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Full text of "Biografía del general Joaquín Acosta, prócer de la independencia, historiador, geógrafo, hombre científico y filántropo"

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biografía 


DEL 


GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA 


FBOCIR  DS  LA  IHDIPINDEBGIA.  HSIORIAIOR.  mtiV),  HOMI 

GmnRGo  Y  mimm 


POR' 


.       .  S.  AGOSTA  DESAMPER 

Miembro  honorario  de  la  Bootedxl  da  gecrlUa—  y'Artiatasdalfadrid,  Honorario 

do  la  Soclodad  de  Oeocxaflade  Boma.  Oorieepondlente  de  la  Academia 

de  la  Hietorla  de  Oarmoae,  etc  etc.  etc. 


•♦♦♦' 


'  librería  colombiana 

Oatmacl&o    Rold&n    Ad     TTaxuayo 


• 
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^4 


.1. 


F  . 


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/ 


Señora  doña  Soledad  Acosta  de  Samper.— Bogotá. 

Muy  respetada  señora  y  amiga  mía: 

En  la  carta  que  tuve  el  gusto  de  escribir  á  usted  hace  ya 
bastantes  días,  y  en  la  cual  avisé  á  usted  recibo  de  la  parte  de 
El  Domingo  que  tuvo  usted  la  generosidad  de  obsequiarme,  le 
dije  que  una  segunda  carta  mía  la  destinaba  á  darle  cuenta  de 
las  impresiones  que  me  causara  la  lectura  de  los  escritos  de 
usted. 

Habiendo  recibido  posteriormente  la  parte  final  de  su 
Revista,  y  habiéndomela  hecho  leer  y  escuchádola  con  suma 
atención,  vengo  ahora  á  permitirme  el  arrojo  de  dar  á  usted 
cuenta  del  juicio  que  tengo  formado  acerca  de  su  útil  y  bella 
producción  literaria.  Empleo  en  lo  que  acabo  de  dictar  la  pa- 
labra arrojo,  no  por  falsa  modestia,  sino  porque  yo  me  hallo 
incapaz  de  criticar  con  acierto  los  trabajos  literarios  de  ajena 
mano  y  de  buenas  inteligencias,  lo  que  equivale  á  decir,  entre 
amigos,  que  reflexiono  y  hablo  únicamente  á  ojo  de  buen  cu- 
bero. 

Dos  excelentes  amigos  míos,  D.  Rufino  J.  Cuervo  y  su  ya 
difunto  hermano  D.  Ángel,  tuvieron  la  satisfacción  de  honrar  la 
memoria  de  su  señor  padre,  el  doctor  D.  Rufino  Cuervo,  con 
uno  de  los  más  interesantes  estudios  biográficos  que  yo  haya 
leído  en  mi  vida;  y  usted,  á  su  tumo,  muy  estimada  señora 


—  IV  — 

mía,  ha  puesto  á  la  contemplación  del  mundo  la  figura  histó- 
rica del  señor  General  Joaquín  Acosta,  padre  ilustre  de  usted. 
A  los  señores  Cuervos  escribí  carta  de  felicitación,  cuando 
hube  leído  el  libro  de  ellos,  y  hoy  dicto  para  usted,  con  idén- 
tico fin,  cuando  ya  conozco  el  tierno  é  instructivo  recuerdo 
que  usted  consagra  á  la  memoria  del  autor  de  su  existencia. 
Felices  los  hijos  que  llenan  dignamente  el  deber  de  acompa- 
ñar á  sus  progenitores  hasta  más  allá  del  sepulcro! 

Como  usted  sabe,  yo  soy  un  hombre  muy  anciano,  y  so- 
bre mi  mucha  vejez,  estoy  ciego,  desconcertado  en  las  míni- 
mas facultades  mentales  que  Dios  me  dio,  y  próximo  ya  á 
despedirme,  con  profunda  tristeza,  de  esta  desgraciada  tierra 
en  que  nací.  Le  ruego,  pues,  que  lea  esta  mi  carta  con  espíri- 
tu de  tolerancia,  y  que  ponga  manto  de  olvido  sobre  los  erro- 
res que  yo  cometa  al  redactarla;  y  si  al  verla  tan  larga  consi- 
dera usted  más  conveniente  prescindir  de  su  lectura,  la  auto- 
rizo para  que  la  rasgue  ó  queme,  porque  con  ello  no  ofenderá 
mi  amor  propio,  pues  ese  ha  desaparecido  ya  con  la  extinción 
de  mis  ilusiones  mundanales. 

A  pesar  de  que  mi  memoria  me  abandona,  retengo  toda- 
vía algunos  datos  suministrados  por  mis  vÍl»j:is  lecturas  histó- 
ricas, y  ha  venido  usted,  con  la  minuc¡í)sa  relación  de  la  vida 
del  General  Acosta,  á  refrescar  un  poco,  y  aun  me  atrevo  á 
decir,  un  mucho,  mis  antiguos  conocimientos. 

Yo  he  ido  siguiendo  paso  á  paso  la  complicada  odisea 
de  mi  ilustre  compatriota;  y  como  conozco  todos  los  lugares 
que  fueron  teatro  de  sus  campañas,  de  sus  viajes  y  de  sus  es- 
tudios, me  creo  tan  autorizado  como  el  más  competente  de 
los  colombianos  para  dar  valor  al  mérito  de  los  servicios  que 
prestó  el  padre  de  usted  á  la  causa  de  la  Independencia,  de 
la  libertad  y  civilización  de  esta  tierra. 

Asisto  con  el  guerrero  á  su  incorporación  en  el  ejército 
patriota  y  le  acompaño,  á  su  paso  por  la  montaña  del  Quindío, 
á  su  llegada  á  Cartago  y  Buga,  á  su  visita  á  Popayán  y  Cali,  á 
su  llegada  á  la  Buenaventura^  en  Nóvita  y  en  Quibdó;  y  como 
conocí  personalmente  al  señor  Coronel  Cancino,  me  parece 
estar  viendo  á  su  lado  á  su  joven  Secretario,  siempre  laborioso, 
robando  á  la  ocupación  de  las  armas  el   tiempo  preciso  para 


arrancar  á  la  naturaleza  de  los  trópicos  sus  numerosos  secre- 
tos y  sus  encantadores  arcanos. 

Si  digo  á  usted  algo  que  pueda  parecerle  de  carácter  pu- 
ramente lisonjero  éhijo  de  la  cortesía  que  debe  emplearse  con 
las  damas,  le  suplico  que  deseche  esa  idea  como  mal  pensa- 
miento, porque  yo  me  precio  de  ser  verídico  en  la  expresión 
de  mis  sentimientos. 

En  su  segundo  viaje  al  Chocó,  siguiendo  la  vía  de  Bue- 
naventura, entró  el  General  Acosta  al  interior  de  aquella  anti- 
gua provincia,  navegando  el  río  San  Juan,  pasando  por  Tadó, 
Yoró,  Arrastradero  de  San  Pablo  y  por  Quibdó,  en  donde  re- 
cibió comisión  de  bajar  el  Atrato  hasta  la  Vigía  de  Murti  y 
hasta  el  puerto  de  Matuntuho^  lugares  que  andaban  revueltos 
por  una  expedición  española  mandada  desde  Cartagena  por 
el  derrotado  Virrey  D.  Juan  Sámano,  y  comandada  por  el 
Coronel  Bayer,  quien  fué  preso  y  ajusticiado  por  el  Coronel 
Juan  María  Gómez,  antioqueño. 

Despejada  aquella  parte  del  territorio  colombiano,  el  pa- 
dre de  usted  recibió  orden  terminante  de  dirigirse  al  archi- 
piélago de  las  Bocas  del  Toro,  con  el  fin  de  entenderse  con 
el  llamado  Almirante  de  la  escuadrilla  colombiana,  estaciona- 
da por  entonces  en  aquellas  aguas;  y  para  quienquiera  que 
conozca  las  penalidades  á  que  se  expone  quien  navega  sin  re- 
cursos el  San  Juan  y  el  Quito^  el  Atrato  v  el  golfo  de  Urabá, 
es  fácil  concebir  que  el  patriota  que  llenó  con  lucimiento 
aquella  terrible  tarea,  merece  mucho  más  de  la  patria  que 
algunos  ganadores  de   batallas.    Yo,  por   lo  menos,  así  lo 

creo. 

Vuelto  el  Capitán  Acosta  á  la  ciudad  de  Cali,  en  donde  se 
hallaba  de  guarnición,  empleando  el  tiempo  que  le  quedaba 
para  el  descanso  en  el  estudio,  que  era  su  pasión,  llegó  á  ella 
el  General  Antonio  José  de  Sucre,  de  marcha  para  Guayaquil, 
y  en  busca  de  los  campos  de  Yaguachí,  Pichincha,  Matará, 
Junín  y  Ayacucho,  para  obtener  como  recompensa  ser  llama- 
do por  la  posteridad  «Gran  Mariscal  de  Ayacucho.» 

Tocó  al  Capitán  Acosta  el  honor  de  acompañar  al  Gene- 
ral Sucre  hasta  el  puerto  de  Buenaventura,  y  es  lamentable 
para  mí  ver  en  la  biografía  la  expresión  de  pena  del  joven  mi- 


—  VI  — 

litar  cuando  por  motivo  de  la  disciplina  no  pudo  seguir  al  hé- 
roe basta  los  campos  gloriosos  del  Perú  y  Bolivia. 

Después  del  recuerdo  que  menciono,  veo  de  nuevo  á  mi 
compatriota  en  las  ciudades  del  Cauca,  y  le  acompaño  con  mi 
pensamiento  al  través  de  las  heladas  parameras  del  Guanacas 
y  de  las  ardientes  llanuras  del  Tolima,  hasta  llegar  al  hogar 
paterno  y  seguir  trabajando  en  servicio  del  país  al  lado  del 
General  Santander  y  ^e  otros  personajes  que  honraron  y  hon- 
ran todavía  nuestra  patria;  y  entienda  usted,  señora  mía,  que 
yo  juzgo  que  ser  confidente,  amigo  y  colaborador  del  primer 
Presidente  de  la  Nueva  Granada,  es  timbre  de  honor  para 
todo  el  que  hubiere  logrado  esa  fortuna. 

£n  el  primer  viaje  hecho  por  su  padre  dé  usted  á  Europa, 
yo  he  hallado  grandes  enseñanzas;  y  si  me  atrevo  á  decirlo, 
me  he  visto  obligado  á  evocar  gratos  recuerdos  personales, 
porque  ha  de  saber  usted  que  de  muchos  de  los  sabios  que  en 
París  fueron  amigos  y  maestros  de  D.  Joaquín  Acosta,  conocí 
algunos  que  brillaban  como  restos  gloriosos  de  esa  constela- 
ción  admirable  que  iniciaron,  desde  los  primeros  años  de  este 
siglo,  una  gigantesca  revolución  científica,  artística,  industrial, 
filosófica  y  literaria,  de  la  cual  usted  ha  cosechado,  como  per- 
sona inteligente  y  laboriosa,  opimos  y  provechosos  frutos,  que 
hoy  ofrenda  en  aras  de  la  República. 

El  Barón  de  Humboldt  había  muerto  cuando  yo  estuve 
por  primera  vez  en  Francia;  pero  vivían  el  señor  Bous- 
singault,  á  cuya  mesa  tuve  la  honra  de  sentarme,  el  astrónomo 
Arago,  el  químico  Dumas,  el  economista  Juan  B.  Say,  el  señor 
Tenard,  y  multitud  de  hombres  inmortales,  á  quienes  mencio- 
na con  interesantes  bocetos  biográficos  el  alumno  de  quien 
vengo  tratando. 

En  los  últimos  años  de  la  permanencia  en  París  de  nues- 
tro joven  estudiante,  y  en  su  viaje  por  Italia,  noto,  con  orgullo 
colombiano,  la  pasmosa  erudición  que  en  Química,  Física, 
Geología,  Mineralogía,  Historia,  Bellas  Artes,  Estética  y  mu- 
chos otros  ramos  del  saber  humano,  poseía  ya  el  granadino, 
que  con  imparcialidad  y  destreza  sirve  de  fundamento  á  la 
donosa  biografía  que  su  amante  hija  nos  da  con  tanta  perfec- 
ción. 


—  vil  — 

Elviaje  del  Capitán  Acosta  por  Italia  es,  según  mi  redu- 
cido criterio,  suficiente  para  enaltecer  al  viajero  más  observa- 
dor y  más  provisto  de  conocimientos. 

Por  no  gastar  la  paciencia  de  usted,  no  quiero  detenerme 
á  considerar  punto  por  punto  todo  lo  que  me  ha  impresionado 
la  minuciosa  y  bella  narración  de  aquella  correría,  expuesta 
por  el  joven  americano. 

La  descripción  que  hace  de  la  ciudad  de  Venecia  me  ha 
parecido  magistral;  y  cuando  habla  del  templo  bizantino  de 
San  Marcos,  de  las  palomas  que  acuden  en  tropel  á  buscar 
grano  entre  los  muchos  tut  islas  que  pasean  la  plaza;  del  sin- 
gular monumento  de  grande  altura,  cuyas  escalas  pueden  su- 
birse á  caballo;  del  gran  canal ;  de  las  innumerables  góndo- 
las; de  los  históricos  palacios;  de  las  lagunas;  de  la  vista  en- 
cantadora  de  los  Abruzzos;  del  palacio  de  los  duques;  de  la  es- 
calera  en  que  pereció  Marino  Fallero;  del  aposento  en  que 
está  el  león  de  bronce,  espía  tenebroso  en  cuyas  fauces  caían 
tantas  condenaciones  á  muerte,  tantas  infames  calumnias;  es- 
pía metálico  que  sirvió  de  pasaporte  á  tantas  víctimas;  del  fú* 
nebre  pasadizo  que  conducía  á  los  plomos  en  que  el  sentencia* 
do  daba  el  último  adiós  á  este  mundo,  y  del  miserable  cuarto 
de  las  ejecuciones,  con  el  mar  debajo  para  recibir  los  cadáve- 
res inmolados  á  la  sombría  política  de  aquellos  calamitosos 
tiempos,  no  es  posible  prescindir  de  un  sentimiento  de  angus* 
tia,  porque  esas  tradiciones,  tan  bien  pintadas  por  el  intere* 
sante  ñlósofo  que  las  cuenta,  muestran  la  faz  odiosa  de  la  es- 
tirpe humana  en  aquellos  lejanos  y  desgraciados  tiempos. 

En  los  espaciosos  salones  de  ese  palacio  tenebroso,  el 
Capitán  Acosta  comprendió  y  deñnió  en  su  justo  valor  las  ins- 
piraciones artísticas  del  Tintoreto  y  del  Ticiano,  genios  prodi- 
giosos que  la  edad  moderna  trabaja  en  vano  por  rivalizar. 

Venecia,  ciudad  tan  extraña  en  su  manera  de  ser,  tan 
llena  de  grandeza  en  ocasiones,  tan  despreciable  otras  veces 
por  sus  relajadas,  costumbres,  tan  propia  para  la  fábrica  de 
romances,  tan  misteriosa  en  sus  leyendas,  tan  rica  por  su  co- 
mercio, tan  consmopolita  y  célebre  por  sus  viajeros,  tan  des- 
leal en  sus  compromisos  internacionales,  tan  avarienta  y  diso- 
luta....  Pero  prescindo  de  reminiscencias  que  serían  enfa- 


—  VIU  — 

dosas  para  usted,  y  puesto  que  la  conoce  mejor  que  yo,  prefie- 
ro ir  por  Bolonia  á  la  ciudad  eterna,  y  de  Bolonia,  torciendo 
un  poco,  entrar  á  Loreto,  pobre  lugarcito  que  procura  al  visi- 
tante la  ocasión  de  experimentar  tiernos  y  piadosos  recuerdos. 

En  todo  lo  que  dice  el  militar  cristiano  á  quien  vengo  si- 
guiendo, me  parece  hallar  en  sus  reflexiones  el  hálito  su<ive  de 
un  misticismo  natural. 

Yo  no  sé  si  usted  ha  ido  de  Bolonia  á  Loreto,  para  ver  la 
casa  de  la  Virgen  María;  pero  le  aseguro  que  aunque  no  me 
tengo  por  buen  cristiano,  al  exaniinar  aquel  templo,  al  ver 
aquella  humilde  casa,  al  ver  aquellos  sencillos  muebles  y  aquel 
rico  tesoro,  ofrendado  por  príncipes,  reyes  y  emperadores  á 
la  que  fué  Madre  de  Dios,  me  sentí  profundamente  conmovi- 
do, emoción  que  me  ha  resucitado  la  lectura  del  libro  de  usted. 

Y  no  es  únicamente  de  los  dos  grandes  pintores  antes  ci- 
tados de  quienes  trata  el  observador,  pues  profusa  mención 
verifica  de  muchos  otros  de  los  que  forman  la  gran  lista  de  ese 
rico  granero  de  ingenios  que  ofrece  al  mundo  ese  país  privile- 
giado por  Dios  en  materia  de  concepciones  artísticas;  y  la 
prueba  palpitante  de  lo  que  digo  la  vuelvo  á  hallar  en  Roma, 
cuando  el  soldado  americano  visita  la  Capilla  Sixtina,  las  gale* 
rías  del  Vaticano  y  el  museo  monumental  de  aquel  palacio  en 
que  el  genio  del  cristianismo  ha  sabido  reunir  cuadros,  esta- 
tuas, bustos  que  tan  bien  representan  las  épocas  gloriosas  del 
país  de  Apeles  y  de  Fidias,  y  en  que  sobresalen,  brillantes  y 
sublimes,  las  obras  de  Miguel  Ángel  y  de  Rafael. 

Yo,  mi  excelente  señora,  visité  como  lego  la  gran  basílica 
de  San  Pedro;  y  aunque  de  un  modo  imperfecto,  alcancé  á 
comprender  que  aquel  templo,  casa  consagrada  á  Dios,  hace 
perdonar  al  hombre  las  muchas  faltas  que  tenga,  porque  al 
levantar  aquel  santuario,  manifestó  que  comprendía  la  alteza  de 
la  Providencia  y  supo  rendirle  el  homenaje  de  su  veneración. 

Mi  compatriota  supo  comprender  eso  mucho  mejor  que 
yo,  y  alcanzó  á  expresarlo  en  frases  más  delicadas,  más  co- 
rrectas y  más  llenas  de  unción  religiosa. 

Padua,  Ñapóles,  Ferrara,  Parraa,  Turín  y  Milán,  desde 
cuyo  domo  se  contempla  con  tanto  placer  la  espléndida  llanu- 
ra de  Lombardía,  y  casi  en  el  centro  de  ella  la  histórica  Pavía, 


en  cuyos  alrededores  nuestros  padres  cumplieron  tan  altas 

proezas  de  valor el  placer  viene  á  nuestro  espíritu  con  pa-  • 

triótico  orgullo.  {Pobre  España,  la  España  de  hoy! 

Me  siento  avergonzado  porque  me  dejo  arrastrar  ante 
usted  por  una  serie  de  lugares  comunes  que  no  sé  si  podré 
hacer  llegar  á  sus  manos,  por  temor  de  que  se  me  tache  de 
petulante  y  atrevido;  pero  quiero  volver  por  un  momento  á 
Roma  antes  de  que  la  abandone  el  padre  de  usted,  pues  en 
verdad  le  digo  que  las  observaciones  fílosóñcas,  históricas  y 
artísticas  que  me  han  sido  sugeridas  por  D.  Joaquín  Acosta 
cuando  trata  de  las  siete  colinas,  de  las  Termas,  de  la  Via 
Apia,  de  las  catacumbas  de  San  Calixto,  del  Coliseo,  del  Pan- 
teón, de  las  columnas  de  Trajano  y  tantas  otras,  enteras 
algunas,  rotas  otras,  como  se  hallan  por  todas  partes;  de  los 
templos  de  San  Pablo,  de  Santa  María,  de  la  Escala  santa,  de 
los  palacios  y  de  cuanto  abarca  la  poderosa  imaginación  del 
escritor  y  lo  que  puede  el  opulento  arsenal  de  sus  conocimien- 
tos, sería  entrar  en  una  tarea  inagotable,  corta  para  el  talento 
del  viajero,  pero  imposible  para  mí. 

El  militar  granadino  vuelve  de  Roma  á  París,  en  donde 
emplea  algún  tiempo  más  en  profundos  estudios  y  en  impor- 
tantes reflexiones;  pero  desgraciadamente  yo  tengo  que  de- 
jarle en  la  capital  de  Francia,  porque  usted  se  ve  obligada  á 
suspender  El  Domingo^  y  yo  no  puedo  saber  cosa  alguna  de 
los  pormenores  del  viaje  cuando  regresa  á  América,  ni  de  su 
matrimonio,  ni  del  nacimiento  de  usted,  ni  de  las  ocupaciones 
preferentes  del  autor  de  su  existencia  al  entra?  de  nuevo  en 
Bogotá.  Sólo  sé  que  continuó  estudiando,  enseñando  como 
profesor  en  los  colegios,  y  como  particular  en  su  vida  de  ciu- 
dadano y  de  patriota  eminente.  Sé  también  que  hizo  una  pre- 
ciosa edición  en  París  del  semanario  dirigido  por  el  gran 
Caldas,  otra  de  Ips  viajes  equinocciales  del  señor  Boussin- 
gault  á  la  América  del  Sur,  y  sé  también  que  publicó  la  histo- 
ria de  la  conquista  de  la  Nueva  Granada,  obra  que  he  leido 
con  grandísimo  interés  y  que  he  consultado  atentamente 
cuando  he  redactado  algún  escrito  sobre  la  materia.  Yo  afir- 
mo que  esa  historia,  por  su  imparcialidad  y  por  la  pureza  y 
sencillez  del  estilo,  es  una  de  las  que  más  me   han  satisfecho 


entre  las   numerosas  que  sobre  el  asunto   he  podido  con- 
sultar. 

Cuando  en  el  año  de  1852  regresé  á  Medellin  después  de 
mi  primer  viaje  á  Europa,  supe  que  el  General  Acosta  habia 
venido  á  Antioquia  para  debelar  la  revolución  que  el  General 
Eusebio  Borrero  habia  provocado  para  derrocar  el  Gobierno 
nacional  entonces  existente;  pero  como  á  su  llegada  ya  el  Ge- 
neral Herrera  hubiese  triunfado,  el  señor  Acosta  tornó  á  la 
capital  de  la  República  sin  detenerse  mucho  en  esta  tierra. 

Como  creo  haber  dicho  á  usted,  yo  conocí  al  General 
Acosta  hace  ya  muchos  años,  y  de  él  conservo  dos  recuerdos 
principales.  El  primero  se  reñere  á  sus  condiciones  parlamen- 
tarías, porque  muchas  veces  le  vi  y  oí  en  los  congresos,  en 
donde  su  elocuencia  contundente  y  su  vasta  ciencia  arrolla- 
ban á  sus  antagonistas;  el  segundo  se  reñere  á  la  circunstan- 
cia de  que  yo  veía  en  ocasiones  un  respetable  caballero  pa- 
seándose, al  lado  de  una  dama  gentil  y  de  una  tierna  niña, 
por  las  calles  de  la  ciudad:  la  dama  era  doña  Carolina,  madre 
de  usted,  y  la  niña  era  usted  misma,  hoy  mi  respetada  señora 
y  amiga. 

He  oído  con  positivo  placer  la  lectura  de  Los  Hidalgos 
de  Zamora j  obra  de  la  pluma  y  del  ingenio  de  usted;  y  si  el 
voto  de  un  lego  puede  ser  aceptado,  reciba  la  felicitación  que 
le  envío  por  el  donaire  y  maestría  con  que  acertó  á  escribirlo, 
así  como  también  por  su  novelita  titulada  Gil  Baylc;  porque 
si  la  primera  representa  á  lo  vivo  la  época  de  transición  espa- 
ñola y  las  rencillas  comunes  entre  los  nobles  de  aquella  épo- 
ca, la  segunda  es  retrato  fotográfico  de  las  costumbres  feu- 
dales de  la  Edad  Medía. 

También  he  oído  leer  con  atención  é  interés  sus  impre- 
siones de  viajes  y  sus  artículos  miscelánicos  sobre  diversas 
materías;  pero  como  veo  que  estoy  abusando  de  su  pacien- 
cia, le  pido  perdón  y  termino  esta  larguísima  carta  con  expre- 
sarle que  la  novela  de  José  María  Samper  me  ha  encantado, 
porque  es  pintura  ñel  de  muchas  de  las  costumbres  populares 
en  esa  para  mí  muy  querida  ciudad  de  Santafé. 

Manuel  Uribe  Ángel. 


INTRODUCCIÓN 


A  vida  de  los  hí)mbres  que  han  sido 
patriotas  sin  ser  intrigantes,  que  han 
servido  á  su  país  modestamente  y  con 
completo  desinterés,  es  por  cierto  poco 
conocida  por  los  pueblos,  y  el  bien 
que  esos  hombres  hicieron  se  olvida; 
desaparece  su  memoria  de  las  genera- 
ciones subsiguientes,  sin  que  nadie 
caiga  en  la  cuenta  de  la  involuntaria  injusticia 
que  se  comete.  No  basta  que  su  existencia  haya 
sido  mucho  más  benéfica  y  civilizadora  que  la 
de  aquellos  que  han  hecho  mayor  ruido  en  el 
mundo  político:  la  historia  conserva  en  sus  páginas  los 
nombres  de  los  guerreros,  de  los  hombres  políticos  que  han 
hecho  derramar  mucha  sangre  inocente  y  verter  torrentes 
de  lágrimas  y  apenas  menciona  de  prisa  á  los  que  pasaron 
haciendo  el  bien.  Así,  pues,  el  nombre  del  General  Joaquín 
Acosta  es  ya  poco  conocido  entre  sus  compatriotas.  A 
medida  que  desaparecen  los  contemporáneos  suyos  que 
supieron   apreciarlo   en   lo   que   valía,  su  recuerdo  se  va 


INTRODUCCIÓN 

perdiendo  paulatinamente  y  pronto  no  quedará  de  él  sino 
su  nombre  cuando  se  rozaba  con  la  guerra  y  la  política 
de  su  patria.  Creo  que  es  para  mí  no  solamente  un  deber 
filial  sino  también  patriótico,  sacar  del  olvido  en  que 
yace  la  memoria  de  mi  padre,  muerto  ya  hace  larguísimos 
años,  y  poner  de  manifiesto  lo  que  fue  una  existencia  en- 
tregada casi  por  completo  al  trabajo  intelectual,  y  sin  más 
objeto  que  servir  á  su  patria  y  adelantar  en  las  ciencias 
que  sin  cesar  estudiaba. 

El  señor  D.  Januario  Triana  escribió  en  1853  algunas 
páginas  que  publicó  en  un  corto  folleto  y  en  el  cual  na- 
rraba muy  superficialmente  la  vida  del  General  Joaquín 
Acosta.  El  señor  D.  José  María  Samper— mi  lamentado 
esposo  -  insertó  entre  los  Bocetos  de  hombres  públicos  co- 
l^mbianos,  uno  en  que  pinta  bastante  gráficamente  lo  que 
era  el  General  Acosta  para  los  que  le  conocieron  y  apre- 
ciaron; falta  ahora  la  relación  de  su  vida  hecha  por  una 
de  las  personas  que  más  le  amaron  en  el  mundo. 

Aunque  tengo  bastantes  elementos  con  los  cuales  po- 
dré labrar  esta  biografía,  desgraciadamente  no  he  podido 
reunir  todos  los  que  hubiera  deseado.  Sin  embargo,  poseo 
un  fondo,  un  cimiento,  como  pocas  personas  han  logrado 
obtener  de  sus  mayores,  á  saber:  muchos  Diarios  que  es- 
cribía durante  sus  campañas,  sus  viajes  y  excursiones, 
tanto  en  Colombia  como  en  Europa.  Estos  los  he  conserva- 
do á  pesar  del  vaivén  de  una  vida  harto  trasegada  y  de 
los  viajes  por  América  y  Europa  que  he  hecho.  Algunos 
de  estos  preciosos  cuadernos  se  han  extraviado  junto  con 
otros  papeles  importantes,  pero  aún  me  quedan  los  más 
interesantes,  los  cuales  me  servirán  en  el  transcurso  de 
la  presente  narración. 

A  más  de  los  Diarios  no  poseo  sino  la  nutrida  hoja 
de  servicios  militares  y  civiles  del  General  Acosta,  unos 
pocos  artículos  que  conservaba  de  los  muchos  que  escri- 
bió en  los  periódicos  en  que  [^colaboraba,  de  1831  á  1852; 


INTRODUCCIÓN 

algunas  cartas  que  le  dirigieron  personas  importantes  de 
varios  países,  las  obras  que  tradujo  y  las  originales  que 
publicó. 

Esta  es  la  tela  que  tengo  á  mi  disposición  para  en 
ella  bordar,  con  los  colores  más  imparciales  que  me  sea 
posible,  la  vida  de  mi  padre.  Qjisiera  que  esta  obra  mía 
sirviese  da  estímulo,  dd  mod  *lo  y  da  pauta  á  la  juventud 
estudiosa  de  Colombia,  y  al  mismD  tiempo  que  sea  un 
humilde  monumento  literario  levantado  a  la  memoria  de 
un  verdadero  patriota  como  los  hay  pocos  en  esta  época 
de  desconcierto  general  y  d¿  "  confusión  de  ideas." 


PRIMERA  PARTE 


CAPITULO  I 

DON  JOSEF  DE  AGOSTA  Y  SU  FAMILIA 

Empezaba  el  año  de  1761  cuando  arribaban  á  las  cos- 
tas del  Nuevo  Reino  de  Granada  dos  jóvenes,  parientes 
entre  sí,  los  cuales  habían  salido  de  la  Madre  Patria  en 
busca  de  una  fortuna  que  su  familia  no  les  ofrecía.  Lle- 
garon á  Cartagena  llevando  cartas  de  recomendación  para 
algunos  comerciantes  peninsulares  del  entonces  emporio 
mercantil  de  las  Indias.  Sabido  es  que  en  aquella  época 
tenía  lugar  una  anomalía  muy  curiosa  entre  los  españoles 
de  ambos  Continentes,  á  saber:  que  el  trabajo  ó  la  carre- 
ra comercial,  que  en  España  se  consideraba  como  im- 
propia para  un  caballero,—  el  cual  debería  más  bien  mo- 
rir de  hambre  que  plegarse  á  un  trabajo  que  le  podía 
dar  la  subsistencia, — esa  misma  carrera  y  aun  otras  menos 
honrosas  no  eran  consideradas  derogatorias  ó  impropias 
para  un  caballero  que  iba  á  las  Colonias  de  América.  Por 
ese  motivo  muchos  jóvenes  condenados  á  la  miseria  en  la 


8  BIOGRAFÍA 

Madre  Patria,  al  trasladarse  á  las  Colonias  prosperaban  y 
acababan  por  radicarse  en  un  país  en  donde  se  abría  para 
ellos  un  porvenir  más  halagüeño  que  en  España. 

Uno  de  los  jóvenes  de  que  venimos  hablando  se  lla- 
maba Josef  de  Acosta;  era  natural  de  Denla— en  el  anti- 
guo Reino  de  Valencia, — pero  se  había  educado  en  Cádiz. 
El  otro  -Josef  de  Cabrera — era  primo  de  Acosta,  y  su  des- 
cendencia existe  en  Bogotá. 

Estaba  por  entonces  el  Virreinato  conmovido  con  lo 
que  acababa  de  ocurrir  en  Santafé  de  Bogotá.  El  Virrey 
D.  José  Solís  Folch  de  Cardona— Grande  de  España, — 
joven,  rico  y  galán,  había  abandonado  repentinamente  las 
pompas  mundanales  y  las  vanidades  y  aspiraciones  de  la 
vida,  los  honores  y  títulos  con  que  se  enorgullecía,  para 
vestir  el  hábito  de  Recoleto  franciscano.  Dejó  el  mando 
del  Virreinato  al  bailío  D.  Pedro  Mesía  de  la  Cerda;  se 
retiró  al  pobre  Convento  de  San  Diego  el  28  de  Febrero 
de  1761.  Allí  permaneció  hasta  su  muerte — 1770 — pero 
no  antes  de,  haber  donado  todos  los  bienes  que  poseía  en 
América  (30,000  duros)  al  Hospital  de  San  Juan  de  Dios 
de  Bogotá,  para  que  se  construyese  un  asilo  especial  para 
mujeres  desvalidas  y  enfermas. 

Gobernaba  entonces  la  Provincia  de  Cartagena  D. 
José  de  Sobremonte,  Marqués  del  mismo  nombre,  y  en 
lo  eclesiástico  el  doctor  D.  Manuel  Sosa  Betancourt,  Arce- 
diano de  la  Catedral  de  Caracas. 

En  tanto  que  Cabrera  iba  á  Santafé,  en  donde  se  es- 
tableció, el  joven  Acosta  emprendió  negocios  mercantiles 
con  los  ricos  comerciantes  españoles  que  llevaban  el  mis- 
mo apellido  del  primer  patriota  venezolano,  el  General 
Francisco  Miranda,  pero  no  he  podido  descubrir  si  eran 
parientes  del  héroe  venezolano. 

En  breves  años  Acosta  logró  reunir  una  mediana 
fortuna,  con  la  cual  se  estableció  en  Honda,  ciudad  que 
al  fin  del  siglo  xviii  era  muy  importante,  hasta  que  un  te- 


I 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA 

rremoto  al  principio  del  actual  y  en  seguida  la  partida  de 
los  españoles  que  la  poblaban  en  la  época  de  la  Indepen- 
dencia, la  arruinaron  totalmente,  y  jamás  ha  vuelto  á  re- 
cuperar su  antiguo  esplendor.  En  Honda  Acosta  fundó 
una  casa  de  comercio  que  se  ramificaba  con  Cartagena, 
Popayán,  Pasto,  Quito  y  Guayaquil.  Allí  se  casó  con  D.* 
Soledad  Bonilla,  pero  en  breve  enviudó  y  contrajo  segun- 
das nupcias  (en  1785)  con  la  hija  menor  del  dueño  de 
todo  el  valle  de  Guaduas,  D.  Buenaventura  Pérez.  Era 
este  hombre  acaudalado,  y  aunque  criollo,  se  preciaba  de 
haber  conservado  la  limpieza  de  su  linaje  á  través  de  los 
siglos  coloniales. 

Y  ahora  que  viene  al  caso  diré  que  en  Europa  hay 
personas  que  confunden  á  los  aiollos  con  los  mestizos; 
estos  últimos  son  los  hijos  de  indígena  y  blanco  de  raza 
caucasa,  es  decir,  de  raza  cruzada,  mientras  que  los  pri- 
meros son  siempre  de  origen  español  puro,  sin  mezcla  de 
indio  ó  de  negro;  eran  los  descendientes  de  los  conquis- 
tadores y  primeros  pobladores  europeos  de  América  que 
habían  conservado  su  raza  intacta  durante  varias  genera- 
ciones. En  las  altiplanicies,  es  decir,  en  el  antiguo  Reino 
de  los  Chibchas,  la  raza  blanca  se  conservó  pura  entre  las 
familias  importantes  del  país;  los  españoles  no  se  casaban 
con  las  indígenas;  mandaban  por  sus  consortes  ó  iban  á 
buscarlas  á  España,  cuando  no  encontraban  á  su  gusto 
las  hermanas  ó  las  hijas  de  sus  compañeros  de  armas,  y 
se  tenía  á  desdoro  contraer  alianza  con  mujeres  indíge- 
nas. Debió  de  contribuir  esta  repugnancia  á  las  aborígenes 
la  poca  hermosura  de  las  mujeres  de  raza  chibcha,  puesto 
que  este  fenómeno  no  ha  tenido  lugar  en  otras  Provincias 
y  Colonias  americanas,  en  donde  el  linaje  europeo  se  ha 
cruzado  frecuentemente  con  el  de  los  indios,  aun  entre  las 
clases  elevadas  de  la  sociedad. 

Sin  embargo,  la  democracia  que   ha  venido  cundien- 
do en  los  últimos  ochenta  años,  desde  nuestra  separación 


lo  biografía 

de  la  Madre  Patria,  ha  producido  lentamente  sus  efectos; 
y  si  en  otro  tiempo  las  familias  que  se  consideraban  hi- 
dalgas en  Santafé,  en  Tunja  y  otras  ciudades  del  interior 
de  la  República  de  Colombia,  eran  todas  de  raza  blanca 
sin  aleación,  hoy  ya  empieza  á  notarse  la  mezcla  en  to- 
das las  capas  sociales.  Felizmente  la  raza  caucasa  es  tan 
absorbente  que  pronto  quedará  eliminada  la  sangre  indí- 
gena, y  reinará  nuevamente  el  carácter  completamente 
andaluz  y  castellano  de  los  primeros  pobladores  españo- 
les. Entre  las  viejas  familias  de  Santafé  se  conserva  el  le- 
gítimo salero  andaluz,  las  fisonomías  delicadas  de  las  mu- 
jeres, el  lenguaje  y  las  costumbres  netamente  peninsulares 
que  fueron  herencia  que  nos  legaron  las  matronas  de  la 
época  colonial. 

La  segunda  esposa  de  D.  José  de  Acosta  se  llamaba 
también  Soledad.  Se  casó  muy  joven  con  marido  mucho 
mayor  que  ella,  pero  la  educación  que  la  habían  dado 
cuadró  perfectamente  con  la  edad  madura  de  su  consorte. 
Era  mujer  de  rígidas  costumbres,  de  aspecto  grave  aunque 
de  hermosa  fisonomía;  ostentaba  brocados,  tabíes  de  seda 
y  terciopelos  y  se  engalanaba  con  costosas  joyas  en  las 
grandes  festividades,  pero  el  resto  del  año  vestía  con  suma 
sencillez;  gobernaba  su  casa  y  numerosa  servidumbre  de 
esclavos  con  vara  de  hierro,  pero  era  siempre  justa,  carita- 
tiva y  generosa;  protegía  especialmente  las  iglesias  pobres 
y  las  obras  pías;  á  pesar  de  su  estricta  economía  y  el  or- 
den que  reinaba  en  su  casa  gastaba  con  esplendor  cuando 
lo  creía  preciso;  en  su  hogar  era  respetada  y  temida,  y 
todos  la  obedecían  á  ojo  cerrado,  sin  que  nadie  se  atrevie- 
se á  discutir  sus  mandatos. 

Doña  Soledad  tenía  otra  hermana  mayor,  doña  Ga- 
briela, que  había  convertido  las  piezas  que  le  señalaron  en 
casa  de  D.  José  de  Acosta — con  quien  vivió  desde  que 
murieron  sus  padres — en  una  especie  de  convento  del 
cual  jamás  salía.  Además,  conservaba  tres  hermanos  va- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  1 1 

roñes,  á  saber:  D.  Manuel,  que  era  alegre,  buscarruidos  y 
dadivoso,  el  cual  murió  joven  sin  dejar  descendencia;  D. 
Lorenzo,  gue  era  todo  lo  contrario  y  sólo  se  ocupaba  en 
atesorar  dinero  y  tampoco  se  casó;  y  por  último,  el  doctor 
Andrés  Pérez,  sacerdote  de  talento,  instruido  y  de  gran 
carácter,  el  cual  se  convirtió  en  padre  y  tutor  de  los  hijos 
de  doña  Soledad,  cuando  ésta  quedó  viuda. 

D.  José  se  estableció  definitivamente  en  Guaduas,  en 
donde  nacieron  todos  sus  hijos.  Labró  casa  de  teja  espa- 
ciosa, de  dos  pisos,  é  hizo  prosperar  sus  propiedades  agrí- 
colas, pues  en  breve  todos  los  adyacentes  valles  al  de 
Guaduas  le  pertenecieron  por  haberles  comprado  sus  par- 
tes á  los  hermanos  de  su  mujer. 

No  se  debe  estudiar  el  carácter  de  la  persona  que  de- 
seamos hacer  conocer  solamente  en  su  persona,  pues  cada 
cual  lleva  en  sí  las  señales  de  sus  antepasados  y  hereda  de 
ellos  cuanto  tiene  de  bueno  ó  de  malo.  Por  ese  motivo 
he  querido  en  lo  posible  indagar  lo  que  fueron  los  ante- 
pasados inmediatos  del  General  Acosta,  de  manera  que 
veremos  después  que  el  carácter  de  ellos  influyó  conside- 
rablemente en  la  familia.  Desgraciadamente  cuando  murió 
D.  José  de  Acosta  sus  hijos  estaban  niños  y  no  recordaban 
su  fisonomía,  ni  he  podido  averiguar  de  su  carácter  sino 
lo  que  se  sabe  de  sus  hechos.  No  así  con  doña  Soledad 
Pérez,  la  cual,  aunque  murió  muchos  años  antes  de  que 
yo  naciera,  me»ha  dado,  sin  embargo,  noticias  de  ella  una 
tía  que  vivió  más  de  97  años,  y  sin  embargo  hasta  una 
edad  avanzadísima  conservó  de  manera  sorprendente 
la  frescura  de  su  ánimo  y  la  vivacidad  de  los  recuerdos. 

El  chapetón  D.  José  de  Acosta  debió  de  ser  generoso 
y  amante  de  la  instrucción,  pues  regaló  amplio  solar 
para  que  se  fundase  una  escuela  pública,  y  de  su  propio 
peculio  pagaba  25  duros  mensuales  al  maestro  de  escuela 
de  la  villa  de  Guaduas,  lo  cual  para  ese  tiempo  se  consi- 
deraba estipendio   sumamente   alto.  Además,  regaló  el  te- 


12  BIOGRAFÍA 


rreno  en  el  cual  se  construyó  la  iglesia,  la  alcaldía,  etc.  etc. 

Relacionado  con  todos  los  Virreyes  que  se  sucedieron 
en  el  Gobierno,  desde  el  Arzobispo-Virrey  D.  Antonio 
Caballero  y  Góngora,  D.  Francisco  Gil  y  Lemos,  D.  José 
de  Ezpeleta  hasla  D.  Pedro  Mendinueta,  tenía  gusto  espe- 
cial en  alojarlos  en  su  casa,  así  como  á  todos  los  Oidores 
que  pasaban  por  allí  para  ir  á  la  capital  ó  regresar  de  ésta 
á  España.  No  bien  tenía  noticia  de  que  se  acercaba  á 
Guaduas  alguno  de  estos  personajes,  cuando  ponía  en 
movimiento  á  sus  esclavos  y  á  los  que  vivían  sobre  sus 
tierras,  y  en  breve  tenía  las  despensas  llenas  de  las  sabro- 
sas legumbres  de  las  altiplanicies,  así  como  de  exquisitas 
frutas  de  tierra  caliente  y  pescados  del  río  Magdalena. 

Durante  su  primera  infancia  L)s  seis  hijos  del  Corre- 
gidor vitalicio  de  Guaduas  habían  aprendido  las  primeras 
nociones  de  los  conocimientos  humanos  con  los  humildes 
frailes  del  convento  franciscano  vecino;  pero  cuando  su 
hijo  mayor  cumplió  ocho  años,  resolvió  enviar  á  su  mu- 
jer á  Santafé,  en  donde  los  niños  deberían  recibir  toda  la 
instrucción  que  él  deseaba  que  tuviesen. 

Entre  paréntesis  diré  que  esta  manera  de  pensar  del 
honrado  comerciante  español  es  una  prueba  de  que  los 
peninsulares  de  aquel  tiempo  eran  más  amantes  de  la 
instrucción  y  del  estudio  que  lo  que  generalmente  se  ha 
pensado.  Más  adelante  tendremos  ocasión  de  hablar  más 
largo  sobre  el  asunto. 

Hacía  tres  años  que  se  había  radicado  doña  Soledad 
en  Santafé,  cuando  en  Octubre  de  1803  recibió  la  noticia 
de  que  su  marido  quedaba  gravemente  enfermo  en  Gua- 
duas. Inmediatamente  mandó  llamar  á  su  hermano  sacer- 
dote,  que  entonces  era  cura  de  Usme  (i),  le  suplicó  que 
acompañase  á  sus  hijos  durante  su  ausencia,  y  al  momen- 
to se  puso  en  camino  precipitadamente  en  unión  de  otro 
de  sus  hermanos  para  ir  á  cuidar  á  su  doliente  esposo. 


(t)  Aldea  en  los  alrededorei  de  Santafé  de  Br  gota. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  I3 

Li  bueim  señora  viajó  noche  y  día  y  no  paró  sino  al 
lle;í.ir  al  alto  d¿l  Raizal,  desda  el  cual  se  veía  el  valle  de 
Guaduas  y  la  población  á  vista  de  pájaro.  Ya  para  enton- 
ces estaba  oscuro  enteramente  y  vio  atravesar  por  la  plaza 
de  la  villa  una  larga  hilera  de  luces. 

— ¡Dios  santo!  exclamó  la  acongojada  dama.  ¡Ha 
muerto  Acosta! 

—  ¿Por  qué  lo  dices?  preguntó  su  hermano  Lorenzo. 

—  ¿No  ves,  repuso  ella  rompiendo  á  llorar,  que  aque- 
llas luces  son  los  cirios  de  los  que  acompañan  el  cuerpo? 

—  ¿Qué  quieres  decir?  No  te  comprendo 

— Quiero  decir  que  Acosta  ha  muerto,  y  que  sabiendo 
que  yo  debería  llegar  esta  noche  llevan  á  depositar  el  cadá- 
ver en  el  convento  pira  evitarme  la  pena  de  verle  muerto. 

Dijo  y  sollozando  continuó  camino  hasta  llegar  á 
Guaduas. 

Allí  salieron  á  recibirla  los  buenos  frailes  del  conven- 
to y  los  amigos  de  la  familia;  pero  no  fue  preciso  darle  la 
noticia,  ella  había  adivinado  exactamente  lo  sucedido. 
Encontróse,  pues,  viuda  y  á  la  cabeza  de  una  larga  fami- 
lia de  chiquillos.  El  hijo  mayor  era  Domingo,  quien  había 
nacido  en  1792,  después  había  dos  niñas,  Josefa  y  Mari- 
quita; seguía  un  niño,  Manuel,  un  año  mayor  que  Ana 
María,  que  había  nacido  en  1798  y  vivió  hasta  1896.  El 
menor  de  todos  se  llamaba  Tomás  Joaquín,  el  cual  vino 
al  mundo  el  29  de  Diciembre  de  1800. 

A  pesar  de  que  D.  José  de  Acosta  dejó  bien  saneados 
caudales,  sus  negocios  eran  de  aquellos  que  el  que  no  los 
comprende  puede  fácilmente  perder  una  parte  de  ellos, 
pues  sus  dineros  yacían  regados  en  manos  de  sus  corres- 
ponsales, desde  Cádiz  hasta  Quito.  Con  el  objeto  de  poner 
orden  en  todo  aquello,  doña  Soledad  tuvo  que  emplear 
particularmente  á  un  dependiente  de  su  marido,  quien  la 
sirvió  asiduamente,  y  por  último  se  hizo  tan  necesario 
para  la  dicha  y  bienandanza  de  la   viuda  que  al  ñn   ésta 


14  BIOGRAFÍA 

resolvió  casarse  con  él.  Llamábase  el  joven  D.  Manuel 
Samper  (i),  y  era  vastago  de  una  respetable  familia  de 
Honda.  Sin  embargo,  los  jóvenes  hijos  de  doña  Soledad 
veían  la  proyectada  alianza  de  su  madre  con  tan  mala  vo- 
luntad, que  una  vez  que  tuvo  efecto  la  ocasionó  en  el  res- 
to de  su  vida  muchos  sinsabores  y  amarguras,  en  lugar  de 
los  consuelos  que  esperaba  cosechar  de  aquella  desacerta- 
da conexión  entre  una  dama  ya  entrada  en  edad  y  un  jo- 
ven casi  imberbe. 

Entretanto  la  viuda  se  manifestaba  cada  día  más  se- 
vera, y  se  entregaba  tan  completamente  á  prácticas  reli- 
giosas, que  éstas  la  embargaban  toda  la  parte  de  su  exis- 
tencia que  no  dedicaba  á  sus  deberes  de  madre  de  familia. 
Abandonada  la  gerencia  de  sus  haciendas  en  manos  su- 
balternas, cuando  Domingo  llegó  á  su  mayor  edad  encon- 
tró muy  deteriorada  la  fortuna  legada  por  D.  José  de 
Acosta.  El  joven,  empero,  «no  se  preocupó  mucho  con 
esto;  desde  niño  había  manifestado  una  afición  entusiasta 
por  la  lectura,  y  el  amor  al  estudio  embargaba  su  vida  día 
y  noche.  Se  había  educado  en  el  Colegio  del  Rosario,  pero 
pasaba  todas  sus  vacaciones  en  casa  de  su  tío  el  doctor 
Andrés  Pérez,  el  cual,  amantísimo  también  de  la  lectura, 
poseía  una  cuantiosa  biblioteca.  En  ésta  se  encerraban 
tío  y  sobrino  y  dejaban  que  corriese  la  vida  sin  ocuparse 
de  los  bienes  materiales  de  la  existencia. 

Una  vez  que  se  hizo  hombre  Domingo  se  procuró 
las  obras  de  Rousseau,  de  Voltaire  y  demás  enciclopedistas, 
de  los  cuales  hacía  largos  extractos,  y  con  otros  jóvenes 
de  su  edad  nutrían  su  espíritu  con  una  alimentación  in- 
adecuada. Lo  peor  de  aquello  fue  que  como  el  Gobierno 
español  había  prohibido  toda  introducción  de  libros  en 
sus  Colonias,  salvo  la  de  místicos  españoles,  la  juventud 
se  veía  privada  de  lecturas  de  su  gusto  y  pedía  ocultamen- 


(1)  Uq  SübrÍDO  de  D.    Manuel  Saín  per  fue  el  esposo  de  la  que  esto 
escrib3. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  I5 

te  obras  á  Francia  y  á  los  Estados  Unidos.  Naturalmente 
por  lo  mismo  que  tantos  libros  eran  prohibidos,  casi  iodos 
los  que  se  introducían  clandestinamente  eran  los  más 
perniciosos,  y  éstos  eran  devorados  y  mal  digeridos  por 
la  juventud  hispano-americann.  En  aquella  época  en  que 
se  compraban  los  libros  europeos  á  precio  de  oro,  el  amor 
á  la  lectura  era  tan  grande  que  existían  en  Santafé  exten- 
sas bibliotecas  muy  nutridas,  en  donde  se  hallaban  las 
obras  más  bellas  de  las  literaturas  francesa,  castellana  y 
aun  inglesa.  Todavía  se  sorprende  uno  cuando  lee  los 
catálogos  de  librerías  como  la  que  poseía  D.  Antonio  Na- 
riño,  por  ejemplo,  y  de  otros  personajes  de  aquel  tiempo. 
Entretanto  hoy,  cuando  hay  tantas  facilidades  para  el  es- 
tudio, la  juventud  por  lo  general — no  hablo  de  honrosas 
excepciones  — no  ama  sino  lecturas  frivolas  cuando  no 
inmorales,  ó  libros  irreligiosos  que  son  malos  principal- 
mente porque  la  poca  instrucción  verdadera  de  los  que 
se  deleitan  leyéndolos  no  les  permite  encontrar  los  errores 
garrafales  que  encierran. 

Pero  tampoco  debemos  ser  injustos:  si  es  cierto  que 
no  solamente  en  Colombia  sino  en  todos  los  países  del 
mundo  se  levantan  nubes  de  seudo-literatos  que  preten- 
den dar  la  ley,  no  podemos  negar  que  entre  nosotros  sí 
hay  deseo  ardiente  de  instruirse,  de  saber,  de  indagar  los 
secretos  de  la  naturaleza;  pero  los  que  así  lo  desean  no 
pueden  dedicarse  á  las  ciencias  porque  nuestra  pobreza 
es  grande  y  los  jóvenes  tienen  que  trabajar  para  vivir  y 
no  les  queda  tiempo  para  dedicarse  á  estudios  serios. 


CAPITULO  II 

LA  NIÑEZ  DE  JOAQUÍN  AGOSTA 

Como   dijimos  antes,  es  preciso   estudiar  al  hombre 
en  sus  antepasados  en  primer  lugar,  y  después  en  el  niño. 


1 6  BIOGRAFÍA 

Hay  nisgos  característicos  que  pintan  al  hombre  desde  su 
primera  infancia,  rasgos  que  parecen  transformarse  con 
lostaños,  pero  qpe  en  verdad  son  siempre  unos  mismos  que 
persisten  bajo  diferentes  formas  á'  medida  que  adelanta 
por  el  camino  de  la  vida;  estos  rasgos  debe  estudiar, 
apuntar  y  no  descuidar  nunca  el  biógrafo.  Así,  pues,  me 
permitirá  el  lector  que  en  este  capítulo,  á  riesgo  de  que  se 
me  considere  nimia  y  quizás  pueril,  me  ocupe  en  hacer 
ciertas  descripciones  características  que  á  primera  vista 
pueden  considerarse  insignificantes,  pero  las  cuales  creo 
que  en  realidad  no  lo  son. 

A  pesar  de  que  Joaquín  -  como  el  menor  de  la  fami- 
lia— era  particularmente  preferido  por  sus  hermanos,  los 
cuales  le  tenían  enseñado  á  que  casi  siempre  la  voluntad 
de  los  mayores  plegara  ante  las  exigencias  del  chico,  su 
madre  jamás  manifestó  predilección  por  ninguno  de  sus 
hijos,  y  era  al  igual  rígida,  Feverísima,  y  jamás  perdonaba 
el  castigo  cuando  alguno  cometía  una  falta  reprensible, 
ni  evitaba  la  recompensa  si  su  conducta  era  tal  como  ella 
lo  deseaba. 

Tenía  Joaquín  cinco  ó  ^eis  años  de  edad,  cuando  se 
le  ocurrió  á  su  hermana  Ana  María  balancearse  en  la  ba- 
randa de  un  patio  interior,  y  como  no  lo  podía  hacer  sola, 
convidó  á  su  hermanito  á  que  la  acompañase  en  el  arries- 
gado juego.  Parece  que  él  comprendió  que  el  puesto  más 
peligroso  era  naturalmente  el  que  quedaba  sobre  el  patio, 
y  no  tuvo  inconveniente  en  tomarlo.  De  repente  Ana 
María  perdió  el  equilibrio,  cayó  dentro  del  corredor  ó 
balcón  sin  hacerse  daño  alguno,  pero  Joaquín  (con  tabla 
y  todo)  descendió  al  patio.  Sin  duda  se  estrellara  contra 
las  piedras,  si  la  casa  no  hubiera  estado  en  obra  y  los  al- 
bañiles  no  dejaran  al  pie  del  balcón  un  montón  de  barro 
blando,  dentro  del  cual  cayó  el  niño  y  quedó  bonitamente 
empatado  hasta  el  cuello,  pero  sano  y  salvo. 

Al  oír  los  gritos  de  los  dos  niños,  salieron   las  negras 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  l^ 

esclavas  á  recoger  á  Joaquín,  á  quien  querían  muchísimo, 
pero  no  lograron  evitar  que  doña  Soledad  supiera  lo  que 
había  sucedido.  A  poco,  ella  también  se  presentó  en  la 
es>cena,  y  una  vez  que  se  convenció  de  que  su  hijo  no  ha- 
bía sufrido  daño  alguno,  lo  riño  reciamente,  pero  ofreció 
perdonarle  si  confesaba  cuál  de  sus  hermanos  lo  habían 
acompañado  en  el  juego.  Todos  callaron,  temblando,  pero 
el  niño  no  contestó  á  su  madre  una  palabra,  y  ni  azotes, 
encierros  ni  amenazas  de  peores  castigos,  le  hicieron  reve- 
lar el  nombre  de  su  hermana,  en  realidad  la  verdadera 
culpable. 

A  los  seis  años  de  edad  mandaron  á  Joaquín  á  la  Es- 
cuela de  los  padres  de  San  Francisco,  que  estaba  al  otro 
lado  de  la  plaza  que  entonces  llevaba  el  mismo  nombre 
y  hoy  se  llama  de  Santander.  Allí  le  enseñaron  á  leer,  es- 
cribir y  contar.  Era  el  niño  muy  preferido  por  Fray  Si- 
món Candía,  padre  ilustrado  y  respetable  que  vivió  largos 
años  y  alcanzó  á  ver  con  sumo  orgullo  que  su  discípulo 
llegó  á  ocupar  altos  puestos  en  la  República. 

El  defecto  capital  que  le  encontraban  sus  maestros 
era,  sin  embargo,  uno  que  su  madre  no  había  logrado  ma- 
tar en  él,  á  pesar  de  la  severa  y  rígida  educación  que  le 
había  dado.  En  aquella  época  bastaba  ser  hijo  de  español 
peninsular  para  considerarse  persona  importante  en  la 
Colonia  y  mirar  con  cierto  desdén  mal  encubierto  no  so- 
lamente á  los  mestizos  y  á  la  raza  indígena,  sino  también 
á  los  criollos  hijos  de  los  primeros  conquistadores.  A  pe- 
sar de  que  doña  Soledad  era  enemiga  de  la  democracia  y 
miraba  con  horror  las  ideas  revolucionarias  que  empeza- 
ban á  cundir  en  toda  la  sociedad  santafereña,  no  admitía 
que  sus  hijos  mirasen  con  desvío  á  los  humildes;  sus  cris- 
tianos sentimientos  la  hacían  manifestarse  humilde  con  los 
pobres,  los  cuales  siempre  encontraban  en  ella  una  amabi- 
lidad y  una  condescendencia  que  no  le  conocían  sus  iguales 
en  la  sociedad.  Para  corregir  el  orgullo  de  Joaquín,  que  á 

BIOGRAFÍA  S 


l8  BIOGRAFÍA 

veces  era  grande  con  respecto  á  los  inferiores  y  paniagua- 
dos y  estallaba  con  violencia,  su  madre  le  compelía  á  re- 
bajarse al  igual  de  los  criados.  Le  obligaba  á  que  saliese 
á  comprar  un  haz  de  leña  y  lo  llevase  á  cuestas  hasta  la 
casa,  ó  á  una  tienda  de  granos  á  comprar  alguna  cosa 
que  debería  llevar  él  mismo.  Joaquín  obedecía  aparente- 
mente, pues  nadie  jamás  se  resistía  á  los  mandatos  de 
doña  Soledad,  pero  ya  en  la  calle  pagaba  á  algún  mucha- 
cho para  que  le  llevase  la  carga  hasta  el  zaguán  de  la 
casa;  allí  la  tomaba  él,  y  se  presentaba  á  su  madre  con  la 
humildad  que  ella  exigía.  Esto  probaría  que  la  demasiada 
rigidez  en  vez  de  enseñar  el  bien  á  los  niños  los  convierte 
en  hipócritas.  ¿Pero  acaso  el  mimo  exagerado  con  que 
en  estos  tiempos  se  educa  á  los  niños  será  más  benéfico 
que  la  severidad  excesiva  de  antaño? 

Felizmente  para  Joaquín,  cuando  cumplió  diez  años 
su  hermano  mayor  exigió  que  lo  mandasen  al  Colegio 
del  Rosario,  en  donde  se  educaban  él  y  su  hermano  Ma- 
nuel; y  de  esa  manera  se  evitó  que  la  demasiada  severidad 
de  su  madre  acabase  por  malear  su  carácter,  el  cual  al 
crecer  convirtió  en  nobles  sentimientos  el  orgullo  tonto 
de  su  primera  infancia. 

Cuando  estalló  en  1810  la  insurrección  que  después 
se  convirtió  en  seria  revolución  contra  el  poder  español 
en  la  Colonia,  revolución  que  se  elaboraba  sordamente  en 
las  altas  capas  de  la  sociedad,  merced  á  las  noticias  que 
misteriosamente  llegaban  allí  de  los  Estados  Unidos,  de 
Francia  y  de  España  misma;  cuando  estalló,  repito,  aquel 
cataclismo  social  y  político,  éste  encontró  preparado  al 
doctor  Pérez  para  aceptarlo,  así  como  su  sobrino  Do- 
mingo, que  participaba  de  todas  sus  ideas.  No  solamente 
aceptaban  ambos  ese  nuevo  orden  de  cosas,  sino  que 
el  buen  sacerdote  tomó  parte  activa  en  ella;  fue  miembro 
de  las  Juntas  revolucionarias  y  tomó  asiento  como  Dipu- 
tado en  el  primer  Congreso  de  Cundinamarca.  Domingo 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  I9 

estaba  todavía  muy  joven  para  hacer  parte  de  aquellas 
Asambleas  y  no  se  atrevía  á  dar  opinión  clara  acerca  de 
los  sucesos  políticos  en  su  casa  por  no  dar  en  qué  sentir 
á  su  madre,  que  se  conservaba  fiel  al  partido  realista. 

Joaquín   se   crió,  pues,  en  una   atmósfera   contraria; 
oía  hablar  en  favor  y  en   contra  de  la   naciente   patria  á 
las  personas  que  más  respetaba  en  el  mundo  y  cuyas  opi- 
niones eran  leyes  inmutables  para  él.    Pero  á  más  de  que 
con  su  madre  no  tenía  confianza  ninguna  y  el   amor  que 
la  profesaba  estaba   mezclado  con  el  miedo  que  la   tenía, 
las   ideas   patrióticas   y  generosas  que  solía  oír  discutir  á 
Domingo,  á  quien  amaba  particularmente  por  ser  su  nato 
protector  en  toda   circunstancia;   las   opiniones  en   favor 
de  la  revolución   que  su  tío  Andrés   no  dejaba   nunca  de 
formular  encarándose  con  doña  Soledad;    la  corriente  de 
la  opinión  favorable  á  la  independencia  que   circulaba  en 
la  sociedad  é  impregnaba  hasta  á  los   niños   de   escuela:  ] 
todo  esto  junto  le  hizo  inclinarse  casi    inconscientemente -. 
en  favor  de  la  revolución;   de  manera  que   cuando   salió 
de  la   infancia  ya  era  un  patriota,  y  un  patriota  exaltado, 
dispuesto  á  derramar  su  sangre  por  la  causa  de  la  Repú- 
blica y  de  la  independencia  de  España. 

Muchos  jóvene?,  casi  niños,  amigos  de  su  familia  y 
que  pertenecían  á  las  estirpes  más  distinguidas  de  Santafé, 
habían  tomado  las  armas.  Algunos  de  éstos  no  habían 
cumplido  quince  años,  como  el  que  después  fue  el  Gene- 
ral Joaquín  París,  con  quien  conservó  intima  amistad 
hasta  la  muerte.  Pero  doña  Soledad  no  permitió  que  sus 
hijos  les  imitasen. 

Entretanto  que  Acosta  estudiaba  en  el  Colegio,  los 
acontecimientos  políticos  se  precipitaban  y  la  desdichada 
patria,  entregada  á  manos  inexpertas,  veía  desaparecer 
todos  sus  ideales,  y  al  fin  perecer  hundidas  sus  gene- 
rosas intenciones  en  un  mar  de  tristeza  y  de  desen- 
gaños. 


20  biografía 

Reinaba  la  aflicción  y  la  congoja  de  ánimo  en  todos 
los  corazones,  y  más  que  en  ninguna  parte  en  el  triste 
Hogar  de  doña  Soledad  Pérez.  Los  niños  no  tenían  más 
expansión  que  la  que  les  proporcionaba  su  tío  el  Cura  de 
Usme,  quien  solía  llevarlos  á  su  pueblo  y  aUí  gozaban  de 
los  aires  del  campo  y  de  la  libertad  de  movimiento,  de 
que  carecían  en  casa  de  su  madre.  Joaquín  conservó  toda 
su  vida  un  singular  afecto  por  el  miserable  pueblo  de 
Usme,  porque  le  recordaba  sus  infantiles  dichas  y  las  ho- 
ras de  inocente  libertad  que  allí  gozó. 

Acosta  tomaba  interés  profundo  en  los  acontecimien- 
tos políticos,  y  veía  con  angustia  los  dolores  de  la  patria, 
las  derrotas  de  los  ejércitos  de  los  independientes,  y  por 
último,  la  entrada  de  Morillo  en  Bogotá,  lo  cual  puso  el 
colmo  á  su  afán.  Uno  de  los  primeros  patriotas  que  el 
Pacificador  hizo  encarcelar  fue  al  doctor  Pérez,  y  si  no 
hizo  fusilar  al  tío  de  Acosta  por  respeto  á  su  carácter  sa- 
cerdotal, le  privó  de  comunicación  con  su  familia,  le  vejó 
é  insultó  de  cuantas  maneras  pudo,  y  por  último  le  man- 
dó á  las  mazmorras  de  Puerto  Cabello,  en  donde  padeció 
mil  trabajos  y  miserias,  hasta  que  le  pusieron  en  libertad. 
Casi  moribundo  logró  regresar  á  Bogotá  dos  años  después. 

La  vida  estudiosa  y  rígida,  por  una  parte,  que  llevaba 
Joaquín,  y  el  patriotismo  latente  que  ocultaba  en  el  fondo 
de  su  alma,  por  otra,  formaron  el  carácter  del  joven  es- 
tudiante del  Rosario.  Este  fue  un  tanto  triste  v  reconcen- 
trado,  y  aunque  muy  temprano  solía  usar  de  un  lenguaje 
irónico,  guardaba  en  su  corazón  un  gran  fondo  de  since- 
ro y  silencioso  entusiasmo  por  todo  lo  bueno,  lo  bello  y 
lo  artístico.  Pero  el  amor  á  la  patria  superaba  á  todo  afec- 
to en  él.  Aquella  patria  desgraciada  y  vilipendiada  era 
para  sus  hijos  entonces  el  objeto  del  más  tierno  cariño; 
los  jóvenes  la  amaban  con  noble  desinterés  y  abnegación 
verdadera.  La  generación  que  se  levantaba  no  pedía  nada 
á  su  país,  estaba  pronta  á  derramar  su  sangre   por   ella,  y 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  21 

nadie  pensaba  en  su  propio  engrandecimiento,  sino  en  el 
honor  de  la  nación  que  se  había  procurado  formar.  ¡Ohl 
¡cuan  de  otro  modo  son  hoy  los  que  se  titulan  patriotasl 
Con  muy  contadas  excepciones,  éstos  todo  lo  piden  á  su 
país,  y  hacen  lo  posible  por  no  darle  nada;  poco  les  im- 
porta el  honor  de  su  patria,  y  su  único  anhelo  es  medrar 
á  su  costa.  Suelen  algunos  manifestarse  un  tanto»  despren- 
didos, cuando  se  trata  del  bien  de  su  partido,  y  eso  por- 
que se  proponen  cobrar  después  un  crecido  galardón  en 
cambio  de  algún  aparente  sacrificio. 

Hacia  1817  la  audaz  pléyade  de  patriotas  que  alzaron 
primero  la  bandera  de  la  independencia  é  iniciaron  la 
emancipación — como  Nariño,  Lozano,  Acevedo,  Alvarez, 
Niño,  Torres,  Baraya,  los  Gutiérrez,  Carbonell,  Caldas, 
Pey  y  otros — ya  había  desaparecido;  los  unos  fusilados 
por  Morillo  y  sus  secuaces,  otros  porque  yacían  en  los 
calabozos  españoles,  ó  porque  andaban  prófugos  por  los 
montes.  Pero  en  cambio,  formábase  una  generación  que  ¡ 
debería  después  organizar  definitivamente  la  República, 
constituirla  y  darla  lustre,  vigor  y  ciencia,  en  las  Cámaras 
Legislativas,  en  la  Magistratura  ó  en  la  Diplomacia.  Los 
que  formaban  esa  generación  estaban  aún  muy  jóvenes  y 
no  eran  conocidos,  como  Santander,  Márquez,  los  Pom- 
bos,  Alejandro  Vélez,  Aranzazu,  Clímaco  Ordóñez,  Vicen- 
te Martínez,  Florentino  González,  los  Barrigas,  Herrán, 
Gori,  Ibs  hijos  del  Tribuno  Acevedo,  Rufino  Cuervo  y 
otros  que  han  dejado  su  nombre  estampado  en  las  pági- 
nas de  la  historia. 

Pero  mientras  que  algunos  de  los  futuros  padres  de 
la  Patria  se  educaban  y  estudiaban  en  los  Colegios,  otros 
se  armaban  y  se  preparaban  para  arrojar  del  país  á  los 
realistas;  en  Casanare  se  daban  cita  los  patriotas  que  le- 
vantaban trabajosamente  algunas  partidas  que  después 
fueron  el  núcleo  de  los  ejércitos  salvadores.  El  Coronel 
Ignacio  Marino,  cura  de  una  parroquia  de  Casanare,  en 


22  biografía 

unión  de  Rodríguez,  Ortega  y  Gatea,  y  después  Nonato 
Pérez,  mantuvieron  libres  los  Llanos  de  Casanare  y  orga- 
nizaron guerrillas  que  sirvieron  de  base  á  Santander  y  á 
Bolívar  para  levantar  el  ejército  libertador. 

Santafé  de  Bogotá  era  presa  del  terror;  el  fusilamien- 
to de  Policarpa  Salavarrieta,  antigua  arrendataria  y  cos- 
turera de  la  familia  de  doña  Soledad  Pérez,  madre  de 
Acosta,  puso  el  colmo  á  los  desengaños  que  sufría  aque- 
lla señora  diariamente  con  los  realistas,  sus  antiguos  co- 
partidarios  y  compatriotas  de  su  difunto  esposo  y  á  quie- 
nes ya  no  podía  mirar  sino  como  á  los  verdugos  de  su 
Patria.  Todas  sus  amigas  y  conocidas  vestían  luto  por  al- 
gún pariente  fusilado  por  orden  de  Morillo  ó  de  Sámano; 
su  hermano,  preso  y  lejos  de  su  país,  expiaba  su  amor  á 
la  patria  con  grandes  sufrimientos  físicos  y  morales;  su 
familia  guardaba  silencio  acerca  de  hechos  desastrosos 
que  tenían  lugar  cada  día,  y  una  atmósfera  de  profunda 
tristeza  reinaba  á  toda  hora  en  la  casa.  Doña  Soledad  no 
encontraba  consuelo  sino  en  un  misticismo  que  iba  cre- 
ciendo día  por  día,  y  ella  sabía  que  sólo  la  muerte  la  po- 
dría librar  de  tanta  amargura.  Durante  una  enfermedad 
que  había  sufrido  algunos  años  antes,  y  estando  ya  á 
punto  de  morir,  había  suplicado  al  cielo  que  la  conservase 
en  esta  vida  sólo  el  tiempo  necesario  para  ver  á  sus  hijos 
fuera  de  la  infancia.  Así  sucedió:  una  vez  que  Joaquín, 
que,  como  hemos  dicho,  era  el  menor,  hubo  cumplido 
diez  y  siete  años  y  que  le  vio  crecido,  juicioso  y  amante 
del  estudio,  con  lo  cual  estaba  garantizado  de  que  huiría 
de  los  vicios,  según  pensaba  ella,  doña  Soledad  pidió  á 
Dios  que  la  sacara  de  esta  vida.  Pocos  días  después  la 
acometió  una  ñebre  violenta,  que  entonces  llamaban  ta- 
bardillo, y  el  18  de  Enero  de  1818  murió  rodeada  de  to- 
dos sus  hijos  y  creyendo  que  había  cumplido  su  misión 
en  el  mundo.  Pero  no  era  así:  una  madre  es  siempre  ne- 
cesaria en  la  vida,  y  los  hijos  de  doña  Soledad  la  lloraron 
mucho   entonces  y  después,  y  en   todas   sus   angustias  y 


DEL  GENERAL  lOAQUIN  AGOSTA  23 

amarguras  y  en  todos  sus  triunfos  y  alegrías,  les  hacía 
falta  é  invocaban  su  memoria  con  cariño.  Ella  había  sido 
rígida  y  severa;  pero,  según  parece,  los  padres  á  quienes 
mejor  se  ama  y  de  los  que  los  hijos  guardan  un  recuerdo 
más  constante  y  más  ñel,  no  son  los  que  halagan  nues- 
tras pasiones  y  nos  consienten  sin  medida,  sino  los  que 
nos  obligan  á  cumplir  con  nuestros  deberes  y  son  siem- 
pre severos  y  rigoristas,  es  decir,  los  que  se  hicieron  res- 
petar y  temer  y  no  fueron  nuestros  compañeros  de  juego, 
sino  nuestros  maestros  y  consejeros. 


CAPITULO    III 

ACONTECIMIENTOS  EN  EL    AÑO  DE  1819 

Mientras  tanto  los  acontecimientos  políticos  fueron 
tomando  otro  giro,  y  los  patriotas  en  Santafé  de  Bogotá 
empezaban  á  aguardar  socorro  de  los  ejércitos  que  se  for- 
maban á  buen  paso  en  los  Llanos.  De  vez  en  cuando  re- 
cibían de  aquellos  ejércitos  alguna  comunicación,  que 
no  se  sabía  cómo  llegaba,  y  crecía  en  ellos  la  esperanza 
que  abrigaban  de  una  futura  salvación  de  la  patria.  Re- 
cordemos aquí  brevemente  lo  que  entonces  sucedió. 

Batido  Morillo  primero  por  el  General  Páez,  en  las  in- 
mediaciones del  Arauca,  el  4  de  Febrero  de  1819;  fue  de« 
frotado  el  republicano  á  su  vez  en  el  mes  de  Marzo;  pero 
Páez  recuperó  su  gloria  en  las  Queseras  del  Medio,  el  2  de 
Abril,  desbaratando  un  ejército  de  cuatro  mil  hombres 
con  ciento  cincuenta.  Aprovechóse  Bolívar  del  espanto 
que  los  llaneros  causaban  á  los  españoles,  y  resolvió  em- 
prender operaciones  serias,  en  unión  de  las  fuerzas  que 
el  General  Santander  había  logrado  reunir  con  las  gue- 
rrillas diseminadas  en  los  Llanos  de  Casanare,  y  libertar 
la  Nueva  Granada  antes  que  Venezuela,  en  donde  había 
mayores  dificultades  y  menos  amor  á  la   República  entre 


24  biografía 

las  masas  populares.  Púsose,  pues,  en  marcha  con  los 
batallones  Rifles^  Barcelona  y  Albión  y  varios  escuadronea 
de  lanceros  llaneros:  el  ii  de  lunio  se  unió   á   Santander 

• 

en  Tame  (este  General  comandaba  la  vanguatdia);  el  27 
forzaron  la  posición  de  Paya,  y  pasó  el  ejército  el  páramo 
de  Pisva;  el  6  de  Julio  acampó  en  Socha,  el  primer 
pueblo  neogranadino  que  halló  á  su  paso.  El  11  de  Julio 
Bolívar  batió  al  General  español  Barreiro,  en  Gámeza,  y 
después  en  Pantano  de  Vargas.  El  5  de  Agosto  ocupó  á 
Tunja.  El  dia  7  de  Agosto,  á  las  2  de  la  tarde,  se  avistaron 
Bolívar  y  Barreiro  en  las  cercanías  del  Puente  de  Boyacá^ 
y  al  anochecer  de  aquel  día  el  ejército  republicano  era 
dueño  del  campo.  ¡Había  terminado  para  siempre  la  do- 
minación española  en  Nueva  Granada! 

La  noticia  del  triunfo  y  la  aproximación  de  Bolívar 
llegó  á  Bogotá  el  8  á  media  noche.  A  esa  hora  el  Virrey 
y  todos  los  empleados  españoles  se  pusieron  en  marcha 
con  dirección  á  la  Costa.  Espantábase  el  anciano  Sama- 
no  con  la  idea  de  las  represalias  que  podría  sufrir  de  par- 
te de  aquellos  que  había  tiranizado,  y  fue  tal  su  terror, 
que  perdió  el  uso  de  sus  miembros,  y  de  Facatativá  para 
adelante  sus  compañeros  tuvieron  que  .cargarle  en  una 
hamaca  hasta  embarcarle  en  Honda.  Muchos  comercian- 
tes, y  hombres  pudientes  siguieron  el  ejemplo  de  Sámano 
y  abandonaron  la  ciudad  en  el  acto. 

Hé  aquí  el  Diario  que  escribió  acerca  de  estos  acon- 
tecimientos el  joven  Joaquín  Acosta;  siendo  éste  el  prime- 
ro de  la  serie  que  tenemos  que  consultar: 

"9  de  Agosto  de  1819. 

A  las  once  de  la  noche  llegaron  los  Oficiales  con  la  noti- 
cia de  la  derrota  completa  de  Barreiro.  En  el  momento  dieron 
aviso  á  todos  los  españoles  paisanos  y  orden  en  los  cuarteles 
para  que  se  preparasen  á  evacuar  la  ciudad,  lo  que  se  efectuó 
de  las  4  á  las  6  de  la  mañana.  A  esa  misma  hora  entraban  al- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACOSTA  25 

ganos  derrotados  de  caballería  con  cuatro  Oñciales;  inmedia- 
tamente volaron  el  almacén  de  pólvora,  clavaron  la  artillería  y 
marcharon  á  alcanzar  al  Virrey  en  su  fuga.  Toda  •  la  mañana 
estuvieron  pasando  soldados  derrotados.  A  las  1 1  algunos  pa- 
triotas entraron  al  cuartel  del  Numancia^  que  está  en  la  pla- 
zuela de  San  Francisco,  y  al  de  Attilletia^  y  encontraron  algu- 
nas cargas  de  fusiles  y  pólvora  que  habían  abandonado  los 
godos.  Aunque  casi  todos  los  fusiles  estaban  descompuestos, 
con  éstos  y  con  los  que  les  quitaron  á  los  soldados,  se  empezó 
á  armar  el  pueblo.  A  las  tres  de  la  tarde  ya  teníamos  cerca  de 
80  buenos  fusiles  y  carabinas,  sables,  lanzas,  etc. 

Un  español  entró  dando  tiros,  é  hizo  una  muerte,  por  lo 
cual  lo  prendieron  los  patriotas  furiosos.  A  las  tres  y  media  de 
la  tarde  llegó  á  la  plazuela  el  Oñcial  Brito  con  cuatro  sóida 
dos.  Gritáronle  desde  el  cuartel:  ¡Quién  vive!  El  contestó:  ¡La 
patria!  y  entonces,  después  de  tres  años  de  servidumbre,  se 
oyó  en  Santafé  de  Bogotá  el  grito  unánime  de  ¡Viva  la  Améri- 
ca libre!  Lleváronle  al  cuartel  en  medio  de  gritos  de  alegría; 
pero  antes  de  llegar,  un  malvado  le  disparó  un  tiro  por  la  es- 
palda, que  le  dejó  muerto  en  el  sitio. — Frenético,  tú  manchaste 
el  dulce  nombre  de  Libertad  con  un  delito,  presagio  funesto 
de  más  sangre  que  se  derramará  después! 

Aquel  suceso  enfrió  á  los  ciudadanos  honrados  que  se 
habían  unido  al  pueblo  para  contenerle,  y  lo  desampararon 
para  dejarnos  en  un  estado  de  anarquía  deplorable.  Los  Al- 
caldes habían  emigrado  con  el  Vin*ey;  pero,  unidos  el  Cabildo 
y  algunos  Priores  de  las  Comunidades,  resolvieron  enviar  al- 
gún sujeto  al  General  Bolívar  para  que  nos  viniese  á  amparar 
lo  más  pronto  posible. 

Patrullas  recorrieron  las  calles  por  la  noche,  pero  siem- 
pre hubo  robos.  A  las  once  trataron  de  entrar  á  la  ciudad  cien 
hombres  armados,  pero  ya  se  habían  puesto  cañones  en  las  es- 
quinas de  la  plaza:  dispararon  uno,  y  los  enemigos  desistieron 
de  su  propósito  y  desaparecieron . 

10  de  Agodto. 

Se  pasó  la  noche  en  la  mayor  inquietud.  Por  la  mañana 
el  ciudadano  González  puso  un  oñcio  al  General  Bolívar.   A 


26  BIOGRAFÍA 

González  debemos  en  parte  que  el  pueblo  no  haya  cometido 
desórdenes:  aprovechóse  él  del  partido  que  tenía  para  impedír- 
selo. A  medio  día  se  juntaron  los  padres  de  familia,  los  Prio- 
res y  otros,  con  el  objeto  de  formar  un  Gobierno  provisionaL 
Apenas  se  pusieron  de  acuerdo,  se  publicó  un  bando  en  el  ciial 
se  avisaba  que  José  Tiburcio  Echeverría  era  el  Jefe  político,  y 
Osorio — el  abogado — y  Contreras,  Alcaldes  ordinarios.  El  Tri- 
bunal de  Justicia  se  componía  de  Herrera  y  Camacho,  y  los 
Comandantes  de  armas  eran  González  y  Mares.  Inmediata- 
mente enviaron  una  Diputación  á  Bolívar,  compuesta  de  los 
señores  Estanislao  Ver  gara  é  Hinestrosa;  pero  no  tuvieron  que 
salir  sino  hasta  San  Diego.  Allí  encontraron  al  General,  que 
venía  con  su  segundo  Briceño  y  50  hombres  de  caballería. 

í Jamás  gozo  fue  más  vivo!  Todos  los  ciudadanos  que 
hasta  esa  hora  no  habían  salido  de  sus  casas  temiendo  el  des- 
orden, volaron  á  la  plaza;  los  que  habían  emigrado  á  los  cerros 
bajaron  á  la  carrera;  gritos,  tiros  al  aire,  voladores,  cañonazos, 
repiques,  se  oían  por  todas  partes,  y  en  las  ventanas  y  balcones 
pusieron  banderas  tricolores  y  escarapelas.  *  ¡Viva  el  Liberta- 
dor! ¡Viva  el  héroe  de  América!  *  gritaba  el  pueblo  embriaga- 
do. Cuando  llegó  Bolívar  á  la  plaza^  algunos  ciudadanos,  llo- 
rando de  alegría,  ponían  la  última  mano  á  los  arcos  de  triunfo 
que  habían  levantado  á  toda  prisa.  ¡  Nó,  no  creo  que  jamás  en 
toda  mi  vida  tendré  un  día  de  gozo  como  éste! 

Las  señoras  Genoveva  Ricaurte  y  Dolores  Vargas,  que 
estaban  en  el  Cabildo,  fueron  las  primeras  que  abrazaron  á 
Bolívar.  Era  tal  el  loco  entusiasmo  de  los  que  le  rodeaban,  que 
yo  llegué  á  temer  por  sus  días  en  las  escaleras  del  Cabildo. 
Una  vez  arriba,  Echeverría  le  hizo  una  corta  pero  enérgica 
arenga,  á  la  cual  Bolívar  respondió:  ^  ¡Yo  os  veo  libres^ y  mi 
gloria  ha  llegado  á  su  colmo!  ¡No  quicfo  Diputaciones^  arcos^  nada, 
nada;  me  basta  vuestra  libertad P  Sin  embargo,  no  podía  disi- 
mular la  noble  alegría  que  llenaba  su  corazón.  Entonces  recor- 
dé á  Washington  cuando  entró  á  Filadelfia  después  de  haber 
libertado  el  Norte;  así  Bolívar  entró  triunfante  en  Santafé. 

¡Qué  escenas  tan  diferentes  las  que  presentaba  la  ciudad 
después  de  la  madrugada  de  ayer!  Entonces  no  se  oía  sino  llanto 


DEL  GENERAL  JOAQUIN  AGOSTA  2/ 

y  consternación.  Los  Oidores  á  pie  llevaban  de  cabestro  á  las 
monturas  de  sus  mujeres,  que  se  lamentaban  á  voces  exclaman- 
do: ^¡El  Virrey  nos  ha  vendido!'  Las  gentes  despertaban  con 
!os  golpes  en  las  puertas  á  los  que  dormían;  los  heridos,  que 
habían  bajado  de  Las  Aguas,  se  arrastraban  por  las  calles,  su- 
plicando á  los  godos  que  no  los  abandonasen,  como  en  efecto 
lo  hicieron. . . .  Mientras  que  hoy  no  se  oyen  sino  risas  y  grandes 
manifestaciones  de  contento. 

El  General  fue  á  casa  de  doña  Genoveva  RLcaurte  á  re- 
cibir á  los  que  se  le  presentaban.  A  mi  tío  lo  recibió  muy  bien, 
y  como  le  preguntase  por  el  doctor  Zea,  le  contestó  Bolívar 
que  lo  había  dejado  en  la  Guayana  encargado  del  Gobierno, 
añadiendo  *  que  un  talento  t¿rn  extraordinario  no  debía  expo- 
nerse á  los  reveses  de  la  guerra.*  Dijo  también  que  Morillo 
quedaba  en  un  rincón  de  Cumaná,  como  cosa  despreciable,  sin 
que  pudiera   rehacerse.  Briceño  es  el  Gobernador  de  Santafé. 

Por  la  noche  hubo  música  y  baile  en  casa  del  General. 
Se  publicaron  dos  bandos  en  nombre  de  Echeverría:  el  uno 
para  que  corriera  la  moneda  chirla^  y  el  otro  para  recoger  los 
bienes  de  los  emigrados. 

11  de  Agosto. 

Hoy  entró  Santander  y  mañana  llega  la  tropa.  Toda  la 
gente  decente  de  la  ciudad  le  hacemos  la  guardia  al  General 
Bolívar,  que  hace  dos  días  se  halla  solo  en  Santafé  en  plena 
seguridad,  puesto  que  el  Ejército  se  ha  quedado  atrás. 

12  de  Agosto. 

Gonzalón  está  organizando  las  milicias,  y  ya  hay  doscien- 
tos hombres  armados. 

Hoy  empezaron  á  entrar  las  tropas  libertadoras,  de  dos- 
cientos en  trescientos  hombres  á  la  vez,  con  sus  Oficiales. 

Bolívar  es  muy  popular  entre  las  damas,  pero  él  sólo  le 
hace  sus  ñestas  á  B.  I .  • . . 

Lo  que  he  escrito  ha  sido  todo  como  testigo  ocular,  y  no 
refiero  sino  lo  que  vi." 

El   entusiasmo   de   los  americanos  fue   tan  grande 


28  BIOGRAFÍA 

como  había  sido  el  espanto  de  los  realistas.  Todos  los  jó- 
venes mayores  de  diez  y  seis  años  se  prepararon  para 
pedir  un  puesto  en  los  Ejércitos  que  se  organizaban  para 
marchar  contra  los  españoles  ¡que  aún  conservaban  mu- 
chas Prí>vincias  en  Nueva  Gninada  y  eran  dueños  de  la 
mayor  parte  de  Venezuela. 

Además  del  vsentimiento  patriótico  y  amor  á  la  liber- 
tad no  había  familia  importante  de  Santafé  que  no  tuviese 
que  vengar  alguna  muerte  violenta  ó  por  lo  menos  alguna 
afrenta  ó  humillación.  Es  cierto  que  en  la  familia  de  Acos- 
ta  no  tenían  que  lamentar  ninguna  muerte  en  el  patíbulo, 
pero  los  vejámenes  y  prisiones  sufridos  por  el  doctor 
Andrés  Pérez  eran  para  ella  una  ofensa  que  no  podía 
olvidar. 

Ni  Domingo  ni  Manuel  tenían  disposiciones  para  la 
carrera  de  las  armas.  El  primero  estaba  completamente 
entregado  al  estudio,  y  aunque  amaba  platónicamente  á 
la  Independencia  y  sus  ideas  liberales  y  republicanas  eran 
avanzadísimas,  su  c«irácter  era  retraído,  como  el  de  todo  el 
que  ama  más  los  libros  que  los  hombres;  su  afecto  á  la 
paz  y  la  repugnancia  que  experimentaba  hacia  las  turbas 
plebeyas  y  vulgares,  le  obligaban  á  vivir  alejado  de  ese 
pueblo  que  defendía,  empero,  y  no  quería  ver  de  cerca. 
Domingo  Acosta  era  sincero  en  sus  opiniones,  á  pesar  de 
manifestar  semejante  contradicción  entre  sus  ideas  y  la 
práctica.  Por  otra  parte,  como  jamás  bajó  á  luchar  en  la 
arena  ni  tuvo  ingerencia  en  la  cosa  pública,  conservó  toda 
la  vida  MUS  ideales  filosóficos,  y  nunca  supo  lo  que  real- 
mente na  rl  pueblo^  el  cual  imaginaba  que  sería  algo  como 
el  lomano  de  la  (iran  República  antigua.  Manuel,  por 
otra  parte,  había  abandonado  sus  estudios  muy  joven  y  se 
habla  retirado  á  vivir  en  sus  tierras  de  Guaduas.  Allí  se 
octipaba  en  agricultura  y  en  formar  una  biblioteca  varia- 
da, dentro  de  la  cual  vivía  encerrado  todo  el  tiempo  que 
no  dedicaba  á  sus  faenas  campestres.  El  también  había 
liercdado  el  loco  amor  á  los  libros  y  á  la  lectura,  amor  que 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  29 

si  se  lleva  hasta  la  exageración  seca  el  corazón  y  esterili- 
za el  alma.  Además  de  sus  libros,  de  sus  ganados,  de  sus 
caballos  y  de  la  cría  de  potros,  Manuel  amaba  sobre  todas 
las  cosas  á  un  hermano  paterno  que  se  había  establecido 
en  Guaduas  y  vivía  en  la  casa  de  D.  José  de  Acosta,  en 
donde  se  complacía  en  imitar  á  su  padre  dando  generosa 
hospitalidad  en  su  casa  á  cuanta  persona  importante  pa- 
saba por  allí.  Durante  cincuenta  años  el  Coronel  (de  mi- 
licias) José  María  Acosta  fue  la  Providencia  de  la  pobla- 
ción y  de  los  pasajeros.  No  solamente  acogía  con  suma 
benevolencia  á  cuantos  tocaban  á  su  puerta,  ricos  ó  po- 
bres, sino  que  salía  á  la  calle  á  instar  á  todo  caballero  que 
iba  de  viaje  á  que  se  detuviese  en  su  casa,  por  supuesto 
gratuitamente,  en  donde  encontraba  posada  cómoda  y 
abundante  mesa.  Para  no  faltar  á  la  verdad  deberemos 
añadir  que  la  exagerada  hospitalidad  del  Coronel  José  Ma- 
ría Acosta  provenía  también  del  gusto  que  tenía  en  oír  no- 
ticias, fueran  de  la  capital  ó  del  Extranjero.  Si  sus  herma- 

[  nos  amaban  la  instrucción  y  lo  que   les  enseñaban  los  li- 
bros, él  se  perecía  por  saber  lo  que   sucedía  en  la  política 

'  por  boca  de  los  que  hubiesen  tenido  alguna  ingerencia  en 
los  acontecimientos  que   tenían   lugar  en  el   mundo.  Se 

¿  carteaba  con  los  hombres  más  importantes  del  país,  así 
como  con  todos  los  viajeros  que  por  Guaduas  hubiesen 
pasado,  y  todos  le  daban  noticias;  de  manera  que  estaba 
al  corriente  de  cuanto  sucedía.  De  carácter  bondadoso  y 
apacible,  veía  sucederse  Jos  partidos  y  los  gobiernos  sin 
tener  con  ninguno  molestia  ni  entrar  en  disputa  jamás. 
En  el  pueblo  le  respetaban,  sobre  todo  los  Alcaldes  y  Re- 
gidores Oficiales,  y  aunque  nunca  quiso  aceptar  la  coyun- 
da matrimonial — los  Acostas  fueron  poco  casamente- 
ros,— él  se  ocupaba  siempre  en  arreglar  matrimonios  y 
pacificar  á  los  que  se  desavenían.  Ninguno  en  la  villa  se 
resistía  á  sus  consejos,  y  mientras  que  duró  en  vida,  Gua- 
duas fue  el  lugar  más  tranquilo  y  pacífico  de  toda  Co- 
lombia. 


yy  BIOGKAFU 


Por  io  visto,  los  hermanos  de  Joaquín  no  pensaban, 
en  1 8 19,  en  servir  á  la  patria  con  las  armas,  servicio  que 
pedía  á  sus  hijos  con  insistencia  y  con  gran  necesidad  en 
í:p*r:sL  tan  peligrosa.  X-^x  lo  comprendió  Joaquín,  quien 
a}/aiidonó  entonces  los  estudios  que  seguía  con  mucho 
provecho  en  el  Colegio  del  Rosario,  como  lo  prueba  un 
docnncnto  que  tengo  en  mi  poder  (i),  y  á  despecho  de  sus 
tuto?  C'^,  y  desoyendo  las  súplicas  de  sus  hermanas,  que  le 
aataban  mis  que  á  los  otros  hermanos,  se  presentó  perso- 
nalmente al  L¡lx:rtador  y  le  pidió  un  puesto  en  el  Ejército. 
K^te  le  acogió  con  atención  y  mandó  que  le  extendiesen 
el  nombramiento  de  Subteniente  de  infantería  en  el  Baia- 
lliin  Cazadora  (2). 

Organizábase  una  expedición  militar,  que  debería 
obrar  síjbre  el  Cauca.  Joaquín  Acosta  hizo  parte  de  ella  y 
partió  de  Santafé  de  Bogotá  con  la  tropa  el  22  de  Sep- 
tiembre pe  1819,  dos  días  después  de  la  salida  de  Bolívar, 
quien  regresaba  á  Venezuela,  después  de  haber  dado  liber- 
tad á  una  gran  parte  de  Nueva  Granada. 

l^)s  realistas,  que  eran  entonces  dueños   de  las  Pro- 
vincias de  Antioquiay  el  Cauca,  se  espantaron  cuando  les 

(1)  El  doctor  D.  Tomás   Dumiogo  de  Burdos.   Rector  y  Regente  de 
e4tudíoii  de  eite  Colegio  Mayor  de  Nuestra  Señora  del  Rosarlo,  dice  as!: 

'^CertlAco  ea  debida  fonni  quj  D.  Joaquín  Acosta  está  estudiando 
en  este  dicbo  Colegio  eo  la  Cátedra  de  Derecho  Civil,  y  al  mismo  tiempo 
▼a  ^  entrar  ú  ol;  Medlcloa  en  1  %  qu9  va  á  establecerse  de  Cirugía  y  Medi- 
cini.  Lo  que  certlñc  i  á  pedimento  verbal  del  referido,  en  Santafé.  á  O 
di*  Junio  de  1818. 

"  Domingo  Tomas  Bubgos.'* 

(2)  En  el  nombramiento  leemos  lo  siguiente: 

''  Simón  Bolívar,  Presidente  de  la  República  de  Venezuela,  por  cuan- 
to atendiendo  á  los  aer vicios  y  méritos  del  ciudadano  Joaquín  Acosta,  he 
venid  >eo  nombrarle  Subteniente  en  el  Batallón  ds  CaaadoretádlXíxevA 
Granada. 

*'  (Firmado).  Simón  Bolívar. 

"  Alandro  Owrio,  Secretario. 


II 


Santafé,  6  da  SapUembre  da  1819." 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  31 

llegó  la  noticia  del  triunfo  de  los  independientes  en  Boya- 
cá  y  la  subsiguiente  entrada  de  Bolívar  á  Bogotá.  El  Go- 
bernador de  Antioquia,  el  Coronel  Carlos  Tolrá,  se  puso 
inmediatamente  en  retirada  y  fue  á  asilarse  en  el  límite 
septentrional  de  la  Provincia  encomendada  á  sus  cuida- 
dos. Otros  militares  españoles  de  las  principales  ciudades 
se  pusieron  en  fuga,  y  á  medida  que  salían  los  realistas  de 
las  poblaciones,  los  patriotas  levantaban  la  bandera  de  la 
libertad.  Otro  tanto  sucedió  en  el  Cauca.  Un  mulato  rea- 
lista, Simón  Muñoz,  el  cual  había  salido  con  200  hombres 
de  Popayán,  quiso  huir  hacia  el  Chocó,  pero  como  no  pu- 
diese llevar  á  cabo  su  proyecto,  regresó  al  Valle  del  Cauca 
y  quiso  hacerse  fuerte   en   las   inmediaciones  de  Cartago. 

Aquí  viene  de  molde  transcribir  algunas  páginas  del 
Diario  que  escribió  al  joven  Acosta  desde  que  salió  de 
Bogotá.  Aunque  es  éste  un  Diario  enteramente  personal, 
escrito  trabajosamente  todas  las  noches  á  la  luz  de  los 
fuegos  del  vivac  y  rodeado  de  toda  suerte  de  dificultades 
y  aun  de  los  peligros  de  la  campaña,  eso  mismo  da  la 
medida  del  carácter  del  aprendiz  militar,  hasta  entonces 
niño  mimado  que  nunca  había  tenido  que  sufrir  incomo- 
didades ni  carecer  de  cosa  alguna  que  hiciera  fácil  la 
vida.  En  este  cuaderno  medio  borrado  por  la  intemperie 
y  amarinado  por  el  tiempo  encontraremos  que  apuntaba 
diariamente  sus  observaciones  y  hacía  cortas  descripciones 
de  lo  que  veía:  se  fijaba  en  las  poblaciones;  en  el  aspecto 
y  naturaleza  del  país;  en  las  bellezas  y  curiosidades  de  él; 
en  los  habitantes  y  en  los  animales  extraños  que  encon- 
traba. Sin  duda  que  estas  observaciones,  tan  juiciosas  en 
un  joven  que  no  había  cumplido  diez  y  nueve  años,  de- 
bieron servirle  después  cuando  escribió  la  Historia  de  la 
Conquista  y  construyó  el  primer  mapa  de  la  Nueva  Gra- 
nada que  se  publicó.  Además,  para  el  amante  de  la  histo- 
ria no  deja  de  ser  curioso  estudiar  la  situación  de  la  pa- 
tria en  los  albores  de  su  independencia  y  emancipación. 


32  biografía 

Hé  aquí  el  extracto  del  Diario: 

"6  de  Octubre  de  18:d. 

"Nos  adelantamos  el  Comandante  y  yo  (i)  y  llega- 
mos á  Cartago  á  las  ii  del  día.  Deseoso  mi  jefe  de  esqui- 
var un  ruidoso  recibimiento  de  los  patriotas,  entramos 
por  calles  extraviadas,  pero  no  se  logró  lo  que  se  deseaba. 
A  poco  andar  nos  descubrieron  y  nos  llevaron  en  triunfo 
por  toda  la  ciudad.  Después  volvimos  á  casa  del  Alcalde, 
en  donde  habían  preparado  un  refresco  con  música  y  en 
seguida  nos  ofrecieron  una  comida  que  concluyó  á  las 
cuatro. 

"Yo  me  aposenté  en  casa  de  Alonso  Gómez,  español 
asturiano  pero  muy  amigo  de  la  causa  de  la  independen- 
cia. Allí  lo  pasé  muy  bien,  asistido  con  el  mayor  esmero 
y  cuidado. 

"Inmediatamente  se  trató  de  capitular  con  Simón 
Muñoz,  que  estaba  sitiado  por  los  independientes.  Capi- 
tuló efectivamente  y  pactó  entregar  las  armas,  pero  des- 
pués, con  la  mala  fe  que  caracteriza  á  los  agentes  del 
Gobierno  español,  al  amanecer  del  día  siguiente  sorpren- 
dió aun  destacamento  que  descansaba  bajo  la  salvaguar- 
dia de  un  armisticio. 

*40  de  Octubre. 

"A  las  seis  de  la  mañana  el  Comandante  tuvo  noticia 
del  atentado  de  Muñoz  y  dio  orden  á  los  cazadores  arti- 
lleros que  atacásemos  al  enemigo.  Después  de  un  corto 
tiroteo  con  nuestra  descubierta  los  españoles  se  fugaron, 
y  nosotros  dormimos  esa  noche  en  una  casa  del  otro  lado 
del  río  Cauca. 

(1)  Sin  duda  era  éste  el  caueano  Pedro  Murgeitio,  quien  air- 
t16  largos  años  ccn  bizarría  en  la  causa  de  los  independientes  7 
después  combatió  en  favor  del  Gobierno  en  muchas  campafias. 
Bn  1860— ya  General— se  puso  de  parte  del  General  Mosquera  y 
muri6  eo  una  emboscada  en  ese  mismo  año. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  33 


*'12  de  Ocftabre. 

"Ayer  proseguimos  en  persecución  del  enemigo.  To- 
mamos en  el  tránsito  prisionero  á  un  capitán,  y  á  las  once 
del  día  nuestra  vanguardia  alcanzó  en  la  ruta  la  retaguar- 
dia enemiga,  pero  al  cabo  de  un  corto  tiroteo,  que  duró 
un  cuarto  de  hora^  los  dispersamos  é  hicimos  ocho  pri- 
sioneros con  sus  armas  y  bagajes.  Nuestra  tropa  estaba 
hambreada  y  estropeada,  así  fue  que  nos  dirigimos  inme- 
diatamente al  paso  de  Rosas  á  racionarla. 

"Estando  allí  el  Comandante  mandó  que  40  hom- 
bres continuasen  en  persecución  del  enemigo  y  los*  de- 
más nos  devolvimos  á  Cartago." 

Más  lejos  leemos  lo  siguiente: 

"No  pasaré  de  Cartago  sin  escribir  algo  aquí  sobre  esta 
Cordillera  de  los  Andes  que  acabamos  de  atravesar  por  el 
Quindío.  Dicha  montaña  es  muy  bella,  muy  sana,  y  hay  si- 
tios en  ella  en  que  se  puede  decir  con  el  Barón  de  Hum- 
boldt:  'que  los  árboles  demuestran  el  lujo  de  la  vegeta- 
ción ecuatorial,'  y  con  Caldas:  'que  las  palmeras  colosales 
se  levantan  tan  alto  que  parece  que  desafían  el  cielo.' 

"A  la  entrada  del  Páramo  del  Quindío  hay  un  valle 
delicioso  regado  por  un  arroyo  que  mantiene  fresca  la 
vegetación.  Allí  nos  detuvimos  para  aguardar  la  tropa  que 
se  había  quedado  atrás.  Las  palmas  y  arbustos  que  crecen 
en  las  colinas  en  contorno  del  valle  levantaban  en  alto 
sus  ramas  cargadas  de  racimos  de  frutas  y  movidas  blan- 
damente por  los  céfiros  aumentaban  con  su  tenue  rumor 
la  hermosura  de  aquel   sitio    encantador.    Era  la  hora  de 

la  siesta recostado   sobre  el   prado,   meditabundo  é 

inmóvil,  con  los  ojos  fijos  en  la  corriente  de  las  aguas 
cristalinas  del  arroyo,  hubiera  querido  acabar  mi  vida  en 
aquel  sitio  hechicero .... 

"Desde  que  se  entra,  empero,  al  páramo,  la  naturale- 

BIOORAFIA  3 


34  biografía 

za  cambia  de  aspecto.   La   pequenez  de  sus  árboles;  los 
arbustos  arropados  con   musgos  y  barbas  blanquecinas 
que  los  resguardan;  el  frío,  el   silencio  que  lo  caracteriza, 
todo  causa  impresión  después   de   la  rica   vegetación  de 
los  bosques  de  las  tierras  bajas. 

"En  Cartago  comienza  el  valle  del  Cauca.  Su  posición 
es  buena;  pero  la  población  está  mal  dispuesta;  el  tempe- 
ramento es  cálido   y  la  gente  es  bondadosa  y  apreciable. 

"El  18  salimos  de  Cartago  con  dirección  al  Chocó  y 
á  las  diez  llegamos  á  Anserma,  ciudad  muy  decaída  y  mi- 
serable (i).  El  camino  entre  las  dos  poblaciones  es  malo 

y  está  cortado  por  multitud  de  zanjas  peligrosas." 

• 

Al  llegar  á  Anserma  Acosta  fue  atacado  por  fiebres 
causadas  por  la  vida  de  campaña  tan  nueva  para  un  joven 
enseñado  á  los  cuidados  de  su  familia.  Viendo  aquello  el 
Capitán  de  la  tropa  lo  obligó  á  que  se  devolviese  á  Carta- 
go, en  donde  debería  ponerse  en  curación,  y  además  ver- 
se con  el  Jefe,  para  quien  llevaba  cartas  de  recomenda- 
ción de  Santander  y  de  su  tío  el  doctor  Pérez. 


CAPITULO  IV 

CAMPAÑA  EN  EL  VALLE  DEL  CAUCA  Y  EN  EL  CHOCÓ. — 1820 

No  bien  llegó  el  Subteniente  Acosta  á  Cartago   cuan- 


(I)  Anaenna  era  antigao  poblado  indígena;  loa  nataralee  en 
la  época  de  la  Conquista  beneficiaban  las  minas  de  tal  qne  existen 
en  sos  inmediaciones,  de  donde  le  viene  el  nombre,  paesto  qae 
anwr  en  la  lengoa  de  loe  indios  Tapayas  sigaifloaba  sal.  La  po- 
blación actaal  no  se  encnentra  en  el  mismo  lagar  en  que  la  fun- 
daron los  españoles  en  1539,  sino  en  otro  lagar^en  la  margen 
occidental  del  río  Canea  —sobre  ana  colina  y  á  poco  más  de  dos 
leguas  de  Cartago.  Bn  los  primeros  siglos  de  la  Conquista  Anser- 
ma (nueva)  fue  población  de  importancia ;  después  fue  decayen- 
do, y  hoy  apenas  cuenta  unos  pocos  miles  de  habitantes.  Su  tem- 
peratura media  es  de  34  grados  centígrados. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  35 

do  le  fue  á  visitar  el  Comandante  del  Cuerpo  al  cual  perte- 
necía el  oficial. 

El  entonces  Comandante  José  María  Cancino,  anti- 
guo amigo  de  la  familia  de  Acosta,  era  todo  un  patriota» 
Hijo  del  Coronel  Salvador  Cancino,  que  había  sido  fusi- 
lado por  los  españoles  en  Cartagena  en  1816,  había  toma- 
do las  armas  al  lado  de  su  padre  desde  los  primeros  albo- 
res de  la  guerra  de  Independencia.  Combatió  bajo  las 
órdenes  de  Nariño  desde  Palacé  2°  hasta  Tasines,  y  des^- 
pués  había  asistido  sin  desmayar  á  las  subsiguientes  lu- 
chas hasta  que  claudicaron  todos  los  patriotas  de  Cundi- 
namarca.  Viéndose  vencido  huyó  á  los  Llanos  y  se  puso 
á  las  órdenes  de  Santander;  con  él  estuvo  en  los  combates 
que  dieron  por  resultado  la  libertad  de  todo  el  centro  de 
la  República.  Nombrado  Jefe  Militar  y  Gobernador  del 
Chocó  se  había  detenido  en  Cartago,  cuando  encontró 
allí  enfermo  al  joven  Acosta.  Tomó  interés  en  que  le  cu- 
rasen, y  cuando  le  vio  repuesto  le  comisionó  para  que 
tomase  el  mando  de  una   escolta  que   enviaba  á   Nóvita 

con  víveres,  armas  y  pertrechos. 

Viajando  por  caminos  intransitables,  por  andurriales 
y  despoblados;  morando  en  los  climas  peores  del  mundo; 
luchando  con  aquella  naturaleza  ecuatorial  tan  exube» 
rante  cuanto  malsana,  el  joven  militar  pasó  los  meses  de 
Noviembre  y  Diciembre.  A  pesar  de  todo  no  desmayaba 
nunca  su  espíritu  de  observación;  en  todo  se  fijaba  y  le 
llamaba  la  atención,  como  lo  demuestran  los  apuntes  de 
su  cartera. 

Veamos  algunos: 

''Nóvita  (i) — leemos, — es  la  capital  de  la  Provincia  de 

(1)  Fae  también  capital  del  Chocó. 7  hoy  es  apenas  un  trl»> 
te  Manieipio.  En  ao  principio  el  caserío  h*ibit»ido  por  lo»  trabí^ 
Jadoresde  las  minas  estaba  en  las  orillas  del  rfo  Tam  ná  Al  fia 
del  siglo  XVII 6  principios  del  sigaiente  íae  trasladado h1  Inga-  qaa 
boy  ocnpa,  después  de  mochas  vacilaciones  j  varios  c^tubios.  La 


36  BIOGRAFÍA 

SU  nombre,  la  cual  contiene  pueblos  de  indios  de  poca 
importancia  y  24  minas  que  pertenecen  á  varios  suje- 
tos de  Popayán  y  Santafé  y  unas  pocas  á  personas  de 
este  lugar.  Estas  minas  están  trabajadas  por  negros  y  pro- 
ducen mucho  oro  de  buena  calidad,  pero  dan  poca  utili- 
dad, con  motivo  de  la  carestía  de  los  víveres  con  que  se 
mantienen  los  trabajadores.  Tienen  que  llevar  los  comes- 
tibles desde  el  valle  del  Cauca.  Sucede  allí  que  los  plata- 
nares no  producen  sino  una  cosecha  por  año  y  es  preciso 
renovar  la  plantación  inmediatamente.  El  maíz,  que  es 
alimento  favorito  de  aquellas  gentes,  se  da  mal,  y  las  ma- 
zorcas son  muy  pequeñas.  Sin  embargo,  las  frutas  son  to- 
das dulcísimas  y  perfumadas;  la  pina  (ananas)  es  la  me- 
jor del  reino. 

'^La  situación  de  esta  ciudad — toda  ella  edificada  sobre 
barbacoas  (estacadas)  para  escapar  de  las  inundaciones  en 
tiempo  de  invierno— es  malísima.  Su  única  calle  se  ex- 
tiende como  cuatro  cuadras  por  una  hondonada  que  ten- 
drá tres  leguas  de  longitud  y  una  de  latitud  (i).  Sus  casas 
son  todas  de  paja  y  de  guadua  sin  pañete;  sólo  hay  una 
iglesia,  pero  en  general  la  gente  de  este  país  tan  abun- 
dante en  oro  cuida  poco  de  la  Religión  y  de  la  moral. 

''Se  trata  de  fundar  ó  trasladar  la  población  á  orillas 
del  río  Tamaña,  en  donde  tuvo  su  principio,  á  un  sitio 
llamado  San  Felipe,  y  me  aseguraron  los  vecinos  que  tra» 
bajaban  activamente  para  dar  cima  á  aquel  proyecto   (2). 

^ 

humedad  de  loe  terrenoe  eireanveoinoe  hace  qae  tengan  qne 
vivir  en  la  ¡Mirte  alta  de  las  casas  7  qne  su  clima  sea  uno  de  loe 
peores  del  mondo,  Gosa  de  una  teooperatara  de  27  grados  centí- 
grados por  término  medio. 

(1)  Tiene  ana  temperatara  ardiente  de  26  grados  centígrados 
por  término  medio, 

(2)  Ko  íae  sino  cérea  de  medio  siglo  después  qne  trasladaron 
deAnitivamente  la  población  de  Nóvita  al  sitio  llamado  de  San 
Felipe* 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  37 


'«Bnero  16  de  1830. 

"Hoy  salí  de  Nóvita  con  mis  compañeros.  Hasta  las 
tres  de  la  tarde  aguardamos  en  la  Bodega  al  Coronel  Can- 
ciño  que  debería  llegar  hoy.  Pero  como  no  parecía  y  ur- 
gía continuar  el  viaje  hice  cargar  las  canoas  y  embarcán- 
donos en  el  río  Tamaña  continuamos  el  viaje. 

"El  río  Tamaña  se  compone  del  Habita  y  el  Ingard; 
es  de  corrientes  muy  rápidas  y  peligrosas,  pero  de  aquí 
para  abajo  su  navegación  no  es  difícil.  A  dos  leguas  de 
Nóvita  le  caen  los  arroyos  de  Santa  Rosa  y  el  ZancuditOm 
Las  riberas  del  río  están  cubiertas  de  espesísimos  bosques, 
pero  á  trechos  se  ven  algunas  chozas  de  los  negros  traba- 
jadores de  las  minas,  unos  todavía  esclavos  y  otros  libres 
ya.  No  usan  más  vestido  que  una  tercia  de  bayeta  de  co- 
lores que  se  atan  en  torno  de  los  muslos  y  que  llaman 
pampanilla.  Además  de  estas  chozas  de  los  negros  se  en- 
cuentran algunos  caseríos  de  indígenas,  restos  de  la  raza 
de  los  chocoeSf  antiguos  habitantes  de  este  rico  y  montuo- 
so país.  Me  dijeron  que  estos  indios  aún  conservan  las 
costumbres  de  sus  antepasados;  y  al  pasar  les  vi  teñido 
el  cuerpo  con  fajas  del  zumo  de  una  hierba  que  llaman 
yagua,  que  produce  un  color  negro  casi  indeleble.  No  se 
les  ha  olvidado  todavía  la  lengua  de  sus  antepasados, 
como  ha  sucedido  con  casi  todos  los  antiguos  pobladores 
de  nuestro  continente. 

"A  las  cinco  de  la  tarde  llegamos  á  las  bocas  del  Ta- 
maña, en  donde  este  río  desagua  en  el  caudaloso  San 
Juan  (1).  Nos  quedamos  esa  noche  en  sus  orillas  en  una 
casa  grande.  Estando  allí  recibí  un  chasqui  que  me  en- 
viaba el  Gobernador  con  una  orden  para  que  continuase 
marcha  hasta  el  Citará  (2)  á  cumplir  una  comisión. 


(1)  Bl  Tam%Dá  sargo  de  la  gran  Cordillera  7  oaee  en  laa  In- 
mediaciones del  eerro  qae  lleva  en  mismo  nombre, 

(2)  Hoy  se  llama  aqoella  población   Quibdó.   Fue  el  lagar  en 


38  BIOGRAFÍA 

"A  la  mañana  siguiente  rae  despertó  el  bellísimo  can- 
to de  los  innumerables  pájaros  que  pueblan  aquellas  so- 
ledades y  cuyas  vo.ces  me  eran  desconocidas  porque  sólo 
habitan  esos  bosques " 


Relata  en  seguida  brevemente  las  circunstancias  de 
su  viaje,  nombra  los  puntos  más  notables  del  tránsito 
hasta  su  llegada  á  las  orillas  del  río  San  Juan. 

"Allí— dice — se  levantan  bosques  tan  tupidos  que  no 
dan  campo  á  que  penetre  la  luz  del  sol,  y  son  patria 
(como  sucede  en  todo  este  país)  de  un  sinnúmero  de  rep- 
tiles venenosos:  víboras  de  diferentes  especies  ^ue  atacan 
al  hombre  en  lugar  de  huirle,  como  hacen  en  otras  partes, 
y  cuya  mordedura  es  mortal,  si  no  hay  cerca  un  curande- 
ro indígena  que  sepa  dar  el  contraveneno  que  sólo  ellos 
conocen.  Los  cien  pies  y  las  arañas  crecen  allí  de  una 
manera  extraordinaria,  y  hasta  la  picadura  de  las  hormi- 
gas es  peligrosa.  En  compensación  ¡qué  profusión  de 
bálsamos,  resinas  y  aceites  exquisitos  se  encuentran  en 
estas  montañas,  cuyas  virtudes  sólo  conocen  los  indíge- 
nas! En  cuanto  á  maderas  las  hay  magníficas,  algunas 
incorruptibles  al  aire  libre  y  que  se  petrifican  dentro  de 
la  tierra.  Los  árboles  de  que  hacen  canoas  son  tan  enor- 
mes, que  hay  algunas  que  cargan  hasta  doscientas  arro- 
bas, y  uno  navega  en  ellas  con  tanta  comodidad  y  holgu- 


doDde  residían  los  indios  citaraes,  catequizados  por  los  Jesaftas  en 
1654.  Actnalmente  es  capital  del  Municipio  de  Atrato,  en  el  De- 
partamento del  Canoa.  La  Geografía  de  Codazzi,  publicada  por 
D.  Felipe  Pérez  en  1863,  da  8,500  habitantes  á  Qaibdó,  y  dice  que 
tiene  una  temperatnra  media  de  29  grafios  centígrados;  pero  se- 
gún otros  informes  es  más  cálido  todavía.  Sn  el  Diccionario  geo- 
gráfico de  Esgaerra,  (publicado  en  1879),  dicho  autor  dice  que  la 
ciudad  fiólo  cuenta  800  casas  (es  decir,  la  cuarta  parte  menos  que 
en  1820),  y  la  poblaban  6,856  habitantes:  1,644  almas  menos 
que  en  1863. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  39 

ra,  que  se  puede  sin  dificultad  ir  resolviendo  un  problema 
con  el  compás  en  la  mano.  Los  habitantes  de  estos  sitios 
saben  manejar  las  embarcaciones  perfectamente;  para 
ellos  los  ríos  son  caminos  que  comunican  entre  sí  los 
caseríos,  y  cada  dueño  de  casa  posee  una  ó  dos  canoas 
como  en  otras  partes  se  tienen  asnos  y  caballos  de  carga. 
"Esta  Provincia  está  cruzada  por  un  enjambre  de 
ríos  y  de  corrientes  que  unas  desaguan  en  el  Océano  Pa- 
cífico y  otras  van  á  llevar  sus  aguas  al  Atlántico.  Esto 
ofrece  mil  comodidades  para  el  comercio.  Además,  casi 
todos  los  ríos  corren  por  terrenos  bajos,  y  son  tan  cauda- 
losos que  se  puede  navegar  desde  sus  cabeceras. 

"El  19  de  Enero  llegamos  al  Citará  á  las  cinco  de  la 
tarde.  Di  cuenta  de  mi  comisión  y  encontré  una  orden 
apremiante  del  Corone!  Cancino  para  que  partiera  á  ocu- 
parme en  fortificar  un  punto  ventajoso  sobre  las  riberas 
del  Atrato.  Sin  embargo,  tuve  que  detenerme  en  el  Citará 
un  día  entero  mientras  que  se  conseguían  algunas  cosas 
necesarias  para  cumplir  bien  mi  comisión. 

"El  Citará  (Quibdó)  es  la  capital  del  Chocó.  Cuenta 
unas  cuatrocientas  casas,  todas  de  paja.  El  carácter  de 
sus  habitantes  es  como  el  de  todas  las  gentes  de  estas 
Provincias,  á  saber,  sumamente  hospitalario,  y  yo  tengo 
que  agradecerle  mucho  sus  cuidados  á  la  población.  Las 
mujeres,  aunque  sean  damas,  andan  descalzas.  Los  hom- 
bres no  tienen  más  diversión  que  jugar  á  los  gallos.  El 
día  que  pasé  allí  era  de  fiesta,  y  los  indios  de  los  alrededo- 
res concurrían  al  pueblo.  Estaban  todos  pintados  de  co- 
lores con  figuras  horribles,  y  bailaban  una  danza,  imagen 
de  la  guerra,  según  la  costumbre  que  les  habían  transmi- 
tido sus  antepasados"  (i). 

(1)  Todavía  8  3  eneaentraa  aqaelUs  tribas  indígenas  en  el 
mlBino  estado  de  salvajíumo  en  qne  los  vio  Acosta  hace  ya  cerca 
de  ochenta  afios.  La  civilización  no  ha  lojj^rado  peoetrjir  en  esos 
logan  8,  ni  penetrará  Jamás  mientras  existan  aborígenes  americá- 


40  biografía 

El  27  de  Enero  arribó  al  sitio  que  debia  fortificar- 
se,  en  la  desembocadura  del  río  Murrí  en  el  Atrato.  Allí 
hace  este  último  un  recodo  que  parecía  lugar  estratégico 
y  fácil  de  parapetar  contra  los  ataques  del  enemigo. 

Sámano  se  encontraba  en  Cartagena  y  desde  allí  di- 
rigía operaciones  contra  los  republicanos  del  centro  del 
antiguo  Virreinato  y  enviaba  fuertes  expediciones  por  el 
Magdalena  y  el  Cauca.  En  el  Chocó  se  tuvo  noticia  de 
que  entraban  por  las  bocas  del  Atrato  y  subían  el  río  algu- 
nos buques  de  guerra  con  fuerzas  que  deberían  internar- 
se hasta  el  Valle  del  Cauca.  Era  preciso,  pues,  á  todo 
trance  impedir  aquello. 

''  Los  españoles,  dice  Acosta  en  su  Diario,  habían  le- 
vantado en  Cartagena  una  expedición  de  200  hombres  y 
venían  con  una  lancha  cañonera  y  cuatro  buques  más  de 
guerra  á  invadir  el  Chocó.  Tardarían  en  llegar  á  lo  más 
quince  días,  y  nosotros  nos  hallábamos  en  la  fortaleza 
improvisada  sin  municiones,  sin  pertrechos  y  por  junto 
apenas  contábamos  cuarenta  soldados.  Las  Provincias  de 
Antioquia  y  del  Valle  del  Cauca  no  podían  socorrernos, 
porque  no  había  tiempo  de  avisarles.  Pero  el  entusiasmo 
por  la  libertad  y  el  amor  á  la  patria,  todo  lo  pueden." 


Estando  ocupado  en  la  obra  de  la  fortificación,  re- 
cibió orden  de  ir  con  cuatro  canoas  á  auxiliar  la  goleta 
Diana — que  conducía  mercancías  de  Jamaica  á  Quibdó — 
y  que  había  encallado  por  allí  cerca.  Bajó  inmediata- 
mente el  rio  y  dos  días  después  avistó  y  abordó  la  Diana, 
la  cual  lograron  salvar  y  conducir   hasta  cerca  de  Murrí. 

Recibido  muy  bien  por  el  Capitán  y  Segundo,  que 
parece  que  eran  hombres  cultos  de  la   Nueva  Orleans  y 


sos.  Hay  razas  qoe  soa  rehaolas  á  la  civilización,  y  es  preciso  qae 
éstas  se  oracen  con  la  blanca  progresista  para  qoe  las  poblacio- 
nes adelanten. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  4I 

la  Habana,  se  aprovechó  de  los  conocimientos  prácticos 
que  éstos  tenían  de  los  países  extranjeros  para  hacerles 
mil  preguntas  é  instruirse  en  cuanto  pudo. 

Entretanto,  el  jefe  de  la  fortaleza,  el  Comandante 
Gamba,  partió  para  el  Citará,  dice  Acosta,  "  á  enganchar 
algunos  soldados  más,  traer  la  artillería  que  pudiese  ha- 
llar, y  fundir  todo  metal  que  encontrase  para  hacer  ba- 
las (i).  Yo  me  quedé  en  Murrí  con  la  guarnición,  un  ca- 
ñón grande  y  cuatro  pequeños  que  habíamos  sacado  de 
la  goleta.  Situé  éstos  lo  mejor  que  pude  para  defender  la 
posición;  felizmente  los  indios  de  los  contornos  se  mani- 
festaron en  esta  ocasión  muy  adictos  á  la  independencia, 
y  nos  enviaron  alguna  pólvora." 

Apenas  había  regresado  el  Comandante  Gamba  á 
Murrí  cuando  al  fin  de  Enero  y  al  empezar  e)  mes  de  Fe- 
brero se  presentó  el  enemigo  al  frente  de  la  fortaleza, 
y  la  atacó  briosamente  con  un  cañón  de  á  veinticuatro  que 
llevaba.  Los  españoles  no  aguardaban  que  la  improvisada 
fortificación  pudiera  defenderse  con  tanto  valor.  Durante 
diez  días  se  vio  asediada  la  valiente  guarnición  de  Murrí  por 
las  fuerzas  españolas,  sin  que  lograsen  amilanarla,  á  pesar 
de  lo  exiguo  de  sus  recursos.  Viendo  aquello  y  temiendo  sin 
duda  que  llegasen  á  auxiliar  á  los  patriotas  de  la  capital 
del  Chocó,  el  Comandante  español,  después  de  sufrir  al- 
gunas pérdidas,  resolvió  retirarse. 

Al  ver  que  el  enemigo  se  alejaba,  los  patriotas  pensa- 
ron que  aquello  lo  hacían   para   obligar  á  la  guarnición  á 

(I)  Nicolás  Gamba  Valencia  era  natoral  de  Cartago  7  servía 
á  1a  eaosa  de  la  IndepeodeDeia  desde  1814.  Cuando  los  irntrlotaa 
íaeron  veneidos  eo  todas  partes  en  1818,  Gamba  fe  oooltó,  7  en 
1819  volvió  á  presentarse  para  servir  en  las  filas  de  los  patriotas. 
Sirvió  en  el  Chocó  hasta  1821  coando  se  onió  á  Sucre  á  sa  pato 
por  el  Canea,  pero  tuvo  la  desgracia  de  morir  ese  mismo  año  en 
la  acción  de  Guachi  el  19  de  Septiembre. 


42  biografía 

salir  á  perseguirlos,  y  entonces,  fuera  ya  de  los  parapetos, 
acabar  con  ellos.  Permanecieron,  pues,  detrás  de  los  mu- 
ros del  pequeño  fuerte,  aguardando  á  que  regresasen,  pero 
no  fue  así;  los  españoles  habían  partido  definitivamente,  y 
cuando  Gamba  dio  orden  de  que  se  pusieran  eri  marcha 
para  perseguirlos,  era  ya  demasiado  tarde,  y  se  devolvie- 
ron sin  haber  logrado  alcanzarlos. 

Acababa  de  suceder  todo  aquello  y  se  felicitaban  mu- 
tuamente con  el  éxito  feliz  de  la  defensa  de  Murrí  cuan- 
do vieron  llegar  al  Coronel  Cancino  en  su  auxilio,  llevan- 
do cien  hombres  y  pertrechos  para  reforzar  á  los  si- 
tiados. 

Hallábase  Cancino  en  el  puerto  de  Buenaventura, 
ocupado  en  recibir  la  fragata  llamada  La  Rosa  de  los  An- 
des, comandada  por  el  Capitán  inglés  Juan  lUingworth  (i) 
(que  llegaba  de  Chile  á  socorrer  á  los  patriotas)  cuando 
tuvo  noticia  de  que  los  españoles  habían  atacado  ya  el 
fuerte  de  Murrí,  por  entonces  llave  del  Cauca  que  era  pre- 
ciso defender  á  riesgo  de  ver  invadida  esa  parte  de  la  Re- 
pública encomendada  á  sus  cuidados. 


CAPITULO  V 

EXPEDICIÓN  Á  LA  ISLA  DE  LA  PROVIDENCIA 

1820 

A  pesar  del  triunfo  obtenido  por  el  entonces  Coman- 
dante José  María  Córdoba  en  Chorros  Blancos,  de  la  rui- 
na de  la  escuadrilla  española  ejecutada  por  el  Comandan- 
te Maíz,  del  Coronel    Mantilla  y   otros   patriotas,   con  lo 

(1)  El  Capitán  IllÍDgwarth  qae  al  radicarse  al  fin  de  la  guerra 
de  la  Independencia  en  el  Ecuador,  cambió  su  nombre  por  el  de 
lllingrott  (sin  dada  para  castellanizirlo  nn  poco),  pertenecía  á 
una  familia  respetable  de  Inglaterra. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  43 

• 

cual  quedó  libre  todo  el  Alto  Magdalena,  á  pesar  del  buen 
éxito  de  la  defensa  de  Murrí,  la  causa  de  la  Independen- 
cia tenía  mucho  que  temer  de  los  realistas,  y  carecía  de 
recursos  y  de  armas.  El  Coronel  Cancino  había  enviado 
á  Chile  un  buque  con  el  Capitán  Antonio  Muñoz  con 
pliegos  del  Vicepresidente  de  Cundinamarca,  haciendo 
presente  al  Gobierno  de  Chile  la  necesidad  de  que  le 
vendiese  el  armamento  que  con  urgencia  se  necesitaba 
para  arrojar  á  los  españoles  del  territorio  colombiano. 

Al  mismo  tiempo  Cancino  deseaba  enviar  á  la  isla 
de  la  Providencia  algún  mensajero  inteligente  y  de  su  en- 
tera confianza  para  que  conferenciase  con  el  llamado  Al- 
mirante Aury,  que  debería  hallarse  á  la  sazón  en  aquella 
Isla,  la  única  en  el  mar  de  las  Antillas  que  no  estuviese 
en  favor  de  los  españoles.  Con  motivo  de  la  conducta 
enérgica  que  el  joven  Acosta  había  tenido  en  el  sosteni- 
miento de  Murrí  y  de  la  actividad  é  inteligencia  que  había 
manifestado  desde  que  se  hallaba  á  sus  órdenes,  resolvió 
nombrar  á  éste  para  que  desempeñase  tan  delicada  mi- 
sión (i). 

(1)  lostraeoiones  á  qae  debe  arreglar&e  el  Sabteoiente  cia- 
dadano  Joaqafn  Aeoata  en  bu  comisióa  cerca  del  Almirante  Lnit 
Aury,  de  Providencia: 

1.^  Pondrá  en  manos  del  expresado  señor  dos  pliegos  y  algu- 
nos papeles  públicos  que  lleva  consigo; 

2  *>  Le  informará  del  estado  político  del  Reino  todo,  poniendo 
delante  la  libertad  y  franqueza  con  que  puede  aproximarse  á  las 
boeaü  de  este  río,  entrar  en  comunicación  con  el  Supremo  Gobier- 
no 7  tratar  á  la  vez  con  el  Comandante  de  la  fragata  Los  Andes, 
procedente  de  Chile; 

3.  ^  Le  hará  presente  que  siendo  éste  el  único  puerto  libre  que 
sobre  el  Océano  cuenta  la  Nueva  Granada,  se  le  ofrece  esta  oca- 
sión de  renovar  sus  servicios  subiéndolo  y  protegiendo  el  comercio 
y  las  comisiones  del  Gobierno ; 

4L°  Sin  embargo  de  que  aguardamos  un  gran  numero.de  ele- 
mentos de  Chile  y  también  de  Santafé,  como  por  la  distancia  lle- 
garán tarde  para  nuestras  breves  operaciones,  y  presentándose 
ahora  la  ocasión  de  hacer  desaparecer  la  guerra  del  Sur,   con  el 


44  biografía 

Acosta  se  puso  en  marcha  casi  inmediatamente,  lle- 
vando muy  pocos  recursos  y  víveres  en  la  canoa  que  le 
sirvió  de  vehículo  para  transportarle  por  ePAtrato  abajo 
hasta  el  golfo  de  Urabá. 

Sin  más  novedad  que  las  naturales  en  aquel  clima 
de  fuego,  y  recorriendo  con  dos  indígenas  las  soledades 
de  las  riberas  entonces  completamente  salvajes  del  Atra* 
to,  el  20  del  mismo  mes  llegó  á  las  bocas  de  ese  inmenso, 
caudaloso  é  imponente  río.  Allí  encontró  un  mensajero 
que  había  mandado  adelante  para  que  le  diese  aviso  de 
la  situación  de  los  españoles  en  el  golfo  de   Urabá.  Este 


auxilio  de  este  digno  Jefe,  le  eneareoerá  lo  necesario  por  lo  pron- 
to para  el  eamplimiento  de  naestros  proyetftoB; 

5.*  Con  especialidad  pedirá  caarenta  mil  cartachos  de  íasiU 
y  si  no  pólvora  y  plomo  en  parte  para  completar  este  nAmero; 
íasiles,  doce  piezas  de  artillería  de  calibre  de  á  12  á  84  con  sus  co* 
rrespondientes  dotaciones;  marineros;  oficiales  de  marina;  Jarcia; 
carpinteros  de  ribera  7  galafates  para  caatro  bnqaes  con  algana 
tropa  de  línea  y  400  f ornitnraii ; 

6.<>  A  los  talentos  7  acreditada  pradencia  de  este  Jefe  abando- 
nará la  <nedltacl6n  de  las  consecnencias  tan  favorables  qae  resal- 
tarán á  la  Nue^a  Granada  7  á  la  cansa  entera  de  la  nanea  vista 
comnnicación  entre  los  escuadrones  del  Norte  con  el  Sar  por  el 
istmo  de  Tópica; 

7.®  A  los  cuatro  días  de  su  llegada  debe  volverse  con  los  auxi- 
lios que  por  lo  pronto  se  le  presten,  en  un  buque,  7a  sea  en  cali- 
dad de  los  servicios  que  comenzará  á  hacer  este  señor,  6  por  el 
Justo  precio,  que  será  satisfecho  á  su  llegada ; 

8  "  Si  por  algfln  acaso  no  estuviere  el  Almirante  allí,  7  se 
hallase  cerca,  podrá  detenerse  hasta  diez  días  con  la  certidumbre 
de  que  podrá  volver,  7  si  no,  seguirá  á  Jamaica,  7  entregando  al 
ciudadano  Cabero  el  pliego,  se  interesará  con  él  sobre  el  envfo 
de  quinientos  fusiles  con  sus  fornituras,  7  cuarenta  mlL cartuchos, 
7  regresará  de  allí  en  el  primer  barco  que  venga. 

Traerá  además  cuatro  cornetas  con  sus  instrumentos,  cuatro 
clarinetes  7  dos  trompas  del  mismo  modo. 

El  Comandante  General  del  Chocó, 

J.  M.  Cancino, 

Murrí,  Febrero  7  de  1820. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  45 

le  dijo  que  el  Capitán  Várela  (i),  que  andaba  por  allí  en 
misión  del  Gobierno,  le  aguardaba  en  la  bahía  del  Limón 
(hoy  Colón)  para  darle  razón  circunstanciada  de  las  ope- 
raciones del  enemigo,  y  proporcionarle  barco  para  atrave- 
sar  el  mar  y  víveres  suficientes  para  que  pudiese  seguir 
hasta  la  Providencia. 

Continuaron  marcha  por  las  orillas  del  Golfo  nave- 
gando toda  la  noche,  hasta  que  á  la  madrugada  llegaron  á 
un  caserío  de  indígenas.  Los  bogas  se  resistieron  á  seguir 
adelante  sin  llevar  consigo  víveres.  Atracaron  en  aquel 
punto  y  se  internaron  en  el  vecino  bosque  con  el  objeto 
de  cazar  y  de  verse  con  la  tribu  indígena  que  vivía  aden- 
tro de  la  tierra,  en  donde  dijeron  que  encontrarían  re- 
cursos. 

A  las  pocas  horas  volvieron  los  cazadores  con  un  pe- 
queño jabalí  y  una  perdiz  que  habían  matado.  Pero,  á  pe- 
sar de  esos  víveres,  los  bo^as  resolvieron  quedarse  allí  dos 
días  en  negocios  propios,  sin  que  Acosta  pudiese  obligar- 
les á  continuar  marcha.  Mientras  tanto  el  impaciente  ofi- 
cial no  quiso  perder  tiempo  y  se  ocupó — dice  en  su  Dia- 
rio— en  estudiar  las  costumbres  y  la  lengua  de  los  indios 
que  habitaban  aquel  territorio.  ''La  lengua  de  los  indios 
cunas — escribe  en  sus  apuntes—  es  muy  armoniosa,  aun- 
que pobre.  Esta  tribu  se  manifiesta  muy  decidida  por  la 
causa  de  la  patria.  Comercia  con  los  ingleses,  cambiando 
carey  y  cacao  por  vestidos,  cuentas  y  escopetas.  Cada  in- 
dio posee  su  arma  de  fuego  y  la  sabe  manejar.  Las  muje- 
res son  bien  parecidas  y  se  adornan  con  cuentas  de  colo- 
res. No  tienen  Magistrados,  sino  que  los  ancianos  juzgan, 

(1)  Era  éste  sin  dada  ADgel  María  Várela,  patriota  america- 
no, natnral  de  Baga.  Había  entrado  á  servir  en  los  ejércitos  in- 
dependientes en  1811 ;  hizo  todas  las  campañas  del  Oaaca,  hasta 
que  en  1816  claudicaron  los  patriotas.  Presentóse  nnevamente  á 
hacer  parte  de  los  ejércitos  independientes  despees  de  la  batalla 
de  Boyae&f  7  sirvió  macho  en  el  Caaca  en  los  sabsigaientes 
aftos. 


40  BIOGRAFÍA 

condenan  y  castigan  á  los  delincuentes.  Son  muy  huma- 
nos con  los  amigos,  pero  manifiestan  un  odio  mortal  á 
los  españoles.  A  mí  me  saludaron  llamándome  hermano. 
Los  hombres  se  visten  con  camisas  y  calzones  que  cam- 
bian por  carey  y  otros  productos  que  venden  á  los  in- 
gleses  "  (i). 

En  este  punto  hay  algunas  páginas  del  Diario  com- 
pletamente ilegibles,  borradas  por  el  agua  del  mar  y  des- 
teñidas por  el  tiempo. 

En  otro  cuaderno  continúa  el  Diario  desde  el  día 
en  que  avistó  la  isla  de  la  Providencia,  á  las  cuatro  de  la 
tarde  del  día  once  de  Marzo. 

Esa  tarde  no  pudieron  saltar  á  tierra  por  estar  la  Isla 
rodeada  de  escollos  y  ser  muy  peligroso  el  arribo  á  aque- 
lla hora.  Tuvieron  que  hacerse  á  la  mar  afuera,  y  no  fue 
hasta  el  día  siguiente  después  de  medio  día  que  al  fin  lo- 
gró desembarcar. 

El  Almirante  Aury  {i)  le  recibió  muy  bien,  le  llevó  á 
su  casa,  le  agasajó  lo  mejor  que  pudo,  y  esa  noche  dio  un 
baile  para  celebrar  las  noticias  que  llevaba  de  los  triunfos 
obtenidos  por  los  independientes  sobre  los  realistas. 

"La  isla  de  Providencia — escribe  Acosta — está  rodeada 
de  escollos,  salvo  en  dos  pequeños  canales;  el  uno  por 
donde  se  entra  á  la  bahía,  y  el  otro  que  sirve  para  que 

(1)  £1  señor  Ernesto  Restrepo  estadio  hace  afganos  años  las 
eostambres  de  esos  aborígenes,  en  medio  de  los  cuales  pasó  mu- 
choB  días ;  pero  segAn  sas  obaervaciones,  aqaellas  tribas  no  han 
adelantado  un  paso  desde  1820. 

(2)  Gomo  hemos  visto  en  las  Instracciones  dadas  por  €l  Coro- 
nel Cancino  á  Acosta,  este  Almirante  Anry  se  llamaba  Luis  j  no 
Tomás,  como  leemos  en  la  Geograña  de  Codazzi  j  Felipe  Pérez  y 
en  el  Dicoicnario  de  E«gaerra.  Además,  mal  podía  enviar  el  Go- 
bierno republicano  de  Cartagena  nn  Gobernador  llamado  Tomáa 
Anry  á  gobernar  las  islas  de  8an  Andrés,  Providencia  y  Santa 
Catalina,  cuando  aquella  plaza  (la  de  Cartagena)  estaba  entonces 
en  poder  de  los  españoles. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  47 

los  barcos  penetren  á  hacer  agua  en  un  riachuelo,  pero 
ambos  necesitan  práctico.  La  Isla  mide  20  millas  en 
circunferencia  y  es  muy  árida.  Produce,  empero,  al- 
godón, cocos  y  café.  Antiguamente  apenas  tenía  tres 
plantaciones,  pero  desde  que  los  corsarios  la  hicieron  su 
cuartel  general  ha  aumentado  mucho  su  población  y  hoy 
se  encuentra  fortificada"  (i). 

Entretanto  que  Aury  meditaba  en  la  propuesta  que 
le  mandaba  hacer  el  Gobernador  del  Chocó,  el  Corregi- 
dor de  la  Isla,  llamado  Mr.  Livingston,  y  los  capitanes  de 
los  catorce  buques  de  guerra,  corsarios  todos,  que  se  ha- 
llaban surtos  en  el  puerto,  hacían  mil  atenciones  y  obse- 
quios al  militar  independiente. 

Viendo  que  se  pasaban  los  días  y  el  Almirante  Aury 
no  daba  trazas  de  contestar  á  las  instancias  de  Acosta, 
éste  le  pidió  una  respuesta  categórica  y  clara,  á  la  cual  el 
otro  le  hacía  promesas  y  le  detenía  uno  y  otro  día,  defi- 
riendo para  el  siguiente  los  auxilios  ofrecidos.  Sin  embar- 
go, desengañado  al  fin  y  sin  haber  obtenido  otra  cosa  que 
no  fueran  promesas  vagas  en  cambio  de  los  privilegios  que 
pedía  al  Gobierno,  resolvió  regresar  al  Chocó  y  arregló  su 
pasaje  con  el  dueño  de  una  goleta — Mr.  J.  Cohén — que  co- 
merciaba con  las  costas  del  golfo  de  Urabá. 

Se  hicieron  á  la  vela  el  16  de  Mayo. 

"Mr.  Cohén —escribe— llevaba  un   cargamento    de 

(1)  Hállase  la  Proyideneia  en  el  mar  de  las  Antillas  7  forma 
frente  á  la  lagaña  de  Ohlriqaf  an  Territorio  perteneeients  al 
Gobierno  de  Colombia,  Janto  eon  otras  dos  islas:  San  Andrés  y 
Santa  Catalina.  Parece  qne  íae  deseabierta  por  Cristóbal  Colón 
en  su  coarto  viaje. -Los  indios  la  llamaban  Abicoa,  Frecuentada 
primero  y  despnés  fortificada  por  los  corsarios  7  piratas,  aquellas 
Islas  sirvieron  siempre  de  guarida  á  los  bncaneros.  H07  está  ea 
gran  parte  habitada  por  negros  prófugos  de  las  islas  de  las  An- 
tillas. 


48  BIOGRAFÍA 

mercancías  á  la  costa  de  San  Blas,  en  donde  trocaba  los 
géneros  europeos  por  las  producciones  naturales  del 
país/ 

"Presencié — dice  más  lejos—el  cambio  de  mer- 
cancías, y  fui  testigo  de  la  buena  fe  de  los  indios.  El  ne- 
gociante entrega  sus  mercancías  á  dos  ó  tres  indios,  di- 
ciéndoles  apenas  ¿1  precio  de  ellas.  Estos  las  reparten 
inmediatamente  á  sus  compañeros  según  las  necesidades 
de  cada  uno.  El  buque  se  marcha  en  seguida  y  vuelve  un 
mes  después  (esto  se  hace  casi  siempre  en  el  mes  de  Mayo, 
por  ser  la  época  de  la  pesca  de  la  tortuga  de  carey)  y  ya 
están  los  indios  aguardando  para  entregar  fielmente  el 
precio  estipulado. 

"El  día  que  llegamos  se  recibió  en  aquella  Costa  un 
despacho  del  Gobernador  del  Chocó,  nombrando  al  Ca- 
cique Cuipana,  Gobernador  general  de  todos  los  indíge- 
nas del  Darién.  El  Cacique  era  un  anciano  muy  respeta- 
ble, y  yo  me  propuse,  ayudado  por  Mr.  Cohén,  secundar 
las  miras  del  Gobierno,  quien  deseaba  ganarse  las  simpa- 
tías de  aquellos  indígenas.  Con  ese  objeto,  era  preciso 
hacerle  reconocer  con  la  mayor  pompa  posible. 

"Convocamos  solemnemente  á  todas  las  tribus  veci- 
nas; izamos  el  pabellón  nacional;  se  hicieron  descargas  de 
artillería;  se  les  leyó  el  despacho  del  Gobernador  y  una 
proclama;  y  por  último,  para  que  la  fiesta  concluyera 
alegremente,  Mr.  Cohén  les  regaló  una  damajuana  de 
ron. 

"El  Cacique  recibió  el  bastón,  símbolo  de  mando, 
con  muchas  señales  de  aprecio,  y  sus  subditos  estuvieron 
disparando  tiros  hasta  las  diez  de  la  noche," 


Al  siguiente  día  de  aquella  fiesta  Acosta  se  despi- 
dió del  Capitán  Cohén,  muy  agradecido  con  el  trato 
que   había  recibido  á  bordo  de  su  buque,  "en  donde— 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  49 

dice — estaba  alojado  como  un  principe.''  Tan  tPil  lo  ha- 
bía pasado  en  los  últimos  meses,  que  le  parecía  regía  la 
vida  que  llevó  en  una  miserable  goleta  mercante  1 

Entretanto  que  los  indígenas  convertían  un  grueso 
tronco  de  árbol  en  una  canoa,  la  cual  debería  servirle  para 
remontar  el  Atrato,  él  se  entretenía  en  visitar  los  pueblos  de 
indios  circunvecinos,  haciéndoles  preguntas  acerca  de  su 
lengua,  de  sus  creencias  y  de  sus  costumbres,  y  yendo 
con  ellos  á  caza  en  el  interior  de  la  montaña. 


"Los  alimentos  de  aquellos  indígenas— escribe  en 
sus  apuntamientos — consisten  principalmente  en  una 
masa  molida  de  plátano  maduro  con  maíz  cocido,  lo  cual 
deslíen  en  agua  cuando  tienen  hambre  y  pueden  llevarlo 
fácilmente  en  sus  excursiones.  En  las  bocas  del  Atrato 
abunda  tanto  el  pescado  que  los  bogas  ponían  la  olla  al 
fuego  antes  de  tener  nada  que  echar  dentro.  Pero  mien- 
tras que  se  calentaba  el  agua  arrojaban  el  anzuelo  al  río 
y  en  el  acto  sacaban  los  peces  que  se  necesitaban  para 
los  circunstantes,  sin  que  jamás  faltase  alimento  abun- 
dante." 

Empezó  á  navegar  Atrato  arriba  el  30  de  Mayo.  El 
invierno — ó  estación  lluviosa — ^se  desencadenó  sobre 
aquellas  regiones  con  una  fuerza  como  no  se  experimenta 
en  ninguna  otra  parte  del  globo.  En  la  travesía  para  ir  á 
buscar  una  de  las  bocas  del  Atrato  estuvo  á  punto  de 
zozobrar;  la  canoa  fue  atacada  por  una  fuerte  borrasca,  á 
cuyos  golpes  se  consumió  á  medias;  los  bogas  perdieron 
los  remos  y  el  timón  se  descompuso.  Merced  á  la  pericia 
y  sangre  fría  de  aquellos  hombres  enseñados  á  seme- 
jantes aventuras,  lograron,  sin  embargo,  arrimar  á  la  costa 
y  atar  la  canoa  contra  una  roca,  mientras  que  pasaba  la 
mayor  violencia  de  la  tempestad. 

BIOeSAFIA  4 


50  BIOGRAFI  A 

El  Atrato  nace  en  la  Cordillera  Occidental,  á  grande 
altura  sobre  el  nivel  del  mar.  Al  bajar  á  la  parte  llana  del 
Chocó  va  recibiendo  caudalosos  ríos,  cuya  cantidad  de 
aguas  crece  sin  cesar  y  se  convierte  en  uno  de  los  ríos 
más  grandes  de  la  América  del  Sur.  De  los  sesenta  y  seis 
miriámetros  que  recorre  este  río,  sólo  en  los  primeros 
ocho  no  se  puede  navegar.  Hoy  lo  surcan  hermosos  va- 
pores que  suben  fácilmente  la  corriente  del  río. 

No  bien  empezaron  á  subir  el  Atrato,  cuando  expe- 
rimentó los  más  terribles  sufrimientos,  causados  por  la 
estación:  de  día  el  calor  era  sofocante,  que  no  refrescaban 
las  tormentas  nocturnas.  No  bien  oscurecía,  cuando  ett 
cielo  parecía  venirse  abajo  con  la  lluvia  que  descargaban 
las  nubes;  al  mismo  tiempo  el  viento,  los  continuos  rayos 
y  descargas  eléctricas  no  le  dejaban  dormir,  ni  tampoce 
se  lo  hubieran  permitido  los  zancudos  que  le  rodeaban. 
Para  no  ser  devorados  por  estos  insectos  abominables,  no 
podían  detenerse  en  las  orillas,  y  á  pesar  del  temporal 
era  preciso  continuar  marcha  sin  descanso. 

"Las  riberas  del  Atrato — escribe — son  desapacibles 
en  la  parte  baja,  y  no  se  oye  allí  sino  el  canto  fúnebre  de 
los  monos;  el  desagradable  silbido  del  alcatraz;  el  mono- 
tono  caer  de  los  aguaceros  sobre  las  ramas  de  los  árbo- 
les; el  zumbido  de  los  insectos;  el  estridente  grito  de  los 
rayos  y  el  sordo  retumbar  de  los  truenos 

''Llegamos  á  la  Vigía  el  4  de  Junio  en  medio  de  una 
terrible  tormenta.  Después  de  cinco  noches  en  claro  sin 
haber  dormido  absolutamente  nada,  cuando  comprendí 
que  podría  descansar  algunas  horas  me  sentí  feliz.  Sin 
embargo,  en  aquel  lugar  no  había  comodidad  sino  para 
permanecer  algunas  horas,  y  mientras  que  conseguía  una 
canoa  para  continuar  mi  viaje  me  trasladé  al  caserío  de 
Murindó.  Los  indios  qué  venían  acompañándome  desde 
el  Golfo  de  Urabá  no  quisieron  seguir  y  resolvieron  de- 
volverse. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  51 

"Murindó  dista  cuatro  leguas  de  la  Vigía,  y,  como 
todas  las  poblaciones  del  Chocó,  es  en  extremo  miserable. 
Se  halla  situada  sobre  la  margen  de  un  rio  de  su  mismo 
nombre;  sus  habitantes  tienen  crías  de  cerdos,  algún 
ganado  vacuno  y  plantaciones  de  caña  de  azúcar  y  pla- 
tanares." 

Dos  días  después  de  haber  salido  de  Murindó  llegó  á 
Murrí.  Allí  encontró  conocidos  y  amigos,  y  con  algu- 
na comodidad  continuó  viaje  hasta  Quibdó.  En  aquel 
lugar  le  aguardaban  órdenes  del  Gol>ernador  Cancino 
para  que  fuese  al  valle  del  Cauca  á  darle  parte  de  su  co- 
misión. Al  mismo  tiempo  recibió  cartas  de  su  familia, 
periódicos  y  le  dieron  noticia  de  las  ocurrencias  políticas 
en  los  últimos  meses.  Supo,  pues,  que  desde  el  12  de 
Febrero  la  mayor  parte  de  la  provincia  de  Antioquia  es- 
taba libre,  gracias  al  valor  de  los  patriotas;  que  el  Liber- 
tador había  regresado  á  Bogotá  en  el  mes  de  Marzo  y  allí, 
durante  los  diez  y  ocho  días  que  permaneció,  había  al- 
canzado, con  su  maravillosa  actividad,  á  organizar  las 
fuerzas  que  deberían  obrar  contra  los  realistas  en  Nueva 
Granada. 

Pero  al  mismo  tiempo  se  tenía  noticia  cierta  de  que 
Morillo,  á  la  cabeza  de  14,000  hombres  perfectamente 
armados  y  municionados,  se  había  apoderado  en  Vene- 
zuela de  las  mejores  posiciones;  en  tanto  que  Bolívar  no 
poseía  pertrechos  de  guerra  y  no  tenía  de  su  parte  sino 
el  entusiasmo,  la  audacia  y  el  amor  de  sus  tropas. 

Afligíanse  los  patriotas  de  la  situación  de  Cartagena 
en  manos  denlos  realistas,  y  de  las  hostilidades  del  General 
Calzada,  que  era  dueño  de  todo  el  Sur  de  la  provincia  del 
Cauca.  El  estado  político  de  la  naciente  República  era 
en  extremo  peligroso;  y  para  vencer  era  preciso  que  toda 
la  Nación  hiciese  un  esfuerzo  constante  y  simultáneo,  y 
que  todos  los  ciudadanos  cooperasen  por  su  parte  en  la 
obra  redentora. 


5^  biografía 

El  día  17  de  Junio  Acosta  se  embarcó  en  el  Atrato, 
y  al  llegar  á  las  bocas  del  río  Quito  siguió  por  éste,  le  ; 
subió  durante  tres  días,  atravesó  el  istmo  llamado  de  San' 
Pablo,  que  sólo  mide  poco  más  de  cinco  miríámetros,  y 
se  embarcó  en  el  rio  San  Juan,  magnífica  corriente  de 
caudalosas  aguas  que  se  arroja  en  el  Océano  Paciñco  por 
siete  bocas. 

•'El  San  Juan — leemos  en  el  Diario  que  venimos 
examinando — después  del  Atrato,  es  el  río  más  grande  de 
estas  provincias.  Ambos  nacen  en  la  misma  Cordillera, 
divídense  después,  y  el  uno  riega  ó  más  bien  inunda  la 
provincia  del  Citará  y  va  á  arrojarse  en  el  Atlántico,  mien- 
tras que  el  San  Juan  corre  y  fertiliza  la  provincia  de  Nó- 
Tita  para  ir  á  desembocar  en  el  Pacifico.  Las  riberas  de 
este  último  río  son  generalmente  más  risueñas  y  menos 
monótonas  que  las  del  Atrato. 

'basamos  por  Noánama,  población  que  apenas  cuen- 
ta cuarenta  casas  y  se  compone  de  indios,  zambos  y 
mulatos.  Era  ese  el  sitio  en  que  habitaban  los  antiguos 
noánamos,  cuyos  restos  aún  se  conservan.  Allí  me  detuve 
para  oír  misa  apenas,  y  después  continué  mi  navegación 
río  abajo." 

Al  llegar  al  río  Calima,  abandonó  el  curso  del  San 
Juan  para  subir  por  ese  rio;  siguió  después  por  tierra 
hasta  el  extremo  de  la  bahía  de  Buenaventura,  entonces 
despoblada,  pues  la  actual  ciudad  no  se  fundó  hasta 
1821. 

Atravesó  la  silenciosa  y  entonces  montuosa  y  salvaje 
bahía,  buscó  el  río  Dagua  y  empezó  á  subir  por  ese  río. 
Aquella  navegación,  que  es  una  de  las  más  peligrosas  del 
mundo,  con  motivo  de  los  saltos,  remolinos  y  violentísima 
corriente,  la  hizo,  sin  embargo,  Acosta  sin  descansar  día  y 
iioche.  Llegó  el  25  de  Junio  á  las  Juntas,  en  la  confluen- 


DEL  GENERA.L  JOAQUÍN  AGOSTA  53 

cia  del  Dagua  con  el  Pepita,  en  donde  descansó  algunas 
horas. 

Durante  los  últimos  días  de  viaje  le  habían  acometido 
ñebres  que  le  quitaban  las  fucizas  y  aun  el  sentido  duran- 
te horas.  A  pesar  de  i>us  sufrimientos  resolvió  continuar 
su  marcha,  para  lo  cual  llevó  consigo  muías  y  cargueros. 
Cuando  le  acometía  la  fuerza  de  la  fiebre  se  hacía  cargar 
y  al  pasar  el  acceso  montaba  nuevamente;  así  fue  que  no 
perdió  tiempo  y  en  breve  llegó  al  valle  del  Cauca. 


Veamos  el  Diario: 

"A  medida  que  penetraba  en  el  valle  del  Cauca  y  de* 
jaba  atrás  los  climas  ardientes,  me  sentía  revivir.  El  as«- 
pecto  de  las  llanuras  limpias  de  selvas  y  las  risueñas  cam- 
piñas de  tendidos  pensiles  me  llenaba  de  íntimo  gozo. 
Después  de  haber  permanecido  seis  meses  consecutivos 
en  medio  de  bosques  espesos,  sin  ver  otra  cosa  que  pe- 
ñascos salvajes,  torrentes  desbordados,  animales  silvestres, 
insectos  dañinos,  rodeado  de  negros  y  de  indios  monta- 
races y  viviendo  siempre  en  climas  ardientísimos,  la  vista 
de  aquellos  terrenos  cultivados;  el  oír  el  mugir  de  las  va- 
cas que  pacían  tranquilamente  en  los  floridos  prados;  la 
contemplación  de  las  casas  pintorescas  habitadas  por 
gente  vestida  y  un  tanto  civilizada,  y  la  esperanza  de  llegar 
pronto  á  lugares  más  propicios,  todo  esto  junto  produjo 
en  mi  alma  agradabilísimas  sensaciones." 

En  un  lugar  llamado  Porquera  encontró  un  sargento 
y  'dos  soldados  que  enviaba  el  Gobernador  Cancino  en 
su  auxilio  y  para  que  lo  acompañasen  hasta  Cali,  en  don- 
de se  hallaba  á  la  sazón  el  Gobierno  de  la  Provincia. 


54  biografía 


CAPITULO  VI 

OPERACIONES  MILITARES   EN   EL  VALLE   DEL  CAUCA. 

1820   Y   1821 

Acosta  llegó  á  Cali  el  5  de  Julio. 

"  Cali, — escribe  en  sus  apuntes  diarios — nueva  Capita- 
nía de  la  Provincia  del  Cauca,  esta  situada  en  una  expla- 
nada muy  bella  y  posee  ríos  clarísimos  y  abundantes  ví- 
veres. En  sus  huertos  se  dan  excelentes  frutas;  las  riberas 
del  río  están  sombreadas  por  altos  cocoteros  que  le  dan 
un  aspecto  oriental,  ó  al  menos  como  las  vistas  de  paisa- 
jes de  Oriente  que  he  solido  ver"  (i). 

(1)  Hoy  dfa  Oali  es  la  más  adeUntada  poblacióa  del  Depar- 
tameoto  del  Oaaoa.  Hé  aqat  aaa  descripoióa  heoha  hace  pooos 
aüos  por  el  8e&or  Laolaao  Riveri  G-arrido: 

'*  Eq  aa  ooDjanto,  Cali  presenta  el  aspecto  de  una  verdadera 
ciadad,  á.  lo  qae  oontribayi^n  poderosameDte  los  elevados  maros 
7  cápalas  de  algunos  de  sas  templos,  la  regalaridad  de  sas  habi- 
taciones, cómodas  j  espaciosas  general  nente,  la  rectitad  y  el  aseo 
de  las  calles,  más  extensas  de  Oeste  á  Este  qae  de  IVorte  á  Sor,  y 
el  hermoso  puente  de  mampostería,  con  naeve  arcos,  qae  decora 
el  bellísimo  rfo.  Vista  á  distancia,  siempre  he  encontrado  á  Cali 
macha  semejanza  con  la  linda  daiad  de  Padaa,  en  Italia;  si  bien 
guardadas  las  respectivas  proporciones  por  lo  que  respecta  á  la 
extensión  del  poblado  y  á  la  magnitud  de  los  edificios,  más  consi- 
derables en  la  ciudad  de  Italia* 

[.  *'  Vista  de  la  colina  de  San  Antonio  6  de  cualquiera  de  las  al- 
taras que  dominan  la  ciudad  por  el  Poniente,  Cali  ofrece  á  las 
miradas  que  la  cpntemplin,  uno  de  los  más  bellos  cuadros  que 
pueden  existir  en  el  mundo  entero.  En  primer  término  se  maes- 
tra la  ciudad,  edificada  en  suave  pendiente,  con  calles  rectas,  pla- 
zas espaciosas  y  coronada  por  las  elegantes  cúpulas  y  azoteas  de  al- 
gunos de  sus  templos,  cortejados,  como  las  mezquitas  de  Oriente, 
por  palmas  seculares  y  arboledas  espesas  que  dan  sombra  y  fres- 
cura á  las  habitaciones.  Hacia  la  izquierda  rueda  sonoro  el  tamal- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  55 

Inmediatamente  fue  á  presentarse  al  Gobernador  para 
darle  parte  de  su  frustrada  comisión.  El  Coronel  Cancino 
íe  recibió  con  señales  de  afecto  y  aprobó  enteramente  la 
manera  como  había  cumplido  sus  órdenes  en  la  isla  de  la 
Providencia. 

No  bien  salió  de  la  presencia  del  Gobernador,  cuan- 
do e  joven  militar  tuvo  que  retirarse  á  su  posada,  casi 
moribundo.  Veinte  días  permaneció  en  cama,  gravísi- 
mamente  enfermo  de  fiebres  palúdicas  de  muy  mal  ca- 
fácter.  Felizmente  encontró  asistencia  y  cuidados  en  casa 
del  señor  Tomás  Ortiz,  y  le  recetó  con  singular  esmero 
uno  de  los  prohombres  del  Cauca,  el  señor  Manuel  José 
Núñez  (i).  Nombrado  Teniente  apenas  se  repuso   de  su 


tooso  río,  delieioaa  corriente  de  cristal  líqaido,  qae  desliza  sas  re- 
WionaB  ondas  entre  praderas  de  an  verde  tierno,  protegidas  del 
sol  por  corpulentas  ceibas;  el  rededor  se  extienden  campiñas  ri- 
••efias,  realzadas  por  casitas  y  labranzas,  y  divididas  por  cercas 
de  gnadaas  (bamhúeii),'qne  señalan  los  términos  de  las  diversas  he- 
ledades,  algunas  de  las  cuales  son  quintas  valiosas;  del  lado  de 
Occidente  levántanse  orgullosos  los  formidables  Farallones,  colo- 
sal muralla  de  bronceado  granito,  inaccesible  casi  á  l&s  pisadas  del 
kombre;  j  en  lontananza,  hacia  el  Norte,  hacia  el  &nr,  hada  el 
Oriente,  dilátase  anchuroso  todo  el  alto  Valle,  con  sus  espléndi- 
áas  llanuras,  sus  bosques  apiñados,  las  cintas  de  plata  de  sus  ríos 
j  los  brillantes  espejos  de  sus  lagos.  Bn  inmenso  círculo,  las  dos 
•ordilleras  gig^tntes  parecen  ceñir  con  amoroso  abrazo  esa  comar- 
aa  privilegiada;  y  ya  muestran  aquí  sus  lomas  salpicadas  de  man- 
chas rojas,  indicio  seguro  de  la  existencia  del  hierro;  ya  desplie- 
gan allá  el  lujoso  ropaje  de  terciopelo  que  reviste  sus  flancos ;  ya 
se  empinan  audaces  hasta  el  cielo  como  si  pretendieran  tocar  la 
•ristalina  esferas  que,  cual  solio  divino  hecho  de  azul  y  rosa,  sir- 
va de  eterna  c&pula  á  este  santuario  primoroso  de  la  naturaleza 
americana." 

{Algo  sohre  el  Valle  del  Cauca— Impresiones  y  Recuerdos^  pá- 
gina 39). 

(1>  Deseosa  la  que  esto  escribe  que  no  se  olviden  los  patriotas 
^e  trabajaron  en  formar  la  República  de  Colombia,  siempre  pro- 
tarará dar  alguna  noticia,  más  6  menos  detallada,  de  las  pereo- 


56  BIOGRAFÍA 

enfermedad,  cuando  marchó  á  incorporarse  en  su  Bata- 
llón, el  cual  estaba  de  guarnición  en  Popayán. 

Desde  principios  de  Julio,  los  independientes  eraa 
dueños  de  Popayán,  ciudad  que  habían  abandonado  los 
realistas  después  de  la  batalla  de  Pitayó,  ganada  por  d 
General  Valdés  sobre  el  Coronel  Nicolás  López. 

Acosta  llegó  á  Popayán  el  31  de  Julio,  en  el  momen« 
to  en  que  las  tropas  estaban  formadas  en  la  plaza  con  d 
objeto  de  defenderla  del  enemigo,  que  se  decía  se  acerca- 
ba á  atacar  la  ciudad.  Después  de  aguardar  sobre  las  ar- 
mas durante  algunas  horas,  se  supo  que  había  sido  un 
falso  rebato,  y  los  soldados  se  retiraron  á  sus  cuarteles. 

El  General  Valdés  le  dio  inmediatamente  destino  en 
la  2.*  Compañía  del  Batallón  de  Cazadores^  y  empezó  á  ser- 
vir activamente  en  las  marchas  y  contramarchas  del  Ejér- 
cito. 

El  8  de  Agosto  salió  con  su  Batallón  á  una  correría  en 
los  alrededores.  Hallaron  un  destacamento  realista  atrin- 
cherado en  Las  Piedras^  al  cual,  después  de  un  corto  tiro- 
teo, desalojaron,  y  avanzaron  en  su  persecución  hasta  la 
Cuchilla  del  Tambo,  sitio  de  triste  recordación  para  los 
patriotas  (i).  Sin  haber  logrado  tomar  prisioneros,  regresó 
el  Batallón  á  Popayán,  con  gran  cantidad  de  pertrechos 
que  habían  abandonado  las  fuerzas  enemigas. 


lias  qae  Blnrieron  en  la  eausa  de  la  Indepeodenola.  Permftasele 
recordar  aqnf  qne  el  doctor  If  annel  Joeé  Ná&<;z  consagró  sa  exie* 
teñóla  á  la  patria,  sirviéndole  con  su  propio  peoalio,  enviando  á 
dos  de  sos  hijos  á  Qaito,  para  qae  tomasen  las  armas  en  los  Bj6r- 
eitos  patriotas:  los  cusles,  en  lagar  de  recibir  saeldo  del  Gobier- 
no, se  sottavieron  darán  te  toda  la  campaña  con  los  recnrsos  qae 
les  enviaba  sa  padre  desde  Oali.  Otro  de  sas  hijos,  Tomás,  se  hizo 
notabTe  en  las  Cámaras  Legislativas  por  sas  talentos  y  palabra 
elooaente.  Desgraciadamente,  éste  mari6  muj  Joven,  en  1836. 

(1)  Aqaf  mismo,  caatro  aftos  antes— el  39  de  Janlo  de  1816^ 
Sámano  batió  á  los  independientes,  7  éstos  se  vieron  definitiva- 
mente desbaratados  por  los  realistas. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  $7 

"  Popayán— escribe  en  el  Diario — está  situada  en  el 
fondo  de  un  valle  muy  fértil,  que  riega  el  río  Cauca,  á 
poca  distancia  de  la  población.  Gózase  allí  de  una  tempe- 
ratura deliciosa  (i8  grados  centígrados,  por  término  me- 
dio), y  no  solamente  produce  frutas  muy  dulces,  sino  que 
también  lo  son  sus  mujeres.  Estas  son  bien  parecidas,  y 
su  porte  es  en  extremo  señoril." 

Empero,  el  General  Valdés  no  estaba  satisfecho  con 
la  población  de  Popayán.  Su  Ejército,  mal  disciplinado, 
se  desmoralizaba  en  aquellas  delicias  de  Capua.  Sufría 
continuas  bajas  con  la  deserción  de  los  soldados,  y  para 
evitarlo  resolvió  bajar  al  Valle  del  Caúca,  en  el  cual,  ade- 
más, podría  comunicarse  más  fácilmente  con  la  capital, 
pues  su  posición  allí  era  precaria  y  el  enemigo  se  hallaba 
muy  cerca. 

El  21  de  Agosto  abandonó  el  Ejército  la  ciudad  (i). 
Iba  á  su  cabeza  el  General  de  Brigada  Mires.  Valdés  ha- 
bía partido  adelante  para  preparar  el  paso  de  la  tropa. 

El  historiador  de  la  guerra  de  la  Independencia, 
D.  José  Manuel  Restrepo,  critica  á  Valdés  porque  no  ata- 
có al  Ejército  realista  en  retirada.  "  Si  Valdés,  dice,  persi- 
gue á  los  enemigos,  la  división  española  se  hubiera  dis- 
persado por  las  enfermedades,  por  la  falta  de  municiones 
y  de  recursos,  y  por  la  discordia  que  había  cundido  entre 
los  Jefes  y  Oficiales."  Sin  embargo,  según  parece  por  los 
documentos  particulares  encontrados  después,  los  patrio- 
tas no  estaban,  absolutamente,  en  situación  de  entrar  en 
campaña. 

El  primer  día,  después  de  la  salida  de  Popayán,  el 
batallón  pernoctó  en  Piendamó;   el    24  llegaron  á  Quili- 


(1)  £1  Coronel— después  General— Manuel  A.  López— en  sus 
Becuerdos  Históricos^  diee  que  partieron  el  16  de  Agosto ;  pero  e^ 
más  natural  que  Aoosta,   que  llevaba  Diario,   apuntara  la  fecha 

mayor  ozaetitnd. 


58  BIOGRAFÍA 

chao  (i).  Esta  población  ha  cambiado  de  nombre  varias 
veces,  desde  que  la  fundó  el  Conquistador  Belalcázar  en 
1543.  Este  la  llamó  Jamaica ,  pero  como  era  aquel  si- 
tio el  habitado  por  los  indios  Quilichaos,  recobró  en  bre- 
ve su  nombre  indígena.  Hoy,  sin  embargo,  su  nombre  ofi- 
cial es  Santander.  Estando  allí  el  Batallón  de  Cazadores  de 
Cundinamarca,  recibió  orden  para  que  se  acantonase  en 
la  ciudad  de  Buga. 

Púsose  el  Batallón  en  marcha  inmediatamente. 

Poco  después  de  haber  salido  de  Quilichao,  tuvieron 
que  atravesar  á  vado  el  caudaloso  río  Palo,  sobre  el  cual 
hoy  día  se  encuentra  un  magnífico  puente  colgante,  cons- 
truido por  un  ingeniero  del  país. 

"  Desde  allí — escribe  el  Oficial  patriota — empezamos 
á  sentir  la  abundancia  del  Valle  del  Cauca;  los  soldados 
— comparándola  con  las  escaseces  de  Popayán— se  mani- 
festaban satisfechos  y  contentos.  Después  del  hambre  y 
las  vigilias,  al  fin  podían  comer  y  dormir  tranquilos  y  sin 
alarmas." 

