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biografía
DEL
GENERAL JOAQUÍN AGOSTA
FBOCIR DS LA IHDIPINDEBGIA. HSIORIAIOR. mtiV), HOMI
GmnRGo Y mimm
POR'
. . S. AGOSTA DESAMPER
Miembro honorario de la Bootedxl da gecrlUa— y'Artiatasdalfadrid, Honorario
do la Soclodad de Oeocxaflade Boma. Oorieepondlente de la Academia
de la Hietorla de Oarmoae, etc etc. etc.
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' librería colombiana
Oatmacl&o Rold&n Ad TTaxuayo
•
«
^4
.1.
F .
/
/
Señora doña Soledad Acosta de Samper.— Bogotá.
Muy respetada señora y amiga mía:
En la carta que tuve el gusto de escribir á usted hace ya
bastantes días, y en la cual avisé á usted recibo de la parte de
El Domingo que tuvo usted la generosidad de obsequiarme, le
dije que una segunda carta mía la destinaba á darle cuenta de
las impresiones que me causara la lectura de los escritos de
usted.
Habiendo recibido posteriormente la parte final de su
Revista, y habiéndomela hecho leer y escuchádola con suma
atención, vengo ahora á permitirme el arrojo de dar á usted
cuenta del juicio que tengo formado acerca de su útil y bella
producción literaria. Empleo en lo que acabo de dictar la pa-
labra arrojo, no por falsa modestia, sino porque yo me hallo
incapaz de criticar con acierto los trabajos literarios de ajena
mano y de buenas inteligencias, lo que equivale á decir, entre
amigos, que reflexiono y hablo únicamente á ojo de buen cu-
bero.
Dos excelentes amigos míos, D. Rufino J. Cuervo y su ya
difunto hermano D. Ángel, tuvieron la satisfacción de honrar la
memoria de su señor padre, el doctor D. Rufino Cuervo, con
uno de los más interesantes estudios biográficos que yo haya
leído en mi vida; y usted, á su tumo, muy estimada señora
— IV —
mía, ha puesto á la contemplación del mundo la figura histó-
rica del señor General Joaquín Acosta, padre ilustre de usted.
A los señores Cuervos escribí carta de felicitación, cuando
hube leído el libro de ellos, y hoy dicto para usted, con idén-
tico fin, cuando ya conozco el tierno é instructivo recuerdo
que usted consagra á la memoria del autor de su existencia.
Felices los hijos que llenan dignamente el deber de acompa-
ñar á sus progenitores hasta más allá del sepulcro!
Como usted sabe, yo soy un hombre muy anciano, y so-
bre mi mucha vejez, estoy ciego, desconcertado en las míni-
mas facultades mentales que Dios me dio, y próximo ya á
despedirme, con profunda tristeza, de esta desgraciada tierra
en que nací. Le ruego, pues, que lea esta mi carta con espíri-
tu de tolerancia, y que ponga manto de olvido sobre los erro-
res que yo cometa al redactarla; y si al verla tan larga consi-
dera usted más conveniente prescindir de su lectura, la auto-
rizo para que la rasgue ó queme, porque con ello no ofenderá
mi amor propio, pues ese ha desaparecido ya con la extinción
de mis ilusiones mundanales.
A pesar de que mi memoria me abandona, retengo toda-
vía algunos datos suministrados por mis vÍl»j:is lecturas histó-
ricas, y ha venido usted, con la minuc¡í)sa relación de la vida
del General Acosta, á refrescar un poco, y aun me atrevo á
decir, un mucho, mis antiguos conocimientos.
Yo he ido siguiendo paso á paso la complicada odisea
de mi ilustre compatriota; y como conozco todos los lugares
que fueron teatro de sus campañas, de sus viajes y de sus es-
tudios, me creo tan autorizado como el más competente de
los colombianos para dar valor al mérito de los servicios que
prestó el padre de usted á la causa de la Independencia, de
la libertad y civilización de esta tierra.
Asisto con el guerrero á su incorporación en el ejército
patriota y le acompaño, á su paso por la montaña del Quindío,
á su llegada á Cartago y Buga, á su visita á Popayán y Cali, á
su llegada á la Buenaventura^ en Nóvita y en Quibdó; y como
conocí personalmente al señor Coronel Cancino, me parece
estar viendo á su lado á su joven Secretario, siempre laborioso,
robando á la ocupación de las armas el tiempo preciso para
arrancar á la naturaleza de los trópicos sus numerosos secre-
tos y sus encantadores arcanos.
Si digo á usted algo que pueda parecerle de carácter pu-
ramente lisonjero éhijo de la cortesía que debe emplearse con
las damas, le suplico que deseche esa idea como mal pensa-
miento, porque yo me precio de ser verídico en la expresión
de mis sentimientos.
En su segundo viaje al Chocó, siguiendo la vía de Bue-
naventura, entró el General Acosta al interior de aquella anti-
gua provincia, navegando el río San Juan, pasando por Tadó,
Yoró, Arrastradero de San Pablo y por Quibdó, en donde re-
cibió comisión de bajar el Atrato hasta la Vigía de Murti y
hasta el puerto de Matuntuho^ lugares que andaban revueltos
por una expedición española mandada desde Cartagena por
el derrotado Virrey D. Juan Sámano, y comandada por el
Coronel Bayer, quien fué preso y ajusticiado por el Coronel
Juan María Gómez, antioqueño.
Despejada aquella parte del territorio colombiano, el pa-
dre de usted recibió orden terminante de dirigirse al archi-
piélago de las Bocas del Toro, con el fin de entenderse con
el llamado Almirante de la escuadrilla colombiana, estaciona-
da por entonces en aquellas aguas; y para quienquiera que
conozca las penalidades á que se expone quien navega sin re-
cursos el San Juan y el Quito^ el Atrato v el golfo de Urabá,
es fácil concebir que el patriota que llenó con lucimiento
aquella terrible tarea, merece mucho más de la patria que
algunos ganadores de batallas. Yo, por lo menos, así lo
creo.
Vuelto el Capitán Acosta á la ciudad de Cali, en donde se
hallaba de guarnición, empleando el tiempo que le quedaba
para el descanso en el estudio, que era su pasión, llegó á ella
el General Antonio José de Sucre, de marcha para Guayaquil,
y en busca de los campos de Yaguachí, Pichincha, Matará,
Junín y Ayacucho, para obtener como recompensa ser llama-
do por la posteridad «Gran Mariscal de Ayacucho.»
Tocó al Capitán Acosta el honor de acompañar al Gene-
ral Sucre hasta el puerto de Buenaventura, y es lamentable
para mí ver en la biografía la expresión de pena del joven mi-
— VI —
litar cuando por motivo de la disciplina no pudo seguir al hé-
roe basta los campos gloriosos del Perú y Bolivia.
Después del recuerdo que menciono, veo de nuevo á mi
compatriota en las ciudades del Cauca, y le acompaño con mi
pensamiento al través de las heladas parameras del Guanacas
y de las ardientes llanuras del Tolima, hasta llegar al hogar
paterno y seguir trabajando en servicio del país al lado del
General Santander y ^e otros personajes que honraron y hon-
ran todavía nuestra patria; y entienda usted, señora mía, que
yo juzgo que ser confidente, amigo y colaborador del primer
Presidente de la Nueva Granada, es timbre de honor para
todo el que hubiere logrado esa fortuna.
£n el primer viaje hecho por su padre dé usted á Europa,
yo he hallado grandes enseñanzas; y si me atrevo á decirlo,
me he visto obligado á evocar gratos recuerdos personales,
porque ha de saber usted que de muchos de los sabios que en
París fueron amigos y maestros de D. Joaquín Acosta, conocí
algunos que brillaban como restos gloriosos de esa constela-
ción admirable que iniciaron, desde los primeros años de este
siglo, una gigantesca revolución científica, artística, industrial,
filosófica y literaria, de la cual usted ha cosechado, como per-
sona inteligente y laboriosa, opimos y provechosos frutos, que
hoy ofrenda en aras de la República.
El Barón de Humboldt había muerto cuando yo estuve
por primera vez en Francia; pero vivían el señor Bous-
singault, á cuya mesa tuve la honra de sentarme, el astrónomo
Arago, el químico Dumas, el economista Juan B. Say, el señor
Tenard, y multitud de hombres inmortales, á quienes mencio-
na con interesantes bocetos biográficos el alumno de quien
vengo tratando.
En los últimos años de la permanencia en París de nues-
tro joven estudiante, y en su viaje por Italia, noto, con orgullo
colombiano, la pasmosa erudición que en Química, Física,
Geología, Mineralogía, Historia, Bellas Artes, Estética y mu-
chos otros ramos del saber humano, poseía ya el granadino,
que con imparcialidad y destreza sirve de fundamento á la
donosa biografía que su amante hija nos da con tanta perfec-
ción.
— vil —
Elviaje del Capitán Acosta por Italia es, según mi redu-
cido criterio, suficiente para enaltecer al viajero más observa-
dor y más provisto de conocimientos.
Por no gastar la paciencia de usted, no quiero detenerme
á considerar punto por punto todo lo que me ha impresionado
la minuciosa y bella narración de aquella correría, expuesta
por el joven americano.
La descripción que hace de la ciudad de Venecia me ha
parecido magistral; y cuando habla del templo bizantino de
San Marcos, de las palomas que acuden en tropel á buscar
grano entre los muchos tut islas que pasean la plaza; del sin-
gular monumento de grande altura, cuyas escalas pueden su-
birse á caballo; del gran canal ; de las innumerables góndo-
las; de los históricos palacios; de las lagunas; de la vista en-
cantadora de los Abruzzos; del palacio de los duques; de la es-
calera en que pereció Marino Fallero; del aposento en que
está el león de bronce, espía tenebroso en cuyas fauces caían
tantas condenaciones á muerte, tantas infames calumnias; es-
pía metálico que sirvió de pasaporte á tantas víctimas; del fú*
nebre pasadizo que conducía á los plomos en que el sentencia*
do daba el último adiós á este mundo, y del miserable cuarto
de las ejecuciones, con el mar debajo para recibir los cadáve-
res inmolados á la sombría política de aquellos calamitosos
tiempos, no es posible prescindir de un sentimiento de angus*
tia, porque esas tradiciones, tan bien pintadas por el intere*
sante ñlósofo que las cuenta, muestran la faz odiosa de la es-
tirpe humana en aquellos lejanos y desgraciados tiempos.
En los espaciosos salones de ese palacio tenebroso, el
Capitán Acosta comprendió y deñnió en su justo valor las ins-
piraciones artísticas del Tintoreto y del Ticiano, genios prodi-
giosos que la edad moderna trabaja en vano por rivalizar.
Venecia, ciudad tan extraña en su manera de ser, tan
llena de grandeza en ocasiones, tan despreciable otras veces
por sus relajadas, costumbres, tan propia para la fábrica de
romances, tan misteriosa en sus leyendas, tan rica por su co-
mercio, tan consmopolita y célebre por sus viajeros, tan des-
leal en sus compromisos internacionales, tan avarienta y diso-
luta.... Pero prescindo de reminiscencias que serían enfa-
— VIU —
dosas para usted, y puesto que la conoce mejor que yo, prefie-
ro ir por Bolonia á la ciudad eterna, y de Bolonia, torciendo
un poco, entrar á Loreto, pobre lugarcito que procura al visi-
tante la ocasión de experimentar tiernos y piadosos recuerdos.
En todo lo que dice el militar cristiano á quien vengo si-
guiendo, me parece hallar en sus reflexiones el hálito su<ive de
un misticismo natural.
Yo no sé si usted ha ido de Bolonia á Loreto, para ver la
casa de la Virgen María; pero le aseguro que aunque no me
tengo por buen cristiano, al exaniinar aquel templo, al ver
aquella humilde casa, al ver aquellos sencillos muebles y aquel
rico tesoro, ofrendado por príncipes, reyes y emperadores á
la que fué Madre de Dios, me sentí profundamente conmovi-
do, emoción que me ha resucitado la lectura del libro de usted.
Y no es únicamente de los dos grandes pintores antes ci-
tados de quienes trata el observador, pues profusa mención
verifica de muchos otros de los que forman la gran lista de ese
rico granero de ingenios que ofrece al mundo ese país privile-
giado por Dios en materia de concepciones artísticas; y la
prueba palpitante de lo que digo la vuelvo á hallar en Roma,
cuando el soldado americano visita la Capilla Sixtina, las gale*
rías del Vaticano y el museo monumental de aquel palacio en
que el genio del cristianismo ha sabido reunir cuadros, esta-
tuas, bustos que tan bien representan las épocas gloriosas del
país de Apeles y de Fidias, y en que sobresalen, brillantes y
sublimes, las obras de Miguel Ángel y de Rafael.
Yo, mi excelente señora, visité como lego la gran basílica
de San Pedro; y aunque de un modo imperfecto, alcancé á
comprender que aquel templo, casa consagrada á Dios, hace
perdonar al hombre las muchas faltas que tenga, porque al
levantar aquel santuario, manifestó que comprendía la alteza de
la Providencia y supo rendirle el homenaje de su veneración.
Mi compatriota supo comprender eso mucho mejor que
yo, y alcanzó á expresarlo en frases más delicadas, más co-
rrectas y más llenas de unción religiosa.
Padua, Ñapóles, Ferrara, Parraa, Turín y Milán, desde
cuyo domo se contempla con tanto placer la espléndida llanu-
ra de Lombardía, y casi en el centro de ella la histórica Pavía,
en cuyos alrededores nuestros padres cumplieron tan altas
proezas de valor el placer viene á nuestro espíritu con pa- •
triótico orgullo. {Pobre España, la España de hoy!
Me siento avergonzado porque me dejo arrastrar ante
usted por una serie de lugares comunes que no sé si podré
hacer llegar á sus manos, por temor de que se me tache de
petulante y atrevido; pero quiero volver por un momento á
Roma antes de que la abandone el padre de usted, pues en
verdad le digo que las observaciones fílosóñcas, históricas y
artísticas que me han sido sugeridas por D. Joaquín Acosta
cuando trata de las siete colinas, de las Termas, de la Via
Apia, de las catacumbas de San Calixto, del Coliseo, del Pan-
teón, de las columnas de Trajano y tantas otras, enteras
algunas, rotas otras, como se hallan por todas partes; de los
templos de San Pablo, de Santa María, de la Escala santa, de
los palacios y de cuanto abarca la poderosa imaginación del
escritor y lo que puede el opulento arsenal de sus conocimien-
tos, sería entrar en una tarea inagotable, corta para el talento
del viajero, pero imposible para mí.
El militar granadino vuelve de Roma á París, en donde
emplea algún tiempo más en profundos estudios y en impor-
tantes reflexiones; pero desgraciadamente yo tengo que de-
jarle en la capital de Francia, porque usted se ve obligada á
suspender El Domingo^ y yo no puedo saber cosa alguna de
los pormenores del viaje cuando regresa á América, ni de su
matrimonio, ni del nacimiento de usted, ni de las ocupaciones
preferentes del autor de su existencia al entra? de nuevo en
Bogotá. Sólo sé que continuó estudiando, enseñando como
profesor en los colegios, y como particular en su vida de ciu-
dadano y de patriota eminente. Sé también que hizo una pre-
ciosa edición en París del semanario dirigido por el gran
Caldas, otra de Ips viajes equinocciales del señor Boussin-
gault á la América del Sur, y sé también que publicó la histo-
ria de la conquista de la Nueva Granada, obra que he leido
con grandísimo interés y que he consultado atentamente
cuando he redactado algún escrito sobre la materia. Yo afir-
mo que esa historia, por su imparcialidad y por la pureza y
sencillez del estilo, es una de las que más me han satisfecho
entre las numerosas que sobre el asunto he podido con-
sultar.
Cuando en el año de 1852 regresé á Medellin después de
mi primer viaje á Europa, supe que el General Acosta habia
venido á Antioquia para debelar la revolución que el General
Eusebio Borrero habia provocado para derrocar el Gobierno
nacional entonces existente; pero como á su llegada ya el Ge-
neral Herrera hubiese triunfado, el señor Acosta tornó á la
capital de la República sin detenerse mucho en esta tierra.
Como creo haber dicho á usted, yo conocí al General
Acosta hace ya muchos años, y de él conservo dos recuerdos
principales. El primero se reñere á sus condiciones parlamen-
tarías, porque muchas veces le vi y oí en los congresos, en
donde su elocuencia contundente y su vasta ciencia arrolla-
ban á sus antagonistas; el segundo se reñere á la circunstan-
cia de que yo veía en ocasiones un respetable caballero pa-
seándose, al lado de una dama gentil y de una tierna niña,
por las calles de la ciudad: la dama era doña Carolina, madre
de usted, y la niña era usted misma, hoy mi respetada señora
y amiga.
He oído con positivo placer la lectura de Los Hidalgos
de Zamora j obra de la pluma y del ingenio de usted; y si el
voto de un lego puede ser aceptado, reciba la felicitación que
le envío por el donaire y maestría con que acertó á escribirlo,
así como también por su novelita titulada Gil Baylc; porque
si la primera representa á lo vivo la época de transición espa-
ñola y las rencillas comunes entre los nobles de aquella épo-
ca, la segunda es retrato fotográfico de las costumbres feu-
dales de la Edad Medía.
También he oído leer con atención é interés sus impre-
siones de viajes y sus artículos miscelánicos sobre diversas
materías; pero como veo que estoy abusando de su pacien-
cia, le pido perdón y termino esta larguísima carta con expre-
sarle que la novela de José María Samper me ha encantado,
porque es pintura ñel de muchas de las costumbres populares
en esa para mí muy querida ciudad de Santafé.
Manuel Uribe Ángel.
INTRODUCCIÓN
A vida de los hí)mbres que han sido
patriotas sin ser intrigantes, que han
servido á su país modestamente y con
completo desinterés, es por cierto poco
conocida por los pueblos, y el bien
que esos hombres hicieron se olvida;
desaparece su memoria de las genera-
ciones subsiguientes, sin que nadie
caiga en la cuenta de la involuntaria injusticia
que se comete. No basta que su existencia haya
sido mucho más benéfica y civilizadora que la
de aquellos que han hecho mayor ruido en el
mundo político: la historia conserva en sus páginas los
nombres de los guerreros, de los hombres políticos que han
hecho derramar mucha sangre inocente y verter torrentes
de lágrimas y apenas menciona de prisa á los que pasaron
haciendo el bien. Así, pues, el nombre del General Joaquín
Acosta es ya poco conocido entre sus compatriotas. A
medida que desaparecen los contemporáneos suyos que
supieron apreciarlo en lo que valía, su recuerdo se va
INTRODUCCIÓN
perdiendo paulatinamente y pronto no quedará de él sino
su nombre cuando se rozaba con la guerra y la política
de su patria. Creo que es para mí no solamente un deber
filial sino también patriótico, sacar del olvido en que
yace la memoria de mi padre, muerto ya hace larguísimos
años, y poner de manifiesto lo que fue una existencia en-
tregada casi por completo al trabajo intelectual, y sin más
objeto que servir á su patria y adelantar en las ciencias
que sin cesar estudiaba.
El señor D. Januario Triana escribió en 1853 algunas
páginas que publicó en un corto folleto y en el cual na-
rraba muy superficialmente la vida del General Joaquín
Acosta. El señor D. José María Samper— mi lamentado
esposo - insertó entre los Bocetos de hombres públicos co-
l^mbianos, uno en que pinta bastante gráficamente lo que
era el General Acosta para los que le conocieron y apre-
ciaron; falta ahora la relación de su vida hecha por una
de las personas que más le amaron en el mundo.
Aunque tengo bastantes elementos con los cuales po-
dré labrar esta biografía, desgraciadamente no he podido
reunir todos los que hubiera deseado. Sin embargo, poseo
un fondo, un cimiento, como pocas personas han logrado
obtener de sus mayores, á saber: muchos Diarios que es-
cribía durante sus campañas, sus viajes y excursiones,
tanto en Colombia como en Europa. Estos los he conserva-
do á pesar del vaivén de una vida harto trasegada y de
los viajes por América y Europa que he hecho. Algunos
de estos preciosos cuadernos se han extraviado junto con
otros papeles importantes, pero aún me quedan los más
interesantes, los cuales me servirán en el transcurso de
la presente narración.
A más de los Diarios no poseo sino la nutrida hoja
de servicios militares y civiles del General Acosta, unos
pocos artículos que conservaba de los muchos que escri-
bió en los periódicos en que [^colaboraba, de 1831 á 1852;
INTRODUCCIÓN
algunas cartas que le dirigieron personas importantes de
varios países, las obras que tradujo y las originales que
publicó.
Esta es la tela que tengo á mi disposición para en
ella bordar, con los colores más imparciales que me sea
posible, la vida de mi padre. Qjisiera que esta obra mía
sirviese da estímulo, dd mod *lo y da pauta á la juventud
estudiosa de Colombia, y al mismD tiempo que sea un
humilde monumento literario levantado a la memoria de
un verdadero patriota como los hay pocos en esta época
de desconcierto general y d¿ " confusión de ideas."
PRIMERA PARTE
CAPITULO I
DON JOSEF DE AGOSTA Y SU FAMILIA
Empezaba el año de 1761 cuando arribaban á las cos-
tas del Nuevo Reino de Granada dos jóvenes, parientes
entre sí, los cuales habían salido de la Madre Patria en
busca de una fortuna que su familia no les ofrecía. Lle-
garon á Cartagena llevando cartas de recomendación para
algunos comerciantes peninsulares del entonces emporio
mercantil de las Indias. Sabido es que en aquella época
tenía lugar una anomalía muy curiosa entre los españoles
de ambos Continentes, á saber: que el trabajo ó la carre-
ra comercial, que en España se consideraba como im-
propia para un caballero,— el cual debería más bien mo-
rir de hambre que plegarse á un trabajo que le podía
dar la subsistencia, — esa misma carrera y aun otras menos
honrosas no eran consideradas derogatorias ó impropias
para un caballero que iba á las Colonias de América. Por
ese motivo muchos jóvenes condenados á la miseria en la
8 BIOGRAFÍA
Madre Patria, al trasladarse á las Colonias prosperaban y
acababan por radicarse en un país en donde se abría para
ellos un porvenir más halagüeño que en España.
Uno de los jóvenes de que venimos hablando se lla-
maba Josef de Acosta; era natural de Denla— en el anti-
guo Reino de Valencia, — pero se había educado en Cádiz.
El otro -Josef de Cabrera — era primo de Acosta, y su des-
cendencia existe en Bogotá.
Estaba por entonces el Virreinato conmovido con lo
que acababa de ocurrir en Santafé de Bogotá. El Virrey
D. José Solís Folch de Cardona— Grande de España, —
joven, rico y galán, había abandonado repentinamente las
pompas mundanales y las vanidades y aspiraciones de la
vida, los honores y títulos con que se enorgullecía, para
vestir el hábito de Recoleto franciscano. Dejó el mando
del Virreinato al bailío D. Pedro Mesía de la Cerda; se
retiró al pobre Convento de San Diego el 28 de Febrero
de 1761. Allí permaneció hasta su muerte — 1770 — pero
no antes de, haber donado todos los bienes que poseía en
América (30,000 duros) al Hospital de San Juan de Dios
de Bogotá, para que se construyese un asilo especial para
mujeres desvalidas y enfermas.
Gobernaba entonces la Provincia de Cartagena D.
José de Sobremonte, Marqués del mismo nombre, y en
lo eclesiástico el doctor D. Manuel Sosa Betancourt, Arce-
diano de la Catedral de Caracas.
En tanto que Cabrera iba á Santafé, en donde se es-
tableció, el joven Acosta emprendió negocios mercantiles
con los ricos comerciantes españoles que llevaban el mis-
mo apellido del primer patriota venezolano, el General
Francisco Miranda, pero no he podido descubrir si eran
parientes del héroe venezolano.
En breves años Acosta logró reunir una mediana
fortuna, con la cual se estableció en Honda, ciudad que
al fin del siglo xviii era muy importante, hasta que un te-
I
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA
rremoto al principio del actual y en seguida la partida de
los españoles que la poblaban en la época de la Indepen-
dencia, la arruinaron totalmente, y jamás ha vuelto á re-
cuperar su antiguo esplendor. En Honda Acosta fundó
una casa de comercio que se ramificaba con Cartagena,
Popayán, Pasto, Quito y Guayaquil. Allí se casó con D.*
Soledad Bonilla, pero en breve enviudó y contrajo segun-
das nupcias (en 1785) con la hija menor del dueño de
todo el valle de Guaduas, D. Buenaventura Pérez. Era
este hombre acaudalado, y aunque criollo, se preciaba de
haber conservado la limpieza de su linaje á través de los
siglos coloniales.
Y ahora que viene al caso diré que en Europa hay
personas que confunden á los aiollos con los mestizos;
estos últimos son los hijos de indígena y blanco de raza
caucasa, es decir, de raza cruzada, mientras que los pri-
meros son siempre de origen español puro, sin mezcla de
indio ó de negro; eran los descendientes de los conquis-
tadores y primeros pobladores europeos de América que
habían conservado su raza intacta durante varias genera-
ciones. En las altiplanicies, es decir, en el antiguo Reino
de los Chibchas, la raza blanca se conservó pura entre las
familias importantes del país; los españoles no se casaban
con las indígenas; mandaban por sus consortes ó iban á
buscarlas á España, cuando no encontraban á su gusto
las hermanas ó las hijas de sus compañeros de armas, y
se tenía á desdoro contraer alianza con mujeres indíge-
nas. Debió de contribuir esta repugnancia á las aborígenes
la poca hermosura de las mujeres de raza chibcha, puesto
que este fenómeno no ha tenido lugar en otras Provincias
y Colonias americanas, en donde el linaje europeo se ha
cruzado frecuentemente con el de los indios, aun entre las
clases elevadas de la sociedad.
Sin embargo, la democracia que ha venido cundien-
do en los últimos ochenta años, desde nuestra separación
lo biografía
de la Madre Patria, ha producido lentamente sus efectos;
y si en otro tiempo las familias que se consideraban hi-
dalgas en Santafé, en Tunja y otras ciudades del interior
de la República de Colombia, eran todas de raza blanca
sin aleación, hoy ya empieza á notarse la mezcla en to-
das las capas sociales. Felizmente la raza caucasa es tan
absorbente que pronto quedará eliminada la sangre indí-
gena, y reinará nuevamente el carácter completamente
andaluz y castellano de los primeros pobladores españo-
les. Entre las viejas familias de Santafé se conserva el le-
gítimo salero andaluz, las fisonomías delicadas de las mu-
jeres, el lenguaje y las costumbres netamente peninsulares
que fueron herencia que nos legaron las matronas de la
época colonial.
La segunda esposa de D. José de Acosta se llamaba
también Soledad. Se casó muy joven con marido mucho
mayor que ella, pero la educación que la habían dado
cuadró perfectamente con la edad madura de su consorte.
Era mujer de rígidas costumbres, de aspecto grave aunque
de hermosa fisonomía; ostentaba brocados, tabíes de seda
y terciopelos y se engalanaba con costosas joyas en las
grandes festividades, pero el resto del año vestía con suma
sencillez; gobernaba su casa y numerosa servidumbre de
esclavos con vara de hierro, pero era siempre justa, carita-
tiva y generosa; protegía especialmente las iglesias pobres
y las obras pías; á pesar de su estricta economía y el or-
den que reinaba en su casa gastaba con esplendor cuando
lo creía preciso; en su hogar era respetada y temida, y
todos la obedecían á ojo cerrado, sin que nadie se atrevie-
se á discutir sus mandatos.
Doña Soledad tenía otra hermana mayor, doña Ga-
briela, que había convertido las piezas que le señalaron en
casa de D. José de Acosta — con quien vivió desde que
murieron sus padres — en una especie de convento del
cual jamás salía. Además, conservaba tres hermanos va-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 1 1
roñes, á saber: D. Manuel, que era alegre, buscarruidos y
dadivoso, el cual murió joven sin dejar descendencia; D.
Lorenzo, gue era todo lo contrario y sólo se ocupaba en
atesorar dinero y tampoco se casó; y por último, el doctor
Andrés Pérez, sacerdote de talento, instruido y de gran
carácter, el cual se convirtió en padre y tutor de los hijos
de doña Soledad, cuando ésta quedó viuda.
D. José se estableció definitivamente en Guaduas, en
donde nacieron todos sus hijos. Labró casa de teja espa-
ciosa, de dos pisos, é hizo prosperar sus propiedades agrí-
colas, pues en breve todos los adyacentes valles al de
Guaduas le pertenecieron por haberles comprado sus par-
tes á los hermanos de su mujer.
No se debe estudiar el carácter de la persona que de-
seamos hacer conocer solamente en su persona, pues cada
cual lleva en sí las señales de sus antepasados y hereda de
ellos cuanto tiene de bueno ó de malo. Por ese motivo
he querido en lo posible indagar lo que fueron los ante-
pasados inmediatos del General Acosta, de manera que
veremos después que el carácter de ellos influyó conside-
rablemente en la familia. Desgraciadamente cuando murió
D. José de Acosta sus hijos estaban niños y no recordaban
su fisonomía, ni he podido averiguar de su carácter sino
lo que se sabe de sus hechos. No así con doña Soledad
Pérez, la cual, aunque murió muchos años antes de que
yo naciera, me»ha dado, sin embargo, noticias de ella una
tía que vivió más de 97 años, y sin embargo hasta una
edad avanzadísima conservó de manera sorprendente
la frescura de su ánimo y la vivacidad de los recuerdos.
El chapetón D. José de Acosta debió de ser generoso
y amante de la instrucción, pues regaló amplio solar
para que se fundase una escuela pública, y de su propio
peculio pagaba 25 duros mensuales al maestro de escuela
de la villa de Guaduas, lo cual para ese tiempo se consi-
deraba estipendio sumamente alto. Además, regaló el te-
12 BIOGRAFÍA
rreno en el cual se construyó la iglesia, la alcaldía, etc. etc.
Relacionado con todos los Virreyes que se sucedieron
en el Gobierno, desde el Arzobispo-Virrey D. Antonio
Caballero y Góngora, D. Francisco Gil y Lemos, D. José
de Ezpeleta hasla D. Pedro Mendinueta, tenía gusto espe-
cial en alojarlos en su casa, así como á todos los Oidores
que pasaban por allí para ir á la capital ó regresar de ésta
á España. No bien tenía noticia de que se acercaba á
Guaduas alguno de estos personajes, cuando ponía en
movimiento á sus esclavos y á los que vivían sobre sus
tierras, y en breve tenía las despensas llenas de las sabro-
sas legumbres de las altiplanicies, así como de exquisitas
frutas de tierra caliente y pescados del río Magdalena.
Durante su primera infancia L)s seis hijos del Corre-
gidor vitalicio de Guaduas habían aprendido las primeras
nociones de los conocimientos humanos con los humildes
frailes del convento franciscano vecino; pero cuando su
hijo mayor cumplió ocho años, resolvió enviar á su mu-
jer á Santafé, en donde los niños deberían recibir toda la
instrucción que él deseaba que tuviesen.
Entre paréntesis diré que esta manera de pensar del
honrado comerciante español es una prueba de que los
peninsulares de aquel tiempo eran más amantes de la
instrucción y del estudio que lo que generalmente se ha
pensado. Más adelante tendremos ocasión de hablar más
largo sobre el asunto.
Hacía tres años que se había radicado doña Soledad
en Santafé, cuando en Octubre de 1803 recibió la noticia
de que su marido quedaba gravemente enfermo en Gua-
duas. Inmediatamente mandó llamar á su hermano sacer-
dote, que entonces era cura de Usme (i), le suplicó que
acompañase á sus hijos durante su ausencia, y al momen-
to se puso en camino precipitadamente en unión de otro
de sus hermanos para ir á cuidar á su doliente esposo.
(t) Aldea en los alrededorei de Santafé de Br gota.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA I3
Li bueim señora viajó noche y día y no paró sino al
lle;í.ir al alto d¿l Raizal, desda el cual se veía el valle de
Guaduas y la población á vista de pájaro. Ya para enton-
ces estaba oscuro enteramente y vio atravesar por la plaza
de la villa una larga hilera de luces.
— ¡Dios santo! exclamó la acongojada dama. ¡Ha
muerto Acosta!
— ¿Por qué lo dices? preguntó su hermano Lorenzo.
— ¿No ves, repuso ella rompiendo á llorar, que aque-
llas luces son los cirios de los que acompañan el cuerpo?
— ¿Qué quieres decir? No te comprendo
— Quiero decir que Acosta ha muerto, y que sabiendo
que yo debería llegar esta noche llevan á depositar el cadá-
ver en el convento pira evitarme la pena de verle muerto.
Dijo y sollozando continuó camino hasta llegar á
Guaduas.
Allí salieron á recibirla los buenos frailes del conven-
to y los amigos de la familia; pero no fue preciso darle la
noticia, ella había adivinado exactamente lo sucedido.
Encontróse, pues, viuda y á la cabeza de una larga fami-
lia de chiquillos. El hijo mayor era Domingo, quien había
nacido en 1792, después había dos niñas, Josefa y Mari-
quita; seguía un niño, Manuel, un año mayor que Ana
María, que había nacido en 1798 y vivió hasta 1896. El
menor de todos se llamaba Tomás Joaquín, el cual vino
al mundo el 29 de Diciembre de 1800.
A pesar de que D. José de Acosta dejó bien saneados
caudales, sus negocios eran de aquellos que el que no los
comprende puede fácilmente perder una parte de ellos,
pues sus dineros yacían regados en manos de sus corres-
ponsales, desde Cádiz hasta Quito. Con el objeto de poner
orden en todo aquello, doña Soledad tuvo que emplear
particularmente á un dependiente de su marido, quien la
sirvió asiduamente, y por último se hizo tan necesario
para la dicha y bienandanza de la viuda que al ñn ésta
14 BIOGRAFÍA
resolvió casarse con él. Llamábase el joven D. Manuel
Samper (i), y era vastago de una respetable familia de
Honda. Sin embargo, los jóvenes hijos de doña Soledad
veían la proyectada alianza de su madre con tan mala vo-
luntad, que una vez que tuvo efecto la ocasionó en el res-
to de su vida muchos sinsabores y amarguras, en lugar de
los consuelos que esperaba cosechar de aquella desacerta-
da conexión entre una dama ya entrada en edad y un jo-
ven casi imberbe.
Entretanto la viuda se manifestaba cada día más se-
vera, y se entregaba tan completamente á prácticas reli-
giosas, que éstas la embargaban toda la parte de su exis-
tencia que no dedicaba á sus deberes de madre de familia.
Abandonada la gerencia de sus haciendas en manos su-
balternas, cuando Domingo llegó á su mayor edad encon-
tró muy deteriorada la fortuna legada por D. José de
Acosta. El joven, empero, «no se preocupó mucho con
esto; desde niño había manifestado una afición entusiasta
por la lectura, y el amor al estudio embargaba su vida día
y noche. Se había educado en el Colegio del Rosario, pero
pasaba todas sus vacaciones en casa de su tío el doctor
Andrés Pérez, el cual, amantísimo también de la lectura,
poseía una cuantiosa biblioteca. En ésta se encerraban
tío y sobrino y dejaban que corriese la vida sin ocuparse
de los bienes materiales de la existencia.
Una vez que se hizo hombre Domingo se procuró
las obras de Rousseau, de Voltaire y demás enciclopedistas,
de los cuales hacía largos extractos, y con otros jóvenes
de su edad nutrían su espíritu con una alimentación in-
adecuada. Lo peor de aquello fue que como el Gobierno
español había prohibido toda introducción de libros en
sus Colonias, salvo la de místicos españoles, la juventud
se veía privada de lecturas de su gusto y pedía ocultamen-
(1) Uq SübrÍDO de D. Manuel Saín per fue el esposo de la que esto
escrib3.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA I5
te obras á Francia y á los Estados Unidos. Naturalmente
por lo mismo que tantos libros eran prohibidos, casi iodos
los que se introducían clandestinamente eran los más
perniciosos, y éstos eran devorados y mal digeridos por
la juventud hispano-americann. En aquella época en que
se compraban los libros europeos á precio de oro, el amor
á la lectura era tan grande que existían en Santafé exten-
sas bibliotecas muy nutridas, en donde se hallaban las
obras más bellas de las literaturas francesa, castellana y
aun inglesa. Todavía se sorprende uno cuando lee los
catálogos de librerías como la que poseía D. Antonio Na-
riño, por ejemplo, y de otros personajes de aquel tiempo.
Entretanto hoy, cuando hay tantas facilidades para el es-
tudio, la juventud por lo general — no hablo de honrosas
excepciones — no ama sino lecturas frivolas cuando no
inmorales, ó libros irreligiosos que son malos principal-
mente porque la poca instrucción verdadera de los que
se deleitan leyéndolos no les permite encontrar los errores
garrafales que encierran.
Pero tampoco debemos ser injustos: si es cierto que
no solamente en Colombia sino en todos los países del
mundo se levantan nubes de seudo-literatos que preten-
den dar la ley, no podemos negar que entre nosotros sí
hay deseo ardiente de instruirse, de saber, de indagar los
secretos de la naturaleza; pero los que así lo desean no
pueden dedicarse á las ciencias porque nuestra pobreza
es grande y los jóvenes tienen que trabajar para vivir y
no les queda tiempo para dedicarse á estudios serios.
CAPITULO II
LA NIÑEZ DE JOAQUÍN AGOSTA
Como dijimos antes, es preciso estudiar al hombre
en sus antepasados en primer lugar, y después en el niño.
1 6 BIOGRAFÍA
Hay nisgos característicos que pintan al hombre desde su
primera infancia, rasgos que parecen transformarse con
lostaños, pero qpe en verdad son siempre unos mismos que
persisten bajo diferentes formas á' medida que adelanta
por el camino de la vida; estos rasgos debe estudiar,
apuntar y no descuidar nunca el biógrafo. Así, pues, me
permitirá el lector que en este capítulo, á riesgo de que se
me considere nimia y quizás pueril, me ocupe en hacer
ciertas descripciones características que á primera vista
pueden considerarse insignificantes, pero las cuales creo
que en realidad no lo son.
A pesar de que Joaquín - como el menor de la fami-
lia— era particularmente preferido por sus hermanos, los
cuales le tenían enseñado á que casi siempre la voluntad
de los mayores plegara ante las exigencias del chico, su
madre jamás manifestó predilección por ninguno de sus
hijos, y era al igual rígida, Feverísima, y jamás perdonaba
el castigo cuando alguno cometía una falta reprensible,
ni evitaba la recompensa si su conducta era tal como ella
lo deseaba.
Tenía Joaquín cinco ó ^eis años de edad, cuando se
le ocurrió á su hermana Ana María balancearse en la ba-
randa de un patio interior, y como no lo podía hacer sola,
convidó á su hermanito á que la acompañase en el arries-
gado juego. Parece que él comprendió que el puesto más
peligroso era naturalmente el que quedaba sobre el patio,
y no tuvo inconveniente en tomarlo. De repente Ana
María perdió el equilibrio, cayó dentro del corredor ó
balcón sin hacerse daño alguno, pero Joaquín (con tabla
y todo) descendió al patio. Sin duda se estrellara contra
las piedras, si la casa no hubiera estado en obra y los al-
bañiles no dejaran al pie del balcón un montón de barro
blando, dentro del cual cayó el niño y quedó bonitamente
empatado hasta el cuello, pero sano y salvo.
Al oír los gritos de los dos niños, salieron las negras
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA l^
esclavas á recoger á Joaquín, á quien querían muchísimo,
pero no lograron evitar que doña Soledad supiera lo que
había sucedido. A poco, ella también se presentó en la
es>cena, y una vez que se convenció de que su hijo no ha-
bía sufrido daño alguno, lo riño reciamente, pero ofreció
perdonarle si confesaba cuál de sus hermanos lo habían
acompañado en el juego. Todos callaron, temblando, pero
el niño no contestó á su madre una palabra, y ni azotes,
encierros ni amenazas de peores castigos, le hicieron reve-
lar el nombre de su hermana, en realidad la verdadera
culpable.
A los seis años de edad mandaron á Joaquín á la Es-
cuela de los padres de San Francisco, que estaba al otro
lado de la plaza que entonces llevaba el mismo nombre
y hoy se llama de Santander. Allí le enseñaron á leer, es-
cribir y contar. Era el niño muy preferido por Fray Si-
món Candía, padre ilustrado y respetable que vivió largos
años y alcanzó á ver con sumo orgullo que su discípulo
llegó á ocupar altos puestos en la República.
El defecto capital que le encontraban sus maestros
era, sin embargo, uno que su madre no había logrado ma-
tar en él, á pesar de la severa y rígida educación que le
había dado. En aquella época bastaba ser hijo de español
peninsular para considerarse persona importante en la
Colonia y mirar con cierto desdén mal encubierto no so-
lamente á los mestizos y á la raza indígena, sino también
á los criollos hijos de los primeros conquistadores. A pe-
sar de que doña Soledad era enemiga de la democracia y
miraba con horror las ideas revolucionarias que empeza-
ban á cundir en toda la sociedad santafereña, no admitía
que sus hijos mirasen con desvío á los humildes; sus cris-
tianos sentimientos la hacían manifestarse humilde con los
pobres, los cuales siempre encontraban en ella una amabi-
lidad y una condescendencia que no le conocían sus iguales
en la sociedad. Para corregir el orgullo de Joaquín, que á
BIOGRAFÍA S
l8 BIOGRAFÍA
veces era grande con respecto á los inferiores y paniagua-
dos y estallaba con violencia, su madre le compelía á re-
bajarse al igual de los criados. Le obligaba á que saliese
á comprar un haz de leña y lo llevase á cuestas hasta la
casa, ó á una tienda de granos á comprar alguna cosa
que debería llevar él mismo. Joaquín obedecía aparente-
mente, pues nadie jamás se resistía á los mandatos de
doña Soledad, pero ya en la calle pagaba á algún mucha-
cho para que le llevase la carga hasta el zaguán de la
casa; allí la tomaba él, y se presentaba á su madre con la
humildad que ella exigía. Esto probaría que la demasiada
rigidez en vez de enseñar el bien á los niños los convierte
en hipócritas. ¿Pero acaso el mimo exagerado con que
en estos tiempos se educa á los niños será más benéfico
que la severidad excesiva de antaño?
Felizmente para Joaquín, cuando cumplió diez años
su hermano mayor exigió que lo mandasen al Colegio
del Rosario, en donde se educaban él y su hermano Ma-
nuel; y de esa manera se evitó que la demasiada severidad
de su madre acabase por malear su carácter, el cual al
crecer convirtió en nobles sentimientos el orgullo tonto
de su primera infancia.
Cuando estalló en 1810 la insurrección que después
se convirtió en seria revolución contra el poder español
en la Colonia, revolución que se elaboraba sordamente en
las altas capas de la sociedad, merced á las noticias que
misteriosamente llegaban allí de los Estados Unidos, de
Francia y de España misma; cuando estalló, repito, aquel
cataclismo social y político, éste encontró preparado al
doctor Pérez para aceptarlo, así como su sobrino Do-
mingo, que participaba de todas sus ideas. No solamente
aceptaban ambos ese nuevo orden de cosas, sino que
el buen sacerdote tomó parte activa en ella; fue miembro
de las Juntas revolucionarias y tomó asiento como Dipu-
tado en el primer Congreso de Cundinamarca. Domingo
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA I9
estaba todavía muy joven para hacer parte de aquellas
Asambleas y no se atrevía á dar opinión clara acerca de
los sucesos políticos en su casa por no dar en qué sentir
á su madre, que se conservaba fiel al partido realista.
Joaquín se crió, pues, en una atmósfera contraria;
oía hablar en favor y en contra de la naciente patria á
las personas que más respetaba en el mundo y cuyas opi-
niones eran leyes inmutables para él. Pero á más de que
con su madre no tenía confianza ninguna y el amor que
la profesaba estaba mezclado con el miedo que la tenía,
las ideas patrióticas y generosas que solía oír discutir á
Domingo, á quien amaba particularmente por ser su nato
protector en toda circunstancia; las opiniones en favor
de la revolución que su tío Andrés no dejaba nunca de
formular encarándose con doña Soledad; la corriente de
la opinión favorable á la independencia que circulaba en
la sociedad é impregnaba hasta á los niños de escuela: ]
todo esto junto le hizo inclinarse casi inconscientemente -.
en favor de la revolución; de manera que cuando salió
de la infancia ya era un patriota, y un patriota exaltado,
dispuesto á derramar su sangre por la causa de la Repú-
blica y de la independencia de España.
Muchos jóvene?, casi niños, amigos de su familia y
que pertenecían á las estirpes más distinguidas de Santafé,
habían tomado las armas. Algunos de éstos no habían
cumplido quince años, como el que después fue el Gene-
ral Joaquín París, con quien conservó intima amistad
hasta la muerte. Pero doña Soledad no permitió que sus
hijos les imitasen.
Entretanto que Acosta estudiaba en el Colegio, los
acontecimientos políticos se precipitaban y la desdichada
patria, entregada á manos inexpertas, veía desaparecer
todos sus ideales, y al fin perecer hundidas sus gene-
rosas intenciones en un mar de tristeza y de desen-
gaños.
20 biografía
Reinaba la aflicción y la congoja de ánimo en todos
los corazones, y más que en ninguna parte en el triste
Hogar de doña Soledad Pérez. Los niños no tenían más
expansión que la que les proporcionaba su tío el Cura de
Usme, quien solía llevarlos á su pueblo y aUí gozaban de
los aires del campo y de la libertad de movimiento, de
que carecían en casa de su madre. Joaquín conservó toda
su vida un singular afecto por el miserable pueblo de
Usme, porque le recordaba sus infantiles dichas y las ho-
ras de inocente libertad que allí gozó.
Acosta tomaba interés profundo en los acontecimien-
tos políticos, y veía con angustia los dolores de la patria,
las derrotas de los ejércitos de los independientes, y por
último, la entrada de Morillo en Bogotá, lo cual puso el
colmo á su afán. Uno de los primeros patriotas que el
Pacificador hizo encarcelar fue al doctor Pérez, y si no
hizo fusilar al tío de Acosta por respeto á su carácter sa-
cerdotal, le privó de comunicación con su familia, le vejó
é insultó de cuantas maneras pudo, y por último le man-
dó á las mazmorras de Puerto Cabello, en donde padeció
mil trabajos y miserias, hasta que le pusieron en libertad.
Casi moribundo logró regresar á Bogotá dos años después.
La vida estudiosa y rígida, por una parte, que llevaba
Joaquín, y el patriotismo latente que ocultaba en el fondo
de su alma, por otra, formaron el carácter del joven es-
tudiante del Rosario. Este fue un tanto triste v reconcen-
trado, y aunque muy temprano solía usar de un lenguaje
irónico, guardaba en su corazón un gran fondo de since-
ro y silencioso entusiasmo por todo lo bueno, lo bello y
lo artístico. Pero el amor á la patria superaba á todo afec-
to en él. Aquella patria desgraciada y vilipendiada era
para sus hijos entonces el objeto del más tierno cariño;
los jóvenes la amaban con noble desinterés y abnegación
verdadera. La generación que se levantaba no pedía nada
á su país, estaba pronta á derramar su sangre por ella, y
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 21
nadie pensaba en su propio engrandecimiento, sino en el
honor de la nación que se había procurado formar. ¡Ohl
¡cuan de otro modo son hoy los que se titulan patriotasl
Con muy contadas excepciones, éstos todo lo piden á su
país, y hacen lo posible por no darle nada; poco les im-
porta el honor de su patria, y su único anhelo es medrar
á su costa. Suelen algunos manifestarse un tanto» despren-
didos, cuando se trata del bien de su partido, y eso por-
que se proponen cobrar después un crecido galardón en
cambio de algún aparente sacrificio.
Hacia 1817 la audaz pléyade de patriotas que alzaron
primero la bandera de la independencia é iniciaron la
emancipación — como Nariño, Lozano, Acevedo, Alvarez,
Niño, Torres, Baraya, los Gutiérrez, Carbonell, Caldas,
Pey y otros — ya había desaparecido; los unos fusilados
por Morillo y sus secuaces, otros porque yacían en los
calabozos españoles, ó porque andaban prófugos por los
montes. Pero en cambio, formábase una generación que ¡
debería después organizar definitivamente la República,
constituirla y darla lustre, vigor y ciencia, en las Cámaras
Legislativas, en la Magistratura ó en la Diplomacia. Los
que formaban esa generación estaban aún muy jóvenes y
no eran conocidos, como Santander, Márquez, los Pom-
bos, Alejandro Vélez, Aranzazu, Clímaco Ordóñez, Vicen-
te Martínez, Florentino González, los Barrigas, Herrán,
Gori, Ibs hijos del Tribuno Acevedo, Rufino Cuervo y
otros que han dejado su nombre estampado en las pági-
nas de la historia.
Pero mientras que algunos de los futuros padres de
la Patria se educaban y estudiaban en los Colegios, otros
se armaban y se preparaban para arrojar del país á los
realistas; en Casanare se daban cita los patriotas que le-
vantaban trabajosamente algunas partidas que después
fueron el núcleo de los ejércitos salvadores. El Coronel
Ignacio Marino, cura de una parroquia de Casanare, en
22 biografía
unión de Rodríguez, Ortega y Gatea, y después Nonato
Pérez, mantuvieron libres los Llanos de Casanare y orga-
nizaron guerrillas que sirvieron de base á Santander y á
Bolívar para levantar el ejército libertador.
Santafé de Bogotá era presa del terror; el fusilamien-
to de Policarpa Salavarrieta, antigua arrendataria y cos-
turera de la familia de doña Soledad Pérez, madre de
Acosta, puso el colmo á los desengaños que sufría aque-
lla señora diariamente con los realistas, sus antiguos co-
partidarios y compatriotas de su difunto esposo y á quie-
nes ya no podía mirar sino como á los verdugos de su
Patria. Todas sus amigas y conocidas vestían luto por al-
gún pariente fusilado por orden de Morillo ó de Sámano;
su hermano, preso y lejos de su país, expiaba su amor á
la patria con grandes sufrimientos físicos y morales; su
familia guardaba silencio acerca de hechos desastrosos
que tenían lugar cada día, y una atmósfera de profunda
tristeza reinaba á toda hora en la casa. Doña Soledad no
encontraba consuelo sino en un misticismo que iba cre-
ciendo día por día, y ella sabía que sólo la muerte la po-
dría librar de tanta amargura. Durante una enfermedad
que había sufrido algunos años antes, y estando ya á
punto de morir, había suplicado al cielo que la conservase
en esta vida sólo el tiempo necesario para ver á sus hijos
fuera de la infancia. Así sucedió: una vez que Joaquín,
que, como hemos dicho, era el menor, hubo cumplido
diez y siete años y que le vio crecido, juicioso y amante
del estudio, con lo cual estaba garantizado de que huiría
de los vicios, según pensaba ella, doña Soledad pidió á
Dios que la sacara de esta vida. Pocos días después la
acometió una ñebre violenta, que entonces llamaban ta-
bardillo, y el 18 de Enero de 1818 murió rodeada de to-
dos sus hijos y creyendo que había cumplido su misión
en el mundo. Pero no era así: una madre es siempre ne-
cesaria en la vida, y los hijos de doña Soledad la lloraron
mucho entonces y después, y en todas sus angustias y
DEL GENERAL lOAQUIN AGOSTA 23
amarguras y en todos sus triunfos y alegrías, les hacía
falta é invocaban su memoria con cariño. Ella había sido
rígida y severa; pero, según parece, los padres á quienes
mejor se ama y de los que los hijos guardan un recuerdo
más constante y más ñel, no son los que halagan nues-
tras pasiones y nos consienten sin medida, sino los que
nos obligan á cumplir con nuestros deberes y son siem-
pre severos y rigoristas, es decir, los que se hicieron res-
petar y temer y no fueron nuestros compañeros de juego,
sino nuestros maestros y consejeros.
CAPITULO III
ACONTECIMIENTOS EN EL AÑO DE 1819
Mientras tanto los acontecimientos políticos fueron
tomando otro giro, y los patriotas en Santafé de Bogotá
empezaban á aguardar socorro de los ejércitos que se for-
maban á buen paso en los Llanos. De vez en cuando re-
cibían de aquellos ejércitos alguna comunicación, que
no se sabía cómo llegaba, y crecía en ellos la esperanza
que abrigaban de una futura salvación de la patria. Re-
cordemos aquí brevemente lo que entonces sucedió.
Batido Morillo primero por el General Páez, en las in-
mediaciones del Arauca, el 4 de Febrero de 1819; fue de«
frotado el republicano á su vez en el mes de Marzo; pero
Páez recuperó su gloria en las Queseras del Medio, el 2 de
Abril, desbaratando un ejército de cuatro mil hombres
con ciento cincuenta. Aprovechóse Bolívar del espanto
que los llaneros causaban á los españoles, y resolvió em-
prender operaciones serias, en unión de las fuerzas que
el General Santander había logrado reunir con las gue-
rrillas diseminadas en los Llanos de Casanare, y libertar
la Nueva Granada antes que Venezuela, en donde había
mayores dificultades y menos amor á la República entre
24 biografía
las masas populares. Púsose, pues, en marcha con los
batallones Rifles^ Barcelona y Albión y varios escuadronea
de lanceros llaneros: el ii de lunio se unió á Santander
•
en Tame (este General comandaba la vanguatdia); el 27
forzaron la posición de Paya, y pasó el ejército el páramo
de Pisva; el 6 de Julio acampó en Socha, el primer
pueblo neogranadino que halló á su paso. El 11 de Julio
Bolívar batió al General español Barreiro, en Gámeza, y
después en Pantano de Vargas. El 5 de Agosto ocupó á
Tunja. El dia 7 de Agosto, á las 2 de la tarde, se avistaron
Bolívar y Barreiro en las cercanías del Puente de Boyacá^
y al anochecer de aquel día el ejército republicano era
dueño del campo. ¡Había terminado para siempre la do-
minación española en Nueva Granada!
La noticia del triunfo y la aproximación de Bolívar
llegó á Bogotá el 8 á media noche. A esa hora el Virrey
y todos los empleados españoles se pusieron en marcha
con dirección á la Costa. Espantábase el anciano Sama-
no con la idea de las represalias que podría sufrir de par-
te de aquellos que había tiranizado, y fue tal su terror,
que perdió el uso de sus miembros, y de Facatativá para
adelante sus compañeros tuvieron que .cargarle en una
hamaca hasta embarcarle en Honda. Muchos comercian-
tes, y hombres pudientes siguieron el ejemplo de Sámano
y abandonaron la ciudad en el acto.
Hé aquí el Diario que escribió acerca de estos acon-
tecimientos el joven Joaquín Acosta; siendo éste el prime-
ro de la serie que tenemos que consultar:
"9 de Agosto de 1819.
A las once de la noche llegaron los Oficiales con la noti-
cia de la derrota completa de Barreiro. En el momento dieron
aviso á todos los españoles paisanos y orden en los cuarteles
para que se preparasen á evacuar la ciudad, lo que se efectuó
de las 4 á las 6 de la mañana. A esa misma hora entraban al-
DEL GENERAL JOAQUÍN ACOSTA 25
ganos derrotados de caballería con cuatro Oñciales; inmedia-
tamente volaron el almacén de pólvora, clavaron la artillería y
marcharon á alcanzar al Virrey en su fuga. Toda • la mañana
estuvieron pasando soldados derrotados. A las 1 1 algunos pa-
triotas entraron al cuartel del Numancia^ que está en la pla-
zuela de San Francisco, y al de Attilletia^ y encontraron algu-
nas cargas de fusiles y pólvora que habían abandonado los
godos. Aunque casi todos los fusiles estaban descompuestos,
con éstos y con los que les quitaron á los soldados, se empezó
á armar el pueblo. A las tres de la tarde ya teníamos cerca de
80 buenos fusiles y carabinas, sables, lanzas, etc.
Un español entró dando tiros, é hizo una muerte, por lo
cual lo prendieron los patriotas furiosos. A las tres y media de
la tarde llegó á la plazuela el Oñcial Brito con cuatro sóida
dos. Gritáronle desde el cuartel: ¡Quién vive! El contestó: ¡La
patria! y entonces, después de tres años de servidumbre, se
oyó en Santafé de Bogotá el grito unánime de ¡Viva la Améri-
ca libre! Lleváronle al cuartel en medio de gritos de alegría;
pero antes de llegar, un malvado le disparó un tiro por la es-
palda, que le dejó muerto en el sitio. — Frenético, tú manchaste
el dulce nombre de Libertad con un delito, presagio funesto
de más sangre que se derramará después!
Aquel suceso enfrió á los ciudadanos honrados que se
habían unido al pueblo para contenerle, y lo desampararon
para dejarnos en un estado de anarquía deplorable. Los Al-
caldes habían emigrado con el Vin*ey; pero, unidos el Cabildo
y algunos Priores de las Comunidades, resolvieron enviar al-
gún sujeto al General Bolívar para que nos viniese á amparar
lo más pronto posible.
Patrullas recorrieron las calles por la noche, pero siem-
pre hubo robos. A las once trataron de entrar á la ciudad cien
hombres armados, pero ya se habían puesto cañones en las es-
quinas de la plaza: dispararon uno, y los enemigos desistieron
de su propósito y desaparecieron .
10 de Agodto.
Se pasó la noche en la mayor inquietud. Por la mañana
el ciudadano González puso un oñcio al General Bolívar. A
26 BIOGRAFÍA
González debemos en parte que el pueblo no haya cometido
desórdenes: aprovechóse él del partido que tenía para impedír-
selo. A medio día se juntaron los padres de familia, los Prio-
res y otros, con el objeto de formar un Gobierno provisionaL
Apenas se pusieron de acuerdo, se publicó un bando en el ciial
se avisaba que José Tiburcio Echeverría era el Jefe político, y
Osorio — el abogado — y Contreras, Alcaldes ordinarios. El Tri-
bunal de Justicia se componía de Herrera y Camacho, y los
Comandantes de armas eran González y Mares. Inmediata-
mente enviaron una Diputación á Bolívar, compuesta de los
señores Estanislao Ver gara é Hinestrosa; pero no tuvieron que
salir sino hasta San Diego. Allí encontraron al General, que
venía con su segundo Briceño y 50 hombres de caballería.
í Jamás gozo fue más vivo! Todos los ciudadanos que
hasta esa hora no habían salido de sus casas temiendo el des-
orden, volaron á la plaza; los que habían emigrado á los cerros
bajaron á la carrera; gritos, tiros al aire, voladores, cañonazos,
repiques, se oían por todas partes, y en las ventanas y balcones
pusieron banderas tricolores y escarapelas. * ¡Viva el Liberta-
dor! ¡Viva el héroe de América! * gritaba el pueblo embriaga-
do. Cuando llegó Bolívar á la plaza^ algunos ciudadanos, llo-
rando de alegría, ponían la última mano á los arcos de triunfo
que habían levantado á toda prisa. ¡ Nó, no creo que jamás en
toda mi vida tendré un día de gozo como éste!
Las señoras Genoveva Ricaurte y Dolores Vargas, que
estaban en el Cabildo, fueron las primeras que abrazaron á
Bolívar. Era tal el loco entusiasmo de los que le rodeaban, que
yo llegué á temer por sus días en las escaleras del Cabildo.
Una vez arriba, Echeverría le hizo una corta pero enérgica
arenga, á la cual Bolívar respondió: ^ ¡Yo os veo libres^ y mi
gloria ha llegado á su colmo! ¡No quicfo Diputaciones^ arcos^ nada,
nada; me basta vuestra libertad P Sin embargo, no podía disi-
mular la noble alegría que llenaba su corazón. Entonces recor-
dé á Washington cuando entró á Filadelfia después de haber
libertado el Norte; así Bolívar entró triunfante en Santafé.
¡Qué escenas tan diferentes las que presentaba la ciudad
después de la madrugada de ayer! Entonces no se oía sino llanto
DEL GENERAL JOAQUIN AGOSTA 2/
y consternación. Los Oidores á pie llevaban de cabestro á las
monturas de sus mujeres, que se lamentaban á voces exclaman-
do: ^¡El Virrey nos ha vendido!' Las gentes despertaban con
!os golpes en las puertas á los que dormían; los heridos, que
habían bajado de Las Aguas, se arrastraban por las calles, su-
plicando á los godos que no los abandonasen, como en efecto
lo hicieron. . . . Mientras que hoy no se oyen sino risas y grandes
manifestaciones de contento.
El General fue á casa de doña Genoveva RLcaurte á re-
cibir á los que se le presentaban. A mi tío lo recibió muy bien,
y como le preguntase por el doctor Zea, le contestó Bolívar
que lo había dejado en la Guayana encargado del Gobierno,
añadiendo * que un talento t¿rn extraordinario no debía expo-
nerse á los reveses de la guerra.* Dijo también que Morillo
quedaba en un rincón de Cumaná, como cosa despreciable, sin
que pudiera rehacerse. Briceño es el Gobernador de Santafé.
Por la noche hubo música y baile en casa del General.
Se publicaron dos bandos en nombre de Echeverría: el uno
para que corriera la moneda chirla^ y el otro para recoger los
bienes de los emigrados.
11 de Agosto.
Hoy entró Santander y mañana llega la tropa. Toda la
gente decente de la ciudad le hacemos la guardia al General
Bolívar, que hace dos días se halla solo en Santafé en plena
seguridad, puesto que el Ejército se ha quedado atrás.
12 de Agosto.
Gonzalón está organizando las milicias, y ya hay doscien-
tos hombres armados.
Hoy empezaron á entrar las tropas libertadoras, de dos-
cientos en trescientos hombres á la vez, con sus Oficiales.
Bolívar es muy popular entre las damas, pero él sólo le
hace sus ñestas á B. I . • . .
Lo que he escrito ha sido todo como testigo ocular, y no
refiero sino lo que vi."
El entusiasmo de los americanos fue tan grande
28 BIOGRAFÍA
como había sido el espanto de los realistas. Todos los jó-
venes mayores de diez y seis años se prepararon para
pedir un puesto en los Ejércitos que se organizaban para
marchar contra los españoles ¡que aún conservaban mu-
chas Prí>vincias en Nueva Gninada y eran dueños de la
mayor parte de Venezuela.
Además del vsentimiento patriótico y amor á la liber-
tad no había familia importante de Santafé que no tuviese
que vengar alguna muerte violenta ó por lo menos alguna
afrenta ó humillación. Es cierto que en la familia de Acos-
ta no tenían que lamentar ninguna muerte en el patíbulo,
pero los vejámenes y prisiones sufridos por el doctor
Andrés Pérez eran para ella una ofensa que no podía
olvidar.
Ni Domingo ni Manuel tenían disposiciones para la
carrera de las armas. El primero estaba completamente
entregado al estudio, y aunque amaba platónicamente á
la Independencia y sus ideas liberales y republicanas eran
avanzadísimas, su c«irácter era retraído, como el de todo el
que ama más los libros que los hombres; su afecto á la
paz y la repugnancia que experimentaba hacia las turbas
plebeyas y vulgares, le obligaban á vivir alejado de ese
pueblo que defendía, empero, y no quería ver de cerca.
Domingo Acosta era sincero en sus opiniones, á pesar de
manifestar semejante contradicción entre sus ideas y la
práctica. Por otra parte, como jamás bajó á luchar en la
arena ni tuvo ingerencia en la cosa pública, conservó toda
la vida MUS ideales filosóficos, y nunca supo lo que real-
mente na rl pueblo^ el cual imaginaba que sería algo como
el lomano de la (iran República antigua. Manuel, por
otra parte, había abandonado sus estudios muy joven y se
habla retirado á vivir en sus tierras de Guaduas. Allí se
octipaba en agricultura y en formar una biblioteca varia-
da, dentro de la cual vivía encerrado todo el tiempo que
no dedicaba á sus faenas campestres. El también había
liercdado el loco amor á los libros y á la lectura, amor que
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 29
si se lleva hasta la exageración seca el corazón y esterili-
za el alma. Además de sus libros, de sus ganados, de sus
caballos y de la cría de potros, Manuel amaba sobre todas
las cosas á un hermano paterno que se había establecido
en Guaduas y vivía en la casa de D. José de Acosta, en
donde se complacía en imitar á su padre dando generosa
hospitalidad en su casa á cuanta persona importante pa-
saba por allí. Durante cincuenta años el Coronel (de mi-
licias) José María Acosta fue la Providencia de la pobla-
ción y de los pasajeros. No solamente acogía con suma
benevolencia á cuantos tocaban á su puerta, ricos ó po-
bres, sino que salía á la calle á instar á todo caballero que
iba de viaje á que se detuviese en su casa, por supuesto
gratuitamente, en donde encontraba posada cómoda y
abundante mesa. Para no faltar á la verdad deberemos
añadir que la exagerada hospitalidad del Coronel José Ma-
ría Acosta provenía también del gusto que tenía en oír no-
ticias, fueran de la capital ó del Extranjero. Si sus herma-
[ nos amaban la instrucción y lo que les enseñaban los li-
bros, él se perecía por saber lo que sucedía en la política
' por boca de los que hubiesen tenido alguna ingerencia en
los acontecimientos que tenían lugar en el mundo. Se
¿ carteaba con los hombres más importantes del país, así
como con todos los viajeros que por Guaduas hubiesen
pasado, y todos le daban noticias; de manera que estaba
al corriente de cuanto sucedía. De carácter bondadoso y
apacible, veía sucederse Jos partidos y los gobiernos sin
tener con ninguno molestia ni entrar en disputa jamás.
En el pueblo le respetaban, sobre todo los Alcaldes y Re-
gidores Oficiales, y aunque nunca quiso aceptar la coyun-
da matrimonial — los Acostas fueron poco casamente-
ros,— él se ocupaba siempre en arreglar matrimonios y
pacificar á los que se desavenían. Ninguno en la villa se
resistía á sus consejos, y mientras que duró en vida, Gua-
duas fue el lugar más tranquilo y pacífico de toda Co-
lombia.
yy BIOGKAFU
Por io visto, los hermanos de Joaquín no pensaban,
en 1 8 19, en servir á la patria con las armas, servicio que
pedía á sus hijos con insistencia y con gran necesidad en
í:p*r:sL tan peligrosa. X-^x lo comprendió Joaquín, quien
a}/aiidonó entonces los estudios que seguía con mucho
provecho en el Colegio del Rosario, como lo prueba un
docnncnto que tengo en mi poder (i), y á despecho de sus
tuto? C'^, y desoyendo las súplicas de sus hermanas, que le
aataban mis que á los otros hermanos, se presentó perso-
nalmente al L¡lx:rtador y le pidió un puesto en el Ejército.
K^te le acogió con atención y mandó que le extendiesen
el nombramiento de Subteniente de infantería en el Baia-
lliin Cazadora (2).
Organizábase una expedición militar, que debería
obrar síjbre el Cauca. Joaquín Acosta hizo parte de ella y
partió de Santafé de Bogotá con la tropa el 22 de Sep-
tiembre pe 1819, dos días después de la salida de Bolívar,
quien regresaba á Venezuela, después de haber dado liber-
tad á una gran parte de Nueva Granada.
l^)s realistas, que eran entonces dueños de las Pro-
vincias de Antioquiay el Cauca, se espantaron cuando les
(1) El doctor D. Tomás Dumiogo de Burdos. Rector y Regente de
e4tudíoii de eite Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosarlo, dice as!:
'^CertlAco ea debida fonni quj D. Joaquín Acosta está estudiando
en este dicbo Colegio eo la Cátedra de Derecho Civil, y al mismo tiempo
▼a ^ entrar ú ol; Medlcloa en 1 % qu9 va á establecerse de Cirugía y Medi-
cini. Lo que certlñc i á pedimento verbal del referido, en Santafé. á O
di* Junio de 1818.
" Domingo Tomas Bubgos.'*
(2) En el nombramiento leemos lo siguiente:
'' Simón Bolívar, Presidente de la República de Venezuela, por cuan-
to atendiendo á los aer vicios y méritos del ciudadano Joaquín Acosta, he
venid >eo nombrarle Subteniente en el Batallón ds CaaadoretádlXíxevA
Granada.
*' (Firmado). Simón Bolívar.
" Alandro Owrio, Secretario.
II
Santafé, 6 da SapUembre da 1819."
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 31
llegó la noticia del triunfo de los independientes en Boya-
cá y la subsiguiente entrada de Bolívar á Bogotá. El Go-
bernador de Antioquia, el Coronel Carlos Tolrá, se puso
inmediatamente en retirada y fue á asilarse en el límite
septentrional de la Provincia encomendada á sus cuida-
dos. Otros militares españoles de las principales ciudades
se pusieron en fuga, y á medida que salían los realistas de
las poblaciones, los patriotas levantaban la bandera de la
libertad. Otro tanto sucedió en el Cauca. Un mulato rea-
lista, Simón Muñoz, el cual había salido con 200 hombres
de Popayán, quiso huir hacia el Chocó, pero como no pu-
diese llevar á cabo su proyecto, regresó al Valle del Cauca
y quiso hacerse fuerte en las inmediaciones de Cartago.
Aquí viene de molde transcribir algunas páginas del
Diario que escribió al joven Acosta desde que salió de
Bogotá. Aunque es éste un Diario enteramente personal,
escrito trabajosamente todas las noches á la luz de los
fuegos del vivac y rodeado de toda suerte de dificultades
y aun de los peligros de la campaña, eso mismo da la
medida del carácter del aprendiz militar, hasta entonces
niño mimado que nunca había tenido que sufrir incomo-
didades ni carecer de cosa alguna que hiciera fácil la
vida. En este cuaderno medio borrado por la intemperie
y amarinado por el tiempo encontraremos que apuntaba
diariamente sus observaciones y hacía cortas descripciones
de lo que veía: se fijaba en las poblaciones; en el aspecto
y naturaleza del país; en las bellezas y curiosidades de él;
en los habitantes y en los animales extraños que encon-
traba. Sin duda que estas observaciones, tan juiciosas en
un joven que no había cumplido diez y nueve años, de-
bieron servirle después cuando escribió la Historia de la
Conquista y construyó el primer mapa de la Nueva Gra-
nada que se publicó. Además, para el amante de la histo-
ria no deja de ser curioso estudiar la situación de la pa-
tria en los albores de su independencia y emancipación.
32 biografía
Hé aquí el extracto del Diario:
"6 de Octubre de 18:d.
"Nos adelantamos el Comandante y yo (i) y llega-
mos á Cartago á las ii del día. Deseoso mi jefe de esqui-
var un ruidoso recibimiento de los patriotas, entramos
por calles extraviadas, pero no se logró lo que se deseaba.
A poco andar nos descubrieron y nos llevaron en triunfo
por toda la ciudad. Después volvimos á casa del Alcalde,
en donde habían preparado un refresco con música y en
seguida nos ofrecieron una comida que concluyó á las
cuatro.
"Yo me aposenté en casa de Alonso Gómez, español
asturiano pero muy amigo de la causa de la independen-
cia. Allí lo pasé muy bien, asistido con el mayor esmero
y cuidado.
"Inmediatamente se trató de capitular con Simón
Muñoz, que estaba sitiado por los independientes. Capi-
tuló efectivamente y pactó entregar las armas, pero des-
pués, con la mala fe que caracteriza á los agentes del
Gobierno español, al amanecer del día siguiente sorpren-
dió aun destacamento que descansaba bajo la salvaguar-
dia de un armisticio.
*40 de Octubre.
"A las seis de la mañana el Comandante tuvo noticia
del atentado de Muñoz y dio orden á los cazadores arti-
lleros que atacásemos al enemigo. Después de un corto
tiroteo con nuestra descubierta los españoles se fugaron,
y nosotros dormimos esa noche en una casa del otro lado
del río Cauca.
(1) Sin duda era éste el caueano Pedro Murgeitio, quien air-
t16 largos años ccn bizarría en la causa de los independientes 7
después combatió en favor del Gobierno en muchas campafias.
Bn 1860— ya General— se puso de parte del General Mosquera y
muri6 eo una emboscada en ese mismo año.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 33
*'12 de Ocftabre.
"Ayer proseguimos en persecución del enemigo. To-
mamos en el tránsito prisionero á un capitán, y á las once
del día nuestra vanguardia alcanzó en la ruta la retaguar-
dia enemiga, pero al cabo de un corto tiroteo, que duró
un cuarto de hora^ los dispersamos é hicimos ocho pri-
sioneros con sus armas y bagajes. Nuestra tropa estaba
hambreada y estropeada, así fue que nos dirigimos inme-
diatamente al paso de Rosas á racionarla.
"Estando allí el Comandante mandó que 40 hom-
bres continuasen en persecución del enemigo y los* de-
más nos devolvimos á Cartago."
Más lejos leemos lo siguiente:
"No pasaré de Cartago sin escribir algo aquí sobre esta
Cordillera de los Andes que acabamos de atravesar por el
Quindío. Dicha montaña es muy bella, muy sana, y hay si-
tios en ella en que se puede decir con el Barón de Hum-
boldt: 'que los árboles demuestran el lujo de la vegeta-
ción ecuatorial,' y con Caldas: 'que las palmeras colosales
se levantan tan alto que parece que desafían el cielo.'
"A la entrada del Páramo del Quindío hay un valle
delicioso regado por un arroyo que mantiene fresca la
vegetación. Allí nos detuvimos para aguardar la tropa que
se había quedado atrás. Las palmas y arbustos que crecen
en las colinas en contorno del valle levantaban en alto
sus ramas cargadas de racimos de frutas y movidas blan-
damente por los céfiros aumentaban con su tenue rumor
la hermosura de aquel sitio encantador. Era la hora de
la siesta recostado sobre el prado, meditabundo é
inmóvil, con los ojos fijos en la corriente de las aguas
cristalinas del arroyo, hubiera querido acabar mi vida en
aquel sitio hechicero ....
"Desde que se entra, empero, al páramo, la naturale-
BIOORAFIA 3
34 biografía
za cambia de aspecto. La pequenez de sus árboles; los
arbustos arropados con musgos y barbas blanquecinas
que los resguardan; el frío, el silencio que lo caracteriza,
todo causa impresión después de la rica vegetación de
los bosques de las tierras bajas.
"En Cartago comienza el valle del Cauca. Su posición
es buena; pero la población está mal dispuesta; el tempe-
ramento es cálido y la gente es bondadosa y apreciable.
"El 18 salimos de Cartago con dirección al Chocó y
á las diez llegamos á Anserma, ciudad muy decaída y mi-
serable (i). El camino entre las dos poblaciones es malo
y está cortado por multitud de zanjas peligrosas."
•
Al llegar á Anserma Acosta fue atacado por fiebres
causadas por la vida de campaña tan nueva para un joven
enseñado á los cuidados de su familia. Viendo aquello el
Capitán de la tropa lo obligó á que se devolviese á Carta-
go, en donde debería ponerse en curación, y además ver-
se con el Jefe, para quien llevaba cartas de recomenda-
ción de Santander y de su tío el doctor Pérez.
CAPITULO IV
CAMPAÑA EN EL VALLE DEL CAUCA Y EN EL CHOCÓ. — 1820
No bien llegó el Subteniente Acosta á Cartago cuan-
(I) Anaenna era antigao poblado indígena; loa nataralee en
la época de la Conquista beneficiaban las minas de tal qne existen
en sos inmediaciones, de donde le viene el nombre, paesto qae
anwr en la lengoa de loe indios Tapayas sigaifloaba sal. La po-
blación actaal no se encnentra en el mismo lagar en que la fun-
daron los españoles en 1539, sino en otro lagar^en la margen
occidental del río Canea —sobre ana colina y á poco más de dos
leguas de Cartago. Bn los primeros siglos de la Conquista Anser-
ma (nueva) fue población de importancia ; después fue decayen-
do, y hoy apenas cuenta unos pocos miles de habitantes. Su tem-
peratura media es de 34 grados centígrados.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 35
do le fue á visitar el Comandante del Cuerpo al cual perte-
necía el oficial.
El entonces Comandante José María Cancino, anti-
guo amigo de la familia de Acosta, era todo un patriota»
Hijo del Coronel Salvador Cancino, que había sido fusi-
lado por los españoles en Cartagena en 1816, había toma-
do las armas al lado de su padre desde los primeros albo-
res de la guerra de Independencia. Combatió bajo las
órdenes de Nariño desde Palacé 2° hasta Tasines, y des^-
pués había asistido sin desmayar á las subsiguientes lu-
chas hasta que claudicaron todos los patriotas de Cundi-
namarca. Viéndose vencido huyó á los Llanos y se puso
á las órdenes de Santander; con él estuvo en los combates
que dieron por resultado la libertad de todo el centro de
la República. Nombrado Jefe Militar y Gobernador del
Chocó se había detenido en Cartago, cuando encontró
allí enfermo al joven Acosta. Tomó interés en que le cu-
rasen, y cuando le vio repuesto le comisionó para que
tomase el mando de una escolta que enviaba á Nóvita
con víveres, armas y pertrechos.
Viajando por caminos intransitables, por andurriales
y despoblados; morando en los climas peores del mundo;
luchando con aquella naturaleza ecuatorial tan exube»
rante cuanto malsana, el joven militar pasó los meses de
Noviembre y Diciembre. A pesar de todo no desmayaba
nunca su espíritu de observación; en todo se fijaba y le
llamaba la atención, como lo demuestran los apuntes de
su cartera.
Veamos algunos:
''Nóvita (i) — leemos, — es la capital de la Provincia de
(1) Fae también capital del Chocó. 7 hoy es apenas un trl»>
te Manieipio. En ao principio el caserío h*ibit»ido por lo» trabí^
Jadoresde las minas estaba en las orillas del rfo Tam ná Al fia
del siglo XVII 6 principios del sigaiente íae trasladado h1 Inga- qaa
boy ocnpa, después de mochas vacilaciones j varios c^tubios. La
36 BIOGRAFÍA
SU nombre, la cual contiene pueblos de indios de poca
importancia y 24 minas que pertenecen á varios suje-
tos de Popayán y Santafé y unas pocas á personas de
este lugar. Estas minas están trabajadas por negros y pro-
ducen mucho oro de buena calidad, pero dan poca utili-
dad, con motivo de la carestía de los víveres con que se
mantienen los trabajadores. Tienen que llevar los comes-
tibles desde el valle del Cauca. Sucede allí que los plata-
nares no producen sino una cosecha por año y es preciso
renovar la plantación inmediatamente. El maíz, que es
alimento favorito de aquellas gentes, se da mal, y las ma-
zorcas son muy pequeñas. Sin embargo, las frutas son to-
das dulcísimas y perfumadas; la pina (ananas) es la me-
jor del reino.
'^La situación de esta ciudad — toda ella edificada sobre
barbacoas (estacadas) para escapar de las inundaciones en
tiempo de invierno— es malísima. Su única calle se ex-
tiende como cuatro cuadras por una hondonada que ten-
drá tres leguas de longitud y una de latitud (i). Sus casas
son todas de paja y de guadua sin pañete; sólo hay una
iglesia, pero en general la gente de este país tan abun-
dante en oro cuida poco de la Religión y de la moral.
''Se trata de fundar ó trasladar la población á orillas
del río Tamaña, en donde tuvo su principio, á un sitio
llamado San Felipe, y me aseguraron los vecinos que tra»
bajaban activamente para dar cima á aquel proyecto (2).
^
humedad de loe terrenoe eireanveoinoe hace qae tengan qne
vivir en la ¡Mirte alta de las casas 7 qne su clima sea uno de loe
peores del mondo, Gosa de una teooperatara de 27 grados centí-
grados por término medio.
(1) Tiene ana temperatara ardiente de 26 grados centígrados
por término medio,
(2) Ko íae sino cérea de medio siglo después qne trasladaron
deAnitivamente la población de Nóvita al sitio llamado de San
Felipe*
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 37
'«Bnero 16 de 1830.
"Hoy salí de Nóvita con mis compañeros. Hasta las
tres de la tarde aguardamos en la Bodega al Coronel Can-
ciño que debería llegar hoy. Pero como no parecía y ur-
gía continuar el viaje hice cargar las canoas y embarcán-
donos en el río Tamaña continuamos el viaje.
"El río Tamaña se compone del Habita y el Ingard;
es de corrientes muy rápidas y peligrosas, pero de aquí
para abajo su navegación no es difícil. A dos leguas de
Nóvita le caen los arroyos de Santa Rosa y el ZancuditOm
Las riberas del río están cubiertas de espesísimos bosques,
pero á trechos se ven algunas chozas de los negros traba-
jadores de las minas, unos todavía esclavos y otros libres
ya. No usan más vestido que una tercia de bayeta de co-
lores que se atan en torno de los muslos y que llaman
pampanilla. Además de estas chozas de los negros se en-
cuentran algunos caseríos de indígenas, restos de la raza
de los chocoeSf antiguos habitantes de este rico y montuo-
so país. Me dijeron que estos indios aún conservan las
costumbres de sus antepasados; y al pasar les vi teñido
el cuerpo con fajas del zumo de una hierba que llaman
yagua, que produce un color negro casi indeleble. No se
les ha olvidado todavía la lengua de sus antepasados,
como ha sucedido con casi todos los antiguos pobladores
de nuestro continente.
"A las cinco de la tarde llegamos á las bocas del Ta-
maña, en donde este río desagua en el caudaloso San
Juan (1). Nos quedamos esa noche en sus orillas en una
casa grande. Estando allí recibí un chasqui que me en-
viaba el Gobernador con una orden para que continuase
marcha hasta el Citará (2) á cumplir una comisión.
(1) Bl Tam%Dá sargo de la gran Cordillera 7 oaee en laa In-
mediaciones del eerro qae lleva en mismo nombre,
(2) Hoy se llama aqoella población Quibdó. Fue el lagar en
38 BIOGRAFÍA
"A la mañana siguiente rae despertó el bellísimo can-
to de los innumerables pájaros que pueblan aquellas so-
ledades y cuyas vo.ces me eran desconocidas porque sólo
habitan esos bosques "
Relata en seguida brevemente las circunstancias de
su viaje, nombra los puntos más notables del tránsito
hasta su llegada á las orillas del río San Juan.
"Allí— dice — se levantan bosques tan tupidos que no
dan campo á que penetre la luz del sol, y son patria
(como sucede en todo este país) de un sinnúmero de rep-
tiles venenosos: víboras de diferentes especies ^ue atacan
al hombre en lugar de huirle, como hacen en otras partes,
y cuya mordedura es mortal, si no hay cerca un curande-
ro indígena que sepa dar el contraveneno que sólo ellos
conocen. Los cien pies y las arañas crecen allí de una
manera extraordinaria, y hasta la picadura de las hormi-
gas es peligrosa. En compensación ¡qué profusión de
bálsamos, resinas y aceites exquisitos se encuentran en
estas montañas, cuyas virtudes sólo conocen los indíge-
nas! En cuanto á maderas las hay magníficas, algunas
incorruptibles al aire libre y que se petrifican dentro de
la tierra. Los árboles de que hacen canoas son tan enor-
mes, que hay algunas que cargan hasta doscientas arro-
bas, y uno navega en ellas con tanta comodidad y holgu-
doDde residían los indios citaraes, catequizados por los Jesaftas en
1654. Actnalmente es capital del Municipio de Atrato, en el De-
partamento del Canoa. La Geografía de Codazzi, publicada por
D. Felipe Pérez en 1863, da 8,500 habitantes á Qaibdó, y dice que
tiene una temperatnra media de 29 grafios centígrados; pero se-
gún otros informes es más cálido todavía. Sn el Diccionario geo-
gráfico de Esgaerra, (publicado en 1879), dicho autor dice que la
ciudad fiólo cuenta 800 casas (es decir, la cuarta parte menos que
en 1820), y la poblaban 6,856 habitantes: 1,644 almas menos
que en 1863.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 39
ra, que se puede sin dificultad ir resolviendo un problema
con el compás en la mano. Los habitantes de estos sitios
saben manejar las embarcaciones perfectamente; para
ellos los ríos son caminos que comunican entre sí los
caseríos, y cada dueño de casa posee una ó dos canoas
como en otras partes se tienen asnos y caballos de carga.
"Esta Provincia está cruzada por un enjambre de
ríos y de corrientes que unas desaguan en el Océano Pa-
cífico y otras van á llevar sus aguas al Atlántico. Esto
ofrece mil comodidades para el comercio. Además, casi
todos los ríos corren por terrenos bajos, y son tan cauda-
losos que se puede navegar desde sus cabeceras.
"El 19 de Enero llegamos al Citará á las cinco de la
tarde. Di cuenta de mi comisión y encontré una orden
apremiante del Corone! Cancino para que partiera á ocu-
parme en fortificar un punto ventajoso sobre las riberas
del Atrato. Sin embargo, tuve que detenerme en el Citará
un día entero mientras que se conseguían algunas cosas
necesarias para cumplir bien mi comisión.
"El Citará (Quibdó) es la capital del Chocó. Cuenta
unas cuatrocientas casas, todas de paja. El carácter de
sus habitantes es como el de todas las gentes de estas
Provincias, á saber, sumamente hospitalario, y yo tengo
que agradecerle mucho sus cuidados á la población. Las
mujeres, aunque sean damas, andan descalzas. Los hom-
bres no tienen más diversión que jugar á los gallos. El
día que pasé allí era de fiesta, y los indios de los alrededo-
res concurrían al pueblo. Estaban todos pintados de co-
lores con figuras horribles, y bailaban una danza, imagen
de la guerra, según la costumbre que les habían transmi-
tido sus antepasados" (i).
(1) Todavía 8 3 eneaentraa aqaelUs tribas indígenas en el
mlBino estado de salvajíumo en qne los vio Acosta hace ya cerca
de ochenta afios. La civilización no ha lojj^rado peoetrjir en esos
logan 8, ni penetrará Jamás mientras existan aborígenes americá-
40 biografía
El 27 de Enero arribó al sitio que debia fortificar-
se, en la desembocadura del río Murrí en el Atrato. Allí
hace este último un recodo que parecía lugar estratégico
y fácil de parapetar contra los ataques del enemigo.
Sámano se encontraba en Cartagena y desde allí di-
rigía operaciones contra los republicanos del centro del
antiguo Virreinato y enviaba fuertes expediciones por el
Magdalena y el Cauca. En el Chocó se tuvo noticia de
que entraban por las bocas del Atrato y subían el río algu-
nos buques de guerra con fuerzas que deberían internar-
se hasta el Valle del Cauca. Era preciso, pues, á todo
trance impedir aquello.
'' Los españoles, dice Acosta en su Diario, habían le-
vantado en Cartagena una expedición de 200 hombres y
venían con una lancha cañonera y cuatro buques más de
guerra á invadir el Chocó. Tardarían en llegar á lo más
quince días, y nosotros nos hallábamos en la fortaleza
improvisada sin municiones, sin pertrechos y por junto
apenas contábamos cuarenta soldados. Las Provincias de
Antioquia y del Valle del Cauca no podían socorrernos,
porque no había tiempo de avisarles. Pero el entusiasmo
por la libertad y el amor á la patria, todo lo pueden."
Estando ocupado en la obra de la fortificación, re-
cibió orden de ir con cuatro canoas á auxiliar la goleta
Diana — que conducía mercancías de Jamaica á Quibdó —
y que había encallado por allí cerca. Bajó inmediata-
mente el rio y dos días después avistó y abordó la Diana,
la cual lograron salvar y conducir hasta cerca de Murrí.
Recibido muy bien por el Capitán y Segundo, que
parece que eran hombres cultos de la Nueva Orleans y
sos. Hay razas qoe soa rehaolas á la civilización, y es preciso qae
éstas se oracen con la blanca progresista para qoe las poblacio-
nes adelanten.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 4I
la Habana, se aprovechó de los conocimientos prácticos
que éstos tenían de los países extranjeros para hacerles
mil preguntas é instruirse en cuanto pudo.
Entretanto, el jefe de la fortaleza, el Comandante
Gamba, partió para el Citará, dice Acosta, " á enganchar
algunos soldados más, traer la artillería que pudiese ha-
llar, y fundir todo metal que encontrase para hacer ba-
las (i). Yo me quedé en Murrí con la guarnición, un ca-
ñón grande y cuatro pequeños que habíamos sacado de
la goleta. Situé éstos lo mejor que pude para defender la
posición; felizmente los indios de los contornos se mani-
festaron en esta ocasión muy adictos á la independencia,
y nos enviaron alguna pólvora."
Apenas había regresado el Comandante Gamba á
Murrí cuando al fin de Enero y al empezar e) mes de Fe-
brero se presentó el enemigo al frente de la fortaleza,
y la atacó briosamente con un cañón de á veinticuatro que
llevaba. Los españoles no aguardaban que la improvisada
fortificación pudiera defenderse con tanto valor. Durante
diez días se vio asediada la valiente guarnición de Murrí por
las fuerzas españolas, sin que lograsen amilanarla, á pesar
de lo exiguo de sus recursos. Viendo aquello y temiendo sin
duda que llegasen á auxiliar á los patriotas de la capital
del Chocó, el Comandante español, después de sufrir al-
gunas pérdidas, resolvió retirarse.
Al ver que el enemigo se alejaba, los patriotas pensa-
ron que aquello lo hacían para obligar á la guarnición á
(I) Nicolás Gamba Valencia era natoral de Cartago 7 servía
á 1a eaosa de la IndepeodeDeia desde 1814. Cuando los irntrlotaa
íaeron veneidos eo todas partes en 1818, Gamba fe oooltó, 7 en
1819 volvió á presentarse para servir en las filas de los patriotas.
Sirvió en el Chocó hasta 1821 coando se onió á Sucre á sa pato
por el Canea, pero tuvo la desgracia de morir ese mismo año en
la acción de Guachi el 19 de Septiembre.
42 biografía
salir á perseguirlos, y entonces, fuera ya de los parapetos,
acabar con ellos. Permanecieron, pues, detrás de los mu-
ros del pequeño fuerte, aguardando á que regresasen, pero
no fue así; los españoles habían partido definitivamente, y
cuando Gamba dio orden de que se pusieran eri marcha
para perseguirlos, era ya demasiado tarde, y se devolvie-
ron sin haber logrado alcanzarlos.
Acababa de suceder todo aquello y se felicitaban mu-
tuamente con el éxito feliz de la defensa de Murrí cuan-
do vieron llegar al Coronel Cancino en su auxilio, llevan-
do cien hombres y pertrechos para reforzar á los si-
tiados.
Hallábase Cancino en el puerto de Buenaventura,
ocupado en recibir la fragata llamada La Rosa de los An-
des, comandada por el Capitán inglés Juan lUingworth (i)
(que llegaba de Chile á socorrer á los patriotas) cuando
tuvo noticia de que los españoles habían atacado ya el
fuerte de Murrí, por entonces llave del Cauca que era pre-
ciso defender á riesgo de ver invadida esa parte de la Re-
pública encomendada á sus cuidados.
CAPITULO V
EXPEDICIÓN Á LA ISLA DE LA PROVIDENCIA
1820
A pesar del triunfo obtenido por el entonces Coman-
dante José María Córdoba en Chorros Blancos, de la rui-
na de la escuadrilla española ejecutada por el Comandan-
te Maíz, del Coronel Mantilla y otros patriotas, con lo
(1) El Capitán IllÍDgwarth qae al radicarse al fin de la guerra
de la Independencia en el Ecuador, cambió su nombre por el de
lllingrott (sin dada para castellanizirlo nn poco), pertenecía á
una familia respetable de Inglaterra.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 43
•
cual quedó libre todo el Alto Magdalena, á pesar del buen
éxito de la defensa de Murrí, la causa de la Independen-
cia tenía mucho que temer de los realistas, y carecía de
recursos y de armas. El Coronel Cancino había enviado
á Chile un buque con el Capitán Antonio Muñoz con
pliegos del Vicepresidente de Cundinamarca, haciendo
presente al Gobierno de Chile la necesidad de que le
vendiese el armamento que con urgencia se necesitaba
para arrojar á los españoles del territorio colombiano.
Al mismo tiempo Cancino deseaba enviar á la isla
de la Providencia algún mensajero inteligente y de su en-
tera confianza para que conferenciase con el llamado Al-
mirante Aury, que debería hallarse á la sazón en aquella
Isla, la única en el mar de las Antillas que no estuviese
en favor de los españoles. Con motivo de la conducta
enérgica que el joven Acosta había tenido en el sosteni-
miento de Murrí y de la actividad é inteligencia que había
manifestado desde que se hallaba á sus órdenes, resolvió
nombrar á éste para que desempeñase tan delicada mi-
sión (i).
(1) lostraeoiones á qae debe arreglar&e el Sabteoiente cia-
dadano Joaqafn Aeoata en bu comisióa cerca del Almirante Lnit
Aury, de Providencia:
1.^ Pondrá en manos del expresado señor dos pliegos y algu-
nos papeles públicos que lleva consigo;
2 *> Le informará del estado político del Reino todo, poniendo
delante la libertad y franqueza con que puede aproximarse á las
boeaü de este río, entrar en comunicación con el Supremo Gobier-
no 7 tratar á la vez con el Comandante de la fragata Los Andes,
procedente de Chile;
3. ^ Le hará presente que siendo éste el único puerto libre que
sobre el Océano cuenta la Nueva Granada, se le ofrece esta oca-
sión de renovar sus servicios subiéndolo y protegiendo el comercio
y las comisiones del Gobierno ;
4L° Sin embargo de que aguardamos un gran numero.de ele-
mentos de Chile y también de Santafé, como por la distancia lle-
garán tarde para nuestras breves operaciones, y presentándose
ahora la ocasión de hacer desaparecer la guerra del Sur, con el
44 biografía
Acosta se puso en marcha casi inmediatamente, lle-
vando muy pocos recursos y víveres en la canoa que le
sirvió de vehículo para transportarle por ePAtrato abajo
hasta el golfo de Urabá.
Sin más novedad que las naturales en aquel clima
de fuego, y recorriendo con dos indígenas las soledades
de las riberas entonces completamente salvajes del Atra*
to, el 20 del mismo mes llegó á las bocas de ese inmenso,
caudaloso é imponente río. Allí encontró un mensajero
que había mandado adelante para que le diese aviso de
la situación de los españoles en el golfo de Urabá. Este
auxilio de este digno Jefe, le eneareoerá lo necesario por lo pron-
to para el eamplimiento de naestros proyetftoB;
5.* Con especialidad pedirá caarenta mil cartachos de íasiU
y si no pólvora y plomo en parte para completar este nAmero;
íasiles, doce piezas de artillería de calibre de á 12 á 84 con sus co*
rrespondientes dotaciones; marineros; oficiales de marina; Jarcia;
carpinteros de ribera 7 galafates para caatro bnqaes con algana
tropa de línea y 400 f ornitnraii ;
6.<> A los talentos 7 acreditada pradencia de este Jefe abando-
nará la <nedltacl6n de las consecnencias tan favorables qae resal-
tarán á la Nue^a Granada 7 á la cansa entera de la nanea vista
comnnicación entre los escuadrones del Norte con el Sar por el
istmo de Tópica;
7.® A los cuatro días de su llegada debe volverse con los auxi-
lios que por lo pronto se le presten, en un buque, 7a sea en cali-
dad de los servicios que comenzará á hacer este señor, 6 por el
Justo precio, que será satisfecho á su llegada ;
8 " Si por algfln acaso no estuviere el Almirante allí, 7 se
hallase cerca, podrá detenerse hasta diez días con la certidumbre
de que podrá volver, 7 si no, seguirá á Jamaica, 7 entregando al
ciudadano Cabero el pliego, se interesará con él sobre el envfo
de quinientos fusiles con sus fornituras, 7 cuarenta mlL cartuchos,
7 regresará de allí en el primer barco que venga.
Traerá además cuatro cornetas con sus instrumentos, cuatro
clarinetes 7 dos trompas del mismo modo.
El Comandante General del Chocó,
J. M. Cancino,
Murrí, Febrero 7 de 1820.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 45
le dijo que el Capitán Várela (i), que andaba por allí en
misión del Gobierno, le aguardaba en la bahía del Limón
(hoy Colón) para darle razón circunstanciada de las ope-
raciones del enemigo, y proporcionarle barco para atrave-
sar el mar y víveres suficientes para que pudiese seguir
hasta la Providencia.
Continuaron marcha por las orillas del Golfo nave-
gando toda la noche, hasta que á la madrugada llegaron á
un caserío de indígenas. Los bogas se resistieron á seguir
adelante sin llevar consigo víveres. Atracaron en aquel
punto y se internaron en el vecino bosque con el objeto
de cazar y de verse con la tribu indígena que vivía aden-
tro de la tierra, en donde dijeron que encontrarían re-
cursos.
A las pocas horas volvieron los cazadores con un pe-
queño jabalí y una perdiz que habían matado. Pero, á pe-
sar de esos víveres, los bo^as resolvieron quedarse allí dos
días en negocios propios, sin que Acosta pudiese obligar-
les á continuar marcha. Mientras tanto el impaciente ofi-
cial no quiso perder tiempo y se ocupó — dice en su Dia-
rio— en estudiar las costumbres y la lengua de los indios
que habitaban aquel territorio. ''La lengua de los indios
cunas — escribe en sus apuntes— es muy armoniosa, aun-
que pobre. Esta tribu se manifiesta muy decidida por la
causa de la patria. Comercia con los ingleses, cambiando
carey y cacao por vestidos, cuentas y escopetas. Cada in-
dio posee su arma de fuego y la sabe manejar. Las muje-
res son bien parecidas y se adornan con cuentas de colo-
res. No tienen Magistrados, sino que los ancianos juzgan,
(1) Era éste sin dada ADgel María Várela, patriota america-
no, natnral de Baga. Había entrado á servir en los ejércitos in-
dependientes en 1811 ; hizo todas las campañas del Oaaca, hasta
que en 1816 claudicaron los patriotas. Presentóse nnevamente á
hacer parte de los ejércitos independientes despees de la batalla
de Boyae&f 7 sirvió macho en el Caaca en los sabsigaientes
aftos.
40 BIOGRAFÍA
condenan y castigan á los delincuentes. Son muy huma-
nos con los amigos, pero manifiestan un odio mortal á
los españoles. A mí me saludaron llamándome hermano.
Los hombres se visten con camisas y calzones que cam-
bian por carey y otros productos que venden á los in-
gleses " (i).
En este punto hay algunas páginas del Diario com-
pletamente ilegibles, borradas por el agua del mar y des-
teñidas por el tiempo.
En otro cuaderno continúa el Diario desde el día
en que avistó la isla de la Providencia, á las cuatro de la
tarde del día once de Marzo.
Esa tarde no pudieron saltar á tierra por estar la Isla
rodeada de escollos y ser muy peligroso el arribo á aque-
lla hora. Tuvieron que hacerse á la mar afuera, y no fue
hasta el día siguiente después de medio día que al fin lo-
gró desembarcar.
El Almirante Aury {i) le recibió muy bien, le llevó á
su casa, le agasajó lo mejor que pudo, y esa noche dio un
baile para celebrar las noticias que llevaba de los triunfos
obtenidos por los independientes sobre los realistas.
"La isla de Providencia — escribe Acosta — está rodeada
de escollos, salvo en dos pequeños canales; el uno por
donde se entra á la bahía, y el otro que sirve para que
(1) £1 señor Ernesto Restrepo estadio hace afganos años las
eostambres de esos aborígenes, en medio de los cuales pasó mu-
choB días ; pero segAn sas obaervaciones, aqaellas tribas no han
adelantado un paso desde 1820.
(2) Gomo hemos visto en las Instracciones dadas por €l Coro-
nel Cancino á Acosta, este Almirante Anry se llamaba Luis j no
Tomás, como leemos en la Geograña de Codazzi j Felipe Pérez y
en el Dicoicnario de E«gaerra. Además, mal podía enviar el Go-
bierno republicano de Cartagena nn Gobernador llamado Tomáa
Anry á gobernar las islas de 8an Andrés, Providencia y Santa
Catalina, cuando aquella plaza (la de Cartagena) estaba entonces
en poder de los españoles.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 47
los barcos penetren á hacer agua en un riachuelo, pero
ambos necesitan práctico. La Isla mide 20 millas en
circunferencia y es muy árida. Produce, empero, al-
godón, cocos y café. Antiguamente apenas tenía tres
plantaciones, pero desde que los corsarios la hicieron su
cuartel general ha aumentado mucho su población y hoy
se encuentra fortificada" (i).
Entretanto que Aury meditaba en la propuesta que
le mandaba hacer el Gobernador del Chocó, el Corregi-
dor de la Isla, llamado Mr. Livingston, y los capitanes de
los catorce buques de guerra, corsarios todos, que se ha-
llaban surtos en el puerto, hacían mil atenciones y obse-
quios al militar independiente.
Viendo que se pasaban los días y el Almirante Aury
no daba trazas de contestar á las instancias de Acosta,
éste le pidió una respuesta categórica y clara, á la cual el
otro le hacía promesas y le detenía uno y otro día, defi-
riendo para el siguiente los auxilios ofrecidos. Sin embar-
go, desengañado al fin y sin haber obtenido otra cosa que
no fueran promesas vagas en cambio de los privilegios que
pedía al Gobierno, resolvió regresar al Chocó y arregló su
pasaje con el dueño de una goleta — Mr. J. Cohén — que co-
merciaba con las costas del golfo de Urabá.
Se hicieron á la vela el 16 de Mayo.
"Mr. Cohén —escribe— llevaba un cargamento de
(1) Hállase la Proyideneia en el mar de las Antillas 7 forma
frente á la lagaña de Ohlriqaf an Territorio perteneeients al
Gobierno de Colombia, Janto eon otras dos islas: San Andrés y
Santa Catalina. Parece qne íae deseabierta por Cristóbal Colón
en su coarto viaje. -Los indios la llamaban Abicoa, Frecuentada
primero y despnés fortificada por los corsarios 7 piratas, aquellas
Islas sirvieron siempre de guarida á los bncaneros. H07 está ea
gran parte habitada por negros prófugos de las islas de las An-
tillas.
48 BIOGRAFÍA
mercancías á la costa de San Blas, en donde trocaba los
géneros europeos por las producciones naturales del
país/
"Presencié — dice más lejos—el cambio de mer-
cancías, y fui testigo de la buena fe de los indios. El ne-
gociante entrega sus mercancías á dos ó tres indios, di-
ciéndoles apenas ¿1 precio de ellas. Estos las reparten
inmediatamente á sus compañeros según las necesidades
de cada uno. El buque se marcha en seguida y vuelve un
mes después (esto se hace casi siempre en el mes de Mayo,
por ser la época de la pesca de la tortuga de carey) y ya
están los indios aguardando para entregar fielmente el
precio estipulado.
"El día que llegamos se recibió en aquella Costa un
despacho del Gobernador del Chocó, nombrando al Ca-
cique Cuipana, Gobernador general de todos los indíge-
nas del Darién. El Cacique era un anciano muy respeta-
ble, y yo me propuse, ayudado por Mr. Cohén, secundar
las miras del Gobierno, quien deseaba ganarse las simpa-
tías de aquellos indígenas. Con ese objeto, era preciso
hacerle reconocer con la mayor pompa posible.
"Convocamos solemnemente á todas las tribus veci-
nas; izamos el pabellón nacional; se hicieron descargas de
artillería; se les leyó el despacho del Gobernador y una
proclama; y por último, para que la fiesta concluyera
alegremente, Mr. Cohén les regaló una damajuana de
ron.
"El Cacique recibió el bastón, símbolo de mando,
con muchas señales de aprecio, y sus subditos estuvieron
disparando tiros hasta las diez de la noche,"
Al siguiente día de aquella fiesta Acosta se despi-
dió del Capitán Cohén, muy agradecido con el trato
que había recibido á bordo de su buque, "en donde—
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 49
dice — estaba alojado como un principe.'' Tan tPil lo ha-
bía pasado en los últimos meses, que le parecía regía la
vida que llevó en una miserable goleta mercante 1
Entretanto que los indígenas convertían un grueso
tronco de árbol en una canoa, la cual debería servirle para
remontar el Atrato, él se entretenía en visitar los pueblos de
indios circunvecinos, haciéndoles preguntas acerca de su
lengua, de sus creencias y de sus costumbres, y yendo
con ellos á caza en el interior de la montaña.
"Los alimentos de aquellos indígenas— escribe en
sus apuntamientos — consisten principalmente en una
masa molida de plátano maduro con maíz cocido, lo cual
deslíen en agua cuando tienen hambre y pueden llevarlo
fácilmente en sus excursiones. En las bocas del Atrato
abunda tanto el pescado que los bogas ponían la olla al
fuego antes de tener nada que echar dentro. Pero mien-
tras que se calentaba el agua arrojaban el anzuelo al río
y en el acto sacaban los peces que se necesitaban para
los circunstantes, sin que jamás faltase alimento abun-
dante."
Empezó á navegar Atrato arriba el 30 de Mayo. El
invierno — ó estación lluviosa — ^se desencadenó sobre
aquellas regiones con una fuerza como no se experimenta
en ninguna otra parte del globo. En la travesía para ir á
buscar una de las bocas del Atrato estuvo á punto de
zozobrar; la canoa fue atacada por una fuerte borrasca, á
cuyos golpes se consumió á medias; los bogas perdieron
los remos y el timón se descompuso. Merced á la pericia
y sangre fría de aquellos hombres enseñados á seme-
jantes aventuras, lograron, sin embargo, arrimar á la costa
y atar la canoa contra una roca, mientras que pasaba la
mayor violencia de la tempestad.
BIOeSAFIA 4
50 BIOGRAFI A
El Atrato nace en la Cordillera Occidental, á grande
altura sobre el nivel del mar. Al bajar á la parte llana del
Chocó va recibiendo caudalosos ríos, cuya cantidad de
aguas crece sin cesar y se convierte en uno de los ríos
más grandes de la América del Sur. De los sesenta y seis
miriámetros que recorre este río, sólo en los primeros
ocho no se puede navegar. Hoy lo surcan hermosos va-
pores que suben fácilmente la corriente del río.
No bien empezaron á subir el Atrato, cuando expe-
rimentó los más terribles sufrimientos, causados por la
estación: de día el calor era sofocante, que no refrescaban
las tormentas nocturnas. No bien oscurecía, cuando ett
cielo parecía venirse abajo con la lluvia que descargaban
las nubes; al mismo tiempo el viento, los continuos rayos
y descargas eléctricas no le dejaban dormir, ni tampoce
se lo hubieran permitido los zancudos que le rodeaban.
Para no ser devorados por estos insectos abominables, no
podían detenerse en las orillas, y á pesar del temporal
era preciso continuar marcha sin descanso.
"Las riberas del Atrato — escribe — son desapacibles
en la parte baja, y no se oye allí sino el canto fúnebre de
los monos; el desagradable silbido del alcatraz; el mono-
tono caer de los aguaceros sobre las ramas de los árbo-
les; el zumbido de los insectos; el estridente grito de los
rayos y el sordo retumbar de los truenos
''Llegamos á la Vigía el 4 de Junio en medio de una
terrible tormenta. Después de cinco noches en claro sin
haber dormido absolutamente nada, cuando comprendí
que podría descansar algunas horas me sentí feliz. Sin
embargo, en aquel lugar no había comodidad sino para
permanecer algunas horas, y mientras que conseguía una
canoa para continuar mi viaje me trasladé al caserío de
Murindó. Los indios qué venían acompañándome desde
el Golfo de Urabá no quisieron seguir y resolvieron de-
volverse.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 51
"Murindó dista cuatro leguas de la Vigía, y, como
todas las poblaciones del Chocó, es en extremo miserable.
Se halla situada sobre la margen de un rio de su mismo
nombre; sus habitantes tienen crías de cerdos, algún
ganado vacuno y plantaciones de caña de azúcar y pla-
tanares."
Dos días después de haber salido de Murindó llegó á
Murrí. Allí encontró conocidos y amigos, y con algu-
na comodidad continuó viaje hasta Quibdó. En aquel
lugar le aguardaban órdenes del Gol>ernador Cancino
para que fuese al valle del Cauca á darle parte de su co-
misión. Al mismo tiempo recibió cartas de su familia,
periódicos y le dieron noticia de las ocurrencias políticas
en los últimos meses. Supo, pues, que desde el 12 de
Febrero la mayor parte de la provincia de Antioquia es-
taba libre, gracias al valor de los patriotas; que el Liber-
tador había regresado á Bogotá en el mes de Marzo y allí,
durante los diez y ocho días que permaneció, había al-
canzado, con su maravillosa actividad, á organizar las
fuerzas que deberían obrar contra los realistas en Nueva
Granada.
Pero al mismo tiempo se tenía noticia cierta de que
Morillo, á la cabeza de 14,000 hombres perfectamente
armados y municionados, se había apoderado en Vene-
zuela de las mejores posiciones; en tanto que Bolívar no
poseía pertrechos de guerra y no tenía de su parte sino
el entusiasmo, la audacia y el amor de sus tropas.
Afligíanse los patriotas de la situación de Cartagena
en manos denlos realistas, y de las hostilidades del General
Calzada, que era dueño de todo el Sur de la provincia del
Cauca. El estado político de la naciente República era
en extremo peligroso; y para vencer era preciso que toda
la Nación hiciese un esfuerzo constante y simultáneo, y
que todos los ciudadanos cooperasen por su parte en la
obra redentora.
5^ biografía
El día 17 de Junio Acosta se embarcó en el Atrato,
y al llegar á las bocas del río Quito siguió por éste, le ;
subió durante tres días, atravesó el istmo llamado de San'
Pablo, que sólo mide poco más de cinco miríámetros, y
se embarcó en el rio San Juan, magnífica corriente de
caudalosas aguas que se arroja en el Océano Paciñco por
siete bocas.
•'El San Juan — leemos en el Diario que venimos
examinando — después del Atrato, es el río más grande de
estas provincias. Ambos nacen en la misma Cordillera,
divídense después, y el uno riega ó más bien inunda la
provincia del Citará y va á arrojarse en el Atlántico, mien-
tras que el San Juan corre y fertiliza la provincia de Nó-
Tita para ir á desembocar en el Pacifico. Las riberas de
este último río son generalmente más risueñas y menos
monótonas que las del Atrato.
'basamos por Noánama, población que apenas cuen-
ta cuarenta casas y se compone de indios, zambos y
mulatos. Era ese el sitio en que habitaban los antiguos
noánamos, cuyos restos aún se conservan. Allí me detuve
para oír misa apenas, y después continué mi navegación
río abajo."
Al llegar al río Calima, abandonó el curso del San
Juan para subir por ese rio; siguió después por tierra
hasta el extremo de la bahía de Buenaventura, entonces
despoblada, pues la actual ciudad no se fundó hasta
1821.
Atravesó la silenciosa y entonces montuosa y salvaje
bahía, buscó el río Dagua y empezó á subir por ese río.
Aquella navegación, que es una de las más peligrosas del
mundo, con motivo de los saltos, remolinos y violentísima
corriente, la hizo, sin embargo, Acosta sin descansar día y
iioche. Llegó el 25 de Junio á las Juntas, en la confluen-
DEL GENERA.L JOAQUÍN AGOSTA 53
cia del Dagua con el Pepita, en donde descansó algunas
horas.
Durante los últimos días de viaje le habían acometido
ñebres que le quitaban las fucizas y aun el sentido duran-
te horas. A pesar de i>us sufrimientos resolvió continuar
su marcha, para lo cual llevó consigo muías y cargueros.
Cuando le acometía la fuerza de la fiebre se hacía cargar
y al pasar el acceso montaba nuevamente; así fue que no
perdió tiempo y en breve llegó al valle del Cauca.
Veamos el Diario:
"A medida que penetraba en el valle del Cauca y de*
jaba atrás los climas ardientes, me sentía revivir. El as«-
pecto de las llanuras limpias de selvas y las risueñas cam-
piñas de tendidos pensiles me llenaba de íntimo gozo.
Después de haber permanecido seis meses consecutivos
en medio de bosques espesos, sin ver otra cosa que pe-
ñascos salvajes, torrentes desbordados, animales silvestres,
insectos dañinos, rodeado de negros y de indios monta-
races y viviendo siempre en climas ardientísimos, la vista
de aquellos terrenos cultivados; el oír el mugir de las va-
cas que pacían tranquilamente en los floridos prados; la
contemplación de las casas pintorescas habitadas por
gente vestida y un tanto civilizada, y la esperanza de llegar
pronto á lugares más propicios, todo esto junto produjo
en mi alma agradabilísimas sensaciones."
En un lugar llamado Porquera encontró un sargento
y 'dos soldados que enviaba el Gobernador Cancino en
su auxilio y para que lo acompañasen hasta Cali, en don-
de se hallaba á la sazón el Gobierno de la Provincia.
54 biografía
CAPITULO VI
OPERACIONES MILITARES EN EL VALLE DEL CAUCA.
1820 Y 1821
Acosta llegó á Cali el 5 de Julio.
" Cali, — escribe en sus apuntes diarios — nueva Capita-
nía de la Provincia del Cauca, esta situada en una expla-
nada muy bella y posee ríos clarísimos y abundantes ví-
veres. En sus huertos se dan excelentes frutas; las riberas
del río están sombreadas por altos cocoteros que le dan
un aspecto oriental, ó al menos como las vistas de paisa-
jes de Oriente que he solido ver" (i).
(1) Hoy dfa Oali es la más adeUntada poblacióa del Depar-
tameoto del Oaaoa. Hé aqat aaa descripoióa heoha hace pooos
aüos por el 8e&or Laolaao Riveri G-arrido:
'* Eq aa ooDjanto, Cali presenta el aspecto de una verdadera
ciadad, á. lo qae oontribayi^n poderosameDte los elevados maros
7 cápalas de algunos de sas templos, la regalaridad de sas habi-
taciones, cómodas j espaciosas general nente, la rectitad y el aseo
de las calles, más extensas de Oeste á Este qae de IVorte á Sor, y
el hermoso puente de mampostería, con naeve arcos, qae decora
el bellísimo rfo. Vista á distancia, siempre he encontrado á Cali
macha semejanza con la linda daiad de Padaa, en Italia; si bien
guardadas las respectivas proporciones por lo que respecta á la
extensión del poblado y á la magnitud de los edificios, más consi-
derables en la ciudad de Italia*
[. *' Vista de la colina de San Antonio 6 de cualquiera de las al-
taras que dominan la ciudad por el Poniente, Cali ofrece á las
miradas que la cpntemplin, uno de los más bellos cuadros que
pueden existir en el mundo entero. En primer término se maes-
tra la ciudad, edificada en suave pendiente, con calles rectas, pla-
zas espaciosas y coronada por las elegantes cúpulas y azoteas de al-
gunos de sus templos, cortejados, como las mezquitas de Oriente,
por palmas seculares y arboledas espesas que dan sombra y fres-
cura á las habitaciones. Hacia la izquierda rueda sonoro el tamal-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 55
Inmediatamente fue á presentarse al Gobernador para
darle parte de su frustrada comisión. El Coronel Cancino
íe recibió con señales de afecto y aprobó enteramente la
manera como había cumplido sus órdenes en la isla de la
Providencia.
No bien salió de la presencia del Gobernador, cuan-
do e joven militar tuvo que retirarse á su posada, casi
moribundo. Veinte días permaneció en cama, gravísi-
mamente enfermo de fiebres palúdicas de muy mal ca-
fácter. Felizmente encontró asistencia y cuidados en casa
del señor Tomás Ortiz, y le recetó con singular esmero
uno de los prohombres del Cauca, el señor Manuel José
Núñez (i). Nombrado Teniente apenas se repuso de su
tooso río, delieioaa corriente de cristal líqaido, qae desliza sas re-
WionaB ondas entre praderas de an verde tierno, protegidas del
sol por corpulentas ceibas; el rededor se extienden campiñas ri-
••efias, realzadas por casitas y labranzas, y divididas por cercas
de gnadaas (bamhúeii),'qne señalan los términos de las diversas he-
ledades, algunas de las cuales son quintas valiosas; del lado de
Occidente levántanse orgullosos los formidables Farallones, colo-
sal muralla de bronceado granito, inaccesible casi á l&s pisadas del
kombre; j en lontananza, hacia el Norte, hacia el &nr, hada el
Oriente, dilátase anchuroso todo el alto Valle, con sus espléndi-
áas llanuras, sus bosques apiñados, las cintas de plata de sus ríos
j los brillantes espejos de sus lagos. Bn inmenso círculo, las dos
•ordilleras gig^tntes parecen ceñir con amoroso abrazo esa comar-
aa privilegiada; y ya muestran aquí sus lomas salpicadas de man-
chas rojas, indicio seguro de la existencia del hierro; ya desplie-
gan allá el lujoso ropaje de terciopelo que reviste sus flancos ; ya
se empinan audaces hasta el cielo como si pretendieran tocar la
•ristalina esferas que, cual solio divino hecho de azul y rosa, sir-
va de eterna c&pula á este santuario primoroso de la naturaleza
americana."
{Algo sohre el Valle del Cauca— Impresiones y Recuerdos^ pá-
gina 39).
(1> Deseosa la que esto escribe que no se olviden los patriotas
^e trabajaron en formar la República de Colombia, siempre pro-
tarará dar alguna noticia, más 6 menos detallada, de las pereo-
56 BIOGRAFÍA
enfermedad, cuando marchó á incorporarse en su Bata-
llón, el cual estaba de guarnición en Popayán.
Desde principios de Julio, los independientes eraa
dueños de Popayán, ciudad que habían abandonado los
realistas después de la batalla de Pitayó, ganada por d
General Valdés sobre el Coronel Nicolás López.
Acosta llegó á Popayán el 31 de Julio, en el momen«
to en que las tropas estaban formadas en la plaza con d
objeto de defenderla del enemigo, que se decía se acerca-
ba á atacar la ciudad. Después de aguardar sobre las ar-
mas durante algunas horas, se supo que había sido un
falso rebato, y los soldados se retiraron á sus cuarteles.
El General Valdés le dio inmediatamente destino en
la 2.* Compañía del Batallón de Cazadores^ y empezó á ser-
vir activamente en las marchas y contramarchas del Ejér-
cito.
El 8 de Agosto salió con su Batallón á una correría en
los alrededores. Hallaron un destacamento realista atrin-
cherado en Las Piedras^ al cual, después de un corto tiro-
teo, desalojaron, y avanzaron en su persecución hasta la
Cuchilla del Tambo, sitio de triste recordación para los
patriotas (i). Sin haber logrado tomar prisioneros, regresó
el Batallón á Popayán, con gran cantidad de pertrechos
que habían abandonado las fuerzas enemigas.
lias qae Blnrieron en la eausa de la Indepeodenola. Permftasele
recordar aqnf qne el doctor If annel Joeé Ná&<;z consagró sa exie*
teñóla á la patria, sirviéndole con su propio peoalio, enviando á
dos de sos hijos á Qaito, para qae tomasen las armas en los Bj6r-
eitos patriotas: los cusles, en lagar de recibir saeldo del Gobier-
no, se sottavieron darán te toda la campaña con los recnrsos qae
les enviaba sa padre desde Oali. Otro de sas hijos, Tomás, se hizo
notabTe en las Cámaras Legislativas por sas talentos y palabra
elooaente. Desgraciadamente, éste mari6 muj Joven, en 1836.
(1) Aqaf mismo, caatro aftos antes— el 39 de Janlo de 1816^
Sámano batió á los independientes, 7 éstos se vieron definitiva-
mente desbaratados por los realistas.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA $7
" Popayán— escribe en el Diario — está situada en el
fondo de un valle muy fértil, que riega el río Cauca, á
poca distancia de la población. Gózase allí de una tempe-
ratura deliciosa (i8 grados centígrados, por término me-
dio), y no solamente produce frutas muy dulces, sino que
también lo son sus mujeres. Estas son bien parecidas, y
su porte es en extremo señoril."
Empero, el General Valdés no estaba satisfecho con
la población de Popayán. Su Ejército, mal disciplinado,
se desmoralizaba en aquellas delicias de Capua. Sufría
continuas bajas con la deserción de los soldados, y para
evitarlo resolvió bajar al Valle del Caúca, en el cual, ade-
más, podría comunicarse más fácilmente con la capital,
pues su posición allí era precaria y el enemigo se hallaba
muy cerca.
El 21 de Agosto abandonó el Ejército la ciudad (i).
Iba á su cabeza el General de Brigada Mires. Valdés ha-
bía partido adelante para preparar el paso de la tropa.
El historiador de la guerra de la Independencia,
D. José Manuel Restrepo, critica á Valdés porque no ata-
có al Ejército realista en retirada. " Si Valdés, dice, persi-
gue á los enemigos, la división española se hubiera dis-
persado por las enfermedades, por la falta de municiones
y de recursos, y por la discordia que había cundido entre
los Jefes y Oficiales." Sin embargo, según parece por los
documentos particulares encontrados después, los patrio-
tas no estaban, absolutamente, en situación de entrar en
campaña.
El primer día, después de la salida de Popayán, el
batallón pernoctó en Piendamó; el 24 llegaron á Quili-
(1) £1 Coronel— después General— Manuel A. López— en sus
Becuerdos Históricos^ diee que partieron el 16 de Agosto ; pero e^
más natural que Aoosta, que llevaba Diario, apuntara la fecha
mayor ozaetitnd.
58 BIOGRAFÍA
chao (i). Esta población ha cambiado de nombre varias
veces, desde que la fundó el Conquistador Belalcázar en
1543. Este la llamó Jamaica , pero como era aquel si-
tio el habitado por los indios Quilichaos, recobró en bre-
ve su nombre indígena. Hoy, sin embargo, su nombre ofi-
cial es Santander. Estando allí el Batallón de Cazadores de
Cundinamarca, recibió orden para que se acantonase en
la ciudad de Buga.
Púsose el Batallón en marcha inmediatamente.
Poco después de haber salido de Quilichao, tuvieron
que atravesar á vado el caudaloso río Palo, sobre el cual
hoy día se encuentra un magnífico puente colgante, cons-
truido por un ingeniero del país.
" Desde allí — escribe el Oficial patriota — empezamos
á sentir la abundancia del Valle del Cauca; los soldados
— comparándola con las escaseces de Popayán— se mani-
festaban satisfechos y contentos. Después del hambre y
las vigilias, al fin podían comer y dormir tranquilos y sin
alarmas."
No bien llegaron á Buga (2), los Oficiales y Jefes se
(1) '^Hállase situado Quilichao {tierra de oro en el di&leoto de
los indígenas de la oomarca) en nna posioión ventajosa, á la en-
trada del Valle del Canea por el lado del Sur, no lejos del río Can-
ea, en jas feraces vegas son afamadas por la ezeelenoia del cacao y
del plátano que en ellas se prodace, particnlarmente en los sitios
denominados Quintero 7 La Bolsa. Por sn aspecto material, si
bien ha mejorado en los últimos años, es inferior, con mncho, A
Cali, Baga, Palmira 7 Cartago £1 snelo del Municipio abun-
da en oro de elevados quilates; 7 si este precioso metal pudiera
ser extraído por medio de procedimientos científloos, no ha7 duda
de que aquello produciría en la comarca un movimiento comer-
cial activo, etc."
(Véase Rivera, obra citada antes).
(2) '* Esta población fue fondada por el Capitán español
D. Domingo Lozano, á fines del siglo xvi. Demora á orillas del
DEL GENERAL JOAQUÍN ACX>STA 59
dedicaron sin descanso á ejercitar las tropas bisoñas que
tenían á sus órdenes. A veces gastaban seis horas conse-
cutivas en el ejercicio y enseñanza, y volvían á sus cuarte-
les fatigadísimos con aquella faena.
