DAVID VELA
fi. HERMANO FEDRO
EN 1AVIIAY EN LAS LETRAS
GVATEMALA, MCMXX XV
FEB*19 200! T
BX4705.B45 V44 1961
Vela, David, 1901-
Biograf¿>ia de la humildad /
G /0fT
0
A los virtuosos varones :
Don Herlindo García y
Don Mariano Rossell
dignidades de la Iglesia de Guatemala
•D. V.
DAVID VELA
SOCIO CORRESPONDIENTE DE I,A ACADEMIA ESPAÑOLA
EL
HERMANO
PEDRO
(EN LA VIDA Y EN LAS LETRAS)
ES PROPIEDAD DEL AUTOR
— Queda Prohibida la reproducción
— y hecho el depósito de ley.
— I —
EVOCACION
«Vuelve, pobre y humilde frailecillo, y vive con nos-
otros en esta oscura y turbadora noche, porque vamos
vacando temblorosos».
Leopoldo Trenor.
A ciudad duerme un tranquilo sueño de piedra, toda
ella sumergida en el agua quieta del pasado. Sillares
que cimentan los siglos, piedras labradas por la llu-
via y el sol, gastadas de recuerdos, incrustadas en la
armazón misma de la historia patria.
Se piensa en aquellos hombres cuyos cuerpos eran simple
contenido de su guerrera armadura o su severo hábito religioso;
cuyas almas eran extraña y consistente mezcla de virtudes y vi-
cios, calmosas ensoñaciones y apasionados arrebatos, en bruscos
escalones desde lo ruin a lo noble. Junto al sacerdote en éxtasis,
que impregna la tarde episcopal de un olor de santidad, el gue-
rrero cruel que hunde el hierro en las carnes pavoridas de la le-
yenda y con su reto gallardo hace ponerse en guardia a la aven-
tura. A la vera¡ del muro conventual que cierra el mundo, la in-
quietud y la audacia del cuartel; alternando la paz, la renun-
ciación y el rendido amor de unos, con las ambiciones, las egola-
trías y los rencores arteros de otros; toda la gama dable en un
pueblo pasional, que incendiara sus bajeles a la orilla del peli-
gro — fiera noción del honor — , y que alzara la cruz — símbolo
de bondad — sobre los horrores de la hecatombe.
El espíritu de aquellos hombres señorea aún la vida de esta
ciudad, que se anclara en una hermosa rada del pasado, y allí
quedó, sin tripulación ni guía, flotando sobre el milagro, unta-
da del sabor amargo del naufragio.
Aquí, "los muertos mandan", hablan con una voz impera-
tiva y convincente. Pensar en ellos, es cumplir un rito, realizar
un destino que se previo con angustiosa clarividencia. Aquellos
hombres vivieron intensamente, pero sus existencias eran algo
fantástico, fuera de la realidad, o rebasando una realidad actual
para explayarse hacia lo futuro.
Su alma, sus hechos, se proyectan así sobre nosotros y se im-
ponen a nuestra atención con irresistible solicitud. A través de
generaciones nos alcanza su influencia, acendrada en el corazón
del tiempo; son muertos de una robusta, prodigiosa vitalidad; su
herencia espiritual no necesita albaceas. (¿No hay en el vulgo
la idea supersticiosa de que los muertos no descansan, hasta que
alguien sorprende el secreto de su última voluntad, y desentie-
rra sus tesoros, y cumple sus postumos propósitos, sus proyectos
supervivientes ? )
Evocarlos es, por eso, desenterrar tesoros, asumir respon-
sabilidades; es el compromiso de trasmitirle al porvenir, acre-
centándolo, el legado que pone en nuestras manos aquel ayer
glorioso. Pero la ciudad vive ese intenso reposo de las calmas
submarinas, bajo trescientas atmósferas seculares de tradición.
Para guiarse por las calles laberínticas del recuerdo es preciso
poseer la clave de su secreto; no vayan nuestros pasos, o una pa-
labra sin sordina, o un ademán violento, a espantar esos fantas-
mas huidizos que prolongan la afirmación espiritual de su vida.
Hay que ser también oportuno y paciente para lograr, a la ori-
lla del recuerdo, ese momento milagroso en que la ciudad reco-
bra su ritmo vital de antaño, en el plano de trascendente irrea-
lidad.
Haceos humildes de toda humildad, haceos caritativos en
extremo, llenaos de unción, renunciad a vuestras terrenales pre-
ocupaciones, y seguiremos los pasos del venerable hermano Pe-
dro de San José de Bethancur por las calles silentes de la anti-
gua y muy noble y leal ciudad de los Caballeros de Santiago de
Guatemala. Es una abeja candorosa que liba en las almas los
más puros instintos y los sentimientos elevados, para laborar en
los apiarios de Cristo la miel de la gracia, el manjar de los
elegidos.
Todas las calles de la ciudad se saben de memoria el eco di-
ligente de sus pasos, en todos los oídos anida la música grave y
amable de su voz, en todas las conciencias resplandece la virtud
de su ejemplo. Yo os exhorto a seguir a este hombre, porque, en
verdad os digo, el milagro lame sus pasos y sus manos están un-
gidas de maravilla.
-II —
CUNA Y LINAJE
«Efta fue la Patria, y eftos fueron los Padres del Ve-
nerable Hermano Pedro de S. Ioseph Betancur, que
dexó enamorado de la perfección de la vida efpiri-
tual, como Iacob de la belleza de Raquel, bolviendo
las espaldas a la naturaleza, para facilitarfe mas los
teforos de la gracia».
Dr. Francisco Antonio de Montalvo.
IENE la cordillera del Atlas una avanzada marítima
— que también prestara ocasión para recordar la ma-
ravillosa leyenda de la sumergida Atlántida — , la
cual forma el archipiélago de Las Canarias: un "pa-
raíso oceánico", que dijo Humboldt, coincidiendo con
el parecer de los antiguos, quienes creyeron que el poder lírico
de Homero las hiciera surgir de las ondas, al evocar los Campos
Elíseos, y por su feracidad y hermosura las llamaron Insulae
Fortunare. "Pero sin duda — argüirá después fray José García
de la Concepción — , mejores créditos de fecundas les dió la gra-
cia de su glorioso paisano Pedro, que los que pudo franquearle
la naturaleza en la dilatada copia de sus frutos, en la nume-
rosa multitud de canoras aves, y en las abundantísimas cosechas
de miel y leche".
Tenerife es' la más extensa de esas islas, joyel de preciados
dones naturales que el ojo percibe atento y la mente recoge ex-
tasiada, pero que la lengua más rica en concepción y armonía no
acierta a describir. En área de terreno relativamente escasa, se
hallan muy diversas altitudes y los más variados climas, desde
las cumbres perpetuamente coronadas de albas nieves, hasta las
playas de ardida arena que abrevan en la perenne agua amarga
del mar. El horizonte se abre en un aire limpio y respirable, en
ti
DAVID VELA
el que las cosas se manifiestan como expuestas en una vitrina, y
resaltan en colores y formas con diáfana objetividad.
La vista puede perderse sin límites sobre la vasta llanura
marina, bajo el cielo de tranquila persistencia, y regresar a nos-
otros en el cansado deslumbramiento de una profunda sensación
de eternidad; mar y cielo infinitamente jóvenes: inmensas valvas
que se abrieron el día mismo de la creación y conservan la virtud
de aquel prístino esplendor: impenetrables testigos de todas las
contingencias yf éxodos, ensueños e inquietudes humanos, porque
entre ellas se ha, ido cuajando la historia insondable de los hom-
bres. . .
O bien nuestros ojos alpinistas escalan el pico de Teide, el
cíclope de basalto que surge con pasmosa ligereza y viril elegan-
cia de las ondas tumultuosas, para serenar su pensativa cumbre
en la plácida región de las nubes y que — conquistado por la Es-
paña católica y batalladora — , parece por las mañanas un gue-
rrero que vigila dos continentes, y por las tardes, cuando el oca-
so recuenta sus vestiduras episcopales, emula con la impresión
de un monje austero en éxtasis.
O, ganada de intentos mozos, puede nuestra vista recorrer
las colinas ingenuas, morosamente rendidas a las premuras de
la vegetación, o los valles rientes, en donde las aguas que vienen
cansadas de saltar precipicios y tallar duras rocas se amansan
en torno de las palmeras gentiles y discurren con cristalina doci-
lidad por entre la sangre pródiga de los geranios y el azul he-
ráldico que a los cielos han prestado las hortensias. Y, aquí y
allá, amparadas a la sombra colosal de las escarpas, las poblacio-
nes enjalbegadas, como nidos prolíficos en que se conserva y per-
petúa la vida, o como apriscos que la iglesia pastorea con sus to-
rres vigilantes, desde las cuales se derrama sobre los valles un
rutilante vuelo de campanas, en alboroto de repiques festivos, o
en pausados sones que sugieren el temor a la muerte e invitan
al hieratismo de la meditación.
Razón hubo para que sabios doctores, ante la evidencia do
la feracidad y belleza de estas tierras, más que convencidos por
las oscuras noticias de los textos sagrados y sus profesionales
polémicas, hayan querido situar aquí la perdida existencia del
paraíso terrestre o, por lo menos, en las tierras vecinas — de las
que éstas son acusada reminiscencia — , que la culpa hundió ha
miles de siglos en las voraces entrañas del mar. Y de estar en la
isla de Tenerife el escondido asiento del edén bíblico, debió caer
éste hacia la parte en que la tierra se hermosea más y refulge
con la alegría de una reciente creación. . . : en el dichoso valle
de' la Orotava, donde las aguas son más puras y frescas, mejor
pintadas las flores y dulcísimos los trinos de los pájaros; donde
de las piedras mismas dimana una esotérica posibilidad de ino-
cencia, que las haría caer grávidas de inofensividad de la honda
que quisiera lanzarlas...
EL HERMANO PEDRO
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A ocho leguas de ese valle, participando de los dones que la
naturaleza le ha prodigado, existe una humilde villa, iletrada y
pueril, que aún convalece de un parto laborioso y sagrado; asien-
to todavía de las virtuosas costumbres y la tradicional salud
campesinas, con doscientos habitantes, fortalecidos en el trabajo
cuotidiano y simplemente distraídos en los sencillos menesteres
de su vida; infantes grandes, cuya ciencia cabría íntegra en el
Padrenuestro, si no tuviesen a la misma naturaleza como maes-
tra de lecciones objetivas.
La villa se llama Chasna, pero también Villa Flor, y este
nombre le conviene más, como que podría adivinarlo el extraño
recreado en la magnífica decoración de sus agrestes contornos.
"Y aunque pudieron sus habitadores idearle este título, dice fray
Joseph García de la Concepción, no pudieran prevenirle a su
Villa Flor más hermoso fruto, que el que logra en su dichoso
hijo", es decir, que en esta villa vió la luz primera el Siervo ida
Dios, Pedro de San José Bethancur.
Entre las modestas casas que solidarizan su confianza y sus
llanos anhelos en la existencia de Villa Flor, una fue marcada
por la mirada arcana de un designio divino, y sobre ella iba a
derramarse la gracia en su forma súbita e infalible, asistiendo
al parto de doña Ana García, la legítima esposa de don Amador
González de la Rosa Bethancur, en el fasto año de 1626, pol-
la época del primer equinoccio, fecha que puede muy bien mar-
car una era en el devenir innumerable de la santidad.
Y ahora, venid agoreros del bien y del mal, auscultadores
de los subfondos del sino, agudos espíritus de la doble vista, y
trazad el horóscopo de un niño que nace bajo la advocación de
Dios, en un hogar religioso, manso y honrado, en una humilde
Villa de las Islas Afortunadas, al arrullo inmenso del mar, que
abre las perspectivas de múltiples y dispersos senderos, en una
tierra de contextura volcánica, que alienta ese fuego único pa-
ra materializar la comparación de la fe en que se arden los co-
razones místicos, a orillas de un valle que hace pensar en el
paraíso terrestre y exhibe en abigarrado y noble conjunto las
incontables posibilidades de la creación.
Para Amador González Bethancur no hay misterio en el
nacimiento de su hijo, pues su conciencia se recuesta confiada en
la alta misericordia y la suprema sabiduría, de Dios ; hay sólo una
profunda compasión hacia la esposa transida en el dolor de ge-
nerar, y una vaga inquietud de leve culpa, que se anula- en el or-
gullo instintivo del macho fecundo y en el subrepticio júbilo de
la especie satisfecha. Sobre su sonrisa se yuxtapone la sonrisa de
sus nobles antepasados, que aprueban bondadosamente ese atá-
vico resurgimiento y esbozan un dengue de malicia en el rostro
radiante del padre, corona de un cuerpo ávido y recio, del que
emergen los brazos robustos para el trabajo y humildes para la
imploración, sólidamente columnado sobre las piernas, que pa-
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DAVID VELA
recen seguir tomando posesión de la tierra con el ancestral gesto
de sus antepasados, guerreros y colonizadores.
Sí, don Amador González Bethancur puede, si quiere, glo-
riarse de las ejecutorias de su estirpe normanda, que trajo las
armas vencedoras a esta isla y tuvo el responsable peso de una
corona real sobre la cabeza, y ostenta limpios y valerosos blaso-
nes, pudiendo la heráldica leer sin vacilación en su escudo la an-
cha nobleza de su historia familiar.
Desde que Juan de Bethencourt conquistó algunas islas, en
1402, se siguió una larga guerra ganada bajo los auspicios de
don Enrique III de Castilla, cuyas cruentas hazañas habría con-
tado Diego García de Herrera, de no caer muerto, desangrada
de heroísmo y heridas, en la isla de Tenerife (hay una población.
La Matanza, cuyo terrible nombre recuerda aquella gesta) ; lu-
cha y triunfo que valieron a don Juan de Bethencourt el sobre-
nombre de grande y real título, confirmado por la viuda de don
Enrique, doña Catalina de Castilla, 1417.
Pero, con la lengua inmortal de los símbolos habla más alto
el escudo de la familia, "en cuyo diestro lado se muestra un
león rampante: y tiene por timbre otro animal de la misma es-
pecie, y fiereza. Descúbrense en el escudo cinco flores de Lys de
oro; y entre ellas del mismo precioso metal cuatro robles, que le
hacen singularmente vistoso. A su lado siniestro manifiesta el es-
cudo e.n campo blanco once armiños negros: y uno, y otro lado
se dejan ver ocupados de dos reyes de Guanches (nombre de los
nativos: de guan, persona, y chmet, que recuerda la inmigración
de los guerreros berberiscos), que los tienen asidos".
Mas don Amador González se ha hecho otro escudo sin re-
gistro en la heráldica vulgar, que sólo lo interpreta su cora-
zón: tiene la forma de la isla de Tenerife; en el diestro lado se
alza el pico de Teide rampante, coronado de nubes y en campo
marino; a la siniestra, en campo gualda, el valle de la Orotava,
esmaltado de flores naturales, no por sencillas menos vistosas,
entre las cuales trisca un rebaño entre luces matinales y claros
sones de esquilas. De un lado y otro, lo sostienen dos mancebos
y dos doncellas, que son sus cuatro hijos, resplandecientes de
virtud. Y ahora nace otro que no tendrá escudo, porque su linaje
no parece ser de este mundo y ha de tener por guía de su destino y
nimbólo de su vida la misma estrella que condujo a los tres Reyes
Magos hasta la cuna del Dios niño, en los albores de la redención,
"La nobleza de Pedro — dice Montalvo — , si atiendes a su
vida, fue tan alta, que más pueden honrarse sus reales anteceso-
res con su virtud, que él con sus coronas".
"Por lo que toca a Ana García — continúa exponiendo fray
Joseph García de la Concepción — , no puedo administrar más
noticia de su*, estirpe, que la que se funda en su apellido, y en, la
común estimación; pero puedo asegurar, que así ella, como su
esposo, fueron de vida irreprensible, de loables costumbres, y
EL HERMANO PEDRO
de ejemplarísimas operaciones; elevando con sus virtuosos he-
chos y cristianos empleos la soberanía de su sangre. De cuatro
raíces se origina la nobleza en sentir de Aristóteles, que son li-
naje, riquezas, virtud y disciplina; y todas concurrieron unifor-
mes a hacer insignemente cumplida la nobleza de estos sujetos:
pues con su origen tan afortunado en conveniencias, como cali-
ficado en sangre, unieron sus ajustados, virtuosos y ejemplares
procederes".
La villa de Chasna se santigua con las luces de la mañana,
para iniciar cada día la misma vida sin variación ni sobresalto,
diluida en ingenuas conversaciones caseras y amables saludos,
apenas inquietada por los rústicos menesteres del medio cam-
pesino que la rutina preside: el beneficio de la miel entre abejas
rumorosas de laboriosidad; el ordeño de las cabras y fabrica-
ción de los quesos y la manteca; la molienda del trigo y confec-
ción del pan; las intermitentes transacciones de su rudimentario
comercio; el canturreo de las escobas hacendosas; el importante
andar del alcalde, que paeea su ocio obligado entre sonrisas con-
descendientes; y algún amor que nace naturalmente, sin rubo-
res, como los cabritillos en el redil, y que luego sancionará el
cura con su bendición.
En las habitaciones más humildes de la población, o en los
alrededores de la misma, en cabanas o grutas, aún viven nativos
ariscos, altos y rubios, de luenga cabellera y sosegado espíritu,
que prefieren el humilde gofio de sus abuelos al pan de los ricos,
que tuestan su cebada y "la muelen entre sus dos piedras here-
ditarias", o se pasan de uno a otro con ritual seriedad y pesada
cadencia el pellejo en que se elabora, la manteca. En el campo co-
rren a la par de sus ovejas y las capturan en plena carrera, o
salvan hondos precipicios con ágil sangre fría en la punta de su
milagrosa pértiga.
Señora de almas, en el centro de la villa se alza la fábrica
de la iglesia parroquial de Chasna, que hace honor al Apóstol
San Pedro; y cuando la vida de un día, que es la vida de un si-
glo, ha terminado, desde su campanario bajan graves y parsimo-
niosos los toques de oración a santiguar la fe niña de los habi-
tantes; se encienden luego las velas bajo la advocación del Es-
píritu Santo, se conversa de las cosechas, las enfermedades de
los animales, los injertos y el trasplante de las flores, el rendi-
miento de las colmenas. . . , en reducidos corros o íntimos cer-
cos familiares. Don Froylán contara por enésima vez su viaje
a Cádiz, episodio heroico que le dió el nombre de Jasón, levanta
f anfarronamente su bigote y le ha valido ser siete veces alcalde;
se comenta un caso jurídico que tiene perplejos al cabildo, al cura
párroco y a los principales, porque un enjambre de don Jacinto
determinó ir a posarse en el apiario de don Francisco y ahí tomó
querencia; o se habla con infantil rezago y respetuosa indecisión
de las cosas que pasan en la lejana corte, cuyo fasto decora fan-
10
DAVID VELA
tásticamente en el rescoldo de sus recuerdos una anciana abue-
la. Pero las reuniones se disuelven pronta y fácilmente en un
ceremonioso "usted la pase con Dios"; acaso sólo quede en el
atrio de la iglesia, contrastando con el claror de la luna, la sota-
na del párroco, prolongada en las sombras que envuelven a la
Villa y llena de agujeros hacia arriba, a donde cae el cielo.
La casa de don Amador González Bethancur refleja esa
paz inalterable y esa nativa inocencia que hacen una Arcadia de
Villa Flor: la severidad de las costumbres y la firmeza de los
principios morales tienen ejemplo de solidez en las gruesas pa-
redes de calicanto; la bondad y la fe son copia de la ternura y
fragancia de la flora local; las aspiraciones no van más allá de
ver levantarse las sementeras al sol y engordarse en regalados
valles los apriscos, o se elevan directamente al cielo, por encima
del Teide enhiesto.
Pero la verdadera cuna del hermano Pedro Bethancur fue
la pila bautismal de la iglesia de San Pedro, en Villa Flor, pues
iba a vivir sólo por y para la fe de Cristo; pudiendo decirse por
ello que nació el día de su bautizo, el 21 de marzo del año ventu-
roso de su advenimiento. Apenas puede evocarse un hecho de tan
sencilla apariencia en la lejanía del tiempo, y de fijo habría
quedado sepulto en secular olvido, de no proyectarse sobre el fu-
turo de aquel tierno ser las consecuencias de ese acto, que impli-
caba su inconsciente alistamiento en las banderas de la fe católi-
ca y sería fuente original de su prodigiosa vida en el seno de la
religión.
Fray Joseph García de la Concepción, comenta el suceso:
"Ordenando así la divina Providencia, que allí se le diese la pri-
mera labor de la gracia a este Pedro, que había de ser la piedra
fundamental de la religión Bethlemítica, donde era singularmen-
te venerado el dichoso Pedro, que fue fundador de la Católica
Iglesia".
-III-
PRECOCES ANUNCIOS
«Las campanas... ¡Despunta el alba! Respóndense
unas a otras dolientes, amistosas, tranquilas. Al so-
nido de sus lentas voces surgen enjambres de sueños,
sueños del pasado, deseos, esperanzas, añoranzas de
seres desaparecidos a quienes el niño no conoció, y
sin embargo formó parte de ellos, puesto que vivió
en ellos y ellos reviven en él. Vibran en aquella mú-
sica siglos de recuerdos».
Romain Roland.
L niño crecía, feliz y gracioso, y tan pronto hubo ca-
pacidad de ser doctrinado "halló en sus padres la en-
señanza que congruamente se deduce de su cristiana
vida". La historia sagrada no ofrecía complicaciones
en la modesta cátedra de los labios maternales, deva-
nada al capricho de una fantasía pueril, en una serie de cuentos
y leyendas.
Unas veces era Moisés, patriarca de florida barba, guiando
al pueblo de Israel hacia la tierra de promisión, venciendo obs-
táculos y burlando persecuciones al conjuro de su varita má-
gica. Otras, la dolorosa tragedia de la redención, que muestra
a Cristo, Dios y Hombre, condenado, vejado, coronado de espi-
nas, llevando a cuestas el madero infamante, o expirando en
lo alto de la cruz, en una tarde fustigada de truenos y relámpa-
gos, en que la tierra se estremeció de espanto y bajó por el
monte Calvario un ardiente arroyo de lágrimas. O el milagro
de la natividad del Señor, que reunió en torno de su misérrima
cuna, en un pesebre de Bethlén, la inocencia de ángeles y pas-
tores, a donde vinieran a venerarlo tres Reyes, conducidos por
una estrella rutilante, que los astrónomos no han podido iden-
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DAVID VELA
tificar, mas se parece al lucero de la mañana, que es clarín
preclaro del sol.
Pero en el ejemplo de la vida hogareña halló Pedro Be-
thancur un suave mentor de sus naturales inclinaciones, de
suyo propensas a la humildad y modestia, que son amplias puer-
tas de la gracia, en el fermento de una tradición hereditaria
que llenó los claustros de monjes penitentes y espíritus ilumi-
nados, y circundó la existencia terrena de sortilegios y mila-
gros. (La edad media fue una monja en éxtasis durante siglos,
y dejó en las almas la marca del cilicio y la sombra de una so-
tana). Y dice un panegirista: "Era la casa de Amador Gonzá-
lez y Ana García una escuela de virtudes, de donde salieron los
hijos discípulos muy aprovechados; pero en ninguno logró más
gloria su magisterio, que en su hijo Pedro, cuya sabiduría en
facultades espirituales fue desde muy luego notablemente
grande".
El niño tiene un ánimo quieto y tranquilo, pero ahora pa-
rece más sosegado que nunca, embargado quién sabe por qué
labor, y la madre se acerca solícita. Lo halla contemplando una
cruz que sus propias manos fabricaran, y en su delectación no
se traduce el pueril triunfo de la obra personal, sino una pre-
ocupación más honda, cercana al sueño, y no parece sino que
Dios ha querido ponerle este símbolo en las manos para irlo
adiestrando en el entendimiento de su vocación, luego ostensi-
blemente manifestada, que en lo futuro iba a arrobarlo en el
elán místico ante el misterio de la redención, y lo movería a
echarse él mismo sobre los hombros penitentes el madero ex-
piatorio. Ana García, inconsciente de una vaga asociación de
ideas, piensa: habrá que llevarlo a Las Palmas, para que se le
confirme en la fe del Señor.
La fabricación de cruces se hizo un empleo favorito de sus
largos ratos de ocio. "De las cruces que hizo el Siervo de Dios,
cuando niño — informa fray Joseph García de la Concepción — ,
se conservaban algunas en la misma casa donde nació, y se
crió, por los años de mil setecientos y cuatro"; y comentando
su ulterior santidad, agrega: "... ya estas veras daban ensayo
las diversiones de sus años tiernos; teniendo por juego aquella
devota tarea; y previniendo gustosamente entretenido el ins-
trumento, que después había de ser ara, en que seriamente se
sacrificase a el Salvador por imitación perfecta".
Don Amador González era un hombre devoto, y con tan ex-
cesivo celo trataba de practicar, y practicó siempre, los precep-
tos de abstinencia, que los extremados rigores de ésta, al decir
de los médicos, fueron la más inmediata causa de su muerte. Y
su hijo Pedro, infante aún y sin ser para ello movido de vo-
luntad ajena, calcó su vida en aquel severo ejemplo, siendo
maravilla que a los cinco años de edad, cuando otros chicos so-
bresalen por lo contrario y la menor tentación los engolosina,
EL HERMANO PEDRO
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él observase cuidadosamente el ayuno, no sólo en lo que res-
pecta a las horas de sus comidas, sino a la limitación de estas,
con mortificación de su apetito, y aun la supresión de las mis-
mas, lo mismo si no era taxativamente mandado. Y en esta re-
gular costumbre perduró con espontánea voluntad, llegando a
estar hasta por espacio de tres días naturales sin tomar ali-
mento alguno, en el ayuno que vulgarmente llaman del traspaso.
Y cualquiera que observase estos hechos, así como su afi-
ción por frecuentar la iglesia parroquial y el devoto impulso
que lo arrastraba a la veneración de los misterios sagrados que
son motivo del culto y clave de los ritos católicos, habría podido
predecir su futuro destino, en la quebrada senda de santidad que
a sus humildes pasos parecía de antemano decretada.
-IV —
VOCACION
«Rumia en el precipicio una cabra pendiente,
una ternera rubia baila entre la maraña,
y el cielo campesino contempla ingenuamente
la arruga pensativa que tiene la montaña»
Herrera y Reissig.
EMPRANAMENTE penetrado de la profunda fe,
ejemplares costumbres y devota religiosidad de sus
padres, que de la conciencia de éstos irradiaba al ho-
gar modesto y tranquilo, y fuera de él se proyectaba
en actos de limpísima honradez y reiterada magnani-
midad, Pedro de Bethancur hizo pronto de su corazón una vestal
que mantenía y avivaba ese fuego hereditario, en el que iba a
encenderse toda su vida, hasta el deliquio místico, entre cardos
de mortificación y flores de milagro.
Asistía al santo oficio de la misa, bajo la bondadosa y sen-
cilla tutela espiritual de la madre. Fuera distraído al principio
por el brillo y detallista fasto de la ceremonia, cuyo profundo
sentido, para muchos, se dispersa en el múltiple llamear de los
cirios, el erizado reflejo de los áureos retablos y las casullas bor-
dadas, los juegos de íuz de los altos vitrales historiados, el olor
ascendente de las flores y el incienso, y la parsimonia de los ges-
tos rituales; pero muy pronto llamó la atención el edificante
ejemplo de aquel mozalbete que tan a fondo se recogía en sí
mismo y algunas veces prestaba la apariencia de una evasión es -
piritual por la escala impalpable del éxtasis.
Seguidamente se aficionó al ambiente austero y meditativo
del templo, donde pasaba largas horas purificándose en la ora-
ción, o simplemente ganado por una grata sensación de reposo y
confianza, a la manera como algunas ovejas se aquerencian y
familiarizan con el pastor y sólo triscan a su alcance o reposan
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DAVID VELA
a sus pies en actitudes de natural mansedumbre y ocio confiado.
Mas, luego iba a frecuentar un templo más amplio, donde
toda la decoración es monumental y para cuyo aliño y aseo sobra
la mano del hombre: la naturaleza misma, que a los ojos del es-
píritu místico se manifiesta como una perenne y descomunal sin-
fonía en que se coordinan universales loores al poder arcano y
sin límites de la creación.
Don Amador González, inconscientemente puesto al servicio
de los símbolos, determinó que su hijo fuera pastor de ovejas
— como más tarde iba a ser un pastor d& almas — , y todos los días
condujese el rebaño a los montes cercanos, abundantes en pasto
y esplendorosos en su virgiliana belleza.
Pronto se aficionó el alma joven de Pedro al espectáculo
luciente del campo, uno siempre y diverso: el juego cuotidiano
de las luces del sol naciente sobre las nieves del Teide majestuo-
so; el manso cencerro de los ríos conduciendo lasi aguas con pre-
surosa limpidez; las formas elegantes y juveniles de los árbo-
les, que danzan al viento en el júbilo y la cadencia de su frescu-
ra; el azul numeroso de las hortensias que un intento pictórico
escalona en las escarpas; los tonos vocingleros de las flores sil-
vestres; la vida misteriosa dé la selva odorante, prodigada en
vuelos, trinos, crujidos, arrastres. . .
A su vista diligente se derrama el rebaño en desperdicio de
armiñados vellones, y él queda a la sombra de un árbol amigo
en cuya savia sigue latiendo el ritmo de los versos del mantuano;
pero el registro de su corazón sólo tiene voces humildes y pronto
se confunde con el paisaje, y es sólo una florecilla más que rin-
de sus colores y eleva el aroma de su oración al Señor.
"Había oído decir que si se comía antes, o después de las do-
ce, se faltaba a la forma del ayuno, y como la distancia del para-
je le dificultaba la dirección de la campana, para saber las horas:
se valía del reloj que la necesitada experiencia de los pastores
ha inventado para su gobierno. Clavaba en el suelo su cayado, en
cuya sombra observaba atento el curso del sol, y punto de medio
día. para hacer su comida: y si algún natural descuido dejaba
pasar la sombra de aquel sitio, en que, según sus experimentales
reglas, hacía las doce, tomaba la penitencia de no comer aquel
día: juzgando con santa sinceridad, que lo contrario sería tras-
pasar el ayuno".
Y cuando el día cansado de esplender se marchitaba en som-
bras sobre los campos, y el rumor de los riachuelos se hacía más
misterioso entre las hojas, antes de que la noche espesara las"
frondas y cerrase todas las veredas, juntaba su juguetón rebaño
con un grito plañidero que se quebraba a larga distancia en el
aire. Ayudábalo fogosamente en la faena un perro leal y ofi-
cioso, que pasara largas horas echado a su vera, con las orejas
atentas, el ojo vigilante y la roja lengua entre los colmillos ame-
EL HERMANO PEDRO
17
nazadores, o correteara infatigable, en la euforia de su salud
muscular.
Regresando al hogar, por los caminos violetas, cuando la
tarde se diluye en la penumbra, desangrada de luces, entre olo-
res campestres, y todos los cerros se sacuden con el infantil tin-
tineo de las esquilas, suele Pedro echarse a hombros algún tier-
no cabritillo, y la madre va muy cerca, celosa, casi dificultándole
el paso, tratando de lamer la mano del pastor; así como después
iban a cargar sobre sus hombros una iglesia, una escuela y un
hospital, sin él sentir el peso. . .
Y al entrar a Villa Flor, salían a su encuentro, como perros
familiares, los toques de oración, y en su alma se encendía una
luz ferviente: Alabado Sea el Santísimo Sacramento del Altar!
LA LLAMADA
«Mas al fin, sobre el horizonte rosáceo de la aurora,
aparece la visión, la visión ante la cual las mayorías
humanas serán ciegas y mudas, burlescas o irrita-
das, contra los que, en aquella hora de prueba,
verán» . . .
Cabriel Alomar.
EDRO sufre de un mal sin nombre. Sigue siéndole
grata, es verdad, la compañía de sus padres; halla
amable, sin duda, la vida sencilla de Chasna; el pai-
saje conserva su frescura y color; ama a su rebaño y
lo enternecen los corderos recentales: todo es lo mis-
mo en la isócrona reproducción de los días y, sin embargo, lo
trabaja una secreta ansiedad, un sentimiento que no acierta a
explicarse, como si desde algún sitio una voz apremiante lo lla-
mase.
¿Cuál será su camino? He aquí a Pedro perplejo; mas esa
misma angustia penumbrosa es ya precursora del alba que va
a despuntar en su espíritu y ha de llenarlo de claridad., Elemen-
to pasivo de la gracia que lo visita, siente, sin comprender, y aun
cuando perdura el íntimo desasosiego, la oscura nostalgia de su
alma, materializados en una sensación de ahogo, lleno el pecho
de suspiros cautivos, empieza a fijarse el Norte de sus aspira-
ciones: vago deseo de partir: firme propósito de servir a Dios.
Los teólogos han profundizado, sin agotarlo, el tema de es-
tas iniciaciones místicas, en seres que parecen elegidos y a quie-
nes, según la metáfora de Santa Teresa, Dios amamanta con los
rayos de leche que emanan del generoso pecho de la predestina-
ción. Y es corriente que tales aspiraciones aparezcan en la ju-
ventud. "Cuando observamos; a la juventud, — dice Fumet — nos
damos cuenta de que no es sino un punto de partida. Toda su;
significación reposa en ese elán que le es esencial; encarnación
20
DAVID VELA
del deseo, la juventud, que es la primavera, no es bella sino por-
que encierra ese impulso hacia un objeto que no conocemos en es-
te mundo: la eternidad. Dios espera de su criatura llamada un
consentimiento inicial, que ella está siempre en posibilidad de re-
husarle; pero como la senda tiene pendientes sobrenaturales,
podría decirse que van de abajo hacia arriba y que los caminos
tortuosos que seducen a las almas débiles no tienen ningún poder
de atracción sobre aquélla — y que así goza ella de favores que
la marcan con un signo ostensible — , y es permitido conjeturar
que Dios, a la vez, tiene exigencias frente a su elegida que estre-
mecerían a otras almas".
Pedro acudió atribulado al consejo de una tía: vida ascética
que se fuera marchitando como una floréenla entre las páginas
deradas de su devocionario, pero cuyo espíritu se impregnara
del aroma que trasfunde la eternidad a las almas que abren sus
sedientas corolas sobre los anhelos comunes de los hombres. No
llamó en vano el mancebo al castillo interior de aquella devota,
iniciada en la sabiduría de los humildes, apta ya con anciana
experiencia para penetrar en el laberinto de las conciencias y
derramar sobre ellas el ministerio del consuelo.
— Ausculta bien tu corazón, hijo mío; física y moralmente
sufre la juventud incógnitas premuras, abundan las ambiciones
espirituales en la edad de la adolescencia, mas no siempre, has-
ta casi sólo por excepción, llegan a su plenitud santas vocaciones.
Pedro protestaba la firmeza de sus ideales y la adhesión de
su voluntad al fin que comenzaba a condenarse en su alma en
la forma de un vehemente querer; ahora sólo demandaba un ca-
mino, mejor si estaba ya marcado por huellas santas y se empi-
naba a la perfección. . .
— Dios es fuente ilímite de sabiduría, manantial inagotable
de amor, y gloria final; su ley no se discute, hijo, y si él te ha
llamado irás a su encuentro, como Pedro sobre las aguas. . .
"Ir al encuentro de Dios, como Pedro sobre las aguas". . .
"Como Pedro sobre las aguas"... Ya estaba hecha la revela-
ción: debía cruzar el océano y marchar a las Indias Occidenta
les; difundiría el evangelio entre salvajes tribus; quizá sería
muerto al servicio de Dios. Su hermana Lucía, "que se conservó
virgen toda la vida" y murió en fama de santidad, aprobaba
sus planes, y su tía acabara por entusiasmarse con el proyecto,
"predicándole, que de aquel viaje fe havia de feguir gran gloria
a Dios, muchos provechos a los próximos, y no pocos interefes a
fu perfona".
Conocer un fin para su existencia, y amarlo fervorosamente,
y rirder en prisa por realizar su destino, todo fue uno para Pe-
dro; su ansiedad está ahora tensa hacia el momento de la parti-
da y sus ojos empiezan a envolver a todas las cosas familiares
en un adiós lento y apasionado.
EVASION
«El mar han escogido, no han de volver jamás.
Y luego, si es que vuelven, ¿los reconocerás?»
Paul Fort.
E ha ido desarraigando' Pedro del ambiente. Antes
fuera un árbol con raíces profundas en la tierra na-
tal, insensible a las sugestiones migratorias dé los
vientos libérrimos y sediciosos; ahora es un pájaro
que fortalece sus alas en la sed del viaje, y en los
latidos de sus venas habla el ancestro aventurero y expediciona-
rio, asesorado por la cercana seducción del mar.
Todavía un sentimiento filial pone lastre a sus propósitos de
liberación. No se atreve a afrontar el trance de la despedida de
sus padres, aunque la separación está decidida; les escribirá,
arrodillado en el combés del navio, presto a levar anclas, una
carta presurosa, entre lágrimas que no logran empañar la firme
voluntad del viaje, para el cual demanda la aquiescencia y ben-
diciones de sus progenitores. Al cerrar el pliego, cerraba el ciclo
de su vida pasada y cortaba todo nexo familiar, para ser ganado
luego por universal fraternidad y merecer el sobrenombre de
hermano, llave que le abriría todas las puertas de la confidencia
y sería el mejor título para su ilimitada misericordia.
Atrás, anclados en el recuerdo, quedan sus padres y herma-
nos, puntos de referencia para identificar en lo más hondo de
ms ternuras a la luminosa isla de Tenerife. Don Amador Gon-
zález morirá, luego, en la virtud de la abstinencia. Catalina y
Lucía se trasladarán a la Villa de Garachico. en la propia isla;
casada la primera y ejemplar en sus deberes hasta la muerte; la
segunda dedicada al servicio del Señor, dentro de un espontáneo
22
DAVID VELA
voto de castidad, en vida y muerte afamada por el prestigio de
sus virtudes.
Su hermano Pablo de Jesús, fue un espíritu gemelo del gran
benefactor de Guatemala; domiciliado en la villa de Orotava, "se
aplicó al servicio de un hospital, donde, habiendo' vivido muchos
años empleado en la asistencia de los pobres, pidiendo limosna
para su alivio, y ejercitando otros semejantes actos de caridad,
murió con opinión de virtuoso".
Mateo, joven todavía, también pasó a las Indias, sin que ha-
ya después noticia alguna de su vida y su muerte, más que las
lógicas deducciones del padre Joseph García de la Concepción,
"...pero me aseguraba un sujeto cabalmente verídico, haber
conocido a don Jacinto Betancur con empleo de Tesorero, juez
oficial de las Cajas de Quito, a don Fernando Betancur, doctor.
Dignidad antes en Popayán, y después canónigo en Quito; y a
don Pedro Betancur, presbítero; a quienes oyó decir que eran
sobrinos del Venerable Siervo de Dios Pedro de San José; y por
consiguiente, eran tan inmediatos descendientes de el dicho Ma-
teo, que según la corta sucesión de tiempo, no podían menos, que
ser hijos suyos".
A su madre la recordará siempre Pedro con veneración:
hasta en las inmediatas horas precedentes a su beata muerte, la
evocará en su testamento: "...y aunque no tengo, ni manejo
bienes propios en poco, ni en mucho, causa para no señalar a las
mandas forzosas cosa alguna, cumpliendo con lo que por derecho
se debe en caso a la presente viva la dicha Anna García, mi Ma-
dre, la nombro por mi heredera en los bienes, derechos y accio-
nes que me puedan tocar, y caso que sea fallecidá lo ha de ser mi
ánima".
-VII-
EL VIAJE
«A minha alma é so de Deus,
O corpo don eu-o eu ao mar. . .»
Nao Cantharineta, romance popular lusitano.
>saagig«H^ai am levado anclas, y el barco se aparta de la costa con
pesado cabeceo. Entre gritos presurosos y el olor den-
so de la brea, manipulan los marineros las velas; el
viento trata de enredar un mensaje de despedida en
las jarcias.
Pedro sigue de rodillas, y entre el agua del mair y el agua
amarga de su llanto se sumerge la isla nativa. Ahora la playa es
sólo una ceja en el arco del horizonte, pero el Teide sigue ergui-
do, como un ceño en la frente pura del cielo. Con más vigor, en
el lienzo de la fantasía, sin duda humildemente entregada a sus
rutinarias tareas, decorada de atributos patriarcales y campesi-
nos, alienta la villa de Chasna. Oh!, Villa y Flor, posada como
una paloma entre sus colinas verdeantes, cuya belleza es prima-
veral justificación de la querencia.
La travesía marítima (cursa el año de 1650) es todavía un
riesgo de muerte y se acomete con espíritu heroico o ánimo fata-
lista. El Atlántico sigue escondiendo las asechanzas del mar te-
nebroso y, por eso, los navegantes, al iniciar el viaje, encomien-
dan su alma a Dios y ofrecen su cuerpo al Océano. Pero son mu-
chos, incontables, los que se alistan en las armadas por donde
España se desangra hacia América, en heterogénea mezcla de
tipos y aspiraciones: junto al caballero de la aventura, los co-
merciantes ávidos, la legión burocrática, clérigos seculares y re-
gulares, hidalgos venidos a menos y oscuros hijos de la plebe
fascinada. El caso de Pedro de Bethancur no hace excepción, pues
24
DAVID VELA
van comúnmente en los navios "mancebos seglares con deseos de
pasar a servir a Dios en las Indias".
La navegación es costosa y molesta. Casi siempre resulta
excesivo el pasaje para la exigua capacidad de los barcos; la brea
arde al sol y el calor exaspera; pese a la obstinada tarea de las
bombas, el agua represa se descompone y se suma a la suciedad
de la vida en común para hacer pestífero el aliento de la nao;
las raciones son escasas y, escatimándose el agua, las comidas pa-
recen especialmente dispuestas para provocar y recrudecer la
angustia de la sed; abundan los piojos voraces; es preciso ir echa-
do, sentado o de pie, pues sólo los ojos pueden pasear por la mis-
teriosa llanura marina; acaso, en las noches consteladas, es un
alivio escuchar el rasgueo de una guitarra y una voz triste que
aflora a los labios desde el fondo dolido dé alguna canción. Cua-
dro inalterable en lentos días que inquieta el "traer siempre la
muerte a los ojos, y no distar de ella más que el grueso de una
tabla pegada a otra con pez".
La salida del puerto es dificultosa, con la mar muy alta, y
los hombres de la tripulación juran groseramente y disputan en-
tre sí; pero en adelante la pradera salada se amansa a la vista
y un viento dócil sopla las velas en el rumbo que le señala la ex-
periencia del capitán. Mas subsiste el temor a los corsarios, que
siguen sigilosos la estela de los barcos y los abordan sorpresi-
vamente, como saliendo del fondo del mar, demonios de codicia y
ferocidad.
A la vez, es el mar una reiterada sensación de libertad y la
tentación abierta en abanico hacia mil rutas distintas. El espí-
ritu de Pedro bebe a grandes sorbos esa resplandeciente lección,
identificándose con el símbolo de su vida liberada, y su alma se
abre a los cuatro vientos de la esperanza en la promesa de reali-
zar su destino. Y es gozando de esa íntima fruición y esa reposa-
da confianza, como no siente turbaciones ni molestias, hasta su
llegada a La Habana, en la puerta del maravilloso continente
que España acaba de inaugurar; como pasa en los beneficiarios
de la santa gracia, "tiene inocente conciencia de su elección y el
amén que su voluntad profiere a cada hora es una experiencia
inmediata de su gran poder pasivo": que se haga la voluntad
del Señor.
— VIII —
EN GOATHEMALA
«Toda la formación y hermosura material del cuer-
po de esta ciudad de Goathemala la componen y ador-
nan, como miembros principales de su elegante as-
pecto, diez extendidos y excelentes barrios, sin aque-
lla más decorosa, ilustre parte que llamamos, como
la más principal de su cuerpo, el riñon de ella».
Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán.
ECIEiN llegado a la isla de Cuba, desorientado y sin
más guía que esa impulsión interior que lo moviera
a dejar su patria y atravesar el Atlántico, Pedro es-
cucha por primera vez el nombre de Goathemala.
Un barco que usualmente hacía el tráfico entre La
Habana y Puerto Cabello estaba pronto a zarpar, conduciendo a
varios comerciantes que por dicha vía se encaminaban a la ciu-
dad de Goathemala, que ya a principios del siglo XVII tenía más
de cinco mil vecinos, que empadronados entre los 15 y los sesen-
ta años, corresponde a 50,000 habitantes, más o menos. Cabeza
de quince ricas provincias, rápidamente acrecía su importancia,
consonante con su categoría política y administrativa, ostentan-
do un floreciente ornato, en lujo de bien tiradas calles, amplias
plazas y orgullosos edificios, inclusive sus magníficos templos y
la sólida fábrica de sus conventos.
Pedro inquirió:
— ¿Cómo, decís, que se llama esa ciudad?
Y al repetirle su interlocutor que se llamaba^ Goathemala,
replicó:
— A esa ciudad quiero ir, porque con interior júbilo y supe-
rior fuerza me siento animado a caminar a ella, luego que he
26
DAVID VELA
oído nombrarla, siendo así que ésta es la vez primera que oigo
su nombre.
Embarcóse, pues, al día siguiente, para tocar muy pronto,
tras corta y feliz travesía, en tierra hondurena, de donde sin to-
mar reposo, con vehemente deseo de alcanzar el fin, de su largo
viaje, determinó seguir a pie hasta la ciudad de Goathemala, a
donde se sintiera atraído por secreta e inexpresable inspiración.
"El camino del Golfo a Guatemala no es tan malo como
lo pintan — refiere Tomás Gage — y es más fácilmente practica-
ble durante el tiempo que va del día de San Miguel hasta el mes
de mayo, que es la entrada del invierno. Tan sólo el primer tra-
mo, quince largas leguas, es penoso de transitar; pero es "ancho,
abierto y trillado por las muías", que pasan cargadas de pesa-
dos fardos; en fin, siempre se encuentran paradas donde des-
cansar. En las siguientes 15 leguas el camino es mejor, con va-
rios pueblos pequeños de indígenas en su curso, donde se halla
alimento y forrajes. Los indios son pacíficos, hasta temerosos
del blanco, pero hay una verdadera colonia de negros cimarrones,
escapados de la crueldad de sus amos de Guatemala, y en oca-
siones asaltan a las caravanas procedentes del Golfo para in-
cautar dinero y mercaderías. Llégase a la población de Acasa-
bastlan, a la orilla de un hermoso río fecundo en sabrosos pe-
ces, con un corregidor que extiende su jurisdicción hasta el Gol-
fo, y centro en que comercian los habitantes de muchas valio-
sas haciendas de ganado que enriquecen la región. El camino
sigue hacia Agua Caliente, Las Vacas y, pasado el río de ese
nombre, el hermoso valle de Pinola y Mixco; al Occidente de
este valle y distante seis leguas de Guatemala, asienta su im-
portancia el pueblo de Petapa (de pet, estera, y thap, agua: ca-
ma de agua, nombre sugerido por la mansa superficie del lago
de Amatitlán). "Por este pueblo se pasa para venir de Coma-
yagua, San Salvador, Nicaragua y Costa Rica, y la frecuencia
de los pasajeros lo ha enriquecido"; con más de 500 habitan-
tes, todos adinerados, y numeroso concurso de indios, cuyas co-
fradías son también famosas por su riqueza, varias industrias
extractivas, agrícolas y minerales, en pleno desarrollo y un mo-
lino para elaborar la harina. Bajando de la meseta el camino
ofrece malos pasos, sobre todo su empinada cuesta, hasta llegar
a Mixco, pueblo de 300 familias, industrioso y rico. Aun hay
algunos tramos de fragosa senda, hasta que, acercándose a la
ciudad, la vía se hace amplia y llana, anticipando el descanso de
sus entradas anchas y sombreadas de árboles.
Vencido, pues, en su mayor parte el cansancio de la jorna-
da, llegando a las mesas de Petapa, y habiendo alcanzado un
sitio desde el cual se dominaba el valle de Panchoi, explayado
en ocho leguas de superficie, generoso asiento de la ciudad,
EL HERMANO PEDRO
27
Pedro se puso de rodillas y, cubierto el rostro con su capa, rezó
la salve, poniendo su destino en manos de la madre de Cristo.
Puesto de pie, luego, y arrobado ante el espectáculo de la
naturaleza americana, que por su fecundidad, efusión de luz y
riqueza de matices le recordaba los paisajes nativos, exclamó
con sincera convicción e instinto prof ético:
— "Allí he de vivir, y morir!"
Abordó la ciudad por la entrada del Arco, barrio en que
se ostenta la hermosa casa de los Agustinos, y, llegado hasta el
puente del Convento de la Concepción (hoy "Arco del Mataza-
no"), quiso tomar posesión del nuevo suelo; hincado de rodi-
llas, toda su alma rendida en gratitud a la Divina Providencia,
se prosternó humildemente y saludó a la tierra en el transporte
de un ósculo amoroso.
Al contacto de aquellos labios dignificados por la plegaria,
vía directa de los sentimientos de su corazón ardido en fe, la
tierra se estremeció en el violento augurio de* la conmoción que
las almas de los hombres sufrirían al contacto de aquel hombre
bondadoso y humilde. Era el 18 de febrero de 1651, y sacados de
sus casas por el sobresalto del sismo, todos los habitantes sa-
lieron involuntariamente a recibir al modesto inmigrante que
marchaba indeciso y zahareño por las calles inéditas, de la mis-
ma manera como el vecindario se atropellaba para formar va-
llas cuando, en muías de sonoros jaeces, entraba algún oidor o
ilustre prelado a la muy noble y muy leal ciudad de Santiago de
los Caballeros de Goathemala.
La leyenda, que es intuición popular, al servicio de senti-
mientos que sólo hallan expresión a través de esotéricos sím-
bolos, relaciona el beso de Pedro y el temblor de tierra como
causa y efecto. Y los historiadores más reacios al reconoci-
miento de un milagro no dejan de observar la coincidencia. Un
biógrafo anónimo del Siervo de Dios refiere: "El sábado, 18 de
febrero de 1651, víspera del domingo de Quincuagésima, poco
después del medio día se oyó un extraordinario ruido subterrá-
neo, que alarmó y puso en gravísimo cuidado a los habitantes
de la antigua Ciudad de los Caballeros de Santiago de Goathe-
mala. Inmediatamente hubo tres fortísimos terremotos con
muy breve interrupción unos de otros, que resquebrajaron y
echaron al suelo gran parte de los edificios: volaban las tejas
como si fueran ligeras pajas, repicaban por sí solas las campa-
nas, desgajábanse los peñascos, las fieras de los montes, per-
diendo su natural instinto, corrían amedrentadas hacia la po-
blación: entre éstas se hizo memorable un león feroz, que en-
trando en la ciudad por la calle del Palacio de la Real Audien-
cia, llegó a las Casas Consistoriales, rasgó un papel que esta-
ba en una de las columnas, y salió atravesando varias calles
sin causar daño a nadie. Continuaron los temblores con más o
28
DAVID VELA
menos intensidad durante toda la cuaresma y pascua de Resu-
rrección, no cesando sino hasta el día 13 de abril. Aquel terri-
ble acontecimiento, conforme en un todo con las leyes de la na-
turaleza, causó grandísimos daños materiales a los moradores
de la Antigua Guatemala; pero también produjo copia de bie-
nes espirituales.. ." (Y entre tales bienes se incluye la coinci-
dente llegada a la ciudad capital del joven canario, que luego
sería popularmente conocido con el nombre de hermano Pedro).
Haciendo honor a la proverbial hospitalidad de los guate-
maltecos, y quizá vagamente penetrados de la escondida impor-
tancia de aquel forastero, varios vecinos se disputaron la satis-
facción de darle hospedaje, sumiendo a Pedro en la confusión y
la pena de tener que manifestar alguna preferencia — él, de
antemano conforme con todo — y desdeñar las otras bondadosas
ofertas — él, que se creía indigno de todas.
"Es la docilidad amable de aquellos ciudadanos nativa
— comenta Montalvo — , y afi es tan general el agafajo con que
tratan a los forafteros, que el que no conbiene por afiftirlos, y
agafajarlos, no fe tiene por natural de Guatemala".
Decidió, al fin, entregar treinta doblones que constituían
su riqueza a un sujeto que por esa suma se comprometía a pres-
tarle alojamiento en su casa, sita a media legua de la ciudad, y
suministrarle los alimentos de medio día, en tanto que hallase
empleo para haber segura mantenencia. Así fue hospedero del
nuevo vecino el alférez don Pedro de Almengol, propietario de
un obraje de paños y persona bienquista del vecindario, quien
pronto cobraría afectuosa estimación hacia su amable huésped,
cuyo llano trato y cordial presencia predisponían desde luego en
su favor, como puertas de su más cabal conocimiento, el cual
implicaba ya la admiración a su ejemplarísima conducta.
EL ESTUDIO
« non fa scienza
senza lo ritenere, avere inteso».
Dante, Paradiso, C. V. v. 41-42.
HORA Pedro se afana en el aprendizaje de la gra-
mática latina, concurriendo a las aulas del Colegio
de la Compañía de Jesús y confiado en que su celo
estudioso y la competencia del catedrático, el padre
Juan de la Cruz, determinarán el pronto logro de sus
propósitos. También Dios ha de iluminarlo y protegerá sus de-
seos, que son medio de llegar al sacerdocio, vocación decidida
ya, en el camino de una voluntad consagrada al servicio del
Señor.
*No le afrenta alternar en la clase con numerosos condiscí-
pulos de escasa edad y despierta inteligencia, entre quienes re-
saltará su retraso, ni le arredran, más1 bien sírvenle de estímulo,
las primeras dificultades con que tropieza en el curso de las lec-
ciones.
A Pedro de Bethancur, doctor en humildad y sabio en mi-
sericordia, le estaba reservada una dura prueba, sin embargo.
Su memoria no tiene registro para las vanas preocupaciones de
los hombres, sobre ella resbalan sin dejar rastro las prolijas ex-
plicaciones del maestro y los dogmáticos preceptos del texto; las
letras mismas hormiguean sin sentido alguno en las páginas y,
tan pronto como han formado una frase y encerrado un pensa-
miento, se dispersan en la incomprensión y el olvido.
Comienza la lucha, tenaz, sin cuartel, heroica. Su espalda
sé curva sobre el libro abierto, sus ojos se abren desmesurada-
mente en el esfuerzo atento, los labios repiten y subrayan len-
tamente los vocablos, la mente toda se sumerge en silencioso
estudio, los dedos se cansan en copiar los ejercicios. Es en va-
no; después de largas horas de empeño, con sólo alzar la vista,
30
DAVID VELA
las frases, las palabras, las letras desaparecen y queda su me-
moria en blanco, tensa y desolada. "Estudiaba de noche y día
— dice Montalvo — , acudía a la clase el primero, y salía el últi-
mo, mas parece que estudiaba más para olvidar que para saber".
El maestro se da cuenta de aquella continua y callada tra-
gedia, dulcifica los castigos y acaba por suprimirlos, pues no los
merece la aplicación del estudiante esforzado en superarse. Los
otros alumnos comprenden menos y el caso es motivo de burlas
y chifletas, por donde desaguan el humor y una pueril propen-
sión a la malevolencia. Cuando Pedro se para, ignorante y gran-
dullón, y calla vergonzosamente a la réplica del profesor, todo
el aula sonríe y se llena de contenidos susurros. Algún chusco
inquiere, antes de entrar a clase, ¿A que no saben a quién se le
ha olvidado la lección?
Son los tiempos del cilicio y la palmeta e impera el rancio
prejuicio de que "la letra con sangre entra". Ya sus manos sa-
ben de palmetazos, mas Pedro quiere ensayar la humillación
y el dolor de los azotes: ofrece voluntariamente sus carnes a la
marca del cilicio. El maestro, cohibido ante tal humildad, nié-
gase con inquebrable obstinación; y nada consigue tampoco el
maravilloso ignorante con recurrir a la intercesión del padre
Jacinto de Medina, su confesor.
No cejaba, sin embargo, en su empeño. En un librito, cu-
yas páginas recogieran sus sencillas y devotas confidencias, que-
dó constancia de su propósito de estudiar, al menos, tres horas
diarias; "pero también consta de otras escrituras — agrega el
padre Joseph García de la Concepción — , haber excedido en la
ejecución de este propósito; pues no tres horas, sino noches en-
teras las pasaba estudiando. Algunos de sus condiscípulos ^fir-
maron, haberle encontrado, casi siempre, con el Arte de la Gra-
mática en las manos: porque aprovechaba tanto el tiempo; que
ni aquel, en que venía desde el Obraje hasta la ciudad, lo pasa-
ba ocioso".
Esa probada perseverancia, sin aplacar por completo las
burlas, ni amenguar su pena, llegó a conmover hondamente al
profesor y a imponer algún respeto a sus compañeros. El padre
Medina apuraba su bondadosa elocuencia y apelaba a todos los
ejemplos dables para confortarlo y estimular sus esperanzas,
cuando Pedro acudía a él, lacerado: "Es posible, Padre, que to-
dos mis condiscípulos estén aprovechados, y en mí solo se ha
de contar la desgracia? Ha de ser poderoso lo indomable de es-
ta ruda potencia, para precisarme a dejar, lo que emprendí por
Dios, por mi salvación, y por amor al prójimo?"
Y buscaba los lugares silentes para iniciar, cada vea, la
obra que ya debía haber terminado: cum jairi impositurus fuis-
ses finem operi, ne initium quidcm fecisti. Tres años mantuvo
esa heroica lucha.
VIDA EJEMPLAR
«In voluptate spernenda
virtus vel máxime cernitur».
ANTO como su mala memoria lo estancaba en el es-
tudio, se alzaba Pedro en el ejercicio de la virtud, a
favor de sus congénitas disposiciones, y acrecía su
piadoso fervor, tocado de singular gracia. "En la
devoción águila — comenta su panegirista Montal-
vo — , y en las letras topo".
Cuando la inclemencia del tiempo le impedía regresar a su
apartado alojamiento, se refugiaba en el Calvario, cuya fábri-
ca cierra el elegante paseo de la Alameda, o en el Hospital de
San Lázaro, distante tres cuartos de legua de la ciudad, lugar
sospechado de contagio y poco grato a los vecinos, pues en él se
dedicaban los hijos de San Juan de la Cruz al cuidado de los
leprosos y otros enfermos cuyas dolencias eran infecciosas. Y
en ambos santuarios se ejercitaba en la oración y la caridad,
con desvelado celo y ejemplar paciencia.
Ganando tiempo al sol, se levantaba antes de la amanecida
para asistir al sacrificio de la misa, que a la séptima hora se,
oficiaba en el Colegio de la Compañía de Jesús y él oía en extá-
tico recogimiento. Una vez, como al tiempo de alzar el sacerdote
la hostia, distrajera su atención el recuerdo de ochenta pesos
que tenía guardados en una caja, tan luego se terminó el oficio
divino corrió a su casa y repartió aquel dinero entre los pobres,
agregando algunas alhajillas de su pertenencia, a efecto de que
los bienes temporales no fueran obstáculo a su devoción.
Miembro de la Cofradía Estudiantil consagrada a la Vir-
gen María y más cumplido que cualquiera de los otros cofrades,
pidió el oficio de sacristán en la capilla destinada al culto de la
32
DAVID VELA
Congregación, delectándose en asear y hermosear el altar,
ofrendando incienso y campesinas flores que él mismo recolecta-
ba en los regalados campos o pedía de limosna en los patios de
las casas de la ciudad.
A menudo se le oyera conversar con la virgen, con cristali-
na simpleza, y, en otras ocasiones, sus palabras cobraban el tono
elevado de la oración y eran inspiradas declamaciones de su
fervor:
— "No desdeñéis, Señora, estos obsequios pobres de vuestro
humilde siervo, pues mi ternura os los rinde, no sólo como a Rey -
na, sino también como a Madre. Si acaso no llegare el ámbar de
los pebetes, y la fragancia de las flores naturales a las purísimas
aras de vuestro imperial trono, elevad con los merecimientos del
Glorioso Patriarca San Joseph, vuestro carísimo esposo, los hu-
mos imperfectos de mi oración, las tibiezas de mi voluntad, los
desmayos de mi espíritu, y dándoles acogida en vuestros sagra-
dos pies, conseguidme de vuestro precioso hijo el don de la per-
severancia, y la dirección universal de todas mis operaciones".
Comulgaba casi a diario, consultando todos sus actos con
su confesor, el padre Jacinto de Medina, quien llegó a estimarlo
altamente. O acompañaba a este último al hospital de San Láza-
ro para consolar y servir a los pobres asilados.
En el obraje donde moraba, hallaba sana ocupación en doc-
trinar a los esclavos, o acompañarlos en el rezo de la Corona de
la Virgen, llevando a sus dolidos espíritus la esperanza de una
futura y absoluta liberación, en un mundo donde sólo hacen se-
ñorío las buenas acciones. Su piedad y devoción movieron al hi-
jo de don Pedro de Almengol a seguir la carrera eclesiástica, co-
mo que llegó a ser clérigo presbítero y murió con fama de vir-
tuoso.
Como trasladara su residencia a la ciudad, a casa de don Die-
go de Vilches, llamaba la atención su apartamiento de los goces
y las diversiones juveniles, pues en tanto que algunos compañeros
que ahí concurrían jugaban a las barras, o medraban en otros
divertimientos profanos, él permanecía de rodillas en su cuarto,
orando a una imagen de la Virgen de Concepción. A este misterio
rindió siempre acatamiento especial, y a su muerte llegó a manos
de su confesor un papel escrito de puño y letra de Pedro y firma-
do con sangre de sus venas, que decía:. "En el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo. Bendito y Alabado sea el Santísi-
mo Sacramento del Altar y la Inmaculada Concepción de la Vir-
gen María Nuestra Señora, Concebida sin pecado original. Digo
yo, Pedro de Betancourt, que juro por esta (aquí una cruz) y
por los Santos Evangelios, de defender que Nuestra Señora la Vir-
EL HERMANO PEDRO
33
gen María, fue concebida sin mancha de pecado original: y per-
deré la vida, si se ofreciere., por volver por su Concepción Santí-
sima. Y por verdad lo firmo de mi nombre y con mi propia san-
gre. Martes ocho de diciembre de 1654". Cada año renovaba este
juramento y en el mismo papel iba escribiendo su renovación, a
la anterior seguía: "Cada año me afirmo en lo dicho: y digo que
perderé mil vidas por defender la Concepción de la Virgen María,
mi Madre y Señora, y cada año, por su día, lo firmaré con mi pro-
pia sangre. Yo Pedro de Betancourt el pecador, año de 1655".
UN VOTO Y UN MILAGRO
«Mar es María sacratísima, y mar inmenso de gra-
cias para sus devotos, mar de vida, dulzura y mise-
ricordias».
Fray Pedro de Santa María de Ulloa.
Sgp^PgTN perpetua pleitesía rendido, Pedro rezaba consecutivos
Mfflí$£w\ novenarios a la Virgen de Concepción, y a punto de
KSBaJ¡ terminar uno de ellos, resolvió cerrarlo con un acto
H^^^^ll que significara para él alguna penitencia, ya que el
^^-g-^m rezar resultaba muy deleitoso oficio. Y como para las
cosas santas era esencialmente despierto y por instinto encontra-
ba los más seguros y directos caminos, pronto halló la manera
de alcanzar el merecimiento de la mortificación.
Llegó al aula sin el aire mohíno que le era peculiar y, en-
carándose resueltamente al maestro, dijo: "Aunque hasta aquí
ha sido tanta mi rudeza, ya llegó la hora, de que se vea, si ce-
dió la rusticidad de mi memoria a las continuas tareas de mi apli-
cación. Ya soy muy otro en el aprovechamiento; y para que U. P.
toque con la experiencia lo mucho que entiendo; soy de parecer,
que en su presencia me pregunten todos mis condiscípulos, lo
que quisieren: y aseguro, que mis respuestas dirán, lo que hay en
esto".
El Padre Juan de la Cruz creía soñar, mas acabó por per-
suadirle la seriedad de la demanda, y aun dispuso complacido ce-
der su cátedra al estudiante, como anticipado homenaje al triun-
fo de su esfuerzo y constancia. No menos sorprendidos se halla-
ban los demás alumnos, quienes "alistaron sus bachilleras len-
guas, agudas, como sierpes, y envenenadas con la ponzoña del
desafío; y comenzaron el literario combate".
3Ü
DAVID VELA
Por vez prñnera la ignorancia de Pedro causó asombro,
consiguiente a la osadía de su reto fanfarrón. No contestaba una
palabra y ni aun queriendo pudiera hacerlo; mas porfió para que
se repitiese la prueba y, cediendo a ello el maestro, se repitió
también su confusión y el desorden de la clase, que ya sin mira-
miento alguno se mofaba de su rudeza: "quien decía, oigan al
Doctor, pues no le bastaba ser tonto, sino también presumido.
Quien, miren el asno, no sabe palabra y nos desafía; unos le lla-
maban bestia, animal, necio y mentecato; otros le burlaban con
nombres irónicos de letrado, sabio, y erudito, y todos finalmente
le escarnecían y despreciaban, oyéndoles él con una paciencia y
mansedumbre de cordero". Pedro sonreía desde su secreto triun-
fo, visto el éxito de su propósito, satisfecho de ofrendar a la
Virgen esa sonada humillación.
No había arrogancia en su gesto, y regresó a estudiar, en
su terca lucha contra las declinaciones, sin retener siquiera al-
gunos nominativos. Advirtió que apenas quedábale un cabo de
vela y lo puso a arder frente a la imagen de la Virgen, en tanto
que salía a pedir luz a un estudiante vecino, con quien estuvo por
espacio de cuatro horas. Al volver a su cuarto, halló que el cabo
de vela aún ardía sin gastarse, y pensó que las luces divinas sod
más claras e inagotables. . .
Se cuenta que yendo un sábado a la iglesia de la Merced,
donde se acostumbraba cantar ese día la Salve, trataron sus
condiscípulos de arrastrarlo hacia profanas distracciones. Argü-
yó Pedro, eludiéndolos, que deseaba pedir una merced a su Se-
ñora y, a instancia de sus compañeros, les confesó candorosamen-
te que iba a pedirle a la Virgen varias prendas de vestir, las cua-
les enumeró con su acostumbrada humildad. Luego, de nuevo en
camino hacia la Merced, antes de llegar a ese templo, un hombre
lo llamó desde una ventana, lo hizo entrar a su casa y le obse-
quió las prendas que el Siervo de Dios mencionara, una a una,
como si de antemano hubiese tomado conocimiento de su ver-
gonzante necesidad.
-XII-
TENTACION
«Gózaos, hermanos, cuando os viereis cercados de
tentaciones. Y con mucha razón; porque si el no
ser uno tentado es la mayor tentación, el ser tenta-
do se debe amar, y aun apetecer».
Santiago, EP. Jacob 1-2.
O es la vida para Pedro una caprichosa sucesión de
contingencias, que un hado incierto, y menos nuestra
voluntad, puede hacer variar; en todos los sucesos ve
manifiesto un inmutable designio divino y se siente
vivir entre un mundo de superiores símbolos que es
necesario a cada paso interpretar. Acaso la rudeza de su memo-
ria y la traba opuesta al avance de sus porfiados estudios, sea
sólo un signo que debe moverlo a buscar otro camino, posible-
mente más abrupto, para llegar al Señor.
Por ese tiempo abundaban grupos nativos fieramente ape-
gados a su antigua religión y costumbres, rebeldes a la general
evangelización emprendida por los sacerdotes cristianos, y entre
aquellos cortaran la palma del martirio algunos misioneros;
otros de éstos habían perecido extraviados en las montañas, mor-
didos de venenosos ofidios o destrozados por las bestias salvajes.
