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Full text of "Boletin Eclesiastico (Ecuador)"

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LIBRARY  OF  PRINCETON 


SEP  2  7  2004 


THEOLOG'CAL  SEMINARY 


PER  BX1472.A1  B68 
Boletmn  eclesiástico. 


Digitized  by  the  Internet  Archive 
in  2015 


https://archive.org/details/boletineclesias031cath_10 


ORGANO  INFORMATIVO 
ARQUIDIOCESIS  DE  QUITO 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Año  Clll  noviembre  /  diciembre  1997 

( 


La  Iglesia  Universal,  al  acercarse  el  gran  Jubileo 
del  año  2.000,  nos  propone  para  este  año,  fijar 
nuestra  atención  en  el  Espíritu  Santo,  don  del 
Padre,  guiados,  en  nuestro  caminar,  por  el 
Evangelio  de  Lucas. 


ORGANO  INFORMATIVO 

Nov.  /  Diciembre  1997 


BOLETIN    ECLESIASTICO    AñO  Clll 


Editorial 

•  El  Año  del  Espíritu  Santo   469 

Documentos  de  la  Santa  Sede 

•  Divini  Amoris  Scientia    475 

•  Mensaje  para  la  Jornada  Mundial  del  Enfermo    495 

Documentos  del  CELAM 

•  María  en  la  Histora  de  la  Salvación   505 

•  VI  Congreso  Eucarístico  Mariano   521 

•  Consagración  de  los  Países  Bolivarianos  a  los   

Sagrados  Corazones  de  Jesús  y  de  María  

Documentos  de  la  Conferencia  Episcopal 

•  Comunicado  de  la  Conf.  Episcopal  Ecuatoriana   531 

Documentos  Arquidiocesanos 

•  25°  Aniversario  Parroquia  "El  Carmelo"  de  Quito   

•  XXXII  Asamblea  General  de  la  Conferencia   

de  las  Organizaciones  Internacionales  Católicas    543 

•  Alocución  en  el  Día  del  Papa  de  1997   

Administración  Eclesiástica 

•  Nombramientos  

•  Decretos   559 

Información  Eclesial 

•  En  el  Ecuador   561 

•  En  el  Mundo  

Apéndice 

•  Congreso  Teológico-Pastoral  (continuación)  

Indice  Genral  de  1997    569 

 •••••••••••••  ••••••  ••••• 


Director:  Rvmo.  Sr.  Héctor  Soria  S.  Telf.:  210  703  Apartado  17-01-00106. 

•  Administradora:  Hna.  Regina  Córdova  Telf.:  214  429  Apartado  17-01-00106 

•  Suscripción  anual  dentro  del  pais  S/.  30  000.  Fuera  del  país  US$  60. 

•  Se  aceptan  Canjes. 

•  Levantamiento  de  textos  e  impresión:  Mora  &  Asociados  438  866 

*.  •  •  


|       JAN  l?  1998 

EL  AÑODEÜ^£^ 
ESPÍRITU  SANTO 


De  acuerdo  con  la  Carta  del  Papa  Juan  Pablo 
II  sobre,  la  celebración  del  Tercer  Milenio 
Cristiano,  el  año  litúrgico  1998  — que  co- 
mienza ya  el  30  de  noviembre  de  1997,  pri- 
mer domingo  de  adviento —  estará  dedicado 
al  Espíritu  Santo  y  a  su  presencia  santifica- 
dora  dentro  de  la  comunidad  de  los  discípulos 
de  Cristo,  que  es  la  Iglesia. 

Los  documentos  para  preparar  el  Jubileo  del 
Tercer  Milenio  nos  dicen  que  es  importante 
celebrar  este  año  del  Espíritu  Santo  en  conti- 
nuidad con  el  año  de  Jesucristo,  por  el  carác- 
ter cristológico  y  trinitario  de  todo  el  Jubileo, 
unido  a  su  carácter  eclesial  y  mañano.  Así 
también,  tendrá  que  haber  una  continuidad 
en  la  atención  que  demos  durante  este  trienio 
a  cada  uno  de  los  sacramentos  de  la  iniciación 
cristiana:  la  confirmación  en  1998,  después 
del  bautismo  en  1997,  y  como  preparación  a 
la  eucaristía  en  1999.  Otro  tanto  hay  que  de- 
cir de  las  tres  virtudes  teologales:  habiendo 
recordado  especialmente  la  fe  en  1997,  nos 
preocuparemos  ahora  de  la  esperanza  y  así 
podremos  concentrarnos  finalmente  en  el 
amor. 


el  13  de  enero 
de  1998  se 
cumplirán 
ciento 
cincuenta 
años  de  la 
erección  de  la 
primera 
Arquidiócesis 
del  Ecuador, 
en  esta 
ciudad  de 
Quito 


Hoy  queremos  fijarnos  en  la  dimensión  ecle- 
sial  que  este  año  del  Espíritu  Santo  nos  trae, 
y  que  hace  relucir  un  gran  acontecimiento  de 
nuestra  propia  Iglesia  Arquidiocesana  de 
Quito  y  Primada  del  Ecuador.  Efectivamente, 
el  13  de  enero  de  1998  se  cumplirán  ciento 
cincuenta  años  de  la  erección  de  la  primera 
Arquidiócesis  del  Ecuador,  en  esta  ciudad  de 
Quito,  sede  hasta  entonces  de  una  diócesis 
sufragánea,  pero  desde  el  comienzo  madre  de 
todas  las  demás  jurisdicciones  eclesiásticas 
que  existen  en  el  territorio  de  nuestra  Repú- 
blica. Este  sesquicentenario  coincide  con  el 
año  del  Espíritu  Santo  y  nos  invita  a  una  ce- 
lebración más  consciente  y  participativa  del 
mismo,  con  la  colaboración  de  todos  los  esta- 
mentos eclesiales  de  esta  querida  Arquidióce- 


sis. 


En  su  carta  apostólica  nos  ha  dicho  el  Papa: 
(TMA  44,  2):  "La  Iglesia  no  puede  preparar- 
se al  cumplimiento  bimilenario  si  no  es  por  el 
Espíritu  Santo.  Lo  que  en  la  plenitud  de  los 
tiempos  se  realizó  por  obra  del  Espíritu  San- 
to, solamente  por  obra  suya  puede  surgir  de 
la  memoria  de  la  Iglesia".  Cuando  hablamos 
de  la  Iglesia,  la  Iglesia  universal,  sintámosla 
también  encarnada  en  nuestra  Iglesia  parti- 
cular de  Quito,  según  la  teología  del  II  Con- 
cilio Vaticano.  Sí:  en  igual  forma  debemos  de- 
cir que  esta  Iglesia  Arquidiocesana  de  Quito 


en  la  Arquidió- 
cesis  de  Quito 
el  Santo 
Espíritu  nos 
ha  señalado 
confines  donde 
a  lo  largo  del 
último  siglo  y 
medio  hemos 
sentido 
fuertemente 
estos  efectos 
suyos,  con  la 
abundancia  de 
sus  dones 


surgió  por  obra  del  Espíritu  Santo  como  fru- 
to insigne  de  la  primera  evangelización  reali- 
zada en  nuestras  tierras;  y  que  solo  por  la  ac- 
ción del  mismo  Espíritu  de  Dios  en  su  Hijo 
Jesucristo  la  memoria  de  este  don  fundamen- 
tal del  Padre  ha  de  resurgir  este  año  sesqui- 
centenario;  y  ha  de  expresarse  en  un  acrecen- 
tado esfuerzo  por  la  nueva  evangelización. 

El  mismo  Espíritu  que  resucitó  a  Jesús  de  en- 
tre los  muertos  es  la  "fuerza  de  lo  alto"  que  el 
Padre  nos  envía  para  impulsar  a  los  creyen- 
tes a  ser  testigos  de  Cristo  "hasta  los  confines 
de  la  tierra"  (Acts.  1,  1-11).  Este  es  el  efecto 
propio  del  sacramento  de  la  confirmación.  Y 
a  nosotros  en  la  Arquidiócesis  de  Quito  el 
Santo  Espíritu  nos  ha  señalado  confines  don- 
de a  lo  largo  del  último  siglo  y  medio  hemos 
sentido  fuertemente  estos  efectos  suyos,  con 
la  abundancia  de  sus  dones:  en  la  construc- 
ción de  la  comunidad,  en  la  guía  hacia  la  ver- 
dad completa,  en  los  gérmenes  de  profecía  y 
santidad,  en  la  asimilación  a  Cristo  sufriente 
y  victorioso,  que  nunca  nos  han  faltado,  y 
que  hoy  tenemos  que  alentar  y  pedir  con  re- 
novada esperanza. 

Esperanza  es  la  consigna  de  este  año  del  Es- 
píritu. Esperanza  es  el  nombre  para  esa  vir- 
tud de  raíz  oculta,  para  esa  fuerza  interior 
que  nos  lleva  a  evangelizar,  anhelando  los 


María  es  la 
mujer  de  la 
esperanza, 
llena  del 
Espíritu 
Santo,  que 
encarna  a 
Cristo  en  la 
Iglesia 


tiempos  definitivos,  y  mientras  tanto  "nos 
ofrece  motivaciones  sólidas  y  profundas  para 
el  esfuerzo  cotidiano  en  la  transformación  de 
la  realidad,  para  hacerla  conforme  al  proyec- 
to de  Dios".  (TMA  46, 1). 

María  es  la  mujer  de  la  esperanza,  llena  del 
Espíritu  Santo,  que  encarna  a  Cristo  en  la 
Iglesia.  Lo  ha  encarnado  en  nuestra  iglesia  de 
Quito  y  se  presenta  ahora  también  para  que 
entremos  al  próximo  milenio  como  Iglesia  vi- 
viente, verdadero  Cuerpo  de  Cristo  animado 
por  el  Espíritu  del  Padre.  La  fiesta  de  la  Pre- 
sentación de  María,  Patrona  de  nuestra  Ar- 
quidiócesis  como  Reina  del  Quinche,  anuncia 
ya,  a  fines  del  mes  de  noviembre,  el  gozoso  co- 
mienzo del  año  del  Espíritu  Santo. 


Documentos 
de  la 
Santa  Sede 


Il 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


«Divini  Amoris  Scientia» 

Carta  apostólica  del  Santo  Padre  Juan  Pablo  II,  publicada  en  la 
Jornada  Mundial  de  las  Misiones  de  1997. 

Santa  Teresa  del  Niño  Jesús  y  de  la  Santa  Faz 
es  declarada 
Doctora  de  la  Iglesia  Universal 


1.  La  ciencia  del  amor  divino, 
que  el  Padre  de  las  misericor- 
dias derrama  por  Jesucristo  en 
el  Espíritu  Santo,  es  un  don, 
concedido  a  los  pequeños  y  a 
los  humildes,  para  que  conoz- 
can y  proclamen  los  secretos 
del  Reino,  ocultos  a  los  sabios 
e  inteligentes:  por  esto  Jesús  se 
llenó  de  gozo  en  el  Espíritu 
Santo,  y  bendijo  al  Padre,  que 
así  lo  había  establecido  (cf.  Le 
10,  21-22;  Mt  11,  25-26). 

También  se  alegra  la  Madre 
•Iglesia  al  constatar  que,  en  el 
decurso  de  la  historia,  el  Señor 
sigue  revelándose  a  los  peque- 
ños y  a  los  humildes,  capaci- 
tando a  sus  elegidos,  por  me- 
dio del  Espíritu  que  «todo  lo 
sondea,  hasta  las  profundida- 
des de  Dios»  (1  Co  2, 10),  para 


hablar  de  las  cosas  «que  Dios 
nos  ha  otorgado  (...),  no  con 
palabras  aprendidas  de  sabi- 
duría humana,  sino  aprendi- 
das del  Espíritu,  expresando 
realidades  espirituales»  (1  Co 
2,  12-13).  De  este  modo  el  Es- 
píritu Santo  guía  a  la  Iglesia 
hacia  la  verdad  plena,  la  dota 
de  diversos  dones,  la  embelle- 
ce con  sus  frutos,  la  rejuvenece 
con  la  fuerza  del  Evangelio  y 
la  hace  capaz  de  escrutar  los 
signos  de  los  tiempos,  para 
responder  cada  vez  mejor  a  la 
voluntad  de  Dios  (cf.  Lumen 
gentium,  4  y  12;  Gaudium  et 
spes,  4). 

Entre  los  pequeños  a  los  que 
han  sido  revelados  de  manera 
muy  especial  los  secretos  del 
Reino,  resplandece  Teresa  del 


476 


i 

BOLETIN  ECLESIASTICO 


Niño  Jesús  y  de  la  Santa  Faz, 
monja  profesa  de  la  orden  de 
los  Carmelitas  Descalzos,  de  la 
que  este  año  se  celebra  el  cen- 
tenario de  su  ingreso  en  la  pa- 
tria celestial. 

Durante  su  vida,  Teresa  descu- 
brió «luces  nuevas,  significa- 
dos ocultos  y  misteriosos»  (Ms 
A  83  v)  y  recibió  del  Maestro 
divino  la  «ciencia  del  amor», 
que  luego  manifestó  con  parti- 
cular originalidad  en  sus  escri- 
tos (cf.  Ms  B  1  r).  Esa  ciencia  es 
la  expresión  luminosa  de  su 
conocimiento  del  misterio  del 
Reino  y  de  su  experiencia  per- 
sonal de  la  gracia.  Se  puede 
considerar  como  un  carisma 
particular  de  sabiduría  evan- 
gélica que  Teresa,  como  otros 
santos  y  maestros  de  la  fe,  re- 
cibió en  la  oración  (cf.  Ms  C  36 
r). 

2.  La  acogida  del  ejemplo  de 
su  vida  y  de  su  doctrina  evan- 
gélica ha  sido  rápida,  univer- 
sal y  constante  en  nuestro  si- 
glo. Casi  a  imitación  de  su  pre- 
coz maduración  espiritual,  su 
santidad  fue  reconocida  por  la 
Iglesia  en  el  espacio  de  pocos 


años.  En  efecto,  el  10  de  junio 
de  1914  Pío  X  firmó  el  decreto 
de  incoación  de  la  causa  de 
beatificación;  el  14  de  agosto 
de  1921  Benedicto  XV  declaró 
la  heroicidad  de  las  virtudes 
de  la  sierva  de  Dios,  pronun- 
ciando en  esa  ocasión  un  dis- 
curso sobre  el  camino  de  la  in- 
fancia espiritual;  y  Pío  XI  la 
proclamó  beata  el  29  de  abril 
de  1923.  Un  poco  más  tarde,  el 
17  de  mayo  de  1925,  el  mismo 
papa,  ante  una  inmensa  multi- 
tud, la  canonizó  en  la  basílica 
de  San  Pedro,  poniendo  de  re- 
lieve el  esplendor  de  sus  virtu- 
des, así  como  la  originalidad 
de  su  doctrina,  y  dos  años  des- 
pués, el  14  de  diciembre  de 
1927,  acogiendo  la  petición  de 
muchos  obispos  misioneros,  la 
proclamó,  junto  con  san  Fran- 
cisco Javier,  patrona  de  las  mi- 
siones. 

A  partir  de  esos  reconocimien- 
tos, la  irradiación  espiritual  de 
Teresa  del  Niño  Jesús  ha  au- 
mentado en  la  Iglesia  y  se  ha 
difundido  por  todo  el  mundo. 
Muchos  institutos  de  vida 
consagrada  y  movimientos 
eclesiales,  especialmente  en 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


477 


las  Iglesias  jóvenes,  la  han  ele- 
gido como  patrona  y  maestra, 
inspirándose  en  su  doctrina 
espiritual.  Su  mensaje,  a  me- 
nudo sintetizado  en  el  así  lla- 
mado «caminito»,  que  no  es 
más  que  el  camino  evangélico 
de  la  santidad  para  todos,  ha 
sido  objeto  de  estudio  por  par- 
te de  teólogos  y  autores  de  es- 
piritualidad. Se  han  construi- 
do y  dedicado  al  Señor,  bajo  el 
patrocinio  de  la  santa  de  Li- 
sieux,  catedrales,  basílicas, 
santuarios  e  iglesias  en  todo  el 
mundo.  La  Iglesia  católica  en 
sus  diversos  ritos,  tanto  de 
Oriente  como  de  Occidente, 
celebra  su  culto.  Numerosos 
fieles  han  podido  experimen- 
tar el  poder  de  su  intercesión. 
Muchos,  llamados  al  ministe- 
rio sacerdotal  o  a  la  vida  con- 
sagrada, especialmente  en  las 
misiones  y  en  la  vida  contem- 
plativa, atribuyen  la  gracia  di- 
vina de  la  vocación  a  su  inter- 
cesión y  a  su  ejemplo. 

3.  Los  pastores  de  la  Iglesia, 
comenzando  por  mis  predece- 
sores los  Sumos  Pontífices  de 
este  siglo,  que  propusieron  su 
santidad  como  ejemplo  para 


todos,  también  han  puesto  de 
relieve  que  Teresa  es  maestra 
de  vida  espiritual  con  una 
doctrina  sencilla  y,  a  la  vez, 
profunda  que  ella  tomó  de  los 
manantiales  del  Evangelio  ba- 
jo la  guía  del  Maestro  divino  y 
luego  comunicó  a  sus  herma- 
nos y  hermanas  en  la  Iglesia 
con  amplísima  eficacia  (cf.  Ms 
B  2  v  -  3  r). 

Esta  doctrina  espiritual  nos  ha 
sido  transmitida  sobre  todo  en 
su  autobiografía  que,  tomada 
de  los  tres  manuscritos  redac- 
tados por  ella  en  los  últimos 
años  de  su  vida  y  publicada 
un  año  después  de  su  muerte 
con  el  título:  Historia  de  un  al- 
ma (Lisieux  1898),  ha  desperta- 
do extraordinario  interés  has- 
ta nuestros  días.  Esta  autobio- 
grafía, traducida,  al  igual  que 
sus  demás  escritos,  a  cerca  de 
cincuenta  lenguas,  ha  dado  a 
conocer  a  Teresa  en  todas  las 
regiones  del  mundo,  incluso 
fuera  de  la  Iglesia  católica.  A 
un  siglo  de  distancia  de  su 
muerte,  Teresa  del  Niño  Jesús 
sigue  siendo  considerada  una 
de  las  grandes  maestras  de  vi- 
da espiritual  de  nuestro  tiem- 
po. 


478 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


4.  No  es  sorprendente,  por 
tanto,  que  hayan  llegado  a  la 
Sede  apostólica  muchas  peti- 
ciones para  que  se  le  conceda 
el  título  de  Doctora  de  la  Igle- 
sia universal. 

Desde  hace  algunos  años,  y  es- 
pecialmente al  acercarse  la  ale- 
gre celebración  del  primer 
centenario  de  su  muerte,  esas 
peticiones  han  llegado  cada 
vez  en  mayor  número,  incluso 
de  parte  de  Conferencias  epis- 
copales. Además,  se  han  reali- 
zado congresos  de  estudio  y 
abundan  las  publicaciones 
que  ponen  de  relieve  el  hecho 
de  que  Teresa  del  Niño  Jesús 
posee  una  sabiduría  extraordi- 
naria y,  con  su  doctrina,  ayuda 
a  muchos  hombres  y  mujeres 
de  cualquier  condición  a  cono- 
cer y  amar  a  Jesucristo  y  su 
Evangelio. 

A  la  luz  de  estos  datos,  decidí 
encargar  un  atento  estudio  pa- 
ra saber  si  la  santa  de  Lisieux 
cumplía  los  requisitos  para 
poder  ser  declarada  Doctora 
de  la  Iglesia  universal. 

5.  En  este  marco,  me  complace 


recordar  brevemente  algunos 
momentos  de  la  vida  de  Tere- 
sa del  Niño  Jesús.  Nace  en 
Alencon  (Francia)  el  2  de  ene- 
ro de  1873.  Es  bautizada  dos 
días  más  tarde  en  la  iglesia  de 
Notre  Dame,  recibiendo  los 
nombres  de  María  Francisca 
Teresa.  Sus  padres  son  Louis 
Martín  y  Zélie  Guérin,  cuyas 
virtudes  heroicas  he  reconoci- 
do recientemente.  Después  de 
la  muerte  de  su  madre,  que 
acontece  el  28  de  agosto  de 
1877,  Teresa  se  traslada  con  to- 
da la  familia  a  la  ciudad  de  Li- 
sieux donde,  rodeada  del  afec- 
to de  su  padre  y  sus  hermanas, 
recibe  una  formación  exigente 
y,  a  la  vez,  llena  de  ternura. 

Hacia  fines  de  1879  recibe  por 
primera  vez  el  sacramento  de 
la  penitencia.  En  el  día  de  Pen- 
tecostés de  1883  recibe  la  gra- 
cia singular  de  curar  de  una 
grave  enfermedad,  por  inter- 
cesión de  Nuestra  Señora  de 
las  Victorias.  Educada  por  las 
benedictinas  de  Lisieux,  recibe 
la  primera  comunión  el  8  de 
mayo  de  1884,  después  de  una 
intensa  preparación,  coronada 
por  una  singular  experiencia 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


479 


de  la  gracia  de  la  unión  íntima 
con  Jesús.  Pocas  semanas  más 
tarde,  ell4  de  junio  del  mismo 
año,  recibe  el  sacramento  de  la 
confirmación,  con  viva  con- 
ciencia de  lo  que  implica  el 
don  del  Espíritu  Santo  en  la 
participación  personal  en  la 
gracia  de  Pentecostés.  En  la 
Navidad  de  1886  vive  una  ex- 
periencia espiritual  muy  pro- 
funda, que  describe  como  una 
«conversión  total».  Gracias  a 
ella,  supera  la  fragilidad  emo- 
tiva derivada  de  la  pérdida  de 
su  madre  e  inicia  «una  carrera 
acelerada»  por  el  camino  de  la 
perfección  (cf.  Ms  A  44  v  -  45 
v). 

Teresa  desea  abrazar  la  vida 
contemplativa,  como  sus  her- 
manas Paulina  y  María,  en  el 
Carmelo  de  Lisieux,  pero  se  lo 
impide  su  corta  edad.  Con 
ocasión  de  una  peregrinación 
a  Italia,  después  de  visitar  la 
Casa  de  Loreto  y  los  lugares 
de  la  ciudad  eterna,  en  la  au- 
diencia que  el  Papa  concede  a 
los  fieles  de  la  diócesis  de  Li- 
sieux, el  20  de  noviembre  de 
1887,  con  filial  audacia  pide  a 
León  XIII  el  permiso  para  en- 


trar en  el  Carmelo  a  la  edad  de 
15  años. 

El  9  de  abril  de  1888  entra  en  el 
Carmelo  de  Lisieux,  donde  re- 
cibe el  hábito  de  la  orden  de  la 
Virgen  el  10  de  enero  del  año 
siguiente,  y  emite  su  profesión 
religiosa  el  8  de  septiembre  de 
1890,  fiesta  de  la  Natividad  de 
la  Virgen  María.  En  el  Carme- 
lo emprende  el  camino  de  la 
perfección  trazado  por  la  ma- 
dre fundadora,  Teresa  de  Je- 
sús, con  auténtico  fervor  y  fi- 
delidad, cumpliendo  los  di- 
versos oficios  comunitarios 
que  se  le  confían.  Iluminada 
por  la  palabra  de  Dios  y  pro- 
bada de  modo  particular  por 
la  enfermedad  de  su  amadísi- 
mo padre,  Louis  Martín,  que 
muere  el  29  de  julio  de  1894, 
Teresa  se  encamina  hacia  la 
santidad,  insistiendo  en  la 
centralidad  del  amor.  Descu- 
bre y  comunica  a  las  novicias 
encomendadas  a  su  cuidado  el 
caminito  de  la  infancia  espiri- 
tual, progresando  en  el  cual 
ella  penetra  cada  vez  más  en  el 
misterio  de  la  Iglesia  y,  atraída 
por  el  amor  de  Cristo,  siente 
crecer  en  sí  misma  la  vocación 


480 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


apostólica  y  misionera,  que  la 
impulsa  a  llevar  a  todos  hacia 
el  encuentro  con  el  Esposo  di- 
vino. 

El  9  de  junio  de  1895,  en  la 
fiesta  de  la  Santísima  Trini- 
dad, se  ofrece  como  víctima  de 
holocausto  al  amor  misericor- 
dioso de  Dios.  El  3  de  abril  del 
año  siguiente,  en  la  noche  en- 
tre el  Jueves  y  el  Viernes  santo, 
tiene  una  primera  manifesta- 
ción de  la  enfermedad  que  la 
llevará  a  la  muerte.  Teresa  la 
acoge  como  la  misteriosa  visi- 
ta del  Esposo  divino.  Al  mis- 
mo tiempo,  entra  en  la  prueba 
de  la  fe,  que  durará  hasta  su 
muerte.  Al  empeorar  su  salud, 
a  partir  del  8  de  julio  de  1897, 
es  trasladada  a  la  enfermería. 
Sus  hermanas  y  otras  religio- 
sas recogen  sus  palabras, 
mientras  los  dolores  y  las 
pruebas,  sufridos  con  pacien- 
cia, se  intensifican  hasta  cul- 
minar con  la  muerte,  en  la  tar- 
de del  30  de  septiembre  de 
1897.  «Yo  no  muero;  entro  en 
la  vida»,  había  escrito  a  uno  de 
sus  hermanos  espirituales, 
don  Belliére  (Carta  244).  Sus 
últimas  palabras:  «Dios  mío, 


te  amo»,  son  el  sello  de  su 
existencia. 

6.  Teresa  del  Niño  Jesús  nos  ha 
legado  escritos  que,  con  razón, 
le  han  merecido  el  título  de 
maestra  de  vida  espiritual.  Su 
obra  principal  es  el  relato  de 
su  vida  en  los  tres  Manuscritos 
autobiográficos  (A,  B  y  C),  pu- 
blicados inicialmente  con  el  tí- 
tulo, que  pronto  se  hizo  céle- 
bre, de  Historia  de  un  alma. 

En  el  Manuscrito  A,  redactado 
a  petición  de  la  hermana  Inés 
de  Jesús,  entonces  priora  del 
monasterio,  y  entregado  a  ella 
el  21  de  enero  de  1896,  Teresa 
describe  las  etapas  de  su  expe- 
riencia religiosa:  su  infancia, 
especialmente  el  aconteci- 
miento de  su  primera  comu- 
nión y  de  la  confirmación,  y  su 
adolescencia,  hasta  el  ingreso 
en  el  Carmelo  y  su  primera 
profesión. 

El  Manuscrito  B,  redactado  du- 
rante el  retiro  espiritual  de  ese 
mismo  año,  a  petición  de  su 
hermana  María  del  Sagrado 
Corazón,  contiene  algunas  de 
las  páginas  más  hermosas,  co- 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


481 


nocidas  y  citadas  de  la  santa 
de  Lisieux.  En  ellas  se  mani- 
fiesta la  plena  madurez  de  la 
santa,  que  habla  de  su  voca- 
ción en  la  Iglesia,  Esposa  de 
Cristo  y  Madre  de  las  almas. 

