca,
Y al débil heno su poder no toca.
No del pastor los ojos se dirigen
A adorar oro, ¡data y falsas piedras;
Que con ajenas medras
Sobre el polvo en los pórfidos erigen;
Pero contemijla en matizado suelo
Al raso cielo
Luces más bellas
De astros y estrellas.
Que hacen notoria
De Dios la gloria;
Pues solamente el cielo, y no el palacio,
Llenar puede del alma el ancho espacio.
Al rey no culpa con orgullo vano,
Ni su gobierno ó lej'^ mudar quisiera.
Cual si Dios no tuviera
El corazón del rey siempre en su mano;
Que antes le alaba con afecto puro.
Porque seguro
Le ha conservado
Su haber y prado;
y á tardos laueyes
Sólo da leyes;
Que el que á sí propio no se ha gobernado,
Mal podrá dirigir ajeno estado.
Contento el pastor vive con su suerte,
Sin mayorazgos de avarientos padres.
Que de tilos y sus madres
Por gozarlos se alegTen en la muerte;
Pues donde la bajeza de su estado
Nunca ha pensado,
Ni se asegura
Mayor ventura
Que la c^ue hoy tiene ,
Y le conviene;
Cuando ver á su padre es el contento
Mayor del que al tr.iliajo vive atento.
Jamas nadie le vio que á hierro duio
Sus senos rompa á la primera madre.
Ni sus venas taladre.
Osando despojar su claustro oscuro;
Antes en su vergel sólo apetece
Lo que le ofrece
Abierto el pecho,
y es de provecho
Para la vida
Bien bastecida;
Que la tierra tal vez sólo ha temblado
Del que avaro sus senos ha robado.
No sufre el ambicioso, que contento,
Presumió en un mortal fijar su suerte.
En cuya incierta muerte
Se desvanece su alto pensamiento;
Antes aquí más bien naturaleza
Le dio llaneza.
y honras iguales
A otros zagales,
Con firme suerte,
Hasta la muerte;
Que junto á la ambición, en cosa alguna^
Jamas juró estar firme la fortuna.
Ni se goza el pastor desvanecido
Con blasón heredado, ni presume
Por ajeno perfume.
Tal vez dado á quien no lo ha merecido;
Empero á la quietud del alma atento,
Le da contento
Su fantasía;
ÉGLOGAS.
Que es la que guia
Sus opiniones,
Dichos y acciones;
Que el cuerdo sólo á presumir se atreve
De obrar lo que le es propio y lo que debe.
No van sin lucimiento sometidos
Al mando del señor, que el mundo encumbra,
Y su virtud deslumhra,
Y aja su libertad desvanecido;
Sino libre en las juntas de pastores,
Goza favores,
No le desprecia
Soberbia necia,
Y es atendido
Con grato oido;
Que en la noche mejor la estrella luce,
Que á par del sol, que su esplendor desluce.
Ni como el vano, oido da engañado
A la música y voz de aduladores,
Aparentes loores.
Que si lo mira no le dan de grado;
Mas entre tanto que sus cabras pacen,
Libres le liacen
Las avecillas
Mil maravillas,
Con un sonido
Grato al oido;
Que aquello el hombre más siempre apoteca,
Que con un querer libre se le ofrece.
Al ganadero su vianda y plato
Jamas ajena mano le dispone,
Donde ponzoña pone
Algún traidor ó servicial ingrato;
Mas estos huertos de maduro fruto
Le dan tributo
Con las tempranas
Legumi>rcs sanas,
Y trasparentes
Aguas las fuentes;
Que jamas daño encubre la corteza
De lo que al hombre dio naturaleza.
Jamas el hombre aquí la voz atiendo
Del que afectó ridicula cultura;
Cuya habla al fin oscura,
Ser alabada sin razón pretende;
Mas si en su pastoril y alegre bando,
Verdad amando.
Su amor declara
Con lengua clara
Zagal sencillo,
Gozo es oillo;
Que no es loable lo que no se entiende;
Sólo amando el mortal lo que comprende.
Ni la pastora á la naturaleza
Osó mentir con cauteloso afeite;
Ni hizo usura al deleite,
Usurpando á las flores la belleza;
Antes mostró con naturales dones
Propias facciones ,
Faz limpia y pura,
Simple blancura,
Donaire bello.
Suelto cabello;
Pues que la gentileza más preciada
Sólo ( s gentil si simplemente agrada.
En fin, pastor, si es la virtud hermosa,
Y ella sola corona de la vida,
Y en el orbe no hay cosa
Que con tan soberano bien se mida;
En esta soledad, en este prado,
La han encontrado
Las almas puras.
Que á sus dulzuras
Se alimentaron;
Hasta que hallaron
Seguro paso á aquel eterno dia
Donde esta hermosa luz sus almas guia,
¡Oh silvestre mansión! ¡oh patrio nidol
Tú solo eres , en medio de los males
Que pasan los mortales,
Consuelo dulce al ánimo afligido.
¡Dichosa sencillez, de Dios querida,
«57
Paciente vida.
Mansión preclara,
Libertad cara.
Tranquilo puerto,
Seguro, ci> rto,
O ampárame, ó recibomc en tus brazos,
Libre del mundo y sus astutos lazos.
SILVIO.
Los tuyos, buen zagal, los tnvos tiernos;
No el consejo, tus brazos sólo pido;
Serán de nu'Stro amor nudos eternos.
Que nunca el .^ueño al que veló afligido,
Tan dulce el alba fué, ni tan preciada
La fuente al que de sod se halló rendido,
Cual para mi tu célebre ton.ida;
Y yo por ella y tu cariño blando
Me apartaré d.' mi inte'iicion pasada.
y pues Fiempre heñios visto que cantando
Halla el mort.-il alivio de sus males.
Id, os ruego, algún tono concertando
Del campo, sí, del campo, mis zagales;
Ambos cantad en alternado coro,
Pues sois en letra y tono sin iguales.
ALEXI.
Pues ea, antes que el sol sus rayos de oro
Ascienda á la mit.id del firmamento,
Alexi, templa lu rabel sonoro;
Que embebecido en pos de nuestro acento,
Cual tiene de costumbre, irá el ganado.
DELIO.
Contento soy; da tú la voz al viento;
Que á responderte estoy ai)ai-cjado.
Sabroso campo mió.
Vida feliz, alegre y descansada.
Arboles, fuente y rio,
Do mora la verdad y es apreciada;
1 Triste del que carece
Del dulce bien que el cielo aquí le ofrece I
DEUO,
Desapacible vida
Para mí, donde faltan las verdades.
La inocencia es vendida.
Engaños hay, falacias y maldades;
¡Feliz aquel se cuente.
Que escapó de tratar tan doble gente)
ALEXI.
Dulces son los albores
De Febo al que en la noche erró el camino,
A la abeja las florea,
Y al ánade el arroyo cristalino;
Pero á mí más gustosa
Me es la vida del campo delicioso.
Duro es el viento airado,
Que los pinos trastorna en las montañaa.
El ladrón no esperado,
Y el turbión que destroza las cabanas;
Mas para mí es más duro
El orgullo que encierra un alto muro.
No al agua placentera
Asi cfirro el cercillo fatigado,
Ni la blanca cordera
A eu pastor, que pan con sal le ha dado,
Cual mi Lisi, ¡«rendada
De la vida del campo, á mi majada.
DEUO.
Nunca rehuye tanto
Paloma al alcotán que la ha seguido,
Ni el áspid al encanto
Del mago adulador tapa el oido,
Cuanto mi zagaleja
458 DON JOSÉ
Del tumulto civil hnyc y se aleja.
ALEXI.
Ámeme mi pastora
Robre los zagalejos más galanes;
Salúdeme á la aurora,
y enguirnalde mi manso de arrayanes;
Que reído lo habré en nada,
61 del valle el placer la desagrada.
Si le place desprecio.
Muéstrese Fili ingrata á mis amores;
Préndese del más necio.
Corónele de rosas y favores,
Con tal que no la vea
Que á ver los ciudadanos ir desea.
ALEXI.
Al Mayo la flor ama,
La tórtola al verano, al sol el dia,
Los novillos la grama ,
Y el verde campo la pastora mia;
Pues amen nuestros prados
El sol, las flores, tórtola y ganados.
DELIO.
No quiere el pez amVñente ,
El gamo al mar, ni oveja al lobo insano,
Ni el ave á la sei-piente,
Ni mi Fili al estruendo ciudadano;
Pnes la ciudad no quiera
Ni ave, ni pez, ni gamo, ni cordera.
Estas dulces canciones
Los dos tiernos zagales repitiendo,
Iban sus corazones
En el amor del campo enardeciendo;
Cuya armonía oyendo
El coro de las aves,
Correspondió con mi^sicas suaves.
Cuando Febo explayando
Iba su luz de la mitad del cielo.
Las sombras acortando
Las altas hayas al florido suelo;
Así que, sin recelo
Se entran en la espesura,
A gozar de su plácida frescura.
ÉGLOGA VIH.
LÍCIDA, MONTANO, POETA.
POETA.
Tace un bosque del mundo más loado
Sobre el de Chipre, de beldad extraña,
Que el padre Tajo cerca recostado
De verde y oro sobre juncia y caña;
Donde con urnas de cristal sagrado
Riega el sitio mejor de la alta España;
Mansión dando, en la fértil primavera,
Al rey de cuanto el sol mira en su esfera.
Crece el fresco plantel sobre la playa,
A su frescura y amistad dispuesto;
Del quebrado cristal florida raya.
De la delicia humana alegre puesto;
Donde Vertuno su riqueza explaya,
Y el regalo mayor deja traspuesto;
Sembrando por sus cuadros y labores,
A medida del gusto sus primores.
Cuando entre estos pensiles placenteros
Se encontraron el Líenla y Montano;
Montano, el más gentil de los vaqueros,
Y Lioirla, pastor tierno y lozano;
De laurel coronados sus sombreros,
y cada cual gabán de piel galano;
Ambos del Aranjucz, ambos zagales,
y en contender cantando sin iguales.
IGLESIAS DE LA CASA.
LÍCIDA.
Salud tengas, salud. Montano mío,
Y el cielo multiplique tu vacada;
Parte tengas del alba en ei rocío,
Miel te dé el alcornoque regalada;
Las nubes te hagan sombra en el estío,
Y en tus dehesas no cuajen las heladas;
Y halles siempre en el campo tal contento,
Como yo ahora en encontrarte siento.
MONTANO.
Goces también, pastor, tu edad lozana,
Y guarde Dios del lobo tus corderas;
Como nieve tus mansos te den lana,
Perdone el año estéril tus praderas;
Cojas en la aridez fruta temprana,
Y aromas ricos broten tus laderas;
Y tan grato y feliz pases la vida.
Cual para mí lo ha sido tu venida.
LÍCIDA.
Tú, libre de pasión, entre estas ramas.
Zagal, te gozas de hayas y laurehs.
Viendo la hiedra fiel, viendo las gramas.
Que enlazan con primor estos vergeles;
Y te place gozar en frescas camas.
Matizadas de lirios y claveles,
Tal vez movido de la vid frondosa,
Que sobre escaucs de jazmín reposa.
Pero ¿cómo tan tarde en este asiento?...
)E1 ver te ha detenido la guirnalda
De árboles tantos, que sacude el viento.
Jugando con sus hojas de esmeralda?
O te embelesa aquí el mirar atento
e rosicler de azul, de verde y gualda
Los variados esmaltes que la aurora
En prados, fuentes y árboles colora?
b'
En este sitio, de sin par belleza,
Y en sumo grado ameno y delicioso.
Tanto, que mi atención lleva á la alteza
De un uo sé qué divino y venturoso;
Que cierto aquí extremó naturaleza
Todo lo más suave y más hermoso,
Que mueve á contemplarla, como Elpino
Nos muestra con su ingenio peregrino.
Elpino, aquel pastor que de las cosas
Me enseña los principios que investiga.
Diciendo que en las selvas silenciosas
Cuanto hay, saber podemos sin fatiga.
Con él paso las horas más gustosas,
Porque el deseo de saber me obliga
A amar, con él , del campo el ejercicio.
Sobre el popular tráfago y bulücio.
Pues ¡qué! ¿tanta instrucción el verde prado
Nos dará como Elpino te protesta?
¿Qué observación, qué estudio, qué cuidado
En esta soledad te manifiesta?
¡Oh amigo, qué al revés que lo han pensado!
Y antes de dar á tu razón respuesta.
Por diversión contarte quiero un cuento.
MONTANO.
Empiézale; que á oirte estoy atento.
LÍCIDA.
Mas hé la cueva aquí ; mira. Montano,
Dónde decir he oido que dormido
Hallando los pastores un silvano,
Caida su guirnalda y muy tendido.
Con ella le asen una y otra mano.
Forzándole á cantar un ofrecido
Cuento, que te dii-é si acaso ignoras,
La frente y sien pintándole con moras.
Y él, riendo de la burla, les decia :
«¿Por qué me atáis? Ya entiendo vuestro juego;
Yo os cantaré la dulce canción mia;
Soltad, pues satisfago vuestro ruego;
ÉGLOGAS.
Soltad, niños (en fin les añadía);
Que esa hermosa otra paga tendrá luego.»
Y asiendo presto dj un rabel sonoro,
Con diestro pulso hirió las cuerdas de oro.
Comienza , y á saltar faunos y fieras
Empiezan al imán de su armonía;
A su compás moviéndose ligeras
Las altas ramas de la selva umbría.
Kunca Febo y sus dulces compañeras
Hacia el Parnaso colman de alegría;
Ni el Ismaro jamas admiró tanto
Del sacro Orfeo el resonante canto.
Cantó cómo los árboles un día,
Mirándose sin rey que los mandara,
Y que del campo lu ancha monarquía
Jamas se vio sin cetro ni tiara,
Un justo rey á súplica pedia;
Quitn, movido á su ruego, ks declara
Que les deja á las jilantas en su mano
El nombrar y elegir su soberano.
Con tan nueva ocasión no queda planta
Que no lo trate en popular corrillo.
Desde el ciprés, que al cielo se levanta,
Hasta el más bajo y más rapaz tomillo;
Tan grande era el deseo, el ansia tanta
De ver entre ellas un capaz caudillo,
Key que en rienda de oro lo guiase,
Y en equidad sus causas sentenciase.
Cantó que al moral dicen que reciba,
Por cuerdo, el mando, y él no lo consiente;
Pues á su remisión contemplativa
Le es estorbo el cuidar de tanta gente.
Van á buscar la vid, menos esquiva,
Y ella, al ver de sus pámpanos pendiente
El licor que á los hombres alegraba,
Dijo que más que al mando lo preciaba.
Eligen al limón, como discreto,
Y él, en su bello fruto embelesado,
Del grave cargo dijo oue, respeto
Svr tan medicinal, se halla excusado.
Nombraron al ciprés, por ser sujeto
Sobre las altas cimas ya elevado,
Y él, por lo solitario y penitente,
Dice que el grave cargo no consiente.
Nombran por rey la oliva consagrada,
Quien, amando su paz, por grave exceso
Tuvo la aceptación , pues ocupada
Se hallaba en liquidar su licor grueso.
Van á buscar la mies, quien, humillada
Confesó su flaqueza al grave peso,
Y es, que apreciaba más que todo nombre,
Darle el sustento principal al hombre.
La higuera, que doblado fruto coge,
Por él el ofrecido cargo arrima,
Y á cualquier persuasión el hombro encoge;
Que más aprecia su cosecha opima.
Al vano cardo, en fin, el vulgo escoge,
Y como el necio siempre en más se estima,
AiTOgante se encarga , y amoicioso.
Del seco mando estéril y espinoso.
MONTAXO.
Jamas oí tan plácida conseja,
Ni que más mereciese aplausos tantos,
Ni que muestre mejor al que se aleja
De las cargas del mundo y sus quebrantos.
Que es mucho más feliz quien más las deja,
Ulíses sordo siendo á los encantos
Del vulgo, que á los vanos acomete,
Y vez ninguna da lo que promete.
Pero, volviendo á nuestro agreste bando,
No ves cómo á los cielos dan mil parias,
Jn muestra de su júbilo, ordenando
Distintos juegos, diversiones varias,
Y cuál con secos mirtos aumentando
De trecho en trecho van las luminarias ?
Y atiende bien, zagal, cómo sus fuegos
A los del firmamento dejan ciegos.
LÍCIDA.
Pues ¿ tú no miras las serranas bellas,
Cómo cogiendo en sus honestas faldas
á53
y
Mil rosas, que envidiaron las estrellas,
Tejen en cerco en forma de guirnaldas;
Y coronando sus calK-llos de ellas.
Libres ondean soVire sus espaldas,
Donde cantal)a Egon que amor travieso.
Revolando mil veces, quedó preso?
/ Ves que al árbol los jóvenes trepando,
Dan mil naranjüs á su bien querido,
Y que otros, dulces tórtolas buscando,
A sus pastoras dan el ¡jh-so nido?
Las que castañas de meollo blando.
Con amor, de su mano han recibido.
Gustando, cual la al>eja entre las roñas,
El dulce queso y natas oh irosas.
^ Ya he vi.sto que á los vientos han lanzado
Varas ([ue le han vencido en ligereza,
Y otros, corriendo por el verde prailo.
Volar á un premio no pequeña pieza;
Y otros que en contender de amor han dado,
En mil versos luciendo su destreza;
Y en fin, seguir alegres cada uuu
El juego á su placer más oportuno.
^ Pero ,'qué corazón placer no siente,
Viendo .«olírc-alir en aquel Imiido
Las pastorcillas, que graciosamente
En torno andan , bellísimas tri.scando
Su inocente candor, su faz luciente,
Su .sencillo aileman, su pecho blando?
Qué libertafl no roba, á qué contt-nto
so eleva del pastor el pensamiento?
^
LICIDA.
Mas mira tú las aves amorosas.
Entre li.s venles rama.<» asnnmdas,
Y las auras que vim' - ■ " is.
Cada vez las verás n. s;
Sin duda de las voc< =
Que en sus dulcs zamponas alternadas
Los zagalejos vienen entonando,
Al dueño de estas selvas alegrando.
MONTANO.
SI, pastor, dices bien; lleguemos breve.
Que de nuevo cantar han prevenido;
Y el gentil Tírsis, que á vencer se atreve
Aquel pastor de Venus tan quf rido,
Y Cintia, que en candor pasa á la nieve.
Bella cual cu' nías de la hermo.-^a Dido;
Cada cual fi. mpla j-a su dulce avena.
Mientras la danza pastoril se ordena.
¿Ves cuál quitan los jóvncs del brazo
Las bandas, que zagalas van cogiendo.
Para tej( r un lazo y otro lazo.
Tras las dos sueltas guías procediendo?
Verás con qué gentil desembarazo
Van de una rueda en otra revolviendo,
Y discurren del prado larga pieza.
Mas escuchemos; que el cantar empieza.
tívsíí*.
Canta y sigue mi voz, pastora hermosa.
Galana cual la fértil primavera,
Gloria de est»^ pensil, y más hermosa
Que en el bosque la palma placentera;
Y así á tu amor le seas más sabro.^a
Que del pichón su dulce cmfi.'kftera.
Que acom¡iañe;j d détiil cauto mió,
Celebrando el placer dt 1 bt.sfiuc umbrío.
CINTIA.
Canta y vuelve á tu son, pastor donoso.
Lozano com<i el Mayo flor e.ido;
De esta a;' ' ' ' -íirboso
A mis oj. o;
Y así á til 1080
Que á la ovi-jiUa el rvceulal uacido.
Que prosigas tu tono comenzado.
Festejando el contc nto de este prado.
4C0
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
TÍnsiS. En caudal vence al liquido arroynelo ;
Cuanto por cima el trébol desmedrado
Se descuella el ciprés, alzado al cielo;
Tanto sobre el estrépito y enfado
De la ci udad me es grato el verde suelo
Y la vida del campo delicioso.
Cerrad , faunos , cerrad el bosque hermoso.
Dichoso el qnc do aquí mira cubierta
La madre universal de flor preciada,
Antes del riguroso invierno yerta,
Ya de verde esperanza coronada;
Y libre del pirata, alegre puerta
Abre al sol , con sus rayos fecundada;
Y con los d(m( s de la dulce Flora,
Del pasajero el ánimo enamora.
CINTIA.
Pues feliz el que aquí ve de la cumbre
Del monte desgajarse la abundancia,
Dando con amorosa dulcedumbre
Los antiguos collados su fragancia,
Y de ellos ve con dulce muchedumbre
Destilar leche y miel en esta estancia.
Cuando el precioso cuerno de Amaltea
Al gusto humano todo lo hermosea.
TÍRSIS.
El laurel verde y arrayan preciado,
Que á Apolo enamoró, que Venus quiso,
El pino de Cibeles estimado,
Y el bello trasformado Cipariso,
Y el limpio acebo y álamo copado,
Tolviendo este lugar un paraíso.
Acá y allá los trae viento sereno.
Llenando de placer el sitio ameno.
CINTIA.
La hiedra de Lieo al olmo prende,
La hermosa vid sus pámpanos dilata;
Homero, casia y cínamo trasciende,
De aljófar argentada cada mata ;
Y de Céres la mies aquí se extiende,
Cual golfo hermoso de dorada plata.
Ensortijando cada hermosa arista,
Deleitan á el olfato y á la vista.
TÍRSIS.
De entre mármoles bellos de colores
Las regaladas fuentes se deslizan,
Y el ámbar usurpándole á las flores,
Su líquido cristal aromatizan ;
O ya los arroyuelos trc))adores
La blanca espuma con primor enrizan,
Y en blanda risa y plácido sonido
Al corazón alegran y al oido.
CEÍTIA.
La alfombra de este valle se enriquece.
De verde, azul y rojo engalanada ;
El clavel rey, y reina rosa crece.
De cristalina aljófar coronada ;
Jazmín y azar fragancia nueva ofrece,
Y el lirio y azucena nacarada ;
Dando á cualquiera que á este sitio arriba,
Grata quietud, que el animo cautiva.
Aquí el venado y cordcrillo corre.
Saltando entre las murtas y verbenas,
Libres de que los sigan , ni les borre
Otro paso los suyos en la arena ;
Cuando á la oveja el corderillo acorre,
Y ella le abriga, de retozos llena,
Y coleando el cachorro lisonjero,
Dan al pastor su gozo placentero.
CINTIA.