Y con el arriesgado ánimo de desafiar tales peligros y encontrar
en las tierras paganas, ávilas de la simiente de Cristo, el mérito
salvador del sacrificio, un buen día dejó Pedro la escuela y la
ciudad, siguiendo a pie el rumbo de Petapa, distante seis leguas
de la capital. No sentía el camino, en la alegría de una nueva li-
beración; en su alma cantaba la esperanza con otras voces y sus
pasos se afirmaban en la confianza de aquel que sin ocasión se
derrama en amor sobre los hombres.
38
DAVID VELA
Llegado al pueblo, ya extendido y numeroso, como obligado
tránsito entre la ciudad capital y el puerto del Norte, así como
para otros lugares del interior de la provincia, fuese Pedro dere-
chamente a la iglesia, para acogerse a la misericordia de la Vir-
gen María y pedirle las luces que en adelante debían guiar sus
actos e iluminar sus empeños.
Oraba fervorosamente ante el altar, cuando advirtió a su
vera a una mujer de singular hermosura, cuyo preclaro rostro
alumbraba de lleno un rayo de luz proveniente de uno de los al-
tos ventanales del templo. Insensiblemente dejóse envolver por
una dulcísima emanación aromada que formaba la atmósfera de
aquella celestial criatura. Y saliéndose de la oración, por la fá-
cil puerta de los humanos instintos, que nunca tuvieran voz ni
voto en su conciencia, advirtió que al ponerse de rodillas, la da-
ma había descuidado una de sus piernas, descubierta en toda su
torneada belleza, y un repliegue del vestido dejaba ver un tro-
zo de carne de sensual lozanía y atrayente frescura.
Y a punto de rodar arrastrado por una ola de perdicióir cla-
mó desde lo más hondo de su alma a la Inmaculada Concepción
de María, que hubo de acorrerle en tan apurado trance, pues la
mujer desapareció por la misma misteriosa forma en que había
venido, conociéndose así que sólo fuera una engañosa treta del
demonio. En la inmensidad de su arrepentimiento y su gra-
titud, salido de sí mismo, no pudo colegir si la imagen le hablaba
directamente por la voz florecida del milagro, o si en su interior
se hacía la luz del divino mensaje, mas supo sin vacilación que
su destino era más humilde que el de los mártires y en la ciudad
de Guatemala tenía una misión que cumplir.
Así confortado, cuando su corazón se hubo rendido en tier-
no sentimiento ante la virgen María, agradeciéndole tan señala-
da merced, emprendió el viaje de regreso, con el rostro radiante
de confianza, y en él nadie habría "podido reconocer al atribulado
y humilde estudiante de otrora.
El padre García de la Concepción anota: "Díxole en voz f en-
tibie la piadofifsima Madre: que fe bolvieffe a la Ciudad; por-
que era Goatemala el fitio, donde Dios le quería, y el terreno,
que le tenía deftinado para fus efpirituales creces. Obedeció Pe-
dro el Oráculo Sagrado; y reftituyéndofe a la Ciudad, figuió las
fendas, que la tenía preparadas la voluntad Divina".
— XIII —
TERCERO PENITENTE
«En este dulcísimo terreno, donde han florecido en-
tre canonizados, y beatificados, treinta y siete Santos,
quiso el Señor, que se plantase este su Siervo: y aquí
halló su conformidad seguro todo el copioso fruto de
sus virtudes».
Fray Joseph García de la Concepción.
EDRO sintió impulsos de tomar el hábito de la Orden
Tercera de Penitencia, que sólidamente se cimenta so-
bre la santa humildad y fervorosa devoción de San
Francisco, y habiendo consultado sobre la materia a
su confesor, éste aprobó y estimuló sus disposiciones;
pero en forma misteriosa iba a serle ratificada esa venia.
Yendo hacia el convento de San Francisco, después de haber
oído misa en la iglesia de la Merced, en cuyo convento pasara en
oración las vísperas del día, se cruzó en su camino un anciano
enigmático, que a su encuentro venía de la calle del Calvario,
con andar calmo, adecuado a su venerable aspecto, cayéndole una
larga y decorosa barba blanca sobre su traje de religioso, cuya
orden no pudo Pedro identificar. El extraño dijo:
— A donde vas, Pedro?
A oír misa al convento de San Francisco, Señor.
— Pues, ¿no has oído ya misa, y comulgado, en la iglesia de
la Merced?
Y como Pedro asintiera, maravillado; el otro, señalando ha-
cia la capilla del Calvario, concluyó:
— Sábete que aquella es tu habitación, porque así lo dispo-
ne y manda el Altísimo.
Pedro continuó su camino, caviloso; mas volvió pronto sobre
sus pasos, con la idea de conversar más largamente con su mis-
40
DAVID VELA
terioso interlocutor, de cuyas terminantes palabras iba coligien-
do la posibilidad de una orientadora revelación atingente con su
futuro, pues siendo el Calvario el lugar donde se ejercitaban en
su perfeccionamiento los Hermanos Terceros de San Francisco,
bien podía hacerle la merced Dios, por medio de aquel extraor-
dinario intruso, de inducirlo a tomar el saco de penitente.
Frustrado su intento, pues el anciano había desaparecido en
todo el radio de su visual, Pedro regresó a la iglesia de San Fran-
cisco, y ocurrió que, cuando se hallaba orando en la capilla de
Nuestra Señora de Loreto, vino a él espontáneamente el guar-
dián de la comunidad, fray Fernando de Espino, quien de ma-
nera exabrupta lo exhortó:
— Estudiante, ¿por qué no tomas el hábito de Tercero?
Decidido ya su ánimo, con esas luces, expuso que la única
dificultad era la material obtención del hábito mismo, mas esta -
ba resuelto a pedirlo de limosna. El padre Espino lo condujo
a la sacristía, donde casualmente se encontraba el síndico de la
Orden Tercera, don Antonio de Estrada, y éste allanó el obstácu-
lo, ordenando al maestre de campo, don Agustín de Estrada, qu<-j
suministrase un hábito al joven aspirante.
Despidióse Pedro de su maestro y sus condiscípulos, dispo-
niendo en lo demás sus cosas conforme a los consejos de su con-
fesor; y, por último, fue a despedirse'de una imagen de la Vir-
gen María, aposentada en uno de los altares del templo de la
Merced y a la cual, por virtud de sus nuevas obligaciones, no po-
dría frecuentar en lo sucesivo como antes solía.
Corría el año de 1654, y al año siguiente, el 11 de junio, ha-
ría su profesión, sin que precedieran las informaciones de rigor,
pues al decir de sus biógrafos bastó "el manifiesto testimonio
de su ajustada conciencia y ejemplarísima vida". "Pero ya dos
años antes de entrar a la orden — refiere fray Francisco Vás-
quez — se anumeró por Hermano, como consta en su librito de
memoria: Memoria de quando entré por Hermano de la cuerda
de San Francisco, el proftrer día de noviembre, día de S. Andrés
año de 1653. Pedro de Betancur". Desde entonces iba a iniciar
una vida áspera, de abstinencia, mortificaciones y amoroso sa-
crificio.
-XIV —
EL CALVARIO
«...y es admirable manera de proceder, no dejando
muchas veces la Pasión y Vida de Cristo, que es de
donde nos ha venido y viene todo el bien ...»
Santa Teresa.
|¡N el extremo Sur de la "maravillosa y deleitable sa-^-
lida de la Alameda, paseo que frecuenta numeroso
concurso, al amor de las "vegetales frescas pompas de
sus umbrosas, verdes calles", y se decora con una
magnífica fuente de cantería, se alza la devota fá-
brica del Calvario. El sabroso, aunque amanerado cronista Fuen-
tes y Guzmán, cuya delectada "Recordación Florida" seguimos,
describe aquel templo:
"Hace esta peregrina fábrica del Calvario, en lo interior de
sus firmes levantados muros, que corren por el ámbito de tres-
cientos veinte pasos geométricos en cuadro, que en circunferen-
cia corresponde a mil doscientos ochenta pasos, en el primer des-
enfadado atrio de la portada, que se forma de dos decorosas ilus-
tres bóvedas, dos cultos y matizados jardines, que corren y sé
tienden con variedad de flores, a uno y otro costado: viéndose a
el de la siniestra mano, que corre al Oriente de la situación del
Templo, tres primorosas y pulidas capillas, en que tres sagrados',
dolorosos pasos de nuestra salud y redención se veneran; de cu-
yo' tránsito, siguiendo a la parte de Mediodía, se pasa a un
tránsito unido al templo que se forma dé una elevada y os-
tentativa bóveda, que se mantiene y asegura sobre cuatro colum-
nas de decorosa y grave arquitectura, donde se rinde adoración
y culto a el crucificado y manso cordero Jesús, vida y aliento de
los hombres. De allí corre por capaz y prolongada longitud, el
templo artesonado, con primores y desvelos del arte, perfectíir
4!
DAVID VELA
mente pulido, todo el adorno de sus levantadas y robustas maes-
tras, de excelentes pinturas de la sagrada y dolorosa pasión de
Nuestro Divino Redentor; obra toda de D. Antonio de Montúfar,
natural de Goathemala, diestro y aventajado en el arte, y que
habiendo con tanto primoroso -acierto dado fin y perfección a esta
obra, quedó ciego hasta su muerte, sin duda que para ver mejor
después de la vida. Termina esta bella, tierna, reverente historia
en un altar primoroso, que debajo de otra elegante peregrina bó-
veda se erigió en un cañón, con secretos subterráneos, para su
aseo, a un primoroso sepulcro mausoleo de aquel divino absoluto
universal Monarca, panteón de aquel superior a todos, triunfan-
te coronado príncipe, túmulo y flamante luciente pira, de aquel
único abrasado amante fénix, Jesús, rey, pastor, maestro, luz y
principio de las almas. Corre la situación del templo por longi-
tud de Norte a Sur".
"De esta soberana y maravillosa capilla mayor,^se pasa a el
costado Occidental, a su admirable y bella sacristía; luego a
una espaciosa y alegre sala, que a dos puertas de sus costados da
paso; la una, a la parte del Septentrión, al patio de los Laureles;
la otra, al Mediodía, para lo interior dilatado y alegre del patio
de las pobres y humildes celdas de los virtuosos hermanos Ter-
ceros, que cuidan vigilantes del adorno y policía deste venera-
ble y prodigioso santuario. De este patio se pasa a una dilatada
y excelente huerta de muchos y exquisitos frutales, en cuyo cul-
tivo también se emplean estos devotos hermanos de la Orden Ter-
cera de mi patrón San Francisco. Esta es, en breve y estrecha
suma, la fábrica material de tan elegante, devoto y famoso san-
tuario".
Dicho templo se erigió a solicitud de los hermanos de la Or-
den Tercera de San Francisco, iniciándose los trabajos en no-
viembre de 1618, siendo alcalde el doctor Juan Luis de Pereira.
La obra se terminó muchos años después (1665) con el celoso
concurso del presbítero Jaime de Portillo y Sosa, chantre de la
Catedral, y a su fin contribuyó Pedro de Bethancur en la forma
más humilde, laborando como peón de albañil. Aun puede ver-
se frente a la portada una cruz de piedra, enclavada en plena
vía, como señal de la toma de posesión de aquel terreno para edi-
ficar el santuario; cruz colocada el 19 de noviembre de 1618.
Pero más lustre y solidez iban a darle a esa capilla las ejem-
plares virtudes del Siervo de Dios Pedro de Bethancur, que allí
alcanzó singulares favores en la oración, mortificó su carne y sus
apetitos, veneró los pasos de la tragedia del Gólgota y ejerció con
mérito insigne el magisterio de sus celestiales fervores.
El templo ha urgido subsiguientes reparaciones; algunas ca-
pillas viven el huraño descuido de las ruinas; el alegre patio de
EL HERMANO PEDRO
43
los laureles y la Cándida huerta de Jos terceros no hallan ras-
tro en lo que es ahora un lujuriante cafetal; las celdas se des-
plomaron en el olvido y sobre sus renovados pisos ha ido barrien-
do la tradición la familia del sacristán; la suntuosidad del rito
se va hundiendo, poco a poco, en el pasado lejano. . . ; sólo queda
invicta y edificante la memoria del Hermano Pedro, supervivien-
te su figura a la sombra Cándida de un esquisúchil (árbol tam-
bién nativo de las Canarias), que todavía se cuaja por el mes de
febrero de blancas flores odorantes, florecido en la gratitud de
haberlo sembrado las santas manos de Pedro.
-XV-
HIJO DE FRANCISCO
«El espíritu de San Francisco no se expresó en una
obra doctrinal de teología, sino que se trasmitió en-
tre sus discípulos por el alto ejemplo de su vida».
Pedro Sainz Rodríguez.
POSENTADO en una de las humildes celdas de los her-
manos Terceros, Pedro ha encontrado su verdadera
casa espiritual, que es el reflorecimiento de la inmen-
sa humildad, la inmensa pureza, la inmensa caridad
del poverello Francesco D'Assisi ; y, en solitud, ha-
ciendo un símbolo vivo de su pesado saco de penitente, acrecen-
tó su piadoso fervor.
Muchos y diversos caminos hay para escalar las cumbres,
y si a. Pedro le faltaran las alas de la inspiración para ganar los
elevados y doctos planos de la supremacía teológica, sus pies in-
tuitivos se desangraron en la vereda del amor, dado en la forma
más noble y áspera del sacrificio: su caridad no conoció cansan-
cio: su pureza desesperó a Calzillas (como llamara con pueril
ironía al Demonio) : su modestia no halló medida en las más las-
timantes humillaciones.
El alba lo sorprende orando en su estrecha celda, que, cuan-
do Pedro reza, linda, pared de por medio, con el infinito. Y al-
zándose ágil e infantil como la mañana, acude a satisfacer los
menesteres de la limpieza y decoro del templo, trabajos que su
humildad ha ido monopolizando. Su escoba diligente avienta las
últimas sombras de la noche al cantar sobre las losas con la voz
perdurable de las cosas sencillas y rutinarias; asea y exorna los
altares; renueva el aceite de los candiles; sustituye las flores
marchitas por otras aún temblorosas de rocío mañanero; abri-
llanta los metales. . . Sus pasos van del altar al coro, en el jue-
go cóncavo de los ecos.
4G
DAVID VELA
Por ese tiempo estaba el santuario en construcción todavía,
y como la curiosidad atrajera numeroso concurso de vecinos, a
quienes repetidas veces invitara el padre Comisario de los Ter-
ceros para algún agasajo, mientras los huéspedes recibían el ob-
sequio, solía el Hermano Pedro, por orden del superior, leer al-
gunas páginas edificantes. Mas el lector se penetraba tan honda-
mente de las cuestiones que declamara, que a todos contagiaba
su emoción, y muchas veces, ya salido del auditorio, se le diluían
las letras en llanto e interrumpía la lectura en un sofoco de an-
gustia y lágrimas.
Pero más edificante era su ejemplo, ya ejerciendo de chu-
nero a las órdenes de los albañiles, ahora sumergido en la luz
"de la oración, o desangrado en el hierro de la penitencia. Era,
además, tan persuasivo y afortunado en sus exhortaciones, insi-
nuándose a todos con suave respeto y grave autoridad, que luego
hubo de administrar el acervo espiritual que se le rendía y erigir-
se en maestro.de una espontánea escuela de cristianos empleos:
distribuía oraciones, que rogaba aplicar por las ánimas del pur-
gatorio; aconsejaba ayunos y mortificaciones; congregaba a nu-
merosos fieles en el rezo de la Corona de la Virgen o el Via-Cru-
cis; en suma, comunicaba fervores y predisponía los ánimos al
cultivo de las buenas acciones.
Una de las devociones por él con más celo estimuladas fue
la del Rosario, extendida luego a gran número de feligreses y a
la que pronto ingenió medio de darle mayor solemnidad, orde-
nando todos los sábados, por las noches; una concurrida proce-
sión que recorría alternativamente los barrios de la ciudad. Ca-
da vez aumentaba la devota comitiva, en la que muchos portaban
antorchas y todos entonaban el rosario. Esta devoción se exten-
dió a otras provincias y aun pasó a España, llevada de Guatema-
la por el religioso dominico Fray Pedro de Ulloa, quien presen-
ció aquí la solemnidad, un año después de la muerte del Herma-
no Pedro, hallándose en el desempeño de una misión de su or-
den, en tiempo durante el cual frecuentó la casa de los Bethle-
iritas. Así lo refiere puntualmente fray Joseph García de la Con-
cepción, y agrega: "De toda la serie de esta historia se concluye,
que el Venerable Pedro de San Joseph Betancur fue el primero,
que inventó la solemnidad, con que se cantan por las calles los
Rosarios: y que no sólo Goathemala, y sus adyacentes provin-
cias; sino también los Reynos de nuestra España deben esta úti-
lísima devoción, como a su origen, a los fervores, de este Siervo
de Dios, propagados en sus hijos".
Y el mismo panegirista juzga elogiosamente, en general, la
evangélica labor que Pedro realizó en la capilla que el desconoci-
do oráculo le señalara por morada, a saber: "Hoy es el Calvario
de la Ciudad de Goatemala (escribe en la segunda mitad del si-
EL HERMANO PEDRO
47
glo XVIII) uno de los celebrados Santuarios de la América, a
quien ha hecho famoso, más que la suntuosidad de su fábrica, la
frecuentísima veneración de la Cristiandad: pero todos estos au-
mentos tuvieron su origen en la fervorosa solicitud de este Sier-
vo de Dios. Antes que el Venerable Pedro estuviese en el Calva-
rio, solo era asistido los Viernes, y de muy pocos; pero después,
que le vivió este ejemplar huésped, se ha hecho diaria su asisten-
cia, y de numerosa multitud. En muchos fue tal la impresión que
hizo el poderoso influjo de este Siervo de Dios; que vistiendo re-
sueltos el hábito descubierto de la Orden Tercera, se quedaron
a vivir con él en el Calvario: donde los ejercitó santamente nues-
tro Pedro en la puntual observancia de su Instituto, en toda es-
pecie de mortificaciones, y en toda clase de virtudes".
-XVI-
PEDRO DANZA FRENTE AL ARCA
«Y David y toda la casa de Israel danzaban, delante
de Jehová con toda suerte de instrumentos de made-
ra de haya; con arpas, salterios, adufes, flautas y
címbalos.
Y David saltaba con toda su fuerza delante de Je-
hová; y tenía vestido David un ephod de lino.
Entonces David respondió «danzaré delante de
Jehová. Y aún me haré más vil que esta vez, y seré
bajo a mis propios ojos ...»
Samuel, Libro II, Cap. 6, ver. 5, 14, 21 y 22.
CTAVA de Corpus. Las campanas danzan con clamo-
rosa alegría, sus sones avasallan la eiudad entera y
luego, con vibrantes alas, ganan en toda su hermosa
extensión el valle en que Antigua asienta su señorío
de segunda urbe de América. La naturaleza también
está de fiesta, agradecida a las primeras lluvias, y envía su tri-
buto a la iglesia: en alfombras de pino que rinden su fresca sa-
via y se esmaltan de matizadas flores, y en copia de preciados
frutos que tientan los sentidos, luciendo en las ventas que se im-
provisan en la plaza.
Al son de jubilosos repiques, por la puerta mayor de la Ca-
tedral se desborda hacia la calle un numeroso concurso de fieles,
que antes asistieron al sacrificio de la misa y salen comentando
en voz baja el panegírico que pronunció un prelado docto en exe-
gética, aunque pedante de citas. El les diría que Cristo sigue ope-
rando, desde el fondo del tabernáculo, los prodigios que durante
su encarnación arrastraron a las masas en pos de su palabra y
sus hechos taumatúrgicos. El les recordaría que San Bernardo
se extasiaba ante el misterio de la Eucaristía y llamó a Jesús
en el Sacramento amor amoriun, el amor de los amores, y Santo
Tomás viera en esa presencia y ofertorio de Dios en el altar la
máxima concesión del amor: sacramentum charitatis Christi pig-
nus est.
50
DAVID VELA
Coruscante de cirios, con un rumor abejeante de rezos, baja
la procesión las gradas del atrio para dar la vuelta, como todos
los años, a la plaza principal. Altas dignidades de la iglesia y del
gobierno prestan lustre a la función; vestidos de negro, un poco
orgullosos de sí mismos, los cofrades del Santísimo se turnan el
honor de conducir el pallium; y el sacerdote, baja la vista, im-
pregnándose de incienso, lleva en sus manos el aúreo resplandor
de la custodia.
Pero, he aquí que, como antes David frente al arca, surge
Pedro de entre la multitud, hecho un "alférez de Dios". Muy
temprano recibió la comunión y el resto de la mañana lo pasara
orando, inundado de paz, lleno del divino banquete. Ahora cla-
ma como San Felipe Neri: "He aquí mi amor, he aquí mi amor!"
De su tosco sayal de penitente há hecho una bandera, que enarbo-
la en el extremo de un asta asaz pesada para sus fuerzas, pero
liviana para su devoción, de modo que — según comenta mara-
villado Montalvo — "venía a ser pendón en la apariencia y cruz
en la realidad".
Pedro danza frente a la custodia, reboleando sin cesar su
improvisado estandarte, en "alegres mudanzas y regocijadas ca-
briolas", jugando a compás los pies electrizados y los brazos in-
cansables, poseso del ritmo que marca su interior contento, y
aun aviva "los movimientos del baile con las consonancias de la
música". A todo esto, para que ninguna de sus facultades queda-
se ociosa, Pedro canta salmos de maravillosa ingenuidad, que
apenas en la profunda fe con que son entonados hallan coheren-
cia; coplas que le inspira el misterio del altar. Es posible que al-
gunos lo menosprecien por ello, como Michal a David, mas "aun-
que la voz no era dulce, ni la poesía elegante, todo junto sonara
de los cielos". Y de esa guisa continúa sus piadosas demostracio-
nes durante todo el recorrido de la procesión. No siendo usual lle-
var pendones o banderolas en el Corpus, algunos maestros, ga-
nados por el fervor de Pedro, hallan propias sus expresiones, por-
que usándose llevar una bandera delante de los emperadores y
siendo Dios en el Sacramento Rey de Reyes, no anda descami-
nado Pedro en llevar una bandera, "que es el geroglífico de la
victoria".
Más tarde, al panegirista ha de temblarle la pluma al des-
cribir estos hechos de sencilla grandeza, para escribir: "Con to-
das fus fuerzas^ celebrava las bodas del cordero de Dios,, y como
fu alma era la defpofada, hacia travajar a fu cuerpo como a un
efclavo. Grande fin duda era la fatiga en que le exercitava con
movimientos tan defufados en efpacio tan prolijo, a que folo pu-
diera refiftir fomentado de los esfuerzos vigorofos de fu efpiritu.
Saltava de contento el Venerable Hermano y con los excefos de
fu interior alegría comunicava agilidad a fus canfados, y ren-
didos miembros. O ceguedades del amor juntas a las de la fe!
Si hacéis prodigios separadas que no haréis unidas?"
-XVII-
EL SOLAR BETHLEMITICO
«Qué hospital es este Bethlen? Atiéndase a su origen,
a su principio, a su instituto, a su Fundador: est um-
bra Petri. Es una sombra de Pedro, de aquel vene-
rable Varón, antes por el nombre de Vetancur, y des-
pués conocido por el título de Hermano Pedro de San
Joseph: este fué la luz de este instituto, con que este
hospital es la sombra de ese Pedro».
Fr. Gaspar de los Reyes Angel.
N el cerebro de Pedro gesta ahora una idea caritati-
va, que se alimenta de su produndo amor a Dios, re-
flejado en su humilde afán de servir a los hom-
bres; prohija una iniciativa benéfica, tras las hue-
llas de San Juan de Dios, para el logro de la cual só-
lo cuenta con su ardorosa fe y su voluntad de sacrificio.
"Ocurrióle — dice fray Joseph García de la Concepción — ,
que sería de igual utilidad, prevenir alivio, a los que libres ya de
sus actuales dolencias, no alcanzaban medios, para asegurar su
salud; y que si había enfermerías, para curar enfermedades y
recobrar la sanidad, también debía haber hospitales para su con-
servación. Esforzábanle mucho este pensamiento las frecuentes
experiencias, que se tocaban, de algunos pobres, que libres de la
muerte, por las caritativas asistencias en sus enfermedades; fa-
llecían después, por falta de alivio en la convalecencia: y conven-
cido de este dictamen, determinó, que su hospital fuese para los
convalecientes".
Sometiéndose siempre a designios providenciales, y esperan-
do del cielo todo auxilio y cabal dirección para sus, empresas, re-
solvió visitar veintisiete iglesias, para venerar con este devoto
ejercicio las 27 leguas que la Virgen caminó, a juicio de los doc-
52
DAVID VELA
tos, al ir a visitar a su prima Santa Isabel. Se hizo acompañar de
un pobre hombre, ya adulto, mas por su ingenuidad popularmen-
te conocido con el nombre de "Marquitos", a quien una congéni-
ta dolencia (perlecía) imposibilitaba casi por completo el uso de
las manos y hacía tardo y trabajoso el andar.
El último templo en que oró fue el de Nuestra Señora de
Santa Cruz, y le pareció que cerca de tan santa casa debía buscar
un sitio adecuado a la fundación de su hospital de convalecien-
tes, comenzando por rendir su gratitud a la Reina de los Angeles,
"porque lo admitía a ser su vecino".
Por ese tiempo acababa de morir en la ciudad una devota,
María Esquivel, quien dejara, para costear sus funerales en la
parroquia de Los Remedios, una casita de paja y una pequeña
imagen de María Santísima. El sitio convenía a Pedro, por estar
enclavado en las afueras de la población y cerca de la capilla de
la Santa Cruz, deseando vivamente adquirir la propiedad para
asiento de su fundación en proyecto.
Pedro había asistido en su lecho de sufrimiento a María Es-
quivel, mártir de larga y penosa dolencia, por todas partes lla-
gada, mas siempre conforme con su suerte y confortada por las
exhortaciones y consuelos del caritativo Tercero. Por su ejempla-
ridad, María Esquivel gozó de especiales y altas mercedes, como
la de oír misa desde su casa, cuando su enfermedad le impidiera
acudir al templo, y al alzar el sacerdote la hostia, ella se golpea-
ba el pecho, humillada en profunda contrición. Sin embargo, sa-
biendo el uso que Pedro hacía de los bienes, en general beneficio,
olvidó en sus últimas disposiciones a su fiel enfermero.
Pedro se dió con actividad a conseguir la suma pedida por
precio: cuarenta pesos; superior en mucho a su voluntaria indi-
gencia, no obstante el exiguo monto de la misma. Mas el maes-
tro don Alonzo Zapata y don Francisco Zamora, este último re-
lator de la Real Audiencia, dieron de limosna aquella cantidad,
y por ese medio entró Pedro en posesión de la casa, que luego
sería el original solar de una nueva orden religiosa. El párroco
de la iglesia de Los Remedios completó la dádiva, adjudicándole
también la imagen de la Virgen que fuera de María Esquivel,
"para no darle la concha sin su perla", comenta Montalvo.
El predio estaba fincado al Sur de la ermita de la Santa
Cruz, junto al río Pensativo y en el seno de un barrio indígena,
a la humilde casucha de María Esquivel vino a instalarse Pe-
dro, quien hizo de la sala principal y única del edificio un orato-
rio para venerar la imagen que recibiera de limosna, durmiendo
él en la cama de San Francisco, esto es, teniendo por lecho el
suelo de la cocina.
La primera noche la pasó en oración, pidiendo a la Madre
de Dios que iluminase sus propósitos, y en la mañana siguiente
iba a comenzar una nueva fase de su vida: CARIDAD.
XVIII
PARVULO ENTRE PARVULOS
«Un niño estaba sentado jugando con conchas. Le-
vantó la cabeza y pareció conocerme, y me dijo:
«Te tomaré a mi servicio por nada». Desde entonces,
el trato cerrado en juego de niños me convirtió en un
hombre libre».
Rabindranha Tagore.
]OVIO a curiosidad, la figura del piadoso Tercero; pe-
ro muy prontO'Se hizo amable y familiar a los veci-
nos del Barrio de la Cruz, y la casa de María Esqui-
vel fue llamada por todos "la casita del hermano Pe-
dro".
Su alma infantina buscó y se ganó luego la confianza y el
afecto de los niños, cuyo seguro instinto devolvía espontánea-
mente la simpatía de aquel hombre sencillo y grave, a la vez,
dueño de esa prístina virtud de la simpleza, que permite sorpren-
der "el sentido bíblico de las cosas adecuadas y castas". Así Pe-
dro, posiblemente sin recordar el texto evangélico, por genuino
impulso se orientaba hacia la palabra de Cristo: "De cierto os di-
go, que si no os volviereis, y fuereis como niños, no entraréis en
el reino de los cielos. Y cualquiera que recibiere a un tal niño
en mi nombre, a mí recibe".
El barrio era populoso, y en él advirtió Pedro la jubilosa
abundancia de niños, faltos de enseñanza todos, triscando como
un rebaño sin pastor en la promiscuidad y el abandono de la ca-
lle. Rebosando amor su corazón, y entendiendo que el amor se
traduce en servicio, y en servicio desinteresado, no necesitó otro
estímulo para moverse al remedio de aquella necesidad.
Funda, pues, el maravilloso indocto una escuela y contrata
al profesor D. Mateo Polancos — a quien pagó siempre con el pro-
54
DAVID VELA
ducto de limosnas — , para que impartiese a los niños los elemen-
tos de la ciencia; reservándose él la enseñanza de las materias
que dominaba su intuición, o sean, la piedad y el ejercicio de la
virtud, simientes que por doquier sembraba su didáctico ejemplo.
Ayudó también al Hermano Pedro en su escuelita fray Pablo
Sánchez, franciscano admirador de las prendas morales de aquél,
autor de un "Catecismo Cristiano", obra sencilla y que rindió lue-
go más beneficios que la popular de fray Benito Vilcañas. Fray
Pablo era por entonces vecino de la calle de San Miguel.
Sin dificultad la "casita del Hermano Pedro" se convirtió
en alegre querencia de los niños pobres, criollos e indígenas, a
quienes el suave mentor prodigara su alma infantina en gemelos
candores y desvelada protección. Por la mañana concurrían a la
modesta escuela las niñas, y por la tarde los infantes, y así todo
el día abejeaba la casita de pueril actividad, repartida entre el
aprendizaje de las primeras letras, el adoctrinamiento y los re-
zos, en coro de ánimas sencillas, a los pies de la imagen de la
Virgen.
Para estimular la diligencia de algunos, o vencer la incu-
ria de otros, las más veces para desahogar simplemente su ter-
nura, Pedro colma de obsequios a los niños: dulces, frutas y ju-
guetes que su humildad recolecta de limosna, o sonrisas y cari-
cias cuando sus generosas manos están vacías. Advierte las ne-
cesidades de su Cándida clientela, y sus ruegos apremian con éxi-
to a las gentes ricas de la ciudad para obtener el regalo de pren-
das de vestir, que distribuye equitativa y largamente.
Departe con los chiquillos, interviene a menudo en sus jue-
gos, dirime sus infantiles contiendas; aconseja, exhorta, amones-
ta; los niños se derraman alborozados en su confianza, o callan,
respetuosos, en el umbral de la comprensión, cuando lo ven su-
mirse en el silencio y la quietud evasivos de la plegaria.
-XIX-
FUNDACION DEL HOSPITAL
«Hermano, yo soy el vagabundo, y estos son pobres
de Jesucristo».
Palabras de Pedro de Bethancur.
A casita del Hermano Pedro, es ya, a la vez un ora-
torio al que se aficionan en creciente número los fie-
les, contagiados del fervor de aquél, y una escuela
de párvulos, en la que con la elocuencia del ejemplo
y el poder extraordinario de su mansa exhortación,
Pedro asume la cátedra de su cristiana virtud, predisponiendo
las almas al bien.
No obstante embargar a su generoso fundador esas dos al-
truistas instituciones, y dedicar éste el resto de su tiempo a la
oración y la penitencia, no alcanza Pedro satisfacción, ni la al-
canzará hasta no llevar a término su idea de instituir un hospital
para convalecientes y servir en más sacrificada forma a su pró-
jimo.
Llegó a su noticia la existencia en la ciudad de una des-
graciada mujer, de raza negra, anciana ya, tullida y comida de
achaques, que vivía a mitad de la calle, como una basura de la
miseria, ayuna de toda asistencia.
No le costó trabajo encontrarla, abandonada a su ínfima
suerte, ni convencerla para que aceptase el asilo de su incipiente
enfermería. La cargó, pues, sobre sus hombros y, sin sentir su
peso, que la caridad es fuerza que se nutre de sí misma, recorrió
con aquel bagazo humano larga distancia, hasta depositarla en
su menesteroso albergue, que luego sería pródigo consuelo pa-
ra los desheredados.
De ese acto sencillo iban a nacer el hospital de Belén y una
nueva Orden religiosa, la de los Bethlemitas Hospitalarios, des-
56
DAVID VELA
pues solemnemente sancionada por el Vaticano, y por la admi-
ración y la gratitud de tres pueblos: Guatemala, Las Canarias y
El Perú. El dolor de aquella pobre mujer envejecida en la pe-
nuria y lacerada por el triste sino de Job, fue la piedra angular
del edificio que como por arte mágico iba a surgir entre las
manos santificadas de Pedro.
Cuando su morada debía acoger a la bulliciosa turba de
escolares voluntariamente reclutados en el barrio, Pedro saca-
ba afuera a su asilada, lo mismo que para entregarse sin reser-
vas, libre de ojos extraños, a la expansión de su ferviente natu-
raleza mística. Y llegado el fin -de innumerables dolencias,
cuando la negra expiró asistida de cristianos auxilios y hubo ho-
nesta sepultura, que Pedro mismo cavó con sus manos y regó
con sus lágrimas, ya la institución había nacido, aunque des-
pués sólo se recibiría a hombres en el hospital de Bethlen.
PRODIGIOSOS RECURSOS
«La persona di lei sconfüia nell'aureola, L'opera scon-
fina nell prodigio: rice ve il prodigio e lo dá».
Giovanni Bertacchi.
ECESARIAMENTE suponen la dádiva las manos de
Pedro; por eso casi sólo podemos imaginarlas osten-
siblemente extendidas en la imploración de una li-
mosna, o reservadas y oferentes, rendidas en el ade-
mán del obsequio; manos ávidas de dones, sin me-
diar avaricia, para distribuirlos luego con el acierto y la faci-
lidad de una función natural.
Su casa es pequeña y desprovista de condiciones para con-
tener un hospital, no digamos ya para albergar sus insaciables
anhelos de caridad. Se cree, pues, en el comienzo de su empre-
sa, sin medir un solo instante la desproporción entre los medios
de que dispone y el alcance de sus proyectos: tiene un tesoro
de confianza depositado en las manos de la divinal providencia.
Madurados sus selectos propósitos, acude directamente en
solicitud de la venia y licencia indispensable, ante el presidente
de la Real Audiencia, licenciado Don Antonio de Lara y Mogo-
brejo, quien por sus ejecutorias de oidor decano detentaba in-
terinamente el mando; y ante el obispo de Goathemala, fray
Payo de Rivera, quien llegó a interrogarlo sobre los recursos
de que podía aquel iluso echar mano para fundar un hospital de
convalecientes;
— Eso, padre, yo no lo sé; mas, Dios que lo sabe, me ayu-
dará.
Por tanto, sin esperar la real aprobación demandada a la
Corte, la cual había de tardar por la distancia y las convenciones
del trámite, dió desde luego principio a la obra, contando para
58
DAVID VELA
ello con la caridad pública, largamente ofrendada a tan recto y
celoso administrador de los bienes de los pobres.
En cuerpo y alma se consagra a la obra, y cuando no reco-
rre las casas de los ricos, pidiendo de limosna los materiales re-
queridos o dineros para sufragar los salarios de los trabajado-
res, él mismo hace de maestro, de sobrestante, de oficial o sim-
ple peón, estimulando con su activo ejemplo a los operarios.
El edificio se va cimentando sobre reiterados prodigios. Los
obreros no sienten cansancio si Pedro los ve trabajar, y el tiem-
po y los materiales abundan. El capitán don Francisco Gutié-
rrez y su esposa han de propalar, maravillados, cómo habiendo
obsequiado a Pedro una escasa cantidad de madera que poseían
en su casa, de ella salieron innúmeras carretadas de dicho ma-
terial sin que la fuente llegase a agotarse. Una señora, a quien
diera Pedro a guardar treinta pesos, al ser requerida para de-
volver el depósito, en ocasión en que la planilla de los operarios
ascendía a cincuenta pesos, increpó al Hermano:
— Ya veo que el hermano ha querido hacer experiencia de
mi fidelidad; pues me dió cincuenta pesos que le guardase, di-
ciéndome que eran solamente treinta . . .
Tan firmemente tenía puesta su confianza en la divina pro-
videncia, que se mofaba con gracioso decir de quienes sólo ati-
naban a contar su dinero y hacer cálculos sobre posibilidades
materiales. Cierta vez, como el sobrestante de la obra de Be-
lén se quejara de lo mucho que había por pagar, sin duda en
disparidad con los elementos disponibles, respondió, firme y
sosegado: "Effa deuda no es mía, que no tengo yo la proffef-
sion de el tinte, ni del azúcar, ni del cacao, ni menos es del due-
ño de eftas haziendas; fino de Dios, de quien fon todas las cofas".
En poco tiempo se alzó así la importante fábrica de una sa-
la destinada a enfermería, espaciosa y adecuada a su objeto, que
la diligencia de Pedro amuebló pronto con suficiente número de
camas y la ropa necesaria al confort de sus pacientes. Se erigió
un decoroso oratorio y, una a una, fueron surgiendo varias cel-
das para asilo de forasteros pobres o para habitaciones de los vo-
luntarios de la caridad que habrían de sumarse al servicio de la
naciente institución, ganados por el ejemplo del fundador. La
enfermería y las celdas se continuaban, hacia el interior, por un
amplio corredor y frente a la plaza de Nuestra Señora de la Cruz
elevóse un mirador sobre columnas de ladrillo. En él se evoca
la figura de Pedro, a menudo evadido hacia la contemplación de
la naturaleza, aquí monumental, o abarcando con la ternura de
su mirada la ciudad, cuyos dolores adivinaba siempre su cora-
zón, inflamado en el ofertorio del consuelo y la voluntad del
sacrificio.
EL HERMANO PEDRO
Y cuando su pensamiento volaba sobre el panorama en el
arrobado silencio de las tardes, desintegrado Pedro en amor
hasta distribuirse en las cosas más humildes, su espíritu acre-
centaba interiores tesoros, pudiendo decirse de él como de San
Francisco, ese otro seráfico vagabundo: "Nullatenente volonta-
rio, disertore dalle paterne ricchezze, egli possiede senza limite
alcuno tutte quante le cose, e tutte le adatta e trasforma a'suoi
intenti interiori: suoi sonó i cieli ed i campi, suoi gli animali e i
paesi, perché tutti trasmigrando entro lui, si mutino neU'inno
dell'anima a nella preghiera del cuore".
-XXI-
LA CUARESMA
«...el clima, el cielo, las producciones, las costum-
bres, prestan algo que singulariza a este santo tiem-
po en todas partes, y Guatemala no es ajena a esta
variedad en la unidad . . . entremezclándose con
harmonía propia las prescripciones rituálicas y las
costumbres locales, sin que éstas desdigan de aquéllas,
sino más bien realzándolas».
Jesús Fernández.
E inicia la cuaresma con un símbolo terrible: ceniza
Es el recuerdo de la muerte, un llamamiento a la
comprensión de nuestra pequeñez y fugacidad: todo
pasa, vibra, fulge un momento, y luego torna al mis-
terio y oscuridad de su origen; el poder insolente, la
cómoda riqueza, el placer que enerva, la eufórica vitalidad, el
saber pedante, los ensueños que adormecen y la esperanza que
alumbra: ceniza.
La ciudad de Santiago de los Caballeros de Goatbemala se
postra, como un solo penitente, ante el recuerdo de la Pasión de
Cristo, y con espíritu medioeval acepta en el símbolo de la ceniza
su muerte, su total destrucción. La ciudad suspende sus fiestas,
detiene su actividad comercial, sujeta sus ambiciones munda-
nas y, rodilla en tierra, se agobia bajo el peso de sus culpas a
compás del tracto cuyos versículos resuenan en el coro de la Ca-
tedral. Ya un luctuoso morado comienza a cubrir los altares,
hasta las campanas cambian el timbre de su voz, y sus toques ba-
jan graves, lentos, desde las torres, a recordar que es llegado el
tiempo del ayuno, la abstinencia, el retiro, la plegaria, la contri-
ción. Influye sin duda el calórico en ese fenómeno, así como en el
aspecto ceniciento del cielo, que ha perdido su pureza y diafa-
62
DAVID VELA
nidad de la estación pasada: mas hay también un espíritu místi-
co, hecho de recelosa credulidad y rituales tradiciones, que pre-
dispone al temor y la tristeza: llueve ceniza sobre las almas. Por
eso lloran o amenazan las campanas, el cielo está, fatigado de es-
plender, las naves de los templos tienen silencio y humedad de
catacumbas, los cirios lucen como fuegos fatuos, la flor del co-
rozo suelta un penetrante olor a tumba y la matraca simula un
chocar de huesos o un desastre de tablas funerarias. Pedro no
necesita oír ese pregón de penitencia, mas halla adecuada opor-
tunidad para acrecentar su fervor: sentir él en su carne los azo-
tes, padecer el ayuno, aclamar en el huerto, tres veces tentado por
el demonio, y echar sobre sus hombros el madero de las ajenas
culpas.
Asiste delectado a la función de la Catedral, severamente
decorada de violados cortinajes; donde, después de Nona, resul-
ta espectacular la entrada de fray Payo, de Rivera, con su mora-
da capa magna, a sentarse en su trono, asistido de los socios que
llevan planetas, desechado el lujo de las dalmáticas y tunicelas.
Revestido luego de medio pontifical, bendice la ceniza y se des-
poja de su mitra, y aun del solideo, para humillar la cabeza y
dejarse imponer la ceniza e imponerla después a todos, con la
temida advertencia de la muerte en los labios; mientras desde
el coro se derrama el canto llano de las antífonas.
Con no menos devoción asiste a los largos oficios de los do-
mingos de Cuaresma: el rezo de tercia, la aspersión del agua
bendita, y la solemne procesión claustral que acompañan las
letanías mayores a lo largo de las naves laterales hasta el atrio
de honor; preparación del oficio de la misa que ilustra el coro, a
voces solas, alcanzando tonos profundos en los Kiries. El diáco-
no se despoja de la planeta para cantar el Evangelio, y éste será
luego explicado en edificantes homilías por fray Payo de Rivera,
de roquete y muceta y estola morada. Y cuando se entona el cre-
do, a Pedro le parece que está "bajo las sombrías catacumbas y
que los mártires y los hijos de los mártires hacen la profesión de
fe a coros, como preparándose a las luchas del anfiteatro", y ya
no oiráj el común i o ni el rezo de sexta, perdido en visiones que lo
hacen evadirse del tiempo y el espacio y lo clavan horas y ho-
ras en algún sitio apartado del templo. Allí quedará, después que
todos se retiren, con los brazos y la mente crucificados sobre el
recuerdo de la Pasión de Cristo.
Por este tiempo sus ayunos son más severos que de costum-
bre, y en los días luctuosos de la semana mayor tan sólo proba-
rá hiél y vinagre, se dará por centenares los azotes y perderá el
sueño en perpetua oración. Mas no olvida su calidad de catedrá-
tico y a todo el mundo exhorta para que se penetre de la tras-
cendencia de la fiesta del cordero pascual; estimula rezos, peni-
tencias y comuniones. Pedro es director de almas, y muchos se asis-
EL HERMANO PEDRO
63
ten de aquel celoso instinto para cumplir con las ritualidades de
la semana mayor: con él irán a la bendición de ramos y proce-
sión del domingo de palmas; a la función de las lágrimas de San
Pedro, el martes santo; a los maitines del día siguiente; al man-
dato del jueves; al descendimiento del viernes santo en San Fran-
cisco; a los oficios del sábado de gloria y la bendición papal del
domingo de pascua. Todo ello sin olvidar los ayunos y la absti-
nencia, ofrecer mortificaciones, rezar el Via-Crucis y visitar los
monumentos, inclusive el de Pedro en su incipiente Belén.
Sin embargo, "la pasión de Cristo se ha sintetizado más que
en otro alguno de sus misterios, aquí en el viaje al Calvario,
cuando Jesús llevaba sobre sus hombros la cruz, y el amor, y la
veneración a tan interesante momento ha ido pasando de ge-
neración en generación". Pedro es uno de los más fervorosos,
contribuyendo su ejemplar devoción a intensificar el culto entre
sus hermanos Terceros de San Francisco y a extenderlo a todo
el vecindario citadino. Pedro sale de Belén con la cruz a cues-
tas hacia, el Calvario, a eso de la media noche, descalzo, tocado
con una túnica y cubierto el rostro por un capuz, del que sólo
emerge su descuidada barba. Otros terciarios se aficionaron a di-
cha práctica; pero ninguno llevó alguna vez una cruz tan pesada
como la de Pedro, y cuando otros regresaban desfallecidos por la
penitencia, él aún se agregaba a la procesión de la Santa Cruz y
la seguía hasta el templo. Después se ha reconocido, en las dili-
gencias de beatificación, que así se sacrificó a Cristo, por imí-
ción perfecta.
-XXII-
LA PRUEBA HEROICA
« , el lego súbitamente posa
los labios un instante. Después lame la llaga;
y del triste recinto en la paz angustiosa
se amedrenta un asombro y una queja se apaga».
Enrique A. Hidalgo.
Üf^OR ese tiempo vivían en la ciudad de Goathemala dos
peninsulares, antes domiciliados en Ciudad Real, don
Sebastián de Estrada y doña Mariana de Castellanos
de Estrada, quienes hubieron un hijo en el año de
1642, viviendo todavía en Chiapas. Al trasladarse a
la Antigua, vino con ellos, de tierna edad, su hijo José de Estra-
da, a quien Pedro adoctrinó y contagió de su natural fervor por
los ejercicios devotos; influencia benéfica que debía perdurar so-
bre aquél, aun después de la muerte del Hermano Tercero, mo-
viéndolo a seguir la carrera religiosa. Estrada llegó a ser clérigo
de menores órdenes.
Por el año de 1663, cuando don José de Estrada contaba 21
años, frecuentaba familiarmente el trato del Hermano Pedro,
acompañándolo asiduamente en sus incesantes correrías caritati-
vas, ahora recogiendo limosnas, ya distribuyendo entre pobres
vergonzantes el pingüe producto de su humilde imploración, o
bien asistiendo a los enfermos de los hospitales, a quienes el he-
roico Tercero servía con particular afecto.
Ese día, don José de Estrada se ofreciera para acompañar al
Hermano Pedro en su visita a los hospitales y para ayudarlo a
la distribución de los numerosos dones que acostumbraba el Sier-
vo de Dios prodigarles, como pan, chocolate, leche, ropa y otros
efectos, inclusive golosinas, amén de oraciones y .bondadosos
66
DAVID VELA
consuelos, encaminados a confortar el alma de los más abatidos
dolientes.
Esperaba el joven de Estrada a su generoso amigo en la
puerta del templo de Nuestra Señora del Carmen, y lo vió venir
radiante, como siempre fuera el estado de su ánimo al salir de
las iglesias donde oraba de preferencia. Paró mientes en el ta-
lante de Pedro, porque a tiempo de verlo oyó una voz que en la
sacristía profirió estas palabras: "No puedo ver a este Tercero";
llegando a saber don José de Estrada que ese sujeto había pro-
pinado un puntapié al humilde lego, y siendo fama después, que
el gratuito agresor del bethlemita falleció de una enfermedad in-
fecciosa localizada en la propia pierna con que vejara a Pedro.
Marcharon hacia el hospital de San Juan de Dios, dispuesto
Pedro a distribuir allí sus acostumbradas limosnas y convincen-
tes consolaciones, no sólo redundantes en directo alivio de los
pacientes sino en edificante ejemplo pronto seguido por otros,
como se recuerda a don Pedro López Ramales, don José de Agui-
lar, don Melchor de Meneos y muchos más.
Pasando por una de las salas del hospital, advirtieron un re-
gular concurso de gente, en torno de un indígena enfermo, que
exhibía en la pierna extendida una llaga infecta y purulenta, an
te la cual el médico fruncía preocupadamente el entrecejo, mien-
tras su cabeza pesada de ciencia oscilaba en la inconsciente de-
nuncia de su pronóstico, desesperando sin duda de la posibilidad
de curación. El enfermo parecía comprender mirando al ciru-
jano de hito en hito, con ojos timoratos y amargados, único re-
flejo vital en su rostro marchito de fiebre y angustia; daba la
impresión de un reo escuchando su tremenda e irremisible
condena.
De pronto, casi hablando consigo mismo, exclamó el médico:
— Si hubiera un perrillo que lamiese la llaga. . .
Y como un eco, en el tono más natural, sin vacilación algu-
na, contestó el Hermano Pedro:
— No hace falta; aquí está uno.
Y, uniendo la acción al dicho, sin dar tiempo a los circuns-
tantes para salir un momento de su sorpresa, hincóse de rodi-
llas ante el enfermo y reanimó la carne muerta y putrefacta con
un ósculo de suprema conmiseración; luego, dentro de un silen-
cio dilatado en asombro, lamió la llaga con su lengua gastada
de plegarias, hasta dejar limpia la carne sangrante y podrida.
Cuando se alzó, y con su proverbial sencillez pidió a don José de
Estrada que lo siguiese para continuar la visita de sus enfermos,
de todos los ojos pendía una lágrima.
Octogenario ya, don José de Estrada gustaba de relatar ese
hecho inaudito y brotaban a raudales las lágrimas de sus ojos al
recuerdo de su virtuoso amigo y director espiritual, para quien
ese acto nada significara: lo mismo hiciera antes en el hospital
EL HERMANO PEDRO
B7
de San Alejo, como el padre Lobo atestigua en su "Relación",
folio 195; "Ya se vio quando en el hoffsital de San Alexo era tan-
ta la podre, que un pobre tenía en una pierna, que teniendo el
cyrujano, horror de tocarla, mando fe traxeffe un perrillo que
limpiaffe la podrida fangre; ofreciofe el caritativo Pedro a fu-
plir la falta, e hincandofe de rodillas, puso, enfima fus manos,
la planta del pobre, lamió la podre, apuró las materias,* chupó
con fus labios la podrida fangre, dexando la pierna enjuta; ac-
ción que exercitó su caridad muchas vezes".
Y siendo cosa tan increíble, no está demás agregar el testi-
monio del padre García de la Concepción, quien comprobó otro
idéntico caso: entre los hermanos de la Tercera Orden de San
Francisco que tempranamente se sumaron a Pedro, para apren-
der de él la virtud y ayudarlo en la asistencia de los primeros en-
fermos de Belén, estaba el Penitente Juan de Arévalo, quien te-
nía una pierna asquerosamente llagada, y aun se decía que
cuando se anotó en la cuerda ya padecía de lepra. Pues bien, a
un amigo que lo visitara cierta vez, le dijo llorando: "Que os
parece de la caridad de el Siervo de Dios Pedro? Ahora en efte
inftante acaba de limpiarme efta pierna: ufando para ello el
lienzo de fu lengua".
-XXIII-
LA CATEDRA DE PEDRO
«¿Que bufcará Pedro antes de romper el día, por ef-
tas calles de Goatemala? Exiban matutines in Civita-
te. ¿Que bufcava tan de mañana por las plazas? ¿Que
avia de bufcar, fi era Cathedratico de Prima en la
Universidad de las virtudes, fino la Cathedra. In pla-
tea parabam cathedram mihi. Y effa cathedra falia
a leer al romper el día».
G. Varona de Loayza.
ADA acto de Pedro, cada palabra suya, toda su vida
y su resignada muerte, encierran una enseñanza; por
eso se reconoció siempre en el modesto Tercero a un
maestro, y maestro consumado, que adopta como mé-
todo el ejemplo. Sus contemporáneos lo vieron con
tanto cariño como respeto, con igual suma de confianza que de
admiración, y los doctos que más tarde examinaron su vida, se
enternecieron y edificaron con el recuerdo; uno de éstos diría:
"Nuestro Pedro de Betancur fue la abeja más solícita, que en el
campo de la iglesia conoció el presente siglo para edificación de
los fieles, consuelo de los menesterosos, y desengaño del mundo.
¿Qué miel más dulce que sus palabras, y qué cera más resplan-
deciente que sus obras?".
El maestro don Bernardino de Ovando, el padre jesuíta Ma-
nuel Lobo y fray Alonso Vásquez, más que directores, son admi-
radores de Pedro, y no hacen sino aprobar uno a uno sus pro-
pósitos y extasiarse en la contemplación de su alma, iluminada
por todas las virtudes. Cierto es que escolló en la gramática la-
tina, mas por vía directa su entendimiento llega a dominar las
más oscuras verdades, las más remotas y difíciles conclusiones
de la teología. Bastará decir que la epístola, leída en latín, le era
cabalmente inteligible. El obispo fray Payo de Rivera admira y
comenta: "Yo le he visto tratar algunos puntos con tan superior
70
DAVID VELA
inteligencia que apenas alguno de nosotros pudiera percibirlos
después de mucha fatiga y aplicación al estudio".
Pedro sale muy de mañana, a implorar limosnas para sus
hijos, que son todos los menesterosos y los pobres vergonzantes
de la ciudad, y así educa al pueblo en la humildad suma; visita
las cárceles, cura en los hospitales y, en todas partes, está al
punto a la hora de prestar al prójimo alivio y consuelo, así edu-
ca al pueblo en el esplendor de su caridad; ora fervorosamente,
conduce a los ciegos y lleva sobre sus hombros a los tullidos para
que se beneficien con la presencia de Dios Sacramentado en el
altar, estimula rezos y recomienda disciplinas y mortificacio-
nes, así educa al pueblo en la virtud de la plegaria y el temor
de Dios; anda descalzo y descubierto, lame las llagas inmundas,
se tiene por bestia y desconfía de su entendimiento, así educa al
pueblo en el desprecio de sí mismo y en la heroicidad del sacri-
ficio; doctrina a los niños, alienta a los esclavos, señala la puer-
ta del redil a las ovejas descarriadas, visita todos los templos,
recorre la ciudad con las manos cargadas de dádivas, limpia y
decora los altares, asiste y vela a los moribundos, y aun le queda
tiempo para rescatar su alma, fundar un hospital y crear una
Orden Religiosa, así educa al pueblo en la fuerza de la diligen-
cia; en fin, resucita a los muertos, multiplica los panes, hace ce-
der los cerrojos de las puertas, derrota a Calzillas, y dialoga con
las imágenes y las almas del purgatorio, así educa al pueblo en
el poder de la fe.
Pedro es, pues, una escuela ambulante; porque su actitud
significa modestia, sus impulsiones piedad y fervor, sus actos
suprema caridad. De ahí que muchos lo sigan, seguros de no ex-
traviarse; que todos acudan a pedirle, seguros de no regresar
con las manos vacías; y que muchos, en vida y muerte, le pidan
con la mayor naturalidad que opere milagros, seguros de que to-
do lo puede, por ministerio de la fe que alienta y de la gracia
que lo ampara.
Pero, esencialmente, Pedro es la encarnación de la humil-
dad, sublimada a tal grado que pasma en el límite de lo increí-
ble, y ese sentimiento dominante es la clave de interpretación de
su alma, por cómo se refleja en todos sus actos y los eleva al pla-
no de la heroicidad.
Pedro está agradecido a su Creador por la inmensa merced
de ser, y ser consciente, para subir a los cielos por la escala de
Jacob; la vida le parece un milagro, y él se conceptúa indigno
del portento; por eso quiere disimularse en el retiro, en el si-
lencio, en el hecho mínimo; por eso también, sin creerse jamás
con fuerzas ni aptitudes para pagar la gran deuda, se dona en
amor y acepta la obligación de servir a su prójimo.
Pedro se sabe ignorante, se siente pecador, se conforma en
menesteroso, sin turbación ni rebeldía, su humildad lo sienta en
EL HERMANO PEDRO
71
la última grada de la vida, y aun teme marearse de altura! De
ahí que cobre prodigiosas proporciones y maravillosos contor-
nos la enseñanza de Pedro, que sólo entiende la actividad vital
como servicio de los demás, y servicio sin recoímpensa, porque en
su vida se realizan las palabras, de Cristo y pone banquete a los
pobres, los mancos, los cojos, los ciegos, los que nada pueden
retribuir.
La ciudad vive confiada, y no importa que se divague en
fiestas y se agite en la pugna por los goces mundanos; nada te-
me mientras por sus calles trajine aquel raro ente misericordio-
so; nada temerá después, mientras conserve en una sencilla tum-
ba los restos de Pedro, como precioso amuleto.
-XXIV-
LA SALA DE ARMAS
«...si era sala de armas, preparada avia de eftar pa-
ra pelear; pero preparada para orar, no he vifto otra,
que la sala de armas del Hermano Pedro».
Gerónimo Varona de Loayza.
fN el Hospital de Belén había un recinto cerrado a ex-
traños ojos: un oratorio pequeño con el piso de la-
drillito de azulejos, donde el Hermano Pedro acos-
tumbraba orar y mortificarse, contrito de su propia
indignidad y apesadumbrado por las culpas ajenas.
Es fama que en el invariable sitio en que solía arrodillarse y
pasar largas horas con los brazos en cruz, un pie sobre otro, sin
apoyo alguno, más que su encendida fe y poder de éxtasis, esta-
ban hundidos los ladrillos, conservando la marca de sus heroi-
cas rodillas. "Los Santos Lugares" llamaba a dicha capilla el ar-
zobispo García Peláez, y siempre que la visitó acostumbrara en-
trar de rodillas a besar y regar de lágrimas las santas huellas.
Pero aun antes de construirse el edificio en que iba a tener
su cuna y primer asiento la Orden de Belemitas Hospitalarios,
en una choza pajiza instaló el Hermano Pedro su "sala de ar-
mas", como él y luego sus panegiristas la llamaran. De las pa-
redes "pendían cilicios, difciplinas, cadenas, rallas, cataftas, y
todas las demás armas de la milicia efpiritual; alli fe tocava al
arma, al arma contra el común enemigo, quando fe oia clamores
eran militares, quando fonayan inf trunientos eran bélicos: cum
audis tabernaculum bellum intelige". Allí existió también, hacia
el lado del corredor, el nicho, o tinajera, donde Pedro aun con-
vertía en mortificación el escaso lapso que se daba de reposo,
pues sólo en raros casos dormía en su cama, si tal puede decirse
de tres tablas y una frazada, ya que el mayor tiempo pasábalo en
71
DAVID VELA
oración u ocupado en sus múltiples quehaceres de caritativo.
Aquel nicho, que ni siquiera a un muerto podía ofrecer el des-
canso de la tumba, tenía tres palmos de ancho y cuatro o cinco de
largo, con otro orificio más pequeño, igualmente cavado en la
pared, en donde colgaba una lámpara; la base era de piedra sin
labrar. De continuo se encerraba Pedro en su tinajera a orar y
meditar, en el camino de su perfección. Apenas cabía de rodillas,
en forzada postura, y aun la hacía el lego más sacrificada apo-
yándose un bastón en el pecho. El hueco se estrechaba hacia la
parte en que debía albergar la cabeza y, para no rendirse al sue-
ño, Pedro colocó dos clavos que limitaran todo movimiento,
frente a sus sienes, y así pagaba con sangre el menor desfalleci-
miento. El padre fray Pedro Melian de Betancourt, alto y digní-
simo prelado que fue en Guatemala contemporáneo de Pedro, vió
de sus ojos aquella tinajera y a su mente erudita vinieron las
frases de Tirino: Ad parten orientalem urbis Bethlehem, inquit
Juftinos, spelunca erat excifa in rupe, y le pareció que era la
misma cueva o tugurio en donde Jacob hacía penitencia y ora-
ba, y que cuando los Santos Padres hablaron de aquel sitio con
admiración y reverencia, no parece sino que iban "pintando la
tinajera, o el valcón del Hermano Pedro, que se conserva en
Belén".
En su "sala de armas" pasara Pedro largas noches de ora-
ción y penitencia, llegando a aplicarse en un solo año más de
diez mil azotes. Ordenaba su horario de modo que el tiempo em-
pleado en tales disciplinas no obstase al cumplimiento de sus de-
más obligaciones, ni le amenguase el que disponía para rezar, y
aun combinaba la oración y el castigo, como consta de su librito
de memorias que en el año de 1654 ofreció, a honra de la Pasión
de Cristo, darse más de cinco mil azotes y por cada uno de éstos
rezar un credo. El padre Varona de Loayza comenta, admirado:
"O lo que pudo el amor de Pedro: pues pudo unir los eftruendos
de la milicia, con los fofiegos de la oración".
Es fama que el castigo que Pedro se imponía era tan duro
y cruento, que en el piso y paredes quedaran señales de la san-
gre que manaba de su cuerpo; y es prodigioso que éste resistiera,
si al dolor del cilicio se suma la constante) vigilia, el mantenido
ayuno, un excesivo trabajo y la perenne oración. Y así transido,
cuando el cuerpo se rendía sin reservas, en aras del alma que
con soberana voluntad lo gobernaba, aun estrechábalo en el
hueco de su tinajera. Como de Francisco el seráfico, de Pedro
su émulo puede decirse: "rivive in lui puré la tristezza antica, che
faceva del corpo la prigionia dell'anima: ma egli inalza a dram-
ma il dissidío, e quasi, in appassionati deliramenti, anticipa il
processo della liberazione suprema. Egli mortifica e macera la
carne non giá per odio di lei, ma per affinarla come un liuto
squisito, che vibri ad ogni tocco dei sensi, in risonanze interiori".
EL HERMANO PEDRO
75
Por eso Pedro vivió tan poco e hizo tanto, por haberse entregado
su cuerpo en holocausto del alma, cada vez más libre ésta y po-
derosa por su desligamiento de la materia; apta al vuelo mien-
tras el cuerpo sin fuerzas materializa el éxtasis, presta a la bilo-
cación, aunque los pies pesados de cansancio se claven míseros
y ruines en la tierra.
Mas no se excedió Pedro en la penitencia, que siendo la suya
extraordinaria estaba en todo caso ajustada a sus no menos ex-
traordinarias fuerzas, y jamás se extravió su clarividencia en la
elección de los mejores caminos. Así, por ejemplo, como uno de
los Terceros de Francisco que tempranamente se sumó a la hos
pitalaria actividad de su Belén, gastase todo su tiempo en disci-
plinarse y se excediera en el castigo hasta quedar exánime so-
bre el pavimento. Pedro lo volvió al orden, sin reconvenirle-
"Mas vale, Hermano, paffar un pobre enfermo de una cama a
otra; que todo effo, que eftás haziendo".
En su tinajera hizo Pedro pintar dos escenas de la Pasión:
un calvario en el fondo y, a ambos lados, la imagen de Cristo, ex-
pirante en la cruz, y la Dolorosa en compañía de San Juan. Mas
no necesitaba reavivar con los sentidos el tremendo recuerdo del
holocausto: cuando el pintor terminaba su obra, al entrar ines-
peradamente en el oratorio, ha visto a Pedro pendiente de una
cruz, transfigurado el rostro y el alma ausente, identificándose
por la penitencia con la memoria lacerante del sacrificio del
Gólgota. Y hubo de retirarse maravillado porque, contrastando
con la amargura retratada en el rostro, que sin duda no prove-
nía del dolor material de su sacrificada postura, vio que la ca-
beza se nimbaba de una luz tenue y extraña.
Una tradición de siglos veneró como reliquias santas el ora-
torio de Pedro y los instrumentos que denunciaban su severa ob-
servancia de penitente. El tiempo ha destruido aquellas cons-
tancias materiales; mas, quedaron tantos testigos pasmados ante
sus prodigiosos hechos y fue tal el estruendo de las batallas que
Pedro librara contra su carne, que llega hasta nosotros su ejem-
plo, a través de siglos, cargado de temerosas advertencias.
-XXV-
LA VOZ DE ALARMA
Recuerda que por el bíblico génesis de los hermanos,
el vientre que te ha parido será un nido de gusanos;
Hombres, gusanos y piedras, son Fuerza y Evolución...
¡Eterna renovación
de lo que vive un momento!
¡Memento!
Y es en vano que queramos romper estas ligaduras
con el frágil estilete de nuestras pobres locuras . . .
El Todo preside al Todo, y somos nosotros nada.
¡La vida nace ligada
con la muerte que nos hiere!
¡Miserere!
Luis Fernández Ardavin.
wM
L toque de oración se cierran las puertas y se recogen
las gentes. Manos temblonas encienden las primeras
velas: "Alabado sea el Santísimo Sacramento del Al-
tar!" Algún transeúnte rezagado camina de prisa,
como si le asustase el propio eco de sus pasos. La ciu-
dad toda se llena de sombra y de silencio. En las hornacinas,
frente a las imágenes piadosas y entre flores marchitas, parpa-
dea con tímidos resplandores un candil de aceite. Acaso en el ba-
rrio de la nobleza se destaque, por sus ventanas iluminadas, la
casa del alcalde ordinario, cuya tertulia da pábulo a intrigas
políticas, desata las lenguas de la maledicencia, o presta servi-
cios de celestina a cierto amor prohibido, agridulce de juventud,
pecado y celos. . . Algún galán ronda impaciente, entre inquieto
y fanfarrón, frente a los balcones de la dama a quien piensa, a
favor de su apostura, seducir. . . Un perro sin dueño husmea la
noche sobre los guijarros de la calle y alzando la cabeza al cielo,
que amenaza lluvia, apresura su renco trote. Para el vecindario,
sus sólidas casas de calicanto son un baluarte contra las innú-
78
DAVID VELA
meras asechanzas nocturnas: afuera rondan el Cadejo, la Llo-
rona y otras ánimas en pena que infunden pánico; precisamente
es plato del día cierto suceso que a todos asombra y a muchos
edifica: un individuo, y vecino de nota, cuyo nombre no dice pero
subraya de señas identificadoras la comadrería, cayó en las re-
des del milagro y fue víctima de un peligroso maleficio: creyó go-
zar del amor de una dama elegante una noche y, al día siguien-
te, al conducirlo el Hermano Pedro al sitio de la aventura, pudo
convencerse de que se trataba de un solar abandonado, entre
cuyas ruinas anidaban murciélagos reprobos y lechuzas agore-
ras del mal. Dios nos guarde!
Pedro deja su hospital y convento, que ahora construye,
y sigue, pasando por la séptima calle, la vía que lleva al tem-
plo de la Concepción; cerca de esta iglesia encuentra al padre D.
Gerónimo Varona de Loayza. Algún grave asunto saca al no-
ble prelado a tales horas a la calle; y advirtiendo que Pedro va
descubierto, como siempre acostumbrara, e interrogándolo so-
bre la causa de tan serio descuido para su salud, que significa
ese sujetarse a los rigores del sol y de la lluvia, se conmueve
ante la respuesta del lego:
— "Mi Padre, bien eftá fin fonbrero quien eftá a la pre-
fencia de Dios".
Pedro continúa su correría nocturna por las rúas silentes.
Algún sereno se aparta respetuoso a su paso, y aun alza su fa-
rol para iluminarle la vía, advirtiendo que lleva apagado el
candil y el Tercero camina sin ver, porque su alma va levanta-
da en alas de la plegaria y ocupada en piadosa meditación. In-
termitentemente, con voz plañidera, a la que presta metálica
consonancia su campanilla, familiar a los vecinos, canta:
"Acordaos hermanos
que un alma tenemos
y, si la perdemos,
no la recobramos".
La lluvia se desata con furia y espanta a los últimos esca-
sos trasnochadores; el agua tamborilea en los tejados y llora
en los cristales, para desbordarse luego en gorgoteos de gárgo-
las y correr en rumorosas avenidas por las calles. Pedro marcha
descalzo y descubierto y, mientras la ciudad duerme abrigada,
dando tregua a sus rencores y ambiciones mundanas, aquel
hombre clama por todos, en el desamparo de la noche: "Santo
Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, tened misericordia de nos-
otros!".