El  Manuscrito  C,  redactado  en 
el  mes  de  junio  y  en  los  prime- 
ros días  de  julio  de  1897,  pocos 
meses  antes  de  su  muerte,  y 
dedicado  a  la  priora  María  de 
Gonzaga,  que  se  lo  había  pedi- 
do, completa  los  recuerdos  del 
Manuscrito  A  sobre  su  vida  en 
el  Carmelo.  Estas  páginas  re- 
velan la  sabiduría  sobrenatu- 
ral de  la  autora.  Teresa  narra 
algunas  experiencias  elevadí- 
simas  de  este  período  final  de 
su  vida.  Dedica  páginas  con- 
movedoras a  la  prueba  de  la 
fe:  una  gracia  de  purificación 
que  la  sumerge  en  una  larga  y 
dolorosa  noche  oscura,  ilumi- 
nada por  su  confianza  en  el 
amor  misericordioso  y  pater- 
nal de  Dios.  Una  vez  más,  y 
sin  repetirse,  Teresa  hace  bri- 
llar la  resplandeciente  luz  del 
Evangelio.  Aquí  encontramos 
las  páginas  más  hermosas,  de- 
dicadas al  abandono  confiado 
en  las  manos  de  Dios,  a  la  uni- 


dad entre  el  amor  a  Dios  y  el 
amor  al  prójimo,  y  a  su  voca- 
ción misionera  en  la  Iglesia. 

Teresa,  en  estos  tres  manuscri- 
tos diversos,  que  coinciden  en 
una  unidad  temática  y  en  una 
progresiva  descripción  de  su 
vida  y  de  su  camino  espiritual, 
nos  ha  entregado  una  original 
autobiografía,  que  es  la  histo- 
ria de  su  alma.  En  ella  se  pone 
claramente  de  manifiesto  que 
en  su  existencia  Dios  ofrece  al 
mundo  un  mensaje  preciso,  al 
señalar  un  camino  evangélico, 
el  «caminito»,  que  todos  pue- 
den recorrer,  porque  todos  es- 
tán llamados  a  la  santidad. 

En  sus  266  Cartas  que  conser- 
vamos, dirigidas  a  familiares, 
a  religiosas  y  a  los  «herma- 
nos» misioneros,  Teresa  comu- 
nica su  sabiduría,  desarrollan- 
do una  doctrina  que  constitu- 
ye de  hecho  un  profundo  ejer- 
cicio de  dirección  espiritual  de 
almas. 

Forman  parte  de  sus  escritos 
también  54  Poesías,  algunas  de 
las  cuales  entrañan  gran  pro- 
fundidad teológica  y  espiri- 


82 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


tual,  inspiradas  en  la  sagrada 
Escritura.  Entre  ellas  merecen 
especial  mención  «Vivir  de 
amor»  (Poesías,  17)  y  «Por  qué 
te  amo,  María»  (Poesías,  54), 
síntesis  original  del  camino  de 
la  Virgen  María  según  el  evan- 
gelio. A  esta  producción  hay 
que  añadir  8  Recreaciones  pia- 
dosas: composiciones  poéticas 
y  teatrales,  ideadas  y  repre- 
sentadas por  la  Santa  para  su 
comunidad  con  ocasión  de  al- 
gunas fiestas  según  la  tradi- 
ción del  Carmelo.  Entre  los  de- 
más escritos,  conviene  recor- 
dar una  serie  de  21  Oraciones  y 
la  colección  de  sus  palabras 
pronunciadas  durante  los  últi- 
mos meses  de  vida.  Esas  pala- 
bras, de  las  que  se  conservan 
varias  redacciones,  son  cono- 
cidas como  Novissima  verba  o 
Ultimas  conversaciones. 

7.  El  análisis  esmerado  de  los 
escritos  de  santa  Teresa  del  Ni- 
ño Jesús,  y  la  resonancia  que 
han  tenido  en  la  Iglesia,  per- 
miten descubrir  los  aspectos 
principales  de  la  «doctrina 
eminente»,  que  constituye  el 
elemento  fundamental  en  el 
que  se  basa  la  atribución  del 


título  de  Doctora  de  la  Iglesia. 

Ante  todo,  se  constata  la  exis- 
tencia de  un  particular  carisma 
de  sabiduría.  En  efecto,  esta  jo- 
ven carmelita,  sin  una  especial 
preparación  teológica,  pero 
iluminada  por  la  luz  del  Evan- 
gelio, se  siente  instruida  por  el 
Maestro  divino  que,  como  ella 
dice,  es  «el  Doctor  de  los  doc- 
tores» (Ms  A  83  v),  el  cual  le 
comunica  las  «enseñanzas  di- 
vinas» (Ms  B  1  r).  Siente  que 
en  ella  se  han  cumplido  las  pa- 
labras de  la  Escritura:  «El  que 
sea  sencillo,  venga  a  mí...;  al 
pequeño  se  le  concede  la  mise- 
ricordia» (Ms  B  1  v;  cf.  Pr  9,  4; 
SB  6,  6)  y  sabe  que  ha  sido  ins- 
truida en  la  ciencia  del  amor, 
oculta  a  los  sabios  y  a  los  inte- 
ligentes, que  el  Maestro  divino 
se  ha  dignado  revelarle  a  ella, 
como  a  los  pequeños  (cf.  Ms  A 
49  r;  Le  10,  21-22). 

Pío  XI,  que  consideró  a  Teresa 
de  Lisieux  como  «estrella  de 
su  pontificado»,  no  dudó  en 
afirmar  en  la  homilía  del  día 
de  su  canonización,  el  17  de 
mayo  del  año  1925:  «El  Espíri- 
tu de  la  verdad  le  abrió  y  ma- 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


nifestó  las  verdades  que  suele 
ocultar  a  los  sabios  e  inteligen- 
tes y  revelar  a  los  pequeños, 
pues  ella,  como  atestigua 
nuestro  inmediato  predecesor, 
destacó  tanto  en  la  ciencia  de 
las  cosas  sobrenaturales,  que 
señaló  a  los  demás  el  camino 
cierto  de  la  salvación»  (AAS 
17  [1925]  p.  213). 

Su  enseñanza  no  solo  es  acor- 
de con  la  Escritura  y  la  fe  cató- 
lica, sino  que  también  resalta 
por  la  profundidad  y  la  síntesis 
sapiencial  lograda.  Su  doctrina 
es,  a  la  vez,  una  profesión  de 
la  fe  de  la  Iglesia,  una  expe- 
riencia del  misterio  cristiano  y 
un  camino  hacia  la  santidad. 
Teresa  ofrece  una  síntesis  ma- 
dura de  la  espiritualidad  cris- 
tiana: une  la  teología  y  la  vida 
espiritual,  se  expresa  con  vi- 
gor y  autoridad,  con  gran  ca- 
pacidad de  persuasión  y  de 
comunicación,  como  lo  de- 
muestra la  aceptación  y  la  di- 
fusión de  su  mensaje  en  el 
pueblo  de  Dios. 

La  enseñanza  de  Teresa  mani- 
fiesta con  coherencia  y  une  en 
un  conjunto  armonioso  los 


dogmas  de  la  fe  cristiana  co- 
mo doctrina  de  verdad  y  expe- 
riencia de  vida.  A  este  respec- 
to, no  conviene  olvidar  que, 
como  enseña  el  concilio  Vati- 
cano U,  la  inteligencia  del  de- 
pósito de  la  fe  transmitido  por 
los  Apóstoles  progresa  en  la 
Iglesia  bajo  la  asistencia  del 
Espíritu  Santo:  «Crece  la  com- 
prensión de  las  palabras  e  ins- 
tituciones transmitidas  cuan- 
do los  fieles  las  contemplan  y 
estudian  repasándolas  en  su 
corazón  (cf.  Le  2,  19  y  51),  y 
cuando  comprenden  interna- 
mente los  misterios  que  viven, 
cuando  las  proclaman  los 
obispos,  sucesores  de  los 
Apóstoles  en  el  carisma  de  la 
verdad»  (Dei  Verbum,  8). 

Tal  vez  en  los  escritos  de  Tere- 
sa de  Lisieux  no  encontramos, 
como  en  otros  Doctores,  una 
presentación  científicamente 
elaborada  de  las  cosas  de 
Dios,  pero  en  ellos  podemos 
descubrir  un  testimonio  ilumi- 
nado de  la  fe  que,  mientras 
acoge  con  amor  confiado  la 
condescendencia  misericor- 
diosa de  Dios  y  la  salvación  en 
Cristo,  revela  el  misterio  y  la 
santidad  de  la  Iglesia. 


8 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Así  pues,  con  razón  se  puede 
reconocer  en  la  santa  de  Li- 
sieux  el  carisma  de  Doctora  de 
la  Iglesia,  tanto  por  el  don  del 
Espíritu  Santo,  que  recibió  pa- 
ra vivir  y  expresar  su  expe- 
riencia de  fe,  como  por  su  par- 
ticular inteligencia  del  miste- 
rio de  Cristo.  En  ella  conflu- 
yen los  dones  de  la  ley  nueva, 
es  decir,  la  gracia  del  Espíritu 
Santo,  que  se  manifiesta  en  la 
fe  viva  que  actúa  por  medio 
de  la  caridad  (cf.  santo  Tomás 
de  Aquino,  Summa  Theol.  ITI, 
q,  106,  art.  l;q.  108,  art.  1). 

Podemos  aplicar  a  Teresa  de 
Lisieux  lo  que  dijo  mi  predece- 
sor Pablo  VI  de  otra  joven  san- 
ta, Doctora  de  la  Iglesia,  Cata- 
lina de  Siena:  «Lo  que  más  im- 
presiona en  esta  santa  es  la  sa- 
biduría infusa,  es  decir,  la  lúci- 
da, profunda  y  arrebatadora 
asimilación  de  las  verdades 
divinas  y  de  los  misterios  de  la 
fe  (...):  una  asimilación  favore- 
cida, ciertamente,  por  dotes 
naturales  singularísimas,  pero 
evidentemente  prodigiosa,  de- 
bida a  un  carisma  de  sabiduría 
del  Espíritu  Santo»  (AAS  62 
[1970]  p.  675). 


8.  Con  su  peculiar  doctrina  y 
su  estilo  inconfundible,  Teresa 
se  presenta  como  una  auténtica 
maestra  de  la  fe  y  de  la  vida  cris- 
tiana. Por  sus  escritos,  al  igual 
que  por  las  afirmaciones  de 
los  Santos  Padres,  pasa  la  vivi- 
ficante linfa  de  la  tradición  ca- 
tólica, cuyas  riquezas,  como 
atestigua  también  el  concilio 
Vaticano  II,  «van  pasando  a  la 
práctica  y  a  la  vida  de  la  Igle- 
sia que  cree  y  ora»  (Dei  Ver- 
bum,  8). 

La  doctrina  de  Teresa  de  Li- 
sieux, si  se  analiza  en  su  géne- 
ro literario,  correspondiente  a 
su  educación  y  a  su  cultura,  y 
si  se  estudia  a  la  luz  de  las  par- 
ticulares circunstancias  de  su 
época,  coincide  de  modo  pro- 
videncial con  la  más  genuina 
tradición  de  la  Iglesia,  tanto 
por  la  profesión  de  la  fe  católi- 
ca como  por  la  promoción  de 
la  más  auténtica  vida  espiri- 
tual, propuesta  a  todos  los  fie- 
les con  un  lenguaje  vivo  y  ac- 
cesible. 

Ella  ha  hecho  resplandecer  en 
nuestro  tiempo  el  atractivo  del 
Evangelio;  ha  cumplido  la  mi- 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


485 


sión  de  hacer  conocer  y  amar  a 
la  Iglesia,  Cuerpo  místico  de 
Cristo;  ha  ayudado  a  curar  las 
almas  de  los  rigores  y  de  los 
temores  de  la  doctrina  janse- 
nista, más  propensa  a  subra- 
yar la  justicia  de  Dios  que  su 
divina  misericordia.  Ha  con- 
templado y  adorado  en  la  mi- 
sericordia de  Dios  todas  las 
perfecciones  divinas,  porque 
«incluso  la  justicia  de  Dios,  y 
tal  vez  más  que  cualquier  otra 
perfección,  me  parece  revesti- 
da de  amor»  (Ms  A  83  v).  Así 
se  ha  convertido  en  una  imagi- 
nación viva  de  aquel  Dios  que, 
como  reza  la  oración  de  la 
Iglesia,  «manifiesta  especial- 
mente su  poder  con  el  perdón 
y  la  misericordia»  (cf.  Misal  ro- 
mano, oración  colecta  del  do- 
mingo XXVI  del  tiempo  ordi- 
nario). 

Aunque  Teresa  no  tiene  pro- 
piamente un  cuerpo  doctrinal, 
sus  escritos  irradian  particula- 
res fulgores  de  doctrina  que, 
como  por  un  carisma  del  Espí- 
ritu Santo,  captan  el  centro 
mismo  del  mensaje  de  la  Re- 
velación en  una  visión  origi- 
nal e  inédita,  presentando  una 


enseñanza  cualitativamente 
eminente. 

En  efecto,  el  núcleo  de  su  men- 
saje es  el  misterio  mismo  de 
Dios  Amor,  de  Dios  Trinidad, 
infinitamente  perfecto  en  sí 
mismo.  Si  la  genuina  expe- 
riencia espiritual  cristiana  de- 
be coincidir  con  las  verdades 
reveladas,  en  las  que  Dios  se 
revela  a  sí  mismo  y  manifiesta 
el  misterio  de  su  voluntad  (cf. 
Dei  Verbum  2),  es  preciso  afir- 
mar que  Teresa  experimentó  la 
revelación  divina,  llegando  a 
contemplar  las  realidades  fun- 
damentales de  nuestra  fe  en- 
cerradas en  el  misterio  de  la 
vida  trinitaria.  En  la  cima,  co- 
mo manantial  y  término,  el 
amor  misericordioso  de  las 
tres  divinas  Personas,  como 
ella  lo  expresa,  especialmente 
en  su  Acto  de  consagración  al 
Amor  misericordioso.  Por  parte 
del  sujeto,  en  la  base  se  halla  la 
experiencia  de  ser  hijos  adop- 
tivos del  Padre  en  Jesús;  ese  es 
el  sentido  más  auténtico  de  la 
infancia  espiritual,  es  decir,  la 
experiencia  de  la  filiación  di- 
vina bajo  el  impulso  del  Espí- 
ritu Santo.  También  en  la  base, 


486 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


y  ante  nosotros,  está  el  próji- 
mo, los  demás,  en  cuya  salva- 
ción debemos  colaborar  con 
Jesús  y  en  él,  con  su  mismo 
amor  misericordioso. 

Con  la  infancia  espiritual  ex- 
perimentamos que  todo  viene 
de  Dios,  a  él  vuelve  y  en  él 
permanece,  para  la  salvación 
de  todos,  en  un  misterio  de 
amor  misericordioso.  Ese  es  el 
mensaje  doctrinal  que  enseñó 
y  vivió  esta  santa. 

Como  para  los  santos  de  la 
Iglesia  de  todos  los  tiempos, 
también  para  ella,  en  su  expe- 
riencia espiritual,  el  centro  y  la 
plenitud  de  la  revelación  es 
Cristo.  Teresa  conoció  a  Jesús, 
lo  amó  y  lo  hizo  amar  con  la 
pasión  de  una  esposa.  Penetró 
en  los  misterios  de  su  infancia, 
en  las  palabras  de  su  Evange- 
lio, en  la  pasión  del  Siervo  que 
sufre,  esculpida  en  su  santa 
Faz,  en  el  esplendor  de  su 
existencia  gloriosa  y  en  su  pre- 
sencia eucarística.  Cantó  todas 
las  expresiones  de  la  caridad 
divina  de  Cristo,  como  las  pre- 
senta el  Evangelio  (cf.  Poesías, 
24  «Acuérdate,  mi  Amor»). 


Teresa  recibió  una  iluminación 
particular  sobre  la  realidad  del 
Cuerpo  místico  de  Cristo,  so- 
bre la  variedad  de  sus  caris- 
mas,  dones  del  Espíritu  Santo, 
sobre  la  fuerza  eminente  de  la 
caridad,  que  es  el  corazón  mis- 
mo de  la  Iglesia,  en  la  que  ella 
encontró  su  vocación  de  con- 
templativa y  misionera  (cf .  Ms 
B  2  r  -  3  v). 

Por  último,  entre  los  capítulos 
más  originales  de  su  ciencia 
espiritual  conviene  recordar  la 
sabia  investigación  que  Teresa 
realizó  sobre  el  misterio  y  el 
camino  de  la  Virgen  María,  lle- 
gando a  resultados  muy  cerca- 
nos a  la  doctrina  del  concilio 
Vaticano  II  en  el  capítulo  VIII 
de  la  constitución  Lumen  gen- 
tium  y  a  lo  que  yo  mismo  ex- 
puse en  mi  carta  encíclica  Re- 
demptoris  Mater,  del  25  de  mar- 
zo de  1987. 

9.  La  fuente  principal  de  su  ex- 
periencia espiritual  y  de  su  en- 
señanza es  la  palabra  de  Dios, 
en  el  Antiguo  y  en  el  Nuevo 
Testamento.  Ella  misma  lo 
confiesa,  especialmente  po- 
niendo de  relieve  su  amor 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


apasionado  al  Evangelio  (cf. 
Ms  A  83  v).  En  sus  escritos  se 
cuentan  más  de  mil  citas  bíbli- 
cas: más  de  cuatrocientas  del 
Antiguo  Testamento  y  más  de 
seiscientas  del  Nuevo. 

A  pesar  de  que  no  tenía  prepa- 
ración y  de  que  carecía  de  me- 
dios adecuados  para  el  estu- 
dio y  la  interpretación  de  los 
libros  sagrados,  Teresa  se  en- 
tregó a  la  meditación  de  la  pa- 
labra de  Dios  con  una  fe  y  un 
empeño  singulares.  Bajo  el  in- 
flujo del  Espíritu  logró,  para  sí 
y  para  los  demás,  un  profundo 
conocimiento  de  la  Revela- 
ción. Concentrándose  amoro- 
samente en  la  Escritura  — ma- 
nifestó que  le  hubiera  gustado 
conocer  el  hebreo  y  el  griego 
para  comprender  mejor  el  es- 
píritu y  la  letra  de  los  libros  sa- 
grados—  puso  de  manifiesto 
la  importancia  que  las  fuentes 
bíblicas  tienen  en  la  vida  espi- 
ritual, destacó  la  originalidad 
y  la  lozanía  del  Evangelio,  cul- 
tivó con  sobriedad  la  exégesis 
espiritual  de  la  palabra  de 
Dios,  tanto  del  Antiguo  Testa- 
mento como  del  Nuevo.  De  es- 
ta forma,  descubrió  tesoros 


ocultos,  asumiendo  palabras  y 
episodios,  a  veces  con  gran 
audacia  sobrenatural,  como 
cuando,  leyendo  los  textos  de 
san  Pablo  (cf.  1  Co  12-13),  intu- 
yó su  vocación  al  amor  (cf.  Ms 
B  3  r  -  3  v).  Iluminada  por  la 
palabra  revelada,  Teresa  escri- 
bió páginas  admirables  sobre 
la  unidad  entre  el  amor  a  Dios 
y  el  amor  al  prójimo  (cf.  Ms  C 
11  v  -  19  r)  y  se  sumergió  con 
la  oración  de  Jesús  en  la  últi- 
ma Cena,  como  expresión  de 
su  intercesión  por  la  salvación 
de  todos  (cf.  Ms  C  34  r  -  35  r). 

Su  doctrina  coincide,  como  ya 
he  dicho,  con  la  enseñanza  de 
la  Iglesia.  Ya  desde  niña,  sus 
familiares  le  enseñaron  a  par- 
ticipar en  la  oración  y  en  el 
culto  litúrgico.  Al  prepararse 
para  su  primera  confesión,  pa- 
ra su  primera  Comunión  y  pa- 
ra el  sacramento  de  la  confir- 
mación, mostró  un  amor  ex- 
traordinario a  las  verdades  de 
la  fe,  y  se  aprendió  casi  al  pie 
de  la  letra  el  Catecismo  (cf.  Ms 
A  37  r  -  37  v).  Al  final  de  su  vi- 
da, escribió  con  su  propia  san- 
gre el  Símbolo  de  los  Apósto- 
les, como  expresión  de  su  ad- 


88 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


hesión  sin  reservas  a  la  profe- 
sión de  fe. 

Teresa  no  solo  se  alimentó  con 
las  palabras  de  la  Escritura  y 
la  doctrina  de  la  Iglesia,  sino 
también,  desde  su  niñez,  con 
la  enseñanza  de  la  Imitación  de 
Cristo,  que,  como  confiesa  ella 
misma,  se  sabía  casi  de  memo- 
ria (cf.  Ms  A  47  r).  En  la  reali- 
zación de  su  vocación  carmeli- 
ta fueron  decisivos  los  textos 
espirituales  de  la  madre  fun- 
dadora, santa  Teresa  de  Jesús, 
especialmente  los  que  expli- 
can el  sentido  contemplativo  y 
eclesial  del  carisma  del  Car- 
melo teresiano  (cf.  Ms  C  33  v). 
Pero  de  modo  muy  especial 
Teresa  se  alimentó  de  la  doc- 
trina mística  de  san  Juan  de  la 
Cruz,  que  fue  su  verdadero 
maestro  espiritual  (cf.  Ms  A  83 
r).  Así  pues,  no  es  sorprenden- 
te que,  siguiendo  la  escuela  de 
estos  dos  santos,  declarados 
posteriormente  Doctores  de  la 
Iglesia,  también  ella,  óptima 
discípula,  se  haya  convertido 
en  maestra  de  vida  espiritual. 

10.  La  doctrina  espiritual  de  Te- 
resa de  Lisieux  ha  contribuido  a 


la  extensión  del  reino  de  Dios. 
Con  su  ejemplo  de  santidad, 
de  perfecta  fidelidad  a  la  Ma- 
dre Iglesia,  de  plena  comu- 
nión con  la  Sede  de  Pedro,  así 
como  con  las  particulares  gra- 
cias que  ha  obtenido  para  mu- 
chos hermanos  y  hermanas 
misioneros,  ha  prestado  un 
servicio  particular  a  la  renova- 
da proclamación  y  experiencia 
del  Evangelio  de  Cristo  y  a  la 
difusión  de  la  fe  católica  en  to- 
das las  naciones  de  la  tierra. 

No  es  necesario  insistir  mucho 
en  la  universalidad  de  la  doctrina 
teresiana  y  la  amplia  aceptación 
de  su  mensaje  durante  el  siglo 
que  ha  transcurrido  desde  su 
muerte,  pues  están  muy  bien 
documentadas  en  los  estudios 
realizados  con  vistas  a  la  con- 
cesión del  título  de  Doctora  de 
la  Iglesia  a  esta  santa. 

Reviste  particular  importan- 
cia, a  este  respecto,  el  hecho  de 
que  el  Magisterio  de  la  Iglesia 
no  solo  ha  reconocido  la  santi- 
dad de  Teresa,  sino  que  tam- 
bién ha  puesto  de  relieve  su 
sabiduría  y  su  doctrina.  Ya  Pío 
X  dijo  de  ella  que  era  «la  santa 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


489 


más  grande  de  los  tiempos 
modernos».  Acogiendo  con 
alegría  la  primera  edición  ita- 
liana de  la  Historia  de  un  alma, 
quiso  destacar  los  frutos  que 
se  obtenían  de  la  espirituali- 
dad teresiana.  Benedicto  XV, 
con  ocasión  de  la  proclama- 
ción de  la  heroicidad  de  las 
virtudes  de  la  sierva  de  Dios, 
ilustró  el  camino  de  la  infancia 
espiritual  y  alabó  la  ciencia  de 
las  realidades  divinas,  conce- 
dida por  Dios  a  Teresa,  para 
enseñar  a  los  demás  los  cami- 
nos de  la  salvación  (cf.  A  AS  13 
[1921]  pp.  449-452). 

Pío  XI,  tanto  con  motivo  de  su 
beatificación  como  de  su  cano- 
nización, quiso  exponer  y  re- 
comendar la  doctrina  de  la 
santa,  subrayando  la  particu- 
lar iluminación  divina  (Discor- 
si  di  Pió  XI,  vol.  I,  Tormo  1959, 
p.  91)  y  definiéndola  maestra 
de  vida  (cf.  A  AS  17  [1925]  pp. 
211-214).  Pío  XII,  con  ocasión 
de  la  consagración  de  la  basíli- 
ca de  Lisieux  en  el  año  1954, 
afirmó,  entre  otras  cosas,  que 
Teresa  había  penetrado  con  su 
doctrina  en  el  corazón  mismo 
del  Evangelio  (cf.  AAS  46 


[1954]  pp.  404-408).  El  carde- 
nal Angelo  Roncalli,  futuro 
Papa  Juan  XXIII,  visitó  varias 
veces  Lisieux,  especialmente 
cuando  era  nuncio  en  París. 
Durante  su  pontificado  mani- 
festó en  diversas  circunstan- 
cias su  devoción  por  la  santa  e 
ilustró  las  relaciones  entre  la 
doctrina  de  la  santa  de  Avila  y 
la  de  su  hija,  Teresa  de  Lisieux 
(Discorsi,  Messaggi,  Colloqui, 
vol.  II  [1959-1960]  pp.  771- 
772). 

Durante  la  celebración  del 
concilio  Vaticano  II,  varias  ve- 
ces los  padres  evocaron  su 
ejemplo  y  su  doctrina.  Pablo 
VI,  con  motivo  del  centenario 
de  su  nacimiento,  el  2  de  ene- 
ro de  1973,  dirigió  una  carta  al 
obispo  de  Bayeux  y  Lisieux, 
en  la  que  destacaba  el  ejemplo 
de  Teresa  en  la  búsqueda  de 
Dios,  la  proponía  como  maes- 
tra de  oración  y  de  esperanza 
teologal,  y  modelo  de  comu- 
nión con  la  Iglesia,  recomen- 
dando el  estudio  de  su  doctri- 
na a  los  maestros,  a  los  educa- 
dores, a  los  pastores  e  incluso 
a  los  teólogos  (cf.  AAS  65 
[1973]  pp.  12-15). 