Aquí las aves con sonoro acento
Cantan al son de las inquietas hojas,
El colorín su amor y su contento,
Filomena sus celos y congojas ;
O ya en tropa veloz cortan el viento,
Encopetados de plumillas rojas ;
Y de un ramo saltando en otro ramo.
Del alma son un celestial reclamo.
TÍRSIS.
Cuando el vecino Tajo celebrado
CINTIA.
Cual la aurora al perdido caminante,
O al prado lluvia que el Abril envía;
Cual al siervo la fuente resonante,
O á la abeja la flor que el vergel cria;
Así al mortal de su quietud amante
El vivir en el campo es alegría,
Y más en esta estancia regalada.
Guardad , faunos , guardad la selva amada.
Venga el antiguo Pan de los pastores,
Su rostro de })urpúrea mora ungido.
Ceñida en rededor su sien de flores,
De espadaña y de lauro florecido ;
Y de Arcadia los jóvenes cantores
Con él lleguen al dulce apetecido
Juego y placer de sitio tan sabroso.
Cerrad, faunos, cerrad el bosque hermoso.
1 Dulce bien con que el cielo nos convidal
Que alegre dui'es siglos dilatados,
Y en pastoril llaneza apetecida
Se alegren los pastores descuidados ;
Del regocijo de esta dulce vida
Lejos, lejos huid, tristes cuidados;
Pues no hay cosa en el mundo más preciada.
Gozad, ninfas, gozad la selva aviada.
Así el gentil pastor iba cantando,
Y la zagala hermosa respondiendo,
A las estrellas con su son tocando,
Los álamos plateados conmoviendo ;
Y el coro de zagales acabando
Los lazos que en las danzas van tejiendo,
La aurora, que por verlos madrugaba,
Las puertas del oriente purpuraba.
ZAGALES DE CARAMAS.
ÉGLOGA (1).
NOCHE PASTOEITi Y FESTIVA EN LOOR DEL NACIMIEN
TO DE LOS DOS SERENÍSIMOS INFANTES GEMELOS,
DON CARLOS Y DON FELIPE, Y DE LA CONCLUSIÓN
DE LA PAZ CON LA INGLATERRA.
ARCADIO.
CORO PRIMERO.
BATILO.
CORO SEGUNDO.
BATILO.
Salud tengas, salud, Arcadio mió;
El cielo multiplique tu vacada,
Parte tengas del alba en el rocío,
Miel te dé el alcornoque regalada;
Las nubes te hagan sombra en el estío,
y en tus prados no cuaje cruda helada,
Y halles siempre en tus cosas tal contento
Como yo ahora en encontrarte siento.
ARCADIO.
Goces también, pastor, tu edad lozana,
(1) Entre los papeles de Forner encontramos esta églopa. Cual-
quiera que sea su valor poético, la publicamos con gusto por ser
obra del simpático Iglesias,
ÉGLOGAS.
Y guarde Dios del lobo tns corderos;
Como nieve tus mansos te den lana,
Perdone el año estéril tus praderas;
Cojas en la aridez fruta temprana,
Y aromas ricos broten tus laderas;
Y tan grata y feliz pases la vida
Cual para mí lo ha sido tu venida.
BATILO.
Tú, libre de pasión, entre estas ramas,
Zagal, te gozas de hayas y lam-eles.
Viendo la hiedra fiel, viendo las gramas
Que enlazan con primor estos vergeles;
Y te place posar en frescas camas.
Matizadas de lirios y claveles.
Tal vez movido de la vid frondosa.
Que sobre lechos de jazmín reposa.
Pero ¿ cómo tan tarde en este asiento?
tEl verte ha detenido la guirnalda
)e árboles tantos, que sacude el viento,
Jugando con sus ojos de esmeralda,
O te entretuvo aquí el mirar atento,
De rosicler, de azul, de verde y gualda.
Los tejidos colores, que la luna
Nos demuestra, á las sombras importuna?
ARCADIO.
I Pues tú no ves arder ñamantes teas.
Cual solemos quemar de cecbo y nardo,
Que imitando á las ráfagas febeas,
Ilustran de la noche el rostro pardo?
Pues tropa es pastoi'il de esas aldeas,
Que al bosque viene en ademan gallardo,
A aplaudir de la paz el gran contento.
Que engrandece un augusto nacimiento.
A esto vine, zagal, y muy gustoso
(Quizá cual tú), después que encomendada,
En un sitio abrigado y delicioso.
Dejé á Díimojí mi candida vacada;
Y estoy ya de que lleguen deseoso;
Que dicen ha de haber nueva tonada
De aquella amable, aquella real pastora,
Hechizo de su España, que la adora.
BATILO.
¡Oh! ya me acuerdo : la gran Luisa es ésta,
Que el buen Dnlmiro (1) tanto realzaba;
Y él, por haberla visto en otra fiesta.
Del Zurguen los aplausos se llevaba;
Y dijo ganó un premio en la floresta
Cantando su belleza, á quien pintaba
Eu lugar de la madre de las flores.
Que era el asunto dado á los pastores.
Pintóla de su corte idolatrada.
Que en multitud por verla discurría.
Cuando, en carro de oro reclinada,
A honrar el prado su beldad salia;
Por el cabello hermoso una lazada
Suelta de rosicler y argentería,
Su rostro vuelto un sol, con cuyos rayos
Sembraba abriles, derramaba rayos.
El gayo manto ondeando con plumajes
De corimbos y aljófares menudos.
Jugando por sus orlas y fullajcs
Erres de perlas y floreados nudos,
Y que así entre mil visos y celajes.
Se enseñoreaba de los vientos mudos,
Dando al rio cristal, leche á las fuentes,
Flores al campo, olor á los amVjientes.
Y añadió cómo afable y comedida
Al mundo enseñó á amar con prendas reales,
Y no tan sólo á los que tienen vida,
Pero hasta á los más duros encinales;
Y que por esto se halla tan querida
Del gran dueño de todos los zagales;
Y en pago de su amor, le ha dado el cielo
Frutos de bendición, gloria y consuelo.
Desde que á esta dulcísima princesa
Santo himeneo coronó de flores,
De dar su imperial tálamo no cesa
(1) Cadalso.
4C1
Del gran Pelayo invictos succEorcs;
Y á un mundo y á otro y otro le interesa
El efecto feliz de sus amores;
Progenie real, que cu todas las edades
Será grata á los hombres y deidades.
ARCADIO.
Pero como á la falda de la loma
Más cerca arden los haclios luminosos,
Y como el corro pastoril a'^jma
Entre los verdes ramos más vistosos,
Yo no sé qué placer ( 1 alma toma
Al oir sus cantares del'cioi^o.s
Que en ellos la novilla embobecida.
El regalo materno y pasto t)lvida.
Ellos como repican los rabeles,
La alzada pandereta y cnraniillo;
Cual desgajan flexibles mirabeles
Cinantnnos de olor, casia y tomillo;
Como sus ropas de iiintadws pieloa
Adornan de él, con ánimo sencillo;
Siguiendo alegres por el verde llano
El placer de su augusto soberano.
BATILO.
Mas neta tú las aves amorosas
Entre las frescas ramas asomadas,
Y las auras que oinii^s bulliciosaj».
Cada voz las verás más sosegadas;
Sin duda son l.as voces sfinorosas
Que en sus dulces zamj>oñ;LS alternadas
Los zagalejos vienen entonando,
Al dueño de estas selvas alegrando.
CORO PRIMERO.
Zagales, aplaudid en esta noche
La paz, que nuestros guatos lisonjea;
Brillad, oh gu'a del celeste coche.
Bella Adriadne y clara Ca^iopea;
Todo el cielo su gala ■' ' ' ■■,
Pues tanto con sus (1 rea;
Ya el suelo, como el . . . , /, reposa;
Gozad, hombres, gozati la paz liicliosa.
Venga el antiguo pan de los j.a -.torca.
Su rostro de purpúrea mora ungido,
Ceñida en dirrcilor su sien de llores.
De espadañas y lauro florecido;
Y dando á nuestros jijvenes cantores
El beso de la jiaz apetecido,
Suene de hoy más su flautii sonorosa;
Gozad, selvas, gozad la paz dicliosa.
Cuanto el vecino Ti)rmes cel<l'-' •
En caudal vence al líquido .irri
Cuanto por cima el trébol desni'
Se descuella el cijires alzado al cielu;
Tanto sobre el estréj)ito enconado
De la guerra, la paz es giata al suelo,
Y á las mismas deidades delii-iosa;
Gozad todos, gozad la paz dieiiosa,
CORO SEGUNDO.
A las selvas venid, duli' ' -.
La noticia á aplaudir de ¡^ ■:
Que hoy de la :uigu-ta Lir 'M
Han dado á nuestras ansias <inii|>li.niento;
Dos infantes dio á luz, dos dcfensíircs
De nuestra patria, y su mayor aumento,
En quien su heroico abudo más se agrada;
Guardad cielos, guardad mi Luisa aina<la.
Regalo encantador, fruto fecundo
Del dulce amor y nuortes de fortuna
La beldad dieron, íiu<; nunca en el mando
Adoró el sol y respetó la luna;
Princesa real, que en ' ri.v ^in ^i (mhkIo,
De Borlxm ilustró l;i
De hoy más sobre !(■
Guardad, genios, gtiar'lu', mi I.';-.! amada.
Cual la aurora al perdido rnniiiinntc,
O al campo lluvia que el Abril envía;
Cual al ciervo la fuente r'^'^onantc,
O á la abeja la flor que el vergel cria;
Así caíla nacido y bello infante,
Al Rey y al reino todo es alcgrlOj
iC2
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
Y rnd? en sucf'sion t.in doseacla;
Guardad gentes, ír.mrdad mi Luisa amada.
Venga en nuestra agradable compañía
La licrniosa madre del amor hernioso;
Baje en alegres coros la alegría
A aplaudir nacimiento tan dichoso;
Pues con doblado bien torna en un dia
El que ya en muchos se perdió lloroso,
En placieres la pena retornada;
Guardad, lasques, guardad mi Luisa amada.
Cuanto el famoso risco alza su frente
Por cima de estos Ínfimos oteros,
Cuanto aventaja el sol resplandeciente
En llama y claridad á otms luceros,
Tanto es sobre otras reinas excelente
La que á dos mundos da dos herederos,
La más feliz del orbe apellidada;
Guardad todos, guardad mi Luisa amada.
ARCADIO.
Escuche yo, Batilo, el dulce acento
De este cantar, que en nuestro bien resuena,
Y de la feroz guerra el cnollo exento.
Goce la paz de aquesta selva amena;
Y el esforzado guerreador contento
Esté en su armada, de cañones llena;
Que yo por él mi suerte no trocara,
Si inestimables bienes me prestara.
BATILO.
Yo me imagino, Arcadio, que es bien cierto
Que si esos valerosos, que se han dado
A tan duro anhelar y logro incierto.
Con tantas turbaciones alterado,
Vieran la amenidad de nuestro huerto,
• En honor de la paz tan festejado,
Sus lanzas y paveses qu'^brantáran,
Y el carro de sus triunfos abrasaran.
AECADIO.
Sí, pastorcillo, sí; pero el anhelo
De servir á un rey justo puode tanto.
Que por él uno ya de humilde suelo
Cosas obró, que al orbe dan espanto;
La causa regia ó permisión del ciclo
A investigar yo nunca me adelanto;
Sólo sé que á uno y otro le debemos
Mil loas por !a paz que poseemos.
Con su favor, seguro en sus majadas
Tendré el ternero y choto regalado.
Cogeré pan cual nieve en mis aradas,
De esiiigas y de gozo coronado,
Y en v«-iidimias de Daco festejadas.
Espumante licor de oro bañado,
Y no habrá puesto en toda aquesta selva
Que caza en abundancia no me vuelva.
BATILO.
Pues mí Rilcna la sabrosa nata
Labrará, y ijueso y candida manteca,
Frutos tiernos, teñidos de escarlata,
Y más dulce que la miel la fruta seca;
Labrarále la abojn, nada ingrata.
Panal nevado en la colmena hueca,
Y presa en su sedal, le dará el rio
La inquieta pesca de su albergue frío.
ARCADIO.
Así nos cuentan que la edad primera
De sencillos mortales fué vivida.
Cuando en el muntlo la verdad .sincera
Moró, de la alta Tumis asistida,
Cuando el engaño, el arte y la ira fiera
No hallaba entre ios hombres acogida;
Edad de muchas otras envidiada,
l'or otra á juie.stros tiempos trasladada.
Asi era fama que esta ])az amaba.
Cuando de ella su im]X'rio carecia
El mayoral que nuestro bien buscaba,
Gran jiadre de la hispana monarquía;
Carlos, cuyo valor todo hombre alaba
Desde el aurora al término del dia;
Por quien han hecho cortes en la tierra
Las virtudes que el alto Olimpo encierra.
Bravo entre los nacidos, y apacible,
Que de dos orbes todo el peso junto
Hacer no puede á su ánimo invencible.
Que de su majestad decrezca un punto;
Contrastar sus fortunas no es posible.
Pues de un Dios tutelar hecho un trasunto.
Quiere tener en peso nuestras vidas,
Que mil veces sin él fueran perdidas.
PY'liz el que de altísimas mansiones
La paz á coronarle hoy ha venido;
Que sólo entre otros ínclitos varones,
Copiar el siglo de oro ha merecido;
No sólo con los límites y dones
De Occidente y Levante enriquecido.
Mas dándole otro Oriente dos luceros,
Ii-is de paz tras mil combates fieros.
Pero viniendo á nuestro agreste bando,
¿No ves ci'imo á los cielos dan mil parias.
En muestra de su júbilo ordenando
Distintos juegos, diversiones varias;
Y cual con secos mirtos aumentando
De trecho en trecho van las luminarias?
Y atiende bien, zagal, cómo sus fuegos
A los del firmamento dejan ciegos.
BATILO.
¿Y tú no miras las serranas bellas,
Cómo cogiendo en sus honestas haldas
Mil flores, que envidiaron las estrellas.
Tejen en cerco, en forma de guirnalda;
Y coronando su cabello de ellas,
Libres ondean sobre sus espaldas.
Donde cantaba Egon que amor travieso
Mil veces revolando quedó preso ?
¿Ves que al árbol los jóvenes trepando.
Dan mil naranjas á su bien querido,
Y que otras dulces tórtolas, buscando
A sus zagalas, dan el preso nido;
Los que castañas de meollo blando
Con amor de su mano han recibido.
Gustando, cual la abeja entre las rosas.
El dulce queso y natas olorosas?
ARCADIO.
Ya he visto que á los vientos han lanzado
Varas, que le han vencido en ligereza;
Y otro corriendo por el verde prado
Volar á un premio no pequeña fiera;
Y otros que en contender de amor han dado,
En mil versos luciendo su destreza,
Y en fin, seguir ufanos cada uno
El juego á su placer más oportuno.
Pero lo que arrebata mis cuidados,
Es observar del olmo en la corteza
Grabada con cuchillos delicados,
De los nuevos infantes la terneza;
Y el ver cómo en sus lienzos, de oro ornados,
Las pastorcillas muestran la belleza
De su madre, que entre el'os cuidadosa,
Parece de dos soles alba hermosa.
BATILO.
Tus palabras cual miel para mí han sido,
Y tu convtrsacion me es tan preciada,
Que por ella, pastor, diera al olvido
La prenda de mi amor más estimada;
A tratn,r de estas cosas te convido
Mañana en este sitio, si te agrada;
Y ahora al pastoral corro lleguemos,
Y de la fiesta el fin observaremos.
ARCADIO.
Sí por cierto, zag.al; lleguemos breve.
Que de nuevo cantar han prevenido;
Y el gentil Tírsis, que á vencer se atreve
Atiuil pastor de Venus tan querido,
Y Elisa, que en candor )iasa á la nieve,
Bvlla cual cuentan de la honesta Dido,
Cada cual templa ya su dulce avena
Mientras la danza pastoril se ordena.
¿ Ves cuál quitan los jóvenes del brazo
I-as bandas, que serr.anas van cogiendo
Para tejer un lazo y otro lazo,
ÉGLOGAS.
4C3
Tras las dos sueltas guías procediendo?
Verás con qué gentil desembarazo
Van de una rueda en otra revolviendo,
Y discurren del prado larga pieza;
Mas escuchemos, que el cantar empieza.
COHO PRIMERO.
Salve, Carlos, galán el más brioso.
Lozano como el Mayo florecido,
De esta arboleda honor, y más garboso,
A mis ojos, que el plátano crecido;
Así á tu bien le seas más sabroso
Que á la ovejilla el recental nacido,
Que alientes mi cantar debilitado.
Pues celebra tus dichas nuestro prado.
CORO SEGUNDO.
Salve, Luisa sin par, pastora hermosa,
Galana cual la fértil primavera,
Gloria de este pensil, y más airosa
Que en el bosque la palma placentera;
Así á tu amor le seas más graciosa
Que es al pichón su dulce compañera.
Que des aliento al débil canto mió.
Pues aplaude tu gozo el bosque umbrío.
CORO PRIMERO.
[Oh infantes tiernos, oh tempranas flores,
Luceros que otra aurora nos envia.
Dignos de nuestro amor, nuestros amores.
Delicia de la ibera monarquía!
Vuestros gracejos, vuestros resplandores
De vuestros padres son nueva alegría.
De los remotos siglos esperanza,
En donde el mayor cetro se afianza.
CORO SEGUNDO.
I Oh hermosos niños, singular dulzura
De vuestra madre y padre generoso,
Objetos del amor y la ternura
Del grande abuelo, en todo ya dichosol
El en vuestra terneza se asegura
La sucesión del reino más glorioRO,
Asombro de patricios y extranjeros,
Y embeleso á los siglos venideros.
CORO PRIMERO.
Con vosotros la paz se vio nacida,
La paz, de tantas gentes deseada;
Príncipes de la paz os apellida.
Del mundo la región más apartada;
Pues por vuestra bondad ahora encogida,
¡Cuánta cautividad será ahuyentada.
Quebrados de mil cárceles los hierros,
Y alzados con indultos los destierros!
CORO SEGUNDO.
No faltará de vuestra regia cuna
La paz, que por presagio os dan los cielos;
Y en su coro, las gracias, de una en una,
Cuidarán de adormir vuestros desvelos;
Que tiempo vendrá ya que á la importuna
Tiniebla darán luz vuestros ojuelos,
Y á los rebeldes monstruos obstinados
Hollarán esos pies tan delicados.
CORO PRIMERO.
¡Cuánto de vuestro padre será el gozo
Al ver á cada cual, gallardo y niño.
El caballo oprimir lozano y mozo.
Cuál bayo, cuál más albo que el armiño;
Y á porfía correr con alborozo
Por alcanzar el singular cariño
De vuestra dulce madie, que en sus brazc s
Mil besos os dará con tiernos lazos!
CORO SEGUNDO.
¡Quién ya mayores veros consiguiera,
Cada vez más gallardos y briosos.
Cansar del bosque la irritada fiera,
Cuanto más fatigados más hermososl
¡Quién los amigos y enemigos viera.
De vuestro esfuerzo y nombre temerosos,
Cuando al amor venzáis, y á vuestra vista
J á vuestra espada no haya quien resistal
CORO PEiirsao.
Pues, infantes, el campo, el campo amado
Sus primicia,^ y dones os ofrece;
El laurel os presenta de su prado,
Y la oliva, que eterna reflorece;
Para vos el acanto nacarado,
El clavel rey, y reina rosa crece, .
Tributándoos, en galas rozagantes.
Sus pinturas y olores más fragautéa,
CORO SEGUNDO.
Las pastoras os rinden amorosas
Sus azafates, de azucenas llenos,
Con cidras y manzanas olorosas
Y cuanto dan los árboles amenos;
Que de hoy más no habrá plantas ponzonosaa
Que turben la inocencia de sus senos;
Antes yerbas darán para mil fines
De la humana salud vuestros jardicca.
CORO PRIMERO.
Vosotros, al llegar la edad dichosa.
Que observéis la conducta de los hombres,
Cuando seáis la historia jKirtentosa
De aquellos que os han ciado ser y nombrc%
Con heroica altivez pundorosa
Adquiriréis clarísimos renombres,
Y del valor paterno rodcad"s,
Dos mundos regiréis no limitados.
CORO SEGUNDO.
A vosotros sin duda está guardado
Que en vuestro tiempo el orbe así florezca.
Que el amor, la lealtad en sumo grado,
La ciencia, la virtud y el honor crezca;
Y si algo de maldad nos ha quedado.
Vuestro ejemplo y poder lo desvanezca,
Dejando la ancha tierra asegurada
Del pavor de la guerra ensangrentada.
CORO PRIMERO.
Veráse en vuestros dias de la cumbre
Del monte desgajarse la nbundamia,
Dándoos con amorosa dulcedumbre
Los antiguos collados su fríipnncia,
Y sus troncos cou grata niuciu-ilutnbro
Destilar leche y miel en nuestra estancia;
Comenzando los meses bienhadados.
Que para vuestro imperio están guardados.
CORO SEGUNDO.
Entonces miraréis toda cubierta
La madre universal de flor j)recia(la,
Antes de una intemjierie advci-sa yerta,
Ya de vi vde esperanza coronada;
Y libre del pirata, alegre puerta
A la nave dará, (¡ue cogolmada
Con los dones de Oriente y de Occidente,
El valor premiará de nuestra gente.
POETA.
Así el gentil pastor iba cantando,
Y la zagala hermosa nspondicndo,
A las estrellas con su son tocando,
Los álamos plateados conmoviendo;
Y el coro de zagales acabando
Los lazos que en la danza iban tejiendo,
La aurora, que por verlos madrugaba.
Las puertas (1(1 Oriente puriiurabn.
El coro, al ver su luz, repiti<>; u V'iv.i
Carlos con Luisa á )iar de í^us candores,
Y de su gozo el parabién reciba
De parte de serran.'is y pastores n;
Alzan floridos ramos hária arriba,
Y batrn por cntraml>os clerrcd<>r< s;
Fin dando al dulce juego A aquella hora
Que Fcbo con su luz loa can:pos dora,
i6i
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA
CANCIONES.
CANCIÓN PRIMERA.
LA VANIDAD TEHBENA.
Cuamlo & su propia esfera,
Del peso mortal falto,
Mi espíritu se enlace en libre vuelo;
Pequeño en gran manera,
Veré desde lu alto
El ancho mar y dilatado sucio.