EL HERMANO PEDRO
7!»
Como una familia desvelada oyese a su puerta la campa-
nilla de Pedro, sale el jefe de ella e invítalo a entrar para de-
fenderse del agua; mas todos advierten maravillados que el bea-
to penitente no ha sufrido el aguacero y sus ropas están enju-
tas. Y Pedro, adivinando sus secretos pensamientos, le,s dice:
"¿Sois ciegos, acaso, que hasta ahora os dais cuenta de que hay
quien vela siempre sobre vosotros? Todo en la vida es milagro,
y yo soy el único indigno de ella; moveos a la contrición y san-
tificad vuestras almas con la plegaria".
De nuevo volvió a escucharse por las calles el tañido in-
sistente de la campanilla, y la voz alarmada y persuasiva del
hombre; "Acordaos hermanos. . ."
-XXVI-
EMULO DE FRANCISCO
«Udite, fratelli miei: frate lupo, che e qui dinanzi da
voi, m'ha promesse e fattomene fede, di dar pace con
voi, e di non offendervi mai in cosa nessuna, e voi
gli promettete di dargli ogni di le cose necessarie; ed
io v'entro mallevadore per lui, che'l patto della pace
egli osserverá ferinamente»,
I. Fioretti.
A caridad que rebosa el corazón de Pedro se extien-
de a los irracionales, y éstos, con su fino instinto,
parece que comprenden hallarse, como antes frente
a San Francisco de Asis, delante del más cariñoso
dueño; deponen así su fuerza, aduermen su fiereza
y de súbito devienen inofensivos y domésticos.
En la calle siempre hay ocupación para el espíritu gene-
roso. Esta vez Pedro se detiene en la plazuela de San Pedro; en
la acequia ha visto a un perro que se desangra mortalmente por
una estocada, y cargando a la bestia moribunda en sus brazos,
la conduce al hospital de Bethlén y procede a su curación. El
perro era propiedad del padre Robles y fue herido en castigo de
haber hincado sus furiosos dientes en la carne temerosa de un
niño. Curado el animal, convaleció en la portería de Belén,
echado humildemente, y sólo se alzaba para demostrar su grati-
tud y regocijo, cada vez que el Hermano Pedro volvía de sus
diarias excursiones de medicante. Un día, el Siervo de Dios le
dijo: "Vaya hermano Garrafás a su casa, y no ande por la ca-
lle, ni haga mal a nadie", y fue fama que el perro no salió más
de su casa y se tornó manso.
Otra vez, Pedro compró por medio real un zopilote enfer-
mo, a unos muchachos que aprovechaban en crueles juegos la
82
DAVID VELA
invalidez del animal. Lo llevó a Belén y lo aquerenció como a
una ave doméstica. Mas cierto día habló muy fuerte el instin-
to, y un polluelo de los hermanos fue muerto a picotazos por el
rapaz; entonces Pedro enojado le mandó que se fuese de la ca-
sa, y al instante voló.
En una ocasión atajaba a Pedro un concurso de vecinos, a
quienes apiñara el instinto de defensa contra un toro bravo que
había sentado plaza en la Alameda, cerrando el paso a todos e
impidiendo la entrada al Calvario. El Tercero desatendió las
advertencias premiosas de la multitud, y avanzando hacia el
animal le ordenó apartarse de su camino, y no mortificar a na-
die; y el toro se alejó mansamente.
Cuando más afanado estaba el hermano en adelantar la
fábrica del hospital de Belén, y por ese motivo excitaba 'la ge-
nerosidad del vecindario, el artesano Ortiz dióle regalado un
mulo cerrero, que por su indómita naturaleza le era inútil.
Aceptólo el Siervo de Dios y, desciñéndose la cuerda francisca-
na, lo ató y lo hizo seguirlo tranquilamente. El animal se hizo
famoso por su mansedumbre y casi no había necesidad de diri-
girlo en su diaria tarea de acarrear materiales en una carreta.
Cierta ocasión, como lloviera a cántaros y el mulo recibiera el
chaparrón en el patio, con las orejas gachas, Pedro le aconse-
jó: "Hermano mulo, póngase bajo techo, no ve que se moja". Y
el animal lo hizo, como entendiendo.
El Hermano Pedro había advertido a los ratones que no
menoscabasen la comida de sus enfermos; mas como un día se
querellase contra ellos el hermano celador de la despensa, aquél
los mandó venir, los recogió en su capa, pues los bichos no se
hurtaban a sus manos, y los llevó a la orilla del Pensativo; allí
les puso un puente para que cruzasen el río y les ordenó que
no pasaran más ese límite, a menos que tuviesen mucha ne-
cesidad.
-XXVII-
PASTOR DE ALMAS
«Recuerda por tanto de dónde has caido, y arre-
piéntete, y haz las primeras obras; pues si no, ven-
dré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar,
si no te hubieres arrepentido».
San Juan. AP. Cap. II, Ver. 5.
OMO en la oscuridad de las noches, en medio del
sueño de la ciudad, erra el candilejo de Pedro con
resplandor de estrella, así en la oscuridad de las al-
mas, en medio de las conciencias adormecidas, es luz
su exhortación y clave su palabra; un secreto impulso
bienhechor lo lleva sin titubeos al punto en que una voluntad
desfallece, la virtud se opaca y el mal abre sus fauces voraces.
Las almas extraviadas rehuyen la presencia de Pedro, por-
que les parece que aquella diáfana mirada sondea hasta el
fondo sus morales desnudeces; al sólo hablarle, ya se sienten
como de rodillas ante el confesionario y se alarman de ver sur-
gir, de un fondo de olvido, los hechos largamente callados, los
íntimos secretos que habían ido borrándose en la imprecisa me-
moria de una pesadilla. Sin embargo, el hermano sabe localizar-
los con seguro instinto: su celo piadoso los emplaza con impe-
rio y sus consejos vehementes, insinuantes o graves, caen en la
hora oportuna y logran su objeto con singular eficacia. Apenas
ha dicho a una mujer: "Lástima os tengo", y eso basta para
que reforme su vida, cuando empezaba a rodar por la pendiente
del escándalo, y ponga entre su pasado mundano y sus futuras
aspiraciones el grueso muro de un convento.
Pedro tiene el don de ubicuidad y en todas partes se le mi-
ra: consejero oficioso, intruso prudente, agua-fiestas del diablo.
Allí donde los cónyuges disputan, los padres se exceden en el
84
DAVID VELA
castigo, los truhanes traman sus fechorías, las mujeres ceden
a la atracción del galán o a celestinas insinuaciones, los enfer-
mos se van yendo sin confesión, los hombres se hacen guerra y
olvidan el temor de Dios, aparece inevitablemente el magnáni-
mo entrometido, a donde nadie le llama. Aquí mete paz; allá
corre con un enfermo en los hombros para llevarlo al confesor,
acullá exhorta a la oración y mueve a la penitencia; adelante
devela una intriga o frustra un rapto, y es milagro que todos los
corazones sean de cera en sus manos, moldeables de contri-
ción. Es así como ha ganado para su convento en ciernes a va-
rias ovejas descarriadas, que luego serán modelo de humildad y
firmeza. "Juan de Espera en Dios", por ejemplo, ya no recuer-
da que tuvo nombre importante, aunque no tan gracioso como
el que le puso Pedro, y que hubo cuantiosa fortuna; en cambio,
le es grato, en sosegadas horas, releer, una vez más, la carta
que el hermano fundador le dirigió sin conocerlo. En la tran-
quilidad de su celda paladea la sencillez y la elevación de su
director espiritual: "La páz de Dios sea en el alma de mi her-
mano, y le dé y comunique mucho amor. Amén. Pesóme mucho
de la caída que dió. mi hermano y ofrecióseme luego la que dió
San Pablo que fue causa de su conversión. Sepa mi hermano,
que son avisos del Señor, que le derriba en tierra para darle la ma-
no en el cielo. Es menester poner por obra lo que tanto importa,
que es la salvación de nuestras almas y dar los medios conve-
nientes. El principal es una buena confesión general; si es posi-
ble y de su devoción el venirla a hacer con un sacerdote que al
presente está en esta ciudad y es consuelo de todos los pecadores
que se quieren valer de él. En todo le deseo el acierto que para
mí. La luz del Espíritu Santo le alumbre en todo. Encomiéndese
muy de veras y mande decir tres misas a la Santísima Trinidad
por las ánimas del Purgatorio. Guatemala. De este Hospital de
convalecientes de Nuestra Señora de Belén, a 10 de julio de
1666. De su hermano que su salvación desea. — Pedro de San Jo-
sé Betancourt". Y releída, casi sin ver las letras, pues se la sabe
de memoria, fray Juan la besa, sonríe a un fugaz recuerdo le-
jano, y se pone en cruz en mitad de su celda.
Aun se recuerda en Belén la batalla que Pedro libró contra
Calzillas — Dios nos guarde! — en el alma de fray Rodrigo de
Tovar. Tentado por el demonio, este olvidó la suma lección de
su maestro: humildad. Había que verlo, poseído de cólera con-
tra don Juan de Uzeda, uno de los devotos contribuyentes a la
institución de Belén. El Siervo de Dios intervino, en el punto en
que su hermano perdía la continencia, y vió con gran sorpre-
sa que lejos de avenirse a razones se exaltara más, hasta el pun-
to de declarar que dejaba el hábito y no quería más ese heroís-
mo sin gloria ni retribución del fundador. Ibase ya, desentona-
do, mas Pedro comprendió que Calzillas mediaba y, echándole
EL HERMANO PEDRO
85
su rosario al cuello y hablando en nombre de Dios, lo redujo a
la paz y obediencia; oró después largamente, en su compañía,
hasta el alba. Fray Rodrigo fue en lo sucesivo tan sumiso y mo-
desto, que enternecía verlo, y murió en fama de altísima piedad.
Por ese tiempo se empeñó Pedro en apartar a cierto veci-
no de una muy grande tentación, que lo arrastraba a satisfacer
un amor prohibido, con mancilla de un hogar y riesgo de su vi-
da. Tan fuerte era el sano propósito del primero, como la pasión
en que ardía el segundo, y ocurrió que cuantas veces intentaba
éste acudir a las citas de la infiel casada, aquél se cruzaba con
sospechosa casualidad en su camino y, aun cuando no le habla-
se, su influencia poderosa lo desviaba, avergonzado, del logro de
sus lúbricos afanes. Sin embargo, un día creyó sonada la hora
de su dicha, al cruzarse en el camino de Almolonga con el Her-
mano Pedro, precisamente cuando acudía él, jinete en ligera
muía, a la última cita de su dama; en su interior pensó: "Aho-
ra veremos si este barbón me impide mis gustos". Más sorpre-
sa que disgusto había de experimentar, cuando encontró al
Siervo de Dios en la puerta de la mansión que asediaba, mara-
villándose hasta el punto de abandonar para siempre su sen-
sual devaneo.
-XXVIII-
NAVIDAD
«Dejadme hermanos, porque soy el
taquillo del niño de Bethlén».
Francisco de Asís.
UE puros son los cielos de diciembre, estirados de
azul, y por las noches pletóricos de estrellas. En
acercándose la fausta fecha del nacimiento de Cris-
to, a Pedro le parece ver en el cielo aquella luz ful-
gurante que guió a los Reyes Magos hacia el humil-
de y portentoso portal en ruinas de Bethlén. En verdad, puede
exclamar con el mismo derecho que San Francisco de Asís: fa-
tuelus pueri Bethlehem.
En la vida ascética y mortificada de Pedro se abre un largo
paréntesis de alegría: aprovechará la oportunidad para desaho-
gar su fervor ingenuo. Oh, abeja hacendosa! Recorre las calles
todas de la ciudad para invitar a los vecinos a que celebren co-
mo es debido el enternecedor misterio del nacimiento de Dios.
Hay que prepararse con ayunos, rezos y otros ejercicios espiri-
tuales; suplica con anticipación que embanderen y adornen con
ofrendas florales las casas, a lo largo1 del itinerario que segui-
rá su procesión. Algunos lo retienen un momento, y no desdeña
tomarse una taza de chocolate, siempre que "tenga sabor a sal-
ve regina" . . .
Pedro arrastra a una turba de muchachos, arrapiezos que
se regaban con sus modos pueriles y sus golosinas, y los ocupa
en la industria del día, bajo su paternal y vigilante dirección:
alistar innúmeros farolillos y antorchas. La ciudad comenta:
"qué feliz anda el Hermano Pedro". La noche del 24 saca en
procesión a la Virgen María y al Patriarca San José, en traje de
peregrinos, entre hachones, farolillos y músicas. Las calles se
88
DAVID VELA
aturden con la estridencia de los pitos, chinchines, tamboriles,
conchas de tortuga, castañuelas, panderetas, guacalitos, y otros
instrumentos originales, que cada año salen de la trastera para
festejar al niño Jesús. A la vez, la comitiva entona villancicos y
motetes, y la música ataca sonecitos. La procesión simula la
última jornada de San José y la Virgen, hasta el portal de Be-
thlen donde ha de nacer, a la media noche, el celestial cordero,
y termina en la casa hospitalaria de Pedro, más que nunca dig-
na de su título: Belén. En el trayecto, algunos vecinos llenan
de gratitud y gozo el alma del beato Tercero, pues detienen a
las veneradas imágenes para endilgarles canciones y ofrecerles
oraciones; también entra la procesión a las iglesias que halla
en su tránsito, al sonoro son de repiques.
El nacimiento, altar sui géneris, que tiene de monumento y
tienta con sus anacronismos a las imaginaciones infantiles, es
algo a propósito para el gusto Cándido de Pedro. El lo fabricará
con sus propias manos, sobrecargándolo de dones de la tierra:
naranjas, limas, manzanillas, melocotones, piñuelas, granadi-
llas, toronjas; no menos que la fruta, entre el lujo odorante de
la hoja de pacaya, se llena el alma de Pedro de suaves olores:
desde el 8 de enero de 1655 lo acompañaba el niño Jesús, y hay
gentes que juran sobre los evangelios que lo han visto albergado
en el sombrero de Pedro, que éste nunca se pone.
En Belén son regalados los fieles con un platillo especial,
y es maravilla que siendo tantos alcance para todos. La fiesta
se continúa en el oratorio de la casa: suenan las músicas, se
reza la corona, se cantan villancicos. Pedro se enardece, e im-
provisa coplas y danza con festivo entusiasmo. Luego, "al pun-
to que oía tocar a maitines, hacía que sus familiares se vistie-
sen de pieles, a usanza de los pastores, llevando cada cual algu-
no de los instrumentos rústicos referidos, y cantando y bailan-
do se encaminaba con ellos al convento de San Francisco, en cu-
ya iglesia asistía a los oficios divinos de aquella sagrada no-
che. Mientras los religiosos cantaban los maitines en el coro,
el Hermano Pedro con su comitiva y demás fieles asistentes re-
zaba en la iglesia, en voz baja para no interrumpir el canto oral,
el Rosario de la Santísima Virgen; y oían la misa de media no-
che, llamada vulgarmente del gallo".
Al día siguiente, con el claror del alba, Pedro suspendía
su oración y se encaminaba a Ciudad Vieja, para visitar allí
una piadosa imagen de la Virgen de Concepción, titular del pue-
blo, venerada en el primitivo convento de los Franciscanos. Iba
a darle las pascuas, felicitándola por el nacimiento de Cristo, y
en esa ocasión el Siervo de Dios, siempre tan atento y humilde,
a nadie saludaba en el camino, hasta después de haber comul-
gado y cumplido con su salutación a la Virgen; de regreso, a to-
dos los transeúntes que encontrase en su camino, les participa-
EL HERMANO PEDRO
89
ba a grandes voces y con efusiva alegría la grata nueva: Otra
vez, en nuestros corazones, ha nacido Cristo!
Aun seguía celebrando la Navidad con diversos ejercicios
piadosos, hasta la fecha de la Epifanía de los Reyes; entonces
sacaba otra procesión no menos llamativa, con los tres Reyes
Magos. "Salía del convento de la Merced, acompañada de las
comunidades y de numeroso concurso de personas de toda claso.
Delante iba un niño ricamente vestido, sobre un caballo blan-
co con lujosos jaeces, llevando una hermosa estrella en la ma-
no, en recuerdo del astro misterioso que guió a los sabios del
Oriente al Portal de Bethlén, y terminaba en la casa hospita-
laria."
Por eso se diría de Pedro, por altas dignidades de la igle-
sia, que moral y materialmente había reparado las ruinas del
Portal de Belén en que nació el Redentor.
-XXIX-
ORACION
«Quien lo hubiere probado entenderá algo desto, por-
que no se puede decir más claro, por ser tan escuro lo
que allí pasa».
Santa Teresa de Jesús.
A oración es en Pedro actitud mental permanente y
definida; de ahí que en todo instante se halle presto
a recibir los dones de la gracia, directamente, para
su íntimo contentamiento, o como intercesor, para de-
rramar favores sobre los otros. Numerosos sucesos
extraños ilustran su vida piadosa, casos que la teología explica
y que algunos elegidos, así Santa Teresa, quisieron expresar;
mas Pedro aprecia en muy poco su mente y es simple factor pa-
sivo, con todo candor amparado en la confianza.
Su obediencia humilde a las ritualidades de la iglesia in-
cítalo a repetir las oraciones comunes: el padre nuestro, que
Cristo enseñó a sus discípulos; la salve, que tiene por panacea
de todos los males y fuente de incalculables bienes; y el ave-
maria, adecuada a su predilecta devoción por la Madre de Dios.
Particularmente, por otra parte, ingenió muy diversas y efica-
ces maneras para extender la costumbre del rezo de la Corona
de la "Virgen y el Rosario; siendo fama que las preces que la ru-
tina marchita en el corazón de los fieles tibios o indiferentes,
parecían improvisadas en los labios de Pedro, rejuvenecidas de
fervorosa intención. Sin embargo, a menudo su plegaria alcan-
za otras manifestaciones: en la elevación sin palabras del éx-
tasis, en el coloquio ingenuo con las imágenes piadosas y has-
ta en el exaltado júbilo con que llega a danzar frente a la Vir-
gen. Sintióse siempre en la presencia de Dios; algunos llegaron
a ver que lo acompañaba el niño de Belén y quedan testimonios
92
DAVID VELA
de que estuvo, a la vez, orando en dos igjesias distintas. Cuan-
do por las noches llegaba a orar al templo de la Merced, sin te-
ner llave de éste, las puertas se abrían al solo contacto de sus
manos, con silencioso misterio.
El mercedario fray José Monroy, recto observante del oc-
tavo mandamiento, contaría lleno de unción cómo, cierta vez
que Pedro oraba en el convento de la Merced, duró hasta el al-
ba una pequeña candelilla que el Siervo de Dios había encendido;
algo que a todos los testigos del hecho pareció portentoso, pues
había razón para pensar que el fervor de Pedro era el que ar-
día en la llama inagotable de la vela.
Dos religiosos de la Orden de Santo Domingo comentan ad-
mirados un hecho edificante: sorprendieron a Pedro en su ora-
torio, de rodillas, sumido en un éxtasis profundo y parecía ser
tan intenso su trabajo espiritual, que vieron cómo el cuerpo se
agitaba con violentas sacudidas. Retornando de ese inmóvil via-
je, el Siervo de Dios se cubrió de rubor y trató de hacer olvidar
la escena a sus visitantes, mostrándoles los cuadros que hiciera
pintar en su tinajera.
Esta vez, Pedro vuelve de una caritativa diligencia, acom-
pañado del hermano Nicolás de Santa María. En la noche calma,
radiosa de estrellas, hablan de cosas simples, riendo fray Nico-
lás cándidamente la graciosa charla de su director espiritual.
Quizá fantasean con cristiana ambición sobre sus esperanzas de
repletar la despensa de Belén, o se deleitan con el proyecto de
construcción del edificio, que la voluntad de Dios lleva ade-
lante. En el silencio, la conversación discurre como un riachue-
lo manso y claro.
De pronto, cruzando la plazuela de San Pedro, fray Nico-
lás se recoge penetrado de profundo respeto. Pedro ha caído en
éxtasis y está de pie, con los ojos cerrados, como si durmiese,
mas sus brazos se levantan con lento ademán al cielo y quedan
alzados, largos e implorantes, por espacio de una hora; hasta
que un perrillo, que quiere pagar al hermano su curación en el
bospital de Belén, tira inquieto del hábito. Pedro reanuda la
marcha y disimula ante fray Nicolás: "Es posible que tenga un
perrillo más habilidad que el hermano, que viéndome dormir, no
me despertaba?"
-XXX-
RESCATANDO ALMAS
«Por su cuenta
vaciara el Purgatorio».
G. Verona de Loayza.
IN descuidar obra alguna de caridad, ni negar jamás
su concurso a los vivos, Pedro mantuvo siempre es-
Í^S^^ Pecial piedad por las ánimas en pena, inspirado en el
iFkÜSX! temor c^e Dios. No causó extrañeza verle de director
g^i' y peón de albañil, a la vez, empleado en la fábrica
de dos ermitas para las almas del purgatorio, construyendo
una en el paseo de Jocotenango y otra en la entrada de San Juan.
Inventó Pedro una industria original, que administró y
acrecentó su celo hasta la hora de su muerte: llevaba un registro
con los nombres de muchísimos difuntos, curiosa contabilidad
seguida día por día durante todos los meses del año; luego, dis-
tribuía entre los vecinos de la ciudad cedulillas con el nombre
de cada difunto, a efecto de que en día determinado se ofreciesen
comuniones, misas y oraciones por el descanso de aquellas al-
mas. Sobre eso, organizaba piadosos novenarios, con el mismo
objeto, en el Calvario, San Lázaro, y otros sitios. Al sonido de
su campanilla congregaba al pueblo para repartir sus cédulas
y, algunas veces, exigió a cambio de sus dádivas la más extra-
ordinaria remuneración: un padrenuestro y una salve por las
ánimas del purgatorio.
Cierta noche, a eso de las siete, Pedro marchaba por las
calles en compañía de don José de Estrada, su fervoroso discí-
pulo. Llegando cerca de la plazuela del hospital de San Pedro,
frente a la portería del Convento de monjas de Santa Clara, un
desconocido les hizo encuentro y conversó con Pedro; don José
apenas pudo colegir una frase del intruso: "Eso es muy difícil de
94
DAVID VELA
ejecutar", y se maravilló de la extraña manera y rapidez con
que desapareció de su vista, al punto que se permitió interro-
gar a su maestro: ¿Qué significa esto?
— Esto es un cintillo de malacates — respondió Pedro enig-
mático— . Nunca retengas cosas ajenas, que es causa de reten-
ción en el purgatorio, y las almas no salen hasta que aquellas
cosas se vuelven.
Pedro cambió de rumbo y sin vacilar se dirigió a la casa
de don Antonio de Aguilar, recientemente fallecido. Allí dijo
resueltamente a la viuda:
— Vengo por un cintillo que le empeñaron al marido de
Vuestra Merced, el cual dice el hermano que está en aquella
gaveta (y señaló con el dedo) más un papel en que consta su
desempeño.
— Vea, hermano Pedro, le. . .
— No pasemos adelante; no jure en vano. . .
E incontinenti se dirigió al escritorio que había señalado, y
de una gaveta sacó el cintillo y el papel, ordenando a la señora:
— Envíe prontamente esto a don Juan de Zabaleta, porque
su difunto esposo lo ha menester. . .
En otra ocasión fue Pedro llamado por la suegra de dou
Fernando Pacheco, escribano público de número de la Real Au-
diencia. Se trataba de consultarle un caso raro: en la casa don-
de su yerno y su hija instalaron su matrimonio era imposible
conciliar el sueño, ni vivir, pues de día y de noche espantaban.
Pedro se ofreció a velar, orando en la dicha casa, y al día si-
guiente les ordenó desenterrar los restos mortales de un hom-
bre, en un rincón del segundo patio, así como decir varias mi-
sas por el descanso de un alma en pena; siendo fama que en lo
sucesivo no se advirtió en la casa algo anormal.
Muerto Pedro, el padre maestro don Bernardino Obregón
de Ovando, uno de los directores del Venerable Tercero, gusta-
ba de contar a los belemitas, "con motivo de exhortarlos a la
abstinencia, en las pláticas espirituales que hacía a la comu-
nidad, otro suceso portentoso, del que hubo cabal e indudable
noticia: oraba Pedro en la capilla de El Calvario por un difun-
to de nombre Rodrigo, que fuera su compadre, cuando éste se
le apareció en horrible figura y le dijo: "Hermano, muy delga-
do se hila por allá, y así persevere en hacer bien por las almas
del purgatorio, porque son muy grandes las penas que padezco".
Grande tribulación y hasta horror embargaron el ánimo de Pe-
dro, al grado que llegó a temer por sí mismo y a estremecerse de
suprema compasión por los muertos en pecado, y se echó al sue-
lo, clamando a gritos misericordia de Dios y su Santísima Ma-
dre. En esas circunstancias se le apareció la Virgen en uno de
EL HERMANO PEDRO
99
los altares, escoltada por dos varones de alba vestidura a quie-
nes no pudo el Tercero identificar, y la Señora le dijo: "Perse-
verad como habéis comenzado que yo os ofrezco mi favor y pa-
trocinio en la hora de la muerte". Así fue Pedro consolado; mas
en lo sucesivo acreció en fervor y arreció sus ejercicios de peni-
tencia, y con la humildad que en cada acto suyo resplandecía,
consultó a don Bernardino de Ovando si sería bueno abstenerse
también de su plato de frijoles, que comía de pie hasta enton-
ces, ofreciendo la abstinencia en gratitud a la Virgen María.
Y el último año de su vida, como siempre se consintió gran
pecador, en su registro de almas en pena, llenó el mes de abril
con su propio nombre: "El hermano Pedro de San José, difun-
to", y repartió cédulas para que de limosna se ofreciesen ple-
garias a favor de su ánima.
-XXXI-
EMPENO DE CALZILLAS
«Suele su Majestad para mayor gloria de sus santos
el ponerlos en manos del demonio para que éste se
confunda viendo su fortaleza y a estos se les aumen-
ta la corona por su constancia».
Fray Francisco Ximenez.
ODO el mundo quiere y respeta en la ciudad a Pe-
dro, mas tiene éste un mortal enemigo invisible, que
no se da reposo en tenderle redes: Calzillas, despec-
tivo mote con que el Siervo de Dios denomina al de-
monio. No sólo por la vía de la sugestión, en per-
secuciones interiores, trató su enemigo de estorbarle el sosiego
de la plegaria y torcer la dirección de sus miras, o enturbiar la
limpieza de sus operaciones; pues llegó a exteriorizarse en for-
ma sensible, tentándolo de muy diversas maneras; y aun corri-
do ante la imposibilidad de perderlo directamente, opuso mil
tretas tendientes a frustrar las prácticas de caridad del humil-
de lego, quien' de la persecución sacaba enseñanzas, y así exhor-
taba a sus compañeros: "Sabed, hermanos, que hay algunos
hombres a quienes el demonio tiene tan sujetos, que anda sobre
ellos a caballo; y a otros los tiene cogidos por la ropa; y otros
hay a quienes no puede sufrir ni ver delante de sí".
Oraba Pedro en la capilla del Calvario. No hacía mucho
que se anotara por hermano de la cuerda de San Francisco;
pero sus rodillas encallecidas son insensibles al dolor y al can-
sancio y se afirman al suelo con solidez de piedra; el cuerpo
liviano de ayunos y vigilias es cada vez más ingrávido; los bra-
zos, con dócil memoria muscular, se identifican con el signo de
la cruz, porque la crucifixión del cuerpo es previa a la ascensión
del alma. Mas Calzillas ronda celoso esta conciencia firme
98
DAVID VELA
y sellada. Ya una vez logró sugerirle el sentimiento de su per-
dición y el horror de las penas eternas, y por esa vía distraerlo
de la plegaria. Ahora fracasa la tentación interior y acude al
auxilio de los sentidos, siempre despiertos y vigilantes: toda la
fábrica de la iglesia se estremece y el eco recoge y duplica el
estruendo; algunos feligreses huyen pavoridos, seguros de que
se desata la furia de un terremoto e impetrando la divina cle-
mencia con alteradas voces; sólo Pedro queda extático, desen-
tendido del mundo exterior. Por eso, cuando le refieren asus-
tados el incidente, y se maravillan sus interlocutores de que en
el resto de la ciudad no haya temblado, Pedro calla y com-
prende: es que andaba Calzillas de por medio.
Otra vez, en el sosiego de la oración, Pedro mira avanzar
hacia su cuerpo una bola de fuego, que crece y arrecia su velo-
cidad al acercársele. Sólo un instante creyó ser arrollado, pero
ya no lo fue, porque sin transición volviera a hundirse en la ple-
garia.
Aquella tarde tuvieron un susto los hermanos Terceros.
Acompañaban a Pedro al cumplimiento de un rito sencillo y
solemne: plantar una cruz en el sitio en que debía el Siervo de
Dios erigir una ermita a las ánimas del purgatorio. A mitad del
camino, como tratando de impedirles cruzar el río Pensativo,
un perro de extraordinaria corpulencia cerró con amenazante
actitud el puentecillo de madera; mas, en viéndolo Pedro, ex-
clamó sin asomo de miedo: "obra de caridad será darle de pa-
los a aquel animal", y es que había reconocido a su irreconcilia-
ble enemigo. Avanza por eso, desentendiéndose de su campani-
lla y de la capa, e invocando a Dios aceptó el combate, pues ya
la fiera lo embestía babeando rabia por entre los afilados col-
millos y encendidos los ojos como dos ascuas. Era prodigioso
advertir que el perro no ladraba, y más aún que se empequeñe-
cía a cada palo que sobre él descargaba el hermano, hasta des-
aparecer a la vista de los hermanos.
Esta noche, el doctor don Pedro de Ozaeta tiene visitas y,
oyendo que por la calle suena la campanilla de Pedro, esquila
de almas, hurga en un arcón incrustado, y muestra un bastonci-
llo con la señal de una mordedura de perro, luego relata:
Este bastón es del Hermano Pedro y debo llevárselo a su
hospital, lo poseo por modó raro: casualmente presencié el más
extraño combate, pocas noches hace, en que el Hermano Pedro
se las había con un mastín corpulento que con la amenaza de
sus colmillos quería cerrarle el paso. Quise acudir en ayuda del
Tercero, mas era como si conforme yo avanzaba ellos sin cam-
biar de sitio se fueran alejando. Cuando logré llegar a la es-
quina el perro había desaparecido y sólo vi al Hermano car-
EL HERMANO PEDRO
99
gando a un hombre, al parecer herido, que clamaba por su
pronta conducción a manos de un confesor. En el sitio de la re-
yerta encontré este bastoncillo. Vedlo, tiene la marca de los fe-
roces dientes.
Los circunstantes se han estremecido sin querer. El caso
es, sobre probable, corriente; pero alguien interpreta un senti-
miento que en todos gesta medrosamente:
— Qué cosas más extrañas pasan en torno de Pedro Be-
thancur. Dios me perdone, no haya sido cosa del enemigo. . .
— Dios nos guarde! — y un coro de inquietud se santigua.
-XXXII-
CONVERSION DE RODRIGO
«Entonces Jesús mirándole, amóle, y di jóle: una cosa
te falta, ve, vende todo lo que tienes, y da a los po-
bres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sigúeme, to-
mando tu cruz».
San Marcos. C. 10. v 21.
OR el año de 1666 entró a Guatemala, jinete en una
muía de preciados jaeces, un caballero cuyo talante,
aparte de la comitiva que lo sigue y el recibimiento
que se le hace, demuestra ya que es un hombre de
sangre noble y corazón valeroso, digno de ilustrar
con sus hazañas un libro de caballería andante. Es don Rodri-
go de Arias Maldonado, quien a pesar de sus 29 años donjuani-
les ha tenido en sus manos las riendas del gobierno de la Cos-
ta Rica y, algo más, con puño de hierro redujo a los bélicos in-
dios de Talamanca, gastando en dicha empresa, de su caudalo-
so peculio, la suma de sesenta mil pesos, amén de exponer su
vida jocunda en la aventura, a tiro de flecha del enemigo y en
mortíferos climas.
Su llegada a la corte de Guatemala es suceso de primera
magnitud y arremolina comentarios. Los hombres graves callan
con ceremoniosa adquiescencia; los mozalbetes fantasean al
calor de su sangre moza; las muchachas casaderas ensueñan;
las casadas suspiran; alguna madre diligente contará a escon-
didas, por enésima vez, la dote de su hija; algún marido des-
confiará caviloso . . . No abundan partidos así, pues don Ro-
drigo es sangre de los duques de Alba y los condes-duques
de Benavente, y su juventud y riqueza pueden agregar a sus*
símbolos genealógicos otro, que agranda los ojos y abrillanta
las miradas: el cuerno de la abundancia. . .
102
DAVID VELA
Por ese tiempo, Pedro de Betháncur anda afanado en la
construcción de su hospital de convalecientes. Qué vidas más
distantes, de equivalente nobleza, de semejante fama, de pa-
reja heroicidad, mas injuntables, como las líneas de Euclides.
El gobernador luce en los saraos y en las solemnes ceremonias
públicas; el Tercero de Francisco luce en las fiestas de la ca-
ridad y en los actos piadosos;' aquél anda tirado en carrozas de
lujo por las calles del barrio de la nobleza, éste desangra sus
pies descalzos en las calles de los barrios pobres y en la senda
pendiente de la santidad; aquél es árbitro en suntuosos banque-
tes, éste se consume en la virtud de la abstinencia; aquél se
enorgullece de su familia, éste llama hermanos a los indígenas
y a los negros, y aun a los animales; aquél ha vencido a los ta-
lamancas, que son el demonio, éste ha vencido a Calzillas, que
es el demonio mismo, aquél conquista los corazones, éste con-
quista las almas; aquél viste sedas, encajes y dorados, éste lleva
un saco de jerga y al áspero guangoche de su veste interior
agrega hirientes cerdas para engalanarse con la mortificación,
aquél confía en sí mismo, éste se entrega a la providencia divi-
na; aquél manda sobre el aguerrido temple de sus soldados y el
corazón dulce de las mujeres, éste sobre el aguerrido temple de
los penitentes y el corazón manso de los menesterosos y los en-
fermos; aquél es bienquisto del rey y ya parece andar buscando
la pose en que ha de perpetuarse en las páginas de la historia,
éste es mirado por Dios con amplia complacencia y sin quererlo
está adoptando la figura con que será perpetuado en los altares.
En la vida aventurera de don Rodrigo sólo se ha hecho un
paréntesis de descanso, que hace más regalado el grato clima
y el esplendoroso paisaje de Guatemala, pero la América es muy
grande y no se acaba de reducir, y hay muchos sitios en que
los clarines llaman con sones imperiosos al combate. En la vida
caritativa de Pedro no hay tregua posible, porque el dolor hu-
mano es aun más grande, y en todas partes resuenan hipos de
llanto y quejumbrosas lástimas. Precisamente ya piensa el Sier-
vo de Dios en la necesidad de extender la capacidad de su casa
hospitalaria, y sus palabras se. cargan de profecía cuando pre-
siente la gradual realización de sus propósitos: "En esta calle
que atraviesa entre nosotros y la nueva fábrica de los pobres se
ha de hacer la iglesia: en aquella isla de casas se ha de labrar
el claustro, y todos aquellos edificios, que ahora están habita-
dos, han de servir de plazuela: y esto, quien viviere lo verá. . ."
Pedro nunca fía de su pensamiento y todas sus conviccio-
nes emanan de los designios superiores cuya revelación se ha-
ce con viva luz en su alma. No puso, pues, sus ojos humildes en
la brillante y alta figura del descendiente de los duques de Al-
ba, pero algo grande trasuntaba cuando, de comentando la
muerte del hermano Rodrigo de Tovar, que hubo fama de gran
EL HERMANO PEDRO
103
piedad, decía: "¿Piensas acaso, hermano, que por eso se ha de
atrasar la obra de Belén? El Altísimo llamó para sí al herma-
no Rodrigo; mas ya tiene preparado otro Rodrigo que ha de ser
columna de Belén!" Y, aun antes de que el gobernador llegase
a Guatemala, cuando venía en camino, declaraba a doña María
de Céspedes: "Hermana, un caballero viene, en quien tengo
fundadas mis esperanzas..." Aquella piadosa dama no habría
podido colegir el significado de ese oráculo, si más tarde, al pa-
so ostentoso de don Rodrigo no hubiese Pedro exclamado:
¿"Ves aquel hombre que viene allí? Es cabalmente hecho a la
medida de mis intentos".
Varias veces encontró don Rodrigo al hermano Pedro en
su camino, y siempre sintió ante su presencia una extraña desa-
zón. Ya la fama había traído a sus oídos mil curiosos sucesos de
la vida clemente y mortificada del modesto lego: sus éxtasis di-
latados en la oración, sus fervorosos transportes ante los alta-
res, su penitencia heroica y, sobre todo, su caridad inagotable y
todopoderosa. Al verlo se enternecía, sin querer, con un senti-
miento medroso que sacudía al punto, casi irritado de doblegar-
se a la influencia de aquel inofensivo Tercero, en quien todos
los gestos, las palabras, tenían fuerza de exhortación, enseñan-
za de ejemplo, indirecta intención de advertencia. . . Y el go-
bernador sonríe, incrédulo y hasta burlón, cuando el barbero
le refiere, con circunstanciado detalle, un suceso que empieza
a ser comidilla del público: si el gobernador lo permite. . . En
ocasión en que don Rodrigo pasaba frente al hospital en cons-
trucción, donde Pedro prestaba su sangre para pegar las pie-
dras, el Tercero exclamó con inusitada animación e íntimo re-
gocijo: "¿Ven al gobernador con aquella pompa vana y majes-
tad suntuosa que va?; pues él es el que tiene Dios preparado
para mi sucesor y el que ha de fundar en este hospital pobre una
Religión". Repíteme eso, cuenta otra vez, dirá Rodrigo regoci-
jado; y mientras el menestral hilvana su charla, satisfecho y
servil, Rodrigo no le oye, porque la risa lo sacude desde la ca-
beza a los pies y le pone, a él tan fuerte, dos lágrimas en los
ojos. . .
¿Qué pasa? Es que Rodrigo, el galante doncel y noble ca-
ballero, pierde la razón? Se le ha visto por las calles de la ciu-
dad, con un saco de penitente, detrás de Pedro el asceta, con la
vista puesta en el suelo y la mente en incógnita idea lejana. A
su paso se develan los pensamientos del pueblo: hay dama que
se aflige; algún marido sonríe victorioso; cierto rival político
se hincha de satisfacción; muchos se pasman y quedan edifica-
dos; otros simplemente comprenden: nada está vedado al poder
de Pedro. . . Y es verdad, Rodrigo mismo ha visto, agrandados los
ojos de admiración y el alma llena de temor, cómo, por interce-
sión del beato Tercero, al conjuro de su voz suave y grave de
104
DAVID VELA
suplicante, una muerta se alzaba del túmulo funerario y retor-
naba a los colores de la vida, contrita y depurada, volviendo de
quién sabe qué prueba tremenda, de qué lejana excursión. Fue
algo maravilloso verla desatarse del bielo de la muerte en que
ya estaba presa, abrir suavemente los párpados, que un invisi-
ble peso presionaba, y recrearse en la lenta localización de los
objetos familiares, todavía ofuscados los ojos por cierto deslum-
bramiento de misterio; y sin duda era una enseñanza la hu-
mildad con que dió las gracias al Siervo de Dios: "Así gano tiem-
po para limpiarme de pecado, en el retiro y la oración".
Entre el pueblo, los comentarios se cargan de insidiosas
alusiones al último amorío de don Rodrigo; quizá porque, con
su retiro del mundo, coincide una gran palidez y hondo achaque
de melancolía en doña Elvira, la dama más bella y fina en el
reino... La verdad es que Pedro ejerce un influjo irresistible
sobre las almas, y la de Rodrigo es un alma selecta, bajo la ca-
pa de conveniencias y devaneos mundanos, es un alma heroica,
y ha sido tentada por esa lucha sin tregua, ni esperanza de ga-
lardón, en que Pedro agota su cuerpo, humilla su egoísmo y se
alza como un campeón de la fraternidad humana, él solo contra
las preocupaciones aristocráticas que crean distancias y pre-
rrogativas entre los hombres, hasta entre los miembros del
clero.
Era llegada la hora. Pedro presiente tu fin y ha escogido
sucesor, a la medida de las ingentes necesidades de su institu-
to incipiente. Apenas le quedan tres meses para probar la voca-
ción de Rodrigo de Arias, medir la fuerza de su renuncia y la
capacidad de su dirección y, en fin, aleccionarlo sobre el es-
plendoroso porvenir de la Religión Bethlemítica, que ya el Sier-
vo de Dios columbra a distancia, como meta de sus afanes su-
pervivientes.
Así llegó Rodrigo de Arias a manos de Pedro, que es' trán-
sito hacia Dios y los pobres del Señor, realizando sus bienes pa-
ra donarlos a los menesterosos; cambiando sus maneras de
gran Señor por la actitud suplicante del mendigo; renegando
del festín mundano, para satisfacerse con el ayuno; trocando
sus arreos de gobernador por un saco de penitente; ahogando el
estruendoso recuerdo de sus combates y amoríos en el silencio
de la plegaria.
Tres meses tan sólo bastarán a Rodrigo para captar el al-
ma del maestro. Así, cuando la Real Audiencia pone en sus ma-
nos la cédula de S. M. Carlos II, quien le concede la gracia del
título de Marqués de Talamanca, con una asignación de doce
mil ducados de renta anual, él declinará la merced humilde-
mente y regresará, libre de tentaciones vanas, al amplio recin-
to espiritual de su estrecha celda. Antes de un año, el 2 de fe-
brero de 1668, iba a ser elegido Superior de los Bethlemitas;
EL HERMANO PEDRO
IOS
a su incansable trabajo se debería la exaltación de su instituto
a Religión Sagrada, por bula de Inocencio XI, de 26 de marz:>
de 1687, y el pase que celos e intrigas retardaron hasta 1696.
Cuando murió Rodrigo, 23 de septiembre de 1716, tenía 79 años
de edad, 50 de haber renunciado al mundo y 29 de ejercer la
prefectura general de su Orden.
En diciembre de 1666, cuando todos dudaban de la convic-
ción de Rodrigo y algunos tomaban su actitud a locura, fray
Payo de Rivera decía satisfecho al Hermano Pedro: "Buena
conquista hizo el hermano, porque en sus santas manos capitula
un conquistador". Por eso en 1697, cuando la religión Bethle-
mítica alcanzaba su consagración papal, diría desde el pulpito
fray Nicolás Rodríguez: "Tuvo efta Religión f agrada en el
Oriente de fu cuna feliz tres Varones infignes, el V. Pedro de S.
Jofseph fu Fundador honra de Guatemala: el excelentiffino se-
ñor D. Fr. Payo de Ribera, honra de nueftro mexicano Empo-
rio, y en el retiro de N. Señora del Rifco mejor Feniz, que efté
en gloria: y a fu Reverendiffimo Prefecto General tan efclare-
cido, y generofo en todo, el Padre Fr. Rodrigo de la Cruz".
-XXXIII-
PADRE DE POBRES
«Efte hombre abrafado en fuego, digo yo, que feria
el infigne Pedro de Betancur, encendido en llamas de
Charidad, a cuyo govierno, y dirección eftuvo efte
Bethlemitico carro. Pedro feria abrafado Elias en el
carro de la gloria de Dios, fu carro, y carretero».
Pedro Muñoz de Caftro.
L mandamiento reza: "Ama a tu prójimo como a ti
mismo"; Pedro rebasa el límite, porque ama a su
prójimo más que a sí mismo, porque arde en amor y
todos sus actos lo entregan, en perpetuo servicio. Es^
clavo voluntario de los demás, sin esperanza ni deseo
de retribución, a cada instante y sin reservas se dona en cuer-
po y alma: presta sus ojos al ciego, sus pies al tullido, su clari-
videncia a las mentes extraviadas, sus brazos al inválido, su es-
peranza al triste, su fervor al incrédulo, y sus flacas manos me-
nesterosas ofrecen todos los dones, como si fueran el providen-
cial cuerno de la abundancia que babía de derramarse sobre la
Antigua Guatemala. Oh! manos misericordiosas de Pedro, ungi-
das de limosna, suaves de caricia, oficiosas en la distribución,
unciosas en la plegaria, severas para exhortar, insinuantes ha-
cia el seguro Norte, nimbadas de gracia al bendecir. Esas ma-
nos fueron cauce por donde cdrrió sin parar la fortuna de los
pobres, el bálsamo de los afligidos; apenas se han extendido pa-
ra pedir, y ya se extienden para dar; deberían estar cansadas de
repartir copia de bienes entre los vivos, y se alzan en extático
vuelo para implorar por los muertos; en sus cuencos prodigio-
sos se multiplican los valores y cabe íntegro el botín de la ca-
ridad.
108
DAVID VELA
Un día entra Pedro a la casa episcopal y la despensa se
agota, las urnas se vacían, todo se subasta sin precio en la pu-
ja de la necesidad. Los subordinados fruncen el ceño, pero fray
Payo de Rivera se enternece hasta el llanto ante la voracidad
del magnánimo insaciable.
En los hospitales, cuando el dolor es muy agudo, cuando se
desespera a lo largo de crónica dolencia, cuando la visión del
mundo se opaca de angustia y el cuerpo se rinde en sus últimas
resistencias, aún alienta una dulce esperanza y de todos los la-
bios que ha quemado la fiebre brota un clamor unánime: ¡Her-
mano Pedro! ¡Hermano Pedro!
En los hogares menesterosos, donde la pobreza vergonzan-
te se ha fatigado acarreando todas las prendas al cubil del usu-
rero, en la hora de hambre y en la evidente desnudez, los hom-
bres retroceden en la linde del suicidio y la blasfemia, porque
en la puerta se recorta con sonriente oportunidad la figura gran-
de y humilde de Pedro, con el don en las manos y la palabra
que abre las fuentes del consuelo en los labios.
Hay un sitio, extramuros de la ciudad, que se mira de lejos
con miedo, cuya sola mención ya despierta aversivos prejuicios, es
"San Lázaro", el asilo de los hijos de Job, cuyas grises paredes y
lacerante contenido contrastan con el ameno aspecto de la salida
del mismo nombre. Desde 1640 funciona el piadoso instituto, a
cargo de los herederos de San Juan de Dios. Allí está Pedro con asi -
duo celo, curando y consolando, poniendo sus manos puras sobre
las carnes que desfigura y arranca la podre, llorando la miseria
irredimible, mas dándoles a todas aquellas almas el lenitivo de su
amor y confortándolas con la esperanza arcana de su absoluta
liberación del cuerpo contagiado, para descansar en el seno mi-
sericordioso de Dios.
Este día, en que la iglesia celebra el tránsito del patriarca
San José, Pedro desea orar, rendirse en la plegaria, porque su al-
ma rebosa gratitud: una vez más, su fe encendida, su tranquila
confianza, han sido la vía para que se opere el prodigio. Repar-
tía su acostumbrada limosna a gran concurso de mendicantes;
nunca vió tantos juntos, ni los halló tan necesitados, como si la
suerte viniese a poner en evidencia su descuido, pues apenas
cuenta con dos arcas de pan para abastecer tamaña solicitud. Y
ahora fray Rodrigo canta por todas partes el prodigio y acendra
fe, porque a sus ojos de novicio se manifiesta rediviva la es-
cena de Canaan, cuando Cristo convertía en vino el agua y mul-
tiplicaba los panes: se pasma de que a todos alcanzara en el re-
parto, y aun así las arcas quedasen intactas. Seguro guía ha es-
cogido para caminar por el mundo.
EL HERMANO PEDRO
109
Mas el Siervo de Dios interrumpe su oración, súbitamente
iluminado, porque aquel sobrante le indica que son muchos más
los necesitados del Señor. Adereza una cena, recoge una ración
del pan milagroso y sale en resuelta dirección, como quien acu-
de a una cita; va rectamente y de prisa, seguro de su obligación.
Cuando llama a la puerta de un hogar humilde y ofrece sus do-
nes a una mujer que ayunaba en secreta indigencia, ésta se pos-
tra en tierra: "¿Santo mío, ¿quién te ha dicho que no he comi-
do en todo el día?". . .
Oh! Pedro, clarividente padre de pobres, cómo se dan todos
los requisitos en el cumplimiento de tu misión, qué bien hacen en
llamarte lince de la caridad. Acaso no eres tú quien ayudas a
bien morir, amortajas, cavas las huesas y aun lloras, como si to-
dos los hombres fuesen tjjs parientes? Acaso no eres tú quien re-
cibe a los niños sin padre, los llevas a la pila bautismal y aun les
das tu nombre de insigne pródigo? Oh! manos de Pedro, qué
dulces y fáciles se hacen a vuestro contacto la vida y la muerte. . .
-XXXIV-
EL TESTAMENTO
«Ofresco, y encomiendo mi alma a Dios Nuestro Se-
ñor que la crió y la redimió con el infinito precio de
su sangre muerte, y pasión, por cuyos méritos le su-
plico haya misericordia de ella. — Mando el cuerpo a
la tierra de que fué formado, y es mi voluntad sea se-
pultado en la Iglesia del Convento de Sr. S. Francis-
co en la Capilla entierro de los Hermanos terceros».
Pedro de S. Joseph Betancourt.
í,ULGE apenas un candil. En la sala enfermería de
Belén hay un silencio sereno, evidenciado por la res-
piración de profundo descanso con que duermen los
asilados: indios, negros libertos, mulatos y criollos,
dormidos en el alivio y la confianza del desvelado ce-
lo con que los caritativos Terceros los cuidan y regalan, bajo la
piadosa dirección de Pedro de San José, el inmensamente miseri-
cordioso. Pero, he aquí que en una de las camas también reposa
el fundador, aquejado de achaques y enfermedad y amenazado
de muerte, que es el desenlace de su vida de sacrificio. El, que
a tantos enfermos trajo en sus hombros y a todos sirvió medici-
nas, alimento y consuelos, es ahora el necesitado, y recibe de li-
mosna las solícitas atenciones de sus Hermanos menores, a quie-
nes agrupa el temor de un peligro inminente: ¡Dios quiera guar-
darnos a Pedro, que es cabeza nuestra y tesoro de los pobres!
Escuchando los pasos del Hermano Francisco de la Trini-
dad, Pedro se incorpora y le ruega que le lleve papel y pluma,
pues desea escribir su testamento, "recelándose de la muerte que
es natural a toda criatura viviente, cuya hora es incierta"; como
buen cristiano debe ordenar su última y final voluntad y, a fal-
ta de bienes materiales, legar el enorme tesoro de bondad que su
112
DAVID VELA
alma fue guardando a lo largo de su piadosa vida. El Hermano
Francisco regresa con silenciosa diligencia y cuando entrega a
Pedro los efectos pedidos, no puede contener una lágrima que le
abrasa las tostadas mejillas. Ya lo saben también sus compañe-
ros, y en todos los corazones sobresaltados bate una angustia pro-
fética, un temor que se expresa en plegarias y, en los más sensi-
bles, se desahoga en llanto.
Al principio tiembla un poco la mano, el pulso es débil, mas
pronto el cuerpo, domeñado por aquella voluntad firmísima
vuelve a ser, como siempre, el esclavo oficioso y atento del al-
ma; acaso también le preste fuerzas la invocación inicial: "En el
nombre de Dios, Nuestro Señor".
Pedro recuerda su maravillosa isla y evoca la idílica paz
de Villa-Flor, tiene un recuerdo piadoso para su padre muerto e
imagina a su madre, tan sencilla y grande, quien sin lágrimas
lo bendice a la distancia y por enésima vez lo pone en las manos
de Dios. Tiene presente su salida de Tenerife, en 1650, y su di-
chosa llegada a Guatemala, su patria de adopción, en el año de
1651; sus primeras vacilaciones y dudas, en medio de las cuales
la providencia lo fue dirigiendo. Feliz día, aquei en que se echó
sobre los hombros el saco de tercero penitente.
•
Hace su profesión de fe, dentro de los dogmas de la Santa
Iglesia Católica Romana; mira acercarse su muerte y ve sus fu-
nerales, que de limosna pide: "Acompañe mi cuerpo el Cura y
Sacristán de la Santa Iglesia de la Parroquia de Nuestra Seño-
ra de los Remedios, en cuya feligresía vivo en la casa Albergue
de pobres convalecientes título Bethlen, y le acompañen así mis-
mo los Sacerdotes que voluntariamente y de limosna quisieren
acudir, a los cuales, y dicho Cura con la misma intervención, y
amor de Dios, les pido lo hagan, y que me encomienden a Dios
Nuestro Señor, pidiendo lo mismo a las demás personas que acu-
dieren a esta obra de piedad y de misericordia".
Toda su vida desfila ante sus ojos, en ese momento en que
salda cuentas con el mundo y se prepara, como antaño en Chas-
na, para otro viaje, que ha de ser definitivo. Pasa por sus inge-
nuas preocupaciones de sacristán del Calvario; por los días en
que, dueño del solar de María Esquivel, instaló su escuelita de
párvulos y el oratorio que era escuela de fervores cristianos. Al
tamaño de sus anhelos ha ido creciendo la obra: el solar se quin-
tuplica, la casita crece y adquiere solidez; la enfermería comien-
za a tener prestancia de hospital; las piadosas, costumbres de
sus compañeros están a punto de cuajar en instituciones de una
nueva Orden religiosa. Y el silencio de la noche, mientras* la plu-
ma rasguea en el papel, se va llenando de un íntimo rumor ju-
biloso: el corazón de Pedro rebosa gratitud.
EL HERMANO PEDRO
113
Doce apóstoles tuvo Cristo, y él deja doce hermanos que
con hechos predicarán el evangelio de la esperanza y la mo-
destia. Qué gran varón se destaca entre ellos fray Rodrigo de la
Cruz, a quien por su celo y virtudes recomienda para hermano
mayor. Luego, la pluma escribe cosas de grandiosa ingenuidad,
desahogando con lujo de detalles las muestras de su cristalino
fervor. Debe rezarse la Corona de la virgen por los hermanos y
los convalecientes, en las horas a que se viene acostumbrando;
alguien debe pedir permiso para salir de noche por las calles de
Dios a implorar sufragios para las ánimas del purgatorio y recor-
dar a los mundanos la salvación de su alma; no es ocioso que los
hermanos lean el "Contentus Mundi", de Tomás de Kempis, que
revive las sabias advertencias del Eclesiastés; no olvidar los ejer-
cicios de disciplina, lunes, miércoles y viernes, que Calzillas
tiende constantes celadas al cuerpo y no está demás que, sobre
ser burlado por las almas firmes, reciba algunos azotes; es pre-
ciso llevar a los enfermos inválidos a presenciar la misa, buenas
bestias de carga han de ser los Hermanos por el amor de Dios;
nunca se gastará fervor y júbilo suficientes para celebrar la na-
tividad de Cristo "tan feliz para nuestro remedio"; pagad a los
bienhechores de nuestra casa de Belén con un novenario, nueve
días antes de la Candelaria; orad e implorad oraciones por las
almas del purgatorio, llevando para ello un registro, que algu-
nas veces falla la memoria, y no desatendáis el culto de las er-
mitas que hay a la entrada de San Juan y en el camind de Joco-
nango.
Pedro desea la perpetuidad de la casa que fundara guiado de
celestiales designios, y la observancia de sus postreras determi-
naciones; para eso nombra albaceas al maestro don Alonso Za-
pata de Cárdenas, Cura Rector de la Santa Iglesia Catedral, al
Maestro don Alonzo Enríquez de Bargas, que lo es de la Parro-
quia de los Remedios, al Maestro don Bernardino de Obando,
presbítero, a los capitanes Gregorio de la Cerna Bravo, y Luis
Abarca Paniagua, el primero Regidor de esta Ciudad, y el segun-
do Tesorero de la Santa Cruzada, y al Hermano Rodrigo de la
Cruz, con el poder que de derecho se requiere. Y mientras calza
con la fecha y su firma el escrito: "en la Ciudad de Santiago de
Guatemala en veinte días del mes de Abril de mil, y seiscientos,
y sesenta y siete años", sus ojos se llenan de visiones futuras.
Entre una y dos de la mañana, a solicitud de Pedro, han he-
cho venir sus hermanos al escribano público, don Estevan Ro-
dríguez Dávila, quien asiste asesorado de los testigos llamados y
rogados señores: Juan de Guzmán, estudiante, Matías Jacinto,
don Alonzo de Espinosa, presbítero, Diego Bermúdez, Diego Her-
nández, Francisco Castaño y Tomás Sebastián. Con protocola-
ria seriedad toma de manos de Pedro el instrumento que se le
114
DAVID VELA
entrega, cosido y lacrado, y da fe de ser esa la última voluntad
del Tercero. Acto seguido redacta de puño y letra el acta que con
los testigos suscribe. Han estado presentes fray Rodrigo de la
Cruz, fray Francisco de la Trinidad, fray Nicolás de Santa María
y fray Juan de Dios, y cuando se retiran en afligido coro de me-
drosos presentimientos, vuelve a reinar un silencio diáfano en la
enfermería, porque Pedro está en cruz, de rodillas, anticipada-
mente evadido de este mundo en el prodigio del éxtasis.
-XXXV-
RESIGNACION
«¡Señor mío, es el tiempo de partir!... ¡Que sea pa-
ra bien! ¡Y que vuestra voluntad se cumpla!»
Santa Teresa de Jesús.
EDRO tuvo la noción profética de su muerte. El padre
Gerónimo Varona de Loayza, su contemporáneo, quien
consultó los documentos cuando éstos paraban en
manos del padre Lobo, predicaba entre signos de
admiración: "Hacía Pedro al principio del año un
quaderno en que para cada mes efcribia muchos, y varios nom-
bres de difuntos, que defpues en cedulillas repartía y encomen-
daba a la piedad de los fieles, hizo en fin quaderno de 1667, y
en el efcribio de fu mifma letra los quatro primeros mefes, y
allí cesó fu pluma, fin profeguir a los demás, como fi viefe, que
aquel quaderno no avia de fervirle mas que aquellos mefes, por-
que para folos ellos tenia vida, y no es efto lo que admiro fino
que, aviendo efcrito para en los tres primeros mefes de Henero,
Febrero y Marzo, la variedad, y muchedumbre, que acoftumbra-
ra de nombres de difuntos ¡O cruel pronoftico! ¡O admiración!
Como fi viefe o fupiefe, que aquel abril avia de fer el quando
de fu muerte, en todo el no fe halló mas nombre, que el Her-
mano Pedro de San Iofeph difunto. . . y con efte nombre folo
profiguió hafta llenar aquel mes en que lloró Guatemala la
muerte de Varón tan memorable".
Como ya su ropa se le caía a pedazos, cuando Pedro, reem-
plazó su hábito, tres meses antes de su muerte, se le vió ejecu-
tar un acto insólito, sin precedentes en su vida: estrenó ese tra-
je acostándose sobre una estera, en el suelo, entre cuatro cirios
que él mismo encendió; así se entregaba de antemano, resigna-
116
DAVID VELA
do y tranquilo, a la voluntad de Dios! Ya por entonces sus exhor-
taciones y consejos, cada palabra suya tenía un sentido pro-
fundo y lejano, y a menudo directas alusiones de despedida, de
inevitable ausencia. . . Al Hermano Eugenio de San Nicolás,
quien celebraba la creciente piedad del pueblo en el rezo de la
Corona de la Virgen, le respondió enigmático: "Ah!, Hermano
Eugenio: tres años ha que debía yo haber dado cuenta a Dios;
pero su misericordia me ha dilatado la vida aunque soy tan
gran pecador, hasta que se propague en los fieles la devoción
de rezar la Corona" . . . Siete días antes de su muerte dijo a do-
ña Nicolasa González, quien iba a legar un edificio en¡ construc-
ción al Hospital de Belén: "Mire en qué buen estado dejo su
fábrica..."; y por la noche regresó a despedirse formalmente
de ella, atajando sus lágrimas: "No llores, porque mejor her-
mano te seré allá- . . que no te he sido acá. . ." Al día siguiente
ya no pudo dejar la cama del hospital.
Sí, a Pedro se le va la vida lentamente, parece que está
convaleciendo en su propia institución para entrar a la salud
perfecta, que es la muerte, y reintegrarse al seno de su Crea-
dor. Postrado en el lecho, es más poquita cosa que siempre;
más humilde que nunca; afable y severo a la vez, y hasta gra-
cioso en ocasiones. (Oh! alma sencilla que ejecutó como jugan-
do los mayores sacrificios) ; sin embargo, cada vez son más fre-
cuentes y largas sus evasiones del mundo, en alas de la oración.
Sus hermanos lo cuidan, solícitos y apesadumbrados; fray
Payo de Rivera lo visita asiduamente y pasa largo tiempo sen-
tado al borde mismo de su cama, admirando al par su resigna-
ción y claro juicio; el propio gobernador y capitán general, don
Sebastián Alvarez Alfonso Rosica de Caldas, recién llegado a
la ciudad el 18 de enero de 1667, mas ya cabalmente enterado
de los altos méritos y popular virtud del Hermano Pedro, se
informa diariamente de su salud y ha honrado la enfermería
de Belén con su importante presencia; todo el vecindario, en
fin, está inquieto y pendiente de aquella vida en peligro, y los
Terceros no se alcanzan para suministrar informes. Algunos fie-
les tiemblan, porque en su mano llevan una cedulilla que les
manda orar por el alma de Pedro de San José. ¡Dios guarde!
Todos estos días ha venido muy temprano el maestro don
Alonzo Enríquez de Vargas, cura párroco de los Remedios, a ad-
ministrarle la eucaristía. Don Bernardino de Ovando, que man-
tiene un celo de confesor por el alma de Pedro (no vaya éste a
pecar de vanidad), inquiere sedicioso: "Satisfecho debe estar el
hermano de que las más altas dignidades civiles y eclesiásticas
se preocupen tanto por su salud"; mas Pedro responde, diáfa-
no: "Sé con evidencia que estos señores hacen todo eso por amor
de Dios y no por mí". Algunos creen útil consolar al hermano
Pedro, consolándose un poco a sí mismos; el padre Lobo aduce
EL HERMANO PEDRO
117
la necesidad de su dirección en la obra del Hospital, razón para
esperar que Dios le devuelva la salud, y un hermano se apega
inmediatamente a tal esperanza: "La providencia divina vela-
rá por la conservación de Pedro, por la mucha falta que haría
a los pobres". El enfermo sonríe agradecido: "Dios no tiene ne-
cesidad de mí para su fábrica", y tras un silencio profundo, en
que todos meditan: "Por eso mismo debo morir, para que se
conozca que Dios no tiene necesidad de criatura alguna. . .", y
calla, sin amargura.
Nuevamente, corre el día 22 de abril de 1667, hace venir
Pedro al escribano público, don Estevan Dávila, quien llega ase-
sorado de los testigos rogados, blandiendo el cuerno labrado en
que el artificio industrial disimula el tintero, la pluma y el re-
cipiente de la arenilla: para él se trata de la seriedad profesio-
nal con que autoriza un codicilo; para el Hermano Pedro de
agregar otras piadosas recomendaciones a su testamento: a ce-
lo de esta muy noble y leal Ciudad se debe el patrimonio de Be-
lén, que es de los pobres; debe pagarse al licenciado presbítero
Christobal Martínez el trabajo de un cáliz, salvilla y vinageras,
así como un incensario y naveta, que se encargó a su mano; de-
be reconocerse al capitán Francisco Delgado de Naxera, algua-
cil mayor de esta ciudad, cincuenta pesos que fue necesario li-
brar a España para las diligencias que ante la Corte se enco-
mendaron al hermano fray Antonio de la Cruz. La mente sigue
clara, pero la mano ya no puede firmar; lo hace a ruego el li-
cenciado presbítero don Alonzo de Espinoza, con los testigos Ig-
nacio de los Reyes y Juan de Useda.
Uno de los hermanos rompe el silencio reverente, para in-
quirir por el dolor de costado que aqueja al enfermo, y Pedro:
"El dolor ya me ha dejado porque yo como miserable no dejé a
Dios con la inquietud que podía causarme". El silencio otra vez;
Pedro ha quedado absorto, vaga la mente y los ojos perdidos en
visiones lejanas. . . Don Bernardino de Ovando entró con sua-
vidad: "¿Cómo va, Hermano?". Y el enfermo, muy quedo, sin
dejar de tener los brazos en cruz: "Me parece que vivo más en
el aire que en la tierra. . ."
-XXXVI-
TODO SE HA CONSUMADO
«Renacerás. ¡Reposa! Todo es un solo corazón. Son-
risa de la noche y el día enlazados. ¡Armonía! Can-
taré al Dios de las dos poderosas alas. ¡Hosana a la
vida! ¡Hosana a la muerte!»
Romain Rolland.
IRIASE que en el ambiente late la presencia augus-
ta de la muerte; Pedro ya está desasido: entrega
su espíritu a Dios y devuelve su cuerpo a la tierra.
La noche anterior hizo que le rezasen la recomenda-
ción del alma y le cantaran algunos himnos; ahora está
más ligero. A eso del medio día tuvo un placer: se le cuenta
que el hermano que ayer salió a sustituirlo en la recolección de
limosnas vió duplicada la cosecha de la caridad; se alegra, por-
que ha de ser sustituido definitivamente: "No os lo decía, no hay
más Padre que Dios y donde él está nadie hace falta-. ."
Más tarde, llama al hermano Rodrigo de la Cruz, debe ha-
cerle algunas indicaciones, las últimas, que el otro apenas en-
tiende, atribulado. Fray Rodrigo presiente el fin, y pide para sí
y toda la compañía una postrera bendición; Pedro reunió y hu-
bo fuerzas para incorporarse, puso al futuro general.de la Or-
den su escapulario (que heredaban los hermanos mayores de la
Casa como una reliquia), y musitó: "Con la humildad que pue-
do, aunque indigno pecador, lo bendigo en el nombre de la San-
tísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios le haga hu-
milde"; así mismo bendijo a los demás peones de la institución
belemítica.
Ya recibió el viático. Ha conversado largamente con el
padre Lobo, fray Alonzo Vásquez y el maestro Ovando. Inquie-
re: "No es verdad que yo muero?", y en el silencio que se hace:
120
DAVID VELA
'•¿Están todos de este parecer?". Ya es el único que sonríe en
medio de una niebla de lágrimas que empaña el corazón de sus
hermanos: "Me alegro por Calzillas. . . Sepan todos que donde
Dios está nadie hace falta".
El obispo fray Payo de Rivera acaba de entrar; han tenido
que abrirle paso entre el numeroso concurso de pueblo que se
mantiene de pie a las puertas de la enfermería: son los pobres
de Pedro, a quienes congrega el presentimiento. Quién fuera
prelado notable, quién fuera oidor. Si lo pudieran ver, oír ha-
blar, una vez más. Todo un pueblo se va a quedar huérfano. . .
El pueblo crece y se arremolina en silencio. Será preciso supli-
car al capitán general que envíe un piquete de guardias para
custodiar el edificio amenazado de asalto y celar el orden.
Adentro, Pedro ha caído en un éxtasis profundo. ¿Está vi-
vo aún? El padre Ovando moja nerviosamente el hisopo en el
agua bendita y comienza a aspergear el lecho; mas el beato re-
gresa de su letargo, quizá tenga presente la promesa que de vi-
va voz le hizo la Virgen, de acorrerle en la hora de su muerte,
suavemente dice: "Tenga, Padre, que está aquí la Virgen Santí-
sima". Todos han doblado la rodilla y humillan la cabeza an-
te la invisible presencia. Las manos de Pedro asen algo intan-
gible en el aire, sus ojos rebosan júbilo un momento, y luego se
queda quieto, porque dos dedos sutiles han rozado sus párpados,
y los cerraron para siempre. El reloj suena dos horas que nadie
oye.