No  bien  llegaron  á  Buga    (2),   los  Oficiales  y  Jefes  se 


(1)  '^Hállase  situado  Quilichao  {tierra  de  oro  en  el  di&leoto  de 
los  indígenas  de  la  oomarca)  en  nna  posioión  ventajosa,  á  la  en- 
trada del  Valle  del  Canea  por  el  lado  del  Sur,  no  lejos  del  río  Can- 
ea, en  jas  feraces  vegas  son  afamadas  por  la  ezeelenoia  del  cacao  y 
del  plátano  que  en  ellas  se  prodace,  particnlarmente  en  los  sitios 
denominados  Quintero  7  La  Bolsa.  Por  sn  aspecto  material,  si 
bien  ha  mejorado  en  los  últimos  años,  es  inferior,  con  mncho,  A 
Cali,  Baga,  Palmira  7  Cartago £1  snelo  del  Municipio  abun- 
da en  oro  de  elevados  quilates;  7  si  este  precioso  metal  pudiera 
ser  extraído  por  medio  de  procedimientos  científloos,  no  ha7  duda 
de  que  aquello  produciría  en  la  comarca  un  movimiento  comer- 
cial activo,  etc." 

(Véase  Rivera,  obra  citada  antes). 

(2)  '*  Esta  población  fue  fondada   por  el  Capitán  español 
D.  Domingo  Lozano,  á  fines  del  siglo  xvi.  Demora  á  orillas  del 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACX>STA  59 

dedicaron  sin  descanso  á  ejercitar  las  tropas  bisoñas  que 
tenían  á  sus  órdenes.  A  veces  gastaban  seis  horas  conse- 
cutivas en  el  ejercicio  y  enseñanza,  y  volvían  á  sus  cuarte- 
les fatigadísimos  con  aquella  faena. 

Durante  los  ratos  que  A  costa  lograba  robar  á  sus  fae- 
nas cotidianas,  se  .dedicaba  al  estudio.  Un  médico  de 
Buga,  el  doctor  Domínguez,  hombre  ilustrado  y  estudioso, 
que  poseía  una  biblioteca  bastante  rica,  le  permitió  hacer 
uso  de  ella.  Así  fue  que  mientras  que  sus  compañeros  de 
armas  pasaban  sus  ocios  entregados  á  las  diversiones  y  en 
jugar  el  miserable  sueldo  que  recibían  del  Gobierno,  él 
veía  correr  las  horas  ocupado  en  estudios  serios,  que  pre- 
paraban su  espíritu  para  el  cultivo  de  las  Ciencias  Natura- 
les, á  las  cuales  debería  después  dedicar  su  existencia. 

Después  de  haber  permanecido  por  algún  tiempo  en 
Buga,  sus  Jefes  quisieron  aprovecharse  de  su  actividad  é 
inteligencia  para  encomendarle  misiones  de  confianza  á 
diferentes  partes  de  la  Provincia,  las  cuales  cumplía  siem- 
pre satisfactoriamente. 

— I  -  ■ 

mmoroBO  y  eristalioo  (i^oadalajara,  en  ana  vasta  Uaoora,  á  corta 
distaDefa  del  río  Oaaoa,  y  en  la  parte  más  angosta  del  Valle. . . . 
La  población,  de  teja  en  sa  totalidad,  oonpa  un  área  considera- 
ble, y  cuenta  con  siete  templos,  desprovistos  de  mérito  arqnitee- 
tónlco  . .  Capital  de  ano  de  los  Manieipios  más  considerables 
del  Sstado  (Departamento  ho^)  del  Cauca,  relativamente  rica  y 
poblada,  la  ciudad  de  Buga  podría  ser  una  población  mucho  más 
importante  y  adelantada,  como  que  cuenta  con  medios  sufldea- 
tes  para  ello;  pero  sus  hijos  se  interesan  tan  poco  por  el  mejora- 
miento y  progresos  positivos  de  su  terruüo,  que  apenas  si  encon- 
tiailan  leve  diferencia  en  él  sus  abuelos,  si  dado  les  fuera  levan- 
tarse de  sus  tumbas ;  ni  uno  solo  erraría  el  camino  de  su  antigua 
morada,  y  tibio  aún  hallaría  el  rincón  que  ocupó  en  vida.  Salvo 
reformas  de  muy  limitada  significación  en  lo  material,  Buga  con- 
tinúa siendo  la  ciudad  de  Lozano,  su  fundador,  la  ciudad  del  si- 
glo zvi,  con  todas  las  Ideas  añejas  de  aquellos  remotísimos  tiem- 
pos, y  la  fisonomía  ceñada  é  intransigente  de  una  dueña  española 
de  la  Jfidad  liedla.^  (Rivera,  obra  citada  antes). 


6o  BIOGRAFÍA 

Asi  se  pasaron  los  últimos  meses  de  1820. 

Con  frecuencia  el  joven  militar  pasaba  algunas  sema- 
nas en  Cali,  á  donde  tenia  que  dar  cuenta  de  sus  comisio- 
nes al  Coronel  Concha — Gobernador  entonces  de  la  Pro- 
vincia del  Cauca.  Merced  á  la  conducta  enérgica,  al 
patriotismo  acrisolado  de  este  militar,  se  mantuvo  la  Pro- 
vincia ñrme  bajo  las  banderas  de  la  Independencia,  á  pe- 
sar de  la  proximidad  de  las  tropas  realistas. 

La  permanencia  en  Cali  era  en  extremo  agradable 
para  Acosta;  alli  encontraba  una  sociedad  selecta,  y  ade- 
más cultivaba  la  amistad  de  algunos  de  sus  compañeros  de 
Colegio  que  se  hallaban  empleados  en  el  Gobierno;  pero 
esto  no  le  impedia  consagrar  cada  día  varias  horas  al  es- 
tudio y  á  la  meditación  solitaria  de  las  bellezas  de  la  natu- 
raleza, 

"  Jamás — escribe  el  i.°  de  Enero  de  1821 — ha  sido  el 
cielo  de  Cali  tan  bello  como  ahora!  La  primavera  hermo- 
sea los  campos  y  Flora  derrama  su  perfumado  aliento  so- 
bre esta  hermosa  ciudad!  Cuántas  veces  á  la  luz  de  la  luna 
clara  y  apacible  me  he  recostado  al  pie  del  hermoso  edifi- 
cio de  San  Francisco,  y  dejándome  llevar  por  el  vuelo  de 
mi  pensamiento,  he  gozado  de  una  tranquila  hora  de  feli- 
cidad! Cual  otro  filósofo  sobre  las  ruinas  de  Palmrra,  con- 
sideraba desde  leiv>>  Uis  des^^acias   de   los   uiortalcs,   sin 

que  nada  terrestre  parecía  tocarme El  viento  sacudia 

suavemente  uis  levantadas  cv^pas  de  !as  palmeras,  prvxiu- 
cienvio  aquella  misteriosa  armonía  que  Chateaubriand  lla- 

m.1  *el  Ier!;^iaie  de  laí^  plannis' Y  mientras  tanto,  ia 

luna  plateaba  los  muros  y  !a  eíeva^ia  torre  del  temp!o 

As:  permanecía  s*.^!o,  calla^io,  pero  dichoso,  hasta  que  me 
reti'Mba  a  mi  aposento,  en  donde  me  en:rxí,jiba  al  sueño, 
para  \-er  en  el  reproducidas  las  fantasías  que  poblaban  las 
meditaciones  de  U  velado.  ;  Horas  de  hondo  y  dulcrsiooo 
contento*  posasteis  para  no  volver  I.,,,'' 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  6l 

Entretanto  el  General  Valdés,  urgido  por  el  Vicepre- 
sidente General  Santander,  había  marchado  al  Sur,  con 
parte  de  la  División  que  comandaba.  Lo  que  deseaba  el 
Gobierno  era  que  los  independientes  atravesasen  el  Jua- 
nambú  antes  de  que  llegasen  los  comisionados  Dfíciales 
con  los  Tratados  celebrados  entre  el  General  Morillo  y  el 
Libertador  en  la  Convención  de  Santa  Ana. 

Pero  desgraciadamente  los  republicanos  ignoraban  la 
situación  ventajosa  en  que  estaban  los  realistas,  los  cuales, 
dueños  de  las  alturas  que  dominan  el  peligroso  paso  de 
Jenoy,  pudieron  no  solamente  defenderse,  sino  destruir 
casi  por  completo  el  batallón  Albión — compuesto  de  ciu- 
dadanos ingleses — ^y  el  de  Guías  de  Apure — que  habían 
peleado  como  leones  durante  toda  la  campaña.  En  aque- 
llos tenebrosos  desfiladeros  perecieron  ciento  ochenta  sol- 
dados y  veinte  Oficiales  de  lo  más  granado  del  Ejército. 
Entre  éstos  murieron  dos  amigos  íntimos  de  Acosta,  el 
Capitán  Isidoro  Ricaurte,  su  compañero  de  estudios,  y  un 
joven  Gutiérrez,  su  amigo  predilecto. 

Enviado  Acosta  con  un  destacamento  á  Las  Juntas  á 
recoger  los  efectos  de  guerra  que  allí  había,  manifiéstase 
hondamente  impresionado  con  aquel  descalabro  sufrido 
por  las  fuerzas  independientes. 

"28  de  Febrero  de  1821. 

"  Emprendí  mi  viaje,  por  orden  del  Gobernador,  su- 
mido en  la  más  profunda  melancolía.  Subiendo  por  la 
colina  de  San  Antonio,  que  domina  la  ciudad  de  Cali  hacia 
el  Poniente,  llegué,  hacia  las  dos  de  la  tarde  á  la  hacien- 
da del  mismo  nombre.  Hállela  triste,  solitaria,  abandona- 
da, como  tantas  otras,  por  motivos  de  la  guerra.  Mientras 
se  buscaban  caballerías,  pues  las  nuestras  se  habían 
cansado  ya,  yo  me  senté  aparte  á  meditar  tristemente  en 
los  acontecimientos  políticos  ocurridos  últimamente,  y 
también  en  los  particulares.  ¡Jamás  había  pasado  un  día 


62  BIOGRAFÍA 

tan  tenebroso  I  Todo  lo  veía  negro,  desconsolador  y  tan 
triste,  que  no  alcanzaba  á  vislumbrar  la  más  leve  esperan- 
za de  mejorar  de  suerte " 

Una  vez  cumplida  su  comisión,  regresó  á  Cali  el 
mismo  día  en  que  aquella  ciudad  recibía  al  General  Sucre, 
que  iba  á  encargarse  del  Ejército  del  Sur.  Con  él  llega- 
ban los  comisionados  que  iban  á  anunciar  el  armisticio  de 
Santa  Ana,  lo  cual  fue  de  gran  consuelo  á  los  patriotas, 
puesto  que  aquello  impediría  que  los  realistas  los  atacasen 
por  el  momento,  y  tendrían  tiempo  de  rehacerse. 

La  población  de  Cali  recibió  á  Sucre  con  grandes 
señales  de  regocijo;  diéronle  varios  bailes,  "  á  pesar  de 
estar  en  Cuaresma—  dice  Acosta — y  ser  aquella  gente  muy 
piadosa." 

El  Ejército  del  Sur  se  componía  apenas  de  los  restos 
de  las  tropas  que  se  habían  escapado  después  de  la  acción 
de  Jenoy;  formábanla  sólo  586  hombres  armados  en  parte 
con  314  fusiles. 

Sucre  entonces  estaba  en  la  flor  de  su  edad:  no  había 
cumplido  aún  treinta  y  un  años;  era  tan  gallardo  coma 
amable,  y  tan  valiente  como  cortés.  Con  este  motivo, 
en  breve  se  ganó  todos  los  corazones  cancanos,  y  durante 
su  permanencia  en  Cali  se  granjeó  las  simpatías  de  toda 
la  población.  Y  no  solamente  se  hizo  aceptar  con  entu- 
siasmo por  los  patriotas,  los  cuales  le  ofrecieron  recursos, 
sino  que  hasta  los  realistas  se  reconciliaron  con  la  causa 
que  él  defendía.  Además,  por  medio  de  cartas  aplacó  los 
ánimos  de  los  enemigos,  dirigiéndoselas  muy  conciliado- 
ras al  Obispo  de  Popayán,  el  cual  había  partido  con  los 
Ejércitos  realistas  y  estaba  en  Pasto  (i),  y  al   Jefe  de  las 

(1)  £1  liastrfflimo  Salvador  Jiménez  de  Enoiso,  Obispo  de 
Fopayán,  se  había  retirado  de  su  grey,  argido  por  los  realistas, 
qae  le  habían  hecho  creer  qae  los  independientes  eran  anos  tigrea 
qae  le  maltratarían.  Las  palabras  respetnosas  qae  le  dirlgi6  el  Gto- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  63 

fuerzas  españolas  D.  Basilio  García,  de  quien  obtuvo  lo 
que  le  pidió. 

Al  cabo  de  pocos  días,  Sucre  había  logrado  reunir 
mil  hombres,  los  cuales  juzgó  que  le  bastarían  para  defen- 
der á  Guayaquil  de  los  ataques  de  los  realistas,  pues  esta 
ciudad  no  quedaba  comprendida  en  el  armisticio  tratado 
entre  Bolívar  y  Morillo. 

Tocó  á  Acosta  mandar  la  escolta  de  honor  que  debe- 
ría acompañar  á  Sucre  hasta  Buenaventura.  Salieron  de 
Cali  el  22  de  Marzo. 

"  La  marcha  —leemos  en  el  Diario — ^fue  algo  diverti- 
da. Iba  en  el  Ejército  una  señorita  de  Chile,  que  regresa- 
ba á  su  patria,  y  todos  los  Oñciales,  á  porfía,  tratábamos 
de  hacerla  agradable  su  viaje  por  estos  despoblados  y  des- 
peñaderos. 

"27  de  Marzo. 

"  Nos  embarcamos  en  el  Dagua  con  el  General.  Es 
éste  un  pequeño  y  tormentoso  río,  que  parece  una  prolon- 
gada cascada;  de  suerte  que  las  canoas  que  suben  y  bajan 
van  arrastradas  por  en  medio  de  un  lecho  de  piedras,  á 
impulsos  de  los  esfuerzos  de  los  bogas 

"  En  el  puerto  desembarcamos,  pasamos  á  otras  em- 
barcaciones, y  continuamos  hasta  el  Saltico,  en  donde 
pernoctamos. 

"2». 

"  Dormimos  anoche  en  las  Bodegas,  y  hoy  llegamos  al 
pueblo  de  La  Cruz,  que  está  situado  sobre  la  orilla  izquier- 
da del  río.  Apenas  se  compone  de  unas  pocas  casas  aban- 
donadas. De  aquí  en  adelante  podemos  navegar  con  ma- 
yores facilidades 

neral  Baore  le  hicieron  comprender  ea  falta,  y  en  breve  regresó  á 
Popaján,  en  donde  íae  recibido  con  el  respeto  qae  merecía,  á  pe- 
de las  ezoomaniones  qae  había  íalminado  contra  los  patriotas. 


64  BIOGRAFÍA 

"  Al  llegar  frente  á  la  isla  del  Cascajal,  tuvimos  que 
detenernos.  El  mar  estaba  muy  alto  y  no  se  podía  atrave- 
sar en  canoa.  Viónos  uno  de  los  tres  buques  que  estaban 
fondeados  en  el  puerto,  y  nos  llevó  hasta  la  incipiente  po- 
blación que  se  empieza  á  levantar  en  la  Isla,  y  que  cuenta 
una  dpcena  de  casas  y  tambos. 

"  Esta  bahía,  que  es  muy  segura,  es  capaz  de  abrigar 
una  escuadra.  Estaban  allí  tres  embarcaciones,  á  saber: 
el  bergantín  Ana  Bolivar,  la  corbeta  Emperador  Alejandro 
y  una  goleta  mercante." 

Ese  mismo  día  Sucre  fue  convidado  á  un  banquete  á 
bordo  de  la  golet^i  y  Acosta  le  acompañó  con  otros  Ofi- 
ciales del  Ejército. 

El  4  de  Abril,  Sucre  se  embarcó  en  el  bergantín  de 
guerra,  con  parte  de  la  tropa  que  llevaba  consigo,  dejando 
la  restante  para  que  fuese  en  la  goleta  que  se  estaba  apa- 
rejando para  darse  á  la  vela  con   dirección  á  Guayaquil. 

**  De  buena  gana — dice  Acosta — hubiera  acompañado 
al  General  Sucre  á  Guayaquil,  pero  soy  militar  y  tengo 
que  someterme  á  la  disciplina,  obedecer  las  órdenes  supe- 
riores á  todo  trance." 

Durante  los  pocos  días  que  permaneció  en  aquel  lu- 
gar, todo  el  tiempo  que  no  ocupaba  en  sus  deberes  milita- 
res lo  pasaba  en  la  corbeta,  en  donde  el  Capitán  poseía 
una  pequeña  librería,  y  éste  le  permitía  permanecer  algu- 
nos ratos  entregado  á  la  lectura,  su  pasión  y  único  pasa- 
tiempo. 

Una  vez  que  por  orden  del  Gobernador  hubo  entre- 
gado al  Delegado  del  General  Sucre  la  polvera,  los  ves- 
tuarios y  algunos  elementos  de  guerra  que  poseía  allí  el 
Gobierno,  Acosta  se  apresuró  á  regresar  á  Cali,  en  donde 
debería  ponerse  á  la§  órdenes  del  Coronel  Cancino,  para 
regresar  al  Chocó. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  65 

Como  Cancino  no  estuviese  en  Cali,  fue  á  buscarle  á 
Buga.  Allí  éste  le  dio  parte  de  que  había  sido  nombrado 
Comandante  General  de  Artillería  en  Guayaquil,  y  que 
Acosta  debería  partir  con  él,  pues  no  quería  separarse  de 
su  joven  amigo.  Sin  embargo,  antes  de  ponerse  en  mar- 
cha dio  órdenes  á"  Acosta  para  que  fuese  á  cumplir  una 
comisión  importante  y  de  confianza  en  Quibdó.  Debería 
pasar  por  Buenaventura,  en  donde  buscaría  medios  segu- 
ros para  enviar  ciertos  pliegos  que  el  General  Sucre  debía 
recibir  lo  más  pronto  posible. 

Semejante  noticia  llenó  de  contento  al  joven  militar, 
que  ansiaba  encontrarse  en  et  foco  de  la  guerra;  así  fue 
que  se  puso  en  marcha  sin  detenerse,  llevando  en  el  cora-^ 
zón  la  halagüeña  esperanza  de  ir  á  combatir  en  Guayaquil, 
en  lugar  de  pasar  su  vida  cumpliendo  oscuras  comisiones 
en  aquellas  soledades  y  despoblados. 

A  fines  de  Mayo  bajó  nuevamente  el  Dagua,  llegó  á 
Buenaventura,  cumplió  su  delicada  comisión,  buscó  las 
bocas  del  San  Juan  y  empezó  á  subir  la  corriente  de  ese 
río.  Era  la  peor  época  del  año  para  hacer  aquel  viaje,  y 
tuvo  que  sufrir  á  la  intemperie  lluvias  incesantes  de  noche; 
ardientísimo  sol  de  día,  y  otras  veces  las  crecientes  repen- 
tinas de  los  ríos  tributarios  del  San  Juan  lo  ponían  en  pe- ' 
iigro  de  zozobrar.  En  medio  de  todo  era  preciso  lu- 
char con  la  mala  índole  de  los  semisalvajes  bogas,  que 
solían  desaparecer  de  la  noche  á  la  mañana,  y  con  la  plaga 
de  zancudos  y  mosquitos  y  demás  penalidades  de  aque- 
llos climas  enemigos  del  hombre. 

El  21  de  Junio  llegó  al  fin  á  Quibdó.  Esta  población 
había  cambiado  de  aspecto  totalmente  en  el  último  año,  y 
la  encontró  notablemente  mejorada.  Varios  comerciantes 
de  Jamaica  habían  establecido  fuertes  casas  de  comercio 
en  aquel  lugar,  por  el  cual  se  introducían  mercancías  al 
Valle  del  Cauca.  Ya  los  extranjeros  llevaban  allí  comodi- 
dades de  las  cuales  hasta  entonces  los  habitantes  del  país 

BIOeiUFIA  ^ 


66  BIOGRAFÍA 

no  tenían  noticia,  y  además  procuraban  distraerse  lo  mejor 
posible  dando  bailes,  paseos  y  banquetes,  con  la  mayor 
frecuencia.  Durante  los  veinte  días  que  permaneció  aque- 
lla vez  el  joven  Teniente  en  Quibdó,  no  hubo  una  sola  no- 
che en  que  no  asistiese  á  algún  baile  ó  tertulia.  Semejan- 
tes costumbres  eran  muy  diferentes,  por  cierto,  á  la  iner- 
pia  y  al  retraimiento  de  sus  habitantes  cuando  visitó  la  po- 
blación la  vez  primera. 

El  objeto  que  llevaba  Acosta  á  Quibdó  era  examinar 
los  proyectos  que  había  para  establecer  comunicación  di- 
recta— por  medio  de  un  canal — entre  el  Océano  Pacífico  y 
el  Atlántico.  Este  debería  abrirse  por  San  Pablo  para  unir 
las  corrientes  de  los  ríos  Atrato  y  San  Juan.  Acosta  en- 
contró allí  un  ingeniero  inglés,  que  no  tuvo  inconveniente 
en  tomar  la  empresa  á  su  cargo,  y  juntos  estuvieron  exa- 
minando el  terreno  por  donde  se  creía  que  se  podría  abrir 
el  canal. 

Según  el  geógrafo  Codazzi,  el  istmo  de  San  Pablo 
apenas  mide  6,133  nietros  de  largo,  y  el  canal  sería  de  fa- 
cilísima construcción  por  medio  de  represas  hábilmente 
construidas. 

Desgraciadamente,  como  sucede  siempre  entre  nos- 
otros, el  Gobernador  del  Chocó  que  reemplazó  al  Coronel 
Cancino,  no  tomó  interés  en  esa  importante  vía  de  comu- 
nicación, y  abandonó  la  empresa.  Sin  embargo,  los  traba- 
jos empezados  entonces  dieron  lugai  á  que  se  abriese  un 
pequeño  canal,  que  llamaron  de  Raspadura,  el  cual,  á  pe- 
sar de  estar  obstruido  en  gran  parte,  sirve  para  que  por  él 
pasen  embarcaciones  pequeñas, 

Quibdó  había  cambiado  ciertamente  en  todo,  pero 
Acosta  anhelaba  salir  de  allí  para  pasar  á  Buenaventura, 
en  donde  había  quedado  de  aguardarle  Cancino  para  se- 
guir juntos  á  Guayaquil  á  tomar  parte  en  la  guerra.  Acti- 
vó, pues,  en  lo  posible,  los  trabajos  que  le  habían  enco- 
mendado, y  el  10  de  Julio  se  puso  en  marcha  con   direc- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  67 

ción  á  Buenaventura.  Se  detuvo  en  Nóvita  á  cumplir  una 
comisión;  bajó  de  nuevo  el  San  Juan;  salió  al  mar,  y  coa 
recio  temporal  abordó  la  isla  del  Cascajal,  en  donde  em- 
pezaba á  formarse  la  población  llamada  hoy  de  Buena- 
ventura. 

Con  el  Teniente  Muñoz  (sin  duda  José  Antonio)  (i) 
estuvo  allí  veinte  días  esperando  la  llegada  del  Coronel 
Cancino  y  haciendo  gloriosos  planes  para  lo  porvenir.  Al 
fin  recibió  una  misión  de  su  Jefe,  quien  le  ordenaba  que 
dejase  allí  su  equipaje  y  se  volviese  inmediatamente  á 
Cali,  en  donde  Cancino  ejercía  interinamente  la  Gober- 
nación de  la  Provincia  del  Cauca. 

Todo  el  mes  de  Agosto  y  la  mayor  parte  del  de  Sep- 
tiembre lo  ocupó  Acosta  sirviendo  en  diferentes  distritos 
del  Valle  del  Cauca;  conduciendo  tropas  de  uno  á  otro 
lugar;  disciplinando  reclutas  y  preparando  alojamientos 
para  los  soldados  que  enviaba  el  Gobierno  a!  Ecuador» 
Aguardaban  las  últimas  órdenes  del  Vicepresidente  para 
ponerse  en  marcha  con  Cancino  cuando  este  último  reci- 
bió una  orden  apremiante  para  que  se  hiciese  cargo  de 
nuevo  de  la  Gobernación  del  Chocó,  y  al  mismo  tiempo 
se  mandaba  al  joven  Acosta  que  tomase  á  su  cargo  el  em- 
pleo de  Secretario  de  dicha  Gobernación. 

Semejante  nombramiento,  halagador  y  honorífico 
para  un  joven  de  22  años,  produjo  en  éste  grandísima  pena. 
Laméntase  en  su  Diario  de  semejante  contratiempo.  Veía- 
se obligado  á  renunciar  á  las  glorias  militares  con  que  ha- 
bía soñado,  para  servir  oscuramente  en  un  cargo  civil,  su- 
friendo penalidades  mucho  mayores  en  el  Chocó,  que  las 


(1)  Era  este  militar  orlando  de  Mompós.  Se  enroló  deada 
mny  joven  en  los  ejéroitoi  independientes.  Hallábase  entonele  en 
Baenaventnra,  de  regreso  de  Chile,  adonde  había  Ido  en  eoml- 
slón  á  traer  algnnas  embareaolones  qae  sirvieron  para  transpor- 
tar las  tropas  de  ese  paerto  á  Qaayaqall.  Después  de  ana  vida 
bastante  agitada  marió,  oon  el  gralo  de  Coronel  (en  Bogotá),  en 
1863. 


66  BIOGRAFÍA 

qoe  padecerían   sus  compañeros  de  armas  en  la  ardua 
campaña  del  Sur. 

Antes  de  salir  de  Buga,  en  donde  se  hallaba,  asistió  á 
una  ceremonia  muy  interesante.  Hacía  un  año  que  tenia 
á  su  servicio  un  indio  de  la  raza  ctina  al  cual  había  ense* 
nado  las  verdades  de  la  religión  cristiana.  Convertido  al 
fin  había  pedido  que  lo  bautizasen.  Con  aquel  motivo  los 
bugueños  quisieron  que  la  ceremonia  fuese  lo  más  solem- 
ríe  .posible,  y  obsequiaron  al  joven  Teniente  con  dos  días 
de  paseo  y  concurridos  bailes. 

''Las  damas  de  Buga,  escribe,  se  manifestaron  como 
siempre  superiores  en  educación  y  hermosura  á  las  de- 
más del  Valle." 

Catorce  días  gastó  el  Gobernador  en  el  viaje  de  Cali 
á  Quibdó.  Durante  éste,  Cancino  y  su  Secretario  sufrieron 
las  penalidades  propias  de  aquellos  climas  malencos;  llu- 
via incesante  y  tempestades  que  no  los  dejaban  dormir 
de  noche  y  les  impedían  el  paso  de  día;  ríos  desbordados, 
caminos  intransitables  y  peligros  incesantes  en  medio  de 
cerradas  montañas  y  desiertos. 


CAPITULO  VII 

PERMANENCIA    EN    EL   CHOCÓ  COMO  SECRETARIO  DEL  GO- 
BERNADOR J.  M.  CANCINO. 
1822. 

Después  de  establecer  con  el  mayor  orden  posible  en 
aquellos  tiempos  su  Gobernación,  al  empezar  el  año  de 
1822,  Cancino  quiso  visitar  punto  por  punto  todos  los 
Distritos  de  su  Provincia.  Se  fijó,  como  era  natural,  en  las 
minas  principales  de  aquel  país,  en  el  cual  el  oro  aparece 
con  una  abundancia  como   quizás  no  se   encontrará  en 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  69 

ningún  otro  punto  del  globo  terráqueo.  Todas  las  corrien- 
tes que  bajan  de  la  Cordillera  "Occidental  hacia  el  Atrato 
acarrean  pepitas  de  oro  de  un  tamaño  inverosímil,  y  como 
rara  vez  se  vieron  en  California  en  época  de  su  mayor 
auge.  Sin  embargo,  la  naturaleza  salvaje  de  un  país  en  el 
cual  no  pueden  vivir  sanos  sino  los  aborígenes  y  los  ne- 
gros, pondrá  siempre  inconvenientes  al  laboreo  de  aque- 
llas minas  riquísimas. 

También  las  minas  de  platino,  sustancia  mineral  tan 
rara  en  el  mundo,  podrían  dar  á  Colombia  pingües  rique- 
zas si  se  trabajaran  las  del  Chocó  con  buen  éxito. 


"Acerca  de  lo  que  noté  en  las  minas — leemos  en  el 
Diario  de  Acosta — escribí  un  estudio  circunstanciado  que 
fue  enviado  al  Gobierno."  (i) 

En  el  mes  de  Abril  Cancino  se  encaminó  á  Nóvita 
con  intención  de  trabajar  para  que  la  población  se  tras- 
ladase á  lugar  más  propicio.  Sin  embargo,  no  se  logró  lo 
que  se  deseaba:  el  Gobernador  era  poco  querido  de  los 
vecinos  ricos  y  los  dueños  de  las  propiedades  más  impor- 
tantes, por  lo  general  antiguos  realistas  que  habían  acep^ 
tado  la  independencia  por  necesidad;  así  era  que  resistían 
con  manifiesta  mala  voluntad  toda  innovación  que  ema- 
nase de  un  agente  del  Gobierno  republicano.  No  sucedía 
lo  mismo  con  su  Secretario,  éste  era  el  favorito  de  todos, 
nos  decía  hace  algunos  años  una  noble  matrona  que  le 
conoció  en  aquella  época  en  el  Chocó  (2).  Su  educación 
esmerada,  su  prudencia  y  cultura  unidas  á  la  cualidad 
para  los  antiguos  realistas  de  que  su   padre  había  sido  pe- 


(1)  La  qi9  etta  e«cril^e  no  podo  h'ilUr  \cm  origio^l^  de  Aqi^el 
lalonue  en  U  Biblioteca  NaoioDal  de  Bogotá. 

(2)  La  eeñori  MaKa  Joiein  M'  llarii^o  (]<«  Ho.^gaín,  ^rmaoi^  j 
madre  de  dos  de  los  hombres  qae  man  se  distin^a!er<  n  en  Coloiu- 
bia  en  la  política. 


^0  BIOGRAFÍA 

ninsular,  prevenía  en  favor  del  joven  Acosta,  de  manera 
que  era  popular  en  la  buena  sociedad  del  lugar  y  muy 
querido  por  los  pobres  á  quienes  siempre  procuraba  pro- 
teger. 

Poco  después  tuvo  que  ausentarse  el  Gobernador  del 
Chocó;  dejó  en  su  lugar  al  Asesor  doctor  Uribe  y  al  Te- 
niente Acosta  como  Secretario,  pues  este  último  estaba  al 
corriente  de  todos  los  negocios  polítigos  y  militares  de  la 
Provincia.  Su  situación  en  aquel  oscuro  destino  no  era 
empero  de  su  gusto  y  veía  con  melancolía  que  sus  ami- 
gos cosechaban  laureles  en  los  campos  de  batalla,  unos  al 
lado  de  Bolívar  y  otros  con  el  General  Sucre. 

El  Libertador  se  había  hecho  cargo  de  la  campaña 
del  Sur  de  Colombia;  atravesaba  las  montañas  de  Berrue- 
cos; vencía  (el  7  de  Abril)  en  Bombona  y  continuaba  su 
marcha  para  unirse  con  Sucre  que  había  vencido  en  Pi- 
chincha y  libertado  todo  el  Sur  de  la  República. 

"Me  quedé — escribe  en  su  Diario — sin  tomar  parte  en 
la  campaña  de  Quito;  á  pesar  de  que  para  obtener  licencia 
para  emprenderla  hice  esfuerzos  inauditos  con  el  Gobier- 
no. Pero  no  sé  adular  para  conseguir  mis  deseos,  y  bien 
preveo  que  con  mi  carácter,  mi  suerte  será  siempre  la  de 
sacrificar  mi  bien  particular  para  servir  á  mi  patria  lo  me- 
jor que  pueda  ;en  oscuros  destinos.  Mientras  que  mis 
compañeros  recogen  laureles  en  los  campos  de  la  gloria, 
á  costa  de  sufrimientos  «mucho  menores  que  los  que  yo 
padezco  aquí,  ¿qué  es  por  cierto  exponer  su  vida  para  ga- 
nar la  gloria  delante  del  enemigo,  en  comparación  de  una 
vida  entre  negros  y  salvajes,  en  un  clima  mortífero  y  ro- 
deado de  riesgos  prosaicos  y  repugnantes?  . . .  Sin  embar- 
go, no  me  quejo....  Resignado  veré  desde  aquí  el  des- 
enlace de  la  cosa  pública,  y  elevaré  mis  votos  al  cielo  para 
que  la  Providencia  proteja  la  querida  patrial" 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  7 1 

Entretanto,  la  lucha  por  la  independencia  crecía  en 
todas  partes,  y  la  fortuna  parecía  proteger  á  los  america- 
nos. Empero,  la  situación  continuaba  peligrosa.  Eispaña 
hacia  inauditos  esfuerzos  para  recuperar  su  imperio  en  las 
antiguas  colonias,  y  era  preciso  combatir  sin  descanso 
para  impedir  que  llevase  á  cabo  su  intención. 

Cada  uno  en  su  puesto  trabajaba  ya  con  las  armas  en 
la  mano,  ya  en  la  diplomacia,  ya  en  su  patria,  ya  en  el 
Extranjero,  en  pro  de  su  causa.  A  Acosta  tocó  vigilar  los 
trabajos  que  se  hacían  activamente  para  abrir  el  proyecta- 
do canal  de  San  Pablo,  y  durante  muchos  meses  vivía  en 
aquellos  despoblados  entregado  á  la  obra  que  le  habían 
encomendado  y  que  se  creía  sería  salvadora  para  el  país. 

No  fue,  sin  embargo,  hasta  el  mes  de  Septiembre  que 
los  zapadores  lograron  abrir  una  trocha  definitiva,  y  em- 
pezaron las  labores  serias. 

Como  se  hubiese  reunido  en  Nóvita  la  Asamblea  pro- 
vincial, en  la  cual  se  proclamaría  solemnemente  la  Cons- 
titución colombiana,  Acosta  tuvo  que  dejar  su  puesto  para 
ir  á  asistir  á  ella  como  Secretario  del  Gobernador. 

En  el  siguiente  mes  de  Octubre  tuvo  la  fortuna  de 
recibir  la  orden  de  pasar  á  Popayán,  en  donde  Cancino 
había  sido  nombrado  Comandante  general  del  Departa- 
mento en  ausencia  del  Coronel  Concha.  Ascendido  á  Ca- 
pitán desde  el  año  anterior,  Acosta  recibió  el  nombra- 
miento de  Ayudante  de  la  Comandancia  general  de  Arti- 
llería en  el  Cauca,  y  debería  ir  á  reunirse  á  Cancino  en 
Popayán;  pero  antes  de  ponerse  en  camino,  el  ex-Gober- 
nador  llegó  al  Chocó  á  entregar  definitivamente  la  Gober- 
nación á  su  sucesor. 

Al  regresar  al  Valle  del  Cauca,  Cancino  quiso  exami- 
nar los  trabajos  que  había  ordenado  que  se  hiciesen  en 
un  camino  que  proyectaba  abrir  hasta  Buga. 

El  19  de  Octubre  Cancino  y  Acosta  se  embarcaron 
en  el  río  San  Juan,  y  tres  días  más  tarde  llegaron  á  la  pa- 


^2  biografía 

rroquia  de  Sipi,  cerca  del  río  del  mismo  nombre.  Allí  se 
internaron  por  los  montes,  casi  cerrados;  subieron  en  me- 
dio de  las  lluvias  más  violentas  por  el  río  Garrapatas,  por 
cuyas  cabeceras  salía  la  trocha  del  proyectado  camino. 

"  Este  río — escribe  Acosta— poco  conocido  en  el  Cho- 
có, es  uno  de  los  más  bellos  y  alegres  que  he  visto:  sus 
riberas  ofrecen  sitios  muy  amenos  y  pintorescos,  no  ya 
orlados  de  bosques  sombríos,  como  los  otros  ríos  de 
aquella  Provincia,  sino  poblados  de  plantaciones  y  de  cam- 
pos sembrados  y  de  sementeras,  en  contorno  de  las  cho- 
zas de  los  naturales  de  Supi,  los  cuales  hacen  extensas  ro- 
cerías en  sus  orillas. 

"  Navegamos  tres  días  por  el  Garrapatas,  aunque  el 
úftimo  con  dificultad,  luchando  con  las  corrientes  impe- 
tuosas y  por  en  medie  de  rocas  erizadas  que  yacen  en  sus 
márgenes  con  más  frecuencia  á  medida  que  subíamos  á 
sus  cabeceras. 

"El  último  día  recorrimos  terrenos  nunca  antes  visi- 
tados por  hombres  blancos,  y  conocidos  tan  sólo  por  los 
pescadores  indígenas  ó  negros  alzados.  Así,  pues,  cual 
nuevos  conquistadores,  bautizamos  con  nombres  castella- 
nos varios  riachuelos  tributarios  y  lugares  ocultos  en  aque- 
llos montes. 

"Al  fin  fue  preciso  echar  pie  á  tierra  por  la  imposibi- 
lidad en  que  estábamos  de  navegar  más  por  la  corriente 
del  río.  Nos  internamos  entonces  por  las  selvas  vírgenes, 
siempre  azotados  por  sempiternas  lluvias,  saltando  por 
encima  de  postrados  troncos  de  árboles,  hundiéndonos 
hasta  la  cintura  entre  la  podrida  hojarasca,  con  riesgo  in- 
minente de  ser  picados  por  los  millares  de  reptiles  vene- 
nosos que  pueblan  esos  lugares.  Al  cabo  de  largas  horas 
de  marcha  llegamos  al  fin  al  término  de  la  montaña,  y 
entonces,  como  por  efecto  de  magia,  se  nos  presentó  un 
valle  perfectamente  poblado  de  naranjales;  al  salir  de  la 
selva   oscura  y  tenebrosa,  semejante  espectáculo   me  pa- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  73 

recio  el  más  hermoso  que  en  mi  vida  habia  contemplado! 
Ese  bosque  de  preciosos  árboles  ocupa  más  dé  una  legua, 
y  todos  ellos  estaban  cubiertos  de  azahares  que  esparcían 
el  más  suave  y  delicioso  aroma . .  El  sol  se  dejó  ver  al 
mismo  tiempo  y  á  su  brillante  luz  vimos  lucir  un  claro, 
abundante  y  bullicioso  arroyo — que  llamamos  el  Naran- 
jal— y  en  cuyas  orillas  fuimos  á  descansar. 

'Tasamos  todo  el  día  siguiente  en  las  chozas  de  algu- 
nos pescadores  que  vivían  en  la  margen  del  riachuelo,  y 
allí  estuvimos  encantados,  admirando  sin  cesar  aquel 
sitio  deleitoso  del  cual  no  teníamos  noticia. 

"  No  aguardábamos  con  impaciencia  á  los  cargueros 
que  se  habían  quedado  atrás  en  medio  de  la  oscura  mon- 
taña. Cuando  fue  preciso  continuar  marcha — el  30  de 
Octubre — fue  con  un  suspiro  que  nos  despedimos  de 
aquel  sitio  delicioso. 

"  No  bien  salimos  del  Valle  de  los  naranjos,  cuando 
nos  acometieron  de  nuevo  las  mismas  penalidades  que 
habíamos  sufrido  antes  por  en  medio  de  asperísimas  mon- 
tañas. 

"El  i.°  de  Noviembre  pernoctamos  en  el  valle  de 
Cáceres  (i),  al  cual  llegamos  muertos  de  hambre,  pero 
cuyas  limpias  y  cultivadas  colinas,  los  ganados  que  pacían 
en  los  prados  nos  alegraron  el  alma  y  formaban  contraste 
con  las  espesas  montañas  que  lo  circundaban.". . . . 

En  aquel  lugar  les  tenían  preparadas  bestias  de  silla 
y  comestibles  para  que  pudieran  continuar  el  viaje  con 
mayor  comodidad.  Pasaron  la  noche  agradablemente  en 
casa  de  un  señor  Romana  que  allí  vivía.  El  clima  era  fres- 
co, el  alojamiento  un  tanto  civilizado  ya;  así  fue  que  res- 
piraron con  delicia  los  ambientes  saludables  de  que  care- 
cían hacia  muchos  meses. 

(1)  No  meBciona  este  lugar  el  aefior  Felipe  Pérez  en  su  Oeograña, 
como  tampoco  el  Diccionario  Qeográflco  de  D.  J.  Es^erra  lo  nombra. 


74  biografía 

Al  día  siguiente  empezaron  á  bajar  las  faldas  de  la 
cordillera  que  se  extiende  hacia  el  valle  del  Cauca.  A  pe- 
sar de  que  el  camino  era  fragoso  y  empinado,  la  hermosa 
vista  que  tenian  por  delante  les  hacía  olvidar  un  tanto 
aquellas  penalidades.  Por  entre  las  abras  de  la  montaña 
podían  ver  aquí  y  allí  el  río  Cauca  y  los  bellos  paisajes 
que  le  circundan. 

Atravesaron  el  magníñco  río  Cauca,  en  un  paso  en- 
tonces casi  salvaje  y  que  hoy  día  se  encuentra  tachonado 
de  plantaciones  y  de  casas  de  campo  y  de  labor.  Se  detu- 
vieron en  Tuluá,  población  en  extremo  pintoresca,  situa- 
da á  orillas  de  un  río  que  lleva  su  mismo  nombre;  centro 
en  la  época  de  la  conquista  de  la  mansión  de  los  indios 
Fijaos, 

Al  día  siguiente  Acosta  llegaba  á  Buga. 

Pasó  el  resto  del  mes  de  Noviembre  en  comisiones 
repetidas  entre  Buga,  Cali  y  Popayán.  Estando  en  aque- 
lla .ciudad  recibió  una  comunicación  del  Vicepresidente,  el 
cual  lo  llamaba  á  Bogotá. 

A  ruego  de  Cancino,  que  sentía  mucho  la  separación 
de  su  lado  del  joven  Acosta,  permaneció  algunos  días  más 
ayudándole  á  organizar  la  Comandancia  militar  del  De- 
partamento. 

"  El  2  de  Diciembre — leemos  en  su  Diario — salí  de 
Popayán  en  compañía  de  mi  amigo  el  doctor  Cuervo, 
Asesor  del  Departamento,  que  iba  á  Bogotá  á  asistir  á  la 
reunión  del  Senado. 

''  Cancino  nos  acompañó  hasta  el  Puente  del  Cauca, 
en  donde  me  despedí  de  él  quizá  por  muchos  años.  Él  ha 
sido  para  mí  amigo  adicto  y  constante  y  con  quien  he  vi- 
vido siempre  en  la  mayor  armonía"  (i). 

Los  viajeros  continuaron  marcha.  Pasaron   por  los 

(1)  Aquella  amistad  se  oooservó  leal  j  aineera  hasta  la  oiaerte 
del  Coronel  Ganoino,  oeonrida  en  1848. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACOSTJL  75 

pueblos  de  Paniquitá  y  Sotorá  sin  detenerse.  El  4  de  Di- 
ciembre durmieron  en  un  tambo  llamado  Gabriel  Pérez,  á 
la  entrada  del  Páramo  de  Guanacas,  el  cual  cuenta  en 
aquel  punto  (según  Codazzi)  3,518  metros  sobre  el  nivel 
del  mar.  Al  día  siguiente  atravesaron  el  Paramo  sufriendo 
un  frío  intenso  y  por  medio  de  huesos  humanos,  ''los  cua- 
les— leemos  en  el  Diario^ — forman  por  largo  trecho  un 
vasto  cementerio  que  se  extiende  á  uno  y  otro  lado 
del  camino.  No  pudimos  menos  que  extremecernos  al 
oír  referir  como  han  perecido  allí  inmenso  número  de 
gentes,  casi  todas  ellas  víctimas  de  su  imprudencia,  y 
cuya  osamenta  yacía  insepulta  en  esos  helados  desiertos." 

En  el  camino  del  Páramo  se  le  reunieron  muchos 
otros  viajeros,  pues  todos  procuraban  buscar  compañía 
para  atravesar  soledades  tan  peligrosas. 

El  día  6  durmieron  en  Inza,  población  indígena  que 
hallaron  desamparada  por  sus  habitantes.  Pasaron  de  lar- 
go por  el  caserío  de  Pedregal,  también  solitario  y  sin  ha- 
bitantes y  orillando  el  caudaloso  río  de  La  Plata  llegaron 
el  7  á  la  ciudad  del  mismo  nombre  (i). 

En  La  Plata  permanecieron  los  viajeros  hasta  el  13 
del  mismo  mes,  en  que  continuaron  marcha.  Después  de 
atravesar  varios  caseríos  abandonados  con  motivo  de  las 
recientes  guerras  entre  peninsulares  y  americanos,  llega- 
ron el  15  á  Purificación. 

La  población  se  hallaba  de  fiesta,  pues  aquella  noche 


(1)  Esta  poblaeiÓDy  qoe  se  halla  en  el  Departamento  del  To- 
lima,  fae  eu  la  primera  époea  de  la  eooqaistaespa&oia  lagar  may 
rico  ooD  motivo  de  ana  íamoea  mln^i  de  plata  qoe  explotaban  los 
indire  en  las  inmediaciones.  Gomo  los  vecinos  indios  andaquie$ 
odiss^'n  á  los  eonqaistadores  los  atacaron  á  deshoras,  degollaron 
á  todos  los  vecinos  de  la  naciente  ciadad,  asf  como  á  los  aboríge- 
nes qoe  los  servían  j  cegaron  la  entrada  de  las  minas  con  tan 
baen  éxito  qae  Jamás  se  volvieron  á  encontrar.  A  pesar  de  qae  se 
Tolvió  á  poblar  el  sitio,  perdió  desde  entónese  sa  riqueza  y  sa  im- 
portancia. 


76  BIOGRAFÍA 

empezaban  á  celebrar  solemncmeute  los  aguinaldos.  Ai 
siguiente  día  atravesaron  el  río  Magdalena  y  pernoctaron 
en  Santa  Rosa;  el  i8  llegaron  á  Portillo,  y  el  20  se  detu- 
vieron en  Fontibón,  en  casa  del  cura.  Acosta  halló  que 
este  era  un  antiguo  condiscípulo  suyo — cuyo  nombre  no 
dice— y  apesar  de  las  instancias  que  les  hizo  para  que  pa- 
saran allí  la  noche,  siguieron  camino  hasta  Bogotá,  pues 
Acosta  no  veía  la  hora  de  volver  á  su  casa. 

A  pesar  de  su  deseo  de  ver  á  sus  hermanas  y  á  Do- 
mingo, mucha  tristeza  le  causó  encontrar  en  su  hogar  un 
lugar  vacio:  una.  desús  hermanas,  Mariquita,  había  sido 
segada  por  la  muerte  en  la  flor  de  la  edad,  en  Octubre  de 
1821. 

Durante  los  tres  años  de  ausencia  de  Bogotá,  el  jo- 
ven militar  había  cambiado  tanto  que  en  un  principio  su 
familia  no  le  reconoció.  Las  penalidades  de  una  vida  tan 
activa,  en  climas  tan  ardientes  y  malsanos,  había  tostado 
su  tez,  oecurecido  su  pelo  y  enronquecido  su  voz,  recia  y 
breve  ya,  como  convenía  á  un  militar. 

Durante  los  años  que  Acosta  había  trabajado  en  pro 
de  la  patria  en  el  valle  del  Cauca  y  el  Chocó,  sirviendo  á 
la  República  con  una  abnegación  tanto  más  meritoria 
cuanto  que  era  más  oculta  y  no  podía  ser  apreciada  de- 
bidamente, la  obra  de  la  Independencia  se  había  afir- 
mado. 

Bolívar — desde  principios  de  1822—  había  dado  li- 
bertad á  Venezuela  y  barrido  del  Sur  de  Colombia  los  úl- 
timos destacamentos  realistas  que  aún  se  encontraban 
allí.  Además,  se  había  logrado  que  la  Gran  Bretaña  y  los 
Estados  Unidos  ofrecieran  reconocer  próximamente  la 
nueva  República;  promesa  que  la  primera  cumplió  inme- 
diatamente. 

Empero,  la  obra  de  la  Independencia  no  estaba  com- 
pleta al  empezar  el  año  de  1823:  había  fuerzas  españolas 
en  Maracaibo;  los  peninsulares  eran  diicños   de  la  forta- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  77 

leza  de  Puerto  Cabello,  y  los  realistas  de  Pasto  se  habían 
levantado  en  armas  con  tanto  vigor  y  entusiasmo  que 
Bolivar  mismo  no  habia  logrado  sofocar  la  insurrección 
antes  de  embarcarse  para  el  Perú,  en  donde  iba  á  hacerse 
cargo  de  la  guerra  contra  España,  en  reemplazo  del  Ge- 
neral San  Martín,  que  se  retiraba  á  la  vida  privada. 

La  carrera  militar  activa  era  el  punto  de  mira  de  los 
jóvenes  colombianos,  y  todos  procuraban  tomar  su  pues- 
to entre  los  defensores  de  la  patria;  así  fue  que  Acosta  se 
vio  obligado  á  aceptar  con  honda  pena  el  empleo  que  le 
tenía  reservado  el  General  Santander  en  la  Secretaría  de 
Estado  y  de  Guerra,  adonde  pasó  como  oficial  segun- 
do.(i). 

Instado  por  sus  hermanas— ^que  quedaban  solas  en 
Bogotá,  pues  Manuel  vivía  en  Guaduas  y  Domingo  pre- 
paraba viaje  para  Europa; — ^apremiado  por  el  General 
I  Santander,  que  le  aseguraba  podía  servir  mejor  á  su  pa- 
'  tria  en  aquel  destino  que  con  las  armas  en  la  mano;  es- 
trechado por  sus  amigos  que  le  manifestaban  lo  honroso 
que  era  aquel  empleo;  al  fin  convino  en  ello,  aunque  su 
destino  le  impediría  dedicarse  á  una  de  las  dos  carreras 
que  deseaba  seguir,  la  militar  y  los  estudios  científicos. 
Procuró  sin  embargo  continuar  sus  estudios  sin  abando- 
nar el  destino  que  desempeñaba  con  abnegación  y  acti- 
vidad. Obtuvo  que  el  Coronel  de  Ingenieros  D.  José 
Sanz  le  diera  lecciones  prácticas  de   ingeniería  militar  y 

(1)  Hé  aqaí  el  nnmbra miento:  ' 

''RRPUBLIOA    DB  COLOMBIA 

Franoisoo  de  Paula  Santander,  Vicepresidente  de  la  RepA- 
bliea,  eto.  eto.  ete. 

Atendiendo  el  mérito  y  aptltod  del  Capitán  de  Infantería 
JoaqnÍQ  Aeoeta,  he  venido  en  nombrarle  Olioial  segondo  de  la 
fleeretarf  A  de  Estado  y  del  Despacho  de  Gaerra,  etc. 

Dado,  firmado  á  23  de  Diciembre  de  1822,  1 2.  *"  de  la  Inde- 
pendencia. 

Fhahcisoo  dk  P.  Sartandbb.*' 


jS  BIOGRAFÍA 

matemáticas,  y  en  sus  ratos  de  ocio  estudiaba  asidua- 
mente ciencias  naturales,  comprando  para  el  caso  todos 
los  libros  que  podían  hallarse  entonces  en  Bogotá  relati- 
vos á  estos  estudios. 

Entretanto  graves  y  trascendentales  acontecimientos 
tenían  lugar  en  la  capital  de  la  República.  El  Congreso 
de  Colombia  que  debió  de  haberse  reunido  allí  el  2  de 
Enero  de  1823,  no  pudo  hacerlo  hasta  Abril  del  mismo 
año  por  falta  de  quorum.  Los  Diputados  del  Sur  no  pu- 
dieron llegar  á  tiempo  impedidos  por  los  desórdenes  de 
Pasto,  y  por  dificultades  también  habidas  en  Venezuela 
dejaron  de  asistir  algunos  Diputados  de  las  Provincias 
venezolanas. 

Mientras  que  se  aguardaba  la  definitiva  reunión  del 
Congreso  Constitucional  libremente  elegido  por  los  pue- 
blos que  formaban  aquella  gran  República,  se  agriaban 
los  ánimos  en  Bogotá;  revivían  las  viejas  rencillas  entre 
antiguos  rivales;  tomaba  la  prensa  cartas  en  delicadísimas 
cuestiones  personales  y  se  preparaba  una  de  las  acusacio- 
nes más  injustas  que  jamás  se  han  hecho  contra  un  pa- 
triota. Me  refiero  al  General  Nariño. 

Hacía  pocos  meses  que  Nariño  había  llegado  á 
Bogotá,  minada  su  salud  por  los  mil  trabajos  sufridos 
en  campañas  y  prisiones  por  servir  á  su  patria.  Nom- 
brado Senador,  sus  enemigos  rehusaron  darle  asiento 
en  aquel  recinto,  inventando  para  sacarle  de  allí  una 
patraña  y  sacando  á  luz  una  antigua  ley  española  ya 
olvidada.  Nariño  se  defendió  desde  la  barra  con  una 
elocuencia,  una  energía  y  una  ciencia  tan  extraordinarias 
que  pulverizó  á  sus  enemigos.  Estos  no  tuvieron  entonces 
otra  cosa  qué  contestarle,  sino  que  no  merecía  el  asiento 
en  el  Senado,  porque  había  estado  ausente  del  país  por  su 
gusto.  Por  su  gusto!  Cuando  los  últimos  años  los  había 
pasado  preso  en  la  carraca  de  Cádiz! 

A  esta  última  acusación  contestó  haciendo  un  resu- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  79 

men  de  su  vida  que  dejó  atónitos  y  mudos  á  los  ingratos 
que  asi  le  perseguían. 

''No  se  ha  borrado  todavía  después  de  tantos  años 
(escribía  D.  Mariano  Ospina  en  1849)  la  profunda  impre- 
sión que  en  nuestro  ánimo  produjo  la  poderosa  voz  del 

decano  de  los  Proceres  de  la  Independencia Delante 

de  él  el  Senado  entero,  conmovido,  inclinó  sus  respetables 
canas;  enternecidos  todos,  entusiasmados,  derramaban 
lágrimas  y  batían  las  manos,  y  por  unanimidad  fue  ab- 
suelto  délos  cargos  que  le  habían  hecho " 

Sin  embargo,  las  enfermedades  que  le  aquejaban  no 
le  permitieron  gozar  de  su  triunfo  sobre  los  enemigos  de 
su  fama  y  de  su  mérito;  tuvo  que  abandonar  las  labores 
públicas,  retirarse  al  campo  y  después  buscar  auras  más 
propicias  en  la  villa  de  Leiva,  en  donde  murió  el  13  de 
Diciembre  de  aquel  año. 

Apenas  había  cumplido  Nariño  cincuenta  y  ocho 
años  y  hacia  cerca  de  veintinueve  que  trabajaba  para  dar 
independencia  á  su  patria.  Parecía  como  si  un  sino  ma- 
léfico le  persiguiera  siempre:  jamás  dejó  de  ser  desgracia- 

* 

do  en  sus  empresas  y  desafortunado  en  la  guerra;  á  pesar 
de  su  abnegación,  de  sus  talentos,  de  su  grande  instruc- 
ción y  de  la  manera  habilísima  con  que  preparaba  los 
planes  políticos  y  de  guerra,  éstos  pocas  veces  dejaron  de 
fracasar. 

A  él  debió  de  haber  tocado,  y  no  á  Bolívar,  dar  defi- 
nitiva libertad  á  la  Nueva  Granada;  y  si  en  1814  no  le 
traicionaran  en  Pasto,  la  obra  de  !a  Independencia  hubie- 
ra sido  suya;  ésta  entonces  tomara  otro  giro,  diferentes 
serían  los  hombres  que  figuraran  en  la  política  y  se  salva^ 
ran  los  grandes  patriotas  que  fueron  fusilados  por  los 
peninsulares  en  1816.  ¿Hubiera  tenido  así  mejor  éxito  la 
Independencia  ó  peor?  ¿Quién  lo  sabrá?  Quizás  se  necesi- 
taba el  bautismo  de  sangre  que  regó  la  naciente  Libertad 
para  que  la  idea  de  separación  de  España  fuera  definitiva. 


SEGUNDA  PARTE. 


CAPITULO  I 


TRES  AÑOS  EN   BOGOT.Í    (DE  1823  i.  1825), 


El  primer  Congreso  Constitucional  de  Colombia  se 
ocupó  activamente  en  vigorizar  el  Gobierno  interior  de  la 
nueva  República,  así  como  en  trabajar  para  que  los  Estados 
europeos  reconociesen  su  independencia  perpetua  de  la 
Madre  Patria;  se  aprobaron  los  tratados  hechos  con  Ee- 
piiblicas  vecinas;  se  promulgaron  leyes  importantísimas; 
se  concedieron  privilegios  para  que  se  organizasen  vías 
de  comunicación  con  el  extranjero. . . .  En  fin,  este  fué 
uno  de  los  Congresos  que  trabajó  con  maj'or  actividad  y 
patriotismo  para  dar  formará  his  nuevas  coníjuistas  de  la 
libertad  en  América. 

El  siguiente  Congreso,  que  se  reunió  en  Abril  de  1824, 
afirma)  la  situación  política,  fiscal  y  económica  de  la  lie- 
pública.  Xecesitabase  á  la  cabeza  del  Gobierno  hombres 
prudentísimos,  sensatos  y  de  excepcionales  talentos  ad- 
ministrativos, pues  era  preciso  atender  á  la  defensa  de 
la  Kepública  en  todas  sus  fronteras,  y  crear  recursos  y 
levantar  los  Ejércitos  que  necesitaba  el  Libertador  para 
coDtinuar  la  guerrra  en  el  Perú.  El  6  de  Agosto  de  ese 

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lo.Á.  y  •.>'>:•;  t»>i'j  HH  B-í,:>:á.  A¿:  jr'-i^e  el  joven  Acosta  con 
.a  .íi'-a  ^]r  p¿i*'-tr  ios  ni«rj«jr»-»  afl*:»?  de  su  v¡»ia  «inrieodo 
•.*;rí,pre  í^?t<r  ^r*>s  empleos,  ci:ar.do  si  hubiera  logrado  par- 
tir con  .S'icre,  o^rno  tanto  lo  deseaba,  sin  duda  su  carrera 
\íi\\\x^r  í'^i^TTk  tan  brillante  como  la  de  sus  comfKweros  de 
arina-t  que  tomaron  parte  en  la  campaña  del  Sur. 

\)iM  añ^js  deapués  de  su  regresíi  del  Chocó,  \  á  pesar 
de  hxx  cíinaagnu.'ión  y  laíxniosidad^  aún  se  encootraba 
desempeñando  el  mismo  destino  en  la  Secretaría  de  Gue- 
rra. Pero  c^imo  lo  hemos  dicho  antes,  era  orgulloso,  y  no 
pedía  jamáíi  aquello  que  merecía  si  sus  superiores  olvida- 
ban sus  méritos.  Empero,  al  fin,  se  agotó  su  paciencia, 
pues  entre  sus  pa[>eles  encontramos  los  siguientes  docu- 
mentos, que  pintan  su  caiácter  y  dejan  conocer  las  recón- 
ditas aspiraciones  de  su  alma. 

Ninguna  de  las  dos  cartas  tiene  dirección.  Hé  aqaí 
la  primera : 

*' Ex(mo,  Señor 

^Moaquín  Acosta,  Capitán  Oficial  de  número  de  la 
Sección  2?  de  !a  Secretaría  de  Guerra  solicita  de  V.  E. 
respectuosamente  le  destine  á  una  de  las  Compañías  de 
Artillería  que  componen  la  media  Brigada  de  este  De- 
partamento. Muy  persuadido,  señor,  de  que  un  Oficial 
está  obligado  á  prestar  servicios  en  donde  el  Gobierno  los 
crea  necesarios,  y  no  donde  él  gusta,  me  permito  sinem- 
bargo  hacer  á  V.  E.,  las  reflexiones  que  han  motivado 
mi  solicitud.  El  empleo  que  por  más  de  dos  años  he  ejer- 
cido con  la  esactitud  y  escrupulosidad  que  acreditaré  á 
V.  E.,  si  lo  considerare  necesario,  me  ha  perjudicado  en 


DEL  aBNEBAL  JOAQUÍN  ACOSTA  83 


's^s^\^>,^\.^^^\^^s-^\^*^^^>^>^^»^\^.^\^*L^>L^^>i^^y^,^       ^^^^^v^v 


mi  salud,  en  mi  carrera  y  talvez  en  mi  reputación ; 
la  continuación  en  él  ui  me  ofrece  perspectiva  alguna  de 
ascenso  ni  permite  que  adquiera  ninguna  especie  dejfins- 
trucción  porque  ocupa  todo  mi  tiempo.  íío  sucederá  así 
en  el  servicio  de  una  compañía;  allí  podré  pretender  cian- 
do no  á  los  ascensos  de  aptitud,  al  menos  á  los  de  anti- 
güedad ;  allí  podré  dedicarme  á  otros  estudios  que}¡un 
día  me  recomienden,  porque  Excmo.  Señor,  yo  no  busco 
todavía  el  reposo  y  la  oscuridad,  yo  aspiro  á  ser  útil 
á  mi  patria,  pero  en  donde  se  conozca  que  lo  soy. 

''La  situación  de  mi  familia  en  esta  capital  es  lo  que 
me  hace  únicamente  desear  la  continuación  de  mis  ser- 
vicios por  ahora  en  ella,  pero  si  V.  E.  tuviera  por  con- 
veniente destinarme  á  otro  lugar,  iré  con  gusto  por  no 
permanecer  en  un  destino  que  me  sujeta  diariamente  á 
comparaciones  dolorosas  con  los  empleados  de  otras  cla- 
ses de  las  Secretarías. 

"AV.  E.,  intereso  y  suplico  ardientísimamente  atien- 
da mi  petición  que  considero  justa  y  asequible  cuando  las 
compañías  de  Artillería  están  vacantes  con  perjuicio  de 
la  disciplina,  y  cuando  mi  destino  actual  es  de  tan  poca 
importancia  que  cualquiera  puede  desempeñarlo. 
"  Excmo.  Señor 

Joaquín  Agosta." 


Sin  duda  no  debieron  de  aceptarle  su  dimisión  inme- 
diatamente, y  entonces  escribió  la  siguiente  carta  á  algún 
alto  empleado  del  Gobierno,  amigo  suyo,  pero  que  no 
nombra : 

"Usted  quiere  saber  las  razones  que  ban  motivado 
mi  persistencia  en  la  renuncia  que  hice  del  empleo  en  la 
Secretaría,  voy  á  complacerlo. 

"  Usted  sabe  que  yo  abrasó  en  el  año  de  19  la  carrera 
militar, — dejando  mis  estudios  en  el  Colegio,  que  debería 
concluir  ese  año, — contra  la  voluntad  de  mi  familia  y  de 


84  BIOGRAFÍA 


mis  preceptores,  que  se  prometían  alguna  cosa  de  mí, 
V  aun  el  General  Santander  me  disuadía.  Pero  yo  llevt? 
á  cabo  mi  propósito  por  el  convencimiento  que  tenía  de 
que  la  Patria  necesitaba  entonces  soldados  y  no  letrados. 
Llegué  en  la  carrera  militar  basta  el  grado  de  Capitán. 
Volví  á  Bogotá  en  Diciembre  de  1822,  llamado  li  ocupar 
la  plaza  de  Oficial  2?  en  la  Secretaría  de  Guerra,  que 
desempeñé,  creo  que  á  satisfacción  del  Secretario,  á  lo 
menos  así  me  lo  dijo  al  partir  á  campaña  el  Oficial  1?  En- 
tonces iba  yo  á  ocupar  el  lugar  primero  de  la  Oficina, 
pero  á  ese  tiempo  se  bizo  el  último  arreglo  en  las  Secre- 
tarías. Algunos  amanuenses  ascendieron  á  jefes  de  Sec- 
ción y  yo  fui  nombrado  Oficial  de  número,  no  sé  si  por 
incapacidad  ó  por  otras  razones.  Sorprendido  más  bien 
que  afligido  con  este  nombramiento,  me  propuse  probar 
al  Gobierno  que  no  era  inepto ;  así  fué  que  sin  amanuen- 
ses ni  Jefe  en  la  Sección  be  despachado  cuanto  se  me  ba 
presentado  en  ella,  sin  permitir  que  nadie  se  mezclase 
en  ayudarme. 

"  El  mismo  General  Santander  cuando  ba  faltado  el 
Oficial  Mayor  temporalmente  me  ba  encargado  de  la  Se- 
cretaría aun  babiendo  Jefes  de  Secciones.  Pero  han  co- 
rrido cerca  de  dos  años ;  mi  salud  se  resiente  ya ;  estoy  ho- 
rrorizado de  haber  sufrido  tan  largo  tiempo  por  modera- 
ción; mis  amigos  todos  me  aconsejan  pase  á  nú  cueipo 
en  donde  está  vacante  la  11^  Compañía  que  me  toca.  He 
solicitado  esto  sin  dar  ninguna  de  las  razones  que  acabo 
de  exponerle,  sino  únicamente  la  decadencia  de  mi  salud. 
¿  Y  como  podría  yo  alegar  que  mis  servicios  valen  algo  ? 
Xo,  yo  no  quiero  que  sean  recompensados  si  no  que  deseo 
que  se  me  haga  justicia  y  no  otra  cosa.  Lo  demás  tam- 
poco lo  diría  sino  á  usted. 

"  El  Vice-presidente  ha  suspendido  decretar  mi  re- 
presentación basta  la  venida  del  General  Soublette,  en- 
tonces me  harán  Jefe  de  Sección,  pero  yo  no  quiero  de 
ninguna  manera  continuar  en  una  Secretaría  en   que  he 


DEL  GENEBAL  JOAQUÍN  AGOSTA  85 

sido  frecuentemente  desairado ;  quiero  pasar  á  rai  Cuerpo. 
Sé  que  no  se  pasará  mucho ,  tiempo  sin  que  el  Coman- 
dante deje  el  servicio,  y  entonces,  sino  se  me  hace  una 
nueva  injusticia,  mandaré  la  media  Brigada.  En  verdad 
que  no  puedo  negar  que  me  es  muy  doloroso  ver  á  to- 
dos mis  condiscípulos  como  á  C**,  por  ejemplo,  gozando 
de  consideraciones  en  altos  empleos,  porque  prefirieron 
quedarse  en  el  seno  de  sus  comodidades,  mientras  que 
yo  me  be  didicado  exclusivamente  al  servicio  de  mi  Pa- 
tria durante  los  seis  años  más  preciosos  de  mi  vida Si 

usted  puede,  pues,  suplique  encarecidamente  al  General 
Soublette  que  me  conceda  el  pase  como  una  gracia,  por- 
que el  9*ire  que  respiro  en  la  Secretaría  amarga  mi  exis- 
tencia." 


Sin  duda  el  Gobierno  acabó  por  concederle  lo  que  pedía, 
pues  encontramos  un  despacho  del  Poder  Ejecutivo  y  un 
Decreto  '^  que  confiere  la  primera  Compañía  de  la  media 
Brigada  de  Artillería  de  esta  Capital  de  Bogotá,  al  Ca- 
pitán de  la  misma  arma  Joaquín  Agosta." 

Este  Decreto  fué  dado  el  23  de  Julio  de  1825,  y  fir- 
mado por  el  General  Santander  y  el  General  Soublette. 

Entre  tanto  los  negocios  políticos  parecían  prósperos. 
El  Congreso  que  se  hs^bía  reunido  en  Bogotá  al  princi- 
piar el  ano  de  1825,  babfa  expedido  leyes  importantísi- 
mas. El  Gobierno  recibió  con  señales  de  aprecio  y 
gratitud  al  primer  Ministro  que  envió  la  Gran  Bretaña 
a  la  República  de  Colombia,  y  en  los  Estados  Unidos  y 
en  Inglaterra  fueron  recibidos  con  particular  atención  los 
Enviados  Diplomáticos  colombianos :  todo  parecía  pre- 
sagiar una  era  de  unión  y  de  paz,  de  progreso  y  de  pros- 
peridad. Sin  embargo,  desde  el  principio  del  año  se  había 
empezado  á  formar  sobre  el  horizonte  político  la  nube 
de  tempestad  que  no  muy  tarde  debería  ser  una  de  las 
causas  de  la  disolución  de  la  Gran  Colombia ;  hablo  del 
famoso  proceso  del  venezolano  Coronel  Infante. 


86  BIOOBÁFÍA 


Entre  los  papeles  de  A.gosta  hemos  encontrado  una 
carta  suya  dirigida  á  algún  amigo  ausenta  (probablemen- 
te en  Quito),  en  qae  habla  con  extensión  de  aquel  asunto. 

Hé  aquí  la  carta  copiada,  pero  sin  dirección  ni  fecha : 

''Mi  querido  amigo: 

"  Contesto  á  tu  apreciable  del  30  de  Octubre,  que  me 
ha  sido  muy  satisfactoria.  Beoibf  las  gacetas  y  las  he 
leido  con  gusto  porque  contienen  artículos  interesantes. 
Siento  mucho  que  no  nos  sea  concedido  verte  por  ahora  en 
esta  ciudad,  pero  espero  que  esta  resolución  no  sea  eter- 
na y  que  en  el  año  que  entra  te  permitan  tus  negocios 
venir  á  abrazar  á  tus  amigos.  Acepto  la  oferta  que  rae 
haces  de  mandarme  todo  lo  que  salga  de  esa  Imprenta 
que  es  libre. ...  y  no  como  otras. 

''  Quieres  que  te  instruya  de  lo  más  digno  de  saber* 
se  que  pase  en  esta  Capital  y  voy  á  satisfacerte  refiriéndote 
circunstanciadamente  el  asunto  que  por  ahora  ocupa  más 
la  atención,  después  de  los  importantes,  como  el  recono- 
cimiento de  la  IndepenSencia,  la  Guerra  del  Peni  etc.,  rae 
refiero  al  Coronel  Infante. 

*'  El  Coronel  Infante  acusado  y  convencido  (delante 
de  un  primer  Consejo  de  Guerra  de  Oficiales  generales) 
de  homicidio  sobre  la  persona  de  un  Oficial  inerme  en 
las  calles  de  esta  Capital  fué  sentenciado  á  muerte. 
Anulado  ese  Consejo  por  una  falta  leve  en  su  iormación 
en  la  Corte  Marcial,  se  reunió  de  nuevo,  compuesto  de 
diferentes  miembros,  los  cuales  también  fallaron  á  muer- 
te. Todos  encontraron  á  este  hombre  culpable  y  cuando 
se  esperaba  la  confirmación  de  la  sentencia  por  la  alta 
Corte,  hemos  visto  con  asombro  que  el  Presidente 
del  Tribunal  ha  rehusado  firmar  el  fallo  de  la  Ma- 
yoría de  él,  que  confirma  la  sentencia  de  los  Consejos. 
Esto  ha  entorpecido  la  expedición  de  este  negocio  que 
tiene  en  expectativa  al  público  y  á  los  extrangeros  que 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  87 

DO  se  creerán  seguros  si  queda  impune  este  crimen.  Es 
menester  confesar  amigo  mío,  que  basta  ahora  todas  las 
censuras  de  nuestros  periódicos  han  versado  sobre  los 
Poderes  Ejecutivos  y  Legislativos,  como  los  que  pueden 
trastornar  todo  el  orden  social ;  sin  hacer  caso  de  los  abu- 
sos del  Judicial.  Ya  sea  porque  los  consideramos  hijos  de 
nuestra  monstruosa  jurisprudencia,  ó  porque  tienden  sólo 
á  oprimir  á  los  individuos  ¡  Como  si  la  impunidad  de  un 
delito  no  fuese  un  ataque  contra  la  sociedad,  ó  como  si 
hombres  qne  disponen  de  nuestra  propiedad  y  aun  de 
nuestra  vida  no  merecen  toda  nuestra  severidad  y  vi- 
gilancia. 

"  Jouy  ha  dicho  que  es  particularmente  en  estas  épo- 
cas terribles,  en  que  los  Estados  conmovidos  por  fuertes  sa- 
cudimientos procuran  consolidarse  sobre  bases  constitu- 
cionales, que  depende  la  suerte  de  los  Imperios  del  valor 
ó  la  cobardía,  de  la  integridad  ó  la  corrupción  de  los 
jueces. 

^'  Veamos  ahora  como  están  formados  nuestros  Tri- 
bunales :  comencemos  por  la  Corte  del  Norte  que  se  dis- 
tingue por  su  debilidad  é  inconsecuencia;  la  del  cen- 
tro ha  sido  acusada  ante  el  Senado  y  algunos  de  sus  in- 
dividuos convencidos  de  prevaricato  y  de  notorias  injus- 
ticias ;  la  del  Sur,  que  vive  en  la  oscuridad,  pero  que  no 
IK)r  eso  hemos  dejado  de  tener  noticia  de  lo  desconcep- 
tuados que  están  sus  miembros,  y  por  último  la  alta 
Corte,  que  aún  conservaba  su  reputación,  se  halla  hoy 
desacreditada  por  uno  de  los  jueces  que  la  compone. 

^*  Si  es  verdad,  como  dice  d'  Aguesseau,  que  un  juez 
que  no  es  un  modelo  de  probidad  no  és  hombre  honra- 
do, que  los  ciudadanos  escogidos  para  juzgar  á  sus  com- 
patriotas deben  tener  costumbres  intachables  {  qué  con- 
fianza podremos  depositar  en  un  juez  cuyos  desordenes 
de  an  vida  privada  son  notorios,  y  no  se  avergüenza  en 
confesarlo ;  que  bebe  con  exceso :  que  se  le  encuentra  en 
juegos  púbicos,  muchas  veces  desde  ponerse  el  sol  hasta 


88  BIOGRAFÍA 


el  día  siguiente,  y  que  para  que  se  cumpla  con  la  or- 
den de  finalizar  el  juego  por  ser  el  día  fijado,  hace  llevar 
la  mesa  á  su  casa  de  habitación  y  continúa  allí  jugando  ? 

^'Es  preciso  sin  duda,  y  la  conciencia  lo  dicta,  que  los 
hombres  llamados  para  ejercer  la  preciosa  facultad  de 
dirimir  las  contiendas  de  sus  compatriotas  tengan  la  con- 
ducta más  pura,  y  todo  ciudadano  tiene  derecho  de  pe- 
dirselo. 

'^  Yo  quisiera  que  allá  dijesen  algo  sobre  esto  en  la 
gaceta,  yá  que  á  nosotros  nos  lo  impide  la  falta  de  un 
periódico,  porque  la  Oaceta  de  Colombia  se  ocupa  casi 
enteramente  de  artículos  oficiales. 

'^  Termino  pidiéndote  perdón  por  mi  pesada  disertación 
y  repitiéndome  cordial  mente  muy  tuyo. 


Como  se  ha  visto  el  Presidente  del  Tribunal  de  la  Alta 
Corte  de  Justicia  había  rehusado  terminantemente  firmar  la 
sentencia  de  muerte  contra  el  negro  Infante,  su  compatriota, 
hombre  terrible  que  tenía  en  alarma  á  Bogotá  cuando  salía 
por  la  noche  á  rondarlas  calles  y  atacar  á  los  pacíficos  tran- 
seúntes con  chanzas  al  uso  llanero.  Al  fin,  sea  con  justicia  ó 
sin  ella,  se  acusó  al  Coronel  Infante  de  haber  cometido  un 
asesinato  en  la  persona  de  un  Teniente  Francisco  Perdo- 
mo,  cuyo  cadáver  apareció  una  mañana  debajo  del  puen- 
te de  San  Victorino.  El  proceso  despertó  mil  rencillas  ol- 
vidadas y  se  formaron  dos  campos  opuestos  en  la  opinión 
pública :  los  neogranadinos  dieron  por  cierta  la  culpa- 
bilidad  del  militar  venezolano,  y  los  venezolanos  se  des- 
ataron en  improperios  contra  el  Vicepresidente  Santan- 
der y  contra  los  miembros  de  los  Tribunales  que  habían 
condenado  á  Infante.  Esta  situación  se  agravó  cuando  la 
Alta  Corte  de  Justicia  lo  sentenció  también  á  muerte  ; 
negándose  el  doctor  Peña — Presidente  del  Tribunal — á 
firmar  la  sentencia.  A  pesar  de  todo  Infante  fué  pasado 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  89 

por  las  armas  en  la  plaza  ma3'or  de  Bogotá  el  26  de  Mar- 
zo de  1825. 

Acusado  el  doctor  Peña  ante  el  Senado  por  haber 
violado  las  leyes  (por  la  falta  cometida  al  no  dar  su  fir- 
ma y  el  mal  ejemplo  que  con  aquello  daba  al  país)  fué 
suspendido  de  su  empleo  por  un  año.  La  sentencia  del 
Senado  produjo  en  el  doctor  Peña  tal  indignación,  que 
salió  inmediatamente  de  Bogotá  y  partió  para  Venezuela, 
no  sin  haber  jurado  vengarse  de  cuantos  neogranadinos 
habían  tenido  parte  en  la  sentencia  dada  contra  él.  Aque- 
llas amenazas  no  fueron  vanas,  las  cumplió  al  pie  de  la 
letra.  Se  fué  á  unir  al  General  Páez  y  trabajó  sin  cesar 
en  la  obra  de  separar  á  Venezuela  de  la  Nueva  Granada, 
lo  cual  dio  por  tierra  con  la  Gran  Colombia  en  1830  y 
mató  de  pesadumbre  el  gran  Bolívar,  el  padre  y  crea- 
dor de  ella. 

CAPITULO  II 


DOMINGO  AGOSTA. 

No  habrá  quizás  tres  personas  vivas  en  todo  el  mun- 
do que  sepan  quién  fué  Domingo  Acosta,  y  sin  embargo 
sirvió  á  su  Patria  largos  años  en  destinos  diplomáticos, 
y  fué  apreciado  y  considerado  por  cuantos  le  conocieron. 
Era  hombre  instruido  y  de  clara  inteligencia,  pero  dema- 
siado filósofo  para  ocuparse  de  la  política  activa  de  su 
país ;  se  contentaba  con  servir  á  su  Patria  desde  lejos. 

Deseando  que  este  hermano  de  mi  padre  no  sea  olvi- 
dado por  sus  conciudadanos,  dedicaré  un  capítulo  á  re- 
cordarle. 

Inspirado  el  Libertador  por  el  deseo  de  terminar  de 
una  manera  pacífica  y  honrosa  la  guerra  con  la  Madre 
Patria,  creyó  prudente  nombrar  dos  comisionados  diplo- 
máticos, con  el  carácter  de  Ministros   Extraordinarios   v 


90  •  BIOGRAFÍA 

Plenipotenciarios  cerca  de  la  Corte  de  Madrid :  D.  Tibur- 
cio  Echeverría  y  D.  José  Eafael  Eevenga.  Pero  aquel 
deseo  no  tuvo  efecto ;  la  Corte  española  se  negó  á  reci- 
birlos, y  fueron  expulsados  de  Madrid  sin  haber  podido 
hacer  ningún  arreglo.  El  primero  de  éstos  murió  en  Dieppe, ' 
poco  después,  y  su  compañero  de  misión  regresó  á  Bo- 
gotá en  1822.  Nombrado  segunda  vez  Ministro  Pleni- 
potenciario cerca  del  Gobierno  de  la  Gran  Bretaña,  se 
le  señaló  como  Secretario  de  la  Legación  á  Domingo 
Acosta  (1)  entonces  2?    Oficial  de  la    Secretaría    del 

Interior '^  Este  individuo  (se  le  dice  en  una  nota) 

está  inclinado  á  pasar  al  continente  con  corresponden- 
cias impoitantes  de  que  hablaré  á  usted  después.'' 

Como  estas  misiones  diplomáticas  de  la  primera  era 
de  la  República  de  Colombia  son,  por  lo  general,  poco  co- 
nocidas del  público  de  estos  tiempos,  quiero  trascribir 
aquí  parte  de  las  instrucciones  que  se  daban  al  Ministro 
Eevenga.  Hé  aquí  algunos  párrafos  importantes : 

" Ya  usted  comprenderá  muy  bien   que  su  misión 

á  Inglaterra  abraza  por  ahora  dos  extremos  principales. 
El  primero  es  pura  y  simplemente  político  ;  el  segundo 
mira  á  la  concentración  de  nuestros  intereses  fiscales  en 
una  sola  mano. 

^^  En  cuanto  al  primero,  además  de  lo  que  tengo  dicho 
antes,  no  debe  usted  perder  de  vista  nuestra  situación 
peculiar  con  respecto  á  cada  una  de  las  naciones  euro- 
peas. La  Gran  Bretaña,  sobre  todo,  está  llamada  por  su 
naturaleza  á  cultivar  con  nosotros  las  más  estrechas  rela- 
ciones. Si  la  rivalidad  es  el  más  poderoso  móvil  de  los  Go- 
biernos, usted  tiene  ahora  en  su  poder  el  hacer  mérito,  y 

(1)....  Su  Excelencia  el  Vicepresidente  déla  Eepública  ha  resuelto 
que  acompañe  &  usted  el  Oficial  2.o  de  la  Secretaria  del  Interior,  señor 
Domingo  Acosta,  con  el  carácter  y  sueldo  de  Secretario  de  la  liegación 
£8  sujeto  de  toda  confianza,  usted  podrá  valerse  de  él  según  lo  exijan 
las  circunstancias  y  las  instrucciones  que  comunicaré  después.'* 

(Véanse  Instrucciones  al  honorable  José  Bafael  Eevenga  Julio  1622. 
Anales  Diplomáticoi  de  Colombia  por  Pedro  J.  Cadena,  página  445). 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  91 

aan  exagerar  las  ventajas  que  los  Estados  Unidos  van  á 
reportar  de  su  polftioa  franca  y  anoiistosa  hacia  nosotros. 
Todo  esto  debe  contribuir  poderosamente  á  aumentar  la 
opinión  de  la  nación  británica  á  nuestro  favor  y  obligar 
á  su  Gobierno  á  tomar  un  partido  decisivo.  La  imprenta 
libre  de  Inglaterra  presentará  á  usted  ocasiones  frecuen- 
tes en  qué  hacer  relucir  sus  talentos,  pintando  nuestros 
progresos,  nuestra  robustez  y  nuestra  organización  como 
«68  ella.  Para  lograrlo  con  mayor  éxito  el  Gobierno  pone  á 
«u  disposición  una  suma  que  no  exceda  de  cuatrocientas 
libras  esterlinas  al  año  con  qué  gratificar  á  los  editores  é 
impresores  que  sean  nuestros  amigos 

^^ Bl  Gobierno  quiere  que  usted  entable  las  rela- 
ciones más  íntimas  y  estrechas  con  el  Ministro  Plenipo- 
tenciario de  los  Estados  Unidos  en  la  Corte  de  Londres. 
El  reconocimiento  publico  que  acaba  de  hacer  su  Go- 
bierno no  puede  dejar  de  estimular  á  sus  agentes  á  obrar 
con  firmeza  y  energía,  cooperando  á  que  las  demás  nacio- 
nes sigan  8u  mismo  ejemplo.  Nuestras  instituciones  polí- 
ticas han  excitado  en  los  Estados  Unidos  la  más  grande 
admiración  y  tenido  no  poco  influjo  en  la  marcha  de  su 
política.  Se  ha  considerado  allí  como  un  gran  bien  para 
los  destÍT)OS  futuros  de  este  continente  el  que  la  Eepúbli- 
ca  se  haya  establecido  sobre  principios  tan  liberales  y 
filantrópicos  como  ellos,  al  mismo  tiempo  que  en  el  Perú 
se  restablecen  los  títulos  de  Castilla,  en  México  se  suspi- 
ra por  un  Príncipe  extranjero,  y  Chile  y  Buenos  Aires 
existen  todavía  sin  leyes  fundamentales.'' 

Curioso  es  ver  delineado  el  origen  de  la  Deuda  Exte- 
rior, que  tantos  dolores  de  cabeza  ha  causado  á  todos  los 
Gobiernos  que  se  han  sucedido  en  el  país  desde  entonces. 

^^ Usted,  que  ha  estado  á  la  cabeza  del  Ministerio 

áe  Hacienda  (le  dicen  más  lejos)  está  perfectamente  im- 
puesto del  origen  y  progresos  de  lo  que  actualmente  se 
llama  Deuda  Nacional.  Ella  dimana  en  gran  parte  de  con- 
tratos celebrados  en  Angostura  en   tiempos  apurados,   y 


92  BIOGRAFÍA 


-^\^'^«^>%/ni«>«<A^,«^«~«<>\>lV,«V^^<iV>V<^«>.  ^  ^  ^-^J'  ^  ^   f     -    ^    ^  ^    J^»^»^>^»»»»>i^>^>^» 


de  los  empeOos  que  el  señor  Méndez  contrajo  á  nuestro 
nombre  en  Inglaterra  y  que  fué  necesario  reconocer  por 
lo  crítico  de  las  circunstancias.  Por  aquellas  contratas  y 
estos  empeños  nos  constituímos  obligados  á  pagar  Iob 
avances  que  se  nos  hicieron  en  plazos  determinados.  Pera 
la  penuria  de  nuestro  Erario  no  nos  permitió  cumplir 
nuestiaa  promeafts,  y  nuestros  acreedores  tuvieron  que 
sufrir  un  grave  trastorno  en  sus  especulaciones  mercan- 
tiles, trastorno  que  casi  los  puso  en  la  desesperación.  Fué 
en  estos  momentos  que  el  Gobierno  destinó  al  honorable 
Francisco  Antonio  Zea  á  Europa,  con  el  objeto  de  procu- 
rar el  reconocimiento  de  nuestra  Independencia  y  des- 
empeñar varios  encargos  particulares.  Luego  que  este  se- 
ñor llegó  á  la  Oorte  de  Londres  en  el  raes  de  Junio  de 
1820,  se  vio  rodeado  de  los  clamores  de  los  acreedores 
británicos  que  en  su  opinión  servían  de  no  poco  obstáculo 
á  las  operaciones  que  debía  emprender  á  consecuencia  de 
sus  instrucciones.  Se  determinó,  pues,  á  entrar  en  un 
arreglo  con  ellos  á  pesar,  de  que  no  tenía  facultades  para 
verificarlo,  y  al  efecto  autorizó  la  acta  de  primero  de 
Agosto  del  mismo  año,  por  la  cual  puso  en  circulación 
varios  vales  ó  pagarés  comprendidos  desde  el  número  19 
hasta  el  777,  que  colectivamente  hacían  la  cantidad  de 
547,783  libras  esterlinas  12  chelines  y  1  penique,  suma 
á  que  montaban  por  entonces  las  deudas  liquidadas  e» 
Angostura  y  las  que  se  liquidaron  después  en  una  oficina 
particular  establecida  en  Londres,  contra  lo  que  la  ley 
previene  expresamente.  Estas  últimas  liquidaciones  ado- 
lecen de  defectos  muy  sustanciales  :  entre  los  que  no  es 
de  la  menor  consideración  el  haberse  hecho  según  las  con- 
tratas originales  no  por  lo  que  puramente  se  debía  en 
vista  de  lo  que  habían  entregada  en  este  país.  Se  abona- 
ron también  pagarés  á  varias  pei'sonas  que  no  habían 
puesto  en  claro  sus  derechos.  Y  para  dar  á  esta  operación 
un  colorido  de  legitimidad,  el  señor  Zea  tuvo  por  conve- 
niente llenar  uno  de  los  pliegos  en  blanco  que  se  le  ha- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍJí  AGOSTA  93 


^^^^^^''^^^'^^«^\^'\^«^'«i«'«^^^>^««'%^\^w^«^V    ^^««'S^^^N'^ 


bían  entregado  para  otros  objetos,  atribuyéndose  faculta- 
des que  no  tenía,  ni  janitls  fué  la  intención  del  Gobierno 
que  las  tuviese. 

"  Míls  fácil  habría  sido  terminar   este   negocio   remo- 
viendo los  innumerables  embarazos  en  que  hoy  nos  vemos 
sí  los  acontecimientos  extraordinarios  que   han    ocurrido 
desde  la  mutación  del  Gobierno  de   Angostura  á  esta  ca- 
pital le  hubicvsen  permitido  toujar  una  medida   pronta   y 
decisiva.  Pero  las  comunicaciones   del   señor   Zea   sobre 
este  asunto  no  llegaron  á  cuenta  hasta   pocos   días  antes 
de  disolverse  el  Congreso.  Las   inmensas   atenciones  que 
nos  rodeal)an  entonces  y  la  falta  de  much(»s   datos  de  que 
carecíamos  por  no  haber  aún  acabado  de  llegar  los  archi- 
vos, hicieron  imposible  el  preparar  el   informe   correspon- 
diente al  Cuerpo  Legislativo  con    agregación  de   los   mu- 
chos documentos  que  debían    tenerse   presentes   para  su 
resolución.  Se  creyó  además  que  el  Poder   Ejecutivo  po- 
dría hacerlo  por  sí  solo  á  virtud  de  sus   facultades.  Se  re- 
servó por  tanto  la  materia  para  esta   capital,   y   después 
de  haberse  meditado  varias   veces  con    toda   la   atención 
que  ella  merece  aún  no  me  hallo   en  estado  de   poder  co- 
municar á  usted  una  determinación  definitiva. 

"  Mientras  (ine  esto  pasaba  en  Colombiíi,  nuestro  cré- 
dito en  Inglaterra  ha  tomado  un  rumbo  que  ha  hecho 
más  complicada  y  peligrosa  cualquiera  determinación.  Los 

vales  que  el  sefior  Zea  puso  en  circulación,  han  subido  en 
poco  tiempo  de  un  treinta  hasta  el  par  y  posteriormente 
hasta  un  ciento  trece.  Esta  elevación  ha  sido,  sin  duda 
alguna,  proilucida  por  el  pago  de  los  intereses  devengados 
que  se  lia  anunciado  por  el  señor  Zea  en  las  gaclitas  in- 
glesas, y  que  según  parece  ya  se  ha  veriticatk).  Cómo  y 
de  qué  manera  se  hayan  conseguido  fondos  para  este 
pago,  es  operación  enteramente  misteriosa  para  nosotros. 
Lo  que  sí  hemos  visto  en  el  Morning  Cluonicle  y  en  el 
New  l'imcs  es  que  el  señor  Zea  había  negociado  un  em- 
préstito de  dos  millones  de  libras  esterlinas  ó   libras   tor- 


BIOAGB^ÍA 


¡O.'S.*  vat.xI  T^hÍv»s  los  piinifHíS  Agentas  Diplonjáti- 
o:s  ;i-r  ri.'.  * '»  la  reji^n  fuiuLila  C*»!uiiiMa  á  paLseí  ex- 
tr^-^;-:  -^  ^  :  •  :*^  •.«rTMii  en  !«►>  Iui:ar»:*s  ilc  mi  residencia. 
A  :-: .  '.^  '^'  ."^  Ui-i.  ioLa'los,  Zki  v  Echeverría,  en  el  nies 
:r  -T  :  •!--  ::-  ^:r.»  afi-i  iia'í'ía  iiiiieiío  eu  Fiiaileltía  el  pii- 
i_-r  l'I '-  *':  »  :*..' 'lira  1  »  |>'»r  C»í!un/:i:a  e:i  !«»>  E.>tad«»s 
Vz.  '  -.  r'  -^7.  r  Miin'.iei  T'»nt-s.  Pi«:.íñ  arj«»s  tle>i»iK's 
r_  :.. '  -  I\i''>  D.  J.i^é  María  Sa.azar.  3I»í.i>ti«»  en  Fran- 
„..  y  r\  1^  -  .  e!  «i-^ir  J«»<é  Fei:.:lr.«iez  3ía»ír:ii  dejul»a 
•I-  r"^  *■  :  "'.  L-r  .:r^,  en  «i«»:.-Ie  'i*">*:*:L:T>ef:-^''a  ^-i  t-argo  tle 

A  .\\  ■  *  ^  :>'::e  *-'  <T  »:»'M!í'»  >e  v:  '•  ríi  .4  iieCesiila»! 
¿r  z  L  "  :.»:  I'.  31  :.  ^:!  1  «.eirá  »!►-  !a  S*  I-  A;»»'>t«KÍi-a,  en 
I  L  Ir  r:j  -'r  '  *  ^  '-  *  a:ie^.:\r  i  >;:•»>  !  r j«  ">  ¡►mdien- 
t-s  \^  -r  S  :  Si-  :  .aI  «l-'-rií.i  o»-.-  ^r  i..;!a  *i  'v».en  uel  Ca- 
r  *_  .:„\\i.  Yá  a:. tes  :..i  \*  !:«•::/:  ra-lo  Miuis- 
_s  Jk  lí.  J.  T.'»::«\»  K.Le.e:i::\,  "/:•»  !a  muerte 
.r-rl".  I.:  ci  I:a.:a.  A!  5<tl-vr  r>:e  sii'.esíi  laé 
r-'.  ^  :  !  :^.i  lí.  A;j:i>:  :í  <i::::r::rz  y  ilfieiio, 
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:va:  \tVa  >.*  a  .  ;-.  a  '  -  :  v  .;.::■  >-.::.»  .:.:.-:.v  •  .>^r>  anles 
c  :a:  .;.^  Svi!;  ;\.:a  e!  :.  s:;  ,^  li. s:.:  o.  M  >  vi  >v  s:  -ces  eran 
«ii«..\'.«(  »».i  .«..vv  .v%»>.  -»ie  ..i.v«...i.a  Ir*  ,.^  ..r>.  *■*  Uítieier- 
:r.  radv^  ce  |v*:.t:.:c>^  au.\:vV?  \   ^.v-iuxa  .^   y  \.i  sabía  por 


D£L  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  97 

experiencia  qae  no  todo  era  placer  en  los*  largos  viajes. 
La  extensa  cadena  de  azuladas  montanas,  los  hondos  va- 
lles qae  se  presentaban  á  un  lado  y  otro  del  camino,  los 
plantíos  y  casas  que  se  divisaban  en  algunas  pendientes  6 
en  las  márgenes  de  algán  río  no  me  inspiraban  sino  tris- 
tes pensamientos. 

'*  Aquí  se  vive,  me  decía,  en  paz;  se  goza  de  tranquili- 
dad y  de  contento;  mientras  que  yo  inquieto  corro  á  bus- 
car el  reposo  en  lejanos  países  y  entre  gentes  desconoci- 
das. Otras  veces  i^ñexionaba  en  la  insoportable  monotonía 
y  soledad  de  aquellos  bosques,  y  compadecía  á  sus  habi- 
tantes que  no  tenían,  como  yo,  la  fortuna  de  poder  visitar 
regiones  en  donde  la  civilización  ha  hecho  progresos,  y 
recorrer  esas  ciudades  en  las  cuales  las  artes  y  las  cien- 
cias embellecen  la  existencia  y  hacen  insensible  el  curso 
de  la  vida. 

"  Estas  y  semejantes  reflexiones  despertaban  en  mi 
alma  opuestas  sentimientos,  y  era  impelido  y  retenido  al 
mismo  tiempo  por  la  melancolía  y  la  satisfacción.  Me 
dolía  cada  paso  que  daba  para  adelante  y  me  alegraba  de 
haberlo  dado. 

^'  El  29  llegamos  á  Guaduas ;  la  compañía  de  dos  her- 
manos y  la  sociedad  de  algunos  amigos  me  distrajeron  de 
mis  ideas  melancólicas.  Pero  ellas  volvieron  á  mi  corazón 
cuando  fué  forzoso  partir.  Dejaba,  tal  vez  para  siempre, 
aquel  valle  tan  alegre,  tan  ameno,  en  donde  vi  la  luz  y 
pasé  los  primeros  anos  de  mi  infancia  y  después  días  tan 
bellos  de  mi  primera  juventud !  i  Podría  ausentarme  de 
allí  con  indiferencia  f . . . 

'^  Nos  pusimos  en  marcha.  A  las  once  de  la  mañana 
descubrimos  el  Magdalena,  sobre  cuyas  turbias  aguas  de- 
beríamos descender  hasta  la  costa  marítima.  Contemplá- 
bamos desde  aquellas  alturas  el  curso  sinuoso  del  río  y 
las  selvas  solitarias  que  cubrían  sus  orillas.  Entre  tanto 
caminábamos  á  la  sombra  de  una  vegetación  colosal  y  en 
torno  nuestro  desplegaban  los  bellos  matices  de  sus  jun- 


98  BIOGRAFÍA 


tadas  alas  nubps  de  mariposas  y  fastidiaban  nuestro  oído 
las  cigarras  con  su  agudo  y  uniforme  canto. 

"  A  las  ocho  de  la  noche  llegamos  á  Honda.  Inme- 
diatamente fuimos  á  buscar  embarcación  (1).  Conseguida 
ésta  nos  alojamos  en  casa  del  Gobernador,  pero  no  en- 
contramos quién  nos  recibiera,  porque  el  dueño  de  la  casa 
estaba  en  baile. 

'*  Esta  villa  cada  día  está  más  arruinada  y  más  sola. 
Sin  embargo,  conserva  las  costumbres  de  antaño  y  sus 
habitantes  el  humor  alegre  de  ahora  veinte  años,  cuando 
el  comercio  estaba  eq  todo  su  auge. 

^^  El  1?  de  Octubre  nos  embarcamos  en  Honda.  Los 
maniobristas  de  la  barca  eran  cuatro  bogas  y  un  piloto, 
conduciendo  cinco  pasajeros.  Estos  eran  Ayala  y  yo,  dos 
sirvientes  y  la  mujer  del  piloto.  Uno  de  los  sirvientes  co- 
cinaba y  sabía  el  oficio  más  de  lo  que  se  podía  esperar, 
pero  menos  de  lo  que  deseábamos.  Este  hombre,  nacido 
en  tierra  fría,  hacía  contraste  con  los  bogas  |or  su  torpe- 
za y  sonsera ;  es  cierto  que  los  bogas  estabsm  en  su  país 
y  ejercían  su  oficio  habitual ;  si  fueran  á  las  altiplanicies, 
el  contraste  no  les  sería  ventajoso. 

''  La  navegación  del  Magdalena  es  monótona  y  cansa- 
da. La  forma  de  las  barcas  no  se  presta  ni  á  las  comodi- 
dades ni  al  gusto  del  viajero,  y  los  innumerables  insectos 
que  le  acometen  aumentan  las  molestias.  Todo  lo  que 
sucede  para  interrumpir  la  uniformidad  de  la  navegación 
se  reduce  al  encuentro  con  otra  embarcación,  la  vista  de 
los  caimanes  ó  el  arribo  á  algún  caserío  asentado  en  la 
ribera.  A  pesar  de  todo  la  tranquilidad  completa  y  la  so- 
ledad de  aquellos  sitios,  la  contemplación  de  las  aguas 
que  huyen  en  silencio,  la  presencia  de  una  naturaleza  casi 
virgen  :  todo  esto  infunde  en  el  alma  una  dulce  tranquili- 
dad, y  aquel  aislamiento  del  mundo  hace  que  no  se  pien- 
se en  él  sino  como  en  algo  pasado  yá  de  nuestra  vida. 

» 

(1)  Entonces  no  había  vapores  sobre  las  aguas  del  río  Magdalena  ; 
éstos  no  se  pusieron  en  uso  en  Europa  sino  en  1825,  y  eran  desconocidos 
en  la  América  del  Sur.   Todos  viajaban  en  champán  6  bongo. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA         99 


"  Las  costumbres  de  los  bogas  ofrecen  al  viajero  inte- 
rés y  distracción.  Estos  hombres  reciben  y  consumen  el 
precio  de  su  trabajo  antes  de  emprender  el  viaje.  ¿  Aque- 
lla costumbre  provendrá  acaso  del  temor  de  que  una  vez 
llevado  á  cabo  no  se  lo  quieran  pagar  después?  Su  nin- 
guna moralidad  muy  bien  puede  sugerirles  esta  descon- 
fianza. ¿  Ó  quizá  será  que  como  consideran  su  profesión 
tan  arriesgada  para  ellos  mismos  y  tan  peligrosa  para  el 
viajero,  quieren  gozar  de  su  salario  antes  de  que  algún 
accidente  pueda  estorbárselo  f 

"  Todo  el  haber  del  boga  se  compone  de  dos  camisas, 
dos  calzones,  un  sombrero,  algún  pañuelo,  un  recado  para 
sacar  fuego,  sus  utensilios  de  trabajo  y  sus  armas  no  son 
sino  una  horqueta  y  un  sable.  Olvidaba  que  tienen  además 
una  estera,  que  es  su  cama,  y  una   manta  de  lana  para 
cubrirse  de  noche.   Sus  alimentos  son  groseros,  los  cuales 
engullen  en  gran  cantidad;  su  trabajo  es  duro  y  su  sueño 
corto.  Pero  á  pesar  de  esta  miserabilísima  existencia,  sf  he 
visto  alguna  vez  hombres  contentos  con  su  suerte  y  satis- 
fechos de  su  fortuna,  estos  hombres  son  los  bogas.  En  me- 
dio desús  fatigas  cantan,  se  ríen,  triscan,  y  su  disposición 
á  la  broma  y  á  la  zumba  no  se  desmiente  á  ninguna  hora. 
Tienen  una  poesía,  imagen  de  su  alma,  sencilla  y  natural : 
todo  el  mérito  de  sus  cantos  está  en  el  consonante,   y 
todos  los  asuntos  que  están  á  su  alcance  entran  en  ello, 
desde  la  Pasión  de  Cristo  hasta  las  insolencias  más  cho- 
cantes.  Ordinariamente  los  versos  á  lo  Divino  los  cantan 
de  noche  y  al  pasar  por  los  lugares  más  peligrosos.   Esta 
clase  de  hombrea  como  todos  los  que  se  emplean  en  ejer- 
cicios y  profesiones  arriesgadas  son  supersticiosos.  Parece 
que  el  espíritu  humano  implora  el  auxilio  de  potencias 
superiores  cuando  los  esfuerzos  naturales  no  se  consideran 
suficientes  para  vencer  los  obstáculos.    Toda  vez  que  no 
pueden  atribuir  á  algún  objeto  c<mocid(>,   la  tienen   oí)mo 
venida  de  algún  espíritu  ó  mala  visión^   como  dicen  ellos, 
y  anuncia  siempre  alguna  calamidad.    Pero  cuando  los 


100  BIOGBAFÍA 

bogas  sufren  demasiado  de  los  rigores  de  las  estaciones, 
entonces  hablan  con  ironía  del  Ser  Supremo  que  los  aban- 
dona.   

^^  Después  de  un  día  de  trabajo  durísimo,  llegan  al 
anocbecer  á  alguna  playa ;  allí  desembarcan,  forman  una 
grande  hoguera;  se  sientan  en  torno  de  ella  y  se  cuentan 
la  historia  de  sus  viajes,  de  sus  aventuras,  señaladamente 
de  aquellas  en  que  ha  sucedido  alguna  desgracia ;  otras 
veces  refieren  cuentos  en  los  cuales  entra  mucho  de  ma- 
ravilloso y  algo  de  cómico  ó  bufo.  En  aquellos  cuentos  el 
héroe  es  ya  valiente,  esforzado  y  ligero  (su  AquilesJ^  ó 
astuto  y  sagaz  (su  Ulises)^  con  frecuencia  otro  es  pruden- 
te y  justo  (su  Néstor),  sin  que  les  falte  algún  personaje 
maligno  y  raotejador  (su  Tersites),  En  todas  partes,  pues, 
y  en  todas  las  épocas  el  hombre  es  el  mismo :  sieq^pre  el 
valor  hace  conquistas;  el  ingenio  le  ayuda  ó  le  resiste  ;  la 
moderación  corrige  ó  tiempla  sus  funestos  efectos,  y  la 
envidia  trabaja  en  rebajar  cuanto  se  eleva  ó  sobresale. 

^'  La  música  y  baile  de  los  bogas  es  sencillísima.  El 
instrumento  favorito  de  estas  gentes  es  el  currulao,  y 
consiste  en  uua  piel  fuertemente  extendida  sobre  una  de 
las  extremidades  de  un  cilindro  de  madera  hueco;  sobre 
esta  piel  baten  aceleradamente  con  los  dedos,  y  á  la  espe- 
cie de  redoble  de  tambor  que  resulta  acompañan  con  co- 
plas cantadas.  Todo  su  baile  consiste  en  saber  saltar,  ya 
avanzando,  ya  retroceciiendo,  ya  dando  vueltas  el  hombre 
al  rededor  de  la  mujer  ó  ésta  al  rededor  del  hombre.  £n 
este  ejercicio  y  con  tal  música  los  bogas  pasan  las  noches, 
los  días  y  semanas  enteras  sin  fatigarse,  sosteniendo  sus 
fuerzas  de  cuando  en  cuando  con  tragos  de  aguardiente. 
Esta  salvsye  diversión  se  llama  iundej  y  el  teatro  de  ella 
es  generalmente  al  aire  libre,  sin  más  luz  que  la  de  la  luna. 

^^  El  habitante  de  las  márgenes  del  Magdalena  es  pe> 
rezoso,  resultado  del  ardoroso  clima  y  de  su  condición  so- 
cial. El  sol  es  tan  ardiente  que  los  obliga  á  buscar  la 
sombra,   y  el  calor  combinado  con  la  humedad  debilita  la 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  101 

energía  física  y  engendra  una  irresistible  propensión  al 
reiK)so.  La  feracidad  de  la  tterra  es  tal  en  aquellos  luga- 
res, que  puede  decirse  que  no  necesita  de  la  mano  del 
hombre  para  subvenir  á  sus  primeras  necesidades,  y  al 
mismo  tiempo  la  soledad  y  aislamiento  en  que  viven  los 
hace  inaccesibles  al  gusto  por  el  lujo,  i  Que  móvil  podría 
sacarlos  de  aquella  vida  de  indolencia  y  apatía  f 

•  ^'  Una  casa  de  paja  que  apenas  basta  para  abrigarles 
de  1  js  rigores  del  cielo ;  una  pequeña  canoa  y  algunas  re- 
des para  pescar ;  uno,  dos  6  tres  perros  para  cazar  cerdos 
monteses;  un  machete;  un  platanar;  un  maizal ;  una 
cría  de  gallinas :  ésta  es  toda  la  fortuna  que  puede  ambi- 
cionar una  familia  sobre  las  ricas  riberas  de  este  río. 

**  Día  llegará  en  que  la  agricultura  y  el  comercio,  ex- 
tendiendo hasta  aquí  su  imperio  bienhechor,  harán  suce- 
der al  reposo  la  actividad  y  los  goces  á  las  privaciones, 
la  felicidad  que  nace  de  ventajas  positivas  y  no  la  que 
se  funda  sólo  en  la  exención  de  penas. 

^'  El  8  á  las  once  de  la  noche  llegamos  á  Mompox,  y 
al  día  siguiente  á  las  nueve  de  la  mañana  salimos  en  un 
champán  río  abajo.  Iba  en  la  misma  embarcación  el  Ge- 
neral D***  y  eí  inglés  INfr.  N***  El  equipaje  del  (íeneral 
era  bastante  modesto :  un  baúl.  En  cuanto  á  provisiones 
de  boca  llevaba  una  botella  de  ron,  una  gallina  y  algunas 
pastillas  de  chocolate.  Ningún  preparativo  tenía  consigo 
contra  los  mosquitos :  como  verdadero  héroe  les  hizo  fren- 
te durante  la  navegación  á  cara  descubierta,  y  muchas 
veces  á  cuerpo  descubierto.  Todo  su  acompañamiento 
consistía  en  un  sirviente,  lo  cual  no  impidió  que  la  Gaceta 
de  Cartagena  anunciase  en  estos  términos  su  llegada  á 
esa  ciudad :  ^  El  día  (tal)  entró  á  Cartagena  el  General 
D***  con  su  S('(¿uito.^ 

^'  El  once  al  amanecer  desembarcamos  en  Barranca 
Ayala  y  yo.  Inmediatamente  tomamos  bestias  y  nos  pu- 
simos en  marcha  para  Cartagena,  y  el  doce,  con  el  más 
bello  sol  poniente,  llegamos  á  esa  ciudad.  No  me  acuerdo 


102  BIOGRAFÍA 


haber  visto  jamás  un  horizonte  tan  magnífico :  todo  él  es- 
taba animado  con  los  más  hermosos  colores,  los  matices 
más  variados  y  los  más  extraordinarios  contrastes  de  luz: 
ese  espectáculo  será  para  mí  memorable. 

"  Luego  que  tomamos  alojamiento  y  nos  hubimos  ba- 
ñado y  vestido  fuimos  á  un  baile  que  se  daba  en  el  Con- 
sulado, y  en  donde  nos  vimos  con  todos  nuestros  amigos 
y  conocidos.  Al  día  siguiente  comimos  muy  alegremente 
en  una  selecta  reunión  de  amigos. 

^^  Gomo  no  pudiésemos  encontrar  ningún  buque  para 
continuar  viaje  fué  preciso  detenernos  en  Cartagena,  y 
allí  el  calor  del  chma  me  prodiijo  fiebre.  Entonces  el  Co- 
ronel  Piueres — de  quien  recibí  las  mayores  pruebas  de 
atención  y  amistad  fina  y  constante — me  llevó  á  su  casa. 
Las  asiduas  y  delicadas  atenciones  de  la  señora  D?  Vi- 
centa Narváez,  su  suegra,  y  la  amable  sociedad  de  su  es- 
posa D?  María  de  la  Paz,  así  como  la  asistencia  de  los 
doctores  Vega  y  N***  me  restituyeron  á  la  salud. 

"  El  tiempo  de  la  convalecencia  me  fué  particularmen- 
te agradable.  Vivía  en  el  seno  de  esa  excelente  familia 
gozando  de  la  confianza  de  un  hijo  ó  de  un  hermano  y 
pasaba  días  deliciosos.  No  se  perdonaba  medio  ninguno 
para  que  mi  mansión  fuese  agradable:  paseos,  festines, 
trato  ameno,  atenciones,  todo  se  me  prodigó,  y  el  recuer- 
do de  esa  época  será  siempre  grato  para  mí. 

"  Un  mes  después  de  nuestra  llegada  á  Cartagena 

una  corbeta  de  guerra  inglesa — de  regreso  de  Portobelo  á 
Jamaica — tocó  en  el  puerto.  Inmediatamente  solicitamos 
pasaje  en  ella  por  conducto  del  Intendente  del  Departa- 
mento, pero  se  nos  negó  bajo  pretexto  de  que  tenían  ór- 
denes superiores  que  prohibían  llevar  á  bordo  empleados 
públicos  de  naciones  beligerantes.  Sin  embargo,  Hurtado 
pasó  de  Portobelo  á  Jamaica  en  buque  de  guerra  inglés, 
aunque  llevaba  carácter  público  (1).  Pero  el  tanto  por 

(1)  £1  seüor  Manuel  José  Hurtado  reemplazó  eu  Inglaterra  al  señor 
Kevenga  como  Enviado  Extraordinario  y  Ministro  Plenipotenciario. 
Fueron  sus  Secretarios,  primero  el  señor  D.  Lino  de  Pombo  y  despaés  D. 
Andrés  Bello. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  103 

ciento  hizo  suspender  el  rigor  de  las  órdenes  sobre  neu- 
tralidad. 

^'  Perdidas  las  esperanzas  de  embarcarnos  en  buque 
inglés  pedimos  al  Comandante  Departamental  de  Marina 
que  pusiera  á  nuestra  disposición  un  buque  nacional,  y  se 
nos  dio  entonces  la  goleta  jEmpremledora. 

*'Bra  esta  una  embarcación  muy  largay  muy  angosta  5 
calaba  de  cinco  á  seis  pies,  pero  su  arbuladura  y  velamen 
parecía  de  fragata.  Había  sido  construida  solo  para  cos- 
tear ;  el  Capitán  jamás  había  estado  en  Jamaica ;  el  Pi- 
loto era  un  joven  francés  que  más  parecía  un  aventurero 
que  hombre  en  que  se  podía  confiar.  Iban  también  dos  ó 
tres  guardias  marinos  que  no  ofrecían  mayores  garantías  ; 
la  tripulación  constaba  de  10  á  12  marineros ;  l¿i  tropa  do 
alcanzaba  á  diez  y  ocho  hombres,  armados  con  14  fusi- 
les, la  mayor  parte  sin  bayonetas,  algunos  sables  moho* 
sos  y  tres  cañones  regularmente  montados ;  Tales  fueron 
los  medios  de  trasporte  y  de  defensa  en  alta  mar  que  nos 
proporcionó  el  Comandante  de  Marina  de  Cartagena ! 

"  El  21  de  Diciembre  á  las  doce  del  día  nos  embarca- 
mos, Ayala  y  yo.  Los  compaíieros  de  pasaje  eran :  una 
francesa  vieja  con  dos  hijos  de  poca  edad  y  un  negociante 
italiano  llamado  el  Signor  Frauceschi.  La  francesa  había 
ido  á  Cartagena  con  el  proyecto  de  fundar  una  escuela 
de  niñas ;  la  abrió  en  efecto ;  pero  poco  después  las  ma- 
dres retiraron  á  sus  hijas  porque  la  maestra  no  ensenaba 
nada  y  solo  se  ocupaba  en  hacer  pronósticos  contra  la  fu- 
tura moralidad  de  las  alumnas. 

"  Lii  indulgencia  del  Capitán  y  el  poco  caso  que  de 
las  buenas  costumbres  hacía  el  piloto  me  hacía  ten<M-  una 
triste  iílea  de  la  disciplina  de  la  tropa  y  de  la- tripulación. 
Yo  no  podía  creer  (|ue  gente  sujeta  á  trabajos  penosos 
cumpliese  siempre  con  sus  deberes  si  tenían  constante- 
mente á  la  vista  el  ejemplo  de  giaves  infracciones  a  las 
leyes  del  decoro. 

'*  Aquel  día  apenas  llegamos  á  las   cercanías  de  Boca- 


104  BIOGRAFÍA 

chica.  El  Capitán  se  quejaba  del  tiempo,  pero  yo  com- 
prendí que  ni  con  viento  en  popa  hubiera  salido  de  la 
bahía  aquella  noche.  El  Piloto  apenas  se  dejó  ver  un  mo- 
mento á  bordo  y  volvió  á  tierra,  y  al  cerrar  la  noche  llegó 
en  una  pequeña  lancha  con  una  mujer  joven,  regular- 
mente vestida,  la  cual  nos  presentó  como  su  esposa  á 
quien  llevaba  á  pasear  á  Jamaica. . .  " 


Hasta  aquí  el  Diario  de  Domingo  Acosta.  Veamos 
ahora  cuál  fué  el  resultado  de  la  misión  diplomática  con- 
fiada al  señor  Ignacio  Sánchez  Tejada  cerca  de  los  Esta- 
dos Pontificios. 

Cuando  llegó  á  Europa  el  Secretario  de  la  Legación, 
encontró  al  Ministro  en  París,  en  donde  hacía  inútiles  é 
infructuosos  esfuerzos  para  poder  pasar  á  Italia.  Viendo 
la  imposibilidad  de  dirigirse  á  Eoma  en  su  calidad  de  Mi- 
nistro se  vio  forzado  á  admitir  un  pasaporte,  en  el  cual  no 
se  declaraba  su  carácter  diplomático.  Así  llegó  el  señor 
Tejada  á  Boma,  dando  un  gran  rodeo  por  Suiza,  el  Pia- 
monte,  y  demás  Estados  en  donde  dominaba  la  Santa 
Alianza. 

Entretanto  su  Secretario  no  podía  lograr  que  le  die- 
sen pasaporte  para  los  Estados  Pontificios,  y  cuando  al 
fin  se  encaminó á  Italia,  se  vio  detenido  en  Peruggia,  y  su 
jefe  tuvo  que  retirarse  de  la  Corte  Pontificia  é  ir  á 
pasar  algún  tiempo  en  Bolonia,  pues  el  Embajador  es- 
pañol movía  cielo  y  tierra  para  impedir  qu'3  el  Santo  Pa- 
dre se  viese  con  el  IMlnistro  de  una  de  las  Colonias  de 
América  que  se  había  independizado  de  España. 

En  una.de  las  notas  enviadas  por  el  señor  Tejada  al 
Ministro  de  llelaciones  Exteriores  en  Colombia  (fechada 
el  12  de  Diciembre  de  1824)  encontramos  este  párrafo : 

''  Por  este  tiempo  llegó  á  Bolonia  el  señor  Domingo 
Acosta — Secretario  de  la  Legación — y  su  venida  fué  un 
consuelo  tanto  mayor  para  mí  cuanto  era  más  difícil   mi 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACOSTA  105 

posioióu ;  pues  sobre  ver  pasar  el  tiempo  sin  adelantar 
nada  en  el  desempeño  de  mi  encargo,  me  bailaba  solo  y 
enfermo  de  la  gota  y  reumatismo  que  be  padecido  por 
más  de  un  mes,  y  no  me  permitían  ni  aún  escribir." 


Entretanto  murió  repentinamente  en  Koma  D.  Anto- 
nio VargavS,  el  Embajador  de  España,  y  la  situación  del 
señor  Tejada  mejoró  un  tanto.  Pasó  con  su  Secretario  á 
Florencia,  de  donde  escribe  á  su  Gobierno :  "  el  señor 
Agosta  me  acompaña  y  me  ayuda,  y  yo  espero  que  su 
aplicación  le  proporcionará  un  caudal  de  conocimientos 
útiles  á  la  Patria." 

Para  allanar  la  tirante  situación  en  que  se  encontraba 
resolvió  el  señor  Tejada  prescindir  del  Poder  temporal 
del  Santo  Padre  y  dirigírsele  solamente  como  al  Vicario 
de  la  Iglesia  de  Jesucristo  é  implorar  su  intervención  ne- 
cesarísima para  el  buen  éxito  del  catolicismo  en  Colom- 
bia, después  de  larga  época  de  guerra  é  incomunicación 
con  la  cabeza  de  la  Iglesia. 

A  pesar  de  la  buena  voluntad  de  León  XII  para 
con  su  rebaño  de  Ultramar,  no  fué  sino  en  el  último  mes 
de  1826  cuando  al  fin  se  reanudaron  las  relaciones  entre 
el  Pastor  de  los  fieles  católicos  v  el  Gobierno  colombiano, 
pero  expresando  que  no  eran  aquellas  comunicaciones  po- 
líticas, sino  puramente  religiosas ;  más  de  diez  años  des- 
pues  la  Sede  Eomana  envió  al  fin  su  primer  Nuncio  á 
Bogotá  y  reconoció  oficialmente  la  formación  de  la  Repú- 
blica, independiente  de  España. 

El  señor  Tejada  permaneció  en  Roma  como  Ministro 
Plenipotenciario  basta  1832,  y  después  como  Encargado 
de  Negocios  hasta  su  muerte,  ocurrida  allí  mismo  en  1837. 

Domingo  Acosta  que  se  enamoró  de  las  artes  y 
amaba  con  pasión  la  literatura — permaneció  como  Secre- 
tario de  la  Legación,  sin  aspirar  á  posición  más  elevada, 
á  pesar  de  sus  méritos  y  vasta  instrucción.  En  1831  quiso 


108  BIOGRAFÍA 


^.^^^.^^.^^ 


libros,  le  daban  leccioues  y  por  último  le  recomendaron  á 
sus  amigos  y  parientes  en  Europa. 

Agosta  salió  de  Bogotá  el  11  de  Octubre  de  1825  y 
llegó  á  París,  pasando  por  los  Estados  Unidos,  al  prin- 
cipiar el  mes  de  Febrero  del  siguiente  año. 

Desgraciadamente  se  han  perdido  los  Diarios  y  notas 
de  viaje  de  su  visita  á  Norte  América. 

Acompañábale  su  amigo  el  joven  Vicente  Roche, 
militar  también,  cuñado  del  General  tfoaquín  París  é  hijo 
de  la  patriota  matrona  D?  Josefa  Domínguez  de  Koche. 
Era  el  compañero  de  Agosta  uno  de  los  jóvenes  más  ele- 
gantes y  apuestos  de  la  sociedad  bogotana,  y  era  tal  la 
perfección  de  su  fisonomía  que  en  todas  partes  llamaba  la 
atención.  Sin  embargo  sucedía  que  los  que  trataban  du- 
rante sus  viajes  á  los  dos  compañeros,  si  al  principio  se 
fijaban  con  admiración  en  la  hermosura  plástica  é  inani- 
mada de  Boche,  en  breve  la  olvidaban  para  atender  á  la 
inteligente  y  viva  expresión  que  distinguía  á  Agosta  y 
escuchar  su  palabra  fácil,  incisiva  y  elocuente. 

Los  viajeros  llevaban  muchas  cartas  de  recomenda- 
ción para  personas  distinguidas  de  Europa,  las  cuales  les 
sirvieron  muchísimo,  como  veremos  después.  (1)  En  Pa- 
rís se  encontraban  entonces  importantes  colombianos 
como  el  General  Xaryáez  (entonces  Coronel),  Rafael 
Ayala,  el  señor  Tobar,  el  patriota  García  del  Río,  Rafael 
Alvarez,  amigo  íntimo  de  Agosta  y  otros. 

Las  bellas  artes  llamaban  la  atención  particularmente 
á  Agosta,  y  muy  en  breve  aprendió  á  distinguirla  eseu- 
.  cía  de  la  belleza  y  en  lo  que  consistía  la  perfección  de  las 
formas,  cosa  que  no  se  hace  caigo  el  que  lo  desea  no 
más,  ni  llega  á  entenderlo  sólo  con  estudios  superficiales. 
Es  preciso  nacer  con  esa  propensión  ;  además,  si  el  ojo  no 
se  ha  educado  desde  la  niñez  con  la  vista  de  objetos  real- 
mente artísticos,  después  yá  no  los  distingue.  La   prueba 

(1)  Se  verá  en  el  Apéndice   una  carta   interesante  que  escribió  Jel 
General  Perú  de  la   Crox   a   Agosta   cuando   éste   preparaba  su    viaje 
Europa. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  109 

68  que  vemos  á  multitud  de  personas  que  después  de  lar- 
ga permanencia  en  París,  en  Boma,  en  Madrid,  frecuen- 
tando las  más  bellas  galerfas  del  mundo  nunca  llegan,  sin 
embargo,  á  entender  la  estética  de  las  bellas  artes. 

Después  de  recorrer  á  Parfs  y  sus  curiosidades,  Agos- 
ta se  entregó  al  estudio*  de  las  ciencias,  pero  antes  de 
fijar  sus  planes  de  estudio  quiso  consultar  con  las  perso- 
nas para  quienes  llevaba  cartas  de  recomendación. 

Se  encontraba  á  la  sazón  en  París  el  Barón  Alejandro 
de  Humboldt,  el  cual  recordaba  todavía  con  placer  su  es- 
tancia en  Guaduas  en  casa  de  D.  José  de  Acosta,  padre 
de  Joaquín,  quien  entonces  era  un  párvulo  que  apenas 
contaba  unos  meses  de  vida. 

Con  aquella  amabilidad  que  distinguía  al  sabio  pru- 
siano recibió  con  singular  carino  al  joven  americano,  y 
ofreció  aconsejarle  en  cuanto  él  quisiese  consultarle,  y 
además  se  propuso  presentarle  en  las  casas  de  los  sabios 
que  residían  entonces  en  París.  Y  no  solamente  hizo  esto, 
sino  que  notando  que  Agosta  era  inteligente  y  observa- 
dor le  consultaba  acerca  de  un  mapa  que  trabajaba  en 
aquella  época  (1). 

(1)  Hé  aquí  algunas  de  las  cartas — casi  siempre  sin  fecha — que  con* 
servamos  en  nuestro  poder : 

"  Julio  20.  26.    . 

*<  Deseando  el  señor  de  Humboldt  consultar  al  séfior  Agosta  acerca 
del  plano  del  Chocd,  le  suplica  se  acerque  &  verle  mañana  jueves  entre 
las  3  y  las  5. 

«  Amistades. 

«*  Humboldt." 

•<  Al  tenor  Capitán  Joaquín  Agosta. 

«K^ttiero  recordar  á  usted  y  á  su  amable  amigo  el  señor  Boche  que  me 
dieron  la  esperanza  de  comer  conmigo  el  sábado.  Sírvanse,  pues,  venir  á 
las  61,  no  á  mi  casa,  sino  al  Ccjá  da  Chartrei  en  el  Palacio  Real,  cerca  de 
Very*  AI  preguntar  por  mí  los  llevarán  á  un  gabinete  particular. 

^Mil  amistades. 

•*  Humboldt.  " 

M  Miércoles. 
^  Por  favor  venga  á  verme  el  sábado  por  la  mañana,  por  algunos  mi- 


lio  BIOGRAFÍA 


Una  de  las  primeras  personas  que  vio  en  casa  del 
Barón  de  Humboldt  fué  el  famoso  Convencional  Enrique 
Gregoire  (Obispo  de  Blois  antes  de  la  Gran  Revolución 
francesa).  Había  sido  miembro  de  la  primera  Asamblea 
constituyente  (1).  Este  le  cobró  mucho  cariño  y  le  invitó 
á  su  casa  repetidas  veces  (2). 


ñutos  entre  las  8  y  las  10  para  consultarle  sobre  el  Chocó. 
"  Peixlone  mis  importunidades. 

«'Humboldt.'* 


"  Viernes. 
"  Temo,  mi  querido  amigo,  que  se  encuentren  faltas  de  ortografía  es- 
pañola en  10  líneas  que  debo  imprimir,  y  no  encuentro   el  libro  para 
consultarlo.  Hágame  el  favor  de  mandármelas  corregidas,  con  tal  que 
el  sentido  sea  el  mismo. 

"  Amistades. 

*«  Humboldt." 

"  Tendré  el  más  vivo  placer  en  recibir  al  señor  Boche  y  á  Domingo 

Acosta,  cuya  respetable  familia  (hace  siglos !)  tuvo  para  nií  tantas  bon- 

dades.  Venga  á  verme  el  sábado  á  las  8  y  media,  si  esto  no   lo  molesta 

demasiado. 

"  Su  adicto, 

"  Humboldt." 

(Todas  estas  cartas  están  traducidas  del  francés). 

(1)  Nació  en  1750  y  murió  en  1831.  Aunque  fué  el  primer  Convencio- 
nal que  pidió  la  abolición  de  los  Reyes  en  Francia,  se  negó  á  votar  por 
ia  muerte  de  Luis  XVX  Miembro  del  Instituto  desde  1800  fué  después 
varias  veces  Presidente  del  Cuerpo  Legislativo.  Escribió  varias  obras 
fílosóñco-religiosas  y  muchas  en  contra  de  la  esclavitud  de  los  negros  en 
las  colonias  francesas. 

(2)  Entre  varias  cartas  muy  afectuosas  del  antiguo  Obispo  de  Biois 
encontramos  la  siguiente,  escrita  cuatro  años  después,  en  los  momentos 
en  que  Agosta  regresaba  á  su  Patria,  y  cuando  el  revolucionario  de  89 
contaba  80  años  y  le  faltaba  apenas  uno  para  morir.  Nos  parece  esta 
carta  en  extremo  curiosa  porque  siempre  se  le  ha  considerado  poco  re* 
liírioso  en  sus  ideas  : 


'3' 


'*  Passy,  21  de  Agosto  de  1830. 
"  Señor  Capitán  Acosia. 

**  El  señor  Agosta  al  partir  lleva  la  estimación  y  el  cariño  de  todos  los 
que  como  yo  han  tenido  la  ventura  de  apreciar  sus  cualidades.  Hago  vo- 
tos  por  la  paz  y  la  gloria  de  Colombia,  bajo  el  doble  aspecto  de  la  Reli- 
j^ión  y  la  Libertad.  Estos  sentimientos  me  acompañarán  hasta  la  tumba 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  111 


■'•'■N^X*^— ■— '»--•.- •«*^«»#S.^»^«,^.*^^..^»,>-^".**.^   .<M^S^<^« 


Veamos  alguoos  párrafos  del  Diario  de  Agosta  : 
"13  de  Febrero  de  1826. — Estuve  hoy  ooii  el  Barón  de 
Humboldt  en  la  sesión  del  Instituto  de  Francia  (X)  que 
yo  ansiaba  conocer:  tenía  lugar  en  la  Biblioteca  del  Ins- 
tituto. AnteR  de  que  se  abrieía  la  sesión,  el  Barón  me 
presentó  á  hu  íntimo  amigo  el  famoso  astrónomo  Fran- 
cisco Arago  (2)  al  Mariscal  Marmont  Duque  de  Bagu- 


y  más  üU^  de  )a  vida,  porque  espero  entrar  pronto  en  aqueUa  eternidad 
que  fué  siempre  el  objeto  de  mis  deseos. 

"A  cualquier  parte  á  que  le  lleve  á  usted  la  Providencia,  envíeme  us- 
ted noticias  suyas,  pues  siempre  le  acompañarán  mis  buenos  deseos  y  el 
abrazo  de  un  Prelado  cristiano. 

^  Gregorio, 

Obispo  de  Blois.'' 
(Traducida  del  francés). 

(1)  El  Inttitxiito  ó  Academia  de  Ciencias  fué .  fundado  por  Golbert  en 
1666,  y  se  componía  entonces  solamente  de  sabios,  eruditos  y  literatos. 
Después,  al  dividirse  en  varias  secciones,  la  Academia  de  Ciencias  no  admi- 
te  en  su  seno  sino  á  los  que  se  han  ocupado  particularmente  de  ciencias. 
En  1793  la  Convención  Nacional  la  suprimid,  así  como  todas  las  Acade- 
mias literarias  dotadas  por  el  Estado.  Pocos  años  después  la  volvió  íx 
fundar  con  el  nombre  de  Instituto  Nacional  de  Ciencias  y  de  ArteSy  y  la  di- 
vidió en  tres  clases;  en  18 U  añadieron  una  clase  más,  y  en  1832  se  orga- 
nizó tal  como  se  encuentra  hoy  día. 

(2)  Domingo  Francisco  Juan  Arago  había  nacido  cerca  de  Perpignan 
en  1786.  En  un  principio  su  educación  fué  tan  descuidada  que  á  los  14  años 
aán  no  sabía  leer.  Seis  años  después,  á  los  20,  ya  se  le  consideraba  como 
á  uno  de  los  mayores  sabios  de  Europa  I  Se  distinguió  extraordinaria- 
mente en  la  Escuela  Politécnica,  y  se  le  nombró  con  el  astrónomo  Biot  y 
otros  dos  astrónomos  españoles,  Chaix  y  Rodríguez,  en  comisión  para 
medir  el  arco  meridiano  terrestre,  lo  cual  sirvió  para  establecer  el  sis- 
tema métrico.  Numerosos  descubrimientos  acerca  del  magnetismo  y 
extraordinarios  acerca  de  oscuros  problemas  de  física  y  química  llama- 
ron  la  atención  subre  él  en  un  principio,  y  después  se  le  consideró  como 
arbitro  en  cuanto  concernía  á  la  astronomía.  Fué  Director  del  Observa- 
torio de  París  y  miembro  de  todas  las  sociedades  sabias  del  mundo.  Sus 
obras  forman  17  volúmenes  en  8.^  y  abrazan  todas  las  ciencias  físicas. 
Murió  en  1858  el  2  de  Octubre,  apenas  siete  meses  antes  de  la  muerte  del 
Barón  de  Humboldt. 

Hé  aquí  una  carta  que  Arago  escribió  al  joven  americano  algún 
tiempo  después : 

*<  Francisco  Arago  tiene  el  honor  de  saludar  al  señor  Joaquín  Acüsta 
y  advertirle  que  mañana  miércoles  comenzará — á  las  11  de  la  mañana — 


/ 


112  BIOAaBAFÍA 

8a  (1)  al  sabio  Lapiace  (2)  á  uno  de  loa  Jussieu  (3)  á 
PoissoD  el  geómetra  (4)  á  Gay-Lussac  y  otros  sabios  no 
menos  importantes  (5). 

París,  12  de  Noviembre  de  1829. 

"El  General  Andressy  leyó  una  Memoria  sobre  geolo- 
gía, M.  G^rard  otia." 

"  15  de  Febrero. — Vino  hoy  á  visitarme  M.  de  Hum- 
boldt  con  M.  Arago  y  el  Obispo  Gregoire.   Este  último 

la  visita  que  debe  Iiacer  con  varios  de  sus  discípulos  á  la»  diversas  salas 
del  Observatorio.  Si  el  señor  Agosta  piensa  que  podrá  sacar  algún  pro- 
vecho de  la  conversación  que  versará  únicamente  acerca  de  las  práctica» 
del  Observatorio,  F.  Arai^o  lo  invita  á  que  se  digne  asistir.  De  todos  mo- 
dos se  apresura  á  advertirle  que  permanecerá  en  su  casa  todas  las  no- 
ches, y  tendrá  el  mayor  placer  en  recibirle  y  en  renovar  su  amistad  con 
el  señor  Houlin  (que  acababa  de  llegar  de  Colombia)." 

Martes,  28  de  Octubre  de  18'J8. 

(1)  Mariscal  creado  por  Napoleón  l.o  Dejó  varios  escritos  importan- 
tes y  unas  memorias  interesantes.  Murió  desterrado  en  Venecia  en  1852. 

(2)  Este  célebre  químico,  aeronauta  y  físico  hizo  un  viaje  conHum- 
boldt  á  Italia  en  1805,  y  desde  entonces  conservaban  grande  amistad. 
Era  miembro  del  Instituto,  Profesor  de  la  Sorbona  y  escritor  científico. 

(3)  La  familia  de  Jussieu  ha  sido  de  generación  en  generación  de 
sabios  botánicos.  El  último  de  estos  murió  en  1853. 

(4)  Simeón  Dionisio  Poisson  nació  en  1781,  y  se  le  considera  como  uno 
de  los  fundadores  de  la  física  matemática  y  le  han  erigido  una  estataa. 
Es  autor  de  más  de  300  memorias  científicas  y  varias  obras  sobre  mate« 
miticas  y  mecánica.  • 

(5)  José  Luis  Gay-Lussac  era  un  famoso  químico  lemosino  nacido  en 
1778.  Se  did  á  conocer  en  un  principio  por  sus  trabajos  sobre  el  magne- 
tismo y  sus  descubrimientos  atmosféricos  durante  las  ascensiones  que 
hizo  en  globo.  Trabajó  con  Hamboldt  en  experiencias  que  hicieron  jan. 
tos  en  los  volcanes  de  Italia.  Escribió  infinidad  de  memorias  científicas, 
entró  como  miembro  del  Instituto  en  1806  ;  fué  además  hombre  político 
y  Par  de  Erancia.  Murió  en  1850. 

Hé  aquí  una  carta  de  Gay-Lussac : 

**  £1  señor  Gay-Lussac  presenta  sus  humildes  saludes  (humbles  civi- 
lites)  al  señor  Acosta.  Considerará  un  honor  para  él  recibir  al  señor  Bo- 
cafuerte,  á  quien  recuerda  haber  visto  hace  unos  28  años  en  compañía 
del  señor  de  Humboldt.  Estará  en  su  casa  todos  los  días  hasta  las  11  de 
la  mañana,  menos  el  viernes  de  la  semana  entrante." 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AOOSTA  113 


'•'--■•^■*-*^«^--»-^    **^)*»^  ^*^«*%^v*\*%^,*^^.^  *^ 


me  obsequió  con  ana  obra  saj'a  sobre  el  origen  de  las  ti- 
bertades  de  la  Iglesia  galicana.  Oomimos  en  casa  del  joven 
matemático  Duhamel,  profesor  que  ha  escrito  varias  obras 
científicas  importantes,  y  aunque  no  ha  cumplido  todavía 
treinta  años  es  considerado  como  persona  de  gran  saber  (1).'' 

Bra  este  sabio  tipo  acabado  del  hombre  sencillo  y  ca- 
sero, del  caballero  verdadero;  conservó  amistad  síooera  y 
constante  hasta  su  mnertOi  ocurrida  el  29  de  Abril  de  1872, 
primero  con  Agosta  y  d^poós  con  su  &milia. 

La  vida  que  llevaba  el  joven  americano  en  París  esta- 
lla consagrada  al  estudio,  á  la  frecuentación  de  los  sabios 
y  lionibres  públicos,  en  cuyas  casas  había  obtenido  pre- 
sentaciones, y  á  la  admiración  de  las  bellas  artes  en  los 
museos  y  galerías  públicas  y  privadas. 

Agosta  asistía  á  las  aulas  en  que  enseñaba  física 
Gay  Lussac,  y  matemáticas  Dubamel  y  Ampére  (2). 

De  este  último  hace  este  juicio  en  su  Diario : 

*'  A  pesar  de  su  mucha  ciencia  no  es  adecuado  para 
enseñar.  Su  estilo  es  obscuro,  tiene  una  pronunciación 
difícil,  In  cual  hace  que  sus  lecciones  sean  poco  frecuenta- 
das y  concurridas.  No  asistimos  á  ellas  sino  unos  25  es- 
tudiantes y  lina  dama.    Esta,  gravemente  sentada  enme- 

1 1)  J UHu  MHriü  Couhtant  Dulianiel  liabía  iiar-.iilo  en  San  Malo  eu  17V>7. 
litíspuL'vH  de  liaber  hecho  su  educación  en  Ja  Escuela  Politécnica,  salió  d** 
allí  en  1810  pura  entie^^'arse  á  la  carrera  profesional  allí  mismo.  Sus 
Trabajo»  imp«ntanlí8imos  le  valieran  el  empleo  de  Director  de  Ja  Esciieln 
P(.litccni«'a  tluraiite  varios  años.  Se  ocupó  principalmente  en  las  cue^ 
t  iones  más  elevadas  de  la  ciencia  matemática.  Kn  1840  sucedió  en!. i 
Acadenüa  de  Ciencias  á  Poisson.  Escribió  una  docena  de  obras  impi.re 
^.ilítíaimas  acerca  de  ciencias  físicas.  Era  cuñado  de  M.  Koulín.  v  tín 
ílel  famoso  Josó  Bertraud,  uno  de  los  hombres  científicos  que  lioy  cun- 
serva  Francia  con  mayor  respet<j. 

(Ji  Andrés  María  Ampére  era  físico,  químico  y  escritor  cientííico  n<j. 
table,  é  hizo  descubrimientos  acerca  de  la  electricidad.  Era  hombre  muy 
orii^inal  y  tan  distraído  en  sus  relaciones  sociales  como  era  inteligent- 
en  todo  io  tocante  á  ciencias.  Keñeren  de  él  curiosísimas  anécdotas  acer- 
ca de  sus  distracciones.  Era  miembro  de  todas  las  Academias  científí. 
can  del  mundo.  Fué  padre  del  célebre  literato  de  su  mismo  nombre»  ' 
Juan- Jaco bo- Antonio.  Había  nacido  en  1775.   Murió  en  1836. 

8 


114  BIOítRAFÍA 


dio  de  los  jóveDes,  cou  los  antros  calados,  escucha 
ateotameote  la  lección  y  toma  notas  sin  hacer  caso  algu- 
no de  lo  que  la  rodead 


En  aquel  tiempo  Ia«  mujeres  no  se  atrevían  por  lo  ge- 
neia!  :i  presentarse  en  las  aulas  de  los  sabios;  bt>y  día 
♦ísta^  están  repletas  de  señoras,  y  en  algunos  países  ellas 
dan  también  lecciones  científicas  que  compiten  con  las  do 
los  hombres. 

Además  de  las  mencionadas  Acosta  no  desperdicia- 
ba las  lecciones  de  tísica  del  doctor  Bertrand  (padre  de  lo^ 
aclnales  sabios  Alejandro  y  José  Bertrand,  ambos  acadé- 
micos, y  el  segundo  uno  de  los  mayores  sabios  de  la  época 
actual);  las  lecciones  de  química  del  célebre  Thenard  (1) : 
las  de  literatura  de  Andrieux  (2) ;  las  de  historia  de  Dau- 
nou  (3)  etc.  Tenía  tiempo  para  todo,  porque  jamás  des- 
perdiciaba un  momento. 

(1)  Luirt  Saiitiai^o,  Barón  de  Tiienard,  habííi  nacido  en  1777  de  fami- 
lia  de  labradores  franceses.  Proteírido  por  el  Cura  de  su  pueblo  recibió 
una  buena  educación  ;  pasó  á  París,  en  donde  entró  ai  la  Escuela  Po- 
litécnica y  se  dedicó  al  estudio  de  la  íjuímica,  en  la  cual  hizo  importan- 
tes dcsí'ubrimientüs.  lOn  181(>  entró  al  Instituto  y  se  liizo  notabilísimo: 
Luis  XVIII  le  liizo  Barón,  Par  de  Francia  (?tc.,  para  premiar  sus  traba- 
jü«*.  Obtuvo  todas  las  glorias  ¡i  que  puede  aspirar  un  sabio  y  murió  lleno 
d*i  años  y  de  honores  en   lbr>7. 

•  2)  Francisco  Estanislao  Andrieux,  lamoso  j)oeta,  dramaturgo  3'  li- 
t»'ríito  trances,  nació  en  17'»{»,  y  murió  en  1833.  Profesor  en  el  (.'olegi<» 
<le  Franria  y  miembro  de  la  Academia  Francesa,  era  muy  amado  y  po- 
pular entre  los  estudiantes  por  su  estilo  mordaz  y  picante,  á  pesar  d«^ 
su  tacto  exquisito  y  moderación  reconocida. 

('»)  Pedro  Claudio-Francisco  Daunou  había  nacido  en  1761,  y  por 
consiiTuientc  había  presenciado  la  época  más  dramática  de  lo  historia  de 
Francia  de  los  tiempos  modernos.  Pertenecía  á  la  Congregación  de  los 
Padres  del  Oratorio,  y  sin  emb^^rgo  fué  miembro  de  la  Convención  en 
1792,  pero  como  no  quisiese  votar  la  muerte  de  Luis  XVI  estuvo  á  punto 
de  perder  la  vida  con  los  Girondinos.  Después  de  la  caída  de  Robespie- 
rre  ocupó  muchos  puestos  importantes  en  las  Cámaras  legislativa»,  pero 
se  retiró  á  la  vida  privada  durante  el  reinado  de  Napoleón  I.  Durante 
aquella  época  escribió  varias  obras  históricas.  En  la  Restauración  vol. 
vio  i  tomar  su  asiento  en  las  Cámaras  Legislativas,  y  ocupó  durante 
largos  anos  el  puesto  de  profesor  de  Historia  en  el  Colegio  de  Francia. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  115 

"  Febrero  21.—  Estuvimos  aooche  eu  casa  del  Barón  de 
Unmboldt,  y  en  su  berlina  foimos  á  la  recepción  semanal 
de  M.  de  Lafaj'ette,  á  quien  Eoche  y  yo  fuimos  presenta- 
dos Nos  recibió  muy  bien,  más  diré,  con  cariño  paternal. 
Bn'el  salón  del  General,  tan  justamente  llamado  el  vete- 
rano de  ¡a  libertad  en  los  dos  mundos,  vimos  á  varios  co- 
lomWianos,  algunos  mexicanos  y  americanos  del  Norte,  el 
sobrino  del  griego  Ypsilante,  con  su  vestido  oriental  (1), 
así  como  los  miembros  más  distinguidos  de  la  oposición 
de  Inglaterra  y  de  Francia. 

*'Bl  Barón  de  Humboldt  me  presentó  á  Benjamín 
Constant  (2)  y  al  millonario  Ternaux  (3).  Este  último 
me  invitó  á  sus  recepciones  de  Ips  jueves.  El  Coronel 
Narváez,   que  estaba  allí  presente,    uie  nombró  á  Lord 

De  estas  lecciones  ni)  más  se  publicaron  2o  volúmenes  eu  S.o  Agosta  le 
admiraba  mucho  y  quiso  verle  de  cerca.  Habiéndole  pedido  permiso 
para  visitarle  recibió  la  siguiente  carta  : 

**  Señor  Capit'in  AiosiA. 

"Seíior:  recibí  su  carta,  demasiado  lisonjera  para  mí,  del  I8deJu 
lio,  y  la  contestara  antes  si  me  lo  hubieran  permitido  algunos  tra 
bajos  atrasados  que  teni»  que  terminar.  Tendré  el  honor  de  recibir  á 
usted  cuando  usted   lo  teñóla   por  conveniente    todos  los  días  menos  el 

viernes. 

"Re<*iba  usted  mis  respetuosos  liomenajes. 

"Dau.noi-." 
^Traduci<la  del  trances). 

(1)  Famoso  patriota  griego  que  se  decía  dífscendiente  de  los  Comne- 
iios;  y  combatid  por  la  libertad  de  Grecia. 

(2)  Orador,  publicista,  literato  y  escritor  político  famoso.  A  pesar  de 
ser  de  origen  francés,  nació  en  Suiza,  se  educó  en  Inglaterra  y  Alemania, 
pero  hizo  su  carrera  política  y  literaria  en  París,  en  donde  figuraba  en- 
tonces en  las  tilas  de  la  oposición  á  la  Kestauración  borbónioa.  Después 
de  la  revolución  del  año  de  1830  fué  nombrado  Presidente  del  Consejo, 
♦ín  cuyo  destino  murió  en  el  mismo  año,  de  sesenta  y  tres  años  de  edad. 

(3)  El  Barón  ííuillermo  Luis  Ternaux,  manufacturero  muy  afama- 
do, compañero  de  Lafayette  en  sus  empresas  liberales  antes  de  la  He- 
volación  de  89.  Tuvo,  sin  embargo,  que  emigrar  en  1793.  Regresó  en  la 
época  de  Napoleón  y  se  entregó  i  sns  fábricas  de  paños,  en  las  cuales 
hizo  grandes  cambios  y  fué  eliuventor  de  la  tela  llamada  caehejnir  ^ 
merioo.  Escribió  varias  obras  acerca  de  la  fabricación  de  tejidos  y 
murió  casi  arruinado  en  1833. 


1 1()  BIOGBAFÍA 


Hollaud  (1)  y  á  otros  personajeB,  célebres  todos  y  distin- 
guidos en  el  mundo  de  la  política,  las  letras  y  las  ciencias. 
^^  Entre  el  bello  sexo  sólo  nos  llarnó  la  atención  por  su 
belleza  la  hija  de  Lord  Holland.  Me  instaron  para  que 
bailase,  pero  yo  no  pensé  en  semejante  cosa ;  consideraba 
con  respeto  y  admiración  á  eso;^{randes  hombres,  á  aque- 
llos miembros  de  todas  las  aristoci^ias  del  saber,  la  glo- 
ria militar  y  la  política,  les  oía  hablar  y  me  parecía  un 
sueño ^ 

Entre  las  casas  que  frecuentaba  el  colombiano  estaban 
las  de  las  hermanas  del  Oeneral  Pablo  Mantilla,  las  seño- 
ras Del  peche  y  Strisser,  que  vivfan  en  París,  y  con  quie- 
nes conservó  siempre  ccmstante  amistad. 

Con  el  Coronel  Narváez  visitó  á  Destutt  de  Tracy,  el 
filósofo  ideólogo,  antiguo  miembro  de  los  Estados  Gene- 
rales de  1789,  cuyos  textos  de  enseñanza,  de  la  escuela 
sensual  de  Condillac,  lian  levantado  tantas  polémicas  en 
Colombia.  Tracy  lo  recibió  con  suína  afabilidad,  lo  pie- 
sentó  á  sus  hijos  y  á  su  yerno  y  le  invitó  á  que  frecuen- 
tase su  casa,  en  donde  solían  reuniíse  gran  numero  de 
literatos  y  hombres  políticos. 

También  fué  presentado  en  casa  de  Lafitte,  célebre 
hombre  político  y  financista,  quien  siendo  hijo  de  un  car- 
pintero logró  con  sus  talentos  levantarse  de  la  nada  hasta 
convertirse  en  una  potencia  rentística.  Con  los  millones 
que  ganó  en  los  Bancos  que  fundó,  no  solamente  nnvilial.ni 
á  los  gobiei'nbs  que  se  sucedieron  en  Franciji  durantt* 
medio  siglo,  sino  que  su  generosidad  y  liberalidad  C(m  los 
necesitados  era  |)i()veíl)ial.    Fué  Ministro  á^  Hacienda  de 

(1)  Enri:iue  líicard»)  Vrtssal  P\)X. — Lord  Hoilaiíd — era  s  »Imíihi del  ce- 
lebre liombre  de  Kstado  inglés,  Carlos  Jairiií»  Fox,  el  rivai  de  Pifr.  Kl 
Lord  Holland  que  visitaba  á  Lafayette,  era  iiiieiubro  de  la  (-úuiKra  tU\ 
los  Lores,  y  siempre  abogó  en  favor  de  las  Kfi[»úblic.*as  Sudamericana  * 
Defensor  de  todas  las  libertades  nacionales  era  al  mismo  riempo  censor 
permanente  de  toda  injusticia  que  su  Gobiern<»  cometía  con  los  extran- 
jeros. Hospitalario  con  éstos,  los  C(»lombiano8  siempre  encontraron  en  tíl 
un  amiiío  y  un  protector  en  tudas  circuntancias.  Murió  en  1^4(». 


DEL  aENERAL  JOAQUÍN  AC^OSTA  117. 


r-  ^  ^  '  ^ 


Luis  Felipe,  cuyo  advenimieuto  al  trono  preparó  eo  grau 
parte  con  su  influen'cia ;  sin  embargo,  perdió  su  populari- 
dad con  el  poder  político,  descuidó  sus  intereses  y  á  su 
muerte  era  mucho  menos  opulento  que  cuando  le  conoció 
Agosta  (1).   Hablando  del  millonario  Ternaux : 

''  Este  tranquero,  leemos  en  el  Diario,  ba  llegado  á  tal 
grado  de  opulencia,  que  puede  reunir  en  su  casa  á  los 
miembros  de  todas  las  grandes  aristocracias  del  mundo. 
Kstaudo  allí  el  Barón  de  Huraboldt,  me  presentó  al  Ma- 
riscal Soult — Duque  de  Dalmacia — ^al  General  Jullieo,  al 
Conde  Darii,  los  cuales  todos  han  desempeñado  papel  im- 
portantísimo en  la  guerra,  en  la  política,  en  la  diploma- 
cia y  en  la  literatura  de  los  últimos  treinta  años. 

*'  AI  señalarme  todos  los  personajes  el  Barón  de  Hum- 
boldt  me  decía  que  lo  bacía  para  que  pusiese  sobre  aque- 
llas personas  los  nombres  que  yo  conocía  y  acerca  de  los 
cuales  había  leído.  ¡  Pero  cuan  poco  correspondían  aqué- 
llos á  éstos !    ¡  Lo  ideal  es  siempre  mejor  que  la  realidad ! 

'^  También  vi  á  la  Princesa  Davoust  (2)  y  á  otras  damas 
de  la  época  del  Imperio,  cuyos  nombres  andan  escritos  en 
las  historias,  pero  ninguna  me  pareció  hermosa,  aunque 
todas  eran  célebres,^ 

Refiere  más  lejos  que  en  una  simple  recepción  en  casa 
de  Ternaux  esta  magnífica  mansión  estaba  adornada  con 
un  lujo  asiático:  la  escalera  era  un  bosque  de  plantas  tro 
picales,  como  no  las  tenían  los  palacios. 

Durante  los  ratos  que  robaba  á  los  estudios  el  joven 
americano,  cuya  sed  de  saber  eia  insaciable,  visitaba  con- 
cienzudamente las  galerías  de  pinturas  y  apuntaba  en  su 
cartera  lo  que  más  le  había  llamado  la  atención  con  el 

1,1)  Laticte  murió  en  1844,  dejando  el  resto  de  su  fortuna  ú  su  hija, 
i«i<iada  con  un  hijo  del  Mariscal  Ney. 

(2)  Era  esta  la  viuda  de  Luis  Nicolás  Davoust,  el  compañero  de  Co. 
iegio  de  Napoleón,  á  quien  hizo  Principe  y  Marisca!  y  se  disting^uió 
tiempre  como  un  militar  de  primer  orden. 


/ 


lis  BIOGRAFÍA 


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objeto  de  cousultar  después  eii  libros  de  arte  si  su  gusti» 
coincidía  con  el  estético  y  artístico.»  Iba  á  estudiar  su^ 
conferencias  en  los  jardines  públicos,  y  allí  contemplaba 
los  fenómenos  de  la  primavera  en  las  plantas,  cosa  que 
veía  por  primera  vez. 

El  4  de  Marzo  registro  con  júbilo  la  noticia  de  la  de- 
linitiva  rendición  del  Callao  á  las  tropas  republicanas  ♦íl 
25  de  Enero  anterior.  ¡  Tanto  así  se  tardaban  las  noticia> 
en  llegar  (i  París !  Bolívar  había  prometido  en  el  año  dtr 
diez  y  nueve  libertar  cuatro  países  del  yugo  español  } 
formar  cuatro  Eepúblicas,  y  estaba  cumplida  al  fin  su 
promesa.  Su  gloria  había  llegado  al  apogeo. 

CAPITULO  IV 

lltícuerdos  de  Napoleón  I, — beruioütH. — Proceaijues. — bituacióu  poiítM  a 
(le  Frauciu. — Paseos  á,  la  3Ialmaison  y  San  Ciermán. — ElJueves  íSaut» 
en  Loiigchamps. — El  Duque  de  Erogue. — El  Barón  de  Stat* i. — S'>«- 
mondi. — El  Almirante  Sidney  Smitli. — VA  Palacio  de  la«  Tnllerías. 

182G. 

ACOSTA  y  Roche  estudiaban  Ingeniería  militar  y  asis- 
tían á  paradas  y  revistas  de  tropas,  fijándose  en  los  regla- 
mentos y  en  todas  las  leyes  de  la  disciplina  militar,  con 
el  objeto  de  poner  todo  lo  posible  en  práctica  cuando  in- 
gresasen á  su  Patria.  Agosta  cumplía  con  hacer  esos 
estudios,  pero  lo  que  particularmente  le  llamaba  la  aten- 
ción eran  las  Ciencias  Naturales,  en  cuj-a  carrera  le  guia- 
ba, con  paternal  bondad,  el  mayor  sabio  de  la  época,  Ale- 
jandro de  Humboldt. 

Los  recuerdos  del  gran  Napoleón  estaban  frescos  en- 
tonces en  la  memoria  del  pueblo  francés ;  éste  yá  había 
olvidado  sus  defectos,  sus  errores  y  los  sufrimientos  de  la 
época  del  Imperio,  para  recordar  sólo  los  triunfos  y  las 
glorias  militares  de  sus  ejércitos. 

Un  día  el  Coronel  Narváez  convidó  á  comer  á  Agosta 
y  á  Boche  en  el  café  de  la  Rotonda^  muy  de  moda  en  la 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACOtíTA  llí^ 

cpocii  de  la  RevokiciÓD.  Uno  de  los  invitados,  M.  Du- 
perrit,  refirió  en  la  mesa  cóhio  treinta  aüoe  antes  había 
comido  allí  mismo  con  Napoleón  Bonaparte.  Como  ha- 
blase de  ello,  refiriendo  algún  incidente  de  la  comida,  un 
criado  anciano  que  les  servía  dijo  que  él  se  acordaba  per- 
t'eetamente  de  aquello,  y  como  le  preguntasen  si  recorda- 
ba la  Iciha,  repuso  sin  vacilar  que  había  ocurrido  cuando 
<*1  futuro  limperador  estaba  en  vísperas  de  emprender  la 
(Miupaña  tle  Italia,  y  el  joven  militar  era  ya  notable  y 
pron)etía  ir  lejos.  Añadió  (¿ue  él  era  entonces  r/arcón  dv 
rafe  y  cínitirmalKi  siéndolo  á  pesai  de  sus  canas. 

AcosTA  no  dejaba  nunca  de  asistir  los  martes  á  los 
recibos  en  casa  del  General  Lat'ayette,  quien  le  trataba 
siernpie  con  amabilidad,  y  llevándole  á  los  rincones  del 
salón  hablaba  con  el  largamente  acerca  del  porvenir  de  la 
nueva  Colombia;  y  al  dejarle  para  atender  á  sus  invitados^ 
tenía  cuidado  de  presentarle  á  las  personas  más  impor- 
tantes que  tenía  á  su  lado. 

*'  Conocí  allí,  dice  en  su  Diario,  al  General  TLiard  de 
Bissy  (1) ;  presencié  la  misma  noche  una  diputa  acalora- 
da, sobre  un  dato  histórico,  entre  Benjamín  Constant  y 
el  joven  Mignet,  autor  de  una  popularísiraa  Historia  de 
la  Revolucióií  Francesa  (2). 

Todo  en  París  le  interesaba,   y  no  porque  se  dedicase 

i,  1)  Auxoiine  TeodosioThiard  de  Bisay,  hijo  de  noble  familia  y  titula- 
do, nació  on  1772  y  adoptó  la  carrera  de  las  armas.  Durante  el  Terror 
emigró,  pero  regresó  á  Francia  después  y  tomó  servicio  bajo  Napoleón  ^ 
Kste  ¡e  hiz{»  su  Ayudante  de  campo,  y  después  Gobernador  en  Dresden. 
Luis  XVIII  'e  llamó  á  su  lado  y  le  nombró  Mariscal.  Sin  embargo,  en 
latt  Cámaras  tomó  asiento  en  la  izquierda,  combatió  á  los  Borbones  y 
tomó  parteen  la  cosa  pública,  siempre  entre  los  liberales. 

(2)  Francisco  Augusto  Mignet  fué  célebre  historiador  y  rivalizó  y 
aun  superó  á  Thiers  en  popularidad  y  fama.  Sus  aulas  eran  frecuenta- 
dísimas  por  los  estudiantes  enemigos  de  los  Borbones,  y  con  sus  escritos 
y  palabra  ayadó  en  gran  medida  á  la  caida  de  Carlos  X  en  1830.  Bajo 
LuíB  Felipe  alcanzó  grandes  honores  en  todos  sentidos,  políticos  y  lite- 
rarios. Escribió  muchas  obras  históricas  y  xnnrió  en  1884,  á  los  88  años 
de  edad. 


12<t  BIOGBAFÍA. 

á  asiduos  estudios  cieotíticos  dejaba  de  atender  al  alimen- 
to del  alma ;  por  bu  Diario  vemoR  que  asistía  á  los  ser- 
moDes  y  demás  oficios  de  la  Cuaresma  en  San  Suipício  y 
en  Nuestra  Señora  de  Parfsj  en  la  primera  iglesia,  apun- 
ta, que  oyó  la  elocuente  voz  del  Abate  Ouill/in,  por  en- 
tonces uno  de  los  más  famosos  oradoreK  sagrados  de 
Francia  (1). 

Con  motivo  del  Jubileo  Universal  que  babfa  promul- 
gado Sd  Santidad  León  XII  tuvo  lugar  una  magnfflca 
procesión  pública  enti-e  la  iglesia  de  Santa  Genoveva  y 
Nuestra  Señora,  á  la  cual  qnisieroii  asistir  Acosta  y 
Kocbe.  Hé  aquí  la  descrípoión  de  ella  que  encontramos 
ep  el  Diario  del  primero: 

"  17  de  Marzo. — A  Ib  una  de  la  tarde  salimosdel  anla 
de  M.  Daunou  y  nos  dirigimos  á  la  plaza  del  Panteón, 
eo  doode  tomamos  puesto  y  aguardamos  dos  horas  á  que 
pasara  la  anunciada  procesióo. 

"  Al  fin  llegó.   El  Bey  Garlos  X  (con  los  Principes 

reales  y  toda  la  Corte)  marchaba  á  pie  detrás  de  una  urna 

de  oro  que  contenía  reliquias,  rodeada  de  ocho  Obispos,  el 

Arzobispo  de  París  y  una  inmensa  multitud  de  sacerdotes 

revestidos  con  ricos  sobrepellices  y  cantando  himnos.    En 

)  de  sus  respectivos  estendartes  iban  después  los 

nbros  de  varias  hermandades,  seguidos  por  una  tropa 

ivenes  y  de  oiñitas  vestidas  de  blanco. 

'  La  magnífica  portada  de  Santa  Genoveva  parecía 

más  hermosa  hoy  que  nunca.   Inmenso  número  de 

>zas  doradas,  de  lacayos  con  vistosas  libreas,   de  gen- 

íes,  de  regimientos  de  tos  guardias  de.  corps  del  Rey, 

aban  una  brillante  zona  en  torno  de  la  plaza  y  real- 

n  con  sus  vistosos  colores,   relucienteR  armasy  plu- 

ts  el  esplendor  de  la  fiesta. . . ." 

El  AbaU  Amado  Guilldn  de  Montleón  nació  en  Lyon  en  I7jn^ 
jtabilíiimo  como  hiitoriador  y  taólogo  controversista.   Iiogró  eica- 

fneradel  puf  i  dumnle  la  Kevoliiciún,  y  al  volver  i  Francia  diíen. 
.  Jgleiia  galicana  por  todos  Ion  medii'x   posibles  durante  cuarenta 

Mnriú  en  1842  il*  M  «ños  de  edad. 


DEL  GKNJiRAL  JOAQUÍN  A008TA  V>i 

exiil!^??  '""'''  "^^  P'"^S^",  rtar  una  idea,  annque  sea 
Sp  "'",?'"  ^«"''«»  y  «ocia' «"  que  se  encon- 

traba Lauca  en  1826,  pues  sin  ello  no  se  comprendería 
1»  importancia  de  ciertos  nombres  q„e  en  el  Diario  ,1^ 
ACOSTA  encontramos  á  ca<la  paso 

El  i.leal  de  nn   Gobierno  libre  dentro  del  orden  v  el 

^petoá  las  ..Kstauc es-de  an  Gobierno  que  se  al.  ase 

tentó  de  los  Hbn8.«  de  una  autocracia  absoluta  con,;,  de 
U  desentrenada  licencia;  de  un  Gobierno  justo,  paternal 

es   '^rr -'?'"'*"'   P-«-«»rde  JpeqúeC; 
08  grandes;  liberal,  en  el  «oble  sentido  de  la  palabra-  ese 
¡deal  que  babía  aparecido  como  una  nueva  Z^Zi^U 

1"::  el  n  '1  í"  í*' "«'"  ^^"í-'-wa  pei^istid; 

«nn  en  el  fundo  do  los  ánimos  de  los  mismos  que  babían 
«afndo  martirios  de  la  diosa  pagana,  ensan¿,.nt^a  > 
«^uel  que  Hurgió  de  la  llevolnaY»n  de  89.  Estos  í 
amaron  liberales  hasta  que  comprendien...  que^u^ 
lia  palabra  no  respondía  á  sus  aspin^^iones,  porque  «e 
babían  apoderado  de  ella  los  demagogos,  hí^  legíti- 
Zv      H  ^."'^'''  ^"*  gobernaron  4  Francia  hLta 

de  1826  fueron  los  que  en  gran  parte  formaron  el  partido 
constitucional  conservador  que  elevó  al  trono  á  LuiVFeb 
pe  en  oposición  á  Carlos  X,  representante  de  los  Borbo- 
oes  y  de  la  autocracia  legitimista. 

El  ardiente  sol  del  Imperio  había  secado  la  sanere  de- 
rramada sobre  los  cadalsos  por  I«h  «ecuaces  del  Tenor 
pero  la  mancha  no  se  había  borrado,  y  el  recuerdo  de  esos 
tiempos  calamitosos  t«nía  encadenada  la  voluntad  de  lo. 
hombres  de  orden  ;  y  aunque  lamentaban  éstos  la  sítna- 
ción  en  que  se  hallaba  Francia  bajo  el  poder  de  los  Bor- 
bones  (que  pretendían  gobernarla  como  antes  de  la  Kevo- 
lución  y  cuando  había  gustado  yá  del  fruto  del  bien  y  del 
lual)  no  se  atrevían,  sin  embargo,  á  hacer  ningún  moví- 
miento  revolucionario. 

Era  tal   la  antipatía  que  se  tenía  á  lo  que  diera 


124  BIOGRAFÍA 


ca;  billar;  baños  He  varias  clases;  salones  amueblados  de 
difeientes  estilos:  invernáculos  repletos  de  plantas  ex6ti* 
cas  que  recordaran  á  Jose6na  sus  primeros  años ;  éstos 
80D  quizás  los  más  ricos  de  Parfs.  En  aquellas  est tifas  vt 
plataneros,  palmeras,  chisguas  y  otras  plantas  de  mi  pafs, 
las  que  saludé  como  á  paisanas  mfas,  y  trajeron  á  mi  me- 
Tnoria  esceitas  bien  diferentes  por  ciert«i  á  las  que  tenía 
delanti*. 

^*  Aún  viven  allí  (al  caU»  tie  12- años  de  la  muerte  de 
\h  hjni|>eratriz)  algunos  sirvientes  que  lo  fueron  de  ella« 
l(is  onali^s  están  encargados  del  cuidado  de  la  casa  y  jar- 
dines. Entre  otros  vi  á  un  negro  qne  ella  había  traído  de> 
8ant4»  Domingo ¡  Ouán  eñmera  es  la  grandeza  huma- 
na!.. .  Las  plantas  traídas  de  la  zona  tórrida  para  agra- 
dar á  una  Emperatriz  han  tenido  una  existencia  más  larga 
que  ella,  cuyas  dichas  pasaron  como  un  sueño.  Yá  no 
queda  de  ese  esplendor  sino  estos  muros  y  este  negro  me- 
lancólico que  vaga  por  las  antiguas  habitaciones  de  su 
ama,  desamparadas  hoy,  pero  que  oyeron  las  voces  de 
una  Corte  de  héroes,  así  como  la  agonía  y  los  suspiros  de 
una  mujer  abnegada. 

'^  Gomo  para  recordar  esas  tristes  memorias  vimos  ios 
bustos  del  Príncipe  Eugenio  y  de  la  Reina  Hortensia  er> 
un  salón,  y  al  óleo  retratos  de  los  mismos  en  otro.  Dos 
pequeñas  pirámides  que  Napoleón  había  hecho  traer  á 
todo  costo  desde  las  orillas  del  Nilo  para  obsequiar  á  Jo- 
sefina contribuyen  á  aumentar  la  melancolía  que  reina  en 
esa  triste  mansión  de  gl(»rias  y  resplandores  apagados. 

"Me  dijeron  que  Josefina  había  sido  el  ídoh»  de  aque- 
llas comarcas,  y  que  los  aldeanos  recordaban  el  cariño,  la 
dulzura  y  la  caridad  conque  los  trataba  siempre. 

** — Puesto  que  fué  caritativa  y  tuvo  los  medios  de 
ejercitar  esa  virtud  no  pudo  ser  infeliz!  exclamé. 

**  Esta  idea  fué  vivamente  combatida  por  las  damas 
que  acompañábamos,  algunas  de  las  cuales  pretendían 
que  la  dicha  no  dependía  de  uno  mismo  sino  de  los 
demás. 


DEL  GKNUBAL  JOÍl<^UIN  AC08TÁ 


125 


^'  Volvimos  p(H'  Mariy.  Allí  vimos  las  curiosas  iiiáqui< 
iias  hidráulicas  que  se  establecieron  para  hacer  subir  el 
agua  que  llevan  á  Versalles  y  embellecen  los  jardines  que 
mandó  hacer  Luis  XIV,  gastando  en  ello  centenares  de 
«millares  de  francos. 

'^  A  c;ida  momento  gozaba  más  ciin  el  paseo:  la  belle- 
4sa  apacible  de  la  atmósfera ;  la  pureza  del  ambiente ;  el 
^soplo  vivificante  de  la  piimaveni,  que  pareefa  darme 
nueva  vida;  la  culta  y  agradable  sociedad  que  me  rodea- 
tía  y  la  armonía  que  reinaba  entre  todos  ncmotnis  numen- 
taba  las  impresiones  que  sentía  y  que  jamás  podré  olvidar. 

^^  Atravesamos  el  Inisciue  de  San  Germán  y  nos  detu- 
vimos delante  de  aquel  inti^resante  castilhi  feudal,  riNlea- 
-do  aún  de  fosiM,  los  cuales  no  dejan  olvidar,  con  su 
aspecto  venerable,  que  hace  ochocientos  años  que  fu^ 
edificado  (1). 

'^  Echamos  pie  á  tierra  y  fuimos  en  primer  lugar  á  dar 
uu  paseo  por  el  terrado,  desde  el  cual  se  descubre  una 
bellísima  vista  sobre  todo  el  valle  del  Sena.  Estando  allí 
la  pesada  campana  del  castillo — de  ese  castillo  que  fué 
morada  de  los  Reyes  de  Francia — dio  las  cinco  de  la 
tarde.  Aquello  nos  hizo  comprender  que  apenas  nos  que- 
daba una  hora  para  recorrer  el  Palacio.  Inmediatamente 
cntnunos.  Vimos  la  anticua  capilla  (que  construyó  San 
Luis);  el  salón  de  recepción  de  Francisco  I  y  los  aposentos 
cjue  ocupó  el  destronado  Key  de  Inglaterra,  Jacobo  [I  (2). 

"  Mientras  que  el  (Conserje  bascaba  las  enmoheei- 
íhis  llaves  para  abrir  los  salones  reservados,  nos  refería 
vu  pocas  palabras  las  leyendas  del  Castillo 

ilí  KiH  residencia  ya  <le  los  Keyes  de  Francia  desdt^  el  si^lo  X,  y 
i'^turi  8ii(-eMvaniente  la  ocuparun  con  preferencia  á  todas,  hasta  que 
I.UÍ8  XIV  edirtcú  ^íl  pnlacio  (le  Versalles.  Aquel  orgulloso  monarca  veía 
•un  digmisin  desde  las  wiitanas  del  Palacio  de  San  (iermán  las  torres  de 
Shu  L>i*inisi«',  las  cu:des  Je  recordaban  la  muerte,  por  estar  allí  los  se- 
pulcros de  i<)8  Keyes  de  Francia.  Deseoso  de  olvidar  que  liahía  de  perder 
lü  vida,  huscó  entonces  un  sitio  del  cual  no  alcanzase  á  ver  esas  torre 
t^rídicrts,  y  ae  rtjó  en  Versalles. 