Cuanto más cerca el cielo
Eubn, tanto más breve
Veré el punto profundo
De este globo inferior y bajo mundo,
y el fantástico viento que le mueve;
Del cual siendo desnudas,
Todas sus pompas son cosas menudas.
Mirando estaró absorto
En todas estas varias
Regiones, que el sol ve y la noche ateza,
Con cuAnto afán, cuan corto
Punto y cuan breves parias
Consigue la ambición y la grandeza.
Vistos desde la alteza
Del cielo, ¡cuan estrechos
Son los fuertes torreones!
[Qué leves escuadrones.
Qué limitado honor, qué humildes pechos.
La majestad exige
Del que en augusta paz un mundo rige!
En vano sus enormes
Cervices levantaron
A las nubes los broncos Pirineos.
Los colosos disformes
Que sobre el mar se alzaron,
Mirados desde arriba son pigmeos.
Ciudades, coliseos
Y alturas, que encarecen
Las humanas fatigas,
De débiles hormigas
Oficiosos ejércitos parecen;
Sus balcones y rejas,
Breves casillas de un panal de abejas.
I Oh error! ¡sobre qué leve
Y endeble fundamento
Del hombre la ambición camina y paral
I Por cuan ceñido y breve,
Por cuan instable asiento,
Te elevó, oh Jlges, la mayor tiaral
Mortal, ¿quién no repara
Cómo tu vano intento
En un punto de tierra
Desalumbrado encierra
Tan grandes lenguas de ambición y viento 7
¡Por cuan pobres razones
El ansia de mandar forma escuadrones!
Tú, oh dulce edad primera,
A los niños prometes,
Según la corta edad de su talento,
Gustos de tal manera
A sus leves juguetes,
Que de veras le sirven al contento.
Con sus ruedas de viento.
Caballejos de rasos y de cañas,
Libreas de oropeles
Y pintados papeles.
Hacen sus justas, toros y campañag.
Hogueras y castillos,
De que son lidiadores y caudillos.
Pasan sus tiernos años
Con fútiles muñecas,
Y alU fingen sus fiestas y sus bodas;
Y aunque de humildes paños
Y cañahejas huecas.
En gusto vencen la que asombró á P-ódas.
A esta reina do todas
La hacen noy, y mañana
^a quitan de bu. estado,
Y á otra que un despreciado
Sayal vistió, la dan púrpura y grana;
Variedad que les place
Y á su inocente antojo satisface.
I No son estos ensayos que promete
Su edad al venidero
Tiempo, que veloz corre en curso blando?
Ser caballo y jinete,
Fingido ó verdadero,
¿Qué va á decir á quien le está mirando?
¿ Ser castillos Vjurlando,
O serlos de cañones guarnecidos?
¿Ser también sus soldados
Vivientes ó imitados?
¿ Ser de papel pintado los vestidos,
O de oro y perlas llenos?
Todo es un poco más ó un poco menos.
El mundo, bien mirado,
Es farsa de opiniones,
Que á unos entrista y á otros entretiene;
Y aunque de humilde estado,
Reparte estimaciones
Conforme el tiempo y ocasión le viene.
Al que hoy el orbe tiene
Por Salomón en ciencia,
Mañana no le. vale;
Y hoy Belisario pobre á pedir sale,
El que ayer rebosaba en opulencia;
El gigante es enano,
Y mucre rey el que nació villano.
¿ Quién al hombre no advierte,
En su humilde supuesto,
Ser juguete inconstante de fortuna?
¡Cuan instable es su suerte.
Siempre en mudanza puesto,
Viejo en el ataúd, niño en la cuñal
Ya al cerco de la luna,
Ya abandonado en un rincón sin gusto;
Ya en un }?alacio enfermo,
Ya robusto en un yermo;
Ya saltando de júbilo, ya adusto
Con triste sobrecejo;
Ya gorjeando, ya tosiendo á viejo.
Pues si los timbres mira
E inútiles blasones.
Que están en su altivez más altaneros.
De un mundo que delira
Notará las regiones
Quererse hacer millares, y son ceros;
Los reyes y escuderos
De un tamaño en su cuna;
Caballero y esclavo
Iguales, si su clavo
Fíjase con razón ciega fortuna;
Y no que, loca y vana,
A éstos presta sayal y á aquéllos grana.
r)ien que estos varios juegos
De un monstruo tan odioso;
Lo que su rueda ensalza y lo que arruina;
Los que hay sobre los fuegos
Del orbe luminoso
Y lo que en nuestro limo se termina,
Todo es traza divina,
A quien en poderío
Ninguno llegar puede.
Sin quien no se concede
Que se mantenga un átomo sombrío.
Que hoja en árbol se mueva,
Ni una gota de más ó menos llueva.
Mas ser punto abreviado,
Y asaz menudas cosas
Cuantas el mundo tiene por trofeos,
¿ Quién jamas lo ha ignorado ?
¿ Quién sus torres pomposas
No ha visto que son nido de pigmeos?
1 Oh encantados deseos
Del flaco inadvertido ser humano!
Quien vuestras altiveces
Frustrar vio tantas veces.
Confesará que sois un aire vano,
De cuya nube hinchada,
Quien más llegó á alcanzar, no alcanzó nada.
CANCIÓN II.
LA SOLEDAD.
Estancias reales.
[De qué apagado lustre, cuan jicqueñaa
Son las humanas fábricas, medidas
Con aquellas grandezas que perdidas
Tiene el desierto entre sus mudas peñp^l
1 De alteza y esplendor cuáu pocas señas
Tienen las más preciadas,
Con el arte adornadas!
¡Qué primor mendigado, qué pobreza,
Las de más precio y de mayor grandeza!
Los artesones de oro sustentados
En dóricas columnas, y á par de ellos,
De azules vetas y de lazos bellos,
Ricos jaspes y pórfidos preciados,
Si al principio admiraban, ya observados,
Enfadan á dos días;
Cansan las simetrías
De cuadros y tapices, y el aseo
Del más pintado alcázar queda feo.
Son tibios los colores y pinceles
Que el mundo más celebra y solemniza,
Puestos junto los riscos que entapiza
Mayo galán de alfombras y doseles;
De sus lirios lo azul, de sus claveles
El rosicler variado,
Y aquel color dorado
De un ya maduro trigo, y aquel freí5co
Con que su aliento bulle en lo brutesco.
Aquel confuso amontonar de cosas
Arrojadas acaso y diferentes;
Acá hiedra, allá espinas, allá fuentes,
Riscos, peñascos, rios, flores, rosas;
Unos lejos, que mucho más vistosas
Las cosas nos volvieron.
Que de cerca se vieron;
Un pedazo de playa, una montaña,
Que al cielo sube y á la vista engaña.
Vese la entrada de un pendiente risco,
De un bello mirador el corvo techo,
Alfombra dando rústico antepecho,
De alegres rejas un vistoso aprisco,
De hiedras entoldado y de lentisco,
Donde el jazmin, ventana
Teje á la vid lozana,
Y de sus grumos hace que se cuaje
La red de su tejido ventanaje.
Pues subiendo á su cumbre y antepecho,
Y el campo que descubre registrando,
En lo que advierte absorto contemplando,
Muda estatua el más sabio queda hecho;
Del mar profundo un ancho y largo trecho
Los ojos ser no dudan
Espejos que se mudan,
Viendo en sus crespas olas, de aire llenas,
Los delfines cruzar, saltar ballenas.
Vese del tiempo y humedad cubierta
La hueca peña de menudas flores,
Parte en sombras y parte en resplandores!,
Jaspeada aquí, allá verde y allá yerta.
Formando un todo de hermosura engerta
Sus metales lucidos
Y extraños coloridos,
Y esmaltando la tez que los remata
De granos de oro y escarchada plata.
El risco altivo de un diluvio entero
De luciente cristal las selvas moja,
Que en espantoso son al mar se arroja
Desde aquel desigual despeñadero;
Y de una peña en otra á lo postrero
Del monte en larga suma.
Hirviendo da su espuma;
Haciendo antes pedazos por los riscos
Cristales, flores, perlas y lentiscos.
Por otra parte el monte alza sus pinos,
Que al parecer se esconden en el cielo;
Cubren de rocas y boscaje el suelo
Entre tajadas peñas los espinos;
Trepa la hiedra, suben remolinos
L Ps,-xviii,
¿JANCIONES. 4g5
De flores y de yerba
Por .señuelo á la cierva
Y prestii gamo, que por ella.9 salta,
Y de verlas temblar se sobresalta.
Silban por entre almeces y algarrobos
Las niirla.s, las calandrias y" jilgueros;
Las liebres y gazajuis i)lact"ntero8
Retozan pur la grama y dan corcovos;
Huyen los ciervos, rumian los escübos
Las cabras; sin recelos
Saltan los conejnelos
Y en las p^ñas se esconden, y en sus quiebr:^
Pintadas roseas hacen las cuh-bras.
Todo esto al son did bosque y el ruido
Del agua, que en cascadas se despeña
Del monte, que batió su crespa greña,
Y el canto de las aves, no aprendido;
De aquí se goza el ánimo embebido
Y lleno de dulzura
Con tan varia pintura.
Sin otras muchas nui vas maravillas,
Resacas de la mar )' sus orillas.
Que el natural desorden con (jue puso
El tiempo experto estos rasguños l>c]lo3
Es el mayor primor y gala en ellos,
Bien que arrojailos en montón confuso;
Y tanto los brutescos descompuso,
Y en tan distinta forma
Sus aspectos trasforma.
Que parece los hizo en competencia
Del artificio de la humana ciencia,
Y sobre todo, donde de su dueño
El gran tesoro y gran caudal se infiere,
Es que se da de balde á (juien lo quiere.
Grande .sea, mediano ó ya pequeño;
No hay puerta ni cancel, desvío ó ceño,
Que en todas ocasiones.
Momentos y sazones,
Siempre está para el gusto y el provccLio
Puesto el rico tajiiz y el tokío iieclio.
Ora cruzando vaya los desiertos
De algún inculto boscjue, ó engolfado,
Al frió escita ó al burnes tostado,
En mitad de los mares encubiertos,
O en el del Sur, sobre peñascos yertos.
Rompa de sus canales
Los helados cristales,
Cuyos tumbos la playa y el arena
De blanco nácar y mariscos llena.
O bien se baje donde f 1 suelo ardiente
La línea equinoccial, midientlo el dia,
Su curso arranca, lleno de alegría.
Con alas de oro encima de su frente;
Que allí en aquellos páramos sin gente.
Si el mundo tiene hoy dia
Allí tierra baldí.a.
Sus solitarios y ásperos espacios
De los reyes humillan los palacios.
Que aun contcinj)lando aquí el humor fccando
Que sus anchos desiertos fertiliza.
Con medroso ignorar de que cenizas
Allí el rojo calor no vuelva al mundo,
O que en su ignoto piélago profundo
Las olas encrespadas,
En hueco tumbo alzailas
Entre las rocas quicluc y se consuma,
Trocada su altivez en blanca espuma;
O imaginando estrella,s nunca vistas
De Europa, ó sus alturas no tcx-ndas
De humano pié jam.as, siempre eng.ostadaa
En pastas de «liamantesy amatistas,
Si aun fuesen más que el Agón ' " '"• n •^íaa
Mis curiosos cuidados,
Los hallará colmados
Del deleite que causají peregrino
Estos bosquejos del pincel divino.
CANCIÓN IIL
CANTO DB JÜDIT.
Haced salva este dia,
Haced salva en el tímpano sonoro,
SO
^GG
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
Y cantad al Señor con la armonía
De la« címhalas de oro ;
Variad la nulodía
En uno y otro coro,
Y entonad á mi Dios un nuevo canto;
Ensalzadle, y llamad f^ii nombre santo.
El Señor, Vencedor do tantas guerras,
Jehová tiene por nombre;
Que en medio nuestras tierras
El real del enemigo no os asombre,
Cuando más de las manos
Nos pretendió librar do los tiranos.
Vino el insidiador desde la cumbre
D( 1 áspero Aquilón; vino fiado
En la gran niuchedund)re
De su ejército armado.
Su multitud cubria
A los arroyos sus undoFas calles,
Y el hermoso verdor de nuestros valles
Debajo de los piós desparecía
De su caballería.
Dijo, y hizo promesa
De hacer en fuego arder nuestras regiones,
A degüello pasar nuestros garzones,
En la infancia hacer prese,
Y á su tirano imperio
Las vírgenes llevar en cautiverio;
Pero el Omnipotente soberano
Le dio su merecido :
Le entregó á una mujer, por cuya mano
Mortalmentc fué herido.
Que no al potente bárbaro postraron
Mis mancebos pujantes,
No de Titán los hijos le llagaron,
Ni peleó con indómitos gigantes:
Mas Judit de Mcrari en la belleza
De su rostro rindió su fortaleza.
Quítase el luto triste
Que en su viudez traía,
Y' una gala de júbilo se viste,
Que en otro tiempo usó su lozanía;
Por quien después ios hijos
Hicieron de Israel mil regocijos.
Su rostro ungiera en bálsamos fragantes,
Y en cerco de oro y piedras rutilantes
Entrelazó el cabello,
Y un ropaje esijlendente
Se acomodara, en novedad tan bello,
Que bastó á seducir al gran tirano
Y á desarmar sus ásperos enojos.
Sus sandalias los ojos
Le arrebataron: su pasión altiva
Presa de su beldad quedó y captiva.
Y con su mismo alfange luminoso
La cerviz cercenó del orgulloso,
Altivo en su arrogancia;
De su heroica constancia
Loa persas con horror se estremecieron,
Y los medos quedaron confundidos.
Entonces los asirlos prorumpian
En ayesy alaridos.
Cuando los hijos de mi pueblo amado
En sed ardiendo se han manifestado.
Los hijos aun sin bozo
De las más tiernas madres los hcrian,
Y en ellos hacen trágico destrozo,
Como en infantes tímidos que huían;
Y en la lid perecieron ante el brío
Del poderoso Dios y Señor mió.
Cantar dulce entonemos;
Nuevo cantar á nuestro Dios cantemos.
Adonaí, Dios grande,
Tú eres Señor preclaro en tu pujanza;
Siquiera se desmande.
Ninguno á sostener tu esfuerzo alcanza;
Sirvan en tu alabanza
Todas las criaturas que formaste;
Dijiste tú, y se hicieron,
Y hechas de nada fueron
Al punto que tu espíritu enviaste;
Y no hay ninguno que tu voz contrasto.
Los montes con sus aguas son movido»
Desde sus fundamentos eternales
Delante de tu rostro, y derretidos
Como cera los broncos pedernales;
Los que temen, empero, tu potencia
Grandes consiguen ser en tu presencia.
Mas, ¡ay de aquella gente
Que sobre el pueblo mió se abalancel
Que el Dios omnipotente
Armado de venganza irá en su alcance.
Él visitará luego.
El dia de su enojo, á los tiranos;
Dará á sus carnes fuego.
Dará á sus huesos fétidos gusanos
Que á todos los abrasen,
Y en su castigo eternos siglos pasen.
CANCIÓN IV.
CANTO DE DÉBORA POK EL TEIUKFO DE
JAHEL.
Los que ofrecisteis espontáneamente
De Israel al peligro vuestras vidas,
Al Dios omnipotente
Las gracias dad debidas.
¡Oh! dadme vos oído,
Los poderosos reyes,
Y escuchad de mis voces el sonido.
Los principes que al mundo ponéis leyes.
Yo soy, yo soy la que en sonoro canto
Ensalcé á Dios, y de Israel al Santo
Sujeto haré do las canciones mías.
Tú, Señor, de Seir cuando salías,
Y pasabas de Edon por las regiones,
Temblar la tierra hacías;
Los cielos destilar agua se vieron,
De Dios en la presencia
Las cumbres de Sinai arroyos dieron.
De Samgar en los dias
Y de Jahel en tiempo, descansaban
Las desoladas vías,
Los que en ellas entraban
En sus calles errantes vacilaban.
Los fuertes y arriscados
Del pueblo de Israel cesar se vieron,
Y quietos se estuvieron
Hasta que la gran Débora llegara,
Y de Israel la madre despertara.
El Señor nuevas guerras ha escogido.
Las puertas del Oortuar ha destruido.
¡Oh, si el escudo y lanza
De su Israel, dispuesto á la venganza.
En cuarenta mil viera,
De corazón amara yo, y quisiera
De mi pueblo á los fuertes.
Vosotros, pues, que á tan dudosas suertes
Con voluntad entera
Expusisteis los duros corazones.
Dad conmigo al Señor mil bendiciones.
Vosotros, los que al bélico ejercicio
En las bestias subís más arrogantes;
Vos que os sentáis en tribunal de juicio,
Y vosotros también los caminantes,
Hablad todos, decid en altas voces
Que allí donde los carros, que en feroces
Caballos van unidos,
Y de nuestros contrarios destruidos
Fueron los escuadrones.
Allí en dulces canciones
La justicia de Dios, allí se cuente,
Y su piedad clemente
De Israel con los célebres caudillos.
Cuando de la ciudad á los portillos
El gran pueblo ha bajado,
Y consiguió del triunfo el principado.
Levanta el grito, [oh Débora! lev.anta
La dulce voz, y un nuevo cantar canta.
Levántate, Barac, levanta apriesa,
¡ De Abinoem oh hijo!
Y de coger en presa
A tus contrarios ten el regocijo.
Los restos de tu pueblo se han salvado,
ODAá.
Y el Señor por los fuertes lia peleado.
Del tribu de Efrain los lia vencido
En Amalee, y luécro del querido
Benjamin ha sus tierras debelado.
De Maquen los eaudillos han bajado,
Y los de Zabulón, que conduelan
El batallen cuando á jielear salían.
Los de IssácLar á Débora se unieron,
Y las banderas de Barae siguieron;
Barac, que al riesgo, osado.
Como á un despeñadero se ha arrojado;
Euben, entre sí en bandos dividido,
Gran contienda los fuertes han tenido
Porque entre dos extremos te has sentado
Para oir los balidos del ganado;
Rubén, entre sí opuesto.
En lid ¡ayl los magnánimos ha puesto;
Tras el Jordán Galaad en paz se via,
Con sus bajeles Dan en ocio estaba,
La orilla de la mar Aser tenía,
Y en sus puestos moraba;
Mas Zabulón y Neftaliu las vidas
A la muerte ofrecidas
Tuvieron de Merome en las regiones.
Los reyes con sus gruesos batallones
Vinieron, y sus huestes asentaron.
Los reyes de Canaan, que bal aliaron.
En Tanac ]unto el agua de Magedo;
Pero ningún despojo se llevaron,
Sino dolor y miedo;
Que el cielo, sí, los cielos peleaban
Contra los insolentes;
Los astros en su curso permanentes
Contra el feroz Sisara batallaban,
Y de Cison el rápido torrente
Sus pálidos cadáveres llevaba,
Sus olas al corriente
De Cadumin los daba.
I Oh! pisa tú, alma mia.
De los robustos la cerviz inipla;
Los pies de los caballos se rompieron,
Que con sus caballeros
A rienda suelta huyeron.
Precipitados en despeñaderos
Nuestros rivales fieros.
¡Sea maldita de Meroz la tierral
(Decir al ángel del Señor oyeron);
Maldecid los que encierra
Habitadores, los que no vinieron
A socorrer las gentes
Del Señor, ni á ayudar á sus valientes.
[Bendita, Jahel, eres.
De Haber mujer, entre todas las mujeres;
De Dios las bendiciones
Colmen tus pabellones;
Al que agua te ha pedido,
Le diste de la leche la dulzura;
Y en real copa ofrecido
Su candida grosura.
El acerado clavo en la siniestra,
Y el martillo tomó su mano diestra,
Y una lugar buscando
En su cabeza, y otra el golpe dando
Sobre el tirano valerosamente,
Entre sus pies cayó ruinosamente.
Cayó su cuerpo yerto,
Mil vuelcos dando entre su sangre fría,
Y desangrado y muerto,
Entre su sangre el bárbaro yacía.
Mas su madre desde el balcón mirando,
Su tardar lamentando,
A los que la escuchaban así dijo:
«¿Cómo se tarda el carro de mi hijo?
; Qué es esto, que no viene ?
¿De sus bravos caballos quién detiene
La innata ligereza ? »
Una, que en agudeza
A las demás mujeres excedía,
Así la respondía:
«Acaso está despojos dividiendo, _
Acaso una mujer de extraordinaria
Belleza le estarán hora escogiendo
De la gente confrarin.
lucas galas variadaí; de colores
A Sisara jior presa le están dando,
O las joy.'is mejores
Para adornar su cuello están juntando. »
¡Así caigan, Señor, así perezcan
Todos tus enemigos!
Empero tus amigos.
Aquellos que en amarte pcrmanezcAn,
Así ¡oh Dios! en tu gloria rc-plandezam,
Que el sul no les iguale
Cuando en trono do luz de Oriente sale.
46t
ODAS.
ODA PRIMEILA..
Á. LA NOCUE,
Ya Febo en el Océano sonoro
Templó su ardiente carro,
Privando á los mortales del tesoro
De su esjdendor bizarro.
Las rubias ninfas de su yugo ardicuto
Las coyundas desatan
De rosicler, y en majestad decente
Le sirven y le acatan.
Cuál las riend.aa le toma de la mano.
De ardiente pedrería*
Cuál la guirnalda, cual el manto ufano,
Que al mundo da alegría.
Quién entre tanto á la callada noche
De acero pavonado
Prepara apriesa el enlutado coche,
De estrellas mil bordado.
Salen las negras hora.s, que en beleño
Ciñen la sien severa,
Vertiendo espanto y derramando sueño
Por tuda su carrera.
Pasa Bootes el cénit del cielo,
La vuelta al carro dando,
Con sus ejes de escarcha en todo el suelo
Frió licor sembrando.
Quietud callada en pasos descuidados,
Con silencio piijfundo,
Señorea los ánimos cansados
De todo el ancho mundo.
Las estrellas en viva centinela
Con luz más encendida
Aceleran el curso de I.a vela
Y el de la humana vida.
Reinan si'ilo las sombras, en reposo
La fierra sepultada.
La lid de los cuidados al sabroso
Silencio encomen<lada.
Yo, místTo, á quien roban el consuelo
Del sueño mil <'UÍdados,
En vano, al cielo vuelto, me desvelo
Con pasos m:il guiados.