En seguida del obispo, se incorporan todos en un, silencioso
roro de lágrimas. Fray Payo de Rivera se adelanta hasta el le-
cho en que Pedro dejó abandonado su cuerpo, le descubre los
pies, y protestando no prejuzgar su santidad, besa con devoción
aquellas plantas que trajinaron tanto por la empinada vereda
de la caridad y el temor de Dios. El pabre Lobo lo imita, y al
hacerlo declara con voz opacada de llanto: "Beso estos pies que
anduvieron siempre por las sendas del Señor". . .
Bien ha hecho el gobernador en atender la súplica de los
Hermanos y enviar una guardia. La puerta cruje y hay quienes
prueban a escalar y saltar las tapias. En un siantiamén han he-
cho pedazos una sábana que recibió el sudor mortal de Pedro
y se han disputado sus jirones para reliquia; más atrevidos,
otros han cortado cabellos de su barba venerable y algún her-
mano, furtivamente, un pedazo del callo que hizo fuertes las
rodillas por continuada oración.
El cartulario no las tiene todas consigo cuando asienta: "Y
luego incontinenti yo Estevan Rodríguez Davila, Escribano de
S. Mtad. Público de número de esta Ciudad, en cumplimiento de
lo mandado Certifico que hoy Lunes, que se cuentan veinte y
cinco de este presente mes de Abril, día del glorioso Evangelista
San Marcos, siendo las tres de ía tarde, vi el cuerpo del hermano
EL HERMANO PEDRO
121
PEDRO DE S. JOSEPH BETANCURT, muerto al parecer, natu-
ralmente yerto y elado en forma de cadáver, amortajado con el
Mavito de la Orden Seráfica al cual doy fee conocí en su vida.
Y para que conste así lo certifico en la dicha ciudad de Guate-
mala en veinte y cinco de Abril dé mil, y seiscientos y sesenta y
siete años. Testigos: el capitán Luis López — Miguel de Cuellar,
Miguel de Piña y otras muchas personas que concurrieron. — En
fee de lo cual lo signé en testimonio de verdad: Esteban Dávila.
— Escribano Público".
La noticia recorrió con pesadas alas la ciudad capital y
sus pueblos aledaños, y era general la pena y público el clamor
desesperado; en lo alto de los campanarios de todas las iglesias
las campanas comenzaron a plañir gravemente, porque los cie-
gos volvían a perder la vista, los tullidos a perder el movimien-
to, los desencantados su esperanza, los menesterosos su pan, los
enfermos y las ánimas del purgatorio su alivio.
Apenas sabido de la infausta nueva, acudió a la enfermería
de Belén el capitán general, acompañado de otros miembros de
la Real Audiencia; cuantioso número de religiosos y personajes
del clero regular, así como particulares, concurrieron, contrista-
dos todos, y se formó un honorífico y crecido concurso, que ce-
rraba el pueblo, cuando en el coche del señor Obispo, a las cua-
tro de la tarde, fueron trasladados los restos mortales de Pe-
dro a la Escuela de Cristo, donde la guardia siguió custodiando
el cuerpo, que velaron altas dignidades de la iglesia y respeta-
dos personajes del gobierno, mientras la ciudad toda comentaba
la piedad insigne y la gran misericordia de Pedro, albergando
ya una postuma esperanza: ¡Que vele por nosotros ahora que
está más cerca del Señor!
-XXXVII-
RETORNO A LA TIERRA
«Aquel hombre descubierto y descalzo, macerado a
penitencias y ayunos, se colocó más alto que el capi-
tán general, que el obispo, que los superiores de las
grandes órdenes religiosas».
José Rodríguez Cerna.
L 26 de abril se marcó en la vida tranquila de la ciu-
dad capital con uno de los sucesos más extraordina-
rios del año de 1667: los funerales del hermano Pe-
dro, que revistieron inusitado esplendor, no obstan-
te la pena que empañaba las almas. Más que un cor-
tejo fúnebre, condujo sus restos al último descanso una mani-
festación popular, ya con ostensible carácter de glorificación,
pues todo el pueblo se sumó a la comitiva oficial, con la mente
de rendir público homenaje de gratitud y admiración al insig-
ne Siervo de Dios, al hombre manso y magnánimo perennemente
dado en holocausto del prójimo, por entero sacrificado a su he-
roica misión de caridad.
Con el alba comenzaron a llamar las campanas para la
vigilia y la misa, celebrándose sucesivamente por diversos sa-
cerdotes el santo oficio en varios altares de la Escuela de Cris-
to. Se encomendó el sermón a la docta idea del padre fray Ge-
rónimo Varona de Loayza, quien pronunció un exaltado pane-
gírico de la vida sin mácula de Pedro, "catedrático de prima
en la universidad de las virtudes"; le parece que asiste a los fu-
nerales del propio Job y puede repetir su sermón, in hoc ultimo
sermone, que tan ajustado le viene al beato Tercero, quien "he-
redó el espíritu de Francisco de Asis al tomar su sayal de pe-
nitente, a la manera como Elias dejó a Elíseo por heredero del
suyo en una capa"; por eso iba aquél a encenderse en amor a
124
DAVID VELA
los humanos y en insaciable sed de sacrificio; les costará creer
a los demás hombres que el Hermano Pedro era también fru-
mano, y siendo tan gran Varón no debía morir, que con él la
muerte arrebata a vivos y a muertos el consuelo; "O que dolor
en aquel día, quando fe eclipfó para Guatemala aquefta an-
torcha!"
Dispuesto el cortejo, las más altas dignidades civiles y ecle-
siásticas se disputan el honor de llevar sobre sus hombros, un
instante, el venerado cuerpo; el mismo capitán general ha" re-
clamado para sí la gracia de formar número entre sus cargado-
res para sacarlo de la iglesia, por la nave central, desde el cru-
cero en que se alzaba el catafalco. En todo el camino, hasta la
iglesia de San Francisco, se pelean los turnos y la vía se conges-
tiona de muchedumbre emocionada, que ora y llora en confu-
sión de rezos y de llantos. ¡Y Pedro que había suplicado su se-
pelio de limosna!
Contradiciendo la humildad del Tercero, que pedía un hue-
quecito, su tinajera definitiva, en el campo santo de sus herma-
nos, se le enterró en sitio de honor, reservado a los religiosos
padres de San Francisco. Y las aclamaciones exaltadas del pue-
blo han venido condensándose en una devoción profunda y sen-
cilla, en una inmensa gratitud, en sana ejemplaridad, en fervo-
rosa confianza.
Juarros, cronista puntual, nos habla de las sucesivas inhu-
maciones de aquellos restos: "En este panteón descansó, por al-
gunos años, hasta en 1686, en que viendo que la memoria del
Siervo de Dios, cada día se hacía célebre, a solicitud del S. Co-
misario de la Orden Tercera se trató de trasladar este tesoro a
lugar más decente, y se colocó en una alacena formada en la
Capilla de San Antonio. Aquí permaneció hasta el año 1703, en
que se pasó a otra alacena más bien dispuesta, que se halla en
el presbiterio, al lado izquierdo del altar mayor, cerrada con
tres llaves, en cuyo sitio está el día de hoy. El año de 1791 los
jueces delegados por la Silla Apostólica para la continuación y
perfección del proceso sobre la vida, virtudes y milagros del V.
S. de Dios Pedro de Betancourt hicieron visita del sepulcro de
dicho Siervo de Dios, y en sesión que tuvieron el 11 de septiem-
bre para concluir las diligencias de la expresada visita, se reci-
bieron dos peticiones del V. P. Guardián y Discretos del Conven-
to de San Francisco y de la V. Orden Tercera, en que pretenden
se les mantenga en la posesión que han tenido de las antiguas
llaves del sepulcro. Mas los señores Jueces determinaron que
en atención a haber cesado el motivo porque los RR. PP. Guar-
dianes de dicho Convento y Colegio de Cristo tenían las referi-
das llaves, que era por hallarse en él los cuerpos de varios re-
ligiosos que se han pasado ya a otro, sepulcro: las tres llaves que
tenían se asignasen al ilustrísimo señor Obispo, al V. señor
EL HERMANO PEDRO
125
Dean y Cabildo y la V. Orden Tercera; las tres llaves del arca
en que están los huesos del Siervo de Dios, dos al ilustrísimo
Señor Obispo y la otra al Convento de Bethlen. Novísimamente,
el año 1816, advirtiendo el ilustrísimo Señor doctor y Maestro
don Fr. Ramón Casaus, que desde la ruina que padeció esta ciu-
dad en el año de '1773, se halla desierta la iglesia de San Fran-
cisco y por consiguiente las reliquias del V. Pedro de San José
expuestas a que las roben o que la humedad las acabe; deter-
minó, conviniendo las partes interesadas, se trasladen a la Ca-
pilla de la Tercera Orden de la Antigua Guatemala y que ac-
tualmente sirve de iglesia y donde este Siervo de Dios se mandó
sepultar. Y para el efecto mandó edificar un panteoncillo don-
de colocar las expresadas reliquias. Hallándose ya seco el ca-
marín que se construyó para colocarlas, el 16 de abril de 1817,
el señor Arcediano, comisionado por su S. S. Ilustrísima para
esta traslación mandó citar para que concurrieran a la Anti-
gua Guatemala, el día 24, a los RR. PP. Provincial y Comisario
de Terceros de la Orden de San Francisco, Prior del Convento
de Bethlen: los Señores Promotor Fiscal y Notario nombrados
para el efecto, el día 25 de abril en que cumplía 150 años de la
muerte del V. Hermano Pedro de Betancourt, juntos los señores
comisionados y los RR. PP. que se citaron como partes y al-
gunos otros eclesiásticos, en la iglesia de San Francisco, se abrió
una alacena que se halla inmediata al altar mayor, al lado de
la Epístola, donde pareció la caja que encierra a los huesos del
V. Fundador de la Religión Betlemítica. Esta se hallaba tan
bien acondicionada como si se acabara de poner, las cerraduras
tan hermosas como si fuesen nuevas. Inmediatamente se puso la
E^rca en manos de sacerdotes, que la condujeron por dentro de
la iglesia a la antigua capilla de la Tercera Orden, verificándo-
se esta traslación a puertas cerradas, para evitar todo exceso en
el pueblo, en donde se depositó en el lugar prevenido y se cerró
la alacena con tres cerrojos, cuyas llaves se entregaron al señor
Arzobispo, quien reservando una para sí mandó entregar las
otras dos a los RR. PP. Provincial de San Francisco y Prior de
Bethlén".
Cuando los restos del Siervo de Dios fueron trasladados,
en 1686, a una alacena dispuesta frente al altar de San Antonio
de Padua, se hizo una función pública y solemne de exequias
fúnebres, a que asistieron autoridades civiles y religiosas, el
clero secular y regular y gran concurso de vecinos; predicó en-
tonces el cronista Fr. Francisco Vásquez.
A la fecha, la grey católica profesa inalterable la venera-
ción a Pedro de Bethancur, y su tumba es lugar de peregrina-
ción, Meca de sus innumerables devotos. Emociona ver allí a
nuestros indígenas, conversando familiarmente con el muerto,
126
DAVID VELA
relatándole ingenuamente sus sencillas tribulaciones y pidién-
dole con segura fe que obre prodigios.
Nuestro historiador escribe, por eso, emocionado: "La tum-
ba del caritativo Siervo de Dios es sencilla. Perennemente la
visitan los fieles y nunca le faltan flores frescas como ofrenda
de cariño. Velas encendidas gotean sus lágrimas simbolizando
penas, y exvotos de dolor lo rememoran. Fervientes rezos salen
de bocas piadosas. Hay humedad de súplica en los ojos y tem-
blor de sinceridad en las plegarias. La esperanza cierne sus
alas prístinas sobre el arca que guarda los restos de un varón
excepcional, a cuyo espíritu inmaculado tributa culto el infor-
tunio; a cuya intercesión acude la desgracia, siempre creyente.
La misericordia, entre destellos de pureza, flota cual sagrada
liturgia en torno de la sepultura del monje milagroso, que en-
fervorizó los tiempos coloniales. Para todos debe existir algo
que invocar, algo que creer, algo que esperar, en medio de las
angustias, desastres y penalidades del mundo".
— XXXVIII-
SUPERVIVENCIA
«El tiempo pasa volando. Cuanto más inmediata-
mente vivo en el espíritu, tanto más actúa el tiempo
y tanto más irreal se me hace. El psalmista dice bien
cuando dice de Jehová: mil años son para ti como el
día que ayer pasó o como una vela nocturna».
Conde de Keyserling.
UERTO Pedro en olor de santidad, siguió viviendo
para el pueblo, que en momentos de angustia y ne-
cesidad invocaba su intercesión, pensando todos que
por sus insignes virtudes y rendida caridad, como
padre de pobres, sería excelente mediador ante la
divina clemencia. Más que por la obra material de la Religión
Hospitalaria de Belemitas, por la forma en que ésta calcaba
sus instituciones en los actos piadosos y. altruistas de Pedro, el
Siervo de Dios seguía, como sigue hoy, alentando una prodigiosa
vitalidad y su nombre se hizo santo y seña para abrir las puer-
tas de la caridad y encomendar los fervores de la oración.
El noble Ayuntamiento de la ciudad de Guatemala fue el
primer instituto que pensó en la necesidad y justicia de gestio-
nar el público reconocimiento de los méritos de Pedro y su exal-
tación a los altares. En manos del padre Manuel Lobo paraba
la primera solicitud a ese respecto, y el cabildo "justamente
avia nombrado capitulares por comisarios para solicitar infor-
mación ante el Juez eclesiástico de la vida, virtudes y casos que
pareciesen maravillosos"; información que quiso esperar el pa-
dre Lobo antes de ampliar su "Relación" biográfica, "pues ape-
nas habría persona, grande o pequeña, que no tuviera algo que
declarar-'haber sucedido en su casa o en su vecindad, pues era
tan familiar a todos el Siervo de Dios". Sin embargo, presenta-
128
DAVID VELA
da la petición, el doctor Juan de Santo Mathia Saenz de Manoz-
ca y Murillo, obispo de la'diócesis, declaró que era muy pronto,
y hasta después de 20 años dispondría. El padre Lobo ya no tu-
vo tiempo para alcanzar tan largo plazo, pues murió un mes an-
tes, el 21 de marzo de 1687.
Pero la idea subsistió en todos, así como el fervor por el
Hermano Pedro se acrecentó a merced de muchos actos mara-
villosos que realizó post mortem, como apariciones, curaciones,
oportunas asistencias, etcétera. Esa fama, nacida en Guatema-
la, cobró alas y se propagó a toda América, la Corte de España
y la residencia* papal de Roma. Nuestro cronista Vásquez se ad-
mira y regocija de la veneración que en la Península lograra
la memoria de Pedro en 1673; Montalvo escribe, diez años más
tarde, que ese fervor dura y lo mueve a ocuparse en la biografía
del Siervo de Dios, obra que al recibir la aprobación del arzo-
bispo de Mira, Próspero Matini, Promotor de la Fe y Abogado
Priscal de la Congregación de Ritos, mereció como juicio la ex-
trañeza de "que no se hubiesen hecho informaciones por el Or-
dinario, de la vida de un Varón tan grande, y exemplar, difi-
cultándole con la dilación la provanza, y difiriendo la gloria de
Dios, que quiere ser magnificado en las acciones heroicas de
sus siervos". En 1697, el ilustre prelado doctor Juan de Narbaes
interpreta el sentir de la Nueva España: "Empezó fu caritativo
empleo aquel Varón Venerable, quanto infigne, Pedro de San
Jofeph Betancur, cuyas heroicas virtudes, exemplar vida, y fla-
mante charidad eftan pidiendo colocarle como piedra preciofa
en el Racional de la Iglefia". En 1693, reiteró el noble Ayunta-
miento de Guatemala en anterior solicitud, ante el obispo, fray
Andrés de las Navas, quien se mostró bien dispuesto a ello. En
fin, hasta en el año de 1698 no se decidirían los religiosos de Be-
thlem a introducir la causa de canonización de su fundador, pre-
sentando por medio de apoderado, alférez Zeledón de Varraon-
do, Síndico General de la ciudad de Guatemala, su solicitud ante
el obispo fray Andrés de Navas y Quevedo, quien accedió a
nombrar la Comisión Diocesana: al bachiller Pedro López Ra-
males, dignidad de la Metropolitana, como Juez, y a los presbí-
teros Carlos Conrado y José Suncín, como relatores. Por cédula
Real de 19 de noviembre de 1705, se concedió a los Belemitas
el derecho de recoger limosnas a favor de la causa de canoni-
zación, para costear sus gastos, por el plazo de cuatro años, su-
cesivamente prorrogado por cédulas de 7 de diciembre de 1731,
20 de abril de 1742 y 25 de abril de 1752. (El producto de esas
limosnas llegó a 3.000,000 de liras).
En 1709, presentada la información aquí seguida por el
Ordinario, a la Curia Romana, se dispensó la demora de 10
años, obligada después de la presentación de los procesos dio-
EL HERMANO PEDRO
129
cesanos, en atención a haber transcurrido más de 42 años de la
muerte del Venerable Pedro. Presentado el dubio, en 12 de
abril de 1712, aun demoró la causa una objeción del Promotor
Fiscal de la Fe, Próspero Matini, exigiendo la agregación de
los escritos del Hermano Pedro. Estos habían sido entregados
por el padre jesuíta Ignacio de Aspectia al Provincial de los
franciscanos en Guatemala, su hermano fray Alonso de Aspec-
tia, a instancias repetidas de éste, quien las puso en manos del
cronista fray Francisco Vásquez, como él mismo refiere; el en-
vío a Roma se retrasó hasta el año de 1728, resolviéndose la
prosecución del proceso, en abril del año siguiente, por la Sa-
grada Congregación de Ritos.
Mientras tanto, desde abril de 1722 se promovió en la Cu-
ria Eclesiástica de Guatemala el examen de otros testigos, por
el apoderado de la Religión Betlemítica, José de Luna y Estra-
da, Procurador de los de número de la Real Audiencia. Solici-
tud resuelta favorablemente por el obispo fray Juan Bautista
Alvarez de Toledo, quien nombró Juez al doctor D. Carlos Men-
eos de Coronado y relatores al licenciado D. José de Alcántara
Antillón de Austria y bachiller don Pedro Peralta, todos digni-
dades de la Catedral; siendo notario el de número don Felipe
Díaz. Estos autos informativos, terminados el lo. de julio de
1755, se agregaron oportunamente a la causa de Beatificación
seguida en Roma. Aquí, en 6 de agosto de 1729 habría firmado
Benedicto XIII el decreto de introducción de la causa; en 1731
se declaró el favor de la Sagrada Congregación de Ritos a la
sentencia del Ordinario acerca del non cultu; y en 31 de enero
de 1739 se decretó la fama de santidad in genere del Siervo de
Dios.
"Decreto de la Beatificación y Canonización del Venerable
Siervo de Dios, Fr. Pedro de San José de Betancurt, de Santiago
de Guatemala, Fundador del Orden de Frailes Betlemitas, sobre
la duda: Si consta de las virtudes Teológicas Fé, Esperanza y Ca-
ridad para con Dios y con el prójimo; y de las Cardinales Pruden-
cia, Justicia, Fortaleza y Templanza y de sus anexas en grado
heroico, en el caso y para el efecto de que se trata.
Cristo, Señor Redentor del género humano, se anonadó to-
mando la forma de Siervo, para que hecho asi ejemplar y pre-
mio de todas sus virtudes, aprendiéramos de Su Magestad la ver-
dadera humildad de corazón. Habiéndose, pues, propuesto para
su imitación este singular ejemplo de humildad el Venerable
Siervo de Dios Pedro de Betancurt, quiso que los religiosos va-
rones que había congregado en Guatemala, para el alivio de los
pobres, y que ejercitando muchos actos de virtudes había instrui-
do en la carretera de la evangélica Perfección, hasta el año de
1667, en que descansó en el Señor, fueran distinguidos con el
nombre de frailes Betlemitas.
130
DAVID VELA
Las virtudes de este clarísimo Varón fueron examinadas una
vez en la Congregación Antipreparatoria, el día 16 de noviembre
del año de 1762, y después en la Congregación Preparatoria del día
27 del mismo mes del año de 1770, examinadas con sumo cuidado
y diligencia: por último en la Congregación General, celebrada
ante el Señor Nuestro Clemente Papa XIV, en el día 9 de julio de
1771, por común sentir de todos los Reverendos Cardenales y de-
más que habían de dar su voto sobre la materia, fueron estima-
das por ilustres, perfectas y en todos términos consumadas. Pe-
ro su Santidad difirió declarar su mente acerca de estas virtu-
des, para alcanzar con rendidas súplicas más abundante luz de
aquel Señor cuyos juicios son incomprensibles y cuyos caminos
investigables. Pero este día, en que celebra la Iglesia Santa la
conmemoración de Santiago Apóstol, en concurso de los reveren-
dos cardenales Juan Francisco Albani, Obispo Sabinense, Rela-
tor de la Causa,, y Mario Marefusco, Prefecto de la Sagrada Con-
gregación de Ritos, el Reverendísimo Padre Domingo de San Pe-
dro, Promotor de la Fe, y yo el infrascrito secretario, imploran-
do otra vez el divino auxilio, por el infalible oráculo de su voz,
dijo: QUE CONSTA DE LAS VIRTUDES TEORICAS Y MORA-
LES Y SUS ANEXAS DEL VENERABLE SIERVO DE DIOS FR.
PEDRO DE BETANCURT EN GRADO HEROICO, en el caso y
para el efecto de que se trata, y mandó que este decreto se asen-
tara y publicara en las actas de la Sagrada Congregación de Ri-
tos, el día 25 de julio de 1771. — M. Cardenal Marefusco. — Prefec-
to.— M. Gallo. — Secretario de la 'Sagrada Congregación de Ri-
tos". Tal decreto se' publicó, traducido al español, en Guatemala,
el año de 1772.
Desde entonces es Pedro oficialmente venerable y permitido
tributarle culto privado, invocándolo como intercesor, habiendo
crecido extraordinariamente el fervor de sus fieles.
-XXXIX-
CANONIZACION
«...considerándose indigno de figurar entre los in-
tercesores entre Dios y el hombre; tal vez, de tan cá-
lidamente humano, no quiera la condición celeste;
acaso anhele seguir cerca de la miseria humana para
estar más próximo a la gloria divina».
José Rodríguez Cerna.
UN no es santo el Hermano Pedro, mas en todo tiem-
po y hasta la fecha son intensos los anhelos con que el
pueblo lo postula candidato a la gloria de los altares,
y en particular Guatemala ha promovido con celo su
última exaltación.
En 1810, cuando todavía dependíamos de la corona españo-
la, con ocasión en que partía, a representarnos en las Cortes de
Cádiz, nuestro diputado, el doctor. Antonio Larrazábal y Gálvez
Arrivillaga, dignidad de la iglesia y hombre de seguras luces, en
sesión que celebró el noble Ayuntamiento de esta ciudad, en 16
de octubre de aquel año, a moción dé los ediles Mariano Aycine-
na y Br. Domingo Juarros, se dispuso agregar a las instrucciones
que llevaba Larrazábal otras, que al efecto por separado se le
dieron, para que se encargase de gestionar la canonización pen-
diente del Hermano Pedro. Indudablemente cumplió nuestro di-
putado la comisión especial, aunque al volver a Guatemala debía
aceptar como prisión el convento de Belén, por disposición del
arzobispo Casaus y Torres y en cumplimiento de Real Orden, el
año de 1819 y parte del siguiente, hasta el restablecimiento de la
Constitución española.
El 10 de febrero de 1854 el arzobispo de Guatemala, doctor
Francisco de Paula García Peláez, creía indispensable publicar
un edicto, informando al pueblo, cuyos vehementes anhelos se
132
DAVID VELA
manifestaban cálidamente, sobre el estado del proceso de ca-
nonización. Dicho prelado tuvo especial culto a la memoria del
hermano Pedro y gran estimación por sus indudables virtudes:
llamó "santos lugares" al retiro donde el beato antigüeño acos-
tumbraba orar y mortificarse, y siempre entró de rodillas a ese
oratorio. Continuamente dedicaba plegarias, e instaba a que sus
feligreses lo imitaran, a la intención de que Pedro fuese exajta-
do a los altares. Por otro edicto de 6 de agosto de 1857, recomen-
daba a su grey dirigir oraciones para que, por intercesión del
Siervo de Dios, se levantase de Guatemala, el azote del cólera
morbus que hacía víctimas por centenares.
El ilustre prelado y jefe de la Arquidiócesis guatemalteca,
licenciado Ricardo Casanova y Estrada, no puso menor celo en
proseguir la causa de canonización, en cumplimiento de una pro-
mesa. Lo mismo puede decirse de los demás jefes de la iglesia,
hasta el actual arzobispo, monseñor Luis Durou y Sure, quien vi-
sitó Roma en los primeros meses de 1934, y allá dió los pasos in-
dispensables para reiniciar los trámites ante la Santa Sede, de-
jando nombrado un procurador.
De los tres millones de liras recaudados de limosna para la
beatificación del Hermano Pedro, más de la mitad se ha gastado
en la canonización de otros santos, pudiendo decirse que hasta
en esa forma sigue siendo Pedro el maravilloso desprendido que
fue en vida.
Un milagro principal post moi-tem hace falta para exaltarlo,
aunque muchos casos maravillosos se registran en la convicción
popular; mas Pedro no será por esa vía canonizado: un milagro
que haya de redundar en su glorificación no satisface a su mo-
destia; además, Pedro hace milagros sencillos, acordes con su
natural humilde: él media para que se llene el puchero de frijo-
les, en las casas con hambre; remienda los zapatos de la mu-
chacha pobre que no podía por falta de ellos asistir a misa; con-
versa con los indios y nimba de consuelo la frente de los afligi-
dos; porque lo más portentoso en Pedro es su lección de humildad.
EL HERMANO PEDRO
133
Notas:
CAP. I
1. — El apellido, de origen normando, es Bethencourt. En la tumba
del Hermano Pedro se conserva la ortografía francesa fielmen-
te; pero dicho patronímico se ha españolizado y los biógrafos
del Siervo de Dios escriben indistintamente Betancur, Betan-
curt, Betancourt y Bethancourt. El biografiado firmaba unas
veces: "Pedro de San José Betancurt" (Testamento y codicilo
adscrito); otras: "Pedro de San Jcsé Betancourt" (Cartas);
y otras: "Pedro de Betancur" (Librito de memorias). Nos-
otros hemos preferido escribir "Bethancur", aceptando la es-
pañolización ya divulgada por el uso popular; pero conserva-
mos la th, para mantener el tono suave de la pronunciación
francesa.
cap. n
2. — El tronco de la familia en las islas Canarias, fue don Juan de
Bethencourt, Barón de San Martín Gallard, en el Condado de
Eu, señor de Bethencourt, etc., quien emprendió y realizó la
conquista de las Canarias (ya en 1395 intentada por aventure-
ros guipuzcoanos y andaluces). Mosén de Braquemont (Rubén
o Roberto), después mariscal de Francia, había conseguido de
Enrique III de Castilla el psrmiso para llevar adelante la em-
presa y comisionó para ello a su pariente Juan de Bethencourt,
en 1401. Per el mes de julio de 1402, Bethencourt logró in-
vadir algunas islas y derrotar a los belicosos nativos; pero fal-
tándole recursos para sojuzgarlos per completo acudió a Enri-
que III, quien le dió víveres y dinero y le concedió la soberanía
del archipiélago con la condición de que le rindiese homenaje.
Terminada la conquista, doña Catalina, regente de Castilla, le
dió el título de Rey y sobrenombre de grande (1417). Bethen-
court construyó el primer castillo de Lanzarote y fue excelente
soberano. Le sucedieron su hijo Maciot, su sobrino Menando,
Pedro Barba, Fernando Pernazza o Peraza y Diego de Herrera.
El apellido García lo llevó a la isla don Diego García de Herre-
ra, quien murió en la campaña de la conquista.
3. — El león rampante en campo de plata, dado por Catalina de Cas-
tilla a don Juan de Bethencourt, es el símbolo principal en el
134
DAVID VELA
escude de armas de don Amador González de la Rosa Bethen-
court, del cual es timbre y en el que llena el primer cuartel.
Los otros símbolos descritos corresponden a alianzas familia-
res, a excepción de los reyes Guanches, que son sus soportes.
4. — No hemos tenido a la vista el comprobante; pero don Antonio
Batres Jáuregui cita el preceso de beatificación (folio 1602),
donde aparece que fue llevado a la pila bautismal ei 21 de mar-
zo de 1622. (En el año hay un lapsus calami o error de im-
prenta, sin duda, pues el propio autor concluye: "nació nuestro
santo el 19, día de San José, del mes de marzo de 1626"). Ayu-
da a establecer el día de su nacimiento el hecho de que esco-
giera el nombre de "San José", que usó en honor del patriarca
de la iglesia, con permiso escrito de fray Payo de Rivera. Se-
gún fray Giusseppe de la Madre di Dio, a su bautizo asistieron
"in qualitá di padrini Pier Nicola & Ana Fabricani".
CAP. III
5. — Entre las precoces muestras de la fe y esperanza de Pedro, así
como anuncio de las gracias con que luego sería favorecido,
hay una tradición que repiten todos sus biógrafos y, como di-
cho de su confesor, don Bernardino de Obando, consta en el
proceso de beatificación. Pedro fue aquejado en su niñez de
una grave dolencia que lo tenía inmóvil en el lecho. En tales
circunstancias, desdeñando medicinas, ofreció rezar una salve
y un padre-nuestro y hacer de rodillas una visita a la ermita
de San Amaro, existente a varios kilómetros de Chasna. De ese
modo obtuvo una curación que todos tuvieren por providencial
y su gratitud mantuvo la costumbre de rezar una salve y un
padre-nuestro después de la plegaria de la neche, cestumbre
que heredaron los belemitas y que se introdujo en las reglas in-
teriores de la compañía.
CAP. VI
6. — Entre los descendientes de Juan de Bethencourt, por eso mis-
mo parientes del hermano Pedro, se dieron hombres ilustres,
como Adrián de Bethencourt, gobernador de Tortosa en 1708.
Otros muchos se destacaron en religión y política, como el eru-
dito y R. P. fray Agustin de Betanoúr, en México; el escribano
D. Juan Antonio Betancurt, en Guatemala, etc., venidos entre
otros muchos inmigrantes de las Canarias.
EL HERMANO PEDRO
135
CAP. VIII
5. — No nos fue posible identificar el sitio en que Pedro de Almen-
gol tuvo su fábrica de paños en Antigua, y acerca de él no te-
nemos otra noticia que la que vierte Fuentes y Guzmán en su
"Recordación Florida", pues la coincidencia de las fechas per-
mite creer que se trata del mismo: "Admírase esta cueva el día
de hoy como cosa maravillosa, pues fue habitación y amparo
de un hombre que después pudo darle tantos, y que tanto y tan
singular nombre dejó (Juan de Espinal), por la riqueza y opu-
lencia de las maravillosas y grandes cerno hoy ocultas vetas
de aquel cerro, de donde, gobernando yo aquel país, de una ve-
ta de metal acerado, que descubrió Pedro de Almengol, vi en
los ensayos de ella sacar a la razón de a la mitad de plata; en-
cubriendo esta riqueza el mismo Armengol con los desmontes
de la labor, y aunque de ello di cuenta al gobernador presidente
don Fernando de Escobedo, me respondió, con celo de bueno y
vigilamte gobernador sobre el fomento de esta materia, lo que
aparece de su carta original de 13 de agosto de 1673. Pero ter-
minado mi gobierno y muerto después Pedro de Armengol que-
dó perdida, y hoy se hacen diligencias por ella". — Tomo I, Cap.
III, Pag. 328.
CAP. XII
6. — Algunos biógrafos motivan el viaje de Pedro a Petapa, o al me-
nos su traslado al hospedaje de los esposos don Diego de Vil-
ches y doña Beatriz de Vilches, en una fuga del lego, a quien
Pedro de Almengol quiso casar con una de sus hijas. Tal es-
pecie es sin duda fantasiosa. Por el contrario, es indudable que el
fervor y la piedad de Pedro Bethancur influyeron en el ánimo
de un hijo del pañero Almengol para inducirlo a serguir la ca-
rrera eclesiástica.
CAP. XIII
7. — Según Montalvo, el doctor don Esteban de Salazar había ofre-
cido al Hermano Pedro la suma de veinte pesos para costearle
el hábito, y a él acudió éste en demanda de que cumpliese su
promesa, al decidir tomar el saco de Tercero, aunque muy hu-
millado por su fracaso en el estudio y dispuesto a liberarlo de
su oferta, si no la quería sostener a favor de un pobre derro-
tado. El doctor Salazar le dió gustoso el dinero.^ — Libro I, Cap.
VII.
136
DAVID VELA
CAP. XV
8. — Respecto a la devoción de Pedro por el rezo del Rosario, que
llegó a incrementar grandemente entre los fieles en Guatema-
la, es interesante advertir que concibió la organización del ro-
sario perpetuo, del cual se le ha dicho por eso precursor, pues
introdujo reformas a la práctica recién iniciada en Bolonia,
dentro de la tendencia que más tarde iba a generalizarse con la
aprobación y bendición papal.
CAP. XXV
9. — Aunque "el funeral" fue una costumbre que recordaba el "pe-
cado mortal" de España, con un sabor del medioevo, por la for-
ma en que sus mantenedores salían a la calle a demandar su-
fragios y limosnas para las ánimas del Purgatorio, cantando
coplas y sonando instrumentos, se cree que dicha costumbre se
originó de la que tenía el Hermano Pedro de salir todas las
noches a hacer lo propio, al son de su campanilla, rezando y
repitiendo su tremenda sentencia: "Acordaos hermanos..."
CAP. XXVII
10. — Abundan las anécdotas de conversiones que operó con su celo
el Hermano Pedro, debidas a sus oportunas exhortaciones, al
ejemplo de su gran piedad y profunda fe, y a los actos tauma-
túrgicos operados por su medio.
CAP. XXVIII
11. — Lo del chocolate con sabor a salve regina, alude a una sencilla
anécdota del Hermano Pedro, que a pesar de su simplicidad lo
retrata cabalmente. Aceptó cierta vez el amistoso agasajo de
una taza de chocolate; pero, siendo maestro en fervores, no
desperdiciando ocasión de lograr por los más ingeniosos medios
el fomento de la piedad, impuso como condición que al tiempo
de preparar la bebida se rezara una salve. La encargada de ha-
cerlo se olvidó de ello, y Pedro rechazó el obsequio, adivinando:
"Este chocolate no sabe a salve regina".
CAP. XXX
12. — Según el padre Molina, a quien copia el cronista Ximenez, el
caso que don Bernardino de Obando relataba como ocurrido en
el Calvario, había tenido lugar en el templo de la Merced.
SEGUNDA PARTE
(Bibliografía del Hermano Pedro)
ota: ZHentOS seguida un orden cronológico, pro-
curando que fuera e/ de /as fechas en que se /tan
pub/icado /os traba/os aquí expuestos y comen-
tados, por razón de que, habiéndose copiado
mucho unos a otros /os biógrafos de/ hermano
H'edro, será más fáci/, para quien se interese por
ahondar en et estudio de su persona/idad, ha//ar
/as fuentes origina/es de a/gunos da/os, ya cier-
tos, ya supuestos, que tuego han tomado carta de
na tura /e z a en /a biografía de/ Sierco de £Z)ios.
PREAMBULO
La figura del Hermano Pedro, popularísima en vida y venerada después de
su muerte, ha encontrado múltiples resonancias en la literatura del país, la cual
como expresión del medio, no podía ignorar la prodigiosa existencia de tan gran-
de varón, que solicita con pleno derecho los honores de la biografía, tienta al
novelista con el trazo heroico de sus rasgos y gana la simpatía del poeta con el
influjo poderoso de la leyenda.
El historiador, ocupado en reconstruir la vida de la antigua metrópoli de
Guatemala durante la época colonial, tropieza a cada paso con la imagen del
virtuoso lego, superviviente de aquel pasado, que aún alienta con perdurable áni-
ma entre las ruinas de la ciudad que amaba, con esa vitalidad esencial y rotunda
de los seres que encarnan un símbolo.
El novelista, que anima en sus páginas caracteres humanos, en todo el juego
de sus pasiones y el ardimiento de sus anhelos, si busca en el seno fecundo de
nuestra historia los motivos, así como los modelos para crear tipos en quienes
se trasunte una interna potencia de realidad, no hallará más cabal personifi-
cación de la modestia y la caridad que la figura de este humilde Tercero Peni-
tente, el mejor guía también para bucear en el subfondo de los dolores y las
inquietudes del bajo pueblo de la colonia.
Y el poeta que cante nuestro pasado e impregne sus estrofas del saudoso
perfume de las cosas idas, encontrará inagotable fuente de inspiración en los
actos limpios y emocionantes de ese conmovedor émulo del poverello Francesco
D'Assisi, que repartió su corazón a los pobres, en perpetuo sacrificio, hasta el
último aliento.
Y más que en los libros, la sugestiva personalidad del Hermano Pedro vive
en la tradición oral de un pueblo que en vida ya se le rindió en gratitud y
admiración y, apenas muerto, púsole aureola en su fe sencilla y profunda.
Cada piedra de la Antigua Guatemala esconde un secreto de aquella inmensa
caridad sin testigos, de aquel amor ilímite sin preferencias, de aquel fervor que
avasalla corazones con su piedad ejemplar, y aquella humildad que imploró pol-
la vergüenza de sus hermanos y besó las llagas de los enfermos. El viento
lame la carne pétrea de la leyenda y lleva a todos los oídos la historia enterne-
cedora de aquel hombre que lloró las angustias ajenas, oró y padeció por las
culpas de otros, y venció al demonio, y pudo ser crucificado entre dos ladrones.
Lo saben las campiñas donde sus manos milagrosas colectaban flores para ofren-
darlas con fe niña en las aras de María; lo musita el eco en sus quedos salmos
142
DAVID VELA
entre las oquedades de los templos en ruinas, lo comprende en silencio el cora-
zón enternecido de las gentes puras.
Por eso, la historia evoca su tosco saco de Tercero junto a la seda, los enca-
jes y el oro de las ricas damas y los capitanes ostentosos; el biógrafo recoge con
cuidadosa delectación los detalles todos de su vida admirable; el padre de la
novela guatemalteca, Milla, lo centra en una de sus obras, entre claros signos de
admiración; los poetas tallan en el bloque informe de la leyenda sus concepcio-
nes fantásticas; la pintura fija sus actitudes en innumerables cuadros; y Ja igle-
sia católica tramita su canonización, para exaltarlo a los altares, en la urna de
un retablo que de antemano ha decorado el milagro.
EL HERMANO PEDRO
143
— I —
VARONA DE LOAYZA (D. GERONIMO)
PANEGYRICO/QVE/D. GERONIMO VARONA/DE LOAYZA/Predicó en las hon-
ras/del Venerable Hermano Pedro de S. Ioseph/Betancvr/M. P. S./
8o.— mayor. — 32 Págs. (Debe existir una primera edición que el padre Juan Anto-
nio Montalvo tuvo a la vista, reimpresa en 1683, y encuadernada al final de la obra
de Montalvo) Biblioteca de M. Pacheco Herrarte.
PARRAFO 1.— Contiene el exordio: «Si es para llorada la muerte de vn ami-
go, que ferá la de vn amigo, y hermano? Mas que ferá la de vn hermano, amigo,
y Padre? O muerte crvel! Tantas veces crvel, quantos fueron los ef tragos, que
de un golpe folo hizifte: muerte auara, que con una fola vida que quitafte, qui-
tafte a tantas vidas el aliento; que hizifte? No te taftava quitar a los pobres el
sustento, para que quitafte a los huérfanos fu amparo? No te baftava quitar a
las cárceles fu aliuio, para que quitafte a los Hofpitales fu focorro? No te baf-
tava quitar a los viuos fu alegria, para que quitafte a los muertos los fufragios?
Pues todo lo quitafte, con quitar la vida al Hermano Pedro de S. Iofeph. O llo-
ren todos, perdida tan de todos, y fi les diere lugar, prediquen todos fus honores,
folo con repetir fus beneficios: prediquenlas los pobres, predicanlas los huérfa-
nos, los defualiios, los enfermos, los encarcelados, los viuos, los muertos; pues
todos debieron a Pedro beneficios: y fi ninguno entre tantos es digno Orador de
tus virtudes, predícalas tu, Pedro; pues ninguno mejor que tu las conoció, predi-
calas, que no ferá nuevo que tu prediques a tus mismas honras, que ya Job predi-
có a las fuyas en el Cap. 29 de fu Hift.»
En verdad, los Padres de la Iglesia, al glosar dicho capítulo de Job, le lla-
maron: Sermón, in hoc ultimo sermone, y el panegirista Varona de Loayza com-
puso una glosa original, haciendo reflejarse en las cláusulas del texto sagrado
la vida luminosa y los actos heroicos del Hermano Pedro, continúa:
«Mas no parece fino que predicó las honras del Hermano Pedro; porque tan
medido le viene aquel sermón, y tan ajuftado el panegyris, que o fe cortaron fus
claufulas al tamaño de las virtudes del Hermano Pedro, o eftas virtudes fe labra-
ron a la medida de aquellas claufulas, y fue fin duda, que fe copió el Hermano
Pedro por aquel original de Job, y falió efta fu copia tan parecida a fu original,
que no pudo Job decir de fi, que no la dixeffe también de Pedro».
Al final de este párrafo se expresa la protesta del autor.
•
144 DAVID VELA
PARRAFO 2. — «Desengáñeme —dirá Job — que era ociosa diligencia buscar
sabiduría en la tierra, y determiné buscarla en Dios. He aquí que el temor de
Dios es la sabiduría. Y el apartarse del mal la inteligencia. Splendebat lucerna
cius super caput meum» (hacía resplandecer su candela sobre mi cabeza). Se-
gún el padre Varona de Loayza, Job parece hablar del Hermano Pedro, a quien
se cerraron las puertas de la humana sabiduría y abriéronse en cambio las de
la gracia, pues pudo decir de sí mismo: splendebat lucerna eius super caput meum,
después de tres años de angustiosa brega por estudiar la gramática, tras la dig-
nidad literaria; «sobre fu cabeza traia aquefta luz, como borla de fu grado, que
ya no era Pedro ignorante, fino graduado en la Vniverfidad de las virtudes». Su-
po más, cuando quiso saber menos, cuando quiso no saber — concluye — , y relata
que el propio Pedro, refería cómo, al leerse la Epístola en la misa, la entendía cla-
ramente, tal que si el sacerdote la pronunciase en el más vulgar romance.
PARRAFO 3. — Como Job, Pedro se revistió de suprema humildad, y a la ma-
nera como Elias dejó a Elíseo por heredero de su espíritu en una capa, el beato
de Antigua heredó el espíritu de San Francisco al temar su tosco sayal, y como
él ardió en amor a los humanos y en sed de sacrificio.
PARRAFO 4. — Sala de armas tenía Job, que era su tabernáculo para orar;
«si era fala de armas, preparada avia de eftar para pelear; pero preparada para
orar, no he vifto otra, que la sala de armas del Hermano Pedro». Describe dicha
sala y loa la extraordinaria condición de Fedro, que supo «unir los estruendos
de la milicia con el sosiego de la oración». Job, a cualquier parte que fuera, iba
siempre acompañado de Dios. «O mi Dios! Si fera aquefto lo que el Hermano
Pedro dexo eferito de fi mifmo en un quaderno que para en mano de fu con-
feffor, donde eftá una claufula de fu mifma letra, que dize affi: «Defde ocho
de Henero auno 1655. me acompaña mi Iefus Nazareno».
PARRAFO 5. — Habla del ardido amor de Pedro, así Job, por los niños y por
los huérfanos, por los enfermos y los desvalidos, origen de la fundación del Hos-
pital de Convalecientes, que era el centro abrasado de donde irradiaba ese fuego.
PARRAFO 6. — Pedro marcha por las calles, desde antes de rayar el alba, y
es una escuela ambulante de virtudes. Su protección, comprendiendo a todos los
vivos, se extiende a los muertos.
PARRAFO 8. — Las honras que Pedro hizo en el Calvario por sus hermanos
Terceros; en San Lázaro, por los enfermos; en San Alexo, por los indígenas, son
todas las que ahora se hacen a su llorado cadáver, y eso explica la presencia, en
el sepelio del más humilde, «de tan Supremo y Pretorial Senado: doctas Comu-
nidades y Sagradas Religiones, crecido concurso de fieles, tanto encendido tú-
mulo y tan abrazada pira». Refiere el milagro de la multiplicación de los panes,
verificado por intermedio de Pedro, en un día del Tránsito de San José: «lo mis-
mo que salía de su mano al pobre, volvía de este a Pedro».
PARRAFO 9. — Los ciegos ven con los ojos de Pedro, y por los pies de éste
andan los cojos, los tullidos y los leprosos. Concluye admirativamente: «Digamos,
pues, que Pedro era hombre, aunque no lo han de creer los hombres».
PARRAFO 10. — Job enmendó la falta de Esau, que despreció a su hermano
Jacob, llamándose hermano de todos; mas Pedro es el hermano por antonoma-
sia. Refiere su asistencia a numerosos pobres vergonzantes, sus hermanos pre-
dilectos.
EL HERMANO PEDRO 145
PARRAFO 11. — Muere Pedro libre de congojas y en su nido, al igual que
Job: «No avia de fer eterno aquefte hombre? Afi avia de fer, mas O dolor¡>.
Job previo su muerte, y parece que veía la de Pedro, quien igualmente pronosticó
la suya.
Este párrafo es el último del panegírico, y termina con la siguiente impre-
cación :
«Murió el Cifne, el segundo Job, padre de pobres. Y al ponerlo en fu fe-
pulcro yo, pude dezirle lo que al otro Job: ingrcdieres in abundan tia fepulchrum
ficut infertur acervus tritici. O Pedro¡ O amigo¡ Tú, que fuiste el montón de
trigo donde hallaron hartura tantas hambres, entraras en efte fepulcro, como en
troje, donde quedará enfilado el trigo de les pebres, entra en el y repofa, ma-
colla abundante de frutos; pues fueron tus obras todo grano, y nada paja; re-
poffa en efte fepulcro, Cifne del Cielo, para refufitar defpues como Fénix: et
multiplicabo dies, ficut paluna, ficut Phenix, dixo Tertuliano, porque es el Fé-
nix fímbolo de la eternidad, Afi fea, afi fea plegué al Cielo: refufita en buen
hora, Fénix abrafado en llamas de caridad, refufita y lebanta el ligero buelo de
tus plumas, hafta llegar a la cima de aquel monte de la eternidad, a multiplicar
los días de tu duración, por todos los siglos de los siglos. Amen. — LAVS DEO.
— II —
LOBO (P. MANUEL)
Relación/de la vida,/y virtudes del U. Hermano/Pedro de San Jofep Betancur./De
la Tercera Orden de Penitencia de N./Seraphico P. S. Francifco/Primer Fundador
del Hofpital de Conva-/lecientes de NVSeñora de Belén, en la/Ciudad de Guathc-
mala. /Dedicada a la puriffima Virgen, y Madre de/Dios de Belen./Por el P. Ma-
nuel Lobo de la Compañía de/Jesúa./. ( + ) (entre angelillos)/Con licencia, Impreffa
en Guathemala, por/Jofeph de Pineda Ibarra, año de 1667.
En 8o. — Apostillado — Portada — En los preliminares se contiene: la Aprobación
del dominico fray Juan de Quiroz: Guatemala, 29 de octubre de 1667. La licen-
cia del Gobernador don Sebastián Alvarez Alfonso Rosica de Caldas al impre-
sor Pineda Ibarra: Guatemala, 31 de octubre de 1667. La Aprobación del mer-
cedario fray José Monroy: Guatemala, 8 de octubre de 1667. La licencia del
Ordinario, doctor don Nicolás de Aduna: Guatemala, 2 de diciembre de 1667. A
la Virgen de Belén. Protesta — página en blanco. Fee de erratas — página en blan-
co. Al texto sigue el «Indice de Capítulos», en des hojas sin folio.
No hemos tenido la suerte de ver ejemplar alguno de dicha edición, pero
abundan en la literatura del Hermano Pedro prolijas referencias a ella, que nos
permiten satisfacer nuestro propósito bibliográfico con abundante información.
El padre fray Francisco Vázquez (véase No. VIII), en su obra citada, anota:
«Efcribió poco defpues q' el Siervo de Dios falleció, el M. R. P. Mro. Manuel
Lobo de la Compañía de Jesús, a inftancias de personas de authoridad, movido
14S
DAVID VELA
de la general aclamación y excitado de interior impulfo, y dictámenes de con-
ciencia, como quien avia atrectado la del V. Hermano, defde los principios de fus
eftudios, cafi continuadamente, porque aunque otros sacerdotes y Religiofos, le
confeffaban frequente, y aun continuadamente algunos tiempos, el padre Mro.
Manuel Lobo fue el que tuvo la llave dorada del Alcázar, y f agrario de fu Alma».
«En 76 foxas de quartilla pequeña que contienen 28 capítulos, conpendió ef-
te eruditiffimo, y graviffimo efcritor lo más averiguado y conftante de la vida,
y virtudes del infigne Hermano Pedro, procurando condefcender, fino fatisfacer
a la devoción con un indice de fus gigantes operaciones, omitiendo por entonces
lo que requería tiempo para fus comprobaciones, pues fue tan corto el que los
piadofos clamores de todos le datan, que cafi a los quatro mefes de la muerte
del Siervo de Dios, eftaba ya en los moldes la Relación de fu vida, intitulada
affi como cofa diminuta, y vial, para hacer atentos los ánimos a la obra cum-
plida q' efperaba fu P. R. dar a luz, en teniendo agregadas y compiladas las se-
lectas, y ciertas noticias de tanto como fe pudiera dezir y fe dize de un tan
exemplar hijo de San Prancifco, y fi una Relación de tan pequeño volumen ha
fido en el mundo tan apreciada, como diama(n)te de tan fingular valor, por fus
fo(n)dos, y lo bien labrado q' sería, fi las efperanzas de todos no fe ubieran f mi-
trado con la bien fentida muerte de tan gran padre?».
Refiriéndose al fondo de la obra, lo elogia y lamenta que falte quien la po-
día completar con igual acierto: «Fues fi en lo confifo, elegante y f olido, en lo
expreffivo, sentenciofo y grave de la Relación, admira el mundo un inimitable
eftilo, en las máximas y documentos pura ingenuidad, y felo; quien fino el mif-
mo pudiera acertadamente reformar, dar nueva forma a la obra?».
En cuanto al buen suceso de la publicación, dice: «Con tan general acepta-
ción corrió la Relación de la vida y virtudes del V. Hermano Pedro de S. Joseph,
no sólo en el Nuevo Mundo sino en el Antiguo que habiendo hecho impresión
cumplida en la ciudad de Guatemala, en el año de 1667, a poco después ya no
se hallaba un librito, tanto que teniendo yo noticias cuan aprisa se iba menos-
cabando o disminuyendo el número de los que había, que no en librerías, pero
ni aun en los rincones de las casas estaban seguros de la devoción que los bus-
caba, con el deseo que no llegase a extinguirse (que lo recelé) una obra tan
esencial y de la utilidad de todos, hice por mano de algunos Hermanos Terce-
ros, celosos y diligentes, que se buscasen las copias que se pudiesen, y habiéndo-
se hecho exactas diligencias, sin reparar el costo (porque había bienhechor que
pagaría lo que pidiesen), solamente se hallaron tres de los cuales se puso uno
en el archivo de la Provincia, otro en el archivo de la Tercera Orden, y otro
en el registro de los papeles de crónica que es el que tengo aquí en la mesa,
procurando con esta diligencia ocurrir prevencionalmente a la voracidad del tiem-
po y ansias inconsiderables de la devoción».
El doctor don Francisco Antonio de Montalvo (véase No. V), en obra citada,
elogia al padre Lobo, cuya obra tuvo a la vista para escribir su libro. He aquí
la comparación que hace: «La propia diferencia que hay entre dos Retratos,
uno facado del original, y otro de la copia, y lo que va de efcribir fentado a
EL HERMANO PEDRO
147
efcribir en pie, efta mifma obfervaras entre el libro de la vida del Venerable
Herm?no Pedro de S. Jofeph, que el Reverendiffimo Padre Maeftro Manuel Lo-
bo de la Compañía de Jesús dio al aplaufo, y el que yo ofrezco a la imprenta».
Com-> su confesor, arguye, el padre Lobo iba siguiendo sentado el curso de la
vida del Hermano Pedro. Montalvo reconoce que su obra es, pues, diminuta,
<prr haber carecido de las memorias de las acciones más notables de efte Ve-
nerable Hermano, que fe confervan en diverfos papeles que paran en poder de
d'.cho padre Lobo, que como padre de su vida efpiritual es sólo quien podrá en
más dilatados pliegos dar el alma, que merece a un fujeto tan plaufible y ad-
mirable».
Juarros dice acerca de esta edición: «Las ansias y deseos que mostraron los
moradores de Guatemala de ver escrita la vida del V. Hermano Pedro obligaron
al P. Maestro Manuel Lobo, Religioso de la Compañía de Jesús, que había sido
su director, lo más del tiempo que vivió en dicha capital, a componer una Rela-
ción de la vida y virtudes del Hermano Pedro de San José Betancourt, que se
imprimió en esta ciudad pocos meses después de la muerte del Siervo de Dios,
y se reimprimió en Sevilla, el año 1673».
El padre jesuíta fray Joseph de Porras (sermón predicado en la Catedral
de México en 1697), da gran preponderancia al padre Lobo en la dirección es-
piritual de Pedro de Betancourt y, por consiguiente en el plan y ejecución de la
Casa Hospitalaria y Orden religioso que al amparo de sus heroicos hechos iba
a fundarse; y por cooperar a su extensión posterior otros jesuítas, halla justo
motivo para que su Compañía se ciña lauros con la suprema consagración papal
otorgada a los Belemitas: «porque pretendo el que fea nueftra efta nueva Com-
pañía, no folo por el nombre, aunque hace mucho fer de un mifmo apellido las
familias, ni folo por el exercicio de educar niños, (ni por el parecido de las cons-
tituciones), fino porque el Venerable Hermano Pedro de Vetancur, de quien fe
originó la Religión que oy celebramos, como fe dice en la Bula, tuvo por Guia,
Director, y Padre efpiritual al Reverendo Padre Manuel Lobo, Varón Iluftre en
virtud, y letras, que floreció en Goatemala, y afiftió en vida, y muerte al infig-
ne fundador, quien al morir dejo en teftamento encargado a fus hijos, no dieffen
paffo en fus negocios, fin oyr, y feguir del Padre Manuel Lobo los confejos: y fi
reconoce (n) noblemente agradecidos de efte padre la dirección en el Reyno de
Goatemala, también confieffan por fus fautores en la Corte de Lima al Padre
Francifco del Caftillo: en la Corte de Madrid al Padre Prepofito Bernabé Malo:
en la Corte Romana al Padre Sebaftian Izquierdo y fobre todo en efta Corte
mexicana, y en la Corte del Cielo a San Francifco Xavier Apoftol de las Indias».
No es cierto que el Hermano Pedro haya dejado tal indicación en su testa-
mento, mas no es imposible, y hasta es probable, que de palabra recomendase a
sus hermanos la dirección del ilustrado padre Lobo. En cuanto a la afirmación
contenida en la Bula (que es de Inocencio XI, Roma 26 de marzo de 1687), la
cita es auténtica y dimana de las declaraciones que en el Vaticano hizo fray Ro-
drigo de la Cruz.
148
DAVID VELA
III
LOBO (P. MANUEL)
Relación/de la vida,/ y virtudes del U. Hermano/Pedro de San Jofeph Betancourt./
De la Tercera Orden do Penitencia de N./Seraphico P. S. Francifco/Primer Fun-
dador del Hofpital de ConvaVlecientes de N. Señora de Belén, en la/Ciudad de
Guathemala, etc. — 2a. Edición, reimpresa en Sevilla por Juan Francifco Blas, im-
presor mayor de la dicha ciudad. — Año de 1673.
Según el cronista Vázquez se copió fielmente la primera edición, cuya porta-
da se reprodujo, agregando tan sólo a los preliminares: Licencia del doctor don
Gregorio Baztán y Arostegui, Provisor y Vicario General de Sevilla y su Arzo-
bispado, 29 de mayo de 1673. Nueva aprobación, a parecer del licenciado Don
Francisco de Cuvillas, presbítero abogado de los Reales Consejos, Sevilla, 21 de
abril de 1673.
Comenta Vázquez: «Llegó a España el librito de diamante, con tanta dicha
que aunque fueron cantidad de copias duraron poco, porque como mercadería pre-
ciosa de las Indias todos apetecían, y en breves días apenas quedó en la noble
ciudad de Sevilla una copia que pudiera servir de original. Tratóse entre gente
espiritual y prudente de que se hiciese nueva impresión para satisfacer la ham-
bre que generalmente se tenía de aquel indio fruto. Se dio nuevo oriente en Eu-
ropa, al sol clarísimo que alumbro en su vida este Occidente con tantos ejem-
plos de virtud. Imprimióse, pues, segunda vez, el precioso librito que el R. P.
Mro. Manuel Lobo compuso e intituló Relación de la Vida y Virtudes del V. Her-
mano Pedro de San Joseph, etc., copiando tan puntualmente el origen de la co-
pia que casi a plana y renglón salió, habiendo aun en el número de folios muy
poca diferencia añadiendo solamente la nueva licencia y aprobación. Por dicha
mía y diligencia, hube aqui un tomito que tengo aqui presente, careado y cotejado
con el original impreso en Guatemala, consolándose la devoción con ver dos im-
presiones de la vida del Venerable Hermano Pedro de S. Joseph en tan po-
cos años».
— IV —
GRACIAN VERRUGUETE (D. FRANCISCO)
Constituciones/Qve han de observar los/Hermanos de la Compañía Bethleemiti-
ca,/facadas de la inftitucion que dexó nueftro Vc/nerable Hermano Pedro de Dan
Joseph — Primer Fundador de la dicha/Compañía.
Traducido de Latín por mi Don Francifco Gracian Verraguete, secretario de la
Interpretación de Lenguas, que por mandato de su Magestad traduzgo fus ef fritu-
ras, y de fus Confejos, y Tribunales. Madrid, a veinte y feis de Enero de mil feif-
cientos y fetenta y finco años. (Biblioteca Nacional).
EL HERMANO PEDRO
149
Folleto compuesto de 20 folios. El ejemplar que posee nuestra biblioteca tie-
ne la importancia de que es el mismo que oficialmente hiciera reconocer la Reli-
gión Bethlemitica para dirigir sus actos. A folio 20 vuelto comienza la certifica-
ción extendida por el bachiller D. Juan de Cárdenas, cura Rector mas antiguo de
la Santa Iglesia Cathedral de la Ciudad de Santiago de Guatemala. Secr. de los
Señores Dean y Cabildo Sede Vacante de ella, y suscrita en Guatemala, a los 16
días de Nobiembre de 1675. años. El bachiller Cárdenas certifica haber cotejado
dicha traducción con el original del Vaticano que le presenta el procurador de la
Compañía, fray Rodrigo de la Cruz, y hallarlos conformes. A continuación, en
otra hoja del sello correspondiente, aparece una auténtica en 21 de Nob. de 1675, de
los escribanos Pedro de Contreras, Steban de la Fuente y L. J. de Xerez Serrano,
quienes aseguran que la firma del bachiller Cárdenas es la que siempre usa y dan
fe de la calidad con que la puso. En el mismo folleto siguen 5 pgs. sin folio, im-
presas, en que se contiene la «Forma de recibir el habito y entrar al año de pro-
vacion, y noviciado en la Compañía de la Hofpitalidad de Convalecientes de Nuef-
tra Señora de Belén»; mas 8 pags. sin folio, también impresas, conteniendo la
«Forma de la profeffion, que han de hazer los Hermanos de la Hofpitalidad de
Nueftra Señora de Belén» (2 pgs. en blanco).
Dichas instituciones, aprobadas por S. S. Urbano VII, que después sufrieron
varios cambios, tienen la importancia de estar calcadas, con leves variantes, en
las que de su puño y letra dejó escritas el Hermano Pedro en manos de fray Ro-
drigo de la Cruz y contener también las adiciones que de palabra recomendara el
Siervo de Dios a su noble sucesor. Fray Juan de Concepción (Sermón predicado
en México en 1697), dice: «Eftando para morir, el Venerable Hermano Pedro, le
ordenó a un Hermano por claufula de teftamento, a quien dexaba encomendado
el govierno de fu Bethlen, que para fu mas regulada adminiftracion, hicieffe las
conftituciones, que le parecieffe mas ajuftadas a las leyes evangélicas, y mas pro-
pias del minifterio humilde, pobre, y penitente, de aquella Compañía Hof pitalaria :
y entre las inftrucciones que le dio fue una, que reduxeffe la cafa a govierno mo-
naftico, con doze hermanos, y uno mayor». Comentando en seguida que el her-
mano (fray Rodrigo de la Cruz) cumplió como bueno. También refiere el padre
misionero Vicente García (véase No. XXXVII) que el obispo Juan Mañozca Murillo
«quiso cambiar algunos puntos de la constitución que le parecían muy rigurosos
para personas que tanto tenían que hacer por el alivio corporal de los enfermos;
mas, el fervor de los Hermanos presentó modesta resistencia diciendo que aquellos
estatutos eran la herencia de su venerado fundador».
— V —
MONTALVO (Dr. FRANCISCO ANTONIO DE)
Vida Admirable/y Mverte Preciosa/del Venerable Hermano/Pedro de S. Ioseph/
Betancur/Fundador de la Compañía Bethlemitica en/las Yndias Occidentales/Com-
pvesta/Por el Doctor/D. Francisco Antonio/de Montalvo/Natvral de Sevilla/Del
Orden de S. Antonio de Viena/Y Dedicada/A La Real Magestad/De la Reyna Ma-
dre/Doña María Ana/de Avstria./ (angelillo) /En Roma, MDCLXXXIII./Por Nico-
lás Angel Tinaffi Ymprefor Camer./Con licencia de los Superiores.
Biblioteca de Mariano Pacheco Herrarte.
150
DAVID VELA
8o. mayor-Dedicatoria (4 pp. s.f.), fechado. Roma, mayo 8 de 1683. — Intro-
ducción — (8 pp. s.f.) — Protestación del Autor, que se ha de imprimir en el prin-
cipio de el libro por mandado del Summo Pontifice Urbano VII. Conforme a las
declaraciones de la Sagrada Congregación hechas en Roma el año de 1642. (2 pp.
s.f.) — Portada — 416 pp. I un apéndice de 11 pp. en que se copia la bula de Ino-
cencio XI. que dio a los Bethlemitas las reglas de los Agustinos-Siguen 18 pp. con
el «Indice de las cosas más notables» (en orden alfabético), y 1 p. de erratas.
En la dedicatoria a la reina Ana de Austria, ya realza de elogios la figura de
su biografiado y explica los motivos del homenaje: «El Venerable Pedro de San
Ioseph Fundador de la Compañía Bethlemitica en las Indias Occidentales es el
piadofo fugeto de efta Hiftoria, que confagro con profunda veneración a V. Ma-
geftad. Efte Varón grande en cuyas obras renació la caridad para fénix de efte
siglo murió tan obügado a las fingulares mercedes, con que V. M. promcvió fus
feruorofas operaciones fino ofreciera mi rendimiento fu Vida a los Reales pies de
U. M. fe declarara ofendido fu agradecimiento (referencia al permiso para edifi-
car el hospital), deftinando el Cielo a la celebridad de las edades la dulce memo-
ria del nombre de V. M. gravado en las eternas duraciones que infiere la piedad
de la virtud del Fundador y del exemplo de fu Compañía. Por teftimonios iluf-
tres de efta verdad admitieron su beatitud con paternal agrado, y los Cardena-
les Cybo, Lucca y Ottobono con devotifima reverencia las Reales recomendacio-
nes, en que V. M. calificando los méritos de eftos humildes Hermanos, los enco-
mienda y agradece juftamente defde luego como propia fu mas breve y fauorable ex-
pedición». «V. M. reciva los que es por tantas razones fuyo, y no dude que el Her-
mano Pedro deje de corresponder a V. Magestad, defenpeñándofe con Dios de las
finezas, que V. M. obra por fus hijos, fus pobres y por fus Hofpitales».
En la introducción, explica el autor que tuvo por fuentes la obra del padre
Lobo (véase números II y III, posiblemente la edición de Sevilla), el Panegírico de
Varona de Loayza (véase número I) y las informaciones «de un fugeto de toda
calificación, que le trató familiarmente» (Puede suponerse que fuera Fray Rodri-
go de la Cruz), congratulándose de que sean «todos tres testigos de vista».
Si su obra es diminuta, lo que lamenta, es porque ha «carecido de las memo-
rias de las acciones mas notables de efte V. H., que se confervan en diverfos pa-
peles, que paran en poder de dicho padre Lobo»; hace advertir la «dif-
tancia de Roma a las Indias, donde están los inftrumentos», y la prisa con que
hubo de escribir, por «las inftancias con que muchas perfonas de la mas fuperior
esphera de Madrid, y Roma pedían la vida del Hermano Pedro».
No como propio galardón, sino para conocimiento del alto juicio que perso-
nas de calidad tenían de las virtudes de su biografiado, refiere que al ser someti-
da su obra a la censura del Promotor de la Fe, y Abogado Fiscal de la Congre-
gación de Ritos, monseñor Profpero Matini, arzobispo -de Mira, no sólo éste la
aprobó sin modificación alguna, sino «aun decía extrañarle que no se hubiesen
hecho informaciones por el Ordinario de la vida de un Varón tan grande, y exem-
plar, dificultándole con la dilación la provanza, y difiriendo la gloria de Dios, que
quiere ser magnificado en las acciones heroicas de sus siervos».
Termina haciendo suyo el ferviente deseo de los guatemaltecos: «Quiera la
Magestad divina que llegue a ver en nuestros años esta ilustriffima Ciudad lau-
reado de gloria aquel Varón, a quien tantas veces coronó su aplauso de juftas
EL HERMANO PEDRO
151
alabanzas, para que su piedad quede digna exclarecida con las aclamaciones de la
Iglesia en el Inmortal Patrocinio de tan amante Protector».
El autor dice seguir en la graduación de los sucesos el orden natural de los
mismos, aunque en ocasiones no consigue precisar las fechas de algunos. Divide
su obra en tres libros; el primero, compuesto de 12 capítulos, trata de la patria,
padres y piadosa iniciación de su carrera, hasta la fundación del Hospital de
Convalecientes; el segundo, en 27 capítulos, relata y glosa los actos que pusieron
de manifiesto la fe, caridad y esperanza del Siervo de Dios, quien alcanzara en
grado heroico tales virtudes; y el tercero, en 30 capítulos, se refiere a la enfer-
medad y muerte del H. Pedro y reseña los sucesos posteriores atingentes con la
vida de la Compañía Bethlemítica.
La obra de Montalvo es muy interesante: por la probada ilustración del au-
tor, desde luego, y por el cuidado con que trató de sujetarse a los datos más cier-
tos. Así, sólo en pequeños detalles discrepa de la biografía de Fray José García de
la Concepción, sin duda porque este último también tuvo muy en cuenta la rela-
ción del padre Lobo, cuya verdad concuerda con las probanzas del proceso de
beatificación.
— VI-
DE LOS REYES ANGEL (P. GASPAR)
SERMON/DEL GRAN PRIVADO DE CHRISTO/( + ) El Evangelista ( + )/SAN
JUAN/En la Titular Fiesta, qve/Patente el SS. Sacramento/ celebra (entre rama-
zones)/la Compañía de Bethlem+/en su Hospital+/de Convalecientes/ (X) (X) de
México (X) (X)/Dixoloi/El P. Gaspar de los Reyes/AngeL/de la Compañía de Je-
sus,/En Prefencia del Excelentiffimo Señor Conde/de Galve, Virrey defta Nueva
Efpaña./( + + + ) DEDICASE ( + + +/al Señor Doctor D. Francisco Deza, y Viloa,/
del Confejo de fu Mageftad, inquifidor Fifcal del Santo/Tribunal de la Fé, Cathe-
dratico antes de Rethorica/en propiedad, y de Vifperas de Cañones en la Real/Vni-
verfidad defta Corte/ ( + ) ( + ) ( + )/con lif encía en México: por los Herederos de
la vinda/de Bernardo Calderón. En la Imprenta de Antuerpia ' 1689.