490 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Yo  mismo,  en  varias  circuns- 
tancias, me  he  referido  a  la  fi- 
gura y  a  la  doctrina  de  la  san- 
ta, de  modo  especial  con  oca- 
sión de  mi  inolvidable  visita  a 
Lisieux,  el  2  de  junio  de  1980, 
cuando  quise  recordar  a  todos: 
«De  Teresa  de  Lisieux  se  pue- 
de decir  con  seguridad  que  el 
Espíritu  de  Dios  permitió  a  su 
corazón  revelar  directamente 
a  los  hombres  de  nuestro  tiem- 
po el  misterio  fundamental,  la 
realidad  del  Evangelio  (...).  El 
"caminito"  es  el  itinerario  de 
la  "infancia  espiritual".  Hay 
en  él  algo  único,  un  carácter 
propio  de  santa  Teresa  de  Li- 
sieux. En  él  se  encuentra,  al 
mismo  tiempo,  la  confirma- 
ción y  la  renovación  de  la  ver- 
dad más  fundamental  y  más 
universal.  ¿Qué  verdad  hay  en 
el  mensaje  evangélico  más 
fundamental  y  más  universal 
que  ésta:  Dios  es  nuestro  Pa- 
dre y  nosotros  somos  sus  hi- 
jos? (L'Osservatore  Romano, 
edición  en  lengua  española,  15 
de  junio  de  1980,  p.  15). 

Estas  breves  referencias  a  una 
ininterrumpida  serie  de  testi- 
monios de  los  Papas  de  este  si- 
glo sobre  la  santidad  y  la  doc- 


trina de  santa  Teresa  del  Niño 
Jesús  y  a  la  difusión  universal 
de  su  mensaje,  expresan  clara- 
mente hasta  qué  punto  la  Igle- 
sia ha  acogido,  en  sus  pastores 
y  en  sus  fieles,  la  doctrina  es- 
piritual de  esta  joven  santa. 

Signo  de  la  aceptación  eclesial 
de  la  enseñanza  de  la  Santa  es 
el  hecho  de  que  el  Magisterio 
ordinario  de  la  Iglesia  en  muchos 
documentos  ha  recurrido  a  esa 
doctrina,  especialmente  al  tra- 
tar de  la  vocación  contempla- 
tiva y  misionera,  de  la  confian- 
za en  Dios  justo  y  misericor- 
dioso, de  la  alegría  cristiana  y 
de  la  vocación  a  la  santidad. 
Lo  atestigua  la  presencia  de  su 
doctrina  en  el  reciente  Catecis- 
mo de  la  Iglesia  católica  (nn.  127, 
826,  956,  1.011,  2.011  y  2.558). 
Ella,  que  tanto  se  esforzó  por 
aprender  en  el  catecismo  las 
verdades  de  la  fe,  ha  merecido 
ser  incluida  entre  los  autores 
más  destacados  de  la  doctrina 
católica. 

Teresa  tiene  una  universalidad 
singular.  Su  persona  y  el  men- 
saje evangélico  del  "caminito" 
de  la  confianza  y  de  la  infancia 
espiritual  han  encontrado  y  si- 
guen encontrando  una  acogi- 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


da  sorprendente  en  todo  el 
mundo. 

El  influjo  de  su  mensaje  abarca 
ante  todo  a  los  hombres  y  mu- 
jeres cuya  santidad  o  virtudes 
heroicas  la  Iglesia  ha  reconoci- 
do, pastores  de  la  Iglesia,  teó- 
logos y  autores  de  espirituali- 
dad, sacerdotes  y  seminaris- 
tas, religiosos  y  religiosas,  mo- 
vimientos eclesiales  y  comuni- 
dades nuevas,  hombres  y  mu- 
jeres de  cualquier  condición  y 
de  todos  los  continentes.  A  to- 
dos Teresa  les  ofrece  su  perso- 
nal confirmación  de  que  el 
misterio  cristiano,  del  que  es 
testigo  y  apóstol  mediante  la 
oración  al  convertirse,  como 
ella  afirma  con  audacia,  en 
«apóstol  de  los  apóstoles»  (Ms 
A  56  r),  debe  tomarse  al  pie  de 
la  letra,  con  el  mayor  realismo 
posible,  porque  tiene  un  valor 
universal  en  el  tiempo  y  en  el 
espacio.  La  fuerza  de  su  men- 
saje radica  en  que  explica  de 
modo  concreto  cómo  todas  las 
promesas  de  Jesús  se  cumplen 
plenamente  en  el  creyente  que 
acoge  con  confianza  en  su  vi- 
da la  presencia  salvadora  del 
Redentor. 


11.  Todas  estas  razones  consti- 
tuyen un  claro  testimonio  de 
la  actualidad  de  la  doctrina  de 
la  santa  de  Lisieux  y  del  parti- 
cular influjo  de  su  mensaje  en 
los  hombres  y  mujeres  de 
nuestro  siglo.  Además,  concu- 
rren algunas  circunstancias 
que  hacen  aún  más  significati- 
va su  designación  como  maes- 
tra para  la  Iglesia  en  nuestro 
tiempo. 

Ante  todo,  Teresa  es  una  mujer 
que,  leyendo  el  Evangelio,  su- 
po captar  sus  riquezas  escon- 
didas con  la  forma  concreta  y 
la  profunda  resonancia  vital  y 
sapiencial  propia  del  genio  fe- 
menino. Entre  las  innumera- 
bles mujeres  santas  que  res- 
plandecen por  la  sabiduría  del 
Evangelio  ella  destaca  por  su 
universalidad. 

Teresa  es,  además,  una  contem- 
plativa. En  el  ocultamiento  de 
su  Carmelo  vivió  de  tal  modo 
la  gran  aventura  de  la  expe- 
riencia cristiana,  que  llegó  a 
conocer  la  anchura  y  la  longi- 
tud, la  altura  y  la  profundidad 
del  amor  de  Cristo  (cf.  Ef  3, 18- 
19).  Dios  quiso  que  no  perma- 
necieran ocultos  sus  secretos, 
por  eso  capacitó  a  Teresa  para 


492 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


proclamar  los  secretos  del  Rey 
(cf.  Ms  C  2  v).  Con  su  vida,  Te- 
resa da  un  testimonio  y  una 
ilustración  teológica  de  la  be- 
lleza de  la  vida  contemplativa, 
como  total  entrega  a  Cristo, 
Esposo  de  la  Iglesia,  y  como 
afirmación  viva  del  primado 
de  Dios  sobre  todas  las  cosas. 
Su  vida,  a  pesar  de  ser  oculta, 
posee  una  fecundidad  escon- 
dida para  la  difusión  del 
Evangelio  e  inunda  a  la  Iglesia 
y  al  mundo  del  buen  olor  de 
Cristo  (cf.  Carta  169,  2  v). 

Por  último,  Teresa  de  Lisieux 
es  ur\a  joven.  Alcanzó  la  madu- 
rez de  la  santidad  en  plena  ju- 
ventud (cf .  Ms  C  4  r).  Como  tal 
se  presenta  como  maestra  de 
vida  evangélica,  particular- 
mente eficaz  a  la  hora  de  ilu- 
minar las  sendas  de  los  jóve- 
nes, a  los  que  corresponde  ser 
protagonistas  y  testigos  del 
Evangelio  entre  las  nuevas  ge- 
neraciones. 

Santa  Teresa  del  Niño  Jesús  no 
solo  es,  por  su  edad,  la  Docto- 
ra más  joven  de  la  Iglesia,  sino 
también  la  más  cercana  a  no- 
sotros en  el  tiempo;  así  se  su- 
braya la  continuidad  con  la 
que  el  Espíritu  del  Señor  envía 


a  la  Iglesia  sus  mensajeros, 
hombres  y  mujeres,  como 
maestros  y  testigos  de  la  fe.  En 
efecto,  a  pesar  de  los  cambios 
que  se  producen  en  el  decurso 
de  la  historia  y  de  las  repercu- 
siones que  suelen  tener  en  la 
vida  y  en  el  pensamiento  de 
los  hombres  de  las  diversas 
épocas,  no  debemos  perder  de 
vista  la  continuidad  que  une 
entre  sí  a  los  Doctores  de  la 
Iglesia:  en  cualquier  contexto 
histórico,  siguen  siendo  testi- 
gos del  Evangelio  que  no  cam- 
bia y,  con  la  luz  y  la  fuerza  que 
les  viene  del  Espíritu,  se  hacen 
sus  mensajeros,  volviendo  a 
anunciarlo  en  su  integridad  a 
sus  contemporáneos.  Teresa  es 
maestra  para  nuestro  tiempo, 
sediento  de  palabras  vivas  y 
esenciales,  de  testimonios  he- 
roicos y  creíbles.  Por  eso,  es 
amada  y  aceptada  también 
por  hermanos  y  hermanas  de 
otras  comunidades  cristianas 
e  incluso  por  muchos  no  cris- 
tianos. 

12.  En  este  año,  en  que  se  con- 
memora el  centenario  de  la 
gloriosa  muerte  de  Teresa  del 
Niño  Jesús  y  de  la  Santa  Faz, 
mientras  nos  preparamos  para 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


493 


la  celebración  del  gran  jubileo 
del  año  2000,  habiendo  recibi- 
do numerosas  y  autorizadas 
peticiones,  especialmente  de 
muchas  Conferencias  episco- 
pales de  todo  el  mundo,  y  ha- 
biendo acogido  la  petición  ofi- 
cial, o  Supplex  Libellus,  que  me 
dirigieron  el  8  de  marzo  de 
1997  el  obispo  de  Bayeux  y  Li- 
sieux,  el  prepósito  general  de 
la  orden  de  los  Carmelitas 
Descalzos  de  la  Bienaventura- 
da Virgen  María  del  Monte 
Carmelo,  y  el  postulador  ge- 
neral de  la  misma  orden,  deci- 
dí encomendar  a  la  Congrega- 
ción para  las  causas  de  los  san- 
tos, competente  en  esta  mate- 
ria,, «después  de  haber  obteni- 
do el  parecer  de  la  Congrega- 
ción para  la  doctrina  de  la  fe, 
por  lo  que  se  refiere  a  la  doc- 
trina eminente»  (constitución 
apostólica  Pastor  bonus,  73),  el 
peculiar  estudio  de  la  causa 
para  conceder  el  título  de  Doc- 
tora a  esta  santa. 

Reunida  la  documentación  ne- 
cesaria, las  dos  citadas  Con- 
gregaciones abordaron  la 
cuestión  en  sus  respectivas 
Consultas:  la  de  la  Congrega- 
ción para  la  doctrina  de  la  fe  el 


5  de  mayo  de  1997,  por  lo  que 
atañe  a  la  «doctrina  eminen- 
te», y  la  de  la  Congregación 
para  las  causas  de  los  santos  el 
29  de  mayo  del  mismo  año, 
para  examinar  la  especial  «Po- 
sitio».  El  17  de  junio  sucesivo, 
los  cardenales  y  los  obispos 
miembros  de  esas  Congrega- 
ciones, siguiendo  un  procedi- 
miento aprobado  por  mí  para 
esa  ocasión,  se  reunieron  en 
una  Asamblea  interdicasterial 
plenaria  y  discutieron  la  Cau- 
sa, expresando  por  unanimi- 
dad un  parecer  favorable  a  la 
concesión  a  santa  Teresa  del 
Niño  Jesús  y  de  la  Santa  Faz 
del  título  de  Doctora  de  la 
Iglesia  universal.  Dicho  pare- 
cer me  fue  notificado  perso- 
nalmente por  el  señor  carde- 
nal Joseph  Ratzinger,  prefecto 
de  la  Congregación  para  la 
doctrina  de  la  fe,  y  por  monse- 
ñor Alberto  Bovone,  arzobis- 
po titular  de  Cesárea  de  Nu- 
midia,  pro-prefecto  de  la  Con- 
gregación para  las  causas  de 
los  santos. 

Teniendo  todo  eso  en  cuenta, 
el  pasado  24  de  agosto,  duran- 
te la  plegaria  del  Angelus,  en 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


presencia  de  centenares  de 
obispos  y  ante  una  inmensa 
multitud  de  jóvenes  de  todo  el 
mundo,  reunida  en  París  para 
la  XII  Jornada  mundial  de  la 
juventud,  quise  anunciar  per- 
sonalmente mi  intención  de 
proclamar  a  Teresa  del  Niño 
Jesús  y  de  la  Santa  Faz  doctora 
de  la  Iglesia  universal  con  oca- 
sión de  la  celebración  de  la 
Jornada  mundial  de  las  misio- 
nes (en  Roma). 

Hoy,  19  de  octubre  de  1997,  en 
la  plaza  de  San  Pedro,  llena  de 
fieles  procedentes  de  todo  el 
mundo,  y  en  presencia  de  nu- 
merosos cardenales,  arzobis- 
pos y  obispos,  durante  la  so- 
lemne celebración  eucarística, 
he  proclamado  Doctora  de  la 
iglesia  universal  a  Teresa  del 
Niño  Jesús  y  de  la  Santa  Faz, 
con  estas  palabras:  «Acogien- 
do los  deseos  de  gran  número 
de  hermanos  en  el  episcopado 
y  de  muchísimos  fieles  de  to- 
do el  mundo,  tras  haber  escu- 
chado el  parecer  de  la  Con- 
gregación para  las  causas  de 
los  santos  y  obtenido  el  voto 
de  la  Congregación  para  la 
doctrina  de  la  fe  en  lo  que  se 


refiere  a  la  doctrina  eminente, 
con  conocimiento  cierto  y  ma- 
dura deliberación,  en  virtud 
de  la  plena  autoridad  apostóli- 
ca, declaramos  a  santa  Teresa 
del  Niño  Jesús  y  de  la  Santa 
Faz,  virgen,  Doctora  de  la  Igle- 
sia universal.  En  el  nombre  del 
Padre  y  del  Hijo  y  del  Espíritu 
Santo». 

Realizado  ese  acto  del  modo 
debido,  establecemos  que  esta 
carta  apostólica  sea  religiosa- 
mente conservada  y  produzca 
pleno  efecto  tanto  ahora  como 
en  el  futuro;  y  que,  además, 
según  sus  disposiciones  se 
juzgue  y  se  defina  justamente, 
y  que  sea  vano  y  sin  funda- 
mento cuanto  alguien  pueda 
atentar  contra  las  mismas,  con 
cualquier  tipo  de  autoridad, 
tanto  conscientemente  como 
por  ignorancia. 

Dado  en  Roma,  junto  a  San  Pe- 
dro, bajo  el  anillo  del  Pesca- 
dor, el  día  19  del  mes  de  octu- 
bre del  año  del  Señor  1997,  vi- 
gésimo de  mi  pontificado. 

Joanncs  Paulus,  p.p.  II 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


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Mensaje  del  Santo  Padre  con  motivo  de  la 
Jornada  Mundial  del  Enfermo 

Febrero  11  de  1998 

¡Amadísimos  Hermanos  y  Hermanas! 

1.  La  celebración  de  la  próxima  Jornada  Mundial  del  Enfermo,  el 
11  de  febrero  de  1998,  tendrá  lugar  en  el  Santuario  de  Loreto.  Al 
recordar  el  momento  en  el  que  el  Verbo  se  hizo  carne  en  el  seno 
de  la  Virgen  María  por  obra  del  Espíritu  Santo,  el  lugar  que  ha 
sido  elegido  nos  invita  a  fijar  nuestra  mirada  en  el  misterio  de  la 
Encarnación. 

En  mis  varias  visitas  a  este  "primer  Santuario  de  alcance  inter- 
nacional dedicado  a  la  Virgen  y,  que  durante  muchos  siglos  ha 
sido  el  verdadero  corazón  mariano  de  la  cristiandad"  (Carta  a 
Mons.  Pasquele  Macchi,  Delegado  Pontificio  para  el  Santuario  de 
Loreto,  15  de  agosto  de  1993),  siempre  he  sentido  la  cercanía  es- 
pecial de  los  numerosos  y  confiados  enfermos  que  aquí  acuden. 
"¿Dónde  podrían  ser  mejor  acogidos  que  en  la  casa  de  Aquella 
que  las  "letanías  lauretanas"  nos  hacen  invocar  como  "salud  de 
los  enfermos"  y  "consoladora  de  los  afligidos"?  (ibid). 

La  elección  de  Loreto  se  armoniza  bien  con  la  larga  tradición  de 
la  amorosa  atención  de  la  Iglesia  hacia  los  que  sufren  en  el  cuer- 
po y  en  el  espíritu.  Este  lugar  estimulará  la  oración  que  los  fie- 
les elevan  al  Señor  por  los  enfermos  confiando  en  la  intercesión 
de  María.  Asimismo,  esta  importante  cita  es  para  la  Comunidad 
eclesial  una  ocasión  para  detenerse  con  devoto  recogimiento  an- 
te la  Santa  Casa,  "imagen"  de  un  acontecimiento  y  de  un  miste- 
rio fundamental  cual  es  la  Encarnación  del  Verbo,  para  acoger  la 
luz  y  la  fuerza  del  Espíritu  que  transforma  el  corazón  del  hom- 
bre en  morada  de  esperanza. 


496 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


2.  "Y  El  Verbo  se  hizo  carne"  (Jn  1,14).  En  el  Santuario  de  Loreto, 
más  que  en  otros,  es  posible  advertir  el  profundo  sentido  de  es- 
tas palabras  del  evangelista  Juan.  De  las  paredes  de  la  Santa  Ca- 
sa, Jesucristo,  "Dios  con  nosotros",  nos  habla  con  especial  vigor 
sobre  el  amor  del  Padre  (cfr.  Jn  3, 16),  que  en  la  Encarnación  re- 
dentora encontró  su  más  alta  manifestación.  Buscando  al  hom- 
bre, Dios  mismo  se  ha  hecho  hombre,  estableciendo  un  puente 
entre  la  trascendencia  divina  y  la  condición  humana.  "Siendo  de 
condición  divina,  no  retuvo  ávidamente  el  ser  igual  a  Dios,  sino 
que  se  despojó  de  sí  mismo...  obedeciendo  hasta  la  muerte  de 
cruz"  (Flp.  2,  6-8).  Cristo  no  ha  venido  para  eliminar  nuestras 
penas,  sino  para  compartirlas  y,  asumiéndolas,  darles  un  valor 
salvífico:  haciéndose  partícipe  de  la  condición  humana,  con  sus 
límites  y  sus  dolores,  El  la  ha  redimido.  La  salvación  realizada 
por  El,  ya  prefigurada  en  las  curaciones  de  los  enfermos,  abre 
horizontes  de  esperanza  a  quienes  se  encuentran  en  la  difícil  esta- 
ción del  sufrimiento. 

3.  "Por  obra  del  Espíritu  Santo".  El  misterio  de  la  Encarnación  es 
obra  del  Espíritu,  que  en  la  Trinidad  es  "la  Persona-amor,  el  don 
increado...  fuente  eterna  de  toda  dádiva  que  proviene  de  Dios 
en  el  orden  de  la  creación,  el  principio  directo  y,  en  cierto  modo, 
el  sujeto  de  la  autocomunicación  de  Dios  en  el  orden  de  la  gra- 
cia" (Carta  Ene.  Dominum  et  vivificantem  44).  A  El  ha  sido  dedi- 
cado el  año  1998,  segundo  de  preparación  inmediata  al  Jubileo 
del  2.000. 

Infundido  en  nuestros  corazones,  el  Espíritu  Santo  hace  que  sin- 
tamos de  manera  inefable  al  "Dios  cercano"  que  Cristo  nos  ha 
revelado:  "La  prueba  de  que  sois  hijos  es  que  Dios  ha  enviado  a 
nuestros  corazones  el  Espíritu  de  su  Hijo  que  clama  ¡Abbá,  Pa- 
dre! (Gal.  4,  6).  El  es  el  verdadero  custodio  de  la  esperanza  de  to- 
das las  criaturas  humanas  y,  de  manera  especial,  de  aquellas  que 
"poseen  las  primicias  del  Espíritu"  y  "anhelan  la  redención  de 
su  cuerpo"  (cfr.  Rm  8,  23).  Como  proclama  la  Secuencia  litúrgi- 
ca de  la  Solemnidad  de  Pentecostés,  en  el  corazón  del  hombre  el 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


Espíritu  Santo  se  convierte  en  verdadero  "padre  de  los  pobres, 
dador  de  dones,  luz  de  los  corazones";  se  vuelve  "dulce  hués- 
ped del  alma"  que  da  "descanso"  en  la  fatiga,  "reparo"  en  el  "ca- 
lor" del  día,  "consuelo"  en  las  inquietudes,  en  las  luchas  y  peli- 
gros de  todo  tiempo.  Es  el  Espíritu  que  da  al  corazón  humano  la 
fuerza  para  afrontar  las  situaciones  difíciles  y  para  superarlas. 

4.  "En  el  seno  de  la  Virgen  María".  Al  contemplar  las  paredes  de  la 
Santa  Casa,  nos  parece  escuchar  aún  el  eco  de  las  palabras  con 
las  cuales  la  madre  del  Señor  dio  su  consentimiento  y  su  coope- 
ración en  el  proyecto  salvífico  de  Dios:  heme  aquí,  el  abandono 
generoso;  fiat,  la  sumisión  confiada.  Siendo  capacidad  pura  de 
Dios,  María  hizo  de  su  vida  una  cooperación  constante  en  la 
obra  salvífica  realizada  por  su  Hijo  Jesús. 

En  este  segundo  año  de  preparación  al  Jubileo,  debemos  con- 
templar e  imitar  a  María  "sobre  todo  como  la  mujer  dócil  a  la 
voz  del  Espíritu,  mujer  del  silencio  y  de  la  escucha,  mujer  de  es- 
peranza, que  supo  acoger  como  Abraham  la  voluntad  de  Dios 
"esperando  contra  toda  esperanza"  (Rm  4,  18)"  (Ex.  ap.  Tertio 
millennio  adveniente,  48).  Cuando  se  declaró  esclava  del  Señor,  Ma- 
ría sabía  que  se  ponía  al  servicio  de  su  amor  hacia  los  hombres. 
Mediante  su  ejemplo  Ella  nos  ayuda  a  comprender  que  la  acep- 
tación incondicional  de  la  soberanía  de  Dios  pone  al  hombre  en 
una  actitud  de  total  disponibilidad.  De  este  modo,  la  Virgen  se 
convierte  en  "modelo"  de  la  atención  vigilante  y  de  la  compa- 
sión hacia  el  que  sufre.  Después  de  haber  acogido  con  generosi- 
dad, el  mensaje  del  Angel,  tiene  un  significado  especial  el  hecho 
de  que  inmediatamente  la  Virgen  se  dirigió  para  servir  a  Isabel. 
Más  tarde,  ante  la  situación  embarazosa  de  los  esposos  en  Caná 
de  Galilea,  captará  su  petición  de  ayuda,  convirtiéndose  así  en 
el  reflejo  elocuente  del  amor  benévolo  de  Dios.  El  servicio  de  la 
Virgen  encontrará  su  manifestación  máxima  al  participar  en  el 
sufrimiento  y  en  la  muerte  de  su  Hijo  cuando,  a  los  pies  de  la 
cruz,  acogerá  la  misión  como  Madre  de  la  Iglesia. 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Contemplando  a  la  Virgen,  Salud  de  los  enfermos,  muchos  cristia- 
nos han  aprendido  a  lo  largo  de  los  siglos  a  revestir  de  ternura 
materna  su  asistencia  a  los  enfermos. 

5.  La  contemplación  del  misterio  de  la  Encarnación,  que  nos  re- 
cuerda con  tanta  inmediatez  la  Casa  de  Loreto,  hace  revivir  la  fe 
en  la  obra  salvífica  de  Dios,  que  ha  liberado  en  Cristo  al  hombre 
del  pecado  y  de  la  muerte  y  ha  abierto  el  corazón  a  la  esperanza 
de  cielos  nuevos  y  de  tierra  nueva  (cfr.  2P  3, 13).  En  un  mundo 
lacerado  por  sufrimientos,  contradicciones,  egoísmos  y  violen- 
cias, el  creyente  está  convencido  de  que  "la  creación  entera  gime 
hasta  el  presente  y  sufre  dolores  de  parto"  (Rm  8,  22)  y,  a  través 
de  la  palabra  y  de  la  vida,  asume  el  compromiso  de  ser  testigo 
de  Cristo  resucitado. 

Por  esta  razón,  en  la  exhortación  Apostólica  Tertio  millennio  ad- 
veniente he  invitado  a  los  creyentes  a  valorar  "los  signos  de  es- 
peranza presentes  en  este  final  de  siglo,  a  pesar  de  las  sombras 
que  con  frecuencia  los  esconden  a  nuestros  ojos",  y  a  poner  par- 
ticular atención  en  "los  progresos  realizados  por  la  ciencia,  por 
la  técnica  y  sobre  todo  por  la  medicina  al  servicio  de  la  vida  hu- 
mana" (n.  46).  Sin  embargo,  los  resultados  positivos  obtenidos 
para  eliminar  las  enfermedades  y  aliviar  los  sufrimientos  no  de- 
ben hacernos  olvidar  las  numerosas  situaciones  en  las  que  se  ig- 
nora y  atropella  el  valor  central  y  la  dignidad  de  la  persona  hu- 
mana, como  sucede  cuando  se  considera  la  Sanidad  en  términos 
de  lucro  y  no  de  servicio  solidario,  cuando  se  deja  sola  a  la  fami- 
lia ante  los  problemas  de  la  salud  o  cuando  las  personas  más  dé- 
biles de  la  sociedad  se  ven  obligadas  a  soportar  las  consecuen- 
cias de  un  injusta  falta  de  atención  y  de  discriminaciones. 

Con  ocasión  de  esta  Jornada  Mundial  del  Enfermo  deseo  animar  a 
la  Comunidad  eclesial  a  renovar  el  compromiso  para  transfor- 
mar la  sociedad  humana  en  una  "casa  de  esperanza",  en  colabora- 
ción con  los  creyentes  y  los  hombres  de  buena  voluntad. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


6.  Este  compromiso  requiere  que  la  Comunidad  eclesial  viva  la  co- 
munión: solo  donde  los  hombres  y  las  mujeres,  mediante  la  es- 
cucha de  la  Palabra,  la  oración  y  la  celebración  de  los  sacramen- 
tos, se  vuelven  "un  corazón  y  un  alma  sola",  se  desarrolla  la  so- 
lidaridad fraterna  y  se  progresa  compartiendo  los  bienes,  y  se 
cumple  lo  que  san  Pablo  recuerda  a  los  cristianos  de  Corinto:  "si 
sufre  un  miembro,  todos  los  demás  sufren  con  él  (1  Co  12,  26). 

La  Iglesia,  mientras  se  prepara  al  Gran  Jubileo  del  2.000,  está  lla- 
mada a  intensificar  sus  esfuerzos  para  traducir  en  proyecto  con- 
creto la  comunión  sugerida  por  las  palabras  del  Apóstol.  Las 
diócesis,  las  parroquias  y  todas  las  Comunidades  eclesiales  han 
de  hacer  lo  posible  para  presentar  los  temas  de  la  salud  y  de  la 
enfermedad  a  la  luz  del  Evangelio;  han  de  animar  la  promoción 
y  la  defensa  de  la  vida  y  de  la  dignidad  de  la  persona  humana, 
desde  su  concepción  hasta  su  fin  natural;  deben  realizar  de  ma- 
nera concreta  y  visible  la  opción  preferencial  por  los  pobres  y  los 
marginados  y,  entre  éstos,  dedicar  una  amorosa  atención  a  las 
víctimas  de  las  nuevas  enfermedades  sociales,  a  los  minusváli- 
dos,  a  los  enfermos  crónicos,  a  los  moribundos  y  a  los  que  a  cau- 
sa de  desórdenes  políticos  y  sociales  están  obligados  a  dejar  su 
tierra  y  a  vivir  en  condiciones  precarias  e  incluso  inhumanas. 