1 2)  Allí  muriú  r^  años  después  de  que  le  destronaseu  en  1702. 


126 


BIOGRAPÍA 


-  Dieron  las  seis  de  la  tarde  y  aún  no  habíamos  con- 
cluido de  ver  los  salones.  Continuamos,  pues,  al  través  de 
os  aposentos  casi  sil.  detenernos. . .  Al  fin  llegamos  al- 
ioudoir  que  fué  de  la  La  Valliére.  Allí  nos  par.4m08  algu- 
nos momentos  á  respirar. . . .  Pero  mientras  que  mis  com- 
pañeros hablaban  de  la  belleza  de  aquella  histórica  y  des- 
dichada mujer,  mi  mirada  se  fijaba  con  preferencia  en  los 
oíos  de  cielo  de  una  de  las  damas  del  paseo,  «my»  gracia 
y  donosui-a  no  áerían  inferiores  á   las   de   la   tavonta  de 

I  uis  "^IV 

'  «'  Despuéíí  de  recon^r  la  larga  tila  d«  aposentos  que 
fuoion  habitados  por  Luis  XIV,  antes  deja  construcción 
del  Palacio  de  Versalles,  aposentos  que  Napoleón  desti- 
nó para  los  alumnos  de  la  Escuela  de  Caballería,  y  e» 
Lde  hoy  habitan  los  Guardias  de  Corps,  resolvimos 

"' "  SL^oTÍla  portada  del  Cantillo  d  las  siete  de  la 
tarde  la  luna  brillaba  sobre  un  cielo  despejado,  y  res- 
ptrábamos  un  ambiente  perfumado  por  la«  Pñn.e.^  flores 
Lia  primavera.  Nuestras  compañeras  subiemn  4  su. 
respectivos  carruajes ;  nosotros  nos  acei-cámos  á  las  ven- 
tardllas  para  despedirnos  antes  de  «'^P'"-*»""^'  P";;^^^^ 
deberían  seguir  directamente  á  sus  casas,  y  nosot.os  á  la 
luiéstra,  al  Uegar  á  París.  Las  saludamos  ellas  partieron 
adelante  :  quizás  no  las  volveré  á  ver  jamás 

"  ^sí  concluyó  un  día  que  será  en  mi  existencia  como 
un  oaíis  en  el  desierto ;  un  poético  y  fugaz   idilio  dentro 

''  ^Í;T  Í;l:-Jueves  santo-Estuve  hoy  en  el  pa- 
seo d¡  Long-Champs,  lugar  que  en  otro  tiempo  era  con- 
.  ourridísimo,  porque  según  lo  que  se  usase  ese  día  se  faja- 
ba la  morfa  para  todo  el  año  (1).  ^or^p^J^'^^'f  ^f^^ 
profana  de  dos  filas  de  carrozas,  por  la  mitad  de  la  alame- 
da, llenas  de  mujeres  espléndidamente  vestidas,  y  á  uno 

n  Hov  se  llama  esta  aUmeda  de  las  ^c.ci..,y  aU:  se  da«  cita  t^a«, 
JICLZ  de  pan-.,  en  U  pri„,avera  y  e,  otoño,  per.  no  ya  el  4neve- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  127 

y  otro  lado  diversiones  para  el  pueblo.  Todo  esfx)  me  pare- 
ció muy  impropio  para  la  época  del  año,  Jueves  y  Viernes 
Hanto,  pues  mañana  siguen  las  fiestas  y  feria. 

"  Probablemente  el  golpe  de  vista  debe  sei*  brillante  y 
bello  cuando  la  estación  es  propicia,  pero  el  día  era  húme- 
do y  triste.  Nos  llamó  la  atención  la  riqueza  de  los  carrua- 
jes de  los  Ministros,  los  Pares,  Príncipes  Reales  y  Emba- 
jadoi^s  extranjeros.  Entre  estos  últimos  brillaba  por  su 
gran  lujo  el  Embajador  español,  cuyo  esplendor  formaba 
contraste  con  la  miseria,  el  luto  y  las  humillaciones  que 
ha  sufrido  aquella  nación  en  los  últimos  años. 

"C>)nncí  allí  al  Duque  de  Bordeaux  (1),  niño  de  seis 
años  que  iba  en  un  carruaje  con  su  madre  la  Duquesa  de 
Berri.  Están  hoy  día  educándole  pai-a  el  oficio  de  Rey, 
pues  le  tocará  la  corona  de  Francia  á  la  muerte  de  Garlos  X. 

"25  Ae  Marzo. — Me  habían  dado  un  billete  para  en- 
trar en  el  Palacio  de  Borbón,  reconstruido  en  1804  para 
el  Cuerpo  Legislativo  (2).  El  edificio  es  notable  y  su  pór- 
tico puede  competir  con  el  de  la  Bolsa.  Entré  á  un  salón 
que  llaman  de  la  Paz,  y  allí  estuve  hasta  que  un  Capitán 
de  Guardias  de  la  Cámara  me  introdujo  en  el  salón  y  me 
indicó  cuáles  eran  los  asientos  reservados. 

"  El  interior  del  edificio  me  pareció  digno  de  su  facha- 
da, y  propio  para  que  se  reuniesen  á  deliberar  los  Repre- 
sentantes de  un  gran  pueblo.  Pero  desgraciadamente  los 
Diputados  nc  correspondían  todos  al  honor  de  aquel  em- 
pleo. Solamente  Benjamín  Constant  y  el  Oeneral  Sebas- 
tiani  (3)  son  verdaderos  oradores;  á   tastos  escuché   con 

(1)  Después  Pretendiente  legitimista  que  vivió  com:)  tal  liasta  su 
muerte. 

(2)  Era  este  edificio  un  Palacio  de  la  Duquesa  de  Kourhon,  en  el  cual 
se  t^astaron  muchos  millones  sin  concluirlo  de  edificar.  La  Revolución 
Fe  apoderó  de  él.  Allí  se  reunieron  los  Qxúnientosy  y  después  los  Diputados 
de  la  nación.  En  tiempo  del  Imperio  se  le  hizo  el  peristilo  corintio  que  hoy 
tiene,  y  cada  Gobierno  le  ha  ido  añadiendo  alguna  cosa  más  al  edificio. 

(3)  Pariente  de  los  Bonapartes.  Hizo  brillante  carrera  militar  y  en  la 
diplomacia.  Durante  la  Restauración  era  uno  de  los  jefes  de  la  oposición,  y 
fu4   MíníHtro  bajo  el  reinado  de  Luis  Felipe.    FJra  padre  de  la  Duquesa 


128  BIOOKAKÍA 


gUMto,  y  admiré  Iha  dote»  intelectuales  del  Ministro  M.  de 
Villele.  Bn  su  asiente»  vi  al  Barón  Mechín  (1)  á  Girard(n  (2) 
y  entre  otros  me  agradó  la  fisonomía  de  Olermont-Ton- 
nerre,  el  Ministro  de  Guerra.'^ 

^'13  de  ilfrrt/.->-Estuve  en  la  sesión  pAblica  de  la  So- 
ciedad Crütiana^  presidida  por  el  Duque  de  Broglie,  yer- 
no de  Madama  de  StaeL  <3)  M.  Ouizot,  de  Broglie  y  nn 
joven  de  la  Fosse,  pnmunciaron  hermosos  discursos,  que 
produjeron  honda  impresión  en  el  auditorio,  que  eni  muy 
namen>M4>.  Se  trataba  de  la  esclavitud  y  de  loe  crfnieoes 
que  Kf  cometían  con  indefensos  negros.  Guando  salí- 
moH  el  Barón  de  Stael  se  ooupalia  en  remover  las  |ieHad:ui 
cadenas  y  k^Hos  que  había  llevado  allí  como  pruelms 
palpables  de  que  se  oiHitiniiaba  el  tráfico  de  esclavos, 
puest4»  que  él  mismo  liabfa  sacado  aquellos  instrumentos 
de  tortura  de  un  navio  que  había  llegado  á  Nantes  aliora 
tres  meses."  (4) 

Bntre  las  personas  que  dispensaron  su  amistad  ai  jo- 
ven americano,  fuera  de  las  que  ya  hemos  mencionado, 
citaremos  al  doctor  Gabriel  Andral,  hijo  de  \u\  médico 
distinguido  y  pudre  de  un  abogado  muy  notable  también 
en  la  política  actual,  ArosTA  dice  de  su  amigo :  "Gabriel 

de  Praslm,  que.  muñó  aseMinaílH  por  su  uinrido.  Bebastinni  iniuiú  \uuy 
anciíiiu)  en  1«.'»1. 

[\)  Antiy^uo  (ÜioDilino.  Kii  las  Cámaras  fué  niieinl)n)  \W  la  opiísií-.ión 
hast.i  l^:Ui,  cuíindo  í.)htuv(í  ompleí)  lucrativo. 

(*J)  Hl  (N»n(le  (]h  íiirardÍM  liabía  sido  discípulo  de  Ixuussoau.  DuratiU; 
líi  Unvulucióu  lué  deiensor  dtí  l.i  monarquía,  después  fit'  adhirió  á  Imi 
lloíiapiírtes  y  paso  á  Kspaña  f'»u -losr.  Kulaópoca  dn  1k  IJesíauratiór 
era  mi«Mnbrn  tle  la  oposición. 

{'.))  Aquiles,  Lt^-Mício,  Vii'tor,  (Jailus  Üuque  de  HlMi^lie,  desceiidieiile  dtí 
iiomlnt'S  lie  Kstado  y  de  vn^rreros,  liabía  nacido  en  178.'.  IN'jdio  a  .su  pa- 
dre  ^guillotinado  ;  vidvio  u  Francia  al  concluir  la  Uevoluciiiu  y  desempe- 
ño misiones  importantes,  casó  t:on  Albertina  de  Stail,  liu«  Kuibajailor, 
Académico,  Ministro  de  Estado  etc.  Entonces' se  liallaba  í'ntre  !<'S  \úíe- 
rales  njoderados.  Murió  en  IfíTo  de  edad  muy  avnnzada. 

(4)  Kl  Barón  de  Stael  era  el  hijo  mayor  de  Madama  de  blacl.  Había 
nacido  en  1790,  y  así  como  su  madre  se  distinguió  por  el  talento,  hu  her- 
mana (la  Duquesa  de  Broiílie)  por  la  belleza,  él  se  hizo  notable  por  «m 
bondad  inagotable  y  sus  actos  de  filantropía.  Murió  jown  todavía  en 
18J7. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA»  129 

Andral,  aunque  muy  joven  todavía,  indudablemente  será 
hombre  ilustre."  Con  efecto  Andral  lo  fué,  y  su  nombre  es 
talvez  el  más  notable  entre  los  médicos  científicos  de  la 
primera  mitad  de  este  siglo.  Miembro  de  todas  las  Acade- 
mias científicas,  escribió  obras  sobre  anatomía  patológica 
que  llamaron  la  atención  de  todos  los  médicos  del  mundo. 

En  un  banquete  mensual,  en  el  cual  se  reunían 
todos  los  colaboradores  y  corresponsales  de  la  Bevista  En- 
ciclopédica^  al  cual  fué  invitado  Agosta  y  asistía  todos 
los  meses,  conoció  y  trató  al  historiador  Sismond  de  Sis- 
mondi,  que  le  tocó  al  lado  la  primera  vez.  "  Era  éste, 
dice  el  diario,  hombre  sencillo  y  campechano  á  pesar 
de  su  instrucción  y  fama."  (1) 

En  otra  ocasión  le  tocó  de  vecino  el  famoso  Almirau- 
te  inglés,  Guillermo  Sidney  Smith.  (2)  "Me pareció,  obser- 
va, hombre  llano,  lleno  de  ciencia  y  vivísimo  á  pesar  de 

su  edad." 

Encontramos  en  el  Diario,  que  nos  ocupa,    una   lai'ga 

y  minuciosa  descripción  del  Palacio  de  Versalles,    de   los 

(1)  Sismond  de  Sismondi  era  de  familia  de  origen  italiano,  nacido  en 
(finebra  en  1773.  Durante  la  Revolución  francesa  visitó  varios  países 
europeos.  En  IfcfOl  escribió  su  primera  obra  y  de  1807  á  1818  escribió  en 
16  tomos  su  magna  llistoriade  las  Repúblicas  itaiianas.  Amigo  íntimo  de 
Madama  Staí-l  la  acompañó  en  su  viaje  á  Alemania,  y  entonces  escribió 
Ja  Historia  de  la  litciatura  del  Medio  día  do  Ewo-pa,  La  Histeria  dt  los  Fian- 
ceses  tu  30  tomos,  lo  ocupó  hasta  su  muerte  ocurrida  en  184J.  Durante 
lüS  intervalos  que  le  dejaban  la  publicación  de  esa  obra  tuvo  tiempo 
para  escribir  además  artículos  sobre  asuntos  ect^nómicos  y   de   historia. 

Fué  autor  también  de  novelas  y  varias  biografías.  El  conjunto  de  sus 
ubras  formarían  una  biblioteca  de  más  de  cien  volúmenes.  Era  porsu. 
puesto  miembro  de  la  Academia  Francesa  etc.,  etc. 

(2)  Este  famoso  marino  inj,dés  había  nacido  á  mediados  del  siglo  wm 
Los  primeros  años  de  su  vida  Jos  había  i)a^ado  en  ejupresas  marítimas 
de  toda  especie.  Capitán  de  fragata  desde  los  diez  y  nueve  afios,  sirvió 
en  todos  los  mares  de  Europa,  y  cayó  prisionero  durante  Jo  Ke\olución 
trancesa  contra  Ja  cual  combatía.  Se  escapó  milagrosamente  del  Templo. 
Ai  regresar  á  Ini'laterra  le  coníiaron  las  mejores  escuadras  que  comba- 
tían  contra  Napoleón  y  auxilió  á  ^odcs  los  pueblos  que  quisieron  lucíiar 
contra  el  Emperador  francés.  Sin  embargo  desde  1810  se  habla  retirado 
déla  vida  pública  para  dedicarse  en  cuerpo  y  alma  á  la  obras  defilantro. 
pía  y  beneficencia.  Murió  en  París  en  184o. 


130  BIOGRAFÍA 


objetos  más  interesantes  que  alK  se  encuentrau  y  de 
cuantas  Impresiones  le  produjeron ;  pero  no  transcribimos 
todo  esto  por  que  nos  parece  que  aquel  lugar  es  demasia- 
do conocido,  así  como  lo  son  los  ^luscos  y  espectáculos 
parisienses,  que  describe  circunstanciadamente. 

Sin  embargo,  creemos  que  no  estará  por  demás  copiar 
aquí  lo  que  dice  de  las  Tullerías.  Como  ese  Palacio  ha  des- 
aparecido, incendiado  por  la  Comuna  en  Maj'o  de  1871, 
bueno  será  que  reviva  un  tanto  en  el  recuerdo  de  nues- 
tros lectores  que  yá  no  podrán  verle. 

"  26  de  Mayo, — Con  M.  Bertrand  me  dirigí  á  las  doce 
del  día  á  la  plaza  del  Carrousel,  á  cuya  hora  debían  en- 
contrarse allí  algunos  compatriotas  que  deseaban  unírse- 
nos en  la  visita  que  íbamos  á  hacer.  Pero  según  las  cos- 
tumbres colombianas  faltaron  naturalmente  á  la  cita.  Yo 
continué,  pues,  solo,  mi  visita  con  M.  Bertrand.  El  Gene- 
ral Gobernador  del  Palacio  de  las  Tullerías,  me  había 
enviado,  previa  mi  súplica,  una  boleta  para  poder  visitar 
el  Palacio  del   Eey  que  estaba  en   San  Cloud  (1). 

*'  Entramos  por  la  puerta  de  la  izquierda  y  nos  halla- 
mos en  el  salón  de  Diana,  adornado  con  inmensos  espe- 
jos, hermosos  jarrones  de  rica  porcelana  y  pinturas  esco- 
gidas. Atravesamos  después  un  salón  adornado  con  tapi- 
cerías de  los  Gobeliíjos,  y  entramos  á  la  alcoba  del  Eey. 
En  medio  del  aposento  veíase  un  suntuoso  lecho  de  bron- 
ce dorado  y  rodeado  de  colgaduras  de  terciopelo  azul  bor- 
dado con  llores  de  lis  de  oro ;  más  lejos  vimos  el  salón  del 
Consejo,  que  no  ofrece  mayor  interés,  pero  el  salón  del 
Trono  ine  pareció  magnífico:  por  todas  partes  muebles 
riíiuísiinos,  arañas  de  cristal  de  roca  y  candelabros  de 
inmenso  valor  artístico. 

"  El  salón  llamado  de  la  Paz^  tiene  ese  nombre  por 
(jue  le  adorna  una  bellísima  estatua  de  maciza  plata,  que 
representa  la  Paz,   obsequiada  al  que  menos   la   amó,  á 

(1)  Este  palacio  también  fué  incendiado  por  los  prusianos,  en  el  año 
H'iaí'-ü  de  1871  y  hace  años  se  vendieron  las  ruinas  en  pública  subasta. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  131 


Napoleón  I,  en  1807  por  la  ciudad  de  Araiens.  A  más  de 
ésta  vimos  allf  los  bustos  de  Nerón,  Oomraodo  y  Caracala. 
I  Por  qué,  pensaba  yo,  babrán  escogido  á  estos  Empera- 
dores romanos  más  bien  que  á  Trajano  y  Marco  Aurelio, 
para  ornar  los  salones  de  un  descendiente  de  Enri- 
<iue  I V ! No  me  atreví  á  preguntarlo. 

'^  Después  de  atravesar  una  larga  galería  que  daba 
sobre  el  jardín  llegamos  á  la  Capilla  real.  El  coro,  las  co- 
lumnas y  el  pavimento,  todo  es  de  mármol  blanco  y  el  con- 
junto es  suntuoso.  AI  salir  de  allí  bajamos  por  la  gran 
gradería,  y  después  de  haber  visto  el  salón  de  los  Maris- 
cales, el  cual  no  tiene  más  adorno  que  los  retratos  de 
cuerpo  entero  de  los  Mariscales,  y  los  bustos  de  Joubert 
(el  General)  de  Dugommier  y  Caffareli,  en  mármol  blanco, 
así  como  de  otros  militares  célebres. 

"  Todos  los  artesonados  de  los  salones  y  aposentos 
están  pintados  al  fresco  por  célebres  artistas ;  en  todas 
partes  se  ven  exquisitas  obras  de  arte,  muebles  riquísimos, 
cortinajes  de  terciopelo  ó  de  brocado,  casi  siempre  cubier- 
tos de  bordados  de  flores  de  lis;  además  los  pórfidos,  los 
bronces,  los  jarrones  de  la  China  y  de  Sevres  embellecen 
todos  los  aposentos,  y  les  dan  un  aspecto  espléndido. 

"Las  pequeñas  viviendas  en  doíuhí  habita  ordinaria- 
mente la  familia  Keal,  estitn  cenados  a  ios  curiosos,  éstas 
tienen  vistas  sobre  los  jardines. . .  /' 

CAPÍTULO  V 

i'aset)  ul   reineriteri»»  dk'l  radr*'  LacLaisH — liia  sesiún   t-n  rl   Instituto 

Cuvier. — (iuatreiníTe  úe    Quiíu^*. — KI  pileta   Soumet. — Sí^sioii   en  la 

Societlad  Asiática. —  El  Diujiie  de   Orlcans. — Silvestre  «le  Sacv. — Abel 

de  Kemusat. — Langlois. — Billetesde  Huiiilu)ldt  y  del   OMspt)  de  lilois. 

Conferencia   de   Azais. — Carta   del    (ieiural    Santander. — Kstunislao 

Julien. — David  d'  Ani^ers. — El  Jai  din  de  Mantas  una  mañana  de  ve- 
rano.— El  teatn). 

182(>. 

DIAKI". 

"  Abril. — Pasé  en  el  cenientei  io  del   Padre  Lacliaise 


132  '     BIOGRAFÍA 


'«Ni^/-  ^^  ^^  ■ 


dos  horas  contemplando  los  suntuosos  monumentos  de 
personas  obscuras  que  allí  se  encuentran,  y  cuyos  nom- 
bres sólo  existen  por  la  vanidad  de  sus  parientes.  Me 
llamó  la  atención  en  medio  de  aquella  ostentación  munda- 
na una  sencilla  lápida,  sobre  la  cual  vi  esculpida  esta  ins- 
cripción, más  elocuente  y  más  tierna  que  todo  el  fárrago 
de  epitafios  altisonantes  con  que  está  sembrado  aquel  re- 
cinto ;  decía  así : 

"  Un  i)adrt  y  tina  madre  á  su  hija  única 

**  Lucía  Dinou,  muerta  de  ocho  años. — 1824. 

"  Este  vasto  cementerio  está  cubierto  de  tumbas  de 
todos  géneros  y  materiales,  desde  la  pobre  cruz  de  made- 
ra negra  hasta  el  mausoleo  de  mármol,  de  granito,  de 
pórfido  y  de  bronce,  y  allí  se  ven  desde  los  nombres  más 
humildes  hasta  los  más  ilustres. 

"  Un  bello  sentimiento  ha  hecho  que  se  reúnan  unos 
al  lado  de  otros  los  sepulcros  de  Masseua,  Lefebre,  Cam- 
baceres  etc. 

"  Vi  muchos  sepulcros  vacíos  que  aguardan  á  los  que 
hau  de  ocuparlos.  Parece  que  el  gusto  por  la  magnificen- 
cia en  las  sepulturas  se  ha  generalizado  de  poco  tiempo  á 
esta  parte,  porque  las  más  suntuosas  no  existían  ahora 
diez  años.  ¿Será  esto  porque  los  í'iauceses  hau  querido 
indemnizarse  de  la  degradación  en  que  han  vivido  en  los 
últimos  años,  adornando  el  asilo  en  que  han  de  reposar 
después  de  muertos  ? 

^'Vi  á  una  mujer  anciana  sentada  sobre  el  verde 
musgo  y  al  rayo  del  sol,  que  hacía  calceta  labrando  tran- 
qnilauíente  al  lado  del  sepulcro  de  su  hijo.  Me  dijeron 
que  aquella  madie  iba  frecuentemente  á  acompañar  á  su 
hijo  durante  largas  horas.  La  miró;  tenía  un  aspecto 
sereno. ...  Y  en  tanto  que  sus  dedos  no  dejan  de  trabajar, 
su  imaginación,  no  hay  duda,  que  le  traería  el  recuerdo 
del  que  está  invisible  para  todos  menos  para  su  amoi 
maternal Este  espectáculo  me  enterneció. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  133 

'^  Observé  que  los  epitafios  más  realmente  sentidos 
eran  los  de  los  jóvenes  de  uno  ;  otro  sexo,  á  quienes  llo- 
raban sus  padres ¡Sólo  los  huérfanos  no  seremos 

llorados !  ^ 

"  Encontré  el  sepulcro  de  un  hijo  de  Arrubla,  nacido 
en  Bogotá.  Vi  también  la  turaba  del  Conde  de  Mendi- 
niieta  (1). 

"  Abril  24. — A  las  dos  de  la  tarde  nos  dirigíraog  á  la 
sesión  pública  anual  de  las  cuatro  Academias  reunidas  en 
el  hermoso  salón  del  Instituto  de  Francia.  Está  éste 
adornado  con  estatuas  de  mármol  que  representan  á  Pe- 
ndón, Bossuet,  Descartes  y  Sully. 

"  M.  Poisson  presidía  la  sesión.  M.  Ouvier  (2)  leyó 
una  luminosa  Memoria  sobre  los  progresos  de  la  química 
y  los  beneficios  que  esta  ciencia  ha  hecho  á  la  humanidad. 
Esta  Memoria,  así  como  la  que  presentó  M.  de  Quatre- 
mere  de  Quincy  (3)  sobre  la  utilidad  de  las  bellas  artes, 
fueron  calurosamente  aplaudidas.  Pero  no  fueron  con 
aplausos  no  más  sino  con  frenéticos  bravos  que  el  público 
acogió  los  fragmentos  de  un  poema  que  leyó  el  poeta 

(1)  Sin  duda  sería  éste  uno  de  los  últimos  Virreyes  que  España  envió 
á  la  Nueva  Granada. 

(2)  Jorge  Oristino  L.  D.  Guvier,  Barón  y  Par  de  Francia.  Había  na- 
cido en  1769  de  familia  distinguida.  Desde  su  infancia  se  hizo  notable 
por  su  inteligencia  y  dotes  singulares  de  ol^rvación  en  todo  lo  tocante 
á  ciencias  naturales.  Sus  obras  sobre  Anatomía  comparada  hicieron 
época  al  principio  del  siglo  XIX.  Sus  obras  sobre  mineralogía,  sobre  los 
csamentos  fósiles,  los  peces  etc.,  etc.,  fueron  tan  apreciadas,  que  no  sola, 
mente  le  nombraron  miembro  y  Secretario  Perpetuo  de  la  Academia  de 
Cieucias,  sino  que  le  concedieron  toda  suerte  de  honores  y  empleos. 
Todos  los  Grobiernos  desde  Napoleón  hasta  Luie  Felipe,  tuvieron  á' honor 
«4ue  tomase  parte  en  la  Administración  de  la  Instrucción  Pública.  Murió 
♦ín  1832. 

(3)  Era  éste  un  renombrado  arqueólogo.  Nacido  en  1755  había  abo- 
ado  por  las  ideas  revolucionarias,  pero  siendo  miembro  de  la  Conven, 
ióu  de  1789  tomó  asiento  entre  los  moderados,  fué  encarcelado  y  corrió 

peligros  inminentes  de  ser  guillotinado.  Fué  miembro  de  los  Quinientos, 
^alió  desterrado  después ;  regresó  á  Francia  en  donde  se  ocupó  nada  más 
que  de  ciencias.  Miembro  de  la  Academia  de  las  Bellas  Artes,  escribió 
varias  obras  sobre  arqueología  y  murió  en  1849,  de  94  años  de  edad. 


^ 


134  BIOGRAFÍA 

Sonmet  (1),  en  el  cual  parece  que  los  circunstantes  (gente 
toda  de  alta  categoría)  encontraron  algunas  alusiones  po- 
líticas de  la  actualidad. 

''  A  las  cinco  salimos  de  la  sesión ;  no  había  allí  menor 
número  de  señoras  que  de  hombres. 

"27  de  Ahril, — A  las  once  del  día  llegamos  á  la  calle 
du  Bac,  al  recinto  de  la  Sociedad  Asiática,  presidida  por 
el  Duque  de  Orleans  (2).  El  concurso  no  era  muy  nume- 
roso, pero  se  conocía  que  la  mayor  parte  pertenecía  á  la 
alta  sociedad.  El  salón  de  las  sesiones  es  de  forma  ova- 
lada y  está  adornado  á  la  antigua,  con  arabescos  y  per- 
files dorados  sobre  estuco  blanco. 

"  M.  Silvestre  de  Sacy,  el  más  sabio  anticuario  de 
Europa,  que  posee  22  lenguas,  y  aunque  hoy  cuenta  se- 
tenta años  está  lleno  de  vigor  intelectual,  leyó  una  Me- 
moria llena  de  erudición  en  que  explicaba  la  utilidad  de 
la  poesía  árabe  (3). 

"  M.  Abel  de  Eemusat  (4),  Secretario  de  la  Sociedad, 
hizo  la  relación  de  los  trabajos  de  ella  durante  el  año 
trascurrido,  los  cuales  se  redujeron  á  obras  traducidas  del 
chino,  del  árabe  y  del  persa  y  la  formación  de  nuevos  vo- 

(1)  Alejandro  Boumet  estaba  entonces  gozando  de  sus  mayores  triun- 
fos como  dramaturgo  y  como  poeta.  Nacido  en  1788  había  entrado  á  la 
Academia  á  ios  treinta  y  seis  años.  Su  estilo  era  un  término  medi.» 
entre  el  clasicismo  que  tendía  á  desaparecer,  y  el  romanticismo,  que  al- 
boreaba. 

(2)  Después  Luis  Felipe.  En  torno  de  este  Príncipe  se  reunían  todos 
los  miembros  de  la  oposición  y  formaban  una  especie  de  corte  anticipada  . 

(3)  Este  sabio,  que  poseía  una  memoria  asombrosa  y  un  saber  uni- 
versal,  había  sido  el  fundador  de  la  Sociedad  Asiática,  miembro  de  la 
Academia  de  Ciencias,  Profesor  de  la  Sorboua,  Administrador  del  Col»^. 
gio  de  Francia,  nombrado  Bar<5n  por  Napoleón  y  protegido  por  los  Bor- 
bones  y  los  Orleans  hizo  una  carrera  brillantísima  en  las  ciencias  y  mu- 
rió de  80  años  de  edad. 

(4)  Célebre  orientalista.  Había  aprendido  casi  sin  maestro  el  chino 
y  las  lenguas  derivadas  de  ese  idioma.  Nació  en  París  en  1788,  y  muy 
joven  se  liizo  notable  por  su  saber.  Fué  pronto  miembro  del  Instituto, 
Presidente  de  la  Sociedad  Asiática,  Kedactor  de  Diario  de  los  Sabios ;  es- 
cribió  muchos  libros  y  tradujo  algunos  del  chino.  Murió  del  cólera 
en  1832. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACOSTA  135 

cabularios.  En  seguida  M.  Langlois  leyó  con  voz  sonora 
UD  ensayo  sobre  la  literatura  sánscrita ;  la  parte  que  se 
refería  al  carácter  de  los  indo-orientales  gustó  mucho  y 
fué  aplaudida  (1).  Las  damas  que  allí  se  hallaban  (conté 
como  una  docena,  porque  en  Francia  se  encuentran 
mujeres  en  donde  menos  se  piensa),  se  habían  fastidiado 
durante  los  discursos  de  los  sabios  orientalistas,  pero  en- 
contraron en  la  Memoria  de  M.  Langlois  algo  que  les  in- 
teresó bastante. 

*•  El  Duque  de  Orleans  no  pronunció  discurso  alguno 
como  lo  esperábamos,  sino  que  levantó  la  sesión  á  las  tres 
de  la  tarde  sin  haber  hablado  sino  en  voz  baja.  Salimos 
enmedio  de  un  recio  aguacero  que  duró  todo  el  resto  del 
día  y  de  la  noche." 

Más  lejos  refiere  Acosta  cómo  estuvo  en  una  sesión 
interesante  de  la  Academia  de  Ciencias,  en  la  cual  el 
sabio  Cuvier  leyó  un  elogio  en  honor  del  célebre  natura- 
lista— continuador  de  Buffon — el  Conde  de  Lacepede, 
miembro  de  la  Academia,  que  había  muerto  el  año  an- 
terior. 

Pero  siempre  de  todos  los  sabios  que  conoció  entonces 
el  que  le  dispensó  constante  amistad  y  singulares  atencio- 
nes era  el  Barón  de  Ilumboldt. 

ÜIAUIf». 

"  28  de  Abril — Kecibí  un  billetito  del  Barón  de  Ilum- 
boldt, en  el  cual  me  cita  para  que  entremos  juntos  á  la 
sesión  solemne  del  Instituto,  y  al  mismo  tiempo  me  pide 
que  vaya  á  las  tres  á  su  casa  á  trabajar  con  él  algunos 
planos. 

"  24  de  ^íayo. — M.  de  Ilumboldt  me  escribió  pidiéu- 

(1)  Simón  Alejíindro  Langlois  era  célebre  orientalista.  Hizií  muclio 
en  la  Soc¡e«lad  Asiática  con  sus  trabajos  sobre  el  sánscrito  y  escribió  y 
tradujo  muclios  libros  sobre  literatura  de  la  India.  Murió  en  liíó4  de 
66  años. 


136  BIOGRAFÍA 

dome  que  fuese  á  su  babitación  á  trabajar  con  él  el  mapa 
del  Chocó  y  que  le  diese  noticia  de  las  minas  que  hay 
allí.  Hoy  recibí  una  carta  del  Obispo  de  Blois  (1). 

"  5  de  Junio. — Al  salir  del  aula  de  M.  Arago  me  en- 
contré con  el  Barón  de  üumboldt  y  entramos  al  jardín  de 
Luxemburgo,  en  donde  tuvimos  una  conversación  de  una 
hora  y  media,  muy  interesante,  acerca  de  los  últimos 
acontecimientos  ocurridos  en  Colombia.  M.  Duperrit  rae 
acababa  de  dar  la  noticia  de  la  insurrección  de  Valencia 
encabezada  por  los  partidarios  de  Páez,  noticia  que  no 
me  sorprendió  pero  que  me  afligió  muchísimo ¡  Infe- 
liz Patria,  víctima  siempre  de  los  ambiciosos  !  (2) 

"  G  de  Junio. —  Estuve  en  casa  de  Humboldt,  quien 
me  regaló  una  obra  de  ingeniería.  Durante  la  conversa- 
ción me  hizo  una  larga  discertación  sapientísima  acerca 
de  la  formación  de  las  rocas,  y  me  habló  de  otras  cuestio- 
nes geológicas. 

"  30  de  Junio. —  Me  levanté  á  la  seis;  á  las  nueve  y 
media  estaba  en  el  Observatorio  asistiendo  al  curso  de 
astronomía  de  M.  Arago.  A  las  once  y  media  me  dirigí 
al  Jardín  de  Plantas  á  la  lección  de   M.  Cordier   (3)  de 

(1)  Hó  aquí  la  carta  : 

"  2-4  de  Mayo. — He  tardado  en  devolver  el  periódico  al  Capitán  Agosta 
porque  esperaba  volverle  á  ver.  Privado  de  ese  placer,  y  como  preparo 
mi  partida  para  el  campo  se  lo  envío  con  la  expresión  de  mis  sentimien- 
tos afectuosos  y  los  deseos  de  serle  útil. 

T    Grkgorio,  Obispo." 

(2)  Habiendo  desobedecido  Páez,  Comandante  General  de  Venezuela, 
á  los  mandatos  del  Congreso  de  Colombia,  fué  acusado  ante  el  Senado ; 
este  Cuerpo  le  ordenó  que  compareciese  á  responder  á  los  cargos  que  le 
hacían.  El  General  Páez  entonces,  aconsejado  por  el  doctor  Peña  y 
otros,  se  negó  á  obedecer  y  se  levantó  en  armas  en  Valencia,  proclaman- 
dose  Jefe  Militar  independiente. 

(3)  Pedro  Luis  Antonio  Cordier  nació  en  1777.  Fué  uno  de  los  sabios 
más  beneméritos  de  Francia.  Mineralogista,  geólogo,  é  egiptólogo, 
miembro  del  Instituto,  Par  de  Francia,  Diputado,  amigo  y  protector  de 
ios  demás  sabios ;  se  dedicó  con  gran  celo  á  la  enseñanza  oral  y  no  escri> 
bió  obra  ninguna  sino  Memorias  especiales.  Amante  de  la  ciencia  por 
ella  misma  no  se  cuidó  de  dejar  su  nombre  de  una  manera  permanente 
en  el  mundo  de  la  ciencia.  Murió  en  1861  á  los  94  años  de  edad. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  137 


^*^^-^^'  *^'^-*^^i^S^*-*%.,^k.^S,^*,^N^V<^* 


geología,  la  cual  duró  hasta  las  dos  de  la  tarde.  De  allí, 
sin  perder  un  momento,  me  encaminé  á  la  Sorbona  al 
curso  de  Física  que  concluyó  á  las  cuatro.  Leí  después 
los  periódicos  del  día  y  comí  en  casa ;  salí  después  para 
asistir  á  una  aula  que  abría  hoy  M.  Azaís  en  su  jardín 
privado.  El  jardín  situado  al  Oeste  del  Luxemburgo  es 
pequeño  pero  ameno.  Llegué  temprano  y  me  puse  á  pa- 
sear por  enmedio  de  los  arbustos  de  grosellas,  de  ciruelos, 
de  peros  y  manzanos,  y  bajo  bonitos  emparrados  á  cuyo 
pie  crecían  macetas  floridas.  Yo  pensaba  que  allí  tal  vez 
había  ideado  su  autor  el  libro  de  las    Compensaciones  (1). 

"  Reunidos  los  discípulos  en  el  jardín,  al  cabo  de 
media  hora  se  presentó  M.  Azaís.  Es  un  anciano  blanco 
de  canas,  pero  de  aspecto  vulgar,  sin  dignidad  ninguna 
en  sus  modales,  aunque  lleno  de  despejo  y  viveza. 

^' Me  sonreía  la  idea  de  oír  unas  conferencias  (para 
hacer  las  cuales,  nos  dijo  que  liabía  estudiado  treinta 
años)  en  medio  de  un  jardín  lleno  de  árboles  susurrantes 
y  perfumadas  flores,  en  una  hermosa  tarde  de  verano,  y 
bajo  un  bellísimo  cielo.   Se  trataba  de  la  introducción  al 

estudio  de  la  Naturaleza  y  el  progreso  de  las  ciencias 

Pero  á  pesar  de  las  gratas  impresiones  emanadas  del 
cuadro  que  me  rodeaba,  á  medida  que  el  Profesor  fué 
desarrollando  su  sistema  filosófico,  noté  que  para  probar  los 
principios  que  fundaba  aducía  hechos  falsos ;  así  fué  que 
la  impresión  agradable  que  había  sentido  al  principio  fué 
disminuyéndose  y  cambiándose  en  otra  desagradable, 
y  cuando  concluyó   la  conferencia   me   retiré  haciendo 

(1)  Pedro  Jacinto  Azais  era  un  filósofo  moralista  muy  en  moda  du- 
rante  la  Restauración.  Había  nacido  en  Sorreze  en  1766.  £n  su  principio 
íuó  profesor  en  Tarbes  y  Secretario  del  Obispo.  Como  hubiese  escrito 
contra  los  excesos  de  la  Revolución  le  desterraron  de  Francia.  Pero 
logró  esconderse  en  Tarbes  y  durante  su  forzado  encierro  se  forjó  una 
íilosofía  optimista  que  llamó  la  atención,  cuando  al  ñn  de  la  Revolución 
logró  publicar  su  sistema  de  Las  Compemaeiones  en  los  destinos  de  la  hu- 
o\anidad»  Vivió  primero  de  un  empleo  que  le  dieron  durante  el  Imperio 
y  después  del  trabajo  de  su  pluma.  Escribió  más  de  treinta  tomos  de 
obras  diversas  y  murió  en  1845  á  los  79  años  de  edad. 


138  BIOGRAFÍA 


\.^<^^^  ^^^^^%^  *  ^«^^^^^^.^^•.^^^(.^.^^^^•^^y 


tristes  reflexiones  acerca  del  valor  que  tienen  algunos 
honibres  vistos  de  cerca,  y  cuánto  engañan  las  reputa- 
ciones!"  


Aquí  viene  de  molde  insertar  una  carta  bastante 
interesante  del  General  Santander,  quien  entonces  go- 
bernaba á  Colombia  durante  las  ausencias  del  Liber- 
tador : 

^^  Seño  i'  Capif'ín  Joaquín  Acosia. 

"  Boi^otá,  28  de  Enero  de  1927. 

"  Mi  apreciado  Agosta  : 

''  Recibf  oportunamente  su  estimable  carta  de  2tí  de 
Julio  de  París,  en  que,  entre  otras  cosas,  me  manifiesta 
usted  sus  bondadosos  sentimientos  por  mi  reelección,  lo 
cual  agradezco  debidamente  (1).  Usted  habrá  tenido  par- 
tido el  corazón  al  oír  la  triste  relación  de  las  turbaciones 
políticas  que  nos  han  aquejado;  nosotros  acá  hemos  consi- 
derado la  impresión  que  habrá  hecho  la  agitación  de 
Venezuela  en  nuestros  amigos  de  Europa.  Suerte  bien 
desgraciada  ha  sido  la  de  este  país,  de  diez  meses  á  esta 
parte.  El  General  Bolívar  vino ;  se  fué  para  Caracas  y  ha 
logrado  sujetar  la  guerra  civil  (2),  pero  como  aún  quedan 
por  resolver  cuestiones  importantes  acerca  de  la  variación 
del  sistema  ó  su  continuación,  no  puedo  decir  á  usted  lo 
que  resultará. 

"  Usted  y  Eoche  aprovechen  la  ocasión  de  estar  en 
Europa  para  utilizar  el  tiempo  y  tomar  en  esas  famo- 

(1)  El  Congreso  lo  había  reelegido  Vicepresidente  para  un  periodo 
de  dos  años:  hasta  1828. 

(2)  Toda  Colombia  estaba  ansiosa  del  regreso  de  Bolívar  de  Lima, 
así  fué  que  se  puso  en  marcha  de  regreso.  El  12  de  Septiembre  llegó  á 
Guayaquil ;  el  14  de  Noviembre  á  Bogotá  ;  allí  se  hizo  de  nuefo  cargo 
de  la  Presidencia,  y  el  25  continuó  camino  hacia  Venezuela ;  en  Caracas 
expidió  un  indulto  (el  l.o  de  Enero  de  1827);  Páez  se  acogió  á  él  y  tuvo 
una  conferencia  con  el  Libertador,  de  la  cual  resultó  la  y',\7.  «'.ompleta  de 
la  República  en  el  Departamento  de  Venezuela. 


DEL  GENERAX  JOAQUÍN  AGOSTA  139 

sas  escuelas  las  lecciones  qne  deben  formarles  ciudadanos 
útiles  á  su  patria  y  á  sí  propios.  Me  admiro  de  que  en 
tan  corto  tiempo  hayan  hecho  los  estudios  que  usted  me 
enuuraera.  Aquí  hemos  empezado  á  plantear  una  Univer- 
sidad bajo  el  modelo  de  alguna  de  Europa,  y  aunque 
son  muchos  los  inconvenientes  qne  se  presentan  para 
llevarla  á  cabo,  nos  esforzamos  para  superarlos  :  bastante 
hacemos  en  bien  del  país  con  empezar  á  hacer  alguna 
cosa.  Pero  los  estudios  todavía  no  pueden  extenderse  á 
las  ciencias  militares. 

" Mucho  le  agradezco  la  minuciosidad  de  su  carta; 
las  noticias  sobre  M.  Varaigné,  el  liceo  de  M.  Azais,  la 
Academia  de  M.  Daunou  etc.,  etc.  Ojala  me  escriba 
usted  siempre  cartas  tan  amistosas  y  curiosas. 

"  Su  hermano  Domingo  ha  cumplido  el  encargo  que 
en  esta  parte  le  hice  cuando  partió  de  aquí :  le  debo  una 
contestación  á  su  carta  de  Roma  de  30  de  Enero,  y  se  la 
debo  por  que  se  me  había  traspapelado.  Si  usted  tiene 
ocasión  de  verlo  ó  de  escribirle  dígaselo  de  mi  parte,  para 
que  no  lo  atribuya  á  desafecto,  asegurándole  al  mismo 
tiempo,  de  mi  constante  estimación  y  amistad. 

"  Aunque  han  llegado  Narvaez  y  Alvarez  ninguno 
me  ha  dado  los  encargos  que  me  dice  usted  haberles 
entregado  para  mí;  bien  que  he  tenido  la  delicadeza  de 
no  preguntarles  por  ellos.  El  retrato  del  General  Foy 
es  siempre  estimable,  á  la  par  que  sus  opiniones  liberales 
y  su  decisión  por  la  causa  de  Colombia  (1). 

"  Salúdeme  á  Roche,  y  acúsele  en  mi  nombre  de  in- 
gratitud, cuando  ni  una  carta  me  ha  dirigido ;  pero  (lue 
aunque  sea  ingrato  yo  lo  quiero  mucho. 

"  En  medio  de  los  fervientes  votos  que  hago  por  la 
ilustración  de  ustedes,  ruego  á  usted  que  en  todo  tiempo 
recuerde  que  le  puede  proporcionar  de  muy  buena  voluu- 

(I)  Famüso  militav  del  Imperio,  aunque  enemigo  de  los  excesos  de 
la  Kevolución  y  servidor  de  Napoleón,  siempre  tuvo  ideas  moderada:*. 
Durante  la  Restauración  hizo  parte  de  la  Diputación  liberal  en  las  Cá- 
maras. Grande  orador,  bus  discursos  tienen  mucha  fama. 


140  BIOOEAFÍA 


tad  la  ocasión  de  formarse  hombres  de  importancia  este 
su  apasionado  amigo  y  servidor, 

"  F.  DE  P.  Santander.'^ 

Xo  contento  Acosta  todavía  con  lo  mucho  que  estudia- 
ba quiso  aprender  lengua  china,  y  tomó  lecciones  de  M. 
Estanislao  Julien.  "Este  joven,  leemos  en  el  diario,  ha 
aprendido  en  cuatro  años  y  sin  maestros  seis  lenguas 
orientales,  y  se  ha  heclio  un  nombre  en  París.  ¡  Qué  ejem- 
plo para  el  hombre  estudioso  !  (1). 

"21  de  Julio. — Estuve  hoy  en  el  taller  del  escultor 
David.  Vi  hi  estatua  de  Racine,  casi  concluida,  el  busto 
de  Lafayette,  el  de  Casimiro  de  la  Vigne  y  otros.  David 
me  pareció  un  verdadero  artista  que  irá  lejos  en  los  sen- 
deros de  la  fama." 


Desde  entonces  Agosta  se  ligó  con  sincera  amistad 
á  David  de  Angers.  Al  tiempo  de  regresar  á  América  el 
escultor  quiso  que  llevase  un  recuerdo  suyo  y  le  obsequió 
con  su  retrato  (el  de  Agosta)  en  forma  de  medallón  de 
bronce,  y  que  conserva  la  famiha.  David  hizo  otro  para 
algún  amigo,  y  al  cabo  de  veinte  años,  estando  Agosta 
en  París,  le  vio  de  venta  en  una  tienda  de  curiosidades, 
y  lo  compró. 

"  27  de  Julio. — A  las  nueve  me  dirigí  al  Jardín  de 
Plantas.  La  mañana  era  una  de  las  más  hermosas  y 
apacibles  que  he  visto  aquí:  convidaba  á  gozar  de  la  exis- 
tencia. Al  llegar  al  jardín  los  gritos  tristes  del  chacal  de 

(1)  Había  nacido  en  Orleans  en  1799,  y  era  hijo  de  un  jornalero, 
mecánico.  A  fuerza  de  talento  y  de  estudio  logró  educarse  en  el  Semina, 
rio.  AHÍ  se  distinguid  por  la  facilidad  con  que  aprendía  lenguas  anti- 
f/uas.  Vino  á  París  recomendado,  y  le  protegieron  los  sabios  del  Institu- 
to. Abel  de  Remusat  le  enseñó  chino,  y  muy  en  breve  su  reputación  se 
hizo  europea.  Tradujo  y  publicó  gran  número  de  obras  sobre  la  Chin»^ 
En  lengua  sánscrita  hizo  descubrimientos  filosóficos  que  se  ignoraban 
en  Europa.  Obtuvo  empleos  importantísimos  en  el  Colegio  de  Francia; 
fué  miembro  de  la  Academia  de  ciencias,  y  de  otras  muchas  europeas. 
Murió  en  1S73. 


DEL  aENEBAL  JOAQUÍN  AGOSTA  141 

la  América  septentrional ;  los  rugidos  del  león  de  África 
y  la  voz  de  otras  fieras  que  se  mezclaban  en  aquel  recinto 
parecía  como  si  éstas  también  reclamacen  el  derecho 
de  gozar  en  tan  bello  día  de  libertad  y  fuera  de  las  inexo- 
rables rejas  que  las  encerraban.  La  civilización  es  muy 
cruel,  así  es  que  para  que  se  recreen  algunos  hacen  sufrir 
y  martirizan  á  esos  desdichados  animales  que  deberían 
vagar  independientes  en  sus  bosques  natales. 

"  A  las  doce  entré  en  el  curso  de  M.  Oordier.  Me 
interesó  mucho  la  rajinera  elevada  conque  este  Profesor, 
describió  los  diversos  fenómenos  de  la  ciencia  geológica, 
y  me  prometo  no  faltar  nunca  á  su  lección.'^ 


A  pesar  de  la  vida  estudiosa  del  joven  colombiano 
no  por  eso  le  faltaba  tiempo  para  concurrir  frecuentemen- 
te á  los  teatros,  en  donde  oía  con  encanto  á  la  Pasta, 
la  Sontag,  la  Malibran,  la  Duchesne,  á  Taima  y  á  otros 
famosísimos  artistas,  que  entonces  estaban  en  París.  Su 
espíritu,  como  se  ve,  estaba  abierto  para  recibir  todas 
las  impresiones  y  vibraba  con  exquisita  sensibilidad  bajo 
el  soplo  de  la  más  culUí  civilización. 

CAPITULO   VI 

Viaje  á  Italia. — VeneciJi  y  su8  maravillas. — Forrara. — lioloiiia. — baii 
Petronio. — Torres  iiiclinaJas. — Santa  Cecilia. — Los  italianos, —  Ke- 
cuerdüs  napüleúnicixs. — La  Madona  d*i  San  Lucas  Iniola. — Faynza  y 
.-US  alfarerías. — Pesaro. — Paisajes. — Kano  y  sus  curiosidades. —  Ke- 
Rcuerdos  liistóricns. — lletlexiont'S. — Ancuna. 

182(;. 

LTno  de  los  deseos  ukís  ardientes  del  joven  Acosta  iles- 
de  que  llegó  á  Europa  bahía  sido  hacer  un  viaje  por  Itiilia. 
Admirador  apasionado  de  la  liepiihliea  Romana — corno 
todos  los  de  su  generación — y  de  las  instituciones  de  la 
antigua  Eoma,  ansiaba  naturalmente  conocer  la  patria  de 
los  Catones,  Brutos,  Coriolanos,  Marios  y  demás  héroes 


jM^ 


144  BIOGRAFÍA 

Busqué  en  vauo  la  huella  de  la  sangre  de  Mariuo  Galiero, 
pero  leí  la  inscripción  sobre  un  paño  negro  pintado  en 
el  lugar  que  correspondía  á  su  retrato  entre  los  otros 
Duxes  (1). 

"  La  Biblioteca  es,  por  su  arquitectura  y  magnificencia 
de  sus  adornos,  así  como  el  número  de  los  libros  que  en- 
cierra, superior  en  muchas  cosas  á  la  de  Eichelieu,  de 
París.  Los  cuadros  colosales  son  obra  de  los  mejores  pin- 
tores de  Italia,  como  el  Tintoreío,  el  Ticiano  etc.,  y  los 
cielos  son  de  Veronese  Scliiarone  etc. 

**  Los  restos  del  comercio  de  Veneoia  se  reúnen  en  la 
Bolsa,  sita  dentro  del  Palacio  Ducal. 

"La  iglesia  de  San  Marcos  es  célebre  por  sus  aljibes 
de  bronce  y  sus  riquísimos  mosaicos  que  se  ven  en  todas 
partes,  en  los  muros,  en  el  pavimento,  en  las  columnas  de 
alabastro  aparecen  como  espectros  enmedio  de  la  oscuri- 
dad del  templo.  Mucho  más  interesante  me  pareció  la 
Iglesia  de  San  Juan  y  San  Pablo.  ¡  Qué  magnificencia! 
¡  Qué  hermosura  de  pavimentos  y  de  columnas !  Allí 
se  ven  los  monumentos  conmemorativos  levantados  á  va- 
rios Duxes  y  esculturas  de  mármoles  de  todos  colores 
para  recordar  á  muchos  hombres  grandes  de  Venecia. 
Aquella  iglesia  parece  más  bien  un  panteón  que  un  tem- 
plo. Me  pareció  idea  poco  delicada  el  coronar  las  urnas 
morluorias  con  las  estatuas  de  aijuéilos  cuyos  restos  en- 
cierran en  forma  de  cadáveres  yacentes.  La  imagen  de 
las  personas  queridas  y  respetadas  debería  presentársenos 
en  forma  de  apoteosis,  de  pie  y  respirando  aparentemente 
toda  la  vida  y  expresión  que  conservaban  antes  de  su 
muerte   ...  ' 

"  Después  de  comer  vino  Sandagniui  y  fuimos  en  una 
góndola  al  paseo  público.  Esta  es  obra  de  Napoleón,  pues 
Yenecia  carecía  de  un  lugar  como  aquél  y  una  calle  que 

(1)  Bien  sabido  es  que  este  Dux  conspiró  cun  los  plebeyos  para  arran- 
car el  poder  de  manos  de  la  aristocracia,  pero  murió  decapitado  por 
orden  del  Tribunal  de  loa  Diez,  en  1355,  á  los  80  años  de  edad. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  145 


•^*^\^i^-v^\tf%y^*  ^■^^\ 


condujera  á  él.  Con  gran  dificultad  hizo  construir  una 
calle  enlosada,  la  más  hermosa  de  esta  ciudad  singularísi- 
ma. ...  En  cambio  Venecia  tenía  su  independencia,  que 
napoleón  le  arrancó  ! 

*'  24. — A  las  seis  de  la  mañana  salí  con  un  criado,  me 
dirigí  ¿i  San  Marcos  y  subí  á  la  torre  por  una  rampa  que 
í>in  necesidad  de  subir  escaleras  le  conduce  á  uno  hasta 
\M)KS  pies  de  elevación,  de  manera  que  podría  ejecutarse  á 
caballo.  De  allí  se  descubre  toda  la  ciudad  y  las  islas 
adyacentes,  la  tierra  firme  y  aun  las  costas  de  la  Isla  y  gran 
parte  del  Mar  Adriático.  ¡  Ah !  pensaba  yo  con  melanco- 
lía ;  ¿  en  dónde  está  aquel  puerto  cubierto  de  naves  en 
donde  se  hacían  todos  los  cambios  mercantiles  del  univer- 
so? ¿En  dónde  aquel  poderío  y  magnificencia  que  des- 
plegaba la  reina  del  Adriático?. . .  Cinco  buques  peque- 
ños en  cuarentena  y  otros  tantos  en  puerto  franco,  con 
algunos  barquichuelos  pescadores  que  entraban  y  salían, 
ese  era  todo  el  movimiento  que  había  en  el  histórico  puer- 
to. Olvidaba  las  originales  y  curiosas  góndolas  que  atra- 
viesan como  sombras  mortuorias  en  todas  direcciones  por 
medio  de  los  canales  grandes  y  chicos. 

''  Pasé  el  canal  que  separa  la  ciudad  del  puerto  franco, 
y  visité  la  iglesia  de  San  Jorge,  considerada  como  la  se- 
gunda en  importancia,  de  Yenecia.  San  Giorgio  Maggio- 
re  ostenta  una  arquitectura  sencilla  y  elegante.  El  globo 
de  bronce  que  sostienen  dos  ángeles  y  que  forma  el  altar 
mayor,  así  como  la  fachada  exterior  é  interior  fué  lo  que 
más  me  gustó.  Existen  allí  algunos  monumentos  de 
Duxes  y  Senadores  renombrados,  entre  otros  el  de  Moro- 
*8ini  (1). 

\  "  Regresé  á  mi  posada  á  las  nueve.  Después  de  almor- 
zar, acompañado  por  Guadagnini,  estuve  á  visitar  varios 
palacios.  En  el  de  Barbarigo,  en  donde  vi  una  Magda- 

(1)  MorosÍDÍ  es  nombre  de  una  famosa  familia  veneciana  muy  distin- 
guida. Este  monumento  es  el  de  Francisco,  que  fué  hábil  diplomático, 
guerrero  y  Dux.   Murió  en  la  guerra  en  1694. 

10 


140  BIOGRAFÍA 


^•^^^"^^  «^'^  •'■^■^  ••NX^^»^^  i^.^^^  ^^'«^  ^  .^  ^^  ^■-i-  ^••^^^•^  i^Ni»  ^^  w^^«^   . 


lena  y  una  Venus  del  Ticiauo  ;  en  el  de  Pisani  rae  llamó 
la  atención  la  magnificencia  de  la  escalera  de  márinol  á 
doble  rampa,  así  como  sorprende  la  belleza  del  atrio.  Pero 
el  salón  es  el  de  un  soberano,  y  de  un  soberano  la  cáráara 
colgada  con  ricos  damascos  de  colores.  El  salón  vecino 
contiene  una  de  las  obras  maestras  del  Ticiano,  á  saber: 
el  reconocimiento  de  la  familia  de  Darío ;  enfrente  se 
llalla  otro  cuadro:  la  muerte  de  este  monarca.  Todo  esto 
lo  conservan  con  prolijo  cuidado  y  admirable  aseo. 

*'  Salimos  de  ese  palacio  y  por  una  multitud  de  calle- 
juelas y  puentes  sobre  los  canales  llegamos  al  palacio  de 
CDinani.  Yo  tenía  una  carta  de  introducción  para  el 
Conde,  pero  él  estaba  ausente  en  el  campo.  La  Condesa 
envió  á  una  bija  suya — ^joven  de  22  anos — para  que  me 
hiciese  los  honores  del  Gabinete  de  Mineralogía,  el  cual 
se  considera  como  el  más  completo  de  Italia.  La  nina  rae 
señaló  todo  con  gracia,  urbanidad  y  modestia.  La  colec- 
ción de  mármoles  es  muy  bella,  y  además,  rae  mostró  una 
colección  completa  de  todas  las  tragedias,  comedias  y  dra- 
mas italianos  escritos  aquí  desde  loOO  hasta  1800.  Paia 
completar  la  colección  me  dijo  que  su  padre  había  man- 
dado hacer  muchas  copias  manuscritas. 

''  Como  llovía  y  tronaba  cuando  salí  del  palacio,  lome 
una  góndola  y  fui  á  comer  en  el  renombrado  restaurante 
de  la  plaza  de  San  ^Marcos — llamado  Pellegria — que  no 
correspondió  por  cierto  á  mi  expectativa. 

'*  Mientras  que  tomaba  cafe  frente  al  restaurante  uie 
vino  á  buscar  mi  amigo  Guadagnini,  y  me  llevó  al  Gabi- 
nete de  Historia  Natural  de  Inocenti.  Este  Profesor  con- 
serva con  mucho  esmero  y  diariamente  aumenta  la  colec- 
ción de  minerales,  rocas  varias  y  objetos  de  Histoiia 
Natuial. 

'•24. —  A.  las  nueve  de  la  mañana  vino  el  Conde  C^ue- 
rino  á  casa  con  billetes  para  que  pudiésemos  entrar  á  vi- 
sitar el  Arsenal  y  las  Prisiones. 

'' Tomamos  una  góndola  y  nos  dirigimos  al  Arsenal. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  147 


A  la  puerta  están  los  famosos  leones  de  mármol  que  se 
veían  en  Atenas  en  el  puerto  del  Píreo.   Adentro  vi  las 
salas  de  armas ;  tomé  un  diseño  del  excelente  método  que 
aquí  tienen  para  colocar  muchos  fusiles  en  el  menor  espa- 
cio posible.  Vi  las  banderas  y  otros  objetos  tomados  á  los 
turcos  en  la  batalla  íle  Lepanto ;  bajé  al  patio  y  vi  las 
innumerables  filas  de  cañones  y  balas  amontonadas ;  entré 
4  la  fundición  y  perforación  de  los  cañones,  y  examiné  la 
nueva  máquina  para  reducir  el  plomo  á  láminas  finísimas 
por  medio  de  una  rueda  y  como  motor  un  solo  hombre. 
Entré  al  salón  en  donde  se  fabrican  las  brújulas;  á  la  fra- 
gua en  donde  se  funden  y  trabajan  anclas  y  á  la  oficina  de 
las  linternas  y  faroles.   Vi  el  nuevo  modelo  para  dar  luz  á 
la  brújula  por  medio  de  la  reflexión  ;    pasé  después  á  la 
inmensa  sala,   que  mide  mil  pies  de  longitud,   en  donde 
hacen  los  cables  y  las  cuerdas  de  cáñamo  ;    me  señalaron 
los  depósitos  de  artillería;    los  estanques  en  donde  se  su- 
mergen   los  buques  y  la  goleta  que  acaba  de  construir  el 
Emperador  de  Austria ;  vi   el   navio  que  se  ha  rebajado 
conforme  á  los  tratados  ;   la   fragata  del  Bajá  de  Egipto, 
que  se  construye  al  aire   libie  y  otros  buques  que  están 
construyéndose  bajo  cubierta  en  este  inmenso  arsenal  que 
tiene  tres  millas  de  circunferencia.    Subí  á  la  sala  de  los 
modelos  y  me  hicieron  notar   las  antiguas  galeras  y  el  fa- 
moso liucentauro  (desde  el  cual  los  Dux  arrojaban  el  ani- 
llo nupcial  dentro  del  Mar  Adriático). . . . 

"Después  de  tres  horas  salí  á  las  doce  del  día,  junto 
con  mil  obreros  que  allí  trabajan.  Los  venecianos  que  me 
acompañaban  dijeron  que  al  principio  del  siglo  encontra- 
ban ocupación  en  el  Arsenal  no  menos  de  tres  mil  traba- 
jadores, y  en  la  época  del  mayor  auge  de  la  República  se 
contaban  hasta  quince  mil  y  más  obreros! 

"  Del  Arsenal  nos  dirigimos  al  Palacio  Ducal. 

'*  Después  de  haber  recorrido  una  larga  fila  de  apo- 
sentos decorados  de  diferentes  estilos,  con  puertas  magní- 
ficas,  galerías  de  cuadros  en  donde  se  admiran  las  obras 


1  U  UIO(rKAFÍA 


ílií  1'iiítoi(;to,  <lrl  Varones,  Palma  etc.,  bajamos  por  la 
^iainl<;  rKí';i!(!ia  íjuc.  H(}  considera  como  la  obra  más  bella 
íln  jn(|iul(M!l.iiia  en  Venecia.  Pero  no  quiero  olvidar  entre 
l/inl;is  niaruvillas  las  tr(\s  (jue  niás  me  gustaron  allí,  «^ 
Niihcr:  un  fresco  (|ue  se  halla  en  el  vestíbulo,  3^  que  repre- 
Ncnia  la  VartUln  dr  Adonis  para  la  caza  ;  un  cuadro  en  el 
oíaloiio:  J(suvrisU)  muerto^  y  una  bellísima  Fírí/e>i  que 
Na|M»lcón  hacía  colocar  siempre  en  su  cuarto. 

**  ...  A  las  (los  di*  la  tarde  estábanu)S  en  la  pueiía 
de  las  IMsuMics  tic  lisiado.  Después  de  algún  rato  de 
disputa  con  los  caicelcios,  al  lin  me  dejaron  entrar.  Las 
dos  robustas  puiMlas  st»  abticron  y  cerraron,  quedando 
alucia  los  vcnciManos  cpic  me  ai:<)mparial>an,  pues  á  csto^ 
ci.i  pioliibula  la  cnirada  á  esas  c/irceles. 

'*  Tu^s  csbinos  \\w  i'ondujcron  por  tt>das  parlo,  prii» 
cvMi\\»  no  lemo  que  e.sio  se  nu*  tílvide  jamás,  no  lue  dctei  - 
v;o  a  dcscubiiias  ^n  .,.  Al  cabo  de  media  hoia  s^i'í  i"- 
n\ie\o  al  ane  hbie,  dando  la  vuelta  por  el  Palacio  l);:_i  . 
utvbci^adv»  couna  los  horabres  que  tánío  aire  han  «I-^sv'r- 
>;adv»  eu  aloi mentar  á  sus  sc:nc;aí;:es. 

**  V\\  e!  cato  de  Iv^s  «/;i?  •;.>  e:;cv»r.íió  á  mis  ovir.ui'rr^ >. 
lovs  oua\'N  u\e  d:;owvi  .i.;e  el  lio^ieit.o  a::s::i.w  »  se  ;^:i:  i- 
tcsMba  sicuípie  :i;.:\  v<l\vo  v  cíe  a  i^. :;  ic:::e  :  *>  iv::--::  : 
tancas  q;\e  !vvi  \v ,  .\  .;.>>   \'-s.«:   ^K»r   «ic'.::»   e-->v.-::   - 

dv^  \;s  IV*\ks  A.tvS-    C  :  .\   .ut.sT.iS  o  v  .»:a'   !.^  .í?    ■ 


•  I 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  149 

urna  de  pórfido  con  pie  dorado  colocada  en  la  testera  de 
la  sala  y  que  contiene  el  corazón  de  Canova,  el  mayor  es- 
cultor del  siglo  (1).  En  la  sala  vecina  se  encuentra  el 
modelo  del  monumento  que  deben  elevarle  los  venecianos. 
Estos  le  profesan  una  profunda  admiración,  y  el  que  quie- 
ra participar  de  ella  sólo  tiene  que  contemplar  despacio  la 
íTebe  de  su  mano  que  se  encuentra  en  el  salón  de  escul- 
turas de  este  Palacio." 


El  cuaderno  del  cual  hemos  extractado  los  anteriores 
apuntes  se  halla  trunco,  de  manera  que  no  podemos  rea- 
nudar el  Diario  sino  después  de  algunos  días  y  á  la  salida 
de  la  ciudad  de  Ferrara  que  visitó  una  vez  que  hubo  re- 
corrido á  Venecia  y  sus  contornos. 

''  30  de  Agosto. — Se  sale  de  Ferrara  I>or  una  alameda 
que  mide  más  de  dos  leguas,  sombreada  por  olmos  y  otros 
árboles.  Todo  aquel  país,  ó  más  bien  todos  los  habitantes 
pobres  de  los  alrededores  de  la  ciudad  se  ocupan  en  el  cul- 
tivo del  cánamo,  el  cual,  cuando  lo  pudren  para  sacarle  la 
fibra,  exhala  un  olor  fetidísimo,  olor  que  nos  atormentó 
durante  muchas  horas. 

" A  las  cuatro  y  media  de  la  tarde  entró  nuestra 

diligencia  á  Bolonia  por  una  hermosa  puerta. 

^^  Todas  las  calles  de  la  ciudad  tienen  galerías  y  pórti- 
cos más  altos  y  uniformes  que  los  de  Padua,  por  consi- 
guiente es  más  claro  su  aspecto  y  sus  calles  menos  tristes. 

"  Vi  la  fuente  de  Neptuno,  obra  del  famoso  Juan  de 
Bolonia,  pero  pareciéronme  sus  ninfas  poco  decorosas  y 
muy  inadecuadas  para  el  ornato  de  una  ciudad  papal. 

"  La  iglesia  de  San  Petronio,  el  Patrón  de  esta  ciu- 
dad, es  casi  tan  grande  como  la  Catedral  de  Milán,  y  su 
arquitectura  se  le  parece.   Señalan  sobre  el. pavimento  de 

(1)  Francisco  Canova,  nacido  en  Poasagno  en  1757,  murió  en  Venecia 
en  1822.   Fué  uno  de  los  regeneradores  de  la  escultura  moderna. 


150  BIOGRAFÍA 


la  nave  izquierda  el  meridiano  de  Cassini.  Me  llamó  par- 
ticularmente la  atención  la  reja  de  la  capilla  del  Santo 
Patrono. 

"  En  la  iglesia  de  Santo  Domingo  también  noté  mu- 
chas obras  de  escultura  de  primer  orden.  Gran  número 
de  fachadas  de  los  palacios  particulares  tienen  fama  uni- 
versal, entre  otros  el  del  Príncipe  Bacciochi,  viudo  de 
Elisa  Bouaparte,  hermana  de  Napoleón,  la  cual  murió 
hace  seis  anos  (1). 

"  En  la  iglesia  de  los  Celestinos  me  llamó  la  atención 
un  famoso  cuadro  de  Barbieri  (llamado  el  Buerchino)^ 
cuyo  colorido  y  cliiaro  oscuro  es  sorprendente. 

"  En  el  Palacio  de  Gobierno  me  señalaron,  en  la  por- 
tada, una  estatua  que  llaman  de  San  Petronio,  pero  que 
en  realidad  es  de  Gregorio  XIII;  es  hermosísima  y  está 
en  actitud  de  bendecir  (2). 

^' Lo  que  me  causó  maj'or  iuipresión  en  esta  ciudad 
t'iieron  las  torres  de  Musa  ó  Garisenda  v  la  de  Asciuelfi, 
ambas  inclinadas;  la  segunda  notable  por  su  altura  y  la 
primera  por  su  vetustez.  Estas  torres,  como  otras  que  he 
visto  en  Italia,  no  tienen  uuís  objeto  que  el  de  embellecer 
la  ciudad,  y  sirvieron  sin  duda  como  miradores  paia  ubjíei- 
vaí'  desde  allí  los  campos  circunvecinos,  lo  cual  no  dt^jaría 
de  tener  sus  ventajas  en  la  época  del  feudalismo,  cuando 
los  señores  feudales  que  habitaban  las  ciudades  estaban 
de  continuo  aguardando  ó  temiendo  que  los  atacasen  sus 
enemigos. 

''De  paso  para  ir  á  ver  la  antigua  puerta  de  Imola 
(robada  en  otro  tiempo  por  los  boloneses  á  aquella  ciudad), 
me  señalaron  el  palacio  recientemente  construido  por 
Eossini  con  el  producto  de  sus  obras  encantadoras.  Es 
elegante  y  de  buen  gusto  (3). 

(1)  Hoy  es  aquel  Palacio  el  de  la  Justicia  y  Tribunales. 

(2)  Este  Papa  había  nacido  en  Bolonia  en  1502. 

(3)  Rossini  se  retiró  á  vivir  en  Bolonia  cuando  abandunó  por  comple- 
to la  composición  de  obras  musicales.  Desde  1848  hasta  ISo^  vivid  en 
Florencia.  En  ese  año  volvió  á  París,  y  en  una  quinta,  en  el  Bosque  de 
Boulogne,  pasó  sus  últimos  años.  Murió  en  1869,  de  77  años  de  edad. 


DEL  GENEEAL  JOAQUÍN  AGOSTA  151 


*'  Seüalároume  también  el  edificio  de  la  Bolsa,  de  es- 
tilo gótico,  estilo  que  formaba  un  curioso  contraste  con 
la  novedad  de  su  objeto. 

**  En  la  iglesia  de  San  Salvador  vi  algunos  cuadros 
buenos,  y  en  San  Pablo  de  los  Belerraitas,  el  famoso  Pur- 
gatorio^ de  Quei'bino,  y  en  el  cielo  de  la  cúpula  la  Visión 
de  San  Pablo.  El  Cielo  está  abierto,  no  hay  duda,  en 
aquel  lugar  !. . .  La  vida  de  Santa  Catalina j  La  agonía 
de  San  José  mu  cuadros  bellísimos;  en  el  segundo  se  ven 
los  angelitos  que  juegan  en  torno  de  la  Virgen,  aguardan- 
do que  llegue  el  momento  de  llevársela  el  Cielo.  Los  pin- 
tores italianos  han  dado  un  carácter  distinto  á  la  Virgen 
de  los  artistas  de  otros  países :  la  representan  en  actitud 
siempre  elegante  y  natural,  y  la  gracia  conque  la  visten 
ayuda  á  la  expresión,  la  cual  no  es  aquel  monótono  reco- 
gimiento ó  encogimiento  á  (^ue  estamos  habituados  en 
todos  los  cuadros  de  la  escuela  francesa.  Pero  nada  me 
gustó  más  que  la  Comunión  de  los  Apóstoles.  Este  es 
un  cuadro  colosal,  cuya  perfección  corresponde  á  su  ta- 
maño. Se  necesita  estupenda  imaginación  y  un  genio  ver- 
dadero para  pintar  á  once  hombres  en  éxtasis,  todos  en 
diversas  posiciones,  diferentes  tísoriomías,  y  todas  períec- 
tas  y  naturales ! 

*' Durante  mis  peregrinaciones  arriba  y  abajo,  en  los 
templos,  sentía  en  el  alma  tener  que  turbar  las  oraciones 
de  los  fieles,  por  medio  de  los  cuales  me  arrastraba  el  per- 
petuo cicerone  que  me  pastoreaba  á  mi  pesar,  el  cual  ha- 
blaba en  alta  voz,  como  si  estuviese  en  su  casa,  me  seña- 
laba los  cuadros  descorriendo  con  estrépito  los  velos  y 
explicando  lo  que  no  había  necesidad. . . .'' 


Refiere  largamente  nuestro  viajero  cuanto  vio  en  las 
innumerables  galerías  artísticas  y  palacio  que  visitó  en 
Bolonia. 

'^  Son  tantas  las  pinturas,  dice,  que  hay  en  esta  ciudad, 


t  \'> 


l-yS  BlOüEAFIA 


íj'ie  al  pasiir  por  frente  de  uu  pórtico  mire  adentro  y  uo 

pude  rneuo.s  que  detenerme  asombrado  con  la  belleza  del 

fresco  que  lo  adornaba.   Me  dijeron  entonces  que  esa  pin- 
t'ira  era  la  única  obra  que  quedaba  de  un  pintor  antiguo.'* 


»  _.  ^ 


Visitó  el  viajero  minuciosamente  la  Universidad,  el 
('*n*'/r^(>  de  San  Ignacio — boy  Academia  de  Bellas  Artes  — 
en  el  atrio  notó  un  monumento  erigido  á  Canova;  fué  á  la 
Ksí-uela  Náutica;  subió  al  Observatorio  astronómico;  es- 
tuvo en  el  Jardín  Botánico. 

"  Allí,  dice,  me  detuve  á  saludar  un  vastago  de  plata- 
/u^ra,  una  cana  de  azúcar,  una  planta  de  venturosa  y  otra 

(la  sanguinaria  y  la  azucena  de  los  climas  cálidos 

¡era  la  Patria  que  se  me  aparecía  enmedio  de  los  monu- 
mentos del  arte  más  perfecto !  " 


Vio  la  Santa  Cecilia  y  la  Magdalena,  de  Bafael,  y  del 
Martirio  de  Santa  Inés,  del  Guido,  dice :  "  Este  cuadro 
horroriza :  se  ve  saltar  la  sangre  de  aquella  garganta  y 
tiene  yá  en  las  facciones  la  palidez  de  la  muerte " 

Después  de  describir  varias  otras  pinturas  de  fama 
universal,  añade :  "  Todos  estos  cuadros  fueron  llevados 
á  París  por  Napoleón.  Los  italianos  los  señalan  con  or- 
gullo, como  sí  aquella  fuera  una  recomendación.  Debe- 
rían, pues,  desear  la  aparición  de  cuando  en  cuando  de 

algún  invasor,  para  fincar  su  vanidad  en  ser  robados. 

¡  Pueda  ser  que  se  les  cumpla  algún  día  este  antojo !  La 
{^'rancia  palpita  con  los  recuerdos  napoleónicos,  y  en  Ita- 
lia repercute  aún  por  todas  partes  el  eco  de  aquel  nom- 
bre   Kn  el  Jardín  Botánico  de  esta  ciudad  me  mos- 
traron una  flor  peruana  (lue  llaman  Bonapartia,  y  otra 
mexicana  que  han  bautizado  con  el  nombre  de  Hortensia 
por  la  hija  de  Josefina  (1). 

{\)  Siu  embarco,  en  el  Diccionario  de  U  lengua  de  la  Academia  £8- 
(mñola  dice  que  la  mujer  del  c<$Iebre  relojero  de  París,  Lepeautre,  ae  lla- 
maba Hortensia,  y  á  ella  el  naturalista  Commerson  dedicó  la  flor  que 
importó  de  la  China  con  ese  nombre. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACOSTA  153 


»\^WV/V^ 


*^  Los  italianos,  añade,  bao  heredado  de  sus  antepasa- 
dos el  gusto  por  los  anfiteatros  á  la  romana.  Estuve  en 
la  Arena  ó  sea  un  Teatro  diurno ;  me  agradó  aquella  di- 
versión en  un  lugar  fresco,  descubierto  por  encima  y  que 
tiene  por  techumbre  el  despejado  cielo,  oyendo  al  mismo 
tiempo  el  lenguaje  y  la  voz  armoniosa  de  los  artistas  que 
representaban." 

Antes  de  salir  de  Bolonia  estuvo  á  visitar  la  Madonna 
de  San  Lnca^  e»  el  Monte  de  la  Guardia,  fuera  de  la 
ciudad. 

DIARIO. 

^^  Me  levanté  á  las  cinco  de  la  mañana  y  con  los  pri- 
meros albores  del  día  me  puse  en  camino  para  visitar  1  a 
Madonna  de  San  Lucas,  por  una  larguísima  calle  circuida 
de  capillas  y  pórticos.  Estos  llevan  el  nombre  de  cada 
familia  ó  persona  que  contribuyó  á  levantarlos.  Es  este 
por  cierto  uno  de  los  espectáculos  más  tiernos  que  se 
pueden  ver,  y  ponen  de  manifiesto  la  ferviente  fe  de 
aquellas  poblaciones 

'^  Después  de  caminar  una  legua  llegué  á  la  cima  del 
cerro  en  donde  está  el  santuario.  Desde  allí  se  goza  de 
una  de  las  vistas  más  extensas  y  pintorescas  que  basta 
ahora  he  visto  en  Italia.  A  la  izquierda  se  veían  las  coli- 
nas y  contrafuertes  de  los  Apeninos,  de  donde  soplaba  un 
ambiente  fresco  y  puro ;  al  frente  se  extendía  el  Ducado 
de  Módena  y  el  de  Ferrara,  y  el  horizonte  se  cerraba  con 
la  cadena  de  los  Alpes ;  á  la  derecha  se  desenvolvían  las 
campiñas  como  en. un  mapa,  yendo  á  morir  entre  las 
aguas  del  Mar  Adriático.  ¡  Qué  espectáculo  tan  hermo- 
so!.. .  La  llanura  poblada  de  castillos,  monumentos  de 
mármol  y  de  pintorescas  quintas,  veíase  regada  por  el  río 
Keno,  el  cual  penetraba  en  seguida  y  desaparecía  tras  de 
los  edificios  de  la  ciudad.  La  población  erizada  de  innu- 
merables torres  y  recostada  muellemente  en  la  hondonada 
en  que  fué  edificada,   con  su  techumbre  de  cielo  sereno, 


lüJ^  BlOaRAFÍA 


<  y^  rf*  ,^N^«>»*,^^.^  ^V^ 


respirando  una  atmósfera  deliciosa,  rodeada  de  todo  cuau- 
to  hay  de  bello  y  artístico,  pensaba  yo,  ¿  por  qué  circuns- 
tancias misteriosas  esta  porción  tan  hermosa  é  interesan- 
te del  globo,  embellecida  no  solamente  por  tantos  encantos 
naturales  sino  por  objetos  de  arte  de  una  cultura  que  ha 
llegado  á  su  apogeo,  está,  sin  embargo,  poblada  por  hom- 
bres degradados  y  sin  dignidad,  cuando  sus  antepasados 
han  dejado  en  la  historia  la  huella  de  su  fiereza,  orgullo, 
valor  y  nobleza  de  ánimo  ? 

"  Sumergido  en  estas  y  otras  reflexiones  visité  la  igle- 
sia, que  es  magnífica,  y  contemplé  la  Madonna  de  San 
Líicas,  que  fué  traída  de  Constantinopla  en  el  siglo  once 
de  nuestra  era.  Bajé  tristemente  la  colina  y  rodeado  de 
una  nube  de  mendigos,  la  plaga  de  las  poblaciones  italia- 
nas, me  dirigí  á  la  plaza  y  entré  á  la  Catedral.  Deseaba 
ver  con  buena  luz  La  Anunciación,  última  olua  «le 
Agustín  Carraclii . " 

xVcosTA  salió  de  Bolonia  en  la  diligencia;  paísó  el  río 
lieno  y  se  detuvo  en  Imola  un  cuarto  de  hora,  niieiilras 
remudaban  los  caballos.  Entre  tanto  vio  en  la  iglesia  de 
Santo  Domingo  una  Santa  Úrsula,  de  Luis  Carrachi,  que 
le  habían  recomendado,  y  visitó  la  Catedral,  en  la  eual  se 
hallan  los  huesos  de  San  C¿isiauo  v  San  Crisóstomo.  Esta 
ciudad  era  célebre  por  haber  sido  Obispado  de  Su  Santi- 
dad Pío  VIII,  el  cual  hacía  apenas  tres  anos  que  había 
muerto. 

La  diligencia  continuó  su  marcha.  Pasó  por  la  peque- 
ña fortificación  llamada  Castelli  di  Bolonia  y  por  Fainza, 
Aquí  Agosta  corrió  á  visitar  la  antigua  fábrica  majólica 
ó  de  alfareiía,  de  donde  ha  tomado  su  nombre  en  francés 
de  esa  clase  de  porcelana. 

A  las  ocho  de  la  noche,  yá  oscuro,  pasó  por  Forli,  y, 
por  consiguiente,  nada  pudo  ver  allí.  La  diligencia  conti- 
nuó andando  toda  la  noche  y  yá  al  clarear  el  día  siguiente 
notó  que  iban  por  un  camino  que  costeaba  el  Mar  Adriá- 
tico.  A  las  nueve  de  la  mañanase  detuvieron  en  Pezzaro. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  155 


•  ^  -^  >\^  ■«••N^^  -^  s*".*'^^  \ 


Durante  las  tres  horas  que  pasó  allí  visitó  algunas  igle- 
«ias  y  estuvo  en  el  mercado  de  frutas. 

**  ¡  Qué  placer,  dice  en  su  Diario,  es  viajar  así  en  una 
cómoda  carroza,  teniendo  á  la  vista  por  un  lado  el  verde 
Adriático ;  á  la  derecha  bellas  campiñas  sembradas  de  ár- 
boles y  pobladas  de  quintas  pintorescas y  en  perspec- 
tiva á  Roma  ! . . .  á  Eoma me  parecía  aquella  idea  uu 

sueño,   que  era  imposible  que  estuviese  realizándole  tal 
como  lo  había  deseado  toda  mi  vida  !  ^ 


En  la  hermosa  ciudad  de  Jano  vio  de  paso  el  Arco  del 
Triunfo,  erigido  por  Augusto,  y  del  cual  dice : 

"  Aún  se  levanta  intacto  y  fuerte,  y  puede  todavía  de- 
safiar muchas  generaciones  humanas.  La  estatua  de  la 
Fortuna,  erigida  para  celebrar  la  derrota  de  Asdrubal 
(200  anos  antes  de  Jesucristo),  es  de  bronce  y  se  halla 
hoy  sobre  una  fuente.  Jano  (templo  de  la  Fortuna),  di6 
su  nombre  á  la  ciudad.'^ 

En  todas  partes  le  salían  al  encuentro  los  recuerdos 
históricos  y  veía  con  respeto  el  teatro  de  acontecimieutüs 
estupendos;  aquí  un  campo  de  batalla,  en  el  cual  se  había 
desenlazado  la  suerte  de  una  civilización;  allá  arcos  de- 
rruidos, ciudades  olvidadas;  más  lejos  templos  paganos 
convertidos  en  iglesias  cristianas  pero  que  aun  conserva- 
ban su  carácter  primitivo. . . .  todo  aquello  cubierto  poi 
un  manto  de  vegetación  siempre  fresca,  siempre  viva,  la 
cual  conservaba  esos  recuerdos  v  monumentos  como  en 
UQ  engaste  bellísimo. 

**  Las  colinas,  dice,  verdeaban  á  lo  lejos  cubiertas  de 
sementeras  de  maíz  y  de  trigales,  y  en  los  caminos  en- 
contrábamos grupos  pintorescos  de  trabajadores  que  iban 
6  volvían  de  sus  labranzas  y  aldeas,  sin  acordarse  de  sus 
antepasados  que  allí  habían  sufrido  unas  veces,  vencido 
otras  y  formado  la  historia  de  este  país  que  tan  grande 
fué  y  que  tan  pequeño  es  hoy  día 


150  BIOGBAPÍA 


^■^  ^"t^"*^  ^  ^N^S^i# 


''  A  las  ocho  de  la  noche  entramos  á  la  ciudad  de  An- 
cona,  y  el  movimiento  de  la  población  en  las  calles  demos- 
traba que  aquel  puerto  era  más  activo  y  comercial  que 
todos  los  demás  que  había  encontrado  en  las  orillas  del 
Adriático. 

''  Esta  ciudad  está  rodeada  de  fortificaciones  demolidas 
poi  los  austríacos  en  1814.  Cuenta  20,000  habitantes  hoy 
día  y  su  puerto  es  frecuentado  por  muchos  buques  co- 
meiciales  ;  creo  que  es  el  único  habilitado  que  hay  en  los 
Estados  Pontificios  en  el  Adriático. 

CAPITULO   VIII 

Nuestra  Señora  de  Loreto. — La  casa  milagrosa  de  la  Virgen. — Ricaua. 
ti. — Macerata. — Los  salteadores  de  los  Apeninos. — Espoleto. — La  an- 
ti(,'-ua  Veyes. — Roma. 

1820. 

En  este  capítulo  transcribiremos  algunos  apartes  de 
una  carta  que  Agosta  escribió  á  su  tío  el  doctor  Pérez, 
y  en  la  cual  da  muchos  más  pormenores  de  su  viaje  que 
en  el  Diario,  carta  que  por  casualidad  ha  llegado  á  nues- 
tras manos. 

CARTA 

'' Hoy,  mi  querido  tío,  hablaré  á  usted  de  mi  vi- 
sita á  Loreto.  A  las  dos  de  la  mañana  del  día  tres  de  Sep- 
tiembre, comenzamos  á  subir  la  montañuela  á  cuya  cima 
está  aquél  santuario.  La  diligencia  iba  tirada  por  cuatro 
caballos  y  dos  yuntas  de  bueyes.  La  subida  se  hacía  á 
cada  momento  más  escarpada;  pero  la  lentitud  de  la 
marcha  me  permitía  examinar  la  posición  del  templo^ 
cuyos  muros  macizos  se  elevaban  precisamente  por  el 
lado  del  camino. 

*^  A  las  cinco  de  la  mañana  llegamos  á  la  plaza,  que 
es  muy  bella,  adornada  con  el  frontispicio  del  magnífico 
templo  de  la  Virgen.   Pero   no   me  detuve  un  momento; 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA        15' 


•  ^'^.^'W  ^,^«<'*.*W»^<-'»'*.  s^^.^-s»'^'  ».'-■■■ 


apenas  bajé  de  la  diligencia,  me  apresaré  á  seguir  la  co- 
mente de  la  multitud,  la  cual  desembocaba  por  las  cua- 
tro esquinas  de  la  plaza,  y  se  precipitaba  hacia  la  entrada 
de  la  Iglesia. 

"  En  el  atrio  vi  una  liermosa  estatua  de  bronce  de 
Sixto  V,  y  entré  con  el  tropel  de  los  fieles  en  el  templo. 
En  medio  se  veía  una  capilla  de  mármol  de  Carrara  (1). 
Contra  el  muro  de  esta  capilla  había  un  altar  en  que 
empezaban  tres  padres  á  cantar  una  misa  solemne,  que 
no  quise  oír,  sino  que  me  dirigí  á  las  puertas  de  la  Casa 
Santa.  Detuviéronme  dos  centinelas  con  bayoneta  calada, 
los  cuales  procuraban  moderar  el  fervor  de  los  fieles  que 
pretendían  precipitarse  dentro  cuando  ya  no  cabía  nadie 
más.  Yo  insistí  con  uno  de  los  soldados  para  que  me  de- 
jase entrar,  diciéndole  que  era  extranjero,  que  debería 
partir  dentro  de  dos  horas,  y  que  si  no  podía  entrar  me 
impediría  ganar  la  indulgencia  que  aquella  visita  me  pro- 
porcionaría. Debo  hacer  esta  justicia  á  los  soldados  de 
Su  Santidad,  siempre  los  hallé  amables  y  complacientes ; 
éste,  al  oír  mis  razones,  me  dejo  entrar  sin  vacilar,  y  yo 
penetré  de  rodillas  como  todos  mis  compañeros,  hasta  el 
interior  del  Santuario.  Las  paredes  interiores  están  com- 
pletamente desnudas,  y  son  formadas  de  una  tierra  colo- 
rada como  ladrillo.  Xo  hay  allí  más  adorno  que  un  peque- 
üo  altar,  sobre  el  cual  se  encuentra  una  Virgen  de  madera 
ennegrecida  por  los  años  y  cubierta  de  joyas ;  al  frente 
cuelgan,  siempre  encendidas,   doce   lámparas   de  oro ;   al 

(1)  Segnín  una  piadosa  tradición,  el  6  de  Mayo  de  1291,  la  casa  que 
habitó  la  Virgen  María  en  Xazaret,  fué,  milagrosamente,  trasladada  á 
Serrato,  no  lejos  de  Trieste,  al  otro  lado  del  Adriático.  Allí  permaneció 
tres  anos  y  siete  meses,  y  el  10  de  Diciembre  de  1294,  apareció  en  Reca. 
nati,  en  Macerata,  y  en  Agosto  de  1295  fuo  trasportada  ú  las  tierras  de 
ana  señora  Loretta,  en  donde  permanece  hasta  el  día,  y  en  torno  de  la 
cual  se  ha  formado  una  ciudad.  Más  de  200,000  peregrinos  la  visitan 
anualmente.  Sixto  Y  mandó  ediñcar  el  templo  que  hoy  se  ve,  y  desde 
entonces  cada  Papa  que  se  ha  sucedido  sobre  el  trono  Pontiñcio  ha  pro- 
curado hacer  algún   honor  mayor  á  la  casa  milagrosa. 


l'i>  BIOGRAFÍA 


lado  opuesto  está  la  ventana  por  donde  dice  la  tradición 
iiUf*  entió  el  Aicángel  (1). 

•'  Vo  no  pude  oíi  la  misa  que  se  decia  con  el  recogí* 
riiieiito  que  hubiera  «leseado,  porque  las  cien  personas  que 
♦ísraíjan   allí,  particularmente  las   mujeres,  parecían  loea^ 
'le  gozo:    lioiaban,    suspiraban,   gritaban,  se  arrastra^ 
:>or  t'l  suelo,    mordían    la   tierra,  v,  en    su  entusias- 
volvían  la  espalóla  al  altar,  me  pisaban,  me   emp' 
:ne  obligaban  á  besar  la  tierra  más  de  lo  que  y« 
^♦j  daban  golpes  de    pecho,    gemían,  y  no  me  d<  ¡  • 
üioinento   de  paz.   Al    mismo   tiempo    se  oían  las  li.^  . 
de  ía  multitud  con  los  centinelas   en  la   puerta  y  que  iii.- 

pedían    la  entrada VI  fin  pude   salir,   más  estrujadt) 

(|ue  compungido,  pues  es  imposible  tener  devoción  en  me- 
dio de  semejantes  luchas. . . . 

•'  Después  de  desayunarme,  salí  á  dar  una  vuelta  por 
¡a  ciudad.  Eran  apenas  las  seis  de  la  mañana,  y  ya  todas 
las  tiendas  estaban  abiertas,  y  en  todas  ellas  vendían  ró- 
sanos, escapularios,  cintas,  medallas,  estampas  etc.,  lo 
cual  había  sido  puesto  en  el  altar  de  la  Virgen.  Además, 
vendían  allí  libros  piadosos  y  relaciones  históricas  acerca 
de  la  Santa  Casa,  y  cuanto  pudieía  interesar  al  viajero  y 
al  peregrino  (2). 

*'  La  ciudad  es  bonita,  aunque  no  contiene  sino  seis 
mil  almas,  pero  este  número  se  aumenta  hasta  doblarse 
con  los  peregrinos  que  la  visitan  diariamente.  Desde  allí 
se  avista  el  Aíhiático,  que  está  á  una  legua  de  distanci;i 
por  un  lado,  y  por  el  otro  se  distinguen  las  estrechas  tie- 
rras de  la  Kepública  de  San  Marín,  la  única  que  ha  que- 
dado en  Italia,  gracias  á  su  pobreza  y  pequenez. 

*'  El  tesoro  de  la  virgen    había  sido  robado,  junto  con 

(1)  La  iuiügen  antiquísima  de  la  ViriL^'en  fué  robada  pur  los  invasn- 
r*ís  franceses.  Llevada  á  París,  permaneció  allí  desde  179*i  liastal^Ol, 
'uando  Napoleón  la  mandó  devolver  á  instancias  de  Pío  VII. 

(2)  Existtí  una  profesía  antífona,  sei,'ün  la  cual  la  Casa  Santa  deben» 
ser  trasladada  una  vez  más,  y  esta  vez  á  Roma,  cerca  del  templo  de 
Santa  María  la  Mavor. 


OEL  GEXEHv.        '^^^^  AGOSTA 


161 


18  claras  que  en  caso  de 
naB,  y  sí  de  sus  caba- 


♦'«< 


na  de  esas  escenas 

descritas,  y  veré 

f^  tanto  he  oído 

que  me  des- 

•  queda 

le  senté, 

iba  re- 

•lena- 


la  imagen,  por  los  ejércitos  *. 

fué  restituida,  el  tesoro  no.  > 

de  aquellos  tesoros,  no  Iml.: . 

biera  poseído  tan  grandes  i 

ban  en  la  iglesia  de  LonMc 
"•  A   bis   siete   contii-  , 

valle  que  divide  esta  tím.  . 

acueduclo  que  provee  li*  . 

leguas,  y  fué  construid,  i 

•'  Aquel  valle  es  n\i\\  i-.' 
frutales,  A  las  ouLío   me  «hi'i^i 
comer    higos    blancos,   lus   i-uul 
mejores  de  Italia. 

'*  Desde  allí  hasta  jMacerata   se   uco.i 
fértil  y  más  deliciosa  de  la  Marca  de  Ane«íiiu  ;    ., 
colinas  más  pintorescas,   eabiertas  de  moreras  \  ,: 
panos;   las  cercas  que  dividen  las  propiedades  son  t..i 
das  con  verdes  arbustos,  lo  cual  da  al    país   el  aspei-bj 
un  jardín,  más  bien  que  de  terrenos   de  labor.   La  a\,vi¡ 
dancia  de  los  árboles   frutales  y  de  las   hortalizas,  es  ex- 
traordinaria, y  Sülo  he  visto  en  las  cercanías   de  Xápoles 
fertilidad  que  se  le  asemeje  ó  que  le  sea  superior. 

**Macerataes  una  ciudad  de  diez  mil  habitantes.  En- 
tramos por  la  Puerta  Pía,  arco  de  triunfo  levantado  para 
honrar  á  un  Cardenal  de  ese  nombre.  Mientras  que  pre- 
paraban la  comida,  me  entretuve  en  ver  salir  la  gente  de 
una  iglesia  que  se  hallaba  frente  á  las  ventanas  de  la  po- 
sada. Xo  vi  una  sola  mujer  que  no  tnese  bien  parecida, 
que  no  estuviese  aseadamente  vestida,  y  que  no  tuviere 
fisonomía  expresiva.  A  pesar  de  que  me  advirtieron  veiu- 

'  te  veces  que  la  comida  me  aguardaba,  yo  la  dejé  enfriar; 
tan  entretenido  estaba. 

*'  A  las  tres  de  la  tarde  tomamos  otra  vez  la  diligen- 
cia, y  una  hora  después  atravesábatnos  á  Tolentino,  céle- 
bre por  el  tratado  que  firmó  allí  Pío  VII  con  el  General 
Bonaparte  en  1797.  Xo  pude   detenerme   á  ver  el  cuerpo 


160  BIOGRAFÍA 

de  Sau  ííicolAs,  que  guardan  los  Agustinos,  ponjue  delte- 
ríamos  pasar  los  Apeninos  esta  noche,  y  los  hne;i»:s  mis 
aguardaban . 

"  Costeamos  el  Chit-nto.  ...  la  tarda  era  bellísima,  ei 
aspecto  del  bosque  me  recordaba  algunos  paisajes  de  mi 
patria;  el  cultivo  fué  dando  lugar  A  trechos  niotitaúosus, 
y  al  fin  se  aciibí»  tuda  señal  de  la  mano  del  hombro,  y  ln« 
melanc'ilicos  árboles  de  Judea,  todo  lo  eutristeefaii.  Kl  ca- 
mino erii  tíiii  escabroso,  i)ue  habíamos  mudado  dos  veces 
de  caballos  antes  de  oscurecer.  Sobre  las  gargantas  de 
los  Apeninos  veíamos  aquí  y  allí  las  ruinas  de  las  torrea 
y  mnrallones  de  las  guaridas  de  los  señores  leudaie.-..  A 
las  once  de  la  noche  ¡lasáinos  por  San  Severinr»,  la  última 
población  de  aquel  lado  de  los  Apeninus. 

"  Eran  las  dos  de  la  mañana;  yo  me  íiahía  dormido 
profundamente,  cuando  me  despertaron  irnos  clamores 
confusos  y  voces  que  decían: 

"  Fietá,  pictá,  miii  si{/noriI 

"  Me  incorporé  al  momento,  y  (i  la  luz  de  las  linternas 
de  la  diligencia,  que  se  bahía  detenido,  pude  dístinguii' 
uii  gran  grupo  como  de  cincuenta  ó  sesenta  personas  en 
paños  menores,  medio  desnudos  y  hombres  y  mujeres 
parecían  espectros.  Los  lionibres  estaban  tau  sobrecogi- 
dos, que  no  podían  articular  palabra;  pero  las  mujeres, 
entre  lágrimas  y  sollozos  contaron  que  eran  peregrinos 
que  Iban,  ai  sanCuario  de  Loreto,  y  que  caminaban  de 
noche  para  guarecerse  del  calor  del  sol,  cuando  de  repen- 
te habían  caído  sobre  ellos  tres  hombres,  tres  salteadoies, 
los  cuales  l08  habían  ilespojado  no  sólo  de  cuanto  dineio 
llevaban,  sino  también  de  sus  vestidos. 

'lau  dejado  robar  piir 

no  de  nuestros  com- 
e  mataron ! 
da  por  dos  Dragones 
li  semblante  de  aque- 


BEL  GENSBAL  JOAQUÍN  ÁCOSTA  161 

líos  bizarros  militares  indicaba  á  las  claras  que  en  caso  de 
peligro  no  harían  uso  de  sus  carabinas,  y  sf  de  sus  caba- 
llos para  poner  pies  en  polvorosa. 

^'  Al  fin,  pensaba  yo,  presenciaré  ana  de  esas  escenas 
de  salteadores  que  tantas  veces  be  visto  descritas,  y  veré 
de  cerca  á  aquellos  hombres  feroces  de  que  tanto  he  oído 
hablar !  Lo  más  que  me  puede  suceder  será  que  me  des- 
pojen de  mi  reloj  y  del  poco  dinero  que  me  queda 

Pero  Boma  está  cerca  y  allí  tengo  recursos. 

*'  El  conductor  de  la  diligencia,  á  cuyo  lado  rae  senté, 
me  confió  una  pistola  y  él  tomó  otra ;  aunque  yo  iba  re- 
suelto á  no  servirme  de  ella  sino  en  caso  de  que  amena- 
zacen  mi  vida. 

"  Continuamos  así  el  viaje.  Yo  sabía  que  llevábamos 
en  la  diligencia  más  de  cien  mil  pesos  para  entregar  al 
tesoro  público,  y  no  comprendía  por  qué  motivo  los  la- 
drones habían  atacado  á  aquellos  miserables  peregrinos 
que  no  llevarían  nada  de  valor,  y  no  aguardaron  á  la  di- 
ligencia que  los  hubiera  enriquecido.  Sin  embai'go  así 
fué — los  bravos  Dragones  les  impondrían  miedo — porque 
se  pasó  la  noche,  llegó  el  día,  y  á  las  cinco  de  la  mañana 
entrábamos  á  Foligno.  Por  el  aspecto  de  sus  calles  juz- 
gué que  esta  población  era  la  más  considerable  que  ha- 
bíamos visto  desde  Ancona.  Allí  se  dio  aviso  á  la  policía 
de  lo  que  había  ocurrido  en  el  camino,  é  inmediatamente 
enviaron  un  destacamento  de  caballería  en  persecución  de 
los  ladrones." 

Hasta  aquí  los  extractos  de  la  carta.  Veamos  ahora 
el  Diario : 

**  4  ¿6  Septieinlre. — Después  de  una  corta  detención  en 
Foligno,  continuamos  hasta  VinCj  sitio  en  que  engordaban 
á  las  víctimas  para  los  sacrificios  en  tiempo  de  los  Eoma- 
nos.  Ahora  allí  sólo  se  engordan  ovejas,  cabnis  y  ganado 
vacuno. 

''En  E»pol€to  mudamos  caballos.  Este  lugar  se  encuen- 
tra en  el  antiguo  Spoletum  de  los  Bomanos.  Tiene  la  glo- 

11 


162  'biografía 


ría  de  haber  rechazado  á  Aníbal  después  de  la  batalla  de 
Trasemeno^  á  pesar  de  que  el  cartaginés  iba  victorioso. 
Coomemoran  este  hecho  con  una  inscripción  que  se  ve 
sobre  una  portada;  además  señalan  un  magnifico  acue- 
ducto, obra  de  los  Romanos. 

^'Continuamos  hasta  Terui,  la  antigua  Interamnii 
patria  de  Tácito.  Es  una  bonita  población  que  encierra 
ruinas  de  un  templo  dedicado  al  sol,  y  en  donde  vimos 
al  paso  mujeres  muy  hermosas. 

*'  Atravesamos  el  valle  encantador  que  separa  á  Terni 
de  Xarnia,  regado  por  el  Xerva,  el  cual  fertiliza  ricas 
plantaciones  de  viñedos.  En  ese  lugar  vi  por  primera  vez 
plantaciones  de  olivares. 

''Al  pie  del  cerro  que  corona  la  ciudad,  quitaron  de 
nuevo  los  caballos  enganchados  á  la  diligencia  y  pusieron 
bueyes;  éstos  difícilmente  nos  hicieron  llegar  hasta  la 
cumbre  en  donde  se  encuentra  Narni  ó  Narnia.  Es  ciudad 
interesante,  porque  ostenta  multitud  de  antiguos  edificios 
y  derruidos  murallones  de  templos  paganos.  Desde  lo  alto 
de  éstos  se  descubre  un  bello  golpe  de  vista.  De  allí  para 
adelante  empezamos  á  bajar  el  lado  opuesto  de  los  Ape- 
ninos; ya  las  aguas  que  por  aquí  corren  vau  á  caer  al  Me- 
diterráneo. 

''  A  medida  que  descendíamos,  el  aire  tan  puro  de  las 
montañas  empezaba  á  hacerse  pesado  y  caliente. 

'^  Pasamos  por  la  Sabina,  Napí,  Givitá,  Gostelli,  la 
antigua  Yeyes  ó  la  Veii  de  los  etruscos.  Aquí,  mientras 
que  mudaban   los  caballos,  salí  del  carruaje  y  me  senté 

sobre  el  borde  de  una  pila  que  por  ahí  había Eran 

las  once  de  la  noche,  y  estaba  tan  oscuro  que  nada  veía, 
pero  los  recuerdos  históricos  de  aquella  antigua  ciudad 
me  asaltaron  en  tropel.  Veyes  con  su  resistencia  contri- 
buyó en  mucho  al  engrandecimiento  de  Roma.  La  acción 
(le  Camilo,  que  rehusó  aceptar  la  traición  del  maestro  de 
escuela  no  ha  dejado  de  tener  parte  en  su  fama,  á  pesar 
de  que  los  eruditos  ponen  en  duda  este  hecho. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  163 


'^  De  la  antigua  Veyes  do  '  quedaron  ni  las  ruinas, 
puesto  que  los  Bomanos  se  llevaron  basta  las  piedras  de 
sus  edificios  para  reconstruir  á  Boma ;  pero  el  sitio  era 
aquél  y  yo  me  hallaba  en  aquel  suelo ! 

^^  Un  repentino  temporal  acompañado  de  lluvia  y  true- 
nos me  obligó  á  meterme  de  nuevo  dentro  de  la  diligen- 
cia, la  cual  pocos  momentos  después  se  puso  en  marcha 
sin  cuidarse  del  mal  tiempo. 

'^  En  breve,  cuanto  hasta  aquí  me  habfa  encanta- 
do— vegetación,  vida,  cultivados  campos,  bellezas  natura- 
les— todo  esto  fué  desapareciendo ;  nos  acercábamos  al 
patrimonio  de  San  Pedro,  y  tal  parecía  como  si  hubiése- 
mos salido  de  Italia 

'^  A  medida  que  avanzábamos  por  la  vía  Oasía,  íba- 
mos notando  á  trechos  algunas  ruinas,  las  cuales  se  fue- 
ron haciendo  más  y  más  frecuentes,  hasta  que  al  fin 
empezamos  á'  distinguir  á  poca  distancia  la  multitud  de 
torres  que  anunciaban  á  Boma.  ' 

'^  La  mañana  era  opaca  y  los  edificios  se  levantaban 
sobre  un  fondo  oscuro  y  como  entre  sombras,  lo  cual  au- 
mentaba la  solemnidad  del  espectáculo 

'^  Pasamos  el  Tíber,  sobre  el  puente  Molle,  tomamos 
la  vía  Flavia  y  entramos  á  la  Oiudad  Eterna,  por  la  puerta 
-del  Pueblo.  Yi  una  plaza ;  en  medio  de  ella  se  levantaba 
un  obelisco.  Tres  calles  parten  de  allí  al  Interior  de  la 
ciudad.  La  de  la  mitad  se  llama  el  Corso.  Estoy  en  Boma! 
pensaba  yo,  arrebatado,  este  ha  sido  el  objeto  de  mis 
mayores  deseos,  con  esto  había  soñado  toda  mi  vida !. . . . 


164  BlOaBAFÍA 


VV^   \^  ^\*^*%^.^s<«>^>«%.#\.^^»^v^*«^.^^ 


CAPÍTULO  VIII 

£1  Secretario  j  el  Ministro  de  Colombia. — El  Panteón  de  Agripa.— La 
plaza  y  la  B&sílica  de  San  Pedro. — Loa  Estuardos.— Varios  antiguos 
monumentos  romanos. — Villa  Borgbese. — León  XI(  en  Santa  Ma- 
ría del  Pueblo. — Grodoy. — Las  ternas  de  Caracalla. — El  sepulcro  de 
los  Esci piones. — La  Vía  Appia. — El  templo  de  San  Pedi'o  y  la  Re. 
forma. — El  Museo. — Santa  María  de  los  Angeles. — Santa  María  la 
Mayor. — Iglesias. — Templos  paganos. — Teatros. — Uontrasfces. —  Cos. 
tumbres  populares. — El  Foro  Romano. — Romaá  la  luz  de  la  luna. — 
Estatua  de  Pompeyo. — Celebridades — Thorwaidsen. 

1820. 

Pocos  momentos  después  de  Uaber  llegado  á  su  posa- 
da el  joven  viajero  se  encontró  estrechado  entre  los  bra- 
zos de  su  hermano  Domingo,  quien  como  hemos  visto,  era. 
Secretario  del  Ministro  colombiano  cerca  dtf  la  Santa  Sede 
y  de  quien  hacía  años  qué  se  había  separado. 

Inmediatamente  Domingo  le  fué  á  presentar  al  señor 
Tejada,  que  vivía  en  el  Palacio  líegroni. 

''  Tejada,  leemos  en  el  Diario,  no  es  un  anciano  triste 
y  cargado  de  años  y  de  penas,  como  me  lo  habían  pintado. 
Al  contrario,  es  un  hombre  robusto,  activo,  lleno  de  vive- 
za y  de  movimiento;  tan  cierto  es  que  la  vida  de  Europa 
conserva  la  juventud  y  la  energía,  porque  se  vive  con  el 
espíritu !  ^ 

Ese  día  vló  la  columna  Antonina  y  el  Panteón  de 
Agripa,  "  Este  monumento,  escribe,  recuerdo  vivo  de  la 
grandeza  de  la  antigua  Boma,  dedicado  á  todos  los  dio- 
ses, se  ha  conservado  tan  bien,  que  parece  como  si  éstos 
se  hubiesen  conjurado  para  sostenerlo  y  que  no  se  arrui- 
nase. Sus  innumerables  columnas  de  granito,  ennegreci- 
das por  el  tiempo,  me  inspiraban  cierto  sentimiento  de 
respeto,  parecido  al  que  se  experimenta  con  la  vista  de  los 
sepulcros;  ¡era efectivamente  el  sepulcro  de  una  civiliza- 
ción olvidada !'' 

El  señor  Tejada  le  exigió  que  comiese  siempre  con  él 


BSL  aENEBAL  JOAQUÍN  ÁtOSTA  165 

mientras  qne  permaneciese  en  Boma,  y  puso  á  sus  órde- 
denes  su  coche  para  toda  ocasión  en  que  lo  necesitase. 

El  4  de  Septiembre,  al  día  siguiente  de  su  llegada  á  * 
Boma,  Agosta  se  levantó  con  el  dfa  y  salió  á  la  calle  con 
el  objeto  de  orientarse  y  familarizarse  con  las  calles  y  no 
tener  que  buscar  quien  le  condujese  por  ellas.  Deseaba 
descubrir  él  mismo  los  monumentos  que  conocía  3'a  por 
las  descripciones  que  de  ellas  babía  leído. 

Aquella  mañana  fué  á  dar  al  puente  de  San  Angelo 
y  á  la  plaza  de  San  Pedro.  Sucedióle  lo  que  á  toda  per- 
sona que  ve  esa  plaza  por  primera  vez :  le  pareció  peque- 
ña. Son  tan  inmensos  pero  tan  armónicos  los  edificios  que 
la  rodean,  que  no  parece  grande ;  pero  cuando  quiso  atra- 
vesarla comprendió  su  enormidad.  Otro  tanto  le  sucedió 
al  entrar  al  templo  más  famoso  de  la  cristiandad,  le  creyó 
más  chico  de  lo  que  esperaba,  pero  á  medida  qne  iba  com- 
parando los  objetos  unos  con  otros  se  penetró  de  la 
maravillosa  grandiosidad  que  reinaba  en  todas  partes. 

''  [  Oada  capilla,  escribe,  es  un  templo  y  cada  angelito, 
hasta  el  más  insignificante,  es  un  gigante!  Pero  no  cae 
uno  en  la  cuenta  de  aquello  sino  al  cabo  de  uh  rato.   Yo 

estaba  absorto  de  admiración ! Ese  pórtico  de  bronce, 

bajo  el  cual  se  halla  el  altar  mayor,  el  cual  tiene  por 
único  adorno  un  crucifijo  y  ocho  candelabros  de  plata,  im- 
pone por  su  elegante  sencillez,  en  medio  de  tanta  profu- 
sión de  tesoros  derramados  para  construir  el  edificio.  Ka 
he  visto  nada  que  me  dé  idea  más  completa  de  la  verda- 
dera majestad  como  la  noble  proporción  que  todos  los 
objetos  guardan  entre  sí.  La  estatua  de  San  Pedro,  situa- 
da b^o  un  solio,  con  las  llaves  en  la  mano  y  sobre  un  pe- 
destal que  apenas  mide  un  metro  desde  el  suelo,  demues- 
tra mejor  que  todo  Ja  idea  de  que  el  Santo,  bajo  cuya  ad- 
vocación está  el  templo,  ocupa  con  respecto  á  Dios  ud 
lugar  subalterno,  y  que  sólo  al  Omnipotente  se  adora,  y 
San  Pedro  es  el  intermediario  entre  el  Cielo  y  la  Tierra 

'^  La  capilla  subterránea,  en  donde  reposa  el  cuerpo  del 


166  BIOGRAFÍA 

Apóstol  86  halla  alumbrada  por  112  lámparas  siempre 
.  ardiendo.  Grandísima  impresión  me  hizo  aquel  recinto. .  .^ 

Describe  circunstanciadamente  la  mayor  parte  de  los 
tesoros  y  maravillosos  objetos  de  arte  de  aquella  Catedral, 
pero  todo  esto  ha  sido  tantas  veces  ennumerado  por  los 
visyeros,  que  no  transcribiremos  aquí  sino  el  último  aparte : 

^^  Antes  de  arrancarme  de  aquel  templo — cuyas  be* 
llezas  no  pueden  ponderarse  jamás  suficientemente — qui- 
se ver  el  túmulo  de  mármol  blanco,  bajo  cuyas  losas  re- 
posan— lejos  de  su  patria  y  olvidados  por  ella — las  cenizas 
de  los  últimos  descendientes  de  la  familia  de  Estuardo. 
Bastará  decir  que  el  monumento  es  obra  de  Ganova,  y  que 
es  digno  del  artista  y  de  su  objeto." 

Más  tarde  ese  mismo  día,  estuvo  con  su  hermano  y  el 
señor  Tejada,  en  el  Monte  PinciOy  visitó  la  Plaza  de  Ve- 
neciaj  el  Palacio  Doria^  la  Columna  de  Trqjano^  y  el 
arco  de  Séptimo  Severo.  ^ 

^'  Consideré,  escribe,  con  un  sentimiento  de  pesar  y 
de  respeto  las  ruinas  del  templo  de  Bómulo,  converti- 
do en  el  vestíbulo  de  una  iglesia ;  las  columnas  de  gra- 
nito de  la  fachada  del  templo  de  Antonino  y  de  Fans- 
tina;  la  basílica  Emiliana;  el  templo  de  VenuSj  del  cual 
sólo  queda  la  base ;  el  arco  de  Constantino^  que  está  en- 
tero ;  admiré  el  Anfiteatro  FlaviOj  ese  monumento  co- 
losal que  se  levantó  en  cuatro  años,  lo  que  comprueba 
cuánto  era  el  poder  y  la  riqueza  de  los  Emperadores  ro- 
manos. Desde  la  parte  más  elevada  del  anfiteatro  pude 
contemplar  los  montes  Celio,  Aventino,  Palatino  etc." 

Al  regresará  su  posada  pasó  por  fíente  del  Palacio  de 
los  Césares,  el  cual  estaba  habitado,  dice  con  dolor,  por 
un  rico  inglés ! 

Ese  mismo  día  fué  con  el  señor  Tejada  á  la  Villa 
Borghese^  que  pertenecía  á  los- Príncipes  del  mismo  nom- 
bre. Describe  largamente  el  camino  pintoresco  que  tu- 
vieron que  recorrer  desde  Eoma  hasta  el  Palacio ;  los 
jardines  que  visitaron,  las  estatuas,  pajareras,  templetes  y 
juegos  de  aguas  que  embellecen  aquella  mansión  deliciosa. 


BEL  GENEBAL  JOAQTTÍN  AGOSTA  167 

Llevólo  por  la  noche  un  joven  mejicano,  de  apellido 
Lorenzana,  á  casa  de  unas  dainas  romanas,  <]pae  tocaron 
piano  y  arpa,  "  pero  las  cuales,  añade,  aunque  amables  y 
artistas,  eran  bastante  feas." 

Continuó  durante  los  siguientes  dfas  visitando  los  mo- 
numentos más  notables  de  Boma;  pero  como  no  pode- 
mos seguirle  á  todas  partes,  haremos  apenas  algunos  ex- 
tractos de  lo  que  dejó  escrito. 

DIABIO. 

"  8  de  Septiembre. — A  las  ocho  de  la  mañana  me  en- 
caminé á  la  Plaza  del  Pueblo,  en  donde  hallé  yá  formado 
un  medio  Batallón  de  infantería  y  un  piquete  de  drago- 
nes que  agurdaban  el  paso  de  Su  Santidad,  quien  tiene 
costumbre  de  ir  á  la  iglesia  de  Santa  Marfa  del  Pueblo, 
el  día  de  la  Natividad  de  Nuestra  Señora.  Sin  detenerme 
á  mirar  esta  tropa  entré  á  la  iglesia  y  llegué  sin  dificul- 
tad hasta  el  límite  ó  barrera  que  dividía  el  recinto  con- 
sagrado á  los  Cardenales  y  eclesiásticos  y  aquél  que  de- 
berían ocupar  los  curiosos.  Los  bancos  de  los  Cardenales 
estaban  más  elevados  que  los  de  los  Obispos,  y  diversas 
órdenes  de  religiosos  y  veíanse  tapizados  con  ricas  telas  de 
colores  vivos.  El  asiento  y  el  Solio  del  Pontífice  era  de 
plata  y  oro,  y  cubrían  las  gradas  rica  alfombra  encarnada. 

'^  La  iglesia  estaba  engalanada  con  damascos  suntuo- 
sos, y  por  todas  partes  se  veían  grupos  de  diáconos  y  mo- 
naguillos, unos  de  negro  y  otros  de  morado,  con  sobrepe- 
llices unos  y  sin  ellas  otros.  Estos  revoloteaban  de  un  lado 
á  otro,  daban  órdenes  y  arreglaban  los  últimos  adornos. 
Los  alabarderos,  con  sus  vestidos  á  la  antigua,  se  pasea- 
ban por  en  medio  de  la  multitud  de  fieles  que  -  llenaban 
la  iglesia  y  rezaban  con  más  ó  menos  fervor. 

De  repente  y  en  medio  de  completo  silencio,  llegó  el 
séquito  de  los  Cardenales  seguidos  por  los  Obispos.  Uno 
de  éstos  llevaba  en  las  manos  una  rica  mitra,  y  detrás  de 
todos,  en  hombros  de  sus  sirvientes,  vi  llegar  en  andas  al 


l'V*  BTOtraAFTU. 


Pinr'díie  ie  a  ir-^oaüiiai  r?A  píT^iáriiio  coa  capa  de  coro 

'jianria  j  ir*;»  ulcra  •ie  oco  i«j»xe  j&  ¿rente. 

p<*ri»  Tr.'írí*,  A'..-:»j-«i  q«j  es  m-ij  AaiiLWi«>— tleiie  sesenta  y 
4ñtH  i.'i;*»r— ia  •inirr^.iz.j  y  no  am-i  la  viiL* ;  sumamente 
-/¿rv>   7-.-7>  r-nrií'ix   sí-^nipre  5<xo  y  »i-j    mis  compañía 

•*  O'  !a  r:.!-'*^.  El  izanro  era  rr.i¿a'ü»:o ;  de  ana  ejeca- 
';'.>.  VjrprecJente^  pero  las  Vl>^¿s  de  I«>s  eanao»  en  el 
t/ir/.p'O  drrí -SíLordel  Uaiv-erso,  -re  eaiso  acá  impresión 
»>  KAlrr¡itar  qae  no  pae^io  describir 

-En  I*>i  paikrtj^  p.ibl:eu6  en  medio  de  I»3o nobles  roma- 
r*'>í*,  •!  ¿  Godoy  (2;  q^ie  posealKi  coa  ciuoha  frescara  en- 
tre lo*  descecdientéá  de  I»>s  ant;gii«>¿  roaianos.  Me  seña- 
laron .%a  Palacio,  que  es  ¿iintac»so  por  cierto. 

'*  Eotre  laá  d*4mas  de  la  alta  sociedad  que  tave  oca- 
h'/jn  de  ver,  no  not*í  belleza,  graciü,  ni  originalidad :  mien- 
tras qie  entre  las  majeres  del  pueblo  noté  tipos  de  be- 
lleza y  nobleza  innata,  que  llamaban  la  atención;  con  su 
vestido  pintoresco,  jubones  atados  con  cintas  en  la  espal- 
da, y  panos  cuadrados  sobre  la  cabeza  tenían  un  porte 
digno  y  grave  de  que  carecían  las  damas. 

"  9  dé  /Septiembre. — Estuve  en  las  Ternas  de  CaracaUa. 
La  primera  impresión  que  allí  se  experimenta  es  un  profun- 
do útMlán  por  todos  los  edificios  modernos.  Al  recordar 
Ion  de  estos  tiempos  parecen  pequeños  y  mezquinos  en  com- 
paración de  los  antiguos.  Aquellas  moles  imponentes  y  ma- 
cizas que  parecen  inmensas  rocas,  esos  arcos  y  bóvedas 
de  una  estructura  tan  atrevida  y  que  no  necesitan  ador- 
nos para  que  parezcan  grandiosos,  do  podrán  nunca  com 

íí)  Kl'^ato  favorito  de  León  XII  pasd  á  manos  de  Cbateaubriand, 
f{UiHn  HutA^fA  de  £mt^jador  en  Bomacaando  murió  este  Papa  en   1829. 

í'¿)  Kfit^  favorit<j  de  Carlos  IV  vivía  entonces  retirado  en  Boma, 
iiií mentándose,  dice  en  sus  memoriai  (página  395,  tomo  6)  de  las  migajas 
de  la  mesa  de  los  Beyes  de  España,  los  cuales  vivieron  de  prestado  hasta 
4U  mtK'rte.  Oofloy  mariden  París  en  1851.  Entonces  hacía  diez  años 
que  había  muerto  Carlos  IV. 


DEL  G£N£KAL  JOAQUÍN  AGOSTA  169 

pararse  con  nada  moderno !  ¡  Entre  las  grietas  de  esas 
magníficas  ruinas  crecía  un  mundo  de  plantas  silvestres, 
y  bajo  las  bóvedas  del  templo  de  Apolo  rebuznaba  un  asno^ 
cuyo  acento  sonoro  despertaba  los  ecos  de  esos  edificios 
históricos !  ¡  Qué  ironía ! 

'^  Me  detuve  para  contemplar  el  sepulcro  de  los  Esci- 
siones^ bajé  al  subterráneo  con  una  luz  y  leí  las  inscrip- 
ciones que  aún  se  conservan  sobre  los  sepulcros  de  aque- 
lla famila  ilustre  enterrada  allí  hace  más  de  dos  mil 

años Al  salir  arranqué  una  flor  silvestre  que  crecía  á 

la  entrada 

"Eecorrí  la  ina  Appia^  sembrada  de  ruinas  y 

de  sepulcros ;  después  de  pasar  bajo  el  arco  de  Triunfo 
de  Druso  seguí  hasta  la  iglesia  de  San  Sebastián,  por 
donde  se  baja  á  las  Catacumbas.  Volví,  por  el  Toro,  á  los 
huertos  Farnesios,  en  donde  se  ven  los  restos  de  la  mora- 
da de  Augusto  y  las  gradas  que  llevaban  al  monte  Pala- 
tino  pero  en  todas  partes  sólo  se  veían  ruinas  y  es- 
combros. Entre  los  derruidos  muros  del  Palacio  de  los  Cé- 
sares crecía  la  viña  silvestre,  y  en  el  antiguo  recinto  de 
los  salones  imperiales  nace  la  hierba  y  prospera  la  orti- 
ga  El  Circo  Olímpico  es  hoy  una  serie  de  huertas  y 

sobre  el  monte  Aventino  y  el  templo  de  Juno  se  alza  una 
iglesia  católica.  Sin  embargo,  aún  se  ve  la  pirámide  que 
señala  la  tumba  de  Cayo  Sextio. 

^'  Me  llamó  la  atención  una  obra  bien  conservada  que 
recuerda  los  últimos  días  de  la  Bepública  romana,  á  saber, 
el  sepulcro  de  Cecilia  Metella,  la  esposa  de  Craso.  Este 
es  un  macizo  torreón,  el  cual  á  pesar  de  contar  mil 
novecientos  años  de  construido,  aún  conserva  clara  la  ins- 
cripción grabada  en  su  frontispicio. 

**  11  de  Septiemire. — A  las  ocho  de  la  mañana  em- 
prendí de  nuevo  la  visita  de  la  Basílica  de  San  Pedro, 
que  sólo  había  visto  una  vez.  Este  inmenso  templo  se 
recorre  de  tres  maneras :  por  encima,  por  dentro  y  por 
debajo 


170  biografía 

'^Subí  hasta  el  globo  de  bronce  que  corona  la  elevadí- 
8ima  cúpula  del  templo,  más  alta  que  las  pirámides  de 
Egipto.  Desde  allí  se  goza  de  un  espectáculo  único  en  el 
mundo,  y  se  descubre  casi  todo  el  Patrimonio  de  San 
Pedro,  desde  el  jardín  del  Vaticano,  el  curso  del  Tiber, 
Viterbo  y  Frascati,  hasta  el  mar  Mediterráneo " 


Después  de  enumerar  la  mayor  parte  de  los  monu- 
mentos de  arte  que  encierra  aquel  histórico  templo  dice : 

"  Un  encanto  irresistible  me  atrae  siempre  hacia  el  tú- 
mulo de  la  familia  Estuardo Los  dos  genios  que  lo 

adornan  contribuyen  poderosamente  á  aumentar  el  encan- 
to é  interés  que  despierta  siempre  el  recuerdo  triste  de 
esta  familia  desgraciada. 

'*  Después  de  haber  recorrido  en  cuatro  horas  lo  que 
costó  tres  siglos  y  medio  de  trabajos  inmensos  y  de  haber 
derramado  allí  tesoros  incontables  y  perdido  para  la  fe 
católica  la  mitad  de  la  Europa,  salí  al  ñn  al  aire  libre. 
Iba  meditando  tristemente  cómo  la  suerte  de  los  impe- 
rios suele  á  veces  depender  de  causas  imprevistas :  la  Ee- 
forma  no  tuvo  otra  causa  ,  ó  al  menos  se  aprovecharon 
muchos  de  la  necesidad  que  se  tenía  de  dinero  para  la 
construcción  de  esta  Basílica  para  que  la  venta  de  las  In- 
dulgencias produjese  un  rompimiento  con  la  Iglesia  en 
Alemania ;  y  el  descontento  de  muchos  países  con  los 
agentes  de  la  Santa  Sede,  dio  por  resultado  la  separación 
de  dilatadas  provincias  de  la  fe  católica  romana ! 

"  12  de  Septieiribre. — En  la  gradería  del  Capitolio  vi 
los  leones  de  basalto,  que  hermoseaban  los  baños  de  Agri- 
pa. Al  pie  de  éstos  fué  asesinado  el  tribuno  Bienzi.  Tam- 
bién contempló  las  estatuas  de  Castor  y  Polux,  los  Tro- 
fe  os  de  Mario  y  una  piedra  miliaria  de  la  Via  Ajypia. 

"  Me  dirigí  al  Museo;  pero  como  aún  no  podía  entrar 
por  ser  muy  temprano,  me  asomé  á  la  roca  Tarpeya.  Esta 
tenía  antes  treinta  y  dos  metros  de  elevación  y  hoy  ape- 


DEL  aSNEBAL  JOAQUÍN  AGOSTA  171 

Das  mide  dos !  Se  halla  eu  el  jardÍQ  de  una  vieja  que  la 
seuala  á  los  viajeros  eu  cambio  de  algunas  monedas,  ast 
esta  infeliz,  como  todos  los  descendientes  de  aquellos  ñe- 
ros romanos  que  fuerop  dueños  del  mundo,  vive  triste- 
mente de  las  limosnas  de  los  extrai^eros  y  de  los  glorio- 
sos recuerdos  de  sus  antepasados  P 


A  COSTA  hace  larga  descripción  délas  maravillas  artís- 
ticas que  vio  en  el  Museo,  asf  como  de  cuanto  contempló 
«n  el  Quirinal,  entonces  residencia  del  Papa;  de  la  visita 
que  hizo  á  la  fuente  de  Moisés  y  la  iglesia  de  Santa  Ma- 
ría de  los  Angeles  en  el  sitio  de  los  antiguos  baños  de  Dio- 
cleoiano  etc. 

Hablando  de  Santa  María  de  los  Angeles  escribe : 

'^  Este  templo  es  el  que  más  me  ba  gustado  de  cuan- 
tos be  visto  basta  ahora  en  Italia/  Tiene  la  forma  de  una 
cruz  griega  perfecta,  sostienen  el  edificio  columnas  de 
granito  y  no  tiene  más  adorno  que  una  docena  de  cuadros 
de  los  mejores  pintores,  cuyas  copias  en  mosaico  había 
visto  en  San  Pedro.  Entre  estos  el  Martirio  de  San  Se- 
bastián^ del  Domiuiquino,  pintado  al  fresco,  es  maravillo- 
so, Pero  todavía  es  más  admirable  la  manera  como  logra- 
ron desprender  esa  obra  de  arte  de  los  muros  de  San 
Pedro  para  trasportarla  á  esta  iglesia. 

^^  Ai  entrar  en  el  vestíbulo  de  Santa  María  de  los 
Angeles  noté  dos  monumentos  elevados  á  Salvator  Bosa 
y  á  Maratta,  dos  famosos  pintores  italianos. 

^^  £1  claustro,  formado  por  cien  columnas,  mide  como 
un  cuarto  de  milla  de  círculo.  £1  ángel  que  sostiene  la 
pila  es  obra  de  Bernini  y  de  bellísimo  mármol  blanco 

^'  De  allí  pasé  á  visitar  á  Santa  María  la  Mayor, 

iglesia  que  tiene  dos  fachadas  igualmente  bellas.  En  la 
plaza,  frente  de  una  de  ellas,  se  encuentra  un  obelisco  egip- 
cio, de  granito  oriental ;  y  en  la  otra  plaza,  frente  á  la 
segunda  entrada,  se  ve  la  única  columna  que  ha  quedado 


-^•t;^-  i*^-i-íi!í"_~T.ji  u  i-enni'.f  tit-  ,1aii-.  El  ¡l  c^:<'.''¿  i:'. 
>.-::■  j'.i  *■?-,  ir  iL'-'n-JiiieiiK'  {■  svpu'.L'-f  iit  S-ii  7'i(  ~.  í! 
^■-:-  ::;.;■.■->•  )  .-r;,rtiii  jio:  iiuí.  U-i;f.  úi-  ]>'rii,ii,.  e^:!.  *.-""•;- 
■    .     1' ■'  -.-liriUi   J:l:;■:le^  tlt  b:i>ti;f  ü^iraü'.. 

•   Í-:   a.  •Jiil    ¡t  u-    I;.  Tirpeí   ("it  SíiüTí  Xnriii  ;i-  j1:  "  r 
f  -   .jf;:!:.!;   <L»r  r-íii*  ar  2'aL..i.  V.    Asi.    i-Ut-N.  fci---  a 

•í:  ..«  a:;u.^  w.  a.  ■^aiiiii  St-iie.  E  a!:wr  üt  i»  Vi-s-i  t- 
-1;;  --.TS  a".--?;i'Ji  lie  ii-iniíc  HTüri^  y  í-sií  »(iii>rT. .11.  ."■  T 
;■■■.-.■  .tüf  ii.-íu:"*-  (tí-  iur.iiK.  iápii  ilttjV   en.' 

.-:ií  úií  r-.:ii;bf  ut  -Tiíi-^rí"  2í-ritt,  e'  ii.in  >?■  p  '— 
í-'!-,'!(   Cif'itlH.  i_-ii*-  '.i'^'ii  iti::;i.  ¿  L.m.i  dt-    hlii    i';.-rr:;.'-  j 

pf'.i  >■-»  I.'"  "re'.ui-.net  titr  :u  t.vwifl  NPi  irt.   siii'T.p-a::!.    ■  ■■: 

i*,  cjiji't  CJT  írinH'.  V  lievüdü  ¿    tüiLtii  útSíif    .■"■;--::>«    :. 

Vi.;;  "'1--1  T'í'.-'.irri'i  :íi  iuiüí-iifiíi  X'esia  ó?    Str    ü' .."■-. 

íO.'.  ■-■,    '      '.«■.  f  Oí-  ia  C:':L;i!iL.ía    ü*  ,Teí-;i5.    '¡a    ür    >.:.:t. 

tti',:.'j-  *-!.*«  O'r*;*  ¿íí!  triFtiaLihíri:!,  inrcüe  ':&  en-  :■  * 
se  vir  1.-V  *»  ►  ii'j  iv  'j'j*  'j'-'iiKtn:; .j  Cirr-Jí-Tl*'  V,  r.-?.Ti-*i  -.: 
el  cabti.'lo  ¿<r  ^í.L  A;  s-r-i'.i:  ctí  tC  Pa.:¡i',io  LaziíTiiit-'.:.-!; 
en  el  Toro  Trvjt'nv  y  '.r,'-jt  ui'.';}7.ajf'riUrí.L;s.::'tn;'-fÑ.  k  .-.--. 
más  ¡nteiebauM*.  la  «layji  jJiutt  óe  !c>s  í*2aje#  a^^sr'  - 
En  la  bennosli-iiiia  /'tr:e  lí*  ,Vnrfr»fl  rivi  c'  &?-:.... 
de  frutas  y  la  mulüada  Tí^Liua  ÓtI  Lis^i-^ncíi  Pasii.:! 
penetró  uoa  mañaüa  h'/i'j  f^  Jis  l'-niat  tf<  T^:/^  -  ^ 
cloaca  máxima  coubliijída*-:;  ti'rti.íx»  de  Tarqnir..-.  f  -• 
berbio.  Vio  el  templo  de  Jai-o  \  '.'a>  restos  íe  otrc*  títi  ■  • 
y  largo  rato  conter/ipi'j  iij<r'j-:iV;iido  las  micas  ''í-  ■■  - 
ííco  fíe  Octavia. 

l])Cerca  de  la  caí»  quelia'-.,'j:u»  vi.   «un-:  !jkiD«do  fiun«,t    :.. 
han  íiiirai  t  bnrlaideide  ípiíC»  [uuy  ní.'.ifu».  D*  »::í  «edw^Tfc  -    -   - 


DEL  aENEBAL  JOAQUÍN  AGOSTA  .     173 

« 

^'  15  de  Septiembre. — Salí  á  recorrer  las  calles  á  mi  al- 
l)edrfo  y  sio  objeto  fijo.  Eq  lui  camino,  según  me  propu- 
se, debería  encontrar  los  restos  de  los  teatros  de  Marcelo 
y  de  Pompeya,  mas  no  pude  bailar  quien  me  indicara  el 
sitio.  Gomo  llegase  á  un  mercado  de  flores,  pensé  que  un 
hombre  al  parecer  de  buena  educación,  no  ignoraría  el 
sitio  de  las  glorias  de  su  patria.  Estaba  sentado  delante 
ile  una  mesita  con  útiles  de  escritorio,  y  ofrecía  sus  ser- 
vicios á  los  pobres  que  no  sabían  manejar  la  pluma.  Pre- 
gúntele por  las  ruinas  del  Teatro  de  Pompeyo. 

" — ¡  Pompeyo !  rae  contestó  ¡  señor  mío,  soy  romanó 
pero  ésta  es  la  primera  vez  que  oigo  ese  nombre  ! 

"  Adquirid  fama,  hombres  ambiciosos,  pensé  yo,  ale- 
jándome, para  que  después  el  pueblo  no  recuerde  ni  si- 
quiera vuestro  nombre  ! 

"  16  de  Septiernire. — No  hay  ciudad  en  el  mundo  que 
presente  tantos  contrastes  como  Boma,  ni  que  tenga  tan 
diferentes  puntos  de  vista.  Sin  embargo,  hay  una  cosa 
que  se  encuentra  en  todas  partes,  á  saber :  una  fuente 
pública.  En  las  calles  más  solitarias  como  en  las  más  con- 
curridas ;  en  las  plazas,  en  los  paseos  públicos  ó  priva- 
dos, á  toda  hora,  de  día  y  de  noche,  oiréis  murmurar  sua- 
vemente un  chorro  de  agua. 

"  Varias  veces  me  entretuve  observando  la  manera 
<K)mo  se  comunican  los  pobres  de  los  pisos  superiores  de 
las  casas  con  los  transeúntes  de  las  calles.  Por  medio  de 
<3uerdas  de  alambre  bajan  cestos  y  barriles,  y  cuando 
pasa  algún  vendedor  de  cpmestibles  ó  de  agua,  toma  las 
monedas  que  encuentra  en  los  canastos,  y  en  su  lugar 
pone  las  frutas  y  las  legumbres,  y  en  los  barriles  el  agua 
«que  le  piden  desde  arriba.  De  esta  manera  ingeniosa  se 
evitan  unos  y  otros  el  tener  que  subir  y  bajar  gradas. 

"  17  de  Septiemhre. — Al  cerrar  la  noche  me  dirigí  solo 
al  Foro  Romano  con  el  objeto  de  contemplar  aquellas  im- 
portantes ruinas  á  la  luz  de  la  luna 

"  Me  senté  sobre  una  columna  derribada  del  tem- 


174  BIOGRAFÍA 

pío  de  Venus,  que  tenía  á  mi  espalda,  y  arrojé  una  mira- 
da  sobre  el  soberbio  espectáculo  que  tenfa  delante :  al 
frente  veía  el  anfiteatro  Flavio — ^las  ruinas  más  imponen- 
tes del  mundo — á  la  derecha  el  arco  de  Constantino  y  el 
de  Tito,  que  parecían  juguetes  en  comparación  del  anfi- 
teatro  Largo  tiempo  permanecí  allí  entregado  á  mia 

meditaciones,  cuando  de  repente  fueron  interrumpidas 
por  el  ruido  de  voladores  6  cohetes  y  ruidosa  música. 

*^  Me  levanté  al  momento  y  fui  á  averiguar  lo  que 
aquello  significaba :  la  calle  vecina  estaba  iluminada,  y  los 
balcones  y  ventanas  se  veían  colgadas  con  mezquinos  cor- 
tinajes, mientras  que  una  harapienta  plebe  miraba  con 
señales  de  alborozo  los  fuegos  artificiales  que  hacían  fren- 
te de  la  imagen  de  una  Virgen  incrustada  contra  una 
pared. ' 

'^La  alegría  de  aquella  muchedumbre,  los  gritos  que 
daban,  la  destemplada  música  y  desagradable  ruido  de 
la  pólvora  me  impresionó  en  los  momentos  en  que  con- 
templaba arrobado  las  majestuosas  ruinas  de  un  anfitea- 
tro en  que  todos  los  pueblos  del  mundo  entonces  conoci- 
dos se  habían  reunido  para  festejar  á  los  Emperadores  del 

Imperio  Romano Me  alejé  prontamente  y  me  dirigí 

al  templo  de  la  Fortuna,  cuyo  pórtico  se  destacaba  sobre 
el  azul  del  cielo  despejado. 

'^  Subí  lentamente  la  inmensa  gradería  frente  al  Capi- 
tolio, y  bajé  por  el  otro  lado allí  todo  estaba  sumido 

en  el  silencio  y  la  soledad,  é  iluminado  suavemente  por 
la  luna.  Aquel  silencio  era  interrumpido  apenas  por  los 
acordes  melancólicos  de  una  guitarra  que  tocaba  un  hom- 
bre que  se  hallaba  por  allí  solo  y  recostado  contra  una 
ruina,  y  por  el  tenue  y  misterioso  rumor  de  una  íuente. 
Yo  continué  mi  marcha  hasta  llegar  al  Corso,  y  allí  se  me 
presentó  otro  espectáculo  diferente.  En  el  Corso  todo  era 
bullicio,  y  en  medio  se  veía  el  andar  de  los  carruajes  ele- 
gantes y  aristocráticos,  y  á  los  lados  la  multitud  de  tran- 
seúntes que  se  dirigían  á  asistir  á  la  tercera  estación  de 
moda  que  tiene  lugar  á  las  diez  de  la  noche. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  175 

*'  18  de  Septiembre, — A  las  siete  de  la  mañaaa  estuve 
en  el  palacio  Spada,  á  ver  la  estatua  colosal  de  Pompeyo, 
á  cuyos  pies  fué  muerto  César. 

'^  La  actitud  de  la  estatua  es  iroponeute  y  el  aire  del 
rostro  solemne.  Se  baila  desnuda ;  lleva  un  globo  en  una 
mano  y  una  espada  peiidiente  de  una  faja  que  le  rodea  el 
hombro. 

''  Guando  el  Cardenal  Capo-Terni  legó  esta  estatua 
bistórica,  junto  con  sus  bienes  á  los  Príncipes  de  Spada, 
puso  por  condición  que  ai  alguna  vez  llegaban  á  ven- 
der la  estatua,  en  el  acto  perdían  el  derecho  de  gozar  de 
sus  bienes.  Bien  pensada  fué  aquella  condición,  pues  esos 
Príncipes  no  solamente  han  dispuesto  de  todos  los  teso- 
ros arqueológicos  del  Cardenal,  que  más  fama  tenían, 
sino  que  boy  ya  están  de  venta  también  los  bajo  relieves 
griegos  que  valen  un  Potosí ! " 


Agosta  describe  minuciosamente  los  museos  del  Va- 
ticano y  otras  maravillas  artísticas. 

Concurrió  al  Circo  de  Augusto  á  presenciar  un  com- 
bate de  fieras :  ^^  Pero,  dice,  allí  todo  se  reduce  á  luchas 
entre  toros,  búfalos,  perros  de  presa  y  hombres  á  pie  y  á 
caballo.  Los  italianos  se  entregan,  añade,  á  aquella  odio- 
sa diversión  con  entera  libertad,  y  aplauden  ec^os  ruines 
combates  con  un  estrépito  y  una  algazara  que  repugna." 

'^19  de  Septietiibre. — ^Estuve  en  casa  de  las  Persiani  (1) 
y  desde  los  balcones  vi  los  fuegos  artificiales  que  tenían 
lugar  en  la  Plaza  Navona,  en  honor  de  una  fiesta  de  la 
Virgen.  Había  allí  mucha  gente  importante  y  de  alto 
rango.  Conocí  y  oí  cantar  á  la  Duquesa  de  Lanti,  dama 
célebre  por  su  vida  aventurera,  y  extraña.  La  acompaña- 
ban dos  bijas  suyas.  Me  relacioné  con  el   escultor  Bertel 

(1)  Sin  duda  era  esta  la  familia  del  compositor  músico  José  Persiani, 
marido  de  una  de  las  cantatrices  más  famosas  que  registra  la  historia 
del  arte,  Fannj  Fachinardi  Persiani,  cuya  voz  de  soprano  de  extensión 
extraordinaria  llamó  la  atención  de  JCuropa  á  mediados  del  siglo  XIX. 


—A  ;^ít  ![*:■;  <Ltr  ^a  n.af.jna  solinios 
fWix'ÁWA — aMigca  CíCildd  de  los 
<r  i.íih  íifctiivo  nna   pcerta  que  cié- 


DEL  GENBRAL  JOAQTJÍN  AGOSTA  177 

ira  Io6  Estados  del  Papa  por  aquel  lado.  Allf  tuvimos 
que  declarar  solemneufiente  que  no  llevábamos  nada  de 
contrabando,  y  entonces  seguimos  andando.  Una  hora 
después  ocurrió  otra  detención :  acercáronse  los  agentes 
del  Rey  de  Ñapóles  y  nos  hicieron  nuevas  preguntas  y 
pesquisas,  y  examinaron  detenidamente  nuestros  pasa- 
portes. Al  fin  pudimos  continuar  camino,  y  nos  amaneció 
en  Fondi,  la  histórica  Latitim.  Es  ésta  una  pequeña,  ciu- 
dad por  cuyo  centro  atraviesa  la  antigua  Vía  Aí)ia,  cuyo 
pavimento  se  conserva  en  perfecto  estado ;  verdadera 
obra  de  Romanos,  sólida  é  indestructible  ! 

"  íbamos  por  en  medio  de  verdes  colinas  á  la  izquier* 
da,  y  el  mar  á  la  derecha.  Estas  colinas  estaban  en  gran 
parte  cubiertas  de  viñedos  y  olivares,  hasta  que  llegamos 

á  Moln  di  Gaeta ¡  Qué  de  recuerdos   históricos !  No 

lejos  de  este  lugar,  los  soldados  de  Antonio  asesinaron  á 
Cicerón . .  ^ .. 

'^  El  paisaje  era  encantador :  por  todas  partes  huertos 
repletos  de  naranjos,  granados  y  otras  frutas ;  anchos 
campos  de  viñedos  y  olivares  que  formaban  cuadros  de 
variados  tintes  y  por  horizonte  el  mar  azul  y  la  ciudad  de 
Gaeta,  en  lontananza,  recostada  sobre  un  promontorio 
que  avanza  por  en   medio  de  las  olas. 

''  Gomo  la  diligencia  va  á  detenerse  varias  horas  en 
este  punto,  resolvimos  algunos  de  los  viajeros  tomar  un 
carruaje  para  ir  á  conocer  á  Gaeta,  la  antigua  ciudad  de 
los  Auruncos.^ 


Después  de  describir  el  puerto  y  las  fortalezas'de  aque- 
lla ciudad,  añade : 

''  Gaeta  puede  ser  considerada  como  una  fortaleza  de 
primer  orden,  y  sus  fortificaciones  presentan  un  aspecto 
imponente  y  pintoresco  al  mismo  tiempo.'^ 

Visitó  la  Catedral,  la  casa  de  campo  de  Cicerón,  de  la 
cual  todavía  quedaban  muros  y  anchas  bóvedas  que  de- 
mostraban que  había  sido  un  hermoso  palacio.  Las  aguas 

12 


178  BIOGRAFÍA 

de  las  fuentes  que  embellecían  los  jardines  del  famoso 
orador,  servían  para  regar  un  huerto  repleto  de  riquísimos 
árboles  frutales. 

A  las  cuatro  de  la  tarde  volvió  á  la  diligencia,  y  de 
nuevo  se  pusieron  en  niarclia.  Pasaron  por  la  antigua 
Miutunia,  lugar  en  donde  Mario,  proscrito  por  Sila,  se 
ocultó  varios  días.  Pernoctó  esa  noche  en  Santa  Ágata,  y 
á  las  cinco  de  la  mañana  continuó  la  diligencia  su  mar- 
cha. Cuatro  horas  más  tarde  llegaron  á  Capua,  en  donde 
se  detuvo  para  visitar  la  ciudad.  Allí  no  encontró  nada 
que  le  llamase  la  atención,  ni  siquiera  los  recuerdos  his- 
tóricos de  Aníbal,  puesto  que  la  nueva  población  está 
edificada  á  alguna  distancia  de  las  ruinas  antiguas.  Sin 
embargo,  le  señalaron  algunos  mosaicos  y  columnas  inte- 
resantes, y  un  bautisterio  que  había  sido  el  vaso  de  sacri- 
ficio de  los  sacerdotes  paganos. 

DIAKIO. 

''  Toda  la  víii,  escribe,  desde  Capua  hasta  Ñapóles, 
está  guarecida  por  altísimos  álamos,  y  los  campos,  re- 
cientemente arados,  aguardaban,  yermos  y  tristes,  el  mo- 
mento de  la  siembra. 

"  A  medida  que  nos  acercábamos  á  Ñapóles,  el  cami- 
no empezó  á  hacerse  más  y  más  concurrido,  y  por  último, 
después  de  pasar  la  primera  Aduana,  llegamos  á  un  pa- 
seo público,  y  en  seguida  avistamos  por  primera  vezia 

ciudad la  ciudad  soñada,  el  espectáculo  más  bello  del 

muDdo ! 

"Bajamos  poruña  calzada  de  lava;  á  la  izquierda 
veíamos  el  Vesubio,  y  al  frente  las  torres,  los  campanarios 
y  los  edificios  de  Ñapóles. 

"  Llegamos  á  otra  Aduana.  Mientras  que  los  emplea- 
dos públicos  examinaban  los  equipajes,  yo  no  me  pude  con- 
tener, y  dejándolo  todo,  trepé  á  una  altura  veoina  para 
contemplar  á  mis  anchas  el  Vesubio,  cuyo  cráter  despe- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  170 


«<*"->*      ^^    ^^^\^^     ^~k.^^^^^    r^^t^^^„^>L^é' 


p<_^*,^  ^  >*  y".*^ ^^^ ^*  ^" ^SW^ y^ *•*  ^*>.^^^- ^^\^  ^.^.  ^  '\ 


día  una  ligera  columna  de  humo.  Aquel  espectáculo  rae 
inspiró  mil  recuerdos  de  los  libros  que  había  leído  acerca 
de  este  volcán.  Reflexionaba  con  cierto  sobresalto  todas 
las  desgracias  que  han  ocurrido  cien  veces  en  aquellos 
campos  que  hoy  parecían  sonreír  indolentemente  á  los 
pies  del  ceño  de  ameim:5a  del  Vesubio  que  los  domina. 

"  Concluida  la  pesquisa  de  los  aduaneros,  entramos 
otra  vez  á  la  diligencia,  y  desfilamos  á  todo  galope  por  en 
medio  de  multitud  de  carruajes,  lomíimos  la  calle  de 
Toledo  y  (x  poco  andar  nos  detuvimos  frente  del  Hotel  de 
Europa. 

*'La  situación  de  esta  posada  es  buena  y  central:  á 
un  lado  se  encuentra  el  Palacio  de  los  Ministros,  al  otro, 
el  Teatro  de  San  Carlos,  y  el  Castillo  muy  cerca.  La  pla- 
za que  tenemos  al  frente  no  es  muy  aseada,  pero  sí  es 
muy  pintoresca  y  circuida  de  árboles. 

''25  de  Septienibre. — Ñapóles  es  la  ciudad  más  ruido- 
sa del  orbe.   ¡  Cómo  hay  de  gente   en   aquellas  calles,  las 
cuales,  á  pesar  de  ser   anchas,    r»o   alcanzan    á  contener 
tanta   multitud   de    paseantes!   Tal    parece   como  silos 
400,000  habitantes   que  ])ueblan   la  ciudad   se    hubieran 
propuesto  salir  todos  de  sus  casas  al  mismo  tiempo. . . ,  ! 
Todo  el  que  allí  llega  por  primera  vez,  tiene   que  aturdir- 
se y  atolondrarse  con  los  alaridos  de  los  cocheros,  U)s  gri- 
tos de  los  vendedores  de   comestibles,   las   imprecaciones 
de  los  transeúntes  atropellados. . . .  pues  á  cada   momen- 
to uno  se  considera  pisoteado  y  estropeado,  y  sin  embar- 
go resulta   que   nada   le  ha  sucedido.  !N^o  se  puede  casi 
circular :   mujeres  veladas   le   detienen  á  cada  paso  para 
pedirle  un  socorro ;   mendigos   le   asaltan    para  implorar 
la  carita  !   los  vendedores  le  arremeten   y  le   interpelan  ; 
los  cocheros   pretenden    pasar  por  encima  de  cualquier 
obstáculo  que  se  les  presenta;  los  niños  gritan  y  ríen  rui- 
dosamente; las  mujeres  se  llaman  unas  á  otras;  los  hom- 
bres claman;  los  viejos  se  quejan   de  los  golpes  que  reci- 
ben  sin   cesar en  fin,   aquello   es   una   Babilonia,  y 


180  BIOGBAFIA 

París  es  un  desierto,  un  cementerio,  en  comparación  de 
^Ñapóles  !  Ayer,  como  era  domingo,  pensé  que  era  natu- 
ral el  bullicio,  pero  hoy,  á  las  diez  de  la  mañana  en  Italia, 
en  donde  todos  se  levantan  á  medio  día,  no  era  creí- 
ble semejante  bullicio,  y,  sin  embargo,  continuaba  lo  mis- 
mo que  ayer  !'^ 

• 

Agosta  empieza  por  visitar  el  Museo ;  se  aflige  con 
el  descuido  con  que  le  tienen  y  se  queja  del  mal  gusto  de 
las  decoraciones  de  los  salones.  Llamáronle  particular- 
mente la  atención  las  curiosidades  que  habían  desenterra- 
do en  Pompeyo  y  Herculanura,  y  describe  minuciosamen- 
te muchas  de  ellas.  Entre  otras  cosas  le  interesó  muchí- 
simo la  colección  de  i)apirosj  entonces  recién  desenterrados, 
y  contempló  con  respeto  aquella  muestra  de  la  literatura 
de  otra  civilización  que  se  había  conservado  intacta  aun- 
que sepultada  entre  cenizas  durante  tantos  siglos. 

La  galería  de  obras  maestras  de  pintura  le  causó 
grandísima  impresión. 

DIAllIO. 

"Vi  allí,   dice,  la   Armida  de  Agustín  Oarracci 

Nó,  jamás  olvidaré  ese  cuadro  sin  rival  en  el  mundo !  Más 
lejos  estaba  la  DanaUle  del  Ticiano,  cuya  expresión  es 
inimitable,  así  como  su  Magdalena.  También  vi  lleno  de 
entusiasmo  el  Ángel  de  la  Guarda  de  Bafael ;  la  Asun- 
ción de  Aníbal  Garracci  y  otras  muchas  obras  maestras 
de  pintura  que  me  hechizaron 

"Comimos  en  una  mesa  redonda  en  casa  de  una 

francesa  que  me  recomendaron,  madame  Abel.  Después 
de  la  hora  de  siesta  (que  aquí  se  guarda  religiosamente) 
salí  en  carroza  por  la  Ghiajá,  el  paseo  más  afamado  de 
Ñapóles. 

"  Se  pasa  por  el  barrio  de  Santa  Lucía — que  es  el  que 
habitan  la  nobleza  y  los  Embajadores  extranjeros — del 
cual  se  goza  de  una  vista  soberbia  sobre  la  bahía,  el  Ve- 


I 

DEL  GENEBAL  JOAQUÍN  AGOSTA  181 


subió  y  la  Villa  Reále.  Las  casas  son  elegantísimas ;  to- 
das son  palacios  rodeados  de  jardines  en  forma  de  te- 
rrados. 

^'  Seguí  camino  basta  el  famoso  palacio  del  Huevo, 
pero  ese  día  no  entré ;  me  bastó  verlo  por  fuera.  Sin 
embargo,  me  pareció  descuidado  en  medio  de  su  vetustez. 

"  Durante  el  paseo  me  crucé  con  la  bija  del  Empera- 
dor de  Austria,  mujer  del  Príncipe  Leopoldo,  la  cual,  si 
me  pareció  pQco  hermosa,  en  cambio  -  contestaba  los  sa- 
ludos con  atención.  Vi  también  á  los  hijos  del  Rey  en  una 
carroza  con  su  tutor,  un  eclesiástico,  y  cubiertos  con  va- 
riadas decoraciones.  Ya  al  caer  la  noche  encontré  un  co- 
che cerrado^  precedido  por  un  lacayo  con  una  antorcha 
encendida  y  que  llevaba  en  pos  de  sí  la  correspondiente 
escolta.  Me  dijeron  que  iban  dentro  las  Princesas  de  la 
familia  Beal." 

"26  de  Septiemire. — Hoy  prolongué  mi  paseo  por  la 
Ghiajá,  hasta  el  antiguo  palacio  de  la  Reina  Juana,  de 
infame  memoria.  El  mar  le  ha  invadido  en  gran  parte, 
y  al  fin  se  perderán  las  huellas  de  aquella  historia 

"  27  de  Septiembre, — Estuve  hoy  en  el  antiguo  mo- 
nasterio de  San  Martín,  fundado  por  los  frailes  cartujos. 
Se  halla  situado  sobre  una  colina  en  medio  de  la  ciudad, 
la  cual  domina  completamente,  así  como  la  domina  tam- 
bién el  castillo  de  San  Telmo,  que  está  cerca. 

"  El  claustro  del  pequeño  y  preciosísimo  monasterio 
de  San  Martín  es  todo  de  mármol,  columnas,  pavimen- 
to y  las  estatuas  que  lo  adornan. 

"  Desgra<;iadamente  se  encuentra  en  un  triste  estado 
de  abandono,  y  hoy  sirve  como  hospital  ó  algo  por  el  es- 
tilo, pai-a  oficiales  inválidos.  La  iglesia  está  menos  desali- 
ñada, y  posee  cuadros  de  pintura  de  la  escuela  napolitana; 
un  Guido  Reni  y  un  Ticíano. 

^'  Los  cartujos  habían  hecho  todo  esfuerzo  para  embe- 
llecer su  convento ;  pero  cuál  no  sería  para  ellos  el  con- 
traste entre  la  vida  del  ascetismo  que  llevaban  y  la  de  esa 


182  BIOGBAFÍA 


alegre  Kápoles  que  contemplaban  y  bullía  á  sus  pies,  su- 
mergida en  todos  los  deleites  y  disfrutando  de  las  dichas 
terrestres  á  las  cuales  ellos  habían  renunciado !  Su  sacri- 
ficio tenía  que  ser  para  ellos  mucho  más  duro  que  para 
los  monjes  que  se  retiran  al  fondo  de  los  bosques,  en  don- 
de sólo  ven  campiñas  y  sólo  á  sí  mismos  contemplan. 

''  Los  contornos  del  convento  están  cubiertos  de  huer- 
tos, hortalizas  y  bellísimos  verjeles,  á  cuyas  puertas  salían 
muchachas  pintorescamente  vestidas  que  ofrecían  oesti- 
llos  de  higos  y  de  uvas  deliciosas. 

'^  De  la  Cartuja  nos  dirigimos  al  monte  Posiiipo,  por 
en  medio  de  quintas  y  de  casas  de  campo  que  pertenecen 
á  la  nobleza  napolitana.  Me  llamaron  la  atención,  cutre 
otros,  los  jardines  de  la  Princesa  Panlany,  la  cual,  el 
padre  del  Key  de  Ñapóles  actual,  sacó  de  la  nada  para 
hacerla  su  esposa. 

"  El  camino  que  tiepa  por  aquel  cerro  es  una  obra 
maestra  de  ciencia,  puesto  que  como  está  cubierta  de 
piedras  pómez,  arrojadas  por  las  erupciones  del  Vesubio, 
nada  hay  niás  difícil  que  el  hacer  allí  una  obra  sólida  y 
un  piso  durable.  Como  se  desploma  la  vía  con  la  mayor 
facilidad,  han  tenido  que  formar  subterráneos  que  atra- 
viesan el  cerro  de  parte  á  parte  en  varios  sitios  esca- 
brosos. 

"  Desde  lo  alto  del  cei  ro  se  goza  de  uua  vista  en  ex- 
tremo pintoresca  sobre  el  mar,  el  Cabo  de  Misena  y  las 
célebres  islas  de  Iscliia  y  N ósida.  Estas  apenas  están  se- 
paradas de  la  tierra  firme  por  un  estrecho  canal. 

''Ischia  posee  huéspedes  muy  peligrosos,  á  saber:  el 
volcán  Epomeo  en  el  centro  y  doce  más  pequeños  en  coo- 
torno.  Pero  á  pesar  de  este  peligro,  sus  termas  6  baños  de 
aguas  calientes,  son  muy  frecuentados  por  los  italianos 
de  la  tierra  firme;  la  población  aborígene  es  laboriosa  y  el 
terreno  que  cultivan  en  extremo  fértil  (1). 

(1)  Allí  tuvo  lugar,  no  hace  muchos  años,  un  espantoso  terremoto,  en 
«1  cual  pereció  gram  número  de  hahitantes,  así  como  la  mayor  parte  de 
los  forasteros  que  estaban  veraneando  en  la  isla. 


DEL  aENBBAL  JOAQUÍN  AGOSTA  183 

*^  Eq  Késida  está  el  Lazareto,  y  en  su  rada  los  buques 
sospechosos  hacen  cuarentena. 

^^  £1  valle  que  forma  el  Posilipo  al  otro  lado,  es,  como 
todas  las  tierras  de  tos  contornos  de  N^ipoles,  en  extremo 
bello  y  cultivado.  Mi  compañero  y  yo  liablámos  con  un 
hortelano  francés  que  nos  dijo  que  hacía  veinte  anos  que 
vivía  allí,  y  que  jamás  había  visto  terreno  semejante; 
crecen  juntas  las  plantas  de  todos  los  climas  y  dan  con 
usura  sus  frutos  toda  suerte  de  árboles. 

''  Al  regresar  noté  que  los  habitantes  de  aquellos  te- 
rrenos escarpados  tienen  grande  habilidad  para  edificar 
casas  y  tapias  en  los  lugares  que  parecen  menos  propios 
para  el  caso,  y  en  cualquier  parte  forman  terrados  y 
plantan  vinas  y  hortalizas,  fertilizándolo  todo  con  las  ce- 
nizas del  vecino  volcán.  Para  no  perder  terreno,  han  la- 
brado sus  habitaciones,  bodegas  y  almacenes  en  el  inte- 
rior de  las  rocas  y  en  los  lugares  en  donde  no  pueden 
sembrar. 

"Desde  el  camino  que  pone  en  comunicación  unas 
heredades  con  otras,  la  vista  que  se  descubre,  si  es  posible 
decirlo,  parece  aún  más  bella  que  de  otras  partes.  La  ba- 
hía sembrada  de  pequeñas  barcas  pescadoras,  inmóviles 
en  medio  de  las  relucientes  olas;  el  promontorio  de  Mi- 
seno  desde  el  otro  lado  y  á  nuestros  pies  la  hermosísima 
ciudad.  Mirábamos,  casi  deslumhrados  por  la  luz  del  sol 
aquel  magnífico  paisaje,  cuando,  de  repente,  nos  queda- 
mos en  tinieblas la   carroza   había   penetrado  en.  un 

pasaje  subterráneo  que  corta  el  cerro.  A  pesar  de  que  la 
bóveda  mide  hasta  cien  pies  de  altura,  la  oscuridad  era 
completa. 

"  El  ruido  de  los  coches  y  carros  sobre  el  duro  pavi- 
mento de  lava ;  los  destemplados  gritos  de  los  cocheros 
y  carreteros  que  procuraban  hacerse  oír  para  evitar  una 
colisión,  el  eco  de  todo  aquello  entre  las  rocas  sonoras,  se- 
mejante algazara  nos  aturdió  completamente,  y  á  la  salida 
nuevamente  á  la  luz,  quedamos  en  un  estado  de  completa 


I 


■ 

r 


ofuscación ;  por  largo  rato  no  sabíamos  qué  noB  babía 
pasado. 

^'  Visité  la  tumba  de  Virgilio.  Se  eoonentra  sobre 
uoa  elevacióOy  ea  donde  se  halla  una  pequeña  cabana 
redonda,  bastante  arruinada,  que  lleva  una  inscripción 
moderna.  En  contorno  de  la  tumba  del  dulcísimo  cantor 
de  Dido,  crecen  viñedos  cuyo  fruto  tiene  exquisito  per- 
fume." 


^y^osTA  hace  después  la  descripción  del  teatro  de  San 
Carlos,  en  donde  vio  representar  el  Crociatto  in  EgiptOj 
de  Meyerbeer,  la  primera  ópera  de  aquel  maestro  que 
causó  verdadera  sensación  en  el  mundo  civilizado.  Sin 
embargo  en  iN'ápoles  el  público  no  la  recibió  con  favor, 
á  pesar  de  que  la  cantaban  la  Landi  y  la  Lorenzani,  dos 
populaifsimas  cantatrices  y  que  bailó  la  célebre  Brugnoli. 

DIARIO. 

"  28  de  Septiemhre — Apenas  habíamos  dormido  tres 
horas  cuando  nos  despertaron  para  avisarnos  que  el  co- 
che, que  habíamos  pedido,  estaba  aguardándonos  para 
emprender  jornada  hacia  el  Vesubio.  *  A  las  dos  y  media 
de  la  mañana  mi  compañero,  un  caballero  ruso,  que  ha- 
bía viajado  conmigo,  y  yo  nos  pusimos  en  marcha. 

"  Pasamos  por  frente  del  Palacio  del  Rey  en  Porticl, 
y  nos  dirigimos  á  Besina,  en  busca  del  famoso  guía  Sal- 
vador, conocido  de  cuantos  han  subido  al  Vesubio  en  los 
últimos  años.  Aunque  no  habíamos  tenido  tiempo  de 
prevenirle  de  antemano,  Salvador  accedió  á  acompañarnos 
sin  dificultad.  Momentos  después  tuvimos  cada  uno  una 
antorcha  encendida  y  un  asno  ensillado  á  nuestra  dispo- 
sición. 

"  Inmediatamente  montamos,  y  emprendimos  la  as- 
censión del  volcán  por  un  camino  que  se  ha  formado  con 
la  corriente  de  lava  de   una   erupción    reciente  (había 


DEL  GENERAL  JCi^QUÍN  ílCOSTA  185 

ocurrido  uoa  violentísima  en  1822).  Al  cabo  de  dos  horas 
de  marcha  llegamos  á  la*  choza  de  un  ermitaño,  el  cual 
nada  tiene  de  religioso  si  no  es  un  vestido  de  capuchino 
con  que  se  disfraza.  Es  éste  un  hombre  que  hace  el  ne- 
gocio de  vender  provisiones  á  los  viajeros.  Allí  tomamos 
una  copa  de  Lacrima  Cristi^  vino  hecho  del  producto  de 
las  uvas  que  se  cosechan  en  las  faldas  de  aquella  monta- 
ña, y  tienen  un  aroma  especial.  Compramos  huevos, 
uvas  y  una  botella  del  dicho  vino,  y  continuamos  trepan- 
do, caballeros  en  nuestros  asnos,  durante  una  hora  más. 

'^  íbamos  muy  contentos  y  entretenidos  escuchando 
la  conversación  amena,  instructiva é interesante  del  guía; 
es  hombre  instruido,  de  experiencia  y  tiene,  además, 
algunos  conocimientos  de  mineralogía. 

^^  Al  pie  mismo  del  cono  del  Vesubio  dejamos  los 
asnos,  y  emprendimos  marcha  á  pie  por  una  rápida  pen- 
diente cubierta  de  cenizas  y  de  materias  incoherentes, 
que  cedían  á  cada  paso  y  no  prestaban  apoyo,  lo  cual 
fatigaba  muchísimo. 

'^  A  las  cinco  y  media  de  la  mañana,  en  el  momento 
en  que  salía  el  sol,  nos  encontramos  sobre  la  cumbre  del 
Vesubio Se  cumplía,  pues,  otro  de  mis  más  ardien- 
tes deseos ! El  sol  doró  la  montaña,  y  fué  en  seguida 

iluminando,  uno  á  uno,  todos  los  puntos  salientes  del  im- 
ponente y  magnífico  paisaje  que  teníamos  á ^nuestra  vis- 
ta  No  hay  duda,  aquel  espectáculo  es  único  en   el 

globo  terrestre,  y  creo  que  jamás  se  podrá  olvidar  una 
vez  que  se  ha  contemplado,  aunque  no  es  dado  á  la  plu- 
ma describirlo  como  es  en  realidad,  ni  al  arte  reprodu- 
cirlo con  colores  apropiados. 

*'  El  inmenso  cráter  que  formó  la  erupción  de  1822, 
mide  tres  millas  de  circunferencia  y  tiene  dos  mil  pies  de 
profundidad.  (1)  Del  fondo  de  las  paredes  interiores  de 
éste  abismo  cubierto  de  cenizas  se  escapan  por  momentos 
pequeñas  columnas  de  humo  azufrado  y  de  gas  carbónico, 

(1)  Lav  primeras  erupciones  conocidas  en  los  tiempos  históricos. 


186  BIOGBAFÍi. 


*  ^^^  ^\j\.^  ^\^^ 


y  es  tal  el  calor  del  suelo,  que  nadie  puede  sentarse  allf 
ni  siquiera  permanecer  en  un  solo  lugar ;  es  preciso  mo- 
verse para  evitar  que  se  ardan  las  zuelas  del  calzado. 

^' Hasta  una  distancia  de  dos  ó  tres  millas  de  su  base 
la  montana  que  corona  el  volcán  está  cubierta  de  una 
capa  de  lava  negra  y  grisosa,  semejante  á  ríos  de  hierro 
que  se  hubiesen  endurecido  repentinamente. 

"  Nos  entretuvimos  en  hacer  resonar  los  ecos  de  las 
profundas  cavernas  del  cerro,  con  nuestros  gritos  ;  arro- 
jamos piedras  dentro  del  cráter,  cuyo  sonido  repercutía 
despertando  los  ecos  de  aquellos  antros  misteriosos ;  co- 
cimos huevos  en  una  grieta;  tomamos  vino  allí  mismo  á 
la  salud  de  nuestras  distantes  y  apartadas  patrias;  pasa- 
mos dos  horas  recorriendo  la  cumbre  del  Vesubio,  y  sol- 
tando encima  del  cráter  papeles  que  al  momento  se  in- 
cendiaban ;  aplicamos  el  oído  al  suelo  para  oír  dentro  un 
ruido  subterráneo  como  el  que  produjera  una  fragua  in- 
mensa  

"  Al  fin  el  guía  nos  hizo  presente  que  era  hora  de 
partir. . . .  Pero  antes  de  alejarme  volví  la  mirada  sobre 
el  paisaje  que  de  allí  se  descubría:  por  un  lado  se  veía 
la  cadena  de  los  Apeninos,  en  todo  su  esplendor,  y  más 
lejos  las  montañas  de  Calabria;  más  cerca,  al  lado 
opuesto,  el  golfo  de  Ñapóles  con  sus  islas,  que  se  bañaban 
dentro  de  un  mar  color  de  esmeralda,  y  la  ciudad  con 
sus  innumerables  torres,  campanarios,  terrados  y  jardi- 
nes. . . .  Con  pesar  dije  un  último  adiós  á  todo  aquello, 
y  empecé  á  bajar,  á  más  bien  á  rodar  cerro  abajo. 

"  Cinco  minutos  después  llegamos  á  la  choza  del  er- 
mitaño; allí  inscribimos  nuestros  nombres,  en  un  libro 
que  tiene  para  el  caso ;  montamos  en  los  asnos,  y  poco 
después  nos  encontramos  en  Eesiua,  cuyas  dos  cúpulas 
de  loza,  en  forma  de  mosaico,  son  muy  curiosas. 