Durante los ratos que A costa lograba robar á sus fae-
nas cotidianas, se .dedicaba al estudio. Un médico de
Buga, el doctor Domínguez, hombre ilustrado y estudioso,
que poseía una biblioteca bastante rica, le permitió hacer
uso de ella. Así fue que mientras que sus compañeros de
armas pasaban sus ocios entregados á las diversiones y en
jugar el miserable sueldo que recibían del Gobierno, él
veía correr las horas ocupado en estudios serios, que pre-
paraban su espíritu para el cultivo de las Ciencias Natura-
les, á las cuales debería después dedicar su existencia.
Después de haber permanecido por algún tiempo en
Buga, sus Jefes quisieron aprovecharse de su actividad é
inteligencia para encomendarle misiones de confianza á
diferentes partes de la Provincia, las cuales cumplía siem-
pre satisfactoriamente.
— I - ■
mmoroBO y eristalioo (i^oadalajara, en ana vasta Uaoora, á corta
distaDefa del río Oaaoa, y en la parte más angosta del Valle. . . .
La población, de teja en sa totalidad, oonpa un área considera-
ble, y cuenta con siete templos, desprovistos de mérito arqnitee-
tónlco . . Capital de ano de los Manieipios más considerables
del Sstado (Departamento ho^) del Cauca, relativamente rica y
poblada, la ciudad de Buga podría ser una población mucho más
importante y adelantada, como que cuenta con medios sufldea-
tes para ello; pero sus hijos se interesan tan poco por el mejora-
miento y progresos positivos de su terruüo, que apenas si encon-
tiailan leve diferencia en él sus abuelos, si dado les fuera levan-
tarse de sus tumbas ; ni uno solo erraría el camino de su antigua
morada, y tibio aún hallaría el rincón que ocupó en vida. Salvo
reformas de muy limitada significación en lo material, Buga con-
tinúa siendo la ciudad de Lozano, su fundador, la ciudad del si-
glo zvi, con todas las Ideas añejas de aquellos remotísimos tiem-
pos, y la fisonomía ceñada é intransigente de una dueña española
de la Jfidad liedla.^ (Rivera, obra citada antes).
6o BIOGRAFÍA
Asi se pasaron los últimos meses de 1820.
Con frecuencia el joven militar pasaba algunas sema-
nas en Cali, á donde tenia que dar cuenta de sus comisio-
nes al Coronel Concha — Gobernador entonces de la Pro-
vincia del Cauca. Merced á la conducta enérgica, al
patriotismo acrisolado de este militar, se mantuvo la Pro-
vincia ñrme bajo las banderas de la Independencia, á pe-
sar de la proximidad de las tropas realistas.
La permanencia en Cali era en extremo agradable
para Acosta; alli encontraba una sociedad selecta, y ade-
más cultivaba la amistad de algunos de sus compañeros de
Colegio que se hallaban empleados en el Gobierno; pero
esto no le impedia consagrar cada día varias horas al es-
tudio y á la meditación solitaria de las bellezas de la natu-
raleza,
" Jamás — escribe el i.° de Enero de 1821 — ha sido el
cielo de Cali tan bello como ahora! La primavera hermo-
sea los campos y Flora derrama su perfumado aliento so-
bre esta hermosa ciudad! Cuántas veces á la luz de la luna
clara y apacible me he recostado al pie del hermoso edifi-
cio de San Francisco, y dejándome llevar por el vuelo de
mi pensamiento, he gozado de una tranquila hora de feli-
cidad! Cual otro filósofo sobre las ruinas de Palmrra, con-
sideraba desde leiv>> Uis des^^acias de los uiortalcs, sin
que nada terrestre parecía tocarme El viento sacudia
suavemente uis levantadas cv^pas de !as palmeras, prvxiu-
cienvio aquella misteriosa armonía que Chateaubriand lla-
m.1 *el Ier!;^iaie de laí^ plannis' Y mientras tanto, ia
luna plateaba los muros y !a eíeva^ia torre del temp!o
As: permanecía s*.^!o, calla^io, pero dichoso, hasta que me
reti'Mba a mi aposento, en donde me en:rxí,jiba al sueño,
para \-er en el reproducidas las fantasías que poblaban las
meditaciones de U velado. ; Horas de hondo y dulcrsiooo
contento* posasteis para no volver I.,,,''
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 6l
Entretanto el General Valdés, urgido por el Vicepre-
sidente General Santander, había marchado al Sur, con
parte de la División que comandaba. Lo que deseaba el
Gobierno era que los independientes atravesasen el Jua-
nambú antes de que llegasen los comisionados Dfíciales
con los Tratados celebrados entre el General Morillo y el
Libertador en la Convención de Santa Ana.
Pero desgraciadamente los republicanos ignoraban la
situación ventajosa en que estaban los realistas, los cuales,
dueños de las alturas que dominan el peligroso paso de
Jenoy, pudieron no solamente defenderse, sino destruir
casi por completo el batallón Albión — compuesto de ciu-
dadanos ingleses — ^y el de Guías de Apure — que habían
peleado como leones durante toda la campaña. En aque-
llos tenebrosos desfiladeros perecieron ciento ochenta sol-
dados y veinte Oficiales de lo más granado del Ejército.
Entre éstos murieron dos amigos íntimos de Acosta, el
Capitán Isidoro Ricaurte, su compañero de estudios, y un
joven Gutiérrez, su amigo predilecto.
Enviado Acosta con un destacamento á Las Juntas á
recoger los efectos de guerra que allí había, manifiéstase
hondamente impresionado con aquel descalabro sufrido
por las fuerzas independientes.
"28 de Febrero de 1821.
" Emprendí mi viaje, por orden del Gobernador, su-
mido en la más profunda melancolía. Subiendo por la
colina de San Antonio, que domina la ciudad de Cali hacia
el Poniente, llegué, hacia las dos de la tarde á la hacien-
da del mismo nombre. Hállela triste, solitaria, abandona-
da, como tantas otras, por motivos de la guerra. Mientras
se buscaban caballerías, pues las nuestras se habían
cansado ya, yo me senté aparte á meditar tristemente en
los acontecimientos políticos ocurridos últimamente, y
también en los particulares. ¡Jamás había pasado un día
62 BIOGRAFÍA
tan tenebroso I Todo lo veía negro, desconsolador y tan
triste, que no alcanzaba á vislumbrar la más leve esperan-
za de mejorar de suerte "
Una vez cumplida su comisión, regresó á Cali el
mismo día en que aquella ciudad recibía al General Sucre,
que iba á encargarse del Ejército del Sur. Con él llega-
ban los comisionados que iban á anunciar el armisticio de
Santa Ana, lo cual fue de gran consuelo á los patriotas,
puesto que aquello impediría que los realistas los atacasen
por el momento, y tendrían tiempo de rehacerse.
La población de Cali recibió á Sucre con grandes
señales de regocijo; diéronle varios bailes, " á pesar de
estar en Cuaresma— dice Acosta — y ser aquella gente muy
piadosa."
El Ejército del Sur se componía apenas de los restos
de las tropas que se habían escapado después de la acción
de Jenoy; formábanla sólo 586 hombres armados en parte
con 314 fusiles.
Sucre entonces estaba en la flor de su edad: no había
cumplido aún treinta y un años; era tan gallardo coma
amable, y tan valiente como cortés. Con este motivo,
en breve se ganó todos los corazones cancanos, y durante
su permanencia en Cali se granjeó las simpatías de toda
la población. Y no solamente se hizo aceptar con entu-
siasmo por los patriotas, los cuales le ofrecieron recursos,
sino que hasta los realistas se reconciliaron con la causa
que él defendía. Además, por medio de cartas aplacó los
ánimos de los enemigos, dirigiéndoselas muy conciliado-
ras al Obispo de Popayán, el cual había partido con los
Ejércitos realistas y estaba en Pasto (i), y al Jefe de las
(1) £1 liastrfflimo Salvador Jiménez de Enoiso, Obispo de
Fopayán, se había retirado de su grey, argido por los realistas,
qae le habían hecho creer qae los independientes eran anos tigrea
qae le maltratarían. Las palabras respetnosas qae le dirlgi6 el Gto-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 63
fuerzas españolas D. Basilio García, de quien obtuvo lo
que le pidió.
Al cabo de pocos días, Sucre había logrado reunir
mil hombres, los cuales juzgó que le bastarían para defen-
der á Guayaquil de los ataques de los realistas, pues esta
ciudad no quedaba comprendida en el armisticio tratado
entre Bolívar y Morillo.
Tocó á Acosta mandar la escolta de honor que debe-
ría acompañar á Sucre hasta Buenaventura. Salieron de
Cali el 22 de Marzo.
" La marcha —leemos en el Diario — ^fue algo diverti-
da. Iba en el Ejército una señorita de Chile, que regresa-
ba á su patria, y todos los Oñciales, á porfía, tratábamos
de hacerla agradable su viaje por estos despoblados y des-
peñaderos.
"27 de Marzo.
" Nos embarcamos en el Dagua con el General. Es
éste un pequeño y tormentoso río, que parece una prolon-
gada cascada; de suerte que las canoas que suben y bajan
van arrastradas por en medio de un lecho de piedras, á
impulsos de los esfuerzos de los bogas
" En el puerto desembarcamos, pasamos á otras em-
barcaciones, y continuamos hasta el Saltico, en donde
pernoctamos.
"2».
" Dormimos anoche en las Bodegas, y hoy llegamos al
pueblo de La Cruz, que está situado sobre la orilla izquier-
da del río. Apenas se compone de unas pocas casas aban-
donadas. De aquí en adelante podemos navegar con ma-
yores facilidades
neral Baore le hicieron comprender ea falta, y en breve regresó á
Popaján, en donde íae recibido con el respeto qae merecía, á pe-
de las ezoomaniones qae había íalminado contra los patriotas.
64 BIOGRAFÍA
" Al llegar frente á la isla del Cascajal, tuvimos que
detenernos. El mar estaba muy alto y no se podía atrave-
sar en canoa. Viónos uno de los tres buques que estaban
fondeados en el puerto, y nos llevó hasta la incipiente po-
blación que se empieza á levantar en la Isla, y que cuenta
una dpcena de casas y tambos.
" Esta bahía, que es muy segura, es capaz de abrigar
una escuadra. Estaban allí tres embarcaciones, á saber:
el bergantín Ana Bolivar, la corbeta Emperador Alejandro
y una goleta mercante."
Ese mismo día Sucre fue convidado á un banquete á
bordo de la golet^i y Acosta le acompañó con otros Ofi-
ciales del Ejército.
El 4 de Abril, Sucre se embarcó en el bergantín de
guerra, con parte de la tropa que llevaba consigo, dejando
la restante para que fuese en la goleta que se estaba apa-
rejando para darse á la vela con dirección á Guayaquil.
** De buena gana — dice Acosta — hubiera acompañado
al General Sucre á Guayaquil, pero soy militar y tengo
que someterme á la disciplina, obedecer las órdenes supe-
riores á todo trance."
Durante los pocos días que permaneció en aquel lu-
gar, todo el tiempo que no ocupaba en sus deberes milita-
res lo pasaba en la corbeta, en donde el Capitán poseía
una pequeña librería, y éste le permitía permanecer algu-
nos ratos entregado á la lectura, su pasión y único pasa-
tiempo.
Una vez que por orden del Gobernador hubo entre-
gado al Delegado del General Sucre la polvera, los ves-
tuarios y algunos elementos de guerra que poseía allí el
Gobierno, Acosta se apresuró á regresar á Cali, en donde
debería ponerse á la§ órdenes del Coronel Cancino, para
regresar al Chocó.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 65
Como Cancino no estuviese en Cali, fue á buscarle á
Buga. Allí éste le dio parte de que había sido nombrado
Comandante General de Artillería en Guayaquil, y que
Acosta debería partir con él, pues no quería separarse de
su joven amigo. Sin embargo, antes de ponerse en mar-
cha dio órdenes á" Acosta para que fuese á cumplir una
comisión importante y de confianza en Quibdó. Debería
pasar por Buenaventura, en donde buscaría medios segu-
ros para enviar ciertos pliegos que el General Sucre debía
recibir lo más pronto posible.
Semejante noticia llenó de contento al joven militar,
que ansiaba encontrarse en et foco de la guerra; así fue
que se puso en marcha sin detenerse, llevando en el cora-^
zón la halagüeña esperanza de ir á combatir en Guayaquil,
en lugar de pasar su vida cumpliendo oscuras comisiones
en aquellas soledades y despoblados.
A fines de Mayo bajó nuevamente el Dagua, llegó á
Buenaventura, cumplió su delicada comisión, buscó las
bocas del San Juan y empezó á subir la corriente de ese
río. Era la peor época del año para hacer aquel viaje, y
tuvo que sufrir á la intemperie lluvias incesantes de noche;
ardientísimo sol de día, y otras veces las crecientes repen-
tinas de los ríos tributarios del San Juan lo ponían en pe- '
iigro de zozobrar. En medio de todo era preciso lu-
char con la mala índole de los semisalvajes bogas, que
solían desaparecer de la noche á la mañana, y con la plaga
de zancudos y mosquitos y demás penalidades de aque-
llos climas enemigos del hombre.
El 21 de Junio llegó al fin á Quibdó. Esta población
había cambiado de aspecto totalmente en el último año, y
la encontró notablemente mejorada. Varios comerciantes
de Jamaica habían establecido fuertes casas de comercio
en aquel lugar, por el cual se introducían mercancías al
Valle del Cauca. Ya los extranjeros llevaban allí comodi-
dades de las cuales hasta entonces los habitantes del país
BIOeiUFIA ^
66 BIOGRAFÍA
no tenían noticia, y además procuraban distraerse lo mejor
posible dando bailes, paseos y banquetes, con la mayor
frecuencia. Durante los veinte días que permaneció aque-
lla vez el joven Teniente en Quibdó, no hubo una sola no-
che en que no asistiese á algún baile ó tertulia. Semejan-
tes costumbres eran muy diferentes, por cierto, á la iner-
pia y al retraimiento de sus habitantes cuando visitó la po-
blación la vez primera.
El objeto que llevaba Acosta á Quibdó era examinar
los proyectos que había para establecer comunicación di-
recta— por medio de un canal — entre el Océano Pacífico y
el Atlántico. Este debería abrirse por San Pablo para unir
las corrientes de los ríos Atrato y San Juan. Acosta en-
contró allí un ingeniero inglés, que no tuvo inconveniente
en tomar la empresa á su cargo, y juntos estuvieron exa-
minando el terreno por donde se creía que se podría abrir
el canal.
Según el geógrafo Codazzi, el istmo de San Pablo
apenas mide 6,133 nietros de largo, y el canal sería de fa-
cilísima construcción por medio de represas hábilmente
construidas.
Desgraciadamente, como sucede siempre entre nos-
otros, el Gobernador del Chocó que reemplazó al Coronel
Cancino, no tomó interés en esa importante vía de comu-
nicación, y abandonó la empresa. Sin embargo, los traba-
jos empezados entonces dieron lugai á que se abriese un
pequeño canal, que llamaron de Raspadura, el cual, á pe-
sar de estar obstruido en gran parte, sirve para que por él
pasen embarcaciones pequeñas,
Quibdó había cambiado ciertamente en todo, pero
Acosta anhelaba salir de allí para pasar á Buenaventura,
en donde había quedado de aguardarle Cancino para se-
guir juntos á Guayaquil á tomar parte en la guerra. Acti-
vó, pues, en lo posible, los trabajos que le habían enco-
mendado, y el 10 de Julio se puso en marcha con direc-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 67
ción á Buenaventura. Se detuvo en Nóvita á cumplir una
comisión; bajó de nuevo el San Juan; salió al mar, y coa
recio temporal abordó la isla del Cascajal, en donde em-
pezaba á formarse la población llamada hoy de Buena-
ventura.
Con el Teniente Muñoz (sin duda José Antonio) (i)
estuvo allí veinte días esperando la llegada del Coronel
Cancino y haciendo gloriosos planes para lo porvenir. Al
fin recibió una misión de su Jefe, quien le ordenaba que
dejase allí su equipaje y se volviese inmediatamente á
Cali, en donde Cancino ejercía interinamente la Gober-
nación de la Provincia del Cauca.
Todo el mes de Agosto y la mayor parte del de Sep-
tiembre lo ocupó Acosta sirviendo en diferentes distritos
del Valle del Cauca; conduciendo tropas de uno á otro
lugar; disciplinando reclutas y preparando alojamientos
para los soldados que enviaba el Gobierno a! Ecuador»
Aguardaban las últimas órdenes del Vicepresidente para
ponerse en marcha con Cancino cuando este último reci-
bió una orden apremiante para que se hiciese cargo de
nuevo de la Gobernación del Chocó, y al mismo tiempo
se mandaba al joven Acosta que tomase á su cargo el em-
pleo de Secretario de dicha Gobernación.
Semejante nombramiento, halagador y honorífico
para un joven de 22 años, produjo en éste grandísima pena.
Laméntase en su Diario de semejante contratiempo. Veía-
se obligado á renunciar á las glorias militares con que ha-
bía soñado, para servir oscuramente en un cargo civil, su-
friendo penalidades mucho mayores en el Chocó, que las
(1) Era este militar orlando de Mompós. Se enroló deada
mny joven en los ejéroitoi independientes. Hallábase entonele en
Baenaventnra, de regreso de Chile, adonde había Ido en eoml-
slón á traer algnnas embareaolones qae sirvieron para transpor-
tar las tropas de ese paerto á Qaayaqall. Después de ana vida
bastante agitada marió, oon el gralo de Coronel (en Bogotá), en
1863.
66 BIOGRAFÍA
qoe padecerían sus compañeros de armas en la ardua
campaña del Sur.
Antes de salir de Buga, en donde se hallaba, asistió á
una ceremonia muy interesante. Hacía un año que tenia
á su servicio un indio de la raza ctina al cual había ense*
nado las verdades de la religión cristiana. Convertido al
fin había pedido que lo bautizasen. Con aquel motivo los
bugueños quisieron que la ceremonia fuese lo más solem-
ríe .posible, y obsequiaron al joven Teniente con dos días
de paseo y concurridos bailes.
''Las damas de Buga, escribe, se manifestaron como
siempre superiores en educación y hermosura á las de-
más del Valle."
Catorce días gastó el Gobernador en el viaje de Cali
á Quibdó. Durante éste, Cancino y su Secretario sufrieron
las penalidades propias de aquellos climas malencos; llu-
via incesante y tempestades que no los dejaban dormir
de noche y les impedían el paso de día; ríos desbordados,
caminos intransitables y peligros incesantes en medio de
cerradas montañas y desiertos.
CAPITULO VII
PERMANENCIA EN EL CHOCÓ COMO SECRETARIO DEL GO-
BERNADOR J. M. CANCINO.
1822.
Después de establecer con el mayor orden posible en
aquellos tiempos su Gobernación, al empezar el año de
1822, Cancino quiso visitar punto por punto todos los
Distritos de su Provincia. Se fijó, como era natural, en las
minas principales de aquel país, en el cual el oro aparece
con una abundancia como quizás no se encontrará en
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 69
ningún otro punto del globo terráqueo. Todas las corrien-
tes que bajan de la Cordillera "Occidental hacia el Atrato
acarrean pepitas de oro de un tamaño inverosímil, y como
rara vez se vieron en California en época de su mayor
auge. Sin embargo, la naturaleza salvaje de un país en el
cual no pueden vivir sanos sino los aborígenes y los ne-
gros, pondrá siempre inconvenientes al laboreo de aque-
llas minas riquísimas.
También las minas de platino, sustancia mineral tan
rara en el mundo, podrían dar á Colombia pingües rique-
zas si se trabajaran las del Chocó con buen éxito.
"Acerca de lo que noté en las minas — leemos en el
Diario de Acosta — escribí un estudio circunstanciado que
fue enviado al Gobierno." (i)
En el mes de Abril Cancino se encaminó á Nóvita
con intención de trabajar para que la población se tras-
ladase á lugar más propicio. Sin embargo, no se logró lo
que se deseaba: el Gobernador era poco querido de los
vecinos ricos y los dueños de las propiedades más impor-
tantes, por lo general antiguos realistas que habían acep^
tado la independencia por necesidad; así era que resistían
con manifiesta mala voluntad toda innovación que ema-
nase de un agente del Gobierno republicano. No sucedía
lo mismo con su Secretario, éste era el favorito de todos,
nos decía hace algunos años una noble matrona que le
conoció en aquella época en el Chocó (2). Su educación
esmerada, su prudencia y cultura unidas á la cualidad
para los antiguos realistas de que su padre había sido pe-
(1) La qi9 etta e«cril^e no podo h'ilUr \cm origio^l^ de Aqi^el
lalonue en U Biblioteca NaoioDal de Bogotá.
(2) La eeñori MaKa Joiein M' llarii^o (]<« Ho.^gaín, ^rmaoi^ j
madre de dos de los hombres qae man se distin^a!er< n en Coloiu-
bia en la política.
^0 BIOGRAFÍA
ninsular, prevenía en favor del joven Acosta, de manera
que era popular en la buena sociedad del lugar y muy
querido por los pobres á quienes siempre procuraba pro-
teger.
Poco después tuvo que ausentarse el Gobernador del
Chocó; dejó en su lugar al Asesor doctor Uribe y al Te-
niente Acosta como Secretario, pues este último estaba al
corriente de todos los negocios polítigos y militares de la
Provincia. Su situación en aquel oscuro destino no era
empero de su gusto y veía con melancolía que sus ami-
gos cosechaban laureles en los campos de batalla, unos al
lado de Bolívar y otros con el General Sucre.
El Libertador se había hecho cargo de la campaña
del Sur de Colombia; atravesaba las montañas de Berrue-
cos; vencía (el 7 de Abril) en Bombona y continuaba su
marcha para unirse con Sucre que había vencido en Pi-
chincha y libertado todo el Sur de la República.
"Me quedé — escribe en su Diario — sin tomar parte en
la campaña de Quito; á pesar de que para obtener licencia
para emprenderla hice esfuerzos inauditos con el Gobier-
no. Pero no sé adular para conseguir mis deseos, y bien
preveo que con mi carácter, mi suerte será siempre la de
sacrificar mi bien particular para servir á mi patria lo me-
jor que pueda ;en oscuros destinos. Mientras que mis
compañeros recogen laureles en los campos de la gloria,
á costa de sufrimientos «mucho menores que los que yo
padezco aquí, ¿qué es por cierto exponer su vida para ga-
nar la gloria delante del enemigo, en comparación de una
vida entre negros y salvajes, en un clima mortífero y ro-
deado de riesgos prosaicos y repugnantes? . . . Sin embar-
go, no me quejo.... Resignado veré desde aquí el des-
enlace de la cosa pública, y elevaré mis votos al cielo para
que la Providencia proteja la querida patrial"
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 7 1
Entretanto, la lucha por la independencia crecía en
todas partes, y la fortuna parecía proteger á los america-
nos. Empero, la situación continuaba peligrosa. Eispaña
hacia inauditos esfuerzos para recuperar su imperio en las
antiguas colonias, y era preciso combatir sin descanso
para impedir que llevase á cabo su intención.
Cada uno en su puesto trabajaba ya con las armas en
la mano, ya en la diplomacia, ya en su patria, ya en el
Extranjero, en pro de su causa. A Acosta tocó vigilar los
trabajos que se hacían activamente para abrir el proyecta-
do canal de San Pablo, y durante muchos meses vivía en
aquellos despoblados entregado á la obra que le habían
encomendado y que se creía sería salvadora para el país.
No fue, sin embargo, hasta el mes de Septiembre que
los zapadores lograron abrir una trocha definitiva, y em-
pezaron las labores serias.
Como se hubiese reunido en Nóvita la Asamblea pro-
vincial, en la cual se proclamaría solemnemente la Cons-
titución colombiana, Acosta tuvo que dejar su puesto para
ir á asistir á ella como Secretario del Gobernador.
En el siguiente mes de Octubre tuvo la fortuna de
recibir la orden de pasar á Popayán, en donde Cancino
había sido nombrado Comandante general del Departa-
mento en ausencia del Coronel Concha. Ascendido á Ca-
pitán desde el año anterior, Acosta recibió el nombra-
miento de Ayudante de la Comandancia general de Arti-
llería en el Cauca, y debería ir á reunirse á Cancino en
Popayán; pero antes de ponerse en camino, el ex-Gober-
nador llegó al Chocó á entregar definitivamente la Gober-
nación á su sucesor.
Al regresar al Valle del Cauca, Cancino quiso exami-
nar los trabajos que había ordenado que se hiciesen en
un camino que proyectaba abrir hasta Buga.
El 19 de Octubre Cancino y Acosta se embarcaron
en el río San Juan, y tres días más tarde llegaron á la pa-
^2 biografía
rroquia de Sipi, cerca del río del mismo nombre. Allí se
internaron por los montes, casi cerrados; subieron en me-
dio de las lluvias más violentas por el río Garrapatas, por
cuyas cabeceras salía la trocha del proyectado camino.
" Este río — escribe Acosta— poco conocido en el Cho-
có, es uno de los más bellos y alegres que he visto: sus
riberas ofrecen sitios muy amenos y pintorescos, no ya
orlados de bosques sombríos, como los otros ríos de
aquella Provincia, sino poblados de plantaciones y de cam-
pos sembrados y de sementeras, en contorno de las cho-
zas de los naturales de Supi, los cuales hacen extensas ro-
cerías en sus orillas.
" Navegamos tres días por el Garrapatas, aunque el
úftimo con dificultad, luchando con las corrientes impe-
tuosas y por en medie de rocas erizadas que yacen en sus
márgenes con más frecuencia á medida que subíamos á
sus cabeceras.
"El último día recorrimos terrenos nunca antes visi-
tados por hombres blancos, y conocidos tan sólo por los
pescadores indígenas ó negros alzados. Así, pues, cual
nuevos conquistadores, bautizamos con nombres castella-
nos varios riachuelos tributarios y lugares ocultos en aque-
llos montes.
"Al fin fue preciso echar pie á tierra por la imposibi-
lidad en que estábamos de navegar más por la corriente
del río. Nos internamos entonces por las selvas vírgenes,
siempre azotados por sempiternas lluvias, saltando por
encima de postrados troncos de árboles, hundiéndonos
hasta la cintura entre la podrida hojarasca, con riesgo in-
minente de ser picados por los millares de reptiles vene-
nosos que pueblan esos lugares. Al cabo de largas horas
de marcha llegamos al fin al término de la montaña, y
entonces, como por efecto de magia, se nos presentó un
valle perfectamente poblado de naranjales; al salir de la
selva oscura y tenebrosa, semejante espectáculo me pa-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 73
recio el más hermoso que en mi vida habia contemplado!
Ese bosque de preciosos árboles ocupa más dé una legua,
y todos ellos estaban cubiertos de azahares que esparcían
el más suave y delicioso aroma . . El sol se dejó ver al
mismo tiempo y á su brillante luz vimos lucir un claro,
abundante y bullicioso arroyo — que llamamos el Naran-
jal— y en cuyas orillas fuimos á descansar.
'Tasamos todo el día siguiente en las chozas de algu-
nos pescadores que vivían en la margen del riachuelo, y
allí estuvimos encantados, admirando sin cesar aquel
sitio deleitoso del cual no teníamos noticia.
" No aguardábamos con impaciencia á los cargueros
que se habían quedado atrás en medio de la oscura mon-
taña. Cuando fue preciso continuar marcha — el 30 de
Octubre — fue con un suspiro que nos despedimos de
aquel sitio delicioso.
" No bien salimos del Valle de los naranjos, cuando
nos acometieron de nuevo las mismas penalidades que
habíamos sufrido antes por en medio de asperísimas mon-
tañas.
"El i.° de Noviembre pernoctamos en el valle de
Cáceres (i), al cual llegamos muertos de hambre, pero
cuyas limpias y cultivadas colinas, los ganados que pacían
en los prados nos alegraron el alma y formaban contraste
con las espesas montañas que lo circundaban.". . . .
En aquel lugar les tenían preparadas bestias de silla
y comestibles para que pudieran continuar el viaje con
mayor comodidad. Pasaron la noche agradablemente en
casa de un señor Romana que allí vivía. El clima era fres-
co, el alojamiento un tanto civilizado ya; así fue que res-
piraron con delicia los ambientes saludables de que care-
cían hacia muchos meses.
(1) No meBciona este lugar el aefior Felipe Pérez en su Oeograña,
como tampoco el Diccionario Qeográflco de D. J. Es^erra lo nombra.
74 biografía
Al día siguiente empezaron á bajar las faldas de la
cordillera que se extiende hacia el valle del Cauca. A pe-
sar de que el camino era fragoso y empinado, la hermosa
vista que tenian por delante les hacía olvidar un tanto
aquellas penalidades. Por entre las abras de la montaña
podían ver aquí y allí el río Cauca y los bellos paisajes
que le circundan.
Atravesaron el magníñco río Cauca, en un paso en-
tonces casi salvaje y que hoy día se encuentra tachonado
de plantaciones y de casas de campo y de labor. Se detu-
vieron en Tuluá, población en extremo pintoresca, situa-
da á orillas de un río que lleva su mismo nombre; centro
en la época de la conquista de la mansión de los indios
Fijaos,
Al día siguiente Acosta llegaba á Buga.
Pasó el resto del mes de Noviembre en comisiones
repetidas entre Buga, Cali y Popayán. Estando en aque-
lla .ciudad recibió una comunicación del Vicepresidente, el
cual lo llamaba á Bogotá.
A ruego de Cancino, que sentía mucho la separación
de su lado del joven Acosta, permaneció algunos días más
ayudándole á organizar la Comandancia militar del De-
partamento.
" El 2 de Diciembre — leemos en su Diario — salí de
Popayán en compañía de mi amigo el doctor Cuervo,
Asesor del Departamento, que iba á Bogotá á asistir á la
reunión del Senado.
'' Cancino nos acompañó hasta el Puente del Cauca,
en donde me despedí de él quizá por muchos años. Él ha
sido para mí amigo adicto y constante y con quien he vi-
vido siempre en la mayor armonía" (i).
Los viajeros continuaron marcha. Pasaron por los
(1) Aquella amistad se oooservó leal j aineera hasta la oiaerte
del Coronel Ganoino, oeonrida en 1848.
DEL GENERAL JOAQUÍN ACOSTJL 75
pueblos de Paniquitá y Sotorá sin detenerse. El 4 de Di-
ciembre durmieron en un tambo llamado Gabriel Pérez, á
la entrada del Páramo de Guanacas, el cual cuenta en
aquel punto (según Codazzi) 3,518 metros sobre el nivel
del mar. Al día siguiente atravesaron el Paramo sufriendo
un frío intenso y por medio de huesos humanos, ''los cua-
les— leemos en el Diario^ — forman por largo trecho un
vasto cementerio que se extiende á uno y otro lado
del camino. No pudimos menos que extremecernos al
oír referir como han perecido allí inmenso número de
gentes, casi todas ellas víctimas de su imprudencia, y
cuya osamenta yacía insepulta en esos helados desiertos."
En el camino del Páramo se le reunieron muchos
otros viajeros, pues todos procuraban buscar compañía
para atravesar soledades tan peligrosas.
El día 6 durmieron en Inza, población indígena que
hallaron desamparada por sus habitantes. Pasaron de lar-
go por el caserío de Pedregal, también solitario y sin ha-
bitantes y orillando el caudaloso río de La Plata llegaron
el 7 á la ciudad del mismo nombre (i).
En La Plata permanecieron los viajeros hasta el 13
del mismo mes, en que continuaron marcha. Después de
atravesar varios caseríos abandonados con motivo de las
recientes guerras entre peninsulares y americanos, llega-
ron el 15 á Purificación.
La población se hallaba de fiesta, pues aquella noche
(1) Esta poblaeiÓDy qoe se halla en el Departamento del To-
lima, fae eu la primera époea de la eooqaistaespa&oia lagar may
rico ooD motivo de ana íamoea mln^i de plata qoe explotaban los
indire en las inmediaciones. Gomo los vecinos indios andaquie$
odiss^'n á los eonqaistadores los atacaron á deshoras, degollaron
á todos los vecinos de la naciente ciadad, asf como á los aboríge-
nes qoe los servían j cegaron la entrada de las minas con tan
baen éxito qae Jamás se volvieron á encontrar. A pesar de qae se
Tolvió á poblar el sitio, perdió desde entónese sa riqueza y sa im-
portancia.
76 BIOGRAFÍA
empezaban á celebrar solemncmeute los aguinaldos. Ai
siguiente día atravesaron el río Magdalena y pernoctaron
en Santa Rosa; el i8 llegaron á Portillo, y el 20 se detu-
vieron en Fontibón, en casa del cura. Acosta halló que
este era un antiguo condiscípulo suyo — cuyo nombre no
dice— y apesar de las instancias que les hizo para que pa-
saran allí la noche, siguieron camino hasta Bogotá, pues
Acosta no veía la hora de volver á su casa.
A pesar de su deseo de ver á sus hermanas y á Do-
mingo, mucha tristeza le causó encontrar en su hogar un
lugar vacio: una. desús hermanas, Mariquita, había sido
segada por la muerte en la flor de la edad, en Octubre de
1821.
Durante los tres años de ausencia de Bogotá, el jo-
ven militar había cambiado tanto que en un principio su
familia no le reconoció. Las penalidades de una vida tan
activa, en climas tan ardientes y malsanos, había tostado
su tez, oecurecido su pelo y enronquecido su voz, recia y
breve ya, como convenía á un militar.
Durante los años que Acosta había trabajado en pro
de la patria en el valle del Cauca y el Chocó, sirviendo á
la República con una abnegación tanto más meritoria
cuanto que era más oculta y no podía ser apreciada de-
bidamente, la obra de la Independencia se había afir-
mado.
Bolívar — desde principios de 1822— había dado li-
bertad á Venezuela y barrido del Sur de Colombia los úl-
timos destacamentos realistas que aún se encontraban
allí. Además, se había logrado que la Gran Bretaña y los
Estados Unidos ofrecieran reconocer próximamente la
nueva República; promesa que la primera cumplió inme-
diatamente.
Empero, la obra de la Independencia no estaba com-
pleta al empezar el año de 1823: había fuerzas españolas
en Maracaibo; los peninsulares eran diicños de la forta-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 77
leza de Puerto Cabello, y los realistas de Pasto se habían
levantado en armas con tanto vigor y entusiasmo que
Bolivar mismo no habia logrado sofocar la insurrección
antes de embarcarse para el Perú, en donde iba á hacerse
cargo de la guerra contra España, en reemplazo del Ge-
neral San Martín, que se retiraba á la vida privada.
La carrera militar activa era el punto de mira de los
jóvenes colombianos, y todos procuraban tomar su pues-
to entre los defensores de la patria; así fue que Acosta se
vio obligado á aceptar con honda pena el empleo que le
tenía reservado el General Santander en la Secretaría de
Estado y de Guerra, adonde pasó como oficial segun-
do.(i).
Instado por sus hermanas— ^que quedaban solas en
Bogotá, pues Manuel vivía en Guaduas y Domingo pre-
paraba viaje para Europa; — ^apremiado por el General
I Santander, que le aseguraba podía servir mejor á su pa-
' tria en aquel destino que con las armas en la mano; es-
trechado por sus amigos que le manifestaban lo honroso
que era aquel empleo; al fin convino en ello, aunque su
destino le impediría dedicarse á una de las dos carreras
que deseaba seguir, la militar y los estudios científicos.
Procuró sin embargo continuar sus estudios sin abando-
nar el destino que desempeñaba con abnegación y acti-
vidad. Obtuvo que el Coronel de Ingenieros D. José
Sanz le diera lecciones prácticas de ingeniería militar y
(1) Hé aqaí el nnmbra miento: '
''RRPUBLIOA DB COLOMBIA
Franoisoo de Paula Santander, Vicepresidente de la RepA-
bliea, eto. eto. ete.
Atendiendo el mérito y aptltod del Capitán de Infantería
JoaqnÍQ Aeoeta, he venido en nombrarle Olioial segondo de la
fleeretarf A de Estado y del Despacho de Gaerra, etc.
Dado, firmado á 23 de Diciembre de 1822, 1 2. *" de la Inde-
pendencia.
Fhahcisoo dk P. Sartandbb.*'
jS BIOGRAFÍA
matemáticas, y en sus ratos de ocio estudiaba asidua-
mente ciencias naturales, comprando para el caso todos
los libros que podían hallarse entonces en Bogotá relati-
vos á estos estudios.
Entretanto graves y trascendentales acontecimientos
tenían lugar en la capital de la República. El Congreso
de Colombia que debió de haberse reunido allí el 2 de
Enero de 1823, no pudo hacerlo hasta Abril del mismo
año por falta de quorum. Los Diputados del Sur no pu-
dieron llegar á tiempo impedidos por los desórdenes de
Pasto, y por dificultades también habidas en Venezuela
dejaron de asistir algunos Diputados de las Provincias
venezolanas.
Mientras que se aguardaba la definitiva reunión del
Congreso Constitucional libremente elegido por los pue-
blos que formaban aquella gran República, se agriaban
los ánimos en Bogotá; revivían las viejas rencillas entre
antiguos rivales; tomaba la prensa cartas en delicadísimas
cuestiones personales y se preparaba una de las acusacio-
nes más injustas que jamás se han hecho contra un pa-
triota. Me refiero al General Nariño.
Hacía pocos meses que Nariño había llegado á
Bogotá, minada su salud por los mil trabajos sufridos
en campañas y prisiones por servir á su patria. Nom-
brado Senador, sus enemigos rehusaron darle asiento
en aquel recinto, inventando para sacarle de allí una
patraña y sacando á luz una antigua ley española ya
olvidada. Nariño se defendió desde la barra con una
elocuencia, una energía y una ciencia tan extraordinarias
que pulverizó á sus enemigos. Estos no tuvieron entonces
otra cosa qué contestarle, sino que no merecía el asiento
en el Senado, porque había estado ausente del país por su
gusto. Por su gusto! Cuando los últimos años los había
pasado preso en la carraca de Cádiz!
A esta última acusación contestó haciendo un resu-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 79
men de su vida que dejó atónitos y mudos á los ingratos
que asi le perseguían.
''No se ha borrado todavía después de tantos años
(escribía D. Mariano Ospina en 1849) la profunda impre-
sión que en nuestro ánimo produjo la poderosa voz del
decano de los Proceres de la Independencia Delante
de él el Senado entero, conmovido, inclinó sus respetables
canas; enternecidos todos, entusiasmados, derramaban
lágrimas y batían las manos, y por unanimidad fue ab-
suelto délos cargos que le habían hecho "
Sin embargo, las enfermedades que le aquejaban no
le permitieron gozar de su triunfo sobre los enemigos de
su fama y de su mérito; tuvo que abandonar las labores
públicas, retirarse al campo y después buscar auras más
propicias en la villa de Leiva, en donde murió el 13 de
Diciembre de aquel año.
Apenas había cumplido Nariño cincuenta y ocho
años y hacia cerca de veintinueve que trabajaba para dar
independencia á su patria. Parecía como si un sino ma-
léfico le persiguiera siempre: jamás dejó de ser desgracia-
*
do en sus empresas y desafortunado en la guerra; á pesar
de su abnegación, de sus talentos, de su grande instruc-
ción y de la manera habilísima con que preparaba los
planes políticos y de guerra, éstos pocas veces dejaron de
fracasar.
A él debió de haber tocado, y no á Bolívar, dar defi-
nitiva libertad á la Nueva Granada; y si en 1814 no le
traicionaran en Pasto, la obra de !a Independencia hubie-
ra sido suya; ésta entonces tomara otro giro, diferentes
serían los hombres que figuraran en la política y se salva^
ran los grandes patriotas que fueron fusilados por los
peninsulares en 1816. ¿Hubiera tenido así mejor éxito la
Independencia ó peor? ¿Quién lo sabrá? Quizás se necesi-
taba el bautismo de sangre que regó la naciente Libertad
para que la idea de separación de España fuera definitiva.
SEGUNDA PARTE.
CAPITULO I
TRES AÑOS EN BOGOT.Í (DE 1823 i. 1825),
El primer Congreso Constitucional de Colombia se
ocupó activamente en vigorizar el Gobierno interior de la
nueva República, así como en trabajar para que los Estados
europeos reconociesen su independencia perpetua de la
Madre Patria; se aprobaron los tratados hechos con Ee-
piiblicas vecinas; se promulgaron leyes importantísimas;
se concedieron privilegios para que se organizasen vías
de comunicación con el extranjero. . . . En fin, este fué
uno de los Congresos que trabajó con maj'or actividad y
patriotismo para dar formará his nuevas coníjuistas de la
libertad en América.
El siguiente Congreso, que se reunió en Abril de 1824,
afirma) la situación política, fiscal y económica de la lie-
pública. Xecesitabase á la cabeza del Gobierno hombres
prudentísimos, sensatos y de excepcionales talentos ad-
ministrativos, pues era preciso atender á la defensa de
la Kepública en todas sus fronteras, y crear recursos y
levantar los Ejércitos que necesitaba el Libertador para
coDtinuar la guerrra en el Perú. El 6 de Agosto de ese
ñ
í . /'>. > - '- M.»::--a S: r»r tl A; í:i:L>, «.uatro nie-
—' 1^-7' *'^*- A:.Tr. '» '* .:. :-:—: >:: .\ri. »-' Per i v terminó
• ^ •
A i *- a :. '1 '-ia pr^-pi .;■• ';\\ ir.i.-ra-^ ::i-p:rs:ÓQ en t^nla
Ar:.^^;'«a, y t\ er.t :i!'a.*ri.''> «iTirt.:^ «I .ir:Jk:*:ciite en Colom-
lo.Á. y •.>'>:•; t»>i'j HH B-í,:>:á. A¿: jr'-i^e el joven Acosta con
.a .íi'-a ^]r p¿i*'-tr ios ni«rj«jr»-» afl*:»? de su v¡»ia «inrieodo
•.*;rí,pre í^?t<r ^r*>s empleos, ci:ar.do si hubiera logrado par-
tir con .S'icre, o^rno tanto lo deseaba, sin duda su carrera
\íi\\\x^r í'^i^TTk tan brillante como la de sus comfKweros de
arina-t que tomaron parte en la campaña del Sur.
\)iM añ^js deapués de su regresíi del Chocó, \ á pesar
de hxx cíinaagnu.'ión y laíxniosidad^ aún se encootraba
desempeñando el mismo destino en la Secretaría de Gue-
rra. Pero c^imo lo hemos dicho antes, era orgulloso, y no
pedía jamáíi aquello que merecía si sus superiores olvida-
ban sus méritos. Empero, al fin, se agotó su paciencia,
pues entre sus pa[>eles encontramos los siguientes docu-
mentos, que pintan su caiácter y dejan conocer las recón-
ditas aspiraciones de su alma.
Ninguna de las dos cartas tiene dirección. Hé aqaí
la primera :
*' Ex(mo, Señor
^Moaquín Acosta, Capitán Oficial de número de la
Sección 2? de !a Secretaría de Guerra solicita de V. E.
respectuosamente le destine á una de las Compañías de
Artillería que componen la media Brigada de este De-
partamento. Muy persuadido, señor, de que un Oficial
está obligado á prestar servicios en donde el Gobierno los
crea necesarios, y no donde él gusta, me permito sinem-
bargo hacer á V. E., las reflexiones que han motivado
mi solicitud. El empleo que por más de dos años he ejer-
cido con la esactitud y escrupulosidad que acreditaré á
V. E., si lo considerare necesario, me ha perjudicado en
DEL aBNEBAL JOAQUÍN ACOSTA 83
's^s^\^>,^\.^^^\^^s-^\^*^^^>^>^^»^\^.^\^*L^>L^^>i^^y^,^ ^^^^^v^v
mi salud, en mi carrera y talvez en mi reputación ;
la continuación en él ui me ofrece perspectiva alguna de
ascenso ni permite que adquiera ninguna especie dejfins-
trucción porque ocupa todo mi tiempo. íío sucederá así
en el servicio de una compañía; allí podré pretender cian-
do no á los ascensos de aptitud, al menos á los de anti-
güedad ; allí podré dedicarme á otros estudios que}¡un
día me recomienden, porque Excmo. Señor, yo no busco
todavía el reposo y la oscuridad, yo aspiro á ser útil
á mi patria, pero en donde se conozca que lo soy.
''La situación de mi familia en esta capital es lo que
me hace únicamente desear la continuación de mis ser-
vicios por ahora en ella, pero si V. E. tuviera por con-
veniente destinarme á otro lugar, iré con gusto por no
permanecer en un destino que me sujeta diariamente á
comparaciones dolorosas con los empleados de otras cla-
ses de las Secretarías.
"AV. E., intereso y suplico ardientísimamente atien-
da mi petición que considero justa y asequible cuando las
compañías de Artillería están vacantes con perjuicio de
la disciplina, y cuando mi destino actual es de tan poca
importancia que cualquiera puede desempeñarlo.
" Excmo. Señor
Joaquín Agosta."
Sin duda no debieron de aceptarle su dimisión inme-
diatamente, y entonces escribió la siguiente carta á algún
alto empleado del Gobierno, amigo suyo, pero que no
nombra :
"Usted quiere saber las razones que ban motivado
mi persistencia en la renuncia que hice del empleo en la
Secretaría, voy á complacerlo.
" Usted sabe que yo abrasó en el año de 19 la carrera
militar, — dejando mis estudios en el Colegio, que debería
concluir ese año, — contra la voluntad de mi familia y de
84 BIOGRAFÍA
mis preceptores, que se prometían alguna cosa de mí,
V aun el General Santander me disuadía. Pero yo llevt?
á cabo mi propósito por el convencimiento que tenía de
que la Patria necesitaba entonces soldados y no letrados.
Llegué en la carrera militar basta el grado de Capitán.
Volví á Bogotá en Diciembre de 1822, llamado li ocupar
la plaza de Oficial 2? en la Secretaría de Guerra, que
desempeñé, creo que á satisfacción del Secretario, á lo
menos así me lo dijo al partir á campaña el Oficial 1? En-
tonces iba yo á ocupar el lugar primero de la Oficina,
pero á ese tiempo se bizo el último arreglo en las Secre-
tarías. Algunos amanuenses ascendieron á jefes de Sec-
ción y yo fui nombrado Oficial de número, no sé si por
incapacidad ó por otras razones. Sorprendido más bien
que afligido con este nombramiento, me propuse probar
al Gobierno que no era inepto ; así fué que sin amanuen-
ses ni Jefe en la Sección be despachado cuanto se me ba
presentado en ella, sin permitir que nadie se mezclase
en ayudarme.
" El mismo General Santander cuando ba faltado el
Oficial Mayor temporalmente me ba encargado de la Se-
cretaría aun babiendo Jefes de Secciones. Pero han co-
rrido cerca de dos años ; mi salud se resiente ya ; estoy ho-
rrorizado de haber sufrido tan largo tiempo por modera-
ción; mis amigos todos me aconsejan pase á nú cueipo
en donde está vacante la 11^ Compañía que me toca. He
solicitado esto sin dar ninguna de las razones que acabo
de exponerle, sino únicamente la decadencia de mi salud.
¿ Y como podría yo alegar que mis servicios valen algo ?
Xo, yo no quiero que sean recompensados si no que deseo
que se me haga justicia y no otra cosa. Lo demás tam-
poco lo diría sino á usted.
" El Vice-presidente ha suspendido decretar mi re-
presentación basta la venida del General Soublette, en-
tonces me harán Jefe de Sección, pero yo no quiero de
ninguna manera continuar en una Secretaría en que he
DEL GENEBAL JOAQUÍN AGOSTA 85
sido frecuentemente desairado ; quiero pasar á rai Cuerpo.
Sé que no se pasará mucho , tiempo sin que el Coman-
dante deje el servicio, y entonces, sino se me hace una
nueva injusticia, mandaré la media Brigada. En verdad
que no puedo negar que me es muy doloroso ver á to-
dos mis condiscípulos como á C**, por ejemplo, gozando
de consideraciones en altos empleos, porque prefirieron
quedarse en el seno de sus comodidades, mientras que
yo me be didicado exclusivamente al servicio de mi Pa-
tria durante los seis años más preciosos de mi vida Si
usted puede, pues, suplique encarecidamente al General
Soublette que me conceda el pase como una gracia, por-
que el 9*ire que respiro en la Secretaría amarga mi exis-
tencia."
Sin duda el Gobierno acabó por concederle lo que pedía,
pues encontramos un despacho del Poder Ejecutivo y un
Decreto '^ que confiere la primera Compañía de la media
Brigada de Artillería de esta Capital de Bogotá, al Ca-
pitán de la misma arma Joaquín Agosta."
Este Decreto fué dado el 23 de Julio de 1825, y fir-
mado por el General Santander y el General Soublette.
Entre tanto los negocios políticos parecían prósperos.
El Congreso que se hs^bía reunido en Bogotá al princi-
piar el ano de 1825, babfa expedido leyes importantísi-
mas. El Gobierno recibió con señales de aprecio y
gratitud al primer Ministro que envió la Gran Bretaña
a la República de Colombia, y en los Estados Unidos y
en Inglaterra fueron recibidos con particular atención los
Enviados Diplomáticos colombianos : todo parecía pre-
sagiar una era de unión y de paz, de progreso y de pros-
peridad. Sin embargo, desde el principio del año se había
empezado á formar sobre el horizonte político la nube
de tempestad que no muy tarde debería ser una de las
causas de la disolución de la Gran Colombia ; hablo del
famoso proceso del venezolano Coronel Infante.
86 BIOOBÁFÍA
Entre los papeles de A.gosta hemos encontrado una
carta suya dirigida á algún amigo ausenta (probablemen-
te en Quito), en qae habla con extensión de aquel asunto.
Hé aquí la carta copiada, pero sin dirección ni fecha :
''Mi querido amigo:
" Contesto á tu apreciable del 30 de Octubre, que me
ha sido muy satisfactoria. Beoibf las gacetas y las he
leido con gusto porque contienen artículos interesantes.
Siento mucho que no nos sea concedido verte por ahora en
esta ciudad, pero espero que esta resolución no sea eter-
na y que en el año que entra te permitan tus negocios
venir á abrazar á tus amigos. Acepto la oferta que rae
haces de mandarme todo lo que salga de esa Imprenta
que es libre. ... y no como otras.
'' Quieres que te instruya de lo más digno de saber*
se que pase en esta Capital y voy á satisfacerte refiriéndote
circunstanciadamente el asunto que por ahora ocupa más
la atención, después de los importantes, como el recono-
cimiento de la IndepenSencia, la Guerra del Peni etc., rae
refiero al Coronel Infante.
*' El Coronel Infante acusado y convencido (delante
de un primer Consejo de Guerra de Oficiales generales)
de homicidio sobre la persona de un Oficial inerme en
las calles de esta Capital fué sentenciado á muerte.
Anulado ese Consejo por una falta leve en su iormación
en la Corte Marcial, se reunió de nuevo, compuesto de
diferentes miembros, los cuales también fallaron á muer-
te. Todos encontraron á este hombre culpable y cuando
se esperaba la confirmación de la sentencia por la alta
Corte, hemos visto con asombro que el Presidente
del Tribunal ha rehusado firmar el fallo de la Ma-
yoría de él, que confirma la sentencia de los Consejos.
Esto ha entorpecido la expedición de este negocio que
tiene en expectativa al público y á los extrangeros que
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 87
DO se creerán seguros si queda impune este crimen. Es
menester confesar amigo mío, que basta ahora todas las
censuras de nuestros periódicos han versado sobre los
Poderes Ejecutivos y Legislativos, como los que pueden
trastornar todo el orden social ; sin hacer caso de los abu-
sos del Judicial. Ya sea porque los consideramos hijos de
nuestra monstruosa jurisprudencia, ó porque tienden sólo
á oprimir á los individuos ¡ Como si la impunidad de un
delito no fuese un ataque contra la sociedad, ó como si
hombres qne disponen de nuestra propiedad y aun de
nuestra vida no merecen toda nuestra severidad y vi-
gilancia.
" Jouy ha dicho que es particularmente en estas épo-
cas terribles, en que los Estados conmovidos por fuertes sa-
cudimientos procuran consolidarse sobre bases constitu-
cionales, que depende la suerte de los Imperios del valor
ó la cobardía, de la integridad ó la corrupción de los
jueces.
^' Veamos ahora como están formados nuestros Tri-
bunales : comencemos por la Corte del Norte que se dis-
tingue por su debilidad é inconsecuencia; la del cen-
tro ha sido acusada ante el Senado y algunos de sus in-
dividuos convencidos de prevaricato y de notorias injus-
ticias ; la del Sur, que vive en la oscuridad, pero que no
IK)r eso hemos dejado de tener noticia de lo desconcep-
tuados que están sus miembros, y por último la alta
Corte, que aún conservaba su reputación, se halla hoy
desacreditada por uno de los jueces que la compone.
^* Si es verdad, como dice d' Aguesseau, que un juez
que no es un modelo de probidad no és hombre honra-
do, que los ciudadanos escogidos para juzgar á sus com-
patriotas deben tener costumbres intachables { qué con-
fianza podremos depositar en un juez cuyos desordenes
de an vida privada son notorios, y no se avergüenza en
confesarlo ; que bebe con exceso : que se le encuentra en
juegos púbicos, muchas veces desde ponerse el sol hasta
88 BIOGRAFÍA
el día siguiente, y que para que se cumpla con la or-
den de finalizar el juego por ser el día fijado, hace llevar
la mesa á su casa de habitación y continúa allí jugando ?
^'Es preciso sin duda, y la conciencia lo dicta, que los
hombres llamados para ejercer la preciosa facultad de
dirimir las contiendas de sus compatriotas tengan la con-
ducta más pura, y todo ciudadano tiene derecho de pe-
dirselo.
'^ Yo quisiera que allá dijesen algo sobre esto en la
gaceta, yá que á nosotros nos lo impide la falta de un
periódico, porque la Oaceta de Colombia se ocupa casi
enteramente de artículos oficiales.
'^ Termino pidiéndote perdón por mi pesada disertación
y repitiéndome cordial mente muy tuyo.
Como se ha visto el Presidente del Tribunal de la Alta
Corte de Justicia había rehusado terminantemente firmar la
sentencia de muerte contra el negro Infante, su compatriota,
hombre terrible que tenía en alarma á Bogotá cuando salía
por la noche á rondarlas calles y atacar á los pacíficos tran-
seúntes con chanzas al uso llanero. Al fin, sea con justicia ó
sin ella, se acusó al Coronel Infante de haber cometido un
asesinato en la persona de un Teniente Francisco Perdo-
mo, cuyo cadáver apareció una mañana debajo del puen-
te de San Victorino. El proceso despertó mil rencillas ol-
vidadas y se formaron dos campos opuestos en la opinión
pública : los neogranadinos dieron por cierta la culpa-
bilidad del militar venezolano, y los venezolanos se des-
ataron en improperios contra el Vicepresidente Santan-
der y contra los miembros de los Tribunales que habían
condenado á Infante. Esta situación se agravó cuando la
Alta Corte de Justicia lo sentenció también á muerte ;
negándose el doctor Peña — Presidente del Tribunal — á
firmar la sentencia. A pesar de todo Infante fué pasado
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 89
por las armas en la plaza ma3'or de Bogotá el 26 de Mar-
zo de 1825.
Acusado el doctor Peña ante el Senado por haber
violado las leyes (por la falta cometida al no dar su fir-
ma y el mal ejemplo que con aquello daba al país) fué
suspendido de su empleo por un año. La sentencia del
Senado produjo en el doctor Peña tal indignación, que
salió inmediatamente de Bogotá y partió para Venezuela,
no sin haber jurado vengarse de cuantos neogranadinos
habían tenido parte en la sentencia dada contra él. Aque-
llas amenazas no fueron vanas, las cumplió al pie de la
letra. Se fué á unir al General Páez y trabajó sin cesar
en la obra de separar á Venezuela de la Nueva Granada,
lo cual dio por tierra con la Gran Colombia en 1830 y
mató de pesadumbre el gran Bolívar, el padre y crea-
dor de ella.
CAPITULO II
DOMINGO AGOSTA.
No habrá quizás tres personas vivas en todo el mun-
do que sepan quién fué Domingo Acosta, y sin embargo
sirvió á su Patria largos años en destinos diplomáticos,
y fué apreciado y considerado por cuantos le conocieron.
Era hombre instruido y de clara inteligencia, pero dema-
siado filósofo para ocuparse de la política activa de su
país ; se contentaba con servir á su Patria desde lejos.
Deseando que este hermano de mi padre no sea olvi-
dado por sus conciudadanos, dedicaré un capítulo á re-
cordarle.
Inspirado el Libertador por el deseo de terminar de
una manera pacífica y honrosa la guerra con la Madre
Patria, creyó prudente nombrar dos comisionados diplo-
máticos, con el carácter de Ministros Extraordinarios v
90 • BIOGRAFÍA
Plenipotenciarios cerca de la Corte de Madrid : D. Tibur-
cio Echeverría y D. José Eafael Eevenga. Pero aquel
deseo no tuvo efecto ; la Corte española se negó á reci-
birlos, y fueron expulsados de Madrid sin haber podido
hacer ningún arreglo. El primero de éstos murió en Dieppe, '
poco después, y su compañero de misión regresó á Bo-
gotá en 1822. Nombrado segunda vez Ministro Pleni-
potenciario cerca del Gobierno de la Gran Bretaña, se
le señaló como Secretario de la Legación á Domingo
Acosta (1) entonces 2? Oficial de la Secretaría del
Interior '^ Este individuo (se le dice en una nota)
está inclinado á pasar al continente con corresponden-
cias impoitantes de que hablaré á usted después.''
Como estas misiones diplomáticas de la primera era
de la República de Colombia son, por lo general, poco co-
nocidas del público de estos tiempos, quiero trascribir
aquí parte de las instrucciones que se daban al Ministro
Eevenga. Hé aquí algunos párrafos importantes :
" Ya usted comprenderá muy bien que su misión
á Inglaterra abraza por ahora dos extremos principales.
El primero es pura y simplemente político ; el segundo
mira á la concentración de nuestros intereses fiscales en
una sola mano.
^^ En cuanto al primero, además de lo que tengo dicho
antes, no debe usted perder de vista nuestra situación
peculiar con respecto á cada una de las naciones euro-
peas. La Gran Bretaña, sobre todo, está llamada por su
naturaleza á cultivar con nosotros las más estrechas rela-
ciones. Si la rivalidad es el más poderoso móvil de los Go-
biernos, usted tiene ahora en su poder el hacer mérito, y
(1).... Su Excelencia el Vicepresidente déla Eepública ha resuelto
que acompañe & usted el Oficial 2.o de la Secretaria del Interior, señor
Domingo Acosta, con el carácter y sueldo de Secretario de la liegación
£8 sujeto de toda confianza, usted podrá valerse de él según lo exijan
las circunstancias y las instrucciones que comunicaré después.'*
(Véanse Instrucciones al honorable José Bafael Eevenga Julio 1622.
Anales Diplomáticoi de Colombia por Pedro J. Cadena, página 445).
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 91
aan exagerar las ventajas que los Estados Unidos van á
reportar de su polftioa franca y anoiistosa hacia nosotros.
Todo esto debe contribuir poderosamente á aumentar la
opinión de la nación británica á nuestro favor y obligar
á su Gobierno á tomar un partido decisivo. La imprenta
libre de Inglaterra presentará á usted ocasiones frecuen-
tes en qué hacer relucir sus talentos, pintando nuestros
progresos, nuestra robustez y nuestra organización como
«68 ella. Para lograrlo con mayor éxito el Gobierno pone á
«u disposición una suma que no exceda de cuatrocientas
libras esterlinas al año con qué gratificar á los editores é
impresores que sean nuestros amigos
^^ Bl Gobierno quiere que usted entable las rela-
ciones más íntimas y estrechas con el Ministro Plenipo-
tenciario de los Estados Unidos en la Corte de Londres.
El reconocimiento publico que acaba de hacer su Go-
bierno no puede dejar de estimular á sus agentes á obrar
con firmeza y energía, cooperando á que las demás nacio-
nes sigan 8u mismo ejemplo. Nuestras instituciones polí-
ticas han excitado en los Estados Unidos la más grande
admiración y tenido no poco influjo en la marcha de su
política. Se ha considerado allí como un gran bien para
los destÍT)OS futuros de este continente el que la Eepúbli-
ca se haya establecido sobre principios tan liberales y
filantrópicos como ellos, al mismo tiempo que en el Perú
se restablecen los títulos de Castilla, en México se suspi-
ra por un Príncipe extranjero, y Chile y Buenos Aires
existen todavía sin leyes fundamentales.''
Curioso es ver delineado el origen de la Deuda Exte-
rior, que tantos dolores de cabeza ha causado á todos los
Gobiernos que se han sucedido en el país desde entonces.
^^ Usted, que ha estado á la cabeza del Ministerio
áe Hacienda (le dicen más lejos) está perfectamente im-
puesto del origen y progresos de lo que actualmente se
llama Deuda Nacional. Ella dimana en gran parte de con-
tratos celebrados en Angostura en tiempos apurados, y
92 BIOGRAFÍA
-^\^'^«^>%/ni«>«<A^,«^«~«<>\>lV,«V^^<iV>V<^«>. ^ ^ ^-^J' ^ ^ f - ^ ^ ^ J^»^»^>^»»»»>i^>^>^»
de los empeOos que el señor Méndez contrajo á nuestro
nombre en Inglaterra y que fué necesario reconocer por
lo crítico de las circunstancias. Por aquellas contratas y
estos empeños nos constituímos obligados á pagar Iob
avances que se nos hicieron en plazos determinados. Pera
la penuria de nuestro Erario no nos permitió cumplir
nuestiaa promeafts, y nuestros acreedores tuvieron que
sufrir un grave trastorno en sus especulaciones mercan-
tiles, trastorno que casi los puso en la desesperación. Fué
en estos momentos que el Gobierno destinó al honorable
Francisco Antonio Zea á Europa, con el objeto de procu-
rar el reconocimiento de nuestra Independencia y des-
empeñar varios encargos particulares. Luego que este se-
ñor llegó á la Oorte de Londres en el raes de Junio de
1820, se vio rodeado de los clamores de los acreedores
británicos que en su opinión servían de no poco obstáculo
á las operaciones que debía emprender á consecuencia de
sus instrucciones. Se determinó, pues, á entrar en un
arreglo con ellos á pesar, de que no tenía facultades para
verificarlo, y al efecto autorizó la acta de primero de
Agosto del mismo año, por la cual puso en circulación
varios vales ó pagarés comprendidos desde el número 19
hasta el 777, que colectivamente hacían la cantidad de
547,783 libras esterlinas 12 chelines y 1 penique, suma
á que montaban por entonces las deudas liquidadas e»
Angostura y las que se liquidaron después en una oficina
particular establecida en Londres, contra lo que la ley
previene expresamente. Estas últimas liquidaciones ado-
lecen de defectos muy sustanciales : entre los que no es
de la menor consideración el haberse hecho según las con-
tratas originales no por lo que puramente se debía en
vista de lo que habían entregada en este país. Se abona-
ron también pagarés á varias pei'sonas que no habían
puesto en claro sus derechos. Y para dar á esta operación
un colorido de legitimidad, el señor Zea tuvo por conve-
niente llenar uno de los pliegos en blanco que se le ha-
DEL GENERAL JOAQUÍJí AGOSTA 93
^^^^^^''^^^'^^«^\^'\^«^'«i«'«^^^>^««'%^\^w^«^V ^^««'S^^^N'^
bían entregado para otros objetos, atribuyéndose faculta-
des que no tenía, ni janitls fué la intención del Gobierno
que las tuviese.
" Míls fácil habría sido terminar este negocio remo-
viendo los innumerables embarazos en que hoy nos vemos
sí los acontecimientos extraordinarios que han ocurrido
desde la mutación del Gobierno de Angostura á esta ca-
pital le hubicvsen permitido toujar una medida pronta y
decisiva. Pero las comunicaciones del señor Zea sobre
este asunto no llegaron á cuenta hasta pocos días antes
de disolverse el Congreso. Las inmensas atenciones que
nos rodeal)an entonces y la falta de much(»s datos de que
carecíamos por no haber aún acabado de llegar los archi-
vos, hicieron imposible el preparar el informe correspon-
diente al Cuerpo Legislativo con agregación de los mu-
chos documentos que debían tenerse presentes para su
resolución. Se creyó además que el Poder Ejecutivo po-
dría hacerlo por sí solo á virtud de sus facultades. Se re-
servó por tanto la materia para esta capital, y después
de haberse meditado varias veces con toda la atención
que ella merece aún no me hallo en estado de poder co-
municar á usted una determinación definitiva.
" Mientras (ine esto pasaba en Colombiíi, nuestro cré-
dito en Inglaterra ha tomado un rumbo que ha hecho
más complicada y peligrosa cualquiera determinación. Los
vales que el sefior Zea puso en circulación, han subido en
poco tiempo de un treinta hasta el par y posteriormente
hasta un ciento trece. Esta elevación ha sido, sin duda
alguna, proilucida por el pago de los intereses devengados
que se lia anunciado por el señor Zea en las gaclitas in-
glesas, y que según parece ya se ha veriticatk). Cómo y
de qué manera se hayan conseguido fondos para este
pago, es operación enteramente misteriosa para nosotros.
Lo que sí hemos visto en el Morning Cluonicle y en el
New l'imcs es que el señor Zea había negociado un em-
préstito de dos millones de libras esterlinas ó libras tor-
BIOAGB^ÍA
¡O.'S.* vat.xI T^hÍv»s los piinifHíS Agentas Diplonjáti-
o:s ;i-r ri.'. * '» la reji^n fuiuLila C*»!uiiiMa á paLseí ex-
tr^-^;-: -^ ^ : • :*^ •.«rTMii en !«►> Iui:ar»:*s ilc mi residencia.
A :-: . '.^ '^' ."^ Ui-i. ioLa'los, Zki v Echeverría, en el nies
:r -T : •!-- ::- ^:r.» afi-i iia'í'ía iiiiieiío eu Fiiaileltía el pii-
i_-r l'I '- *': » :*..' 'lira 1 » |>'»r C»í!un/:i:a e:i !«»> E.>tad«»s
Vz. ' -. r' -^7. r Miin'.iei T'»nt-s. Pi«:.íñ arj«»s tle>i»iK's
r_ :.. ' - I\i''> D. J.i^é María Sa.azar. 3I»í.i>ti«» en Fran-
„.. y r\ 1^ - . e! «i-^ir J«»<é Fei:.:lr.«iez 3ía»ír:ii dejul»a
•I- r"^ *■ : "'. L-r .:r^, en «i«»:.-Ie 'i*">*:*:L:T>ef:-^''a ^-i t-argo tle
A .\\ ■ * ^ :>'::e *-' <T »:»'M!í'» >e v: '• ríi .4 iieCesiila»!
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r *_ .:„\\i. Yá a:. tes :..i \* !:«•::/: ra-lo Miuis-
_s Jk lí. J. T.'»::«\» K.Le.e:i::\, "/:•» !a muerte
.r-rl". I.: ci I:a.:a. A! 5<tl-vr r>:e sii'.esíi laé
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«ii«..\'.«( »».i .«..vv .v%»>. -»ie ..i.v«...i.a Ir* ,.^ ..r>. *■* Uítieier-
:r. radv^ ce |v*:.t:.:c>^ au.\:vV? \ ^.v-iuxa .^ y \.i sabía por
D£L GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 97
experiencia qae no todo era placer en los* largos viajes.
La extensa cadena de azuladas montanas, los hondos va-
lles qae se presentaban á un lado y otro del camino, los
plantíos y casas que se divisaban en algunas pendientes 6
en las márgenes de algán río no me inspiraban sino tris-
tes pensamientos.
'* Aquí se vive, me decía, en paz; se goza de tranquili-
dad y de contento; mientras que yo inquieto corro á bus-
car el reposo en lejanos países y entre gentes desconoci-
das. Otras veces i^ñexionaba en la insoportable monotonía
y soledad de aquellos bosques, y compadecía á sus habi-
tantes que no tenían, como yo, la fortuna de poder visitar
regiones en donde la civilización ha hecho progresos, y
recorrer esas ciudades en las cuales las artes y las cien-
cias embellecen la existencia y hacen insensible el curso
de la vida.
" Estas y semejantes reflexiones despertaban en mi
alma opuestas sentimientos, y era impelido y retenido al
mismo tiempo por la melancolía y la satisfacción. Me
dolía cada paso que daba para adelante y me alegraba de
haberlo dado.
^' El 29 llegamos á Guaduas ; la compañía de dos her-
manos y la sociedad de algunos amigos me distrajeron de
mis ideas melancólicas. Pero ellas volvieron á mi corazón
cuando fué forzoso partir. Dejaba, tal vez para siempre,
aquel valle tan alegre, tan ameno, en donde vi la luz y
pasé los primeros anos de mi infancia y después días tan
bellos de mi primera juventud ! i Podría ausentarme de
allí con indiferencia f . . .
'^ Nos pusimos en marcha. A las once de la mañana
descubrimos el Magdalena, sobre cuyas turbias aguas de-
beríamos descender hasta la costa marítima. Contemplá-
bamos desde aquellas alturas el curso sinuoso del río y
las selvas solitarias que cubrían sus orillas. Entre tanto
caminábamos á la sombra de una vegetación colosal y en
torno nuestro desplegaban los bellos matices de sus jun-
98 BIOGRAFÍA
tadas alas nubps de mariposas y fastidiaban nuestro oído
las cigarras con su agudo y uniforme canto.
" A las ocho de la noche llegamos á Honda. Inme-
diatamente fuimos á buscar embarcación (1). Conseguida
ésta nos alojamos en casa del Gobernador, pero no en-
contramos quién nos recibiera, porque el dueño de la casa
estaba en baile.
'* Esta villa cada día está más arruinada y más sola.
Sin embargo, conserva las costumbres de antaño y sus
habitantes el humor alegre de ahora veinte años, cuando
el comercio estaba eq todo su auge.
^^ El 1? de Octubre nos embarcamos en Honda. Los
maniobristas de la barca eran cuatro bogas y un piloto,
conduciendo cinco pasajeros. Estos eran Ayala y yo, dos
sirvientes y la mujer del piloto. Uno de los sirvientes co-
cinaba y sabía el oficio más de lo que se podía esperar,
pero menos de lo que deseábamos. Este hombre, nacido
en tierra fría, hacía contraste con los bogas |or su torpe-
za y sonsera ; es cierto que los bogas estabsm en su país
y ejercían su oficio habitual ; si fueran á las altiplanicies,
el contraste no les sería ventajoso.
'' La navegación del Magdalena es monótona y cansa-
da. La forma de las barcas no se presta ni á las comodi-
dades ni al gusto del viajero, y los innumerables insectos
que le acometen aumentan las molestias. Todo lo que
sucede para interrumpir la uniformidad de la navegación
se reduce al encuentro con otra embarcación, la vista de
los caimanes ó el arribo á algún caserío asentado en la
ribera. A pesar de todo la tranquilidad completa y la so-
ledad de aquellos sitios, la contemplación de las aguas
que huyen en silencio, la presencia de una naturaleza casi
virgen : todo esto infunde en el alma una dulce tranquili-
dad, y aquel aislamiento del mundo hace que no se pien-
se en él sino como en algo pasado yá de nuestra vida.
»
(1) Entonces no había vapores sobre las aguas del río Magdalena ;
éstos no se pusieron en uso en Europa sino en 1825, y eran desconocidos
en la América del Sur. Todos viajaban en champán 6 bongo.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 99
" Las costumbres de los bogas ofrecen al viajero inte-
rés y distracción. Estos hombres reciben y consumen el
precio de su trabajo antes de emprender el viaje. ¿ Aque-
lla costumbre provendrá acaso del temor de que una vez
llevado á cabo no se lo quieran pagar después? Su nin-
guna moralidad muy bien puede sugerirles esta descon-
fianza. ¿ Ó quizá será que como consideran su profesión
tan arriesgada para ellos mismos y tan peligrosa para el
viajero, quieren gozar de su salario antes de que algún
accidente pueda estorbárselo f
" Todo el haber del boga se compone de dos camisas,
dos calzones, un sombrero, algún pañuelo, un recado para
sacar fuego, sus utensilios de trabajo y sus armas no son
sino una horqueta y un sable. Olvidaba que tienen además
una estera, que es su cama, y una manta de lana para
cubrirse de noche. Sus alimentos son groseros, los cuales
engullen en gran cantidad; su trabajo es duro y su sueño
corto. Pero á pesar de esta miserabilísima existencia, sf he
visto alguna vez hombres contentos con su suerte y satis-
fechos de su fortuna, estos hombres son los bogas. En me-
dio desús fatigas cantan, se ríen, triscan, y su disposición
á la broma y á la zumba no se desmiente á ninguna hora.
Tienen una poesía, imagen de su alma, sencilla y natural :
todo el mérito de sus cantos está en el consonante, y
todos los asuntos que están á su alcance entran en ello,
desde la Pasión de Cristo hasta las insolencias más cho-
cantes. Ordinariamente los versos á lo Divino los cantan
de noche y al pasar por los lugares más peligrosos. Esta
clase de hombrea como todos los que se emplean en ejer-
cicios y profesiones arriesgadas son supersticiosos. Parece
que el espíritu humano implora el auxilio de potencias
superiores cuando los esfuerzos naturales no se consideran
suficientes para vencer los obstáculos. Toda vez que no
pueden atribuir á algún objeto c<mocid(>, la tienen oí)mo
venida de algún espíritu ó mala visión^ como dicen ellos,
y anuncia siempre alguna calamidad. Pero cuando los
100 BIOGBAFÍA
bogas sufren demasiado de los rigores de las estaciones,
entonces hablan con ironía del Ser Supremo que los aban-
dona.
^^ Después de un día de trabajo durísimo, llegan al
anocbecer á alguna playa ; allí desembarcan, forman una
grande hoguera; se sientan en torno de ella y se cuentan
la historia de sus viajes, de sus aventuras, señaladamente
de aquellas en que ha sucedido alguna desgracia ; otras
veces refieren cuentos en los cuales entra mucho de ma-
ravilloso y algo de cómico ó bufo. En aquellos cuentos el
héroe es ya valiente, esforzado y ligero (su AquilesJ^ ó
astuto y sagaz (su Ulises)^ con frecuencia otro es pruden-
te y justo (su Néstor), sin que les falte algún personaje
maligno y raotejador (su Tersites), En todas partes, pues,
y en todas las épocas el hombre es el mismo : sieq^pre el
valor hace conquistas; el ingenio le ayuda ó le resiste ; la
moderación corrige ó tiempla sus funestos efectos, y la
envidia trabaja en rebajar cuanto se eleva ó sobresale.
^' La música y baile de los bogas es sencillísima. El
instrumento favorito de estas gentes es el currulao, y
consiste en uua piel fuertemente extendida sobre una de
las extremidades de un cilindro de madera hueco; sobre
esta piel baten aceleradamente con los dedos, y á la espe-
cie de redoble de tambor que resulta acompañan con co-
plas cantadas. Todo su baile consiste en saber saltar, ya
avanzando, ya retroceciiendo, ya dando vueltas el hombre
al rededor de la mujer ó ésta al rededor del hombre. £n
este ejercicio y con tal música los bogas pasan las noches,
los días y semanas enteras sin fatigarse, sosteniendo sus
fuerzas de cuando en cuando con tragos de aguardiente.
Esta salvsye diversión se llama iundej y el teatro de ella
es generalmente al aire libre, sin más luz que la de la luna.
^^ El habitante de las márgenes del Magdalena es pe>
rezoso, resultado del ardoroso clima y de su condición so-
cial. El sol es tan ardiente que los obliga á buscar la
sombra, y el calor combinado con la humedad debilita la
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 101
energía física y engendra una irresistible propensión al
reiK)so. La feracidad de la tterra es tal en aquellos luga-
res, que puede decirse que no necesita de la mano del
hombre para subvenir á sus primeras necesidades, y al
mismo tiempo la soledad y aislamiento en que viven los
hace inaccesibles al gusto por el lujo, i Que móvil podría
sacarlos de aquella vida de indolencia y apatía f
• ^' Una casa de paja que apenas basta para abrigarles
de 1 js rigores del cielo ; una pequeña canoa y algunas re-
des para pescar ; uno, dos 6 tres perros para cazar cerdos
monteses; un machete; un platanar; un maizal ; una
cría de gallinas : ésta es toda la fortuna que puede ambi-
cionar una familia sobre las ricas riberas de este río.
** Día llegará en que la agricultura y el comercio, ex-
tendiendo hasta aquí su imperio bienhechor, harán suce-
der al reposo la actividad y los goces á las privaciones,
la felicidad que nace de ventajas positivas y no la que
se funda sólo en la exención de penas.
^' El 8 á las once de la noche llegamos á Mompox, y
al día siguiente á las nueve de la mañana salimos en un
champán río abajo. Iba en la misma embarcación el Ge-
neral D*** y eí inglés INfr. N*** El equipaje del (íeneral
era bastante modesto : un baúl. En cuanto á provisiones
de boca llevaba una botella de ron, una gallina y algunas
pastillas de chocolate. Ningún preparativo tenía consigo
contra los mosquitos : como verdadero héroe les hizo fren-
te durante la navegación á cara descubierta, y muchas
veces á cuerpo descubierto. Todo su acompañamiento
consistía en un sirviente, lo cual no impidió que la Gaceta
de Cartagena anunciase en estos términos su llegada á
esa ciudad : ^ El día (tal) entró á Cartagena el General
D*** con su S('(¿uito.^
^' El once al amanecer desembarcamos en Barranca
Ayala y yo. Inmediatamente tomamos bestias y nos pu-
simos en marcha para Cartagena, y el doce, con el más
bello sol poniente, llegamos á esa ciudad. No me acuerdo
102 BIOGRAFÍA
haber visto jamás un horizonte tan magnífico : todo él es-
taba animado con los más hermosos colores, los matices
más variados y los más extraordinarios contrastes de luz:
ese espectáculo será para mí memorable.
" Luego que tomamos alojamiento y nos hubimos ba-
ñado y vestido fuimos á un baile que se daba en el Con-
sulado, y en donde nos vimos con todos nuestros amigos
y conocidos. Al día siguiente comimos muy alegremente
en una selecta reunión de amigos.
^^ Gomo no pudiésemos encontrar ningún buque para
continuar viaje fué preciso detenernos en Cartagena, y
allí el calor del chma me prodiijo fiebre. Entonces el Co-
ronel Piueres — de quien recibí las mayores pruebas de
atención y amistad fina y constante — me llevó á su casa.
Las asiduas y delicadas atenciones de la señora D? Vi-
centa Narváez, su suegra, y la amable sociedad de su es-
posa D? María de la Paz, así como la asistencia de los
doctores Vega y N*** me restituyeron á la salud.
" El tiempo de la convalecencia me fué particularmen-
te agradable. Vivía en el seno de esa excelente familia
gozando de la confianza de un hijo ó de un hermano y
pasaba días deliciosos. No se perdonaba medio ninguno
para que mi mansión fuese agradable: paseos, festines,
trato ameno, atenciones, todo se me prodigó, y el recuer-
do de esa época será siempre grato para mí.
" Un mes después de nuestra llegada á Cartagena
una corbeta de guerra inglesa — de regreso de Portobelo á
Jamaica — tocó en el puerto. Inmediatamente solicitamos
pasaje en ella por conducto del Intendente del Departa-
mento, pero se nos negó bajo pretexto de que tenían ór-
denes superiores que prohibían llevar á bordo empleados
públicos de naciones beligerantes. Sin embargo, Hurtado
pasó de Portobelo á Jamaica en buque de guerra inglés,
aunque llevaba carácter público (1). Pero el tanto por
(1) £1 seüor Manuel José Hurtado reemplazó eu Inglaterra al señor
Kevenga como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario.
Fueron sus Secretarios, primero el señor D. Lino de Pombo y despaés D.
Andrés Bello.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 103
ciento hizo suspender el rigor de las órdenes sobre neu-
tralidad.
^' Perdidas las esperanzas de embarcarnos en buque
inglés pedimos al Comandante Departamental de Marina
que pusiera á nuestra disposición un buque nacional, y se
nos dio entonces la goleta jEmpremledora.
*'Bra esta una embarcación muy largay muy angosta 5
calaba de cinco á seis pies, pero su arbuladura y velamen
parecía de fragata. Había sido construida solo para cos-
tear ; el Capitán jamás había estado en Jamaica ; el Pi-
loto era un joven francés que más parecía un aventurero
que hombre en que se podía confiar. Iban también dos ó
tres guardias marinos que no ofrecían mayores garantías ;
la tripulación constaba de 10 á 12 marineros ; l¿i tropa do
alcanzaba á diez y ocho hombres, armados con 14 fusi-
les, la mayor parte sin bayonetas, algunos sables moho*
sos y tres cañones regularmente montados ; Tales fueron
los medios de trasporte y de defensa en alta mar que nos
proporcionó el Comandante de Marina de Cartagena !
" El 21 de Diciembre á las doce del día nos embarca-
mos, Ayala y yo. Los compaíieros de pasaje eran : una
francesa vieja con dos hijos de poca edad y un negociante
italiano llamado el Signor Frauceschi. La francesa había
ido á Cartagena con el proyecto de fundar una escuela
de niñas ; la abrió en efecto ; pero poco después las ma-
dres retiraron á sus hijas porque la maestra no ensenaba
nada y solo se ocupaba en hacer pronósticos contra la fu-
tura moralidad de las alumnas.
" Lii indulgencia del Capitán y el poco caso que de
las buenas costumbres hacía el piloto me hacía ten<M- una
triste iílea de la disciplina de la tropa y de la- tripulación.
Yo no podía creer (|ue gente sujeta á trabajos penosos
cumpliese siempre con sus deberes si tenían constante-
mente á la vista el ejemplo de giaves infracciones a las
leyes del decoro.
'* Aquel día apenas llegamos á las cercanías de Boca-
104 BIOGRAFÍA
chica. El Capitán se quejaba del tiempo, pero yo com-
prendí que ni con viento en popa hubiera salido de la
bahía aquella noche. El Piloto apenas se dejó ver un mo-
mento á bordo y volvió á tierra, y al cerrar la noche llegó
en una pequeña lancha con una mujer joven, regular-
mente vestida, la cual nos presentó como su esposa á
quien llevaba á pasear á Jamaica. . . "
Hasta aquí el Diario de Domingo Acosta. Veamos
ahora cuál fué el resultado de la misión diplomática con-
fiada al señor Ignacio Sánchez Tejada cerca de los Esta-
dos Pontificios.
Cuando llegó á Europa el Secretario de la Legación,
encontró al Ministro en París, en donde hacía inútiles é
infructuosos esfuerzos para poder pasar á Italia. Viendo
la imposibilidad de dirigirse á Eoma en su calidad de Mi-
nistro se vio forzado á admitir un pasaporte, en el cual no
se declaraba su carácter diplomático. Así llegó el señor
Tejada á Boma, dando un gran rodeo por Suiza, el Pia-
monte, y demás Estados en donde dominaba la Santa
Alianza.
Entretanto su Secretario no podía lograr que le die-
sen pasaporte para los Estados Pontificios, y cuando al
fin se encaminó á Italia, se vio detenido en Peruggia, y su
jefe tuvo que retirarse de la Corte Pontificia é ir á
pasar algún tiempo en Bolonia, pues el Embajador es-
pañol movía cielo y tierra para impedir qu'3 el Santo Pa-
dre se viese con el IMlnistro de una de las Colonias de
América que se había independizado de España.
En una.de las notas enviadas por el señor Tejada al
Ministro de llelaciones Exteriores en Colombia (fechada
el 12 de Diciembre de 1824) encontramos este párrafo :
'' Por este tiempo llegó á Bolonia el señor Domingo
Acosta — Secretario de la Legación — y su venida fué un
consuelo tanto mayor para mí cuanto era más difícil mi
DEL GENERAL JOAQUÍN ACOSTA 105
posioióu ; pues sobre ver pasar el tiempo sin adelantar
nada en el desempeño de mi encargo, me bailaba solo y
enfermo de la gota y reumatismo que be padecido por
más de un mes, y no me permitían ni aún escribir."
Entretanto murió repentinamente en Koma D. Anto-
nio VargavS, el Embajador de España, y la situación del
señor Tejada mejoró un tanto. Pasó con su Secretario á
Florencia, de donde escribe á su Gobierno : " el señor
Agosta me acompaña y me ayuda, y yo espero que su
aplicación le proporcionará un caudal de conocimientos
útiles á la Patria."
Para allanar la tirante situación en que se encontraba
resolvió el señor Tejada prescindir del Poder temporal
del Santo Padre y dirigírsele solamente como al Vicario
de la Iglesia de Jesucristo é implorar su intervención ne-
cesarísima para el buen éxito del catolicismo en Colom-
bia, después de larga época de guerra é incomunicación
con la cabeza de la Iglesia.
A pesar de la buena voluntad de León XII para
con su rebaño de Ultramar, no fué sino en el último mes
de 1826 cuando al fin se reanudaron las relaciones entre
el Pastor de los fieles católicos v el Gobierno colombiano,
pero expresando que no eran aquellas comunicaciones po-
líticas, sino puramente religiosas ; más de diez años des-
pues la Sede Eomana envió al fin su primer Nuncio á
Bogotá y reconoció oficialmente la formación de la Repú-
blica, independiente de España.
El señor Tejada permaneció en Roma como Ministro
Plenipotenciario basta 1832, y después como Encargado
de Negocios hasta su muerte, ocurrida allí mismo en 1837.
Domingo Acosta que se enamoró de las artes y
amaba con pasión la literatura — permaneció como Secre-
tario de la Legación, sin aspirar á posición más elevada,
á pesar de sus méritos y vasta instrucción. En 1831 quiso
108 BIOGRAFÍA
^.^^^.^^.^^
libros, le daban leccioues y por último le recomendaron á
sus amigos y parientes en Europa.
Agosta salió de Bogotá el 11 de Octubre de 1825 y
llegó á París, pasando por los Estados Unidos, al prin-
cipiar el mes de Febrero del siguiente año.
Desgraciadamente se han perdido los Diarios y notas
de viaje de su visita á Norte América.
Acompañábale su amigo el joven Vicente Roche,
militar también, cuñado del General tfoaquín París é hijo
de la patriota matrona D? Josefa Domínguez de Koche.
Era el compañero de Agosta uno de los jóvenes más ele-
gantes y apuestos de la sociedad bogotana, y era tal la
perfección de su fisonomía que en todas partes llamaba la
atención. Sin embargo sucedía que los que trataban du-
rante sus viajes á los dos compañeros, si al principio se
fijaban con admiración en la hermosura plástica é inani-
mada de Boche, en breve la olvidaban para atender á la
inteligente y viva expresión que distinguía á Agosta y
escuchar su palabra fácil, incisiva y elocuente.
Los viajeros llevaban muchas cartas de recomenda-
ción para personas distinguidas de Europa, las cuales les
sirvieron muchísimo, como veremos después. (1) En Pa-
rís se encontraban entonces importantes colombianos
como el General Xaryáez (entonces Coronel), Rafael
Ayala, el señor Tobar, el patriota García del Río, Rafael
Alvarez, amigo íntimo de Agosta y otros.
Las bellas artes llamaban la atención particularmente
á Agosta, y muy en breve aprendió á distinguirla eseu-
. cía de la belleza y en lo que consistía la perfección de las
formas, cosa que no se hace caigo el que lo desea no
más, ni llega á entenderlo sólo con estudios superficiales.
Es preciso nacer con esa propensión ; además, si el ojo no
se ha educado desde la niñez con la vista de objetos real-
mente artísticos, después yá no los distingue. La prueba
(1) Se verá en el Apéndice una carta interesante que escribió Jel
General Perú de la Crox a Agosta cuando éste preparaba su viaje
Europa.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 109
68 que vemos á multitud de personas que después de lar-
ga permanencia en París, en Boma, en Madrid, frecuen-
tando las más bellas galerfas del mundo nunca llegan, sin
embargo, á entender la estética de las bellas artes.
Después de recorrer á Parfs y sus curiosidades, Agos-
ta se entregó al estudio* de las ciencias, pero antes de
fijar sus planes de estudio quiso consultar con las perso-
nas para quienes llevaba cartas de recomendación.
Se encontraba á la sazón en París el Barón Alejandro
de Humboldt, el cual recordaba todavía con placer su es-
tancia en Guaduas en casa de D. José de Acosta, padre
de Joaquín, quien entonces era un párvulo que apenas
contaba unos meses de vida.
Con aquella amabilidad que distinguía al sabio pru-
siano recibió con singular carino al joven americano, y
ofreció aconsejarle en cuanto él quisiese consultarle, y
además se propuso presentarle en las casas de los sabios
que residían entonces en París. Y no solamente hizo esto,
sino que notando que Agosta era inteligente y observa-
dor le consultaba acerca de un mapa que trabajaba en
aquella época (1).
(1) Hé aquí algunas de las cartas — casi siempre sin fecha — que con*
servamos en nuestro poder :
" Julio 20. 26. .
*< Deseando el señor de Humboldt consultar al séfior Agosta acerca
del plano del Chocd, le suplica se acerque & verle mañana jueves entre
las 3 y las 5.
« Amistades.
«* Humboldt."
•< Al tenor Capitán Joaquín Agosta.
«K^ttiero recordar á usted y á su amable amigo el señor Boche que me
dieron la esperanza de comer conmigo el sábado. Sírvanse, pues, venir á
las 61, no á mi casa, sino al Ccjá da Chartrei en el Palacio Real, cerca de
Very* AI preguntar por mí los llevarán á un gabinete particular.
^Mil amistades.
•* Humboldt. "
M Miércoles.
^ Por favor venga á verme el sábado por la mañana, por algunos mi-
lio BIOGRAFÍA
Una de las primeras personas que vio en casa del
Barón de Humboldt fué el famoso Convencional Enrique
Gregoire (Obispo de Blois antes de la Gran Revolución
francesa). Había sido miembro de la primera Asamblea
constituyente (1). Este le cobró mucho cariño y le invitó
á su casa repetidas veces (2).
ñutos entre las 8 y las 10 para consultarle sobre el Chocó.
" Peixlone mis importunidades.
«'Humboldt.'*
" Viernes.
" Temo, mi querido amigo, que se encuentren faltas de ortografía es-
pañola en 10 líneas que debo imprimir, y no encuentro el libro para
consultarlo. Hágame el favor de mandármelas corregidas, con tal que
el sentido sea el mismo.
" Amistades.
*« Humboldt."
" Tendré el más vivo placer en recibir al señor Boche y á Domingo
Acosta, cuya respetable familia (hace siglos !) tuvo para nií tantas bon-
dades. Venga á verme el sábado á las 8 y media, si esto no lo molesta
demasiado.
" Su adicto,
" Humboldt."
(Todas estas cartas están traducidas del francés).
(1) Nació en 1750 y murió en 1831. Aunque fué el primer Convencio-
nal que pidió la abolición de los Reyes en Francia, se negó á votar por
ia muerte de Luis XVX Miembro del Instituto desde 1800 fué después
varias veces Presidente del Cuerpo Legislativo. Escribió varias obras
fílosóñco-religiosas y muchas en contra de la esclavitud de los negros en
las colonias francesas.
(2) Entre varias cartas muy afectuosas del antiguo Obispo de Biois
encontramos la siguiente, escrita cuatro años después, en los momentos
en que Agosta regresaba á su Patria, y cuando el revolucionario de 89
contaba 80 años y le faltaba apenas uno para morir. Nos parece esta
carta en extremo curiosa porque siempre se le ha considerado poco re*
liírioso en sus ideas :
'3'
'* Passy, 21 de Agosto de 1830.
" Señor Capitán Acosia.
** El señor Agosta al partir lleva la estimación y el cariño de todos los
que como yo han tenido la ventura de apreciar sus cualidades. Hago vo-
tos por la paz y la gloria de Colombia, bajo el doble aspecto de la Reli-
j^ión y la Libertad. Estos sentimientos me acompañarán hasta la tumba
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 111
■'•'■N^X*^— ■— '»--•.- •«*^«»#S.^»^«,^.*^^..^»,>-^".**.^ .<M^S^<^«
Veamos alguoos párrafos del Diario de Agosta :
"13 de Febrero de 1826. — Estuve hoy ooii el Barón de
Humboldt en la sesión del Instituto de Francia (X) que
yo ansiaba conocer: tenía lugar en la Biblioteca del Ins-
tituto. AnteR de que se abrieía la sesión, el Barón me
presentó á hu íntimo amigo el famoso astrónomo Fran-
cisco Arago (2) al Mariscal Marmont Duque de Bagu-
y más üU^ de )a vida, porque espero entrar pronto en aqueUa eternidad
que fué siempre el objeto de mis deseos.
"A cualquier parte á que le lleve á usted la Providencia, envíeme us-
ted noticias suyas, pues siempre le acompañarán mis buenos deseos y el
abrazo de un Prelado cristiano.
^ Gregorio,
Obispo de Blois.''
(Traducida del francés).
(1) El Inttitxiito ó Academia de Ciencias fué . fundado por Golbert en
1666, y se componía entonces solamente de sabios, eruditos y literatos.
Después, al dividirse en varias secciones, la Academia de Ciencias no admi-
te en su seno sino á los que se han ocupado particularmente de ciencias.
En 1793 la Convención Nacional la suprimid, así como todas las Acade-
mias literarias dotadas por el Estado. Pocos años después la volvió íx
fundar con el nombre de Instituto Nacional de Ciencias y de ArteSy y la di-
vidió en tres clases; en 18 U añadieron una clase más, y en 1832 se orga-
nizó tal como se encuentra hoy día.
(2) Domingo Francisco Juan Arago había nacido cerca de Perpignan
en 1786. En un principio su educación fué tan descuidada que á los 14 años
aán no sabía leer. Seis años después, á los 20, ya se le consideraba como
á uno de los mayores sabios de Europa I Se distinguió extraordinaria-
mente en la Escuela Politécnica, y se le nombró con el astrónomo Biot y
otros dos astrónomos españoles, Chaix y Rodríguez, en comisión para
medir el arco meridiano terrestre, lo cual sirvió para establecer el sis-
tema métrico. Numerosos descubrimientos acerca del magnetismo y
extraordinarios acerca de oscuros problemas de física y química llama-
ron la atención subre él en un principio, y después se le consideró como
arbitro en cuanto concernía á la astronomía. Fué Director del Observa-
torio de París y miembro de todas las sociedades sabias del mundo. Sus
obras forman 17 volúmenes en 8.^ y abrazan todas las ciencias físicas.
Murió en 1858 el 2 de Octubre, apenas siete meses antes de la muerte del
Barón de Humboldt.
Hé aquí una carta que Arago escribió al joven americano algún
tiempo después :
*< Francisco Arago tiene el honor de saludar al señor Joaquín Acüsta
y advertirle que mañana miércoles comenzará — á las 11 de la mañana —
/
112 BIOAaBAFÍA
8a (1) al sabio Lapiace (2) á uno de loa Jussieu (3) á
PoissoD el geómetra (4) á Gay-Lussac y otros sabios no
menos importantes (5).
París, 12 de Noviembre de 1829.
"El General Andressy leyó una Memoria sobre geolo-
gía, M. G^rard otia."
" 15 de Febrero. — Vino hoy á visitarme M. de Hum-
boldt con M. Arago y el Obispo Gregoire. Este último
la visita que debe Iiacer con varios de sus discípulos á la» diversas salas
del Observatorio. Si el señor Agosta piensa que podrá sacar algún pro-
vecho de la conversación que versará únicamente acerca de las práctica»
del Observatorio, F. Arai^o lo invita á que se digne asistir. De todos mo-
dos se apresura á advertirle que permanecerá en su casa todas las no-
ches, y tendrá el mayor placer en recibirle y en renovar su amistad con
el señor Houlin (que acababa de llegar de Colombia)."
Martes, 28 de Octubre de 18'J8.
(1) Mariscal creado por Napoleón l.o Dejó varios escritos importan-
tes y unas memorias interesantes. Murió desterrado en Venecia en 1852.
(2) Este célebre químico, aeronauta y físico hizo un viaje conHum-
boldt á Italia en 1805, y desde entonces conservaban grande amistad.
Era miembro del Instituto, Profesor de la Sorbona y escritor científico.
(3) La familia de Jussieu ha sido de generación en generación de
sabios botánicos. El último de estos murió en 1853.
(4) Simeón Dionisio Poisson nació en 1781, y se le considera como uno
de los fundadores de la física matemática y le han erigido una estataa.
Es autor de más de 300 memorias científicas y varias obras sobre mate«
miticas y mecánica. •
(5) José Luis Gay-Lussac era un famoso químico lemosino nacido en
1778. Se did á conocer en un principio por sus trabajos sobre el magne-
tismo y sus descubrimientos atmosféricos durante las ascensiones que
hizo en globo. Trabajó con Hamboldt en experiencias que hicieron jan.
tos en los volcanes de Italia. Escribió infinidad de memorias científicas,
entró como miembro del Instituto en 1806 ; fué además hombre político
y Par de Erancia. Murió en 1850.
Hé aquí una carta de Gay-Lussac :
** £1 señor Gay-Lussac presenta sus humildes saludes (humbles civi-
lites) al señor Acosta. Considerará un honor para él recibir al señor Bo-
cafuerte, á quien recuerda haber visto hace unos 28 años en compañía
del señor de Humboldt. Estará en su casa todos los días hasta las 11 de
la mañana, menos el viernes de la semana entrante."
DEL GENERAL JOAQUÍN AOOSTA 113
'•'--■•^■*-*^«^--»-^ **^)*»^ ^*^«*%^v*\*%^,*^^.^ *^
me obsequió con ana obra saj'a sobre el origen de las ti-
bertades de la Iglesia galicana. Oomimos en casa del joven
matemático Duhamel, profesor que ha escrito varias obras
científicas importantes, y aunque no ha cumplido todavía
treinta años es considerado como persona de gran saber (1).''
Bra este sabio tipo acabado del hombre sencillo y ca-
sero, del caballero verdadero; conservó amistad síooera y
constante hasta su mnertOi ocurrida el 29 de Abril de 1872,
primero con Agosta y d^poós con su &milia.
La vida que llevaba el joven americano en París esta-
lla consagrada al estudio, á la frecuentación de los sabios
y lionibres públicos, en cuyas casas había obtenido pre-
sentaciones, y á la admiración de las bellas artes en los
museos y galerías públicas y privadas.
Agosta asistía á las aulas en que enseñaba física
Gay Lussac, y matemáticas Dubamel y Ampére (2).
De este último hace este juicio en su Diario :
*' A pesar de su mucha ciencia no es adecuado para
enseñar. Su estilo es obscuro, tiene una pronunciación
difícil, In cual hace que sus lecciones sean poco frecuenta-
das y concurridas. No asistimos á ellas sino unos 25 es-
tudiantes y lina dama. Esta, gravemente sentada enme-
1 1) J UHu MHriü Couhtant Dulianiel liabía iiar-.iilo en San Malo eu 17V>7.
litíspuL'vH de liaber hecho su educación en Ja Escuela Politécnica, salió d**
allí en 1810 pura entie^^'arse á la carrera profesional allí mismo. Sus
Trabajo» imp«ntanlí8imos le valieran el empleo de Director de Ja Esciieln
P(.litccni«'a tluraiite varios años. Se ocupó principalmente en las cue^
t iones más elevadas de la ciencia matemática. Kn 1840 sucedió en!. i
Acadenüa de Ciencias á Poisson. Escribió una docena de obras impi.re
^.ilítíaimas acerca de ciencias físicas. Era cuñado de M. Koulín. v tín
ílel famoso Josó Bertraud, uno de los hombres científicos que lioy cun-
serva Francia con mayor respet<j.
(Ji Andrés María Ampére era físico, químico y escritor cientííico n<j.
table, é hizo descubrimientos acerca de la electricidad. Era hombre muy
orii^inal y tan distraído en sus relaciones sociales como era inteligent-
en todo io tocante á ciencias. Keñeren de él curiosísimas anécdotas acer-
ca de sus distracciones. Era miembro de todas las Academias científí.
can del mundo. Fué padre del célebre literato de su mismo nombre» '
Juan- Jaco bo- Antonio. Había nacido en 1775. Murió en 1836.
8
114 BIOítRAFÍA
dio de los jóveDes, cou los antros calados, escucha
ateotameote la lección y toma notas sin hacer caso algu-
no de lo que la rodead
En aquel tiempo Ia« mujeres no se atrevían por lo ge-
neia! :i presentarse en las aulas de los sabios; bt>y día
♦ísta^ están repletas de señoras, y en algunos países ellas
dan también lecciones científicas que compiten con las do
los hombres.
Además de las mencionadas Acosta no desperdicia-
ba las lecciones de tísica del doctor Bertrand (padre de lo^
aclnales sabios Alejandro y José Bertrand, ambos acadé-
micos, y el segundo uno de los mayores sabios de la época
actual); las lecciones de química del célebre Thenard (1) :
las de literatura de Andrieux (2) ; las de historia de Dau-
nou (3) etc. Tenía tiempo para todo, porque jamás des-
perdiciaba un momento.
(1) Luirt Saiitiai^o, Barón de Tiienard, habííi nacido en 1777 de fami-
lia de labradores franceses. Proteírido por el Cura de su pueblo recibió
una buena educación ; pasó á París, en donde entró ai la Escuela Po-
litécnica y se dedicó al estudio de la íjuímica, en la cual hizo importan-
tes dcsí'ubrimientüs. lOn 181(> entró al Instituto y se liizo notabilísimo:
Luis XVIII le liizo Barón, Par de Francia (?tc., para premiar sus traba-
jü«*. Obtuvo todas las glorias ¡i que puede aspirar un sabio y murió lleno
d*i años y de honores en lbr>7.
• 2) Francisco Estanislao Andrieux, lamoso j)oeta, dramaturgo 3' li-
t»'ríito trances, nació en 17'»{», y murió en 1833. Profesor en el (.'olegi<»
<le Franria y miembro de la Academia Francesa, era muy amado y po-
pular entre los estudiantes por su estilo mordaz y picante, á pesar d«^
su tacto exquisito y moderación reconocida.
('») Pedro Claudio-Francisco Daunou había nacido en 1761, y por
consiiTuientc había presenciado la época más dramática de lo historia de
Francia de los tiempos modernos. Pertenecía á la Congregación de los
Padres del Oratorio, y sin emb^^rgo fué miembro de la Convención en
1792, pero como no quisiese votar la muerte de Luis XVI estuvo á punto
de perder la vida con los Girondinos. Después de la caída de Robespie-
rre ocupó muchos puestos importantes en las Cámaras legislativa», pero
se retiró á la vida privada durante el reinado de Napoleón I. Durante
aquella época escribió varias obras históricas. En la Restauración vol.
vio i tomar su asiento en las Cámaras Legislativas, y ocupó durante
largos anos el puesto de profesor de Historia en el Colegio de Francia.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 115
" Febrero 21.— Estuvimos aooche eu casa del Barón de
Unmboldt, y en su berlina foimos á la recepción semanal
de M. de Lafaj'ette, á quien Eoche y yo fuimos presenta-
dos Nos recibió muy bien, más diré, con cariño paternal.
Bn'el salón del General, tan justamente llamado el vete-
rano de ¡a libertad en los dos mundos, vimos á varios co-
lomWianos, algunos mexicanos y americanos del Norte, el
sobrino del griego Ypsilante, con su vestido oriental (1),
así como los miembros más distinguidos de la oposición
de Inglaterra y de Francia.
*'Bl Barón de Humboldt me presentó á Benjamín
Constant (2) y al millonario Ternaux (3). Este último
me invitó á sus recepciones de Ips jueves. El Coronel
Narváez, que estaba allí presente, uie nombró á Lord
De estas lecciones ni) más se publicaron 2o volúmenes eu S.o Agosta le
admiraba mucho y quiso verle de cerca. Habiéndole pedido permiso
para visitarle recibió la siguiente carta :
** Señor Capit'in AiosiA.
"Seíior: recibí su carta, demasiado lisonjera para mí, del I8deJu
lio, y la contestara antes si me lo hubieran permitido algunos tra
bajos atrasados que teni» que terminar. Tendré el honor de recibir á
usted cuando usted lo teñóla por conveniente todos los días menos el
viernes.
"Re<*iba usted mis respetuosos liomenajes.
"Dau.noi-."
^Traduci<la del trances).
(1) Famoso patriota griego que se decía dífscendiente de los Comne-
iios; y combatid por la libertad de Grecia.
(2) Orador, publicista, literato y escritor político famoso. A pesar de
ser de origen francés, nació en Suiza, se educó en Inglaterra y Alemania,
pero hizo su carrera política y literaria en París, en donde figuraba en-
tonces en las tilas de la oposición á la Kestauración borbónioa. Después
de la revolución del año de 1830 fué nombrado Presidente del Consejo,
♦ín cuyo destino murió en el mismo año, de sesenta y tres años de edad.
(3) El Barón ííuillermo Luis Ternaux, manufacturero muy afama-
do, compañero de Lafayette en sus empresas liberales antes de la He-
volación de 89. Tuvo, sin embargo, que emigrar en 1793. Regresó en la
época de Napoleón y se entregó i sns fábricas de paños, en las cuales
hizo grandes cambios y fué eliuventor de la tela llamada caehejnir ^
merioo. Escribió varias obras acerca de la fabricación de tejidos y
murió casi arruinado en 1833.
1 1() BIOGBAFÍA
Hollaud (1) y á otros personajeB, célebres todos y distin-
guidos en el mundo de la política, las letras y las ciencias.
^^ Entre el bello sexo sólo nos llarnó la atención por su
belleza la hija de Lord Holland. Me instaron para que
bailase, pero yo no pensé en semejante cosa ; consideraba
con respeto y admiración á eso;^{randes hombres, á aque-
llos miembros de todas las aristoci^ias del saber, la glo-
ria militar y la política, les oía hablar y me parecía un
sueño ^
Entre las casas que frecuentaba el colombiano estaban
las de las hermanas del Oeneral Pablo Mantilla, las seño-
ras Del peche y Strisser, que vivfan en París, y con quie-
nes conservó siempre ccmstante amistad.
Con el Coronel Narváez visitó á Destutt de Tracy, el
filósofo ideólogo, antiguo miembro de los Estados Gene-
rales de 1789, cuyos textos de enseñanza, de la escuela
sensual de Condillac, lian levantado tantas polémicas en
Colombia. Tracy lo recibió con suína afabilidad, lo pie-
sentó á sus hijos y á su yerno y le invitó á que frecuen-
tase su casa, en donde solían reuniíse gran numero de
literatos y hombres políticos.
También fué presentado en casa de Lafitte, célebre
hombre político y financista, quien siendo hijo de un car-
pintero logró con sus talentos levantarse de la nada hasta
convertirse en una potencia rentística. Con los millones
que ganó en los Bancos que fundó, no solamente nnvilial.ni
á los gobiei'nbs que se sucedieron en Franciji durantt*
medio siglo, sino que su generosidad y liberalidad C(m los
necesitados era |)i()veíl)ial. Fué Ministro á^ Hacienda de
(1) Enri:iue líicard») Vrtssal P\)X. — Lord Hoilaiíd — era s »Imíihi del ce-
lebre liombre de Kstado inglés, Carlos Jairiií» Fox, el rivai de Pifr. Kl
Lord Holland que visitaba á Lafayette, era iiiieiubro de la (-úuiKra tU\
los Lores, y siempre abogó en favor de las Kfi[»úblic.*as Sudamericana *
Defensor de todas las libertades nacionales era al mismo riempo censor
permanente de toda injusticia que su Gobiern<» cometía con los extran-
jeros. Hospitalario con éstos, los C(»lombiano8 siempre encontraron en tíl
un amiiío y un protector en tudas circuntancias. Murió en 1^4(».
DEL aENERAL JOAQUÍN AC^OSTA 117.
r- ^ ^ ' ^
Luis Felipe, cuyo advenimieuto al trono preparó eo grau
parte con su influen'cia ; sin embargo, perdió su populari-
dad con el poder político, descuidó sus intereses y á su
muerte era mucho menos opulento que cuando le conoció
Agosta (1). Hablando del millonario Ternaux :
'' Este tranquero, leemos en el Diario, ba llegado á tal
grado de opulencia, que puede reunir en su casa á los
miembros de todas las grandes aristocracias del mundo.
Kstaudo allí el Barón de Huraboldt, me presentó al Ma-
riscal Soult — Duque de Dalmacia — ^al General Jullieo, al
Conde Darii, los cuales todos han desempeñado papel im-
portantísimo en la guerra, en la política, en la diploma-
cia y en la literatura de los últimos treinta años.
*' AI señalarme todos los personajes el Barón de Hum-
boldt me decía que lo bacía para que pusiese sobre aque-
llas personas los nombres que yo conocía y acerca de los
cuales había leído. ¡ Pero cuan poco correspondían aqué-
llos á éstos ! ¡ Lo ideal es siempre mejor que la realidad !
'^ También vi á la Princesa Davoust (2) y á otras damas
de la época del Imperio, cuyos nombres andan escritos en
las historias, pero ninguna me pareció hermosa, aunque
todas eran célebres,^
Refiere más lejos que en una simple recepción en casa
de Ternaux esta magnífica mansión estaba adornada con
un lujo asiático: la escalera era un bosque de plantas tro
picales, como no las tenían los palacios.
Durante los ratos que robaba á los estudios el joven
americano, cuya sed de saber eia insaciable, visitaba con-
cienzudamente las galerías de pinturas y apuntaba en su
cartera lo que más le había llamado la atención con el
1,1) Laticte murió en 1844, dejando el resto de su fortuna ú su hija,
i«i<iada con un hijo del Mariscal Ney.
(2) Era esta la viuda de Luis Nicolás Davoust, el compañero de Co.
iegio de Napoleón, á quien hizo Principe y Marisca! y se disting^uió
tiempre como un militar de primer orden.
/
lis BIOGRAFÍA
fc ^^0\^^\^^^^ ^«^H* ^ •««*'.^^^w**>'W«^^.^fl
objeto de cousultar después eii libros de arte si su gusti»
coincidía con el estético y artístico.» Iba á estudiar su^
conferencias en los jardines públicos, y allí contemplaba
los fenómenos de la primavera en las plantas, cosa que
veía por primera vez.
El 4 de Marzo registro con júbilo la noticia de la de-
linitiva rendición del Callao á las tropas republicanas ♦íl
25 de Enero anterior. ¡ Tanto así se tardaban las noticia>
en llegar (i París ! Bolívar había prometido en el año dtr
diez y nueve libertar cuatro países del yugo español }
formar cuatro Eepúblicas, y estaba cumplida al fin su
promesa. Su gloria había llegado al apogeo.
CAPITULO IV
lltícuerdos de Napoleón I, — beruioütH. — Proceaijues. — bituacióu poiítM a
(le Frauciu. — Paseos á, la 3Ialmaison y San Ciermán. — ElJueves íSaut»
en Loiigchamps. — El Duque de Erogue. — El Barón de Stat* i. — S'>«-
mondi. — El Almirante Sidney Smitli. — VA Palacio de la« Tnllerías.
182G.
ACOSTA y Roche estudiaban Ingeniería militar y asis-
tían á paradas y revistas de tropas, fijándose en los regla-
mentos y en todas las leyes de la disciplina militar, con
el objeto de poner todo lo posible en práctica cuando in-
gresasen á su Patria. Agosta cumplía con hacer esos
estudios, pero lo que particularmente le llamaba la aten-
ción eran las Ciencias Naturales, en cuj-a carrera le guia-
ba, con paternal bondad, el mayor sabio de la época, Ale-
jandro de Humboldt.
Los recuerdos del gran Napoleón estaban frescos en-
tonces en la memoria del pueblo francés ; éste yá había
olvidado sus defectos, sus errores y los sufrimientos de la
época del Imperio, para recordar sólo los triunfos y las
glorias militares de sus ejércitos.
Un día el Coronel Narváez convidó á comer á Agosta
y á Boche en el café de la Rotonda^ muy de moda en la
DEL GENERAL JOAQUÍN ACOtíTA llí^
cpocii de la RevokiciÓD. Uno de los invitados, M. Du-
perrit, refirió en la mesa cóhio treinta aüoe antes había
comido allí mismo con Napoleón Bonaparte. Como ha-
blase de ello, refiriendo algún incidente de la comida, un
criado anciano que les servía dijo que él se acordaba per-
t'eetamente de aquello, y como le preguntasen si recorda-
ba la Iciha, repuso sin vacilar que había ocurrido cuando
<*1 futuro limperador estaba en vísperas de emprender la
(Miupaña tle Italia, y el joven militar era ya notable y
pron)etía ir lejos. Añadió (¿ue él era entonces r/arcón dv
rafe y cínitirmalKi siéndolo á pesai de sus canas.
AcosTA no dejaba nunca de asistir los martes á los
recibos en casa del General Lat'ayette, quien le trataba
siernpie con amabilidad, y llevándole á los rincones del
salón hablaba con el largamente acerca del porvenir de la
nueva Colombia; y al dejarle para atender á sus invitados^
tenía cuidado de presentarle á las personas más impor-
tantes que tenía á su lado.
*' Conocí allí, dice en su Diario, al General TLiard de
Bissy (1) ; presencié la misma noche una diputa acalora-
da, sobre un dato histórico, entre Benjamín Constant y
el joven Mignet, autor de una popularísiraa Historia de
la Revolucióií Francesa (2).
Todo en París le interesaba, y no porque se dedicase
i, 1) Auxoiine TeodosioThiard de Bisay, hijo de noble familia y titula-
do, nació on 1772 y adoptó la carrera de las armas. Durante el Terror
emigró, pero regresó á Francia después y tomó servicio bajo Napoleón ^
Kste ¡e hiz{» su Ayudante de campo, y después Gobernador en Dresden.
Luis XVIII 'e llamó á su lado y le nombró Mariscal. Sin embargo, en
latt Cámaras tomó asiento en la izquierda, combatió á los Borbones y
tomó parteen la cosa pública, siempre entre los liberales.
(2) Francisco Augusto Mignet fué célebre historiador y rivalizó y
aun superó á Thiers en popularidad y fama. Sus aulas eran frecuenta-
dísimas por los estudiantes enemigos de los Borbones, y con sus escritos
y palabra ayadó en gran medida á la caida de Carlos X en 1830. Bajo
LuíB Felipe alcanzó grandes honores en todos sentidos, políticos y lite-
rarios. Escribió muchas obras históricas y xnnrió en 1884, á los 88 años
de edad.
12<t BIOGBAFÍA.
á asiduos estudios cieotíticos dejaba de atender al alimen-
to del alma ; por bu Diario vemoR que asistía á los ser-
moDes y demás oficios de la Cuaresma en San Suipício y
en Nuestra Señora de Parfsj en la primera iglesia, apun-
ta, que oyó la elocuente voz del Abate Ouill/in, por en-
tonces uno de los más famosos oradoreK sagrados de
Francia (1).
Con motivo del Jubileo Universal que babfa promul-
gado Sd Santidad León XII tuvo lugar una magnfflca
procesión pública enti-e la iglesia de Santa Genoveva y
Nuestra Señora, á la cual qnisieroii asistir Acosta y
Kocbe. Hé aquí la descrípoión de ella que encontramos
ep el Diario del primero:
" 17 de Marzo. — A Ib una de la tarde salimosdel anla
de M. Daunou y nos dirigimos á la plaza del Panteón,
eo doode tomamos puesto y aguardamos dos horas á que
pasara la anunciada procesióo.
" Al fin llegó. El Bey Garlos X (con los Principes
reales y toda la Corte) marchaba á pie detrás de una urna
de oro que contenía reliquias, rodeada de ocho Obispos, el
Arzobispo de París y una inmensa multitud de sacerdotes
revestidos con ricos sobrepellices y cantando himnos. En
) de sus respectivos estendartes iban después los
nbros de varias hermandades, seguidos por una tropa
ivenes y de oiñitas vestidas de blanco.
' La magnífica portada de Santa Genoveva parecía
más hermosa hoy que nunca. Inmenso número de
>zas doradas, de lacayos con vistosas libreas, de gen-
íes, de regimientos de tos guardias de. corps del Rey,
aban una brillante zona en torno de la plaza y real-
n con sus vistosos colores, relucienteR armasy plu-
ts el esplendor de la fiesta. . . ."
El AbaU Amado Guilldn de Montleón nació en Lyon en I7jn^
jtabilíiimo como hiitoriador y taólogo controversista. Iiogró eica-
fneradel puf i dumnle la Kevoliiciún, y al volver i Francia diíen.
. Jgleiia galicana por todos Ion medii'x posibles durante cuarenta
Mnriú en 1842 il* M «ños de edad.
DEL GKNJiRAL JOAQUÍN A008TA V>i
exiil!^?? '""''' "^^ P'"^S^", rtar una idea, annque sea
Sp "'",?'" ^«"''«» y «ocia' «" que se encon-
traba Lauca en 1826, pues sin ello no se comprendería
1» importancia de ciertos nombres q„e en el Diario ,1^
ACOSTA encontramos á ca<la paso
El i.leal de nn Gobierno libre dentro del orden v el
^petoá las ..Kstauc es-de an Gobierno que se al. ase
tentó de los Hbn8.« de una autocracia absoluta con,;, de
U desentrenada licencia; de un Gobierno justo, paternal
es '^rr -'?'"'*"' P-«-«»rde JpeqúeC;
08 grandes; liberal, en el «oble sentido de la palabra- ese
¡deal que babía aparecido como una nueva Z^Zi^U
1":: el n '1 í" í*' "«'" ^^"í-'-wa pei^istid;
«nn en el fundo do los ánimos de los mismos que babían
«afndo martirios de la diosa pagana, ensan¿,.nt^a >
«^uel que Hurgió de la llevolnaY»n de 89. Estos í
amaron liberales hasta que comprendien... que^u^
lia palabra no respondía á sus aspin^^iones, porque «e
babían apoderado de ella los demagogos, hí^ legíti-
Zv H ^."'^''' ^"* gobernaron 4 Francia hLta
de 1826 fueron los que en gran parte formaron el partido
constitucional conservador que elevó al trono á LuiVFeb
pe en oposición á Carlos X, representante de los Borbo-
oes y de la autocracia legitimista.
El ardiente sol del Imperio había secado la sanere de-
rramada sobre los cadalsos por I«h «ecuaces del Tenor
pero la mancha no se había borrado, y el recuerdo de esos
tiempos calamitosos t«nía encadenada la voluntad de lo.
hombres de orden ; y aunque lamentaban éstos la sítna-
ción en que se hallaba Francia bajo el poder de los Bor-
bones (que pretendían gobernarla como antes de la Kevo-
lución y cuando había gustado yá del fruto del bien y del
lual) no se atrevían, sin embargo, á hacer ningún moví-
miento revolucionario.
Era tal la antipatía que se tenía á lo que diera
124 BIOGRAFÍA
ca; billar; baños He varias clases; salones amueblados de
difeientes estilos: invernáculos repletos de plantas ex6ti*
cas que recordaran á Jose6na sus primeros años ; éstos
80D quizás los más ricos de Parfs. En aquellas est tifas vt
plataneros, palmeras, chisguas y otras plantas de mi pafs,
las que saludé como á paisanas mfas, y trajeron á mi me-
Tnoria esceitas bien diferentes por ciert«i á las que tenía
delanti*.
^* Aún viven allí (al caU» tie 12- años de la muerte de
\h hjni|>eratriz) algunos sirvientes que lo fueron de ella«
l(is onali^s están encargados del cuidado de la casa y jar-
dines. Entre otros vi á un negro qne ella había traído de>
8ant4» Domingo ¡ Ouán eñmera es la grandeza huma-
na!.. . Las plantas traídas de la zona tórrida para agra-
dar á una Emperatriz han tenido una existencia más larga
que ella, cuyas dichas pasaron como un sueño. Yá no
queda de ese esplendor sino estos muros y este negro me-
lancólico que vaga por las antiguas habitaciones de su
ama, desamparadas hoy, pero que oyeron las voces de
una Corte de héroes, así como la agonía y los suspiros de
una mujer abnegada.
'^ Gomo para recordar esas tristes memorias vimos ios
bustos del Príncipe Eugenio y de la Reina Hortensia er>
un salón, y al óleo retratos de los mismos en otro. Dos
pequeñas pirámides que Napoleón había hecho traer á
todo costo desde las orillas del Nilo para obsequiar á Jo-
sefina contribuyen á aumentar la melancolía que reina en
esa triste mansión de gl(»rias y resplandores apagados.
"Me dijeron que Josefina había sido el ídoh» de aque-
llas comarcas, y que los aldeanos recordaban el cariño, la
dulzura y la caridad conque los trataba siempre.
** — Puesto que fué caritativa y tuvo los medios de
ejercitar esa virtud no pudo ser infeliz! exclamé.
** Esta idea fué vivamente combatida por las damas
que acompañábamos, algunas de las cuales pretendían
que la dicha no dependía de uno mismo sino de los
demás.
DEL GKNUBAL JOÍl<^UIN AC08TÁ
125
^' Volvimos p(H' Mariy. Allí vimos las curiosas iiiáqui<
iias hidráulicas que se establecieron para hacer subir el
agua que llevan á Versalles y embellecen los jardines que
mandó hacer Luis XIV, gastando en ello centenares de
«millares de francos.
'^ A c;ida momento gozaba más ciin el paseo: la belle-
4sa apacible de la atmósfera ; la pureza del ambiente ; el
^soplo vivificante de la piimaveni, que pareefa darme
nueva vida; la culta y agradable sociedad que me rodea-
tía y la armonía que reinaba entre todos ncmotnis numen-
taba las impresiones que sentía y que jamás podré olvidar.
^^ Atravesamos el Inisciue de San Germán y nos detu-
vimos delante de aquel inti^resante castilhi feudal, riNlea-
-do aún de fosiM, los cuales no dejan olvidar, con su
aspecto venerable, que hace ochocientos años que fu^
edificado (1).
'^ Echamos pie á tierra y fuimos en primer lugar á dar
uu paseo por el terrado, desde el cual se descubre una
bellísima vista sobre todo el valle del Sena. Estando allí
la pesada campana del castillo — de ese castillo que fué
morada de los Reyes de Francia — dio las cinco de la
tarde. Aquello nos hizo comprender que apenas nos que-
daba una hora para recorrer el Palacio. Inmediatamente
cntnunos. Vimos la anticua capilla (que construyó San
Luis); el salón de recepción de Francisco I y los aposentos
cjue ocupó el destronado Key de Inglaterra, Jacobo [I (2).
" Mientras que el (Conserje bascaba las enmoheei-
íhis llaves para abrir los salones reservados, nos refería
vu pocas palabras las leyendas del Castillo
ilí KiH residencia ya <le los Keyes de Francia desdt^ el si^lo X, y
i'^turi 8ii(-eMvaniente la ocuparun con preferencia á todas, hasta que
I.UÍ8 XIV edirtcú ^íl pnlacio (le Versalles. Aquel orgulloso monarca veía
•un digmisin desde las wiitanas del Palacio de San (iermán las torres de
Shu L>i*inisi«', las cu:des Je recordaban la muerte, por estar allí los se-
pulcros de i<)8 Keyes de Francia. Deseoso de olvidar que liahía de perder
lü vida, huscó entonces un sitio del cual no alcanzase á ver esas torre
t^rídicrts, y ae rtjó en Versalles.
1 2) Allí muriú r^ años después de que le destronaseu en 1702.