Las  comunidades  que  saben  vivir  la  auténtica  diaconía  evangéli- 
ca, viendo  en  el  pobre  y  en  el  enfermo  "a  su  Señor  y  Patrón",  son 
el  anuncio  valeroso  de  la  resurrección  y  contribuyen  a  renovar 
eficazmente  la  esperanza  "en  la  llegada  definitiva  del  Reino  de 
Dios". 

7.  Queridos  enfermos,  en  la  Comunidad  eclesial  se  os  reserva  un 
puesto  especial.  La  condición  de  sufrimiento  en  la  que  vivís  y  el 
anhelo  de  recuperar  la  salud  os  hacen  particularmente  sensibles 
al  valor  de  la  esperanza.  Confío  a  la  intercesión  de  María  vues- 
tra aspiración  al  bienestar  del  cuerpo  y  del  espíritu  y  os  exhorto 
a  iluminarla  y  a  elevarla  con  la  virtud  teologal  de  la  esperanza, 
don  de  Cristo. 


III 


500 

BOLETIN  ECLESIASTICO 

Ella  os  ayudará  para  que  otorguéis  un  significado  nuevo  al  su- 
frir, transformándolo  en  camino  de  salvación,  en  ocasión  de  evan- 
gelización  y  redención.  En  efecto,  "el  sufrir  puede  tener  también 
un  significado  positivo  para  el  hombre  y  para  la  misma  socie- 
dad, llamado  como  está  a  convertirse  en  una  forma  de  participa- 
ción en  el  sufrimiento  salvador  de  Cristo  y  en  su  alegría  de  re- 
sucitado y,  por  tanto,  una  fuerza  de  santificación  y  edificación 
de  la  Iglesia"  (Christifideles  laice,  54;  cfr.  Carta  Ene.  Salvifici  dolo- 
ris,  23).  Modelada  en  aquella  de  Cristo  y  habitada  por  el  Espíri- 
tu Santo,  vuestra  experiencia  del  dolor  proclamará  la  fuerza  vic- 
toriosa de  la  Resurrección. 

8.  Naturalmente,  la  contemplación  de  la  Santa  Casa  nos  lleva  a 
detenernos  en  la  Familia  de  Nazaret,  en  la  que  no  faltaron  las 
pruebas:  en  un  himno  litúrgico  se  le  llama  "experta  en  el  sufrir" 
(Breviario  Romano,  Oficio  de  las  Lecturas  en  la  solemnidad  de  la 
Sagrada  Familia).  Sin  embargo,  la  "santa  y  dulce  morada"  (ibid) 
vivía  también  en  la  alegría  del  más  límpido  gozo. 

Mi  deseo  es  que  de  esa  morada  llegue  a  cada  familia  humana, 
herida  por  el  sufrimiento,  el  don  de  la  serenidad  y  de  la  confian- 
za. Al  mismo  tiempo  que  invito  a  la  Comunidad  eclesial  y  civil 
a  ocuparse  de  las  difíciles  situaciones  en  las  que  se  encuentran 
muchas  familias  bajo  el  peso  impuesto  por  la  enfermedad  de  un 
pariente,  recuerdo  que  el  mandamiento  del  Señor  de  visitar  a  los 
enfermos  está  dirigido  en  primer  lugar  a  los  familiares  del  enfer- 
mo. La  asistencia  a  los  familiares  enfermos,  realizada  con  un  es- 
píritu de  amorosa  donación  de  sí  y  sostenido  por  la  fe,  por  la 
oración  y  por  los  sacramentos,  puede  transformarse  en  instru- 
mento terapéutico  insustituible  para  el  enfermo  y  ser  para  todos 
ocasión  para  descubrir  preciosos  valores  humanos  y  espiritua- 
les. 

9.  En  este  marco,  dirijo  un  pensamiento  especial  a  los  agentes  sa- 
nitarios y  de  la  pastoral  sanitaria,  a  los  profesionales  y  voluntarios, 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


501 


que  viven  continuamente  al  lado  de  las  necesidades  de  los  en- 
fermos. Deseo  animaros  para  que  mantengáis  siempre  un  eleva- 
do concepto  de  la  tarea  que  os  ha  sido  confiada  y  nunca  os  de- 
jéis abrumar  por  las  dificultades  y  las  incomprensiones. 

Estar  comprometidos  en  el  mundo  sanitario  no  solo  quiere  decir 
combatir  el  mal,  sino  sobre  todo  promover  la  calidad  de  la  vida 
humana.  Asimismo,  el  cristiano,  consciente  de  que  la  "gloria  de 
Dios  es  el  hombre  viviente",  honra  a  Dios  en  el  cuerpo  humano 
tanto  en  sus  aspectos  exaltantes  de  fuerza,  de  vitalidad  y  belle- 
za como  en  aquellos  de  fragilidad  y  de  desmoronamiento.  Pro- 
clama siempre  el  valor  trascendente  de  la  persona  humana,  cu- 
ya dignidad  permanece  intacta  no  obstante  la  experiencia  del 
dolor,  de  la  enfermedad  y  del  avanzar  de  los  años.  Gracias  a  la 
fe  en  la  victoria  de  Cristo  sobre  la  muerte,  espera  con  confianza 
en  el  momento  en  el  que  el  Señor  "transfigurará  este  miserable 
cuerpo  nuestro  en  un  cuerpo  glorioso  como  el  suyo,  en  virtud 
del  poder  que  tiene  de  someter  a  sí  todas  las  cosas"  (Flp  3,  21). 

Contrariamente  a  los  que  "no  tienen  esperanza"  (cfr.  1  Ts  4, 13), 
el  creyente  sabe  que  la  estación  del  sufrir  representa  una  ocasión 
de  vida  nueva,  de  gracia  y  de  resurrección.  Expresa  esta  certeza 
por  medio  del  compromiso  terapéutico,  la  capacidad  de  acogida 
y  de  seguimiento,  la  participación  a  la  vida  de  Cristo  comunica- 
da en  la  oración  y  en  los  sacramentos.  Ocuparse  del  enfermo  y 
del  moribundo,  ayudar  al  hombre  exterior  que  se  va  desmoronan- 
do, para  que  el  hombre  interior  se  renueve  cada  día  (cfr.  2  Co  4, 
16),  ¿no  es  quizás  cooperar  en  el  proceso  de  resurrección  que  el  Se- 
ñor ha  puesto  en  la  historia  de  los  hombres  con  el  misterio  pas- 
cual y  que  encontrará  su  plena  realización  al  final  de  los  tiem- 
pos? ¿No  es  dar  razón  de  la  esperanza  (cfr.  1  P  3, 15)  que  nos  ha 
sido  dada?  En  cada  lágrima  enjugada  está  presente  el  anuncio 
de  los  tiempos  últimos,  un  anticipo  de  la  plenitud  final  (cfr.  Ap 
21,  4  e  Is  25,  8). 

Consciente  de  esto,  la  Comunidad  cristiana  hace  todo  lo  que  es- 


iJi^  !  

■■  W¿l*yM  BOLETIN  ECLESIASTICO 


tá  a  su  alcance  para  asistir  a  los  enfermos  y  promover  la  calidad 
de  vida,  colaborando  con  todos  los  hombres  de  buena  voluntad. 
Ella  realiza  su  delicada  misión  al  servicio  del  hombre  tanto  en  la 
confrontación  respetuosa  y  firme  con  las  fuerzas  que  expresan 
diferentes  visiones  morales,  como  en  su  contribución  laboriosa 
a  la  legislación  sobre  el  ambiente,  en  el  apoyo  a  una  distribución 
equitativa  de  los  recursos  sanitarios  y  en  la  promoción  de  una 
mayor  solidaridad  entre  pueblos  ricos  y  pobres  (cfr.  Terüo  millen- 
nio  adveniente,  46). 

10.  Confío  a  María,  consoladora  de  los  afligidos,  aquellos  que 
sufren  en  el  cuerpo  y  en  el  espíritu,  al  igual  que  los  agentes  sa- 
nitarios y  todos  cuantos  generosamente  se  dedican  a  la  asisten- 
cia de  los  enfermos. 

A  Tí,  Virgen  lauretana,  confiados,  dirigimos  nuestra  mirada. 

A  Tí,  "vida,  dulzura,  esperanza  nuestra",  pedimos  la  gracia  de  saber 
esperar  el  alba  del  tercer  milenio  con  los  mismos  sentimientos  que  vi- 
braban en  tu  corazón,  mientras  esperabas  el  nacimiento  de  tu  Hijo  Je- 
sús. 

Que  tu  protección  nos  libere  del  pesimismo,  haciéndonos  entrever 
en  medio  de  la  sombras  de  nuestro  tiempo  las  huellas  luminosas  de  la 
presencia  del  Señor. 

A  tu  ternura  de  madre  confiamos  las  lágrimas,  los  suspiros  y  las  es- 
peranzas de  los  enfermos.  Te  pedimos  que  descienda,  sobre  sus  heridas, 
benéfico,  el  bálsamo  de  la  consolación  y  de  la  esperanza  y  que,  unido 
al  de  Jesús,  su  dolor  se  transforme  en  instrumento  de  redención. 

Que  tu  ejemplo  nos  guíe  para  que  nuestra  existencia  sea  una  conti- 
nua alabanza  al  amor  de  Dios.  Haz  que  seamos  atentos  a  las  necesida- 
des de  los  demás,  solícitos  para  ayudar  a  los  que  sufren,  capaces  de 
acompañar  al  que  está  solo,  constructores  de  esperanza  allí  donde  se 
consuman  los  dramas  del  hombre. 

En  cada  etapa,  alegre  o  triste,  de  nuestro  camino,  con  amor  de  ma- 
dre, muéstranos  a  "tu  Hijo  Jesús,  ¡oh  clemente,  oh  pía,  oh  dulce  Virgen 
María!.  Amén. 

En  Vaticano,  29  de  junio  de  1997,  solemnidad  de  los  Santos 
Apóstoles  Pedro  y  Pablo. 

Joannes  Paulus,  p.p.  11 


Documentos 
del  CELAM 


DCTOS.  DEL  CELAM 


505 


La  Misión  Eucarística  de  María 
en  la  Historia  de  la  Salvación 

Deseamos  exponer  el  tema  en  dos  partes  principales:  La  misión 
de  María  en  la  Historia  de  la  Salvación;  y  su  misión  específica- 
mente eucarística,  dentro  de  esa  Historia.  Así  intentamos  unir 
los  dos  grandes  motivos  de  este  Congreso  Eucarístico-Mariano. 
Nos  basaremos  en  la  mariología  de  Adriana  de  Espira  (Adrien- 
ne  von  Speyr)1,  siguiendo  la  altísima  apreciación  y  el  uso  cons- 
tante que  de  este  aporte  eclesial  ha  hecho  el  Cardenal  Urs  von 
Balthasar2  en  toda  su  obra  teológica.  El  no  había  dudado  en  afir- 
mar que  tal  aporte  era  capaz  no  solo  de  ayudar  a  revitalizar  la 
mariología,  en  gran  parte  venida  a  menos,  sino  también  de 
abrirle  nuevos  caminos  de  fecundidad3.  Uno  de  ellos  nos  pare- 
ce ser  el  de  la  meditación  sobre  la  Eucaristía,  que  permite  pro- 
yecciones importantes  sobre  la  situación  de  nuestro  catolicismo 
latinoamericano. 

1 .  María  en  la  Historia  de  la  Salvación 

Debemos  partir  del  centro  de  toda  la  Historia  de  Salvación  que 
es  la  Encarnación  de  la  Palabra  de  Dios,  del  Hijo  Eterno  del  Pa- 
dre, como  Hijo  de  María.  Ella,  con  su  palabra  humana,  con  su  Sí 


1  Cfr.  sobre  todo  sus  libros:  Magd  des  Herrn  (Johannes  Verlag,  Einsiedeln 
1948:  en  español:  La  Esclava  del  Señor.  Ediciones  Encuentro,  Madrid  1991); 
y  María  in  der  Erlósung  (Johannes  Verlag,  Einsiedeln  1979). 

2  Cfr.  sus  introducciones  a  las  dos  obras  citas  de  Adriana.  También  su  obra  so- 
bre ella:  Erster  Blick  auf  Adrienne  von  Speyr  (Johannes  Verlag,  Einsiedeln 
1968);  allí  explica  por  qué  el  punto  de  partida  de  toda  esta  teología  se  en- 
cuentra en  el  Sí  de  María  (que  es  el  principal  objeto  del  primer  libro  de 
Adriana),  como  respuesta  primigenia  a  la  Palabra  de  Dios  que  interpela  al 
hombre:  pp.  44-51. 

3  Cfr.  Introducción  a  María  in  der  Erlósung  (=MidE)  p.4. 


506 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


(Fiat),  lo  concibe  por  el  Espíritu  Santo  como  a  Redentor  de  la  hu- 
manidad entera.  En  este  centro  de  toda  la  historia  de  Dios  con 
los  hombres  están  Jesús  y  María,  el  Hijo  y  la  Madre,  indisoluble- 
mente unidos. 

1.1  La  permanente  unión  de  María  con  Jesús 

Se  trata  del  nuevo  Adán  y  de  la  nueva  Eva,  como  lo  han  dicho 
de  tantos  modos  los  Padres  de  la  Iglesia.  Jesús  y  María  constitu- 
yen el  nuevo  (el  verdadero)  principio  de  la  humanidad,  creada 
en  la  dualidad  de  varón  y  mujer.  Este  nuevo  principio  es  reden- 
tor: opera  una  redención  que  no  pretende  solo  restablecer  la 
creación  originaria,  desde  la  auténtica  realización  de  lo  humano 
en  lo  masculino  y  lo  femenino,  sino  elevarla  a  aquella  dimensión 
sobrenatural  que  es  la  meta  de  todos  los  designios  divinos  des- 
de antes  de  la  creación  del  mundo.  "Cristo  no  es  solo  el  Adán  re- 
cuperado; él  es  Dios.  María  no  es  solo  la  reintegración  de  Eva; 
ella  es  madre  de  Dios"4.  El  proyecto  original  por  el  que  Dios 
quiere  comunicarse  a  la  humanidad  se  realiza  solo  en  la  relación 
de  lo  masculino  del  Hijo  Jesús  y  de  lo  femenino  de  María,  como 
virgen,  madre  y  esposa.  Naturalmente,  al  Hijo  está  subordinada 
la  Madre  en  todos  los  niveles  y  etapas  del  proyecto. 

Desde  esta  unidad  de  Hijo  y  Madre  se  entiende  la  misión  de  Ma- 
ría a  lo  largo  de  toda  la  Historia  de  Salvación5:  el  eje  lo  constitu- 
ye la  Encarnación.  En  el  comienzo  encontramos  la  protohistoria: 


4  MidE  33  (las  traducciones  son  mías). 

5  Aquí  está,  como  dice  von  Balthasar,  "aquella  necesaria  unidad  de  Madre  e 
Hijo  -radicada  tanto  en  la  naturaleza  cuanto  en  el  orden  de  la  gracia-  que  se 
vislumbra  hasta  en  sus  más  ocultos  fundamentos:  en  el  etemo  designio  sal- 
vador del  Dios  trino,  en  el  despliegue  de  la  historia  de  salvación  antes  y 
después  de  la  encarnación  de  Cristo,  sin  perder  nunca  de  vista  lo  absoluta- 
mente concreto  de  la  relación  entre  Madre  e  Hijo,  esta  madre  y  este  hijo,  y 
la  personalidad  única,  muy  concreta  de  María"  (MidE  3). 


DCTOS.  DEL  CELAM 


507 


creación  del  mundo  y  de  la  humanidad.  Después  viene  el  tiem- 
po de  las  antiguas  alianzas,  estructurado  él  mismo  en  diversas 
etapas.  Desde  la  Encarnación,  y  como  plenitud  de  los  tiempos, 
se  desarrolla  la  vida  temporal  del  Señor,  que  culmina  en  la  "ho- 
ra" de  su  muerte  sacrificial  y  de  su  descenso  a  los  infiernos.  Si- 
guen los  cincuenta  días  desde  su  resurrección  hasta  la  ascensión 
y  la  venida  del  Espíritu.  Después  es  el  tiempo  de  la  Iglesia,  an- 
tes de  que  llegue  el  fin  de  los  tiempos.  Y  así,  a  cada  paso,  en  el 
plan  de  Dios,  están  entrelazados  Jesús  y  María. 

Ahora  bien,  para  entender  la  misión  de  María  hay  que  colocar- 
se en  el  abrirse  mismo  de  la  plenitud  de  los  tiempos,  cuando  el 
Padre  envía  su  Palabra,  que  encuentra  como  respuesta  en  el  Es- 
píritu la  Palabra  de  María,  por  la  que  ella  ofrece  todo  su  ser  fe- 
menino, alma  y  cuerpo,  para  colaborar  en  la  obra  del  Hijo  y,  an- 
te todo,  para  engendrar  humanamente  a  ese  Hijo  Eterno.  Desde 
allí  quedan  para  siempre  unidos  el  Hijo  y  la  Madre  en  la  misión 
redentora,  que  se  realiza  en  la  vida  terrena  de  Jesús,  en  su  muer- 
te y  en  su  glorificación.  Esto  explica  el  papel  que  a  María  le  re- 
conocen los  escritos  del  Nuevo  Testamento  y  la  traición  teológi- 
ca, en  la  vida  oculta  de  Jesús,  en  su  vida  pública  desde  Caná,  en 
las  menciones  y  alusiones  a  la  Madre  que  contienen  los  Evange- 
lios, hasta  que  llega  su  "hora"  al  pie  de  la  Cruz;  y  más  allá,  en  la 
comunicación  misteriosa  del  Resucitado  a  su  Madre,  en  Pente- 
costés, en  la  Asunción  a  los  cielos  y  en  la  visión  escatológica. 

Después  de  la  Ascensión  del  Hijo  y  de  la  Asunción  de  la  Madre, 
existe  entre  ellos  dos  una  unidad  consumada  que  nos  permite 
plantear,  según  Adriana  de  Espira,  el  tema  eucarístico,  propio 
de  nuestro  trabajo.  El  planteamiento  se  hace  desde  la  perspecti- 
va de  la  kenosis  de  Cristo,  en  la  que  María  está  presente,  dentro 
de  la  dialéctica  de  un  cierto  velarse  y  desvelarse,  encubrirse  y 
descubrirse,  que  atraviesa  todas  las  etapas  de  la  historia  de  sal- 
vación. "Desde  ese  punto  elevado  [del  Hijo  que  asume  a  la  Ma- 


9Km  BOLETIN  ECLESIASTICO 


dre  en  su  plena  glorificación]  podemos  caer  en  cuenta  de  que 
aquí  abajo  el  Hijo  en  cierto  modo  se  retira  [para  hacer  sitio  a  la 
Madre]:  en  una  visión  retrospectiva,  lo  vemos  retirarse  por  el  es- 
condimiento de  las  profecías;  y  hacia  adelante,  en  visión  pros- 
pectiva, por  el  escondimiento  de  la  Eucaristía  y  de  la  existencia 
de  la  Iglesia.  Y  este  retirarse  es  como  para  que  se  nos  muestre 
mejor  la  dimensión  mariana  en  el  Antiguo  Testamento  y  en  el 
Nuevo,  con  aquella  forma  particular  de  mostrase  [tan  humilde, 
tan  femenino  y  tan  corpórea]  que  posee  María,  así  en  las  profe- 
cías como  en  la  Iglesia.  ...Por  supuesto,  también  en  este  oculta- 
miento  tiene  el  Hijo  la  conducción  de  todo:  si  él  quiere  quedar 
como  latente  [latens  deitas]  en  la  perfecta  unidad  con  el  Padre  y 
con  el  Espíritu,  eso  es  para  dejar  salir  a  luz  la  dimensión  de  la 
madre  y  hacérnosla  patente.  No  podríamos  pensarla  a  ella  ni  un 
instante  sin  él;  pero  precisamente  porque  ella,  [participando  en 
la  kenosis]  en  cuanto  mujer,  gusta  tanto  de  esconderse  y  ocultar- 
se, quiere  el  Hijo  que  se  manifieste  lo  que  está  contenido  desde 
siempre  en  ese  escondimiento  de  María"6. 

Y  lo  que  allí  está  contenido  es  una  realidad  referida  a  su  cuerpo 
de  mujer  y  de  madre,  de  donde  toma  cuerpo  el  Hijo  del  Padre 
Eterno,  la  Palabra  de  Dios,  por  la  acción  del  Espíritu  Santo.  Si 
desde  la  glorificación  del  Rey  y  de  la  Reina  vemos  hacia  atrás, 
encontramos  como  una  derivación  de  la  corporeidad  femenina 
de  María:  fue  esta  feminidad  la  que  quedó  asumida  por  la  Pala- 
bra divina  en  Eva  y  en  todas  las  mujeres  investidas  de  significa- 
do profético,  dentro  de  la  anterior  historia  del  Antiguo  y  del 
Nuevo  Testamento;  y  si  desde  la  Asunción  y  la  Ascensión  ve- 
mos hacia  adelante,  también  encontraremos  una  derivación  de 
la  corporeidad  de  María  en  el  cuerpo  eucarístico  de  Jesús  Resu- 
citado, cuerpo  tomado  de  María,  que  es  también  el  cuerpo  de  su 
esposa  la  Iglesia,  de  quien  María  es  no  solo  modelo,  sino  co- 
mienzo y  perfección. 


6  MidE30. 


DCTOS.  DEL  CELAM 


509 


1.2  Relación  de  María  con  la  Redención 

¿Cómo  es  posible  que  esta  realidad  mañana  se  extienda  antes  y 
después  de  la  existencia  terrena  de  María,  a  lo  largo  de  la  histo- 
ria de  la  salvación?  Ella,  según  el  plan  del  Padre  y  por  la  obra 
del  Hijo,  es  la  pre-redimida,  la  que  actúa  de  algún  modo  ya  des- 
de el  comienzo  de  la  creación  y  seguirá  actuando  después  de  su 
Asunción  al  cielo,  aunque  en  ambos  casos  de  modo  misterioso. 
La  palabra  de  su  Sí  es  fundamental  para  toda  la  historia  de  sal- 
vación: esa  palabra  por  la  que  ella  se  hace  disponible  sin  limita- 
ción ninguna,  encerrando  toda  la  humanidad  en  su  ofrenda  a 
Dios,  plasmada  de  modo  perfecto  e  incomparable  en  su  cuerpo 
femenino.  Y  el  Hijo,  basándose  en  la  pre-redención  de  la  Madre, 
tiene  la  posibilidad  de  disponer  como  quiera  del  Sí  por  el  que 
ella  ofrece  su  existencia  femenina  en  alma  y  cuerpo;  disponer 
aun  antes  de  que  ella  nazca  (y  por  supuesto  también  después  de 
su  existencia  terrena),  más  allá  de  todo  lo  que  ella  conozca  o  pre- 
tenda explícitamente  con  su  Sí. 

En  las  figuras  femeninas  del  Antiguo  Testamento  "hay  mucho 
más  que  una  prefiguración  de  María,  porque  ella  ya  [entonces] 
está  redimida  en  todo  el  sentido  de  la  palabra,  puesto  que  exis- 
te ya  un  acto  positivo  y  concreto  [de  Dios]  que  fundamenta  su 
ser,  ser  que  por  otra  parte  co-fundamenta  el  ser  del  Hijo  sobre  la 
tierra,  de  ese  Hijo  que  realiza  toda  la  salvación,  incluida  la  de 
Adán  y  Eva.  De  prefiguración  puede  hablarse  en  cuanto  María 
es  al  mismo  tiempo  la  esposa  de  Cristo,  la  Iglesia  venidera"7, 
que  se  prefigura  en  aquellas  figuras  femeninas  del  Antiguo  Tes- 
tamento y  de  los  Evangelios. 

Hay,  pues,  un  repartirse  'corporalmente'  de  María  hacia  atrás 
por  obra  del  Hijo,  en  la  historia  salvífica  y  lo  hay  también  hacia 


7Ibidem 


510 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


adelante;  y  este  repartirse  lleva  el  sello  de  la  redención  y  del 
cuerpo  redimido:  María  es  como  el  puente  o  el  lazo  entre  la  crea- 
ción caída  y  la  redimida  (no  solo  la  creación  espiritual  sino  tam- 
bién la  corporal).  Es  un  lazo  tan  fuerte,  "que  la  redención  la  ne- 
cesita a  ella  [María]  como  colaboradora  [corred entora].  Y  pues- 
to que  la  redención  es  restablecimiento  de  la  verdadera  creatu- 
ra,  no  puede  separarse  al  ser  co-redimido  del  ser  co-creado.  Ma- 
ría solo  está  presente  [como  en  anticipo]  el  día  de  la  primera 
creación;  pero  sí  se  le  concede  ayudar  a  crear,  cada  vez  que  se 
trata  de  corregir  la  creación  caída,  levantando  de  nuevo  a  Eva. 
Para  hacerse  capaz  de  esto,  María  nació  sin  pecado  original,  fue 
concebida  en  aquella  gracia  que  poseían  Adán  y  Eva  antes  de  la 
caída,  y  también  en  aquella  gracia  que  el  Hijo  posee  y  de  la  que 
hace  participar  a  su  Madre.  Pero  para  hacerla  a  ella  colaborar 
verdaderamente  en  la  redención,  tiene  el  Hijo  que  repartir  la 
esencia  [espiritual  y  corporal]  de  María  ya  en  el  Antiguo  Testa- 
mento. El  no  quiere  solamente  actuar  por  sí  mismo  sobre  Adán, 
sino  también  por  María  sobre  Eva.  No  solo  el  varón  ha  de  ser  re- 
dentor y  redimido,  sino  también  la  mujer  será  originariamente 
redimida  y  por  tanto  corredentora.  Y  así  como  Adán  y  Eva  ha- 
bían pecado  entre  los  dos,  así  también,  en  otro  plano,  el  Hijo  y 
la  Madre  tiene  que  redimir  entre  los  dos.  Aplican  la  obra  de  re- 
dención allí  donde  sucedió  el  pecado  original.  Adán  fue  atraído 
por  Eva  hacia  el  pecado  y  María  fue  atraída  por  Cristo  a  la  re- 
dención". 