Biblioteca Nacional, 29 S.
8o. Port.— Pagina en blanco— DEDICATORIA (en dos pags.) Al Sr. Dr. D.
Franfico Deza y Vlloa. Enero 12 de 1689 APROBACION (en dos pags). del M.
R. P. Aguftin Franco de la Compañía de Jesús, Rector del Colegio de San Andrés
de México. Enero 19 de 1689— APROBACION (en dos pags.) del M. R. P. Doctor
Francifco Antonio Ruiz, Prefecto de la Congregación del Salvador en la Casa
Profeffa de México. Febrero 6 de 1689. — LICENCIAS (en 1 pag.) del Virrey, Go-
vemador y Capitán General de Nueva-Efpaña. Decreto de 20 de febrero de 1689
— y del Doctor Diego de la Sierra, Provifor. Auto de 7 de febrero de 1689. — LI-
CENCIA (en 1 pag.) del Provincial de la Compañía de Jesús, Bernabé de Soto;
que refrenda el secretario, Martin de Rentería. Febrero 4 de 1689.
15 pags. de texto. Comienza: «Tan semejante es vueftro amado Apoftol (So-
berana Mageftad de cielos, y tierra) es tan parecido el Difcipulo amado a efta
nueva Familia de Bethlem, y fu caritativo Inftituto, que para satisfacer a la obli-
gación defte día, no ferá fin propofito, que yo haga defta Compañía, y Hofpita-
152
DAVID VELA
lidad, la mefma pregunta, que hizo el Principe Pedro por el favorecido Evange-
lifta: hic autem quid?»
Recuerda la costumbre de los egipcios, entre quienes «para cada achaque ha-
bía uno solo reputado médico», Medicina erat distributa, ut singulorum morborum
fint medici: Herodes, Lib 2; tendencia a la especializaron que en todas las cosas
se observa, mas tiene su excepción en la Orden Bethlemítica : «Porque es el Ma-
ná de los Hospitales, y si el maná no podía a un manjar solo ceñirse; tampoco la
Casa de Bethlem por el maná puede a especial accidente estrecharse, porque es
el blanco de sus intentos atender con indiferencia a todos los Hospitales, y esta
es su mayor, y propia alabanza ser uno, y servir a todos los enfermos».
Explica como esta Orden tiene de todas las religiones, por lo que abre plura-
lidad de caminos a la observancia de la ley divina, la propia perfección y el ejer-
cicio de la caridad; y termina preguntándose: «¿Que hospital es este de Bethlem?».
«Atiéndase a su origen — responde — , a su principio, a su instituto, a su Funda-
dor: est umbra Petri. Es una sombra de Pedro de aquel Venerable Varón, antes
por el nombre de Ventancur, y después conocido por el título de Hermano Pedro
de San Joseph: este fue la luz de este instituto, con que este Hospital es la som-
bra de ese Pedro, que como la del Apóstol en un solo contacto servía a la sanidad
común. Este Hospital en un solo empleo sirve a todas las enfermerías pues de-
xenme dezir, que este es el maná de los Hospitales».
— VII —
MUÑOZ DE CASTRO (Br. PEDRO)
EXALTACION/MAGNIFICA/DE LA BETHLEMITICA/ROSA DE LA MEJOR AME-
RICANA/JERICO,/Y ACCION GRATÜLATORIA/Por fu plaufible Plantación di-
chofa; nuevamente/erigida en Religión f agrada por la Santidad del Sr. Inocencio
XI. P. M./Que/Celebro en efta Nobiliffima Ciudad de Mexico,/el Venerable Dean,
y Cabildo de efta S. Iglefia/Metropolitana, y Sacratiffimas Religiones,/Con assis-
tencia/de Exmo. Señor D. Ioseph Sarmiento/Valladares, Virrey de efta Nueva-Ef-
paña,/y/del linio. Señor D. Francisco de Aguiar/Seyxas, y Vlloa, Arzobifpo de efta
dicha Ciudad/Con octavario pleniffimo de Sermones predicados, que fe dedican/
al dicho Ilustriffimo Señor, a cuyas influencias debe el Parayfo/de Bethlen toda
fu amenidad./Cuya difpofficion fe encomendó a la idea del Bachiller/Pedro Mu-
ñoz de Caftro, Presbytero de efte/Arzobifpado/Con licencia de los superiores: /En
México, por Doña María de Benavides, viuda de Juan de/Ribera en el Empedra-
dillo año de 1697. — Biblioteca Nacional.
8o.— Apost.— 84 folios— 2 col. en p.— Prel -Dedicatoria (7 pp. s. f.); A su S. 111-
ma. México y marzo 20 de 1697— Br. Pedro Muñoz de Caftro. Parecer de M. R. P.
Miguel de Castilla, profeffo de la Compañía de Iesus, Cathedratico de Vifperas
de Theologia en el Colegio Máximo de S. Pedro y S. Pablo de dicha Compañía.
(8 pp. s. f.) Junio 12 de 1697.— Parecer del Doctor D. Alonso Alberto de Velafco,
Cura mas antiguo de efta S. Iglefia Cathedral Metropolitana de México, Abogado
EL HERMANO PEDRO
153
de Preffos, y Confultor del S. Officio de la Inquificion de efta Nueva-España,
Capellán del Convento de N. Señora de la Antigua, y S. Iofeph de Religiofos Car-
melitas Defcalzos de efta Ciudad, Confultor del Colegio de la Puriffina Concep-
ción de N. Señora, y del Apoftol S. Pablo de la mifma S. Iglefia Metropolitana
(6 pp. s.f.) México y agosto 21. de 1697— Licencia de el Exmo. S. D. Ioseph Sar-
miento Valladares Conde de Moctezuma, Virrey y Governador y Capitán General
de Nueva-Efpaña— Decreto de 9 de julio de 1697 años— Licencia del Illmo. y Rmo.
S. Dr. D. Francifco de Aguiar, (etcétera) Arzobifpo de México — Auto de 26 de
agosto de dicho año.
En 12 folios hace la «Descripción del octavario solemne que a la publicación
de la Bula de S. S. de Inocencio XI declarando Religión Sagrada a la Compañía
Bethlemitica se celebró en México, cabeza del Reyno de Nueva-Efpaña».
El Bachiller Muñoz de Castro padece el estilo amanerado de su época: «Efte
renuevo hermofo, planta bella de nueftra feliz flor Americana, Cedro mas que
fublime, Diafana Fuente criftalina, y clara, fue (ya fe deja ver) el infigne Va-
ron digno de eterna fama, aquel Pedro excelente, preciofa piedra, y piedra de va-
lor ineftimable. Pedro, piedra fundamental, piedra primaria del edificio Bethle-
mitico Augusto, que oy nuevamente, fe aplaude ya exaltado, quando en Sagrada
Religión fe vee erigido, Pedro de San Joseph Betancur, Reparador infigne de las
ruynas de aquel Portal pobriffimo de Bethlen, quando edifica, y funda fumptuofo
Alcázar de una Religión Hofpitalaria, que con título de Compañía Bethlemitica
aplaudimos ya confirmada, Pedro de San Joseph Betancur... (Sigue exponiendo
su origen, padres e impulsión de salir de las Canarias, llamado a realizar elevado
destino, y acaba en fervoroso elogio de Guatemala). «Aqui, o ifigne Ciudad nue-
va de Guatemala, fi hafta oy tan conocida, defde aora más iluftre, fi hafta oy
tan leal, y noble, defde aqui mas famofa, y decantada, en laminas de bronze a
pefar de los tiempos viva eterna tu fama pues fuifte el rico fundo donde pufo
con alta providencia los ojos el Señor para perpetuo cenfo de fu mayor agrado,
para renta eftimable de fu cariño, poffeffion fu Iglefia de un rico mayorazgo. Tu
fuifte el fitio hermofo, que para obra tan rara de heroyca fundación la Mages-
tad Suprema ha deftinado, y fuifte tu la tierra, que demoftro el Señor a nueftro
Abraham Pedro, para fundamentar en ti, aquefta Religiofa, aunque mínima, excelfa
Compañía de Bethlen, que en Religión Augufta vemos oy erigida, y exaltada».
En el mismo tono sigue llamándola «Sion gloriofa», predispuesta a albergar en
su seno a esa Bethlen, tierra propicia a «la flor americana», a la vez exalta la
figura de Pedro: «O Guatemala Iluftre, en ti foltó las velas a fu efpiritu a fo-
plos repetidos de el Sacrofanto, efte Varón famofo, efte hombre Angelical, Angel hu-
mano, furcando fin parar quinze años fubfequentes, q-vivio en tus confines, los ma-
res borrafcofos de tribulaciones, y trabajos, todo aplicado, todo, a la tarea con-
tinua de obras de charidad en que fin cefar fervorofo fe exercitaba, vifitando
Hofpitales, curando a los enfermos, viftiendo a los defnudos, y focorriendo ham-
brientos, y miferables».
Continua exponiendo la forma en que Pedro procedió a su fundación hospita-
laria, «en aquella humilde cafita tan dichofa, para cuya erección bufeo charita-
tivos compañeros idóneos que le ayudaffen, o por mejor decir atraydos ellos mif-
mos de aquel olor fuave, de aquella ínclita Rofa, le figuieron en pos de la fragan-
cia de fus prodigiofos faludables ungüentos de" virtudes embelefados.»
154
DAVID VELA
Remite, a quienes desearen más individual noticia, a «la vida, o vidas dos de
efte Varón Infigne, hombre admirable, la que efcribio el Reverendiffimo Padre
Maeftro Manuel Lobo de la Compañía de Jesús, su Doctiffimo y efpiritualiffimo
Confeffor, y la que defpues en mayor volumen compufo el eloquentiffimo Doctor
D. Francifco Antonio de Biena, donde hallará el Devoto noticias prodigiofas, y
exemplos fingulares».
Elogia el celo con que Fray Rodrigo de la Cruz, presente en esas ceremonias
del novenario, ha continuado la obra, «creciendo la cafita pequeña de aquel pe-
queño Pedro piedra humilde, que le quebró las piernas a la eftatua foñada de
Nabucos adverfds, hafta formar un fuperior collado, un Líbano eminente».
Le parece que todo el texto de Isaías induce profetica alusión a la Orden Be-
lemítica, y pasa a relatar las ocurrencias del solemne octavario. Entre otros datos,
nos interesa sobre manera el que identifica a un pariente consanguíneo del Her-
mano Pedro, entonces residente en México y prelado notable, a saber: «Aplaudió
en el pulpito las glorias de el celebrado Pedro, un orador Seraphin fabio, y Que-
rubín amante por las generales que le tocan, y muy de lleno por consanguíneo de
el infigne Fu (n) dador de la Familia de Bethlen, pero aunque parte tan apafionada,
como vive defnudo, no eftrañó el defnudarfe de paífion, efte fue el muy R. P.
Fr. Auguftin de Betancur, Difinidor Actual, Cura Colado de la Parroquia de S.
Joseph de los Naturales, y Coronifta de fu Sagrada Religión, cuyos elogios, cré-
ditos y fama eftan bien afianzados en lo mucho que como tal Coronifta tiene
impreffo».
Cada Continente había dado su concurso de santidad, agrega, mediante la
predestinación de excelsos varones, «...de la Afia Bafilio, de la Africa Augufti-
no, y de la Europa Benito: folo nos faltaba la América, y efta pufo su flor, tam-
bién, por medio de Pedro de Betancur, en efte prodigiofo ramillete de las Reli-
giones». Halla que el hombre de hierro que vio Ezequiel y campeaba dirigiendo
el carro de Dios, es Pedro de Betancur, carro y carrero él, «encendido en llamas
de chariaad». «Y que hombre mas de hierro, que nueftro Betancur, que jamas
pareció hombre de carne?».
Transcríbense en seguida los sermones con que se solemnizó el octavario en
la Catedral. A folio 13: «Sermón, que en las fiestas de la publicación de la Bula
que erigió en Sagrada Religión a la Compañía Bethlemitica, el primer día de fu
octava en la Santa Iglefia Cathedral Metropolitana de Mexico./Predicó, el Dr. D.
IVAN DE NARBAES, Prebendado de dicha Saín) ta Iglefia Metropolitana, Ca-
thedratico Propietario de Prima de Sagrada Efcriptura en efta Real Vniverfidad,
y Examinador Synodal de efte Arzobifpado». Es curioso en esta pieza oratoria
un derroche de ingenio y tiempo para sacar consecuencias alegóricas a la relación
numérica de las fechas importantes en la vida de la nueva religión, desde que Pe-
dro de Betancur la fundara en el año de 1653.
A folio 25: «Sermón Segundo./En las fiestas de la/Publicación de la Bula en
que/fe erigió en Religión Sagrada la Compañía/Bethlemitica., Predicado, por el
M. R. P. M. Fr. DOMINGO DE SOUFA, Provincial Actual de la Provincia de San-
tiago de México, en el Hofpital de Convalecencia de efta Ciudad.
A folio 32: «Sermón Tercero/ A la Celebración de la exaltación en Religión
Aprobada de la Compañía Bethlemitica por Bula de la Santidad de Innocencio
Xl/Predicado por el M. R. P. Fr. AUGUSTIN DE BETANCUR, Ex-Lector de
Teología, Predicador lubilado Gen/ral, Difinidor Actual, y Chronifta de la Pro-
EL HERMANO PEDRO 155
vincia del Santo Evangelio Mexicano, Cura Miniftro de la Iglefia Parrochial del
Señor San Ioseph de los Naturales de México». .Era este padre orador y escritor
famoso, y pariente consanguíneo del Hermano Pedro; en un párrafo en que atri-
buye a sus actos la inspiración del Espíritu Santo, desde su dichoso nacimiento,
cree necesario advertir: «..y efto no me lo revelo la fangre fuya. Caro, fanguis,
no revelabit tibi. fino la fama de fus virtudes...». De él conocemos una obra muy
docta, intitulada «Chronografia Sagrada de la Vida de Christo Nuestro Reden-
tor»; seguida de otra particular de la Seráfica Religión de San Francisco, publi-
cada en México, por María de Benavides, en el EmpedracLUo, 1896; y su «Teatro
Mexicano»,
A folio 38: «Sermón Quarto/En las Fiestas de la Publicación/ de la Bula en
que fe erigió en Religión Sagra da la Hofpitalidad y Compañía/Bethlemitica./
Predicado por el M. R. P. Fr. LVIS DE RIBERA, Lector de Theología Jubilado
en fu Provincia de S. Nombre de Iesus, y Miniftro de la Tercera Orden de Peni-
tencia de N. P. S. Auguftin». A folio 45: «Sermón Quinto/En las Fiestas de la
Publicacion/de la Bula en que fe erigió en Religión Sagra/da la Hofpitalidad v
Compañía/Bethlemitica./Predicado por el M. R. P. fray IVAN DE CONCEPCION,
Superior del Convento de S. Sebastian de Carmelitas Defcalzos de efta Ciudad
de México».
A folio 57: «Sermón Sexto/En las Fiestas de la Publicación/de la Bula en que
fe erigió en Religión Sagra/da de la Hofpitalidad y Compañía/Bethlemitica/Pre-
dicado por el M. R. P. Fr. NICOLAS RAMIREZ del Real, y Militar Orden de N
Señora de la Merced. Ex-Regente del Convento de los Santos Doctores S. Cofme,
y S. Damián de la Puebla, etc./
«Sermón Septimo/En las Fiestas de la Publicacion/de la Bula en que fe eri-
gió en Religión Sagra/da la Hofpitalidad y Compañía/Bethlemitica./Predicado
por el M. R. P. IOSEPH DE PORRAS de la Compañía de Iesus, Prefecto de la
Congregación de la Puriffima».
«Sermón Octavo/En las Fiestas de la Publicacion/de la Bula en que fe erigió
en Religión Sagra/da la Hofpitalidad y Compañía/Bethlemitica. /Predicado por
el M. R. P. Fr. IOSEPH IGNACIO DE RUEDA del Orden de S. Juan de Dios».
Todos los oradores citados hallan coyuntura para exaltar la piedad, devoción
y otras virtudes del Hermano Pedro, así como las excelencias de la Orden Hospi-
talaria que por divina inspiración fundaría en América.
Sigue (a folio 81) una carta pastoral del arzobispo de México y miembro del
consejo de su Magestad, doctor Francisco de Aguiar y Seyxas, por la cual comu-
nica «a todos los vezinos, y moradores, eftantes, y habitantes en efta ciudad de
México; y todo efte N. Arzobifpado, de cualquier eftado, calidad, y condición que
fean. . .», el brebe que acredita a fray Rodrigo de la Cruz como general de losBeth-
lemitas y 1% bula de Inocencio XI relativa a la consagración de la Orden Hos-
pitalaria fundada «por un cierto Pedro de Betancur de San Joseph, que comenzó
el año de 1653 a edificar la primera Cafa, y Hofpital de dicha Compañía, en la
ciudad de Guatemala».
158
DAVID VELA
— VIII —
VAZQUEZ (Fr. FRANCISCO)
SEGUNDA PARTE/de la/CHRONICA/De la Provincia del Santis/simo Nombre de
Jesús de Gvatemala/Del Orden de N. S. P. S. Francisco/En el Reyno de Nveva-
España/ (entre ramazones) DEDICADA/al limo, y Rmo. Señor Doctor y Maestro
dos veces Jvbilado D. Fray/Juan Baptifta Alvarez de Toledo de la Regular Obfer-
vancia./Digniffimo Señor Obifpo de Guatemala y Verapaz del/Confejo de fu Ma-
geftad; Hijo y P. Amantiffimo de/efta Provincia y COMPUESTA /Por el R. P. F.
Francis-/co Vasquez Lector Ivbilado Calificador del Santo Officio./Notario. Apof-
tolico, Padre de la Provincia de Nicara-/gua, Cuftodio, y Cronifta defta./TOMO
SEGUNDO/Con licencia de los superiores,/En Guatemala en la Imprenta de Sam
Francifco/año de 1716. Biblioteca de los P. Franciscanos.
El padre Vázquez fue por más de quince años Chronista y su obra, escasísi-
ma hoy, contiene datos muy importantes. El capítulo XVI de este segundo to-
mo (pags. 888 y sigtes.) se intitula «Noticia de la vida admirable del V. Hermano
Pedro de San Jofeph de la Terzera Orden de Penitencia de N. Seraphico P. San
Francifco».
Hace referencia a la obra del padre Manuel Lobo, a quien trató personal-
mente; además, tuvo oportunidad Vasquez de relacionarse con varios Terceros
contemporáneos del Hermano Pedro, particularmente con aquellos con quienes
más se comunicaba el seráfico lego, y de ellos obtuvo algunos «instrumentos y
papeles de letra del V. Herm. Pedro», los cuales quizo cotejar con otros que se ha-
llaban en poder del padre Lobo. En esa ocasión, el confesor del Hermano Pedro
le expresó su intención .de añadir y ampliar la Relación impresa en 1667, «y dis-
poner un volumen diferente, que compuciese un libro», con lo cual no sólo satis-
facía a un interior impulso sino obedecía a las instancias y hasta órdenes de sus
prelados; sin embargo, esperaba que se practicaran las informaciones públicas,
seguro de que «apenas habría persona grande o pequeña que no tuviese algo que
declarar, haber sucedido en su casa o en su vecindad, pues era tan familiar a to-
dos el Siervo de Dios». Aún más, el padre Lobo mostró al cronista Vázquez una
petición del muy noble Ayuntamiento para que se nombrasen capitulares por co-
misarios y solicitar la debida información ante el Juez Eclasiástico, «de la vida,
virtudes y cosas que pareciesen maravillosas», del Hermano Pedro. A tal petición
respondió el Dr. Juan de Sto. Mathia Sanez de Mañozca y Murillo que era muy
prematura e insinuando que se esperase al menos 20 años. Desafortunadamente,
comenta, pocos días antes de que el plazo se cumpliera, que era el día 25 de abril
de 1687, falleció el padre Lobo — el 21 de marzo de dicho año — , sin llegar a es-
cribir el libro que planeara. Vázquez suplicó al Provincial de la Orden, fray Alonso
Afpectia, que gestionase la restitución de todos los papeles que poseía el difunto,
que no podían ser conservados por nadie con mayor celo y cariño que el de los
franciscanos, dichosos de haber tenido en su seno al «insigne Hermano Pedro».
Su solicitud tuvo éxito, y la documentación llegó a manos del cronista, quien, a
su vez se reservó para más tarde escribir largamente sobre el famoso Tercero, es-
perando también las informaciones públicas.
EL HERMANO PEDRO
157
El cronista Vázquez afirma que conoció por más de diez años al Hermano
Pedro, teniendo aquel 20 años a la muerte de este; y refiere que apenas muerto
el Venerable Varón ya cundieron en el pueblo generales aclamaciones de su san-
tidad, en forma y grado sólo comparables a las que motivó el fallecimiento de
fray Juan de Orduña, otro piadoso varón cuya vida refiere en el capítulo XIV (pá-
gina 58). Lamenta el retardo en la práctica de indagaciones oficiales sobre las
«gigantes operaciones» del Hermano Pedro, lo cual dificultará las probanzas, pues
en 30 años corridos desde su muerte «ya faltan tres cuartas partes de quienes le
conocieron». Acerca de la vida del H. Pedro se había Vázquez informado con los
Terceros Penitentes, pues fue durante seis años Visitador de la Orden, y, siendo
poseedor de la documentación del padre Lobo, deseaba escribir un libro, que ya
no comenzó siquiera. Sin embargo, Agustín Meneos Franco (véase No. XXIII)
lo da por escrito, con el título de «Historia del Venerable Pedro de Bethancour,
fundador de la Orden Hospitalaria de las (sic) Belemitas», y «publicada en las
prensas de la Antigua Guatemala».
El cronista Vázquez pronunció un panegírico del Hermano Pedro, en las exe-
quias hechas a sus restos el año de 1686, según consta del Proceso de Beatifica-
ción. (La Semana Católica, Año V, No. 245, página 287).
— IX —
MELIAN DE BETANCURT (Fr. PEDRO)
Mística escala de Jacob/la Religión Bethlemitica, y en el Patriarca,/fu V. Funda-
dor el Hermano Pedro/de San Jofeph Vetancur/figurado/PANEGYRICO/Predica-
do erí Belén, de el Nacimiento de el hijo de/Dios, día de los SS. Inocentes/Paten-
te/N. GRAN DIOS/y Señor Sacramentado/Por el R. P. Fr. Pedro Melián/de Be-
tancurt, Lect. Jubilado, Qualificador de el/S. Officio, Examinador Synodal de
efte Obifpado./y Biffinidor actual de efta Sta. Provincia/de el SS. nombre de
IESVS/de Guatemala/año de 1722/ (una corona entre ramazones) /En Guatemala,
co(n) licencia de los Superiores, por el Bchiller (sic) /Antonio Velafco, Ano de
1723. — Biblioteca Nacional de Guatemala. — 29 S.
8o. — Portada — hoja en blanco — Prels. en 15 Pags. s. f., a saber: Ofrecido al
Rmo. P. Fr. Andrés de la Purificación digniffimo Prefecto de fu Religiofiffima
Cafa Bethlemitica de Guatemala, y por fu orden confragado a fu Ínclita devota
la efclarecida Virgen y Martyr invictiffima Señora Santa Febronia: Comienza:
Espejo de Vírgenes, exemplar de martyres, norma de fortaleza, efpofa amadiffi-
raa de Chrifto Señor Nro. Señora mía S. Febronia. — Termina: Eftá Santa mía, a tus
pies el mas humilde, y menor de tus devotos. Fr. Pedro Melian de Vetancur (en tres
pags. ) — LICENCIA DE LA ORDEN: Fr. Pedro Salguero del Orden de los menores de
la Regular obfervancia de Nro. Seraphico Padre S. Francifco, Predicador Jubilado
Calificador del Sto. Officio Examinador Synodal de efte Obifpado Ex-Cuftodio, y
Miniftro Provincial de efta Sta. Provincia de el SSmo. nombre de Iesvs de Gua-
themala. Honduras, Chiapa, Monjas de N. M. Sta. Clara, Colegio de Chrifto Sr.
N. Crucificado, y Sierva, &c— La refrenda: Por M. de S. M. R.— Fr. Juan Paf-
158
DAVID VELA
qual — Lector Jubil. y Secret. — 8 de enero de 1723. — Parecer del R. P. Fr. Juan de
Arroyo, Lector jubilado, Cathedratico de Filosofía en el Colegio del Seraphico Dr.
S. Buenaventura de el Convento de S. Francifco, Regente General de eftudios,
Notario apoftolico, calificador del S. Officio de la Inquif icion, y Con. Juez y di-
finidor actual de efta (etc.) — Enero 9 de 1723. (En cuatro pags.). — Parecer de Fr.
Francifco Vidal — Convento de S. Francifco — Guatemala, Henero 16 de 1723 — En
dos pags.) — Licencia de el Maestre de Campo D. Francifco Rodríguez de Rivas
del Confejo de su Magestad Prefidente, de efta Real Audiencia, Governador y Ca-
pitán General de efte Reyno. &c. — Refrenda: Por Mad. de fu Sria. — Don Manuel
Lexarza Palazios — 18 de Henero de 1723 — (en 1 pag.) — Por remisión del Sr.
Dr. D. Joseph Varón de Berrieza Dean de la Sta. Iglefia Cathedral Jubilado de
Vifperas de Sagrada Teología en la Real y Pontificia Vniverfidad de San Carlos —
San Francifco de Guathemala, Henero 21 de 1723 (Ssgundo parecer del i*. Arroyo,
en 3 pags.) — Licencia de la Jurisdicción Ecleffaftica — 22 de Henero de 1723 — Sus-
criben: Dr. Don Jofeph Varón de Berrieza — Por Mand. del Sr. Proviffor y Vicario
General Juan Gregorio Vafquez — Not., Public.
Siguen 24 págs. de texto, comprendiendo las nueve primeras la salutación y
constando en la última la protesta del autor. Este sermón, dada la popularidad
del Hermano Pedro, cuyos heroicos hechos palpitaban en el ambiente, fue elogio-
samente comentado en toda la ciudad, el padre Arroyo dice: «Grande fue en la
fama este sermón, y parece mayor en lo escrito, pues cada cláusula suya es una
admiración y todo junto un milagro». La pieza oratoria exalta a la religión
Bethlemítica y a su fundador, haciendo un paralelo de la ejemplar vida del Her-
mano Pedro con la de Jacob, señalando en los textos sagrados y en los glosado-
res de la biblia numerosos antecedentes de los hechos del Venerable Tercero Pe-
nitente, comenta al respecto el padre Arroyo: «Engaita con primorofo artificio
noticias diverfas de la vida del Venerable hermano Pedro, de Padres, y Expofito-
res pref entes, y futuros de una nueva, y Santa Religión». Y en su segundo pa-
recer corrobora ese criterio: «Aveja artificiofa ha fido el author, pues de todas
flores de letras Divinas y Humanas, de Padres, Expofitores Sagrados, y de la Vi-
da del Hermano Pedro de San Jofeph Betancort, ha entrefacado el mejor y mas
fuá ve licor, para componer el néctar preciofo, que nos adminiftra en efta obra
en que fe hallan con admirable concordia. Niño Dios, que nace, y Niño Inocentes,
que mueren, (porque eftan muy enlazados el nacer con el morir) con la inocen-
cia Santa de una Religión nueva, que imita en todo la candidez columbina de el
V. Pedro de San Jofeph Betancurt; que bien confiderado todo es vn néctar de
inocencias».
Belén es un cielo — según el padre Melian — , porque lo formaron primeramen-
te los angeles que Jacob vio congregados, y es santuario de humildad porque, a la
vez, es fundación de los pastores que fueron a adorar al Niño Dios, quien vino al
mundo en un indigno pesebre, donándose ya con este primer acto de modestia a
los humanos; en fin, esta religión es eco del virtuoso ejemplo de los patriarcas de
la antigüedad: «los Bethlemitas fon vnos hombres dados al efpiritu en trage, bar-
ba, officio, y execicios de los antiguos Patriarcas». #
«Fundó a efta — prosigue — , que primero fue congregación, el Paftor Jacob,
teniendo en Belén la cueva, o tugurio de su recogimiento: eftaba efta cueva a la
parte del Oriente entre peñas, o labrada allí: dice Tirino. Tirin, apud. Haye:
Ad partem orientalem urbis Bethlehem, inquit Juftinos, spelunca erat excifa in
EL HERMANO PEDRO
159
rupe. Alli eftaba como un balcón de madera, do(n)de Jacob defca(n)faba (pa-
rece que iba pintando la tinajera, o el valcón del herm. Pedro, que aún fe con-
ferva en Belén)».
«Devotiffimo era el hermano Pedro del mifterio Soberano del Nacimiento:
vida, folio 129.— En efte lugar de Belén, cogió la cueva tugurio o tinajera, lugar de
fus exercicios, oración, y defcanfo, aquí tenia el valcon de su mortificación, ofre-
ciéndote, como Jacob, en uno, y otro lugar, a Dios continuamente en sacrificio;
por lo que, como los hijos de Jacob, merecieron los fuyos la honra de iluftrarfe
con el timbre del Nacimiento soberano del Hijo de Dios, en el portal de Belén*.
Exalta la humildad y la pobreza de la religión bethlemítica, virtudes que legó
a sus hijos el Hermano Pedro y son particularmente gratas al cielo. «Por eso S.
Pablo no habló tan claro de la divinidad de Christo hafta que trató de fu pro-
fundiffima humildad», y era natural que fundase «a aqueftos Padres o Religiofos
paftores aquel Jacob que eftaba, por su humildad, debajo los pies de todos, o aquel,
que ponia fus manos debajo de las plantas de los pobres para lamerles las lla-
gas...» Continúa haciendo el parangón entre Jacob y el Hermano Pedro, en quie-
nes ve derramarse, por las mismas vías y en idéntico alto grado, la gracia divma,
como lo va desprendiendo del cotejo<«de los textos sagrados y comentarios de los
Santos Padres y la «Relación de la vida, y virtudes del V. Hermano Pedro de San
Jofeph Betancurt», que escribió el padre Manuel Lobo. Ejemplos: Alapide refie-
re que Jacob, en todo perfecto y caritativo, fue maestro de doctrina, y comenta el
padre Melian: «Uno de los primeros paffos de nueftro Jacob fundador fue el al-
quilar una cafita, y abriendo efcuela fe conftituyó en ella maeftro de doctrina
— vida fol. 38 — , lección, que dejó y exercitan para bien común sus caritativos hi-
jos». «Aquel Jacob fue — prosigue — que de fu letra afirma que defde el dia 8 de
Henero año de 1665 le acompañaba Iefus de Nazareno, affi lo prometió fu Ma-
geftad al otro: Gen. 28». Y en otro párrafo: «Y a fu imitacio(n) el Jacob fun-
dador de aqueftos Angeles Belemitas, todo fu eftudio era como adelantar efta
cafa Santa de Belén, ya se vio, pues fiendo fu pobreza tanta, emprendió el hazer
lo que Jacob, de consagrar a Dios fu cafita pobre de Belén en la obra grande que
empezó —Vida fol. 53 — Todo fu eftudio era repartir zedulas, pidiendo a los fieles
oraciones, por el aumento de fu querida Belén». «O dichofa pobreza la de la Re-
ligión Belemitica —concluye—; pues de ella fale la abundancia para la cafa de
Dios: a quien no admira ver la que por antonomafia fe llamaba la cafita de el
Hermano Pedro —vida fol. 50 — convertida en cielo». «Cielo es Belén; pues
qua(n)to aqui fe ve es gloria, es amor, es caridad, heredada efta en los hijos de
fu Jacob fundador».
Considerando al Tercero Penitente investido de las más altas prendas de
virtud, dotado del don profético y señalado por particulares indicios como un ele-
gido del Señor, se ve precisado a protestar que no intenta, ni quiere, dar más fe
que la humana a cuanto dice del Hermano Pedro de San José Bethancur, «hafta
que la Regla infalible de Nra. S. Iglefia declare otro mayor affento»; y termina
anhelando la justificada canonización: «O, y conceda Dios N. Sr. a Guatemala
dicha tan grande».
160
DAVID VELA
— X —
GARCIA DE LA CONCEPCION (Fr. JOSEPH)
Historia/Bethlemitica./Vida Exemplar,/Y Admirable Del Venerable Siervo de Dios
Y Padre/Pedro de San Joseph Betancvr./Fvndador De El Regvlar/Institvto De
Bethlehem/En Las Iindias Occidentales ;/Frvtos Singvlares de sv Feevnüo Espiiitv,/Y
Svcessos Varios de Esta Religión/Escrita/ Por el P. Fr Joseph García de la Concep-
ción,/Lector de Theologia, Religiofo Defcalzo de la Orden de Nueftro/Serafico Pa-
dre San Francifco, y hijo de la Provincia/de San Diego, de Andalucia./Dedicada A
la Magestad de el Señor Don Felipe Qvinto, en fu Real Confcjo de Indias, el M. R.
P. Fr. Miguel de la Concepción./Religiofo Bethlemita, y Procurador general de fu
Reli-/gion; y el mifmo le da a Ta publica luz. Año de 1723./Con Privilegio: En Se-
villa, por JVAN DE LA PVERTA, Impreffor de Libros, en las Siete Rebueltas.—
Biblioteca Nacional.
8o. Mayor. — (Dedicatoria, en 6 pags. s. f.) Al Rey N. Señor/En Sv Grande,
y Real Consejo de Indias (Apostillado). Puerto de Santa María, y Mayo 8 de
1722. B.L.R.P.D.V.M. — Fray Jofeph García de la Concepción. — Aprobación de el
M.R.P. Fr. JVAN CARRASCO de la Soledad. Lector de Theologia, y Ex-Difinidor
de la Santa Provincia de San Diego, de Andalucía, de la mas eftrecha obfervancia
de N. S. P. S. Francifco. (Apostillado, 4 pags. s. f.) ,En efte Convento de San Juan
Baptifta, de Xerez de la Frontera. En I Febrero de 1723. años. Fray Juan Ca-
rrafeo de la Soledad. — Aprobación de el M.R.P. Fr. Francisco de San Nicolás Se-
rrate, Lector de Theologia, y ExDifinidor de Francifcos Defcalzos de la Provincia
de San Diego, de Andalucía (Apostillado, 6 pags. s. f.) — En efte de San Juan
Baptifta de Xeres de la Frontera, a 6 de Febrero de 1723. Fr. Francifco de S. Ni-
colás Serrate. — Licencia de la Religión (1 pag. s. f.) En nueftro Convento de la
Reyna de los Angeles de la Ciudad de Cádiz, en 8 de Febrero de 1723. Fray Juan
Diaz de la Concepción. Miniftr. Prov. Por mandado de nueftro clarifsimo Her-
mano Provincial — Fr. Fernando Gobin de S. Jofeph. — Secret. — Aprobación del Dr.
Don Thomas Hortiz de Garay, Cathedratico de Moral, Theologo de Cámara del
Excelentifsimo Señor Arzobifpo de Sevilla, y Canónigo de la Santa Iglesia de Sant
lago. 3 pags. s. f.) Sevilla y junio 13 de 1723. años. — Licencia del Ordinario, Don Luis de
Salcedo y Ascona. — Dada en Nueftro Palacio Arzobifpal de Sevilla, a 29 de junio
1723. años. — Luis Arzobifpo de Sevilla. — Por mandado de el Arzobifpo mi Señor — D.
Manuel de Urrunaga — Secr. — Aprobación del M. R. P. Mtro. Manuel de la Peña,
de la Sagrada Compañía de Jessú, afiftente general. Provincial, que fue Examina-
dor Synodal, y Calificador del Santo Oficio. (3 pags. s.f.) Casa profeffa de la
Compañía de Jesús de Sevilla, a 23 de abril de 1723 — APROBACION del M. R. P.
Fr. Blas Alvarez, de la Orden de N. S. P. S. Francifco, Lector Jubilado, Ex-Defini-
dor Confultor del Santo Oficio y Examinador Synodal de efte Arzobifpado (1
pag. s. f.) Convento de San Francifco. Sevilla, y abril 12 de 1723.— EL REY (li-
cencia y condiciones para la publicación, en 1 pag. s.f.) En Aranjuez, a feis de ma-
yo de mil fetecientos y veinte y tres años. Yo el Rey.— FEE DE ERRATAS por el
Licenciado D. Benito de Rio Cao de Cordido — Corrector General por fu Magef-
tad.— TASSA— por D. Falthafar de San Pedro Azevedo, Secr. de Cámara del Rey
EL HERMANO PEDRO
161
(fija en 957 maravedís de vellón el precio máximo de cada ejemplar) .—Prologo al
lector— (apostillado, 8 pags. s.f.) — PROTESTA del autor (1 pag.)— (en blanco)
(Lamina que representa el nacimiento de Cristo en Belén) Christi Nativitas.
La obra completa tiene 216 páginas, incluyendo el Indice, y está dividida en
cuatro libros. El primero consta de XLIX capítulos y se intitula: «Vida del Ve-
nerable Siervo de Dios, Pedro de S. Joseph Betancur; el segundo, con XLII capí-
tulos, refiere la vida de fray Rodrigo de la Cruz, y en él a menudo saltan impres-
cindibles referencias a la obra del Hermano Pedro, sobre todo en lo que se refie-
re a la edificación y prueba de la vocación del primer general de los Belemitas;
el tercero tiene XXIX capítulos y trata del establecimiento y desarrollo de la Or-
dén de Belemitas Hospitalarios, hasta la muerte de fray Rodrigo de la Cruz; y el
cuarto, en X capítulos, cuenta la vida de algunos otros belemitas que, a imitación
de su fundador Pedro, hubieron fama de gran piedad.
Tres cosas, dice fray José García de la Concepción, han ocupado mi atención
al escribir esta obra: la verdad histórica, el estilo y el ordenamiento de los su-
cesos. Respecto de lo primero advierte que sus fuentes han sido: la cierta y exce-
lente obra del Dr. don Antonio de Montalvo, las Informaciones presentadas a la
Silla Apostólica para la Beatificación y Canonización, los instrumentos jurídicos
que en litis seguida por los religiosos belemitas pasaron por las curias de Madrid
y Roma, y, las definiciones canónicas de la propia religión Bethlemítica. Por úl-
timo, tuvo a la vista el dicho de un testigo ocular de algunos prodigios, como lo
fue el padre fray Salvador de Valencia, religioso de San Francisco, en cuya «ora-
ción funeral» ha encontrado datos personalmente afirmados; y le satisface agre-
gar que algunas afirmaciones del verídico Montalvo las ha corroborado con la de-
posición de hasta 57 individuos concordes, siendo así que para hacer prueba, en
el Cielo y en la Tierra, se acepta el dicho uniforme de solo tres personas.
En cuanto a su estilo, fray Francisco de San Nicolás Serrate dice: «el eftilo
es, como debe fer, f olido, expresivo, varonil. Lo nazareno se dixo de la cabeza de
Joseph, pero a efte Joseph no fe le ha puefto en la cabeza lo florido».
Y el propio comentarista, que hubo de juzgar la obra para su aprobación, ce-
lebra su buena arquitectura literaria: «Todo fe ve en efta obra debidamente dif-
puefto: firven las palabras, no redundan: corren los afectos, no fe precipitan: en-
dulzan las noticias, no dif traen: fe infinuan fuá ves las perfuaf iones, y no pertur-
ban difonantes. Es el Autor Histórico configuiente, verdadero, lleno, Ubre, preci-
fo, y claro, evitados los efcollos de confufion, superfluidad, lifonja, olvido, afec-
tación, y repugnancia».
En verdad, sin mengua de sus valiosos antecedentes, la obra del padre Lobo
y del Dr. Montalvo, esta biografía es una de las más completas y ciertas del Her-
mano Pedro, y su publicación cayó como otro maná sobre el hambre de los fie-
les admiradores del beato antigueño, en América y Europa, que no menos interés
despertó su ejemplarísima vida en Roma y toda España.
— XI —
LOBO (P. MANUEL)
Relacion/de la vida,/y virtudes del U. Hermano/Pedro de San Jofeph Betancurt/De
la Tercera Orden de Penitencia de N./Seraphico P. S. Francicfcó./Primer fundador
162
DAVID VELA
del Hofpital de Conva- /lecientes de N. /Señora de Belén, en la/Ciudad de Guathe-
mala./Dedicada a la puriffima Virgen, y Madre do/Dios de Belen./Por el P. Ma-
nuel Lobo de la Compañía de/Jesus.( + ) (entre angelillos). Con licencia, Impreffa
en Guathemala, por/Joseph de Pineda Ibarra, año de 1667./ (A la vuelta) Y apeticion
(sic) de la V Orden Tercera/de Penitencia fe reimprime por fu ori-/ginal en la di-
cha Ciudad, con nuevas li-/cencias, y Aprobaciones, en la Imprenta/de Sebaftian
de Arebalo, año de 1735.
8o. — Port— 20 hojas prels.-— 3 f.— 217 pp. de texto,+l bl.— Pagina 218 con la
protesta del autor — Pag. bl. — Indice de Capítulos, 2 hojas si. — Apostillado.
Prel. — Aprobación del dominico fray Antonio de Lizárraga: Guatemala, 20 de
julio de 1735 — Nueva licencia del Gobierno: Guatemala, 2 de julio de 1735 — Soli-
citud de fray Marcos de Balcazar al provisor para la reimpresión: Guatemala, 21
de Marzo de 1735. — Decreto del provisor remitiendo el libro al doctor don Manuel
de Zepeda para su examen: Guatemala, 21 de marzo de 1735. — Informe de Zepe-
da: Guatemala, 25 de abril de 1735. — Licencia del doctor y maestro don José Sun-
zin de Herrera, arcediano de la Catedral, catedrático jubilado de Filosofía en la
Universidad de S. Carlos, comisario subdelegado de Cruzada, provisor y vicario
general del arzobispado: Guatemala, 27 de abril de 1735. — Aprobación del domi-
nico fray Juan de Quirós: Guatemala, 29 de octubre de 1667. — Licencia dsl gober-
nador don Sebastián Alvarez. Alfonso Rosica de Caldas al impresor Pineda Iba-
rra: Guatemala, 31 de octubre de 1637. — Aprobación del mercedario fray José
Monroy: Guatemala, 8 de octubre de 1667. — Licencia del Ordinario, doctor don
Nicolás de Aduna: Guatemala, 2 de diciembre de 1667. — A la Virgen de Belén. —
Protesta — página en blanco. — Pee de erratas. — página en blanco. —
Estos datos los tomamos de la obra del ilustie chileno don José Toribio Me-
dina, intitulada «La Imprenta en Guatemala» (1660 — 1821), impresa en casa del
autor, en Santiago de Chile, MCMX. (páginas 83 y 84). Adorna esta referencia
un facsímil de la portada de la primera edición de 1667, que se reprodujo fiel-
mente en las subsiguientes ediciones. Tampoco logramos ver algún ejemplar de
esta tercera edición, que el señor Medina consultó aquí en la biblioteca de don
Manuel Cabral. El autor sirve las siguientes informaciones bibliográficas sobre el
padre Manuel Lobo: Antonio: Bi. Hisp. Nov., Tomo lo., pag. 351. — Pinelo Barcia:
Epítome, Tomo 2o., Cal. 854. — Juarros: Historia de Guatemala, Tomo 2o. pag. 302.
— Sotoviel Beristain: Tomo 2o., pag. 175.— Ternaux Campans: Bib. Amer., 845. —
Sabin: Tomo X,No. 41712. Reproduce algunas de las consideraciones del padre
Vásquez sobre la primera edición.
— XII —
ROSSI (ANTONIO DE)
Storia della Vita Virtú, Doni e Grazie del Venerable Servo di Dio, P. F. Pietro de
S. Giuseppe Bethencourt, fundatore del I'Ordine Bethlemítica, nelle Indie O'cciden-
tali, cavata da Processi Ordinari Fatti per la sua Beatificazione, dedicata alia Real
Maesta di D. Cario Borbon, Re delle Due Sicilie. In Roma, per Antonio de Rossi,
vicino alia Rotonda 1739. Con licetnza de Superiori.
EL HERMANO PEDRO
163
Pasta de pergamino— 332 páginas, impresas en letra atanasia— Ilustrado con
grabados artísticos — Edición lujosa — Muy escasa. Biblioteca de D. Antonio Ba-
tres Jauregui?
No hemos podido tener a la vista esta edición, de la cual hallamos noticia en
la obra citada del señor Batres Jauregui (véase No. XXXVI), a quien obsequió un
ejemplar Fr. Antonio Giuseppe de la Madre di Dio, Trinitario Scalzo della Con-
gregatione di Spagna con ocasión de visitarlo nuestro compatriota en el Conven-
to de San Cario, en Roma, en el año de 1914, siendo aquel Postulador de las cau-
sas de canonización.
.Entre los artísticos grabados que ilustran ese libro — anota Batres Jauregui —
es «notable el que representa al misionero canario adorando al Niño Dios, en el
pesebre de Bethlem. El dibujo es primoroso y recuerda el magnífico cuadro de
Rivera, «La Adoración de los Pastores», Al pie del retrato, se lee la siguiente ins-
cripción: «V. P. Petrus a S. Joseph de Betencourt, ob eximían Nativitatis Domini
devotionem insignemque Charitem erga pauperes, Ordinem Hospitalarium Beth-
lemitarum in Indiis Occidentalibus fundavit et pie obiit Goathemala, die 25 Apri-
lis 1667».
Batres Jauregui refiere, igualmente, su interesante conversación con Fr. Anto-
nio Giuseppe de la Madre Di Dio, quien efusivamente exclamara, al hablársele del
beato de Antigua: «Ah!, he admirado siempre la vida y dones del venerable her-
mano Pedro de San Joseph Bethencourt, que por cierto son muy interesantes.
Aun no se ha canonizado, porque falta un milagro post mortem, ya que en vida
están reconocidos los que hizo». El trinitario agregó que había habido poco cui-
dado en Guatemala, para constatar el milagro que aun se ha menester; habiendo
quedado el asunto de la canonización en suspenso después de la muerte de su
eminencia el cardenal Vives y Tuto, quien estuvo en Antigua Guatemala, como
capuchino, y puso empeñci en llevar adelante la suprema declaración de santidad.
«Vita del Ven. Pietro di Betancur, per Fr. Giuseppe deüa Madre di Dio, Trinitario
Scalzo della Congre. ne di Spagna.— In Roma.— MDCCXXXIX».
Hallamos noticia de este libro en el número 21, Año I, de la Revista «La Fe»,
correspondiente al 20 de abril de 1896. El autor anónimo de la biografía «Un
Siervo de Dios» (véase No. XXVI), que en aquel periódico se inserta, dice haber te-
nido esá obra como fuente de sus informaciones. En el número 22, del propio pe-
riódico, 5 de mayo de 1896, transcribe datos cuyo origen atribuye al «Proceso para
la beatificación, citado por Fr. José de la Madre de Dios». — En fin, en el número
7 de «El Pabellón del Rosario», correspondiente al mes de abril del año de 1896
(véase No. XXVTI). argumenta con apoyo en una cita de «Vida del Venerable Pedro
XII
(bis)
DE LA MADRE DE
DIO (Fr. GIUSEPPE)
164
DAVID VELA
de Betancourt», escrita en italiano por el P. fray José de la Madre de Dios, Tri-
nitario Descalzo.
Ahora bien, la coincidencia en el lugar, fecha e idioma en que fue escrito este
libro, con el anteriormente descrito, nos hace sospechar que se trate de una sola
obra, y que don Antonio Bartes Jauregui haya equivocado el nombre del autor.
En cuanto a su conversación con fray José de la Madre de Dios, sin duda fue
otro, casualmente homónimo. En apoyo de esta opinión puede observarse que la
transcripción de la portada del libro, según la hace Batres Jauregui, parece indi-
car que Antonio Rossi fuera el impresor.
— XIII —
ARCHIVO COLONIAL DE GUATEMALA (Documentos
y papeles sueltos del)
Gestiones y Reales Cédulas tendientes a conseguir y otorgar licencia para
que los Belemitas recojan limosnas destinadas a formar un fondo especialmemte
dedicado a sufragar los gastos de canonización del Hermano Pedro de San José
Bethancur. La última Cédula, de 33 de marzo de 1772, obtuvo en 15 de diciembre
del propio año el pase del virrey de México, don Antonio Bucareli y Urzúa, y en
2 de enero de 1773, el del arzobispo de México, doctor don Alonso Núñez de Haro
y Peralta.
Fray Francisco de San Raphael, procurador del convento hospital de Nuestra
Señora de Belén, se presentó a la Audiencia de Guatemala, solicitando el pase de
dicha cédula, en 9 de marzo de 1773. El fiscal, doctor Avilés, dictaminó en 17 del
mismo marzo, indicando: «con tal qe. para ello no se valgan de persuaciones, se
publiquen gracias, ni indulgencias; Y únicamente, reciba las qe. buenamente, y de
su voluntad hicieren los Fieles: Encargándose pr. V. A. estén a la mira las Justi-
cias de los lugares en donde se entable esta questoria, para no permitir otra cosa».
Finalmente, la Audiencia concedió el pase solicitado en 23 del mes y año citados.
Fray Damián de San Bernardo, betlemita, procurador general de la causa de
beatificación y canonización del hermano Pedro, se presentó a la Audiencia en 7
de junio de 1743, manifestando que en 1705 «se sirvió Vra. Real persona de con-
ceder licencia a dha. mi Religión para que en todas las provincias de las Indias
se pudiese pedir limosna, para la continuación de la referida Causa. Y con la
nueva representación que a su Magestad hizo la Religión se sirvió de mandar so-
brecarta la dha. licencia, por nueva Real Cédula, dada en Sevilla en siete de Dizre.
de mil setecientos, y treinta y vno . . . ». Y pedía que se libraran «los despachos
necesarios para que las personas que nombrare la Religión recauden dicha, limos-
na, lo puedan hazer en todas las provincias que se comprenden en toda la Juris-
dicción de esta Real Audiencia sin embarazo de persona alguna...».
El día 10 la audiencia concedió el plazo solicitado. He aquí dichas cédulas:
EL HERMANO PEDRO
165
El Rey: Por quanto en veinte y cinco de Abril de mil fetecientos cincuenta y dos, fe
expidió la Cédula del tenor siguiente: «EL REY. Por quanto en veinte de Abril
de mil fetecientos quarenta y dos fue férvido el Rey mi Señor y Padre (que fanta
Gloria haya) de expedir la Cédula del tenor siguiente: EL REY. Por quanto en
siete de Diciembre del año de mil fetecientos treinta y uno fui férvido expedir la
Cédula que fe sigue: EL REY. Por quanto en diez y nueve de Noviembre del año
de mil fetecientos y cinco fui férvido expedir la Cédula que fe sigue: EL REY. Por
quanto Fray Miguél de Jefus María, Procurador General de la Religión Bethlemi-
tica en efta Corte, y en la de Roma, me ha reprefentado fui servido de recomen-
dar a fu Santidad, y de ordenar a mi Embaxador en Roma el mejor, y más bre-
ve expediente de las Letras Remiforiales á los Ordinarios de Goatemala, y demás
partes donde fe necesitafen, para que fe juftificafe la vida, coftumbres, y excer-
cicios en todo genero de virtudes, con que Nueftro Señor fue férvido de adornar
en efta vida, afta fu fallecimiento, al Venerable Hermano Pedro de San Joseph de Be-
tancur, Fundador del Santo Inf tituto de la Religión Bethlemitica, con la consideración
ción de que con el largo tranf curso del tiempo no faltafen las memorias, y noticias,
que oy fe confervan en ambos Reynos de las Indias, y que lo referido no tiene
facilidad, si adelante, no concurriendo Procuradores al curfo, y expedición a las
diligencias, afsi en Roma, como en las Indias, y en las Islas de Canaria, de don-
de era natural dicho Fundador, y necesitar indifpenfablemente los Procuradores,
de algunos medios para mantenerfe, y el fepararlos de los que en común tiene,
y adquiera la Religión para el fuftento, y curación de los Enfermos, y de los Re-
ligiofos de los Hofpitales, que eftán totalmente dedicados para fu fervicio, fuera
ocasionar algún perjuicio a la Hofpitalidad; y que aunque para pedir limofnas,
no era necefario mas facultad, refpecto de fer confiante el Inftituto de Pobreza
de la Religión; pero que la atención de promover Yo con la que fe pida limofna
en ambos Reynos para el principio, y continuación de efta Caufa, obraria mas la
caridad de mis Vafallos: fuplicandome fuefe férvido mandar expedir Cédulas en
la forma ordinaria, para que fe pida limofna en los Obifpados de ambos Reynos
para el principio y continuación de efta Caufa, y que lo que produxefen, no fe
convirtiefe en otros fines, ni las limofnas de la Religión fe aplicafen á eftos; pues
de efta fuerte, no faltaría lo necefario para la Caufa, ni fe gaftarian las limofnas
de los Conventos que pertenecen á la Hospitalidad. Y habiendofe vifto en mi Con-
fejo Real de las Indias, atendiendo á la piedad de la Caufa, he tenido por bien
de condefcender con fu inftancia por tiempo de quatro años; en cuya conformi-
dad, por la prefente, ó fu traslado, signado de Efcribano Público, facado con
autoridad de Jufticia, doy, y concedo licencia a la Religión Bethlemitica, para que
en fu nombre pueda pedir, y pida dicha limofna en todas, y qualquier partes de
las Indias Occidentales, Islas y Tierra firme del Mar Océano: Y mándo a los Vi-
rreyes, Presidentes, y Oidores de las Audiencias Reales, Gobernadores, Corregido-
res, y Alcaldes Mayores, y Ordinarios, y otros qualquier Jueces, y Jufticias; y rue-
go, y encargo á los Arzobifpos, y Obifpos, y á fus Vicarios, y Provifores, y demás
Jueces Eclesiafticos de todas, y qualefquier parte de las Indias, y á cada uno de
ellos, que en fu diftrito, y jurifdiccion dexen pedir limofna a las perfonas que
tubieren Poder del Superior de la Religión Bethlemitica, y le dén fu auxilio, y
166
DAVID VELA
favor, para que se fomente la devoción de obra tan piadofa; con la calidad, de
que lo que fe recofiere, haya de convertirfe precifamente en el fin exprefado, del
Drincipio, y conclusión de la Caufa del Venerable Hermano Pedro de San Jofeph
Betancur, fu Fundador, y no en otros ufos, por las razones que ha reprefentado
el mifmo Fray Miguél de Jefus Maria, y ván referidas. Y á efte intento encargo
muy particularmente la conciencia de los Religiofos Bethlemitas, para que lo que pro-
duxeren las limofnas, fe emplee indifpenfable, y únicamente en los gaftos de la
mencionada Caufa del Hermano Pedro de San Jofeph Betancur, y no en otra
alguna, por urgente que fea. Fecha en Madrid á diez y nueve de Noviembre de
mil fetecientos y cinco. — YO EL REY. Por mandado del Rey nueftro Señor,
Don Manuel de Aperregui. Y ahora fe ha reprefentado por el General, y Difi-
nidores de dicha Religión Bethlemitica de los Reynos de las Indias, que en con-
tinuación de la Caufa que fe sigue en la Curia Romana fobre la Beatificación
de dicho Padre Pedro de San Jofeph Betancur, eftan practicando las más vivas
diligencias en aquella Corte, en fuerza de mi Real recomendación, repetida en
varias ocasiones por fu Santidad; y que siendo (como fon) excesivos los gaftos,
que á efte fin fe han ofrecido, y ofrecen, y no siéndoles posible fubvenir á ellos,
sin defraudar las rentas que eftán aplicadas para el fuftento de los Religiofos, y
curación de los Enfermos de los Hof pítales que eftán á fu cargo: Y sin embar-
go de que aunque para pedir limofna, no era necefario efpecial Real facultad,
por fer conftante el Inftituto de Pobreza de dicha Religión, han fuplicado mánde
expedir nuevas Reales Cédulas de Licencia en la forma ordinaria, y como fe prac-
ticó por la preinferta de diez y nueve de Noviembre del año de mil fetecientos
y cinco, para que en todas las Provincias de la America, Arzobifpados, y Obif-
pados de ella, no folo no fe les embaraze por ningunos Miniftros, ni Prelados el
pedir limofna para los gaftos de la exprefada Beatificación, sino que concurran,
y la fomenten en quanto pudieren, por fer obra tan piadofa; con calidad, de que
lo que éftas produxeren. no fe convierta en otros fines, ni las limofnas de la Reli-
gión fe apliquen á eftos, porque no falte lo necefario á la manutención de fus
Conventos, Hofpitales, y Enfermos. Y vifto en mi Confejo de las Indias, con lo
que el Fifcal de él fe le ofreció, y atendiendo a que al prefente fe eftan conti-
nuando las diligencias en Roma para la mencionada Beatificación, en virtud de
mi recomendación; he refuelto prorrogar a efta Religión la Licencia de pedir li-
mofna, por otros quatro años, con las mifmas calidades que fe contienen en la
dicha preinferta Real Cédula. Por tanto, por la prefente o fu traslado, signado
de Efcribano Público, doy, y concedo la exprefada licencia; y mándo a mis Virre-
yes del Perú, Nueva Efpaña, Presidentes, y Oidores de las Reales Audiencias, Go-
bernadores, Corregidores, Alcaldes Mayores, y Ordinarios, y demás Jueces, y Juf-
ticias de ambos Reynos; y ruego, y encargo a los Arzobifpos, y Obifpos, y á fus
Vicarios, y Provifores, y demás Jueces Eclesiafticos de ellos, que no folo no emba-
razen, que por la referida Religión Bethlemitica, fe pida la exprefada limofna, si-
no es que le dén fu auxilio, y favor, para que fe fomente la devoción de obra tan
piadofa, arreglándole todo á la preinferta Cédula; que tal es mi voluntad. Dada
en Sevilla a siete de Diciembre de mil fetecientos treinta y uno. YO EL REY.
Por mandado del Rey nueftro Señor, Don Geronymo de Uztariz. Y con motivo de
haberme reprefentado nuevamente el General, y Difinidores de la mencionada
Religión Bethlemitica de los Reynos de Indias, que exiften las mifmas razones, y
caufas de pobreza, que fe tubieron preferentes para la expedición de la Cédula
EL HERMANO PEDRO
167
preinferta, y imposibilitan la continuación de la Caufa, que fe sigue en la Curia
Romana, fobre la Beatificación del Venerable Padre Pedro de San Jofeph Betan-
cur, fu Fundador: Suplicándome, que en efta atención mande expedir nuevas
Reales Cédulas de Licencia, en la forma ordinaria, y como fe practicó por las
preinfertas de diez y nueve de Noviembre del año de mil fetecientos y cinco, y sie-
te de Diciembre del de mil fetecientos treinta y uno, para que en los referidos
Reynos, y Provincias de las Indias fe pueda pedir limofna nafta el efectivo logro
de la Beatificación, y Canonización del exprefado Venerable Padre, y que no fe
les embaraze por ninguno de los Miniftros, y Prelados de dichos Reynos, sino que
antes bien concurran, y fomenten en quanto pudieren efta obra tan piadofa; con
calidad, de que lo que de dichas limofnas fe recoja, no fe convierta en otros fi-
nes, ni las de la Religión fe apliquen á eftos, porque no falte lo necefario á la
manutención de fus Conventos, Hofpitales, y Enfermos. Y vifto en mi Confejo
de las Indias, he refuelto (en atención á todo lo referido, y á que al prefente fe
eftán continuando en Roma las diligencias para la mencionada Beatificación, en
virtud de recomendación mia) prorrogar (como prorrogo), a efta Religión la li-
cencia que solicita, para que pueda pedir limofna por otros quatro años, con las
mifmas calidades que fe contienen en las preinfertas Reales Cédulas. Por tan-
to, por la prefente, o fu traslado signado de Efcribano Publico, doy, y concedo
la exprefada Licencia, y mando a mis Virreyes del Perú, y Nueva Efpaña, Pre-
sidentes, y Oidores de las Reales Audiencias, Gobernadores, y Corregidores, y Al-
caldes Mayores, y Ordinarios, y demás Jueces, y Jufticias de ambos Reynos; y
ruego, y encargo á los Arzobifpos, y Obifpos, y á fus Vicarios, y Provifores, y de-
más Jueces Eclesiafticos de ellos, que no folo no embarazen, que por la referida
Religión Bethlemitica fe pida la exprefada limofna, sino es que le dén fu auxilio,
y favor, para que fe fomente la devoción de obra tan piadofa, arreglandofe en
todo á las preinfertas Cédulas; que tal es mi voluntad. Dada en Aran juez á vein-
te de Abril de mil fetecientos quarenta y dos YO EL REY. Por mandado del Rey
nueftro Señor. Don Miguél de Villanueva. Y habiéndome ahora reprefentado el
General, y Difinidores de la mencionada Religión Bethlemitica, haberfe fenecido
el tiempo prefcrito por la preinferta Cédula, y exiftir las mifmas razones que pa-
ra fu expedición fe tubieron pref entes: fuplicandome, que en efta atención fea
férvido de mandar librar otra nueva, en los mifmos términos, para que en los re-
feridos Reynos, y Provincias de las Indias fe pueda continuar pidiendo efta li-
mofna, hafta el efectivo logro de la Beatificación, y Canonización del enunciado
Venerable Hermano. Y vifto en mi Confejo de las dichas Lidias, con lo expuefto
por mi Fifcal, he venido en prorrogar la propia Licencia por efpacio de otros
feis años: Por tanto, por la prefente mándo á mis Virreyes del Perú, Nueva Ef-
paña, y Nuevo Reyno de Granada, Presidentes, y Oidores de mis Reales Audien-
cias, Gobernadores, Corregidores, Alcaldes Mayores, y Ordinarios, y demás jueces,
y Jufticias de los exprefados tres Reynos; y ruego, y encargo á los muy Reveren-
dos Arzobifpos, y Reverendos Obifpos, á fus Vicarios, Provifores, y demás Jueces
Eclesiafticos de ellos, no pongan, ni consientan poner embarazo alguno en lo re-
ferido, antes dén todo el favor, y auxilio, que para fu execucion fe necesitafe, por
fer afsi mi voluntad. Dada en Aranjuez á veinte y cinco de Abril de mil fetecientos
cincuenta y dos. YO EL REY. Por mandado del Rey nueftro Señor, Don Joachin
Jofeph Vasquez y Morales. Y ahora por parte de la exprefada Religión fe ha pre-
fentado un exemplar imprefo del Decreto que fu Santidad expidió en veinte y
16S
DAVID VELA
cinco de Julio ultimo, declarando aprobadas en grado heroyco las virtudes del re-
ferido Siervo de Dios; fuplicando con efte motivo, que mediante haberfe fenecido
el tiempo prefcrito por la preinferta Cédula, y exiftir las mifmas razones que pa-
ra fu expedición fe tubieron prefentes, me digne mandar librar otra en los
mifmos términos, para que en los referidos Reynos de las Indias fe pueda conti-
nuar pidiendo efta limofna, por el tiempo que fuere de mi Real agrado. Y vifto
en mi Confejo de las Indias, con lo expuefto por mi Fifcál, hé venido en prorro-
gar la mencionada Licencia por efpacio de quatro años. Por tanto, por la pre-
fente mando a mis Virreyes del Perú, Nueva España, y Nuevo Reyno de Granada,
Presidentes, y Oidores de mis Reales Audiencias, Gobernadores, Corregidores, Al-
caldes Mayores, y Ordinarios, y demás Jueces de los exprefados tres Reynos; y
ruego, y encargo á los Muy Reverendos Arzobifpos, y Reverendos Obifpos, á fus
Vicarios, Provifores, y demás Jueces Eclesiafticos de ellos, no pongan, ni consien-
tan poner embarazo alguno en que fe pida la referida limofna, en los mifmos tér-
minos, y con las calidades prevenidas en la infería Cédula, por fer afsi mi volun-
tad. Dada en el Pardo á Treinta de Marzo de mil fetecientos fetenta y dos. YO
EL REY. Por mandado de el Rey Nro. Sor. D. Domingo Díaz de Arze. — Tres Ru-
bricas: Refrendata y SSria. — Ciento, y veinte reales de plata.
— XIV —
BARBERENA (Fr. JUAN JOSEPH DE)
Testamento autíéntico del/Venerable Hermano Pedro de San Joseph de Betan-
court hijo profeso de avito descubierto de la vdnera/ble Orden Tercera de Peni-
tencia de N. S. P. S. /Francisco de la Ciudad de Guatemala/y Fundador del Hos-
pital de ConvaIe-/cientes, en ella, con el título Belén, A expensas de don Juan
Joseph de Barberena pro/ministro de la misma Venerable Orden Tercera; /quien
lo da a luz con las licencias necesarias En la Imprenta de D. Ignacio Beteta.
Año de 1808.
Dedicatoria: Al Illmo. Señor Dr. D. Rafael de la Vara, Dignísimo Arzobispo
de esta Diócesis. (La razona por la notoria bondad y adhesión a la seráfica fa-
milia del señor arzobispo, y 3o.: «Que siendo para Guatemala un monumento pre-
cioso el Testamento del Venerable Siervo de Dios, eternizará en su memoria el
respetable nombre de un Pastor que ha llenado, sin excepción de clases, el co-
razón de todos sus habitantes al momento de su arribo a esta Capital»).
Aprobación del M. R. P. Maestro Fr. Luis García Guillén del Real y Militar
Orden de Ntra. Sra. de la Merced, Dr. Teólogo, y Ex-Provincial en esta Santa
Provincia de Guatemala, a virtud de decreto del Sr. Juez de Imprentas de esta Ca-
pital, su fecha 19 de noviembre de 1807. (Convento de la Merced de Guatema-
la, y noviembre veinte de mil ochocientos siete (f) Dr. Fr. Luis García.
Aprobación del M. R. P. Lector en Sagrada Teología, y actual Provincial de
la Sta. Provincia del Smo. Nombre de Jesús de Guatemala D. N. S. P. S. Francis-
co, Fr. Francisco García Arnitero; a consequencia del mismo Decreto del expre-
sado Sr. Juez de Imprentas. (Convento de N. P. S. Francisco noviembre veinte y
EL HERMANO PEDRO
169
dos de mil ochocientos siete (f) Fr. Francisco García Arnitero. Aprobación del
Dr. D. Mariano García de los Reyes; Cura Rector de la Parroquia de los Remedios
de esta Capital en cumplimiento de decreto de 24 de noviembre de 1807 del Sr
Provisor y Vicario Capitular de este Arzobispado. (Nueva Guatemala y noviembre
veinte y cinco de mil ochocientos siete, (f) Mariano García de los Reyes.
«Advertencia al Público de Guatemala»— El P. de Barberena cree que la publi-
cación redunda en honra para Guatemala «porque en su Capital Antigua floreció
en virtudes nuestro héroe venerado»; y en gloria para la Tercera Orden, «porque
es indisputable la que le ha dado, siendo notoriamente conocido este hijo de ella
por el primer fundador del Hospital de convalecientes en Ambas Américas y sus
Islas, bajo el título que le dió de Belén». Termina: «A nosotros, pues, que habita-
mos el centro de esta basta extensión del globo, más bien que a otras naciones de
la Monarquía Española, y aun del mundo entero, pertenece de justicia seguir las
huellas de nuestros pasados, é imitar las virtudes del Venerable siervo de Dios».