126
BIOGRAPÍA
- Dieron las seis de la tarde y aún no habíamos con-
cluido de ver los salones. Continuamos, pues, al través de
os aposentos casi sil. detenernos. . . Al fin llegamos al-
ioudoir que fué de la La Valliére. Allí nos par.4m08 algu-
nos momentos á respirar. . . . Pero mientras que mis com-
pañeros hablaban de la belleza de aquella histórica y des-
dichada mujer, mi mirada se fijaba con preferencia en los
oíos de cielo de una de las damas del paseo, «my» gracia
y donosui-a no áerían inferiores á las de la tavonta de
I uis "^IV
' «' Despuéíí de recon^r la larga tila d« aposentos que
fuoion habitados por Luis XIV, antes deja construcción
del Palacio de Versalles, aposentos que Napoleón desti-
nó para los alumnos de la Escuela de Caballería, y e»
Lde hoy habitan los Guardias de Corps, resolvimos
"' " SL^oTÍla portada del Cantillo d las siete de la
tarde la luna brillaba sobre un cielo despejado, y res-
ptrábamos un ambiente perfumado por la« Pñn.e.^ flores
Lia primavera. Nuestras compañeras subiemn 4 su.
respectivos carruajes ; nosotros nos acei-cámos á las ven-
tardllas para despedirnos antes de «'^P'"-*»""^' P";;^^^^
deberían seguir directamente á sus casas, y nosot.os á la
luiéstra, al Uegar á París. Las saludamos ellas partieron
adelante : quizás no las volveré á ver jamás
" ^sí concluyó un día que será en mi existencia como
un oaíis en el desierto ; un poético y fugaz idilio dentro
'' ^Í;T Í;l:-Jueves santo-Estuve hoy en el pa-
seo d¡ Long-Champs, lugar que en otro tiempo era con-
. ourridísimo, porque según lo que se usase ese día se faja-
ba la morfa para todo el año (1). ^or^p^J^'^^'f ^f^^
profana de dos filas de carrozas, por la mitad de la alame-
da, llenas de mujeres espléndidamente vestidas, y á uno
n Hov se llama esta aUmeda de las ^c.ci..,y aU: se da« cita t^a«,
JICLZ de pan-., en U pri„,avera y e, otoño, per. no ya el 4neve-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 127
y otro lado diversiones para el pueblo. Todo esfx) me pare-
ció muy impropio para la época del año, Jueves y Viernes
Hanto, pues mañana siguen las fiestas y feria.
" Probablemente el golpe de vista debe sei* brillante y
bello cuando la estación es propicia, pero el día era húme-
do y triste. Nos llamó la atención la riqueza de los carrua-
jes de los Ministros, los Pares, Príncipes Reales y Emba-
jadoi^s extranjeros. Entre estos últimos brillaba por su
gran lujo el Embajador español, cuyo esplendor formaba
contraste con la miseria, el luto y las humillaciones que
ha sufrido aquella nación en los últimos años.
"C>)nncí allí al Duque de Bordeaux (1), niño de seis
años que iba en un carruaje con su madre la Duquesa de
Berri. Están hoy día educándole pai-a el oficio de Rey,
pues le tocará la corona de Francia á la muerte de Garlos X.
"25 Ae Marzo. — Me habían dado un billete para en-
trar en el Palacio de Borbón, reconstruido en 1804 para
el Cuerpo Legislativo (2). El edificio es notable y su pór-
tico puede competir con el de la Bolsa. Entré á un salón
que llaman de la Paz, y allí estuve hasta que un Capitán
de Guardias de la Cámara me introdujo en el salón y me
indicó cuáles eran los asientos reservados.
" El interior del edificio me pareció digno de su facha-
da, y propio para que se reuniesen á deliberar los Repre-
sentantes de un gran pueblo. Pero desgraciadamente los
Diputados nc correspondían todos al honor de aquel em-
pleo. Solamente Benjamín Constant y el Oeneral Sebas-
tiani (3) son verdaderos oradores; á tastos escuché con
(1) Después Pretendiente legitimista que vivió com:) tal liasta su
muerte.
(2) Era este edificio un Palacio de la Duquesa de Kourhon, en el cual
se t^astaron muchos millones sin concluirlo de edificar. La Revolución
Fe apoderó de él. Allí se reunieron los Qxúnientosy y después los Diputados
de la nación. En tiempo del Imperio se le hizo el peristilo corintio que hoy
tiene, y cada Gobierno le ha ido añadiendo alguna cosa más al edificio.
(3) Pariente de los Bonapartes. Hizo brillante carrera militar y en la
diplomacia. Durante la Restauración era uno de los jefes de la oposición, y
fu4 MíníHtro bajo el reinado de Luis Felipe. FJra padre de la Duquesa
128 BIOOKAKÍA
gUMto, y admiré Iha dote» intelectuales del Ministro M. de
Villele. Bn su asiente» vi al Barón Mechín (1) á Girard(n (2)
y entre otros me agradó la fisonomía de Olermont-Ton-
nerre, el Ministro de Guerra.'^
^'13 de ilfrrt/.->-Estuve en la sesión pAblica de la So-
ciedad Crütiana^ presidida por el Duque de Broglie, yer-
no de Madama de StaeL <3) M. Ouizot, de Broglie y nn
joven de la Fosse, pnmunciaron hermosos discursos, que
produjeron honda impresión en el auditorio, que eni muy
namen>M4>. Se trataba de la esclavitud y de loe crfnieoes
que Kf cometían con indefensos negros. Guando salí-
moH el Barón de Stael se ooupalia en remover las |ieHad:ui
cadenas y k^Hos que había llevado allí como pruelms
palpables de que se oiHitiniiaba el tráfico de esclavos,
puest4» que él mismo liabfa sacado aquellos instrumentos
de tortura de un navio que había llegado á Nantes aliora
tres meses." (4)
Bntre las personas que dispensaron su amistad ai jo-
ven americano, fuera de las que ya hemos mencionado,
citaremos al doctor Gabriel Andral, hijo de \u\ médico
distinguido y pudre de un abogado muy notable también
en la política actual, ArosTA dice de su amigo : "Gabriel
de Praslm, que. muñó aseMinaílH por su uinrido. Bebastinni iniuiú \uuy
anciíiiu) en 1«.'»1.
[\) Antiy^uo (ÜioDilino. Kii las Cámaras fué niieinl)n) \W la opiísií-.ión
hast.i l^:Ui, cuíindo í.)htuv(í ompleí) lucrativo.
(*J) Hl (N»n(le (]h íiirardÍM liabía sido discípulo de Ixuussoau. DuratiU;
líi Unvulucióu lué deiensor dtí l.i monarquía, después fit' adhirió á Imi
lloíiapiírtes y paso á Kspaña f'»u -losr. Kulaópoca dn 1k IJesíauratiór
era mi«Mnbrn tle la oposición.
{'.)) Aquiles, Lt^-Mício, Vii'tor, (Jailus Üuque de HlMi^lie, desceiidieiile dtí
iiomlnt'S lie Kstado y de vn^rreros, liabía nacido en 178.'. IN'jdio a .su pa-
dre ^guillotinado ; vidvio u Francia al concluir la Uevoluciiiu y desempe-
ño misiones importantes, casó t:on Albertina de Stail, liu« Kuibajailor,
Académico, Ministro de Estado etc. Entonces' se liallaba í'ntre !<'S \úíe-
rales njoderados. Murió en IfíTo de edad muy avnnzada.
(4) Kl Barón de Stael era el hijo mayor de Madama de blacl. Había
nacido en 1790, y así como su madre se distinguió por el talento, hu her-
mana (la Duquesa de Broiílie) por la belleza, él se hizo notable por «m
bondad inagotable y sus actos de filantropía. Murió jown todavía en
18J7.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA» 129
Andral, aunque muy joven todavía, indudablemente será
hombre ilustre." Con efecto Andral lo fué, y su nombre es
talvez el más notable entre los médicos científicos de la
primera mitad de este siglo. Miembro de todas las Acade-
mias científicas, escribió obras sobre anatomía patológica
que llamaron la atención de todos los médicos del mundo.
En un banquete mensual, en el cual se reunían
todos los colaboradores y corresponsales de la Bevista En-
ciclopédica^ al cual fué invitado Agosta y asistía todos
los meses, conoció y trató al historiador Sismond de Sis-
mondi, que le tocó al lado la primera vez. " Era éste,
dice el diario, hombre sencillo y campechano á pesar
de su instrucción y fama." (1)
En otra ocasión le tocó de vecino el famoso Almirau-
te inglés, Guillermo Sidney Smith. (2) "Me pareció, obser-
va, hombre llano, lleno de ciencia y vivísimo á pesar de
su edad."
Encontramos en el Diario, que nos ocupa, una lai'ga
y minuciosa descripción del Palacio de Versalles, de los
(1) Sismond de Sismondi era de familia de origen italiano, nacido en
(finebra en 1773. Durante la Revolución francesa visitó varios países
europeos. En IfcfOl escribió su primera obra y de 1807 á 1818 escribió en
16 tomos su magna llistoriade las Repúblicas itaiianas. Amigo íntimo de
Madama Staí-l la acompañó en su viaje á Alemania, y entonces escribió
Ja Historia de la litciatura del Medio día do Ewo-pa, La Histeria dt los Fian-
ceses tu 30 tomos, lo ocupó hasta su muerte ocurrida en 184J. Durante
lüS intervalos que le dejaban la publicación de esa obra tuvo tiempo
para escribir además artículos sobre asuntos ect^nómicos y de historia.
Fué autor también de novelas y varias biografías. El conjunto de sus
ubras formarían una biblioteca de más de cien volúmenes. Era porsu.
puesto miembro de la Academia Francesa etc., etc.
(2) Este famoso marino inj,dés había nacido á mediados del siglo wm
Los primeros años de su vida Jos había i)a^ado en ejupresas marítimas
de toda especie. Capitán de fragata desde los diez y nueve afios, sirvió
en todos los mares de Europa, y cayó prisionero durante Jo Ke\olución
trancesa contra Ja cual combatía. Se escapó milagrosamente del Templo.
Ai regresar á Ini'laterra le coníiaron las mejores escuadras que comba-
tían contra Napoleón y auxilió á ^odcs los pueblos que quisieron lucíiar
contra el Emperador francés. Sin embargo desde 1810 se habla retirado
déla vida pública para dedicarse en cuerpo y alma á la obras defilantro.
pía y beneficencia. Murió en París en 184o.
130 BIOGRAFÍA
objetos más interesantes que alK se encuentrau y de
cuantas Impresiones le produjeron ; pero no transcribimos
todo esto por que nos parece que aquel lugar es demasia-
do conocido, así como lo son los ^luscos y espectáculos
parisienses, que describe circunstanciadamente.
Sin embargo, creemos que no estará por demás copiar
aquí lo que dice de las Tullerías. Como ese Palacio ha des-
aparecido, incendiado por la Comuna en Maj'o de 1871,
bueno será que reviva un tanto en el recuerdo de nues-
tros lectores que yá no podrán verle.
" 26 de Mayo, — Con M. Bertrand me dirigí á las doce
del día á la plaza del Carrousel, á cuya hora debían en-
contrarse allí algunos compatriotas que deseaban unírse-
nos en la visita que íbamos á hacer. Pero según las cos-
tumbres colombianas faltaron naturalmente á la cita. Yo
continué, pues, solo, mi visita con M. Bertrand. El Gene-
ral Gobernador del Palacio de las Tullerías, me había
enviado, previa mi súplica, una boleta para poder visitar
el Palacio del Eey que estaba en San Cloud (1).
*' Entramos por la puerta de la izquierda y nos halla-
mos en el salón de Diana, adornado con inmensos espe-
jos, hermosos jarrones de rica porcelana y pinturas esco-
gidas. Atravesamos después un salón adornado con tapi-
cerías de los Gobeliíjos, y entramos á la alcoba del Eey.
En medio del aposento veíase un suntuoso lecho de bron-
ce dorado y rodeado de colgaduras de terciopelo azul bor-
dado con llores de lis de oro ; más lejos vimos el salón del
Consejo, que no ofrece mayor interés, pero el salón del
Trono ine pareció magnífico: por todas partes muebles
riíiuísiinos, arañas de cristal de roca y candelabros de
inmenso valor artístico.
" El salón llamado de la Paz^ tiene ese nombre por
(jue le adorna una bellísima estatua de maciza plata, que
representa la Paz, obsequiada al que menos la amó, á
(1) Este palacio también fué incendiado por los prusianos, en el año
H'iaí'-ü de 1871 y hace años se vendieron las ruinas en pública subasta.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 131
Napoleón I, en 1807 por la ciudad de Araiens. A más de
ésta vimos allf los bustos de Nerón, Oomraodo y Caracala.
I Por qué, pensaba yo, babrán escogido á estos Empera-
dores romanos más bien que á Trajano y Marco Aurelio,
para ornar los salones de un descendiente de Enri-
<iue I V ! No me atreví á preguntarlo.
'^ Después de atravesar una larga galería que daba
sobre el jardín llegamos á la Capilla real. El coro, las co-
lumnas y el pavimento, todo es de mármol blanco y el con-
junto es suntuoso. AI salir de allí bajamos por la gran
gradería, y después de haber visto el salón de los Maris-
cales, el cual no tiene más adorno que los retratos de
cuerpo entero de los Mariscales, y los bustos de Joubert
(el General) de Dugommier y Caffareli, en mármol blanco,
así como de otros militares célebres.
" Todos los artesonados de los salones y aposentos
están pintados al fresco por célebres artistas ; en todas
partes se ven exquisitas obras de arte, muebles riquísimos,
cortinajes de terciopelo ó de brocado, casi siempre cubier-
tos de bordados de flores de lis; además los pórfidos, los
bronces, los jarrones de la China y de Sevres embellecen
todos los aposentos, y les dan un aspecto espléndido.
"Las pequeñas viviendas en doíuhí habita ordinaria-
mente la familia Keal, estitn cenados a ios curiosos, éstas
tienen vistas sobre los jardines. . . /'
CAPÍTULO V
i'aset) ul reineriteri»» dk'l radr*' LacLaisH — liia sesiún t-n rl Instituto
Cuvier. — (iuatreiníTe úe Quiíu^*. — KI pileta Soumet. — Sí^sioii en la
Societlad Asiática. — El Diujiie de Orlcans. — Silvestre «le Sacv. — Abel
de Kemusat. — Langlois. — Billetesde Huiiilu)ldt y del OMspt) de lilois.
Conferencia de Azais. — Carta del (ieiural Santander. — Kstunislao
Julien. — David d' Ani^ers. — El Jai din de Mantas una mañana de ve-
rano.— El teatn).
182(>.
DIAKI".
" Abril. — Pasé en el cenientei io del Padre Lacliaise
132 ' BIOGRAFÍA
'«Ni^/- ^^ ^^ ■
dos horas contemplando los suntuosos monumentos de
personas obscuras que allí se encuentran, y cuyos nom-
bres sólo existen por la vanidad de sus parientes. Me
llamó la atención en medio de aquella ostentación munda-
na una sencilla lápida, sobre la cual vi esculpida esta ins-
cripción, más elocuente y más tierna que todo el fárrago
de epitafios altisonantes con que está sembrado aquel re-
cinto ; decía así :
" Un i)adrt y tina madre á su hija única
** Lucía Dinou, muerta de ocho años. — 1824.
" Este vasto cementerio está cubierto de tumbas de
todos géneros y materiales, desde la pobre cruz de made-
ra negra hasta el mausoleo de mármol, de granito, de
pórfido y de bronce, y allí se ven desde los nombres más
humildes hasta los más ilustres.
" Un bello sentimiento ha hecho que se reúnan unos
al lado de otros los sepulcros de Masseua, Lefebre, Cam-
baceres etc.
" Vi muchos sepulcros vacíos que aguardan á los que
hau de ocuparlos. Parece que el gusto por la magnificen-
cia en las sepulturas se ha generalizado de poco tiempo á
esta parte, porque las más suntuosas no existían ahora
diez años. ¿Será esto porque los í'iauceses hau querido
indemnizarse de la degradación en que han vivido en los
últimos años, adornando el asilo en que han de reposar
después de muertos ?
^'Vi á una mujer anciana sentada sobre el verde
musgo y al rayo del sol, que hacía calceta labrando tran-
qnilauíente al lado del sepulcro de su hijo. Me dijeron
que aquella madie iba frecuentemente á acompañar á su
hijo durante largas horas. La miró; tenía un aspecto
sereno. ... Y en tanto que sus dedos no dejan de trabajar,
su imaginación, no hay duda, que le traería el recuerdo
del que está invisible para todos menos para su amoi
maternal Este espectáculo me enterneció.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 133
'^ Observé que los epitafios más realmente sentidos
eran los de los jóvenes de uno ; otro sexo, á quienes llo-
raban sus padres ¡Sólo los huérfanos no seremos
llorados ! ^
" Encontré el sepulcro de un hijo de Arrubla, nacido
en Bogotá. Vi también la turaba del Conde de Mendi-
niieta (1).
" Abril 24. — A las dos de la tarde nos dirigíraog á la
sesión pública anual de las cuatro Academias reunidas en
el hermoso salón del Instituto de Francia. Está éste
adornado con estatuas de mármol que representan á Pe-
ndón, Bossuet, Descartes y Sully.
" M. Poisson presidía la sesión. M. Ouvier (2) leyó
una luminosa Memoria sobre los progresos de la química
y los beneficios que esta ciencia ha hecho á la humanidad.
Esta Memoria, así como la que presentó M. de Quatre-
mere de Quincy (3) sobre la utilidad de las bellas artes,
fueron calurosamente aplaudidas. Pero no fueron con
aplausos no más sino con frenéticos bravos que el público
acogió los fragmentos de un poema que leyó el poeta
(1) Sin duda sería éste uno de los últimos Virreyes que España envió
á la Nueva Granada.
(2) Jorge Oristino L. D. Guvier, Barón y Par de Francia. Había na-
cido en 1769 de familia distinguida. Desde su infancia se hizo notable
por su inteligencia y dotes singulares de ol^rvación en todo lo tocante
á ciencias naturales. Sus obras sobre Anatomía comparada hicieron
época al principio del siglo XIX. Sus obras sobre mineralogía, sobre los
csamentos fósiles, los peces etc., etc., fueron tan apreciadas, que no sola,
mente le nombraron miembro y Secretario Perpetuo de la Academia de
Cieucias, sino que le concedieron toda suerte de honores y empleos.
Todos los Grobiernos desde Napoleón hasta Luie Felipe, tuvieron á' honor
«4ue tomase parte en la Administración de la Instrucción Pública. Murió
♦ín 1832.
(3) Era éste un renombrado arqueólogo. Nacido en 1755 había abo-
ado por las ideas revolucionarias, pero siendo miembro de la Conven,
ióu de 1789 tomó asiento entre los moderados, fué encarcelado y corrió
peligros inminentes de ser guillotinado. Fué miembro de los Quinientos,
^alió desterrado después ; regresó á Francia en donde se ocupó nada más
que de ciencias. Miembro de la Academia de las Bellas Artes, escribió
varias obras sobre arqueología y murió en 1849, de 94 años de edad.
^
134 BIOGRAFÍA
Sonmet (1), en el cual parece que los circunstantes (gente
toda de alta categoría) encontraron algunas alusiones po-
líticas de la actualidad.
'' A las cinco salimos de la sesión ; no había allí menor
número de señoras que de hombres.
"27 de Ahril, — A las once del día llegamos á la calle
du Bac, al recinto de la Sociedad Asiática, presidida por
el Duque de Orleans (2). El concurso no era muy nume-
roso, pero se conocía que la mayor parte pertenecía á la
alta sociedad. El salón de las sesiones es de forma ova-
lada y está adornado á la antigua, con arabescos y per-
files dorados sobre estuco blanco.
" M. Silvestre de Sacy, el más sabio anticuario de
Europa, que posee 22 lenguas, y aunque hoy cuenta se-
tenta años está lleno de vigor intelectual, leyó una Me-
moria llena de erudición en que explicaba la utilidad de
la poesía árabe (3).
" M. Abel de Eemusat (4), Secretario de la Sociedad,
hizo la relación de los trabajos de ella durante el año
trascurrido, los cuales se redujeron á obras traducidas del
chino, del árabe y del persa y la formación de nuevos vo-
(1) Alejandro Boumet estaba entonces gozando de sus mayores triun-
fos como dramaturgo y como poeta. Nacido en 1788 había entrado á la
Academia á ios treinta y seis años. Su estilo era un término medi.»
entre el clasicismo que tendía á desaparecer, y el romanticismo, que al-
boreaba.
(2) Después Luis Felipe. En torno de este Príncipe se reunían todos
los miembros de la oposición y formaban una especie de corte anticipada .
(3) Este sabio, que poseía una memoria asombrosa y un saber uni-
versal, había sido el fundador de la Sociedad Asiática, miembro de la
Academia de Ciencias, Profesor de la Sorboua, Administrador del Col»^.
gio de Francia, nombrado Bar<5n por Napoleón y protegido por los Bor-
bones y los Orleans hizo una carrera brillantísima en las ciencias y mu-
rió de 80 años de edad.
(4) Célebre orientalista. Había aprendido casi sin maestro el chino
y las lenguas derivadas de ese idioma. Nació en París en 1788, y muy
joven se liizo notable por su saber. Fué pronto miembro del Instituto,
Presidente de la Sociedad Asiática, Kedactor de Diario de los Sabios ; es-
cribió muchos libros y tradujo algunos del chino. Murió del cólera
en 1832.
DEL GENERAL JOAQUÍN ACOSTA 135
cabularios. En seguida M. Langlois leyó con voz sonora
UD ensayo sobre la literatura sánscrita ; la parte que se
refería al carácter de los indo-orientales gustó mucho y
fué aplaudida (1). Las damas que allí se hallaban (conté
como una docena, porque en Francia se encuentran
mujeres en donde menos se piensa), se habían fastidiado
durante los discursos de los sabios orientalistas, pero en-
contraron en la Memoria de M. Langlois algo que les in-
teresó bastante.
*• El Duque de Orleans no pronunció discurso alguno
como lo esperábamos, sino que levantó la sesión á las tres
de la tarde sin haber hablado sino en voz baja. Salimos
enmedio de un recio aguacero que duró todo el resto del
día y de la noche."
Más lejos refiere Acosta cómo estuvo en una sesión
interesante de la Academia de Ciencias, en la cual el
sabio Cuvier leyó un elogio en honor del célebre natura-
lista— continuador de Buffon — el Conde de Lacepede,
miembro de la Academia, que había muerto el año an-
terior.
Pero siempre de todos los sabios que conoció entonces
el que le dispensó constante amistad y singulares atencio-
nes era el Barón de Ilumboldt.
ÜIAUIf».
" 28 de Abril — Kecibí un billetito del Barón de Ilum-
boldt, en el cual me cita para que entremos juntos á la
sesión solemne del Instituto, y al mismo tiempo me pide
que vaya á las tres á su casa á trabajar con él algunos
planos.
" 24 de ^íayo. — M. de Ilumboldt me escribió pidiéu-
(1) Simón Alejíindro Langlois era célebre orientalista. Hizií muclio
en la Soc¡e«lad Asiática con sus trabajos sobre el sánscrito y escribió y
tradujo muclios libros sobre literatura de la India. Murió en liíó4 de
66 años.
136 BIOGRAFÍA
dome que fuese á su babitación á trabajar con él el mapa
del Chocó y que le diese noticia de las minas que hay
allí. Hoy recibí una carta del Obispo de Blois (1).
" 5 de Junio. — Al salir del aula de M. Arago me en-
contré con el Barón de üumboldt y entramos al jardín de
Luxemburgo, en donde tuvimos una conversación de una
hora y media, muy interesante, acerca de los últimos
acontecimientos ocurridos en Colombia. M. Duperrit rae
acababa de dar la noticia de la insurrección de Valencia
encabezada por los partidarios de Páez, noticia que no
me sorprendió pero que me afligió muchísimo ¡ Infe-
liz Patria, víctima siempre de los ambiciosos ! (2)
" G de Junio. — Estuve en casa de Humboldt, quien
me regaló una obra de ingeniería. Durante la conversa-
ción me hizo una larga discertación sapientísima acerca
de la formación de las rocas, y me habló de otras cuestio-
nes geológicas.
" 30 de Junio. — Me levanté á la seis; á las nueve y
media estaba en el Observatorio asistiendo al curso de
astronomía de M. Arago. A las once y media me dirigí
al Jardín de Plantas á la lección de M. Cordier (3) de
(1) Hó aquí la carta :
" 2-4 de Mayo. — He tardado en devolver el periódico al Capitán Agosta
porque esperaba volverle á ver. Privado de ese placer, y como preparo
mi partida para el campo se lo envío con la expresión de mis sentimien-
tos afectuosos y los deseos de serle útil.
T Grkgorio, Obispo."
(2) Habiendo desobedecido Páez, Comandante General de Venezuela,
á los mandatos del Congreso de Colombia, fué acusado ante el Senado ;
este Cuerpo le ordenó que compareciese á responder á los cargos que le
hacían. El General Páez entonces, aconsejado por el doctor Peña y
otros, se negó á obedecer y se levantó en armas en Valencia, proclaman-
dose Jefe Militar independiente.
(3) Pedro Luis Antonio Cordier nació en 1777. Fué uno de los sabios
más beneméritos de Francia. Mineralogista, geólogo, é egiptólogo,
miembro del Instituto, Par de Francia, Diputado, amigo y protector de
ios demás sabios ; se dedicó con gran celo á la enseñanza oral y no escri>
bió obra ninguna sino Memorias especiales. Amante de la ciencia por
ella misma no se cuidó de dejar su nombre de una manera permanente
en el mundo de la ciencia. Murió en 1861 á los 94 años de edad.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 137
^*^^-^^' *^'^-*^^i^S^*-*%.,^k.^S,^*,^N^V<^*
geología, la cual duró hasta las dos de la tarde. De allí,
sin perder un momento, me encaminé á la Sorbona al
curso de Física que concluyó á las cuatro. Leí después
los periódicos del día y comí en casa ; salí después para
asistir á una aula que abría hoy M. Azaís en su jardín
privado. El jardín situado al Oeste del Luxemburgo es
pequeño pero ameno. Llegué temprano y me puse á pa-
sear por enmedio de los arbustos de grosellas, de ciruelos,
de peros y manzanos, y bajo bonitos emparrados á cuyo
pie crecían macetas floridas. Yo pensaba que allí tal vez
había ideado su autor el libro de las Compensaciones (1).
" Reunidos los discípulos en el jardín, al cabo de
media hora se presentó M. Azaís. Es un anciano blanco
de canas, pero de aspecto vulgar, sin dignidad ninguna
en sus modales, aunque lleno de despejo y viveza.
^' Me sonreía la idea de oír unas conferencias (para
hacer las cuales, nos dijo que liabía estudiado treinta
años) en medio de un jardín lleno de árboles susurrantes
y perfumadas flores, en una hermosa tarde de verano, y
bajo un bellísimo cielo. Se trataba de la introducción al
estudio de la Naturaleza y el progreso de las ciencias
Pero á pesar de las gratas impresiones emanadas del
cuadro que me rodeaba, á medida que el Profesor fué
desarrollando su sistema filosófico, noté que para probar los
principios que fundaba aducía hechos falsos ; así fué que
la impresión agradable que había sentido al principio fué
disminuyéndose y cambiándose en otra desagradable,
y cuando concluyó la conferencia me retiré haciendo
(1) Pedro Jacinto Azais era un filósofo moralista muy en moda du-
rante la Restauración. Había nacido en Sorreze en 1766. £n su principio
íuó profesor en Tarbes y Secretario del Obispo. Como hubiese escrito
contra los excesos de la Revolución le desterraron de Francia. Pero
logró esconderse en Tarbes y durante su forzado encierro se forjó una
íilosofía optimista que llamó la atención, cuando al ñn de la Revolución
logró publicar su sistema de Las Compemaeiones en los destinos de la hu-
o\anidad» Vivió primero de un empleo que le dieron durante el Imperio
y después del trabajo de su pluma. Escribió más de treinta tomos de
obras diversas y murió en 1845 á los 79 años de edad.
138 BIOGRAFÍA
\.^<^^^ ^^^^^%^ * ^«^^^^^^.^^•.^^^(.^.^^^^•^^y
tristes reflexiones acerca del valor que tienen algunos
honibres vistos de cerca, y cuánto engañan las reputa-
ciones!"
Aquí viene de molde insertar una carta bastante
interesante del General Santander, quien entonces go-
bernaba á Colombia durante las ausencias del Liber-
tador :
^^ Seño i' Capif'ín Joaquín Acosia.
" Boi^otá, 28 de Enero de 1927.
" Mi apreciado Agosta :
'' Recibf oportunamente su estimable carta de 2tí de
Julio de París, en que, entre otras cosas, me manifiesta
usted sus bondadosos sentimientos por mi reelección, lo
cual agradezco debidamente (1). Usted habrá tenido par-
tido el corazón al oír la triste relación de las turbaciones
políticas que nos han aquejado; nosotros acá hemos consi-
derado la impresión que habrá hecho la agitación de
Venezuela en nuestros amigos de Europa. Suerte bien
desgraciada ha sido la de este país, de diez meses á esta
parte. El General Bolívar vino ; se fué para Caracas y ha
logrado sujetar la guerra civil (2), pero como aún quedan
por resolver cuestiones importantes acerca de la variación
del sistema ó su continuación, no puedo decir á usted lo
que resultará.
" Usted y Eoche aprovechen la ocasión de estar en
Europa para utilizar el tiempo y tomar en esas famo-
(1) El Congreso lo había reelegido Vicepresidente para un periodo
de dos años: hasta 1828.
(2) Toda Colombia estaba ansiosa del regreso de Bolívar de Lima,
así fué que se puso en marcha de regreso. El 12 de Septiembre llegó á
Guayaquil ; el 14 de Noviembre á Bogotá ; allí se hizo de nuefo cargo
de la Presidencia, y el 25 continuó camino hacia Venezuela ; en Caracas
expidió un indulto (el l.o de Enero de 1827); Páez se acogió á él y tuvo
una conferencia con el Libertador, de la cual resultó la y',\7. «'.ompleta de
la República en el Departamento de Venezuela.
DEL GENERAX JOAQUÍN AGOSTA 139
sas escuelas las lecciones qne deben formarles ciudadanos
útiles á su patria y á sí propios. Me admiro de que en
tan corto tiempo hayan hecho los estudios que usted me
enuuraera. Aquí hemos empezado á plantear una Univer-
sidad bajo el modelo de alguna de Europa, y aunque
son muchos los inconvenientes qne se presentan para
llevarla á cabo, nos esforzamos para superarlos : bastante
hacemos en bien del país con empezar á hacer alguna
cosa. Pero los estudios todavía no pueden extenderse á
las ciencias militares.
" Mucho le agradezco la minuciosidad de su carta;
las noticias sobre M. Varaigné, el liceo de M. Azais, la
Academia de M. Daunou etc., etc. Ojala me escriba
usted siempre cartas tan amistosas y curiosas.
" Su hermano Domingo ha cumplido el encargo que
en esta parte le hice cuando partió de aquí : le debo una
contestación á su carta de Roma de 30 de Enero, y se la
debo por que se me había traspapelado. Si usted tiene
ocasión de verlo ó de escribirle dígaselo de mi parte, para
que no lo atribuya á desafecto, asegurándole al mismo
tiempo, de mi constante estimación y amistad.
" Aunque han llegado Narvaez y Alvarez ninguno
me ha dado los encargos que me dice usted haberles
entregado para mí; bien que he tenido la delicadeza de
no preguntarles por ellos. El retrato del General Foy
es siempre estimable, á la par que sus opiniones liberales
y su decisión por la causa de Colombia (1).
" Salúdeme á Roche, y acúsele en mi nombre de in-
gratitud, cuando ni una carta me ha dirigido ; pero (lue
aunque sea ingrato yo lo quiero mucho.
" En medio de los fervientes votos que hago por la
ilustración de ustedes, ruego á usted que en todo tiempo
recuerde que le puede proporcionar de muy buena voluu-
(I) Famüso militav del Imperio, aunque enemigo de los excesos de
la Kevolución y servidor de Napoleón, siempre tuvo ideas moderada:*.
Durante la Restauración hizo parte de la Diputación liberal en las Cá-
maras. Grande orador, bus discursos tienen mucha fama.
140 BIOOEAFÍA
tad la ocasión de formarse hombres de importancia este
su apasionado amigo y servidor,
" F. DE P. Santander.'^
Xo contento Acosta todavía con lo mucho que estudia-
ba quiso aprender lengua china, y tomó lecciones de M.
Estanislao Julien. "Este joven, leemos en el diario, ha
aprendido en cuatro años y sin maestros seis lenguas
orientales, y se ha heclio un nombre en París. ¡ Qué ejem-
plo para el hombre estudioso ! (1).
"21 de Julio. — Estuve hoy en el taller del escultor
David. Vi hi estatua de Racine, casi concluida, el busto
de Lafayette, el de Casimiro de la Vigne y otros. David
me pareció un verdadero artista que irá lejos en los sen-
deros de la fama."
Desde entonces Agosta se ligó con sincera amistad
á David de Angers. Al tiempo de regresar á América el
escultor quiso que llevase un recuerdo suyo y le obsequió
con su retrato (el de Agosta) en forma de medallón de
bronce, y que conserva la famiha. David hizo otro para
algún amigo, y al cabo de veinte años, estando Agosta
en París, le vio de venta en una tienda de curiosidades,
y lo compró.
" 27 de Julio. — A las nueve me dirigí al Jardín de
Plantas. La mañana era una de las más hermosas y
apacibles que he visto aquí: convidaba á gozar de la exis-
tencia. Al llegar al jardín los gritos tristes del chacal de
(1) Había nacido en Orleans en 1799, y era hijo de un jornalero,
mecánico. A fuerza de talento y de estudio logró educarse en el Semina,
rio. AHÍ se distinguid por la facilidad con que aprendía lenguas anti-
f/uas. Vino á París recomendado, y le protegieron los sabios del Institu-
to. Abel de Remusat le enseñó chino, y muy en breve su reputación se
hizo europea. Tradujo y publicó gran número de obras sobre la Chin»^
En lengua sánscrita hizo descubrimientos filosóficos que se ignoraban
en Europa. Obtuvo empleos importantísimos en el Colegio de Francia;
fué miembro de la Academia de ciencias, y de otras muchas europeas.
Murió en 1S73.
DEL aENEBAL JOAQUÍN AGOSTA 141
la América septentrional ; los rugidos del león de África
y la voz de otras fieras que se mezclaban en aquel recinto
parecía como si éstas también reclamacen el derecho
de gozar en tan bello día de libertad y fuera de las inexo-
rables rejas que las encerraban. La civilización es muy
cruel, así es que para que se recreen algunos hacen sufrir
y martirizan á esos desdichados animales que deberían
vagar independientes en sus bosques natales.
" A las doce entré en el curso de M. Oordier. Me
interesó mucho la rajinera elevada conque este Profesor,
describió los diversos fenómenos de la ciencia geológica,
y me prometo no faltar nunca á su lección.'^
A pesar de la vida estudiosa del joven colombiano
no por eso le faltaba tiempo para concurrir frecuentemen-
te á los teatros, en donde oía con encanto á la Pasta,
la Sontag, la Malibran, la Duchesne, á Taima y á otros
famosísimos artistas, que entonces estaban en París. Su
espíritu, como se ve, estaba abierto para recibir todas
las impresiones y vibraba con exquisita sensibilidad bajo
el soplo de la más culUí civilización.
CAPITULO VI
Viaje á Italia. — VeneciJi y su8 maravillas. — Forrara. — lioloiiia. — baii
Petronio. — Torres iiiclinaJas. — Santa Cecilia. — Los italianos, — Ke-
cuerdüs napüleúnicixs. — La Madona d*i San Lucas Iniola. — Faynza y
.-US alfarerías. — Pesaro. — Paisajes. — Kano y sus curiosidades. — Ke-
Rcuerdos liistóricns. — lletlexiont'S. — Ancuna.
182(;.
LTno de los deseos ukís ardientes del joven Acosta iles-
de que llegó á Europa bahía sido hacer un viaje por Itiilia.
Admirador apasionado de la liepiihliea Romana — corno
todos los de su generación — y de las instituciones de la
antigua Eoma, ansiaba naturalmente conocer la patria de
los Catones, Brutos, Coriolanos, Marios y demás héroes
jM^
144 BIOGRAFÍA
Busqué en vauo la huella de la sangre de Mariuo Galiero,
pero leí la inscripción sobre un paño negro pintado en
el lugar que correspondía á su retrato entre los otros
Duxes (1).
" La Biblioteca es, por su arquitectura y magnificencia
de sus adornos, así como el número de los libros que en-
cierra, superior en muchas cosas á la de Eichelieu, de
París. Los cuadros colosales son obra de los mejores pin-
tores de Italia, como el Tintoreío, el Ticiano etc., y los
cielos son de Veronese Scliiarone etc.
** Los restos del comercio de Veneoia se reúnen en la
Bolsa, sita dentro del Palacio Ducal.
"La iglesia de San Marcos es célebre por sus aljibes
de bronce y sus riquísimos mosaicos que se ven en todas
partes, en los muros, en el pavimento, en las columnas de
alabastro aparecen como espectros enmedio de la oscuri-
dad del templo. Mucho más interesante me pareció la
Iglesia de San Juan y San Pablo. ¡ Qué magnificencia!
¡ Qué hermosura de pavimentos y de columnas ! Allí
se ven los monumentos conmemorativos levantados á va-
rios Duxes y esculturas de mármoles de todos colores
para recordar á muchos hombres grandes de Venecia.
Aquella iglesia parece más bien un panteón que un tem-
plo. Me pareció idea poco delicada el coronar las urnas
morluorias con las estatuas de aijuéilos cuyos restos en-
cierran en forma de cadáveres yacentes. La imagen de
las personas queridas y respetadas debería presentársenos
en forma de apoteosis, de pie y respirando aparentemente
toda la vida y expresión que conservaban antes de su
muerte ... '
" Después de comer vino Sandagniui y fuimos en una
góndola al paseo público. Esta es obra de Napoleón, pues
Yenecia carecía de un lugar como aquél y una calle que
(1) Bien sabido es que este Dux conspiró cun los plebeyos para arran-
car el poder de manos de la aristocracia, pero murió decapitado por
orden del Tribunal de loa Diez, en 1355, á los 80 años de edad.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 145
•^*^\^i^-v^\tf%y^* ^■^^\
condujera á él. Con gran dificultad hizo construir una
calle enlosada, la más hermosa de esta ciudad singularísi-
ma. ... En cambio Venecia tenía su independencia, que
napoleón le arrancó !
*' 24. — A las seis de la mañana salí con un criado, me
dirigí ¿i San Marcos y subí á la torre por una rampa que
í>in necesidad de subir escaleras le conduce á uno hasta
\M)KS pies de elevación, de manera que podría ejecutarse á
caballo. De allí se descubre toda la ciudad y las islas
adyacentes, la tierra firme y aun las costas de la Isla y gran
parte del Mar Adriático. ¡ Ah ! pensaba yo con melanco-
lía ; ¿ en dónde está aquel puerto cubierto de naves en
donde se hacían todos los cambios mercantiles del univer-
so? ¿En dónde aquel poderío y magnificencia que des-
plegaba la reina del Adriático?. . . Cinco buques peque-
ños en cuarentena y otros tantos en puerto franco, con
algunos barquichuelos pescadores que entraban y salían,
ese era todo el movimiento que había en el histórico puer-
to. Olvidaba las originales y curiosas góndolas que atra-
viesan como sombras mortuorias en todas direcciones por
medio de los canales grandes y chicos.
'' Pasé el canal que separa la ciudad del puerto franco,
y visité la iglesia de San Jorge, considerada como la se-
gunda en importancia, de Yenecia. San Giorgio Maggio-
re ostenta una arquitectura sencilla y elegante. El globo
de bronce que sostienen dos ángeles y que forma el altar
mayor, así como la fachada exterior é interior fué lo que
más me gustó. Existen allí algunos monumentos de
Duxes y Senadores renombrados, entre otros el de Moro-
*8ini (1).
\ " Regresé á mi posada á las nueve. Después de almor-
zar, acompañado por Guadagnini, estuve á visitar varios
palacios. En el de Barbarigo, en donde vi una Magda-
(1) MorosÍDÍ es nombre de una famosa familia veneciana muy distin-
guida. Este monumento es el de Francisco, que fué hábil diplomático,
guerrero y Dux. Murió en la guerra en 1694.
10
140 BIOGRAFÍA
^•^^^"^^ «^'^ •'■^■^ ••NX^^»^^ i^.^^^ ^^'«^ ^ .^ ^^ ^■-i- ^••^^^•^ i^Ni» ^^ w^^«^ .
lena y una Venus del Ticiauo ; en el de Pisani rae llamó
la atención la magnificencia de la escalera de márinol á
doble rampa, así como sorprende la belleza del atrio. Pero
el salón es el de un soberano, y de un soberano la cáráara
colgada con ricos damascos de colores. El salón vecino
contiene una de las obras maestras del Ticiano, á saber:
el reconocimiento de la familia de Darío ; enfrente se
llalla otro cuadro: la muerte de este monarca. Todo esto
lo conservan con prolijo cuidado y admirable aseo.
*' Salimos de ese palacio y por una multitud de calle-
juelas y puentes sobre los canales llegamos al palacio de
CDinani. Yo tenía una carta de introducción para el
Conde, pero él estaba ausente en el campo. La Condesa
envió á una bija suya — ^joven de 22 anos — para que me
hiciese los honores del Gabinete de Mineralogía, el cual
se considera como el más completo de Italia. La nina rae
señaló todo con gracia, urbanidad y modestia. La colec-
ción de mármoles es muy bella, y además, rae mostró una
colección completa de todas las tragedias, comedias y dra-
mas italianos escritos aquí desde loOO hasta 1800. Paia
completar la colección me dijo que su padre había man-
dado hacer muchas copias manuscritas.
'' Como llovía y tronaba cuando salí del palacio, lome
una góndola y fui á comer en el renombrado restaurante
de la plaza de San ^Marcos — llamado Pellegria — que no
correspondió por cierto á mi expectativa.
'* Mientras que tomaba cafe frente al restaurante uie
vino á buscar mi amigo Guadagnini, y me llevó al Gabi-
nete de Historia Natural de Inocenti. Este Profesor con-
serva con mucho esmero y diariamente aumenta la colec-
ción de minerales, rocas varias y objetos de Histoiia
Natuial.
'•24. — A. las nueve de la mañana vino el Conde C^ue-
rino á casa con billetes para que pudiésemos entrar á vi-
sitar el Arsenal y las Prisiones.
'' Tomamos una góndola y nos dirigimos al Arsenal.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 147
A la puerta están los famosos leones de mármol que se
veían en Atenas en el puerto del Píreo. Adentro vi las
salas de armas ; tomé un diseño del excelente método que
aquí tienen para colocar muchos fusiles en el menor espa-
cio posible. Vi las banderas y otros objetos tomados á los
turcos en la batalla íle Lepanto ; bajé al patio y vi las
innumerables filas de cañones y balas amontonadas ; entré
4 la fundición y perforación de los cañones, y examiné la
nueva máquina para reducir el plomo á láminas finísimas
por medio de una rueda y como motor un solo hombre.
Entré al salón en donde se fabrican las brújulas; á la fra-
gua en donde se funden y trabajan anclas y á la oficina de
las linternas y faroles. Vi el nuevo modelo para dar luz á
la brújula por medio de la reflexión ; pasé después á la
inmensa sala, que mide mil pies de longitud, en donde
hacen los cables y las cuerdas de cáñamo ; me señalaron
los depósitos de artillería; los estanques en donde se su-
mergen los buques y la goleta que acaba de construir el
Emperador de Austria ; vi el navio que se ha rebajado
conforme á los tratados ; la fragata del Bajá de Egipto,
que se construye al aire libie y otros buques que están
construyéndose bajo cubierta en este inmenso arsenal que
tiene tres millas de circunferencia. Subí á la sala de los
modelos y me hicieron notar las antiguas galeras y el fa-
moso liucentauro (desde el cual los Dux arrojaban el ani-
llo nupcial dentro del Mar Adriático). . . .
"Después de tres horas salí á las doce del día, junto
con mil obreros que allí trabajan. Los venecianos que me
acompañaban dijeron que al principio del siglo encontra-
ban ocupación en el Arsenal no menos de tres mil traba-
jadores, y en la época del mayor auge de la República se
contaban hasta quince mil y más obreros!
" Del Arsenal nos dirigimos al Palacio Ducal.
'* Después de haber recorrido una larga fila de apo-
sentos decorados de diferentes estilos, con puertas magní-
ficas, galerías de cuadros en donde se admiran las obras
1 U UIO(rKAFÍA
ílií 1'iiítoi(;to, <lrl Varones, Palma etc., bajamos por la
^iainl<; rKí';i!(!ia íjuc. H(} considera como la obra más bella
íln jn(|iul(M!l.iiia en Venecia. Pero no quiero olvidar entre
l/inl;is niaruvillas las tr(\s (jue niás me gustaron allí, «^
Niihcr: un fresco (|ue se halla en el vestíbulo, 3^ que repre-
Ncnia la VartUln dr Adonis para la caza ; un cuadro en el
oíaloiio: J(suvrisU) muerto^ y una bellísima Fírí/e>i que
Na|M»lcón hacía colocar siempre en su cuarto.
** ... A las (los di* la tarde estábanu)S en la pueiía
de las IMsuMics tic lisiado. Después de algún rato de
disputa con los caicelcios, al lin me dejaron entrar. Las
dos robustas puiMlas st» abticron y cerraron, quedando
alucia los vcnciManos cpic me ai:<)mparial>an, pues á csto^
ci.i pioliibula la cnirada á esas c/irceles.
'* Tu^s csbinos \\w i'ondujcron por tt>das parlo, prii»
cvMi\\» no lemo que e.sio se nu* tílvide jamás, no lue dctei -
v;o a dcscubiiias ^n .,. Al cabo de media hoia s^i'í i"-
n\ie\o al ane hbie, dando la vuelta por el Palacio l);:_i .
utvbci^adv» couna los horabres que tánío aire han «I-^sv'r-
>;adv» eu aloi mentar á sus sc:nc;aí;:es.
** V\\ e! cato de Iv^s «/;i? •;.> e:;cv»r.íió á mis ovir.ui'rr^ >.
lovs oua\'N u\e d:;owvi .i.;e el lio^ieit.o a::s::i.w » se ;^:i: i-
tcsMba sicuípie :i;.:\ v<l\vo v cíe a i^. :; ic:::e : *> iv::--:: :
tancas q;\e !vvi \v , .\ .;.>> \'-s.«: ^K»r «ic'.::» e-->v.-:: -
dv^ \;s IV*\ks A.tvS- C : .\ .ut.sT.iS o v .»:a' !.^ .í? ■
• I
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 149
urna de pórfido con pie dorado colocada en la testera de
la sala y que contiene el corazón de Canova, el mayor es-
cultor del siglo (1). En la sala vecina se encuentra el
modelo del monumento que deben elevarle los venecianos.
Estos le profesan una profunda admiración, y el que quie-
ra participar de ella sólo tiene que contemplar despacio la
íTebe de su mano que se encuentra en el salón de escul-
turas de este Palacio."
El cuaderno del cual hemos extractado los anteriores
apuntes se halla trunco, de manera que no podemos rea-
nudar el Diario sino después de algunos días y á la salida
de la ciudad de Ferrara que visitó una vez que hubo re-
corrido á Venecia y sus contornos.
'' 30 de Agosto. — Se sale de Ferrara I>or una alameda
que mide más de dos leguas, sombreada por olmos y otros
árboles. Todo aquel país, ó más bien todos los habitantes
pobres de los alrededores de la ciudad se ocupan en el cul-
tivo del cánamo, el cual, cuando lo pudren para sacarle la
fibra, exhala un olor fetidísimo, olor que nos atormentó
durante muchas horas.
" A las cuatro y media de la tarde entró nuestra
diligencia á Bolonia por una hermosa puerta.
^^ Todas las calles de la ciudad tienen galerías y pórti-
cos más altos y uniformes que los de Padua, por consi-
guiente es más claro su aspecto y sus calles menos tristes.
" Vi la fuente de Neptuno, obra del famoso Juan de
Bolonia, pero pareciéronme sus ninfas poco decorosas y
muy inadecuadas para el ornato de una ciudad papal.
" La iglesia de San Petronio, el Patrón de esta ciu-
dad, es casi tan grande como la Catedral de Milán, y su
arquitectura se le parece. Señalan sobre el. pavimento de
(1) Francisco Canova, nacido en Poasagno en 1757, murió en Venecia
en 1822. Fué uno de los regeneradores de la escultura moderna.
150 BIOGRAFÍA
la nave izquierda el meridiano de Cassini. Me llamó par-
ticularmente la atención la reja de la capilla del Santo
Patrono.
" En la iglesia de Santo Domingo también noté mu-
chas obras de escultura de primer orden. Gran número
de fachadas de los palacios particulares tienen fama uni-
versal, entre otros el del Príncipe Bacciochi, viudo de
Elisa Bouaparte, hermana de Napoleón, la cual murió
hace seis anos (1).
" En la iglesia de los Celestinos me llamó la atención
un famoso cuadro de Barbieri (llamado el Buerchino)^
cuyo colorido y cliiaro oscuro es sorprendente.
" En el Palacio de Gobierno me señalaron, en la por-
tada, una estatua que llaman de San Petronio, pero que
en realidad es de Gregorio XIII; es hermosísima y está
en actitud de bendecir (2).
^' Lo que me causó maj'or iuipresión en esta ciudad
t'iieron las torres de Musa ó Garisenda v la de Asciuelfi,
ambas inclinadas; la segunda notable por su altura y la
primera por su vetustez. Estas torres, como otras que he
visto en Italia, no tienen uuís objeto que el de embellecer
la ciudad, y sirvieron sin duda como miradores paia ubjíei-
vaí' desde allí los campos circunvecinos, lo cual no dt^jaría
de tener sus ventajas en la época del feudalismo, cuando
los señores feudales que habitaban las ciudades estaban
de continuo aguardando ó temiendo que los atacasen sus
enemigos.
''De paso para ir á ver la antigua puerta de Imola
(robada en otro tiempo por los boloneses á aquella ciudad),
me señalaron el palacio recientemente construido por
Eossini con el producto de sus obras encantadoras. Es
elegante y de buen gusto (3).
(1) Hoy es aquel Palacio el de la Justicia y Tribunales.
(2) Este Papa había nacido en Bolonia en 1502.
(3) Rossini se retiró á vivir en Bolonia cuando abandunó por comple-
to la composición de obras musicales. Desde 1848 hasta ISo^ vivid en
Florencia. En ese año volvió á París, y en una quinta, en el Bosque de
Boulogne, pasó sus últimos años. Murió en 1869, de 77 años de edad.
DEL GENEEAL JOAQUÍN AGOSTA 151
*' Seüalároume también el edificio de la Bolsa, de es-
tilo gótico, estilo que formaba un curioso contraste con
la novedad de su objeto.
** En la iglesia de San Salvador vi algunos cuadros
buenos, y en San Pablo de los Belerraitas, el famoso Pur-
gatorio^ de Quei'bino, y en el cielo de la cúpula la Visión
de San Pablo. El Cielo está abierto, no hay duda, en
aquel lugar !. . . La vida de Santa Catalina j La agonía
de San José mu cuadros bellísimos; en el segundo se ven
los angelitos que juegan en torno de la Virgen, aguardan-
do que llegue el momento de llevársela el Cielo. Los pin-
tores italianos han dado un carácter distinto á la Virgen
de los artistas de otros países : la representan en actitud
siempre elegante y natural, y la gracia conque la visten
ayuda á la expresión, la cual no es aquel monótono reco-
gimiento ó encogimiento á (^ue estamos habituados en
todos los cuadros de la escuela francesa. Pero nada me
gustó más que la Comunión de los Apóstoles. Este es
un cuadro colosal, cuya perfección corresponde á su ta-
maño. Se necesita estupenda imaginación y un genio ver-
dadero para pintar á once hombres en éxtasis, todos en
diversas posiciones, diferentes tísoriomías, y todas períec-
tas y naturales !
*' Durante mis peregrinaciones arriba y abajo, en los
templos, sentía en el alma tener que turbar las oraciones
de los fieles, por medio de los cuales me arrastraba el per-
petuo cicerone que me pastoreaba á mi pesar, el cual ha-
blaba en alta voz, como si estuviese en su casa, me seña-
laba los cuadros descorriendo con estrépito los velos y
explicando lo que no había necesidad. . . .''
Refiere largamente nuestro viajero cuanto vio en las
innumerables galerías artísticas y palacio que visitó en
Bolonia.
'^ Son tantas las pinturas, dice, que hay en esta ciudad,
t \'>
l-yS BlOüEAFIA
íj'ie al pasiir por frente de uu pórtico mire adentro y uo
pude rneuo.s que detenerme asombrado con la belleza del
fresco que lo adornaba. Me dijeron entonces que esa pin-
t'ira era la única obra que quedaba de un pintor antiguo.'*
» _. ^
Visitó el viajero minuciosamente la Universidad, el
('*n*'/r^(> de San Ignacio — boy Academia de Bellas Artes —
en el atrio notó un monumento erigido á Canova; fué á la
Ksí-uela Náutica; subió al Observatorio astronómico; es-
tuvo en el Jardín Botánico.
" Allí, dice, me detuve á saludar un vastago de plata-
/u^ra, una cana de azúcar, una planta de venturosa y otra
(la sanguinaria y la azucena de los climas cálidos
¡era la Patria que se me aparecía enmedio de los monu-
mentos del arte más perfecto ! "
Vio la Santa Cecilia y la Magdalena, de Bafael, y del
Martirio de Santa Inés, del Guido, dice : " Este cuadro
horroriza : se ve saltar la sangre de aquella garganta y
tiene yá en las facciones la palidez de la muerte "
Después de describir varias otras pinturas de fama
universal, añade : " Todos estos cuadros fueron llevados
á París por Napoleón. Los italianos los señalan con or-
gullo, como sí aquella fuera una recomendación. Debe-
rían, pues, desear la aparición de cuando en cuando de
algún invasor, para fincar su vanidad en ser robados.
¡ Pueda ser que se les cumpla algún día este antojo ! La
{^'rancia palpita con los recuerdos napoleónicos, y en Ita-
lia repercute aún por todas partes el eco de aquel nom-
bre Kn el Jardín Botánico de esta ciudad me mos-
traron una flor peruana (lue llaman Bonapartia, y otra
mexicana que han bautizado con el nombre de Hortensia
por la hija de Josefina (1).
{\) Siu embarco, en el Diccionario de U lengua de la Academia £8-
(mñola dice que la mujer del c<$Iebre relojero de París, Lepeautre, ae lla-
maba Hortensia, y á ella el naturalista Commerson dedicó la flor que
importó de la China con ese nombre.
DEL GENERAL JOAQUÍN ACOSTA 153
»\^WV/V^
*^ Los italianos, añade, bao heredado de sus antepasa-
dos el gusto por los anfiteatros á la romana. Estuve en
la Arena ó sea un Teatro diurno ; me agradó aquella di-
versión en un lugar fresco, descubierto por encima y que
tiene por techumbre el despejado cielo, oyendo al mismo
tiempo el lenguaje y la voz armoniosa de los artistas que
representaban."
Antes de salir de Bolonia estuvo á visitar la Madonna
de San Lnca^ e» el Monte de la Guardia, fuera de la
ciudad.
DIARIO.
^^ Me levanté á las cinco de la mañana y con los pri-
meros albores del día me puse en camino para visitar 1 a
Madonna de San Lucas, por una larguísima calle circuida
de capillas y pórticos. Estos llevan el nombre de cada
familia ó persona que contribuyó á levantarlos. Es este
por cierto uno de los espectáculos más tiernos que se
pueden ver, y ponen de manifiesto la ferviente fe de
aquellas poblaciones
'^ Después de caminar una legua llegué á la cima del
cerro en donde está el santuario. Desde allí se goza de
una de las vistas más extensas y pintorescas que basta
ahora he visto en Italia. A la izquierda se veían las coli-
nas y contrafuertes de los Apeninos, de donde soplaba un
ambiente fresco y puro ; al frente se extendía el Ducado
de Módena y el de Ferrara, y el horizonte se cerraba con
la cadena de los Alpes ; á la derecha se desenvolvían las
campiñas como en. un mapa, yendo á morir entre las
aguas del Mar Adriático. ¡ Qué espectáculo tan hermo-
so!.. . La llanura poblada de castillos, monumentos de
mármol y de pintorescas quintas, veíase regada por el río
Keno, el cual penetraba en seguida y desaparecía tras de
los edificios de la ciudad. La población erizada de innu-
merables torres y recostada muellemente en la hondonada
en que fué edificada, con su techumbre de cielo sereno,
lüJ^ BlOaRAFÍA
< y^ rf* ,^N^«>»*,^^.^ ^V^
respirando una atmósfera deliciosa, rodeada de todo cuau-
to hay de bello y artístico, pensaba yo, ¿ por qué circuns-
tancias misteriosas esta porción tan hermosa é interesan-
te del globo, embellecida no solamente por tantos encantos
naturales sino por objetos de arte de una cultura que ha
llegado á su apogeo, está, sin embargo, poblada por hom-
bres degradados y sin dignidad, cuando sus antepasados
han dejado en la historia la huella de su fiereza, orgullo,
valor y nobleza de ánimo ?
" Sumergido en estas y otras reflexiones visité la igle-
sia, que es magnífica, y contemplé la Madonna de San
Líicas, que fué traída de Constantinopla en el siglo once
de nuestra era. Bajé tristemente la colina y rodeado de
una nube de mendigos, la plaga de las poblaciones italia-
nas, me dirigí á la plaza y entré á la Catedral. Deseaba
ver con buena luz La Anunciación, última olua «le
Agustín Carraclii . "
xVcosTA salió de Bolonia en la diligencia; paísó el río
lieno y se detuvo en Imola un cuarto de hora, niieiilras
remudaban los caballos. Entre tanto vio en la iglesia de
Santo Domingo una Santa Úrsula, de Luis Carrachi, que
le habían recomendado, y visitó la Catedral, en la eual se
hallan los huesos de San C¿isiauo v San Crisóstomo. Esta
ciudad era célebre por haber sido Obispado de Su Santi-
dad Pío VIII, el cual hacía apenas tres anos que había
muerto.
La diligencia continuó su marcha. Pasó por la peque-
ña fortificación llamada Castelli di Bolonia y por Fainza,
Aquí Agosta corrió á visitar la antigua fábrica majólica
ó de alfareiía, de donde ha tomado su nombre en francés
de esa clase de porcelana.
A las ocho de la noche, yá oscuro, pasó por Forli, y,
por consiguiente, nada pudo ver allí. La diligencia conti-
nuó andando toda la noche y yá al clarear el día siguiente
notó que iban por un camino que costeaba el Mar Adriá-
tico. A las nueve de la mañanase detuvieron en Pezzaro.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 155
• ^ -^ >\^ ■«••N^^ -^ s*".*'^^ \
Durante las tres horas que pasó allí visitó algunas igle-
«ias y estuvo en el mercado de frutas.
** ¡ Qué placer, dice en su Diario, es viajar así en una
cómoda carroza, teniendo á la vista por un lado el verde
Adriático ; á la derecha bellas campiñas sembradas de ár-
boles y pobladas de quintas pintorescas y en perspec-
tiva á Roma ! . . . á Eoma me parecía aquella idea uu
sueño, que era imposible que estuviese realizándole tal
como lo había deseado toda mi vida ! ^
En la hermosa ciudad de Jano vio de paso el Arco del
Triunfo, erigido por Augusto, y del cual dice :
" Aún se levanta intacto y fuerte, y puede todavía de-
safiar muchas generaciones humanas. La estatua de la
Fortuna, erigida para celebrar la derrota de Asdrubal
(200 anos antes de Jesucristo), es de bronce y se halla
hoy sobre una fuente. Jano (templo de la Fortuna), di6
su nombre á la ciudad.'^
En todas partes le salían al encuentro los recuerdos
históricos y veía con respeto el teatro de acontecimieutüs
estupendos; aquí un campo de batalla, en el cual se había
desenlazado la suerte de una civilización; allá arcos de-
rruidos, ciudades olvidadas; más lejos templos paganos
convertidos en iglesias cristianas pero que aun conserva-
ban su carácter primitivo. . . . todo aquello cubierto poi
un manto de vegetación siempre fresca, siempre viva, la
cual conservaba esos recuerdos v monumentos como en
UQ engaste bellísimo.
** Las colinas, dice, verdeaban á lo lejos cubiertas de
sementeras de maíz y de trigales, y en los caminos en-
contrábamos grupos pintorescos de trabajadores que iban
6 volvían de sus labranzas y aldeas, sin acordarse de sus
antepasados que allí habían sufrido unas veces, vencido
otras y formado la historia de este país que tan grande
fué y que tan pequeño es hoy día
150 BIOGBAPÍA
^■^ ^"t^"*^ ^ ^N^S^i#
'' A las ocho de la noche entramos á la ciudad de An-
cona, y el movimiento de la población en las calles demos-
traba que aquel puerto era más activo y comercial que
todos los demás que había encontrado en las orillas del
Adriático.
'' Esta ciudad está rodeada de fortificaciones demolidas
poi los austríacos en 1814. Cuenta 20,000 habitantes hoy
día y su puerto es frecuentado por muchos buques co-
meiciales ; creo que es el único habilitado que hay en los
Estados Pontificios en el Adriático.
CAPITULO VIII
Nuestra Señora de Loreto. — La casa milagrosa de la Virgen. — Ricaua.
ti. — Macerata. — Los salteadores de los Apeninos. — Espoleto. — La an-
ti(,'-ua Veyes. — Roma.
1820.
En este capítulo transcribiremos algunos apartes de
una carta que Agosta escribió á su tío el doctor Pérez,
y en la cual da muchos más pormenores de su viaje que
en el Diario, carta que por casualidad ha llegado á nues-
tras manos.
CARTA
'' Hoy, mi querido tío, hablaré á usted de mi vi-
sita á Loreto. A las dos de la mañana del día tres de Sep-
tiembre, comenzamos á subir la montañuela á cuya cima
está aquél santuario. La diligencia iba tirada por cuatro
caballos y dos yuntas de bueyes. La subida se hacía á
cada momento más escarpada; pero la lentitud de la
marcha me permitía examinar la posición del templo^
cuyos muros macizos se elevaban precisamente por el
lado del camino.
*^ A las cinco de la mañana llegamos á la plaza, que
es muy bella, adornada con el frontispicio del magnífico
templo de la Virgen. Pero no me detuve un momento;
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 15'
• ^'^.^'W ^,^«<'*.*W»^<-'»'*. s^^.^-s»'^' ».'-■■■
apenas bajé de la diligencia, me apresaré á seguir la co-
mente de la multitud, la cual desembocaba por las cua-
tro esquinas de la plaza, y se precipitaba hacia la entrada
de la Iglesia.
" En el atrio vi una liermosa estatua de bronce de
Sixto V, y entré con el tropel de los fieles en el templo.
En medio se veía una capilla de mármol de Carrara (1).
Contra el muro de esta capilla había un altar en que
empezaban tres padres á cantar una misa solemne, que
no quise oír, sino que me dirigí á las puertas de la Casa
Santa. Detuviéronme dos centinelas con bayoneta calada,
los cuales procuraban moderar el fervor de los fieles que
pretendían precipitarse dentro cuando ya no cabía nadie
más. Yo insistí con uno de los soldados para que me de-
jase entrar, diciéndole que era extranjero, que debería
partir dentro de dos horas, y que si no podía entrar me
impediría ganar la indulgencia que aquella visita me pro-
porcionaría. Debo hacer esta justicia á los soldados de
Su Santidad, siempre los hallé amables y complacientes ;
éste, al oír mis razones, me dejo entrar sin vacilar, y yo
penetré de rodillas como todos mis compañeros, hasta el
interior del Santuario. Las paredes interiores están com-
pletamente desnudas, y son formadas de una tierra colo-
rada como ladrillo. Xo hay allí más adorno que un peque-
üo altar, sobre el cual se encuentra una Virgen de madera
ennegrecida por los años y cubierta de joyas ; al frente
cuelgan, siempre encendidas, doce lámparas de oro ; al
(1) Segnín una piadosa tradición, el 6 de Mayo de 1291, la casa que
habitó la Virgen María en Xazaret, fué, milagrosamente, trasladada á
Serrato, no lejos de Trieste, al otro lado del Adriático. Allí permaneció
tres anos y siete meses, y el 10 de Diciembre de 1294, apareció en Reca.
nati, en Macerata, y en Agosto de 1295 fuo trasportada ú las tierras de
ana señora Loretta, en donde permanece hasta el día, y en torno de la
cual se ha formado una ciudad. Más de 200,000 peregrinos la visitan
anualmente. Sixto Y mandó ediñcar el templo que hoy se ve, y desde
entonces cada Papa que se ha sucedido sobre el trono Pontiñcio ha pro-
curado hacer algún honor mayor á la casa milagrosa.
l'i> BIOGRAFÍA
lado opuesto está la ventana por donde dice la tradición
iiUf* entió el Aicángel (1).
•' Vo no pude oíi la misa que se decia con el recogí*
riiieiito que hubiera «leseado, porque las cien personas que
♦ísraíjan allí, particularmente las mujeres, parecían loea^
'le gozo: lioiaban, suspiraban, gritaban, se arrastra^
:>or t'l suelo, mordían la tierra, v, en su entusias-
volvían la espalóla al altar, me pisaban, me emp'
:ne obligaban á besar la tierra más de lo que y«
^♦j daban golpes de pecho, gemían, y no me d< ¡ •
üioinento de paz. Al mismo tiempo se oían las li.^ .
de ía multitud con los centinelas en la puerta y que iii.-
pedían la entrada VI fin pude salir, más estrujadt)
(|ue compungido, pues es imposible tener devoción en me-
dio de semejantes luchas. . . .
•' Después de desayunarme, salí á dar una vuelta por
¡a ciudad. Eran apenas las seis de la mañana, y ya todas
las tiendas estaban abiertas, y en todas ellas vendían ró-
sanos, escapularios, cintas, medallas, estampas etc., lo
cual había sido puesto en el altar de la Virgen. Además,
vendían allí libros piadosos y relaciones históricas acerca
de la Santa Casa, y cuanto pudieía interesar al viajero y
al peregrino (2).
*' La ciudad es bonita, aunque no contiene sino seis
mil almas, pero este número se aumenta hasta doblarse
con los peregrinos que la visitan diariamente. Desde allí
se avista el Aíhiático, que está á una legua de distanci;i
por un lado, y por el otro se distinguen las estrechas tie-
rras de la Kepública de San Marín, la única que ha que-
dado en Italia, gracias á su pobreza y pequenez.
*' El tesoro de la virgen había sido robado, junto con
(1) La iuiügen antiquísima de la ViriL^'en fué robada pur los invasn-
r*ís franceses. Llevada á París, permaneció allí desde 179*i liastal^Ol,
'uando Napoleón la mandó devolver á instancias de Pío VII.
(2) Existtí una profesía antífona, sei,'ün la cual la Casa Santa deben»
ser trasladada una vez más, y esta vez á Roma, cerca del templo de
Santa María la Mavor.
OEL GEXEHv. '^^^^ AGOSTA
161
18 claras que en caso de
naB, y sí de sus caba-
♦'«<
na de esas escenas
descritas, y veré
f^ tanto he oído
que me des-
• queda
le senté,
iba re-
•lena-
la imagen, por los ejércitos *.
fué restituida, el tesoro no. >
de aquellos tesoros, no Iml.: .
biera poseído tan grandes i
ban en la iglesia de LonMc
"• A bis siete contii- ,
valle que divide esta tím. .
acueduclo que provee li* .
leguas, y fué construid, i
•' Aquel valle es n\i\\ i-.'
frutales, A las ouLío me «hi'i^i
comer higos blancos, lus i-uul
mejores de Italia.
'* Desde allí hasta jMacerata se uco.i
fértil y más deliciosa de la Marca de Ane«íiiu ; .,
colinas más pintorescas, eabiertas de moreras \ ,:
panos; las cercas que dividen las propiedades son t..i
das con verdes arbustos, lo cual da al país el aspei-bj
un jardín, más bien que de terrenos de labor. La a\,vi¡
dancia de los árboles frutales y de las hortalizas, es ex-
traordinaria, y Sülo he visto en las cercanías de Xápoles
fertilidad que se le asemeje ó que le sea superior.
**Macerataes una ciudad de diez mil habitantes. En-
tramos por la Puerta Pía, arco de triunfo levantado para
honrar á un Cardenal de ese nombre. Mientras que pre-
paraban la comida, me entretuve en ver salir la gente de
una iglesia que se hallaba frente á las ventanas de la po-
sada. Xo vi una sola mujer que no tnese bien parecida,
que no estuviese aseadamente vestida, y que no tuviere
fisonomía expresiva. A pesar de que me advirtieron veiu-
' te veces que la comida me aguardaba, yo la dejé enfriar;
tan entretenido estaba.
*' A las tres de la tarde tomamos otra vez la diligen-
cia, y una hora después atravesábatnos á Tolentino, céle-
bre por el tratado que firmó allí Pío VII con el General
Bonaparte en 1797. Xo pude detenerme á ver el cuerpo
160 BIOGRAFÍA
de Sau ííicolAs, que guardan los Agustinos, ponjue delte-
ríamos pasar los Apeninos esta noche, y los hne;i»:s mis
aguardaban .
" Costeamos el Chit-nto. ... la tarda era bellísima, ei
aspecto del bosque me recordaba algunos paisajes de mi
patria; el cultivo fué dando lugar A trechos niotitaúosus,
y al fin se aciibí» tuda señal de la mano del hombro, y ln«
melanc'ilicos árboles de Judea, todo lo eutristeefaii. Kl ca-
mino erii tíiii escabroso, i)ue habíamos mudado dos veces
de caballos antes de oscurecer. Sobre las gargantas de
los Apeninos veíamos aquí y allí las ruinas de las torrea
y mnrallones de las guaridas de los señores leudaie.-.. A
las once de la noche ¡lasáinos por San Severinr», la última
población de aquel lado de los Apeninus.
" Eran las dos de la mañana; yo me íiahía dormido
profundamente, cuando me despertaron irnos clamores
confusos y voces que decían:
" Fietá, pictá, miii si{/noriI
" Me incorporé al momento, y (i la luz de las linternas
de la diligencia, que se bahía detenido, pude dístinguii'
uii gran grupo como de cincuenta ó sesenta personas en
paños menores, medio desnudos y hombres y mujeres
parecían espectros. Los lionibres estaban tau sobrecogi-
dos, que no podían articular palabra; pero las mujeres,
entre lágrimas y sollozos contaron que eran peregrinos
que Iban, ai sanCuario de Loreto, y que caminaban de
noche para guarecerse del calor del sol, cuando de repen-
te habían caído sobre ellos tres hombres, tres salteadoies,
los cuales l08 habían ilespojado no sólo de cuanto dineio
llevaban, sino también de sus vestidos.
'lau dejado robar piir
no de nuestros com-
e mataron !
da por dos Dragones
li semblante de aque-
BEL GENSBAL JOAQUÍN ÁCOSTA 161
líos bizarros militares indicaba á las claras que en caso de
peligro no harían uso de sus carabinas, y sf de sus caba-
llos para poner pies en polvorosa.
^' Al fin, pensaba yo, presenciaré ana de esas escenas
de salteadores que tantas veces be visto descritas, y veré
de cerca á aquellos hombres feroces de que tanto he oído
hablar ! Lo más que me puede suceder será que me des-
pojen de mi reloj y del poco dinero que me queda
Pero Boma está cerca y allí tengo recursos.
*' El conductor de la diligencia, á cuyo lado rae senté,
me confió una pistola y él tomó otra ; aunque yo iba re-
suelto á no servirme de ella sino en caso de que amena-
zacen mi vida.
" Continuamos así el viaje. Yo sabía que llevábamos
en la diligencia más de cien mil pesos para entregar al
tesoro público, y no comprendía por qué motivo los la-
drones habían atacado á aquellos miserables peregrinos
que no llevarían nada de valor, y no aguardaron á la di-
ligencia que los hubiera enriquecido. Sin embai'go así
fué — los bravos Dragones les impondrían miedo — porque
se pasó la noche, llegó el día, y á las cinco de la mañana
entrábamos á Foligno. Por el aspecto de sus calles juz-
gué que esta población era la más considerable que ha-
bíamos visto desde Ancona. Allí se dio aviso á la policía
de lo que había ocurrido en el camino, é inmediatamente
enviaron un destacamento de caballería en persecución de
los ladrones."
Hasta aquí los extractos de la carta. Veamos ahora
el Diario :
** 4 ¿6 Septieinlre. — Después de una corta detención en
Foligno, continuamos hasta VinCj sitio en que engordaban
á las víctimas para los sacrificios en tiempo de los Eoma-
nos. Ahora allí sólo se engordan ovejas, cabnis y ganado
vacuno.
''En E»pol€to mudamos caballos. Este lugar se encuen-
tra en el antiguo Spoletum de los Bomanos. Tiene la glo-
11
162 'biografía
ría de haber rechazado á Aníbal después de la batalla de
Trasemeno^ á pesar de que el cartaginés iba victorioso.
Coomemoran este hecho con una inscripción que se ve
sobre una portada; además señalan un magnifico acue-
ducto, obra de los Romanos.
^'Continuamos hasta Terui, la antigua Interamnii
patria de Tácito. Es una bonita población que encierra
ruinas de un templo dedicado al sol, y en donde vimos
al paso mujeres muy hermosas.
*' Atravesamos el valle encantador que separa á Terni
de Xarnia, regado por el Xerva, el cual fertiliza ricas
plantaciones de viñedos. En ese lugar vi por primera vez
plantaciones de olivares.
''Al pie del cerro que corona la ciudad, quitaron de
nuevo los caballos enganchados á la diligencia y pusieron
bueyes; éstos difícilmente nos hicieron llegar hasta la
cumbre en donde se encuentra Narni ó Narnia. Es ciudad
interesante, porque ostenta multitud de antiguos edificios
y derruidos murallones de templos paganos. Desde lo alto
de éstos se descubre un bello golpe de vista. De allí para
adelante empezamos á bajar el lado opuesto de los Ape-
ninos; ya las aguas que por aquí corren vau á caer al Me-
diterráneo.
'' A medida que descendíamos, el aire tan puro de las
montañas empezaba á hacerse pesado y caliente.
'^ Pasamos por la Sabina, Napí, Givitá, Gostelli, la
antigua Yeyes ó la Veii de los etruscos. Aquí, mientras
que mudaban los caballos, salí del carruaje y me senté
sobre el borde de una pila que por ahí había Eran
las once de la noche, y estaba tan oscuro que nada veía,
pero los recuerdos históricos de aquella antigua ciudad
me asaltaron en tropel. Veyes con su resistencia contri-
buyó en mucho al engrandecimiento de Roma. La acción
(le Camilo, que rehusó aceptar la traición del maestro de
escuela no ha dejado de tener parte en su fama, á pesar
de que los eruditos ponen en duda este hecho.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 163
'^ De la antigua Veyes do ' quedaron ni las ruinas,
puesto que los Bomanos se llevaron basta las piedras de
sus edificios para reconstruir á Boma ; pero el sitio era
aquél y yo me hallaba en aquel suelo !
^^ Un repentino temporal acompañado de lluvia y true-
nos me obligó á meterme de nuevo dentro de la diligen-
cia, la cual pocos momentos después se puso en marcha
sin cuidarse del mal tiempo.
'^ En breve, cuanto hasta aquí me habfa encanta-
do— vegetación, vida, cultivados campos, bellezas natura-
les— todo esto fué desapareciendo ; nos acercábamos al
patrimonio de San Pedro, y tal parecía como si hubiése-
mos salido de Italia
'^ A medida que avanzábamos por la vía Oasía, íba-
mos notando á trechos algunas ruinas, las cuales se fue-
ron haciendo más y más frecuentes, hasta que al fin
empezamos á' distinguir á poca distancia la multitud de
torres que anunciaban á Boma. '
'^ La mañana era opaca y los edificios se levantaban
sobre un fondo oscuro y como entre sombras, lo cual au-
mentaba la solemnidad del espectáculo
'^ Pasamos el Tíber, sobre el puente Molle, tomamos
la vía Flavia y entramos á la Oiudad Eterna, por la puerta
-del Pueblo. Yi una plaza ; en medio de ella se levantaba
un obelisco. Tres calles parten de allí al Interior de la
ciudad. La de la mitad se llama el Corso. Estoy en Boma!
pensaba yo, arrebatado, este ha sido el objeto de mis
mayores deseos, con esto había soñado toda mi vida !. . . .
164 BlOaBAFÍA
VV^ \^ ^\*^*%^.^s<«>^>«%.#\.^^»^v^*«^.^^
CAPÍTULO VIII
£1 Secretario j el Ministro de Colombia. — El Panteón de Agripa.— La
plaza y la B&sílica de San Pedro. — Loa Estuardos.— Varios antiguos
monumentos romanos. — Villa Borgbese. — León XI( en Santa Ma-
ría del Pueblo. — Grodoy. — Las ternas de Caracalla. — El sepulcro de
los Esci piones. — La Vía Appia. — El templo de San Pedi'o y la Re.
forma. — El Museo. — Santa María de los Angeles. — Santa María la
Mayor. — Iglesias. — Templos paganos. — Teatros. — Uontrasfces. — Cos.
tumbres populares. — El Foro Romano. — Romaá la luz de la luna. —
Estatua de Pompeyo. — Celebridades — Thorwaidsen.
1820.
Pocos momentos después de Uaber llegado á su posa-
da el joven viajero se encontró estrechado entre los bra-
zos de su hermano Domingo, quien como hemos visto, era.
Secretario del Ministro colombiano cerca dtf la Santa Sede
y de quien hacía años qué se había separado.
Inmediatamente Domingo le fué á presentar al señor
Tejada, que vivía en el Palacio líegroni.
'' Tejada, leemos en el Diario, no es un anciano triste
y cargado de años y de penas, como me lo habían pintado.
Al contrario, es un hombre robusto, activo, lleno de vive-
za y de movimiento; tan cierto es que la vida de Europa
conserva la juventud y la energía, porque se vive con el
espíritu ! ^
Ese día vló la columna Antonina y el Panteón de
Agripa, " Este monumento, escribe, recuerdo vivo de la
grandeza de la antigua Boma, dedicado á todos los dio-
ses, se ha conservado tan bien, que parece como si éstos
se hubiesen conjurado para sostenerlo y que no se arrui-
nase. Sus innumerables columnas de granito, ennegreci-
das por el tiempo, me inspiraban cierto sentimiento de
respeto, parecido al que se experimenta con la vista de los
sepulcros; ¡era efectivamente el sepulcro de una civiliza-
ción olvidada !''
El señor Tejada le exigió que comiese siempre con él
BSL aENEBAL JOAQUÍN ÁtOSTA 165
mientras qne permaneciese en Boma, y puso á sus órde-
denes su coche para toda ocasión en que lo necesitase.
El 4 de Septiembre, al día siguiente de su llegada á *
Boma, Agosta se levantó con el dfa y salió á la calle con
el objeto de orientarse y familarizarse con las calles y no
tener que buscar quien le condujese por ellas. Deseaba
descubrir él mismo los monumentos que conocía 3'a por
las descripciones que de ellas babía leído.
Aquella mañana fué á dar al puente de San Angelo
y á la plaza de San Pedro. Sucedióle lo que á toda per-
sona que ve esa plaza por primera vez : le pareció peque-
ña. Son tan inmensos pero tan armónicos los edificios que
la rodean, que no parece grande ; pero cuando quiso atra-
vesarla comprendió su enormidad. Otro tanto le sucedió
al entrar al templo más famoso de la cristiandad, le creyó
más chico de lo que esperaba, pero á medida qne iba com-
parando los objetos unos con otros se penetró de la
maravillosa grandiosidad que reinaba en todas partes.
'' [ Oada capilla, escribe, es un templo y cada angelito,
hasta el más insignificante, es un gigante! Pero no cae
uno en la cuenta de aquello sino al cabo de uh rato. Yo
estaba absorto de admiración ! Ese pórtico de bronce,
bajo el cual se halla el altar mayor, el cual tiene por
único adorno un crucifijo y ocho candelabros de plata, im-
pone por su elegante sencillez, en medio de tanta profu-
sión de tesoros derramados para construir el edificio. Ka
he visto nada que me dé idea más completa de la verda-
dera majestad como la noble proporción que todos los
objetos guardan entre sí. La estatua de San Pedro, situa-
da b^o un solio, con las llaves en la mano y sobre un pe-
destal que apenas mide un metro desde el suelo, demues-
tra mejor que todo Ja idea de que el Santo, bajo cuya ad-
vocación está el templo, ocupa con respecto á Dios ud
lugar subalterno, y que sólo al Omnipotente se adora, y
San Pedro es el intermediario entre el Cielo y la Tierra
'^ La capilla subterránea, en donde reposa el cuerpo del
166 BIOGRAFÍA
Apóstol 86 halla alumbrada por 112 lámparas siempre
. ardiendo. Grandísima impresión me hizo aquel recinto. . .^
Describe circunstanciadamente la mayor parte de los
tesoros y maravillosos objetos de arte de aquella Catedral,
pero todo esto ha sido tantas veces ennumerado por los
visyeros, que no transcribiremos aquí sino el último aparte :
^^ Antes de arrancarme de aquel templo — cuyas be*
llezas no pueden ponderarse jamás suficientemente — qui-
se ver el túmulo de mármol blanco, bajo cuyas losas re-
posan— lejos de su patria y olvidados por ella — las cenizas
de los últimos descendientes de la familia de Estuardo.
Bastará decir que el monumento es obra de Ganova, y que
es digno del artista y de su objeto."
Más tarde ese mismo día, estuvo con su hermano y el
señor Tejada, en el Monte PinciOy visitó la Plaza de Ve-
neciaj el Palacio Doria^ la Columna de Trqjano^ y el
arco de Séptimo Severo. ^
^' Consideré, escribe, con un sentimiento de pesar y
de respeto las ruinas del templo de Bómulo, converti-
do en el vestíbulo de una iglesia ; las columnas de gra-
nito de la fachada del templo de Antonino y de Fans-
tina; la basílica Emiliana; el templo de VenuSj del cual
sólo queda la base ; el arco de Constantino^ que está en-
tero ; admiré el Anfiteatro FlaviOj ese monumento co-
losal que se levantó en cuatro años, lo que comprueba
cuánto era el poder y la riqueza de los Emperadores ro-
manos. Desde la parte más elevada del anfiteatro pude
contemplar los montes Celio, Aventino, Palatino etc."
Al regresará su posada pasó por fíente del Palacio de
los Césares, el cual estaba habitado, dice con dolor, por
un rico inglés !
Ese mismo día fué con el señor Tejada á la Villa
Borghese^ que pertenecía á los- Príncipes del mismo nom-
bre. Describe largamente el camino pintoresco que tu-
vieron que recorrer desde Eoma hasta el Palacio ; los
jardines que visitaron, las estatuas, pajareras, templetes y
juegos de aguas que embellecen aquella mansión deliciosa.
BEL GENEBAL JOAQTTÍN AGOSTA 167
Llevólo por la noche un joven mejicano, de apellido
Lorenzana, á casa de unas dainas romanas, <]pae tocaron
piano y arpa, " pero las cuales, añade, aunque amables y
artistas, eran bastante feas."
Continuó durante los siguientes dfas visitando los mo-
numentos más notables de Boma; pero como no pode-
mos seguirle á todas partes, haremos apenas algunos ex-
tractos de lo que dejó escrito.
DIABIO.
" 8 de Septiembre. — A las ocho de la mañana me en-
caminé á la Plaza del Pueblo, en donde hallé yá formado
un medio Batallón de infantería y un piquete de drago-
nes que agurdaban el paso de Su Santidad, quien tiene
costumbre de ir á la iglesia de Santa Marfa del Pueblo,
el día de la Natividad de Nuestra Señora. Sin detenerme
á mirar esta tropa entré á la iglesia y llegué sin dificul-
tad hasta el límite ó barrera que dividía el recinto con-
sagrado á los Cardenales y eclesiásticos y aquél que de-
berían ocupar los curiosos. Los bancos de los Cardenales
estaban más elevados que los de los Obispos, y diversas
órdenes de religiosos y veíanse tapizados con ricas telas de
colores vivos. El asiento y el Solio del Pontífice era de
plata y oro, y cubrían las gradas rica alfombra encarnada.
'^ La iglesia estaba engalanada con damascos suntuo-
sos, y por todas partes se veían grupos de diáconos y mo-
naguillos, unos de negro y otros de morado, con sobrepe-
llices unos y sin ellas otros. Estos revoloteaban de un lado
á otro, daban órdenes y arreglaban los últimos adornos.
Los alabarderos, con sus vestidos á la antigua, se pasea-
ban por en medio de la multitud de fieles que - llenaban
la iglesia y rezaban con más ó menos fervor.
De repente y en medio de completo silencio, llegó el
séquito de los Cardenales seguidos por los Obispos. Uno
de éstos llevaba en las manos una rica mitra, y detrás de
todos, en hombros de sus sirvientes, vi llegar en andas al
l'V* BTOtraAFTU.
Pinr'díie ie a ir-^oaüiiai r?A píT^iáriiio coa capa de coro
'jianria j ir*;» ulcra •ie oco i«j»xe j& ¿rente.
p<*ri» Tr.'írí*, A'..-:»j-«i q«j es m-ij AaiiLWi«>— tleiie sesenta y
4ñtH i.'i;*»r— ia •inirr^.iz.j y no am-i la viiL* ; sumamente
-/¿rv> 7-.-7> r-nrií'ix sí-^nipre 5<xo y »i-j mis compañía
•* O' !a r:.!-'*^. El izanro era rr.i¿a'ü»:o ; de ana ejeca-
';'.>. VjrprecJente^ pero las Vl>^¿s de I«>s eanao» en el
t/ir/.p'O drrí -SíLordel Uaiv-erso, -re eaiso acá impresión
»> KAlrr¡itar qae no pae^io describir
-En I*>i paikrtj^ p.ibl:eu6 en medio de I»3o nobles roma-
r*'>í*, •! ¿ Godoy (2; q^ie posealKi coa ciuoha frescara en-
tre lo* descecdientéá de I»>s ant;gii«>¿ roaianos. Me seña-
laron .%a Palacio, que es ¿iintac»so por cierto.
'* Eotre laá d*4mas de la alta sociedad que tave oca-
h'/jn de ver, no not*í belleza, graciü, ni originalidad : mien-
tras qie entre las majeres del pueblo noté tipos de be-
lleza y nobleza innata, que llamaban la atención; con su
vestido pintoresco, jubones atados con cintas en la espal-
da, y panos cuadrados sobre la cabeza tenían un porte
digno y grave de que carecían las damas.
" 9 dé /Septiembre. — Estuve en las Ternas de CaracaUa.
La primera impresión que allí se experimenta es un profun-
do útMlán por todos los edificios modernos. Al recordar
Ion de estos tiempos parecen pequeños y mezquinos en com-
paración de los antiguos. Aquellas moles imponentes y ma-
cizas que parecen inmensas rocas, esos arcos y bóvedas
de una estructura tan atrevida y que no necesitan ador-
nos para que parezcan grandiosos, do podrán nunca com
íí) Kl'^ato favorito de León XII pasd á manos de Cbateaubriand,
f{UiHn HutA^fA de £mt^jador en Bomacaando murió este Papa en 1829.
í'¿) Kfit^ favorit<j de Carlos IV vivía entonces retirado en Boma,
iiií mentándose, dice en sus memoriai (página 395, tomo 6) de las migajas
de la mesa de los Beyes de España, los cuales vivieron de prestado hasta
4U mtK'rte. Oofloy mariden París en 1851. Entonces hacía diez años
que había muerto Carlos IV.
DEL G£N£KAL JOAQUÍN AGOSTA 169
pararse con nada moderno ! ¡ Entre las grietas de esas
magníficas ruinas crecía un mundo de plantas silvestres,
y bajo las bóvedas del templo de Apolo rebuznaba un asno^
cuyo acento sonoro despertaba los ecos de esos edificios
históricos ! ¡ Qué ironía !
'^ Me detuve para contemplar el sepulcro de los Esci-
siones^ bajé al subterráneo con una luz y leí las inscrip-
ciones que aún se conservan sobre los sepulcros de aque-
lla famila ilustre enterrada allí hace más de dos mil
años Al salir arranqué una flor silvestre que crecía á
la entrada
"Eecorrí la ina Appia^ sembrada de ruinas y
de sepulcros ; después de pasar bajo el arco de Triunfo
de Druso seguí hasta la iglesia de San Sebastián, por
donde se baja á las Catacumbas. Volví, por el Toro, á los
huertos Farnesios, en donde se ven los restos de la mora-
da de Augusto y las gradas que llevaban al monte Pala-
tino pero en todas partes sólo se veían ruinas y es-
combros. Entre los derruidos muros del Palacio de los Cé-
sares crecía la viña silvestre, y en el antiguo recinto de
los salones imperiales nace la hierba y prospera la orti-
ga El Circo Olímpico es hoy una serie de huertas y
sobre el monte Aventino y el templo de Juno se alza una
iglesia católica. Sin embargo, aún se ve la pirámide que
señala la tumba de Cayo Sextio.
^' Me llamó la atención una obra bien conservada que
recuerda los últimos días de la Bepública romana, á saber,
el sepulcro de Cecilia Metella, la esposa de Craso. Este
es un macizo torreón, el cual á pesar de contar mil
novecientos años de construido, aún conserva clara la ins-
cripción grabada en su frontispicio.
** 11 de Septiemire. — A las ocho de la mañana em-
prendí de nuevo la visita de la Basílica de San Pedro,
que sólo había visto una vez. Este inmenso templo se
recorre de tres maneras : por encima, por dentro y por
debajo
170 biografía
'^Subí hasta el globo de bronce que corona la elevadí-
8ima cúpula del templo, más alta que las pirámides de
Egipto. Desde allí se goza de un espectáculo único en el
mundo, y se descubre casi todo el Patrimonio de San
Pedro, desde el jardín del Vaticano, el curso del Tiber,
Viterbo y Frascati, hasta el mar Mediterráneo "
Después de enumerar la mayor parte de los monu-
mentos de arte que encierra aquel histórico templo dice :
" Un encanto irresistible me atrae siempre hacia el tú-
mulo de la familia Estuardo Los dos genios que lo
adornan contribuyen poderosamente á aumentar el encan-
to é interés que despierta siempre el recuerdo triste de
esta familia desgraciada.
'* Después de haber recorrido en cuatro horas lo que
costó tres siglos y medio de trabajos inmensos y de haber
derramado allí tesoros incontables y perdido para la fe
católica la mitad de la Europa, salí al ñn al aire libre.
Iba meditando tristemente cómo la suerte de los impe-
rios suele á veces depender de causas imprevistas : la Ee-
forma no tuvo otra causa , ó al menos se aprovecharon
muchos de la necesidad que se tenía de dinero para la
construcción de esta Basílica para que la venta de las In-
dulgencias produjese un rompimiento con la Iglesia en
Alemania ; y el descontento de muchos países con los
agentes de la Santa Sede, dio por resultado la separación
de dilatadas provincias de la fe católica romana !
" 12 de Septieiribre. — En la gradería del Capitolio vi
los leones de basalto, que hermoseaban los baños de Agri-
pa. Al pie de éstos fué asesinado el tribuno Bienzi. Tam-
bién contempló las estatuas de Castor y Polux, los Tro-
fe os de Mario y una piedra miliaria de la Via Ajypia.
" Me dirigí al Museo; pero como aún no podía entrar
por ser muy temprano, me asomé á la roca Tarpeya. Esta
tenía antes treinta y dos metros de elevación y hoy ape-
DEL aSNEBAL JOAQUÍN AGOSTA 171
Das mide dos ! Se halla eu el jardÍQ de una vieja que la
seuala á los viajeros eu cambio de algunas monedas, ast
esta infeliz, como todos los descendientes de aquellos ñe-
ros romanos que fuerop dueños del mundo, vive triste-
mente de las limosnas de los extrai^eros y de los glorio-
sos recuerdos de sus antepasados P
A COSTA hace larga descripción délas maravillas artís-
ticas que vio en el Museo, asf como de cuanto contempló
«n el Quirinal, entonces residencia del Papa; de la visita
que hizo á la fuente de Moisés y la iglesia de Santa Ma-
ría de los Angeles en el sitio de los antiguos baños de Dio-
cleoiano etc.
Hablando de Santa María de los Angeles escribe :
'^ Este templo es el que más me ba gustado de cuan-
tos be visto basta ahora en Italia/ Tiene la forma de una
cruz griega perfecta, sostienen el edificio columnas de
granito y no tiene más adorno que una docena de cuadros
de los mejores pintores, cuyas copias en mosaico había
visto en San Pedro. Entre estos el Martirio de San Se-
bastián^ del Domiuiquino, pintado al fresco, es maravillo-
so, Pero todavía es más admirable la manera como logra-
ron desprender esa obra de arte de los muros de San
Pedro para trasportarla á esta iglesia.
^^ Ai entrar en el vestíbulo de Santa María de los
Angeles noté dos monumentos elevados á Salvator Bosa
y á Maratta, dos famosos pintores italianos.
^^ £1 claustro, formado por cien columnas, mide como
un cuarto de milla de círculo. £1 ángel que sostiene la
pila es obra de Bernini y de bellísimo mármol blanco
^' De allí pasé á visitar á Santa María la Mayor,
iglesia que tiene dos fachadas igualmente bellas. En la
plaza, frente de una de ellas, se encuentra un obelisco egip-
cio, de granito oriental ; y en la otra plaza, frente á la
segunda entrada, se ve la única columna que ha quedado
-^•t;^- i*^-i-íi!í"_~T.ji u i-enni'.f tit- ,1aii-. El ¡l c^:<'.''¿ i:'.
>.-::■ j'.i *■?-, ir iL'-'n-JiiieiiK' {■ svpu'.L'-f iit S-ii 7'i( ~. í!
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.-:ií úií r-.:ii;bf ut -Tiíi-^rí" 2í-ritt, e' ii.in >?■ p '—
í-'!-,'!( Cif'itlH. i_-ii*- '.i'^'ii iti::;i. ¿ L.m.i dt- hlii i';.-rr:;.'- j
pf'.i >■-» I.'" "re'.ui-.net titr :u t.vwifl NPi irt. siii'T.p-a::!. ■ ■■:
i*, cjiji't CJT írinH'. V lievüdü ¿ tüiLtii útSíif .■"■;--::>« :.
Vi.;; "'1--1 T'í'.-'.irri'i :íi iuiüí-iifiíi X'esia ó? Str ü' .."■-.
íO.'. ■-■, ' '.«■. f Oí- ia C:':L;i!iL.ía ü* ,Teí-;i5. '¡a ür >.:.:t.
tti',:.'j- *-!.*« O'r*;* ¿íí! triFtiaLihíri:!, inrcüe ':& en- :■ *
se vir 1.-V *» ► ii'j iv 'j'j* 'j'-'iiKtn:; .j Cirr-Jí-Tl*' V, r.-?.Ti-*i -.:
el cabti.'lo ¿<r ^í.L A; s-r-i'.i: ctí tC Pa.:¡i',io LaziíTiiit-'.:.-!;
en el Toro Trvjt'nv y '.r,'-jt ui'.';}7.ajf'riUrí.L;s.::'tn;'-fÑ. k .-.--.
más ¡nteiebauM*. la «layji jJiutt óe !c>s í*2aje# a^^sr' -
En la bennosli-iiiia /'tr:e lí* ,Vnrfr»fl rivi c' &?-:....
de frutas y la mulüada Tí^Liua ÓtI Lis^i-^ncíi Pasii.:!
penetró uoa mañaüa h'/i'j f^ Jis l'-niat tf< T^:/^ - ^
cloaca máxima coubliijída*-:; ti'rti.íx» de Tarqnir..-. f -•
berbio. Vio el templo de Jai-o \ '.'a> restos íe otrc* títi ■ •
y largo rato conter/ipi'j iij<r'j-:iV;iido las micas ''í- ■■ -
ííco fíe Octavia.
l])Cerca de la caí» quelia'-.,'j:u» vi. «un-: !jkiD«do fiun«,t :..
han íiiirai t bnrlaideide ípiíC» [uuy ní.'.ifu». D* »::í «edw^Tfc - - -
DEL aENEBAL JOAQUÍN AGOSTA . 173
«
^' 15 de Septiembre. — Salí á recorrer las calles á mi al-
l)edrfo y sio objeto fijo. Eq lui camino, según me propu-
se, debería encontrar los restos de los teatros de Marcelo
y de Pompeya, mas no pude bailar quien me indicara el
sitio. Gomo llegase á un mercado de flores, pensé que un
hombre al parecer de buena educación, no ignoraría el
sitio de las glorias de su patria. Estaba sentado delante
ile una mesita con útiles de escritorio, y ofrecía sus ser-
vicios á los pobres que no sabían manejar la pluma. Pre-
gúntele por las ruinas del Teatro de Pompeyo.
" — ¡ Pompeyo ! rae contestó ¡ señor mío, soy romanó
pero ésta es la primera vez que oigo ese nombre !
" Adquirid fama, hombres ambiciosos, pensé yo, ale-
jándome, para que después el pueblo no recuerde ni si-
quiera vuestro nombre !
" 16 de Septiernire. — No hay ciudad en el mundo que
presente tantos contrastes como Boma, ni que tenga tan
diferentes puntos de vista. Sin embargo, hay una cosa
que se encuentra en todas partes, á saber : una fuente
pública. En las calles más solitarias como en las más con-
curridas ; en las plazas, en los paseos públicos ó priva-
dos, á toda hora, de día y de noche, oiréis murmurar sua-
vemente un chorro de agua.
" Varias veces me entretuve observando la manera
<K)mo se comunican los pobres de los pisos superiores de
las casas con los transeúntes de las calles. Por medio de
<3uerdas de alambre bajan cestos y barriles, y cuando
pasa algún vendedor de cpmestibles ó de agua, toma las
monedas que encuentra en los canastos, y en su lugar
pone las frutas y las legumbres, y en los barriles el agua
«que le piden desde arriba. De esta manera ingeniosa se
evitan unos y otros el tener que subir y bajar gradas.
" 17 de Septiemhre. — Al cerrar la noche me dirigí solo
al Foro Romano con el objeto de contemplar aquellas im-
portantes ruinas á la luz de la luna
" Me senté sobre una columna derribada del tem-
174 BIOGRAFÍA
pío de Venus, que tenía á mi espalda, y arrojé una mira-
da sobre el soberbio espectáculo que tenfa delante : al
frente veía el anfiteatro Flavio — ^las ruinas más imponen-
tes del mundo — á la derecha el arco de Constantino y el
de Tito, que parecían juguetes en comparación del anfi-
teatro Largo tiempo permanecí allí entregado á mia
meditaciones, cuando de repente fueron interrumpidas
por el ruido de voladores 6 cohetes y ruidosa música.
*^ Me levanté al momento y fui á averiguar lo que
aquello significaba : la calle vecina estaba iluminada, y los
balcones y ventanas se veían colgadas con mezquinos cor-
tinajes, mientras que una harapienta plebe miraba con
señales de alborozo los fuegos artificiales que hacían fren-
te de la imagen de una Virgen incrustada contra una
pared. '
'^La alegría de aquella muchedumbre, los gritos que
daban, la destemplada música y desagradable ruido de
la pólvora me impresionó en los momentos en que con-
templaba arrobado las majestuosas ruinas de un anfitea-
tro en que todos los pueblos del mundo entonces conoci-
dos se habían reunido para festejar á los Emperadores del
Imperio Romano Me alejé prontamente y me dirigí
al templo de la Fortuna, cuyo pórtico se destacaba sobre
el azul del cielo despejado.
'^ Subí lentamente la inmensa gradería frente al Capi-
tolio, y bajé por el otro lado allí todo estaba sumido
en el silencio y la soledad, é iluminado suavemente por
la luna. Aquel silencio era interrumpido apenas por los
acordes melancólicos de una guitarra que tocaba un hom-
bre que se hallaba por allí solo y recostado contra una
ruina, y por el tenue y misterioso rumor de una íuente.
Yo continué mi marcha hasta llegar al Corso, y allí se me
presentó otro espectáculo diferente. En el Corso todo era
bullicio, y en medio se veía el andar de los carruajes ele-
gantes y aristocráticos, y á los lados la multitud de tran-
seúntes que se dirigían á asistir á la tercera estación de
moda que tiene lugar á las diez de la noche.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 175
*' 18 de Septiembre, — A las siete de la mañaaa estuve
en el palacio Spada, á ver la estatua colosal de Pompeyo,
á cuyos pies fué muerto César.
'^ La actitud de la estatua es iroponeute y el aire del
rostro solemne. Se baila desnuda ; lleva un globo en una
mano y una espada peiidiente de una faja que le rodea el
hombro.
'' Guando el Cardenal Capo-Terni legó esta estatua
bistórica, junto con sus bienes á los Príncipes de Spada,
puso por condición que ai alguna vez llegaban á ven-
der la estatua, en el acto perdían el derecho de gozar de
sus bienes. Bien pensada fué aquella condición, pues esos
Príncipes no solamente han dispuesto de todos los teso-
ros arqueológicos del Cardenal, que más fama tenían,
sino que boy ya están de venta también los bajo relieves
griegos que valen un Potosí ! "
Agosta describe minuciosamente los museos del Va-
ticano y otras maravillas artísticas.
Concurrió al Circo de Augusto á presenciar un com-
bate de fieras : ^^ Pero, dice, allí todo se reduce á luchas
entre toros, búfalos, perros de presa y hombres á pie y á
caballo. Los italianos se entregan, añade, á aquella odio-
sa diversión con entera libertad, y aplauden ec^os ruines
combates con un estrépito y una algazara que repugna."
'^19 de Septietiibre. — ^Estuve en casa de las Persiani (1)
y desde los balcones vi los fuegos artificiales que tenían
lugar en la Plaza Navona, en honor de una fiesta de la
Virgen. Había allí mucha gente importante y de alto
rango. Conocí y oí cantar á la Duquesa de Lanti, dama
célebre por su vida aventurera, y extraña. La acompaña-
ban dos bijas suyas. Me relacioné con el escultor Bertel
(1) Sin duda era esta la familia del compositor músico José Persiani,
marido de una de las cantatrices más famosas que registra la historia
del arte, Fannj Fachinardi Persiani, cuya voz de soprano de extensión
extraordinaria llamó la atención de JCuropa á mediados del siglo XIX.
—A ;^ít ![*:■; <Ltr ^a n.af.jna solinios
fWix'ÁWA — aMigca CíCildd de los
<r i.íih íifctiivo nna pcerta que cié-
DEL GENBRAL JOAQTJÍN AGOSTA 177
ira Io6 Estados del Papa por aquel lado. Allf tuvimos
que declarar solemneufiente que no llevábamos nada de
contrabando, y entonces seguimos andando. Una hora
después ocurrió otra detención : acercáronse los agentes
del Rey de Ñapóles y nos hicieron nuevas preguntas y
pesquisas, y examinaron detenidamente nuestros pasa-
portes. Al fin pudimos continuar camino, y nos amaneció
en Fondi, la histórica Latitim. Es ésta una pequeña, ciu-
dad por cuyo centro atraviesa la antigua Vía Aí)ia, cuyo
pavimento se conserva en perfecto estado ; verdadera
obra de Romanos, sólida é indestructible !
" íbamos por en medio de verdes colinas á la izquier*
da, y el mar á la derecha. Estas colinas estaban en gran
parte cubiertas de viñedos y olivares, hasta que llegamos
á Moln di Gaeta ¡ Qué de recuerdos históricos ! No
lejos de este lugar, los soldados de Antonio asesinaron á
Cicerón . . ^ ..
'^ El paisaje era encantador : por todas partes huertos
repletos de naranjos, granados y otras frutas ; anchos
campos de viñedos y olivares que formaban cuadros de
variados tintes y por horizonte el mar azul y la ciudad de
Gaeta, en lontananza, recostada sobre un promontorio
que avanza por en medio de las olas.
'' Gomo la diligencia va á detenerse varias horas en
este punto, resolvimos algunos de los viajeros tomar un
carruaje para ir á conocer á Gaeta, la antigua ciudad de
los Auruncos.^
Después de describir el puerto y las fortalezas'de aque-
lla ciudad, añade :
'' Gaeta puede ser considerada como una fortaleza de
primer orden, y sus fortificaciones presentan un aspecto
imponente y pintoresco al mismo tiempo.'^
Visitó la Catedral, la casa de campo de Cicerón, de la
cual todavía quedaban muros y anchas bóvedas que de-
mostraban que había sido un hermoso palacio. Las aguas
12
178 BIOGRAFÍA
de las fuentes que embellecían los jardines del famoso
orador, servían para regar un huerto repleto de riquísimos
árboles frutales.
A las cuatro de la tarde volvió á la diligencia, y de
nuevo se pusieron en niarclia. Pasaron por la antigua
Miutunia, lugar en donde Mario, proscrito por Sila, se
ocultó varios días. Pernoctó esa noche en Santa Ágata, y
á las cinco de la mañana continuó la diligencia su mar-
cha. Cuatro horas más tarde llegaron á Capua, en donde
se detuvo para visitar la ciudad. Allí no encontró nada
que le llamase la atención, ni siquiera los recuerdos his-
tóricos de Aníbal, puesto que la nueva población está
edificada á alguna distancia de las ruinas antiguas. Sin
embargo, le señalaron algunos mosaicos y columnas inte-
resantes, y un bautisterio que había sido el vaso de sacri-
ficio de los sacerdotes paganos.
DIAKIO.
'' Toda la víii, escribe, desde Capua hasta Ñapóles,
está guarecida por altísimos álamos, y los campos, re-
cientemente arados, aguardaban, yermos y tristes, el mo-
mento de la siembra.
" A medida que nos acercábamos á Ñapóles, el cami-
no empezó á hacerse más y más concurrido, y por último,
después de pasar la primera Aduana, llegamos á un pa-
seo público, y en seguida avistamos por primera vezia
ciudad la ciudad soñada, el espectáculo más bello del
muDdo !
"Bajamos poruña calzada de lava; á la izquierda
veíamos el Vesubio, y al frente las torres, los campanarios
y los edificios de Ñapóles.
" Llegamos á otra Aduana. Mientras que los emplea-
dos públicos examinaban los equipajes, yo no me pude con-
tener, y dejándolo todo, trepé á una altura veoina para
contemplar á mis anchas el Vesubio, cuyo cráter despe-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 170
«<*"->* ^^ ^^^\^^ ^~k.^^^^^ r^^t^^^„^>L^é'
p<_^*,^ ^ >* y".*^ ^^^ ^* ^" ^SW^ y^ *•* ^*>.^^^- ^^\^ ^.^. ^ '\
día una ligera columna de humo. Aquel espectáculo rae
inspiró mil recuerdos de los libros que había leído acerca
de este volcán. Reflexionaba con cierto sobresalto todas
las desgracias que han ocurrido cien veces en aquellos
campos que hoy parecían sonreír indolentemente á los
pies del ceño de ameim:5a del Vesubio que los domina.
" Concluida la pesquisa de los aduaneros, entramos
otra vez á la diligencia, y desfilamos á todo galope por en
medio de multitud de carruajes, lomíimos la calle de
Toledo y (x poco andar nos detuvimos frente del Hotel de
Europa.
*'La situación de esta posada es buena y central: á
un lado se encuentra el Palacio de los Ministros, al otro,
el Teatro de San Carlos, y el Castillo muy cerca. La pla-
za que tenemos al frente no es muy aseada, pero sí es
muy pintoresca y circuida de árboles.
''25 de Septienibre. — Ñapóles es la ciudad más ruido-
sa del orbe. ¡ Cómo hay de gente en aquellas calles, las
cuales, á pesar de ser anchas, r»o alcanzan á contener
tanta multitud de paseantes! Tal parece como silos
400,000 habitantes que ])ueblan la ciudad se hubieran
propuesto salir todos de sus casas al mismo tiempo. . . , !
Todo el que allí llega por primera vez, tiene que aturdir-
se y atolondrarse con los alaridos de los cocheros, U)s gri-
tos de los vendedores de comestibles, las imprecaciones
de los transeúntes atropellados. . . . pues á cada momen-
to uno se considera pisoteado y estropeado, y sin embar-
go resulta que nada le ha sucedido. !N^o se puede casi
circular : mujeres veladas le detienen á cada paso para
pedirle un socorro ; mendigos le asaltan para implorar
la carita ! los vendedores le arremeten y le interpelan ;
los cocheros pretenden pasar por encima de cualquier
obstáculo que se les presenta; los niños gritan y ríen rui-
dosamente; las mujeres se llaman unas á otras; los hom-
bres claman; los viejos se quejan de los golpes que reci-
ben sin cesar en fin, aquello es una Babilonia, y
180 BIOGBAFIA
París es un desierto, un cementerio, en comparación de
^Ñapóles ! Ayer, como era domingo, pensé que era natu-
ral el bullicio, pero hoy, á las diez de la mañana en Italia,
en donde todos se levantan á medio día, no era creí-
ble semejante bullicio, y, sin embargo, continuaba lo mis-
mo que ayer !'^
•
Agosta empieza por visitar el Museo ; se aflige con
el descuido con que le tienen y se queja del mal gusto de
las decoraciones de los salones. Llamáronle particular-
mente la atención las curiosidades que habían desenterra-
do en Pompeyo y Herculanura, y describe minuciosamen-
te muchas de ellas. Entre otras cosas le interesó muchí-
simo la colección de i)apirosj entonces recién desenterrados,
y contempló con respeto aquella muestra de la literatura
de otra civilización que se había conservado intacta aun-
que sepultada entre cenizas durante tantos siglos.
La galería de obras maestras de pintura le causó
grandísima impresión.
DIAllIO.
"Vi allí, dice, la Armida de Agustín Oarracci
Nó, jamás olvidaré ese cuadro sin rival en el mundo ! Más
lejos estaba la DanaUle del Ticiano, cuya expresión es
inimitable, así como su Magdalena. También vi lleno de
entusiasmo el Ángel de la Guarda de Bafael ; la Asun-
ción de Aníbal Garracci y otras muchas obras maestras
de pintura que me hechizaron
"Comimos en una mesa redonda en casa de una
francesa que me recomendaron, madame Abel. Después
de la hora de siesta (que aquí se guarda religiosamente)
salí en carroza por la Ghiajá, el paseo más afamado de
Ñapóles.
" Se pasa por el barrio de Santa Lucía — que es el que
habitan la nobleza y los Embajadores extranjeros — del
cual se goza de una vista soberbia sobre la bahía, el Ve-
I
DEL GENEBAL JOAQUÍN AGOSTA 181
subió y la Villa Reále. Las casas son elegantísimas ; to-
das son palacios rodeados de jardines en forma de te-
rrados.
^' Seguí camino basta el famoso palacio del Huevo,
pero ese día no entré ; me bastó verlo por fuera. Sin
embargo, me pareció descuidado en medio de su vetustez.
" Durante el paseo me crucé con la bija del Empera-
dor de Austria, mujer del Príncipe Leopoldo, la cual, si
me pareció pQco hermosa, en cambio - contestaba los sa-
ludos con atención. Vi también á los hijos del Rey en una
carroza con su tutor, un eclesiástico, y cubiertos con va-
riadas decoraciones. Ya al caer la noche encontré un co-
che cerrado^ precedido por un lacayo con una antorcha
encendida y que llevaba en pos de sí la correspondiente
escolta. Me dijeron que iban dentro las Princesas de la
familia Beal."
"26 de Septiemire. — Hoy prolongué mi paseo por la
Ghiajá, hasta el antiguo palacio de la Reina Juana, de
infame memoria. El mar le ha invadido en gran parte,
y al fin se perderán las huellas de aquella historia
" 27 de Septiembre, — Estuve hoy en el antiguo mo-
nasterio de San Martín, fundado por los frailes cartujos.
Se halla situado sobre una colina en medio de la ciudad,
la cual domina completamente, así como la domina tam-
bién el castillo de San Telmo, que está cerca.
" El claustro del pequeño y preciosísimo monasterio
de San Martín es todo de mármol, columnas, pavimen-
to y las estatuas que lo adornan.
" Desgra<;iadamente se encuentra en un triste estado
de abandono, y hoy sirve como hospital ó algo por el es-
tilo, pai-a oficiales inválidos. La iglesia está menos desali-
ñada, y posee cuadros de pintura de la escuela napolitana;
un Guido Reni y un Ticíano.
^' Los cartujos habían hecho todo esfuerzo para embe-
llecer su convento ; pero cuál no sería para ellos el con-
traste entre la vida del ascetismo que llevaban y la de esa
182 BIOGBAFÍA
alegre Kápoles que contemplaban y bullía á sus pies, su-
mergida en todos los deleites y disfrutando de las dichas
terrestres á las cuales ellos habían renunciado ! Su sacri-
ficio tenía que ser para ellos mucho más duro que para
los monjes que se retiran al fondo de los bosques, en don-
de sólo ven campiñas y sólo á sí mismos contemplan.
'' Los contornos del convento están cubiertos de huer-
tos, hortalizas y bellísimos verjeles, á cuyas puertas salían
muchachas pintorescamente vestidas que ofrecían oesti-
llos de higos y de uvas deliciosas.
'^ De la Cartuja nos dirigimos al monte Posiiipo, por
en medio de quintas y de casas de campo que pertenecen
á la nobleza napolitana. Me llamaron la atención, cutre
otros, los jardines de la Princesa Panlany, la cual, el
padre del Key de Ñapóles actual, sacó de la nada para
hacerla su esposa.
" El camino que tiepa por aquel cerro es una obra
maestra de ciencia, puesto que como está cubierta de
piedras pómez, arrojadas por las erupciones del Vesubio,
nada hay niás difícil que el hacer allí una obra sólida y
un piso durable. Como se desploma la vía con la mayor
facilidad, han tenido que formar subterráneos que atra-
viesan el cerro de parte á parte en varios sitios esca-
brosos.
" Desde lo alto del cei ro se goza de uua vista en ex-
tremo pintoresca sobre el mar, el Cabo de Misena y las
célebres islas de Iscliia y N ósida. Estas apenas están se-
paradas de la tierra firme por un estrecho canal.
''Ischia posee huéspedes muy peligrosos, á saber: el
volcán Epomeo en el centro y doce más pequeños en coo-
torno. Pero á pesar de este peligro, sus termas 6 baños de
aguas calientes, son muy frecuentados por los italianos
de la tierra firme; la población aborígene es laboriosa y el
terreno que cultivan en extremo fértil (1).
(1) Allí tuvo lugar, no hace muchos años, un espantoso terremoto, en
«1 cual pereció gram número de hahitantes, así como la mayor parte de
los forasteros que estaban veraneando en la isla.
DEL aENBBAL JOAQUÍN AGOSTA 183
*^ Eq Késida está el Lazareto, y en su rada los buques
sospechosos hacen cuarentena.
^^ £1 valle que forma el Posilipo al otro lado, es, como
todas las tierras de tos contornos de N^ipoles, en extremo
bello y cultivado. Mi compañero y yo liablámos con un
hortelano francés que nos dijo que hacía veinte anos que
vivía allí, y que jamás había visto terreno semejante;
crecen juntas las plantas de todos los climas y dan con
usura sus frutos toda suerte de árboles.
'' Al regresar noté que los habitantes de aquellos te-
rrenos escarpados tienen grande habilidad para edificar
casas y tapias en los lugares que parecen menos propios
para el caso, y en cualquier parte forman terrados y
plantan vinas y hortalizas, fertilizándolo todo con las ce-
nizas del vecino volcán. Para no perder terreno, han la-
brado sus habitaciones, bodegas y almacenes en el inte-
rior de las rocas y en los lugares en donde no pueden
sembrar.
"Desde el camino que pone en comunicación unas
heredades con otras, la vista que se descubre, si es posible
decirlo, parece aún más bella que de otras partes. La ba-
hía sembrada de pequeñas barcas pescadoras, inmóviles
en medio de las relucientes olas; el promontorio de Mi-
seno desde el otro lado y á nuestros pies la hermosísima
ciudad. Mirábamos, casi deslumhrados por la luz del sol
aquel magnífico paisaje, cuando, de repente, nos queda-
mos en tinieblas la carroza había penetrado en. un
pasaje subterráneo que corta el cerro. A pesar de que la
bóveda mide hasta cien pies de altura, la oscuridad era
completa.
" El ruido de los coches y carros sobre el duro pavi-
mento de lava ; los destemplados gritos de los cocheros
y carreteros que procuraban hacerse oír para evitar una
colisión, el eco de todo aquello entre las rocas sonoras, se-
mejante algazara nos aturdió completamente, y á la salida
nuevamente á la luz, quedamos en un estado de completa
I
■
r
ofuscación ; por largo rato no sabíamos qué noB babía
pasado.
^' Visité la tumba de Virgilio. Se eoonentra sobre
uoa elevacióOy ea donde se halla una pequeña cabana
redonda, bastante arruinada, que lleva una inscripción
moderna. En contorno de la tumba del dulcísimo cantor
de Dido, crecen viñedos cuyo fruto tiene exquisito per-
fume."
^y^osTA hace después la descripción del teatro de San
Carlos, en donde vio representar el Crociatto in EgiptOj
de Meyerbeer, la primera ópera de aquel maestro que
causó verdadera sensación en el mundo civilizado. Sin
embargo en iN'ápoles el público no la recibió con favor,
á pesar de que la cantaban la Landi y la Lorenzani, dos
populaifsimas cantatrices y que bailó la célebre Brugnoli.
DIARIO.
" 28 de Septiemhre — Apenas habíamos dormido tres
horas cuando nos despertaron para avisarnos que el co-
che, que habíamos pedido, estaba aguardándonos para
emprender jornada hacia el Vesubio. * A las dos y media
de la mañana mi compañero, un caballero ruso, que ha-
bía viajado conmigo, y yo nos pusimos en marcha.
" Pasamos por frente del Palacio del Rey en Porticl,
y nos dirigimos á Besina, en busca del famoso guía Sal-
vador, conocido de cuantos han subido al Vesubio en los
últimos años. Aunque no habíamos tenido tiempo de
prevenirle de antemano, Salvador accedió á acompañarnos
sin dificultad. Momentos después tuvimos cada uno una
antorcha encendida y un asno ensillado á nuestra dispo-
sición.
" Inmediatamente montamos, y emprendimos la as-
censión del volcán por un camino que se ha formado con
la corriente de lava de una erupción reciente (había
DEL GENERAL JCi^QUÍN ílCOSTA 185
ocurrido uoa violentísima en 1822). Al cabo de dos horas
de marcha llegamos á la* choza de un ermitaño, el cual
nada tiene de religioso si no es un vestido de capuchino
con que se disfraza. Es éste un hombre que hace el ne-
gocio de vender provisiones á los viajeros. Allí tomamos
una copa de Lacrima Cristi^ vino hecho del producto de
las uvas que se cosechan en las faldas de aquella monta-
ña, y tienen un aroma especial. Compramos huevos,
uvas y una botella del dicho vino, y continuamos trepan-
do, caballeros en nuestros asnos, durante una hora más.
'^ íbamos muy contentos y entretenidos escuchando
la conversación amena, instructiva é interesante del guía;
es hombre instruido, de experiencia y tiene, además,
algunos conocimientos de mineralogía.
^^ Al pie mismo del cono del Vesubio dejamos los
asnos, y emprendimos marcha á pie por una rápida pen-
diente cubierta de cenizas y de materias incoherentes,
que cedían á cada paso y no prestaban apoyo, lo cual
fatigaba muchísimo.
'^ A las cinco y media de la mañana, en el momento
en que salía el sol, nos encontramos sobre la cumbre del
Vesubio Se cumplía, pues, otro de mis más ardien-
tes deseos ! El sol doró la montaña, y fué en seguida
iluminando, uno á uno, todos los puntos salientes del im-
ponente y magnífico paisaje que teníamos á ^nuestra vis-
ta No hay duda, aquel espectáculo es único en el
globo terrestre, y creo que jamás se podrá olvidar una
vez que se ha contemplado, aunque no es dado á la plu-
ma describirlo como es en realidad, ni al arte reprodu-
cirlo con colores apropiados.
*' El inmenso cráter que formó la erupción de 1822,
mide tres millas de circunferencia y tiene dos mil pies de
profundidad. (1) Del fondo de las paredes interiores de
éste abismo cubierto de cenizas se escapan por momentos
pequeñas columnas de humo azufrado y de gas carbónico,
(1) Lav primeras erupciones conocidas en los tiempos históricos.
186 BIOGBAFÍi.
* ^^^ ^\j\.^ ^\^^
y es tal el calor del suelo, que nadie puede sentarse allf
ni siquiera permanecer en un solo lugar ; es preciso mo-
verse para evitar que se ardan las zuelas del calzado.
^' Hasta una distancia de dos ó tres millas de su base
la montana que corona el volcán está cubierta de una
capa de lava negra y grisosa, semejante á ríos de hierro
que se hubiesen endurecido repentinamente.
" Nos entretuvimos en hacer resonar los ecos de las
profundas cavernas del cerro, con nuestros gritos ; arro-
jamos piedras dentro del cráter, cuyo sonido repercutía
despertando los ecos de aquellos antros misteriosos ; co-
cimos huevos en una grieta; tomamos vino allí mismo á
la salud de nuestras distantes y apartadas patrias; pasa-
mos dos horas recorriendo la cumbre del Vesubio, y sol-
tando encima del cráter papeles que al momento se in-
cendiaban ; aplicamos el oído al suelo para oír dentro un
ruido subterráneo como el que produjera una fragua in-
mensa
" Al fin el guía nos hizo presente que era hora de
partir. . . . Pero antes de alejarme volví la mirada sobre
el paisaje que de allí se descubría: por un lado se veía
la cadena de los Apeninos, en todo su esplendor, y más
lejos las montañas de Calabria; más cerca, al lado
opuesto, el golfo de Ñapóles con sus islas, que se bañaban
dentro de un mar color de esmeralda, y la ciudad con
sus innumerables torres, campanarios, terrados y jardi-
nes. . . . Con pesar dije un último adiós á todo aquello,
y empecé á bajar, á más bien á rodar cerro abajo.
" Cinco minutos después llegamos á la choza del er-
mitaño; allí inscribimos nuestros nombres, en un libro
que tiene para el caso ; montamos en los asnos, y poco
después nos encontramos en Eesiua, cuyas dos cúpulas
de loza, en forma de mosaico, son muy curiosas.
'* En la casa del guía nos lavamos y acepillamos, por-
que el humo de las antorchas y la ceniza del volcán ha-
bía ennegrecido nuestras personas y vestidos ; vimos la
DKL G£N£BAL JOAQUÍN AGOSTA 187
m.0>^>,t^^^^y^\r ■
<xileeciÓD de piedras y lavas que tiene Salvador muy bien
arreglada, y eii seguida dos pusimos nuevamente en
marcha dentro de la carroza que babfamos dejado allí
algunas horas autes.