"Pero  si  Eva  fue  desobediente  por  su  propia  autonomía,  María 
en  cambio  queda  incluida  en  la  autonomía  de  la  obediencia  de 
su  Hijo.  El  Hijo  es  quien  actúa,  María  solo  consiente.  Si  el  Hijo 
es  obediente  al  Padre  hasta  la  muerte,  también  hace  recaer  sobre 
la  redención  esta  obra  de  su  obediencia.  Si  María  consiente  por 
obediencia,  esto  lo  hace  en  cuanto  el  Hijo  la  introduce  en  su  pro- 
pia obediencia,  con  un  dejar  hacer  que  entrega  al  Hijo  toda  la  ac- 
ción y  solo  en  la  pasividad  colabora  con  la  redención.  Así  tam- 


DCTOS.  DEL  CELAM 


51  1 


bién  el  morir  redentor  del  Hijo  puede  reconocerse  externamen- 
te en  su  acción  dramática,  mientras  que  el  sufrimiento  de  la  Ma- 
dre queda  oculto,  pues  ella  tiene  su  modo  de  obediencia:  aun  en 
su  co-redimir  tan  solo  dejar  hacer.  ...Lo  esencial  para  entender 
la  co-redención  de  María  es  que  el  Hijo  dispone  de  ella  en  una 
manera  divina,  mucho  más  allá  de  lo  que  haya  habido  en  la  na- 
turaleza y  en  la  conciencia  de  ella.  El  usa  el  Sí  de  ella  como  le 
place,  le  confiere  su  propio  peso  divino  para  repartirlo,  antes  y 
después,  a  través  de  los  tiempos"8. 

Esta  colaboración  típicamente  femenina  de  María,  en  la  historia 
de  salvación,  es  muy  concreta:  se  refiere  a  la  corporal  de  la  mu- 
jer, que  es  todo  concreto.  Y  "tiene  que  ver  con  el  hecho  de  que  lo 
femenino  es  más  velado  que  lo  masculino  y  que  el  varón  tiene 
que  experimentar  en  la  mujer  lo  concreto  de  su  relación  mutua. 
...  El  varón  tiene  que  saber;  la  mujer  tiene  que  ser,  para  que  el 
varón  sea,  [para  que  el  varón  sepa]  y  para  que  cumpla  su  mi- 
sión. Y  con  frecuencia  acaece  que  cuanto  más  espiritual  es  la  mi- 
sión del  varón,  tanto  más  conc/eto  y  corporal  tiene  que  ser  lo 
que  le  sucede  a  la  mujer.  ...Si  el  cristianismo  no  necesitara  de  lo 
concreto  [corporal],  María  hubiera  podido  concebir  de  algún 
modo  en  su  espíritu,  estar  preñada  en  su  espíritu  y  en  su  espíri- 
tu dar  a  luz,  llevar  también  espiritualmente  a  este  Hijo  del  Espí- 
ritu. Pero  en  realidad,  por  más  cubierta  que  estuviera  por  la 
sombra  del  espíritu,  tenía  que  llevar  y  dar  a  luz  humanamente 
al  Hijo  encarnado  como  hombre.  Tenía  que  sentir  en  su  cuerpo 
el  peso  del  niño,  sentirlo  en  sus  brazos  después  del  nacimiento. 
Hay,  pues,  un  punto  en  que  a  ella  la  encontramos  tan  carnal  co- 
mo a  Eva.  Y  si  su  carne  era  indispensablemente  necesaria  para 
formar  al  Hijo,  si  el  Hijo  se  dejó  meter  en  el  cuerpo  de  ella  por  el 
Espíritu  para  hacerse  carne  y  no  mero  producto  de  una  idea,  en- 
tonces el  tener  cuerpo  significará  siempre  para  todos  los  cristia- 


8  Ibid.  33-34. 


2 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


nos  no  solo  algo  concreto,  sino  algo  indispensablemente  necesa- 
rio para  explicar,  comprender  y  captar  el  cristianismo"9. 

Estas  últimas  consideraciones  nos  llevan  por  sí  mismas  hacia 
adelante,  después  de  la  Ascensión  y  la  Asunción,  hacia  la  visión 
de  la  Eucaristía  en  la  vida  de  la  Iglesia,  donde  el  ocultamiento 
de  Cristo  significa  un  dejar  que  salga  a  luz  esa  corporeidad  pro- 
veniente de  María  y  moldeada  por  su  feminidad,  que  lo  hace 
presente  a  él  con  su  obra  redentora. 

2.  La  misión  de  María  en  el  misterio  eucarístico 

La  presencia  del  Resucitado  en  su  Iglesia  se  da  de  manera  pri- 
maria y  plenísima  en  la  Eucaristía,  es  decir  en  su  mismo  cuerpo 
físico,  tomado  de  María,  pero  oculto  en  esa  forma  propia  de 
ocultarse,  tan  mariana,  que  encontramos  en  las  especies  alimen- 
ticias del  pan  y  del  vino.  Se  trata  además  de  su  cuerpo  físico  que 
es  cabeza  de  su  cuerpo  místico,  y  esta  cabeza  se  oculta  en  cierto 
modo  dentro  de  la  totalidad  de  un  cuerpo  invisible,  el  de  la  Igle- 
sia, del  que  María  es  plenitud  y  modelo.  Por  otra  parte  debemos 
considerar  el  acto  de  la  celebración  eucarística  como  memorial 
del  sacrificio  de  Cristo,  que  culmina  en  la  comunión:  acciones 
éstas  con  que  la  Iglesia  reproduce  en  el  misterio  (=en  el  oculta- 
miento) esa  acción  corredentora  de  María,  a  la  que  hemos  aludi- 
do más  arriba. 

2.1  Ave  verum  corpus  natum  ex  María  Virgine 

"Hágase  en  mí  según  tu  palabra":  esta  fue  la  palabra  de  María, 
su  Fiat  incondicional  a  la  Palabra  de  Dios  que  el  ángel  le  anun- 
ciaba, a  esa  Palabra  que  existía  desde  el  principio  en  Dios.  La  Pa- 
labra se  hace  carne  en  ella,  pero  ella  a  su  vez  lleva  esta  encarna- 


9   Ibid.  34-35. 


DCTOS.  DEL  CELAM 


513 


ción  de  la  Palabra  divina  en  su  propia  palabra  humana,  en  su 
Fiat,  como  palabra  de  su  carne  virginal  puesta  al  servicio  del  Hi- 
jo. Al  pronunciar  María  esta  palabra  por  obra  del  Espíritu,  la 
unió  para  siempre  -corporal  y  espiritualmente-  a  la  palabra  es- 
piritual y  corporal  del  Hijo.  María  quedó  unida  con  el  Hijo  divi- 
no en  la  unidad  de  una  existencia  terrenal,  que  no  podía  perma- 
necer en  la  transitoriedad.  Por  eso,  cuando  el  Hijo  volvió  al  cie- 
lo, no  dejó  sola  a  su  Madre:  la  llevó  consigo  para  que  siguiera  vi- 
viendo con  la  palabra  Fiat  dentro  de  sí  misma,  esa  palabra  que 
ahora  actúa,  corporal  y  espiritualmente,  como  y  cuando  el  Hijo- 
Palabra  lo  quiere10. 

La  unidad  consumada  entre  el  Hijo  y  la  Madre,  de  que  estamos 
hablando,  es  indisoluble;  y  se  da  en  el  espíritu  y  en  la  carne.  El 
Hijo  nunca  se  desligará  de  su  Madre,  tampoco  en  relación  con 
su  propio  cuerpo.  Así  pues,  cuando  en  la  eucaristía  regala  él  su 
carne  y  su  sangre,  se  trata  entonces  de  su  cuerpo  glorioso,  pero 
es  el  mismo  cuerpo  que  recibió  de  su  Madre  y  que  por  ella  fue 
gestado,  formado  y  alimentado,  ese  cuerpo  concebido  por  ella 
del  Espíritu  Santo  para  entregarlo  a  la  humanidad.  La  eucaristía 
siempre  será  una  conmemoración  del  Fiat,  de  la  palabra  de  la 
Madre  y  de  su  gesta  al  Hijo,  porque  en  la  carne  de  él  siempre  es- 
tará la  impronta  de  la  carne  de  ella11. 

Pero  hay  más  en  este  misterio:  Así  como  el  Hijo,  por  su  encarna- 
ción, no  se  desvincula  del  Padre  y  del  Espíritu  en  la  unidad  de 
la  Trinidad,  así  tampoco,  de  manera  análoga,  podrá  nunca  des- 
vincularse de  la  humanidad  a  la  que  por  su  encarnación  se  ha 
unido:  a  esa  humanidad  constituida  — desde  luego-  por  la  'carne 
de  pecado',  pero  también  y  sobre  todo  por  la  carne  inmaculada  de 
María.  Y  lo  que  decimos  de  la  naturaleza  humana  y  divina  de 


lOCfr.  ibid.60 
11  Cfr.  ibid.  60-61 


514 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Cristo,  vale  también  en  el  misterio  de  su  presencia  y  acción  eu- 
carística.  También  ésta  permanece  como  en  el  medio  de  la  hu- 
manidad, indisolublemente  vinculada  con  María,  por  una  parte, 
y  con  los  pecadores,  por  otra12. 

El  fundamento  de  esta  doble  vinculación  es  el  mismo:  la  miste- 
riosa necesidad  de  que  el  Hijo  haga  redención  de  la  humanidad 
asumiendo  esa  misma  carne  que  debe  quedar  redimida;  y,  por 
tanto,  la  necesidad  de  que  esta  carne  redentora  de  Jesús  sea  asu- 
mida de  María,  la  prerredimida  y  corredentora  (en  el  sentido  ya 
explicado).  Pero  después  de  la  Ascensión  del  Hijo  y  de  la  Asun- 
ción de  la  Madre,  la  carne  y  sangre  redentoras  son  cuerpo  de  co- 
mer y  beber,  cuerpo  destinado  a  ser  alimentado  para  la  vida  del 
mundo,  cuerpo  que  solo  desvela  su  corporeidad  en  lo  material 
del  símbolo  y  queda  oculto  en  la  realidad  espiritual  de  este  mis- 
mo alimento.  Y  en  este  misterioso  ocultarse  podemos  sentir  la 
humildad  de  la  carne  inmaculada  de  María,  esclava  del  Señor, 
servidora  en  la  mesa  de  los  hermanos  pecadores  del  Señor.  Por 
eso  también  podemos  sentir  aquí,  en  María,  a  la  Iglesia. 

2.2  El  cuerpo  eucarístico  de  Cristo  en  la  Iglesia-María 

Al  concebir  María  al  Hijo  de  Dios  por  su  Fiat  de  fe,  había  recibi- 
do el  Espíritu  y  se  había  dejado  cubrir  por  su  sombra.  Por  este 
acto  se  quitó  ella  la  propiedad  de  su  cuerpo,  y  la  transfirió  al  Es- 
píritu Santo,  quien  mora  en  ese  cuerpo  como  Señor.  María  dejó 
que  por  el  Espíritu  se  obrara  en  ella  la  transformación  de  la  Vir- 
gen en  Madre  virgen.  Al  dar  ella  a  luz  un  hijo,  es  éste  un  hijo  hu- 
mano, "el  hijo  del  hombre",  madurado  en  su  seno  y  nacido  de 
ella;  pero  no  por  ser  hijo  del  hombre  deja  de  ser  el  hijo  eterno  de 
Dios.  Y  por  ser  el  hijo  divino,  su  corporeidad,  al  entrar  en  con- 
tacto con  la  de  su  madre,  al  encontrase  hasta  casi  confundirse 


12  Cfr.  ibid.  61 


DCTOS.  DEL  CELAM 


5 


con  la  de  ella,  le  confiere  un  carácter  muy  particular:  el  cuerpo 
de  María  llega  a  ser  como  un  "cuerpo  de  Cristo",  en  cuanto  que 
él  se  sirve  de  ese  cuerpo  como  del  suyo  propio,  pues  ella  -por  su 
docilidad  al  Espíritu-  deja  obrar  en  sí  misma  cualquier  transfor- 
mación13. 

Este  encuentro  transformador  del  cuerpo  de  Cristo  con  el  de 
María  tiene,  como  todos  los  misterios  de  la  vida  del  Señor,  un 
valor  permanente.  Y  permanece  también  cuando  María,  por 
obra  del  Espíritu,  se  consagra  no  solo  como  Madre  del  Señor  si- 
no también  como  su  Esposa  eclesial.  Ya  en  la  encarnación  del 
Hijo,  al  ser  ella  cubierta  por  la  sombra  del  Espíritu,  había  recibi- 
do la  disposición  para  ser  Esposa,  para  encamar  la  Iglesia.  Y 
cuando  el  Hijo  ha  vuelto  al  padre,  y  el  Espíritu  desciende  sobre 
los  apóstoles  reunidos  con  ella,  recibe  la  consagración  de  su  nue- 
va misión  eclesial:  allí  empieza  lo  definitivo  de  su  ser  en  la  Igle- 
sia. 

Entonces  ella  no  es  ya  solo  un  miembro  del  cuerpo  de  Cristo  (el 
más  excelso);  llega  a  ser  también,  en  cierto  sentido,  la  corporei- 
dad íntegra  del  Señor.  Todo  esto,  por  causa  de  su  permanente 
vinculación  constitutiva  con  el  cuerpo  de  Cristo.  En  la  cruz,  es- 
te vínculo  corporal  se  había  vuelto  una  íntima  relación  corre- 
dentora;  o  mejor,  había  descubierto  ese  carácter  corredentor  que 
ya  existía  en  el  Sí,  en  el  Fiat  de  la  Madre,  y  que  era  conocido  des- 
de el  principio  por  el  Hijo,  aunque  no  lo  fuera  por  ella.  La  trans- 
formación de  la  Virgen  en  Madre  virgen,  que  pudo  realizarse  en 
su  Fiat  por  causa  de  su  fe,  conllevaba  también  la  transformación 
de  un  simple  'miembro'  de  Cristo  en  el  'cuerpo  entero  de  Cris- 
to'. Así  se  fundamenta  igualmente  su  transformación  en  cuerpo 
eclesial  de  Cristo;  y  -en  definitiva-  se  prepara  también  aquella 
transformación  en  cuerpo  eucarístico  de  Cristo  que  cada  cristia- 


13  Cfr.  ibid.  58-59 


ó 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


no  deberá  recibir,  por  participación  en  el  misterio  de  la  Madre. 
[Es  esa  transformación  a  la  que  San  Agustín  se  refiere,  hablando 
del  misterio  eucarístico:  "comemos  aquello  que  somos:  cuerpo 
de  Cristo"].  Porque,  en  realidad,  solo  por  participar  de  la  corpo- 
reidad de  Cristo  en  la  Eucaristía,  pueden  los  cristianos  llegar  a 
ser  miembros  de  Cristo,  uno  por  uno14. 

2.3  Relación  eclesial  de  María  con  el  sacerdocio 
de  los  cristianos 

Desde  su  glorificación  a  la  diestra  del  Padre  y  desde  el  envío  del 
Espíritu  Santo  prometido  a  los  apóstoles,  el  Señor  Jesús  ejerce  su 
misión  redentora  a  través  de  su  Iglesia.  La  ejerce  de  modo  cul- 
minante, como  lo  enseña  el  Concilio  Vaticano  n,  en  la  eucaristía, 
ese  misterio  de  gracia,  ese  sacramento  resumen  de  nuestra  fe, 
que  el  Señor  nos  dejó  para  hacerlo  en  memoria  suya.  Por  el  don 
de  la  eucaristía,  por  esta  acción  memorial,  reciben  los  cristianos, 
como  Iglesia,  el  participar  del  cuerpo  redentor  de  Cristo,  el  lle- 
gar a  ser  ellos  mismos  cuerpo  de  Cristo,  cuerpo  corredentor  pa- 
ra la  vida  del  mundo.  Pero  la  participación  de  los  bautizados  en 
la  eucaristía  se  da  de  acuerdo  con  la  misión  de  cada  uno  en  la 
Iglesia:  hay  una  actuación  que  compete  al  colegio  episcopal  y  a 
sus  íntimos  colaboradores,  los  presbíteros,  con  una  misión  que 
continúa  la  de  los  apóstoles;  y  hay  una  actuación  que  correspon- 
de a  la  misión  bautismal  y  crismal,  común  a  todos  los  fieles.  Con 
ambas  actuaciones  tiene  que  ver  el  papel  de  María  en  la  eucaris- 
tía, según  su  misión  de  "Madre  de  la  Iglesia". 

Desde  la  encarnación  y  de  acuerdo  con  su  ser  de  pre-redimida, 
María  era  ya  como  una  pre-Iglesia,  el  proyecto  modélico  y  la 
realización  eximia  de  lo  que  tenía  que  ser  la  Iglesia.  Era  Madre 
de  Cristo  y  empezaba  a  ser  su  Esposa  mística,  como  se  descubri- 


14  Cfr.  ibid.  59-60 


DCTOS.  DEL  CELAM 


5 


ría  en  Caná  y  se  consagraría  al  pie  de  la  Cruz.  Anunciaba  ya,  en 
cuanto  Inmaculada,  esa  Iglesia-Esposa,  sin  mancha  ni  arruga, 
comprada  con  la  sangre  del  Esposo.  Tenía,  desde  la  encarnación 
del  Hijo,  y  en  su  papel  de  Madre,  el  cargo  y  el  oficio  de  ir  encar- 
nando la  Iglesia,  como  cuerpo  y  esposa  del  Hijo  divino.  Pero 
desde  que  el  Hijo  instituye  el  colegio  apostólico  y  desde  que  el 
Padre  lo  consagra  con  el  envío  del  Espíritu,  María  pone  a  la  dis- 
posición de  los  apóstoles  este  cargo  y  oficio.  Es  lo  que  se  signifi- 
ca en  el  acontecimiento  de  Pentecostés,  cuando  los  apóstoles  re- 
ciben con  ella  el  Espíritu  Santo  para  su  nueva  misión  eclesial,  a 
través  de  la  cual  se  ejerce  la  misión  del  mismo  Señor  Jesucristo. 
No  es  que  ella  reciba  más  de  ese  Espíritu  que  cada  uno  de  los 
apóstoles;  recibe  todo  el  Espíritu,  como  cada  apóstol  lo  recibe, 
pero  no  para  ejercer  el  mismo  cargo  oficial  de  ellos,  sino  para 
servicio  del  cargo  de  todos  ellos,  que  a  su  vez  se  ordena  al  ser- 
vicio de  todo  el  mundo;  y  esto  lo  cumple  María  según  su  nueva 
misión  en  la  Iglesia,  típicamente  femenina,  de  madre  y  esposa15. 

De  acuerdo  con  esto,  el  papel  eu  caris  tico  de  María  empieza  a 
cumplirse  en  la  relación  estrecha  que  ella  tiene  con  la  actuación 
del  sacerdocio  ministerial,  que  en  la  eucaristía  representa  a  Cris- 
to en  su  función  de  cabeza  y  esposo  de  la  Iglesia.  María,  como 
mujer  en  la  Iglesia,  ha  trasladado  a  los  apóstoles  y  a  sus  suceso- 
res y  colaboradores  en  el  ministerio  el  encargo  de  ser  quien  ofre- 
ce al  Padre  la  víctima  en  el  altar  de  su  propio  cuerpo.  Ese  encar- 
go lo  tuvo  ella  como  pre-Iglesia  y  ahora  su  función  es  estar  sir- 
viendo a  los  sacerdotes  ordenados  en  la  Iglesia,  como  madre  y 
como  modelo,  y  por  cierto  con  su  don  femenino,  que  tanto  falta 
nos  hace  a  los  varones  elegidos  para  ese  ministerio. 

Por  supuesto,  también  es  modelo  de  la  acción  eucarística  que 
debe  realizar  cada  uno  de  los  demás  fieles,  y  es  en  esto  madre 


15Cfr.  ibid.  56 


518 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


para  cada  uno,  según  la  propia  condición  y  el  propio  lugar  de 
cada  uno  en  la  Iglesia.  Por  eso,  de  cada  cristiano  y  cristiana  que 
participa  en  la  acción  eucarística  plenamente,  incluyendo  la  co- 
munión sacramental  (que  es  sacramento  de  toda  otra  forma  de 
comunión  eclesial)  vale  el  siguiente  enunciado:  "Ya  que  la  Igle- 
sia es  esposa  de  Cristo,  esposa  que  salió  de  María  como  de  su  cé- 
lula original,  no  hay  ninguna  comunión  [eucarística]  en  la  Igle- 
sia que  sea  indiferente  para  la  Madre.  María  está  presente  cada 
vez  que  se  recibe  el  cuerpo  del  Señor.  Y  cada  vez  se  alegra  de 
nuevo,  puesto  que  ella  comunica  a  quien  lo  recibe  algo  de  su 
propia  manera  [materna  y  esponsal]  de  acogerlo."16 

Hay  que  resaltar  en  particular  la  vinculación  mariana  de  los  sa- 
cerdotes ministeriales  en  la  acción  eucarística,  de  acuerdo  con 
todo  lo  anterior.  María  está  estrechamente  vinculada  con  ellos: 
"lo  está  como  Madre  del  Señor,  como  servidora  del  Señor,  como 
esposa  del  Señor  y  como  modelo  original  de  la  Iglesia,  como  en- 
cargo eclesial  que  se  ha  trasladado  a  ellos,  y  también  como 
quien  hace  que  dentro  de  sí  la  semilla  del  Padre  se  convierta  en 
el  Hijo  hecho  hombre.  Por  eso  el  misterio  de  la  conversión  euca- 
rística es  muy  cercano  al  de  María. . .  Y  en  cada  comunión  del  sa- 
cerdote hay  como  el  resurgir  de  un  cierto  'encargo  oficial'  de  la 
Madre,  que  otra  vez  pasa  en  seguida  a  la  Iglesia;  ese  encargo  que 
ella  tenía  de  modo  implícito  en  la  vida  terrena  del  Señor  cuando 
representaba  sola  a  la  Iglesia  delante  de  Dios,  como  su  modelo 
original... De  suyo  debería  el  sacerdote  tener  con  María  una  re- 
lación tan  viva  como  si  recibiese  en  ese  momento  aquel  encargo 
oficial  que  ella  ha  devuelto  y  confiado  a  la  Iglesia."17 


16Ibid.62 
17Ibid.  61-62 


DCTOS.  DEL  CELAM 


5 


3.  Conclusión 

Las  consideraciones  anteriores  se  proyectan  sobre  lo  concreto  de 
nuestras  realidades  eclesiales,  también  en  la  situación  latinoa- 
mericana. Señalemos  algunas  pistas  para  terminar: 

3.1  María  está  unida  a  Cristo  indisolublemente  dentro  del  desig- 
nio salvífico  de  Dios  y  a  través  de  todas  las  etapas  de  la  historia. 
Esta  verdad  fundamental  de  nuestra  fe  católica  tiene  mucha  im- 
portancia hoy  día  cuando  con  derecho  se  reivindica  el  puesto  de 
la  mujer  en  la  sociedad  y  en  la  Iglesia.  Cristo  varón  no  redime  a 
la  humanidad  de  otra  manera  sino  asociando  esta  mujer  privile- 
giada a  su  obra  de  Redentor.  Este  es  el  valor  especial  que  tiene 
la  expresión  mariológica  de  'corredentora',  debidamente  enten- 
dida. Toda  mujer  está  llamada  a  ser,  como  María,  corredentora. 

3.2  El  culto  a  la  Santísima  Virgen  y  el  culto  a  la  eucaristía,  tan 
unidos  en  la  religiosidad  popular  de  nuestras  naciones,  tienen 
un  vínculo  esencial  en  lo  más  céntrico  del  misterio  cristiano.  Pe- 
ro es  preciso  enseñar  a  vivirlo  con  una  penetración  interior,  que 
para  nuestra  gente  es  mucho  más  accesible  desde  la  figura  con- 
creta de  María,  como  aparece  en  el  Evangelio. 

3.3  Una  clave  evangélica  muy  fecunda  para  entrar  en  lo  interior 
de  María,  y  para  tener  entrada  desde  allí  en  el  misterio  eucarís- 
tico  de  Cristo,  superando  ciertas  deficiencias  del  culto  mariano 
y  eucarístico,  es  la  palabra  del  Sí  (Fiat)  en  que  la  Madre  resumió 
todá  su  vida,  dándole  en  su  propio  cuerpo  de  mujer  sentido  de 
la  más  perfecta  entrega  de  obediencia  y  respuesta  de  fe  a  la  Pa- 
labra de  Dios  en  ella  encarnada,  y  asumiendo  una  misión  per- 
manente de  humilde  servidora  incondicional  ante  las  miserias 
de  este  mundo  tan  amado  por  el  Padre  Dios. 

3.4  La  espiritualidad  del  Sí  es  vivida  por  María  en  virtudes  con- 


520 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


cretas  de  mujer  de  su  pueblo,  muy  en  consonancia  con  el  actual 
acento  de  nuestras  culturas  en  lo  propio,  y  particularmente  en  lo 
corporal  y  femenino.  Así  se  compenetra  ella  con  el  cuerpo  de 
Cristo,  entregado  para  la  salvación  del  mundo  entero  y  viviente 
en  su  Iglesia  por  el  misterio  eucarístico.  No  hay  otra  forma  de 
hacer  la  eucaristía  como  el  Señor  nos  la  encargó,  no  hay  otra  ma- 
nera de  ser  Iglesia  levadura  del  mundo,  sino  ésta  que  pasa  por 
corporeidad  la  tangible  y  por  la  corporalidad  solidaria  en  que 
Dios  se  oculta  y  se  manifiesta. 

3.5  María  se  hace  presente  en  la  Iglesia  confundiéndose  con  el 
cuerpo  que  ella  dio  a  Cristo  y  que  sigue  creciendo  bajo  su  coo- 
peración. Comulgar  con  el  cuerpo  eucarístico  de  Cristo  implica 
someterse,  por  amor,  a  las  exigencias  limitantes  de  nuestra  con- 
dición humana,  no  solo  las  del  espacio  y  del  tiempo,  sino  sobre 
todo  las  de  la  relación  yo-tú,  nosotros- vosotros,  las  que  nacen  de 
la  existencia  ajena  y  del  rostro  de  los  más  despreciados. 

3.6  El  toque  mariano  de  la  eucaristía  nos  impulsa  a  penetrar  con 
gusto  en  la  humillación  del  Dios  encarnado  y  como  empobreci- 
do y  reducido  a  ser  alimento  de  vida  para  los  demás.  Sin  alimen- 
tarnos, como  María  y  con  María,  de  esta  humillación  y  pobreza 
de  Cristo,  no  habrá  liberación:  no  podremos  ser  redimidos  del 
pecado  personal  y  social,  ni  tener  ese  amor  preferencial  por  los 
pobres  y  humillados,  en  que  se  despliega  una  auténtica  respues- 
ta actual  de  fe  a  la  Palabra  del  Padre  y  una  obediencia  fiel  a  lo 
que  su  divina  voluntad  está  pidiéndonos  en  nuestros  días. 