Copia en seguida el texto del Testamento (véase núníero XLI), la «Fe de
muerte», el Codicilo, y diligencias de apertura de los mis.nos y petición de la Or-
den Tercera de que se le extienda un segundo testimonio. Aparecen agregadas las
siguientes notas: «a) Se sepultó en la bobeda de los Sacerdotes de dicha Iglesia,
en la Antigua Guatemala: y hoy se conservan sus cenizas en una Alacena del
Presbiterio de la misma Iglesia con toda custodia, b) Tomó el saco, ó avito de la
Tercera Orden de Nuestro Seráfico Padre San Francisco el año de 1655, y lo pro-
fesó el siguiente de 1658, día once de junio, c) Este Hermano Rodrigo fue el que
con acuerdo y disposición del Illmo. Sr. Obispo D. Fr. Payo de Rivera, mudó e)
avito de Tercero de N. S. P. S. Francisco, en el que hoy tienen los Religiosos Be-
lemitas, y aprobó la Silla Apostólica, haciendo de la primera congregación de ter-
ceros, Religión Lexal: a 26 de marzo de 1687, siendo el primer general, ó funda-
dor de ella el expresado Hermano Rodrigo de la Cruz, por cuyo motivo fue Reve-
rendísimo en su Religión Belemítica: extendida ya en el día en ambas Américas.
— XV —
BERISTAIN — Biblioteca Hispanoamericana, México. — 1816 Extracto inserto en
los Anales de la Sociedad de Geografía e Historia, Tomo IV, número 3, Pág. 298. —
Guatemala, 1827. 1927.
Bethancour (Ven. Pedro). — Descendiente del Rey de Canarias, Juan Bethancourt
nació en Chasma, pueblo de la Isla de Tenerife, en el año de 1619, siendo de edad
de 31 años se embarcó para para la América Septentrional y llegó a Guatemala
en 1651. Allí aprendió la Gramática Latina con los Padres Jesuitas; mas no qui-
so continuar en el estudio de las letras por dedicarse todo al de las virtudes. Por
eso se le vió cambiar la sotana de estudiante por el saco de Tercero de San Fran-
cisco y en lugar de las aulas frecuentar el Calvario de aquella ciudad, que reedi-
ficó, retirándose a una casita inmediata, que compró en cuarenta pesos, y en la
que enseñaba a los niños pobres la doctrina cristiana y las primeras letras. A po-
co tiempo convirtió dicha casita, Escuela y Oratorio en Convento, Hospital e Igle-
sia para enfermos convalecientes, y de allí salió el Orden religioso 'hospitalario de
Betlemitas extendido por ambas Américas, que el venerable fundador denominó
170
DAVID VELA
así por su particular devoción al misterio del nacimiento del Redentor en el Por-
tal de Betlem. Cuando envió a España al hermano Antonio de la Cruz a solici-
tar la licencia del Consejo de Indias, firmó la instrucción para su dirección y ma-
nejo en la Corte y dándole solamente catorce reales para el viaje, le dijo: «Vaya
hermano con Dios, que si va en su nombre y para su gloria, con eso tiene bas-
tante», y así sucedió. El fué quien estableció las ermitas llamadas de Las Animas,
a las entradas de la ciudad, villas y pueblos de casi toda esta América. A su
Hospital de convalecientes añadió una sala para la crianza de niños expósitos, y
trató de fundar un Convento de Religiosas Franciscanas, para la educación de las
niñas, mas no le fué posible verificarlo. El Arzobispo Virrey de México, D. Fr. Pa-
yo Enríquez de Rivera que era entonces Obispo de Guatemala, decía de este va-
rón admirable: «En todo son preciosas las prendas del Hermano Pedro; pero la
más singular, en mi estimación, es su entendimiento». Murió digno de los alta-
res, en Guatemala, de 48 años de edad, el día 25 de abril de 1667. Ya cercano a
morir preguntó: «¿Con que estamos todos conformes en que me muero?» y co-
mo le respondieran que no había duda de ello, replicó: «Pues huélgome por Cal-
zillas»; y así llamaba al demonio. Su funeral fué el más magnífico. El cadáver
fué conducido en una carroza a la Iglesia de la Escuela de Cristo, cargando el fé-
retro, antes y después, el señor Obispo y los Canónigos. Asistió la Real Audiencia,
el Clero secular, las Ordenes religiosas, la nobleza y un inmenso pueblo que to-
caba rosarios al cuerpo y aún hubo quien se arrojara a cortarle el túnico; lo que
obligó a poner guardia de soldados alrededor del túmulo. De la Iglesia del de-
pósito fué conducido al día siguiente el cuerpo en procesión a la de los Padres
Franciscanos, en hombros, alternativamente, del Presidente, Oidores, Prevendados,
Regidores y Prelados de las Comunidades eclesiásticas. A los nueve días se ce-
lebraron solemnes honras fúnebres y a 18 de mayo del siguiente año un solemní-
simo aniversario. El venerable Pedro Bethancourt que edificó a Guatemala con
sus virtudes, que la llenó de admiración con sus milagros y que la enriqueció con
sus reliquias, la colmará de júbilo y de gloria como a ambas Américas partícipes
de sus beneficios con su beatificación que se agita en Roma con empeño, habien-
do ya declarado sus virtudes en grado heroico, el Sumo Pontífice, Clemente XIV,
en 25 de junio de 1771. Escribió para honra de esta Biblioteca: Instrucción al
hermano Antonio de la Cruz. Reglas de la Confraternidad de los Betlemitas. Co-
rona de la pasión de Jesucristo, nuestro bien, Imp. en Guatemala. Memoria de
las coronas que han rezado los hermanos y devotos de la Virgen Nuestra Señora
en Guatemala los 1661 y 1666 que importan 608.277, Rosarios, con un mil más.
Imp. en Guatemala.
No hemos podido comprobar la existencia de las publicaciones que registra Be-
ristain, menos encontrarlas; la Corona de la Pasión de Cristo debió publicarse en-
tre 1660 y 1667, y en este último año la Memoria de las Coronas de la Virgen.
— XVI —
LA ANTORCHA CENTROAMERICANA — Númaro 4, folio 13.— Guatemala 20 de
agosto de 1829.
Insertamos el siguiente decreto, porque demuestra la estimación y respeto que
en todo tiempo* mereció la Casa Hospitalaria y Orden fundada por el Hermano
Pedro.
EL HERMANO PEDRO
171
La Asamblea legislativa del Estado de Guatemala considerando :— lo. Que los
establecimientos monásticos por su misma naturaleza y odiosos privilegios son
opuestos a la libertad e igualdad bases fundamentales de toda institución republi-
cana.— 2o. Que aunque el objeto principal de sus institutos es solamente el régi-
men espiritual, y la propagación del evangelio con la palabra y el ejemplo, como
ageno de los negocios políticos, sus individuos ingiriéndose en eilos han abusado en to-
do tiempo y en todas las naciones del influjo que exersen en los pueblos para sumir-
los en la anarquía, y envolverlos en sangrientas, y horrorosas revoluciones. — 3o.
Que la mayor parte de los que componían las corporaciones regulares del Estado;
desde el pronunciamiento de nuestra independencia, han tíado constantes y repe-
tidas pruebas de su adversión, y desafecto al sistema adoptado, oponiéndose al ju-
ramento de la ley fundamental de la República, desobedeciendo y contrariando las
disposiciones tanto de la Asamblea nacional constituyente, como las del mismo
Estado. — 4o. Que haciendo causa común con los enemigos del orden contra el
espíritu y lenidad de su ministerio, se han valido de la predicación para insu-
rreccionar a los pueblos contra las legítimas autoridades, y fascinándolos con pretex-
to de religión los han impelido a sublevarse y a cometer los más atroces asesina-
tos como el ejecutado en la ciudad de Quezaltenango en la persona del Vice-gefe
supremo ciudno. Cirilo Flores, y han fomentado en todo el Estado el incendio de
la guerra civil. — 5o. Que sin embargo de haberse terminado esta felizmente por
los triunfos del ejército aliado contra los facciosos, y haberse restablecido la paz
a costa de inestimables sacrificios, aun intentaban alterar de nuevo la tranqui-
lidad pública tramando conspiraciones contra las legítimas autoridades restaura-
das y encender otra vez la guerra en el Estalo. — 3o. Que la orden Bethlemítica es
un instituto fundado en Guatemala, cuyo piadoso objeto es en favor de la huma-
nidad por el cuidado y asistencia que prestan sus individuos a los enfermos con-
valecientes, al mismo tiempo que dan a los niños la enseñanza primaria, y que es-
tos religiosos lejos de haberse mezclado en los asuntos políticos han dado en to-
das épocas pruebas de subordinación a las autoridades constituidas. — 7o. Que en
el mismo caso se hallan los establecimientos monásticos de mujeres; pero que sin
embargo los votos y profesiones solemnes son contrarios no solo a la libertad ci-
vil, sino a la que se requiere para el exercicio de las virtudes morales; ha tenido a
bien decretar y decreta:
Artlo. 1ro. Quedan extinguidos en el Estado los establecimientos monásticos
conocidos bajo la denominación de DOMINICOS, FRANCISCANOS, RECOLETAS
Y MERCED ARIOS. — Artlo. 2do. Subsistirá el de hospitalarios Bethlemitas. — Artlo.
3ro. Ygualmente subsistirán los conventos de monjas y beateríos; y se prohiben
para lo sucesivo las profesiones y votos solemnes. — Artlo. 4to. Todos los indivi-
duos existentes en el Estado que pertenezcan a cualquiera de los monasterios ex-
tinguidos por el artículo primero, podrán solicitar su secularización ante el Go-
bierno, quien no podrá negársela, sino en caso de que se justifique al que la solici-
te haber cooperado directamente a la revolución. — Artlo. 5to. Los individuos que
no sean secularizados, deberán salir del territorio del Estado dentro de un breve
termino que señalara el Gobierno; y no podrán pasar a ninguno de los otros Es-
tados de la unión, sin previo permiso de su respectivo gobierno. — Artlo. 6to. Los
religiosos légos de los conventos extinguidos que no quieran secularizarse o salir
172
DAVID VELA
del Estado, podrán continuar sus votos en el convento de Bethlen bajo el institu-
to de esta orden. — Artlo. 7mo. Cada uno de los ordenados in sácris que por no
querer secularizarse o por haber sido comprendido en la expulsión verificada por
el gobierno tubiere que salir fuera de la república disfrutará una pensión vitalicia
de ciento y cincuenta pesos anuales pagaderos del producto de sus temporalida-
des; reglamentándose por una orden particular el modo y forma de satisfacerla.
Comuniqúese al Consejo representativo para su sansion. — Dado en Guatema-
la a veinte y ocho de Julio de mil ochocientos veinte y nueve. — Doctor Quirino
Flores, diputado vice-presidente. — José Gregorio Márquez, diputado secretario. —
Valerio Ignacio Rivas, diputado vice-secretario. —
— XVII —
GARCIA PELAEZ (DOCTOR FRANCISCO DE PAULA)
Monseñor García Pelaez, arzobispo de Guatemala, tuvo especial veneración
per el hermano Pedro, a quien invocó siempre en sus oraciones privadas. Acos-
tumbraba visitar la tumba del Siervo de Dios, así como el oratorio en que rezaba
y hacía penitencia, cons3rvado en Antigua, sitio que su fervor designó con el
nombre de «santos lugares», y al que entraba de rodillas, para besar el pavimen-
to en el punto en que inmemorial tradición idsntificaba las huellas de las rodillas
del beato Tercero.
En 10 de febrero de 1854 promulgó un edicto, refrendado por el prosecretario
Pbro. Vicente Hernández, que circuló impreso en una hoja suelta. Se dirigía al cle-
ro y pueblo de Guatemala, informando sobre el estado de la causa de canoniza-
ción del Hermano Pedro, según las últimas noticias contenidas en carta suscrita
por el postulador de la misma en Roma, M. Cayetano Ludovici, agregado a la Sa-
grada Penitencia Apostólica, y fechada a 4 de junio de 1853. El arzobispo reco-
mendaba a su grey dirigir plegarias, suplicando la canonización del beato de Anti-
gua, e invocar la intercesión de este en el remedia de sus necesidades, «propo-
niéndose el principal fin de la gloria de Dios».
A 6 de Agosto de 1857, hizo publicar otro edicto, con ocasión de verse Guate-
mala afligida por la epidemia del cólera morbus. y exhorta a los feligreses a orar,
para que Dios aparte dicho azote «que tenemos merecido por nuestras culpas».
Particularmente recomienda que se invoque en privado al Hermano Pedro, «que
por sus heroicas virtudes fue, en su tiempo, la admiración de Guatemala, y cuya
memoria es tan grata para nosotros»; seguro de obtener el favor de la divina cle-
mencia mediante su interseción. Refrenda el pro-secretario, Juan Cabrejo.
— XVIII —
JUARROS (Br. DON DOMINGO)
Compendio de la Historia/dc la/Ciudad de Guatemala/Escrita/Por el Br. Don Do-
mingo Juarros, /presbítero secular de este Arzobispado/Tomo Primero/Que com-
prende los preliminares de dicha Historia /Edición/del Museo Guatemalteco/Gua-
temala/Imprenta de Luní/Calle de La Providencia, No. 2./1857. — Biblioteca Na-
cional 9—100—1.
EL HERMANO PEDRO
173
- El Capitulo III (pags. 298 y sigtes.) se intitula: «DE ALGUNOS HOMBRES
ILUSTRES EN SANTIDAD, QUE HAN FLORECIDO EN ESTA METROPOLI».
Juarros da la primacía en santidad al Hermano Pedro, no obstante aparearlo
con el célebre padre Margil, a saber: «Entre los varones que han ilustrado con sus
virtudes a la ciudad de Guatemala, deben ocupar el primer lugar los venerables sier-
vos de Dios Fr. Pedro de San José de Betancourt, Fundador de la Religión de
Bethlem, y Fr. Antonio Margil de Jesús, primer guardián del Colegio de Misioneros
de esta ciudad, por haber puesto mano la Silla Apostólica en causa de su Beatifi-
cación».
A continuación hace una sucinta reseña de la vida del beato Tercero, en for-
ma muy ordenada y completa, y realzando las virtudes a través de los hechos más
conocidos y ciertos de su prodigiosa historia; «finalmente, habiendo santificado
a esta ciudad con sus ejemplos y heroicas virtudes el espacio de 15 años, lleno de
merecimientos, amado de todos y aclamado por santo, dio fin a su preciosa vida,
el día 25 de abril del año de 1667». Relata luego sus honras fúnebres y las su-
cesivas inhumaciones de sus restos: «Aunque el V. Hermano Pedro mandó en su
testamento que le enterrasen en la capilla de la Tercera Orden de San Francisco,
antendiendo los padres a su eminente santidad, depositaron el cadáver en el se-
pulcro que tienen destinado para los religiosos. En este panteón descansó por al-
gunos años hasta en 1686 en que viendo que la memoria del Siervo de Dios cada
día se hacía más célebre, a la solicitud del P. Comisario de la citada Orden Terce-
ra se trató de trasladar este tesoro a lugar más decente y se colocó en una alace-
na formada en la Capilla de San Antonio, aquí permaneció hasta el año de 1703,
en que pasó a otra alacena más bien dispuesta, que se halla en el presbiterio, al
lado izquierdo del altar mayor, cerrada con tres llaves, en cuyo sitio está el día
de hoy. El año de 1741 los Jueces Delegados por la Silla Apostólica para la con-
tinuación y perfección del proceso, sobre la vida, virtudes y milagros del V. S. de
Dios Pedro de Betancourt, hicieron visita del sepulcro de dicho Siervo de Dios, y
en sesión que tuvieron el 11 de septiembre, para concluir las diligencias de la ex-
presada visita, se recibieron dos peticiones del R. P. Guardian y Discretos del
Convento de San Francisco y de la V. Orden Tercera, en que pretenden se les
mantenga en la posesión que han tenido de las antiguas llaves del sepulcro, mas
los señores Jueces determinaron que en atención a haver cesado el motivo porque
los RR. PP. guardianes de dicho Convento y Colegio de Cristo tenían las referidas
llaves, que era por haberse en el los cuerpos de varios religiosos que se han pasa-
do ya a otros sepulcros: las tres llaves que tenían se asignasen al ilustrísimo Se-
ñor Obispo, al V. Señor Dean y Cabildo y a la V. Orden Tercera; las tres llaves del
arca en que están los huesos del Siervo de Dios, dos al ilustrísimo Señor Obispo y
la otra al Convento de Bethlem. Novísimamente el año 1816 advirtiendo el ilus-
trísimo Señor Doctor y Maestro Fr. Ramón Casaus, que desde la ruina que pade-
ció esta ciudad, en el año de 1775 se halla desierta la iglesia de San Francisco y
por consiguiente las reliquias del V. P. de San José, expuestas a que las roben o
que la humedad las acabe; determinó, conviniendo las partes interesadas, que se
trasladen a la Capilla de la Tercera Orden de la Antigua Guatemala y que ac-
tualmente sirve de iglesia y donde este Siervo de Dios se mandó sepultar, y para
el efecto, mandó edificar un panteoncillo donde colocar las expresadas reliquias.
Hallándose ya seco el camarín que se construyó para colocarlas, el 16 de abril de
1817, el señor Arcediano comisionado por S. S. Ilustrísima para esta traslación
174
DAVID VELA
mandó citar para que concurriesen a la Antigua Guatemala el día 24, a los RR.
PP. Provincial y Comisario de Terceros del Orden de San Francisco y Prior del
Convento de Bethlem: los señores Promotor Fiscal y Notario nombrado para el
efecto, el día 25 de abril en que cumplía 150 años de la muerte del V.. Hermano
Pedro de Betancourt, juntos los señores comisionados y los reverendos padres que
se citaron, como partes, y algunos otros eclesiásticos, en la iglesia de S. Francis-
co, se abrió una alacena que se halla inmediata al altar mayor, al lado de la Epís-
tola, donde pareció la caja que encierra los huesos del V. Fundador de la Religión
Bethlemitica: esta se hallaba tan bien acondicionada como si se acabaran de po-
ner las cerraduras, tan hermosas como si fuesen nuevas. Inmediatamente se pu-
so la arca en manos de sacerdotes, que la condujeron por dentro de la iglesia a la
antigua Capilla de la Tercera Orden, verificándose esta traslación a puertas ce-
rradas para evitar todo esceso en el pueblo, en donde se depositó en el lugar pre-
venido y se cerró la alacena con tres cerrojos, cuyas llaves se entregaron al Se-
ñor Arzobispo, quien reservando una para sí, mandó entregar las otras dos a los
RR. PP. Provincial de San Francisco y Prior de Bethlen.
Por último, da noticia sobre la solicitud y proceso de beatificación, e inserta
el texto del decreto por el cual fueron declaradas en grado heroico las virtudes
del Hermano Pedro, de su Santidad Clemente XIV. Juarros atribuye al hermano
Pedro, basado en la fama popular, la virtud de haberse operado por su mediación
el número portentoso de 76 resurrecciones.
— XIX —
CASANOVA Y ESTRADA (Monseñor RICARDO)
Escribe en el prólogo de Los Nazarenos, de José Milla y Vidaurre (véase
No. XX), páginas XVI y XVII, los siguientes párrafos:
«Sobre esa turba que se agita movida por contrarias aspiraciones, se ve des-
collar un hombre insignificante en apariencia: de aquellos, unos fueron vencidos,
a otros los perdió su triunfo; todos se engalaron en sus proyectos: solo él igno-
rante y humilde, vio su objeto, los medios que habían de hacérselo conseguir, y
los últimos resultados de su victoria, porque Dios se complacía en iluminar con su
espíritu aquella alma abrasada de amor por sus hermanos, y encaminaba las ac-
ciones que dictara el interés o la pasión, al fin anhelado por su siervo; para él tra-
bajaron todos: el hermano Pedro brilla con suave y severa luz en aquel tenebroso
horizonte, y personifica la acción providencial de Dios en la vida humana.
El autor de Los Nazarenos nos ha dado a conocer, adornados con las galas de
la ficción, notables acontecimientos de nuestra Historia: ha enriquecido además
la literatura patria con un género de obras de que antes carecía, abriendo así nue-
va senda a los ingenios. ¡Ojalá sean muchos los que le sigan en ella!».
Dicho prólogo está fechado en Guatemala, a 27 de abril de 1868. El licencia-
do Casanova y Estrada fue uno de los más ilustres prelados entre los arzobispos
de Guatemala, y tuvo fervorosa admiración por el hermano Pedro. Sabemos que
durante una enfermedad (pulmonía) que le aquejara, cuando por su grave estado
se desesperaba de salvarle la vida, quiso que le llevaran y diesen a besar las re-
liquias que del piadoso Tercero se conservan en Catedral; deseo que satisfizo el
padre Erlindo García. Y curado monseñor Casanova, hizo votos de activar la cau-
sa de canonización del beato de Antigua.
EL HERMANO PEDRO
175
— XX —
MILLA Y VIDAURRE (JOSE)
MILLA Y VIDAURRE (JOSE)
Obras Completas de don José Milla/Los/Nazarenos/Novela Histórica/ (Por Salo-
mé Jil)/(don José Milla) /Socio correspondiente de la Real Academia Española
delegado en Guatemala del Congreso de Americanistas de Bruselas/miembro ho-
norario de la Sociedad Literaria Internacional de París/miembro correspondien-
te de la Academia de Bellas Letras/de Santiago de Chile/ Asistente de la Sociedad
Económica, de la de El Porvenir de Guatemala/del Ateneo de León, etc. etc./Ter-
cera edición/Guatemala/E. Goubaud y Cía./ París/1897.
Don José Milla y Vidaurre, popularmente conocido por Pepe Milla y célebre
en el mundo de las letras con el seudónimo de Salomé Jil, es una gloria literaria
de América y el padre de nuestra novela histórica. En su novela «Los Nazarenos»,
de ambiente colonial, destaca con amables relieves la figura del Hermano Pedro,
que figura con luces de santidad en todo el desarrollo del argumento, cuyo des-
enlace es la emocionante conversión de don Rodrigo de Arias Maldonado, quien
aprendería del piadoso Tercero la mansedumbre y despego- de los bienes terrenos,
para abrasar el hábito y figurar como cabeza de la Orden Bethlemítica con el
nombre de fray Rodrigo de la Cruz.
En el Capítulo XIV, intitulado «Un Siervo de Dios» (pags. 87 a 91), presenta
al personaje: «Parecía ser de mediana estatura; el color del rostro aceitunado: la
frente ancha y con una cicatriz bastante visible; el ojo negro y penetrante; la
barba crecida y poblada. La expresión de la fisonomía denotaba energía y re-
solución y al mismo tiempo había en ella algo de esa dulzura angélica que se ob-
serva en los retratos del prototipo de la caridad, Vicente de Paul. Vestía una es-
pecie de túnica azul (?), ceñida a la cintura con una cuerda, a la cual estaba
atada una linterna, cuya luz permitió al gobernador ver perfectamente al indi-
viduo. El que agobiaba con su peso al sujeto a quien acabamos de describir lige-
ramente, era un indio miserable, medio desnudo y cubierto de llagas. Don Rodri-
go sintió, al ver a aquel hombre, como si un golpe eléctrico hubiese sacudido toda
la máquina de su cuerpo. Un sudor frío corrió por su frente y tuvo necesidad de
apoyarse contra la puerta. Jamás hasta entonces había visto aquella fisonomía
dulce y severa al mismo tiempo; aquellos rasgos profundamente acentuados, que
revelaban la abnegación en todo lo que tiene de más grande y más heroico so-
bre la tierra; y el corazón del joven gobernador, que no había palpitado con más
violencia de la ordinaria en medio de los más peligrosos combates, parecía como
si fuese a estallar; tal fue la impresión extraordinaria que hizo en aquella alma
formada para grandes empresas y que las pasiones mundanas tenían extraviada,
la presencia del que estaba destinado por el cielo para ejercer una influencia de-
cisiva en la vida del ilustre vástago de los Arias».
«¿Quién era, pues, aquel extraño personaje, cuya sola presencia hizo tan te-
rrible impresión en aquel joven militar, lleno de ideas y ambiciones profanas y
cuyo corazón estaba dominado por una pasión culpable? El nombre de aquel
sujeto era Pedro, y su apellido Betancourt; su patria nativa la ciudad (?) de
Tenerife, en las Islas Canarias, y la de su adopción desde trece años antes Gua-
176
DAVID VELA
témala, a quien asombraba ya con el ejercicio de las más heroicas virtudes y cort
una caridad cuyo ardor no conocía límites. Entonces, como hasta ahora, no se le
llamaba más que el hermano Pedro y seguirá llamándosele así mientras llega el
día en que la Iglesia confirme con su fallo el dictado que han añadido al nombre
de aquel justo las generaciones que se han hundido ya en la sombra del sepulcro».
En el capítulo XXVIII, «Una Profecía» (págs. 187 a 189), relata cómo el her-
mano Pedro salva milagrosamente, por su videncia, a don Rodrigo de Arias, ace-
chado por una muerte ignominiosa y oscura; a la vez, le hace la siguiente pro-
fecía: «...Vos no debéis morir aún. Dios os ha destinado a una muy alta em-
presa. Día vendrá en que seáis el general de una milicia numerosa, que no existe
todavía, y que extenderá sus pacíficas conquistas hasta regiones muy distantes.
El puesto principal os ha sido designado; y en paz, en tanto suena la hora seña-
lada en los consejos de la Providencia para que vayáis a ocuparlo».
En el Capítulo Lili, «Plazo Cumplido» (págs. 340 y 341), aparece de nuevo la
figura del hermano Pedro, ejerciendo poderosa influencia sobre el ánima de don
Rodrigo de Arias, se acerca el plazo de la conversión del gran mundano y, esta
vez, parece que sólo a él dirige el piadoso lego su sempiterna advertencia: «Acor-
daos hermanos, que un alma tenemos...»
En el capítulo LV, intitulado «Dos Almas Rescatadas» (págs. 356 a 360), re-
lata la milagrosa resurrección de doña Elvira, por mediación de la piedad de Pe-
dro, y la conversión de Rodrigo de Arias, quien hace voto «de renunciar glorias,
honores, riquezas y afectos mundanos y de servir a Jesucristo, consagrándole des-
de ese instante todas las horas de su vida».
«Conclusión» (págs. 361 y 362) : emocionante epílogo de la historia, que se
cierra cen la llegada a Guatemala de dos pliegos procedentes de la corte de Es-
paña, conteniendo el uno el nombramiento de don Jerónimo Garcés Carrillo de
Mendoza para presidente y capitán general del reyno; y el otro, real cédula por
la que su majestad concedía a don Rodrigo de Arias el título de marqués de
Talamanca y le asignaba doce mil ducados de renta; favores que fray Rodrigo
declinó humildemente. Sujeto este último a duras pruebas, de las que salió pu-
rificada su vocación, se cumplió la profecía de Pedro y llegó a ser aquel mundano
converso el primer prefecto general de los Bethlemitas.
NOTA: La primera edición de esta obra de Milla se hizo en el año de 1868.
— XXI —
FUENTES Y GUZMAN (FRANCISCO ANTONIO DE)
HISTORIA DE GUATEMALA/o RECORDACION FLORID A/Escrita en el siglo
XVII por el Capitán /D. Francisco Antonio de Fuentes y Guzman/natural, vecino
y regidor perpetuo de la ciudad/de Guatemala/Que publica por primera vez/con
notas e ilustraciones D. Justo Zaragoza/Madrid/Luis Navarro, Editor/Colegiata
Num. 6/1882. (Dos tomos).
El Capítulo IV del Tomo I: «En que, continuando la misma materia del pa-
sado, se describe lo que pertenece al aspecto material de la parte interior y prin-
cipal de la ciudad de Goathemala», alude a las virtudes del Hermano Pedro:
EL HERMANO PEDRO 177
« . . . : en cuyo orden y número de conventos se incluye el de los caritativos
religiosos de la compañía de Nuestra Señora de Belén, instituidos y fundados en
esta ciudad de Goathemala por aquel ejemplarísimo, caritativo, venerable varón,
el Hermano Pedro de San José Betancour; cuya notoria virtud, excelente caridad
y heroica penitente vida aun no está bastantemente conocida, hasta que la suma
y santa providencia señale el tiempo para sus merecidos inmortales elogios».
(Pág. 200).
«La otra ermita está ofrecida de el mérito a el sufragio de las dichosas santas
ánimas del Purgatorio, a devoción del venerable hermano Pedro de San José
erigida».
— XXII —
BANCROFT (HUBERT HOWE)
THE WOSKS OF/HUMBERT HOWE BANCROFT/Volume VII/HISTORY OF
CENTRAL AMERICA/VOL. II. 1530/SAN FRANCISCO:/A. L. Bancroft & Com-
pany, Publichers.— 1883.— Pag.666.
El ilustre historiador, tan acucioso en la búsqueda de sus datos, que siem-
pre documentó con sobra de citas, dice: «Los Bethlemitas surgieron en Guatema-
la, a mediados del siglo diecisiete, habiendo sido el fundador de la Orden fray
Pedro de San José Vetancur. Su primer asiento fue una pequeña casa, compra-
da en cuarenta pesos, obtenidos por contribución. La Orden, sin embargo, no
permaneció mucho tiempo en la pobreza, enriquecido su haber por cuantiosos
donativos anuales. En 1667 fue reemplazado Vetancur por fray Rodrigo, en la
jefatura de la hermandad, y pronto erigieron los betlemitas una iglesia en San-
tiago (de Guatemala), que costó sesenta mil pesos, así como otros costosos edifi-
cios. En 1667 adoptaron un reglamento, cuya aprobación objetó el provincial de
los franciscanos, por prescribir el propio hábito de la Orden seráfica. La difi-
cultad fue obviada, y reglas y reglamentos aprobados por el obispo, en 6 de fe-
brero de 1668. La institución se reorganizó en 1681, sobre bases sancionadas por
el Papa y por el Rey, aunque fray Rodrigo hubo de gestionar por su causa duran-
te quince años, en Madrid y Roma».
Las fuentes principales de Bancroft, al respecto, fueron la Historia Bethlemí-
tica del padre García de la Concepción, y la Chronica de San Diego de México,
de Medina. Agrega que la iglesia de Belén fue levantada con el producto de li-
mosnas, destacando la munificencia del presidente Escobedo, quien donó 55.000
pesos para la nueva fábrica, y aún asignó una renta anual de 300 pesos. En fin,
vierte otros datos del padre García sobre la institución: como el empeño del obis-
po Sáenz de Manozca por suavizar las severas reglas de la Orden, que fray Ro-
drigo no quiso alterar y fueron confirmadas por Bula que Clemente X firmó en
2 de mayo de 1672.
178
DAVID VELA
— XXIII —
MENCOS FRANCO (AGUSTIN)
«CRONISTAS DE LA COLONIA». — «La Revista» — órgano de la Academia Gua-
temalteca de la Lengua, correspondiente de la Española, 1889.
Estudia sucesivamente a los cronistas Bernal Díaz del Castillo, fray Antonio
Remesal, don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, fray Francisco Vázquez,
y fray Francisco Ximenez.
En el cuarto artículo de la serie, estudio dedicado a Vázquez, se habla de su
«Historia Lauretana», la primera en que ensayó su predilección por las cuestiones
históricas, y a renglón seguido agrega: «Mucho más importante que la anterior,
la cual hemos citado como simple dato bibliográfico, es la HISTORIA DEL VE-
NERABLE PEDRO DE BETHANCOURT, FUNDADOR DE LA ORDEN HOSPI-
TALARIA DE LOS BELEMITAS, también publicada en las prensas de la An-
tigua Guatemala. Es indudablemente una de las más simpáticas personalidades
de la patria aquel filántropo Pedro de Bethancourt, cuya figura destacándose
majestuosa a la mitad del período colonial, nos produce el efecto de aquellos lu-
minosos meteoros que aparecen de vee en cuando en los cielos, para disipar, aun-
que sea por pocos momentos, las sombras y las tristezas de la noche: y son tam-
bién, sin duda alguna, bellas y honrosas páginas de nuestra historia, las destina-
das a narrar la biografía de ese héroe de la caridad, tan despreciador de sí mis-
mo, como amador de sus semejantes; que se atrajo, por sus virtudes, la venera-
ción del pueblo; que dedicó todos sus esfuerzos a socorrer a los desvalidos; que
estableció, a costa de continuos sacrificios y trabajos, hospitales para los enfer-
mos y que fundó por último la simpática Orden de los Belemitas: Orden religiosa
no sólo contemplativa sino eminentemente práctica, como que destinada estaba
a la curación de los convalecientes, a la enseñanza de los niños y al socorro de
las miserias humanas: Orden religiosa que traspasó las fronteras de la patria y
se extendió, produciendo benéficos resultados a la sociedad, en varios pueblos de
la América Latina, y Orden religiosa, en fin, que aún en nuestros días mereció
honrosos recuerdos de Chateaubriand, en aquel libro perpetuamente poético y sen-
timental, que se llama El Genio del Cristianismo. Bajo este concepto, el trabajo
a que nos referimos no puede menos de ser útil y hasta indispensable para el
completo conocimiento de la historia nacional durante el gobierno español; pues
si ésta se ha de componer, no de una simple lista de los capitanes generales y de
ligeros apuntes de ciertos acontecimientos, sino de una narración completa y exac-
ta y de un análisis filosófico e imparcial de todos los hechos que entonces se ve-
rificaron, necesario es tener en cuenta aquella religión que constituye uno de los
rasgos más sobresalientes y peculiares del período colonial y estudiar cuantas
obras y documentos se refieren a este particular».
No es cierto que Vázquez llegara a escribir dicho libro, aunque sí manifestó
en su Crónica de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Guatemala su
intención de hacerlo; pero Meneos Franco aun saca consecuencias de la presunta
edición en Antigua: «Inspirándose en el libro de Vázquez, el religioso español
García publicó, algunos años después, su Historia Betlemítica, más conocida que
EL HERMANO PEDRO
179
la del autor guatemalteco, a causa sin duda de sus mejores cualidades literarias;
pero si Vázquez no puede competir con García en cuanto a la claridad del len-
guaje y la limpieza del estilo, en cambio el escritor español es inferior a nuestro
franciscano por lo que hace a la abundancia de datos y a la más exacta apre-
ciación de los hechos. No podía ser de otra manera; pues mientras aquél escribía
al otro lado de los mares, sin más datos que los contenidos en los documentos que
poseía, éste redactaba su obra en el teatro mismo de los sucesos historiados, de
los que fue testigo presencial; pudiendo en consecuencia, conocer y analizar mejor
las cosas y personas con ellos relacionados, las causas que los engendraron y los
efectos que produjeron». Es lástima, desde luego, que Vázquez no halla escrito
en tales circunstancias aquel libro, y que tan sólida argumentación no tenga sus-
tento básico. Lo que quizá puede existir impreso del padre Vázquez sobre el her-
mano Pedro, aunque de ello no tenemos noticia cierta, es el panegírico que pro-
nunció en las exequias que se hicieron a los restos del Siervo de Dios el año
de 1686.
— XXIV —
MENCOS F. (AGUSTIN)
Crónicas/de la/ Antigua Guatemala/por/ Agustín Meneos F./ide la Academia Es-
pañola) /Guatemala. — Tipografía «El Comercio». — 1894.
Biblioteca de A. Taracena F.
8o. — 175 págs. de texto, incluyendo VT de la advertencia, más dos del índice.
Obra bastante escasa ya, no obstante ser relativamente reciente su edición.
Advierte el escritor que se decide a publicar sus crónicas para «salvar del ol-
vido algunas de nuestras viejas e interesantes tradiciones, que están próximas
a desaparecer, ya porque se van olvidando las trasmitidas de viva voz, ya porque,
salvo algún erudito, nadie lee las historias coloniales en que constan algunas de
ellas», lamentando el abandono de ese género de parte de literatos como Manuel
Diéguez, Juan Fermín Aycinena y Manuel Dardón (Radamés), en quienes recono-
ce felices cualidades para cultivarlo.
Están sus crónicas escritas en estilo llano, hasta corriente, ameno y en oca-
siones salpimentadas de gracia, aunque en veces vienen mal traídas sus puyas de
partidista político. La segunda se intitula «Hermano, Enfermo y Jubilado», y re-
fiere la historia de un mulo que se hizo famoso en Antigua por haber trocado su
cerril naturaleza en mansedumbre y doméstica sumisión desde que el Hermano
Pedro lo tomó a su servicio, por habérselo obsequiado, no con muy buena inten-
ción por cierto, un vecino indiferente a la caritativa labor del lego. Ese mulo ti-
raba de la carreta que conducía los materiales de construcción al Hospital de
Belén. Es fama que entendía las palabras del hermano Pedro, a cuya muerte en-
fermó de tristeza, después de seguir al cortejo fúnebre como lo habría hecho un
ser racional; más tarde, por esas circunstancias, y dentro del amplísimo senti-
miento de caridad que inspiraba la institución belemítica, se dispensó gran cuidado
a la mansa bestia y diz que la enterraron al pie de un naranjo, donde supone
Meneos que un chusco pudo poner el siguiente cartel:
180
DAVID VELA
«Aunque parezca vil cuento,
Aquí donde ustedes ven,
Yace un famoso jumento
Que fue fraile del Convento
De Betlén.
Requiscat in pace, amén».
Meneos ironiza, aunque su tendencia humorística desvirtúa la tradición, y no
sólo aprovecha para zaherir a los liberales, sino para incurrir en leves errores,
como adelantar en 10 años la muerte del Hermano Pedro; hacer concurrir a sus
honras a hermanos Bethlemitas cuya orden no se había instituido; hacer pronunciar
la oración fúnebre al padre Lobo.
La siguiente crónica: «De cómo desaparecieron los ratones del Barrio de
Bethlén», relata otro caso de obediencia y sumisión de los irracionales al hermano
Pedro; pero no es una tradición la que escribe ya, sino una moraleja de la que sa-
len mal parados los liberales y nuestros malos gobernantes.
«Las Arguenas del Hermano Pedro», se intitula otra crónica (pág. 43) en que
recoge la tradición de dos milagros operados mediante la gracia del Tercero Peni-
tente. Un panadero quiso dar un fiasco al pedigüeño Hermano y le dió todo el pan
existente en su tahona, con la condición de que lo llevase íntegramente en sus ar-
guenas. No se inmutó por ello Pedro y, asistido por su inquebrantable fe, fue echan-
do el pan, hasta consumirlo, ante el pasmo de los circunstantes, pues sus arguenas
como el tonel de las Danaides, tenían una capacidad insaciable. En otra oportu-
nidad, se repite en él el prodigio de la multiplicación de los panes, pues teniendo
apenas unas cuantas cemitillas para satisfacer la hambrienta solicitud de numero-
so grupo de mendicantes y cinco cañitas para festejar a los patojos, a quienes daba
golosinas, oró fervorosamente ante una cruz que pendía en la puerta del Hospital
de Belén, y lo escaso se hizo abundante, ya que para todos alcanzó sin regateo
En seguida exigió a sus beneficiarios: «Venga el precio de las limosnas, porque
bien saben ustedes que no siempre las regalo sino que a veces las vendo», y con-
cluye: «Y todos sabiendo a buen seguro de qué se trataba, se arrodillaron devota-
mente y rezaron un padre nuestro y un ave-maría por el alivio y descanso de las
almas del Purgatorio». Incluye dos coplillas cuya composición se atribuye al her-
mano Pedro:
«Quien quiera saber señores
cosas del Hermano Pedro,
calle arriba, calle abajo,
sin cuidar de su remedio».
Y esta otra:
«A todas las aves
convido a danzar,
que aunque tengan alas
no me han de ganar».
Recoge en seguida otra leyenda: «El Perro del Hospital de Belén» (Pág. 126),
aunque data el suceso con una fecha caprichosa y lo hace pasar en el Hospital
de Belén el propio año en que llegó Pedro a Guatemala, cuando no pensaba en
EL HERMANO PEDRO
181
fundar su institución siquiera. Se trata de un acto de suprema humildad reali-
zado por el virtuoso lego, o sea, lamer las llagas de un enfermo, por haber pres-
crito el cirujano que un perro lo hiciese. Termina diciendo: «...si he de hablar
francamente, diré que en estos dorados tiempos, más conveniente sería que la
patria tuviese menos hombres ilustres y más perros como el de Belén».
iEn la página 145 hallamos otra tradición del beatro personaje, cuyo anecdo-
tario es inagotable, «La Lagartija del Hermano Pedro». Para salvar de un apuro
a un honrado trabajador falto de dinero, el hermano Pedro le da una lagartija
que casualmente se presentó a su alcance, y la bestezuela se transforma en una
joya esplendente, aceptada sin vacilaciones por el primer prestamista a quien se
propuso en prenda. Rescatada ésta, al ser devuelta la joya al Tercero, éste le
dice: «Vete con Dios», y la lagartija huye vivaz y ligera. El cronista anota que
hay una tradición similar entre las que escribió Ricardo Palma: «El alacrán de
fray Gómez»; pero la del Hermano Pedro es original. (Otros autores han de-
mostrado también su prioridad en la fecha, pudiendo decirse que Palma se ins-
piró en la leyenda antigüeña).
— XXV —
GOMEZ CARRILLO (AGUSTÍN)
Historia/de la/ América Central/desde el descubrimiento del país por los Espa-
ñoles (1502 hasta su independencia de España (1821) /Precedida de una «Noticia
Histórica» relativa a las naciones que habitaban/la América Central a la llegada
de los españoles./Obra continuada bajo la administración del/Señor General don
José María Reyna Barrios/y en virtud de encargo oficial/por/ Agustín Gómez Ca-
rrillo/Individuo de la Facultad de Derecho de Guatemala y de la de El Salvador,
de/las Academias Españolas y de la Lengua y de la Historia, de la Matritense/de
Jurisprudencia y Legislación de las Sociedades Económica de/Barcelona y Ma-
drid, de la Asociación Internacional de Derecho/Penal establecida en Alemania y
condecorado por el Go-/bierno francés con las Palmas Académicas de la. clase/
Tomo III/Guatemala,/Tipografía Nacional./1895.
Esta obra es continuación de la que dejó incompleta José Milla y Vidaurre.
Gómez Carrillo censuró enérgicamente el monacato, como institución opuesta al
progreso de nuestro país y en la que muchos de los enclaustrados no vieran un
ideal ascético, sino seguro medio de vida, y aún de holganza en la abundancia.
En el Capítulo VI, página 133, dice: «Comunidades monásticas había, sin embar-
go, que prestaban servicios a la causa del bien, como las que daban misioneros
para enseñar el castellano a los aborígenes y civilizarlos; habíanlas también con
escuela pública anexa, para que en ella aprendiesen a leer y escribir los niños
de las familias pobres. Pero no todos los regulares eran útiles, por más que en
los claustros se cultivaran las ciencias y se formara uno u otro sabio; y la abun-
dancia de conventos era un verdadero mal, porque embarazaba esa corriente de
vida que debe promoverse y que nace de la provechosa actividad de la fuerza
humana. La inacción de tantos brazos era un factor de público empobreci-
miento».
182
DAVID VELA
Mas, agrega en seguida: «Al lado de esas comunidades casi estériles hubo
una que, por su carácter simpático, hay que decirlo, merece una mención especial:
la de los Bethlemitas hospitalarios, originaria de esta tierra, pues nació en la se-
gunda mitad del siglo XVII, en la ciudad de Guatemala, y desde allí logró exten-
derse a otras provincias de América. El año a que se refiere este capítulo, permi-
te mencionarla y consiguientemente consagrarle algunas frases».
«Parece, no obstante, que el lazo de la caridad bendita no siempre bastaba
a mantener en armónico concierto a sus miembros. Disturbios lastimosos y el
despotismo que en esas casas ejercía su general, fray Rodrigo de la Cruz, deter-
minaron al Rey a prevenir (1717), que se pusiesen en práctica los breves pontifi-
cios sobre la materia, y que fray Rodrigo, quien fue el primer general que se
nombró, se abstuviese, lo mismo que sus subordinados, de promover nuevos des-
órdenes, si no querían que se les tratara con la necesaria severidad. Debe saber-
se que aquel religioso modificó indebidamente las reglas que se expidieron para
el gobierno del instituto; y aunque el monarca había antes mandado que se obser-
varan tales reglas, recogiéndose las adulteradas por el dicho General, quien se-
gún las palabras de la cédula, era ya incapaz de ejercer el poder de que estaba
investido y se manejaba, además, de modo muy arbitrario, había continuado
experimentándose el mal que el monarca deseaba corregir. Para ponerle remedio
había ido a España, en 1708, el procurador de varios conventos Belethmitas, y sus
gestiones motivaron la cédula que acaba de citarse».
«Ofrece interés el origen de la fundación hecha en Guatemala. Por el año
de 1648 (?) vino a esa ciudad Pedro Bethancourt, originario de Canarias; era filán-
tropo por carácter, y deseoso de hacer el bien posible a los desvalidos, vistió en
1652 (?) el hábito de la Orden Tercera y se consagró a la tarea laudable de fun-
dar un hospital de convalecientes. La obra por él principiada tuvo en breve
cooperadores llenos de entusiasmo, atraídos por las virtudes del fundador».
«No fue en su origen el establecimiento más que una modesta casa de paja,
en la que el Hermano Pedro, como le llamaban, se ocupaba en instruir en la
doctrina cristiana a los niños, y en atender a los pobres que salían ya curados
del hospital, pero que en la convalecencia carecían de recursos para el restable-
cimiento completo. Bethlen es el nombre que se dió a ese instituto hospitalario».
«Lleno de fervor Pedro de Bethancourt se decidió a acudir a la piedad del
vecindario, y con los auxilios que obtenía acometió la fábrica de un espléndido
hospital. No pudo verlo terminado, porque le sorprendió la muerte en 1667. y
concluyéronlo los que lo ayudaban en su ministerio, y que él había admitido para
echar las bases de la Orden Belethmítica. Además del hospital se construyeron
convento e iglesia, con un gasto de más de setenta mil pesos. La catástrofe de
Santa Marta (julio de 1773), que trajo la ruina de la ciudad, fue también causa
de deterioros para aquellos edificios; pero la reparación no tardó mucho en efec-
tuarse».
«En el testamento del hermano Pedro, recomendó éste a fray Rodrigo de
la Cruz que adoptara el régimen monástico; se redactaron, pues, los estatutos
en 1667, y los confirmó fray Payo de Rivera, obispo de Guatemala. Los varios
hermanos hicieron voto de obediencia y hospitalidad, y eligieron a fray Rodrigo
para el cargo de prelado. (Nota: los bethlemitas llevaban la barba larga, lo que
EL HERMANO PEDRO
Í8J
dió lugar a que en Lima los bautizase el pueblo con el nombre de los barbones.
Usaban capa y una túnica de paño buriel o pardo con una cruz azul, ceñidor de
correa y sandalias; la cruz fue sustituida con un escudo representando la navi-
dad de Cristo. No les era permitido montar a caballo. Ricardo Palma— Tradi-
ciones Peruanas— Artículo de Los Barbones). Rodrigo de Arias Maldonado era
el nombre de este belethmita. Nació en Marvella, en 1637, y vino en su juventud
a Costa Rica, como alférez, acompañando a su padre, que pasó a ejercer el go-
bierno de esa provincia. Al morir su padre, le sustituyó provisionalmente en el
mando, en el que se condujo por manera muy satisfactoria. Dirigióse en seguida
a Guatemala, entregándose allí a discreteos amorosos con damas de alta clase;
pero después, arrepentido de sus aventuras de galán mancebo, fue a buscar a
Pedro de Bethancourt, y tomó el hábito de hospitalario. Ya prelado, se encami-
nó a Lima; obtuvo la protección del virrey, Conde de Lemus, y logró fundar allá
el Hospital del Carmen para las enfermas convalecientes del de Santa Ana».
«Dejando en Guatemala, como superior, a Francisco de la Trinidad, y en
Lima a Andrés de San José, hizo viaje a Roma, en 1671, para obtener de su San-
tidad la sanción de los estatutos, que iba retardándose. Entre tanto, los supe-
riores de Guatemala y Lima, desentendíanse de sus reglamentos, no sólo estable-
cieron escuelas, sino que se ordenaron los sacerdotes haciendo también esto último
algunos de los hermanos. Informado fray Rodrigo, regresó a América, y dictó
las providencias necesarias contra los que así abusaban. Hizo nuevas fundacio-
nes en Piura, Trujülo y otros lugares del Perú, y pasó por segunda vez a España
y Roma. Estuvo después en Quito; y dejando allí fundada una casa, fue a la
ciudad de Méjico en la que murió en septiembre de 1716; de manera que al
expedirse la cédula real de 1717, antes citada y en la que se califica de tirano a fray
Rodrigo, ya había éste muerto. Al desaparecer el infatigable prelado acrecentáronse
las desavenencias sobre interpretación de los estatutos y breves, y aun ocurrieron
motines en las casas de Guatemala. México, Guadalajara y otras poblaciones; pero
en las del Perú siguió dominando la pureza de costumbre, a la par de la caridad
para con los pobres enfermos».
«Al trasladarse al valle de la Ermita, en 1775, la ciudad capital de Guatemala,
vinieron a ese lugar los conventuales de Bethlen, y por mucho tiempo tuvieron
aun escuela de primeras letras, hospicio para albergue de pobres peregrinos y
enfermería para convalecientes (Juarros y Ricardo Palma)».
«El beato Pedro de San José Bethancourt, como en las crónicas eclesiásti-
cas se le llama, fue la piedra angular del instituto Bethlemítico. Alma penetrada
de caridad ardiente y abnegación sublime, prestó servicios cuya magnitud no
alcanzó acaso él mismo a prever. El supersticioso espíritu de una época de gene-
ral ignorancia, que en todo se mezclaba, como si pretendiera personificar los in-
tereses del presente y las aspiraciones del porvenir, atribuye hechos extraordi-
narios al beato Pedro, representándolo en largas pláticas con las ánimas y con-
cediéndole el sobrenatural privilegio de los milagros. Descansan sus despojos mor-
tales en una capilla anexa al destruido templo de San Francisco de la Antigua
Guatemala».
184
DAVID VELA
— XXVI —
(ANONIMO)
«UN SIERVO DE DIOS». — La Fe (periódico religioso, científico, literario y de
variedades), fundado y dirigido por el presbítero Salvador Arzú Roma. — Años I,
II y III. — Núm. 18, Guatemala, 5 de marzo de 1896; Núm. 19, Guatemala, 20 de
marzo de 1896; Núm. 20, Guatemala, 5 de abril de 1896; Núm. 21, Guatemala, 20
de abril de 1896; Núm. 22, Guatemala, 5 de mayo de 1896; Núm. 29, Guatemala,
20 de agosto de 1896; Núm. 30, Guatemala, 5 de septiembre de 1896; Núm. 31,
Guatemala, 20 de septiembre de 1896; Núm. 34, Guatemala, 12 de noviembre do
1896; Núm. 36, Guatemala, 5 de diciembre de 1896; Núm. 39, Guatemala, 20 de
enero de 1897; Núm. 41, Guatemala, 20 de febrero de 1897; Núm. 43, Guatemala,
5 de julio de 1897. — Biblioteca de Arturo Taracena.
Es una interesante biografía del Hermano Pedro, que ss presenta como un
extracto de los anteriores escritos sobre «la vida de aquel hombre extraordinario,
que en pocos años llegó a la más elevada cumbre de la perfección cristiana».
Comienza (capítulo primero) por referir las circunstancias en que ocurrieron
los sismos de 1651, los cuales, habiendo principiado el 18 de febrero de ese año,
permiten precisar la fecha en que Pedro de Bethancourt llegó a la Antigua Gua-
temala. Sigue el relato calcado en las noticias del padre García de la Concep-
ción y del Doctor Montalvo, aunque contiene un rasgo original, y sin duda su-
puesto, que no hemos leído en los demás escritos relativos al virtuoso varón, dice:
«Prendado Pedro de Almengol de las extraordinarias dotes que adornaban el al-
ma del joven Betancourt. quiso hacer que entrara en su familia, casánaolo con una
de sus hijas; pero como esto se oponía de todo en todo a los proyectos de éste,
trató de huir el peligro, despidiéndose con la mayor cortesía y agradecimiento de
su primer huésped, a pretexto de la lejanía de la fábrica para atender a sus ocu-
paciones escolares. Trasladóse a la ciudad, siendo alojado con mucha benevo-
lencia en la casa de Diego Vilches, que ya lo conocía».
,E1 segundo capítulo se intitula: «Fundación de la Orden Bethlemítica», y
cuenta cómo, frecuentando asiduamente los hospitales, el hermano Pedro conci-
bió la idea de fundar otro para los convalecientes, y admira la prodigiosa forma
en que llevó a cabo su propósito, improvisando recursos y despertando con su ca-
ritativo ejemplo una vasta cooperación.
El siguiente capítulo: «El Hermano Pedro Betancourt ejerció las virtudes
en grado heroico», exalta sus actos y reconoce la popular estimación que le valie-
ron: «Consagróse al Apostolado de la Oración, enseñando las verdades de la re-
ligión cristiana a los pobres, a los enfermos, a los indios, a los negros y principal-
mente a los niños; y el que nada o muy poco había podido aprender en las escuelas,
adquirió en el trato y continúa comunicación espiritual con Dios, tan altos y pro-
fundos conocimientos en la ciencia teológica, que con frecuencia era consultado
por personas encanecidas en el estudio, las cuales quedaban llenas de admiración
al escuchar sus sesudas y atinadas respuestas». Señala, entre sus obras de piedad,
la difusión y fomento del rezo del Rosario, devoción que extendió e intensificó
grandemente, y acaba por atribuirle el mérito de fundador del Rosario Perpetuo
EL HERMANO PEDRO
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en Guatemala, establecida pccos años antes en Bolonia esa práctica religiosa, res-
tablecida después por los dominicos, bendecida y colmada de gracias por los pa-
pas Pío IX y León XIII, se organizó en Guatemala desde 1891. «El H. Pedro de
San José —concluye—, que floreció a mediados del siglo XVII, ¿tendría noticia
de aquella asociación (la de Bolonia) piadosa y trató de imitarla? ¿O establece-
ría él una samejante por inspiración especial de la Santísima Virgen?» Hace re-
saltar un dato suministrado por el padre García en su «Historia Bethlemítica»,
a saber: según un apunte constante en uno de los cuadernos de notas del Siervo
de Dios, aparece que en el año de 1665 los fieles que lo tenían por padre espiritual
rezaron 322.544 coronas y rosarios de la Santísima Virgen.
Intitúlase el IV capítulo «De la esperanza y otras virtudes que ejercitó el
V. H. Pedro de San José», quien «además de haber observado siempre una con-
ducta intachable, se entregó a los más ásperos rigores de la mortificación y su
vida fue un continuado y completo sacrificio de sus potencias y de sus sentidos».
Informa del profundo desprecio que de sí mismo tuvo el Siervo de Dios, calificán-
dose de inútil, ignorante e idiota. «En el proceso instruido para la beatificación,
varias veces citado, abundan pruebas fehacientes de que el Dueño y Señor de to-
das las cosas parecía complacerse en la ilimitada confianza que el H. Pedro ha-
bía puesto en la providencia divina, y que jamás se vió defraudado en sus espe-
ranzas». Refiriéndose a su humildad y santa pobreza, dice: «Su traje, de seglar,
fue siempre pobrísimo y estropeado; y desde que profesó en la Tercera Orden de
San Francisco, cuyo hábito recibió de limosna, como se dijo, era éste de paño
burdo del que usan los indios, llamado jerga; y el vestido interior, de la tela más
ordinaria y áspera, que se emplea para envolver fardos, conocida con el nombre
de guangoche. Así lo testifican muchos de los que le conocieron y trataron en in-
timidad». Todo eso era natural y nunca afectado en sus maneras: «No debe, por
tanto, extrañarse que aún desde antes de haber fundado la Orden Betlemítica el
V. Pedro se hubiese ya desposado con la santa pobreza, como lo hicieron el será-
fico P. San Francisco y todos cuantos han sido fieles imitadores del divino espo-
so de la pobreza voluntaria, el cual dijo de sí mismo, que «no tenía donde reclinar
su cabeza». Por las manos del Siervo de Dios pasaron grandes sumas de dinero,
ingentes riquezas, como las que se emplearon en la costosa fábrica del Hospital
de Convalecientes, y para tantas necesidades que remedió socorriendo a los pobres,
durante el tiempo que vivió en Guatemala».
El capítulo V, «Asombrosa mortificación del V. H. Pedro de San José Be-
tancourt», habla de sus ayunos, diarios y extraordinarios, su tinajera, sus vigilias
y disciplinas; en forma que a todos asombraba que su cuerpo pudiera resistir ta-
les castigos; «pero no se orea que en punto a la penitencia, como en ningún otro,
obrase el V. Pedro con necia indiscreción o imprudencia temeraria; puesto que
nada hacía sin licencia y beneplácito de su director espiritual, y así aconsejaba a
otros que le ejecutasen para medir y regular sus actos de mortificación. Camino,
el más seguro, para no errar en materia tan delicada y difícil. Imitador fidelísi-
mo del divino modelo Cristo Jesús, pudo repetir con el Apóstol de las Gentes:
absit mihi gloriari nisi in Cruce Domini Nostri Jesu Christi. Y de tal manera
amó la mortificación y el sacrificio, que no contento con gustar las hieles, coro-
narse de espinas y sufrir los improperios del Calvario, quiso llevar moral y mate-
rialmente la cruz del Redentor, sobre sus hombros». Y termina el capítulo: «Qui-
zá algún día sabremos cuántos pecadores empedernidos debieron su conversión,
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DAVID VELA
la mejora de sus costumbres y su salvación entera, a las gracias extraordinarias
que Dios se dignó comunicarle en recompensa de la asombrosa penitencia que por
ellos ofreció su devotísimo Siervo Pedro de San José Betancourt».
Capítulo VI, «Piedad y Devoción del V. H. Pedro de San José Betancourt».
Continúa el anónimo biógrafo delectándose en la ejemplar vida del Siervo de
Dios, siguiendo de cerca la exposición de fray José García de la Concepción. «El
H. Pedro de San José, que desde los primeros años de su vida se había entrega-
do a los ejercicios de piedad y devoción, fue favorecido por Dios con el don extra-
ordinario de profundísima contemplación, de tal suerte que su oración era conti-
nua sin que la interrumpiesen sus ocupaciones, trabajos y ejercicios de caridad.
Considerábase en la presencia de Dios y por ese motivo andaba siempre con la
cabeza descubierta. Mereció que sus contemporáneos le diesen el dictado de
extático (Proceso citado por el R. P. Fr. José de la Madre de Dios)». Refiere
igualmente su ingenua y pía celebración de la Natividad y día de Reyes, en forma
que «pudo repetir con San Francisco de Asis: dejadme hermanos, porque soy el
loquillo del niño de Betlén», dejando instituidas costumbres que devotamente se
conservaron en la Antigua, y aún en la Nueva Guatemala de la Asunción, mien-
tras existió la comunidad betlemítica.
Casi materia idéntica a la anterior trata el capítulo VII, «Cordialísima devo-
ción del V. H. Pedro a la Santísima Virgen, al Patriarca San José y a los demás
Bienaventurados » .
Intitúlase el capítulo VIII, «Admirable Caridad del H. Pedro de S. José»,
tema el más vasto de la vida del Siervo de Dios, quien fue, más que filántropo,
un verdadero discípulo de Cristo, «ejerciendo la caridad en grado heroico, en todas
las aplicaciones prácticas de tan insigne virtud». Comenta el biógrafo: «El co-
munismo del H. Pedro, si es lícito llamarlo así, como el que predicaban los Após-
toles, San Francisco de Asis y otros muchos Santos, como el que recomienda S.
S. León XIII, en su brillante encíclica De conditione opificum, es la doctrina
cristiana, que manda que las diferencias y las desigualdades sociales, inevitables
en este mundo entre los miembros de la gran familia que se llama humanidad,
sean compensadas o equilibradas por los sacrificios voluntarios de la caridad, la
cual hace que los que tienen de sobra para satisfacer las necesidades y aún las
comodidades de la vida, den lo supérfluo a los que carecen de lo más preciso
para llenar siquiera las primeras. El H. Pedro procuró, en cuanto estuvo de su
parte, resolver de manera práctica, y no con vanas y huecas declamaciones, el
pavoroso problema de la cuestión social, que tan seriamente preocupa hoy más
que nunca a todas las naciones; de la única manera que puede resolverse, por
medio del ejercicio de las obras de misericordia».
El capítulo IX, «Caridad del H. Pedro en favor de los vivos y de los muertos»,
apela al testimonio de fray José García y otros, como las constancias de beatifi-
cación y tradiciones populares, para hacer mérito a su incansable labor en la
asistencia de los vivos y de las ánimas del purgatorio, por cuya salvación erigió
ermitas, hizo decir misas y oraciones y aun se robaba reposo para salir de noche
por las calles, al sonido familiar de su campanilla, exhortando a las gentes a que
salvasen sus almas o rezaran o diesen limosna a favor de los difuntos. En fin,
habla de su caridad extrema para con los animales, que obedecían a su voz, como
conscientes de tener en aquel manso hombre al más valiente defensor. Liberaba
EL HERMANO PEDRO
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a los zopilotes de los muchachos traviesos o crueles; abría las jaulas de los paja-
rillos prisioneros, curaba en su hospital a los perros callejeros, etcétera.
«Singulares favores y gracias extraordinarias que Dios so dignó conceder al
H. Pedro de San José Betancourt», es el tema del capítulo X. «No debemos ex-
trañar que cuando el V. Pedro se había entregado totalmente al servicio de Dios,
ejercitando todas las virtudes cristianas en grade heroico. Nuestro S^ñor se hubie-
se mostrado tan generoso con su Siervo, otorgándole singulares beneficios y gra-
cias extraordinarias, de las que denominan gratis datas. Sus biógrafos, funda-
dos en el proceso instruido para la beatificación y canonización del Siervo de
Dios, refieren sucintamente y con copia de detalles multitud de hechos maravillo-
sos, ocurridos en la vida admirable del H. Pedro; y los refieren con tanta sen-
cillez como si se tratara de sucesos comunes y ordinarios».
A ese respecto, inicia una discusión sobre los hechos que deben conceptuarse
como milagros operados por la voluntad de Dios, muchas veces manifiesta por in-
tercesión de almas llenas de santidad, y otros que tienen origen demoníaco, su-
gestiones y trampas de los espíritus malignos; todo con sobra de erudición sobre
las materias y tocando de paso las cuestiones de la magia y el espiritismo, a la
orden del día.
Los capítulos XI y XII continúan la discusión, dentro de una tendencia po-
lemista, y así se esfuma el tema biográfico principal, que ya no continuó. El tra-
bajo quedó, pues, trunco y sin la firma del autor; de nuestra parte, quisimos con-
siderarlo con relativa extensión, por su indudable importancia, y porque será muy
difícil a la mayoría de los lectores conseguirlo, debido a la falta de una hemero-
teca pública y a la casi total pérdida de los ejemplares de «La Fe» en que se
publicó. En el curso de su lectura, atendiendo a ciertos giros de lenguaje y a
su estilo polemista, hemos llegado a sospechar que pertenezca esa biografía a la
pluma del erudito católico Agustín Meneos Franco, quien era asiduo colaborador
de aquel periódico.
— XXVII —
EL PABELLON DEL ROSARIO
Número 7, correspondiente al mes de abril de 1896.
Se refiere a la biografía «Un Siervo de Dios» que publicaba el quincenario
«La Fe», y refuta un concepto vertido por el desconocido biógrafo del Hermano
Pedro (La Fe, No. 29, 20 de marzo de 1896) que considera al famoso Terciario co-
mo fundador del Rosario Perpetuo en Guatemala, dos siglos antes de que dicha
práctica religiosa se instaurase con las gracias y privilegios acordados por Pío IX
y León XIII.
En manera alguna niega las insignes virtudes del Hermano Pedro, mas aduce
gran copia de noticias históricas y documentos pontificios para demostrar que
aquél debió tener conocimiento antes o después de venir a América, de la forma
primitiva en que se practicó el Rosario Perpetuo, y en caso de establecerlo en
Guatemala «sólo pudo hacerlo bajo la primitiva forma anual». Cita la «Vida del
Venerable Pedro de Betancourt» escrita en italiano por el P. Fray José de la Ma-
dre de Dios, Trinitario Descalzo, traduciendo un párrafo, en el cual se basa para
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DAVID VELA
afirmar que «el rezo del Rosario distribuido en horas, que el H. Pedro puso en
práctica, sólo se hacía una vez al año, el día 18 de agosto, con ocasión de la fiesta
de la Coronación de la Santísima Virgen». Además, agrega, «interesaría saber si
lo hizo canónicamente (la institución de esa práctica piadosa por el H. Pedro),
es decir, si obtuvo del Rmo. General de los Dominicos la legítima autorización que
para el efecto se requiere conforme a los Capítulos Generales de Orden de Pre-
dicadores, datados en Roma, año de 1650».
Por otra parte, reivindica para la Orden dominicana el mérito de haber exhu-
mado y renovado tal devoción: «Débese al celo de los frailes dominicos el haberla
sacado del seno del olvido para presentarla con una nueva organización y bajo
una forma nueva, la forma mensual, que es como hoy se practica».
«La Fe», en su edición de 20 de abril de 1896, número 21, replica a las contes-
taciones del Pabellón del. Rosario. No niega que la práctica originaria de Italia
(Bolonia) pudo ser conocida por el H. Pedro y posiblemente lo era en Guatemala
generalmente; pero el Siervo de Dios la introdujo en forma mensual, como lo
afirma el padre García (Historia Betlemítica, pág. 113), a saber: «Para introducir
entre los fieles esta devoción (del Rosario) compró (el H. Pedro) una gran can-
tidad de rosarios e hizo que se tocasen en una cuenta de el Millón, que había en
el Convento de San Francisco, y entonces estaba en su valor: y con motivo de
repartir el privilegio de aquella cuenta, se introducía en las casas y a el mismo
tiempo establecía la devoción de rezar el Rosario y la Corona. A imitación de las
horas, que se reparten a los Hermanos del Rosario, repartía también horas el
Venerable Pedro: pero con diferencia de que siendo aquellas por año, las de el
Siervo de Dios eran por meses. A cada persona señalaba un día, para que en
una hora de él rezase el rosario entero de María Santísima: y para que esto lo
ejecutasen con perfección, hazía que el día señalado para este ministerio, se con-
fessassen y comulgassen. Hizo este repartimiento con tal orden, que casi no ha-
bía hora en el año, en que no fuesen muchos los Rosarios y Coronas que se re-
zaban en honra de la Virgen Madre de Dios».
Reafirma, pues, sus razones para considerarlo un precursor y aún fundadoi
(sin que esto diga contradicción) de la devoción del Rosario Perpetuo, y en cuan-
to a la autorización que para ello fuese necesaria, recuerda que la obediencia fue
otra de las virtudes en grado heroico ejercida por el H. Pedro, quien siempre
consultó todos sus actos con el limo, fray Payo Henriquez de Rivera.
EL PABELLON DEL ROSARIO — Número 8, Guatemala, 3 de mayo de 1896.
El periódico insiste sobre la materia controvertida: que el H. Pedro de San
José Betancourt «no pudo fundar el Rosario Perpetuo en su forma mensual, pues-
to que la organización que hoy tiene no se conoció sino hasta 1867, en que la
aprobó y colmó de gracias espirituales nuestro Smo. P. Pío IX en su bula Post-
quam Deo Monente de 12 de abril del citado año».
«El rosario — dice — es una especial congregación de cofrades del Smo. Rosa-
rio por quienes se reza continuamente y sin cesar día y noche el Smo. Rosario.
(Ex actis S. Sedis pro Societate SS. Rosarii perpetui)».
Estima que el quincenario «La Fe» incurre en contradicciones, y, aún más,
no aprecia en forma debida la canonicidad de las asociaciones piadosas; en fin,
establecida la práctica devota en forma anual, cree que al modificarla el H. Pedro
«hubiese falseado o adulterado el carácter especialísimo de la cofradía del Ro-
sario».
EL HERMANO PEDRO
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«La Fe» (número 24, 5 de junio de 1896), responde acertadamente: no ha
dicho que el H. Pedro fundase la «especial congregación de cofrades del Smo.