^'Pasamos por delante de la Favorita, Palacio Beal;
orillamos la Torre del Greco y la Anunoiata, dos peque-
ñas ciudades situadas en un lugar tan peligroso que va-
rias veces han sido destruidas por las lavas y cenizas del
Vesubio, pero otras tantas veces han sido reedificadas y
habitadas. La delicia de su clima, la feracidad asombrosa
de la tierra y la belleza de aquellos sitios, todo esto
es superior al terror que puede inspirar el vecino volcán.
^' Las erupciones volcánicas llevan consigo sales que
fecundan la tierra, de manera que para que se produzcan
las frutas más exquisitas de Italia basta tomarlas de los
árboles, sin necesidad de trabajar gran cosa la tierra ni
podar los árboles.
** Continuamos nuestro camino por enmedio de algo-
donales, viñedos y huertos repletos de árboles frutales
casi hasta la extremidad del golfo. Noté que en todo
aquel país tienen pozos al estilo de Egipto, y que parecen
vivir también patriurcalmente.
" A las once llegamos á Oascellamare, ciudad edifica-
da en la extremidad del golfo de Ñapóles, cerca de So-
rrento, en las orillas del mar y sobre las ruinas de Esta-
bia. Es Obispado importante, cuenta unos veinte mil
habitantes y posee astillero y fábricas de tejidos de al-
godón, hilo y sedas. El aire que allí se respira es tan
puro y fragante, que me dijeron que en toda estación se
goza de un clima primaveral. Las personas acomodadas
de Ñápeles se gozan en ir á pasar allí la época de los
fuertes calores.
'^ Después de almorzar en Oastellamare nos pusimos
nuevamente en marcha con dirección á Pompeya. (1)
(1) Eata ciudad fué fundada por los fenicios, los cuales se amalgama-
ron nataralmente con los naturales del país ; después cayó en manos
de los etruscos, y fué sometida por otra invacidn. Conquistáronla los ro.
188 BIOGBAFÍÁ
'^ Pompeya se encaentra al S. E. del Vesubio. Aotí-
guamente era un punto muy concurrido, pero su destruc-
ción en el primer siglo de la Era Cristiana fué tan total^
que se perdió la memoria de su existencia. Más de 1500
años después un Conde de Sarno descubrió parte de
aquellas antiquísimas ruinas (1), pero en esa época nadie
se ocupaba en indagar con empefio curiosidades arqueo-
lógicas, y no fué sino á mediados del siglo pasado que
los gobernantes napolitanos empezaron á ocuparse de
estas ruinas. Mandaron hacer excavaciones, y desde en-
tonces cada ano se ha sacado á la luz alguna cosa en
aquel recinto.
" Lo primero que se nos presentó al llegar al sitio de
las excavaciones de Pompeya fué el cuartel de los sol-
dados romanos.
" El interior es cuadrado y está sostenido por colum-
nas. A un lado se ve aún el cepo que servía para asegu-
rar á los delicuentes y en las pilastras se pueden leer
todavía las inscripciones que hacían los soldados desocu-
pados abora mil ochocientos años !
" Luego pasamos al teatro diurno y después al noe--
turno. Los romanos no usaban palcos sino graderías, las
cuales se encuentran perfectamente conservadas.
'^ El anfiteatro, que podía contenei' toda la población
reunida allí, se encuentra casi como en la época de sn
construcción. Lo único que falta á los otros edificios es e)
techo, pero como el anfiteatro no lo tenía, se comprende
muy bien cómo era.
" El templo de Venus, el de Hércul*ís, el de Júpiter y
el Panteón están en muy buen estado : todos tienen co-
lumnas y pavimentos de mármol, así como los altares
sobre los cuales se hacían los sacrificios.
manos después, quienes la convirtieron en Colonia nnilitar en tiempo
de Si I a. Hallábase floreciente y rica cuando fué destruida por una
erupción del Vesubio el año 63 de nuestra Era. Diez y seis años después»
en el año 79, nueva erupción la sepultó defínitivamente.bajo las ceniza*
y lavas del volcán.
(1) 1592.
DEL OENEBAL JOAQUÍN AGOSTA 189
^ ^r^^r^n^y^s^^^'^^^r^^'^^M
^^ Las calles están enlosadas con lava ; hay fuentes
«n las esquinas. La elegante sencillez de las casas ' indica
una .vida civilizada y tranquila y aun feliz, lo que me
hace creer que estas ciudades uo fueron sepultadas en
castigo de sus crímenes, como Sodoma y Gomorra.
^' £1 Foro con su pórtico de columnas y estatuas de
mármol y de bronce, está algo deteriorado. Todas las
casas eran de un solo piso sin ventanas ; los aposentos
parecían pequeños, y todo el lujo de los pompeyanos
consistía en las pinturas y mosaicos que adornaban los
muros. Cada profesión indicaba por medio de pinturas
cuál era su especialidad. Asi, por ejemplo, en casa del
farmaceuta se ven pintados los enfermos que acudían á
pedir auxilio y las redomas etc, que les administraba á
cada uno. El poeta trágico bacía pintar en la suya más-
caras y algunos pasajes mitológicos, como la fábula de
Diana y Aoteon. En el templo de las Vestales vi pintu-
ras, las cuales, por cierto, eran poco á propósito para
conservarles los sentimientos puros que deberían ani-
marlas.
*' Los baños públicos, recientemente descubiertos,
se hallan en buen estado. El lavadero público, obsequio,
según lo reza una inscripción, de un particular á la ciu-
dad, está todo enlosado con mármol.
^* Salí por la antigua puerta de la ciudad, y de paso
vimos parte de las murallas exteriores que la cir-
cundaban.
^^ El camino continúa aun fuera del recinto de las
calles empedrado de lava. A uno y otro lado vimos mo-
numentos funerarios de mármol blanco con sus epitafios,
y las urnas que en un tiempo contuvieron las cenizas de
los habitantes de aquella ciudad de cenizas.
'^ Fuera de la ciudad vimos muchas tiendas con sus
mostradores de mármol, con canales para que rodasen
las vasijas de licores que allí vendían. Sobre la entrada de
una de ellas me señalaron la imagen del dios Priapo,
190 BIOGRAFÍA
- ^* 0^,^- ^- ^ ,^ •
fabricado en ladrillo, indicio, según parece, de qne en
aquel lugar se vendían ornamentos de oro y plata, los
cuales los romanos acostumbraban llevar pendientes deV
cuello.
" La casa más suntuosa en Pompeya es la de Diorae-
des ; encuéntrase muy bien conservada, de manera que
da idea perfecta de las costumbres i omanas de aquella
época. Esta, por excepción, cuenta tres pisos y los apo-
sentos tienen muchos mosaicos sobre las paredes.
" En el subterráneo de la casa de Diomedes encon-
traron cántaros y ánforas en donde se guardaba el vino^
y diez y siete esqueletos de las personas que formaban la
familia. Aquellas gentes debieron de haberse asilado en
el sótano cuando empezó la erupción, pero hasta allí lo»
fué á buscar la lava que cerró todas las entradas, de ma-
nera que murieron todos sofocados.
" Sinembargo la mayor parte de los habitantes de
Pompeya se salvaron, y lo prueban los pocos esqueleto»
que se han encontrado en el interior de las casas.
" A pesar de que aquélla fué teriible catástrofe para
las gentes de la época, para los arqueólogos modenios
Pompeya es una mina de conocimientos que hoy día
arroja mucha luz sobre las costumbres del primer siglo de
la Era Cristiana, puesto que se han encontrado intactos los
instrumentos, adornos, casas, templos etc., antes de la
invasión de los báibaros, que todo lo destruyeron.
'' De allí pasamos á Herculano, especie de Versalle» .
de los patricios romanos. La lava que cubrió esa ciudad
es muy dura, así es que con dificultad se ha penetrado
en el interior de la ciudad. Esta fué más importante que
Pompeya, pero entre lo poco que se ha sacado á la luz
existen los restos de un magnífico teatro más grande y
mejor preservado aún que los de Pompeya (1).
" La tarde había llegado yá cuando, después de gra-
tificar á los guías que nos acompañaban, nos dirigimos
(1) Desde 1826 para acá los descubrimientog arqneold^icos hecho» en
Herculano han sido importantísimos.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 191
nuevamente á Ñapóles. A uno y otro lado del camino
vimos quintas espléndidas que pertenecen á los nobles y
á los ricos de Ñapóles, las cuales tienen dos fachadas
una sobre el camino y otra sobre el mar.
CAPITULO X
varias iglesias de Ñapóles. — Excursión á Puzzoles. — Termas de Nerón. —
El lago Averno. — La Sibila de CumeB. — La Sulfatara.^ — Caserta y su
Palacio. — Una vendimia. — Bailarinas. — El Hospicio. — Regreso á
Roma. — Tipüs de Nwajeros. — Siena y sus curiosidades. — Cliambery. —
Las Charmettes y Rousseau. — Regreso á París.
1826.
Al describir la iglesia de Santa Clara de Ñapóles
dice AcosTA : " Este templo, con su única y soberbia
nave, el embaldosado artístico que se compone de bellí-
simos mosaicos de diferentes mármoles, todo me hizo
más bien la impresión de un salón de baile, y no la de
un recinto consagrado á Dios."
Visitó la iglesia de San Lorenzo, fundada por Carlos
de Anjou ; la de San Telipe Neri, la de Santo Domingo,
en donde se conservan muchos recuerdos de Santo To-
más de Aquino, la de Jesús Nuevo, la Catedral, que
contiene renombradísimas reliquias, entre otras la San-
gre de San Jenaro, que se liquida cada año.
Estuvo una noche en la iglesia de la Madonna dei
Fiorenlinij y oyó el sermón de la fiesta de San Miguel.
Recordó que el Arcángel era el Patrono de Guaduas, su
pueblo natal. No gustó del canto, porque le pareció el es-
tilo teatral.
DIAKIO.
" 30 de Septiembre. — A las once de la mañana parti-
mos Mr. Piers (un inglés establecido en Ñapóles, á quien
yo iba recomendado), y yo con dirección á Puzzoles,
ciudad que se halla sobre el golfo de Ñapóles, y dista de
la capital unos ocho kilómetros.
192 BIOOBAFÍA
^' A poco de haber salido de Ñapóles pasamos por
enmedio de un bosque de álamos y de viñedos ; vimos de
paso rainas, unos dicen que son las del templo de Sera-
pió y otros que son las de un monumento que elevó
Domiciano en honor de las Ninfas del Bosque. Este edi-
ficio debió de ser grandioso, puesto que las columnas que
aún existen son casi tan gruesas como las del Panteón de*
Boma. Vimos todavía allí engastadas argollas de hie-
rro adheridas al pavimento de mármol blanco cerca del
templete del medio, las cuales servían para atar á las
víctimas reservadas para los sacrificios. Se conservan
también los baños de agua caliente que usaban los sa-
cerdotes de ese templo, y que todavía sirven á las perso-
nas enfermas que van de Ñápeles á sumergirse en esas
aguas benéficas.
" Allí cerca dejamos la carroza, y montando sendos
asnos que nos alquilaron, continuamos nuestro camino
por la orilla del mar.
" Nos llamó la atención más lejos otras ruinas, las
cuales se creen que eran de una quinta de Cicerón. Vi-
mos también escombros de templos vastísimos, algunos
de los cuales se hallan medio sumergidos por el mar que
los ha invadido. Allí en tiempos remotos existió la ciudad
de Baja ó Baya, población espléndida en la antigüedad,
y que hoy es apenas una triste villa en donde hay más
escombros que habitaciones. Más lejos encontramos un
castillo nuevo y algunos edificios modernos.
'' Dejando las ternas de Nerón á un lado subimos por
la orilla de un lago, escalamos una colina, y descendi-
mos hasta las riveras del lago Averno, tan famoso en la
mitología.
'^ Esta entrada del infierno, según las creencias paga-
nas, fué en un tiempo el cráter de un volcán, y está ro-
deada de fértiles colinas sembradas de viñas.
'^ Cerca de allí está la gruta de la Sibila de Cumes*
Llevando antorchas en las manos bajamos por un subte-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 193
iráneo que mide un cuarto de milla de largo hasta que
llegamos á un sitio tau pantanoso que fué preciso dejar-
nos cargar por los guías, quienes nos llevaron á un sitio
lóbrego y hiimedo. Allf era, nos explicaron, en donde
estaban los baños de la Sibila. Después nos señalaron el
lugar en donde tenía su lecho y aquel en donde se pre-
sentaba á dar sus oiáculos.
" Virgilio describe esta gruta en eJ cantp VI de la
Eneida (1) cuando hace descender á su héroe á los in-
fiernos.
" Al cabo de un rato salimos de la oscuridad y >i*espi- .
ramos con gusto el aire libre, á pesar de que los antiguos
consideraban ese aire como mortal, y decían que ni los
pájaros se atrevían á volar por encima de ese sitio tene-
broso. Aunque nosotros no sufrimos incomodidad ningu-
na, ese lugar no debe de ser muy sano, en el tiempo
presente, pues los pocos habitantes que moran en las
orillas del Averno viven miserablemente de las propinas
de los viajeros, y están flacos, escuálidos y palidísimos.
En cambio la vegetación de aquellos lugares es exu-
berante y bellísima,' y comimos uvas delicios^is de las que
fructifican entre las ruinas de un templo de Apolo,* si-
tuado á la cabecera del lago.
'^ Montamos de nuevo en nuestros asnos, y continua-
mos nuestra marcha por medio de pámpanos de verdura
hasta llegar á Puzzoies. Allí vimos el anfiteatro, un edi-
ficio de ladrillo bastante bien conservado, cuyas dimen-
siones indican que era tan vasto como el de Flavio en
Eoma. Aún se ven los lugares en donde encerraban las
fieras y las piedras huecas en que bebían éstas.
(1) XX vu
Ficil es del Averno la bajad»,
De día y noche á la región oscura
Patente está la pavorosa entrada ;
Has volver y elevarse al aura pura,
Esa es la parte trabajosa, osada....
(Traducoidn de la En§iia por Miguel Antonio Oaro).
13
194 BIOGRAFÍA
'^ Después subimos á la Solfatara (azufrera). Es este
un antiguo volcán cuyo cráter es poco menos grande que
el del Vesubio. Aquella concavidad está llena de una tie-
rra blanquecina, en la cual se encuentran alumbre y sur-
gideros que despiden humo, de donde extraen el azufre.
Hace en aquel lugar un calor tan fuerte, que basta dejar
por algún tiempo piedras al humo para que se cubran
con una capa de sal amoníaco. Allí han establecido una
fábrica de azufre : toman las piedras del vecino cerro, cal-
cinánlas en hornos, las cuales se funden y producen azufre.
'' Vi sepultar una moneda de cobre en la tierra, y al
cabo de dos minutos estaba negra, tan fuerte es la acción
interior. El sue!o resuena como si estuviese hueco, así es
que no se pasará probablemente mucho tiempo antes de
que todo aquello se desplome y se convierta en un lago.
" En las cercanías de Puzzoles nos señalaron excava-
ciones en donde se han encontrado sepulcros adornados
con bellos bajo relieves.
" Visitamos también la piscina ó gran depósito de
agua, obra de los romanos, que la habían hecho para
conservarla largo tiempo. Esta piscina está formada
por dos órdenes de bóvedas construidas á cierta profun-
didad, con escalones para que á medida que se agota el
agua vaya bajando paulatinamente. líl eco resuena allí
con modulación clara y armoniosa.
" Cuando regresarnos al puerto de Puzzoles tomamos
un bote y fuimos á visitar la Mole di Calíanla, la cual,
consta (le catorce pilastras que sostienen la mitad de un
puente que debió unir á Baja con Puzzoles, construcción
antiquísima que ha resistido á la mano destructora del
tiempo, á los frecuentes temblores, á los temporales y á
los embates del mar durante diez y nueve siglos !
" 1? de Octubre, — Con mucha dificultad pudimos con-
seguir hoy una carroza para ir á la ciudad de Caserta.
Como era domingo Ñapóles entero estaba de huelga; la
DEL GENERAL JOAQUÍN AOOSTA 195
gente no cabía en las calles, y el bullicio subió de punto,
por ser dfa de la procesión de Nuestra Señora del Bosa-
río, la cual alcanzamos á ver de paso.
^^ A la una del día llegáoios á Gaserta. Después d6
atravesar una larguísima alameda de árboles, nos encon-
tramos frente al suntuoso palacio que deseábamos vi-
sitar (1).
'^ Se baila Gaserta en una explanada al pie mismo de
los Apeninos. La entrada del Palacio es magnífica. Des-
pués de atravesar tres patios adornados con columnas y
pilastras de mármol, llegamos al pie de la famosísima es-
calera, la cual, con sobrada razón, se considera como la
más bella de Italia: la elegancia de su construcción; la
belleza de los barandales ; la perfección de las columnas
que sostienen los balcones y la hermosura de los leones
que la adornan, todo construido con blanquísimo mármol
de Garrara, forma un conjunto realmente único en su
género.
" La capilla es suntuosísima. Este^in sus muros cubier-
tos con cuadros de artistas españoles, y frescos de pin-
tores célebres en la época en que fueron pintados.
" "Los salones de recibo, en cuyas paredes se exhiben
los paisajes más bellos de los alredores de Xápoles, están
colgados con telas de seda fabricada en el país.
" El teatro del Palacio sólo sirve para entretener á
la familia real. Los Príncipes y Princesas representan
allí comedias y operetas, ante una Corte extasiada. Deco-
rado con lujo está el billar y demás piezas de habitación.
Pero lo mejor de todo es el jardín ó los jardines. Tienen
éstos vista hacia los Apeninos, y los embellece una cas-
cada que baja de un vecino cerro, y se convierte después
en manso arroyo para regar los jardines. Entre éstos hay
uno nada más que de flores, otro de arbustos, destinados
para que se críen faisanes y conejos, los cuales después
(1) El primer Palacio fué construido por los lombardos (siglo W\
el cual llamaron en su lengua CaMearta (casa alta).
196 BIOGRAFÍA
sueltan para que los caze el Eey. Entre los arbustos y
bosquecillos del parque han cuidado de que aniden mul-
titud de aves canoras, y han labrado estanques en que
se crían peces de tocias clases, los cuales pescan los
miembros de la familia real. Allí también han formado
grutas artificiales adornadas con estatuas y con bancos
rústicos y más lejos se ven ciervos y se ocultan algunos
jabalíes, los cuales en ciertas épocas el monarca sale á
perseguir en son de caza seguido poi sus peri'os y sus
cortesanos.'"
*' 2 de Octubre. — Estuve á ver la nueva Bolsa. Esta no
se abrirá al público hasta el día del Santo del Key.
.Se encuentra en nn Palacio .que se acaba de construir
para reunir en un solo edificio todas las oficinas del Go-
bierno.
" Por la tarde estuvimos fuera de la ciudad á presen-
ciar una vendimia. De paso hice detener el coche en que
íbamos para visitar el Palacio de Capi de Mona, el cual
aún no había visto.
'^ En el camino nos encontramos con 1a bailarina
Brignoli, que iba á caballo y montaba con garbo.
" A pesar de que cuando llegamos al lugar en que se
bacía la vendimia era ya casi noche, tuve el gusto de
ver á la^hija del propietario vestida de aldeana y rodea-
da de los trabajadores, enteramente al estilo teatral
" Por la noche estuve en el teatro, y vi por primera
vez á las jóvenes Teresina y Fanny Esslar. Al salir del
teatro mi compañero de viaje el ruso, y dos suizos, con
quienes había contraído relaciones, me obligaron á ir á
cenar con ellos, por última vez, en la Villa Beale ; no
pude volver á mi posada sino después de las doce de la
noche, y á esa hora tuve que hacer mis preparativos de
viaje. Apenas los había concluido cuando me avisaron
que era hora de ponerme en marcha para tomar lugar en
un vetturino que partía á las tres de la mañana para
Boma.
BEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 197
' «*•^•^^^^^•*^s*^^w*^■^*'>^n■^\^■*^^*■^,<|»■s^w
" Entre lo macho que vi en Ñapóles, y no había apun-
tado antes me llamó la atención un hermosísimo Hos-
picio que se halla á la salida de la ciudad.
" Esta casa de beneficencia lleva en su frontispicio el
siguiento letrero:
*' Reginm totues regni panperum hospitiiim
" El edificio es tan inmenso que puede dar asilo á
seis mil pobres, los cuales se ocupan en tejer en telares.
El exterior es magnífico ; tiene cuatro pisos y sesenta y
cuatro grandes ventanas en cada piso. Toda persona ne-
cesitada, de cualquiera edad, y de uno y otro sexo, encuen-
tra allí albergue separado y cómodo.
" 3 de Octubre — Apenas amaneció dirigí una mirada
á mis compañeros de viaje ; hé aquí el personal : un de-
pendiente de una casa de comercio de Marsella, un pro-
pietario de las cercanías de Boma, un napolitano, Secre-
tario de la Academia Pontiniana, con su sobrino y un
joven inglés con su perro.
" En breve conocí que el marsellés era un ignorante,
que encubría su deficiencia bajo un barniz de cultura,
cultura que no falta nunca á los franceses que han teni-
do algún roce social. El napolitano y el romano á pocas
vueltas empezaron á disputar acaloradamente acerca de
los méritos de sus respectivas ciudades natales. Yo me
divertía en suscitar celos de uno y otro para verlos reñir.
El romano era un padre de familia de mucho mejor sen-
tido que el otro, aunque le faltaba flexibilidad y hasta
dignidad de carácter. P3I napolitano se exaltaba casi hasta
la demencia.
" Mientras que almorzábamos en Gapua, vi pasar por
frente de la fonda una curiosa procesión de Nazarenos
blancos con musetas de color, los cuales, me dijeron, que
pertenecían á una hermandad.
^' En Santa Águeda comimos con un milanos que iba
198 BIOGRAFÍA
con 8a mujer á Nápolefl, y, según colegí de su conversa-
cióuy iban resueltos á no confesar jamás que el Teatro de
San Garlos de Ñapóles pudiera ser mejor que el de la Es*
cala de Milán. La vanidad en los italianos está siempre
alerta para defender á capa y espada á su país natal, pero
no diré á capa y espada, sino á fuer de charlatanerías, de
exclamaciones y entusiasmo en seco
^^ 4 de Octubre. — Almorzamos en Gastiglíoni ; pasamos
las fronteras del Eeino de Xápoles, y llegamos á Terra-
cina á las cuatro de la tarde ^
Agosta no llegó á Boma sino el día cinco de Octubre,
á las once de la nocbe, y se desmontó á la puerta del Ho-
tel Damón, donde se alojó. Pasó dos días más en la Ciu-
dad Eterna, en compañía de su hermano Domingo, y el S
emprendió su viaje de regreso á Francia.
Tomaremos unos pocos párrafos de las notas de viaje.
DIARIO.
"11 de Octubre. — Por más de dos horas estuvimos vien-
do á lo lejos la ciudad de Siena antes de llegar á ella. Está
situada esta población en medio de las colinas más pinto-
rescas que se pueden imaginar ; sin embargo, si aquella po-
sición contribuye á hacerla muy hermosa, es para sus ha-
bitantes muy incómoda ; tienen que subir y bajar á cada
paso por la desigualdad del terreno. Empero, Siena posee
una virtud desconocida en el resto de Italia : la limpieza.
Pocas ciudades he visto en Europa hasta ahora que reú-
nan el aseo al arto y la belleza. Atraviésanla muchos
puentes que comunican los barrios entre sí, y al pie de
cada uno de ellos se extienden pintorescas praderas que
dan un aspecto original á las calles.
" Apenas me desmonté del carruaje, cuando salí á pa-
sear la ciudad en compañía de un amable sienes, el coal
resultó muy instruido, amante y orgulloso de su país.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 199
^V^^>^\«<^>-\^ar>>'>. ^k^^.r^^yN>N^« 'W^'«>.<
^^ La Catedral ó Duomo es un hermoso templo gótico.
Su aspecto exterior tiene semejanza con el Duomo de
Milán, aunque es dos veces más pequeño. Se halla en
una hermosa plaza rodeada de los palacios del Arzobispo
y el del Gobierno civil. El interior de la Catedral es
magnífico, sorprendente, superior á la de Milán. Las
columnas góticas, las estatuas, los adornos, las figuras
caprichosas, los bustos, medallones, urnas etc. que la
adornan; los muros forrados en mármol blanco y negro
alternado, en fin, todo allí es rico, suntuoso, abundante y
original.
^' El pulpito de Nicolás de Pisa— el famoso arquitecto
de la Edad Media — es una extraordinaria obra de arte y
se necesitai ían horas enteras para examinarlo con prove-
cho y comprender lo que representan las figuras simbóli*
cas que lo adornan.
'' Los bajos reliev^es del bautisterio que señalan bajo
el piso del templo, son bellísimos. Entre otros me llamó
la atención un grupo de las tres gracias desnudas, recién
hallado bajo tierra en aquel lugar. Exhiben esto en el
coro de la iglesia. Aquello me chocó ; parecióme que esos
objetos eran por cierto impropios de un templo católico, y
su lugar debería estar en un museo de artes ó una galería
de escultura. Pero en Italia el amor al arte es tan grande,
que nadie cae en la cuenta de algunas indelicadezas de
los objetos artísticos que exhiben sin reparo hasta en las
salas de recibo de los Cardenales.
^^ Volviendo á la Catedral de Siena, noté con admira-
ción la multitud de mosaicos que se hallan incrustados
sobre el pavimento, y que representan escenas de las
Santas Escrituras.
'^ Las sillas del coro tienen bellísimos embutidos de
distintas maderas, y en la cima de cada una de ellas
hay un angelito, cada uno diferente y con distinta aeti*
tud y expresión.
^^ Ep la capilla de la faniilia Chigi se ve un cuadro
200 BIOGBAFÍA
de mosaico ejecutado con perfección y que representa la
buida á Egipto.
'^ A la entrada de la Catedral hay en el pavimento
una gran figura humana que lleva esta inscripción : Mer-
curiiis trimegistuij contemporaniis Moisi,
" De manera que la certidumbre de la existencia de
Moisés está en parangón con la del pagano dios Mercu-
rio ! ¡ Y esto en una ciudad en donde la población es tan
devota que arranca los ladrillos de la casa en que vivió
Santa Catalina de Sena, para llevarlos como reliquias! ^
Agosta hace después largas descripciones de otros
monumentos de Siena, con lo cual termina el cuaderno
y se interrumpe el Diario hasta su salida de Italia.
DIARIO.
" 2ú de Octubre, — Desde Montmelian hasta Chambe-
ry, el camino sigue por una hermosa alameda de elevados
olmos, cuyas hojas amarinadas por el otoño, brillaban
como oro bruñido bajo los rayos del sol, y cubrían el ca-
mino con espeso colchón de variados matices.
"Llegamos á Chambery á las once de la mañana. Las
casas en esta ciudad están todas pintadas de gris y cu-
biertas de pizarra, lo cual la da un aspecto lúgubre. En-
tre todos los edificios se distingue el Teatro, que es nue-
vo, el Hospital, que está sobre el Boulevard, y los cuar-
teles de caballería é inlautería. Hay también bonitos
paseos, y, según rae dijeron, la vida es agradable y ba-
rata."
Como no podía continuar camino el día siguiente por
tropiezos que puso la Aduana de aquel lugar, resolvió ir
á visitar las Channettes, la casa de campo de madame de
Warrens, la protectora de J. Jacobo Eousseau — autor tan
de moda en América durante el fin del siglo XVllI y prin-
cipio del XIX, por lo mismo que la lectura de sus obras
habían sido prohibidas por el Gobierno español.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 201
^S^«^ ^^^ i^«^^^^/^^ \y^'%^-^^^^^r\^s,^'^
^^ Eáta casa (la de Bousseau), leemos en el Diario, se
halla al Sur de Chambery, á un cuarto de legua de la ciu-
dad. En el frontispicio lleva una inscripción en una lápida
de mármol blanco.
" El dueño actual de la casa y adyacente terreno no
ha permitido que toquen las reliquias de Rousseau, que
aún se conservan allí. Viven en la casa algunos aldeanos
que la cuidan y la muestran por una propina. Ade-
más, presentan un libro á los que la visitan para que
apunten sus nombres.
^' En la sala de la casa vi el retrato del filósofo ; en
su gabinete su silla poltrona y algunas pinturas que le
pertenecían. Del cuarto que le servía de alcoba se puede
bajar directamente al jardín por tres escalones de piedra.
Desde el jardín se ven las ventanas del aposento de ma-
dame de Warrens en el segundo piso, las cuales Juan
Jacobo expiaba desde la madrugada, cuando cogía flores
en el jardín, y apenas las veía abrirse volaba á ofrecerlas
á la cara mamá.
" Desde las ventanas de las Charmettes se goza de
una vista soberbia sobre los Alpes. A lo lejos se perciben
las crestas nevadas de las montaiáas, y más cerca las ro-
cas desnudas y escarpadas de un cerro cuyas faldas des-
plegaban una vegetación pintoresca, á pesar de que los
bosques de álamos y de otros árboles están hoy marchi-
tos con los vientos de otoño. En verano el paisaje debe
ser muy hermoso.
" Al volver á la ciudad tuve la pena de ver anuncia-
da en los periódicos la muerte del gran trágico Taima, el
amigo de Napoleón y el renovador del arte escénico (I).'-
(1) Aunque pocas personas ignoran quién fué Francisco José Taima,
no aera fuera de su lugar dar alguna noticia del actor trágico más fa-
moso de los tiempds modernos. Nació en París en 1763. Hijo de un den.
tísta, se dedicó desde niño al estudio de declamación en el Conservator io
y á los 24 años era ya socio de la comedia francesa. A él se debe el que
se representen las piezas clásicas con los vestidos de la época ; antes
salía César á la escena ataviado á la moda de la época en que se repre.
202 BIOaBAFÍA
'"'s^-my^-k^^^^^
Agosta continuó su viaje el 28 de Octubre. Atra-
vesó en diligencia las últimas faldas de los Alpes y salió
de los territorios que entonces pertenecían al Piamonte y
que desde 1859 pasaron á mano de los franceses, después
de la guerra de Italia con Austria, en que tomó parte
Napoleón III.
Por todo el camino iba cruzándose con diligencias,
carrozas particulares y carros que llevaban gente que iba
á buscar climas más propicios al Sur de Europa al ver
aproximarse la estación invernal.
Pasó de largo por la ciudad de la Tour du Pin y por
la de Bourgotíij pero se detuvo en la aldea de VerpilUere^
en donde [oyó misa y la plática del Cura. El 29 llegó
á Lyon á las tres de la tarde, y fué á alojarse al Hotel
del Parque en la plaza de Terraux. Ese mismo día estuvo
á ver unos curiosos autómatas, que entonces eran muy
afamados.
Visitó también la ciudad, las orillas del Ródano, y
muchas fábricas de sederías.
Dos días después llegaba á París.
CAPITULO XI
Vuelta á París. — Inaguracidn de la Bolsa. — El doctor Madrid. — Olmedo.
Noticias de Colombia. — Blvalidades entre los libertadores. — Agosta
contesta á un articulo publicado en el Qlobe de Prtrís. — Carta del Re-
dactor.— Continúa sus estudios en Paris. — ^Sociedad Enciclopédica.-—
Villemain en el Colegio de Francia. — Sarao en casa de Arago. — Jui>
ció sobre Daunou. — Curso de Villemain. — Reñecciones que le suj^iere
éste. — Concluye el año en una tertulia.
1826
DIARIO.
^^3 de Noviembre. — París, á pesar del fango pantanoso
que cubre las calles en esta estación, tiene siempre un no
sentaba. Napoleón recibía lecciones de comportamiento de Taima, el
autor le enseñaba a declamar sus discursos y á llevar con dignidad lof
vestidos de Corte que adoptó después de coronarse Emperador.
DEL GENERAL. JOAQUÍN AGOSTA 203
r^^^S^ ■^\^^ ^^^^* .^.^vy\^N^. ^*
ñé qué de brillante, de intelectual, de elegante, tjtnto en-
tre los habitantes como en los edificios, que deslumhra y
encanta, sobre todo cuando se ha dejado de ver por algún
tiempo."
Al día siguiente, 4 de Noviembre, era el Santo del
Eey Carlos X. Agosta presenció en esa ocasión la inau-
guración de la Bolsa de París que hacía ocho años que se
había empezado á edificar.
Estaba entonces allí como agente confidencial de
Colombia el señor José Fernández Madrid, á quien fué á
visitar y encontró enfermo.
En casa del señor Madrid conoció al poeta ecuatoria-
no D. José Joaquín Olmedo, el cual se hallaba en Euro-
pa como Agente diplomático del Perú. (1)
Hacía varios meses que Agosta no había tenido noti-
cias directas de su patria y de su familia. Pero al regre-
sar á París encontró caitas, periódicos y noticias políticas,
las cuales unas le fueron gratas y otras le sirvieron de
tormento.
La situación de Colombia era cada día más delicada y
sus negocios políticos más tirantes. Tres hombres que
tanta parte habían tenido en la emancipación y guerra de
ia Independencia se hallaban divididos en ideas, y esta di-
visión prpducía un indecible malestar en toda la Gran Co-
lombia, desde Guayaquil hasta Angostura. Bolívar había
prolongado demasiado su ausencia y aquello enfrió á mu-
chos de los que lo habían amado con entusiasmo y dio
margen á sus enemigos para amargar el espíritu de San-
tander con respecto al Libertador ; entre tanto Páez se hsí-
^1) « £1 15 de £oero de 1825 dio un Decreto el Congreso del Perú, con-
•cediendo á Olmedo los derechos de peruano de nacimiento, y después fué
nombrado Agente Diplomático, en unidn de D. Diego Paredes, en las
cortes de Inglaterra, Francia, Boma y España. Con tal motivo Olmedo
salió de Guayaquil con dirección á Europa en Agosto del mismo año, de
donde regresó al Ecuador en 1828. Apwniea Biográficoi de D, José Joaquín
Olmedo, por Pablo Herrera. Quito 1887.
204 BIOGBAFtá.
bía declarado rebelde á los mandatos del Congreso, y el
país entero sufría una inquietud intensa con aquella desa-
venencia entre los jefes que más amaban los ejércitos.
Se aguardaba con ansia el regreso de Bolívar del Perú, el
cual decían unos que todo lo remediaría, pero creían otros
(¡ue al contrario acabaría por desencadenar los odios que es-
taban latentes en todos los espíritus, ya contra Bolívar, ya
contra Santander, ya contra Páez. La rivalidad entre los
libertadores de Venezuela y de Nueva Granada crecía
entre tanto, y las cartas que recibió Agosta de sus amigos^
eran en extremo desconsoladoras. Sin embargo, con aque-
lla conílanza que anima á todo joven entusiasta y ardien-
te patriota conservaba siempre esperanzas de que al fin
la República triunfaría de los enemigos de la paz y se lo-
graría plantear un Gobierno justo, equitativo y progresis-
ta, como lo habían soñado los que generosamente derra-
maron su sangre para formar una patria independiente
en las antiguas colonias españolas. Así procuraba siempre
defender á Colombia.
"21 de Xoviemhre. — Pasé el día entero trabajando un
artículo, en casa de M. Goudinet, con cuya publicación
pienso destruir las imputaciones que se hacen á Colom-
bia en el periódico Le Glohr. También escribí al Direc-
tor de las Bioíj rafias de los Contemporáneos, y le envié
las noticias de Colt)mhia que me había pedido.'" •
Aquel artículo no fué admitido en E¡ Globo. Hé aquí
la curta del Redactor, M. J. Dubois, que escribió para re-
chazarlo. Naturalmente la traducimos:
*• Redacci. n de K1 tH-'bo. — P.\ris, 12 ile Di^^íembrf de 182tÑ
** Tengo el honor de devolver á usted la carta que us-
ted nivj envió.
** Después de refleecionar seriamente acerca de lo que
DEL OENEBAL JOAQUÍN AGOSTA U05
i>^«^^^^^N^^ ^^-^^«^"k^^^^^V^.^ ^^^^^>^ .^^^^ „0'>^'s^-S^ -t^y^ ,
contiene, y en vista de los documentos y relaciones de
viajes que hemos leído, persistimos eti conservar nuestras
•opiniones. A pesar de nuestra imparcialidad no podemos
permitir discusiones contradictorias en nuestro periódico
cuando pensamos que tenemos razón. Si no bubiese má«
tribuna que la nuestra creeríamos sería nuestro deber pu-
blicar contradicciones, pero con la libertad de la prensa
de que j50zamos, no podemos ocupar á los lectores de
estas cuestiones inútiles. Sin embargo, señor, le agradece-
mos á usted que se hubiese tomado la pena de informar-
nos acerca de lo que usted cree que es la verdad. Nadie me-
jor que nosotros comprende los justos motivos que dictaron
su carta. Xadie mejor que nosotros puede abogar por la
causa de la libertad universal, pero cuando nos persuadi-
mos de la verdad, no podemos volvernos atrás ; si nos
equivocamos el tiempo ii otras personas más hábiles y
más instruidas que nosotros pondrán en claro nuestros
•errores.
" Acepte usted, señor, mis sentimientos de sincera pena
por no haber podido cumplir sus .deseos.
*' Con la más distinguida consideración etc., etc. me
suscribo de usted.
"J. F. DüBOis.
Redactor en jefe. (1).*'
Este rechazo no desanimó á Agosta, quien al fin con-
«iguió que el Temps publicara su artículo. Estando en
París la que esto escribe hizo exquisitas diligencias en
4as Bibliotecas para encontrar el artículo, pero en vano,
cabalmente faltaba el número en que fué publicado en
las colecciones que consiguió.
Entretanto Agosta se matriculó de nuevo en la Sor-
bona, y fué recibido, dice, con la acostumbrada cordialidad
por los profesores Bertrand y Duhamel, y empezó de nue-
vo 811 vida de estudio asiduo. Además, tomaba lecciones
de esgrima, de baile y asistía á las aulas de medicina que
regentaba el famoso Orfila, las de Historia de M. Dau-
<1) Véate el articalo de T, Joaffroy en el Apéndiet de esta obra.
206 BIOGBAFIA
nou etc., de manera que sin cesar estudiaba; se imponía
de los progresos de la civilización en todas sus mani-
festaciones y bajo todos los puntos de vista.
*^ DIARIO.
"14 íi6 Diciembre. — Con M. Fraissinoud estuve en
casa de M. Badiguet, en donde hemos resuelto reunimos
cinco jóvenes con el objeto de ha<;er experimentos quí-
micos.
" 15 de Diciembre. — Asistí al banquete mensual de la
Sociedad En^clopédica ; me tocó asiento al lado de Le-
mercier (1) y otra vez cerca de Sir Sidney Smith. Con
ellos hablé largo rato del viajero inglés, el Coronel Wraitb.
" Por la mañana había estado en el curso de elocuen-
cia francesa de M. Villemain (2). Esta es la vez primera
que se presenta en la Sorbona después de su destitución
del empleo en el Consejo de Estado, destitución ocasiona-
da por su conducta demasiado independiente en la Aca-
demia, lo cual disgustó al Ministerio real. Hoy fué recibido
por los estudiantes con coronas de flores que le arrojaron
de diferentes partes del salón y con aplausos prolongados
y ruidosos, Villemain conservó un aspecto enteramente
sereno; no vi en su mirada ni en La expresión de su fiso-
nomía la menor señal de emoción. Viendo que los aplau-
sos continuaban, extendió la mano con un movimiento
solemne para imponer silencio, y mientras que se tranqui-
lizaban sus oyentes me pareció comprender que él estaba
persuadido de (jne los aplausos eran más bien en homenaje á
(1) Sin duda el famoso poeta, uno de los iniciadores de la escuela
romántica en Francia, antor de iníinidad de obras de lodo género y
dramaturtro muy aplaudido en tiempo del primer Imperio y la Restaura-
ción borbónica.
{'2) Abel Francisco, nacido en París en 1790. Entonces apenas coBtaba
3t> anos, y \-á era miembro de la Academia francesa, émulo de 3I. Goizot
en la cátedra de Historia, autor de varias obras históricas de primer
ordeu, como una Huioria de Cf:>nmell, un Elogio de Montesqweu^ an Auayo
sobre el estado <ie los Grie^^t desde la conquista musulmana etc. Era nn lati-
nista afamado y un crítico distinguidísimo.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 207
los principios que sostenía y manifestación de odio á los
miembros del Ministerio que amor á su persona, por con-
siguiente no los recibió con gusto.
— 'SSeñores, dijo, os pido que guardéis silencio, os lo
suplico en calidad de profesor, y os lo exijo, si es preciso,
si no queréis obligarme á que me retire. La mayor prueba
que me podéis dar de vuestra estimación y de vuestra
amistad, será siempre manifestándoos pacientes y calla-
dos. Entreguémonos á nuestras tranquilas tareas. En este
recinto no deben oírse sino los aplausos dirigidos á la lite-
ratura, únicas emociones propias de la juventud."
" 16 de Diciembre. — A las nueve Roche y yo toma-
mos un cahriolet para ir al Observatorio á asistir á un
sarao en casa del astrónomo Arago. Este sabio nos reci-
bió muy bien, y con su acostumbrada bondad nos presentó
á su esposa, nos puso en comunicación con M. 6ay-
Lussac, M. Dulon, y M. Tissot y su esposa ; el Capitán
(inglés) Sabine, ilustre sabio viajero que ha dado la vuel-
ta al mundo y visitado el Spitzberg ; á M. Berthier y á
otras personas célebres. A las once nos retiramos, des-
pués de haber conversado largo rato con el Barón de
Humboldt.
" 18 de Diciembre. — Después de comer fui á las ori-
llas del Sena á comprar libros. Allí encontré á M. Dan-
nou á pie, enlodado y confundido entre la multitud. Así,
pues, este hombre honorable y elocuente que se eleva á
las consideraciones más altas del orden social, que juzga
desde su cátedra por la mañana á los Romanos, á los Em-
peradores y á los Monarcas del mundo con la más justa
imparcialidad, desciende luego á las más tristes realida-
des de la vida pobre ! Sin embargo, yo veo en este hecho
una consecuencia natural de la noble independencia de su
carácter que ha conservado siempre, al través de las re-
volacioues, y ha preferido su dignidad personal á las do-
radas carrosas del fastuoso cortesano.
*' Los juicios de M. Daunou acerca de los hombres
208 BIOaBAFÍA
que ya no existen, y sobre los acontecimientos de los
tiempos pasados que nos bau sido transmitidos con ropa-
je fabuloso, la facultad que tiene para explicar y discernir
los bechos inciertos que refieren las bistorias, todo esto
demuestra que á más de crítico y erudito, es un filósofo.
Kl, más que nadie, ba sabido explicar lo que parecía im-
posible de comprender y coordinar con tanto acierto, que
sus opiniones serán adoptadas indudablemente por la
posteridad, porque están marcadas con el sello de la ver-
dad. Se comprende que sus juicios son el fruto de estu-
dios profundos y metódicos y que sus extensas investiga-
ciones ban sido inspiradas* por un ánimo generoso, y ar-
diente deseo de sacar en limpio toda la verdad. Si á esto
se añade que 31. Daunou posee el más exquisito arte de
discernir, el tacto más fino 3' delicado para desentrañar lo
cierto de lo probable, á lo cual se une un estilo elegante
y el lenguaje más puro, más enérgico, pero sazonado con
tal cual rasgo sardónico que á veces llega hasta la seve-
ridad, sin perder, por esto, la dignidad del Juez, se com-
prenderá, sin que por eso se alcance á tener una débil
idea de lo que son sus lecciones ; lecciones en que parece
como si la Historia se personificase en aquél anciano^ y
que por su boca emitiera sus juicios inmutables.
" 19 de Diciembre, — Asistí al curso de M. Villeraain.
Trató de la literatura inglesa, y la pintura que hizo fué
tan viva y animada, que me impresionó, particularmente,
el carácter de Milton, el cual me sugirió hondas reflexio-
nes. Todos nacemos con más ó menos aptitudes para
aprender, pero no siempre basta el deseo ardiente de ele-
varse con el espíritu para llegar á ser un grande hombre,
y para esto la instrucción no es todo ; el genio no se edu-
ca, se nace con él. Yo, por ejemplo, había sentido desde
mi infancia una sed insaciable de saber, un deseo ardien-
tfsimo de indagarlo todo ; pero esta facultad, en lugar de
progresar en mí, siento como sí con la edad mi eoei^a se
fiíera debilitando, y á veces llego á perder la fe en mf
nÜBino» • . •
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 209
CAPITULO XII
Juan Bautista Sa^'. — Augusto Comte. — Sociedad en casa de Lafayette. —
Interesante conversación con el Barón tle Hümboldt. — Funerales
del Duque de Larüchefoucauit. — Talley'rand, — Una revista de la
Guardia Nacional. — Situación de Francia. — Klaproth. — Botta. — An-
dreossi. — Redoutc. — Muerte de Pedro Acebedo. — Dolor de Agosta.
1827.
DIARIO.
" 20 de Febrero. — A las nueve de la noche me pre-
senté con Iluiz y Valdés en casa de Madarae Chaviteau.
Se había reunido allí una numerosa y escogida concu-
rrencia. En Francia sólo se bailan cuadrillas, y rara vez
valse redondo. Durante el sarao sirvieron á cada rato he-
lados, aguas frescas, merengues y bizcochuelos, pero no
hubo cena.
" 20 (le Marzo, — Con David d'Angers (1), que nos
había dado cita á Boche y á mí en el Palacio Eeal, nos
presentamos en el recibo del General Lafayette. Allí es-
tieché con placer la mano de este hombre respetable
que no me canso de considerar como uno de los más no-
tables del siglo. Encontré y hablé con el Barón de Hum-
boldt, con Madrid, con las hijas de Destutt de Tracy, y
con otras personas conocidas. Conocí á Juan Bautista
Say — el célebre ecoyomista (2) — á Fenimore Cooper, el
novelista americano (3) ; á Augusto Comte (4), con quie-
nes hablé, además vi á Benjamín Constant (5) y á otros
(1) De este friuios) escultor se liabla en el Capítulo XII de este libro.
(2) Juan Bautista Siiy nació en 17ó7. Tomó parte con Mirabeau en
Ja aurora de la IJevolución francesa ; sirvió después como voluntarle) en
lüS ejércitos franceses. De 1794 para adelante ae dedicó al estudio de la
lOconomía Política, y fué el fundador de esta ciencia en Francia. Murió
en 1832.
(ó) Kl Walter Scott americano. Había nacido en New Jersey, en 17^!^^.
Desde muy joven empezó ú escribir las novelas que todos conocen. De
líi26 á 1832 vivió en Kuropa, y ya era famoso entonces. Murió en 1851 .
(4) El creador de la Filosofía positiva, el maestro de Littré.
(5) Véase el Capítulo X de este libro.
U
'{jO HIoailAFÍA
|nM«(iiia|r.H (M>nliMnp(u;iiuu)s, cuyos nombres guardar.'i la
»• \o .siiuiipu* uu' v.íMiphizco en Htjuella socieiluíl, tan-
to UM.M i uanlo K\[\c o>i.i vez ruí {)aiticii]arnie?ite bien
.us»'.;ivl'> ilv.Npíu's ^lo a;. latuA ausencia de aquel salón hos-
piialano; |vio uu* >s t::Ki liuniillado al v(M" mi insigniíi-
vanv'.a al ^id-» dv* i.iiíM^ notahiliihules, aunque orgulloso
.« po^vu vlv' íiM li i:»ii!.lul, con alternar de igual d igual
v\M» Ií.>*l:'»us qiie haU t!al>ajailo tanto para crearse un
•u'i»i'»:v^ v; '.v^ !'^» pi'ireeiá jamás.
• *i h'« H't^:j. — Ksta tarde nos dirigimos Roche y yo
C íe.>- i'i ^'»'A* ^1^' (Miartres, en el Palacio Keal, en el
v',,.il nI* 's»vMi.i:iKKs í.nei»ntrar al Barón de Ilumboldt, quien
iu\x lu^'''^ vH»n\idado á comer. El llegó con un joven na-
\ui.v'.*' ^ vv»mpaUÍola suyo, y nos sentamos los cuatro á
»' IViumle la comida, nuestro • antitrión nos habló de
\ u«íh\ \ nv»N leliiió cómo su vida romanesca y sus aven-
no 4 4 v^\its^oi\luuuias lo habían hecho interesante y ha-
bí V l« vm.uU» la atención en l*arís, cuando se presentó aUí
pit( pnuuMa Nc/i.
" roUuu'cs. decía Humboldt, se mutúfestaba adusto
^ Li Iv'Mua rcih'ial para las Itepú!)licas americanas. '• Y(í
mvvoqMc coiicNpondí con el, añadió, y lo último q-.ie me
voNio .»u ildciisa- ante el C'ongreso — versaba, en su nía-
\Kx\ p.nlc, rtobu* asuntos de dinero, y confieso que no me
•• i;l haii'm se rió después, y dijo que todns lu>; escri-
\y\\ de Nailuo estaban llenos de griegos y romanos.
♦' \n\ < oHNci.^ar'ión roiió después acerca de los últimos
.uMihi» * uuM idos políticos en Ameiica, y sobre todo en
l^ilombia hi.pupie hu'oiera deseado que la prenj^a fran-
^H^,,a .llar. lia la Constitución de Bolivia, la cual le paré-
ela tMUV n^lio;;iada. Dijo que él no temía la raonarquúi
Olí liaoMliart liiq»úblicas americanas, pero sí pensaba que
lunliií* iéoi riiiH^Hlo para las instituciones liberales el des-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA ' 211
potisnio militar <Ui un solo hombre. Creía que la idea de
la Kepíiblica estaba muy arraigada en toda la América
española, y la prueba era que ya en México nadie se
a(*ordabade Itúrbide (1).
'* Parecíale á Ilumboldt que el convenio hecho por
Tiolívar con Paez era humillante y desairaba al Gobierno
colombiano. Juzgaba que la conducta de Bolívar en los
últimos años era ile<jjal, inconstitucional, y que tenía algo
de la de Napoleón en los días de Fructidor y Brunuirio.
Me ofreció señalar una carta que le había escrito Gala-
tín de Inglaterra, en muy buen sentido. Parece que
piensa como M. de Ilumboldt, que por lo misnio que la
América, y no sólo la América sino la humanidad entera,
tiene que reconoceise deudora al Libertador de un gran
beneficio, el desvío de las sendas de la libertad en él, es
rancho más doloroso que cualquier otro. Sin embargo,
añadía, que era nuiy difícil que un hombre que por más
de once años gobernó >iin contradicción y rodeado de
aduladores, pudiese dejar de ensoberbecerse y pervertir-
se. "La naturaleza humana, dijo, es muy frágil, y aunque
Bolívar vive protestando que él solo sabe hacer la gue-
rra, pretende sin embargo, fabricar constituciones. ¿Esto
qué piueba ? " ]Me aseguró (jue él había escrito al Liberta-
flur hablándole francamente de t(»do aquello.
'* El Barón dice que se ha apoderado de todos en
América la mezquina convicción de que no se puede cen-
surar la conducta de los Jefes sin que aquello parezca
que se aboija por la causa de España. Esto le parece ri-
ilículo, poiíjuif titMie la convicción de que la dominación
d<* E^ií:in:i rn América, pertenece al pasado y no puede
volver. r>Ir ílijo (jiie sabía con certeza que el Gabinete de
HcM líii estaba dis|>uest() á hacer tratados diplomáticos con
Colombia (2).
(1) Hacía apeiuia tren años que el postizo Kmpífrador Itúrbide había
«ido derr»>ca«Kí y fusilado.
(2) Sin embargo, se pasaron 2b años antes de que Frusia acreditase
el primer Encargado de Negocios en Nueva Qranada. Este faé el señor
Fraocifioo Hago Heue que neg<$ á Bogotá en 1852.
212 BIOÜBAFÍA
" IIal)!aíiilo tle una Socii^dad cié iitííiea fundada re«.\eii-
tenií'íítfí itu México y que han llamado Insdtulo^ u::o
que Sí* dííheiía huir siempre del espíritu de ¡mita:ióij
para evitar el ridículo de llevar un nombre sonoro c:iar:-
do se es humilde y pobre; que nada sentaba menos a u:\
hombre endeble y flaco, como el llamarse Héct'.«r ú
Aquiles. ...
'* En (iü, aquella conversación familiar, profunda, in-
teresantísima, fué para mí de grandes enseñanzas.
"2tí de Marzo, — Dos caballeros del Loira Infeiíoi
(antes Provincia de Berry) vinieron hoy á buscarme de
parte del Obispo de Blois para pedirme informes acerca dt-
los medios de entablar comunicaciones comerciales ri)ii
Colombia, con respecto de piedras de chispa que prodiK»*
8U departamento (1).
"30 de Marzo. — Por la mañana á las nueve estuve
en la iglesia de la Magdalena con el objeto de ¿isistir al
entierro del Duque de Larocliefoucaulfc de Liancourr.
Las armas del difunto colocadas sobre una cortina neirru
en la fachada de la iglesia, tenían este lema :
" C^estmon plaisir.^''
'' El túmulo se levantaba en medio de paños lúgubics
íjue hacían contraste con lo que le rodeaba, pues eran
tañías las c(M as, que pn)ducían un foco brillantísimo dt^
Uv/é, 101 templo todo estaba tendido de lienzos negros \
plateados, con una mngiiincencia y un lujo dignos dtl
hombre virtuoso que homaban (2).
(l)('<»iii«i íMitiMU'fH no luil)í.in inwiitiido los íüstoros, his />iV-/r.is J ,; ,.
f,<t (i |M'(lfi iiiil tiMií.iU jjrHH consumo on el iiuniflo.
( í) I< iroí'ln'ioiu'uult había iiaciilo en 1747. Desde su primera jun ^-;,
linl li.ilnu ul).m<loM»i<lo e.l brillo ile las curtes para dedicarse á ni^'j-rar
bi HinMtr «b» biH «líricultoreH Je su Provincia. Después de la KevoIufiuJ»
volvwi a l'runcbi, y trabajó para propa/^Mr la vacuna. El resto tle s.u
viibi hH' ctMiHaf^ratla ú obras de beneíicencia yá fundar liospitalts,
iiMtloK y í'MJaM de ahorros, pura prote^zer al pueblo. Había escrito varias
nbruN uhliNJniíiHj era miembro de la Academia, pero nunca quiso tornar
piuMí' nn el (iobiomo, cuyoR actos, con frecuencia desaprobaba.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 213
'' Vi gran número de personajes de la alta aristocra-
cia, lo» cuales fueron tomando el lugar que les señalaban.
De repente, algunas personas que estaban á mi lado,
pronunciaron el nombre de Talleyrand, y señalaron á un
caballero anciano (ha cumplido 74 años) pequeño de
cuerpo, grueso, vestido con una levita azul vieja y con
una enorme peluca blanca; iba cojeando y apoyado sobre
el brazo de un lacayo. Este era, pues, el hombre tan fa-
moso por su versatilidad política, su escasa nioralidad, y
su gran talento, que venía á rendir homenaje á otro hom-
bre, menos conocido en el mundo, pero que en Francia
se hizo popular en todas las clases de la sociedad por sus
uobles vsentimientos, sus beneficios á la humanidad, de
manera que jamás hizo derramar otras lágrimas que no
fueran de gratitud. Me pareció como si la muerte recla-
mase ya á Talleyrand, y no le pronostico un año de vida,
según su apariencia deteriorada (1).
" Me retiré antes de que concluyesen los funerales.
*'29 de Abril, — A las once de la mañana nos dirigi-
mos al Campo de Marte (ó de jVfarzo), á presenciar la
revista de las trece legiones de la Guardia nacional de
París, mandada por el General Oudinot. La llanura pre-
sentaba un aspecto realmente magnífico. En contorno
se veían tendidos en dos filas los soldados con sus bellos
uniformes; y como el intervalo interior estaba vacío, se
distinguía el brillo de sus armas, á pesav de que queda-
mos muy lejos. Entre las dos filas pasaban y repasaban
los Edecanes v Oficiales de ordenanza. Una salva anun-
ció á la una en punto que el Rey salía de las Tullerías
M) Esos pronósticos resultaron fi\lli»los. Kste hombre político, que
híifu'íi apoyado to'los los Gobiernos que se sucedieron «n Fríinciii desde
l;i época de los primeros albores de la Uovoluciún francesíi hasta la se-
L-'unda Uestauraciún, aún vivió para inclinarse delante de Luis Felipe
V s**rvirle como V^mbajador en Londres. No murió sino en 1838, á log
*<4 años de edad, después de haber abjurado solemnemente todos sus
errores y hecho su sumisión Á la Santa Sede, merced á los esfuerzos de
Monseñor Dapanloup, con quien le ligaba íntima amistad hacia algunos
años.
-"^ EIOGKAFIA
Kl Kabio Joiuaid Jo j/icv-nt/. al Liíioiiadúr itaKaLo C. J.
Guillemo li-jlla (1) y al C'^nJe «le Al.Ii^.xsm (Ji. En t- 1
salóij dtl eoij'>L-:.Ju piíituí ríe io-í:í> el ¡.t'za J...-' Ee-k-n-
té Ci), trat.S á ia viu la é L jxs d-.-! p-^cta x lirrrar.. frac-
c<;s J. A. K>ífj.-r-ai.l, con qnieiLís e^til.;.'» if •a.-;..,;es lie
ariii.stad, y ¡as visitaba (4).
K.^ttivo un día «-ii M.infij'»t..':i<.y, y visii.', i-: Tl.nnita-
ge de J. J. liouss-au. a;;í le s-ínuiáion el io<a! blaueo
que iiabía piantado el lüós.^f,,, y tina pied-a en que se
sentaba en el jardín, así corno ni>i..-íi..s lecr.erdos del mú-
sico Gretry, que liabitó después la misma quinta.
Pero todo no era contento y satisfacciones intelectua-
les en su vida: Acosta solía recibir noticias de la patria,
que le hacían derramar amarguísimas lágrimas, cuyas
señales guardan, aún, las páginas de su diario.
" 2 de J^h/ío.— Recibí hoy, dice, la triste noticia de la
muerte de rui querido Pedro Acebedo La pérdida de
este buen amigo y compañero de mi vida con quien be pa-
sado momentos tan agradables, á quien amé con todo mi
corazón, me afiige hiista el íondo del alma. ... Ninguna
despedida me enterneció tanto como el / Adiós ! que me
dijo Acebedo en la noche del 10 de Octubre de 1825, la
(1) Pittmontea. Nació en I7iití, fué médico, iwlítico y profesor de H¡«
t..r,». l-:»<-ribi<5 una de lo. B,tadü8 Unido», otra de Italia etc. Muriá en
('¿) Antonio Francisc , Andreossi, era uno de Jos Generales de Nape
león, que «iempre a. le conHervú íiel. Fué Embajador en Londres, Viena
y Oon«tantinopU. Kra miembro déla Academia de Ciencias, v publicó
varjji8 obras. M urió en 18'J8.
(3) Kra este pintor natural de Lieja, en donde había nacido en 1859
y era hijo y hermano de artistas aíamados. En un principio pintaba
cuadros de «antos, pero deí^puós se dedicó nada más que ú pintar flores
Uesde 1784 vivió en París, y pintó para Luis XVI varios cuadros famo-'
Hos. hn 180.-, le pidió Ja Emperatriz Josefina que pintara su colección de
plantas de Ja Malmaison. Fué profesor de iconografía en el Jardín de
plantas, y publicó preciosas colecciones botánicas. Murió en 1840
(4) Poeta clásico de la escuela de Delille. Tuvo José Alfonso Esme '
nard su Jiora de popularidad entre los legitimistas. Escribid varios poe
mas y piezas dramáticas que hoy ya no se leen. Estuvo de Cónsul en
laH Antillas, y murió desterrado en Fondi, de una caída, en 1811.
¿EL GENERAL JOAQUÍN ACOSjSáL 217
víspera de salir yo de Bogotá. ¿ Sería que un presenti-
miento fatal me anunciaba que esta sería la última vez
que me sería permitido verle f.... El dolor me ago-
bia. ¡ Adiós Perucho, adiós ! Pero te lo juro, sí, te lo juro,
la muerte será impotente para hacer que tus amigos te
olviden jamás (1)."
Así sucedió. Agosta guardó siempre la tierna me-
moria de su amigo, y la amistad que le legó después
(hasta que la muerte le separó) al General José Acebedo,
hermano menor de Pedro, fué el eco de la que perdió en
la tumba del hijo mayor del Tribuno Acebedo. '
CAPITULO XIII
Días de veraneo. — Viaje en diligencia. — Una sirvienta suicida. — La re-
presentacidn de Hamlet.
1287.
Los calores del estío se hicieron tan insoportables en
París hacia el mes de Agosto de aquel año, que Agosta
resolvió salir de la capital, y pasar alo^unas semanas en
una aldea á poca distancia de París, llamada Lancy. Allí
(1) Era Pedro Acebedo an joven de gran porvenir para la patria
y uno de ios Bedactores de La Miscelánea, de Bogotá (1825), junto con
D. Alejandro Vélez, D. José Ángel Lastra, D. Juan de Dios Aranzazu y
el doctor Bufino Cuervo. En la FiJa de este último, escrita por sus hijos,
encontramos las siguientes lineas que se refieren á Pedro Acebedo :
«* Todos (ios Bedactores de Li. Miscelíneaj se contaron entre los cam-
peones denodados del orden y del derecho. Acebedo mismo, muerto an-
tes de cumplir veintiocho años (31 de Marzo de 1827), fué nombrado, sin
que á nadie oausara extrañeza, miembro de la Acadeniia Nacional, entre
los hombres más eminentes de Colombia. Lo sorprendente es que ha-
biendo entrado casi niño en la carrera de las armas, pasado los días de
la dominación de Morillo oculto con su padre en las montañas de los
Andaquíes, y consagrado luego tanto tiempo al servicio público, prime-
ro en el Estado Mayor de Cundinamarca y después en la Secretaría de
Guerra, lo sorprendente, decimos, es que hubiera liallado tiempo de ad-
quirir tan buenos conocimientos científicos y literarios. A él se debe
la primera geografía de Col ora bia. "—Tomo l.o, página 55.
218 BIOGRAFÍA
alquiló un alojamiento en una alquería fuera de la po-
blación, y en sitio pintoresco.
A COSTA pasaba parte del día entregado al estudio y
á la lectura, y sólo á niafiana y tarde salía á pasear por
el campo, á orillas del vecino río, y «e entretenía con-
versando con los aldeanos, estudiando las costumbres
de los jornaleros, y observándola ayjrieultura, las dife-
rentes siembras y la manera «le cultivar la tierra, y los
procedimientos que emi)leaban para abonarla, todo lo
cual apuntaba cuidadosanuMite para que no se le ol-
vidase.
DIARIO.
'' Julio. — La aldea se com{)()ne :4)enas de una docena
de casas de paja rodeadas de ¡nholes frutales. La pobla-
ción no cuenta mas de cincuenta personas, todos son po-
bres jornaleros que viven de su tralKijo, el cual encuen-
tran en las baciendas délos alicdedores ; tanto bombres
como mujeres todos trabajan en el campo, y no vuelven
á sus casas sino por la noclie.
" Como á legua y media de mi posada se encuentra
el canal de la Brienne. Estuve á verlo. Las riberas de
este útilísimo canal, que pone en comunicación el río
Sena con el Loira, están circundadas de árboles. Sully
empezó á abrirlo en el siglo XVI ; pero en la obra for-
mal de canalización se ban gastado cien anos y seis mi-
llones. Su cauce recorre la base de las colinas del Gatin-
cau, famoso terreno para crías de ganados. Sobre la cum-
bre de uno de aquellos cerritos se ve un antiguo castillo
feudal, que boy es fábrica de papel.
"5 de Julio, — Hoy domingo tomó un cábrioletj y con
la casera, me dirigí á Montargis á oír misa, pues aquí no
bay culto, pero no alcanzamos. Sin embargo, entré á la
iglesia : es de estilo gólico, y recorrí la ciudad, que me
pareció interesante, pero boy tiene una población que
escasamante llega á seis mil babitantes. Se ven las rui-
DKI. GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 219
ñas de uii antiguo castillo; atraviesii la ciudíid un riachue-
lo, el Loing, que se pasa por estrechos puentes.
*' Al regresar de Montargis pasmunos por delante de
las quintas y jardines del Conde Potier y del Conde Cor-
nee, ambas suntuosas y encantadoras con sus frescos
íjombríos y alamedas de hermosos y corpulentos árboles.
" Los aldeanos de Lancy se mantieneíi con sólo pan
de cebada, muy negro y sin aliño, y frutas frescas en ve-
rano y conservadas y secas en invierno, y sin embargo,
son robustos, fuertes y animosos para el trabajo, mucho
más que nuestros jornaleros que se alimentan abundan-
temente con maíz y carne ! "
Después de hacer prolija descripción de varias fábri-
cas que visitó en los contornos, de la maiierii (hi traba-
jarlas y de los joruiíh's (jue ganaban los operarios, añade :
'' Vimos algunas jóvenes trabajadoras, cuyo aire de
modestia y hasta de, humildad me llamó la atención.
Todas estaban uniformemente vestidas, y nos dijeron que
eran huérfanas de las vecinas aldeas que recogían los
empiesarios de las fábricas, les enseñaban nociones de
Religión, de moral, á leer, escribir, coser y las hacían tra-
bajar hasta los veintidós años, á esa edad recibían una
dote de ciento cincuenta francos en dinero, además de un
regalo en especies, y las casaban con algiíu liourado ve-
cino. Así, pues, en estos países civilizados é industriosos
los propietarios unen el ínteres propio á la caridad para
proteger á los huérfanos ; en estas sociedades previsoras
los hombres trabajan con empeño para que ninguna cria-
tura sea abandonada, pero al mismo tiempo le sacan toda
la utilidad posible á su trabajo."
Pocos días después de haberse establecido en Lancy
Agosta vio llegar á su lado á su inseparable compañero
Vicente Roche, y juntos pasaron el resto de las vaca-
oiones.
220 BIOGRAFÍA
"S^S,^. ^V^^^^^^ >%«^^^ ^ r^ ^ ^ i^^^>^N«> ^ ^^
Antes de regresar á París quisieron ir á visitar la
ciudad de Orleans, de la cual hace una corta descripción.
DIARIO.
*' 4 de SejUiemJjre. — Salimos hoy de Orleans con di-
rección á París. Yo había escogido asiento en el imperial
de la diligencia, es decir, sobre el techo del carruaje, que
está á cuatro varas del suelo, y es lo mismo que viajar
sobre una torre. De esta manera los balcones y ventanas
del primer piso de las casas quedaban á nuestro nivel.
" Luego que hubimos salido de Orleans descubrimos
todo el campo á una gran distancia. Como veíamos los
jardines y los parques por encima de las paredes, gozá-
bamos mucho al sorprender escenas íntimas en el interior
de los hogares de las casas y cercados de los que vivían
en las orillas del camino.
'' La diligencia iba tirada por cinco caballos, los cua-
les caminaban á razón de tres leguas por hora (1) y si no
hubiera sido por el viento IJío y desagradable que soplaba
del Norte con violencia, hubiéramos gozado mucho con
uo espectáculo tan original. Atravesamos muchas aldeas
situadas en un terreno llano, y por medio de anchos cam-
pos en donde los aldeanos cegaban el trigo, á más de rato
en rato, encontrábamos torres telegráficas que se hacían
señas unas á otras (2).
" A las doce del día llegamos á Etampes, ciudad bas-
tante considerable. Allí almorzamos en la mesa redonda
de un hotel y nos divirtió mucho la conversación y tono
jactancioso de uno de los comensales de la mesa, Capitán
general de la isla de lié (3), el cual se consideraba el
hombre más feliz de la tierra, porque no tenía en su ínsu-
la harataria empleado que le fuese superior.
(1) Ahora en ferrocarril se viaja á razíín de doce leguas por hora.
(2) Como en esa época no se había descubierto todavía el telégrafo
eléctrico las comunicacíoneM se hacían por medio de señales convencio-
nales.
(3) Pequeña isla francesa frente á la ciudad de la Bóchela.
DEL GENERAL JOAQUÍN ACOSTA 221
44 TT,
Una vez que pasamos por Etainpes, el aspecto del
país cambia, y á poco se empieza á notar la animación
precursora de una gran ciudad, pues París estaba yá á
pocas leguas de distancia. En todas direcciones veíanse
palacios y espléndidas casas de campo. Una de aquéllas
pertenece al actual Duque de Abrantes, hijo del General
Junot, y otra al Duque de Bassano, Hugo B. Maret.
Estos hombres que brillaron en el gran teatro de la Re-
volución francesa y durante las glorias militares del Im-
perio, viven hoy, después de tanta agitación, retirados,
pero saboreando Uís placeres de una vida privada rodea-
da de todas las comodidades que proporciona la civiliza-
ción. Y por cierto sería difícil escoger retiros más bellos
y más tranquilos después de principios más activos y
ruidosos !
*' Contemplando aquellas mansiones pintorescas atra-
vesamos el fresco valle de Arpajón, y después de pasar
por los pueblos de Longpurmiaux, Bourg, La Eeina y
Sceaux, este último lugar afamado por los bailes de los
domingos que frecuentan los estudiantes de París, lle-
gamos por último á Mont-Rouge, en donde se encuentra
el Colegio de los Jesuítas, el primero que esta Orden ha
establecido después del renacimiento de la Compañía."
A las seis de la tarde los viajeros llegaron á la casa
en que tenían su alojamiento. Notaron al entrar á éste
que la criada que los cuidaba y servía parecía triste y
abatida, pero no hicieron alto en ello. Era una mujer de
edad que sufría mucho eon un hijo calavera que tenía, y
la daba muchos desvelos y disgustos, y con frecuncia la
veían preocupada ¡ cuál no sería, sin embargo, la sorpresa
de los dos 'jóvenes cuando al día siguiente se les pre-
sentó la portera dt* la casa y les anunció que la mísera
criada se había suicidado durante la noche, sin que pu-
222 BioaBAPÍA.
dieran encontrar ningún papel que dijera el motivo de
aquel acto de desesperación, entonces mucho menos fre-
cuente que hoy día ! Actuahnente los suicidios son diarios
en París, y honihres, mujeres y niños se quitan la vida
por las causas más baladíes.
DIAKIO.
" 24 de Septiembre. — Estuvimos íi ver la representa-
ción de Hamlet^ que daban los actores ingleses recién lle-
gados á París. Después de Tahua no he visto jamás ac-
tor ninguno que iguale á Carlos Kemble, hermano del
finado Juan Felipe (1), que hacía el famoso papel de
Hamlet. Miss Smithson es digna de los elogios que hacen
de ella los diarios ; me pareció que era imposible que se
trabajase mejor. ¡ Con cuánto recogimiento, casi religioso
vi representar por primera vez una pieza de Shakespea-
re ! En la mayor parte de los asientos del teatro se veían
jóvenes franceses, quienes, con los libros abiertos, seguían
en la traducción francesa las palabras de los actores oorao
si fuera una lección, y todos ellos sabían apreciar el genio
inglés á pesar de sus ii regularidades, y quizás á causas de
estas irregularidades mismas, que son tan naturales y tan
diferentes del tono clásico y solenuie de las tragedias
francesas.
'' ¡ Qué insípidas me parecieron las notas con que Mo-
ratín glosa esta sublime tragedia del hombre que mejor
ha conocido el corazón humano ! "
(I) Era t'sttí uno de los más afamados trágicos del mundo. Encarnó
como iiiiiguno l»)s lit'roes de Shakespeare, y i\ié muy popular en Inglate-
rra. Escribió varios estudios sobre Sliakespeare, y compuso piezas dra-
máticas. Murió en 1823, á los 63 años de edad, después de haberse retí,
rado de la carrera de las tablas. Además de Carlos varios miembros de
esta familia se dedicaron al teatro, tanto hombres como mujeres, y
todos han sido apreciad ísimos.
• DKL OENGBAL JOAQUÍN AGOSTA 223
CAPÍTULO XIV
La HistorÍH de Colombia por D. José Manuel Restrepo y el señor Fer-
uández Madrid. — Fiestas en Saint Cloud. — El combate de Navari-
no. — Eecepción de Royer Collard en la Academia Francesa. — J. Luis
Laya. — Agosta miembro de una Comisión científica. — Noticias de
Colombia. — Santíinder y la conspiracidn de Septiembre. — Salazar. —
Roulin.— D. Vicente Rocafuerte.— París de 1827 á 1830.
Estando Agosta en París en 1827 apareció la prime-
ra edición de la Historia de la Revolución de ColomMa^
por D. José Manuel Kestrepo, obra que causó grande
innpresión ent)t3 los colombianos residentes en Europa,
pues era esta la primera, seria y de peso que se daba á
la estampa después de la época de la guerra de la Inde-
pendencia.
Hé aquí algunos apartes sobre este asunto, que
AcoSTA escribió al doctor Madrid, que entonces estaba
encargado de la Legación colombiana en Londres :
•* París, Octubre 23 de 1827.
**Al señor D, Jote Fernández do ¿a Hadrii^ Ministro colombiano en Londres. —
Utxrley Streit, yiúmero 71,
*' Apreciadísimo señor y amigo :
'* La obra de Kestrepo apareció hace ocho días, y
aunque el nombre de usted tígura entre los de aquéllos
que han hecho servicios más importantes á nuestra causa,
como al describir los últimos días de la existencia política
de las Provincias unidas de la Nueva Granada, deja caer
algunas expresiones ligeras y aventuradas, yo me apresu-
ré á enviar á M. Carrel un artículo que debería insertar
en el Constitucional ó en el Correo (1). M. Carrel se ha
(1) Xicolús Armando Carrel era uno de ios más entusiastas campeo-
nes del partido liberal en Francia. Escribió varias obras ; trabajó acti-
vamente como colaborador de varios periódicos, en la caída de los Bor.
bones ; fundo la Revista Americana y El Nacional. Murió de 36 años de
edad, eu 1836, en un duelo con fimUio de Girardin, quien lamentó toda
fu vida la desgracia que causó.
224 BIOGRAFÍA
descuidado, pero yáse lo he pedido por dos caitas, para lle-
varlo yo inisrao á la imprenta, y aparecerá antes de dos
días (1). No pienso limitarme á esto, porqu« estando
para formarse lína nueva lievista Americana, y teniendo
relaciones con algunos de los empresarios, me ocupo en
traducir los documentos de su justificación que sean más
importantes para insertarlos, pues los periódicos cotidia-
nos no acogerían un artículo tan largo.
" Voy alior.i á decirle algo sobre esta historia tan es-
perada. IVIe ha parecido que las fuerzas de Restrepo no
son proporcionadas á la empresa de escribir una historia.
El estilo es frío y descarnado. Creo que el historiador no
debe alterar los hechos, y en esto consiste la imparciali-
dad, pero no creo que deba despojarse de los sentimien-
tos patrióticos, y quiero que una noble indignación lo do-
mine al trazar los males de su país ; quiero que haga
pasar sus emociones al alma de sus lectores ; pero desdi-
chadamente el estilo de nuestro historiógrafo de todo tie-
ne menos de dramático. Sin embargo, esto}' lejos de
negar la utilidad de la obra, pero insisto en que no le
conviene otro título sino el de Relación documentada de
los prinvÍ2)ales acontecimientos de la JRei'olución de Sueva
Granada y Venezuela.
*' Si* encuentran allí también algunas inexactitudes
y omisiones, y si usted quiere eouveneerse del partido que
otro eualquiera hubiera saea'b» de esta materia, lea la
relación del movimiento «le Quilo en ISnu en el Arte di
verificar /ds fechas (2) el enal sin ser otia eosa sino un
resumen eroiioli'»íxieo, da una idea más exaeta .de lo suee-
.* -?-■
r V.\i<e » .*rri -11. > te A. -^i i fi . • I». >j:.m:i4 «le I>. .1 sj 'Vi- í;
^Isft* \ouinrn icé c rrr ;.<: . p r M. War.l.n, re\Í5.i i Tvr *r: M>.-
^^>^ Á At v»<;iV
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 22$
dido que el mismo fragmento en Restrepo. En cuanto al
Atlas, nús temores se han realizado; alli han combinado
á su modo las viejas con las nuevas cartas, de donde ha
resultado un todo monstruoso. Qué dirán, por ejemplo,
los habitantes de Mérida al encontrarse á ocho leguas del
lago de Maracaibo? No les queda otro partido sino creer
que la laguna se les ha acercado, ó que el Ministro se ha
engañado. . . Temo mucho que se inclinen á este último
partido.
«Seria muy largo hacer la enumeración de todos los
errores. Piensí) escribir mis observaciones para enviarlas
á Colombia, no sea que crean que efectivamente este ma-
pa de la República es lo mejor. Puede ser que usted en-
cuentre acrimonia en mi crítica, pero el mal humor á que
nos tienen condenados los sucesos de Colombia explica
todo.j> -
Se comprende que desde aquélla época Acosta veía la
necesidad absoluta de que se publicase un mapa más exacto
de su patria, y que se escribiese una historia más amena de
Colombia. Al cabo de años, viendo que nadie se ocupaba en
dio, procuró por su parte presentar un mapa más co-
rrecto que los anteriores, y de la historia que había ideado
sólo alcanzó á dar á luz el primer tomo de la época del
Descubrimiento y Conquista, como lo veremos después.
DIARIO
" 24 de Octubre, — Hoy estuve en Saint Cloud á ver las
fiestas populares que se celebran allí. Empezaron á jugar
las aguas no bien hube entrado al parque, cuya larga ala-
meda ofrecía un curiosísimo y variado espectáculo con
sus innumerables tiendecillas llenas de objetos vistosos, los
histriones, panoramas y caballitos de palo. La cascada
BIOOBAFIA 15
22fi BIOGRAFÍA
con SU chorro de agua que se levanta á ochenta pies de
altura y se disipa en forma de nube, me pareció pintores-
ca y original.
" A las cinco de la tarde pasó por en medio de ios jar-
diñes y alamedas la calesa descubierta del Rey. El iba
dentro, acompañado por la Deiñna con so aire serio y
triste (ia desgraciada hija de Luis xvi no puede olvidar
jamás el suplicio de sus padres y parientes); al frente vi á
la Duquesa de Berry y una hermana suya (hija del Rey
de Ñápeles). La calesa iba precedida por algunos guar-
dias de corps y gentiles hombres de la corte á caballo, y
seguida por cuatro carrozas con los empleados, camare-
ras, etc.
''Una vez que hubo pasado el Rey, me dirigí á la ¿su»
Uma^ monumento piramidal hecho sobre el modelo de la
linterna de Demóstenes, que construyó Lisicrates en Ate^
ñas (1). Se levanta sobre una colina que domina el par*
que, el río Sena, y desde allí se ven las cúpulas y las torres
de París.
'' Estando en aquella altura, noté que se preparaba una
tormenta, y apenas tuve tiempo de guarecerme bajo unos
coposos árboles, cuando se descolgó un fortisimo agua-
cero. En medio de la lluvia vi pasar á Su Majestad Cris»
tianísima perfectamente empapado, á pesar de que los
caballos del coche iban á todo correr en busca de abrigo.
Momentos después' pasó el Delfín con su séquito, todos
en la misma situación.
"Comí á las seis en el restaurante y volví al parque
después, á ver los bailes campestres, que unos tenían lu-
gar bajo toldos, y otros sobre el verde césped, al aire libre.
No me fué posible regresar á París hasta las doce de la
(1) Tanto Ift Linterna como el famoso palacio de Saint Clood, ea
donde tuYÍeron lagar tantos acontecimientos históricos, fueron arruina-
dos durante la guerra con Alemania, y hace poco tiempo que el Gk)bier-
no francés vendió las ruinas por una bicoca.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 227
noche; era tal la concurrencia, que hasta esa ' hora no
pude conseguir un vehículo para volver á la ciudad."
Refiere después cómo se tuvo noticia en París (el 8 de
Noviembre) del glorioso combate naval de Navarino, en
el cual triunfaron las fuerzas aliadas de Rusia, Inglaterra y
Francia, sobre las turcas de Ibrahim-Bajá. Esta victoria
fué doblemente celebrada, porque después de terminado
el combate resultó que á pesar de haber muerto en él seis
mil turcos, los aliados no tuvieron que deplorar sino la
pérdida de siete personas, entre muertos y heridos (i).
DIARIO
"ij rfc AríwiVw6*^.--Desde las doce del siguiente día
tuvimos que ir á situarnos en la puerta del Palacio del
Instituto, para tomar puesto y hacer colUf pues había
multitud de personas que tenían particular interés en pre«
senciar el recibimiento de M. Royer^-Coltard en la Acade-
mia francesa (2).
'* Yo estuve aguardando que se abrieran las puertas,
(1) B«to no impidió que afios después (en 1S55) los franceses 7 loa
ingleses se aliaran á Turquía para combatir (k Rusia 7 rencerU en
Ciímea.
(8) Considérase 4 Pedro Pablo Ro7er-Collard como uno de los
hombrea más importantes que ha dado Francia en los fines del siglo
zmi 7 principios del zik. Habia dedicado sus primeros afios al es-
tudio de cuestiones de alta política, 7 como filósofo perteneció á la es-
cuela ecléctica espiritualista. Después de haber eido republicano, fué
realista moderado, 7 durante la Restauración desempeñó importantca
empleos; pero como se indispusiese con el Ministro Vil lele, se retiró del
Gobierno, 7 en las C&marai legislativas pronunció los discursos máa
elocuentes que en aquella época ¿e o7eron. Derrotado el Ministro Yillé-
le, estUTo sosteniendo la m >narquía 7 el orden hasta Ja caída de Carlos z.
Aceptó sin entusiasmo el advenimiento de Luis Felipe en 1830,7 contri*
bu7Óád4rlts respetabilidad. Escribió poco, fuera de sus famosos discur-
sos políticos 7 académicos.— Murió en 1845, de 62 afios de edad.
228 biografía
conversando con M, Mignet, el historiador, y M. Varaigne*
No bien llegó la hora de entrar, cuando toda aquella
multitud, compuesta casi en su totalidad de personas co-
nocidas, se precipitó á buscar asiento.
"Los académicos fueron entrando á sus puestos uno á
uno. Me señalaron los que yo no conocía, como el poeta
Casimiro de la Vigne, Lally-Tollendal y otros.
" A las dos de la tarde un aplauso general anunció la
entrada de M. Darú, el encargado de recibir al recipien-
dario. La concurrencia presentaba un aspecto risueño é
imponente al mismo tiempo; muchas damas que no ha-
bían cabido en los bancos exteriores, se colocaron entre
los graves académicos, y veíanse las pelucas empolvadas
de los ancianos del siglo pasado al lado de los sombreri-
llos de moda y vestidos modernos de las señoras,
" Royer-Collard pronunció un bellísimo discurso, el
cual fué interrumpido repetidas veces por los aplausos y
los bravos de la mayor parte de los espectadores. M. Darú
contestó, y también fué aplaudido. Después, Juan Luis
Laya— el poeta de origen español pero que cuenta entre
los literatos franceses; aquel hombre animoso que duran-
te el Terror se atrevió á criticar sus excesos en una come-
dia, y estuvo á punto de perder la vida por ello — leyó alr
gunos trozos de su tragedia Demóstenes. Sin embargo,
aquella lectura fué recibida fríamente por el público.
'' Salimos á las cuatro de la tarde, después de haber
pasado dos horas muy satisfechos en ese recinto del saber
y del buen gusto."
Los meses más ardientes del verano de 1828 los ocupó
Acosta en un viaje de ingeniería en los alrededores de
Meulan. Bajo la dirección inmediata del Coronel Puis-
sant, hizo parte de la comisión científica que levantó el
mapa de Francia por aquellos años. Tocóle estudiar el
Departamento de Seine y Oise.
Encontramos en su diario la descripción de aquellos
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 229
trabajos y la copia de las observaciones que hacían, y expli-
caciones de la manera científica que empleaban entonces
para levantar planos. En unión del menciondo Coronel
y de otros jóvenes ingenieros, pasaban el día entero en los
campos. Llevaban un asno cargado con instrumen-
tos y las provisiones de boca, y sólo al ocultarse el sol
buscaban albergue en alguna aldea.
Concluidos los trabajos que les habían encomendado,
regresaron á París con los primeros fríos y lluvias del oto-
ño, y cuando los árboles, secos, descarnados y desprovis-
tos de hojas, anunciaban la llegada del invierno.
Como Acosta frecuentaba los lugares en que se reu-
nían los estudiantes, y visitaba los salones de Lafayette y
de otros miembros del partido anti-borbónico y liberal,
tenía ocasión de estudiar el espíritu político de Francia, y
veía, se puede decir casi delante de él, prepararse la revo-
lución que había de arrojar del trono á Carlos x. Aquel
estudio de la política interna de Francia le interesaba mu-
chísimo, y no podía menos que comparar el lenguaje me-
surado y atento de los contendores políticos de París con
la manera de luchar en la prensa americana de aquella
época.
En una carta que nuestro joven estudiante escribió al
Ministro colombiano en Londres (el señor Fernández
Madrid) con fecha 3 de Junio de 1828, encontiamos el
siguiente párrafo:
'' Nos hemos procurado algunos diarios de Bogo-
tá, de fines del año pasado. Qué lenguaje 1 Qué irritación I
Qué modo de defender la libertad! No lo harían mejor
sus enemigos! Yo que me imaginaba que las pasiones
volvían elocuentes á los hombres, y veo hoy produccio-
nes de hombres de talento que el último colegial se aver-
gonzaría de haber escrito. Quisiera sepultarme entre mis
libros con la misma impavidez que el petimetre de Gil
Blas se metía entre sus sábanas . • . /'
230 biografía
Las noticias que recibía de Colombia nunca eran sa-
tisfactorias. Un gran malestar se notaba en todo él ámbi-
to de aquella inmensa República, rodeada entonces por
tres mares y formada por poblaciones tan distintas y tan
alejadas unas de otras, que apenas se conocían de nombre
y en nada simpatizaban. En el Perú, nación que había
obtenido su libertad gracias á los ejércitos colombianos y
á los talentos militares de Bolívar y de Sucre, odiaban á
sus libertadores y se temía una próxima guerra entre las
dos naciones hermanas. Dentro de Colombia se disputa-
ban la preponderancia los partidarios de la unión de Nue*
va Granada, Quito y Venezuela, y los separatistas. Estos
últimos eran encabezados en la primera por el General
Santander. De allí la disolución de la Convención de
Ocaña, después de escandalosos debates, y la retirada de
la minoría el II de Junio de 1828, dejando la Asamblea
sin quorum.
Desalentados los ciudadanos que más entusia.^mo ha*
bían tenida durante toda la guerra de la Independencia^
creyeron que sus esfuerzos serían inútiles, que el país aca-
baría por perecer en la anarquía si no se tomaban provi-
dencias supremas. Ahora, al cabo de tantos años, es difícil
ponernos en el lugar de los que escribieron de todas las
poblaciones de Colombia rogando al General Bolívar para
que asumiese el mando supremo y se declarase dictador»
Se nos ñgura que los partidarios de la Dictadura obraron
con precipitación, y que el Libertador se dejó llevar por
sentimientos de ambición al aceptar aquella picota; pero
¿sabemos acaso los temores que abrigaban todos de un
naufragio de las instituciones, si se permitía que se desen-
cadenasen las pasiones populares? Entonces se horroriza-
ban los amigos del orden con la idea de la anarquía^ y pa-
recíale á Bolívar (como á sus partidarios) que todo se de-
bería arrostrar, más bien que :dar ocasión de que surgiese
una revolución, una guerra armada entre hermanos^ que
desprestigiaría la nueva Repúblii
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 231
De todas maneras, la noticia de la nueva Dictadura de
Bolívar produjo muy mal efecto en Europa y hondísimo
desconsuelo á los que amaban la verdadera República.
El General Santander— que había perdido su posición
como Vicepresidente con aquella Dictadura — escribió á
sus amigos cartas muy amargas contra Bolívar, y exhaló
quejas dolorosísimas contra los que habían precipitado al
país por aquella vía al parecer sin salida (i). El Ministerio
había querido dulcificarle aquel desaire, y al mismo tiempo
alejar del país un enemigo peligroso é influyente, y le ha-
bía nombrado Ministro Plenipotenciario en los Estados
Unidos de Norte América. Empero, Santander cometió
la imprudencia de permanecer en Bogotá y nombrar como
su secretario al entusiasta liberal Luis Vargas Tejada,
el cual se inspiraba en los recuerdos de la República
romana, y conspiraba contra la Dictadura por medio de la
sociedad llamada Filológicas á la cual pertenecía el ex-
Vicepresidente también.
Todos conocen, y no es del caso aquí hablar de la fa*
mosa y malhadada conspiración que estalló el 28 de Sep-
tiembre de aquel año, en la cual, si el puñal de los que se
consideraban patriotas no penetró en el corazón del Li-
bertador, le desgarró el alma y lo condujo á la muerte dos
años después. Comprometido al parecer en aquella con-
juración— á pesar de que él aseguró que había procurado
disuadir á los conjurados de que asesinasen á Bolívar, —
(t) Bq naa cart» que el General Santander escribió al lefior Fernán-
4ea Madrid & Londres, enoootramos este pánafo, de fecha 18 de Sep-
-liembce de 1888:
" Desde el 18 de Junio ha sobrevenido un cambio sustancial en el
sistema. Ta se lo habrá comunicado á usted el Decreto orgánico, única
ley constituoiona] que tenemos, 7 en ella habrá visto que ha quedado su-
.pflmlda la Vicepresidencia de la RepiSbtlca. To me considero Tlctima
de mis opiniones y de mis deberes públicos; pero víctima voluntaria,
7 séame licito decir tambián víctima ilustre."
(Véase Biograjia dé D, Jmé Ftmáná» Madrid, arreglada por Carlos
Martines 8Uva.-Bogotá, 1889.)
232 biografía
el General Santander fué apresado, juzgado y condenado
á muerte; perdonóle la vida el General Bolívar, en cambio
de dura prisión primero y de destierro después. Salió,
pues, del país como reo, cuando pudo haberse presentado
en los Estados Unidos con el honroso empleo de Ministro
Plenipotenciario, si no se detiene en Bogotá durante aque-
llos aciagos días de efervescencia política. ¿Fué acaso cul-
pable ó inocente? Sólo Dios que lee en los corazones po-
dría decirnos si cruzó por su mente la visión sangrienta
de su émulo, ó si sólo aspiraba á tomar el puesto de Bolí-
var una vez que éste fuese derrocado, y no deseaba la
muerte del que había merecido el nombre de Libertador
de cinco Repúblicas.
Entre tanto, Acosta prolongaba su residencia en Euro-
pa lo más que le era posible; y como todos aquellos
acontecimientos que tenían lugar en su patria le impresio-
naban hondamente, para olvidar esas preocupaciones se en-
tregaba por completo á sus estudios, y con frecuencia no
escribía en su diario, que suele interrumpir durante meses.
La prueba de esto la tenemos en una carta del poeta
literato y diplomático antioqueño D. José María Salazar,
entonces en París. Hela aquí:
" Mi estimado amigo:
'' Me quedé aguardando á usted la noche de la comida
enciclopédica, como me lo ofreció por su esquelita del mis-
mo día (á que no contesté por no exigir respuesta y ser
materia comunicada).
'' ¿Cuándo estará usted más desocupado de planos y
más sociable para perder un día conmigo? Todo se nos
ha quedado en proyecto: Instituto, Panteón, etc.
'' Tengo una carta interesante (no geográfica) que mos-
trar á usted, y alguna cosa útil para su plano de Bogotá.
" De usted afectísimo servidor,
••LuncB, NoTiembre 16. J. M. SaLAZAR.» (i)
(1) En Tariofl diociontrios biográflcoa se ha dicho que D. José Mu^
k^
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 233
En una carta que le escribió M. Roulin en aquella*
época, leemos el siguiente párrafo curioso: (i)
" No se dice nada particular de Colombia. Sólo
he sabido algunos pormenores del tiempo de la con-
juración. Entre otras cosas, me han dicho que Arrublas
(el dentón) estuvo esa noche en Palacio, pero en dis-
fra£. Lo confesó Garujo. Qué hombre aquél! ir á se-
mejante fiesta con el temor de ser reconocido I Qué mol-
de para conspiradores! Gracias á Dios que no todos lo
hicieron como Horman. Parece que fué Ramón Guerra
quien apresuró el momento de la explosión, porque en la
tarde antes se oyó algo de la tramoya en la conversación
de dos oficiales ebrios que hablaban en una fonda de la
plaza. Llamaron á Guerra para saber algo de uno de ellos
que estaba recién venido de Venezuela; Guerra contestó
que no tuvieran cuidado, que el hombre era un borracho
que hablaba disparates; pero que iría á averiguar la cosa;
y salió; pero fué á avisar á los conjurados que estaban
descubiertos, y que la sola esperanza que les quedaba, era
poner en ejecución su proyecto esa misma noche; lo que
se hizo del modo que usted sabe . ..."
A fines de 1829 se encontraba en Londres uno de los
SalAxar murió en París en Febrero de 1828, pero este es un error, porque
la carta que tenemos á la TÍsta dice en el sobre:
" H M. J. Acosta.
Rué de Fleurus. n.* tf ."
7 en él sello de correos se lee con toda claridad: Noyibmbrb 10—1839.
(1) Era este caballero un sabio francés que fué contratado en 1821
para ir & la capital de Colombia á regentar la cátedra de Fisiología. Re-
gresó i Francia en 1888, y conservó siempre hasta su muerte mucba
^mitti^ con Aoosta. Las Memorias científicas que presentó Roulin á la
Academia de Ciencias de París le yalieroa disünciones honoríficas, ser
nombrado Bibliptecario del Instituto 7 la decoración de* la Legión de
Honor. Escribió además yarias pequefias noticias científicas en la Re-
iMa dé Amboi Mu7ulc$ 7 en otros periódicos, 7 murió en París en 1874,
4 los 78 afios de su edad.
234 biografía
hombres más importantes y beneméritos del Ekniador, glo*
ría de la Améríca del Sur, el señor D.Vicente Rocaíuerte (i),
con quien Acosta había tenido amistad en Paris^ la cual,
como veremos después, conservó hasta su muerte^ ocurri-
da en 1847. Por aquel tiempo Rocaíuerte escribió la si-
guiente carta al joven colombiano:
"Londres, 10 de Diciembre: WX^.
Befior Capitán Joaquia Acosta. --Parie.
"Amabilísimo paisano mío: Contesto á la muy fina
carta de usted reiterándole mis sentimientos de afecto y
de amistad, los que serán tan invariables como los princi-
pios que los han excitado y que justamente pone usted
por condición de nuestro mutuo aprecio. Nunca dejaré
de ser un verdadero colombiano, ñel á las banderas de la
Independencia y constante en el culto de la Libertad.
" El estado de mi salud no me permitirá salir, como
pensaba, por el próximo paquete; probablemente iré á Ve-
(1) D. Vicente Bocafuerte, hijo de familia ilustrada de Guayaquil,
nació en aquella ciudad en 1783. Se educó en £spafta^ en el Colegio de
nobles de Madrid. Pasó en 1808 á Francia, á completar su Instrucción.
y alli conoció á Bolivar 7 á otros patriotas americanos que sofiabm ja
oon emanoiparse de Espafia. Yolfió á su patria en 1807; tuTo part»
en la rsTolución de 1800; deseando ser buen legislador, fué á estudiar ft
Inglaterra, Suecia y Rusia. Elegido Diputado á las Cortes de Espalla,
tomó asiento en ellas en 1814, pero sus ideas liberales lo obligaron á
salir prófugo de Madrid. Regresó en 1817 á Guayaquil; en IddOfuéá
loa Estados Unidos y á Cuba, en donde escribió en favor de la Indepen-
ésncia de América. Bolívar le mandó á varias misiones secretas; loa
mejicanos le convidaron (1824) á aquel país, y fué nombrado Encargada
de N^odoa en Inglaterra, Francia, Holanda etc., y Ministro Pienlpo-
tenciario más tarde. En 1826 Rocaf uerte obtuvo un empréstito para Oo*
lombia. En 1820 pidió sus cartas de retiro; regresó á Méjico y fué per*
seguido y encarcelado: volvió al Ecuador en 1888 y tuvo que mezclarse
en U política y entrar en pugna con el General Florea. Fué elegido Pre*
8ldent\ y en sus manos la República bis» grandes progresos, y desem*
pe&ó importantes destinos diplomáticos. Siendo Ministro en Lims, murió
de 83 aftos de edad, lamentad > por su patria.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 335
racruz por Nueva York, y entonces saldré á principios del
próximo Enero.
" Hágame usted el favor de dar mil memorias á Juani-
to Díaz, y dígale que Carmencita Hurtado y toda ta fami-
lia quedaban buenos á fines de Septiembre último; que
Manuel I caza, que acaba de llegar á esta capital de Gua*
yaquil, los vio á su tránsito por Panamá.
*' He contestado á la muy atenta y amistosa carta del
doctor Torres (2), sin usar de quites diplomáticos ni reti-
cencias jesuíticas; le he expuesto francamente cuál es mi
modo de ver la situación actual de nuestro caro país, en
lo que tendrá una prueba del respeto que le profeso y del
deseo que me anima de cultivar su amistad. Tenga usted
la bondad de dar mil memorias de mi parte á su hermano,
á Rodríguez, á Martínez, y usted mande á su afectísimo
q. s. m. b.
Vicente Rocafuerte.
*T. D. — Por la próxima ocasión enviaré á usted una
carta de introducción para el Marqués de Nicolay."
CAPITULO XV
General BantMider en Firft.— Garlas de éste 7 de D. P!o Rengifo.—
Viaje al Rhin.— Variat ciudadea del tránaito.— Metí j aiia f ortíílcacio-
iie8.^Saarbruck.— Bl Rhia. -^Francfort.— Maicttncia.—Laa íortUlea-
cionca de Ooblentsa— Colonia.— Aquiflgván— SI actual reino de Bél-
gica.—Broaelaa j n» carioaidades.— Visita á OortéaCampomanes.—
Amberes j sua pintores.— Ostende.
1830
En los primeros meses de 1830 se hallaba en París el
General Santander, desterrado de Colombia; y como era
natural, por haber sido antiguo amigo de su familia, y con
frecuencia había protegido á Acosta en la carrera militar,
(2) Bl doctor Jerónimo Torres, hermano del patriota Camilo Torrea,
que se liallaba entonces en Europa.
236 BIOGRAFÍA
éste lo visitó y sirvió en lo que pudo. Además, Acosta
pertenecía entonces al partido liberal moderado; republi-
cano entusiasta, veía con tristeza la situación de su patria,
y aunque desaprobó enérgicamente el atentado parricida
del 25 de Septiembre, no veía sin hondo disgusto la Dic-
tadura del General Bolívar y el trabajo subterráneo que
se hacía para cambiar la forma del Gobierno republicano
por una monarquía, regida por un príncipe europeo,
como lo deseaban los más desalentados de los indepen-
dientes de Colombia. Santander le pintó el estado de la
patria con tan negros colores, que Acosta resolvió regresar
á ella, pues creía que era deber de todo buen ciudadano
no abandonar el país cuando está angustiado, sino lle-
var su contingente para trabajar en el bien de la patria,
sacrificando la tranquilidad propia en aras de la tierra que
le vio nacer (i).
Pero si Acosta había resuelto regresar á su patria pron-
to, no se resolvió á hacerlo sino después de un viaje que
tenía proyectado por las orillas del Rhín y Bélgica, en
compañía de su compatriota D. Pío Rengifo (2) y de una
(1) Hé aquf una carta del Qeoeral Santander, escrita en esa época.
Al aefior Joaquín Acosta (Rué de TOuest, 9)
Sábado 20 de Marzo de 1880.
" Mi querido Acosta: No puedo salir hojr porque estoy enfermo, 7
el^médico me ha prohibido dejar el alojamiento. Tatnp«co puedo salir
mafiana; asi es que dejaremos para otro día el paseo al Luzemburgo 7
per consiguiente el placer de tomar helados en la calle de Ri?olI, como
estaba conTenido.
"No siendo duefio de mi salud, tengo que pasar por la incomodidad
de pnyarme de la compafiía de usted mafiana 7 pasado mafiana; pero
queda prorrogada (lenguaje parlamentario francés é inglés) para cuando
.70 le aTise.
Saludo á su hermano afectuosamente. Dígame dónde es el nuevo
alojamiento de Madame Salazar.
Siempre decidido amigo de usted, su antiguo estimador,
F. P. Santandkb."
(3) Este caballero era hijo de un patriota cancano, D. J. M. Rengifo,
:y padre del ilustre médico colombiana, el doctor Pió Rengifo, quien
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 2yj
residencia en Inglaterra para perfeccionarse en el inglés^
lengua que había aprendido en Bogotá, estudiado en Pa-
rís y deseaba acabar de conocer á fondo en el mismo
país.
DIARIO
" 14 de Abril de 1830. — Salimos de París el señor Pío
Rengifo y yo, á las cuatro de la tarde, tomando la vía de
la Puerta de San Dionisio. Nuestros compañeros de dili-
gencia eran los siguientes: un Coronel muy adicto á la
familia real; un Mayor de Caballería y su señora — joven y
bella, — con dos niños y una nodriza y dos señoras más
(insignificantes).
*' iS de Abril. — Viajamos toda la noche y amaneci-
mos en Chateau-Jhierfy, pequeña ciudad sita en las már-
genes del río Marne, patria del buen Lafontaine, cuya es-
tatua de mármol blanco se ve . á la entrada del puente.
Me pareció muy risueña la situación de esta ciudad; no
sé si será á causa de la frescura de la mañana, ó porque
en realidad lo es. Aquí comienza la Champaña, antigua
provincia dividida hoy, como el resto de Francia, en de-
murió desgraciadamente en Panamá en 1896. SI amigo de Aconta había
nacido en 1799, y por consiguiente contaba apenas diez y siete afios
cuando siendo duefioa de nuevo los eapafioles de la provincia del Cauca,
persiguieron á los patriotas, que habían tomado parte en la Revolución
de la Independencia, y el Joven Pío Rengifo fué sentenciado á servir
como soldado en la9 filas del ejército español al mando de Warleta. Pero
él se había propuesto evitar esta humillación, y se fingió sordo. BI
Jefe espafiol comprendió que aquella sordera era simulada, y lo sometió
^ toda especie de pruebas para descubrir el engafio, pero siempre tuvo
suficiente presencia de ánimo para no dejarse caer en la trampa que le
tendían, convenciendo al fin á todos de que realmente era sordo. Con ese
motivo obtuvo su libertad y huyó al interior de las montafias, en donde
§• ocultaba su padre y andaban prófugos los |patriotss que no habían
caído «n manos de \oñ padjkadoru. Después de una vida de laborío údad^
constante, D. Pío había recuperado la fortuna perdida en la época de la
guerra con Espafia, y se hallaba entonces viajando por Europa. No mu-
rió sino largos afios después de Acosta, en 1867.
238 BIOGRAFÍA
parlamentos. Continuamos después casi siempre por la
orilla derecha del Marne, y á uno y otro lado veíamos las
fértiles colinas que producen el vino de Champaña* Las
viñas no tenían aun hojas, y en el fondo del valle apenas
se veía una faja verde de praderas nacientes. Atravesamos
durante la noche á Meaux y el bosque de Bondy, y al*
morzámos en el exiguo poblado de Dormán. Pasamos por
Epernay; dejamos á nuestra derecha el collado de Hoy, el
cual produce el mejor vino de Champaña por su calidad^
pero que es preciso mezclar con el que producen las co*
linas de Epernay para que sea espumoso."
Refiere Acosta en seguida cómo pasaron de largo por
Chalons, Clermontoii Verdún, en donde los llevaron á ver
á una panadera afamada por su belleza, á quien llamaban
la '' ninfa del Mosa." A las cinco de la tarde del día 17
entraron al fin á la ciudad de Metz, después de tres días
de marcha, cuando hoy se hace aquel viaje en pocas ho«
ras. Sin embargo, en aquella época el*viajero conocía más
el país por donde atravesaba en diligencia, que no hoy
día en ferrocarril, cuando sólo se ven las estaciones y los
andenes de las ciudades, por las cuales atraviesa á todo va«
por, y apenas distingue los campos que las circundan
y dividen, y eso como entre sueños.
" De todas las plazas fuertes que he visto, escribe, nin-
guna he encontrado tan digna del nombre. Por todas par-
tes se oían trompetas y clarines, y atravesaban las calles
soldados y oficiales de todas armas. La guarnición de esta
plaza consta de diez mil homBres, y la ciudad no cuenta
sino cuarenta mil almas (t)."
Al día siguiente de su llegada, Acosta fué á entregar
una carta de recomendación que llevaba para el Capitán
Noiret, uno de los hombres— dice— más sabios en ingenie-
ría, el cual particularmente se ha dedicado á las fortifica-
ciones."
(1) Hoy alcanza á 64,000.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 239
Merced á las recomendaciones que llevaba Acosta, el
Capitán le permitió visitar en primer lugar una extensa
colección de modelos para fortificaciones de toda clase, y
después lo llevó á recorrer las fortificaciones de la plaza,
le explicó á fondo cuanto le señalaba, asi como las mejo<
ras que él había introducido en ellas. Acosta hace en su
Diario una larga descripción de cuanto vio, en términos
técnicos que no interesarían al lector de este libro.
Parece que no se concedía licencia para visitar las for*
tificaciones de Metz sino á persona señalada, y sólo la car**
ta del Coronel Puissant pudo vencer tamañas dificultades.
Dos días gastó el Capitán colombiano en aquellos es-
tudios de ingeniería práctica. Después visitó, con su com-
pañero de viaje, la Biblioteca de la ciudad y las coleccio*
dones de interesantes instrumentos científicos; presenció
una revista de las tropas; recorrió los cuarteles; estudió
los reglamentos militares, fijándose particularmente en
todo lo concerniente á la artillería, que era el arma que
prefería. En su diario explica minuciosamente los inven-
tos entonces nuevos en el arte militar, y hoy abandona-
dos por otros más recientes, de los cuales entonces no se
tenía idea.
£1 Director de la Escuela Militar de ingenieros dio
cuantos informes y datos le pidió Acosta; el Capitán Noi«
ret lo invitó á comer con un Capitán Petit, y durante la
comida escuchó atentamente una larga discusión acerca
4e ingeniería entre los dos militares. Concluida ésta, lo ob-
sequiaron con algunos planos y dibujos que era prohibi-
do vender, y sólo se regalaban á personas de toda con-
£anza.
Acosta estuvo en el teatro con el señor Rengifo, y notó
qae todos los espectadores eran militares. Dijéronle que
sólo estos — ó los amigos que llevaran, — tenían derecho
de entrar, porque sólo ellos, sin el auxilio de los ciudada-
nos civiles, habían costeado el edificio, y las representa-
240 biografía
ciones se hacían por cuenta y bajo el amparo de los milw
tares de la guarnición.
El 19 de Abril los dos colombianos salieron de Metz y
se dirigieron á Francfort.
A las doce del día llegaron á Saarbruck ó Sarrebruck,
lugar que cuarenta años después se hizo célebre en los
anales de la guerra franco prusiana.
" Desde allí, observa, todo cambió de aspecto; las cos-
tumbres son enteramente distintas de las francesas; la len- *
gua, las monedas, el carácter de los habitantes, el modo
de servir los alimentos, el guisado, las camas, los muebles
y hasta las cerraduras de las puertas! Más aún: la formada
las botellas, del pan, de las mesas y hasta la costumbre de
cubrir el piso de los comedores (de las fondas) con arena»
causa extrañeza y hasta desagrado."
El día 20 llegaron á Maguncia, y se alojaron en el ho-
tel de las Tres Coronas.
Inmediatamente Acosta se dirigió hacia el Rhin. Ardía
en deseos de ver aquel famosísimo río.
" Sin enibargo — escribe, — aquel río histórico, tan can-
tado por los poetas, aunque bajaba majestuosamente ce-»'
nido por sus riberas, no tenía ese color azul que tantas ve-
ces había oído describir; estaba crecido y mugiente, y por
consiguiente amarilloso y turbio."
Poco se detuvieron en Maguncia nuestros viajeros; si-
guieron marcha, atravesaron el Rhin por Cassel, y sin parar
continuaron hacia Francfort. A esa ciudad llegaron á las
nueve de la noche, en medio de una tormenta de lluvia y
fortísimo viento. " Pero, observa, á pesar del mal tiempo^
no se oía por todas partes, en las calles y casas, sino el
ruido de alegres voces, músicas y cantos, por ser la época
de la feria que celebran aquí cada año en esta época."
Al día siguiente salieron temprano los viajeros á visitar
las calles y recorrieron los lugares en que tenía lugar la fe-
ria. Notaron que el artículo que había en las tenduchas con
I
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 24!
mayor abuncliincia, eran pipas de diferentes materias y for-
mas. AJemás, entre los objetos de quincallería les llamaron
la atención ciertos morteros de cristal de roca, de cuarzo
y de ágata, que lAcosta hubiera querido comprar para
el laboratorio que pensaba llevar á Bogotá, pero no com-
pró por no llevar objeto tan pesado en su equipaje.
De paso entraron á la Catedral, que les pareció poco
interesante; subieron á la torre y desde allí contemplaron
toda la ciudad y el c jrso del río Mein. Vieron la sala en
que se coronaban los Emperadores, los retratos de éstos,
y recorriejon después la calle de los Judíos.
«Esta es leemos en el Diario, tortuosa y sucia, pero
muy original: las casas de ella son pequeñas, la forma de
las puertas y ventanas conserva el estilo gótico, y -por en-
tre aquellos agujeros, que no parecen ventanas, veíamos los
harapos sucios y andrajosos de sus habitantes. Asomado á
una de éstas vimos un judío venerable con luenga barba
blanca, que le caía sobre una túnica de forma oriental; y si
no hubiera sido porque fumaba una larga pipa moderna,
se me representara un auténtico fariseo. Esta calle cuenta
seis siglos de antigüedad, y no solamente los techos, sino
también las paredes, están cubiertas de pizarra. En una
extremidad nos señalaron una casa, al parecer igual á to-
das las demás, salvo que las vidrieras no estaban rotas, y
por entre las ventanas alcanzamos á ver cortinas de seda
con franjas doradas. Allí nos dijeron que vivía la madre
de los millonarios Rothschild, la cual, á pesar de la opulen-
cia de sus hijos, no ha querido abandonar la morada de
sus antepasados.2> (i)
Acosta llevaba cartas de recomendación para un señor
(t) Más do treinta afios después, la que esto escribe visitó esa misma
calle, la cual aún conserTaba su original desaseo, pero ya habl% desapa-
recido por completo la familia Rothschild de la miserable casa que ha-
bitaban sus abuelos, y esos banqueros israelitas vivían en espléndidos pa-
lacios, en la parte más aristocrática de la ciudadi
BIOttBAFIA 16
242 biografía
Póplein, quien se mahifestó muy hospitalario; convidó á
comer á los colombianos á una fonda afamada llamada
Weindcbuck. y en seguida les dio cita para llevarlos á vi-
sitar los museos y gabinetes de Historia Natural, los pa-
seos, los monumentos públicos más afamados y la rica
Biblioteca.
«AHÍ, dice, en un estante cerrado con cristales y sitúa*
do en un pasadizo, me llamaron la atención, en medio de
otras curiosidades, dospares de chancletas viejas y una so-
brepelliz de muselina que pertenecieron al heresiarca Lu-
lero, cuyo retrato —vestido de clérigo — habíamos visto
poco antes.]>
Visitaron el hospital, costeado por el rico banquero
Bethnian, en cuyos jardines se encuentra la famosísima
Ariadna.
<iEsta estatua, escribe Acosta, es de mármol blanco de
Carrara; se halla colocada en un templete redondo y ro-
deada de cortinas encarnadas, que le dan un aspecto sor-
prendente de vida. Ariadna se halla sentada sobre un león,
y su posición es lo más honestamente voluptuosa que se
puede imaginar. Su tamaño es el de una mujer de estatu-
ra natural, así es que es algo más grande que la Venus de
Médicis.^
Después de visitar el interior de la ciudad, estuvieron
á ver en los contornos las bellas casas de campo de los ri-
cos comerciantes y banqueros de aquel emporio mer-
cantil.
El día 22 de Abril tomaron un carruaje particular, y
volviendo sobre sus pasos regresaron á Maguncia, ciudad
que sólo habían visto de paso y deseaban visitar más
despacio.
a:No bien hubimos llegado á Maguncia, escribe, cuan-
do salimos en busca de la Catedral, antiguo edificio gótico
muy importante. Nos llevaron por el claustro á ver la lá-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 243
pida, bajo la cual e^^tá sepultado el trovador Fraucnlob, (i)
El bajo relieve representa el ataúd del meisiersanget car-
dado por las damas. Allí también nos señalaron la tum-
ba de Frastruda, mujer de Carlomagno, y las de multitud
de arzobispos y electores. Vimos también los privileg¡(js
concedidos á la ciudad por el primer Arzobispo Willisgio:
están grabados sobre placas de bronce, con las cuales han
forrado las puertas de la Catedral.]»
Describe después extensamente las fortificaciones de
aquella ciudad, las cuales recorrió cuidadosamente, así
como la Biblioteca, en donde vio antiguos monumentos
romanos y bellos cuadros de pintura de Rubens y de otros
artistas célebres de Flandes y de Alemania.
A las cuatro de la tarde del mismo día — siempre en
«carruaje particular — los dos colombianos continuaron su
viaje y llegaron á Wiesbaden antes de oscurecer. Descri-
be larga y minuciosamente Acosta aquella bellísima y
pintoresca ciudad dedicada nada más que á las diversio-
nes y á los goces de los desocupados. Habla de las dife*
rentes aguas sulfurosas que encierran sus famosas ter*
mas, las cuales examinó detenidamente, y averiguó cuá*
les eran las enfermedades que curaban, siempre con mo-
tivos patrióticos, pues, creía que en Colombia quizás se
encontrarían aguas igualmente provechosas, que podrían
explotarse en beneficio de los dolientes.
El día 23 se embarcaron en el Rhin en un vapor que
bebería llevarlos hasta Colonia.
(1) Enrique Frauenlob, el célebre mrittenangér alemán, viyió pirti>
ealarmente en Maguncia. Su verdadero nombre era HeUnn, pero le lla-
maban Fraueidob, es decir, panegirista de lai damas, por su gdlaateria
con el bello sexo. Caando murió en 1318, las damas de Maguncia quisie-
ron cargar su ataúd hasta el lugar en donde fué sepultado.
244 biografía
DIARIO
<i:A pesar de que estaba lloviendo, tomé lugar con pre-
ferencia sobre cubierta para gozar de la vista del rio. Me
parecía soñar y creía ver algo de mágico cuando se me
presentaban uno á uno los lugares históricos que tanto
había deseado conocer, y cuyas leyendas había leído con
embeleso! Ya veía rocas escarpadas casi perpendicular-
mente, y en cuya cima se levantaba alguna torre ó ruina; ya
cambiaba la escena, y entonces todo era risueños collados,
sementeras y alegres chozas, al pie de las cuales corría el
Rhin mansamente; más lejos se presentaban derruidos
murallones y fortalezas que avanzaban casi en medio de
las aguas, y ruinas de los alcázares que pertenecieron en
la Edad Media á fieros señores feudales, los cuales fre-
cuentemente no eran sino bandidos que robaban á mano
armada á los desdichados aldeanos ó á los indefensos via-
jeros que navegaban en el río. No me cansaba de con-
templar la variedad de paisajes que pasaban ante mis
ojos como en inmenso panorama. Consideraba aquellas
ruinas con un sentimiento de agradable melancolía, y re-
cordaba con gusto las tradiciones maravillosas que guar-
da aún el pueblo de aquellos lugares. Hoy, en vez de las
erizadas almenas que aterraban al viajero de otros tiem*
pos, veíamos por todas partes alegres caseríos y ciudades
modernas edificadas y pobladas por tranquilos ciudadanos,
en donde se notaba movimiento y actividad. Los señores
descendientes de los antiguos, muchos de los cuales aún
viven en las fortalezas de sus mayores, no son hoy sino
inofensivos hacendados y protectores natos de los al-
deanos.
«Bajando de Maguncia, la primera población que en-
contramos fué Biberich, sita sobre la ribera derecha del
Rhin; no es sino una pequeña aldea en realidad, pero es
notable por el magnifico palacio y jardines que alli posee
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 245
el Príncipe de Nassau, y cuya hermosa fachada se mira en*
tre las azules aguas del Rhin.
«El rio corre después algo separado de las colinas, ó
más bien las colinas se alejan de allí para formar un valle
que se llama Ringau, en donde se produce el famoso
vino de Johanisberg^ el de Radishcim y otros, en un terre-
no que pertenece al Príncipe de Metternich.
«En Bingen las colinas de uno y otro lado casi se
unen, y el río ha tenido que abrirse paso, modificando su
dirección, y corre recostado sobre los cerros algo escarpa-
dos de la derecha. De allí en adelante casi tod^is las pobla**
ciones se encuentran al lado izquierdo. . . .
<r .... Al frente de Kaub hay un castillo gótico cons-
truido sobre un islote en la mitad del rio, el cual parece
salir de las aguas para adelantarse á recibir al viajero que
baja la corriente. En esta parte del rio es en donde se
encuentran mayor número de ruinas; pero según lo que
me dijeron, aquellos castillos no eran grandes, y á lo más
podrían contener medianamente veinticinco personas en
unos, en otros veinte y apenas doce en los más pequeños.»
A las doce del día se detuvieron en Coblenza. Acosta
fué inmediatamente á conseguir un billete de entrada á
las fortalezas, que debería obtener del comandante de la
plaza.
El comandante le dio lo que le pedia, menos el per-
miso de visitar el fuerte llamado de Alejandro y el Fran-
cisco, los cuales se hallan en el puente del Mosela.
Después de atravesar el Rhin, el joven militar se diri-
gió hacia la fortaleza de Ehfembreiisiein, situada sobre
una roca, y en seguida visitó aquel laberinto de fortale-
zas, las cuales describe minuciosamente, y concluye con
estas palabras: «Maravillosas obras son fodas estas, con
las cuales la mano del hombre ha aumentado¡la defensa de
' ^ ^ . '--o '-* " ' iíi
/
V
4^IVí4 '-^V/4«/V/ *^ /># V/'^*^^ ^/-yT^r/í: Aco>U, T ir^:ir
^,^;aí» á/JdUéh \,>ut aA^a, 'ff'4i,^s/t Ktí eí interior. La
4^4 /U' U^iiw/Mít^/^^ '4*»tf'\*i^r r»/; c//ncluídas bÓTcdss (i)
hrpudífd ií'i^t^)i$*it'h^'9 y yftí^íAÚífn ¡Qué templo
i4/|</<'l (i40 i^iUt,iiifUfi O/fi f;!;^]^ que se le considere
O) IUI« Umftmt UtmvUt, /|IM m Mvip«f^ á WrMlMrcB UI9, do m
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 247
como el monumento más hermoso de estilo gótico del
mundo. Las cien columnas que sostienen la techumbre,
cuatro de las cuales miden treinta pies de circunferencia;
el soberbio coro (enteramente concluido) con sus ca-
pillas y la elegancia de toda la parte concluida, dan una
idea de lo que será aquel templo cuando lo acaben de
concluir. Hasta ahora sólo se ha trabajado en ello más de
quinientos años I Quisiera yo traer á Colonia á las perso*
ñas que no gustan de la arquitectura gótica, para conver*
tirlasU
Visitaron al día siguiente, con la luz del día, de nuevo
la Catedral, otras iglesias y la plaza de Agripina (la madre
de Nerón, que nació en Colonia); oyeron misa cantada y
vieron muchas reliquias en urnas riquísimas; cuadros de
Rubens en varias partes, y en San Pedro el encomiado
Martirio del Apóstol, obra maestra de aquel pintor fla-
menco.
Recibieron la visita de un Capitán Reding, hijo del Ge-
neral Reding, que había estado en Colombia. Este les pre*
sentó un joven polaco Weznioski, y todos juntos fueron
á pasear por los jardines públicos.
El día 26 abandonaron definitivamente las márgenes
del Rhin, tomaron asiento en una diligencia, y por la vía
de Juliers se dirigieron á Aquisgrán, adonde llegaron á
las doce del día. «Aquella ciudad nos deslumhró, dice
Acosta, por la belleza de sus edificios y el aseo y anchura
de sus calles.»
Lo primero que á los colombianos llamó la atención
fué la Catedral, empezada á edificar por Carlomagno,.
cuyo sarcófago se encuentra en la mitad del templo. Vie-
ron los lugares en que tienen encerradas las reliquias, las
cuales se exponen á la veneración de los fíeles cada siete ^
años; contempláronla silla de mármol de Cariomagno,.
asi como otras curiosidades de las cuales hablan todos los
á^S BIOGRAFÍA
viajeros. Visitaron después el palacio de los reyes fran-
cos; se pasearon por el bellísimo jardín de Lutsberg; fue-
ron á ver los manantiales de aguas termales (de donde le
viene el nombre á la ciudad) de agua-gtani, las cuales
Acosta examinó como había hecho en Wiesbaden.
El día 27 tomaron un carruaje particular y salieron
de Aquisgrán. Atravesaron las fronteras de Prusia, y lle-
garon á Maestricht á las ocho y media de la mañana. In-
mediatamente Acosta fué á examinar las fortiñcaciones y
ei canal de Lieja, lo cual le interesaba particularmente
bajo el punto de vista científico y militar. Continuaron
marcha hacia Tengres, y antes de entrar á la población se
detuvieron para ver los restos de las murallas del tiempo
de los Romanos que circundaban la ciudad, la cual era
en los tiempos pasados mucho más importante que en el
día. A las seis de la tarde entraron en Tirlemont, y mien-
tras que les preparaban otro carruaje, visitaron la Catedral
gótica de aquella ciudad.
«La población, leemos en el Diario, como todas las
de los Países Bajos que hasta ahora hemos visto, es sin«
gularmente aseada, y las calles son espaciosas y bien em-
pedradas.]^
Al cabo de dos horas emprendieron de nuevo marcha,
y á las doce y media de la noche entraron en la ciudad de
Bruselas, se desmontaron en la plaza del parque y se
alojaron en el hotel de fíelle Vue.
En aquella época Holanda y Bélgica formaban un rei-
no (desde 18 14), con el nombre de Países Bajos. Gober-
nábalo Guillermo de Orange (descendiente de los Estatú*
deres de Holanda), pero era en extremo impopular en U
parte belga de sus dominios ; tan impopular era, que po-
cos meses después de la visita de Acosta á aquel país, loi
Belgas (siguiendo el ejemplo de los franceses que arroja-
ron á los Borbones del reino) sacudieron el yugo de Ho-
landa y se proclamaron independientes. La opinión del
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 249
pueblo estaba dividida: unos querían monarquía y otros
república, y al fin aceptó la Nación como rey un prín-
cipe de Sajonia-Coburgo, que fué proclamado y tomó po-
sesión de la corona en Junio de 1831.
Al día siguiente de la llegada de los colombianos á
Bruselas, empezaron á visitar museos, galerías de pinturas,
etc., de las cuales Acosta hace prolija descripción.
«Noté, escribe en su Diario, mucho celo y empeño
en embellecer el Museo: colgaban cuadros nuevos, bar-
nizaban y remendaban cuidadosamente otros, de manera
que en aquella galería había mucho movimiento de em-
pleados é interés para que todo quedase bien, como si en
aquellos ciudadanos se hubiese despertado nuevamente
el gusto por las bellas artes y el deseo de que su Musco
no fuese inferior á otras ciudades europeas.