'*  En  la  casa  del  guía  nos  lavamos  y  acepillamos,  por- 
que el  humo  de  las  antorchas  y  la  ceniza  del  volcán  ha- 
bía ennegrecido    nuestras  personas  y  vestidos ;  vimos  la 


DKL  G£N£BAL  JOAQUÍN  AGOSTA  187 


m.0>^>,t^^^^y^\r  ■ 


<xileeciÓD  de  piedras  y  lavas  que  tiene  Salvador  muy  bien 

arreglada,  y  eii  seguida  dos  pusimos  nuevamente  en 

marcha  dentro  de  la  carroza  que  babfamos  dejado  allí 

algunas  horas  autes. 

^'Pasamos  por  delante  de  la  Favorita,  Palacio  Beal; 

orillamos  la  Torre  del  Greco  y  la  Anunoiata,  dos  peque- 
ñas ciudades  situadas  en  un  lugar  tan  peligroso  que  va- 
rias veces  han  sido  destruidas  por  las  lavas  y  cenizas  del 
Vesubio,  pero  otras  tantas  veces  han  sido  reedificadas  y 
habitadas.  La  delicia  de  su  clima,  la  feracidad  asombrosa 
de  la  tierra  y  la  belleza  de  aquellos  sitios,  todo  esto 
es  superior  al  terror  que  puede  inspirar  el  vecino  volcán. 

^'  Las  erupciones  volcánicas  llevan  consigo  sales  que 
fecundan  la  tierra,  de  manera  que  para  que  se  produzcan 
las  frutas  más  exquisitas  de  Italia  basta  tomarlas  de  los 
árboles,  sin  necesidad  de  trabajar  gran  cosa  la  tierra  ni 
podar  los  árboles. 

**  Continuamos  nuestro  camino  por  enmedio  de  algo- 
donales, viñedos  y  huertos  repletos  de  árboles  frutales 
casi  hasta  la  extremidad  del  golfo.  Noté  que  en  todo 
aquel  país  tienen  pozos  al  estilo  de  Egipto,  y  que  parecen 
vivir  también  patriurcalmente. 

"  A  las  once  llegamos  á  Oascellamare,  ciudad  edifica- 
da en  la  extremidad  del  golfo  de  Ñapóles,  cerca  de  So- 
rrento,  en  las  orillas  del  mar  y  sobre  las  ruinas  de  Esta- 
bia.  Es  Obispado  importante,  cuenta  unos  veinte  mil 
habitantes  y  posee  astillero  y  fábricas  de  tejidos  de  al- 
godón, hilo  y  sedas.  El  aire  que  allí  se  respira  es  tan 
puro  y  fragante,  que  me  dijeron  que  en  toda  estación  se 
goza  de  un  clima  primaveral.  Las  personas  acomodadas 
de  Ñápeles  se  gozan  en  ir  á  pasar  allí  la  época  de  los 
fuertes  calores. 

'^  Después  de  almorzar  en  Oastellamare  nos  pusimos 
nuevamente  en  marcha  con  dirección  á  Pompeya.  (1) 

(1)  Eata  ciudad  fué  fundada  por  los  fenicios,  los  cuales  se  amalgama- 
ron nataralmente  con  los  naturales  del  país  ;  después  cayó  en  manos 
de  los  etruscos,  y  fué  sometida  por  otra  invacidn.  Conquistáronla  los  ro. 


188  BIOGBAFÍÁ 

'^  Pompeya  se  encaentra  al  S.  E.  del  Vesubio.  Aotí- 
guamente  era  un  punto  muy  concurrido,  pero  su  destruc- 
ción en  el  primer  siglo  de  la  Era  Cristiana  fué  tan  total^ 
que  se  perdió  la  memoria  de  su  existencia.  Más  de  1500 
años  después  un  Conde  de  Sarno  descubrió  parte  de 
aquellas  antiquísimas  ruinas  (1),  pero  en  esa  época  nadie 
se  ocupaba  en  indagar  con  empefio  curiosidades  arqueo- 
lógicas, y  no  fué  sino  á  mediados  del  siglo  pasado  que 
los  gobernantes  napolitanos  empezaron  á  ocuparse  de 
estas  ruinas.  Mandaron  hacer  excavaciones,  y  desde  en- 
tonces cada  ano  se  ha  sacado  á  la  luz  alguna  cosa  en 
aquel  recinto. 

"  Lo  primero  que  se  nos  presentó  al  llegar  al  sitio  de 
las  excavaciones  de  Pompeya  fué  el  cuartel  de  los  sol- 
dados romanos. 

"  El  interior  es  cuadrado  y  está  sostenido  por  colum- 
nas. A  un  lado  se  ve  aún  el  cepo  que  servía  para  asegu- 
rar á  los  delicuentes  y  en  las  pilastras  se  pueden  leer 
todavía  las  inscripciones  que  hacían  los  soldados  desocu- 
pados abora  mil  ochocientos  años  ! 

"  Luego  pasamos  al  teatro  diurno  y  después  al  noe-- 
turno.  Los  romanos  no  usaban  palcos  sino  graderías,  las 
cuales  se  encuentran  perfectamente  conservadas. 

'^  El  anfiteatro,  que  podía  contenei'  toda  la  población 
reunida  allí,  se  encuentra  casi  como  en  la  época  de  sn 
construcción.  Lo  único  que  falta  á  los  otros  edificios  es  e) 
techo,  pero  como  el  anfiteatro  no  lo  tenía,  se  comprende 
muy  bien  cómo  era. 

"  El  templo  de  Venus,  el  de  Hércul*ís,  el  de  Júpiter  y 
el  Panteón  están  en  muy  buen  estado :  todos  tienen  co- 
lumnas y  pavimentos  de  mármol,  así  como  los  altares 
sobre  los  cuales  se  hacían  los  sacrificios. 


manos  después,  quienes  la  convirtieron  en  Colonia  nnilitar  en  tiempo 
de  Si  I  a.  Hallábase  floreciente  y  rica  cuando  fué  destruida  por  una 
erupción  del  Vesubio  el  año  63  de  nuestra  Era.  Diez  y  seis  años  después» 
en  el  año  79,  nueva  erupción  la  sepultó  defínitivamente.bajo  las  ceniza* 
y  lavas  del  volcán. 
(1)  1592. 


DEL  OENEBAL  JOAQUÍN  AGOSTA  189 


^  ^r^^r^n^y^s^^^'^^^r^^'^^M 


^^  Las  calles  están  enlosadas  con  lava ;  hay  fuentes 
«n  las  esquinas.  La  elegante  sencillez  de  las  casas '  indica 
una  .vida  civilizada  y  tranquila  y  aun  feliz,  lo  que  me 
hace  creer  que  estas  ciudades  uo  fueron  sepultadas  en 
castigo  de  sus  crímenes,  como  Sodoma  y  Gomorra. 

^'  £1  Foro  con  su  pórtico  de  columnas  y  estatuas  de 
mármol  y  de  bronce,  está  algo  deteriorado.  Todas  las 
casas  eran  de  un  solo  piso  sin  ventanas ;  los  aposentos 
parecían  pequeños,  y  todo  el  lujo  de  los  pompeyanos 
consistía  en  las  pinturas  y  mosaicos  que  adornaban  los 
muros.  Cada  profesión  indicaba  por  medio  de  pinturas 
cuál  era  su  especialidad.  Asi,  por  ejemplo,  en  casa  del 
farmaceuta  se  ven  pintados  los  enfermos  que  acudían  á 
pedir  auxilio  y  las  redomas  etc,  que  les  administraba  á 
cada  uno.  El  poeta  trágico  bacía  pintar  en  la  suya  más- 
caras y  algunos  pasajes  mitológicos,  como  la  fábula  de 
Diana  y  Aoteon.  En  el  templo  de  las  Vestales  vi  pintu- 
ras, las  cuales,  por  cierto,  eran  poco  á  propósito  para 
conservarles  los  sentimientos  puros  que  deberían  ani- 
marlas. 

*'  Los  baños  públicos,  recientemente  descubiertos, 
se  hallan  en  buen  estado.  El  lavadero  público,  obsequio, 
según  lo  reza  una  inscripción,  de  un  particular  á  la  ciu- 
dad, está  todo  enlosado  con  mármol. 

^*  Salí  por  la  antigua  puerta  de  la  ciudad,  y  de  paso 
vimos  parte  de  las  murallas  exteriores  que  la  cir- 
cundaban. 

^^  El  camino  continúa  aun  fuera  del  recinto  de  las 
calles  empedrado  de  lava.  A  uno  y  otro  lado  vimos  mo- 
numentos funerarios  de  mármol  blanco  con  sus  epitafios, 
y  las  urnas  que  en  un  tiempo  contuvieron  las  cenizas  de 
los  habitantes  de  aquella  ciudad  de  cenizas. 

'^  Fuera  de  la  ciudad  vimos  muchas  tiendas  con  sus 
mostradores  de  mármol,  con  canales  para  que  rodasen 
las  vasijas  de  licores  que  allí  vendían.  Sobre  la  entrada  de 
una  de  ellas  me  señalaron   la  imagen  del  dios  Priapo, 


190  BIOGRAFÍA 


-  ^*  0^,^-  ^-  ^  ,^  • 


fabricado  en  ladrillo,  indicio,   según   parece,   de  qne   en 

aquel  lugar  se  vendían  ornamentos  de   oro  y    plata,  los 

cuales  los  romanos  acostumbraban  llevar  pendientes  deV 

cuello. 

"  La  casa  más  suntuosa  en  Pompeya  es  la  de  Diorae- 

des ;  encuéntrase  muy  bien  conservada,  de  manera  que 
da  idea  perfecta  de  las  costumbres  i  omanas  de  aquella 
época.  Esta,  por  excepción,  cuenta  tres  pisos  y  los  apo- 
sentos tienen  muchos  mosaicos  sobre  las  paredes. 

"  En  el  subterráneo  de  la  casa  de  Diomedes  encon- 
traron cántaros  y  ánforas  en  donde  se  guardaba  el  vino^ 
y  diez  y  siete  esqueletos  de  las  personas  que  formaban  la 
familia.  Aquellas  gentes  debieron  de  haberse  asilado  en 
el  sótano  cuando  empezó  la  erupción,  pero  hasta  allí  lo» 
fué  á  buscar  la  lava  que  cerró  todas  las  entradas,  de  ma- 
nera que  murieron  todos  sofocados. 

"  Sinembargo  la  mayor  parte  de  los  habitantes  de 
Pompeya  se  salvaron,  y  lo  prueban  los  pocos  esqueleto» 
que  se  han  encontrado  en  el  interior  de  las  casas. 

"  A  pesar  de  que  aquélla  fué  teriible  catástrofe  para 
las  gentes  de  la  época,  para  los  arqueólogos  modenios 
Pompeya  es  una  mina  de  conocimientos  que  hoy  día 
arroja  mucha  luz  sobre  las  costumbres  del  primer  siglo  de 
la  Era  Cristiana,  puesto  que  se  han  encontrado  intactos  los 
instrumentos,  adornos,  casas,  templos  etc.,  antes  de  la 
invasión  de  los  báibaros,  que  todo  lo  destruyeron. 

''  De  allí  pasamos  á  Herculano,  especie  de  Versalle»  . 
de  los  patricios  romanos.  La  lava  que  cubrió  esa  ciudad 
es  muy  dura,  así  es  que  con  dificultad  se  ha  penetrado 
en  el  interior  de  la  ciudad.  Esta  fué  más  importante  que 
Pompeya,  pero  entre  lo  poco  que  se  ha  sacado  á  la  luz 
existen  los  restos  de  un  magnífico  teatro  más  grande  y 
mejor  preservado  aún  que  los  de  Pompeya  (1). 

"  La  tarde  había  llegado  yá  cuando,  después  de  gra- 
tificar á  los  guías  que   nos  acompañaban,  nos  dirigimos 

(1)  Desde  1826  para  acá  los  descubrimientog  arqneold^icos  hecho»  en 
Herculano  han  sido  importantísimos. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  191 

nuevamente  á  Ñapóles.  A  uno  y  otro  lado  del  camino 
vimos  quintas  espléndidas  que  pertenecen  á  los  nobles  y 
á  los  ricos  de  Ñapóles,  las  cuales  tienen  dos  fachadas 
una  sobre  el  camino  y  otra  sobre  el  mar. 

CAPITULO  X 

varias  iglesias  de  Ñapóles. — Excursión  á  Puzzoles. — Termas  de  Nerón. — 
El  lago  Averno. — La  Sibila  de  CumeB. — La  Sulfatara.^ — Caserta  y  su 
Palacio. —  Una  vendimia. — Bailarinas.  —  El  Hospicio. — Regreso  á 
Roma. — Tipüs  de  Nwajeros. — Siena  y  sus  curiosidades. — Cliambery. — 
Las  Charmettes  y  Rousseau. — Regreso  á  París. 

1826. 

Al  describir  la  iglesia  de  Santa  Clara  de  Ñapóles 
dice  AcosTA :  "  Este  templo,  con  su  única  y  soberbia 
nave,  el  embaldosado  artístico  que  se  compone  de  bellí- 
simos mosaicos  de  diferentes  mármoles,  todo  me  hizo 
más  bien  la  impresión  de  un  salón  de  baile,  y  no  la  de 
un  recinto  consagrado  á  Dios." 

Visitó  la  iglesia  de  San  Lorenzo,  fundada  por  Carlos 
de  Anjou  ;  la  de  San  Telipe  Neri,  la  de  Santo  Domingo, 
en  donde  se  conservan  muchos  recuerdos  de  Santo  To- 
más de  Aquino,  la  de  Jesús  Nuevo,  la  Catedral,  que 
contiene  renombradísimas  reliquias,  entre  otras  la  San- 
gre de  San  Jenaro,  que  se  liquida  cada  año. 

Estuvo  una  noche  en  la  iglesia  de  la  Madonna  dei 
Fiorenlinij  y  oyó  el  sermón  de  la  fiesta  de  San  Miguel. 
Recordó  que  el  Arcángel  era  el  Patrono  de  Guaduas,  su 
pueblo  natal.  No  gustó  del  canto,  porque  le  pareció  el  es- 
tilo teatral. 

DIAKIO. 

"  30  de  Septiembre. — A  las  once  de  la  mañana  parti- 
mos Mr.  Piers  (un  inglés  establecido  en  Ñapóles,  á  quien 
yo  iba  recomendado),  y  yo  con  dirección  á  Puzzoles, 
ciudad  que  se  halla  sobre  el  golfo  de  Ñapóles,  y  dista  de 
la  capital  unos  ocho  kilómetros. 


192  BIOOBAFÍA 

^'  A  poco  de  haber  salido  de  Ñapóles  pasamos  por 
enmedio  de  un  bosque  de  álamos  y  de  viñedos ;  vimos  de 
paso  rainas,  unos  dicen  que  son  las  del  templo  de  Sera- 
pió  y  otros  que  son  las  de  un  monumento  que  elevó 
Domiciano  en  honor  de  las  Ninfas  del  Bosque.  Este  edi- 
ficio debió  de  ser  grandioso,  puesto  que  las  columnas  que 
aún  existen  son  casi  tan  gruesas  como  las  del  Panteón  de* 
Boma.  Vimos  todavía  allí  engastadas  argollas  de  hie- 
rro adheridas  al  pavimento  de  mármol  blanco  cerca  del 
templete  del  medio,  las  cuales  servían  para  atar  á  las 
víctimas  reservadas  para  los  sacrificios.  Se  conservan 
también  los  baños  de  agua  caliente  que  usaban  los  sa- 
cerdotes de  ese  templo,  y  que  todavía  sirven  á  las  perso- 
nas enfermas  que  van  de  Ñápeles  á  sumergirse  en  esas 
aguas  benéficas. 

"  Allí  cerca  dejamos  la  carroza,  y  montando  sendos 
asnos  que  nos  alquilaron,  continuamos  nuestro  camino 
por  la  orilla  del  mar. 

"  Nos  llamó  la  atención  más  lejos  otras  ruinas,  las 
cuales  se  creen  que  eran  de  una  quinta  de  Cicerón.  Vi- 
mos también  escombros  de  templos  vastísimos,  algunos 
de  los  cuales  se  hallan  medio  sumergidos  por  el  mar  que 
los  ha  invadido.  Allí  en  tiempos  remotos  existió  la  ciudad 
de  Baja  ó  Baya,  población  espléndida  en  la  antigüedad, 
y  que  hoy  es  apenas  una  triste  villa  en  donde  hay  más 
escombros  que  habitaciones.  Más  lejos  encontramos  un 
castillo  nuevo  y  algunos  edificios  modernos. 

''  Dejando  las  ternas  de  Nerón  á  un  lado  subimos  por 
la  orilla  de  un  lago,  escalamos  una  colina,  y  descendi- 
mos hasta  las  riveras  del  lago  Averno,  tan  famoso  en  la 
mitología. 

'^  Esta  entrada  del  infierno,  según  las  creencias  paga- 
nas, fué  en  un  tiempo  el  cráter  de  un  volcán,  y  está  ro- 
deada de  fértiles  colinas  sembradas  de  viñas. 

'^  Cerca  de  allí  está  la  gruta  de  la  Sibila  de  Cumes* 
Llevando  antorchas  en  las  manos  bajamos  por  un   subte- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  193 


iráneo  que  mide  un  cuarto  de  milla  de  largo  hasta  que 
llegamos  á  un  sitio  tau  pantanoso  que  fué  preciso  dejar- 
nos cargar  por  los  guías,  quienes  nos  llevaron  á  un  sitio 
lóbrego  y  hiimedo.  Allf  era,  nos  explicaron,  en  donde 
estaban  los  baños  de  la  Sibila.  Después  nos  señalaron  el 
lugar  en  donde  tenía  su  lecho  y  aquel  en  donde  se  pre- 
sentaba á  dar  sus  oiáculos. 

"  Virgilio  describe  esta  gruta  en  eJ  cantp  VI  de  la 
Eneida  (1)  cuando  hace  descender  á  su  héroe  á  los  in- 
fiernos. 

"  Al  cabo  de  un  rato  salimos  de  la  oscuridad  y  >i*espi-  . 
ramos  con  gusto  el  aire  libre,  á  pesar  de  que  los  antiguos 
consideraban  ese  aire  como  mortal,  y  decían  que  ni  los 
pájaros  se  atrevían  á  volar  por  encima  de  ese  sitio  tene- 
broso. Aunque  nosotros  no  sufrimos  incomodidad  ningu- 
na, ese  lugar  no  debe  de  ser  muy  sano,  en  el  tiempo 
presente,  pues  los  pocos  habitantes  que  moran  en  las 
orillas  del  Averno  viven  miserablemente  de  las  propinas 
de  los  viajeros,  y  están  flacos,  escuálidos  y  palidísimos. 
En  cambio  la  vegetación  de  aquellos  lugares  es  exu- 
berante y  bellísima,'  y  comimos  uvas  delicios^is  de  las  que 
fructifican  entre  las  ruinas  de  un  templo  de  Apolo,*  si- 
tuado á  la  cabecera  del  lago. 

'^  Montamos  de  nuevo  en  nuestros  asnos,  y  continua- 
mos nuestra  marcha  por  medio  de  pámpanos  de  verdura 
hasta  llegar  á  Puzzoies.  Allí  vimos  el  anfiteatro,  un  edi- 
ficio de  ladrillo  bastante  bien  conservado,  cuyas  dimen- 
siones indican  que  era  tan  vasto  como  el  de  Flavio  en 
Eoma.  Aún  se  ven  los  lugares  en  donde  encerraban  las 
fieras  y  las  piedras  huecas  en  que  bebían  éstas. 

(1)  XX  vu 

Ficil  es  del  Averno  la  bajad», 
De  día  y  noche  á  la  región  oscura 
Patente  está   la  pavorosa  entrada  ; 
Has  volver  y  elevarse  al  aura  pura, 
Esa  es  la  parte  trabajosa,  osada.... 
(Traducoidn  de  la  En§iia  por  Miguel  Antonio  Oaro). 

13 


194  BIOGRAFÍA 

'^  Después  subimos  á  la  Solfatara  (azufrera).  Es  este 
un  antiguo  volcán  cuyo  cráter  es  poco  menos  grande  que 
el  del  Vesubio.  Aquella  concavidad  está  llena  de  una  tie- 
rra blanquecina,  en  la  cual  se  encuentran  alumbre  y  sur- 
gideros que  despiden  humo,  de  donde  extraen  el  azufre. 
Hace  en  aquel  lugar  un  calor  tan  fuerte,  que  basta  dejar 
por  algún  tiempo  piedras  al  humo  para  que  se  cubran 
con  una  capa  de  sal  amoníaco.  Allí  han  establecido  una 
fábrica  de  azufre :  toman  las  piedras  del  vecino  cerro,  cal- 
cinánlas  en  hornos,  las  cuales  se  funden  y  producen  azufre. 
''  Vi  sepultar  una  moneda  de  cobre  en  la  tierra,  y  al 
cabo  de  dos  minutos  estaba  negra,  tan  fuerte  es  la  acción 
interior.  El  sue!o  resuena  como  si  estuviese  hueco,  así  es 
que  no  se  pasará  probablemente  mucho  tiempo  antes  de 
que  todo  aquello  se  desplome  y  se  convierta  en  un  lago. 
"  En  las  cercanías  de  Puzzoles  nos  señalaron  excava- 
ciones en  donde  se  han  encontrado  sepulcros  adornados 
con  bellos  bajo  relieves. 

"  Visitamos  también  la  piscina  ó  gran  depósito  de 
agua,  obra  de  los  romanos,  que  la  habían  hecho  para 
conservarla  largo  tiempo.  Esta  piscina  está  formada 
por  dos  órdenes  de  bóvedas  construidas  á  cierta  profun- 
didad, con  escalones  para  que  á  medida  que  se  agota  el 
agua  vaya  bajando  paulatinamente.  líl  eco  resuena  allí 
con  modulación  clara  y  armoniosa. 

"  Cuando  regresarnos  al  puerto  de  Puzzoles  tomamos 
un  bote  y  fuimos  á  visitar  la  Mole  di  Calíanla,  la  cual, 
consta  (le  catorce  pilastras  que  sostienen  la  mitad  de  un 
puente  que  debió  unir  á  Baja  con  Puzzoles,  construcción 
antiquísima  que  ha  resistido  á  la  mano  destructora  del 
tiempo,  á  los  frecuentes  temblores,  á  los  temporales  y  á 
los  embates  del  mar  durante  diez  y  nueve  siglos ! 

"  1?  de  Octubre, — Con  mucha  dificultad  pudimos  con- 
seguir hoy  una  carroza  para  ir  á  la  ciudad  de  Caserta. 
Como  era  domingo  Ñapóles  entero  estaba  de  huelga;   la 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AOOSTA  195 

gente  no  cabía  en  las  calles,  y  el  bullicio  subió  de  punto, 
por  ser  dfa  de  la  procesión  de  Nuestra  Señora  del  Bosa- 
río,  la  cual  alcanzamos  á  ver  de  paso. 

^^  A  la  una  del  día  llegáoios  á  Gaserta.  Después  d6 
atravesar  una  larguísima  alameda  de  árboles,  nos  encon- 
tramos frente  al  suntuoso  palacio  que  deseábamos  vi- 
sitar (1). 

'^  Se  baila  Gaserta  en  una  explanada  al  pie  mismo  de 
los  Apeninos.  La  entrada  del  Palacio  es  magnífica.  Des- 
pués de  atravesar  tres  patios  adornados  con  columnas  y 
pilastras  de  mármol,  llegamos  al  pie  de  la  famosísima  es- 
calera, la  cual,  con  sobrada  razón,  se  considera  como  la 
más  bella  de  Italia:  la  elegancia  de  su  construcción;  la 
belleza  de  los  barandales ;  la  perfección  de  las  columnas 
que  sostienen  los  balcones  y  la  hermosura  de  los  leones 
que  la  adornan,  todo  construido  con  blanquísimo  mármol 
de  Garrara,  forma  un  conjunto  realmente  único  en  su 
género. 

"  La  capilla  es  suntuosísima.  Este^in  sus  muros  cubier- 
tos con  cuadros  de  artistas  españoles,  y  frescos  de  pin- 
tores célebres  en  la  época  en  que  fueron  pintados. 

"  "Los  salones  de  recibo,  en  cuyas  paredes  se  exhiben 
los  paisajes  más  bellos  de  los  alredores  de  Xápoles,  están 
colgados  con  telas  de  seda  fabricada  en  el  país. 

"  El  teatro  del  Palacio  sólo  sirve  para  entretener  á 
la  familia  real.  Los  Príncipes  y  Princesas  representan 
allí  comedias  y  operetas,  ante  una  Corte  extasiada.  Deco- 
rado con  lujo  está  el  billar  y  demás  piezas  de  habitación. 
Pero  lo  mejor  de  todo  es  el  jardín  ó  los  jardines.  Tienen 
éstos  vista  hacia  los  Apeninos,  y  los  embellece  una  cas- 
cada que  baja  de  un  vecino  cerro,  y  se  convierte  después 
en  manso  arroyo  para  regar  los  jardines.  Entre  éstos  hay 
uno  nada  más  que  de  flores,  otro  de  arbustos,  destinados 
para  que  se  críen  faisanes  y  conejos,   los  cuales  después 

(1)  El  primer  Palacio  fué  construido    por  los   lombardos   (siglo   W\ 
el  cual  llamaron  en  su  lengua  CaMearta  (casa  alta). 


196  BIOGRAFÍA 


sueltan  para  que  los  caze  el  Eey.  Entre  los  arbustos  y 
bosquecillos  del  parque  han  cuidado  de  que  aniden  mul- 
titud de  aves  canoras,  y  han  labrado  estanques  en  que 
se  crían  peces  de  tocias  clases,  los  cuales  pescan  los 
miembros  de  la  familia  real.  Allí  también  han  formado 
grutas  artificiales  adornadas  con  estatuas  y  con  bancos 
rústicos  y  más  lejos  se  ven  ciervos  y  se  ocultan  algunos 
jabalíes,  los  cuales  en  ciertas  épocas  el  monarca  sale  á 
perseguir  en  son  de  caza  seguido  poi  sus  peri'os  y  sus 
cortesanos.'" 

*'  2  de  Octubre. — Estuve  á  ver  la  nueva  Bolsa.  Esta  no 
se   abrirá   al    público  hasta  el   día  del   Santo   del   Key. 
.Se  encuentra  en  nn  Palacio  .que   se   acaba   de   construir 
para  reunir  en  un  solo  edificio  todas  las  oficinas   del  Go- 
bierno. 

"  Por  la  tarde  estuvimos  fuera  de  la  ciudad  á  presen- 
ciar una  vendimia.  De  paso  hice  detener  el  coche  en  que 
íbamos  para  visitar  el  Palacio  de  Capi  de  Mona,  el  cual 
aún  no  había  visto. 

'^  En  el  camino  nos  encontramos  con  1a  bailarina 
Brignoli,  que  iba  á  caballo  y  montaba  con  garbo. 

"  A  pesar  de  que  cuando  llegamos  al  lugar  en  que  se 
bacía  la  vendimia  era  ya  casi  noche,  tuve  el  gusto  de 
ver  á  la^hija  del  propietario  vestida  de  aldeana  y  rodea- 
da de  los  trabajadores,  enteramente  al  estilo  teatral 

"  Por  la  noche  estuve  en  el  teatro,  y  vi   por  primera 

vez  á  las  jóvenes  Teresina  y  Fanny  Esslar.   Al   salir  del 

teatro  mi  compañero  de  viaje  el  ruso,  y  dos  suizos,   con 

quienes  había  contraído  relaciones,  me  obligaron   á  ir  á 

cenar  con  ellos,  por  última  vez,   en   la   Villa   Beale ;  no 

pude  volver  á  mi  posada  sino  después  de  las  doce  de  la 

noche,  y  á  esa  hora  tuve  que  hacer  mis  preparativos  de 

viaje.  Apenas  los  había  concluido  cuando  me  avisaron 

que  era  hora  de  ponerme  en  marcha  para  tomar  lugar  en 

un  vetturino  que  partía  á  las  tres  de  la  mañana  para 
Boma. 


BEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  197 


'  «*•^•^^^^^•*^s*^^w*^■^*'>^n■^\^■*^^*■^,<|»■s^w 


"  Entre  lo  macho  que  vi  en  Ñapóles,  y  no  había  apun- 
tado antes  me  llamó  la  atención  un  hermosísimo  Hos- 
picio que  se  halla  á  la  salida  de  la  ciudad. 

"  Esta  casa  de  beneficencia  lleva  en  su  frontispicio  el 
siguiento  letrero: 

*'  Reginm  totues  regni  panperum  hospitiiim 

"  El  edificio  es  tan  inmenso  que  puede  dar  asilo  á 
seis  mil  pobres,  los  cuales  se  ocupan  en  tejer  en  telares. 
El  exterior  es  magnífico ;  tiene  cuatro  pisos  y  sesenta  y 
cuatro  grandes  ventanas  en  cada  piso.  Toda  persona  ne- 
cesitada, de  cualquiera  edad,  y  de  uno  y  otro  sexo,  encuen- 
tra allí  albergue  separado  y  cómodo. 

"  3  de  Octubre — Apenas  amaneció  dirigí  una  mirada 
á  mis  compañeros  de  viaje  ;  hé  aquí  el  personal :  un  de- 
pendiente de  una  casa  de  comercio  de  Marsella,  un  pro- 
pietario de  las  cercanías  de  Boma,  un  napolitano,  Secre- 
tario de  la  Academia  Pontiniana,  con  su  sobrino  y  un 
joven  inglés  con  su  perro. 

"  En  breve  conocí  que  el  marsellés  era  un  ignorante, 
que  encubría  su  deficiencia  bajo  un  barniz  de  cultura, 
cultura  que  no  falta  nunca  á  los  franceses  que  han  teni- 
do algún  roce  social.  El  napolitano  y  el  romano  á  pocas 
vueltas  empezaron  á  disputar  acaloradamente  acerca  de 
los  méritos  de  sus  respectivas  ciudades  natales.  Yo  me 
divertía  en  suscitar  celos  de  uno  y  otro  para  verlos  reñir. 
El  romano  era  un  padre  de  familia  de  mucho  mejor  sen- 
tido que  el  otro,  aunque  le  faltaba  flexibilidad  y  hasta 
dignidad  de  carácter.  P3I  napolitano  se  exaltaba  casi  hasta 
la  demencia. 

"  Mientras  que  almorzábamos  en  Gapua,  vi  pasar  por 
frente  de  la  fonda  una  curiosa  procesión  de  Nazarenos 
blancos  con  musetas  de  color,  los  cuales,  me  dijeron,  que 
pertenecían  á  una  hermandad. 

^'  En  Santa  Águeda  comimos  con  un  milanos  que  iba 


198  BIOGRAFÍA 


con  8a  mujer  á  Nápolefl,  y,  según  colegí  de  su  conversa- 
cióuy  iban  resueltos  á  no  confesar  jamás  que  el  Teatro  de 
San  Garlos  de  Ñapóles  pudiera  ser  mejor  que  el  de  la  Es* 
cala  de  Milán.  La  vanidad  en  los  italianos  está  siempre 
alerta  para  defender  á  capa  y  espada  á  su  país  natal,  pero 
no  diré  á  capa  y  espada,  sino  á  fuer  de  charlatanerías,  de 

exclamaciones  y  entusiasmo  en  seco 

^^  4  de  Octubre. — Almorzamos  en  Gastiglíoni ;  pasamos 
las  fronteras  del  Eeino  de  Xápoles,  y  llegamos  á  Terra- 
cina  á  las  cuatro  de  la  tarde ^ 

Agosta  no  llegó  á  Boma  sino  el  día  cinco  de  Octubre, 
á  las  once  de  la  nocbe,  y  se  desmontó  á  la  puerta  del  Ho- 
tel Damón,  donde  se  alojó.  Pasó  dos  días  más  en  la  Ciu- 
dad Eterna,  en  compañía  de  su  hermano  Domingo,  y  el  S 
emprendió  su  viaje  de  regreso  á  Francia. 

Tomaremos  unos  pocos  párrafos  de  las  notas  de  viaje. 

DIARIO. 

"11  de  Octubre. — Por  más  de  dos  horas  estuvimos  vien- 
do á  lo  lejos  la  ciudad  de  Siena  antes  de  llegar  á  ella.  Está 
situada  esta  población  en  medio  de  las  colinas  más  pinto- 
rescas que  se  pueden  imaginar ;  sin  embargo,  si  aquella  po- 
sición contribuye  á  hacerla  muy  hermosa,  es  para  sus  ha- 
bitantes muy  incómoda ;  tienen  que  subir  y  bajar  á  cada 
paso  por  la  desigualdad  del  terreno.  Empero,  Siena  posee 
una  virtud  desconocida  en  el  resto  de  Italia :  la  limpieza. 
Pocas  ciudades  he  visto  en  Europa  hasta  ahora  que  reú- 
nan el  aseo  al  arto  y  la  belleza.  Atraviésanla  muchos 
puentes  que  comunican  los  barrios  entre  sí,  y  al  pie  de 
cada  uno  de  ellos  se  extienden  pintorescas  praderas  que 
dan  un  aspecto  original  á  las  calles. 

"  Apenas  me  desmonté  del  carruaje,  cuando  salí  á  pa- 
sear la  ciudad  en  compañía  de  un  amable  sienes,  el  coal 
resultó  muy  instruido,  amante  y  orgulloso  de  su  país. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  199 


^V^^>^\«<^>-\^ar>>'>.  ^k^^.r^^yN>N^« 'W^'«>.< 


^^  La  Catedral  ó  Duomo  es  un  hermoso  templo  gótico. 
Su  aspecto  exterior  tiene  semejanza  con  el  Duomo  de 
Milán,  aunque  es  dos  veces  más  pequeño.  Se  halla  en 
una  hermosa  plaza  rodeada  de  los  palacios  del  Arzobispo 
y  el  del  Gobierno  civil.  El  interior  de  la  Catedral  es 
magnífico,  sorprendente,  superior  á  la  de  Milán.  Las 
columnas  góticas,  las  estatuas,  los  adornos,  las  figuras 
caprichosas,  los  bustos,  medallones,  urnas  etc.  que  la 
adornan;  los  muros  forrados  en  mármol  blanco  y  negro 
alternado,  en  fin,  todo  allí  es  rico,  suntuoso,  abundante  y 
original. 

^'  El  pulpito  de  Nicolás  de  Pisa— el  famoso  arquitecto 
de  la  Edad  Media — es  una  extraordinaria  obra  de  arte  y 
se  necesitai  ían  horas  enteras  para  examinarlo  con  prove- 
cho y  comprender  lo  que  representan  las  figuras  simbóli* 
cas  que  lo  adornan. 

''  Los  bajos  reliev^es  del  bautisterio  que  señalan  bajo 
el  piso  del  templo,  son  bellísimos.  Entre  otros  me  llamó 
la  atención  un  grupo  de  las  tres  gracias  desnudas,  recién 
hallado  bajo  tierra  en  aquel  lugar.  Exhiben  esto  en  el 
coro  de  la  iglesia.  Aquello  me  chocó ;  parecióme  que  esos 
objetos  eran  por  cierto  impropios  de  un  templo  católico,  y 
su  lugar  debería  estar  en  un  museo  de  artes  ó  una  galería 
de  escultura.  Pero  en  Italia  el  amor  al  arte  es  tan  grande, 
que  nadie  cae  en  la  cuenta  de  algunas  indelicadezas  de 
los  objetos  artísticos  que  exhiben  sin  reparo  hasta  en  las 
salas  de  recibo  de  los  Cardenales. 

^^  Volviendo  á  la  Catedral  de  Siena,  noté  con  admira- 
ción la  multitud  de  mosaicos  que  se  hallan  incrustados 
sobre  el  pavimento,  y  que  representan  escenas  de  las 
Santas  Escrituras. 

'^  Las  sillas  del  coro  tienen  bellísimos  embutidos  de 
distintas  maderas,  y  en  la  cima  de  cada  una  de  ellas 
hay  un  angelito,  cada  uno  diferente  y  con  distinta  aeti* 
tud  y  expresión. 

^^  Ep  la  capilla  de  la  faniilia  Chigi  se  ve  un  cuadro 


200  BIOGBAFÍA 


de  mosaico  ejecutado  con  perfección  y  que  representa  la 
buida  á  Egipto. 

'^  A  la  entrada  de  la  Catedral  hay  en  el  pavimento 
una  gran  figura  humana  que  lleva  esta  inscripción  :  Mer- 
curiiis  trimegistuij  contemporaniis  Moisi, 

"  De  manera  que  la  certidumbre  de  la  existencia  de 
Moisés  está  en  parangón  con  la  del  pagano  dios  Mercu- 
rio !  ¡  Y  esto  en  una  ciudad  en  donde  la  población  es  tan 
devota  que  arranca  los  ladrillos  de  la  casa  en  que  vivió 
Santa  Catalina  de  Sena,  para  llevarlos  como   reliquias!  ^ 

Agosta  hace  después  largas  descripciones  de  otros 
monumentos  de  Siena,  con  lo  cual  termina  el  cuaderno 
y  se  interrumpe  el  Diario  hasta  su  salida  de  Italia. 

DIARIO. 

"  2ú  de  Octubre, — Desde  Montmelian  hasta  Chambe- 
ry,  el  camino  sigue  por  una  hermosa  alameda  de  elevados 
olmos,  cuyas  hojas  amarinadas  por  el  otoño,  brillaban 
como  oro  bruñido  bajo  los  rayos  del  sol,  y  cubrían  el  ca- 
mino con  espeso  colchón  de  variados  matices. 

"Llegamos  á  Chambery  á  las  once  de  la  mañana.  Las 
casas  en  esta  ciudad  están  todas  pintadas  de  gris  y  cu- 
biertas de  pizarra,  lo  cual  la  da  un  aspecto  lúgubre.  En- 
tre todos  los  edificios  se  distingue  el  Teatro,  que  es  nue- 
vo, el  Hospital,  que  está  sobre  el  Boulevard,  y  los  cuar- 
teles de  caballería  é  inlautería.  Hay  también  bonitos 
paseos,  y,  según  rae  dijeron,  la  vida  es  agradable  y  ba- 
rata." 

Como  no  podía  continuar  camino  el  día  siguiente  por 
tropiezos  que  puso  la  Aduana  de  aquel  lugar,  resolvió  ir 
á  visitar  las  Channettes,  la  casa  de  campo  de  madame  de 
Warrens,  la  protectora  de  J.  Jacobo  Eousseau — autor  tan 
de  moda  en  América  durante  el  fin  del  siglo  XVllI  y  prin- 
cipio del  XIX,  por  lo  mismo  que  la  lectura  de  sus  obras 
habían  sido  prohibidas  por  el  Gobierno  español. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  201 


^S^«^  ^^^  i^«^^^^/^^  \y^'%^-^^^^^r\^s,^'^ 


^^  Eáta  casa  (la  de  Bousseau),  leemos  en  el  Diario,  se 
halla  al  Sur  de  Chambery,  á  un  cuarto  de  legua  de  la  ciu- 
dad. En  el  frontispicio  lleva  una  inscripción  en  una  lápida 
de  mármol  blanco. 

"  El  dueño  actual  de  la  casa  y  adyacente  terreno  no 
ha  permitido  que  toquen  las  reliquias  de  Rousseau,  que 
aún  se  conservan  allí.  Viven  en  la  casa  algunos  aldeanos 
que  la  cuidan  y  la  muestran  por  una  propina.  Ade- 
más, presentan  un  libro  á  los  que  la  visitan  para  que 
apunten  sus  nombres. 

^'  En  la  sala  de  la  casa  vi  el  retrato  del  filósofo ;  en 
su  gabinete  su  silla  poltrona  y  algunas  pinturas  que  le 
pertenecían.  Del  cuarto  que  le  servía  de  alcoba  se  puede 
bajar  directamente  al  jardín  por  tres  escalones  de  piedra. 
Desde  el  jardín  se  ven  las  ventanas  del  aposento  de  ma- 
dame  de  Warrens  en  el  segundo  piso,  las  cuales  Juan 
Jacobo  expiaba  desde  la  madrugada,  cuando  cogía  flores 
en  el  jardín,  y  apenas  las  veía  abrirse  volaba  á  ofrecerlas 
á  la  cara  mamá. 

"  Desde  las  ventanas  de  las  Charmettes  se  goza  de 
una  vista  soberbia  sobre  los  Alpes.  A  lo  lejos  se  perciben 
las  crestas  nevadas  de  las  montaiáas,  y  más  cerca  las  ro- 
cas desnudas  y  escarpadas  de  un  cerro  cuyas  faldas  des- 
plegaban una  vegetación  pintoresca,  á  pesar  de  que  los 
bosques  de  álamos  y  de  otros  árboles  están  hoy  marchi- 
tos con  los  vientos  de  otoño.  En  verano  el  paisaje  debe 
ser  muy  hermoso. 

"  Al  volver  á  la  ciudad  tuve  la  pena  de  ver  anuncia- 
da en  los  periódicos  la  muerte  del  gran  trágico  Taima,  el 
amigo  de  Napoleón  y  el  renovador  del  arte  escénico  (I).'- 

(1)  Aunque  pocas  personas  ignoran  quién  fué  Francisco  José  Taima, 
no  aera  fuera  de  su  lugar  dar  alguna  noticia  del  actor  trágico  más  fa- 
moso de  los  tiempds  modernos.  Nació  en  París  en  1763.  Hijo  de  un  den. 
tísta,  se  dedicó  desde  niño  al  estudio  de  declamación  en  el  Conservator  io 
y  á  los  24  años  era  ya  socio  de  la  comedia  francesa.  A  él  se  debe  el  que 
se  representen  las  piezas  clásicas  con  los  vestidos  de  la  época ;  antes 
salía  César  á  la  escena  ataviado  á  la  moda  de  la  época  en  que  se  repre. 


202  BIOaBAFÍA 


'"'s^-my^-k^^^^^ 


Agosta  continuó  su  viaje  el  28  de  Octubre.  Atra- 
vesó en  diligencia  las  últimas  faldas  de  los  Alpes  y  salió 
de  los  territorios  que  entonces  pertenecían  al  Piamonte  y 
que  desde  1859  pasaron  á  mano  de  los  franceses,  después 
de  la  guerra  de  Italia  con  Austria,  en  que  tomó  parte 
Napoleón  III. 

Por  todo  el  camino  iba  cruzándose  con  diligencias, 
carrozas  particulares  y  carros  que  llevaban  gente  que  iba 
á  buscar  climas  más  propicios  al  Sur  de  Europa  al  ver 
aproximarse  la  estación  invernal. 

Pasó  de  largo  por  la  ciudad  de  la  Tour  du  Pin  y  por 
la  de  Bourgotíij  pero  se  detuvo  en  la  aldea  de  VerpilUere^ 
en  donde  [oyó  misa  y  la  plática  del  Cura.  El  29  llegó 
á  Lyon  á  las  tres  de  la  tarde,  y  fué  á  alojarse  al  Hotel 
del  Parque  en  la  plaza  de  Terraux.  Ese  mismo  día  estuvo 
á  ver  unos  curiosos  autómatas,  que  entonces  eran  muy 
afamados. 

Visitó  también  la  ciudad,  las  orillas  del  Ródano,  y 
muchas  fábricas  de  sederías. 

Dos  días  después  llegaba  á  París. 

CAPITULO  XI 

Vuelta  á  París. — Inaguracidn  de  la  Bolsa. — El  doctor  Madrid. — Olmedo. 
Noticias  de  Colombia. — Blvalidades  entre  los  libertadores. — Agosta 
contesta  á  un  articulo  publicado  en  el  Qlobe  de  Prtrís. — Carta  del  Re- 
dactor.— Continúa  sus  estudios  en  Paris. — ^Sociedad  Enciclopédica.-— 
Villemain  en  el  Colegio  de  Francia. — Sarao  en  casa  de  Arago. — Jui> 
ció  sobre  Daunou. — Curso  de  Villemain. — Reñecciones  que  le  suj^iere 
éste. — Concluye  el  año  en  una  tertulia. 

1826 

DIARIO. 

^^3  de  Noviembre. — París,  á  pesar  del  fango  pantanoso 
que  cubre  las  calles  en  esta  estación,  tiene  siempre  un  no 

sentaba.  Napoleón  recibía  lecciones  de  comportamiento  de  Taima,  el 
autor  le  enseñaba  a  declamar  sus  discursos  y  á  llevar  con  dignidad  lof 
vestidos  de  Corte  que  adoptó  después  de  coronarse  Emperador. 


DEL  GENERAL.  JOAQUÍN  AGOSTA  203 


r^^^S^        ■^\^^  ^^^^*  .^.^vy\^N^.  ^* 


ñé  qué  de  brillante,  de  intelectual,  de  elegante,  tjtnto  en- 
tre los  habitantes  como  en  los  edificios,  que  deslumhra  y 
encanta,  sobre  todo  cuando  se  ha  dejado  de  ver  por  algún 
tiempo." 

Al  día  siguiente,  4  de  Noviembre,  era  el  Santo  del 
Eey  Carlos  X.  Agosta  presenció  en  esa  ocasión  la  inau- 
guración de  la  Bolsa  de  París  que  hacía  ocho  años  que  se 
había  empezado  á  edificar. 

Estaba  entonces  allí  como  agente  confidencial  de 
Colombia  el  señor  José  Fernández  Madrid,  á  quien  fué  á 
visitar  y  encontró  enfermo. 

En  casa  del  señor  Madrid  conoció  al  poeta  ecuatoria- 
no D.  José  Joaquín  Olmedo,  el  cual  se  hallaba  en  Euro- 
pa como  Agente  diplomático  del  Perú.  (1) 

Hacía  varios  meses  que  Agosta  no  había  tenido  noti- 
cias directas  de  su  patria  y  de  su  familia.  Pero  al  regre- 
sar á  París  encontró  caitas,  periódicos  y  noticias  políticas, 
las  cuales  unas  le  fueron  gratas  y  otras  le  sirvieron  de 
tormento. 

La  situación  de  Colombia  era  cada  día  más  delicada  y 
sus  negocios  políticos  más  tirantes.  Tres  hombres  que 
tanta  parte  habían  tenido  en  la  emancipación  y  guerra  de 
ia  Independencia  se  hallaban  divididos  en  ideas,  y  esta  di- 
visión prpducía  un  indecible  malestar  en  toda  la  Gran  Co- 
lombia, desde  Guayaquil  hasta  Angostura.  Bolívar  había 
prolongado  demasiado  su  ausencia  y  aquello  enfrió  á  mu- 
chos de  los  que  lo  habían  amado  con  entusiasmo  y  dio 
margen  á  sus  enemigos  para  amargar  el  espíritu  de  San- 
tander con  respecto  al  Libertador ;  entre  tanto  Páez  se  hsí- 

^1)  «  £1  15  de  £oero  de  1825  dio  un  Decreto  el  Congreso  del  Perú,  con- 
•cediendo  á  Olmedo  los  derechos  de  peruano  de  nacimiento,  y  después  fué 
nombrado  Agente  Diplomático,  en  unidn  de  D.  Diego  Paredes,  en  las 
cortes  de  Inglaterra,  Francia,  Boma  y  España.  Con  tal  motivo  Olmedo 
salió  de  Guayaquil  con  dirección  á  Europa  en  Agosto  del  mismo  año,  de 
donde  regresó  al  Ecuador  en  1828.  Apwniea  Biográficoi  de  D,  José  Joaquín 
Olmedo,  por  Pablo  Herrera.  Quito  1887. 


204  BIOGBAFtá. 


bía  declarado  rebelde  á  los  mandatos  del  Congreso,  y  el 
país  entero  sufría  una  inquietud  intensa  con  aquella  desa- 
venencia entre  los  jefes  que  más  amaban  los  ejércitos. 

Se  aguardaba  con  ansia  el  regreso  de  Bolívar  del  Perú,  el 
cual  decían  unos  que  todo  lo  remediaría,  pero  creían  otros 
(¡ue  al  contrario  acabaría  por  desencadenar  los  odios  que  es- 
taban latentes  en  todos  los  espíritus,  ya  contra  Bolívar,  ya 
contra  Santander,  ya  contra  Páez.  La  rivalidad  entre  los 
libertadores  de  Venezuela  y  de  Nueva  Granada  crecía 
entre  tanto,  y  las  cartas  que  recibió  Agosta  de  sus  amigos^ 
eran  en  extremo  desconsoladoras.  Sin  embargo,  con  aque- 
lla conílanza  que  anima  á  todo  joven  entusiasta  y  ardien- 
te patriota  conservaba  siempre  esperanzas  de  que  al  fin 
la  República  triunfaría  de  los  enemigos  de  la  paz  y  se  lo- 
graría plantear  un  Gobierno  justo,  equitativo  y  progresis- 
ta, como  lo  habían  soñado  los  que  generosamente  derra- 
maron su  sangre  para  formar  una  patria  independiente 
en  las  antiguas  colonias  españolas.  Así  procuraba  siempre 
defender  á  Colombia. 

"21  de  Xoviemhre. — Pasé  el  día  entero  trabajando  un 
artículo,  en  casa  de  M.  Goudinet,  con  cuya  publicación 
pienso  destruir  las  imputaciones  que  se  hacen  á  Colom- 
bia en  el  periódico  Le  Glohr.  También  escribí  al  Direc- 
tor de  las  Bioíj rafias  de  los  Contemporáneos,  y  le  envié 
las  noticias  de  Colt)mhia  que  me  había  pedido.'"  • 


Aquel  artículo  no  fué  admitido  en  E¡  Globo.  Hé  aquí 
la  curta  del  Redactor,  M.  J.  Dubois,  que  escribió  para  re- 
chazarlo. Naturalmente  la  traducimos: 

*•  Redacci.  n  de  K1  tH-'bo. —  P.\ris,  12  ile  Di^^íembrf  de  182tÑ 

**  Tengo  el  honor  de  devolver  á  usted  la  carta  que  us- 
ted nivj  envió. 

**  Después  de  refleecionar  seriamente  acerca  de  lo  que 


DEL  OENEBAL  JOAQUÍN  AGOSTA  U05 


i>^«^^^^^N^^  ^^-^^«^"k^^^^^V^.^  ^^^^^>^ .^^^^ „0'>^'s^-S^ -t^y^  , 


contiene,  y  en  vista  de  los  documentos  y  relaciones  de 
viajes  que  hemos  leído,  persistimos  eti  conservar  nuestras 
•opiniones.  A  pesar  de  nuestra  imparcialidad  no  podemos 
permitir  discusiones  contradictorias  en  nuestro  periódico 
cuando  pensamos  que  tenemos  razón.  Si  no  bubiese  má« 
tribuna  que  la  nuestra  creeríamos  sería  nuestro  deber  pu- 
blicar contradicciones,  pero  con  la  libertad  de  la  prensa 
de  que  j50zamos,  no  podemos  ocupar  á  los  lectores  de 
estas  cuestiones  inútiles.  Sin  embargo,  señor,  le  agradece- 
mos á  usted  que  se  hubiese  tomado  la  pena  de  informar- 
nos acerca  de  lo  que  usted  cree  que  es  la  verdad.  Nadie  me- 
jor que  nosotros  comprende  los  justos  motivos  que  dictaron 
su  carta.  Xadie  mejor  que  nosotros  puede  abogar  por  la 
causa  de  la  libertad  universal,  pero  cuando  nos  persuadi- 
mos de  la  verdad,  no  podemos  volvernos  atrás ;  si  nos 
equivocamos  el  tiempo  ii  otras  personas  más  hábiles  y 
más  instruidas  que  nosotros  pondrán  en  claro  nuestros 
•errores. 

"  Acepte  usted,  señor,  mis  sentimientos  de  sincera  pena 
por  no  haber  podido  cumplir  sus  .deseos. 

*'  Con  la  más  distinguida  consideración  etc.,  etc.  me 
suscribo  de  usted. 

"J.  F.  DüBOis. 

Redactor  en  jefe.  (1).*' 

Este  rechazo  no  desanimó  á  Agosta,  quien  al  fin  con- 
«iguió  que  el  Temps  publicara  su  artículo.  Estando  en 
París  la  que  esto  escribe  hizo  exquisitas  diligencias  en 
4as  Bibliotecas  para  encontrar  el  artículo,  pero  en  vano, 
cabalmente  faltaba  el  número  en  que  fué  publicado  en 
las  colecciones  que  consiguió. 

Entretanto  Agosta  se  matriculó  de  nuevo  en  la  Sor- 
bona,  y  fué  recibido,  dice,  con  la  acostumbrada  cordialidad 
por  los  profesores  Bertrand  y  Duhamel,  y  empezó  de  nue- 
vo 811  vida  de  estudio  asiduo.  Además,  tomaba  lecciones 
de  esgrima,  de  baile  y  asistía  á  las  aulas  de  medicina  que 
regentaba  el  famoso  Orfila,   las   de  Historia  de  M.  Dau- 

<1)  Véate  el  articalo  de  T,  Joaffroy  en  el  Apéndiet  de  esta  obra. 


206  BIOGBAFIA 

nou  etc.,  de  manera  que  sin  cesar  estudiaba;  se  imponía 
de  los  progresos  de  la  civilización  en  todas  sus  mani- 
festaciones y  bajo  todos  los  puntos  de  vista. 

*^  DIARIO. 

"14  íi6  Diciembre. — Con  M.  Fraissinoud  estuve  en 
casa  de  M.  Badiguet,  en  donde  hemos  resuelto  reunimos 
cinco  jóvenes  con  el  objeto  de  ha<;er  experimentos  quí- 
micos. 

"  15  de  Diciembre. — Asistí  al  banquete  mensual  de  la 
Sociedad  En^clopédica ;  me  tocó  asiento  al  lado  de  Le- 
mercier  (1)  y  otra  vez  cerca  de  Sir  Sidney  Smith.  Con 
ellos  hablé  largo  rato  del  viajero  inglés,  el  Coronel  Wraitb. 

"  Por  la  mañana  había  estado  en  el  curso  de  elocuen- 
cia francesa  de  M.  Villemain  (2).  Esta  es  la  vez  primera 
que  se  presenta  en  la  Sorbona  después  de  su  destitución 
del  empleo  en  el  Consejo  de  Estado,  destitución  ocasiona- 
da por  su  conducta  demasiado  independiente  en  la  Aca- 
demia, lo  cual  disgustó  al  Ministerio  real.  Hoy  fué  recibido 
por  los  estudiantes  con  coronas  de  flores  que  le  arrojaron 
de  diferentes  partes  del  salón  y  con  aplausos  prolongados 
y  ruidosos,  Villemain  conservó  un  aspecto  enteramente 
sereno;  no  vi  en  su  mirada  ni  en  La  expresión  de  su  fiso- 
nomía la  menor  señal  de  emoción.  Viendo  que  los  aplau- 
sos continuaban,  extendió  la  mano  con  un  movimiento 
solemne  para  imponer  silencio,  y  mientras  que  se  tranqui- 
lizaban sus  oyentes  me  pareció  comprender  que  él  estaba 
persuadido  de  (jne  los  aplausos  eran  más  bien  en  homenaje  á 

(1)  Sin  duda  el  famoso  poeta,  uno  de  los  iniciadores  de  la  escuela 
romántica  en  Francia,  antor  de  iníinidad  de  obras  de  lodo  género  y 
dramaturtro  muy  aplaudido  en  tiempo  del  primer  Imperio  y  la  Restaura- 
ción borbónica. 

{'2)  Abel  Francisco,  nacido  en  París  en  1790.  Entonces  apenas  coBtaba 
3t>  anos,  y  \-á  era  miembro  de  la  Academia  francesa,  émulo  de  3I.  Goizot 
en  la  cátedra  de  Historia,  autor  de  varias  obras  históricas  de  primer 
ordeu,  como  una  Huioria  de  Cf:>nmell,  un  Elogio  de  Montesqweu^  an  Auayo 
sobre  el  estado  <ie  los  Grie^^t  desde  la  conquista  musulmana  etc.  Era  nn  lati- 
nista afamado  y  un  crítico  distinguidísimo. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  207 


los  principios  que  sostenía  y  manifestación  de  odio  á  los 
miembros  del  Ministerio  que  amor  á  su  persona,  por  con- 
siguiente no  los  recibió  con  gusto. 

— 'SSeñores,  dijo,  os  pido  que  guardéis  silencio,  os  lo 
suplico  en  calidad  de  profesor,  y  os  lo  exijo,  si  es  preciso, 
si  no  queréis  obligarme  á  que  me  retire.  La  mayor  prueba 
que  me  podéis  dar  de  vuestra  estimación  y  de  vuestra 
amistad,  será  siempre  manifestándoos  pacientes  y  calla- 
dos. Entreguémonos  á  nuestras  tranquilas  tareas.  En  este 
recinto  no  deben  oírse  sino  los  aplausos  dirigidos  á  la  lite- 
ratura, únicas  emociones  propias  de  la  juventud." 

"  16  de  Diciembre. — A  las  nueve  Roche  y  yo  toma- 
mos un  cahriolet  para  ir  al  Observatorio  á  asistir  á  un 
sarao  en  casa  del  astrónomo  Arago.  Este  sabio  nos  reci- 
bió muy  bien,  y  con  su  acostumbrada  bondad  nos  presentó 
á  su  esposa,  nos  puso  en  comunicación  con  M.  6ay- 
Lussac,  M.  Dulon,  y  M.  Tissot  y  su  esposa ;  el  Capitán 
(inglés)  Sabine,  ilustre  sabio  viajero  que  ha  dado  la  vuel- 
ta al  mundo  y  visitado  el  Spitzberg ;  á  M.  Berthier  y  á 
otras  personas  célebres.  A  las  once  nos  retiramos,  des- 
pués de  haber  conversado  largo  rato  con  el  Barón  de 
Humboldt. 

"  18  de  Diciembre. — Después  de  comer  fui  á  las  ori- 
llas del  Sena  á  comprar  libros.  Allí  encontré  á  M.  Dan- 
nou  á  pie,  enlodado  y  confundido  entre  la  multitud.  Así, 
pues,  este  hombre  honorable  y  elocuente  que  se  eleva  á 
las  consideraciones  más  altas  del  orden  social,  que  juzga 
desde  su  cátedra  por  la  mañana  á  los  Romanos,  á  los  Em- 
peradores y  á  los  Monarcas  del  mundo  con  la  más  justa 
imparcialidad,  desciende  luego  á  las  más  tristes  realida- 
des de  la  vida  pobre  !  Sin  embargo,  yo  veo  en  este  hecho 
una  consecuencia  natural  de  la  noble  independencia  de  su 
carácter  que  ha  conservado  siempre,  al  través  de  las  re- 
volacioues,  y  ha  preferido  su  dignidad  personal  á  las  do- 
radas carrosas  del  fastuoso  cortesano. 

*'  Los  juicios  de  M.  Daunou  acerca  de  los  hombres 


208  BIOaBAFÍA 


que  ya  no   existen,   y   sobre  los  acontecimientos  de   los 
tiempos  pasados  que  nos  bau  sido  transmitidos  con  ropa- 
je fabuloso,  la  facultad  que  tiene  para  explicar  y  discernir 
los  bechos  inciertos  que  refieren    las  bistorias,  todo   esto 
demuestra  que  á  más  de   crítico  y  erudito,  es  un  filósofo. 
Kl,  más  que  nadie,  ba  sabido  explicar  lo  que  parecía  im- 
posible de  comprender  y  coordinar  con  tanto  acierto,  que 
sus   opiniones  serán  adoptadas   indudablemente   por   la 
posteridad,  porque  están  marcadas  con  el  sello  de  la  ver- 
dad.  Se  comprende  que  sus  juicios  son   el  fruto  de  estu- 
dios profundos  y  metódicos  y  que  sus  extensas  investiga- 
ciones ban  sido  inspiradas*  por  un  ánimo  generoso,  y  ar- 
diente deseo  de  sacar  en  limpio  toda  la  verdad.    Si  á  esto 
se  añade  que  31.  Daunou  posee  el  más  exquisito  arte  de 
discernir,  el  tacto  más  fino  3'  delicado  para  desentrañar  lo 
cierto  de  lo  probable,  á  lo  cual  se  une  un  estilo  elegante 
y  el  lenguaje  más  puro,  más  enérgico,  pero  sazonado  con 
tal  cual  rasgo  sardónico  que  á  veces  llega  hasta  la  seve- 
ridad, sin  perder,  por  esto,  la  dignidad  del  Juez,  se   com- 
prenderá, sin  que   por  eso  se  alcance  á  tener   una  débil 
idea  de  lo  que  son  sus  lecciones ;  lecciones  en  que  parece 
como  si  la  Historia  se   personificase  en  aquél  anciano^  y 
que  por  su  boca  emitiera  sus  juicios  inmutables. 

"  19  de  Diciembre, — Asistí  al  curso  de  M.  Villeraain. 
Trató  de  la  literatura  inglesa,  y  la  pintura  que  hizo  fué 
tan  viva  y  animada,  que  me  impresionó,  particularmente, 
el  carácter  de  Milton,  el  cual  me  sugirió  hondas  reflexio- 
nes. Todos  nacemos  con  más  ó  menos  aptitudes  para 
aprender,  pero  no  siempre  basta  el  deseo  ardiente  de  ele- 
varse con  el  espíritu  para  llegar  á  ser  un  grande  hombre, 
y  para  esto  la  instrucción  no  es  todo ;  el  genio  no  se  edu- 
ca, se  nace  con  él.  Yo,  por  ejemplo,  había  sentido  desde 
mi  infancia  una  sed  insaciable  de  saber,  un  deseo  ardien- 
tfsimo  de  indagarlo  todo ;  pero  esta  facultad,  en  lugar  de 
progresar  en  mí,  siento  como  sí  con  la  edad  mi  eoei^a  se 
fiíera  debilitando,  y  á  veces  llego  á  perder  la  fe  en  mf 
nÜBino»  • .  • 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  209 


CAPITULO  XII 

Juan  Bautista  Sa^'. — Augusto  Comte. — Sociedad  en  casa  de  Lafayette. — 
Interesante  conversación  con  el  Barón  tle  Hümboldt. — Funerales 
del  Duque  de  Larüchefoucauit. — Talley'rand, — Una  revista  de  la 
Guardia  Nacional. — Situación  de  Francia. — Klaproth. — Botta. — An- 
dreossi. — Redoutc. — Muerte   de  Pedro  Acebedo. — Dolor  de  Agosta. 

1827. 

DIARIO. 

"  20  de  Febrero. — A  las  nueve  de  la  noche  me  pre- 
senté con  Iluiz  y  Valdés  en  casa  de  Madarae  Chaviteau. 
Se  había  reunido  allí  una  numerosa  y  escogida  concu- 
rrencia. En  Francia  sólo  se  bailan  cuadrillas,  y  rara  vez 
valse  redondo.  Durante  el  sarao  sirvieron  á  cada  rato  he- 
lados, aguas  frescas,  merengues  y  bizcochuelos,  pero  no 
hubo  cena. 

"  20  (le  Marzo, — Con  David  d'Angers  (1),  que  nos 
había  dado  cita  á  Boche  y  á  mí  en  el  Palacio  Eeal,  nos 
presentamos  en  el  recibo  del  General  Lafayette.  Allí  es- 
tieché  con  placer  la  mano  de  este  hombre  respetable 
que  no  me  canso  de  considerar  como  uno  de  los  más  no- 
tables del  siglo.  Encontré  y  hablé  con  el  Barón  de  Hum- 
boldt,  con  Madrid,  con  las  hijas  de  Destutt  de  Tracy,  y 
con  otras  personas  conocidas.  Conocí  á  Juan  Bautista 
Say — el  célebre  ecoyomista  (2) — á  Fenimore  Cooper,  el 
novelista  americano  (3) ;  á  Augusto  Comte  (4),  con  quie- 
nes hablé,  además  vi  á  Benjamín    Constant  (5)  y  á  otros 

(1)  De  este  friuios)  escultor  se  liabla  en  el  Capítulo  XII  de  este  libro. 

(2)  Juan  Bautista  Siiy  nació  en  17ó7.  Tomó  parte  con  Mirabeau  en 
Ja  aurora  de  la  IJevolución  francesa  ;  sirvió  después  como  voluntarle)  en 
lüS  ejércitos  franceses.  De  1794  para  adelante  ae  dedicó  al  estudio  de  la 
lOconomía  Política,  y  fué  el  fundador  de  esta  ciencia  en  Francia.  Murió 
en  1832. 

(ó)  Kl  Walter  Scott  americano.  Había  nacido  en  New  Jersey,  en  17^!^^. 
Desde  muy  joven  empezó  ú  escribir  las  novelas  que  todos  conocen.  De 
líi26  á  1832  vivió  en  Kuropa,  y  ya  era  famoso  entonces.  Murió  en  1851 . 

(4)  El  creador  de  la  Filosofía  positiva,  el  maestro  de  Littré. 

(5)  Véase  el  Capítulo  X  de  este  libro. 

U 


'{jO  HIoailAFÍA 

|nM«(iiia|r.H  (M>nliMnp(u;iiuu)s,   cuyos   nombres  guardar.'i  la 

»•  \o  .siiuiipu*  uu'  v.íMiphizco  en  Htjuella  socieiluíl,  tan- 
to UM.M  i  uanlo  K\[\c  o>i.i  vez  ruí  {)aiticii]arnie?ite  bien 
.us»'.;ivl'>  ilv.Npíu's  ^lo  a;.  latuA  ausencia  de  aquel  salón  hos- 
piialano;  |vio  uu*  >s  t::Ki  liuniillado  al  v(M"  mi  insigniíi- 
vanv'.a  al  ^id-»  dv*  i.iiíM^  notahiliihules,  aunque  orgulloso 
.«  po^vu  vlv'  íiM  li  i:»ii!.lul,  con  alternar  de  igual  d  igual 
v\M»  Ií.>*l:'»us  qiie  haU  t!al>ajailo  tanto  para  crearse  un 
•u'i»i'»:v^  v;  '.v^  !'^»  pi'ireeiá  jamás. 

•  *i  h'«  H't^:j. — Ksta  tarde  nos  dirigimos  Roche  y  yo 
C  íe.>-  i'i  ^'»'A*  ^1^'  (Miartres,  en  el  Palacio  Keal,  en  el 
v',,.il  nI*  's»vMi.i:iKKs  í.nei»ntrar  al  Barón  de  Ilumboldt,  quien 
iu\x  lu^'''^  vH»n\idado  á  comer.  El  llegó  con  un  joven  na- 
\ui.v'.*'  ^  vv»mpaUÍola   suyo,  y  nos  sentamos  los  cuatro  á 

»'  IViumle  la  comida,  nuestro  •  antitrión  nos  habló  de 
\  u«íh\  \  nv»N  leliiió  cómo  su  vida  romanesca  y  sus  aven- 
no  4 4  v^\its^oi\luuuias  lo  habían  hecho  interesante  y  ha- 
bí V  l«  vm.uU»  la  atención  en  l*arís,  cuando  se  presentó  aUí 
pit(  pnuuMa  Nc/i. 

"  roUuu'cs.  decía  Humboldt,  se  mutúfestaba  adusto 
^  Li  Iv'Mua  rcih'ial  para  las  Itepú!)licas  americanas.  '•  Y(í 
mvvoqMc  coiicNpondí  con  el,  añadió,  y  lo  último  q-.ie  me 
voNio  .»u  ildciisa-  ante  el  C'ongreso — versaba,  en  su  nía- 
\Kx\  p.nlc,  rtobu*  asuntos  de  dinero,  y  confieso   que  no  me 

••  i;l  haii'm  se  rió  después,  y  dijo  que  todns  lu>;  escri- 
\y\\  de  Nailuo  estaban  llenos  de  griegos  y  romanos. 

♦'  \n\  <  oHNci.^ar'ión  roiió  después  acerca  de  los  últimos 
.uMihi»  *  uuM  idos  políticos  en  Ameiica,  y  sobre  todo  en 
l^ilombia  hi.pupie  hu'oiera  deseado  que  la  prenj^a  fran- 
^H^,,a  .llar. lia  la  Constitución  de  Bolivia,  la  cual  le  paré- 
ela tMUV  n^lio;;iada.  Dijo  que  él  no  temía  la  raonarquúi 
Olí  liaoMliart  liiq»úblicas  americanas,  pero  sí  pensaba  que 
lunliií*  iéoi  riiiH^Hlo  para  las  instituciones   liberales  el  des- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  '     211 


potisnio  militar  <Ui  un  solo  hombre.  Creía  que  la  idea  de 
la  Kepíiblica  estaba  muy  arraigada  en  toda  la  América 
española,  y  la  prueba  era  que  ya  en  México  nadie  se 
a(*ordabade  Itúrbide  (1). 

'*  Parecíale  á  Ilumboldt  que  el  convenio  hecho  por 
Tiolívar  con  Paez  era  humillante  y  desairaba  al  Gobierno 
colombiano.  Juzgaba  que  la  conducta  de  Bolívar  en  los 
últimos  años  era  ile<jjal,  inconstitucional,  y  que  tenía  algo 
de  la  de  Napoleón  en  los  días  de  Fructidor  y  Brunuirio. 
Me  ofreció  señalar  una  carta  que  le  había  escrito  Gala- 
tín  de  Inglaterra,  en  muy  buen  sentido.  Parece  que 
piensa  como  M.  de  Ilumboldt,  que  por  lo  misnio  que  la 
América,  y  no  sólo  la  América  sino  la  humanidad  entera, 
tiene  que  reconoceise  deudora  al  Libertador  de  un  gran 
beneficio,  el  desvío  de  las  sendas  de  la  libertad  en  él,  es 
rancho  más  doloroso  que  cualquier  otro.  Sin  embargo, 
añadía,  que  era  nuiy  difícil  que  un  hombre  que  por  más 
de  once  años  gobernó  >iin  contradicción  y  rodeado  de 
aduladores,  pudiese  dejar  de  ensoberbecerse  y  pervertir- 
se. "La  naturaleza  humana,  dijo,  es  muy  frágil,  y  aunque 
Bolívar  vive  protestando  que  él  solo  sabe  hacer  la  gue- 
rra, pretende  sin  embargo,  fabricar  constituciones.  ¿Esto 
qué  piueba  ?  "  ]Me  aseguró  (jue  él  había  escrito  al  Liberta- 
flur  hablándole  francamente  de  t(»do  aquello. 

'*  El  Barón  dice  que  se  ha  apoderado  de  todos  en 
América  la  mezquina  convicción  de  que  no  se  puede  cen- 
surar la  conducta  de  los  Jefes  sin  que  aquello  parezca 
que  se  aboija  por  la  causa  de  España.  Esto  le  parece  ri- 
ilículo,  poiíjuif  titMie  la  convicción  de  que  la  dominación 
d<*  E^ií:in:i  rn  América,  pertenece  al  pasado  y  no  puede 
volver.  r>Ir  ílijo  (jiie  sabía  con  certeza  que  el  Gabinete  de 
HcM  líii  estaba  dis|>uest()  á  hacer  tratados  diplomáticos  con 
Colombia  (2). 

(1)  Hacía  apeiuia  tren  años  que  el  postizo  Kmpífrador  Itúrbide  había 
«ido  derr»>ca«Kí  y  fusilado. 

(2)  Sin  embargo,  se  pasaron  2b  años  antes  de  que  Frusia  acreditase 
el  primer  Encargado  de  Negocios  en  Nueva  Qranada.  Este  faé  el  señor 
Fraocifioo  Hago  Heue  que  neg<$  á  Bogotá  en  1852. 


212  BIOÜBAFÍA 


"  IIal)!aíiilo  tle  una  Socii^dad  cié iitííiea  fundada  re«.\eii- 
tenií'íítfí  itu  México  y  que  han  llamado  Insdtulo^  u::o 
que  Sí*  dííheiía  huir  siempre  del  espíritu  de  ¡mita:ióij 
para  evitar  el  ridículo  de  llevar  un  nombre  sonoro  c:iar:- 
do  se  es  humilde  y  pobre;  que  nada  sentaba  menos  a  u:\ 
hombre  endeble  y  flaco,  como  el  llamarse  Héct'.«r  ú 
Aquiles. ... 

'*  En  (iü,  aquella  conversación  familiar,  profunda,  in- 
teresantísima, fué  para  mí  de  grandes  enseñanzas. 

"2tí  de  Marzo, — Dos  caballeros  del  Loira  Infeiíoi 
(antes  Provincia  de  Berry)  vinieron  hoy  á  buscarme  de 
parte  del  Obispo  de  Blois  para  pedirme  informes  acerca  dt- 
los  medios  de  entablar  comunicaciones  comerciales  ri)ii 
Colombia,  con  respecto  de  piedras  de  chispa  que  prodiK»* 
8U  departamento  (1). 

"30  de  Marzo. — Por  la  mañana  á  las  nueve  estuve 
en  la  iglesia  de  la  Magdalena  con  el  objeto  de  ¿isistir  al 
entierro  del  Duque  de  Larocliefoucaulfc  de  Liancourr. 
Las  armas  del  difunto  colocadas  sobre  una  cortina  neirru 
en  la  fachada  de  la  iglesia,  tenían  este  lema : 

"  C^estmon  plaisir.^'' 

''  El  túmulo  se  levantaba  en  medio  de  paños  lúgubics 
íjue  hacían  contraste  con  lo  que  le  rodeaba,  pues  eran 
tañías  las  c(M as,  que  pn)ducían  un  foco  brillantísimo  dt^ 
Uv/é,  101  templo  todo  estaba  tendido  de  lienzos  negros  \ 
plateados,  con  una  mngiiincencia  y  un  lujo  dignos  dtl 
hombre  virtuoso  que  homaban  (2). 

(l)('<»iii«i  íMitiMU'fH  no  luil)í.in  inwiitiido  los  íüstoros,  his />iV-/r.is  J    ,;     ,. 
f,<t  (i  |M'(lfi  iiiil  tiMií.iU  jjrHH  consumo  on  el  iiuniflo. 

(  í)  I<  iroí'ln'ioiu'uult  había  iiaciilo  en  1747.  Desde  su  primera  jun  ^-;, 
linl  li.ilnu  ul).m<loM»i<lo  e.l  brillo  ile  las  curtes  para  dedicarse  á  ni^'j-rar 
bi  HinMtr  «b»  biH  «líricultoreH  Je  su  Provincia.  Después  de  la  KevoIufiuJ» 
volvwi  a  l'runcbi,  y  trabajó  para  propa/^Mr  la  vacuna.  El  resto  tle  s.u 
viibi  hH'  ctMiHaf^ratla  ú  obras  de  beneíicencia  yá  fundar  liospitalts, 
iiMtloK  y  í'MJaM  de  ahorros,  pura  prote^zer  al  pueblo.  Había  escrito  varias 
nbruN  uhliNJniíiHj  era  miembro  de  la  Academia,  pero  nunca  quiso  tornar 
piuMí'  nn  el  (iobiomo,  cuyoR  actos,  con  frecuencia  desaprobaba. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  213 

''  Vi  gran  número  de  personajes  de  la  alta  aristocra- 
cia, lo»  cuales  fueron  tomando  el  lugar  que  les  señalaban. 
De  repente,  algunas  personas  que  estaban  á  mi  lado, 
pronunciaron  el  nombre  de  Talleyrand,  y  señalaron  á  un 
caballero  anciano  (ha  cumplido  74  años)  pequeño  de 
cuerpo,  grueso,  vestido  con  una  levita  azul  vieja  y  con 
una  enorme  peluca  blanca;  iba  cojeando  y  apoyado  sobre 
el  brazo  de  un  lacayo.  Este  era,  pues,  el  hombre  tan  fa- 
moso por  su  versatilidad  política,  su  escasa  nioralidad,  y 
su  gran  talento,  que  venía  á  rendir  homenaje  á  otro  hom- 
bre, menos  conocido  en  el  mundo,  pero  que  en  Francia 
se  hizo  popular  en  todas  las  clases  de  la  sociedad  por  sus 
uobles  vsentimientos,  sus  beneficios  á  la  humanidad,  de 
manera  que  jamás  hizo  derramar  otras  lágrimas  que  no 
fueran  de  gratitud.  Me  pareció  como  si  la  muerte  recla- 
mase ya  á  Talleyrand,  y  no  le  pronostico  un  año  de  vida, 
según  su  apariencia  deteriorada  (1). 

"  Me  retiré  antes  de  que  concluyesen  los  funerales. 

*'29  de  Abril, — A  las  once  de  la  mañana  nos  dirigi- 
mos al  Campo  de  Marte  (ó  de  jVfarzo),  á  presenciar  la 
revista  de  las  trece  legiones  de  la  Guardia  nacional  de 
París,  mandada  por  el  General  Oudinot.  La  llanura  pre- 
sentaba un  aspecto  realmente  magnífico.  En  contorno 
se  veían  tendidos  en  dos  filas  los  soldados  con  sus  bellos 
uniformes;  y  como  el  intervalo  interior  estaba  vacío,  se 
distinguía  el  brillo  de  sus  armas,  á  pesav  de  que  queda- 
mos muy  lejos.  Entre  las  dos  filas  pasaban  y  repasaban 
los  Edecanes  v  Oficiales  de  ordenanza.  Una  salva  anun- 
ció  á  la  una  en  punto   que   el  Rey    salía  de  las  Tullerías 

M)  Esos  pronósticos  resultaron  fi\lli»los.  Kste  hombre  político,  que 
híifu'íi  apoyado  to'los  los  Gobiernos  que  se  sucedieron  «n  Fríinciii  desde 
l;i  época  de  los  primeros  albores  de  la  Uovoluciún  francesíi  hasta  la  se- 
L-'unda  Uestauraciún,  aún  vivió  para  inclinarse  delante  de  Luis  Felipe 
V  s**rvirle  como  V^mbajador  en  Londres.  No  murió  sino  en  1838,  á  log 
*<4  años  de  edad,  después  de  haber  abjurado  solemnemente  todos  sus 
errores  y  hecho  su  sumisión  Á  la  Santa  Sede,  merced  á  los  esfuerzos  de 
Monseñor  Dapanloup,  con  quien  le  ligaba  íntima  amistad  hacia  algunos 
años. 


-"^  EIOGKAFIA 


Kl  Kabio  Joiuaid  Jo  j/icv-nt/.  al  Liíioiiadúr  itaKaLo  C.  J. 
Guillemo  li-jlla  (1)  y  al  C'^nJe  «le  Al.Ii^.xsm  (Ji.  En  t- 1 
salóij  dtl  eoij'>L-:.Ju  piíituí  ríe  io-í:í>  el  ¡.t'za  J...-'  Ee-k-n- 
té  Ci),  trat.S  á  ia  viu  la  é  L  jxs  d-.-!  p-^cta  x  lirrrar..  frac- 
c<;s  J.  A.  K>ífj.-r-ai.l,  con  qnieiLís  e^til.;.'»  if  •a.-;..,;es  lie 
ariii.stad,  y  ¡as  visitaba  (4). 

K.^ttivo  un  día  «-ii  M.infij'»t..':i<.y,  y  visii.',  i-:  Tl.nnita- 
ge  de  J.  J.  liouss-au.  a;;í  le  s-ínuiáion  el  io<a!  blaueo 
que  iiabía  piantado  el  lüós.^f,,,  y  tina  pied-a  en  que  se 
sentaba  en  el  jardín,  así  corno  ni>i..-íi..s  lecr.erdos  del  mú- 
sico Gretry,  que  liabitó  después  la  misma  quinta. 

Pero  todo  no  era  contento  y  satisfacciones  intelectua- 
les en  su  vida:  Acosta  solía  recibir  noticias  de  la  patria, 
que  le  hacían  derramar  amarguísimas  lágrimas,  cuyas 
señales  guardan,  aún,  las  páginas  de  su  diario. 

"  2  de  J^h/ío.— Recibí  hoy,  dice,  la  triste  noticia  de  la 

muerte  de  rui  querido  Pedro  Acebedo La  pérdida  de 

este  buen  amigo  y  compañero  de  mi  vida  con  quien  be  pa- 
sado momentos  tan  agradables,  á  quien  amé  con  todo  mi 
corazón,  me  afiige  hiista  el  íondo  del  alma. ...  Ninguna 
despedida  me  enterneció  tanto  como  el  /  Adiós  !  que  me 
dijo  Acebedo  en  la  noche   del  10  de   Octubre  de  1825,  la 

(1)  Pittmontea.  Nació  en  I7iití,  fué  médico,  iwlítico  y  profesor  de  H¡« 
t..r,».  l-:»<-ribi<5  una  de  lo.  B,tadü8    Unido»,  otra  de  Italia   etc.  Muriá  en 

('¿)  Antonio  Francisc ,  Andreossi,  era  uno  de  Jos  Generales  de  Nape 
león,  que  «iempre  a.  le  conHervú  íiel.  Fué  Embajador  en  Londres,  Viena 
y  Oon«tantinopU.  Kra  miembro  déla  Academia  de  Ciencias,  v  publicó 
varjji8  obras.   M  urió  en  18'J8. 

(3)  Kra  este  pintor  natural  de  Lieja,  en  donde  había  nacido  en  1859 
y  era  hijo  y  hermano  de  artistas  aíamados.  En  un  principio  pintaba 
cuadros  de  «antos,  pero  deí^puós  se  dedicó  nada  más  que  ú  pintar  flores 
Uesde  1784  vivió  en  París,  y  pintó  para  Luis  XVI  varios  cuadros  famo-' 
Hos.  hn  180.-,  le  pidió  Ja  Emperatriz  Josefina  que  pintara  su  colección  de 
plantas  de  Ja  Malmaison.  Fué  profesor  de  iconografía  en  el  Jardín  de 
plantas,  y  publicó  preciosas  colecciones  botánicas.  Murió  en  1840 

(4)  Poeta  clásico  de  la   escuela   de  Delille.    Tuvo  José  Alfonso  Esme  ' 
nard  su  Jiora  de  popularidad  entre  los  legitimistas.  Escribid  varios  poe 
mas  y  piezas  dramáticas  que   hoy  ya   no  se  leen.  Estuvo  de  Cónsul  en 
laH  Antillas,  y  murió  desterrado  en  Fondi,  de  una  caída,  en  1811. 


¿EL  GENERAL  JOAQUÍN  ACOSjSáL  217 


víspera  de  salir  yo  de  Bogotá.  ¿  Sería  que  un  presenti- 
miento fatal  me  anunciaba  que  esta  sería  la  última  vez 
que  me  sería  permitido  verle  f....  El  dolor  me  ago- 
bia.  ¡  Adiós  Perucho,  adiós !  Pero  te  lo  juro,  sí,  te  lo  juro, 
la  muerte  será  impotente  para  hacer  que  tus  amigos  te 
olviden  jamás  (1)." 

Así  sucedió.  Agosta  guardó  siempre  la  tierna  me- 
moria de  su  amigo,  y  la  amistad  que  le  legó  después 
(hasta  que  la  muerte  le  separó)  al  General  José  Acebedo, 
hermano  menor  de  Pedro,  fué  el  eco  de  la  que  perdió  en 
la  tumba  del  hijo  mayor  del  Tribuno  Acebedo.  ' 

CAPITULO  XIII 

Días  de  veraneo. — Viaje  en  diligencia. — Una  sirvienta   suicida. — La  re- 
presentacidn  de  Hamlet. 

1287. 

Los  calores  del  estío  se  hicieron  tan  insoportables  en 
París  hacia  el  mes  de  Agosto  de  aquel  año,  que  Agosta 
resolvió  salir  de  la  capital,  y  pasar  alo^unas  semanas  en 
una  aldea  á  poca  distancia  de  París,  llamada  Lancy.  Allí 

(1)  Era  Pedro  Acebedo  an  joven  de  gran  porvenir  para  la  patria 
y  uno  de  ios  Bedactores  de  La  Miscelánea,  de  Bogotá  (1825),  junto  con 
D.  Alejandro  Vélez,  D.  José  Ángel  Lastra,  D.  Juan  de  Dios  Aranzazu  y 
el  doctor  Bufino  Cuervo.  En  la  FiJa  de  este  último,  escrita  por  sus  hijos, 
encontramos  las  siguientes  lineas  que  se  refieren  á  Pedro  Acebedo  : 

«*  Todos  (ios  Bedactores  de  Li.  Miscelíneaj  se  contaron  entre  los  cam- 
peones denodados  del  orden  y  del  derecho.  Acebedo  mismo,  muerto  an- 
tes  de  cumplir  veintiocho  años  (31  de  Marzo  de  1827),  fué  nombrado,  sin 
que  á  nadie  oausara  extrañeza,  miembro  de  la  Acadeniia  Nacional,  entre 
los  hombres  más  eminentes  de  Colombia.  Lo  sorprendente  es  que  ha- 
biendo entrado  casi  niño  en  la  carrera  de  las  armas,  pasado  los  días  de 
la  dominación  de  Morillo  oculto  con  su  padre  en  las  montañas  de  los 
Andaquíes,  y  consagrado  luego  tanto  tiempo  al  servicio  público,  prime- 
ro en  el  Estado  Mayor  de  Cundinamarca  y  después  en  la  Secretaría  de 
Guerra,  lo  sorprendente,  decimos,  es  que  hubiera  liallado  tiempo  de  ad- 
quirir tan  buenos  conocimientos  científicos  y  literarios.  A  él  se  debe 
la  primera  geografía  de  Col  ora  bia.  "—Tomo  l.o,  página  55. 


218  BIOGRAFÍA 

alquiló  un  alojamiento  en  una  alquería   fuera   de   la    po- 
blación, y  en  sitio  pintoresco. 

A  COSTA  pasaba  parte  del  día  entregado  al  estudio  y 
á  la  lectura,  y  sólo  á  niafiana  y  tarde  salía  á  pasear  por 
el  campo,  á  orillas  del  vecino  río,  y  «e  entretenía  con- 
versando con  los  aldeanos,  estudiando  las  costumbres 
de  los  jornaleros,  y  observándola  ayjrieultura,  las  dife- 
rentes siembras  y  la  manera  «le  cultivar  la  tierra,  y  los 
procedimientos  que  emi)leaban  para  abonarla,  todo  lo 
cual  apuntaba  cuidadosanuMite  para  que  no  se  le  ol- 
vidase. 

DIARIO. 

''  Julio. — La  aldea  se  com{)()ne  :4)enas  de  una  docena 
de  casas  de  paja  rodeadas  de  ¡nholes  frutales.  La  pobla- 
ción no  cuenta  mas  de  cincuenta  personas,  todos  son  po- 
bres jornaleros  que  viven  de  su  tralKijo,  el  cual  encuen- 
tran en  las  baciendas  délos  alicdedores  ;  tanto  bombres 
como  mujeres  todos  trabajan  en  el  campo,  y  no  vuelven 
á  sus  casas  sino  por  la  noclie. 

"  Como  á  legua  y  media  de  mi  posada  se  encuentra 
el  canal  de  la  Brienne.  Estuve  á  verlo.  Las  riberas  de 
este  útilísimo  canal,  que  pone  en  comunicación  el  río 
Sena  con  el  Loira,  están  circundadas  de  árboles.  Sully 
empezó  á  abrirlo  en  el  siglo  XVI ;  pero  en  la  obra  for- 
mal de  canalización  se  ban  gastado  cien  anos  y  seis  mi- 
llones. Su  cauce  recorre  la  base  de  las  colinas  del  Gatin- 
cau,  famoso  terreno  para  crías  de  ganados.  Sobre  la  cum- 
bre de  uno  de  aquellos  cerritos  se  ve  un  antiguo  castillo 
feudal,  que  boy  es  fábrica  de  papel. 

"5  de  Julio, — Hoy  domingo  tomó  un  cábrioletj  y  con 
la  casera,  me  dirigí  á  Montargis  á  oír  misa,  pues  aquí  no 
bay  culto,  pero  no  alcanzamos.  Sin  embargo,  entré  á  la 
iglesia :  es  de  estilo  gólico,  y  recorrí  la  ciudad,  que  me 
pareció  interesante,  pero  boy  tiene  una  población  que 
escasamante  llega  á  seis  mil  babitantes.  Se  ven   las  rui- 


DKI.  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  219 

ñas  de  uii  antiguo  castillo;  atraviesii  la  ciudíid  un  riachue- 
lo, el  Loing,  que  se  pasa  por  estrechos    puentes. 

*'  Al  regresar  de  Montargis  pasmunos  por  delante  de 
las  quintas  y  jardines  del  Conde  Potier  y  del  Conde  Cor- 
nee, ambas  suntuosas  y  encantadoras  con  sus  frescos 
íjombríos  y  alamedas  de   hermosos  y  corpulentos  árboles. 

"  Los  aldeanos  de  Lancy  se  mantieneíi  con  sólo  pan 
de  cebada,  muy  negro  y  sin  aliño,  y  frutas  frescas  en  ve- 
rano y  conservadas  y  secas  en  invierno,  y  sin  embargo, 
son  robustos,  fuertes  y  animosos  para  el  trabajo,  mucho 
más  que  nuestros  jornaleros  que  se  alimentan  abundan- 
temente con  maíz  y  carne !  " 

Después  de  hacer  prolija  descripción  de  varias  fábri- 
cas que  visitó  en  los  contornos,  de  la  maiierii  (hi  traba- 
jarlas y  de  los  joruiíh's  (jue  ganaban  los  operarios,  añade  : 

'' Vimos  algunas  jóvenes  trabajadoras,  cuyo  aire  de 
modestia  y  hasta  de,  humildad  me  llamó  la  atención. 
Todas  estaban  uniformemente  vestidas,  y  nos  dijeron  que 
eran  huérfanas  de  las  vecinas  aldeas  que  recogían  los 
empiesarios  de  las  fábricas,  les  enseñaban  nociones  de 
Religión,  de  moral,  á  leer,  escribir,  coser  y  las  hacían  tra- 
bajar hasta  los  veintidós  años,  á  esa  edad  recibían  una 
dote  de  ciento  cincuenta  francos  en  dinero,  además  de  un 
regalo  en  especies,  y  las  casaban  con  algiíu  liourado  ve- 
cino. Así,  pues,  en  estos  países  civilizados  é  industriosos 
los  propietarios  unen  el  ínteres  propio  á  la  caridad  para 
proteger  á  los  huérfanos ;  en  estas  sociedades  previsoras 
los  hombres  trabajan  con  empeño  para  que  ninguna  cria- 
tura sea  abandonada,  pero  al  mismo  tiempo  le  sacan  toda 
la  utilidad  posible  á  su  trabajo." 

Pocos  días  después  de  haberse  establecido  en  Lancy 
Agosta  vio  llegar  á  su  lado  á  su  inseparable  compañero 
Vicente  Roche,  y  juntos  pasaron  el  resto  de  las  vaca- 
oiones. 


220  BIOGRAFÍA 


"S^S,^.  ^V^^^^^^  >%«^^^  ^  r^  ^  ^  i^^^>^N«>  ^  ^^ 


Antes  de  regresar  á  París  quisieron  ir  á  visitar  la 
ciudad  de  Orleans,  de  la  cual  hace  una  corta  descripción. 

DIARIO. 

*'  4  de  SejUiemJjre. — Salimos  hoy  de  Orleans  con  di- 
rección á  París.  Yo  había  escogido  asiento  en  el  imperial 
de  la  diligencia,  es  decir,  sobre  el  techo  del  carruaje,  que 
está  á  cuatro  varas  del  suelo,  y  es  lo  mismo  que  viajar 
sobre  una  torre.  De  esta  manera  los  balcones  y  ventanas 
del  primer  piso  de  las  casas   quedaban   á   nuestro   nivel. 

"  Luego  que  hubimos  salido  de  Orleans  descubrimos 
todo  el  campo  á  una  gran  distancia.  Como  veíamos  los 
jardines  y  los  parques  por  encima  de  las  paredes,  gozá- 
bamos mucho  al  sorprender  escenas  íntimas  en  el  interior 
de  los  hogares  de  las  casas  y  cercados  de  los  que  vivían 
en  las  orillas  del  camino. 

''  La  diligencia  iba  tirada  por  cinco  caballos,  los  cua- 
les caminaban  á  razón  de  tres  leguas  por  hora  (1)  y  si  no 
hubiera  sido  por  el  viento  IJío  y  desagradable  que  soplaba 
del  Norte  con  violencia,  hubiéramos  gozado  mucho  con 
uo  espectáculo  tan  original.  Atravesamos  muchas  aldeas 
situadas  en  un  terreno  llano,  y  por  medio  de  anchos  cam- 
pos en  donde  los  aldeanos  cegaban  el  trigo,  á  más  de  rato 
en  rato,  encontrábamos  torres  telegráficas  que  se  hacían 
señas  unas  á  otras  (2). 

"  A  las  doce  del  día  llegamos  á  Etampes,  ciudad  bas- 
tante considerable.  Allí  almorzamos  en  la  mesa  redonda 
de  un  hotel  y  nos  divirtió  mucho  la  conversación  y  tono 
jactancioso  de  uno  de  los  comensales  de  la  mesa,  Capitán 
general  de  la  isla  de  lié  (3),  el  cual  se  consideraba  el 
hombre  más  feliz  de  la  tierra,  porque  no  tenía  en  su  ínsu- 
la  harataria  empleado  que  le  fuese  superior. 

(1)  Ahora  en  ferrocarril  se  viaja  á  razíín  de  doce  leguas  por  hora. 

(2)  Como  en  esa  época  no  se  había  descubierto  todavía  el  telégrafo 
eléctrico  las  comunicacíoneM  se  hacían  por  medio  de  señales  convencio- 
nales. 

(3)  Pequeña  isla  francesa  frente  á  la  ciudad  de  la  Bóchela. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACOSTA  221 


44  TT, 


Una  vez  que  pasamos  por  Etainpes,  el  aspecto  del 
país  cambia,  y  á  poco  se  empieza  á  notar  la  animación 
precursora  de  una  gran  ciudad,  pues  París  estaba  yá  á 
pocas  leguas  de  distancia.  En  todas  direcciones  veíanse 
palacios  y  espléndidas  casas  de  campo.  Una  de  aquéllas 
pertenece  al  actual  Duque  de  Abrantes,  hijo  del  General 
Junot,  y  otra  al  Duque  de  Bassano,  Hugo  B.  Maret. 
Estos  hombres  que  brillaron  en  el  gran  teatro  de  la  Re- 
volución francesa  y  durante  las  glorias  militares  del  Im- 
perio, viven  hoy,  después  de  tanta  agitación,  retirados, 
pero  saboreando  Uís  placeres  de  una  vida  privada  rodea- 
da de  todas  las  comodidades  que  proporciona  la  civiliza- 
ción. Y  por  cierto  sería  difícil  escoger  retiros  más  bellos 
y  más  tranquilos  después  de  principios  más  activos  y 
ruidosos ! 

*'  Contemplando  aquellas  mansiones  pintorescas  atra- 
vesamos el  fresco  valle  de  Arpajón,  y  después  de  pasar 
por  los  pueblos  de  Longpurmiaux,  Bourg,  La  Eeina  y 
Sceaux,  este  último  lugar  afamado  por  los  bailes  de  los 
domingos  que  frecuentan  los  estudiantes  de  París,  lle- 
gamos por  último  á  Mont-Rouge,  en  donde  se  encuentra 
el  Colegio  de  los  Jesuítas,  el  primero  que  esta  Orden  ha 
establecido  después  del   renacimiento   de  la    Compañía." 


A  las  seis  de  la  tarde  los  viajeros  llegaron  á  la  casa 
en  que  tenían  su  alojamiento.  Notaron  al  entrar  á  éste 
que  la  criada  que  los  cuidaba  y  servía  parecía  triste  y 
abatida,  pero  no  hicieron  alto  en  ello.  Era  una  mujer  de 
edad  que  sufría  mucho  eon  un  hijo  calavera  que  tenía,  y 
la  daba  muchos  desvelos  y  disgustos,  y  con  frecuncia  la 
veían  preocupada  ¡  cuál  no  sería,  sin  embargo,  la  sorpresa 
de  los  dos 'jóvenes  cuando  al  día  siguiente  se  les  pre- 
sentó la  portera  dt*  la  casa  y  les  anunció  que  la  mísera 
criada  se  había  suicidado  durante  la  noche,  sin    que  pu- 


222  BioaBAPÍA. 


dieran  encontrar  ningún  papel  que  dijera  el  motivo  de 
aquel  acto  de  desesperación,  entonces  mucho  menos  fre- 
cuente que  hoy  día !  Actuahnente  los  suicidios  son  diarios 
en  París,  y  honihres,  mujeres  y  niños  se  quitan  la  vida 
por  las  causas  más  baladíes. 

DIAKIO. 

"  24  de  Septiembre. — Estuvimos  íi  ver  la  representa- 
ción de  Hamlet^  que  daban  los  actores  ingleses  recién  lle- 
gados á  París.  Después  de  Tahua  no  he  visto  jamás  ac- 
tor ninguno  que  iguale  á  Carlos  Kemble,  hermano  del 
finado  Juan  Felipe  (1),  que  hacía  el  famoso  papel  de 
Hamlet.  Miss  Smithson  es  digna  de  los  elogios  que  hacen 
de  ella  los  diarios ;  me  pareció  que  era  imposible  que  se 
trabajase  mejor.  ¡  Con  cuánto  recogimiento,  casi  religioso 
vi  representar  por  primera  vez  una  pieza  de  Shakespea- 
re !  En  la  mayor  parte  de  los  asientos  del  teatro  se  veían 
jóvenes  franceses,  quienes,  con  los  libros  abiertos,  seguían 
en  la  traducción  francesa  las  palabras  de  los  actores  oorao 
si  fuera  una  lección,  y  todos  ellos  sabían  apreciar  el  genio 
inglés  á  pesar  de  sus  ii  regularidades,  y  quizás  á  causas  de 
estas  irregularidades  mismas,  que  son  tan  naturales  y  tan 
diferentes  del  tono  clásico  y  solenuie  de  las  tragedias 
francesas. 

''  ¡  Qué  insípidas  me  parecieron  las  notas  con  que  Mo- 
ratín  glosa  esta  sublime  tragedia  del  hombre  que  mejor 
ha  conocido  el  corazón    humano  !  " 


(I)  Era  t'sttí  uno  de  los  más  afamados  trágicos  del  mundo.  Encarnó 
como  iiiiiguno  l»)s  lit'roes  de  Shakespeare,  y  i\ié  muy  popular  en  Inglate- 
rra. Escribió  varios  estudios  sobre  Sliakespeare,  y  compuso  piezas  dra- 
máticas. Murió  en  1823,  á  los  63  años  de  edad,  después  de  haberse  retí, 
rado  de  la  carrera  de  las  tablas.  Además  de  Carlos  varios  miembros  de 
esta  familia  se  dedicaron  al  teatro,  tanto  hombres  como  mujeres,  y 
todos  han  sido  apreciad ísimos. 


•  DKL  OENGBAL  JOAQUÍN  AGOSTA  223 

CAPÍTULO  XIV 

La  HistorÍH  de  Colombia  por  D.  José  Manuel  Restrepo  y  el  señor  Fer- 
uández  Madrid. — Fiestas  en  Saint  Cloud. — El  combate  de  Navari- 
no. — Eecepción  de  Royer  Collard  en  la  Academia  Francesa. — J.  Luis 
Laya. — Agosta  miembro  de  una  Comisión  científica. — Noticias  de 
Colombia. — Santíinder  y  la  conspiracidn  de  Septiembre. — Salazar. — 
Roulin.— D.  Vicente  Rocafuerte.— París  de  1827  á  1830. 

Estando  Agosta  en  París  en  1827  apareció  la  prime- 
ra edición  de  la  Historia  de  la  Revolución  de  ColomMa^ 
por  D.  José  Manuel  Kestrepo,  obra  que  causó  grande 
innpresión  ent)t3  los  colombianos  residentes  en  Europa, 
pues  era  esta  la  primera,  seria  y  de  peso  que  se  daba  á 
la  estampa  después  de  la  época  de  la  guerra  de  la  Inde- 
pendencia. 

Hé  aquí  algunos  apartes  sobre  este  asunto,  que 
AcoSTA  escribió  al  doctor  Madrid,  que  entonces  estaba 
encargado  de  la  Legación  colombiana  en  Londres : 

•*  París,  Octubre  23  de  1827. 

**Al  señor  D,  Jote  Fernández  do  ¿a  Hadrii^  Ministro  colombiano  en  Londres. — 

Utxrley  Streit,  yiúmero  71, 

*'  Apreciadísimo  señor  y  amigo  : 

'*  La  obra  de  Kestrepo  apareció  hace  ocho  días,  y 
aunque  el  nombre  de  usted  tígura  entre  los  de  aquéllos 
que  han  hecho  servicios  más  importantes  á  nuestra  causa, 
como  al  describir  los  últimos  días  de  la  existencia  política 
de  las  Provincias  unidas  de  la  Nueva  Granada,  deja  caer 
algunas  expresiones  ligeras  y  aventuradas,  yo  me  apresu- 
ré á  enviar  á  M.  Carrel  un  artículo  que  debería  insertar 
en  el   Constitucional  ó  en  el  Correo  (1).   M.  Carrel  se  ha 

(1)  Xicolús  Armando  Carrel  era  uno  de  ios  más  entusiastas  campeo- 
nes del  partido  liberal  en  Francia.  Escribió  varias  obras ;  trabajó  acti- 
vamente como  colaborador  de  varios  periódicos,  en  la  caída  de  los  Bor. 
bones ;  fundo  la  Revista  Americana  y  El  Nacional.  Murió  de  36  años  de 
edad,  eu  1836,  en  un  duelo  con  fimUio  de  Girardin,  quien  lamentó  toda 
fu  vida  la  desgracia  que  causó. 


224  BIOGRAFÍA 


descuidado,  pero  yáse  lo  he  pedido  por  dos  caitas,  para  lle- 
varlo yo  inisrao  á  la  imprenta,  y  aparecerá  antes  de  dos 
días  (1).  No  pienso  limitarme  á  esto,  porqu«  estando 
para  formarse  lína  nueva  lievista  Americana,  y  teniendo 
relaciones  con  algunos  de  los  empresarios,  me  ocupo  en 
traducir  los  documentos  de  su  justificación  que  sean  más 
importantes  para  insertarlos,  pues  los  periódicos  cotidia- 
nos no  acogerían  un  artículo  tan  largo. 

"  Voy  alior.i  á  decirle  algo  sobre  esta  historia  tan  es- 
perada. IVIe  ha  parecido  que  las  fuerzas  de  Restrepo  no 
son  proporcionadas  á  la  empresa  de  escribir  una  historia. 
El  estilo  es  frío  y  descarnado.  Creo  que  el  historiador  no 
debe  alterar  los  hechos,  y  en  esto  consiste  la  imparciali- 
dad, pero  no  creo  que  deba  despojarse  de  los  sentimien- 
tos patrióticos,  y  quiero  que  una  noble  indignación  lo  do- 
mine al  trazar  los  males  de  su  país ;  quiero  que  haga 
pasar  sus  emociones  al  alma  de  sus  lectores ;  pero  desdi- 
chadamente el  estilo  de  nuestro  historiógrafo  de  todo  tie- 
ne menos  de  dramático.  Sin  embargo,  esto}'  lejos  de 
negar  la  utilidad  de  la  obra,  pero  insisto  en  que  no  le 
conviene  otro  título  sino  el  de  Relación  documentada  de 
los  prinvÍ2)ales  acontecimientos  de  la  JRei'olución  de  Sueva 
Granada  y  Venezuela. 

*' Si*  encuentran  allí  también  algunas  inexactitudes 
y  omisiones,  y  si  usted  quiere  eouveneerse  del  partido  que 
otro  eualquiera  hubiera  saea'b»  de  esta  materia,  lea  la 
relación  del  movimiento  «le  Quilo  en  ISnu  en  el  Arte  di 
verificar  /ds  fechas  (2)  el  enal  sin  ser  otia  eosa  sino  un 
resumen  eroiioli'»íxieo,  da  una  idea  más  exaeta  .de  lo  suee- 


.*  -?-■ 


r  V.\i<e  »     .*rri  -11.  >  te  A.  -^i  i  fi  .  •  I».  >j:.m:i4  «le  I>.  .1   sj    'Vi-  í; 

^Isft*  \ouinrn   icé  c   rrr  ;.<:  .  p  r   M.  War.l.n,  re\Í5.i  i    Tvr  *r:  M>.- 
^^>^  Á  At  v»<;iV 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  22$ 

dido  que  el  mismo  fragmento  en  Restrepo.  En  cuanto  al 
Atlas,  nús  temores  se  han  realizado;  alli  han  combinado 
á  su  modo  las  viejas  con  las  nuevas  cartas,  de  donde  ha 
resultado  un  todo  monstruoso.  Qué  dirán,  por  ejemplo, 
los  habitantes  de  Mérida  al  encontrarse  á  ocho  leguas  del 
lago  de  Maracaibo?  No  les  queda  otro  partido  sino  creer 
que  la  laguna  se  les  ha  acercado,  ó  que  el  Ministro  se  ha 
engañado.  .  .  Temo  mucho  que  se  inclinen  á  este  último 
partido. 

«Seria  muy  largo  hacer  la  enumeración  de  todos  los 
errores.  Piensí)  escribir  mis  observaciones  para  enviarlas 
á  Colombia,  no  sea  que  crean  que  efectivamente  este  ma- 
pa de  la  República  es  lo  mejor.  Puede  ser  que  usted  en- 
cuentre  acrimonia  en  mi  crítica,  pero  el  mal  humor  á  que 
nos  tienen  condenados  los  sucesos  de  Colombia  explica 
todo.j> -    


Se  comprende  que  desde  aquélla  época  Acosta  veía  la 
necesidad  absoluta  de  que  se  publicase  un  mapa  más  exacto 
de  su  patria, y  que  se  escribiese  una  historia  más  amena  de 
Colombia.  Al  cabo  de  años,  viendo  que  nadie  se  ocupaba  en 
dio,  procuró  por  su  parte  presentar  un  mapa  más  co- 
rrecto que  los  anteriores,  y  de  la  historia  que  había  ideado 
sólo  alcanzó  á  dar  á  luz  el  primer  tomo  de  la  época  del 
Descubrimiento  y  Conquista,  como  lo  veremos  después. 

DIARIO 

"  24  de  Octubre, — Hoy  estuve  en  Saint  Cloud  á  ver  las 
fiestas  populares  que  se  celebran  allí.  Empezaron  á  jugar 
las  aguas  no  bien  hube  entrado  al  parque,  cuya  larga  ala- 
meda ofrecía  un  curiosísimo  y  variado  espectáculo  con 
sus  innumerables  tiendecillas  llenas  de  objetos  vistosos,  los 
histriones,  panoramas  y  caballitos  de  palo.   La  cascada 

BIOOBAFIA  15 


22fi  BIOGRAFÍA 

con  SU  chorro  de  agua  que  se  levanta  á  ochenta  pies  de 
altura  y  se  disipa  en  forma  de  nube,  me  pareció  pintores- 
ca y  original. 

"  A  las  cinco  de  la  tarde  pasó  por  en  medio  de  ios  jar- 
diñes  y  alamedas  la  calesa  descubierta  del  Rey.  El  iba 
dentro,  acompañado  por  la  Deiñna  con  so  aire  serio  y 
triste  (ia  desgraciada  hija  de  Luis  xvi  no  puede  olvidar 
jamás  el  suplicio  de  sus  padres  y  parientes);  al  frente  vi  á 
la  Duquesa  de  Berry  y  una  hermana  suya  (hija  del  Rey 
de  Ñápeles).  La  calesa  iba  precedida  por  algunos  guar- 
dias de  corps  y  gentiles  hombres  de  la  corte  á  caballo,  y 
seguida  por  cuatro  carrozas  con  los  empleados,  camare- 
ras,  etc. 

''Una  vez  que  hubo  pasado  el  Rey,  me  dirigí  á  la  ¿su» 
Uma^  monumento  piramidal  hecho  sobre  el  modelo  de  la 
linterna  de  Demóstenes,  que  construyó  Lisicrates  en  Ate^ 
ñas  (1).  Se  levanta  sobre  una  colina  que  domina  el  par* 
que,  el  río  Sena,  y  desde  allí  se  ven  las  cúpulas  y  las  torres 
de  París. 

''  Estando  en  aquella  altura,  noté  que  se  preparaba  una 
tormenta,  y  apenas  tuve  tiempo  de  guarecerme  bajo  unos 
coposos  árboles,  cuando  se  descolgó  un  fortisimo  agua- 
cero. En  medio  de  la  lluvia  vi  pasar  á  Su  Majestad  Cris» 
tianísima  perfectamente  empapado,  á  pesar  de  que  los 
caballos  del  coche  iban  á  todo  correr  en  busca  de  abrigo. 
Momentos  después'  pasó  el  Delfín  con  su  séquito,  todos 
en  la  misma  situación. 

"Comí  á  las  seis  en  el  restaurante  y  volví  al  parque 
después,  á  ver  los  bailes  campestres,  que  unos  tenían  lu- 
gar bajo  toldos,  y  otros  sobre  el  verde  césped,  al  aire  libre. 
No  me  fué  posible  regresar  á  París  hasta  las  doce  de  la 

(1)  Tanto  Ift  Linterna  como  el  famoso  palacio  de  Saint  Clood,  ea 
donde  tuYÍeron  lagar  tantos  acontecimientos  históricos,  fueron  arruina- 
dos durante  la  guerra  con  Alemania,  y  hace  poco  tiempo  que  el  Gk)bier- 
no  francés  vendió  las  ruinas  por  una  bicoca. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  227 

noche;  era  tal  la  concurrencia,   que   hasta   esa '  hora   no 
pude  conseguir  un  vehículo  para  volver  á  la  ciudad." 


Refiere  después  cómo  se  tuvo  noticia  en  París  (el  8  de 
Noviembre)  del  glorioso  combate  naval  de  Navarino,  en 
el  cual  triunfaron  las  fuerzas  aliadas  de  Rusia,  Inglaterra  y 
Francia,  sobre  las  turcas  de  Ibrahim-Bajá.  Esta  victoria 
fué  doblemente  celebrada,  porque  después  de  terminado 
el  combate  resultó  que  á  pesar  de  haber  muerto  en  él  seis 
mil  turcos,  los  aliados  no  tuvieron  que  deplorar  sino  la 
pérdida  de  siete  personas,  entre  muertos  y  heridos  (i). 

DIARIO 

"ij  rfc  AríwiVw6*^.--Desde  las  doce  del  siguiente  día 
tuvimos  que  ir  á  situarnos  en  la  puerta  del  Palacio  del 
Instituto,  para  tomar  puesto  y  hacer  colUf  pues  había 
multitud  de  personas  que  tenían  particular  interés  en  pre« 
senciar  el  recibimiento  de  M.  Royer^-Coltard  en  la  Acade- 
mia francesa  (2). 

'*  Yo  estuve  aguardando  que  se  abrieran   las  puertas, 

(1)  B«to  no  impidió  que  afios  después  (en  1S55)  los  franceses  7  loa 
ingleses  se  aliaran  á  Turquía  para  combatir  (k  Rusia  7  rencerU  en 
Ciímea. 

(8)  Considérase  4  Pedro  Pablo  Ro7er-Collard  como  uno  de  los 
hombrea  más  importantes  que  ha  dado  Francia  en  los  fines  del  siglo 
zmi  7  principios  del  zik.  Habia  dedicado  sus  primeros  afios  al  es- 
tudio de  cuestiones  de  alta  política,  7  como  filósofo  perteneció  á  la  es- 
cuela ecléctica  espiritualista.  Después  de  haber  eido  republicano,  fué 
realista  moderado,  7  durante  la  Restauración  desempeñó  importantca 
empleos;  pero  como  se  indispusiese  con  el  Ministro  Vil  lele,  se  retiró  del 
Gobierno,  7  en  las  C&marai  legislativas  pronunció  los  discursos  máa 
elocuentes  que  en  aquella  época  ¿e  o7eron.  Derrotado  el  Ministro  Yillé- 
le,  estUTo  sosteniendo  la  m  >narquía  7  el  orden  hasta  Ja  caída  de  Carlos  z. 
Aceptó  sin  entusiasmo  el  advenimiento  de  Luis  Felipe  en  1830,7  contri* 
bu7Óád4rlts  respetabilidad.  Escribió  poco,  fuera  de  sus  famosos  discur- 
sos políticos  7  académicos.— Murió  en  1845,  de  62  afios  de  edad. 


228  biografía 

conversando  con  M,  Mignet,  el  historiador,  y  M.  Varaigne* 
No  bien  llegó  la  hora  de  entrar,  cuando  toda  aquella 
multitud,  compuesta  casi  en  su  totalidad  de  personas  co- 
nocidas, se  precipitó  á  buscar  asiento. 

"Los  académicos  fueron  entrando  á  sus  puestos  uno  á 
uno.  Me  señalaron  los  que  yo  no  conocía,  como  el  poeta 
Casimiro  de  la  Vigne,  Lally-Tollendal  y  otros. 

"  A  las  dos  de  la  tarde  un  aplauso  general  anunció  la 
entrada  de  M.  Darú,  el  encargado  de  recibir  al  recipien- 
dario. La  concurrencia  presentaba  un  aspecto  risueño  é 
imponente  al  mismo  tiempo;  muchas  damas  que  no  ha- 
bían cabido  en  los  bancos  exteriores,  se  colocaron  entre 
los  graves  académicos,  y  veíanse  las  pelucas  empolvadas 
de  los  ancianos  del  siglo  pasado  al  lado  de  los  sombreri- 
llos de  moda  y  vestidos  modernos  de  las  señoras, 

"  Royer-Collard  pronunció  un  bellísimo  discurso,  el 
cual  fué  interrumpido  repetidas  veces  por  los  aplausos  y 
los  bravos  de  la  mayor  parte  de  los  espectadores.  M.  Darú 
contestó,  y  también  fué  aplaudido.  Después,  Juan  Luis 
Laya— el  poeta  de  origen  español  pero  que  cuenta  entre 
los  literatos  franceses;  aquel  hombre  animoso  que  duran- 
te el  Terror  se  atrevió  á  criticar  sus  excesos  en  una  come- 
dia, y  estuvo  á  punto  de  perder  la  vida  por  ello — leyó  alr 
gunos  trozos  de  su  tragedia  Demóstenes.  Sin  embargo, 
aquella  lectura  fué  recibida  fríamente  por  el  público. 

''  Salimos  á  las  cuatro  de  la  tarde,  después  de  haber 
pasado  dos  horas  muy  satisfechos  en  ese  recinto  del  saber 
y  del  buen  gusto." 

Los  meses  más  ardientes  del  verano  de  1828  los  ocupó 
Acosta  en  un  viaje  de  ingeniería  en  los  alrededores  de 
Meulan.  Bajo  la  dirección  inmediata  del  Coronel  Puis- 
sant,  hizo  parte  de  la  comisión  científica  que  levantó  el 
mapa  de  Francia  por  aquellos  años.  Tocóle  estudiar  el 
Departamento  de  Seine  y  Oise. 

Encontramos  en  su  diario  la  descripción   de  aquellos 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  229 

trabajos  y  la  copia  de  las  observaciones  que  hacían,  y  expli- 
caciones de  la  manera  científica  que  empleaban  entonces 
para  levantar  planos.  En  unión  del  menciondo  Coronel 
y  de  otros  jóvenes  ingenieros,  pasaban  el  día  entero  en  los 
campos.  Llevaban  un  asno  cargado  con  instrumen- 
tos y  las  provisiones  de  boca,  y  sólo  al  ocultarse  el  sol 
buscaban  albergue  en  alguna  aldea. 

Concluidos  los  trabajos  que  les  habían  encomendado, 
regresaron  á  París  con  los  primeros  fríos  y  lluvias  del  oto- 
ño, y  cuando  los  árboles,  secos,  descarnados  y  desprovis- 
tos de  hojas,  anunciaban  la  llegada  del  invierno. 

Como  Acosta  frecuentaba  los  lugares  en  que  se  reu- 
nían los  estudiantes,  y  visitaba  los  salones  de  Lafayette  y 
de  otros  miembros  del  partido  anti-borbónico  y  liberal, 
tenía  ocasión  de  estudiar  el  espíritu  político  de  Francia,  y 
veía,  se  puede  decir  casi  delante  de  él,  prepararse  la  revo- 
lución que  había  de  arrojar  del  trono  á  Carlos  x.  Aquel 
estudio  de  la  política  interna  de  Francia  le  interesaba  mu- 
chísimo, y  no  podía  menos  que  comparar  el  lenguaje  me- 
surado y  atento  de  los  contendores  políticos  de  París  con 
la  manera  de  luchar  en  la  prensa  americana  de  aquella 
época. 

En  una  carta  que  nuestro  joven  estudiante  escribió  al 
Ministro  colombiano  en  Londres  (el  señor  Fernández 
Madrid)  con  fecha  3  de  Junio  de  1828,  encontiamos  el 
siguiente  párrafo: 

'' Nos  hemos  procurado  algunos  diarios  de  Bogo- 
tá, de  fines  del  año  pasado.  Qué  lenguaje  1  Qué  irritación  I 
Qué  modo  de  defender  la  libertad!  No  lo  harían  mejor 
sus  enemigos!  Yo  que  me  imaginaba  que  las  pasiones 
volvían  elocuentes  á  los  hombres,  y  veo  hoy  produccio- 
nes de  hombres  de  talento  que  el  último  colegial  se  aver- 
gonzaría de  haber  escrito.  Quisiera  sepultarme  entre  mis 
libros  con  la  misma  impavidez  que  el  petimetre  de  Gil 
Blas  se  metía  entre  sus  sábanas .  • .  /' 


230  biografía 

Las  noticias  que  recibía  de  Colombia  nunca  eran  sa- 
tisfactorias. Un  gran  malestar  se  notaba  en  todo  él  ámbi- 
to de  aquella  inmensa  República,  rodeada  entonces  por 
tres  mares  y  formada  por  poblaciones  tan  distintas  y  tan 
alejadas  unas  de  otras,  que  apenas  se  conocían  de  nombre 
y  en  nada  simpatizaban.  En  el  Perú,  nación  que  había 
obtenido  su  libertad  gracias  á  los  ejércitos  colombianos  y 
á  los  talentos  militares  de  Bolívar  y  de  Sucre,  odiaban  á 
sus  libertadores  y  se  temía  una  próxima  guerra  entre  las 
dos  naciones  hermanas.  Dentro  de  Colombia  se  disputa- 
ban la  preponderancia  los  partidarios  de  la  unión  de  Nue* 
va  Granada,  Quito  y  Venezuela,  y  los  separatistas.  Estos 
últimos  eran  encabezados  en  la  primera  por  el  General 
Santander.  De  allí  la  disolución  de  la  Convención  de 
Ocaña,  después  de  escandalosos  debates,  y  la  retirada  de 
la  minoría  el  II  de  Junio  de  1828,  dejando  la  Asamblea 

sin  quorum. 

Desalentados  los  ciudadanos  que  más  entusia.^mo  ha* 

bían  tenida  durante  toda  la  guerra  de  la  Independencia^ 
creyeron  que  sus  esfuerzos  serían  inútiles,  que  el  país  aca- 
baría por  perecer  en  la  anarquía  si  no  se  tomaban  provi- 
dencias supremas.  Ahora,  al  cabo  de  tantos  años,  es  difícil 
ponernos  en  el  lugar  de  los  que  escribieron  de  todas    las 
poblaciones  de  Colombia  rogando  al  General  Bolívar  para 
que  asumiese  el  mando  supremo  y  se  declarase  dictador» 
Se  nos  ñgura  que  los  partidarios  de  la  Dictadura  obraron 
con  precipitación,  y  que  el  Libertador  se  dejó  llevar  por 
sentimientos  de  ambición  al  aceptar  aquella  picota;  pero 
¿sabemos  acaso  los  temores  que  abrigaban  todos  de  un 
naufragio  de  las  instituciones,  si  se  permitía  que  se  desen- 
cadenasen las  pasiones  populares?  Entonces  se  horroriza- 
ban los  amigos  del  orden  con  la  idea  de  la  anarquía^  y  pa- 
recíale á  Bolívar  (como  á  sus  partidarios)  que  todo  se  de- 
bería arrostrar,  más  bien  que  :dar  ocasión  de  que  surgiese 
una  revolución,  una  guerra  armada  entre  hermanos^    que 
desprestigiaría  la  nueva  Repúblii 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  231 

De  todas  maneras,  la  noticia  de  la  nueva  Dictadura  de 
Bolívar  produjo  muy  mal  efecto  en  Europa  y  hondísimo 
desconsuelo  á  los  que  amaban  la  verdadera  República. 

El  General  Santander— que  había  perdido  su  posición 
como  Vicepresidente  con  aquella  Dictadura — escribió  á 
sus  amigos  cartas  muy  amargas  contra  Bolívar,  y  exhaló 
quejas  dolorosísimas  contra  los  que  habían  precipitado  al 
país  por  aquella  vía  al  parecer  sin  salida  (i).  El  Ministerio 
había  querido  dulcificarle  aquel  desaire,  y  al  mismo  tiempo 
alejar  del  país  un  enemigo  peligroso  é  influyente,  y  le  ha- 
bía nombrado  Ministro  Plenipotenciario  en  los  Estados 
Unidos  de  Norte  América.  Empero,  Santander  cometió 
la  imprudencia  de  permanecer  en  Bogotá  y  nombrar  como 
su  secretario  al  entusiasta  liberal  Luis  Vargas  Tejada, 
el  cual  se  inspiraba  en  los  recuerdos  de  la  República 
romana,  y  conspiraba  contra  la  Dictadura  por  medio  de  la 
sociedad  llamada  Filológicas  á  la  cual  pertenecía  el  ex- 
Vicepresidente  también. 

Todos  conocen,  y  no  es  del  caso  aquí  hablar  de  la  fa* 
mosa  y  malhadada  conspiración  que  estalló  el  28  de  Sep- 
tiembre de  aquel  año,  en  la  cual,  si  el  puñal  de  los  que  se 
consideraban  patriotas  no  penetró  en  el  corazón  del  Li- 
bertador, le  desgarró  el  alma  y  lo  condujo  á  la  muerte  dos 
años  después.  Comprometido  al  parecer  en  aquella  con- 
juración— á  pesar  de  que  él  aseguró  que  había  procurado 
disuadir  á  los  conjurados  de  que  asesinasen  á  Bolívar, — 

(t)  Bq  naa  cart»  que  el  General  Santander  escribió  al  lefior  Fernán- 
4ea  Madrid  &  Londres,  enoootramos  este  pánafo,  de  fecha  18  de  Sep- 
-liembce  de  1888: 

"  Desde  el  18  de  Junio  ha  sobrevenido  un  cambio  sustancial  en  el 
sistema.  Ta  se  lo  habrá  comunicado  á  usted  el  Decreto  orgánico,  única 
ley  constituoiona]  que  tenemos,  7  en  ella  habrá  visto  que  ha  quedado  su- 
.pflmlda  la  Vicepresidencia  de  la  RepiSbtlca.  To  me  considero  Tlctima 
de  mis  opiniones  y  de  mis  deberes  públicos;  pero  víctima  voluntaria, 
7  séame  licito  decir  tambián  víctima  ilustre." 

(Véase  Biograjia  dé  D,  Jmé  Ftmáná»  Madrid,  arreglada  por  Carlos 
Martines  8Uva.-Bogotá,  1889.) 


232  biografía 

el  General  Santander  fué  apresado,  juzgado  y  condenado 
á  muerte;  perdonóle  la  vida  el  General  Bolívar,  en  cambio 
de  dura  prisión  primero  y  de  destierro  después.  Salió, 
pues,  del  país  como  reo,  cuando  pudo  haberse  presentado 
en  los  Estados  Unidos  con  el  honroso  empleo  de  Ministro 
Plenipotenciario,  si  no  se  detiene  en  Bogotá  durante  aque- 
llos aciagos  días  de  efervescencia  política.  ¿Fué  acaso  cul- 
pable ó  inocente?  Sólo  Dios  que  lee  en  los  corazones  po- 
dría decirnos  si  cruzó  por  su  mente  la  visión  sangrienta 
de  su  émulo,  ó  si  sólo  aspiraba  á  tomar  el  puesto  de  Bolí- 
var una  vez  que  éste  fuese  derrocado,  y  no  deseaba  la 
muerte  del  que  había  merecido  el  nombre  de  Libertador 
de  cinco  Repúblicas. 

Entre  tanto,  Acosta  prolongaba  su  residencia  en  Euro- 
pa lo  más  que  le  era  posible;  y  como  todos  aquellos 
acontecimientos  que  tenían  lugar  en  su  patria  le  impresio- 
naban  hondamente, para  olvidar  esas  preocupaciones  se  en- 
tregaba por  completo  á  sus  estudios,  y  con  frecuencia  no 
escribía  en  su  diario,  que  suele  interrumpir  durante  meses. 

La  prueba  de  esto  la  tenemos  en  una  carta  del  poeta 
literato  y  diplomático  antioqueño  D.  José  María  Salazar, 
entonces  en  París.  Hela  aquí: 

"  Mi  estimado  amigo: 

''  Me  quedé  aguardando  á  usted  la  noche  de  la  comida 
enciclopédica,  como  me  lo  ofreció  por  su  esquelita  del  mis- 
mo día  (á  que  no  contesté  por  no  exigir  respuesta  y  ser 
materia  comunicada). 

''  ¿Cuándo  estará  usted  más  desocupado  de  planos  y 
más  sociable  para  perder  un  día  conmigo?  Todo  se  nos 
ha  quedado  en  proyecto:  Instituto,  Panteón,  etc. 

''  Tengo  una  carta  interesante  (no  geográfica)  que  mos- 
trar á  usted,  y  alguna  cosa  útil  para  su  plano  de  Bogotá. 

"  De  usted  afectísimo  servidor, 

••LuncB,  NoTiembre  16.  J.  M.  SaLAZAR.»  (i) 

(1)  En  Tariofl  diociontrios  biográflcoa  se  ha  dicho  que  D.  José  Mu^ 


k^ 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  233 

En  una  carta  que  le  escribió  M.    Roulin  en  aquella* 
época,  leemos  el  siguiente  párrafo  curioso:  (i) 

" No  se  dice  nada  particular   de  Colombia.  Sólo 

he  sabido  algunos  pormenores  del  tiempo  de  la  con- 
juración. Entre  otras  cosas,  me  han  dicho  que  Arrublas 
(el  dentón)  estuvo  esa  noche  en  Palacio,  pero  en  dis- 
fra£.  Lo  confesó  Garujo.  Qué  hombre  aquél!  ir  á  se- 
mejante fiesta  con  el  temor  de  ser  reconocido  I  Qué  mol- 
de para  conspiradores!  Gracias  á  Dios  que  no  todos  lo 
hicieron  como  Horman.  Parece  que  fué  Ramón  Guerra 
quien  apresuró  el  momento  de  la  explosión,  porque  en  la 
tarde  antes  se  oyó  algo  de  la  tramoya  en  la  conversación 
de  dos  oficiales  ebrios  que  hablaban  en  una  fonda  de  la 
plaza.  Llamaron  á  Guerra  para  saber  algo  de  uno  de  ellos 
que  estaba  recién  venido  de  Venezuela;  Guerra  contestó 
que  no  tuvieran  cuidado,  que  el  hombre  era  un  borracho 
que  hablaba  disparates;  pero  que  iría  á  averiguar  la  cosa; 
y  salió;  pero  fué  á  avisar  á  los  conjurados  que  estaban 
descubiertos,  y  que  la  sola  esperanza  que  les  quedaba,  era 
poner  en  ejecución  su  proyecto  esa  misma  noche;  lo  que 
se  hizo  del  modo  que  usted  sabe . ..." 


A  fines  de  1829  se  encontraba  en  Londres  uno  de  los 

SalAxar  murió  en  París  en  Febrero  de  1828,  pero  este  es  un  error,  porque 

la  carta  que  tenemos  á  la  TÍsta  dice  en  el  sobre: 

"  H  M.  J.  Acosta. 

Rué  de  Fleurus.  n.*  tf ." 

7  en  él  sello  de  correos  se  lee  con  toda  claridad:  Noyibmbrb  10—1839. 

(1)  Era  este  caballero  un  sabio  francés  que  fué  contratado  en  1821 
para  ir  &  la  capital  de  Colombia  á  regentar  la  cátedra  de  Fisiología.  Re- 
gresó i  Francia  en  1888,  y  conservó  siempre  hasta  su  muerte  mucba 
^mitti^  con  Aoosta.  Las  Memorias  científicas  que  presentó  Roulin  á  la 
Academia  de  Ciencias  de  París  le  yalieroa  disünciones  honoríficas,  ser 
nombrado  Bibliptecario  del  Instituto  7  la  decoración  de*  la  Legión  de 
Honor.  Escribió  además  yarias  pequefias  noticias  científicas  en  la  Re- 
iMa  dé  Amboi  Mu7ulc$  7  en  otros  periódicos,  7  murió  en  París  en  1874, 
4  los  78  afios  de  su  edad. 


234  biografía 

hombres  más  importantes  y  beneméritos  del  Ekniador,  glo* 
ría  de  la  Améríca  del  Sur,  el  señor  D.Vicente  Rocaíuerte  (i), 
con  quien  Acosta  había  tenido  amistad  en  Paris^  la  cual, 
como  veremos  después,  conservó  hasta  su  muerte^  ocurri- 
da en  1847.  Por  aquel  tiempo  Rocaíuerte  escribió  la  si- 
guiente carta  al  joven  colombiano: 

"Londres,  10  de  Diciembre:  WX^. 
Befior  Capitán  Joaquia  Acosta. --Parie. 

"Amabilísimo  paisano  mío:  Contesto  á  la  muy  fina 
carta  de  usted  reiterándole  mis  sentimientos  de  afecto  y 
de  amistad,  los  que  serán  tan  invariables  como  los  princi- 
pios que  los  han  excitado  y  que  justamente  pone  usted 
por  condición  de  nuestro  mutuo  aprecio.  Nunca  dejaré 
de  ser  un  verdadero  colombiano,  ñel  á  las  banderas  de  la 
Independencia  y  constante  en  el  culto  de  la  Libertad. 

"  El  estado  de  mi  salud  no  me  permitirá  salir,  como 
pensaba,  por  el  próximo  paquete;  probablemente  iré  á  Ve- 

(1)  D.  Vicente  Bocafuerte,  hijo  de  familia  ilustrada  de  Guayaquil, 
nació  en  aquella  ciudad  en  1783.  Se  educó  en  £spafta^  en  el  Colegio  de 
nobles  de  Madrid.  Pasó  en  1808  á  Francia,  á  completar  su  Instrucción. 
y  alli  conoció  á  Bolivar  7  á  otros  patriotas  americanos  que  sofiabm  ja 
oon  emanoiparse  de  Espafia.  Yolfió  á  su  patria  en  1807;  tuTo  part» 
en  la  rsTolución  de  1800;  deseando  ser  buen  legislador,  fué  á  estudiar  ft 
Inglaterra,  Suecia  y  Rusia.  Elegido  Diputado  á  las  Cortes  de  Espalla, 
tomó  asiento  en  ellas  en  1814,  pero  sus  ideas  liberales  lo  obligaron  á 
salir  prófugo  de  Madrid.  Regresó  en  1817  á  Guayaquil;  en  IddOfuéá 
loa  Estados  Unidos  y  á  Cuba,  en  donde  escribió  en  favor  de  la  Indepen- 
ésncia  de  América.  Bolívar  le  mandó  á  varias  misiones  secretas;  loa 
mejicanos  le  convidaron  (1824)  á  aquel  país,  y  fué  nombrado  Encargada 
de  N^odoa  en  Inglaterra,  Francia,  Holanda  etc.,  y  Ministro  Pienlpo- 
tenciario  más  tarde.  En  1826  Rocaf  uerte  obtuvo  un  empréstito  para  Oo* 
lombia.  En  1820  pidió  sus  cartas  de  retiro;  regresó  á  Méjico  y  fué  per* 
seguido  y  encarcelado:  volvió  al  Ecuador  en  1888  y  tuvo  que  mezclarse 
en  U  política  y  entrar  en  pugna  con  el  General  Florea.  Fué  elegido  Pre* 
8ldent\  y  en  sus  manos  la  República  bis»  grandes  progresos,  y  desem* 
pe&ó  importantes  destinos  diplomáticos.  Siendo  Ministro  en  Lims,  murió 
de  83  aftos  de  edad,  lamentad  >  por  su  patria. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  335 

racruz  por  Nueva  York,  y  entonces  saldré  á  principios  del 

próximo  Enero. 

"  Hágame  usted  el  favor  de  dar  mil  memorias  á  Juani- 

to  Díaz,  y  dígale  que  Carmencita  Hurtado  y  toda  ta  fami- 
lia quedaban  buenos  á  fines  de  Septiembre  último;  que 
Manuel  I  caza,  que  acaba  de  llegar  á  esta  capital  de  Gua* 
yaquil,  los  vio  á  su  tránsito  por  Panamá. 

*'  He  contestado  á  la  muy  atenta  y  amistosa  carta  del 
doctor  Torres  (2),  sin  usar  de  quites  diplomáticos  ni  reti- 
cencias jesuíticas;  le  he  expuesto  francamente  cuál  es  mi 
modo  de  ver  la  situación  actual  de  nuestro  caro  país,  en 
lo  que  tendrá  una  prueba  del  respeto  que  le  profeso  y  del 
deseo  que  me  anima  de  cultivar  su  amistad.  Tenga  usted 
la  bondad  de  dar  mil  memorias  de  mi  parte  á  su  hermano, 
á  Rodríguez,  á  Martínez,  y  usted  mande  á  su  afectísimo 

q.  s.  m.  b. 

Vicente  Rocafuerte. 

*T.  D. — Por  la  próxima  ocasión  enviaré  á  usted  una 
carta  de  introducción  para  el  Marqués  de  Nicolay." 


CAPITULO  XV 

General  BantMider  en  Firft.— Garlas  de  éste  7  de  D.  P!o  Rengifo.— 
Viaje  al  Rhin.— Variat  ciudadea  del  tránaito.— Metí  j  aiia  f ortíílcacio- 
iie8.^Saarbruck.— Bl  Rhia. -^Francfort.— Maicttncia.—Laa  íortUlea- 
cionca  de  Ooblentsa— Colonia.— Aquiflgván— SI  actual  reino  de  Bél- 
gica.—Broaelaa  j  n»  carioaidades.— Visita  á  OortéaCampomanes.— 
Amberes  j  sua  pintores.— Ostende. 

1830 

En  los  primeros  meses  de  1830  se  hallaba  en  París  el 
General  Santander,  desterrado  de  Colombia;  y  como  era 
natural,  por  haber  sido  antiguo  amigo  de  su  familia,  y  con 
frecuencia  había  protegido  á  Acosta  en  la  carrera  militar, 


(2)  Bl  doctor  Jerónimo  Torres,  hermano  del  patriota  Camilo  Torrea, 
que  se  liallaba  entonces  en  Europa. 


236  BIOGRAFÍA 

éste  lo  visitó  y  sirvió  en  lo  que  pudo.  Además,  Acosta 
pertenecía  entonces  al  partido  liberal  moderado;  republi- 
cano entusiasta,  veía  con  tristeza  la  situación  de  su  patria, 
y  aunque  desaprobó  enérgicamente  el  atentado  parricida 
del  25  de  Septiembre,  no  veía  sin  hondo  disgusto  la  Dic- 
tadura del  General  Bolívar  y  el  trabajo  subterráneo  que 
se  hacía  para  cambiar  la  forma  del  Gobierno  republicano 
por  una  monarquía,  regida  por  un  príncipe  europeo, 
como  lo  deseaban  los  más  desalentados  de  los  indepen- 
dientes de  Colombia.  Santander  le  pintó  el  estado  de  la 
patria  con  tan  negros  colores,  que  Acosta  resolvió  regresar 
á  ella,  pues  creía  que  era  deber  de  todo  buen  ciudadano 
no  abandonar  el  país  cuando  está  angustiado,  sino  lle- 
var su  contingente  para  trabajar  en  el  bien  de  la  patria, 
sacrificando  la  tranquilidad  propia  en  aras  de  la  tierra  que 
le  vio  nacer  (i). 

Pero  si  Acosta  había  resuelto  regresar  á  su  patria  pron- 
to, no  se  resolvió  á  hacerlo  sino  después  de  un  viaje  que 
tenía  proyectado  por  las  orillas  del  Rhín  y  Bélgica,  en 
compañía  de  su  compatriota  D.  Pío  Rengifo  (2)  y  de  una 

(1)  Hé  aquf  una  carta  del  Qeoeral  Santander,  escrita  en  esa  época. 
Al  aefior  Joaquín  Acosta  (Rué  de  TOuest,  9) 

Sábado  20  de  Marzo  de  1880. 

"  Mi  querido  Acosta:  No  puedo  salir  hojr  porque  estoy  enfermo,  7 
el^médico  me  ha  prohibido  dejar  el  alojamiento.  Tatnp«co  puedo  salir 
mafiana;  asi  es  que  dejaremos  para  otro  día  el  paseo  al  Luzemburgo  7 
per  consiguiente  el  placer  de  tomar  helados  en  la  calle  de  Ri?olI,  como 
estaba  conTenido. 

"No  siendo  duefio  de  mi  salud,  tengo  que  pasar  por  la  incomodidad 
de  pnyarme  de  la  compafiía  de  usted  mafiana  7  pasado  mafiana;  pero 
queda  prorrogada  (lenguaje  parlamentario  francés  é  inglés)  para  cuando 
.70  le  aTise. 

Saludo  á  su  hermano  afectuosamente.  Dígame  dónde  es  el  nuevo 
alojamiento  de  Madame  Salazar. 

Siempre  decidido  amigo  de  usted,  su  antiguo  estimador, 

F.  P.  Santandkb." 

(3)  Este  caballero  era  hijo  de  un  patriota  cancano,  D.  J.  M.  Rengifo, 
:y  padre  del  ilustre  médico  colombiana,  el  doctor  Pió  Rengifo,  quien 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  2yj 

residencia  en  Inglaterra  para  perfeccionarse  en  el  inglés^ 
lengua  que  había  aprendido  en  Bogotá,  estudiado  en  Pa- 
rís y  deseaba  acabar  de  conocer  á  fondo  en  el  mismo 
país. 

DIARIO 

"  14  de  Abril  de  1830. — Salimos  de  París  el  señor  Pío 
Rengifo  y  yo,  á  las  cuatro  de  la  tarde,  tomando  la  vía  de 
la  Puerta  de  San  Dionisio.  Nuestros  compañeros  de  dili- 
gencia eran  los  siguientes:  un  Coronel  muy  adicto  á  la 
familia  real;  un  Mayor  de  Caballería  y  su  señora — joven  y 
bella, — con  dos  niños  y  una  nodriza  y  dos  señoras  más 
(insignificantes). 

*'  iS  de  Abril. — Viajamos  toda  la  noche  y  amaneci- 
mos en  Chateau-Jhierfy,  pequeña  ciudad  sita  en  las  már- 
genes del  río  Marne,  patria  del  buen  Lafontaine,  cuya  es- 
tatua de  mármol  blanco  se  ve .  á  la  entrada  del  puente. 
Me  pareció  muy  risueña  la  situación  de  esta  ciudad;  no 
sé  si  será  á  causa  de  la  frescura  de  la  mañana,  ó  porque 
en  realidad  lo  es.  Aquí  comienza  la  Champaña,  antigua 
provincia  dividida  hoy,  como  el  resto  de  Francia,   en  de- 

murió  desgraciadamente  en  Panamá  en  1896.  SI  amigo  de  Aconta  había 
nacido  en  1799,  y  por  consiguiente  contaba  apenas  diez  y  siete  afios 
cuando  siendo  duefioa  de  nuevo  los  eapafioles  de  la  provincia  del  Cauca, 
persiguieron  á  los  patriotas,  que  habían  tomado  parte  en  la  Revolución 
de  la  Independencia,  y  el  Joven  Pío  Rengifo  fué  sentenciado  á  servir 
como  soldado  en  la9  filas  del  ejército  español  al  mando  de  Warleta.  Pero 
él  se  había  propuesto  evitar  esta  humillación,  y  se  fingió  sordo.  BI 
Jefe  espafiol  comprendió  que  aquella  sordera  era  simulada,  y  lo  sometió 
^  toda  especie  de  pruebas  para  descubrir  el  engafio,  pero  siempre  tuvo 
suficiente  presencia  de  ánimo  para  no  dejarse  caer  en  la  trampa  que  le 
tendían,  convenciendo  al  fin  á  todos  de  que  realmente  era  sordo.  Con  ese 
motivo  obtuvo  su  libertad  y  huyó  al  interior  de  las  montafias,  en  donde 
§•  ocultaba  su  padre  y  andaban  prófugos  los  |patriotss  que  no  habían 
caído  «n  manos  de  \oñ  padjkadoru.  Después  de  una  vida  de  laborío  údad^ 
constante,  D.  Pío  había  recuperado  la  fortuna  perdida  en  la  época  de  la 
guerra  con  Espafia,  y  se  hallaba  entonces  viajando  por  Europa.  No  mu- 
rió sino  largos  afios  después  de  Acosta,  en  1867. 


238  BIOGRAFÍA 

parlamentos.  Continuamos  después  casi  siempre  por  la 
orilla  derecha  del  Marne,  y  á  uno  y  otro  lado  veíamos  las 
fértiles  colinas  que  producen  el  vino  de  Champaña*  Las 
viñas  no  tenían  aun  hojas,  y  en  el  fondo  del  valle  apenas 
se  veía  una  faja  verde  de  praderas  nacientes.  Atravesamos 
durante  la  noche  á  Meaux  y  el  bosque  de  Bondy,  y  al* 
morzámos  en  el  exiguo  poblado  de  Dormán.  Pasamos  por 
Epernay;  dejamos  á  nuestra  derecha  el  collado  de  Hoy,  el 
cual  produce  el  mejor  vino  de  Champaña  por  su  calidad^ 
pero  que  es  preciso  mezclar  con  el  que  producen  las  co* 
linas  de  Epernay  para  que  sea  espumoso." 

Refiere  Acosta  en  seguida  cómo  pasaron  de  largo  por 
Chalons,  Clermontoii  Verdún,  en  donde  los  llevaron  á  ver 
á  una  panadera  afamada  por  su  belleza,  á  quien  llamaban 
la  ''  ninfa  del  Mosa."  A  las  cinco  de  la  tarde  del  día  17 
entraron  al  fin  á  la  ciudad  de  Metz,  después  de  tres  días 
de  marcha,  cuando  hoy  se  hace  aquel  viaje  en  pocas  ho« 
ras.  Sin  embargo,  en  aquella  época  el*viajero  conocía  más 
el  país  por  donde  atravesaba  en  diligencia,  que  no  hoy 
día  en  ferrocarril,  cuando  sólo  se  ven  las  estaciones  y  los 
andenes  de  las  ciudades,  por  las  cuales  atraviesa  á  todo  va« 
por,  y  apenas  distingue  los  campos  que  las  circundan 
y  dividen,  y  eso  como  entre  sueños. 

"  De  todas  las  plazas  fuertes  que  he  visto,  escribe,  nin- 
guna he  encontrado  tan  digna  del  nombre.  Por  todas  par- 
tes se  oían  trompetas  y  clarines,  y  atravesaban  las  calles 
soldados  y  oficiales  de  todas  armas.  La  guarnición  de  esta 
plaza  consta  de  diez  mil  homBres,  y  la  ciudad  no  cuenta 
sino  cuarenta  mil  almas  (t)." 

Al  día  siguiente  de  su  llegada,  Acosta  fué  á  entregar 
una  carta  de  recomendación  que  llevaba  para  el  Capitán 
Noiret,  uno  de  los  hombres— dice— más  sabios  en  ingenie- 
ría, el  cual  particularmente  se  ha  dedicado  á  las  fortifica- 


ciones." 


(1)  Hoy  alcanza  á  64,000. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  239 

Merced  á  las  recomendaciones  que  llevaba  Acosta,  el 
Capitán  le  permitió  visitar  en  primer  lugar  una  extensa 
colección  de  modelos  para  fortificaciones  de  toda  clase,  y 
después  lo  llevó  á  recorrer  las  fortificaciones  de  la  plaza, 
le  explicó  á  fondo  cuanto  le  señalaba,  asi  como  las  mejo< 
ras  que  él  había  introducido  en  ellas.  Acosta  hace  en  su 
Diario  una  larga  descripción  de  cuanto  vio,  en  términos 
técnicos  que  no  interesarían  al  lector  de  este  libro. 

Parece  que  no  se  concedía  licencia  para  visitar  las  for* 
tificaciones  de  Metz  sino  á  persona  señalada,  y  sólo  la  car** 
ta  del  Coronel  Puissant  pudo  vencer  tamañas  dificultades. 

Dos  días  gastó  el  Capitán  colombiano  en  aquellos  es- 
tudios de  ingeniería  práctica.  Después  visitó,  con  su  com- 
pañero de  viaje,  la  Biblioteca  de  la  ciudad  y  las  coleccio* 
dones  de  interesantes  instrumentos  científicos;  presenció 
una  revista  de  las  tropas;  recorrió  los  cuarteles;  estudió 
los  reglamentos  militares,  fijándose  particularmente  en 
todo  lo  concerniente  á  la  artillería,  que  era  el  arma  que 
prefería.  En  su  diario  explica  minuciosamente  los  inven- 
tos entonces  nuevos  en  el  arte  militar,  y  hoy  abandona- 
dos  por  otros  más  recientes,  de  los  cuales  entonces  no  se 
tenía  idea. 

£1  Director  de  la  Escuela  Militar  de  ingenieros  dio 
cuantos  informes  y  datos  le  pidió  Acosta;  el  Capitán  Noi« 
ret  lo  invitó  á  comer  con  un  Capitán  Petit,  y  durante  la 
comida  escuchó  atentamente  una  larga  discusión  acerca 
4e  ingeniería  entre  los  dos  militares.  Concluida  ésta,  lo  ob- 
sequiaron  con  algunos  planos  y  dibujos  que  era  prohibi- 
do vender,  y  sólo  se  regalaban  á  personas  de  toda  con- 
£anza. 

Acosta  estuvo  en  el  teatro  con  el  señor  Rengifo,  y  notó 
qae  todos  los  espectadores  eran  militares.  Dijéronle  que 
sólo  estos  — ó  los  amigos  que  llevaran, — tenían  derecho 
de  entrar,  porque  sólo  ellos,  sin  el  auxilio  de  los  ciudada- 
nos civiles,  habían  costeado  el  edificio,   y  las  representa- 


240  biografía 

ciones  se  hacían  por  cuenta  y  bajo  el  amparo  de  los  milw 
tares  de  la  guarnición. 

El  19  de  Abril  los  dos  colombianos  salieron  de  Metz  y 
se  dirigieron  á  Francfort. 

A  las  doce  del  día  llegaron  á  Saarbruck  ó  Sarrebruck, 
lugar  que  cuarenta  años  después  se  hizo  célebre  en  los 
anales  de  la  guerra  franco  prusiana. 

"  Desde  allí,  observa,  todo  cambió  de  aspecto;  las  cos- 
tumbres son  enteramente  distintas  de  las  francesas;  la  len-  * 
gua,  las  monedas,  el  carácter  de  los  habitantes,  el  modo 
de  servir  los  alimentos,  el  guisado,  las  camas,  los  muebles 
y  hasta  las  cerraduras  de  las  puertas!  Más  aún:  la  formada 
las  botellas,  del  pan,  de  las  mesas  y  hasta  la  costumbre  de 
cubrir  el  piso  de  los  comedores  (de  las  fondas)  con  arena» 
causa  extrañeza  y  hasta  desagrado." 

El  día  20  llegaron  á  Maguncia,  y  se  alojaron  en  el  ho- 
tel de  las  Tres  Coronas. 

Inmediatamente  Acosta  se  dirigió  hacia  el  Rhin.  Ardía 
en  deseos  de  ver  aquel  famosísimo  río. 

"  Sin  enibargo — escribe, — aquel  río  histórico,  tan  can- 
tado por  los  poetas,  aunque  bajaba  majestuosamente  ce-»' 
nido  por  sus  riberas,  no  tenía  ese  color  azul  que  tantas  ve- 
ces había  oído  describir;  estaba  crecido  y  mugiente,  y  por 
consiguiente  amarilloso  y  turbio." 

Poco  se  detuvieron  en  Maguncia  nuestros  viajeros;  si- 
guieron marcha,  atravesaron  el  Rhin  por  Cassel,  y  sin  parar 
continuaron  hacia  Francfort.  A  esa  ciudad  llegaron  á  las 
nueve  de  la  noche,  en  medio  de  una  tormenta  de  lluvia  y 
fortísimo  viento.  "  Pero,  observa,  á  pesar  del  mal  tiempo^ 
no  se  oía  por  todas  partes,  en  las  calles  y  casas,  sino  el 
ruido  de  alegres  voces,  músicas  y  cantos,  por  ser  la  época 
de   la  feria  que  celebran  aquí  cada  año  en  esta  época." 

Al  día  siguiente  salieron  temprano  los  viajeros  á  visitar 
las  calles  y  recorrieron  los  lugares  en  que  tenía  lugar  la  fe- 
ria. Notaron  que  el  artículo  que  había  en  las  tenduchas  con 


I 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  24! 

mayor  abuncliincia,  eran  pipas  de  diferentes  materias  y  for- 
mas. AJemás,  entre  los  objetos  de  quincallería  les  llamaron 
la  atención  ciertos  morteros  de  cristal  de  roca,  de  cuarzo 
y  de  ágata,  que  lAcosta  hubiera  querido  comprar  para 
el  laboratorio  que  pensaba  llevar  á  Bogotá,  pero  no  com- 
pró por  no  llevar  objeto  tan  pesado  en  su  equipaje. 
De  paso  entraron  á  la  Catedral,  que  les  pareció  poco 
interesante;  subieron  á  la  torre  y  desde  allí  contemplaron 
toda  la  ciudad  y  el  c  jrso  del  río  Mein.  Vieron  la  sala  en 
que  se  coronaban  los  Emperadores,  los  retratos  de  éstos, 
y  recorriejon  después  la  calle  de  los  Judíos. 

«Esta  es  leemos  en  el  Diario,  tortuosa  y  sucia,  pero 
muy  original:  las  casas  de  ella  son  pequeñas,  la  forma  de 
las  puertas  y  ventanas  conserva  el  estilo  gótico,  y -por  en- 
tre aquellos  agujeros,  que  no  parecen  ventanas,  veíamos  los 
harapos  sucios  y  andrajosos  de  sus  habitantes.  Asomado  á 
una  de  éstas  vimos  un  judío  venerable  con  luenga  barba 
blanca,  que  le  caía  sobre  una  túnica  de  forma  oriental;  y  si 
no  hubiera  sido  porque  fumaba  una  larga  pipa  moderna, 
se  me  representara  un  auténtico  fariseo.  Esta  calle  cuenta 
seis  siglos  de  antigüedad,  y  no  solamente  los  techos,  sino 
también  las  paredes,  están  cubiertas  de  pizarra.  En  una 
extremidad  nos  señalaron  una  casa,  al  parecer  igual  á  to- 
das las  demás,  salvo  que  las  vidrieras  no  estaban  rotas,  y 
por  entre  las  ventanas  alcanzamos  á  ver  cortinas  de  seda 
con  franjas  doradas.  Allí  nos  dijeron  que  vivía  la  madre 
de  los  millonarios  Rothschild,  la  cual,  á  pesar  de  la  opulen- 
cia de  sus  hijos,  no  ha  querido  abandonar  la  morada  de 
sus  antepasados.2>  (i) 

Acosta  llevaba  cartas  de  recomendación  para  un  señor 

(t)  Más  do  treinta  afios  después,  la  que  esto  escribe  visitó  esa  misma 
calle,  la  cual  aún  conserTaba  su  original  desaseo,  pero  ya  habl%  desapa- 
recido por  completo  la  familia  Rothschild  de  la  miserable  casa  que  ha- 
bitaban sus  abuelos,  y  esos  banqueros  israelitas  vivían  en  espléndidos  pa- 
lacios, en  la  parte  más  aristocrática  de  la  ciudadi 

BIOttBAFIA  16 


242  biografía 

Póplein,  quien  se  mahifestó  muy  hospitalario;  convidó  á 
comer  á  los  colombianos  á  una  fonda  afamada  llamada 
Weindcbuck.  y  en  seguida  les  dio  cita  para  llevarlos  á  vi- 
sitar los  museos  y  gabinetes  de  Historia  Natural,  los  pa- 
seos, los  monumentos  públicos  más  afamados  y  la  rica 
Biblioteca. 

«AHÍ,  dice,  en  un  estante  cerrado  con  cristales  y  sitúa* 
do  en  un  pasadizo,  me  llamaron  la  atención,  en  medio  de 
otras  curiosidades, dospares de  chancletas  viejas  y  una  so- 
brepelliz de  muselina  que  pertenecieron  al  heresiarca  Lu- 
lero, cuyo  retrato —vestido  de  clérigo — habíamos  visto 
poco  antes.]> 

Visitaron  el  hospital,  costeado  por  el  rico  banquero 
Bethnian,  en  cuyos  jardines  se  encuentra  la  famosísima 
Ariadna. 

<iEsta  estatua,  escribe  Acosta,  es  de  mármol  blanco  de 
Carrara;  se  halla  colocada  en  un  templete  redondo  y  ro- 
deada de  cortinas  encarnadas,  que  le  dan  un  aspecto  sor- 
prendente de  vida.  Ariadna  se  halla  sentada  sobre  un  león, 
y  su  posición  es  lo  más  honestamente  voluptuosa  que  se 
puede  imaginar.  Su  tamaño  es  el  de  una  mujer  de  estatu- 
ra natural,  así  es  que  es  algo  más  grande  que  la  Venus  de 
Médicis.^ 


Después  de  visitar  el  interior  de  la  ciudad,  estuvieron 
á  ver  en  los  contornos  las  bellas  casas  de  campo  de  los  ri- 
cos comerciantes  y  banqueros  de  aquel  emporio  mer- 
cantil. 

El  día  22  de  Abril  tomaron  un  carruaje  particular,  y 
volviendo  sobre  sus  pasos  regresaron  á  Maguncia,  ciudad 
que  sólo  habían  visto  de  paso  y  deseaban  visitar  más 
despacio. 

a:No  bien  hubimos  llegado  á  Maguncia,  escribe,  cuan- 
do salimos  en  busca  de  la  Catedral,  antiguo  edificio  gótico 
muy  importante.  Nos  llevaron  por  el  claustro  á  ver  la  lá- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  243 

pida,  bajo  la  cual  e^^tá  sepultado  el  trovador  Fraucnlob,  (i) 
El  bajo  relieve  representa  el  ataúd  del  meisiersanget  car- 
dado por  las  damas.  Allí  también  nos  señalaron  la  tum- 
ba de  Frastruda,  mujer  de  Carlomagno,  y  las  de  multitud 
de  arzobispos  y  electores.  Vimos  también  los  privileg¡(js 
concedidos  á  la  ciudad  por  el  primer  Arzobispo  Willisgio: 
están  grabados  sobre  placas  de  bronce,  con  las  cuales  han 
forrado  las  puertas  de  la  Catedral.]» 


Describe  después  extensamente  las  fortificaciones  de 
aquella  ciudad,  las  cuales  recorrió  cuidadosamente,  así 
como  la  Biblioteca,  en  donde  vio  antiguos  monumentos 
romanos  y  bellos  cuadros  de  pintura  de  Rubens  y  de  otros 
artistas  célebres  de  Flandes  y  de  Alemania. 

A  las  cuatro  de  la  tarde  del  mismo  día — siempre  en 
«carruaje  particular — los  dos  colombianos  continuaron  su 
viaje  y  llegaron  á  Wiesbaden  antes  de  oscurecer.  Descri- 
be  larga  y  minuciosamente  Acosta  aquella  bellísima  y 
pintoresca  ciudad  dedicada  nada  más  que  á  las  diversio- 
nes y  á  los  goces  de  los  desocupados.  Habla  de  las  dife* 
rentes  aguas  sulfurosas  que  encierran  sus  famosas  ter* 
mas,  las  cuales  examinó  detenidamente,  y  averiguó  cuá* 
les  eran  las  enfermedades  que  curaban,  siempre  con  mo- 
tivos patrióticos,  pues,  creía  que  en  Colombia  quizás  se 
encontrarían  aguas  igualmente  provechosas,  que  podrían 
explotarse  en  beneficio  de  los  dolientes. 

El  día  23  se  embarcaron  en  el  Rhin  en  un  vapor  que 
bebería  llevarlos  hasta  Colonia. 


(1)  Enrique  Frauenlob,  el  célebre  mrittenangér  alemán,  viyió  pirti> 
ealarmente  en  Maguncia.  Su  verdadero  nombre  era  HeUnn,  pero  le  lla- 
maban Fraueidob,  es  decir,  panegirista  de  lai  damas,  por  su  gdlaateria 
con  el  bello  sexo.  Caando  murió  en  1318,  las  damas  de  Maguncia  quisie- 
ron cargar  su  ataúd  hasta  el  lugar  en  donde  fué  sepultado. 


244  biografía 


DIARIO 

<i:A  pesar  de  que  estaba  lloviendo,  tomé  lugar  con  pre- 
ferencia sobre  cubierta  para  gozar  de  la  vista  del  rio.  Me 
parecía  soñar  y  creía  ver  algo  de  mágico  cuando  se  me 
presentaban  uno  á  uno  los  lugares  históricos  que  tanto 
había  deseado  conocer,  y  cuyas  leyendas  había  leído  con 
embeleso!  Ya  veía  rocas  escarpadas  casi  perpendicular- 
mente,  y  en  cuya  cima  se  levantaba  alguna  torre  ó  ruina;  ya 
cambiaba  la  escena,  y  entonces  todo  era  risueños  collados, 
sementeras  y  alegres  chozas,  al  pie  de  las  cuales  corría  el 
Rhin  mansamente;  más  lejos  se  presentaban  derruidos 
murallones  y  fortalezas  que  avanzaban  casi  en  medio  de 
las  aguas,  y  ruinas  de  los  alcázares  que  pertenecieron  en 
la  Edad  Media  á  fieros  señores  feudales,  los  cuales  fre- 
cuentemente no  eran  sino  bandidos  que  robaban  á  mano 
armada  á  los  desdichados  aldeanos  ó  á  los  indefensos  via- 
jeros que  navegaban  en  el  río.  No  me  cansaba  de  con- 
templar la  variedad  de  paisajes  que  pasaban  ante  mis 
ojos  como  en  inmenso  panorama.  Consideraba  aquellas 
ruinas  con  un  sentimiento  de  agradable  melancolía,  y  re- 
cordaba con  gusto  las  tradiciones  maravillosas  que  guar- 
da aún  el  pueblo  de  aquellos  lugares.  Hoy,  en  vez  de  las 
erizadas  almenas  que  aterraban  al  viajero  de  otros  tiem* 
pos,  veíamos  por  todas  partes  alegres  caseríos  y  ciudades 
modernas  edificadas  y  pobladas  por  tranquilos  ciudadanos, 
en  donde  se  notaba  movimiento  y  actividad.  Los  señores 
descendientes  de  los  antiguos,  muchos  de  los  cuales  aún 
viven  en  las  fortalezas  de  sus  mayores,  no  son  hoy  sino 
inofensivos  hacendados  y  protectores  natos  de  los  al- 
deanos. 

«Bajando  de  Maguncia,  la  primera  población  que  en- 
contramos fué  Biberich,  sita  sobre  la  ribera  derecha  del 
Rhin;  no  es  sino  una  pequeña  aldea  en  realidad,  pero  es 
notable  por  el  magnifico  palacio  y  jardines  que  alli  posee 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  245 

el  Príncipe  de  Nassau,  y  cuya  hermosa  fachada  se  mira  en* 
tre  las  azules  aguas  del  Rhin. 

«El  rio  corre  después  algo  separado  de  las  colinas,  ó 
más  bien  las  colinas  se  alejan  de  allí  para  formar  un  valle 
que  se  llama  Ringau,  en  donde  se  produce  el  famoso 
vino  de  Johanisberg^  el  de  Radishcim  y  otros,  en  un  terre- 
no que  pertenece  al  Príncipe  de  Metternich. 

«En  Bingen  las  colinas  de  uno  y  otro  lado  casi  se 
unen,  y  el  río  ha  tenido  que  abrirse  paso,  modificando  su 
dirección,  y  corre  recostado  sobre  los  cerros  algo  escarpa- 
dos de  la  derecha.  De  allí  en  adelante  casi  tod^is  las  pobla** 
ciones  se  encuentran  al  lado  izquierdo. . . . 

<r ....  Al  frente  de  Kaub  hay  un  castillo  gótico  cons- 
truido sobre  un  islote  en  la  mitad  del  rio,  el  cual  parece 
salir  de  las  aguas  para  adelantarse  á  recibir  al  viajero  que 
baja  la  corriente.  En  esta  parte  del  rio  es  en  donde  se 
encuentran  mayor  número  de  ruinas;  pero  según  lo  que 
me  dijeron,  aquellos  castillos  no  eran  grandes,  y  á  lo  más 
podrían  contener  medianamente  veinticinco  personas  en 
unos,  en  otros  veinte  y  apenas  doce  en  los  más  pequeños.» 


A  las  doce  del  día  se  detuvieron  en  Coblenza.  Acosta 
fué  inmediatamente  á  conseguir  un  billete  de  entrada  á 
las  fortalezas,  que  debería  obtener  del  comandante  de  la 
plaza. 

El  comandante  le  dio  lo  que  le  pedia,  menos  el  per- 
miso de  visitar  el  fuerte  llamado  de  Alejandro  y  el  Fran- 
cisco,  los  cuales  se  hallan  en  el  puente  del  Mosela. 

Después  de  atravesar  el  Rhin,  el  joven  militar  se  diri- 
gió hacia  la  fortaleza  de  Ehfembreiisiein,  situada  sobre 
una  roca,  y  en  seguida  visitó  aquel  laberinto  de  fortale- 
zas, las  cuales  describe  minuciosamente,  y  concluye  con 
estas  palabras:  «Maravillosas  obras  son  fodas  estas,  con 
las  cuales  la  mano  del  hombre  ha  aumentado¡la  defensa  de 


' ^         ^       .    '--o      '-*       "    '  iíi 


/ 


V 


4^IVí4  '-^V/4«/V/  *^  />#  V/'^*^^   ^/-yT^r/í:  Aco>U,  T   ir^:ir 
^,^;aí»  á/JdUéh  \,>ut  aA^a,  'ff'4i,^s/t  Ktí  eí  interior.  La 
4^4   /U'  U^iiw/Mít^/^^  '4*»tf'\*i^r   r»/;  c//ncluídas  bÓTcdss  (i) 

hrpudífd  ií'i^t^)i$*it'h^'9   y   yftí^íAÚífn ¡Qué  templo 

i4/|</<'l  (i40  i^iUt,iiifUfi  O/fi   f;!;^]^  que  se  le  considere 

O)  IUI«  Umftmt  UtmvUt,  /|IM  m  Mvip«f^  á  WrMlMrcB  UI9,  do  m 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  247 

como  el  monumento  más  hermoso  de  estilo  gótico  del 
mundo.  Las  cien  columnas  que  sostienen  la  techumbre, 
cuatro  de  las  cuales  miden  treinta  pies  de  circunferencia; 
el  soberbio  coro  (enteramente  concluido)  con  sus  ca- 
pillas y  la  elegancia  de  toda  la  parte  concluida,  dan  una 
idea  de  lo  que  será  aquel  templo  cuando  lo  acaben  de 
concluir.  Hasta  ahora  sólo  se  ha  trabajado  en  ello  más  de 
quinientos  años  I  Quisiera  yo  traer  á  Colonia  á  las  perso* 
ñas  que  no  gustan  de  la  arquitectura  gótica,  para  conver* 
tirlasU 


Visitaron  al  día  siguiente,  con  la  luz  del  día,  de  nuevo 
la  Catedral,  otras  iglesias  y  la  plaza  de  Agripina  (la  madre 
de  Nerón,  que  nació  en  Colonia);  oyeron  misa  cantada  y 
vieron  muchas  reliquias  en  urnas  riquísimas;  cuadros  de 
Rubens  en  varias  partes,  y  en  San  Pedro  el  encomiado 
Martirio  del  Apóstol,  obra  maestra  de  aquel  pintor  fla- 
menco. 

Recibieron  la  visita  de  un  Capitán  Reding,  hijo  del  Ge- 
neral Reding,  que  había  estado  en  Colombia.  Este  les  pre* 
sentó  un  joven  polaco  Weznioski,  y  todos  juntos  fueron 
á  pasear  por  los  jardines  públicos. 

El  día  26  abandonaron  definitivamente  las  márgenes 
del  Rhin,  tomaron  asiento  en  una  diligencia,  y  por  la  vía 
de  Juliers  se  dirigieron  á  Aquisgrán,  adonde  llegaron  á 
las  doce  del  día.  «Aquella  ciudad  nos  deslumhró,  dice 
Acosta,  por  la  belleza  de  sus  edificios  y  el  aseo  y  anchura 
de  sus  calles.» 

Lo  primero  que  á  los  colombianos  llamó  la  atención 
fué  la  Catedral,  empezada  á  edificar  por  Carlomagno,. 
cuyo  sarcófago  se  encuentra  en  la  mitad  del  templo.  Vie- 
ron los  lugares  en  que  tienen  encerradas  las  reliquias,  las 
cuales  se  exponen  á  la  veneración  de  los  fíeles  cada  siete  ^ 
años;  contempláronla  silla  de  mármol  de  Cariomagno,. 
asi  como  otras  curiosidades  de  las  cuales  hablan  todos  los 


á^S  BIOGRAFÍA 

viajeros.  Visitaron  después  el  palacio  de  los  reyes  fran- 
cos; se  pasearon  por  el  bellísimo  jardín  de  Lutsberg;  fue- 
ron á  ver  los  manantiales  de  aguas  termales  (de  donde  le 
viene  el  nombre  á  la  ciudad)  de  agua-gtani,  las  cuales 
Acosta  examinó  como  había  hecho  en  Wiesbaden. 

El  día  27  tomaron  un  carruaje  particular  y  salieron 
de  Aquisgrán.  Atravesaron  las  fronteras  de  Prusia,  y  lle- 
garon á  Maestricht  á  las  ocho  y  media  de  la  mañana.  In- 
mediatamente Acosta  fué  á  examinar  las  fortiñcaciones  y 
ei  canal  de  Lieja,  lo  cual  le  interesaba  particularmente 
bajo  el  punto  de  vista  científico  y  militar.  Continuaron 
marcha  hacia  Tengres,  y  antes  de  entrar  á  la  población  se 
detuvieron  para  ver  los  restos  de  las  murallas  del  tiempo 
de  los  Romanos  que  circundaban  la  ciudad,  la  cual  era 
en  los  tiempos  pasados  mucho  más  importante  que  en  el 
día.  A  las  seis  de  la  tarde  entraron  en  Tirlemont,  y  mien- 
tras que  les  preparaban  otro  carruaje,  visitaron  la  Catedral 
gótica  de  aquella  ciudad. 

«La  población,  leemos  en  el  Diario,  como  todas  las 
de  los  Países  Bajos  que  hasta  ahora  hemos  visto,  es  sin« 
gularmente  aseada,  y  las  calles  son  espaciosas  y  bien  em- 
pedradas.]^ 

Al  cabo  de  dos  horas  emprendieron  de  nuevo  marcha, 
y  á  las  doce  y  media  de  la  noche  entraron  en  la  ciudad  de 
Bruselas,  se  desmontaron  en  la  plaza  del  parque  y  se 
alojaron  en  el  hotel  de  fíelle  Vue. 

En  aquella  época  Holanda  y  Bélgica  formaban  un  rei- 
no (desde  18 14),  con  el  nombre  de  Países  Bajos.  Gober- 
nábalo Guillermo  de  Orange  (descendiente  de  los  Estatú* 
deres  de  Holanda),  pero  era  en  extremo  impopular  en  U 
parte  belga  de  sus  dominios  ;  tan  impopular  era,  que  po- 
cos meses  después  de  la  visita  de  Acosta  á  aquel  país,  loi 
Belgas  (siguiendo  el  ejemplo  de  los  franceses  que  arroja- 
ron á  los  Borbones  del  reino)  sacudieron  el  yugo  de  Ho- 
landa y  se  proclamaron  independientes.   La  opinión   del 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  249 

pueblo  estaba  dividida:  unos  querían  monarquía  y  otros 
república,  y  al  fin  aceptó  la  Nación  como  rey  un  prín- 
cipe de  Sajonia-Coburgo,  que  fué  proclamado  y  tomó  po- 
sesión de  la  corona  en  Junio  de  1831. 

Al  día  siguiente  de  la  llegada  de  los  colombianos  á 
Bruselas,  empezaron  á  visitar  museos,  galerías  de  pinturas, 
etc.,  de  las  cuales  Acosta  hace  prolija  descripción. 

«Noté,  escribe  en  su  Diario,  mucho  celo  y  empeño 
en  embellecer  el  Museo:  colgaban  cuadros  nuevos,  bar- 
nizaban y  remendaban  cuidadosamente  otros,  de  manera 
que  en  aquella  galería  había  mucho  movimiento  de  em- 
pleados é  interés  para  que  todo  quedase  bien,  como  si  en 
aquellos  ciudadanos  se  hubiese  despertado  nuevamente 
el  gusto  por  las  bellas  artes  y  el  deseo  de  que  su  Musco 
no  fuese  inferior  á  otras  ciudades  europeas. 