Silencio voceador anda en batalla
Con mi ser temeroso;
Sin tregua de quietud mi pecho se halla.
Que llame mi reposo.
¡Oh sueño! entre el brocado y terso lino
Busco A tu paz el centro;
Por más qui- imploro fu favor divino,
Huella d<. tí no encuentro,
Al pastnreillo entre ásperos tcrroncji,
De tu cuello eidazado.
Tu beso ¡oh sueño! das, sin las prisiones
De algún mortal cuidado.
Tu cetro humilde al de los grandes traeca
La pofeiítad; que < n suma.
Mas bien acorres á la paja seca
Que á la mullida pluma.
iCS
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
ODA IL
AL día.
(Qué apacible beldad el nuevo dia
En üu rosado manto
Muestra, triunfando de la noche fria
Y su adormido espanto!
Con invisible y blando movimiento
De su tiniebia negra
Escombra y barre el ámbito del viento,
Y al cielo y mundo alegra.
Por el aire sereno en sosegado
Vuelo el aljófar baja,
Y la concha en su seno nacarado
Ardientes perlas cuaja.
Sale el sol con ardiente señorío,
Toda la mar se altera,
Tiembla la luz. sobre el cristal sombrío
Que bate su ribera.
Crecen los rayos de la luz febea
Con más pujante aliento;
El bajo suelo en derredor humea,
Y arder se mira el viento.
Las montañas, heridas de su lumbre,
Se ven de oro bañadas ;
Las aves en confusa muchedumbre,
Cantando alborozadas.
Las flores su capuz rompen aprisa
Y el verde prado esmaltan,
Y en el cristal que renovó su risa
Los pececillos saltan.
Mas toda esta beldad que al mundo place
No liona mi deseo.
Si luego que la luz de Apolo place,
La de mi sol no veo.
Vén ya, lucero mió, pues te aguardo,
Y al pié de esta montaña
No hay rosa ni clavel, jazmín ó prado.
Que tu tardar no extraña.
Vén; que si el delio Dios no amaneciera
Con sus candores rojos
La luz del dia, el dia no perdiera
Con ver la de tus ojos.
Vén, mi lucero, vén; no desesperes
A un alma que te adora,
Si, cual muere de amor, de amores mucre
Por su dulce señora.
ODA III.
i. UNA FUENTE,
En este fértil huerto.
Que á emulación de Hesperio se colora,
De la beldad cubierto.
Con que al romper la aurora
Renueva su matiz la culta flora,
De una chinesca taza
En una y otra el artificio crece
De tan diversa traza,
Que el arte se envanece,
y al mármol deja atrás, que le obedece.
Por sus bocas cien ninfas,
En labor varias, forman las vertientes,
Y recogen las linfas
Cien faunos diferentes
En otras tantas urnas relucientes,
Vensc tantos raudales
Por tanto caño, en proporción distinto,
Que de agua y de cristales
En bien corto recinto
Se admira un trasparente laberinto,
Admíranla las aves,
La .idniira el sol, admíranla las flores,
Y en acentos suaves
Los tiernos ruiseñores
Al son de su raudal cantan amores.
Si su beldad te es gi'ata,
Vén, Bclidora, vén, pues te convida
Quien tu contento trata
Y en tí tiene su vida;
Vén. .1 ri.ia, ;i esta fnent'^ apetecida.
Que no en balde ha pensado
Entre las más preciosas y caudales
Gozar el principado,
Con tal que sus cristales
Guste una vez tu labio de corales.
ODA IV.
1 Oh humana suerte, de inconstancias llena.
Con quien no vale gracia ni hermosura,
Ni en su opulenta majestad ni altura,
El cetro real que un mundo y otro enü-ena,
Constante y firme dura!
No hay dia de esplendor tan refulgente,
Que no vista la noche en negros paños,
Ni alegre sangre en juveniles años
Que esté libre de riesgos ó se exente
De máquinas de engaños.
Ahora la beldad que el mundo admira
Las flores goce y esplendor luciente,
Y de su fama en el rosado Oriente
Suene su voz, y en cuanto Febo gira
Corra de gente en gente.
Ahora el cabello enlace en la garganta
Con las perlas que el mar de Arabia cria,
Y sobre tiria grana, en pedrería
Del rico monte Imabo, ostente cuanta
Riqueza á Per si a envia.
Todo es sombras y fábulas y engaño,
Despiertos sueños de la humana vida,
Que hasta donde la muerte está escondida
Discurre y vuela de uno y otro daño,
Y en el mayor se anida.
Ni del Tigris las ondas, que feroces
En rápidos raudales van bramando.
Ni las aves de Venus, que, pasando
Los desiertos del África veloces,
Cortan el aire blando;
Ni otro curso mayor medirse debe
Al que el tiempo fugaz la humana vida
Lleva tras sí ; la pena desabrida
Parece que es quien sólo no se mueve
Del pecho en que se anida.
ODA V.
EN LOOB DE LOS HÉROES ESPAÑOLES.
¿Cuál héroe invicto, oh sacra Melpomene,
Que hazaña portentosa
Del ibero valor querrás piadosa
Que en mi agitada cítara resuene.
Siquiera incauto celo
Me instigue, y la pasión al patrio suelo ?
Hora mi acento al Ródope aplaudido
Del céfiro llevado
Se vea en donde Orfeo, el encrespado
Cabello de laurel y oro ceñido.
Cantando en docta lira.
Del oso y del leen domó la ira.
Cuando el cristal mil náyades rompieron
Por oir la hechicera
Música de su voz, y en la carrera
Las más rápidas ondas se tuvieron,
Y los vientos veloces
Enfrenaron sus ímpetus feroces.
Allí donde los plátanos mostraron,
Y fecundos olivos,
Dar aplauso á su son, cuando festivos
Sus pomposas guirniüdas reclinaron.
Los ramos extendian,
Y atentamente pareció que oian.
Mas ¿cuál furor mi espíritu levanta?
¿De cuál numen llevado,
Que en el globo inmortal, jamas tocado
De otros mortales pies, fijo la planta,
Y el mundo abandonando,
Por los campos etéreos voy vagando ?
¿Qué no vista palestra, qué estandarte.
Qué bélico alboroto
De inmensos escuadrones mii'o y noto?
¿No es éste el reino del sangriento Marte?
/No oigo de sus inquietas
Cajas el son y horrísonas trompetas?
¡Sobre un carro agilísimo rodante
Descubro al dios horrendo,
Sus feroces cuadrigas impeliendo;
De pié á cabeza armado de diamante,
Tras la lanza, el membrudo
Erazo blandiendo el fulminante escudo.
La virtud militar su rostro hermoso
El fuego al sol hurtando,
Las garzas del morrión al viento ondeando,
Valor infunde al ánimo fogoso,
A sus atletas fieles
Mil triunfos prometiendo y mil laureles.
Seguida de varones esforzados,
A los demás, cual soles,
Los deslumbran los claros españoles,
En la sublime rueda colocados,
Y atónitos los miran
Los que los eternales cercos giran.
Mi pecho, enardecido en viva llama
Del antiguo deseo
De celebrar las glorias en que hoy veo
El ejemplo feroz que tanto inflama
La hispana valentía.
Con nueva agitación así decía:
« [Salve, ínclitos iberos no domados,
Cuyos fuertes pendones
Dieron del frió Siu- á los Triones
Sombra, y asombro en pueblos ignorados,
Poniendo justo freno
Del fin del orbe al más oculto seno 1
)> A vos la tierra se postró rendida,
Sus límites abriendo;
Por hijos os juzgó de Jove hoiTcndo,
Dejando su extensión estremecida,
Y absorta en la pujanza
Con que mil rayos viiestra diestra lanza.
»Yo cantaré el primero
Al padre de la hispana monarquía,
Aquel feroz guerrero
Que dtt Roma al ftiror freno ponia.
Por quien nos vino tfido
El pund<inor y prez del valor godo.
))¡0h Viriato! tu indómita constancia
Yo cantai'é tras esto,
Cuyo invencible arresto
Burló del Capitolio la arrogancia,
Y subiré de punto
La gloria de Numancia y de Sagunto.
))Tu gran valor ¡oh noble Recaredo!
Decir ya determino;
Restaurador divino
De nuestra fe, de Francia y Roma miedo;
Y la feliz estrella
Que España consiguió en seguir tu huella.
))Mas ¿á tu gloria ¡oh triunfador Pelayol
Cuál otra habrá tamaña?
Que á la ofendida España
Volver hiciste del mortal desmayo,
Ser nuevo dando y vida
A su esperanza y libertad perdida.
))La invicta espada y esgrimir sonoro
En celebrar ya tardo.
Del feroz leonés sin par, Bernardo,
Que al francés rinde, y doma al pueblo moro;
Cuyo valor y an-esto
Será, por grande, un tiempo en duda puesto.
)) También diré el valor de un nuevo Alcí des.
De Hernán González luego,
Y en dulce son á la región del fuego
Haré subir las inmortales lides
De Lara, en siete infantes,
Del castellano honor astros radiantes.
)) Pero, constante Cid, honor de España,
¿A cuál esfera alzado
Serás tú, á quien el moro ha respetado
En el frío ataúd, ¡grandeza extraña!
Cuando con ceño altivo
Tan bien triunfabas muerto como vivo?
«Cuál después de estos capitanes cante
ODAS.
Pensando estoy dudoso,
0 al que p:ira 'su triunfo al sol fogoso
1 aro en la lid, ó &qml que al arrogante
Monstruo venció, que hacia
Indigno ultraje al ave do María.
))No callará mi musa l1 liel caudillo
Que, en armas Jlaite in'^aim.
^unea vio tan kal, el ca.stellano
íjuevü Alraham, el que arrojó el cuchillo
lara que á su liijn Inl],,
El moro sitiador jiave á deffür-llo.
») Mas, -anta ¡í.li mu.salaquulque luégobolln
El Ignorado mundo,
Sus naves rompe y echa ni mar profundo,
biete imperios ganando en la batalla.
Cuyos feroces reyes
Aherrojó y trajo'jl las liispanas leyen.
T ,.^} 'K^^ ^"'"" ('"J>if"n nunca vencido
Llegu á alcnuzar por nombre.
Cuyo esfutizo y rem>inbn>.
No en padrones de mármol esculpido,
Dejó al mundo m(moria.
Mas toda Italia celebró su gloria.
»0 al que el reino rigió con feliz freno
De íveptuno espumoso.
Marqués de S.ima Cruz, liéroc famoso,
Quien si, después de mil victorias lleno».
Atroz p.nrca no cierra
Sus ojos, diera asombro á la anglia tierra.
))Del Maniués invencible de Petcara
Después liare memoria,
A quien el cielo en singular victoria
Prometió un triunfo de grandeza rara,
Y á Esjiaña un gran tesoro
En el rey preso de los lirios de oro.
)>0 al (jue bajo la anciana barba el claro
Toisón pendiente mue.-tra,
Que salió siempre con triunfante diestra;
El gran Toledo, de la patria amparo.
De leales amigo
Y de rebeldes ás}x;ro castigo.
» ¡ Quién de cien trompas de sonante bn .n.p
Me concediera el eco.
Para cantar del Aguilar, Pacheco,
Cerda, Bazan, Girón, Dávila y Ponce,
Cada cual aguerrido,
Famoso cajiitan nunca vencido.
))La fama de estos ínclitos varones
Veo crecer cual planta
Que al cielo con los años se levanta,
Dilatando sus lenguas y pregones;
Pero ya se me ofrece
Quien como el sol entre ellos resplandece ;
«Esto es, el joven de Austria, que en Lepante,
Después que de Granada
La morisma deji'i desbaratada,
Al espanto del mundo puso espanto,
Y al turco imperio ciego
Arrojó al mar, deshei ho en humo y fuego.
«Diré, en fin, de Filipo el animoso.
Aquel que de las guerraa
Civiles é intestinas de sus tierras
Volvió á la España á un sin igual reposo,
Siendo entre tantas lides
Alejandro novel, hispano Alcídes.
))Mas tii, de este gran padre respetado
Gran hijo y heredero,
Carlos, escudo del imperio ibero;
Tú del gran César eres el traslado;
Mandar dos orbes puedes,
Rey, cesar y scfior, que no lo cedes.
»Á p'-sar de fortuna y de los hados,
Tus%élico8 j>endones
Del Sur á los Triones
Darán sombra en los pueblos ignorados,
Poniendo justo freno
Del fin del orbe al más oculto seno.
))Tú la tierra rigienfio,
A ti inferior, se postrará humillada,
Y con el trueno norrendo
Guerra le harás, quedando escarmentada
Cuando el rigor la alcance
469
470
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
Del feroz rayo que tu diestra lance.»
Así yo enardecido prorumpia,
Absorto en los campeones
De nuestra patria, indómitos leones;
Cuando desfalleciendo mi osadía,
Advierto que oso en vano
Subir donde no osAní orgullo humano.
Que si aquel globo allisimo defiende
Eu sus etéreos techos
La inmortal gloria de los altos pechos
Que en bclico furor Mavorte enciende,
En vano humana lira
A competir su eternidad conspira.
Y si una empresa tan difícil y alta
De bajo al nüraea culj)a.
Sólo intentarla basta por disculpa,
Cuando la fuerza, y no el deseo, falta;
Y yo en haberla osado
Seré con gloria en otra edad nombrado.
TH.\DDCCIONES DE HORACIO.
ODA PEIMERA.
Jam tatis terris navis atqiie dirá, etc.
Ya el Padre omnipotente
Cubrió de nieve y de granizo el mundo,
Y con su mano ardiente
Batiendo el sacro alcázar sin segundo,
A Roma puso en un temor profundo.
En un espanto horrible
Y miedo puso á todos los vivientes;
Pensaba que el terrible
Siglo tornaba que ahogó á las gentes
En agua y copiosísimas corrientes.
Pirra se condolía
Viendo mil novedades prodigiosas,
Cuando allí conducia
Proteo el ganado y focas espantosas
A los montes y peñas cavernosas.
Y mil varios pescados
Se vieron de los olmos en la altura
Subidos y pegados,
Do fundó la paloma simple y pura
Bien conocida casa, y mal segura.
Los gamos y las fieras
Con un temor cobarde y sobresalto
Olvidan sus carreras,
Nadando sobre el mar tendido y alto.
Dando en el agua un salto y otro salto.
Vimos el agua roja
Del Tiber, que violento sus corrientes
Del mar Toscano arroja,
Retorciendo sus ondas y vertientes
Contra los edificios más potentes.
Parece que mostraba
Dar gusto el rio al mujeril deseo;
Que mucho se quejaba
Ilia, y el Tibor con atroz meneo
Le promete vengar el hecho feo.
Abre con desatino
Por el siniestro iado un ancho seno;
Talando va el vecino
Cami)o romano, de braveza lleno;
Lo cual no aprueba Júpiter por bueno.
Los mozos descendientes
Tendrán memoria del cruel estrago,
Y alilarán las gentes
El hierro cortador, y un ancho lago
Dará de sangre á nuestro vicio el pago.
¡Ay! ¿cuánto jnejor fuera
Volver el duro y riguroso acero,
Y el odio y rabia fiera,
Contra el 7)arto feroz, bravo guerrero,
O contra el duro scita y persa fiero?
i A cuál deidad, pues, luego
El pueblo invocará para el caido
Imperio ? ¿ Con qué ruegq
Las vírgenes piadosas, y gemido,
Fatigarán de Vcíita el sordo oido?
y el l'ttdre soberano
¿ A quién dará el divino y santo cargo
Que con remedio sano
El díiño limpie, y cure mal tan largo,
Volviendo en dulce risa el llanto amargo?
Vén, pues, ¡oh favorable
Apolo, anunciador de la alegría!
Descubre el agradable
Rostro hermoso, y un dichoso dia,
Vestido de una blanca nube, envia!
lOh tú. Venus graciosa,
Si te place, demuestra el bello riso,
Donde el gozo reposa
Y do el amor alegre nacer quiso,
Que vuelve al mundo en dulce paraíso.
Y tú, ¡Marte encendido!
Los ojos vuelve al pueblo que engendraste.
Que despreciado ha sido.
En quien tu brava furia apacentaste;
Tan largo juego ya de espada baste.
A tí los alharidos
Y el confuso gritar, y las celadas
Lucidas y bramidos
Te agradan, y del moro las espadas
(Que puesto á pié es más fiero) ensangrentadas.
Tú, que de grande altura
A la hija de Atlante nombre diste,
Mudada tu figura,
En vuelo venturoso descendiste,
Y de este bello joven te venciste.
Gustando de llamarte
De César vengador, ¡oh joven claro!
Al cielo, que es tu parte.
Muy tarde vuelvas, y con gozo raro
Des al romano pueblo eterno amparo.
Y algún ligero vuelo
No te nos quite, aunque los vicios nuestros
Te ofenden en el suelo;
Primero en él tus grandes triunfos diestros
Canten del sacro rnonte los maestros.
Ten por blasón honroso
Ser dicho padre y príncipe extremado,
Y al miedo belicoso
No consientas correr en campo ai'mado
Sin la pena debida á su pecado.
ODA n.
Qítis VI vita gracilis te, puer, in rosa, etc.
I Qué lascivo mozuelo,
Blando y con mil olores rociado,
¡Oh Pirra! sin recelo
Te tiene con sus brazos anudado
El cuello estrechamente
En tu agradable gruta y lecho ardiente?
Y tú, con tez sencilla,
Sin engañosa falsedad de afeite.
Una y otra mejilla
Le muestras, con que enciendes su deleite,
Y tus rubios cabellos
Destrenzas, y le tiendes red con ellos.
¡(Juántas veces el necio
Mozo imprudente llorará su daño,
Tu falsa fe y desprecio,
Los contrarios amores y el engaño,
Y temerá los vientos
Eu el áspero mal de sus contentos!
Y él, fácil y creíble.
Que de tu hermosura goza agora,
Seguro y apacible.
Piensa que nunca le has de ser traidora,
Y no ve el miserable
Que til querer es viento deleznable.
¡Ay de los desdichados
Aquellos á quien tu lustrosa cara
Aplace, no enseñados
A conocer tu fe mudable y cara.
Que en tus serenas calmas
Anegan los contentos de sus almas!
Yo sufrí con afrenta
Naufragios en el mar de tus engaños;
Mas ya de la tormenta
ODAS.
Colgué los rotos y mojados pauos,
Y al dios del mar amigo
Pinté una tabla, de mi mal testigo.
ODA III.
Lidia, dic per omnes, etc.
Por los dioses te ruego
Me digas, Lidia, cómo afliges tanto
Y quitas el sosiego
A Síbaris el mozo, que con tanto
Amor te quiere y ama,
Y tú lo abrasas en su ardiente llama.
¿Por qué aborrece, dinie,
Sufriendo el polvo y sol sin pesadumbre,
Al campo Marcio, y gime?
I Por qué, enseñado á militar costumbre,
No juega y arremete
Entre tanto y gallardo igual jinete?
I Por qué ya no corrige
La feroz boca del ñ'ison brioso.
Ni con freno la rige
De brida, que es más duro y riguroso,
Ni su cabeza enhiesta
Con yelmo cubre y penachada cresta?
¿ Por qué tanto rehuye
Tocar del Tíber las bermejas ondas?
I Por qué más teme y huye,
Que á la sangre de víboras hediondas,
Al lucio aceite y grueso.
Que hace al luchador más fuerte y tieso ;
Y de la dura malla
No viste al jaco, ni arma mano y dedos,
Y ya de la batalla
En los brazos nervosos y molledos.
No muestra cardenales
Ni de gloriosos golpes las señales?
Mil veces con gallardo
Semblante hizo en la contienda raya.
Tirando el fuerte dardo,
Y arrojando un gran peso y azagaya,
Con tiro muy derecho
Abrazó más del señalado trecho.
Agora está escondido
Y se hurta á los ojos de la gente,
Como el joven nacido
De Tétis, antes de la guerra ardiente
De Troya, á quien engaños
Y amor vistieron mujeriles paños.
ODA IV.
Tldes ut alta stet nive candidum , etc.
¡Oh Taliarco hermano!
¿Ves el Soracte monte levantado,
Con honda nieve cano,
Y el bosque de gran carga trabajado,
Y en penetrable hielo
Cuajado el rio y apretado el suelo?
Templa con buen sosiego
El acerbo rigor del duro frió,
Echando sobre el fuego
Los leños que guardaste en el estío,
Y saca largamente
Del oloroso vaso el vino ardiente,
Y los demás cuidados
Entrega á Dios, que con prudencia sdbia
De los vientos hinchados
Enfrena en el furioso mar la rabia,
Y guarda y asegura
Al ciprés alto y á la encina dura.
Con sutileza vana
No busques el futuro tiempo incierto,
Ni qué ha de ser mañana;
Y en cualquier dia que tuvieres cierto,
Haz cuenta que en el trance
Postrero echaste un provechoso lance.
Y pues la flor empieza
De tu verano corto y edad breve,
y esté de tu cabeza
Ausente la pesada y fria nieve,
Coge en las tieriias ll..rcs
Los dulces frutos de plac«r y amores.
Y agora frecuentado
El campo sea, y eras deleitosas.
Ai tiempo concertado,
Las pláticas lascivas y amorosas
Entro silencio y risa
Hablando cuando la razón avisa.
Y aquel suave riso
Que del rincón más íntimo resuena,
"i da señal y aviso
De la mozucla oculta que nlli suena,
Que se iseondió A sabi> ndas
Pai"a hallar más dulces wus ctintiendas.
La prenda arrebatada;
Digo sortijas, ó manillas de uro,
O lo que más te agrada,
Algún precioso y rico igual decoro,
Qu i latió de los detlos,
Que fingen hacer fuerza, y están quedos.
ODA V.
Quein i'ivuní aut lieroa hjra vd acri , rfr.
[Oh Clio, musa mia!
¿ A qué varón celebrarás agora
Con versos de alegría.
Con lira dulce 6 flauta muy sonora,
A quien del valle hueco
En su alabanza me responda el eco?
O ya agora resuene
En las umbrosas faldas de Helicona,
O ya en el Pindó suene
Mi voz, á quien la dulce tuya entona,
O ya en el Hcmo helado,
O en el Ródope monte celebrado.
De donde se movieron
Las selvas á la voz <lel tracio Orfeo,
Los ríos detuvieron
Su curso rapidísimo y rodeo,
Y los ligeros vientos
Enfrenaron sus varios movimientos.