«Estuve en el Jardín Botánico. En los invernáculos
la temperatura subía á 30°, y tuve el gusto de ver reuni-
dos el naranjo y el plátano, el granado y otras plantas de
mi pueblo natal, las cuales vivían allí verdes y lozanas y
como orguUosas de que las cultivasen con tanto esmero.»
Al recorrer la ciudad se sorprendieron los colombia-
nos con la vista de más de trescientos mástiles en una ciu-
dad que no es puerto de mar ni posee ningún río nave-
gable. Descubrieron entonces que, como los industnosos
ciudadanos de Bruselas quisiesen acercarse al mar para el
bien de su comercio, habían labrado un canal paralelo
con el río Senna, el cual une la ciudad con el río Sambre,
que es navegable.
Los colombianos visitaron uno á uno todos los monu*
mentos y curiosidades artísticas de Bruselas. En la mesa
redonda del hotel vieron á una señorita Pradil, hija de un
tx>nocido improvisador francés, y que era una hermosísi-
250 biografía
ma persona, (i) y hablaron con el Enviado Diplomático
brasilero, señor Itabayana.
Con el Secretario de la Legación Mexicana, que visita
á Acosta, fué á ver la fuente en que Pedro el Grande
bebió en 1697.
DIARIO
«Esta circunstancia se halla conmemorada en una
inscripción latina al pie de la fuente. Parece, según
dicen las historias, que aquel día el Emperador de todas
las Rusias se dio allí una caída, por estar un poco vacilan*
te á causa del mucho vino que tomaba siempre pero
la inscripción latina no menciona aquello.
€2g de Abril. — Estuve hoy á almorzar en casa de M.
Vandermaelen, á quien iba recomendado. Este caballera
es propietario del establecimiento de cartas geográficas en
Bruselas; es un hombre amable, bueno y consagrado; ha
empleado toda su fortuna, que es considerable, y toda su
actividad, que es mucha, en fomentar este establecimiento
científico, el cual, por la extensión que ha logrado darle^
es el único de su especie en Europa.
«AHÍ se ocupan 114 hombres en las diversas oficinas
de litografía y correspondencia. Tiene, además, un jardín
botánico y una rica librería, compuesta nada más que con
todas las obras científicas que se han publicado y que se
publican diariamente en todo lo relativo á geografía. (2)
(l) Site famoso improTisador se llamaba Pedro Maiia Courtray; era
parisieiise, y durante la época de la Restaumdón adquirió gran repa*
tadón por la facilidad asombrosa con que improTisaba buenos Tersos so-
bre cualquier tema. Era, además, escritor y norelista. Murió en 1857, do
ATansada edad.
(8) F. M. Guillermo Vandermaelen había fundado en Bruselss un es-
tablecimiento geográfico útilísimo, y además escribió y publicó obras^
dentSflcas muy importantes^ las cuales dieron á oonocer á fondo la geo^
grafía de su patria.
Murió en 1869, de 75 afios de edad.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 25 1
^Como el señor Vandermaelen viera el interés que yo-
manifestaba por los trabajos de su establecimiento, me tra-
tó con marcada atención, y se tomó la pena de explicár-
melo todo. Le dije que en un país nuevo como era el mío,
me parecía que el Gobierno no podría disponer de recur-
sos pecuniarios para llevar maestros que enseñasen el arte
de grabar en cobre, pero sería muy útil que se supiese lito-
grafiar las cartas que se fueran levantando en madera; sin.
embargo, para eso también sería necesario quien enseñase
el arte. Entonces M. Vandermaelen me ofreció espontá-
neamente que él se encargaría de enseñar gratis en sus ofi-
cinas á dos ó tres jóvenes que el Gobierno tuviese á bien
enviarle, sin interesarles otra cosa que el valor de su manu-
tención, los cuales, estando bajo su dependencia, tendría
cuidado de que trabajasen asiduamente.
«Este buen belga es no solamente un verdadero filán-
tropo, sino excelente padre de familia. Tiene dos hijos que
están al cuidado de un preceptor. El mayor, que apenas
contará seis años, me dijo el maestro que tenía un gran
talento; de tal manera es de aplicado, á pesar de sus tier-
nos años, que cuesta trabajo que abandone la lectura para
que juegue como los otros niños.}>
«Visitamos una manufactura de encajes llamados de
Bf úselas y me explicaron la manera de tejerlos. Se conoce
cuándo el encaje es legítimo, porque la parte en que es-
tán los dibujos es doble, y siempre dejan las puntas de los^
hilos á la vista para que se vea que son de lino y finísi»
simos; además, se puede arrugar sin que se dañe absolu-
tamente.
€30 de Abril. — ^A las dos de la tarde estuve á visitar á
Cortés Campomanes, (i) que se encuentra actualmente en
(1). £1 Coronel espafiol Maauel Cortés CampomaDes habia sido miü-
lar en Xnropa y habia peleado en las campafias de Rusia cuando paaó t.
252 biografía
Bruselas. Le hallé enfermo en cama, pero á pesar de ello
insistió en levantarse para señalarme y explicarme los di-
bujos de un nuevo frente de fortificación que ha inventa-
do últimamente. Me habló de las plazas fuertes de Colom-
bia, y me dijo que Puerto Cabello en el estado actual po-
día sostenerse más largo tiempo que Cartagena; pero que
las fortificaciones de Cartagena, según él creía, se podrían
poner en mejor estado de defensa con menores gastos; es
decir, que según sus cálculos, bastaría gastar allí de dos-
cientos á trescientos mil pesos. La conversación, que duró
dos horas, me instruyó é interesó mucho.
«/.° de Mayo. — Salimos de Bruselas por la puerta de
Flandes (que es un arco de triunfo levantado para con-
memorar la entrega de las armas de la ciudad en 1818 á
la familia de Orange,) y nos dirijimos en carruaje á An-
veres.»
Pasaron por Villeforte, pequeña ciudad que encierra un
enorme edificio que sirve de prisión de estado. Acosta des-
cribe minuciosamente su tránsito hasta Malinas, ciudad
adonde llegaron á las doce del día. No se detuvieron alli,
sino que continuaron camino, yá las tres de la tar-
-de llegaban á Amberes. Hoy se hace ese viaje en tren expre-
so, es decir, de Malinas á Amberes, en poco mis de media
hora. Se desmontaron en el hotel de Bellevue, con vista
sobre el Escalda. Los viajeros se entretuvieron al caer la
larde desde las ventanas de su cuarto, con el espectáculo
de la entrada de la marea en el río, y el de los buques que
' VenesueU condenado á presidio por h%11ane implicado en una conspira-
ción descubierta en Madrid (llAmAdA de Kan Blas) el 8 de Febrero de 17D6.
liOgrése fugar, y desde ectoacea se ooupó en predicar libertad é indepen-
dencia de Espafia. Una vea que estalló la resolución, tomó parte en élln
^n Venezuela y en Nueva Grana la. Hallóse en él sitio de Cartagena y en
otras acciones de armas.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 253
subían en silencio como sombras, impelidos sólo por la
fuerza de la marea.
Al día siguiente visitaron las fortiñcaciones (las cuales
describe técnicamente en el Diario) y dieron vuelta á la
ciudad por los parapetos; estuvieron en la Catedral y en
los museos, los cuales encierran los mejores cuadros pin-
tados por Rubens y Van-Dick. «El primero, escribe
Acosta, parece que se esmeró particularmente en hacer re-
saltar las formas anatómicas é imitar el colorido natural
del cuerpo humano; en una palabra, el hombreen su par-
te física fué su estudio favorito, mientras que Van-Dick
procuró en sus retratos estampar la expresión del alma de
sus. personajes. ¿Qué decir de la verdad con que pinta el
sufrimiento y la piedad profunda de la fisonomía de su
Catalina de Siena, por ejemplo, y el dolor y desaliento que
se leen en la expresión de su Virgen al pie del Calvario?»
A las doce del día partieron para Gante.
«Como era domingo, leemos en el Diario, y dos de
Mayo, notábamos al pasar que por todos los caseríos
por donde pasábamos habían levantado árboles de Mayo,
adornados con vistosas cintas y rodeados de gentes de
buen humor. La alegría brillaba en todas partes, y hubiera
bastado contemplar el cielo de primavera y la risueña
naturaleza que nos rodeaba, para sentir correr nueva vida
por las venas. Todo el camino estaba lleno de paseantes,
y como la población es tan abundante en este país, no se
veían sino casas de campo, caseríos y aldeas á la vera del
camino, casi sin interrupción. Los Países Bajos cuentan
323 habitantes por cada milla cuadrada, mientras que
Inglaterra tiene á razón de 257, y en Francia de 208 por
milla cuadrada.
ciba en el mismo carruaje con nosotros un belga, an-
tiguo capitán de buque mercante, el cual se lamentaba de
la escandalosa protección que el Rey dispensal)a á los ho»
landeses y del descuido en que tenía á los belgas.2>
254 biografía
Después de permanecer un día en Gante, ciudad que
visitaron rápidamente, continuaron su viaje.
«3 de Mayo. — Nos embarcamos á las nueve de la ma-
ñana en el pintoresco canal que une á Gante corv Bruse-
las, en una barca tirada por caballos.
«Las orillas del canal, á uno y otro lado, están cubier-
tas por verde césped, sombreado por alamedas de árboles
interrumpidas de trecho en trecho por graciosas y lim-
pias aldeas, situadas á orillas del*canal,y comunicadas por
puentes que s¿ abrían para dejar pasar las barcas. Nume-
rosísimos molinos de viento levantaban sus brazos en todas
direcciones, lo cual daba un carácter especial al paisaje.
«Dentro de nuestra embarcación iban unos cincuenta
pasajeros, pero cabían cómodamente hasta doscientas per-
sonas. El barco bajaba perezosamente por el canal manso
y tranquilo, y aquí y allí veíamos en tierra grupos de mu-
jeres y niños que se ocupaban en rociar el cáñamo corta-
do que habían extendido en la escarpa del canal, y levan-
taban tranquilamente la cabeza para vernos pasar.
«El día era bellísimo; todos á bordo con su fiema fia-
menea guardaban silencio; los hombres, con la pipa en
los labios, perecían meditar, y las mujeres hacían calceta
y callaban también. Nuestra apacible navegación no era
interrumpida sino por el canto de algunas avecillas que se
ocultaban entre los nacientes retoños de los árboles de la
orilla Así quisiera yo pasar mi vida en el silencio y la
tranquilidad, deslizándola suavemente sobre la superficie
de las ondas, que jamás baten las tempestades.
«Un leve aireciHo agitaba de cuando en cuando la
bandera que teníamos izada á popa De repente le-
vanté los ojos por entre los abiertos pliegues de la tolda, y
por primera vez fijé la vista en la bandera; era tricolorl
Al contemplar el símbolo de la libertad, que llevaba los
mismos colores del pabellón de mi patria, el corazón me
palpitó! Repetidas veces desde que llegué á este país ha-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 255
bía visto la bandera sin fijar en ella mi atención; hoy por
primera vez comprendí lo que significaba para mí, y los
recuerdos que traía á mi memoria.:^
A las tres de la tarde llegaron á Brujas, pero no alcan-
zaron á visitar la ciudad, pues les aguardaba otra barca en
el canal, la cual debería llevarlos rectamente al puerto de
Ostende.
Aquella barca estaba repleta de pasajeros, y entre éstos
notó los curiosos vestidos que llevaban algunas aldeanas,
las cuales remedaban el hábito de los frailes agustinos,
con su capa negra y capilla encima.
Pasaron la noche en Ostende. A la mañana siguiente
dieron vuelta á las fortificaciones, que Acosta describe
en su Diario; visitaron el fanal, la maquinar hidráulica, re-
corrieron la ciudad, y al cerrar la noche se embarcaron en
\in vapor que había de conducirlos á Inglaterra.
CAPITULO XVI
-Residencia en Inglaterra.— Londres.— Don Jerónimo Torres.— El seftor
Ck>rro8tiza.— 8ir Robert Wilson.— Una sesión en ia Cámara de los
^ Comunes.— M. Hume.— Asamblea abolicionista.— Mr. WUberíorce.—
Kl radical Hunt.— Lord Milton.— Mr. Broughan.— La universidad de
Londres.— La Malibrán.— Santander en Londres.— La torre de Lon-
dres.—San Pablo.— Museo Británico. —Mr. Morgan.— Hospital y
Obserratorio de Greenwich.
1830
DIARK)
C5 de Mayo. - Cuando á las ocho de la mañana subí
sobre cubierta, encontré que entrábamos al Támesis. Veía-
mos las costas bajas de Inglaterra y más de treinta buques
de vela que salían del río con viento favorable, y otras tan-
tas naves que trataban de entrar luchando con el viento
256 BIOGRAFÍA
contrario para ellos, unos y otros remolcados por botes
de vapor.
«Dejamos á nuestra izquierda la bonita población de
Gravesend, y á medida que se iba estrechando el río, dis-
tinguíamos algunos sitios, pintorescos unos, vulgares otros.
El Támesis no tiene ninguna semejanza con el Sena, y
mucho menos con el romántico Rhin que acabo de ver»
Las poblaciones son tristes, las casas bajas y mezquinas.
A medida que subíamos, aumentábase el número de bu-
ques de todas dimensiones, figuras, nacionalidades y esti*
los de construcción. En las orillas de Woolwich vimos al-
gunos cascos de navio, y se nos dijo que habían perte-
necido á buques tomados á los franceses y españoles.
Notamos de lejos el magnifico hospital y el famoso ob-
servatorio de Greenwich, por el cual los ingleses hacen
pasar el primer meridiano. Ya para entonces los bucljues
desfilaban de seis en seis, y muchos de ellos se acercaban
á las orillas y arrojaban grandes cantidades de carbón de
piedra sobre los muelles y sobre los botes que los reci-
bían. Inmediatamente después nos encontramos en el
corazón de Londres, y los mástiles de los buques se con-
fundían con las lejanas torres de sus innumerables igle-
sias y las chimeneas de sus fábricas. Las aguas del Táme-
sis estaban literalmente cubiertas de embarcaciones, de
manera que no quedaba sino un estrecho canal entre las
hileras de buques por donde entró nuestro vapor.
« A las doce menos cuarto anclamos frente á la Adua-
na de Londres.i>
Cuatro horas mortales tuvieron que gastar en cumplir
con todas las formalidades que entonces demandaba la
Aduana inglesa (i) á loíj que iban del Continente. Cuan«
do se dirigían ya al coche que habían pedido para salir^
(1) Hoj los pasajeros se despachan en pocos minutos.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 257
^e vieron atajados por una nube de holgazanes que cobra-
ban propinas: el uno porque habia movido un baúl inne-
cesariamente, el otro porque había llamado un coche sin
que se lo pidiesen; el de más allá porque había abierto
una puerta, el de más acá porque la habia cerrado; lodo
contra la voluntad de los pacientes; en fin, los rodearon
una nube de hombres que pretendían sacar provecho de
los extranjeros. Estos no lograron escapar sino arrojan-
do un puñado de monedas de cobre en medio de sus per-
seguidores, y mientras se disputaban aquellas, entraron
al coche y se alejaron.
Alojáronse en Leicester Square (Sabloniére Hotel).
Veamos unos párrafos del Diario:
<l6 de Mayo. — No sé á qué atribuir la ausencia total
de impresiones de novedad que experimento al recorrer
esta opulenta ciudad, pero lo cierto es que no he quedado
satisfecho con lo que veo, á pesar de que en general la rea-
lidad corresponde á la idea que me había formado de las
cosas.
«La oscuridad habitual de Londres, causada por el
humo de sus innumerables chimeneas, y también por la
atmósfera menos transparente en una isla que en el Con-
tinente, es la primera impresión desagradable que expe-
rimenta el viajero, y que justifica á los ingleses cuando
pasan la mayor parte de la vida fuera de su patria. Nada
disgusta tanto al que acaba de llegar á Londres, como verlo
todo, aun en el día más claro, cubierto con un velo que
es imposible levantar, y que impide que la mirada pene-
tre á más de cien pasos de distancia.
cDespués de haber recorrido la City^ fuimos á visitar á
don Jerónimo Torres, que acababa de llegar. Encontrá-
rnosle en la puerta de su hotel aguardando que pasara la
procesión, para salir. Lo persuadimos de que aquello no
^ra procesión, sino el natural movimiento de esta gran ciu*»
BIOOBAFIA 17
258 BIOGRAFÍA
dad, por cuyas calles transitaban miles de personas por
minuto. Con él visitamos por fuera la Bolsa y San Pablo.»
Con muchos pormenores describe Acosta en su Dia-
rio las calles, las plazas, los monumentos que primero vi-
sitó por fuera, así como los parques y paseos públicos.
Quiso en primer lugar hacerse cargo de la topografía de
aquella enorme metrópoli antes de entrar de lleno á exa-
minar las curiosidades que encierra.
Entre tanto se relacionó con el Ministro de México, el
cual era entonces don Manuel Eduardo Gorostiza, el no-
table literato que tanto lustre dio á su patria; y estuvo en
un baile en casa de dicho caballero (i). Fué presentado
en casa del General Macaulay, miembro de la Cámara de
los Comunes; estrechó amistad con don Miguel de la
Barra, patriota y diplomático chileno (2), quien en esa
época desempeñaba el consulado de Chile en Londres;
tuvo muy buenas relaciones con el venerable caballero in-
(1) £1 sefior Gorostiza era literato por herencia. Su madre dofia Bo-
aarío Cepeda manifestó un taiento tan extraordinario, que siendo apenai
de 12 afiea, fué graduada de doctora en Sevilla; au padre paaó á M&doo
con el Virrey RevillagigedOp 7 estando au madre en Verdcniz, nació don
Manuel Eduardo; lo educaron en Madrid; allí siguió la carrera de las
annaa hasta llegar á Teniente Coronel, y se hizo notable como escritor.
Xn 1888 salió desterrado de Espafia por sus opiniones liberales, y publicó
tn la SnMa de Edimburgo artículos que llamaron la atención. El Go»
biemo de México le nombró Ministro en varias Cortea europeas; regre86
á su patria en 1887, y desempefió importantes empleos hasta au muerte*
ocurrida en 1851.
(2) Don José Miguel de la Barra había nacido en Santiago <le Chile
en 1799. No bien estalló la guerra de U Independencii, cuando tomó las
armas con los patriotas, y tuvo la gloria de hallarse en la batalla de Maipu.
Fué después el primer secretario de la Legación de Chile en Inglaterra,
Cónsul en Londres y Ministro en Francia. Ocupó en seguida altos puestos
políticos en'su patria, y en cuanto á escritor, se le conoce como autor de
dos compendios de la historia de A.mérica y do ¡Chile. Además fundó
lias Bodedides dentiflcas y benéficas. Murió en 1861.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 259
glés Mr. Ulingworth (amistad que se ha sostenido duran-
te tres generaciones entre las dos familias); con don Dio-
nisio Herrera, el cual fué después Presidente de Nicara-
gua; con Sir Robert Wilson, cuya vida fué una verdadera
novela de aventuras, y se vio mezclado en notabilísimos
acontecimientos europeos (i). En e! salón de este caba-
llero, Acosta tuvo la agradable sorpresa de encontrar el
retrato de Bolívar, de cuerpo entero y en lugar preferente.
Sir Roberto Wilson tomaba grande interés en las nuevas
repúblicas hispanoamericanas; él con su influencia en el
Parlamento, logró que la Gran Bretaña impidiese que Es-
paña enviase nuevos ejércitos á América.
Decididamente Colombia ha perdido mucho, junto
con las demás repúblicas sudamericanas, respecto del buen
nombre y el interés que antes tomaban los europeos en
los sucesos políticos de las nuevas naciones. En aquella
época se publicabah artículos acerca de ellas en los perió-
dicos más afamados, y el nombre de los prohombres de
la Independencia era honrado por personajes como Lafa-
yette en Francia y el General Wilson en Inglaterra. Hoy
(1) Habia nacido en Londres en 1777; era de humilde nacimiento, y 83
había enganchado como voluntario en el ejército inglés. Como se sefialaae
por sus actos de valor é instrucción miUtar, en 1794 ascendió á oficial.
Hizo parte de las campafias de la Penínsala Ibérica bijo las órdenes de
Wellington. Habiendo entrado á París coa los aliados, en 1814, se hizo
notable por su espíritu levantado y generoso. Como entrase en la Cámara
de los Comunes al concluir la guerra europea, su palabra sostuvo la cau-
sa liberal en el Parlamento desde 1881 hasta 1831, en que sus ideas con-
trarias al Gobierno causaron honda emo<dón en Inglaterra, y le manda-
ron borrar del cuadro del ejército. La opinión püblici lo sostuvo, y se
abrió una suscripción en su favor. Entonces Wilson abandonó á Inglate-
rra y se puso al servicio de España, que lo nombró Teniente General.
Como en Inglaterra la opinión pública obligara al Gobierno á rehabilitarlo
en sus empleos, adquirió nuevos méritos entre el partido liberal, y fué
nombrado Gobernador de Gibraltar, puesto en que permaneció hasta
poco antes de su muerte, ocurrida en 1849. Además de militar y polítioo,
llamó la atención como escritor de obras de historia militar.
26o biografía
entre los políticos europeos ¿quién se ocupa de nosotros ni
de nuestra suerte? Lo único que en Europa publican los
periódicos y leen sin interés los políticos, es cuando ocu-
rre alguna revolución en una república Hispanoamérica*
na, ó cuando tiene lugar algún temblor de tierra ó alguna
calamidad pública. En cuanto á lo demás, nos contem-
plan con curiosidad y manifiesto desprecio.
Inmediatamente que llegó á Londres, Acosta tomó un
maestro para perfeccionarse en la lengua, y se estableció
en un boafding-hoiise, para practicarla y estudiar más de
cerca el carácter y las costumbres inglesas,
DIARIO
€Ji de Mayo. — Me dirigí hoy á la Cámara de los Co-
munes con el objeto de asistir á una sesión interesante que
se anunciaba. Cuando hube presentado mi boleta de en-
trada, me introdujeron por vastas y góticas galerías hasta
un salón alto, ahumado, alumbrado por tres grandes ven-
tanas góticas, en una testera y cinco bancos forrados en
badana verde y dispuestos en anfiteatro. Un poco separa-
da del muro se ve una cátedra, delante de la cual está la
silla del Presidente — que aquí llaman Speaker — el cual tie-
ne que ataviarse con una gran peluca, al estilo de las que
usaban nuestros abuelos.
cVeiase á ios Diputados sentados en los bancos con el
sombrero puesto, limpiándose los dientes y puliéndose las
uñas en actitudes por cierto bastante descompuestas. Mu-
chos diputados presentaban peticiones, á lo cual el Presi-
dente contestaba secamente: '* lay upon the table/* (pong;a
sobre la mesa).
cAl cabo de un rato pidió la palabra Mr. Hume, (i)
(1) £ni Mr. J. Hume uno de loe liberales que con más entusiasmo da»
lendieron la autonomía irlandesa durante largos afios en la Camarade loa
Comunes.
Habfa pasado muchos afios en la India como médico, y allí ganó era*
dda fortuna.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA ^ 201
con el objeto de sostener, en un largo discurso, un pro-
yecto por el cual se mandaba abolir el empleo de Virrey
de Irlanda, porque, decía, aquel país no debía ser gober-
nado por delegación. El discurso duró más de media hora,
interrumpido por exclamaciones de heaí! hcar! (oiganl
oigan!) Mr. Hume es un hombre de más de cincuenta
años de edad; habla con acento grave y con facilidad, y
no gesticula, sino que pone las manos entre el chalecu.
«Luego que el orador entregó su moción por escrito,
le acercaron una bujía (pues ya había oscurecido) al Pre-
sidente, quien la leyó. Otro miembro, cuyo nombre no
recuerdo, habló con el sombrero puesto y atacó la moción.
«Cada vez que los Diputados hacían algún ruido, el
Presidente exclamaba: orden, orden! y al momento todos
se callaban. jQué diferencia en Francia! Allí no basta pe-
dir que se haga silencio, ni que el Presidente agite la pe-
sada campana que tiene delante, ni que los huissiets gri-
ten silencio; los franceses no hacen caso ninguno, y no se
callan sino cuando se les antoja.
«Otro Diputado, Mr. Rice, habló en seguida con mu-
cha energía en el sentido de la mocióir, gesticulando y di-
rigiéndose á uno y otro lado.
«Los miembros que no cabían en la sala, iban á una
galería situada á uno y otro lado, mientras que el público
tiene derecho de sentarse al frente del Presidente en cinco
bancos, en los cuales caben ciento cincuenta personas co-
locadas en anfiteatro (i).
«Me salí á las diez de la noche, antes deque se votase
la moción, la cual supe que había sido rechazada por la
mayoría.
(1) Los edificios en qne en aquella época tenfan lugar las sesiones de!
Parlamento inglés, se incendiaron en 1884. B1 actual edificio, inaugurado
en 1S40, es un magnifico palacio de estilo gótico perpendicular, que con-
tiene cien escaleras distintas, más de mil aposentos, once patios, tres mig
álficas torrej, yes uno de los edificios mis imponentes de Londres.
202 BIOGRAFÍA
«Por todas las calles, alumbradas con gas, se veían
hombres vendiendo avellanas y gritando : a penny a pintj^
El Conde de Lasteyrie, que había casado con una hija
del General Lafayette, y era célebre filántropo y hombre
científico, se hallaba entonces en Londres. Acosta tuvo
con él relaciones empezadas en los salones de su padre
político en París, y aquello le sirvió mucho para poder
penetrar en la alta sociedad inglesa, lo cual es sumamente
difícil para un extranjero. Visitó también á Sir John Bow-
ring, liberal (whig) inglés, grande amigo de Bentham»
escritor y viajero de fama. Este le llevó personalmente á
su casa un billete privilegiado para poder asistir á una
junta en favor de la abolición de la esclavitud, cuestión
que entusiasmaba mucho á los ingleses en aquel tiempo.
Hé aquí la descripción bastante curiosa de aquel acto
característico de la época, y que encontramos en el Diario:
€is de Mayo. — A las diez y media de la mañana me
dirigí á la sala de los francmasones de Queen street, local
en donde había de tener lugar la junta abolicionista. Cerca
de mil quinientas personas estaban reunidas ya cuando yo
entré. La concurrencia pertenecía á todas las clases sociales,
tanto hombres como mujeres: veíase la elegante lady como
la modesta cuáquera^ el gran lord como el obrero pobre.
ü.Los cuáqueros se distinguían por su sencillo vestido y
sombrero de copa baja, y las mujeres de aquella secta por
su traje de un solo color y gorras en forma de cartucho.
Unos y otras tenían un semblante de sincera dignidad,
unido á un aire de firmeza bondadosa (i).
(l) Nadie ignora que esta secta protestante que tuTo principio en la*
Klaterra en 1647,íué propagada en Norte A.mérica por Guillermo Penn, el
íamoflo colonia idor. Loa eudqturoi no admiten sacramentos ni digoidadot
Jerárquicas (tutean á todos), no permiten el ornato de los edificios ni da
lai peraonas, ni el derramamiento de sangre en duelo, en guerra, y ni •!•
quiera en defersa de la vida; no concurren Jamás á diTeraiones ni espeo*
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 263
/
«Mr. Bowring (i) me había dado billete para un asiento
privilegiado entre los miembros más importantes de la socie-
dad, que se hallaban en la testera del salón en un tablado di-
vidido del resto de los espectadores por una baranda. Cerca
de ésta estaba el asiento del Presidente (Chairman). El fa-
moso Mr. Wilberforce (2) presenció el acto. Cuando llegó
lo saludaron con una salva de aplausos, los cuales se renova-
ron repetidas veces, mientras que penetraba por entre la
multitud hastallegarásu asiento al lado de Mr. Brougham,(3)
táculoa públicos; no juegan ni juran. Pero en lo que más se difereuciaron
de los demás colonizadores americanos, fué en que no permitían la escla-
Titud, y trabajaron en Inglaterra muchísimo para que se aboliesen los m-
cIetob.
(1) Sir John Bowriog era hombre político notabilísimo en el partido
10^. Estaba entonces en el principio de su carrera, y §6lo contaba 83
afios de edad. Redactaba entonces la Bmsta de Watmifuter, y editó las
obras de Bentham. Escribió gran número de obras; tradujo las poesías
populares de muchos países europeos, y en el Parlamento defendió la li-
bertad del comercio y escribió libros s^bre ese asunto; fué Gobernador da
Hong-Kong y tuYo grande ingerencia en los asuatos asiáticos de Ingla-
terra; á su regreso en 1857 eseribió una obra sobre el Reino da Siam.
Murió en 1872.
(2) Guillermo Wilberforce era un famosísimo filántropo, cuyo nombro
figuraba ya en la Oémara de los Comunes en 1780 (cuando apenas había
cumplido 21 afios), y su elocuencia en defensa de la trata de los negros
le hizo popular en todo el mundo. Luchó cuarenta afios con todas srmaa
por la causa que defendía, hasta que logró la abolición de la esclsTitad
en todo el Imperio Británico; además abogó sin cesar en toda Europa,
hasta lleyar á cabo su idea en las otras naciones.
La Asamb!e Legislativa francesa le concedió el titulo de ciudadano
francés, y todoalos Gobiernos del mundo le manifestaron su estimación.
Ko se retiró del Parlamento sino en 1825, después de haber tenido asien-
to en él durante cuarenta y cinco afios. Guando murió, en 1888, lo sepul-
taron en Wcstminster, con los grandes hombres de Inglaterra.
(8) Famoso hombre de Estado y escritor. Fué uni^de los fundadores
de la Beviita de Edimburgo; miembro del Parlamento desde 1810, se hiao
notable en las Cámaras por la incomparable elocuencia de sus discursea
contra el partido tary y por sus criticas en el periódico que fundó. Se
equiTocb, empero, con respecto á Byron, á quien atacó de una manera
omel.
264 BIOGRAFÍA
el irlandés O'Connell, (i) el radical Enrique Hunt, (2) el
Arzobispo del país de Gales y otros personajes célebres,.
Volviendo á Wilberforce, que me interesó mucho, noté
que era un anciano tembleque y raquítico, y cuyos ade-
manes y modales parecían ridículos á los que no admira-
ban en él al campeón de la causa de la abolición de la
esclavitud, á la cual ha consagrado su vida. Al pensar en
ello se olvida su figura y se nota que en realidad su aspec-
to tiene aquella^.dignidad que nace de la noble causa que
defiende.
«Cada vez que entraba alguna persona notable (y éstas
por eso mismo llegaban tarde) prorrumpían en aplausos^y
en torno mío oía pronunciar el nombre. Con ese motivo
conocí á muchas de ellas que no había visto antes. Mr. Clark-
son, (3) el compañero de Mr. Wilberforce en sus tareas
abolicionistas, ocupaba el asiento presidencial cuando lle-
gó el maestro, y al momento lo ofreció y el otro lo aceptó.
Mr. Clarkson pronunció un discurso de apertura de la se-
sión, el cual no entendí, porque su pronunciación es de-
fectuosa por falta de dientes; pero comprendí perfecta-
mente la perorata de lord Milton, quien habló después.
(!) Era aquél el famosísimo patriota irlandés. Nkcidoen 1775, ocupó
SQa primeros años en el foro, carrera en que hi¿o una gran fortuna, la
cual dedicó desde 1815 á la causa de la emancipación de Irlanda. Miem-
bro de la Cámara de los Comunes, trabajó allí. 7 por medio de ana aso*
elación , en la emancipación de los católicos de la Gran Bretafia é irlanda.
Fué declarado Libertador de Irlanda, porque consiguió que ésta oblavie-
Be muchos beneficios de que carecía. Perseguid) j apresado en 1844» ex-
perimentó desengafios 7 grandes ingratitudes; se retiró á Itafia, en donde
mnrió en 1847.
(2) Llamábanlo el apóstol del radicalismo. Enrique Hunt recorría loa
condados de Inglaterra propagando ideas subversiYas. Sra, en i calidad,
un donsgcgo más chariatán que patrióte.
(8) Este filántropo de la secta cuáquera consagró su Tida 7 ans ea-
foertoa á la idea de la abolición de la esclaritud, 7 escribió, además da
multitud de discursos, peticiones, etc«, varias obras de historia «le su
ta 7 de la csclaTitud. Murió ea 1846, de 85 aftoa de edad.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 265
Este señor es miembro activo del partido whig, y abogado
entusiasta de las reformas liberales. Insistió en que la es-
clavitud era incompatible con el Cristianismo, y en que los
dueños de esclavos no podían ser discípulos de Cristo.
«Mientras hablaban los oradores, la Asamblea los in-
terrumpía con gritos de hear! heat! en prueba de apro-
bación. Después de Mr. Clarkson y lord Milton, se levantó
un hombre de levita azul y chaleco blanco, muy colorado
y como-de unos cuarenta y cinco años ó cincuenta qui-
zás. Pidió la palabra, y al momento noté que aquello cau-
só grande agitación en la Asamblea; unos lo llamaban al
orden, y otros pedían que lo dejasen hablar. El, sin embar-
go, conservó su serenidad, y sin amilanarse con los gritos de
los circunstantes, se adelantó hasta la baranda del tablado,
y con todos los movimientos y modales de un tribuno
avezado en el oficio, empezó á hablar. Era nada menos
que el radical Enrique Hunt, que ya me habían señalado.
«Su discurro iba encaminado á probar que aquella
Asamblea estaba singularmente equivocada cuando creía
que era un acto de humanidad el suavizar la suerte de los
negros, mientras que dejaban subsistir en Inglaterra á se-
res de su misma especie que en realidad eran mucho más
desgraciados que los esclavos africanos. Trabajo le costó
acabar de desarrollar su pensamiento, porque desde que
empezó á hablar quisieron interrumpirle con gritos de
off! off! oui! (fuera! fuera! salid!), y al fin la desaprobación
llegó á tal extremo, que le fué forzoso callar.
«Inmediatamente se levantó Mr. Brougham, el cual de-
bía de ser favorito de los circunstantes, porque le aplau-
dieron estrepitosamente cuando tomó la palabra, y des-
pués lo escucharon con la mayor atención, á pesar de que
86 limitó á decir que era justo escuchar á todo el que qui-
siese emitir su opinión en aquel recinto en pro y en con-
tra de la cuestión que se debatía, y se sentó después de-
dar gracias por la buena acogida que le habían hecho.
206 BIOGRAFÍA
4iAlentado con lo que babía dicho Brougham, Hunt vol-
vió á pedir la palabra y á reanudar el hilo de su discurso. Com-
paró los sufrimientos de los negros en las colonias con lo
que padecían los desdichados obreros de Inglaterra; explicó
cómo las leyes protegían á los esclavos contra los malos
amos, mientras que en Inglaterra no había ningunasque am-
parasen á los trabajadores contra la crueldad de muchos pa-
tronea. Había en el lenguaje y en el acento de aquel hom-
bre una ironía tan amarga, unida á una violencia-conteni-
da apenas; tenía todo su discurso un estilo tan extraño á
todos los usos parlamentarios, — de lo cual fingía darse
cuenta y pedía perdón por ello, diciendo que, como no ha-
bía sido miembro de ninguna Cámara, ignoraba los usos
y costumbres de la ciencia oratoria de las Asambleas cul-
tas,— que no podía menos de producir una singularísima
impresión en sus oyentes. En el fondo de sus palabras se
notaba una sátira tan cruel contra el Gobierno, que yo lo
escuchaba con interés, y parecíame asistir á alguna repre-
sentación dramática que pintaba una faz del espíritu in-
glés que yo no conocía aún.
«Desgraciadamente los elementos que componían aque-
lla Asamblea, no eran propios para que lo escuchasen con
paciencia; así fué que á poco la borrasca que rugía por lo
bajo, tornó á desencadenarse, y los gritos de order! otder!
io the question! lo obligaron por último á guardar silencio.
«Un hombre que se había subido á una ventana,
sin duda porque no hubo de encontrar puesto en otra
parte, pidió la palabra; se la concedió el Presidente, y en-
tonces desde allí enderezó un discurso á los concurrentes
bastante típico: combatió el principio sentado por Broug-
ham de que todo caballero (gentleman) tenía facultad para
hablar cuanto le diese la gana en una junta, ** porque,
dijo, si así fuera, bastaría que un individuo fuese mal in-
tencionado, para que lograse paralizar indefinidamente las
operaciones de una junta deliberativa."
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 267
a Aquel discurso fué muy aplaudido, pero no bien hubo
concluido, cuando Hunt quiso volver á hablar. Sin em-
bargo, no pudo llevar á cabo su propósito: le interrumpie-
ron los gritos de toda la Asamblea en masa, en medio de
los cuales se oia la voz del Presidente que le negaba la pa-
labra. Tuvo, pues, que sentarse, aunque protestaba por lo
bajo con tono altanero, en su calidad de ciudadano in-
glés (englishman) contra la parcialidad de aquella gente.
«Luego habló lord Calthrope, y en seguida Daniel Wil-
son, Mr. Bennet, y por último Brougham; tomaron la pa-
labra uno en pos de otro. Este último es el verdadero tipo
de la energía intelectual alojada en un cuerpo ordinario,
pero obediente á los ímpetus del alma; no tiene aquella
gordura tan común entre los ingleses, es menos colorado,
menos blanco que sus compatriotas, y tiene las facciones
más pronunciadas. Una vez que hubo terminado su dis-
curso, el cual me pareció notabilísimo como todo lo de
él, resolví retirarme; eran ya las cinco de la tarde; hacía
más de seis horas que estaba allí, y me sentía fatigado. Em-
prendí, pues, mi retirada, pero gasté un cuarto de hora en
abrirme paso por en medio de la apiñada multitud. Entre
aquellas dos mil personas que componían la concurren-
cia, noté las ñsonomías más bellas y aristocráticas que ja-
más había visto reunidas en igual número.
€17 de Mayo, — A las doce y media estuve hoy en la
Universidad de Londres, (i) Como iba recomendado á Mr.
de Morgan, (2) el matemático, éste me recibió personal-
(1) Esta UDiyenidad no fué reconocida como nacional sino en 1886.
Habla sido fundada merced á los e8fueni>s de lor i Brougham en 1828, 7
actualmente no goza de renta alguna del Gobierno. AHÍ se ensefian
todas las ciencias con un cuerpo de profesores que pasan de 40. y 1,000
estudiantes, los cuales pagan cerca de 80,000 libras por afio. Esta Uní-
Tersidad, que ha sido ampliada en 1880, tiene á su cargo un hospital, ea
el que' se atiende á más de 89,000 enfermes por afio.
(3) Mr. Auicnsto de Morgan era entonces muy ]oTen, 7 ya era famo-
so como matemático. Había nacido en Madura en 1806.
Acosta tuvo después correspondencia epistolar con este sabio.
208 BIOGRAFÍA
mente con mucha atención y me hizo recorrer todo el in-
terior del edificio: los anfiteatros de física, el salón de mo-
delos de máquinas de vapor y otros, el salón de instru-
mentos astronómicos y de mecánica, el de química (en el
que pueden caber hasta ochocientos estudiante?^ holgada-
mente), los laboratorios y colecciones de curiosidades;
todo lo vi y lo visité prolijamente. El Museo está todavía
en embrión. En la biblioteca noté que casi todos los libros
de matemáticas estaban en francés; después de Newton y
de otros pocos ingleses, éstos han descuidado un poco
este ramo del saber humano.»
Varias veces, "según leemos en su Diario, Acosta estu-
vo en la Cámara de los Lores, llevado allí por Sir Robert
Wilson. Allí vio hombres famosísimos en la historia,
como lord Wellington, lord Aberdeen, lord Hill, el Co-
tíiandante en Jefe del ejército inglés en ese tiempo, el cé-
lebre Bathurst y otros.
Un día le llevó á la Cámara de los Comunes, en don-
de, con permiso del presidente, le permitieron sentarse en
los bancos de los Diputados. Vio entonces de cerca y oyó
hablar al economista liberal José Hume, á O'Connell, á.
Mr. Hutchinson, á Mr. Douglas y al célebre hombre de
Estado Sir Robert Peel, ccuya voz, dice Acosta, fué escu-
chada en los bancos de la oposición con marcada aten-
ción. Sus modales son los de un completo caballero, y su
figura, sin ser hermosa, es simpática.» (i)
(1) i Quién DO conoce siquiera de nombre i los dos Pael, padre é hijo?
Sin embargo, diremos aquí unas pxsaa palabras acerca del primero, el
cual fué el que conoció áicosla. H^o de un rico pero no arístocrittco hi-
landero del condado de Lancaster, nació en 1783; entró á la Cámara de
los Gomunes á loa 21 afios. Sn breve se bixo notabilísimo j tuTo parte
«ft el Ministerio liverpool. de 1812 á 1818. Bn 1^29 :se oonstitujó ea
defoaaor de los católicos en el Parlamento. Bn 1841 faé primer Ministio,
Cft cuyo puesto tuvo grandes triunfos en los neifoctos financieroa j de
edoanaa; fué al fsctir de refirmas coonómicaí importantes, j morid
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 269
Una intiñana consiguió tarjeta de favor para ir á pre-
senciar el ensayo de la ópera de Rossini — Tancredo — la
cual por primera vez iban á dar en Londres. Allí vio de
cerca á la célebre Malibrán, la cual se hallaba entonces en
todo el apogeo de la gloria artística.» H izóse aguardar,
— dice en sus notas de viaje, — no llegó sino hasta las doce
del día, anunciando que no estaba dispuesta á ensayar la
cavatina. A pesar de sus caprichos, la Malibrán tiene un
aspecto bondadoso que agrada. Esta joven y asombrosa
cantatriz corregía con acierto á los más antiguos maestros;
notaba al momento la menor disonancia, y parecía el alma
de la Compañía de Opera, á pesar de que no ha cumplido
23 años.» (i)
Acosta frecuentó muy buena sociedad en Londres:
fué invitado á comer en casa de Sir Robert Wilson, de
Mr. de Morgan, y con el General Santander, quien llegó
en esos días á Inglaterra, visitó la casa de Lord Lansdow-
ne y reanudó sus relaciones con Lord Holland, á quien
había sido presentado en casa del General Lafayette. Con
el señor Renjiío — su compañero de viaje,— visitó la Torre
de Londres. Lo que más le llamó la atención allí fué la
Sala de armas, en donde le señalaron las tomadas por
Wellington en Waterlóo, «las cuales, dice, formaban una
muralla de bruñido y reluciente acero.»
De la catedral de San Pablo dice: <3:Esta es sin duda
la iglesia protestante más vasta del mundo, pero de nin«
guna manera puede compararse á San Pedro de Roma,
como suelen hacerlo los ingleses. Fué casi nula la impre-
sión que recibí allí, apesar de que su media naranja tiene
una elevación prodigiosa y mide no metros de altura, pe-
ro la de San Pedro se levanta 152 metros sobre el suelo.
prematnraAeDte en 1850. Dejó su adquirido título, as! como sus talen-
tos admlnistratiToa, á su hijo, de su mismo nombre, pero que no alcanzó
Jamás á la fama de su padre.
sXi La Malibrán muri6 seis afios después, de una caída de caballo.
270 BIOGRAFÍA
Desde la cúspide, adonde subimos, se descubre la ciudad^
ese Londres triste, negro, obscuro y siempre cubierto con
una capa de humo, mientras que en Roma causa sorpresa
aquella atmósfera trasparente que permite ver hasta el más
insignificante pormenor del paisaje!»
Demasiado se ha hablado ya desaquella famosa metró-
poli, para que creamos necesario trascribir aquí las descrip-
ciones de los monumentos tan conocidos que encontrar
mos en el Diario de Acosta.
Acosta describe el museo Británico, el cual visitó pro-
lijamente (i) y lo que más le llamó la atención fueron los
libros en lengua china é indostánica que allí le señalaron^
como después vio en la Sociedad Asiática otros que le in-
teresaron particularmente.
jComo deseara estudiar la vida inglesa bajo diferentes
faces, fué á pasar unos dos días en un lugar llamado Forest
Hill — sito á pocas leguas de Londres, en donde tenía
una casa de campo un Mr. Mott. Allí se entretuvo en ave-
riguar los precios de las casas y víveres y la manera de vi-
vir de los aldeanos, y cómo cultivaban la tierra; todo lo
cual apunta en su Diario. Le señalaron un caballo que ha-
bía cumplido 34 años y todavía servía para tirar de un ca-*
rro; en América los caballos duran mucho menos que en
Europa, sin duda porque aquí cuidan menos los animales.
Describe las casas y las costumbres de I nglaten a com-
parándolas con las francesas.
Con Mr. de Morgan Acosta fué á visitar el Hospital
de Greenwich; en el camino se les juntó Mr. Redley, que
era el Director del Establecimiento. Este les hizo recorrer
lo más importante de él. En la parte en que viven los in-
válidos le dijo que se albergaban cuatro mil personas, con-
tando los marinos asilados, los empleados y los niños que
(1) £n aquella épocí el magnifico edificio del Museo Británico no es-
taba concluido, 7 no existían ni la décima parte de las galerías 7 salonea
que hoy admira todo el que vaya á Londres.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA TJl
reciben allí educación gratuita: á todos alojan^ alimentan
y enseñan gratuitamente á expensas del Gobierno. Ade-
más los llevaron á la parte del edificio en que tienen alo-
jamientos particulares los pensionados, y ellos se buscan
sus alimentos, (i)
Llamóle la atención ver en medio de construcciones
nuevas el antiguo palacio de la reina Ana, el cual, observa,
«está en el corazón del establecimiento y se conservan allí
todavía los artesonados y hermosas pinturas al fresco en
los salones, pero en lugar de ricos muebles y cortinajes
suntuosos, entre cuyos pliegues suelen ocultarse el vicio
opulento, vimos los sencillos catres de cuatrocientas hijas
de marino que se educan honradamente, y allí duermen
las que serán un día virtuosas madres de familia y esposas -
fieles. En las escaleras encontramos algunas de estas
niñas que nos hacían una modesta reverencia y se ale-
jaban.
«En los antiguos jardines en los cuales antes se pasea-
ban los cortesanos, encontramos algunos marinos inváli-
dos. A unos les faltaba un brazo, y otros tenían una pierna
menos. Se habían congregado bajo las columnas de los
corredores, y compartían tranquilamente entre sí. Después
de escapar de los peligros de la mar y de las contingencias
de la guerra, veían llegar el fan de su vida en un puerto
seguro, consolados y protegidos por un Gobierno que sa-
be recompensar el mérito. Desde allí, y al abrigo de toda
borrasca, pueden contar y recontar el número infinito de
naves que suben y bajan por el Támesis, esa arteria del
comercio del mundo, y al mismo tiempo contemplan bajo
el techo que los ampara más de ochocientos niños que se
preparan, sin duda con la petulancia propia de la juventud,
á entrar en la carrera en que tantos perecieron. De los
(1) Parece que después se pemütió & los pensionados que Tiyiesen en •
donde qulderan/jr hay muchos aposentos Tacfos.
<iue parten de allí llenos de ^^'--^' ^''Z'^'^^JnSy
L mutilados y enfermos á esa <;«"*:»« ^"^./^""^"^de
^sDirado sepulcro de los que vuelven a monr después de
TnTvTda incógnita y azarosa. Al lado de los mar. nos ^
Lean las niñas huérfanas de los que perd,eron la vxda
la bendigáis '
E„ una de Us salas del HospiUl de Gr«n»ich jnó ba^
crisUte el sombrero de dos picos y rasgido que perlen.
d?4 Ñelson, y en la galería de pinturas un cuadro que re-
^'tur:iXé"a.orio,quesehallaeu la cun>b. d.
„n, colina, U sa.i6 á recbir un i»;-^^-;. ^^ ,e t»
««mn Pons por estar este enfermo, (i) Mostraron
SLento's mis importantes del establecimiento, y a su
regreso á Londres compró varios que había visto iguales
allí y que le eran desconocidos.
CAPÍTULO XVll
Residencia en Londres.-!, ha., .ie^bi^ela^^^^^^
i^ríde JorgelV de Inglaterra.-Muerte y entierro <let beneménto
Sfi^rSladrld iMr. Poules Zacarías Macaulay y .« famüu.-Bl mv
pa de la Gran Bretofla.
Acosta fué invitado al Banquete de la Sociedad Astro-
nómica de Tnndres. en donde trató á varias notabilidades
(1) Juan LuU P<m*.-de «rigen francí.. fué Director de varios Ota^
«torios. Br. particulamenu adicto i estudiar la nuircha de lo. wme-
.Cd^"bri6 87, por e«. le llamaban (Mz<^ * O^"-- M"-^* «
1881, á loa 70 aBoe de au edad.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 273
cientifícas, como el Capitán Basilio Hall, célebre viajero
y navcginte inglés, quien había publicado poco tiempo
antes la relación de sus viajes en Chile, Perú y México^
durante los años de 1820 á 22. Conversó con el Capitán
Juan Franklin, de la marina Real de Inglaterra, el cual le
habló de su expedición al polo Norte con el Capitán John
Ross. (i) El Presidente de la Sociedad, que estaba ala ca-
becera de la mesa, le mandó invitar á que tomase una copa
con él. Después del banquete fué presentado solemne-
mente á los miembros de la Sociedad y propuesto por uno
de ellos, como miembro. El Secretario de la Sociedad le
leyó en seguida los Reglamentos, y ofrecieron extenderle
su nombramiento.
Acosta asistió también á una sesión de la Sociedad
Real de Londres, el primer cuerpo científico del Reino
Unido.
«La antecámara,— escribe, — de Somerset House, en la
cual estuve aguardando la hora de la reunión, sirve tanto
para la Sociedad Real como para la de los Anticua'
fias. (2) Cada miembro puede introducir algún amigo co-
(1) Bate Capitán no se habla hecho notable todavía en 1830. Juan
Franklin tenia entonces 44 afios. Después de haber servido en la marina
inglesa en las guerras contra Francia y los B^tadoi Unidos, se había dedi-
cado á viajes de exploración en el polo Norte, j sirvió mucho á las cien-
cias. En 1845 salió coa dos naves á descubrir el paso N. O., 3' desde Julio
de ese afio nadie lo volnó i ver. Desde 1848 hasta 1859 se organizaron 18
expediciones para irle á buscar, pero nadie pudo dar con el paradero del
nav. gante, hasta 1859, en que se encontraron rastros y un pergamino en
que uno de sus compafieros daba cuenta da su muerte y de la de todos los
que iban con él en los dos buques.
(2) Hoy la 8oei§dad Real tiene su asiento en New-Burlington House,
magnifico palacio que el Gobierno compró en 1854 (le costó 140.000 libras
esterlinas) para que se reuniesen allí gran número de sociedades cientlfi-
ca9 y artística. Fundada esta Sociedad desde mediados del siglo zyn, ha
conservado gloriosamente su nombre. Hoy cuenta 750 miembros, y todb
hombre de ciencias ambiciona el poder añadir á su nombre las letras F.
R. 8. (Fellow oí the Roy al Socicty) Cjmo el mayor título de honor.
BIOOBAFIA 18
274 BIOGRAFÍA
mo visitador; á éstos los inscriben en una lista, y una vez
inscrito allí, pueden entrar litireniente y sentarse entre los
miembros recibidos de la Sociedad.
cYo llevaba una carta de introducción para el Prest*
dente, el Duque de Sussex, el cual me recibió con ama-
bilidad y me introdujo en el salón de las sesiones^
Con el General Santander visitó á WestminsteTp aba*
día famosisíma de la cual Acosta hace larga descrípcióiu
Divirtiéronse mucho los dos americanos con una estatua
que representaba al Rey Eduardo i, y á la cual faltaba
la cabeza. Preguntando lo que aquello significaba, les con-
testó el guía ó cicerone, que como la cat)eza original era de
plata, se la habían robado hacía siglos, y nadie se había to-
mado la pena de reemplazarla; y esto á pesar de que aquel
Rey fue el fundador de las instituciones parlamentarias
del Reino. Sin embargo, como había muerto hacia cinco
siglos, era natural que lo olvidase la nación, cuando esta
no se acuerda de los que ayer no mas le han hecho el
bien. (2)
Después de nombrar la mayor parte de los principales
monumentos que encierra aquel célebre panteón de los
hombres famosos de Inglaterra, añade:
«Este suntuoso cementerio, en el cual puede recordar*
se la historia política, literaria, civil y militar de Inglaterra^
debe visitarse con profundo respeto. ¡Cuántos aconteci-
mientos memorables, funestos ó felices, provechosos ó ad-
versos á nuestra pobre especie humana, no recuerdan aque-
llos nombres que se ven grabados sobre esas losas!»
Con el mismo General Santander fué á visitar á la viu-
da del desafortunado General Miranda. «Vi,— escribe,—
(2) Hoy no existe eeta estatua; ea sa Jugar no ae ve sino una losa
de mármol on el nombre del Rey encima.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 275
la excelente biblioteca que perteneció á este gran patrio»
ta. La casa que la señora viuda habita hace más de veinte
años, está llena de recuerdos de Miranda.]»
Allí le presentaron por primera vez (j* después conser-
vó relaciones de amistad con él) al señor Molino, el anti*
guo secretario del ilustre venezolano.
Visitó el arsenal y la fundición de cañones de bronce,
todo lo cual describe en el Diario, fijándose particular-
mente en las armas que pudieran convenir mejor á las
fortificaciones de su patria. Estuvo en los Wesi-Indian
Docks y en otros muelles importantes. «Estando en los
London Docks, escribe, vi la estatua de un negociante (mer^^
chant) á cuyos esfuerzos y perseverancia debió la compañía
emprendedora la conclusión de aquella obra colosal. Es la
primera estatua erigida á un comerciante que recuerdo
haber visto en Europa; hasta ahora en las plazas, paseos
y lugares públicos que he visitado, no había visto sino efi-
gies de conquistadores, poetas y filósofos.:^
Explica circunstanciadamente el sistema, los estatutos
y condiciones de aquel enjambre comercial.
Estuvo también recorriendo el edificio del Banco de
Inglaterra con uno de los cajeros con quienes se había rela-
cionado en el boatdiug house en que vivía.
Con el Conde Lasteyrie y el General Santander, Acosta
fué á oir una conferencia que dio Mr. Robert Owen, el
fundador de las colonias y sociedades cooperativas. Des-
pués de gastar toda su inmensa fortuna en aquellas utópi-
cas reformas sociales en los Estados Unidos, en donde
fracasaron todos sus proyectos, aún conservaba esperan-
zas de fundar aquellas colonias anti-religiosas en Europa,
y llamaban la atención sus conferencias por lo mismo que
en ellas todo era fantástico é imposible de realizar.
Ocupa algunas páginas del Diario de Acosta la des-
cripción del Tunnel bajo el rio Támesis, en el cual se había
trabajado entonces cinco años; no estaba aún concluido
276 BIOGRAFÍA
y no se dio á la circulación sino en 1843 (i). Recorrió la
casa de locos de Peckhaní; la de educación de Chelsea, fun-
dada por el Duque de York para educar 500 huérfanos de
militares, la cual contenia niños de cuatro á catorce años.
Allí les enseñan algún oñcio útil, ó los preparan para la
carrera militar si optan por ella. Con el Conde de Lastey-
rie visitó varias fábricas, establecimientos tipográficos, ga-
sómetros etc. etc.
No dejaba pasar un día sin que en él hubiese aprendi-
do y visto algo nuevo.
Pero no todo era contento y satisfacción en aquella
existencia dedicada á adelantar los conocimientos prácti-
cos de la vida y la ilustración de su espíritu. Lo tenia
muy preocupado la situación de su patria y afligido el es-
tado de salud de uno de sus compatriotas á quien profe-
saba verdadera amistad. Veamos lo que acerca de esto
dice su Diario.
<L2 dó junio.— A las once de la mañana tomé puesto en
un carruaje público para ir á visitar á Madrid, que había
tomado alojamiento en Barnes, aldea sita á seis millas de
Londres. Pasamos por Chelsea, Kensington, Fulham — en
donde están los jardines y el Palacio del Obispo de Lon-
dres.— En Putney pasamos el Támesis por un puente de
madera, y diez minutos después me desmontaba en Barnes.
«Encontré á Madrid muy enfermo; él piensa, creo que
con mucha razón, que está tísico, y no podrá volver á
Colombia. Pasé el día con él y su señora, leyéndole las
gacetas y los diarios de debates del Congreso colom-
biano.»
Arrojemos rápidamente una ojeada sobre la tirantísi-
ma situación de Colombia en aquel tiempo calamitoso, en
(1) Hoj lo Atnyiesan cuarenta trenes por día, y nadie le hace caao por
haber muchas obras de ingeniería que llaman la atención del público, j
«que son más útiles é interesantes.
DEL GENERAL JOAQUÍN ACÓSTA 277
el cual no se veía en lo por venir sino obscuridad y peli-
gros; obscuridad y peligros que aún nos amenazan seten-
ta y un año después! No eran menores las calamidades que
se habían desencadenado sobre las demás repúblicas her-
manas. «La América española (1830) dice el General Po-
sada en sus Memorias (i) era un vasto campo de anarquía
turbulenta que entristecía y espantaba á los hombres de
alguna previsión. En México se batían los partidos en las
calles, y entre tanto los léperos saqueaban las princi-
pales casas, cometiendo toda clase de excesos. Centro Amé-
rica se despedazaba, trayendo consigo la federación y los
desastres que le son consiguientes, y que concluyeron con
la República fraccionándola en republiquitas enemigas
que se hacen eterna guerra. En el Perú el General Lámar
había sido militarmente destituido de la presidencia é ig-
nominiosamente deportado. En Buenos Aires todavía peor
que en otras repúblicas, habían sido asesinados los Presi-
dentes Dorrego y Blanco, derramándose con profusión es-
pantosa la sangre de los ciudadanos. En Chile á la sazón
los partidos Pipiólos y Pelucones se mataban en feroz gue-
rra civil, acusándose mutuamente de haber violado las le-
yes y de haber faltado á la buena fe en las elecciones para
presidente de la República. Bolivia, después de la separa-
ción del filántropo Sucre, se sacudía para zafarse de las
garras del Perú, á ñn de que entregada á su propia suerte,
pudiera entrar á ñgurar mejor en el drama de desórdenes
sangrientos del continente de que hacía parte.»
Entretanto los dos amigos que leían los periódicos y
las cartas que les mandaban de Colombia, comprendían
que era tal la discordia que allí cundía, que en breve las dos
Repúblicas hermanas — Nueva Granada y Venezuela,-^
acabarían por hacer casa aparte. Aquella próxima diso*
I ■ ^^i^-^— ^— — —— ^^i»^— — — — — — ^
(1) Volamen 1 .*, pégisa 1)^
278 BIOGRAFÍA
lución los afligía sobremaneray pues ellos desde lejanas,
tierras veían con espíritu reposado cuáles serian las con-
secuencias inmediatas y remotas, y cómo perdería su pa-
tria la importancia que tenia conquistada, si se seccionaba
y dividía. Pácz había amenazado resueltamente que pre-
feriría entregarse á los españoles de nuevo más bien que
obedecer al Gobierno establecido en Bogotá, y había con-
vocado un Congreso para reconstituir á Venezuela en re-»
pública separada. Entretanto el Congreso que llevó el
nombre de admifable se había instalado en Bogotá el 20.
de Enero de 1830, y el mensaje que Bolívar presentó alas
Cámaras respiraba el amargo y profundo dolor que siente
el hombre de genio, á quien no se le ocultan las conse-
cuencias de ciertos hechos, y el desconcierto que nacería
de aquellas discusiones que iban á desarrollarse en el Con-
greso que empezaba sus sesiones.
La prensa de Bogotá solo respiraba odios, envidias,,
ambiciones descabelladas, calumnias, todo por medio de
un lenguaje violento y sin freno. La lucha prolongada,,
empero, acaba por agotar la energía de los hombres más
patriotas, y entonces se dejan llevar por el desaliento y los.
desengaños hasta el punto de olvidarlo todo para hacerse
á un lado de la política activa y dejar el paso libre á los
ambiciosos que solo buscan su propio bien y no el de la
patria. Bolívar desde la Quinta de las orillas del Fucha,
adonde se había retirado enfermo de cuerpo y de alma,
herido en su susceptibilidad y amargado con la ingratitud
de aquellos mismos que había protegido, vio que todos
sus esfuerzos habían sido vanos; que su obra se desmoro-
naba, y que en ese naufragio de todas sus esperanzas pa-
trióticas, su obra claudicaría.
Discutiendo aquellas cosas pasaron el día Madrid y
WVcosta. El enfermo se desconsoló tanto, que su amigo lo.
sacó á pasear en carruaje para distraerlo de sus prcocu*^
paciones patrióticas y personales^ Sin duda ese debió de-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 279
ser el último día en que Madrid salió de su casa; desde
entonces empezó á agravarse de una manera tan alarman-
te, que ni sus amigos ni su abnegada esposa conservaron
esperanza de librarlo de la muerte.
Mientras que el patriota Doctor Madrid agonizaba tris-
temente, lejos de su país, en una pobre aldea de las cerca-
nías de Londres, el personaje más importante de Inglate-
rra rendía también su última jornada en el Palacio de
Windsor el 26 de Junio. No bien se tuvo noticia en Lon-
dres de que el Rey Jorge \v había muerto, cuando toda la
población se vistió de I uto, se cerraron las tiendas en señal
de duelo, y los periódicos aparecieron con ribetes negros.
cYo, escribe Acosta, pagué un puesto en la imperial
de un carruaje público para desde allí ver pasar la proce-
sión de los que iban á proclamar en Charin^ Cross el ad-
venimiento del nuevo Rey Guillermo iv. Inmensa multi-
tud cubría las calles y casas adyacentes; en las ventanas,
en las cornisas, sobre los techos de las casas y en frágiles
andamios construidos de prisa, se amontonaba una multi-
titud curiosa. En primer lugar desñló una tropa de caba-
llería vestida de encarnado, precedida por seis trompetas;
después seguían algunos oñciales de la Corona y reyes^de
armas y otra tropa de caballería que no pasaba de quinien-
tos hombres. La procesión se detuvo en Charing-Cross,
y uno de los oficiales leyó un papel en que se decía que,
habiendo fallecido el Rey Jorge iv, le tocaba la corona al
Duque de Clarence, su hermano menor; por consiguiente
los Lores, las Cámaras y Parlamento, el Lord-Mayor (Al-
calde Mayof de Londres) habían resuelto reconocerlo co-
mo su legítimo Rey, bajo el nombre de Guillermo iv (i).
(t) Guillermo iv era tercer hijo de Jorge ni. HabU nacido en
•Windsor en 1795. Aél como ea hermano Jorge it, era odiado por los in-
gleses, quienes detestaban su conducta disipada. Era partidario de los
whigs; no tenía hijos legítimos; asurió 7 afios después de haber subido
al trono, en 1887, dejando la corona á su sobrina la Reina Victoria,
liija del Duque de Kent, quien habfa muerto dies afios antes.
28o BIOGRAFÍA
Cuando hubo acabado de leer la proclama, se oyeron aU
gunos aplausos y vivas, y las señoras sacudieron sus pa-
ñuelos. Inmediatamente la procesión siguió su camino
hacia la city.^
El día 27 de Junio Acosta fué llamado con urgencia á
Barnes; el señor Madrid había empeorado, y la familia es-
taba en la mayor consternación. Momentos después de
haber llegado á casa del moribundo Ministro de Colom-
bia, se presentó allí el General Santander; ambos se acer-
caron al lecho del poeta agonizante; Madrid los reconoció
y se despidió de sus compatriotas, citándoles algunos
versos de Virgilio.
Sin embargo, Madrid no murió sino al día siguiente á
las doce y media del día.
Apenas dejó de existir su amigo, Acosta fué á buscar á
Sir Robert Wilson con el objeto de que se insertasen artí-
culos necrológicos en los diarios de Londres.
« 5 de julio. — A las once tomé un coche público para ir
á Barnes á asistir al entierro del doctor Madrid. Salimos
de la casa mortuoria á poco de haber llegado. El carro
en que iba el féretro, cubierto de paños negros y pluma-
jes, iba seguido de tres coches enlutados. Antes de salir
de la casa pusieron á los convidados capas negras y ban-
das de seda en los sombreros. Me tocó ir al lado de un
banquero y del Ministro del Brasil, señor Merle, editor de
El Corteo, Gastamos dos horas de Barnes á la iglesia de
Marilebone, en donde se debía depositar el cuerpo. Ape-
nas entró el féretro en la iglesia, dos Ministros (pastores
protestantes) leyeron algunos salmos, y luego lo llevaron
al vestíbulo y colocaron el ataúd sobre el pavimento, que
se fué hundiendo poco á poco, mientras que uno de tos
Ministros oraba y el otro arrojaba puñados de tierra sobre
el cajón hasta c^ue desapareció en la profundidad de la
bóveda .... Asi desapareció Madrid á nuestros ojos, dejaq-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 28 1
do solamente como huella de su paso por este mundo, la
memoria de un hombre honrado, de un poeta sensible,
después de haber soportado quince años de dolores físicos
y morales con paciencia admirable, y haber pasado
por todas las vicisitudes de una vida azarosa y llena de
viceversas. Madrid no había cumplido cuarenta y un
años! (i)
Mr. Powles, el comerciante inglés que tenía entonces
muchos corresponsales en la América del Sur, invitó á
Acosta á que fuese á su casa de campo, sita en Stamford.
€E1 dueño de casa, dice el americano, me hizo visitar
sus jardines é invernáculos, los cuales son hermosísimos,
y en ellos maduran frutas de las zonas tropicales. Pero
más que todo lo que me señaló en sus propiedades, me
gustaron sus hijas Emma y Tomasa. Estas señoritas, que
son muy bonitas, elegantes y amables, como todas las in-
glesas educadas, hablan bastante bien español é italiano.
Después de la comida Tomasa cantó algunas canciones
italianas acompañándose en el piano.»
Más lejos reñere que, habiendo sido invitado á almor-
zar con el conocido y entusiasta abolicionista Zacarías
Macaulay — padre del famosísimo historiador Lord Ma-
caulay, — para quien había llevado carta de recomendación
del ex-Obispo de Blois, este lo presentó á su familia (2)
y compartieron todos juntos un rato. Antes de sentar-
se á la mesa Macaulay leyó algunos versículos de la Bi-
blia, y todos se arrodillaron á oir la oración deprecatoria
que hizo el anciano en alta voz y que duró largo rato.
(1) SI Doctor C. Martínez SilTa, autor de la Biografía dé D, «7M F§r»
nandm Madrid, obteiva lo siguiente ('lespués de citar esta página dbl
Diario de Acosta que m le habia facilitado): "Aunque Madrid era católi-
co, sus exequias se celebraron en la iglesia parroquial de Marylebone y
conforme al rito anglicano, sin duda por el carácter oficial de que estaba
inTefUdo.**
(2) de coneerran cartaa de Zaoaiias Macaulay á Acosta.
282 BIOGRAFÍA
Nuestro viajero visitó detenidamente el Ordonance
Map Office y notó que en Inglaterra se trabajaba de otra
manera que en Francia el mapa de la Gran Bretaña que
estaban levantando. Dice que lo trabajaban particulares
á quienes el Gobierno pagaba 33 chelines por milla cua-
drada. El Capitán Mudge, Jefe del establecimiento, le di-
jo que la carta de Inglaterra é Irlanda estaría concluida
al cabo de diez años, pero la de Escocia tardaría más, por-
que los cerros aumentaban muchísimo el trabajo.
CAPITULO XVIII
Regreso á París. ~B1 hijo ilegitimo de Miranda.— Viaje de Calais á Pa-
rís.—Noticia de la toma de Argel por los Franceses.— Asuntos diplo-
máticos.—Conferencia re8i;rTada.^Un día en la Qranja del General
Lafsyette.
1830
Hacía dos meses que Acosta estaba en Londres, cuan-
do encontró que era tiempo de regresar á París á prepa-.
rar el viaje qué debería hacer á los Estados Unidos en vía
para Colombia. Dijo, pues, adiós á sus amigos de Londres
y se embarcó el día 7 de Julio con dirección de Calais.,
De paso por esta ciudad se detuvo para visitar á un libre-
ro de apellido Leleux, el cual le había recomendado el
General Lacroix años atrás. Era este hijo ilegítimo del
General Miranda, y con ese motivo Acosta deseaba cono-
cerlo. Hé aquí lo que con respecto de este personaje lee-
mos en el Diario:
. . . «Leleux me pareció un pobre hombre, en el cual
las facultades morales habían disminuido en razón inver*
sa de las físicas, que habían ido aumentando, pues su vien-
tre es enorme y nula su inteligencia. Entre otras cosas.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 283
me dijo que había determinado no ser ya más repu-
blicano, (i)
«í rf^y«/w.-- Recorrí la ciudad de Calais; esta no tie-
ne nada notable, salvo las fortificaciones del lado de
tierra, las cuales, aunque descuidadas, pueden ponerse en
poco tiempo en estado de defensa.
«A las nueve (de la mañana) tomé la diligencia en vía
para París, pasando por Boulogne. Partimos por la orilla
del mar; el terreno en algunas partes es cascajoso é im-
productivo, y en otras veíanse inmensos trigales. Dentro
de la diligencia se hallaba un viejo platero de 8o años de
edad, pero robusto y vivo, el cual me entretuvo habiéndo-
me de la Revolución Francesa; habíala presenciado desde
su principio; se expresaba en lenguaje escogido y poseía
una instrucción general de conocimientos literarios y cien-
tíñeos, los cuales, sin ser profundos, entn muy variados.
Entre tanto un artesano inglés acomodado, que viajaba
con un hijo suyo para divertirse, no sabía hablar de nin*
gún asunto fuera del de su profesión, y era tan vulgar é
ignorante como solo es capaz de serlo un anglo-sajón de
baja extracción.
(1) Sin embargo Leleuz se había educado al lado del ilustre Hiranda^
j lo acompafió en Venezuela hasta que el General cayó en n&anoe de loe
Xipaftolei el 80 de Julio de 1813. Leleuz alcanzó empero á embarcarte
eon loe papelea de Miranda. Hé aquS una carta de ScmbUUe al ciudadana
LéUuxi
88 de Julio
Mi querido amigo Leleux: el General me encarga te escriba recomen*
dándote de nuevo que sus papeles y mapas, que están en los cofres, los
empapeles bien y los hagas transportar inmediatamente á la Guaira, y re-
mitirlos en el bergantín de Waltson que está próximo á hacerse á la vela
para Curazao; que estos los dirijas y recomiendes á la casa de Robertson
j Belt, con particular encargo para que los conserven en su poder; y se-
lla neeesario que pasases td mismo á la Guaira para que todo se ejecute-
conel mayor arreglo y seguridad, como asunto que le importa. Procederás -
igualmente encajonando loe libros que quedaron en Caracas para remi-
tirlos en otra ocasión si fuere necesario.
284 BIOGRAFÍA
cA las dos de la tarde llegamos á Boulogne—sur — Mer^
bonita ciudad y hcrmbso puerto. Las casas de campo de
los contornos están construidas á estilo inglés, porque
aquí se encuentra siempre una colonia inglesa compuesta
de insolventes que pasan la Mancha para escapar de sus
acreedores. A las tres de la tarde nos pusimos de nuevo
en marcha hacia el interior. Los campos son muy pinto-
rescos; se ven muchas colinas cubiertas de bosques y hon-
donadas repletas de trigales, algunas sementeras de habas,
que aquí no se usan sino como forraje para los caballos
y ganados, — y otras legumbres. En todas las paradas que
hacia la diligencia, encontrábamos mendigos, y cuando el
carruaje subía lentamente por alguna colina, salían por
todas partes chicuelos que llevaban canastos de flores,
las cuales arrojaban par las ventanillas con el objeto
•de que les dieran algunas monedillas de cobre: manera
•bastante poética de pedir la caridad.»
Pasó por Montreuil, y á las doce de la noche por Abbe-
ville; le amaneció en Grand-Villiers; almorzó en Beau-
vais; á las cuatro de la tarde pasaron el río Oise; á las seis
y media llegaron á San Denis, y á las ocho de la noche á
París. Así fué que en el trayecto, en el cual hoy se gastan
(de Londres á París) de siete á ocho horas, Acosta empleó
cuatro días con sus noches 1
La ciudad estaba de gala; se acababa de recibir en Pa-
rís la noticia de la toma de Argel por los ejércitos france-
ses al mando del Mariscal Conde Bourmont y el Almi-
rante Duperret, después de un bloqueo de tres años. Al
fin el Dey había tenido que capitular el 5 de Julio y en-
tregarse á Francia con armas y bagajes, (i)
(1) Sin embargo, la toma de ürgéí no ampaad á producir buaooa w>
tuKadoi como colocia íraoceía, tino después de que ee entregó Abdal-
Kader en 1847, y que ae conquifltd el país de loscabllae en IM4.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 285
- En París Acosta encontró inopinadamente á su her-
mano Domingo, quien había sido enviado de Roma por
su Ministro para que procurase arreglar un asunto diplo-
mático con respecto al reconocimiento de Colombia por
la Madre Patria.
Ya un año antes, en 1829, Joaquín Acosta había sido
invitado por el Conde Alejo de Noailles, Diputado á las
Cámaras francesas entonces, á una conferencia reservada,
en la cual se debería tratar ese asunto. Se había encargado
el Conde de Noailles del examen de un proyecto de ley
que debería presentarse á las Cámaras para aclarar las
comunicaciones entre Francia y las Repúblicas Hispano-
Americanas. Como el Diputado francés desease obtener
noticias fidedignas de la situación de las ex-colonias es-
pañolas, y según ello impetrar el reconocimiento de su
independencia por la Madre Patria, le recomendaron que
hablara con el joven estudiante americano, el cual podría
dárselas. Por los Diarios de Acosta hemos visto que la
conferencia tuvo lugar, pero nada más.
Pocos días después de su regreso de Londres, Acosta
recibió una invitación del General Lafayette para que fue-
se un día á visitarle en su Quinta, en las inmediaciones de
París, y en donde pasaba los veranos con su familia. Como
no le indicase fecha determinada, se aprovechó de un be-
llísimo día para emprender marcha en vía para la Granja.
Transcribiremos aquí estos acápites del Diario:
«jS de Julio, — A la salida de Fontenay me encontré
con la carroza del General Lafayette; al momento hice pa-
rar mi coche, y bajando de éi, me acerqué para hablarle
y darle unos pliegos que le enviaban de Inglaterra por mi
conducto.
«El gran patriota se dirigía á Meulan á asistir á las
elecciones. Se manifestó muy contrariado cuando le dije
que iba á la Granja á hacerle la visita ofrecida, porque na
podría estar allí para recibirme. Sin embargo, me instó mu«^
286 BIOGRAFÍA
cho para que continuase hasta su quinta y pasara allá al-
gunos días hasta que él pudiera regresar.
«Continué, pues, camino hasta Rozoy, pequeña ciu-
dad, en donde, mientras cambiaba de caballos, los que
allí había me hicieron los mayores elogios de Lafayctte y
de su familia.
«La Granja se halla á un cuarto de hora de Rozoy, y
no hay ninguna cerca, barrera ó muro que defienda la
propiedad de Lafayette de la de sus vecinos. Los grupos
de árboles y bosquecillos que rodean la quinta, le dan un
aspecto agreste; ésta tiene cuatro torrecillas góticas en los
cuatro ángulos cubiertos con enredaderas y yedra; algu-
nos de e3tos arbustos me dijeron después que habían sido
sembrados por el famoso Fox, (i) á quien había ligado
sincera amistad con la familia de Lafayctte al través de to-
das las vicisitudes de la política.
«Encontré en la Granja á la hija del General, casada
con el Conde de Lasteyrie, (2) la cual me señaló mi ha*
bitación en la torrecilla de la grande escalera que desem-
boca en el vestíbulo del comedor.
■
«Antes de la hora de la comida, el joven Lasteyrie me
llevó á visitar las granjas y los establos de ovejas y gana-
do vacuno, y caballerizas que pertenecen á la propiedad.
El producto de aquella tierra consiste principalmente en
las ovejas merinas, las cuales me mostraron pastando en
un prado; á pesar de su valor, aquellos animales no me
interesaban, y no me pesó el tener que abandonar su
(1) Carlos Jaime Fox, de la familia de lord Holland. Hombre de Bs-
tado inglés, rival de Guillenno Pitt, defendió la causa de los insurgen-
tes de América 7 la abolición de la esclavitud; admiró los principios de la
Berolución Francesa; apoyó el partido de la paz, y siendo Ministro de
Estado, había entablado negociaciones con Napoleón, cuando murió
-en 1806<
(2) SI mismo que estaba en Londres j que tuTO con Acosta estredia
•amistad.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 287
t:ompañia al sonido de la campana que anunciaba la hora
de la comida.
€En el salón encontré un trío de bellísimas señoritas,
á saber: dos hijas de la Condesa de Lasteyrie, y Matilde,
la hija de Jorge Lafayette, que ya conocía. Me presenta-
ron á la señora de Alba, á una hermana de ésta y á dos
hermanos suyos; era esta una familia portuguesa que es-
taba en Francia, no sé si de paso ó permanentemente. Yo
tuve el honor de conducir á la mesa á la Condesa de Las-
teyrie.
«Después de comer bajamos á los jardines, en donde
me mostraron dos enormes sauces llorones que el Gene-
ral había sembrado en su juventud. De paso llegamos has-
ta el lago que embellece el parque, y como hubiese allí
un bote, nos embarcamos en él para pasar al otro lado
No olvidaré jamás este paseo en el lago; la música lejana
de la fiesta en una aldea de los alrededores llegaba hasta
allí; el hermoso grupo que presentaban las aristocráticas
damas, mis compañeros y el ambiente suave que hacía
flotar los vestidos blancos y rosados de las señoras, aumen-
taban la poesía de esa tarde encantadora.
e Llegados al otro lado, bajamos del bote y estuvimos
en el baile campestre, cuya música nos había acompañado
al través del lago. Al llegar la noche, ya cerca de las nue-
ve, volvimos al castillo y subimos al salón, en donde sir-
vieron el té.
icGrata é inolvidable será para mí la culta conversación
que tuvo lugar después en aquel salón circundado de los
retratos de todos los presidentes de los Estados Unidos.
En la antesala y bajo los pliegues de la bandera norteame-
ricana, se ven otra vez los retratos de Washington y de
Franklin. Aquella bandera fué la misma que regaló á La-
(ayette el Comandante de la fragata que trajo al General
de los Estados Unidos, y que él guarda como un recuerdo
de aquella navegación. En el. salón están también los re*
288 BIOGRAFÍA
tratos de Bailly, aquel sabio francés, victima de los furo-
res revolucionarios, y de Larochefoucauld, el antiguo ami-
go de la familia de Lafayette. Vi también el del patriota
español Rafael de Riego, y el de su mujer.
«El cuarto que me dieron estaba adornado con cua-
dros que representaban los combates navales que tuvie-
ron lugar durante la guerra de la Independencia de los
Estados Unidos. Contemplando aquellas pinturas históri-
cas desde mi cama, me quedé al ñn profundamente dor-
mido.i>
A pesar de que la familia del General Lafayette insta-
ba mucho á Acosta para que aguardase en la Granja el re-
greso del dueño de casa, éste no quiso abusar de la ama-
bilidad de las señoras que le brindaban hospitalidad; asi
fué que al día siguiente regresó á París.
CAPITULO XIX
Situación de Francia en Julio de 1880.— Una sesión en el Instituto. —
Descontento del pueblo con el Gobienio.— Be declara una revolución
en París contra Carlos X.— Acosta presencia aquellos acontecimien-
tos.— Coronación de Luis Felipe.
1830
Como siempre interesa todo lo concerniente á los su-
cesos históricos, y gusta saber las impresiones personales
de aquellos que presenciaron acontecimientos importan-
tes, hemos pensado que no se debe dejar de trascribir
casi íntegramente todo lo que encontramos en el Diario
de Acosta, tocante á la Revolución de 1830 en Francia. Sin
embargo, antes de esto permítasenos refrescar las ideas de
los lectores con una brevísima reseña de la situación en
que se hallaba Francia en aquellos momentos.
DEL GENERAL JOAQUÍN ACOSTÁ 289
Carlos X — desde que sucedió en el trono á su herma-
no Luis XVI II en 1824,— -era cada día menos querido del
pueblo, de ese pueblo nacido y criado durante la Re-
volución del ñn del siglo anterior. Aquella situación tan
delicada no la supo comprender Carlos X, quien olvi-
daba que después del gran cataclismo de 89, los bullicio-
sos franceses no se dejaban gobernar como antes de aquel
acontecimiento; olvidaba que si Napoleón tiranizó el país,
en cambio le dio esas glorias militares que tanto halagan á
los hijos de los Galos y de los Francos; con ese motivo co-
metía error sobre error, imprudencia sobre imprudencia.
El Ministerio ultra-retrógado de M. de Villéle, y después
el impolítico de Polignac, exasperaron al pueblo y á los
burgueses, y no solamente á estos, sino también á muchos
nobles. La oposición que el Ministerio tenía en la Cáma-
ra crecía y aumentaba de una manera tan alarmante, que
Carlos X dio el último paso por el camino de las impru-
dencias y firmó el decreto de disolución de las Cámaras.
Las nuevas elecciones no produjeron el resultado que es-
peraba el partido de Polignac, y al reunirse se encontró
que eran tan adversas al Ministerio como las anteriores.
La noticia de la conquista de Argel no reconcilió al pue-
blo con el Rey, como se creyó, y la prensa liberal no cesó
de criticar los actos del Ministerio. Además, las logias
francmasónicas tenían en Francia, y sobre todo en París,
una influencia todopoderosa, y ellas decretaron que se hi-
ciese guerra á muerte á Carlos X. Este resolvió entonces
dar un golpe de estado para adquirir mayor autoridad;
abandonó repentinamente las sendas de la Constitución, y
y publicó un decreto por el cual anulaba las últimas elec-
ciones electorales, abolía la libertad de imprenta y disol-
vía la nueva Cámara de Diputados. Era lo que aguar-
daban los enemigos de los Borbones para dar el último
golpe, conciliándosc así aun á aquellos que hasta entonces
biografía 19
290 biografía
se habían manifestado reacios á una revolución cuyas
consecuencias podrían ser muy peligrosas.
DIARIO
€26 d€ julio. — Hoy debía tener lugar la sesión pública
anual del Instituto de Francia. Habiendo obtenido una
boleta de entrada, á las dos de la tarde estaba en mi pues-
to. A pesar de que el recinto reservado al público estaba
repleto de gente y veíanse allí gran número de damas ele-
gantemente vestidas, noté en toda la concurrencia cierto
aire de preocupación que no era natural. Hablábanse al
oído unos á otros y se miraban con descon6anza, callando
cuando se acercaba tercera persona. El discurso del sabia
Cuvier era el elogio de Sir Humphry Davy (i) muy bue-
no é interesante, pero no fué aplaudido como sucede siein-
pre cada vez que habla este sabio. Levantóse después el
astrónomo Arago, y pronunció un bello panegírico del fí-
sico Fresnel (2). Durante su discurso, el cual era escucha-
do con marcada atención, Arago se dejó llevar de sus
sentimientos patrióticos, é hizo alusiones á las cuestiones
políticas actuales. Aquello produjo profunda impresión en
el auditorio, y á cada frase alusiva aplaudían con frenesí.
El Mariscal Marmont, jefe del ejército de París, asistía á la
sesión vestido con su uniforme académico.
<A mi salida del Instituto tuve noticia de que el Minis-
terio había dado un golpe de estado, abolido la ley de
elecciones y la libertad de imprenta, establecido la censu-
ra y convocado una Cámara de Diputados ilegal. Toda
(1) Famoso químico ingle?, dcBcubrídor del protóxido de ázoe 6 gas
hilarante y de muchas otros en extremo útiles para la humanidad. Nací-
do en 1774, había muerto en 1829. Era miembro del Instituto francés y de
todas las sociedades cieatíflcas del mundo.
(?) Agustín Juan, físico francés que estudió particularmente la teoría
de la luz é hizo importantes descubrimie&tos acerca de su propagación
por el espacio.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 291
la población tenia un aspecto amenazador, pero grave;
comprendí entonces que había llegado la hora á los Bor-
bones, y que pronto cesarían de reinar. Mucha gente ro-
deaba y asediaba las puertas de las imprentas en busca de
periódicos, que ya no deberían venderse por las calles. La
agitación crecía por momentos cuando al fin me retiré á
mi alojamiento esta noche.
«27 de julio, -^Todos los diarios liberales han sucum-
bido, y no se encuentran en los gabinetes de lectura. Pu-
de, sin embargo, conseguir el Temps; en él había una
protesta de todos los redactores de los diversos diarios li-
berales, en la cual prometen llenar sus deberes hasta el
fin, y no someterse al decreto inconstitucional, (i)
cA medio día las tropas habían rodeado las imprentas,
y apoderádose de ellas. Se decía abiertamente en la calle
que una vez que el Rey infringía la Carta, el pacto social
quedaba disuelto, y su autoridad no sería obedecida. Co-
menzóse á notar inusitada alarma; cerráronse las tiendas,
puertas y ventanas. Las casas de los Ministros fueron
apedreadas; los gendarmes se pusieron sobre las armas, y
salieron á calmar la agitación que reinaba en las calles,
pero los recibieron á pedradas; estos contestaron á bala-
zos, pero como no podían avanzar, se retiraroniá buscar
refuerzo.
cDespués de comer en un restaurante de mi barrio, en
donde aún no había mayor agitación, me dirigí con algu-
nos amigos hacia el Palacio Real. Toda la población esta-
ba en la calle; las mujeres se asomaban á las puertas y
ventanas; los almacenes y tiendas continuaban cerrados, y
se leía en todas las fisonomías un sentimiento general de
sorpresa y curiosidad. Aunque no había oradores públi-
cos, ni habíanse distribuido hojas sueltas explicando la si-
tuación, todos parecían estar al corriente de lo que ocu-
rría, y comprendían vivamente la causa de la crisis y lo
(l)^M. Thien en el redactor de esa protesta 7 ol que la firmó primero.
ir^
^p*tf^p«^\^^*««w*
r«
n'.-s ^r. la tiirr.di dr jr^ frutera, li cual estaba a^<l-i^.« f.
catua' dad. S:*? errhargo, I::s geniíTrnts r. > hacina -^r.L*
iT-t^azar con el sahic de^en\-a;r.idí^, y a pesar de q\x '.s
ap^^dreaha-^í, r.'# errp!taban ofo medio de detmsj^sin^
aj/"ehendet' á j^-tí rna> sife^-^dcrs y d^persar W grupos c."»n
amenazas.
*M:entrás que agiiardabamo; la cca^ii-n pora salir otra
vez á la cal!e, oímos de rep>ente algunr^s tiros por e¡ !ada
de la calle de Saint-Honoré, y vernos airavesar algunos des-
tacamentr/s armados á píe y á caballo. AproTechámos un
momento en que se alejaban unos y no llegaban todax-ia
otros, para retrogradar, pues nosotros no teníamos inten-
ción de tomar parte en aquella lucha. Aquel barrio tenia
un aspecto lúgubre y sombrío; todas las puertas estaban
cerradas, y no se oía más ruido que el de las balas y gritos
lejanos. Salimos á la orilla del río; bajamos hasta el Puen-
te Real, el cual atravesamos; seguimos por el muelle y re-
pasamos el río por el puente de Luis XV'l. En la plaza
del mismo nombre había dos regimientos formados á pie,
de seis piezas de artillería y algunos escuadrones de co-
raceros.
tfEn aquel barrio todo cambiaba de aspecto, y a pesar
de ese apáralo imponente de fuerza militar, los ciudada-
nos se paseabíin por las calles tranquilamente y se veían
muchas damas tomando helados en las puertas de los
cafés.
«Seguímos hasta el Ministerio de Negocios Extranjeros.
Frente á este edificio veíanse un batallón de la Guardia
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA ?93
Real y dos piezas de artillería; el pueblo había atacado á
medio día, y se temía que lo volviera á hacer. Las aceras
estaban llenas de curiosos que hablaban de asuntos de po-
lítica, y los asientos en el bulevar frente al café de Pa-
rís y de Tortoni estaban ocupados como de ordinario por
damas y caballeros que tomaban helados y otros refrescos;
lo mismo sucedía en los otFos cafés de los bulevares.
Bajamos por la plaza de Vendóme, en donde está el Mi-
nisterio de Justicia; la plaza estaba cubierta de tropas. Co-
mo supimos que en la puerta de San Martín tenia lugar
un combate reñido, nos dirijímos inmediatamente h^cia
ese lado. Frente al teatro del Gimnasio nos detuvo una
tropa de gendarmería y tropas que defendían aquel sitio.
Tomamos entonces por la calle de Clery, y fuimos hasta
San Dionisio, en donde pudimos ver cómo se congre*
gaba en aquel lugar multitud de artesanos que tenían
aire amenazador. De allí también fué preciso retirarnos
por la calle de Choiscuil y Montmartre.
«Ya para entonces había llegado la noche; el pueblo
se había entretenido en quebrar los faroles y las linternas,
de manera que la obscuridad era completa. De vez en
cuando encontrábamos algún transeúnte que nos decía
que no se podía pasar adelante; pero nosotros continuá-
bamos, oyendo á lo lejos los gritos, les tiros, el tumulto y
las cargas de caballería. Después de haber vagado algún
tiempo por aquellas callejuelas, casi descaminados, al fin
llegamos á la calle de St. Honoré, uno de los focos de la
revolución ó insurrección, la atravesamos, bajamos al Se-
na, lo cruzamos por el puente de las Artes, y volvimos á
nuestro barrio y nos metimos en nuestras casas.
€28 de julio, — Mil rumores corrían hoy por la ciudad.
Los fondos habían bajado, el comercio estaba estancado,
la noche anterior habían muerto á un coronel del ejército y
á muchos gendarmes; se decía que la ciudad de Rouen es-
taba también en plena insurrección, y que el pueblo había
194 biografía
asesinado al Prefecto; que tres mil hombres armados mar*
chaban sobre París — Entretanto, nuestro barrio perma-
necia tranquilo. A la una de la tarde .se oyó fuego de arti*
llena muy sostenido, como también de fusilería. Supimos
á poco que el pueblo se había apoderado del Hotel de Vi*
lie; que la Guardia Nacional había hechv) causa común
con la insurrección, y que esta era ya dueña de aquel ba-
rrio. Todo era algazara y confusión; las campana^ tocaban
á rebato; sin cesar sonaban la voz del cañón, lejanos gñ-
tos y estridente vocería.
icEl fuego duró vivo hasta las cuatro de la tarde; á esa
hor<i salí á tomar lenguas, y á algunas cuadras de mi casa
encontré varios grupos de artesanos armados con sables j
fusiles, y más lejos á mi amigo el escultor David. Con
él estuve en el cuerpo de guardia de los bomberos, los
cuales habían tomado decididamente el partido del pue-
blo. Se decía allí que el General Lamarque (i) estaba á la
cabeza de los que se batían en la Gréve. A las cuatro y
media corno la noticia de que los insurgentes habían te-
nido que abandonar el Hotel de Ville, pero que se habían
refugiado en las torres de Nuestra Señora, en las cuales
flameaba la bandera tricolor.
fEstuve á comer en casa del Dr. Bertrand (2). Allí to-
dos estaban llenos de inquietud y alarmadisimos con los
acontecimientos políticos. Más tarde salí á la calle con M.
Roulín á averiguar noticias. Vimos un cuerpo de guardia
de infantería que rendía las armas al pueblo. Nos dijeron
que la prísión militar de la Abadía había sido tomada, y que
ios militares que se hallaban allí arrestados, fueron puestos
en libertad por los insurgentes. París se hallaba en estado
de sitio, y la autoridad militar gobernaba únicamente. Se
ignoraban el paradero del Rey y la suerte de toda la fami-
lia Real.
U^ Uno de k« Jefos del Putldo Líberml es Pnacn por ftqoriU
Ot> Ya «Bl« kemoa dicho quién Cfm este cftba'lero. padiv dtl
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA ^95
<AI regresar á casa encontré ya barricadas en algunas
calles^ las cuales hasta entonces habían permanecido tran-
quilas, y se oía que en los lugares en donde se. combatía ei
fuego era á cada momento más nutrido y violento. Sin
embargo, á medida que entraba la noche, los fuegos empe-
zaron á decaer, y á las doce habían cesado coippletamente.
Entonces reinó en toda la ciudad un silencio más aterra-
dor que los estruendos anteriores, porque se compren-
día que aquel no era el que emanaba de la paz, sino que
los combatientes buscaban acaso pasajero descanso para
recuperar mayores fuerzas al día siguiente. Se aguarda para
el día de mañana una crisis decisiva, y de la lucha que
se empeñe, dependerá la victoria en uno ó en otro sen-
tido.
€2^ de julio.— A las seis de la'mañana las campanas,
tocaban á rebato en todas las parroquias de la ciudad.
La insurrección va tomando á cada momento más incre-
mento, y el pueblo se hace más y más audaz. Nuestra ca-
lle, que había permanecido quieta hasta hoy, comienza á
llenarse de gente, y ésta hace barricadas en las esquinas.
Han desempedrado la calle, y con muebles viejos, carrua-
jes y piedras empiezan á levantar barreras, que impedirán
el paso á la caballería. Desde mi ventana veo trabajar á los
obreros en sus trincheras con toda serenidad y con sem-
blante alegre; no se oye un grito ni un muera.
«Después de las nueve salí á la calle, y en la plaza de
San Sulpicio vi desfilar centenares de hombres armados;
llevaban como oficiales á los alumnos de la Escuela Poli-
técnica que habían ido á sacar con ese objeto; las armas
eran todas diferentes, fusiles, lanzas, sables, lo primero que
encontraron á mano. Se dirigían á tomar por asalto un
cuartel, desde el cual los suizos habían hecho fuego sobre
el pueblo.
€En las esquinas estaban fijados los nombres del Go-
bierno provisional nombrado por los revolucionarios; hé
aquí los nombres: Lafayette, el Conde de Oerard (i) y el
Ehique de Choiseul. (2) Circulaban ya libremente los dia-
rios liberales como Le Temps, Le ConsUtutionnelf Le Coh-
fier,etc. Todos habían insertado la protesta de los cuaren-
ta Diputados que se hallaban en París, contra las orde-
nanzas del Rey; esas ordenanzas que han dado origen á
esta insurrección, la cual ya va tomando proporciones de
revolución seria. Varias proclamas impresas, que incitaban
á la guardia nacional á que se armara, se veían pegadas
en todas las paredes.
cCon mucha dificultad llegué hasta la plaza de la Gréve,
en donde había sido muy reñido el combate de ayer. Cir-
culaban hombres armados gritando "¡Viva la Constitu-
ción!" los cuales llevaban la bandera tricolor enarbolada,
y muchos andaban á caballo, de los que habían quitado á
los militares. De repente desembocó un grupo de hombres
llevando en andas una mujer herida; dos hombres sin
chaqueta y armados con fusil la escoltaban y obligaban á
todos los transeúntes á que se quitasen el sombrero de-
lante de la " heroína de la libertad," y añadían con torva
mirada: " JVous la ven^etonsf " (la vengaremos!)
«Seguímos aquel séquito hasta las puertas del Hotel-
Dieii (hospital), en la plaza de la Catedral. Al entrar en el
hospital los vitorearon ruidosamente los que allí estaban
en agitados grupos.
ocAndaba por la calle un individuo repartiendo hilas y
fajas de lino para los heridos. Parece que el pueblo saqueó
el Palacio Arzobispal para tomar de allí sábanas y la ropa
que necesitaban los heridos. Sin embargo, creo que no se
(1) Marigcal de Napoleón. Diputado de la oposición. Be adhirió desde
el principio á la Revolución, y tomó el mando de las tropas.
(2) Sra este gran sefior muy querido por el pueblo; asi fué que parn
ganar popularidad los reyolucionarios lo nombraron en el Ck>bÍemo pro
Tkáonal sin habérselo consuttado. Aceptó el pneslo y las conseetienciat
de la-Rerolueión.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA ^
Kmitaron á tomar sólo lo que necesitaban, sino que hubie-
ron de arrojar al Sena cuanto encontraron allí; á mi regre-
so vi al pasar el puente que las aguas del rio arrastraban
sillas y otros muebles despedazados, y sobrenadaban ji-
rones de telas que se conocía que pertenecieron al Pala-
cio del Arzobispo.
cEn la Morgue (i) había quince muertos desconoci-
dos, entre los cuales se encontraban algunas mujeres.
€ Volví á casa fatigado: el termómetro centígrado mar-
caba treinta grados, y el calor era violento.
«A las dos y media de la tarde vimos, desde el piso más
elevado de la casa, que la bandera tricolor flotaba sobre el
palacio de las Tullerías. El palacio está, pues, en manos
de los revolucionarios.
cMe acaban de decir que desde medio día el pueblo
saqueó el palacio Así, pues, Carlos x jugó y perdió su
trono con su terquedad borbónica, y tuvo que salir prófu-
go del palacio de sus antepasados.
4CJ0 de Julio, — ^Ayer salí de casa por la tarde para ir á
comer con M. Duhamel. El palacio del Instituto estaba
despedazado con las balas que disparaban los suizos des-
de el palacio de I^ouvre, y las garitas del puente de las
Artes están perforadas é inservibles. Cerca del Louvre en-
contré varios cadáveres de infelices suizos, los cuales el
pueblo había parcialmente desnudado, y en su triunfo se
entretenían en arrojarlos al Sena.
«En los bulevares notó de paso que habían cortado
los árboles, y el pueblo parecía dueño de todo aquel ba-
rrio. Es realmente asombroso cómo es que estos parisien-
ses, con unos pocos fusiles y casi sin municiones, han po-
dido desalojar á las tropas disciplinadas de todos los pues-
tos fortificados. Pero es cierto también que, si poruña par-
(1) Sdiflcio ea el cual ae exhiben los muertot deicoDocidos que se en-
^«WBtffAiif en Paría. SeooBserran loacadáyeraa eo un aparato oon hielo
dnrante tres meses, si es praeiso.
398 BIOGRAFÍA
te ha habido mucha audacia, por otra también el Gobier-
no se manifestó indeciso siempre. A más las tropas carecían
de municiones de guerra y de boca, y las órdenes que se
daban para la defensa no eran ni precisas ni á tiempo,
porque nadie creía que pudiese haber tanto concierto en
la insurrección.
«Entre tanto, la agitación en las calles crecía; por to-
das partes se oía el toque de la generala, llamando á las ar-
mas á todos los ciudadanos. Cuando oscureció vimos des-
de la orilla del Sena el Arco de Triunfo iluminado por un
incendio en los Campos Elíseos; las columnas de humo
que se levantaban hacia el cielo daban un aspecto más te-
nebroso á la escena.
cAntes de regresar á casa compré un periódico, por el
cual supe que el General Lafayette estaba á la cabeza de
las tropas de la revolución. En la calle leí el decreto de
los Tribunales de Justicia, los cuales declaraban ilegales
las últimas ordenanzas de Carlos x.
(iCuando llegué á mi calle, (i) encontré que los veci-
nos se ocupaban en levantar otra trinchera. Yo me puse á
ayudarlos, y tuve ocasión entonces de notar que el carác*
ter francés se presta poco al odio, pues nadie se expresaba
con dureza contra los que iban á combatir. Estos hombres
se reían de todo, y sólo decían de cuando en cuando :
« -Este Carlos x nos hace trabajar mur.ho; Sapristi! ú
otras exclamaciones por el estilo (2).
«No pude retirarme á mi casa sino después de las doce
de la noche, cuando la trinchera quedó terminada.
«Los Diputados se reunieron hoy para nombrar una
comisión municipal que mantuviese el orden en la ciudad.
La guardia nacional es dueña de París; en las esquinas
está pegada una proclama de Lafayette. El Rey se cncuen-
(l)CalledeFleura8.
(2) Mucho ha cambiado el carácter francés desde entoncet; hoy saben
odiar de una manera bastante clara y sangrienta.
DEL GENERAL JOAQUÍN ACOSTA 299
tra en Saint Cloud con todo el ejército, pero no se sabe
qué piensa hacer.
«Estuve en casa de don Jerónimo Torres, y lo encon-
tré tnetido entre un zapato. Luego fui con Rengifo al alo-
jamiento de mi hermano Domingo, y los tres salimos á
recorrer la ciudad en los lugares en donde había sido más
reñido el combate. Las calles estaban repletas de curiosos
de uno y otro sexo; pero casi todos pertenecían á las cla-
mes bajas de la ciudad.
«En medio de aquel bullicio vi, empero, pasar algunas
señoras que llevaban hilas para los heridos. Noté que para
circular más fácilmente todos tenían prendida en el ves*
tido la escarapela tricolor. No venden diarios por las ca-
lles, como hacen ordinariamente; la decencia pública, me
dijeron, se opone á que se haga una especulación espar-
ciendo noticias inciertas todavía; todos los ciudadanos se
interesan en el triunfo de la opinión que sostienen, pero
desean que ésta se forme espontánea y naturalmente.
«jz de Julio. — Los miembros de las Cámaras nombra-
ron ayer al Duque de Orleans Teniente General del Reino,
y decretaron por unanimidad que se conservase la bande-
ra tricolor enarbolada por la insurrección.
cUn joven que acabada llegar de Saint Cloud nos dice
que Carlos x está rodeado de tropas de caballería, porque
la infantería ha desertado casi en masa, y que las gentes
del campo gritan: jViva la Constitución! cuando ven pau-
sar á los soldados.
«Los diarios liberales dicen que ellos preferirían pro-
clamar la República, pero qne el deseo de conservar la
paz con el resto de Europa los obliga á inclinarse en fa-
■
vor de una monarquía fuertemente constitucional.
cEl orden se ha conservado en París de una manera
asombrosa, y esta ciudad ha manifestado que está tan ade-
lantada en la vía de la civilización, que no necesita de tro-
pas para conservar el orden en medio de la revolución.
300 BIOORAPÍA
€/.** de Agosto, — Los diarios de hoy insertan una pro-
clama del Duque de Orleans, en la cual anuncia que ha
aceptado la tenencia del Reino. Publican también una de-
claratoria de la Municipalidad de París, por la cual decre-
ta que Carlos X ha cesado de reinar.
«El pobre Rey salió ayer de Saint Cloud con su hijo
el Delfín, y tomó el camino del Norte; pero en breve con-
tramarcbó hacia Versalles. Esta ciudad le cerró las puer-
tas, y tuvo que aposentarse en el Trianón. La corte bor-
bónica maniñesta una indecisión deplorable, y desde el
principio de la revolución éste ha sido su distintivo.
«Estuve á inscribir mi nombre en casa del General
■
Lafayette. Tal parece como si á este hombre privilegiado
lo hubiese destinado la Providencia para abrir y cerrar la
revolución francesa. La educación democrática del pue-
blo francés se ha completado en el espacio de cuarenta
años, y aunque nada faltaba á la gloria de Lafayette, él no
morirá sin haber tenido la satisfacción de ver gozar á
Francia de las instituciones en pro de las cuales tanto ha
combatido.
«De paso por las Tullerias encontré á nuestro agente
colombiano, don Leandro Palacios, (i) contemplando con
(1) £1 General veDczolano Leandro Palacios había servido á la causa
de la Independencia en América desde los albores de ella en Caracas en
1810. Había acompafiado á Bolívar en sus glorias y en sus reveses, y aún
se estremecía con los horrores que habla visto en aquellas campafias en
que peleaba como un león. A él tocó cumplir las órdenes de Bolívar
cuando mandó pa«ar por las armas á los españoles presos en la Quairay
Caracas, en represalia de los hechos cometidos por los emisarios del Rey
durante la guerra á muerte. Concluida la obra de la ^mancipación, de-
puso las armas para entrar en la carrera diplomática. Fué al Brasil como
Ministro Plenipotenciario, y hacia dos afios que se hallaba en Fraaeta
como Agente Diplomático de Colombia, sin lograr que Carlos z lo reco-
nociese como tal. En un principio el Ministro de Relaciones Exteriores,
el Conde la Ferrona/s, pareció prestarse á lo que deseaba el Ministro co-
lombiano; pero habiéndole reemplazado en el Ministerio el Príncipe de
Polignac, éste le fué en extremo adverso, y se negó abiertamente á dea-
contentar á los Borbones de Espafia, admitiendo empero la posibilidad do
reoonoúer las repúblicas que se habían formado en las ant^^iHU oolclrtlia
espafiolas.
DEL GENEKAI^ JOAQmN AGOSTA 3OI
pjroiMndH tristeza la bandera tricolor que tremolaba sobre
el palacio de los Reyes; me dijo que él miraba con horror
todo movimiento revolucionario en que la plebe tuviera
parte.
ticParís ha recuperado su fisonomía habitual animada
y alegre. Las calles y los lugares públicos se encuentran
repletos de gente que busca diversiones; los almacenes y
tiendas están abiertos, tal como si nada hubiera sucedido.
«2 de Agosto. — El Duque de Orleans ha promulgado
un decreto en el cual declara que Francia recobra los tres
colores (reprends les trois couleuts) de su bandera na-
cional. ,
«j de Agosto.— E,\ Rey Carlos x envió su abdicación y
la de su hijo el Delfín en favor del Duque de Bordeaux,
su nieto, niño entonces de diez años. La Corte, ó más bien
Carlos X, permanece en Rambouillet con las tropas que le
han quedado. Para obligarlo á retirarse salió hoy la guar-
dia nacional (diez mil hombres), los cuales iban á encarar-
se con las tropas reales. Pusieron en requisición, para trans-
portar aquella gente, cuantos coches y carrozas hay en
París.
€ 4 de Agosto. — Al tener noticia Carlos x de la aproxima-
ción de la guardia nacional, puso pies en polvorosa y par-
tió de Rambouillet. ¡Es ciertamente digno de compasión
este pobre Rey! Se aleja de la capital sin la esperanza de
volver á reinar jamás sobre Francia; ni creo que subirá
jamás al trono miembro alguno de su familia. Los Borbo-
nes son profundamente impopulares en Francia. Los
miembros del Gobierno provisorio leciben á cada hora
del día adhesiones entusiastas de los Departamentos en
favor de la última revolución. A pesar del actual interreg-
no, reina aquí el más completo orden en todas partes. Los
ciudadanos andan armados por las calles, pero no ha lle-
gado á mí noticia de que se .haya cometido el menor abuso;
cada cual se manifiesta tranquilo, y aguarda la paz púbit
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'jM'! (fr/^i'ftrr '-rn j/Od r':!;;jJOV^,á pe'>ar de titularse Obispo.
M'if>ó /il ÍMi /iu>í.1í;i^1o por l^^s sacramentos de la Iglesia.
M; Mufi// ftl kfnf **í(uUgnU:, en 1^$1, d« ochenta j un afioA de edad.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 305
Hé aqui otra carta de despedida de persona importante:
" París, 14 de Agosto de 1680.
" 8efior Capit¿a Joaquín Acosta.
€Mi querido amigo:
«Reciba usted mis más sinceros votos para que su via-
je sea feliz. Cuando usted se encuentre en su hermosa pa-
tria, no dudo que usted se acordará algunas veces de
Francia y de todos sus amigos. Usted tuvo la bondad de
prometer que me escribiría, y cuento con esa señal de
amistad.
«Cuando tenga tiempo, no deje usted de ocuparse del
proyecto del monumento á Las Casas. Sería muy bello
que se debiera á usted esa obra. Creo que la estatua debe-
ría ser de bronce y medir nueve pies de altura, sobre un
pedestal de granito gris. Sobre los lados laterales de ésta
llevaría bajos relieves, tomados de la vida de aquel hom-
bre sublime; sobre los centrales se gravarían inscripciones
conmemorativas, ó los nombres de los suscriptores. Los
bajo relieves serían también de bronce; sin embargo, us-
ted lo pensará, pues aquello tendría el inconveniente de
servir de tentación en épocas de revolución, para que se
aprovecharan de ello. Quizás el mármol seria mejor bajo
el hermoso cielo de la patria de usted. De todas maneras,
y de cualquiera de estas materias de que fuese hecha la es-
tatua, no costaría más de treinta y cinco mil francos.
cEn esto no se haría sino lo que conviniese, y yo ten-
dría el mayor gusto en dar mi parte de suscripción para
que se erigiese un monumento á quien tanto lo merece, á
un benefactor de la humanidad.
«Usted verá si una suscripción nacional sería lo más
conveniente. Seria la manera más honorable y más en ar-
monía con nuestros principios, porque es preciso enseñar
á los pueblos á que ellos mismos disciernan las recom-
pensas.
biografía 20
3^ BIOGRAFÍA
«Apenas se decida la cuestión del monumento, yo me
ocuparé en ejecutarlo; entre tanto (unos dos años poco
más ó menos), se iría adelantando la suscripción.
«Adiós, mi querido amigo; consérveme usted siempre
un lugar en su recuerdo, y crea en la eterna amistad de su
afectísimo,
«David (d'Angers).
«P. D. — Usted verdal señor Hurtado; con él hablé mu-
cho del monumento (el de Las Casas); parecía aceptar la
idea con entusiasmo; puede ser que no lo haya olvidado
enteramente. El me había manifestado el deseo de poseer
una pequeña Virgen en mármol, y había quedado de es-
cribirme sobre la materia.i»
La víspera de su partida el joven colombiano estuvo
en casa del General Lafayette, cuyos salones estaban ates-
tados de altos personajes de la política, de la diplomacia
y del elemento militar. Allí se despidió de aquel hombre
entonces lleno de gloria y popularidad, y dijo adiós á
cada uno de los miembros de esa distinguida familia, los
cuales siempre le habían acogido con particular estima-
ción.
Algunos meses antes Acosla había llevado á Lafayette
la Vida de Washington, por Ramsay, para que escribiese
allí algunas líneas de su puño y letra. La que esto escribe
conserva ese libro con grande estimación; hé aquí lo que
escribió el General francés:
«Estoy sumamente complacido {touché) con el valor
que el señor Acosta considera que tendrán algunas lineas
de mi mano en las páginas de un libro consagrado á la
memoria de mi paternal amigo; me aprovecho de esta oca-
sión para manifestarle la satisfacción que hemos hallado
mi familia y yo en las relaciones de amistad con él, y de
ofrecer á su patriotismo todos mis votos por la República
colombiana, de la cual él es digno y celoso ciudadano. Él
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 307
conoce también todos los que elevo por su felicidad per-
sonal, los cuales son inspirados por los sentimientos de
ima perfecta estimación, y del más sincero afecto.
«Lafayette.
«París, 9 de Abril de 1830.» (i)
Desgraciadamente las repúblicas hispano -americanas
no han dado por cierto el espectáculo que Lafayette espe-
raba encontrar en ellas, y desde que se fundaron en la
América del Sur jamás han ofrecido garantías de seguri-
dad, y por cierto su prosperidad no es la que ellas debie-
ran tener con las mil y una ventajas de que gozan.
(1) Dos aftot despuét, Acoflte redMa ea Bogotá la síguieDte carta:
La Graoge, 29 de Julio de 1882.
8efior Joiquio Acosta.— Bogotá.
Mi querido amigo:.
Recibí con viva gratitud la atenta carta de usted que acompafiaba na
periódico (articulo) de Bogotá, tan honroso, tan precioso para mi. Como
temo que mis anteriores misivas no bayan llegado á ésa, dirijo hoy de
nuevo al General Santander las expresiones de mi gratitud, con respecto
á sus respetables compatriotas. El sefior Palacio (*) se ha dignado encar-
garse de ésta para hacerla llegar á sus manos. Los buenos recuerdos que
conservo de nuestra mutua amistad durante su permanencia en Francia,
me son muy gratos. Consérveme usted una amistad cuyo precio es para
mi muy grande.
Los periódicos europeos dirán á usted en qué hemos parado en este
hemisferio, en donde hemos consentido en cubrir las iastituciones repu-
blicanas con un manto real, y que,.á pesar de todo, tenemos que luchar
con oposiciones, intrigas, y con el triunfo parcial y momentáneo del
principio aristocrático monárquico. Pero la revolución de IdSO no clan-
dicará, y Europa cosechará todas sus consecuencias. Importa á la causa
general de la Libdrtid, lanto en los paises meridionales como en loa
Estados tJnidos de la América del Norte, que aquellas iostituciones, fon-
dadas en el derecho natural y social, demuestren cada dia más al públi-
co europeo que ellas dan las mejores garantías de seguridad y de prospe-
ridad k las naciones y á las personas.
Reciba usted, mi querido amigo, mis votos, mi gratitud y mi sincero
afecto.
LAVATBTm.
<*) 81o duda don Leandro Palacios.
308 BIOGRAFÍA
El 26 de Agosto Acosta se puso en marcha con direc-
ción al Havre» en donde debía embarcarse.
«Se anuncian las cercanías de ese puerto, leemos en el
Diario, con preciosas casas de campo, las cuales se van
presentando como en un panorama. El día 28 á las ocho
de la mañana me desmonté en el hotel New York, el mis-
mo adonde llegué al venir de América ahora cuatro años
y ocho meses. Verifiqué el barómetro que la Sociedad de
Geografía me había confiado, y lo encontré intacto. Me
prometo hacer con él interesantes observaciones durante
todo el curso de mi viaje.»
Acosta estuvo en el teatro del Havre esa noche. El
pueblo estaba entusiasmado con el nuevo orden de cosas,
y en el patio había grande agitación. El público pidió á la
orquesta que tocase la Parisiense, canción compuesta por
Casimiro* Delavigne, para celebrar el derrocamiento de
los Borbones. Parece que en el Havre era tan popular la
Parisiense, como lo era en París la Marsellesa. Los concu-
rrentes cantaban en masa el estribillo.
Como el buque en que había tomado pasaje hasta Nue-
va York no debía partir inmediatamente á causa del mal
tiempo, pues como era de vela (cotno todas las naves que
entonces atravesaban el Océano), dependía naturalmente
del viento y según el lado de que soplaba, Acosta se fué
á pasear á Saint Romain, para aprovechar los hermosos
días que hacían deliciosa una estancia en el campo.
cLos negociantes del Havre, escribe en su Diario, pa-
san la estación de verano en preciosas casas de campo que
tienen en las afueras de la ciudad. Es costumbre de casi
todos los que se dedican á asuntos de comercio en las ciu-
dades de Europa, el no tener en la población sino sus ofi-
cinas, mientras que sus familias viven fuera de la ciudad,
y gustan mucho de la vida campestre.»
Nuestro viajero hace descripción pormenorizada de
Harfleur y de Saint Romain, así como de Comerville, etc..
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 309
pueblos que visitó, yendo á pie de uno á otro, con el ob-
jeto de estudiar las costumbres y la agricultura de aquellas
comarcas.
De regreso al Havre se encontró con su antiguo com-
pañero <le viaje, el señor Pío Rengifo, que también iba de
camino para su patria, por la misma vía de los Estados
Unidos. Los pasajeros de primera clase no eran muchos,
y había gran mayoría de señoras y de niños. Además, en
' el entrepuente iban cien suizos que emigraban á América.
Después de una demora de cinco días, el 2 de Septiem-
bre se dio al ñn á la vela el hermoso paquebote Enrique IV,
el cual periódicamente hacía la travesía entre Francia y
los Estados Unidos.
Tres día$ después de haber salido del Havre, los viaje-
ros se vieron acometidos por un fuerte temporal que duró
seis días, postrando á la mayor parte de los pasajeros en
sus camarotes. Empezaba á serenarse el tiempo, cuando de
nuevo se desencadenaron los vientos, y el buque saltaba
impelido por ellos con loco frenesí; pero aquello no impe«
día á algunas señoritas inglesas que allí iban, que tocaran
piano y cantaran, cosa que llamó mucho la atención de
los colombianos.
Veamos algunas páginas del Diario:
€1 1 de Septiembre. — A las ocho de la noche habían
arriado todas las velas, y el viento silbaba con furor; las
olas se estrellaban violentamente contra los costados del
buque, el cual se estremecía como si estuviese vivo. A pe-
sar de todo esto, las damas reunidas en el salón no cesa-
ban de tocar y cantar alegres dúos. Yo estaba sobre el
puente, y desde allí presenciaba las maniobras de los ma-
rineros y oía los gritos del capitán, que se perdían en me-
dio del estruendo del mar embravecido. Aquel espectácu-
lo grave é imponente hacía contraste con los acordes del
piano, el canto y la risa de las personas que estaban en el
3IO biografía
salón, cuyo rumor llegaba por ráfagas hasta el sitio en que
yo estaba ....
€2g de Septiembre. — El día era hermoso y las aguas del
mar tenían hoy un hermoso color verde claro. Cada día
el mar cambia de aspecto, y llama la atención con alguna
nueva faz que antes no habíamos notado. No comprendo
cómo es que muchos piensan que hay monotonía en el as-
pecto de las aguas y del cielo en una larga navegación; al
contrario, el mar siempre está cambiando, y jamás lo he
visto igual dos días consecutivos.
€2 de Octubte. — Hoy hacía un viento tan fuerte, que era
casi un deshecho temporal. No pude levantarme y salir de
mi camarote, porque estaba con fiebre. El ruido de las olas
que se estrellaban contra los costados del buque, y el mugir
del viento entre las aguas, imitaban el de una catarata. Las
voces confusas, el ronco gritar del capitán, las carreras pre-
cipitadas de los marineros sobre cubierta, unido á los que*
jidos y lamentos de los pasajeros aterrados, el romperse
de la loza y los saltos angustiados de la embarcación lu-
chando con las olas, todo aquello junto era capaz de in*
fundir pavor al corazón más valiente.
€4 de Octubte. — El tiempo ha cambiado. A las cuatro
de la tarde avistamos el banco de Terranova
«6 de Octubre. — A las siete de la noche nos llamaron
sobre el puente para que viéramos un espectáculo que ha-
cía muchos años que deseaba contemplar, espectáculo que
probablemente no volveré á presenciar en mi vida: una
aurora boreal. Las nubes ocultaban el horizonte hasta una
altura como de quince grados, y á esa elevación y en un
espacio como de tres á cuatro grados, se veía el cielo al
principio de un color verde claro brillantísimo, en medio
del cual aparecían rayos de luz blanca, brillantísima hacia
arriba y más opaca abajo; estos rayos se elevaban hasta
cuarenta y sesenta grados en varias direcciones hacia lo
alto, y como si partiesen de algún punto oculto bajo el
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 3II
horizonte. Pero lo que más me interesaba en aquel fenó-
meno, era un movimiento general de oscilación, movi*
miento que se comunicaba lateralmente entre los rayos ó
ramilletes de luz, los cuales ya brillaban con una luz in-
tensa ó se apagaban, alternativamente encendiéndose y
apagándose. Veinte minutos duró aquel magniñco espec-
táculo, y en seguida se extinguió. Sin embargo, hasta las
ocho de l^ noche el horizonte conservó una luz inusitada;
á esa hora un rayo luminoso partió hacia el Oriente, y al
momento se oscureció todo el cielo.»
Entre los pasajeros Acosta distinguió desde los prime-
ros días una familia, compuesta de una señora inglesa,
viuda, con tres hijas solteras y un niño pequeño. Con esta
familia— de apellido Kemble — Acosta estrechó en breve
relaciones, y á su lado pasaba las horas.
Después de mes y medio de navegación, el 15 de Oc-
tubre nuestros viajeros avistaron las costas de los Estados
Unidos. El 16 llegó el piloto á bordo, y al anochecer de
ese mismo día el Enrique IV anclaba frente á una pobla-
ción situada en la orilla derecha del rio Hudson, en donde
se hace cuarentena.
cCon la oscuridad de la noche, escribe Acosta, cada
cual se retiró á su camarote, y se ocupó en prepararse para
desembarcar al dia siguiente. Yo permanecí sobre cubier*
ta, silencioso y solo, pensando en las noticias que debería
recibir en Nueva York de mi desdichada patria. Un triste
presentimiento me anunciaba que éstas serían dolorosas.
€// de Octubre, — A las seis se levantaron las anclas y
subimos el río remolcados por un buque de vapor que
venía de la ciudad con ese objeto. En aquél había llegado
un padre que iba á encontrarse con un hijo que llegaba
con nosotros .... Me enterneció aquel encuentro cuan-
do vuelva yo á mi patria, no tendré padre ni madre que
me salgan á recibir!»
Refiere después cómo aquella segunda vez que desem-
313 biografía
barco en Nueva York, esta ciudad le causó gran desilu-
sión. La primera vez, cinco años antes, llegaba directa-
mente de las abrasadas costas colombianas, y le había sor*
prendido cuanto vio; pero después, de regreso de Europa,
todo lo hallaba de otro modo. Allí en donde antes creyó
ver grandezas, en 1826, eso mismo le pareció en 1830 mez-
quiuo y vulgar.
Las noticias más recientes que tuvo de su patria fue-
ron tales como había presentido, en extremo dolorosas.
Colombia estaba presa de la mayor confusión, y la guerra
entre hermanos parecía inminente. c¡ Pobre patria, excla*
ma; nada es más oscuro é incierto que su porvenir!! Y
nosotros, sesenta y cinco años después, todavía pensamos
lo mismo
La muerte alevosa del General Sucre en la Montaña
de Berruecos, ocurrida -el 4 de Junio de ese mismo año,
noticia que ignoraba Acosta cuando salió de Francia,— tan
lentas eran entonces las comunicaciones! — lo dejó anona-
dado. Al mismo tiempo supo que el Coronel Antonio
Obando, en el Socorro, y el Coronel Joaquín Barriga, en
Neiva, se habían levantado en armas, y que el señor Joa-
quín Mosquera, el Presidente, no había tenido fuerzas
para dominar la situación, y que después del combate del
Santuario (29 de'Agosto), se había separado del Gobierno^
y había entregado el mando supremo al General Urdane»
ta. Los partidos liberal y boliviano se hacían una guerra
encarnizada y violentísima, los civiles y militares se odia-
ban, y en medio de todo aquello muchos habían vuelto
los ojos de nuevo hacia Bolívar, que contemplaba aquella
situación con hondísima amargura desde las playas del
mar Caribe. El Libertador, herido en el ahna, desalenta-
do y profundamente desengañado con el país que con sa-
crificios imponderables había formado, había rechazado
toda ingerencia en la política; no aceptó la Presidencia
que le ofrecía Cundinamarca, ni el mando militar que los
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 313
insurrectos en muchos puntos de la anarquizada República
deseaban entregarle. cNo, contestaba Bolívar, no quiero
mando alguno, «ni espero ya salud para la patria; me creo
incapaz de labrar su felicidad.»
Pocos días después de haber llegado á Nueva York,
recibió la noticia de la promulgación del decreto que se-
paraba definitivamente la República de Colombia en dos
partes, y el Congreso de Venezuela asumía la autonomía
con todas sus consecuencias.