+Julio  Tcrán  Dutari,  SJ 
Obispo  Auxiliar  de  Quito 
Miembro  de  la  Pontificia  Academia  Mariana  Internacional 
Cochabamba,  octubre  1997 


DCTOS.  DEL  CELAM 


52 


Mensaje  Final  del  VI  Congreso  Eucarístico 
Mariano  de  los  Países  Bolivarianos 

Muy  apreciables  hermanos  en  nuestro  Señor  Jesucristo: 

Después  de  una  larga  preparación,  hemos  finalizado  el  VI  Con- 
greso Eucarístico  Mariano  de  los  Países  Bolivarianos,  celebrado 
en  la  ciudad  de  Cochabamba  del  7  al  12  de  octubre  de  1997,  don- 
de nos  hemos  reunido  obispos,  presbíteros,  diáconos,  religiosos 
y  laicos,  representando  a  nuestras  iglesias  de  los  países  boliva- 
rianos y  de  otros  países  vecinos  y  amigos. 

Por  encargo  de  la  Conferencia  Episcopal  Boliviana,  hemos  cum- 
plido aquella  feliz  iniciativa  que  comenzó  en  Cali,  Colombia,  en 
1949,  cuando  Mons.  Luis  Adriano  Díaz  propuso  que  el  Congre- 
so Eucarístico  Nacional  que  iba  a  celebrarse  en  su  diócesis,  fue- 
se también  Bolivariano.  Esta  propuesta  fue  proseguida  en  Cara- 
cas, Venezuela  (1956),  luego  en  Quito,  Ecuador,  (1974),  más  tar- 
de en  Panamá  (1982),  a  continuación  en  Lima,  Perú  (1988)  y  que 
hoy  ha  culminado  en  Cochabamba. 

En  estos  cinco  días  enmarcados  providencialmente  entre  las  fes- 
tividades de  la  Virgen  del  Rosario  y  de  la  Virgen  del  Pilar,  he- 
mos celebrado  nuestra  fe  en  Cristo  Jesús,  el  Hijo  del  Padre  y  el 
Hijo  de  la  Virgen  María,  realmente  presente  y  actuante  en  el 
Santísimo  Sacramento  de  la  Eucaristía. 

Bajo  el  hermoso  lema:  "Con  María  compartamos  el  Pan  de  la  Vida" , 
hemos  tenido  bellísimas  celebraciones  solemnes  al  aire  libre,  con 
entusiasta  participación  de  numerosos  fieles,  que  han  mostrado 
cómo,  a  pesar  de  los  problemas  sociales  y  amenazas  contra  la  fe 
cristiana,  nuestros  pueblos  mantienen  su  fidelidad  al  Dios  de  la 
Vida  y  a  la  Iglesia  Católica. 


522 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Serán  imborrables  las  Eucaristías  de  Inauguración,  del  Corpus 
Christi,  seguido  de  la  procesión  hasta  la  Catedral,  y  de  las  Pri- 
meras Comuniones,  todas  ellas  celebradas  en  el  Estadio  Depar- 
tamental con  gran  esmero  y  fervor,  acompañadas  con  música, 
cantos,  bailes  y  barras  coreográficas  que  nos  han  ayudado  a  ele- 
var nuestro  Espíritu  al  Supremo  Hacedor. 

Han  sido  momentos  muy  gratos  las  celebraciones  sectoriales  te- 
nidas en  la  Villa  Eucarística  del  Campo  Ferial:  los  campesinos, 
las  iglesias  del  Trópico,  las  del  Altiplano,  los  dirigentes  políticos 
empresariales,  sindicales  y  profesionales,  los  enfermos  y  disca- 
pacitados, los  religiosos,  los  militares  y  las  familias. 

En  el  Simposio  Teológico  se  han  expuesto  conferencias  magis- 
trales sobre  los  misterios  de  la  Eucaristía  y  la  Virgen  María.  La 
Eucaristía  constituye  la  síntesis  y  el  centro  de  la  vida  cristiana,  a 
la  cual  nos  guía  la  Virgen  María,  honrada  como  Madre  del  Sal- 
vador, Corredentora,  Madre  de  la  Iglesia.  Bajo  la  advocación  de 
Guadalupe  sigue  brillando  en  América  Latina  como  Estrella  de 
Evangelización  y  Aurora  de  Liberación. 

El  Congreso  Eucarístico  Juvenil  ha  atraído  a  numerosos  jóvenes 
deseosos  de  fortalecer  su  fe  y  su  compromiso,  teniendo  como 
punto  central  la  vigilia  y  la  subida  al  Cristo  de  la  Concordia, 
donde  celebraron  la  Eucaristía  del  amanecer. 

A  lo  largo  de  todo  el  Congreso  se  han  desarrollado  numerosas 
celebraciones  de  Horas  Santas,  adoración  permanente  y  rezo  del 
Santo  Rosario.  También  se  ha  mantenido  una  bella  exposición 
de  la  Santísima  Virgen  en  sus  múltiples  advocaciones  que  mues- 
tran el  profundo  sentido  mariano  de  nuestros  pueblos  bolivaria- 
nos.  Asimismo  ha  habido  una  exposición  de  las  múltiples  acti- 
vidades pastorales  y  sociales  de  la  Iglesia  a  través  de  sus  institu- 
ciones, congregaciones  y  movimientos  apostólicos,  así  como 
otras  muchas  iniciativas  imposibles  de  reseñar. 


DCTOS.  DEL  CELAM 


523 


Destacamos  el  bello  gesto  simbólico  del  abrazo  de  paz  entre 
obispos  del  Ecuador  y  del  Perú  ante  el  Legado  Pontificio  para 
significar  la  unión  entre  las  Iglesias  de  ambos  países  y  el  recha- 
zo del  conflicto  bélico  para  dirimir  el  problema  fronterizo.  Espe- 
remos que  este  Congreso  sea  un  impulso  hacia  la  anhelada  inte- 
gración bolivariana  y  latinoamericana. 

Como  bello  colofón  hemos  celebrado  la  solemne  clausura  en  el 
Cerro  de  Cota,  a  los  pies  de  la  Virgen  de  Urkupiña,  a  la  que  he- 
mos invocado  como  Patrona  no  solo  de  la  integración  nacional, 
sino  también  de  la  integración  de  América  Latina. 

El  Legado  Pontificio  Extraordinario  de  Su  Santidad  Juan  Pablo 
II,  el  Cardenal  Antonio  María  Javierre,  en  nombre  de  nuestras 
iglesias,  ha  pronunciado  la  solemne  consagración  de  los  países 
bolivarianos  a  los  Sagrados  Corazones  de  Jesús  y  de  María,  jun- 
tamente con  nuestros  compromisos  de  renovación  eclesial  y  de 
transformación  social  para  construir  un  mundo  más  humano  y 
más  fraterno.  Estamos  seguros  que  esta  consagración  será  agra- 
dable a  los  ojos  de  Dios  y  nos  traerá  sus  bendiciones. 

Con  ello  creemos  haber  cumplido  en  gran  medida  el  objetivo  del 
Congreso: 

"Impulsar  la  nueva  evangelización 
de  la  Iglesia  Católica  en  los  países  bolivarianos, 
en  su  diversidad  de  pueblos  y  culturas, 
a  través  de  la  devoción  a  María, 
que  lleve  a  una  vivencia  auténtica  de  la  Eucaristía, 
de  cara  a  una  transformación  integral  de  la  sociedad 
por  los  caminos  de  la  solidaridad,  de  la  justicia  y  de  la  paz" . 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Elevamos  nuestra  acción  de  gracias  al  Señor  Jesucristo  y  a  su 
Santísima  Madre  por  el  buen  éxito  que  ha  tenido  nuestro  con- 
greso, donde  numerosos  peregrinos  hemos  celebrado  este  en- 
cuentro bajo  el  lema  con  María  compartamos  el  Pan  de  la  vida. 

Agradecemos  a  Su  Santidad  Juan  Pablo  II  el  mensaje  que  nos  ha 
enviado  a  través  de  su  Legado  Pontificio  Extraordinario,  el  Car- 
denal Antonio  María  Javierre,  quien  ha  presidido  las  celebracio- 
nes más  importantes,  iluminándonos  con  su  docta  sabiduría  es- 
piritual. Le  rogamos  transmita  nuestras  oraciones  y  deseos  a  Su 
Santidad  para  que  el  Señor  le  otorgue  su  Espíritu  de  fortaleza  y 
sabiduría  y  pueda  conducir  con  paso  firme  a  la  Iglesia  hacia  el 
nuevo  milenio. 

Damos  las  gracias  a  los  señores  cardenales,  arzobispos  y  obispos 
que  han  presidido  las  diversas  celebraciones,  así  como  a  los 
presbíteros  y  religiosos,  que  nos  han  iluminado  en  el  Simposio, 
e  igualmente  a  todos  los  participantes,  a  quienes  rogamos  trans- 
mitan en  sus  lugares  de  origen,  a  sus  familias  y  comunidades  las 
experiencias  y  las  enseñanzas  recibidas. 

Asimismo  expresamos  nuestro  agradecimiento  a  la  Conferencia 
Episcopal  Boliviana,  al  Supremo  Gobierno  de  Bolivia,  a  las  au- 
toridades departamentales  y  municipales  de  Cochabamba,  así 
como  a  tantas  otras  personas  e  instituciones,  que  generosamen- 
te han  colaborado  al  buen  éxito  del  congreso  con  sus  oraciones, 
sus  trabajos,  sus  ofrendas  de  tiempo,  de  hospedaje,  de  dinero, 
muchas  veces  en  forma  anónima  y  voluntaria.  El  Señor  miseri- 
cordioso les  recompensará  con  creces  su  generosidad. 

De  este  Congreso  han  surgido  ya  hermosas  iniciativas  en  orden 
a  la  renovación  de  nuestra  Iglesia  y  a  la  transformación  de  nues- 
tra sociedad  para  que  sea  cada  vez  más  justa  y  más  solidaria.  La 
Eucaristía,  celebrada  con  la  Virgen  María,  debe  llevarnos  a  com- 


DCTOS.  DEL  CELAM 


525 


partir  el  Pan  de  la  Vida  y  también  el  pan  de  cada  día,  para  que 
abunde  la  comida  en  nuestras  mesas  y  para  que  haya  cariño  en 
los  hogares.  Como  fruto  de  este  congreso  han  surgido  y  surgirán 
iniciativas  para  erradicar  la  pobreza,  la  injusticia,  la  corrupción, 
el  aborto,  el  narcotráfico,  el  consumo  de  drogas,  la  violencia,  la 
delincuencia  y  la  pornografía. 

Expresamos  también  nuestro  deseo  de  que  esta  serie  de  congre- 
sos eucarísticos  bolivarianos,  que  hoy  concluye,  se  continúe  en 
otra  serie  de  congresos  eucarísticos  marianos,  que  incluyan  a  to- 
dos los  países  latinoamericanos  en  una  proyección  panamerica- 
na e  iberoamericana. 

El  Congreso  Eucarístico  Mariano  ha  sido  una  excelente  inicia- 
ción al  trienio  de  preparación  al  Tercer  Milenio  Adveniente,  cen- 
trado este  año  en  la  persona  de  Jesucristo.  Seguiremos  en  este 
esfuerzo  con  la  gracia  del  Espíritu  Santo,  a  quien  celebraremos 
durante  todo  el  año  próximo,  como  preparación  del  Gran  Jubi- 
leo en  el  bimilenario  aniversario  del  nacimiento  de  Jesucristo, 
nuestro  Salvador,  Hijo  de  Dios  Padre.  A  El  sea  toda  la  gloria  y  el 
honor  por  los  siglos  de  los  siglos. 

Amén. 

Cochabamba,  octubre  12  de  1997 


+René  Fernández 
Arzobispo  de  Cochabamba 


526 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Consagración  de  los  Países  Bolivarianos  a 
los  Sagrados  Corazones  de  Jesús  y 
de  María 

Dios  de  la  vida,  de  la  justicia  y  de  la  misericordia, 
Padre  de  Nuestro  Señor  Jesucristo, 
movidos  por  vuestro  Santo  Espíritu, 
nos  presentamos  ante  Vos 
en  la  clausura  del  VI  Congreso  Eucarístico  Mariano 
Bolivariano. 

Sabemos  que  somos  indignos  de  estar  en  vuestra  presencia, 

pero  confiamos  en  vuestro  infinito  amor  y  clemencia. 
Perdonad  todos  nuestros  pecados,  idolatrías,  supersticiones, 
injusticias,  homicidios,  abortos,  infidelidades,  abusos  sexuales, 
discriminaciones  y  violaciones  de  derechos  humanos. 
Haced  que  nos  reconciliemos  en  vuestra  presencia 
y  nos  demos  un  abrazo  de  paz. 
Como  Legado  Pontificio  Extraordinario  de  Su  Santidad  Juan 

Pablo  II, 

acogiendo  el  deseo  de  mis  hermanos  en  el  episcopado 
y  de  todos  los  fieles  venidos  de  los  países  bolivarianos 
consagramos  nuestros  pueblos 
de  Bolivia,  Colombia,  Ecuador,  Panamá,  Perú  y  Venezuela, 
al  Sagrado  Corazón  de  Vuestro  Hijo  Jesucristo. 

Salvador  nuestro,  que  os  entregáis  por  nosotros 
en  la  Eucaristía, 
bendecid  y  fortaleced  nuestras  Iglesias  con  vuestro 
Santo  Espíritu, 
como  hicisteis  el  día  de  Pentecostés, 
para  que  seamos  vuestro  Pueblo  Santo  en  esta  nuestra 
América  Latina. 


DCTOS.  DEL  CELAM 


527 


Realizamos  esta  consagración  por  medio 
del  Inmaculado  Corazón  de  la  Virgen  María, 
Madre  vuestra  y  Madre  nuestra 
asociada  íntimamente  a  la  Redención. 
Santa  Virgen  María,  que,  bajo  la  advocación  de 
Nuestra  Señora  de  Guadalupe, 
habéis  querido  ser  Estrella  de  la  Evangelización  y 
Aurora  de  la  Liberación, 
acogiéndonos  bajo  vuestro  amparo  maternal  en  este 
continente  de  la  Esperanza, 
Protegednos  y  guardadnos  de  todo  peligro. 

Sagrados  Corazones  de  Jesús  y  de  María, 
Nosotros,  obispos,  sacerdotes,  religiosos  y  laicos 
nos  comprometemos  a  renovar  nuestra  comunión  eclesial, 
intensificando  nuestra  vida  espiritual  y  sacramental, 

compartiendo  el  Pan  de  la  Vida 
y  cumpliendo  fielmente  nuestras  tareas  pastorales. 

Queremos  vivir  el  amor  fraterno 
y  llevar  el  Evangelio  a  todos  los  pueblos  del  mundo. 
Os  ofrecemos  nuestras  vidas  y  anhelos, 
nuestras  familias  y  comunidades 
nuestros  hijos  en  el  seno  materno,  niños  y  jóvenes, 
nuestros  trabajadores  del  hogar,  del  campo, 
de  las  minas  y  del  mar, 
del  comercio,  de  los  servicios  y  de  la  industria, 
nuestros  enfermos,  discapacitados  y  ancianos, 
nuestros  militares  y  políticos,  empresarios,  artistas 
y  deportistas. 


También  os  presentamos  nuestra  tierra  para  que  sea  un  hogar 
acogedor  y  generoso, 
con  sus  plantas,  flores  y  frutos,  animales,  peces  y  pájaros, 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


llanuras,  valles  y  montañas,  bosques,  ríos,  lagos,  mares  y  aire. 
No  permitáis  que  el  egoísmo  individual  o  colectivo 
destruyan  la  solidaridad  entre  nosotros. 

Haced  que  trabajemos  con  valentía  y  alegría, 
para  que  erradiquemos  para  siempre  la  pobreza, 
la  corrupción,  el  narcotráfico  y  el  consumo  de  la  droga, 
el  alcoholismo,  la  violencia  y  el  abuso  sexual 
y  para  que  construyamos  una  sociedad  fraterna, 
respetando  las  diversas  etnias,  pueblos  y  culturas, 
donde  todos  tengamos  pan,  techo  y  trabajo 
y  compartamos  los  bienes  materiales, 
donde  nuestras  familias  vivan  fieles  a  su  compromiso  de  amor 
y  nuestros  niños  y  jóvenes  crezcan  sanos 
y  sean  educados  en  los  valores  humanos  y  cristianos. 

Moved  nuestros  corazones  para  que  nuestros  pueblos 
latinoamericanos, 
deponiendo  todo  sentimiento  de  hostilidad, 
nos  integremos  en  una  comunidad  internacional, 
donde  reine  la  justicia,  la  solidaridad  y  la  paz 
y  tengamos  un  tiempo  de  gracia  y  bendición 
en  la  vigilia  del  tercer  milenio  adveniente. 

Así  sea. 


Cochabamba,  octubre  12  de  1997. 


Documentos  de  la 
Conferencia 
Episcopal 
Ecuatoriana 


DCTOS.  DE  LA  CONFERENCIA  EPISCOPAL 


531 


Comunicado  de  la  Conferencia  Episcopal 
Ecuatoriana 

Como  pastores  de  la  Iglesia  Católica,  reiteramos  nuestro  dolor 
por  la  realidad  de  pobreza,  que  afecta  a  la  mayoría  de  los  ecua- 
torianos, como  consecuencia  de  la  inestabilidad  política  y  la  fal- 
ta de  objetivos  permanentes.  Se  suma  una  corriente  neoliberal 
arrolladora,  que  suprime  la  ética  en  la  vida  social,  especialmen- 
te en  la  economía,  para  ponerla  al  servicio  de  pocos. 

Desde  el  fondo  de  una  crisis  prolongada  y  multiforme,  el  país  se 
manifiesta  inquieto,  impaciente,  inclinado  a  buscar  soluciones 
por  la  vía  de  hecho;  "soluciones"  que,  por  descuidar  el  conjun- 
to, agravan  la  injusticia. 

Diariamente  constatamos  la  difusión  de  los  problemas  causados 
en  los  hogares  ecuatorianos  por  la  falta  de  fuentes  de  trabajo, 
por  el  incremento  de  los  niveles  de  pobreza,  por  los  deficientes 
servicios  públicos,  especialmente  de  educación  y  de  salud. 

No  es  posible  continuar  en  el  camino  por  el  que,  separando  los 
derechos  de  las  obligaciones,  nos  acercamos  al  caos. 

La  próxima  Asamblea  Nacional  no  puede  ofrecer  soluciones  in- 
mediatas; pero  sí  puede  y  debe  enrumbar  al  país  hacia  un  desa- 
rrollo sostenido  en  la  libertad  y  en  la  justicia  real. 

Todos  los  ecuatorianos  de  buena  voluntad  tenemos  un  aporte 
que  dar,  ante  todo,  eligiendo  con  sabiduría  popular  a  las  perso- 
nas que  juzguemos  más  capaces  de: 

Dedicarse  exclusivamente  a  la  reforma  de  la  Constitución, 
de  acuerdo  al  mandato  popular  que  le  ha  dado  origen,  sin 
entrar  en  las  pugnas  políticas  del  momento. 


532 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


-  Comprender  y  aceptar  positivamente  la  identidad  del  Ecua- 
dor, en  el  que  se  encuentran  y  complementan  diversos  pue- 
blos, culturas  y  regiones.  El  Estado  ha  de  robustecer  la  uni- 
dad; a  la  que  ciertamente  todos  tienen  el  derecho  y  el  deber 
de  contribuir  desde  su  situación  y  dinamismo  propio. 

Establecer  severos  mecanismos  para  la  erradicación  de  la  co- 
rrupción en  la  vida  pública  y  privada. 

Fundamentar  un  cuadro  legal,  nacional  e  internacionalmen- 
te  adecuado,  para  propiciar  un  crecimiento  económico  soste- 
nido, del  que  todos  puedan  ser  gestores  y  sean  beneficiarios. 
"Mayor  producción,  mejor  distribución". 

Proceder  a  profundas  reformas  en  los  servicios  públicos,  la 
seguridad  social,  el  sistema  de  educación  y  de  salud,  a  fin  de 
que  mejore  su  calidad  y  eficacia,  facilitando  la  descentraliza- 
ción y  la  participación  responsable. 

Recurrir  a  la  experiencia  de  los  pasados  errores  y  problemas, 
para  prevenir  e  impedir  las  luchas  entre  las  diversas  funcio- 
nes del  poder  público. 

Proponemos  a  los  conciudadanos  que  iniciemos  una  etapa  de 
serenidad  y  reflexión,  para  contribuir,  con  la  ayuda  de  Dios,  a  la 
formación  de  la  sociedad  que  deseamos  en  el  umbral  del  tercer 
milenio. 

Pedimos  a  todos  los  cristianos  que  recen,  como  oración  de  los 
fieles,  en  las  Misas  dominicales  de  Adviento  y  en  la  Exposición 
del  Santísimo,  la  plegaria  por  la  Patria,  que  hemos  redactado  y 
que  ponemos  en  sus  manos. 


DCTOS.  DE  LA  CONFERENCIA  EPISCOPAL 


533 


Oración  por  el  Ecuador 


Señor  Jesús,  Salvador  y  Hermano  nuestro, 
que  viniste  a  santificar  la  historia, 
a  liberarla  de  la  influencia  del  pecado  y  del  mal, 
para  que  nosotros,  tus  hermanos, 
camináramos  en  paz  hacia  la  casa  paterna, 
te  pedimos  por  nuestra  Patria,  el  Ecuador, 
consagrada  a  tu  Sagrado  Corazón. 

En  estas  vísperas  del  Tercer  Milenio  de  la  Redención, 
nos  vemos  enfrentados  ante  situaciones  duras 
que  nos  mueven  a  pedir  tu  ayuda. 


Nos  preocupa: 


obtener  la  paz  definitiva  y  justa 
con  nuestros  hermanos  peruanos, 


el  nuevo  marco  jurídico  que  nuestro  pueblo 
ha  optado  elegir, 

por  medio  de  la  Asamblea  Nacional, 

la  urgencia  de  contar  con  líderes  sabios  y  honestos 
que  sirvan  a  las  necesidades  de  todo  el  pueblo 
ecuatoriano, 

especialmente  de  los  más  pobres  y  postergados 

y  el  poder  conquistar  un  nuevo  estilo  de  convivencia 
en  el  que  sepamos  colaborar  unos  con  otros, 
valorar  lo  que  nos  une 

y  aceptar  las  diferencias  del  que  piensa  distinto. 


534 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Por  ello,  te  rogamos  que  nos  ayudes  a  convivir  en  paz, 
a  buscar  con  responsabilidad  y  decisión 
el  progreso  y  la  unidad  que  nos  fortalezca 
para  alcanzar  lo  que  tanto  necesitamos: 
la  estabilidad  material  y  espiritual  de  nuestros  hogares 
que  permita  el  desarrollo  íntegro  de  todos  tus  hijos. 

Virgen  María,  Estrella  de  la  nueva  Evangelización, 
en  este  gran  Adviento  de  la  historia, 
ayúdanos  a  seguir  a  Cristo  valientes  en  la  verdad  y  la  justicia, 
y  solidarios  con  los  que  menos  tienen; 
guía  nuestro  caminar  hacia  el  Reino  con  esperanza 
y  enséñanos  a  ser  como  tú 
personas  llenas  de  la  gracia  del  Espíritu  Santo 
y  servidores  de  nuestros  hermanos. 

Amén. 


La  Fundación  Catequística 

"LUZ  Y  VIDA" 

instalada  en  el  Interior  del  Pasaje  Arzobispal 
ofrece: 

libros  y  folletos  sobre  el  Espíritu  Santo, 
a  quien  está  dedicado  el  año  1998. 

Local  N-  13 

*R  211  451      Apartado  Postal  17-01-139 
Quito  -  Ecuador 


Documentos 
Arquidiocesanos 


I 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


537 


Homilía  en  el  25-  Aniversario 
de  la  Erección  Canónica  de  la  Parroquia 
"El  Carmelo"  de  Quito. 

Octubre  19  de  1997 

Hace  veinticinco  años,  el  19  de  octubre  de  1972,  el  señor  Carde- 
nal Pablo  Muñoz  Vega,  entonces  Arzobispo  de  Quito,  suscribió 
el  decreto  de  la  erección  canónica  de  una  nueva  parroquia  ecle- 
siástica en  el  norte  de  Quito,  la  parroquia  de  "El  Carmelo",  que 
fue  confiada  al  servicio  pastoral  de  los  Padres  Carmelitas,  que 
habían  construido  aquí  una  nueva  iglesia. 

Hoy,  19  de  octubre  de  1997,  la  comunidad  parroquial  de  El  Car- 
melo se  ha  congregado  para  celebrar  esta  Eucaristía  dominical, 
con  la  cual  solemnizamos  estas  Bodas  de  Plata  de  la  constitución 
de  esta  parroquia  eclesiástica. 

Con  esta  Eucaristía  jubilar,  queremos  tributar  a  Dios,  fuente  de 
todo  bien,  nuestra  ferviente  acción  de  gracias  por  el  beneficio 
que  supuso  para  este  sector  de  Quito  la  erección  de  esta  parro- 
quia eclesiástica,  por  la  celosa  actividad  pastoral  que  en  estos 
veinticinco  años  han  desplegado  los  Padres  Carmelitas,  con  la 
colaboración  de  agentes  pastorales,  para  la  formación  y  perfec- 
cionamiento de  la  comunidad  cristiana  parroquial,  de  El  Carme- 
lo. ■ 

En  esta  Eucaristía,  los  Padres  Carmelitas  agradecen  también  a 
todos  los  fieles  de  la  parroquia  la  confianza  y  colaboración  que 
les  han  brindado. 

En  esta  Eucaristía,  la  Comunidad  parroquial  quiere  tener  un  re- 
cuerdo agradecido  para  los  pastores  y  fieles  mayores  que  pusie- 


538 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


ron  los  cimientos  de  nuestra  fe  cristiana  y  de  esta  comunidad 
cristiana  parroquial  de  El  Carmelo. 

En  fin,  con  esta  Eucaristía,  los  miembros  de  esta  comunidad  pa- 
rroquial imploran  la  ayuda  divina  para  seguir  trabajando  juntos 
en  la  construcción  de  la  Comunidad  parroquial  de  El  Carmelo, 
a  fin  de  que  ésta  sea  efectivamente  una  comunidad  de  fe,  que 
proclama  y  difunde  el  Evangelio;  una  Comunidad  de  culto,  que 
celebra  con  fervor  los  sacramentos  que  perfeccionan  la  comuni- 
dad cristiana  y,  sobre  todo,  la  Eucaristía,  fuente  de  donde  brota 
toda  la  energía  para  la  actividad  apostólica  y  culminación  y  per- 
feccionamiento, al  que  tiende  toda  la  acción  pastoral  de  la  comu- 
nidad parroquial,  y  Comunidad  de  caridad  o  amor  fraterno,  en 
la  que  todos  los  fieles  viven  unidos  por  los  vínculos  del  amor, 
para  formar  una  sola  familia,  una  sola  comunidad  parroquial, 
que  sea  signo  y  sacramento  de  salvación  para  todos  los  habitan- 
tes de  este  sector  de  nuestra  ciudad  de  Quito. 