Y también las encinas,
Sonando el instrumento y voz, mostraron
Maneras peregrinas;
Por qué sus altas cumbres inclinaron;
Y con ramos tendidos
Parece que alertaban los oidos.
Pues ¿qué diré ¡¡rimero
Que las horas con más razón contadas
Del Padre verdadero.
Que con prudencia sabia gobernadas,
Y mando poderoso,
Las cosas tiene en orden amoroso?
Y templa el mar y tierra,
Y el mundo rige en tiempos diferentes;
Adonde no se encierra
Casa mayor, ni fuerzas tan potentes.
Tras de esto el alabanza
Palas en trecho muy distante alcanza,
Y no olvidaré agora,
[Oh Baco! en las batallas animoso,
Tu fuerza vencedora;
Ni á tí, Vírg n de brazo poderoso,
Que con flechas ligeras
Persigues en los montes á la^ fieras.
Tampoco callar quicio
[Oh santo Febol fu valor temido»
En el tirar certero.
Diré de Alcldes el jamas vencido,
Y á los hijos de Leda
Diré, con tal que tanto docir pueda.
Al uno y otro hermano,
Castor y Pólux, cada cual honrado
En arte sobrehumano;
El uno diestro en lucha, el otro osado,
A mil glorias triunfantes
Corriendo los caballos espumantes.
La estrella de los cuales.
Luego que luce, al navegante alegra,
in
473
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
D-^^stierra los mortales
RictloB trisUs de la muerte negra;
Y al piélago revuelto
En yaz lo deja, y en quietud resuelto.
Furde su furia el viento,
Iluyt n las nubes su presencia santa,
Y el Liimedo elemento,
Que en valientes escollos se quebranta,
Muestra con alegría
Sus ondas de luciente argentería.
Pt-nsando estoy duduso
Si tras de aquestos cantaré primero
Al bravo y belicoso
Rúniulo, ó de Pompilio rey severo,
Pacifico y divino,
O el imperio soberbio de Tarquino.
O si del atrevido
Catón diré la lionrosa y dura muerte;
Con pecho agr.idecido
También la lastimosa indigna suerte
De Marco Atilio digo,
Que fe guardó y palabra á su enemigo.
Y cantarán mis versos
A los escauros graves y constantes
En mil casos adversos,
Y al cónsul Paulo en otros semejantes,
El cual con pecho ufano
Dio la vida al furor del africano.
A Fabricio y Camilo,
Y á Curio, de cabellos mal peinados,
Diré en el mismo estilo;
Los cuales fueron en la guerra osados,
Y sin temer bajeza.
Se honraron con el áspera pobreza.
La fama de Marcelo
Cual árbol en oculto tiempo crece,
Y de Julio en el cielo
La estrella entre las otras resplandece,
Como entre otras estrellas
La clara luna con sus luces bellas.
lOh hijo omnipotente
Del padre antiguo! ¡Oh padre, fiel reparo
De aquesta humana gente!
Tú del gran César tienes el amparo.
Gobierna pues el mundo.
Siendo rey, cesar y señor segundo.
O ya los partos bravos,
Que están á Italia siempre amenazando.
Como á viles esclavos
Sujete al yugo de su fuerza y mando,
O ya de la india gente,
O de los seras triunfe en el Oriente.
Que rigiendo la tierra,
Será inferior á tí de buena gana,
Y tú moverás guerra
Con truenos de potencia soberana,
Y tú harás castigos.
Arrojando mil rayos enemigos.
ODA VL
Pastor quum traheret per preta navibns, etc.
El pastor fementido,
Páris, al tiempo que iba el mar surcando,
Contento y engreido.
Con sus ligeras naves, y llevando
A Elena, hecho ultraje
A la debida fe del hospedaje;
Al inquieto viento
En este punto sosegó Nereo,
Y dijo el triste cuento
Y amargos tines de aquel hecho feo,
Y los funestos hados
A Troya por tan grande mal guardados.
(( i Cómo con mal agüero
Llevas á la mujer de ajena casa?
¡Ay! ¡cuánto griego fiero
Conjurado, sin número y sin tasa.
Te romperá el contento
Y deshará tu infame casamiento!
De Príamo el imperio
Antiguo, noble, rico y celebrado
Caerá con vituperio.
1 Ay! ¡qué sudor y aprieto está guardado
A mucnos esctiadrones
De caballos y de ínclitos varonesl
Y ¡qué espantoso estrago
Mueves á la troyana triste gente!
De tu traición el pago
Verás muy presto; que Belona ardiente
Ya apercibe celada.
Escudo y carro, y rabia ensangrentada.
En vano confiado
En el auxilio de tu Venus fiera.
Ufano y descuidado.
Peinarás la cabeza lisonjera,
Y en lira blanca y verso
Darás solaz al tierno sexo adverso.
También huirás en vano
Las muy pesadas armas inquietas
Al tálamo profano,
Y del cretense fiero las saetas,
Y el temeroso estruendo
De Ayax ligero, que te irá siguiendo.
Mas ¡ay! que al fin revueltos
Verás esos cabellos muy peinados,
Y en polvo y sangi-e envueltos!
j No ves tantos anudes fabricados,
Y al hijo de Laerte,
Que será de tu patria total muerte?
¿ No ves al pnidentísimo
Néstor, y cómo el teucro Salamino,
Y el otro sapientísimo
Es Tenelo, en batallas peregrino.
Que el carro va guiando.
Que con redondas alas va bogando?
I Te siguen con horrendo
Furor en triste y temeroso trance?
I No escuchas el estruendo
De Merion, que ya te va al alcance,
Y al hijo de Tideo,
Rabiando por ganar de tí el trofeo?
A Diomédes digo,
Mas que su padre fuerte y más valiente,
Del cual bravo enemigo
Con pecho mujeril cobardemente
Huirás, cual tierna cierva,
Que viendo al lobo olvida pasto y yerba.
¿ No prometias esto
A Elena cuando echabas mil blasones
Con amoroso gesto,
Y aun que la armada y fuertes escuadrones
De Aquíles enojado
Dilatarán de Troya el triste hado?
Después de nueve años
El fuego griego, á quien tu amor atiza,
Ardiendo por engaños,
A la alta Troya volverá en ceniza,
Y quedará desierta.
De negros humos y de hollín cubierta.
ODA VII.
Velox amcenum scepe lucretilem, etc.
De su dulce acogida.
Que en el Liceo monte el Fauno tiene.
Con ligera corrida
Al suelo fértil de Lucrétil viene,
Para tomar contento
En este dulce sitio y fresco viento.
Esto lugar defiende
Mis cabras siempre del fogoso estío;
Tampoco les ofende
Aquí la fria escarcha ni roclo,
Ni los recios inviernos
Pueden dañar los cordcrillos tiemoB.
Seguramente pacen.
Buscando aquí y allí las tiernas gramas
Que en este bosque nacen,
El cítiso y tomillo, y otras ramas.
Que á las cabras engruesan
y ele sustancia y lecne las retesan,
Apriscos y rediles,
Do están los cabiitillos encerrados,
No temen las sutiles
Mordeduras de sierpes ni pintados
Lagartos, ni los robos
Que hacer suelen los hambrientos lobos.
¡Oh Tíndaris hermosa!
Cuando mi dulce caramillo suena,
El valle y selva umbrosa
Y el monte Ustica en derredor resuena;
El monte á cuya cumbre
Se sube sin trabajo y pesadumbre.
Su gracia y alegría
Me aspira Dios, y mi piedad le agrada,
Y aquesta musa mia;
De aquí la copia gozarás colmada,
Que aquí derrama el cuerno
Benignamente flor y fruto tierno.
En este valle y flores
Huirás de la canícula el gran fuego,
Y cantarás amores
Con la sonora cítara del griego
Poeta Anacreonta,
Que entre amorosos cisnes se remonta.
Cantarás las pasiones
De Penélope y Circe, y los recelos
De entrambos corazones,
Y de una y otra los rabiosos celos;
Que cada cual muy fuerte
Trabaja por el hijo de Laerte.
A la sombra holgando,
Agotarás aquí los vasos llenos
Del vino lesbio blando,
Y el padre Baco y Marte, muy serenos,
Quietos, amorosos.
No mezclarán combates sanguinosos.
Ni celos inhumanos
De Ciro, tu protervo y duro amante.
Ni las violentas manos
Temerás del villano, que delante
Te quite la guirnalda,
Y airado rasgue tu inocente falda.
ODA VIII.
Mater sceva cupidinnm , etc.
La madre cruel ufana
De los amores, y el mozuelo fuerte
De Sémeles tebana,
Y el ocio (que es de las virtudes muerto)
Me impelen vuelva luego
Al amoroso ya dejado juego.
El rostro bello y claro,
Y la tez más bruñida y espejada
Que mármoles de Paro,
De mi Glícera dulce enamorada.
Me enciende en blanda llama,
Y en su veneno mismo amor me inflama,
Enciéndeme el sentido
Su gracia y natural desenvoltura,
Y el melindre atrevido,
Y del semblante tanta hermosura,
Que el que á mirarla empieza,
Con ojos, alma y corazón tropieza.
Dejó á su Chipre amada
Venus, y edificar su templo quiso,
Y hacer su morada
En mi pecho, su antiguo paraíso,
Y tiéneme ocupado.
Ajeno de cualquiera otro cuidado.
No consiente que cante
Del indómito scita, bravo y fiero.
El osado semblante;
Ni al animoso parto, que ligero
Revuelve y espolea
Al caballo, y huyendo más pelea.
Ponedme, pues, las aras,
Aquí esparcidme rosas y verbenas;
Vaciad las copas claras.
De ardiente licor llenas,
SILVAS.
A79
Y dad incienso al fuego,
Que la victima hecha vendrá luego.
ODA IX.
TRADl'CCION LinRK DE l'NA DE SAFO, ETa
[Salve, Venus liemiosa.
La más dulce maestra
De amor en la palestra.
De Jovc Itijn prcciuí-a.
Cuyo niiniti) sagrado
En tantas aras hitnipre fué invocadol
¡Salve! y mi voz atiende ;
No dejes que á milh.res
Me maten los pesares;
Antes íicá desciende,
Cual un li mpo solias
Grata acudir á las plegarias mias.
Movida de mi ruego
Tal vtz á mí bajui>te,
Tal viz por mí dejaste
El celi.ftial sosiego
Que del gran Padre amado
Gozastcs en alcázar i-í-lrellado.
Yo vi en ligero vuilo
Tirar tu carro uncidas
Tus avis más queridas,
Y detceiukr del cielo,
Cortando con sus alas
Del aire vago las ctcreas salas.
Y cuando á mí llegabas
Tú misma, ¡oh dulce diosa!
Con vista cariñosa.
Que risas de amor dabas.
La causa me pedias
Del dolor que en mi rostro conocías.
I Por cuál razón demando
Tu auxilio sin sosiego.
Quien á mi dulce ruego
Quiera atraer más blando,
O á quien prender quería
En las amantes redes (jue tendía?
Acuerdóme cuan grata
Me dijo allí tu boca:
«¿Quién tu furor provoca?
Mi bien, ¿quién te maltrata?
Si hubiere quien por caso
Huya áo ti, tras tí volverá el paso.
dSí no recibes dones,
Los dará afectuoso;
Si es libre y desdeñoso,
Veráse en tus prisiones;
Si sin amor le vieres,
Luego amará, y hará cnanto qnisieTC3.n
Vén, ¡oh de amor princesa!
Vén, vén, como solias
En los antiguos diaa,
Ptics tu deidad no cesa;
Vén, y libra mi vida,
De insufribles tormentos oprimida,
Vén, y en tan fuerte inbtante
Tu auxilio en mí se vea;
í^umple lo que desea
Mi corazón amante;
Y en mi favor armmla,
Conmigo mire tu deidad sagrada.
SILVAS.
SILVA PRIMERA,
k LA PIEDAD.
I Cuál otro digno objeto,
En la gran copia de gratuito» dones
Que ilustran la razón , llegó al rtppcto
Qu? tú. Piedad santísima, me imj)one8?
Tii prii-cipio serás de mis canciones j
474
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
Tú , que de mis cnírlaílos
Siempre fuiste el primero, virtud santa;
Pues tu eficacia ea tanta,
Que ser á tí negados
Los hijos de la tierra mal podremos.
Tú, entre toilos los grados
De sujurior valor y de excelencia
Que en los mortales vemos,
A nuestros dulces padres mandas demos
Con frente humilde, liouor y reverencia.
Tero ¿cuál elocuencia,
Cuál fuerte voz de cuanto les debemos
roudtrará un traslado?
Kér, vida, luz, crianza, amor, cuidado,
Arrimo, nombre y honra se les debe.
Que jamas les podrá ser bien pagado.
¿ Y habrá quien, d<.íi:ilmado,
A no rendirles este honor se atreve?
No ce mió, no, creer que por ventura
Be pudo autorizar tal desmesura.
Cualquier culpa en el hombre fuera leve
En comparación de ósta.
Cual de eternales r.iyos coronada,
La divina razón lo manifiesta.
ÍCuál ley, cuál tradición más propagada
'or una antigüedad de años prolijos,
El mundo usó en sus hijos,
Sin que en cada interior ser radicada
La nación más remota.
Por su barbarie insólita, lo estorbe?
Ponedme , pues , del orbe
La más ciega é iiliota,
Y si por caso duda se os ofrece
De que sin Dios ó ley á vivir llega,
No digáis que el honor al padre niega ;
Que á todos Témis santa con luz pura
Los guia y asegura ;
Que como el que atesora, en bienes crece
Quien honra da á su madre,
Y el recibir la bendición del padre.
La casa de los hijos fortalece,
Donde eterna es la gloria,
Y" sin fin en los buenos su memoria.
Empero aquul cual humo desparece,
Y es siempre ignominioso,
Que ingrato los oprima ;
Y en maldición, el que los desestima.
En el cerco de nulus espantoso
Verá apagarse arrebatadamente
Su luz , quien fuere de ellos maldiciente.
Y 1 ojalá que los ojos que á su padre
Fisgan, ó miran torpes á su madre.
Arranquen fieros cutrvos, y sangrientos
Los coman ] ¡olios <lc águilas hambrientos!
Yo en fl polvo mi labio
Pondré, nubl- Piedad, por respetarte.
Seguirte y pregonarte.
Pues bajo el cielo igual á tino tienes,
Ni otra cual tú dí;u(lora á tantos bienes.
Bella virtud, /cuál sabio
Gentili.xi en tu elogio no se alarga?
¿Que oráculo creidü
A no ensalzar tu gloria se ha atrevido?
iQué ! ¿por dicha no encarga .
Tu guarda el inmortal ? Quien resplandece
Sobre el más alto querubín, ¿no ofrece
Vida en retorno larga.
Vida que con sus dádivas bastece?
jQuión, pues, te negará, virtud divina.
El sólido candor de tu doctrina?
I Oh I vén , luz grata , i oh I séllate en mi frente;
Seré á quien debo máa, más reverente.
SILVA IL
DE LA CONGRATULACIÓN.
¿Qué bien hay que no iguales,
O sin tí, quién mejor las almas sella,
Congratulación bella.
Que de un noble y divino pecho sales?
Tú eres, prenda feliz de los mortales,
La que has establecido
Que del próspero bien en que miremos
Otro hombre bastecido
Con muestras de placer nos alegremos.
Si á los miembros que vemos
A un mortal cuerpo unidos, nadie veda
Que el bien del uno en gozo de otro ceda ;
Si el simple amor de ser conciudadanos
Atrae á los humanos;
Los que en virtud unidos
Por tí se ven con vínculo más fuerte,
¿ Placer no habrán de la dichosa suerte
En que ven á sus prójimos queridos?
Así que este tu gozo es fruto amable
Del Sor sumo inefable ;
Gozo, sí, gozo, y no del bien profano
Y sólo en la apariencia , que ése es vano ;
Mas del que á un fin honesto se endereza,
Puro placer sin mezcla de tristeza
Ni resabio de envidia,
Falaz en persuadir que otra ventaja
Deslumbra nuestro mérito y lo ultraja.
Cual la piedra brillante
Ejemplo da, pues nunca se fastidia,
Ni se muestra con pálido semblante,
Por ver al rul)io sol más claro que ella;
Que antes se rie y lumbre da más bella.
Pero sin tí , ¡oh virtud ! ¿ qué no es la envidia?
Es pálido pesar del gozo ajeno.
Que en el jíecho del malo siempre lidia,
DeiTamando pestífero veneno.
Crimen de abrojos lleno,
Y el, más nocivo, pues que descontenta
Al alma que le abraza, y la atormenta.
Cuando naturaleza se complace
Con el ajeno bien , no al sol la luna
Envidia su fortuna.
Ni los rios al mar ; que antes les place
Gozar el bello grado
Que á cada cosa el Inmortal le ha dado.
Así, cuando otro gozo en tí no hubiera,
¡ Oh divino placer ! por el crecido
Gozo que das al ánimo abatido,
Solícito debiera
Templarse en tu alegría;
Que el gusano qiie cria
Dentro sí el leño, roe sus entrañas
Hasta que le destruye ; así las sañas
Del envidioso son; tal fué la via
Del fratricida, que la tierra fria
Tiñó la primer vez de humor sangriento.
Pero, virtud graciosa, ¿qué tormento
Causaste tú , ó qué bárbaro destrozo
El que á tu beneplácito procede?
¿Quién tal pensó? Otro gozo.
Otra quietud más grata , otro alborozo
Por tí se le concede ,
Que el malo y su maldad quitar no puede ;
Gozo puro, sin mezcla de tristeza.
Así, ¡oh precioso don ! ¿quién tu nobleza
Poiirá de hoy más no amar? ó ¿tú olvidada
Serás de mi deseo ?
No, virtud; que en mis brazos ya te veo
Darme ósculos de paz. Venid, humanos;
Que la prenda del cielo más preciada
A ninguno es negada.
I Oh 1 cante yo sus dones soberanos,
Y alégrense conmigo mis hermanos.
FRAGMENTOS.
VIRTUD MILITAR.
La Virtud militar aquí se advierte ,
Su hermoso rostro ardiendo en vivas llamas,
Y las garzas del yelmo al viento ondeando.
Brillar su peto de ápjjeras escamas.
Asiendo de una mano el asta fuerte,
Y en la otra el pavés cóncavo embrazando :
Veloz discurre hacia uno y otro bando,
Y entrando por los gruesos batallones,
Los blandos corazones
Luego, luego á lid bélica movia,
Atizando el incendio que ya ardía
En las contrarias bélicas naciones.
Así que, en rencor, iras, odios, sañas,
De unos y de otros hierven las entrañas.
PUROE BÉLICO.
En esto el Furor bélico, indignado.
Sobre un carro agilísimo rodante
Las ligeras cuadrigas impeliendo ,
De furias cruelísimas cercado,
De pié á cabeza armado de diamante,
Acá y allá furioso va corriendo;
Con jamas visto estrepitoso estruendo
Por entre los atletas gira agudo,
Y con brazo membrudo.
Que hace crujir el animoso viento,
Ora juega el estoque violento.
Ora rebate el fulminante escudo,
TEOVAS.
iJS
Ira y rabia infundiendo en las voraces
Y mr 3 que nunca ensangrentadas haces.
MUEBTE.
I A cuántos 1 ay I delante se le ha puesto
Entre una negra nube encapotada
La iiii;\g(>n d- la muerto irrevocable,
De u¡>iu y adelfas mustias coronada.
Pálida la color, airado el gesto,
Medio arraíitraiido un luto miserable !
La cual cmi hoz sangricjita, formidable,
Más «jue nunca veloz, ha descargado
Su br.azo no cansado ;
Al que hiere, de horror se atemoriza,
Los dientes cruje, el jiclo se le eriza.
Palpita el corar.on, y al fin helado.
El curso de sus dias desparece,
Cual humo ante Aquilón se desvanece.
TKOVAS.
ODA DE FRAY LUIS DE LEÓN.
PROFECÍA DEL TAJO.
Folgaba el rey Kodrigo
Con la hermosa Cava en la ribera
Del Tajo, sin testigo;
El pecho sacó fuera
El río, y le habló de esta manera :
oEu mal punto te goces ,
Injusto forzador; que ya el sonido
Oigo yo , y las voces ,
Las armas y el bramido
De Marte, de furor y ardor ceñido,
)) ¡ Ay, esa tu alegría
Qué llantos acarrea ! y esa hermosa
Que vio el sol en mal día,
A España ¡ay, cuan llorosa,
Y al cetro de los godos cuan costosa !
» Llamas, dolores, guerras.
Muertes, asolamientos, fieros males,
Entre tus brazos cierras
Trabajos inmortales
A tí y á tus vasallos naturales;
))A los que en Constantina
Rompen el fértil suelo, á los que baña
El Ebro, á la vecina
Sansueña, ó Lusitana,
A toda la espaciosa y triste España.
Ya dende Cádiz llama
El injuriado Conde, á la venganza
Atento, y no á la fama.
La bárbara pujanza ,
En quien, para tu daño, no hay tardanza.
)) Oye que el cielo toca
Con temeroso son la trompa fiera,
Que en África convoca
El moro á la bandera.
Que al aire desplegada va ligera.
» La lanza ya blandea
El árabe cruel, y hiere al viento ;
Llamando á la pelea
Innumerable cuento
De escuadras juntas veo en un momento.
))Cubre la gente el suelo ;
Debajo de las velas desparece
La mar ; la voz al cielo
Confusa y varia crece ;
El polvo roba el día y le obscurece,
1 Ay ! que ya presurosos
Suben las largas naves; ] ay I que tienden
Los brazos vigorosos
A los remos, y encienden
Las mares espumosas por do hienden.
T) El Eolo derecho
TROVA PRIMERA.
EL BORRACHO.
Folgaba un buen mendigo
Con una bota hurtada en la ribera
Del Tórmes, sin testigo ;
El rio sacó fuera
Su gaznate, diciendo con voz fiera :
« De malos tragos goces.
Injusto bebedor, que sin sentido
Al agua tiras cocts,
Y con lo que has vertido,
De vergüenza y de zupia cslá-s teñido.
íTan sedienta porfía
Tendrá su acribo; y esa bota hermosa,
Que no verás vacía,
1 Para tí cuan llorosa
Será, y á tus costillas cuan costosa I
DBorrachez, iras, guerras,
Jlanta y vapulamiento, fieros males,
Entre tus biíizos cierras
Con tus tragos mortales
A tí y á estas tus posas naturales.
j) Una fuerte tollina
A tu es[)aUla vendrá, y á lo que baña
lia región convecina
Con huMK'ilud extraña
En aquella espaciosa y gran campaña.