«Estuve  en  el  Jardín  Botánico.  En  los  invernáculos 
la  temperatura  subía  á  30°,  y  tuve  el  gusto  de  ver  reuni- 
dos el  naranjo  y  el  plátano,  el  granado  y  otras  plantas  de 
mi  pueblo  natal,  las  cuales  vivían  allí  verdes  y  lozanas  y 
como  orguUosas  de  que  las  cultivasen  con  tanto  esmero.» 


Al  recorrer  la  ciudad  se  sorprendieron  los  colombia- 
nos con  la  vista  de  más  de  trescientos  mástiles  en  una  ciu- 
dad  que  no  es  puerto  de  mar  ni  posee  ningún  río  nave- 
gable. Descubrieron  entonces  que,  como  los  industnosos 
ciudadanos  de  Bruselas  quisiesen  acercarse  al  mar  para  el 
bien  de  su  comercio,  habían  labrado  un  canal  paralelo 
con  el  río  Senna,  el  cual  une  la  ciudad  con  el  río  Sambre, 
que  es  navegable. 

Los  colombianos  visitaron  uno  á  uno  todos  los  monu* 
mentos  y  curiosidades  artísticas  de  Bruselas.  En  la  mesa 
redonda  del  hotel  vieron  á  una  señorita  Pradil,  hija  de  un 
tx>nocido  improvisador  francés,  y  que  era  una  hermosísi- 


250  biografía 

ma  persona,  (i)  y  hablaron  con  el   Enviado  Diplomático 
brasilero,  señor  Itabayana. 

Con  el  Secretario  de  la  Legación  Mexicana,  que  visita 
á  Acosta,  fué  á  ver  la  fuente  en  que  Pedro  el  Grande 
bebió  en  1697. 

DIARIO 

«Esta  circunstancia  se  halla  conmemorada  en  una 
inscripción  latina  al  pie  de  la  fuente.  Parece,  según 
dicen  las  historias,  que  aquel  día  el  Emperador  de  todas 
las  Rusias  se  dio  allí  una  caída,  por  estar  un  poco  vacilan* 

te  á  causa  del  mucho  vino  que  tomaba  siempre pero 

la  inscripción  latina  no  menciona  aquello. 

€2g  de  Abril. — Estuve  hoy  á  almorzar  en  casa  de  M. 
Vandermaelen,  á  quien  iba  recomendado.  Este  caballera 
es  propietario  del  establecimiento  de  cartas  geográficas  en 
Bruselas;  es  un  hombre  amable,  bueno  y  consagrado;  ha 
empleado  toda  su  fortuna,  que  es  considerable,  y  toda  su 
actividad,  que  es  mucha,  en  fomentar  este  establecimiento 
científico,  el  cual,  por  la  extensión  que  ha  logrado  darle^ 
es  el  único  de  su  especie  en  Europa. 

«AHÍ  se  ocupan  114  hombres  en  las  diversas  oficinas 
de  litografía  y  correspondencia.  Tiene,  además,  un  jardín 
botánico  y  una  rica  librería,  compuesta  nada  más  que  con 
todas  las  obras  científicas  que  se  han  publicado  y  que  se 
publican   diariamente  en  todo  lo  relativo  á  geografía.  (2) 

(l)  Site  famoso  improTisador  se  llamaba  Pedro  Maiia  Courtray;  era 
parisieiise,  y  durante  la  época  de  la  Restaumdón  adquirió  gran  repa* 
tadón  por  la  facilidad  asombrosa  con  que  improTisaba  buenos  Tersos  so- 
bre cualquier  tema.  Era,  además,  escritor  y  norelista.  Murió  en  1857,  do 
ATansada  edad. 

(8)  F.  M.  Guillermo  Vandermaelen  había  fundado  en  Bruselss  un  es- 
tablecimiento geográfico  útilísimo,  y  además  escribió  y  publicó  obras^ 
dentSflcas  muy  importantes^  las  cuales  dieron  á  oonocer  á  fondo  la  geo^ 
grafía  de  su  patria. 

Murió  en  1869,  de  75  afios  de  edad. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  25 1 

^Como  el  señor  Vandermaelen  viera  el  interés  que  yo- 
manifestaba  por  los  trabajos  de  su  establecimiento,  me  tra- 
tó con  marcada  atención,  y  se  tomó  la  pena  de  explicár- 
melo todo.  Le  dije  que  en  un  país  nuevo  como  era  el  mío, 
me  parecía  que  el  Gobierno  no  podría  disponer  de  recur- 
sos pecuniarios  para  llevar  maestros  que  enseñasen  el  arte 
de  grabar  en  cobre,  pero  sería  muy  útil  que  se  supiese  lito- 
grafiar las  cartas  que  se  fueran  levantando  en  madera;  sin. 
embargo,  para  eso  también  sería  necesario  quien  enseñase 
el  arte.  Entonces  M.  Vandermaelen  me  ofreció  espontá- 
neamente que  él  se  encargaría  de  enseñar  gratis  en  sus  ofi- 
cinas á  dos  ó  tres  jóvenes  que  el  Gobierno  tuviese  á  bien 
enviarle,  sin  interesarles  otra  cosa  que  el  valor  de  su  manu- 
tención, los  cuales,  estando  bajo  su  dependencia,  tendría 
cuidado  de  que  trabajasen  asiduamente. 

«Este  buen  belga  es  no  solamente  un  verdadero  filán- 
tropo, sino  excelente  padre  de  familia.  Tiene  dos  hijos  que 
están  al  cuidado  de  un  preceptor.  El  mayor,  que  apenas 
contará  seis  años,  me  dijo  el  maestro  que  tenía  un  gran 
talento;  de  tal  manera  es  de  aplicado,  á  pesar  de  sus  tier- 
nos años,  que  cuesta  trabajo  que  abandone  la  lectura  para 
que  juegue  como  los  otros  niños.}> 


«Visitamos  una  manufactura  de  encajes  llamados  de 
Bf  úselas  y  me  explicaron  la  manera  de  tejerlos.  Se  conoce 
cuándo  el  encaje  es  legítimo,  porque  la  parte  en  que  es- 
tán los  dibujos  es  doble,  y  siempre  dejan  las  puntas  de  los^ 
hilos  á  la  vista  para  que  se  vea  que  son  de  lino  y  finísi» 
simos;  además,  se  puede  arrugar  sin  que  se  dañe  absolu- 
tamente. 

€30  de  Abril. — ^A  las  dos  de  la  tarde  estuve  á  visitar  á 
Cortés  Campomanes,  (i)  que  se  encuentra  actualmente  en 

(1).  £1  Coronel  espafiol  Maauel  Cortés  CampomaDes  habia  sido  miü- 
lar  en  Xnropa  y  habia  peleado  en  las  campafias  de  Rusia  cuando  paaó  t. 


252  biografía 

Bruselas.  Le  hallé  enfermo  en  cama,  pero  á  pesar  de  ello 
insistió  en  levantarse  para  señalarme  y  explicarme  los  di- 
bujos de  un  nuevo  frente  de  fortificación  que  ha  inventa- 
do  últimamente.  Me  habló  de  las  plazas  fuertes  de  Colom- 
bia, y  me  dijo  que  Puerto  Cabello  en  el  estado  actual  po- 
día sostenerse  más  largo  tiempo  que  Cartagena;  pero  que 
las  fortificaciones  de  Cartagena,  según  él  creía,  se  podrían 
poner  en  mejor  estado  de  defensa  con  menores  gastos;  es 
decir,  que  según  sus  cálculos,  bastaría  gastar  allí  de  dos- 
cientos á  trescientos  mil  pesos.  La  conversación,  que  duró 
dos  horas,  me  instruyó  é  interesó  mucho. 

«/.°  de  Mayo. — Salimos  de  Bruselas  por  la  puerta  de 
Flandes  (que  es  un  arco  de  triunfo  levantado  para  con- 
memorar la  entrega  de  las  armas  de  la  ciudad  en    1818  á 

la  familia  de  Orange,)  y  nos  dirijimos  en   carruaje  á  An- 
veres.» 


Pasaron  por  Villeforte,  pequeña  ciudad  que  encierra  un 
enorme  edificio  que  sirve  de  prisión  de  estado.  Acosta  des- 
cribe minuciosamente  su  tránsito  hasta  Malinas,  ciudad 
adonde  llegaron  á  las  doce  del  día.  No  se  detuvieron  alli, 
sino  que  continuaron  camino,  yá  las  tres  de  la  tar- 
-de  llegaban  á  Amberes.  Hoy  se  hace  ese  viaje  en  tren  expre- 
so, es  decir,  de  Malinas  á  Amberes,  en  poco  mis  de  media 
hora.  Se  desmontaron  en  el  hotel  de  Bellevue,  con  vista 
sobre  el  Escalda.  Los  viajeros  se  entretuvieron  al  caer  la 
larde  desde  las  ventanas  de  su  cuarto,  con  el  espectáculo 
de  la  entrada  de  la  marea  en  el  río,  y  el  de  los  buques  que 


'  VenesueU  condenado  á  presidio  por  h%11ane  implicado  en  una  conspira- 
ción descubierta  en  Madrid  (llAmAdA  de  Kan  Blas)  el  8  de  Febrero  de  17D6. 
liOgrése  fugar,  y  desde  ectoacea  se  ooupó  en  predicar  libertad  é  indepen- 
dencia de  Espafia.  Una  vea  que  estalló  la  resolución,  tomó  parte  en  élln 
^n  Venezuela  y  en  Nueva  Grana  la.  Hallóse  en  él  sitio  de  Cartagena  y  en 
otras  acciones  de  armas. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  253 

subían  en  silencio  como  sombras,  impelidos  sólo  por  la 
fuerza  de  la  marea. 

Al  día  siguiente  visitaron  las  fortiñcaciones  (las  cuales 
describe  técnicamente  en  el  Diario)  y  dieron  vuelta  á  la 
ciudad  por  los  parapetos;  estuvieron  en  la  Catedral  y  en 
los  museos,  los  cuales  encierran  los  mejores  cuadros  pin- 
tados por  Rubens  y  Van-Dick.  «El  primero,  escribe 
Acosta,  parece  que  se  esmeró  particularmente  en  hacer  re- 
saltar las  formas  anatómicas  é  imitar  el  colorido  natural 
del  cuerpo  humano;  en  una  palabra,  el  hombreen  su  par- 
te física  fué  su  estudio  favorito,  mientras  que  Van-Dick 
procuró  en  sus  retratos  estampar  la  expresión  del  alma  de 
sus. personajes.  ¿Qué  decir  de  la  verdad  con  que  pinta  el 
sufrimiento  y  la  piedad  profunda  de  la  fisonomía  de  su 
Catalina  de  Siena,  por  ejemplo,  y  el  dolor  y  desaliento  que 
se  leen  en  la  expresión  de  su  Virgen  al  pie  del  Calvario?» 

A  las  doce  del  día  partieron  para  Gante. 

«Como  era  domingo,  leemos  en  el  Diario,  y  dos  de 
Mayo,  notábamos  al  pasar  que  por  todos  los  caseríos 
por  donde  pasábamos  habían  levantado  árboles  de  Mayo, 
adornados  con  vistosas  cintas  y  rodeados  de  gentes  de 
buen  humor.  La  alegría  brillaba  en  todas  partes,  y  hubiera 
bastado  contemplar  el  cielo  de  primavera  y  la  risueña 
naturaleza  que  nos  rodeaba,  para  sentir  correr  nueva  vida 
por  las  venas.  Todo  el  camino  estaba  lleno  de  paseantes, 
y  como  la  población  es  tan  abundante  en  este  país,  no  se 
veían  sino  casas  de  campo,  caseríos  y  aldeas  á  la  vera  del 
camino,  casi  sin  interrupción.  Los  Países  Bajos  cuentan 
323  habitantes  por  cada  milla  cuadrada,  mientras  que 
Inglaterra  tiene  á  razón  de  257,  y  en  Francia  de  208  por 
milla  cuadrada. 

ciba  en  el  mismo  carruaje  con  nosotros  un  belga,  an- 
tiguo capitán  de  buque  mercante,  el  cual  se  lamentaba  de 
la  escandalosa  protección  que  el  Rey  dispensal)a  á  los  ho» 
landeses  y  del  descuido  en  que  tenía  á  los  belgas.2> 


254  biografía 

Después  de  permanecer  un  día  en  Gante,  ciudad  que 
visitaron  rápidamente,  continuaron  su  viaje. 

«3  de  Mayo. — Nos  embarcamos  á  las  nueve  de  la  ma- 
ñana en  el  pintoresco  canal  que  une  á  Gante  corv  Bruse- 
las, en  una  barca  tirada  por  caballos. 

«Las  orillas  del  canal,  á  uno  y  otro  lado,  están  cubier- 
tas por  verde  césped,  sombreado  por  alamedas  de  árboles 
interrumpidas  de  trecho  en  trecho  por  graciosas  y  lim- 
pias aldeas,  situadas  á  orillas  del*canal,y  comunicadas  por 
puentes  que  s¿  abrían  para  dejar  pasar  las  barcas.  Nume- 
rosísimos molinos  de  viento  levantaban  sus  brazos  en  todas 
direcciones,  lo  cual  daba  un  carácter  especial  al  paisaje. 

«Dentro  de  nuestra  embarcación  iban  unos  cincuenta 
pasajeros,  pero  cabían  cómodamente  hasta  doscientas  per- 
sonas. El  barco  bajaba  perezosamente  por  el  canal  manso 
y  tranquilo,  y  aquí  y  allí  veíamos  en  tierra  grupos  de  mu- 
jeres y  niños  que  se  ocupaban  en  rociar  el  cáñamo  corta- 
do que  habían  extendido  en  la  escarpa  del  canal,  y  levan- 
taban tranquilamente  la  cabeza  para  vernos  pasar. 

«El  día  era  bellísimo;  todos  á  bordo  con  su  fiema  fia- 
menea  guardaban  silencio;  los  hombres,  con  la  pipa  en 
los  labios,  perecían  meditar,  y  las  mujeres  hacían  calceta 
y  callaban  también.  Nuestra  apacible  navegación  no  era 
interrumpida  sino  por  el  canto  de  algunas  avecillas  que  se 
ocultaban  entre  los  nacientes  retoños  de  los  árboles  de  la 

orilla Así  quisiera  yo  pasar  mi  vida  en  el  silencio  y  la 

tranquilidad,  deslizándola  suavemente  sobre  la  superficie 
de  las  ondas,  que  jamás  baten  las  tempestades. 

«Un  leve  aireciHo  agitaba  de  cuando  en  cuando  la 
bandera  que  teníamos  izada  á  popa De  repente  le- 
vanté los  ojos  por  entre  los  abiertos  pliegues  de  la  tolda,  y 
por  primera  vez  fijé  la  vista  en  la  bandera;  era  tricolorl 
Al  contemplar  el  símbolo  de  la  libertad,  que  llevaba  los 
mismos  colores  del  pabellón  de  mi  patria,  el  corazón  me 
palpitó!  Repetidas  veces  desde   que  llegué  á  este   país  ha- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  255 

bía  visto  la  bandera  sin  fijar  en  ella  mi  atención;  hoy  por 
primera  vez  comprendí  lo  que  significaba  para  mí,  y  los 
recuerdos  que  traía  á  mi  memoria.:^ 

A  las  tres  de  la  tarde  llegaron  á  Brujas,  pero  no  alcan- 
zaron á  visitar  la  ciudad,  pues  les  aguardaba  otra  barca  en 
el  canal,  la  cual  debería  llevarlos  rectamente  al  puerto  de 
Ostende. 

Aquella  barca  estaba  repleta  de  pasajeros,  y  entre  éstos 
notó  los  curiosos  vestidos  que  llevaban  algunas  aldeanas, 
las  cuales  remedaban  el  hábito  de  los  frailes  agustinos, 
con  su  capa  negra  y  capilla  encima. 

Pasaron  la  noche  en  Ostende.  A  la  mañana  siguiente 
dieron  vuelta  á  las  fortificaciones,  que  Acosta  describe 
en  su  Diario;  visitaron  el  fanal,  la  maquinar  hidráulica,  re- 
corrieron la  ciudad,  y  al  cerrar  la  noche  se  embarcaron  en 
\in  vapor  que  había  de  conducirlos  á  Inglaterra. 


CAPITULO  XVI 

-Residencia  en  Inglaterra.— Londres.— Don  Jerónimo  Torres.— El  seftor 
Ck>rro8tiza.— 8ir  Robert  Wilson.— Una  sesión  en  ia  Cámara  de  los 

^  Comunes.— M.  Hume.— Asamblea  abolicionista.— Mr.  WUberíorce.— 
Kl  radical  Hunt.— Lord  Milton.— Mr.  Broughan.— La  universidad  de 
Londres.— La  Malibrán.— Santander  en  Londres.— La  torre  de  Lon- 
dres.—San  Pablo.— Museo  Británico.  —Mr.  Morgan.— Hospital  y 
Obserratorio  de  Greenwich. 

1830 

DIARK) 

C5  de  Mayo.  -  Cuando  á  las  ocho  de  la  mañana  subí 
sobre  cubierta,  encontré  que  entrábamos  al  Támesis.  Veía- 
mos las  costas  bajas  de  Inglaterra  y  más  de  treinta  buques 
de  vela  que  salían  del  río  con  viento  favorable,  y  otras  tan- 
tas naves  que  trataban    de  entrar  luchando  con  el   viento 


256  BIOGRAFÍA 

contrario  para  ellos,   unos  y  otros  remolcados  por   botes 
de  vapor. 

«Dejamos  á  nuestra  izquierda  la   bonita  población  de 
Gravesend,  y  á  medida  que  se  iba  estrechando  el  río,   dis- 
tinguíamos algunos  sitios,  pintorescos  unos,  vulgares  otros. 
El   Támesis  no  tiene  ninguna   semejanza   con  el   Sena,  y 
mucho  menos  con   el  romántico    Rhin  que  acabo  de  ver» 
Las  poblaciones  son   tristes,  las  casas  bajas  y   mezquinas. 
A  medida  que   subíamos,  aumentábase  el  número  de   bu- 
ques de  todas  dimensiones,  figuras,    nacionalidades  y  esti* 
los  de  construcción.  En  las  orillas  de  Woolwich  vimos  al- 
gunos cascos  de  navio,  y  se  nos  dijo  que  habían   perte- 
necido  á   buques   tomados  á   los   franceses  y   españoles. 
Notamos  de   lejos  el  magnifico  hospital  y  el   famoso   ob- 
servatorio  de  Greenwich,  por  el   cual  los  ingleses   hacen 
pasar  el  primer  meridiano.   Ya  para  entonces  los   bucljues 
desfilaban  de  seis  en  seis,  y  muchos  de  ellos  se  acercaban 
á  las  orillas  y  arrojaban  grandes   cantidades  de  carbón  de 
piedra   sobre  los  muelles   y  sobre  los  botes   que  los  reci- 
bían.   Inmediatamente   después  nos   encontramos  en   el 
corazón  de  Londres,  y  los  mástiles   de  los  buques  se  con- 
fundían con   las  lejanas  torres   de   sus  innumerables  igle- 
sias y  las  chimeneas  de  sus  fábricas.  Las  aguas  del  Táme- 
sis  estaban  literalmente   cubiertas  de  embarcaciones,   de 
manera  que  no  quedaba  sino  un  estrecho  canal  entre   las 
hileras  de  buques  por  donde  entró  nuestro  vapor. 

«  A  las  doce  menos  cuarto  anclamos  frente  á  la  Adua- 
na de  Londres.i> 


Cuatro  horas  mortales  tuvieron  que  gastar  en  cumplir 
con  todas  las  formalidades  que  entonces  demandaba  la 
Aduana  inglesa  (i)  á  loíj  que  iban  del  Continente.  Cuan« 
do  se  dirigían  ya  al  coche   que  habían  pedido  para  salir^ 

(1)  Hoj  los  pasajeros  se  despachan  en  pocos  minutos. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  257 

^e  vieron  atajados  por  una  nube  de  holgazanes  que  cobra- 
ban propinas:  el  uno  porque  habia  movido  un  baúl  inne- 
cesariamente,  el  otro  porque  había  llamado  un  coche  sin 
que  se  lo  pidiesen;  el  de  más  allá  porque  había  abierto 
una  puerta,  el  de  más  acá  porque  la  habia  cerrado;  lodo 
contra  la  voluntad  de  los  pacientes;  en  fin,  los  rodearon 
una  nube  de  hombres  que  pretendían  sacar  provecho  de 
los  extranjeros.  Estos  no  lograron  escapar  sino  arrojan- 
do un  puñado  de  monedas  de  cobre  en  medio  de  sus  per- 
seguidores, y  mientras  se  disputaban  aquellas,  entraron 
al  coche  y  se  alejaron. 

Alojáronse  en  Leicester  Square  (Sabloniére  Hotel). 

Veamos  unos  párrafos  del  Diario: 

<l6  de  Mayo. — No  sé  á  qué  atribuir  la  ausencia  total 
de  impresiones  de  novedad  que  experimento  al  recorrer 
esta  opulenta  ciudad,  pero  lo  cierto  es  que  no  he  quedado 
satisfecho  con  lo  que  veo,  á  pesar  de  que  en  general  la  rea- 
lidad corresponde  á  la  idea  que  me  había  formado  de  las 
cosas. 

«La  oscuridad  habitual  de  Londres,  causada  por  el 
humo  de  sus  innumerables  chimeneas,  y  también  por  la 
atmósfera  menos  transparente  en  una  isla  que  en  el  Con- 
tinente, es  la  primera  impresión  desagradable  que  expe- 
rimenta el  viajero,  y  que  justifica  á  los  ingleses  cuando 
pasan  la  mayor  parte  de  la  vida  fuera  de  su  patria.  Nada 
disgusta  tanto  al  que  acaba  de  llegar  á  Londres,  como  verlo 
todo,  aun  en  el  día  más  claro,  cubierto  con  un  velo  que 
es  imposible  levantar,  y  que  impide  que  la  mirada  pene- 
tre á  más  de  cien  pasos  de  distancia. 

cDespués  de  haber  recorrido  la  City^  fuimos  á  visitar  á 
don  Jerónimo  Torres,  que  acababa  de  llegar.  Encontrá- 
rnosle en  la  puerta  de  su  hotel  aguardando  que  pasara  la 
procesión,  para  salir.  Lo  persuadimos  de  que  aquello  no 
^ra  procesión,  sino  el  natural  movimiento  de  esta  gran  ciu*» 

BIOOBAFIA  17 


258  BIOGRAFÍA 

dad,  por  cuyas  calles  transitaban  miles  de  personas  por 
minuto.  Con  él  visitamos  por  fuera  la  Bolsa  y  San  Pablo.» 


Con  muchos  pormenores  describe  Acosta  en  su  Dia- 
rio las  calles,  las  plazas,  los  monumentos  que  primero  vi- 
sitó por  fuera,  así  como  los  parques  y  paseos  públicos. 
Quiso  en  primer  lugar  hacerse  cargo  de  la  topografía  de 
aquella  enorme  metrópoli  antes  de  entrar  de  lleno  á  exa- 
minar las  curiosidades  que  encierra. 

Entre  tanto  se  relacionó  con  el  Ministro  de  México,  el 
cual  era  entonces  don  Manuel  Eduardo  Gorostiza,  el  no- 
table literato  que  tanto  lustre  dio  á  su  patria;  y  estuvo  en 
un  baile  en  casa  de  dicho  caballero  (i).  Fué  presentado 
en  casa  del  General  Macaulay,  miembro  de  la  Cámara  de 
los  Comunes;  estrechó  amistad  con  don  Miguel  de  la 
Barra,  patriota  y  diplomático  chileno  (2),  quien  en  esa 
época  desempeñaba  el  consulado  de  Chile  en  Londres; 
tuvo  muy  buenas  relaciones  con  el  venerable  caballero  in- 

(1)  £1  sefior  Gorostiza  era  literato  por  herencia.  Su  madre  dofia  Bo- 
aarío  Cepeda  manifestó  un  taiento  tan  extraordinario,  que  siendo  apenai 
de  12  afiea,  fué  graduada  de  doctora  en  Sevilla;  au  padre  paaó  á  M&doo 
con  el  Virrey  RevillagigedOp  7  estando  au  madre  en  Verdcniz,  nació  don 
Manuel  Eduardo;  lo  educaron  en  Madrid;  allí  siguió  la  carrera  de  las 
annaa  hasta  llegar  á  Teniente  Coronel,  y  se  hizo  notable  como  escritor. 
Xn  1888  salió  desterrado  de  Espafia  por  sus  opiniones  liberales,  y  publicó 
tn  la  SnMa  de  Edimburgo  artículos  que  llamaron  la  atención.  El  Go» 
biemo  de  México  le  nombró  Ministro  en  varias  Cortea  europeas;  regre86 
á  su  patria  en  1887,  y  desempefió  importantes  empleos  hasta  au  muerte* 
ocurrida  en  1851. 

(2)  Don  José  Miguel  de  la  Barra  había  nacido  en  Santiago  <le  Chile 
en  1799.  No  bien  estalló  la  guerra  de  U  Independencii,  cuando  tomó  las 
armas  con  los  patriotas,  y  tuvo  la  gloria  de  hallarse  en  la  batalla  de  Maipu. 
Fué  después  el  primer  secretario  de  la  Legación  de  Chile  en  Inglaterra, 
Cónsul  en  Londres  y  Ministro  en  Francia.  Ocupó  en  seguida  altos  puestos 
políticos  en'su  patria,  y  en  cuanto  á  escritor,  se  le  conoce  como  autor  de 
dos  compendios  de  la  historia  de  A.mérica  y  do  ¡Chile.  Además  fundó 
lias  Bodedides  dentiflcas  y  benéficas.  Murió  en  1861. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  259 

glés  Mr.  Ulingworth  (amistad  que  se  ha  sostenido  duran- 
te tres  generaciones  entre  las  dos  familias);  con  don  Dio- 
nisio Herrera,  el  cual  fué  después  Presidente  de  Nicara- 
gua; con  Sir  Robert  Wilson,  cuya  vida  fué  una  verdadera 
novela  de  aventuras,  y  se  vio  mezclado  en  notabilísimos 
acontecimientos  europeos  (i).  En  e!  salón  de  este  caba- 
llero, Acosta  tuvo  la  agradable  sorpresa  de  encontrar  el 
retrato  de  Bolívar,  de  cuerpo  entero  y  en  lugar  preferente. 
Sir  Roberto  Wilson  tomaba  grande  interés  en  las  nuevas 
repúblicas  hispanoamericanas;  él  con  su  influencia  en  el 
Parlamento,  logró  que  la  Gran  Bretaña  impidiese  que  Es- 
paña enviase  nuevos  ejércitos  á  América. 

Decididamente  Colombia  ha  perdido  mucho,  junto 
con  las  demás  repúblicas  sudamericanas,  respecto  del  buen 
nombre  y  el  interés  que  antes  tomaban  los  europeos  en 
los  sucesos  políticos  de  las  nuevas  naciones.  En  aquella 
época  se  publicabah  artículos  acerca  de  ellas  en  los  perió- 
dicos más  afamados,  y  el  nombre  de  los  prohombres  de 
la  Independencia  era  honrado  por  personajes  como  Lafa- 
yette  en  Francia  y  el  General  Wilson  en  Inglaterra.    Hoy 


(1)  Habia  nacido  en  Londres  en  1777;  era  de  humilde  nacimiento,  y  83 
había  enganchado  como  voluntario  en  el  ejército  inglés.  Como  se  sefialaae 
por  sus  actos  de  valor  é  instrucción  miUtar,  en  1794  ascendió  á  oficial. 
Hizo  parte  de  las  campafias  de  la  Penínsala  Ibérica  bijo  las  órdenes  de 
Wellington.  Habiendo  entrado  á  París  coa  los  aliados,  en  1814,  se  hizo 
notable  por  su  espíritu  levantado  y  generoso.  Como  entrase  en  la  Cámara 
de  los  Comunes  al  concluir  la  guerra  europea,  su  palabra  sostuvo  la  cau- 
sa liberal  en  el  Parlamento  desde  1881  hasta  1831,  en  que  sus  ideas  con- 
trarias al  Gobierno  causaron  honda  emo<dón  en  Inglaterra,  y  le  manda- 
ron borrar  del  cuadro  del  ejército.  La  opinión  püblici  lo  sostuvo,  y  se 
abrió  una  suscripción  en  su  favor.  Entonces  Wilson  abandonó  á  Inglate- 
rra y  se  puso  al  servicio  de  España,  que  lo  nombró  Teniente  General. 
Como  en  Inglaterra  la  opinión  pública  obligara  al  Gobierno  á  rehabilitarlo 
en  sus  empleos,  adquirió  nuevos  méritos  entre  el  partido  liberal,  y  fué 
nombrado  Gobernador  de  Gibraltar,  puesto  en  que  permaneció  hasta 
poco  antes  de  su  muerte,  ocurrida  en  1849.  Además  de  militar  y  polítioo, 
llamó  la  atención  como  escritor  de  obras  de  historia  militar. 


26o  biografía 

entre  los  políticos  europeos  ¿quién  se  ocupa  de  nosotros  ni 
de  nuestra  suerte?  Lo  único  que  en  Europa  publican  los 
periódicos  y  leen  sin  interés  los  políticos,  es  cuando  ocu- 
rre alguna  revolución  en  una  república  Hispanoamérica* 
na,  ó  cuando  tiene  lugar  algún  temblor  de  tierra  ó  alguna 
calamidad  pública.  En  cuanto  á  lo  demás,  nos  contem- 
plan con  curiosidad  y  manifiesto  desprecio. 

Inmediatamente  que  llegó  á  Londres,  Acosta  tomó  un 
maestro  para  perfeccionarse  en  la  lengua,  y  se  estableció 
en  un  boafding-hoiise,  para  practicarla  y  estudiar  más  de 
cerca  el  carácter  y  las  costumbres  inglesas, 

DIARIO 

€Ji  de  Mayo. — Me  dirigí  hoy  á  la  Cámara  de  los  Co- 
munes con  el  objeto  de  asistir  á  una  sesión  interesante  que 
se  anunciaba.  Cuando  hube  presentado  mi  boleta  de  en- 
trada, me  introdujeron  por  vastas  y  góticas  galerías  hasta 
un  salón  alto,  ahumado,  alumbrado  por  tres  grandes  ven- 
tanas góticas,  en  una  testera  y  cinco  bancos  forrados  en 
badana  verde  y  dispuestos  en  anfiteatro.  Un  poco  separa- 
da del  muro  se  ve  una  cátedra,  delante  de  la  cual  está  la 
silla  del  Presidente — que  aquí  llaman  Speaker — el  cual  tie- 
ne que  ataviarse  con  una  gran  peluca,  al  estilo  de  las  que 
usaban  nuestros  abuelos. 

cVeiase  á  ios  Diputados  sentados  en  los  bancos  con  el 
sombrero  puesto,  limpiándose  los  dientes  y  puliéndose  las 
uñas  en  actitudes  por  cierto  bastante  descompuestas.  Mu- 
chos diputados  presentaban  peticiones,  á  lo  cual  el  Presi- 
dente contestaba  secamente:  '*  lay  upon  the  table/*  (pong;a 
sobre  la  mesa). 

cAl  cabo  de  un  rato  pidió  la  palabra  Mr.   Hume,  (i) 

(1)  £ni  Mr.  J.  Hume  uno  de  loe  liberales  que  con  más  entusiasmo  da» 
lendieron  la  autonomía  irlandesa  durante  largos  afios  en  la  Camarade  loa 
Comunes. 

Habfa  pasado  muchos  afios  en  la  India  como  médico,  y  allí  ganó  era* 
dda  fortuna. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  ^      201 

con  el  objeto  de  sostener,  en  un  largo  discurso,  un  pro- 
yecto por  el  cual  se  mandaba  abolir  el  empleo  de  Virrey 
de  Irlanda,  porque,  decía,  aquel  país  no  debía  ser  gober- 
nado por  delegación.  El  discurso  duró  más  de  media  hora, 
interrumpido  por  exclamaciones  de  heaí!  hcar!  (oiganl 
oigan!)  Mr.  Hume  es  un  hombre  de  más  de  cincuenta 
años  de  edad;  habla  con  acento  grave  y  con  facilidad,  y 
no  gesticula,  sino  que  pone  las  manos  entre  el  chalecu. 

«Luego  que  el  orador  entregó  su  moción  por  escrito, 
le  acercaron  una  bujía  (pues  ya  había  oscurecido)  al  Pre- 
sidente, quien  la  leyó.  Otro  miembro,  cuyo  nombre  no 
recuerdo,  habló  con  el  sombrero  puesto  y  atacó  la  moción. 

«Cada  vez  que  los  Diputados  hacían  algún  ruido,  el 
Presidente  exclamaba:  orden,  orden!  y  al  momento  todos 
se  callaban.  jQué  diferencia  en  Francia!  Allí  no  basta  pe- 
dir que  se  haga  silencio,  ni  que  el  Presidente  agite  la  pe- 
sada campana  que  tiene  delante,  ni  que  los  huissiets  gri- 
ten silencio;  los  franceses  no  hacen  caso  ninguno,  y  no  se 
callan  sino  cuando  se  les  antoja. 

«Otro  Diputado,  Mr.  Rice,  habló  en  seguida  con  mu- 
cha energía  en  el  sentido  de  la  mocióir,  gesticulando  y  di- 
rigiéndose á  uno  y  otro  lado. 

«Los  miembros  que  no  cabían  en  la  sala,  iban  á  una 
galería  situada  á  uno  y  otro  lado,  mientras  que  el  público 
tiene  derecho  de  sentarse  al  frente  del  Presidente  en  cinco 
bancos,  en  los  cuales  caben  ciento  cincuenta  personas  co- 
locadas en  anfiteatro  (i). 

«Me  salí  á  las  diez  de  la  noche,  antes  deque  se  votase 
la  moción,  la  cual  supe  que  había  sido  rechazada  por  la 
mayoría. 

(1)  Los  edificios  en  qne  en  aquella  época  tenfan  lugar  las  sesiones  de! 
Parlamento  inglés,  se  incendiaron  en  1884.  B1  actual  edificio,  inaugurado 
en  1S40,  es  un  magnifico  palacio  de  estilo  gótico  perpendicular,  que  con- 
tiene cien  escaleras  distintas,  más  de  mil  aposentos,  once  patios,  tres  mig 
álficas  torrej,  yes  uno  de  los  edificios  mis  imponentes  de  Londres. 


202  BIOGRAFÍA 


«Por  todas  las  calles,  alumbradas  con    gas,   se   veían 
hombres  vendiendo  avellanas  y  gritando :  a  penny  a  pintj^ 


El  Conde  de  Lasteyrie,  que  había  casado  con  una  hija 
del  General  Lafayette,  y  era  célebre  filántropo  y  hombre 
científico,  se  hallaba  entonces  en  Londres.  Acosta  tuvo 
con  él  relaciones  empezadas  en  los  salones  de  su  padre 
político  en  París,  y  aquello  le  sirvió  mucho  para  poder 
penetrar  en  la  alta  sociedad  inglesa,  lo  cual  es  sumamente 
difícil  para  un  extranjero.  Visitó  también  á  Sir  John  Bow- 
ring,  liberal  (whig)  inglés,  grande  amigo  de  Bentham» 
escritor  y  viajero  de  fama.  Este  le  llevó  personalmente  á 
su  casa  un  billete  privilegiado  para  poder  asistir  á  una 
junta  en  favor  de  la  abolición  de  la  esclavitud,  cuestión 
que  entusiasmaba  mucho  á  los  ingleses  en  aquel  tiempo. 

Hé  aquí  la  descripción  bastante  curiosa  de  aquel  acto 
característico  de  la  época,  y  que  encontramos  en  el  Diario: 

€is  de  Mayo. — A  las  diez  y  media  de  la  mañana  me 
dirigí  á  la  sala  de  los  francmasones  de  Queen  street,  local 
en  donde  había  de  tener  lugar  la  junta  abolicionista.  Cerca 
de  mil  quinientas  personas  estaban  reunidas  ya  cuando  yo 
entré.  La  concurrencia  pertenecía  á  todas  las  clases  sociales, 
tanto  hombres  como  mujeres:  veíase  la  elegante  lady  como 
la  modesta  cuáquera^  el  gran  lord  como  el  obrero  pobre. 

ü.Los  cuáqueros  se  distinguían  por  su  sencillo  vestido  y 
sombrero  de  copa  baja,  y  las  mujeres  de  aquella  secta  por 
su  traje  de  un  solo  color  y  gorras  en  forma  de  cartucho. 
Unos  y  otras  tenían  un  semblante  de  sincera  dignidad, 
unido  á  un  aire  de  firmeza  bondadosa  (i). 

(l)  Nadie  ignora  que  esta  secta  protestante  que  tuTo  principio  en  la* 
Klaterra  en  1647,íué  propagada  en  Norte  A.mérica  por  Guillermo  Penn,  el 
íamoflo  colonia  idor.  Loa  eudqturoi  no  admiten  sacramentos  ni  digoidadot 
Jerárquicas  (tutean  á  todos),  no  permiten  el  ornato  de  los  edificios  ni  da 
lai  peraonas,  ni  el  derramamiento  de  sangre  en  duelo,  en  guerra,  y  ni  •!• 
quiera  en  defersa  de  la  vida;  no  concurren  Jamás  á  diTeraiones  ni  espeo* 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  263 

/ 

«Mr.  Bowring  (i)  me  había  dado  billete  para  un  asiento 
privilegiado  entre  los  miembros  más  importantes  de  la  socie- 
dad, que  se  hallaban  en  la  testera  del  salón  en  un  tablado  di- 
vidido del  resto  de  los  espectadores  por  una  baranda.  Cerca 
de  ésta  estaba  el  asiento  del  Presidente  (Chairman).  El  fa- 
moso Mr.  Wilberforce  (2)  presenció  el  acto.  Cuando  llegó 
lo  saludaron  con  una  salva  de  aplausos,  los  cuales  se  renova- 
ron repetidas  veces,  mientras  que  penetraba  por  entre  la 
multitud  hastallegarásu  asiento  al  lado  de  Mr.  Brougham,(3) 

táculoa  públicos;  no  juegan  ni  juran.  Pero  en  lo  que  más  se  difereuciaron 
de  los  demás  colonizadores  americanos,  fué  en  que  no  permitían  la  escla- 
Titud,  y  trabajaron  en  Inglaterra  muchísimo  para  que  se  aboliesen  los  m- 
cIetob. 

(1)  Sir  John  Bowriog  era  hombre  político  notabilísimo  en  el  partido 
10^.  Estaba  entonces  en  el  principio  de  su  carrera,  y  §6lo  contaba  83 
afios  de  edad.  Redactaba  entonces  la  Bmsta  de  Watmifuter,  y  editó  las 
obras  de  Bentham.  Escribió  gran  número  de  obras;  tradujo  las  poesías 
populares  de  muchos  países  europeos,  y  en  el  Parlamento  defendió  la  li- 
bertad del  comercio  y  escribió  libros  s^bre  ese  asunto;  fué  Gobernador  da 
Hong-Kong  y  tuYo  grande  ingerencia  en  los  asuatos  asiáticos  de  Ingla- 
terra; á  su  regreso  en  1857  eseribió  una  obra  sobre  el  Reino  da  Siam. 
Murió  en  1872. 

(2)  Guillermo  Wilberforce  era  un  famosísimo  filántropo,  cuyo  nombro 
figuraba  ya  en  la  Oémara  de  los  Comunes  en  1780  (cuando  apenas  había 
cumplido  21  afios),  y  su  elocuencia  en  defensa  de  la  trata  de  los  negros 
le  hizo  popular  en  todo  el  mundo.  Luchó  cuarenta  afios  con  todas  srmaa 
por  la  causa  que  defendía,  hasta  que  logró  la  abolición  de  la  esclsTitad 
en  todo  el  Imperio  Británico;  además  abogó  sin  cesar  en  toda  Europa, 
hasta  lleyar  á  cabo  su  idea  en  las  otras  naciones. 

La  Asamb!e  Legislativa  francesa  le  concedió  el  titulo  de  ciudadano 
francés,  y  todoalos  Gobiernos  del  mundo  le  manifestaron  su  estimación. 
Ko  se  retiró  del  Parlamento  sino  en  1825,  después  de  haber  tenido  asien- 
to  en  él  durante  cuarenta  y  cinco  afios.  Guando  murió,  en  1888,  lo  sepul- 
taron en  Wcstminster,  con  los  grandes  hombres  de  Inglaterra. 

(8)  Famoso  hombre  de  Estado  y  escritor.  Fué  uni^de  los  fundadores 
de  la  Beviita  de  Edimburgo;  miembro  del  Parlamento  desde  1810,  se  hiao 
notable  en  las  Cámaras  por  la  incomparable  elocuencia  de  sus  discursea 
contra  el  partido  tary  y  por  sus  criticas  en  el  periódico  que  fundó.  Se 
equiTocb,  empero,  con  respecto  á  Byron,  á  quien  atacó  de  una  manera 
omel. 


264  BIOGRAFÍA 

el  irlandés  O'Connell,  (i)  el  radical  Enrique  Hunt,  (2)  el 
Arzobispo  del  país  de  Gales  y  otros  personajes  célebres,. 
Volviendo  á  Wilberforce,  que  me  interesó  mucho,  noté 
que  era  un  anciano  tembleque  y  raquítico,  y  cuyos  ade- 
manes y  modales  parecían  ridículos  á  los  que  no  admira- 
ban en  él  al  campeón  de  la  causa  de  la  abolición  de  la 
esclavitud,  á  la  cual  ha  consagrado  su  vida.  Al  pensar  en 
ello  se  olvida  su  figura  y  se  nota  que  en  realidad  su  aspec- 
to tiene  aquella^.dignidad  que  nace  de  la  noble  causa  que 
defiende. 

«Cada  vez  que  entraba  alguna  persona  notable  (y  éstas 
por  eso  mismo  llegaban  tarde)  prorrumpían  en  aplausos^y 
en  torno  mío  oía  pronunciar  el  nombre.  Con  ese  motivo 
conocí  á  muchas  de  ellas  que  no  había  visto  antes.  Mr.  Clark- 
son,  (3)  el  compañero  de  Mr.  Wilberforce  en  sus  tareas 
abolicionistas,  ocupaba  el  asiento  presidencial  cuando  lle- 
gó el  maestro,  y  al  momento  lo  ofreció  y  el  otro  lo  aceptó. 
Mr.  Clarkson  pronunció  un  discurso  de  apertura  de  la  se- 
sión, el  cual  no  entendí,  porque  su  pronunciación  es  de- 
fectuosa por  falta  de  dientes;  pero  comprendí  perfecta- 
mente la  perorata  de  lord   Milton,  quien  habló  después. 

(!)  Era  aquél  el  famosísimo  patriota  irlandés.  Nkcidoen  1775,  ocupó 
SQa  primeros  años  en  el  foro,  carrera  en  que  hi¿o  una  gran  fortuna,  la 
cual  dedicó  desde  1815  á  la  causa  de  la  emancipación  de  Irlanda.  Miem- 
bro de  la  Cámara  de  los  Comunes,  trabajó  allí.  7  por  medio  de  ana  aso* 
elación ,  en  la  emancipación  de  los  católicos  de  la  Gran  Bretafia  é  irlanda. 
Fué  declarado  Libertador  de  Irlanda,  porque  consiguió  que  ésta  oblavie- 
Be  muchos  beneficios  de  que  carecía.  Perseguid)  j  apresado  en  1844»  ex- 
perimentó desengafios  7  grandes  ingratitudes;  se  retiró  á  Itafia,  en  donde 
mnrió  en  1847. 

(2)  Llamábanlo  el  apóstol  del  radicalismo.  Enrique  Hunt  recorría  loa 
condados  de  Inglaterra  propagando  ideas  subversiYas.  Sra,  en  i  calidad, 
un  donsgcgo  más  chariatán  que  patrióte. 

(8)  Este  filántropo  de  la  secta  cuáquera  consagró  su  Tida  7  ans  ea- 
foertoa  á  la  idea  de  la  abolición  de  la  esclaritud,  7  escribió,  además  da 
multitud  de  discursos,  peticiones,  etc«,  varias  obras  de  historia  «le  su 
ta  7  de  la  csclaTitud.  Murió  ea  1846,  de  85  aftoa  de  edad. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  265 

Este  señor  es  miembro  activo  del  partido  whig,  y  abogado 
entusiasta  de  las  reformas  liberales.  Insistió  en  que  la  es- 
clavitud era  incompatible  con  el  Cristianismo,  y  en  que  los 
dueños  de  esclavos  no  podían  ser  discípulos  de  Cristo. 

«Mientras  hablaban  los  oradores,  la  Asamblea  los  in- 
terrumpía con  gritos  de  hear!  heat!  en  prueba  de  apro- 
bación. Después  de  Mr.  Clarkson  y  lord  Milton,  se  levantó 
un  hombre  de  levita  azul  y  chaleco  blanco,  muy  colorado 
y  como-de  unos  cuarenta  y  cinco  años  ó  cincuenta  qui- 
zás. Pidió  la  palabra,  y  al  momento  noté  que  aquello  cau- 
só grande  agitación  en  la  Asamblea;  unos  lo  llamaban  al 
orden,  y  otros  pedían  que  lo  dejasen  hablar.  El,  sin  embar- 
go, conservó  su  serenidad,  y  sin  amilanarse  con  los  gritos  de 
los  circunstantes,  se  adelantó  hasta  la  baranda  del  tablado, 
y  con  todos  los  movimientos  y  modales  de  un  tribuno 
avezado  en  el  oficio,  empezó  á  hablar.  Era  nada  menos 
que  el  radical  Enrique  Hunt,  que  ya  me  habían  señalado. 

«Su  discurro  iba  encaminado  á  probar  que  aquella 
Asamblea  estaba  singularmente  equivocada  cuando  creía 
que  era  un  acto  de  humanidad  el  suavizar  la  suerte  de  los 
negros,  mientras  que  dejaban  subsistir  en  Inglaterra  á  se- 
res de  su  misma  especie  que  en  realidad  eran  mucho  más 
desgraciados  que  los  esclavos  africanos.  Trabajo  le  costó 
acabar  de  desarrollar  su  pensamiento,  porque  desde  que 
empezó  á  hablar  quisieron  interrumpirle  con  gritos  de 
off!  off!  oui!  (fuera!  fuera!  salid!),  y  al  fin  la  desaprobación 
llegó  á  tal  extremo,  que  le  fué  forzoso  callar. 

«Inmediatamente  se  levantó  Mr.  Brougham,  el  cual  de- 
bía de  ser  favorito  de  los  circunstantes,  porque  le  aplau- 
dieron estrepitosamente  cuando  tomó  la  palabra,  y  des- 
pués lo  escucharon  con  la  mayor  atención,  á  pesar  de  que 
86  limitó  á  decir  que  era  justo  escuchar  á  todo  el  que  qui- 
siese emitir  su  opinión  en  aquel  recinto  en  pro  y  en  con- 
tra de  la  cuestión  que  se  debatía,  y  se  sentó  después  de- 
dar  gracias  por  la  buena  acogida  que  le  habían  hecho. 


206  BIOGRAFÍA 

4iAlentado  con  lo  que  babía  dicho  Brougham,  Hunt  vol- 
vió á  pedir  la  palabra  y  á  reanudar  el  hilo  de  su  discurso.  Com- 
paró los  sufrimientos  de  los  negros  en  las  colonias  con  lo 
que  padecían  los  desdichados  obreros  de  Inglaterra;  explicó 
cómo  las  leyes  protegían  á  los  esclavos  contra  los  malos 
amos,  mientras  que  en  Inglaterra  no  había  ningunasque  am- 
parasen á  los  trabajadores  contra  la  crueldad  de  muchos  pa- 
tronea. Había  en  el  lenguaje  y  en  el  acento  de  aquel  hom- 
bre una  ironía  tan  amarga,  unida  á  una  violencia-conteni- 
da apenas;  tenía  todo  su  discurso  un  estilo  tan  extraño  á 
todos  los  usos  parlamentarios, — de  lo  cual  fingía  darse 
cuenta  y  pedía  perdón  por  ello,  diciendo  que,  como  no  ha- 
bía sido  miembro  de  ninguna  Cámara,  ignoraba  los  usos 
y  costumbres  de  la  ciencia  oratoria  de  las  Asambleas  cul- 
tas,— que  no  podía  menos  de  producir  una  singularísima 
impresión  en  sus  oyentes.  En  el  fondo  de  sus  palabras  se 
notaba  una  sátira  tan  cruel  contra  el  Gobierno,  que  yo  lo 
escuchaba  con  interés,  y  parecíame  asistir  á  alguna  repre- 
sentación dramática  que  pintaba  una  faz  del  espíritu  in- 
glés que  yo  no  conocía  aún. 

«Desgraciadamente  los  elementos  que  componían  aque- 
lla Asamblea,  no  eran  propios  para  que  lo  escuchasen  con 
paciencia;  así  fué  que  á  poco  la  borrasca  que  rugía  por  lo 
bajo,  tornó  á  desencadenarse,  y  los  gritos  de  order!  otder! 
io  the  question!  lo  obligaron  por  último  á  guardar  silencio. 

«Un  hombre  que  se  había  subido  á  una  ventana, 
sin  duda  porque  no  hubo  de  encontrar  puesto  en  otra 
parte,  pidió  la  palabra;  se  la  concedió  el  Presidente,  y  en- 
tonces desde  allí  enderezó  un  discurso  á  los  concurrentes 
bastante  típico:  combatió  el  principio  sentado  por  Broug- 
ham  de  que  todo  caballero  (gentleman)  tenía  facultad  para 
hablar  cuanto  le  diese  la  gana  en  una  junta,  **  porque, 
dijo,  si  así  fuera,  bastaría  que  un  individuo  fuese  mal  in- 
tencionado, para  que  lograse  paralizar  indefinidamente  las 
operaciones  de  una  junta  deliberativa." 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  267 

a  Aquel  discurso  fué  muy  aplaudido,  pero  no  bien  hubo 
concluido,  cuando  Hunt  quiso  volver  á  hablar.  Sin  em- 
bargo, no  pudo  llevar  á  cabo  su  propósito:  le  interrumpie- 
ron los  gritos  de  toda  la  Asamblea  en  masa,  en  medio  de 
los  cuales  se  oia  la  voz  del  Presidente  que  le  negaba  la  pa- 
labra. Tuvo,  pues,  que  sentarse,  aunque  protestaba  por  lo 
bajo  con  tono  altanero,  en  su  calidad  de  ciudadano  in- 
glés (englishman)  contra  la  parcialidad  de  aquella  gente. 

«Luego  habló  lord  Calthrope,  y  en  seguida  Daniel  Wil- 
son,  Mr.  Bennet,  y  por  último  Brougham;  tomaron  la  pa- 
labra uno  en  pos  de  otro.  Este  último  es  el  verdadero  tipo 
de  la  energía  intelectual  alojada  en  un  cuerpo  ordinario, 
pero  obediente  á  los  ímpetus  del  alma;  no  tiene  aquella 
gordura  tan  común  entre  los  ingleses,  es  menos  colorado, 
menos  blanco  que  sus  compatriotas,  y  tiene  las  facciones 
más  pronunciadas.  Una  vez  que  hubo  terminado  su  dis- 
curso, el  cual  me  pareció  notabilísimo  como  todo  lo  de 
él,  resolví  retirarme;  eran  ya  las  cinco  de  la  tarde;  hacía 
más  de  seis  horas  que  estaba  allí,  y  me  sentía  fatigado.  Em- 
prendí, pues,  mi  retirada,  pero  gasté  un  cuarto  de  hora  en 
abrirme  paso  por  en  medio  de  la  apiñada  multitud.  Entre 
aquellas  dos  mil  personas  que  componían  la  concurren- 
cia, noté  las  ñsonomías  más  bellas  y  aristocráticas  que  ja- 
más había  visto  reunidas  en  igual  número. 

€17  de  Mayo, — A  las  doce  y  media  estuve  hoy  en  la 
Universidad  de  Londres,  (i)  Como  iba  recomendado  á  Mr. 
de  Morgan,  (2)  el  matemático,  éste   me  recibió  personal- 

(1)  Esta  UDiyenidad  no  fué  reconocida  como  nacional  sino  en  1886. 
Habla  sido  fundada  merced  á  los  e8fueni>s  de  lor  i  Brougham  en  1828,  7 
actualmente  no  goza  de  renta  alguna  del  Gobierno.  AHÍ  se  ensefian 
todas  las  ciencias  con  un  cuerpo  de  profesores  que  pasan  de  40.  y  1,000 
estudiantes,  los  cuales  pagan  cerca  de  80,000  libras  por  afio.  Esta  Uní- 
Tersidad,  que  ha  sido  ampliada  en  1880,  tiene  á  su  cargo  un  hospital,  ea 
el  que'  se  atiende  á  más  de  89,000  enfermes  por  afio. 

(3)  Mr.  Auicnsto  de  Morgan  era  entonces  muy  ]oTen,  7  ya  era  famo- 
so como  matemático.  Había  nacido  en  Madura  en  1806. 

Acosta  tuvo  después  correspondencia  epistolar  con  este  sabio. 


208  BIOGRAFÍA 

mente  con  mucha  atención  y  me  hizo  recorrer  todo  el  in- 
terior del  edificio:  los  anfiteatros  de  física,  el  salón  de  mo- 
delos de  máquinas  de  vapor  y  otros,  el  salón  de  instru- 
mentos astronómicos  y  de  mecánica,  el  de  química  (en  el 
que  pueden  caber  hasta  ochocientos  estudiante?^  holgada- 
mente), los  laboratorios  y  colecciones  de  curiosidades; 
todo  lo  vi  y  lo  visité  prolijamente.  El  Museo  está  todavía 
en  embrión.  En  la  biblioteca  noté  que  casi  todos  los  libros 
de  matemáticas  estaban  en  francés;  después  de  Newton  y 
de  otros  pocos  ingleses,  éstos  han  descuidado  un  poco 
este  ramo  del  saber  humano.» 


Varias  veces, "según  leemos  en  su  Diario,  Acosta  estu- 
vo en  la  Cámara  de  los  Lores,  llevado  allí  por  Sir  Robert 
Wilson.  Allí  vio  hombres  famosísimos  en  la  historia, 
como  lord  Wellington,  lord  Aberdeen,  lord  Hill,  el  Co- 
tíiandante  en  Jefe  del  ejército  inglés  en  ese  tiempo,  el  cé- 
lebre Bathurst  y  otros. 

Un  día  le  llevó  á  la  Cámara  de  los  Comunes,  en  don- 
de, con  permiso  del  presidente,  le  permitieron  sentarse  en 
los  bancos  de  los  Diputados.  Vio  entonces  de  cerca  y  oyó 
hablar  al  economista  liberal  José  Hume,  á  O'Connell,  á. 
Mr.  Hutchinson,  á  Mr.  Douglas  y  al  célebre  hombre  de 
Estado  Sir  Robert  Peel,  ccuya  voz,  dice  Acosta,  fué  escu- 
chada en  los  bancos  de  la  oposición  con  marcada  aten- 
ción. Sus  modales  son  los  de  un  completo  caballero,  y  su 
figura,  sin  ser  hermosa,  es  simpática.»  (i) 

(1)  i  Quién  DO  conoce  siquiera  de  nombre  i  los  dos  Pael,  padre  é  hijo? 
Sin  embargo,  diremos  aquí  unas  pxsaa  palabras  acerca  del  primero,  el 
cual  fué  el  que  conoció  áicosla.  H^o  de  un  rico  pero  no  arístocrittco  hi- 
landero del  condado  de  Lancaster,  nació  en  1783;  entró  á  la  Cámara  de 
los  Gomunes  á  loa  21  afios.  Sn  breve  se  bixo  notabilísimo  j  tuTo  parte 
«ft  el  Ministerio  liverpool.  de  1812  á  1818.  Bn  1^29  :se  oonstitujó  ea 
defoaaor  de  los  católicos  en  el  Parlamento.  Bn  1841  faé  primer  Ministio, 
Cft  cuyo  puesto  tuvo  grandes  triunfos  en  los  neifoctos  financieroa  j  de 
edoanaa;  fué  al  fsctir  de  refirmas  coonómicaí  importantes,  j  morid 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  269 

Una  intiñana  consiguió  tarjeta  de  favor  para  ir  á  pre- 
senciar el  ensayo  de  la  ópera  de  Rossini — Tancredo — la 
cual  por  primera  vez  iban  á  dar  en  Londres.  Allí  vio  de 
cerca  á  la  célebre  Malibrán,  la  cual  se  hallaba  entonces  en 
todo  el  apogeo  de  la  gloria  artística.»  H izóse  aguardar, 
— dice  en  sus  notas  de  viaje, — no  llegó  sino  hasta  las  doce 
del  día,  anunciando  que  no  estaba  dispuesta  á  ensayar  la 
cavatina.  A  pesar  de  sus  caprichos,  la  Malibrán  tiene  un 
aspecto  bondadoso  que  agrada.  Esta  joven  y  asombrosa 
cantatriz  corregía  con  acierto  á  los  más  antiguos  maestros; 
notaba  al  momento  la  menor  disonancia,  y  parecía  el  alma 
de  la  Compañía  de  Opera,  á  pesar  de  que  no  ha  cumplido 
23  años.»  (i) 

Acosta  frecuentó  muy  buena  sociedad  en  Londres: 
fué  invitado  á  comer  en  casa  de  Sir  Robert  Wilson,  de 
Mr.  de  Morgan,  y  con  el  General  Santander,  quien  llegó 
en  esos  días  á  Inglaterra,  visitó  la  casa  de  Lord  Lansdow- 
ne  y  reanudó  sus  relaciones  con  Lord  Holland,  á  quien 
había  sido  presentado  en  casa  del  General  Lafayette.  Con 
el  señor  Renjiío — su  compañero  de  viaje,— visitó  la  Torre 
de  Londres.  Lo  que  más  le  llamó  la  atención  allí  fué  la 
Sala  de  armas,  en  donde  le  señalaron  las  tomadas  por 
Wellington  en  Waterlóo,  «las  cuales,  dice,  formaban  una 
muralla  de  bruñido  y  reluciente  acero.» 

De  la  catedral  de  San  Pablo  dice:  <3:Esta  es  sin  duda 
la  iglesia  protestante  más  vasta  del  mundo,  pero  de  nin« 
guna  manera  puede  compararse  á  San  Pedro  de  Roma, 
como  suelen  hacerlo  los  ingleses.  Fué  casi  nula  la  impre- 
sión que  recibí  allí,  apesar  de  que  su  media  naranja  tiene 
una  elevación  prodigiosa  y  mide  no  metros  de  altura,  pe- 
ro la  de  San  Pedro  se  levanta  152  metros  sobre  el  suelo. 


prematnraAeDte  en  1850.  Dejó  su  adquirido  título,  as!  como  sus  talen- 
tos admlnistratiToa,  á  su  hijo,  de  su  mismo  nombre,  pero  que  no  alcanzó 
Jamás  á  la  fama  de  su  padre. 

sXi  La  Malibrán  muri6  seis  afios  después,  de  una  caída  de  caballo. 


270  BIOGRAFÍA 

Desde  la  cúspide,  adonde  subimos,  se  descubre  la  ciudad^ 
ese  Londres  triste,  negro,  obscuro  y  siempre  cubierto  con 
una  capa  de  humo,  mientras  que  en  Roma  causa  sorpresa 
aquella  atmósfera  trasparente  que  permite  ver  hasta  el  más 
insignificante  pormenor  del  paisaje!» 

Demasiado  se  ha  hablado  ya  desaquella  famosa  metró- 
poli, para  que  creamos  necesario  trascribir  aquí  las  descrip- 
ciones de  los  monumentos  tan  conocidos  que  encontrar 
mos  en  el  Diario  de  Acosta. 

Acosta  describe  el  museo  Británico,  el  cual  visitó  pro- 
lijamente (i)  y  lo  que  más  le  llamó  la  atención  fueron  los 
libros  en  lengua  china  é  indostánica  que  allí  le  señalaron^ 
como  después  vio  en  la  Sociedad  Asiática  otros  que  le  in- 
teresaron particularmente. 

jComo  deseara  estudiar  la  vida  inglesa  bajo  diferentes 
faces,  fué  á  pasar  unos  dos  días  en  un  lugar  llamado  Forest 
Hill —  sito  á  pocas  leguas  de  Londres,  en  donde  tenía 
una  casa  de  campo  un  Mr.  Mott.  Allí  se  entretuvo  en  ave- 
riguar los  precios  de  las  casas  y  víveres  y  la  manera  de  vi- 
vir de  los  aldeanos,  y  cómo  cultivaban  la  tierra;  todo  lo 
cual  apunta  en  su  Diario.  Le  señalaron  un  caballo  que  ha- 
bía cumplido  34  años  y  todavía  servía  para  tirar  de  un  ca-* 
rro;  en  América  los  caballos  duran  mucho  menos  que  en 
Europa,  sin  duda  porque  aquí  cuidan  menos  los  animales. 

Describe  las  casas  y  las  costumbres  de  I nglaten  a  com- 
parándolas con  las  francesas. 

Con  Mr.  de  Morgan  Acosta  fué  á  visitar  el  Hospital 
de  Greenwich;  en  el  camino  se  les  juntó  Mr.  Redley,  que 
era  el  Director  del  Establecimiento.  Este  les  hizo  recorrer 
lo  más  importante  de  él.  En  la  parte  en  que  viven  los  in- 
válidos le  dijo  que  se  albergaban  cuatro  mil  personas,  con- 
tando los  marinos  asilados,  los  empleados  y  los  niños  que 


(1)  £n  aquella  épocí  el  magnifico  edificio  del  Museo  Británico  no  es- 
taba concluido,  7  no  existían  ni  la  décima  parte  de  las  galerías  7  salonea 
que  hoy  admira  todo  el  que  vaya  á  Londres. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  TJl 

reciben  allí  educación  gratuita:  á  todos  alojan^  alimentan 
y  enseñan  gratuitamente  á  expensas  del  Gobierno.  Ade- 
más los  llevaron  á  la  parte  del  edificio  en  que  tienen  alo- 
jamientos particulares  los  pensionados,  y  ellos  se  buscan 
sus  alimentos,  (i) 

Llamóle  la  atención  ver  en  medio  de  construcciones 
nuevas  el  antiguo  palacio  de  la  reina  Ana,  el  cual,  observa, 
«está  en  el  corazón  del  establecimiento  y  se  conservan  allí 
todavía  los  artesonados  y  hermosas  pinturas  al  fresco  en 
los  salones,  pero  en  lugar  de  ricos  muebles  y  cortinajes 
suntuosos,  entre  cuyos  pliegues  suelen  ocultarse  el  vicio 
opulento,  vimos  los  sencillos  catres  de  cuatrocientas  hijas 
de  marino  que  se  educan  honradamente,  y  allí  duermen 
las  que  serán  un  día  virtuosas  madres  de  familia  y  esposas  - 
fieles.  En  las  escaleras  encontramos  algunas  de  estas 
niñas  que  nos  hacían  una  modesta  reverencia  y  se  ale- 
jaban. 

«En  los  antiguos  jardines  en  los  cuales  antes  se  pasea- 
ban los  cortesanos,  encontramos  algunos  marinos  inváli- 
dos. A  unos  les  faltaba  un  brazo,  y  otros  tenían  una  pierna 
menos.  Se  habían  congregado  bajo  las  columnas  de  los 
corredores,  y  compartían  tranquilamente  entre  sí.  Después 
de  escapar  de  los  peligros  de  la  mar  y  de  las  contingencias 
de  la  guerra,  veían  llegar  el  fan  de  su  vida  en  un  puerto 
seguro,  consolados  y  protegidos  por  un  Gobierno  que  sa- 
be recompensar  el  mérito.  Desde  allí,  y  al  abrigo  de  toda 
borrasca,  pueden  contar  y  recontar  el  número  infinito  de 
naves  que  suben  y  bajan  por  el  Támesis,  esa  arteria  del 
comercio  del  mundo,  y  al  mismo  tiempo  contemplan  bajo 
el  techo  que  los  ampara  más  de  ochocientos  niños  que  se 
preparan,  sin  duda  con  la  petulancia  propia  de  la  juventud, 
á  entrar  en  la  carrera  en  que  tantos  perecieron.    De  los 

(1)  Parece  que  después  se  pemütió  &  los  pensionados  que  Tiyiesen  en  • 
donde  qulderan/jr  hay  muchos  aposentos  Tacfos. 


<iue  parten  de  allí  llenos  de  ^^'--^' ^''Z'^'^^JnSy 
L  mutilados  y  enfermos  á  esa  <;«"*:»«  ^"^./^""^"^de 
^sDirado  sepulcro  de  los  que  vuelven  a  monr  después  de 
TnTvTda  incógnita  y  azarosa.  Al  lado  de  los  mar. nos  ^ 
Lean  las  niñas  huérfanas  de  los  que  perd,eron  la  vxda 

la  bendigáis  ' 

E„  una  de  Us  salas  del  HospiUl  de  Gr«n»ich  jnó  ba^ 
crisUte  el  sombrero  de  dos  picos  y  rasgido  que  perlen. 
d?4  Ñelson,  y  en  la  galería  de  pinturas  un  cuadro  que  re- 

^'tur:iXé"a.orio,quesehallaeu   la  cun>b.  d. 

„n,  colina,  U  sa.i6  á  recbir  un  i»;-^^-;. ^^  ,e  t» 
««mn  Pons  por  estar  este  enfermo,   (i)    Mostraron 
SLento's  mis  importantes  del  establecimiento,  y  a  su 
regreso  á  Londres  compró  varios  que  había  visto  iguales 
allí  y  que  le  eran  desconocidos. 

CAPÍTULO  XVll 

Residencia  en  Londres.-!,  ha.,  .ie^bi^ela^^^^^^ 

i^ríde  JorgelV  de  Inglaterra.-Muerte  y  entierro  <let  beneménto 
Sfi^rSladrld  iMr.  Poules  Zacarías  Macaulay  y  .«  famüu.-Bl  mv 
pa  de  la  Gran  Bretofla. 

Acosta  fué  invitado  al  Banquete  de  la  Sociedad  Astro- 
nómica de  Tnndres.  en  donde  trató  á  varias  notabilidades 
(1)  Juan  LuU  P<m*.-de  «rigen  francí..  fué  Director  de  varios  Ota^ 
«torios.  Br.  particulamenu  adicto  i  estudiar  la  nuircha  de  lo.  wme- 
.Cd^"bri6 87,  por  e«.  le  llamaban  (Mz<^  *  O^"--   M"-^*  « 
1881,  á  loa  70  aBoe  de  au  edad. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  273 

cientifícas,  como  el  Capitán  Basilio  Hall,  célebre  viajero 
y  navcginte  inglés,  quien  había  publicado  poco  tiempo 
antes  la  relación  de  sus  viajes  en  Chile,  Perú  y  México^ 
durante  los  años  de  1820  á  22.  Conversó  con  el  Capitán 
Juan  Franklin,  de  la  marina  Real  de  Inglaterra,  el  cual  le 
habló  de  su  expedición  al  polo  Norte  con  el  Capitán  John 
Ross.  (i)  El  Presidente  de  la  Sociedad,  que  estaba  ala  ca- 
becera de  la  mesa,  le  mandó  invitar  á  que  tomase  una  copa 
con  él.  Después  del  banquete  fué  presentado  solemne- 
mente á  los  miembros  de  la  Sociedad  y  propuesto  por  uno 
de  ellos,  como  miembro.  El  Secretario  de  la  Sociedad  le 
leyó  en  seguida  los  Reglamentos,  y  ofrecieron  extenderle 
su  nombramiento. 

Acosta  asistió  también  á  una  sesión  de  la  Sociedad 
Real  de  Londres,  el  primer  cuerpo  científico  del  Reino 
Unido. 

«La  antecámara,— escribe, — de  Somerset  House,  en  la 
cual  estuve  aguardando  la  hora  de  la  reunión,  sirve  tanto 
para  la  Sociedad  Real  como  para  la  de  los  Anticua' 
fias.  (2)  Cada  miembro  puede  introducir  algún  amigo  co- 

(1)  Bate  Capitán  no  se  habla  hecho  notable  todavía  en  1830.  Juan 
Franklin  tenia  entonces  44  afios.  Después  de  haber  servido  en  la  marina 
inglesa  en  las  guerras  contra  Francia  y  los  B^tadoi  Unidos,  se  había  dedi- 
cado á  viajes  de  exploración  en  el  polo  Norte,  j  sirvió  mucho  á  las  cien- 
cias. En  1845  salió  coa  dos  naves  á  descubrir  el  paso  N.  O.,  3'  desde  Julio 
de  ese  afio  nadie  lo  volnó  i  ver.  Desde  1848  hasta  1859  se  organizaron  18 
expediciones  para  irle  á  buscar,  pero  nadie  pudo  dar  con  el  paradero  del 
nav.  gante,  hasta  1859,  en  que  se  encontraron  rastros  y  un  pergamino  en 
que  uno  de  sus  compafieros  daba  cuenta  da  su  muerte  y  de  la  de  todos  los 
que  iban  con  él  en  los  dos  buques. 

(2)  Hoy  la  8oei§dad  Real  tiene  su  asiento  en  New-Burlington  House, 
magnifico  palacio  que  el  Gobierno  compró  en  1854  (le  costó  140.000  libras 
esterlinas)  para  que  se  reuniesen  allí  gran  número  de  sociedades  cientlfi- 
ca9  y  artística.  Fundada  esta  Sociedad  desde  mediados  del  siglo  zyn,  ha 
conservado  gloriosamente  su  nombre.  Hoy  cuenta  750  miembros,  y  todb 
hombre  de  ciencias  ambiciona  el  poder  añadir  á  su  nombre  las  letras  F. 
R.  8.  (Fellow  oí  the  Roy  al  Socicty)  Cjmo  el  mayor  título  de  honor. 

BIOOBAFIA  18 


274  BIOGRAFÍA 

mo  visitador;  á  éstos  los  inscriben  en  una  lista,  y  una  vez 
inscrito  allí,  pueden  entrar  litireniente  y  sentarse  entre  los 
miembros  recibidos  de  la  Sociedad. 

cYo  llevaba  una  carta  de  introducción  para  el  Prest* 
dente,  el  Duque  de  Sussex,  el  cual  me  recibió  con  ama- 
bilidad y  me  introdujo  en  el  salón  de  las  sesiones^ 


Con  el  General  Santander  visitó  á  WestminsteTp  aba* 
día  famosisíma  de  la  cual  Acosta  hace  larga  descrípcióiu 
Divirtiéronse  mucho  los  dos  americanos  con  una  estatua 
que  representaba  al  Rey  Eduardo  i,  y  á  la  cual  faltaba 
la  cabeza.  Preguntando  lo  que  aquello  significaba,  les  con- 
testó el  guía  ó  cicerone,  que  como  la  cat)eza  original  era  de 
plata,  se  la  habían  robado  hacía  siglos,  y  nadie  se  había  to- 
mado la  pena  de  reemplazarla;  y  esto  á  pesar  de  que  aquel 
Rey  fue  el  fundador  de  las  instituciones  parlamentarias 
del  Reino.  Sin  embargo,  como  había  muerto  hacia  cinco 
siglos,  era  natural  que  lo  olvidase  la  nación,  cuando  esta 
no  se  acuerda  de  los   que  ayer  no  mas  le  han   hecho  el 

bien.  (2) 

Después  de  nombrar  la  mayor  parte  de  los  principales 
monumentos  que  encierra  aquel  célebre  panteón  de  los 
hombres  famosos  de  Inglaterra, añade: 

«Este  suntuoso  cementerio,  en  el  cual  puede  recordar* 
se  la  historia  política,  literaria,  civil  y  militar  de  Inglaterra^ 
debe  visitarse  con  profundo  respeto.  ¡Cuántos  aconteci- 
mientos memorables,  funestos  ó  felices,  provechosos  ó  ad- 
versos á  nuestra  pobre  especie  humana,  no  recuerdan  aque- 
llos nombres  que  se  ven  grabados  sobre  esas  losas!» 


Con  el  mismo  General  Santander  fué  á  visitar  á  la  viu- 
da del  desafortunado  General   Miranda.    «Vi,— escribe,— 

(2)  Hoy  no  existe  eeta  estatua;  ea  sa  Jugar  no  ae  ve  sino  una  losa 
de  mármol  on  el  nombre  del  Rey  encima. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  275 

la  excelente  biblioteca  que  perteneció  á  este  gran  patrio» 
ta.  La  casa  que  la  señora  viuda  habita  hace  más  de  veinte 
años,  está  llena  de  recuerdos  de  Miranda.]» 

Allí  le  presentaron  por  primera  vez  (j*  después  conser- 
vó relaciones  de  amistad  con  él)  al  señor  Molino,  el  anti* 
guo  secretario  del  ilustre  venezolano. 

Visitó  el  arsenal  y  la  fundición  de  cañones  de  bronce, 
todo  lo  cual  describe  en  el  Diario,  fijándose  particular- 
mente en  las  armas  que  pudieran  convenir  mejor  á  las 
fortificaciones  de  su  patria.  Estuvo  en  los  Wesi-Indian 
Docks  y  en  otros  muelles  importantes.  «Estando  en  los 
London  Docks,  escribe,  vi  la  estatua  de  un  negociante  (mer^^ 
chant)  á  cuyos  esfuerzos  y  perseverancia  debió  la  compañía 
emprendedora  la  conclusión  de  aquella  obra  colosal.  Es  la 
primera  estatua  erigida  á  un  comerciante  que  recuerdo 
haber  visto  en  Europa;  hasta  ahora  en  las  plazas,  paseos 
y  lugares  públicos  que  he  visitado,  no  había  visto  sino  efi- 
gies de  conquistadores,  poetas  y  filósofos.:^ 

Explica  circunstanciadamente  el  sistema,  los  estatutos 
y  condiciones  de  aquel  enjambre  comercial. 

Estuvo  también  recorriendo  el  edificio  del  Banco  de 
Inglaterra  con  uno  de  los  cajeros  con  quienes  se  había  rela- 
cionado en  el  boatdiug  house  en  que  vivía. 

Con  el  Conde  Lasteyrie  y  el  General  Santander,  Acosta 
fué  á  oir  una  conferencia  que  dio  Mr.  Robert  Owen,  el 
fundador  de  las  colonias  y  sociedades  cooperativas.  Des- 
pués de  gastar  toda  su  inmensa  fortuna  en  aquellas  utópi- 
cas reformas  sociales  en  los  Estados  Unidos,  en  donde 
fracasaron  todos  sus  proyectos,  aún  conservaba  esperan- 
zas de  fundar  aquellas  colonias  anti-religiosas  en  Europa, 
y  llamaban  la  atención  sus  conferencias  por  lo  mismo  que 
en  ellas  todo  era  fantástico  é  imposible  de  realizar. 

Ocupa  algunas  páginas  del  Diario  de  Acosta  la  des- 
cripción del  Tunnel  bajo  el  rio  Támesis,  en  el  cual  se  había 
trabajado  entonces  cinco  años;  no  estaba  aún  concluido 


276  BIOGRAFÍA 

y  no  se  dio  á  la  circulación  sino  en  1843  (i).  Recorrió  la 
casa  de  locos  de  Peckhaní;  la  de  educación  de  Chelsea,  fun- 
dada  por  el  Duque  de  York  para  educar  500  huérfanos  de 
militares,  la  cual  contenia  niños  de  cuatro  á  catorce  años. 
Allí  les  enseñan  algún  oñcio  útil,  ó  los  preparan  para  la 
carrera  militar  si  optan  por  ella.  Con  el  Conde  de  Lastey- 
rie  visitó  varias  fábricas,  establecimientos  tipográficos,  ga- 
sómetros etc.  etc. 

No  dejaba  pasar  un  día  sin  que  en  él  hubiese  aprendi- 
do y  visto  algo  nuevo. 

Pero  no  todo  era  contento  y  satisfacción  en  aquella 
existencia  dedicada  á  adelantar  los  conocimientos  prácti- 
cos de  la  vida  y  la  ilustración  de  su  espíritu.  Lo  tenia 
muy  preocupado  la  situación  de  su  patria  y  afligido  el  es- 
tado de  salud  de  uno  de  sus  compatriotas  á  quien  profe- 
saba verdadera  amistad.  Veamos  lo  que  acerca  de  esto 
dice  su  Diario. 

<L2  dó  junio.— A  las  once  de  la  mañana  tomé  puesto  en 
un  carruaje  público  para  ir  á  visitar  á  Madrid,  que  había 
tomado  alojamiento  en  Barnes,  aldea  sita  á  seis  millas  de 
Londres.  Pasamos  por  Chelsea,  Kensington,  Fulham — en 
donde  están  los  jardines  y  el  Palacio  del  Obispo  de  Lon- 
dres.—  En  Putney  pasamos  el  Támesis  por  un  puente  de 
madera,  y  diez  minutos  después  me  desmontaba  en  Barnes. 

«Encontré  á  Madrid  muy  enfermo;  él  piensa,  creo  que 
con  mucha  razón,  que  está  tísico,  y  no  podrá  volver  á 
Colombia.  Pasé  el  día  con  él  y  su  señora,  leyéndole  las 
gacetas  y  los  diarios  de  debates  del  Congreso  colom- 
biano.» 

Arrojemos  rápidamente  una  ojeada  sobre  la  tirantísi- 
ma situación  de  Colombia  en  aquel  tiempo  calamitoso,  en 


(1)  Hoj  lo  Atnyiesan  cuarenta  trenes  por  día,  y  nadie  le  hace  caao  por 
haber  muchas  obras  de  ingeniería  que  llaman  la  atención  del  público,  j 
«que  son  más  útiles  é  interesantes. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACÓSTA  277 

el  cual  no  se  veía  en  lo  por  venir  sino  obscuridad  y  peli- 
gros; obscuridad  y  peligros  que  aún  nos  amenazan  seten- 
ta y  un  año  después!  No  eran  menores  las  calamidades  que 
se  habían  desencadenado  sobre  las  demás  repúblicas  her- 
manas. «La  América  española  (1830)  dice  el  General  Po- 
sada en  sus  Memorias  (i)  era  un  vasto  campo  de  anarquía 
turbulenta  que  entristecía  y  espantaba  á  los  hombres  de 
alguna  previsión.  En  México  se  batían  los  partidos  en  las 
calles,  y  entre  tanto  los  léperos  saqueaban  las  princi- 
pales casas,  cometiendo  toda  clase  de  excesos.  Centro  Amé- 
rica se  despedazaba,  trayendo  consigo  la  federación  y  los 
desastres  que  le  son  consiguientes,  y  que  concluyeron  con 
la  República  fraccionándola  en  republiquitas  enemigas 
que  se  hacen  eterna  guerra.  En  el  Perú  el  General  Lámar 
había  sido  militarmente  destituido  de  la  presidencia  é  ig- 
nominiosamente deportado.  En  Buenos  Aires  todavía  peor 
que  en  otras  repúblicas,  habían  sido  asesinados  los  Presi- 
dentes Dorrego  y  Blanco,  derramándose  con  profusión  es- 
pantosa la  sangre  de  los  ciudadanos.  En  Chile  á  la  sazón 
los  partidos  Pipiólos  y  Pelucones  se  mataban  en  feroz  gue- 
rra civil,  acusándose  mutuamente  de  haber  violado  las  le- 
yes y  de  haber  faltado  á  la  buena  fe  en  las  elecciones  para 
presidente  de  la  República.  Bolivia,  después  de  la  separa- 
ción  del  filántropo  Sucre,  se  sacudía  para  zafarse  de  las 
garras  del  Perú,  á  ñn  de  que  entregada  á  su  propia  suerte, 
pudiera  entrar  á  ñgurar  mejor  en  el  drama  de  desórdenes 
sangrientos  del  continente  de  que  hacía  parte.» 


Entretanto  los  dos  amigos  que  leían  los  periódicos  y 
las  cartas  que  les  mandaban  de  Colombia,  comprendían 
que  era  tal  la  discordia  que  allí  cundía,  que  en  breve  las  dos 
Repúblicas  hermanas — Nueva  Granada  y  Venezuela,-^ 

acabarían  por  hacer  casa  aparte.  Aquella  próxima  diso* 

I        ■  ^^i^-^— ^— — —— ^^i»^— — — — — — ^ 

(1)  Volamen  1  .*,  pégisa  1)^ 


278  BIOGRAFÍA 

lución  los  afligía  sobremaneray  pues  ellos  desde  lejanas, 
tierras  veían  con  espíritu  reposado  cuáles  serian  las  con- 
secuencias inmediatas  y  remotas,  y  cómo  perdería  su  pa- 
tria la  importancia  que  tenia  conquistada,  si  se  seccionaba 
y  dividía.  Pácz  había  amenazado  resueltamente  que  pre- 
feriría entregarse  á  los  españoles  de  nuevo  más  bien  que 
obedecer  al  Gobierno  establecido  en  Bogotá,  y  había  con- 
vocado un  Congreso  para  reconstituir  á  Venezuela  en  re-» 
pública  separada.  Entretanto  el  Congreso  que  llevó  el 
nombre  de  admifable  se  había  instalado  en  Bogotá  el  20. 
de  Enero  de  1830,  y  el  mensaje  que  Bolívar  presentó  alas 
Cámaras  respiraba  el  amargo  y  profundo  dolor  que  siente 
el  hombre  de  genio,  á  quien  no  se  le  ocultan  las  conse- 
cuencias de  ciertos  hechos,  y  el  desconcierto  que  nacería 
de  aquellas  discusiones  que  iban  á  desarrollarse  en  el  Con- 
greso que  empezaba  sus  sesiones. 

La  prensa  de   Bogotá  solo   respiraba  odios,   envidias,, 
ambiciones  descabelladas,  calumnias,  todo  por  medio  de 
un  lenguaje  violento   y  sin   freno.  La  lucha  prolongada,, 
empero,  acaba  por  agotar  la  energía  de  los  hombres  más 
patriotas,  y  entonces  se  dejan  llevar  por  el  desaliento  y  los. 
desengaños  hasta  el  punto  de  olvidarlo  todo  para  hacerse 
á  un  lado  de  la  política  activa  y  dejar  el  paso  libre  á  los 
ambiciosos  que  solo  buscan  su  propio  bien  y  no  el   de  la 
patria.  Bolívar  desde  la  Quinta  de  las  orillas  del  Fucha, 
adonde  se  había  retirado  enfermo  de  cuerpo  y  de  alma, 
herido  en  su  susceptibilidad  y  amargado  con  la  ingratitud 
de  aquellos  mismos  que  había  protegido,  vio  que  todos 
sus  esfuerzos  habían  sido  vanos;  que  su  obra  se  desmoro- 
naba, y  que  en  ese  naufragio  de  todas  sus  esperanzas  pa- 
trióticas, su  obra  claudicaría. 

Discutiendo  aquellas  cosas  pasaron  el  día  Madrid  y 
WVcosta.  El  enfermo  se  desconsoló  tanto,  que  su  amigo  lo. 
sacó  á  pasear  en  carruaje  para  distraerlo  de  sus  prcocu*^ 
paciones  patrióticas  y  personales^  Sin  duda  ese  debió  de- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  279 

ser  el  último  día  en  que  Madrid  salió  de  su  casa;  desde 
entonces  empezó  á  agravarse  de  una  manera  tan  alarman- 
te, que  ni  sus  amigos  ni  su  abnegada  esposa  conservaron 
esperanza  de  librarlo  de  la  muerte. 

Mientras  que  el  patriota  Doctor  Madrid  agonizaba  tris- 
temente, lejos  de  su  país,  en  una  pobre  aldea  de  las  cerca- 
nías de  Londres,  el  personaje  más  importante  de  Inglate- 
rra rendía  también  su  última  jornada  en  el  Palacio  de 
Windsor  el  26  de  Junio.  No  bien  se  tuvo  noticia  en  Lon- 
dres de  que  el  Rey  Jorge  \v  había  muerto,  cuando  toda  la 
población  se  vistió  de  I  uto,  se  cerraron  las  tiendas  en  señal 
de  duelo,  y  los  periódicos  aparecieron  con  ribetes  negros. 

cYo,  escribe  Acosta,  pagué  un  puesto  en  la  imperial 
de  un  carruaje  público  para  desde  allí  ver  pasar  la  proce- 
sión de  los  que  iban  á  proclamar  en  Charin^  Cross  el  ad- 
venimiento del  nuevo  Rey  Guillermo  iv.  Inmensa  multi- 
tud cubría  las  calles  y  casas  adyacentes;  en  las  ventanas, 
en  las  cornisas,  sobre  los  techos  de  las  casas  y  en  frágiles 
andamios  construidos  de  prisa,  se  amontonaba  una  multi- 
titud  curiosa.  En  primer  lugar  desñló  una  tropa  de  caba- 
llería vestida  de  encarnado,  precedida  por  seis  trompetas; 
después  seguían  algunos  oñciales  de  la  Corona  y  reyes^de 
armas  y  otra  tropa  de  caballería  que  no  pasaba  de  quinien- 
tos hombres.  La  procesión  se  detuvo  en  Charing-Cross, 
y  uno  de  los  oficiales  leyó  un  papel  en  que  se  decía  que, 
habiendo  fallecido  el  Rey  Jorge  iv,  le  tocaba  la  corona  al 
Duque  de  Clarence,  su  hermano  menor;  por  consiguiente 
los  Lores,  las  Cámaras  y  Parlamento,  el  Lord-Mayor  (Al- 
calde Mayof  de  Londres)  habían  resuelto  reconocerlo  co- 
mo su  legítimo  Rey,  bajo  el  nombre  de  Guillermo   iv  (i). 

(t)  Guillermo  iv  era  tercer  hijo  de  Jorge  ni.  HabU  nacido  en 
•Windsor  en  1795.  Aél  como  ea  hermano  Jorge  it,  era  odiado  por  los  in- 
gleses, quienes  detestaban  su  conducta  disipada.  Era  partidario  de  los 
whigs;  no  tenía  hijos  legítimos;  asurió  7  afios  después  de  haber  subido 
al  trono,  en  1887,  dejando  la  corona  á  su  sobrina  la  Reina  Victoria, 
liija  del  Duque  de  Kent,  quien  habfa  muerto  dies  afios  antes. 


28o  BIOGRAFÍA 

Cuando  hubo  acabado  de  leer  la  proclama,  se  oyeron  aU 
gunos  aplausos  y  vivas,  y  las  señoras  sacudieron  sus  pa- 
ñuelos. Inmediatamente  la  procesión  siguió  su  camino 
hacia  la  city.^ 

El  día  27  de  Junio  Acosta  fué  llamado  con  urgencia  á 
Barnes;  el  señor  Madrid  había  empeorado,  y  la  familia  es- 
taba en  la  mayor  consternación.  Momentos  después  de 
haber  llegado  á  casa  del  moribundo  Ministro  de  Colom- 
bia, se  presentó  allí  el  General  Santander;  ambos  se  acer- 
caron al  lecho  del  poeta  agonizante;  Madrid  los  reconoció 
y  se  despidió  de  sus  compatriotas,  citándoles  algunos 
versos  de  Virgilio. 

Sin  embargo,  Madrid  no  murió  sino  al  día  siguiente  á 
las  doce  y  media  del  día. 

Apenas  dejó  de  existir  su  amigo,  Acosta  fué  á  buscar  á 
Sir  Robert  Wilson  con  el  objeto  de  que  se  insertasen  artí- 
culos necrológicos  en  los  diarios  de  Londres. 

«  5  de  julio. — A  las  once  tomé  un  coche  público  para  ir 
á  Barnes  á  asistir  al  entierro  del  doctor  Madrid.  Salimos 
de  la  casa  mortuoria  á  poco  de  haber  llegado.  El  carro 
en  que  iba  el  féretro,  cubierto  de  paños  negros  y  pluma- 
jes, iba  seguido  de  tres  coches  enlutados.  Antes  de  salir 
de  la  casa  pusieron  á  los  convidados  capas  negras  y  ban- 
das de  seda  en  los  sombreros.  Me  tocó  ir  al  lado  de  un 
banquero  y  del  Ministro  del  Brasil,  señor  Merle,  editor  de 
El  Corteo,  Gastamos  dos  horas  de  Barnes  á  la  iglesia  de 
Marilebone,  en  donde  se  debía  depositar  el  cuerpo.  Ape- 
nas entró  el  féretro  en  la  iglesia,  dos  Ministros  (pastores 
protestantes)  leyeron  algunos  salmos,  y  luego  lo  llevaron 
al  vestíbulo  y  colocaron  el  ataúd  sobre  el  pavimento,  que 
se  fué  hundiendo  poco  á  poco,  mientras  que  uno  de  tos 
Ministros  oraba  y  el  otro  arrojaba  puñados  de  tierra  sobre 
el  cajón  hasta  c^ue  desapareció  en  la  profundidad  de  la 
bóveda ....  Asi  desapareció  Madrid  á  nuestros  ojos,  dejaq- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  28 1 

do  solamente  como  huella  de  su  paso  por  este  mundo,  la 
memoria  de  un  hombre  honrado,  de  un  poeta  sensible, 
después  de  haber  soportado  quince  años  de  dolores  físicos 
y  morales  con  paciencia  admirable,  y  haber  pasado 
por  todas  las  vicisitudes  de  una  vida  azarosa  y  llena  de 
viceversas.  Madrid  no  había  cumplido  cuarenta  y  un 
años!  (i) 

Mr.  Powles,  el  comerciante  inglés  que  tenía  entonces 
muchos  corresponsales  en  la  América  del  Sur,  invitó  á 
Acosta  á  que  fuese  á  su  casa  de  campo,  sita  en  Stamford. 

€E1  dueño  de  casa,  dice  el  americano,  me  hizo  visitar 
sus  jardines  é  invernáculos,  los  cuales  son  hermosísimos, 
y  en  ellos  maduran  frutas  de  las  zonas  tropicales.  Pero 
más  que  todo  lo  que  me  señaló  en  sus  propiedades,  me 
gustaron  sus  hijas  Emma  y  Tomasa.  Estas  señoritas,  que 
son  muy  bonitas,  elegantes  y  amables,  como  todas  las  in- 
glesas educadas,  hablan  bastante  bien  español  é  italiano. 
Después  de  la  comida  Tomasa  cantó  algunas  canciones 
italianas  acompañándose  en  el  piano.» 

Más  lejos  reñere  que,  habiendo  sido  invitado  á  almor- 
zar con  el  conocido  y  entusiasta  abolicionista  Zacarías 
Macaulay — padre  del  famosísimo  historiador  Lord  Ma- 
caulay, — para  quien  había  llevado  carta  de  recomendación 
del  ex-Obispo  de  Blois,  este  lo  presentó  á  su  familia  (2) 
y  compartieron  todos  juntos  un  rato.  Antes  de  sentar- 
se á  la  mesa  Macaulay  leyó  algunos  versículos  de  la  Bi- 
blia, y  todos  se  arrodillaron  á  oir  la  oración  deprecatoria 
que  hizo  el  anciano  en  alta  voz  y  que  duró  largo  rato. 

(1)  SI  Doctor  C.  Martínez  SilTa,  autor  de  la  Biografía  dé  D,  «7M  F§r» 
nandm  Madrid,  obteiva  lo  siguiente  ('lespués  de  citar  esta  página  dbl 
Diario  de  Acosta  que  m  le  habia  facilitado):  "Aunque  Madrid  era  católi- 
co, sus  exequias  se  celebraron  en  la  iglesia  parroquial  de  Marylebone  y 
conforme  al  rito  anglicano,  sin  duda  por  el  carácter  oficial  de  que  estaba 
inTefUdo.** 

(2)  de  coneerran  cartaa  de  Zaoaiias  Macaulay  á  Acosta. 


282  BIOGRAFÍA 

Nuestro  viajero  visitó  detenidamente  el  Ordonance 
Map  Office  y  notó  que  en  Inglaterra  se  trabajaba  de  otra 
manera  que  en  Francia  el  mapa  de  la  Gran  Bretaña  que 
estaban  levantando.  Dice  que  lo  trabajaban  particulares 
á  quienes  el  Gobierno  pagaba  33  chelines  por  milla  cua- 
drada. El  Capitán  Mudge,  Jefe  del  establecimiento,  le  di- 
jo que  la  carta  de  Inglaterra  é  Irlanda  estaría  concluida 
al  cabo  de  diez  años,  pero  la  de  Escocia  tardaría  más,  por- 
que los  cerros  aumentaban  muchísimo  el  trabajo. 


CAPITULO  XVIII 

Regreso  á  París.  ~B1  hijo  ilegitimo  de  Miranda.— Viaje  de  Calais  á  Pa- 
rís.—Noticia  de  la  toma  de  Argel  por  los  Franceses.— Asuntos  diplo- 
máticos.—Conferencia  re8i;rTada.^Un  día  en  la  Qranja  del  General 
Lafsyette. 

1830 

Hacía  dos  meses  que  Acosta  estaba  en  Londres,  cuan- 
do encontró  que  era  tiempo  de  regresar  á  París  á  prepa-. 
rar  el  viaje  qué  debería  hacer  á  los  Estados  Unidos  en  vía 
para  Colombia.  Dijo,  pues,  adiós  á  sus  amigos  de  Londres 
y  se  embarcó  el  día  7  de  Julio  con  dirección  de  Calais., 
De  paso  por  esta  ciudad  se  detuvo  para  visitar  á  un  libre- 
ro de  apellido  Leleux,  el  cual  le  había  recomendado  el 
General  Lacroix  años  atrás.  Era  este  hijo  ilegítimo  del 
General  Miranda,  y  con  ese  motivo  Acosta  deseaba  cono- 
cerlo. Hé  aquí  lo  que  con  respecto  de  este  personaje  lee- 
mos en  el  Diario: 

. . .  «Leleux  me  pareció  un  pobre  hombre,  en  el  cual 
las  facultades  morales  habían  disminuido  en  razón  inver* 
sa  de  las  físicas,  que  habían  ido  aumentando,  pues  su  vien- 
tre es  enorme  y  nula  su  inteligencia.  Entre  otras  cosas. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  283 

me  dijo  que  había  determinado  no   ser   ya  más  repu- 
blicano, (i) 

«í  rf^y«/w.-- Recorrí  la  ciudad  de  Calais;  esta  no  tie- 
ne nada  notable,  salvo  las  fortificaciones  del  lado  de 
tierra,  las  cuales,  aunque  descuidadas,  pueden  ponerse  en 
poco  tiempo  en  estado  de  defensa. 

«A  las  nueve  (de  la  mañana)  tomé  la  diligencia  en  vía 
para  París,  pasando  por  Boulogne.  Partimos  por  la  orilla 
del  mar;  el  terreno  en  algunas  partes  es  cascajoso  é  im- 
productivo, y  en  otras  veíanse  inmensos  trigales.  Dentro 
de  la  diligencia  se  hallaba  un  viejo  platero  de  8o  años  de 
edad,  pero  robusto  y  vivo,  el  cual  me  entretuvo  habiéndo- 
me de  la  Revolución  Francesa;  habíala  presenciado  desde 
su  principio;  se  expresaba  en  lenguaje  escogido  y  poseía 
una  instrucción  general  de  conocimientos  literarios  y  cien- 
tíñeos,  los  cuales,  sin  ser  profundos,  entn  muy  variados. 
Entre  tanto  un  artesano  inglés  acomodado,  que  viajaba 
con  un  hijo  suyo  para  divertirse,  no  sabía  hablar  de  nin* 
gún  asunto  fuera  del  de  su  profesión,  y  era  tan  vulgar  é 
ignorante  como  solo  es  capaz  de  serlo  un  anglo-sajón  de 
baja  extracción. 


(1)  Sin  embargo  Leleuz  se  había  educado  al  lado  del  ilustre  Hiranda^ 

j  lo  acompafió  en  Venezuela  hasta  que  el  General  cayó  en  n&anoe  de  loe 

Xipaftolei  el  80  de  Julio  de  1813.  Leleuz  alcanzó  empero  á  embarcarte 

eon  loe  papelea  de  Miranda.  Hé  aquS  una  carta  de  ScmbUUe  al  ciudadana 

LéUuxi 

88  de  Julio 

Mi  querido  amigo  Leleux:  el  General  me  encarga  te  escriba  recomen* 
dándote  de  nuevo  que  sus  papeles  y  mapas,  que  están  en  los  cofres,  los 
empapeles  bien  y  los  hagas  transportar  inmediatamente  á  la  Guaira,  y  re- 
mitirlos en  el  bergantín  de  Waltson  que  está  próximo  á  hacerse  á  la  vela 
para  Curazao;  que  estos  los  dirijas  y  recomiendes  á  la  casa  de  Robertson 
j  Belt,  con  particular  encargo  para  que  los  conserven  en  su  poder;  y  se- 
lla neeesario  que  pasases  td  mismo  á  la  Guaira  para  que  todo  se  ejecute- 
conel  mayor  arreglo  y  seguridad,  como  asunto  que  le  importa.  Procederás - 
igualmente  encajonando  loe  libros  que  quedaron  en  Caracas  para  remi- 
tirlos en  otra  ocasión  si  fuere  necesario. 


284  BIOGRAFÍA 

cA  las  dos  de  la  tarde  llegamos  á  Boulogne—sur — Mer^ 
bonita  ciudad  y  hcrmbso  puerto.  Las  casas  de  campo  de 
los  contornos  están  construidas  á  estilo  inglés,  porque 
aquí  se  encuentra  siempre  una  colonia  inglesa  compuesta 
de  insolventes  que  pasan  la  Mancha  para  escapar  de  sus 
acreedores.  A  las  tres  de  la  tarde  nos  pusimos  de  nuevo 
en  marcha  hacia  el  interior.  Los  campos  son  muy  pinto- 
rescos; se  ven  muchas  colinas  cubiertas  de  bosques  y  hon- 
donadas repletas  de  trigales,  algunas  sementeras  de  habas, 
que  aquí  no  se  usan  sino  como  forraje  para  los  caballos 
y  ganados, — y  otras  legumbres.  En  todas  las  paradas  que 
hacia  la  diligencia,  encontrábamos  mendigos,  y  cuando  el 
carruaje  subía  lentamente  por  alguna  colina,  salían  por 
todas  partes  chicuelos  que  llevaban  canastos  de  flores, 
las  cuales  arrojaban  par  las  ventanillas  con  el  objeto 
•de  que  les  dieran  algunas  monedillas  de  cobre:  manera 
•bastante  poética  de  pedir  la  caridad.» 


Pasó  por  Montreuil,  y  á  las  doce  de  la  noche  por  Abbe- 
ville;  le  amaneció  en  Grand-Villiers;  almorzó  en  Beau- 
vais;  á  las  cuatro  de  la  tarde  pasaron  el  río  Oise;  á  las  seis 
y  media  llegaron  á  San  Denis,  y  á  las  ocho  de  la  noche  á 
París.  Así  fué  que  en  el  trayecto,  en  el  cual  hoy  se  gastan 
(de  Londres  á  París)  de  siete  á  ocho  horas,  Acosta  empleó 
cuatro  días  con  sus  noches  1 

La  ciudad  estaba  de  gala;  se  acababa  de  recibir  en  Pa- 
rís la  noticia  de  la  toma  de  Argel  por  los  ejércitos  france- 
ses al  mando  del  Mariscal  Conde  Bourmont  y  el  Almi- 
rante Duperret,  después  de  un  bloqueo  de  tres  años.  Al 
fin  el  Dey  había  tenido  que  capitular  el  5  de  Julio  y  en- 
tregarse á  Francia  con  armas  y  bagajes,  (i) 

(1)  Sin  embargo,  la  toma  de  ürgéí  no  ampaad  á  producir  buaooa  w> 
tuKadoi  como  colocia  íraoceía,  tino  después  de  que  ee  entregó  Abdal- 
Kader  en  1847,  y  que  ae  conquifltd  el  país  de  loscabllae  en  IM4. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  285 

-    En  París  Acosta  encontró  inopinadamente  á  su  her- 
mano Domingo,  quien  había  sido  enviado  de  Roma  por 
su  Ministro  para  que  procurase  arreglar  un  asunto  diplo- 
mático con  respecto  al  reconocimiento  de  Colombia   por 
la  Madre  Patria. 

Ya  un  año  antes,  en  1829,  Joaquín  Acosta  había  sido 
invitado  por  el  Conde  Alejo  de  Noailles,  Diputado  á  las 
Cámaras  francesas  entonces,  á  una  conferencia  reservada, 
en  la  cual  se  debería  tratar  ese  asunto.  Se  había  encargado 
el  Conde  de  Noailles  del  examen  de  un  proyecto  de  ley 
que  debería  presentarse  á  las  Cámaras  para  aclarar  las 
comunicaciones  entre  Francia  y  las  Repúblicas  Hispano- 
Americanas.  Como  el  Diputado  francés  desease  obtener 
noticias  fidedignas  de  la  situación  de  las  ex-colonias  es- 
pañolas, y  según  ello  impetrar  el  reconocimiento  de  su 
independencia  por  la  Madre  Patria,  le  recomendaron  que 
hablara  con  el  joven  estudiante  americano,  el  cual  podría 
dárselas.  Por  los  Diarios  de  Acosta  hemos  visto  que  la 
conferencia  tuvo  lugar,  pero  nada  más. 

Pocos  días  después  de  su  regreso  de  Londres,  Acosta 
recibió  una  invitación  del  General  Lafayette  para  que  fue- 
se un  día  á  visitarle  en  su  Quinta,  en  las  inmediaciones  de 
París,  y  en  donde  pasaba  los  veranos  con  su  familia.  Como 
no  le  indicase  fecha  determinada,  se  aprovechó  de  un  be- 
llísimo día  para  emprender  marcha  en  vía  para  la  Granja. 
Transcribiremos  aquí  estos  acápites  del  Diario: 

«jS  de  Julio, — A  la  salida  de  Fontenay  me  encontré 
con  la  carroza  del  General  Lafayette;  al  momento  hice  pa- 
rar mi  coche,  y  bajando  de  éi,  me  acerqué  para  hablarle 
y  darle  unos  pliegos  que  le  enviaban  de  Inglaterra  por  mi 
conducto. 

«El  gran  patriota  se  dirigía  á  Meulan  á  asistir  á  las 
elecciones.  Se  manifestó  muy  contrariado  cuando  le  dije 
que  iba  á  la  Granja  á  hacerle  la  visita  ofrecida,  porque  na 
podría  estar  allí  para  recibirme.  Sin  embargo,  me  instó  mu«^ 


286  BIOGRAFÍA 

cho  para  que  continuase  hasta  su  quinta  y  pasara  allá  al- 
gunos días  hasta  que  él  pudiera  regresar. 

«Continué,  pues,  camino  hasta  Rozoy,  pequeña  ciu- 
dad, en  donde,  mientras  cambiaba  de  caballos,  los  que 
allí  había  me  hicieron  los  mayores  elogios  de  Lafayctte  y 
de  su  familia. 

«La  Granja  se  halla  á  un  cuarto  de  hora  de  Rozoy,  y 
no  hay  ninguna  cerca,  barrera  ó  muro  que  defienda  la 
propiedad  de  Lafayette  de  la  de  sus  vecinos.  Los  grupos 
de  árboles  y  bosquecillos  que  rodean  la  quinta,  le  dan  un 
aspecto  agreste;  ésta  tiene  cuatro  torrecillas  góticas  en  los 
cuatro  ángulos  cubiertos  con  enredaderas  y  yedra;  algu- 
nos de  e3tos  arbustos  me  dijeron  después  que  habían  sido 
sembrados  por  el  famoso  Fox,  (i)  á  quien  había  ligado 
sincera  amistad  con  la  familia  de  Lafayctte  al  través  de  to- 
das las  vicisitudes  de  la  política. 

«Encontré  en  la  Granja  á  la  hija  del  General,  casada 
con  el  Conde  de  Lasteyrie,  (2)  la  cual  me  señaló  mi  ha* 
bitación  en  la  torrecilla  de  la  grande  escalera  que  desem- 
boca en  el  vestíbulo  del  comedor. 

■ 

«Antes  de  la  hora  de  la  comida,  el  joven  Lasteyrie  me 
llevó  á  visitar  las  granjas  y  los  establos  de  ovejas  y  gana- 
do vacuno,  y  caballerizas  que  pertenecen  á  la  propiedad. 
El  producto  de  aquella  tierra  consiste  principalmente  en 
las  ovejas  merinas,  las  cuales  me  mostraron  pastando  en 
un  prado;  á  pesar  de  su  valor,  aquellos  animales  no  me 
interesaban,  y  no  me   pesó  el  tener  que  abandonar  su 


(1)  Carlos  Jaime  Fox,  de  la  familia  de  lord  Holland.  Hombre  de  Bs- 
tado  inglés,  rival  de  Guillenno  Pitt,  defendió  la  causa  de  los  insurgen- 
tes  de  América  7  la  abolición  de  la  esclavitud;  admiró  los  principios  de  la 
Berolución  Francesa;  apoyó  el  partido  de  la  paz,  y  siendo  Ministro  de 
Estado,  había  entablado  negociaciones  con  Napoleón,  cuando  murió 

-en  1806< 

(2)  SI  mismo  que  estaba  en  Londres  j  que  tuTO  con  Acosta  estredia 
•amistad. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  287 

t:ompañia  al  sonido  de  la  campana  que  anunciaba  la  hora 
de  la  comida. 

€En  el  salón  encontré  un  trío  de  bellísimas  señoritas, 
á  saber:  dos  hijas  de  la  Condesa  de  Lasteyrie,  y  Matilde, 
la  hija  de  Jorge  Lafayette,  que  ya  conocía.  Me  presenta- 
ron á  la  señora  de  Alba,  á  una  hermana  de  ésta  y  á  dos 
hermanos  suyos;  era  esta  una  familia  portuguesa  que  es- 
taba en  Francia,  no  sé  si  de  paso  ó  permanentemente.  Yo 
tuve  el  honor  de  conducir  á  la  mesa  á  la  Condesa  de  Las- 
teyrie. 

«Después  de  comer  bajamos  á  los  jardines,  en  donde 
me  mostraron  dos  enormes  sauces  llorones  que  el  Gene- 
ral había  sembrado  en  su  juventud.  De  paso  llegamos  has- 
ta el  lago  que  embellece  el   parque,  y  como  hubiese  allí 

un  bote,  nos  embarcamos  en  él  para  pasar  al  otro  lado 

No  olvidaré  jamás  este  paseo  en  el  lago;  la  música  lejana 
de  la  fiesta  en  una  aldea  de  los  alrededores  llegaba  hasta 
allí;  el  hermoso  grupo  que  presentaban  las  aristocráticas 
damas,  mis  compañeros  y  el  ambiente  suave  que  hacía 
flotar  los  vestidos  blancos  y  rosados  de  las  señoras,  aumen- 
taban la  poesía  de  esa  tarde  encantadora. 

e Llegados  al  otro  lado,  bajamos  del  bote  y  estuvimos 
en  el  baile  campestre,  cuya  música  nos  había  acompañado 
al  través  del  lago.  Al  llegar  la  noche,  ya  cerca  de  las  nue- 
ve, volvimos  al  castillo  y  subimos  al  salón,  en  donde  sir- 
vieron el  té. 

icGrata  é  inolvidable  será  para  mí  la  culta  conversación 
que  tuvo  lugar  después  en  aquel  salón  circundado  de  los 
retratos  de  todos  los  presidentes  de  los  Estados  Unidos. 
En  la  antesala  y  bajo  los  pliegues  de  la  bandera  norteame- 
ricana, se  ven  otra  vez  los  retratos  de  Washington  y  de 
Franklin.  Aquella  bandera  fué  la  misma  que  regaló  á  La- 
(ayette  el  Comandante  de  la  fragata  que  trajo  al  General 
de  los  Estados  Unidos,  y  que  él  guarda  como  un  recuerdo 
de  aquella  navegación.  En  el.  salón  están  también  los  re* 


288  BIOGRAFÍA 

tratos  de  Bailly,  aquel  sabio  francés,  victima  de  los  furo- 
res revolucionarios,  y  de  Larochefoucauld,  el  antiguo  ami- 
go de  la  familia  de  Lafayette.  Vi  también  el  del  patriota 
español  Rafael  de  Riego,  y  el  de  su  mujer. 

«El  cuarto  que  me  dieron  estaba  adornado  con  cua- 
dros que  representaban  los  combates  navales  que  tuvie- 
ron lugar  durante  la  guerra  de  la  Independencia  de  los 
Estados  Unidos.  Contemplando  aquellas  pinturas  históri- 
cas desde  mi  cama,  me  quedé  al  ñn  profundamente  dor- 
mido.i> 


A  pesar  de  que  la  familia  del  General  Lafayette  insta- 
ba mucho  á  Acosta  para  que  aguardase  en  la  Granja  el  re- 
greso del  dueño  de  casa,  éste  no  quiso  abusar  de  la  ama- 
bilidad de  las  señoras  que  le  brindaban  hospitalidad;  asi 
fué  que  al  día  siguiente  regresó  á  París. 


CAPITULO  XIX 

Situación  de  Francia  en  Julio  de  1880.— Una  sesión  en  el  Instituto. — 
Descontento  del  pueblo  con  el  Gobienio.— Be  declara  una  revolución 
en  París  contra  Carlos  X.— Acosta  presencia  aquellos  acontecimien- 
tos.— Coronación  de  Luis  Felipe. 

1830 

Como  siempre  interesa  todo  lo  concerniente  á  los  su- 
cesos históricos,  y  gusta  saber  las  impresiones  personales 
de  aquellos  que  presenciaron  acontecimientos  importan- 
tes, hemos  pensado  que  no  se  debe  dejar  de  trascribir 
casi  íntegramente  todo  lo  que  encontramos  en  el  Diario 
de  Acosta,  tocante  á  la  Revolución  de  1830  en  Francia.  Sin 
embargo,  antes  de  esto  permítasenos  refrescar  las  ideas  de 
los  lectores  con  una  brevísima  reseña  de  la  situación  en 
que  se  hallaba  Francia  en  aquellos  momentos. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACOSTÁ  289 

Carlos  X — desde  que  sucedió  en  el  trono  á  su  herma- 
no Luis  XVI II  en  1824,— -era  cada  día  menos  querido  del 
pueblo,  de  ese  pueblo  nacido  y  criado  durante  la  Re- 
volución del  ñn  del  siglo  anterior.  Aquella  situación  tan 
delicada  no  la  supo  comprender  Carlos  X,  quien  olvi- 
daba que  después  del  gran  cataclismo  de  89,  los  bullicio- 
sos franceses  no  se  dejaban  gobernar  como  antes  de  aquel 
acontecimiento;  olvidaba  que  si  Napoleón  tiranizó  el  país, 
en  cambio  le  dio  esas  glorias  militares  que  tanto  halagan  á 
los  hijos  de  los  Galos  y  de  los  Francos;  con  ese  motivo  co- 
metía error  sobre  error,  imprudencia  sobre  imprudencia. 
El  Ministerio  ultra-retrógado  de  M.  de  Villéle,  y  después 
el  impolítico  de  Polignac,  exasperaron  al  pueblo  y  á  los 
burgueses,  y  no  solamente  á  estos,  sino  también  á  muchos 
nobles.  La  oposición  que  el  Ministerio  tenía  en  la  Cáma- 
ra crecía  y  aumentaba  de  una  manera  tan  alarmante,  que 
Carlos  X  dio  el  último  paso  por  el  camino  de  las  impru- 
dencias y  firmó  el  decreto  de  disolución  de  las  Cámaras. 
Las  nuevas  elecciones  no  produjeron  el  resultado  que  es- 
peraba el  partido  de  Polignac,  y  al  reunirse  se  encontró 
que  eran  tan  adversas  al  Ministerio  como  las  anteriores. 
La  noticia  de  la  conquista  de  Argel  no  reconcilió  al  pue- 
blo con  el  Rey,  como  se  creyó,  y  la  prensa  liberal  no  cesó 
de  criticar  los  actos  del  Ministerio.  Además,  las  logias 
francmasónicas  tenían  en  Francia,  y  sobre  todo  en  París, 
una  influencia  todopoderosa,  y  ellas  decretaron  que  se  hi- 
ciese guerra  á  muerte  á  Carlos  X.  Este  resolvió  entonces 
dar  un  golpe  de  estado  para  adquirir  mayor  autoridad; 
abandonó  repentinamente  las  sendas  de  la  Constitución,  y 
y  publicó  un  decreto  por  el  cual  anulaba  las  últimas  elec- 
ciones electorales,  abolía  la  libertad  de  imprenta  y  disol- 
vía la  nueva  Cámara  de  Diputados.  Era  lo  que  aguar- 
daban los  enemigos  de  los  Borbones  para  dar  el  último 
golpe,  conciliándosc  así  aun  á  aquellos  que  hasta  entonces 

biografía  19 


290  biografía 

se  habían  manifestado  reacios  á  una  revolución  cuyas 
consecuencias  podrían  ser  muy  peligrosas. 

DIARIO 

€26  d€  julio. — Hoy  debía  tener  lugar  la  sesión  pública 
anual  del  Instituto  de  Francia.  Habiendo  obtenido  una 
boleta  de  entrada,  á  las  dos  de  la  tarde  estaba  en  mi  pues- 
to. A  pesar  de  que  el  recinto  reservado  al  público  estaba 
repleto  de  gente  y  veíanse  allí  gran  número  de  damas  ele- 
gantemente  vestidas,  noté  en  toda  la  concurrencia  cierto 
aire  de  preocupación  que  no  era  natural.  Hablábanse  al 
oído  unos  á  otros  y  se  miraban  con  descon6anza,  callando 
cuando  se  acercaba  tercera  persona.  El  discurso  del  sabia 
Cuvier  era  el  elogio  de  Sir  Humphry  Davy  (i)  muy  bue- 
no é  interesante,  pero  no  fué  aplaudido  como  sucede  siein- 
pre  cada  vez  que  habla  este  sabio.  Levantóse  después  el 
astrónomo  Arago,  y  pronunció  un  bello  panegírico  del  fí- 
sico Fresnel  (2).  Durante  su  discurso,  el  cual  era  escucha- 
do con  marcada  atención,  Arago  se  dejó  llevar  de  sus 
sentimientos  patrióticos,  é  hizo  alusiones  á  las  cuestiones 
políticas  actuales.  Aquello  produjo  profunda  impresión  en 
el  auditorio,  y  á  cada  frase  alusiva  aplaudían  con  frenesí. 
El  Mariscal  Marmont,  jefe  del  ejército  de  París,  asistía  á  la 
sesión  vestido  con  su  uniforme  académico. 

<A  mi  salida  del  Instituto  tuve  noticia  de  que  el  Minis- 
terio había  dado  un  golpe  de  estado,  abolido  la  ley  de 
elecciones  y  la  libertad  de  imprenta,  establecido  la  censu- 
ra y  convocado  una  Cámara  de  Diputados  ilegal.    Toda 


(1)  Famoso  químico  ingle?,  dcBcubrídor  del  protóxido  de  ázoe  6  gas 
hilarante  y  de  muchas  otros  en  extremo  útiles  para  la  humanidad.  Nací- 
do  en  1774,  había  muerto  en  1829.  Era  miembro  del  Instituto  francés  y  de 
todas  las  sociedades  cieatíflcas  del  mundo. 

(?)  Agustín  Juan,  físico  francés  que  estudió  particularmente  la  teoría 
de  la  luz  é  hizo  importantes  descubrimie&tos  acerca  de  su  propagación 
por  el  espacio. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  291 

la  población  tenia  un  aspecto  amenazador,  pero  grave; 
comprendí  entonces  que  había  llegado  la  hora  á  los  Bor- 
bones,  y  que  pronto  cesarían  de  reinar.  Mucha  gente  ro- 
deaba y  asediaba  las  puertas  de  las  imprentas  en  busca  de 
periódicos,  que  ya  no  deberían  venderse  por  las  calles.  La 
agitación  crecía  por  momentos  cuando  al  fin  me  retiré  á 
mi  alojamiento  esta  noche. 

«27  de  julio, -^Todos  los  diarios  liberales  han  sucum- 
bido, y  no  se  encuentran  en  los  gabinetes  de  lectura.  Pu- 
de, sin  embargo,  conseguir  el  Temps;  en  él  había  una 
protesta  de  todos  los  redactores  de  los  diversos  diarios  li- 
berales, en  la  cual  prometen  llenar  sus  deberes  hasta  el 
fin,  y  no  someterse  al  decreto  inconstitucional,  (i) 

cA  medio  día  las  tropas  habían  rodeado  las  imprentas, 
y  apoderádose  de  ellas.  Se  decía  abiertamente  en  la  calle 
que  una  vez  que  el  Rey  infringía  la  Carta,  el  pacto  social 
quedaba  disuelto,  y  su  autoridad  no  sería  obedecida.  Co- 
menzóse á  notar  inusitada  alarma;  cerráronse  las  tiendas, 
puertas  y  ventanas.  Las  casas  de  los  Ministros  fueron 
apedreadas;  los  gendarmes  se  pusieron  sobre  las  armas,  y 
salieron  á  calmar  la  agitación  que  reinaba  en  las  calles, 
pero  los  recibieron  á  pedradas;  estos  contestaron  á  bala- 
zos, pero  como  no  podían  avanzar,  se  retiraroniá  buscar 
refuerzo. 

cDespués  de  comer  en  un  restaurante  de  mi  barrio,  en 
donde  aún  no  había  mayor  agitación,  me  dirigí  con  algu- 
nos amigos  hacia  el  Palacio  Real.  Toda  la  población  esta- 
ba en  la  calle;  las  mujeres  se  asomaban  á  las  puertas  y 
ventanas;  los  almacenes  y  tiendas  continuaban  cerrados,  y 
se  leía  en  todas  las  fisonomías  un  sentimiento  general  de 
sorpresa  y  curiosidad.  Aunque  no  había  oradores  públi- 
cos, ni  habíanse  distribuido  hojas  sueltas  explicando  la  si- 
tuación, todos  parecían  estar  al  corriente  de  lo  que  ocu- 
rría, y  comprendían  vivamente   la  causa  de  la   crisis  y  lo 

(l)^M.  Thien  en  el  redactor  de  esa  protesta  7  ol  que  la  firmó  primero. 


ir^ 


^p*tf^p«^\^^*««w* 


r« 


n'.-s  ^r.  la  tiirr.di  dr  jr^  frutera,  li  cual  estaba  a^<l-i^.«  f. 
catua' dad.  S:*?  errhargo,  I::s  geniíTrnts  r. >  hacina -^r.L* 
iT-t^azar  con  el  sahic  de^en\-a;r.idí^,  y  a  pesar  de  q\x  '.s 
ap^^dreaha-^í,  r.'#  errp!taban  ofo  medio  de  detmsj^sin^ 
aj/"ehendet'  á  j^-tí  rna>  sife^-^dcrs  y  d^persar  W  grupos  c."»n 
amenazas. 

*M:entrás  que  agiiardabamo;  la  cca^ii-n  pora  salir  otra 
vez  á  la  cal!e,  oímos  de  rep>ente  algunr^s  tiros  por  e¡  !ada 
de  la  calle  de  Saint-Honoré,  y  vernos  airavesar  algunos  des- 
tacamentr/s  armados  á  píe  y  á  caballo.  AproTechámos  un 
momento  en  que  se  alejaban  unos  y  no  llegaban  todax-ia 
otros,  para  retrogradar,  pues  nosotros  no  teníamos  inten- 
ción de  tomar  parte  en  aquella  lucha.  Aquel  barrio  tenia 
un  aspecto  lúgubre  y  sombrío;  todas  las  puertas  estaban 
cerradas,  y  no  se  oía  más  ruido  que  el  de  las  balas  y  gritos 
lejanos.  Salimos  á  la  orilla  del  río;  bajamos  hasta  el  Puen- 
te Real,  el  cual  atravesamos;  seguimos  por  el  muelle  y  re- 
pasamos el  río  por  el  puente  de  Luis  XV'l.  En  la  plaza 
del  mismo  nombre  había  dos  regimientos  formados  á  pie, 
de  seis  piezas  de  artillería  y  algunos  escuadrones  de  co- 
raceros. 

tfEn  aquel  barrio  todo  cambiaba  de  aspecto,  y  a  pesar 
de  ese  apáralo  imponente  de  fuerza  militar,  los  ciudada- 
nos se  paseabíin  por  las  calles  tranquilamente  y  se  veían 
muchas  damas  tomando  helados  en  las  puertas  de  los 
cafés. 

«Seguímos  hasta  el  Ministerio  de  Negocios  Extranjeros. 
Frente   á  este   edificio  veíanse  un  batallón  de   la  Guardia 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  ?93 

Real  y  dos  piezas  de  artillería;  el  pueblo  había  atacado  á 
medio  día,  y  se  temía  que  lo  volviera  á  hacer.  Las  aceras 
estaban  llenas  de  curiosos  que  hablaban  de  asuntos  de  po- 
lítica, y  los  asientos  en  el  bulevar  frente  al  café  de  Pa- 
rís y  de  Tortoni  estaban  ocupados  como  de  ordinario  por 
damas  y  caballeros  que  tomaban  helados  y  otros  refrescos; 
lo  mismo  sucedía  en  los  otFos  cafés  de  los  bulevares. 
Bajamos  por  la  plaza  de  Vendóme,  en  donde  está  el  Mi- 
nisterio de  Justicia;  la  plaza  estaba  cubierta  de  tropas.  Co- 
mo supimos  que  en  la  puerta  de  San  Martín  tenia  lugar 
un  combate  reñido,  nos  dirijímos  inmediatamente  h^cia 
ese  lado.  Frente  al  teatro  del  Gimnasio  nos  detuvo  una 
tropa  de  gendarmería  y  tropas  que  defendían  aquel  sitio. 
Tomamos  entonces  por  la  calle  de  Clery,  y  fuimos  hasta 
San  Dionisio,  en  donde  pudimos  ver  cómo  se  congre* 
gaba  en  aquel  lugar  multitud  de  artesanos  que  tenían 
aire  amenazador.  De  allí  también  fué  preciso  retirarnos 
por  la  calle  de  Choiscuil  y  Montmartre. 

«Ya  para  entonces  había  llegado  la  noche;  el  pueblo 
se  había  entretenido  en  quebrar  los  faroles  y  las  linternas, 
de  manera  que  la  obscuridad  era  completa.  De  vez  en 
cuando  encontrábamos  algún  transeúnte  que  nos  decía 
que  no  se  podía  pasar  adelante;  pero  nosotros  continuá- 
bamos, oyendo  á  lo  lejos  los  gritos,  les  tiros,  el  tumulto  y 
las  cargas  de  caballería.  Después  de  haber  vagado  algún 
tiempo  por  aquellas  callejuelas,  casi  descaminados,  al  fin 
llegamos  á  la  calle  de  St.  Honoré,  uno  de  los  focos  de  la 
revolución  ó  insurrección,  la  atravesamos,  bajamos  al  Se- 
na, lo  cruzamos  por  el  puente  de  las  Artes,  y  volvimos  á 
nuestro  barrio  y  nos  metimos  en  nuestras  casas. 

€28  de  julio, — Mil  rumores  corrían  hoy  por  la  ciudad. 
Los  fondos  habían  bajado,  el  comercio  estaba  estancado, 
la  noche  anterior  habían  muerto  á  un  coronel  del  ejército  y 
á  muchos  gendarmes;  se  decía  que  la  ciudad  de  Rouen  es- 
taba también  en  plena  insurrección,  y  que  el  pueblo  había 


194  biografía 

asesinado  al  Prefecto;  que  tres  mil  hombres  armados  mar* 
chaban  sobre  París  —  Entretanto,  nuestro  barrio  perma- 
necia  tranquilo.  A  la  una  de  la  tarde  .se  oyó  fuego  de  arti* 
llena  muy  sostenido,  como  también  de  fusilería.  Supimos 
á  poco  que  el  pueblo  se  había  apoderado  del  Hotel  de  Vi* 
lie;  que  la  Guardia  Nacional  había  hechv)  causa  común 
con  la  insurrección,  y  que  esta  era  ya  dueña  de  aquel  ba- 
rrio. Todo  era  algazara  y  confusión;  las  campana^  tocaban 
á  rebato;  sin  cesar  sonaban  la  voz  del  cañón,  lejanos  gñ- 
tos  y  estridente  vocería. 

icEl  fuego  duró  vivo  hasta  las  cuatro  de  la  tarde;  á  esa 
hor<i  salí  á  tomar  lenguas,  y  á  algunas  cuadras  de  mi  casa 
encontré  varios  grupos  de  artesanos  armados  con  sables  j 
fusiles,  y  más  lejos  á  mi  amigo  el  escultor  David.  Con 
él  estuve  en  el  cuerpo  de  guardia  de  los  bomberos,  los 
cuales  habían  tomado  decididamente  el  partido  del  pue- 
blo. Se  decía  allí  que  el  General  Lamarque  (i)  estaba  á  la 
cabeza  de  los  que  se  batían  en  la  Gréve.  A  las  cuatro  y 
media  corno  la  noticia  de  que  los  insurgentes  habían  te- 
nido que  abandonar  el  Hotel  de  Ville,  pero  que  se  habían 
refugiado  en  las  torres  de  Nuestra  Señora,  en  las  cuales 
flameaba  la  bandera  tricolor. 

fEstuve  á  comer  en  casa  del  Dr.  Bertrand  (2).  Allí  to- 
dos estaban  llenos  de  inquietud  y  alarmadisimos  con  los 
acontecimientos  políticos.  Más  tarde  salí  á  la  calle  con  M. 
Roulín  á  averiguar  noticias.  Vimos  un  cuerpo  de  guardia 
de  infantería  que  rendía  las  armas  al  pueblo.  Nos  dijeron 
que  la  prísión  militar  de  la  Abadía  había  sido  tomada,  y  que 
ios  militares  que  se  hallaban  allí  arrestados,  fueron  puestos 
en  libertad  por  los  insurgentes.  París  se  hallaba  en  estado 
de  sitio,  y  la  autoridad  militar  gobernaba  únicamente.  Se 
ignoraban  el  paradero  del  Rey  y  la  suerte  de  toda  la  fami- 
lia Real. 


U^  Uno  de  k«  Jefos  del  Putldo  Líberml  es  Pnacn  por  ftqoriU 
Ot>  Ya  «Bl«  kemoa  dicho  quién  Cfm  este  cftba'lero.  padiv  dtl 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  ^95 

<AI  regresar  á  casa  encontré  ya  barricadas  en  algunas 
calles^  las  cuales  hasta  entonces  habían  permanecido  tran- 
quilas, y  se  oía  que  en  los  lugares  en  donde  se.  combatía  ei 
fuego  era  á  cada  momento  más  nutrido  y  violento.  Sin 
embargo,  á  medida  que  entraba  la  noche,  los  fuegos  empe- 
zaron á  decaer,  y  á  las  doce  habían  cesado  coippletamente. 
Entonces  reinó  en  toda  la  ciudad  un  silencio  más  aterra- 
dor que  los  estruendos  anteriores,  porque  se  compren- 
día que  aquel  no  era  el  que  emanaba  de  la  paz,  sino  que 
los  combatientes  buscaban  acaso  pasajero  descanso  para 
recuperar  mayores  fuerzas  al  día  siguiente.  Se  aguarda  para 
el  día  de  mañana  una  crisis  decisiva,  y  de  la  lucha  que 
se  empeñe,  dependerá  la  victoria  en  uno  ó  en  otro  sen- 
tido. 

€2^  de  julio.— A  las  seis  de  la'mañana  las  campanas, 
tocaban  á  rebato  en  todas  las  parroquias  de  la  ciudad. 
La  insurrección  va  tomando  á  cada  momento  más  incre- 
mento, y  el  pueblo  se  hace  más  y  más  audaz.  Nuestra  ca- 
lle, que  había  permanecido  quieta  hasta  hoy,  comienza  á 
llenarse  de  gente,  y  ésta  hace  barricadas  en  las  esquinas. 
Han  desempedrado  la  calle,  y  con  muebles  viejos,  carrua- 
jes y  piedras  empiezan  á  levantar  barreras,  que  impedirán 
el  paso  á  la  caballería.  Desde  mi  ventana  veo  trabajar  á  los 
obreros  en  sus  trincheras  con  toda  serenidad  y  con  sem- 
blante alegre;  no  se  oye  un  grito  ni   un  muera. 

«Después  de  las  nueve  salí  á  la  calle,  y  en  la  plaza  de 
San  Sulpicio  vi  desfilar  centenares  de  hombres  armados; 
llevaban  como  oficiales  á  los  alumnos  de  la  Escuela  Poli- 
técnica que  habían  ido  á  sacar  con  ese  objeto;  las  armas 
eran  todas  diferentes,  fusiles,  lanzas,  sables,  lo  primero  que 
encontraron  á  mano.  Se  dirigían  á  tomar  por  asalto  un 
cuartel,  desde  el  cual  los  suizos  habían  hecho  fuego  sobre 
el  pueblo. 

€En  las  esquinas  estaban  fijados  los  nombres  del  Go- 
bierno provisional  nombrado  por  los  revolucionarios;  hé 


aquí  los  nombres:  Lafayette,  el  Conde  de  Oerard  (i)  y  el 
Ehique  de  Choiseul.  (2)  Circulaban  ya  libremente  los  dia- 
rios liberales  como  Le  Temps,  Le  ConsUtutionnelf  Le  Coh- 
fier,etc.  Todos  habían  insertado  la  protesta  de  los  cuaren- 
ta Diputados  que  se  hallaban  en  París,  contra  las  orde- 
nanzas del  Rey;  esas  ordenanzas  que  han  dado  origen  á 
esta  insurrección,  la  cual  ya  va  tomando  proporciones  de 
revolución  seria.  Varias  proclamas  impresas,  que  incitaban 
á  la  guardia  nacional  á  que  se  armara,  se  veían  pegadas 
en  todas  las  paredes. 

cCon  mucha  dificultad  llegué  hasta  la  plaza  de  la  Gréve, 
en  donde  había  sido  muy  reñido  el  combate  de  ayer.  Cir- 
culaban hombres  armados  gritando  "¡Viva  la  Constitu- 
ción!" los  cuales  llevaban  la  bandera  tricolor  enarbolada, 
y  muchos  andaban  á  caballo,  de  los  que  habían  quitado  á 
los  militares.  De  repente  desembocó  un  grupo  de  hombres 
llevando  en  andas  una  mujer  herida;  dos  hombres  sin 
chaqueta  y  armados  con  fusil  la  escoltaban  y  obligaban  á 
todos  los  transeúntes  á  que  se  quitasen  el  sombrero  de- 
lante de  la  "  heroína  de  la  libertad,"  y  añadían  con  torva 
mirada:  "  JVous  la  ven^etonsf "  (la  vengaremos!) 

«Seguímos  aquel  séquito  hasta  las  puertas  del  Hotel- 
Dieii  (hospital),  en  la  plaza  de  la  Catedral.  Al  entrar  en  el 
hospital  los  vitorearon  ruidosamente  los  que  allí  estaban 
en  agitados  grupos. 

ocAndaba  por  la  calle  un  individuo  repartiendo  hilas  y 
fajas  de  lino  para  los  heridos.  Parece  que  el  pueblo  saqueó 
el  Palacio  Arzobispal  para  tomar  de  allí  sábanas  y  la  ropa 
que  necesitaban  los  heridos.  Sin  embargo,  creo  que  no  se 

(1)  Marigcal  de  Napoleón.  Diputado  de  la  oposición.  Be  adhirió  desde 
el  principio  á  la  Revolución,  y  tomó  el  mando  de  las  tropas. 

(2)  Sra  este  gran  sefior  muy  querido  por  el  pueblo;  asi  fué  que  parn 
ganar  popularidad  los  reyolucionarios  lo  nombraron  en  el  Ck>bÍemo  pro 
Tkáonal  sin  habérselo  consuttado.  Aceptó  el  pneslo  y  las  conseetienciat 
de  la-Rerolueión. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  ^ 

Kmitaron  á  tomar  sólo  lo  que  necesitaban,  sino  que  hubie- 
ron de  arrojar  al  Sena  cuanto  encontraron  allí;  á  mi  regre- 
so vi  al  pasar  el  puente  que  las  aguas  del  rio  arrastraban 
sillas  y  otros  muebles  despedazados,  y  sobrenadaban  ji- 
rones de  telas  que  se  conocía  que  pertenecieron  al  Pala- 
cio del  Arzobispo. 

cEn  la  Morgue  (i)  había  quince  muertos  desconoci- 
dos, entre  los  cuales  se  encontraban  algunas  mujeres. 

€  Volví  á  casa  fatigado:  el  termómetro  centígrado  mar- 
caba treinta  grados,  y  el  calor  era  violento. 

«A  las  dos  y  media  de  la  tarde  vimos,  desde  el  piso  más 
elevado  de  la  casa,  que  la  bandera  tricolor  flotaba  sobre  el 
palacio  de  las  Tullerías.  El  palacio  está,  pues,  en  manos 
de  los  revolucionarios. 

cMe  acaban  de  decir   que  desde  medio  día  el   pueblo 

saqueó  el  palacio Así,  pues,  Carlos  x  jugó  y  perdió  su 

trono  con  su  terquedad  borbónica,  y  tuvo  que  salir  prófu- 
go del  palacio  de  sus  antepasados. 

4CJ0  de  Julio, — ^Ayer  salí  de  casa  por  la  tarde  para  ir  á 
comer  con  M.  Duhamel.  El  palacio  del  Instituto  estaba 
despedazado  con  las  balas  que  disparaban  los  suizos  des- 
de el  palacio  de  I^ouvre,  y  las  garitas  del  puente  de  las 
Artes  están  perforadas  é  inservibles.  Cerca  del  Louvre  en- 
contré varios  cadáveres  de  infelices  suizos,  los  cuales  el 
pueblo  había  parcialmente  desnudado,  y  en  su  triunfo  se 
entretenían  en  arrojarlos  al  Sena. 

«En  los  bulevares  notó  de  paso  que  habían  cortado 
los  árboles,  y  el  pueblo  parecía  dueño  de  todo  aquel  ba- 
rrio. Es  realmente  asombroso  cómo  es  que  estos  parisien- 
ses, con  unos  pocos  fusiles  y  casi  sin  municiones,  han  po- 
dido desalojar  á  las  tropas  disciplinadas  de  todos  los  pues- 
tos fortificados.  Pero  es  cierto  también  que,  si  poruña  par- 

(1)  Sdiflcio  ea  el  cual  ae  exhiben  los  muertot  deicoDocidos  que  se  en- 
^«WBtffAiif  en  Paría.  SeooBserran  loacadáyeraa  eo  un  aparato  oon  hielo 
dnrante  tres  meses,  si  es  praeiso. 


398  BIOGRAFÍA 

te  ha  habido  mucha  audacia,  por  otra  también  el  Gobier- 
no se  manifestó  indeciso  siempre.  A  más  las  tropas  carecían 
de  municiones  de  guerra  y  de  boca,  y  las  órdenes  que  se 
daban  para  la  defensa  no  eran  ni  precisas  ni  á  tiempo, 
porque  nadie  creía  que  pudiese  haber  tanto  concierto  en 
la  insurrección. 

«Entre  tanto,  la  agitación  en  las  calles  crecía;  por  to- 
das partes  se  oía  el  toque  de  la  generala,  llamando  á  las  ar- 
mas á  todos  los  ciudadanos.  Cuando  oscureció  vimos  des- 
de la  orilla  del  Sena  el  Arco  de  Triunfo  iluminado  por  un 
incendio  en  los  Campos  Elíseos;  las  columnas  de  humo 
que  se  levantaban  hacia  el  cielo  daban  un  aspecto  más  te- 
nebroso á  la  escena. 

cAntes  de  regresar  á  casa  compré  un  periódico,  por  el 
cual  supe  que  el  General  Lafayette  estaba  á  la  cabeza  de 
las  tropas  de  la  revolución.  En  la  calle  leí  el  decreto  de 
los  Tribunales  de  Justicia,  los  cuales  declaraban  ilegales 
las  últimas  ordenanzas  de  Carlos  x. 

(iCuando  llegué  á  mi  calle,  (i)  encontré  que  los  veci- 
nos se  ocupaban  en  levantar  otra  trinchera.  Yo  me  puse  á 
ayudarlos,  y  tuve  ocasión  entonces  de  notar  que  el  carác* 
ter  francés  se  presta  poco  al  odio,  pues  nadie  se  expresaba 
con  dureza  contra  los  que  iban  á  combatir.  Estos  hombres 
se  reían  de  todo,  y  sólo  decían  de  cuando  en  cuando : 

«  -Este  Carlos  x  nos  hace  trabajar  mur.ho;  Sapristi!  ú 
otras  exclamaciones  por  el  estilo  (2). 

«No  pude  retirarme  á  mi  casa  sino  después  de  las  doce 
de  la  noche,  cuando  la  trinchera  quedó  terminada. 

«Los  Diputados  se  reunieron  hoy  para  nombrar  una 
comisión  municipal  que  mantuviese  el  orden  en  la  ciudad. 
La  guardia  nacional  es  dueña  de  París;  en  las  esquinas 
está  pegada  una  proclama  de  Lafayette.  El  Rey  se  cncuen- 

(l)CalledeFleura8. 

(2)  Mucho  ha  cambiado  el  carácter  francés  desde  entoncet;  hoy  saben 
odiar  de  una  manera  bastante  clara  y  sangrienta. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACOSTA  299 

tra  en  Saint  Cloud  con  todo  el  ejército,  pero  no  se  sabe 
qué  piensa  hacer. 

«Estuve  en  casa  de  don  Jerónimo  Torres,  y  lo  encon- 
tré tnetido  entre  un  zapato.  Luego  fui  con  Rengifo  al  alo- 
jamiento de  mi  hermano  Domingo,  y  los  tres  salimos  á 
recorrer  la  ciudad  en  los  lugares  en  donde  había  sido  más 
reñido  el  combate.  Las  calles  estaban  repletas  de  curiosos 
de  uno  y  otro  sexo;  pero  casi  todos  pertenecían  á  las  cla- 
mes bajas  de  la  ciudad. 

«En  medio  de  aquel  bullicio  vi,  empero,  pasar  algunas 
señoras  que  llevaban  hilas  para  los  heridos.  Noté  que  para 
circular  más  fácilmente  todos  tenían  prendida  en  el  ves* 
tido  la  escarapela  tricolor.  No  venden  diarios  por  las  ca- 
lles, como  hacen  ordinariamente;  la  decencia  pública,  me 
dijeron,  se  opone  á  que  se  haga  una  especulación  espar- 
ciendo noticias  inciertas  todavía;  todos  los  ciudadanos  se 
interesan  en  el  triunfo  de  la  opinión  que  sostienen,  pero 
desean  que  ésta  se  forme  espontánea  y  naturalmente. 

«jz  de  Julio. — Los  miembros  de  las  Cámaras  nombra- 
ron ayer  al  Duque  de  Orleans  Teniente  General  del  Reino, 
y  decretaron  por  unanimidad  que  se  conservase  la  bande- 
ra tricolor  enarbolada  por  la  insurrección. 

cUn  joven  que  acabada  llegar  de  Saint  Cloud  nos  dice 
que  Carlos  x  está  rodeado  de  tropas  de  caballería,  porque 
la  infantería  ha  desertado  casi  en  masa,  y  que  las  gentes 
del  campo  gritan:  jViva  la  Constitución!  cuando  ven  pau- 
sar á  los  soldados. 

«Los  diarios  liberales  dicen  que  ellos  preferirían  pro- 
clamar la  República,  pero   qne  el  deseo  de  conservar  la 

paz  con  el  resto  de  Europa  los  obliga  á  inclinarse   en  fa- 

■ 

vor  de  una  monarquía  fuertemente  constitucional. 

cEl  orden  se  ha  conservado  en  París  de  una  manera 
asombrosa,  y  esta  ciudad  ha  manifestado  que  está  tan  ade- 
lantada en  la  vía  de  la  civilización,  que  no  necesita  de  tro- 
pas para  conservar  el  orden  en  medio  de  la  revolución. 


300  BIOORAPÍA 

€/.**  de  Agosto, — Los  diarios  de  hoy  insertan  una  pro- 
clama del  Duque  de  Orleans,  en  la  cual  anuncia  que  ha 
aceptado  la  tenencia  del  Reino.  Publican  también  una  de- 
claratoria de  la  Municipalidad  de  París,  por  la  cual  decre- 
ta que  Carlos  X  ha  cesado  de  reinar. 

«El  pobre  Rey  salió  ayer  de  Saint  Cloud  con  su  hijo 
el  Delfín,  y  tomó  el  camino  del  Norte;  pero  en  breve  con- 
tramarcbó  hacia  Versalles.  Esta  ciudad  le  cerró  las  puer- 
tas, y  tuvo  que  aposentarse  en  el  Trianón.  La  corte  bor- 
bónica maniñesta  una  indecisión  deplorable,  y  desde  el 
principio  de  la  revolución  éste  ha  sido  su  distintivo. 

«Estuve   á  inscribir   mi    nombre  en  casa  del  General 

■ 

Lafayette.  Tal  parece  como  si  á  este  hombre  privilegiado 
lo  hubiese  destinado  la  Providencia  para  abrir  y  cerrar  la 
revolución  francesa.  La  educación  democrática  del  pue- 
blo francés  se  ha  completado  en  el  espacio  de  cuarenta 
años,  y  aunque  nada  faltaba  á  la  gloria  de  Lafayette,  él  no 
morirá  sin  haber  tenido  la  satisfacción  de  ver  gozar  á 
Francia  de  las  instituciones  en  pro  de  las  cuales  tanto  ha 
combatido. 

«De  paso  por  las  Tullerias  encontré  á  nuestro  agente 
colombiano,  don  Leandro  Palacios,  (i)  contemplando  con 

(1)  £1  General  veDczolano  Leandro  Palacios  había  servido  á  la  causa 
de  la  Independencia  en  América  desde  los  albores  de  ella  en  Caracas  en 
1810.  Había  acompafiado  á  Bolívar  en  sus  glorias  y  en  sus  reveses,  y  aún 
se  estremecía  con  los  horrores  que  habla  visto  en  aquellas  campafias  en 
que  peleaba  como  un  león.  A  él  tocó  cumplir  las  órdenes  de  Bolívar 
cuando  mandó  pa«ar  por  las  armas  á  los  españoles  presos  en  la  Quairay 
Caracas,  en  represalia  de  los  hechos  cometidos  por  los  emisarios  del  Rey 
durante  la  guerra  á  muerte.  Concluida  la  obra  de  la  ^mancipación,  de- 
puso las  armas  para  entrar  en  la  carrera  diplomática.  Fué  al  Brasil  como 
Ministro  Plenipotenciario,  y  hacia  dos  afios  que  se  hallaba  en  Fraaeta 
como  Agente  Diplomático  de  Colombia,  sin  lograr  que  Carlos  z  lo  reco- 
nociese como  tal.  En  un  principio  el  Ministro  de  Relaciones  Exteriores, 
el  Conde  la  Ferrona/s,  pareció  prestarse  á  lo  que  deseaba  el  Ministro  co- 
lombiano; pero  habiéndole  reemplazado  en  el  Ministerio  el  Príncipe  de 
Polignac,  éste  le  fué  en  extremo  adverso,  y  se  negó  abiertamente  á  dea- 
contentar  á  los  Borbones  de  Espafia,  admitiendo  empero  la  posibilidad  do 
reoonoúer  las  repúblicas  que  se  habían  formado  en  las  ant^^iHU  oolclrtlia 
espafiolas. 


DEL  GENEKAI^  JOAQmN  AGOSTA  3OI 

pjroiMndH  tristeza  la  bandera  tricolor  que  tremolaba  sobre 
el  palacio  de  los  Reyes;  me  dijo  que  él  miraba  con  horror 
todo  movimiento  revolucionario  en  que  la  plebe  tuviera 
parte. 

ticParís  ha  recuperado  su  fisonomía  habitual  animada 
y  alegre.  Las  calles  y  los  lugares  públicos  se  encuentran 
repletos  de  gente  que  busca  diversiones;  los  almacenes  y 
tiendas  están  abiertos,  tal  como  si  nada  hubiera  sucedido. 

«2  de  Agosto. — El  Duque  de  Orleans  ha  promulgado 
un  decreto  en  el  cual  declara  que  Francia  recobra  los  tres 
colores  (reprends  les  trois  couleuts)  de  su  bandera  na- 
cional. , 

«j  de  Agosto.— E,\  Rey  Carlos  x  envió  su  abdicación  y 
la  de  su  hijo  el  Delfín  en  favor  del  Duque  de  Bordeaux, 
su  nieto,  niño  entonces  de  diez  años.  La  Corte,  ó  más  bien 
Carlos  X,  permanece  en  Rambouillet  con  las  tropas  que  le 
han  quedado.  Para  obligarlo  á  retirarse  salió  hoy  la  guar- 
dia nacional  (diez  mil  hombres),  los  cuales  iban  á  encarar- 
se con  las  tropas  reales.  Pusieron  en  requisición,  para  trans- 
portar aquella  gente,  cuantos  coches  y  carrozas  hay  en 
París. 

€  4  de  Agosto.  —  Al  tener  noticia  Carlos  x  de  la  aproxima- 
ción de  la  guardia  nacional,  puso  pies  en  polvorosa  y  par- 
tió de  Rambouillet.  ¡Es  ciertamente  digno  de  compasión 
este  pobre  Rey!  Se  aleja  de  la  capital  sin  la  esperanza  de 
volver  á  reinar  jamás  sobre  Francia;  ni  creo  que  subirá 
jamás  al  trono  miembro  alguno  de  su  familia.  Los  Borbo- 
nes  son  profundamente  impopulares  en  Francia.  Los 
miembros  del  Gobierno  provisorio  leciben  á  cada  hora 
del  día  adhesiones  entusiastas  de  los  Departamentos  en 
favor  de  la  última  revolución.  A  pesar  del  actual  interreg- 
no, reina  aquí  el  más  completo  orden  en  todas  partes.  Los 
ciudadanos  andan  armados  por  las  calles,  pero  no  ha  lle- 
gado á  mí  noticia  de  que  se  .haya  cometido  el  menor  abuso; 
cada  cual  se  manifiesta  tranquilo,  y  aguarda  la  paz  púbit 


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'jM'!  (fr/^i'ftrr  '-rn  j/Od  r':!;;jJOV^,á  pe'>ar  de  titularse  Obispo. 
M'if>ó  /il  ÍMi  /iu>í.1í;i^1o  por  l^^s  sacramentos  de  la  Iglesia. 

M;  Mufi//  ftl  kfnf  **í(uUgnU:,  en  1^$1,  d«  ochenta  j  un  afioA  de  edad. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  305 

Hé  aqui  otra  carta  de  despedida  de  persona  importante: 

"  París,  14  de  Agosto  de  1680. 
"  8efior  Capit¿a  Joaquín  Acosta. 

€Mi  querido  amigo: 

«Reciba  usted  mis  más  sinceros  votos  para  que  su  via- 
je sea  feliz.  Cuando  usted  se  encuentre  en  su  hermosa  pa- 
tria, no  dudo  que  usted  se  acordará  algunas  veces  de 
Francia  y  de  todos  sus  amigos.  Usted  tuvo  la  bondad  de 
prometer  que  me  escribiría,  y  cuento  con  esa  señal  de 
amistad. 

«Cuando  tenga  tiempo,  no  deje  usted  de  ocuparse  del 
proyecto  del  monumento  á  Las  Casas.  Sería  muy  bello 
que  se  debiera  á  usted  esa  obra.  Creo  que  la  estatua  debe- 
ría ser  de  bronce  y  medir  nueve  pies  de  altura,  sobre  un 
pedestal  de  granito  gris.  Sobre  los  lados  laterales  de  ésta 
llevaría  bajos  relieves,  tomados  de  la  vida  de  aquel  hom- 
bre sublime;  sobre  los  centrales  se  gravarían  inscripciones 
conmemorativas,  ó  los  nombres  de  los  suscriptores.  Los 
bajo  relieves  serían  también  de  bronce;  sin  embargo,  us- 
ted lo  pensará,  pues  aquello  tendría  el  inconveniente  de 
servir  de  tentación  en  épocas  de  revolución,  para  que  se 
aprovecharan  de  ello.  Quizás  el  mármol  seria  mejor  bajo 
el  hermoso  cielo  de  la  patria  de  usted.  De  todas  maneras, 
y  de  cualquiera  de  estas  materias  de  que  fuese  hecha  la  es- 
tatua, no  costaría  más  de  treinta  y  cinco  mil  francos. 

cEn  esto  no  se  haría  sino  lo  que  conviniese,  y  yo  ten- 
dría el  mayor  gusto  en  dar  mi  parte  de  suscripción  para 
que  se  erigiese  un  monumento  á  quien  tanto  lo  merece,  á 
un  benefactor  de  la  humanidad. 

«Usted  verá  si  una  suscripción  nacional  sería  lo  más 
conveniente.  Seria  la  manera  más  honorable  y  más  en  ar- 
monía con  nuestros  principios,  porque  es  preciso  enseñar 
á  los  pueblos  á  que  ellos  mismos  disciernan  las  recom- 
pensas. 

biografía  20 


3^  BIOGRAFÍA 

«Apenas  se  decida  la  cuestión  del  monumento,  yo  me 
ocuparé  en  ejecutarlo;  entre  tanto  (unos  dos  años  poco 
más  ó  menos),  se  iría  adelantando  la  suscripción. 

«Adiós,  mi  querido  amigo;  consérveme  usted  siempre 

un  lugar  en  su  recuerdo,  y  crea  en  la  eterna  amistad  de  su 

afectísimo, 

«David  (d'Angers). 

«P.  D. — Usted  verdal  señor  Hurtado;  con  él  hablé  mu- 
cho del  monumento  (el  de  Las  Casas);  parecía  aceptar  la 
idea  con  entusiasmo;  puede  ser  que  no  lo  haya  olvidado 
enteramente.  El  me  había  manifestado  el  deseo  de  poseer 
una  pequeña  Virgen  en  mármol,  y  había  quedado  de  es- 
cribirme sobre  la  materia.i» 

La  víspera  de  su  partida  el  joven  colombiano  estuvo 
en  casa  del  General  Lafayette,  cuyos  salones  estaban  ates- 
tados de  altos  personajes  de  la  política,  de  la  diplomacia 
y  del  elemento  militar.  Allí  se  despidió  de  aquel  hombre 
entonces  lleno  de  gloria  y  popularidad,  y  dijo  adiós  á 
cada  uno  de  los  miembros  de  esa  distinguida  familia,  los 
cuales  siempre  le  habían  acogido  con  particular  estima- 
ción. 

Algunos  meses  antes  Acosla  había  llevado  á  Lafayette 
la  Vida  de  Washington,  por  Ramsay,  para  que  escribiese 
allí  algunas  líneas  de  su  puño  y  letra.  La  que  esto  escribe 
conserva  ese  libro  con  grande  estimación;  hé  aquí  lo  que 
escribió  el  General  francés: 

«Estoy  sumamente  complacido  {touché)  con  el  valor 
que  el  señor  Acosta  considera  que  tendrán  algunas  lineas 
de  mi  mano  en  las  páginas  de  un  libro  consagrado  á  la 
memoria  de  mi  paternal  amigo;  me  aprovecho  de  esta  oca- 
sión para  manifestarle  la  satisfacción  que  hemos  hallado 
mi  familia  y  yo  en  las  relaciones  de  amistad  con  él,  y  de 
ofrecer  á  su  patriotismo  todos  mis  votos  por  la  República 
colombiana,  de  la  cual  él  es  digno  y  celoso  ciudadano.  Él 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  307 

conoce  también  todos  los  que  elevo  por  su  felicidad  per- 
sonal, los  cuales  son  inspirados  por  los  sentimientos  de 
ima  perfecta  estimación,  y  del  más  sincero  afecto. 

«Lafayette. 
«París,  9  de  Abril  de  1830.»  (i) 

Desgraciadamente  las  repúblicas  hispano -americanas 
no  han  dado  por  cierto  el  espectáculo  que  Lafayette  espe- 
raba encontrar  en  ellas,  y  desde  que  se  fundaron  en  la 
América  del  Sur  jamás  han  ofrecido  garantías  de  seguri- 
dad, y  por  cierto  su  prosperidad  no  es  la  que  ellas  debie- 
ran tener  con  las  mil  y  una  ventajas  de  que  gozan. 

(1)  Dos  aftot  despuét,  Acoflte  redMa  ea  Bogotá  la  síguieDte  carta: 

La  Graoge,  29  de  Julio  de  1882. 
8efior  Joiquio  Acosta.— Bogotá. 

Mi  querido  amigo:. 

Recibí  con  viva  gratitud  la  atenta  carta  de  usted  que  acompafiaba  na 
periódico  (articulo)  de  Bogotá,  tan  honroso,  tan  precioso  para  mi.  Como 
temo  que  mis  anteriores  misivas  no  bayan  llegado  á  ésa,  dirijo  hoy  de 
nuevo  al  General  Santander  las  expresiones  de  mi  gratitud,  con  respecto 
á  sus  respetables  compatriotas.  El  sefior  Palacio  (*)  se  ha  dignado  encar- 
garse de  ésta  para  hacerla  llegar  á  sus  manos.  Los  buenos  recuerdos  que 
conservo  de  nuestra  mutua  amistad  durante  su  permanencia  en  Francia, 
me  son  muy  gratos.  Consérveme  usted  una  amistad  cuyo  precio  es  para 
mi  muy  grande. 

Los  periódicos  europeos  dirán  á  usted  en  qué  hemos  parado  en  este 
hemisferio,  en  donde  hemos  consentido  en  cubrir  las  iastituciones  repu- 
blicanas con  un  manto  real,  y  que,.á  pesar  de  todo,  tenemos  que  luchar 
con  oposiciones,  intrigas,  y  con  el  triunfo  parcial  y  momentáneo  del 
principio  aristocrático  monárquico.  Pero  la  revolución  de  IdSO  no  clan- 
dicará,  y  Europa  cosechará  todas  sus  consecuencias.  Importa  á  la  causa 
general  de  la  Libdrtid,  lanto  en  los  paises  meridionales  como  en  loa 
Estados  tJnidos  de  la  América  del  Norte,  que  aquellas  iostituciones,  fon- 
dadas en  el  derecho  natural  y  social,  demuestren  cada  dia  más  al  públi- 
co europeo  que  ellas  dan  las  mejores  garantías  de  seguridad  y  de  prospe- 
ridad k  las  naciones  y  á  las  personas. 

Reciba  usted,  mi  querido  amigo,  mis  votos,  mi  gratitud  y  mi  sincero 
afecto. 

LAVATBTm. 


<*)  81o  duda  don  Leandro  Palacios. 


308  BIOGRAFÍA 

El  26  de  Agosto  Acosta  se  puso  en  marcha  con  direc- 
ción al  Havre»  en  donde  debía  embarcarse. 

«Se  anuncian  las  cercanías  de  ese  puerto,  leemos  en  el 
Diario,  con  preciosas  casas  de  campo,  las  cuales  se  van 
presentando  como  en  un  panorama.  El  día  28  á  las  ocho 
de  la  mañana  me  desmonté  en  el  hotel  New  York,  el  mis- 
mo adonde  llegué  al  venir  de  América  ahora  cuatro  años 
y  ocho  meses.  Verifiqué  el  barómetro  que  la  Sociedad  de 
Geografía  me  había  confiado,  y  lo  encontré  intacto.  Me 
prometo  hacer  con  él  interesantes  observaciones  durante 
todo  el  curso  de  mi  viaje.» 

Acosta  estuvo  en  el  teatro  del  Havre  esa  noche.  El 
pueblo  estaba  entusiasmado  con  el  nuevo  orden  de  cosas, 
y  en  el  patio  había  grande  agitación.  El  público  pidió  á  la 
orquesta  que  tocase  la  Parisiense,  canción  compuesta  por 
Casimiro*  Delavigne,  para  celebrar  el  derrocamiento  de 
los  Borbones.  Parece  que  en  el  Havre  era  tan  popular  la 
Parisiense,  como  lo  era  en  París  la  Marsellesa.  Los  concu- 
rrentes cantaban  en  masa  el  estribillo. 

Como  el  buque  en  que  había  tomado  pasaje  hasta  Nue- 
va York  no  debía  partir  inmediatamente  á  causa  del  mal 
tiempo,  pues  como  era  de  vela  (cotno  todas  las  naves  que 
entonces  atravesaban  el  Océano),  dependía  naturalmente 
del  viento  y  según  el  lado  de  que  soplaba,  Acosta  se  fué 
á  pasear  á  Saint  Romain,  para  aprovechar  los  hermosos 
días  que  hacían  deliciosa  una  estancia  en  el  campo. 

cLos  negociantes  del  Havre,  escribe  en  su  Diario,  pa- 
san la  estación  de  verano  en  preciosas  casas  de  campo  que 
tienen  en  las  afueras  de  la  ciudad.  Es  costumbre  de  casi 
todos  los  que  se  dedican  á  asuntos  de  comercio  en  las  ciu- 
dades de  Europa,  el  no  tener  en  la  población  sino  sus  ofi- 
cinas, mientras  que  sus  familias  viven  fuera  de  la  ciudad, 
y  gustan  mucho  de  la  vida  campestre.» 

Nuestro  viajero  hace  descripción  pormenorizada  de 
Harfleur  y  de  Saint  Romain,  así  como  de  Comerville,  etc.. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  309 

pueblos  que  visitó,  yendo  á  pie  de  uno  á  otro,  con  el  ob- 
jeto de  estudiar  las  costumbres  y  la  agricultura  de  aquellas 
comarcas. 

De  regreso  al  Havre  se  encontró  con  su  antiguo  com- 
pañero <le  viaje,  el  señor  Pío  Rengifo,  que  también  iba  de 
camino  para  su  patria,  por  la  misma  vía  de  los  Estados 
Unidos.  Los  pasajeros  de  primera  clase  no  eran  muchos, 
y  había  gran  mayoría  de  señoras  y  de  niños.  Además,  en 
'  el  entrepuente  iban  cien  suizos  que  emigraban  á  América. 

Después  de  una  demora  de  cinco  días,  el  2  de  Septiem- 
bre se  dio  al  ñn  á  la  vela  el  hermoso  paquebote  Enrique  IV, 
el  cual  periódicamente  hacía  la  travesía  entre  Francia  y 
los  Estados  Unidos. 

Tres  día$  después  de  haber  salido  del  Havre,  los  viaje- 
ros se  vieron  acometidos  por  un  fuerte  temporal  que  duró 
seis  días,  postrando  á  la  mayor  parte  de  los  pasajeros  en 
sus  camarotes.  Empezaba  á  serenarse  el  tiempo,  cuando  de 
nuevo  se  desencadenaron  los  vientos,  y  el  buque  saltaba 
impelido  por  ellos  con  loco  frenesí;  pero  aquello  no  impe« 
día  á  algunas  señoritas  inglesas  que  allí  iban,  que  tocaran 
piano  y  cantaran,  cosa  que  llamó  mucho  la  atención  de 
los  colombianos. 

Veamos  algunas  páginas  del  Diario: 

€1 1  de  Septiembre. — A  las  ocho  de  la  noche  habían 
arriado  todas  las  velas,  y  el  viento  silbaba  con  furor;  las 
olas  se  estrellaban  violentamente  contra  los  costados  del 
buque,  el  cual  se  estremecía  como  si  estuviese  vivo.  A  pe- 
sar de  todo  esto,  las  damas  reunidas  en  el  salón  no  cesa- 
ban de  tocar  y  cantar  alegres  dúos.  Yo  estaba  sobre  el 
puente,  y  desde  allí  presenciaba  las  maniobras  de  los  ma- 
rineros y  oía  los  gritos  del  capitán,  que  se  perdían  en  me- 
dio del  estruendo  del  mar  embravecido.  Aquel  espectácu- 
lo grave  é  imponente  hacía  contraste  con  los  acordes  del 
piano,  el  canto  y  la  risa  de  las  personas  que  estaban  en  el 


3IO  biografía 

salón,  cuyo  rumor  llegaba  por  ráfagas  hasta  el  sitio  en  que 
yo  estaba .... 

€2g  de  Septiembre. — El  día  era  hermoso  y  las  aguas  del 
mar  tenían  hoy  un  hermoso  color  verde  claro.  Cada  día 
el  mar  cambia  de  aspecto,  y  llama  la  atención  con  alguna 
nueva  faz  que  antes  no  habíamos  notado.  No  comprendo 
cómo  es  que  muchos  piensan  que  hay  monotonía  en  el  as- 
pecto de  las  aguas  y  del  cielo  en  una  larga  navegación;  al 
contrario,  el  mar  siempre  está  cambiando,  y  jamás  lo  he 
visto  igual  dos  días  consecutivos. 

€2  de  Octubte. — Hoy  hacía  un  viento  tan  fuerte,  que  era 
casi  un  deshecho  temporal.  No  pude  levantarme  y  salir  de 
mi  camarote,  porque  estaba  con  fiebre.  El  ruido  de  las  olas 
que  se  estrellaban  contra  los  costados  del  buque,  y  el  mugir 
del  viento  entre  las  aguas,  imitaban  el  de  una  catarata.  Las 
voces  confusas,  el  ronco  gritar  del  capitán,  las  carreras  pre- 
cipitadas de  los  marineros  sobre  cubierta,  unido  á  los  que* 
jidos  y  lamentos  de  los  pasajeros  aterrados,  el  romperse 
de  la  loza  y  los  saltos  angustiados  de  la  embarcación  lu- 
chando con  las  olas,  todo  aquello  junto  era  capaz  de  in* 
fundir  pavor  al  corazón  más  valiente. 

€4  de  Octubte. — El  tiempo  ha  cambiado.  A  las  cuatro 
de  la  tarde  avistamos  el  banco  de  Terranova 

«6  de  Octubre. — A  las  siete  de  la  noche  nos  llamaron 
sobre  el  puente  para  que  viéramos  un  espectáculo  que  ha- 
cía muchos  años  que  deseaba  contemplar,  espectáculo  que 
probablemente  no  volveré  á  presenciar  en  mi  vida:  una 
aurora  boreal.  Las  nubes  ocultaban  el  horizonte  hasta  una 
altura  como  de  quince  grados,  y  á  esa  elevación  y  en  un 
espacio  como  de  tres  á  cuatro  grados,  se  veía  el  cielo  al 
principio  de  un  color  verde  claro  brillantísimo,  en  medio 
del  cual  aparecían  rayos  de  luz  blanca,  brillantísima  hacia 
arriba  y  más  opaca  abajo;  estos  rayos  se  elevaban  hasta 
cuarenta  y  sesenta  grados  en  varias  direcciones  hacia  lo 
alto,  y  como  si  partiesen  de  algún  punto  oculto  bajo  el 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  3II 

horizonte.  Pero  lo  que  más  me  interesaba  en  aquel  fenó- 
meno,  era  un  movimiento  general  de  oscilación,  movi* 
miento  que  se  comunicaba  lateralmente  entre  los  rayos  ó 
ramilletes  de  luz,  los  cuales  ya  brillaban  con  una  luz  in- 
tensa ó  se  apagaban,  alternativamente  encendiéndose  y 
apagándose.  Veinte  minutos  duró  aquel  magniñco  espec- 
táculo, y  en  seguida  se  extinguió.  Sin  embargo,  hasta  las 
ocho  de  l^  noche  el  horizonte  conservó  una  luz  inusitada; 
á  esa  hora  un  rayo  luminoso  partió  hacia  el  Oriente,  y  al 
momento  se  oscureció  todo  el  cielo.» 

Entre  los  pasajeros  Acosta  distinguió  desde  los  prime- 
ros días  una  familia,  compuesta  de  una  señora  inglesa, 
viuda,  con  tres  hijas  solteras  y  un  niño  pequeño.  Con  esta 
familia— de  apellido  Kemble — Acosta  estrechó  en  breve 
relaciones,  y  á  su  lado  pasaba  las  horas. 

Después  de  mes  y  medio  de  navegación,  el  15  de  Oc- 
tubre nuestros  viajeros  avistaron  las  costas  de  los  Estados 
Unidos.  El  16  llegó  el  piloto  á  bordo,  y  al  anochecer  de 
ese  mismo  día  el  Enrique  IV  anclaba  frente  á  una  pobla- 
ción situada  en  la  orilla  derecha  del  rio  Hudson,  en  donde 
se  hace  cuarentena. 

cCon  la  oscuridad  de  la  noche,  escribe  Acosta,  cada 
cual  se  retiró  á  su  camarote,  y  se  ocupó  en  prepararse  para 
desembarcar  al  dia  siguiente.  Yo  permanecí  sobre  cubier* 
ta,  silencioso  y  solo,  pensando  en  las  noticias  que  debería 
recibir  en  Nueva  York  de  mi  desdichada  patria.  Un  triste 
presentimiento  me  anunciaba  que  éstas  serían  dolorosas. 

€//  de  Octubre, — A  las  seis  se  levantaron  las  anclas  y 
subimos  el  río  remolcados  por  un  buque  de  vapor  que 
venía  de  la  ciudad  con  ese  objeto.  En  aquél  había  llegado 
un  padre  que  iba  á  encontrarse  con  un  hijo  que  llegaba 
con  nosotros ....  Me  enterneció  aquel  encuentro cuan- 
do vuelva  yo  á  mi  patria,  no  tendré  padre  ni  madre  que 
me  salgan  á  recibir!» 

Refiere  después  cómo  aquella  segunda  vez  que  desem- 


313  biografía 

barco  en  Nueva  York,  esta  ciudad  le  causó  gran  desilu- 
sión. La  primera  vez,  cinco  años  antes,  llegaba  directa- 
mente de  las  abrasadas  costas  colombianas,  y  le  había  sor* 
prendido  cuanto  vio;  pero  después,  de  regreso  de  Europa, 
todo  lo  hallaba  de  otro  modo.  Allí  en  donde  antes  creyó 
ver  grandezas,  en  1826,  eso  mismo  le  pareció  en  1830  mez- 
quiuo  y  vulgar. 

Las  noticias  más  recientes  que  tuvo  de  su  patria  fue- 
ron tales  como  había  presentido,  en  extremo  dolorosas. 
Colombia  estaba  presa  de  la  mayor  confusión,  y  la  guerra 
entre  hermanos  parecía  inminente.  c¡  Pobre  patria,  excla* 
ma;  nada  es  más  oscuro  é  incierto  que  su  porvenir!!  Y 
nosotros,  sesenta  y  cinco  años  después,  todavía  pensamos 
lo  mismo 

La  muerte  alevosa  del  General  Sucre  en  la  Montaña 
de  Berruecos,  ocurrida  -el  4  de  Junio  de  ese  mismo  año, 
noticia  que  ignoraba  Acosta  cuando  salió  de  Francia,— tan 
lentas  eran  entonces  las  comunicaciones! — lo  dejó  anona- 
dado. Al  mismo  tiempo  supo  que  el  Coronel  Antonio 
Obando,  en  el  Socorro,  y  el  Coronel  Joaquín  Barriga,  en 
Neiva,  se  habían  levantado  en  armas,  y  que  el  señor  Joa- 
quín Mosquera,  el  Presidente,  no  había  tenido  fuerzas 
para  dominar  la  situación,  y  que  después  del  combate  del 
Santuario  (29  de'Agosto),  se  había  separado  del  Gobierno^ 
y  había  entregado  el  mando  supremo  al  General  Urdane» 
ta.  Los  partidos  liberal  y  boliviano  se  hacían  una  guerra 
encarnizada  y  violentísima,  los  civiles  y  militares  se  odia- 
ban, y  en  medio  de  todo  aquello  muchos  habían  vuelto 
los  ojos  de  nuevo  hacia  Bolívar,  que  contemplaba  aquella 
situación  con  hondísima  amargura  desde  las  playas  del 
mar  Caribe.  El  Libertador,  herido  en  el  ahna,  desalenta- 
do y  profundamente  desengañado  con  el  país  que  con  sa- 
crificios imponderables  había  formado,  había  rechazado 
toda  ingerencia  en  la  política;  no  aceptó  la  Presidencia 
que  le  ofrecía  Cundinamarca,  ni  el  mando  militar  que  los 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  313 

insurrectos  en  muchos  puntos  de  la  anarquizada  República 
deseaban  entregarle.  cNo,  contestaba  Bolívar,  no  quiero 
mando  alguno,  «ni  espero  ya  salud  para  la  patria;  me  creo 
incapaz  de  labrar  su  felicidad.» 

Pocos  días  después  de  haber  llegado  á  Nueva  York, 
recibió  la  noticia  de  la  promulgación  del  decreto  que  se- 
paraba definitivamente  la  República  de  Colombia  en  dos 
partes,  y  el  Congreso  de  Venezuela  asumía  la  autonomía 
con  todas  sus  consecuencias. 