La  celebración  de  las  Bodas  de  Plata  de  la  parroquia  "El  Carme- 
lo" ha  coincidido  con  la  celebración  del  Domund  o  Domingo 
mundial  de  las  misiones  y  con  la  proclamación  oficial  que  Su 
Santidad,  el  Papa  Juan  Pablo  II,  ha  hecho  hoy,  en  la  Basílica  de 
San  Pedro  en  Roma,  de  Santa  Teresita  del  Niño  Jesús  y  de  la  San- 
ta Faz  de  Doctora  de  la  Iglesia. 

Como  Santa  Teresita  del  Niño  Jesús  fue  una  monja  carmelita  del 
Monasterio  de  Lisieux,  en  Francia,  es  justo  y  conveniente  que  la 
parroquia  "El  Carmelo",  confiada  al  cuidado  pastoral  de  los  Pa- 
dres Carmelitas,  celebre  también  con  especial  solemnidad  la 
proclamación  de  Doctora  de  la  Iglesia  de  Santa  Teresita  del  Ni- 
ño Jesús,  esta  santa  carmelita  que  con  su  vida  y  su  doctrina  fue 
apóstol  y  misionera  y,  sobre  todo,  Maestra  de  Sabiduría  espiri- 
tual para  numerosas  personas  consagradas  y  laicas.  Con  esta 
proclamación  de  la  Patrona  de  las  Misiones  como  Doctora  de  la 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


539 


Iglesia  su  eminente  doctrina  espiritual  es  reconocida  oficialmen- 
te por  el  Supremo  Pastor  de  la  Iglesia  entre  las  más  fecundas. 

Santa  Teresita  del  Niño  Jesús  y  de  la  Santa  Faz  nació  en  Alen^on 
(Francia),  el  2  de  enero  de  1873.  El  4  de  ese  mismo  enero  fue  bau- 
tizada en  la  Iglesia  parroquial  de  Nuestra  Señora  y  recibió  los 
nombres  de  María  Francisca  Teresa  Martín  Guérin.  Siendo  aún 
muy  joven,  ingresó  en  el  Monasterio  de  carmelitas  de  Lisieux, 
en  donde  le  habían  precedido  otras  hermanas  suyas. 

En  el  Monasterio  de  Lisieux  ocupó  los  puestos  de  sacristana  y, 
sobre  todo,  de  maestra  de  novicias.  En  los  pocos  años  de  vida 
contemplativa  transcurridos  en  el  Monasterio,  Teresita  del  Niño 
Jesús  optó  por  el  "pequeño  camino  de  la  infancia  espiritual", 
ejercitándose  especialmente  en  la  práctica  de  las  virtudes  de  la 
humildad,  la  sencillez  evangélica  y  la  confianza  en  Dios.  En  la 
práctica  de  estas  virtudes  se  esforzó  en  inculcar,  de  palabra  y  de 
obra,  a  sus  novicias. 

Respondiendo  a  numerosas  peticiones  y,  después  de  cuidadosos 
estudios,  Juan  Pablo  II  ha  proclamado  hoy,  en  esta  Jornada  mun- 
dial de  las  Misiones,  a  Santa  Teresita  del  Niño  Jesús  y  de  la  San- 
ta Faz  Doctora  de  la  Iglesia,  añadiéndose  esta  mujer  a  las  dos 
doctoras  anteriores:  Santa  Teresa  de  Avila  y  Santa  Catalina  de 
Siena. 

La  doctrina  de  Teresita  del  Niño  Jesús,  verdadera  ciencia  del 
amor,  es  la  expresión  luminosa  de  su  conocimiento  del  misterio 
de  Cristo  y  de  su  experiencia  personal  de  la  gracia.  Ella  ayuda  a 
los  hombres  y  mujeres  de  hoy  y  ayudará  a  los  de  mañana,  a  per- 
cibir mejor  los  dones  de  Dios  y  a  difundir  la  Buena  Noticia  de  su 
amor  infinito. 

Teresita  del  Niño  Jesús  y  de  la  Santa  Faz  ha  sido  declarada  Doc- 
tora de  la  Iglesia,  Doctora  del  camino  evangélico  de  la  santidad, 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


porque  en  sus  escritos,  recopilados  en  el  libro  intitulado  "Histo- 
ria de  un  alma",  desarrolló  la  espiritualidad  del  pequeño  cami- 
no de  la  "Infancia  espiritual";  expuso  la  eclesiología  que  ella  vi- 
vió y  dio  a  conocer  sus  ardientes  anhelos  de  trabajar  en  las  mi- 
siones. 

1.  El  "pequeño  camino  de  la  Infancia  espiritual"  de  la  santa 
Carmelita  de  Lisieux  consistió  en  que,  renunciando  a  difíciles  re- 
corridos ascéticos,  indicaba  a  todos  el  abandono  en  Jesucristo, 
como  único  camino  hacia  la  santidad. 

Poco  a  poco  se  convenció  Teresita  del  Niño  Jesús  de  que  la  san- 
tificación es  obra  que  se  lleva  a  cabo  mediante  las  pequeñeces  de 
todos  los  días.  Normalmente  nuestra  vida  no  está  hecha  de  sen- 
sacionales experiencias  o  de  imponentes  acontecimientos;  está 
constituida,  más  bien,  por  las  pequeñas  y  normales  cosas  de  to- 
dos los  días  y  sigue  el  ritmo  de  nuestros  deberes  cotidianos  -es- 
tudio, trabajo,  oración,  relación  con  el  prójimo-.  Es  precisamen- 
te en  lo  cotidiano  y  en  los  quehaceres  ordinarios  como  es  posi- 
ble vivir  el  camino  de  la  santificación,  que  en  nosotros  es,  ante 
todo,  obra  de  la  gracia  de  Dios,  de  su  amor  y  de  su  misericordia. 
Este  es  el  famoso  "pequeño  camino"  a  la  santidad  abierto  o,  en 
cualquier  caso,  renovado  por  Teresita  del  Niño  Jesús.  El  "peque- 
ño camino"  consiste  en  abrazar  la  vida  así  como  se  nos  presen- 
ta, reconociendo  la  presencia  de  Jesús,  que  nos  habla  con  el  len- 
guaje de  las  circunstancias  de  cada  día.  Las  circunstancias  con 
sus  alegrías  y  con  sus  dolores  nos  ponen  a  prueba,  pero  de  to- 
dos modos  deben  dirigirnos  siempre  hacia  El.  Para  Teresita  del 
Niño  Jesús  el  "pequeño  camino"  de  la  infancia  espiritual  signi- 
ficó aceptar  la  prueba  de  la  fe  en  su  espíritu  y  el  padecimiento 
de  su  enfermedad  en  el  cuerpo,  pues  a  los  23  años  de  edad  con- 
trajo la  grave  enfermedad  de  la  tuberculosis,  que  la  consumió  a 
los  24  años,  pues  falleció  en  el  Monasterio  de  Lisieux,  el  30  de 
septiembre  de  1897.  Acabamos  de  celebrar  el  centenario  de  su 
nacimiento  para  la  vida  eterna. 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


541 


2.  La  eclesiología  que  no  tanto  estudió,  sino  que  vivió  la  Santa 
de  Lisieux  fue  la  eclesiología  del  "cuerpo  místico  de  Cristo",  ex- 
puesta por  San  Pablo  en  los  capítulos  doce  y  trece  de  la  primera 
Carta  a  los  Corintios.  Al  contemplar  el  "Cuerpo  místico  de  Cris- 
to", que  es  la  Iglesia,  Teresita  del  Niño  Jesús  no  se  había  recono- 
cido a  sí  misma  en  ninguno  de  los  miembros  que  San  Pablo  enu- 
mera, sino  que  deseaba  verse  identificada  en  todos  ellos.  En  la 
caridad  descubrió  el  quicio  de  su  vocación.  Entendió  que  la  Igle- 
sia tiene  un  corazón  y  que  este  corazón  está  ardiendo  de  amor. 
"Entonces  -escribe  Teresita-  llena  de  una  alegría  desbordante, 
exclamé:  "Oh  Jesús,  amor  mío,  por  fin  he  encontrado  mi  voca- 
ción: mi  vocación  es  el  amor.  Sí,  he  hallado  mi  propio  lugar  en 
la  Iglesia  y  este  lugar  es  el  que  tú  me  has  señalado,  Dios  mío.  En 
el  corazón  de  la  Iglesia,  que  es  mi  madre,  yo  seré  el  amor;  de  es- 
te modo  lo  seré  todo  y  mi  deseo  se  verá  colmado". 

3.  Otro  aspecto  característico  de  la  espiritualidad  de  Santa  Tere- 
sita  del  Niño  Jesús  es  su  ardiente  celo  misionero.  En  su  diario  es- 
cribe: "Quisiera  recorrer  la  tierra.  Predicar  tu  nombre  y  clavar 
sobre  el  suelo  infiel  tu  Cruz  gloriosa;  pero,  oh  Amado,  una  sola 
misión  no  bastaría,  quisiera  al  mismo  tiempo  anunciar  el  Evan- 
gelio en  las  cinco  partes  del  mundo  y  hasta  en  las  islas  más  re- 
motas. Quisiera  ser  misionera,  no  solamente  algunos  años,  sino 
que  quisiera  haberlo  sido  desde  la  creación  del  mundo  y  serlo 
hasta  la  consumación  de  los  siglos.  Pero,  sobre  todo,  quisiera, 
amado  mío  Salvador,  quisiera  derramar  mi  sangre  por  ti,  hasta 
la  última  gota". 

Su  deseo  de  ser  misionera  pareció  poder  realizarse,  cuando  se 
ofreció  para  ir  al  Vietnam  para  la  fundación  de  un  Carmelo  en 
Hanoi;  pero  los  primeros  síntomas  de  la  tisis  que  la  consumiría 
en  breve  tiempo  impidieron  la  realización  de  sus  anhelos  misio- 
neros. 


542 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Es  oportuno  que  recordemos  el  fervor  misionero  de  la  Patrona 
de  las  Misiones  en  este  Domingo  mundial  de  las  Misiones  de 
1997,  para  que  también  en  nosotros  crezca  el  celo  con  que  debe- 
mos orar  hoy  por  las  Misiones  y  resolvernos  a  colaborar  genero- 
samente con  nuestra  ayuda  económica  para  las  obras  y  activida- 
des que  se  requieren  para  la  difusión  del  Evangelio  en  las  tierras 
de  Misiones. 

Teresita  del  Niño  Jesús  y  de  la  Santa  Faz,  cuya  fama  de  santidad 
se  extendió  rápidamente  por  el  mundo,  fue  canonizada  por  el 
Papa  Pío  XI,  que  tuvo  por  ella  especial  devoción,  el  17  de  mayo 
del  Año  Santo  de  1925,  a  los  27  años  de  su  fallecimiento. 

En  este  año  de  1997  se  celebra  también  otro  aniversario  de  esta 
Santa  Carmelita,  el  septuágesimo  aniversario  de  su  proclama- 
ción como  Patrona  universal  de  las  Misiones.  En  efecto,  el  14  de 
diciembre  de  1927,  el  mismo  Papa  Pío  XI  proclamó  solemne- 
mente a  la  Santa  de  Lisieux  "Patrona  universal"  de  las  Misiones 
católicas  con  San  Francisco  Javier.  Este  fue  un  acontecimiento 
singular,  si  pensamos  que  Santa  Teresita  del  Niño  Jesús  nunca 
fue  misionera  y  que  pasó  su  breve  existencia  terrena  entre  las 
paredes  del  Monasterio  carmelita  de  Lisieux. 

Hoy,  en  el  centenario  de  su  fallecimiento  y  al  celebrarse  el  "Do- 
mingo Mundial  de  las  Misiones"  de  1997,  es  la  fecha  de  la  Pro- 
clamación de  Santa  Teresa  del  Niño  Jesús  y  de  la  Santa  Faz  co- 
mo Doctora  de  la  Iglesia. 

Dios,  Padre  de  las  luces,  de  quien  viene  toda  dádiva  buena  y  to- 
do don  perfecto  (Cf.  Sant  1, 17)  ha  concedido  hoy  a  la  Orden  del 
Carmelo  un  precioso  regalo  más  con  el  doctorado  de  Teresita  de 
Lisieux. 

Que  la  nueva  Doctora  nos  alcance  a  los  cristianos  de  hoy  la  gra- 
cia de  ser  colaboradores  suyos  en  el  testimonio  y  en  el  anuncio 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


543 


de  la  Buena  Nueva  de  la  salvación  en  Jesucristo  para  nuestros 
hermanos  y  hermanas  del  mundo  entero,  a  fin  de  que  nos  pre- 
paremos convenientemente  a  celebrar  el  Jubileo  universal  del 
año  2.000  y  atravesemos  el  umbral  del  Tercer  milenio  de  la  era 
cristiana.  Así  sea. 

Homilía  pronunciada  por  Mons.  Antonio  J.  González  A., 
Arzobispo  de  Quito,  en  la  Misa  de  las  Bodas  de  Plata 
de  la  parroquia  "El  Carmelo",  el  domingo  19  de  octubre  de  1997. 

XXXII  Asamblea  General 
de  la  Conferencia  de  las  Organizaciones 
Internacionales  Católicas 

¿Acaso  no  ha  escogido  Dios  a  los  pobres  según  el  mundo  para  hacerlos  ricos 
en  la  fe  y  herederos  del  Reino  que  prometió  a  los  que  le  aman? 

(Epístola  de  Santiago  2,  5) 

Con  la  celebración  de  esta  Eucaristía,  en  la  quiteñísima  iglesia 
de  San  Francisco,  se  inicia  la  trigésima  segunda  Asamblea  Gene- 
ral de  la  "Conferencia  de  las  Organizaciones  Internacionales  Ca- 
tólicas", Asamblea  General  que  ha  sido  convocada  por  el  Comi- 
té de  continuidad  de  la  Conferencia  para  celebrarse  aquí  en  el 
Ecuador,  concretamente  en  la  Casa  de  retiros  que  la  Congrega- 
ción de  los  SS.CC.  posee  en  Conocoto,  desde  el  27  de  octubre 
hasta  el  2  de  noviembre  de  este  año  1997. 

La  Conferencia  de  Organizaciones  Internacionales  Católicas  es 
un  organismo  de  coordinación  de  treinta  y  seis  movimientos  y 
asociaciones  de  laicos  que  trabajan  apostólicamente  en  la  Iglesia 
y  en  el  mundo.  La  Conferencia  está  reconocida  por  la  Santa  Se- 
de y  tiene  su  sede  en  Ginebra,  Suiza. 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Como  Arzobispo  de  Quito,  presento  a  la  presidenta  de  la  Con- 
ferencia, señora  Simone  Gebs,  y  al  Asesor  eclesiástico,  P.  Luis 
Christian,  S.J.,  y  a  todos  los  participantes  en  esta  trigésima  se- 
gunda Asamblea  General  un  cordial  saludo  de  bienvenida,  en 
nombre  de  la  Iglesia  particular  de  Quito  y  en  nombre  de  la  Igle- 
sia que  peregrina  en  el  Ecuador.  Les  deseo  a  todos  una  grata  per- 
manencia en  nuestra  Patria,  el  Ecuador,  y  todo  éxito  en  sus  deli- 
beraciones. 

La  opción  preferencial  por  los  pobres  que  ha  sumido  la  Iglesia  a 
la  luz  del  Evangelio  ha  despertado  un  interés  especial  por  el  te- 
ma del  Decenio  decidido  por  las  Naciones  Unidas  e  iniciado  en 
1997  "La  Eliminación  de  la  Pobreza"  en  las  Organizaciones  Inter- 
nacionales Católicas.  Numerosas  Organizaciones  Internaciona- 
les Católicas  han  seguido  con  suma  atención  la  cumbre  mundial 
sobre  el  "Desarrollo  Social"  realizada  en  Copenhague  en  1994  y 
los  "10  compromisos"  asumidos  en  esta  ocasión  por  los  gobier- 
nos, a  fin  de  proseguir  eficazmente  la  lucha  contra  la  pobreza. 
Dentro  de  este  contexto,  el  Comité  de  continuidad  de  la  Confe- 
rencia ha  decidido  tomar  como  tema  para  las  Jomadas  de  estu- 
dio de  esta  trigésimo  segunda  Asamblea  General  el  mismo  del 
Decenio  ya  citado:  "Para  la  eliminación  de  la  pobreza:  Nuestras  es- 
trategias". 

Esta  Asamblea  general  que  se  reúne  en  Conocoto  tendrá  como 
finalidad  el  hacer  que  las  Organizaciones  Internacionales  Cató- 
licas reflexionen  conjuntamente  sobre  lo  que  es  más  convenien- 
te realizar  para  eliminar  la  pobreza. 

Las  reflexiones  de  esta  Asamblea  General  partirán  seguramente 
de  la  visión  de  las  realidades  que  los  y  las  participantes  descu- 
brirán en  esta  región  del  Ecuador,  que  es  un  país  que  pertenece 
al  tercer  mundo.  Esta  visión  de  las  realidades  de  pobreza  y  sub- 
desarrollo  permitirá  a  las  Organizaciones  Internacionales  Cató- 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


545 


licas  sensibilizarse  y  definirse  mejor  en  el  proceso  pedagógico 
que  las  haga  cada  vez  más  atentas  a  las  responsabilidades  que 
les  incumben  para  llegar  al  fin  proyectado  de  optar  por  unas  es- 
trategias que  conduzcan  a  la  eliminación  de  la  pobreza  dentro 
de  los  campos  específicos  de  cada  Organización  Internacional 
Católica. 

1 .  La  Palabra  de  Dios  que  ha  sido  proclamada  en  es- 
ta celebración  nos  invita  a  distinguir  la  pobreza 
evangélica  o  la  pobreza  "en  el  espíritu"  de  la  pobre- 
za "miseria"  o  indigencia. 

Jesucristo,  en  el  sermón  de  la  montaña,  declara  bienaventurados 
a  los  pobres  "en  espíritu",  es  decir,  a  los  que  se  abrazan  con  la 
pobreza  evangélica  y  la  practican.  Jesucristo,  el  Hijo  de  Dios  he- 
cho hombre  por  la  salvación  de  los  hombres,  con  el  misterio  de 
la  encamación  "siendo  rico  se  hizo  pobre  para  enriquecernos 
con  su  pobreza  (2  Co  8, 9)".  Al  inicio  de  su  vida  pública,  en  la  si- 
nagoga de  Nazareth,  se  aplicó  a  sí  mismo  las  palabras  del  profe- 
ta Isaías:  "El  Espíritu  del  Señor  está  sobre  mí,  porque  me  ha  un- 
gido. Me  ha  enviado  a  anunciar  la  Buena  Nueva  a  los  pobres" 
(Le  4, 18). 

Hay,  pues,  una  pobreza  evangélica  que  Jesucristo  ha  proclama- 
do como  una  bienaventuranza  y  la  ha  recomendado,  como  un 
consejo  evangélico,  a  quienes  quieran  seguirle  más  de  cerca. 

La  pobreza  evangélica  recomendada  por  Jesucristo  es  la  de  los 
humildes,  en  contraposición  de  los  orgullosos;  es  la  de  los  pe- 
queños en  contraposición  de  los  grandes;  es  la  de  los  últimos  en 
contraposición  de  los  primeros.  Son  pobres  en  el  espíritu  aque- 
llos que,  siendo  pobres  o  ricos  efectivamente,  no  ponen  su  cora- 
zón en  los  bienes  materiales,  considerándolos  como  el  fin  último 
de  su  vida  y  de  sus  afanes;  los  pobres  en  el  espíritu  no  encuen- 


546 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


tran,  como  los  ricos,  su  consuelo  en  la  abundancia  de  bienes  ma- 
teriales; los  pobres  en  el  espíritu  no  buscan,  como  los  orgullosos, 
el  poder  terreno.  Los  pobres  en  el  espíritu,  con  un  corazón  libre, 
ponen  toda  su  confianza,  no  en  sus  bienes  temporales,  no  en  sus 
cualidades  y  capacidades,  sino  en  la  Providencia  de  Dios  que, 
como  Padre  amoroso  y  providente,  nos  libera  de  la  inquietud 
por  el  mañana.  No  se  trata,  por  tanto,  en  esta  Asamblea  General 
de  las  Organizaciones  Internacionales  Católicas,  de  buscar  las 
estrategias  para  eliminar  esta  pobreza  evangélica.  Como  nos  di- 
ce la  Lumen  Gentium,  "Todos  los  cristianos...  han  de  intentar 
orientar  rectamente  sus  deseos  para  que  el  uso  de  las  cosas  de 
este  mundo  y  el  apego  a  las  riquezas  no  les  impidan,  en  contra 
del  espíritu  de  pobreza  evangélica,  buscar  el  amor  perfecto"  (Lg 
42),  buscar  el  Reino  de  Dios  y  su  justicia,  para  que  lo  demás  ven- 
ga por  añadidura. 

2.  Se  trata  de  eliminar  la  miseria  y  la  indigencia 

Cuando  esta  Asamblea  General  quiere  buscar  las  estrategias  de 
las  Organizaciones  Internacionales  Católicas  para  la  eliminación 
de  la  pobreza,  se  refiere  a  la  miseria  e  indigencia  que  atormenta 
a  muchos  pueblos  del  mundo.  La  miseria  y  la  indigencia  es  la 
carencia  de  aquellos  bienes  materiales  y  servicios  que  son  nece- 
sarios para  una  vida  digna  de  la  persona  humana.  La  persona 
humana  tiene  la  dignidad  innata  de  haber  sido  creada  a  imagen 
y  semejanza  de  Dios;  tiene  también  la  dignidad  sobrenatural  de 
haber  sido  redimida  por  Cristo  y  elevada  a  la  dignidad  de  hija 
de  Dios  dentro  de  la  gran  familia  de  los  hijos  de  Dios  que  es  la 
Iglesia.  Por  tanto  todo  hombre  debe  disponer  de  lo  necesario  e 
indispensable  para  su  desarrollo  integral  y  para  vivir  de  acuer- 
do a  su  dignidad.  La  carencia  de  los  bienes  materiales  necesarios 
para  vivir  de  acuerdo  a  la  dignidad  humana  es  la  pobreza  que 
propiamente  es  la  miseria  o  la  indigencia.  Esta  no  es  querida  por 
Dios.  Es  resultado  de  muchos  factores:  de  la  falta  de  educación, 
de  la  pobreza  de  la  tierra  en  muchas  regiones;  pero  especialmen- 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


547 


te  de  la  falta  de  justicia  y  solidaridad  en  las  relaciones  entre  las 
personas  y  entre  las  naciones. 

La  Conferencia  General  del  Episcopado  Latinoamericano  cele- 
brada en  Santo  Domingo  en  1992  veía  como  desafíos  pastorales: 
El  creciente  empobrecimiento  en  el  que  están  sumidos  millones 
de  hermanos  nuestros  hasta  llegar  a  intolerables  extremos  de 
miseria.  Consideraba  este  empobrecimiento  como  "el  más  de- 
vastador y  humillante  flagelo  que  vive  América  Latina  y  el  Ca- 
ribe" (DSD  179).  Las  estadísticas  muestran  con  elocuencia  que 
en  la  última  década  las  situaciones  de  pobreza  han  crecido  tan- 
to en  números  absolutos  como  en  relativos.  A  nosotros  los  pas- 
tores nos  conmueve  hasta  las  entrañas  el  ver  continuamente  la 
multitud  de  hombres  y  mujeres,  niños  y  jóvenes  y  ancianos  que 
sufren  el  insoportable  peso  de  la  miseria  así  como  diversas  for- 
mas de  exclusión  social,  étnica  y  cultural;  son  personas  huma- 
nas concretas  e  irrepetibles,  que  ven  sus  horizontes  cada  vez 
más  cerrados  y  su  dignidad  desconocida"  (179). 

Los  Obispos  en  Santo  Domingo  decíamos:  "Miramos  el  empo- 
brecimiento de  nuestro  pueblo  no  solo  como  un  fenómeno  eco- 
nómico y  social,  registrado  y  cuantificado  por  las  ciencias  socia- 
les. Lo  miramos  desde  dentro  de  la  experiencia  de  mucha  gente 
con  la  que  compartimos,  como  pastores,  su  lucha  cotidiana  por 
la  vida".  "La  política  de  corte  neoliberal  que  predomina  hoy  en 
América  Latina  y  el  Caribe  profundiza  aún  más  las  consecuen- 
cias negativas  de  estos  mecanismos.  Al  desregular  indiscrimina- 
damente el  mercado,  eliminarse  partes  importantes  de  la  legis- 
lación laboral  y  despedirse  trabajadores,  al  reducirse  los  gastos 
sociales  que  protegían  a  las  familias  de  trabajadores,  se  han 
ahondado  aún  más  las  distancias  en  sociedad".  Y  añadíamos: 
"Tenemos  que  alargar  la  lista  de  rostros  sufrientes  que  ya  había- 
mos señalado  en  Puebla  (DP  31-39),  todos  ellos  desfigurados 
por  el  hambre,  aterrorizados  por  la  violencia,  envejecidos  por 


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BOLETIN  ECLESIASTICO 


infrahumanas  condiciones  de  vida,  angustiados  por  la  supervi- 
vencia familiar.  El  Señor  nos  pide  que  sepamos  descubrir  su 
propio  rostro  en  los  rostros  sufrientes  de  los  hermanos"  (DSD 
179). 

3.  Renovar  la  opción  evangélica  y  preferencial  por  los 
pobres 

En  la  primera  lectura  de  esta  celebración,  el  apóstol  Santiago  nos 
ha  advertido  que  no  debemos  tener  acepción  de  personas  en 
nuestras  asambleas  cristianas;  que  no  debemos  preferir  a  los  ri- 
cos posponiendo  a  los  pobres.  Cuando  nos  recuerda  el  apóstol 
Santiago  que  "Dios  ha  escogido  a  los  pobres  según  el  mundo  pa- 
ra hacerlos  ricos  en  la  fe  y  herederos  del  Reino  que  prometió  a 
los  que  le  aman",  nos  está  exhortando  a  sumir,  en  forma  renova- 
da, la  opción  por  los  pobres.  Si  los  pobres  no  deben  ser  pospues- 
tos, ellos  deben  ser  nuestros  preferidos.  Debemos  hacer  efectiva 
la  opción  preferencial  por  los  pobres. 

Estimados  participantes  en  esta  Asamblea  General  de  las  Orga- 
nizaciones Internacionales  Católicas,  para  llegar  a  unas  estrate- 
gias para  la  eliminación  de  la  pobreza,  renueven  su  compromi- 
so en  una  opción  evangélica  y  preferencial  por  los  pobres,  firme 
e  irrevocable,  pero  no  exclusiva  ni  excluyente,  tan  solemnemen- 
te afirmada  en  las  Conferencias  de  Medellín  y  de  Puebla  y  con- 
firmada en  la  de  Santo  Domingo. 