»)Que ya la tabernera,
De quien hi bota ha sido, á la venganza
Llama una turba fiera
De pillos sin crianza,
£n ((uicn para pescarte no hay tardanza.
))Oye que un cuerno toca
Con temeroso son, cual trompa fiera.
Con que á la lid convoca
La tríif)a vil y fiera.
Que á buscarte y tundirte va ligera.
»Mira cómo vocea
La talx'rnera infiel, y hiere el viento.
Cómo bufa y patea;
Innumerable cuento
De pillos juntos miro en un momento.
©Cubre la chusma el «uelo;
La piedad á sus pies desaparece;
La gritería al cielo
Cf)nf US.1 y varia crece,
Y como cuba cada cual se mece.
1) I Ay ! que ya presurosos
Tienden las I.'u-gas tancaíi; |ayl que extienden
Látigo» rigorosos
A los aires, qu- encienden
Los viporoFos braz<^s con que hienden,
j)Dn pillo contrahecho
4; 6 DON' JOSÉ
Hinche la vela en popa, y larga entrada
Por el Hercúleo csticcho
Con la punta acerada,
El gran padre Nt ptuno da á la armada.
))¡Ay triste ! y aun te tiene
El mal dulce regazo, ni llamado
Al mal que sobreviene
No acorres 7 ¿Ocnj)a(lo
No ves ya el puerto á Hércules sagrado?
«Acude , acorre , vuela,
T!as¡)a<ia el alta sierra, ocupa el llano;
No perdones la espuela,
No des paz á la mano.
Menea íulminando el hierro insano.
j)¡Ay, cuánto de fatiga!
I Ay, cuánto de dolor está presente
Al que viste loriga,
Al infante valiente,
A hombres y caballos juntamente I
vY tú, B«ti8 divino.
De sangre aj na y tuya amancillado,
Darás al mar vecino
¡ Cuánto yelmo quebrado !
I Cuánto cuerpo <lc nobles destrozado I
))E1 furibundo Marte
Cinco veces las haces desordena,
Igual á cada parte;
La sexta ¡ ay ! te condena
I Oh cara patria ! á bárbara cadena.»
MADRIGAL.
EL FIRME A5I0B.
Miré, señora, la ideal belleza,
Guiándome el amor por vagarosas
Sendas de nueve cielos,
Y absorto en su grandeza ,
Las ejemplares formas de las cosas
Bajé á mirar en los humanos velos,
Y en la vuestra sensible
Contemplé la divina inteligible.
Y viendo que conforma
Tanto el retrato á su primera forma,
Amé vuestra hermosura ,
Imagen de su luz divina y pura,
Haciendo, cuando os veo,
Que pueda la razón más que el deseo,
Y pues por ella sola me gobierno,
Amor, que todo es alma, será eterno.
LETRILLA DE ESPINEL.
EL TEMOB.
Mil veces voy á hablar
A mi zagala;
Pero más quiero callar
Por no esperar
Que me enrié noramala.
Voy á decirle mi daño;
Pero tengo por mejor
Tener dudoso el favor
Que no cierto el desengaño ;
Y aunque me suele animar
Su gracia y gala,
£1 temor me luice callar.
Por no esperar
Que me enrié noramala.
Tengo por suerte más buena
Mostrar mi lengua á ser muda;
Que estando la gloria en duda,
No estará cierta la pena ;
Y aunque con disimular
Se desiguala ,
Tengo por mejor callar,
Por no esperar
(¿ue me encie iwramala.
IGLESLá.S DE LA CASA.
Tu bola tiene ya medio atisbada;
Para tí va derecho,
Y con la mano alzada
A los otros mostró la bota hurtada.
I) ¡ Ay pobre ! ¿ y te entretiene
El garbo de esa bota, ni llamado
Al mal que sobreviene
No acudes ? ¿ Circundado
No te ves de ese ejército malvado?
«Aprisa, bebe, cuela
Y pasa ef-e licor al vientre vano :
P<ebe sin que te duela ;
No des pnz á la mano ,
Y un trago en otro trago esconde ufano.
»¡ Ay, cuánto de fatiga
La saña de esos pillos inminente
Causará á tu barriga,
Al opuesto occidente,
A cabeza y espaldas juntamente 1
»Y tú, Baco divino.
En tu sangre purpúrea enalmagrado.
Dirás pf r el camino :
i Cuánto jarro quebrado !
1 Cuánto cuerpo de zorros derrocado I
» El vino en toda parte
Todos cinco sentidos desordena ;
No vale ingenio y arte,
Y todo lo condena
De un letargo á la estúpida cadena, s
TROVA IL
Miré, Juliana, tu sin par franqueza,
Guiándome el amor por sus astrosas
Calles, muerto de celos ;
Y absorto en tu destreza,
Del Conejal las chulas mas famosas
Bajé ayer á mirar con Ciempozuelos ,
Y en tu parte visible
Contemplé un acomodo el más plausible;
Y viendo que conforma
Tu trato de aqiiel barrio con la norma,
Cargué con tu figura.
Que mis aumentos más y más procura,
Y hace en lo que no veo,
Que más que la razón pueda el deseo.
Y así, si por tí sola me gobierno ,
Todo el ascenso mió será Cuerno.
TROVA ITT,
Mil veces voy á apurar
Mi gran bota ;
Pero más quiero parar
Que no mirar
Qve al fin me quede sin gota.
Cuento á mi bota la grasa,
Y la sed que hay en mi pecho;
Mas me paro á mi despecho,
Y á mi beber pongo tasa ;
Y aunque me suele animar
Que ella es grandota.
El temor me hace esperar.
Por no mirar
Que al fin me quede sin gota.
Tengo por suerte más buena
Beber agua tras pepino.
Que ver no me queda vino
Para después de la cena ;
Que ella, de tanto soplar,
Al fin se agota ;
Y asi es mejor ayunar.
Que no nrirtir
Que al fin me quede sin g<ri,a,
TROVAS.
MADEIGAL DE LUIS MARTIN.
EL AMOB SATISFECHO.
Iba cogiendo flores,
Y guardando en la falda
Mi ninfa, para hacer una guirnalda;
Mas primero las toca
A los rosados labios de su boca ,
Y les da de su aliento los olores ;
Y estaba, por su bien, entre una rosa
Una abeja escondida,
Su dulce humor hurtando ;
Y como en la hermosa
Flor de los labios se halló, atrevida
La picó, sacó miel, fuese volando.
CANTILENA DE VILLEGAS.
DE UN PAJARILLO.
Yo vi sobre un tomillo
Quejarse un pajarillo
Viendo su nido amado,
De quien era caudillo,
De un labrador robado.
Vile tan congojado
Por tal .itrevimicnto,
Dar mil quejas al viento
Para que al cielo santo
Lleve su tierno llanto,
Lleve su triste acento.
Ya con triste armonía,
Esforzando el intento,
Mil quejas repetia ;
Ya cansado callaba ,
Y al nuevo sentimiento
Ya sonoro volvia ;
Ya circular volaba,
Ya rastrero corria.
Ya pues de rama en rama
Al rústico scguia,
Y saltando cti la grama,
Parece que decia :
« Dame, rústico fiero,
Mi dulce compañía.»
Y á mí, que respondía
El rústico : « No quicio, P
47Í
ENDECHAS DE FIGUEROA.
¡Bella zagaleja.
Del color moreno,
Blanco milagroso
De mi pensamiento ;
Gallarda trigueña,
De belleza extremo.
Ardor de las almas,
Y de amor trofeo ;
Suave sirena.
Que con tus acentos
Detienes el curso
De los pasajeros !
Desde que te vi
Tal estoy, que siento
Preso el albedrío
Y abrasado el pecho.
Hasta donde estás
Vuelan mis deseos.
Llenos de afición ,
y de miedo llenos,
TROVA rv.
Iba mi Inés cazando
Las pulgas que en verano la dan brega,
Su blanca tez de púrpura pintando;
Mas primero las llega
Al candido marfil de su uña fuerte,
Y con ambos pulgaris las da niiu rtc;
Y estaba, por su mal, en la costura
De su blanca camií^a
Una redonda cliiiiche, gruesa y lisa,
Y como en la apretura
De su uña la pilló, cun gran donnedo
La mató, olióla mal, limpióse el dedo.
TROYA V.
Yo vi á un picnronazo,
La bota bajo el brazo,
En tanto que cenaba;
Y nunca la soltaba,
Que no le era embaiazo,
Su mujer lo rogaba,
Llorando di' contino,
La dé á probar el vino,
Que (oda se añuzgaba;
Y él bebía y calltiha.
Ya por otro camino
Un trago le pedia,
Diciéndóle que haria
Un grande desatino
Si no la socorria ;
Y él callaba y bcbia.
Ya dice, hecha una fiera :
((¿ Quieres que baya <iuimera
Por tu bruta avaricia,
Y sea la vez primera
Que venga la justicia,
Y al ver tan grande excedo
Y al ver tal (lesuiino,
Te llevín, bribón, preso?»
Ya, en fin, con más cariño,
Coge en brazos el niño.
Que tiene de m.antilla«,
Y puesta de rodillas.
Los ojos en la bota.
Le decia devota :
((¡ Por la Virgen María,
Que me des una gota I
Por esta prenda mia
Y tuya, un trago espero;
Mira que, si no, muero
De pena tan impía.»
Pero la respondía
El picaro : a No quiero.»
TROVA VL
I Llena y ancha bota
De color moreno,
Blanco milagruso
De mi pensamiiiito ;
Archivo que encierras
El licor añ< jo.
Ardor de \aa almas,
Ardor de los cuerpos;
Que con tu olor solo
Darás vida á un muerto,
Y más 8i cHtan cerca
Friendo torreznos I
Desde que te vi
Tal estoy, que siento
Seca mi garganta
Y hecho esponja el pecho.
Hasta dónele eftán
Vuelan mis di'^ ■■= ,
Llenos de subst.u.f ¡a,
De esperanza ll'.i.oá,
478
t)ON JOSÉ
Viendo que te ama
Más digno sujeto,
Dueño de tus ojos,
De tu gusto cielo.
Mas ya que se fué ,
Dnndo al agua nmog,
Sienta de mudanza
El antiguo fucin.
Al presente olvidan ;
Y quien fuere cuerdo,
En estando ausente.
Téngase por muerto ;
Y pues vive el tuyo
En extraño reino,
Por ventura esclavo
De rubios cabellos,
Antes que los tuyos
Se cubran de hielo,
Con piedad acoge
Suspiros y ruegos.
Permite á mis brazos
Que se miren lioebos
Hiedras amorosas
De tu airoso cuerpo;
Que á tu fresca boca
Robaré el aliento,
Y en ti transformado,
Moriré viviendo.
Himeneo haga
Nueítro amor eterno;
Nazcan de nosotros
Hermosos renuevos.
Tu beldad celebren
Mis sonoros versos ,
Por quien no te ofendan
Olvido ni tiempo.
EOMANCE DE ESQUILACHE.
Una zagalejo,
Que nació en la Sagra,
Y dejó su pueblo,
De matar cansada.
Vino á Manzanares,
La fiesta de Pascua,
A probar venturas
Y á traer desgracias.
Como si faltasen,
Cuando todo falta.
Pesares sin cuento.
Desdichas sin tasa.
Yo la vi en el baile.
Que Antón la miraba
Aun con más cuidado
Del con que ella baila.
De estar tan torcidos
Dicen que es la causa
Que Antón se la jura,
Y ella se la guarda.
Cuando sueltos corren
Celos en el alma.
No hay humo tan fuerte
Ni mujer tan brava ;
Y una condición
Tan libre y tan vana.
Dejada se ofende,
Querida se cansa.
IGLESIAS DE LA CASA.
Viendo que te embiste
Más digno sujeto.
Dueño de tus tragos,
De tu gusto dueño.
Mas ya que se ha ido
Por los pies al suelo.
Sintiendo en su chola
Bien raros efectos ,
A tu dueño olvida,
Pues le ves durmiendo ;
Y el que un zorro coge.
Téngase por muerto.
Y pues está ahora
Con el santo al cielo,
Por ventura esclavo
De tu i»co imperio.
Antes que se acabe
Tu licor selecto,
Con piedad acoge
Mi sed y mis ruegos.
Permite á mis brazos
Que se miren hechos
Los empinadores
De tu airoso cuero;
Que á tu dulce boca
Robaré el aliento,
Y una misma vida
Los dos viviremos.
El gran Baco haga
Este trago eternft,
Y vénganme ganas
De dormir corriendo;
Que tu virtud, bota,
Celebraré en sueños ,
Sin que me lo estorben
Ni el frió ni el hielo.
TROVA VIL
Una bota llena
De leche de parras.
Que dejó su cuba.
De encierro cansada.
Llegó á la Aldehuela,
La tarde de Pascua,
A probar ventura,
Y ella á ser probada.
Como si faltasen
En tarde tan amplia
Pellejos sin cuento,
Botijos sin tasa.
Yo la vi derecha.
Que Antón la miraba
Con mayor cuidado
Que un majo á su maja.
De echarla los ojos
Dicen que es la causa
Que Antón la acomete,
Y ella le aguardaba,
Y boca con boca
Los dos se agarraban ;
Y diz que en la lucha
El Antón triunfaba;
Y aunque era una bota
Como una tinaja,
Probada se afloja.
Bebida se cansa,
SONETO.
Era invierno, y las horas del sosiego ,
Cuando Fabio, durmiendo deseuidado.
Soñaba que era estío , y que abrasado
Se vio de la canícula y su fuego.
Sueña que á un limpio estanque se va luego,
Y de enojosa ropa despojado,
Se entxa en el baño dulce y regalado,
Que le reliigcró con blando riego.
La frialdad del agua placentera
Conoce que del pecho enardecido.
Poco á poco el calor le echaba fuera.
Despierta en esto , torna en su sentido,
Y ve que, á efecto de su Vjorrachera,
En un gran lodazal se halla tendido.
APÓLOGOS.
APÓLOGOS.
EL ABUSO RANCIO, Ó EL CANGEEJO.
También, como en los hombres, en los brutos
Aquella que es de la ignorancia madre
Extiende sus dominios absolutos.
Yo no diré quién fué su abuelo ó padi-e,
Ni tomaré su alcurnia muy de lejos;
Mas solo un cuento que á su esencia cuadre.
Entre la turba vil de los canp-cjos,
Que habitan en las húmedas guaveñas,
Formando su república y concejos,
Cruzando arroyos y saltando peñas,
Aportó á un arroj'on un celebrado
Cangrejo, gran viajero por las señas.
Era anciano de edad, rostro afilado.
De vivos ojos y mirar honesto,
Cetrino en el color y descarnado;
Cuidadoso, sagaz, sabio, modesto,
Amigo de ver mundo, y que solia
Viajar con tan solícito pretexto.
En cada lago estaba más de un dia ;
Y éste por sus ojos fué testigo
De los abusos que en el vulgo habia.
Trató á un novel cangrejo como amigo,
Y á petición del joven inocente.
Para otras tierras lo llevó consigo.
Instruyóle en lo que era concerniente
Al rapaz, su talento y su nobleza,
Y á elegir lo mejor como prudente.
Díjole que era abuso y gran torpeza
El andar hacia atrás, que repugnaba
Al uso que dictó naturaleza.
El cangi-cjillo joven, que observaba
Del anciano el precepto, dio de codo
Al recular á que enseñado estaba ;
Y andando hacia delante, de tal modo
A ejemplo se enseñó de su maestro.
Que andar atrás se le olvidó del todo;
Y en el agua cortar salió tan diestro ,
Que con facilidad, en pocas horas.
De un mar burlalja el ímpetu siniestro.
Pero en esto las Parcas, hiladoras
De nuestras vidas, la del sabio anciano
Eobaron, y quedaron triunfadoras.
i Inesperado golpe I ¡ hecho inhumano
Para el joven cangrejo, su esperanza
Viendo burlada en tiempo tan temprano !
Pero ¿qué brazo á resistir alcanza
El decreto del hado? En tan gran pena,
Mares de llanto y de suspiros lanza.
En fin, viéndose solo en tierra ajena,
En su patria pensó buscar consuelo
Al dolor que el sentido le enajena.
De un rio en otro, pronto más que un vuelo,
Según para adelante ágil andaba,
Al regato arribó del patrio suelo.
Ya la nativa playa saludaba,
Cuando á su voz salieron sus paisanos ;
Que ya su patria verle deseaba.
Alegráronse en verle sus hermanos
Cuerdo y sagaz, y en casa le metieron,
Dándose con placer las largas manos.
Pero á bien pocos dias advirtieron
Que hacia atrás el cangrejo nunca andaba,
Y á encanto ó mal agüero lo tuvieron.
Uno y otro al principio le burlaba
Su recto caminar ; y él, como .«abio.
Juzgó que con callar los impugnaba.
Túvose en fin por un común agravio
Su invención nueva y recta, y en su ofensa
No quedó en su región cerrado un labio.
Quién acusarle al magistrado piensa,
Quién darle muerte, quién en su concepto
Piensa expelerle de la turba inmensa.
En ñn se decretó para este efecto
La turba cangrejil se congregase,
Que del bien común mira lo más recto.
Cada cual por sus canas y su clase
Se sentó en el augusto p.arlamento,
Sin que el joven cangrejo en él entr.ise.
Su causa allí por via de argumento
Se trató con fárrago y distim iones
Frías y de poquísimo monu uto.
Pero como á las teses y razones
De que el reculón uso se guardara,
Nadie impugnó con gritos ni espolones;
El ¡uesidcnte juez, con Kdacara,
Dijo que A burla el ca,«o se di jase ,
Y que al novel cangn>jo se intimara
Que para atrás, cual todos, reculase,
Sin osar replicar, ó que (Ul lugo.
Como á vil corruptor, se le arrojase.
El cangrejillo, viendo el fiero amago.
Sin uno en su favor, y que pudia
Venir sobre él aun más terrible estrago,
Entre sí, ((reculemos», se decia ;
Y por más que con fuerza lo intentaba,
Volver atrás un paso no jxjdia.
De su sabio maestro se acordaba,
Y en invocarle ronco se fatiga,
Que, como muerto ya, no le escucliaba.
Así á quien todo un vulgo contradiga,
Y los que de él tenidos son por sabios,
Aunque uso más ¡lerfecto abrace y siga,
Descargará sobre él lluvias de agravios.
APÓLOGO IL
EL ÁGUILA Y LA ZOBRA.
Viendo una vez el águila v.alicnte
Que con su astucia la falaz rajiosa
Lograba aj)lauso en la ]ile))eya gente,
Un chasco quiso darla : industrio.';»
La dijo : (( Si tu liumor lue-ir quisieres
En una fiesta sin igual jx.mjiosa,
))Y á los cielos conmigo te vinierea
A asistir á unas bodas , i n su esfera
Por tu humor te han de liacer dos mil placeres.»
Kespondió la raposa : (( IJien quisiera ;
Pero ¿cómo podré subir arriba.
Sin que un caiTO volante se me hiciera?»
El águila cual nunca comjiasiva
Se fingi('>, y dijo : (( Fia en mi cuidado,
Si tu dificidfad en eso estriba;
«Pues asida á mis hombros, ó á mi lado,
Verás que en ligereza á mí te igual.'is,
Y que el subirte queda á mi mandado.»
Dijo ; y tendiendo las robustas alas,
Asió de la raposa, y altanera
Se alzó con ella á las etéreas salas.
Y estando de la luna ya en la esfera.
El águila acordóla los agravios
Que de 1.1 zorra recibido hubiera;
Y dijola con atrevidos labios :
<(Si contigo, oh raposa, yo guardase
De maligna los ímjirobos re>-abios,
))Sólo con (jue caer hoy t'" dejasíj
Desde esta altura quedaría vengada,
A no ser mi nolileza de otra cla««'. »
Entonces la zorrilla, atncdn nfa<la,
Emj)ezó á m.aldecir su vano anhelo
De querer á otra esfera ser alzada;
Y entre sí dijo, llena de recelo :
ffSi de este trance escapo con la vida,
No quiero, no, más bodas en cl ciclo.»
APÓLOGO in.
LA VEBDAD VE.STrDA.
Amable un tiempo, cuando Dios qucrÍA,
Reinando la Verdad con cetro de oro,
Rigió di 1 orbe la anelia monarquía.
Clin ella siendo en jiiiblieo d< coro
Fiel esposa del elaro Ent' ndimiento,
Gozaba cl mundo su mayor tesoro,
iid
48Ó
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA,
Era aquel siglo de malicia exento ;
Pero al fin, corrompida la inocencia,
Vaciló de Verdad el tirmc asiento.
Del Fraude en esto, y pérfida Insolencia,
La mentira nació, vil seductora,
De inicuo pecho y hórrida presencia.
Su baja cuna conoció en la hora,
Y su d< forniidad, que aborrecida
Le habia de hacer en cuanto Febo dora.
De su malicia natural movida,
Su voz mintió, su asijecto y sus acciones,
Con un disfraz de máscara florida.
Con cebo do deleite y falsos dones,
En sus caprichos altanera y varia.
Comenzó á seducir los corazones.
Siendo de la Verdad atroz contraria,
Intentó derribarla de su trono,
Y hacerla de sus artis tributaria.
Tara saciar el hipo de su encono,
Increible es cuan falsa y cuan artera
Doró sus voces y enmeló su tono.
Comenzó á lastimarse de que fuera
Tan necia la Verdad, tan desabrida,
Cuan falta de política y grostra;
Al tiempo que, en mentir ella instruida,
Se vendió por discreta, cortesana,
Apacible, bizarra y bien nacida.
Insinuóse atractiva la tirana.
Con afeites y ornato subrepticio,
Aunque horrible de aspecto é inhumana;
Y adulando sus crímenes al vicio,
Poderoso en la tierra y arraigado ,
Un vulgo inmenso á si trajo propicio.
Con su favor logró que de su estado
La Verdad santa fuese derrocada,
Su imperio por la vil tiranizado.
Viéndose la Verdad menospreciada.
Expulsa, sin favor y perseguida,
Desde entonces de todos mal mirada;
Mendigando el sustento y la bebida.
Fué á parar á la choza de un desierto.