Estas  noticias  no  podían  ser  más  desoladoras.  Acosta 
refiere  que  al  persuadirse  de  la  verdad  de  todo  aquéllo,  se 
apoderó  de  él  una  tristeza  tan  profunda,  que  se  alejó  de 
sus  compatriotas,  se  encerró  en  su  aposento,  y  allí  perma- 
neció largas  horas  en  un  estado  de  abatimiento  que  más 
parecía  desesperación.  ^¡Este  es,  pues,  exclamaba,  el  resul- 
tado de  tantos  sacrificios,  tanta  sangre  derramada  inútil- 
mente, tantos  sufrimientos  indecibles  durante  veinte  años 
de  lucha  á  brazo  partido  con  España,  y  tantos  combates 
heroicos  que  han  costado  torrentes  de  lágrimasl  La  anar- 
quía, el  deshonor,  el  desconocimiento  de  las  leyes,  el  des- 
membramiento de  la  patria,  la  pobreza,  la  ruina y  por 

galardón  el  desprecio  con  que  nos  contemplarán  las  na- 
ciones civilizadas  1» 

Se  han  pasado  desde  entonces  más  de  setenta  años,  y 
el  siglo  entonces  apenas  iba  por  la  tercera  parte;  ya  lo  he- 
mos terminado,  y  todavía  en  las  repúblicas  hispano-ame- 
ricanas  sufrimos  los  mismos  males,  pasamos  por  medio  de 
iguales  tempestades,  y  aún  no  hemos  purgado  nuestras  cul- 
pasl  Estas  deben  de  haber  sido  en  realidad  muy  grandes, 
cuando  Dios  no  tiene  aún  misericordia  de  nosotros,  y  no 
nos  manda  siquiera  una  tregua  de  paz  completa  y  de  bo- 
nanza I 

Acosta  había  reanudado  en  tierra  sus  relaciones  de 
amistad  con  las  señoras  Kemble,  sus  compañeras  de  via* 
íe.   Ellas  se  habían  establecido  en  casa  de   una  paríenta 


3Í4  BXOG&LPLk 


que  tenia  una  casa  de  campo  en  las  onllas  dct  bello  rio 
Hudson,  cerca  de  una  pequeña  aldea  LamadaTairyTown. 
Le  presentaron  á  algunos  parientes  que  tenían  en  Nuera 
York,  entre  ctras  á  Mr.  G.  Kembíe,  rico  propietsrío  de 
una  afamada  tundición  de  cañones.  Este  lleróal  joven  co- 
lombiano á  que  visitase  el  establecimiento,  ▼  en  el  Dia- 
rio encontramos  gran  número  de  observaciones  científicas 
acerca  de  los  trabajos  que  alli  vio.  Estuvo  en  la  Escocia 
Miíítar  de  West-Point,  y  de  ella  hace  larga  descripción, 
a%f  como  de  los  métodos  de  enseñanza  que  se  asaban,  los 
cuales  sin  duda  ya  deben  de  haber  cambiado  para  situar- 
le á  la  altura  de  los  subsiguientes  progresos. 

Con  las  señoritas  Eemble  y  sus  parientes  Acosta  hacía 
frecuentes  excursiones  con  el  objeto  de  tomar  vistas  de  los 
sitios  más  pmtorescos  de  los  alrededores^  y  al  mismo  tiem- 
po éi  se  gozaba  en  estudiar  las  costumbres  del  país,  la  ma- 
nera de  hacer  las  siembras  y  de  coger  las  sementeras,  etc. 
De  todo  aquello,  así  como  de  los  paisajes,  hace  frecuentes 
descripciones  en  el  Diario,  j)ero  que  no  transcribimos  por 
no  alargar  demasiado  este  libro. 

El  26  de  Noviembre  tuvo  ocasión  de  presenciar  una 
curiosa  procesión  cívica,  que  tuvo  lugar  en  Nueva  York 
en  honor  de  la  Revolución  que  había  ocurrido  en  Francia 
para  derrocar  á  los  Borbones. 

Todas  las  tiendas  y  almacenes  de  la  ciudad  se  habían 
cerrado,  y  cada  gremio  de  artesanos  se  había  reunido  en 
tíwno  de  su  estandarte;  éstos,  vestidos  de  una  manera  pin- 
toresca, representaban  algo  alusivo  á  su  oficio;  por  ejem- 
plo, lo»  carniceros  iban  á  caballo  y  arrastraban  un  enorme 
buey  empajado;  los  zapateros  llevaban  tirada  por  caballos 
una  tienda  de  madera  que  encerraba  todos  los  utensilios 
de  su  oficio,  y  dentro  dos  mujeres  y  algunos  hombres,  que 
trabajaban..  Aquello  pareció  á  Acosta  bastante  grotesco; 
pero  la  exposición  de  los  impresores  le  gustó:  llevaban  en 
andas  una  imprenta  portátil,  dentro  de  la  cual  algunos 


hombres  componían  y  tira^li.^  '^^•.^ 
tes  que  arrojaban  á  su  paso,  y  e*  ^^u^:..* 
daba  como  un  recuerdo  de  la  fieva,  >v/.   . .  . 

vaporcíto  y  varías  máquinas  curíc^^^^  ,    ,^, 

tonces  infancia  de  las  máquinas  de  Vdyr 

La  procesión  cívica,  que  ocupaba  cü*",    ..     ^ 

filó  durante  hora  y  media  por  Broadway,  >  Vm 

otra  militar,  compuesta  de   regimientos  de  cal^i.  >y  .^  ^. 
Hería  é  infantería,  además  de  la  milicia.  TodcA  */a   '•  < 
mientos  llevaban  banderas  desplegadas  y  arrastrabais  v.i. 
dos  cañones.  Desde   Canal  street   hasta  la  plaza  de  V/^^,- 
htngton,  todas  las  casas  estaban  adornadas  con  rícof»  y  v¿w 
tosos  cortinajes,  los  cuales  imitaban  las  banderas  y  colr>« 
res  nacionales  de  Francia.  «Las  ventanas  y  balcones  esta* 
ban  coronados  de  elegantísimas  damas,  dice  Acosta,  todas 
ellas  animadas  por  el  entusiasmo;  mientras  que  los  hom* 
bres  se  manifestaban  serios  y  estirados,  y  parecía  más  bien 
como  si  hiciesen    parte  de  una  comitiva  de  entierro  que 
de  una  fiesta.» 

Pero  corría  el  tiempo,  y  el  joven  colombiano  se  vio  al 
fin  precisado  á  abandonar  los  Estados  Unidos,  en  donde 
un  nuevo' interés  lo  demoraba  ya,  pero  no  lo  hizo  antes 
de  dejar  arreglado  su  matrimonio  con  la  señorita  Carolina 
Kemble,  una  de  su  compañeras  de  viaje,  que  le  había  cau- 
tivado el  corazón.  El  enlace  debería  hacerse  dentro  de  un 
año,  pues  necesitaba  antes  arreglar  sus  asuntos  de  fortuna 
y  pedir  nueva  licencia  para  salir  del  país. 

El  día  4  de  Diciembre  el  bergantín  Ateniense  se  dio  á 
la  vela  del  puerto  de  Nueva  York.  Acosta,  al  embarcarse, 
tuvo  el  gusto  de  encontrar  entre  los  pasajeros  á  la  señora 
M^ría  Francisca  Domínguez,  la  viuda  de  su  compatriota 
y  amigo,  el  doctor  José  Fernández  Madrid.  Esta  señora 
llevaba  consigo  los  restos  de  su  esposo,  los  cuales  con  mil 
dificultades   había   logrado  sacar  de  Londres,  llevarlos  á 


3^6  BIOGRAFÍA 

Nueva  York  y  embarcarlos  en  el  Ateniense,  (i)  La  señora 
de  Madrid  llevaba  también  á  su  lado  á  su  hijo  Pedro,  uno 
de  los  hombres  más  importantes  que  después  ha  tenido 
Colombia  (entonces  de  tierna  edad),  y  á  su  hermano,  don 
Miguel  Domínguez,  quien  la  había  acompañado  en  sus 
viajes  y  tribulaciones.  A  más,  iba  en  el  buque  también  el 
General  Rocafuerte,  de  quien  hemos  hablado  antes  y  ten- 
dremos ocasión  de  ocuparnos  después. 

No  bien  salieron  del  puerto,  cuando  el  Ateniense  fué 
atacado  por  una  espantosa  tempestad,  en  la  cual  creyeron 
zozobrar.  Antes  de  que  lograsen  arriar  las  velas,  el  viento 
las  volvió  trizas;  la  obra  muerta  del  bergantín  se  hizo  pe- 
dazos, y  la  barraca  de  la  cocina,  que  estaba  sobrecubierta, 
fué  sorbida  por  el  mar  con  todo  lo  que  contenía.  Durante 
treinta  horas  consecutivas  sopló  el  huracán  con  violencia 
tal,  que  los  pasajeros  y  aun  los  marinos  pensaban  que 
á  cada  momento  el  buque  se  iría  al  fondo  del  mar;  pare- 
cía imposible  que  el  desdichado  bergantín  pudiese  resistir 
á  los  embates  de  las  olas  enfurecidas  y  del  viento  aterra- 
dor. Todas  las  aves  y  animales  vivos  que  llevaban  para  la 
alimentación,  se  ahogaron  dentro  de  sus  jaulas  ó  fueron 
arrastrados  por  las  olas;  el  agua  dulce  se  mezcló  con  la  sa- 
lada, de  manera  que  durante  el  resto  de  la  navegación  tu- 
vieron que  tomar  agua  nauseabunda;  no  podían  hacer  fue- 
go, y  lo  poco  que  comieron  en  esos  primeros  días  de  an- 
gustia, era  frío  y  escaso. 

Al  cabo  de  dos  días  se  calmó  algo  la  fuerza  del  venda- 

(1)  Pocos  meee^  después  de  la  muerte  de  Madrid,  su  viuda  emprendió 
Tiaje  de  regreso  á  Bogotá,  trayendo  consigo  los  restos  de  su  amante  es> 
poso,  que  no  quiso  dejir  en  tierra  eztrafia.  Para  lograr  su  exhumación 
tuvo  que  Tcncer  mil  dificultades,  asi  como  para  que  !e  permitiesen  em- 
Iwrcarlos  á  bordo  del  buque  en  que  debía  hacer  la  traTesia.  Esos  restos» 
que  la  sefiora  Domínguez  guardó  siempre  en  el  oratorio  de  la  íamiliap 
veposan  hoy  en  el  Cementerio  de  Bogotá,  al  lado  de  los  de  ella  misma. 

{Biogrítfia  tU  don  Juü  Fmrndndn  Madrid,  arreglada  por  Carlos  Mar- 
iSnes  HilTa.— Bogotá,  1889). 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  317 

val,  pero  continuó  la  agitación  del  mar  hasta  el  día  nueve. 
Entonces  pudieron  rehacer  la  cocina  y  lograron  tomar 
alimentos  calientes.  Al  entrar  en  la  zona  tórrida,  el  tiempo 
cambió  completamente,  y  los  días  y  las  noches  eran  be- 
llísimos. 

El  17  vieron  las  costas  de  Puerto  Rico,  y  entraron 
en  el  canal  que  separa  esa  isla  de  la  de  Santo  Domin* 
go.  El  21  avistaron  las  costas  de  Tierra  Firme,  y  el  22, 
alas  nueve  de  la  mañana,  comenzaron  á  ver  las  murallas, 
las  torres  y  los  mástiles  de  los  buques  que  se  hallaban  den- 
tro de  la  bahía  de  Cartagena. 

€22  de  Diciembre,  —Al  llegar  frente  á  Cartagena,  el  ca- 
pitán nos  hizo  notar  que  dentro  de  la  bahía  había  un  gran 
buque  que  parecía  inglés,  y  que, tenía  la  bandera  á  media 
asta,  lo  cual,  dijo,  probaba  que  debería  de  haber  muerto 
alguna  persona  importante.  A  poco  oímos  que  tiraban  un 
cañonazo  cada  cuarto  de  hora.  Creímos  que  serían  tal  vez 
solemnes  funerales  que  hasta  entonces  le  estarían  hacien- 
do al  General  Sucre,  ó  que  debía  de  haber  muerto  en 
Cartagena  algún  ciudadano  importante. 

«A  medida  que  adelantábamos  en  nuestra  marcha,  veía- 
mos dibujarse  con  mayor  claridad  las  palmas  y  los  bastio- 
nes de  la  ciudad,  lo  cual  revelaba  su  aspecto  oriental.  De 
repente  se  nos  acercó  un  bote  que  salía  de  Cartagena. 

€ — Quién  ha  muerto?  grité  á  dos  negros  que  venían 
dentro  del  bote. 

€  — £/  Libertará!  contestó  uno. 

€ — Aguántate,  Juan  Francisco!  exclamó  el  otro  al  abor- 
dar el  bergantín;  y  un  instante  después  aquellos  nuestros 
pardos  compatriotas  saltaban  sobre  cubierta:  eran  los  prác- 
ticos. 

« — El  Libertador  ha  muerto!  dijimos  todos  cuando  el 
dolor  y  la  sorpresa  que  nos  causó  aquella  noticia  nos  per- 
mitió hablar. 


3l8  BIOGRAFÍA 


•  •^XVrf-í^N^  -—- 


c Aquella  triste  palabra,  dicha  por  un  negro  casi  salvaje, 
fué  la  primera  que  oíamos  al  llegar  á  la  patria  después  de 
tantos  años  de  ausencia.» 


«•x 


TERCERA  PARTE 


CAPITULO  I 

Llegada  i  Cartagena.— Viaje  al  interior.— 8u8  habitantes  y  bu  clima.— 
Penoso  viaje  por  el  Magdalena.->Momp68.— Noticias  políticas  alar- 
mantes.—Llegada  á  Guaduas.— £1  Gobierno  nombra  á  Acosta  Coman 
dante  efectivo  de  artillería.— La  Convención.— Actos  de  ésta.— Divi- 
sión del  Partido  Liberal. 

1831-1832 

Pasada  la  primera  impresión  dolorosa,  los  pasajeros  del 
Ateniense  supieron  que  Bolívar  había  pasado  ios  meses  de 
Octubre  y  Noviembre  en  Barranquilla  y  Soledad,  pero 
que,  sintiéndose  peor  de  salud,  se  había  trasladado  á  San- 
ta Marta  ai  empezar  el  mes  de  Diciembre,  y  que  en  las  in- 
mediaciones de  aquella  ciudad,  en  la  quinta  de  San  Pedro 

Alejandrino,  había  muerto  el  17  de  Diciembre  á  la  media 
noche. 

«El  buque  pasó  por  frente  de  tos  castillos  de  Bocachi- 

ca,  dice  Acosta,  los  cuales  tenían  un  aspecto  de  completa 

miseria  y  desolación,  con  sus  harapientos  centinelas  que 

montaban  la  guardia  en  cuerpo  de  camisa.» 


sao  biografía 

Desembarcó  con  el  corazón  oprimido,  sentimiento  que 
fué  aumentado  al  pasar  por  las  calles  desiertas  y  las  pla- 
zas, al  parecer  abandonadas,  de  aquella  ciudad  que  parecía 
entonces  marchar  hacia  la  ruina  más  completa. 

Inmediatamente  fué  á  visitar  á  don  Juan  de  Francisco 
Martin,  aquel  constante  y  abnegado  amigo  de  Bolívar,  y 
al  doctor  Eusebio  M.  Canabal.  (i)  Encontrólos  á  ambos 
profundamente  afligidos  por  la  muerte  del  Libertador,  tan- 
to más  cuanto  la  patria  pasaba  por  una  cruenta  crisis, 
de  la  cual  ellos  pensaban  que  sólo  Bolívar,  si  viviera,  hu- 
biera podido  salvar  el  país  de  la  anarquía  que  lo  ame- 
nazaba. 

Cumplido  este  deber,  Acosta  buscó  la  familia  de  Ma- 
drid que  había  entonces  en  Cartagena,  con  el  objeto  de 
que  lo  acompañasen  á  bordo  á  traer  á  tierra  á  la  señora 
Domínguez,  y  custodiar  los  restos  de  su  esposo,  honra  de 
aquella  ciudad. 

A  pesar  del  ruinoso  y  desolado  aspecto  de  Cartagena, 
en  breve  nuestro  viajero  olvidó  aquella  primera  impresión 
para  agradecer  la  buena  acogida  que  obtuvo  de  la  hospi- 
talaria y  culta  sociedad  de  Cartagena. 

Allí  la  triste  viuda  del  señor  Madrid  encontró  á  sus  pri- 
mos, don  Gregorio  Domínguez  y  doña  Teresa,  casada 
con  el  inglés  señor  Santiago  Brush.  Doña  Teresa  era  por 
su  cultura  y  gracia  el  alma  entonces  de  la  sociedad  de  Car- 
tagena. 

Acosta  se  vio  allí  con  su  antiguo  amigo  el  General  La- 
croix,  cuya  carta  de  despedida  verán  nuestros  lectores  en 
un  apéndice  de  este  libro.  Comió  en  casa  de  Mr.  Watts 
con  el  Comodoro  inglés  Farquhar,  Comandante  de  la  fra- 
gata BlanchCf  que  lord  Belmore  había  enviado  desde  Ja- 
maica con  dos  médicos  cuando  supo  que  Bolívar  estaba 


(l)  Era  este  caballero  uno  de  los  ciudadanos  más  preclaros  de  Carta- 
gena, el  cual  sirvió  á  su  patria  siempre  con  abnegación  y  desinterés.  Mu- 
rió en  Cádiz,  ea  1833,  antes  do  cumplir  70  aftos. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  32I 

mortalmente  enfermo.  Rogábale  encarecidamente  al  Li- 
bertador al  mismo  tiempo  que  se  transportase  á  esa  isla, 
en  donde  había  más  recursos  que  en  la  tierra  ñrme.  Des- 
graciadamente, la  fragata  llegó  cuando  ya  Bolívar  había 
muerto. 

El  Comodoro  convidó  á  Acosta  á  almorzar  á  bordo 
junto  con  el  Prefecto  de  Cartagena,  señor  Juan  de  Fran- 
cisco Martin.  Durante  el  almuerzo,  el  Prefecto  y  Acosta 
resolvieron  elevar  una  manifestación  de  gratitud  á  lord 
Belmore  por  la  fina  atención  y  el  interés  que  había  mani- 
festado por  la  salud  del  «Padre  de  la  Patria.]) 

Durante  su  permanencia  en  Cartagena — desde  fines  de 
Diciembre  hasta  principios  de  Febrero — Acosta  se  estable- 
ció en  una  casa  al  pie  de  la  Popa,  en  donde,  dice,  el  clima 
es  más  fresco,  hay  menos  zancudos,  y  gozaría  de  mayor 
tranquilidad  para  emprender  seriamente  las  observaciones 
meteorológicas  que  se  había  propuesto  hacer  en  Cartagena 
y  durante  su  viaje  al  interior  del  país,  para  enviarUs  á  la 
Sociedad  de  Geografía  de  París,  y  cumplir  el  encargo  que 
ésta  le  había  hecho. 

El  Diario  está  trunco  en  este  punto,  así  es  que  no  se 
sabe  por  qué  motivo  Acosta  permaneció  tanto  tiempo  en 
Cartagena.  Se  infiere  que  sería  que  el  Magdalena  debería 
de  estar  bloqueado  por  los  insurrectos  de  Barranquilla; 
de  manera  que  al  fin  se  vio  precisado  á  buscar  el  río  al 
través  de  la  Provincia  de  Cartagena. 

Aquí  vuelve  á  encontrarse  el  Diario. 

El  9  de  Febrero  llegó  á  Turbaco,  á  las  cuatro  de  la  tar- 
de. Observa  que  en  aquel  temperamento,  que  se  considera 
fresco,  marcaba  á  esa  hora  el  termómetro  30°.  En  ese 
lugar  encontró  á  varios  ingleses  que  vivían  en  Cartagena 
y  estaban  allí  de  paso,  á  saber:  Mr.  Bunch,  (i)  el  Coronel 

(1)  Padre  del  que  fué  Miaistro  da  Inglaterra  ea  Colombia,  Mr.  Rober- 
to Bunch,  y  del  aefior  Jorge  Buach,  que  se  esUbleció  eo  Colombia  y 
muñó  también. 

BIOGHAFIA  2 1 


322  BIOGRAFÍA 

Rash,   (i)   Mr.   Stevenson,   el   famoso  ingeniero,   y  Mr. 
Forster. 

En  Turbaco  Acosta  hizo  varias  observaciones  baromé- 
tricas, que  apunta. 

Al  día  siguiente,  á  las  doce,  llegó  á  Arjona,  pueblo  in- 
dígena, sito  á  tres  miriámetros  de  Cartagena.  Allí,  á  esa 
hora,  el  termómetro  centígrado  marcaba  33°  á  la  sombra,  y 
en  la  mitad  del  camino  hacia  Mahates,  á  las  dos  de  la  tar- 
de, había  subido  á  37.*"  «El  camino,  escribe,  sigue  por  tie- 
rra llana  y  atraviesa  una  espesa  selva  de  palmas,  ceibos  y 
guaduas.  Arjona  no  cuenta  más  de  quinientos  habitantes, 
y  otros  tantos  tiene  Mahates.D  (2) 

En  este  último  lugar  se  hospedó  en  casa  de  un  señor 
Vargas,  el  cual  había  sido  artillero  en  Bogotá  en  la  primera 
época  de  la  revolución,  y  antes  estudiante  en  el  Rosario,  y 
probablemente  condiscípulo  de  Acosta,  aunque  no  lo  dice. 

El  día  II  se  detuvo  en  la  hacienda  de  La  Cruz,  y  el  12 
llegó  á  Barranca.  «Este  pueblo,  escribe,  está  situado  en 
dos  partes:  la  mitad  en  la  orilla  del  río,  y  la  otra  en  la  pen- 
diente de  la  colina,  sobre  la  roca  misma,  en  forma  de  es- 
calones. El  censo  de  1828  dio  por  resultado  que  Barranca 
poseía  j,2oo  almas,  apenas  50  más  que  en  1825;  (3)  pero 
yo  creo  que  debe  de  tener  menos:  es  un  pueblo  miserabi- 
lísimo, asolado  por  frecuentes  incendios,  que  no  le  permi- 
ten prosperar.  El  termómetro  marcaba  á  las  tres  y  media 
de  la  tarde  36'*.i> 

En  aquel  desdichado  lugar  Acosta  tuvo  que  aguardar 
el  vapor  que  debería  llevarle  á  Honda.  Al  día  siguiente  lle- 


(1)  Valiente  militar,  que  tomó  las  armas  en  Venezuela  en  la  Legión 
Británica,  é  hizo  la  mayor  parte  de  las  campafias  de  la  Independencia, 
quedándoEe  al  fin  en  Colombia,  en  donde  dejó  distinguida  familia. 

(2)  En  1876,  segün  el  Diccionario  de  Eaguerra,  Arjona  contaba  8,087 
habitantes,  y  Mahates  2,689. 

(8)  Bn  1849  aún  no  habfa  adelantado,  y  apenas  contaba  1,800  habitao* 
tea;  pero,  según  el  Diccionario  de  Efgaerra,  en  1676  habte  bajado  á  1,08S 
almas.  Ignoramos  lo  que  sea  hoy. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  323 

gó  el  Coronel  Mamby,  (i)  y  le  dio  la  triste  noticia  de  que 
el  vapor  tardaría  en  llegar  más  de  lo  que  se  había  previsto. 

Los  habitantes  de  Barranca,  para  obsequiar  á  sus  hués- 
pedes, dieron  un  baile,  obsequio  que  éstos  no  agradecie- 
ron en  lo  más  mínimo;  bailar  en  un  clima* como  aquél,  en 
unión  de  algunos  negros  y  mulaticas,  no  era  por  cierto  di- 
versión, sino  un  horrible  martirio! 

Para  distraerse,  Acosta  se  ocupó  activamente  en  hacer 
excursiones  en  los  alrededores  para  hacer  observaciones 
cientiñcas;  pero  los  instrumentos  se  calentaban  de  tal  ma- 
nera, que  á  veces  casi  no  podía  tocarlos  ni  manejarlos. 

Al  fin,  el  19  de  Febrero  llegó  el  vapor  Libertador^  «el 
cual,  escribe,  sólo  tenía  la  fuerza  de  38  caballos,  y  su  es- 
tructura era  inadecuada  para  la  navegación  del  Mag- 
dalena.]» 

AI  embarcarse  uno  de  los  pasajeros  le  dio  la  noticia  de 
que  Monagas — en  el  oriente  de  Venezuela — había  hecho 
un  pronunciamiento  en  favor  de  la  integridad  de  Colom- 
bia, pero  sin  nombrar  á  Bolívar,  á  pesar  de  que  aún  no  po- 
dían saber  en  Cumaná  la  muerte  del  Libertador. 

El  21  pasaron  por  frente  de  Tenerife  y  Plato:  «lugar- 
cilio  este  último  situado  en*  la  orilla  izquierda  del  río,  con 
dos  casitas  blanqueadas,  que  le  dan  un  aspecto  limpio  y 
risueño. i> 

Empero,  la  mala  alimentación,  el  calor  y  el  «ruido  in- 
fernal,» dice,  que  hacía  aquel  desvencijado  vapor,  acaba- 
ron por  enfermar  de  fiebre  á  nuestro  viajero.  Para  empeo- 
rar la  situación,  un  militar  inglés  que  iba  allí  tuvo  por  con- 
veniente embriagarse  de  una  manera  tan  violenta,  quecau- 


(1)  El  Coronel  Mamby,  caballero  inglés,  de  relevantes  prendas,  el  cual 
sirvió  en  la  Legión  Británica  primero,  y  después  al  lado  de  Bolívar,  en 
las  campafias  del  Sur.  La  muerte  del  Libertador  lo  había  llenado  de  tris- 
teza. Desde  1840  se  retiró  al  seno  de  su  bogar,  y  no  volvió  á  salir  á  la  ca- 
lle hasti  su  muerte.  Se  casó  con  una  dama  de  Bogotá,  y  sus  hijos  son 
ciudadanos  colombianos. 


3^4  biografía 

só  inauditos  escándalos  á  bordo  durante  una  noche  entera, 
sin  permitir  que  nadie  pudiera  reposar  ni  dormir. 

Pasaron  por  frente  al  desaguadero  del  Cauca,  delante 
de  Pinto,  Santa  Ana  y  San  Fernando.  Aquella  navegación 
era  singularísima.  El  capitán  decía  que  era  preciso  andar 
muy  despacio,  porque  el  buque  no  sabia  apresufarse,  A  eso 
se  añadía  que  las  gentes  que  vivían  en  las  orillas  del  Mag- 
dalena se  negaban  á  vender  leña.  Unas  veces  el  capitán 
tenía  que  pagar  la  leña  al  precio  que  le  pedían,  y  otras 
comprar  por  la  fuerza  las  cercas  de  las  adyacentes  semen- 
teras y  cun  la  madera  que  tenían  preparada  para  edificar. 
Lo  menos  que  pagaba. por  un  buno  de  leña  eran  diez  reales. 
El  23  llegaron  á  Mompós,  pero  no  pudieron  atracar 
frente  á  la  población,  sino  delante  de  la  alameda  de  corpu- 
lentos árboles  que  existen  todavía  al!í. 

A  pesar  de  estar  sufriendo  fiebres  intermitentes,  Acos- 
ta  tuvo  que  desembarcar  para  ir  á  visitar  á  una  señora  Sa- 
lazar,  (i)  la  cual  lo  había  mandado  llamar.  En  aquel  lugar 
recibió  cartas  de  su  familia  y  se  quedó  una  noche  en  casa 
del  señor  Velilla,  en  la  mejor  de  la  ciudad.  Parecióle  en- 
tonces que  Mompós  se  hallaba  en  estado  mucho  menos 
ruinoso  que  Cartagena  (hoy  sucede  lo  contrario),  y  que  el 
mercado  era  tan  abundante  en  frutas,  que  cien  naranjas 
apenas  alcanzaban  á  valer  dos  reales. 

En  Mompós  quedó  uno  de  los  pasajeros,  el  capitán 
Iglesias,  quien  iba  como  enviado  ó  comisionado  de  Car« 
■  tagena  para  armar  una  flotilla,  la  cual  debería  atacar  á  los 
pueblos  insurreccionados  de  la  Provincia  de  Barranquilla. 
El  25  volvieron  á  ponerse  en  vía,  pero  de  allí  para  ade- 
lante la  navegación  era  peor  todavía:  algunas  veces  el  bu- 
que se  metía  por  un  brazuelo  del  río  que  no  tenía  salida, 
y  era  preciso  retroceder,  perdiendo  en  aquellas  faenas  ho- 
ras y  horas;  con  frecuencia  se  descomponía  la  máquina; 

(1)  Sin  duda  parienta  del  sefior  José  María  Balazar,  á  quien  Acosta 
habla  tratado  en  Parle,  como  en  otra  parte  de  este  libro  lo  liemos  visto. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACX>STA  3^5 

las  bombas  que  alimentaban  el  condensador  rehusaban 
trabajar;  se  aflojaban  los  tornillos  ó  se  rompían;  se  esca- 
paba de  repente  el  vapor  del  cilindro,  y  era  indispensable 
detenerse  á  cada  paso  para  remediar  los  daños,  que  no 
se  reponían  sino  al  cabo  de  horas  'y  aun  de  días.  Acos- 
ta,  entre  tanto,  sacaba  sus  instrumentos  á  la  playa  y  hacía 
observaciones  meteorológicas,  ó  se  entretenía  en  cazar  en 
los  vecinos  bosques. 

Navegaban  á  razón  de  tres  millas  por  hora,  cuando  no 
ocurría  algún  contratiempo,  pero  esto  rara  vez  sucedía.  No 
bien  andaba  un  poco,  y  parecía  como  si  al  ñn  todo  estuvie- 
se en  orden,  cuando  avisaban  al  capitán  que  acontecía  algo 
á  la  máquina,  ó  que  se  había  acabado  la  leña.  Este  enton- 
ces arrimaba  el  malhadado  buque  á  la  orilla  y  saltaba  á 
tierra  con  la  tripulación,  y  personalmente  cortaban  la  leña 
que  necesitaban,  hasta  llegar  á  algún  pueblo,  en  donde  había 
que  batallar  para  conseguir  lo  preciso  para  seguir  adelante. 

Al  pasar  por  la  aldea  de  San  Pedro  se  les  presentó  un 
curioso  espectáculo.  Millares  de  patos  y  garzas  ennegre- 
cían las  playas  pescando  bocackico  (pez  que  abunda  en  el 
Magdalena  y  otros  ríos  de  la  América  del  Sur),  y  gran 
número  de  caimanes  hacían  otro  tanto,  mientras  que  más 
lejos  la  población  entera  de  aquella  orilla,  hombres,  muje- 
res y  niños,  habían  sacado  cuantos  calderos  y  vasijas  po- 
seían, y  entre  tanto  que  unos  pescaban  activamente,  los 
demás  se  ocupaban  en  sacar  la  grasa  de  aquellos  peces, 
destruyéndolos  por  completo.  cAhora  once  años,  observa 
el  viajero,  en  esta  misma  época,  tuve  ocasión  de  presen- 
ciar iguales  escenas  en  el  río  Atrato.]» 

cEn  San  Pablo — añade  con  fecha  4  de  Marzo— salta- 
mos á  tierra.  Vimos  el  atrio  de  la  iglesia,  en  donde  asesi- 
naron á  Demetrio  Díaz,  (i)  Las  calles  de  iiquella  aldea 

(1)  iSerfa  éste  ud  militar  espafiol  que  abrazó  en  la  época  de  la  Inde- 
pendencia la  causa  americana,  y  combatió  en  la  mayor  parte  de  las  ba- 
tallas de  aquella  época? 


326  BIOGRAFÍA 

son  rectas,  y  algunas  casas  hay  bastante  aseadas.  Sobre 
la  puerta  de  la  casa  del  cura  se  leen  estas  palabras:  Respec- 
to,  silencio.  El  alcalde,  que  no  sabe  ñrmar,  certiñcó  nues- 
tras listas  por  medio  del  escribano.» 

La  máquina  del  vapor  continuaba  siempte  descom- 
puesta, á  lo  cual  se  agregaba  un  nuevo  accidente,  que  no 
ocurría  en  la  parte  baja  del  río,  y  era  que  se  varaba  conti- 
nuamente, de  manera  que  la  leña,  que  con  tanto  trabajo 
conseguían,  se  gastaba  toda  en  los  esíuerzos  que  hacían 
para  sacar  el  buque  del  atolladero. 

El  7  de  Marzo  llegaron  á  Barranca  Bermeja,  y  á  poco 
se  varó  el  vapor  durante  treinta  horas.  Después  de  inaudi- 
tos esfuerzos,  lograron  sacarlo;  pero  entonces  resultó  des- 
compuesta  la  máquina,  y  en  la  reparación  gastaron  cuatro 
días!  Aún  no  habían  terminado  los  contratiempos:  como 
se  necesitase  4eña  con  urgencia,  enviaron  á  traerla  una  ca- 
noa á  la  orilla  izquierda  del  río,  pero  al  regresar  con  ella 
se  volcó  con  todo  lo  que  iba  dentro,  y  fué  preciso  aguar- 
dar á  que  cortasen  una  nueva  provisión.  Al  ñn  se  vieron 
á  flote;  pero  la  máquina  había  quedado  tan  mal  compues- 
ta, que  á  cada  dos  ó  tres  horas  era  preciso  parar  el  buque 
para  apretar  algún  tornillo  ó  martillar  alguna  cosa,  y  en 
la  refección  gastaban  de  seis  ú  ocho  horas  y  se  desperdi- 
ciaba la  leña. 

El  15  pasaron  por  los  peñones  llamados  de  Barbacoas, 
€los  cuales,  dice  Acosta,  estuve  examinando,  y  no  pueden 
considerarse  en  realidad  como  punto  militar,  según  se  ha 
creído,  sino  porque  el  río  está  reunido  aquí  en  un  solo 
brazo,  de  manera  que  si  se  colocaran  piezas  de  á  ocho  so- 
bre los  dos  peñones  opuestos,  podrían  cruzar  sus  fuegos 
con  buen  éxito.  Como  el  río  está  recostado  sobre  la  orilla 
derecha,  la  mejor  defensa  podría  hacerse  desde  ese  punto.» 

El  17  encontraron  una  canoa  que  bajaba  el  río,  y  los 
que  venían  dentro  les  dieron  noticia  de  los  triunfos  de  Ló- 
pez y  Obando  en  el  Cauca,  del   desconocimiento  del  go- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  337 

bierno  de  Urdaneta  por  estos  Generales,  y  la  anexión  del 
Chocó  y  Buenaventura  al  Ecuador,  por  instancias  del  Ge- 
neral FIórez. 

En  San  Bartolomé,  adonde  llegaron  al  día  siguiente,  el 
alcalde  les  dijo  que  acababa  de  saber  que  el  Coronel  Cór- 
doba se  había  escapado  con  la  escolta  que  lo  conducía  á 
Cartagena,  y  se  internaba  en  Antioquia  por  veredas  y  des- 
poblados. 

Ya  para  entonces  la  paciencia  de  nuestro  viajero  se  ha- 
bía agotado  por  completo.  Resolvió  abandonar  aquella 
tortuga  en  forma  de  vapor  y  volar  á  ofrecer  sus  servicios 
como  militar  al  Gobierno  legítimo,  y  ayudar  á  salvar  la 
patria  de  la  destrucción  y  anarquía  que  la  amenazaba.  Pi- 
dió al  alcalde  del  pueblo  que  le  buscase  y  co'nsiguiese  una 
canoa  en  la  cual  pudiera  seguir  río  arriba.  Este  le  propor- 
cionó una,  en  la  cual  se  puso  en  marcha  inmediatamente. 

La  primera  noche  pernoctó  en  un  miserable  rancho  á 
las  orillas  del  río.  Despertáronle  al  amanecer  los  lastimo- 
sos gritos  de  la  perdiz,  los  agudos  chillidos  del  pájaro  abu- 
nido,  el  canto  de  la  guacharaca,  el  silbido  estridente  de 
los  monos,  y  todo  aquel  rumor  de  vida  exuberante  que 
sólo  se  oye  dentro  de  los  bosques  tropicales.  «Por  prime- 
ra vez,  exclama,  después  de  cinco  años  de  ausencia,  me 
sentí  en  mi  patria,  y  me  asaltaron  mil  recuerdos  dolorosos 
y  alegres,  tristes  y  conmovedores  de  mi  juventud  pri- 
mera !i> 

En  Nare,  adonde  llegó  al  cabo  de  dos  días,  no  encon- 
tró alcalde  ni  administrador  de  correos;  no  había  ninguna 
autoridad  que  impidiese  los  desórdenes  que  estaba  come- 
tiendo la  tripulación  de  un  champán  arrimado  allí.  Anda- 
ban aquellos  bogas  ebrios  por  las  calles,  jugando  y  riñendo 
con  los  inermes  habitantes  del  lugar  como  verdaderos  sal- 
vajes, y  tenían  aterrados  á  los  desdichados  habitantes. 

Algunas  personas  racionales  con  quienes  pudo  hablar 
le  dieron  nuevas  noticias  de  lo  que  estaba  sucediendo  en 


328  BIOGRAFÍA 

la  Capital,  y  de   los  desórdenes  que  ocurrían  en  todas 
partes. 

Continuó  apresuradamente  su  viaje,  pero  ni  las  inco- 
modidades de  él  ni  las  preocupaciones  políticas  le  impi- 
dieron hacer  algunas  observaciones  metereológicas,  y  cada 
vez  que  podía  desembarcar,  examinaba  la  formación  de 
los  terrenos  y  notaba  cuidadosamente  las  curvas  que  hace 
el  río. 

El  23  llegó  á  Buenavista.  «Media  legua  más  arriba,  es^ 
cribe,  sobre  la  orilla  izquierda,  cerca  de  un  peñón,  á  la  som- 
bra de  un  barranco  y  oculto  entre  un  enjambre  de  grama- 
lotales,  desemboca  modestamente  el  río  Negro,  el  cual, 
después  de  regar  el  valle  de  Pacho  con  otro  nombre,  reco- 
rre parte  de  Cundinamarca,  y  en  seguida,  como  en  secreto 
y  abochornado  de  introducir  sus  aguas  tan  negras  entre 
las  amarillosas  del  Magdalena,  se  confunde  y  se  pierde  en- 
tre éstas.» 

No  fué  sino  el  26  de  Marzo  cuando  Acosta  arribó  al  fin 
á  la  bodega  de  Honda.  Como  no  encontrara  las  bestias  que 
deberían  de  haberle  mandado,  según  sus  órdenes,  de  Gua- 
duas, no  quiso  deteneise,  sino  que  continuó  su  marcha  á 
pie.  Sin  embargo,  al  llegar  á  Rioseco  halló  las  muías  que 
le  enviaba  su  familia,  y  pudo  seguir  el  camino  más  cómo- 
damente, alumbrado  ya  por  una  clara  luna. 

A  las  diez  de  la  noche  llegó  á  Guaduas;  abrazó  á  sus 
hermanos  José  María  y  Manuel,  y  se  retiró  á  dormir,  dice, 
cen  el  mismo  aposento  en  donde  había  nacido.» 

Con  esas  palabras  concluye  el  Diario  que  nos  ha  servi- 
do de  hilo  conductor  hasta  aquí.  No  volveremos  á  encon- 
trar Diario  ninguno  hasta  años  después;  ó  no  escribió  nin- 
guno  hasta  1845,  ó  todos  aquellos  se  perdieron,  pues  sa- 
bemos de  manera  positiva  que  llevaba  uno  durante  las 
campañas  de  la  revolución  de  1840,  al  cual  nos  referire- 
mos más  adelante. 

¡Cuan  diferente  encontró  Acosta  á  su  patria  al  regresar 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  329 

á  ella!  La  gran  Colombia  que  dejó  cubierta  de  recientes 
glorías  obtenidas  desde  Cumaná  hasta  la  Paz;  esa  patria 
que  entonces  vivía  de  esperanzas  y  se  preparaba  para  mar- 
char independiente  y  orgullosa  por  los  senderos  de  la 
civilización;  esa  República  inmensa  y  fuerte  había  des- 
aparecido para  formar  con  los  jirones  de  sus  triunfos  tres 
naciones  distintas,  descuartizadas  por  una  nube  de  ambi- 
ciosos. Cada  una  de  ellas  luchaba  para  reconstituirse  de 
nuevo,  y  los  pueblos  que  habían  trabajado  heroicamente 
para  escapar  del  dominio  de  España,  se  sentían  desalen- 
tados ante  la  guerra  entre  hermanos,  que  surgía  por  todas 
partes.  El  espectro  de  la  anarquía  espantaba  á  toda  perso- 
na de  juicio,  pues  las  pasiones  enardecidas  de  muchos  mi- 
litares les  había  quitado  el  concepto  de  lo  que  es  el  verda- 
dero patriotismo,  y  cada  cual  pretendía  adueñarse  de  cual- 
quiera manera  del  poder.  Esto  sucedía  en  Panamá,  en 
donde  los  negros  y  mulatos  al  mando  delGeneral  Domin- 
go Espinar,  amenazaban  separarse  del  resto  de  la  Repúbli- 
ca; en  Antioquia,  en  donde  se  levantaban  en  armas  los  Co- 
roneles Córdoba,  Robledo  y  otros,  contra  Urdaneta;  en  el 
Caúca  los  Generales  López  y  Obando  no  tenían  inconve- 
niente en  aceptar  el  desmembramiento  de  la  República 
para  conseguir  alianzas;  en  la  Costa  atlántica  los  militares 
Vezga,  Rodríguez,  Carmona,  etc.,  alzaban  la  bandera  de  la 
insurrección;  en  Mariquita,  en  Neiva,  en  todas  partes  rei- 
naba el  desorden,  la  anarquía  y  un  desconcierto  general; 
no  había  ciudad,  no  había  aldea  que  no  se  viera  despeda- 
zada por  las  facciones,  y  en  continua  alarma  y  sobresalto. 

Urdaneta  sentía  vacilar  el  gobierno  entre  sus  manos; 
parecía  que  no  había  esperanza  de  salvación  en  ninguna 
parte,  y  mucho  menos  si  se  estrellaban  sus  tropas  del  Go- 
l^ierno  contra  los  enconados  insurrectos. 

¿Cuál  era  el  gobierno  legítimo  al  cual  el  joven  capitán 
Acosta  debería  presentarse?  Nadie  lo  sabía  en  medio  de 
aquel  desconcierto,  así  fué  que  resolvió  permanecer  aleja- 


330  biografía 

do  de  todo  hasta  ver  cuáles  serían  los  resultados  de  las 
conferencias  que  debían  tener  lugar  entre  el  General  Cay- 
cedo— quien  se  había  encargado  de  nuevo  del  Poder  Eje- 
cutivo— y  el  General  Urdaneta,  el  vencedor  del  Santuario. 
El  juicio  y  acrisolado  patriotismo  de  aquellos  dos  jefes  los 
sacó  con  honor  de  una  situación  tan  delicada,  y  después 
de  una  entrevista  en  las  Juntas  de  Apulo,  el  28  de  Abril,  fir- 
maron tratados,  y  se  resolvió  que  se  convocaría  una  Con- 
vención, la  cual  organizaría  la  Nación.  El  General  Urda- 
neta, entre  tanto,  resolvió  entregar  el  mando  y  mancharse 
del  país  definitivamente,  dejándolo  en  poder  del  legítimo 
Vicepresidente,  el  General  Caycedo,  para  no  volver  á  figu- 
rar en  la  política  de  Nueva  Granada,  (i) 

El  General  Caycedo  fué  declarado  jefe  supremo;  orga- 
nizó inmediatamente  un  Ministerio  mixto,  con  el  cual  pro- 
curó contentar  á  todos  los  partidos;  pero  sucedió  lo  que 
sucede  siempre  en  esos  casos:  que  en  lugar  de  contentar, 
disgustó  á  todos. 

Sin  embargo,  estas  evoluciones  en  obsequio  de  la  paz 
no  produjeron  los  efectos  que  se  esperaban:  el  desorden 
continuaba  imperando  en  todos  los  ámbitos  de  la  Repú- 
blica, y  sobre  todo  en  los  contornos  de  la  capital,  en  don- 
de varios  militares  rehusaban  deponer  las  armas  y  recono- 
cer al  General  Caycedo.  No  fué  sino  después  de  mil  es- 
fuerzos cuando  al  fin  se  logró  conjurar  la  tempestad,  y  para 
afianzarla  se  convocó  la  Convención  que  debería  reunirse 
lo  más  pronto  posible;  al  mismo  tiempo  el  Gobierno  expi- 
dió un  decreto  por  el  cual  restablecía  al  General  Santan- 
der en  todos  los  derechos  que  había  perdido  con  motivo 
de  la  conspiración  de  Septiembre  de  1828,  y  al  mismo 
tiempo  indultaba  á  todos  los  que  se  hallaron  comprometi- 
dos en  ella. 

El  Gobierno  ascendió  al  Capitán   Acosta  á  primer  Co- 

(1)  Se  retiró  á  Venezuela,  eo  doade  )o  supien'Q  apreciar.  Murió  como 
Ministro  de  su  país  en  París,  ea  1845,  de  56  afios  de  edad. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  33T 

mandante  efectivo  de  artillería,  y  debió  asistir  á  la  Conven- 
ción que  se  reunió  en  Octubre  de  aquel  año.  (i) 

Reunida  la  Convención  el  20  de  Octubre,  ésta  nom- 
bró Presidente  al  señor  Ignacio  Márquez,  y  pocos  dias 
después  se  declaró  constituido  un  Estado,  el  cual  se  com- 
pondría de  las  provincias  centrales  de  Colombia,  y  debe- 
ría llamarse  Nueva  Granada,  como  el  Virreinato  que  iba  á 
reemplazar.  Durante  aquellas  sesiones  se  dividió  el  partido 
llamado  liberal  en  dos  partes,  partes  que,  á  pesar  de  que 
se  denominaban  ambas  partido  liberal,  eran  en  realidad 
bien  diferentes,  no  solamente  en  su  lenguaje  y  en  sus  ac- 
tos, sino  también  en  sus  ideas.  Los  unos  seguían  á  ojo  ce- 
rrado y  aceptaban  las  arbitrariedades  ordenadas  por  el  Ge- 
neral José  María  Obando,  el  cual  después  de  haber  pre- 
tendido anexar  el  Cauca  al  Ecuador  para  contentar  sus 
no  disimuladas  ambiciones,  hizo  esfuerzos  inauditos  para 
impedir  aquello  mismo  que  había  fomentado,  porque  con 
la  caída  de  Urdaneta  veía  adelante  esperanzas  de  colmar 
sus  deseos  en  la  nueva  nación  que  había  formado  la  Con- 
vención. Como  el  General  Caycedo  había  renunciado  por 
dos  veces  el  alto  puesto  de  Vicepresidente,  la  Convención, 
que  había  aceptado,  pasó  á  elegir  un  Vicepresidente  inte- 
rino, recayendo  la  elección  en  el  General  José  María  Oban- 
do, Secretario  de  Guerra.  Después  de  acaloradísimas  dis- 
cusiones, las  cuales  dieron  por  resultado  grande  agitación 

(1)  BepMiei  de  Colombia,— Bogotá,  Junio  80  de  1831.— 21*. 

Al  señor  ComandaDte  Joaquín  Acosta. 

La  Asamblea  electoral  de  esta  Provincia  se  ha  servido  elegir  á  usted 
para  representar  en  calidad  de  Diputado  suplente  á  la  Convención  que 
debe  instalarle  en  esta  capital  el  15  dei  próximo  Octubre.  Ten^o  la  par- 
ticular satisfacción  de  avisarlo  á  usted,  esperando  que.  llegado  su  turno» 
se  servirá  usted  concurrir  á  desempe&ar  cumplidamente  tan  interesante 
misión.  Acompafio  á  usted  una  copia  del  registro  de  las  elecciones,  la 
cual  debe  servir  á  usted  de  credencial. 

Boy  de  usted  con  peifecto  respeto  obediente  servidor, 

VlCEHTB  ASÜBBO. 


332  BIOGRAFIA 

en  la  Convención  desde  las  once  de  la  mañana  hasta  las 
diez  de  la  noche,  fué  electo  al  fin. 

Bajo  la  aciaga  influencia  de  este  militar  se  cometieron 
grandes  injusticias,  y  se  mandó  borrar  del  escalafón  mili- 
tar á  todos  los  jefes  que  habían  tomado  alguna  parte  en  la 
revolución  encabezada  por  Urdaneta,  con  lo  cual  se  viola- 
ban los  solemnes  tratados  de  Apulo.  (i) 

La  otra  parte  del  partido  liberal,  en  cuyas  filas  se  en- 
contraba Acosta,  era  encabezada  por  el  doctor  Ignacio 
Márquez,  hombre  de  grandes  luces,  moderado  y  enemigo 
de  toda  injusticia;  además,  era  civil,  y  ya  en  el  pais  desea- 
ban vivir  bajo  el  amparo  de  las  leyes  y  no  del  sable,  cuya 
época  había  terminado,  pues  los  militares,  no  encontrando 
enemigos  extraños  á  quienes  combatir,  hacían  uso  de  sus 
armas  contra  sus  propios  hermanos. 


CAPTIULO  XXII 

Regresa  AoosU  á  loe  Eatadoe  Uoidos,  en  donde  ae  casa.— La  ConTentíón 
había  elegido  Presidente  al  General  Santander.— Altercados  y  gaerra 
con  el  Ecuador.— Acosta  se  establece  en  Bogotá.— Le  nombran  Direc- 
tor de  caminos  de  Gundinamarca. — Miembro  de  la  Academia  Nacio- 
nal.—Catedrático  de  química.— Rumores  de  conspiración.— Adminis- 
tración del  General  Santander.— fiü  Colegio  de  La  Mercei.— El  doctor 
CuerTo.— Sociedales  para  propender  á  la  educación.— Ensefianias 
utilitaristas.— La  conspiración  de  Sarda  y  sus  consecuencias. — Acosta 
presta  servicios  á  la  patria  como  miembro  do  la  Cámara  de  Provincia  y 
Diputado  al  Congreso.- Su  aspecto  físico  y  moral.— DiTisión  del  par- 
tido liberal.— Núcleo  del  partido  conserrador.— Quiénes  lo  com- 
ponían. 

I 83 2- I 836 

Cuando  llegó  el  principio  del  año  de  1832,  Acosta  em- 
prendió viaje  con  licencia  para  ir  á  casarse  en  los  Estados 

(i)  Entre  los  Jefes  y  oficiales  no  solamente  borrados  de  la  lista  mili> 
tar,  sino  también  desterrados,  se  halló  el  General  Lacroix.  antiguo  smigo 
de  Acosta.  Desesperado  el  General  con  su  sitti ación  y  lejos  de  su  familia, 
la  cual  liab¡%  quedado  en  Bogoti,  se  suicida  en  Psris,  en  1887.  En  aque- 
lla ciudad,  en  1870,  se  publicó  un  libro  postumo  de  él,  titulado  l^ewUri- 
HdM  CUomhianoM, 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  333 

Unidos,  como  lo  había  ofrecido.  Había  puesto  en  claro  sus 
asuntos  personales,  haciéndose  cargo  de  los  terrenos  que 
le  pertenecían  por  herencia  en  el  valle  de  Guaduas.  A  él 
había  tocado  el  área  de  población  y  gran  parte  de  los  ce- 
rros circunvecinos,  por  el  lado  del  llamado  Alto  del  Rai- 
zal, y  además  un  lote  de  la  casa  solariega  de  sus  padres, 
en  Bogotá,  sita  ésta  en  la  llamada  entonces  plaza  de  San 
Francisco,  hoy  de  Santander,  por  haber  tenido  allí  el  Ge- 
neral Santander  su  casa,  en  la  cual  vivió,  murió  y  perma- 
necieron sepultados  sus  huesos  largos  años. 

El  29  de  Febrero  los  miembros  de  la  Convención  fir- 
maron la  Constitución  de  la  nueva  República  de  Nueva 
Granada.  Eligieron  Presidente  por  cuatro  años  al  General 
Santander^  y  Vicepresidente  al  mismo  que  había  competi- 
do con  el  General  Obando  anteriormente,  el  doctor  J.  Igna- 
cio Márquez.  «Para  que  hubiese  elección,  leemos  en  las 
Memoiias  del  General  Posada,  se  necesitaba  el  voto  de 
las  dos  terceras  partes  de  los  miembros  presentes  en  la  se- 
sión, y  por  esta  causa  no  se  decidió  la  elección  hasta  el 
15.°  escrutinio,  resultando  electo  el  señor  Márquez  por  42 
votos  contra  20  que  obtuvo  el  General  Obando,  quien  no 
disimuló  su  enojo,  y  desde  aquel  día  miró  con  aversión 
reconcentrada  al  señor  Márquez,  como  lo  probó  después 
haciéndose  su  enemigo  declarado.  Sin  embargo,  aceptó 
por  lo  pronto  la  Secretaría  de  Guerra,  por  nombramiento 
del  Vicepresidente  electo j>    ' 

La  Convención  cerró  por  último  sus  sesiones  el  i.°  de 
Abril,  y  el  doctor  Márquez  se  ocupó  activamente  en  paci- 
ficar el  país  y  en  terminar  sus  desavenencias  con  Vene- 
zuela y  el  Ecuador. 

Como  ya  dijimos  antes,  el  General  Flórcz,  con  el  con- 
sentimiento en  un  principio  de  ciudadanos  granadinos 
como  los  Generales  López  y  Obando,  reclamaba  para  la 
nueva  República  que  acababa  de  constituir  con  el  nombre 
del  Ecuador,  una  parte  del  territorio  granadino.  Con  el  ob- 


334  biografía 

jeto  de  evitar  derramamiento  de  sangre  entre  hermanos, 
Márquez  envió  al  Ecuador  una  comisión  de  paz,  compues- 
ta de  tres  personas  respetabilísimas  en  sí,  así  como  por  re- 
presentar á  diferentes  partidos  de  la  República,  á  saber: 
don  José  Manuel  Restrepo,  amigo  del  orden,  de  las  luces, 
historiador,  miembro  del  partido  de  Bolívar,  á  quien  había 
servido  leal  y  eficazmente  dorante  largos  años;  el  llustrí- 
simo  José  María  Estéves,  Obispo  de  Santa  Marta,  quien  iba 
como  elemento  de  la  paz  y  la  caridad,  que  deben  hallar 
siempre  cabida  en  el  pecho  de  un  sacerdote  del  Altísimo; 
y  el  Coronel  José  Acevedo,  hijo  del  gran  tribuno  de  1810, 
que  representaba  el  patriotismo  de  la  juventud  granadina 
del  Partido  Liberal  que  seguía  las  huellas  del  doctor  Már- 
quez. Este  último  iba  como  Secretario. 

Sin  embargo,  los  comisionados  de  paz  nada  pudieron 
hacer  en  el  Ecuador.  Después  de  varias  conferencias  en 
Quito,  se  retiraron  y  volvieron  al  Cauca.  Entre  tanto, 
habiendo  nombrado  el  Gobierno  al  General  J.M.  Oban- 
do  para  que  se  situase  en  las  fronteras  y  declarase  la  gue- 
rra al  Ecuador  en  caso  de  que  esta  Nación  se  negase  á  de- 
volver las  provincias  del  litigio,  se  rompieron  en  breve  las 
hostilidades  y  empezó  una  guerra  que  Márquez  había  de- 
seado evitar  á  todo  trance,  (i)  Felizmente  ésta  no  fué  lar- 
ga ni  sangrienta.  Habiendo  obtenido  señaladas  ventajas, 
las  tropas  granadinas  se  declararon  vencedoras;  propusie- 
ron un  tratado  de  paz,  y  al  fin  del  año  de  1832  firmaron 
uno  de  amistad  y  alianza  con  el  Ecuador,  y  las  provincias 
semianexadas  volvieron  al  dominio  legal. 

Joaquín  Acosta  había   sido  comisionado  para  entregar 

(1)  "  Repito,  dice  el  General  Poeada,  que  el  Gobierno  del  Ecuador  no 
Usurpó  ninguna  parte  del  territorio  granadino;  los  Generales  Obando  y 
López  promovieron  y  obtuvieron  la  anexión  del  Departamento  del  Cau- 
ca, por  los  motivos  ya  conocidos,  7  el  Gobierno  del  Ecuador  haeSa  valer 
esta  anex'ón  respecto  de  la  Provincia  de  Fasto  y  parte  de  la  de  Buena- 
ventura. De  esto  á  usurpación,  hay  gran  diferencia."  (Memoria»,  toIu* 
men  11,  página  16). 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACOSTA  335 

el  nombramiento  de  Presidente  de  la  República  al  Gene- 
ral Santander,  quien  estaba  entonces  en  los  Estados  Uni- 
dos, el  cual  le  sirvió  como  padrino  de  su  matrimonio  con 
la  señorita  Kemble,  I>a  ceremonia  se  efectuó  el  31  de  Mayo 
de  1832,  é  inmediatamente  emprendió  viaje  de  regreso  á 
su  patria.  Con  el  Presidente  subieron  el  Magdalena  hasta 
Ocaña,  en  donde  Santander  tomó  el  camino  de  Cúcuta 
para  ir  á  Bogotá,  mientras  que  Acosta  seguía  hasta  Honda. 

Poco  después  de  establecer  en  Bogotá  su  nuevo  ho- 
gar, Acosta  recibió  de  su  antiguo  amigo  el  doctor  Rufíno 
Cuervo,  Gobernador  de  la  Provincia,  el  nombramiento  de 
Ingeniero  Director  de  los  caminos  de  Cundinamarca,  y  la 
hicieron  miembro  fundador  de  la  Academia  nacional, 
mandada  establecer  por  el  Poder  Ejecutivo  en  Diciembre 
de  aquel  año,  (i)  por  haber  informado  el  Secretario  del 
Interior  que  la  Academia   fundada  en   1826  ya  no  existia. 

En  Abril  de  1833  Acosta  fué  nombrado  catedrático  de 
química  en  la  Universidad,  una  de  las  enseñanzas  de  las 
cuales  más  gustaba,  y  para  llenar  su  objeto  no  evitaba  es- 
fuerzo ni  sacrificio,  llevando  de  su  propio  laboratorio  los 
instrumentos  necesarios  y  haciendo  don  de  ellos  en  obse- 
quio de  sus  discípulos. 

Empero,  la  situación  del  la  República  no  estaba  del 
todo  apaciguada;  fermentaban  odios,  encubiertas  ambicio- 
nes y  proyectos  antipatrióticos  de  asonadas  y  conspiracio- 
nes. Y  era  natural  que  así  fuera;  cuando  se  turba  la  paz 
pública  sucede  como  en  la  mar,  pasada  la  tempestad:  aún 
queda  por  muchos  días  el  movimiento  y  agitación  de  las 
olas,  que  recuerdan  el  temporal  anterior. 

En  un  principio  el  General  Santander  había  manifesta- 
do el  deseo  de  que  se  borrasen   los   partidos,  y  quiso  que 

(1)  "  TraDsfirióse  la  instalación  al  6  de  Bnero  de  1833.  la  que  se  Teri- 
flcó  en  la  casa  de  gobierno  con  un  discurso  d¿l  Presidente.  Bn  seguida 
fué  nombrado  Director  el  Obispo  de  Santa  Marta,  y  Secretarlo  don  Joa* 
quia  Acosta." 

(Véase  Vida  del  doctor  Rjflno  Cuerro,  yolumen  i,  página  217). 


336  BIOGRAFÍA 

se  supiese  de  una  manera  oñcial — por  medio' de  una  cir- 
cular— que  su  intención  era  acallar  los  odios  de  unos  y  de 
otros,  gobernando  con  todos  los  ciudadanos  y  para  todos, 
sin  distinción  de  opiniones  ni  recuerdos  de  pasadas  des- 
avenencias, (i)  Pero  al  mismo  tiempo  amenazaba  con  cas- 
tigar severamente  á  los  que  atentasen  contra  la  paz  pú- 
blica. 

Nada,  sin  embargo,  es  más  difícil,  ó  más   bien  es  casi 
imposible  gobernar  con  todos  los  partidos,  y  el  gobernante 
no  puede  olvidar  que  debe  el  puesto,  los  honores  y  los  afec- 
tos á  los  que  han  trabajado  en  su  favor.  Si  así  lo  hiciere,  los 
amigos  del  gobernante  lo  tacharán  de  ingrato,  sin  que  por 
eso  logre  conciliar  la  buena  voluntad   de  los  contrarios. 
Santander  no  se  libró  de  aquello.   Además,  los  que  lo  ro- 
deaban tenían  cuidado  de  recordarle  sin  cesar  las  ofensas 
que  en  otro  tiempo  había  recibido.  Empezaron  á  oírse  en 
breve  los  rumores  precursores  de  algún  trastorno  público, 
y  se  habló  de  que  se  tramaban  conspiraciones  contra  la 
persona  del  Presidente.  Éste  quiso  entonces  reunir  en  tor- 
no suyo  á  todas  aquellas  personas  en  cuya  lealtad  confia- 
ba, y  el  13  de  Junio  expidió  al  Comandante  J.  Acosta  un 
despacho  confiriéndole  el  mando  de  medio  batallón  de  ar- 
tillería, compuesto  de  dos  compañías  en  Bogotá  y  otra  en 
las  provincias  del   Sur.   Vióse,  pues,  Acosta,  en  la  obliga- 
ción de  tomar  de  nuevo  servicio  activo  en  el  ejército,  sin 
que  aquello  le  impidiese  atender  á  sus  otros  compromisos. 
Siguió  en  el  puesto  de  Director  de  los  caminos  de  Cundi- 
namarca,  servia  su  cátedra  en  la  Universidad, estudiaba  sin 
cesar  y  continuaba  una  correspondencia  activa  con  los 
sabios  con  quienes  había  tenido  relaciones  en  Europa. 

Nadie  puede  negar,  al  estudiar  la  historia  de  Nueva 
Granada  en  aquella  época,  que  la  administración  del  Gene- 
ral Santander  fué  altamente  ventajosa  para  la  naciente  Re- 

(1)  Véase   Vida  de  Rufino  Cuervo,   por  Ángel  y  RuAqo  José  Caervo, 
▼olumen  i,  p&gina  17G. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  337 

pública.  El  país  tenia  en  su  seno  hombres  patriotas,  aman* 
tes  de  un  progreso  racional  y  de  las  verdaderas  luces  de 
la  civilización.  Es  increíble  lo  que  entonces  se  propendió 
para  la  marcha  de  la  instrucción  pública,  bajo  todas  sus 
fases.  Nombráronse  catedráticos  para  que  enseñasen  cien- 
cias casi  desconocidas  antes  en  aquella  sección  de  Améri- 
ca, y  surgieron  por  todas  partes  de  la  República  nuevos 
colegios  y  escuelas.  Y,  lo  que  hasta  entonces  olvidaban  los 
legisladores:  también  se  acordaron  de  las  mujeres,  fundan- 
do un  plantel  de  educación  para  las  niñas!  El  Colegio  de 
La  Merced  fué  el  primero  que  inició  una  educación  más 
amplia  y  civilizada  para  la  juventud  femenina.  Esto  no 
significa  que  no  hubiese  otro  colegio  en  Bogotá,  el  de  las 
monjas  de  la  Enseñanza,  en  que  se  daba  una  educación 
netamente  religiosa,  y  varias  escuelas  de  niñas  de  primeras 
letras  de  particulares,  fuera  de  las  oficiales. 

El  inteligente  y  progresista  Gobernador  de  Cundina- 
marca  fué  el  iniciador  y  el  que  llevó  á  cabo  ese  paso  en 
pro  de  la  civilización  del  país.  Dejaremos  aquí  la  palabra 
á  los  hijos  de  este  preclaro  ciudadano,  cuya  vida  escri- 
bieron. Hé  aquí  lo  que  dicen: 

cEl  doctor  Cuervo  quiso  dejar  un  monumento  funda- 
do de  planta  nueva  y  consagrado  al  bien  de  la  mujer,  por 
cuya  educación  superior  la  República  nada  había  hecho, 
al  paso  que  dirigía  todos  sus  cuidados  al  del  hombre.  Con 
este  pensamiento  desenterró  la  ley  del  Congreso  de  Cuen- 
ta, que  aplicaba  á  la  instrucción  los  fondos  de  los  extin- 
guidos conventos  menores,  aseguró  las  propiedades  de  los 
de  San  Francisco  de  Guaduas  y  de  Las  Aguas  de  Bogotá, 
amenazadas  de  desaparecer  como  otras  tantas,  buscó  las 
fundaciones  destinadas  para  socorro  y  auxilio  del  sexo  dé- 
bil, y  cuando  tuvo  allegada  una  renta  de  más  de  dos  mil 
pesos  anuales,  propuso  al  Gobierno  la  fundación  del  co- 
legio de  La  Merced,  destinado  especialmente  para  las  hi- 
jas de  los  proceres  de  la  Independencia  y  de  los  benemé- 

BIOORAFIA  22 


33^  BIOGRAFÍA 

ritos  de  la  patria.  Pidió  en  nombre  de  las  granadinas  esta 
gracia,  que  no  costaba  á  la  nación  sino  el  trabajo  de  dictar 
los  reglamentos,  nombrar  los  empleados  y  otorgarle  su 
protección.i>  (i) 

Es  cierto  que  cuando  Santander  tomó  las  riendas  del 
Gobierno,  ya  el  colegio  de  La  Merced  estaba  fundado  por 
el  Gobernador  doctor  Cuervo;  pero  durante  su  adminis- 
tración adelantó  considerablemente  y  se  trató  de  que  se 
abriera  un  poco  el  humilde  horizonte  que  en  un  principio 
tenía.  Como  no  hubiese  entonces  en  Bogotá  maestras  ca- 
paces de  enseñar  música  y  canto,  obtuvieron  de  la  esposa 
del  Comandante  Acosta  que  diese  algunas  lecciones  y  con- 
sejos acerca  de  ese  arte  que  ella  había  aprendido  á  fondo 
en  Francia,  en  donde  se  había  educado.  El  doctor  Cuer- 
vo escribió  obritas  elementales  para  la  instrucción  femeni- 
na, y  cada  cual  llevaba  su  contingente  para  mejorar  el  es- 
tablecimiento. 

Y  no  era  solamente  en  la  capital  de  la  República  en 
donde  se  propendía  por  la  instrucción  de  la  juventud;  en 
las  provincias  sucedía  otro  tanto,  y  en  todas  partes  se 
abrían  escuelas  y  colegios  para  educar  á  los  ciudada- 
nos. (2)  Por  desgracia  no  supieron  escoger  conveniente- 
mente los  textos,  con  motivo  en  gran  parte  de  la  influen- 
cia del  General  Santander,  quien  probablemente  patrocinó 
los  escritos  de  autores  utilitaristas,  sin  caer  en    la   cuenta 

de  las  perniciosas  doctrinas  que   enseñaban  á  la  juventud 

(1)  Véase  Vida  de  Ryfino  Oueroo  ,  tomo  1,  capítulo  vu. 

(2)  En  1833  Acosta  recibió  una  comunicación  del  señor  Joaquín  Moa 
quera,  dePopayán,  en  la  cual  le  avisaba  que  "  apreciando  su  celo  por  U 
causa  de  la  civilización  y  por  la  buena  educación  de  la  juventud/'  lo  htbla 
nombrado  el  Consejo  de  la  Administración  de  la  Sociedad  de  Educdción 
elemental   de  Popayán,  socio  honorario  d^  ella,  y  le  expelía  el  diploma 
correspondiente. 

Lo  curioso  es  que  en  lugar  de  ir  de  la  capiul  á  las  provincias,  la  Idea 
de  esa  Sociedad  fué  á  Bogotá  de  Popayán,  y  &  instancias  del  Gobernador 
Cuervo  se  fundó  una  igual  en  la  capital,  siendo  Acosta  uno  de  los  Secre- 
tarios, junto  con  don  Pastor  Ospina. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  339 

granadina;  ñjándose  más  bien  en  la  apiistad  que  lo  ligó 
en  Inglaterra  y  Francia  con  Bentham  y  Tracy,  que  en  los 
textos  de  sus  obras.  Bolívar,  que  veía  más  claro,  prohibió 
esas  enseñanzas  después  de  la  conspiración  del  25  de  Sep- 
tiembre, declarando — dicen  los  señores  Cuervos— que  ásu 
influencia  corruptora  se  debió  aquel  atentado  parricida. 
Con  motivo  de  esa  prohibición  del  Libertador,  la  cuestión 
se  volvió  de  partido,  y  lus  liberales  han  adoptado  los  tex- 
tos utilitaristas  á  pesar  de  que  comprenden  el  mal  que  ha- 
cen con  ello. 

Entre  los  mayores  enemigos  que  tenía  el  General  San- 
tander, uno  de  los  que  más  se  quejaba  de  él  era  el  Gene- 
ral José  Sarda,  español,  doblemente  digno  de  considera- 
ciones, porque  á  pesar  de  su  nacionalidad  optó  por  la  cau- 
sa de  la  Independencia  de  América,  y  combatió  en  favor 
de  ella.  Borrado  de  la  lista  militar  durante  la  administra- 
ción de  Obando,  sólo  porque  s¿  le  consideraba  adicto  al 
Libertador  (que  ya  había  muerto),  y  además  cruelmente 
desterrado  y  por  consiguiente  condenado  á  la  mayor  po- 
breza, Sarda  no  cumplió  la  sentencia  y  se  quedó  en  Bogo- 
tá. Agriado  por  la  desgracia,  pensó  que  no  había  para  él 
más  salvación  que  la  de  propender  para  que  se  derrocase 
el  gobierno  del  General  Santander,  y  de  allí  la  intranquili- 
dad y  los  rumores  de  conspiración  (i)  que  sin  cesar  tur- 
baban la  paz  pública. 

(1)  Carta  del  Presideate  al  doctor  Cuervo,  del  22  de  Julio  de  1838. 

"  Mi  querido  Gobernador: 

"  Como  Bo  todo  se  debe  creer,  ni  nada  despreciar,  aviso  á  usted  que 
esta  noche  me  han  dicho  que  Sarda  está  aquí  intrigando,  y  aun  convi- 
dando para  irse  a  Vélez,  donde  dicen  que  Berna  hace  su  deber.  Póngales 
UBted  un  espía  verdadero  á  cada  uno  de  esos  picaros  como  París,  Sarda, 
etc.,  para  saber  dónde  van,  quiénes  ven  7  á  quiénes  hablan.  He  dicho  lo 
conveniente  á  Montoya.  Ya  estoy  fastidiado  de  tantas  camorras.  Yo  es- 
cribiré lo  conveniente  á  Vélez  mafiana  y  &  Tunja. 

"  De  usted  apasionado  amigo  y  servidor, 

*•  F.  DK  P.  Santandbr.'* 

(Véase  Vida  del  doctor  Rufino  Cuervo,  volumen  i,  página  178). 


340  biografía 

La  conspiración  urdida  por  Sarda  yx>tros  antiguos  bo- 
livianos, fué  solemnemente  denunciada  al  Presidente  el  23 
de  Julio,  é  inmediatamente  los  instigadores  de  ella  fueron 
apresados;  prontísimamente  juzgados;  condenados á  muer- 
te en  Octubre  y  fusilados  (17)  en  la  plaza  de  Boíívar  de 
Bogotá  el  16  del  mismo  mes. 

Se  creía  entonces  que  la  única  manera  de  salvar  la  p.*z 
era  usando  de  gran  severidad.  El  temor  de  caer  en  la  anar- 
quía hacia  acallar  la  conmiseración  hasta  en  los  corazones 
más  nobles  y  humanitarios. 

Leemos  en  la  Vida  del  doctor  Cuervo  4o  siguiente: 

«El  Teniente  Coronel  Joaquín  Acosta  (que  entonces 
era  el  Presidente  de  la  Cámara  de  Provincia)  contestando 
la  memoria  del  Gobernador  de  Bogotá,  doctor  Cuervo,  le 
decía  en  17  de  Septiembre:  "  Los  hechos  escandalosos  que 
en  estos  últimos  días  han  sido  presentados  por  una  frac- 
ción oscura  y  desaforada  que  intentó  conculcar  las  leyes, 
segar  en  su  flor  la  familia  granadina  y  trastornarlo  todo, 
han  llenado  á  los  que  componen  la  Cámara  de  asombro 
por  lo  que  tienen  de  temerarios,  de  sentimiento  por  lo 
que  tienen  de  ingratitud,  y  de  indignación  por  lo  que  tie- 
nen de  horrendos;  pero  les  queda  la  satisfacción  de  que  á 
los  0|os  del  mundo  sensato  esto  no  puede  afectar  de  nin- 
guna manera  el  honor  de  la  Provincia,  mucho  más  cuan- 
do se  vea  que  las  leyes  ofendidas  reciben  una  satisfacción 
digna  en  el  mismo  lugar  que  se  intentara  convertir  en  tea- 
tro de  estupendos  crímenes."» 

El  ejemplo  de  los  desórdenes,  de  los  crímenes,  de  la 
horrible  anarquía  que  reinaba  en  las  repúblicas  hermanas 
que  habían  obtenido  su  independencia  al  mismo  tiempo 
que  Nueva  Granada,  había  llenado  de  vergüenza  á  to- 
dos aquellos  que  respetaban  las  leyes  y  creían  en  la  nece- 
sidad absoluta  de  acatarlas  sin  discrepancia  alguna,  y 
pensaban,  con  razón,  que  no  había  sacriñcio  que  no  se  de- 
biera hacer  en  obsequio  de  la  paz  de  la  República.  Estas 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  34I 

fueron  las  ideas  que  animaban  á  Acosta  por  aquel  tiempo, 
ideas  que  conservó  hasta  su  muerte  sin  desv.arse  de  ellas 
jamás.  Creía  que  era  preciso  hacer  comprender  á  los  mili- 
tares que  la  disciplina  se  cumplía  sin  atenuación  ninguna, 
y  que  si  éstos  pretendían  cometer  faltas,  atenidos  á  sus  pa- 
sadas glorías  y  servicios,  supieran  que  serían  castigados  sin 
misericordia. 

Sin  embargo,  el  principal  instigador  de  aquella  cons- 
piración, el  General  Sarda,  había  logrado  fugarse  de  la 
cárcel  la  víspera  de  los  fusilamientos.  Duró  un  año  ocul« 
to  en  Bogotá,  y  sin  duda  al  ñn  hubiera  logrado  escapar 
con  vida,  si  no  siguiera  conspirando  y  tratando  de  allegar 
partidarios  por  medio  de  algunos  de  los  que  tenían  co- 
municación con  él.  Santander  no  ignoraba  todo  esto,  y 
vivían  todos  los  miembros  del  Gobierno  siempre  inquie- 
tos y  sobre  aviso,  temiendo  á  cada  hora  que  se  turbase 
la  paz  pública,  paz  que  que  se  conservaba  tan  difícilmen- 
te,  lo  cual  no  permitía  atender  debidamente  á  los  asun- 
tos gubernativos.  Al  ñn  le  fué  denunciada  al  Presidente 
la  casa  en  que  se  ocultaba  Sarda,  y  como  considerase  di- 
fícil é  inconveniente  hacerle  prender  y  ejecutar  pública- 
mente, ordenó  á  dos  oficiales  del  ejército  que  se  fingiesen 
partidarios  de  la  conspiración  que  el  mísero  español  urdía, 
que  con  ese  motivo  lograsen  entrar  á  la  casa,  y  que  allí 
le  asesinasen.  Sentencia  horrible  y  criminal,  que  aquellos 
hombres  ejecutaron  sin  vacilar. 

Pero  ese  no  fué  el  último  acto  de  aquel  drama  san- 
griento. Los  conspiradores  á  quienes  se  les  había  conmu- 
tado la  pena  de  muerte,  fueron  enviados  á  los  presidios 
de  Chagres  y  Cartagena,  en  donde  parece  que  murieron 
todos,  víctimas  de  aquellos  climas  mortíferos  para  el  que 
no  ha  nacido  allí;  por  consiguiente  esos  infortunados  tu- 
vieron la  peor  parte,  y  el  fin  de  la  conspiración  de  Sarda 
tuvo  lugar  lejos  del  punto  en  que  fué  tramada,  bajo  el 
sol  de  fuego  de  esos  sitios,  los  más  malsanos  del   mundo. 


342  BIOGRAFÍA 

Entretanto  Santander  no  estaba  en  un  lecho  de  ro- 
sas, y  sus  enemigos  le  hacían  expiar  duramente  aquellos 
actos  con  una  guerra  sorda  de  libelos,  insultos  y  recrimi- 
naciones, á  los  cuales,  con  poca  dignidad,  se  decía  que 
contestaba  él  mismo  en  El  Cachaco,  periódico  defensor 
del  Gobierno,  redactado  por  dos  liberales  del  partido  más 
exaltado:  D.  Florentino  González  y  D.  Lorenzo  M. 
Lleras. 

Acosta  entretanto  continuaba  prestando  todos  los  ser- 
vicios que  á  su  alcance  estaban,  en  bien  de  la  patria,  apro- 
vechándose para  ello  de  los  conocimientos  y  ciencias  que 
había  adquirido  en  Europa. 

Frecuentemente  le  invitaban  á  la  Casa  de  Moneda 
para  que  fuese  á  dar  su  opinión  acerca  de  las  operaciones 
que  allí  se  hacían,  y  en  su  calidad  de  químico  sus  con- 
ceptos eran  acatados  y  obedecidos. 

Estando  Acosta  en  Vélez  (Septiembre  de  1834)  cunii- 
pliendo  una  comisión  del  Gobierno,  el  Gobernador  de 
aquella  Provincia  le  encargó  que  inspeccionase  el  camino 
del  Carare  é  informase  á  la  Cámara  de  la  Provincia  y  al 
Poder  Ejecutivo  acerca  de  los  trabajos  que  deberían  ha- 
cerse; de  las  facilidades  que  presentaría  el  camino  para  el 
comercio,  y  la  distancia  de  la  capital  de  la  Provincia  al 
puerto,  así  como  la  temperatura  de  los  lugares  por  donde 
gira,  etc.,  etc.  Además,  se  le  pedía  indicase  los  defectos  y 
los  vicios  que  encontrara,  y  manifestase  las  reformas  con- 
ducentes. 

Cumplido  lo  que  se  le  exigía,  antes  de  llegar  á  Zipa- 
quirá  de  regreso  de  aquel  penoso  viaje,  recibió  la  siguien- 
te comunicación  del  Secretario  de  Hacienda: 

Bogotá.  19  de  SepUembre  de  1834. 
Sefior  C.  Joaquín  Ac^osUl 

«Desea  el  Gobierno  saber  si  en  concepto  de  usted,  se- 
gún los  conocimientos  que  tiene,  es  ruinoso  á  la  mina  de 
sal  de  Zipaquirá  el  sistema  de  elaboración  que  actualmen- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  343 

te  observan  los  asentistas;  y  en  el  caso  que  la  opinión  de 
usted  sea  afirmativa,  ¿cuál  sería  el  método  conveniente  á 
la  elaboración  para  que  la  mina  no  sea  agotada? 

Dios  guarde  á  usted, 

Francisco  Soto.» 

Cuando  en  aquel  mismo  año  se  reunió  la  Cámara  de 
Provincia  en  el  Socorro,  pasaron  á  Acosta  dos  comunica- 
ciones en  las  cuales  le  daban  gracias  por  sus  oportu- 
nos servicios  en  el  asunto  del  camino  al  Magdalena.  No 
sólo  habia  presentado  un  informe  concienzudo,  sino  que 
había  elaborado  (gratuitamente  todo  este  trabajo)  un  pla- 
no topográfico  del  camino,  y  hecho  un  cálculo  aproxima- 
tivo  de  lo  que  podía  costar.  No  sabemos  si  aquel  camino 
se  hizo,  ni  si  aprovecharon  aquellos  informes  posterior- 
mente otras  personas  para  llevarlo  á  cabo. 

Ese  año  Acosta  volvió  á  asistir  á  la  Cámara  de  Provin- 
cia de  Cundinamarca,  concurriendo  en  seguida  todos  los 
años  cuando  se  hallaba  en  el  país. 

Como  en  1835  Acosta  hubiese  aceptado  el  nombra- 
miento de  Diputado  al  Congreso,  quiso  abandonar  el 
servicio  activo,  y  entregó  la  Comandancia  del  medio  Ba- 
tallón de  Artillería  que  tenía  á  su  mando,  con  el  objeto  de 
dedicarse  con  mayor  atención  á  los  múltiples  deberes  que 
ie  ocupaban  todo  su  tiempo  (i).  En  Junio  de  ese  año  el 
Jefe  político  de  Bogotá  notificó  que  la  Secretaria  de  lo 
Interior  necesitaba  informarse  acerca  de  los  límites  de  la 
República  y  los  de  las  provincias  entre  si.  Le  enviaban  á 
Acosta  aquella  nota,  porque  sus  estudios  y  conocimientos 
prácticos  de  la  historia  y  la  geografía  del  país  le  hacían 
fácil  corresponder  á  ese  mandato  del  Gobierno. 


(1)  El  jefe  militar  de  la  Provincia  y  Comandante  en  Jefe  déla  1.^  Co- 
lumna de  Artillcria,  le  envió  entonces  una  nota  en  la  cual  le  manifestaba 
que  la  batería  de  Artillería  que  Acosta  habfa  tenido  k  su  cargo,  se  en- 
contraba en  tan  perfecto  estado,  que  baria  honor  á  cualquier  militar  de 
mayor  graduación. 


344  BIOGRAFÍA 

Parece  que  el  Poder  Ejecutivo  deseaba  poder  presen- 
tar al  Congreso  de  1836  un  censo  general  de  la  población 
de  la  República,  especificando  los  limites  territoriales  de 
cada  provincia. 

Aquel  proyecto  se  llevó  á  cabo  satisfactoriamente,  es 
decir,  tan  satisfactoriamente  como  es  posible  levantar  un 
censo  de  población  en  esos  vastos  territorios  en  los  cua- 
les las  poblaciones  están  diseminadas.  Nueva  Granada 
se  componía  entonces  de  quince  provincias,  á  saber:  An- 
tioquia,  Barbacoas,  Bogotá  (ó  Cundinamarca),  Cartagena, 
Cauca,  Magdalena,  Neiva,  Panamá,  Pasto,  Pamplona,  Po- 
payan,  Socorro,  Tunja,  Vélez  y  Veraguas.  La  población 
era  entonces  de  1.686,038  habitantes  (i). 

En  la  Cámara  de  Representantes,  Acosta  pudo  lucir 
mejor  sus  dotes  como  orador,  y  al  lado  de  los  hombres 
más  importantes  del  país  se  hizo  apreciar  por  su  acriso- 
lado patriotismo,  su  amor  á  la  veidad  y  á  la  justicia,  y  la 
moderación  ilustrada  de  sus  ideas. 

cTenía  Acosta,  (dice  el  señor  José  María  Samper)  par- 
ticular talento  para  la  sátira  ñna  y  picante  y  la  burla  ino- 
fensiva, no  obstante  la  seriedad  de  sus  trabajos  y  pensa- 
mientos; y  si,  por  ser  hombre  muy  sociable  y  de  mundo, 
era  llano  y  hasta  jovial  en  el  trato  privado,  como  escritor 
era  ocurrente  y  agudo,  ingenioso  y  buen  dialéctico,  y 
como  diplomático  y  orador  parlamentario,  muy  jnesura- 
do  en  el  lenguaje,  fuertemente  razonador,  castizo  en   el 

decir,  culto  en  las  maneras  y  reportado  en  los  juicios 

Acosta  se  distinguía  en  lo  moral  por  varias  cualidades  dig- 
nas del  mayor  aprecio.  Era  hombre  de  incorruptible  pro- 
bidad, y  tan  severo  para  consigo  mismo  en  asuntos  de  in- 
terés, que  llevaba  bástala  nimiedad  el  rigor  de  sus  cuen- 
tas, comprobantes  y  notas  justificativas  de  sus  actos.  Ge- 


(1)  Treinta  7  seis  afios  despuéii,  NueTa  Granada,  ya  con  otro  nom- 
bra, y  dividida  en  nueve  Batadoe,  contaba  con  2.981,964  almas. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  345 

neroso  y  desinteresado,  por  extremo,  jamás  hizo  mayor 
caso  de  los  bienes  de  fortuna,  que  sacriñcaba  en  mucha 
parte;  trataba  con  suma  benevolencia  y  liberalidad  á  los 
inquilinos  y  arrendatarios  de  sus  casas  y  tierras;  era  fran- 
co y  obsequioso  con  sus  amigos,  para  quienes  su  casa  es- 
taba siempre  abierta;  y,  filántropo  sencillo,  pasó  su  vida 
en  gastar  sumas  considerables  en  viajes,  publicaciones  y 
trabajos  científicos,  que  le  produjeron  honra  pero  no  di- 
nero, y  en  hacer  útiles  donaciones  para  públicos  servi- 
cios  De  talla  muy  bien  conformada  y  robusto,  tenia 

digna  apostura,  y  siempre  estaba  de  buen  humor  y  dis^^ 
puesto  al  trabajo.  Tenía  el  rostro  largo  y  ovalado,  las  fac- 
ciones vigorosamente  varoniles,  la  frente  vastísima,  muy 
bien  conformada  y  protuberante  en  la  región  superior,  los 
ojos  grandes  y  de  mirar  ingenuo  y  penetrante  á  una  vez, 
la  voz  fuerte  y  de  timbre  agudo,  el  andar  rápido;  y  mos- 
traba en  la  boca  una  expresión  tan  marcadamente  signifi- 
cativa de  franqueza  algo  ruda,  al  par  que  de  ironía  y  sar- 
casmo, que  no  obstante  la  cortesía  de  sus  modales,  inspi- 
raba un  respeto  mezclado  de  encogimiento  (i).i^ 

Además  de  sus  tareas  parlamentarias,  Acosta  era  miem- 
bro del  Cuerpo  Administrativo  de  una  Sociedad  llamada 
de  Templanza,  que  fundaron  en  Bogotá  D.  Pastor  Ospina 
y  D.  Lorenzo  Lleras;  pertenecía  á  una  Academia  que  esta- 
bleció la  Junta  General  de  la  Universidad,  y  fué  nombra- 
do redactor  de  El  Constitucional  de  Cundinamarca,  en 
unión  del  señor  Francisco  de  P.  López  Aldana,  del  doc- 
tor Francisco  de  Orbegoso,  del  señor  Lorenzo  M.  Lleras 
y  del  doctor  Florentino  González.  Tocábales  la  redacción 
del  periódico  por  turnos  semanalmente.  Asistía  á  la  Cá- 
mara de  Provincia  y  era  Juez  3.°  principal  de  Las  Nieves. 
El  Poder  Ejecutivo  le  nombraba  frecuentemente,  como  lo 
hemos  visto  arriba,  para  que  fuese  á  examinar  minas  y 


(1)  Oaieria  Nacional  dé  hambreé  üuétreé  ó  notabUé,  por  José  María 
Banper.  Tomo  1.%  página  66. 


34^  BIOGRAFÍA 

diera  imformes  acerca  de  su  naturaleza  y  de  la  manera  de 
explotarlas;  prestaba  servicios  como  químico  en  todo  gé- 
nero de  experimentos  en  los  hospitales,  etc.,  etc.  Acosta 
jamás  rehusaba  esa  clase  de  servicios  patrióticos,  siempre 
gratuitamente,  y  á  consecuencias  de  ellos  sólo  cosechaba 
disgustos,  fatigas,  desembolsos,  ingratitud  y  envidias,  con 
lo  cual  le  persiguieron  aquellos  mismos  que  se  aprovecha- 
ban de  sus  conocimientos. 

Era  llegado  el  momento,  al  empezar  el  año  de  1836, 
de  escoger  un  nuevo  Presidente  que  debería  reemplazar 
al  General  Santander  en  el  poder.  Tres  candidatos  se  pre- 
sentaron en  cántara:  el  General  Santander  patrocinaba  al 
General  José  María  Otando,  y  el  candidato  de  los  libera- 
les, si  es  posible  más  exagerados,  era  el  doctor  Vicente 
Azueto,  Entre  tanto  la  parte  moderada  de  la  opinión  pú- 
blica, compuesta  de  liberales  de  orden,  enemigos  del  mili- 
tarismo, de  la  exageración  en  el  progreso,  sostenedores 
de  las  leyes,  republicanos  serios  y  patriotas,  como  D.  Lino 
de  Pombo,  los  dos  Ospinas,  el  General  José  Acebedo,  el 
doctor  Cuervo,  el  señor  Clímaco  Ordóñez,  el  entonces 
Coronel  Joaquín  Barriga,  D.  Alejandro  Vélez,  D.  Juan  de 
Dios  Aranzazu  y  Joaquín  Acosta,  se  unieron  con  los 
restos  del  partido  boliviano,  cuyos  miembros  más  conspi* 
cuos  eran  los  Generales  Herrán  y  Mosquera,  )us  doctores 
Gori  y  Osorio,  los  señores  Restrepo  y  Canabal,  y  todos 
juntos  resolvieron  sostener  la  candidatura  del  doctor 
J.  Ignacio  Márquez. 

Aquel  fué  el  origen  y  la  cuna  del  actual  partido  llama- 
do en  Colombia  consen^ador  gQxwxmo,  cuya  bandera  civi- 
lizadora, progresista  y  de  orden,  tremoló  durante  mu- 
chos años  siempre  en  manos  de  los  hombres  más  real- 
mente patriotas  del  país,  arrostrando  para  sacarla  ilesa 
toda  suerte  de  peligros,  de  calumnias  y  de  odios. 

Todos  estos  habían  sido  partidarios  y  amigos  persona- 
les del  General  Santander  en  el   principio  de  su  Adminis« 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  347 

tración,  pero  todos  se  habían  ¡do  alejando  de  él  á  medida 
que  se  acentuaba  su  predilección  por  el  General  Obando, 
sobre  el  cual  pesaba  como  negrísima  mancha  el  drama 
criminal  de  Berruecos;  y  además,  ninguno  de  ellos  podía 
confiar  en  la  conducta  de  un  hombre  que  tan  falaz  había 
sido  en  política,  y  cuyas  ideas  de  gobierno  eran  tan  con- 
trarias á  la  República  sana,  sensata  y  respetable  que  se 
deseaba  afirmar  en  Nueva  Granada  (i). 

Los  votos  que  obtuvo  Márquez  alcanzaron  á  615  con- 
tra 541  por  Obando  y  164  por  Azuero.  El  Congreso  de- 
claró electo  al  primero  presidente  de  la  República,  con 
una  mayoría  de  58  votos;  alcanzando  Azuero  21  y  Oban- 
do solo  17,  pues  hasta  el  mismo  General  Santander  había 
optado  por  Azuero   al   ver   la  impopularidad  de  Obando. 


CAPITULO  III 

8e  divide  el  Partido  Liberal.— Acosta  hace  ciuaa  común  con  los  partida- 
rioi  de  Márquez.— Carta  al  General  Santander.— Oposición  del  ez- 
Presidente  al  Oob'.erno.— ácosta  tiene  á  su  cargo  el  Observatorio  as- 
tro tiómico,  el  Museo,  etc.— Es  nombrado  Encargado  de  Negocios  al 
Ecuador.— Viaje  con  su  familia.— £1  Presidente  del  Ecuador  sefior 
Rocafuerte.->£l  General  Flórez.— Carta  del  General  Santander  á 
A  costa. 

1837-1838 

Entre  las  muchas  cualidades  que  adornaban  al  doctor 
Márquez,  la  que  más  popularidad  le  hizo  tener  era  el  que 
no  perteneciese  á  la  carrera  militar.   Como  ya  hemos  di- 

(1)  "  Comenzaron  con  esto  á  enfriarse  muchos  amigos  de  Santander, 
i  alejarse  de  él  y  aun  sostener  la  candidatura  de  Márquez;  por  el  mes  de 
Junio  era  público  que  así  lo  habían  hecho  Acosta,  Acebedo  y  el  General 
López;  y  en  el  mes  de  Septiembre  estaban  yá  tan  unidos  los  que  consti- 
tuían la  nucTa  oposición  que  firman  confundidos  boliviaios  con  libera- 
les, todos  conocidos  y  muchos  de  gran'  representación,  una  t olicitud  para 
que  sea  nombrado  el  General  López  Gobernador  de  la  Provincia  de  Bo- 
gotá." (Vida  de  Rufino  Cuervo,  página  249,  antes  citada). 


348  bicx;rafía 

cho,  los  militares  con  sus  arrranques  violentos,  sus  pre- 
tensiones á  arreglarlo  todo  por  medio  de  las  armas  y  su 
empeño  en  cortar  todo  nudo  gordiano  con  la  espada,  tenia 
aterrorizadas  á  las  poblaciones  y  á  los  ciudadanos  que  de- 
seaban la  paz  para  que  pudiese  imperar  el  progreso  y  la 
vida  civilizada. 

Acosta,  pues,  á  pesar  ic  la  amistad  personal  que  le  H** 
gaba  al  General  Santander,  escuchó  primero  su  patriotis- 
mo que  otras  consideraciones,  y  con  empeño  se  lanzó  á 
combatir  la  candidatura  de  Obando  y  sostener  la  de  Már- 
quez. 

El  Presidente  se  manifestó  muy  quejoso  con  aquella 
guerra  política  que  le  hacía  su  amigo  antiguo.  Con  su 
franqueza  característica,  Acosta  escribió  entonces  una  car- 
ta particular  al  General  Santander,  de  la  cual  extractare- 
mos la  mayor  parte  de  lo  que  se  refiere  á  nuestro  asunto. 
Dice  así: 

€ Recibí  en  días   pasados   una   carta  de  Boussin- 

gault  (que  es  ya  profesor  en  la  primera  cátedra  de  Quími- 
ca de  Europa,  en  la  Sorbona,  en  reemplazo  de  M.  The- 
nard)  y  me  dice  entre  otras  cosas,  lo  siguiente:  '  Mis  re- 
cuerdos respetuosos  al  General  Santander;  M.  Arago  agra- 
dece mucho  su  carta.  El  país  de  usted  está  tranquilo,  gra- 
cias á  su  Administración.' 

«Sí,  mi  General,  lo  que  dice  Boussingault  es  lo  que 
creemos  en  la  Nueva  Granada  los  dos  tercios  de  sus  habi- 
tantes ó  algo  más  de  lo  que  creen  los  que  se  ocupan  de 
nosotros  en  Europa  y  en  América,  pero  Boussingault  no 
dice  otra  cosa,  que  también  creen  generalmente  en  Eu- 
ropa y  en  América,  á  saber:  que  la  existencia  del  Gobier- 
no en  nuestro  país  está  cifrada  en  la  persona  del  General 
Santander.  No  conviene  al  honor  de  la  Nueva  Granada, 
mi  patria,  que  tal  cosa  se  crea,  y  por  lo  mismo  deseo  que 
usted  no  gobierne  durante  los  cuatro  años  de  intervalo 
que  felizmente   ha  dispuesto  la  Constitución  que  transcu- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  349 

rran  para  la  reelección.  El  país  no  puede  ya  ser  goberna- 
do por  otros  principios  que  por  los  del  siglo,  y  es  justo 
que  cada  provincia  envié  al  Congreso  aquellos  de  sus  hi- 
jos que  se  hayan  distinguido  como  liberales,  ó  que  profe- 
sen estos  principios,  y  que  no  sean  ciegos  instrumentos 
del  Poder  Ejecutivo,  como  usted  dice,  pero  tampoco  que 
le  vengan  á  suscitar  toda  especie  de  embarazos  y  deslucir- 
lo sólo  porque  no  contribuyeron  á  nombrarle  (i). 

cSi  yo  fuera  al  Congreso,  no  tendría  enemigo  más  vio- 
lento el  partido  retrógrado,  pero  tampoco  querré  que  la 
oposición  domine  al  Gobierno  de  tal  modo,  que  lo  obli- 
gue á  echarse  en  sus  brazos.  Me  parece  que  Nueva  Gra- 
nada comenzó  á  salir  del  número  de  los  Estados  america- 
nos que  son  dominados  exclusivamente  por  caudillos  mi- 
litares, desde  el  día  en  que  nombró  á  Márquez  para  pre- 
sidente, y  para  que  el  ensayo  sea  completo  es  preciso  que 
la  Administración  sea  por  estos  cuatro  años  independiente 
de  la  influencia  poderosa  del  General  Santander. 

«Ridículo  sería  el  ostracismo  de  que  hablaba  Borrero, 
y  no  solo  ridículo,  sino  degradante,  porque  probaría  que 
la  presencia  de  un  individuo  en  el  territorio  de  una  nación 
bastaba  para  ponerla  en  peligro,  pero  sí  me  acomoda  el 
ostracismo  político  por  cuatro  años.  Todas  mis  simpatías 
están  en  favor  de  usted  y  de  los  que  desgraciadamente 
han  querido  hacer  de  una  cuesfión  de  principios  cuestión 
de  personas.  A  su  lado  de  usted  he  combatido  á  los  espa- 
ñoles y  á  los  conspiradores,  y  aun  mis  intereses  persona- 
les, si  fuese  lícito  consultarlos,  están  del  mismo  lado,  por- 
que las  antiguas  relaciones  y  el  caso  que  usted  ha  hecho 
siempre  de  lo  poco  que  yo  valgo,  me  han  convencido  de 
que  yo  nunca  sería   anulado  enteramente  mientras  usted 

(l)  Bl  General  Santander  trabajaba  activamente  para  que  fuesen  en- 
viados Diputados  á  las  Cámaras  aquellos  que  le  eran  exclusivamente 
tfdictos,  y  adem&s  que  tenían  quejas  contra  el  Presidente  Márquez;  por 
consiguiente  ora  reguro  que  le  harían  ruda  oposición. 


350  BIOGRAFÍA 

esté  en  el  poder.  De  la  otra  parte,  ningunas  relaciones  de 
amistad  tengo;  por  el  contrario,  tengo  la  firme  persuasión 
de  que  muchos  de  los  que  sostienen  hoy  á  la  Administra- 
ción Márquez,  espían  la  ocasión  de  darme  en  la  cabeza,— 
y,  sin  embargo,  no  miro  á  estas  mezquinas  consideracio- 
nes personales,  aunque  no  haga  carrera  política  ningu- 
na.— Mi  solo  anhelo  es  continuar  siendo  una  pobre  abeja 
en  la  colmena  granadina,  para  lo  cual  trataré  de  contri- 
buir como  yo  lo  lo  entiendo  á  la  obra  de  nuestra  consoli- 
dación, obra  en  que  la  posteridad  dará  á  usted  tanta  parte. 
Sin  odios  ni  resentimientos,  ni  inspirado  por  ninguna  pa- 
sión baja,  nacido  en  la  provincia,  pero  no  raizal  de  Bogo- 
tá, tengo,  según  creo,  elementos  suficientes  para  acertar 
con  lo  que  puede  convenir  á  la  Provincia  en  la  elección 
de  las  personas  que  deben  entrar  al  Congreso  en  las. pre- 
sentes circunstancias. 

<íEl  día  en  que  se  me  vea  desertar  mis  principios  y  par- 
ticipar en  planes  para  destruir  el  sistema  legal  que  hoy 
rige  en  el  país,  ese  día  se  podrá  decir  que  yo  cambio  de 
colores.  Entretanto  se  podrá  decir  que  obro  con  demasía- 
da  independencia  y  sin  quererme  someter  á  los  dictados 
de  hombres  eminentes,  pero  que  soy  inconsecuente  y  que 
no  tengo  fidelidad  á  mis  principios,  eso  no! 

«Cuando  la  Constituci(3n  ha  dicho  que  ningún  funcio- 
nario público  podrá  ejercer  otras  funciones  que  Lis  que  le 
permite  la  Constitución  ó  la  ley,  es  preciso  inclinarse. 
¿Quién  ha  fijado  los  límites  matemáticos  entre  las  disposi- 
ciones legales  y  las  coíistitucionales?  ...  Profunda  sera 
mi  ignorancia  en  la  mayor  parte  de  las  cuestiones  consti- 
tucionales, pero  en  las  que  dieron  motivo  á  una  ley  á  cuya 
desobediencia  se  ha  provocado  esparciendo  doctrinas  anár- 
quicas, no  tengo  miedo  algimo  (i);   ni  tampoco  de  la  elo- 


(t)  ttontander  y  sus  amigos  obandiitas  alegabas  que  la  elección  del 
doctor  Márquez  no  era  constitucional  porque  había  ejercido  el  Poder 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  35 1 

cuencia  ni  de  la  ilustración  de  los  señores  Azuero,  Soto  y 
Gómez  Plata. 

«(Esta  carta  está  quizás  escrita  con  demasiada  franque- 
za para  el  tiempo  que  corre,  y  cuando  el  doblez  está  al 
orden  del  día  en  materias  políticas,  pero  yo  he  creído  que 
debía,  en  obsequio  de  nuestras  relaciones  de  amistad,  no 
usar  de  rebozo,  y  jugar  con  las  cartas  sobre  la  mesa.j> 


A  pesar  de  que  las  relaciones  con  el  General  Santander 
se  habían  enfriado  un  tanto,  no  por  eso  dejaban  de  verse 
y  visitarse,  tanto  más  cuanto  que  ambos  vivían  en  la  enton- 
ces plaza  de  San  Francisco  y  se  encontraban  á  cada  paso 
en  la  calle  y  conversaban  amistosamente. 

El  ex-Prcsidente  y  sus  copartidarios  no  economizaban 
esfuerzos,  trabajos  y  hojas  impresas  para  hostilizar  al  Go- 
bierno del  doctor  Márquez,  y  en  los  periódicos  que  patro- 
cinaban usaban  de  un  lenguaje  descompuesto,  y  "aun se 
propasaron  á  amenazarle  con  un  25  de  Septiembre,  sem- 
brando la  cizaña  en  la  sociedad,  fingiendo  una  odiosa  di- 
ferencia de  nobles  y  plebeyos;  esto  al  mismo  tiempo  que 
de  otros  modos  se  ponía  en  la  Costa  unos  contra  otros  á 
los  blancos  y  á  los  pardos  y  se  daba  pábulo  á  todo  linaje 
de  pretensiones  ó  rivalidades  locales,  á  fin  de  resucitar  el 
federalismo  "  (1). 

A  pesar  de  que  Acosta  ayudaba  de  todas  mañeras  al 
sostenimiento  del  Gobierno,  no  abandonaba  por  eso  sus 
est^udios  científicos.  Tenía  á  su  cargo  el  Observatorio  as- 
tronómico y  el  Museo,  cargos  que  desempeñaba  asidua- 
mente y  sin  ninguna  remuneración,  sino   que  al  contrario 


£JecaUvo  durante  uoa  ausencia  de  pocas  semanes  que  hizo  el  Presidente. 
Pero  el  artículo  de  la  Constitución  sólo  prohibía  la  elección  del  que  hu- 
biese ejercido  el  Poder  KJecutivo  por  dan  año»,  asi  fué  que  la  mayoría 
del  Congreso  desoyó  las  reclamaciones  de  los  enemigos  de  Márquez  y 
perfeccionaron  su  elección  declarándola  legal. 

(1)  Véase  VidadeRuHno  Cuervo,  antes  citada.— Y.  i,  p.  279. 


35^  biografía 

trataba  de  enriquecer  esos  planteles  científicos,  consiguien- 
do dentro  y  fuera  del  pais  instrumentos  nuevos  y  curiosi* 
dades  naturales  é  históricas,  desvelándose  por  esos  estable- 
cimientos y  pasando  en  ellos  largas  horas.  No  abandona* 
ba  tampoco  su  correspondencia  con  los  sabios  que  había 
tratado  en  Europa,  y  con  frecuencia  enviaba  comunicacio- 
nes á  la  Sociedad  de  Geografía  de  París,  al  Instituto  de 
Fiancia,  etc. 

En  Noviembre  de  1837  Acosta  recibió  «una  comunica- 
ción del  Secretario  de  Relaciones  Exteriores,  que  lo  era  el 
señor  D.  Lino  de  Pombo,  por  la  cual  le  hacia  saber  que  el 
Presidente  ''juzgando  que  por  la  situacióe  actual  de  los 
negocios  políticos  del  Perú  y  por  la  circunstancia  de  exis- 
tir pendientes  algunas  cuestiones  importantes  con  el  Go- 
bierno de  la  República  del  Ecuador,  convenía  acreditar 
cerca  del  expresado  Gobierno  una  misión  diplomática  que 
gestionase  en  favor  de  los  intereses  nacionales;''  asi,  pues, 
había  venido  en  nombrarle  Encargado  de  Negocios  de  la 
Nueva  Granada  en  el  Ecuador. 

Acosta  aceptó  el  destino,  y  como  no  tuviese  más  fami- 
lia que  su  esposa  y  una  niña  pequeña,  arregló  prontamen- 
te su  viaje  al  Ecuador.  La  víspera  de  su  partida  (17  de 
Diciembre  de  1837),  Acosta  recibió  las  Insimcciones  del 
Ministro  de  Relacioues  Exteriores  (D.  Lino  de  Pombo) 
acerca  de  la  conducta  que  debería  observar  en  su  misión 
diplomática.  «Esta,  dice,  confiada  á  los  talentos  y  al  pa- 
triotismo de  usted,  es  de  paz  y  amistad;  y  los  objetos  ge- 
nerales son  arreglar  por  las  vías  decorosas  de  una  franca 
negociación  las  cuestiones  pendientes  ó  que  se  presenta- 
ren entre  los  dos  Gobiernos;  promover  por  medios  amis- 
tosos todo  lo  que  favorezca  á  los  intereses  políticos,  indus- 
triales y  mercantiles  de  la  Nueva  Granada  y  á  su  crédito 
exterior,  y  supervigilar  y  neutralizar  cualesquiera  planes  ó 
tentativas  que  pudieran  mirarse  como  amenazas  á  su  bien- 
estar y  á  su  seguridad.» 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  353 

Pasa  después  el  señor  Pombo  á  dar  consejos  útilísimos 
acerca  de  la  conducta  pública  y  privada  que  debe  observar 
el  Ministro,  con  una  claridad  y  tal  conocimiento,  no  sola- 
mente de  la  política  y  tendencias  de  las  nuevas  repúblicas 
sudamericanas,  sino  también  del  estado  social  de  ellas  en 
aquella  época. 

Acosta  emprendió  el  viaje  por  tierra  hasta  Quito,  pues 
el  Gobierno  le  había  encargado  reservadamente  de  ciertos 
negocios  en  las  provincias  del  Sur  de  la  República,  nego- 
cios que  debería  arreglar  á  su  paso. 

El  viaje  era  penosísimo  entonces,  y  aun  hoy  día  pocas 
personas  lo  emprenden  por  tierra.  Pero  gracias  á  la  expe- 
riencia que  tenia  de  aquellos  lugares,  que  había  recorrido 
en  su  primera  juventud;  de  los  muchos  amigos  que  con- 
servaba en  los  pueblos  del  tránsito  y  de  un  tren  numeroso 
de  sirvientes,  muías  y  caballos  de  remuda  y  comodidades 
de  toda  suerte  en  su  equipaje,  los  viajeros  no  tuvieton  el 
menor  contratiempo. 

Acosta  salió  de  Bogotá  á  mediados  de  Diciembre,  y  con 
su  familia  tomó  el  camino  de  La  Mesa;  atravesaron  el 
Magdalena;  estuvieron  en  Neiva;  cruzaron  la  provincia 
del  Cauca;  en  la  escabrosa  montaña  de  Berruecos  vieron 
el  sitio  en  que  asesinaron  á  Sucre,  después  de  pernoctar, 
como  el  Mariscal,  en  la  casa  de  Erazo.  A  Pasto  llegaron 
el  31  de  Enero  de  1838  y  alU  se  detuvieron  algunos  días. 
En  las  fronteras  de  la  República  del  Ecuador  se  encon- 
traron con  los  edecanes  del  Presidente  Rocafuerte,  quien 
los  había  enviado  á  recibir  á  su  antiguo  amigo.  Al  cabo 
de  setenta  días  de  viaje,  al  ñn  el  9  de  Febrero  Acosta 
entró  á  Quito  con  su  familia,  y  fué  á  aposentarse  en  la 
casa  que  por  orden  del  Gobierno  le  habían  preparado. 
En  aquella  época  no  residía  en  Quito  ningún  Agente  di- 
plomático de  otras  naciones.  Los  de  Chile>  Perú  é  Ingla- 
terra vivían  en  Guayaquil,  y  solamente  el  Cónsul  general 
francés  estaba  en  Quito. 

biografía  23 


354  BIOGRAFÍA 

Como  hemos  visto,  entonces  el  Ecuador  era  regido  por 
el  General  Rocafuerte,  uno  de  los  hombres  más  ilustres,  no 
solamente  de  su  patria,  sino  también  de  toda  la  América 
española  (i). 

(1)  Hé  aquí  lo  que  acerca  de  este  notabilisiino  ecuatoríaao  encontra- 
mot  en  la  Historia  del  Ecuador  de  D.  Fermta  Ceballoe: 

"Hijo  Rocafuerte  de  D.  Juan  Antooio  Rocafuerte  y  de  D.*  Josefa 
Bejarano,  nació  en  Guayaquil  el  l.«  de  Hayo  de  1788,  el  mismo  afio  que 
BolSyar. . .  Distinguido  por  la  alcurnia  y  buena  hacienda  de  los  padres, 
que  contaban  con  los  medios  necesarios  pira  hacer  educar  á  su  hijo,  no 
del  modo  rutinario  como  generalmente  lo  eran  loa  colonos  americanos,  fué 
llevado  á  Espafia  casi  nifio  por  su  tío  el  Coronel  Bejarano,  y  metido  en 
el  colegio  de  nobles  de  Madrid.  Destinado  á  ocupar  una  plaza  de  benefi- 
cio en  el  Regimiento  Granaderoe  del  Ettado,  que  comandaba  el  Coronel 
Layayén,  la  instrucción  del  Joven  Rocafuerte  se  concretó  á  la  enseftansa 
de  Matemáticas,  Geografía,  Táctica  y  demás  ramos  necesarios  para  sa- 
car un  buen  oficial. 

"  Poco  después  el  estudiante  pasó  á  Francia  á  completar  su  instruc* 
ción,  y  á  su  regreso  debería  posesionarse  de  la  plaza  que  le  estaba  dea- 
tinada.  Por  esta  época  (1803)  se  amistó  en  París  con  el  Joven  Simón  Bo- 
lívar, oscuro  entonces. ....  Pero  en  el  entretanto  dispusieron  en  Bspafia 
de  la  plaza  qne  debió  ocupar  Rocafuerte. 

"  Conexionado  con  los  Bolívares,  Montúfares,  Cañábales,  etc.,  que 
trataban  del  pupilaje  de  su  patria  y  platicaban  sobre  el  modo  de  libertar- 
la de  Espafia,  Rocafuerte  meditaba  sobre  aquello,  cuando  regresó  á  sa 
patria  en  1807.  Allí  se  ligó  con  otros  patriotas  y  fué  apresado  con  moti- 
vo de  la  revolución  de  1809.  Puesto  en  libertad,  fué  en  seguida  el^do 
Diputado  para  las  Cortes  de  Espafia.  Pero  deseoso  de  adquinr  algunos 
conocimientos  en  materias  de  legislación,  estuvo  primero  en  Inglaterra ; 
allí  se  relacionó  con  algunos  amigos  de  la  Independencia  americana,  y 
con  el  Marqués  del  Apartado  y  su  hermano  el  Barón  de  Tagoaga  (mexi- 
canos), estuvo  en  Suecia  y  en  Rusia,  en  donde  fueron  presentados  á  la 
Emperatriz,  que  los  recibió  bien,  como  antes  lo  había  hecho  con  Miranda. 
En  1814.  Rocafuerte  pasó  á  Madrid  y  tomó  asiento  en  las  Cortes.  Recono<á- 
dor  como  liberal,  fué  perseguido  y  huyó  á  Francia.  De  allí  pasó  á  Italia, 
que  recorrió,  y  en  1817  regresó  á  Guayaquil,  en  donde  estuvo  trabajando 
en  favor  de  la  Independencia.  Bu  madre  le  obligó  (1820)  á  salir  para  loa 
Estados  Unidos.  De  paso  se  detuvo  en  Cuba  y  escribió  para  la  prensa 
en  unión  de  Mirallay  Fernández  Madrid.  Bolívar  le  comisionó  para  ir 
á  Espafia  á  informarse  de  la  Revolución  de  Riego  y  Quiroga.  Un  folleto 
que  escribió  cq  los  Estados  Unidos  (1822),  llamó  la  atención  de  los  mexi- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  355 

El  carácter  del  Presidente  del  Ecuador  y  el  del  Minis-» 
tro  enviado  por  Colombia,  eran  parecidos  en  lo  tocante 
ál  amor  á  las  ciencias  que  profesaban,  así  como  en  el  anhe- 
lo  que  ambos  tenían  por  el  progreso  de  la  patria  ame- 
ricana, y  como  se  habían  tratado  en  época  no  muy  leja- 
na, y  cuando  ambos  pertenecían  á  la  gran  Colombia,  se 
consideraban  como  verdaderos  compatriotas.  Rocafuerte 
había  hecho  restablecer  las  Pirámides  de  Caraburo  y 
Oyamburo,  levantadas  por  La  Condamine  en  1740  para 
marcar  la  línea  ecuatorial,  y  que  un  retrógrado  emisario 
del  Gobierno  español  había  demolido  seis  años  después. 

Cuando  Acosta  llegó  á  Quito  encontró  al  país  en  com- 
pleta paz,  y  al  parecer  el  Presidente  había  logrado  armo- 
nizar á  todos  los  ciudadanos,  pues  él  no  ahorraba  sacrifi- 
cio para  contentar  á  todos. 

Sin  embargo,  pocas  semanas  después,  el  12  de  Marzo, 
al  salir  de  un   suntuoso   baile  dado  por  el  Secretario  de 

canoB  7  sirvió  á  México  en  varias  importantes  comisiones  en  los  Sstadoa 
unidos  é  Inglaterra.  Fué  Secretario  primero  y  Encargado  de  Negocioa 
en  Buropa,  nombrado  por  el  Gobierno  de  México,  y  al  mismo  tiempo 
tomó  interés  en  obtener  un  empréstito  para  Colombia.  Los  sucesos  anár- 
quicos de  México  de  1829  le  disgustaron,  y  no  quiso  seguir  como  Ministro 
de  e?e  país.  Regresó  allí  en  1830  y  allí  le  recompensó  sus  servicios  el  Ge- 
neral Bustamante  con  la  cárcel  y  las  persecuciones.  Regresó  al  Ecuador 
ení  1838,  entró  en  pugna  con  el  General  Flórez,  y  éste  le  desterró  al  Perú, 
pero  no  salió  expatriado,  porque  una  revolución  en  su  favor  le  libertó  y 
fué  declarado  Jefe  Supiemo.  Vencido  por  el  General  Flórez,  por  último, 
se  amistó  con  su  contrario,  y  unido  á  él  trabajó  para  deTolver  la  paz  al 
Ecuador.  Concluido  el  período  presidencial  de  Flórez,  Rocafuerte  fué 
elegido  en  su  lugar."  Una  vez  afianzado  en  el  poder  Rocafuerte,  consa- 
gró todo  su  ingenio,  saber  y  actividad  en  beneficio  de  la  nación ....  La 
nombradla  de  eu  ilustrado  entendimiento  y  maneras  cultas,  la  moralidad 
de  sus  acciones  y  la  caridad  que  ejercía  con  los  pobres,  la  protección  á 
los  establecimientos  de  enseñanza,  científicos  y  artístico.',  y  el  temple  de 
su  carácter  conocido  ya  en  toda  la  nación,  dieron  á  su  gobierno  cierto, 
respeto  hasta  entonces  desconocido,  y  i>aturales  y  extranjeros  se  hacían 
lenguas  para  celebrar  su  conducta  y  actos  gubernativos. . . .  Toda  su  as- 
piración la  tenía  entera  y  absoluta,  y  estaba  reducida  á  mantener  la  paz... 
(Véase  tomo  t.*,  p.  109  y  269). 


356  BIOGRAFÍA 

Relaciones  Exteriores,  el  Presidente  recibió  denuncia  de 
un  nuevo  alzamiento.  Era  este  bastante  serio  porque  lo 
acaudillaban,  entre  otros  jefes  experimentados  y  valerosos, 
el  General  Martínez  de  Aparicio,  cuya  influencia  seria  fu- 
nesta si  no  se  sofocaba  inmediatamente.  El  General  Daste 
voló  á  debelar  la  insurrección,  y  después  de  una  reñida 
batalla  el  Gobierno  triunfó  de  la  iniciada  revuelta. 

La  posición  del  Ministro  neogranadino  era  delicada, 
porque  en  Pasto  estaba  el  núcleo  revolucionario  contra  el 
Ecuador.  El  Gobierno  de  este  país  elevaba  sin  cesar  que- 
jas sobre  esto,  hasta  que  íué  preciso  permitir  que  residiese 
en  Pasto  un  Agente  ecuatoriano  para  que  vigilase  á  los 
conspiradores,  aunque  no  se  le  permitió  que  tuviese  ca- 
rácter oficial. 

Entre  los  asuntos  más  importantes  que  Acosta  debería 
gestionar  en  el  Ecuador,  estaba  el  de  pedir  explicaciones 
al  Gobierno  acerca  de  una  invasión  en  el  territorio  grana- 
dino por  tropas  ecuatorianas,  violándolo  y  cometiendo 
tropelías,  incendios  y  asesinatos,  dos  años  antes  de  la  mi- 
sión de  Acosta.  A  pesar  de  la  moderación  con  que  se  re- 
clamaron las  indemnizaciones  que  deberían  recibir  los 
granadinos  por  aquellas  violencias,  durante  ocho  meses 
no  pudo  lograr  el  Ministro  granadino  que  se  le  atendiese 
debidamente.  Sin  embargo,  arregló  privadamente  con  Fió- 
rez  (quien  debía  empuñar  las  riendas  del  Gobierno  muy 
pronto,  como  hemos  visto),  que  este  asunto  se  arreglaría 
á  contentamiento  de  todos  no  bien  subiera  al  poder. 

Acosta  se  aprovechó  de  aquella  circunstancia  para  pa- 
sar una  comunicación  al  Gobierno  en  la  cual  le  felicitaba 
por  el  pronto  y  feliz  término  de  la  insurrección  de  Rio- 
bamba,  y  el  Secretario  de  Relaciones  Exteriores,  señor 
José  Miguel  González,  le  contestó  una  nota  muy  hon- 
rosa para  el  Ministro  colombiano,  dándole  gracias  por  el 
interés  que  tomaba  en  los  negocios  políticos  del  Ecuador. 

El   Ministro   neo-granadino   supo  captarse  las  simpa- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  357 

tías  de  toda  la  sociedad  quiteña.  Entre  otros,  el  General 
FIóreZy  el  fundador  de  aquella  República,  le  manifestó 
particular  estimación;  le  obsequió  con  su  retrato  al  óleo, 
obra  de  un  renombrado  pintor  quiteño,  con  un  rico  ejem- 
plar de  sus  poesías  {Ocios poéticos)  y  le  invitó  repetidas  ve- 
ces á  que  fuese  á  pasar  temporadas  en  una  quinta  en  que 
vivía  retirado  de  la  ciudad,  esperando  á  que  le  tocase  su 
turno  de  gobernar  la  Kepública  cuando  terminara  Roca- 
fuerte  su  período  presidencial  (el  31  de  Enero  de  1839)  (i). 

(1)  El  Oene-al  Juan  José  Flórez  había  aacido  en  Puerto  Cabello  en 
1800.  Hijo  de  espafiol  y  educado  por  un  caballero  canario,  sus  ideas 
debieron  de  haber  sido  uetamenle  espafiolas,  pero  no  fué  asi.  No  bien 
abrió  los  ojos  al  uso  déla  razón,  cuando  optó  por  la  República,  y  desde  la 
temprana  edad  de  12  afi  )s  ya  formabi  en  las  filas  de  los  patriotas.  Como 
cayese  prisionero  de  los  peni nsul  iré s,  logró  escaparse  y  de  nucTO  tomar 
las  armas  en  los  ejércitos  venezolanos.  Ganó  todos  sus  ascensos  merced  á 
fU  valor  y  á  las  heroicas  acciones  de  aquellas  campafias  que  parecen  fa- 
bulosas á  los  ojos  de  nuestros  contemporáneos.  En  1823  estaba  en  la  pro- 
vincia de  Pasto  como  Jefe  Militar,  y  en  1825  era  ya  Comandante  General 
en  el  Bcuador  y  se  distinguió  después  en  sus  luchas  á  mano  armsda  con  el 
General  La  Mar;  á  el  toso  restablecer  el  ordea  constitucional  en  Guayaquil: 
tomó  parte  lucidísima  en  la  campaña  del  Perd,  y  al  regreso  del  Libertador 
á  la  capital  (1826)  quedó  Flórez  en  el  Ecuador  como  Prefecto  General  y  Co- 
mandante en  Jefe  del  Ejército.  En  1880,  cuando  P&ez  en  Venezuela  rom- 
pió el  pacto  de  unión  de  la  gran  Colombia,  al  General  Flórez  formó  una 
República  separada  en  los  Estados  del  Sur  de  la  primitiva  Colombia.  Un 
Congreso  Constituyente  que  convocó  le  eligió  Presidente  del  Ecuador, 
pero  la  paz  huyó  de  la  nueva  Repiiblica  durante  largos  afios.  Desgarrada  por 
incesantes  guerras  civiles,  no  fué  sino  después  de  la  batalla  de  Mifiarica 
(1835)  que  el  Geoeral  Flórez  logró  que  cesaran  los  disturbios  públicos  y 
empezara  á  reinar  el  orden  constitucional.  EatDnces  renunció  al  mando 
supremo  y  se  retiró  á  su  cas&  á  cultivar  las  letras  y  á  cuidar  de  su  nume- 
rosa f  imilla,  din  embarga,  aquella  paz  era  intermitente,  y  á  cada  paso  se 
veía  obligado  á  salir  de  su  retiro  para  ponerse  á  la  cabe^'.a  de  las  tropas 
del  Gobierno  y  combatir  las  incesantes  insurrecciones  que  despedszaban 
el  país. 

Despuéd  de  1889  ofreció  sus  servicios  á  Nueva  Granada  para]  debe- 
lar la  insurrección  encabezada  en  Pasto  por  el  General  Obando,  servicios 
que  el  Gobierno  aceptó  con  gratitud.  Había  sido  elegido  Presidente  por 
tercera  ves  en  1843,  cu  indo  una  guerra  civil  sangrienta  y  terrible  asoló 


35B  BIOGRAFÍA 

Estando  en  Quito  Acosta  recibió  la  siguiente  carta,  la 
cual  insertamos  íntegra,  porque  pinta  á  lo  vivo  al  autor  de 
ella  y  los  tiempos  en  que  la  escribió. 

Bogotá,  29  de  Marzo  de  1839 

cMuy  estimado  señor  Acosta: 

cEl  señor  Rocafuerte  me  avisó  también  la  llegada  de 
usted  á  esa  capital,  que  usted  me  comunica  en  la  suya  del 
27,  que  he  leído  con  gusto. 

cCelebro  que  usted  haya  encontrado  el  Ecuador  más 
adelantado  de  lo  que  esperaba;  yo  siempre  he  hecho  justi* 
cía  á  la  ilustración  y  buenas  intenciones  del  señor  Roca- 
fuerte.  El  me  dice  que  el  fanatismo  ha  querido  levantar 
cabeza  con  motivo  de  la  escuela  de  niños;  pero  que  el  Go- 
bierno está  siempre  pronto  á  descargar  sobre  él  todo  el 
peso  de  su  autoridad.  Asi  sea  en  todas  partes. 

de  Duevo  al  Ecuador,  y  entonces  el  General  Flores,  profundamente  afligi- 
do 7  deaengafiado,  reaolTÍó  abandonar  au  patria  é  ir  á  buscar  un  atílo  en 
Europa.  Allt  el  antiguo  patriota,  que  habla  regado  con  su  sangro  todos 
los  cankpos  de  batalla  que  dieron  por  consecuencia  la  Independencia  de 
Espafia,  perdió  por  un  momento  la  confianza  en  la  República  y   en  él 
bien  que  ésta   pudiera  dar  á  los  anarquizados  Estados  de  Hispano- 
▲mérica,  7  pro7ectó  6  inició  ciertas  negociaciones  políticas  por  medio 
de  las  cuales  Bspafia  deberSa  recuperar  una  parte  de  su  dominio  en  la 
América  del  Sur.  Aquel  proyecto,  hijo  de  la  desesperación  7  el  desaliento, 
no  tuvo  resultado  ninguao,  7  después  de  quince  afios  de  ostracismo 
el  General  Flórez  fué  de  nuevo  llamado  á  su  patria  (en  1868)  por  los 
principales  miembros  del  Partido  Conservador.  Bn  el  Ecuador  7  á  la 
cabeza  de  un  ejército  Tenció  al  General  Franco,  pero  no  sucedió  lo  mis- 
mo cuando  quiso  combatir  contra  los  neo-gradino9,  pues  fué  batido  en 
Cusspud  por  el  General  Mosquera  el  8  de  Diciembre  de  1863.  Al  afto  ai- 
guient3  el  General  Flórez,  á  quien  minaba  grave  enfermedad  hacía  luen- 
1^09  afios,  rindió  su  jornada  en  Quito  el  I."  de  Octubre  de  1864,  á  los  64 
afios  de  su  edad.  Pero  el  General  Flórez  no  ha  muerto  en  la  memoria  de 
los  ecuatorianos,  los  cuales  recuerdan  con  carifio  al  padre  7  fundador  de 
su  nación.  Sus  hijos  siguieron  sus  huelas  por  las  veredas  del  patriotis- 
mo, la  ilustracióo  7  una  acrisolada  honradez,  7  han  servido  con  abnegó 
ción  á  su  patria  en  todos  los  puestos  públicos.  Uoo  de  los  mcjorei  presi- 
dentes que  ha  tenido  el  Ecuador,  es  uno  de  ellos,  el  sefior  Antonio  Flores, 
¿espués  Ministro  del  Ecuador  en  varias  cortes  europeas. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  359 

«Desde  una soir^V  dada  por  Mr.  Turner(i)en  Enero, se 
presentaron  algunas  damas  con  los  trajes  sin  mangones; 
yo  le  he  dicho  á  Sixta  (2)  lo  que  usted  me  escribe  sobre  el 
particular.  Desde  fines  de  Febrero  se  fué  Turner,  dejando 
á  Adams  en  su  lugar;  nos  ha  amenazado  con  que  vuelve! 

€  Yo  me  fui  desde  Enero  á  tierra  caliente  con  mi  fami- 
lia,  y  volví  la  víspera  de  instalarse  el  Congreso,  trayendo  á 
Sixta  bien  restablecida  y  á  mi  hijita  Clementina  (3)  muy 
gorda, 

«Llevamos  28  días  de  Congreso  en  paz  y  tranquilidad 
contra  los  pronósticos  de  los  que  ven  en  mi  la  tea  de  la 
discordia.  Hoy  trataremos  la  delicada  cuestión  de  la  con- 
ducta del  P.  E.  en  lo  del  Juez  de  Hacienda  del  Cauca,  y 
espero  que  no  corra  sangre. 

«La  Cámara  de  Representantes  ya  no  es  escuela  Lancas' 
ieriana,  como  la  llamó  otra  vez  Merizalde,  ni  Periquitería, 
como  la  calificó  el  Coronel  Molina.  El  Poder  Ejecutivo  ha 
encontrado  en  nosotros,  los  de  la  oposición,  todo  el  apoyo 
debido  en  cuanto  ha  propuesto  y  solicitado  en  favor  del 
progreso  nacional  y  útil. 

«Quisiera  que  Domingo  (Acosta)  fuera  á  Roma,  porque 
lo  creo  justo;  pero'  si  lo  indico,  será  motivo  para  que  el 
Presidente  no  lo  destine.  Yo  hablaré  por  la  imprenta  á  su 
tiempo  para  que  no  hagan  tal  injusticia  (4). 

«Sabemos  la  renovación  de  las  hostilidades  de  Chile 
contra  la  Confederación  de  Santa   Cruz.  Mi  compadre  el 

(1)  Miniítro  de  Inglaterra  en  NueTa  Granada. 

(2)  La  aefiora  Bizta  Pontón  de  Santander  era  la  esposa  del  General 
teatander. 

(8)  La  hija  may  )r  ddl  General  Santander,  la  cual  en  1877  casó  con  el 
Ministro  del  Perú  en  Colombia,  el  sefior  Manuel  Freyre,  y  hoy  es  Tiad* 
j  leside  en  Europa  con  sus  hijos. 

(4)  Sea  que  Santander  hablase  ó  no  en  íaTor  de  Domingo  Acosta,  lo 
eierto  es  que  el  sefior  Márquez  nombró  como  Encargado  de  Negocios  é 
Roma  al  (General  J.  Hilario  López.  Domingo  Acosta  estatM  en  Ijs 
•dos  Unidos  sirriendo  la  Legación  como  Agente  diplomático. 


360  BIOGRAFÍA 

General  Flórez  me  tiene  al  corriente  de  todo  esto.  Me  ale- 
gro de  que  se  trabaje  al  Protector. 

cMañana  se  presenta  la  ley  de  gastos;  yo  para  llenar  mi 
deber  respecto  de  la  partida  para  la  Legación  del  Ecuador, 
preguntaré  al  Secretario  si  solo  se  mandó  la  Legación,  como 
dice  el  Mensaje  del  Presidente,  á  manifestar  nuestra  bue- 
na amistad,  etc.,  ó  si  lleva  otros  encargos  interesantes  al 
bien  común  'del  país,  y  respondiéndome  afirmativamente 
como  debe  hacerlo,  según  á  lo  que  sé  que  usted  ha  ido  par- 
ticularmente, votaré  por  la  partida.  A  mí  no  me  satisfacen 
como  á  Diputado  las  explicaciones  que  el  Arffos  hizo  á  la 
Bandera  nacional  de  la  dicha  Legación,  porque  pueden 
haber  variado  las  circunstancias  de  entonces  á  hoy. 

''Según  lo  que  me  dice  el  General  Flórez,  él  será  nombra- 
do Presidente,  y  admitirá,  de  lo  que  me  alegro  muchísimo 
por  mil  motivos.  Por  esto  será  que  él  no  ha  dicho  todavía 
por  quién  está  para  Presidente.  ¿Supo  usted  por  quién 
estuvo  el  doctor  Márquez  para  Presidente  de  la  Nueva  Gra- 
nada? No;  porque  él  estaba  por  sí  mismo. 

cEstamos  poco  acalorados  por  la  Vicepresidencia  (i); 
yo  á  lo  menos  no  lo  estoy,  porque  me  es  indiferente  que  se 
nombre  á  Azuero,  Soto,  López,  Caycedo,  Uribe,  Herrán  ó 
alguno  de  los  Arjonas.  Me  reservo  para  acalorarme  en  el 
año  de  40,  pues  á  mi  no  me  arredran  las  derrotas  políticas. 
Todavía  no  sé  quién  sea  candidato  para  el  Congreso  próxi- 
mo por  parte  de  los  dos  partidos  juntos,  pero  la  Sociedad  Ca- 
tólica bogotana  (2)  tiene  los  suyos  para  sostener  la  Religión, 

(1)  "Bl  seflor  General  Domingo  Caycedo  f  aé  elegido  en  Beptieoibre  de 
aquel  afio  Vicepresidente.  Por  61  votaron  680  Diputados,  y  por  Azuero 
290. 

(9)  '*Tres  partidos  salieron  con  empeño  á  la  palestrs.  £1  del  GKibier- 
no,  el  liberal  y  otro  que  había  s parecido  recientemente,  denominado  "de 
la  Sociedad  Católica,"  que  presidia  el  sefior  Ignacio  Morales,  y  que  traba- 
Jaba  por  que  las  elecciones  recayesen  en  verdaderos  creyentes  " 

Véase  La  Praidéncim  d^  doctor  Márquig,  por  D.  J.  H.  Restrcpo,  obra 
postuma  publicada  en  la  lUtUta  Zilerarta,  Noviembre  de  1898,  pigina  832. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  361 

reviviendo  entre  otras  cosas  el  Santo  Oficio.  ¡Qué  se  pare- 
ce á  Márquez  Rocafuerte  en  lo  enérgico  y  pronunciado 
contra  el  fanatismo  religioso  I!  Perdone  esta  exclamación  á 
quién  nada  tiene  de  diplomático,  y  bórrela  de  esta  carta  si 
puede  comprometerlo  con  su  Presidente. 

cDeseo  á  usted  felicidades  completas.  De  mi  parte  y  de 
la  de  Sixta,  muchos  «-ecuerdos  amistosos  á  Madama  Acosta; 
mis  cariños  á  Sólita. 

Me  repito  de  usted  su  amigo, 

F.  P.  Santander. 

En  aquella  época  había  muy  pocos  granadinos  en  el 
Ecuador.  En  la  lista  de  ellos  no  alcanzaban  á  ciento. 
Desde  1860  emigraron  muchos  á  la  vecina  República,  y 
hoy  se  cuentan  miles  de  colombianos  en  el  Ecuador. 

Las  notas  que  Acosta  enviaba  á  su  Gobierno  dan  clara 
idea  de  la  situación  en  que  se  hallaba  aquella  República, 
y  en  una  de  ellas  da  útilísimos  informes  acerca  de  las  fron- 
teras entre  las  dos  Naciones. 

Durante  su  permanencia  en  el  Ecuador,  Acosta  estuvo 
en  Guayaquil  ocupado  en  mandar  fabricar  un  buque  para 
la  defensa  de  las  costas  del  Pacífico. 

Al  cabo  de  ocho  meses  de  residencia  en  Quito,  Acosta 
pidió  sus  cartas  de  retiro,  por  haber  recibido  el  nombra- 
miento de  Diputado  al  Congreso  de  su  patria,  y  le  intere- 
saba asistir  á  aquellas  sesiones. 


362  BIOGRAFÍA 


CAPITirLO  IV 

Regreso  á  Bogotá.— A mn^os  de  guerra.— El  General  Santander. — Supre- 
Hión  de  loa  conventos  en  Pnsto  y  su  c*>n8ecueacia.— Insurreción  y  com- 
batei. — Los  BÍodlcadoa  en  el  asesinato  d^l  Mariscal  Sucre. — Alzamien 
toa  en  dife.^ntes  partes.  — Los  partidos — \costa  y  el  partido  de  opon- 
cióD.— £a  TVra.— Acosta  en  el  Congreso.— Ataques  que  se  hacen  en  el 
Congreso  al  General  Santander.— Muerte  de  éste.— Obando  se  lanía  ft 
la  guerra. —Acosta  toma  las  armas. — Neira  defiende  á  Bogotá. —Agita- 
ción de  la  cHpital.  — Mueitede  Neira. 

1839-1840 

Acosta  salió  de  Quito  á  mediados  de  Diciembre  de 
1838.  El  Gobierno  ecuatoriano  habia  puesto  á  su  disposi- 
ción un  buque  de  guerra,  y  en  él  se  dirigió  al  puerto  de 
Buenaventura,  y  de  allí  por  tierra  al  valle  del  Cauca,  que 
visitó;  cruzó  después  el  Quindío;  se  detuvo  á  descansar 
en  Ibagué;  atravesó  las  llanuras  de  la  provincia  de  Mari- 
quita (hoy  Departamento  del  Tolima);  pasó  por  Piedras, 
Guataquí,  La  Mesa,  y  llegó  á  Bogotá  en  los  momentos  en 
que  se  preparaba  una  deshecha  tempestad  política. 

Desde  que  existía  la  Nueva  Granada,  la  República  se 
había  conservado  en*paz,  paz  que  se  habia  apenas  turbado 
por  las  iniciadas  conspiraciones  de  Sarda,  las  cuales,  como 
hemos  visto,  no  se  habían  llevado  á  efecto.  Desgraciada- 
mente, el  elemento  de  guerra  y  disputa  se  conservaba  ac- 
tivo, y  la  hoguera  de  odios  y  disensiones  era  atizada  por 
el  General  Santander,  quien  no  podía  sufrir  ya  que  otro 
gobernase  en  su  lugar,  y  que  su  opinión  no  rigiera  sola  en 
el  país.  Sin  embargo,  no  había  medio  en  realidad  de  for- 
mular una  queja  clara  y  tangible  contra  la  administración 
Márquez,  y  la  oposición  se  contentaba  con  vociferar  con- 
tra el  supuesto  despotismo  del  Presidente,  y  comentar  los 
actos  del  Gobierno  agriamente,  usando  á  veces  de  armas 
impropias  de  un  magistrado  que  había  ocupado  el  primer 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  363 

puesto  en  la  República,  y  cuyas  dotes  no  se  podían  negar, 
ni  tampoco  los  servicios  que  había  prestado  á  la  patria. 

¡Cuánto  duele  ver  á  un  hombre  como  aquel  empeñan- 
do su  reputación  en  oscuras  luchas  y  nublando  sa  nom- 
bre en  tristes  altercados!  La  ambición  en  estas  Repúbli- 
cas hace  perder  la  dignidad  á  los  hombres  de  mayores 
méritos,  los  cuales  tienen  que  rebajarse  para  tomar  parte 
en  miserables  intrigas,  de  manera  que  al  fin  ellos  mismos 
no  saben  si  combaten  por  el  bien  de  su  patria  ó  por  ven- 
garse de  sus  enemigos! 

En  el  entretanto  había  pasado  en  el  Congreso  un  pro- 
yecto de  ley  por  el  cual  se  suprimían  los  cuatro  conventos 
de  frailes  menores  que  subsistían  en  Pasto,  proyecto  que 
fué  apoyado  por  todos  los  partidos  por  muchas  razones,  y 
se  mandó  que  las  rentas  de  los  suprimidos  conventos  se 
adjudicasen  á  misiones  de  indios  salvajes. 

Esta  supresión  juiciosa  y  conveniente  fué  el  botafuego 
que  incendió  la  latente  revolución,  (i)  El  Gobierno  com- 

(1)  Luego  que  en  Pasto  corrió  la  voz  de  que  habían  sido  suprimidot 
los  conTentos  de  aquella  ciudad,  el  mismo  Padre  Villota,  que  antes  pidió 
la  supresión  en  cartas  al  Reverendo  Obispo  de  Popayán,  causó  un  albo- 
roto. En  el  acto  de  comenzar  la  fiesta  del  Santo  Patrono  de  Pasto,  que  se 
celebra  el  80  de  Junio,  Villota  subió  al  pulpito,  y  proclamó  perseguida  la 
Religión  con  la  supresión  de  los  conventos,  manifestando  que  la  sostendrSa. 
Esto  excitó  una  conmoción  general  en  el  pueblo,  así  como  en  la  milicia 
auxiliar,  quesehillaba  reunida  y  armada  en  el  convento  de  tían  Francisco. 
Vtk  soldado  gritó  qne  "no  se  suprímirian  los  conventos,"  grito  sedicioflo 
que  fué  repetido  por  otros.  En  estas  circunstancias  delicadas,  el  Goberna- 
dor de  la  Provincia,  Antonio  José  Chaves,  dictó  varias  providencias  que 
restablecieron  la  calma  en  aquel  día.  Empero,  no  podía  preverse  cuál  se- 
ria el  resultado  final,  porqae  la  excitación  era  grande,  y  casi  todos  los 
eclesiásticos,  unidos  á  los  regulares  de  los  conventos  suprimidos,  conti- 
nuaban dando  vivas  á  la  Religión  y  soplando  el  fuego  de  ks  pasiones  en 
aquel  pueblo  religioso,  fanático  y  belicoso.  Se  había  unido  á  los  alboro- 
tadores el  Teniente  Coronel  Antoni  >  Mariano  Alvarez,  bien  conocido  en 
la  historia  sangrienta  de  las  revueltas  de  Pasto. 

(La  Presidencia  del  doctor  Márquee,  obra  anUs  citada.  Bevieta  LiUrm- 
fia,  página  dSO). 


364  BIOGRAFÍA 

prendió  en  el  acto  que  se  tuvo  noticia  en  Bogotá  de  los  al- 
borotos ocurridos  en  Pasto,  que  aquello  podría  ser  muy 
serio,  y  nombró  al  denonado  General  Herrán  Jefe  de  ope- 
raciones en  el  Cauca,  creyendo  que  dicho  militar  podría 
hacer  entrar  en  su  deber  á  los  insurrectos.  Aquel  nom- 
bramiento disgustó  al  General  J.  M.  Obando,  quien  cre- 
yó que  á  él  debía  tocar  esa  misión,  y,  según  dice  el  Ge- 
neral Mosquera,  se  llenó  de  cólera  cuando  supo  que  He- 
rrán había  sido  comisionado  para  ir  al  Sur.  Sin  vacilar  en- 
tonces tomó  partido  en  favor  de  los  pastusos,  los  cuales 
eran  antiguos  compañeros  de  armas  suyos,  no  solamente 
en  la  época  en  que  era  realista,  sino  en  aquélla  en  que  de- 
seaba entregar  las  provincias  del  Sur  al  Ecuador. 

Después  de  repetidos  combates  por  los  riscos  y  monta- 
ñas de  la  provincia  de  Pasto,  al  fin  el  General  Herrán  que- 
dó dueño  del  campo  al  alborear  el  año  fatal  de  1840.  Sin 
embargo,  no  todos  los  guerrilleros  se  habían  entregado,  y 
quedaban  partidas  diseminadas  en  diferentes  partes,  y  era 
indispensable,  ante  todo,  apresar  á  uno  de  los  jefes  más 
adictos  al  General  Obando  en  épocas  anteriores:  á  Andrés 
Noguera.  Yendo  en  persecución  de  este  cabecilla,  las  tro- 
pas del  Gobierno  dieron  con  unas  cartas  del  General 
Obando  y  de  Antonio  Mariano  Alvarez,  las  cuales  compli- 
caban de  una  manera  muy  grave  áesos  dos  militares  en  el 
asesinato  del  Mariscal  Sucre,  ocurrido  en  aquellas  mon- 
tañas en  1830. 

No  bien  llegó  la  noticia  á  Bogotá,  en  donde  se  halla- 
ba el  General  Obando,  el  cual  había  marchado  de  Popa- 
yán  cuando  llegó  allí  el  General  Herrán  en  persecución  de 
los  alzamientos  de  Pasto,  cuando  éste,  según  dice  el  Ge- 
neral Posada  en  sus  Memorias,  «comprendió  lo  difícil  de 
su  posición  en  esta  capital,  temiendo  ser  preso  y  remitido 
con  escolta  á  Popayán,»  como  lo  pedía  el  Juez  de  primera 
instancia  de  Pasto,  resolvió  partir  espontáneamente  para 
el  Cauca,  y  pedir  que  le  juzgasen  allí. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  365 

¿A  qué  había  ido  Obando  á  Bogotá  en  los  momentos 
en  que  Herrán  procuraba  debelar  una  insurrección,  con  la 
cual  él  (Obando)  simpatizabaabiertamente?Enla  FiV/a^i^i 
doctor  Cuervo  encontramos  trozos  de  la  correspondencia  de 
un  amigo  del  señor  Cuervo,  que  le  escribía  sobre  el  parti- 
cular. Dice  que  en  Bogotá  se  hacían  mil  conjeturas  acerca 
de  aquel  viaje.  Algunos  decían  que  había  ido  á  trabajar 
contra  el  General  Herrán,  á  hacerse  amigos  en  la  capital 
y  popularizarse;  otros  decían  que  su  propósito  era  desañar 
al  General  Mosquera,  lo  cual  efectivamente  sucedió,  sien- 
dc  el  Teniente  Coronel  Acosta  padrino  de  Mosquera,  pero, 
según  dice  el  corresponsal  del  señor  Cuervo,  no  corrió 
sangre,  ambos  tiraron  al  aire;  tuvieron  después  una  expli- 
cación, y  volvieron  juntos  tuteándose  y  en  apariencia  en  ar- 
monía. Sin  embargo,  la  reconciliación  era  aparente,  pues 
los  odios  de  aquellos  dos  caudillos  causaron  la  terrible  re- 
volución que  colmó  de  males  á  Nueva  Granada  en  el  año 
que  empezaba. 

Entre  tanto,  Obando  se  había  constituido  preso  en  Po- 
payán,  y  de  allí  con  toda  consideración  fué  remitido  á  Pas- 
to con  un  capitán  y  gran  número  de  amigos  del  acusado 
del  asesinato  de  Sucre.  Como  era  natural,  el  acusado  no 
llegó  nunca  á  Pasto,  prefirió  quedarse  en  el  camino  y  en- 
cabezar la  guerrilla  que  le  tenía  preparada  su  antiguo  ami- 
go Andrés  Noguera,  devolviendo  al  capitán  que  le  servia 
de  escolta  á  Popayán,  á  dar  cuenta  de  lo  sucedido. 

Sin  embargo,  Obando  comprendió  que  no  era  tiempo 
todavía  de  lanzarse  en  una  revolución  seria,  tanto  más 
cuanto  que  el  General  Santander  no  había  aprobado  su 
conducta  en  aquellas  circunstancias.  Obtuvo  una  confe- 
rencia con  el  General  Herrán,  y  éste,  deseoso  de  evitar 
mayores  males,  perdonó  todo,  y  personalmente  le  acom- 
pañó á  Pasto,  en  donde  Obando  prometió  someterse  á  jui- 
cio si  no  lo  reducían  á  prisión,  sino  que  quedaría  libre  bajo 
su  palabra  en  una  casa  particular. 


306  BIOGRAFÍA 

En  esos  días  el  Coronel  Vanegas,  que  se  había  alzado 
en  armas  en  Vélez,  fué  batido  por  las  fuerzas  que  coman- 
daba el  Coronel  Manuel  M.  Franco;  de  manera  que  cuan- 
do se  reunió  el  Congreso  el  i.®  de  Marzo  de  aquel  año, 
había  fundadas  esperanzas  de  que  las  facciones  habían  per- 
dido su  fuerza,  y  que  la  República  tendría  juicio  suficiente 
para  rechazar  la  subversión  del  orden  público  que  los  am- 
biciosos preparaban  en  muchas  provincias. 

Los  partidos  se  habían  afirmado  ya  claramente;  el  que 
encabezaba  el  General  Santander  se  iiiuhhTi  progresista  ó  li- 
beral, y  el  que  sostenía  á  Márquez — á  quien  éstos  llama- 
ban retrógtado — lo  formaban  los  hombres  pacíficos,  ami- 
gos del  orden  y  de  las  leyes,  la  parte  juiciosa  de  la  nación; 
partido  que  entonces  aún  no  se  llamaba  conservador^  pero 
que  era  el  que  sostenía  las  opiniones  de  los  conservadores 
del  día  presente. 

Acosta  al  regresar  del  Ecuador  había  vuelto  á  encar- 
garse de  sus  clases  en  la  Universidad  (de  química),  de  'a 
dirección  del  Observatorio,  del  Musco  y  demás  cargos  gra- 
tuitos que  desempeñaba.  Además,  escribía  en  los  periódi- 
cos con  su  nombre  ó  anónimo,  con  lo  cual  hacía  cruda 
guerra  al  partido  de  oposición.  Con  el  señor  Ignacio  Gu- 
tiérrez y  otros  amigos  suyos  redactaba  un  periódico  curioso 
de  estilo  jocoso,  que  se  llamaba  La  Tira,  (i)  y  que  salía  á 


(1)  Como  una  muestra  del  estilo  do  aquel  pcri()dico,  vamos  á  transcribir 
aquí  uno  de  los  artículos  allí  publicados,  pues  tiene  cierto  sabor  histórico 
literario  que  podrá  quizás  interesar  á  aquellos  de  nuestros  lectores  que 
aman  los  recuerdos  del  pasado: 

MEDITACIÓN 
ó  tea  viaje  pintoreteo  por  la  ealle  de  ean  Juan  de  Dios, 

Era  de  noche,  y  una  de  las  más  hermosas  lunas  de  la  zona  tórriJa  pla- 
teaba las  tres  calles  del  Comercio,  haciendo  un  contraste  singular  la  luz 
artificial  de  los  únicos  faroles  que  alumbraban  la  ciudad,  con  el  melancó- 
lico  briro  del  astro  nocturno  que  en  su  giro  mensual  es  la  policía  de  ornato 
que  hay  en  Bogotá.  Yo  roe  hallaba  paseando  solitario  desde  la  esquina 
de  la  Catedral  hasta  la  de  8aa  Francisco,  y  al  pisar  un  terreno  igual  eo 


DEL  GENERAL  JOAQVÍS  ACVV7A  '4f 


*»' 


• 


luz  en  días  indeterminados,  como  lo  txprt^  k.  ^.x.uk- 
del  29  de  Noviembre  de  1830,  que  dice  aví: 

€La  Tira  renacerá  si  las  circunstancias  lo  *rr  '/y*y*,\ 
mas  espero  que  el  público  no  se  dejará  seducir  ^:  :•- 
alguna  Tira  apócrifa.  Serían  señales  de  la  lejj-vrr.i : 
contener  nada  que  pueda  ofender  á  ningún  úu^^^'^y, 
ausencia  de  alusiones  á  la  vida  privada,  y  propon'rrv:  ¿.1^ 
gún  objeto  útil  á  la  comunidad  y  honroso  al  país,» 

el  enlozado  que  cubre  las  aceras,  bendecía  las  manos  del  seftor  Ecp^i^rt», 
el  más  benéfico  y  filántropo  Vicegerente  que  tuvo  el  Rey  de  £»piil!L»  «o 
este  pala.  Detúyeme  en  la  esquina  de  la  segunda  calle  del  Comercio,  y  «S' 
tendiendo  la  vista  á  lo  largo  de  la  carrera  de  San  Victorino,  mil  recuer- 
dos tristes  y  agradables  asaltaron  mi  imaginación.  ¡Cuántas  yicisitudes 
han  padecido  estos  edificios,  cuántos  sucesos  han  presenciado,  de  cuán- 
tos horrores  y  de  cuántas  glorias  han  sido  testigos  I  Una  nue?a  genera- 
ción reemplaza  hoy  á  la  que  antes  los  habitaba,  y  los  triunfos  pasadoa 
son  únicamente  comparables  al  silencio  que  reina  en  este  momento. 

"  Asi  pasan  las  glorias  de  este  mundo,"  decia  yo  entre  mi.  Por  aqui 
han  entrado  en  triunfo  los  Virreyes;  por  aquí  salieron  también  Amar  el 
afio  de  1810,  8ámano  ec  1810;  por  aquí  se  han  TÍsto  escenas  gloriosas  y 
ridiculas  de  la  Patria  Boba;  este  cafio  corrió  tefiido  de  sangre  el  afio  da 
1814;  los  expedicionarios  de  1816  ostentaron  por  aquí  su  despótica  presen- 
cia y  su  yugo  de  hierro ;  los  proceres  más  ilustres  de  nuestra  independen- 
cia marcharon  por  aquí  al  suplicio;  por  aquí  entró  muchas  veces  cubierto 
de  gloria  y  de  laurel,  en  medio  de  arcos  y  de  viva^,  el  Libertador  de  tres 
repúblicas;  por  aquí  salió  también  medio  prófugo  y  aborrecido  de  sus 
compatriotas  para  no  Tolver  jamás;  por  aquí  entró  la  usurpación  rebo- 
sando en  sangre  en  1880;  por  aquí  Tolvió  á  salir  envilecida  al  cabo  de  un 
alio;  por  aquí  salieron  los  mandatarios  legítimos  derrocados  de  su  solio,  y 
las  huestes  que  los  restauraron  entraron  por  aquí  triunfantes  en  1881 ;  por 
aquí,  en  fin,  ha  bajado  y  subido  mucha  gente;  este  ha  sido  el  paseo  de  la 
belleza,  de  la  galantería,  délas  lágrimas,  del  buen  humor,  del  orgullo, 
del  despotismo  y  de  la  ley;  pasiones  encontradas  han  recorrido  estas  ace- 
ras, y  la  carrera  toda  es  el  monumento  más  histórico  que  hoy  cuenta  la 
capital  de  la  República.  Quién  sabe  cuantas  otras  catástrofes  y  cuantos 
más  desenlaces  habrá  de  presentar  en  el  curso  de  la  vida  política  de  este 
país;  el  sepulcro  encierra  hoy  lo  que  ya  pasó;  algún  día  recordará  otro 
este  mi  pasco,  y  lo  que  está  pasando. 

Esta  casa  que  tengo  á  la  iz^^uierda  fué  propiedad  del  que  hizo  el  Coli- 
seo; él  ya  no  existe,  su  familia  ha  sido  desgraciada;  todos,  sin  embargo, 


368  BIOGRAFÍA 

Acosta  concurrió  asiduamente  á  las  sesiones  del  Con- 
greso  de  1839  y  1840,  ocupándose  día  y  noche  en  los  tra- 
bajos que  le  encargaban,  pues  como  le  conocían  su  activi- 
dad, su  laboriosidad  y  deseo  de  servir  á  la  patria,  á  él  le 
tocaban  siempre  las  comisiones  más  arduas  y  más  difíciles 
de  desempeñar. 

Tan  á  divertirse  á  la  comedia,  y  ninguno  recuerda  á  quién  deben  este  be- 
neficio. En  la  misma  casa  ha  lucido  uno  de  loe  tipos  que  ha  visto  Bogotá 
de  la  belleza  guayaquilefia,  y  más  tarde  reedificado  dos  veces  el  edificio 
por  haberse  arruiDado  con  el  temblor  de  1827,  exhaló  alli  su  postrer  suspi- 
ro la  más  hermosa  mujer  que  ha  producido  Antioquia,  la  sensible  con- 
sorte de  un  valiente  militar  de  la  República,  que  pocos  aftos  después  fué 
asesinado  cerca  de  esta  misma  casa.  Hoy  la  habita  uno  de  los  mis  acredi- 
tados comeiciantes  y  hábiles  bolsistas  de  la  eludid. 

A  la  derecha  descubro  la  recle  ate  arquitectura  del  espafiol  Antorvez%« 
Oht  Quién  viviera  en  el  tiempo  en  que  la  wluminoéa  señora  pasaba  el 
día  entero  sentada  en  el  balcón  con  su  redecilla  en  la  cabeza  y  un  libro 
en  la  mano!  Esta  casa  fué  propiedad  do  Santo  Domiugo,  y  por  no  sé  que 
enredo  pasó  á  otras  manos;  hoy  se  está  corrigiendo  y  aumentando,  mer- 
ced á  la  bolsa  más  ancha  y  provista  que  hay  en  Bogotá.  \  Que  Dios  le 
conceda  disfrutarla  por  muchos  afios,  y  que  no  pasa  á  manos  del  primero 
que  llegue  cuando  la  muerte  venga  en  su  auxilio! 

Magnifico  aparato  advierto  en  una  botica  de  enfrente,  ¿y  se  dirá  que 
no  hemos  hecho  progresos  T  Vidrios  de  todos  colores,  drogas  perfumadas, 
cajitas  y  tarros  con  elegantes  rótulos,  pinturas,  mármoles,  morteros  de 
cristal.  • . .  compárese  todo  esto  con  el  añejo  y  detestable  aspecto  de  la 
farmacia  de  Gorraes,  sita  en  otro  tiempo  un  poco  más  abajo  de  la  que 
ahora  fija  mi  atención.  Compare  el  número  de  estas  elegantes  boticas  que 
hoy  tenemos,  con  las  dos  únicas  que  ahora  marras  había  en  la  ciudai. 
Compárese  el  número  de  médicos  que  había  entonces,  circunscrito  á  don 
Honorato,  don  Sebastián  iiópez  y  don  Vicente  Tejada,  con  la  inmensa 
cosecha  de  este  genero  que  tensmos  en  el  día,  siendo  muy  probable  que 
no  haya  una  sola  casa  que  deje  de  estar  visitada  por  algún  médico.  Com- 
párese, en  fin,  el  Eíglo  de  Boerhaave  y  el  de  Broussais,  y  dígase,  ¿no  es 
cierto  que  ha  ganado  la  humanidad? 

En  efecto,  hoy  mueren,  si  no  más,  á  lo  menos  igual  número  de  los  que 
morían  entonces. 

Despojos  de  estos  establecimientos  descansan  en  el  panteón  de  Santo 
Domingo,  que  está  al  otro  lado,  durmiendo  el  último  sueño  familias  en- 
teras y  personas  respetables  de  ésta  y  de  lejanas  tierras.  Alli  reposan  mu- 
chas que  pasaron  varías  veces  por  esa  gran   puerta  excusada  de  la 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  369 

Ocupaba  el  General  Santander  un  asiento  en  la  Cáma- 
ra de  Representantes,  y  era  naturalmente  el  jefe  del  partido 
de  oposición.  Notábase  que  la  atmósfera  política  estaba 
cargada  de  electricidad;  los  partidos  se  encararon  con 
manifiesta  intención  de  luchar  á  brazo  partido  en  el  re- 
cinto de  las  Cámaras  legislativas,  como  para  prepararse 
con  la  palabra  antes  de  acometerse  en  los  campos  de  ba- 
talla con  las  armas  en  la  mano. 

Iglesia,  coa  todos  los  atavíos  del  lujo  y  ricas  preseas  de  la  hermosura  en 
las  procesiones  de  Be  (nana  Santa,  del  Tránsito  y  del  Rosario.  Por  allí 
han  pasado  jóvenes  de  elegante  talla  que  hubieran  pagado  doble  por  te- 
ner en  otro  tiempo  un  taller  de  sastrería  tan  provisto  y  de  moda  como  el 
de  Rodrigue?,  que  en  nada  cede  á  los  qtie  nos  cuentan  de  los  Estadoa 
Unidos,  de  Londres  y  de  París,  metamorfose&ndose  así  las  antiguas  pul- 
perías en  modernos  almacenes  de  la  iadustria  europea. 

Ahí  qué  luz  no  ha  despedido  la  tienda  que  e^tá  al  otro  lado!  La  sola 
cera  que  ha  salido  de  la  tienda  de  Guzmán  y  alumbrado  esta  ciudad,  ea 
bastante  para  persuadií  á  cualquiera  que  estamos  en  el  siglo  de  las  luces. 

Ellas  sin  duda  iluminaron  al  antiguo  propietario  de  la  casik  de  enfren- 
te, uno  de  !o8  patriotas  de  la  revolución  política  del  afio  de  1810.  Era  allí 
la  tertulia  más  animada  y  patriótica  que  hubo  en  aquella  época,  hast&  que 
la  báibara  segur  del  expedicionario  español  cortó  la  vida  de  aquel  benemé- 
rito ciudadano  con  la  de  otros  mucho?  que  dieron  principio  á  la  regene- 
ración americana.  Sombras  venerables ,  pueda  la  generación  presente  imi- 
tar vuestro  desinteresado  patriotismo,  y  la  historia  perpetuar  en  las  si- 
guientes vuestros  nombres  y  vuestros  serricios!  La  viuda  de  otro  respe- 
table servidor  de  la  RcpdUlica  habit:^  hoy  en  esta  casa  de  recuerdos. 

La  de  más  abajo  fué  propiedad  de  la  antigua  aristocracia  granadina,  y 
después  del  boticario  Gorraes,  de  que  llevo  hecha  mención.  Esta  casa  re- 
cogió el  último  aliento  de  un  joven  militar  que  era  el  orgullo  y  la  espe- 
ranza de  su  patria,  por  sus  talentos  y  demás  hermosas  cualidades  que  lo 
recomendaban.  { Aceveiol  préstame  tu  pluma,  pues  sólo  ella  pudiera  bos- 
quejar tamaña  pérdida. . . .  Pero  no,  que  el  silencio  es  también  hijo  de  la 
elocuencia  y  de  lu  sensibilidad,  y  en  medio  de  mi  dolor  me  consuelo  fd 
contemplar  que  una  amable  y  virtuosa  familia  guarda  hoy  inmiculado  el 
lugar  qae  fué  testigo  de  tu  muerte. 

Aparto  consternado  la  vista  de  é),  y  se  me  presenta  el  establecimiento 
literario  más  antiguo:  Id  Universidad  Tomística,  en  donde  recibieron  los 
grados  académicos  unu  gran  parte  de  los  hombres  que  hoy  figuran  en  al- 
tos puestos,  des  le  el  primer  magistrado  para  abajo,  y  otros  muchos  que 

BIOOIUFIA  24 


370  biografía 

Rompiéronse  los  fuegos  parlamentarios  con  la  discu- 
sión de  un  proyecto  de  amnistía  general  para  todos  los 
que  habían  combatido  contra  el  Gobierno,  tanto  en  el  sur 
como  en  el  norte  de  la  República.  Con  el  deseo  claro  de 
que  Obando  fuese  puesto  en  libertad,  se  pedia  que  se  am- 
nistiasen no  solamente  los  delitos  políticos,  sino  también 
los  comunes.  El  General  Santander  estaba  en  favor  de 
indulto  general,  y  así  lo  manifestó  al  apoyar  la  proposición 
de  amnistía. 

Entonces  el  Teniente  Coronel  Acosta  pidió  la  pala- 
bra para  combatir  aquella  proposición,  y  empezó  asi: 

cYo  miro  con  asombro  que  después  de  haberse  em- 
pleado tantos  años  en  sancionar  el  Código  Penal,  la  pri- 
mera vez  que  se  debe  aplicar  en  los  delitos  sociales^  se  in- 
dulta. Semejante  conducta,  provocada  por  los  participes 
en  los  escandalosos  sucesos  de  Vélez,  Pasto  y  Timbio,  jus- 
tifica el  dicho  célebre  del  principal  jefe  de  los  rebeldes: 
**Se  me  quiere  juzgar  como  á  los  (tébiles,  y  yo  soy  fuette  y 
aforiunador 

tEsta  frase  es  el  programa  de  las  facciones  en  el  pre- 
sente año  de  1840 ....    Un  respetable  Diputado,  jefe  de  la 


ya  han  desaparecido,  en  cuyos  hombros  y  cabezas  lucieron  á  porfía  lai 
mucetas  y  borlas  de  diversos  colores.  Ahí  esta  lenta  miquinade  hacer 
doctores  ee  hi  subdividido  en  otras  varias  de  vapor,  con  movimiento  tan 
rápido  y  multiplicado,  que  los  vomitan  á  borbollones.  Este  edificio  sólo 
ha  quedado  para  recuerdo  de  lo  que  fué  en  su  primitivo  origen,  despuéi 
como  Senado  en  el  siglo  de  oro  de  Colombia.  Allí  se  oyó  la  vos  elocuen- 
te de  Narifio,  de  Castillo  y  de  los  primeros  personajes  de  nuestra  histo- 
ria. Admitióse  alli  la  acusación  contra  Páez  y  pronuncióse  la  defensa  de 
Pefia,  que  fueron  la  primera  causa  de  la  disolución  de  la  República. 

Quise  continuar  el  paseo,  pero  el  aspecto  imponente  de  la  aristocracia 
monetaria-republicana  detuvo  mis  pasos  á  la  vista  de  las  dos  suntuosas 
y  elegantes  casas  que  dan  principio  de  uno  y  otro  lado  á  la  siguiente  ca 
He.  Hube,  pues,  de  retroceder,  reservándome  emprender  con  más  aliento 
el  segundo  viaje  á  principios  de  la  luna  venidera,  f  i  antes  no  me  muero. 
Tengan  paciencia  mis  lectores,  que  puede  ser  que  algún  día  los  lleve  has- 
ta precipitarnos  Juntos  en  el  mismo  cárcamo  de  San  Victorína 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  37 1 

Ad  ninistración  anterior,  ha  dicho  que  el  Gobierno  tenía 
el  deber  de  usar  de  la  mayor  clemencia  con  los  que  se  re- 
belaran; pero  afortunadamente  este  principio  esfa^so,  por- 
que si  fuera  cierto,  con  él  se  haría  el  proceso  de  su  pro- 
pia administración,  que  no  sólo  no  brindó  indultos  á  los 
facciosos  durante  aquel  período,  sino  que  se  opuso  cons- 
tantemente á  que  el  Congreso  los  concediera.i> 

Según  dice  el  General  Posada  en  sus  Memorias^  San- 
tander, al  oír  semejantes  palabras  vertidas  por  uno  de  sus 
antiguos  amigos,  se  manifestó  en  extremo  desconcertado, 
y  nada  contestó,  puesto  que  aquella  era  una  verdad  que 
no  podía  negar.  Si  él  había  cambiado  de  opinión  porque 
ya  no  gobernaba  y  los  facciosos  de  1840  no  eran  enemi- 
gos suyos,  sino  todo  lo  contrario,  Acosta,  como  todos  los 
que  le  acompañaron  en  el  principio  de  su  administración, 
pensaban  como  él  entonces;  ellos  continuaban  creyendo 
con  la  mayor  buena  fe  que  el  mayor  crimen  que  puede  co- 
meter un  militar  es  levantarse  en  armas  contra  el  gobier- 
no legítimo,  crimen  que  se  debía  castigar  sin  misericordia 
y  con  la  ley  en  la  mano.  Y  esta  opinión  fué  siempre  la  de 
Acosta;  por  sostenerla  combatió  en  1841  contra  sus  ene- 
migos políticos,  y  tomó  las  armas  contra  toda  su  volun- 
tad en  185 1,  yendo  contra  sus  amigos  políticos,  como  lo 
veremos  á  su  tiempo. 

A  pesar  de  los  discursos  en  pro  y  en  contra  del  pro- 
yecto que  se  pronunciaron  en  aquella  sesión,  la  mayor 
parte  de  ellos  moderados  y  juiciosos,  la  discusión  se  fué 
agriando  de  una  manera  violenta.  El  General  Antonio 
Obando  atacó  cruel  y  gratuitamente  al  Ministro  del  Inte- 
rior, el  General  Borrero,  echándole  en  cara  un  acto  de 
crueldad  ejecutado — según  decía — en  1831.  El  Ministro 
de  lo  Interior  se  defendió  y  probó  que  era  falsa  aquella  in- 
culpación, y  volviendo^  después  su  cólera,  no  contra  aquel 
que  lo  atacaba,  sino  contra  el  jefe  de  la  oposición,  el  Gene- 
ral Santander,  pronunció  palabras  terribles  y  sangrientas. 


yi2  BIOGRAFU 

que  fueron  escuchadas  con  disgusto  hasta  entre  las  filas 
de  los  que  más  quejas  tenían  de  Santander,  porque,  dice 
el  General  Posada,  «eran  inconducentes,  inoportunas,  y 
además  injustas,  en  lo  que  decía  con  relación  á  la  desgra- 
ciada y  lamentable  muerte  del  Coronel  Mariano  París,» 
Hé  aquí  las  palabras  memorables  del  General  Borrero, 
las  cuales  tuvieron  la  funesta  consecuencia  de  causar  con 
su  disgusto  la  muerte  deí  General  Santander: 

d  . . .  Pero  yo  no  tuve  la  perfidia  de  mandar  asesinos 
á  la  casa  de  estos  desgraciados  (los  facciosos)  para  que  los 
matasen,  fingiéndose  de  su  partido,  como  se  hizo  aquí  en 
1834;  (^)  y^  "^  ^^  orden  al  comandante  de  una  escolta 
que  llevaba  preso  á  un  individuo  para  que,  suponiendo 
que  quería  escaparse,  le  asesinasen  por  la  espalda,  como 
sucedió  aquí  con  el  señor  Mariano  Paris!» 

El  General  Santander  sufría  ya  grave  enfermedad,  la 
cual  se  convirtió  en  aguda  y  mortal  con  el  profundo  des- 
agrado que  le  ocasionó  aquel  tremendo  ataque.  Salió  del 
salón  de  las  sesiones  callado  y  triste.  No  le  alcanzaron  las 
fuerzas  sino  para  volver  al  día  siguiente  á  la  Cámara,  en 
donde  puso  de  su  parte  á  toda  la  concurr¿ncia  con  el  dis- 
curso mesurado  y  lleno  de  irónica  moderación  con  que 
contestó  á  los  cargos  que  le  hizo  el  señor  Borrero  acerca 
de  la  conspiración  de  Sarda  y  de  la  muerte  de  París,  de  lo 
cual  ya  hemos  tratado  en  un  capítulo  anterior  de  la  pre- 
sente obra.  Se  vindicó  clara  y  absolutamente  de  la  muerte 
alevosa  del  señor  París,  y  declaró  solemnemente  su  com- 
pleta inculpabilidad.  En  cuanto  á  la  muerte  de  Sarda,  se 
redujo  á  asegurar  que  fué  consecuencia  de  imperiosas  cir- 
custancias  que  no  pudieron  evitarse,  porque  no  había  otro 
medio  de  satisfacer  la  vindicta  pública,  é  invocó  ejemplos 
de  la  historia  en  que  se  había  obrado  de  igual  manera 
para  precaver  al  Estado  de  un  trastorno  político. 


(1)  Se  refiere  á  h  muerte  del  General  Sarda. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  373 

m 

Concluida  la  sesión,  el  General  Santander  salió  para  no 
volver  jamás  á  la  Cámara.  Desde  aquel  momento  lo  pos- 
tró en  cama  el  mal  que  lo  llevó  á  la  tumba  algunas  sema- 
nas después,  el  6  de  Mayo,  á  los  48  años  de  su  edad.  Aun- 
que era  jefe  del  partido  ultra-liberal,  murió  cristianamente, 
después  de  haber  recibido  los  auxilios  de  la  Religión,  de 
manos  del  señor  Arzobispo  Manuel  José  Mosquera. 