Rosario», sino señala sus actividades de precursor de la nueva organización y fun-
dador de tan piadosa práctica. Sostiene que no se ha refutado en el fondo la
cuestión y mantiene el apoyo de las verdades que, aceptadas por la «Sagrada Con-
gregación de Ritos» en 1771, obran en el proceso de Beatificación que el padre
Garcia tuvo a la vista para escribir su Historia Betlemítica.
— XXVIII —
MENCOS FRANCO ( AGUSTIN )
TRADICIONES RELIGIOSAS DE GUATEMALA— DE SAN FRANCISCO A SAN-
TA CATARINA. — «La Fe» — Periódico religioso, científico, literario y de varie-
dades. — Año I. — Núm. 23. — Guatemala, 20 de mayo de 1896. — Tip. Sánchez
& de Guise. — 8a. C. P. No. 5. — Págs. 267 y siguiente. — Biblioteca de ARTU-
RO TARACENA.
Aunque esta crónica está firmada sólo por las iniciales A. M. F., es indudable
que se trata de un escrito del historiador Agustín Meneos Franco, no sólo porque
hallamos otras colaboraciones de él en el mismo periódico, en cuenta una tradi-
ción firmada también con sus iniciales e incluida en su libro «Crónicas de la An-
tigua Guatemala», sino también por identificarse su estilo con el de este relato.
Comieivza por señalar la actitud antinatural y un tanto violenta de la ima-
gen del «Señor Sepultado» que se venera en el templo de Santa Catarina de es-
ta ciudad, y recoge la tradición poniéndola en los labios de una monja.
«Corría el siglo XVII y eran los días en que el Venerable Psdro de San José
Betancourt, hermano de la Tercera Orden de San Francisco, edificaba al vecinda-
rio de la ciudad del Pensativo con la práctica de sus virtudes. Existía a la sazón,
en el templo del Serafín de Asis. un viejo crucifijo, de tamaño casi natural, ante
quien el Hermano Pedro acostumbraba orar por la noche ...»
«Hallábase el bendito Siervo de Dios rezando con más fervor que nunca an-
te el crucifijo, cuando éste volviendo la cabeza hacia la derecha y con voz ma-
jestuosa y reposada, le ordenó que le condujese inmediatamente al templo de San-
ta Catarina. Quedóse maravillado a la vista de tal prodigio; pero recobrando,
en cuanto pudo, la serenidad, contestó: «Señor: dispuesto estoy a obedeceros; pe-
ro ¿cómo os podré conducir si a causa de la gran cruz en que estáis clavado pe-
sáis más de lo que pueden mis fuerzas? El Divino Redentor entonces se despren-
dió de la cruz y cayó sobre los brazos del Hermano Pedro, que trémulo de emo-
ción y sin poder articular palabra, salió de San Francisco a cumplir el celestial
mandato» .
«Eran las altas horas de la noche, dormía la ciudad en profundo silencio v
en obscuras tinieblas y sólo se oían de vez en cuando los quejidos del viento al
agitar las copas de los árboles de los jardines y los estridentes chillidos de las
aves nocturnas cobijadas en las torres de las iglesias».
«Pero estaba escrito que aquella noche había de ser de estupendos aconteci-
mientos; porque apenas llegó al término de su viaje, vió que la comunidad, mis-
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DAVID VELA
teriosamente avisada de lo sucedido, le esperaba ansiosa y preparada para recibir
a tan alto huésped. El templo, profusamente iluminado, estaba abierto de par
en par, vibraban los acordes del órgano produciendo dulces armonías, y las mon-
jas, con blancos hábitos y negras tocas, abriéronse en dos filas, vela en mano,
para que entrasen aquellas visitas extraordinarias. Imposible hallar una cruz a
propósito, para clavar en ella la venerable imagen; motivo por el cual la colocaron
en una urna, convirtiéndose así en Señor Sepultado el que había sido Crucificado.
Cumplida su celestial misión, regresó el Hermano Pedro al Hospital de Betlen,
atravesando presuroso y meditabundo las oscuras calles de la dormida ciudad,
sin más luz que el débil fulgor de algún mísero candilejo y sin más ruido que el
murmullo del viento que agitaba los árboles de los jardines y los chillidos de las
aves nocturnas que en las torres de las iglesias se guarecían».
«Al día siguiente cundió la noticia de tal portento; acudió el vecindario a vi-
sitar el templo de Santa Catarina y desde entonces el antiguo y misterioso cru-
cifijo de San Francisco, convertido en estatua yacente, fue objeto de especial de-
voción por parte de las religiosas y aun de todos los habitantes de la ciudad».
.En el mismo periódico («La Fe, Año II, Guatemala, 5 de octubre de 1896,
Núm. 32), publica Meneos Franco un artículo intitulado «Dos Obispos notables»,
en que vuelve a evocar a Pedro de Bethancur.
Se refiere al doctor don Bartolomé González Soltero, muerto en enero de 1650,
y a su sucesor, fray Payo Enriquez dt Rivera, quien nombrado desde 1657, por hu-
mildad rehusara la mitra, mas apremiado por sus superiores aceptó, entrando a la
Antigua el 23 de febrero de 1659.
Entre otros merecimientos del prelado, dice: «No fue menor la participación
que este prelado tuvo en la fundación de la Orden de los Belemitas. El aprobó
las Constituciones de esa Religión, en 1667, o sea el mismo año en que murió su
fundador, el Venerable Pedro de San José Betancourt; él presenció los primeros
votos de obediencia y hospitalidad que hicieron los hermanos el 25 de enero de
1668 y él finalmente ratificó la forma del hábito que debían usar, a solicitud de
fray Rodrigo de la Cruz.
Hermosa trinidad la que forman el Hermano Pedro, el Obispo Enriquez y
Fray Rodrigo de la Cruz, el antiguo y caballeroso marqués de Talamanca. El
primero concibe y lleva a la práctica el pensamiento de fundar la Orden de Bet-
lén para ejercer las virtudes cristianas, enseñar a los niños y curar a los conva-
lecientes. El segundo ayuda a tan laudable empresa no sólo como queda indicado,
sino también facilitando el establecimiento de la Orden en México y dirigiendo
con sus consejos e ilustrando con sus enseñanzas al Hermano Pedro, que acostum-
braba consultar todos sus asuntos con el prelado. El tercero, en fin, funda algu-
nas casas de Betlemitas en la América del Sur y logra dar existencia legal al
instituto, obteniendo para ello la aprobación pontificia en bula del papa Inocencio
XI, fecha 26 de mayo de 1687. Sin duda que Pedro de Betancourt brilla en ese
grupo en primer término y con más gloria; pero no desmerecen a su lado las no-
bles figuras de su sabio consejero y de su insigne discípulo».
EL HERMANO PEDRO
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— XXIX —
LA SEMANA CATOLICA
Periódico Religioso/Consagrado al Sacratísimo Corazón de Jesús/Organo del Circu-
lo Católico/de Guatemala/Redactor y Administrador./Jesús Fernández/Guatema-
la/Tipografía «Sánchez y de Guise» 8a. C. P. No. 5.— Teléfono No. 205. — Bi-
blioteca de Arturo Taracena. — Año V. — Vol. V. (1896-1897), número 214, Gua-
temala, 4 de julio de 1896.
«El Venerable Pedro de San José Betancourt» . — Artículo de la redacción,
en que se anuncia a los lectores que, con permiso del arzobispo licenciado don Ri-
cardo Casanova y Estrada, va a publicarse el proceso original instruido por la
Curia Eclesiástica de Guatemala, acerca de la Beatificación del Venerable Siervo
de Dios fray Pedro de San José Betancourt, en su oportunidad elevado a la Sa-
grada Congregación de Ritos y que produjo el decreto de S. S. Clemente XIV
de 25 de julio de 1771, declarando en grado heroico las virtudes de Pedro.
Se satisface así un anhelo guatemalteco, que sólo conoce citas del proceso en
diversos autores. «La copia oficial que se ha tenido a la vista para esta publica-
ción, fue confrontada y está autenticada por seis notarios públicos, quienes hacen
constar que es copia exacta de los autos originales elevados a la Sagrada Con-
gregación de Ritos y que está formando parte de la causa (de canonización) en
Roma».
Dicho proceso se conserva en la sala capitular de la Catedral Metropolitana
de Guatemala, dentro de un cajón de cedro, en el cual, con pintura negra, está
escrito: «En este Caxon se cerraron en efte año de 1751 los procesos hechos, assi
pr. autoridad ordinaria, como pr. Appca. sobre Santd. de vida virtudes y milagros
del Vene. Siervo de Dios el Hermo. Pedro de Sn. Joseph Betancurt Fundador de
la Relign. Bethlemitica». Se sacaron sólo para la publicación de la Semana Ca-
tólica que compulsó una copia, y volvieron a guardarse celosamente.
No sabemos por qué razón dejó de publicarse el Proceso de Beatificación del
Venerable Pedro de San José, suspendiéndose en el número 371, año VIII, de 8
de julio de 1899. En los subsiguientes números no se alude más a él, aunque sí
al Hermano Pedro, ni siquiera en un artículo intitulado «El fin de un libro», in-
serto en el número 417 y con el cual se cierra el octavo año de «La Semana Cató-
lica».
«La Semana Católica» — Año VIII — Guatemala, sábado 25 de noviembre de
1899— No. 391.
Publica la redacción un artículo intitulado «Revista Religiosa de Guatemala»,
exponiendo las prácticas piadosas que se dedican a favor de las ánimas del pur-
gatorio, en diferentes épocas del año y diversos templos de la ciudad. Recuerda
de paso la pintoresca costumbre del FUNERAL, que «tenía por objeto recoger li-
mosnas en las noches nebulosas y tristes de noviembre, para celebrar el 2 de di-
ciembre un solemne sufragio por las ánimas del purgatorio». Los participantes,
formando numeroso concurso, llevaban faroles y entonaban coplas. Esa costum-
bre parece «copiada del legendario pecado mortal español, vivo recuerdo de la
Edad Media», y dió motivo a nuestro novelista Salomé Jil para uno de sus ma-
192
DAVID VELA
ravillosos cuadros de costumbres. Se da la idea, muy lógica y probable, de que el
Funeral fuera una herencia del Hermano Pedro y se haya inspirado en su prác-
tica de salir por las noches con un candilejo y una campanilla a recoger limosnas
e implorar preces para las almas del purgatorio. Don Ramón A. Salazar describe
esta costumbre en su librito: «El Tiempo Viejo» (Recuerdos de mi juventud),
Cap. XV, Págs. 89 y siguientes.
«Proceso de Beatificación del Venerable Hermano Pedro». — Autos informa-
tivos acerca de la santa vida, virtud, milagros y dichosa muerte del Venerable
Siervo de Dios Pedro de San José Betancourt, conducentes a la causa de su Bea-
tificación, hechos en virtud de comisión dada por su Señoría Illma. el Señor
Obispo de esta Diócesis mi Señor: por el Señor Doctor Don Carlos Meneos de Co-
ronado Maestrescuela de esta S. I. Catedral, Examinador Sinodal de este Obis-
pado y Juez Delegado en dicha Causa, y por sus acompañados el Señor Licencia-
do don José de Alcántara y Antillón Tesorero en esta S. I. Catedral y Calificador
del Santo Oficio de la Inquisición, y el señer Bachiller Don Pedro de Peralta
Cura Rector más antiguo del Sagrario de ella, Calificador del Santo Oficio de la
Inquisición y Examinador Sinodal de este Obispado etc. Notario: Don Felipe
Díaz»... — «La Semana Católica»:
Año V — (Guatemala, 3 de junio de 1896) ; números 215, 216, 218, 220, 221, 222,
223, 224, 225, 226, 227, 228, 230, 231, 232, 234, 235, 236, 237, 239, 240, 241, 242, 243,
244, 245, 246, 247, 248, 250, 251, 252; páginas: 41, 52, 70, 84, 92, 102, 111, 117, 126,
136, 143, 150, 166, 172, 180, 196, 204, 214, 222, 239, 248, 254, 262, 271, 278, 286, 294,
303, 311, 325, 336, 344.
Año VI — (Guatemala, 5 de junio de 1897): números 274, 275, 276, 277, 278,
282, 283, 284, 290, 292, 293, 294, 295, 299, 303, 307, 308 y 309; páginas: 104, 112, 119, 128,
135, 167, 174, 183, 232, 245, 255, 263, 272, 303, 335, 368, 376 y 383.
Año VII — (Guatemala, 4 de junio de 1898) : números 316, 333, 337, 339, 342,
344, 349, 350, 353, 354, 363, 365; páginas: 23, 158, 192, 208, 231, 247, 288, 296, 319,
328, 400 y 416.
Año VIII — (Guatemala, 3 de junio de 1899): números 367, 370 y 371; pá-
ginas: 16, 39 y 48.
— XXX —
FERNANDEZ (JESUS)
La Semana Católica — Periódico Religioso — Consagrado al Divino Corazón de
Jesús — Redactor: Jesús Fernández. — Tipografía Sánchez & de Guise — Año
VI — Guatemala, 20 de abril de 1898. — Números 309 y 310. — MONOGRAFIAS
DE LOS TEMPLOS DE GUATEMALA — El Calvario.
El señor Fernández describe los templos de la Ciudad de Guatemala, mas, al
dar cuenta de su origen e historia de su traslación, se refiere a la existencia de
los mismos en la Antigua Guatemala, respecto del Calvario dice: «Allí en ese tem-
plo y antes de su reedificación fue donde desplegó su celo el Venerable Pedro de
San José Betancourt, como Terciario que era y fue un modelo entre sus herma-
EL HERMANO PEDRO
193
nos,- hasta que fundó la Orden Hospitalaria de Bethlem y aún a pesar de ello;
esas ermitas eran las que recorría con la cruz sobre los hombros hasta su amado
Calvario, que encerraba en su recinto la XII, XIII y XIV Estaciones del Via-Crucis,
y en esa Iglesia oró con aquella heroica fe que le obtuvo del Cielo gracias y fa-
vores que el proceso Diocesano instruido para su Beatificación y las tradiciones
nos cuentan».
«Cuadro especial de las antiguas costumbres de Guatemala fue el Via-Crucis
que practicaban los Terciarios de San Francisco desde esta Iglesia hasta el Cal-
vario, pasando por las ermitas, los viernes de Cuaresma, y en que se evocaban
tantísimos recuerdos históricos muy sobre todo de la época del Venerable Pedro
Betancourt, quien con su carácter especial imprimió en esas prácticas piadosas
algo que las inmortalizaba. No sin razón el Calvario guarda el retrato que pare-
ce ser más auténtico de aquel personaje, obra de nuestro pintor Rosales, y en
que se representa al Venerable con el traje de Terciario».
«Por la noche, recordando la célebre práctica del Via-Crucis o de los Na-
zarenos, que con los Terciarios y devotos cubiertos con túnicas y capuces hacía en
antiguos tiempos el Venerable Hermano Pedro, allá en la Antigua, todavía yo
alcancé en Guatemala personas que abandonando sus casas a las doce de la no-
che llevando linternas, seguían las Estaciones desde San Francisco hasta el Cal-
vario, arrodillándose ante las puertas cerradas de los templos y ermitas, y que
aunque eran pocas, conservaban esos viejos recuerdos de otra edad en el tiempo
de Cuaresma y Semana Santa. ¡Era entonces tan sencilla y pacífica la vida en
Guatemala!»
Refiriéndcse al pintor Merlo, de quien se cree que pintó un retrato del Her-
mano Pedro, dice:
«Este pintor era un buen terciario de San Francisco, que murió como ya lo
vimos en 1739; conoció al Venerable Hermano Pedro, y tanto que fue llamado
como testigo en el Proceso Diocesano de la Beatificación. Era pues uno de aque-
llos Terciarios que cuidaban del Calvario y aun habitaban en el patio de las celdas.
— XXXI —
ASTURIAS (FRANCISCO)
HISTORIA/DE LA MEDICINA/EN GUATEMALA/por/FRANCISCO ASTURIAS/
Guatemala Impresa en la Tipografía Nacional/1902.
«El nunca bien ponderado «Hermano Pedro de San José de Betancourt»,
fundó en el año de 1653 dos hospicios, uno de convalecientes y el otro para niños.
No siendo él suficiente para auxiliar a los dos hospicios, fue auxiliado por tres
Franciscanos, que junto con él y con verdadera abnegación se dedicaron al ma-
nejo de los establecimientos» (Pág. 100). Cita al respecto a Fuentes y Guzmán.
194
DAVID VELA
— XXXII —
BETHENCOURT (JOSE LUIS DE)
«RASGO BIOGRAFICO DEL V. PEDRO DE BETHENCOURT» — Tipografía de
R. J. Benítez. — Tenerife. — 1912.
Tenemos noticia de este folleto por la obra de don Antonio Batres Jáuregui:
«La América Central ante la Historia», tomo segundo, páginas 122, 124 y 139.
Asegura que el autor tenía parentesco con el Hermano Pedro y que de su «in-
teresante y poco conocido bosquejo» tomó algunos datos para el capítulo XI de
su historia.
XXXIII
RODRIGUEZ CERNA (JOSE)
José Rodri/gvez Cerna/El Libro de/las Crónicas/Guatemala/Tipografía «El Jar-
dín», 10 C. O. N. 28/1914. (Carátula dibujada por Campins).
Es una colección de crónicas, antes difundidas en diarios y revistas. Entre
ellas una, intitulada «EL HERMANO PEDRO» (págs. 56, 57 y 58), describe el
lugar en que reposan los restos del beato franciscano, cuya virtud elogia. Da im-
presiones de una visita del autor al venerado sepulcro, el primer sitio que solicita
su atención en Antigua. Evoca la figura del émulo de San Vicente de Paul, por
su caridad, y de San Francisco de Asís, por su humildad y pureza: «Las alas euca-
ristías de la oración golpean la madera funeraria; y la cera derrite su blancura,
mientras los indígenas conversan en voz baja con el muerto. . . El oído, en esta
tumba, puede recoger el eco de las evangélicas historias de Pedro de Bethancourt,
'como a través de un obstáculo de roca el perenne discurrir de unas aguas que no
se ven. . . Ante su sepulcro, nuestra alma comprendió que a veces hay que do-
blar las rodillas, si no por la plegaria, por la emoción, que muchas veces es lo
mismo».
En otra crónica, EL MILAGRO DE LOS CLAVELES (págs. 59, 60 y 61), re-
coge una de las más poéticas leyendas del Hermano Pedro. Una muchacha y su
seductor son sorprendidos por el padre de aquélla, quien venga en la sangre del
mancebo su honra mancillada. El hermano Pedro, que siempre estuvo en el
lugar y en la hora en que la caridad lo había menester, presta los últimos pia-
dosos auxilios al joven agonizante. Al día siguiente, casi con el alba, se pre-
senta la muchacha al Hospital de Belén y solicita la ayuda de su santo fundador
para entrar a un convento; sólo quiere, como último acto de su vida terrenal,
visitar la tumba de su desgraciado amante, cuya locación ignora, y llevarle unas
flores. «Sigúeme, que esto es por voluntad de Dios», le dice Pedro, quién sin
vacilar se dirige hacia el lugar en que los criados del vengador han enterrado se-
cretamente el cadáver; ella lo sigue, dócil y quebrantada, «y fue el milagro, por-
que el delantal con que ella se cubría los ojos se colmó de claveles en que se con-
vertía la sangre del muerto, y que cayeron desbordados en lluvia silenciosa sobre
la tumba. . . »
EL HERMANO PEDRO
195
— XXXIV —
SANCHEZ Y MONROY (Pbro. D. CARLOS)
COMPENDIO/de la vida y milagros del/Venerable Hermano/PEDRO DE SAN
JOSE BETANCOURT/Fundador de la Orden Belemita/Seguido de los datos bio-
gráficos de la Madre/Encarnación Rosales. Reformadora/de las Hermanas Be-
lemitas Hijas del Sagrado/ Corazón de Jesús/por el/Pbro. D. Carlos Sánchez y
Monroy/Imprenta de la Tip. San Antonio — Templo de la Recolección/Guatema-
la, C. A. — 1916. — Biblioteca de Arturo Taracena.
8o. menor — 58 págs.; en la segunda la licencia de la Autoridad Eclesiástica:
Guatemala, 3 de agosto de 1916. — Eugenio Novi, Srio. — Registrada en el libro
correspondiente de impresiones, Fo. 109, No. 378. — La 3a. página con un grabado
en que se figura al H. Pedro cuando vagaba por las calles nocturnas de Anti-
gua pidiendo sufragios para las almas del purgatorio y llamando a la contrición,
al tañido de su campanita. Otro grabado (pág. 21), reproduce una fotografía de
la tumba del Siervo de Dios.
El autor advierte en su prólogo («Dos Palabras») que, para redactar su com-
pendio, ha tomado principalmente los datos vertidos en un libro en italiano que
contenía el proceso de Beatificación del Venerable Pedro (Suponemos que sea el
de fray Giuseppe de la Madre di Dio, Roma 1739), conservado entre otros, refe-
rentes a la fundación y crónica de su Orden, por las Religiosas Belemitas de
Guatemala. Protesta que su obra no encierra pretensiones literarias, llanamente
sujeta a la verdad histórica; la escasez de los ejemplares antiguos que tratan de
la vida del Beato Pedro fue el estímulo que lo movió a escribir.
El Ir. Cap. se intitula «Patria del Hermano Pedro». Nació en Casna (?) y
Villafor, isla de Santa Cruz de Tenerife, el 21 de marzo (?) de 1626. Piadoso
desde niño, «un hombre rico de Tenerife lo pidió para llevárselo a la Corte de
Madrid, España, pero no duró ahí mucho tiempo» (?). Inspirado por Dios y
aconsejado por su confesor, salió de su casa «sin otros recursos que dos panes»
(?). Tuvo la suerte de tener por confesor al R. P. Villalobos (?) de la Compa-
ñía de Jesús.
Cap. II: «El Hermano Pedro se resuelve a abandonar el país» (?).
Ya en Guatemala, un pariente suyo (?) le aconseja entrar al colegio de San
Borja. «Sin dejar de aprovecharse en los otros estudios» (?) escolló en la len-
gua latina y salió para Petapa. En el propio capítulo dice que el Convento de
Belén se convirtió en el primer Hospital de Convalecientes (?); en último caso,
sería lo contrario, pues ambas instituciones fueron naciendo de las prácticas de
caridad y piadosas de Pedro, antes hubo hospital que convento.
En el Cap. III, «Milagros del Hermano Pedro», recoge muchas de las tradicio-
nes referentes al poder sobrenatural de Pedro: su dominio sobre los animales; la
conducción del Cristo Sepultado de Santa Catarina, desde el templo de San Fran-
cisco; una mano invisible le abría las puertas de la iglesia de la Merced; etc. Y
los subsiguientes capítulos tratan similares materias, como resurrecciones, la con-
versión de Fray Rodrigo, bilocaciones, y otros actos que ponen de relieve la in-
mensa caridad y profunda fe del maravilloso lego.
196
DAVID VELA
En el Cap. XI, «Asperezas», dice: «Había en el convento de Belén un orato-
rio pequeño con el piso de ladrillitos llamados axulejos; el lugar donde el Her-
mano Pedro se arrodillaba tenía hundidos los ladrillos, pasaba ailí noches enteras
en oración y se azotaba el cuerpo. Y a todos los visitantes se les mostraba aquel
lugar. Era tal la veneración que el Rmo. señor Arzobispo García Peláez profesaba
al Hermano Pedro, que cuantas veces fue a la Antigua, visitó los Santos Lugares,
como él los llamaba y siempre entró de rodillas a esa santa capilla. En un corre-
dor próximo a la capilla, había en la pared un hueco semejante a una alacena,
plano en su base y redondo en la parte superior. Ahí se metía el Hermano
Pedro a orar según la tradición, solamente cabía arrodillado y encorvado, en aque-
lla posición mortificante pasaba algunas horas. En el fondo de ese hueco ha-
bía pintado en la pared al óleo la imagen de Jesús Crucificado, San Juan y la
Virgen Santísima. Eran estos monumentos históricos muy apreciados; pero des-
graciadamente llegó a la ciudad el español José María Fernández, logró del pre-
sidente Barillas que le diera la iglesia y convento de Belén, instaló ahí una ma-
quinaria de aserrar madera y fábrica de muebles; aquel hombre sin consideración
ninguna destruyó la capilla, la alacena, rompió una pared del templo, porque
se le negaron las llaves, entró, lo profanó; hubo que desocuparlo a toda prisa y
pasar las imágenes, vasos sagrados y ornamentos a la iglesia inmediata de la Es-
cuela de Cristo».
Tras relatar otros actos virtuosos y su muerte, habla (Cap. XV) de la «De-
voción al Hermano Pedro», muy extendida en Guatemala y aún fuera de nues-
tras fronteras, y conservada y aún acrecida a través de los años, no obstante
verse limitada oficialmente por la iglesia; así, el arzobispo Casanova y Estrada
no aprobó algunos actos de veneración, consistentes en adornar la tumba con
albas colgaduras, decir una misa y exponer el santísimo, un 25 de abril. Un
sacerdote salvadoreño, Pbro. don Víctor Medina escribió una novena, la única
que hay del Hermano Pedro, y aunque deficiente, fue laudable en su objeto».
«Favores Postumos» se intitula el Cap. XVI, y son interesantes algunos ca-
sos que sin comentario relata: A la esposa del sacristán de San Francisco, quien
desesperada fue a depositar a su hijito muerto frente a la tumba del H. Pedro,
sobre el pavimento, le hizo el milagro de volvérselo a la vida. El párroco de San
José recibió comunicación de un hombre, atropellado por un vehículo, a quien
según los médicos debía amputársele una pierna; cumpliendo la recomendación,
el padre oró al H. Pedro, clamando su intervención, y el doliente sanó por com-
pleto. Con un ex-voto de gratitud, se colocó la declaración al lado de la tumba
de Pedro. Doña Carmen de Kreitz, salvadoreña, padecía de un cáncer en el es-
tómago. Ya desahuciada por la ciencia, implorando al H. Pedro, sanó y vivió
más de diez años. La esposa de don José Sanz, devota del H. Pedro, estuvo a
las puertas de la muerte; vió que llegaba el Beato de Antigua a curarla, y sanó;
desde entonces su familia celebra una función de gracias cada 25 de abril. La
misma señora de Sanz pidió por una amiga, la señora de Ordóñez, quien salió
felizmente de un parto laborioso, sin la intervención quirúrgica que los médicos
creían indispensable.
Otro dato interesante, se refiere a los recursos para la deseada canonización:
«En Roma los religiosos carlinos, que tienen iglesia y casa del Quirinal en su
mayoría española, eran los encargados de lo relativo al archivo capital de los be-
lemitas. Según informes recibidos en la época del Concilio Vaticano 1870 su-
EL HERMANO PEDRO
197
pimos que tenían en depósito tres millones, supongo que de liras, destinado a gas-
tos de canonización del Venerable Hermano Pedro. Se formó este capital con las
contribuciones de los conventos de México, Guatemala, Habana, Ecuador y Lima,
y el crédito que ha ido aumentándose con los años. Según informes de los be-
lemitas reformados hoy sólo existe un millón y quinientas mil liras (1914), lo de-
más se ha gastado con autorización de la Santa Sede en canonizaciones de otros
santos. Esta cantidad está ahora destinada a la canonización del Hermano Pe-
dro y Madre Encarnación Rosales, guatemalteca, Reformadora de las Belemitas».
En último capítulo (XVII) trata del «paquete misterioso», en el que se su-
pone que dejó el H. Pedro algunas prcfecías...
Aunque incurre en leves errores, la obra del padre Sánchez Monroy, es inte-
resante y verídica. Al final, agrega una «Novena/Para implorar la intercesión del
Venerable, Hermano Pedro de San José Betancourt Fundador/de la Orden Bele-
mita. Compuesta por el Pbro. D./Carlos Sánchez y Monroy.. Para rezarla sólo
en privado, no en público».
Bicha novena está muy bien escrita, adecuada a la vida del Beato antigüeño
y, por tanto, resalta su originalidad entre otras piezas del mismo género. Termina
con la siguiente Oración: «Concédenos Señor lo que humildemente pedimos en
esta novena, válganos para ello la intercesión piadosa del Venerable Hermano
Pedro, que por vuestra gloria y nuestro bien, nos concedáis su pronta Beatifica-
ción, sea él protector de nuestras familias y lazo que a todas nos una en la ca-
ridad de Nuestro Señor Jesucristo. Amén».
— XXXV —
HIDALGO (ENRIQUE A.)
LATAS/Y LATONES/Poesías/de/Enrique A. Hidalgo, Guatemala/Tipografía Sánchez
& de Guiss 8a. Avenida Sur, No. 24/1916.
189 pp. incluyendo índice, .un «vocabulario de chapinismos», un «Prólogo» del
licenciado Francisco Quinteros Andrino y «Dos Palabras» del escritor José Rodrí-
guez Cerna.
Hidalgo, malogrado ingenio guatemalteco, siguió las huellas de Pepe Batres,
en el estilo joco-serio, descollando por la amenidad de sus temas y la fácil y per-
fecta forma de su verso.
En la página 179, se inserta un poema intitulado «La Prueba», en que se re-
coge la tradición antigüeña sobre la forma en que, declarada la vocación reli-
giosa de don Rodrigo de Arias Maldonado, hizo aprendizaje de humilde y carita-
tivo entre las manos de Pedro de Eethancour. Poema que transcribimos en seguida.
En la paz de la estancia un candil parpadea,
un sollozo se extingue y un suspiro aletea
con el suave aleteo de la casta paloma
que agoniza en el césped. Un silencio imponente
santifica el recinto. Se percibe el aroma
de la carne podrida que satura el ambiente.
198
DAVID VELA
Se prolonga el silencio y se impone la calma.
Del candil a la lumbre se perfila en el lecho
una madre que tiene un dolor en el alma,
un infante en los brazos y una llaga en el pecha
Del cansancio de un día de faena tediosa
bajo el plomo del cielo el suburbio reposa.
Un tenorio pasea la lascivia ante una
ventana que se abre con temor. La sorpresa
de dos ojos de fuego y una boca de fresa
se dilata en la calle. Tras el monte la Luna
arrincona su lumbre. Una estrella dormita
sobre el cono truncado del volcán. El ladrido
del mastín centinela es el único ruido
que interrumpe a intervalos la quietud infinita.
La oración se desmaya en los labios del lego,
la sonrisa florece en la boca del niño
y suspende la madre la ternura de un ruego
para ver la esperanza a través del cariño
que refleja la risa del infante. Ha soñado,
al dormirse tranquilo junto al pecho llagado,
con los ángeles rubios y las vírgenes bellas
que vestidas de nubes salpicadas de estrellas
en los cielos imprimen la piedad de sus huellas.
Rechinan de repente los goznes del postigo . . .
Silencioso en la estancia penetra don Rodrigo.
Ya no luce en el porte la altivez del soldado;
el modesto atavío y el semblante severo
no dsnuncian al héroe que esgrimía el acero,
requería de amores y triunfaba en vedado.
Es otro don Rodrigo de Arias Maldonado.
El franciscano yérguese al ver al caballero;
toma el candil, lo acerca a la faz, lentamente,
de la enferma, y exclama mirando al visitante
que los dardos recibe de un recuerdo en la mente:
— «Marqués de Talamanca: aquí tenéis delante
el infortunio inmenso de la mujer que un día
oyó de vuestros labios el grito «ya eres mía»
y vos la abandonásteis . . . Miserias y pesares
empujáronla al vicio y el vicio en la vereda
arrastró su hermosura, la puso en almoneda
y el nác>r de su carne manchó en los lupanares.
¡Mirad lo que de ella vuestra impudicia ha hecho!»
— Y su mano se apoya en la frente, con calma,
de la madre que tiene una llaga en el pecho
y el martirio incesante de un dolor en el alma.
EL HERMANO PEDRO
199
Dos miradas se esconden. La del lego fulgura.
Se prolonga la pausa, el ambiente satura
el olor nauseabundo de la carne llagada,
y en el alma del hombre que ocultó la mirada
un reproche se hunde como una estocada.
El franciscano sigue: — «Mirad de qué manera
probar espero ahora, señor de Maldonado,
si os anima el intento de abrazar mi carrera,
si con frases mentidas no me habéis engañado . . .
¿Prometisteis que haríais aquello que yo hiciere?
Está bien; imitadme». Y en la llaga asquerosa
de la mujer, el lego súbitamente posa
los labios un instante. Después lame la llaga;
y del triste recinto en la paz angustiosa
se amedrenta un asombro y una queja se apaga.
Y de pie don Rodrigo reconstruye en la mente
una escena olvidada de otros tiempos y siente
un dogal en el cuello y un bochorno en la frente.
La voz del franciscano del éxtasis le arranca:
— «Os corresponde el turno, Marqués de Talamancas.
Y el Marqués, el que fuera burlador de la vida,
deposita sus besos en la carne podrida
y sus lágrimas riega sobre el pecho llagado.
¿Es leyenda? ¿Es historia? En verdad que lo ignoro.
Mas, historia o leyenda, de los siglos de oro
son imágenes fieles el soldado y el lego.
De los dos uno hizo don Miguel de Cervantes
y así fue por el mundo el ilustre manchego
reparando injusticias y venciendo gigantes.
— XXXVI —
BATRES JAUREGUI (ANTONIO)
LA AMERICA CENTRAL/ANTE LA HISTORIA/TOMO II/Impreso en los Talle-
res de Sánchez & de Guise/Guatemala. — Colofón — Se acabó de imprimir— en los
talleres de «Sánchez & de Guise» — 8a. A. S. No. 24 — de Guatemala — el día XV
de septiembre del año — MCMXXII.
El Capítulo XI (págs. de la 121 a la 149) se intitula «EL HERMANO PEDRO
Y FRAY RODRIGO DE LA CRUZ», y aunque se incluye en la obra que el autor
dio a las prensas en 1920, fue un ensayo anterior e independientemente concebido,
200
DAVID VELA
que por su extensión y estilo no encaja bien en el cuerpo del libro; comprendién-
dolo sin duda así, el licenciado Batres Jáuregui puso al pie de la fecha de su com-
posición: Enero lo. de 1917.
El autor hace un encendido panegírico del Hermano Pedro, a través de una
síntesis biográfica, a la cual adita algunos casos maravillosos trasmitidos tradicio-
nalmente. Evoca al personaje:
«En la lejanía de nuestra historia, en medio de crueldades y miserias, abo-
minaciones y pequeneces, cncuéntranse alturas humanas, que muestran la esté-
tica sublime de la abnegación y el heroísmo, por el amor al prójimo, sirviendo de
venerable ejemplo a las generaciones venideras y conservando viva en las almas
el ansia de lo infinito. Rodeado de mística claridad, con ambiente de paz inge-
nua, aparece en los tiempos álgidos, el Hermano Pedro, ardiendo en misericordia,
para aliviar el dolor e impartir consuelo a la desgracia. Varón inmaculado, alma
sencilla, luz de celeste fe, pasó por el mundo como viva protesta contra las im-
pías rudezas de la conquista, cual contraste cristiano de tanta desolación. Sus-
cita la Providencia hombres como San Juan de Dios, San Vicente de Paul, San
Francisco de Asís, Fr. Antonio Margil de Jesús y el Venerable Bethencourt; pa-
naceas humanitarias, para contrarrestar la acerbidad de los dolores que devoran
las almas enfermas. Al través de los años, surge la virtud de nuestro santo —
amparador de pobres, enfermos y afligidos — con el melancólico perfume de las
flores de la Cruz, que esmaltan las orillas del río Pensativo. Al consagrar este
capítulo al piadoso Hermano Pedro, se transporta la mente al medio en que bro-
tó la caridad apostólica de su corazón magnánimo, entre las liviandades horren-
das de aquellos oscuros años. Ese dulce nombre evoca reminiscencias de nuestra
infancia, fervientes preces ancestrales, añoranzas de antaño, nostalgia celeste, or-
gullo nacional, por una gloria purísima».
Reseña su nacimiento, familia y primeras impulsiones de servir a Dios: «Ya
en plena vida sentíase aquel hombre impulsado misteriosamente a singulares des-
tinos. Diríase que había nacido para figurar como apóstol de caridad y manse-
dumbre, en el Centro de América; para sufrir con los que lloran, y padecer con
los que padecen. Hay voces secretas que empujan, con divino influjo, a misiones
irresistibles, sugiriendo en todos los instantes, un pensamiento decisivo».
«El Hermano Pedro aspiraba a imitar la abnegación de los primeros cristia-
nos que abrazaron con fe aquella religión, nacida en un establo, en chozas, patí-
bulos, catacumbas y mazmorras de cautivos, y fue predicada, mantenida y con-
firmada con el martirio y la sangre; religión que ha de vivir de la caridad, de la
mansedumbre y del amor universal. Un ser que participa del padecimiento de to-
dos los dolores, fue nuestro santo, despertando muchas almas dormidas, pudo con
su ejemplo y exhortaciones, extirpar vicios y suavizar asperezas entre gente dura
y soberbia. Aquel monje piadoso vivió del corazón y no del cerebro».
«Pedro aparece cual emblema de caridad, como encarnación de ese amor
inefable que deja huellas de sus besos en la frente de los desgraciados; pero besos
ungidos con el bálsamo del consuelo, brotando de los corazones generosos, como el
de aquel Venerable asceta, respetado y querido en Guatemala, con fe sencilla y tra-
dicional. El altruismo es principio, suma y compendio de la religión cristiana, el
recuerdo del venerable Bethencourt vivirá siempre entre los benefactores de la
humanidad doliente, y ha de ser timbre de gloria para la patria. No puede pre-
sentarse ideal más perfecto de los transportes del corazón, de sus arrebatos y de-
EL HERMANO PEDRO
201
liquios, de los impulsos a lo sobrenatural, que nuestro santo; y por los portentos
de religioso amor».
«La historia del Hermano Pedro va esmaltada de piadosas tradiciones, que
caracterizan la época en que prodigara la caridad, con humilde solicitud por todos
los dolores, prescindiendo de los bienes de este mundo. Más que la historia de un
hombre es la epopeya de su alma heroica, llena de sufrimiento y virtudes —¡mís-
tica flor, flor del edén! La dulzura de tu perfume se esparce aún a orillas del
río Pensativo, extendiéndose por el mundo!»
«En la muy Leal Ciudad de los Caballeros de Santiago de Guatemala, ¿quién
no sabía de los prodigios estupendos que obraba el Siervo de Dios? Hoy mismo
aprendemos desde niños los rasgos tradicionales de su diáfana existencia, consa-
grada a prodigar el bien; de su espíritu efusivo, dotado de intuiciones celestes y
sublime compasión por todos los infortunios».
Refiriéndose a la fama de santidad que perpetúa la memoria del Hermano
Pedro, después de exponer otros de sus hechos y algunas leyendas, concluye: «Per-
diéronse las cenizas del Adelantado, Conquistador de Guatemala, y las de su
esposa, la Sin Ventura; no se sabe en dónde están las del primer obispo Ma-
rroquín, ni se encuentran las del soldado historiador Bernal Díaz del Castillo. . .
Solamente el cadáver de nuestro santo está ahí, como si piadosa la tierra hubiese
querido salvarlo de los vaivenes de la suerte y de la inclemencia del tiempo. Los
terremotos asoladores no se atrevieron a destruir esa reliquia, amparada por la
amorosa fe de un pueblo que se prosterna ante el humilde y caritativo asceta, vivo
aún en los recuerdos místicos de todos los que adoran al que enjugó ojos con llan-
to, curó llagas y consoló aflicciones, sin esperar en este mundo nada por ello.
Nihil in-dae sperantes. Ahí, sobre la tierra que recibió sus lágrimas y guarda
sus despojos; bajo el cielo que iluminara sus ideales y suspiros; entre las ruinas
que conmemoran su dulzura angélica, su humildad ingénita, su benéfica labor v
sus virtudes heroicas; rindamos homenaje de acendrada y piadosa veneración. Hay
lugares que hablan. En ese asilo funeral de la caridad se conservan los restos de un
apóstol cuyo corazón fervoroso reverberaba de amor y ardía en misericordia. Sunt
laerimae rerum. Y diríase que suscitan llanto aquellos viejos muros — llenos de
dolorosas memorias— que se esforzaron en momentos de horror para no desplo-
marse a los embates del terremoto, celosos de guardar la santísima presea, blasón
de virtud excelsa, ánfora de celeste esperanza, para los espíritus creyentes. En
esa cripta sagrada, ante esa oración de piedra, que durante siglos, ha venido des-
pidiendo místico aroma de piedad sublime, se absorbe el pensamiento al estar
junto a las reliquias mortales de un bienaventurado ilustre. Parece que los rue-
gos recibieran del cielo, en ese santuario —refugio de las almas afligidas — un
soplo puro y benéfico, que trae la bendición de Dios. Todo impone silencio. Sólo
la plegaria que lleva el acento de la desventura, puede tener eco, en donde el
culto de la tribulación llama a la inmortalidad sobre el altar de la muerte».
«¡El Hermano Pedro será glorificado en los altares, venerado en el Panteón
Nacional, y bendecido por los guatemaltecos! Vivió en presencia del Señor, su
Dios, y murió como un santo! Vita sua abscondita est cum Christo in Deo. Apor-
temos, con nuestra devoción, una chispa de oro a su corona de gloria.
Y, finalmente, apostrofa al Hermano Pedro: «¡Apóstol de caridad: fue vues-
tra vida un manantial de consuelo, vuestra muerte una transfiguración; y siem-
pre será vuestro recuerdo una efusiva enseñanza, y vuestro nombre timbre celes-
202
DAVID VELA
tial de perpetua gloria para Guatemala! ¡Ah, entre la bruma de los siglos, brilla
vuestra, dulce imagen como sugestiva protesta de piedad y amor por los desvalidos,
contra la sórdida ambición, y culto infame al becerro de oro; contra el insano
delirio de una humanidad, que hoy se debate, demente, descreída, entre charcas
de sangre!»
Don Antonio Batres Jáuregui visitó en Roma, en el año de 1914, el Convento
General de las Belemitas, y dice haber constatado en esa ocasión un gran inte-
rés y fervoroso entusiasmo por la memoria del Hermano Pedro; criterio que con
hechos justificó la Superiora Sor María Luisa Salinas, oriunda de Nicaragua,
quien en mayo de 1916 estuvo en Guatemala, deseosa de recabar datos sobre la
vida del Venerable Siervo de Dios y empeñada en instar a la Curia Eclesiástica
para que activase sus gestiones, a efecto de obtener la canonización del noble be-
nefactor de Antigua.
— XXXVII —
GARCIA Y ARTOLA (Pbro. VICENTE)
VIDA/DEL VENERABLE SIERVO DE DIOS/PEDRO DE SAN JOSE BETAN-
COURT/ (Hermano Pedro) /Por el Pbro. Vicente García A./Sacerdote de la Mi-
sión/Con licencia de la Autoridad Eclesiástica/Guatemala, C. A. /Editores: /Sán-
chez & de Guise. /1930. (En la carátula un grabado que representa al H. Pedro
frente al portón en ruinas del convento de Belén).
Licencia: «Puede imprimirse. — Guatemala, 9 de noviembre de 1930. — Fran-
cisco Lagraula — Visitador de los S. S. de la Misión en Centro América .— Im-
prímase. — Luis — Arzobispo de Guatemala. — J. Luis Montenegro y Flores —
Canónigo Secretario. — Reg. Libr. de Imprs., folio 53. — No. 424. — Palacio Arzo-
bispal de Guatemala, 11 de noviembre de 1930». — Prólogo del autor, fechado en
Panamá, 22 de octubre de 1930. Le parece que la figura del H. Pedro, más que
cualquier otra, es apta a despertar la atención e interés de los lectores, y aspira a
obtener dos resultados, emular con la narración de sus heroicas virtudes, des-
pertando en los corazones generosos el deseo de imitar aquella vida ejemplarísi-
ma, y por otra parte, «hacer surgir una ola de entusiasta gratitud y confianza
en su intercesión, para que siendo grande el número de los que le invoquen, en
privado por ahora, se obtengan milagros notables que debidamente comprobados,
aceleren el día en que le veamos colocado en los altares».
Esta biografía se publicó primeramente en el semanario de propaganda cató-
lica, «El Apóstol», en los años de 1917 y 1918, y las circunstancias del terremoto
que por esa época arruinó la capital de Guatemala impidieron a muchos adquirir
o conservar la colección completa de los números en que apareció la obra del
padre García. En 1930, a instancias del público, se pensó en reimprimirla, en
forma de folleto, con la aprobación y aún particular simpatía del arzobispo de
Guatemala, monseñor Luis Durou y Sure, «quien le auguraba el mejor éxito y la
consideraba llamada inmediatamente a satisfacer en su Arquidiócesis una piado-
sa necesidad»; sin embargo, el padre García manifestó en el prólogo su intención
de corregir y ampliar más tarde dicha biografía.
EL HERMANO PEDRO
Í03
Consta el librito de 106 páginas, en 8o. menor, incluyendo el índice, y está dis-
tribuida la obra en XXXIII capítulos y un epílogo, en el que consta la protesta
del autor y sus deseos por la canonización del Venerable Tercero. Está ilustrada
con los siguientes grabados: «La Santísima Virgen en Petapa alienta al Venerable
Hermano Pedro», (entre pp. 12 y 13), «Al son de una campanilla exclamaba: «San-
to Dios...» (entre pp. 16 y 17), «Ruinas del templo de San Francisco, de la An-
tigua Guatemala. En la capilla de la Tercera Orden reconstruida después de
1773, se encuentra la tumba del Hermano Pedro» (entre pp. 32 y 33), «Fray Ro-
drigo de la Cruz, primer general de la Religión Bethlemítica» (entre pp. 80 y 81),
«Tumba del Venerable Siervo de Dios Pedro de San José Betancourt» (entre pp.
90 y 91), «La Madre Encarnación, reformadora y primera superiora general de las
Hermanas Betlemitas» (entre pp. 100 y 101).
El autor sigue en lo principal la bien documentada obra del padre fray José
García de la Concepción, hasta calcando frases íntegras, aunque indudablemente
tuvo a la vista otras biografías y el proceso de Beatificación. En cuanto a la fe-
cha del nacimiento del H. Pedro, toma la de José Luis Bethencourt (21 de marzo
de 1619), sin duda poco cierta. Mas todo el texto se basa en datos fidedignos y,
aún en la exposición de hechos milagrosos, se ciñe a las tradiciones más arraiga-
das en el pueblo de Guatemala y a la disposición de testigos juramentados en el
proceso instruido por la curia.
(Nota: Como este trabajo se publicó en 1917/18, exactamente igual, y resulta
ocioso detallar esa primera impresión informal, debemos colocar aquí su ficha bi-
bliográfica, siguiendo nuestro orden cronológico).
— XXXVIII —
BRAÑAS (CESAR)
ANTIGUA/Versos que en/Elogio de la Augus/ta Ciudad escribió/César Brañas.
(Carátula dibujada por el autor). — Imprenta Royal. — Guatemala. — MCMXXI.
El poeta reúne en este volumen los poemas de su juvenil iniciación en las le-
tras, inspirados por el ambiente, denso de recuerdos y leyendas, de su ciudad na-
tal. En esta obra, florida primicia, ya se anuncia el César Brañas que hoy se
destaca en primera fila entre los escritores de Guatemala. No podía por menos
de ceder al imperativo influjo del medio, y evoca también la figura del Hermano
Pedro en varias de sus composiciones. En una, intitulada «Antigua Mía» (pág.
30), hay esta estrofa:
«Asoman a un balcón dolientes pasionarias,
satura una nostalgia sensual mi juventud,
y mientras galantea gentil Rodrigo de Arias,
hace gemir su esquila el suave Bethancourt ...»
204
DAVID VELA
En otra: «Noche de la Colonia» (pág. 30):
Alguien de pronto suavemente narra
el último suceso del convento
de Betlém, del Hermano Pedro, el Albo ...»
Dedica un soneto (pág. 89) al caballero Rodrigo de Arias Maldonado quien,
andando el tiempo, agregaría a su rancia nobleza un título piadoso y, siguiendo el
ejemplo del Hermano Pedro, llegaría a ser la cabeza de la Orden Bethlemítica :
DON RODRIGO
A la memoria de Enrique A. Hidalgo, que
en suaves versos cantó una leyenda de
fray Pedro Betancourt y fray Rodrigo de
la Cruz.
Alma ancestral, alma pretérita
de algún abad en mí renace,
yo viví, muchos siglos hace,
en esta Antigua benemérita.
Delata mi abolengo ibero
esta mi ansia de aventura:
también yo tengo la locura
del ingenioso Caballero!
Por estas rúas solitarias
— mi nombre oíd: Rodrigo de Arias —
pasée mi bélica actitud.
Y tras romántica aventura,
seguir me vieron la locura
del suave Pedro Bethancourt ...»
Más tarde (en 1921) escribió los dos poemas que transcribimos a continua-
ción, publicados en el diario El Imparcial, en 1925.
REZOS A PEDRO BETHANCOURT
Hermano Pedro: Junto a esta vetusta piedra
que tú tal vez besaste, te elevo mi plegaria:
en ella a ti asciende mi alma solitaria
con la humildad confiada de la yedra!
EL HERMANO PEDRO
205
Hermano Pedro, hermano,
ya comprendí tus sueños, ya puedo amar tu vida:
sé la virtud que esparce el vuelo de tu mano
al bendecir en éxtasis la tierra redimida.
El desencanto estéril, el desencanto vano,
no turba ya mi soledad florida:
renace en tierra nueva la gracia de tu grano
y es juventud de nuevo, mi juventud perdida!
Como Francisco y como tú, hermano, ya conozco
que el gesto humilde puede más que el semblante hosco,
y sé librar del mundo mi amor y mi virtud.
Lámparas de milagro prendiéronse en mi sombra,
oigo una voz de amor que con amor me nombra,
y vivo mansamente mi nueva juventud.
II
Hermano Pedro, hermano: ya conquisté tu suave
paz y tu mansedumbre, tu suave mansedumbre:
todo yo soy amor para la muchedumbre,
y a mí mismo me amo, cual amo a Dios y al ave.
Fraternidades Cándidas sugiérenme la cumbre
y el mar, el sol de oro y la caricia grave
de un niño que se angustia por algo que no sabe
ni qué es, y que es acaso, la herida de tu lumbre!
De oscuras asechanzas mi fe y mis sueños guardo,
levanto a Dios mi alma como se yergue un nardo
al margen de un camino de calcinada arena . . .
Y mientras el breviario repaso con unción,
una campana de oro dentro de mi alma suena
las aleluyas blancas de mi resurrección.
— XXXIX —
ANONIMO
GLORIA DE GUATEMALA CATOLICA. — La Santidad del H. Pedro es admirada
por los moradores de la Antigua Guatemala en el siglo XVII. — Decreto en que
Roma reconoce la heroicidad de las Virtudes del Siervo de Dios. — «El Pueblo»
Semanario Organo de la «Unión Católica» — Guatemala, Año III, 22 de enero
de 1925— Número 82.
(Biblioteca de Arturo Taracena.)
206
DAVID VELA
Pequeña biografía del beato antigueño, escrita en estilo llano y claro. El pri-
mer capítulo refiere las circunstancias de su nacimiento y llegada a Guatemala.
El segundo trata de la providencial fundación de su instituto hospitalario de con-
valecientes. El tercero del fervor con que celebrara la Pascua de Navidad. Y
el cuarto de su muerte y funerales; calcando las noticias de Juarros. Por último,
bajo el acápite: «Los narradores de su santa vida», menciona las obras del padre
Manuel Lobo, el doctor Francisco Antonio Montalvo y fray José García de la
Concepción, y agrega informes sobre el proceso de beatificación; historia, final-
mente, la promulgación del decreto que su santidad Clemente XIV mandó asentar
y publicar en las actas de la Sagrada Congregación de Ritos, con fecha 25 de
julio de 1771, y que se reimprimió en Guatemala, traducido al español, en el año
siguiente; ese documento declara de grado heroico las. virtudes teológicas y mo-
rales del Hermano Pedro de San José Bethancourt.
— XL —
SANCHEZ & DE GUISE (Calendario de la Tipografía).
Esta Casa, establecida en 1893. publica desde 1898 su calendario — almanaque
popular — ; actualmente es propietaria de aquélla la señorita Victoria Sánchez.
En el No. 28, correspondiente al año 1926, se insertó una ligera sinopsis de la
vida del Hermano Pedro, con motivo del tercer centenario de su nacimiento. En
elogio del piadoso Tercero consigna: «Realizó así una obra importantísima y dig-
na que enaltece su memoria; vivió para sus enfermos como para sus niños bien
amados, en comunidad .de goces y penas, con la ingenua bondad de su alma que
parecía reflejarse en su semblante apacible».
Refiriéndose al sucesor de Pedro, dice: «Hay un episodio curioso, casi ignora-
do: es el que se refiere a los momentos de decisión que tuvo don Rodrigo de Arias
al abandonar el mundo por el claustro. Acibarado su ánimo con los desengaños
que le dieran la ingratitud de la corte y el egoísmo de sus compatriotas, renun-
ció a las pompas del mundo el año de 1664 (?), trocando en el cenobio de Belén,
su ilustre nombre por el de fray Rodrigo de la Cruz. Don Rodrigo manifestó a Be-
tancourt que estaba dispuesto a formar parte en la religión Belemítica. El Siervo
de Dios quiso probar la fe del mancebo, ordenándole que se vistiera con su mejor
traje para presentarse a las carnicerías de la ciudad, con el objeto de llevar per-
sonalmente, en un palo, la carne para la alimentación de los enfermos del Hos-
pital de Convalecientes, y luego se encargara de conducir, en un cesto, las ver-
duras del mercado, para la misma casa de caridad. Don Rodrigo cumplió, tal co-
mo se lo mandara el Hermano Pedro. Las gentes que vieron en las calles la ac-
titud del marqués de Talamanca. conduciendo en los brazos carne y verduras,
creyeron que había perdido la razón: la sociedad entera comentó el caso, dolién-
dose del estado en que se hallaba don Rodrigo; pero al dia siguiente se supo con
honda sorpresa que el famoso marquesado de Talamanca se había extinguido en
los umbrales de un monasterio. Vistió el hábito de belemita. renunciando los ho-
nores y títulos mundanos y despreciando las comodidades materiales que le brin-
daban su nombre ilustre y sus cuantiosas riquezas».
Agrega, en otra parte: «En el Calvario de esta capital se encuentra un retra-
to de cuerpo entero pintado al óleo, de Pedro de Betancourt, del artista Rosales.
EL HERMANO PEDRO
207
copia del que trazó, en febrero de 1666 Tomás de Merlo». Trae un grabado, que
* representa al H. Pedro, con su famosa campanilla, frente al portón de su con-
vento en ruinas.
— XLI —
ASTURIAS (RICARDO)
Paleografió el «Testamento del Hermano Pedro de San José de Betancur»,
cuyo original se conserva cuidadosamente en el Archivo Municipal de esta ciu-
dad. Se publicó en «Anales de la Sociedad de Geografía e Historia», órgano de
la institución del mismo nombre, Año II, número 3. — Guatemala, C. A., mar-
zo de 1926. páginas de la 324 a la 334. Hay algunas discrepancias entre su texto
y el que publicó en 1808 fray Juan José de Barberena. Transcribimos en seguida
el T/stamento y el Codicilo, intercalando entre paréntesis las frases o palabras
que difieren en el texto paleografiado por el padre Barberena; al lector le será
fácil comprobar tales diferencias, en modo alguno substanciales, así como leer
indistintamente cualquiera de ambos textos. TESTAMENTO:
«En el nombre de Dios Ntro. Señor que vive y reina en los cielos, y en la tie-
rra amén.
Notorio sea a todos los que la presente Carta de mi testamento última y final
voluntad vieren, como Yo el hermano Pedro de San Josef Betancur de la Orden
tercera de Penitencia del Abito descubierto vecino de esta Ciudad de Santiago de
Guatemala, natural que soy de Tenerife Isla de la gran Canaria del lugar llama-
do Estasma (Chasna) y Villaflor, hijo lexitimo que soy de Amador Gonzales de la
Rosa difunto, y de Ana García vecina que fué de dicho lugar, y juzgo lo es, y está
viva; estando como estoy, y me siento enfermo, y adolecido de achaque y enfer-
medad qe. me ha sobrevenido, más en mi acuerdo, y buena memoria, la qe. Dios
Ntro. Señor fue servido de medar, porque le haga infinitas gracias, creiendo como
bien, fiel y verdaderamente creo en el misterio inefable de la Santísima Trinidad.
Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y una esencia Divina, y en
todo lo que tiene predica, y enseña nuestra Santa Madre Iglesia Católica Roma-
na, regida y gobernada por el Espíritu Santo: en esta Pee (en cuya Fe) y creen-
cia he vivido y protesto vivir, y morir, detestando lo qe. en contrario por persua-
sión diabólica por tentación ocurriere (ocurriese) a mi pensamiento, e imagina-
ción, eligiendo en ayuda (en mi ayuda) y patrosinio (patrocinio) a la que es Ma-
dre de Pecadores, fuente de piedad y auxilio de afligidos la Reina de los Angeles,
siempre Virgen María Señora nuestra y Madre de Dios, consevida sin macula de
pecado original, al glorioso Arcángel San Miguel, mi Angel Custodio. Angeles y
Arcángeles, Querubines y Serafines de la Corte Celestial, al Principe de la Igle-
sia, y Padre mió San Pedro, a San Pablo Apostóles a mi Padre San Francisco; y
Glorioso Patriarca San Josef para que en el acatamiento Divino interceda por
mi alma y la presenten, y alcancen perdón de mis culpas, y pecados, recelándome
de la muerte que es natural a toda criatura viviente, cuia ora es incierta desean-
do me haye con la disposición más necesaria cumpliendo en esta parte con lo
que debo á Cristiano, hago, ordeno, y dispongo mi Testamento última, y final
voluntad en la manera siguiente: la.— Encomiendo, y ofrezco (ofrezco y encomien-
208
DAVID V E L A
do) mi alma a Dios Nuestro Señor que la crio, y redimió con el infinito presio de
su Sangre, muerte y Passion por cuyos méritos le suplico haga misericordia (haya
misericordia) de ella.
2a. Mando el cuerpo a la tierra de qe. fue formado, es mi voluntad sea se-
pultado en la Yglesia del Conbento del Señor San Francisco en la Capilla entie-
rro de los hermanos Terceros como yo lo soy según va referido, cuya Sepultura
pido de limosna por el amor de Dios Señor Nuestro (Señor mió) como también mi
funeral, y entierro atento a no tener Propio, ni caudal alguno: acompañe mi cuer-
po el Cura, y sacristán de la Santa Iglesia de la Parroquia de Nuestra Señora de
los Remedios, en cuya feligresía vivo en la Casa albergue de Pobres convalecien-
tes título Belén, y le acompañen assi-mismo los sacerdotes que voluntariamente,
y de limosna quisieren acudir, a los cuales, y dicho Cura con la misma intención
(misma intervención) y amor de Dios Jes pido lo hagan, y que me encomienden
a Dios Nuestro Señor, pidiendo lo mismo alas demás personas que acudieren a
esta obra de piedad y misericordia.
3a. — Declaro que de la dicha Isla vine a estas partes el año pasado de seis-
cientos, y cincuenta, y a esta Ciudad (y en esta Ciudad) llegue por el año sub-
secuente de cincuenta y uno, y desde entonces he asistido en ella hasta el tiem-
po presente, cuya declaración hago a instancias, y para que conste.
4a. — Declaro que habiendo sido admitido pr. hermano de la Orden tercera de
mi Seráfico Padre San Francisco, y por la obligación de tercero de avito descu-
bierto ocupándome en algunas cosas del servicio de dicha Orden y Calvario que
es a su cargo, fue la Divina Magestad servido, que con agunas limosnas que se
me dieron para que comprase un Solarcillo, y que en el pudiese poner Escuela de
Niños, que fuesen enseñados, e industriados en la Dotrina Cristiana, hube y com-
pre un Solar y Sitio que quedo por muerte de Maria Esquivel, difunta con una
casita de paja en que tuve escuela, admití niños, y otras personas que se indus-
triaron, y enseñaron, y se ha continuado, y al dicho sitio se han agregado otros
pedazos de solares que estaban contiguos y cercanos qe. al presente esta todo uno,
y esta capaz, en el que (en el cual) con limosnas que para este fin han dado los
Fieles Cristianos, dispuse hacer como esta fecha una Enfermería para que en
ella se recogiesen, y agregasen algunas personas pobres que saliendo curados de
los Hospitales o de sus Casas por necesidad binesen a convalecer a ella en especial
forasteros, y muchas personas pobres que para recuperar la salud, necesitaban de
abrigo, regalo y socorro, haciendo dicha enfermería con animo e intención de
ocurrir a Su Magestad el Rey Nuestro Señor en su Supremo y Real Consejo de
Indias, a pedir como he pedido licencia para que en ella se fundase Hospital de
Convalecientes y que la casa tuviese por titulo Belén; en cuya razón habiendo fe-
cho información del bien y utilidad que en lo referido se seguía, y sigue sin nin-
gún perjuicio de los Hospitales antes bien con conveniencia de ellos, y en esta ra-
zón informados los Señores Presidentes, y Oidores de la Real Cnancillería que en
esta Ciudad reside su Señoría el Señor Obispo de este Obispado y Cabildo de esta
Ciudad, como a quienes consta la necesidad referida fue S. M. servido de expedir
(servido espedir) Real Cédula para que más por extenso se le informase, y del
fundamento que havia, y propios con que poder ser (con que podía ser) dotada
en cuya conformidad se ha informado, y remitido los papeles necesarios. Y con
esta atension, y estando como se ha estado a la disposision de lo que S. M.: que Dios
guarde ordenarse para 'ordenase y para) la erección de dicho Hospital y en el y
EL HERMANO PEDRO
209
dicha casa poderle fundar, movido del celo cristiano, y piadoso (y piedad) qe.
insto el hacer dicha Enfermería, se han admitido y servido (y recibido) en olla
muchas ffcrsonas pobres asi Españoles como Mestisos, Indios, Mulatos, y Negros,
libres que en ella han sido cuidados, y asistidos, y regalados durante su convale-
cencia con las muchas limosnas qe. Dios Nuestro Señor ha sido servido den
(se den) a este fin que ha sido con tanta liberalidad, y sobra, que haviendo havido
ocasión de concurrencia de doce y quince, personas convalecientes, y demás han
sido todos alimentados y socorridos con todo regalo, mediante estar tan estendida
esta devoción, que están dispuestas treinta Personas, vezinos del lugar, quienes
en cada*un dia del mes envían la comida, y alimentos necesarios al sustento de
dichos convalecientes, socorriéndolos con otros regalos, mediante lo qual
con brevedad llegan a conseguir restauración de la salud, y fuerza en ella. Para
cuyo servisio, y buena disposición de todo cuidado, y decencia (diligencia) nece-
saria, se han agregado a dicha Casa, muchos hermanos Terceros de avito descu-
bierto, que viviendo como viven en ella asisten a todo lo referido, siendo como
todos lo son (todos son) personas virtuosas y exemplares en su proceder, celo y
modestia y los hermanos que al presente están, son Rodrigo de la Cruz, que antes
se llamaba Dn. Rodrigo Arias Maldonado: Francisco de la Trinidad que antes se
llamaba D. Francisco de Estupinian: Nicolás de Santa Mariana (de Santa María):
Nicolás de Ayala: Juan de Dios, que antes se nombraba Juan Romero, y Antonio
de la Cruz, que fue (quien fue) a los Reyes de España a los negocios, y consecu-
ción de la dicha licencia, y también asiste y frecuenta la dicha Casa Nicolás de
León, aunque de presente está fuera de ella por cuyo cuidado corre a asistir a
los Convalecientes, cuidar de su servicio, y la solicitud de limosnas estravagantes,
y acarrear la comida con que son alimentados mientras asisten qe. todo lo declaro
pra. que siempre conste.
5a. — Y el estado en que esta, y la forma con que se acude Ínterin que otra cosa
ordena Su Magestad, de cuya piedad, y Santo celo se espera el permiso para la
fundación de dicho Hospital, que ha de ser debajo de su protección, y amparo
Real, como se le ha suplicado, y pedido, y con la sumisión y debido acatamiento
y en la parte que yo puedo, (y en la parte que yo puedo con la sumisión y debido
acatamiento) lo hago con las instancias necesarias, y debidas, como su humilde
fiel Vasallo (humilde Vasallo) debajo de cuya protección llegado el caso, y havi-
da licencia, se ha de fundar dicho Hospital con subordinación de S. M. y de su
Señoría el Señor Presidente de la dicha Real Audiencia (dicha Audien-
cia) Gobernador, y Capitán General de este Reyno para (en su nombre para) todo
lo que convenga: siendo como ha de ser la asistencia de el en quanto al servicio
de Convalecientes, cuidado de sus personas, y pedir las limosnas, la de hermanos
Terceros de abito descubierto, eligiéndose por las dos Cavezas Eclesiástica y Se-
cular. Hermano Mayor qe. en el servir, y acudir a todo lo conveniente a dicha
Casa, sea el menor, y el más apropósito para todo, según su celo humildad y Vir-
tud, forma que me parece será la mas segura a la conservación, y aumento de la
casa, sin que por insinuarla yo se escuse la que pueda ser más apropósito al bien
de todo lo referido, fin y motivo que en todo se ha de tener.
6a. — Declaro que habiendo sido Nuestro Sr. servido se hiciese, y acabase la
Casa, y Quarto de Enfermería, que en ella con limosnas se ha edificado, y otro
de altos que se está haciendo y desde el principio que llevados de devoción y celo
piadoso asistían muchas personas devotas, habiéndose destinado un Oratorio, ador-
210
DAVID VELA
nado con la desensia posible, mediante xa asistencia de hermanos así los que al
presente hay como otros que han fallecido, se estableció rezar a Prima la Corona
de la Virgen María Señora Nuestra, y que asistiesen uno o dos de los hermanos
Terceros con las personas devotas qe. concurriesen, ha sido Dios Nuestro Señor
servido se continué sin que se haya faltado ningn. dia del año como tampoco a
las demás horas de Oración exersicio que se hacen en la dicha Casa, que para
que en ella permanezca este Santo exersicio — sin que sea otro el fin qe. me lleva,
ni lo permita su Divina Magestad — se asienta y lo declaro para que fundándose
dicho Hospital o en el Ínterin que llega el permiso continuándose se observe.
Es lo primero como va referido rezar en lugar de Prima, y ora de ella la Co-
rona de la Virgen Santísima, siguiese después el dar de comer a los Pobres, y
mientras comen leerse por uno de los hermanos a quien toca de turno uno de los
Capítulos de un libro espiritual, acabado (acabando) de comer dar gracias, re-
zando una estación al Santissimo Sacramento por bienhechores, y difuntos, vivos
y difuntos). Sobre tarde a hora de las dos juntos los hermanos, y convalecierites,
leer, y esplicarse una meditación, y capítulo del Libro que dió a la estampa el Ve-
nerable Tomas de Kempis titulo Contentis Mundi. A la hora de las quatro los
hermanos que se hallan sin ocupasión presisa con los convalecientes repiten la
Corona de la Virgen.
A las siete de la noche se vuelve a repetir la Corona a. que han de asistir to-
dos los hermanos como lo han fecho. A ora de las ocho y cuarto, se asperjan
Celdas y Enfermería por el hermano a quien toca de turno, ala ora de maitines
se levantan todos los hermanos, y repiten la Corona de la Virgen. Lunes, mier-
soles y viernes de todo el año exersicio de diciplina entre ocho y nueve de la
noche.
Que todas estas cosas están dispuestas, y se tienen por costumbre: como tam-
bién, y lo mas principal el oír Misa, llevar en silla los Enfermos (llevar en ella a
los Enfermos) imposibilitados a los Templos, en dias destinados por devosión pa-
ra comulgar.