De mal secos troncones construida-,
Y un mozo al lado halló, vivo y experto,
Apto para volar, mas aherrojado
Y de unas ropas míseras cubierto.
Reconocióla el preso, y lastimado
De ver á la Verdad errar mendiga.
Dolióse de ella aun más que de su estado.
Contóle ella su pérdida y fatiga,
Y su abandono en fin; cuando el máncelo
« ¡ Ay dolor 1 (exclamó); Verdad amiga,
))Nü me cogen tus lástimas de nuevo;
Que aunque el Ingenio soy, de alas dotado,
A salir de esta estancia no me atrevo.
))Pero, aunque en estos grillos amarrado
Me tenga el disfavor, préstame oido ;
Pues mi industria á ninguno le he negado,
))Sabe que no hay manjar más desabrido.
En un tiempo en que nadie ya te ayuda.
Que un dcserigaño á secas ofrecido.
))jQué dije desabrido? Mi voz ruda
Anduvo; no hay bocado mas amargo
Que proferir una verdad desnuda.
))Asi, Verdad incauta, sin embargo
Que dar el desengaño abiertamente
En la dorada edad tuviste á cargo;
))IIo}', si hiere la luz derechamente,
A los ojos del lince causa daños,
Cuanto más á la flaca y mortal gente.
))Por esto la experiencia halló, y los años,
El arte de dar de oro á las verdades,
Y en almíbar bañ.ar los desengaños.
))Vi vimos la peor de las edades,
En que es vilipendiada la inocencia.
Por falta de artificio y novedades.
)) Empero si hallo en tí condescendencia
Y estimas mis sutiles invenciones.
Por tu estimación misma y conveniencia,
«Volverás á tu estado y posesionec;
Serás como un oráculo buscada,
Y gran reformadora de varones.
» Deja de hoy más de andar desaliñada,
Cual niño sin doblez, pues de falaces
Mofadores la tieiTa ves poblada.
))Y puesto que política te haces.
La máscara te pon de la mentira
Y viste del engaño los disfraces.
))En sn misino artificio pon la mira,
Sin pcrdon.ir parábola ó emblema,
Cuando á ocultar tu desnudez conspira.
))Usa de la liccion, valtc de un tema
Tal vez extravagante , y su rodeo
Te hará vencer con docta estratagema.
)>Así, la travesura y el floreo
De tu invención verás que nadie excusa,
Y vuelves á alcanzar tu antiguo empleo.»
Abrió los ojos la Verdad confusa;
Aquella vez no fué al Ingenio terca,
Y empezó á acomodarse á lo que se usa.
Ya á vista de ojos con ninguno alterca;
En lo pasado lo que pasa inquiere,
Y pinta lejos lo que está muy cerca.
Propone en un sujeto lo que quiere
En otro condenar, en éste apunta,
Y al otro el golpe da, sin que lo espere.
Sus flechas las enciela ó las despunta.
Para engañar mejor cualquier afecto;
Y como qui' re, los desparte ó junta.
Así que por un círculo perfecto.
Sagaz siempre, á parar al blanco viene
De su intención, que siempre fué el más recto ;
Y tal honor por su ficción obtiene
La Verdad, que no sólo en los poetas
Profanos su disfraz cabida tiene,
Mas también en el Dios de los profetas.
EL LLANTO DE ZARAGOZA (1).
elegías
al incendio del coliseo de esta ciudad
EN 12 DK NOVIEMBRE DE 1778.
Plorans plorabit in nade, et lacryma efus
in maxilñs ejus : non esí qui consolelur eam
ex ómnibus charis ejus. ;Thren., cap. i, v. 2.)
ELEGÍA PEIMERA.
¡Qué triste y angustiada
La ciudad imperial de Zaragoza,
Que tanta preeminencia entre otras goza.
Como viuda se ve desconsolada,
En lágrimas bañada,
De conhorte y solaz toda desierta 1
Llámela dolorida,
Y más que viva, muerta.
Cualquiera que la viere en tal quebranto,
Tanta calamidad, pavor y espanto.
La esfera está anublada,
La tierra de ayes Ueiia,
(1) Se imprimió pn Salamanca en 1779, en la oficina de Santa
Cruz , por Domingo Casero. Se han hecho muy raros los ejempla-
res (le esta única edición de El Llaiilo de Zaragoza , que no fué
incluido en las obras de Iglesias. Sólo hemos llegado i encontrar
un ejemplar, que tuvo la bondad de franquearnos el sefior Marqués
de l'idal.
Dedicó estas elegías al señor don Diego Ordofiez Viliaquiran
Fernandez de Córdoba, capitán do fragata, sefior en Salamanca
de la antigua casa de la Cadena. Conócese, en el tono de la de-
dicatoria , ([ue creía Iglesias haber escrito una obra de la más
elevada poesía. Acaba diciendo : « Esta y otras razones son las
que me mueven A presentar á usia impresas estas breves elegías,
libres, en cuanto me es posible, de impertinencias vulgares.»
EL LLANTO DE
Corre en lági-imaa Ebro tm-bulento,
Funesto buho suena
Y en ecos de dolor so enciende el viento.
España, con el trágico portento,
Está toda asombrada;
Catástrofe padece no pensada
El pueblo, que en toda ella más se erguia,
Donde la lozanía,
La nobleza y placer halló morada.
¿De qué pantera hinchada
0 sierpe habrá nacido
Quien no sienta su pecho enternecido
Habiendo tan gran lástima escuchado?
Yo, ¡ay de mi! á quien es dado
Decir (merced al cielo) la agonía
Y estrago inconsolable de a^uel dia,
Mi corazón turbado
Vi en ansias dolorosas,
Y en llanto mis entrañas amorosas
Derramarse quisieron
Cuando el incendio de aquel pueblo vieron;
Aquel incendio horrible,
Que miedo puso á todos los vivientes, •
Pensando que el terrible
Dia se les llegaba
En que, con furia brava.
El fuego ha de acabar todas las gentes.
Estábase alegrando
El pueblo en el ))rufano coliseo,
La música escuchando
Del ciego Amor, del fabuloso Orfeo,
Y Dios, á cuyo mando
La máquina del cielo se estremece,
Y el no ser le obedece,
Llamó al fuego y mandóle
Que á la ciudad castigue
Y que con su furcr I03 amedrente
Y sus iras mitigue,
A su voz obediente.
Dijo el Señor, y dióle oido al fuego;
Mandóle Dios y obedecióle luúgo.
¡Ay! esa tu alegría,
Esa fábula, oh pueblo, esa corea,
Que vistes en mal dia,
1 Qué lloro que acarrea
A toda esa ciudad! ¡ay! ¡cuan amargo
Para tus hijos! ¡cuan pesado y lai'gol
¿Que en el pueblo sagrado,
Por su bendita Madre visitado,
En donde el gran Patrón de las Españaa
Labró el templo primero,
Y donde muertos son por el Cordero
De Dios inmaculado.
Innumerables santos,
Se hayan visto ¡oh dolor! desastres tantos?
A esa estancia labrada.
Que otra igual no lo fué por sabio moro;
A esa vistosa entrada.
Esos jaspeados perfilados de oro,
¡Cuánto más acertaras
Si los ojos ¡oh pueblo! le cerrárasl
A esa dulce armonía
De falac'?s sirenas.
En que to 'arecia
Hallar alivio á tus mayores penas.
Mejor hubiera sido
Te cubrieras, cual áspid, el oido;
Pues ¿quién te lo dijera
Que lo que has presumido
Ser paraíso, un crudo infierno fuera?
Mira, pues, que el Señor ya se ha indignado
Y el vaso de sus iras ha vertido,
Y al elemento más feroz mandado
Lo que temer quizá no has presumido.
Ni la triunfante lus¡)ana monarquía,
Ni los pueblos en ella florecientes.
Ni del orbe pensaran los vivientes,
Que en tan alegre dia
Zaragoza tranquila, en paz y fiesta,
A tan sin par peligro fuese expuesta.
Dios así lo ha ordenado;
Con furor no esperado
I, Ps.-XYliI.
ZARAGOZA.
La gloria y la potencia
De Aragunha cort.ndo;
Y sin que resistincia
Humana les valiese,
A su rigor cediisc
Que en ellos crudamente se La encendido,
Halos circunvalado
Y vigot-Lsamente destruido!
¡Oh , cómo ya en la loca y profanada
Casa del coliseo
El gran pueblo no veo
Con música acordada!
; Dónde están los celajes
De trasparente viso y aparato,
Los dorados ropajes
Que imitan del pavón el rico boato?
¿Dó las aclamaciones
Que al diestro histrión hacían,
Y las palmas batían,
Y con júbilo en cerco le voceaban?
¿Dónde la blanca tez de sus doneeüas,
El gallardo esplendor de sus garzones.
El placer de ellos y el contento de cllaa?
Todo despareció : cambió la sucrlo
Sus gustos del znal)!cs
En duelos lamentaljlrs,
Y sus pomos de almíbar
En manojos de acíbar;
El dejo (Uldeltiie alií probaron,
Eodiánddlis las ansias de la mu.rte;
Dolores del infierno les cercaron.
Salióles al encuentro
Un globo espeso de humo.
Que giró en torno y ascendió á lo sumo.
Todo el soberbio anfiteatro hinchado
Apaga las antorchas encendidas;
Subf el fuego á lo alto, revolviendo
Mil ráfagas de llamas extendidas.
Que á las claras estrellas van hiriendo;
Kechina con estiuendo.
De f-í exhalando gomna derretidas.
Cual enjambre de abejas susurrante.
Una á otra se atrope! la
Por salir de la corcha cuando en ella
El olor sienten del tizón ahumeanie.
Así los que delante
A la salida estaban,
Unos con otros daban,
Y de tropel saliendo.
Escapaban la faz del humo horrendo.
Confusa voz do multitud salida,
Y tremendo alarido
De ayuda, fuego, ayuda.
En torno cscuclian todos de su oidn.
Quéjase en balde quien ansioso llama.
Que no hay quien j)or salvar al otro acuda;
Aprisa á fuego toca la campana
Y la cimbala f\guda.
Cual en lugar de nuestra costa hispana
Que entró cliusma ngarena,
«Vela, vela, traición, rebato», sacna.
Dejan los sabios ju'-ces
Sus puestos sobi ranos.
Los religiosos sus devotas preces,
Y juntas de las puertas los ancianos;
Olvidan los manceboH
Sus juegos, sus estrados.
Cantares y usos nuevos ;
Que el terror los cogiera de repente
Y como en fiesta desaprrcibi'l.s.
Como allá en tiempo li la ' -ite
Ix)S fuegos jMir los grieiío-
Como un ave del m'. • , vi., i a.
Como un corzo el m ! . >,
Lleva la madre en br n;. la.
Corre la virgen sin fin^;iüw coiuero;
Los que al culto de Dios son dedicados
Con mayor celo vienen.
Los que arto en atajar incendios tienen.
Todos giran, en fin, p>r todos lados,
Cual cohetes en cantillo delatados.
Ciecc la voraz llama
iSl
4s3
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
Y el resonante estruendo ;
Maderos esparcidos
Y espesos globos en violenta lumbre,
Bajan vigas de inmensa pesadumbre,
Ladrillo y planchas por el aire vago,
Que amenazaban la celeste cumbre,
Y causan tal estrago
En la espaciosa estancia,
Cual un tiempo en Numancia
De fuego y humo el espantoso lago.
¿Quién vio al Ebro crecido.
Con sonoroso ruido
Inundando la jilácida ribera,
Los muelles quebrantar de opuestos puentes,
Llevarse casas y tragarse gentes,
Espantoso y veloz en su camra?
Pues poca furia es ésta, comparada
Con la llama en los míseros cebada.
jQué es aquesto, Dios santo,
Rico en misericordia?
Templa la espada en yerba de concordia
Y á tu pueblo te muestra más propicio.
¿Que pueda importar tanto
Eesolver en ceniza este edificio.
Que el cielo y fuego y viento de tal modo
Hoy pongan contra él su impulso todo?
Aplácale, Señor; porque perece
La ciudad toda si este rigor crece.
ELEGÍA IL
I Qué voz, aunque saliera
De bocina sonante,
O qué lengua, aunque fuera
De bronco hierro, pudo ser bastante
A referir las ansias, gritería,
Confusión y rebato que allí había ?
Llorar, súlo llorar se nos concede;
Pero contarlo apenas nadie puede.
¿Quién el desorden dijo
De Babel confundida ?
¿ Quién el lloro prolijo
Cuando Jerusalen fué destruida?
¿O quién contó el estrago
Que la diestra de Dios hizo en Sodoma,
Cruel Nerón en Roma
O Scipion de Cartago ?
Pues no es menos difícil á mi aliento
Decir aquel rebato turbulento.
La relumbrante llama descubría
El duro y desdichado acaecimiento;
La común vocería
Y general lamento
El cielo con aguda voz rompía.
Gritar casadas, desmayar doncellas,
Era la cosa más terrible el vellas.
No con menos extremos los varones
De la edad más robusta, amargamente
Daban de su dolor demostraciones
Con basca más vehemente :
Unos quedan de espaldas atronados,
Otros de la avenida atropellados.
Los pechos más osados
Corren con prisa y al remedio atienden;
Vese gente en ventanas y tejados,
Entran y salen, suben y descienden.
Sacando uno arrastrando, otro en los brazos,
Y otro (mayor pesar) hecho pedazos.
Los postigos golpean ,
Los cerrojos cjuebrantan ,
Las paredes gatean.
Osan , temen, recelan , se adelantan,
Acá y allá rompiendo y atajando,
Agua pidiendo y agua ministrando.
Los míseros que dentro padecían.
Todos salir querían,
Y ninguno el camino allí encontraba;
Mover los pies ligeros pretendían,
Y uno á otro se estorbaba;
Paes, cual con furia brava
Derriba el austral viento
Rojo golfo de mieses en verano,
Así caen con su propio movimiento
Y levantarse prueban bien en vano.
El pueblo desde dentro, suspirando,
El socorro común solicitaba,
Y con las olas del morir luchando,
Entretener la vida procuraba ,
Huyendo la fiereza
De aquella muerte que á morir empieza.
Con riesgo de la vida
Era la gente allí favorecida
A vista del peligro inevitable
Del volcan insaciable;
Salen y entran los nobles magistrados,
Los tránsitos los padres revolvían,
Y con agua cargados
Los más robustos jóvenes gemían.
Los que ventana hallaban.
El fuego en sus cabellos arder viendo,
Al bajo suelo se precipitaban
Mal su grado, eligiendo
El modo de morir que rehusaban.
Antes que, como flacos, encerrados.
Ser entre ardientes llamas abrasados.
El gobernador mismo,
Que el pueblo allí mandaba ,
En tan conftiso abismo
Por el mayor peligro atropellaba.
El pueblo en él fiaba
Piemedio á desventuras tan fatales;
Mas /quién reparará súbitos males?
Cual nave sin timón ó rumbo andaba,
Y como ciegos en lugar incierto.
Los de afuera y de dentro vacilaban.
El vivo tropezando con el muerto.
A muchos voces daban
Para que se apartasen.
Temiendo tristes que si dentro entrasen,
El hijo no pensaba
Tornar á ver su madre.
Ni la hija imaginaba
Gozar su dulce padre.
Quién de lo alto clama, atribulado,
Diciendo con voz ronca y lastimera :
« Merced habed de mí , merced siquiera,
Vosotros, mis amigos;
Que Dios con dura diestra me ha tocado :
Sobre nosotros llueven sus castigos. »
Quedan mil por los tránsitos tendidos.
Que el miedo y susto todo lo embarazan.
Quién al que encuentra se ase, quién so abraza
Que el ánimo más fuerte
Ve presente la imagen de la muerte.
Quién á Dios perdón pide,
Quién de su caro ausente se despide.
Haciendo el gran terror siempre mayores
Los lamentos , plegarías y clamores.
No tanto se estremecen
Aquellos que perecen
En garras de leones formidables
O tigres espantables,
A quien entre los ágiles colmillos
Devoran sus hambrientos cachori'illos.
Cuando los que cercados
De llamas dentro están por todos lados,
¿Quién será aquel que no temblase, viendo
Del mundo remedar la total ruina.
Tantas gentes á un tiempo feneciendo
En este incendio horrendo
Que en el etéreo cóncavo rechina?
La luna, que salió con faz sanguina,
Y todas las estrellas, su luz pura
Cubren con nube oscura
Por no mirar destrozos tan fatales
Como en el suelo pasan los mortales.
Deten, deten, tu fuerza,
Hoguera formidable,
Y haz que tu curso tuerza
Donde con menos daño tu horror vibres.
lAy! deja salir libres
Con vida á los que tienes circundados;
Perdona al menos la puericia amablej
EL LLANTO DE ZARAGOZA.
453
Pues ¿ en qué su inocencia
Se opuso á tu terrible violencia?
Al pequeñuelo iui'aute
En brazos de su madre clhumo ahogaba,
Y ella junta con él el alma daba.
Cuál con voz anhelante
A su esposo llamaba,
Que entre la multitud no le escuchaba,
Y los más regalados
En sus retretes eran asolados;
Los que en sillas de cedro descansaban
Entre negras pavesas espiraban.
Alguna infernal furia
El fuego allí atizaba;
Que ni su propia actividad bastaba
A causar tanta injuria.
Su llama tan veloz se dilataba
Como cometa de ligero vuelo,
Y persigue cual águila del cielo
Al triste que delante tropezaba.
De la hospitalidad el flaco enfermo
Escapa á la vehemencia
Del tiempo, sin abrigo.
Que aun le alcanzó del fuego la inclemencia.
Siendo sin culpa de este mal testigo,
Fijos los tiernos ojos en el cielo,
Desmayando, aumentaba más el duelo.
Creció la llama, en fin , en tanto grado,
Que á las más altas toiTcs excedía
Y las vecinas nubes enccndia;
Y el humo de la esfera señoreado.
Espeso é insufrible,
Era cosa de ver lo más tei'rible;
Pues que los estallidos y el estruendo
Del fuego atroz que en sí va conviitiendo
La ciudad desdichada.
Bien como á quien no hay cosa reservada.
¡ Ay del triste que á par de sí lo vido.
Que acechando el socorro deseado.
Sus ojos tristes han desfallecido.
Su esperar se ha frustrado
En gente que valerse no podia ,
Que las ruinas los pasos les tomaron;
Y las comunes vias
Y sus últimos riesgos se acercaron,
No pudicndo jamas hallar camino;
Así que espiró el plazo de sus dias
Y su predestinado fin les vino.
El Señor, reducido
A hundir aquel lugar enteramente ,
Con ti lazo de muerte que ha tendido
A quien quizá á su voz fué inobediente.
Retirar su alma diestra no ha querido
Y mitigar aquella voraz lumbre
Hasta que, para nuevo desconsuelo,
La soberbia techumbre.
Forzada de su peso, vino al suelo.
ELEGÍA IIL
¿ Quién á mis ojos diera
De lágrimas dos fuentes inmortales,
Y en mi cabeza biciera
De amargos ríos urnas manantiales,
Para llorar los males
Y lamentar las tristes aflicciones
Que esta ciudad padece ?
Cid ahora todas las naciones.
Considerad si lástima merece.
Mirad este espectáculo funesto
Y ved entre las ruinas sus garzones,
Que el fuego los ha puesto
Más negros que carbones.
Los afectuosos padres,
Por librar á sus hijos soterrados,
Las vividoras madres
Ahogadas con sus tiernas criatoras,
Y las doncellas puras
Como en lagar pisadas ,
Y cual quemadas vides las casadas.
Ancianos, magistrados,
Sacerdotes, nobleza,
Entre la atroz fiereza
Do fut go y ruinas todos devorados.
De negro oUin cubiertos,
De terrones de polvo sepultado,
Y de Hagas el cuero todo abierto.
Su pueblo con horror los Ita iiiirailo.
Las horas de su edad se upreáurorou
Con más veloz carrera
Que gira en el telar la lanzadera,
Y para no volver jamas pasaron.
ÍY los que se libraron ?
J i radios cuál venían,
De fuego y sangre y palidez teñidos,
Cual pañíj apoliliados
0 como de earcoiua agujerados,
De pié á cabeza heridos,
Y por sus rostros no les conocían;
Del abismo parece que snlian.
1 Ay üii^s, y cuan mudados
Ve aíjuellos ríeos hombres, cuan trocados
De aquellos infanzones.
Que airosos y esforzados.
En otras ocasiones
Por flor de España fueron venerados 1
Ni hablan ni i-esiionden; elevados
Miran; desjiavoriilos
A todos con los ojos rodeaban
Y más, callando, el daño declaraban.
Los roncos alaridos
El gran desastre más solemnizaban;
La discorde armonía
De una calle á otra calle respondía.
Los muchachos pequeños
Corren desalentados
Cual canes que alejados
Están de la reseña de sus dueños.
Doncellas temerosas.
Cual corderas perdidas.
Volaban, presurosas.
Por sus madres querida.s.
Llóranse muertos padres y maridos,
Muertos hijos y hermanos;
Mujeres sin sentido
Tuercen las blancas manos;
Los niños, abrazados de sus madres,
Preguntan, llorando, por sus padr&s.
Los blancos rostros bellos
Eran de crudas manos ofendidos,
Manojos de cabellos
Por el suelo esparcidos.
Por mil partes, sin duefios, arrojados
Kicos vestidos, joyas y brocailos.
Quién mira allí de sus conciudadanos
Los horrorosos bultos.
Que en copia inmensa yacen insepultos,
Y en trances de dolor tan inhumanos
Ni aun á mirarlos osa
El que es de corazón y entrañas tierno;
Que en sazón tan peut-sa
Sólo el amor paterno.
Filial ó conyugal, era bastante
A fijar en los muert<is el senil»lante.
Otros por sus infantes jireguiilaban
Al ti(-mpo que esi)iraliaii,
Y otros, que entre las ruinas no morían,
En vano le podian
A la vida prorogue breves plazos;
Que niños en los lirazoa
Y adultos luego espiran «n los lechos
De sus jiadre.s, cu lágrimas dcahechoH.
De casa en casa luego
Corre la voz, y son enumerados
Los tristt s que murieron en el fuego
Y los precipitados.
¿Quién dirá ahora los dcí"«MiiMnnj!'i«
Lamentos y alaridos
Que allí fueron oidos?
Quién, puestas manos y ojo<: ( ii el cielo,
Clama desconsolado ,
No sé dtcir si con culpable celo,
Que para qué vio luz ni gozó vid(|
iU
DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA.