Muerto  el  General  Santander,  creyóse  por  sus  partida- 
rios que  en  el  país  no  había  otro  hombre  digno  de  reco- 
ger su  herencia,  sino  el  General  Obando.  Pero  este  cau- 
dillo del  partido  progresista  ó  liberal  se  hallaba  desgra- 
ciadamente en  aquellos  momentos  encausado,  y  se  le 
seguía  proceso  criminal  como  asesino.  Era  preciso,  pues, 
que  el  jefe  recuperase  su  libertad  para  obrar  con  entera 
independencia  en  la  trama  revolucionaria  que  se  extendía 
por  toda  la  República.  Las  guerrillas  de  Pasto,  siempre  en 
armas  por  aquellos  riscos  inaccesibles  hasta  los  cuales  las 
tropas  del  Gobierno  no  podían  llegar  jamás,  aguardaban 
al  jefe  para  estallar  de  nuevo  y  declarar  la  guerra,  ya  con 
mayores  recursos,  al  Gobierno  legítimo.  Con  ese  objeto, 
el  5  de  Julio  de  aquel  año,  Obando,  que  estaba  preso  bajo 
su  palabra  de  honor  en  su  propia  casa,  resolvió  dejarla, 
junto  con  Sarria,  Alvarez  y  otros  de  sus  compañeros  en  la 
misma  causa,  los  cuales  estaban  en  otras  partes,  pero  con 
quienes  tenía  fácil  comunicación. 

Aquel  encausamiento  de  Obando  con  una  prisión  á 
medias  fué  un  error  político  inmenso,  pues  exacerbaba  las 
pasiones  de  odio  de  éste  y  al  mismo  tiempo  no  le  impedía 
tramar  todas  las  conjuraciones  que  tuviese  á  bien.  Háse 
tachado  al  General.  Mosquera  la  mala  voluntad  que  enton- 
ces manifestaba  á  Obando,  la  cual  hizo  que  se  llevase 
á  cabo  aquella  acusación,  de  la  cual  el  caudillo  liberal, 
como  se  sintiese  culpable,  no  podía  librarse  sino  por  me- 
dio de  una  revolución;  han  pensado  muchos  que  hubiera 
valido  mejor  dejar  quietos  á  los  asesinos  del  Mariscal  Su- 


374  biografía 

ere,  y  evitar  asi  un  trastorno  público.  Pero  en  cuanto  á  la 
revolución,  nunca  se  hubiera  evitado,  pues  ya  se  habían 
levantado  en  armas  en  muchas  partes  de  la  República,  y 
se  tramaban  conjuraciones  en  otras  cuando  Obando  se 
lanzó  en  la  palestra. 

Entre  tanto,  Acosta  había  permanecido  en  la  capital 
sirviendo  en  cuanto  podía  al  Gobierno,  sin  descuidar  por 
eso  sus  estudios  y  sus/aulas. 

A  pesar  de  la  efervescencia  política  que  se  sentía  en  Bo- 
gotá, y  la  situación  del  país  amenazado  por  todas  partes 
por  los  revolucionarios,  se  procuró  hacer  guardar  la  paz 
y  c9nservar  la  serenidad  entre  los  estudiantes;  así  fué  que 
se  reunió  como  de  costumbre  la  Universidad  para  la  aper- 
tura  de  los  estudios,  y  tocó  leer  al  Teniente  Coronel  ]oa* 
quin  Acosta  el  discurso  académico  con  el  cual,  s^ún  los 
estatutos,  debían  abrirse  los  cursos  de  la  Universidad. 

E^te  discurso  fué  leído  el  4  de  Octubre,  é  inmediata- 
mente después  llamado  al  servicio  activo,  abandonó  su 
hogar  y  partió  en  comisión  á  Honda,  á  encontrarse  con  el 
Comandante  de  la  fuerza  que  iba  de  Cartagena  á  auxiliar 
la  capital.  Con  ese  motivo  no  se  encontró  en  ésta  en  los 
aciagos  idías  en  que  corrió  peligro  de  ser  invadida  por 
los  facciosos  que  iban  del  Socorro  al  mando  del  Coronel 
Manuel  González,  después  de  haber  vencido  á  las  tropas 
del  Gobierno  en  la  acción  de  la  Polonia. 

El  Presidente,  viéndose  sin  recursos  suficientes  para 
hacer  frente  á  la  tempestad  que  lo  amenazaba  por  el  Nor- 
te, al  tener  noticia  de  que  las  fuerzas  del  General  H  erran 
habían  obtenido  triunfos  en  el  Cauca,  resolvió  retirarse 
hacía  el  sur  en  busca  de  auxilios.  En  aquella  época,  cuaji- 
do  aún  no  se  había  inventado  el  telégrafo  eléctrico,  el  Go- 
bierno estaba  realmente  á  oscuras  de  lo  que  sucedía  en 
lejanas  provincias,  y  veíase  entonces  en  la  necesidad  de  ir 
personalmente  á  averiguarlo. 

El  señor  Márquez  resolvió,  pues,  como  un  medio  de 


DEL  GENERAL  JOAQUÍNT  AGOSTA  375 

salvar  el  Gobierno  legitimo  de  caer  en  manos  de  los  re- 
volucionarios, ponerse  á  cubierto  de  ese  peligro,  y  el  lo  de 
Octubre  salió  de  Bogotá  con  un  corto  séquito,  y  dejó  el 
Poder  Ejecutivo  en  manos  del  Vicepresidente,  General 
Caicedo. 

Los  señores  Cuervos,  que  tantas  veces  hemos  citado, 
dicen  (fundándose  en  documentos  fidedignos)  lo  siguien- 
te: (I) 

cEn  la  capital  no  había  sino  veinticinco  veteranos;  los 
revolucionarios  consideraban  seguro  é  inmediato  su  triun- 
fo, se  desvergonzaban  en  los  impresos,  pedían  cabezas  por 
las  calles  y  pretendían  que  se  les  entregara  el  mando.  En 
esto  llega  el  Coronel  Juan  José  Neira,  valiente  procer  de 
la  Independencia,  con  seis  húsares,  amilana  con  sus  mira- 
das de  fuego  á  los  revolucionarios  que  se  pavonean  por 
las  calles,  excita  el  espíritu  público,  llama  á  las  armas,  sale 
al  encuentro  del  enemigo,  que,  lleno  de  arrogancia,  avan- 
zaba sobre  Bogotá,  y  lo  deshace  el  28  de  Octubre  en  los 
campos  de  Buenavista  (ó  Culebrera).  Por  desgracia,  heri- 
do gravemente,  no  pudo  coger  el  fruto  de  su  victoria;  el 
enemigo  logró  rehacerse  en  las  provincias  del  Norte,  reu- 
niéndose á  las  fuerzas  llaneras  de  Francisco  Farfán,  y  avan- 
zó de  nuevo  hasta  Zipaquirá.» 

Permítasenos  citar  aquí  algunos  párrafos  muy  curiosos 
de  una  obra  reciente  que  se  ha  publicado  en  la  Revista  Lu 
teratia  de  Bogotá,  escrita  por  un  testigo  ocular  de  aque- 
llos acontecimientos,  y  que  pintan  gráficamente  las  cos- 
tumbres de  aquellos  tiempos: 

€ . . . .  Nunca  se  había  producido  en  Bogotá  semejante 
exaltación  ó  fanatismo  político  como  se  viera  entonces,  y 
con  razón,  porque  la  ciudad  no  debatía  solamente  el  sos* 
tenimiento  del  gobierno  legítimo,  sino  también  la  defensa 
de  sus  propios  hogares.  Era  aquel  un  momento  solemne 


(1)  Tomo  1.*,  p.  im. 


■^«C- 


376  BIOGRAFÍA 

en  la  apática  vida  de  esta  metrópoli;  mas  como  en  todo 
evento  histórico  de  tal  naturaleza  surge  siempre  una  mu* 
jer  á  darle  animación,  aquí  se  presentó  la  señora  doña  Sil- 
veria  Espinosa  á  conmover  á  las  multitudes  con  los  pri- 
meros acentos  de  su   lira La  musa  recién  aparecida 

ofrendaba  las  primicias  de  su  numen  en  la  paráfrasis  de  un 
canto  bíblico,  en  donde  el  salmista  pide  á  Jehová  la  salva* 
ción  y  amparo  de  su  pueblo El  mismo  día  del  alboro- 
tado comienzo  de  la  ^ran  semana  (aquellos  días  se  llama- 
ron la  gran  semana),  doña  Silveria  Espinosa  en  persona 
nos  dio  á  los  adolescentes  de  la  guarnición  la  estampa  con 
el  monograma  de  Jesús,  la  cual,  á  breve  rato,  ó  casi  de  sú- 
bito, se  adoptó  como  cucarda  entre  la  tropa.  Esta  divisa, 
en  forma  circular,  llevaba  al  rededor  un  mote  que  decía: 
"  Quien  no  está  conmigo,  está  contta  mi,'*  lema  entresacado 
de  la  Santa  Escritura,  cuyo  contexto,  unido  á  la  idea  mís- 
tica del  himno  antes  citado,  y  á  la  participación  del    clero 
en  los  lances  marciales  de  actualidad,  infundió  cierto  tinte 
religioso  á  la  lucha  de  los  partidos,  cosa  en  que  ninguno 
de  ellos  pensaba,  pues  tanto  los  ministetiales  como  los  opo- 
sicionistas (que  así  se  distinguían  respectivamente  los  pro- 
sélitos y  los  adversarios  del  Gobierno)  eran  cristianos  vie- 
jos, que  no  disputaban  sobre  creencias  divinas,  sino  sobre 
opiniones  humanas.:» 

Como  los  partidarios  del  Gobierno  habían  tomado 
por  Patrono  de  su  causa  á  Jesús  Nazareno,  hiciéronle  en 
San  Agustín, — en  donde  se  conserva  una  imagen  muy  ve- 
nerada de  Nuestro  Señor  Jesucristo, — y  en  la  Catedral^ 
pomposísimas  fiestas,  y  sacaron  la  imagen  en  procesión 
vestida  de  uniforme  militar,  hasta  que  el  señor  Arzobispo 
prohibió  que  así  disfrazasen  la  santa  efigie  del  Salvador. 

La  ciudad  estaba  entre  tanto  entregada  á  la  mayor  agi- 
tación, pero  decidida  á  defenderse  de  los  facciosos,  de  ma- 
nera que  damas  y  plebeyas,  caballeros  y  artesanos,  todos 
quisieron  tomar  parte  en  los  trabajos  de  defensa,  llevando 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  377 

armas  de  los  parques,  atrincherando  la  ciudad  lo  mejor 
posible  para  recibir  al  enemigo  y  rechazarlo.  Felizmente, 
en  aquellos  momentos  de  peligro  se  tuvo  noticia  del  re- 
greso y  aproximación  del  Presidente  Márquez  con  el  Ge- 
neral Herrán,  á  la  cabeza  de  varios  batallones  que  habían 
reunido  en  el  Cauca  para  atender  á  la  defensa  de  la  capi- 
tal de  la  República,  con  lo  cual  cesó  el  peligro  inmediato 
y  la  ciudad   recuperó  su  tranquilidad. 

Desgraciadamente,  empero,  el  héreo  de  Buenavista  y 
de  otros  campos  de  batalla  en  que  había  combatido  como 
un  león  durante  toda  la  guerra  de  la  Independencia,  no  se 
curó  de  sus  heridas,  y  murió  llorado  por  toda  la  Repú- 
blica, el  7  de  Enero  de  1841. 


CAPITULO  V 

BuceaoB  po! í lieos.— Acosta  ecn prende  campafia  bajo  las  órdenes  del  Coro- 
nel Po^ada.— Opio  ion  de  éste.— Desastres  en  el  Cauca. — Sus  mofi- 
míenlos  como  jefo  militar  en  Mariquita  y  Antioquia. — Llega  á  Cali  á 
tiempo  para  tomhr  parte  f-n  la  batalla  de  la  Ohanea.^Somete  al  in- 
dio Ibitói— Lo  ascienden  á  Coronel  efectivo.— Concluida  la  guerra,  va 
como  Ministro  á  Washington. — A  su  regreso  se  encarga  de  la  cartera 
de  Relaciones  Exteriores. — El  desempeño  de  este  empleo.  -Carta  que 
le  dirige  el  General  Uerráa  al  concluir  su  período  presidencial.  ~  A  cos- 
ta resuelve  hacer  un  viuju  á  Europa.— Sus  motivos. 

1841-1845 

Como  dijimos  en  el  capítulo  anterior,  Acosta  se  halla- 
ba en  Honda  sirviendo  en  el  ejército  que  se  organizaba 
allí  contra  los  facciosos,  cuando  la  Capital  pasó  por  los  pe- 
ligros que  narramos,  y  naturalmente  sufrió  hondas  angus- 
tias al  pensar  que  allí  estaba  su  familia. 

Entre  tanto  continuaba  la  campaña  contra  los  revolu- 
cionarios del  Norte.  Herrán  y  Mosquera  los  vencieron  en 
las  acciones  de  Aratoca  (9  de  Enero),  de  Tescua  (i.^  de 


37B  BIOGRAFÍA 

Abril)  y  de  Ocaña  (9  de  Septiembre).  Con  este  último  triun- 
fo quedaron  pacificadas  las  Provincias  del  Norte  y  de  la 
costa  Atlántica,  pero  faltaban  las  del  Sur  y  del  Oeste  de  la 
República. 

De  regreso  del  Norte,  en  donde  quedó  Mosquera,  el 
General  Herrán  se  dirigió  á  Honda.  Allí  se  organizaban 
las  fuerzas  que  deberían  seguir  para  el  Sur.  Hallándolas 
preparadas,  dio  la  orden  de  que  se  pusiesen  en  marcha 
bajo  las  inmediatas  órdenes  del  entonces  Coronel  Joaquín 
Posada  Gutiérrez. 

Acosta  mandaba  el  Batallón  número  10,  compuesto  en 
gran  parte  de  reclutas  que  habían  enviado  de  las  provin- 
cias del  Norte,  y  fué  el  primero  que  por  la  montaña  del 
Quindió  se  movió  sobre  Cartago,  á  fines  del  mes  de  Fe- 
brero. El  II  de  Marzo  salió  de  Ibagué  en  calidad  de  des- 
cubierta, llevando  orden  del  General  Herrán  para  que  ejer- 
ciese el  mando  militar  en  el  Cauca  apenas  se  encontrase 
en  Cartago. 

Algunos  días  después  lo  siguió  el  Coronel  Posada  por 
el  mismo  camino,  dejando  atrás  el  grueso  del  ejército.  Hé 
aquí  lo  que  dice  este  militar  en  sus  Memorias  y  en  sus 
Apuntamientos  sobre  la  campaña  del  Sur: 

cLleno  mi  corazón  de  esperanza  y  ex(iltado  mi  patrío- 
tisipo  con  la  idea  de  ser  útil,  y  satisfecho  con  la  confianza 
que  merecía  del  Gobierno  y  del  General  en  Jefe,  (i)  Gene- 
ral Herrán,  marché  solo  con  mi  ayudante  de  campo,  el 
Teniente  Tomás  Vallarino,  en  alcance  del  Comandante 
Acosta ....  Pero  en  medio  de  la  montaña,  cuando  más 
tranquilo  caminaba,  encontré  un  posta  con  un  papel  que 
Aoosta  enviaba  al  General  Herrán,  escrito  en  la  Balsa,  en 
qu^  4aba  parte  de  que  el  día  12  de  Marzo  había  sido  com- 
pletamente  destruida  la  2.*  División  en  el  llano  de  García, 
por  el  ex~General  José  María  Obando,  con  fuerzas  consi- 


(])  Kl  cual  en  tomblén  Presidente  de  U  República  deide  el  1.*  de 
aquel  afto. 


misi 

Lbrjlde 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  379 

derables;  que  nadie  había  escapado,  perdiéndose  la  artille- 
ría y  otros  muchos  elementos  de  guerra;  que  no  se  sabía 
del  General  Borrero,  y  que  Obando  ocupaba  casi  todo  el 
Cauca,  cuyos  pueblos  estaban  sobrecogidos  de   terror,  y 

otros  pormenores  de  aquel  trágico  y  lamentable  suceso 

añadiendo  que  era  cosa  cierta  la  inmediata  venida  de  Cor- 
doba  á  Cartago,  con  una  columna  de  400  á  500  hombres; 
participaba,  sin  embargo,  que  seguía  á  paso  redoblado  para 
dicha  ciudad 

€ El  Comandante  Acosta,  como  Jefe  de  Estado 

Majror  de  la  División,  había  adelantado  muchos  pasos 
{cuando  Posada  llegó  á  Cartago)  y  me  ayudó  después  efi- 
cazmente á  continuarlos  y  multiplicarlos.  En  los  once  días 
que  duró  aquella  cruel  expectativa  (la  venida  de  Córdoba) 
no  descansábamos  un  momento,  alternándonos,  y  ni  aun 
así  podíamos  dar  evasión  á  cuanto  ocurría 

cEl  Coronel  Acosta,  añade  más  lejos,  tiene  potos  riva- 
les para  el  destino  de  Jefe  de  Estado  Mayor,  principalmen- 
te en  campaña,  porque  su  actividad  y  su  inteligencia  no 
dejan  nada  que  desear.  Mientras  estuvo  á  mi  lado,  me  fué 
de  suma  utilidad,  quitándome  el  peso  de  los  detalles  y  por- 
menores que  tanto  embarazan  y  distraen  al  que  manda, 
muchas  veces  con  daño  del  servicio.  Siempre  oí  su  opi- 
nión, porque  puede  darla;  y  por  último,  todo  su  compor- 
tamiento fué  digno  y  resuelto  en  los  mayores  conflictos.»  (2) 

Acosta  llevaba  durante  toda  aquella  campaña,  á  pesar 
de  lo  mucho  que  tenía  que  trabajar  en  ella,  un  Diario;  pero 
éste  no  se  halló  entre  sus  papeles,  y  sólo  hemos  encontra- 
do algunos  párrafos  de  él  en  las  Memorias  y  en  los  Apun^ 
tamientos  del  General  Posada. 

Al  cabo  de  once  días,  viendo  al  fin  el  General  Posada 
(entonces  Coronel)  la  imposibilidad  en  que  estaba  de  le- 
vantar fuerzas  suficientes  para  hacer  frente  á  Córdoba,  que 

(9)  ApufdamiMUM  $obre  la  empaña  del  ¿fur,  página  18. 


380  biografía 

llegaba  por  un  lado,  y  á  Óbando,  que  ya  era  dueño  de  toda 
la  provincia  del  Cauca,  resolvió  retrogradar  á  Ibagué. 

Estando  en  esta  última  ciudad,  Posada  recibió  orden 
de  pasar  á  Neiva  con  los  Batallones  números  6  y  10,  á 
marchas  forzadas,  entre  tanto  que  á  Acosta  se  le  mandó 
marchar  con  una  columna  al  norte  de  la  provincia  de  Ma- 
riquita. Con  motivo  de  aquel  movimiento,  el  Secretario  de 
Guerra  y  Marina  le  manifestó  en  una  carta,  con  fecha  25 
de  Mayo,  su  gratitud  por  la  eficacia  con  que  habia  sabido 
vencer,  como  Jefe  militar  del  Circuito  del  Norte  de  Mari- 
quita, las  dificultades  que  se  le  presentaron  á  cada  paso 
para  cumplir  las  órdenes  que  se  le  dieron.  Con  fecha  25 
de  Junio  le  transcriben  otra  nota  muy  halagüeña,  en  la 
cual  el  Poder  Ejecutivo  aplaude  la  manera  como  llegó  á 
Medellin  con  la  columna  que  mandaba,  venciendo  inmen- 
sos inconvenientes  y  sobreponiéndose  á  todo,  de  manera 
que  llegó  á  tiempo  para  asegurar  el  triunfo  de  las  armas 
del  Gobierno  contra  los  revolucionarios,  que  fueron  bati- 
dos en  Salamina  por  el  General  Enao. 

No  bien  quedó  pacificada  esa  provincia,  cuando  Acos- 
ta marchó  de  regreso  al  Cauca  con  las  armas  y  la  artillería 
que  allí  se  necesitaba,  llegando  á  Calí  el  18  de  Julio. 

El  Coronel  Joaquín  Barriga  (después  General)  se  pre- 
paraba en  aquellos  momentos  para  librar  una  batalla  con- 
tra Obando  en  persona,  de  la  cual  dependía  la  suerte  de  la 
provincia,  pero  se  encontraba  en  grandísima  inferioridad 
con  respecto  al  ejército  del  enemigo.  La  llegada  á  marchas 
forzadas  de  Acosta  conduciendo  la  artillería  de  la  2.*  Divi- 
sión, llenó  de  entusiasmo  á  las  tropas  del  Gobierno,  las 
cuales  fueron  debidamente  situadas  en  puntos  ventajosos 
en  las  inmediaciones  de  la  población  y  en  un  callejón  que 
se  llama  la  Chanca,  Obando  avanzaba  con  dos  mil  hom- 
bres de  todas  armas;  y  pensaba  derrotar  fácilmente  á  Ba- 
rriga, el  cual  no  sabía  que  hubiese  recibido  refuerzos. 

La   batalla  se  empeñó  no  bien  el  enemigo  empezó  á 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACOSTA  38 1 

acercarse  al  callcjóiT.  Sorprendido  por  fuegos  que  no  espe- 
raba recibir,  la  vanguardia  de  Obando  primero,  y  después 
la  caballería,  se  declararon  en  derrota,  de  manera  que  el 
triunfo  de  las  tropas  del  Gobierno  fué  poco  sangriento  y 
muy  satisfactorio.  Obando,  sin  embargo,  logró  escapar 
con  algunos  de  sus  oficiales.  Barriga  se  hizo  dueño  de  to- 
das las  armas,  caballos,  bagajes  de  los  enemigos,  y  además 
tomó  setecientos  prisioneros,  los  cuales  fueron  presentados 
al  General  Mosquera  dos  horas  después  del  combate,  cuan- 
do llegó  apresuradamente  de  Caitago  en  auxilio  de  Barriga. 
A  pesar  de  que  Obando  huyó  hasta  Pasto  y  de  allí  si- 
guió por  Mocoa  con  dirección  al  Perú,  aún  había  dejado 
algunas  guerrillas  que  combatían  en  su  favor.  Éstas,  so 
pretexto  de  guerra  política,  cometían  horribles  depredacio- 
nes, y  los  pueblos  inermes  no  cesaban  de  quejarse  de  ellas, 
hasta  que,  viéndose  apretadas  por  las  tropas  del  Gobierno, 
resolvieron  acogerse  á  un  indulto  ique  había  promulgado 
éste.  Sin  embargo,  ya  el  General  Mosquera  había  mandado 
fusilar  á  los  jefes  más  importantes  de  la  insurrección  qtie 
cayeron  en  sus  manos  y  no  habían  querido  rendirse  á 
tiempo. 

Concluida  la  guerra  en  el  valle  del  Cauca,  el  Poder  Eje- 
cutivo volvió  los  ojos  hacia  algunos  indígenas,  partidarios 
del  General  Obando,  que  continuaban  alzados.  Con  fecha 
9  de  Noviembre  de  escaño  encontramos  una  nota  del  Jefe 
de  la  División  de  Reserva,  en  la  cual  dispone  que  el  Coro- 
nel (graduado  después  de  la  acción  de  la  Chanca)  Joaquín 
Acosta  se  mueva  con  una  columna  á  sus  órdenes  á  atacar 
y  batir  al  indio  Ibitó,  que  hacía  grandes  daños  en  el  Can- 
tón de  la  Plata. 

Acosta  se  puso  en  marcha  inmediatamente  y  muy  en 
breve  logró  someter  aquellos  indios;  los  jefes  de  éstos  se 
acogieron  al  indulto,  y  el  territorio  quedó  pacificado. 
Aún  estaba  en  Tiett a  Adentro  (como  llaman  los  cerros 
que   habitan  aquellos  indios),  cuando  Acosta  recibió  un 


382  BiOGfiAFÍA 

oficio  del  Secretario  de  lo  Interior  y  Relaciones  Exteriores 
(don  Mariano  Ospina)  en  el  cual  le  ordenaba  que  procura- 
se estudiar  aquello^  terrenos,  los  cuales  rara  vez  visitaban 
los  blancos,  y  que  procurase  darse  cuenta  de  los  mejores 
lugares  que  podrían  convenir  para  abrir  caminos  y  comu- 
nicaciones entre  Popayán  y  el  cantón  de  la  Plata. 

Después  de  hal^r  cumplido  todas  aquellas  comisiones, 
Acosta  regresó  á  Bogotá  después  de  un  año  de  campaña  y 
continuo  trasegar  por  los  climas  más  diversos,  de  haber 
recorrido  media  República  y  de  ha'  er  servido  fiel  y  abne- 
gadamente al  Gobierno  legítimo. 

El  Congreso  de  1842  aprobó  el  nombramiento  de  Co- 
ronel efectivo  que  el  Poder  Ejecutivo  había  hecho  en  Acos 
ta  como  premio  de  su  comportamiento  durante  la  revolu- 
ción, y  los  servicios  que  había  hecho  á  su  patria.  En  aque- 
lla época  los  ascensos  no  se  hacían  sino  cuando  los  servi- 
cios de  los  militares  eran  importantes  y  después  de  mu- 
chas campañas. 

No  bien  hubo  regresado  al  seno  de  su  familia,  cuando 
el  Poder  Ejecutivo  tuvo  á  bien  nombrarle  Ministro  en 
Washington. 

El  Gobierno  de  Nueva  Granada  necesitaba  mandar 
con  urgencia  un  Enviado  Diplomático  que  estuviese  al 
corriente  de  los  últimos  acontecimientos  ocurridos  en  la 
República,  para  borrar  la  mala  impresión  que  ambos  paí- 
ses habían  recibido  con  la  conducta  del  Encargado  de  Ne- 
gocios de  los  Estados  Unidos,  Mr.  |.  Semple.  Este  había 
tenido  por  conveniente  reñir  con  el  Poder  Ejecutivo  neo- 
granadino,  pedir  sus  pasaportes  con  arrogancia  inusitada, 
ofreciendo  no  volver  á  comunicarse  con  el  Gobierno  de 
la  República  cerca  de  la  cual  hacía  algunos  años  que  esta- 
ba acreditado. 

La  misión  de  Acosta  consistía  en  dar  las  explicaciones 
del  caso  y  pedir  que  se  enviase  un  ministro  más  cortés  y 
más  grato  para  la  República  Granadina. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  383 

Además,  como  lo  expresa  el  mismo  Acosta,  al  año  si- 
guiente, siendo  Ministro  de  Relaciones  Exteriores,  debería 
celebrar  un  tratado  de  amistad,  comercio  y  navegación 
con  los  Estados  Unidos.  Pero  éste  no  pudo  concluirse, 
porque  aquel  Gobierno  prescribía  como  condición  indis- 
pensable la  abolición  de  toda  especie  de  derechos  dife- 
renciales sin  ninguna  compensación  efectiva. 

«Salí  de  Bogotá  hacia  ñnes  de  Abril  de  este  año,  y 
«después  de  un  viaje  dilatado  (escribe  Acosta  con  fecha 
23  de  Junio,  á  su  Gobierno)  por  la  falta  de  comunicacio- 
nes inmediatas  de  los  puertos  en  las  Antillas  en  que  me 
vi  obligado  á  tocar,  con  los  de  esta  República,  llegué  á 
Chárleston  el  día  ii  del  presente.  Al  siguiente  me  puse 
en  camino,  y  el  día  i6  pude  ya  dirigirme  desde  esta  capi- 
tal (Washington)  al  Secretario  de  Estado,  que  es  al  mismo 
tiempo  Jefe  del  Gabinete  y  el  encargado  de  las  Relaciones 
Exteriores,  pidiéndole  me  designase  un  día  para  presen- 
tar mis  credenciales,  etc.9 

Mr.  Webster  se  manifestó  muy  bien  inspirado  con  res- 
pecto á  Nueva  Granada,  y  le  anunció  que  ya  se  había 
nombrado  otro  ministro,  que  partió  quince  días  después. 
Dijole  que  sus  muchas  ocupaciones  en  aquellos  momentos 
le  impedían  ocuparse  del  asunto  de  Mr.  Semple,  pero  que 
tuviera  por  entendido  que  los  Estados  Unidos  querían 
conservar  relaciones  amistosas  con  la  Nueva  Granada. 

Entre  tanto  que  se  desocupaba  el  Ministro,  y  podía 
atenderle,  Acosta  se  hacía  presentar  en  la  culta  sociedad 
de  Washington  y  Nueva  York. 

Entre  las  muchas  cartas  de  recomendación  que  lleva- 
ba Acosta,  transcribiremos  la  siguiente  por  estar  dirigida  á 
Enrique  Clay,  uno  de  los  hombres  más  importantes  de  la 
República  Norteamericana,  (i)  por  un  patriota  de  la  gran 
Colombia,  como  lo  fué  don  Pedro  Gual. 


( l)  Bate  hombre  de  estado  americano  nació  en  Virginia  en  1777.  Dea- 


384  BIOGRAFÍA 

"  Honorable  BoriqueClay,  etc.,  etc.,  etc. 

cMi  muy  estimado  señor: 

<iMe  tomo  la  libertad  de  introducir  al  conocimiento  de 
usted  al  señor  Coronel  Acosta,  que  va  á  partir  de  aquí  ma- 
ñana para  Washington.  Este  caballero  es  un  patriota  dis- 
tinguido y  un  buen  ciudadano  de  esta  Repúblicaí  muy  dig- 
no por  sus  conocimientos  y  servicios  del  aprecio  y  consi- 
deración pública.  Por  cualquiera  atención  y  buenos  oficios 
que  usted  tenga  la  bondad  de  dispensarle  durante  su  resi- 
dencia en  esos  Estados  Unidos,  le  quedará  siempre  muy 
reconocido  su  antiguo  amigo  y  obediente  servidor, 

cP.  GUAL. 

«Bogotá,  Abril  12  de  1842.1» 

En  Washington  fué  recibido  con  señalado  aprecio  por 
el  Presidente  Juan  Tyier,  (i)  y  tuvo  amistad  con  el  Mi- 
nistro de  Relaciones  Exteriores,  señor  Daniel  Webster, 
uno  de  los  ciudadanos  más  notables  de  su  patria.  (2) 

pues  de  una  educación  iocomp?eta  7  una  juventud  laboriosa»  se  recibió 
como  abogado  á  los  veinte  afios.  7  te  distinguió  en  su  profesión  tanto,  que 
el  Estado  de  Kentuck7  lo  envió  á  Washington  como  Senador.  En  1811 
ocupó  la  Presidencia  del  Congreso,  7  desde  1812  se  ocupó  activamente  en 
proteger  la  independencia  de  las  colonias  espafiolas.  Como  Ministro  de 
los  Estados  Unidos  en  Europa,  llamó  la  atención;  como  miembro  del  Gk>- 
bierno  del  Presidente  Adams  siempre  se  distinguió  por  sus  esfuerzos  en 
favor  de  las  repúblicas  americanas  7  la  emancipación  completa  de  los  es- 
clavos. Su  memoria  es  particularmente  venerada  en  su  patria. 

(1)  Nacido  en  Virginia  en  1790.  Hijo  de  un  rico  propietario,  recibió 
una  excelente  educación,  7  en  br^ve  se  distinguió  como  hombre  político. 
Fué  primero  Representante,  Be  lador,  Gobernador  7  Vicepresidente,  7 
por  último  Presidente  en  lfcf4].  Durante  su  periodo  anexó  á  Texas,  lovra 
7  Florida,  7  al  concluir  su  magistratura  se  retiró  á  la  vida  privada.  Mu- 
rió en  1862. 

(2)  Había  nacido  en  1782,  en  pobre  cuna;  pero  sus  cualidades  lo  hicie- 
ron tan  populur,  que  obtuvo  todos  los  más  altos  puestos  públicos  de  su 
patria,  palvo  la  Presidencia.  Fué  varias  veces  Ministro  de  Estado.  Dea- 
aprobó  las  anexiones  7  las  guerras  con  las  Repúblicas  vecina?,  7  procuró 
proteger  á  los  sudamericanos. 


DBL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  385 

Como  Acosta  hablaba  corrientemente  la  lengua  ingle- 
sa, y  estaba  al  cabo  de  todas  las  cuestiones  políticas  y  lite- 
rarias del  mundo  civilizado,  podía  siempre  tomar  parte  en 
las  conversaciones,  y  por  consiguiente  era  muy  apreciado 
en  toda  sociedad  que  frecuentase. 

Entre  los  muchos  asuntos  que  embargaban  la  atención 
del  Gobierno  de  los  Estados  Unidos,  estaban  las  disputas 
que  tenían  con  México,  disputas  que  tenían  irritados  los 
espíritus  en  uno  y  otro  país. 

No  se  vio  con  el  Presidente  de  los  Estados  Unidos 
hasta  fines  de  Julio.  Este  le  recibió  con  mucha  afabilidad 
y  cordialidad,  como  arriba  dijimos,  pero  no  por  eso  el  Po- 
der Ejecutivo,  ó  más  bien  el  Ministro  de  Estado  y  Rela- 
ciones Exteriores,  se  ocupaba  del  asunto  que  había  lleva- 
do á  Acosta  á  los  Estados  Unidos.  Su  Gobierno  le  había 
señalado  término  fijo  para  que  despachase  ese  negocio,  de 
manera  que  se  habían  pasado  los  seis  meses  fijados,  y  aún 
no  había  podido  tener  conferencia  ninguna  con  el  Minis- 
tro del  ramo.  Entre  tanto,  supo  que  Mr.  Webster  debe- 
ría ausentarse  por  dos  meses,  durante  los  cuales  no  se 
ocuparía  de  política.  Pidióle  licencia  para  ir  á  verle  en 
Boston,  y  así  lo  hizo,  pero  nada  obtuvo  de  la  conferencia 
que  con  él  tuvo,  porque  le  dijo  que  no  había  tenido  tiem- 
po de  estudiar  el  asunto.  Acosta  entonces  resolvió  regre- 
sar á  su  patria  á  dar  cuenta  de  su  misión,  llegando  á  Bo- 
gotá al  empezar  el  año  de  1843. 

La  República  estaba  en  completa  paz,  pero  el  malestar 
que  queda  en  un  país  que  se  ha  visto  desgarrado  por  una 
revolución  que  duró  dos  años,  no  había  pasado  todavía,  y 
los  rencores,  la  miseria,  los  cambios  de  fortuna  que  pro- 
ducen los  trastornos  políticos,  tenía  á  todos  los  ciudada- 
nos en  un  estado  de  agitación  que  no  les  permitía  em- 
prender aquellos  negocios,  esas  industrias  que  forman  la 
riqueza  verdadera  de  una  nación.  La  famosa  quiebra  de 
un  audaz   negociante   (Landínez)  que  arruinó  á  muchos 

BIOOBAVIA  80 


386  BIOGRAFÜ 

hombres  antes  acaudalados  y  á  gran  número  de  personas 
que  habían  especulado  con  él,  produjo  en  Bogotá  un  ver- 
dadero estupor  y  quebró  en  su  raíz  muchas  industrias  qu:» 
procuraban  levantarse  sobre  las  ruinas  de  las  que  habian 
claudicado  en  años  pasados. 

Desde  Noviembre  de  1842  los  restos  del  Libertador  ha- 
bían sido  devueltos  á  Caracas,  su  patria.  Esta,  que  vivo  lo 
había  proscrito,  muerto  olvidaba  la  ingratitud  que  usó  con 
él  para  reclamar  sus  cenizas.  Una  reacción  marcada  en  fa- 
vor de  Bolívar  se  notaba  en  toda  la  antigua  Colombia,  y 
ya  no  se  atrevía  nadie  á  proferir  improperios  contra  él;  la 
'  posteridad  empezaba  para  el  Libertador,  y  ésta  era  más 
justa  que  sus  contemporáneos. 

El  último  día  de  aquel  mismo  mes  habían  fusilado  en 
la  plaza  mayor — llamada  de  Bolívar— de  Bogotá  al  que  in- 
directamente clavó  el  puñal  en  el  corazón  del  Libertador 
y  lo  condujo  á  una  muerte  prematura,  al  mismo  tiempo 
que  asesinó  al  Mariscal  Sucre;  pues  Bolívar  empezó  á  ago- 
nizar desde  el  momento  en  que  tuvo  noticia  del  asesinato 
del  vencedor  de  Ayacucho.  Se  entiende  que  nos  referimos 
al  fusilamiento  de  Apolinar  Morillo,  el  reo  convicto  y  con- 
feso del  asesinato  de  Sucre,  según  dijo,  á  instigación  del 
General  Obando,  el  cual,  á  su  turno,  obedecía  á  los  man- 
datos del  comité  liberal  de  Bogotá. 

En  la  misma  semana  en  que  el  desventurado  Morillo 
pagaba  su  crimen  en  el  cadalso,  tuvo  lugar  en  Bogotá  la 
primera  Exposición  industrial  que  allí  se  vio. 

Bajo  la  administracióa  Herránse  hicieron  grandísimos 
esfuerzos  para  mejorar  la  instrucción  pública,  de  manera 
que  á  principios  de  1^843  ^^  fundaron  en  las  provincias  es- 
cuelas normales;  se  aumentaron  las  de  primeras  letras;  se 
reformaron  y  reglamentaron  las  enseñanzas  de  jurispru- 
dencia y  medicina,  y  se  expidieron  decretos  para  fundar 
cátedras  de  ciencias  que  antes  no  se  habían  enseñado  en 
el  país.  Acosta  había  vuelto  á  ocupar  su  puesto  en  el  Con- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  387 

greso.  Este,  el  de  1843,  reformó  la  Constitución  de  1832, 
que  hasta  entonces  había  regido;  con  esto  hiciéronle  nota- 
bles mejoras,  según  unos,  cometieron  enormes  errores, 
según  otros. 

Con  la  nueva  Constitución  el  Poder  Ejecutivo  gozaba 
de  facultades  tales,  que  hubiera  podido  gobernar  con  per- 
fección si  sus  representantes  eran  buenos  y  perspicaces,  é 
inicuamente  si  los  que  tenían  en  sus  manos  las  riendas  del 
poder  eran  malos  ó  carecían  de  prudencia. 

Antes  de  que  regresase  Acosta  de  los  Estados  Unidos, 
y  fundándose  en  una  ley  expedida  por  el  Congreso  de 
1842,  el  Poder  Ejecutivo  (influido  por  el  Secretario  don 
Mariano  Ospina,  por  el  señor  Arzobispo,  el  Ilustrísimo 
Manuel  José  de  Mosquera,  y  por  el  General  Mosquera 
(entonces  ultra-conservador),  mandó  llevar  á  la  Repú- 
blica miembros  de  la  Compañía  de  Jesús,  con  el  objeto 
particularmente  de  que  sirvieran  las  misiones  de  los  indios 
salvajes  del  Darién,  los  Andaquíes  y  los  llanos  de  Casanare. 

Era  aquella  la  época  en  que  más  guerra  se  hacia  á  la 
Compañía  de  Jesús  en  Europa,  y  cuando  la  juventud  bo- 
gotana devoraba  las  novelas  de  Eugenio  Sue  y  otras  que 
atacaban  á  los  discípulos  de  San  Ignacio;  por  ese  motivo 
el  doctor  Cuervo,  don  José  Eusebio  Caro,  Joaquín  Acosta 
y  otros,  pensaban  que  la  llevada  de  los  jesuítas  era  inopor- 
tuna en  aquellos  momentos,  no  porque  estuvieran  en  con- 
tra de  la  Compañía,  sino  porque  aquello  daría  pábulo  á  las 
pasiones  de  los  enemigos.  Efectivamente,  así  sucedió:  una 
espantosa  grita  del  partido  liberal  se  levantó  contra  ella, 
grita  que  no  cesó  hasta  que  durante  la  administración  Ló- 
pez—cinco años  después — logró  al  fin  expulsarla  del  país 
con  inaudita  crueldad  y  barbarie. 

El  2  de  Octubie  de  aquel  año  de  1843  Acosta  renuncia 
á  los  empleos  provinciales  que  desempeñaba  gratuitamen- 
te, y  acepta  un  puesto  en  la  Admmistración  del  General 
Herrán,  como  Ministro  de  Relaciones  Exteriores,  destino 


388  BIOGRAFÍA 

que  conservó  hasta  Marzo  de  1845,  cuando  claudicó  la 
Presidencia  del  señor  Herrán. 

Durante  ese  tiempo  el  Ministro  de  Relaciones  Exterio- 
res celebró  varios  tratados  importantes  con  Venezuela  (i) 
y  otras  potencias;  llevó  á  cabo  una  convención  postal  muy 
útil  con  Francia;  auxilió  con  sus  luces  y  anteriores  estu* 
dios  al  Secretario,  don  Mariano  Ospina,  en  el  plan  de  es- 
tudios universitarios  que  entonces  se  expidió,  plan  que  se 
consideraba  entonces  demasiado  rígido,  pero  que  la  prácti- 
ca probó  que  era  muy  provechoso,  porque  entonces  se  edu- 
caron muchos  jóvenes  que  después  han  sido  hombres  úti- 
lísimos en  todos  los  ramos  de  los  conocimientos  humanos. 

La  casa  de  Acosta  era  el  centro  en  que  semanalmente 
se  reunían  los  diplomáticos  extranjeros  y  los  miembros 
del  Poder  Ejecutivo,  conservando  así  las  buenas  relacio- 
nes sociales  con  decoro  entre  unos  y  otros,  y  con  ello 
ofrecía  hospitalidad  culta  y  agradable  á  los  extranjeros,  á 
quienes  les  proporcionaba  ratos  de  solaz,  rodeados  por  la 
mejor  sociedad  de  la  capital  de  la  República,  tanto  mas- 
culina como  femenina.  cEste  es  un  deber,  decía  Acosta, 
de  todo  Secretario  de  Relaciones  Exteriores  que  compren- 
de su  posición  en  el  Gobierno  de  su  patria.» 

En  aquellos  recibos,  que  nada  tenían  de  ostentosos,  se 
respiraba  una  atmósfera  de  cordialidad,  de  buen  gusto  y 
de  compostura,  que  daba  muy  buena  idea  de  la  sociedad 
bogotana  de  aquella  época.  Allí  tocaban  y  cantaban  las 
señoritas,  si  no  con  la  perfección  que  lo  hacen  hoy  las  hi- 

(1)  Según  lo  dUimtmente  publicado  en  los  Analet  Diplomdtieoa  y  Con- 
mtlarei  d»  Colombia,  los  trabajos  de  Acosta  en  los  asuntos  de  límites  con 
Venezuela  son  en  extremo  importantes,  de  manera  que,  dice  el  actual  Mi- 
nistro de  Reiaciones  Exteriores,  doctor  A.  J.  üribe,  *'  si  no  dejó  resuelto 
desde  entonces  el  asunto,  s!  lo  definió  en  todas  sus  partes  con  una  clari- 
dad absoluta  y  con  tanta  abundancia  de  pruebas  y  razones,  que  sobre 
ellas  había  de  fundarse  más  tarde  la  defensa  de  los  derechos  de  Colombia." 

(Véase  Analu  Diplomáíióoi  y  Contularei  de  Colombia,  bajo  la  dirección 
de  A.  J.  Uribe,  Diciembre  de  1900,  tomo  1.%  página  84). 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  389 

jas  y  las  nietas  de  aquellas  mismas,  á  lo  menos  procura- 
ban imitar  en  lo  posible  las  lecciones  que  algunas  de  ellas 
habían  aprendido  en  el  Extranjero;  allí  se  bailaba  alegre- 
mente, se  conversaba,  se  recibían  noticias  políticas  de  otros 
países,  y  los  que  deseaban  imponerse  mejor  de  ellas  po- 
dían recorrer  los  periódicos  extranjeros,  los  libros  euro- 
peos más  recientes  que  Acosta  pedía  con  ese  objeto,  y  que 
cubrían  las  mesas  de  su  estudio  y  los  anaqueles  de  su  bi- 
blioteca. Además,  poseía  un  pequeño  museo  de  obras  na- 
cionales y  de  la  época  pre-colombina,  y  una  colección  de 
medallas  americanas  y  europeas  y  muestras  de  fósiles  ame- 
ricanos, de  mineralogía  y  de  plantas  disecadas  suñcientcs 
para  contentar  la  curiosidad  de  los  amantes  de  aquellas 
cosas. 

El  Ministro  de  Francia  en  Bogotá  era  entonces  un 
hombre  muy  notable,  el  Marqués  De  Lisie,  el  cual  había 
reemplazado  al  Barón  Gros,  ambos  personas  que  después 
desempeñaron  altos  destinos  en  la  carrera  diplomática. 
Por  medio  de  este  Ministro  (De  Lisie)  había  enviado  el 
Gobierno  francés  una  comisión  científica  al  istmo  de  Pa- 
namá  para  que  lo  explorase,  con  la  mira  de  abrir  el  canal. 
Al  mismo  tiempo  el  Gobierno  de  Nueva  Granada  mante- 
nía un  Agente  diplomático  en  Londres  para  que  trabajase 
en  el  mismo  sentido  en  la  Gran  Bretaña  y  en  las  demás 
potencias  marítimas  de  Europa. 

El  tratado  comercial  que  no  había  podido  ajustar  el 
mismo  Acosta  como  Agente  diplomático  en  los  Estados 
Unidos,  lo  llevó  á  cabo  en  su  calidad  de  Ministro  de  Re- 
laciones Exteriores,  «con  lo  cual,  dice  en  su  Memoria  al 
Congreso  de  1845,  se  afianzará  al  fin  un  pacto  solemne 
con  la  primera  República  de  nuestro  continenlo 

Acosta  no  desempeñó  su  empleo  de  Ministro  de  Rela- 
ciones Exteriores  sino  diez  y  ocho  meses,  al  cabo  de  los 
cuales  terminó  la  Presidencia  del  General  Herrán. 

En  vísperas  ya  de  concluir  éste,  Acosta  se  separó  de  la 


390  biografía 

Secretaría.  Con  ese  motivo  recibió  la  siguiente  comunica- 
,ción,  que  transcribimos  in  extenso: 

€EL  PRESIDENTE  DE  LA  REPÚBLICA 

al  konofahle  señor  Coronel  Joaquín  Acesia,  Secretario  de  la 
República  en  el  Despacho  de  Relaciones  Exieriofes. 

"  Bogotá.  18  de  Marzo  de  1845. 

cAnles  de  que  termine  el  período  de  mi  mando,  debo 
manifestar  á  los  señores  Secretarios  de  Estado  el  aprecio 
que  merecen  los  servicios  que  han  prestado  á  la  patria  en 
el  tiempo  de  mi  Administración,  y  es  con  este  objeto  que 
me  dirijo  á  usted. 

«En  el  momento  de  posesionarme  del  destino  de  Pre- 
sidente ocupé  á  usted  en  la  comisión  militar  más  delicada 
que  en  aquellos  momentos  se  me  presentaba,  y  de  la  cual 
pendía  la  seguridad  de  la  provincia  de  Bogotá;  la  desem- 
peñó usted  tan  ventajosamente,  que  supliendo  la  falta  de 
instrucciones  en  lo  que  yo  no  le  había  prevenido  expresa- 
mente, tanto  por  la  confianza  que  tenía  en  usted,  como  por 
la  premura  con  que  lo  despaché,  obró  usted  conforme  á 
mis  deseos,  marchando  rápidamente  á  la  provincia  de  An- 
tioquia  para  asegurar  en  ella  los  resultados  que  se  obtu- 
vieron con  el  triunfo  de  Salamina,  y  pasando  sin  demora 
á  contribuir  de  un  modo  sustancial  al  triunfo  de  la  Chanca. 

«Concluida  que  fué  la  última  campaña  del  Sur,  obtuvo 
usted  del  Vicepresidente  de  la  República,  encargado  del 
Poder  Ejecutivo,  una  misión  diplomática  de  carácter  ur- 
gente cerca  de  los  Estados  Unidos,  en  cuyo  desempeño 
llenó  usted  perfectamente  los  deseos  del  Gobierno,  libran- 
do á  la  República  de  una  cuestión  desagradable,  y  regre- 
sando con  inesperada  presteza  á  ocupar  el  asiento  que  tem- 
poralmente había  dejado  usted  en  la  Cámara  de  Represen- 
tantes. 

«Fué  después  de  estos  servicios  importantes  prestados 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACOSTÁ  39I 

bajo  mi  Administración  que  nombré  á  usted  Secretario  de 
Relaciones  Exteriores,  correspondiendo  en  este  destino  á 
mi  conñanza  del  modo  más  satisfactorio.  Por  medio  de 
usted  he  logrado  mejorar  las  relaciones  que  existían  con 
los  Gobiernos  amigos.  Además  de  esto,  ha  defendido  us- 
ted en  todas  las  cuestiones  internacionales  que  se  han  ocu- 
rrido, los  intereses  de  Nueva  Granada  de  un  modo  tan 
provechoso  á  la  Nación,  que  siempre  le  hará  honor,  de- 
biendo quedarle  la  satisfacción  de  que  en  tantas  negocia- 
ciones como  han  ocurrido  en  su  tiempo,  ningún  grava- 
men injusto  queda  impuesto  á  Nueva  Granada,  y  yo 
dejo  con  gusto  mi  nombre  asociado  á  los  negocios  inter- 
nacionales que  usted  ha  manejado,  porque  en  toda  época 
se  reconocerá  el  patriotismo  que  ha  guiado  á  la  Adminis- 
tración. 

«Además  de  haber  sido  usted  el  fundador  de  la  Secreta- 
ría de  Relaciones  Exteriores,  ha  tenido  también  á  su  car- 
go en  dos  distintas  ocasiones  la  Secretaria  de  Hacienda  y 
la  de  Guerra,  en  cuyo  despacho  provisional  manifestó  el 
mismo  interés  que  en  su  propia  Secretaría. 

«Reciba  usted  la  expresión  de  mi  reconocimiento,  sir- 
viéndose igualmente  aceptar  el  distinguido  aprecio  con  que 
soy  su  muy  atento  y  obsecuente  servidor, 

<P.  A.  H ERRAN.» 

Para  reemplazar  al  General  Hcrrán  en  la  Presidencia 
habíanse  presentado  tres  candidatos:  el  General  Tomás  C. 
de  Mosquera,  el  General  Eusebio  Borrero  y  el  dofctor  Ru- 
fino Cuervo.  Obtuvo  la  mayoría  de  los  votos  el  primero; 
éste  no  era  el  candidato  de  Acosta,  lo  conocía  demasiado 
y  creía  que  su  carácter  sería  fatal  para  el  país,  el  cual  ne- 
cesitaba un  gobierno  tranquilo,  sensato,  y  sobre  todo  alta- 
mente pacífico;  temía  el  espíritu  de  aventura  que  distin- 
guía á  Mosquera,  y  desconfiaba  hondamente  de  sus  actos. 
Con  ese  motivo  resolvió  abandonar  el  país  por  algunos 


39^  BIOGRAFÍA 

años;  además,  tenia  otros  motivos  poderosos  para  hacerlo. 
En  primer  lugar,  hacia  algunos  años  que  se  ocupaba  asi- 
duamente en  reunir  libros  y  documentos  antiguos  acerca 
de  la  historia  patria,  con  intención  de  escribir  una  historia 
extensa,  seria,  imparcial  y  concienzuda  de  Nueva  Gra- 
nada.  Esta  debería  arrancar  desde  la  época  del  descubri- 
miento y  conquista  de  este  pais  por  los  españoles,  y,  des- 
pués de  estudiar  los  tiempos  de  la  colonia,  llegar  hasta  la 
época  moderna.  Semejante  empresa  no  podía  llevarse  á 
cabo  con  serenidad,  en  medio  de  las  luchas  de  la  política 
y  de  las  muchas  atenciones  que  tenía  sobre  si;  por  otra 
parte,  sólo  en  Europa,  y  sobre  todo  en  España,  podría  en- 
contrar los  datos  suficientes  que  necesitaba.  Fuera  de  éste, 
otros  motivos  lo  llevaban  á  Europa,  á  saber:  dar  una  edu- 
cación sólida  á  su  hija  única,  en  la  cual  había  puesto  todo 
su  cariño,  y  al  mismo  tiempo  prop\)rcionar  á  su  esposa  la 
satisfacción  de  volver  á  ver  á  su  madre  y  al  resto  de  su  fa- 
milia, de  quienes  hacía  trece  años  que  estaba  separada. 

Una  vez  que  tomó  aquella  determinación,  Acosta  se 
ocupó  activamente  en  ponerla  por  obra;  arregló  sus  inte- 
reses de  manera  que  pudiese  recibir  fácilmente  en  Europa 
las  modestas  rentas  que  provenían  de  su  herencia  paterna; 
pidió  licencia  para  ausentarse  del  servicio  militar  durante 
dos  años,  y  el  15  de  Abril  de  aquel  año  de  1845  se  puso 
en  marcha  para  la  Costa  con  su  familia. 


CUARTA   PARTE 


CAPITULO  I 

• 

Viaje  á  Europa.  ~  Carta  del  Gkneral  Mosquera. —La  familia  de  Acoeta  te 
queda  en  Hallfax.^Acosta  llega  á  París.— Viaje  al  sur  de  Francia.  — 
Kavegación  di  RóJano.  —  Arles.  —  Marsella.—  Roquefavour.—  Se 
embarca  para  Espafia.—  Pasajeros,— Pasaje.— Barcelona.— Bibliote- 
ca.—ArchÍTo.— El  sefior  Roca.— Torres  y  Miralda.— Pareci6!e  el  pue- 
blo espafiol  más  culto  que  el  francés.- Valencia.— Sir  John  Domej 
Harding.- La  Huerta  de  Valencia.— Murviedro.— Sagunto.— Fábrica 
de  azulejos.— Aspecto  risuefio  do  Valencia. 


1845 


Al  tiempo  de  salir  de  Bogotá,  Acosta  recibió  la  siguien- 
te carta  de  recomendación  que  le  envió  el  Presidente 
Mosquera: 

*'  Para  el  Excelentisimo  sefior  Presidente  de  los  Estados  Unidos. 
"  Excelentísimo  sefior: 

cUno  de  mis  primeros  pasos  al  posesionarme  del  Po- 
der Ejecutivo  de  esta  República,  como  su  Presidente  cons- 
titucionalmenté  electo,  ha  sido  el  de  participar  á  V.  E.  mi 
advenimiento  á  tan  alta  magistratura,  por  medio  de  una 


394  biografía  ' 

carta  de  Cancillería  que  será  puesta  en  manos  de  V.  E. 
por  el  señor  Coronel  Joaquín  Acosta. 

cEste  distinguido  compatriota  mío  ha  sido  por  bastan- 
te tiempo,  cíjmo  V.  E.  lo  sabe,  Secretario  de  Relaciones 
Exteriores  de  Nueva  Granada, y  en  una  época  no  muy  dis- 
tante tuvo  el  honor  de  representar  en  Washington  á  dicha 
República.  Estas  circunstancias,  y  el  respetable  carácter 
personal  del  señor  Acosta,  lo  hacen  digno  de  un  aprecio 
general  y  me  autorizan  á  mí  para  recomendárselo  á  la  con- 
sideración de  V.  E. 

«Aprovechóla  oportunidad  que  con  tal  motivo  se  me 
presenta  para  ofrecer  á  V.  E.  las  seguridades  de  la  muy  dis- 
tinguida estimación  que  le  profesa 

«T.  C.  DE  Mosquera. 
«Palacio  de  Gobierno  de  Bogotá,  14  de  Abril  de  1845.» 

Acosta,  sin  embargo,  no  presentó  aquella  carta  de  re- 
comendación personal;  no  estuvo  en  Washington,  sino 
que  pasó  unos  pocos  días  en  Nueva  Yoik,  y  de  allí  pasó  á 
Halifax — Nueva  Escocia — en  donde  dejó  á  su  esposa  con 
su  madre,  la  señora  Kemble,  y  á  su  hija,  perfeccionándose 
en  la  lengua  inglesa,  de  la  cual  ya  tenía  gigunas  nociones. 

Entre  tanto  que  su  familia  permanecía  un  año  en  Ha- 
lifax, Acosta  partió  para  Francia.  En  París  buscó  á  algu- 
nos de  sus  amigos  que  cerca  de  veinte  años  antes  le  ha- 
bían dispensado  su  amistad.  Muchos  de  estos  habían  muer- 
to, como  el  General  Lafayette,  etc.,  otros  se  habían  encum* 
brado  tanto  en  la  sociedad,  que  esquivó  presentarse  áellos; 
pero  reanudó  sus  relaciones  con  aquellos  cuyo  modo  de 
vivir  modesto  le  permitía  alternar  con  ellos.  Además,  tuvo 
el  gusto  de  encontrar  establecido  en  París  á  su  hermano 
Domingo,  el  cual  vivía  como  un  anacoreta,  aislado  de  la 
sociedad  y  entregado  á  sus  libros  y  á  estudios  que  desgra- 
ciadamente jamás  tuvieron  resultado  alguno  para  los 
demás. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  395 

Antes  de  empezar  seriamente  á  escribir  la  historia  que 
tenia  pensada,  Acosta  quiso  ir  á  España  á  estudiarla  en 
los  archivos  de  Sevilla  y  de  Madrid,  en  donde  debería  en- 
contrar los  principales  documentos  acerca  del  descubri- 
miento y  conquista,  que  formaría  el  primer  tomo  de  su 
obra,  único  que  alcanzó  á  escribir  y  publicai. 

Del  Diario  que  llevó  durante  su  viaje  á  España  extrac- 
tamos algunos  párrafos: 

«Salí  de  París  el  26  de  Agosto  á  las  siete  y  cuarto  de 
la  mañana,  en  la  diligencia  de  Compte  Caillard,  la  cual  nos 
llevó  al  embarcadero  del  ferrocarril.  Allí  fué  desmontada 
y  trasladada  sobre  ruedas  por  carriles,  por  medio  de  un 
procedimiento  que  vi  en  Woolwich  desde  1830,  y  que  ten- 
go dibujado  en  mi  Diario  de  Inglaterra,  j Ahora  dicen  (en 
Francia)  que  esta  es  una  invención  maravillosamente 
nueva! 

«Las  sesenta  millas  que  hay  entre  París  y  Orleans  las 
anduvimos  en  poco  más  de  tres  horas,  es  decir,  como  vein- 
te millas  por  hora;  velocidad  racional  que  hace  menos  te- 
mibles los  accidentes 

« En  Orleans  la  diligencia  volvió  á  sus  ruedas,  y 

así  seguimos  viaje  costeando  el  río  Loire.  Iba  conmigo  un 
pintor  de  paisajes,  inglés,  y  éste  me  hacía  notar  los  puntos 
de  vista  más  hermosos.» 

Pasaron  durante  la  noche  por  Nevers  y  otras  ciudades 
y  aldeas.  Poco  más  allá  de  Roanne  empezaron  á  encontrar 
las  altas  colinas  que  dividen  el  río  Loire  del  Ródano  y  el 
Saona. 

« El  paisaje  aquí,  dice,  es  bellísimo,  y  pocos  luga- 
res he  visto  tan  pintorescos  como  San  Sinforiano  de  Laye. 
Allí  se  ven  las  bellas  casas  de  campo  del  Barón  de  Dailly 
y  del  Conde  de  Chavignac,  las  cuales  se  distinguen  por  su 
hermosura.  A  lo  lejos  descubríamos  las  cadenas  del  Mon- 
te de  Oro  y  del  Monte  Brisson,  cuyo  aspecto  encantador, 
á  la  luz  de  una  bellísima  tarde  de  verano,  me  causaron 


396  biografía 

vivo  placer Llegamos  (el  28)  á  la  ciudad  de   Lyon  (la 

segunda  de  Francia)  en  medio  de  un  extraordinario  bu* 
lucio  y  movimiento  mercantil.  Me  alojé  en  el  Hotel  del 
Norte.  La  ciudad  me  pareció  singularmente  embellecida  y 
acrecentada  desde  1826,  cuando  la  visité  á  mi  regreso  de 
Italia,  pero  no  en  la  misma  proporción  que  Paris > 

Durante  el  dia  visitó  algunas  fábricas  de  loza  y  papel 
de  colgadura,  y  á  las  tres  de  la  mañana  del  dia  siguiente  se 
embarcó  en  un  vapor  en  el  Ródano.  Pareciéronle  aquellos 
buques  sucios  é  incómodos,  á  pesar  de  que  el  pasaje  era 
caro,  en  proporción  de  su  ninguna  comodidad,  (17  fran- 
cos hasta  Arles)  en  cuyo  trayecto  gastó  catorce  horas.  Ob- 
serva que  en  el  río  Hudson  (Estados  Unidos)  los  buques 
son  espléndidos,  y  cuesta  el  pasaje  la  mitad  del  precio.  De 
paso  tocaron  en  VUnne,  ciudad  notable  nada  mas  sino  por 
ser  la  patria  de  Poncio  Pilato,  y  porque  á  pesar  de  ello  fue 
la  cuna  del  cristianismo  en  las  Galias. 

Hasta  allí  las  orillas  del  Ródano  son  risueñas  y  pinto- 
rescas, pero  de  allí  para  adelante  el  paisaje  se  convierte  en 
áridos  sitios,  coronados  por  castillos  viejos  y  ruinosos. 

En  Avignón  no  se  detuvo,  sino  que  siguió  el  vapor 
hasta  Beaucaire,  en  donde  se  quedó,  en  lugar  de  seguir 
hasta  Arles.  Allí  tomó  un  mal  coche  que  le  llevó  á  Arles, 
adonde  llegó  á  las  ocho  y  media  de  la  noche. 

DIARIO 

JO  de  Agosto, — Muy  de  mañana  salí  á  visitar  el  anfitea- 
tro romano,  quizás  el  mejor  conservado  que  existe.  Desde 
una  de  sus  torres  se  goza  de  una  de  las  más  extensas  vis- 
tas del  curso  del  Ródano  que  se  puede  ver,  asi  como  de 
las  hermosas  y  fecundas  campiñas  del  Languedoc.  Veían- 
se estas  cubiertas  de  sementeras  de  cereales  y  salpicadas 
de  ciudades  y  aldeas. 

Arles, — colonia  militar  romana,  fundada  por  Julio  Cé- 
sar con  los  soldados  de  la  6.*  legión, — conserva  todavía  el 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  397 

tipo  romano  en  la  físonomia  de  sus  habitantes  y  habitado* 
nes;  el  dialecto  popular  eá  muy  parecido  al  italiano,  y  la 
ciudad  tiene  muchos  restos  de  sus  antiguos  fundadores, — 
existen  numerosos  monumentos  antiguos,  y  en  muchas  ca- 
sas se  ven  columnas  y  capiteles  que  pertenecieron  en  un 
tiempo  á  templos  paganos.  La  portada  de  la  catedral  es  obra 
de  la  Edad  Media,  y  el  obelisco  que  adorna  la  plaza  es  egip- 
cio; la  plaza  del  Foro,  en  donde  se  encuentra  el  hotel  en 
que  estoy  alojado,  tiene  un  medio  pórtico  con  su  ático  de 
granito, así  como  columnas  de  lo  mismo,  que  pertenecieron 
á  la  dominación  romana.  Sobre  las  portadas  de  las  casas 
nuevas  han  dejado  subsistir  columnatas  y  lápidas  que  aún 
llevan  inscripciones  en  latín. 

"  Después  de  almorzar  fui  á  visitar  los  Campos  Elíseos, 
cubiertos  de  sepulcros  desenterrados,  del  tiempo  de  los  Ro- 
manos: grandes  piedras  de  siete  á  nueve  pies  de  longitud, 
y  de  tres  á  cuatro  de  ancho,  huecas  y  con  sus  cubiertas 
tumulares,  las  cuales  podrían  formar  una  calle  extramu- 
ros tres  veces  más  larga  que  la  de  Pompeya.  En  el  Museo 
vi  después  los  restos  más  preciosos  de  lo  desenterrado, 
como  las  estatuas  que  había  en  el  teatro,  lacrimatorios,  án- 
foras y  vasos  cinerarios  y  de  perfymes  que  se  ven  con  ma- 
yor interés  cuando  se  han  visto  los  sitios  que  los  encerra- 
ban. La  inscripción  del  sepulcro  de  JElid,,  la  hija  de  Dio- 
nisio, muerta  á  los  diez  y  siete  años  de  edad,  la  víspera  de 
su  matrimonio,  me  pareció  muy  hermosa ...  La  colonia 
romana  llegó  á  contar  cien  mil  habitantes,  hoy  apenas  en- 
cierra veinte  mil  almas! 

"  En  el  mercado  observé  los  vestidos  pintorescos  de  las 
aldeanas,  su  lenguaje  animado  y  aspecto  culto.  El  merca- 
do tiene  lugar  en  una  plaza  abierta  como  las  nuestras,  y  es 
inmensa  la  variedad  y  abundancia  de  frutas  y  comestibles 
que  vi 

31. — Salí  de  Arles  en  un  bote  del  canal  de  Bouc,  que 
tiene  dos  esclusas.  Navegando  perezosamente  pero  con  una 


398  BIOGRAFÍA 

tranquilidad  que  ya  no  es  de  este  siglo,  llegué  á  las  orillas 
del  mar  al  cabo  de  siete  horas.  En  Bouc  tomé  un  coche 
con  dirección  á  Marsella.  Atravesé  un  paisaje  risueño,  plan- 
tado (le  viñedos,  de  olivos,  almendros  y  granados  cubier- 
tos de  frutos,  pero  el  terreno  es  arenoso  y  monótono,  y  las 
casas  de  campo  tienen  un  aspecto  vulgar  y  de  mal  gusto. 
Entré  á  la  ciudad  á  las  siete  y  media  de  la  tarde,  por  la 
puerta  triunfal  de  Anjou,  pero  sin  duda  por  ser  día  domin- 
go no  encontré  en  la  calle  (anchas  y  bien  alumbradas) 
aquel  bullicio  y  animación  que  esperaba  en  un  puerto  tan 
famoso. 

1°  de  Septiembre, — *'E1  aspecto  de  la  ciudad,  el  desaseo 
de  sus  calles  y  el  mal  olor  me  disgustó  mucho.  Sorpren- 
dióme la  costumbre  que  tienen  aqiií  de  sentarse  á  las  puer- 
tas de  todas  las  tiendas,  para  cuyo  efecto  se  encuentran  ban- 
cos y  sillas  en  las  puertas » 


Sin  embargo,  como  nu  encontrase  cosa  que  le  interesara 
particularmente  en  Marsella,  resolvió  pasar  unos  días  en 
el  campo,  mientras  que  llegaba  el  buque  en  que  debería 
embarcarse  para  pasar  á  España.  Visitó  entre  tanto  la  ciu- 
dad de  Aix,  el  acueducto  de  Roquefavonr,  obra  titánica  que 
costó  muchos  millones,  y  que  provee  de  agua  á  Marsella. 
Estuvo  en  una  ermita  de  un  devoto  español  que  vivió  allí 
más  de  cincuenta  años,  y  fué  á  la  montaña  de  Santa  Victo- 
ria, «célebre,  dice,  por  la  que  alcanzó  Mario,  hace  ya  más 
de  dos  mil  años,  sobre  los  Teutones.» 

Al  cabo  de  cuatro  días  regresó  á  Marsella,  y  se  ocupó 
en  visitar  cuanto  había  allí  de  curioso,  desde  el  Museo 
hasta  las  fábricas  de  aceite,  y  el  día  seis  se  embarcó  por  la 
noche  en  el  vapor  Metcurio,  el  cual  debería  llegar  á  la  ma- 
drugada al  puerto  de  Valencia,  pero  deteniéndose  antes  en 
Barcelona. 

€/  de  Sepf iembte. —No  salimos  del  puerto  hasta  las  seis, 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  399 

y  entonces  en  lugar  de  dirigirnos  á  España — como  estaba 
convenido — volvimos  la  proa  hacia  Italia,  con  el  objeto  de 
cambiar  los  papeles  del  buque  en  el  pequeño  puerto  italia- 
no llamado  Ciotat,  y  así  pagar  menos  derechos.  Esta  parte 
de  la  costa  es  imponente  por  las  rocas  elevadas  y  riscos 
desnudos  que  la  dominan. 

«Después  de  salir  de  Ciotat  navegamos  todo  el  día  y  la 
noche  siguiente,  y  amanecimos  el  ocho  frente  á  las  costas 
de  España.  Como  había  llovido,  la  tierra  despedía  un  fuer- 
te pero  agradable  ambiente,  que  se  aspiraba  á  dos  leguas 
de  la  costa. 

«Los  pasajeros  eran  todos  catalanes,  salvo  una  señora 
de  Andalucía  con  su  hija,  un  valenciano  y  unas  francesas. 
El  buque  era  sucio  y  mal  servido,  pero  yo  me  entretuve 
en  contemplar  la  costa,  á  cuyas  márgenes  se  veían  varías 
poblaciones.» 

El  día  nueve,  á  las  once  y  media  de  la  mañana,  surgie- 
ron en  el  puerto  de  Barcelona,  pasando  por  el  pie  de  la 
montañuela  y  el  fuerte  Monjui.  Parecióle  hermosa  la  ciu- 
dad, más  aseada  que  el  Havre  y  Marsella,  las  calles  an- 
chas, los  puentes  de  mampostería,  las  aceras  limpias  y  em- 
baldosadas, y  todos  los  edificios  fuertes  y  bellos. 

Se  alojó  en  el  Hotel  de  las  Cuatro  Naciones,  en  donde 
el  servicio  era  bueno. 

Al  día  siguiente  era  domingo  y  todo  el  pueblo  estaba 
de  paseo;  pero  no  notó  la  conducta  soez  y  vulgar  de  la  ple- 
be de  otros  países:  todos  parecían  conservar  su  dignidad. 
En  la  Rambla  cruzábanse  las  ricas  mantillas  de  encajes 
con  el  humilde  pañuelo  de  las  campesinas.  Encontró  mu- 
cha gracia  en  las  mujeres,  pero  poca  belleza,  y  en  los  hom- 
bres vulgaridad  en  las  fisonomías. 

Visitó  los  monumentos  públicos  y  los  paseos,  y  fué  á  la 
Biblioteca  de  San  Juan,  «que,  dice,  contiene  varios  ma- 
nuscritos en  vitela  de  la  Edad  Media,  curiosamente  ilumi- 
nados, algunas  antigüedades  romanas  y  vanos  sepulcros  y 


400  BIOGRAFÍA 

reliquias  de  la  dominación  de  los  Condes  de  Barcelona. 
El  bibliotecariOi  señor  Roca,  me  recibió  con  mucha  ama- 
bilidad y  me  dio  una  carta  de  introducción  para  que  me 
permitiesen  visitar  los  archivos  de  la  Corona  de  Aragón. 
Pero  aunque  es  ciertamente  admirable  el  orden  en  que  los 
conservan,  y  los  mejor  arreglados  que  he  visto  hasta  aho- 
ra, merced  al  celo  y  la  constancia  del  señor  Próspero  N., 
nada  hallé  allí  con  respecto  de  América.  Esto  proviene, 
según  observó  el  bibliotecario,  de  que  los  Reyes  de  Ara- 
gón no  hicieron  nunca  mucho  caso  del  descubrimiento 
del  Nuevo  Mundo,  aunque  después  los  catalanes  fueron • 
los  que  se  aprovecharon  de  ello. 

cEl  edificio  que  contiene  los  archivos,  es  el  mismo  de 
la  Diputación  provincial  y  el  de  la  Audiencia;  es  gótico  y 
bien  conservado,  con  jardines. 

cAsistí  á  una  causa  criminal  que  se  ventilaba  en  la  sala 
del  crimen,  compuesta  de  cinco  jueces > 

Visitó  con  atención  la  Catedral,  las  antiguas  calles,  en 
una  de  las  cuales  le  señalaron  todavía  la  mansión  de  un 
rey  catalán,  las  antiguas  puertas  de  la  ciudad  y  el  Palacio 
Arzobispal. 

Un  rico  comerciante,  el  señor  Torrens  y  Miralda,  lo 
llevó  á  la  Lonja,  á  las  escuelas  de  dibujo,  pintura  y  arqui- 
tectura. 

<(Estas,  escribe,  están  bajo  la  protección  de  la  Junta  de 
Comercio,  y  allí  no  sólo  se  da  instrucción  gratuitamente  á 
la  juventud  en  varios  ramos  de  educación,  inclusive  física 
y  matemáticas,  sino  que  se  les  provee  de  modelos,  papel, 
etc.,  y  se  iluminan  los  salones  con  gas.  Esta  institución 
hace  honor  á  España.» 

Acosta  iba  imbuido  con  las  ideas  antiespañolas  que 
tanto  curso  tuvieron  en  América  en  la  época  de  la  guerra 
de  la  Independencia;  por  consiguiente,  creía  encontrarla 
muy  lejos  de  la  civilización  moderna.  Los  actores  y  repre- 
sentaciones teatrales  le  gustaron  mucho,  y  aun  muchas  ve- 


DEL  G£NB«fAL  JOAQUÍN  ÜOOSTA  4OI 

ees  le  parecieron  mejor  que  los  franceses.  Llamóle  la  aten- 
ción el  comportamiento  del  pueblo,  al  cual  encontró  má$' 
culto  que  el  de  París,  en  algunas  cosas.  Estuvo  á  ver  el 
Museo  de  la  familia  Salvador,  invitado  ppr  su  dueño.  Notó 
con  pena  que  estaban  derribando  el  antiguo  palacio  de  los 
Condes  para  abrir  una  calle,  y  que  habían  dejado  incrus- 
tadas dentro  de  una  casa  particular  las  enormes  columnas 
de  orden  corintio  pertenecientes  á  una  época  remotísima, 
que  merecían  conservarse  con  aprecio.  Fué  al  antiguo  mo- 
nasterio de  San  Pablo,  obra  árabe  curiosísima  y  que  en- 
tonces era  un  cuartel;  á  la  cárcel,  que  encontró  bien  orde- 
nada, limpia  y  con  surtidores  de  agua  hasta  en  los  pisos 
superiores.  Las  obras  de  platería  que  fué  á  ver  le  parecie- 
ron tan  artísticas  como  las  francesas. 

Invitado  á  su  palco  por  el  señor  Miralda,  vio  «repre- 
sentar, dice,  varias  comedias  bien,  y  un  acto  de  chistes 
con  el  salero  español.  cLo  que  le  desagradó  fué  que  por 
todas  partes,  salvo  sobre  las  tablas,  se  hablaba  catalán. 

El  12  de  Septiembre  volvió  á  embarcarse  en  el  Mercu^ 
rio,  con  su  compañero  de  viaje,  un  señor  Fernández.  A 
más  de  los  anteriores  pasajeros,  eñ  Barcelona  se  embarca* 
ron  nuevos,  entre  otros  un  lazarino  en  el  segundo  perío- 
do. Dijéronle  que  allí  no  tenían  temor  al  contagio,  pero  sí 
creían  que  ese  mal  se  heredaba.  Pasó  la  noche  luchando 
con  las  chinches,  qiie  hormigueaban  por  todas  partes. 

Poco  después  de  amanecer  descubrieron  á  Murviedro, 
la  antigua  Sagunto,  divisaron  las  fortificaciones,  y  á  lo  le- 
jos las  antiguas  ruinas  antes  de  desembarcar  en  Grao. 

El  señor  Fernández  tenía  su  familia  en  Valencia,  pero 
como  la  población  se  halla  distante  del  puerto,  tomaron 
coche. 

cSeguímos  en  una  tartana,  escribe,  miserable  patache  ó 
carricoche,  sin  resortes,  hasta  la  ciudad,  por  una  hermosa 
alameda.  Durante  el  transcurso  encontramos  á  la  mujer  y 
á  la  hija  del  señor  Fernández,  que  iban  á  encontrarle. 

BioenAviA  20 


402  biografía 

«Me  alojé  en  la  posada  del  Cid,  y  después  de  vestirme 
y  almorzar,  pasé  á  ver  la  muy  hermosa  Catedral,  con  seis 
naves  en  todas  direcciones  y  bellas  pinturas  y  mármoles; 
luego  el  señor  Fernández  me  llevó  á  su  casa,  en  donde 
tiene  una  buena  colección  de  pinturas  españolas.  Visité  las 
iglesias  de  San  Martín  y  San  José;  esta  última  con  claus- 
tro espacioso  de  columnas  de  mármol.  Visitamos  después 
á  un  señor  Pedro  Pérez,  que  tiene  una  gran  colección  de 
cuadros  originales  y  de  copias,  pero  él  mismo  es  más  ori- 
ginal que  toda  su  colección.  Estuve  á  ver  el  puente  Real, 
bajo  cuya  sólida  armazón  pasa  bulliciosamente  el  Guada- 
laviar.  Hacía  bastante  calor,  y  aquí,  como  en  Barcelona, 
vendían  hielo  por  todas  partes. 

«Las  calles  de  Valencia  no  se  parecen  á  las  anchas  é 
imponentes  de  Barcelona;  son  estrechas,  pero  tienen  bellos 
edificios  antiguos  y  modernos,  que  dan  un  aspecto  como 
de  ciudad  importante.  Vi  varios  palacios  particulares,  como 
el  del  Marqués  de  dos  Aguas,  y  otro  en  que  se  apean  los 
Reyes  cuando  llegan  aquí.  La  posada,  sin  embargo,  (la 
mejor  de  Valencia)  estaba  repleta  de  chinches,  que  me  da- 
ban malísimas  noches.:» 

Sorprendióse  con  la  cantidad,  abundancia  y  variedad 
de  frutas  que  vendían  en  el  mercado,  producidas  en  la  lla- 
mada Huerta  de  Valencia,  que  cubre  un  vasto  campo  ba- 
ñado por  el  alegre  Guadalaviar  ó  Turia. 

«Este  río,  dice,  ciñe  á  Valencia,  después  de  haber  em- 
bellecido y  fertilizado  sus  campiñas.]» 

Allí  trabó  amistad  con  un  viajero,  Sir  John  Dorney 
Harding,  conocidísimo  abogado  inglés,  con  quien  hizo 
todo  el  resto  de  su  viaje  por  España.  Volvió  á  sorprender- 
le en  el  teatro  de  Valencia  la  compostura  y  buen  tono  de 
los  concurrentes  de  todas  las  clases  de  la  sociedad. 

Con  el  señor  Harding  estuvo  en  Murviedro  en  coche; 
pasaron  por  varias  poblaciones,  habitaciones  y  huertas 
cubiertas  de  viñedos,  perales,  duraznales,  de  brevas,  melo- 
nes y  sandías,  y  toda  suerte  de  legumbres. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  403 

«Mientras  que  prtíparaban  el  almuerzo  en  un  zaguán 
que  llaman  sala  de  la  venta,  inferior  ciertamente  á  cual- 
quiera de  la  Sabana  de  Bogotá,  emprendimos  camino  para 
ir  á  visitar  las  ruinas  de  Sagunto.  Trepando  por  riscos  cu- 
biertos de  tunales  (que  aquí  nadie  come,  por  tener  tanta 
abundancia  de  exquisitas  frutas),  llegamos  al  c«istillo,  y 
después  bajamos  á  recorrer  las  ruinas  del  teatro,  uno  de 
los  más  bien  conservados  que  existen.  Los  constructores 
de  61  se  aprovecharon  del  terreno  inclinado  para  formar 
las  graderías.  Desde  allí  se  descubre  una  vista  bellísima 
sobre  el  Mediterráneo,  los  vecinos  campos  y  los  distantes 
castillos,  torres  y  atalayas  . . .  Después  de  contemplar  al- 
gunos momentos  aquella  tierra  clásica  del  heroísmo,  reco- 
rrimos la  ciudad  moderna,  sin  que  nos  molestase  la  curio- 
sidad d3  los  habitantes,  que  ningún  caso  hicieron  de  los 
v¡ajeros.3> 

Tomaron  la  diligencia  de  regreso  á  Valencia;  dentro  de 

« 

ésta  iban  algunas  campesinas  de  los  contornos,  las  cuales, 
aunque  entendían  español,  hablaban  entre  si  en  dialecto 
valenciano,  mucho  más  dulce  que  el  catalán. 

Visitaron  al  regresar  á  la  ciudad  la  iglesia  de  Los  Des- 
amparados, y  vieron  el  famoso  Señor  caido.  En  seguida 
pasaron  á  ver  una  fábrica  de  azulejos  ó  ladrillos  bai- 
nizados,  peculiares  á  esta  ciudad;  entonces  los  vendían 
de  dos  á  cinco  pesos  el  ciento,  según  los  adornos  que 
llevaran. 

Vio  también  una  extensa  manufactura  de  abanicos  de 
toda  clase.  Estuvo  en  la  lonja  de  trigo,  espacioso  edificio 
entre  gótico  y  moderno,  y  pasó  algunas  horas  hojeando  li- 
bros viejos  que  vendían  en  los  armarios  del  mercado,  con 
la  esperanza  de  encontrar  algo  curioso. 

No  dejó  iglesia,  monumento  histórico  ni  paseo  que  no 
visitase. 

cValencia,  dice,  me  dejó  muy  grata  impresión,  y  su  as- 
pecto exterior,  con  sus  colchas  rayadas  en  los  balcones  y 


404  biografía 

cortinajes  vistosos  en  las  ventanas  para  ampararse  del  sol, 
le  dan  un  aspecto  de  fiesta  muy  original.» 

Después  de  permanecer  allí  cuatro  días,  arregló  su  via- 
je para  ir  á  visitar  la  ciudad  de  Denia,  cuna  de  sus  ante- 
pasados, con  la  esperanza  de  encontrar  allí  algunos  pa- 
rientes de  su  padre. 


CAPITULO  II 

Exoaisión  á  €ktndia  y  á  Denta.— Descripción  de  eate  lugar.— Den  Juan 
Moran  .—El  hijo  del  Vinrey  Espeleta.— Continúa  camino  á  caballo.— 
Villajoyoaa  — Alicante  — Cartagena. — Almeria. —  Guadiz  — ^Oranada. 
— Lh  Catedral. — La  tumba  de  ks  Reyea  Católicoe. — La  Cartuja.— Sai 
compafierra  de  yiaje.- Jaén. — Carmena — ^SeTilla. — Los  ArchiToe.— 
Cádiz.— Danzas  andaluzas.— Viaje  á  Madrid. — La  Carolina. — Aran- 
juez.— Llegada  á  Madrid.— El  Museo.— La  Reina  Isabel.— Matilde 
Diez.— La  Biblioteca.— El  Museo  de  Artillería.— Regreso  á  Francia. 

184S 
DIARIO 

€ij  de  Septiembre. — A  las  tres  de  la  mañana  salimos  en 
un  coche  que  llaman  de  vioUn,  tirado  por  tres  muías  (Cu- 
lebra^  Petegrina  y  Carbonera)  y  un  caballo.  Dentro  de  la 
diligencia  iba  un  diputado,  miembro  de  la  oposición;  un 
padre  (Isaac)  de  Santo  Domingo,  desenfrailado;  un  ma- 
quinista, y  una  mujer  de  Malta  con  una  criatura.  El  ca- 
mino era  tan  detestable,  que  sólo  una  detestable  carreta 
como  aquella  podía  aguantar  las  sacudidas  sin  volcarse. 
Amaneció  el  día  cuando  íbamos  por  la  orilla  del  lago  de 
Albufera.  Entre  las  aldeas  que  atravesamos  me  llamó  la 
atención  Cullera,  sobre  el  Júcar,  con  un  castillo  que  la  do- 
mina; situación  pintoresca  á  orillas  del  río.  Aquí  penetramos 
en  un  valle  que  termina  en  Gandía  y  después  se  costea  el 
Mediterráneo.  Los  campos  fértilísimos  estaban  cubiertos 
de  sementeras  de  arroz,  de  maíz  (el  cual  despuntan  para 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  405 

que  produzca  más)  y  de  pita.  Pero  si  las  labranzas  eran 
bellas  y  bien  regadas,  las  casas  de  campo  no  tienen  como- 
didad, ni  se  cuida  de  que  su  aspecto  sea  bello. 

«Llegamos  á  Gandía  á  las  dos  de  la  tarde.  Mientras  que 
se  detenia  el  coche,  fui  á  dar  una  vuelta  por  la  ciudad.  Vi 
la  Catedral,  edificio  semi-gótico,  con  algunos  cuadros  bue- 
nos; el  Palacio  de  los  Duques  de  Gandía,  inmenso  y  des- 
mantelado, pero  de  donde  se  tiene  una  hermosa  vista  del 
Mediterráneo  hasta  I  biza  en  tiempo  despejado.  El  Procu- 
rador general  ó  mayordomo  me  hizo  los  honores  con  mu- 
cha cortesía.  Allí  vi  también  buenos  cuadros;  entre  otros 
me  llamó  la  atención  un  retrato  de  San  Francisco  de  Borja, 

«Gandía  tiene  un  aspecto  encantador  rodeada  de  sus 
huertas  llenas  de  árboles  y  sementeras,  y  hermoseada  por 
muchas  torres  y  algunos  monumentos  de  estilo  árabe. 

«Se  habla  en  la  ciudad  de  un  acontecimiento  que 
tuvo  lugar  el  primer  día  del  presente  mes:  había  apare- 
cido el  cadáver  de  un  abogado  Raunel,  enterrado  en  un 
lugar  oculto;  díjose  que  el  móvil  de  aquel  asesinato  había 
sido  el  robo;  y  acusados  de  ello  cuatro  individuos,  los  ha- 
bían pasado  por  las  armas  dentro  de  la  prisión  la  noche 
antes  de  nuestra  llegada. 

«Salimos  de  Gandía  con  escolta  y  rodeados  de  caballe- 
ría; pasamos  por  en  medio  de  muchas  moreras;  atravesa- 
mos el  casi  seco  Al  coy.  En  muchas  partes  estaban  aso* 
leando  las  uvas,  después  de  pasarlas  por  lejía.  Me  dijeron 
que  la  cosecha  había  sido  mediana.  Bastó  un  solo  día  de 
lluvia  para  que  se  perdieran  millares  de  quintales  de  fru- 
tas. Pasamos  por  Oliva  y  Verjel;  todas  las  aldeas  estaban 
fortificadas  y  alistándose  para  defenderse  de  una  facción 
de  bandidos  que  se  habían  levantado  y  hacían  visitas  noc- 
turnas á  los  habitantes,  llevándose  á  los  más  ricos  para  obli- 
garlos á  pagar  crecidos  rescates.  {Cómo  serán  las  ventas 
por  allí  de  malas  y  peor  servidas,  cuando  me  pareció  que 
las  nuestras  en  Nueva  Granada  son  mejoresl» 


406  BIOGRAFÍA 

Esa  noche  se  quedó  en  una  aldea  llamada  Ontane,  y 
al  día  siguiente  á  las  seis  de  la  mañana  se  puso  en  marcha 
con  dirección  á  Dcnia,  (i)  en  un  buen  caballo,  pero  ha- 
ciendo tercio  con  su  maleta  y  precedido  del  árabe  espa- 
ñol que  le  había  alquilado  el  caballo.  A  las  siete  y  media 
de  la  mañana  entraba  al  pueblo  que  había  visto  nacerá  su 
padre  cien  años  antes. 

«Llegué  á  una  venta,  dice,  en  donde  me  dieron  un 
aposento  alto.  Después  de  afeitarme  y  vestirme,  bajé  á  to- 
mar una  sopa.  Inmediatamente  después  pasé  á  la  iglesia 
Mayor,  cuyos  altares  son  de  nogal  labrado,  como  los  de 
La  Tercera  en  Bogotá.» 

El  cura  le  facilitó  los  archivos  y  los  libros  parroquia- 
les, pero  no  encontró  nada  que  le  interesara.  La  familia 
de  su  padre  había  dejado  su  ciudad  natal  desde  ñnes  del 
siglo  diez  y  ocho,  y  nadie  daba  razón  de  su  paradero. 

Llevaba  una  carta  de  recomendación  para  un  señor 
Moran,  el  más  rico  comerciante  del  lugar,  y  éste  le  consi- 
guió permiso  para  visitar  el  castillo. 

DIARIO 

cDesde  sus  baluartes  abarqué  una  extensa  vista  del  Me- 
diterráneo, tranquilo  y  apacible,  y  sobre  sus  tr?nquilas 
aguas  brillaban  como  de  plata  las  blancas  velas  de  las  bar- 
cas pescadoras.  Pero  no  alcancé  á  ver  las  islas  Baleares, 

cubiertas  sin  duda  por  alguna  neblina El  castillo  está 

muy  arruinado  y  no  vi  nada  interesante,  salvo  la  vista  del 
mar  por  un  lado  y  de  las  vecinas  campiñas  sembradas  de 
algarrobos,  moreras,  olivos,  etc.;  pero  aquello  sí  es  bellísi* 
mo,  fuera  de  toda  descripción.  Bajé  después  á  las  orillas 
del  mará  visitar  los  almacenes  de  exportación  y  la  manera 
de  encajonar  las  pasas,  de  lo  cual  viven  aquí  carpinteros, 

(1)  Es  un  puerto  de  mar.  Tiene  poco  ínás  de  12,G80  habitantes.  Fué 
fundado  por  los  griegos,  en  donde  tenían  un  templo  dedicado  á  Diana. 
De  alli  le  viene  el  nombre. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  407 

herreros,  labradores,  etc.  Vi  muchos  centenares  de  muje- 
res ocupadas  en  esta  faena,  con  lo  cual  ganan  un  real  dia- 
rio y  arreglan  quince  cajas  de  una  á  dos  arrobas  por  día. 
La  exportación  de  este  puerto  no  más  es  de  ciento  cin- 
cuenta mil  quintales  por  año,  uno  con  otro,  con  lo  cual 
proveen  de  plum  puddings  al  pueblo  inglés.  Pero  no  sólo 
aquí  se  hace  este  comercio,  sino  que  en  toda  la  Costa  del 
Mediterráneo  y  en  la  de  Málaga  la  población  casi  entera 
de  los  trabajadores  se  ocupa  en  proporcionarle  al  mundo 
civilizado  estas  golosinas  de  sobremesa.  Mas  es  preciso 
confesar  que  la  operación  no  se  hace  con  mucho  aseo. . . . 

«En  el  puerto  había  doce  goletas  y  balandras  cargan- 
do aquella  dulce  mercancía. 

<iLa  ciudad  de  Denia  está  circundada  de  murallas  con 
torres  almenadas  á  cada  cien  pasos.  Las  calles  son  estre- 
chas, las  ventanas  de  las  casas,  de  hierro,  voladas  y  redon- 
das, y  hay  pocas  casas,  bien  construidas.  Están  allí  aún 
tan  atrasados  en  civilización,  que  en  la  posada  me  sirvie- 
ron con  cuchara  de  palo,  y  la  loza  era  vidriada  de  color 
amarillo No  han  dado  un  paso  adelante  desde  el  tiem- 
po de  Cervantes.  Sin  embargo,  la  gente  es  laboriosa  y 
amante  del  trabajo,  pues  no  vi  un  solo  mendigo  en  Denia, 
esa  peste  de  España  y  de  Italia  1 

«Por  la  noche  estuve  en  casa  del  señor  Juan  Moran, 
quien  me  había  convidado  á  refrescar,  (el  refresco  consis- 
tía en  un  vaso  de  agua  fresca  y  algunos  terrones  de  azúcar 
rosada  que  aquí  llaman  azucarillo).  El  salón  superior  era  de 
piso  de  azulejos,  y  en  él  vi  un  piano  de  la  fábrica  de  Broad- 
wood.  Entre  las  personas  que  allí  estaban  de  visita  me  pre- 
sentaron al  General  2.**  Cabo  del  Reino  de  Valencia,  el  cual 
me  trató  con  cordialidad  y  me  dijo  que  tenía  dos  herma- 
nas que  eran  mis  paisanas. 

€    ¿Cómo  así?  le  pregunté. 

«Me  contestó  que  él  era  hijo  del  Virrey  don  José  de 
Espeleta.  Parece  que  esta  familia  se  ha  hecho  notable;  dos 


408  BIOGRAFÍA 

de  los  hijos  del  Virrey  son  Tenientes  generales,  y  dos  son 
mariscales  de  campo. 

cEsa  noche  las  chinches  se  apoderaron  de  mi  con  tan- 
ta insistencia,  que  á  las  cuatro  de  la  mañana  me  puse  en 
camino.  Encaramado  sobre  mi  equipaje  que  conducía  el 
Murillejo,  pequeño  macho  pardo,  que  era  la  delicia  y  la 
fortuna  del  pobre  villano  que  me  lo  alquiló  por  tres  pesos 
hasta  Alicante,  (como  á  veinte  leguas  de  distancia)  hacia 
yo  sin  duda  una  extraña  ñgura  por  aquel  camino!  El 
dueño  del  macho  iba  á  mi  lado  y  con  él  conversaba  al- 
gunas veces,  pero  era  taciturno  y  no  gastaba  palabras  en 
vano. 

cEn  la  vía  encontramos  muchos  labradores  que  lleva- 
ban espuertas  de  esparto  llenas  de  pasas  ya  preparadas, 
que  iban  á  vender  á  Denia.  Atravesábamos  unas  quiebras 
arenosas  cuando  amaneció,  y  entonces  vi  en  medio  de 
ellas  varios  grupos  de  familias  que  se  desayunaban  con 
frutas  secas  ó  maduras  y  frescas,  cebollas  y  pan.  Este  es  el 
único  alimento  de  los  pobres  en  aquellas  provincias  du- 
rante todo  el  año,  y  rarísima  vez  prueban  la  carne;  y  sin 
embargo,  esta  gente  es  sana,  robusta  é  industriosa!  Sacan 
partido  de  las  peñas  más  ásperas  para  plantar  sus  viñas,  y 
se  aprovechan  del  estiércol  que  dejan  las  bestias  y  gana- 
dos que  transitan  por  los  caminob  para  esparcirlo  por  los 
campos  para  abonarlos. 

ft  A  las  ocho  llegamos  á  Benisa,  aldea  grande  con  una 
buena  iglesia  de  piedra.  Entramos  á  la  plaza  en  el  momen- 
to en  que  -conducían  á  enterrar  á  un  joven  del  pueblo; 
los  asistentes  iban  todos  con  capas  azules,  como  he  visto 
en  Pasto.  Mientras  que  aguardaba  el  almuerzo,  llegó  el  Ge- 
neral Espeleta  con  una  compañía  de  cazadores  y  veinti- 
cinco hombres  á  caballo,  que  se  formaron  en  la  plaza.  Los 
oficiales  de  la  compañía  iban  á  pie,  pero  llevaban  las  ma- 
letas cargadas  sobre  un  macho. 

«Las  voces  de  mando  y  evoluciones  que  ejecutaron  en 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  409 

el  estrecho  campo  que  permitía  la  plaza,  eran  ¡guales  á  las 
nuestras,  aunque  el  uniforme  y  divisas  son  distintos. 

c Despachado  el  almuerzo,  me  volví  á  poner  en  marcha 
por  un  camino  áspero  y  pedregoso,  por  en  medio  de  viñas, 
olivos,  granados,  algarrobos,  higueras,  etc.i> 

Se  detuvo  en  el  camino  para  examinar  un  mosaico  cu- 
rioso y  las  ruinas  de  un  templo  antiguo.  Atormentado  por 
el  ardiente  sol  de  medio  día,  pasó  por  la  garganta  de  un 
cerro  que  había  sido  fortificada  por  los  moros,  y  que  hoy 
es  guarida  de  contrabandistas,  dice. 

De  repente,  y  mientras  que  se  había  desmontado  para 
ver  de  cerca  una  formación  de  rocas  calcáreas,  lo  sorpren- 
dió un  aguacero,  lo  cual  lo  obligó  á  montar  y  seguir  mar- 
cha rápidamente.  Llegó  á  Villajoyosa  ya  entrada  la  no- 
che, y  se  fué  á  desmontar  en  casa  del  dueño  de  la  cabal- 
gadura. La  mujer  de  éste  !o  recibió  muy  bien.  Encendió 
fuego  é  hizo  chocolate  y  coció  algunos  huevos  para  el 
huésped,  mientras  que  al  marido  sirvió  unas  sopas  con  to- 
mate y  pimientos.  Después  de  descansar  allí  algunas  horas, 
continuó  su  viaje  con  buena  luna. 

cAclaró  el  día  20  de  Septiembre,  escribe,  y  me  encon- 
tré en  un  cultivadísimo  campo,  sembrado  de  hermosas 
casas  de  campo.  A  lo  lejos  se  distinguía  el  castillo  de  la 
ciudad  de  Alicante,  la  cual  distaba  tres  leguas.  Este  casti- 
llo, que  se  levanta  á  mucha  altura,  domina  la  ciudad  com- 
pletamente, de  manera  que  puede  mantenerla  sujeta  con 
sólo  arrojarle  piedras;  es  aún  más  elevada  por  el  lado  del 
mar.» 

Entró  en  la  ciudad  á  pie  y  fué  á  alojarse  en  la  fonda 
llamada  del  Vapor,  en  la  plaza  principal  y  cerca  del  mue- 
lle. Parecióle  que  Alicante  era  una  ciudad  sucia,  cuyos 
edificios  eran  tristes  y  descuidados,  con  pocos  árboles  en 
el  interior,  pero  bellamente  ceñida  por  la  faja  azul  del 
Mediterráneo  que  la  hermosea. 

Acosta  estuvo  en  el  muelle  á  averiguar  si  había  allí  aU 


4IO  BIOGRAFÍA 


gún  buque  de  Halífax  con  cartas  de  su  íam'Iia^  perr  ro 
encontró  lo  que  buscaba;  no  habían  llegado  alli  5¿no  er- 
barc;iciones  de  Terranova  cargadas  de  bacal^o^  alaneí^!'^ 
favorito  en  todo  aquel  litoral. 

En  Denia  le  habían  dado  una  carta  de  introdoco':  ~ 
para  el  Cónsul  francés,  un  señor  Laussant,  el  coaJ  i^  scm:- 
nistró  cuantas  noticias  deseaba  acerca  del  comeixSa  de 
aquella  ciudad.  Díjole,  entre  otras  cesas  curiosas,  que  ira 
no  se  fabricaba  allí  el  famoso  jabón  de  Alicante,  y  que  k'S 
turrones  también  renombrados  no  se  hallaban  sino  en  cier- 
tas épocas  del  año.  La  libra  de  u\'as  cuesta  en  el  mercad  y 
dos  cuartos  (medio  cuartillo)  y  todo  es  igualmente  barato. 
Alicante  entonces  estaba  decadente,  y  sólo  exportaliai  ant> 
á  doce  reales  arroba,  vino  de  Alicante  y  azafrán. 

En  el  Museo  encontró  una  galería  de  pinturas  bastante 

buena,  y  en  el  palacio  del  Conde  de algunos  Muríllos, 

Españoletos  y  muchos  cuadros  holandeses  de  frutas  y 
flores. 

A  las  seis  de  la  tarde  del  22  se  embarcó  en  el  \^apor 
Villa  de  Aladfid.  Entre  los  pasajeros  iban  algunos  andalu- 
ces y  malagüeños,  que  tocaron  y  cantaron  hasta  tarde  de 
la  noche. 

€EI  buque,  dice,  salió  iluminado  por  la  luna  en  una  de 
aquellas  apacibles  y  serenas'noches  que  tanto  hacen  gozar 
en  el  Mediterráneo  en  esta  latitud.  La  estrella  polar  lucía 
precisamente  sobre  el  encumbrado  castillo  de  Alicante 

«Empezaba  á  amanecer  cuando  llegamos  frente  áCar- 
tagena,  y  á  las  seis  entramos  en  ese  hermoso  puerto  que 
parece  una  profunda  taza,  perfectamente  resguardado  de 
los  vientos  . . .  > 

No  bien  hubo  desembarcado  á  las  ocho  de  la  mañana, 
cuando  fué  á  visitar  la  Catedral.  Esta  no  tiene  cosa  no- 
table, salvo  muchos  mármoles,  lo  cual  sucede  también  en 
todos  los  edificios  de  Cartagena,  en  la  cual  abunda  el  már- 
mol. Estuvo  en  el  Arsenal,  «el  cual,  dice,  parece  una  serie 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  4II 

de  palacios.]»  A  las  orillas  de  aquellas  dársenas  colosales, 
arregladas  para  construir  innumerables  buques,  no  había 
ni  operarios,  ni  maderas,  todo  estaba  abandonado,  y  sin 
embaí go,  allí  se  podrían  levantar  escuadras  que  cubrieran 

los  mares! Entre  tanto,  en  un  rincón  se  calafateaba 

una  lancha  ruinosa  y  se  fabricaba  un  bote  para  seis  per- 
sonas. 

«Cartagena  está  tan  arruinada»  que  noté  allí  menos  mo- 
vimiento y  bullicio  que  en  su  tocaya  de  América! 

€La  posada  era  malísima,  las  tiendas  miserables,  pero 
se  ostentaban  ediñcios  grandiosos  para  los  hospitales,  los 
parques  y  los  cuarteles.» 

Notó  que  desde  allí  se  hablaba  castellano  con  el  sim- 
pático y  agraciado  acento  andaluz. 

A  las  siete  de  la  noche  volvió  á  embarcarse  en  el  mis- 
mo vapor.  Entre  los  pasajeros  iban  muchos  oficiales  con 
sus  familias;  le  pareció  que  se  manifestaban  buenos  mari- 
dos y  padres  cariñosos. 

Almería,  en  donde  desembarcó  al  día  siguiente,  le  pro- 
dujo una  agradable  impresión.  La  población  está  bien  si- 
tuada y  embellecida  por  numerosos  árboles,  pero  es  mal 
puerto.  En  la  rada  vio  seis  buques,  todos  cargados  de  uvas 
y  frutas  pasas  para  llevar  á  Inglaterra.  La  playa  estaba  cu- 
bierta de  mujeres,  ocupadas  acomodando  frutas  secas  en 
vasijas  á  propósito  para  enviar  al  Extranjero. 

En  la  Catedral  le  llamó  la  atención  un  hermoso  altar 
de  pórfido  y  una  hermosa  estatua  de  la  Virgen. 

DIARIO 

«A  las  12  del  24  salí  de  Almería  en  un  coche  tirado  pr>r 
cinco  muías,  con  dirección  á  Granada.  Nuestro  camino  ca- 
racoleaba por  la  falda  de  la  Sierra  Nevada.  El  paisaje  era  el 
más  árido  y  desprovisto  de  vegetación  que  jamás  había  vis- 
to, aun  en  España.  Sólo  en  el  fondo  de  los  valles  se  veían 
algunos  viñedos  y  bosquecillos  de  olivos,  y  en  las  cercanías 


4' 2  BIOGRAFÍA 

de  Almería  tristes  y  grotescos  tunales.  Noté  que  en  las  al- 
deas de  esta  provincia  los  pobres  viven  en  cuevas  que  hora- 
dan en  el  seno  de  las  rocas,  y  en  las  cercanías  de  los  to- 
frentes  hacen  excavaciones  para  recoger  agua  y  guardarla 
cuando  pasa  la  época  de  las  lluvias. 

«Dormimos  esa  noche  en  una  venta  de  la  Dorada,  en 
jergones  de  paja  que  nos  alquiló  la  mujer  del   posadero. 

«25. — Salimos  á  las  cinco  de  la  mañana.  De  allí  para 
adelante  el  paisaje  era  ya  más  risueño  y  empezaba  á  cu- 
brirse de  alguna  vegetación.  Recordóme  el  del  Boquerón, 
á  espaldas  de  Monserrate,  aunque  las  viñas  y  los  olivos 
reemplazan  aquí  nuestros  matorrales  y  frailejones. 

«Empezaba  á  caer  la  noche  cuando  llegamos  á  la  be- 
llísima y  bien  situada  ciudad  de  Guadix.  Tenía  lugar  en 
esos  días  una  feria  bastante  concurrida.  Me  pareció  aque- 
lla una  escena  de  ópera:  los  hombres  llevaban  el  sombre- 
rito  y  la  chaqueta  andaluza  como  en  el  Barbero  de  Sevilla^  y 
rodeaban  barracas  de  estera  en  que  vendían  mercancías  y 
dulces  de  variado  aspecto.  Como  no  hubiese  posada  en 
ninguna  parte,  (y  en  todos  los  aposentos  estaban  jugando 
monte)  tuvimos  que  dormir  doblados  dentro  de  nuestra 
diligencia. 

«A  las  cuatro  de  la  mañana  nos  pusimos  en  marcha. 
Por  todo  el  camino  encontrábamos  grupos  de  labriegos 
que  llevaban  frutos  y  ganados  para  vender  en  la  feria. 
Hombres  y  mujeres,  con  sus  pintorescos  vestidos,  iban 
montados  en  borricos.  A  las  orillas  de  un  cristalino  arroyo 
fios  detuvimos  á  almorzar.  Los  pasajeros  de  otros  coches 
hicieron  lo  mismo.  El  paisaje,  animado  por  la  gente,  era 
muy  pintoresco,  con  sus  rocas  escarpadas  y  la  fresca  y  ver- 
de vegetación  que  crecía  en  los  contornos  del  arroyo. 

cPasámios  por  vado  el  río  Alhama;  á  las  dos  de  la  tarde 
llegamos  á  Huete,  bonita  población,  y  á  las  tres  avistamos 
la  vega  de  Granada,  realmente  parecida,  aunque  más  pin- 
toresca, que  la  sabana  de  Bogatá. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  413 

cLa  entrada  á  la  ciudad  es  muy  interesante;  por  todas 
partes  le  asaltan  al  viajero  recuerdos  históricos  de  los  he- 
chos más  heroicos  de  la  historia  de  España. 

cMe  alojé  en  la  fonda  La  Minefva,  sobre  el  Genil.  Des- 
de mis  ventanas  alcancé  á  ver  la  Albambra  con  sus  torres 
cuadradas  y  á  lo  lejos  la  Sierra  Nevada,  casi  enteramente 
despojada  de  nieve  en  esta  estación,  y  más  cerca  e!  paseo 
con  algunas  casas,  el  teatro  y  muchos  cafés;  es  decir,  la  ci- 
vilización árabe  y  la  europea  amalgamándose.» 

Pareciéronle  las  calles  mal  empedradas,  (como  sucede 
todavía),  los  almacenes  y  tiendas  de  poca  apariencia,  y  la 
mayor  parte  de  estas  últimas  de  chocolates  y  dulces;  las 
fruterías  abundaban  por  todas  partes.  Las  casas  con  porta- 
les de  mármol  tienen  zaguán,  lo  cual  no  se  usa  en  Barce- 
lona  y  Valencia.  En  Granada  se  encontró  con  su  amigo 
inglés,  Sir  J.  Harding,  que  estaba  alojado  en  la  misma  fon- 
da, y  juntos  fueron  á  ver  la  Catedral  y  la  Capilla  en  don- 
de están  enterrados  los  Reyes  Católicos. 

DIARIO 

cReposan  los  Reyes  Católicos  bajo  un  monumento  de 
mármol  blanco.  Encima  se  ven  las  ñguras  de  los  dos  so- 
beranos, y  bajo  otro  monumento  se  hallan  Felipe  el  Her- 
moso  y  Juana  la  loca.  Bajamos  á  la  bóveda  á  contemplar 
más  de  cerca  y  en  silencio  las  cajas  de  plomo  con  fajas  de 
hierro,  en  donde  reposan  las  cenizas  de  Fernando  é  Isabel. 
Allí  en  aquel  estrecho  recinto  está,  pues,  encerrada  tanta 
grandeza!  Dentro  se  encuentran  las  cenizas  de  los  Reyes 
Católicos,  fundadores  de  una  inmensa  monarquía,  que  sus 
sucesores  no  supieron  conservar!  Sobre  la  cubierta  de  am- 
bos ataúdes  están  esculpidas  las  coronas  de  Castilla  y  de 
Aragón.  Me  acerqué  al  cajón  de  plomo  de  la  Reina  Isabel, 
y  corté  una  partícula  del  plomo  para  conservarla  como  re- 
liquia de  una   soberana  á  quien   todo  americano   debería 


4^4  BIOGRAFÍ% 

mirar  con  particuiar  ternura  y  respeto Xo  sin  emoción 

v.:!v:  de  nuev.)  i  si;b>  a!  piso  superior  de  la  Catedral. 

•  En  el  ^tar  miy  »r  me  Síñi!aroi  lis  bajos  relieves  de 
m^drra  ^uc;  conme.n  »ran  la  entregí  de  !a  Alhambra  por 
B:)ib  J:I  i  ¡.?s  Rey.*s  Ci:  kícj-.  Éstos  e<tán  á  caballo,  y  lo 
m:-ni^  el  Ca^Jenal  Jim:*  lez,  mientras  que  el  Rey  moro  se 
ap-a  de  su  caba.'.o  cin  las  I'.aves  en  la  mano.  Vénse  en 
torno  suyo  muchos  m  iros  con  el  semblante  abatido,  muy 
ai  natural. 

cLa  Alhambra  (en  los  bajos  relieves)  está  perfecta- 
mente representada  con  todos  sus   pormenores,  y  las  pia- 
siones  y  sentimientos  diversos  se  descubren  en  las  fisono* 
mías  de  los  vencedores  como  en  las  de  los  vencidos.    En 
otra  parte  han  representado  á  varios  religiosos  dominica- 
nos bautizando  moros.  Por  todas  partes  se  ven  retratos  de 
la  Reina  C  atólica,  todos  mucho  mejor  que   los  grabados 
que  hasta  ahora  he  visto.  En  la  sacristía  vimos  ei  orna- 
mento, el   misal  manuscrito  en   pergamino  que  servia  ai 
capellán  de  los  Reyes  en  campaña,  así  como  la  corona  y 
el  cetro  que  usaban.    La  escena  de  la  coronación  se  halla 
pintada  en  un  cuadro  con  marco  de  plata.   Nos  hicieron 
ver  el  retrato  de  Juana  la  loca  y  su  marido.  Ella  debió  ser 
hermosa  y  de  ojos  vivísimos  y  :icgros,  mientras  que  el 
llamado  Hermoso  tiene  una  fisonomía  enteramente  alemana. 

cLa  Catedral  es  un  ediñcio  inmenso  que  recuerda  el 
de  San  Pablo,  pero  con  profusión  de  mármoles  en  sus  ca- 
pillas y  por  dondequiera  armas  y  blasones  de  Fernando  é 
Isabel.  La  custodia  de  plata  labrada  de  la  Catedral  no  co» 
rresponde  á  lo  demás,  y  me  pareció  inferior  á  la  de  cual- 
quier convento  de  Nueva  Granada.  Posee,  sin  embargo, 
este  templo  maravillas  artísticas  y  pinturas  de  Bocanegra 
y  de  Alonso  Cano,  (entre  otras  una  Concepción  bellísima) 
el  cual  fué  subdiácono  en  esta  Catedral. 

«Desde  las  casullas  en  las  iglesias  hasta  las  mantas  de 
los  campesinos  noté  granadas  bordadas,  ya  con  sedas  é 


I 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  415 

hilo  de  oro  ó  con  lanas  toscas.  En  las  huertas  vénse  árbo- 
les de  granado,  en  los  mercados  sus  frutas  y  sus  flores  por 
todas  partes,  lo  cual  rae  complacía  como  á  granadino. 

«Subí  al  Albaicén  para  gozar  de  la  vista  de  la  vega  de 
Granada,  y  del  otro  lado  de  Alhambra  vi  el  pozo  árabe. 
De  allí  gocé  de  la  vista  lejana  de  Santafé,  que  se  halla  á  la 
misma  distancia  que  Fontibón  de  Bogotá;  hay  un  cerro 
en  la  misma  situación  y  figura  que  el  de  Sube,  y  toda  la 
explanada  se  parece  á  la  de  Bogotá,  hasta  la  circunstancia 
de  haber  sido  también  el  lecho  de  un  lago  producido  por 
el  Genil,  que  se  abrió  paso  hacia  el  Loja. 

«Vi  el  monumento  de  mármol  elevado  por  el  Ayunta- 
miento de  Granada  á  doña  Mariana  Pineda,  decapitada 
por  orden  de  Fernando  vil  por  haber  sido  amiga  de  la  li- 
bertad; allí  mismo  están  esculpidos  los  nombres  de  algu- 
nos patriotas,  víctimas  también  de  su  patriotismo,  como  el 
de  Riego,  el  Empecinado  Díaz,  Torrijos  y  otros;  las  ins- 
cripciones están  hechas  con  letras  de  oro  y  rodeadas  de 

coronas  de  laurel. 

«27  de  Septiembf  e.—Wino  hoy  á  hablar  conmigo  el  pin- 
tor que  debe  hacerme  una  copia  del  retrato  de  la  Reina 
doña  Isabel,  tomando  por  base  la  estatua  arrodillada  que 
se  halla  en  la  sacristía  de  la  Capilla  Real,  y  que  se  parece 
mucho  á  la  figura  del  relieve  del  altar  mayor  y  á  la  de 
mármol  del  sepulcro.  Ésta  es  más  auténtica  que  todas  las 
que  he  visto  hasta  aquí,  y  que  no  dan  sino  una  idea  falsa 
de  la  fisonomía  de  la  protectora  de  Colón.i^ 

Hace  una  descripción  de  la  Alhambra,  que  no  transcri- 
bimos por  ser  esto  ya  tan  conocido  y  no  alargarnos  dema- 
siado. 

Asistió  á  una  corrida  da  toros;  estuvo  á  caballo  hasta 
la  Cartuja,  en  compañía  de  Mr.  Harding  y  de  otro  com- 
pañero de  viaje  que  había  encontrado  en  Barcelona,  un 
Conde  Alemán,  Geocoen  ó  Grocon.  «Éste  es  uno  de  los 
conventos'más  ricos  del  mundo,  dice,  con  una  iglesia  y 


»♦ 
b 


€/.^  íir  Orr^r^r. — S«J.iii:f¿  5c  Granada  co  U  düigeDcá 
es  que  :ba  para  If a±^d  el  k^dc  Veh:ñ  t  sd  baimiio  ci 
Conde  de  la  Foeb^a  de  If  aesrre;  Graiide  de  España  depri» 
aaera  cíá^  con  toáa  sa  íainra,  Esta  gente  era  todi  mj 
atenta,  amable  j  fina,  kn  niñerías  prcleiisk>iie& 

«De^Toés  de  haber  depdo  la  risorña  vega  de  Graoadi 
j  covotnzséáo  á  recorrer  las  orillas  agrestes  dd  rio  jaén 
por  medio  de  pintorescas  rocas,  nos  metinios  por  00  pre» 
ciov!)  valle;  pasamos  después  Tanas  aldeas  y  alquerías^  y  á 
la%  ocliO  de  la  noche  llegamos  á  Jaén. 

€5>alímo^  de  Jaén  á  media  noche  y  enhámos  ¿  Búlén 
con  lc«  primeros  albores  del  día. 

€E1  castillo  antiguo  y  la  desnuda  llanura  que  presen- 
ció  la  batalla  gloriosa  para  las  armas  españolas,  (20  de  Ju- 
lio de  1808)  y  tan  ignominiosa  para  el  ejército  francés, 
(ejército  que  se  rindió  á  bandas  sin  disciplina),  serán  siem- 
pre mudr>ü  testigos  de  lo  que  puede  alcanzar  el  patriotis- 
mo exasperado  por  una  invasión  extranjera.» 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  417 


CAPITULO  III 

Córdoba.— Jaén.— Carmona.-- 1. oi  archiroB  de  BerÜla.  — Cádis.— DansM 
anda1uzai.—yú]eá  Madrid.— La  Carolina.— A  ranjues.— El  Muieo  de 
Madrid. —La  reina  Isabel.- Matilde  Diez.— La  Biblioteca.— El  Muteo 
de  arUUerlft.— Regreso  á  Francia. 

Los  viajeros  llegaron  á  Córdoba  el  8  de  Octubre. 

cAqui  (leemos  en  el  Diario)  empiezan  á  verse  los  pre- 
ciosos patios  de  Andalucía,  con  sus  surtidores  de  agua  y 
sus  flores,  todo  aquello  que  heredaron  de  los  moros  los 
actuales  españoles,  y  en  donde  se  reúnen,  como  en  un 
salón,  en  el  verano.^  Apenas  se  detuvo  el  tiempo  necesa- 
rio para  visitar  la  famosisima  Catedral,  una  de  las  maravi- 
llas de  España.  Continuó  su  margha,  pasando  por  la  co- 
lonia alemana,  que  hizo  poblar  el  trecho  entre  Córdoba  y 
Ecija  el  rey  Carlos  ili,  y  cuya  capital  dice  que  es  una 
bellísima  población  llamada  Carlota,  en  donde  se  nota  la 
influencia  de  la  raza  del  norte. 

En  Carmona,  —  o:  ciudad  antigua  pero  alegre,  cuyas 
calles  son  anchas  y  sus  casas  aseadas,  situada  sobre  una 
eminencia  y  rodeada  de  torres  cuadradas  moriscas,»-— 
apenas  paró  la  diligencia  media  hora,  y  á  poco  llegaron  á 
la  planicie,  «en  donde  campea  Sevilla  con  su  cinturón  de 
naranjos,  olivos  y  granados,  y  coronada  con  la  Giralda.» 

Antes  de  ir  á  buscar  posada,  algunos  de  los  viajeros 
recorrieron  los  vastos  muros  almenados  y  flanqueados  por 
torres  de  construcción  romana  de  tiempo  de  Julio  César, 
cuya  arquitectura  se  parece  á  las  termas  de  Juliano  en 
París. 

Acosta  se  alojó  en  la  fonda  de  la  Unión,  en  la  plaza  del 
Duque,  y  al  día  siguiente  visitó  la  Catedral,  la  Giralda  y 
algunos  otros  monumentos.  Por  la  noche  estuvo  en  el 
teatro,  cuyo  local,  fepresentación  y  asistencia  le  gustaron; 
pero  le  pareció  que  el  baile  no  correspondía  á  lo  demás. 

BIOORAVIA.  97 


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í-t/vr  ^■/•r'^.  •'  'íi^'  r/'>ñ   V  >.;»:  cr  r 'üraiio    !a  aiu.v'3r  parte 

rt'^./f]'/,  A.r ^ 'v^^  ^:;  rir-H  ríe  !;*s  audades  mas  bellas  y 
^v ,>/]■!  ♦.  ^V'  p/-p'^'V^  ''i  i'-'  he  visto,  y  aradire  que  no  Sí^ío  de 
!•'  p»rfi.  .,')fi  fV'  fi,<\'A<,  Va'-s  qsfi  he  cor.ccido  en  Eurcpa. 
(  1  I  \ft'\A\  ;  ic.  /',!-,:»<4  í^y'^ri  ^fl'-t-í,  íienen  elegante:»  balcones 
//rli'l'f,,  I/"/,  ^n^U'fi.  7  /'//rr^<'I''/r''s  enlosados  de   mármol,  y 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  419 

los  muros  primorosamente  pintados,  las  calles  limpias,  y 
algunas  anchas  que  le  dan  un  aspecto  encantador.]» 

En  Cádiz  Acosta  estuvo  á  visitar  á  la  señora  Retortillo, 
hermana  de  la  esposa  de  un  rico  comerciante  español 
establecido  primero  en  Cartagena  y  después  en  Bogotá, 
D.  Simón  de  Herrera.  Alü  también  conoció  al  señor 
Miguel  de  Francisco,  de  familia  establecida  en  Cartagena. 
Todas  las  casas  que  visitó  dice  que  tienen  el  mismo  carác- 
ter,  á  saber:  tres  patios,  balcones  dobles  interiores,  y  no 
hay  ninguna  que  no  conserve  buenas  pinturas  españolas 
y  que  no  exhiba  sobre  los  muros  bellos  grabados  antiguos 
de  muy  buen  gusto. 

El  II  del  mismo  mes  regresó  á  Sevilla  con  sus  amigos 
y  compañeros  de  viaje,  y  continuó  en  los  archivos  sus 
investigaciones  históricas  con  mucho  fruto,  (i) 

Deseando  el  señor  Harding — dice'  Acosta — ver  todas 
las  danzas  populares  españolas,  dispuso  un  baile  con  ese 
objeto.  cConcurrímos  como  espectadores,  desde  las  siete 
de  la  noche  hasta  las  once.  Allí  vimos  bailar  boleros  legí- 
timos, ejecutados  por  sevillanas,  y  jaleos  andaluces  de 
varias  clases,  concluyendo  con  la  danza  gitana  del  pal- 
moteo. 

cBailaron  con  una  gracia  típica  tres  muchachas  gran- 
des y  tres  pequeñas,  vestidas  con  lujo.  Mientras  bailaban 
éstas,  cuantas  personas  tenían  castañuelas  en  la  sala  lleva- 
ban el  compás  con  ellas.  A  mi  pedimento  bailaron  un 
minuet  a/andangado  muy  curioso. 

4:Las  andaluzas  tienen  todavía  aire  de  odaliscas,  y  todas 
bailan  con  pasión  y  sin  cansarse  jamAs. 

El  14  tomó  la  diligencia  que  debería  llevarle  á  Madrid, 
repasando  por  muchas  de  las  ciudades  que  ya  había  visto. 
Veamos  algo  del  Diario. 


(1)  En  el  Apéndice  número  O  do  la  Sutoria  de  la  Chnquüta  y  CMoni- 
Moción  etc.,  Acosta  hace  una  relacióa  de  los  documentos  que  encontró  en 
Sevilla  y  en  otros  archivos  de  España,  t^into  públicos  como  privados. 


4^0  BiOGSAFlA 


y^^^%^t^^^i^^^k^^^>,^^^m^^0^  I 


i 6. — cAImorzámos  en  la  Carolina,  una  de  las  poblacio- 
nes de  Carlos  IH,  y  en  seguida  nos  metimos  por  la  Sierra 
Morena,  de  quijotescos  recuerdos.  Parece  aquel  paisaje 
un  pedazo  disminuido  de  la  sierra  que  divide  el  valle  de 
Cáqueza  de  la  planicie  de  Bogotá. 

cPasámos  por  Puertp-Lapiche  y  entramos  á  la  Man- 
cha, teatro  de  tantas  hazañas  de  Don  Quijote.  Vi  sus 
mismos  molinos  de  viento,  la  venta  en  donde  fué  armado 
caballero,  y  el  paraje  que  dijeron  había  querido  pintar 
Cervantes  cuando  su  héroe  hizo  penitencia;  riscos  hoy 
menos  salvajes,  pero  aún  muy  pintorescos 

17. — cEsta  planicie  de  la  Mancha,  que  continuamos 
atravesando,  es,á  pesar  de  ser  tan  extensamente  cultivada, 
muy  triste  y  poco  poblada.  No  hay  parte,  sin  embargo, 
en  que  parara  la  diligencia,  que  no  estuviese  plagada  de 
mendigos,  que  parecía  brotarlos  la  tierra,  siempre  vesti- 
dos con  telas  color  de  tabaco.  Concluyó  la  pintoresca 
zona  de  Andalucía,  y  todo  en  torno  nuestro  es  monótono. 
Pasamos  pueblos,  aldeas  y  caseríos,  y  al  fin  llegamos  á 
Ocaña  á  las  cuatro  de  la  tarde.  Allí  nos  quedamos,  y  al 
día  siguiente,  poto  después  de  media  noche,  nos  pusimos 
en  marcha  nuevamente.  Llegamos  á  Aran  juez  á  las  tres 
de  la  mañana.  Yo  me  había  colocado  al  lado  del  mayoral 
para  ver  mejor  el  paisaje,  y  de  allí  bajé  transido  de  frío 
para  recorrer  al  claro  de  la  luna  las  largas  y  solitarias  ga- 
lerías, la  plaza,  los  jardines  y  la  parte  exterior  de  este  sitio 
verdaderamente  real.  Lo  que  más  lo  hermosea  es  el  Tajo, 
que  después  de  bañar  el  pie  del  palacio,  se  deja  atravesar 
por  un  hermoso  puente  suspendido. 

«Continuamos  camino,  pasamos  otro  puente,  subimos 
una  colina  á  la  planicie  por  un  buen  camino,  poco  ha- 
bitado, la  tierra  árida  y  desnuda,  con  uno  que  otro  árbol 
en  la  vera  del  camino.  Dejamos  á  un  lado  el  pueblo  de 
Valle-verde,  y  bajábamos  una  colina,  cuando  se  me  pre- 
sentó el  perfil  lejano  de  Madrid,  espectáculo  tan  familiar 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  42 1 

á  mí  imaginación.  Abordamos  la  capital  por  el  puente  de 
Toledo,  de  una  magniñcencia  digna  de  una  gran  capital. 
Sobre  sus  barandas  de  piedra  se  veían  algunos  frascos  de 
aguardiente  y  licores,  que  vendían  las  vivanderas. 

«La  diligencia  subió  después  por  una  alameda  hasta 
la  puerta  ó  arco  de  triunfo  de  Toledo,  la  cual  lleva  una 
inscripción  contra  los  franceses  y  en  favor  de  Fernando  vn. 

«Aunque  era  muy  temprano,  las  calles  de  Madrid  esta- 
ban llenas  de  gente,  y  oíase  grande  alboroto  en  el  mercado 
de  frutas  y  legumbres,  por  medio  del  cual  pasamos.  Una 
de  las  cosas  que  más  atención  me  llamó  fué  lo  chabacano 
de  los  letreros  sobre  las  puerta^  y  las  faltas  de  oitografía 

que  se  nota  en  la  mayor  parte  de  ellos Me  desmonté 

en  la  calle  de  Alcalá,  en  la  posada  de  las  Diligencias  pe* 
ninsulares. 

«Apenas  pude  arreglarme  salí  á  dar  una  vuelta  por  la 
ciudad,  y  me  encontré  con  la  Reina,  la  cual  iba  con  su 
hermana  en  un  coche  tirado  por  seis  caballos  y  escoltada 
por  un  piquete  de  caballería;  iban  á  pasear  al  Retiro.  Isa- 
bel II  acaba  de  cumplir  quince  años  (el  13  de  este  mes). 
Es  una  niña  gordita  que  representa  más  edad  de  la  que 
.tiene 

€ig. — Pasé  el  día  en  el  Museo  de  pinturas,  arrebatado 
ante  la  rica  y  escogida  colección  de  cuadros  de  Murillo, 
Ribera,  Rafael,  Guido,  el  Ticiano  y  cien  maestros  más, 
todos  de  primer  orden.  Vi  los  dos  hermosos  cuadros  de 
Andrea  del  Sarto,  cuyos  grabados  poseo.  La  famosísima 
Pepla  de  Rafael  no  la  vi,  porque  la  tienen  en  Palacio,  y  al- 
gunos españoles  se  inquietan  por  su  suerte 

tEn  el  Prado  me  encontré  esta  tarde  con  el  Infante 
D.  Francisco  de  Paula,  con  sus  seis  hijos,  en  una  calesa 
tirada  por  seis  caballos  rucios  de  no  muy  altiva  aparíenc¡a.> 

Visitó  á  varias  personas  para  quienes  llevaba  cartas  de 
recomendación;  estuvo  en  la  plaza  de  toros  á  ver  la  última 
corrida  de  la  estación;  «es  decir,  añade,  á  presenciar  la 


432  biografía 

muerte,  ó  más  bien  la  matanza  de  inermes  caballos  y  el 
entusiasmo  de  los  diez  mil  espectadores.  Vi  un  toro  de 
Andrade,  el  cual  de  cada  cornada  despachaba  un  caballo 
y  tenía  las  astas  ensangrentadas  hasta  cubrirle  la  frente.  . . 
No  pude  aguardar  el  fin  de  aquella  fiesta  de  sangre,  y  me 
salí  á  pasear  por  los  jardines  del  Retiro.» 

En  el  Teatro  del  Príncipe  vio  á  la  famosa  actriz  Ma- 
tilde Diez,  «con  su  fisonomía  española  y  ojos  llenos  de 
inteligencia  y  malicia.» 

No  le  seguiremos  en  la  descripción  del  Escorial,  ni  la 
que  hace  del  Palacio  Real.  Le  gustaron  allí  particular- 
mente las  colecciones  de  armas  antiguas  y  modernas  de 
la  Armería. 

En  Madrid  estuvo  á  visitar  á  la  viuda  de  Cortés  Cam- 
pomanes,  á  quien  había  conocido  en  1830  en  Bruselas, 
como  sin  duda  lo  recordará  el  lector  de  esta  Biografía, 

Vanas  ocasiones  quiso  entrar  á  la  Biblioteca,  pero  unas 
veces  le  decían  que  no  podía  entrar  porque  estaban  este- 
rando, otras  porque  las  estaban  pintando;  ya  que  el  biblio- 
tecario estaba  ausente,  enfermo  ó  en  vacaciones;  «pretex- 
tos todos,  dice,  para  impedir  la  entrada  al  público.»  Visitó 
el  Museo  de  ingenieros,  el  de  historia  natural,  en  donde 
vio  ricas  muestras  de  minerales  llevados  de  Nueva  Grana- 
da. Dijéronle  que  antes  había  allí  una  pepita  de  oro  en- 
contrada en  el  cerro  de  Tomé  en  el  Chocó,  que  pesaba 
veintitrés  libras,  pero  que  había  desaparecido.  Allí  vio  dos 
cuadros  que  representaban  guineos  y  guayabas  que  perte- 
necían á  la  colección  que  Mutis  había  hecho  pintar  en  Ma- 
riquita. Por  lo  demás,  aquella  colección  no  le  pareció  muy 
bien  ordenada  ni  interesante. 

El  Museo  de  artillería  estaba  lleno  de  banderas,  trofeos 
de  guerras  civiles  y  de  armas  y  modelos  de  plazas  fuertes 
de  todas  las  naciones.  «El  señor  Domínguez,  añade,  ofi- 
cial mexicano,  nos  hizo  los  honores  de  aquel  Museo  con 
gracia  é  inteligencia,  pero  se  manifestó  algo  avergonzado 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  423 

cuando  ie  tocó  señalarnos  el  armario  en  que  están  los  uni- 
formes, retrato  y  banderas  de  Morelos  con  esta  inscrip- 
ción: 

fiCahecilla  de  insufgentes  en  Nueva  España.i^ 

Erf  los  días  que  permaneció  en  Madrid  tuvo  relaciones 
con  un  célebre  jurisconsulto  y  literato  español,  académico 
y  autor  del  Febrero  novísimo  y  otras  obras  de  jurispruden- 
cia, á  más  de  poesías  y  libros  puramente  literarios.  Tenía 
entonces  sesenta  ypnco  años,  y  dice  Acosta  que  era  un 
viejito  de  aspecto  bondadoso.  En  Madrid  encontró  dos  se- 
ñoras Jurados  más,  una  viuda  del  señor  Goicochea  y  otra 
también  viuda  de  Matos;  también  lo  visitó  un  señor  Istu- 
rite,  casado  con  la  Condesa  de  Casa  Valencia,  á  quien  fué 
á  ver  una  noche  en  su  casa.  «La  Condesa,  dice,  sin  ser  be- 
lla, tiene  una  fisonomía  expresiva  y  agradable;  tiene  ya 
una  hija  de  diez  y  seis  años.i>  Visitó  en  el  palacio  de  Bue- 
navistaal  Coronel  de  artillería  Santa  Cruz,  palacio  que  fué 
de  Espartero  en  época  de  triunfos. 

Después  de  haber  permanecido  ocho  días  en  Madrid, 
el  26  de  Octubre  tomó  la  diligencia  y  se  encaminó  al  Nor- 
te de  España.  Notó  que  todos  aquellos  campos  son  tristes 
y  monótonos,  y  sus  habitantes  carecen  del  genio  alegre  y 
de  los  vestidos  vistosos  de  los  pueblos  del  sur  de  la  Penín- 
sula. A  pesar  de  ser  día  domingo,  las  aldeas  por  donde  pa- 
saba no  estaban  de  fiesta,  y  los  aldeanos,  vestidos  de  colo- 
res sombríos,  atravesaban  las  calles  y  caminos  arreando  los 
borricos  cargados  con  las  malas  uvas  que  se  dan  en  aque- 
llas provincias. 

No  se  detuvo  en  Burgos  sino  para  ver  la  Catedral. 
Pasó  el  Duero,  el  Ebro,  y  llegó  á  Vitoria  á  las  once  de  la 
mañana  del  27. 

«Al  salir  de  Vitoria,  dice,  empezamos  á  subir  los  Piri- 
neos; la  tarde  era  hermosísima,  el  camino  el  más  pinto- 
rezco  y  el  mejor  de  cuantos  he  visto  en  España. 


434  biografía 

«Llegamos  á  Irún  antes  de  amanecer,  y  á  las  siete  de 
la  mañana  descubrimos  entre  la  niebla  el  famoso  Btdasoa, 
río  que  desagua  en  Fuente  Rabia,  de  históricos  recuerdos. 

«A  poco  atravesamos  un  puente  y  la  frontera  de  Espa- 
ña. Las  dos  naciones  no  se  distinguen  allí  por  su  lengua, 
pues  en  uno  y  otro  territorio  el  pueblo  habla  vascongado, 
lengua  que  me  pareció  más  sonora  y  más  suave  que  el 
provenzal  que  había  oído  al  principio  de  mi  viaje  del  lado 
del  Mediterráneo. 

«Costeando  el  Atlántico,  llegámos»á  Bayona  á  las  once 
de  la  mañana  del  día  28  de  Octubre.» 


CAPITULO  IV 

Sq  Burdeos.— DftTid  d'Angera.— Qistos  de  viaje.— Be  iiutala  ea  Patia. — 
Obras  que  publicó.— Hapa  de  Nuera  Granada.— Cartas  k  don  Pedro 
Fernández  Madrid.- Los  amigos  de  Aconta  en  París.— Política  euro- 
pea.— Bl  General  Flórez  riene  &  Europa.— Acosta  desaprueba  sus  em- 
presas.—Amistad  con  don  Pedro  Fernández  Madrid. —Acosta  resuelva  * 
abandonar  la  carrera  política.— Cartas  interesantes  del  Barón  de 
Humboldt. 

1846 

£1  30  de  Octubre  al  aclarar  el  día  llegaba  á  Burdeos 
en  la  diligencia.  Se  alojó  en  el  hotel  Rouen,  en  donde  per- 
maneció dos  días.  Estando  allí  fué  á  visitar  al  General 
Montenegro,  que  lo  recibió  con  mucha  atención,  y  un  ca- 
ballero francés,  para  quien  llevaba  cartas  de  recomenda- 
ción, lo  llevó  á  visitar  hasta  en  sus  pormenores  las  curio- 
sidades de  la  ciudad. 

En  la  vía  para  regresar  á  París  se  encontró  con  un  an- 
tiguo amigo,  á  quien  había  tratado  mucho  en  su  viaje  an- 
terior, nada  menos  que  el  célebre  escultor  David  d'An- 
gers. 

Al  llegar  á  Orleans  tomaron  el  ferrocarril  y  llegaron  á 
París  el  3  de  Noviembre.  Según  las  cuentas  que  hace  al 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  425 

fin  de  su  Diario,  había  gastado  en  el  viaje  dos  meses  y 
una  semana,  y  sólo  1,740  francosi  Esto  en  verdad  sin 
contar  lo  que  le  costaron  las  muchas  curiosidades  españo- 
las que  llevaba. 

No  bien  se  hubo  instalado  en  París,  cuando  empezó  á 
trabajar  asiduamente  en  la  obra  histórica  que  tenía  en- 
tre manos,  así  como  en  el  mapa  de  Nueva  Granada,  del 
cual  ya  hemos  hablado  antes.  Además  tradujo  las  Memo- 
rias que  M.  Boussingault  había  presentado  en  la  Academia 
de  Ciencias  de  París,  acerca  de  las  observaciones  científicas 
en  la  época  en  que  estuvo  en  Colombia — de  1826  á  1830  — 
y  reprodujo  el  Semanatio  de  Caldas.  Todo  esto  lo  hizo 
á  su  costa,  sin  que  el  Gobierno  de  su  patria  le  recompen- 
sara en  manera  alguna  por  los  sacrificios  pecuniarios  que 
hizo,  ni  sus  compatriotas  le  agradecieran  aquellas  obras 
que  daban  á  conocer  el  país.  Entre  tanto,  los  sabios  euro- 
peos le  tenían  en  mucho;  era  recibido  con  el  mayor  apre- 
cio en  los  salones  de  éstos,  y  atendían  á  sus  opiniones  en 
asuntos  científicos. 

El  mapa  de  Nueva  Granada  fué  acogido  en  la  Socie- 
dad de  Geografía  con  especial  estimación,  como  lo  prueba 
la  Memoria  que  acerca  de  aquella  obra  publicó  dicha  Cor- 
poración científica  en  su  Boletín  de  Abril  de  1848.  (i) 

Hé  aquí  un  párrafo  de  una  carta  que  escribió  á  su  ami- 
go el  señor  Pedro  Fernández  Madrid,  sobre  la  obra  que 
tenia  entre  manos: 

c Dentro  de  dos  meses  comenzará  á  grabarse  mi 

carta  de  Nueva  Granada,  la  cual  no  es  ni  puede  ser  otra 
cosa  que  un  bosquejo  imperfecto,  que  podré  perfeccionar 
más  tarde;  pero  me  avergonzaba  de  ver  que  nuestro  pais 
no  tenia  todavía  un  mapa  especial,  y  para  colmar  este  va- 
cio me  decidí  á  hacer  el  sacrificio  de  todo  amor  propio  y 

(1)  fie  veri  U  traducdóii  de  este  ÍdÍ orme  de  M.  Jomard  en  el  Apéndi- 
ee  qne  se  pablicerá  al  flo  de  esU  obra. 


420  BIOGRAFÍA 

de  parte  de  mis  recursos  , . .  Los  señores  Roulin  y  Boiis- 
singdult  me  han  ayudado  con  sus  consejos,  (i) 

De  otra  cartí  del  mismo  al  mismo  extractamos  lo  si- 
guiente: 

« Yo  me  he  consagrado — sin  dejar  por  esto  de  mano 

mi  trabajo  histórico — á  estudiar  á  fondo  la  geología  y  la 
mineralogía.  Paso  mis  diasen  la  Escuela  de  Minas,  porque 
¿stoy  persuadido  de  que  estos  conocimientos  son  los  más 
útiles  para  la  explotación  de  los  recursos  de  nuestra  pa- 
tria, y  quiero  por  lo  menos  llevar  algunas  ideas  positivas 
en  estas  materias.!» 

Durante  el  invierno  de  1845  á  1846,  Acosta  se  dedicó 
asiduamente  A  sus  tareas  científicas  y  literarias,  pero  no 
por  eso  dejaba  de  visitar  á  sus  antiguos  amigos:  Duhamel, 
Bóussingault,  Brongniart,  (padre  é  hijo)  Dumas,  (el  quí- 
mico) Milne  Edwards,  Michel  Chcvalier,  (2)  Elias  de  Beau- 
mont,  Vcrneuil,  (3)  Alcidcs  de  Obigny  (4). 

Reanudó  las  cordiales  relaciones  de  amistad  que  le 
unían  al  Barón  Gros,  (5)  diplomático  que   había  sido  Mi- 


(1)  Este  párrafo  se  encuentra  en  ana  colección  de  cartas  que  poseen 
las  hijas  del  sefior  Madrid,  quienes  tavieron  la  bondad  de  facilitárnoslas 
oportunamente. 

(2)  Célebre  economista,  Yiajero,  escritor  pollticOf  Consejero  de  Estado 
bajo  Luis  Felipe  y  el  Imperio;  hizo  gran  papel  en  la  política  y  la  ciencia 
económica  hasta  su  muerte,  ocurrida  ea  1879. 

(8)  Geólogo  francés,  viajero,  miembro  del  Instituto. 

(4)  Famoso  geólogo  y  viajero.  Como  naturalista  y  viajero,  su  nombre 
será  siempre  citado  en  lugar  preferente  entre  los  naturalistas  que  visita- 
ron la  América  del  Sur.  ifis  autor  de  una  de  las  obras  más  completas  7 
monumentales  que  se  han  escrito  sobre  hi  América  del  Sur  (Chile,  Bdi- 
via,  Paraguay  j  la  Argentina).  Consta  ésta  de  nueve  tomos  en  4.*,  en  los 
cuales  hay  una  descripción  muy  completa  de  la  geología,  de  los  pájaros» 
insectos,  moluscos,  etc.,  de  los  países  que  visitó.  Publicó  también  otro 
viaje  á  las  dos  Américas.  y  una  obra  sobre  Paleontología  en  catorce 
tomos,  en  folio,  que  no  concluyó.  Murió  relativamente  Joven,  de  pooo 
más  de  cincuenta  años,  en  1857. 

(5)  El  Barón  Juan  Bautista  Luis  Oros  se  había  educado  con  la  famillA 
<de  Orleans,  y  era  hombro  de  talento  y  pintor  de  mérito.  Luis  Felipe  la 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  427 

nistro  de  Francia  en  Bogotá  durante  la  época  en  que  Acos- 
ta  sirvió  la  cartera  de  Relaciones  Exteriores.  A  pesar  de  su 
edad  avanzada,  el  Barón  de  Humboldt  pasaba  temporadas 
en  París,  y  recibió  á  Acosta  con  las  mismas  consideracio- 
nes y  cariño  de  antaño.  Por  lo  demás,  durante  los  años 
transcurridos  desde  que  estuvo  en  Bogotá,  no  habían  de- 
jado de  escribirse.  Tenemos  á  la  vista  cartas  familiares  de 
todas  estas  notabilidades,  dirigidas  á  Acosta,  lo  cual  prueba 
la  sincera  amistad  que  le  profesaban. 

En  Mayo  de  1846  Acosta  pasó  á  Inglaterra  á  recibir  á 
su  familia,  que  regresaba  de  Halifax  para  unirse  á  él  des- 
pués de  once  meses  de  ausencia. 

Con  el  objeto  de  pasar  el  verano  en  el  campo,  y  al  mis- 
mo tiempo  estar  cerca  de  las  bibliotecas  que  necesitaba 
consultar  á  cada  paso,  se  fué  á  radicar  con  su  mujer  y  su 
hija  en  Versalles,  en  donde  permanecieron  hasta  Noviem- 
bre de  1846.  A  medida  que  iba  escribiendo,  daba  á  copiar 
cada  capítulo  á  su  esposa,  de  manera  que  la  historia  de  la 
conquista  pasó  también  por  su  pluma. 

Conservaba  correspondencia  epistolar  con  sus  compa- 
ñeros de  viaje  en  España,  de  quienes  conservamos  algunas 
cartas.  Del  Conde  Julio  de  Grocben  extractamos  el  siguien- 
te párrafo  de  una  carta  de  12  de  Febrero  de  1846: 

<r Le  agradezco  á  usted  siempre  la  amistad  indul- 
gente que  me  dispensa,  y  no  olvido  las  bondades  de  usted 
para  conmigo  durante  nuestro  viaje  á  España,  recuerdo 
que  conservaré  siempre;  cuando  pienso  en  aquel  país,  el 
recuerdo  va  unido  á  la  agradable  sociedad  de  usted » 

El  28  de  Febrero  de  1847  el  Director  del  Depósito  de 

envió  como  Ministro  de  Francia  en  1834  á  las  repúblicas  de  la  Argenti- 
na, Uruguay  y  Nueva  Granada.  R  gresó  á  Buropa  en  1847,  y  fué  en- 
TÍado  á  Atenas  y  á  Espafia  á  hacer  tratados  importantes  con  aquellas  na- 
ciones. En  1857  fué  como  Embajador  á  China,  y  después  acompafió  al 
Celeste  Imperio  la  famosa  expedición  contra  ese  país,  emprendida  por 
Francib  é  Inglaterra.  Regresó  4  Buropa,  en  don  le  tomó  asiento  en  el  8e 
nado  hasta  su  muerte,  ocurrida  en  1870. 


428  BIOGRAFÍA 

Guerra  le  envió  la  carta  de  Francia  como  un  recuerdo  por 
lo  que  había  cooperado  en  ella  en  1828,  como  lo  recorda- 
rá el  lector. 

Volveremos  á  extractar  algunos  párrafos  de  diferentes 
cartas  que  Acosta  escribía  al  señor  Madrid: 

€/5  de  Febrero  de  1847, — Llegaron  algunos  de  sus  exce- 
lentes artículos  sobre  ^Nuesitas  Cosías  incultas,  insertos  en 
El  Día,  (de  Bogotá)  y  me  proponía  reimprimirlos  en  una 
edición  en  8.°  ccn  su  nombre  al  frente,  ¡jero  no  he  podi- 
do recoger  la  serie  completa,  ni  me  atrevería  sin  su  con- 
sentimiento á  hacerlo,  puesto  que  este  útilísimo  é  impor- 
tante trabajo,  que  deseo  ardientemente  que  sea  conocido 
bien  en  Europa,  es  una  propiedad  de  usted  que  le  ha  de- 
mandado vigilias  y  estudios  tales,  como  quizás  no  habrá 
seis  granadinos  que  sean  capaces  de  consagrarse  é  ello. 
(Me  pesa  haber  escrito  seis,  pues  mi  conciencia  me  está 
gritando  que  he  fijado  un  máximum  excesivo).  Ojalá  me 
mande  en  tiras  la  serie  completa;  con  su  permiso,  tal  vez 
mis  circunstancias  podrían  permitirme  la  traducción  y  pu- 
blicación en  Francia,  que  así  se  llenaría  mejor  el  objeto. 

cEntregué  á  M.  Roulin  los  papeles  de  Vicente  Roche, 
tan  bueno  como  perezoso,  y  de  quien,  por  supuesto,  no  se 
me  ha  ocurrido  jamás,  ni  por  mal  pensamiento,  que  pu- 
diese tener  contestación  á  una  ó  dos  cartas  que  le  llevo 
escritas. 

cMucho  le  agradezco  las  noticias,  así  públicas  como 
privadas.  Pensamos  del  mismo  modo  en  todo  y  por  todo, 
y  cuando  veo  que  coincidimos,  me  tranquilizo,  y  creo  en- 
tonces que  no  me  falta  razón.  Cuánto  me  gustaría  un  la- 
bUau  del  Congreso  pintado  por  ustedl 

€ Escucliámos  en  días  pasados,  de  boca  del  mis- 
mo Guizot  y  con  su  gesto  elocuente,  la  justificación  de  la 
conducta  de  Luis  Felipe  en  el  negocio  de  los  matrimonios 
reales  en  España,  pero  no  quedamos  convencidos  de  que 
había  obrado  con  entera  lealtad,  y  aunque,  á  decir  verdad, 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  439 

no  me  pese  una  humillación  de  más  para  Inglaterra,  el  par- 
tido con  que  ;»e  ha  ligado  la  Corte  de  Saint-CIoud  en  Espa- 
ña para  triunfar,  es  indigno  de  seguir  nuestra  antigua  ma- 
dre patria,  á  quien  se  le  preparan  largos  años  de  lucha  to- 
davía. 

<La  Reina  Cristina  está  furiosa  por  la  pérdida  de  los 
fondos  de  la  mal  parada  expedición  de  Flórez  . . . 

€ Si  para  fines  del  año  puedo  comenzar  á  imprimir 

mi  pequeño  trabajo  histórico,  en  todo  el  año  de  1848  vol- 
veré á  Guaduas,  á  vivir  tranquilo,  si  se  puede.  Sólita  está 
aprovechando  bastante  en  su  colegio;  hizo  su  primera  co- 
munión la  cual,  como  usted  sabe,  requiere  una  ceremonia 
muy  solemne  en  estos  países,  y  exige  exámenes  severos 
de  los  principios  de  la  Religión 

«r La  inauguración  de  una  especie  de  gobierno  re- 
presentativo en  Prusia  atrae  hoy  la  atención  de  Europa. 
Los  prusianos  han  creído  que  su  Dieta  es  cosa  formal^ 
pero  el  Rey  les  quita  á  cada  paso  en  sus  deliberaciones  el 
bocado,  y  al  fin  el  Rey  se  cansará  y  los  mandará  á  sus  ca- 
sas, ó  la  cosa  tomará  un  aspecto  grave. 

«Esto  empieza  á  inquietar  á  los  Estados  del  Norte,  pues- 
to que  una  revolución  radical  en  Prusia  sería  la  señal  ó  el 
principio  de  una  larga  serie  de  convulsiones  políticas.  El 
Rey  de  Prusia  tiene  facundia,  pero  carece  de  tacto  y  es 
muy  obstinado.  El  Príncipe  real  dicen  que  es  hombre  de 
más  talento,  pero  lo  detestan  por  sus  modales  altaneros,  (i) 
Una  vez  que  una  nación  tan  ilustrada  como  Prusia  se  de- 
cida de  veras  á  tomar  parte  en  el  Gobierno,  será  difícil 
que  la  corte  más  firme,  prudente  y  moderada,  pueda  im- 
pedirlo. La  publicación  de  los  debates  de  la  Dieta  es  un 
gran  paso,  y  los  detalles  de  las  discusiones  se  leen  ávidar 
mente  en  toda  Alemania. 

«Publicaron  en  el  PorUfeuille  un  artículo  del  General 


(1)  Éste  fué  después  Rey  de  Prusia  jr  Emperador  Quillermo  i. 


430  biografía 

Fiórez,  que  atacaba  de  paso  las  instituciones  de  las  repú- 
blicas  de  la  América  del  Sur.  Escribí  cuatro  renglones  ma- 
nifestándoles que  carecían  de  datos  suficientes  para  juzgar 
la  cuestión  y  para  envolver  á  todas  las  repúblicas  en  una 
misma  condenación.  No  quisieron  aceptar  mi  artículo,  (i) 
y  retiré  mi  suscripción.  Usted  recibirá  los  números  hasta 
ñnde  Mayo;  después  le  seguiré  enviand()  cualquier  otro  pe- 
riódico. El  Constitucional  no  quiso  admitir  otro  artículo  de 

Flórez  en  elogio  de  su  manifiesto > 

Desesperado  el  General  Florez  con  la  situación  anár- 
quica en  que  se  hallaba  el  Ecuador,  y  desconfiando  por 
completo  del  porvenir,  vino  á  Europa  á  buscar  protección 
de  España  en  los  negocios  políticos  de  América.  No  bien 
supo  aquello  Acosta,  cuando  resolvió  romper  su  antigua 
amistad  con  el  fundador  de  la  República  del  Ecuador,  y 
para  manifestarle  su  desaprobación,  le  devolvió  un  retrato 
que  el  General  Flórez  le  había  regalado,  así  como  algunos 
libros.  Comprendemos  á  esta  distancia  de  años  la  descon- 
fianza y  desesperación  de  un  militar  como  el  General  Fló- 
rez al  ver  la  situación  de  continuas  revueltas  públicas  en 
que  se  hallaba  el  Ecuador,  y  comprendemos  también  la  in- 
dignación de  Acosta  al  ver  á  un  procer  de  la  Independen- 
cia de  América  dar  un  paso  tan  desacertado,  pero  deplo- 
ramos al  mismo  tiempo  esa  desavenencia  entre  amigos 
viejos,  que  hasta  entonces  se  habían  estimado  mucho.  En 
breve  el  General   Flórez  comprendió  su  error  político  y 


(!)  Sin  embargo,  el  historiador  Michelet habla  tomada  interesen  qué 
le  publicase  el  articulo,  segiia  eacoDtrnmos  en  una  carta  de  éste  á  A.cof- 
ta.  Hela  aquí : 

Je  aula  íort  contrarié  de  ne  point  voir  dans  le  journal  la  note  de 
M.  Acosta:  je  puis  cependant  affirmer  qu'en  envoyant  lea  2  notes,  j^ayaii 
dit  á  M.  Chambolle  que  la  mienne  était  la  mains  important$,  et  que  Je 
teñáis  inflniment  plus  d  Tautre,  qui  est  l'apologie  de  toutes  les  republi- 
ques  américaines.  Je  verrai  Chambolle  aujourd*hui. 

Salutations  cordiales. 

J.   MiOHBLBT. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  43 1 

abandonó  su  idea,  pero  desgraciadamente  en  Nueva  Gra- 
nada nunca  han  olvidado  aquel  hecho,  á  pesar  de  la  sin- 
cera estimación  y  aun  gratitud  que  se  le  tiene  á  su  hijo,  el 
señor  Antonio  Flórez,  el  cual  ha  sido,  con  ríizón,  premia- 
do con  los  más  altos  puestos  á  que  puede  llegar  un  ciuda- 
dano de  una  república,  desde  presidente  de  la  nación 
hasta  embajador  de  su  país  en  Europa.  El  señor  Flórez  se 
ha  manifestado  leal  y  fraternal  con  la  actual  Colombia,  y 
su  conducta  en  Europa  con  los  ciudadanos  de  ella  ha  sido 
en  todas  circunstancias  digna  de  su  noble  carácter. 

Como  debemos  juzgar  por  las  cartas  que  tenemos  en 
nuestro  poder,  y  por  los  recuerdos  que  conservamos,  Acos- 
ta  depositaba  en  el  señor  Pedro  Fernández  Madrid  la  mis- 
ma confianza  que  con  su  padre  tuvo  hasta  acompañarlo  á 
su  última  morada,  de  manera  que  en  la  correspondQncia 
que  con  él  tenía,  le  manifestaba  siempre  sus  más  íntimas 
ideas  sobre  todas  materias.  Desalentado  con  el  tono  y  ten- 
dencia de  la  política  del  General  Mosquera,  que  entonces 
era  el  Presidente  de  su  patria,  y  descontento  con  el  giro 
que  tomaban  las  ideas  en  Nueva  Granada,  resolvió  aban- 
donar por  completo  la  carrera  de  la  política,  y  así  se  lo  es- 
cribió á  don  Pedro  Madrid;  pero  al  mismo  tiempo  alenta- 
ba á  éste  para  que  se  arrojase  á  la  palestra,  deseando  que 
hiciese  lucida  carrera  en  la  diplomacia.  Con  ese  motivo  le 
advierte  en  una  de  sus  cartas  que  ha  dado  orden  para  que 
le  entreguen  todos  los  libros  diplomáticos  que  poseía  en 
Bogotá,  «colección,  dice,  que  no  baja  de  cien  volúmenes,)^ 
la  cual  desea  que  le  sea  útil.  «Ya  yo  no  los  necesito,  añade, 
porque  mi  ánimo  y  mis  inclinaciones  me  impelen  á  ocupar 
en  otra  cosa  los  pocos  días  de  vida  que  me  quedan,  y  aun- 
que no  fuera  por  amistad,  por  el  bien  de  mi  patria  debería 
yo  legárselos  á  usted  en  vida.D 

En  1848  el  señor  Barait,  junto  con  el  señor  José  J.  Fa- 
bres,  que  eran  redactores  de  El  Siglo ^  de  Madrid,  le  escri- 
bieron para  convidarlo  á  colaborar  en   su  periódico,  ofre- 


432  biografía 

ciéndole  por  cada  articulo  que  enviase  de  París,  de  veinti- 
cinco á  cien  duros,  según  la  importancia  de  él. 

Acosta  no  pudo  aceptar  aquella  halagüeña  propuesta, 
porque  sus  trabajos  literarios  y  sus  estudios  no  le  dejaban 
tiempo  para  pcuparse  en  otra  cosa. 

Como  el  mapa  de  Nueva  Granada  estaba  dedicado  al 
Barón  de  Humboldt,  en  Marzo  de  1848  recibió  una  carta 
de  este  sabio,  que  decía  lo  siguiente: 

«Recibí,  mi  querido  Coronel,  con  dulce  satisfacción, 
el  titulo  afectuoso  de  su  recuerdo,  y  debería  sonrojar- 
me, como  de  una  señal  demasiado  honorífica,  del  caso 
que  usted  no  cesa  de  hacer  de  mis  primeros  trabajos  acer- 
ca de  la  geografía  americana.  Deseo  ofrecerle  los  homena- 
jes de  mi  gratitud,  y  que  usted  me  presente  á  la  amable 
señora  Acosta  en  casa  de  usted.  Si  usted  me  hiciera  el  fa- 
vor de  venir  á  verme  en  el  Instituto  á  las  dos  y  media  el 
lunes,  hablaremos  de  ello  en  el  gabinete  de  M.  Mignet. 

cCon  mi  sincerisima  amistad, 

cA.   HUMPOLDT. 

«Domingo  en  la  noche.» 

(Traducida  del  francés). 

Convenido  el  día  en  que  Humboldt  debería  visitar 
nuestro  modesto  hogar,  Acosta  pidió  permiso  para  sacar 
del  colegio  á  su  hija  ese  día  para  que  tuviese  el  honor  de 
apretar  la  mano  del  mayor  sabio  del  siglo. 

Además  de  la  carta  que  acabamos  de  transcribir,  tene- 
mos otras  á  la  vista,  (de  Humboldt)  de  aquella  época,  tam- 
bién interesantes.  Entre  todas  escogeremos  dos  más,  para 
ponerlas  ante  las  ojos  del  lector. 

«Me  debo  declarar  muy  culpable  con  respecto  de 
un  amigo  por  el  cual  he  conservado  de  Guaduas  á  París, 
y  de  París  á  Siberia,  un  tierno  y  vivo  afecto,  y  me  afli- 
giría positivamente,  mi  querido  Coronel,  si  usted  creye- 
ra por   un   momento   que  yo  he  sido  infiel  á  ese  amable 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  433 

recuerdo  que  usted  me  ha  guardado  después  de  tantos 
años  de  ausencia.  Estuviera  yo  en  París  actualmente  para 
manifestarle  de  palabra  cómo  me  halaga  el  afecto  de  us- 
ted (dévoáment)  que  existe  hace  tantos  años!  Sólo  las  per- 
sonas que  conocen  intimamente  la  posición  que  tengo  en 
este  pais,  en  donde  se  me  trata  con  tan  fácil  indulgencia, 
saben  que  es  contra  mi  voluntad  que  tardo  en  contestar 

las  cartas  dictadas  por  una  dulce  amistad No  puedo 

disponer  sino  de  las  horas  nocturnas  para  entregarme  á 
trabajos  literarios  importantes. 

<Mi  salud,  á  pesar  de  mi  edad,  y  cuando  la  vida  ya  no 
es  segura,  se  conserva  admirablemente,  (i)  El  aspecto  del 
mundo  es  más  triste  de  lo  que  yo  esperaba  en  1789.  Hago 
votos  por  la  independencia  y  la  libertad  de  su  país.  No  es 
ciertamente  por  medio  de  importaciones  de  linajes  monár- 
quicos como  obtendrán  la  paz. 

«Un  caballero  amable  y  de  talento,  el  Conde  Grocben, 
me  ha  dudo  noticias  muy  interesantes  acerca  de  usted:  de 
su  familia,  de  la  amistad  que  usted  me  conserva,  mi  que- 
rido Acosta,  y  lo  he  escuchado  hablar  de  todo  esto  con 
*  viva  gratitud.  Me  alegro  mucho  de  saber  que  usted  se  ocu- 
pa de  la  historia  de  la  Conquista.  Usted  podrá  juzgar  mejor 
que  dtros  y  apreciar  la  influencia  que  la  geografía  del  país 
y  la  configuración  maravillosa  de  su  suelo  tuvieron  en  los 
acontecimientos  de  los  cuales  fué  teatro  Cundinamarca. 
Aplaudo  sinceramente  esta  empresa  de  usted.  Siento  mu- 
chísimo, mi  querido  Coronel,  el  no  poder  ofrecer  á  usted 
el  manuscrito  original  del  canónigo  Duquesne.  (2)  He 
buscado  entre  mis  papeles  más  antiguos,  y  no  he  podido 
encontrarlo,  pero  puedo  asegurarle  que  aquella  Memoria 

(1)  Había  nacido  en  Berlín  en  1769, 7  tenía  en  1847  setenta  y  ocho  años. 

(3)  Be  trataba  de  la  Diisrtaeión  iobre  el  Calendario  de  lo$  MuUone,  por 
don  José  Domingo  Duqueane,  que  Acosta  insertó  después  en  su  HiUonm 
del  deecubrimienio  y  coUmiModÓA  de  Nueva  O^anada.  Acoeta  obtuvo  de  Bo- 
gotá una  copia  auténtica  del  documento  original. 

biografía  88 


434  biografía 

no  tiene  una  idea  más  que  las  que  usted  encontrará  en 
mi  largo  articulo.  {Monumentos^  pequeña  edición  en  8.^^ 
III,  páginas  208  á  267).  Todo  lo  copié  allí;  los  jeroglíficos 
y  el  dibujo  de  la  piedra  intercalada  fueron  grabados  del 
tamaño  original  y  forma,  con  un  cuidado  esp>ecial.  No  me 
culpe  usted  por  esto,  sino  á  los  eternos  trasteos  que  me 
han  afligido,  durante  los  cuales  se  han  perdido  muchas  co- 
sas.  Aún  más  deplorable  ha  sido  que  la  piedra  misma  (ese 
antiguo  monumento  de  la  civilización  muísca)  parece  que 
también  se  ha  perdido. 

cReciban  usted  y  la  señora  Acosta  el  homenaje  de  mí 
respeto  y  de  mi  invariable  cariño.  Mis  tiernos  recuerdos  at 
señor  Arago.  Usted  sabe  que  hace  treinta  años  que  lo 
amo  con  la  mayor  admiración,  (i) 

<A.  HUMBOLDT. 

cMis  recuerdos  á  Boussingault,  cuyos  trabajos  llevan 
siempre  el  sello  de  una  gran  sagacidad* 

cBerlín,  9  de  F^ebrero  de  1847.» 

El  Barón  de  Humboldt  había  escrito  á  Acosta  pidién- 
dole su  opinión  acerca  de  U  coloración  que  el  sol  produ* 
ce  sobre  los  nevados. 

Acosta  le  contestó  la  siguiente  esquela  (en  francés),  la 
cual  traducimos.  Ninguna  de  las  dos  tiene  fecha: 

cAcabo  de  recibir  el  billete  de  usted,  de  ayer,  y  como  el 
Barón  Gros,  que  ha  contemplado  los  novados  con  ojos  de 

(1)  Nada  más  consolador  para  la  humanidad  como  aquel  ainceríeimo 
y  tierno  cariño  que  se  tenían  aquellos  sabios,  lo  cual  pruet»  que  las  cien- 
cias no  endurecen  el  corazón,  como  lo  creen  algunos,  sino  todo  lo  contra- 
rio. £n  unos  tomos  publicados  en  París  por  M.  de  la  Roquette  en  1800, 
— Oorruponieneia  inédita  áentifica  y  literaria  de  Alejandro  de  Bum* 
lioldt— se  encuentran  cartas  admirables  de  afecto  y  de  una  ternura  más 
que  fraternal  dirigidas  por  Huiflboldt  á  Arago.  RecomendHmcs  á  los  cu- 
riosos una  de  Julio  de  1847,  que  se  halla  en  el  segundo  volumen,  en  la 
página  854. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  435 

paisajista,  se  encontraba  por  casualidad  en  casa,  oirá  usted 
su  opinión,  que  es  más  importante  que  la  mía. 

"  El  Orizaba,  dice,  y  e!  Popocatepetl  toman  un  color 
de  rosa  cuando  se  levanta  y  cuando  se  pone  el  sol,  asi 
como  el  Tolima,  pero  mucho  menos  fuerte  el  color  que  el 
Monte  Blanco.  El  Barón  Gros  notó  la  diferencia  de  aquel 
fenómeno  en  América  y  en  los  Alpes. 

«Por  mi  parte,  diré  á  usted  que  nunca  he  visto  la  nie- 
ve en  los  Alpes  sino  con  su  color  natural,  en  las  dos  veces 
que  tuve  ocasión  de  atravesarlos;  pero  he  visto  tomar  un 
color  rosado  al  Cotopaxi,  al  Chimborazo,  la  Sierra  Neva- 
da de  Santa  Marta,  y  particularmente  al  Tolima  y  al  Rutz; 
este  último  me  pareció  bastante  carmín  una  mañana,  en- 
tre las  cinco  y  Jas  seis,  cuando  iba  de  viaje  entre  Honda  y 
Mariquita.  No  me  acuerdo  de  haber  notado  aquel  color  por 
la  tarde'al  ponerse  el  sol,  pera  aquello  debe  de  ser  porque 
en  América  rara  vez  se  ven  los  nevados  (están  cubiertos 
de  niebla)  á  esa  hora. 

«El  señor  de  Rouville,  joven  geólogo  del  mediodía  de 
Francia,  que  acompañó  al  señor  de  Buch  (i)  en  una  ex- 
cursión ahora  dos  años  en  el  Departamento  del  Gard,  de- 
sea ser  presentado  á  usted.  ¿Me  permitiría  usted  que  así  lo 
haga  el  lunes  en  el  Instituto,  á  su  paso  por  la  Biblioteca,  á 
las  tres  de  la  tarde?  Al  mismo  tiempo  me  aprovecharía  de 
esta  ocasión  para  presentarle  uno  de  mis  compatriotas. 
Ninguno  de  éstos  quiere  regresar  á  América  sin  haberlo 
visto,  aunque  sea  un  momento.  No  se  .tome  el  trabajo  de 
contestarme.  Sólo  deseaba  avisar  á  usted  que  no  había  po« 

(1)  Leopoldo  de  Buch  era  un  célebre  geólogo  alemáo,  condiacípulo  de 
Humboldi,  quien  lo  llamaba  el  primer  geólogo  de  la  época.  Bus  numeró- 
las obras,  á  peear  de  los  adelantos  que  aquella  ciencia  hace  constante- 
mente, son  consideradas  todavía  como  luminosísimas,  sobre  todo  en  la 
parte  de  la  geología  que  se  relaciona  con  la  paleontología.  Murió  en  1868^ 
de  70  8fk)S  de  edad. 


43^  BIOGRAFÍA 

dido  resistir  á  ¡as  instancias  de  estos  señores,  arriesgando 
con  ello  ser  importuno. 

cReciha  mis  respetos  y  el  homenaje  de  mi  sincero  y 
respetuoso  cariño.  ^j   ACOSTA.» 

Hé  aquí  la  contestación  de  Humboldt: 

cLc  estoy  realmente  agradecido,  mi  querido  Coronel, 
de  las  observaciones  muy  satisfactorías  que  usted  ha  teni- 
do á  bien  hacerme  acerca  del  colorido  de  los  nevados  al 
levantarse  el  sol.  Boussingault,  á  quien  consulté  después, 
está  enteramente  acorde  con  las  observaciones  de  usted  y 
las  del  Barón  Gros.  Hay  también  colorido,  pero  en  gene- 
ral (con  motivo  de  que  en  la  zona  tórrida  el  aire  es  más 
puro,  y  porque  el  movimiento  aparente  del  sol  es  menos 
oblicuo)  es  menos  encendido  y  su  colorido  menos  lar- 
go. No  podré  ver  en  la  Biblioteca  suficientemente  á  las 
personas  que  interesan  á  usted.  Así  me  atrevo  á  suplicarle 
que  me  traiga  á  M.  de  Rouville  y  á  sus  amigos  america- 
nos, no  el  lunes,  sino  el  martes,  á  las  tres  de  la  tarde,  en 
el  Instituto.  ¿  Podré  suplicar  á  usted  que  me  escriba  la  di- 
rección del  Barón  Gros?  Deseo  ir  á  visitarle. 

aAmitiéSf  A.  HUMBOLDT. 

«Viernes.» 


CBPITULO  V 

Viajo  al  roeliodía  de  Francia.— Bourgea.— El  pretendiente  don  Carlos.— 
Viaje  hasta  Avignon.— Varios  amigos  con  que  Tiaja.— Curíoeidadea 
de  Avlgnon.— Paseo  á  Vaucl use.— Excursión  geológica.— Viaje  hasta 
Nimes.— M.  S.  Dumasen  Sommieres.  —  Llegada  á  Montpellicr  á  caaa 
de  Madama  de  Rouville  —Visita  aquella  ciudad— El  paladión  de 
Montpellier.  — Pasa  áo%  días  en  Alais.— Noticias  sobre  las  minas  de 
carbón.— Regreso  á  ParSs.  -  Carta  de  Boussingault. 

1 847 

Invitado  por  su  amigo  el  señor   Rouville  á  que  fuera  á 
hacer  un  viaje  hacia  el  medio  día  de  Francia,  durante  el 


DEL  GENERAJL  JOAQUÍN  AGOSTA  437 

cual  lo  acompañaría,  Acosta  se  puso  en  camino  el  i.^  de 
Agosto  de  1847.  Veamos  algunos  párrafos  de  su  Diario: 

«Llegué  á  Bourges  á  las  cinco  de  la  tarde.  Esta  ciudad 
sirvió  de  prisión  á  don  Carlos,  el  pretendiente  al  trono  de 
España,  (i)  Como  esta  ciudad  tiene  una  guarnición  com- 
puesta de  un  regimiento  de  artillería,  uno  de  los  oñciales 
con  quienes  entré  en  conversación  me  refirió  que  aquel 
principe  asistía  á  todos  los  ejercicios  militares,  acompaña- 
do por  el  General  Santacruz,  pero  que  parecía  persona  de 
pocos  alcances,  aunque  muy  cortés  y  atento. . . . 