Iten declaro que en la dicha casa está asentado por devoción celebrar el Na-
cimiento de Christo Señor Nuestro como festividad tan solemne, y del titulo que
ha de tener, y tiene esta Casa por llamarse Belén. El dia víspera de Navidad
desde la oración que comienza la deseada Noche Buena, y tan feliz para nuestro
remedio, se congregan muchas personas devotas que llevando la Imagen de la
Virgen Señora Nuestra, y del Glorioso Patriarca San Josef. en memoria de la lle-
gada a Belén, por la Ciudad, y Calles se trae en estación, repitiendo a Coros el
Rosario. La víspera de los Reyes en memoria de la adoración que hicieron al
Verbo Divino, se traen a los Santos Reyes desde el Convento de la Merced a estsr
Casa repitiendo (rezando) a coros el Rosario.
Celebranse assi mismo en el oratorio de esta Casa las nueve festividades de
la Virgen Señora nuestra confesando y comulgando los hermanos y convalecientes,
y rezando incesantemente a Coros el Rosario y para ello se admiten muchas per-
sonas devotas qe. concurren haciendo la misma diligencia.
Hácese novenario por todos los bienhechores que se inclinan a hacer bien a
esta Casa nueve dias antes de el de la Cancelaría de qe. y de todo hay memoria,
y de otras obligaciones aquelo deven (a que deben) asistir los hermanos que con
atención (con atención) según va referido a que esto que es del agrado de Dios
permanezca sin descaecer en cosa alguna como lo confío en su misericordia, y
EL HERMANO PEDRO
211
bondad, lo repito encargando a mis hermanos asi los que al presente (a los que
al presente) están, como los que en adelante hubiere lo continúen, y hagan con
lo demás que Dios Nuestro Señor les dictare.
Declaro assí mismo que con licencia que he tenido para salir de noche, y
avos (y a voz) en cuello, y con campanilla de mándeos (de mandar) sufragios
para (por) las Animas del Purgatorio y socorro para los que pueden estar en
mal estado, lo he fecho muchos años ha por todas las Calles de la Ciudad. Pol-
lo qe. mira a acto (a este acto) de piedad, encargo a mis hermanos que el que se
hallare para ello, pidiendo lisencia lo continué, como también el hacer memoria
de las Animas, escribiendo los difuntos repartiéndolos a Casas particulares que
con devoción reciben el que les cabe en suerte, para encomendarlo a Dios, de cu-
ya devoción se ha conseguido el tener las Hermitas de Animas: la una a la en-
trada de la Ciudad, camino de San Juan donde asiste (donde ha sido) Josef Ro-
mano, y Andrés de Villa mis hermanos, y en la que esta en el camino de Joco-
tenango donde asiste (ha sido) Pedro de Villa assi mismo hermano corre pr. el
cuidado de esta Casa, y ha estado al mió mandar decir las misas de la limosna
que para sufragio de las Animas se recoje, y lo ha de ser ala del hermano ma-
yor que cuidare (que ayudare) de la Casa, y proveerles de lo que sobra de las li-
mosnas a los tales hermanos, y los que eligiere en adelante, y de asentar lo que
dieren, y las misas, y sacerdots. a quien se encargue tomando recibo para dar
cuenta, todo lo quar, como dependencia de los hermanos de esta Casa anoto, para
memoria de todo, y que la tengan del bien obrar, que permanezca (permanese).
Declaro como va referido que la dicha Casa, Enfermería, Quarto de altos que
se esta haciendo. Camas, Ropa, Bienes, Ornamentos, Cáliz, que son tres, y las imá-
genes cuadros y demás cosas que hay (imágenes que dieron) es, y pertenece a
dicha Casa, y ha procedido (ha procedido) de limosnas que para ellas se han
dado, y aunque no está por memoria, estoy satisfecho del ajuste que de todo da-
rán mis hermanos, y compañeros para que fecho Inventario corra su cuidado por
ellos, y en especial por el hermano mayor. Y con el deseo que tengo de la per-
petuidad, y permanencia de esta Casa, y que en ella siendo su Magestad servido
permanezca obra tan pia. quanto útil, y necesario a Pobres Convalecientes sin que
en esta parte se entienda atribuirme ni usar de acción en más de lo que me toca
mediante la experiencia que tengo, y he hecho del hermano Rodrigo de la Cruz,
lo propongo por hermano mayor de esta Casa, el qual por su virtud, selo piadoso,
y devoto, le hallo mui aproposito (muy al proposito) para ello asi por lo referido,
como por su capacidad qe' también ha empleado, suplicando y pidiendo a sus Se-
ñorías el Señor Presidente, y Obispo de este Obispado, como a quienes ha de to-
car en lo espiritual y temporal el amparo de esta casa, y su erección y disposición
como a Patrones que en la parte que puedo llamo y nombro — debajo de la subor-
dinación en todo lo que S. M. fuere servido ordenar, y mandar — le nombren (se
nombren) y encarguen dicho cargo al dicho hermano Rodrigo de la Cruz, y en
ínterin permitan lo use como en confianza de su buen proceder por mi enferme-
dad se lo he encargado entregándole de todo llaves, y disposición que fio desem-
peñara de todo, y obrará con el celo que.deve a sus obligaciones: queriendo que
en lo venidero — si me es permitido — se asiente el que el hermano mayor por su
muerte proponga el que lo puede suceder esto por la experiencia que podrá tener
el susodicho de la persona que fuere más apta al exercicio del cargo, sin que tam-
poco por esto se a visto entrometerme a mas de lo que tocare en esta parte, en
212
DAVID VELA
que solo llevo el fin en el asiento, que corriendo por Principes tan Cristianos, se
asegura en todo, y mas con su patrocinio que desde luego invoco para todo, y pa-
ra en caso que S. M. sea servido de conceder la licencia, y permiso que en esta
razón se ha pedido, sea necesario hacerse escriptura de fundación, poner Consti-
tuciones, declaraciones, circunstancias, calidades, y otras cosas convenientes a que
pueda ser llamado por haver sido Dios Nuestro Señor servido. Yo halla sido en
algo parte para esto, o conducir sus limosnas en mi falta y muerte nombro al di-
cho hermano Rodrigo de la Cruz. Y a mis albaceas, para que asistan alo susodi-
cho, y a las capitulaciones que puedan ser necesario hacer y expresar, y les otor-
go para ello a todos, y a cada uno insolidum y al hermano mayor que a la sazón
fuere — ahora propuesto por el que yo dejo en dicha forma, o por elección y voto
de los hermanos que hubiere (hubiese) en la Casa, y en caso (en caso) que no se
proponga habiendo lugar se ha de permitir — el poder, y facultad para todo, con
libre y general administración, que para todo sea necesario (todo necesario) y for-
zoso los quales han de poder hacer en dicha razón las declaraciones, constitucio-
nes, clausulas, y otras disposiciones a todo convenientes, que en la forma nece-
saria pudiendo y tocándome lo apruebo, y ratifico para su validación y firmeza.
Declaro que he sido sindico de la Tercera Orden, y al presente desde la elessión
próxima fecha lo soy, y como tal es en mi poder la limosna a ella tocante, hay Li-
bro pr. donde consta lo que es y esta en parte, y caxa separada, encargo se dé
cuenta al comisario y Ministro para que eligiendo sindico se le entregue dicha li-
mosna, libros (libro) y lo demás que le tocare que se halla en mi selda y para cum-
plir este mi testamto' en lo que va expuesto, (ha expresado) y sus clausulas que
contiene (contiene) nombro por mis Albaceas al maestro D. Alonzo Sapa ta de
Cárdenas. Cura Rector de la Santa Iglesia Cathedral, al Prebistero (Maestro) D.
Alonzo de Henriquez, y Bargas, que lo es de la Parroquia de Nuestra Señora de los
Remedios, al Maestro D. Bernardino de Obando Presbítero, a los Capitanes Gre-
gorio de la Cerna, Bravo, y Luis Abarca Paniagua, el primero Regidor de esta
Ciudad, y el segundo Notario (tesorero) de la Santa Cruzada, y al dicho hermano
Rodrigo de la Cruz, a todos y a cada uno otorgo el poder, que de derecho se re-
quiere al uso de este cargo que han de poder usar, y cada uno insolidum, con li-
bre, y general administración, aunque sea pasado el año fatal, que desde luego
(porque desde luego) les prorrogo el termino necesario.
Y aunque no tengo, ni manejo bienes propios en poco ni en mucho, causa pra.
no señalar alas mandas forzosas, cosa alguna cumpliendo con lo que por derecho
se deve, en caso de que al presente viva Ana García (la dicha Ana García) mi ma-
dre, la nombro por mi heredera en los bienes derechos, y acciones que me puedan
tocar, y caso sea fallecida, lo ha de ser mi ánima.
Esto de nuevo bolviendo a declarar para que en todo conste (que todo conste),
que los bienes que se hallaren, son y tocan a esta Casa, y de limosna dada a ella
(fueron a ella), en que solo he tenido el cuidado de recogerla, y pedirla, y lo que
toca a la Tercera Orden esta separado y mió (y que mío) propio de que pueda dis-
poner, no tengo real, ni maravedí (maravedís). Revoco, y anulo, doy por ninguno,
y de (for pot ninguno, de) ningún efecto, y valor (ni valor) otros Testamentos,
mandas. Codicilos. Poderes para testar, y lo que en su virtud se haya hecho para
que no valga (no valga por tal) ni haga fée en juicio, ni fuera de el, salvo este que
quiero valga pr. tal testamento, ultima, y final voluntad, que por tal otorgo y se
ha de cerrar, que es fecho en la Ciudad de Santiago de Guatemala en veinte días
EL HERMANO PEDRO
213
del mes de abril de mil y seiscientos, y sesenta y siete años. — Pedro de San José
Betancur (Betancurt).
CODICILO OTORGADO POR EL MISMO HERMANO PEDRO DE SAN JOSEF
BETANCUR:
«En nombre de Dios Nuestro Señor Amen. En la Ciudad de Santiago de Gua-
temala en veinte, y dos dias del mes de abril de mil seiscientos (mil y seiscientos),
y sesenta, y siete años. Ante mi el secretario (el escribano) de S. M. Publico áel
numero y testigos, estando en el Hospital qe. ha por titulo Belén en la Sala de En-
fermería de Convalecientes Pedro de San Josef Betancur hermano de Abito des-
cubierto de la Orden Tercera estando como está enfermo en cama de achaque, y
enfermedad que le ha sobrevenido, y en buena memoria, y acuerdo según lo que
demuestra en su rasonar de que assi mismo doy fee dixo: que pr. quanto el suso-
dicho tiene fecho y otorgado su testamento cerrado, y otorgado (que otorgó) ante
mi el susodicho Secretario (el Escrivano) ayer veinte y uno de este mes, y nueba-
mente se le han ofrecido algunas cosas que piden declaración, para que la haya,
sin que en manera alguna sea visto alterar, ni innobar en dicho su Testamento,
que en todo se ha de guardar por tal, y por su ultima y final voluntad declara lo
siguiente :
Primeramente, que esta Muy Noble y Leal Ciudad, y su Cabildo movido de ca-
ridad, y zelo piadoso, á su pedimento hizo merced á la Casa de Belén, y para los
pobres que en ella se albergan de un pedazo de Solar y Sitio que esta en el para-
je que llaman el matadero viejo, cerca de la huerta de la Casa de los Remedios, y
entrada al (ilegible por la polilla) Pueblo de Santa Anna, el qual al presente esta
cercado de dos tapias, y con Puerta, declara que como de la merced consta, es, y
pertenece á dicha Casa de Belén, y sus Pobres, y que el costo de sus Cercas, ha
sido de limosnas que para este efecto han dado los Fieles,
Ytem declara que en poder del Lizenciado Christobal Martínez, Clérigo Pres-
vitero están ocho marcos de plata corriente, que el dicho Hermano le entregó, de-
dicados a que (para que) se haga un Calix, una Salvilla, y Vinageras (Vinagreras),
que juzga tiene ya acabado, y lo que restare de Plata (de dicha plata), ha de ser pa-
ra un incensario (Ynsensario), y Naveta, todo perteneciente (pertenece) á la dicha
Casa de Belén, y es de limosnas que se han dado para ella; por cuenta de su he-
chura <de hechura) no se ha dado ninguna cosa, y será justo que se de parte de
las limosnas que se dieren se satisfaga de lo que fuere (lo que fuere), de qe. ha de
tener cuidado el hermano Rodrigo de la Cruz u otro por quien corriere el cuidado
de la Casa y de conducir lo susodicho a ella.
Item declaro, que habiendo dispuesto que el hermano Antonio de la Cruz fue-
se a los Reynos de España, donde le era forzoso con negocios propios, se le encar-
gó la solicitud de los que tocaban á esta Casa, en quanto a el permiso, y licencia
pedida a S. M. para la fundación de Hospital de Convalecientes; y para lo que se
pudiere ofrecer pidió dicho hermano Pedro de San Josef Betancur (Pedro de San
José), cincuenta ps. que se librasen en España, librólos con todo efecto y buena
voluntad el Capitán D. Francisco Delgado de Naxera Alguacil Mayor de esta Ciu-
dad: y aunque no hay razón si ha sido necesario pedirlos, o se han entregado, aten-
diendo a ser justo dar satisfacción a lo que se debe, en la parte que puede dispo-
ne, que constando del entrego, o pidiendo esta cantidad por dicha razón el dicho
Capn. Don Francisco de Naxera (Delgado de Naxera), de las limosnas y socorros
214
DAVID VELA
que Dios Nuestro Señor fuere servido de dar, se entreguen (enteren) y paguen con
lo que mas demandare el susodicho, atendiendo a que lo susodicho se libró para
gastos y beneficios de la dicha Casa.
Con cuyas declaraciones, como va (como há) referido, quiere se observe (que
se observe), guarde, y en todo cumpla el dicho su testamento, y este instrumento
que por via de Codicilo otorga estando como va referido en buena memoria y la
firmó siendo testigos el licenciado D. Alonso de .Espinosa Presvitero, Ignacio de los
Reyes, y Juan de Useda vezinos de esta Ciudad. Y dándoselo a firmar no pudo
por la gravedad del achaque, firmólo uno de los testigos. A ruego, y por testigo:
D. Alonso de Espinosa. — Ante mi Estevan Davüa Secretario (Escribano) Publico.»
— XLII —
RODRIGUEZ CERNA (JOSE)
«EL VENERABLE HERMANO PEDRO DE BETANCOURT».— Diario de Centro
América — Año XLVI, Núm. 13,215 — Guatemala, viernes 19 de marzo de 1926. — Pá-
gina quinta. —
(Biblioteca Nacional)
Enamorado del tema, el cronista guatemalteco aprovecha la circunstancia de
cumplirse el tricentenario del nacimiento del Hermano Pedro para reseñar su vi-
da, desde que, tempranamente, «el misticismo hirvió en él con la mocedad, a)
calor del sol isleño; y allá fue donde el pie divino le estrujó en los lagares del es-
píritu, para extraer los vinos que él ofrendara después largamente al Señor . Ro-
dríguez Cerna exalta su prosa elegante y fina, ante la figura «del hombre de
Dios, el Siervo de la piedad infinita»;- «la naturaleza obedeció al sencillo tauma-
turgo y el domesticado prodigio se echó temblando a sus pies»; «la tiniebla se
apartaba con respeto ante el sumo sacerdote de la caridad y del amor»; «el cuer-
po miserable supo de los más duros castigos, de las más rudas penitencias»; final-
mente: «Ven a mí. . . le dijo Jesús cuando las puertas de diamante de la gloria
se abrieron al paso de Pedro de Betancourt, que a ellas llegó escoltado de niños,
de moribundos y de convalecientes ...»
— XLIII —
El Pueblo — Año IV — Guatemala, 15 de marzo de 1926 — Número 137.
Trae en primera página un artículo de redacción que se refiere a una inicia-
tiva de la «Unión Católica» aceptada por la «Confederación de la Antigua Gua-
temala» y relativa a conmemorar el III centenario del nacimiento del V. H. Pedro,
el 19 de marzo de 1926.
En Antigua se reunieron todas las asociaciones religiosas, a efecto de elabo-
rar un programa, invitándose a la municipalidad para que tomara parte en los
festejos, así como a las poblaciones adyacentes a la cabecera de Sacatepéquez. En
vista de la coincidente celebración de San José, parte de dichos festejos se trans-
ferirían para el día 21 de marzo.
EL HERMANO PEDRO
215
En la capital, por el mismo motivo y circunstancia de pender también las ce-
remonias rituales de Semana Santa, la celebración del III centenario del Herma-
no Pedro se dejaba para después de la Semana Mayor. —
En el propio número de este órgano de la «Unión Católica», dicha institución
hacía un llamamiento a todas las asociaciones religiosas y en particular a los fie-
les, para que elevasen preces implorando la canonización del H. Pedro y con la
misma intención dedicaran la comunión del día 19 de marzo de ese año.
El pueblo — Año IV — Guatemala, 19 de marzo de 1926 — Número 138.
Toda la edición es dedicada al tercer centenario del nacimiento del H. Pedro.
En la primera plana se reproduce un cuadro que representa al Beato de Antigua
en oración, a los pies de una imagen de la Virgen venerada en Petapa. Se repro-
duce el texto del «Testamento auténtico del Venerable Hermano Pedro de San Jo-
sé de Betancourt», con algunas notas, tomado del folleto que en enero de 1808 pu-
blicó el jeje de los Terciarios Franciscanos, Juan Joseph de Barberena. Insértase
igualmente el programa de los festejos que ese día debían efectuarse en la Anti-
gua Guatemala, y un informe sobre la disposición acordada por la Sociedad de
Geografía e Historia, de contribuir a conmemorar la fecha, mediante la publica-
ción en «Los Anales», su órgano de publicidad, de una biografía del H. Pedro, de-
bida a la pluma de don Víctor Miguel Díaz, y el Testamento del Siervo de Dios,
tomado del Archivo Municipal.
Con el título «Vida y Obras del Hermano Pedro», se da otra reseña biográfica
del Beato de Antigua, en tres capítulos que respectivamente tratan de su naci-
miento, la fundación del Hospital de Belén y la religión Bethlemítica, y la actua-
ción de Fray Rodrigo de la Cruz. •
Completan la edición dos informaciones sobre la edificación, material y es-
piritual, del convento de Belén en la Antigua y su extensión en América, y otra
sobre la «Fundación de las Betlemitas; además, una composición poética de don
Emilio C. Maldonado h., fechada en Guatemala a 19 de marzo de 1926 y dedicada
a don Pedro Urrutia h. Dichos versos forman parte de un libro, «Rimas», que no
llegó a publicar el autor, y se intitulan «El Milagro del Virtuoso Varón». Poco afor-
tunado en el metro y la rima y sin inspiración, el autor medra difícilmente en un
plano prosaico, por debajo de la verdadera poesía. La única emoción es la que di-
mana de la figura del Hermano Pedro, que no puede evocarse sino dentro de una
aureola de santidad. El autor inventa una leyenda, uniendo dos tradiciones popu-
lares sobre el poder milagroso del Beato Pedro. Es uná¡ noche, oscura y triste;
Pedro ambula por las calles y al son de su campanilla entona su admonitivo estri-
billo: «Acordaos hermanos...», tratando de despertar en las almas del confiado
vecindario el temor de Dios y el amor a las buenas obras. El Beato llega a una
casa en que un leproso sufre, sobre el tremendo dolor de su enfermedad, la muer-
te de la esposa; Pedro cura al leproso y hace resucitar a la mujer.
El Pueblo— Año IV— Guatemala, lo. de abril de 1926— Número 139
«La celebración del Tricentenario del Hermano Pedro en la Antigua Guate-
mala»— De la redacción.
«Con la fe cristiana ha conservado también la Antigua el intenso cariño hacia
el hombre que fue su morador más ilustre, su adoptivo hijo el Hermano Pedro de San
José Betancourt». Y dice haber demostrado ese cariño la conmemoración del ter-
cer centenario del nacimiento del Beato, cuya crónica reseñamos en seguida:
A las tres horas, llenando el primer punto del programa, más de 200 hombres
216
DAVID VELA
desfilaron en solemne procesión de San Francisco al Calvario, rezando el Via-Cru-
cis por el mismo trayecto que acostumbrara el hermano Pedro. La noche anterior,
dos compañías de marimba ejecutaron un concierto, en el atrio de San Francisco,
ante numerosa concurrencia; todo el amplio local estaba adornado y profusa-
mente iluminado por obsequio de la Empresa Eléctrica de Antigua. A las siete de
la mañana del domingo, hubo una comunión general en el templo de San Fran-
cisco. La corporación municipal obsequió un retrato del Hermano Pedro, óleo que
se qolocó en uno de los salones del Hospital, casa de caridad que desde esa fecha
lleva el nombre del fundador del Hospital de Belén, por acuerdo del poder ejecuti-
vo y como merecido homenaje a la ejemplar caridad del Siervo de Dios. El Con-
cejo dirigió un mensaje de congratulación y un saludo a la municipalidad de Vi-
lla Flor, cuna del Beato Pedro. Toda la ciudad estaba adornada con gallardetes,
cortinas y ramos, y la alborada del día 19 se anunció con repiques en todos los
templos de la ciudad. A las 8 horas se obsequió un desayuno a los recluidos de las
cárceles departamentales.
El día 21 continuó la celebración, iniciándose con misa y comunión general en
San Francisco, a las 7 horas; y una misa mayor que fue contribución de la «Unión
Católica», solemnizada por el coro del Patronato del Sagrado Corazón de Jesús;
se adornó lujosamente la iglesia y se formó un altar especial. Terminada la mi-
sa, subió al púlpito el presbítero Manuel Benítez y pronunció un elocuente pane-
gírico del Hermano Pedro.
Acto simbólico fue la manifestación infantil que reunió a numeroso concurso
de niños en la Capilla de la Orden Tercera, de San Francisco, colocando los in-
fantes gran copia de ofrendas florales en la tumba del H. Pedro. La municipali-
dad de Antigua, recordando también el amor de Pedro por los niños y la funda-
ción de su escuela popular, creó el premio anual para el alumno que sobresalga
por su aprovechamiento y conducta entre todos los colegios de Antigua; esa dis-
tinción se denomina «Premio Municipal Bethancourt».
En ese mismo número del semanario «El Pueblo», se inserta un artículo inti-
tulado El Hermano Pedro», de don Pío Arés; es un breve y bien escrito panegí-
rico del insigne benefactor de Guatemala; entre otras cosas dice: «La Antigua,
legendaria ciudad, hoy hundida en el sueño de pétreas ruinas, donde cada muro
abandonado canta un himno de gloria a un pasado grandioso, menguaría mucho
su encanto en la página del libro de la historia, si no flotara como un lampo bri-
llantísimo la figura de una atracción maravillosa del Hermano Pedro».
— XLIV —
DIAZ (VICTOR MIGUEL)
«EL FUNDADOR DE LA ORDEN BELEMITICA PEDRO DE SAN JOSE BETAN-
COURT».— Diario de Centro América— Año XLVL— Núm. 13,215— Pag. quinta-
Guatemala, viernes 19 de marzo de 1926. —
Biblioteca Nacional —
Con motivo de cumplirse el III centenario del nacimiento del Hermano Pedro,
publica una reseña biográfica, dando un giro novelesco a la exposición de los he-
EL HERMANO PEDRO
217
chos piadosos y heroicos del Tercero, y agrega algunas anécdotas legendarias y
sentencias.
Como dato nuevo y curioso, aunque posiblemente inexacto, anota que el Ve-
nerable Pedro sembró con sus propias manos un datilero en el sitio de Pedro de
Almengol, a fines del año 1653; palma que fue arrancada por las corrientes que
una copiosa lluvia causó el día 4 de octubre de 1881. (Es comprobado que la fun-
dación del hospital de Convalecientes se hizo a fines da 1653, y antes de vivir en la
casita de María Esquivel habitó Pedro en la de Diego Vilches y en las celdas del
Calvario; de manera que no es muy creíble que fuese al sitio de Almengol a sem-
brar dicha palma. Hay sí la tradición de que Pedro sembró un esquisúchil. fren-
te al Calvario, a mano derecha, al entrar; árbol de origen canario, como Pedro, y
que aún se mira en el mismo lugar, pudiendo ser el que sembrara aquél o sustitui-
do por el celo de los Terceros que siguieron conservando su memoria.)
* * * »
«TERCER CENTENARIO DEL HERMANO PEDRO LUMINOSA FIGURA DE LA
EPOCA COLONIAL/APOSTOL DE LA CARIDAD Y PRECURSOR DE LA EN-
SEÑANZA». — El Imparcial. — Números 2132, 2133, 2134 y 2135, correspondientes
a los días 17, 18, 19 y 20, respectivamente, del mes de marzo de 1926. — Guatemala.
— Archivo de El Imparcial.
Cuatro artículos tendientes a conmemorar el III centenario del nacimiento del
Hermano Pedro. En el primero habla de su abnegación para con los leprosos,
por cuya suerte y alivio manifestó particular interés, cuando esos dolientes va-
gaban por la ciudad repudiados de todos y faltos de asilo. Al señalárseles un si-
tio al Poniente de la ciudad, donde quedaron concentrados, con prohibición de
salir y acercarse al río de El Portal, hasta dicho lugar apestado llegaba diaria-
mente el piadoso lego y sus manos distribuyeron bienes y consuelo entre los in-
felices proscritos: «Al lecho de los leprosos, donde sufrían hondos dolores y amar-
guras, llegó siempre la caridad de Betancourt, manifestándose aún más noble, le-
vantada y generosa que la de Isabel de Hungría y la de la Condesa de Gíbela de
Flandes. ¡Ejemplo admirable de bondad que constituye la fama que alcanzara
aquel abnegado apóstol que fue la providencia de los menesterosos y el amparo de
los oprimidos».
El artículo segundo contiene una síntesis biográfica del insigne Varón; reúne
las profesiones que, en diversas ocasiones, hizo el Hermano Pedro sobre la con-
versión de don Rodrigo de Arias, justamente cumplidas. Concluye: «Era en su
hospital la personificación de la caridad: su voz grata y suave, intérprete de su
gran corazón, resonaba en los recintos de congoja y de tristeza como un himno
de amor y de misericordia».
En el tercer artículo relata su enfermedad, muerte y solemnes honras; siguien-
do textualmente las noticias de Juarros acerca de las sucesivas exhumaciones de
sus restos, conservados fervorosamente por el clero y el pueblo.
En el cuarto, y último, describe la famosa calle de la nobleza, la Capilla de
la Tercera Orden y la iglesia de Belén, así como sus altares e imágenes principa-
les. Habla de otro virtuoso fraile, el padre Esteban de Adoain, quien según el
rumor público sabía confidencialmente algunas predicciones del Hermano Pedio,
218
DAVID VELA
pareciendo corroborarlo así el temor que repetidas veces, manifestó aquél desde
el pulpito, al predicar al pueblo de una gran ruina «de una ciudad nueva que se
edificaría al pie del Cerro de Nuestra Señora del Carmen; de una peste en el
pais y una gran catástrofe en Europa». Temores tradicionalmente trasmitidos
y ^ue algunos fervorosos admiradores del Beato antigüeño tuvieron presentes con
ocasión de los terremotos de 1917/18, la epidemia de grippe y la conflagración
europea <Se insinúa que fray Esteban de Adoain pudo saber confidencialmente
de Pedro esas predicciones, las mismas que según cree don Víctor Miguel Díaz
encierra el paquete misterioso, pero el padre Adoain nació en 1808). Concluye
dicho trabajo: «El Siervo de Dios, el varón magnánimo, el alma blanca, duerme
el sueño eterno desde lejanos tiempos. Su noble actitud en el mundo para con
los desolados lo agiganta ante la deslumbrada pupila del pueblo de Guatemala.
Tal vez solamente Juan de Dios en el mundo, reflejando en el azul claroscuro de
sus ojos piadosos la bondad para con los infortunados, es más grande que él. ¡Sir-
van de ejemplo sus virtudes en esta patria que tanto amamos!»
«Pedro de San José Betancourt». — Anales de la Sociedad de Geografía e Histo-
ria. — Año II. — Tomo II. — No. 3. — Guatemala, C. A., marzo de 1926.
Reproduce los datos de sus otras reseñas biográficas y transcribe otros sobre
la vida del sucesor de Pedro, fray Rodrigo de la Cruz, debidos a la pluma del
historiador costarricense Fernández Guardia. Concluye: «Corto fue el paso del
Hermano Pedro por la tierra, y por lo mismo, más admirable y meritoria aún la
hermosa tarea que logró llevar a cabo considerada bajo el punto de vista de la
caridad».
— XLV —
DIAZ (VICTOR MIGUEL)
La Romántica Ciudad/Colonial/Guía para conocer los monumentos/Históricos de
la Antigua Guatemala por/Víctor Miguel Díaz/De la «Sociedad de Geografía e
Historia de Guatemala» Obra publicada por la Municipalidad de la Capital del
año de 1927/Guatemala, C. A./Tipografía Sánchez & de Guise 8a. Avenida Sur
No. 24. — Carátula con un retrato de Don Pedro de Alvarado y, en el reverso de
la pasta, el «escudo de la Colonia». — Prólogo de Rafael Arévalo Martínez. — Si-
gue inserción del punto de acta de la sesión municipal de 19 de mayo de 1927,
«Dictamen del señor Concejal don Eduardo Mayora» y nómina de la municipali-
dad de la Capital de 1927. — 130 págs. — Copiosamente ilustrado.
Recorrer las calles de Antigua, admirar los vestigios de su pasado esplendor
y evocar a la vista de sus venerables ruinas la vida de la Colonia, impone el nu-
meroso y reiterado recuerdo de la vida y hechos del Hermano Pedro, que dejó en
las almas, a salvo de toda ruina, perdurable estela de bondad. De ahí que al es-
cribirse un libro que describe los monumentos de aquella ciudad, el autor tropie-
EL HERMANO PEDRO 219
ce a cada momento con la figura del piadoso Tercero y, algo más, se deleite en
rememorarlo, como prototipo superviviente de lo que en la vida colonial significó
elevación espiritual y amor a los hombres.
«Santa Catarina Mártir» (pág. 53) : «Poseía la iglesia una imagen de Jesús
sepultado (que hoy se halla en esta capital), de la que se cuenta una tradición
relacionada con el Hermano Pedro».
«La Cruz del Milagro» (pág. 61): «...clausuraron la calle que de la Concep-
ción conducía a Belén, pasando por la séptima calle y siguiendo hacia el Oriente
del templo de San Francisco, vía que mucho frecuentaba Pedro de Betancourt».
«Nuestra Señora de Belén» (pág. 69): «Al Sur de la Ermita de Santa Cruz,
junto al río Pensativo, se hallan las ruinas del templo primitivo de la iglesia y
convento de Belén, fundada el año de 1653, por Pedro de Betancourt, que no pu-
do ver terminada su obra por haberlo sorprendido la muerte». Adelante agrega:
«El templo guardaba algunas obras de arte costosas y el convento una biblioteca
y documentación histórica valiosísima (?); entre éstas figuraba el paquete miste-
rioso que dejó al morir Pedro de Betancourt, con prohibición absoluta de abrirlo,
hasta pasado cierto tiempo: ese documento fue enviado hace años al Vaticano,
de orden del arzobispo de Guatemala. Refiere la tradición que el citado docu-
mento contiene vaticinios de aquel célebre personaje».
«El Hospital del Hermano Pedro» (págs. 69, 70, 71 y 72): «Hay un lugar que
al visitarlo trae a la memoria muchos recuerdos. Nos referimos a las ruinas del
Hospital que fundó Pedro de Betancourt, que se halla frente a las del Santuario
de Guadalupe, en la esquina del Callejón de la Escuela de Cristo, o de San Miguel.
Hasta hace pocos años había, hacia la plazuela, una portada de piedra con puer-
ta de madera y grueso aldabón de hierro; esa portada la destruyó un temblor del
25 de diciembre de 1917. En el interior se ven escombros de la casa de la caridad
de aquel hombre generoso. Hubo allí casa para peregrinos y una enfermería des-
tinada a convalecientes. En uno de estos aposentos estaba el nicho fabricado en
una pared, en el que dormía el fundador del Hospital. Los belemitas tenían obli-
gación de conducir al hospital a los enfermos, llevándolos en hombros y de asis-
tir a la capilla a los condenados a muerte, acompañándolos al último suplicio.
Separado del hospital, en amplio rancho pajizo, estableció su escuelita de prime-
ras letras Pedro de Betancourt, el hombre raro, cuyas virtudes han excitado la
admiración del pueblo, traspasando su fama las fronteras patrias. Todo lo que a
sus manos llegaba lo destinó a los menesterosos y a la niñez: jamás se dio por
satisfecho por grandes que fuesen los bienes que les procuraba: su caridad nunca
se entibió, las dificultades no lo hicieron retroceder en la carrera difícil y gloriosa
en la que se empeñara; la maledicencia y la calumnia(?) se estrellaron ante aquel
hombre todo humildad, todo humildad y mansedumbre. La historia le designa co-
mo el fundador de la enseñanza popular entre nosotros, en aquella época de mul-
tiplicadas contradicciones, de intereses opuestos, de codicias y de ambición odiosa
en que casi todos estaban envueltos. La feliz idea del Hermano Pedro de fundar
la primera escuela gratuita en el país agiganta su noble figura a través de los
tiempos. El cariño que sembró en su camino vivirá como el recuerdo de sus vir-
tudes. El hospital de Convalecientes prestó grandes servicios a los desvalidos des-
de su fundación. Los indios que buscaban el lenitivo a sus dolores en dicha ca-
sa quejábanse con los hermanos Belemitas de las duras faenas a que los some-
tían los jueces de milpa que recorrían constantemente los pueblos cercanos de la
220
DAVID VELA
capital: las vejaciones con los naturales llegaron a tal extremo, que al saberlo el
monarca expidió una cédula prohibiendo el nombramiento de los tales jueces de
milpa; creyóse que la queja había sido inspirada por los belemitas, resultando
de esto mala prevención de la audiencia para con los religiosos del hospital. En
la época en que gobernaba el reino el mariscal don Pedro de Rivera y Villalón,
invadió la epidemia de la viruela haciendo grandes estragos entre la raza indí-
gena. Fray Rodrigo de la Cruz había muerto en México; pero el régimen de la
casa hospitalaria era el mismo desde los tiempos de su fundación; no se permitía
la entrada a las salas de convalecientes variolosos, lo que habría sido de fatales
consecuencias para los que sufrían otras enfermedades. La Audiencia tomó a mal
la actitud de los belemitas; más tarde algunos sujetos principales que figuraban
en la administración pública, empeñáronse en que se diera asilo en la misma casa
hospitalaria a varios peninsulares y como recibieran negativas de parte de los
belemitas, se creyó que éstos eran decididos protectores de los indios y de los
criollos, en lo que no estaban equivocados; los belemitas, inspirados en los pro-
cedimientos de fray Rodrigo de la Cruz, abrazaron la causa de los desvalidos por
la que tanto habían trabajado no pocos varones ilustres de Guatemala. > Archi-
vo Municipal)».
«San Francisco» (pág. 77) : «Descansa el sueño eterno en la citada capilla de
la Tercera Orden, el hermano Pedro de San José Betancourt, fundador de una
escuela de niños pobres, de una casa de posada para caminantes, del hospital de
convalecientes y de la Orden Belemítica», (Siguen los datos de Juarros sobre su
entierro y ulteriores exhumaciones).
«La Ermita del Calvario» (pág. 80) : «Fuentes y Guzmán nos refiere en sus
crónicas que a los costados de la Ermita estaba el patio de los laureles, con un
hermoso jardín; el patio de las celdas donde vivían los que cuidaban del Calvario
y de las Capillas del Via-Crucis. Entre los Terceros figuró Pedro de Betancourt,
antes que fundara la Orden Hospitalaria de Belén».
«CASA DEL PINTOR MERLO» (pág.85) : «...pintó magníficos retratos de
personajes notables y uno de gran tamaño de Pedro de Betancourt, de quien fue
contemporáneo» .
«La Casa del Marqués de Talamanca» (pág. 89 y siguientes): «A Pedro de
Betancourt le estaba reservado, no sólo ser el fundador de la orden Belemítica,
sino también llamar a su seno hombres de mérito que le secundaran en su em-
presa. El influyó de manera decisiva en el ánimo de don Rodrigo de Arias a que
profesara en la misma orden de religiosos. Habrían transcurrido tres meses des-
de que fray Rodrigo de la Cruz hacía compañía al Hermano Pedro cuando la sa-
lud de éste comenzó a resentirse; los días de vigilia, las noches de fatiga, los
continuos ayunos y las horas largas de penitencia, todo esto contribuyó a que
contrajera graves dolencias, extenuado y débil no quiso interrumpir sus labores
acostumbradas, hasta que su cuerpo completamente doblegado cayó en el lecho,
expirando el 25 de abril de 1667. Fray Rodrigo de la Cruz fue el primer general
de la religión belemítica, trabajó por ella con diligente interés, como digno su-
cesor de Pedro de Betancourt».
Entre los numerosos grabados que ilustran el libro, figuran: «El hermano
Pedro solicitando limosnas en las calles para alimentos de sus enfermos de su
hospital» (reproducción de. un cuadro de 1808, pág. 42). «Verdadero retrato del
el hermano tedro
221
hermano Pedro de Betancourt» (pág. 54). «El hermano Pedro consolando a los
enfermos en su hospital» (pág. 60». «La tumba del Hermano Pedro» (pág. 76).
— XLVI —
XIMENEZ (Fray FRANCISCO)
Biblioteca «Goathemala»/De la Sociedad de Geografía e Historia/Volumen II/
Historia de la/Provincia de San Vicente/de Chiapa y Guatemala/ de la orden de
predicadores/compuesta por el R. P. Pred. Gen. /Fray Francisco Ximenez/hijo de
la misma Provincia de la Orden de N. Rmo. P. M. G. fr. Antonio Cloché/Prólogo
del/Br. Jorge del Valle Matheu/De la Sociedad de Geografía e Historia de Gua-
temala/Tomo II/Guatemala, Centro América/Diciembre de 1930.
En la página 333, en el curso del capítulo XIII, intitulado «Celébrase Capítu-
lo intermedio en Guatemala y muertes de algunos Religiosos», hallamos este pá-
rrafo: «No quiero omitir un caso muy notable que trae el P. M. Molina en sus
apuntamientos por lo que puede importar para nuestra enseñanza. Dice pues que
este año de 1662 día de Pascua de Reyes murió en Guatemala Pedro de Mendoza
escultor insigne, muy buen cristiano y virtuoso, devotísimo del Nacimiento de N.
S. que cuando oía tocar a maitines la noche de Navidad se enternecía y lloraba.
El hermano Pedro de S. José Betancurt fundador del Hospital de Belém estando
en la Yglesia de la Merced en oración sobre la sepultura de Pedro de Mendoza
que era su compadre oyó que desde ella le dijo: Compadre Pedro, cuenta, que se
hila muy delgado en la otra vida. De lo cual quedó asombrado Pedro y de allí
adelante se mortificó mucho más de lo que acostumbraba».
— XLVII —
RODRIGUEZ CERNA (JOSE)
José/Rodríguez Cerna/Tierra de Sol y/de Montaña/Editorial B. Bauzá-Barcelona.
—1930.
Toda una parte de la obra se intitula «Estampas de la Antigua», evocando par-
ticularmente la figura del Hermano Pedro. En la página 235 (Acuarela Antigüe-
ña) se lee: «Y en la noche, brilla como un alma errante en busca de otras almas,
el seráfico candilejo de Pedro de San José Bethancourt». Un capítulo: «EL
HERMANO PEDRO» págs. de la 242 a la 246), contiene una síntesis bio-
gráfica del beato fundador de la Orden Bethlemítica. Se adivina que los años
han acrecentado el interés del autor por el virtuoso personaje de la colonia. (Sabe-
mos que Rodríguez Cerna corroboró expresamente tal opinión, enunciando su pro-
pósito de escribir una biografía completa del H. Pedro). Concluye: «Y así empuñó
el cetro del sacrificio y se ilustró el pecho con el toisón de oro de la caridad este
sencillo varón de dolores, que al enjugar el sufrimiento ajeno quitó brutalidad a la
Colonia y enjugó también la frente en agonía de Jesús de Nazaret...»
EL MILAGRO DE LOS CLAVELES (págs. 247 y siguientes), es el capítulo
222
DAVID VELA
que finaliza la obra. El autor rehace la composición inserta en su «Libro de las
Crónicas» primeramente escrita para el periódico, «enemigo de toda labor de re-
poso mental», y la pule con delectado empeño.
— XLVIII —
DIAZ (VICTOR MIGUEL)
Historia de la/Imprenta en Guatemala/Desde los Tiempos de la Colonia. /Hasta la
Epoca Actual/por/Víctor Miguel Díaz/Enero de 1930/Tipografía Nacional/Guate-
mala, C. A.
Carátula con la fachada de la Tipografía Nacional, pues la edición se hizo
para conmemorar la fecha de la inauguración de ese edificio. 181 págs. Ilustrado
von numerosos grabados, entre ellos un retrato del autor. Prólogo del director de
la institución, señor Nicolás Reyes O. Al final se incluye un trabajo de Guiller-
mo Espinoza C, intitulado: «El Linotype — La mano que informa al mundo» y fe-
chado en Guatemala: en «Villa Rosa», a 25 de diciembre de 1929.
En el capítulo dedicado a fray Payo Enriquez de Rivera (pág. 7) dice: «Fray
Payo presidió los funerales de Pedro de Betancourt, imponentes ceremonias que
sólo pudieron compararse con las que se hicieron en honor al obispo Marroquín,
en 1563»; honras que en seguida reseña: «El 26 de abril de 1667, por la mañana,
enorme muchedumbre concurrió a la conducción de los restos mortales del Her-
mano Pedro; salió el cortejo del hospital de Belén, para encaminarse por la ca-
lle del Oratorio, o de San Miguel, a la iglesia de la Escuela de Cristo, en la que
una guardia militar rodeó el cuerpo, de orden del Capitán General don Sebastián
Alvarez Rosica de Caldas. Luego, a las pocas horas, inicióse nuevamente la mar-
cha rumbo al templo de San Francisco, por la calle de los Pasos. Después del
féretro caminaba el obispo Fray Payo, luego los miembros del Cabildo Eclesiásti-
co; el presidente de la Real Audiencia; fray Rodrigo de la Cruz (ex-marqués de
Talamanca), varios belemitas; las congregaciones y vecinos principales. Este en-
tierro fue el más solemne que se verificó en la época del preclaro obispo».
Finalmente, en el capítulo intitulado «Documentos Históricos», en que se con-
signa los más importantes que posee Guatemala, incluye (pág. 59) : «Testamento
del Hermano Pedro Betancourt».
— XLIX —
BROTO (P. FRANCISCO)
VIDA/de la Sierva de Dios/MADRE MARIA ENCARNACION ROSAL/Fundadora
de las Betlemitas, Hijas del Sagrado Corazón de Jesús/por el/P. Francisco Broto,/
Misionero Hijo del Corazón de María/Editorial y Librería del Corazón de María/
Mendizábal, 67. — Madrid/1931.
8o. mayor — 422 pp. — Numerosas ilustraciones, entre ellas una que representa
al Hermano Pedro curando enfermos en su Hospital. Aprobaciones: Nihil Obstat
EL HERMANO PEDRO
223
— Antonio Naval, C. M. F. — Censor, Madrid, 21 de agosto de 1930. — Imprimí
Potest — En nombre del Rvmo. Superior General: Francisco Naval, C. M. F. —
Subdirector General. — Nihil Obstat — Juan Manuel Fernández, C. M. F. —Cen-
sor. _ imprimatur — J. Francisco Moran. — Vic. Gral. — En la introducción
(11 pp.), que contiene la protesta del autor, éste dice haber tenido como fuentes
los escritos autobiográficos de la Madre Encarnación y la Vida escrita por la M.
María Asunción, así como otros testimonios escritos u orales; la fecha en Bosa,
a 25 de abril de 1930.
Trata de la piadosa vida de la insigne quezalteca, pues nació en la metrópoli
áltense, el 27 de octubre de 1815. Necesariamente se refiere a la institución Bet-
lemítica y a su beato Fundador, el Hermano Pedro (pp. 35 y siguientes), del cual
hace una síntesis biográfica: «La vida del Hermano fue un tejido de obras admi-
rables, empleada toda en llevar el consuelo y el socorro allá donde reinaban la
miseria y la aflicción, en promover la mayor gloria de Dios, en reparar los escán-
dalos y en trabajar incesantemente por el bien supremo de las almas, que es su
salvación eterna».
La madre Encarnación Rosales, según se ve por esta biografía, se inspiró en
la vida del Hermano Pedro, al punto de destacarse como reformadora, con virtu-
des y dotes que la ponen a la altura de un Fray Rodrigo de la Cruz. Debe ser
muy interesante la lectura de sus memorias, pues por algunas composiciones poé-
ticas que incluye el autor se forma concepto de su clara mente y profunda reli-
giosidad, he aquí una décima a la Virgen de Dolores:
«¡Dios te salve, Reina llorosa,
llena de grande amargura!
¡Dios te salve, Virgen pura,
triste, afligida y hermosa!
Por tu soledad penosa
y por tu pena excesiva,
haz que en mí la gracia viva,
haz que logre feliz suerte,
y Tú asísteme en mi muerte
como madre compasiva».
Como dato curioso (pág. 238), encontramos en este libro, relatado por la Ma-
dre Encarnación, el único caso de una vejación a la memoria del Hermano Pedro,
que en vida soportó con gusto tantas humillaciones pero, en cambio, ha tenido y
tiene general veneración postuma, dice: «...permitió un día (el Señor) que de
Guatemala llegara a mis manos una carta de improperios y palabras muy ofen-
sivas contra mí y toda mi comunidad, y hasta contra nuestro Hermano Fundador,
que fue lo que más me afligió, por venerarlo como a un santo». Y es triste co-
nocer el origen de tales quebrantos: «Todo procedía — agrega — de cierta envidia
que algunas monjas tenían a las nuestras porque el señor Gobernador de la mi-
tra había concedido a las Betlemitas, por mucha deferencia, la gracia de tener al
Santísimo Sacramento en sus oratorios privados y a las demás religiosas les había
negado este favor».
Por lo demás, en la imitación de las operaciones del Hermano Pedro, aunque
224
DAVID VELA
no lo alcanza en caridad, la madre Encarnación Rosal elevó su espíritu, hasta
morir en fama de santidad.
— L —
JUAREZ Y ARAGON (J. FERNANDO)
EL HERMANO PEDRO: Conferencia pronunciada en la Ciudad de Antigua Gua-
temala, con motivo de la celebración de la «Feria de Verano», el día 3 de marzo
de 1933. (Posteriormente publicada en el semanario «Antigua», febrero de 1934.
A grandes rasgos, traza la biografía del Siervo de Dios, elogiando sus virtudes
que en vida perfumaron de prodigio la vida de la ciudad colonial y en muerte
se recuerdan con veneración, haciendo de su tumba una peregrinación de fieles
que acuden a reclamar una parte de la inmensa caridad que tuvo para todos y
a fortalecerse en renovada esperanza, en perpetuo testimonio de supervivencia pa-
ra el varón que edificó a los hombres de su tiempo: «Y es que el hermano Pedro
de San José Betancourth (?), a pesar de los años y de los siglos, no ha muerto.
For rara coincidencia su sepulcro venerado guarda sus restos bajo la sombra ami-
ga de bóvedas silenciosas, que soportan las columnas recias de un templo allá en
el oriente de la ciudad y es que su sepulcro, cual un sol resplandeciente, tiene día
y noche emanaciones de esa luz radiante de amor y de ternura que al envolver los
corazones, calma dolores, mitiga penas y alienta espíritus con un rayo de espe-
ranza».
— LI —
MENESES (J. AUGUSTO)
ORACION AL HERMANO PEDRO —versos criollos— Revista «Nosotras, Núm. 21.
— Guatemala, septiembre de 1933.
Meneses es un poeta de la presente generación, y el criollismo una de las fa-
ses de su literatura, acaso la más acusada. Aunque deliberadamente busca los moti-
vos del ambiente y de propósito emplea los modos vulgares y aún las peores per-
versiones del lenguaje, su buen gusto y sentido del ritmo lo salvan de caer en ex-
tremos ingratos a las letras. El poema transcrito en seguida, es fiel expresión de
continuada escena que se observa ante la tumba del Hermano Pedro, con quien
sus devotos hablan familiarmente develándole las intimidades de su alma y las
tribulaciones de su vida. Particularmente los indígenas, dialogan confiados y fer-
vorosos con el santo, a quien creen propicio a la raza, y le hablan en castilla, te-
merosos de que al hacerlo en su lengua no los entienda bien el hermano Pedro,
que era español . . .
EL HERMANO PEDRO
He aquí el poema de Meneses:
ORACION AL HERMANO PEDRO
Yo te dija en mi ranche
que vendriya a mirarte hermane Pegre,
pa contarte mis peno,
pa dicir lo que sienta hermane Pegre.
Pa vos son estas plores,
pa vos los cándelo,
pa vos tabien los traigue
tus pushite de pon que me vendió el marchanto,
hermane Pegre.
Poro oyime un tantite,
ya que sabes de veres lo que pase a los pogre,
mi Tatite siñor, mi hermane Pegre.
Yo tengue mis vaquito
mis chenquite, mis cabro,
que los merqué en la peria
con el puré trabaje y sudor de mi prente
hermane Pegre;
y mi mujer la Antoña
tiene tabién sus cocha, sus gayine, sus gaye,
porqu'eyé's mere arecha y pa moler planchado
cuando se'stá alentade, mi hermane, hermane Pegre;
y entre los dos tuvimes
un par de dos hijito,
que la mujer Tatite se los parió en el ranche.
Poro saber que seya mi Sante Pagre eterna,
quiace no más tres diye
que s'empermó mis hijo,
que s'empermó la Antoña,
que se morió mis vaque,
que la gayine blanque se echó a correr cantande,
quel chuche condenade solo escarbande joyos
y pa riba ajuyande se pase todel noche
mi Tatite siñor, mi hermane Pegre.
Porese te lo diga, porese te lo cuente,
pa qu'espantes los bruja, los males agüisote
que andan entre mi ranche
chivándome dialtire, hi hermane, hermane Pegre.
226 DAVID VELA
Solo vos, solo vos que chiyás por los pogre,
que miras sus desgracio vas hacer tus milagre,
solo vos, solo vos, mi hermane Pegre;
y porese te pida
que curés a mis hijo, que curés a la Antoña,
que curés a mis vaque, porquiasinó este vieja
se va parar los pata diaquiá a pasomañá,
mi hermane Pegre.
Te lo diga sintiende,
te lo pida llorande pa que miagas milagre;
porque vos sos muy güene,
porque vos sos mi Pagre,
porque vos sos mi Sante, Hermane Pegre.
He aquí otra composición de Meneses, antigüeño, en cuyo espíritu de poeta
opera la tradición devota del beato Tercero:
HALO DE SANTIDAD
Las rosas del santo Hermano Pedro
cómo enredan la tarde
en la clara persiana de sus pétalos.
Llenas de aroma escuchan
la oración del que toca
por tres veces la tumba.
Son blancas.
Vienen del paraíso
en góndolas de nieve
por el río de luz de las estrellas,
y en un terso remanso de perfumes
ahogan lentamente
la dulce letanía de las tórtolas.
Al contorno,
la miel de la esperanza
emociona el ambiente de gorriones.
Todos somos gorriones
cuando se habla de este
nuevo Francisco americano.
Las rosas revientan de la tierra
con vaho de las madrugadas
lo mismo que las hostias,
y son blancas,
y son santas.
EL HERMANO PEDRO
227
Rosas de caridad,
rosas celestes,
los céfiros de octubre arrodillan la tarde
en un rojo paréntesis de amor,
y en el camino
bajo el ala vibrante del recuerdo,
mi oración
con los brazos tirados a las cumbres
comulga a cuatro vientos el lejano milagro
de los sueños. . .
El poeta Augusto Meneses ha seguido investigando, en el alma del pueblo de
su ciudad natal, las tradiciones que conservan la fama de santidad del Siervo de
Dios. En el número del diario «El Imparcial», correspondiente al 4 de mayo de
1935, publicó un interesante estudio, intitulado «Devociones de América — EL
VIA-CRUCIS DEL HERMANO PEDRO». Como una prolongación en el tiempo
del fervor de aquel maravilloso lego, todavía hoy, el Viernes de Dolores, se reúnen
más de dos mil hombres para recorrer en devota procesión los pasos del via-cru-
cis, entonando plegarias en voz alta en todo el trayecto que el manso Hermano
santificara antes, de la media noche hasta el alba, llevando sobre los hombros la
cruz de la redención.
— LII —
ARCHILA LEMUS (JOSE)
«SILUETAS LUMINOSAS» — (Trabajo calificado en primer lugar entre los pre-
sentados al «Concurso de la Flor Regional», abierto en la Antigua Guatemala du-
rante la celebración de la «Feria de Verano», Antigua, Año II — Antigua Guate-
mala, 25 de marzo de 1934 — Número 16.
«Un ilustre historiador connacional al tratar del obispo Marr'oquín, dijo que
era la figura más blanca de la Colonia, nosotros podríamos decir, con sobra de
justicia, que Bethancourt fue la figura más luminosa en la última mitad del si-
glo XVII, y en un parangón desapasionado resultan ventajas para el belemita: El
primero llegó al teatro de sus memorables hechos, en el séquito suntuoso del pri-
mer capitán general a sustituir al capellán de la expedición conquistadora; el se-
gundo llegó sin más compañía que su piedad a sustituir por el amor la suerte cruel
de una raza esclavizada; aquél plantó su tienda bajo las arcadas confortables de
un templo, éste plantó la suya en el estercolero donde gemía la miseria; el uno
llegó a ceñir una mitra; el otro llegó a ostentar una aureola, y de la mitra penden
pedrerías mundanales, pero de la aureola irradian claridades de cielo. Marroquín
hizo mucho bien, pero disfrutaba de poder, de servidores sumisos y de obligadas
reverencias; Bethancour hizo todo el bien que pudo, y no mandaba sino su vo-
luntad puesta al servicio de los otros, no le servían sino su corazón abierto para
todos, y no le reverenciaba sino la gratitud de los menesterosos. Monseñor fun-
228
DAVID VELA
dó una escuela, la primera para niños analfabetos; el belemita fundó otra escue-
la, la primera para niños indigentes, y el analfabeto puede ser un potentado, pero
ay! el indigente es siempre un desgraciado. El bondadoso obispo tuvo colabora-
dores incondicionales para diseminar la simiente de sus favores, el dulce Hermano
Tercero sólo contó con sus brazos para prodigar el pan de sus virtudes. El abne-
gado religioso santanderino puso los fundamentos de una catedral para mayor
esplendor del culto, el divino canario levantó un hospital de humildes pajas para
acallar dolores insondables y suavizar angustias infinitas, y en la catedral se dilata
el espíritu por los senderos de la fe, pero en el hospital se cicatrizan heridas y dolores
por las rutas embalsamadas de la caridad; ambos se decoran con los mirajes por la
esperanza, pero la esperanza del uno va fuera de los linderos de la vida, allá en lo
incierto, desconocido y problemático, y la esperanza del otro sólo va fuera de los um-
brales de una puerta, hacia donde pulula la vida, tangible, seductora y rozagante.
El ilustre peninsular, en fin, es el bien envuelto en sedas, brocados, y áureos orna-
mentos, a donde se llega postrado de rodillas, y el preclaro isleño es el bien inque-
brantable, aunque cubierto de harapos, descalzo y sin sombrero, a donde se llega-
ba cabalgando en los hombros del propio isleño. Dos almas con destino a la glo-
ria por los caminos del bien, sólo que el sendero del uno era amplio y esplendoroso,
y el camino del otro era un verdadero viacrucis.» ANTIGUA — AÑO II — Antigua
Guatemala, 8 de abril de 1934 — Número 17. Continúa en este número la publica-
ción del trabajo de Archila Lemus, leído en los Cursos de Verano: el autor evoca
a Betancourt por las calles silentes de Antigua y reivindica su carácter de guate-
malteco: «porque la mariposa no ama el sitio donde rompiera su crisálida sino el
cáliz en donde encuentra dulce néctar; el arroyo no retrocede al manantial que le
dio origen, sino sigue adelante besando ásperos riscos y lamiendo arenas infecun-
das», y compara al hermano Tercero con la flor de Antigua, que es bella dentro
de su humildad, aromada sin ostentación: la violeta. Sigue una somera mención
de los hechos emanados de la inmensa caridad de Pedro. ANTIGUA — Año II —
Antigua Guatemala, 15 de abril de 1934 — Número 18. Termina en este número el
encendido panegírico del señor Archila Lemus. Refiere la conversión de don Ro-
drigo Arias de Maldonado y alude a la propagación de la hermandad betlemítica,
concluye: «Por fin, Bethancourt murió para los hombres en el mismo escenario de
sus hechos generosos, pero nació para la inmortalidad en las auras trasmigrantes
de la fama. En la Antigua tiene su tumba y su tabernáculo en muchos corazo-
nes ! . . . Pereció el hombre, pero vive el santo : falta su acción; pero palpita su
ejemplo; murió su materia deleznable pero su recuerdo es inmortal. Al evocar su
imagen luminosa la humanidad se descubre reverente, y es que hay prestigios que
nunca mueren, memorias que no se olvidan y glorias que jamás se desvanecen.»
— LUI-
DIAZ (VICTOR MIGUEL)
HISTORIA DE LAS ARTES EN GUATEMALA. — 1934. — Folletín del Diario de Cen-
tro América — Pags. de la 102 a la 108.
Vierte nuevamente los datos de Juarros sobre la inhumación y posteriores ex-
humaciones de los restos del Hermano Pedro. Luego, hace otra reseña biográfica
EL HERMANO PEDRO
223
del insigne Tercero, reproduciendo cuanto ha dicho en sus citados trabajos, y en
ocasiones hasta las mismas frases. Anota que el marqués de Talamanca dejó el
mundo y entró al cenobio de Belén en el año de 1664 (Fecha inexacta, sin duda,
pues muy poco tiempo — tres meses según el propio don Víctor Miguel Díaz, pocas
semanas según otros — pudo vivir aquél en compañía del Venerable Pedro, quien
murió en 1667). Insiste también en la noticia, que no hemos podido comprobar, de
que el Hermano Pedro hizo un viaje a España, en compañía de un amigo, antes de
venir a la América. Agrega además otro dato cuya procedencia ignoramos, faltan-
do en el dicho de los primeros biógrafos, a saber: que Pedro llegó enfermo a Gua-
temala y debió internarse aqui en un hospital.
Ilustra dicho estudio una interesante imagen del Hermano Pedro, tocada del
hábito belemita (que desde luego no llegó a usar), en actitud devota ante un Cris-
to, puesto éste sobre una calavera, en una mesa donde se exponen unos cilicios. El
fondo es un cielo por el que descienden hacia el Beato rayos! de luz y donde re-
vuelan tres querubines. Es un admirable grabado en metal, tomado de un lienzo
que perteneció a la señorita Concepción Ortiz Urruela. Al pie se lee: V. P. Fr. Pe-
trus AS. Ioseph de Betancur — Fund. Ord. Hospital Fratrum Bethlemitarum cuius
virtutes in gradu heroico approbavit. Clem. XIV. P. M. 25 julii 1771.
— L I V —
MORALES CHACON (JOSE LUIS)
«Cosas del Hermano Pedro» —
Bajo el acápite anterior, Morales Chacón ha publicado varias leyendas del bea-
to Tercero, en el semanario Antigua, año II, que se publica en Antigua Guatemala.
Algunas coinciden en la memoria popular con hechos que en el siglo XVII se tu-
vieron por ciertos y portentosos, y que luego se declararon por numerosos testigos
en el proceso de beatificación del Siervo de Dios; tal por ejemplo la que aparece
en el número 27, de 17 de junio de 1934, intitulada «La Leyenda de las Vigas».
En cambio otras son producto de la fantasía del autor, o relato anónimo apócrifo,
como «El milagro de los panes», inserto en el número 36, de 19 de agosto de 1934;
he aquí una breve reseña: Pedro y el hermano Juan (?) marchan hacia los pueblos
de Sacatepéquez, atacados de una enfermedad endémica (?). Para los efectos de
su relato, ya en la cuesta de Las Cañas, al sólo salir de Antigua, presenta el autor
a los dos peregrinos desfallecidos, de cansancio, hambre y sed; Pedro se disloca un
tobillo y ya no puede seguir caminando (?), frustrándose su caritativo empeño;
mas convierte una enorme piedra (?) en pan, y, de un árbol hace salir raudales de
agua. Allí quedan, hasta el día siguiente, en que un hombre misericordioso lleva
en sus hombros a Pedro (?), hasta la población vecina.
Acaso, con mal éxito, quiso el autor relacionar dos hechos diversos: la frustra-
da evasión de Pedro, cuando regresó de Petapa, y el milagro de los panes, operado
un día de San José, en que una pequeña ración de pan alcanzó para enorme con-
curso de mendicantes.
230
DAVID VELA
— L V —
ARRIOLA C. (JULIAN)
«La Nochebuena del Hermano Pedro:. — El Imparcial, Guatemala, martes 25 de di-
ciembre de 1934.
El señor Arrióla es un antigüeño que ha sorbido en el ambiente de su ciudad
natal las tradiciones ingenuas y grandes de la vida del Hermano Pedro; no es un
escritor de profesión y aporta a la biografía del Siervo de Dios la misma sencilla
devoción con que numeroso pueblo acude a arrodillarse ante la tumba del Beato
Tercero. En el artículo en referencia, halla ocasión para develar el candoroso jú-
bilo de Pedro al celebrar el nacimiento de Jesús, en su admirable Belén que fue es-
cuela de fervores, a la par que refugio abierto siempre a los afligidos.
INDICE
— PRIMERA PARTE —
(BIOGRAFIA)
I Evocación Pág. 3
II Cuna y Linaje " 5
III Precoces Anuncios " 11
IV Vocación " 15
V La Llamada " 19
VI Evasión " 21
VII El Viaje " 23
VIII En Goathemala " 25
IX El Estudio " 29
X Vida Ejemplar " 31
XI Un Voto y un Milagro " 35
XII Tentación " 37
XIII Tercero Penitente " 39
XIV El Calvario í " 41
XV Hijo de Francisco " 45
XVI Pedro Danza Frente al Arca " 49
XVII El Solar Bethlemítico " 51
XVIII Párvulo Entre Párvulos " 53
XIX Fundación del Hospital " 55
XX Prodigiosos Recursos " 57
XXI La Cuaresma " 61
XXII La Prueba Heroica " 65
XXIII La Cátedra de Pedro " 69
XXIV La Sala de Armas " 73
XXV La Voz de Alarma " 77
XXVI Emulo de Francisco " 81
XXVII Pastor de Almas ! " 83
XXVIII Navidad " 87
XXIX Oración " 91
XXX Rescatando Almas " 93
XXXI Empeño de Calzillas " 97
XXXII Conversión de Rodrigo " 101
XXXIII Padre de Pobr.es " 107
XXXIV El Testamento " 111
XXXV Resignación " 115
XXXVI Todo se ha Consumado " 119
XXXVII Retorno a la Tierra " 123
XXXVIII Supervivencia " 127
XXXIX Canonización " 131
NOTAS " 133
— SEGUNDA PARTE —
(HIBLIOGRAFIA)
i Págs.
Anónimos 184-205
Archila Lemus, José 227
Archivo Colonial de Guatemala, papeles sueltos del 164
Arrióla , C, Julián 230
Asturias, Francisco 193
Asturias, Ricardo 207
Bancroft, Hubert Howe 177
Barberena, Juan Joseph de 168
Batres Jáuregui, Antonio 199
Beristain r 169
Bethencourt, José Luis • 194
Broto, J. Francisco 222
Brañas, César 203
Casanova y Estrada, Ricardo 174
Della Madre di Dio, Fray Giuseppe 163
De los Reyes Angel, P. Gaspar 151
Díaz, Víctor Miguel 216-218-222-228
El Pabellón del Rosario 187
El Pueblo 214
Fernández, Jesús 192
Fuentes y Guzmán, Francisco Antonio de 176
García de la Concepción, Fray Joseph 160
García Peláez, Francisco de Paula 172
García y Artóla, Vicente 202
Gómez Carrillo, Agustín 181
Gracián Berruguete, Francisco 148
Hidalgo, Enrique A 197
Juarros, Br. Domingo 172
Juárez y Aragón, J. Fernando 224
La Antorcha Centroamericana 170
La Semana Católica 191
Lobo, P. Manuel 145-148-161
Melián de Betancourt, Fr. Pedro 157
Meneos Franco, Agustín 178-179-189
Meneses, J. Augusto 224
Milla y Vidaurre, José 175
Montalvo, Francisco Antonio de 149
Morales Chacón, José Luis 229
Muñoz de Castro, Pedro 152
Preámbulo 141
Rodríguez Cerna, José 194-214-221
Rossi, Antonio de 162
Sánchez & de Guise 206
Sánchez y Monroy, Pbro. Carlos 195
Varona de Loayza, Gerónimo 143
Vásqujez, Fr. Francisco . 156
Ximénez, Fr. Francisco 221
V.P.FR. PETRUS AS. IOSEPH DE BETANCUR
Fund. OrdMospital. Frafrum Bethlemítarum cuüof vir tutes
in grada heroico apprab(WÜ> Clcm.MV.PJf. 2 5 luium*
(Firma del Hermano Pedro).
"ñl V. P. Fr. Pedro de 5. José Bethancour anda
de noche por las calles pidiendo sufragios por las
almas del purgatorio y por la conversión de los que
están en pecado mortal, y les echa sus saetas.
EL VENERABLE SIERVO DE DIOS
Fray Pedro de San José Betancourt
APOSTOL DE LA CARIDAD. — FUNDADOS DE LA ORDEN BETLEMITICA
NACIO EN TENERIFE EN MARZO PE 1626
MURIO EN ESTA CIUDAD EL 25 DE ABRIL DE 1667
LA POSTERIDAD AGRADECIDA
VIENE A VENERAR SU MEMORIA EN ESTE SEPULCRO
GRATITUD 1901
Pesada de siglos, sonora de recuerdos: la campanilla de Pedro conserva
la dulce voz con que antaño llamara a los habitantes de Antigua: esquila de
piedad y caridad.
Bastón ahorquillado en que se apoyaba Pedro (véase Cap. XXIV. pág. 74),
mientras oraba y meditaba en su tinajera.
El bastón y el rosario del Siervo de Dios, inseparables testigos de sus an-
danzas caritativas, y de los encuentros que tuvo con el Demonio.
Varias reliquias del Hermano Pedro que, bajo tres llaves y guardadas por
tres sellos, se conservan en el Arzobispado de Guatemala.
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Ropa interior de Pedro, que éste adornaba con espinas, testigo supervi-
viente que hoy traiciona, indiscreto, la medida de su mortificación y humildad.
Pedazos de la capa del Hermano Pedro, salvados de la voracidad piadosa
que convirtió todas sus prendas en reliquias.
Forro del colchón que ponía en el suelo, a menudo sobre una escalera, para
reposar corto lapso de la noche.
El sombrero que Pedro nunca se puso, pues siempre se le halló des-
cubierto, en presencia de Dios. No llegó a escapar tampoco esta prenda
al fervor público, que royera el ala para conservar los pedazos como re-
liquias.
Calzado del Siervo de Dios, recio, como para seguir subiendo sin
cansancio las empinadas sendas del sacrificio.
Bota de cuero en que tomaba agua, cuando no sació su sed en las
humildes cuencas de sus manos.
Canastillo de esparto en que llevaba sus tortillas.
Escudilla de lata, en que comía su miserable ración de frijoles.
sin obra se termimí be esrribir
A ota 25 be abril ite mil no»e~
tientes ^ treinta v rinro años, en el
2SB aniversario iré la muerte bel
Venerable ¿S'ier»o be ©ios, "Jfleoro be
¿S'an ¡3osé ^etbantnr. ¿Dibujó ^ e&~
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