Quien la tiene tan triste y afligida;
Y quif^n ha suplicado
Que le dó Dios para dolor tan fuerte
El último remedio de la muerte.
No tan lejos muchos la tuvieron,
Pues ¡cuántos de peaai- solo murieron I
En el suelo postrados,
Los religiosos al Señor oraban,
Al cielo se volvian
Y RUS pechos herian,
Y las vírgenes puras
Que á Cristo consagraban su entereza,
Llorando las comunes desventuras,
Püst rallan por el suelo la cabeza.
ÍQuó golpe iguíd ])udiera
ín la" rueda de siglos encontrarte,
Oh pueblo, que bastara á conhortarte.
Si eres tú la primera.
Oh ciudad angustiada,
Que á otra igual ser no puedas comparada?
j Ay I í dónde hallaré medio
O buscaié remedio
Para templar tu llanto?
Que inmenso como el mar es tu quebranto.
Otra ciudad, otra sazón ea ésta
De la que ser solia
En aquella gran fiesta
Que en blancos cirios y floridos ramos
El templo visitamos
Del Pilar de María,
Hu. divina alabanza repitiendo
La multitud en el festivo estruendo.
La ciudad toda ¡ay triste! agora clama,
Y cual ola abatida
De tempestad furiosa se derrama',
Y como cera al fuego se liquida.
Está como la oliva en flor cortada,
O como en agi-az viña vendimiada;
Como barro cocido,
O cu.ll heno cortado,
Su vigor se ha secado
Y al polvo de la muerte ha descendido.
Los que á verla han llegado
Desde remotas tieiTas,
Horror de ella tenian,
Y salen lo más presto;
Los que las altas sierras
De entrar en ella huian
De corazón la han puesto
Como á vaso perdido
O como á muerto en un perpetuo olvido.
La su voz así suena
Como en el otro mundo,
Y sale su palabra
Cual de pozo profundo,
Y á los que mira en cerco peregrino
Así dice, anegándose en su pena :
((¡ Oh vosotros, que vais por los caminos.
Atended y mirad si habéis hallado
Dolor que á mi dolor se haya igualado!
Mi alma,- en mí vertida,
Está de las congojas oprimida;
Sobre mí turbaciones concurrieron,
Cual viento me agitaron;
Mis dichas se acabaron
Y como nieblas se desvanecieron;
Clamé al Señor y no me ha respondido,
Manifestéme y verme no ha querido.
Con devorante fuego.
Rigoroso conmigo se ha mostrado,
Y me ha con dura diestra amenazado.
Hierven en un común desasosiego
Todas las interiores partes mias;
Hanme alcanzado fatigados diaa.
Ni de noche mis ojos se aquietaron,
Ni reposar mis venas me dejaron.
Multitud de violencias
La piel rno ennegrecieron.
Que á los huesos cual túnica ciñeron.
Fallecen mis potencias;
En el lodo me he visto rebujada.
Con el polvo y ceniza
La lengua al paladar eemc ha pegado;
Mi laúd he enlutado.
Que en lúgubres acentos
Sólo respira fúnebres lamentos.
La ciudad llora, y crecen
Sus clamores prolijos;
No admite los consejos que la ofrecen ,
Como no ve sus hijos.
En torno de ella aullaban
Brutos de razón faltos,
Las aves en su vuelo se paraban.
Los peces en el agua daban saltos,
Los montes de Moncayo el llanto oyeron
Y sus cóncavos valles respondieron.
ELEGÍA rV.
Estas ¡ay, oh naciones peregrinas!
Reliquias que aquí veis, este abrasado
Edificio, estas ruinas.
Vigas desmanteladas
Y piedras desgajadas,
Que un tiempo fueron patio del contento,
Del zueco vil morada,
Hoy son memorias del mayor tormento.
Por nuestro mal halladas,
Prendas que al pueblo ser le parecía
Dulces y alegres cuando Dios quería.
Ved míseros despojos
De su rica estructura.
Del oro hechizador y la pintura,
Ruina triste á los ojos;
De máquinas al viento levadizas
Volar cenizas;
De dulces instrumentos
Solo quedaron ecos funerales;
De sus gradas y asientos
Apenas hay señales;
De la que le llenó bizarra gente,
Lastimosas exequias solamente.
No así se ve asolado
Viejo y marchito huerto,
Rota su tapia, á cielo descubierto.
Ni tan desamparado
El chozo que abandonan los pastores,
Destruidos del tiempo á los rigores.
El que .aj-er elevaba su grandeza,
Coronando de nubes su cabeza,
Cualmonton de basura es hoy deshecho.
Dicen los que le miran ¿qué se ha hecho?
Como sueño ha Acolado,
No puede ser hallado,
Y cual fantasma en él se desvanece
Y nunca más parece.
Ni le verán los ojos que le váeron
Ni los que en su esplendor le conocieron.
Pero esto no Uoreis; poned los ojos
En las plazas y calles despobladas
De placer, y colmadas
De míseros despojos;
De luto están cubiertas,
Y de galas d(;siertas;
Ya no son frecuentadas
Como otro tiempo fueron.
Las alegres moradas;
Que todos sus contentos fenecieron.
No hay público ó secreto regocijo ;
Muerte lamenta el padre, muerte el hijo.
Trocado [ay tristes! todo lo miramos,
Y excesos solos de dolor hallamos.
El huérfano, clamando
A beneficio incierto,
Como los avestruces del desierto;
La viuda, lamentando,
Cual en nocturna hora
Lechuza endechadora ;
El padre, que, sin hijos, desconsuela,
Cual pelícano solo, en despoblado,
Cuyos pollos serpiente ha devorado;
El esposo, en fin, vela
Como pájaro solo que ha perdido
HDDTOS.
De sn consorte el nido.
Ved la ciudad á quien el cielo ha herido
Con ruinas que en mil siglos no acontece.
Los que mayor envidia la han tenido
Ven su desdicha y ya se compadece,
Y como sola en sí el castigo mira,
Ella gime y de todos ae retira.
Quizá en aquel lugar ella tenía,
Donde siempre el desurden ha morado,
Oculta la maldad de su pecado.
¡Ay! ¿quién con tiempo prevenir podría
La gran caida que este pueblo ha dado?
¡ Ay triste ! que ni aquel Pilar sagrado
Que la Virsen sin par puso las plantas,
Que humildes besan altos querubines;
Su imagen, su santuario, visitado
Del orbe entero y sus remotos fines;
Ni tanto templo ni reliquias tantas,
Ni aquellas masas santas
De tanto mártir en la fe triunfante,
Con que este pueblo está santificado.
Parece ¡ ay de vosotros i fué bastante
Para bajar la espada
De la diestra de Dios, contra él alzada.
Tú, ¡oh gran ciudad ! por tanto.
Vierte tu corazón en mar de llanto,
Lamenta tus enojos
Y no cesen las niñas de tus ojos,
Trae ante ellos al pueblo ninivita ;
Del documento del ejemplo saca
Que quien á Dios con el pecado irrita
Con el pesar le aplaca.
Llora en la noche, llora,
El lecho con tus lágrimas regando;
Levántate á la aurora,
Levántate á dar gritos,
Y borra tus delitos
Tu amargura al Seiíor representando,
Y las manos tendidas;
En tanto desconsuelo
Vuélvete á Dios del cielo
Y ofrécele las graves desventuras
Con que pierden las vidas
De tu seno las dulces criaturas.
Mira que esta sentencia
En tablas de diamantes fué esculpida;
La suma Providencia
Nada hace acaso en nuestra mortal vida.
Pues ¿quién afirmará, desalumbrado,
Que hay algo que su diestra no ha ordenado?
Premio y castigo de su voz proceden,
Y á su poder todas las causas ceden.
No por la maldad nuestra
Indignamos á Dios omnipotente,
Y de su fuerte diestra
No dejamos se ahuyente
De su justo castigo el rayo ardiente.
Si por nuestros delitos
Padecemos trabajos infinitos.
Examinemos bien nuestra carrera.
Postrando, humildes, en la tierra el pecho.
Delante del Señor, que nos ha hecho ;
Y pues somos su pueblo y su ganado.
Que El mismo ha apacentado,
Pidámosle con voces lastimeras
Del mal nos libre, y tan funestos íinea
Para la Tracia bárbara los guarde.
Plagas, á los católicos confines
Nunca lleguéis, y si venís, sea tarde.
¿ Y querrás por ventura,
Oh juventud hispana.
La carrera seguir de la liviana
Gente que en pos del vicio se apresura?
¡Oh! que es gran desatino
Seguir con luz de nieblas el camino,
Y no poca locura
Ver del peligro el escarmiento ajeno,
Y proseguirle, estólidos, por bueno.
Vosotros, cualesqtúeraá quienes tiene
De esas sagas la voz embelesados,
Huid de sus pestíferos tablados.
Hurtaos el mal que en ellas sobreviene.
4S5
Oid la voz que os dice que hasta cuándo
Tendréis el corazón endurecido,
La vanidad amando
De un aparente bien que os ha vencido.
Tú, empero, Zaragoza, madre clara
De tanto hijo exeileiit-, en quien so encierra
El tesoro mayor que liay en la tierra.
Enjuga el llanto de tu hermosa cara;
Que si do dura.s flechas,
Que diiigiú el Señor á tí derechas,
lauta j'urte á tus iiijos le-s alcanza,
Ser de Dios en la vida castigado
Es verdadera bienaventuranza.
Lo que el Señor te ha dado.
El mismo lo ha llevado.
Di : El nombre del Señor bendito sea;
Que el que en toda fortuna asi so emplea,
Cual Job, modelo de varones quietos.
Verá, lleno de bien, hijos de nietos.
Así que, ciudad mia,
Respóndate el Señor cuando te asombro
El tenebroso dia,
Y de Cristo Jesús te salve el nombro.
Tus ojos vuelva á tí de su santuario,
Del ciclo te sustente,
Te auxilie de ordinario,
No olvide tu presente.
Todos tus desaciertos te perdone
Y en su visión de paz te galardono.
HIMNOS.
HIMNO PRIMERO (1).
A LA RESURRECCIÓN DEL BESOE.
Cantemos al Señor, que victorioso
Rescató de prisión su pueblo amado,
La majestad del Principe del cielo,
Y del rey sin piedad el fiero espanto.
De su sangre en la púrfiura vestido.
De honrosos vitu|»'j-ioH coronado,
Descendió al limbo el Redentor del mundo.
Que fué en la cruz, para vencer, clavado.
Lucifer y las hu'-si -s de lini'blas,
I Oh qué grita del i)eciio ilsataron !
Los pálidos funestos estandartes
El miedo les quitaba de las manos.
Llegó Cristo glorioso en las insignias
De su pasión , y con invicto brazo
De majestad vistió los tribunalfs,
Donde execrables leyes dio al tirano.
Tembló el umbral debajo de la planta
Del Vencedor eterno, y los espacios
Reciben el candor de eterna Itimbre,
Donde estaban los padres encrrados.
Después aquel Ucy fuerte y poderoso
Sacó consigo del pn ■fundo lago
Libres las almas de los santos padres,
Y las condujo al paraíso grato.
De eterna majestad siemiirc asistido,
Su cuerpo en el s ■ ' - nrdando
Que resucite, lli i
Como está, al so! lo.
Jesús, divino II* y, jiarü que was
Pascual gozo á las alma» continuado.
Dalas vida, librándol.; , '
De la muerte fatal de
La sempiterna gl"ri;i adre,
Y al Hijo, cuyo triunfo celebramos,
Y al santo Amor, que de los dos procede,
ün Dios , que impera por eternos añoc.
Amén.
(1) Estos himnof esUn sacados ie\ Reto eeluiútUoo, Inédito,
de IcLcsus.
436
DOX JOSÉ IGLESLIS DE LA CASA.
HIMNO 11.
Cantamos do los cielos
El iiúblico alborozo
Que muestra cu la victoria
De Aqml <iuc se salvó en su esfuerzo propio.
Aiigi'licoé ministros,
De ver liunibrrs ansiosos,
Andaban rcvolanilo
Del ya desierto monumento en torno;
Y lino súbitamente
Causó un t;ran K rrcmoto,
Alzando del sepulcro
La losa y velo al hecho prodigioso.
A su luz y estamjiido,
Con uu luoi'tal asombro
Quedaron los soldados
Unos sin vista, y desmayados otros.
Las guardias por el suelo
Ya son del Key despojos,
Y alfombra de sus plantas
Morriones, picas y pavesas corvos.
Que si á su muerte quiso
Que nadie fuese estorbo,
¿ Quién se o^jondi-á, on su triunfo
Al Ki.y de los ejércitos glorioso ?
La gloria se dé al Padre,
Y al Hijo victorioso,
Y al que de ambos procede.
Por círculos de siglos numerosos.
Amen.
FIlí 0E LAS poesías DE DON JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA,
Y DEL TOMO PRIMERO DE POETAS LÍRICOS DEL SIGLO SVIII.
ÍNDICE.
Páginas.
BOSQUEJO HISTÓRICO-CRÍTICO DE LA POESÍA
CASTELLANA EN EL SIGLO XVIIL
CArÍTL'LO PRIMERO.— Dpcndencia política de Espnña al ter-
minar la dinastía austríaca. — I'ostracion arlislica 6 in-
telectual.—(Corrupción de la poesía lírica.— Carácter
análogo que toman los extravíos literarios en las deca-
dencias nacionales.— Sor Juana Inés de laCruz.— Mon-
toro V
Cap. II.— Advenimiento de la casa de Uorbon.— Felipe V
quiere, sin conseguirlo, idenlillrarse con la nación es-
pañola.—En artes y letras prevalece en la ciirte el cs-
pírítn extranjero.— Influencia de la cultura del reinado
de Luis XIV.— No liega por entonces al pueblo español.
— Agonía del numen lírico.— Ocstcllos de la entona-
ción antigua , perdidos entre los delirios del mal gusto
reinante.- Enciso.— Rcrnaldo de Quiriis.— Decaden-
cia en la decadencia : últimos límites.— Poesía rastrera
y familiar.— Salazar y Ilonliveros x
Cap. III.— Recuerdos del estilo encrespado y oscuro de
Góngora.— .Vanifiéstanle afición las clases ilustradas.—
LeonyMansilla.— La catedral de Salamanca. —Prevalece
la poesía conceptuosa chabacana — Otros poetas de la
extrema decadencia liiica.—Zamora. — Cañizares.— Dan-
ces y Candamo. — .\lvarez de Toledo (dun Ignacio).—
Enriquez Arana.— Benegasi y Lujan (don Francisco).—
Mística poi'tica.— Sor Gregoria de Santa Teresa.— Snr
María del Cielo.— Prosadores poetas.— Torres.— Fei-
jóo.— La poesía en las Indias.— Méjico.- El Perú.- El
Virey Marqués de Castell-dos-Rius. — Monforle.— Pe-
ralta Barnuevo.— El ("onde de la Granja XV
Cap. IV.— Poetas malogrados.— .\lvarez de Toledo (don
Gabriel).— Gerardo Lobo.— Tafalla y Negrele.— Mar-
qués de Lazan xxxii
Cap. V.— Poetas con tendencias políticas.— El padre Ru-
tron.- Renegasi (don José Joaquín).- Fray Juan de la
Concepción xlvi
Cap. VI.— Síntomas claros de cambio en el gusto litera-
rio.—Época doctrinal.— D/flrío de ¡os Hiéralos.— Poéti-
ca de Luzan.— Iriarte idon Juan).— Artigas.— Sátira de
Jorge /'í/í/Za.?.- índole francesa de su inspiración.-
Aclaración del seudiinimo ,• • • ' *
Cap. vil— Influencia de la PoHica de Luzan.— Últimos
esfuerzos de la moda conceptuosa.— Los reformadoras
mismos mezclan involuntariamente el gusto nuevo con
el antiguo.— Porcél.— Examen critico de El Adonis.—
Interian de Ayala. — Ferreras.— Quirós. — Velcz de
feeon. . ixix
Cap. VIII.— Época de Fernando VI.— Gana terreno la re-
forma doctrinal.— Torrepalma.—E/ Deucalion.~El Jui-
cio final.— Sor Ana de San Jerónimo.- Paralización del
espíritu poético. — Montiano. — Nasarrc. — Academias
corruptoras del gusto.— Academia de ios Árcadcs.—
Páginai.
Academias provechosas á la civilización literaria.—
Academia (/f/ Buen í.'M.v/n lxxmii
Cap. IX. -Poetas indisi'i|)linablcs. — Villarrocl. — Nieto
Molina.— Manijan xcii
Cap. X.— Reinado de Carlos IIL— Continúa la resistencia
instintiva del gusto nacional.- Kl cambio doctrinal
triunfa al cabo.— Poetastros célebres.— Dos curas de
Fruime.— Nifo. — Primeros frutos sazonados de la re-
forma.—Moratín (don Nicolás).- Cadalso. — Escuela
poiti.a salmantina.— Fray Riego González.— ilu<'rta.—
La liaqucl.— Iglesias cil
Cap. XI.— Continuación del reinado de Curios IIL— Vc-
laz(¡uez. — Trigueros. — Su superclicria poética. — Su
Rinda.— Sus parciales é impugnadores.— Jesuítas poe-
tas. — Lasala.- Alegre.— Isla. — lliaz.— Ceris. — Mon-
tengon.— Muñoz cix
Cap. XII.— Continuación del reinado de (lirios IIL— Sa-
zón conijilela de la nueva era liter.iria.- Cuatro magis-
tradus poetas.— Mrlendez Valdés.— Jovcllanos.— For-
ner.— Vaca de Guzman cnxt
Cap. XIII.— Fabulistas.— Carácter poco poético del apó-
logo.— Impropiedad de su aplicación á la enseñanza de
la juventud.— Samaniego.— Iriarte.— Su poema de La
Música. — Su prosaísmo.— Su incontestable mérito.—
Plaga de fábulas.— lienteria.— Pisón Cb
Cap. XIV. — Consecuencias antiporticas de la reforma doc-
trinal.—Prosperidad del prosaísmo.— Olavíde. — Sa-
las.—Silva Razan.— Meras. — Olmeda.— Pírhii y Rius.
— Imperio de la égloga.— ArliOcio de la poesía cam-
pestre.—Su desnaturalización.— Abuso de las clasíllra-
ciones doctrinales.— Poesía didáctica.— Reion de Sil-
va.—Moreno de Tejada.— Enciso.— Pereí de (Cdis.—
El ¡ladre Vaniére.— Poesía fruslera. — El bachiller Due-
ñas — El Marqués de l'reña.- El Marqué» de Méritos.
— líegimiento de la Posma cltii
Cap. IV.— KI prosaísmo desciende de su apogeo.- F.l ca-
nónigo Ruarte.— Rodríguez de Arellano.— ho/i Ramón
déla Cruz. — González del Castillo. -Poesía enfjtica.
— Noroña.— Sánchez Barbero. — Cícnfuegos.— Moratln
(Leandro). -Quintana cli:x
Cap. XVI.— Copleros andaluces.— Mudoz de l.fon.— Ló-
pez de Palma.— (niiizalez de León. — Repiso Hurtado.
— Jaén. — Escuela podira se*illana.- Su raricler me-
ticuloso é imitador. — Su gran mérito relativo.— Miem-
bros distinpuido.s de la escuela.— Pléyade poética.—
Nuúez.— Castro.— Roldan.— Arjona.— Rcínoso.— Lis-
ta.—Matute.— Mármol.— Escoel» granadina. — Alonso.
-Escuela valenciana.- Martínez Coinmcr CLXlitl
Cap. xvii.— Ultimo periodo del siglo xvm.— Efectos de It
transformación poMIra y moral en la literatura. — El
padre Fernandez. — La poMira absorbe la atención pú-
blica . y daña á la cultura literaria —ArroyaL— Extra-
víos de la pasión política en algunos poetas.— Marche-
na.— Blanco.- Otros, aunque arrastrados por el iu-
m
ÍNDICE.
Página».
pulso de las ideas de la revolución francesa, consenan
intacto el amor di; la patriii.— Villanueva.— Vargas Pon-
ce.— Jérica.—ltefia.— Mor de Fueiiti's ce
(l*p. XVIII.— ln\asion francesa. — Limite moral del si-
glo xviii.— Portas nacidos y educados á fines del mismo
siglo, que han escrito en el presente sus principales
obras.— .Vrriaza.— Maury.- Solis.— C.onzalez Carvajal.
— ti padre noviero. — (".allego.— Burgos. — Silvela.—
Pereí de Camino.— Soraoza.— Navarro.— Hidalgo. —
Gallardo.- Tapia.— Poetisas notables.— Poetisa anóni-
ma.— Doña Isidra de Guzman, doctora y académica.—
DoQa María de llore.— Sor María Ilelguero. — DoDa
Rosi Gi\\ez.— Fia del Bosquejo hislMco ccxix
POETAS Llll'.GOS DEL SIGLO XVIIL
Do!( Cabiiifl Alvabez de Toledo.
Noticias biograUcas y juicios críticos . 1
Poesías 6
Don Eucsmo Gerardo Libo.
Noticias biogr.íficas y juicios críticos 19
Poesías 22
Doctor don Diego de Torres y Vill'.rroel.
Noticias biográflcas y Juicios críticos 49
Poesías 54
Jorge Pitillas.
Noticias biográficas y juicios críticos 87
Púcsias. . . . , 90
Páginas.
Don Ignacio de Ldzan.
Noticias biográficas y juicios críticos n ;
Poesías 111
Don Alfonso Verdugo y Castilla, conde de Torrep/.lba.
Noticias biográficas y juicios críticos i'23
Poesías 125
Don José Antonio Pobcél.
Noticia biográfica l",G
Poesías 139
Fray Diego González.
Noticias biográficas y juicios críticos 177
Poesías 181
Don Vicente García dk la Huerta.
Noticia biográfica y juicio critico 204-
Poesías 207
Don José Cadalso.
Noticias biográficas y juicios críticos 243
Poesías 248
Don José María Vaca de Gczman y Manrique.
Noticia biográfica 277
Poesías i:78
Don Félix María Samaniego.
Noticias biográficas y juicios críticos 354
' Poisías 33B
D.iN José Iglesias de la Casa.
Noticias biográficas 407
Poesías 417
ría DEL ÍNDICE.
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t.61
CIRCÚLATE AS MONOGRAPH
Biblioteca de autores
españoles
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