Estas noticias no podían ser más desoladoras. Acosta
refiere que al persuadirse de la verdad de todo aquéllo, se
apoderó de él una tristeza tan profunda, que se alejó de
sus compatriotas, se encerró en su aposento, y allí perma-
neció largas horas en un estado de abatimiento que más
parecía desesperación. ^¡Este es, pues, exclamaba, el resul-
tado de tantos sacrificios, tanta sangre derramada inútil-
mente, tantos sufrimientos indecibles durante veinte años
de lucha á brazo partido con España, y tantos combates
heroicos que han costado torrentes de lágrimasl La anar-
quía, el deshonor, el desconocimiento de las leyes, el des-
membramiento de la patria, la pobreza, la ruina y por
galardón el desprecio con que nos contemplarán las na-
ciones civilizadas 1»
Se han pasado desde entonces más de setenta años, y
el siglo entonces apenas iba por la tercera parte; ya lo he-
mos terminado, y todavía en las repúblicas hispano-ame-
ricanas sufrimos los mismos males, pasamos por medio de
iguales tempestades, y aún no hemos purgado nuestras cul-
pasl Estas deben de haber sido en realidad muy grandes,
cuando Dios no tiene aún misericordia de nosotros, y no
nos manda siquiera una tregua de paz completa y de bo-
nanza I
Acosta había reanudado en tierra sus relaciones de
amistad con las señoras Kemble, sus compañeras de via*
íe. Ellas se habían establecido en casa de una paríenta
3Í4 BXOG&LPLk
que tenia una casa de campo en las onllas dct bello rio
Hudson, cerca de una pequeña aldea LamadaTairyTown.
Le presentaron á algunos parientes que tenían en Nuera
York, entre ctras á Mr. G. Kembíe, rico propietsrío de
una afamada tundición de cañones. Este lleróal joven co-
lombiano á que visitase el establecimiento, ▼ en el Dia-
rio encontramos gran número de observaciones científicas
acerca de los trabajos que alli vio. Estuvo en la Escocia
Miíítar de West-Point, y de ella hace larga descripción,
a%f como de los métodos de enseñanza que se asaban, los
cuales sin duda ya deben de haber cambiado para situar-
le á la altura de los subsiguientes progresos.
Con las señoritas Eemble y sus parientes Acosta hacía
frecuentes excursiones con el objeto de tomar vistas de los
sitios más pmtorescos de los alrededores^ y al mismo tiem-
po éi se gozaba en estudiar las costumbres del país, la ma-
nera de hacer las siembras y de coger las sementeras, etc.
De todo aquello, así como de los paisajes, hace frecuentes
descripciones en el Diario, j)ero que no transcribimos por
no alargar demasiado este libro.
El 26 de Noviembre tuvo ocasión de presenciar una
curiosa procesión cívica, que tuvo lugar en Nueva York
en honor de la Revolución que había ocurrido en Francia
para derrocar á los Borbones.
Todas las tiendas y almacenes de la ciudad se habían
cerrado, y cada gremio de artesanos se había reunido en
tíwno de su estandarte; éstos, vestidos de una manera pin-
toresca, representaban algo alusivo á su oficio; por ejem-
plo, lo» carniceros iban á caballo y arrastraban un enorme
buey empajado; los zapateros llevaban tirada por caballos
una tienda de madera que encerraba todos los utensilios
de su oficio, y dentro dos mujeres y algunos hombres, que
trabajaban.. Aquello pareció á Acosta bastante grotesco;
pero la exposición de los impresores le gustó: llevaban en
andas una imprenta portátil, dentro de la cual algunos
hombres componían y tira^li.^ '^^•.^
tes que arrojaban á su paso, y e* ^^u^:..*
daba como un recuerdo de la fieva, >v/. . . .
vaporcíto y varías máquinas curíc^^^^ , ,^,
tonces infancia de las máquinas de Vdyr
La procesión cívica, que ocupaba cü*", .. ^
filó durante hora y media por Broadway, > Vm
otra militar, compuesta de regimientos de cal^i. >y .^ ^.
Hería é infantería, además de la milicia. TodcA */a '• <
mientos llevaban banderas desplegadas y arrastrabais v.i.
dos cañones. Desde Canal street hasta la plaza de V/^^,-
htngton, todas las casas estaban adornadas con rícof» y v¿w
tosos cortinajes, los cuales imitaban las banderas y colr>«
res nacionales de Francia. «Las ventanas y balcones esta*
ban coronados de elegantísimas damas, dice Acosta, todas
ellas animadas por el entusiasmo; mientras que los hom*
bres se manifestaban serios y estirados, y parecía más bien
como si hiciesen parte de una comitiva de entierro que
de una fiesta.»
Pero corría el tiempo, y el joven colombiano se vio al
fin precisado á abandonar los Estados Unidos, en donde
un nuevo' interés lo demoraba ya, pero no lo hizo antes
de dejar arreglado su matrimonio con la señorita Carolina
Kemble, una de su compañeras de viaje, que le había cau-
tivado el corazón. El enlace debería hacerse dentro de un
año, pues necesitaba antes arreglar sus asuntos de fortuna
y pedir nueva licencia para salir del país.
El día 4 de Diciembre el bergantín Ateniense se dio á
la vela del puerto de Nueva York. Acosta, al embarcarse,
tuvo el gusto de encontrar entre los pasajeros á la señora
M^ría Francisca Domínguez, la viuda de su compatriota
y amigo, el doctor José Fernández Madrid. Esta señora
llevaba consigo los restos de su esposo, los cuales con mil
dificultades había logrado sacar de Londres, llevarlos á
3^6 BIOGRAFÍA
Nueva York y embarcarlos en el Ateniense, (i) La señora
de Madrid llevaba también á su lado á su hijo Pedro, uno
de los hombres más importantes que después ha tenido
Colombia (entonces de tierna edad), y á su hermano, don
Miguel Domínguez, quien la había acompañado en sus
viajes y tribulaciones. A más, iba en el buque también el
General Rocafuerte, de quien hemos hablado antes y ten-
dremos ocasión de ocuparnos después.
No bien salieron del puerto, cuando el Ateniense fué
atacado por una espantosa tempestad, en la cual creyeron
zozobrar. Antes de que lograsen arriar las velas, el viento
las volvió trizas; la obra muerta del bergantín se hizo pe-
dazos, y la barraca de la cocina, que estaba sobrecubierta,
fué sorbida por el mar con todo lo que contenía. Durante
treinta horas consecutivas sopló el huracán con violencia
tal, que los pasajeros y aun los marinos pensaban que
á cada momento el buque se iría al fondo del mar; pare-
cía imposible que el desdichado bergantín pudiese resistir
á los embates de las olas enfurecidas y del viento aterra-
dor. Todas las aves y animales vivos que llevaban para la
alimentación, se ahogaron dentro de sus jaulas ó fueron
arrastrados por las olas; el agua dulce se mezcló con la sa-
lada, de manera que durante el resto de la navegación tu-
vieron que tomar agua nauseabunda; no podían hacer fue-
go, y lo poco que comieron en esos primeros días de an-
gustia, era frío y escaso.
Al cabo de dos días se calmó algo la fuerza del venda-
(1) Pocos meee^ después de la muerte de Madrid, su viuda emprendió
Tiaje de regreso á Bogotá, trayendo consigo los restos de su amante es>
poso, que no quiso dejir en tierra eztrafia. Para lograr su exhumación
tuvo que Tcncer mil dificultades, asi como para que !e permitiesen em-
Iwrcarlos á bordo del buque en que debía hacer la traTesia. Esos restos»
que la sefiora Domínguez guardó siempre en el oratorio de la íamiliap
veposan hoy en el Cementerio de Bogotá, al lado de los de ella misma.
{Biogrítfia tU don Juü Fmrndndn Madrid, arreglada por Carlos Mar-
iSnes HilTa.— Bogotá, 1889).
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 317
val, pero continuó la agitación del mar hasta el día nueve.
Entonces pudieron rehacer la cocina y lograron tomar
alimentos calientes. Al entrar en la zona tórrida, el tiempo
cambió completamente, y los días y las noches eran be-
llísimos.
El 17 vieron las costas de Puerto Rico, y entraron
en el canal que separa esa isla de la de Santo Domin*
go. El 21 avistaron las costas de Tierra Firme, y el 22,
alas nueve de la mañana, comenzaron á ver las murallas,
las torres y los mástiles de los buques que se hallaban den-
tro de la bahía de Cartagena.
€22 de Diciembre, —Al llegar frente á Cartagena, el ca-
pitán nos hizo notar que dentro de la bahía había un gran
buque que parecía inglés, y que, tenía la bandera á media
asta, lo cual, dijo, probaba que debería de haber muerto
alguna persona importante. A poco oímos que tiraban un
cañonazo cada cuarto de hora. Creímos que serían tal vez
solemnes funerales que hasta entonces le estarían hacien-
do al General Sucre, ó que debía de haber muerto en
Cartagena algún ciudadano importante.
«A medida que adelantábamos en nuestra marcha, veía-
mos dibujarse con mayor claridad las palmas y los bastio-
nes de la ciudad, lo cual revelaba su aspecto oriental. De
repente se nos acercó un bote que salía de Cartagena.
€ — Quién ha muerto? grité á dos negros que venían
dentro del bote.
€ — £/ Libertará! contestó uno.
€ — Aguántate, Juan Francisco! exclamó el otro al abor-
dar el bergantín; y un instante después aquellos nuestros
pardos compatriotas saltaban sobre cubierta: eran los prác-
ticos.
« — El Libertador ha muerto! dijimos todos cuando el
dolor y la sorpresa que nos causó aquella noticia nos per-
mitió hablar.
3l8 BIOGRAFÍA
• •^XVrf-í^N^ -—-
c Aquella triste palabra, dicha por un negro casi salvaje,
fué la primera que oíamos al llegar á la patria después de
tantos años de ausencia.»
«•x
TERCERA PARTE
CAPITULO I
Llegada i Cartagena.— Viaje al interior.— 8u8 habitantes y bu clima.—
Penoso viaje por el Magdalena.->Momp68.— Noticias políticas alar-
mantes.—Llegada á Guaduas.— £1 Gobierno nombra á Acosta Coman
dante efectivo de artillería.— La Convención.— Actos de ésta.— Divi-
sión del Partido Liberal.
1831-1832
Pasada la primera impresión dolorosa, los pasajeros del
Ateniense supieron que Bolívar había pasado ios meses de
Octubre y Noviembre en Barranquilla y Soledad, pero
que, sintiéndose peor de salud, se había trasladado á San-
ta Marta ai empezar el mes de Diciembre, y que en las in-
mediaciones de aquella ciudad, en la quinta de San Pedro
Alejandrino, había muerto el 17 de Diciembre á la media
noche.
«El buque pasó por frente de tos castillos de Bocachi-
ca, dice Acosta, los cuales tenían un aspecto de completa
miseria y desolación, con sus harapientos centinelas que
montaban la guardia en cuerpo de camisa.»
sao biografía
Desembarcó con el corazón oprimido, sentimiento que
fué aumentado al pasar por las calles desiertas y las pla-
zas, al parecer abandonadas, de aquella ciudad que parecía
entonces marchar hacia la ruina más completa.
Inmediatamente fué á visitar á don Juan de Francisco
Martin, aquel constante y abnegado amigo de Bolívar, y
al doctor Eusebio M. Canabal. (i) Encontrólos á ambos
profundamente afligidos por la muerte del Libertador, tan-
to más cuanto la patria pasaba por una cruenta crisis,
de la cual ellos pensaban que sólo Bolívar, si viviera, hu-
biera podido salvar el país de la anarquía que lo ame-
nazaba.
Cumplido este deber, Acosta buscó la familia de Ma-
drid que había entonces en Cartagena, con el objeto de
que lo acompañasen á bordo á traer á tierra á la señora
Domínguez, y custodiar los restos de su esposo, honra de
aquella ciudad.
A pesar del ruinoso y desolado aspecto de Cartagena,
en breve nuestro viajero olvidó aquella primera impresión
para agradecer la buena acogida que obtuvo de la hospi-
talaria y culta sociedad de Cartagena.
Allí la triste viuda del señor Madrid encontró á sus pri-
mos, don Gregorio Domínguez y doña Teresa, casada
con el inglés señor Santiago Brush. Doña Teresa era por
su cultura y gracia el alma entonces de la sociedad de Car-
tagena.
Acosta se vio allí con su antiguo amigo el General La-
croix, cuya carta de despedida verán nuestros lectores en
un apéndice de este libro. Comió en casa de Mr. Watts
con el Comodoro inglés Farquhar, Comandante de la fra-
gata BlanchCf que lord Belmore había enviado desde Ja-
maica con dos médicos cuando supo que Bolívar estaba
(l) Era este caballero uno de los ciudadanos más preclaros de Carta-
gena, el cual sirvió á su patria siempre con abnegación y desinterés. Mu-
rió en Cádiz, ea 1833, antes do cumplir 70 aftos.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 32I
mortalmente enfermo. Rogábale encarecidamente al Li-
bertador al mismo tiempo que se transportase á esa isla,
en donde había más recursos que en la tierra ñrme. Des-
graciadamente, la fragata llegó cuando ya Bolívar había
muerto.
El Comodoro convidó á Acosta á almorzar á bordo
junto con el Prefecto de Cartagena, señor Juan de Fran-
cisco Martin. Durante el almuerzo, el Prefecto y Acosta
resolvieron elevar una manifestación de gratitud á lord
Belmore por la fina atención y el interés que había mani-
festado por la salud del «Padre de la Patria.])
Durante su permanencia en Cartagena — desde fines de
Diciembre hasta principios de Febrero — Acosta se estable-
ció en una casa al pie de la Popa, en donde, dice, el clima
es más fresco, hay menos zancudos, y gozaría de mayor
tranquilidad para emprender seriamente las observaciones
meteorológicas que se había propuesto hacer en Cartagena
y durante su viaje al interior del país, para enviarUs á la
Sociedad de Geografía de París, y cumplir el encargo que
ésta le había hecho.
El Diario está trunco en este punto, así es que no se
sabe por qué motivo Acosta permaneció tanto tiempo en
Cartagena. Se infiere que sería que el Magdalena debería
de estar bloqueado por los insurrectos de Barranquilla;
de manera que al fin se vio precisado á buscar el río al
través de la Provincia de Cartagena.
Aquí vuelve á encontrarse el Diario.
El 9 de Febrero llegó á Turbaco, á las cuatro de la tar-
de. Observa que en aquel temperamento, que se considera
fresco, marcaba á esa hora el termómetro 30°. En ese
lugar encontró á varios ingleses que vivían en Cartagena
y estaban allí de paso, á saber: Mr. Bunch, (i) el Coronel
(1) Padre del que fué Miaistro da Inglaterra ea Colombia, Mr. Rober-
to Bunch, y del aefior Jorge Buach, que se esUbleció eo Colombia y
muñó también.
BIOGHAFIA 2 1
322 BIOGRAFÍA
Rash, (i) Mr. Stevenson, el famoso ingeniero, y Mr.
Forster.
En Turbaco Acosta hizo varias observaciones baromé-
tricas, que apunta.
Al día siguiente, á las doce, llegó á Arjona, pueblo in-
dígena, sito á tres miriámetros de Cartagena. Allí, á esa
hora, el termómetro centígrado marcaba 33° á la sombra, y
en la mitad del camino hacia Mahates, á las dos de la tar-
de, había subido á 37.*" «El camino, escribe, sigue por tie-
rra llana y atraviesa una espesa selva de palmas, ceibos y
guaduas. Arjona no cuenta más de quinientos habitantes,
y otros tantos tiene Mahates.D (2)
En este último lugar se hospedó en casa de un señor
Vargas, el cual había sido artillero en Bogotá en la primera
época de la revolución, y antes estudiante en el Rosario, y
probablemente condiscípulo de Acosta, aunque no lo dice.
El día II se detuvo en la hacienda de La Cruz, y el 12
llegó á Barranca. «Este pueblo, escribe, está situado en
dos partes: la mitad en la orilla del río, y la otra en la pen-
diente de la colina, sobre la roca misma, en forma de es-
calones. El censo de 1828 dio por resultado que Barranca
poseía j,2oo almas, apenas 50 más que en 1825; (3) pero
yo creo que debe de tener menos: es un pueblo miserabi-
lísimo, asolado por frecuentes incendios, que no le permi-
ten prosperar. El termómetro marcaba á las tres y media
de la tarde 36'*.i>
En aquel desdichado lugar Acosta tuvo que aguardar
el vapor que debería llevarle á Honda. Al día siguiente lle-
(1) Valiente militar, que tomó las armas en Venezuela en la Legión
Británica, é hizo la mayor parte de las campafias de la Independencia,
quedándoEe al fin en Colombia, en donde dejó distinguida familia.
(2) En 1876, segün el Diccionario de Eaguerra, Arjona contaba 8,087
habitantes, y Mahates 2,689.
(8) Bn 1849 aún no habfa adelantado, y apenas contaba 1,800 habitao*
tea; pero, según el Diccionario de Efgaerra, en 1676 habte bajado á 1,08S
almas. Ignoramos lo que sea hoy.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 323
gó el Coronel Mamby, (i) y le dio la triste noticia de que
el vapor tardaría en llegar más de lo que se había previsto.
Los habitantes de Barranca, para obsequiar á sus hués-
pedes, dieron un baile, obsequio que éstos no agradecie-
ron en lo más mínimo; bailar en un clima* como aquél, en
unión de algunos negros y mulaticas, no era por cierto di-
versión, sino un horrible martirio!
Para distraerse, Acosta se ocupó activamente en hacer
excursiones en los alrededores para hacer observaciones
cientiñcas; pero los instrumentos se calentaban de tal ma-
nera, que á veces casi no podía tocarlos ni manejarlos.
Al fin, el 19 de Febrero llegó el vapor Libertador^ «el
cual, escribe, sólo tenía la fuerza de 38 caballos, y su es-
tructura era inadecuada para la navegación del Mag-
dalena.]»
AI embarcarse uno de los pasajeros le dio la noticia de
que Monagas — en el oriente de Venezuela — había hecho
un pronunciamiento en favor de la integridad de Colom-
bia, pero sin nombrar á Bolívar, á pesar de que aún no po-
dían saber en Cumaná la muerte del Libertador.
El 21 pasaron por frente de Tenerife y Plato: «lugar-
cilio este último situado en* la orilla izquierda del río, con
dos casitas blanqueadas, que le dan un aspecto limpio y
risueño. i>
Empero, la mala alimentación, el calor y el «ruido in-
fernal,» dice, que hacía aquel desvencijado vapor, acaba-
ron por enfermar de fiebre á nuestro viajero. Para empeo-
rar la situación, un militar inglés que iba allí tuvo por con-
veniente embriagarse de una manera tan violenta, quecau-
(1) El Coronel Mamby, caballero inglés, de relevantes prendas, el cual
sirvió en la Legión Británica primero, y después al lado de Bolívar, en
las campafias del Sur. La muerte del Libertador lo había llenado de tris-
teza. Desde 1840 se retiró al seno de su bogar, y no volvió á salir á la ca-
lle hasti su muerte. Se casó con una dama de Bogotá, y sus hijos son
ciudadanos colombianos.
3^4 biografía
só inauditos escándalos á bordo durante una noche entera,
sin permitir que nadie pudiera reposar ni dormir.
Pasaron por frente al desaguadero del Cauca, delante
de Pinto, Santa Ana y San Fernando. Aquella navegación
era singularísima. El capitán decía que era preciso andar
muy despacio, porque el buque no sabia apresufarse, A eso
se añadía que las gentes que vivían en las orillas del Mag-
dalena se negaban á vender leña. Unas veces el capitán
tenía que pagar la leña al precio que le pedían, y otras
comprar por la fuerza las cercas de las adyacentes semen-
teras y cun la madera que tenían preparada para edificar.
Lo menos que pagaba. por un buno de leña eran diez reales.
El 23 llegaron á Mompós, pero no pudieron atracar
frente á la población, sino delante de la alameda de corpu-
lentos árboles que existen todavía al!í.
A pesar de estar sufriendo fiebres intermitentes, Acos-
ta tuvo que desembarcar para ir á visitar á una señora Sa-
lazar, (i) la cual lo había mandado llamar. En aquel lugar
recibió cartas de su familia y se quedó una noche en casa
del señor Velilla, en la mejor de la ciudad. Parecióle en-
tonces que Mompós se hallaba en estado mucho menos
ruinoso que Cartagena (hoy sucede lo contrario), y que el
mercado era tan abundante en frutas, que cien naranjas
apenas alcanzaban á valer dos reales.
En Mompós quedó uno de los pasajeros, el capitán
Iglesias, quien iba como enviado ó comisionado de Car«
■ tagena para armar una flotilla, la cual debería atacar á los
pueblos insurreccionados de la Provincia de Barranquilla.
El 25 volvieron á ponerse en vía, pero de allí para ade-
lante la navegación era peor todavía: algunas veces el bu-
que se metía por un brazuelo del río que no tenía salida,
y era preciso retroceder, perdiendo en aquellas faenas ho-
ras y horas; con frecuencia se descomponía la máquina;
(1) Sin duda parienta del sefior José María Balazar, á quien Acosta
habla tratado en Parle, como en otra parte de este libro lo liemos visto.
DEL GENERAL JOAQUÍN ACX>STA 3^5
las bombas que alimentaban el condensador rehusaban
trabajar; se aflojaban los tornillos ó se rompían; se esca-
paba de repente el vapor del cilindro, y era indispensable
detenerse á cada paso para remediar los daños, que no
se reponían sino al cabo de horas 'y aun de días. Acos-
ta, entre tanto, sacaba sus instrumentos á la playa y hacía
observaciones meteorológicas, ó se entretenía en cazar en
los vecinos bosques.
Navegaban á razón de tres millas por hora, cuando no
ocurría algún contratiempo, pero esto rara vez sucedía. No
bien andaba un poco, y parecía como si al ñn todo estuvie-
se en orden, cuando avisaban al capitán que acontecía algo
á la máquina, ó que se había acabado la leña. Este enton-
ces arrimaba el malhadado buque á la orilla y saltaba á
tierra con la tripulación, y personalmente cortaban la leña
que necesitaban, hasta llegar á algún pueblo, en donde había
que batallar para conseguir lo preciso para seguir adelante.
Al pasar por la aldea de San Pedro se les presentó un
curioso espectáculo. Millares de patos y garzas ennegre-
cían las playas pescando bocackico (pez que abunda en el
Magdalena y otros ríos de la América del Sur), y gran
número de caimanes hacían otro tanto, mientras que más
lejos la población entera de aquella orilla, hombres, muje-
res y niños, habían sacado cuantos calderos y vasijas po-
seían, y entre tanto que unos pescaban activamente, los
demás se ocupaban en sacar la grasa de aquellos peces,
destruyéndolos por completo. cAhora once años, observa
el viajero, en esta misma época, tuve ocasión de presen-
ciar iguales escenas en el río Atrato.]»
cEn San Pablo — añade con fecha 4 de Marzo— salta-
mos á tierra. Vimos el atrio de la iglesia, en donde asesi-
naron á Demetrio Díaz, (i) Las calles de iiquella aldea
(1) iSerfa éste ud militar espafiol que abrazó en la época de la Inde-
pendencia la causa americana, y combatió en la mayor parte de las ba-
tallas de aquella época?
326 BIOGRAFÍA
son rectas, y algunas casas hay bastante aseadas. Sobre
la puerta de la casa del cura se leen estas palabras: Respec-
to, silencio. El alcalde, que no sabe ñrmar, certiñcó nues-
tras listas por medio del escribano.»
La máquina del vapor continuaba siempte descom-
puesta, á lo cual se agregaba un nuevo accidente, que no
ocurría en la parte baja del río, y era que se varaba conti-
nuamente, de manera que la leña, que con tanto trabajo
conseguían, se gastaba toda en los esíuerzos que hacían
para sacar el buque del atolladero.
El 7 de Marzo llegaron á Barranca Bermeja, y á poco
se varó el vapor durante treinta horas. Después de inaudi-
tos esfuerzos, lograron sacarlo; pero entonces resultó des-
compuesta la máquina, y en la reparación gastaron cuatro
días! Aún no habían terminado los contratiempos: como
se necesitase 4eña con urgencia, enviaron á traerla una ca-
noa á la orilla izquierda del río, pero al regresar con ella
se volcó con todo lo que iba dentro, y fué preciso aguar-
dar á que cortasen una nueva provisión. Al ñn se vieron
á flote; pero la máquina había quedado tan mal compues-
ta, que á cada dos ó tres horas era preciso parar el buque
para apretar algún tornillo ó martillar alguna cosa, y en
la refección gastaban de seis ú ocho horas y se desperdi-
ciaba la leña.
El 15 pasaron por los peñones llamados de Barbacoas,
€los cuales, dice Acosta, estuve examinando, y no pueden
considerarse en realidad como punto militar, según se ha
creído, sino porque el río está reunido aquí en un solo
brazo, de manera que si se colocaran piezas de á ocho so-
bre los dos peñones opuestos, podrían cruzar sus fuegos
con buen éxito. Como el río está recostado sobre la orilla
derecha, la mejor defensa podría hacerse desde ese punto.»
El 17 encontraron una canoa que bajaba el río, y los
que venían dentro les dieron noticia de los triunfos de Ló-
pez y Obando en el Cauca, del desconocimiento del go-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 337
bierno de Urdaneta por estos Generales, y la anexión del
Chocó y Buenaventura al Ecuador, por instancias del Ge-
neral FIórez.
En San Bartolomé, adonde llegaron al día siguiente, el
alcalde les dijo que acababa de saber que el Coronel Cór-
doba se había escapado con la escolta que lo conducía á
Cartagena, y se internaba en Antioquia por veredas y des-
poblados.
Ya para entonces la paciencia de nuestro viajero se ha-
bía agotado por completo. Resolvió abandonar aquella
tortuga en forma de vapor y volar á ofrecer sus servicios
como militar al Gobierno legítimo, y ayudar á salvar la
patria de la destrucción y anarquía que la amenazaba. Pi-
dió al alcalde del pueblo que le buscase y co'nsiguiese una
canoa en la cual pudiera seguir río arriba. Este le propor-
cionó una, en la cual se puso en marcha inmediatamente.
La primera noche pernoctó en un miserable rancho á
las orillas del río. Despertáronle al amanecer los lastimo-
sos gritos de la perdiz, los agudos chillidos del pájaro abu-
nido, el canto de la guacharaca, el silbido estridente de
los monos, y todo aquel rumor de vida exuberante que
sólo se oye dentro de los bosques tropicales. «Por prime-
ra vez, exclama, después de cinco años de ausencia, me
sentí en mi patria, y me asaltaron mil recuerdos dolorosos
y alegres, tristes y conmovedores de mi juventud pri-
mera !i>
En Nare, adonde llegó al cabo de dos días, no encon-
tró alcalde ni administrador de correos; no había ninguna
autoridad que impidiese los desórdenes que estaba come-
tiendo la tripulación de un champán arrimado allí. Anda-
ban aquellos bogas ebrios por las calles, jugando y riñendo
con los inermes habitantes del lugar como verdaderos sal-
vajes, y tenían aterrados á los desdichados habitantes.
Algunas personas racionales con quienes pudo hablar
le dieron nuevas noticias de lo que estaba sucediendo en
328 BIOGRAFÍA
la Capital, y de los desórdenes que ocurrían en todas
partes.
Continuó apresuradamente su viaje, pero ni las inco-
modidades de él ni las preocupaciones políticas le impi-
dieron hacer algunas observaciones metereológicas, y cada
vez que podía desembarcar, examinaba la formación de
los terrenos y notaba cuidadosamente las curvas que hace
el río.
El 23 llegó á Buenavista. «Media legua más arriba, es^
cribe, sobre la orilla izquierda, cerca de un peñón, á la som-
bra de un barranco y oculto entre un enjambre de grama-
lotales, desemboca modestamente el río Negro, el cual,
después de regar el valle de Pacho con otro nombre, reco-
rre parte de Cundinamarca, y en seguida, como en secreto
y abochornado de introducir sus aguas tan negras entre
las amarillosas del Magdalena, se confunde y se pierde en-
tre éstas.»
No fué sino el 26 de Marzo cuando Acosta arribó al fin
á la bodega de Honda. Como no encontrara las bestias que
deberían de haberle mandado, según sus órdenes, de Gua-
duas, no quiso deteneise, sino que continuó su marcha á
pie. Sin embargo, al llegar á Rioseco halló las muías que
le enviaba su familia, y pudo seguir el camino más cómo-
damente, alumbrado ya por una clara luna.
A las diez de la noche llegó á Guaduas; abrazó á sus
hermanos José María y Manuel, y se retiró á dormir, dice,
cen el mismo aposento en donde había nacido.»
Con esas palabras concluye el Diario que nos ha servi-
do de hilo conductor hasta aquí. No volveremos á encon-
trar Diario ninguno hasta años después; ó no escribió nin-
guno hasta 1845, ó todos aquellos se perdieron, pues sa-
bemos de manera positiva que llevaba uno durante las
campañas de la revolución de 1840, al cual nos referire-
mos más adelante.
¡Cuan diferente encontró Acosta á su patria al regresar
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 329
á ella! La gran Colombia que dejó cubierta de recientes
glorías obtenidas desde Cumaná hasta la Paz; esa patria
que entonces vivía de esperanzas y se preparaba para mar-
char independiente y orgullosa por los senderos de la
civilización; esa República inmensa y fuerte había des-
aparecido para formar con los jirones de sus triunfos tres
naciones distintas, descuartizadas por una nube de ambi-
ciosos. Cada una de ellas luchaba para reconstituirse de
nuevo, y los pueblos que habían trabajado heroicamente
para escapar del dominio de España, se sentían desalen-
tados ante la guerra entre hermanos, que surgía por todas
partes. El espectro de la anarquía espantaba á toda perso-
na de juicio, pues las pasiones enardecidas de muchos mi-
litares les había quitado el concepto de lo que es el verda-
dero patriotismo, y cada cual pretendía adueñarse de cual-
quiera manera del poder. Esto sucedía en Panamá, en
donde los negros y mulatos al mando delGeneral Domin-
go Espinar, amenazaban separarse del resto de la Repúbli-
ca; en Antioquia, en donde se levantaban en armas los Co-
roneles Córdoba, Robledo y otros, contra Urdaneta; en el
Caúca los Generales López y Obando no tenían inconve-
niente en aceptar el desmembramiento de la República
para conseguir alianzas; en la Costa atlántica los militares
Vezga, Rodríguez, Carmona, etc., alzaban la bandera de la
insurrección; en Mariquita, en Neiva, en todas partes rei-
naba el desorden, la anarquía y un desconcierto general;
no había ciudad, no había aldea que no se viera despeda-
zada por las facciones, y en continua alarma y sobresalto.
Urdaneta sentía vacilar el gobierno entre sus manos;
parecía que no había esperanza de salvación en ninguna
parte, y mucho menos si se estrellaban sus tropas del Go-
l^ierno contra los enconados insurrectos.
¿Cuál era el gobierno legítimo al cual el joven capitán
Acosta debería presentarse? Nadie lo sabía en medio de
aquel desconcierto, así fué que resolvió permanecer aleja-
330 biografía
do de todo hasta ver cuáles serían los resultados de las
conferencias que debían tener lugar entre el General Cay-
cedo— quien se había encargado de nuevo del Poder Eje-
cutivo— y el General Urdaneta, el vencedor del Santuario.
El juicio y acrisolado patriotismo de aquellos dos jefes los
sacó con honor de una situación tan delicada, y después
de una entrevista en las Juntas de Apulo, el 28 de Abril, fir-
maron tratados, y se resolvió que se convocaría una Con-
vención, la cual organizaría la Nación. El General Urda-
neta, entre tanto, resolvió entregar el mando y mancharse
del país definitivamente, dejándolo en poder del legítimo
Vicepresidente, el General Caycedo, para no volver á figu-
rar en la política de Nueva Granada, (i)
El General Caycedo fué declarado jefe supremo; orga-
nizó inmediatamente un Ministerio mixto, con el cual pro-
curó contentar á todos los partidos; pero sucedió lo que
sucede siempre en esos casos: que en lugar de contentar,
disgustó á todos.
Sin embargo, estas evoluciones en obsequio de la paz
no produjeron los efectos que se esperaban: el desorden
continuaba imperando en todos los ámbitos de la Repú-
blica, y sobre todo en los contornos de la capital, en don-
de varios militares rehusaban deponer las armas y recono-
cer al General Caycedo. No fué sino después de mil es-
fuerzos cuando al fin se logró conjurar la tempestad, y para
afianzarla se convocó la Convención que debería reunirse
lo más pronto posible; al mismo tiempo el Gobierno expi-
dió un decreto por el cual restablecía al General Santan-
der en todos los derechos que había perdido con motivo
de la conspiración de Septiembre de 1828, y al mismo
tiempo indultaba á todos los que se hallaron comprometi-
dos en ella.
El Gobierno ascendió al Capitán Acosta á primer Co-
(1) Se retiró á Venezuela, eo doade )o supien'Q apreciar. Murió como
Ministro de su país en París, ea 1845, de 56 afios de edad.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 33T
mandante efectivo de artillería, y debió asistir á la Conven-
ción que se reunió en Octubre de aquel año. (i)
Reunida la Convención el 20 de Octubre, ésta nom-
bró Presidente al señor Ignacio Márquez, y pocos dias
después se declaró constituido un Estado, el cual se com-
pondría de las provincias centrales de Colombia, y debe-
ría llamarse Nueva Granada, como el Virreinato que iba á
reemplazar. Durante aquellas sesiones se dividió el partido
llamado liberal en dos partes, partes que, á pesar de que
se denominaban ambas partido liberal, eran en realidad
bien diferentes, no solamente en su lenguaje y en sus ac-
tos, sino también en sus ideas. Los unos seguían á ojo ce-
rrado y aceptaban las arbitrariedades ordenadas por el Ge-
neral José María Obando, el cual después de haber pre-
tendido anexar el Cauca al Ecuador para contentar sus
no disimuladas ambiciones, hizo esfuerzos inauditos para
impedir aquello mismo que había fomentado, porque con
la caída de Urdaneta veía adelante esperanzas de colmar
sus deseos en la nueva nación que había formado la Con-
vención. Como el General Caycedo había renunciado por
dos veces el alto puesto de Vicepresidente, la Convención,
que había aceptado, pasó á elegir un Vicepresidente inte-
rino, recayendo la elección en el General José María Oban-
do, Secretario de Guerra. Después de acaloradísimas dis-
cusiones, las cuales dieron por resultado grande agitación
(1) BepMiei de Colombia,— Bogotá, Junio 80 de 1831.— 21*.
Al señor ComandaDte Joaquín Acosta.
La Asamblea electoral de esta Provincia se ha servido elegir á usted
para representar en calidad de Diputado suplente á la Convención que
debe instalarle en esta capital el 15 dei próximo Octubre. Ten^o la par-
ticular satisfacción de avisarlo á usted, esperando que. llegado su turno»
se servirá usted concurrir á desempe&ar cumplidamente tan interesante
misión. Acompafio á usted una copia del registro de las elecciones, la
cual debe servir á usted de credencial.
Boy de usted con peifecto respeto obediente servidor,
VlCEHTB ASÜBBO.
332 BIOGRAFIA
en la Convención desde las once de la mañana hasta las
diez de la noche, fué electo al fin.
Bajo la aciaga influencia de este militar se cometieron
grandes injusticias, y se mandó borrar del escalafón mili-
tar á todos los jefes que habían tomado alguna parte en la
revolución encabezada por Urdaneta, con lo cual se viola-
ban los solemnes tratados de Apulo. (i)
La otra parte del partido liberal, en cuyas filas se en-
contraba Acosta, era encabezada por el doctor Ignacio
Márquez, hombre de grandes luces, moderado y enemigo
de toda injusticia; además, era civil, y ya en el pais desea-
ban vivir bajo el amparo de las leyes y no del sable, cuya
época había terminado, pues los militares, no encontrando
enemigos extraños á quienes combatir, hacían uso de sus
armas contra sus propios hermanos.
CAPTIULO XXII
Regresa AoosU á loe Eatadoe Uoidos, en donde ae casa.— La ConTentíón
había elegido Presidente al General Santander.— Altercados y gaerra
con el Ecuador.— Acosta se establece en Bogotá.— Le nombran Direc-
tor de caminos de Gundinamarca. — Miembro de la Academia Nacio-
nal.—Catedrático de química.— Rumores de conspiración.— Adminis-
tración del General Santander.— fiü Colegio de La Mercei.— El doctor
CuerTo.— Sociedales para propender á la educación.— Ensefianias
utilitaristas.— La conspiración de Sarda y sus consecuencias. — Acosta
presta servicios á la patria como miembro do la Cámara de Provincia y
Diputado al Congreso.- Su aspecto físico y moral.— DiTisión del par-
tido liberal.— Núcleo del partido conserrador.— Quiénes lo com-
ponían.
I 83 2- I 836
Cuando llegó el principio del año de 1832, Acosta em-
prendió viaje con licencia para ir á casarse en los Estados
(i) Entre los Jefes y oficiales no solamente borrados de la lista mili>
tar, sino también desterrados, se halló el General Lacroix. antiguo smigo
de Acosta. Desesperado el General con su sitti ación y lejos de su familia,
la cual liab¡% quedado en Bogoti, se suicida en Psris, en 1887. En aque-
lla ciudad, en 1870, se publicó un libro postumo de él, titulado l^ewUri-
HdM CUomhianoM,
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 333
Unidos, como lo había ofrecido. Había puesto en claro sus
asuntos personales, haciéndose cargo de los terrenos que
le pertenecían por herencia en el valle de Guaduas. A él
había tocado el área de población y gran parte de los ce-
rros circunvecinos, por el lado del llamado Alto del Rai-
zal, y además un lote de la casa solariega de sus padres,
en Bogotá, sita ésta en la llamada entonces plaza de San
Francisco, hoy de Santander, por haber tenido allí el Ge-
neral Santander su casa, en la cual vivió, murió y perma-
necieron sepultados sus huesos largos años.
El 29 de Febrero los miembros de la Convención fir-
maron la Constitución de la nueva República de Nueva
Granada. Eligieron Presidente por cuatro años al General
Santander^ y Vicepresidente al mismo que había competi-
do con el General Obando anteriormente, el doctor J. Igna-
cio Márquez. «Para que hubiese elección, leemos en las
Memoiias del General Posada, se necesitaba el voto de
las dos terceras partes de los miembros presentes en la se-
sión, y por esta causa no se decidió la elección hasta el
15.° escrutinio, resultando electo el señor Márquez por 42
votos contra 20 que obtuvo el General Obando, quien no
disimuló su enojo, y desde aquel día miró con aversión
reconcentrada al señor Márquez, como lo probó después
haciéndose su enemigo declarado. Sin embargo, aceptó
por lo pronto la Secretaría de Guerra, por nombramiento
del Vicepresidente electo j> '
La Convención cerró por último sus sesiones el i.° de
Abril, y el doctor Márquez se ocupó activamente en paci-
ficar el país y en terminar sus desavenencias con Vene-
zuela y el Ecuador.
Como ya dijimos antes, el General Flórcz, con el con-
sentimiento en un principio de ciudadanos granadinos
como los Generales López y Obando, reclamaba para la
nueva República que acababa de constituir con el nombre
del Ecuador, una parte del territorio granadino. Con el ob-
334 biografía
jeto de evitar derramamiento de sangre entre hermanos,
Márquez envió al Ecuador una comisión de paz, compues-
ta de tres personas respetabilísimas en sí, así como por re-
presentar á diferentes partidos de la República, á saber:
don José Manuel Restrepo, amigo del orden, de las luces,
historiador, miembro del partido de Bolívar, á quien había
servido leal y eficazmente dorante largos años; el llustrí-
simo José María Estéves, Obispo de Santa Marta, quien iba
como elemento de la paz y la caridad, que deben hallar
siempre cabida en el pecho de un sacerdote del Altísimo;
y el Coronel José Acevedo, hijo del gran tribuno de 1810,
que representaba el patriotismo de la juventud granadina
del Partido Liberal que seguía las huellas del doctor Már-
quez. Este último iba como Secretario.
Sin embargo, los comisionados de paz nada pudieron
hacer en el Ecuador. Después de varias conferencias en
Quito, se retiraron y volvieron al Cauca. Entre tanto,
habiendo nombrado el Gobierno al General J.M. Oban-
do para que se situase en las fronteras y declarase la gue-
rra al Ecuador en caso de que esta Nación se negase á de-
volver las provincias del litigio, se rompieron en breve las
hostilidades y empezó una guerra que Márquez había de-
seado evitar á todo trance, (i) Felizmente ésta no fué lar-
ga ni sangrienta. Habiendo obtenido señaladas ventajas,
las tropas granadinas se declararon vencedoras; propusie-
ron un tratado de paz, y al fin del año de 1832 firmaron
uno de amistad y alianza con el Ecuador, y las provincias
semianexadas volvieron al dominio legal.
Joaquín Acosta había sido comisionado para entregar
(1) " Repito, dice el General Poeada, que el Gobierno del Ecuador no
Usurpó ninguna parte del territorio granadino; los Generales Obando y
López promovieron y obtuvieron la anexión del Departamento del Cau-
ca, por los motivos ya conocidos, 7 el Gobierno del Ecuador haeSa valer
esta anex'ón respecto de la Provincia de Fasto y parte de la de Buena-
ventura. De esto á usurpación, hay gran diferencia." (Memoria», toIu*
men 11, página 16).
DEL GENERAL JOAQUÍN ACOSTA 335
el nombramiento de Presidente de la República al Gene-
ral Santander, quien estaba entonces en los Estados Uni-
dos, el cual le sirvió como padrino de su matrimonio con
la señorita Kemble, I>a ceremonia se efectuó el 31 de Mayo
de 1832, é inmediatamente emprendió viaje de regreso á
su patria. Con el Presidente subieron el Magdalena hasta
Ocaña, en donde Santander tomó el camino de Cúcuta
para ir á Bogotá, mientras que Acosta seguía hasta Honda.
Poco después de establecer en Bogotá su nuevo ho-
gar, Acosta recibió de su antiguo amigo el doctor Rufíno
Cuervo, Gobernador de la Provincia, el nombramiento de
Ingeniero Director de los caminos de Cundinamarca, y la
hicieron miembro fundador de la Academia nacional,
mandada establecer por el Poder Ejecutivo en Diciembre
de aquel año, (i) por haber informado el Secretario del
Interior que la Academia fundada en 1826 ya no existia.
En Abril de 1833 Acosta fué nombrado catedrático de
química en la Universidad, una de las enseñanzas de las
cuales más gustaba, y para llenar su objeto no evitaba es-
fuerzo ni sacrificio, llevando de su propio laboratorio los
instrumentos necesarios y haciendo don de ellos en obse-
quio de sus discípulos.
Empero, la situación del la República no estaba del
todo apaciguada; fermentaban odios, encubiertas ambicio-
nes y proyectos antipatrióticos de asonadas y conspiracio-
nes. Y era natural que así fuera; cuando se turba la paz
pública sucede como en la mar, pasada la tempestad: aún
queda por muchos días el movimiento y agitación de las
olas, que recuerdan el temporal anterior.
En un principio el General Santander había manifesta-
do el deseo de que se borrasen los partidos, y quiso que
(1) " TraDsfirióse la instalación al 6 de Bnero de 1833. la que se Teri-
flcó en la casa de gobierno con un discurso d¿l Presidente. Bn seguida
fué nombrado Director el Obispo de Santa Marta, y Secretarlo don Joa*
quia Acosta."
(Véase Vida del doctor Rjflno Cuerro, yolumen i, página 217).
336 BIOGRAFÍA
se supiese de una manera oñcial — por medio' de una cir-
cular— que su intención era acallar los odios de unos y de
otros, gobernando con todos los ciudadanos y para todos,
sin distinción de opiniones ni recuerdos de pasadas des-
avenencias, (i) Pero al mismo tiempo amenazaba con cas-
tigar severamente á los que atentasen contra la paz pú-
blica.
Nada, sin embargo, es más difícil, ó más bien es casi
imposible gobernar con todos los partidos, y el gobernante
no puede olvidar que debe el puesto, los honores y los afec-
tos á los que han trabajado en su favor. Si así lo hiciere, los
amigos del gobernante lo tacharán de ingrato, sin que por
eso logre conciliar la buena voluntad de los contrarios.
Santander no se libró de aquello. Además, los que lo ro-
deaban tenían cuidado de recordarle sin cesar las ofensas
que en otro tiempo había recibido. Empezaron á oírse en
breve los rumores precursores de algún trastorno público,
y se habló de que se tramaban conspiraciones contra la
persona del Presidente. Éste quiso entonces reunir en tor-
no suyo á todas aquellas personas en cuya lealtad confia-
ba, y el 13 de Junio expidió al Comandante J. Acosta un
despacho confiriéndole el mando de medio batallón de ar-
tillería, compuesto de dos compañías en Bogotá y otra en
las provincias del Sur. Vióse, pues, Acosta, en la obliga-
ción de tomar de nuevo servicio activo en el ejército, sin
que aquello le impidiese atender á sus otros compromisos.
Siguió en el puesto de Director de los caminos de Cundi-
namarca, servia su cátedra en la Universidad, estudiaba sin
cesar y continuaba una correspondencia activa con los
sabios con quienes había tenido relaciones en Europa.
Nadie puede negar, al estudiar la historia de Nueva
Granada en aquella época, que la administración del Gene-
ral Santander fué altamente ventajosa para la naciente Re-
(1) Véase Vida de Rufino Cuervo, por Ángel y RuAqo José Caervo,
▼olumen i, p&gina 17G.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 337
pública. El país tenia en su seno hombres patriotas, aman*
tes de un progreso racional y de las verdaderas luces de
la civilización. Es increíble lo que entonces se propendió
para la marcha de la instrucción pública, bajo todas sus
fases. Nombráronse catedráticos para que enseñasen cien-
cias casi desconocidas antes en aquella sección de Améri-
ca, y surgieron por todas partes de la República nuevos
colegios y escuelas. Y, lo que hasta entonces olvidaban los
legisladores: también se acordaron de las mujeres, fundan-
do un plantel de educación para las niñas! El Colegio de
La Merced fué el primero que inició una educación más
amplia y civilizada para la juventud femenina. Esto no
significa que no hubiese otro colegio en Bogotá, el de las
monjas de la Enseñanza, en que se daba una educación
netamente religiosa, y varias escuelas de niñas de primeras
letras de particulares, fuera de las oficiales.
El inteligente y progresista Gobernador de Cundina-
marca fué el iniciador y el que llevó á cabo ese paso en
pro de la civilización del país. Dejaremos aquí la palabra
á los hijos de este preclaro ciudadano, cuya vida escri-
bieron. Hé aquí lo que dicen:
cEl doctor Cuervo quiso dejar un monumento funda-
do de planta nueva y consagrado al bien de la mujer, por
cuya educación superior la República nada había hecho,
al paso que dirigía todos sus cuidados al del hombre. Con
este pensamiento desenterró la ley del Congreso de Cuen-
ta, que aplicaba á la instrucción los fondos de los extin-
guidos conventos menores, aseguró las propiedades de los
de San Francisco de Guaduas y de Las Aguas de Bogotá,
amenazadas de desaparecer como otras tantas, buscó las
fundaciones destinadas para socorro y auxilio del sexo dé-
bil, y cuando tuvo allegada una renta de más de dos mil
pesos anuales, propuso al Gobierno la fundación del co-
legio de La Merced, destinado especialmente para las hi-
jas de los proceres de la Independencia y de los benemé-
BIOORAFIA 22
33^ BIOGRAFÍA
ritos de la patria. Pidió en nombre de las granadinas esta
gracia, que no costaba á la nación sino el trabajo de dictar
los reglamentos, nombrar los empleados y otorgarle su
protección.i> (i)
Es cierto que cuando Santander tomó las riendas del
Gobierno, ya el colegio de La Merced estaba fundado por
el Gobernador doctor Cuervo; pero durante su adminis-
tración adelantó considerablemente y se trató de que se
abriera un poco el humilde horizonte que en un principio
tenía. Como no hubiese entonces en Bogotá maestras ca-
paces de enseñar música y canto, obtuvieron de la esposa
del Comandante Acosta que diese algunas lecciones y con-
sejos acerca de ese arte que ella había aprendido á fondo
en Francia, en donde se había educado. El doctor Cuer-
vo escribió obritas elementales para la instrucción femeni-
na, y cada cual llevaba su contingente para mejorar el es-
tablecimiento.
Y no era solamente en la capital de la República en
donde se propendía por la instrucción de la juventud; en
las provincias sucedía otro tanto, y en todas partes se
abrían escuelas y colegios para educar á los ciudada-
nos. (2) Por desgracia no supieron escoger conveniente-
mente los textos, con motivo en gran parte de la influen-
cia del General Santander, quien probablemente patrocinó
los escritos de autores utilitaristas, sin caer en la cuenta
de las perniciosas doctrinas que enseñaban á la juventud
(1) Véase Vida de Ryfino Oueroo , tomo 1, capítulo vu.
(2) En 1833 Acosta recibió una comunicación del señor Joaquín Moa
quera, dePopayán, en la cual le avisaba que " apreciando su celo por U
causa de la civilización y por la buena educación de la juventud/' lo htbla
nombrado el Consejo de la Administración de la Sociedad de Educdción
elemental de Popayán, socio honorario d^ ella, y le expelía el diploma
correspondiente.
Lo curioso es que en lugar de ir de la capiul á las provincias, la Idea
de esa Sociedad fué á Bogotá de Popayán, y & instancias del Gobernador
Cuervo se fundó una igual en la capital, siendo Acosta uno de los Secre-
tarios, junto con don Pastor Ospina.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 339
granadina; ñjándose más bien en la apiistad que lo ligó
en Inglaterra y Francia con Bentham y Tracy, que en los
textos de sus obras. Bolívar, que veía más claro, prohibió
esas enseñanzas después de la conspiración del 25 de Sep-
tiembre, declarando — dicen los señores Cuervos— que ásu
influencia corruptora se debió aquel atentado parricida.
Con motivo de esa prohibición del Libertador, la cuestión
se volvió de partido, y lus liberales han adoptado los tex-
tos utilitaristas á pesar de que comprenden el mal que ha-
cen con ello.
Entre los mayores enemigos que tenía el General San-
tander, uno de los que más se quejaba de él era el Gene-
ral José Sarda, español, doblemente digno de considera-
ciones, porque á pesar de su nacionalidad optó por la cau-
sa de la Independencia de América, y combatió en favor
de ella. Borrado de la lista militar durante la administra-
ción de Obando, sólo porque s¿ le consideraba adicto al
Libertador (que ya había muerto), y además cruelmente
desterrado y por consiguiente condenado á la mayor po-
breza, Sarda no cumplió la sentencia y se quedó en Bogo-
tá. Agriado por la desgracia, pensó que no había para él
más salvación que la de propender para que se derrocase
el gobierno del General Santander, y de allí la intranquili-
dad y los rumores de conspiración (i) que sin cesar tur-
baban la paz pública.
(1) Carta del Presideate al doctor Cuervo, del 22 de Julio de 1838.
" Mi querido Gobernador:
" Como Bo todo se debe creer, ni nada despreciar, aviso á usted que
esta noche me han dicho que Sarda está aquí intrigando, y aun convi-
dando para irse a Vélez, donde dicen que Berna hace su deber. Póngales
UBted un espía verdadero á cada uno de esos picaros como París, Sarda,
etc., para saber dónde van, quiénes ven 7 á quiénes hablan. He dicho lo
conveniente á Montoya. Ya estoy fastidiado de tantas camorras. Yo es-
cribiré lo conveniente á Vélez mafiana y & Tunja.
" De usted apasionado amigo y servidor,
*• F. DK P. Santandbr.'*
(Véase Vida del doctor Rufino Cuervo, volumen i, página 178).
340 biografía
La conspiración urdida por Sarda yx>tros antiguos bo-
livianos, fué solemnemente denunciada al Presidente el 23
de Julio, é inmediatamente los instigadores de ella fueron
apresados; prontísimamente juzgados; condenados á muer-
te en Octubre y fusilados (17) en la plaza de Boíívar de
Bogotá el 16 del mismo mes.
Se creía entonces que la única manera de salvar la p.*z
era usando de gran severidad. El temor de caer en la anar-
quía hacia acallar la conmiseración hasta en los corazones
más nobles y humanitarios.
Leemos en la Vida del doctor Cuervo 4o siguiente:
«El Teniente Coronel Joaquín Acosta (que entonces
era el Presidente de la Cámara de Provincia) contestando
la memoria del Gobernador de Bogotá, doctor Cuervo, le
decía en 17 de Septiembre: " Los hechos escandalosos que
en estos últimos días han sido presentados por una frac-
ción oscura y desaforada que intentó conculcar las leyes,
segar en su flor la familia granadina y trastornarlo todo,
han llenado á los que componen la Cámara de asombro
por lo que tienen de temerarios, de sentimiento por lo
que tienen de ingratitud, y de indignación por lo que tie-
nen de horrendos; pero les queda la satisfacción de que á
los 0|os del mundo sensato esto no puede afectar de nin-
guna manera el honor de la Provincia, mucho más cuan-
do se vea que las leyes ofendidas reciben una satisfacción
digna en el mismo lugar que se intentara convertir en tea-
tro de estupendos crímenes."»
El ejemplo de los desórdenes, de los crímenes, de la
horrible anarquía que reinaba en las repúblicas hermanas
que habían obtenido su independencia al mismo tiempo
que Nueva Granada, había llenado de vergüenza á to-
dos aquellos que respetaban las leyes y creían en la nece-
sidad absoluta de acatarlas sin discrepancia alguna, y
pensaban, con razón, que no había sacriñcio que no se de-
biera hacer en obsequio de la paz de la República. Estas
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 34I
fueron las ideas que animaban á Acosta por aquel tiempo,
ideas que conservó hasta su muerte sin desv.arse de ellas
jamás. Creía que era preciso hacer comprender á los mili-
tares que la disciplina se cumplía sin atenuación ninguna,
y que si éstos pretendían cometer faltas, atenidos á sus pa-
sadas glorías y servicios, supieran que serían castigados sin
misericordia.
Sin embargo, el principal instigador de aquella cons-
piración, el General Sarda, había logrado fugarse de la
cárcel la víspera de los fusilamientos. Duró un año ocul«
to en Bogotá, y sin duda al ñn hubiera logrado escapar
con vida, si no siguiera conspirando y tratando de allegar
partidarios por medio de algunos de los que tenían co-
municación con él. Santander no ignoraba todo esto, y
vivían todos los miembros del Gobierno siempre inquie-
tos y sobre aviso, temiendo á cada hora que se turbase
la paz pública, paz que que se conservaba tan difícilmen-
te, lo cual no permitía atender debidamente á los asun-
tos gubernativos. Al ñn le fué denunciada al Presidente
la casa en que se ocultaba Sarda, y como considerase di-
fícil é inconveniente hacerle prender y ejecutar pública-
mente, ordenó á dos oficiales del ejército que se fingiesen
partidarios de la conspiración que el mísero español urdía,
que con ese motivo lograsen entrar á la casa, y que allí
le asesinasen. Sentencia horrible y criminal, que aquellos
hombres ejecutaron sin vacilar.
Pero ese no fué el último acto de aquel drama san-
griento. Los conspiradores á quienes se les había conmu-
tado la pena de muerte, fueron enviados á los presidios
de Chagres y Cartagena, en donde parece que murieron
todos, víctimas de aquellos climas mortíferos para el que
no ha nacido allí; por consiguiente esos infortunados tu-
vieron la peor parte, y el fin de la conspiración de Sarda
tuvo lugar lejos del punto en que fué tramada, bajo el
sol de fuego de esos sitios, los más malsanos del mundo.
342 BIOGRAFÍA
Entretanto Santander no estaba en un lecho de ro-
sas, y sus enemigos le hacían expiar duramente aquellos
actos con una guerra sorda de libelos, insultos y recrimi-
naciones, á los cuales, con poca dignidad, se decía que
contestaba él mismo en El Cachaco, periódico defensor
del Gobierno, redactado por dos liberales del partido más
exaltado: D. Florentino González y D. Lorenzo M.
Lleras.
Acosta entretanto continuaba prestando todos los ser-
vicios que á su alcance estaban, en bien de la patria, apro-
vechándose para ello de los conocimientos y ciencias que
había adquirido en Europa.
Frecuentemente le invitaban á la Casa de Moneda
para que fuese á dar su opinión acerca de las operaciones
que allí se hacían, y en su calidad de químico sus con-
ceptos eran acatados y obedecidos.
Estando Acosta en Vélez (Septiembre de 1834) cunii-
pliendo una comisión del Gobierno, el Gobernador de
aquella Provincia le encargó que inspeccionase el camino
del Carare é informase á la Cámara de la Provincia y al
Poder Ejecutivo acerca de los trabajos que deberían ha-
cerse; de las facilidades que presentaría el camino para el
comercio, y la distancia de la capital de la Provincia al
puerto, así como la temperatura de los lugares por donde
gira, etc., etc. Además, se le pedía indicase los defectos y
los vicios que encontrara, y manifestase las reformas con-
ducentes.
Cumplido lo que se le exigía, antes de llegar á Zipa-
quirá de regreso de aquel penoso viaje, recibió la siguien-
te comunicación del Secretario de Hacienda:
Bogotá. 19 de SepUembre de 1834.
Sefior C. Joaquín Ac^osUl
«Desea el Gobierno saber si en concepto de usted, se-
gún los conocimientos que tiene, es ruinoso á la mina de
sal de Zipaquirá el sistema de elaboración que actualmen-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 343
te observan los asentistas; y en el caso que la opinión de
usted sea afirmativa, ¿cuál sería el método conveniente á
la elaboración para que la mina no sea agotada?
Dios guarde á usted,
Francisco Soto.»
Cuando en aquel mismo año se reunió la Cámara de
Provincia en el Socorro, pasaron á Acosta dos comunica-
ciones en las cuales le daban gracias por sus oportu-
nos servicios en el asunto del camino al Magdalena. No
sólo habia presentado un informe concienzudo, sino que
había elaborado (gratuitamente todo este trabajo) un pla-
no topográfico del camino, y hecho un cálculo aproxima-
tivo de lo que podía costar. No sabemos si aquel camino
se hizo, ni si aprovecharon aquellos informes posterior-
mente otras personas para llevarlo á cabo.
Ese año Acosta volvió á asistir á la Cámara de Provin-
cia de Cundinamarca, concurriendo en seguida todos los
años cuando se hallaba en el país.
Como en 1835 Acosta hubiese aceptado el nombra-
miento de Diputado al Congreso, quiso abandonar el
servicio activo, y entregó la Comandancia del medio Ba-
tallón de Artillería que tenía á su mando, con el objeto de
dedicarse con mayor atención á los múltiples deberes que
ie ocupaban todo su tiempo (i). En Junio de ese año el
Jefe político de Bogotá notificó que la Secretaria de lo
Interior necesitaba informarse acerca de los límites de la
República y los de las provincias entre si. Le enviaban á
Acosta aquella nota, porque sus estudios y conocimientos
prácticos de la historia y la geografía del país le hacían
fácil corresponder á ese mandato del Gobierno.
(1) El jefe militar de la Provincia y Comandante en Jefe déla 1.^ Co-
lumna de Artillcria, le envió entonces una nota en la cual le manifestaba
que la batería de Artillería que Acosta habfa tenido k su cargo, se en-
contraba en tan perfecto estado, que baria honor á cualquier militar de
mayor graduación.
344 BIOGRAFÍA
Parece que el Poder Ejecutivo deseaba poder presen-
tar al Congreso de 1836 un censo general de la población
de la República, especificando los limites territoriales de
cada provincia.
Aquel proyecto se llevó á cabo satisfactoriamente, es
decir, tan satisfactoriamente como es posible levantar un
censo de población en esos vastos territorios en los cua-
les las poblaciones están diseminadas. Nueva Granada
se componía entonces de quince provincias, á saber: An-
tioquia, Barbacoas, Bogotá (ó Cundinamarca), Cartagena,
Cauca, Magdalena, Neiva, Panamá, Pasto, Pamplona, Po-
payan, Socorro, Tunja, Vélez y Veraguas. La población
era entonces de 1.686,038 habitantes (i).
En la Cámara de Representantes, Acosta pudo lucir
mejor sus dotes como orador, y al lado de los hombres
más importantes del país se hizo apreciar por su acriso-
lado patriotismo, su amor á la veidad y á la justicia, y la
moderación ilustrada de sus ideas.
cTenía Acosta, (dice el señor José María Samper) par-
ticular talento para la sátira ñna y picante y la burla ino-
fensiva, no obstante la seriedad de sus trabajos y pensa-
mientos; y si, por ser hombre muy sociable y de mundo,
era llano y hasta jovial en el trato privado, como escritor
era ocurrente y agudo, ingenioso y buen dialéctico, y
como diplomático y orador parlamentario, muy jnesura-
do en el lenguaje, fuertemente razonador, castizo en el
decir, culto en las maneras y reportado en los juicios
Acosta se distinguía en lo moral por varias cualidades dig-
nas del mayor aprecio. Era hombre de incorruptible pro-
bidad, y tan severo para consigo mismo en asuntos de in-
terés, que llevaba bástala nimiedad el rigor de sus cuen-
tas, comprobantes y notas justificativas de sus actos. Ge-
(1) Treinta 7 seis afios despuéii, NueTa Granada, ya con otro nom-
bra, y dividida en nueve Batadoe, contaba con 2.981,964 almas.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 345
neroso y desinteresado, por extremo, jamás hizo mayor
caso de los bienes de fortuna, que sacriñcaba en mucha
parte; trataba con suma benevolencia y liberalidad á los
inquilinos y arrendatarios de sus casas y tierras; era fran-
co y obsequioso con sus amigos, para quienes su casa es-
taba siempre abierta; y, filántropo sencillo, pasó su vida
en gastar sumas considerables en viajes, publicaciones y
trabajos científicos, que le produjeron honra pero no di-
nero, y en hacer útiles donaciones para públicos servi-
cios De talla muy bien conformada y robusto, tenia
digna apostura, y siempre estaba de buen humor y dis^^
puesto al trabajo. Tenía el rostro largo y ovalado, las fac-
ciones vigorosamente varoniles, la frente vastísima, muy
bien conformada y protuberante en la región superior, los
ojos grandes y de mirar ingenuo y penetrante á una vez,
la voz fuerte y de timbre agudo, el andar rápido; y mos-
traba en la boca una expresión tan marcadamente signifi-
cativa de franqueza algo ruda, al par que de ironía y sar-
casmo, que no obstante la cortesía de sus modales, inspi-
raba un respeto mezclado de encogimiento (i).i^
Además de sus tareas parlamentarias, Acosta era miem-
bro del Cuerpo Administrativo de una Sociedad llamada
de Templanza, que fundaron en Bogotá D. Pastor Ospina
y D. Lorenzo Lleras; pertenecía á una Academia que esta-
bleció la Junta General de la Universidad, y fué nombra-
do redactor de El Constitucional de Cundinamarca, en
unión del señor Francisco de P. López Aldana, del doc-
tor Francisco de Orbegoso, del señor Lorenzo M. Lleras
y del doctor Florentino González. Tocábales la redacción
del periódico por turnos semanalmente. Asistía á la Cá-
mara de Provincia y era Juez 3.° principal de Las Nieves.
El Poder Ejecutivo le nombraba frecuentemente, como lo
hemos visto arriba, para que fuese á examinar minas y
(1) Oaieria Nacional dé hambreé üuétreé ó notabUé, por José María
Banper. Tomo 1.% página 66.
34^ BIOGRAFÍA
diera imformes acerca de su naturaleza y de la manera de
explotarlas; prestaba servicios como químico en todo gé-
nero de experimentos en los hospitales, etc., etc. Acosta
jamás rehusaba esa clase de servicios patrióticos, siempre
gratuitamente, y á consecuencias de ellos sólo cosechaba
disgustos, fatigas, desembolsos, ingratitud y envidias, con
lo cual le persiguieron aquellos mismos que se aprovecha-
ban de sus conocimientos.
Era llegado el momento, al empezar el año de 1836,
de escoger un nuevo Presidente que debería reemplazar
al General Santander en el poder. Tres candidatos se pre-
sentaron en cántara: el General Santander patrocinaba al
General José María Otando, y el candidato de los libera-
les, si es posible más exagerados, era el doctor Vicente
Azueto, Entre tanto la parte moderada de la opinión pú-
blica, compuesta de liberales de orden, enemigos del mili-
tarismo, de la exageración en el progreso, sostenedores
de las leyes, republicanos serios y patriotas, como D. Lino
de Pombo, los dos Ospinas, el General José Acebedo, el
doctor Cuervo, el señor Clímaco Ordóñez, el entonces
Coronel Joaquín Barriga, D. Alejandro Vélez, D. Juan de
Dios Aranzazu y Joaquín Acosta, se unieron con los
restos del partido boliviano, cuyos miembros más conspi*
cuos eran los Generales Herrán y Mosquera, )us doctores
Gori y Osorio, los señores Restrepo y Canabal, y todos
juntos resolvieron sostener la candidatura del doctor
J. Ignacio Márquez.
Aquel fué el origen y la cuna del actual partido llama-
do en Colombia consen^ador gQxwxmo, cuya bandera civi-
lizadora, progresista y de orden, tremoló durante mu-
chos años siempre en manos de los hombres más real-
mente patriotas del país, arrostrando para sacarla ilesa
toda suerte de peligros, de calumnias y de odios.
Todos estos habían sido partidarios y amigos persona-
les del General Santander en el principio de su Adminis«
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 347
tración, pero todos se habían ¡do alejando de él á medida
que se acentuaba su predilección por el General Obando,
sobre el cual pesaba como negrísima mancha el drama
criminal de Berruecos; y además, ninguno de ellos podía
confiar en la conducta de un hombre que tan falaz había
sido en política, y cuyas ideas de gobierno eran tan con-
trarias á la República sana, sensata y respetable que se
deseaba afirmar en Nueva Granada (i).
Los votos que obtuvo Márquez alcanzaron á 615 con-
tra 541 por Obando y 164 por Azuero. El Congreso de-
claró electo al primero presidente de la República, con
una mayoría de 58 votos; alcanzando Azuero 21 y Oban-
do solo 17, pues hasta el mismo General Santander había
optado por Azuero al ver la impopularidad de Obando.
CAPITULO III
8e divide el Partido Liberal.— Acosta hace ciuaa común con los partida-
rioi de Márquez.— Carta al General Santander.— Oposición del ez-
Presidente al Oob'.erno.— ácosta tiene á su cargo el Observatorio as-
tro tiómico, el Museo, etc.— Es nombrado Encargado de Negocios al
Ecuador.— Viaje con su familia.— £1 Presidente del Ecuador sefior
Rocafuerte.->£l General Flórez.— Carta del General Santander á
A costa.
1837-1838
Entre las muchas cualidades que adornaban al doctor
Márquez, la que más popularidad le hizo tener era el que
no perteneciese á la carrera militar. Como ya hemos di-
(1) " Comenzaron con esto á enfriarse muchos amigos de Santander,
i alejarse de él y aun sostener la candidatura de Márquez; por el mes de
Junio era público que así lo habían hecho Acosta, Acebedo y el General
López; y en el mes de Septiembre estaban yá tan unidos los que consti-
tuían la nucTa oposición que firman confundidos boliviaios con libera-
les, todos conocidos y muchos de gran' representación, una t olicitud para
que sea nombrado el General López Gobernador de la Provincia de Bo-
gotá." (Vida de Rufino Cuervo, página 249, antes citada).
348 bicx;rafía
cho, los militares con sus arrranques violentos, sus pre-
tensiones á arreglarlo todo por medio de las armas y su
empeño en cortar todo nudo gordiano con la espada, tenia
aterrorizadas á las poblaciones y á los ciudadanos que de-
seaban la paz para que pudiese imperar el progreso y la
vida civilizada.
Acosta, pues, á pesar ic la amistad personal que le H**
gaba al General Santander, escuchó primero su patriotis-
mo que otras consideraciones, y con empeño se lanzó á
combatir la candidatura de Obando y sostener la de Már-
quez.
El Presidente se manifestó muy quejoso con aquella
guerra política que le hacía su amigo antiguo. Con su
franqueza característica, Acosta escribió entonces una car-
ta particular al General Santander, de la cual extractare-
mos la mayor parte de lo que se refiere á nuestro asunto.
Dice así:
€ Recibí en días pasados una carta de Boussin-
gault (que es ya profesor en la primera cátedra de Quími-
ca de Europa, en la Sorbona, en reemplazo de M. The-
nard) y me dice entre otras cosas, lo siguiente: ' Mis re-
cuerdos respetuosos al General Santander; M. Arago agra-
dece mucho su carta. El país de usted está tranquilo, gra-
cias á su Administración.'
«Sí, mi General, lo que dice Boussingault es lo que
creemos en la Nueva Granada los dos tercios de sus habi-
tantes ó algo más de lo que creen los que se ocupan de
nosotros en Europa y en América, pero Boussingault no
dice otra cosa, que también creen generalmente en Eu-
ropa y en América, á saber: que la existencia del Gobier-
no en nuestro país está cifrada en la persona del General
Santander. No conviene al honor de la Nueva Granada,
mi patria, que tal cosa se crea, y por lo mismo deseo que
usted no gobierne durante los cuatro años de intervalo
que felizmente ha dispuesto la Constitución que transcu-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 349
rran para la reelección. El país no puede ya ser goberna-
do por otros principios que por los del siglo, y es justo
que cada provincia envié al Congreso aquellos de sus hi-
jos que se hayan distinguido como liberales, ó que profe-
sen estos principios, y que no sean ciegos instrumentos
del Poder Ejecutivo, como usted dice, pero tampoco que
le vengan á suscitar toda especie de embarazos y deslucir-
lo sólo porque no contribuyeron á nombrarle (i).
cSi yo fuera al Congreso, no tendría enemigo más vio-
lento el partido retrógrado, pero tampoco querré que la
oposición domine al Gobierno de tal modo, que lo obli-
gue á echarse en sus brazos. Me parece que Nueva Gra-
nada comenzó á salir del número de los Estados america-
nos que son dominados exclusivamente por caudillos mi-
litares, desde el día en que nombró á Márquez para pre-
sidente, y para que el ensayo sea completo es preciso que
la Administración sea por estos cuatro años independiente
de la influencia poderosa del General Santander.
«Ridículo sería el ostracismo de que hablaba Borrero,
y no solo ridículo, sino degradante, porque probaría que
la presencia de un individuo en el territorio de una nación
bastaba para ponerla en peligro, pero sí me acomoda el
ostracismo político por cuatro años. Todas mis simpatías
están en favor de usted y de los que desgraciadamente
han querido hacer de una cuesfión de principios cuestión
de personas. A su lado de usted he combatido á los espa-
ñoles y á los conspiradores, y aun mis intereses persona-
les, si fuese lícito consultarlos, están del mismo lado, por-
que las antiguas relaciones y el caso que usted ha hecho
siempre de lo poco que yo valgo, me han convencido de
que yo nunca sería anulado enteramente mientras usted
(l) Bl General Santander trabajaba activamente para que fuesen en-
viados Diputados á las Cámaras aquellos que le eran exclusivamente
tfdictos, y adem&s que tenían quejas contra el Presidente Márquez; por
consiguiente ora reguro que le harían ruda oposición.
350 BIOGRAFÍA
esté en el poder. De la otra parte, ningunas relaciones de
amistad tengo; por el contrario, tengo la firme persuasión
de que muchos de los que sostienen hoy á la Administra-
ción Márquez, espían la ocasión de darme en la cabeza,—
y, sin embargo, no miro á estas mezquinas consideracio-
nes personales, aunque no haga carrera política ningu-
na.— Mi solo anhelo es continuar siendo una pobre abeja
en la colmena granadina, para lo cual trataré de contri-
buir como yo lo lo entiendo á la obra de nuestra consoli-
dación, obra en que la posteridad dará á usted tanta parte.
Sin odios ni resentimientos, ni inspirado por ninguna pa-
sión baja, nacido en la provincia, pero no raizal de Bogo-
tá, tengo, según creo, elementos suficientes para acertar
con lo que puede convenir á la Provincia en la elección
de las personas que deben entrar al Congreso en las. pre-
sentes circunstancias.
<íEl día en que se me vea desertar mis principios y par-
ticipar en planes para destruir el sistema legal que hoy
rige en el país, ese día se podrá decir que yo cambio de
colores. Entretanto se podrá decir que obro con demasía-
da independencia y sin quererme someter á los dictados
de hombres eminentes, pero que soy inconsecuente y que
no tengo fidelidad á mis principios, eso no!
«Cuando la Constituci(3n ha dicho que ningún funcio-
nario público podrá ejercer otras funciones que Lis que le
permite la Constitución ó la ley, es preciso inclinarse.
¿Quién ha fijado los límites matemáticos entre las disposi-
ciones legales y las coíistitucionales? ... Profunda sera
mi ignorancia en la mayor parte de las cuestiones consti-
tucionales, pero en las que dieron motivo á una ley á cuya
desobediencia se ha provocado esparciendo doctrinas anár-
quicas, no tengo miedo algimo (i); ni tampoco de la elo-
(t) ttontander y sus amigos obandiitas alegabas que la elección del
doctor Márquez no era constitucional porque había ejercido el Poder
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 35 1
cuencia ni de la ilustración de los señores Azuero, Soto y
Gómez Plata.
«(Esta carta está quizás escrita con demasiada franque-
za para el tiempo que corre, y cuando el doblez está al
orden del día en materias políticas, pero yo he creído que
debía, en obsequio de nuestras relaciones de amistad, no
usar de rebozo, y jugar con las cartas sobre la mesa.j>
A pesar de que las relaciones con el General Santander
se habían enfriado un tanto, no por eso dejaban de verse
y visitarse, tanto más cuanto que ambos vivían en la enton-
ces plaza de San Francisco y se encontraban á cada paso
en la calle y conversaban amistosamente.
El ex-Prcsidente y sus copartidarios no economizaban
esfuerzos, trabajos y hojas impresas para hostilizar al Go-
bierno del doctor Márquez, y en los periódicos que patro-
cinaban usaban de un lenguaje descompuesto, y "aun se
propasaron á amenazarle con un 25 de Septiembre, sem-
brando la cizaña en la sociedad, fingiendo una odiosa di-
ferencia de nobles y plebeyos; esto al mismo tiempo que
de otros modos se ponía en la Costa unos contra otros á
los blancos y á los pardos y se daba pábulo á todo linaje
de pretensiones ó rivalidades locales, á fin de resucitar el
federalismo " (1).
A pesar de que Acosta ayudaba de todas mañeras al
sostenimiento del Gobierno, no abandonaba por eso sus
est^udios científicos. Tenía á su cargo el Observatorio as-
tronómico y el Museo, cargos que desempeñaba asidua-
mente y sin ninguna remuneración, sino que al contrario
£JecaUvo durante uoa ausencia de pocas semanes que hizo el Presidente.
Pero el artículo de la Constitución sólo prohibía la elección del que hu-
biese ejercido el Poder KJecutivo por dan año», asi fué que la mayoría
del Congreso desoyó las reclamaciones de los enemigos de Márquez y
perfeccionaron su elección declarándola legal.
(1) Véase VidadeRuHno Cuervo, antes citada.— Y. i, p. 279.
35^ biografía
trataba de enriquecer esos planteles científicos, consiguien-
do dentro y fuera del pais instrumentos nuevos y curiosi*
dades naturales é históricas, desvelándose por esos estable-
cimientos y pasando en ellos largas horas. No abandona*
ba tampoco su correspondencia con los sabios que había
tratado en Europa, y con frecuencia enviaba comunicacio-
nes á la Sociedad de Geografía de París, al Instituto de
Fiancia, etc.
En Noviembre de 1837 Acosta recibió «una comunica-
ción del Secretario de Relaciones Exteriores, que lo era el
señor D. Lino de Pombo, por la cual le hacia saber que el
Presidente ''juzgando que por la situacióe actual de los
negocios políticos del Perú y por la circunstancia de exis-
tir pendientes algunas cuestiones importantes con el Go-
bierno de la República del Ecuador, convenía acreditar
cerca del expresado Gobierno una misión diplomática que
gestionase en favor de los intereses nacionales;'' asi, pues,
había venido en nombrarle Encargado de Negocios de la
Nueva Granada en el Ecuador.
Acosta aceptó el destino, y como no tuviese más fami-
lia que su esposa y una niña pequeña, arregló prontamen-
te su viaje al Ecuador. La víspera de su partida (17 de
Diciembre de 1837), Acosta recibió las Insimcciones del
Ministro de Relacioues Exteriores (D. Lino de Pombo)
acerca de la conducta que debería observar en su misión
diplomática. «Esta, dice, confiada á los talentos y al pa-
triotismo de usted, es de paz y amistad; y los objetos ge-
nerales son arreglar por las vías decorosas de una franca
negociación las cuestiones pendientes ó que se presenta-
ren entre los dos Gobiernos; promover por medios amis-
tosos todo lo que favorezca á los intereses políticos, indus-
triales y mercantiles de la Nueva Granada y á su crédito
exterior, y supervigilar y neutralizar cualesquiera planes ó
tentativas que pudieran mirarse como amenazas á su bien-
estar y á su seguridad.»
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 353
Pasa después el señor Pombo á dar consejos útilísimos
acerca de la conducta pública y privada que debe observar
el Ministro, con una claridad y tal conocimiento, no sola-
mente de la política y tendencias de las nuevas repúblicas
sudamericanas, sino también del estado social de ellas en
aquella época.
Acosta emprendió el viaje por tierra hasta Quito, pues
el Gobierno le había encargado reservadamente de ciertos
negocios en las provincias del Sur de la República, nego-
cios que debería arreglar á su paso.
El viaje era penosísimo entonces, y aun hoy día pocas
personas lo emprenden por tierra. Pero gracias á la expe-
riencia que tenia de aquellos lugares, que había recorrido
en su primera juventud; de los muchos amigos que con-
servaba en los pueblos del tránsito y de un tren numeroso
de sirvientes, muías y caballos de remuda y comodidades
de toda suerte en su equipaje, los viajeros no tuvieton el
menor contratiempo.
Acosta salió de Bogotá á mediados de Diciembre, y con
su familia tomó el camino de La Mesa; atravesaron el
Magdalena; estuvieron en Neiva; cruzaron la provincia
del Cauca; en la escabrosa montaña de Berruecos vieron
el sitio en que asesinaron á Sucre, después de pernoctar,
como el Mariscal, en la casa de Erazo. A Pasto llegaron
el 31 de Enero de 1838 y alU se detuvieron algunos días.
En las fronteras de la República del Ecuador se encon-
traron con los edecanes del Presidente Rocafuerte, quien
los había enviado á recibir á su antiguo amigo. Al cabo
de setenta días de viaje, al ñn el 9 de Febrero Acosta
entró á Quito con su familia, y fué á aposentarse en la
casa que por orden del Gobierno le habían preparado.
En aquella época no residía en Quito ningún Agente di-
plomático de otras naciones. Los de Chile> Perú é Ingla-
terra vivían en Guayaquil, y solamente el Cónsul general
francés estaba en Quito.
biografía 23
354 BIOGRAFÍA
Como hemos visto, entonces el Ecuador era regido por
el General Rocafuerte, uno de los hombres más ilustres, no
solamente de su patria, sino también de toda la América
española (i).
(1) Hé aquí lo que acerca de este notabilisiino ecuatoríaao encontra-
mot en la Historia del Ecuador de D. Fermta Ceballoe:
"Hijo Rocafuerte de D. Juan Antooio Rocafuerte y de D.* Josefa
Bejarano, nació en Guayaquil el l.« de Hayo de 1788, el mismo afio que
BolSyar. . . Distinguido por la alcurnia y buena hacienda de los padres,
que contaban con los medios necesarios pira hacer educar á su hijo, no
del modo rutinario como generalmente lo eran loa colonos americanos, fué
llevado á Espafia casi nifio por su tío el Coronel Bejarano, y metido en
el colegio de nobles de Madrid. Destinado á ocupar una plaza de benefi-
cio en el Regimiento Granaderoe del Ettado, que comandaba el Coronel
Layayén, la instrucción del Joven Rocafuerte se concretó á la enseftansa
de Matemáticas, Geografía, Táctica y demás ramos necesarios para sa-
car un buen oficial.
" Poco después el estudiante pasó á Francia á completar su instruc*
ción, y á su regreso debería posesionarse de la plaza que le estaba dea-
tinada. Por esta época (1803) se amistó en París con el Joven Simón Bo-
lívar, oscuro entonces. .... Pero en el entretanto dispusieron en Bspafia
de la plaza qne debió ocupar Rocafuerte.
" Conexionado con los Bolívares, Montúfares, Cañábales, etc., que
trataban del pupilaje de su patria y platicaban sobre el modo de libertar-
la de Espafia, Rocafuerte meditaba sobre aquello, cuando regresó á sa
patria en 1807. Allí se ligó con otros patriotas y fué apresado con moti-
vo de la revolución de 1809. Puesto en libertad, fué en seguida el^do
Diputado para las Cortes de Espafia. Pero deseoso de adquinr algunos
conocimientos en materias de legislación, estuvo primero en Inglaterra ;
allí se relacionó con algunos amigos de la Independencia americana, y
con el Marqués del Apartado y su hermano el Barón de Tagoaga (mexi-
canos), estuvo en Suecia y en Rusia, en donde fueron presentados á la
Emperatriz, que los recibió bien, como antes lo había hecho con Miranda.
En 1814. Rocafuerte pasó á Madrid y tomó asiento en las Cortes. Recono<á-
dor como liberal, fué perseguido y huyó á Francia. De allí pasó á Italia,
que recorrió, y en 1817 regresó á Guayaquil, en donde estuvo trabajando
en favor de la Independencia. Bu madre le obligó (1820) á salir para loa
Estados Unidos. De paso se detuvo en Cuba y escribió para la prensa
en unión de Mirallay Fernández Madrid. Bolívar le comisionó para ir
á Espafia á informarse de la Revolución de Riego y Quiroga. Un folleto
que escribió cq los Estados Unidos (1822), llamó la atención de los mexi-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 355
El carácter del Presidente del Ecuador y el del Minis-»
tro enviado por Colombia, eran parecidos en lo tocante
ál amor á las ciencias que profesaban, así como en el anhe-
lo que ambos tenían por el progreso de la patria ame-
ricana, y como se habían tratado en época no muy leja-
na, y cuando ambos pertenecían á la gran Colombia, se
consideraban como verdaderos compatriotas. Rocafuerte
había hecho restablecer las Pirámides de Caraburo y
Oyamburo, levantadas por La Condamine en 1740 para
marcar la línea ecuatorial, y que un retrógrado emisario
del Gobierno español había demolido seis años después.
Cuando Acosta llegó á Quito encontró al país en com-
pleta paz, y al parecer el Presidente había logrado armo-
nizar á todos los ciudadanos, pues él no ahorraba sacrifi-
cio para contentar á todos.
Sin embargo, pocas semanas después, el 12 de Marzo,
al salir de un suntuoso baile dado por el Secretario de
canoB 7 sirvió á México en varias importantes comisiones en los Sstadoa
unidos é Inglaterra. Fué Secretario primero y Encargado de Negocioa
en Buropa, nombrado por el Gobierno de México, y al mismo tiempo
tomó interés en obtener un empréstito para Colombia. Los sucesos anár-
quicos de México de 1829 le disgustaron, y no quiso seguir como Ministro
de e?e país. Regresó allí en 1830 y allí le recompensó sus servicios el Ge-
neral Bustamante con la cárcel y las persecuciones. Regresó al Ecuador
ení 1838, entró en pugna con el General Flórez, y éste le desterró al Perú,
pero no salió expatriado, porque una revolución en su favor le libertó y
fué declarado Jefe Supiemo. Vencido por el General Flórez, por último,
se amistó con su contrario, y unido á él trabajó para deTolver la paz al
Ecuador. Concluido el período presidencial de Flórez, Rocafuerte fué
elegido en su lugar." Una vez afianzado en el poder Rocafuerte, consa-
gró todo su ingenio, saber y actividad en beneficio de la nación .... La
nombradla de eu ilustrado entendimiento y maneras cultas, la moralidad
de sus acciones y la caridad que ejercía con los pobres, la protección á
los establecimientos de enseñanza, científicos y artístico.', y el temple de
su carácter conocido ya en toda la nación, dieron á su gobierno cierto,
respeto hasta entonces desconocido, y i>aturales y extranjeros se hacían
lenguas para celebrar su conducta y actos gubernativos. . . . Toda su as-
piración la tenía entera y absoluta, y estaba reducida á mantener la paz...
(Véase tomo t.*, p. 109 y 269).
356 BIOGRAFÍA
Relaciones Exteriores, el Presidente recibió denuncia de
un nuevo alzamiento. Era este bastante serio porque lo
acaudillaban, entre otros jefes experimentados y valerosos,
el General Martínez de Aparicio, cuya influencia seria fu-
nesta si no se sofocaba inmediatamente. El General Daste
voló á debelar la insurrección, y después de una reñida
batalla el Gobierno triunfó de la iniciada revuelta.
La posición del Ministro neogranadino era delicada,
porque en Pasto estaba el núcleo revolucionario contra el
Ecuador. El Gobierno de este país elevaba sin cesar que-
jas sobre esto, hasta que íué preciso permitir que residiese
en Pasto un Agente ecuatoriano para que vigilase á los
conspiradores, aunque no se le permitió que tuviese ca-
rácter oficial.
Entre los asuntos más importantes que Acosta debería
gestionar en el Ecuador, estaba el de pedir explicaciones
al Gobierno acerca de una invasión en el territorio grana-
dino por tropas ecuatorianas, violándolo y cometiendo
tropelías, incendios y asesinatos, dos años antes de la mi-
sión de Acosta. A pesar de la moderación con que se re-
clamaron las indemnizaciones que deberían recibir los
granadinos por aquellas violencias, durante ocho meses
no pudo lograr el Ministro granadino que se le atendiese
debidamente. Sin embargo, arregló privadamente con Fió-
rez (quien debía empuñar las riendas del Gobierno muy
pronto, como hemos visto), que este asunto se arreglaría
á contentamiento de todos no bien subiera al poder.
Acosta se aprovechó de aquella circunstancia para pa-
sar una comunicación al Gobierno en la cual le felicitaba
por el pronto y feliz término de la insurrección de Rio-
bamba, y el Secretario de Relaciones Exteriores, señor
José Miguel González, le contestó una nota muy hon-
rosa para el Ministro colombiano, dándole gracias por el
interés que tomaba en los negocios políticos del Ecuador.
El Ministro neo-granadino supo captarse las simpa-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 357
tías de toda la sociedad quiteña. Entre otros, el General
FIóreZy el fundador de aquella República, le manifestó
particular estimación; le obsequió con su retrato al óleo,
obra de un renombrado pintor quiteño, con un rico ejem-
plar de sus poesías {Ocios poéticos) y le invitó repetidas ve-
ces á que fuese á pasar temporadas en una quinta en que
vivía retirado de la ciudad, esperando á que le tocase su
turno de gobernar la Kepública cuando terminara Roca-
fuerte su período presidencial (el 31 de Enero de 1839) (i).
(1) El Oene-al Juan José Flórez había aacido en Puerto Cabello en
1800. Hijo de espafiol y educado por un caballero canario, sus ideas
debieron de haber sido uetamenle espafiolas, pero no fué asi. No bien
abrió los ojos al uso déla razón, cuando optó por la República, y desde la
temprana edad de 12 afi )s ya formabi en las filas de los patriotas. Como
cayese prisionero de los peni nsul iré s, logró escaparse y de nucTO tomar
las armas en los ejércitos venezolanos. Ganó todos sus ascensos merced á
fU valor y á las heroicas acciones de aquellas campafias que parecen fa-
bulosas á los ojos de nuestros contemporáneos. En 1823 estaba en la pro-
vincia de Pasto como Jefe Militar, y en 1825 era ya Comandante General
en el Bcuador y se distinguió después en sus luchas á mano armsda con el
General La Mar; á el toso restablecer el ordea constitucional en Guayaquil:
tomó parte lucidísima en la campaña del Perd, y al regreso del Libertador
á la capital (1826) quedó Flórez en el Ecuador como Prefecto General y Co-
mandante en Jefe del Ejército. En 1880, cuando P&ez en Venezuela rom-
pió el pacto de unión de la gran Colombia, al General Flórez formó una
República separada en los Estados del Sur de la primitiva Colombia. Un
Congreso Constituyente que convocó le eligió Presidente del Ecuador,
pero la paz huyó de la nueva Repiiblica durante largos afios. Desgarrada por
incesantes guerras civiles, no fué sino después de la batalla de Mifiarica
(1835) que el Geoeral Flórez logró que cesaran los disturbios públicos y
empezara á reinar el orden constitucional. EatDnces renunció al mando
supremo y se retiró á su cas& á cultivar las letras y á cuidar de su nume-
rosa f imilla, din embarga, aquella paz era intermitente, y á cada paso se
veía obligado á salir de su retiro para ponerse á la cabe^'.a de las tropas
del Gobierno y combatir las incesantes insurrecciones que despedszaban
el país.
Despuéd de 1889 ofreció sus servicios á Nueva Granada para] debe-
lar la insurrección encabezada en Pasto por el General Obando, servicios
que el Gobierno aceptó con gratitud. Había sido elegido Presidente por
tercera ves en 1843, cu indo una guerra civil sangrienta y terrible asoló
35B BIOGRAFÍA
Estando en Quito Acosta recibió la siguiente carta, la
cual insertamos íntegra, porque pinta á lo vivo al autor de
ella y los tiempos en que la escribió.
Bogotá, 29 de Marzo de 1839
cMuy estimado señor Acosta:
cEl señor Rocafuerte me avisó también la llegada de
usted á esa capital, que usted me comunica en la suya del
27, que he leído con gusto.
cCelebro que usted haya encontrado el Ecuador más
adelantado de lo que esperaba; yo siempre he hecho justi*
cía á la ilustración y buenas intenciones del señor Roca-
fuerte. El me dice que el fanatismo ha querido levantar
cabeza con motivo de la escuela de niños; pero que el Go-
bierno está siempre pronto á descargar sobre él todo el
peso de su autoridad. Asi sea en todas partes.
de Duevo al Ecuador, y entonces el General Flores, profundamente afligi-
do 7 deaengafiado, reaolTÍó abandonar au patria é ir á buscar un atílo en
Europa. Allt el antiguo patriota, que habla regado con su sangro todos
los cankpos de batalla que dieron por consecuencia la Independencia de
Espafia, perdió por un momento la confianza en la República y en él
bien que ésta pudiera dar á los anarquizados Estados de Hispano-
▲mérica, 7 pro7ectó 6 inició ciertas negociaciones políticas por medio
de las cuales Bspafia deberSa recuperar una parte de su dominio en la
América del Sur. Aquel proyecto, hijo de la desesperación 7 el desaliento,
no tuvo resultado ninguao, 7 después de quince afios de ostracismo
el General Flórez fué de nuevo llamado á su patria (en 1868) por los
principales miembros del Partido Conservador. Bn el Ecuador 7 á la
cabeza de un ejército Tenció al General Franco, pero no sucedió lo mis-
mo cuando quiso combatir contra los neo-gradino9, pues fué batido en
Cusspud por el General Mosquera el 8 de Diciembre de 1863. Al afto ai-
guient3 el General Flórez, á quien minaba grave enfermedad hacía luen-
1^09 afios, rindió su jornada en Quito el I." de Octubre de 1864, á los 64
afios de su edad. Pero el General Flórez no ha muerto en la memoria de
los ecuatorianos, los cuales recuerdan con carifio al padre 7 fundador de
su nación. Sus hijos siguieron sus huelas por las veredas del patriotis-
mo, la ilustracióo 7 una acrisolada honradez, 7 han servido con abnegó
ción á su patria en todos los puestos públicos. Uoo de los mcjorei presi-
dentes que ha tenido el Ecuador, es uno de ellos, el sefior Antonio Flores,
¿espués Ministro del Ecuador en varias cortes europeas.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 359
«Desde una soir^V dada por Mr. Turner(i)en Enero, se
presentaron algunas damas con los trajes sin mangones;
yo le he dicho á Sixta (2) lo que usted me escribe sobre el
particular. Desde fines de Febrero se fué Turner, dejando
á Adams en su lugar; nos ha amenazado con que vuelve!
€ Yo me fui desde Enero á tierra caliente con mi fami-
lia, y volví la víspera de instalarse el Congreso, trayendo á
Sixta bien restablecida y á mi hijita Clementina (3) muy
gorda,
«Llevamos 28 días de Congreso en paz y tranquilidad
contra los pronósticos de los que ven en mi la tea de la
discordia. Hoy trataremos la delicada cuestión de la con-
ducta del P. E. en lo del Juez de Hacienda del Cauca, y
espero que no corra sangre.
«La Cámara de Representantes ya no es escuela Lancas'
ieriana, como la llamó otra vez Merizalde, ni Periquitería,
como la calificó el Coronel Molina. El Poder Ejecutivo ha
encontrado en nosotros, los de la oposición, todo el apoyo
debido en cuanto ha propuesto y solicitado en favor del
progreso nacional y útil.
«Quisiera que Domingo (Acosta) fuera á Roma, porque
lo creo justo; pero' si lo indico, será motivo para que el
Presidente no lo destine. Yo hablaré por la imprenta á su
tiempo para que no hagan tal injusticia (4).
«Sabemos la renovación de las hostilidades de Chile
contra la Confederación de Santa Cruz. Mi compadre el
(1) Miniítro de Inglaterra en NueTa Granada.
(2) La aefiora Bizta Pontón de Santander era la esposa del General
teatander.
(8) La hija may )r ddl General Santander, la cual en 1877 casó con el
Ministro del Perú en Colombia, el sefior Manuel Freyre, y hoy es Tiad*
j leside en Europa con sus hijos.
(4) Sea que Santander hablase ó no en íaTor de Domingo Acosta, lo
eierto es que el sefior Márquez nombró como Encargado de Negocios é
Roma al (General J. Hilario López. Domingo Acosta estatM en Ijs
•dos Unidos sirriendo la Legación como Agente diplomático.
360 BIOGRAFÍA
General Flórez me tiene al corriente de todo esto. Me ale-
gro de que se trabaje al Protector.
cMañana se presenta la ley de gastos; yo para llenar mi
deber respecto de la partida para la Legación del Ecuador,
preguntaré al Secretario si solo se mandó la Legación, como
dice el Mensaje del Presidente, á manifestar nuestra bue-
na amistad, etc., ó si lleva otros encargos interesantes al
bien común 'del país, y respondiéndome afirmativamente
como debe hacerlo, según á lo que sé que usted ha ido par-
ticularmente, votaré por la partida. A mí no me satisfacen
como á Diputado las explicaciones que el Arffos hizo á la
Bandera nacional de la dicha Legación, porque pueden
haber variado las circunstancias de entonces á hoy.
''Según lo que me dice el General Flórez, él será nombra-
do Presidente, y admitirá, de lo que me alegro muchísimo
por mil motivos. Por esto será que él no ha dicho todavía
por quién está para Presidente. ¿Supo usted por quién
estuvo el doctor Márquez para Presidente de la Nueva Gra-
nada? No; porque él estaba por sí mismo.
cEstamos poco acalorados por la Vicepresidencia (i);
yo á lo menos no lo estoy, porque me es indiferente que se
nombre á Azuero, Soto, López, Caycedo, Uribe, Herrán ó
alguno de los Arjonas. Me reservo para acalorarme en el
año de 40, pues á mi no me arredran las derrotas políticas.
Todavía no sé quién sea candidato para el Congreso próxi-
mo por parte de los dos partidos juntos, pero la Sociedad Ca-
tólica bogotana (2) tiene los suyos para sostener la Religión,
(1) "Bl seflor General Domingo Caycedo f aé elegido en Beptieoibre de
aquel afio Vicepresidente. Por 61 votaron 680 Diputados, y por Azuero
290.
(9) '*Tres partidos salieron con empeño á la palestrs. £1 del GKibier-
no, el liberal y otro que había s parecido recientemente, denominado "de
la Sociedad Católica," que presidia el sefior Ignacio Morales, y que traba-
Jaba por que las elecciones recayesen en verdaderos creyentes "
Véase La Praidéncim d^ doctor Márquig, por D. J. H. Restrcpo, obra
postuma publicada en la lUtUta Zilerarta, Noviembre de 1898, pigina 832.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 361
reviviendo entre otras cosas el Santo Oficio. ¡Qué se pare-
ce á Márquez Rocafuerte en lo enérgico y pronunciado
contra el fanatismo religioso I! Perdone esta exclamación á
quién nada tiene de diplomático, y bórrela de esta carta si
puede comprometerlo con su Presidente.
cDeseo á usted felicidades completas. De mi parte y de
la de Sixta, muchos «-ecuerdos amistosos á Madama Acosta;
mis cariños á Sólita.
Me repito de usted su amigo,
F. P. Santander.
En aquella época había muy pocos granadinos en el
Ecuador. En la lista de ellos no alcanzaban á ciento.
Desde 1860 emigraron muchos á la vecina República, y
hoy se cuentan miles de colombianos en el Ecuador.
Las notas que Acosta enviaba á su Gobierno dan clara
idea de la situación en que se hallaba aquella República,
y en una de ellas da útilísimos informes acerca de las fron-
teras entre las dos Naciones.
Durante su permanencia en el Ecuador, Acosta estuvo
en Guayaquil ocupado en mandar fabricar un buque para
la defensa de las costas del Pacífico.
Al cabo de ocho meses de residencia en Quito, Acosta
pidió sus cartas de retiro, por haber recibido el nombra-
miento de Diputado al Congreso de su patria, y le intere-
saba asistir á aquellas sesiones.
362 BIOGRAFÍA
CAPITirLO IV
Regreso á Bogotá.— A mn^os de guerra.— El General Santander. — Supre-
Hión de loa conventos en Pnsto y su c*>n8ecueacia.— Insurreción y com-
batei. — Los BÍodlcadoa en el asesinato d^l Mariscal Sucre. — Alzamien
toa en dife.^ntes partes. — Los partidos — \costa y el partido de opon-
cióD.— £a TVra.— Acosta en el Congreso.— Ataques que se hacen en el
Congreso al General Santander.— Muerte de éste.— Obando se lanía ft
la guerra. —Acosta toma las armas. — Neira defiende á Bogotá. —Agita-
ción de la cHpital. — Mueitede Neira.
1839-1840
Acosta salió de Quito á mediados de Diciembre de
1838. El Gobierno ecuatoriano habia puesto á su disposi-
ción un buque de guerra, y en él se dirigió al puerto de
Buenaventura, y de allí por tierra al valle del Cauca, que
visitó; cruzó después el Quindío; se detuvo á descansar
en Ibagué; atravesó las llanuras de la provincia de Mari-
quita (hoy Departamento del Tolima); pasó por Piedras,
Guataquí, La Mesa, y llegó á Bogotá en los momentos en
que se preparaba una deshecha tempestad política.
Desde que existía la Nueva Granada, la República se
había conservado en*paz, paz que se habia apenas turbado
por las iniciadas conspiraciones de Sarda, las cuales, como
hemos visto, no se habían llevado á efecto. Desgraciada-
mente, el elemento de guerra y disputa se conservaba ac-
tivo, y la hoguera de odios y disensiones era atizada por
el General Santander, quien no podía sufrir ya que otro
gobernase en su lugar, y que su opinión no rigiera sola en
el país. Sin embargo, no había medio en realidad de for-
mular una queja clara y tangible contra la administración
Márquez, y la oposición se contentaba con vociferar con-
tra el supuesto despotismo del Presidente, y comentar los
actos del Gobierno agriamente, usando á veces de armas
impropias de un magistrado que había ocupado el primer
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 363
puesto en la República, y cuyas dotes no se podían negar,
ni tampoco los servicios que había prestado á la patria.
¡Cuánto duele ver á un hombre como aquel empeñan-
do su reputación en oscuras luchas y nublando sa nom-
bre en tristes altercados! La ambición en estas Repúbli-
cas hace perder la dignidad á los hombres de mayores
méritos, los cuales tienen que rebajarse para tomar parte
en miserables intrigas, de manera que al fin ellos mismos
no saben si combaten por el bien de su patria ó por ven-
garse de sus enemigos!
En el entretanto había pasado en el Congreso un pro-
yecto de ley por el cual se suprimían los cuatro conventos
de frailes menores que subsistían en Pasto, proyecto que
fué apoyado por todos los partidos por muchas razones, y
se mandó que las rentas de los suprimidos conventos se
adjudicasen á misiones de indios salvajes.
Esta supresión juiciosa y conveniente fué el botafuego
que incendió la latente revolución, (i) El Gobierno com-
(1) Luego que en Pasto corrió la voz de que habían sido suprimidot
los conTentos de aquella ciudad, el mismo Padre Villota, que antes pidió
la supresión en cartas al Reverendo Obispo de Popayán, causó un albo-
roto. En el acto de comenzar la fiesta del Santo Patrono de Pasto, que se
celebra el 80 de Junio, Villota subió al pulpito, y proclamó perseguida la
Religión con la supresión de los conventos, manifestando que la sostendrSa.
Esto excitó una conmoción general en el pueblo, así como en la milicia
auxiliar, quesehillaba reunida y armada en el convento de tían Francisco.
Vtk soldado gritó qne "no se suprímirian los conventos," grito sedicioflo
que fué repetido por otros. En estas circunstancias delicadas, el Goberna-
dor de la Provincia, Antonio José Chaves, dictó varias providencias que
restablecieron la calma en aquel día. Empero, no podía preverse cuál se-
ria el resultado final, porqae la excitación era grande, y casi todos los
eclesiásticos, unidos á los regulares de los conventos suprimidos, conti-
nuaban dando vivas á la Religión y soplando el fuego de ks pasiones en
aquel pueblo religioso, fanático y belicoso. Se había unido á los alboro-
tadores el Teniente Coronel Antoni > Mariano Alvarez, bien conocido en
la historia sangrienta de las revueltas de Pasto.
(La Presidencia del doctor Márquee, obra anUs citada. Bevieta LiUrm-
fia, página dSO).
364 BIOGRAFÍA
prendió en el acto que se tuvo noticia en Bogotá de los al-
borotos ocurridos en Pasto, que aquello podría ser muy
serio, y nombró al denonado General Herrán Jefe de ope-
raciones en el Cauca, creyendo que dicho militar podría
hacer entrar en su deber á los insurrectos. Aquel nom-
bramiento disgustó al General J. M. Obando, quien cre-
yó que á él debía tocar esa misión, y, según dice el Ge-
neral Mosquera, se llenó de cólera cuando supo que He-
rrán había sido comisionado para ir al Sur. Sin vacilar en-
tonces tomó partido en favor de los pastusos, los cuales
eran antiguos compañeros de armas suyos, no solamente
en la época en que era realista, sino en aquélla en que de-
seaba entregar las provincias del Sur al Ecuador.
Después de repetidos combates por los riscos y monta-
ñas de la provincia de Pasto, al fin el General Herrán que-
dó dueño del campo al alborear el año fatal de 1840. Sin
embargo, no todos los guerrilleros se habían entregado, y
quedaban partidas diseminadas en diferentes partes, y era
indispensable, ante todo, apresar á uno de los jefes más
adictos al General Obando en épocas anteriores: á Andrés
Noguera. Yendo en persecución de este cabecilla, las tro-
pas del Gobierno dieron con unas cartas del General
Obando y de Antonio Mariano Alvarez, las cuales compli-
caban de una manera muy grave áesos dos militares en el
asesinato del Mariscal Sucre, ocurrido en aquellas mon-
tañas en 1830.
No bien llegó la noticia á Bogotá, en donde se halla-
ba el General Obando, el cual había marchado de Popa-
yán cuando llegó allí el General Herrán en persecución de
los alzamientos de Pasto, cuando éste, según dice el Ge-
neral Posada en sus Memorias, «comprendió lo difícil de
su posición en esta capital, temiendo ser preso y remitido
con escolta á Popayán,» como lo pedía el Juez de primera
instancia de Pasto, resolvió partir espontáneamente para
el Cauca, y pedir que le juzgasen allí.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 365
¿A qué había ido Obando á Bogotá en los momentos
en que Herrán procuraba debelar una insurrección, con la
cual él (Obando) simpatizabaabiertamente?Enla FiV/a^i^i
doctor Cuervo encontramos trozos de la correspondencia de
un amigo del señor Cuervo, que le escribía sobre el parti-
cular. Dice que en Bogotá se hacían mil conjeturas acerca
de aquel viaje. Algunos decían que había ido á trabajar
contra el General Herrán, á hacerse amigos en la capital
y popularizarse; otros decían que su propósito era desañar
al General Mosquera, lo cual efectivamente sucedió, sien-
dc el Teniente Coronel Acosta padrino de Mosquera, pero,
según dice el corresponsal del señor Cuervo, no corrió
sangre, ambos tiraron al aire; tuvieron después una expli-
cación, y volvieron juntos tuteándose y en apariencia en ar-
monía. Sin embargo, la reconciliación era aparente, pues
los odios de aquellos dos caudillos causaron la terrible re-
volución que colmó de males á Nueva Granada en el año
que empezaba.
Entre tanto, Obando se había constituido preso en Po-
payán, y de allí con toda consideración fué remitido á Pas-
to con un capitán y gran número de amigos del acusado
del asesinato de Sucre. Como era natural, el acusado no
llegó nunca á Pasto, prefirió quedarse en el camino y en-
cabezar la guerrilla que le tenía preparada su antiguo ami-
go Andrés Noguera, devolviendo al capitán que le servia
de escolta á Popayán, á dar cuenta de lo sucedido.
Sin embargo, Obando comprendió que no era tiempo
todavía de lanzarse en una revolución seria, tanto más
cuanto que el General Santander no había aprobado su
conducta en aquellas circunstancias. Obtuvo una confe-
rencia con el General Herrán, y éste, deseoso de evitar
mayores males, perdonó todo, y personalmente le acom-
pañó á Pasto, en donde Obando prometió someterse á jui-
cio si no lo reducían á prisión, sino que quedaría libre bajo
su palabra en una casa particular.
306 BIOGRAFÍA
En esos días el Coronel Vanegas, que se había alzado
en armas en Vélez, fué batido por las fuerzas que coman-
daba el Coronel Manuel M. Franco; de manera que cuan-
do se reunió el Congreso el i.® de Marzo de aquel año,
había fundadas esperanzas de que las facciones habían per-
dido su fuerza, y que la República tendría juicio suficiente
para rechazar la subversión del orden público que los am-
biciosos preparaban en muchas provincias.
Los partidos se habían afirmado ya claramente; el que
encabezaba el General Santander se iiiuhhTi progresista ó li-
beral, y el que sostenía á Márquez — á quien éstos llama-
ban retrógtado — lo formaban los hombres pacíficos, ami-
gos del orden y de las leyes, la parte juiciosa de la nación;
partido que entonces aún no se llamaba conservador^ pero
que era el que sostenía las opiniones de los conservadores
del día presente.
Acosta al regresar del Ecuador había vuelto á encar-
garse de sus clases en la Universidad (de química), de 'a
dirección del Observatorio, del Musco y demás cargos gra-
tuitos que desempeñaba. Además, escribía en los periódi-
cos con su nombre ó anónimo, con lo cual hacía cruda
guerra al partido de oposición. Con el señor Ignacio Gu-
tiérrez y otros amigos suyos redactaba un periódico curioso
de estilo jocoso, que se llamaba La Tira, (i) y que salía á
(1) Como una muestra del estilo do aquel pcri()dico, vamos á transcribir
aquí uno de los artículos allí publicados, pues tiene cierto sabor histórico
literario que podrá quizás interesar á aquellos de nuestros lectores que
aman los recuerdos del pasado:
MEDITACIÓN
ó tea viaje pintoreteo por la ealle de ean Juan de Dios,
Era de noche, y una de las más hermosas lunas de la zona tórriJa pla-
teaba las tres calles del Comercio, haciendo un contraste singular la luz
artificial de los únicos faroles que alumbraban la ciudad, con el melancó-
lico briro del astro nocturno que en su giro mensual es la policía de ornato
que hay en Bogotá. Yo roe hallaba paseando solitario desde la esquina
de la Catedral hasta la de 8aa Francisco, y al pisar un terreno igual eo
DEL GENERAL JOAQVÍS ACVV7A '4f
*»'
•
luz en días indeterminados, como lo txprt^ k. ^.x.uk-
del 29 de Noviembre de 1830, que dice aví:
€La Tira renacerá si las circunstancias lo *rr '/y*y*,\
mas espero que el público no se dejará seducir ^: :•-
alguna Tira apócrifa. Serían señales de la lejj-vrr.i :
contener nada que pueda ofender á ningún úu^^^'^y,
ausencia de alusiones á la vida privada, y propon'rrv: ¿.1^
gún objeto útil á la comunidad y honroso al país,»
el enlozado que cubre las aceras, bendecía las manos del seftor Ecp^i^rt»,
el más benéfico y filántropo Vicegerente que tuvo el Rey de £»piil!L» «o
este pala. Detúyeme en la esquina de la segunda calle del Comercio, y «S'
tendiendo la vista á lo largo de la carrera de San Victorino, mil recuer-
dos tristes y agradables asaltaron mi imaginación. ¡Cuántas yicisitudes
han padecido estos edificios, cuántos sucesos han presenciado, de cuán-
tos horrores y de cuántas glorias han sido testigos I Una nue?a genera-
ción reemplaza hoy á la que antes los habitaba, y los triunfos pasadoa
son únicamente comparables al silencio que reina en este momento.
" Asi pasan las glorias de este mundo," decia yo entre mi. Por aqui
han entrado en triunfo los Virreyes; por aquí salieron también Amar el
afio de 1810, 8ámano ec 1810; por aquí se han TÍsto escenas gloriosas y
ridiculas de la Patria Boba; este cafio corrió tefiido de sangre el afio da
1814; los expedicionarios de 1816 ostentaron por aquí su despótica presen-
cia y su yugo de hierro ; los proceres más ilustres de nuestra independen-
cia marcharon por aquí al suplicio; por aquí entró muchas veces cubierto
de gloria y de laurel, en medio de arcos y de viva^, el Libertador de tres
repúblicas; por aquí salió también medio prófugo y aborrecido de sus
compatriotas para no Tolver jamás; por aquí entró la usurpación rebo-
sando en sangre en 1880; por aquí Tolvió á salir envilecida al cabo de un
alio; por aquí salieron los mandatarios legítimos derrocados de su solio, y
las huestes que los restauraron entraron por aquí triunfantes en 1881 ; por
aquí, en fin, ha bajado y subido mucha gente; este ha sido el paseo de la
belleza, de la galantería, délas lágrimas, del buen humor, del orgullo,
del despotismo y de la ley; pasiones encontradas han recorrido estas ace-
ras, y la carrera toda es el monumento más histórico que hoy cuenta la
capital de la República. Quién sabe cuantas otras catástrofes y cuantos
más desenlaces habrá de presentar en el curso de la vida política de este
país; el sepulcro encierra hoy lo que ya pasó; algún día recordará otro
este mi pasco, y lo que está pasando.
Esta casa que tengo á la iz^^uierda fué propiedad del que hizo el Coli-
seo; él ya no existe, su familia ha sido desgraciada; todos, sin embargo,
368 BIOGRAFÍA
Acosta concurrió asiduamente á las sesiones del Con-
greso de 1839 y 1840, ocupándose día y noche en los tra-
bajos que le encargaban, pues como le conocían su activi-
dad, su laboriosidad y deseo de servir á la patria, á él le
tocaban siempre las comisiones más arduas y más difíciles
de desempeñar.
Tan á divertirse á la comedia, y ninguno recuerda á quién deben este be-
neficio. En la misma casa ha lucido uno de loe tipos que ha visto Bogotá
de la belleza guayaquilefia, y más tarde reedificado dos veces el edificio
por haberse arruiDado con el temblor de 1827, exhaló alli su postrer suspi-
ro la más hermosa mujer que ha producido Antioquia, la sensible con-
sorte de un valiente militar de la República, que pocos aftos después fué
asesinado cerca de esta misma casa. Hoy la habita uno de los mis acredi-
tados comeiciantes y hábiles bolsistas de la eludid.
A la derecha descubro la recle ate arquitectura del espafiol Antorvez%«
Oht Quién viviera en el tiempo en que la wluminoéa señora pasaba el
día entero sentada en el balcón con su redecilla en la cabeza y un libro
en la mano! Esta casa fué propiedad do Santo Domiugo, y por no sé que
enredo pasó á otras manos; hoy se está corrigiendo y aumentando, mer-
ced á la bolsa más ancha y provista que hay en Bogotá. \ Que Dios le
conceda disfrutarla por muchos afios, y que no pasa á manos del primero
que llegue cuando la muerte venga en su auxilio!
Magnifico aparato advierto en una botica de enfrente, ¿y se dirá que
no hemos hecho progresos T Vidrios de todos colores, drogas perfumadas,
cajitas y tarros con elegantes rótulos, pinturas, mármoles, morteros de
cristal. • . . compárese todo esto con el añejo y detestable aspecto de la
farmacia de Gorraes, sita en otro tiempo un poco más abajo de la que
ahora fija mi atención. Compare el número de estas elegantes boticas que
hoy tenemos, con las dos únicas que ahora marras había en la ciudai.
Compárese el número de médicos que había entonces, circunscrito á don
Honorato, don Sebastián iiópez y don Vicente Tejada, con la inmensa
cosecha de este genero que tensmos en el día, siendo muy probable que
no haya una sola casa que deje de estar visitada por algún médico. Com-
párese, en fin, el Eíglo de Boerhaave y el de Broussais, y dígase, ¿no es
cierto que ha ganado la humanidad?
En efecto, hoy mueren, si no más, á lo menos igual número de los que
morían entonces.
Despojos de estos establecimientos descansan en el panteón de Santo
Domingo, que está al otro lado, durmiendo el último sueño familias en-
teras y personas respetables de ésta y de lejanas tierras. Alli reposan mu-
chas que pasaron varías veces por esa gran puerta excusada de la
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 369
Ocupaba el General Santander un asiento en la Cáma-
ra de Representantes, y era naturalmente el jefe del partido
de oposición. Notábase que la atmósfera política estaba
cargada de electricidad; los partidos se encararon con
manifiesta intención de luchar á brazo partido en el re-
cinto de las Cámaras legislativas, como para prepararse
con la palabra antes de acometerse en los campos de ba-
talla con las armas en la mano.
Iglesia, coa todos los atavíos del lujo y ricas preseas de la hermosura en
las procesiones de Be (nana Santa, del Tránsito y del Rosario. Por allí
han pasado jóvenes de elegante talla que hubieran pagado doble por te-
ner en otro tiempo un taller de sastrería tan provisto y de moda como el
de Rodrigue?, que en nada cede á los qtie nos cuentan de los Estadoa
Unidos, de Londres y de París, metamorfose&ndose así las antiguas pul-
perías en modernos almacenes de la iadustria europea.
Ahí qué luz no ha despedido la tienda que e^tá al otro lado! La sola
cera que ha salido de la tienda de Guzmán y alumbrado esta ciudad, ea
bastante para persuadií á cualquiera que estamos en el siglo de las luces.
Ellas sin duda iluminaron al antiguo propietario de la casik de enfren-
te, uno de !o8 patriotas de la revolución política del afio de 1810. Era allí
la tertulia más animada y patriótica que hubo en aquella época, hast& que
la báibara segur del expedicionario español cortó la vida de aquel benemé-
rito ciudadano con la de otros mucho? que dieron principio á la regene-
ración americana. Sombras venerables , pueda la generación presente imi-
tar vuestro desinteresado patriotismo, y la historia perpetuar en las si-
guientes vuestros nombres y vuestros serricios! La viuda de otro respe-
table servidor de la RcpdUlica habit:^ hoy en esta casa de recuerdos.
La de más abajo fué propiedad de la antigua aristocracia granadina, y
después del boticario Gorraes, de que llevo hecha mención. Esta casa re-
cogió el último aliento de un joven militar que era el orgullo y la espe-
ranza de su patria, por sus talentos y demás hermosas cualidades que lo
recomendaban. { Aceveiol préstame tu pluma, pues sólo ella pudiera bos-
quejar tamaña pérdida. . . . Pero no, que el silencio es también hijo de la
elocuencia y de lu sensibilidad, y en medio de mi dolor me consuelo fd
contemplar que una amable y virtuosa familia guarda hoy inmiculado el
lugar qae fué testigo de tu muerte.
Aparto consternado la vista de é), y se me presenta el establecimiento
literario más antiguo: Id Universidad Tomística, en donde recibieron los
grados académicos unu gran parte de los hombres que hoy figuran en al-
tos puestos, des le el primer magistrado para abajo, y otros muchos que
BIOOIUFIA 24
370 biografía
Rompiéronse los fuegos parlamentarios con la discu-
sión de un proyecto de amnistía general para todos los
que habían combatido contra el Gobierno, tanto en el sur
como en el norte de la República. Con el deseo claro de
que Obando fuese puesto en libertad, se pedia que se am-
nistiasen no solamente los delitos políticos, sino también
los comunes. El General Santander estaba en favor de
indulto general, y así lo manifestó al apoyar la proposición
de amnistía.
Entonces el Teniente Coronel Acosta pidió la pala-
bra para combatir aquella proposición, y empezó asi:
cYo miro con asombro que después de haberse em-
pleado tantos años en sancionar el Código Penal, la pri-
mera vez que se debe aplicar en los delitos sociales^ se in-
dulta. Semejante conducta, provocada por los participes
en los escandalosos sucesos de Vélez, Pasto y Timbio, jus-
tifica el dicho célebre del principal jefe de los rebeldes:
**Se me quiere juzgar como á los (tébiles, y yo soy fuette y
aforiunador
tEsta frase es el programa de las facciones en el pre-
sente año de 1840 .... Un respetable Diputado, jefe de la
ya han desaparecido, en cuyos hombros y cabezas lucieron á porfía lai
mucetas y borlas de diversos colores. Ahí esta lenta miquinade hacer
doctores ee hi subdividido en otras varias de vapor, con movimiento tan
rápido y multiplicado, que los vomitan á borbollones. Este edificio sólo
ha quedado para recuerdo de lo que fué en su primitivo origen, despuéi
como Senado en el siglo de oro de Colombia. Allí se oyó la vos elocuen-
te de Narifio, de Castillo y de los primeros personajes de nuestra histo-
ria. Admitióse alli la acusación contra Páez y pronuncióse la defensa de
Pefia, que fueron la primera causa de la disolución de la República.
Quise continuar el paseo, pero el aspecto imponente de la aristocracia
monetaria-republicana detuvo mis pasos á la vista de las dos suntuosas
y elegantes casas que dan principio de uno y otro lado á la siguiente ca
He. Hube, pues, de retroceder, reservándome emprender con más aliento
el segundo viaje á principios de la luna venidera, f i antes no me muero.
Tengan paciencia mis lectores, que puede ser que algún día los lleve has-
ta precipitarnos Juntos en el mismo cárcamo de San Victorína
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 37 1
Ad ninistración anterior, ha dicho que el Gobierno tenía
el deber de usar de la mayor clemencia con los que se re-
belaran; pero afortunadamente este principio esfa^so, por-
que si fuera cierto, con él se haría el proceso de su pro-
pia administración, que no sólo no brindó indultos á los
facciosos durante aquel período, sino que se opuso cons-
tantemente á que el Congreso los concediera.i>
Según dice el General Posada en sus Memorias^ San-
tander, al oír semejantes palabras vertidas por uno de sus
antiguos amigos, se manifestó en extremo desconcertado,
y nada contestó, puesto que aquella era una verdad que
no podía negar. Si él había cambiado de opinión porque
ya no gobernaba y los facciosos de 1840 no eran enemi-
gos suyos, sino todo lo contrario, Acosta, como todos los
que le acompañaron en el principio de su administración,
pensaban como él entonces; ellos continuaban creyendo
con la mayor buena fe que el mayor crimen que puede co-
meter un militar es levantarse en armas contra el gobier-
no legítimo, crimen que se debía castigar sin misericordia
y con la ley en la mano. Y esta opinión fué siempre la de
Acosta; por sostenerla combatió en 1841 contra sus ene-
migos políticos, y tomó las armas contra toda su volun-
tad en 185 1, yendo contra sus amigos políticos, como lo
veremos á su tiempo.
A pesar de los discursos en pro y en contra del pro-
yecto que se pronunciaron en aquella sesión, la mayor
parte de ellos moderados y juiciosos, la discusión se fué
agriando de una manera violenta. El General Antonio
Obando atacó cruel y gratuitamente al Ministro del Inte-
rior, el General Borrero, echándole en cara un acto de
crueldad ejecutado — según decía — en 1831. El Ministro
de lo Interior se defendió y probó que era falsa aquella in-
culpación, y volviendo^ después su cólera, no contra aquel
que lo atacaba, sino contra el jefe de la oposición, el Gene-
ral Santander, pronunció palabras terribles y sangrientas.
yi2 BIOGRAFU
que fueron escuchadas con disgusto hasta entre las filas
de los que más quejas tenían de Santander, porque, dice
el General Posada, «eran inconducentes, inoportunas, y
además injustas, en lo que decía con relación á la desgra-
ciada y lamentable muerte del Coronel Mariano París,»
Hé aquí las palabras memorables del General Borrero,
las cuales tuvieron la funesta consecuencia de causar con
su disgusto la muerte deí General Santander:
d . . . Pero yo no tuve la perfidia de mandar asesinos
á la casa de estos desgraciados (los facciosos) para que los
matasen, fingiéndose de su partido, como se hizo aquí en
1834; (^) y^ "^ ^^ orden al comandante de una escolta
que llevaba preso á un individuo para que, suponiendo
que quería escaparse, le asesinasen por la espalda, como
sucedió aquí con el señor Mariano Paris!»
El General Santander sufría ya grave enfermedad, la
cual se convirtió en aguda y mortal con el profundo des-
agrado que le ocasionó aquel tremendo ataque. Salió del
salón de las sesiones callado y triste. No le alcanzaron las
fuerzas sino para volver al día siguiente á la Cámara, en
donde puso de su parte á toda la concurr¿ncia con el dis-
curso mesurado y lleno de irónica moderación con que
contestó á los cargos que le hizo el señor Borrero acerca
de la conspiración de Sarda y de la muerte de París, de lo
cual ya hemos tratado en un capítulo anterior de la pre-
sente obra. Se vindicó clara y absolutamente de la muerte
alevosa del señor París, y declaró solemnemente su com-
pleta inculpabilidad. En cuanto á la muerte de Sarda, se
redujo á asegurar que fué consecuencia de imperiosas cir-
custancias que no pudieron evitarse, porque no había otro
medio de satisfacer la vindicta pública, é invocó ejemplos
de la historia en que se había obrado de igual manera
para precaver al Estado de un trastorno político.
(1) Se refiere á h muerte del General Sarda.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 373
m
Concluida la sesión, el General Santander salió para no
volver jamás á la Cámara. Desde aquel momento lo pos-
tró en cama el mal que lo llevó á la tumba algunas sema-
nas después, el 6 de Mayo, á los 48 años de su edad. Aun-
que era jefe del partido ultra-liberal, murió cristianamente,
después de haber recibido los auxilios de la Religión, de
manos del señor Arzobispo Manuel José Mosquera.
Muerto el General Santander, creyóse por sus partida-
rios que en el país no había otro hombre digno de reco-
ger su herencia, sino el General Obando. Pero este cau-
dillo del partido progresista ó liberal se hallaba desgra-
ciadamente en aquellos momentos encausado, y se le
seguía proceso criminal como asesino. Era preciso, pues,
que el jefe recuperase su libertad para obrar con entera
independencia en la trama revolucionaria que se extendía
por toda la República. Las guerrillas de Pasto, siempre en
armas por aquellos riscos inaccesibles hasta los cuales las
tropas del Gobierno no podían llegar jamás, aguardaban
al jefe para estallar de nuevo y declarar la guerra, ya con
mayores recursos, al Gobierno legítimo. Con ese objeto,
el 5 de Julio de aquel año, Obando, que estaba preso bajo
su palabra de honor en su propia casa, resolvió dejarla,
junto con Sarria, Alvarez y otros de sus compañeros en la
misma causa, los cuales estaban en otras partes, pero con
quienes tenía fácil comunicación.