«Amanecimos  en  Moulins;  atravesamos  el  AUier  por  un 
hermoso  puente  . . .  Llegué  á  Lyon  á  las  diez  de  la  noche 
con  Mr.  Parker,  mi  compañero  de  viaje;  me  alojé  en  el 
hotel  de  Provence;  dormí  algunas  horas,  á  las  tres  de  la 
mañana  me  embarqué  en  un  buque  de  vapor  en  el  Róda- 
no, y  llegué  íi  Avignon  á  las  dos  de  la  tarde Las  rocas 

de  las  orillas  del  río  parecen  de  terreno  terciario 

€ En  Avignon  posé  en  el  hotel  del  Palacio  Real,  á 

la  entrada  de  la  ciudad,  el  cual  hace  competencia  al  de 
Europa.  El  dueño  de  mi  hotel  (Mr.  Créraieux)  tiene  á 
su  cargo  un  jovencito  árabe  que  mandó  traer  de  Argel,  y 
para  llamar  la  atención  viste  á  la  morisca. 

«...  Recorrí  las  calles  de  Avignon,  las  cuales,  por  lo 
general,  son  tortuosas  y  estrechas,  pero  frescas  por  las  cor- 
tinas que  las  sombrean  durante  la  estación  calurosa 

Hay  muchas  tiendas  de  adornos  de  iglesia,  imágenes  y  ob- 
jetos del  culto  católico,  lo  que  prueba  que  las  tradiciones 
de  la  época  en  que  residían  aquí  los  papas,  no  se  han  bo- 
rrado todavía. 

«Cuando  hube  acabado  de  comer  en  el  hotel,  llegó 
M.  de  Rouville. 


(1)  Jefe  del  partido  carlista  en  Eipafi<i.  Después  rl&U  guerra  ciril  qae 
declaró  contra  Isabel  u.  y  ▼iéadose  arrojado  de  España,  títíó  en  Bourgei 
•en  nna  semi  prisión,  pero  rolea<l)  de  una  peqae&i  cor'e  deemigradoa, 
liasta  1811  Entonces  renunció  wx%  prete&»ii»ne8  en  f*!? or  de  tu  hij  j,  el 
Oonde  de  llontemoUn,  y  se  retiró  á  Austria,  en  donde  murió. 


43^  BIOGRAFÍA 

€4  de  Agosto. — Hoy  se  presentó  aquí  también  M.  Emi- 
Hen  Dumas,  geólogo  distinguido,  y  todos  juntos  estuvimos 
visitando  las  colecciones  de  los  señores  Raspail,  Directo- 
res de  la  fábrica  de  gas.  Allí  han  reunido  no  sólo  fósiles  y 
minerales  y  petrificaciones,  sino  medallas,  vasos,  estatuas 
y  otros  objett>s  antiguos  del  tiempo  de  la  dominación 
de  los  romanos  y  de  los  galos,  objetos  curiosos  que  cada 
día  se  descubren  en  estos  alrededores.  Luego  visitamos  el 
Musco  de  Historia  Natural,  el  Jardín  de  Plantas  y  el  Mu- 
seo de  Pinturas.  Merced  á  los  cuidados  de  M.  Regnier,  es- 
tos establecimientos  están  arreglados  y  son  interesantes 
hasta  para  el  que  llega  de  París 

<  . .  Hay  un  salón  en  que  están  colocados  los  retratos 
de  todos  los  hombres  distinguidos,  antiguos  y  modernos, 
que  ha  producido  el  Departamento  de  Vaucluse 

a  La  hermosura  y  abundancia  de  las  flores  del  Lautel 
rosa  y  de  las  palmas  manifestaban  la  situación  meridional 
de  Avignon. 

«El  arquitecto  en  Jefe  del  Departamento,  M.  Renaud, 
también  ha  coleccionado  antigüedades  que  vimos,  asi 
como  muchos  de  los  fósiles  del  Departamento 

«A  las  cuatro  subimos  al  antiguo  Castillo  de  los  pa- 
pas, el  cual  sirve  hoy  como  cuartel.  Es  un  vasto  y  elevadí- 
sirao  ediñcio  feudal,  el  cual  costó  á  los  papas  solamente 
8,000  florines  cuando  fueron  á  establecerse  en  Avignón.... 

«En  las  inmediaciones  existe  un  hermoso  paseo  que 
domina  todo  el  curso  del  Ródano  con  su  vista  risueña; 
las  ruinas  feudales  de  Villeneuve  al  lado  opuesto,  los  tres 
arcos  del  puente  antiguo,  reemplazado  hoy  por  otro  sus- 
pendido menos  pintoresco;  el  monte  Ventoux  al  N.  y  la 
hermosa  cadena  de  los  Alpinos  en  miniatura  hacia  el 
S.  E. 

«Entramos  á  la  Capilla  Papal,  pequeña  pero  bonita. 
De  los  siete  papas  que  aquí  residieron,  sólo  se  conserva  el 
cuerpo  de  Clemente  v.  Los  de  Juan  xxii  y  Benedicto  xii 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  439 

reposan  en  la  Catedral Allí  vimos  las  sepulturas  de  los 

Duques  de  Crillon,  cuya  familia  poseyó  esta  comarca,  y 
ha  dejado  como  obra  útil  en  el  pais  un  canal  que  riega  y 
fertiliza  los  campos,  (i) 

«La  roca  que  sostiene  el  antiguo  Castillo  papal  es  ere- 
fácea  (terreno  neocomiano  antiguo). 

€5. — Salimos  por  la  mañana  en  coche  particular  para 
ir  á  visitar  la  famosa  fuente  de  VauclusCf  celebrada  por  Pe- 
trarca, quien  habitó  en  sus  cercanías. 

cAtravesámos  algunas  aldeas  caracterizadas  por  ruinas 
góticas  y  fortalezas.  El  terreno  de  diluvio^  compuesto  de 
guijarros  rodados,  es  bastante  espeso;  con  excepción  de 
algunas  colinas,  el  terreno  es  plano.  Llegamos  á  las  ocho 
y  media  á  la  aldea,  y  seguimos  á  pie  hasta  la  gruta,  de  la 
cual  brota  el  manantial  al  pie  de  una  roca  (de  creta  com- 
puesta, como  las  de  Avignón).  La  gruta  es  espaciosa  (de 
8  á  9  metros  de  anchura);  en  invierno  se  llena,  y  desde 
allt  comienza  á  correr  el  agua  con  abundancia,  pero  no 
sale  por  entre  las  piedras  cubiertas  de  musgo  hermosísimo. 
El  agua  espumosa  es  de  un  color  verde,  y  embellécenla 
orillas  realmente  poéticas  y  capaces  de  inspirar  á  un  poeta 
en  la  situación  en  que  se  hallaba  Petrarca.  Dícese  que 
vivía  en  un  castillo,  ruinoso  hoy  día,  que  vimos  por  allí 
cerca,  y  asegúrase  que  Laura  solía  venir  á  una  casa  ve- 
cina   No  sé  qué  habrá  de  verdad  en  esto;  pero  lo 

cierto  es  que  en  el  hotel  de  Petrarca  y  Laura  de  la  aldea 
de  Vaucluse,  nos  dieron  muy  bien  de  almorzar  truchas  y 
cangrejos 

«A  las  doce  emprendimos  una  excursión  geológica  á 
un  vallecito  á  espaldas  de  la  fuente,  en  donde  recogimos 
algunas  nerineas  y  otros  fósiles 

(1)  H07  se  ve  una  estatua  elevada  al  famoeo  ami^o  de  Enrique  it 
— el  General  Luis  de  los  Balboa  Crillon^A  quien  el  Bey  llamaba  d  primsr 
militar  del  mundo.  Uno  de  sus  descendientes  tomó  el  partido  de  los  espa- 
floles  contra  la  inTaaión  francesa  bajo  Napoleón. 


'440  BIOGRAFÍA 

<6. — A  las  cinco  de  la  mañana  salimos  en  calesa  partí* 
cular  M.  Renaud,  Itoberki  (joven  polaco,  ingeniero  y  geó- 
logo), Dumas,  de  Rouville  y  yo,  y  nos  encaminamos  al 
pueblo  de  Orgón,  para  examinar  el  terreno  que  M.  Alcides 
de  Orbigny  me  había  citado  como  modelo  de  terreno  neo- 
comiano,  análogo  por  sus  fósiles  á  todo  el  terreno  calizo 
granadino  desde  el  Socorro  hasta  Tena,  Muzo,  La  Palma, 
Villeta,  Bituima  y  Anolaima. 

cLlegámos  al  pueblo  de  Orgón  á  las  nueve,  tomamos 
café,  y  continuamos  con  caballos  de  posta  la  excursión  á 
Peague-du  Rocher. 

«El  corte  es  muy  ¡nstructivoi  se  ve  la  sucesión  de  te- 
rreno terciario  (aquí  dibuja  el  aspecto  de  las  capas  de  terre- 
nos diferentes)  hasta  el  yiir¿ísíca,  representados  por  el  Oxford 
Clay. 

«Examinamos  el  terreno  y  recogimos  muchos  ejem- 
plares de  rocas.  La  estratificación  no  es  discordante  en  las 
dos  series;  el  color  de  la  roca  caliza  blanca  se  convierte 
en  gris  en  la  parte  inferior,  y  es  más  compuesta,  pero 
nunca  tan  negra  ni  esquistosa  como  las  que  se  dicen  co- 
rrespondientes en  la  Nueva  Granada.  Los  fósiles  también 
difieren  mucho. 

«Almorzamos,  y  después  pasamos  la  tarde  en  las  dife- 
rentes canteras  de  calizo  inferior  que  da  una  buena  piedra 
de  construcción 

«Volvimos  á  Avignón  á  las  nueve  de  la  noche. 

«7« — Salimos  á  las  cinco  de  la  mañana  en  una  mala 
diligencia  hasta  Tarascón,  famosa  por  su  castillo  hermo- 
sísimo, que  domina  todo  el  curso  del  Ródano.  Al  lado 
opuesto  se  halla  Beaucaite,  célebre  por  una  feria  muy 
concurrida  que  acababa  de  pasar  el  31  de  Julio  (i).  Allí 
tomamos  el  ferrocarril  y  llegamos  á  Ni  mes  á  las  doce. 
Tuvimos  tiempo  para  ir  á  ver  el  anfiteatro  antiguo,  ó 
Arenas  Romanas,  conservado  por  casualidad,  como  la 

(1)  Hoy  eBta  feria  h%  perdido  so  antigua  importancia. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  44I 

Casa  cuadrada  (antiguo  templo)  y  los  monumentos  de 
Arles,  por  estar  incorporados  en  la  ciudad  como  casas  y 
fortalezas,  etc.  El  Gobierno  compró  los  terrenos  y  des- 
truyó todo  lo  que  no  era  antiguo,  dejando  en  pie  y  aisla- 
dos aquellos  hermosos  circos  y  templos. 

«Subimos  al  Templo  de  Diarta,  erigido  en  un  lugar  en 
donde  brota  una  hermosa  fuente,  de  la  cual  se  provee  de 
agua  la  ciudad,  y  que  domina  una  Torre  magna,  restos  de 
un  antiguo  sepulcro  ó  mirador  muy  elevado.  Visitamos  la 
Casa  cuadrada,  ^  donde  está  el  Musco » 

Después  de  recorrer  lo  más  importante  de  Nimes,  los 
viajeros  se  dirigieron  á  la  pequeña  ciudad  de  Sommieres, 
por  Gallarines,  y  se  quedaron  allí. 

DIARIO 

«S. — Después  de  oir  misa  (era  domingo)  en  una  pe- 
queña iglesia — porque  están  reconstruyendo  la  grande, — 
nos  convidó  á  almorzar  en  su  casa  M.  E.  Dumas.  Este 
señor  posee  una  colección  de  rocas,  fósiles  y  antigüedades 
de  lo  mejor  que  he  visto  en  Francia.  Pasamos  todo  el 
día  visitando  aquellas  curiosidades  científicas  y  oyendo  las 
explicaciones  que  de  ellas  hacía  su  dueño.  M.  Dumas  me 
regaló  algunos  fósiles  y  una  carta  geológica  del  Departa- 
mento del  Gard. 

«A  las  cuatro  y  media  tomamos  el  ferrocarril  con  di- 
rección á  Montpellier.  Toda  la  campiña  está  cubierta  de 
viñedos;  pasamos  por  Lunel,  cuyos  vinos  moscateles  son 
muy  afamados  y  forman  la  riqueza  del  comercio  de  Mont- 
pellier. A  esta  ciudad  llegamos  á  las  nueve  de  la  noche; 
'atravesamos  á  pie  los  paseos  exteriores,  y  nos  presentamos 
el  señor  de  Rouville  y  yo  en  casa  de  la  madre  de  mi 
amigo.  ^ 

«Madama  de  Rouville  me  recibió  con  tanta  franqueza 
y  cordialidad  como  si  fuéramos  amigos  viejos,  y  rae  dijo 
'^ue  conocía  mi  nombre  desde  1827,  año  en  que  lo  había 


44^  KIOGSAFIA 


v:-sto  en  ci  r.úiiero  de-  Gíckj  iát  Pan>!,  que  me 
De^puéí  dj  haber  pirt'c:pad:>  de  ura  espléndida  cena,  mi 
anrr.;j/  n^.t  il^-vO  a;  afr-^ento  que  me  tenían  preparado,  en 
do.^'ic  d  ir.T.í  perícctan-.er.íe. 

4Q, — A  la-  ■í:Í'»  de  ¡a  mañana  me  pu^e  en  campaña  para 
ir  á  v.rit^ir  la  crjdad.  Lo  verifiqué  á  pvcsar  de  ona  molesta 
liuvu  que  duró  ha>ta  las  once  de  la  mañana.  Visité  en  primer 
lugar  la  Catedral,  cuya  portada  la  forman  dos  torres  cilindri- 
cas muy  raras,  y  se  baja  á  cuas  como  á  un  subterráneo...^- 
El  Jardín  de  Plantas  es  pequeño,  pero  bien  cuidado  (el más 
anti;;¡uo  de  Francia).  Me  mostraron  un  árbol  muy  grueso^ 
que  apenas  pueden  abrazarlo  dos  hombres,  y  al  lado  ona 
torre  srjbre  ¡a  cual  hay  un  pino  muy  antiguo  que  es  el  pa^ 
lladium  de  Montpeilier,  pues  una  antigua  superstición  dice 
que  el  día  en  que  se  seque,  será  el  de  la  ruina  de  la  ciu* 

dad» El  mejor  adorno  de   Montpellier  es  el  famoso  y 

elevado  paseo  del  Pcyfou,  construido  en  tiempo  de  Luis XIV 
en  la  cabecera  del  vistoso  acueducto  que  trae  el  agua  del 
consumo  déla  ciudad.  Desde  las  balaustradas  se  ven  lacia- 
dad  de  Cette,  el  mar  Mediterráneo  y  los  buques  que  entnuí 
al  puerto.  En  medio  se  halla  la  estatua  ecuestre  de  Luisxiv, 
y  en  contorno  estanques  de  aguas  vivas  y  cristalinas  que 
templan  los  calores  de  este  clima  meridional. 

«En  el  mercado  me  llamaron  la  atención  las  pirámides 
de  berenjenas  y  otras  hortalizas,  los  cerros  de  variadas 
frutas,  todas  abundantes  y  baratas.» 

Naturalmente  Acosta  visitó  la  Facultad  de  Ciencias,  la 
famosa  Escuela  de  Medicina,  la  más  antigua  y  la  que  tuvo 
mayor  influencia  en  Europa  durante  la  Edad  Media;  los 
Museos  y  colecciones  de  Historia  Natural  y  de  Geología, 

etc.  etc. 

Esa  misma  tarde  regresó  á  Nimes  con  M.  de  Rouville, 
y  de  aquella  ciudad  pasó  á  Alais,  en  donde  estuvo  un  día 
en  casa  de  una  hermana  de  su  amigo,  casada.  Después  de 
dormir  allí,  el  día  diez  estuvo  en  unas  famosas  minas  de 


DEL  GENERAL  lOAQUfK  AGOSTA  z|43 

carbón,  las  cuales  visitó  hasta  el  fondo,  y  de  ellas  hace 
una  descripción.  Regresaron  por  la  noche  á  Alais,  en  don- 
de le  aguardaban  muchos  amigos  de  los  dueños  de  casa 
para  que  participase  de  un  suntuoso  banquete  que  dieron 
en  honor  suyo. 

«A  mi  lado  tenia,  dice,  al  Director  de  las  minas,  el  cual 
me  ofreció  dar  todos  los  detalles  necesarios  para  compren- 
der la  administración  del  establecimiento.  En  éste  se  sacan, 
el  dia  que  menos,  cien  mil  kilogramos  de  carbón  ó  dos  mil 
quintales,  que  se  pesan  en  una  báscula  á  la  salida  de  la 
mina;  así  cada  operario  recibe  el  precio  de  su  trabajo, que 
se  hace  por  contrata.  Por  contrata  se  hacen  también  las 
composiciones  de  los  utensilios  de  minería  y  el  acarreo 
por  medio  de  caballos,  etc. 

cu. — Salimos  hoy  (á  las  8)  hacia  el  norte  de  Alais,  á 
Rousson,  á  ver  un  castillo  arruinado,  cerca  del  cual  hay 
un  terreno  muy  instructivo  por  la  extensión  de  su  corte. 
Recogimos  algunos  fósiles,  anduvimos  á  pie  tres  horas  y 
visitamos  varias  aldeas.  Cerca  de  St.  Ambroix  vimos  el  ca- 
lizo brillante,  que  parece  granito  y  brilla  como  tal,  pero 
al  examinarlo  con  el  lente  se  observan  las  articulaciones 
de  los  encrinitas  como  estrellas. 

cAlmorzámos^n  esta  última  aldea  y  volvimos  á  Alais  á 
ver  una  fábrica  de  ladrillos  de  nueva  invención,  que  pro- 
duce diez  y  ocho  mil  por  día.  Los  exportan  por  el  Ródano 
hasta  Italia,  y  también  mandan  á  Arge\.t> 

El  12  volvió  á  Nimes,  en  donde  pasó  el  dia  con  los 
amigos  que  allí  tenía,  arreglando  su  colección  de  minera- 
les y  visitando  de  nuevo  algunos  de  los  monumentos  de 
aquella  interesante  ciudad. 

El  14  salió  en  diligencia  y  visitó  de  paso  varías  aldeas  y 
la  pequeña  Orange,  célebre  por  un  sepulcro  romano  muy 
bien  conservado,  el  hermoso  arco  triunfal  de  Mario,  bajo 
el  cual  pasan  los  transeúntes,  y  las  arenas  ó  teatro  romano. 
Siguió  por  el  camino  que  costea  el  Ródano  hasta  la  ciudad 


444  biografía 


de  Valence,  en  donde  cambió  de  vehículo  y  siguió  con  di- 
rección á  Lyon.  Iba  al  lado  del  postillón  de  la  diligencia, 
y  éste  le  iba  señalando  y  dándole  noticias  de  cuanto  veía, 
á  pesar  de  ser  ya  de  noche.  Después  de  descansar  en  esa 
ciudad  algunas  horas,  continuó  marcha  en  el  camino  de 
hierro  hasta  San  Sinforiano;  allí  fué  preciso  continuar  en 
diligencia  por  el  camino  de  Moulins  hasta  Bourges,  en 
donde  de  nuevo  tomó  el  ferrocarril  que  lo  llevó  á  París, 
adonde  llegó  el  i6  de!  mismo  mes  de  Agosto,  muy  satisfe- 
cho con  su  excursión  y  con  la  colección  de  minerales  que 
llevaba. 

Cuando  empezaron  de  nuevo  á  abrirse  las  aulas  y  los 
cursos  en  las  universidades  y  colegios,  Acosta  recibió  una 
carta  de  M.  Boussingault,  de  la  cual  tomamos  el  siguiente 
párrafo,  porque  es  característico  de  aquel  sabio: 

"  París.  14  de  Diciembre  de  1847. 

•  *•*       ••■..««•««.>■...•••«.•.••••••.••.••••••••    •■• 

€ Le  remito  una  boleta  de  entrada  para  mi  curso; 

no  es  preciso  que  usted  se  crea  en  la  obligación  de  aguan- 
tarlo (le  subir);  en  lugar  de  usted,  me  quedaría  tranqui- 
lamente en  casa;  pero  si  tiene  el  capricho  de  asistir  á  él, 
en  ese  asiento  estará  mejor  que  en  los  bancos,  que  no  son 
cómodos  (esto  en  español)  para  los  qup  no  son  algo  go- 
ditos.» 


CAPITULO  VI 

Amagos  de  rcvoluoíón  en  Francia.— Causae  de  la  Insorrccción  de  Febre- 
ro de  1848.— Caída  de  Luis  Felipe.— Carta  de  Aconta  á  don  Podro  F. 
Madrid.— Micheict.— Cberalíer.— loaurrecci^n  de  Junio.— Kl  sellor 
M.  M.  Mosquera.— Opinión  de  Acofta  sobre  la  fedemción  en  NueTa 
Granada.— Pub)ica  el  G7/n/fen(¿¿9  Hutóríeo. -^Cómo  fué  acogida  esta 
obra  en  Europa. — Carta  d«3  BoussingHult. 

1848 

Entre  tanto,  el  horizonte  político  de  Francia  se  había 
oscurecido.  Un  descontento  general,  un  malestar  profun- 


y 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  445 

do  se  sentía  en  todas  las  capas  de  la  sociedad  parisiense^ 
descontento  y  malestar  que  son  seguros  precursores  de 
una  revolución  política.  Los  rayos  de  la  opinión  pública 
que  habían  derribado  el  trono  de  los  Borboncs  en  1830, 
amenazaban  ya  el  de  Luis  Felipe,  levantado  entonces  so- 
bre las  ruinas  de  la  monarquía  legitimista.  Acosta  había 
visto  derrumbarse  el  trono  de  Carlos  x;  tocábale,  al  cabo 
de  diez  y  ocho  años,  presenciar  el  cataclismo  social  que 
debería  echar  por  tierra  al  Rey  burgués,  como  llamaban  á 
Luis  Felipe. 

Minada  Francia  por  las  sociedades  secretas  que  habían 
visto  en  1830  surgir  un  nuevo  trono  en  el  lugar  de  la  re- 
pública que  habían  deseado  establecer  sobre  la  dinastía 
borbónica,  aquéllas,  para  lograr  su  deseo,  habían  conti- 
nuado trabajando  sin  cesar  entre  el  pueblo  durante  los 
diez  y  ocho  anos  del  reinado  de  Luis  Felipe.  El  odio  que 
había  despertado  el  Ministerio  de  Guizot  en  gran  parte  de 
la  nación,  fué  enardecido  por  los  republicanos,  los  cuales 
se  aprovechaban  de  toda  circunstancia  para  señalar  á  los 
partidarios  de  los  Orleans  como  enemigos  del  bien  del 
pueblo. 

Como  sucede  siempre  en  iguales  circunstancias,  tanto 
Luis  Felipe  como  su  Ministerio  parecían  ciegos  é  incapa- 
ces de  comprender  la  delicada  situación  en  que  se  encon- 
traban; cometían  errores  sobre  errores  y  precipitaban  ellos 
mismos  los  acontecimientos. 

A  mediados  de  Febrero  de  1848  las  sesiones  en  las  Cá- 
maras legislativas  eran  el  campo  en  donde  se  libraban  las 
batallas  que  deberían  perder  al  Gobierno,  y  exasperaban  á 
los  oposicionistas,  los  cuales  comprendieron  que  nunca 
lograrían  las  libertades  que  dese«iban  mientras  ocupase 
el  trono  Luis  Felipe.  Quisieron  entonces  organizar  ban- 
quetes públicos  con  el  objeto  de  manifestar  su  aversión 
al  Gobierno.  Este  prohibió  aquellas  manifestaciones,  y 
anunció  que  disolvería  con  el  ejército  los  grupos  que  se 


44^  BIOGRAFÍA 

reuriestn  para  desobedecer  las  órdenes  expresas  de  la  au- 
toridad. 

Aquel  1;ís  ordene.-  eran  inconsliíutionale<,  y  todos  los 
I>iputadoh  de  la  oposición  declararon  que  ro  las  obe- 
decerían. Con  esc  motivo  hubo  muchas  reuniones  en 
las  casas  particulares  de  los  hombres  más  importantes  que 
hacían  papel  en  la  pfjlítica.  Entre  otros,  Lamartine  pro- 
nunció entusiastas  discursos,  uno  de  los  cuales  hizo  pesar 
en  la  balanza  la  decisión  de  no  cejar  ante  las  órdenes  del 
Gobierno,  (i). 

Entre  tanto,  el  pueblo  recorre  las  calles  cantando  la 
Marsellesa  y  Morir  pot  la  patria,  canto  de  los  Girondinos 
(de  una  pieza  de  teatro  de  Dumas).  El  día  22  de  Febrero 
la  guardia  nacional  se  reúne  espontáneamente  en  la  plaza 
del  Panteón.  El  23  se  aumenta  el  tumulto,  se  oyen  gritos 
de  Viva  ¡a  tefofma!  y  cuando  sacan  los  soldados  á  la  ca- 
lle, éstos  empiezan  á  detenerse  y  fraternizar  con  el  pue- 
blo. Varios  combates  parciales  tienen  lugar  en  algunos 
puntos  de  la  ciudad;  la  Cámara  de  los  Pares  se  reúne,  y  la 
sesión  es  tempestuosa:  unos  son  legitimtstas,  otros  bona- 
partistas,  unos  pocos  republicanos  y  poquísimos  orlea- 
nistas. 

En  vista  de  tod  >  esto,  y  demasiado  tarde  para  salvar  su 
trono,  el  Rey  quiere  .formar  un  nuevo  Ministerio;  pero 
nada  puede  calmar  ya  el  espíritu  revolucionario;  todo  el 
pueblo  se  arroja  á  la  calle,  y  tienen  lugar  combates  más  ó 

(1)  Sefioret,  dijo  al  concluir:  os  conjuro»  no  retrocedáis  bada  el  des- 
honor; por  mi  parte,  aunque  me  hallare  solo  con  mi  sombra,  meencon- 
eontraré  en  el  lugar  de  la  cita. ...  Yo  no  sé  ai  las  armas  que  han  confia- 
do á  nuestros  Talientes  soldados  estarán  en  manos  prudentes.  Lo  creo  7  lo 
espero;  si  las  bayonetas  despedazan  las  lejres,  si  los  fusiles  están  car- 
gados con  balas,  lo  que  s!  sé  es  que  nosotros  defenderemos  primero  con 
nuestra  yoz,  después  con  nuestros  pechos»  las  instituciones  y  el  porrenir 
del  pueblo.  Será  preciso  que  las  balas  rompan  nuestros  pechos  pera  que 
puedan  arrancar  los  derechos  del  país.  ¡No  deliberemos,  sefiores»  obre- 
mos f 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  447 

menos  mortíferos  en  varias  partes  de  la  ciudad;  por  todas 
partes  se  oyen  gritos,  tambores  batiendo  la  generala  y  des- 
cargas cerradas.  El  pueblo  se  arma  con  cuanto  encuentra 

en  las  tiendas  de  armas Cuando  llégala  noche,  la  ciu* 

dad  se  ilumina  con  antorchas,  los  hombres  se  arrojan  á  la 
calle  y  las  mujeres  tienen  que  poner  faroles  en  todas  las 
ventanas. 

A  la  mañana  siguiente  (24)  la  ciudad  amanece  cubier- 
ta de  barricadas El  Rey  firma  su  abdicación  en  favor 

de  su  nieto;  pero  esto  no  basta  ya  á  los  insurrectos.  Dos 
días  antes  se  hubieran  contentado  con  la  reforma  de  las 
leyes  electoi'ales  y  el  cambio  del  Ministerio,  pero  ya  no 
quieren  sino  la  claudicación  de  la  monarquía  y  el  adveni- 
miento de  un  nuevo  Gobierno,  es  decir,  la  república. 

Mientras  que  Luis  Feli{>e,  seguido  por  toda  su  familia, 
se  alejaba  de  París  para  ir  á  asilarse  en  Inglaterra,  el  pue- 
blo se  erigía  en  amo  y  señor  de  la  situación  y  proclamaba 
la  república. 

El  barrio  latino  había  sido  el  principal  foco  de  la  re- 
volución, y  como  allí  vivía  Acosta  con  su  familia,  en  la 
misma.casa  que  habitaba  el  historiador  Michelet,  tuvo  oca- 
sión de  presenciar  hasta  en  sus  pormenores  la  marcha  de 
la  insurrección.  Hé  aquí  una  carta  de  Acosta  al  señor  Ma- 
drid, en  la  cual  se  ocupa  de  aquello. 

"  ParÍ9,  ).*  de  Marzo  de  1848. 
cMi  querido  amigo: 

cCuatro  renglones  para  dar  noticia  á  ustedes  de  nos- 
otros. Acabamos  de  presenciarla  erupción  popular;  el  dra- 
ma más  imponente  que  se  ha  representado  jamás  en  el 
teatro  de  la  historia.  Cuando  en  la  noche  del  25  de  Febre- 
ro se  temía  un  pillaje  general,  no  me  consolaba  otra  idea 
sino  la  de  hacer  un  servicio  negativo  á  mi  patria.  Como  el 
Gobierno  francés  no  podía  protegerme,  ni,  como  era  na- 
tural, indemnizarme  como  subdito  granadino,  pensaba  re- 
mitir mi  expediente  á  esa  Secretaría,  á  fin  de  que  sirviese 


44^  BIOGRAFÍA 

de  contestación  á  las  numerosas  reclamaciones  que  nos 
hacen  los  agentes  extranjeros  en  nuestras  revoluciones. 
Todavía  creo  que  en  esie  sentido  podré  servir  de  algo,  y 
ojalá  que  lo  fuera  así  1  La  verdad  es  que  cuanto  poseíamos 
para  ayuda  de  gastos  aquí  y  para  el  viaje  de  regreso,  lo  te- 
níamos en  bonos  sobre  el  Tesoro,  que  producían  el  5  por 
100  de  interés,  y  de  este  modo  se  evitaban  los  riesgos  de 
bancarrota  de  casas  de  comercio.  Ahora  estamos  amena- 
zados de  bancarrota  nacional,  pero  mis  reales  son  perso- 
nales, y  aunque  nada  sacaré,  siempre  introduciré  el  recla- 
mo, si  el  señor  Mosquera  conviene. 

«Ahora  más  que  nunca  nos  conviene  (en  Nueva  Gra- 
nada) conservar  la  paz,  rechazar  toda  innovación  política 
y  dar  seguridades  de  estabilidad  para  atraer  los  capita- 
les que  la  conmoción  social  de  Europa  va  á  trasladar  á 
América d 

Acosta  estaba  al  corriente  de  cuantc»  sucedía  en  el  nue- 
vo Gobierno  por  medio  de  Michelet — quien  ya  hemos  di- 
cho que  vivía  en  la  misma  casa,— el  cual  tenía  grande 
amistad  con  Lamartine,  y  ésto  frecuentaba  mucho  su  sa- 
lón y  paseaban  juntos  en  el  jardín  perteneciente  al  aloja- 
miento de  Michelet.  (i)  Por  otra  parte,  el  astrónomo  Fran- 
cisco Arago  era  republicano,  así  como  toda  su  familia,  y 
lo  veía  frecuentemente  en  casa  de  M.  Boussingault,  en  don- 
de se  reunían  muchos  sabios  partidarios  de  la  República, 
y  allí  discutían  las  noticias  políticas  del  día. 

Hé  aquí  una  carta  del  estadista  Miguel  Chevalier,  que 
prueba  nuestro  dicho: 

"  París.  16  de  Abril  de  1848. 
«Mi  querido  Coronel: 

«Puesto  que  usted  es  amigo  y  vecino  de  Michelet,  ¿po- 
dría usted  preguntarle  de  su  parte  ó  de  la  mía,  como  le 


(l)  Hoy  esa  casa  hace  parte  del  Colegio  de  la  Compafiia  de  Jesús,  j 
los  Jesuítas  á  quienes  Michelet  hizo  lauto  la  guerra,   son  los  herederos  de 
casa  y  ese  jardín  I 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  449 

parezca  mejor,  qué  piensa  hacer  acerca  de  las  medidas  que 
van  á  tomarse  con  respecto  del  Colegio  de  Francia? 
«Se  lo  agradecería  mucho  su  afectísimo, 

«MiCHEL  CHEVALIER.» 

Cuando  cuatro  meses  después  de  la  revolución  de  Fe- 
brero estalló  la  insurrección  comunista  de  Junio,  la  casa 
en  que  vivía  Acosta  cayó  en  manos  del  pueblo;  éste  hizo 
barricadas  á  uno  y  otro  lado  de  la  puerta, — la  casa  era  de 
esquina — y  mandó  que  pusiesen  á  su  disposición  todos 
los  alojamientos  para  defenderse,  desde  las  ventanas,  de  las 
tropas  del  Gobierno  provisorio. 

Sin  embargo,  ¡cosa  rara!  aquellos  energúmenos  no  co- 
metieron ^buso  ninguno,  ni  robaron  cosa  alguna.  Des- 
pués de  defenderse  briosamente  durante  algunas  horas  so- 
bre las  barricadas  y  desde  las  ventanas,  viendo  que  las 
tropas  llevaban  cañones,  resolvieron  retirarse,  y  entonces 
tocó  su  turno  á  los  soldados  de  hacei  se  dueños  de  la  casa 
y  de  toda  la  calle,  hasta  desalojar  por  completo  á  tos  co- 
munistas del  barrio. 

El  señor  Manuel  María  Mosquera,  que  era  el  Ministro 
de  Nueva  Granada  en  Francia,  se  alarmó  mucho  con  la 
situación  de  Acosta  y  su  familia,  y  varias  veces  mandó  á 
preguntar  por  su  suerte,  pues  en  el  barrio  en  donde  vivía 
el  señor  Mosquera  no  llegó  á  haber  combates,  (i)  pero  se 


(1)  Hé  aquí  una  curta  que  escribió  el  sefior  Mosquera  6  Acoata,  qne 
da  idea  de  lo  que  se  pensaba  en  París  en  aquel  tiempo: 

"Martea  á  las  doce  del  día. 
Mi  muy  apreciado  amigo: 

Despnés  que  escribí  á  usted  mi  anterior  esquela,  se  aumentó  mi  cui- 
dado por  ustedes  al  saber  que  el  Panteón  y  la  plaza  de  la  Vteils  JSftrapad§ 
eran  punios  en  donde  la  insurrección  había  empefiado  el  combate  en  eae 
barrio.  Oraciaa  á  Dios,  se  hallan  ustedes  salvos,  después  de  haber  corrido 
un  gran  peligro;  y  me  apresuro  4  dirigirles  en  mi  nombre  y  en  el  de  Pe- 
pita, muchas  síectuosas  congratulaciones. 

Por  acá  no  hemos  tenido  do  cerca  ningún  rie^o  ni  alarma,  pero  he- 

BIOORAVIA  M 


4SO  BIOGRAFÍA 

tenían  noticias  de  los  horrores  que  los  insuircctos  come* 
tian  con  los  prisioneros,  á  quienes  mataban  cruelmente,  y 
las  mujeres  se  paseaban  con  las  calaveras  de  los  desdicha- 


p«rtidp«do  de  la  iaqaietad  genera],  y  del  enderro  fomao  á  qae  noe 

áa  el  estado  de  sitio  de  la  capital. 
Hojr  qoe  ha  teiminado  la  atogríeota  coolienda,  podemos  apreciar  la 
ooDJaraciÓQ  €n  toda  sa  gravedad  y  co  sos  Infernales  planea.  ¡Qaé  rea- 
pone&bilid^d  la  de  la  omisiÓB  ejecutira,  que  no  ha  tenido  los  ojos  abier- 
tos S'»bre  los  conjurados! 

¿De  qaé  ha  serrido  e^  Toto  de  confianza  y  los  fondos  secretos  de  poli- 
cía que  obtuTo  de  la  Asamblea?  Oespaés  de  haber  Tisto  cómo  se  realizó 
la  reToIución  de  Febrero,  principiando  por  on  grito  de  reforma  electoral 
y  terminando  por  el  de  la  república;  y  cómo  se  ha  maquinado  sordamen- 
te en  estros  cuatro  meses  para  prner  la  sociednd  al  borde  de  on  abismo» 
es  forzoso  conTenir  en  que  este  psis  carece  del  mngnum  o/ganum  de  la 
discreción  política,  y  que  antes  de  hallarlo  sufrirá  vairenes  extraordina- 
rios que  aumentarán  el  Tértigo  que  Ee  ha  apoderado  de  una  gran  masa  de 
la  población.  Ta  ve  usted  que  en  Marsella  y  en  Nantes  se  han  reTolucio- 
nado  también  los  obreros,  poniéndose  á  la  Cjibcza  de  ellos  en  la  segunda 
de  estas  dos  ciudades  el  mismo  Prefecto  del  Departamento.  8e  dice  que 
la  insurrección  ha  sido  sofocada  en  una  y  otra;  pero  ella  Tolverá  á  alzar 
cabeza  co  la  primera  oportunidad,  i>orque  como  lo  observa  usted  muy 
bien,  el  régimen  presente  no  tolera  medidas  paramante  de  rapresión.  Se 
enviarán  á  grandes  costos  algunos  miles  de  hombres  desterrados  á  las  co- 
lonias francesas;  pero  esto  no  alcanzará  á  ser  ni  un  paliativo  al  mal  social 
que  amenaza  á  Francia.   Abora  se  seguirán  los  asesioatos.  que  es  tanto 
como  decir  que  continuará  la  contienda  en  sertamen  singular.  Esto  es 
horroroso;  es  preciso  acortar  el  término  de  nuestra  residencia  en  Francia. 
No  e^tá  habitable! 

Aguardo  á  que  la  circulación  sea  expedita  para  tener  el  honor  de  hacer 
una  visita  á  mi  sefiora  Carolina.  Sírvase  usted  ponerme  á  sus  pies,  y  re- 
cibiendo con  ella  finas  memorias  de  Pepita,  mande  usted  lo  que  guste  á 
sa  afectísimo  amigo  H.  M.  Mosqukrs." 

Después  de  leer  esta  carta,  en  que  están  pintados  los  temores  que  cau- 
saba la  revolución  en  los  ciudadanos  pacífico^,  de  quien  se  comprende 
que  era  el  eco  el  sefior  Moaqnera,  ¿quién  se  sorprende  de  que  la  parte 
más  enemiga  de  revueltas  públicas  y  la  masa  de  la  nación  industriosa  se 
arrojara  en  brazos  del  Imperio  y  elevara  al  trono  un  hombre  que  ofrecía 
reprimir  .con  energía  la  hidra  del  comunismo,  cuyas  cabezas  era  preciso 
cortar  todas  de  un  golpe,  si  no  queríao  perecer  en  la  anarquía  y  la  dea^ 
composición  total  del  país? 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACOSTA  4$ I 

dos  soldados  ensartadas  en  una  pica,  llenas  de  sebo  y  den- 
tro una  mecha  encendida,  dando  mueras  y  bailando  como 
horribles  meleras  en  torno  de  los  cadáveres. 

Debelada  la  insurrección  comunista,  el  país  volvió  á 
gozar  de  calma  relativa,  aunque  los  temores  y  las  des- 
confianzas no  cesaban.  Acosl:i  entonces,  que  deseaba 
regresar  á  Nueva  Granada,  se  apresuró  á  dar  á  la  prensa 
la  Historia  que  le  ocupaba  desde  que  llegó  á  Europa. 
Hacia  aquella  época  encontramos  una  carta  dirigida  á  su 
amigo  el  señor  Madrid,  de  la  cual  tomaremos  algunos  pá- 
rrafos: 

<L Unay  otra  carta  venidas  por  este  correo,  escribía, 

hablan  de  una  tentativa  para  plantear  un  sistema  federal 
esencialmente  desorganizador  en  Nueva  Granada,  que  es- 
pero encallará  en  el  instinto  conservador  de  la  sociedad 
de  ese  país.  Locura  es  ésta  que  parece  promovida  con  de- 
signio por  las  naciones  que  desearían  engullimos  por  por- 
ciones. Jamás  Inglaterra  se  hubiera  apoderado  de  San  Juan 
de  Nicaragua, si  no  hubiera  sido  previamente  desmenuzada 
esta  parte  de  América  para  formar  lo  que  se  ha  llamado 
Provincias  (ó  Repúblicas)  c/ds-Unidas  de  Centro  América. 
Pero  nuestro  turno  llegará  al  fin:  Venezuela  se  acomodará 
bien  en  los  valles  de  Cúcuta;  el  Ecuador,  mientras  le  llega 
su  hora,  se  adjudicará  hasta  el  Mayo;  el  istmo  será  inglés 
ó  yanqui  con  Antioquia  y  nuestras  costas  atlánticas  y  del 
Pacífico.  Entre  tanto  nosotros  compondremos  en  el  inte- 
rior un  pueblo  pastor,  interrumpiendo  nuestras  ocupacio- 
nes agrícolas  cada  año  con  combates  sangrientos  entre 
Panches  y  Muíscas,  Tunjas  y  Bogotáes.  Et  divide  ut  im- 
peres^ es  locución  tan  antigua  como  la  ambición  y  la  codi- 
cia   ¿Pero  qué  piensan  hacer?  ¿Vaciar  por  un  mismo 

modelo  todos  los  gobiernos  de  los  Estados?  ¿Y  entonces 
en  dónde  está  la  predominación  de  los  sistemas  locales  y 
su  eficacia  para  promover  los  diversos  intereses?  O  se  per- 
mitirá la  libre  acción  de  cada  una  de  sus  modificaciones» 


x-^  a:i 


•S*^    -    •?       -  •  -  .  » 

de:  r^-'^er  r,  z-i-t  sí  í<í:iif  irte  cnsa  2C  !  tTii 

rjiri  i  --  r^Li-a,  r«'''--'i  o.Tnrrfnie  ::re  U  sitracióa  de 

»  M  •  •  • 


C'^'t.^»  cauir*5  de  error  r.o  cr.o^rt-zrX  r:2cs  r.o   «abría  al 
rededor  de  q^é  g-^jro  deberá  ¿  -arj 

La  h  sto^^  5a!'5  de£-::t:TaT:er:te  a  luz  á  baes  del  año 
de  1 848,  con  el  r:on:bre  de: 

C:mfendij  Hüictico  cUl  Descubrimiento  j  Cclcnizacicn 
(U  la  Sucra  Granada  en  el  si¿lc  décimo  sexto. 

Esta  obra  fué  may  bien  recibida  en  Europa  por  todos 
loft  que  se  ocupaban  en  cuestiones  no  solamente  históri- 
cas, sino  también  de  ciencias  naturales,  de  geoj^rafía,  de 
etnografía,  etc.  Tenemos  á  la  vista  cartas  de  algunos  sa- 
bios franceses  que  le  escribieron,  las  que  probaban  no  so- 
lamente el  interés  intrínseco  de  la  obra,  que  llenaba  un  va- 
cío, sino  la  buena  opinión  que  tenían  de  su  autor.  El  fa- 
mosí>  viajero  y  prolí&co  escritor  Fernando  Denis,  que  se 
ocupó  particularmente  de  literatura  española  y  de  historia 
americana,  publicó  un  articulo  recomendando  la  obra,  en 
una  blibliografía  que  imprimía  en  aquellos  momentos,  (i) 


(t)  né  aqnl  la  carta  que  escribió  á  Acosu,  y  que  tradncinios: 

'*  París,  13  de  Varzo  de  1849. 
"  Skftor  Coronel  Acesia. 

'*  Bcfior:  Permítame  usted  darle  las  gracias  por  el  envío  de  sil  preci*  so 

libro;  mienií'as  menos  derecho  tengo  de  recibir  un  recuerdo  de  esta  natu- 

ralo'^a,  rods  agradecido  estoy  por  ello.   To  pertenezco  á  aquellos  pocoa 

que  puodon  apreciar  la  sagacidad  y  perKTerancia  que  usted  ha  manifes- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACOSTA  453 

El  sabio  Elias  de  Beaumont  le  escribió  una  carta  de  feli- 
citación, (i)  M.  de  Peyramont,  sabio  jurisconsulto  y  miem- 
bro de  la  Asamblea  legislativa,  dice  en  una  carta  que  tene- 
mos á  la  vista  que  ha  pensado  recordar  la  lengua  espa- 
ñola, algo  olvidada,  y  que  ha  comprado  una  Gramática  y 
un  Diccionario  para  ocuparse  durante  las  vacaciones  en  el 


tttdo  en  BUS  inqnU¡cion<:8,  é  inmcdia lamento  me  apresuré  á  indicar  su 
excelente  obre  c  imo  un  guía  que  dcl>ena  seguirse  en  todo  lo  concernien- 
te á  Nueva  Gmnnda.  Ese  corto  artículo  aparecerá  en  una  BibüografU 
que  hago  imprimir  actunlmente.  Allí  me  tomé  la  libertad  de  indicar  tam- 
bién los  otros  libros  que  usted  nos  promete.  No  le  doy  á  usted  estos  deta- 
lles Bino  para  probarle  la  estimación  grande  que  merece  su  bello  trabajo. 

**  Reciba  usted  la  expresión  de  mi  consideración  y  de  mi  vlvisima 
■impatla. 

**  Su  obedieate  servidor,  "Fbrdinand  Dbris." 

(1)  "  París,  38  de  Marco  de  1849. 

"  Al  sefior  Ck>ronel  J.  Aoosta, 

"Befior  mío: 

"  Recibí  con  sincera  gratitud  U  bella  carta  de  las  bocas  del  rio  Mag- 
dalena que  usted  me  biso  el  honor  de  enviarme.  8i  hubiera  aparecido 
an^es  de  la  publica :ió a  de  mis  lecciones  de  geografía!,  ésta  me  hubiera 
proporcionado  un  bello  ejemplo  de  cordones  litorales.  Me  apresuro,  pues, 
4  darle  las  graciis  por  ello,  y  al  mismo  tiempo  fi  reiterarle  mi  reconoci- 
miento por  el  mapa  grande  de  Nueva  Granada  y  su  sabia  obra  acerca  del 
VneuMmiento  de  la  Nueta  Q ranada, 

"  Siento  mucho  no  poder  ofrecer  á  usted  en  cambio  dj  sus  grandes 
obras  y  tan  importantes  trabnjos,  simí  algunos  débiles  opdsculos.  Bspero, 
sin  embargo,  que  usted  tendrá  la  bondad  de  recibirlos  con  indulgencia, 
como  un  recuerdo  de  las  lecciones  de  la  Escuela  de  Minas  y  del  Coleg'o 
de  Francia,  las  cuales  usted  qttiso  fomentar  asistiendo  6  ellas.  Frecuente- 
mente he  hecho  uso  en  mis  lecciones  de  la  Carta  geológica  de  Francia,  la 
cual  ha  enriquecido  usted  con  las  notas  enviadas  por  usted  después  de 
haber  hecho  algunos  viajes  en  Francia.  Efipero  que  la  Escuela  de  Minas 
se  dedicará  á  obsequiar  á  usted  con  un  ejemplar;  y  si  asi  lo  hace,  no  ha- 
brá ejemplar  mejor  colocado. 

"  Permítame  usted  reiterártela  expresión  de  mi  gratitud,  Junto  con  1% 
alta  consideración  y  sincero  afecto  con  que  me  repito  de  usted  atonto  ser- 
vidor, "  L.  Elías  db  Beaumont." 

La  Escuela  de  Minas  obsequió  á  Acosta  con  un  ejemplar  de)  mapa 
geológico  de  Francia,  el  cual  envió  con  una  nota  muy  lisonjera. 


454  BIOGRAFÍA 

campo  en  leer  la  historia  de  Acosta.  El  señor  Miguel  Che* 
valier  le  da  las  gracias  por  los  agradables  ratos  que  le  ha 
proporcionado  su  lectura,  y  añade  que  le  gustó  mucho  lo 
concerniente  á  Balboa,  por  quien  declara  «que  tiene  una 
gran  debilidad.»  Varios  escritores  españoles  y  cubanos  lo 
felicitaron  por  su  obra,  entre  otros  el  conocido  hombre 
público  cubano  don  José  Antonio  Saco. 

Reproducimos  íntegra  la  chistosa  y  característica  carta 
de  Boussingault,  la  cual  Acosta  recibió  ya  después  de  haber 
llegado  de  regreso  Á  Nueva  Granada: 

(Traducción). 

"  Leibfranberjr»  (1)  8  de  Julio  de  1849. 

'*  Sefior  Coronel  Joaquia  Acosta. 

€Mi  querido  amigo: 

cEl  cólera  y  la  insurrección  me  impidieron  decir  adiós 
á  usted  y  á  su  familia,  pero  ahora  escribiré  algunos  ren- 
glones dirigidos  á  usted.  Tuve  noticia  de  su  partida  de  Pa- 
rís demasiado  tarde,  y  su  carta  me  vino  á  buscar  en  el 
monasterio,  que  usted  ya  no  conocería,  tan  compuesto 
como  está.  Mientras  que  usted  se  dirigía  al  Havre,  nosotros 
nos  poníamos  en  marcha  para  Alsacia.  Parece  como  que 
si  no  aguardaran  sino  nuestra  partida  para  hacer  cesar  la 
guerra  civil  y  que  pasara  la  peste.  Usted  y.i  sabrá  la  derro- 
ta que  dieron  á  la  Montaña,  (2)  y  también  la  rápida  dismi- 
nución del  cólera  en  París. 

cNosotros  tomamos  el  camino  de  Estrasburgo  -  el  14 
por  la  mañana — en  la  primera  diligencia  que  partió  después 
de  los  acontecimientos  del  13, — y  por  consiguiente  la  que 
llevaba  por  aquella  vía  las  primeras  noticias  de  lo  sucedido 
en  París.  Como  yo  traía  muchos  buenos  periódicos,  iba  dis- 
tribuyéndolos por  todo  el  camino,  dándolos  con  preferen- 


(1)  Era  aquella  una  propiedad  que  poeeia  y  rúd  poweD  Ins  descendien- 
dieotes  de  BounlagaoU  en  Al  acU ;  hftbia  sido  uq  aotiguo  monasterio. 

(8)  Bl  Jefe  del  psrtido  de  la  Montafia,  (hoy  radicalismo)  Ledru  Bollia, 
trató  de  amotinar  el  pueblo  el  18  de  Junio  de  1849,  pero  no  pudo  lograrlo. 


DBL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  455 

cía  á  los  ciudadanos  que  se  consideraban  rojos,  con  el  ob- 
jeto de  administrarles  una  purga. 

<Yo  había  tenido  la  feliz  inspiración  de  pedir  al  Vice* 
presidente  de  la  República  licencia  para  ausentarme  (de 
la  Asamblea)  durante  un  mes.  No  podía  soportar  la  idea 
de  dejar  á  mi  familia  más  tiempo  en  el  foco  de  la  infec- 
ción, y  como  mi  mu¡er  no  quería  partir  sin  que  yo  la  acom- 
pañase, tuve  que  darle  gusto. 

cMe  encuentro  tan  feliz  aquí  sin  trabajar,  que  estoy  se- 
guro que  debe  de  suceder  otro  tanto  en  el  paraíso,  y  es  lo 
que  hacen  en  este  mundo  las  gentes  de  juicio;  pero  la  feli- 
dad  en  el  mundo  es  de  corta  duración,  de  manera  que  ape- 
nas se  siente  uno  bien  en  alguna  parte,  es  preciso  dejarla; 
asi,  pues,  dentro  de  pocos  días  concluirá  mi  asueto  I 

«Cuando  dije  que  no  trabajaba  ni  hacía  nada  aquí,  es 
una  licencia  poética:  además  de  tomar  un  buen  vino  que 
hacemos  nosotros  mismos  en  Liebfranberg,  casi  tan  bueno 
como  la  chicha,  comemos  muy  bien,  y  también  he  leído 
el  libro  de  usted;  lo  he  leído  con  interés,  desde  el  prin- 
cipio hasta  el  ñn.  Ya  sé  que  es  una  imprudencia  hablar 
á  un  autor  de  su  obra,  cuando  se  acaba  de  leerla.  Ge- 
neralmente es  bueno  elogiar  un  libro  apenas  se  recibe  y 
antes  de  leerlo;  entonces  podemos  hablar  del  placer  que 
tendremos  de  leerlo  y  del  provecho  que  sacaremos  de 
ello;  entonces  podemos  sinceramente  decir  cuantas  lin« 
dezas  se  ños  ocurren  condicionalmente.  Pero  ya  leí  su 
libro,  y  le  aseguro  que  lo  considero  viable  y  digno  de 
todo  el  interés  posible  para  quien  quiera  estudiar  la  historia 
de  América.  He  sentido  que  sea  un  Compendio,  y  advierta 
que  este  es  un  elogio,  porque  signiñca*  que  lo  encuentro 
demasiado  corto.  Ahora  voy  á  criticarlo.  En  primer  lugar^ 
me  pesa  que  se  manifieste  tan  enternecido  con  la  Reina 
Isabel;  ¿acaso  no  murió  hace  tantos  siglos?  Su  plan  es 
demasiado  geométrico;  no  sale  usted  de  Nueva  Granada; 
abandona  á  Pizarro  justamente  en  la  frontera,  como  si  en- 


45^  BIOGRAFÍA 

tonces  hubiera  una  frontera,  y  aun  ahora  no  estoy  bien  se- 
guro de  si  existe.  Debió  usted  en  algunas  páginas  pintarlos 
graves  acontecimientos  tan  dramáticos  que  tuvieron  lugar 
en  el  Perú,  y  traer  á  Vaca  de  Castro  á  Popayán,  y  condu- 
cir á  Belalcázar  al  Perú.  Esto  es  todo  lo  que  encuentro 
que  criticar,  aunque  más  busque.  ¿Está  usted  bien  seguro 
de  que  había  en  América  aquella  inmensa  población  indí- 
gena en  la  época  de  la  conquista?   Yo  siempre  he  dudado 
de  la  verdad  de  aquellos  millares  de  indígenas.  Los  con- 
quistadores se  alababan,  no  lo  dude.   En  cuanto  á  la  me- 
moria de  Duquesne  sobre  el  Calendario  de  los  Muiscas,  no 
entiendo  nada.  Hablando  de  los  Muiscas,  Humboldt  dek 
de  estar  encantado;  encantado,  porque   los  prusianos  s( 
han  apoderado  del  Gatinais;  es  cosa  arreglada. 

«Los  demagogos  retroceden  en  toda  la  línea. 

€Envío  su  muy  interesante  obra  á  Bodmer,  que  dése 
ardientemente  leerla,  después  de  oír  mi  opinión.  Mis  re 
cuerdos  á  la  señora  Acosta  y  á  Sólita,  y  no  me  olvide  c 
casa  de  su  hermano  en  Guaduas,  (i)  Dejo  campo  ámi  rci\ 
jer  para  que  escriba  algunas  lineas  á  la  señora  Acosta. 

cBOUSSINGAULT.) 


CAPITULO  Vil 

Bitaación  de  Francia  ea  1849.— VÍHJe  de  regreso  á  Nueva  Granadí 
Cartas  de  varios  sabios. — InsUlación  en  Guaduas.—Situación  poli 
del  país.— Muerte  del  General  José  A  ce  vedo.— Viajes  y  excarsi  i 
que  hizo  Acosta  en  el  interior  de  la  Repdblica.— Memorias  rientíñ 

I 849-1 850 

El  año  de  1849  fué  fatal  para  Francia.  En  el  mes 
Mayo  estalló  una  espantosa  epidemia  de  cólera  en  Parí 
en  las  principales  ciudades  del  país.  Morían  millares 
personas  diariamente,  y  el  pánico  era  general. 

(1)  JBitaa  palabras  estaban  en  espafiol. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  ACOSTA  457 

Al  mismo  tiempo  la  política  del  Gobierno  desconten- 
taba á  todos  los  partidos,  y  el  malestar  aumentaba  de  ma- 
nera alarmante. 

Se  temía  una  insurrección  de  los  comunistas,  como  la 
de  Junio  del  año  anterior. 

El   partido   del   Príncipe   Presidente   Luis  Napoleón 
aconsejaba  medidas  fuertes  para  reprimir  á  los  comunis- 
tas.  Pero  éstos,  encabezados  por  Ledru-Rollin,   creyeron 
que  no  podrían  recuperar  su  influencia  y  hacerse  al  po- 
i'  der,  sino  apelando  á  las  armas. 

-v.  Así  lo  hicieron  el  13  de  Junio   de   aquel  año.    Pero  la 

:*  j  intentona  de   insurrección  fué  aplastada  brevemente  por 

i'^c:  una  carga  de  caballería,  sin   que  el   pueblo  de  París,  ate- 

rrado con  la  epidemia  que  diezmaba  la  población,  quisie- 
ra tomar  parte  con  los  que   pretendían  defender  sus  de- 
g  di  rechos. 

),[:■  Entre  tanto,  Acosta  había  tenido  que  permanecer  en 

;.,;;.  París  arreglando  su  viaje  de  regreso  á  América.   Sin  ame- 

drentarse con  la  epidemia,  permaneció  de  pie  ñrme  en 
París  con  su  familia,  hasta  mediados  de  Junio,  cuando 
partió  para  el  Havre  á  aguardar  la  partida  de  un  buque 
que  debería  conducirle  á  Santa  Marta. 

Estando  en  el  Havre  recibió  la  siguiente  carta  que 
traducimos: 

' '  París,  1 8  de  JuD  io  de  2  849. 

c Amigo  y  señor  mío: 

cEspero,  á  pesar  del  retardo  involuntario  de  mi  contes- 
tación, que  estas  pocas  líneas  alcanzarán  á  llegarle  á  us- 
ted en  el  Havre.  Conozco  lo  bastante  su  amistad  para 
comprender  que  será  muy  agradable  para  usted,  antes  de 
dejar  á  Europa,  saber  que  estamos  todos  gozando  de  salud 
y  con  la  esperanza  de  escapar  al  doble  azote  físico  y  social. 
He  logrado  que  todos  los  miembros  de  la  familia,  asi 
como  nuestros  amigos  los  Milne-Edwards,  vayamos  á 
pasar  algunos  meses  en  San  Germán,  en  donde  se  goza  de 


4S8  BiOGRAPiiL 


^^^l^l^l^^^l^^0^^^^^^l^^^^^0^^^^^^>^^^^^^^>^¡^0^0^^^l^>^>^>^>^t^^»^l^>^l^>^>^^*0  ' 


buena  salud,  de  manera  que  cuanto  amo  se  hallará  en  se- 
guridad y  escapará  también  el  peligro  de  una  revolución, 
revolución  que  espero,  sin  embargo,  que  habrá  sido  sufo- 
cada por  algún  tiempo,  y  tal  vez  por  bastante  tiempo,  si  el 
Gobierno  sabe  aprovecharse  con  juicio  de  la  victoria.  Nues- 
tras mujeres  y  nuestros  hijos  permanecerán  constante- 
mente en  el  campo,  en  donde  la  comunicación  con  Paris 
es  tan  fácil,  que  podremos  (los  varones)  ir  y  volver  para 
desempeñar   nuestros  deberes  y  atender  á  nuestras  aulas. 

cSupongo,  señor  mío,  que  usted  recibiría  los  cajones 
de  plantas  que  yo  habia  mandado  cultivar  aparte  para  us- 
ted. Estuve  tan  ocupado  durante  los  pocos  momentos  que 
pasé  en  el  Jardín  de  Plantas,  que  olvidé  preguntar  si  se  las 
habían  entregado. 

«Me  habia  propuesto  aprovechar  la  partida  de  usted 
para  escribir  á  nuestro  amigo  el  señor  Lewy,  pero  los 
trastornos  de  estos  días  me  lo  impidieron.  Le  agradeceré 
si  usted  me  hace  el  favor  de  darle  noticias  de  nuestra 
parte,  entre  tanto  que  tengamos  tiempo  de  escribirle  di- 
rectamente. 

«Mi  madre,  mi  mujer  y  mis  hermanas  saludan  á  la  se- 
ñora Acosta,  á  la  cual,  le  suplico,  presente  usted  mis  res- 
petuosos sentimientos  de  amistad. 

«Sírvase  usted  aceptar  de  nuevo  la  expresión  de  mis 
sentimientos  los  más  afectuosos. 

€AD.  Brongniart.» 

Acosta  llevaba  consigo  un  inmenso  equipaje  compues- 
to de  muebles,  cuadros,  libros,  curiosidades,  instrumentos 
de  toda  especie,  cajones  con  plantas  vivas  que  deseaba 
introducir  en  su  país,  como  especies  nuevas.  Pensó,  pues, 
que  su  viaje  podía  ser  más  agradable,  si  en  lugar  de  tomar 
pasaje  en  un  vapor  con  su  familia  y  enviar  por  otra  vía  su 
equipaje,  tomaba  el  camarote  entero  de  un  buque  mercan- 
te, lo  preparaba  para  su  uso  particular  y  atravesaba  el  océano 


DEL  GENERAL  lOAQVÍN  AGOSTA  459» 

como  en  su  propia  casa,  sin  otros  pasajeros  que  estorba- 
sen sus  estudios,  y  con  toda  comodidad.  Es  cierto  que 
como  el  buque  era  de  vela,  tardaría  más  en  la  travesia, 
pero  aquello  se  compensaba  con  la  libertad  y  las  como- 
didades de  que  gozarían. 

Se  hizo  á  la  vela  del  Havre  en  Junio  23,  y  llegó  á  Santa 
Marta  el  i.°  de  Agosto,  después  de  un  viaje  feliz  y  sin 
ningún  contratiempo.  Sin  embargo,  parecía  como  si  el 
cólera  que  diezmaba  á  Europa  se  hubiese  propuesto 
acompañar  á  Acosta  á  América. 

No   bien   llegó  á  Santa  Marta,  en  donde  se  proponía 
permanecer  algunas  semanas,  cuando  aquella  población  se. 
vio  invadida  por  el  terrible  azote. 

Transcribiremos  aquí  una  carta  que  Acosta  escribió  de 
ese  puerto  al  señor  Madrid: 

"  Santa  Marta,  15  de  Agosto  de  1849. 
«Mi  querido  amigo  don  Pedro: 

«A   pesar  de  su   largo  silencio,  no  creo  que  su  buena 

amistad  se  haya   resfriado Ignoro   cuándo  podremos 

continuar  nuestro  viaje,  infectado  como  'se  encuentra  el 

m 

Magdalena  por  el  terrible  azote  que  ha  venido  en  mala 
hora  á  devastar  nuestro  pobre  país.  Sea  dicho,  sin  em- 
bargo, en  honor  de  los  habitantes  de  esta  ciudad,  que  han 
soportado  la  peste  con  resignación  y  mansedumbre  des 
conocidas  en  los  pueblos  más  cultos,  cuando  han  sido  vi- 
sitados por  esta  cruel  enfermedad  por  la  primera  vez 

Como  temo  mucho  que  el  cólera  llegue  á  Bogotá,  debo 
indicar  á  usted  algunas  reglas  de  higiene  que  han  produ- 
cido buenos  efectos  en  todas  partes. 

(Aquí  las  reglas  de  higiene,  que  no  copiamos). 

€No  hay  aquí  sino  una  docena  de  casas  altas;  sin  em- 
bargo, á  todo  costo  me  he  procurado  una  para  mi  fami- 
lia, y  vivimos  con  cuidado,  pero  sin  temor. 


460  BIOGRAFÍA 

cNada  puedo  hacer  con  respecto  á  lo  que  me  ocupa 
exclusivamente  (i)  por  las  lluvias  y  por  el  terror  pánico 
que  ha  creado  cuarentenas  entre  cada  aldea,  y  no  me  per- 
miten hacer  ninguna  excursión  fuera  de  las  goteras  de  la 
ciudad. 

cAquí  todos  viven  encerrados;  las  noches  son  lóbre- 
gas; pasadas  las  seis  no  se  ve  una  sola  persona  en  Lis  ca- 
Ues,y  no  se  oye  sino  el  ruido  de  las  voces  de  los  que  rezan 
en  las  casas  vecinas.  De  día  solo  hay  actividad  en  las  bo- 
ticas, y  los  llamados  médicos  circulan  sin  cesar  á  caballo. 
Se  diría  que  es  un  campo  de  batalla  en  que  á  cada  instan- 
te se  sabe  que  hay  un  nuevo   muerto  ó  herido 


Al  fin  Acosta  logró  que  le  diesen  un  salvoconducto 
que  le  acompañase  en  su  excursión^  (además  de  criados  y 
peones),  un  joven  de  Santa  Marta,  y  se  puso  en  marcha  con 
dirección  al  interior,  dejando  á  su  familia  en  la  ciudad. 

No  poseemos  el  diario  de  aquel  viaje.  No  bien  regresó 
á  Santa  Marta,  cuando  se  ocupó  en  escribir  varias  Memo- 
rias que  envió  á  la  Academia  de  Ciencias  de  París  y  á  la 
Sociedad  de  Geografía,  Memorias  que  fueron  recibidas  y 
comentadas  con  mucho  interés  por  sus  amigos  de  Francia, 

Hé  aquí  dos  cartas  que  prueban  lo  que  avanzamos: 

"  París,  e  de  Febrero  de  1850. 
"  Befior  Coronel  Acosta. 

fMi  querido  amigo: 

cHe  tenido  la  buena  noticia  de  la  llegada  de  usted  á 
Tierra  Firme.  A  pesar  de  todos  los  contratiempos  que  ha 
sufrido,  lo  felicito,  puesto  que  toda  la  familia  goza  de  bue- 
na salud.  Le  escribí  á  usted  de  Liebfranberg  y  así  infiero 
que  usted  está  al  corriente  de  nuestro  estado  sanitario,  el 
cual,  gracias  á  Dios,  se  conserva  bien. 

(1)  Le  había  llevaflo  á  Santa  Marta  el  proyecto  de  hacer  una  ezcttr- 
•ion  cieBtfflca  por  el  Viille  Dupar. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  461 

cDe  Bcaumont  ya  «había  comunicado  á  la  Academia 
sus  interesantes  observaciones  acerca  de  ese  volcán  del 
cual  es  usted  padrino;  yo  no  tengo,  pues,  nada  que  comu- 
nicar por  mi  parte,  solo  di  de  usted  noticias  personales  á 
sus  amigos. 

c Pido  á  su  actividad  ciertas  observaciones  científicas, 
que  la  posición  de  usted  hará  fácil.  Usted  sabe,  y  creo  ha- 
bérselo explicado,  que  me  he  ocupado  en  determinar  para 
las  plantas  más  comunes*  de  nuestras  culturas,  la  superfi- 
cie de  las  partes  verdes  de  sus  hojas,  y  he  tenido  resulta- 
dos curiosísimos 

{€Aqui  explica  minuciosamente  la  manera  de  hacer 
aquellas  observaciones^  y  pide  á  Acosta  que  las  ha^a  ¿Icón 
plantas  tropicales  desconocidas  en  Eufopa,  obsentaciones  que 
serían  muy  apreciadas  en  el  mundo  científico), 

«He  recibido  de  Quito,  añade,  observaciones  so- 
bre la  temperatura  del  suelo  á  40  centímetros  de  profun- 
didad, hechas  por  un  método  que  se  ha  criticado  porque 
no  se  había  sabido  aplicar,  porque  es  preciso  hacerlo  en 
la  parte  baja  de  una  casa  y  no  al  aire  libre 

€{Tambicn  indica  á  su  amigo  que  se  ocupe  de  esa  clase 
de  estudios). 

«Arago,  dice   al   concluir,  estí   cegando;  su  salud 

se  debilita,  y  temo  mucho  que  se  prepare  para  darnos  una 
gran  pesadumbre,  pues  yo  lo  quiero  mucho  (i).  El  señor 
Gay-Lussac  se  está  muriendo  de  una  enfermedad  del  co- 
razón (2);  no  hay  esperanza  de  salvarle.  Leí  una  carta  de 
despedida  que  escribió  á  Arago,  que  es  muy  tierna  y  muy 
triste.  Humboldt  está  bueno,  pero  escribe  muy  poco 

«BOUSSINGAULT.» 


())  Arngo  DO  murió,  sin  embargo,  sino  ha«ta  Octubre  de  1863. 
(2)  Ef<^tiTamente  murió  en  esos  días,  7  Arago,  antes  de  seguirlo  á  la 
tumbft,  tuTO  tiempo  de  pronunciar  su  Etoffto, 


462  BIOGRAFÍA 

"  Fárb,  85  de  Judío  da  180D. 
"  Befior  Coronel  Joaquío  Aoosla.— Ouftdoaa. 
cQuerído  señor  Acosta: 

•  cUsted  debe  de  haber  recibido  mi  contestación  á  su 
interesante  carta  de  Guaduas  del  15  de  Febrero;  pero  no 
sé  si  en  ella  le  suplicaba  á  usted  que  continuase  exploran- 
do las  antigüedades  neo  granadinas.  Esos  monumentos 
prueban  un  arte  poco  avanzado,  pero  tienen  un  interés 
propio  con  respecto  á  la  comparación  que  se  puede  hacer 
con  los  del  Palenque,  en  Yucatán,  así  como  con  los 
monumentos  de  Bolivia  y  el  Perú.  De  todas  maneras,  hice 
imprimir  en  el  Journal  de  la  Société  de  Géo^raphie,  la  re- 
lación de  los  contornos  de  Leyva,  fragmento  que  prepa- 
rará á  saborear  la  continuación.  Sospecho  que  al  oeste  del 
río  Magdalena,  y  también  hacia  el  nordeste,  se  hallarán  ves- 
tigios mejor  conservados  del  arte  de  los  chibchas;  usted 
conoce  demasiado  las  construcciones  de  los  españoles 
para  confundirlas  con  las  de  los  indios,  y  no  me  toca  por 
cierto  sugerirle  esta  distinción. 

«Como  el  compositor  del  Boletín  número  77  (Mayo 
de  1850)  olvidó  enviarme  las  pruebas,  desfiguraron  el 
nombre  de  su  amigo,  escribieron  Valez  por  Vélez;  (i)  sír- 
vase usted  excusarlo.  Por  ese  mismo  motivo  no  se  publi- 
có la  figura,  pero  el  dibujo  saldrá  más  tarde;  desgraciada- 
mente el  dibujo  del  templo  no  está  bien,  y  las  inscripcio- 
nes dejan  qué  desear;  sin  embargo,  procuraré  servirme 
de  ello. 

«Usted  me  anuncia  la  descripción  del  lugar  en  que  se 
encuentra  la  roca  cubierta  de  inscripciones;  se  lo  agradez- 
co de  antemano  y  me  aprovecho  de  la  ocasión  para  mani- 
festarle que  el  Gobierno  de  Bogotá,  ó  la  Academia,  debe- 
ría mandar  algunas  personas  á  recorrer  el  territorio  de 
Nueva  Granada,  para  estudiar,  describir  y  dibujar  las  anti- 

I      .  ■  -  -     II 

(l)  VéAose  las  Memorias  á  que  te  refiere  Jomard  en  el   Apéndice. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  463 

güedades  en  todo  el  país,  (i)  Además,  se  podrían  hacer 
otros  trabajos,  si  se  encontraran  personas  competentes  y  si 
hubiera  recursos  suficientes. 

«Continúe,  mi  querido  amigo,  dándome  parte  de  sus 
nuevos  trabajos,  de  sus  investigaciones,  de  todo  lo  que  le 
interesa  en  el  país.  Con  frecuencia  hablamos  de  usted  con 
el  señor  Elie  de  Beaumont;  él  publicó  su  Memoria  de 
usted  en  el  compte-rendu  de  la  Academia  de  Ciencia^). 

«Presente  mis  respetos  á  la  señora,  y  créame  su  afectí- 
simo amigo, 

«JOMARD.» 

Después  de  permanecer  en  Santa  Marta  más  de  un 
mes,  Acosta  se  embarcó  con  su  familia  en  la  triste  goleta 
Bolívar,  y  se  dirigió  á  Barranquilla.  Al  llegará  esta  ciudad 
estallaba  allí  el  cólera  con  violencia;  pero  ellos  no  entra- 
ron á  ella,  sino  que  se  dirigieron  inmediatamente  al  vapor 
que  debería  llevarlos  por  el  río  Magdalena  arriba  hasta 
Honda. 

Desgraciadamente,  apenas  habían  andado  algunas  ho- 
ras, cuando  se  descompuso  la  máquina  y  tuvieron  que  re- 
gresar á  Barranquilla,  en  donde  tuvieron  que  permanecer 
varias  semanas  mientras  que  arreglaban  el  buque.  A  pesar 
de  la  epidemia  que  les  venía  acompañando  desde  París, 
ninguna  de  las  personas  de  la  familia  sufrió  novedad  algu- 
na hasta  su  llegada  á  Guaduas. 

Allí  se  instaló  Acosta  en  casa  propia,  rodeado  de  cuan- 
to  había  llevado  de  Europa,  para  vivir  lo  más  cómoda- 
mente posible  al  lado  de  los  dos  hermanos  que  aún  le 
quedaban.  Pensaba  vivir  completamente  alejado  de  la  po- 
lítica y  entregado  por  entero  á  las  ciencias.    Entonces 


(1)  AlgiiDOB  afioa  después  el  Qobierno  encargó  al  sefior  Codaud.  Jun- 
to con  el  sefior  Ancizar,  el  sefior  Peres  y  el  sefior  Paz,  de  uoa  comisióo 
corográflca,  la  cual  fisitó  el  país  6  biso  la  descripcióo  de  cuanto   7ieron. 


464  BIOGRAFÍA 

escribió  y  publicó  un  itinerario  del  Magdalena,  para  el  uso 
de  los  viajeros  en  el  río. 

La  situación  del  país  le  espantaba  y  repelía.  Con  el 
Presidente  José  Hilario  López  el  partido  liberal  se  había 
entronizado  en  el  Gobierno,  y  las  ideas  más  contrarías  á 
su  credo  político  imperaban  en  toda  la  máquina  guberna- 
mental, desde  las  alcaldías  hasta  las  Cámaras  y  el  Poder 
Ejecutivo.  Acosta  creía,  sin  embargo,  que  era  imposible 
detener  aquella  efervescencia  política;  decía  que  semejante 
embriaguez  pasaría  al  cabo  de  algún  tiempo,  cuando  la 
gente  sensata  viera  lo  impracticable  de  las  descabelladas 
teorías  que  pretendían  introducir  en  el  país,  y  se  aferró 
más  y  más  á  la  resolución  que  llevaba'  de  permane- 
cer callado  y  oculto  en  su  patrimonio,  y  ocupado  nada 
más  que  en  cuestiones  científicas,  con  las  cuales  creía  que 
serviría  mejor  á  su  patria  en  aquellas  circunstancias,  que 
lanzándose  en  la  lucha  de  los  partidos  encandecentes  y 
frenéticos. 

A  pesar  de  sus  divergencias  políticas,  Acosta  conservó 
amistad  muy  sincera  con  el  General  López  hasta  el  fin  de 
su  vida;  asi  es  que  apenas  llegó  el  viajero  á  Guaduas,  cuan- 
do el  Presidente  le  escribió  dándole  la  bienvenida  muy 
cordial,  y  como  supo  que  rehusaba  todo  destino  político, 
(el  cual,  por  otra  parte,  el  partido  liberal  no  le  hubiera  per- 
mitido desempeñar,)  lo  quiso  tener  en  Bogotá,  ofreciéndo- 
le puestos  honoríficos  en  la  Escuela  militar  y  en  la  Uni- 
versidad. Pero  Acosta  le  rogó  que  lo  excusara,  puesto  que 
en  adelante  su  vida  debería  consagrarse  á  las  ciencias  y  á 
ninguna  otra  cosa. 

En  el  mes  de  Diciembre  de  1849  estuvo  en  Guaduas 
con  su  señora  el  General  José  Acevedo,  por  instancias  de 
Acosta,  pues  el  General  era  el  heredero  del  afecto  que  ha- 
bía profesado  en  su  infancia  y  en  su  primera  juventud  al 
malogrado  Pedro  Acevedo,  cuya  muerte  años  antes  le  ha- 
bía hecho  tan  hondísima  impresión. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  465 

A  pesar  del  contento  que  experimentaron  ambos  ami- 
gos <il  encontrarse  nuevamente  reunidos,  y  las  largas  é  ín- 
timas conversaciones  que  tuvieron,  Acevedo  estaba  pro- 
fundamente herido  con  el  sangriento  desaire  que  había 
sufrido  por  parte  del  Gobierno,  y  como  patriota  y  ciuda- 
dano se  afligía  hondísimamente  con  la  situación  de  su 
país,  (i)  Las  penas  morales,  unidas  á  una  salud  achacosa, 
no  le  permitieron  luchar  contra  una  fiebre  cerebral  que  lo 
atacó  pocos  días  después  de  haber  llegado  á  casa  de  Acosta. 
Éste  puso  todos  los  medios  posibles  para  salvarle  la  vida, 
pero  todo  fué  en  vano:  al  cabo  de  once  días  de  enferme- 
dad rindió  su  bella  alma  al  Creador,  llorado  por  cuantos 
le  conocieron  y  apreciaron.  (2) 

Un  mes  después  de  haber  recibido  aquel  golpe,  que  le 
hizo  hondísima  impresión, — en  el  mes  de  Febrero — Acos- 
ta quiso  ir  á  visitar  ciertas  minas  en  la  provincia  de  Vé- 
lez,  con  un  objeto  científico,  y  entonces  escribió  una  Me- 
moria que,  como  hemos  visto  en  la  carta  de  Jomard,  en- 
vió á  París,  y  fué  publicada  en  el  Boletín  de  la  Sociedad 
de  Geografía. 

En  Marzo  del  mismo  año  bajó  á  la  Costa  á  visitar  al- 
gunas comarcas  importantes  del  Departamento  del  Mag- 
dalena, siempre  con  fines  científicos. 

(1)  En  Majo  de  1840,  Aceyedo,  que  yivia  retirado  de  toda  iagereacia 
en  la  política,  fué  llamado  con  instancia  por  el  General  López  para  que 
aceptase  la  cartera  de  Relaciones  Exteriores.  Él  rehusó  en  un  principio, 
pero  instado  por  el  Presidente,  al  fin  admitió;  sin  embargo,  no  se  habían 
pasado  yeinte  días,  cuando  las  Sociedades  democráticas  que  imperaban 
en  la  política  del  país  exigieron  del  Poder  Ejecutiyo  que  separase  á  Ace- 
Tedo  de  su  destino.  El  General  López  pidió  entonces  al  Ministro  de  Re- 
laciones Exteriores  que  renunciase  el  destino,  ofreciéndole  en  desagrayio 
una  misión  diplomática.  Aoeyedo  la  rehusó  con  indignación,  diciendo 
que  él  no  era  hombre  qae  admitía  compensación  en  cambio  de  un  dea- 
mire. 

(2)  La  sefiora  dofia  Josefa  Aceyedo  de  Gómez  escribió  una  corta  bio- 
grana  de  este  insigne  ciudadano,  digno  hijo  del  Dribuno  del  puebh. 

mOQMÁWIá,  80 


4i66  BIOGRAFÍA 

En  Julio  visitó  gran  parte  del  hoy  Departamento  del 
Tolima,  é  hizo  una  descripción  del  cantón  del  Chaparral 
y  de  la  cueva  de  Tuluní,  que  envió  á  las  Sociedades  cien- 
tíficas de  París  y  de  Londres. 

Era  inútil  ocupar  las  columnas  de  los  periódicos  de 
Bogotá  en  dilucidar  cuestiones  científicas,  pues  por  en- 
tonces los  espíritus  estaban  en  tal  situación  de  efervescen- 
cia política,  que  nadie  se  ocupaba  en  otra  cosa.  Con  ese 
motivo,  en  lugar  de  publicar  sus  observaciones  científicas 
en  su  patria,  las  enviaba  á  Europa,  en  donde  eran  útiles  y 
sabían  apreciarlas. 

El  señor  J.  García  del  Río,  literato  y  compañero  de 
San  Martín  en  el  Perú,  pidió  desde  México  encarecida- 
mente á  Acosta  que  le  enviase  algunos  datos  geográficos, 
biográficos  y  estadísticos  de  Nueva  Granada,  para  incluir- 
los en  una  enciclopedia  que  iba  á  publicar.  Acosta  pidió 
informes  á  todas  partes,  pero  nadie  hizo  caso;  ni  los  go- 
bernantes ni  los  particulares  le  contestaron,  encallando 
sus  esfuerzos  en  la  inercia  é  indiferencia  con  que  se  mi- 
raba toda  cuestión  que  no  fuera  de  política  militante. 

En  Noviembre  el  Gobierno  apeló  al  patriotismo  de 
Acosta  para  encargarlo  de  una  comisión  importante  en  las 
provincias  de  Santa  Marta  y  Cartagena. 

De  la  nota  que  le  pasaron  transcribiremos  algunos  pá- 
rrafos. 

4:Como  esta  comisión  tenga  por  principales  objetos: 
i.°,  hacer  ciertas  investigaciones  relativas  á  las  tierras  bal- 
días que  haya  en  la  primera  de  aquellas  provincias,  y  á  va- 
rios puntos  concediéndoles  á  la  inmigración  de  extranje- 
ros; 2.°,  inspeccionar  el  canal  de  la  Pina  y  comunicar  al 
Gobierno  las  noticias  que  puedan  convenirle  en  la  em- 
presa de  su  limpia,  ensanche,  etc.;  y  3.°,  inspeccionar  tam- 
bién la  fortaleza  de  Bocachica,  con  el  fin  de  ver  si  sería 
posible  adoptarla,  sin  grandes  gastos,  al  servicio  de  una  pe- 
nitenciaría.» 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  467 

A  SU  regreso  de  aquella  misión,  Acosta  fué  á  Bogotá  á 
dar  cuenta  de  ella,  y  entonces,  á  instancias  de  algunos  de 
sus  amigos,  dictó  algunas  lecciones  de  geología,  las  que  se 
imprimieron  con  grabados.  Algunas  de  éstas  se  encuen* 
tran  en  la  Biblioteca  Nacional. 

Aprovechó  su  estancia  en  la  capital  para  regalar  á  al- 
gunos colegios  superiores  obras  científicas  que  había  lle- 
vado de  Europa  con  ese  objeto.  A  la  Escuela  de  Ingenie- 
ría mandó  ciertos  planos  que  había  obtenido  en  Europa 
por  favor  especial;  aLColegio  del  Rosario,  por  el  cual  te- 
nía gran  cariño,  por  haberse  educado  allí,  regaló  un  apa- 
rato Bretón  y  varías  obras  útiles.  El  Hospital  de  Caridad 
poseía  ya  un  aparato  para  respirar  el  éter — entonces  in- 
vención reciente — ^aparato  que  Acosta  había  enviado  des- 
de París,  y  que  fué  el  primero  que  se  vio  de  este  género 
en  Bogotá. 

En  vista  de  los  trabajos  que  Acosta  remitió  á  la  Socie- 
dad de  Geografía  de  Londres,  ésta  le  envió  espontánea- 
mente el  nombramiento  de  miembro  honorario  de  ella. 
El  Ministerio  de  las  Colonias  y  Marina  de  Francia,  al  re- 
cibir importantes  observaciones  barométricas  que  había 
hecho  Acosta,  le  mandó  regalar  por  segunda  vez  un  baró- 
metro aneroide,  de  nueva  invención  entonces,  en  reempla- 
zo de  otro  con  que  el  mismo  Ministerio  lo  había  obsequia- 
do en  1849,  y  que  desgraciadamente  se  había  roto  en  una 
de  sus  excursiones  científicas. 

<La  remisión  de  este  instrumento,  leemos  en  el  oficio 
del  Ministro  francés,  es  un  caso  excepcional,  que  tiene  por 
causa  el  mérito  de  usted  y  su  consagración  á  la  ciencia.» 
Por  la  rápida  reseña  que  hemos  hecho  de  los  trabajos 
y  viajes  que  hizo  Acosta  durante  el  año  de  1850,  notare- 
mos que  no  se  habia  realizado  la  vida  tranquila  que  pen- 
saba llevar  en  Guaduas,  entregado  al  arreglo  de  sus  notas 
para  continuar  su  obra  histórica. 


468  BIOGRAFÍA 


CAPITULO  VIII 

BitOActón  de  Nuera  Granada  bajo  la  administración  del  General  López. — 
Loe  conierradoree  se  declaran  en  rebelión. ^Acoeta  desaprueba  la  in- 
rarreoción.— El  Poder  EjecutiTo  lo  llama  al  lerTicio  activo. --Carta 
explicativa  de  su  condacta  al  eefior  Madrid.— El  Poder  Ejecutivo  lo 
asciende  á  General.— Tristeza  de  Acosta  con  motivo  de  la  situación 
del  país.— Bu  muerte. 

1851-1852     . 

La  situación  política  del  país  se  iba  agravando  diaria- 
riamente;  la  efervescencia  de  todos,  el  triunfo  de  los  libe- 
rales y  sus  actos  injustos  en  todas  partes  con  respecto  al 
partido  vencido,  y  aun  cruelísimos  en  el  Cauca,  en  donde 
cazaban  á  los  conservadores  como  á  esclavos  alzados,  hasta 
el  punto  de  azotarlos  en  nombre  de  la  libertad  y  la  demo- 
cracia; la  desesperación  de  los  miembros  del  partido  per- 
seguido, que  procuraban  defender  su  vida  y  sus  propieda- 
des de  las  exigencias  de  las  llamadas  sociedades  democrá- 
ticas que  se  habían  establecido  en  todas  las  ciudades  y 
aldeas;  los  crímenes  de  toda  especie  que  se  cometían  en 
los  desploblados;  todo  aquello  llegó  al  colmo  cuando  el 
Gobierno  decretó  la  expulsión  de  la  Compañía  de  Jesús, 
orden  religiosa  que,  como  recordará  el  lector,  se  había 
llevado  á  Nueva  Granada  durante  la  administración  del 
General  Herrán. 

Como  naturalmente  el  señor  Arzobispo  de  Bogotá  pro- 
testó contra  este  abuso,  así  como  contra  otros  muchos  que 
se  decretaron  contra  el  clero,  el  Arzobispo  fué  expulsado 
del  territorio  de  la  República,  después  de  haberle  hecho 
sufrir  increíbles  vejámenes. 

Los  conservadores  resolvieron  entonces  apelar  á  la  in- 
surrección, remedio  heroico,  pero  que  rara  vez  surte  los 
efectos  que  desean  los  que  lo  ponen  en  planta.   Levanta- 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  469 

ronse  en  armas  primero  en  Pasto,  en  Mayo  de  185 1,  y  des- 
pués en  Antioquia  y  el  Tolima. 

Acosta,  retirado  en  Guaduas,  contemplaba  desde  lejos 
aquellos  acontecimientos  dolorosisimos,  lamentando  la 
debilidad  de  los  congresistas  que  eligieron  al  General  Ló- 
pez de  miedo  de  ser  asesinados,  pero  decidido  á  no  tomar 
cartas  en  el  asunto.  Se  encontraba  un  dia  en  una  pequeña 
propiedad  campestre  que  tenía  en  el  alto  del  Raizal,  y 
donde  pasaba  temporadas  para  gozar  del  clima  delicioso 
de  aquella  altura,  cuando  recibió  la  visita  de  un  antiguo 
militar  de  la  Independencia,  amigo  íntimo  de  su  familia. 
Iba  á  proponerle  que  tomase  una  parte  activa  en  la  revo- 
lución que  preparaban  los  conservadores  de  Cundina- 
marca. 

€ — Jamás,  contestó  Acosta,  me  verá  usted  tomar  las  ar- 
mas en  contra  del  Gobierno  legítimo,  manéjese  como  se 
manejare;  esta  es  y  será  siempre  la  regla  de  mi  vida. 

c — López,  le  contestó  su  interlocutor,  fué  elegido  por 
la  fuerza.  Los  congresistas  votaron  por  él  con  la  bayo- 
neta sobre  el  pecho. 

€ — Pero  votaron  por  él,  amigo  mío,  y  consta  que  lo 

eligieron  con  la  mayoría  necesaria! Si  ese  acto  errado 

nos  perdió,  tenemos  que  sufrir  su  pecado,  pero  un  militar 
que  se  respeta  no  puede  sacar  su  espada  sino  para  defen- 
der al  Gobierno  y  las  leyes  que  rigen  en  su  país.» 

El  señor  X.  X.  insistía  y  aseguraba  que  tenían  toma- 
das todas  las  medidas  para  triunfar.  Acosta  se  negó  rotun- 
damente á  oír  cosa  alguna  acerca  del  proyecto;  el  otro  en- 
tonces llegó  hasta  insinuarle  que,  si  triunfaba  la  proyecta- 
da revolución,  él  (Acosta)  era  un  hombre  tan  respetado 
entre  el  partido  conservador,  que  hasta  se  había  pensado 
en  él  para  la  primera  magistratura  de  la  nación.  Semejante 
oferta,  en  lugar  de  persuadirle  le  indignó,  y  suplicó  á  su 
amigo  que,  si  deseaba  conservar  su  estimación  y  su  afecto, 
<:ortara  aquella  conversación;  que  él  olvidaría  cuanto  le 


470  biografía 

había  dicho,  y  que  dijera  á  sus  compañeros  que  no  con- 
taran con  él  para  cosa  que  oliera  á  rebelión;  aconsejóle 
que,  al  contrario,  hiciese  lo  posible  para  disuadir  á  sus 
amigos  de  semejante  proyecto,  asegurándole  que  aquéllo, 
en  lugar  de  un  bien  para  el  partido  conservador,  sería  un 
mal,  porque  de  seguro  triunfaría  el  Gobierno,  y  entonces 
en  peor  predicamento  quedaría  el  partido,  y  con  menos 
esperanzas  de  recuperar  algún  día  el  poder. 

Su  amigo  se  retiró,  peí  o  no  siguió  los  consejos  de 
Acosta,  sino  que  tomó  parte  en  la  pronta  sofocada  revolu- 
ción, y  tuvo  que  sufrir  encarcelamientos  y  vejámenes. 

El  General  López,  que  conocía  á  fondo  el  carácter  de 
Acosta,  y  sabía  que,  si  tocaba  el  resorte  de  la  honra  militar, 
él  no  podría  negarle  sus  servicios,  y  deseoso  al  mismo 
tiempo  de  debilitar  al  partido  conservador,  poniendo  de 
su  parte  á  un  importante  miembro  de  él,  lo  llamó  al  ser- 
vicio militar  activo,  fundándose  en  la  necesidad  que  tenía 
el  Gobierno  de  jefes  de  experiencia  en  el  ejército.  Acosta 
no  pudo  excusarse;  aunque  sumamente  contrariado  con 
la  falsa  situación  en  que  se  le  ponía,  obedeció  al  llama- 
miento del  Gobierno;  se  puso  á  la  cabeza  de  una  tropa,  y 
al  lado  del  General  Mendoza  peleó  en  Garrapata,  derro- 
tando á  sus  amigos  políticos.  De  allí  marchó  á  Antioquia, 
en  donde  cumplió  las  órdenes  del  Gobierno  con  toda  leal- 
tad, y  concluida  la  insurrección  regresó  á  Guaduas,  con 
intención  de  continuar  entregado  á  sus  estudios  científicos 
y  lejos  de  la  política. 

Tenemos  á  la  vista  una  carta  que  escribió  Acosta  al  se-^ 
ñor  Madrid,  parte  de  la  cual  importa  transcribir,  porque^ 
explica  su  conducta. 

"  Guaduas,  18  de  Agoato  de  1861. 

cMi  muy  apreciado  amigo: 

«Si  yo  lo  imitara  á  usted,  no  contestaría  á  su  carta  sino- 
dentro  de  seis  meses;  mas  esta  es  una  de  las  poquísimas 
cosas  en  que  usted  no  debe  ser  imitado,  y  por  esto  apenas 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  471 

me  he  desocupado  de  mis  penosas  funciones  militares, 
tomo  la  pluma  para  escribir  á  usted 

«La  noticia  de  la  prisión  de  mi  bueno  y  antiguo  ami- 
go Joaquín  París,  ha  producido  en  mí  y  en  toda  mi  fami- 
lia la  más  dolorosa  sensación,  y  Carolina,  Sólita  y  yo  co- 
misionamos á  usted  para  que  lo  diga  á  Mariquita,  Virginia, 
Vicente  (Roche),  Pedro  María  y  demás,  y  pedimos  nos 
digan  qué  podemos  hacer  por  aliviar  sus  penas. 

«Estoy  convencido  de  que  el  General  París  no  preten- 
día hacer  un  pronunciamiento  militar;  él,  que  aprobaba 
tanto  la  cláusula  del  testamento  de  Acevedo  en  esta  ma- 
teria, ¿cómo  había  de  querer  perder  el  derecho  de  llamar 
faccioso  á  José  María  Obando?  (i) 

«Entre  tanto,  no  me  sorprende  la  moderación  relativa 
de  que  usted  me  habla:  i.°,  porque  el  sacudimiento  ha  de- 
bido hacer  reflexionar  á  muchos;  2.°,  porque  los  clamoro- 
sos bochincheros  están  por  acá,  como  los  Morales,  etc. 
Respecto  de  la  columna  formada  en  Honda,  que  acom- 
pañé hasta  Peladeros,  puedo  asegurar  á  usted  que,  con 
excepción  de  X.  X.,  que  nadie  puede  sufrir,  todos,  jefes, 
oficiales  y  tropa,  manifiestan  principios  constitucionales 
sanos;  ningún  espíritu  de  reacción,  antes  sí  moderación  y 
generosidad,  de  lo  cual  ya  les  están  haciendo  un  crimen 
los  jacobinos  de  Honda.  Después  del  combate  de  Garra- 

(1)  He  aquí  la  cláusula  de)  testamento  del  General  AceTedo,  á  la  cual 
se  refiere  Acosta: 

. . .  »lUfn  dtdaro:  que  desde  antes  de  cumplir  70  la  edad  de  trece  afios 
y  medio  he  aerrido  &  la  patria  en  la  carrera  de  las  armas,  sin  faltar  jamás  á 
la  lealtad  y  honradez  que  heredé  de  mis  yenerados  padres;  y  que  por  esca- 
la he  hecho  mi  carrera  desde  solilado  hasta  Qeneral,  sin  haber  tenido  parie 
ni  ia  menor  ingerencia  en  revolución,  pronuneiamienJo  ni  traetomo  alguno 
contra  el  OMemo  oontUtudonal  de  la  BepúbUea,  á  cuyas  institudones  re- 
publicanas he  permanecido  constantemente  fiel,  obrando  siempre  con  en- 
tera buena  fe  7  probidad. 

(Véase  Biografía  del  OSnoral  JeU  Aeevedo  l^ada,  por  Alfonso  7  Jose- 
fa AoeTedo). 


47^  biografía 

pata  no  se  oyó  sino  Viva  el  Gobierno  legal!  y  Vivan  los  fe- 
fes  de  la  columnal  Ningún  muera,  ningún  viva  á  Obando 
ni  á  los  democráticos. 

cOjalá  que  en  todas  partes  el  ejército  mostrara  el  mis- 
mo espíritu;  esto  serviría  de  valla  á  ciertas  pretensiones 
exageradas,  y  por  esto  es  que  el  señor  Useche  no  estaba 
contento  con  nosotros.  Por  lo  que  á  mí  hace,  ya  pasó  el 
peligro,  ya  me  he  retirado  á  mi  casa,  triste,  pero  con  la 
conciencia  tranquila,  después  de  haber  cumplido  con  un 
penoso  deber. . . . 

cNo  es  gracia  sostener  un  gobierno  de  elección  pro- 
pia; la  gracia  es  hacer  todo  esfuerzo  por  defender  un  go- 
bierno cuyos  principios  y  fines  se  condenan  y  se  deploran. 
Cualquiera  que  sea  mi  opinión  respecto  del  derecho  de 
insurrección  en  los  pueblos,  se  lo  niego  enteramente  á  los 
militares,  en  América  sobre  todo,  en  que  el  abuso  de  las 
defecciones  y  los  pronunciamientos  de  los  caudillos  mili- 
tares han  mantenido  las  nuevas  repúblicas  en  un  estado 
de  postración  por  cerca  de  medio  siglo. 

€A1  Presidente  escribí  hace  cuatro  días  pidiéndole  per- 
miso para  retirarme  á  mi  casa,  dicténdole  que  se  tuviera 
entendido  que  yo  no  cesaba  de  pertenecer  al  partido  de  la 
resistencia  á  las  reformas  precipitadas  é  inconsultas,  que 
son  el  blanco  de  muchos  de  los  que  hoy  toman  parte  en 
la  deliberación  de  los  negocios  públicos.» 

La  salud  de  Acosta  nunca  había  sido  robusta,  á  pesar 
de  su  grandísima  actividad,  pero  ésta  acabó  de  quebran- 
tarse con  la  última  campaña  de  1851,  las  penalidades  de  la 
cual  se  aumentaban  con  la  pena  inmensa  que  le  causaba 
el  tener  que  combatir  y  trabajar  contra  sus  amigos  para 
sostener  un  gobierno  cuyos  hechos  desaprobaba. 

En  Agosto  de  185 1  el  Poder  Ejecutivo  le  había  confe- 
rido el  grado  de  General,  nombramiento  que  fué  ratificado 
por  el  Congreso,  pero  que  en  nada  llevó  la  satisfacción  á 
su  corazón,  herido  con  los  males  de  la  patria. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN  AGOSTA  473 

Cuando  al  empezar  el  año  de  1852  lanzaron  los  libera- 
les la  candidatura  del  General  José  Maria  Obando  para  el 
siguiente  período  constitucional,  su  tristeza  fué  aún  ma- 
yor; no  podía  conformarse  con  que  su  patria  sufriese  la 
humillación  de  tener  por  Presidente  al  matador  de  Sucre. 
Por  otra  parte,  Guaduas,  el  pueblo  que  había  sido  de  sus 
mayores  casi  desde  la  conquista,  aquel  lugar  predilecto  de 
su  corazón,  en  cuyo  favor  había  hecho  tantos  sacrificios,  (i) 
lo  miraba  con  desconfianza,  y  las  sociedades  democráti- 
cas allí  establecidas  le  causaban  incesantemente  toda  suer- 
te de  disgustos.  Aquello,  sin  embargo,  no  le  impedía  tra- 
bajar sin  cesar  en  pro  del  bien  y  del  progreso  de  ese  lugar, 
así  como  jamás  se  le  vio  rechazar  al  que  le  pedía  socorro, 
iii  dejar  de  acudir  al  que  sufría:  los  que  vivían  en  sus  tie- 
rras veían  en  él  á  un  padre  más  bien  que  al  dueño  de 
tierras. 

La  hora  de  su  muerte  prematura  se  acercaba,  y  mil  pre- 
sentimientos se  lo  hacían  comprender.  Temerosas,  sin  em- 
bargo, de  dejarnos  llevar  por  un  sentimiento  de  piedad 
filial,  que  podría  tachársenos  de  exageración  al  concluir 
esta  biografía,  dejaremos  que  tome  la  palabra  en  nuestro 
lugar  el  señor  doctor  José  María  Samper,  el  esposo  queri- 
do de  la  que  esto  escribe,  el  cual  también,  á  su  turno,  se 
ha  hundido  en  las  sombras  de  la  muerte,  después  de  una 
vida  de  sacrificios  patrióticos  que  sus  conciudadanos  han 
olvidado,  pues  esa  es*  la  suerte  de  todo  el  que  sirve  á  su 
patria  con  verdadero  desinterés  y  abnegación.  Dice  así: 

(1)  A  la  Tilla  de  Guaduas  donó,  ademia  del  terreno  en  que  estaban  la 
jf  leda  7  el  cabildo,  dos  tolarea  para  las  eseuelta  do  niftos  7  nifiaa,  una 
plazuela  que  llera  el  nombre  de  Herrán»  otra  que  debe  quedar  cuando  la 
población  se  extienda  al  occidente,  (I107  llera  el  nombre  de  Acoeta)  7 
trajo  un  magnlfloo  reloj,  (que  aún  existe)  que  61  mismo  hizo  colocar  en 
la  torre  de  la  igleda  Parroquial,  7  d^ó  una  fundación  para  premiar  cada 
>afio  al  niño  que  máa  ee  distinguiese  en  la  escuela. 

Biogr«tfkí  da  Oenmral  Aeotta,  por  don  Januario  Triana.  Bogotá,  ISR. 


474  biografía 

«La  ciudad  de  Guaduas  debió  mucho  á  la  generosa 
solicitud  de  Acosta,  y  en  su  testamento  dio  éste  marcadas 
pruebas  de  aquella  filantropía  nunca  desmentida.  Era  un 
verdadero  patriota  para  servir  á  la  República. 

«Su  fallecimiento  mismo  fué  lamentable  testimonio  de 
la  generosidad  de  su  corazón.  En  Enero  de  1852  encalló 
en  las  cercanías  de  Conejo,  en  el  río  Magdalena,  el  hermo- 
so vapor  de  este  nombre,  con  muy  valiosos  intereses.  Tan 
luego  como  lo  supo  el  General  Acosta,  reunió  á  muchos 
de  los  arrendatarios  de  sus  tierras,  y  con  ellos  hizo  expedi- 
ción á  Conejo,  por  vías  desiertas  y  fragosas,  con  el  fin  de 
salvar  el  vapor  Magdalena,  (i)  Logró  ponerlo  á  flote  y  en 
salvamento  casi  todo  lo  que  contenía,  lo  que  hizo  á  su  cos- 
ta y  soportando  muchas  penalidades;  pero  allí  contrajo 
una  fiebre  que  comprometió  muy  seriamente  su  salud.  Co- 
menzaba apenas  á  reponerse,  cuando  hubo  de  dirigir  pia- 
dosamente en  Guaduas  la  exhumación  de  los  restos  de  su 
más  íntimo  amigo  y  más  querido,  el  pundonoroso  y  estima- 
ble General  José  Acevedo.  Los  miasmas  que  con  tal  motivo 
aspiró  Acosta,  le  ocasionaron  al  punto  una  terrible  fiebre, 
por  cuya  causa  sucumbió  en  breve,  cuando  estaba  en  po- 
sesión del  empleo  de  Senador,  acababa  de  ser  ascendido  al 
generalato,  y  se  preparaba  para  emprender  en  el  país  nue- 
vas y  muy  importantes  exploraciones  científicas. 

«El  fallecimiento  de  Acosta  privó  á  los  cuerpos  parla- 
mentarios y  científicos  de  un  miembro  eminente;  á  las 
ciencias  y  la  historia,  de  uno  de  sus  más  ilustres  servido- 
res americanos;  á  su  patria,  de  un  hombre  de  clarísimo  in- 

(1)  Lo  úitimo  que  escribid)  Acosta  fué  un  ¡nforme  circuastaociado  diri- 
gido al  Presidente  de  la  Compañía  nacional  de  Naf>egación  por  el  9apor,  in- 
forme que  enviaba  espontáneamente,  con  el  objeto  de  indicar  loe  medios 
que  se  debian  tomar  para  ídcilitar  el  tránsito  de  los  Tapores  de  Conejo  á. 
la  Madre  de  Dios;  además,  hada  una  resefia  aprozimaÜTa  del  costo  qoe 
aquellas  reformas  podrían  causar,  y  un  plano  ezpUcatiyo  del  lecho  d6l 
río  Magdalena,  en  los  puntos  más  peligroaos  para  la  navegación. 


DEL  GENERAL  JOAQUÍN    AGOSTA  475 

genio,  vasto  saber,  espíritu  agudo  y  sagaz,  y  amor  infati- 
gable al  trabajo;  hombre  que,  por  su  desinterés  y  su  ca- 
rácter nada  ambicioso,  hubiera  podido  todavía  prestar  muy 
valiosos  servicios  á  la  causa  de  la  civilización,  es  decir,  de 
la  verdadera  libertad,  la  investigación  de  la  verdad  y  del 
sano  progreso.:^  (i) 

(1)  Oal&ria  naeianal  de  hambree  ütuíree  6  noUMee,  colección  de  boce- 
tos biográficos,  por  José  María  Bamper,  página  79.  Bogotá,  1879. 


-^^ 


APÉNDICES 


s^^:^:^;:^^^::::^:::.^^^ 


NUMERO    !.• 


CARTA 

DEL  GENERAL  PERÚ   DE   LA  CROlX 

Originalmente  estaba  escrita  en  francés,  pero  la  traducimos 
para  los  lectores  que  ignoren  ese  idioma. 

Pamplona^  15  de  Octubre  de  1835. 
Sefior  Capitán  Joaquín  Acosta. 

Mi  querido  amigo: 

Desde  el  30  de  Septiembre  último — fecha  de  su  carta— es- 
toy aquí;  de  manera  que  yo  llegaba  cuando  usted  me  escribía. 
Me  dice  usted  que  lo  había  hecho  antes  y  que  me  hacía  un  pe- 
dido interesante,  á  lo  cual  yo  no  había  contestado,  pero  yo  ase- 
guro á  usted,  mi  buen  amigo,  que  no  he  recibido  nada  antes,  y 
que  ignoro  aún  qué  deseaba  usted  de  mí.  Si  usted  quiere  que 
lo  sepa,  es  preciso  que  me  lo  escriba  de  Cartagena. 

Con  pena  y  placer  al  mismo  tiempo  tuve  noticia  del  viaje 
de  usted  á  Europa;  pena  porque  se  aleja  usted,  y  placer  por 
que  celebro  mucho  que  usted  vaya  á  conocer  á  Europa.  De 
allá  traerá  usted  una  multitud  de  nuevas  ciencias,  que  le  pro- 
porcionarán, estoy  seguro,  la  manera  de  transitar  por  el  cami- 
no de  los  honores  y  de  la  fortuna.  La  edad  en  que  usted  se  en- 


^,  hic#hiafl%  de  accsta 


■^^p^aa^^^^i^i^P^w*^^^*^^'* 


ciienrra  y  en  iiic  emrr^de  ei  v'^:e.  «i  ^nm 
(icr  w  d;srcsi»::r>n  7  üis  ::niicciinienr/'í,  '^cqrcrÜHitza  qnc  po- 
see 7-1.  V''^^^  '^«^'  •«  pcJ-nunn.  uitíi/.r.rar  a  Truuies  rases,  y  texgo 
per'^;a-.ii.i    ie    qiic  i  ^a   t^ítí*:    ícm    m  hcmcre  rrinríetcL 


laríe. 


N'-s  pueril-  -nmierictr  i  -i-reti  \r  :iie  me  rMe,  i  sarer: 
ca-Ji  r^^í-^  -i'.^-í^e.  -»•*  ?'^—  '  ^r^'  reLiir:..nes  iescie  qce 
<yt  dec:ar->  pr->tecv.r  de  C  .urt-iá,  7  ^le  ron.  semre  i  ei  « 
ííeclar^  en  w.citra  ai^  ¿:iT.d^  •  iir.a  devJ.irac:':n  ¿ilia  que  =:e 
perjudicó  x:xhc  Pier^--.  .in:i^c  rr.:c.  c;ie  'u:  será  t^il  ertrar 
á  la  E^cueiA  M:.L:ar  de  Pir-X  7  rrira  ello  Tiáted  co  -ece^rjri 
de  ;ír^ndei  pr-reccicn.i:^;  Ji  pnzci^ al «  Li  de  pa^.r  Li  peii^ca 
qiie  cuiden,  Er.  ctr-j  tieir^po  hi^biera  pedido,  a  se  r.ecesiiLira. 
prr^ur^r  á  usted  .ilg^ir.as  bájenos  e-r.peñ.-s.  pero  b:>\  cjiando 
he  c^rtiuí*.  er.tera:r.ec:u¿  tdas  cr.ii  re.'icicces.  y  le  pcecj  ase- 
gurar q.ic  devic  -^'le  de.é  i  F ran¿i-i  o:  he  5*:¿:cnidc  c^rrrcrspcrx- 
der.cia  ccn  nir.gino  de  I-s  nurr.er.Sc  s  aiiLig-sqae  :eni.i,  ni  acn 
^i'^  ..era  con  mi.  par:er.:es.  P-jes::  qie  í¿l  empece,  así  á^g-^iré» 
y  p.  ied">  asegurar  á  uated  qiie  jamás  Itrs  doré  ^•:Cl^^a¿  mf.is. 
E>tos  motivas,  amigo  if.í:,  me  impiden  hablarle  de  mis  and- 
giy><y  zmíg',%  los  cuales  I.-s  utjzs  han  terid^  la  misma  suerte 
que  yo,  es  decir,  se  han  expatriado,  y  los  demás  han  dejado  de 

exíuir...- 

Agiiardo  con  impaciencia  la  carta  que  usted  me  anuncia 
q-ic  me  escribirá  de  Cartagena;  nada  de  lo  que  interesa  á  us- 
ted me  puede  ser  indiferente,  y  le  puedo  asegurar  que  nadie 
toma  máa  interés  en  sus  felicidades  ó  penas  que  yo.  Puede  us- 
ted, piie^,  mi  querido  Acosta,  hablarme  con  toda  franqueza  y 
ahrírmc  %u  corazón,  confiarse  enteramente  á  mí,  pues  yo  tomo 
p^4ríe  en  sus  penas  y  siempre  desearía  aliviarlas.  Si  usted  pasa- 
ra fXfr  Londres  y  se  acercara  á  la  casa  de  Mr.  Goldsmith,  allí 
le  dirían  sí  Mr.  A.  Boyer,  el  asociado  de  Mr.  Elbers,  está  en 
aquella  capital;  si  así  fuere,  vaya  usted  á  verlo  de  mi  parte,  y 
dele  a»ted  de  mí  las  noticias  que  sepa;  este  es  uno  de  misboe- 
not  amigos,  el  cual  no  olvidaré  jamás.  Bastará  que  nsted  le 
muestre  este  párrafo,  pata  qoe  lo  redi»  bien.  Si  por  casualidad 


APÉNDICES  481 

usted  pasa  por  Calais,  vaya  á  visitar  al  Teniente  Coronel  Le- 
leux,  y  abrácelo  en  mi  nombre. 

Adiós,  mi  muy  querido  amigo;  ya  no  puedo  escribir  en 
francés,  y  olvido  esta  lengua  como  he  olvidado  todos  los  nu- 
merosos y  buenos  amigos  que  yo  tenía  en  Francia.  Mi  mujer 
le  agradece  á  usted  su  atención,  y  ella  se  une  á  mí  para  de- 
searle un  buen  viaje,  mucha  diversión  en  París  y  un  pronto 
regreso  á  su  patria,  que  hoy  es  la  mía,  y  será  la  tierra  en  don- 
de mis  despojos  quedarán. 

Adiós  otra  vez;  escríbame  de  París,  y  déme  usted  su  direc- 
ción. 

Su  amigo, 

L.  Pmu  DB  Laoboix. 


BIOaUAVIA  SI 


482  BIOGRAFÍA  DE  AGOSTA 


NUMKKO    2/ 


ARTICULO  PUBLICADO  EN  EL  GLOBO 

(De  Et  OlobOt  de  PmrU,  numero  86,  del  11  de  Nortombre  de  1886) 
EL  ESTADO  ACTUAL  DB   LA  AMÉRICA   ESPA5(0LA 

Dos  acontecimientos  merecen  hoy  que  se  fije  la  atención 
pública  sobre  la  América  Meridional,  á  saber:  i.^,  la  división 
que  se  ha  manifestado  entre  las  provincias  orientales  y  las  pro- 
vincias occidentales  de  Colombia;  y  2.^,  la  nueva  Constitución 
que  Bolívar  acaba  de  presentar  á  la  República  del  Alto  Perú. 
Estos  dos  hechos  no  son  por  cierto  acontecimientos  acciden- 
tales. Ellos  tienen  sus  raíces  pjoíundas  en  el  estado  actual  de 
las  poblaciones  americanas,  y  demuestran  que  empieza  para 
ellas  un  nuevo  orden  de  sucesos. 

Los  que  piensan  que  la  revolución  de  la  América  Meridio- 
nal está  concluida,  se  equivocan  altamente.  Concluida  la  eman- 
cipación de  la  América  Meridional,  falta  ahora  la  organización 
de  este  vasto  Continente,  y  esto  aún  no  ha  empezado.  Esta  es 
una  cuestión  no  menos  grave  que  la  primera,  y  no  se  llevará  á 
cabo  tan  pronto.  Durante  la  época  en  que  la  Independencia 
no  estaba  segura  en  todas  partes,  no  se  ocuparon  seriamente 
en  organizaría.  Bastaba  entonces  preconizar  constituciones  he- 
chas de  prisa;  pero  hoy,  cuando  todo  está  concluido  y  no  que- 
da ya  un  solo  español  en  el  suelo  americano,  el  problema  de 
su  organización  aparece  y  turba  los  espíritus.  Examinemos  las 
fechas:  fué  al  ñn  de  1825  cuando  Rodil  entregó  el  Callao;  al 


APÉNDICES  483 

principio  de  1826  Venezuela  pide  un  sistema  federativo,  y  Bo- 
4ívar  rompe  lanzas  con  la  democracia. 

Todo  esto  es  natural;  la  necesidad  de  la  Independencia  está 
-satisfecha  ya,  pero  falta  saber  cómo  se  vivirá,  y  al  momento 
aparecen  actos  y  hechos  que  se  suceden  unos  á  otrros;  los  es- 
píritus se  enardecen,  y  entonces  se  apela  á  la  fuerza,  hasta  que 
se  resuelve  la  cuestión.  De  allí  surgirá  una  nueva  serie  de  acon« 
tecimientos  que  señalarán  la  segunda  época  de  la  revolución 
américo-española. 

Esta  segunda  época,  que  tendrá  sus  héroes  y  sus  batallas^ 
^us  glorias  y  sus  catástrofes,  empieza  ya  á  nuestra  vista.  A  pe- 
sar del  aspecto  pacíñco  con  que  se  presenta,  tememos  que  sea 
mucho  más  larga  y  tempestuosa  que  la  primera. 

La  revolución  en  las  colonias  españolas  fué  empezada  por 
los  criollos  solos.  Con  efecto,  era  á  ellos  á  quienes  hacía  más 
daño  la  dominación  española,  y  á  quienes  debería  aprovechar 
más  la  Independencia.  Tanto  á  los  propietarios  como  á  los  ne- 
gociantes, el  régimen  colonial  (que  sólo  procuraba  favorecer  á 
la  metrópoli)  ponía  en  mal  predicamento  los  artefactos  ameri- 
canos, oponiendo  una  barrera  invencible  al  desarrollo  de  sus 
industrias.  Siendo  iguales  por  la  sangre  á  los  españoles,  por 
haber  nacido  en  América  se  les  excluía  de  los  empleos  públicos 
y  se  veían  gobernados  siempre  por  forasteros.  Con  el  objeto  de 
destruir  este  régimen,  es  decir,  para  obtener  la  libertad  de  su 
comercio  y  un  gobierno  americano,  fué  que  los  criollos  se  insu- 
rreccionaron. Toda  la  raza  blanca  americana,  sacerdotes  y  lai- 
cos, nobles  y  pecheros,  indistintamente,  se  encontraron  reuni- 
dos. Intereses  claros  y  positivos  les  pusieron  las  armas  en  la 
mano:  nuestras  ideas  liberales  y  ñlosóñcas  no  tenían  aHí  parte 
alguna. 

Las  dos  razas  mezcladas,  es  decir,  los  mulatos  y  los  mesti- 
zos, participaban  más  ó  menos  de  los  privilegios  de  los  blan- 
cos, y  por  consiguiente  de  sus  agravios  y  de  sus  esperanzas, 
así  fué  que  los  acompañaron  naturalmente  en  aquella  grande 
empresa. 

Pero  los  indios,  los  negros  y  la  raza  formada  por  esa  mez- 
cla, que  dependían  de  las  otras  razas  como  esclavos  ó  bajo  unac 


484  BIOGRAFÍA  DE  AGOSTA 

sujeción  humillante,  no  tenían  interés  alguho  en  revolucionar* 
se.  Poco  les  importaba  que  sus  amos  fuesen  ó  no  fuesen  inde* 
pendientes  (de  España).  Fué  preciso,  para  que  los  acompaña- 
sen, hacerles  promesas  de  libertad  y  de  igualdad,  y  bajo  la  fe 
de  esas  promesas  se  lanzaron  en  la  lucha.  E^  cooperación  fué 
de  mucho  peso  para  los  revolucionarios,  sobre  todo  en  Colom- 
bia y  el  Perú. 

Esta  unión  de  todas  las  razas  y  poblaciones  americanas 
para  llevar  á  cabo  un  hecho  palpable  que  nada  tenia  de  meta- 
fisico,  como  era  el  de  arrojar  á  los  españoles  del  Continente, 
tuvo  por  resultado  un  esfuerzo  vigoroso  y  rápido,  el  cual,  eo 
el  espado  de  diez  años,  echó  por  tierra  la  dominacián  espa- 
ñola en  América. 

Pero  hoy,  cuando  ya  se  ha  conseguido  el  objeto  de  la  lu- 
cha, es  evidente  que  esta  bella  y  grande  unidad  de  sentimien- 
tos se  perderi  y  desaparecerá.  Al  objeto  claro  y  sencillo  (de  b 
emancipación)  le  sigue  ahora  otro  más  complicado  y  muy  me- 
tafisioo  en  sí,  á  saber:  cuál  será  la  mejor  organización  social 
(de  esas  repúblicas).  Renacen  los  odios  entre  las  razas,  y  las 
preocupaciones  del  color  reaparecen;  el  orgullo  de  las  clases, 
las  pretensiones  de  los  linajes,  arraigadas  con  la  costumbre  de 
una  jerarquía  social  de  tres  siglos;  las  emulaciones  entre  las  pro- 
vincias,.las  rivalidades  entre  las  ciudades:  todo  esto  se  reanima. 
Veinte  jefes  ambiciosos,  que  pertenecen  á  razas  y  condiciones 
diferentes,  y  por  consiguiente  apoyados  por  turbas  enemigas, 
aguardan  su  recompensa  y  se  examinan  con  mirada  amenaza- 
dora. Añádase  á  esto  una  ignorancia  profunda  y  general,  una 
civilización  desigual,  una  vehemencia  de  pasiones  y  una  obsti- 
nación de  carácter  poco  común,  y  se  comprenderá  cuáles  son 
las  semillas  de  discordia  que  fermentan  en  el  suelo  de  Amé- 
rica después  de  su  emancipación. 

Para  que  haya  orden  en  las  ideas  de  nuestros  lectores 
acerca  del  porvenir  del  Nuevo  Mundo,  y  ofrecerles  una  base 
clara  para  que  se  ñjen  y  comprendan  los  acontecimientos  que 
tendrán  indudablemente  lugar  en  América,  vamos  á  clasificar 
aquí  las  principales  causas  de  división  que  creemos  haber 
notado. 


APÉNDICES  485 


I.®  La  diferencia  de  las  razas.  Todas  han  combatido  por  la 
Independencia;  todas  han  presentado  durante  la  guerra  jefes 
distinguidos;  todas  están  armadas,  y  además  la  raza  blanca  ha 
ofrecido  que  todos  serán  iguales  y  libres.  Ellas  pedirán  la  eje- 
cución de  esas  promesas,  pero  el  orgullo  y  las  preocupaciones 
de  los  criollos  no  se  plegarán  sino  difícilmente  á  esta  nueva 
fraternidad,  así  como  tampoco  á  una  igual  distribución  de  em- 
pleos, lo  cual  serán  puntos  que  no  podrán  aceptar  sin   lucha. 

2.^  La  desigualdad  en  la  civilización.  Esta  se  encuentra  en 
las  nuevas  repúblicas  en  todos  los  grados,  desde  el  salvaje  has- 
ta el  gran  señor  europeo.  Semejante  cosa  produce  una  gran 
diferencia  en  las  costumbres,  en  los  hábitos,  en  los  gustos  y  en 
las  ideas,  y  á  todo  esto  no  será  fácil  acomodar  las  instituciones. 
No  se  puede  prever  todavía  cuáles  serán  los  resultados  de  ello, 
pues  la  historia  no  nos  ofrece  otro  ejemplo.  En  los  Estados 
Unidos  los  negros  han  permanecido  esclavos  y  no  se  han  in- 
corporado á  los  indios  entre  la  población. 

3.^  Las  jerarquías  sociales  y  sus  condiciones.  La  raza  blanca 
cuenta  con  una  nobleza  rica  y  poderosa;  ella  posee,  junto  con 
los  frailes  y  los  clérigos,  el  suelo  y  los  terrenos;  se  había  pues- 
to á  la  cabeza  de  la  revolución,  á  la  cual  ofreció  los  mayores 
servicios.  Por  una  parte,  la  masa  del  pueblo  formaba  los  ejérci- 
tos que  derribaron  el  poder  de  España,  así  es  que  los  mulatos 
y  los  mestizos  se  encuentian  unidos  con  los  blancos  en  sus  in- 
tereses democráticos;  por  otra  parte,  la  aristocracia,  unida  y 
apoyada  por  el  clero,  aspira  ciertamente  á  una  forma  de  go- 
bierno que  entregue  en  sus  manos  el  poder  arrancado  á  la  me- 
trópoli. Será  preciso  ver  de  qué  manera  el  pueblo  y  su  jefes  se 
adhieren  á  estas  pretensiones. 

4.*^  Las  rivalidades  de  las  ciudades,  de  las  provincias  y  de 
las  repúblicas.  Engendrados  por  el  régimen  anterior  existen 
en  las  colonias  españolas  una  multitud  de  rivalidades  y  de 
odios,  los  cuales  provienen  de  los  privilegios  que  habían  obte- 
nido algunas  provincias.  Otros  nacieron  en  medio  de  la  guerra 
de  la  emancipación.  Lima,  que  era  un  grande  emporio  y  la  re- 
stdencu  de  la  dominación  espanohi,  era  detestada'  por  Chile  y 
Boenos  Aires.  Chile  odia  á  Buenos  Aires  por  la  itiftüériclat  (fie 


486  BIOGRAFÍA  DE  AGOSTA 

esta  última  república  ha  tenido  en  sus  asuntos  en  los  prínci* 
píos  de  lia  revolución.  El  Virreinato  de  Nueva  Granada  y  la 
Capitanía  de  Venezuela  miran  con  horror  su  reunión;  Guate- 
mala teme  á  México.  En  general,  los  americanos  conservan  el 
régimen  español  tal  como  se  arreglaba  en  Madrid,  pero  tienen 
una  grande  antipatía  á  toda  autoridad  lejana.  De  allí  proviene 
que  en  general  se  aborrecen  las  capitales,  y  de  allí  aquella  ten- 
dencia al^sistema  federal  que  se  manifiesta  ya  en  varios  puntos 
y  que  ha  ocasionado  una  división  frecuente  en  América;  de 
allí,  en  fin,  el  poco  éxito  que  obtuvo  el  Congreso  de  Par«amáy 
del  cual  los  Estados  del  sur  no  quieren  oír  hablar. 

5.°  La  oposición  de  las  teorías  clásicas  del  Gobierno  con 
la  ignorancia  y  el  estado  moral  de  América.  Varios  de  los  per- 
sonajes mas  influyentes  se  han  preocupado  con  esto;  ellos  son 
los  que  han  impuesto  á  los  diferentes  Estados  las  Constitucio- 
nes que  los  rigen  y  que  han  tenido  tan  malos  resultados.  Los 
americanos  no  las  comprendieron,  así  es  que  las  Asambleas 
deliberantes  no  deliberaron  debidamente,  y  con  este  motivo 
los  jefes  militares  son  los  que  han  gobernado,  según  su  capri- 
cho. Cuando  sus  arbitrariedades  pasaban  la  medida,  el  ejército 
ó  el  pueblo  se  insurreccionaba,  y  levantaba  al  poder  otro  ge- 
neral. Es  de  temerse,  ó  más  bien  es  cosa  inevitable  ya,  que  se 
hagan  ensayos  de  toda  especie,  antes  de  que  la  fuerza  de  las 
cosas  forme  al  fin  un  gobierno  que  se  ajuste  á  la  sociedad 
americana,  y  la  levante  hasta  las  formas  que  convienen  á  las. 
naciones  civilizadas,  y  dé  por  tierra  con  esa  fuente  abundante 
de  revoluciones  y  agitaciones. 

6.^  La  ambición  y  rivalidades  de  los  jefes  militares 

(Aquí  el  autor  hace  una  teseña  no  muy  clara  ni  muy  exacta  de 
los  acontecimientos  que  habían  tenido  lugat  en  Venezuela^  Nueva 
Gtanada,  Petúf  Chile  y  Buenos  AireSy  pero  que  no  inset tamos  pot 
parecetnos  inconducentes). 

8.°  Por  último,  la  fijación  de  los  límites  entre  las  nuevas  na- 
ciones debe  contarse  entre  las  causas  de  división  que  amena- 
zan á  América.... 

• .  • .  Podríamos  nombrar,  por  cierto,  muchas  otras  causas  de 
desorden  que.  fermentan  en  América,  pero  creemos  que  bastaoL. 


I 


APÉNDICES  487 

las  qne  hemos  indicado,  que  son  las  principales,  y  con  esto  los 
lectores  comprenderán  la  situación  de  América,  y  prepararán 
su  inteligencia  para  darse  cuenta  de  los  hechos  que  allí  se  pre- 
paran. 

i  Qué  vemos  en  América  ?  Millones  de  hombres  como  nos- 
otros, pero  más  desgraciados  y  menos  civilizados,  que  llegan  á 
la  escena  del  mundo  para  ganar  con  el  sudor  de  su  frente,  y 
después  de  largas  agitaciones,  un  poco  de  felicidad  y  de  li- 
bertad. 

Al  ver  aquellas  poblaciones  desconocidas,  pobres,  ignoran- 
tes y  semibárbaras,  que  llegan  al  fin  á  la  vida  política  después 
de  tres  siglos  de  una  servidumbre  desigual,  pero  general,  y  que 
van  á  recorrer  á  su  vez  las  vías  trágicas  de  la  historia,  senti- 
mos aquella  melancolía  del  hombre  maduro  al  lado  de  la  cuna 
de  un  niño.  Pero  cuando  recordamos  que  esa  inmensa  Améri- 
ca, con  sus  altas  montañas,  sus  ríos  sin  fin,  sus  extensas  llanu- 
ras, es  el  teatro  en  que  aparecen  esas  nuevas  naciones;  cuando 
reflexionamos  en  aquella  multitud  de  hombres  de  todos  colo- 
res y  razas,  inspirados  por  las  pasiones  y  las  prevencfbnes  ó 
creencias  del  resto  del  mundo,  entonces  la  ternura  se  convierte 
en  interés,  y  el  espectáculo  se  hace  tan  solemne,  que  nuestra 
alma  entera  se  recoge  para  saborear  lo  que  nuestra  imaginación 
nos  señala. 

....Sentados  tranquilamente  sobre  las  riberas  de  otro 
mundo,  ¿  qué  podemos  hacer  de  más  noble  durante  los  ocios 
que  nos  deja  nuestra  civilización,  sino  contemplar  la  manera 
como  otros  hombres  se  civilizan  ? 

T.J. 


488  BIOGRAFÍA  DE  AGOSTA 


NUMERO    3: 


INFORME 

QUE  PRESENTÓ  EN  LA  SOCIEDAD  DE  GEOGRAFÍA  DE  PARÍS  EL 
SÉSon  JOllARD  ACERCA  DEL  MAPA  DE  NUEVA  GRANADA,  POR  EL 

seRor  coronel  ACOSTA 

El  mapa  que  el  Coronel  de  artillería  señop  Acosta,  oficial 
al  servicio  de  la  República  de  Nueva  Granada,  ha  presentado' 
á  la  Sodedad  de  Geografía,  merece  por  varios  motivos  nues- 
tra atención.  Esta  es  la  primera  vez  que  el  territorio  de  Nueva 
Granada  ha  sido  el  objeto  de  un  mapa  especial;  por  otra  par- 
te, éste  tiene  fundamentos  sólidos  en  cuanto  á  las  principales 
posiciones,  pues  el  autor  ha  recorrido  principalmente  esta  an- 
tigua provincia,  que  forma  hoy  uno  de  los  principales  Estados 
independientes  de  la  América  del  Sur.  Este  Estado  se  extien« 
de  de  sur  á  norte,  de  1**  ij'  S.  hasta  12®  25'  N.  y  del  E.  el  O., 
de  68*^  30'  de  París,  hasta  cerca  de  85*  20'. 

La  importancia  de  este  país  en  lo  que  se  refiere  á  las  cien- 
cias físicas,  geográficas,  políticas  y  comerciales,  aumenta  el  in- 
terés de  un  trabajo  como  este  del  Coronel  Acosta,  trabajo  al 
cual  se  ha  consagrado  con  perseverancia  digna  de  todo  elogio. 
Es  sobre  el  territorio  de  Nueva  Granada  donde  viene  á  morir 
la  doble  cordillera  de  los  Andes,  cadena  que  divide  en  dos  sec- 
ciones los  lechos  del  río  Magdalena  y  el  río  Cauca.  Ciudades 
como  Cartagena,  Popayán,  Neiva,  Panamá,  Pamplona,  Santa 
Marta,  Río  Hacha  y  veinte  más,  y  sobre  todo  la  capital  Santa 
Pé  de  Bogotá,  son  notables  por  más  de  un  motivo.  Situados 


APÉNDICES  489 

los  principales  puertos  de  la  República  unos  sobre  el  mar  de 
las  Antillas  y  otros  sobre  el  Océano  Pacíñco,  éstos  favorecen 
su  comercio  exterior,  y  le  procuran  importantes  salidas  (como 
Cartagena,  Sabanilla  y  Panamá).  Los  límites  de  la  República 
tocan  con  el  Brasil  y  las  Repúblicas  de  Venezuela  y  el  Ecua- 
dor. Se  necesitaba,  pues,  con  urgencia  un  mapa  algo  m^  des- 
arrollado y  lo  más  exacto  posible  á  nuestros  actuales  conoci- 
mientos. El  que  de  Nueva  Granada  acaba  de  publicar  el  señor 
Acosta,  á  pesar  de  la  incertidumbre  en  que  tienen  que  quedar 
todavia  muchos  lugares,  es  un  servicio  importante  para  la  geo- 
grafía. 

Antes  que  todo,  se  debe  averiguar  cuáles  son  los  elementos 
de  este  mapa,  es  decir,  sobre  qué  base  se  apoya,  y 'cuáles  son 
los  materiales  de  los  cuales  se  ha  servido  el  autor  para  cons- 
truirlo. Hé  aquí  las  principales  fuentes  de  que  se  ha  valido: 
los  trabajos  del  barón  de  Humboldt,  los  de  los  hidrógrafos  es- 
pañoles y  todos  los  inéditos  que  el  señor  Boussingault  puso  á 
su  disposición.  Estos  últimos  materiales  son  preciosos;  consis- 
ten en  gran  número  de  datos  y  posiciones  que  este  sabio  aca- 
démico determinó  astronómicamente,  así  como  gran  número 
de  observaciones  barométricas. 

La  determinación  de  los  puntos  del  mapa,  lo  cual  es  lo  más 
importante  de  todo,  porque  de  allí  depende  el  trazado  de  la 
•costa  occidental,  es  la  de  Cartagena.  Hasta  ahora  se  había 
adoptado  la  posición  de  77*»  50'  de  lungitud  O.  El  señor  Acosta, 
apoyándose  sobre  observaciones  hechas  por  los  señores  Carti- 
gue  y  Dagorn,  hechas  eñ  1835,  calculadas  por  el  señor  Daurry 
y  ajustadas  á  las  del  Port-Royal  y  de  la  Habana,  adoptó  el 
7/*  34'  2^',  Para  Bogotá  se  mantiene  la  adoptada  por  Hum- 
boldt, es  decir,  76°  34'  8'. 

El  curso  del  Meta  ha  sido  sacado  de  las  observaciones  he- 
<:ha8  durante  el  viaje  que  por  allí  hizo  el  señor  Roulin  con  el 
señor  Ribera,  de  Giramena  al  Orinoco;  trabajo  inédito  que  el 
señor  Roulin  tuvo  á  bien  comunicar  al  señor  Acosta,  quien  se 
ha  servido  del  diario  original.  La  parte  superior  corresponde  á 
un  mapa  original  de  Caldas,  y  el  Distrito  de  Antioquia  al  se- 
üor  Restrepo  (el  mismo,  infiero,  que  es  boy  Presidente  de  la 


490  biografía  db  agosta 

Academia  de  Bogotá).  La  Provincia  de  Cartagena  está  trazada 
8ot>re  an  mapa  original,  ñrmado  Manuel  de  Anguiano,  y  con- 
servado en  la  Biblioteca  Nacional  de  París;  la  provincia  de 
Mariquita  está  trazada  en  parte  del  mapa  del  señor  Ronlin,  y 
por  último,  el  istmo  de  Panamá  ha  sido  estudiado  en  los  ma- 
pas más  recientes. 

El  señor  Acosta  ha  empleado  también  los  itinerarios  mili- 
tares y  los  topográficos,  tomados  de  sus  propios  viajes  y  Dia- 
rios de  algunos  oficiales  de  la  República  en  las  diferentes  pro* 
idncias  de  Nueva  Granada,  materias  de  las  cuales  hasta  ahora 
no  se  había  hecho  uso. 

Para  trazar  los  límites  de  Nueva  Granada  con  las  Repúbli- 
cas vecinas,*  el  autor,  á  falta  de  tratados  definitivos,  adoptó  los 
del  antiguo  virreinato  en  la  época  de  la  revolución  de  1810. 
Sin  embargo,  estos  límites  difieren  notablemente  en  el  Este  del 
mapa  de  la  Cruz,  en  favor  de  Nueva  Granada. 

El  autor  ofrece  modestamente  á  sus  compatriotas  este  tra- 
bajo como  un  ensayo,  un  principio  que  podrá  ser  útil  entre 
tanto  que  en  una  época,  quizás  lejana,  se  pueda  construir  un 
mapa  geométrico,  fundado  en  operaciones  geodésicas. 

El  nuevo  mapa  señala  unas  mil  posiciones  que  faltaban 
en  los  anteriores.  A  esta  ha  añadido  la  publicación  primera  del 
puerto  de  Sabanilla  en  las  bocas  del  río  Magdalena,  trazado  le- 
vantado en  1843  por  orden  del  Gobierno  de  la  República  por 
medio  de  sondas,  trabajo  que  había  permanecido  inédito,  pero 
que  puede  ser  muy  útil  para  los  buques  de  guerra  y  de  comer- 
cio; se  encuentra  también  el  trazado  del  puerto  de  Cartagena, 
también  exacto,  y  un  pequeño  plano  de  la  ciudad  de  Bogotá, 
y  el  corte  transversa!  de  las  dos  cordilleras  del  Este  al  Oeste, 
pasando  cerca  del  de  el  paralelo  4^°  N.  entre  el  río  Meta  y  el 
Chocó.  Este  corte  es  al  mismo  tiempo  geológico,  y  fué  trazado 
sobre  observaciones  hech.is  por  M.  Boussingault.  En  uno  de 
los  ángulos  del  mapa  hay  un  pequeño  mapa  de  Nueva  Grana- 
da, señalando  la  posición  de  ésta  con  relación  al  Brasil,  Vene- 
zuela, etc. 

Cuando  se  compara  el  mapa  de  Acosta  con  los  de  la  Amé- 
rica del  Sur  de  la  Cruz  Olmedilla  y  la  de  Spix  y  Martius,   los 


APÉNDICES  491 

más  recientes,  y  con  otros,  se  notan  diferencias  importantes,  en 
particular  en  lo  que  concierne  el  trazado  de  la  cordillera  de 
los  Andes.  La  mayor  parte  de  los  autores  la  prolongan  sin  in- 
terrupción de  sur  anorte  por  el  occidente, peto  parece  ya  cosa 
averiguada  que  hay  solución  de  continuidad  hacia  el  lecho  del 
Atrato;  la  cordillera  del  sur  va  haciéndose  más  y  más  baja  á 
medida  que  sigue  el  curso  de  ese  rio  pata  ir  á  morir  en  el  gol- 
fo de  Morrosquillo;  al  contrario,  la  del  norte  comienza  al  norte 
del  río  San  Juan,  entre  las  bocas  del  rio  Atrato  y  el  Darién,  y 
continúa  por  el  istmo  de  Panamá.  En  segundo  lugar,  la  doble 
cordillera  del  sur  presenta  grandes  diferencias  entre  sus  me- 
setas (plaieaux):  el  largo  de  la  cadena  oriental  es  mucho  ma- 
yor que  la  cadena  del  oeste.  Estas  diferencias  no  habían  sido 
trazadas  hasta  ahora  en  los  mapas,  y  ni  se  había  notado  nada 
de  esto. 

La  geografía  física  de  esta  parte  de  la  América  del  Sur  debe 
modificarse  de  una  manera  notable  con  las  anteriores  observa- 
ciones; por  lo  demás,  en  lo  que  concierne  al  lecho  del  Darién, 
ya  el  señor  Helbert,  que  ha  vivido  allí,  lo  había  notado 
también. 

Es  lástima  que  el  señor  Acosta,  que  tiene  en  su  poder  con 
grandes  detalles  cortes  geológicos  que  señalan  muy  claro  los 
perfiles  de  la  cordillera,  no  hubiera  publicado  sino  uno  solo,  y 
eso  en  una  escala  tan  pequeña  I  Sin  embargo,  tiene  el  proyecto 
de  publicar  más  tarde  esos  detalles.  También  hubiera  podido 
indicar  los  lugares  del  país  en  donde  existen  antigüedades, 
puesto  que  en  varias  partes  existen  monumentos  antiguos  de 
los  chibchas,  ó  más  bien  de  los  pueblos  que  los  antecedieron. 
Aquellos  monumentos  probarían  que  esos  pueblos  gozaron  de 
una  civilización  bastante  avanzada;  á  lo  menos  así  parece  si 
debemos  juzgar  de  los  descubrimientos  que  se  han  hecho  en 
Nueva  Granada  en  los  últimos  treinta  años.  Debemos  añadir 
que  una  gran  parte  de  aquellos  territorios,  los  menos  poblados, 
es  verdad,  no  han  sido  explorados,  y  por  consiguiente  el  au- 
tor del  mapa  no  pudo  sino  trazar  á  grandes  rasgos  el  curso  y 
los  afluentes  del  Orinoco.  Aquellos  territorios  son  los  que  se 
encierran  entre  la  cadena  Oriental  y  los  límites  con  el  Brasil  y 
Venezuela.  «•• 


49^  biografía  de  agosta 

Terminaré  este  informe  señalando  algunas  diferencias  en- 
tre este  mapa  y  aquellos  que  hasta  ahora  se  habían  conocido. 
Existen  mapas  ingleses  de  Cartagena,  de  1739  ^  '74^ >  Q^^  repre- 
sentan este  puerto  de  una  manera  muy  diferente  que  el  plano 
que  encontramos  en  el  mapa  del  señor  Acosta  • . .  Añadiré  que 
el  gran  mapa  manuscrito  que  se  conserva  en  la  Biblioteca  Na- 
cional de  París,  del  cual  ya  hemos  hablado,  y  que  ha  sido  estu- 
diado por  el  señor  Acosta,  es  una  copia  auténtica  del  mapa  de 
la  provincia  de  Cartagena,  que  se  halla  en  los  archivos  de  aque- 
lla ciudad,  hecho  en  1810.  La  escala  es  cinco  veces  y  media 
más  grande  que  el  nuevo  mapa,  y  abundan  en  él  los  porme* 
ñores,  (i) 

En  cuanto  á  los  mapas  de  la  América  del  Sur,  como  los  de 
Cruz  en  1775  y  de  Spix  y  Martius  en  1825,  las  diferencias  no* 
tables  que  entre  ellos  se  encuentran  y  el  del  señor  Acosta,  no 
debe  sorprender  cuando  se  piensa  en  las  nuevas  fuentes  que 
le  han  servido  de  base;  la  Sociedad  de  Geografía  no  puede 
menos  que  agradecer  la  publicación  de  una  obra  tan  recomen- 
dable bajo  todos  asspectos. 

JOMARD. 


(1)  Mapa  topogréUico  de  la  pvovinoia  de  Cartageoa  de  IsdiaB  en  el 
^ue7o  ReÍQo  de  Qranada,  según  los  mejores  itiaerarios  y  noticiaa. 


APé2«DICBS  493 


NUMERO  4. 


RUINAS 

DBSCÜBIBRTA8  CERCA  DB  TUNIA  BN  IJí  AMÉRICA  IIBRIDIOKAL 

(Oiito  del  lofior  Ooronél  Aootto  al  wftor  Jonufd). 

Quadfiafl  (Niwtb  Onnada),  15  de  Febrero  de  1650. 

Hace  ya  seis  meses  que  me  encaentro  en  mi  país,  y  usted 
debe  sorprenderse  de  no  haber  tenido  noticias  mias;  pero  esto 
ba  consistido  en  la  terrible  peste  de  cólera  que  suprimió  la 
cuarta  parte  de  la  población  de  nuestras  costas  atlánticas;  me 
detuvo  largo  tiempo  en  las  bocas  del  río  Magdalena,  y  me  im- 
pidió continuar  mi  viaje.  No  bien  estuve  en  el  interior,  cuan- 
do me  apresuré  á  llevar  á  cabo  una  excursión,  y  visitar  las  rui- 
nas descubiertas  por  mi  amigo  el  señor  Vélez. 

A  una  distancia  de  veinte  leguas  hacia  el  norte  de  Bogotá, 
y  como  á  seis  leguas  (al  occidente)  de  la  ciudad  de  Tunja,  an- 
tigua corte  de  los  Zaques,  reyes  de  la  mitad  de  la  nación  Chib- 
cha,  se  encuentra  un  valle,  á  i,6oo  metros  sobre  el  nivel  del 
mar,  y  por  consiguiente  á  unos  i,ooo  metros  más  abajo  de  las 
llanuras  frías  en  las  cuales  se  fundaron  las  ciudades  de  Bogo- 
tá y  Tunja.  Aquel  valle,  regado  por  corrientes  cristalinas,  som- 
breadas por  sauces  de  Babilonia  y  Echinus  molUj  ve  levantarse 
en  contorno  cerros  áridos  y  poblados  de  cactus,  vegetales  que 
se  hacen  dueños  de  todo  terreno  impropio  para  la  agricultura. 
Aquella  es  la  misma  formación  cretácea  que  hace  tan  áridas 
las  llanuras  de  la  Champaña  y  el  Departamento  de  Vauduse 


494  BIOGX^PIA  DE  AGOSTA 

(en  Francia),  y  que  en  muchas  tierras  ha  tomado  grandísimo 
desarrollo.  Sin  embargo,  los  antiguos  habitantes  de  este  país 
supieron  aprovecharse  de  ello  con  la  cultura  de  la  cochinilla 
que  se  criaba  en  los  cactus,  y  les  servía  para  darles  el  bello 
tinte  con  el  cual  teñían  los  vestidos  de  los  jefes  y  caciques  de 
una  nación  que  contaba  dos  millonea  de  almas. 

En  la  parte  más  plana  de  aquel  valle,  en  un  campo  cubier- 
to hoy  con  sementeras  de  cebada,  campo  que  mide  cerca  de 
quinientos  metros  de  largo  y  trescientos  de  ancho,  el  cual  sus 
habitantes  llaman  Infietnito,  se  encuentran  sendas  columnas 
sin  pedestal,  que  vi  y  medí.  Aquellas  columnas  fueron  labradas 
allí  por  los  indígenas,  probablemente  poco  antes  de  la  con- 
quista del  país  por  los  españoles.  Hállanse  en  dos  hileras  pa- 
ralelas, todas  iguales  y  situadas  del  este  al  oeste;  por  consi- 
guiente, se  comprende  que  se  -dirigían  hacia  el  templo  princi- 
pal del  sol,  situado  en  Sogamoso. 

Dichas  columnas  han  sido  cortadas  como  á  medio  metro 
de  la  superficie  de  la  tierra,  dentro  de  la  cual  están  enterradas 
á  más  de  un  metro  de  profundidad,  pero  no  verticalmente. 

Medí  el  ángulo  de  inclinación  de  cada  una  de  estas  colum- 
nas hacia  el  interior  del  paralelogramo  cerrado  por  el  conjun- 
to, y  encontré  que  su  ángulo  es  de  25  centímetros.  En  la  hilera 
del  sur  se  ven  todavía  treinta  y  cuatro  columnas  de  cuatro  de- 
címetros; en  la  septentrional  no  existen  ya  sino  doce,  situadas 
á  la  misma  distancia;  pero  he  encontrado  á  algunos  centenares 
de  pasos  más  al  norte  una  columna  entera,  extendida  en  el 
suelo,  y  que  medía  cinco  y  medio  metros,  altura  original  al  pa- 
recer de  estas  columnas,  cuyos  restos  mutilados  adornan  los 
edificios  de  las  cercanías.  En  el  convento  del  valle  del  Ecce 
Homo  existen  treinta  y  dos,  el  cual  se  halla  á  una  distancia  de 
dos  leguas  hacia  el  occidente  del  templo  indígena;  hay  doce 
en  la  plaza  de  la  Villa  de  Leiva,  cabecera  del  cantón,  á  una 
legua  más  ó  menos  hacia  el  este,  cerca  de  la  cordillera  y  en  el 
camino  que  asciende  hacia  Tunja.  Examiné  dos  más  en  Suta- 
marchán,  aldea  al  sur,  en  el  camino  de  Bogotá. 

Todo  el  valle  al  oeste  está  cubierto  de  piedras,  cuyo  largo 
varía  de  dos  metros  á  cuatro;   cinco  y  hasta  ocho   decíme- 


APÉNDICES  495 

tros  de  anchura,  y  de  cuatro  á  seis  metros  de  altura,  con 
una  honda  concavidad  ó  muesca  de  uno  ó  dos  pies  á  una  de 
sus  extremidades,  las  cuales  siempre  se  dirigen  hacia  el  este; 
las  muescas  evidentemente  fueron  labradas  para  poderlas  atar 
y  arrastrar,  á  impulso  de  brazos,  hasta  aquel  sitio,  á  fin  de  que 
sirvieran  para  cubrir  el  templo;  las  más  largas  están  situadas 
horizontalmente  sobre  las  coUimnas,  y  las  otras  parecían  prepa- 
radas para  formar  el  techo  ó  ático  del  edificio.  Conté  un  cen- 
tenar, desde  la  jnás  distante,  sacada  del  río  Ubasa,  á  más  de 
de  ocho  leguas  al  norte.  Todas  estas  piedras  son  de  asperón 
verde,  y  alternan  con  las  capas  superiores  del  terreno  neoco- 
miano.  El  asperón  es  muy  duro  y  difícil  de  labrar,  y  como  los 
indios  no  disponían  sino  de  instrumentos  de  silex  de  piedra 
ly diana j  les  costaba  trabajo  ímprobo  cortar  las  rocas  en  el  si- 
tio mismo;  así  pues,  tenían  que  apelará  buscar  por  todas  par- 
tes rocas  sueltas,  cuyas  dimensiones  fueran  poco  más  ó  menos 
como  las  que  necesitaban.  Solamente  las  columnas  cilindricas 
pedían  muchos  brazos  para  transportarlas,  y  así  los  indios  in- 
ventaron fácilmente  un  anillo  de  madera,  con  el  cual  obtenían 
cierta  regularidad  en  el  corte  de  aquellas  piedras. 

Como  usted  sabe,  yo  tengo  algún  conocimiento,  merced  á 
mis  estudios,  del  estado  de  cultura  en  que  se  hallaban  los  chib- 
chas  en  la  época  del  descubrimiento  de  su  territorio  por  los 
españoles,  así  es  que  creo  y  afirmo  que  la  empresa  de  cons- 
truir un  templo  de  piedra,  no  les  era  imposible,  si  nos  fijamos 
en  los  conocimientos  que  poseían;  por  consiguiente,  debemos 
abandonar  la  idea  de  una  raza  más  avanzada  en  civilización 
para  explicar  estas  ruinas. 

Envío  á  usted  un  diseño  dibujado  del  templo,  con  las  me- 
didas que  de  él  tomé;  esta  no  es  una  restauración,  puesto  que 
dicho  monumento  no  fué  jamás  edificado  en  su  totalidad;  las 
vigas  (como  los  habitantes  del  país  llaman  esas  piedras)  no 
habían  llegado  todas  á  su  destinación  probablemente,  pero  lo 
que  existe  bastará  para  dar  á  usted  una  idea  del  proyecto  de 
construcción  de  nuestros  indios.  Nada  más  natural  entre  los 
jefes  despóticos  (como  eran  los  Zaques  de  Tunja)  que  el  de- 
seo de  mandar  construir  un  templo  ó  un  palacio  en  un  país 


defiL 


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^:«cic:2.  ¿a   ocecn  i~  crs  xr^s  -ncss  j'i'T» 'incas  ie  '.aa 
7  .25  ""««^"^  üserí  angfig  mnnanr  .n 


gncmfnnnn.  .ngirgs  .^oe  (SJ|wilj  aimlk  jbihu  de 


'Véase  ¿oiZ^sas  ^  Í4»  Sacrcr¿  Js  Gaffagkx^  Mjt  xS^al^. 


Er.  '^tro  Rz¿€t.K  de  Ia  Scczeíid  ¿e  G€sg^^.<M  ei  sábto 


R.  ;iíV/r  C/;ro7iel  Acr^^ta  envi:¡i  dibu'-js  de  las  nurLas  de  an 
í*''/' ;{ •//  f^rr.;/Io  íó  *>r^¿zcí'.),  situado  cerca  de  Tunja  (Xianra 
r/r;;ir,í»/I?*;,  f>\^'3k  de  l'/i  an*íg'::os  mníscas  ó  chibchas:  este  díbo- 
)/'/,  fV.u\'A%yAf\fj  ínc/'/iTipIeto,  debe  explicarse.  El  interés  qae  pre- 
^.u^A  Va  r»if/jcrta  de  un  antiguo  cdiÉcío  colamnario  en  el  Xoc- 
Vff  Mfirido,  j\r/^  ohVif^SL  á  hacer  a!ganas  e^licadoaes;  así.  pues» 
volv/'^rcrn^y^  á  la  dcv:rípcjón  hecha  por  el  señor  Vélez,  el  autor 
ñt,]  fU:^,uhrim'tttiio  en  1846,  Allí  se  encuentran  algunas  que 
«I  ^fJtf/t  Ac/;«ta  no  menciona  en  la  visita  que  hizo  en  aqne- 


APÉNDICES  497 

líos  lagares  tres  años  después.  No  es,  sin  embargo,  muy  difícil 
armonizar  las  dos  descripciones,  cujra  diferencia  principal  con- 
siste en  que  el  señor  Acosta  cree  que  las  construcciones  no 
fueron  anteriores  á  la  aparición  de  los  españoles  sino  pocos 
añoSy  es  decir,  que  son  del  siglo  xv,  mientras  que  el  señor  Vé- 
lez,  al  contrario,  piensa  que  remontan  á  una  grande  antigüedad. 

Los  dos  viajeros  se  unen  en  la  disposición  de  la  columnata 
doble  y  dirigida  del  este  al  oeste,  sobre  dos  hileras  paralelas. 

El  señor  Vélez  cuenta  29  columnas  fijas  en  su  lugar  y  ente- 
rradas en  fila;  el  señor  Acosta  cuenta  34  (pueden  éstas  haberse 
descubierto  en  el  intervalo  de  tres  años);  sobre  la  otra  hilera 
el  señor  Acosta  cuenta  doce.  Han  llevado  á  Leiva,  Moniquirá  y 
Ramiriquí,  y  á  otros  puntos,  á  más  de  dos  leguas  de  distancia 
de  las  ruinas,  columnas  idénticas,  y  por  otra  parte,  el  suelo  está 
cubierto  de  trozos  truncos  de  columnas  y  piedras  en  una  ex- 
tensión de  dos  millas. 

Estas  columnatas  pertenecen,  pues,  á  un  edificio — ^templo 
ó  palacio— muy  extenso.  El  espacio  que  ocupaba,  según  el  se- 
ñor Vélez,  no  bajaba  de  41  metros  por  18};  45  varas  por  23, 
pero  este  espacio  era  quizás  más  extenso.  El  intercolumnio  no 
es  sino  de  43  centímetros;  el  diámetro  de  4;  el  largo  de  las 
columnas  de  5  á  5I  'metros.  La  medida  de  5  metros  ha  sido 
tomada  sobre  una  colunjna  entera,  extendida  en  el  suelo.  Las 
columnas  no  tienen  ni  capitel  ni  base,  pero  están  bien  tra- 
bajadas. 

Lo  singular  de  aquella  arquitectura  consiste  en  la  inclina- 
ción de  las  columnas  hacia  el  horizonte;  el  ángulo  medido  por 
el  señor  Acosta  es  de  25^;  debería  tener,  empero,  un  techo  que 
se  apoyaría  sobre  aquellas  columnas  oblicuas.  Según  el  largo 
de  las  columnas,  la  distancia  entre  unas  y  otras  y  su  inclina- 
ción, se  comprende  que  el  ancho  del  techo  debería  medir  8 
metros;  pero  no  se  encuentran  en  el  suelo  sino  piedras  que  no 
miden  más  de  cuatro  metros  de  largo;  indudablemente,  pues, 
hubo  de  haber  en  el  centro,  como  lo  piensa  el  señor  Acosta, 
una  hilera  de  columnas  ó  pilares.  Según  el  diseño,  se  creería 
que  las  piedras  del  techo  tendrían  unos  6  metros  de  largo, 
pero  la  descripción  carece  de  pormenores  acerca  de  esta  par- 
BioemAFiÁ  ts 


498 


BI06RAFU  OB  AGOSTA 


te  de  la  construcción;  debemos,  por  consiguiente,  no  hacer 
conjeturas  sobre  una  disposición  arquitectónica  bastante  ex- 
traña. En  vista  del  dibujo,  es  imposible  adivinar  si  había  en  la 
punta  del  edificio  una  entrada  principal,  si  un  techo  cubría 
toda  la  longitud  de  él,  y  el  objeto  de  la  parte  cubierta.  Se  de- 
searía, pues,  que  se  hiciesen  allí  nuevas  exploraciones,  y  que 
este  antiguo  monumento,  único  de  su  especie  que  se  conoce, 
fuese  estudiado  cuidadosamente  por  la  Academia  de  Bcgotá  y 
por  su  célebre  Presidente,  el  doctor  Restrepo. 

JOMARD. 


^ 


X'KTJDJLGIBI 


Carta  del  doctor  B.  Manael  Üribe  Ángel  &  la  autora iii 

iKTBODVOOIÓa 8 


XSvCEZaJk. 


• 


Capítulo  I.— D.  JoMf  de  Aoceta  7  su  familia 7 

Capítulo  u.— Lanifiez  de  Joaquín  Aoosta IS 

Capítulo  ul^ Aconteolmientos  en  el  afio  de  1819 88 

Capítulo  iT.>Cam{>afia  en  el  Valle  del  Canoa  7  en  el  Chooó 84 

Capítulo T.> Expedición  ala Ula déla ProTidencIa en  1620 ...  4ü 

Capítulo  ti.— Operaciones  militares  en  el  Valle  del  Canoa 54 

Capítulo  tu.— Permanencia  en  el  Chocó  como  Secretarlo  del  Gtobemador 

J.  M.  Canoino-1828 68 


Capítulo  I.— Trea  afios  en  Bogotá  (de  1828  &  1896) 81 

Capítulo  II. —Dominiro  Acosta 80 

Capítulo  iii.— Joaquín  Acosta  parte  para  Suropa— Su  primera  residecofa  en 
París— Compatriotas  que  allí  estaban— Sus  relaciones  con  el  Barón  de  Hum- 
boldt— SI  Obispo  Orégoire-Bl  General  Lafa7ette— El  General  Naryáez— 
Lord  Holiand— Benjamín  Constant- Trac7— El  Mariscal  Soult— El  millona- 
rio Temauz- 1826 ., '. 107 

Capítulo  r?.— Recuerdos  de  Napoleón  i— Sermones— Prooeslonea- Situación 
política  de  Francia- Paseos  A  la  Malmaison  7  San  Germán- El  Jueves  Santo 
en  Loagohamps— El  Duque  de  Broglie— El  Barón  de  Sta61— Sismondi-El 

Almirante  Sidne7  Smith— El  Palacio  de  las  Tullerías 118 

Capítulo  y.- Paseo  al  cementerio  del  Padre  Lachaise— Una  sesión  en  el  Institu- 
to—Cuyler—<¿uatremére  de  Qulnc7— El  poeta  Soumet— Sesión  en  la  Socie- 
dad Asiática- El  Duque  de  Orteans- Sac7— Abel  de  Remosat— Langlois- 
Billetes  de  Hnmboldt  7  del  Obispo  de  Blols— Conferencia  de  Azals— Carta 
del  General  Santander— Estanislao  Julien— David  d'Angers— El  Jardín  de 

Plantas— El  teatro 181 

Capítulo  ti.— Viaje  á  Italia— Venecia  7  sus  maravillas— Ferrara— Bolonia— San 
Petronto— Torres  inolinadas— Santa  Cecilia— Los  italianos— RecDcrdos  na- 
poleónicos—La Hadona  de  San  Lucas— Imola—Faenaa  7  iob  alfarerías— 
Peaaro— Jane  7  nu  ouriosldadea— Beoaerdos  bis  tóriooa— Anoona 141 


500  ÍNDICE 


CafÍtüíji»  tn.— ITaestnt'Befiorm  de  Loreio— Blcanatl— Xtoernta— Los  Mttamdo- 
rea  de  los  Apenino»— E»poleto~l4  antlgwi  Veye*— Roma '. 15ft 

Catítulo  Tin— B1  Secretario  7  el  MlnUtro  de  Colombia  en  Boma— El  Panteón 
de  Affripa— Plaza  7  Basüica  de  San  Pedro— Los  Ettoardoe— Villa  Bov|Elieee— 
León  XII.— Qodo7— Tennas  de  Caracalla— Sepnloro  de  los  Ebelpioneo— Via 
Appla-rSan  Pedro  7  la  Befonna— El  Moteo— Iglesias  famosa»— Templos 
paganos— TeatroB— Costumbres  populares— El  Foro— Boma  á  la  Inz  de  la 
lQDa>B8tataadePompe7o— Thorwaldaen 164 

Capítuix)  IX.— Viaje  á  Nápolee— Terraclna— Latinm— Gaeta— Beonerdos  de  Cl- 
oerón— Miotnma-Capna— K&poles— El  Maseo— Familia  real— Paseos- 
Tumba  de  Virgilio— Teatro— Bescfia—VefeOblo—PcmpeTa—Heroolanam— 
ADtigflediides— BegrebO  á  NApoIes 176 

CafÍtuix)  X.— Iglesias  de  Kápoles— Exonrslones  á  los  oontomoa-Uaa  Vendi- 
mia—Kegreso  áBoma- Tipos  de  Tlajeros— Siena— Cliamber7^Las  Channe- 
ttes  de  Boasseau—Begreso  á  París 191 

Capítulo  xx.— La  Bolsa  de  i^arí»— El  sefior  Xadrid— Olmedo— Noticias  de  Co- 
lombia—Artíoalo  del  Olobe  contestado  por  Aoosta^-Soeiedad  Enoiclop6dloa 
—Vlllemain— Sarao  en  casa  de  Arago  -  Daonoa SW 

Capitulo  xn.— J.  B.  Say— A.  Comte— Sociedad  en  casa  de  Lafa7ette— ConTer- 
saoión  con  Hnmboldt— Laroobeíoacanlt-^TaUeTrand— BcTista- Klaproth- 
Botta— Bedouté— MoertedePedro  Aceyedo— 18S7 S09 

Capítulo  xiu.— Veraneo— Una  sirvienta  snioida^Teatro— Hamlet , S17 

Capítulo  jliy,— Historia  de  Colombia,  por  D.  J.  H.  Bestrepo— J.  F.  Madrid— 
Fiestas  en  Saiut-Cloud—  Nayarino—  Boyer-CoUard—  La7a— Aoosia  nom- 
brado miembro  de  una  Comisión  científica— Conspiración  de  Septiembre— 
8alasar-Bocafaerte-Bn París  de  16S7ál880 80 

Capítulo  xy.— Santander  en  París— Cartas  importantes— Viaje  al  Bhin  con 
J)é  Pío  Bengifo— Meta— Saarbrack— Franokíort— Magonoia— Coblentaa— 
Aquisgran—Bniselas— Visita  &  Cortés  Campomanea— Amberes— Ostende— 
1880. ; »5 

Capítulo  XYL— En  Inglaterra— Londrea—D.  J.  Torres— Gorrostiza—Sir  Bo- 
bert-Wilson—  Cámara  de  los  Comnnes— Mr.  Home— Asamblea  Abolicio- 
nista-Wllberf  orce— Han  t—Broagban—Uniyersidad  de  Londres— La  Ma- 
libran— Santander  en  Londres— Cariosidades  de  esta  capital— Mr .  Morgan— 
Greenwioh S55 

Capítulo  xtil- Besidenoia  en  Londrea— Acosta  miembro  de  la  Sociedad  As- 
tronómica-Sociedad  Beai— Weatminster— La  ylada  de  Miranda— Molino— 
El  sefior  Madrid— La  América  Espsfiola  en  1880-  Mnerte  del  Bey  de  Ingla- 
terra—Muerte del  Bcfior  Madrid— Z.  Maoanlay  y  su  familia— Mapa  de  la 
Gran  Bretafla era 

Capítulo  xyin.— Begreso  &  París.— El  hijo  de  Bíiranda— La  toma  de  Argel  por 
loe  francesea— Asuntos  diplomáticos— Conferencia  reserrada— ün  día  en 
la  granja  del  General  Lafayette Stt 

Capítulo  xix.— Situación  de  Francia  en  1880— Sesión  en  el  Instituto— Descon- 
tento del  pueblo— Beyoludón  contra  Carlos  x— Acosta  presencia  aquellos 
acontecimientos- CoronaoióndeLnisFelipe..... 2ñé 

Capítulo  XX. -Acosta  se  despide  de  París— Cartas  de  Grégolre -Lafayette, 
David- El  HAYre— Se  embarca— Una  aurora  boreal— Llegada  i  Nueva 
York^Tristes  noticias  de  la  patna— La  escuela  militar  de  West-Point— 
Acosta  arregla  su  matrimonio— Begreso  á  Colombia— La  sefiora  de  Madrid— 
Bocafuerte— Espantosa  tempestad— Uegada  á  Cartagena— Noticia  de  la 
muerte  de  Bolívar •••f«f.«t« ••• ...,,•....  801 


ÍNDICB  50f 


|^V^»^^^^^»^^^>^^^^>^^»^^»^W^^^^^^I^^»^^^^>^>^>^^^^^>^^N^^>^^«^^»^^>^^^>^^fc^»^»^»' 


Capítulo  i.— Cartagena— Viaje  al  Interior— Navegación  penosa  en  el  Magda- 
lena—iklarmantea  noticias  poUtioae— Llegada  á  Gaadoas— Acoeta  nom- 
brado Comandante  eíectiro  de  artillería—La  Convención— División  del 
partido  liberal— 188141882. tir 

Capítulo  u.— Aoosta  regresa  á  los  Estados  unidos— 8e  casa— SI  General  San- 
tander elegido  Presidente  de  Nneva  Oranadar-Ooerra  con  el  Sonador— 
▲ooeta  se  establece  en  Bogotár— Obtiene  varios  destinos  importante»— Ad*' 
mlnistraoión  del  General  Santander— Si  doctor  Gaervo— Bniefiansas  ntül- 
taristas— Conspiraron  de  Sardi— Aoosta  como  miembro  de  la  Cámara  de 
Provincia  y  del  Congreso  de  1885— Sn  aspecto  fisioo  y  moral— Núcleo  del 
íntaro  partido  conservador— 188Sá  1888 881 

Capítulo  in.— Con  motivo  de  la  candidatura  del  doctor  Marques  se  divide  el 
partida  liberal- Carta  de  Acosta  al  General  Santander— Acosta  va  al  Sona- 
dor como  Ministro— Viaje— El  Presidente  Booafnerto-Bl  General  Flores— 
CarUde  Santander— 18S8 SIT 

Capítulo  xv.— Begreso  á  Bogotá— Amagos  de  guerra— SI  General  Santander-^ 
Insurrección— Los  sindicados  en  el  asesinato  de  Sucre— Acosta  en  el  Con* 
vreso— Muerte  de  Santandet^-Obando  se  lansa  A  la  guerra^Aoosta  toma 
las  armas— Neira  defiende  á  Bogotá-Muerte  de  éste— 1889  A 1810 881 

Capítulo  v.— Sucesos  políticos— Acosta  bajo  las  órdenes  del  General  J.  Posa- 
da—Su conducta  como  Jefe  militar— La  batalla  de  la  CAojiM-'Somete  al 
indio  Ibit6— Acosta  es  ascendido  A  Coronel  efectivo— Concluida  la  gnerrab 
va  como  Ministro  á  Washington- A  su  regreso,  el  Presidente  Berrán  le 
nombra  Ministro  de  Relaciones  Bxteriores-*Cómo  desempeBÓ  el  empleo- 
Carta  del  General  Berrán— Concluida  la  presidencia  de  éste,  prepara  viajo 
á  Bnropa-1841  á  1846 ..••897 


Capítulo  t.— Vi«Je  á  los  Bstados  Unidos  y  Europa— La  familia  de  Aconta  per» 
manece  en  Balifaz— Aoosta  llega  á  París— Bace  una  excursión  al  sur  do 
Franolan-Se  embarca  para  Bspafla— Barcelona— Bibliotecas  y  Archivos— 
El  pueblo  espafiol— Valencia— Murvledro—Sagnnto— Fábrica  de  asuleioe— 
Paisajes 888 

Capítulo  u.— Gandía  y  Denla-^D.  J.  Moran— El  hijo  del  virrey  Eapeletfr— VI- 
llajoyosa— Alicante—  Cartagena—  Almería-  Gnádiz—  Granada—  La  Cate- 
dral—La tamba  de  los  Beyes  Católicos— La  Cartuja-^aóo- Bailen. 4M 

Capítulo  m— Córdoba— Carmona-Sevilla  y  sus  archivos— Cáala— Las  CaJroU- 
nas— Aras juea— Museo  de  Madrid— La  reina  Isabel  u-  Matilde  Diea— La 
Biblioteca— Museo  de  artillería— Bayona 417 

Capítulo  iv.— Burdeos— David  d'Angers— Gastos  de  viaje  -Se  instala  en  París 
—Prepara  aastrabsjos  literarios— Cartas  á  D.  Pedro  F.  Madrid— Los  amigos 
de  Aoosta  en  París— El  General  Flores  va  á  Earopa  á  buscar  protección 
en  Espafia— Indignación  de  AcoeU-  Cartas  de  Hamboldt  -1846 4M 

Capítulo  v.— Viaje  de  Acosta  al  Mediodía  de  Francia— Bourges—Avlgnon— Cu- 
riosidades de  esta  oiadad— Paseo  á  Vaucluse- Excursión  geológica— Nlmes 
—Montpelller— La  familia  de  Bouville— El  paladión— Alais— Minas  de  oar- 
bón— Begreso  á  Farls-CarU  de  Boussingault-1817 488 


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$02  ÍNDICE 

Pili». 
Capítulo  ti.— Amairofl  de  reyol ocian  en  Frand*— CanMi  de  ella— CaSda  de 

Lnli  Felipe,  en  Febrero  de  IMfr-Carta  de  Accsta  á  D.  P.  F.  Madrid— MI- 

obelet— Chevaiier— m  Ministro  de  Nueva' Oranada  D.  M.  M.Moeqnera— 

Opinión  de  Aooata  sobre  la  federación  en  NneTa  Granada— Pablloa  ra 

Compendio  BUiérieo—Cómo  fué  acogida  cita  obra  en  Bnropa— Carta  de 

Boosslnsanlt— 1848  444 

OavI TTJU)  Tn.— Situación  de  Francia  en  1849— Viaje  de  regreso  i  Nueya  Orana- 
dan-4^artai  de  rarloB  sabios— Instalación  en  Guaduas— Situación  política 
del  paSs— Muerte  del  General  José  AccTodo— Viajes  y  excursiones  cientffl- 
oas— Memorias 4M 

CaHtoix)  TUi— Situación  de  Nueva  Gransdd  bajo  la  admlllstradón  del  Gene- 
ral Lópea— Los  conservadores  se  declaran  en  rebellón— Acosta  desaprueba 
la  insurrección— SI  Poder  l^ecutivo  le  llama  al  servicio  activo— Oarta  al 
leflor  Madrid— El  Poder  BJecuUvo  lo  asciende  &  General— Tristeaa  de 
Aoofta  oon  motivo  de  la  situadÓD  del  país— Su  muerte > 46S 


HftMXBO  1.— Carta  del  General  Pem  de  laCrolx 499 

MÚMSBO  2.— Articolo  publicado  en  J37  0¿o&o  de  París  en  1896 48i 

NfiMiBO  8.— Informe  que  presentó  M.  Jomard  en  la  Sociedad  de  Geografía  de 

París  acerca  del  mapa  de  Nueva  Granada,  por  el  sefior  Coronel  Acosta  . .    488 
KftMXBO  4.— Bninas  descubiertas  cerca  de  Tanja— Carta  del  sefior  Coronel 

Acosta  al  sefior  Jomard  en  1850 488 

Artículo  escrito  en  el  BoMín  d$ ¡a  SoeUdad  dé  Otogntfia  (de  París),  sobre 
el  mismo  asunto 408 


ERRATA 
Página  332,  línea  16,  dice:  Capítulo  XXII,  Léase:  Capitulo  It, 


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