Aquel encausamiento de Obando con una prisión á
medias fué un error político inmenso, pues exacerbaba las
pasiones de odio de éste y al mismo tiempo no le impedía
tramar todas las conjuraciones que tuviese á bien. Háse
tachado al General. Mosquera la mala voluntad que enton-
ces manifestaba á Obando, la cual hizo que se llevase
á cabo aquella acusación, de la cual el caudillo liberal,
como se sintiese culpable, no podía librarse sino por me-
dio de una revolución; han pensado muchos que hubiera
valido mejor dejar quietos á los asesinos del Mariscal Su-
374 biografía
ere, y evitar asi un trastorno público. Pero en cuanto á la
revolución, nunca se hubiera evitado, pues ya se habían
levantado en armas en muchas partes de la República, y
se tramaban conjuraciones en otras cuando Obando se
lanzó en la palestra.
Entre tanto, Acosta había permanecido en la capital
sirviendo en cuanto podía al Gobierno, sin descuidar por
eso sus estudios y sus/aulas.
A pesar de la efervescencia política que se sentía en Bo-
gotá, y la situación del país amenazado por todas partes
por los revolucionarios, se procuró hacer guardar la paz
y c9nservar la serenidad entre los estudiantes; así fué que
se reunió como de costumbre la Universidad para la aper-
tura de los estudios, y tocó leer al Teniente Coronel ]oa*
quin Acosta el discurso académico con el cual, s^ún los
estatutos, debían abrirse los cursos de la Universidad.
E^te discurso fué leído el 4 de Octubre, é inmediata-
mente después llamado al servicio activo, abandonó su
hogar y partió en comisión á Honda, á encontrarse con el
Comandante de la fuerza que iba de Cartagena á auxiliar
la capital. Con ese motivo no se encontró en ésta en los
aciagos idías en que corrió peligro de ser invadida por
los facciosos que iban del Socorro al mando del Coronel
Manuel González, después de haber vencido á las tropas
del Gobierno en la acción de la Polonia.
El Presidente, viéndose sin recursos suficientes para
hacer frente á la tempestad que lo amenazaba por el Nor-
te, al tener noticia de que las fuerzas del General H erran
habían obtenido triunfos en el Cauca, resolvió retirarse
hacía el sur en busca de auxilios. En aquella época, cuaji-
do aún no se había inventado el telégrafo eléctrico, el Go-
bierno estaba realmente á oscuras de lo que sucedía en
lejanas provincias, y veíase entonces en la necesidad de ir
personalmente á averiguarlo.
El señor Márquez resolvió, pues, como un medio de
DEL GENERAL JOAQUÍNT AGOSTA 375
salvar el Gobierno legitimo de caer en manos de los re-
volucionarios, ponerse á cubierto de ese peligro, y el lo de
Octubre salió de Bogotá con un corto séquito, y dejó el
Poder Ejecutivo en manos del Vicepresidente, General
Caicedo.
Los señores Cuervos, que tantas veces hemos citado,
dicen (fundándose en documentos fidedignos) lo siguien-
te: (I)
cEn la capital no había sino veinticinco veteranos; los
revolucionarios consideraban seguro é inmediato su triun-
fo, se desvergonzaban en los impresos, pedían cabezas por
las calles y pretendían que se les entregara el mando. En
esto llega el Coronel Juan José Neira, valiente procer de
la Independencia, con seis húsares, amilana con sus mira-
das de fuego á los revolucionarios que se pavonean por
las calles, excita el espíritu público, llama á las armas, sale
al encuentro del enemigo, que, lleno de arrogancia, avan-
zaba sobre Bogotá, y lo deshace el 28 de Octubre en los
campos de Buenavista (ó Culebrera). Por desgracia, heri-
do gravemente, no pudo coger el fruto de su victoria; el
enemigo logró rehacerse en las provincias del Norte, reu-
niéndose á las fuerzas llaneras de Francisco Farfán, y avan-
zó de nuevo hasta Zipaquirá.»
Permítasenos citar aquí algunos párrafos muy curiosos
de una obra reciente que se ha publicado en la Revista Lu
teratia de Bogotá, escrita por un testigo ocular de aque-
llos acontecimientos, y que pintan gráficamente las cos-
tumbres de aquellos tiempos:
€ . . . . Nunca se había producido en Bogotá semejante
exaltación ó fanatismo político como se viera entonces, y
con razón, porque la ciudad no debatía solamente el sos*
tenimiento del gobierno legítimo, sino también la defensa
de sus propios hogares. Era aquel un momento solemne
(1) Tomo 1.*, p. im.
■^«C-
376 BIOGRAFÍA
en la apática vida de esta metrópoli; mas como en todo
evento histórico de tal naturaleza surge siempre una mu*
jer á darle animación, aquí se presentó la señora doña Sil-
veria Espinosa á conmover á las multitudes con los pri-
meros acentos de su lira La musa recién aparecida
ofrendaba las primicias de su numen en la paráfrasis de un
canto bíblico, en donde el salmista pide á Jehová la salva*
ción y amparo de su pueblo El mismo día del alboro-
tado comienzo de la ^ran semana (aquellos días se llama-
ron la gran semana), doña Silveria Espinosa en persona
nos dio á los adolescentes de la guarnición la estampa con
el monograma de Jesús, la cual, á breve rato, ó casi de sú-
bito, se adoptó como cucarda entre la tropa. Esta divisa,
en forma circular, llevaba al rededor un mote que decía:
" Quien no está conmigo, está contta mi,'* lema entresacado
de la Santa Escritura, cuyo contexto, unido á la idea mís-
tica del himno antes citado, y á la participación del clero
en los lances marciales de actualidad, infundió cierto tinte
religioso á la lucha de los partidos, cosa en que ninguno
de ellos pensaba, pues tanto los ministetiales como los opo-
sicionistas (que así se distinguían respectivamente los pro-
sélitos y los adversarios del Gobierno) eran cristianos vie-
jos, que no disputaban sobre creencias divinas, sino sobre
opiniones humanas.:»
Como los partidarios del Gobierno habían tomado
por Patrono de su causa á Jesús Nazareno, hiciéronle en
San Agustín, — en donde se conserva una imagen muy ve-
nerada de Nuestro Señor Jesucristo, — y en la Catedral^
pomposísimas fiestas, y sacaron la imagen en procesión
vestida de uniforme militar, hasta que el señor Arzobispo
prohibió que así disfrazasen la santa efigie del Salvador.
La ciudad estaba entre tanto entregada á la mayor agi-
tación, pero decidida á defenderse de los facciosos, de ma-
nera que damas y plebeyas, caballeros y artesanos, todos
quisieron tomar parte en los trabajos de defensa, llevando
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 377
armas de los parques, atrincherando la ciudad lo mejor
posible para recibir al enemigo y rechazarlo. Felizmente,
en aquellos momentos de peligro se tuvo noticia del re-
greso y aproximación del Presidente Márquez con el Ge-
neral Herrán, á la cabeza de varios batallones que habían
reunido en el Cauca para atender á la defensa de la capi-
tal de la República, con lo cual cesó el peligro inmediato
y la ciudad recuperó su tranquilidad.
Desgraciadamente, empero, el héreo de Buenavista y
de otros campos de batalla en que había combatido como
un león durante toda la guerra de la Independencia, no se
curó de sus heridas, y murió llorado por toda la Repú-
blica, el 7 de Enero de 1841.
CAPITULO V
BuceaoB po! í lieos.— Acosta ecn prende campafia bajo las órdenes del Coro-
nel Po^ada.— Opio ion de éste.— Desastres en el Cauca. — Sus mofi-
míenlos como jefo militar en Mariquita y Antioquia. — Llega á Cali á
tiempo para tomhr parte f-n la batalla de la Ohanea.^Somete al in-
dio Ibitói— Lo ascienden á Coronel efectivo.— Concluida la guerra, va
como Ministro á Washington. — A su regreso se encarga de la cartera
de Relaciones Exteriores. — El desempeño de este empleo. -Carta que
le dirige el General Uerráa al concluir su período presidencial. ~ A cos-
ta resuelve hacer un viuju á Europa.— Sus motivos.
1841-1845
Como dijimos en el capítulo anterior, Acosta se halla-
ba en Honda sirviendo en el ejército que se organizaba
allí contra los facciosos, cuando la Capital pasó por los pe-
ligros que narramos, y naturalmente sufrió hondas angus-
tias al pensar que allí estaba su familia.
Entre tanto continuaba la campaña contra los revolu-
cionarios del Norte. Herrán y Mosquera los vencieron en
las acciones de Aratoca (9 de Enero), de Tescua (i.^ de
37B BIOGRAFÍA
Abril) y de Ocaña (9 de Septiembre). Con este último triun-
fo quedaron pacificadas las Provincias del Norte y de la
costa Atlántica, pero faltaban las del Sur y del Oeste de la
República.
De regreso del Norte, en donde quedó Mosquera, el
General Herrán se dirigió á Honda. Allí se organizaban
las fuerzas que deberían seguir para el Sur. Hallándolas
preparadas, dio la orden de que se pusiesen en marcha
bajo las inmediatas órdenes del entonces Coronel Joaquín
Posada Gutiérrez.
Acosta mandaba el Batallón número 10, compuesto en
gran parte de reclutas que habían enviado de las provin-
cias del Norte, y fué el primero que por la montaña del
Quindió se movió sobre Cartago, á fines del mes de Fe-
brero. El II de Marzo salió de Ibagué en calidad de des-
cubierta, llevando orden del General Herrán para que ejer-
ciese el mando militar en el Cauca apenas se encontrase
en Cartago.
Algunos días después lo siguió el Coronel Posada por
el mismo camino, dejando atrás el grueso del ejército. Hé
aquí lo que dice este militar en sus Memorias y en sus
Apuntamientos sobre la campaña del Sur:
cLleno mi corazón de esperanza y ex(iltado mi patrío-
tisipo con la idea de ser útil, y satisfecho con la confianza
que merecía del Gobierno y del General en Jefe, (i) Gene-
ral Herrán, marché solo con mi ayudante de campo, el
Teniente Tomás Vallarino, en alcance del Comandante
Acosta .... Pero en medio de la montaña, cuando más
tranquilo caminaba, encontré un posta con un papel que
Aoosta enviaba al General Herrán, escrito en la Balsa, en
qu^ 4aba parte de que el día 12 de Marzo había sido com-
pletamente destruida la 2.* División en el llano de García,
por el ex~General José María Obando, con fuerzas consi-
(]) Kl cual en tomblén Presidente de U República deide el 1.* de
aquel afto.
misi
Lbrjlde
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 379
derables; que nadie había escapado, perdiéndose la artille-
ría y otros muchos elementos de guerra; que no se sabía
del General Borrero, y que Obando ocupaba casi todo el
Cauca, cuyos pueblos estaban sobrecogidos de terror, y
otros pormenores de aquel trágico y lamentable suceso
añadiendo que era cosa cierta la inmediata venida de Cor-
doba á Cartago, con una columna de 400 á 500 hombres;
participaba, sin embargo, que seguía á paso redoblado para
dicha ciudad
€ El Comandante Acosta, como Jefe de Estado
Majror de la División, había adelantado muchos pasos
{cuando Posada llegó á Cartago) y me ayudó después efi-
cazmente á continuarlos y multiplicarlos. En los once días
que duró aquella cruel expectativa (la venida de Córdoba)
no descansábamos un momento, alternándonos, y ni aun
así podíamos dar evasión á cuanto ocurría
cEl Coronel Acosta, añade más lejos, tiene potos riva-
les para el destino de Jefe de Estado Mayor, principalmen-
te en campaña, porque su actividad y su inteligencia no
dejan nada que desear. Mientras estuvo á mi lado, me fué
de suma utilidad, quitándome el peso de los detalles y por-
menores que tanto embarazan y distraen al que manda,
muchas veces con daño del servicio. Siempre oí su opi-
nión, porque puede darla; y por último, todo su compor-
tamiento fué digno y resuelto en los mayores conflictos.» (2)
Acosta llevaba durante toda aquella campaña, á pesar
de lo mucho que tenía que trabajar en ella, un Diario; pero
éste no se halló entre sus papeles, y sólo hemos encontra-
do algunos párrafos de él en las Memorias y en los Apun^
tamientos del General Posada.
Al cabo de once días, viendo al fin el General Posada
(entonces Coronel) la imposibilidad en que estaba de le-
vantar fuerzas suficientes para hacer frente á Córdoba, que
(9) ApufdamiMUM $obre la empaña del ¿fur, página 18.
380 biografía
llegaba por un lado, y á Óbando, que ya era dueño de toda
la provincia del Cauca, resolvió retrogradar á Ibagué.
Estando en esta última ciudad, Posada recibió orden
de pasar á Neiva con los Batallones números 6 y 10, á
marchas forzadas, entre tanto que á Acosta se le mandó
marchar con una columna al norte de la provincia de Ma-
riquita. Con motivo de aquel movimiento, el Secretario de
Guerra y Marina le manifestó en una carta, con fecha 25
de Mayo, su gratitud por la eficacia con que habia sabido
vencer, como Jefe militar del Circuito del Norte de Mari-
quita, las dificultades que se le presentaron á cada paso
para cumplir las órdenes que se le dieron. Con fecha 25
de Junio le transcriben otra nota muy halagüeña, en la
cual el Poder Ejecutivo aplaude la manera como llegó á
Medellin con la columna que mandaba, venciendo inmen-
sos inconvenientes y sobreponiéndose á todo, de manera
que llegó á tiempo para asegurar el triunfo de las armas
del Gobierno contra los revolucionarios, que fueron bati-
dos en Salamina por el General Enao.
No bien quedó pacificada esa provincia, cuando Acos-
ta marchó de regreso al Cauca con las armas y la artillería
que allí se necesitaba, llegando á Calí el 18 de Julio.
El Coronel Joaquín Barriga (después General) se pre-
paraba en aquellos momentos para librar una batalla con-
tra Obando en persona, de la cual dependía la suerte de la
provincia, pero se encontraba en grandísima inferioridad
con respecto al ejército del enemigo. La llegada á marchas
forzadas de Acosta conduciendo la artillería de la 2.* Divi-
sión, llenó de entusiasmo á las tropas del Gobierno, las
cuales fueron debidamente situadas en puntos ventajosos
en las inmediaciones de la población y en un callejón que
se llama la Chanca, Obando avanzaba con dos mil hom-
bres de todas armas; y pensaba derrotar fácilmente á Ba-
rriga, el cual no sabía que hubiese recibido refuerzos.
La batalla se empeñó no bien el enemigo empezó á
DEL GENERAL JOAQUÍN ACOSTA 38 1
acercarse al callcjóiT. Sorprendido por fuegos que no espe-
raba recibir, la vanguardia de Obando primero, y después
la caballería, se declararon en derrota, de manera que el
triunfo de las tropas del Gobierno fué poco sangriento y
muy satisfactorio. Obando, sin embargo, logró escapar
con algunos de sus oficiales. Barriga se hizo dueño de to-
das las armas, caballos, bagajes de los enemigos, y además
tomó setecientos prisioneros, los cuales fueron presentados
al General Mosquera dos horas después del combate, cuan-
do llegó apresuradamente de Caitago en auxilio de Barriga.
A pesar de que Obando huyó hasta Pasto y de allí si-
guió por Mocoa con dirección al Perú, aún había dejado
algunas guerrillas que combatían en su favor. Éstas, so
pretexto de guerra política, cometían horribles depredacio-
nes, y los pueblos inermes no cesaban de quejarse de ellas,
hasta que, viéndose apretadas por las tropas del Gobierno,
resolvieron acogerse á un indulto ique había promulgado
éste. Sin embargo, ya el General Mosquera había mandado
fusilar á los jefes más importantes de la insurrección qtie
cayeron en sus manos y no habían querido rendirse á
tiempo.
Concluida la guerra en el valle del Cauca, el Poder Eje-
cutivo volvió los ojos hacia algunos indígenas, partidarios
del General Obando, que continuaban alzados. Con fecha
9 de Noviembre de escaño encontramos una nota del Jefe
de la División de Reserva, en la cual dispone que el Coro-
nel (graduado después de la acción de la Chanca) Joaquín
Acosta se mueva con una columna á sus órdenes á atacar
y batir al indio Ibitó, que hacía grandes daños en el Can-
tón de la Plata.
Acosta se puso en marcha inmediatamente y muy en
breve logró someter aquellos indios; los jefes de éstos se
acogieron al indulto, y el territorio quedó pacificado.
Aún estaba en Tiett a Adentro (como llaman los cerros
que habitan aquellos indios), cuando Acosta recibió un
382 BiOGfiAFÍA
oficio del Secretario de lo Interior y Relaciones Exteriores
(don Mariano Ospina) en el cual le ordenaba que procura-
se estudiar aquello^ terrenos, los cuales rara vez visitaban
los blancos, y que procurase darse cuenta de los mejores
lugares que podrían convenir para abrir caminos y comu-
nicaciones entre Popayán y el cantón de la Plata.
Después de hal^r cumplido todas aquellas comisiones,
Acosta regresó á Bogotá después de un año de campaña y
continuo trasegar por los climas más diversos, de haber
recorrido media República y de ha' er servido fiel y abne-
gadamente al Gobierno legítimo.
El Congreso de 1842 aprobó el nombramiento de Co-
ronel efectivo que el Poder Ejecutivo había hecho en Acos
ta como premio de su comportamiento durante la revolu-
ción, y los servicios que había hecho á su patria. En aque-
lla época los ascensos no se hacían sino cuando los servi-
cios de los militares eran importantes y después de mu-
chas campañas.
No bien hubo regresado al seno de su familia, cuando
el Poder Ejecutivo tuvo á bien nombrarle Ministro en
Washington.
El Gobierno de Nueva Granada necesitaba mandar
con urgencia un Enviado Diplomático que estuviese al
corriente de los últimos acontecimientos ocurridos en la
República, para borrar la mala impresión que ambos paí-
ses habían recibido con la conducta del Encargado de Ne-
gocios de los Estados Unidos, Mr. |. Semple. Este había
tenido por conveniente reñir con el Poder Ejecutivo neo-
granadino, pedir sus pasaportes con arrogancia inusitada,
ofreciendo no volver á comunicarse con el Gobierno de
la República cerca de la cual hacía algunos años que esta-
ba acreditado.
La misión de Acosta consistía en dar las explicaciones
del caso y pedir que se enviase un ministro más cortés y
más grato para la República Granadina.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 383
Además, como lo expresa el mismo Acosta, al año si-
guiente, siendo Ministro de Relaciones Exteriores, debería
celebrar un tratado de amistad, comercio y navegación
con los Estados Unidos. Pero éste no pudo concluirse,
porque aquel Gobierno prescribía como condición indis-
pensable la abolición de toda especie de derechos dife-
renciales sin ninguna compensación efectiva.
«Salí de Bogotá hacia ñnes de Abril de este año, y
«después de un viaje dilatado (escribe Acosta con fecha
23 de Junio, á su Gobierno) por la falta de comunicacio-
nes inmediatas de los puertos en las Antillas en que me
vi obligado á tocar, con los de esta República, llegué á
Chárleston el día ii del presente. Al siguiente me puse
en camino, y el día i6 pude ya dirigirme desde esta capi-
tal (Washington) al Secretario de Estado, que es al mismo
tiempo Jefe del Gabinete y el encargado de las Relaciones
Exteriores, pidiéndole me designase un día para presen-
tar mis credenciales, etc.9
Mr. Webster se manifestó muy bien inspirado con res-
pecto á Nueva Granada, y le anunció que ya se había
nombrado otro ministro, que partió quince días después.
Dijole que sus muchas ocupaciones en aquellos momentos
le impedían ocuparse del asunto de Mr. Semple, pero que
tuviera por entendido que los Estados Unidos querían
conservar relaciones amistosas con la Nueva Granada.
Entre tanto que se desocupaba el Ministro, y podía
atenderle, Acosta se hacía presentar en la culta sociedad
de Washington y Nueva York.
Entre las muchas cartas de recomendación que lleva-
ba Acosta, transcribiremos la siguiente por estar dirigida á
Enrique Clay, uno de los hombres más importantes de la
República Norteamericana, (i) por un patriota de la gran
Colombia, como lo fué don Pedro Gual.
( l) Bate hombre de estado americano nació en Virginia en 1777. Dea-
384 BIOGRAFÍA
" Honorable BoriqueClay, etc., etc., etc.
cMi muy estimado señor:
<iMe tomo la libertad de introducir al conocimiento de
usted al señor Coronel Acosta, que va á partir de aquí ma-
ñana para Washington. Este caballero es un patriota dis-
tinguido y un buen ciudadano de esta Repúblicaí muy dig-
no por sus conocimientos y servicios del aprecio y consi-
deración pública. Por cualquiera atención y buenos oficios
que usted tenga la bondad de dispensarle durante su resi-
dencia en esos Estados Unidos, le quedará siempre muy
reconocido su antiguo amigo y obediente servidor,
cP. GUAL.
«Bogotá, Abril 12 de 1842.1»
En Washington fué recibido con señalado aprecio por
el Presidente Juan Tyier, (i) y tuvo amistad con el Mi-
nistro de Relaciones Exteriores, señor Daniel Webster,
uno de los ciudadanos más notables de su patria. (2)
pues de una educación iocomp?eta 7 una juventud laboriosa» se recibió
como abogado á los veinte afios. 7 te distinguió en su profesión tanto, que
el Estado de Kentuck7 lo envió á Washington como Senador. En 1811
ocupó la Presidencia del Congreso, 7 desde 1812 se ocupó activamente en
proteger la independencia de las colonias espafiolas. Como Ministro de
los Estados Unidos en Europa, llamó la atención; como miembro del Gk>-
bierno del Presidente Adams siempre se distinguió por sus esfuerzos en
favor de las repúblicas americanas 7 la emancipación completa de los es-
clavos. Su memoria es particularmente venerada en su patria.
(1) Nacido en Virginia en 1790. Hijo de un rico propietario, recibió
una excelente educación, 7 en br^ve se distinguió como hombre político.
Fué primero Representante, Be lador, Gobernador 7 Vicepresidente, 7
por último Presidente en lfcf4]. Durante su periodo anexó á Texas, lovra
7 Florida, 7 al concluir su magistratura se retiró á la vida privada. Mu-
rió en 1862.
(2) Había nacido en 1782, en pobre cuna; pero sus cualidades lo hicie-
ron tan populur, que obtuvo todos los más altos puestos públicos de su
patria, palvo la Presidencia. Fué varias veces Ministro de Estado. Dea-
aprobó las anexiones 7 las guerras con las Repúblicas vecina?, 7 procuró
proteger á los sudamericanos.
DBL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 385
Como Acosta hablaba corrientemente la lengua ingle-
sa, y estaba al cabo de todas las cuestiones políticas y lite-
rarias del mundo civilizado, podía siempre tomar parte en
las conversaciones, y por consiguiente era muy apreciado
en toda sociedad que frecuentase.
Entre los muchos asuntos que embargaban la atención
del Gobierno de los Estados Unidos, estaban las disputas
que tenían con México, disputas que tenían irritados los
espíritus en uno y otro país.
No se vio con el Presidente de los Estados Unidos
hasta fines de Julio. Este le recibió con mucha afabilidad
y cordialidad, como arriba dijimos, pero no por eso el Po-
der Ejecutivo, ó más bien el Ministro de Estado y Rela-
ciones Exteriores, se ocupaba del asunto que había lleva-
do á Acosta á los Estados Unidos. Su Gobierno le había
señalado término fijo para que despachase ese negocio, de
manera que se habían pasado los seis meses fijados, y aún
no había podido tener conferencia ninguna con el Minis-
tro del ramo. Entre tanto, supo que Mr. Webster debe-
ría ausentarse por dos meses, durante los cuales no se
ocuparía de política. Pidióle licencia para ir á verle en
Boston, y así lo hizo, pero nada obtuvo de la conferencia
que con él tuvo, porque le dijo que no había tenido tiem-
po de estudiar el asunto. Acosta entonces resolvió regre-
sar á su patria á dar cuenta de su misión, llegando á Bo-
gotá al empezar el año de 1843.
La República estaba en completa paz, pero el malestar
que queda en un país que se ha visto desgarrado por una
revolución que duró dos años, no había pasado todavía, y
los rencores, la miseria, los cambios de fortuna que pro-
ducen los trastornos políticos, tenía á todos los ciudada-
nos en un estado de agitación que no les permitía em-
prender aquellos negocios, esas industrias que forman la
riqueza verdadera de una nación. La famosa quiebra de
un audaz negociante (Landínez) que arruinó á muchos
BIOOBAVIA 80
386 BIOGRAFÜ
hombres antes acaudalados y á gran número de personas
que habían especulado con él, produjo en Bogotá un ver-
dadero estupor y quebró en su raíz muchas industrias qu:»
procuraban levantarse sobre las ruinas de las que habian
claudicado en años pasados.
Desde Noviembre de 1842 los restos del Libertador ha-
bían sido devueltos á Caracas, su patria. Esta, que vivo lo
había proscrito, muerto olvidaba la ingratitud que usó con
él para reclamar sus cenizas. Una reacción marcada en fa-
vor de Bolívar se notaba en toda la antigua Colombia, y
ya no se atrevía nadie á proferir improperios contra él; la
' posteridad empezaba para el Libertador, y ésta era más
justa que sus contemporáneos.
El último día de aquel mismo mes habían fusilado en
la plaza mayor — llamada de Bolívar— de Bogotá al que in-
directamente clavó el puñal en el corazón del Libertador
y lo condujo á una muerte prematura, al mismo tiempo
que asesinó al Mariscal Sucre; pues Bolívar empezó á ago-
nizar desde el momento en que tuvo noticia del asesinato
del vencedor de Ayacucho. Se entiende que nos referimos
al fusilamiento de Apolinar Morillo, el reo convicto y con-
feso del asesinato de Sucre, según dijo, á instigación del
General Obando, el cual, á su turno, obedecía á los man-
datos del comité liberal de Bogotá.
En la misma semana en que el desventurado Morillo
pagaba su crimen en el cadalso, tuvo lugar en Bogotá la
primera Exposición industrial que allí se vio.
Bajo la administracióa Herránse hicieron grandísimos
esfuerzos para mejorar la instrucción pública, de manera
que á principios de 1^843 ^^ fundaron en las provincias es-
cuelas normales; se aumentaron las de primeras letras; se
reformaron y reglamentaron las enseñanzas de jurispru-
dencia y medicina, y se expidieron decretos para fundar
cátedras de ciencias que antes no se habían enseñado en
el país. Acosta había vuelto á ocupar su puesto en el Con-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 387
greso. Este, el de 1843, reformó la Constitución de 1832,
que hasta entonces había regido; con esto hiciéronle nota-
bles mejoras, según unos, cometieron enormes errores,
según otros.
Con la nueva Constitución el Poder Ejecutivo gozaba
de facultades tales, que hubiera podido gobernar con per-
fección si sus representantes eran buenos y perspicaces, é
inicuamente si los que tenían en sus manos las riendas del
poder eran malos ó carecían de prudencia.
Antes de que regresase Acosta de los Estados Unidos,
y fundándose en una ley expedida por el Congreso de
1842, el Poder Ejecutivo (influido por el Secretario don
Mariano Ospina, por el señor Arzobispo, el Ilustrísimo
Manuel José de Mosquera, y por el General Mosquera
(entonces ultra-conservador), mandó llevar á la Repú-
blica miembros de la Compañía de Jesús, con el objeto
particularmente de que sirvieran las misiones de los indios
salvajes del Darién, los Andaquíes y los llanos de Casanare.
Era aquella la época en que más guerra se hacia á la
Compañía de Jesús en Europa, y cuando la juventud bo-
gotana devoraba las novelas de Eugenio Sue y otras que
atacaban á los discípulos de San Ignacio; por ese motivo
el doctor Cuervo, don José Eusebio Caro, Joaquín Acosta
y otros, pensaban que la llevada de los jesuítas era inopor-
tuna en aquellos momentos, no porque estuvieran en con-
tra de la Compañía, sino porque aquello daría pábulo á las
pasiones de los enemigos. Efectivamente, así sucedió: una
espantosa grita del partido liberal se levantó contra ella,
grita que no cesó hasta que durante la administración Ló-
pez—cinco años después — logró al fin expulsarla del país
con inaudita crueldad y barbarie.
El 2 de Octubie de aquel año de 1843 Acosta renuncia
á los empleos provinciales que desempeñaba gratuitamen-
te, y acepta un puesto en la Admmistración del General
Herrán, como Ministro de Relaciones Exteriores, destino
388 BIOGRAFÍA
que conservó hasta Marzo de 1845, cuando claudicó la
Presidencia del señor Herrán.
Durante ese tiempo el Ministro de Relaciones Exterio-
res celebró varios tratados importantes con Venezuela (i)
y otras potencias; llevó á cabo una convención postal muy
útil con Francia; auxilió con sus luces y anteriores estu*
dios al Secretario, don Mariano Ospina, en el plan de es-
tudios universitarios que entonces se expidió, plan que se
consideraba entonces demasiado rígido, pero que la prácti-
ca probó que era muy provechoso, porque entonces se edu-
caron muchos jóvenes que después han sido hombres úti-
lísimos en todos los ramos de los conocimientos humanos.
La casa de Acosta era el centro en que semanalmente
se reunían los diplomáticos extranjeros y los miembros
del Poder Ejecutivo, conservando así las buenas relacio-
nes sociales con decoro entre unos y otros, y con ello
ofrecía hospitalidad culta y agradable á los extranjeros, á
quienes les proporcionaba ratos de solaz, rodeados por la
mejor sociedad de la capital de la República, tanto mas-
culina como femenina. cEste es un deber, decía Acosta,
de todo Secretario de Relaciones Exteriores que compren-
de su posición en el Gobierno de su patria.»
En aquellos recibos, que nada tenían de ostentosos, se
respiraba una atmósfera de cordialidad, de buen gusto y
de compostura, que daba muy buena idea de la sociedad
bogotana de aquella época. Allí tocaban y cantaban las
señoritas, si no con la perfección que lo hacen hoy las hi-
(1) Según lo dUimtmente publicado en los Analet Diplomdtieoa y Con-
mtlarei d» Colombia, los trabajos de Acosta en los asuntos de límites con
Venezuela son en extremo importantes, de manera que, dice el actual Mi-
nistro de Reiaciones Exteriores, doctor A. J. üribe, *' si no dejó resuelto
desde entonces el asunto, s! lo definió en todas sus partes con una clari-
dad absoluta y con tanta abundancia de pruebas y razones, que sobre
ellas había de fundarse más tarde la defensa de los derechos de Colombia."
(Véase Analu Diplomáíióoi y Contularei de Colombia, bajo la dirección
de A. J. Uribe, Diciembre de 1900, tomo 1.% página 84).
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 389
jas y las nietas de aquellas mismas, á lo menos procura-
ban imitar en lo posible las lecciones que algunas de ellas
habían aprendido en el Extranjero; allí se bailaba alegre-
mente, se conversaba, se recibían noticias políticas de otros
países, y los que deseaban imponerse mejor de ellas po-
dían recorrer los periódicos extranjeros, los libros euro-
peos más recientes que Acosta pedía con ese objeto, y que
cubrían las mesas de su estudio y los anaqueles de su bi-
blioteca. Además, poseía un pequeño museo de obras na-
cionales y de la época pre-colombina, y una colección de
medallas americanas y europeas y muestras de fósiles ame-
ricanos, de mineralogía y de plantas disecadas suñcientcs
para contentar la curiosidad de los amantes de aquellas
cosas.
El Ministro de Francia en Bogotá era entonces un
hombre muy notable, el Marqués De Lisie, el cual había
reemplazado al Barón Gros, ambos personas que después
desempeñaron altos destinos en la carrera diplomática.
Por medio de este Ministro (De Lisie) había enviado el
Gobierno francés una comisión científica al istmo de Pa-
namá para que lo explorase, con la mira de abrir el canal.
Al mismo tiempo el Gobierno de Nueva Granada mante-
nía un Agente diplomático en Londres para que trabajase
en el mismo sentido en la Gran Bretaña y en las demás
potencias marítimas de Europa.
El tratado comercial que no había podido ajustar el
mismo Acosta como Agente diplomático en los Estados
Unidos, lo llevó á cabo en su calidad de Ministro de Re-
laciones Exteriores, «con lo cual, dice en su Memoria al
Congreso de 1845, se afianzará al fin un pacto solemne
con la primera República de nuestro continenlo
Acosta no desempeñó su empleo de Ministro de Rela-
ciones Exteriores sino diez y ocho meses, al cabo de los
cuales terminó la Presidencia del General Herrán.
En vísperas ya de concluir éste, Acosta se separó de la
390 biografía
Secretaría. Con ese motivo recibió la siguiente comunica-
,ción, que transcribimos in extenso:
€EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
al konofahle señor Coronel Joaquín Acesia, Secretario de la
República en el Despacho de Relaciones Exieriofes.
" Bogotá. 18 de Marzo de 1845.
cAnles de que termine el período de mi mando, debo
manifestar á los señores Secretarios de Estado el aprecio
que merecen los servicios que han prestado á la patria en
el tiempo de mi Administración, y es con este objeto que
me dirijo á usted.
«En el momento de posesionarme del destino de Pre-
sidente ocupé á usted en la comisión militar más delicada
que en aquellos momentos se me presentaba, y de la cual
pendía la seguridad de la provincia de Bogotá; la desem-
peñó usted tan ventajosamente, que supliendo la falta de
instrucciones en lo que yo no le había prevenido expresa-
mente, tanto por la confianza que tenía en usted, como por
la premura con que lo despaché, obró usted conforme á
mis deseos, marchando rápidamente á la provincia de An-
tioquia para asegurar en ella los resultados que se obtu-
vieron con el triunfo de Salamina, y pasando sin demora
á contribuir de un modo sustancial al triunfo de la Chanca.
«Concluida que fué la última campaña del Sur, obtuvo
usted del Vicepresidente de la República, encargado del
Poder Ejecutivo, una misión diplomática de carácter ur-
gente cerca de los Estados Unidos, en cuyo desempeño
llenó usted perfectamente los deseos del Gobierno, libran-
do á la República de una cuestión desagradable, y regre-
sando con inesperada presteza á ocupar el asiento que tem-
poralmente había dejado usted en la Cámara de Represen-
tantes.
«Fué después de estos servicios importantes prestados
DEL GENERAL JOAQUÍN ACOSTÁ 39I
bajo mi Administración que nombré á usted Secretario de
Relaciones Exteriores, correspondiendo en este destino á
mi conñanza del modo más satisfactorio. Por medio de
usted he logrado mejorar las relaciones que existían con
los Gobiernos amigos. Además de esto, ha defendido us-
ted en todas las cuestiones internacionales que se han ocu-
rrido, los intereses de Nueva Granada de un modo tan
provechoso á la Nación, que siempre le hará honor, de-
biendo quedarle la satisfacción de que en tantas negocia-
ciones como han ocurrido en su tiempo, ningún grava-
men injusto queda impuesto á Nueva Granada, y yo
dejo con gusto mi nombre asociado á los negocios inter-
nacionales que usted ha manejado, porque en toda época
se reconocerá el patriotismo que ha guiado á la Adminis-
tración.
«Además de haber sido usted el fundador de la Secreta-
ría de Relaciones Exteriores, ha tenido también á su car-
go en dos distintas ocasiones la Secretaria de Hacienda y
la de Guerra, en cuyo despacho provisional manifestó el
mismo interés que en su propia Secretaría.
«Reciba usted la expresión de mi reconocimiento, sir-
viéndose igualmente aceptar el distinguido aprecio con que
soy su muy atento y obsecuente servidor,
<P. A. H ERRAN.»
Para reemplazar al General Hcrrán en la Presidencia
habíanse presentado tres candidatos: el General Tomás C.
de Mosquera, el General Eusebio Borrero y el dofctor Ru-
fino Cuervo. Obtuvo la mayoría de los votos el primero;
éste no era el candidato de Acosta, lo conocía demasiado
y creía que su carácter sería fatal para el país, el cual ne-
cesitaba un gobierno tranquilo, sensato, y sobre todo alta-
mente pacífico; temía el espíritu de aventura que distin-
guía á Mosquera, y desconfiaba hondamente de sus actos.
Con ese motivo resolvió abandonar el país por algunos
39^ BIOGRAFÍA
años; además, tenia otros motivos poderosos para hacerlo.
En primer lugar, hacia algunos años que se ocupaba asi-
duamente en reunir libros y documentos antiguos acerca
de la historia patria, con intención de escribir una historia
extensa, seria, imparcial y concienzuda de Nueva Gra-
nada. Esta debería arrancar desde la época del descubri-
miento y conquista de este pais por los españoles, y, des-
pués de estudiar los tiempos de la colonia, llegar hasta la
época moderna. Semejante empresa no podía llevarse á
cabo con serenidad, en medio de las luchas de la política
y de las muchas atenciones que tenía sobre si; por otra
parte, sólo en Europa, y sobre todo en España, podría en-
contrar los datos suficientes que necesitaba. Fuera de éste,
otros motivos lo llevaban á Europa, á saber: dar una edu-
cación sólida á su hija única, en la cual había puesto todo
su cariño, y al mismo tiempo prop\)rcionar á su esposa la
satisfacción de volver á ver á su madre y al resto de su fa-
milia, de quienes hacía trece años que estaba separada.
Una vez que tomó aquella determinación, Acosta se
ocupó activamente en ponerla por obra; arregló sus inte-
reses de manera que pudiese recibir fácilmente en Europa
las modestas rentas que provenían de su herencia paterna;
pidió licencia para ausentarse del servicio militar durante
dos años, y el 15 de Abril de aquel año de 1845 se puso
en marcha para la Costa con su familia.
CUARTA PARTE
CAPITULO I
•
Viaje á Europa. ~ Carta del Gkneral Mosquera. —La familia de Acoeta te
queda en Hallfax.^Acosta llega á París.— Viaje al sur de Francia. —
Kavegación di RóJano. — Arles. — Marsella.— Roquefavour.— Se
embarca para Espafia.— Pasajeros,— Pasaje.— Barcelona.— Bibliote-
ca.—ArchÍTo.— El sefior Roca.— Torres y Miralda.— Pareci6!e el pue-
blo espafiol más culto que el francés.- Valencia.— Sir John Domej
Harding.- La Huerta de Valencia.— Murviedro.— Sagunto.— Fábrica
de azulejos.— Aspecto risuefio do Valencia.
1845
Al tiempo de salir de Bogotá, Acosta recibió la siguien-
te carta de recomendación que le envió el Presidente
Mosquera:
*' Para el Excelentisimo sefior Presidente de los Estados Unidos.
" Excelentísimo sefior:
cUno de mis primeros pasos al posesionarme del Po-
der Ejecutivo de esta República, como su Presidente cons-
titucionalmenté electo, ha sido el de participar á V. E. mi
advenimiento á tan alta magistratura, por medio de una
394 biografía '
carta de Cancillería que será puesta en manos de V. E.
por el señor Coronel Joaquín Acosta.
cEste distinguido compatriota mío ha sido por bastan-
te tiempo, cíjmo V. E. lo sabe, Secretario de Relaciones
Exteriores de Nueva Granada, y en una época no muy dis-
tante tuvo el honor de representar en Washington á dicha
República. Estas circunstancias, y el respetable carácter
personal del señor Acosta, lo hacen digno de un aprecio
general y me autorizan á mí para recomendárselo á la con-
sideración de V. E.
«Aprovechóla oportunidad que con tal motivo se me
presenta para ofrecer á V. E. las seguridades de la muy dis-
tinguida estimación que le profesa
«T. C. DE Mosquera.
«Palacio de Gobierno de Bogotá, 14 de Abril de 1845.»
Acosta, sin embargo, no presentó aquella carta de re-
comendación personal; no estuvo en Washington, sino
que pasó unos pocos días en Nueva Yoik, y de allí pasó á
Halifax — Nueva Escocia — en donde dejó á su esposa con
su madre, la señora Kemble, y á su hija, perfeccionándose
en la lengua inglesa, de la cual ya tenía gigunas nociones.
Entre tanto que su familia permanecía un año en Ha-
lifax, Acosta partió para Francia. En París buscó á algu-
nos de sus amigos que cerca de veinte años antes le ha-
bían dispensado su amistad. Muchos de estos habían muer-
to, como el General Lafayette, etc., otros se habían encum*
brado tanto en la sociedad, que esquivó presentarse áellos;
pero reanudó sus relaciones con aquellos cuyo modo de
vivir modesto le permitía alternar con ellos. Además, tuvo
el gusto de encontrar establecido en París á su hermano
Domingo, el cual vivía como un anacoreta, aislado de la
sociedad y entregado á sus libros y á estudios que desgra-
ciadamente jamás tuvieron resultado alguno para los
demás.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 395
Antes de empezar seriamente á escribir la historia que
tenia pensada, Acosta quiso ir á España á estudiarla en
los archivos de Sevilla y de Madrid, en donde debería en-
contrar los principales documentos acerca del descubri-
miento y conquista, que formaría el primer tomo de su
obra, único que alcanzó á escribir y publicai.
Del Diario que llevó durante su viaje á España extrac-
tamos algunos párrafos:
«Salí de París el 26 de Agosto á las siete y cuarto de
la mañana, en la diligencia de Compte Caillard, la cual nos
llevó al embarcadero del ferrocarril. Allí fué desmontada
y trasladada sobre ruedas por carriles, por medio de un
procedimiento que vi en Woolwich desde 1830, y que ten-
go dibujado en mi Diario de Inglaterra, j Ahora dicen (en
Francia) que esta es una invención maravillosamente
nueva!
«Las sesenta millas que hay entre París y Orleans las
anduvimos en poco más de tres horas, es decir, como vein-
te millas por hora; velocidad racional que hace menos te-
mibles los accidentes
« En Orleans la diligencia volvió á sus ruedas, y
así seguimos viaje costeando el río Loire. Iba conmigo un
pintor de paisajes, inglés, y éste me hacía notar los puntos
de vista más hermosos.»
Pasaron durante la noche por Nevers y otras ciudades
y aldeas. Poco más allá de Roanne empezaron á encontrar
las altas colinas que dividen el río Loire del Ródano y el
Saona.
« El paisaje aquí, dice, es bellísimo, y pocos luga-
res he visto tan pintorescos como San Sinforiano de Laye.
Allí se ven las bellas casas de campo del Barón de Dailly
y del Conde de Chavignac, las cuales se distinguen por su
hermosura. A lo lejos descubríamos las cadenas del Mon-
te de Oro y del Monte Brisson, cuyo aspecto encantador,
á la luz de una bellísima tarde de verano, me causaron
396 biografía
vivo placer Llegamos (el 28) á la ciudad de Lyon (la
segunda de Francia) en medio de un extraordinario bu*
lucio y movimiento mercantil. Me alojé en el Hotel del
Norte. La ciudad me pareció singularmente embellecida y
acrecentada desde 1826, cuando la visité á mi regreso de
Italia, pero no en la misma proporción que Paris >
Durante el dia visitó algunas fábricas de loza y papel
de colgadura, y á las tres de la mañana del dia siguiente se
embarcó en un vapor en el Ródano. Pareciéronle aquellos
buques sucios é incómodos, á pesar de que el pasaje era
caro, en proporción de su ninguna comodidad, (17 fran-
cos hasta Arles) en cuyo trayecto gastó catorce horas. Ob-
serva que en el río Hudson (Estados Unidos) los buques
son espléndidos, y cuesta el pasaje la mitad del precio. De
paso tocaron en VUnne, ciudad notable nada mas sino por
ser la patria de Poncio Pilato, y porque á pesar de ello fue
la cuna del cristianismo en las Galias.
Hasta allí las orillas del Ródano son risueñas y pinto-
rescas, pero de allí para adelante el paisaje se convierte en
áridos sitios, coronados por castillos viejos y ruinosos.
En Avignón no se detuvo, sino que siguió el vapor
hasta Beaucaire, en donde se quedó, en lugar de seguir
hasta Arles. Allí tomó un mal coche que le llevó á Arles,
adonde llegó á las ocho y media de la noche.
DIARIO
JO de Agosto, — Muy de mañana salí á visitar el anfitea-
tro romano, quizás el mejor conservado que existe. Desde
una de sus torres se goza de una de las más extensas vis-
tas del curso del Ródano que se puede ver, asi como de
las hermosas y fecundas campiñas del Languedoc. Veían-
se estas cubiertas de sementeras de cereales y salpicadas
de ciudades y aldeas.
Arles, — colonia militar romana, fundada por Julio Cé-
sar con los soldados de la 6.* legión, — conserva todavía el
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 397
tipo romano en la físonomia de sus habitantes y habitado*
nes; el dialecto popular eá muy parecido al italiano, y la
ciudad tiene muchos restos de sus antiguos fundadores, —
existen numerosos monumentos antiguos, y en muchas ca-
sas se ven columnas y capiteles que pertenecieron en un
tiempo á templos paganos. La portada de la catedral es obra
de la Edad Media, y el obelisco que adorna la plaza es egip-
cio; la plaza del Foro, en donde se encuentra el hotel en
que estoy alojado, tiene un medio pórtico con su ático de
granito, así como columnas de lo mismo, que pertenecieron
á la dominación romana. Sobre las portadas de las casas
nuevas han dejado subsistir columnatas y lápidas que aún
llevan inscripciones en latín.
" Después de almorzar fui á visitar los Campos Elíseos,
cubiertos de sepulcros desenterrados, del tiempo de los Ro-
manos: grandes piedras de siete á nueve pies de longitud,
y de tres á cuatro de ancho, huecas y con sus cubiertas
tumulares, las cuales podrían formar una calle extramu-
ros tres veces más larga que la de Pompeya. En el Museo
vi después los restos más preciosos de lo desenterrado,
como las estatuas que había en el teatro, lacrimatorios, án-
foras y vasos cinerarios y de perfymes que se ven con ma-
yor interés cuando se han visto los sitios que los encerra-
ban. La inscripción del sepulcro de JElid,, la hija de Dio-
nisio, muerta á los diez y siete años de edad, la víspera de
su matrimonio, me pareció muy hermosa ... La colonia
romana llegó á contar cien mil habitantes, hoy apenas en-
cierra veinte mil almas!
" En el mercado observé los vestidos pintorescos de las
aldeanas, su lenguaje animado y aspecto culto. El merca-
do tiene lugar en una plaza abierta como las nuestras, y es
inmensa la variedad y abundancia de frutas y comestibles
que vi
31. — Salí de Arles en un bote del canal de Bouc, que
tiene dos esclusas. Navegando perezosamente pero con una
398 BIOGRAFÍA
tranquilidad que ya no es de este siglo, llegué á las orillas
del mar al cabo de siete horas. En Bouc tomé un coche
con dirección á Marsella. Atravesé un paisaje risueño, plan-
tado (le viñedos, de olivos, almendros y granados cubier-
tos de frutos, pero el terreno es arenoso y monótono, y las
casas de campo tienen un aspecto vulgar y de mal gusto.
Entré á la ciudad á las siete y media de la tarde, por la
puerta triunfal de Anjou, pero sin duda por ser día domin-
go no encontré en la calle (anchas y bien alumbradas)
aquel bullicio y animación que esperaba en un puerto tan
famoso.
1° de Septiembre, — *'E1 aspecto de la ciudad, el desaseo
de sus calles y el mal olor me disgustó mucho. Sorpren-
dióme la costumbre que tienen aqiií de sentarse á las puer-
tas de todas las tiendas, para cuyo efecto se encuentran ban-
cos y sillas en las puertas »
Sin embargo, como nu encontrase cosa que le interesara
particularmente en Marsella, resolvió pasar unos días en
el campo, mientras que llegaba el buque en que debería
embarcarse para pasar á España. Visitó entre tanto la ciu-
dad de Aix, el acueducto de Roquefavonr, obra titánica que
costó muchos millones, y que provee de agua á Marsella.
Estuvo en una ermita de un devoto español que vivió allí
más de cincuenta años, y fué á la montaña de Santa Victo-
ria, «célebre, dice, por la que alcanzó Mario, hace ya más
de dos mil años, sobre los Teutones.»
Al cabo de cuatro días regresó á Marsella, y se ocupó
en visitar cuanto había allí de curioso, desde el Museo
hasta las fábricas de aceite, y el día seis se embarcó por la
noche en el vapor Metcurio, el cual debería llegar á la ma-
drugada al puerto de Valencia, pero deteniéndose antes en
Barcelona.
€/ de Sepf iembte. —No salimos del puerto hasta las seis,
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 399
y entonces en lugar de dirigirnos á España — como estaba
convenido — volvimos la proa hacia Italia, con el objeto de
cambiar los papeles del buque en el pequeño puerto italia-
no llamado Ciotat, y así pagar menos derechos. Esta parte
de la costa es imponente por las rocas elevadas y riscos
desnudos que la dominan.
«Después de salir de Ciotat navegamos todo el día y la
noche siguiente, y amanecimos el ocho frente á las costas
de España. Como había llovido, la tierra despedía un fuer-
te pero agradable ambiente, que se aspiraba á dos leguas
de la costa.
«Los pasajeros eran todos catalanes, salvo una señora
de Andalucía con su hija, un valenciano y unas francesas.
El buque era sucio y mal servido, pero yo me entretuve
en contemplar la costa, á cuyas márgenes se veían varías
poblaciones.»
El día nueve, á las once y media de la mañana, surgie-
ron en el puerto de Barcelona, pasando por el pie de la
montañuela y el fuerte Monjui. Parecióle hermosa la ciu-
dad, más aseada que el Havre y Marsella, las calles an-
chas, los puentes de mampostería, las aceras limpias y em-
baldosadas, y todos los edificios fuertes y bellos.
Se alojó en el Hotel de las Cuatro Naciones, en donde
el servicio era bueno.
Al día siguiente era domingo y todo el pueblo estaba
de paseo; pero no notó la conducta soez y vulgar de la ple-
be de otros países: todos parecían conservar su dignidad.
En la Rambla cruzábanse las ricas mantillas de encajes
con el humilde pañuelo de las campesinas. Encontró mu-
cha gracia en las mujeres, pero poca belleza, y en los hom-
bres vulgaridad en las fisonomías.
Visitó los monumentos públicos y los paseos, y fué á la
Biblioteca de San Juan, «que, dice, contiene varios ma-
nuscritos en vitela de la Edad Media, curiosamente ilumi-
nados, algunas antigüedades romanas y vanos sepulcros y
400 BIOGRAFÍA
reliquias de la dominación de los Condes de Barcelona.
El bibliotecariOi señor Roca, me recibió con mucha ama-
bilidad y me dio una carta de introducción para que me
permitiesen visitar los archivos de la Corona de Aragón.
Pero aunque es ciertamente admirable el orden en que los
conservan, y los mejor arreglados que he visto hasta aho-
ra, merced al celo y la constancia del señor Próspero N.,
nada hallé allí con respecto de América. Esto proviene,
según observó el bibliotecario, de que los Reyes de Ara-
gón no hicieron nunca mucho caso del descubrimiento
del Nuevo Mundo, aunque después los catalanes fueron •
los que se aprovecharon de ello.
cEl edificio que contiene los archivos, es el mismo de
la Diputación provincial y el de la Audiencia; es gótico y
bien conservado, con jardines.
cAsistí á una causa criminal que se ventilaba en la sala
del crimen, compuesta de cinco jueces >
Visitó con atención la Catedral, las antiguas calles, en
una de las cuales le señalaron todavía la mansión de un
rey catalán, las antiguas puertas de la ciudad y el Palacio
Arzobispal.
Un rico comerciante, el señor Torrens y Miralda, lo
llevó á la Lonja, á las escuelas de dibujo, pintura y arqui-
tectura.
<(Estas, escribe, están bajo la protección de la Junta de
Comercio, y allí no sólo se da instrucción gratuitamente á
la juventud en varios ramos de educación, inclusive física
y matemáticas, sino que se les provee de modelos, papel,
etc., y se iluminan los salones con gas. Esta institución
hace honor á España.»
Acosta iba imbuido con las ideas antiespañolas que
tanto curso tuvieron en América en la época de la guerra
de la Independencia; por consiguiente, creía encontrarla
muy lejos de la civilización moderna. Los actores y repre-
sentaciones teatrales le gustaron mucho, y aun muchas ve-
DEL G£NB«fAL JOAQUÍN ÜOOSTA 4OI
ees le parecieron mejor que los franceses. Llamóle la aten-
ción el comportamiento del pueblo, al cual encontró má$'
culto que el de París, en algunas cosas. Estuvo á ver el
Museo de la familia Salvador, invitado ppr su dueño. Notó
con pena que estaban derribando el antiguo palacio de los
Condes para abrir una calle, y que habían dejado incrus-
tadas dentro de una casa particular las enormes columnas
de orden corintio pertenecientes á una época remotísima,
que merecían conservarse con aprecio. Fué al antiguo mo-
nasterio de San Pablo, obra árabe curiosísima y que en-
tonces era un cuartel; á la cárcel, que encontró bien orde-
nada, limpia y con surtidores de agua hasta en los pisos
superiores. Las obras de platería que fué á ver le parecie-
ron tan artísticas como las francesas.
Invitado á su palco por el señor Miralda, vio «repre-
sentar, dice, varias comedias bien, y un acto de chistes
con el salero español. cLo que le desagradó fué que por
todas partes, salvo sobre las tablas, se hablaba catalán.
El 12 de Septiembre volvió á embarcarse en el Mercu^
rio, con su compañero de viaje, un señor Fernández. A
más de los anteriores pasajeros, eñ Barcelona se embarca*
ron nuevos, entre otros un lazarino en el segundo perío-
do. Dijéronle que allí no tenían temor al contagio, pero sí
creían que ese mal se heredaba. Pasó la noche luchando
con las chinches, qiie hormigueaban por todas partes.
Poco después de amanecer descubrieron á Murviedro,
la antigua Sagunto, divisaron las fortificaciones, y á lo le-
jos las antiguas ruinas antes de desembarcar en Grao.
El señor Fernández tenía su familia en Valencia, pero
como la población se halla distante del puerto, tomaron
coche.
cSeguímos en una tartana, escribe, miserable patache ó
carricoche, sin resortes, hasta la ciudad, por una hermosa
alameda. Durante el transcurso encontramos á la mujer y
á la hija del señor Fernández, que iban á encontrarle.
BioenAviA 20
402 biografía
«Me alojé en la posada del Cid, y después de vestirme
y almorzar, pasé á ver la muy hermosa Catedral, con seis
naves en todas direcciones y bellas pinturas y mármoles;
luego el señor Fernández me llevó á su casa, en donde
tiene una buena colección de pinturas españolas. Visité las
iglesias de San Martín y San José; esta última con claus-
tro espacioso de columnas de mármol. Visitamos después
á un señor Pedro Pérez, que tiene una gran colección de
cuadros originales y de copias, pero él mismo es más ori-
ginal que toda su colección. Estuve á ver el puente Real,
bajo cuya sólida armazón pasa bulliciosamente el Guada-
laviar. Hacía bastante calor, y aquí, como en Barcelona,
vendían hielo por todas partes.
«Las calles de Valencia no se parecen á las anchas é
imponentes de Barcelona; son estrechas, pero tienen bellos
edificios antiguos y modernos, que dan un aspecto como
de ciudad importante. Vi varios palacios particulares, como
el del Marqués de dos Aguas, y otro en que se apean los
Reyes cuando llegan aquí. La posada, sin embargo, (la
mejor de Valencia) estaba repleta de chinches, que me da-
ban malísimas noches.:»
Sorprendióse con la cantidad, abundancia y variedad
de frutas que vendían en el mercado, producidas en la lla-
mada Huerta de Valencia, que cubre un vasto campo ba-
ñado por el alegre Guadalaviar ó Turia.
«Este río, dice, ciñe á Valencia, después de haber em-
bellecido y fertilizado sus campiñas.]»
Allí trabó amistad con un viajero, Sir John Dorney
Harding, conocidísimo abogado inglés, con quien hizo
todo el resto de su viaje por España. Volvió á sorprender-
le en el teatro de Valencia la compostura y buen tono de
los concurrentes de todas las clases de la sociedad.
Con el señor Harding estuvo en Murviedro en coche;
pasaron por varias poblaciones, habitaciones y huertas
cubiertas de viñedos, perales, duraznales, de brevas, melo-
nes y sandías, y toda suerte de legumbres.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 403
«Mientras que prtíparaban el almuerzo en un zaguán
que llaman sala de la venta, inferior ciertamente á cual-
quiera de la Sabana de Bogotá, emprendimos camino para
ir á visitar las ruinas de Sagunto. Trepando por riscos cu-
biertos de tunales (que aquí nadie come, por tener tanta
abundancia de exquisitas frutas), llegamos al c«istillo, y
después bajamos á recorrer las ruinas del teatro, uno de
los más bien conservados que existen. Los constructores
de 61 se aprovecharon del terreno inclinado para formar
las graderías. Desde allí se descubre una vista bellísima
sobre el Mediterráneo, los vecinos campos y los distantes
castillos, torres y atalayas . . . Después de contemplar al-
gunos momentos aquella tierra clásica del heroísmo, reco-
rrimos la ciudad moderna, sin que nos molestase la curio-
sidad d3 los habitantes, que ningún caso hicieron de los
v¡ajeros.3>
Tomaron la diligencia de regreso á Valencia; dentro de
«
ésta iban algunas campesinas de los contornos, las cuales,
aunque entendían español, hablaban entre si en dialecto
valenciano, mucho más dulce que el catalán.
Visitaron al regresar á la ciudad la iglesia de Los Des-
amparados, y vieron el famoso Señor caido. En seguida
pasaron á ver una fábrica de azulejos ó ladrillos bai-
nizados, peculiares á esta ciudad; entonces los vendían
de dos á cinco pesos el ciento, según los adornos que
llevaran.
Vio también una extensa manufactura de abanicos de
toda clase. Estuvo en la lonja de trigo, espacioso edificio
entre gótico y moderno, y pasó algunas horas hojeando li-
bros viejos que vendían en los armarios del mercado, con
la esperanza de encontrar algo curioso.
No dejó iglesia, monumento histórico ni paseo que no
visitase.
cValencia, dice, me dejó muy grata impresión, y su as-
pecto exterior, con sus colchas rayadas en los balcones y
404 biografía
cortinajes vistosos en las ventanas para ampararse del sol,
le dan un aspecto de fiesta muy original.»
Después de permanecer allí cuatro días, arregló su via-
je para ir á visitar la ciudad de Denia, cuna de sus ante-
pasados, con la esperanza de encontrar allí algunos pa-
rientes de su padre.
CAPITULO II
Exoaisión á €ktndia y á Denta.— Descripción de eate lugar.— Den Juan
Moran .—El hijo del Vinrey Espeleta.— Continúa camino á caballo.—
Villajoyoaa — Alicante — Cartagena. — Almeria. — Guadiz — ^Oranada.
— Lh Catedral. — La tumba de ks Reyea Católicoe. — La Cartuja.— Sai
compafierra de yiaje.- Jaén. — Carmena — ^SeTilla. — Los ArchiToe.—
Cádiz.— Danzas andaluzas.— Viaje á Madrid. — La Carolina. — Aran-
juez.— Llegada á Madrid.— El Museo.— La Reina Isabel.— Matilde
Diez.— La Biblioteca.— El Museo de Artillería.— Regreso á Francia.
184S
DIARIO
€ij de Septiembre. — A las tres de la mañana salimos en
un coche que llaman de vioUn, tirado por tres muías (Cu-
lebra^ Petegrina y Carbonera) y un caballo. Dentro de la
diligencia iba un diputado, miembro de la oposición; un
padre (Isaac) de Santo Domingo, desenfrailado; un ma-
quinista, y una mujer de Malta con una criatura. El ca-
mino era tan detestable, que sólo una detestable carreta
como aquella podía aguantar las sacudidas sin volcarse.
Amaneció el día cuando íbamos por la orilla del lago de
Albufera. Entre las aldeas que atravesamos me llamó la
atención Cullera, sobre el Júcar, con un castillo que la do-
mina; situación pintoresca á orillas del río. Aquí penetramos
en un valle que termina en Gandía y después se costea el
Mediterráneo. Los campos fértilísimos estaban cubiertos
de sementeras de arroz, de maíz (el cual despuntan para
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 405
que produzca más) y de pita. Pero si las labranzas eran
bellas y bien regadas, las casas de campo no tienen como-
didad, ni se cuida de que su aspecto sea bello.
«Llegamos á Gandía á las dos de la tarde. Mientras que
se detenia el coche, fui á dar una vuelta por la ciudad. Vi
la Catedral, edificio semi-gótico, con algunos cuadros bue-
nos; el Palacio de los Duques de Gandía, inmenso y des-
mantelado, pero de donde se tiene una hermosa vista del
Mediterráneo hasta I biza en tiempo despejado. El Procu-
rador general ó mayordomo me hizo los honores con mu-
cha cortesía. Allí vi también buenos cuadros; entre otros
me llamó la atención un retrato de San Francisco de Borja,
«Gandía tiene un aspecto encantador rodeada de sus
huertas llenas de árboles y sementeras, y hermoseada por
muchas torres y algunos monumentos de estilo árabe.
«Se habla en la ciudad de un acontecimiento que
tuvo lugar el primer día del presente mes: había apare-
cido el cadáver de un abogado Raunel, enterrado en un
lugar oculto; díjose que el móvil de aquel asesinato había
sido el robo; y acusados de ello cuatro individuos, los ha-
bían pasado por las armas dentro de la prisión la noche
antes de nuestra llegada.
«Salimos de Gandía con escolta y rodeados de caballe-
ría; pasamos por en medio de muchas moreras; atravesa-
mos el casi seco Al coy. En muchas partes estaban aso*
leando las uvas, después de pasarlas por lejía. Me dijeron
que la cosecha había sido mediana. Bastó un solo día de
lluvia para que se perdieran millares de quintales de fru-
tas. Pasamos por Oliva y Verjel; todas las aldeas estaban
fortificadas y alistándose para defenderse de una facción
de bandidos que se habían levantado y hacían visitas noc-
turnas á los habitantes, llevándose á los más ricos para obli-
garlos á pagar crecidos rescates. {Cómo serán las ventas
por allí de malas y peor servidas, cuando me pareció que
las nuestras en Nueva Granada son mejoresl»
406 BIOGRAFÍA
Esa noche se quedó en una aldea llamada Ontane, y
al día siguiente á las seis de la mañana se puso en marcha
con dirección á Dcnia, (i) en un buen caballo, pero ha-
ciendo tercio con su maleta y precedido del árabe espa-
ñol que le había alquilado el caballo. A las siete y media
de la mañana entraba al pueblo que había visto nacerá su
padre cien años antes.
«Llegué á una venta, dice, en donde me dieron un
aposento alto. Después de afeitarme y vestirme, bajé á to-
mar una sopa. Inmediatamente después pasé á la iglesia
Mayor, cuyos altares son de nogal labrado, como los de
La Tercera en Bogotá.»
El cura le facilitó los archivos y los libros parroquia-
les, pero no encontró nada que le interesara. La familia
de su padre había dejado su ciudad natal desde ñnes del
siglo diez y ocho, y nadie daba razón de su paradero.
Llevaba una carta de recomendación para un señor
Moran, el más rico comerciante del lugar, y éste le consi-
guió permiso para visitar el castillo.
DIARIO
cDesde sus baluartes abarqué una extensa vista del Me-
diterráneo, tranquilo y apacible, y sobre sus tr?nquilas
aguas brillaban como de plata las blancas velas de las bar-
cas pescadoras. Pero no alcancé á ver las islas Baleares,
cubiertas sin duda por alguna neblina El castillo está
muy arruinado y no vi nada interesante, salvo la vista del
mar por un lado y de las vecinas campiñas sembradas de
algarrobos, moreras, olivos, etc.; pero aquello sí es bellísi*
mo, fuera de toda descripción. Bajé después á las orillas
del mará visitar los almacenes de exportación y la manera
de encajonar las pasas, de lo cual viven aquí carpinteros,
(1) Es un puerto de mar. Tiene poco ínás de 12,G80 habitantes. Fué
fundado por los griegos, en donde tenían un templo dedicado á Diana.
De alli le viene el nombre.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 407
herreros, labradores, etc. Vi muchos centenares de muje-
res ocupadas en esta faena, con lo cual ganan un real dia-
rio y arreglan quince cajas de una á dos arrobas por día.
La exportación de este puerto no más es de ciento cin-
cuenta mil quintales por año, uno con otro, con lo cual
proveen de plum puddings al pueblo inglés. Pero no sólo
aquí se hace este comercio, sino que en toda la Costa del
Mediterráneo y en la de Málaga la población casi entera
de los trabajadores se ocupa en proporcionarle al mundo
civilizado estas golosinas de sobremesa. Mas es preciso
confesar que la operación no se hace con mucho aseo. . . .
«En el puerto había doce goletas y balandras cargan-
do aquella dulce mercancía.
<iLa ciudad de Denia está circundada de murallas con
torres almenadas á cada cien pasos. Las calles son estre-
chas, las ventanas de las casas, de hierro, voladas y redon-
das, y hay pocas casas, bien construidas. Están allí aún
tan atrasados en civilización, que en la posada me sirvie-
ron con cuchara de palo, y la loza era vidriada de color
amarillo No han dado un paso adelante desde el tiem-
po de Cervantes. Sin embargo, la gente es laboriosa y
amante del trabajo, pues no vi un solo mendigo en Denia,
esa peste de España y de Italia 1
«Por la noche estuve en casa del señor Juan Moran,
quien me había convidado á refrescar, (el refresco consis-
tía en un vaso de agua fresca y algunos terrones de azúcar
rosada que aquí llaman azucarillo). El salón superior era de
piso de azulejos, y en él vi un piano de la fábrica de Broad-
wood. Entre las personas que allí estaban de visita me pre-
sentaron al General 2.** Cabo del Reino de Valencia, el cual
me trató con cordialidad y me dijo que tenía dos herma-
nas que eran mis paisanas.
€ ¿Cómo así? le pregunté.
«Me contestó que él era hijo del Virrey don José de
Espeleta. Parece que esta familia se ha hecho notable; dos
408 BIOGRAFÍA
de los hijos del Virrey son Tenientes generales, y dos son
mariscales de campo.
cEsa noche las chinches se apoderaron de mi con tan-
ta insistencia, que á las cuatro de la mañana me puse en
camino. Encaramado sobre mi equipaje que conducía el
Murillejo, pequeño macho pardo, que era la delicia y la
fortuna del pobre villano que me lo alquiló por tres pesos
hasta Alicante, (como á veinte leguas de distancia) hacia
yo sin duda una extraña ñgura por aquel camino! El
dueño del macho iba á mi lado y con él conversaba al-
gunas veces, pero era taciturno y no gastaba palabras en
vano.
cEn la vía encontramos muchos labradores que lleva-
ban espuertas de esparto llenas de pasas ya preparadas,
que iban á vender á Denia. Atravesábamos unas quiebras
arenosas cuando amaneció, y entonces vi en medio de
ellas varios grupos de familias que se desayunaban con
frutas secas ó maduras y frescas, cebollas y pan. Este es el
único alimento de los pobres en aquellas provincias du-
rante todo el año, y rarísima vez prueban la carne; y sin
embargo, esta gente es sana, robusta é industriosa! Sacan
partido de las peñas más ásperas para plantar sus viñas, y
se aprovechan del estiércol que dejan las bestias y gana-
dos que transitan por los caminob para esparcirlo por los
campos para abonarlos.
ft A las ocho llegamos á Benisa, aldea grande con una
buena iglesia de piedra. Entramos á la plaza en el momen-
to en que -conducían á enterrar á un joven del pueblo;
los asistentes iban todos con capas azules, como he visto
en Pasto. Mientras que aguardaba el almuerzo, llegó el Ge-
neral Espeleta con una compañía de cazadores y veinti-
cinco hombres á caballo, que se formaron en la plaza. Los
oficiales de la compañía iban á pie, pero llevaban las ma-
letas cargadas sobre un macho.
«Las voces de mando y evoluciones que ejecutaron en
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 409
el estrecho campo que permitía la plaza, eran ¡guales á las
nuestras, aunque el uniforme y divisas son distintos.
c Despachado el almuerzo, me volví á poner en marcha
por un camino áspero y pedregoso, por en medio de viñas,
olivos, granados, algarrobos, higueras, etc.i>
Se detuvo en el camino para examinar un mosaico cu-
rioso y las ruinas de un templo antiguo. Atormentado por
el ardiente sol de medio día, pasó por la garganta de un
cerro que había sido fortificada por los moros, y que hoy
es guarida de contrabandistas, dice.
De repente, y mientras que se había desmontado para
ver de cerca una formación de rocas calcáreas, lo sorpren-
dió un aguacero, lo cual lo obligó á montar y seguir mar-
cha rápidamente. Llegó á Villajoyosa ya entrada la no-
che, y se fué á desmontar en casa del dueño de la cabal-
gadura. La mujer de éste !o recibió muy bien. Encendió
fuego é hizo chocolate y coció algunos huevos para el
huésped, mientras que al marido sirvió unas sopas con to-
mate y pimientos. Después de descansar allí algunas horas,
continuó su viaje con buena luna.
cAclaró el día 20 de Septiembre, escribe, y me encon-
tré en un cultivadísimo campo, sembrado de hermosas
casas de campo. A lo lejos se distinguía el castillo de la
ciudad de Alicante, la cual distaba tres leguas. Este casti-
llo, que se levanta á mucha altura, domina la ciudad com-
pletamente, de manera que puede mantenerla sujeta con
sólo arrojarle piedras; es aún más elevada por el lado del
mar.»
Entró en la ciudad á pie y fué á alojarse en la fonda
llamada del Vapor, en la plaza principal y cerca del mue-
lle. Parecióle que Alicante era una ciudad sucia, cuyos
edificios eran tristes y descuidados, con pocos árboles en
el interior, pero bellamente ceñida por la faja azul del
Mediterráneo que la hermosea.
Acosta estuvo en el muelle á averiguar si había allí aU
4IO BIOGRAFÍA
gún buque de Halífax con cartas de su íam'Iia^ perr ro
encontró lo que buscaba; no habían llegado alli 5¿no er-
barc;iciones de Terranova cargadas de bacal^o^ alaneí^!'^
favorito en todo aquel litoral.
En Denia le habían dado una carta de introdoco': ~
para el Cónsul francés, un señor Laussant, el coaJ i^ scm:-
nistró cuantas noticias deseaba acerca del comeixSa de
aquella ciudad. Díjole, entre otras cesas curiosas, que ira
no se fabricaba allí el famoso jabón de Alicante, y que k'S
turrones también renombrados no se hallaban sino en cier-
tas épocas del año. La libra de u\'as cuesta en el mercad y
dos cuartos (medio cuartillo) y todo es igualmente barato.
Alicante entonces estaba decadente, y sólo exportaliai ant>
á doce reales arroba, vino de Alicante y azafrán.
En el Museo encontró una galería de pinturas bastante
buena, y en el palacio del Conde de algunos Muríllos,
Españoletos y muchos cuadros holandeses de frutas y
flores.
A las seis de la tarde del 22 se embarcó en el \^apor
Villa de Aladfid. Entre los pasajeros iban algunos andalu-
ces y malagüeños, que tocaron y cantaron hasta tarde de
la noche.
€EI buque, dice, salió iluminado por la luna en una de
aquellas apacibles y serenas'noches que tanto hacen gozar
en el Mediterráneo en esta latitud. La estrella polar lucía
precisamente sobre el encumbrado castillo de Alicante
«Empezaba á amanecer cuando llegamos frente áCar-
tagena, y á las seis entramos en ese hermoso puerto que
parece una profunda taza, perfectamente resguardado de
los vientos . . . >
No bien hubo desembarcado á las ocho de la mañana,
cuando fué á visitar la Catedral. Esta no tiene cosa no-
table, salvo muchos mármoles, lo cual sucede también en
todos los edificios de Cartagena, en la cual abunda el már-
mol. Estuvo en el Arsenal, «el cual, dice, parece una serie
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 4II
de palacios.]» A las orillas de aquellas dársenas colosales,
arregladas para construir innumerables buques, no había
ni operarios, ni maderas, todo estaba abandonado, y sin
embaí go, allí se podrían levantar escuadras que cubrieran
los mares! Entre tanto, en un rincón se calafateaba
una lancha ruinosa y se fabricaba un bote para seis per-
sonas.
«Cartagena está tan arruinada» que noté allí menos mo-
vimiento y bullicio que en su tocaya de América!
€La posada era malísima, las tiendas miserables, pero
se ostentaban ediñcios grandiosos para los hospitales, los
parques y los cuarteles.»
Notó que desde allí se hablaba castellano con el sim-
pático y agraciado acento andaluz.
A las siete de la noche volvió á embarcarse en el mis-
mo vapor. Entre los pasajeros iban muchos oficiales con
sus familias; le pareció que se manifestaban buenos mari-
dos y padres cariñosos.
Almería, en donde desembarcó al día siguiente, le pro-
dujo una agradable impresión. La población está bien si-
tuada y embellecida por numerosos árboles, pero es mal
puerto. En la rada vio seis buques, todos cargados de uvas
y frutas pasas para llevar á Inglaterra. La playa estaba cu-
bierta de mujeres, ocupadas acomodando frutas secas en
vasijas á propósito para enviar al Extranjero.
En la Catedral le llamó la atención un hermoso altar
de pórfido y una hermosa estatua de la Virgen.
DIARIO
«A las 12 del 24 salí de Almería en un coche tirado pr>r
cinco muías, con dirección á Granada. Nuestro camino ca-
racoleaba por la falda de la Sierra Nevada. El paisaje era el
más árido y desprovisto de vegetación que jamás había vis-
to, aun en España. Sólo en el fondo de los valles se veían
algunos viñedos y bosquecillos de olivos, y en las cercanías
4' 2 BIOGRAFÍA
de Almería tristes y grotescos tunales. Noté que en las al-
deas de esta provincia los pobres viven en cuevas que hora-
dan en el seno de las rocas, y en las cercanías de los to-
frentes hacen excavaciones para recoger agua y guardarla
cuando pasa la época de las lluvias.
«Dormimos esa noche en una venta de la Dorada, en
jergones de paja que nos alquiló la mujer del posadero.
«25. — Salimos á las cinco de la mañana. De allí para
adelante el paisaje era ya más risueño y empezaba á cu-
brirse de alguna vegetación. Recordóme el del Boquerón,
á espaldas de Monserrate, aunque las viñas y los olivos
reemplazan aquí nuestros matorrales y frailejones.
«Empezaba á caer la noche cuando llegamos á la be-
llísima y bien situada ciudad de Guadix. Tenía lugar en
esos días una feria bastante concurrida. Me pareció aque-
lla una escena de ópera: los hombres llevaban el sombre-
rito y la chaqueta andaluza como en el Barbero de Sevilla^ y
rodeaban barracas de estera en que vendían mercancías y
dulces de variado aspecto. Como no hubiese posada en
ninguna parte, (y en todos los aposentos estaban jugando
monte) tuvimos que dormir doblados dentro de nuestra
diligencia.
«A las cuatro de la mañana nos pusimos en marcha.
Por todo el camino encontrábamos grupos de labriegos
que llevaban frutos y ganados para vender en la feria.
Hombres y mujeres, con sus pintorescos vestidos, iban
montados en borricos. A las orillas de un cristalino arroyo
fios detuvimos á almorzar. Los pasajeros de otros coches
hicieron lo mismo. El paisaje, animado por la gente, era
muy pintoresco, con sus rocas escarpadas y la fresca y ver-
de vegetación que crecía en los contornos del arroyo.
cPasámios por vado el río Alhama; á las dos de la tarde
llegamos á Huete, bonita población, y á las tres avistamos
la vega de Granada, realmente parecida, aunque más pin-
toresca, que la sabana de Bogatá.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 413
cLa entrada á la ciudad es muy interesante; por todas
partes le asaltan al viajero recuerdos históricos de los he-
chos más heroicos de la historia de España.
cMe alojé en la fonda La Minefva, sobre el Genil. Des-
de mis ventanas alcancé á ver la Albambra con sus torres
cuadradas y á lo lejos la Sierra Nevada, casi enteramente
despojada de nieve en esta estación, y más cerca e! paseo
con algunas casas, el teatro y muchos cafés; es decir, la ci-
vilización árabe y la europea amalgamándose.»
Pareciéronle las calles mal empedradas, (como sucede
todavía), los almacenes y tiendas de poca apariencia, y la
mayor parte de estas últimas de chocolates y dulces; las
fruterías abundaban por todas partes. Las casas con porta-
les de mármol tienen zaguán, lo cual no se usa en Barce-
lona y Valencia. En Granada se encontró con su amigo
inglés, Sir J. Harding, que estaba alojado en la misma fon-
da, y juntos fueron á ver la Catedral y la Capilla en don-
de están enterrados los Reyes Católicos.
DIARIO
cReposan los Reyes Católicos bajo un monumento de
mármol blanco. Encima se ven las ñguras de los dos so-
beranos, y bajo otro monumento se hallan Felipe el Her-
moso y Juana la loca. Bajamos á la bóveda á contemplar
más de cerca y en silencio las cajas de plomo con fajas de
hierro, en donde reposan las cenizas de Fernando é Isabel.
Allí en aquel estrecho recinto está, pues, encerrada tanta
grandeza! Dentro se encuentran las cenizas de los Reyes
Católicos, fundadores de una inmensa monarquía, que sus
sucesores no supieron conservar! Sobre la cubierta de am-
bos ataúdes están esculpidas las coronas de Castilla y de
Aragón. Me acerqué al cajón de plomo de la Reina Isabel,
y corté una partícula del plomo para conservarla como re-
liquia de una soberana á quien todo americano debería
4^4 BIOGRAFÍ%
mirar con particuiar ternura y respeto Xo sin emoción
v.:!v: de nuev.) i si;b> a! piso superior de la Catedral.
• En el ^tar miy »r me Síñi!aroi lis bajos relieves de
m^drra ^uc; conme.n »ran la entregí de !a Alhambra por
B:)ib J:I i ¡.?s Rey.*s Ci: kícj-. Éstos e<tán á caballo, y lo
m:-ni^ el Ca^Jenal Jim:* lez, mientras que el Rey moro se
ap-a de su caba.'.o cin las I'.aves en la mano. Vénse en
torno suyo muchos m iros con el semblante abatido, muy
ai natural.
cLa Alhambra (en los bajos relieves) está perfecta-
mente representada con todos sus pormenores, y las pia-
siones y sentimientos diversos se descubren en las fisono*
mías de los vencedores como en las de los vencidos. En
otra parte han representado á varios religiosos dominica-
nos bautizando moros. Por todas partes se ven retratos de
la Reina C atólica, todos mucho mejor que los grabados
que hasta ahora he visto. En la sacristía vimos ei orna-
mento, el misal manuscrito en pergamino que servia ai
capellán de los Reyes en campaña, así como la corona y
el cetro que usaban. La escena de la coronación se halla
pintada en un cuadro con marco de plata. Nos hicieron
ver el retrato de Juana la loca y su marido. Ella debió ser
hermosa y de ojos vivísimos y :icgros, mientras que el
llamado Hermoso tiene una fisonomía enteramente alemana.
cLa Catedral es un ediñcio inmenso que recuerda el
de San Pablo, pero con profusión de mármoles en sus ca-
pillas y por dondequiera armas y blasones de Fernando é
Isabel. La custodia de plata labrada de la Catedral no co»
rresponde á lo demás, y me pareció inferior á la de cual-
quier convento de Nueva Granada. Posee, sin embargo,
este templo maravillas artísticas y pinturas de Bocanegra
y de Alonso Cano, (entre otras una Concepción bellísima)
el cual fué subdiácono en esta Catedral.
«Desde las casullas en las iglesias hasta las mantas de
los campesinos noté granadas bordadas, ya con sedas é
I
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 415
hilo de oro ó con lanas toscas. En las huertas vénse árbo-
les de granado, en los mercados sus frutas y sus flores por
todas partes, lo cual rae complacía como á granadino.
«Subí al Albaicén para gozar de la vista de la vega de
Granada, y del otro lado de Alhambra vi el pozo árabe.
De allí gocé de la vista lejana de Santafé, que se halla á la
misma distancia que Fontibón de Bogotá; hay un cerro
en la misma situación y figura que el de Sube, y toda la
explanada se parece á la de Bogotá, hasta la circunstancia
de haber sido también el lecho de un lago producido por
el Genil, que se abrió paso hacia el Loja.
«Vi el monumento de mármol elevado por el Ayunta-
miento de Granada á doña Mariana Pineda, decapitada
por orden de Fernando vil por haber sido amiga de la li-
bertad; allí mismo están esculpidos los nombres de algu-
nos patriotas, víctimas también de su patriotismo, como el
de Riego, el Empecinado Díaz, Torrijos y otros; las ins-
cripciones están hechas con letras de oro y rodeadas de
coronas de laurel.
«27 de Septiembf e.—Wino hoy á hablar conmigo el pin-
tor que debe hacerme una copia del retrato de la Reina
doña Isabel, tomando por base la estatua arrodillada que
se halla en la sacristía de la Capilla Real, y que se parece
mucho á la figura del relieve del altar mayor y á la de
mármol del sepulcro. Ésta es más auténtica que todas las
que he visto hasta aquí, y que no dan sino una idea falsa
de la fisonomía de la protectora de Colón.i^
Hace una descripción de la Alhambra, que no transcri-
bimos por ser esto ya tan conocido y no alargarnos dema-
siado.
Asistió á una corrida da toros; estuvo á caballo hasta
la Cartuja, en compañía de Mr. Harding y de otro com-
pañero de viaje que había encontrado en Barcelona, un
Conde Alemán, Geocoen ó Grocon. «Éste es uno de los
conventos'más ricos del mundo, dice, con una iglesia y
»♦
b
€/.^ íir Orr^r^r. — S«J.iii:f¿ 5c Granada co U düigeDcá
es que :ba para If a±^d el k^dc Veh:ñ t sd baimiio ci
Conde de la Foeb^a de If aesrre; Graiide de España depri»
aaera cíá^ con toáa sa íainra, Esta gente era todi mj
atenta, amable j fina, kn niñerías prcleiisk>iie&
«De^Toés de haber depdo la risorña vega de Graoadi
j covotnzséáo á recorrer las orillas agrestes dd rio jaén
por medio de pintorescas rocas, nos metinios por 00 pre»
ciov!) valle; pasamos después Tanas aldeas y alquerías^ y á
la% ocliO de la noche llegamos á Jaén.
€5>alímo^ de Jaén á media noche y enhámos ¿ Búlén
con lc« primeros albores del día.
€E1 castillo antiguo y la desnuda llanura que presen-
ció la batalla gloriosa para las armas españolas, (20 de Ju-
lio de 1808) y tan ignominiosa para el ejército francés,
(ejército que se rindió á bandas sin disciplina), serán siem-
pre mudr>ü testigos de lo que puede alcanzar el patriotis-
mo exasperado por una invasión extranjera.»
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 417
CAPITULO III
Córdoba.— Jaén.— Carmona.-- 1. oi archiroB de BerÜla. — Cádis.— DansM
anda1uzai.—yú]eá Madrid.— La Carolina.— A ranjues.— El Muieo de
Madrid. —La reina Isabel.- Matilde Diez.— La Biblioteca.— El Muteo
de arUUerlft.— Regreso á Francia.
Los viajeros llegaron á Córdoba el 8 de Octubre.
cAqui (leemos en el Diario) empiezan á verse los pre-
ciosos patios de Andalucía, con sus surtidores de agua y
sus flores, todo aquello que heredaron de los moros los
actuales españoles, y en donde se reúnen, como en un
salón, en el verano.^ Apenas se detuvo el tiempo necesa-
rio para visitar la famosisima Catedral, una de las maravi-
llas de España. Continuó su margha, pasando por la co-
lonia alemana, que hizo poblar el trecho entre Córdoba y
Ecija el rey Carlos ili, y cuya capital dice que es una
bellísima población llamada Carlota, en donde se nota la
influencia de la raza del norte.
En Carmona, — o: ciudad antigua pero alegre, cuyas
calles son anchas y sus casas aseadas, situada sobre una
eminencia y rodeada de torres cuadradas moriscas,»-—
apenas paró la diligencia media hora, y á poco llegaron á
la planicie, «en donde campea Sevilla con su cinturón de
naranjos, olivos y granados, y coronada con la Giralda.»
Antes de ir á buscar posada, algunos de los viajeros
recorrieron los vastos muros almenados y flanqueados por
torres de construcción romana de tiempo de Julio César,
cuya arquitectura se parece á las termas de Juliano en
París.
Acosta se alojó en la fonda de la Unión, en la plaza del
Duque, y al día siguiente visitó la Catedral, la Giralda y
algunos otros monumentos. Por la noche estuvo en el
teatro, cuyo local, fepresentación y asistencia le gustaron;
pero le pareció que el baile no correspondía á lo demás.
BIOORAVIA. 97
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rt'^./f]'/, A.r ^ 'v^^ ^:; rir-H ríe !;*s audades mas bellas y
^v ,>/]■! ♦. ^V' p/-p'^'V^ ''i i'-' he visto, y aradire que no Sí^ío de
!•' p»rfi. .,')fi fV' fi,<\'A<, Va'-s qsfi he cor.ccido en Eurcpa.
( 1 I \ft'\A\ ; ic. /',!-,:»<4 í^y'^ri ^fl'-t-í, íienen elegante:» balcones
//rli'l'f,, I/"/, ^n^U'fi. 7 /'//rr^<'I''/r''s enlosados de mármol, y
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 419
los muros primorosamente pintados, las calles limpias, y
algunas anchas que le dan un aspecto encantador.]»
En Cádiz Acosta estuvo á visitar á la señora Retortillo,
hermana de la esposa de un rico comerciante español
establecido primero en Cartagena y después en Bogotá,
D. Simón de Herrera. Alü también conoció al señor
Miguel de Francisco, de familia establecida en Cartagena.
Todas las casas que visitó dice que tienen el mismo carác-
ter, á saber: tres patios, balcones dobles interiores, y no
hay ninguna que no conserve buenas pinturas españolas
y que no exhiba sobre los muros bellos grabados antiguos
de muy buen gusto.
El II del mismo mes regresó á Sevilla con sus amigos
y compañeros de viaje, y continuó en los archivos sus
investigaciones históricas con mucho fruto, (i)
Deseando el señor Harding — dice' Acosta — ver todas
las danzas populares españolas, dispuso un baile con ese
objeto. cConcurrímos como espectadores, desde las siete
de la noche hasta las once. Allí vimos bailar boleros legí-
timos, ejecutados por sevillanas, y jaleos andaluces de
varias clases, concluyendo con la danza gitana del pal-
moteo.
cBailaron con una gracia típica tres muchachas gran-
des y tres pequeñas, vestidas con lujo. Mientras bailaban
éstas, cuantas personas tenían castañuelas en la sala lleva-
ban el compás con ellas. A mi pedimento bailaron un
minuet a/andangado muy curioso.
4:Las andaluzas tienen todavía aire de odaliscas, y todas
bailan con pasión y sin cansarse jamAs.
El 14 tomó la diligencia que debería llevarle á Madrid,
repasando por muchas de las ciudades que ya había visto.
Veamos algo del Diario.
(1) En el Apéndice número O do la Sutoria de la Chnquüta y CMoni-
Moción etc., Acosta hace una relacióa de los documentos que encontró en
Sevilla y en otros archivos de España, t^into públicos como privados.
4^0 BiOGSAFlA
y^^^%^t^^^i^^^k^^^>,^^^m^^0^ I
i 6. — cAImorzámos en la Carolina, una de las poblacio-
nes de Carlos IH, y en seguida nos metimos por la Sierra
Morena, de quijotescos recuerdos. Parece aquel paisaje
un pedazo disminuido de la sierra que divide el valle de
Cáqueza de la planicie de Bogotá.
cPasámos por Puertp-Lapiche y entramos á la Man-
cha, teatro de tantas hazañas de Don Quijote. Vi sus
mismos molinos de viento, la venta en donde fué armado
caballero, y el paraje que dijeron había querido pintar
Cervantes cuando su héroe hizo penitencia; riscos hoy
menos salvajes, pero aún muy pintorescos
17. — cEsta planicie de la Mancha, que continuamos
atravesando, es,á pesar de ser tan extensamente cultivada,
muy triste y poco poblada. No hay parte, sin embargo,
en que parara la diligencia, que no estuviese plagada de
mendigos, que parecía brotarlos la tierra, siempre vesti-
dos con telas color de tabaco. Concluyó la pintoresca
zona de Andalucía, y todo en torno nuestro es monótono.
Pasamos pueblos, aldeas y caseríos, y al fin llegamos á
Ocaña á las cuatro de la tarde. Allí nos quedamos, y al
día siguiente, poto después de media noche, nos pusimos
en marcha nuevamente. Llegamos á Aran juez á las tres
de la mañana. Yo me había colocado al lado del mayoral
para ver mejor el paisaje, y de allí bajé transido de frío
para recorrer al claro de la luna las largas y solitarias ga-
lerías, la plaza, los jardines y la parte exterior de este sitio
verdaderamente real. Lo que más lo hermosea es el Tajo,
que después de bañar el pie del palacio, se deja atravesar
por un hermoso puente suspendido.
«Continuamos camino, pasamos otro puente, subimos
una colina á la planicie por un buen camino, poco ha-
bitado, la tierra árida y desnuda, con uno que otro árbol
en la vera del camino. Dejamos á un lado el pueblo de
Valle-verde, y bajábamos una colina, cuando se me pre-
sentó el perfil lejano de Madrid, espectáculo tan familiar
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 42 1
á mí imaginación. Abordamos la capital por el puente de
Toledo, de una magniñcencia digna de una gran capital.
Sobre sus barandas de piedra se veían algunos frascos de
aguardiente y licores, que vendían las vivanderas.
«La diligencia subió después por una alameda hasta
la puerta ó arco de triunfo de Toledo, la cual lleva una
inscripción contra los franceses y en favor de Fernando vn.
«Aunque era muy temprano, las calles de Madrid esta-
ban llenas de gente, y oíase grande alboroto en el mercado
de frutas y legumbres, por medio del cual pasamos. Una
de las cosas que más atención me llamó fué lo chabacano
de los letreros sobre las puerta^ y las faltas de oitografía
que se nota en la mayor parte de ellos Me desmonté
en la calle de Alcalá, en la posada de las Diligencias pe*
ninsulares.
«Apenas pude arreglarme salí á dar una vuelta por la
ciudad, y me encontré con la Reina, la cual iba con su
hermana en un coche tirado por seis caballos y escoltada
por un piquete de caballería; iban á pasear al Retiro. Isa-
bel II acaba de cumplir quince años (el 13 de este mes).
Es una niña gordita que representa más edad de la que
.tiene
€ig. — Pasé el día en el Museo de pinturas, arrebatado
ante la rica y escogida colección de cuadros de Murillo,
Ribera, Rafael, Guido, el Ticiano y cien maestros más,
todos de primer orden. Vi los dos hermosos cuadros de
Andrea del Sarto, cuyos grabados poseo. La famosísima
Pepla de Rafael no la vi, porque la tienen en Palacio, y al-
gunos españoles se inquietan por su suerte
tEn el Prado me encontré esta tarde con el Infante
D. Francisco de Paula, con sus seis hijos, en una calesa
tirada por seis caballos rucios de no muy altiva aparíenc¡a.>
Visitó á varias personas para quienes llevaba cartas de
recomendación; estuvo en la plaza de toros á ver la última
corrida de la estación; «es decir, añade, á presenciar la
432 biografía
muerte, ó más bien la matanza de inermes caballos y el
entusiasmo de los diez mil espectadores. Vi un toro de
Andrade, el cual de cada cornada despachaba un caballo
y tenía las astas ensangrentadas hasta cubrirle la frente. . .
No pude aguardar el fin de aquella fiesta de sangre, y me
salí á pasear por los jardines del Retiro.»
En el Teatro del Príncipe vio á la famosa actriz Ma-
tilde Diez, «con su fisonomía española y ojos llenos de
inteligencia y malicia.»
No le seguiremos en la descripción del Escorial, ni la
que hace del Palacio Real. Le gustaron allí particular-
mente las colecciones de armas antiguas y modernas de
la Armería.
En Madrid estuvo á visitar á la viuda de Cortés Cam-
pomanes, á quien había conocido en 1830 en Bruselas,
como sin duda lo recordará el lector de esta Biografía,
Vanas ocasiones quiso entrar á la Biblioteca, pero unas
veces le decían que no podía entrar porque estaban este-
rando, otras porque las estaban pintando; ya que el biblio-
tecario estaba ausente, enfermo ó en vacaciones; «pretex-
tos todos, dice, para impedir la entrada al público.» Visitó
el Museo de ingenieros, el de historia natural, en donde
vio ricas muestras de minerales llevados de Nueva Grana-
da. Dijéronle que antes había allí una pepita de oro en-
contrada en el cerro de Tomé en el Chocó, que pesaba
veintitrés libras, pero que había desaparecido. Allí vio dos
cuadros que representaban guineos y guayabas que perte-
necían á la colección que Mutis había hecho pintar en Ma-
riquita. Por lo demás, aquella colección no le pareció muy
bien ordenada ni interesante.
El Museo de artillería estaba lleno de banderas, trofeos
de guerras civiles y de armas y modelos de plazas fuertes
de todas las naciones. «El señor Domínguez, añade, ofi-
cial mexicano, nos hizo los honores de aquel Museo con
gracia é inteligencia, pero se manifestó algo avergonzado
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 423
cuando ie tocó señalarnos el armario en que están los uni-
formes, retrato y banderas de Morelos con esta inscrip-
ción:
fiCahecilla de insufgentes en Nueva España.i^
Erf los días que permaneció en Madrid tuvo relaciones
con un célebre jurisconsulto y literato español, académico
y autor del Febrero novísimo y otras obras de jurispruden-
cia, á más de poesías y libros puramente literarios. Tenía
entonces sesenta ypnco años, y dice Acosta que era un
viejito de aspecto bondadoso. En Madrid encontró dos se-
ñoras Jurados más, una viuda del señor Goicochea y otra
también viuda de Matos; también lo visitó un señor Istu-
rite, casado con la Condesa de Casa Valencia, á quien fué
á ver una noche en su casa. «La Condesa, dice, sin ser be-
lla, tiene una fisonomía expresiva y agradable; tiene ya
una hija de diez y seis años.i> Visitó en el palacio de Bue-
navistaal Coronel de artillería Santa Cruz, palacio que fué
de Espartero en época de triunfos.
Después de haber permanecido ocho días en Madrid,
el 26 de Octubre tomó la diligencia y se encaminó al Nor-
te de España. Notó que todos aquellos campos son tristes
y monótonos, y sus habitantes carecen del genio alegre y
de los vestidos vistosos de los pueblos del sur de la Penín-
sula. A pesar de ser día domingo, las aldeas por donde pa-
saba no estaban de fiesta, y los aldeanos, vestidos de colo-
res sombríos, atravesaban las calles y caminos arreando los
borricos cargados con las malas uvas que se dan en aque-
llas provincias.
No se detuvo en Burgos sino para ver la Catedral.
Pasó el Duero, el Ebro, y llegó á Vitoria á las once de la
mañana del 27.
«Al salir de Vitoria, dice, empezamos á subir los Piri-
neos; la tarde era hermosísima, el camino el más pinto-
rezco y el mejor de cuantos he visto en España.
434 biografía
«Llegamos á Irún antes de amanecer, y á las siete de
la mañana descubrimos entre la niebla el famoso Btdasoa,
río que desagua en Fuente Rabia, de históricos recuerdos.
«A poco atravesamos un puente y la frontera de Espa-
ña. Las dos naciones no se distinguen allí por su lengua,
pues en uno y otro territorio el pueblo habla vascongado,
lengua que me pareció más sonora y más suave que el
provenzal que había oído al principio de mi viaje del lado
del Mediterráneo.
«Costeando el Atlántico, llegámos»á Bayona á las once
de la mañana del día 28 de Octubre.»
CAPITULO IV
Sq Burdeos.— DftTid d'Angera.— Qistos de viaje.— Be iiutala ea Patia. —
Obras que publicó.— Hapa de Nuera Granada.— Cartas k don Pedro
Fernández Madrid.- Los amigos de Aconta en París.— Política euro-
pea.— Bl General Flórez riene & Europa.— Acosta desaprueba sus em-
presas.—Amistad con don Pedro Fernández Madrid. —Acosta resuelva *
abandonar la carrera política.— Cartas interesantes del Barón de
Humboldt.
1846
£1 30 de Octubre al aclarar el día llegaba á Burdeos
en la diligencia. Se alojó en el hotel Rouen, en donde per-
maneció dos días. Estando allí fué á visitar al General
Montenegro, que lo recibió con mucha atención, y un ca-
ballero francés, para quien llevaba cartas de recomenda-
ción, lo llevó á visitar hasta en sus pormenores las curio-
sidades de la ciudad.
En la vía para regresar á París se encontró con un an-
tiguo amigo, á quien había tratado mucho en su viaje an-
terior, nada menos que el célebre escultor David d'An-
gers.
Al llegar á Orleans tomaron el ferrocarril y llegaron á
París el 3 de Noviembre. Según las cuentas que hace al
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 425
fin de su Diario, había gastado en el viaje dos meses y
una semana, y sólo 1,740 francosi Esto en verdad sin
contar lo que le costaron las muchas curiosidades españo-
las que llevaba.
No bien se hubo instalado en París, cuando empezó á
trabajar asiduamente en la obra histórica que tenía en-
tre manos, así como en el mapa de Nueva Granada, del
cual ya hemos hablado antes. Además tradujo las Memo-
rias que M. Boussingault había presentado en la Academia
de Ciencias de París, acerca de las observaciones científicas
en la época en que estuvo en Colombia — de 1826 á 1830 —
y reprodujo el Semanatio de Caldas. Todo esto lo hizo
á su costa, sin que el Gobierno de su patria le recompen-
sara en manera alguna por los sacrificios pecuniarios que
hizo, ni sus compatriotas le agradecieran aquellas obras
que daban á conocer el país. Entre tanto, los sabios euro-
peos le tenían en mucho; era recibido con el mayor apre-
cio en los salones de éstos, y atendían á sus opiniones en
asuntos científicos.
El mapa de Nueva Granada fué acogido en la Socie-
dad de Geografía con especial estimación, como lo prueba
la Memoria que acerca de aquella obra publicó dicha Cor-
poración científica en su Boletín de Abril de 1848. (i)
Hé aquí un párrafo de una carta que escribió á su ami-
go el señor Pedro Fernández Madrid, sobre la obra que
tenia entre manos:
c Dentro de dos meses comenzará á grabarse mi
carta de Nueva Granada, la cual no es ni puede ser otra
cosa que un bosquejo imperfecto, que podré perfeccionar
más tarde; pero me avergonzaba de ver que nuestro pais
no tenia todavía un mapa especial, y para colmar este va-
cio me decidí á hacer el sacrificio de todo amor propio y
(1) fie veri U traducdóii de este ÍdÍ orme de M. Jomard en el Apéndi-
ee qne se pablicerá al flo de esU obra.
420 BIOGRAFÍA
de parte de mis recursos , . . Los señores Roulin y Boiis-
singdult me han ayudado con sus consejos, (i)
De otra cartí del mismo al mismo extractamos lo si-
guiente:
« Yo me he consagrado — sin dejar por esto de mano
mi trabajo histórico — á estudiar á fondo la geología y la
mineralogía. Paso mis diasen la Escuela de Minas, porque
¿stoy persuadido de que estos conocimientos son los más
útiles para la explotación de los recursos de nuestra pa-
tria, y quiero por lo menos llevar algunas ideas positivas
en estas materias.!»
Durante el invierno de 1845 á 1846, Acosta se dedicó
asiduamente A sus tareas científicas y literarias, pero no
por eso dejaba de visitar á sus antiguos amigos: Duhamel,
Bóussingault, Brongniart, (padre é hijo) Dumas, (el quí-
mico) Milne Edwards, Michel Chcvalier, (2) Elias de Beau-
mont, Vcrneuil, (3) Alcidcs de Obigny (4).
Reanudó las cordiales relaciones de amistad que le
unían al Barón Gros, (5) diplomático que había sido Mi-
(1) Este párrafo se encuentra en ana colección de cartas que poseen
las hijas del sefior Madrid, quienes tavieron la bondad de facilitárnoslas
oportunamente.
(2) Célebre economista, Yiajero, escritor pollticOf Consejero de Estado
bajo Luis Felipe y el Imperio; hizo gran papel en la política y la ciencia
económica hasta su muerte, ocurrida ea 1879.
(8) Geólogo francés, viajero, miembro del Instituto.
(4) Famoso geólogo y viajero. Como naturalista y viajero, su nombre
será siempre citado en lugar preferente entre los naturalistas que visita-
ron la América del Sur. ifis autor de una de las obras más completas 7
monumentales que se han escrito sobre hi América del Sur (Chile, Bdi-
via, Paraguay j la Argentina). Consta ésta de nueve tomos en 4.*, en los
cuales hay una descripción muy completa de la geología, de los pájaros»
insectos, moluscos, etc., de los países que visitó. Publicó también otro
viaje á las dos Américas. y una obra sobre Paleontología en catorce
tomos, en folio, que no concluyó. Murió relativamente Joven, de pooo
más de cincuenta años, en 1857.
(5) El Barón Juan Bautista Luis Oros se había educado con la famillA
<de Orleans, y era hombro de talento y pintor de mérito. Luis Felipe la
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 427
nistro de Francia en Bogotá durante la época en que Acos-
ta sirvió la cartera de Relaciones Exteriores. A pesar de su
edad avanzada, el Barón de Humboldt pasaba temporadas
en París, y recibió á Acosta con las mismas consideracio-
nes y cariño de antaño. Por lo demás, durante los años
transcurridos desde que estuvo en Bogotá, no habían de-
jado de escribirse. Tenemos á la vista cartas familiares de
todas estas notabilidades, dirigidas á Acosta, lo cual prueba
la sincera amistad que le profesaban.
En Mayo de 1846 Acosta pasó á Inglaterra á recibir á
su familia, que regresaba de Halifax para unirse á él des-
pués de once meses de ausencia.
Con el objeto de pasar el verano en el campo, y al mis-
mo tiempo estar cerca de las bibliotecas que necesitaba
consultar á cada paso, se fué á radicar con su mujer y su
hija en Versalles, en donde permanecieron hasta Noviem-
bre de 1846. A medida que iba escribiendo, daba á copiar
cada capítulo á su esposa, de manera que la historia de la
conquista pasó también por su pluma.
Conservaba correspondencia epistolar con sus compa-
ñeros de viaje en España, de quienes conservamos algunas
cartas. Del Conde Julio de Grocben extractamos el siguien-
te párrafo de una carta de 12 de Febrero de 1846:
<r Le agradezco á usted siempre la amistad indul-
gente que me dispensa, y no olvido las bondades de usted
para conmigo durante nuestro viaje á España, recuerdo
que conservaré siempre; cuando pienso en aquel país, el
recuerdo va unido á la agradable sociedad de usted »
El 28 de Febrero de 1847 el Director del Depósito de
envió como Ministro de Francia en 1834 á las repúblicas de la Argenti-
na, Uruguay y Nueva Granada. R gresó á Buropa en 1847, y fué en-
TÍado á Atenas y á Espafia á hacer tratados importantes con aquellas na-
ciones. En 1857 fué como Embajador á China, y después acompafió al
Celeste Imperio la famosa expedición contra ese país, emprendida por
Francib é Inglaterra. Regresó 4 Buropa, en don le tomó asiento en el 8e
nado hasta su muerte, ocurrida en 1870.
428 BIOGRAFÍA
Guerra le envió la carta de Francia como un recuerdo por
lo que había cooperado en ella en 1828, como lo recorda-
rá el lector.
Volveremos á extractar algunos párrafos de diferentes
cartas que Acosta escribía al señor Madrid:
€/5 de Febrero de 1847, — Llegaron algunos de sus exce-
lentes artículos sobre ^Nuesitas Cosías incultas, insertos en
El Día, (de Bogotá) y me proponía reimprimirlos en una
edición en 8.° ccn su nombre al frente, ¡jero no he podi-
do recoger la serie completa, ni me atrevería sin su con-
sentimiento á hacerlo, puesto que este útilísimo é impor-
tante trabajo, que deseo ardientemente que sea conocido
bien en Europa, es una propiedad de usted que le ha de-
mandado vigilias y estudios tales, como quizás no habrá
seis granadinos que sean capaces de consagrarse é ello.
(Me pesa haber escrito seis, pues mi conciencia me está
gritando que he fijado un máximum excesivo). Ojalá me
mande en tiras la serie completa; con su permiso, tal vez
mis circunstancias podrían permitirme la traducción y pu-
blicación en Francia, que así se llenaría mejor el objeto.
cEntregué á M. Roulin los papeles de Vicente Roche,
tan bueno como perezoso, y de quien, por supuesto, no se
me ha ocurrido jamás, ni por mal pensamiento, que pu-
diese tener contestación á una ó dos cartas que le llevo
escritas.
cMucho le agradezco las noticias, así públicas como
privadas. Pensamos del mismo modo en todo y por todo,
y cuando veo que coincidimos, me tranquilizo, y creo en-
tonces que no me falta razón. Cuánto me gustaría un la-
bUau del Congreso pintado por ustedl
€ Escucliámos en días pasados, de boca del mis-
mo Guizot y con su gesto elocuente, la justificación de la
conducta de Luis Felipe en el negocio de los matrimonios
reales en España, pero no quedamos convencidos de que
había obrado con entera lealtad, y aunque, á decir verdad,
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 439
no me pese una humillación de más para Inglaterra, el par-
tido con que ;»e ha ligado la Corte de Saint-CIoud en Espa-
ña para triunfar, es indigno de seguir nuestra antigua ma-
dre patria, á quien se le preparan largos años de lucha to-
davía.
<La Reina Cristina está furiosa por la pérdida de los
fondos de la mal parada expedición de Flórez . . .
€ Si para fines del año puedo comenzar á imprimir
mi pequeño trabajo histórico, en todo el año de 1848 vol-
veré á Guaduas, á vivir tranquilo, si se puede. Sólita está
aprovechando bastante en su colegio; hizo su primera co-
munión la cual, como usted sabe, requiere una ceremonia
muy solemne en estos países, y exige exámenes severos
de los principios de la Religión
«r La inauguración de una especie de gobierno re-
presentativo en Prusia atrae hoy la atención de Europa.
Los prusianos han creído que su Dieta es cosa formal^
pero el Rey les quita á cada paso en sus deliberaciones el
bocado, y al fin el Rey se cansará y los mandará á sus ca-
sas, ó la cosa tomará un aspecto grave.
«Esto empieza á inquietar á los Estados del Norte, pues-
to que una revolución radical en Prusia sería la señal ó el
principio de una larga serie de convulsiones políticas. El
Rey de Prusia tiene facundia, pero carece de tacto y es
muy obstinado. El Príncipe real dicen que es hombre de
más talento, pero lo detestan por sus modales altaneros, (i)
Una vez que una nación tan ilustrada como Prusia se de-
cida de veras á tomar parte en el Gobierno, será difícil
que la corte más firme, prudente y moderada, pueda im-
pedirlo. La publicación de los debates de la Dieta es un
gran paso, y los detalles de las discusiones se leen ávidar
mente en toda Alemania.
«Publicaron en el PorUfeuille un artículo del General
(1) Éste fué después Rey de Prusia jr Emperador Quillermo i.
430 biografía
Fiórez, que atacaba de paso las instituciones de las repú-
blicas de la América del Sur. Escribí cuatro renglones ma-
nifestándoles que carecían de datos suficientes para juzgar
la cuestión y para envolver á todas las repúblicas en una
misma condenación. No quisieron aceptar mi artículo, (i)
y retiré mi suscripción. Usted recibirá los números hasta
ñnde Mayo; después le seguiré enviand() cualquier otro pe-
riódico. El Constitucional no quiso admitir otro artículo de
Flórez en elogio de su manifiesto >
Desesperado el General Florez con la situación anár-
quica en que se hallaba el Ecuador, y desconfiando por
completo del porvenir, vino á Europa á buscar protección
de España en los negocios políticos de América. No bien
supo aquello Acosta, cuando resolvió romper su antigua
amistad con el fundador de la República del Ecuador, y
para manifestarle su desaprobación, le devolvió un retrato
que el General Flórez le había regalado, así como algunos
libros. Comprendemos á esta distancia de años la descon-
fianza y desesperación de un militar como el General Fló-
rez al ver la situación de continuas revueltas públicas en
que se hallaba el Ecuador, y comprendemos también la in-
dignación de Acosta al ver á un procer de la Independen-
cia de América dar un paso tan desacertado, pero deplo-
ramos al mismo tiempo esa desavenencia entre amigos
viejos, que hasta entonces se habían estimado mucho. En
breve el General Flórez comprendió su error político y
(!) Sin embargo, el historiador Michelet habla tomada interesen qué
le publicase el articulo, segiia eacoDtrnmos en una carta de éste á A.cof-
ta. Hela aquí :
Je aula íort contrarié de ne point voir dans le journal la note de
M. Acosta: je puis cependant affirmer qu'en envoyant lea 2 notes, j^ayaii
dit á M. Chambolle que la mienne était la mains important$, et que Je
teñáis inflniment plus d Tautre, qui est l'apologie de toutes les republi-
ques américaines. Je verrai Chambolle aujourd*hui.
Salutations cordiales.
J. MiOHBLBT.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 43 1
abandonó su idea, pero desgraciadamente en Nueva Gra-
nada nunca han olvidado aquel hecho, á pesar de la sin-
cera estimación y aun gratitud que se le tiene á su hijo, el
señor Antonio Flórez, el cual ha sido, con ríizón, premia-
do con los más altos puestos á que puede llegar un ciuda-
dano de una república, desde presidente de la nación
hasta embajador de su país en Europa. El señor Flórez se
ha manifestado leal y fraternal con la actual Colombia, y
su conducta en Europa con los ciudadanos de ella ha sido
en todas circunstancias digna de su noble carácter.
Como debemos juzgar por las cartas que tenemos en
nuestro poder, y por los recuerdos que conservamos, Acos-
ta depositaba en el señor Pedro Fernández Madrid la mis-
ma confianza que con su padre tuvo hasta acompañarlo á
su última morada, de manera que en la correspondQncia
que con él tenía, le manifestaba siempre sus más íntimas
ideas sobre todas materias. Desalentado con el tono y ten-
dencia de la política del General Mosquera, que entonces
era el Presidente de su patria, y descontento con el giro
que tomaban las ideas en Nueva Granada, resolvió aban-
donar por completo la carrera de la política, y así se lo es-
cribió á don Pedro Madrid; pero al mismo tiempo alenta-
ba á éste para que se arrojase á la palestra, deseando que
hiciese lucida carrera en la diplomacia. Con ese motivo le
advierte en una de sus cartas que ha dado orden para que
le entreguen todos los libros diplomáticos que poseía en
Bogotá, «colección, dice, que no baja de cien volúmenes,)^
la cual desea que le sea útil. «Ya yo no los necesito, añade,
porque mi ánimo y mis inclinaciones me impelen á ocupar
en otra cosa los pocos días de vida que me quedan, y aun-
que no fuera por amistad, por el bien de mi patria debería
yo legárselos á usted en vida.D
En 1848 el señor Barait, junto con el señor José J. Fa-
bres, que eran redactores de El Siglo ^ de Madrid, le escri-
bieron para convidarlo á colaborar en su periódico, ofre-
432 biografía
ciéndole por cada articulo que enviase de París, de veinti-
cinco á cien duros, según la importancia de él.
Acosta no pudo aceptar aquella halagüeña propuesta,
porque sus trabajos literarios y sus estudios no le dejaban
tiempo para pcuparse en otra cosa.
Como el mapa de Nueva Granada estaba dedicado al
Barón de Humboldt, en Marzo de 1848 recibió una carta
de este sabio, que decía lo siguiente:
«Recibí, mi querido Coronel, con dulce satisfacción,
el titulo afectuoso de su recuerdo, y debería sonrojar-
me, como de una señal demasiado honorífica, del caso
que usted no cesa de hacer de mis primeros trabajos acer-
ca de la geografía americana. Deseo ofrecerle los homena-
jes de mi gratitud, y que usted me presente á la amable
señora Acosta en casa de usted. Si usted me hiciera el fa-
vor de venir á verme en el Instituto á las dos y media el
lunes, hablaremos de ello en el gabinete de M. Mignet.
cCon mi sincerisima amistad,
cA. HUMPOLDT.
«Domingo en la noche.»
(Traducida del francés).
Convenido el día en que Humboldt debería visitar
nuestro modesto hogar, Acosta pidió permiso para sacar
del colegio á su hija ese día para que tuviese el honor de
apretar la mano del mayor sabio del siglo.
Además de la carta que acabamos de transcribir, tene-
mos otras á la vista, (de Humboldt) de aquella época, tam-
bién interesantes. Entre todas escogeremos dos más, para
ponerlas ante las ojos del lector.
«Me debo declarar muy culpable con respecto de
un amigo por el cual he conservado de Guaduas á París,
y de París á Siberia, un tierno y vivo afecto, y me afli-
giría positivamente, mi querido Coronel, si usted creye-
ra por un momento que yo he sido infiel á ese amable
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 433
recuerdo que usted me ha guardado después de tantos
años de ausencia. Estuviera yo en París actualmente para
manifestarle de palabra cómo me halaga el afecto de us-
ted (dévoáment) que existe hace tantos años! Sólo las per-
sonas que conocen intimamente la posición que tengo en
este pais, en donde se me trata con tan fácil indulgencia,
saben que es contra mi voluntad que tardo en contestar
las cartas dictadas por una dulce amistad No puedo
disponer sino de las horas nocturnas para entregarme á
trabajos literarios importantes.
<Mi salud, á pesar de mi edad, y cuando la vida ya no
es segura, se conserva admirablemente, (i) El aspecto del
mundo es más triste de lo que yo esperaba en 1789. Hago
votos por la independencia y la libertad de su país. No es
ciertamente por medio de importaciones de linajes monár-
quicos como obtendrán la paz.
«Un caballero amable y de talento, el Conde Grocben,
me ha dudo noticias muy interesantes acerca de usted: de
su familia, de la amistad que usted me conserva, mi que-
rido Acosta, y lo he escuchado hablar de todo esto con
* viva gratitud. Me alegro mucho de saber que usted se ocu-
pa de la historia de la Conquista. Usted podrá juzgar mejor
que dtros y apreciar la influencia que la geografía del país
y la configuración maravillosa de su suelo tuvieron en los
acontecimientos de los cuales fué teatro Cundinamarca.
Aplaudo sinceramente esta empresa de usted. Siento mu-
chísimo, mi querido Coronel, el no poder ofrecer á usted
el manuscrito original del canónigo Duquesne. (2) He
buscado entre mis papeles más antiguos, y no he podido
encontrarlo, pero puedo asegurarle que aquella Memoria
(1) Había nacido en Berlín en 1769, 7 tenía en 1847 setenta y ocho años.
(3) Be trataba de la Diisrtaeión iobre el Calendario de lo$ MuUone, por
don José Domingo Duqueane, que Acosta insertó después en su HiUonm
del deecubrimienio y coUmiModÓA de Nueva O^anada. Acoeta obtuvo de Bo-
gotá una copia auténtica del documento original.
biografía 88
434 biografía
no tiene una idea más que las que usted encontrará en
mi largo articulo. {Monumentos^ pequeña edición en 8.^^
III, páginas 208 á 267). Todo lo copié allí; los jeroglíficos
y el dibujo de la piedra intercalada fueron grabados del
tamaño original y forma, con un cuidado esp>ecial. No me
culpe usted por esto, sino á los eternos trasteos que me
han afligido, durante los cuales se han perdido muchas co-
sas. Aún más deplorable ha sido que la piedra misma (ese
antiguo monumento de la civilización muísca) parece que
también se ha perdido.
cReciban usted y la señora Acosta el homenaje de mí
respeto y de mi invariable cariño. Mis tiernos recuerdos at
señor Arago. Usted sabe que hace treinta años que lo
amo con la mayor admiración, (i)
<A. HUMBOLDT.
cMis recuerdos á Boussingault, cuyos trabajos llevan
siempre el sello de una gran sagacidad*
cBerlín, 9 de F^ebrero de 1847.»
El Barón de Humboldt había escrito á Acosta pidién-
dole su opinión acerca de U coloración que el sol produ*
ce sobre los nevados.
Acosta le contestó la siguiente esquela (en francés), la
cual traducimos. Ninguna de las dos tiene fecha:
cAcabo de recibir el billete de usted, de ayer, y como el
Barón Gros, que ha contemplado los novados con ojos de
(1) Nada más consolador para la humanidad como aquel ainceríeimo
y tierno cariño que se tenían aquellos sabios, lo cual pruet» que las cien-
cias no endurecen el corazón, como lo creen algunos, sino todo lo contra-
rio. £n unos tomos publicados en París por M. de la Roquette en 1800,
— Oorruponieneia inédita áentifica y literaria de Alejandro de Bum*
lioldt— se encuentran cartas admirables de afecto y de una ternura más
que fraternal dirigidas por Huiflboldt á Arago. RecomendHmcs á los cu-
riosos una de Julio de 1847, que se halla en el segundo volumen, en la
página 854.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 435
paisajista, se encontraba por casualidad en casa, oirá usted
su opinión, que es más importante que la mía.
" El Orizaba, dice, y e! Popocatepetl toman un color
de rosa cuando se levanta y cuando se pone el sol, asi
como el Tolima, pero mucho menos fuerte el color que el
Monte Blanco. El Barón Gros notó la diferencia de aquel
fenómeno en América y en los Alpes.
«Por mi parte, diré á usted que nunca he visto la nie-
ve en los Alpes sino con su color natural, en las dos veces
que tuve ocasión de atravesarlos; pero he visto tomar un
color rosado al Cotopaxi, al Chimborazo, la Sierra Neva-
da de Santa Marta, y particularmente al Tolima y al Rutz;
este último me pareció bastante carmín una mañana, en-
tre las cinco y Jas seis, cuando iba de viaje entre Honda y
Mariquita. No me acuerdo de haber notado aquel color por
la tarde'al ponerse el sol, pera aquello debe de ser porque
en América rara vez se ven los nevados (están cubiertos
de niebla) á esa hora.
«El señor de Rouville, joven geólogo del mediodía de
Francia, que acompañó al señor de Buch (i) en una ex-
cursión ahora dos años en el Departamento del Gard, de-
sea ser presentado á usted. ¿Me permitiría usted que así lo
haga el lunes en el Instituto, á su paso por la Biblioteca, á
las tres de la tarde? Al mismo tiempo me aprovecharía de
esta ocasión para presentarle uno de mis compatriotas.
Ninguno de éstos quiere regresar á América sin haberlo
visto, aunque sea un momento. No se .tome el trabajo de
contestarme. Sólo deseaba avisar á usted que no había po«
(1) Leopoldo de Buch era un célebre geólogo alemáo, condiacípulo de
Humboldi, quien lo llamaba el primer geólogo de la época. Bus numeró-
las obras, á peear de los adelantos que aquella ciencia hace constante-
mente, son consideradas todavía como luminosísimas, sobre todo en la
parte de la geología que se relaciona con la paleontología. Murió en 1868^
de 70 8fk)S de edad.
43^ BIOGRAFÍA
dido resistir á ¡as instancias de estos señores, arriesgando
con ello ser importuno.
cReciha mis respetos y el homenaje de mi sincero y
respetuoso cariño. ^j ACOSTA.»
Hé aquí la contestación de Humboldt:
cLc estoy realmente agradecido, mi querido Coronel,
de las observaciones muy satisfactorías que usted ha teni-
do á bien hacerme acerca del colorido de los nevados al
levantarse el sol. Boussingault, á quien consulté después,
está enteramente acorde con las observaciones de usted y
las del Barón Gros. Hay también colorido, pero en gene-
ral (con motivo de que en la zona tórrida el aire es más
puro, y porque el movimiento aparente del sol es menos
oblicuo) es menos encendido y su colorido menos lar-
go. No podré ver en la Biblioteca suficientemente á las
personas que interesan á usted. Así me atrevo á suplicarle
que me traiga á M. de Rouville y á sus amigos america-
nos, no el lunes, sino el martes, á las tres de la tarde, en
el Instituto. ¿ Podré suplicar á usted que me escriba la di-
rección del Barón Gros? Deseo ir á visitarle.
aAmitiéSf A. HUMBOLDT.
«Viernes.»
CBPITULO V
Viajo al roeliodía de Francia.— Bourgea.— El pretendiente don Carlos.—
Viaje hasta Avignon.— Varios amigos con que Tiaja.— Curíoeidadea
de Avlgnon.— Paseo á Vaucl use.— Excursión geológica.— Viaje hasta
Nimes.— M. S. Dumasen Sommieres. — Llegada á Montpellicr á caaa
de Madama de Rouville —Visita aquella ciudad— El paladión de
Montpellier. — Pasa áo% días en Alais.— Noticias sobre las minas de
carbón.— Regreso á ParSs. - Carta de Boussingault.
1 847
Invitado por su amigo el señor Rouville á que fuera á
hacer un viaje hacia el medio día de Francia, durante el
DEL GENERAJL JOAQUÍN AGOSTA 437
cual lo acompañaría, Acosta se puso en camino el i.^ de
Agosto de 1847. Veamos algunos párrafos de su Diario:
«Llegué á Bourges á las cinco de la tarde. Esta ciudad
sirvió de prisión á don Carlos, el pretendiente al trono de
España, (i) Como esta ciudad tiene una guarnición com-
puesta de un regimiento de artillería, uno de los oñciales
con quienes entré en conversación me refirió que aquel
principe asistía á todos los ejercicios militares, acompaña-
do por el General Santacruz, pero que parecía persona de
pocos alcances, aunque muy cortés y atento. . . .
«Amanecimos en Moulins; atravesamos el AUier por un
hermoso puente . . . Llegué á Lyon á las diez de la noche
con Mr. Parker, mi compañero de viaje; me alojé en el
hotel de Provence; dormí algunas horas, á las tres de la
mañana me embarqué en un buque de vapor en el Róda-
no, y llegué íi Avignon á las dos de la tarde Las rocas
de las orillas del río parecen de terreno terciario
€ En Avignon posé en el hotel del Palacio Real, á
la entrada de la ciudad, el cual hace competencia al de
Europa. El dueño de mi hotel (Mr. Créraieux) tiene á
su cargo un jovencito árabe que mandó traer de Argel, y
para llamar la atención viste á la morisca.
«... Recorrí las calles de Avignon, las cuales, por lo
general, son tortuosas y estrechas, pero frescas por las cor-
tinas que las sombrean durante la estación calurosa
Hay muchas tiendas de adornos de iglesia, imágenes y ob-
jetos del culto católico, lo que prueba que las tradiciones
de la época en que residían aquí los papas, no se han bo-
rrado todavía.
«Cuando hube acabado de comer en el hotel, llegó
M. de Rouville.
(1) Jefe del partido carlista en Eipafi<i. Después rl&U guerra ciril qae
declaró contra Isabel u. y ▼iéadose arrojado de España, títíó en Bourgei
•en nna semi prisión, pero rolea<l) de una peqae&i cor'e deemigradoa,
liasta 1811 Entonces renunció wx% prete&»ii»ne8 en f*!? or de tu hij j, el
Oonde de llontemoUn, y se retiró á Austria, en donde murió.
43^ BIOGRAFÍA
€4 de Agosto. — Hoy se presentó aquí también M. Emi-
Hen Dumas, geólogo distinguido, y todos juntos estuvimos
visitando las colecciones de los señores Raspail, Directo-
res de la fábrica de gas. Allí han reunido no sólo fósiles y
minerales y petrificaciones, sino medallas, vasos, estatuas
y otros objett>s antiguos del tiempo de la dominación
de los romanos y de los galos, objetos curiosos que cada
día se descubren en estos alrededores. Luego visitamos el
Musco de Historia Natural, el Jardín de Plantas y el Mu-
seo de Pinturas. Merced á los cuidados de M. Regnier, es-
tos establecimientos están arreglados y son interesantes
hasta para el que llega de París
< . . Hay un salón en que están colocados los retratos
de todos los hombres distinguidos, antiguos y modernos,
que ha producido el Departamento de Vaucluse
a La hermosura y abundancia de las flores del Lautel
rosa y de las palmas manifestaban la situación meridional
de Avignon.
«El arquitecto en Jefe del Departamento, M. Renaud,
también ha coleccionado antigüedades que vimos, asi
como muchos de los fósiles del Departamento
«A las cuatro subimos al antiguo Castillo de los pa-
pas, el cual sirve hoy como cuartel. Es un vasto y elevadí-
sirao ediñcio feudal, el cual costó á los papas solamente
8,000 florines cuando fueron á establecerse en Avignón....
«En las inmediaciones existe un hermoso paseo que
domina todo el curso del Ródano con su vista risueña;
las ruinas feudales de Villeneuve al lado opuesto, los tres
arcos del puente antiguo, reemplazado hoy por otro sus-
pendido menos pintoresco; el monte Ventoux al N. y la
hermosa cadena de los Alpinos en miniatura hacia el
S. E.
«Entramos á la Capilla Papal, pequeña pero bonita.
De los siete papas que aquí residieron, sólo se conserva el
cuerpo de Clemente v. Los de Juan xxii y Benedicto xii
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 439
reposan en la Catedral Allí vimos las sepulturas de los
Duques de Crillon, cuya familia poseyó esta comarca, y
ha dejado como obra útil en el pais un canal que riega y
fertiliza los campos, (i)
«La roca que sostiene el antiguo Castillo papal es ere-
fácea (terreno neocomiano antiguo).
€5. — Salimos por la mañana en coche particular para
ir á visitar la famosa fuente de VauclusCf celebrada por Pe-
trarca, quien habitó en sus cercanías.
cAtravesámos algunas aldeas caracterizadas por ruinas
góticas y fortalezas. El terreno de diluvio^ compuesto de
guijarros rodados, es bastante espeso; con excepción de
algunas colinas, el terreno es plano. Llegamos á las ocho
y media á la aldea, y seguimos á pie hasta la gruta, de la
cual brota el manantial al pie de una roca (de creta com-
puesta, como las de Avignón). La gruta es espaciosa (de
8 á 9 metros de anchura); en invierno se llena, y desde
allt comienza á correr el agua con abundancia, pero no
sale por entre las piedras cubiertas de musgo hermosísimo.
El agua espumosa es de un color verde, y embellécenla
orillas realmente poéticas y capaces de inspirar á un poeta
en la situación en que se hallaba Petrarca. Dícese que
vivía en un castillo, ruinoso hoy día, que vimos por allí
cerca, y asegúrase que Laura solía venir á una casa ve-
cina No sé qué habrá de verdad en esto; pero lo
cierto es que en el hotel de Petrarca y Laura de la aldea
de Vaucluse, nos dieron muy bien de almorzar truchas y
cangrejos
«A las doce emprendimos una excursión geológica á
un vallecito á espaldas de la fuente, en donde recogimos
algunas nerineas y otros fósiles
(1) H07 se ve una estatua elevada al famoeo ami^o de Enrique it
— el General Luis de los Balboa Crillon^A quien el Bey llamaba d primsr
militar del mundo. Uno de sus descendientes tomó el partido de los espa-
floles contra la inTaaión francesa bajo Napoleón.
'440 BIOGRAFÍA
<6. — A las cinco de la mañana salimos en calesa partí*
cular M. Renaud, Itoberki (joven polaco, ingeniero y geó-
logo), Dumas, de Rouville y yo, y nos encaminamos al
pueblo de Orgón, para examinar el terreno que M. Alcides
de Orbigny me había citado como modelo de terreno neo-
comiano, análogo por sus fósiles á todo el terreno calizo
granadino desde el Socorro hasta Tena, Muzo, La Palma,
Villeta, Bituima y Anolaima.
cLlegámos al pueblo de Orgón á las nueve, tomamos
café, y continuamos con caballos de posta la excursión á
Peague-du Rocher.
«El corte es muy ¡nstructivoi se ve la sucesión de te-
rreno terciario (aquí dibuja el aspecto de las capas de terre-
nos diferentes) hasta el yiir¿ísíca, representados por el Oxford
Clay.
«Examinamos el terreno y recogimos muchos ejem-
plares de rocas. La estratificación no es discordante en las
dos series; el color de la roca caliza blanca se convierte
en gris en la parte inferior, y es más compuesta, pero
nunca tan negra ni esquistosa como las que se dicen co-
rrespondientes en la Nueva Granada. Los fósiles también
difieren mucho.
«Almorzamos, y después pasamos la tarde en las dife-
rentes canteras de calizo inferior que da una buena piedra
de construcción
«Volvimos á Avignón á las nueve de la noche.
«7« — Salimos á las cinco de la mañana en una mala
diligencia hasta Tarascón, famosa por su castillo hermo-
sísimo, que domina todo el curso del Ródano. Al lado
opuesto se halla Beaucaite, célebre por una feria muy
concurrida que acababa de pasar el 31 de Julio (i). Allí
tomamos el ferrocarril y llegamos á Ni mes á las doce.
Tuvimos tiempo para ir á ver el anfiteatro antiguo, ó
Arenas Romanas, conservado por casualidad, como la
(1) Hoy eBta feria h% perdido so antigua importancia.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 44I
Casa cuadrada (antiguo templo) y los monumentos de
Arles, por estar incorporados en la ciudad como casas y
fortalezas, etc. El Gobierno compró los terrenos y des-
truyó todo lo que no era antiguo, dejando en pie y aisla-
dos aquellos hermosos circos y templos.
«Subimos al Templo de Diarta, erigido en un lugar en
donde brota una hermosa fuente, de la cual se provee de
agua la ciudad, y que domina una Torre magna, restos de
un antiguo sepulcro ó mirador muy elevado. Visitamos la
Casa cuadrada, ^ donde está el Musco »
Después de recorrer lo más importante de Nimes, los
viajeros se dirigieron á la pequeña ciudad de Sommieres,
por Gallarines, y se quedaron allí.
DIARIO
«S. — Después de oir misa (era domingo) en una pe-
queña iglesia — porque están reconstruyendo la grande, —
nos convidó á almorzar en su casa M. E. Dumas. Este
señor posee una colección de rocas, fósiles y antigüedades
de lo mejor que he visto en Francia. Pasamos todo el
día visitando aquellas curiosidades científicas y oyendo las
explicaciones que de ellas hacía su dueño. M. Dumas me
regaló algunos fósiles y una carta geológica del Departa-
mento del Gard.
«A las cuatro y media tomamos el ferrocarril con di-
rección á Montpellier. Toda la campiña está cubierta de
viñedos; pasamos por Lunel, cuyos vinos moscateles son
muy afamados y forman la riqueza del comercio de Mont-
pellier. A esta ciudad llegamos á las nueve de la noche;
'atravesamos á pie los paseos exteriores, y nos presentamos
el señor de Rouville y yo en casa de la madre de mi
amigo. ^
«Madama de Rouville me recibió con tanta franqueza
y cordialidad como si fuéramos amigos viejos, y rae dijo
'^ue conocía mi nombre desde 1827, año en que lo había
44^ KIOGSAFIA
v:-sto en ci r.úiiero de- Gíckj iát Pan>!, que me
De^puéí dj haber pirt'c:pad:> de ura espléndida cena, mi
anrr.;j/ n^.t il^-vO a; afr-^ento que me tenían preparado, en
do.^'ic d ir.T.í perícctan-.er.íe.
4Q, — A la- ■í:Í'» de ¡a mañana me pu^e en campaña para
ir á v.rit^ir la crjdad. Lo verifiqué á pvcsar de ona molesta
liuvu que duró ha>ta las once de la mañana. Visité en primer
lugar la Catedral, cuya portada la forman dos torres cilindri-
cas muy raras, y se baja á cuas como á un subterráneo...^-
El Jardín de Plantas es pequeño, pero bien cuidado (el más
anti;;¡uo de Francia). Me mostraron un árbol muy grueso^
que apenas pueden abrazarlo dos hombres, y al lado ona
torre srjbre ¡a cual hay un pino muy antiguo que es el pa^
lladium de Montpeilier, pues una antigua superstición dice
que el día en que se seque, será el de la ruina de la ciu*
dad» El mejor adorno de Montpellier es el famoso y
elevado paseo del Pcyfou, construido en tiempo de Luis XIV
en la cabecera del vistoso acueducto que trae el agua del
consumo déla ciudad. Desde las balaustradas se ven lacia-
dad de Cette, el mar Mediterráneo y los buques que entnuí
al puerto. En medio se halla la estatua ecuestre de Luisxiv,
y en contorno estanques de aguas vivas y cristalinas que
templan los calores de este clima meridional.
«En el mercado me llamaron la atención las pirámides
de berenjenas y otras hortalizas, los cerros de variadas
frutas, todas abundantes y baratas.»
Naturalmente Acosta visitó la Facultad de Ciencias, la
famosa Escuela de Medicina, la más antigua y la que tuvo
mayor influencia en Europa durante la Edad Media; los
Museos y colecciones de Historia Natural y de Geología,
etc. etc.
Esa misma tarde regresó á Nimes con M. de Rouville,
y de aquella ciudad pasó á Alais, en donde estuvo un día
en casa de una hermana de su amigo, casada. Después de
dormir allí, el día diez estuvo en unas famosas minas de
DEL GENERAL lOAQUfK AGOSTA z|43
carbón, las cuales visitó hasta el fondo, y de ellas hace
una descripción. Regresaron por la noche á Alais, en don-
de le aguardaban muchos amigos de los dueños de casa
para que participase de un suntuoso banquete que dieron
en honor suyo.
«A mi lado tenia, dice, al Director de las minas, el cual
me ofreció dar todos los detalles necesarios para compren-
der la administración del establecimiento. En éste se sacan,
el dia que menos, cien mil kilogramos de carbón ó dos mil
quintales, que se pesan en una báscula á la salida de la
mina; así cada operario recibe el precio de su trabajo, que
se hace por contrata. Por contrata se hacen también las
composiciones de los utensilios de minería y el acarreo
por medio de caballos, etc.
cu. — Salimos hoy (á las 8) hacia el norte de Alais, á
Rousson, á ver un castillo arruinado, cerca del cual hay
un terreno muy instructivo por la extensión de su corte.
Recogimos algunos fósiles, anduvimos á pie tres horas y
visitamos varias aldeas. Cerca de St. Ambroix vimos el ca-
lizo brillante, que parece granito y brilla como tal, pero
al examinarlo con el lente se observan las articulaciones
de los encrinitas como estrellas.
cAlmorzámos^n esta última aldea y volvimos á Alais á
ver una fábrica de ladrillos de nueva invención, que pro-
duce diez y ocho mil por día. Los exportan por el Ródano
hasta Italia, y también mandan á Arge\.t>
El 12 volvió á Nimes, en donde pasó el dia con los
amigos que allí tenía, arreglando su colección de minera-
les y visitando de nuevo algunos de los monumentos de
aquella interesante ciudad.
El 14 salió en diligencia y visitó de paso varías aldeas y
la pequeña Orange, célebre por un sepulcro romano muy
bien conservado, el hermoso arco triunfal de Mario, bajo
el cual pasan los transeúntes, y las arenas ó teatro romano.
Siguió por el camino que costea el Ródano hasta la ciudad
444 biografía
de Valence, en donde cambió de vehículo y siguió con di-
rección á Lyon. Iba al lado del postillón de la diligencia,
y éste le iba señalando y dándole noticias de cuanto veía,
á pesar de ser ya de noche. Después de descansar en esa
ciudad algunas horas, continuó marcha en el camino de
hierro hasta San Sinforiano; allí fué preciso continuar en
diligencia por el camino de Moulins hasta Bourges, en
donde de nuevo tomó el ferrocarril que lo llevó á París,
adonde llegó el i6 de! mismo mes de Agosto, muy satisfe-
cho con su excursión y con la colección de minerales que
llevaba.
Cuando empezaron de nuevo á abrirse las aulas y los
cursos en las universidades y colegios, Acosta recibió una
carta de M. Boussingault, de la cual tomamos el siguiente
párrafo, porque es característico de aquel sabio:
" París. 14 de Diciembre de 1847.
• *•* ••■..««•««.>■...•••«.•.••••••.••.•••••••• •■•
€ Le remito una boleta de entrada para mi curso;
no es preciso que usted se crea en la obligación de aguan-
tarlo (le subir); en lugar de usted, me quedaría tranqui-
lamente en casa; pero si tiene el capricho de asistir á él,
en ese asiento estará mejor que en los bancos, que no son
cómodos (esto en español) para los qup no son algo go-
ditos.»
CAPITULO VI
Amagos de rcvoluoíón en Francia.— Causae de la Insorrccción de Febre-
ro de 1848.— Caída de Luis Felipe.— Carta de Aconta á don Podro F.
Madrid.— Micheict.— Cberalíer.— loaurrecci^n de Junio.— Kl sellor
M. M. Mosquera.— Opinión de Acofta sobre la fedemción en NueTa
Granada.— Pub)ica el G7/n/fen(¿¿9 Hutóríeo. -^Cómo fué acogida esta
obra en Europa. — Carta d«3 BoussingHult.
1848
Entre tanto, el horizonte político de Francia se había
oscurecido. Un descontento general, un malestar profun-
y
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 445
do se sentía en todas las capas de la sociedad parisiense^
descontento y malestar que son seguros precursores de
una revolución política. Los rayos de la opinión pública
que habían derribado el trono de los Borboncs en 1830,
amenazaban ya el de Luis Felipe, levantado entonces so-
bre las ruinas de la monarquía legitimista. Acosta había
visto derrumbarse el trono de Carlos x; tocábale, al cabo
de diez y ocho años, presenciar el cataclismo social que
debería echar por tierra al Rey burgués, como llamaban á
Luis Felipe.
Minada Francia por las sociedades secretas que habían
visto en 1830 surgir un nuevo trono en el lugar de la re-
pública que habían deseado establecer sobre la dinastía
borbónica, aquéllas, para lograr su deseo, habían conti-
nuado trabajando sin cesar entre el pueblo durante los
diez y ocho anos del reinado de Luis Felipe. El odio que
había despertado el Ministerio de Guizot en gran parte de
la nación, fué enardecido por los republicanos, los cuales
se aprovechaban de toda circunstancia para señalar á los
partidarios de los Orleans como enemigos del bien del
pueblo.
Como sucede siempre en iguales circunstancias, tanto
Luis Felipe como su Ministerio parecían ciegos é incapa-
ces de comprender la delicada situación en que se encon-
traban; cometían errores sobre errores y precipitaban ellos
mismos los acontecimientos.
A mediados de Febrero de 1848 las sesiones en las Cá-
maras legislativas eran el campo en donde se libraban las
batallas que deberían perder al Gobierno, y exasperaban á
los oposicionistas, los cuales comprendieron que nunca
lograrían las libertades que dese«iban mientras ocupase
el trono Luis Felipe. Quisieron entonces organizar ban-
quetes públicos con el objeto de manifestar su aversión
al Gobierno. Este prohibió aquellas manifestaciones, y
anunció que disolvería con el ejército los grupos que se
44^ BIOGRAFÍA
reuriestn para desobedecer las órdenes expresas de la au-
toridad.
Aquel 1;ís ordene.- eran inconsliíutionale<, y todos los
I>iputadoh de la oposición declararon que ro las obe-
decerían. Con esc motivo hubo muchas reuniones en
las casas particulares de los hombres más importantes que
hacían papel en la pfjlítica. Entre otros, Lamartine pro-
nunció entusiastas discursos, uno de los cuales hizo pesar
en la balanza la decisión de no cejar ante las órdenes del
Gobierno, (i).
Entre tanto, el pueblo recorre las calles cantando la
Marsellesa y Morir pot la patria, canto de los Girondinos
(de una pieza de teatro de Dumas). El día 22 de Febrero
la guardia nacional se reúne espontáneamente en la plaza
del Panteón. El 23 se aumenta el tumulto, se oyen gritos
de Viva ¡a tefofma! y cuando sacan los soldados á la ca-
lle, éstos empiezan á detenerse y fraternizar con el pue-
blo. Varios combates parciales tienen lugar en algunos
puntos de la ciudad; la Cámara de los Pares se reúne, y la
sesión es tempestuosa: unos son legitimtstas, otros bona-
partistas, unos pocos republicanos y poquísimos orlea-
nistas.
En vista de tod > esto, y demasiado tarde para salvar su
trono, el Rey quiere .formar un nuevo Ministerio; pero
nada puede calmar ya el espíritu revolucionario; todo el
pueblo se arroja á la calle, y tienen lugar combates más ó
(1) Sefioret, dijo al concluir: os conjuro» no retrocedáis bada el des-
honor; por mi parte, aunque me hallare solo con mi sombra, meencon-
eontraré en el lugar de la cita. ... Yo no sé ai las armas que han confia-
do á nuestros Talientes soldados estarán en manos prudentes. Lo creo 7 lo
espero; si las bayonetas despedazan las lejres, si los fusiles están car-
gados con balas, lo que s! sé es que nosotros defenderemos primero con
nuestra yoz, después con nuestros pechos» las instituciones y el porrenir
del pueblo. Será preciso que las balas rompan nuestros pechos pera que
puedan arrancar los derechos del país. ¡No deliberemos, sefiores» obre-
mos f
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 447
menos mortíferos en varias partes de la ciudad; por todas
partes se oyen gritos, tambores batiendo la generala y des-
cargas cerradas. El pueblo se arma con cuanto encuentra
en las tiendas de armas Cuando llégala noche, la ciu*
dad se ilumina con antorchas, los hombres se arrojan á la
calle y las mujeres tienen que poner faroles en todas las
ventanas.
A la mañana siguiente (24) la ciudad amanece cubier-
ta de barricadas El Rey firma su abdicación en favor
de su nieto; pero esto no basta ya á los insurrectos. Dos
días antes se hubieran contentado con la reforma de las
leyes electoi'ales y el cambio del Ministerio, pero ya no
quieren sino la claudicación de la monarquía y el adveni-
miento de un nuevo Gobierno, es decir, la república.
Mientras que Luis Feli{>e, seguido por toda su familia,
se alejaba de París para ir á asilarse en Inglaterra, el pue-
blo se erigía en amo y señor de la situación y proclamaba
la república.
El barrio latino había sido el principal foco de la re-
volución, y como allí vivía Acosta con su familia, en la
misma.casa que habitaba el historiador Michelet, tuvo oca-
sión de presenciar hasta en sus pormenores la marcha de
la insurrección. Hé aquí una carta de Acosta al señor Ma-
drid, en la cual se ocupa de aquello.
" ParÍ9, ).* de Marzo de 1848.
cMi querido amigo:
cCuatro renglones para dar noticia á ustedes de nos-
otros. Acabamos de presenciarla erupción popular; el dra-
ma más imponente que se ha representado jamás en el
teatro de la historia. Cuando en la noche del 25 de Febre-
ro se temía un pillaje general, no me consolaba otra idea
sino la de hacer un servicio negativo á mi patria. Como el
Gobierno francés no podía protegerme, ni, como era na-
tural, indemnizarme como subdito granadino, pensaba re-
mitir mi expediente á esa Secretaría, á fin de que sirviese
44^ BIOGRAFÍA
de contestación á las numerosas reclamaciones que nos
hacen los agentes extranjeros en nuestras revoluciones.
Todavía creo que en esie sentido podré servir de algo, y
ojalá que lo fuera así 1 La verdad es que cuanto poseíamos
para ayuda de gastos aquí y para el viaje de regreso, lo te-
níamos en bonos sobre el Tesoro, que producían el 5 por
100 de interés, y de este modo se evitaban los riesgos de
bancarrota de casas de comercio. Ahora estamos amena-
zados de bancarrota nacional, pero mis reales son perso-
nales, y aunque nada sacaré, siempre introduciré el recla-
mo, si el señor Mosquera conviene.
«Ahora más que nunca nos conviene (en Nueva Gra-
nada) conservar la paz, rechazar toda innovación política
y dar seguridades de estabilidad para atraer los capita-
les que la conmoción social de Europa va á trasladar á
América d
Acosta estaba al corriente de cuantc» sucedía en el nue-
vo Gobierno por medio de Michelet — quien ya hemos di-
cho que vivía en la misma casa,— el cual tenía grande
amistad con Lamartine, y ésto frecuentaba mucho su sa-
lón y paseaban juntos en el jardín perteneciente al aloja-
miento de Michelet. (i) Por otra parte, el astrónomo Fran-
cisco Arago era republicano, así como toda su familia, y
lo veía frecuentemente en casa de M. Boussingault, en don-
de se reunían muchos sabios partidarios de la República,
y allí discutían las noticias políticas del día.
Hé aquí una carta del estadista Miguel Chevalier, que
prueba nuestro dicho:
" París. 16 de Abril de 1848.
«Mi querido Coronel:
«Puesto que usted es amigo y vecino de Michelet, ¿po-
dría usted preguntarle de su parte ó de la mía, como le
(l) Hoy esa casa hace parte del Colegio de la Compafiia de Jesús, j
los Jesuítas á quienes Michelet hizo lauto la guerra, son los herederos de
casa y ese jardín I
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 449
parezca mejor, qué piensa hacer acerca de las medidas que
van á tomarse con respecto del Colegio de Francia?
«Se lo agradecería mucho su afectísimo,
«MiCHEL CHEVALIER.»
Cuando cuatro meses después de la revolución de Fe-
brero estalló la insurrección comunista de Junio, la casa
en que vivía Acosta cayó en manos del pueblo; éste hizo
barricadas á uno y otro lado de la puerta, — la casa era de
esquina — y mandó que pusiesen á su disposición todos
los alojamientos para defenderse, desde las ventanas, de las
tropas del Gobierno provisorio.
Sin embargo, ¡cosa rara! aquellos energúmenos no co-
metieron ^buso ninguno, ni robaron cosa alguna. Des-
pués de defenderse briosamente durante algunas horas so-
bre las barricadas y desde las ventanas, viendo que las
tropas llevaban cañones, resolvieron retirarse, y entonces
tocó su turno á los soldados de hacei se dueños de la casa
y de toda la calle, hasta desalojar por completo á tos co-
munistas del barrio.
El señor Manuel María Mosquera, que era el Ministro
de Nueva Granada en Francia, se alarmó mucho con la
situación de Acosta y su familia, y varias veces mandó á
preguntar por su suerte, pues en el barrio en donde vivía
el señor Mosquera no llegó á haber combates, (i) pero se
(1) Hé aquí una curta que escribió el sefior Mosquera 6 Acoata, qne
da idea de lo que se pensaba en París en aquel tiempo:
"Martea á las doce del día.
Mi muy apreciado amigo:
Despnés que escribí á usted mi anterior esquela, se aumentó mi cui-
dado por ustedes al saber que el Panteón y la plaza de la Vteils JSftrapad§
eran punios en donde la insurrección había empefiado el combate en eae
barrio. Oraciaa á Dios, se hallan ustedes salvos, después de haber corrido
un gran peligro; y me apresuro 4 dirigirles en mi nombre y en el de Pe-
pita, muchas síectuosas congratulaciones.
Por acá no hemos tenido do cerca ningún rie^o ni alarma, pero he-
BIOORAVIA M
4SO BIOGRAFÍA
tenían noticias de los horrores que los insuircctos come*
tian con los prisioneros, á quienes mataban cruelmente, y
las mujeres se paseaban con las calaveras de los desdicha-
p«rtidp«do de la iaqaietad genera], y del enderro fomao á qae noe
áa el estado de sitio de la capital.
Hojr qoe ha teiminado la atogríeota coolienda, podemos apreciar la
ooDJaraciÓQ €n toda sa gravedad y co sos Infernales planea. ¡Qaé rea-
pone&bilid^d la de la omisiÓB ejecutira, que no ha tenido los ojos abier-
tos S'»bre los conjurados!
¿De qaé ha serrido e^ Toto de confianza y los fondos secretos de poli-
cía que obtuTo de la Asamblea? Oespaés de haber Tisto cómo se realizó
la reToIución de Febrero, principiando por on grito de reforma electoral
y terminando por el de la república; y cómo se ha maquinado sordamen-
te en estros cuatro meses para prner la sociednd al borde de on abismo»
es forzoso conTenir en que este psis carece del mngnum o/ganum de la
discreción política, y que antes de hallarlo sufrirá vairenes extraordina-
rios que aumentarán el Tértigo que Ee ha apoderado de una gran masa de
la población. Ta ve usted que en Marsella y en Nantes se han reTolucio-
nado también los obreros, poniéndose á la Cjibcza de ellos en la segunda
de estas dos ciudades el mismo Prefecto del Departamento. 8e dice que
la insurrección ha sido sofocada en una y otra; pero ella Tolverá á alzar
cabeza co la primera oportunidad, i>orque como lo observa usted muy
bien, el régimen presente no tolera medidas paramante de rapresión. Se
enviarán á grandes costos algunos miles de hombres desterrados á las co-
lonias francesas; pero esto no alcanzará á ser ni un paliativo al mal social
que amenaza á Francia. Abora se seguirán los asesioatos. que es tanto
como decir que continuará la contienda en sertamen singular. Esto es
horroroso; es preciso acortar el término de nuestra residencia en Francia.
No e^tá habitable!
Aguardo á que la circulación sea expedita para tener el honor de hacer
una visita á mi sefiora Carolina. Sírvase usted ponerme á sus pies, y re-
cibiendo con ella finas memorias de Pepita, mande usted lo que guste á
sa afectísimo amigo H. M. Mosqukrs."
Después de leer esta carta, en que están pintados los temores que cau-
saba la revolución en los ciudadanos pacífico^, de quien se comprende
que era el eco el sefior Moaqnera, ¿quién se sorprende de que la parte
más enemiga de revueltas públicas y la masa de la nación industriosa se
arrojara en brazos del Imperio y elevara al trono un hombre que ofrecía
reprimir .con energía la hidra del comunismo, cuyas cabezas era preciso
cortar todas de un golpe, si no queríao perecer en la anarquía y la dea^
composición total del país?
DEL GENERAL JOAQUÍN ACOSTA 4$ I
dos soldados ensartadas en una pica, llenas de sebo y den-
tro una mecha encendida, dando mueras y bailando como
horribles meleras en torno de los cadáveres.
Debelada la insurrección comunista, el país volvió á
gozar de calma relativa, aunque los temores y las des-
confianzas no cesaban. Acosl:i entonces, que deseaba
regresar á Nueva Granada, se apresuró á dar á la prensa
la Historia que le ocupaba desde que llegó á Europa.
Hacia aquella época encontramos una carta dirigida á su
amigo el señor Madrid, de la cual tomaremos algunos pá-
rrafos:
<L Unay otra carta venidas por este correo, escribía,
hablan de una tentativa para plantear un sistema federal
esencialmente desorganizador en Nueva Granada, que es-
pero encallará en el instinto conservador de la sociedad
de ese país. Locura es ésta que parece promovida con de-
signio por las naciones que desearían engullimos por por-
ciones. Jamás Inglaterra se hubiera apoderado de San Juan
de Nicaragua, si no hubiera sido previamente desmenuzada
esta parte de América para formar lo que se ha llamado
Provincias (ó Repúblicas) c/ds-Unidas de Centro América.
Pero nuestro turno llegará al fin: Venezuela se acomodará
bien en los valles de Cúcuta; el Ecuador, mientras le llega
su hora, se adjudicará hasta el Mayo; el istmo será inglés
ó yanqui con Antioquia y nuestras costas atlánticas y del
Pacífico. Entre tanto nosotros compondremos en el inte-
rior un pueblo pastor, interrumpiendo nuestras ocupacio-
nes agrícolas cada año con combates sangrientos entre
Panches y Muíscas, Tunjas y Bogotáes. Et divide ut im-
peres^ es locución tan antigua como la ambición y la codi-
cia ¿Pero qué piensan hacer? ¿Vaciar por un mismo
modelo todos los gobiernos de los Estados? ¿Y entonces
en dónde está la predominación de los sistemas locales y
su eficacia para promover los diversos intereses? O se per-
mitirá la libre acción de cada una de sus modificaciones»
x-^ a:i
•S*^ - •? - • - . »
de: r^-'^er r, z-i-t sí í<í:iif irte cnsa 2C ! tTii
rjiri i -- r^Li-a, r«'''--'i o.Tnrrfnie ::re U sitracióa de
» M • • •
C'^'t.^» cauir*5 de error r.o cr.o^rt-zrX r:2cs r.o «abría al
rededor de q^é g-^jro deberá ¿ -arj
La h sto^^ 5a!'5 de£-::t:TaT:er:te a luz á baes del año
de 1 848, con el r:on:bre de:
C:mfendij Hüictico cUl Descubrimiento j Cclcnizacicn
(U la Sucra Granada en el si¿lc décimo sexto.
Esta obra fué may bien recibida en Europa por todos
loft que se ocupaban en cuestiones no solamente históri-
cas, sino también de ciencias naturales, de geoj^rafía, de
etnografía, etc. Tenemos á la vista cartas de algunos sa-
bios franceses que le escribieron, las que probaban no so-
lamente el interés intrínseco de la obra, que llenaba un va-
cío, sino la buena opinión que tenían de su autor. El fa-
mosí> viajero y prolí&co escritor Fernando Denis, que se
ocupó particularmente de literatura española y de historia
americana, publicó un articulo recomendando la obra, en
una blibliografía que imprimía en aquellos momentos, (i)
(t) né aqnl la carta que escribió á Acosu, y que tradncinios:
'* París, 13 de Varzo de 1849.
" Skftor Coronel Acesia.
'* Bcfior: Permítame usted darle las gracias por el envío de sil preci* so
libro; mienií'as menos derecho tengo de recibir un recuerdo de esta natu-
ralo'^a, rods agradecido estoy por ello. To pertenezco á aquellos pocoa
que puodon apreciar la sagacidad y perKTerancia que usted ha manifes-
DEL GENERAL JOAQUÍN ACOSTA 453
El sabio Elias de Beaumont le escribió una carta de feli-
citación, (i) M. de Peyramont, sabio jurisconsulto y miem-
bro de la Asamblea legislativa, dice en una carta que tene-
mos á la vista que ha pensado recordar la lengua espa-
ñola, algo olvidada, y que ha comprado una Gramática y
un Diccionario para ocuparse durante las vacaciones en el
tttdo en BUS inqnU¡cion<:8, é inmcdia lamento me apresuré á indicar su
excelente obre c imo un guía que dcl>ena seguirse en todo lo concernien-
te á Nueva Gmnnda. Ese corto artículo aparecerá en una BibüografU
que hago imprimir actunlmente. Allí me tomé la libertad de indicar tam-
bién los otros libros que usted nos promete. No le doy á usted estos deta-
lles Bino para probarle la estimación grande que merece su bello trabajo.
** Reciba usted la expresión de mi consideración y de mi vlvisima
■impatla.
** Su obedieate servidor, "Fbrdinand Dbris."
(1) " París, 38 de Marco de 1849.
" Al sefior Ck>ronel J. Aoosta,
"Befior mío:
" Recibí con sincera gratitud U bella carta de las bocas del rio Mag-
dalena que usted me biso el honor de enviarme. 8i hubiera aparecido
an^es de la publica :ió a de mis lecciones de geografía!, ésta me hubiera
proporcionado un bello ejemplo de cordones litorales. Me apresuro, pues,
4 darle las graciis por ello, y al mismo tiempo fi reiterarle mi reconoci-
miento por el mapa grande de Nueva Granada y su sabia obra acerca del
VneuMmiento de la Nueta Q ranada,
" Siento mucho no poder ofrecer á usted en cambio dj sus grandes
obras y tan importantes trabnjos, simí algunos débiles opdsculos. Bspero,
sin embargo, que usted tendrá la bondad de recibirlos con indulgencia,
como un recuerdo de las lecciones de la Escuela de Minas y del Coleg'o
de Francia, las cuales usted qttiso fomentar asistiendo 6 ellas. Frecuente-
mente he hecho uso en mis lecciones de la Carta geológica de Francia, la
cual ha enriquecido usted con las notas enviadas por usted después de
haber hecho algunos viajes en Francia. Efipero que la Escuela de Minas
se dedicará á obsequiar á usted con un ejemplar; y si asi lo hace, no ha-
brá ejemplar mejor colocado.
" Permítame usted reiterártela expresión de mi gratitud, Junto con 1%
alta consideración y sincero afecto con que me repito de usted atonto ser-
vidor, " L. Elías db Beaumont."
La Escuela de Minas obsequió á Acosta con un ejemplar de) mapa
geológico de Francia, el cual envió con una nota muy lisonjera.
454 BIOGRAFÍA
campo en leer la historia de Acosta. El señor Miguel Che*
valier le da las gracias por los agradables ratos que le ha
proporcionado su lectura, y añade que le gustó mucho lo
concerniente á Balboa, por quien declara «que tiene una
gran debilidad.» Varios escritores españoles y cubanos lo
felicitaron por su obra, entre otros el conocido hombre
público cubano don José Antonio Saco.
Reproducimos íntegra la chistosa y característica carta
de Boussingault, la cual Acosta recibió ya después de haber
llegado de regreso Á Nueva Granada:
(Traducción).
" Leibfranberjr» (1) 8 de Julio de 1849.
'* Sefior Coronel Joaquia Acosta.
€Mi querido amigo:
cEl cólera y la insurrección me impidieron decir adiós
á usted y á su familia, pero ahora escribiré algunos ren-
glones dirigidos á usted. Tuve noticia de su partida de Pa-
rís demasiado tarde, y su carta me vino á buscar en el
monasterio, que usted ya no conocería, tan compuesto
como está. Mientras que usted se dirigía al Havre, nosotros
nos poníamos en marcha para Alsacia. Parece como que
si no aguardaran sino nuestra partida para hacer cesar la
guerra civil y que pasara la peste. Usted y.i sabrá la derro-
ta que dieron á la Montaña, (2) y también la rápida dismi-
nución del cólera en París.
cNosotros tomamos el camino de Estrasburgo - el 14
por la mañana — en la primera diligencia que partió después
de los acontecimientos del 13, — y por consiguiente la que
llevaba por aquella vía las primeras noticias de lo sucedido
en París. Como yo traía muchos buenos periódicos, iba dis-
tribuyéndolos por todo el camino, dándolos con preferen-
(1) Era aquella una propiedad que poeeia y rúd poweD Ins descendien-
dieotes de BounlagaoU en Al acU ; hftbia sido uq aotiguo monasterio.
(8) Bl Jefe del psrtido de la Montafia, (hoy radicalismo) Ledru Bollia,
trató de amotinar el pueblo el 18 de Junio de 1849, pero no pudo lograrlo.
DBL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 455
cía á los ciudadanos que se consideraban rojos, con el ob-
jeto de administrarles una purga.
<Yo había tenido la feliz inspiración de pedir al Vice*
presidente de la República licencia para ausentarme (de
la Asamblea) durante un mes. No podía soportar la idea
de dejar á mi familia más tiempo en el foco de la infec-
ción, y como mi mu¡er no quería partir sin que yo la acom-
pañase, tuve que darle gusto.
cMe encuentro tan feliz aquí sin trabajar, que estoy se-
guro que debe de suceder otro tanto en el paraíso, y es lo
que hacen en este mundo las gentes de juicio; pero la feli-
dad en el mundo es de corta duración, de manera que ape-
nas se siente uno bien en alguna parte, es preciso dejarla;
asi, pues, dentro de pocos días concluirá mi asueto I
«Cuando dije que no trabajaba ni hacía nada aquí, es
una licencia poética: además de tomar un buen vino que
hacemos nosotros mismos en Liebfranberg, casi tan bueno
como la chicha, comemos muy bien, y también he leído
el libro de usted; lo he leído con interés, desde el prin-
cipio hasta el ñn. Ya sé que es una imprudencia hablar
á un autor de su obra, cuando se acaba de leerla. Ge-
neralmente es bueno elogiar un libro apenas se recibe y
antes de leerlo; entonces podemos hablar del placer que
tendremos de leerlo y del provecho que sacaremos de
ello; entonces podemos sinceramente decir cuantas lin«
dezas se ños ocurren condicionalmente. Pero ya leí su
libro, y le aseguro que lo considero viable y digno de
todo el interés posible para quien quiera estudiar la historia
de América. He sentido que sea un Compendio, y advierta
que este es un elogio, porque signiñca* que lo encuentro
demasiado corto. Ahora voy á criticarlo. En primer lugar^
me pesa que se manifieste tan enternecido con la Reina
Isabel; ¿acaso no murió hace tantos siglos? Su plan es
demasiado geométrico; no sale usted de Nueva Granada;
abandona á Pizarro justamente en la frontera, como si en-
45^ BIOGRAFÍA
tonces hubiera una frontera, y aun ahora no estoy bien se-
guro de si existe. Debió usted en algunas páginas pintarlos
graves acontecimientos tan dramáticos que tuvieron lugar
en el Perú, y traer á Vaca de Castro á Popayán, y condu-
cir á Belalcázar al Perú. Esto es todo lo que encuentro
que criticar, aunque más busque. ¿Está usted bien seguro
de que había en América aquella inmensa población indí-
gena en la época de la conquista? Yo siempre he dudado
de la verdad de aquellos millares de indígenas. Los con-
quistadores se alababan, no lo dude. En cuanto á la me-
moria de Duquesne sobre el Calendario de los Muiscas, no
entiendo nada. Hablando de los Muiscas, Humboldt dek
de estar encantado; encantado, porque los prusianos s(
han apoderado del Gatinais; es cosa arreglada.
«Los demagogos retroceden en toda la línea.
€Envío su muy interesante obra á Bodmer, que dése
ardientemente leerla, después de oír mi opinión. Mis re
cuerdos á la señora Acosta y á Sólita, y no me olvide c
casa de su hermano en Guaduas, (i) Dejo campo ámi rci\
jer para que escriba algunas lineas á la señora Acosta.
cBOUSSINGAULT.)
CAPITULO Vil
Bitaación de Francia ea 1849.— VÍHJe de regreso á Nueva Granadí
Cartas de varios sabios. — InsUlación en Guaduas.—Situación poli
del país.— Muerte del General José A ce vedo.— Viajes y excarsi i
que hizo Acosta en el interior de la Repdblica.— Memorias rientíñ
I 849-1 850
El año de 1849 fué fatal para Francia. En el mes
Mayo estalló una espantosa epidemia de cólera en Parí
en las principales ciudades del país. Morían millares
personas diariamente, y el pánico era general.
(1) JBitaa palabras estaban en espafiol.
DEL GENERAL JOAQUÍN ACOSTA 457
Al mismo tiempo la política del Gobierno desconten-
taba á todos los partidos, y el malestar aumentaba de ma-
nera alarmante.
Se temía una insurrección de los comunistas, como la
de Junio del año anterior.
El partido del Príncipe Presidente Luis Napoleón
aconsejaba medidas fuertes para reprimir á los comunis-
tas. Pero éstos, encabezados por Ledru-Rollin, creyeron
que no podrían recuperar su influencia y hacerse al po-
i' der, sino apelando á las armas.
-v. Así lo hicieron el 13 de Junio de aquel año. Pero la
:* j intentona de insurrección fué aplastada brevemente por
i'^c: una carga de caballería, sin que el pueblo de París, ate-
rrado con la epidemia que diezmaba la población, quisie-
ra tomar parte con los que pretendían defender sus de-
g di rechos.
),[:■ Entre tanto, Acosta había tenido que permanecer en
;.,;;. París arreglando su viaje de regreso á América. Sin ame-
drentarse con la epidemia, permaneció de pie ñrme en
París con su familia, hasta mediados de Junio, cuando
partió para el Havre á aguardar la partida de un buque
que debería conducirle á Santa Marta.
Estando en el Havre recibió la siguiente carta que
traducimos:
' ' París, 1 8 de JuD io de 2 849.
c Amigo y señor mío:
cEspero, á pesar del retardo involuntario de mi contes-
tación, que estas pocas líneas alcanzarán á llegarle á us-
ted en el Havre. Conozco lo bastante su amistad para
comprender que será muy agradable para usted, antes de
dejar á Europa, saber que estamos todos gozando de salud
y con la esperanza de escapar al doble azote físico y social.
He logrado que todos los miembros de la familia, asi
como nuestros amigos los Milne-Edwards, vayamos á
pasar algunos meses en San Germán, en donde se goza de
4S8 BiOGRAPiiL
^^^l^l^l^^^l^^0^^^^^^l^^^^^0^^^^^^>^^^^^^^>^¡^0^0^^^l^>^>^>^>^t^^»^l^>^l^>^>^^*0 '
buena salud, de manera que cuanto amo se hallará en se-
guridad y escapará también el peligro de una revolución,
revolución que espero, sin embargo, que habrá sido sufo-
cada por algún tiempo, y tal vez por bastante tiempo, si el
Gobierno sabe aprovecharse con juicio de la victoria. Nues-
tras mujeres y nuestros hijos permanecerán constante-
mente en el campo, en donde la comunicación con Paris
es tan fácil, que podremos (los varones) ir y volver para
desempeñar nuestros deberes y atender á nuestras aulas.
cSupongo, señor mío, que usted recibiría los cajones
de plantas que yo habia mandado cultivar aparte para us-
ted. Estuve tan ocupado durante los pocos momentos que
pasé en el Jardín de Plantas, que olvidé preguntar si se las
habían entregado.
«Me habia propuesto aprovechar la partida de usted
para escribir á nuestro amigo el señor Lewy, pero los
trastornos de estos días me lo impidieron. Le agradeceré
si usted me hace el favor de darle noticias de nuestra
parte, entre tanto que tengamos tiempo de escribirle di-
rectamente.
«Mi madre, mi mujer y mis hermanas saludan á la se-
ñora Acosta, á la cual, le suplico, presente usted mis res-
petuosos sentimientos de amistad.
«Sírvase usted aceptar de nuevo la expresión de mis
sentimientos los más afectuosos.
€AD. Brongniart.»
Acosta llevaba consigo un inmenso equipaje compues-
to de muebles, cuadros, libros, curiosidades, instrumentos
de toda especie, cajones con plantas vivas que deseaba
introducir en su país, como especies nuevas. Pensó, pues,
que su viaje podía ser más agradable, si en lugar de tomar
pasaje en un vapor con su familia y enviar por otra vía su
equipaje, tomaba el camarote entero de un buque mercan-
te, lo preparaba para su uso particular y atravesaba el océano
DEL GENERAL lOAQVÍN AGOSTA 459»
como en su propia casa, sin otros pasajeros que estorba-
sen sus estudios, y con toda comodidad. Es cierto que
como el buque era de vela, tardaría más en la travesia,
pero aquello se compensaba con la libertad y las como-
didades de que gozarían.
Se hizo á la vela del Havre en Junio 23, y llegó á Santa
Marta el i.° de Agosto, después de un viaje feliz y sin
ningún contratiempo. Sin embargo, parecía como si el
cólera que diezmaba á Europa se hubiese propuesto
acompañar á Acosta á América.
No bien llegó á Santa Marta, en donde se proponía
permanecer algunas semanas, cuando aquella población se.
vio invadida por el terrible azote.
Transcribiremos aquí una carta que Acosta escribió de
ese puerto al señor Madrid:
" Santa Marta, 15 de Agosto de 1849.
«Mi querido amigo don Pedro:
«A pesar de su largo silencio, no creo que su buena
amistad se haya resfriado Ignoro cuándo podremos
continuar nuestro viaje, infectado como 'se encuentra el
m
Magdalena por el terrible azote que ha venido en mala
hora á devastar nuestro pobre país. Sea dicho, sin em-
bargo, en honor de los habitantes de esta ciudad, que han
soportado la peste con resignación y mansedumbre des
conocidas en los pueblos más cultos, cuando han sido vi-
sitados por esta cruel enfermedad por la primera vez
Como temo mucho que el cólera llegue á Bogotá, debo
indicar á usted algunas reglas de higiene que han produ-
cido buenos efectos en todas partes.
(Aquí las reglas de higiene, que no copiamos).
€No hay aquí sino una docena de casas altas; sin em-
bargo, á todo costo me he procurado una para mi fami-
lia, y vivimos con cuidado, pero sin temor.
460 BIOGRAFÍA
cNada puedo hacer con respecto á lo que me ocupa
exclusivamente (i) por las lluvias y por el terror pánico
que ha creado cuarentenas entre cada aldea, y no me per-
miten hacer ninguna excursión fuera de las goteras de la
ciudad.
cAquí todos viven encerrados; las noches son lóbre-
gas; pasadas las seis no se ve una sola persona en Lis ca-
Ues,y no se oye sino el ruido de las voces de los que rezan
en las casas vecinas. De día solo hay actividad en las bo-
ticas, y los llamados médicos circulan sin cesar á caballo.
Se diría que es un campo de batalla en que á cada instan-
te se sabe que hay un nuevo muerto ó herido
Al fin Acosta logró que le diesen un salvoconducto
que le acompañase en su excursión^ (además de criados y
peones), un joven de Santa Marta, y se puso en marcha con
dirección al interior, dejando á su familia en la ciudad.
No poseemos el diario de aquel viaje. No bien regresó
á Santa Marta, cuando se ocupó en escribir varias Memo-
rias que envió á la Academia de Ciencias de París y á la
Sociedad de Geografía, Memorias que fueron recibidas y
comentadas con mucho interés por sus amigos de Francia,
Hé aquí dos cartas que prueban lo que avanzamos:
" París, e de Febrero de 1850.
" Befior Coronel Acosta.
fMi querido amigo:
cHe tenido la buena noticia de la llegada de usted á
Tierra Firme. A pesar de todos los contratiempos que ha
sufrido, lo felicito, puesto que toda la familia goza de bue-
na salud. Le escribí á usted de Liebfranberg y así infiero
que usted está al corriente de nuestro estado sanitario, el
cual, gracias á Dios, se conserva bien.
(1) Le había llevaflo á Santa Marta el proyecto de hacer una ezcttr-
•ion cieBtfflca por el Viille Dupar.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 461
cDe Bcaumont ya «había comunicado á la Academia
sus interesantes observaciones acerca de ese volcán del
cual es usted padrino; yo no tengo, pues, nada que comu-
nicar por mi parte, solo di de usted noticias personales á
sus amigos.
c Pido á su actividad ciertas observaciones científicas,
que la posición de usted hará fácil. Usted sabe, y creo ha-
bérselo explicado, que me he ocupado en determinar para
las plantas más comunes* de nuestras culturas, la superfi-
cie de las partes verdes de sus hojas, y he tenido resulta-
dos curiosísimos
{€Aqui explica minuciosamente la manera de hacer
aquellas observaciones^ y pide á Acosta que las ha^a ¿Icón
plantas tropicales desconocidas en Eufopa, obsentaciones que
serían muy apreciadas en el mundo científico),
«He recibido de Quito, añade, observaciones so-
bre la temperatura del suelo á 40 centímetros de profun-
didad, hechas por un método que se ha criticado porque
no se había sabido aplicar, porque es preciso hacerlo en
la parte baja de una casa y no al aire libre
€{Tambicn indica á su amigo que se ocupe de esa clase
de estudios).
«Arago, dice al concluir, estí cegando; su salud
se debilita, y temo mucho que se prepare para darnos una
gran pesadumbre, pues yo lo quiero mucho (i). El señor
Gay-Lussac se está muriendo de una enfermedad del co-
razón (2); no hay esperanza de salvarle. Leí una carta de
despedida que escribió á Arago, que es muy tierna y muy
triste. Humboldt está bueno, pero escribe muy poco
«BOUSSINGAULT.»
()) Arngo DO murió, sin embargo, sino ha«ta Octubre de 1863.
(2) Ef<^tiTamente murió en esos días, 7 Arago, antes de seguirlo á la
tumbft, tuTO tiempo de pronunciar su Etoffto,
462 BIOGRAFÍA
" Fárb, 85 de Judío da 180D.
" Befior Coronel Joaquío Aoosla.— Ouftdoaa.
cQuerído señor Acosta:
• cUsted debe de haber recibido mi contestación á su
interesante carta de Guaduas del 15 de Febrero; pero no
sé si en ella le suplicaba á usted que continuase exploran-
do las antigüedades neo granadinas. Esos monumentos
prueban un arte poco avanzado, pero tienen un interés
propio con respecto á la comparación que se puede hacer
con los del Palenque, en Yucatán, así como con los
monumentos de Bolivia y el Perú. De todas maneras, hice
imprimir en el Journal de la Société de Géo^raphie, la re-
lación de los contornos de Leyva, fragmento que prepa-
rará á saborear la continuación. Sospecho que al oeste del
río Magdalena, y también hacia el nordeste, se hallarán ves-
tigios mejor conservados del arte de los chibchas; usted
conoce demasiado las construcciones de los españoles
para confundirlas con las de los indios, y no me toca por
cierto sugerirle esta distinción.
«Como el compositor del Boletín número 77 (Mayo
de 1850) olvidó enviarme las pruebas, desfiguraron el
nombre de su amigo, escribieron Valez por Vélez; (i) sír-
vase usted excusarlo. Por ese mismo motivo no se publi-
có la figura, pero el dibujo saldrá más tarde; desgraciada-
mente el dibujo del templo no está bien, y las inscripcio-
nes dejan qué desear; sin embargo, procuraré servirme
de ello.
«Usted me anuncia la descripción del lugar en que se
encuentra la roca cubierta de inscripciones; se lo agradez-
co de antemano y me aprovecho de la ocasión para mani-
festarle que el Gobierno de Bogotá, ó la Academia, debe-
ría mandar algunas personas á recorrer el territorio de
Nueva Granada, para estudiar, describir y dibujar las anti-
I . ■ - - II
(l) VéAose las Memorias á que te refiere Jomard en el Apéndice.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 463
güedades en todo el país, (i) Además, se podrían hacer
otros trabajos, si se encontraran personas competentes y si
hubiera recursos suficientes.
«Continúe, mi querido amigo, dándome parte de sus
nuevos trabajos, de sus investigaciones, de todo lo que le
interesa en el país. Con frecuencia hablamos de usted con
el señor Elie de Beaumont; él publicó su Memoria de
usted en el compte-rendu de la Academia de Ciencia^).
«Presente mis respetos á la señora, y créame su afectí-
simo amigo,
«JOMARD.»
Después de permanecer en Santa Marta más de un
mes, Acosta se embarcó con su familia en la triste goleta
Bolívar, y se dirigió á Barranquilla. Al llegará esta ciudad
estallaba allí el cólera con violencia; pero ellos no entra-
ron á ella, sino que se dirigieron inmediatamente al vapor
que debería llevarlos por el río Magdalena arriba hasta
Honda.
Desgraciadamente, apenas habían andado algunas ho-
ras, cuando se descompuso la máquina y tuvieron que re-
gresar á Barranquilla, en donde tuvieron que permanecer
varias semanas mientras que arreglaban el buque. A pesar
de la epidemia que les venía acompañando desde París,
ninguna de las personas de la familia sufrió novedad algu-
na hasta su llegada á Guaduas.
Allí se instaló Acosta en casa propia, rodeado de cuan-
to había llevado de Europa, para vivir lo más cómoda-
mente posible al lado de los dos hermanos que aún le
quedaban. Pensaba vivir completamente alejado de la po-
lítica y entregado por entero á las ciencias. Entonces
(1) AlgiiDOB afioa después el Qobierno encargó al sefior Codaud. Jun-
to con el sefior Ancizar, el sefior Peres y el sefior Paz, de uoa comisióo
corográflca, la cual fisitó el país 6 biso la descripcióo de cuanto 7ieron.
464 BIOGRAFÍA
escribió y publicó un itinerario del Magdalena, para el uso
de los viajeros en el río.
La situación del país le espantaba y repelía. Con el
Presidente José Hilario López el partido liberal se había
entronizado en el Gobierno, y las ideas más contrarías á
su credo político imperaban en toda la máquina guberna-
mental, desde las alcaldías hasta las Cámaras y el Poder
Ejecutivo. Acosta creía, sin embargo, que era imposible
detener aquella efervescencia política; decía que semejante
embriaguez pasaría al cabo de algún tiempo, cuando la
gente sensata viera lo impracticable de las descabelladas
teorías que pretendían introducir en el país, y se aferró
más y más á la resolución que llevaba' de permane-
cer callado y oculto en su patrimonio, y ocupado nada
más que en cuestiones científicas, con las cuales creía que
serviría mejor á su patria en aquellas circunstancias, que
lanzándose en la lucha de los partidos encandecentes y
frenéticos.
A pesar de sus divergencias políticas, Acosta conservó
amistad muy sincera con el General López hasta el fin de
su vida; asi es que apenas llegó el viajero á Guaduas, cuan-
do el Presidente le escribió dándole la bienvenida muy
cordial, y como supo que rehusaba todo destino político,
(el cual, por otra parte, el partido liberal no le hubiera per-
mitido desempeñar,) lo quiso tener en Bogotá, ofreciéndo-
le puestos honoríficos en la Escuela militar y en la Uni-
versidad. Pero Acosta le rogó que lo excusara, puesto que
en adelante su vida debería consagrarse á las ciencias y á
ninguna otra cosa.
En el mes de Diciembre de 1849 estuvo en Guaduas
con su señora el General José Acevedo, por instancias de
Acosta, pues el General era el heredero del afecto que ha-
bía profesado en su infancia y en su primera juventud al
malogrado Pedro Acevedo, cuya muerte años antes le ha-
bía hecho tan hondísima impresión.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 465
A pesar del contento que experimentaron ambos ami-
gos <il encontrarse nuevamente reunidos, y las largas é ín-
timas conversaciones que tuvieron, Acevedo estaba pro-
fundamente herido con el sangriento desaire que había
sufrido por parte del Gobierno, y como patriota y ciuda-
dano se afligía hondísimamente con la situación de su
país, (i) Las penas morales, unidas á una salud achacosa,
no le permitieron luchar contra una fiebre cerebral que lo
atacó pocos días después de haber llegado á casa de Acosta.
Éste puso todos los medios posibles para salvarle la vida,
pero todo fué en vano: al cabo de once días de enferme-
dad rindió su bella alma al Creador, llorado por cuantos
le conocieron y apreciaron. (2)
Un mes después de haber recibido aquel golpe, que le
hizo hondísima impresión, — en el mes de Febrero — Acos-
ta quiso ir á visitar ciertas minas en la provincia de Vé-
lez, con un objeto científico, y entonces escribió una Me-
moria que, como hemos visto en la carta de Jomard, en-
vió á París, y fué publicada en el Boletín de la Sociedad
de Geografía.
En Marzo del mismo año bajó á la Costa á visitar al-
gunas comarcas importantes del Departamento del Mag-
dalena, siempre con fines científicos.
(1) En Majo de 1840, Aceyedo, que yivia retirado de toda iagereacia
en la política, fué llamado con instancia por el General López para que
aceptase la cartera de Relaciones Exteriores. Él rehusó en un principio,
pero instado por el Presidente, al fin admitió; sin embargo, no se habían
pasado yeinte días, cuando las Sociedades democráticas que imperaban
en la política del país exigieron del Poder Ejecutiyo que separase á Ace-
Tedo de su destino. El General López pidió entonces al Ministro de Re-
laciones Exteriores que renunciase el destino, ofreciéndole en desagrayio
una misión diplomática. Aoeyedo la rehusó con indignación, diciendo
que él no era hombre qae admitía compensación en cambio de un dea-
mire.
(2) La sefiora dofia Josefa Aceyedo de Gómez escribió una corta bio-
grana de este insigne ciudadano, digno hijo del Dribuno del puebh.
mOQMÁWIá, 80
4i66 BIOGRAFÍA
En Julio visitó gran parte del hoy Departamento del
Tolima, é hizo una descripción del cantón del Chaparral
y de la cueva de Tuluní, que envió á las Sociedades cien-
tíficas de París y de Londres.
Era inútil ocupar las columnas de los periódicos de
Bogotá en dilucidar cuestiones científicas, pues por en-
tonces los espíritus estaban en tal situación de efervescen-
cia política, que nadie se ocupaba en otra cosa. Con ese
motivo, en lugar de publicar sus observaciones científicas
en su patria, las enviaba á Europa, en donde eran útiles y
sabían apreciarlas.
El señor J. García del Río, literato y compañero de
San Martín en el Perú, pidió desde México encarecida-
mente á Acosta que le enviase algunos datos geográficos,
biográficos y estadísticos de Nueva Granada, para incluir-
los en una enciclopedia que iba á publicar. Acosta pidió
informes á todas partes, pero nadie hizo caso; ni los go-
bernantes ni los particulares le contestaron, encallando
sus esfuerzos en la inercia é indiferencia con que se mi-
raba toda cuestión que no fuera de política militante.
En Noviembre el Gobierno apeló al patriotismo de
Acosta para encargarlo de una comisión importante en las
provincias de Santa Marta y Cartagena.
De la nota que le pasaron transcribiremos algunos pá-
rrafos.
4:Como esta comisión tenga por principales objetos:
i.°, hacer ciertas investigaciones relativas á las tierras bal-
días que haya en la primera de aquellas provincias, y á va-
rios puntos concediéndoles á la inmigración de extranje-
ros; 2.°, inspeccionar el canal de la Pina y comunicar al
Gobierno las noticias que puedan convenirle en la em-
presa de su limpia, ensanche, etc.; y 3.°, inspeccionar tam-
bién la fortaleza de Bocachica, con el fin de ver si sería
posible adoptarla, sin grandes gastos, al servicio de una pe-
nitenciaría.»
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 467
A SU regreso de aquella misión, Acosta fué á Bogotá á
dar cuenta de ella, y entonces, á instancias de algunos de
sus amigos, dictó algunas lecciones de geología, las que se
imprimieron con grabados. Algunas de éstas se encuen*
tran en la Biblioteca Nacional.
Aprovechó su estancia en la capital para regalar á al-
gunos colegios superiores obras científicas que había lle-
vado de Europa con ese objeto. A la Escuela de Ingenie-
ría mandó ciertos planos que había obtenido en Europa
por favor especial; aLColegio del Rosario, por el cual te-
nía gran cariño, por haberse educado allí, regaló un apa-
rato Bretón y varías obras útiles. El Hospital de Caridad
poseía ya un aparato para respirar el éter — entonces in-
vención reciente — ^aparato que Acosta había enviado des-
de París, y que fué el primero que se vio de este género
en Bogotá.
En vista de los trabajos que Acosta remitió á la Socie-
dad de Geografía de Londres, ésta le envió espontánea-
mente el nombramiento de miembro honorario de ella.
El Ministerio de las Colonias y Marina de Francia, al re-
cibir importantes observaciones barométricas que había
hecho Acosta, le mandó regalar por segunda vez un baró-
metro aneroide, de nueva invención entonces, en reempla-
zo de otro con que el mismo Ministerio lo había obsequia-
do en 1849, y que desgraciadamente se había roto en una
de sus excursiones científicas.
<La remisión de este instrumento, leemos en el oficio
del Ministro francés, es un caso excepcional, que tiene por
causa el mérito de usted y su consagración á la ciencia.»
Por la rápida reseña que hemos hecho de los trabajos
y viajes que hizo Acosta durante el año de 1850, notare-
mos que no se habia realizado la vida tranquila que pen-
saba llevar en Guaduas, entregado al arreglo de sus notas
para continuar su obra histórica.
468 BIOGRAFÍA
CAPITULO VIII
BitOActón de Nuera Granada bajo la administración del General López. —
Loe conierradoree se declaran en rebelión. ^Acoeta desaprueba la in-
rarreoción.— El Poder EjecutiTo lo llama al lerTicio activo. --Carta
explicativa de su condacta al eefior Madrid.— El Poder Ejecutivo lo
asciende á General.— Tristeza de Acosta con motivo de la situación
del país.— Bu muerte.
1851-1852 .
La situación política del país se iba agravando diaria-
riamente; la efervescencia de todos, el triunfo de los libe-
rales y sus actos injustos en todas partes con respecto al
partido vencido, y aun cruelísimos en el Cauca, en donde
cazaban á los conservadores como á esclavos alzados, hasta
el punto de azotarlos en nombre de la libertad y la demo-
cracia; la desesperación de los miembros del partido per-
seguido, que procuraban defender su vida y sus propieda-
des de las exigencias de las llamadas sociedades democrá-
ticas que se habían establecido en todas las ciudades y
aldeas; los crímenes de toda especie que se cometían en
los desploblados; todo aquello llegó al colmo cuando el
Gobierno decretó la expulsión de la Compañía de Jesús,
orden religiosa que, como recordará el lector, se había
llevado á Nueva Granada durante la administración del
General Herrán.
Como naturalmente el señor Arzobispo de Bogotá pro-
testó contra este abuso, así como contra otros muchos que
se decretaron contra el clero, el Arzobispo fué expulsado
del territorio de la República, después de haberle hecho
sufrir increíbles vejámenes.
Los conservadores resolvieron entonces apelar á la in-
surrección, remedio heroico, pero que rara vez surte los
efectos que desean los que lo ponen en planta. Levanta-
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 469
ronse en armas primero en Pasto, en Mayo de 185 1, y des-
pués en Antioquia y el Tolima.
Acosta, retirado en Guaduas, contemplaba desde lejos
aquellos acontecimientos dolorosisimos, lamentando la
debilidad de los congresistas que eligieron al General Ló-
pez de miedo de ser asesinados, pero decidido á no tomar
cartas en el asunto. Se encontraba un dia en una pequeña
propiedad campestre que tenía en el alto del Raizal, y
donde pasaba temporadas para gozar del clima delicioso
de aquella altura, cuando recibió la visita de un antiguo
militar de la Independencia, amigo íntimo de su familia.
Iba á proponerle que tomase una parte activa en la revo-
lución que preparaban los conservadores de Cundina-
marca.
€ — Jamás, contestó Acosta, me verá usted tomar las ar-
mas en contra del Gobierno legítimo, manéjese como se
manejare; esta es y será siempre la regla de mi vida.
c — López, le contestó su interlocutor, fué elegido por
la fuerza. Los congresistas votaron por él con la bayo-
neta sobre el pecho.
€ — Pero votaron por él, amigo mío, y consta que lo
eligieron con la mayoría necesaria! Si ese acto errado
nos perdió, tenemos que sufrir su pecado, pero un militar
que se respeta no puede sacar su espada sino para defen-
der al Gobierno y las leyes que rigen en su país.»
El señor X. X. insistía y aseguraba que tenían toma-
das todas las medidas para triunfar. Acosta se negó rotun-
damente á oír cosa alguna acerca del proyecto; el otro en-
tonces llegó hasta insinuarle que, si triunfaba la proyecta-
da revolución, él (Acosta) era un hombre tan respetado
entre el partido conservador, que hasta se había pensado
en él para la primera magistratura de la nación. Semejante
oferta, en lugar de persuadirle le indignó, y suplicó á su
amigo que, si deseaba conservar su estimación y su afecto,
<:ortara aquella conversación; que él olvidaría cuanto le
470 biografía
había dicho, y que dijera á sus compañeros que no con-
taran con él para cosa que oliera á rebelión; aconsejóle
que, al contrario, hiciese lo posible para disuadir á sus
amigos de semejante proyecto, asegurándole que aquéllo,
en lugar de un bien para el partido conservador, sería un
mal, porque de seguro triunfaría el Gobierno, y entonces
en peor predicamento quedaría el partido, y con menos
esperanzas de recuperar algún día el poder.
Su amigo se retiró, peí o no siguió los consejos de
Acosta, sino que tomó parte en la pronta sofocada revolu-
ción, y tuvo que sufrir encarcelamientos y vejámenes.
El General López, que conocía á fondo el carácter de
Acosta, y sabía que, si tocaba el resorte de la honra militar,
él no podría negarle sus servicios, y deseoso al mismo
tiempo de debilitar al partido conservador, poniendo de
su parte á un importante miembro de él, lo llamó al ser-
vicio militar activo, fundándose en la necesidad que tenía
el Gobierno de jefes de experiencia en el ejército. Acosta
no pudo excusarse; aunque sumamente contrariado con
la falsa situación en que se le ponía, obedeció al llama-
miento del Gobierno; se puso á la cabeza de una tropa, y
al lado del General Mendoza peleó en Garrapata, derro-
tando á sus amigos políticos. De allí marchó á Antioquia,
en donde cumplió las órdenes del Gobierno con toda leal-
tad, y concluida la insurrección regresó á Guaduas, con
intención de continuar entregado á sus estudios científicos
y lejos de la política.
Tenemos á la vista una carta que escribió Acosta al se-^
ñor Madrid, parte de la cual importa transcribir, porque^
explica su conducta.
" Guaduas, 18 de Agoato de 1861.
cMi muy apreciado amigo:
«Si yo lo imitara á usted, no contestaría á su carta sino-
dentro de seis meses; mas esta es una de las poquísimas
cosas en que usted no debe ser imitado, y por esto apenas
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 471
me he desocupado de mis penosas funciones militares,
tomo la pluma para escribir á usted
«La noticia de la prisión de mi bueno y antiguo ami-
go Joaquín París, ha producido en mí y en toda mi fami-
lia la más dolorosa sensación, y Carolina, Sólita y yo co-
misionamos á usted para que lo diga á Mariquita, Virginia,
Vicente (Roche), Pedro María y demás, y pedimos nos
digan qué podemos hacer por aliviar sus penas.
«Estoy convencido de que el General París no preten-
día hacer un pronunciamiento militar; él, que aprobaba
tanto la cláusula del testamento de Acevedo en esta ma-
teria, ¿cómo había de querer perder el derecho de llamar
faccioso á José María Obando? (i)
«Entre tanto, no me sorprende la moderación relativa
de que usted me habla: i.°, porque el sacudimiento ha de-
bido hacer reflexionar á muchos; 2.°, porque los clamoro-
sos bochincheros están por acá, como los Morales, etc.
Respecto de la columna formada en Honda, que acom-
pañé hasta Peladeros, puedo asegurar á usted que, con
excepción de X. X., que nadie puede sufrir, todos, jefes,
oficiales y tropa, manifiestan principios constitucionales
sanos; ningún espíritu de reacción, antes sí moderación y
generosidad, de lo cual ya les están haciendo un crimen
los jacobinos de Honda. Después del combate de Garra-
(1) He aquí la cláusula de) testamento del General AceTedo, á la cual
se refiere Acosta:
. . . »lUfn dtdaro: que desde antes de cumplir 70 la edad de trece afios
y medio he aerrido & la patria en la carrera de las armas, sin faltar jamás á
la lealtad y honradez que heredé de mis yenerados padres; y que por esca-
la he hecho mi carrera desde solilado hasta Qeneral, sin haber tenido parie
ni ia menor ingerencia en revolución, pronuneiamienJo ni traetomo alguno
contra el OMemo oontUtudonal de la BepúbUea, á cuyas institudones re-
publicanas he permanecido constantemente fiel, obrando siempre con en-
tera buena fe 7 probidad.
(Véase Biografía del OSnoral JeU Aeevedo l^ada, por Alfonso 7 Jose-
fa AoeTedo).
47^ biografía
pata no se oyó sino Viva el Gobierno legal! y Vivan los fe-
fes de la columnal Ningún muera, ningún viva á Obando
ni á los democráticos.
cOjalá que en todas partes el ejército mostrara el mis-
mo espíritu; esto serviría de valla á ciertas pretensiones
exageradas, y por esto es que el señor Useche no estaba
contento con nosotros. Por lo que á mí hace, ya pasó el
peligro, ya me he retirado á mi casa, triste, pero con la
conciencia tranquila, después de haber cumplido con un
penoso deber. . . .
cNo es gracia sostener un gobierno de elección pro-
pia; la gracia es hacer todo esfuerzo por defender un go-
bierno cuyos principios y fines se condenan y se deploran.
Cualquiera que sea mi opinión respecto del derecho de
insurrección en los pueblos, se lo niego enteramente á los
militares, en América sobre todo, en que el abuso de las
defecciones y los pronunciamientos de los caudillos mili-
tares han mantenido las nuevas repúblicas en un estado
de postración por cerca de medio siglo.
€A1 Presidente escribí hace cuatro días pidiéndole per-
miso para retirarme á mi casa, dicténdole que se tuviera
entendido que yo no cesaba de pertenecer al partido de la
resistencia á las reformas precipitadas é inconsultas, que
son el blanco de muchos de los que hoy toman parte en
la deliberación de los negocios públicos.»
La salud de Acosta nunca había sido robusta, á pesar
de su grandísima actividad, pero ésta acabó de quebran-
tarse con la última campaña de 1851, las penalidades de la
cual se aumentaban con la pena inmensa que le causaba
el tener que combatir y trabajar contra sus amigos para
sostener un gobierno cuyos hechos desaprobaba.
En Agosto de 185 1 el Poder Ejecutivo le había confe-
rido el grado de General, nombramiento que fué ratificado
por el Congreso, pero que en nada llevó la satisfacción á
su corazón, herido con los males de la patria.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 473
Cuando al empezar el año de 1852 lanzaron los libera-
les la candidatura del General José Maria Obando para el
siguiente período constitucional, su tristeza fué aún ma-
yor; no podía conformarse con que su patria sufriese la
humillación de tener por Presidente al matador de Sucre.
Por otra parte, Guaduas, el pueblo que había sido de sus
mayores casi desde la conquista, aquel lugar predilecto de
su corazón, en cuyo favor había hecho tantos sacrificios, (i)
lo miraba con desconfianza, y las sociedades democráti-
cas allí establecidas le causaban incesantemente toda suer-
te de disgustos. Aquello, sin embargo, no le impedía tra-
bajar sin cesar en pro del bien y del progreso de ese lugar,
así como jamás se le vio rechazar al que le pedía socorro,
iii dejar de acudir al que sufría: los que vivían en sus tie-
rras veían en él á un padre más bien que al dueño de
tierras.
La hora de su muerte prematura se acercaba, y mil pre-
sentimientos se lo hacían comprender. Temerosas, sin em-
bargo, de dejarnos llevar por un sentimiento de piedad
filial, que podría tachársenos de exageración al concluir
esta biografía, dejaremos que tome la palabra en nuestro
lugar el señor doctor José María Samper, el esposo queri-
do de la que esto escribe, el cual también, á su turno, se
ha hundido en las sombras de la muerte, después de una
vida de sacrificios patrióticos que sus conciudadanos han
olvidado, pues esa es* la suerte de todo el que sirve á su
patria con verdadero desinterés y abnegación. Dice así:
(1) A la Tilla de Guaduas donó, ademia del terreno en que estaban la
jf leda 7 el cabildo, dos tolarea para las eseuelta do niftos 7 nifiaa, una
plazuela que llera el nombre de Herrán» otra que debe quedar cuando la
población se extienda al occidente, (I107 llera el nombre de Acoeta) 7
trajo un magnlfloo reloj, (que aún existe) que 61 mismo hizo colocar en
la torre de la igleda Parroquial, 7 d^ó una fundación para premiar cada
>afio al niño que máa ee distinguiese en la escuela.
Biogr«tfkí da Oenmral Aeotta, por don Januario Triana. Bogotá, ISR.
474 biografía
«La ciudad de Guaduas debió mucho á la generosa
solicitud de Acosta, y en su testamento dio éste marcadas
pruebas de aquella filantropía nunca desmentida. Era un
verdadero patriota para servir á la República.
«Su fallecimiento mismo fué lamentable testimonio de
la generosidad de su corazón. En Enero de 1852 encalló
en las cercanías de Conejo, en el río Magdalena, el hermo-
so vapor de este nombre, con muy valiosos intereses. Tan
luego como lo supo el General Acosta, reunió á muchos
de los arrendatarios de sus tierras, y con ellos hizo expedi-
ción á Conejo, por vías desiertas y fragosas, con el fin de
salvar el vapor Magdalena, (i) Logró ponerlo á flote y en
salvamento casi todo lo que contenía, lo que hizo á su cos-
ta y soportando muchas penalidades; pero allí contrajo
una fiebre que comprometió muy seriamente su salud. Co-
menzaba apenas á reponerse, cuando hubo de dirigir pia-
dosamente en Guaduas la exhumación de los restos de su
más íntimo amigo y más querido, el pundonoroso y estima-
ble General José Acevedo. Los miasmas que con tal motivo
aspiró Acosta, le ocasionaron al punto una terrible fiebre,
por cuya causa sucumbió en breve, cuando estaba en po-
sesión del empleo de Senador, acababa de ser ascendido al
generalato, y se preparaba para emprender en el país nue-
vas y muy importantes exploraciones científicas.
«El fallecimiento de Acosta privó á los cuerpos parla-
mentarios y científicos de un miembro eminente; á las
ciencias y la historia, de uno de sus más ilustres servido-
res americanos; á su patria, de un hombre de clarísimo in-
(1) Lo úitimo que escribid) Acosta fué un ¡nforme circuastaociado diri-
gido al Presidente de la Compañía nacional de Naf>egación por el 9apor, in-
forme que enviaba espontáneamente, con el objeto de indicar loe medios
que se debian tomar para ídcilitar el tránsito de los Tapores de Conejo á.
la Madre de Dios; además, hada una resefia aprozimaÜTa del costo qoe
aquellas reformas podrían causar, y un plano ezpUcatiyo del lecho d6l
río Magdalena, en los puntos más peligroaos para la navegación.
DEL GENERAL JOAQUÍN AGOSTA 475
genio, vasto saber, espíritu agudo y sagaz, y amor infati-
gable al trabajo; hombre que, por su desinterés y su ca-
rácter nada ambicioso, hubiera podido todavía prestar muy
valiosos servicios á la causa de la civilización, es decir, de
la verdadera libertad, la investigación de la verdad y del
sano progreso.:^ (i)
(1) Oal&ria naeianal de hambree ütuíree 6 noUMee, colección de boce-
tos biográficos, por José María Bamper, página 79. Bogotá, 1879.
-^^
APÉNDICES
s^^:^:^;:^^^::::^:::.^^^
NUMERO !.•
CARTA
DEL GENERAL PERÚ DE LA CROlX
Originalmente estaba escrita en francés, pero la traducimos
para los lectores que ignoren ese idioma.
Pamplona^ 15 de Octubre de 1835.
Sefior Capitán Joaquín Acosta.
Mi querido amigo:
Desde el 30 de Septiembre último — fecha de su carta— es-
toy aquí; de manera que yo llegaba cuando usted me escribía.
Me dice usted que lo había hecho antes y que me hacía un pe-
dido interesante, á lo cual yo no había contestado, pero yo ase-
guro á usted, mi buen amigo, que no he recibido nada antes, y
que ignoro aún qué deseaba usted de mí. Si usted quiere que
lo sepa, es preciso que me lo escriba de Cartagena.
Con pena y placer al mismo tiempo tuve noticia del viaje
de usted á Europa; pena porque se aleja usted, y placer por
que celebro mucho que usted vaya á conocer á Europa. De
allá traerá usted una multitud de nuevas ciencias, que le pro-
porcionarán, estoy seguro, la manera de transitar por el cami-
no de los honores y de la fortuna. La edad en que usted se en-
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ca-Ji r^^í-^ -i'.^-í^e. -»•* ?'^— ' ^r^' reLiir:..nes iescie qce
<yt dec:ar-> pr->tecv.r de C .urt-iá, 7 ^le ron. semre i ei «
ííeclar^ en w.citra ai^ ¿:iT.d^ • iir.a devJ.irac:':n ¿ilia que =:e
perjudicó x:xhc Pier^--. .in:i^c rr.:c. c;ie 'u: será t^il ertrar
á la E^cueiA M:.L:ar de Pir-X 7 rrira ello Tiáted co -ece^rjri
de ;ír^ndei pr-reccicn.i:^; Ji pnzci^ al « Li de pa^.r Li peii^ca
qiie cuiden, Er. ctr-j tieir^po hi^biera pedido, a se r.ecesiiLira.
prr^ur^r á usted .ilg^ir.as bájenos e-r.peñ.-s. pero b:>\ cjiando
he c^rtiuí*. er.tera:r.ec:u¿ tdas cr.ii re.'icicces. y le pcecj ase-
gurar q.ic devic -^'le de.é i F ran¿i-i o: he 5*:¿:cnidc c^rrrcrspcrx-
der.cia ccn nir.gino de I-s nurr.er.Sc s aiiLig-sqae :eni.i, ni acn
^i'^ ..era con mi. par:er.:es. P-jes:: qie í¿l empece, así á^g-^iré»
y p. ied"> asegurar á uated qiie jamás Itrs doré ^•:Cl^^a¿ mf.is.
E>tos motivas, amigo if.í:, me impiden hablarle de mis and-
giy><y zmíg',% los cuales I.-s utjzs han terid^ la misma suerte
que yo, es decir, se han expatriado, y los demás han dejado de
exíuir...-
Agiiardo con impaciencia la carta que usted me anuncia
q-ic me escribirá de Cartagena; nada de lo que interesa á us-
ted me puede ser indiferente, y le puedo asegurar que nadie
toma máa interés en sus felicidades ó penas que yo. Puede us-
ted, piie^, mi querido Acosta, hablarme con toda franqueza y
ahrírmc %u corazón, confiarse enteramente á mí, pues yo tomo
p^4ríe en sus penas y siempre desearía aliviarlas. Si usted pasa-
ra fXfr Londres y se acercara á la casa de Mr. Goldsmith, allí
le dirían sí Mr. A. Boyer, el asociado de Mr. Elbers, está en
aquella capital; si así fuere, vaya usted á verlo de mi parte, y
dele a»ted de mí las noticias que sepa; este es uno de misboe-
not amigos, el cual no olvidaré jamás. Bastará que nsted le
muestre este párrafo, pata qoe lo redi» bien. Si por casualidad
APÉNDICES 481
usted pasa por Calais, vaya á visitar al Teniente Coronel Le-
leux, y abrácelo en mi nombre.
Adiós, mi muy querido amigo; ya no puedo escribir en
francés, y olvido esta lengua como he olvidado todos los nu-
merosos y buenos amigos que yo tenía en Francia. Mi mujer
le agradece á usted su atención, y ella se une á mí para de-
searle un buen viaje, mucha diversión en París y un pronto
regreso á su patria, que hoy es la mía, y será la tierra en don-
de mis despojos quedarán.
Adiós otra vez; escríbame de París, y déme usted su direc-
ción.
Su amigo,
L. Pmu DB Laoboix.
BIOaUAVIA SI
482 BIOGRAFÍA DE AGOSTA
NUMKKO 2/
ARTICULO PUBLICADO EN EL GLOBO
(De Et OlobOt de PmrU, numero 86, del 11 de Nortombre de 1886)
EL ESTADO ACTUAL DB LA AMÉRICA ESPA5(0LA
Dos acontecimientos merecen hoy que se fije la atención
pública sobre la América Meridional, á saber: i.^, la división
que se ha manifestado entre las provincias orientales y las pro-
vincias occidentales de Colombia; y 2.^, la nueva Constitución
que Bolívar acaba de presentar á la República del Alto Perú.
Estos dos hechos no son por cierto acontecimientos acciden-
tales. Ellos tienen sus raíces pjoíundas en el estado actual de
las poblaciones americanas, y demuestran que empieza para
ellas un nuevo orden de sucesos.
Los que piensan que la revolución de la América Meridio-
nal está concluida, se equivocan altamente. Concluida la eman-
cipación de la América Meridional, falta ahora la organización
de este vasto Continente, y esto aún no ha empezado. Esta es
una cuestión no menos grave que la primera, y no se llevará á
cabo tan pronto. Durante la época en que la Independencia
no estaba segura en todas partes, no se ocuparon seriamente
en organizaría. Bastaba entonces preconizar constituciones he-
chas de prisa; pero hoy, cuando todo está concluido y no que-
da ya un solo español en el suelo americano, el problema de
su organización aparece y turba los espíritus. Examinemos las
fechas: fué al ñn de 1825 cuando Rodil entregó el Callao; al
APÉNDICES 483
principio de 1826 Venezuela pide un sistema federativo, y Bo-
4ívar rompe lanzas con la democracia.
Todo esto es natural; la necesidad de la Independencia está
-satisfecha ya, pero falta saber cómo se vivirá, y al momento
aparecen actos y hechos que se suceden unos á otrros; los es-
píritus se enardecen, y entonces se apela á la fuerza, hasta que
se resuelve la cuestión. De allí surgirá una nueva serie de acon«
tecimientos que señalarán la segunda época de la revolución
américo-española.
Esta segunda época, que tendrá sus héroes y sus batallas^
^us glorias y sus catástrofes, empieza ya á nuestra vista. A pe-
sar del aspecto pacíñco con que se presenta, tememos que sea
mucho más larga y tempestuosa que la primera.
La revolución en las colonias españolas fué empezada por
los criollos solos. Con efecto, era á ellos á quienes hacía más
daño la dominación española, y á quienes debería aprovechar
más la Independencia. Tanto á los propietarios como á los ne-
gociantes, el régimen colonial (que sólo procuraba favorecer á
la metrópoli) ponía en mal predicamento los artefactos ameri-
canos, oponiendo una barrera invencible al desarrollo de sus
industrias. Siendo iguales por la sangre á los españoles, por
haber nacido en América se les excluía de los empleos públicos
y se veían gobernados siempre por forasteros. Con el objeto de
destruir este régimen, es decir, para obtener la libertad de su
comercio y un gobierno americano, fué que los criollos se insu-
rreccionaron. Toda la raza blanca americana, sacerdotes y lai-
cos, nobles y pecheros, indistintamente, se encontraron reuni-
dos. Intereses claros y positivos les pusieron las armas en la
mano: nuestras ideas liberales y ñlosóñcas no tenían aHí parte
alguna.
Las dos razas mezcladas, es decir, los mulatos y los mesti-
zos, participaban más ó menos de los privilegios de los blan-
cos, y por consiguiente de sus agravios y de sus esperanzas,
así fué que los acompañaron naturalmente en aquella grande
empresa.
Pero los indios, los negros y la raza formada por esa mez-
cla, que dependían de las otras razas como esclavos ó bajo unac
484 BIOGRAFÍA DE AGOSTA
sujeción humillante, no tenían interés alguho en revolucionar*
se. Poco les importaba que sus amos fuesen ó no fuesen inde*
pendientes (de España). Fué preciso, para que los acompaña-
sen, hacerles promesas de libertad y de igualdad, y bajo la fe
de esas promesas se lanzaron en la lucha. E^ cooperación fué
de mucho peso para los revolucionarios, sobre todo en Colom-
bia y el Perú.
Esta unión de todas las razas y poblaciones americanas
para llevar á cabo un hecho palpable que nada tenia de meta-
fisico, como era el de arrojar á los españoles del Continente,
tuvo por resultado un esfuerzo vigoroso y rápido, el cual, eo
el espado de diez años, echó por tierra la dominacián espa-
ñola en América.
Pero hoy, cuando ya se ha conseguido el objeto de la lu-
cha, es evidente que esta bella y grande unidad de sentimien-
tos se perderi y desaparecerá. Al objeto claro y sencillo (de b
emancipación) le sigue ahora otro más complicado y muy me-
tafisioo en sí, á saber: cuál será la mejor organización social
(de esas repúblicas). Renacen los odios entre las razas, y las
preocupaciones del color reaparecen; el orgullo de las clases,
las pretensiones de los linajes, arraigadas con la costumbre de
una jerarquía social de tres siglos; las emulaciones entre las pro-
vincias,.las rivalidades entre las ciudades: todo esto se reanima.
Veinte jefes ambiciosos, que pertenecen á razas y condiciones
diferentes, y por consiguiente apoyados por turbas enemigas,
aguardan su recompensa y se examinan con mirada amenaza-
dora. Añádase á esto una ignorancia profunda y general, una
civilización desigual, una vehemencia de pasiones y una obsti-
nación de carácter poco común, y se comprenderá cuáles son
las semillas de discordia que fermentan en el suelo de Amé-
rica después de su emancipación.
Para que haya orden en las ideas de nuestros lectores
acerca del porvenir del Nuevo Mundo, y ofrecerles una base
clara para que se ñjen y comprendan los acontecimientos que
tendrán indudablemente lugar en América, vamos á clasificar
aquí las principales causas de división que creemos haber
notado.
APÉNDICES 485
I.® La diferencia de las razas. Todas han combatido por la
Independencia; todas han presentado durante la guerra jefes
distinguidos; todas están armadas, y además la raza blanca ha
ofrecido que todos serán iguales y libres. Ellas pedirán la eje-
cución de esas promesas, pero el orgullo y las preocupaciones
de los criollos no se plegarán sino difícilmente á esta nueva
fraternidad, así como tampoco á una igual distribución de em-
pleos, lo cual serán puntos que no podrán aceptar sin lucha.
2.^ La desigualdad en la civilización. Esta se encuentra en
las nuevas repúblicas en todos los grados, desde el salvaje has-
ta el gran señor europeo. Semejante cosa produce una gran
diferencia en las costumbres, en los hábitos, en los gustos y en
las ideas, y á todo esto no será fácil acomodar las instituciones.
No se puede prever todavía cuáles serán los resultados de ello,
pues la historia no nos ofrece otro ejemplo. En los Estados
Unidos los negros han permanecido esclavos y no se han in-
corporado á los indios entre la población.
3.^ Las jerarquías sociales y sus condiciones. La raza blanca
cuenta con una nobleza rica y poderosa; ella posee, junto con
los frailes y los clérigos, el suelo y los terrenos; se había pues-
to á la cabeza de la revolución, á la cual ofreció los mayores
servicios. Por una parte, la masa del pueblo formaba los ejérci-
tos que derribaron el poder de España, así es que los mulatos
y los mestizos se encuentian unidos con los blancos en sus in-
tereses democráticos; por otra parte, la aristocracia, unida y
apoyada por el clero, aspira ciertamente á una forma de go-
bierno que entregue en sus manos el poder arrancado á la me-
trópoli. Será preciso ver de qué manera el pueblo y su jefes se
adhieren á estas pretensiones.
4.*^ Las rivalidades de las ciudades, de las provincias y de
las repúblicas. Engendrados por el régimen anterior existen
en las colonias españolas una multitud de rivalidades y de
odios, los cuales provienen de los privilegios que habían obte-
nido algunas provincias. Otros nacieron en medio de la guerra
de la emancipación. Lima, que era un grande emporio y la re-
stdencu de la dominación espanohi, era detestada' por Chile y
Boenos Aires. Chile odia á Buenos Aires por la itiftüériclat (fie
486 BIOGRAFÍA DE AGOSTA
esta última república ha tenido en sus asuntos en los prínci*
píos de lia revolución. El Virreinato de Nueva Granada y la
Capitanía de Venezuela miran con horror su reunión; Guate-
mala teme á México. En general, los americanos conservan el
régimen español tal como se arreglaba en Madrid, pero tienen
una grande antipatía á toda autoridad lejana. De allí proviene
que en general se aborrecen las capitales, y de allí aquella ten-
dencia al^sistema federal que se manifiesta ya en varios puntos
y que ha ocasionado una división frecuente en América; de
allí, en fin, el poco éxito que obtuvo el Congreso de Par«amáy
del cual los Estados del sur no quieren oír hablar.
5.° La oposición de las teorías clásicas del Gobierno con
la ignorancia y el estado moral de América. Varios de los per-
sonajes mas influyentes se han preocupado con esto; ellos son
los que han impuesto á los diferentes Estados las Constitucio-
nes que los rigen y que han tenido tan malos resultados. Los
americanos no las comprendieron, así es que las Asambleas
deliberantes no deliberaron debidamente, y con este motivo
los jefes militares son los que han gobernado, según su capri-
cho. Cuando sus arbitrariedades pasaban la medida, el ejército
ó el pueblo se insurreccionaba, y levantaba al poder otro ge-
neral. Es de temerse, ó más bien es cosa inevitable ya, que se
hagan ensayos de toda especie, antes de que la fuerza de las
cosas forme al fin un gobierno que se ajuste á la sociedad
americana, y la levante hasta las formas que convienen á las.
naciones civilizadas, y dé por tierra con esa fuente abundante
de revoluciones y agitaciones.
6.^ La ambición y rivalidades de los jefes militares
(Aquí el autor hace una teseña no muy clara ni muy exacta de
los acontecimientos que habían tenido lugat en Venezuela^ Nueva
Gtanada, Petúf Chile y Buenos AireSy pero que no inset tamos pot
parecetnos inconducentes).
8.° Por último, la fijación de los límites entre las nuevas na-
ciones debe contarse entre las causas de división que amena-
zan á América....
• . • . Podríamos nombrar, por cierto, muchas otras causas de
desorden que. fermentan en América, pero creemos que bastaoL.
I
APÉNDICES 487
las qne hemos indicado, que son las principales, y con esto los
lectores comprenderán la situación de América, y prepararán
su inteligencia para darse cuenta de los hechos que allí se pre-
paran.
i Qué vemos en América ? Millones de hombres como nos-
otros, pero más desgraciados y menos civilizados, que llegan á
la escena del mundo para ganar con el sudor de su frente, y
después de largas agitaciones, un poco de felicidad y de li-
bertad.
Al ver aquellas poblaciones desconocidas, pobres, ignoran-
tes y semibárbaras, que llegan al fin á la vida política después
de tres siglos de una servidumbre desigual, pero general, y que
van á recorrer á su vez las vías trágicas de la historia, senti-
mos aquella melancolía del hombre maduro al lado de la cuna
de un niño. Pero cuando recordamos que esa inmensa Améri-
ca, con sus altas montañas, sus ríos sin fin, sus extensas llanu-
ras, es el teatro en que aparecen esas nuevas naciones; cuando
reflexionamos en aquella multitud de hombres de todos colo-
res y razas, inspirados por las pasiones y las prevencfbnes ó
creencias del resto del mundo, entonces la ternura se convierte
en interés, y el espectáculo se hace tan solemne, que nuestra
alma entera se recoge para saborear lo que nuestra imaginación
nos señala.
....Sentados tranquilamente sobre las riberas de otro
mundo, ¿ qué podemos hacer de más noble durante los ocios
que nos deja nuestra civilización, sino contemplar la manera
como otros hombres se civilizan ?
T.J.
488 BIOGRAFÍA DE AGOSTA
NUMERO 3:
INFORME
QUE PRESENTÓ EN LA SOCIEDAD DE GEOGRAFÍA DE PARÍS EL
SÉSon JOllARD ACERCA DEL MAPA DE NUEVA GRANADA, POR EL
seRor coronel ACOSTA
El mapa que el Coronel de artillería señop Acosta, oficial
al servicio de la República de Nueva Granada, ha presentado'
á la Sodedad de Geografía, merece por varios motivos nues-
tra atención. Esta es la primera vez que el territorio de Nueva
Granada ha sido el objeto de un mapa especial; por otra par-
te, éste tiene fundamentos sólidos en cuanto á las principales
posiciones, pues el autor ha recorrido principalmente esta an-
tigua provincia, que forma hoy uno de los principales Estados
independientes de la América del Sur. Este Estado se extien«
de de sur á norte, de 1** ij' S. hasta 12® 25' N. y del E. el O.,
de 68*^ 30' de París, hasta cerca de 85* 20'.
La importancia de este país en lo que se refiere á las cien-
cias físicas, geográficas, políticas y comerciales, aumenta el in-
terés de un trabajo como este del Coronel Acosta, trabajo al
cual se ha consagrado con perseverancia digna de todo elogio.
Es sobre el territorio de Nueva Granada donde viene á morir
la doble cordillera de los Andes, cadena que divide en dos sec-
ciones los lechos del río Magdalena y el río Cauca. Ciudades
como Cartagena, Popayán, Neiva, Panamá, Pamplona, Santa
Marta, Río Hacha y veinte más, y sobre todo la capital Santa
Pé de Bogotá, son notables por más de un motivo. Situados
APÉNDICES 489
los principales puertos de la República unos sobre el mar de
las Antillas y otros sobre el Océano Pacíñco, éstos favorecen
su comercio exterior, y le procuran importantes salidas (como
Cartagena, Sabanilla y Panamá). Los límites de la República
tocan con el Brasil y las Repúblicas de Venezuela y el Ecua-
dor. Se necesitaba, pues, con urgencia un mapa algo m^ des-
arrollado y lo más exacto posible á nuestros actuales conoci-
mientos. El que de Nueva Granada acaba de publicar el señor
Acosta, á pesar de la incertidumbre en que tienen que quedar
todavia muchos lugares, es un servicio importante para la geo-
grafía.
Antes que todo, se debe averiguar cuáles son los elementos
de este mapa, es decir, sobre qué base se apoya, y 'cuáles son
los materiales de los cuales se ha servido el autor para cons-
truirlo. Hé aquí las principales fuentes de que se ha valido:
los trabajos del barón de Humboldt, los de los hidrógrafos es-
pañoles y todos los inéditos que el señor Boussingault puso á
su disposición. Estos últimos materiales son preciosos; consis-
ten en gran número de datos y posiciones que este sabio aca-
démico determinó astronómicamente, así como gran número
de observaciones barométricas.
La determinación de los puntos del mapa, lo cual es lo más
importante de todo, porque de allí depende el trazado de la
•costa occidental, es la de Cartagena. Hasta ahora se había
adoptado la posición de 77*» 50' de lungitud O. El señor Acosta,
apoyándose sobre observaciones hechas por los señores Carti-
gue y Dagorn, hechas eñ 1835, calculadas por el señor Daurry
y ajustadas á las del Port-Royal y de la Habana, adoptó el
7/* 34' 2^', Para Bogotá se mantiene la adoptada por Hum-
boldt, es decir, 76° 34' 8'.
El curso del Meta ha sido sacado de las observaciones he-
<:ha8 durante el viaje que por allí hizo el señor Roulin con el
señor Ribera, de Giramena al Orinoco; trabajo inédito que el
señor Roulin tuvo á bien comunicar al señor Acosta, quien se
ha servido del diario original. La parte superior corresponde á
un mapa original de Caldas, y el Distrito de Antioquia al se-
üor Restrepo (el mismo, infiero, que es boy Presidente de la
490 biografía db agosta
Academia de Bogotá). La Provincia de Cartagena está trazada
8ot>re an mapa original, ñrmado Manuel de Anguiano, y con-
servado en la Biblioteca Nacional de París; la provincia de
Mariquita está trazada en parte del mapa del señor Ronlin, y
por último, el istmo de Panamá ha sido estudiado en los ma-
pas más recientes.
El señor Acosta ha empleado también los itinerarios mili-
tares y los topográficos, tomados de sus propios viajes y Dia-
rios de algunos oficiales de la República en las diferentes pro*
idncias de Nueva Granada, materias de las cuales hasta ahora
no se había hecho uso.
Para trazar los límites de Nueva Granada con las Repúbli-
cas vecinas,* el autor, á falta de tratados definitivos, adoptó los
del antiguo virreinato en la época de la revolución de 1810.
Sin embargo, estos límites difieren notablemente en el Este del
mapa de la Cruz, en favor de Nueva Granada.
El autor ofrece modestamente á sus compatriotas este tra-
bajo como un ensayo, un principio que podrá ser útil entre
tanto que en una época, quizás lejana, se pueda construir un
mapa geométrico, fundado en operaciones geodésicas.
El nuevo mapa señala unas mil posiciones que faltaban
en los anteriores. A esta ha añadido la publicación primera del
puerto de Sabanilla en las bocas del río Magdalena, trazado le-
vantado en 1843 por orden del Gobierno de la República por
medio de sondas, trabajo que había permanecido inédito, pero
que puede ser muy útil para los buques de guerra y de comer-
cio; se encuentra también el trazado del puerto de Cartagena,
también exacto, y un pequeño plano de la ciudad de Bogotá,
y el corte transversa! de las dos cordilleras del Este al Oeste,
pasando cerca del de el paralelo 4^° N. entre el río Meta y el
Chocó. Este corte es al mismo tiempo geológico, y fué trazado
sobre observaciones hech.is por M. Boussingault. En uno de
los ángulos del mapa hay un pequeño mapa de Nueva Grana-
da, señalando la posición de ésta con relación al Brasil, Vene-
zuela, etc.
Cuando se compara el mapa de Acosta con los de la Amé-
rica del Sur de la Cruz Olmedilla y la de Spix y Martius, los
APÉNDICES 491
más recientes, y con otros, se notan diferencias importantes, en
particular en lo que concierne el trazado de la cordillera de
los Andes. La mayor parte de los autores la prolongan sin in-
terrupción de sur anorte por el occidente, peto parece ya cosa
averiguada que hay solución de continuidad hacia el lecho del
Atrato; la cordillera del sur va haciéndose más y más baja á
medida que sigue el curso de ese rio pata ir á morir en el gol-
fo de Morrosquillo; al contrario, la del norte comienza al norte
del río San Juan, entre las bocas del rio Atrato y el Darién, y
continúa por el istmo de Panamá. En segundo lugar, la doble
cordillera del sur presenta grandes diferencias entre sus me-
setas (plaieaux): el largo de la cadena oriental es mucho ma-
yor que la cadena del oeste. Estas diferencias no habían sido
trazadas hasta ahora en los mapas, y ni se había notado nada
de esto.
La geografía física de esta parte de la América del Sur debe
modificarse de una manera notable con las anteriores observa-
ciones; por lo demás, en lo que concierne al lecho del Darién,
ya el señor Helbert, que ha vivido allí, lo había notado
también.
Es lástima que el señor Acosta, que tiene en su poder con
grandes detalles cortes geológicos que señalan muy claro los
perfiles de la cordillera, no hubiera publicado sino uno solo, y
eso en una escala tan pequeña I Sin embargo, tiene el proyecto
de publicar más tarde esos detalles. También hubiera podido
indicar los lugares del país en donde existen antigüedades,
puesto que en varias partes existen monumentos antiguos de
los chibchas, ó más bien de los pueblos que los antecedieron.
Aquellos monumentos probarían que esos pueblos gozaron de
una civilización bastante avanzada; á lo menos así parece si
debemos juzgar de los descubrimientos que se han hecho en
Nueva Granada en los últimos treinta años. Debemos añadir
que una gran parte de aquellos territorios, los menos poblados,
es verdad, no han sido explorados, y por consiguiente el au-
tor del mapa no pudo sino trazar á grandes rasgos el curso y
los afluentes del Orinoco. Aquellos territorios son los que se
encierran entre la cadena Oriental y los límites con el Brasil y
Venezuela. «••
49^ biografía de agosta
Terminaré este informe señalando algunas diferencias en-
tre este mapa y aquellos que hasta ahora se habían conocido.
Existen mapas ingleses de Cartagena, de 1739 ^ '74^ > Q^^ repre-
sentan este puerto de una manera muy diferente que el plano
que encontramos en el mapa del señor Acosta • . . Añadiré que
el gran mapa manuscrito que se conserva en la Biblioteca Na-
cional de París, del cual ya hemos hablado, y que ha sido estu-
diado por el señor Acosta, es una copia auténtica del mapa de
la provincia de Cartagena, que se halla en los archivos de aque-
lla ciudad, hecho en 1810. La escala es cinco veces y media
más grande que el nuevo mapa, y abundan en él los porme*
ñores, (i)
En cuanto á los mapas de la América del Sur, como los de
Cruz en 1775 y de Spix y Martius en 1825, las diferencias no*
tables que entre ellos se encuentran y el del señor Acosta, no
debe sorprender cuando se piensa en las nuevas fuentes que
le han servido de base; la Sociedad de Geografía no puede
menos que agradecer la publicación de una obra tan recomen-
dable bajo todos asspectos.
JOMARD.
(1) Mapa topogréUico de la pvovinoia de Cartageoa de IsdiaB en el
^ue7o ReÍQo de Qranada, según los mejores itiaerarios y noticiaa.
APé2«DICBS 493
NUMERO 4.
RUINAS
DBSCÜBIBRTA8 CERCA DB TUNIA BN IJí AMÉRICA IIBRIDIOKAL
(Oiito del lofior Ooronél Aootto al wftor Jonufd).
Quadfiafl (Niwtb Onnada), 15 de Febrero de 1650.
Hace ya seis meses que me encaentro en mi país, y usted
debe sorprenderse de no haber tenido noticias mias; pero esto
ba consistido en la terrible peste de cólera que suprimió la
cuarta parte de la población de nuestras costas atlánticas; me
detuvo largo tiempo en las bocas del río Magdalena, y me im-
pidió continuar mi viaje. No bien estuve en el interior, cuan-
do me apresuré á llevar á cabo una excursión, y visitar las rui-
nas descubiertas por mi amigo el señor Vélez.
A una distancia de veinte leguas hacia el norte de Bogotá,
y como á seis leguas (al occidente) de la ciudad de Tunja, an-
tigua corte de los Zaques, reyes de la mitad de la nación Chib-
cha, se encuentra un valle, á i,6oo metros sobre el nivel del
mar, y por consiguiente á unos i,ooo metros más abajo de las
llanuras frías en las cuales se fundaron las ciudades de Bogo-
tá y Tunja. Aquel valle, regado por corrientes cristalinas, som-
breadas por sauces de Babilonia y Echinus molUj ve levantarse
en contorno cerros áridos y poblados de cactus, vegetales que
se hacen dueños de todo terreno impropio para la agricultura.
Aquella es la misma formación cretácea que hace tan áridas
las llanuras de la Champaña y el Departamento de Vauduse
494 BIOGX^PIA DE AGOSTA
(en Francia), y que en muchas tierras ha tomado grandísimo
desarrollo. Sin embargo, los antiguos habitantes de este país
supieron aprovecharse de ello con la cultura de la cochinilla
que se criaba en los cactus, y les servía para darles el bello
tinte con el cual teñían los vestidos de los jefes y caciques de
una nación que contaba dos millonea de almas.
En la parte más plana de aquel valle, en un campo cubier-
to hoy con sementeras de cebada, campo que mide cerca de
quinientos metros de largo y trescientos de ancho, el cual sus
habitantes llaman Infietnito, se encuentran sendas columnas
sin pedestal, que vi y medí. Aquellas columnas fueron labradas
allí por los indígenas, probablemente poco antes de la con-
quista del país por los españoles. Hállanse en dos hileras pa-
ralelas, todas iguales y situadas del este al oeste; por consi-
guiente, se comprende que se -dirigían hacia el templo princi-
pal del sol, situado en Sogamoso.
Dichas columnas han sido cortadas como á medio metro
de la superficie de la tierra, dentro de la cual están enterradas
á más de un metro de profundidad, pero no verticalmente.
Medí el ángulo de inclinación de cada una de estas colum-
nas hacia el interior del paralelogramo cerrado por el conjun-
to, y encontré que su ángulo es de 25 centímetros. En la hilera
del sur se ven todavía treinta y cuatro columnas de cuatro de-
címetros; en la septentrional no existen ya sino doce, situadas
á la misma distancia; pero he encontrado á algunos centenares
de pasos más al norte una columna entera, extendida en el
suelo, y que medía cinco y medio metros, altura original al pa-
recer de estas columnas, cuyos restos mutilados adornan los
edificios de las cercanías. En el convento del valle del Ecce
Homo existen treinta y dos, el cual se halla á una distancia de
dos leguas hacia el occidente del templo indígena; hay doce
en la plaza de la Villa de Leiva, cabecera del cantón, á una
legua más ó menos hacia el este, cerca de la cordillera y en el
camino que asciende hacia Tunja. Examiné dos más en Suta-
marchán, aldea al sur, en el camino de Bogotá.
Todo el valle al oeste está cubierto de piedras, cuyo largo
varía de dos metros á cuatro; cinco y hasta ocho decíme-
APÉNDICES 495
tros de anchura, y de cuatro á seis metros de altura, con
una honda concavidad ó muesca de uno ó dos pies á una de
sus extremidades, las cuales siempre se dirigen hacia el este;
las muescas evidentemente fueron labradas para poderlas atar
y arrastrar, á impulso de brazos, hasta aquel sitio, á fin de que
sirvieran para cubrir el templo; las más largas están situadas
horizontalmente sobre las coUimnas, y las otras parecían prepa-
radas para formar el techo ó ático del edificio. Conté un cen-
tenar, desde la jnás distante, sacada del río Ubasa, á más de
de ocho leguas al norte. Todas estas piedras son de asperón
verde, y alternan con las capas superiores del terreno neoco-
miano. El asperón es muy duro y difícil de labrar, y como los
indios no disponían sino de instrumentos de silex de piedra
ly diana j les costaba trabajo ímprobo cortar las rocas en el si-
tio mismo; así pues, tenían que apelará buscar por todas par-
tes rocas sueltas, cuyas dimensiones fueran poco más ó menos
como las que necesitaban. Solamente las columnas cilindricas
pedían muchos brazos para transportarlas, y así los indios in-
ventaron fácilmente un anillo de madera, con el cual obtenían
cierta regularidad en el corte de aquellas piedras.
Como usted sabe, yo tengo algún conocimiento, merced á
mis estudios, del estado de cultura en que se hallaban los chib-
chas en la época del descubrimiento de su territorio por los
españoles, así es que creo y afirmo que la empresa de cons-
truir un templo de piedra, no les era imposible, si nos fijamos
en los conocimientos que poseían; por consiguiente, debemos
abandonar la idea de una raza más avanzada en civilización
para explicar estas ruinas.
Envío á usted un diseño dibujado del templo, con las me-
didas que de él tomé; esta no es una restauración, puesto que
dicho monumento no fué jamás edificado en su totalidad; las
vigas (como los habitantes del país llaman esas piedras) no
habían llegado todas á su destinación probablemente, pero lo
que existe bastará para dar á usted una idea del proyecto de
construcción de nuestros indios. Nada más natural entre los
jefes despóticos (como eran los Zaques de Tunja) que el de-
seo de mandar construir un templo ó un palacio en un país
defiL
;r»*"»
^:«cic:2. ¿a ocecn i~ crs xr^s -ncss j'i'T» 'incas ie '.aa
7 .25 ""««^"^ üserí angfig mnnanr .n
gncmfnnnn. .ngirgs .^oe (SJ|wilj aimlk jbihu de
'Véase ¿oiZ^sas ^ Í4» Sacrcr¿ Js Gaffagkx^ Mjt xS^al^.
Er. '^tro Rz¿€t.K de Ia Scczeíid ¿e G€sg^^.<M ei sábto
R. ;iíV/r C/;ro7iel Acr^^ta envi:¡i dibu'-js de las nurLas de an
í*''/' ;{ •// f^rr.;/Io íó *>r^¿zcí'.), situado cerca de Tunja (Xianra
r/r;;ir,í»/I?*;, f>\^'3k de l'/i an*íg'::os mníscas ó chibchas: este díbo-
)/'/, fV.u\'A%yAf\fj ínc/'/iTipIeto, debe explicarse. El interés qae pre-
^.u^A Va r»if/jcrta de un antiguo cdiÉcío colamnario en el Xoc-
Vff Mfirido, j\r/^ ohVif^SL á hacer a!ganas e^licadoaes; así. pues»
volv/'^rcrn^y^ á la dcv:rípcjón hecha por el señor Vélez, el autor
ñt,] fU:^,uhrim'tttiio en 1846, Allí se encuentran algunas que
«I ^fJtf/t Ac/;«ta no menciona en la visita que hizo en aqne-
APÉNDICES 497
líos lagares tres años después. No es, sin embargo, muy difícil
armonizar las dos descripciones, cujra diferencia principal con-
siste en que el señor Acosta cree que las construcciones no
fueron anteriores á la aparición de los españoles sino pocos
añoSy es decir, que son del siglo xv, mientras que el señor Vé-
lez, al contrario, piensa que remontan á una grande antigüedad.
Los dos viajeros se unen en la disposición de la columnata
doble y dirigida del este al oeste, sobre dos hileras paralelas.
El señor Vélez cuenta 29 columnas fijas en su lugar y ente-
rradas en fila; el señor Acosta cuenta 34 (pueden éstas haberse
descubierto en el intervalo de tres años); sobre la otra hilera
el señor Acosta cuenta doce. Han llevado á Leiva, Moniquirá y
Ramiriquí, y á otros puntos, á más de dos leguas de distancia
de las ruinas, columnas idénticas, y por otra parte, el suelo está
cubierto de trozos truncos de columnas y piedras en una ex-
tensión de dos millas.
Estas columnatas pertenecen, pues, á un edificio — ^templo
ó palacio— muy extenso. El espacio que ocupaba, según el se-
ñor Vélez, no bajaba de 41 metros por 18}; 45 varas por 23,
pero este espacio era quizás más extenso. El intercolumnio no
es sino de 43 centímetros; el diámetro de 4; el largo de las
columnas de 5 á 5I 'metros. La medida de 5 metros ha sido
tomada sobre una colunjna entera, extendida en el suelo. Las
columnas no tienen ni capitel ni base, pero están bien tra-
bajadas.
Lo singular de aquella arquitectura consiste en la inclina-
ción de las columnas hacia el horizonte; el ángulo medido por
el señor Acosta es de 25^; debería tener, empero, un techo que
se apoyaría sobre aquellas columnas oblicuas. Según el largo
de las columnas, la distancia entre unas y otras y su inclina-
ción, se comprende que el ancho del techo debería medir 8
metros; pero no se encuentran en el suelo sino piedras que no
miden más de cuatro metros de largo; indudablemente, pues,
hubo de haber en el centro, como lo piensa el señor Acosta,
una hilera de columnas ó pilares. Según el diseño, se creería
que las piedras del techo tendrían unos 6 metros de largo,
pero la descripción carece de pormenores acerca de esta par-
BioemAFiÁ ts
498
BI06RAFU OB AGOSTA
te de la construcción; debemos, por consiguiente, no hacer
conjeturas sobre una disposición arquitectónica bastante ex-
traña. En vista del dibujo, es imposible adivinar si había en la
punta del edificio una entrada principal, si un techo cubría
toda la longitud de él, y el objeto de la parte cubierta. Se de-
searía, pues, que se hiciesen allí nuevas exploraciones, y que
este antiguo monumento, único de su especie que se conoce,
fuese estudiado cuidadosamente por la Academia de Bcgotá y
por su célebre Presidente, el doctor Restrepo.
JOMARD.
^
X'KTJDJLGIBI
Carta del doctor B. Manael Üribe Ángel & la autora iii
iKTBODVOOIÓa 8
XSvCEZaJk.
•
Capítulo I.— D. JoMf de Aoceta 7 su familia 7
Capítulo u.— Lanifiez de Joaquín Aoosta IS
Capítulo ul^ Aconteolmientos en el afio de 1819 88
Capítulo iT.>Cam{>afia en el Valle del Canoa 7 en el Chooó 84
Capítulo T.> Expedición ala Ula déla ProTidencIa en 1620 ... 4ü
Capítulo ti.— Operaciones militares en el Valle del Canoa 54
Capítulo tu.— Permanencia en el Chocó como Secretarlo del Gtobemador
J. M. Canoino-1828 68
Capítulo I.— Trea afios en Bogotá (de 1828 & 1896) 81
Capítulo II. —Dominiro Acosta 80
Capítulo iii.— Joaquín Acosta parte para Suropa— Su primera residecofa en
París— Compatriotas que allí estaban— Sus relaciones con el Barón de Hum-
boldt— SI Obispo Orégoire-Bl General Lafa7ette— El General Naryáez—
Lord Holiand— Benjamín Constant- Trac7— El Mariscal Soult— El millona-
rio Temauz- 1826 ., '. 107
Capítulo r?.— Recuerdos de Napoleón i— Sermones— Prooeslonea- Situación
política de Francia- Paseos A la Malmaison 7 San Germán- El Jueves Santo
en Loagohamps— El Duque de Broglie— El Barón de Sta61— Sismondi-El
Almirante Sidne7 Smith— El Palacio de las Tullerías 118
Capítulo y.- Paseo al cementerio del Padre Lachaise— Una sesión en el Institu-
to—Cuyler—<¿uatremére de Qulnc7— El poeta Soumet— Sesión en la Socie-
dad Asiática- El Duque de Orteans- Sac7— Abel de Remosat— Langlois-
Billetes de Hnmboldt 7 del Obispo de Blols— Conferencia de Azals— Carta
del General Santander— Estanislao Julien— David d'Angers— El Jardín de
Plantas— El teatro 181
Capítulo ti.— Viaje á Italia— Venecia 7 sus maravillas— Ferrara— Bolonia— San
Petronto— Torres inolinadas— Santa Cecilia— Los italianos— RecDcrdos na-
poleónicos—La Hadona de San Lucas— Imola—Faenaa 7 iob alfarerías—
Peaaro— Jane 7 nu ouriosldadea— Beoaerdos bis tóriooa— Anoona 141
500 ÍNDICE
CafÍtüíji» tn.— ITaestnt'Befiorm de Loreio— Blcanatl— Xtoernta— Los Mttamdo-
rea de los Apenino»— E»poleto~l4 antlgwi Veye*— Roma '. 15ft
Catítulo Tin— B1 Secretario 7 el MlnUtro de Colombia en Boma— El Panteón
de Affripa— Plaza 7 Basüica de San Pedro— Los Ettoardoe— Villa Bov|Elieee—
León XII.— Qodo7— Tennas de Caracalla— Sepnloro de los Ebelpioneo— Via
Appla-rSan Pedro 7 la Befonna— El Moteo— Iglesias famosa»— Templos
paganos— TeatroB— Costumbres populares— El Foro— Boma á la Inz de la
lQDa>B8tataadePompe7o— Thorwaldaen 164
Capítuix) IX.— Viaje á Nápolee— Terraclna— Latinm— Gaeta— Beonerdos de Cl-
oerón— Miotnma-Capna— K&poles— El Maseo— Familia real— Paseos-
Tumba de Virgilio— Teatro— Bescfia—VefeOblo—PcmpeTa—Heroolanam—
ADtigflediides— BegrebO á NApoIes 176
CafÍtuix) X.— Iglesias de Kápoles— Exonrslones á los oontomoa-Uaa Vendi-
mia—Kegreso áBoma- Tipos de Tlajeros— Siena— Cliamber7^Las Channe-
ttes de Boasseau—Begreso á París 191
Capítulo xx.— La Bolsa de i^arí»— El sefior Xadrid— Olmedo— Noticias de Co-
lombia—Artíoalo del Olobe contestado por Aoosta^-Soeiedad Enoiclop6dloa
—Vlllemain— Sarao en casa de Arago - Daonoa SW
Capitulo xn.— J. B. Say— A. Comte— Sociedad en casa de Lafa7ette— ConTer-
saoión con Hnmboldt— Laroobeíoacanlt-^TaUeTrand— BcTista- Klaproth-
Botta— Bedouté— MoertedePedro Aceyedo— 18S7 S09
Capítulo xiu.— Veraneo— Una sirvienta snioida^Teatro— Hamlet , S17
Capítulo jliy,— Historia de Colombia, por D. J. H. Bestrepo— J. F. Madrid—
Fiestas en Saiut-Cloud— Nayarino— Boyer-CoUard— La7a— Aoosia nom-
brado miembro de una Comisión científica— Conspiración de Septiembre—
8alasar-Bocafaerte-Bn París de 16S7ál880 80
Capítulo xy.— Santander en París— Cartas importantes— Viaje al Bhin con
J)é Pío Bengifo— Meta— Saarbrack— Franokíort— Magonoia— Coblentaa—
Aquisgran—Bniselas— Visita & Cortés Campomanea— Amberes— Ostende—
1880. ; »5
Capítulo XYL— En Inglaterra— Londrea—D. J. Torres— Gorrostiza—Sir Bo-
bert-Wilson— Cámara de los Comnnes— Mr. Home— Asamblea Abolicio-
nista-Wllberf orce— Han t—Broagban—Uniyersidad de Londres— La Ma-
libran— Santander en Londres— Cariosidades de esta capital— Mr . Morgan—
Greenwioh S55
Capítulo xtil- Besidenoia en Londrea— Acosta miembro de la Sociedad As-
tronómica-Sociedad Beai— Weatminster— La ylada de Miranda— Molino—
El sefior Madrid— La América Espsfiola en 1880- Mnerte del Bey de Ingla-
terra—Muerte del Bcfior Madrid— Z. Maoanlay y su familia— Mapa de la
Gran Bretafla era
Capítulo xyin.— Begreso & París.— El hijo de Bíiranda— La toma de Argel por
loe francesea— Asuntos diplomáticos— Conferencia reserrada— ün día en
la granja del General Lafayette Stt
Capítulo xix.— Situación de Francia en 1880— Sesión en el Instituto— Descon-
tento del pueblo— Beyoludón contra Carlos x— Acosta presencia aquellos
acontecimientos- CoronaoióndeLnisFelipe..... 2ñé
Capítulo XX. -Acosta se despide de París— Cartas de Grégolre -Lafayette,
David- El HAYre— Se embarca— Una aurora boreal— Llegada i Nueva
York^Tristes noticias de la patna— La escuela militar de West-Point—
Acosta arregla su matrimonio— Begreso á Colombia— La sefiora de Madrid—
Bocafuerte— Espantosa tempestad— Uegada á Cartagena— Noticia de la
muerte de Bolívar •••f«f.«t« ••• ...,,•.... 801
ÍNDICB 50f
|^V^»^^^^^»^^^>^^^^>^^»^^»^W^^^^^^I^^»^^^^>^>^>^^^^^>^^N^^>^^«^^»^^>^^^>^^fc^»^»^»'
Capítulo i.— Cartagena— Viaje al Interior— Navegación penosa en el Magda-
lena—iklarmantea noticias poUtioae— Llegada á Gaadoas— Acoeta nom-
brado Comandante eíectiro de artillería—La Convención— División del
partido liberal— 188141882. tir
Capítulo u.— Aoosta regresa á los Estados unidos— 8e casa— SI General San-
tander elegido Presidente de Nneva Oranadar-Ooerra con el Sonador—
▲ooeta se establece en Bogotár— Obtiene varios destinos importante»— Ad*'
mlnistraoión del General Santander— Si doctor Gaervo— Bniefiansas ntül-
taristas— Conspiraron de Sardi— Aoosta como miembro de la Cámara de
Provincia y del Congreso de 1885— Sn aspecto fisioo y moral— Núcleo del
íntaro partido conservador— 188Sá 1888 881
Capítulo in.— Con motivo de la candidatura del doctor Marques se divide el
partida liberal- Carta de Acosta al General Santander— Acosta va al Sona-
dor como Ministro— Viaje— El Presidente Booafnerto-Bl General Flores—
CarUde Santander— 18S8 SIT
Capítulo xv.— Begreso á Bogotá— Amagos de guerra— SI General Santander-^
Insurrección— Los sindicados en el asesinato de Sucre— Acosta en el Con*
vreso— Muerte de Santandet^-Obando se lansa A la guerra^Aoosta toma
las armas— Neira defiende á Bogotá-Muerte de éste— 1889 A 1810 881
Capítulo v.— Sucesos políticos— Acosta bajo las órdenes del General J. Posa-
da—Su conducta como Jefe militar— La batalla de la CAojiM-'Somete al
indio Ibit6— Acosta es ascendido A Coronel efectivo— Concluida la gnerrab
va como Ministro á Washington- A su regreso, el Presidente Berrán le
nombra Ministro de Relaciones Bxteriores-*Cómo desempeBÓ el empleo-
Carta del General Berrán— Concluida la presidencia de éste, prepara viajo
á Bnropa-1841 á 1846 ..••897
Capítulo t.— Vi«Je á los Bstados Unidos y Europa— La familia de Aconta per»
manece en Balifaz— Aoosta llega á París— Bace una excursión al sur do
Franolan-Se embarca para Bspafla— Barcelona— Bibliotecas y Archivos—
El pueblo espafiol— Valencia— Murvledro—Sagnnto— Fábrica de asuleioe—
Paisajes 888
Capítulo u.— Gandía y Denla-^D. J. Moran— El hijo del virrey Eapeletfr— VI-
llajoyosa— Alicante— Cartagena— Almería- Gnádiz— Granada— La Cate-
dral—La tamba de los Beyes Católicos— La Cartuja-^aóo- Bailen. 4M
Capítulo m— Córdoba— Carmona-Sevilla y sus archivos— Cáala— Las CaJroU-
nas— Aras juea— Museo de Madrid— La reina Isabel u- Matilde Diea— La
Biblioteca— Museo de artillería— Bayona 417
Capítulo iv.— Burdeos— David d'Angers— Gastos de viaje -Se instala en París
—Prepara aastrabsjos literarios— Cartas á D. Pedro F. Madrid— Los amigos
de Aoosta en París— El General Flores va á Earopa á buscar protección
en Espafia— Indignación de AcoeU- Cartas de Hamboldt -1846 4M
Capítulo v.— Viaje de Acosta al Mediodía de Francia— Bourges—Avlgnon— Cu-
riosidades de esta oiadad— Paseo á Vaucluse- Excursión geológica— Nlmes
—Montpelller— La familia de Bouville— El paladión— Alais— Minas de oar-
bón— Begreso á Farls-CarU de Boussingault-1817 488
/
$02 ÍNDICE
Pili».
Capítulo ti.— Amairofl de reyol ocian en Frand*— CanMi de ella— CaSda de
Lnli Felipe, en Febrero de IMfr-Carta de Accsta á D. P. F. Madrid— MI-
obelet— Chevaiier— m Ministro de Nueva' Oranada D. M. M.Moeqnera—
Opinión de Aooata sobre la federación en NneTa Granada— Pablloa ra
Compendio BUiérieo—Cómo fué acogida cita obra en Bnropa— Carta de
Boosslnsanlt— 1848 444
OavI TTJU) Tn.— Situación de Francia en 1849— Viaje de regreso i Nueya Orana-
dan-4^artai de rarloB sabios— Instalación en Guaduas— Situación política
del paSs— Muerte del General José AccTodo— Viajes y excursiones cientffl-
oas— Memorias 4M
CaHtoix) TUi— Situación de Nueva Gransdd bajo la admlllstradón del Gene-
ral Lópea— Los conservadores se declaran en rebellón— Acosta desaprueba
la insurrección— SI Poder l^ecutivo le llama al servicio activo— Oarta al
leflor Madrid— El Poder BJecuUvo lo asciende & General— Tristeaa de
Aoofta oon motivo de la situadÓD del país— Su muerte > 46S
HftMXBO 1.— Carta del General Pem de laCrolx 499
MÚMSBO 2.— Articolo publicado en J37 0¿o&o de París en 1896 48i
NfiMiBO 8.— Informe que presentó M. Jomard en la Sociedad de Geografía de
París acerca del mapa de Nueva Granada, por el sefior Coronel Acosta . . 488
KftMXBO 4.— Bninas descubiertas cerca de Tanja— Carta del sefior Coronel
Acosta al sefior Jomard en 1850 488
Artículo escrito en el BoMín d$ ¡a SoeUdad dé Otogntfia (de París), sobre
el mismo asunto 408
ERRATA
Página 332, línea 16, dice: Capítulo XXII, Léase: Capitulo It,
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