Creo  que  para  ustedes  pueden  ser  también  oportunas  y  conve- 
nientes las  siguientes  líneas  pastorales  señaladas  por  la  Confe- 
rencia de  Santo  Domingo: 

-  Asumir  con  decisión  renovada  la  opción  evangélica  y  prefe- 
rencial por  los  pobres,  siguiendo  el  ejemplo  y  las  palabras  del 
Señor  Jesús,  con  plena  confianza  en  Dios,  austeridad  de  vida 
y  participación  de  bienes. 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


549 


-  Privilegiar  el  servicio  fraterno  a  los  más  pobres  entre  los  po- 
bres y  ayudar  a  las  instituciones  que  cuidan  de  ellos:  los  mi- 
nusválidos,  enfermos,  ancianos  solos,  niños  abandonados, 
encarcelados,  enfermos  de  sida  y  todos  aquellos  que  requie- 
ren la  cercanía  misericordiosa  del  buen  samaritano. 

-  Revisar  actitudes  y  comportamientos  personales  y  comunita- 
rios, así  como  las  estructuras  y  métodos  pastorales,  a  fin  de 
que  no  alejen  a  los  pobres,  sino  que  propicien  la  cercanía  y  el 
compartir  con  ellos. 

-  Promover  la  participación  social  ante  el  Estado,  reclamando 
leyes  que  protejan  y  defiendan  los  derechos  de  los  pobres. 

-  Apoyar  y  estimular  las  organizaciones  de  economía  solida- 
ria, con  las  cuales  nuestros  pueblos  tratan  de  responder  a  las 
angustiosas  situaciones  de  pobreza. 

-  Urgir  respuestas  de  los  Estados  a  las  difíciles  situaciones 
agravadas  por  el  modelo  económico  neoliberal,  que  afecta 
principalmente  a  los  más  pobres. 

Entre  estas  situaciones  es  importante  destacar  los  millones  de  la- 
tinoamericanos que  luchan  por  sobrevivir  en  la  economía  infor- 
mal. 

Estimados  hermanas  y  hermanos,  en  esta  Eucaristía  que  celebra- 
mos en  este  típico  templo  quiteño  de  San  Francisco,  imploremos 
las  luces  del  Espíritu  Santo  sobre  todos  los  asambleístas,  a  fin  de 
que  esta  trigésima  segunda  Asamblea  General  consolide  a  la 
Conferencia  de  las  Organizaciones  Internacionales  Católicas  y 
las  guíe  en  sus  deliberaciones,  a  fin  de  que  contribuyan  a  la  crea- 
ción de  un  mundo  más  humano,  más  justo  y  más  fraterno,  cuan- 
do vamos  a  atravesar  el  umbral  del  tercer  milenio  de  la  era  cris- 
tiana. Así  sea. 

Homilía  pronunciada  por  Mons.  Antonio  ].  González  Z., 
Arzobispo  de  Quito,  en  la  Misa  celebrada  en  San  Francisco, 

el  viernes  31  de  octubre  de  1997,  en  la  inauguración  de  la 
XXXII  Asamblea  General  de  la  Conferencia  de  las  OIC  en  Quito. 


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BOLETIN  ECLESIASTICO 


Alocución  pronunciada  por 
Mons.  Antonio  J.  González  Z., 

Arzobispo  de  Quito, 
en  el  Día  del  Papa  de  1997 

Hace  19  años,  el  16  de  octubre  de  1978,  el  Cónclave  que  se  cele- 
braba en  el  Vaticano  eligió  al  Cardenal  Karol  Wojtyla,  hasta  esa 
fecha  Arzobispo  de  Krakovia  en  Polonia,  Obispo  de  Roma  y 
Pastor  Supremo  de  la  Iglesia  Católica  Romana.  Así  se  llenó  la 
vacante  de  la  Sede  Apostólica  producida  por  la  inesperada  y  sú- 
bita muerte  del  Papa  Juan  Pablo  I,  que  tuvo  un  efímero  pontifi- 
cado de  un  mes  y  dos  días. 

El  Cardenal  Wojtyla,  una  vez  elegido  Sumo  Pontífice,  tomó  el 
nombre  de  Juan  Pablo  II,  en  memoria  de  sus  inmediatos  prede- 
cesores. El  Papa  Juan  Pablo  II  dio  inicio  solemne  de  su  servicio 
pastoral  a  la  Iglesia  y  al  mundo  con  la  grandiosa  y  al  mismo 
tiempo  sencilla  ceremonia  que  se  llevó  a  cabo  en  la  Plaza  de  San 
Pedro  en  el  Vaticano,  el  22  de  octubre  de  1978.  Debíamos  cele- 
brar el  "Día  del  papa"  el  22  de  octubre  corriente;  pero,  por  cuan- 
to en  esa  fecha  el  señor  Presidente  de  la  República  retornaba  de 
su  viaje  a  Europa,  en  donde  tuvo  la  oportunidad  de  entrevistar- 
se personalmente  con  el  Papa  Juan  Pablo  II,  hemos  trasladado  la 
celebración  de  esta  Eucaristía  y  'Te  Deum"  por  el  "Día  del  Pa- 
pa" a  esta  fecha. 

Nos  hemos  congregado  en  este  lugar  sagrado  para  celebrar  en  el 
Ecuador  el  "Día  del  Papa"  con  esta  Eucaristía  y  "Te  Deum",  con 
los  que  deseamos  dar  gracias  a  la  Providencia  Divina,  que  ha 
deparado  a  la  Iglesia  y  al  mundo  el  Romano  Pontífice  más  ade- 
cuado para  nuestro  tiempo  y  para  elevar  a  Dios  nuestra  plega- 
ria, a  fin  de  que  siga  iluminando,  fortaleciendo  y  protegiendo  a 
nuestro  Sumo  Pontífice  Juan  Pablo  II,  que  como  misionero  y 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


551 


evangelizador  del  mundo,  viene  preparando  a  la  humanidad  a 
traspasar  el  umbral  del  tercer  milenio  de  la  era  cristiana. 

El  Papa  Juan  Pablo  II,  que  ha  iniciado  ya  el  vigésimo  año  de  su 
pontificado,  en  estos  19  años  de  su  actividad  pastoral,  ha  dado 
pruebas  de  una  especial  solicitud  pastoral  por  América  Latina, 
familia  de  naciones  de  la  que  forma  parte  el  Ecuador.  A  Améri- 
ca Latina  hizo  su  primer  viaje  intercontinental  a  los  pocos  meses 
de  iniciado  su  pontificado,  cuando  vino  a  México,  para  inaugu- 
rar la  Tercera  Conferencia  General  del  Episcopado  Latinoameri- 
cano, celebrada  en  Puebla  de  los  Angeles  en  enero  y  febrero  de 
1979.  La  décima  parte  de  sus  cerca  de  noventa  viajes  apostólicos 
que  ha  realizado  a  numerosos  países  del  mundo,  la  ha  destina- 
do a  América  Latina,  a  varios  de  cuyos  países  ya  ha  visitado  dos 
veces.  Visitó  nuestro  país,  el  Ecuador,  en  1985  y,  si  Dios  quiere, 
visitará  el  único  país  que  le  falta  visitar  en  América  Latina,  Cu- 
ba, en  el  mes  de  enero  de  1998.  Juan  Pablo  II  impulsó  la  celebra- 
ción del  novenario  de  años  con  que  América  Latina  se  preparó 
a  celebrar  el  quinto  centenario  del  inicio  de  su  evangelización  y 
exhortó  a  las  Iglesias  de  América  Latina  a  empeñarse,  con  oca- 
sión de  este  quinto  centenario,  en  una  nueva  evangelización: 
nueva  en  su  ardor,  nueva  en  sus  métodos  y  nueva  en  su  expre- 
sión. Para  beneficio  de  las  Iglesias  de  América  Latina  Juan  Pablo 
II  convocó,  inauguró  y  aprobó  las  conclusiones  de  las  Conferen- 
cias Generales  del  Episcopado  Latinoamericano  que  se  celebra- 
ron en  Puebla,  la  Tercera,  en  1978,  y  en  Santo  Domingo  la  Cuar- 
ta, en  octubre  de  1992,  para  celebrar  el  quinto  centenario  del 
descubrimiento  de  América.  Estas  Conferencias  han  impulsado 
la  Nueva  Evangelización  en  América  Latina,  buscando  una  apli- 
cación de  la  "Evangelii  Nuntiandi"  en  nuestros  pueblos  e  Igle- 
sias y  la  evangelización  de  las  culturas  de  nuestros  pueblos  y  de 
la  cultura  adveniente. 

En  esta  alocución  quiero  referirme  a  la  preocupación  apostólica 
y  a  la  solicitud  pastoral  de  Su  Santidad  Juan  Pablo  II  por  todo  el 


552 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Continente  Americano,  en  beneficio  del  cual  ha  convocado  a  los 
episcopados  de  América  a  celebrar,  desde  el  16  de  noviembre 
hasta  el  12  de  diciembre  de  este  año  de  1997,  en  el  aula  sinodal 
de  Roma,  una  "Asamblea  Especial  para  América  del  Sínodo  de 
los  Obispos". 

La  primera  vez  que  Su  Santidad  el  Papa  Juan  Pablo  II  habló  de 
la  posibilidad  de  celebrar  una  "Asamblea  Especial  para  Améri- 
ca del  Sínodo  de  los  Obispos"  fue  en  el  discurso  inaugural  del 
Santo  Padre,  pronunciado,  en  Santo  Domingo,  República  Domi- 
nicana, el  12  de  octubre  de  1992,  al  inaugurar  la  Cuarta  Confe- 
rencia General  del  Episcopado  Latinoamericano,  que  versó  so- 
bre "Nueva  Evangelización,  Promoción  humana,  Cultura  cris- 
tiana". "Jesucristo  ayer,  hoy  y  siempre"  (Hebreos  13,  8). 

En  aquel  discurso  inaugural,  el  Santo  Padre  dijo  literalmente  lo 
siguiente: 

"En  esta  misma  línea  de  solicitud  pastoral  por  las  categorías  sociales 
más  desprotegidas,  esta  Conferencia  General  podría  valorar  la  oportu- 
nidad de  que,  en  un  futuro  no  lejano,  pueda  celebrarse  un  Encuentro 
de  representantes  de  los  Episcopados  de  todo  el  Continente  americano, 
que  podría  tener  también  carácter  sinodal  en  orden  a  incrementar  la 
cooperación  entre  las  diversas  Iglesias  particulares  en  los  distintos 
campos  de  la  acción  pastoral  y  en  el  que,  dentro  del  marco  de  la  nueva 
evangelización  y  como  expresión  de  comunión  episcopal,  se  afronten 
también  los  problemas  relativos  a  la  justicia  y  la  solidaridad  entre  to- 
das las  Naciones  de  América.  La  Iglesia,  ya  a  las  puertas  del  tercer  mi- 
lenio cristiano  y  en  unos  tiempos  en  que  han  caído  muchas  barreras  y 
fronteras  ideológicas,  siente  como  un  deber  ineludible  unir  espiritual- 
mente  aún  más  a  todos  los  pueblos  que  forman  parte  de  este  gran  Con- 
tinente y,  a  la  vez,  desde  la  misión  religiosa  que  le  es  propia,  impulsar 
un  espíritu  solidario  entre  todos  ellos,  que  permita,  en  modo  particu- 
lar, encontrar  vías  de  solución  a  las  dramáticas  situaciones  de  amplios 
sectores  de  población  que  aspiran  a  un  legítimo  progreso  integral  y  a 
condiciones  de  vida  más  justas  y  dignas". 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


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El  10  de  noviembre  de  1994,  Su  Santidad  el  Papa  Juan  Pablo  II, 
en  su  carta  apostólica  'Tertio  millenio  adveniente",  dio  a  cono- 
cer su  intención,  más  clara  y  explícita,  de  convocar  a  una 
"Asamblea  Especial  para  América  del  Sínodo  de  los  Obispos"  e 
inmediatamente  después  de  este  anuncio,  nombró  un  Consejo 
pre-sinodal  de  la  Secretaría  General  del  Sínodo  de  los  Obispos 
para  la  Asamblea  Especial  para  América.  Este  Consejo  presino- 
dal  está  compuesto,  en  su  mayoría,  por  obispos  de  América,  en- 
tre los  cuales  consta  también  el  Presidente  de  la  Conferencia 
Episcopal  Ecuatoriana. 

Tema  de  la  Asamblea  especial  para  América 
del  Sínodo  de  los  Obispos 

Tomando  en  cuenta  las  propuestas  del  Consejo  presinodal,  el 
Santo  Padre  Juan  Pablo  II  eligió  como  tema  para  la  Asamblea 
Especial  para  América  del  Sínodo  de  los  Obispos  el  siguiente: 
"Encuentro  con  Jesucristo  vivo,  camino  para  la  conversión,  la 
comunión  y  la  solidaridad  en  América". 

La  formulación  del  tema  intenta  responder  al  contexto  de  las  cir- 
cunstancias de  las  Iglesias  en  América  y  al  mismo  tiempo  abar- 
ca la  realidad  que  afecta  a  tanta  gente  y  tantas  culturas  del  Con- 
tinente americano. 

¿Cuáles  son  las  finalidades  que  el  Santo  Padre  Juan  Pablo  II  se 
propone  conseguir  con  la  Asamblea  Especial  para  América  del 
Sínodo  de  los  Obispos? 

Ya  en  le  primer  anuncio  que  hizo  Juan  Pablo  II,  en  la  inaugura- 
ción de  la  IV  Conferencia  General  del  Episcopado  Latinoameri- 
cano de  Santo  Domingo,  señaló  dos  finalidades  a  este  proyecta- 
do Encuentro  Sinodal:  la  primera  finalidad  consiste  en  incre- 
mentar la  cooperación  entre  las  diversas  Iglesias  particulares  de 


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BOLETIN  ECLESIASTICO 


América  en  los  distintos  campos  de  la  acción  pastoral  para  la 
nueva  evangelización.  La  segunda  finalidad  consiste  en  afrontar 
los  problemas  relativos  a  la  justicia  y  la  solidaridad  entre  todas 
las  naciones  de  América. 

En  la  Carta  Apostólica  "Tertio  millenio  adveniente"  Juan  Pablo 
II  dice:  "La  última  Conferencia  general  del  Episcopado  Latinoameri- 
cano ha  acogido,  en  sintonía  con  el  Episcopado  norteamericano,  la  pro- 
puesta de  un  Sínodo  panamericano  sobre  la  problemática  de  la  nueva 
evangelización  en  las  dos  partes  del  mismo  continente,  tan  diversas  en- 
tre sí  por  su  origen  y  por  su  historia  y  sobre  la  cuestión  de  la  justicia  y 
de  las  relaciones  económicas  internacionales,  considerando  la  enorme 
desigualdad  entre  el  Norte  y  el  Sur"  (TMA,  38)  AAS  87  (1995)30. 

Así  pues,  podemos  señalar  con  precisión  que  las  finalidades 
principales  que  Su  Santidad  el  Papa  Juan  Pablo  II  se  ha  propues- 
to para  la  próxima  Asamblea  Especial  para  América  del  Sínodo 
de  los  Obispos  son  las  tres  siguientes: 

1.  Promover  una  nueva  evangelización  en  todo  el  Continente 
americano  como  expresión  de  comunión  episcopal. 

2.  Incrementar  la  solidaridad  entre  las  diversas  Iglesias  particu- 
lares de  América  en  los  distintos  campos  de  la  acción  pasto- 
ral. 

3.  Iluminar  los  problemas  de  la  justicia  y  las  relaciones  econó- 
micas internacionales  entre  las  naciones  de  América,  conside- 
rando las  enormes  desigualdades  entre  el  Norte,  el  Centro  y 
el  Sur. 

Para  los  países  de  América  Latina  y,  por  tanto,  para  el  Ecuador 
tiene  especial  importancia  aquella  parte  de  la  temática  del  Síno- 
do, en  la  que  se  presenta  a  Jesucristo  vivo  como  "Camino  para 
la  solidaridad". 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


555 


En  esta  parte  el  Sínodo  de  los  Obispos  tratará  precisamente  so- 
bre los  problemas  de  la  justicia  y  de  las  relaciones  económicas 
internacionales,  considerando  la  enorme  desigualdad  entre  el 
Norte  y  el  Sur.  En  esta  parte  de  la  solidaridad  se  tratarán  segu- 
ramente los  problemas  de  la  deuda  externa  y  del  equilibrio  de  la 
economía  global. 

"La  Iglesia  que  peregrina  en  América,  mientras  anuncia  el  Evan- 
gelio, intenta  siempre  iluminar  a  los  hombres  y  mujeres  del 
Continente  en  la  construcción  de  una  fraternidad  solidaria,  don- 
de reinen  la  justicia  y  la  paz.  Los  vínculos  de  solidaridad  ad- 
quieren una  importancia  particular,  cuando  se  trata  de  la  rela- 
ción entre  el  Norte  y  el  Sur,  sobre  todo  en  lo  que  se  refiere  a  la 
deuda  externa". 

El  servicio  a  la  deuda  externa  requiere  en  el  Ecuador  que  se  le 
destine  un  porcentaje  no  pequeño  del  presupuesto  nacional,  de 
tal  manera  que  no  se  pueden  destinar  los  fondos  suficientes  a  la 
educación,  a  la  salud  y  a  otros  servicios  básicos  en  favor  del  pue- 
blo. De  ahí  que  perturban  con  frecuencia  la  paz  ciudadana  y  el 
orden  social  los  paros  del  magisterio,  de  los  servicios  de  la  salud 
e  inclusive  de  los  gobiernos  seccionales. 

Aún  cuando  la  deuda  externa  no  es  la  causa  exclusiva  de  la  po- 
breza de  muchos  países  en  vías  de  desarrollo,  no  puede  desco- 
nocerse que  ella  ha  contribuido  a  crear  condiciones  de  extrema 
indigencia,  que  hoy  se  presentan  como  desafío  urgente,  interpe- 
lando la  conciencia  de  todos  los  miembros  del  Pueblo  de  Dios. 
Muchas  son  las  características  enumeradas  en  las  respuestas  al 
documento  de  preparación  de  la  Asamblea  Especial  del  Sínodo 
de  los  obispos:  carestía  y  miseria,  carencia  de  lo  necesario  para 
la  sobrevivencia,  para  la  salud  y  la  alimentación,  desocupación, 
falta  de  una  habitación  digna  y  de  educación,  etc.  Esta  situación 
de  sufrimiento  en  la  que  se  encuentran  tantas  familias  pobres  de 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


América,  se  hace  presente  en  la  población  campesina  y  en  los 
obreros  de  las  ciudades,  entre  afroamericanos  y  amerindios.  Un 
cristianismo  comprometido  en  favor  de  la  justicia,  tiene  delante 
de  sí  un  amplio  campo  de  acción.  (Cfr.  Instrumentum  laboris,  n. 
65). 

Esperamos  que  la  próxima  Asamblea  Especial  del  Sínodo  de  los 
Obispos  lance  a  la  opinión  pública  mundial  el  llamado  del  Papa 
Juan  Pablo  II  a  encontrar  una  solución  al  problema  de  la  deuda 
externa  internacional,  "proponiendo  el  Jubileo  universal  del  año 
2.000  como  un  tiempo  oportuno  para  pensar  entre  otras  cosas  en 
una  notable  reducción,  si  no  en  una  total  condonación  de  la  mis- 
ma (TMA,  51). 

Además  deberá  tratarse  este  tema  de  la  deuda  internacional  en 
el  contexto  más  amplio  de  la  globalización  de  la  economía  mun- 
dial, buscando  siempre  un  adecuado  restablecimiento  del  orden 
de  la  justicia  social,  a  fin  de  superar  el  tremendo  desequilibrio 
que  se  establece  entre  pueblos  desarrollados  que  pagan  a  los 
pueblos  en  vías  de  desarrollo  bajos  precios  por  los  productos 
agrícolas  y  las  materias  primas  y  les  cobran  precios  elevadísi- 
mos  por  los  productos  industrializados. 

Una  efectiva  vivencia  de  solidaridad  entre  los  países  de  Améri- 
ca superará  las  injusticias  y  los  desequilibrios  económicos. 

Como  miembros  de  la  Iglesia  primada  de  Quito  y  como  inte- 
grantes del  pueblo  ecuatoriano,  presidido  por  el  señor  Presiden- 
te constitucional  interino  de  la  República,  celebremos  esta  Euca- 
ristía y  entonemos  el  "Te  Deum",  como  acción  de  gracias  a  Dios, 
que  nos  ha  concedido  en  Juan  Pablo  II  un  Sumo  Pontífice  que  es 
realmente  guía  de  la  humanidad  y  evangelizador  del  mundo,  y 
como  plegaria  con  la  que  imploramos  de  la  Providencia  Divina 
que  lo  conserve,  proteja  e  ilumine  en  el  cumplimiento  de  su  mi- 
sión de  supremo  Pastor  de  la  Iglesia.  Así  sea. 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


557 


Administración  Eclesiástica 


Nombramientos 

Octubre 

14  Mons.  José  Carollo  Pasín,  Mons.  Dr.  Augusto  Albuja 
Mateus,  Rvmo.  Dr.  Hugo  Reinoso  Luna,  R  Eduardo 
Mantilla  y  R  Eduardo  Moreno  Cardona,  miembros  del 
Colegio  de  Consultores. 

14  R  Rafael  Escobar  Escobar,  Coordinador  de  la  Comisión 
de  Pastoral  Urbana. 

14  Mons.  José  Carollo  Pasín  y  Padres  Marcelo  Ponce,  Juan 
Pozo  Erazo,  Fernando  Rea  Jiménez,  Emilio  Raza  Enrí- 
quez,  Pedro  Sáiz,  OCD.,  Jacinto  Alomía  Bolaños,  Ma- 
nuel Freiré,  O.R,  y  Mario  Vaca  Herrera,  miembros  de  la 
Comisión  de  Pastoral  Urbana. 

15  P.  Carlos  Domínguez,  OFM.,  Vicario  Parroquial  de  La 
Floresta. 

17  Mons.  Francisco  Yánez  Tobar,  Coordinador  de  la  Comi- 
sión de  Catequesis. 

.17  Srta.  María  Mercedes  Fernández,  Secretaria  de  la  Comi- 
sión de  Catequesis. 

17  Padres  Aldo  Canzi  Panzeri,  Felipe  Mayordomo,  SDB., 
Jacinto  Alomía  Bolaños,  Armando  Torres  Altamirano, 
Luis  Castro  y  Marcelo  Chicaiza  Tutín;  y  señoritas  Susa- 
na Chamorro  e  Inés  Rodríguez,  miembros  de  la  Comi- 
sión de  Catequesis. 


558 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


17  P.  Remigio  Dávila  Erazo,  Presidente  de  la  Comisión  de 
Pastoral  Vocacional. 

1 7  Padres  Jorge  Villarreal,  Skiper  Yánez  Calvachi,  Segundo 
Jaramillo  Espinosa,  Marcelo  Chicaiza  Tutín;  Diácono  de 
la  Arquidiócesis;  Hno.  Ricardo  Orellana;  Hnas.  Rosa  Ji- 
ménez, Isabel  Castillo,  Victoria  Palacios  y  Nelly  Ordó- 
ñez,  miembros  de  la  Comisión  de  Pastoral  Vocacional. 

20  P.  Luis  Gustavo  Galarza  Castro,  OFM.,  Párroco  de  Ntra. 
Sra.  del  Carmen  de  Ascázubi. 

21  P.  Luis  Antonio  Bayas  Valle,  S.J.,  Párroco  de  la  Dolorosa 
del  Colegio. 

22  P.  Edison  Román  Barahona  Donozo,  Vicario  Parroquial 
de  la  Virgen  Peregrina  de  Puengasí. 

30  Señor  Patricio  Proaño  Salvador,  Presidente  del  Secreta- 
riado Arquidiocesano  de  Quito  del  Movimiento  de  Cur- 
sillos de  Cristiandad. 

30  P.  César  Sánchez,  Vice-Asesor  del  Secretariado  Arqui- 
diocesano de  Quito  del  Movimiento  de  Cursillos  de 
Cristiandad. 

Noviembre 

04  P.  Luis  G.  Moya,  OSA.,  Párroco  de  Santa  Rita  de  Casia 
de  Conocoto. 

04  P.  Hilbar  Loyaga  Méndez,  SS.CC,  Párroco  de  San  Car- 
los. 

04  P.  Michel  Cerles,  SS.CC,  Vicario  Parroquial  de  San  Car- 
los. 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


559 


Decretos 

Octubre 

15  Licencia  para  que,  en  la  Capilla  privada  de  la  familia 
Proaño-Idrovo,  ubicada  en  San  Rafael,  pueda  reservar- 
se el  Santísimo  Sacramento. 

30  Decreto  de  erección  de  un  oratorio  en  casa  de  la  familia 
Bucheli,  a  cargo  de  la  Fraternidad  Femenina  "María, 
Madre  de  la  Unidad". 

Noviembre 

04  Decreto  de  erección  de  una  casa  religiosa  de  la  Orden  de 
Predicadores  en  el  predio  del  Convento  Máximo  de  la 
ciudad  de  Quito,  destinada  a  postulantado. 

Ordenaciones 

Noviembre 

07  En  la  Capilla  del  Seminario  Mayor  "San  José",  a  las 
18h00,  el  Excmo.  Mons.  Antonio  J.  González  Z.,  Arzo- 
bispo de  Quito,  confirió  el  ministerio  del  Acolitado  al 
señor  Marco  Rodrigo  Hernández  Jácome,  seminarista 
de  la  Arquidiócesis  de  Quito. 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Pontificium  Consilium 
Pro  Laicis 
Prot.  2138/97/S-61/B-69 


Decreto 

Acogiendo  la  solicitud  presentada  por  las 
autoridades  de  la  Asociación  ADSIS,  en  el  sen- 
tido de  ser  reconocida  como  asociación  inter- 
nacional de  fieles  en  la  Iglesia  católica; 

Teniendo  presente  los  más  de  30  años  de 
existencia  de  esta  Asociación  y  su  presencia  be- 
néfica en  numerosas  jurisdicciones  diocesanas 
en  España  y  América; 
Apreciando  el  fin  fundamental  de  la  Asociación,  que  es  el  de  "ayudar  a  to- 
dos sus  miembros  a  realizar  su  compromiso  baustismal  en  los  distintos  estados 
de  vida  según  la  identidad  ADSIS  propia  de  la  Asociación",  expresada  en  su 
Ideario  y  manifestada  por  sus  socios  en  "su  forma  de  vivir  y  de  significar  comu- 
nitariamente la  presencia  cristiana  como  testimonio  y  servicio,  especialmente 
entre  los  jóvenes  y  los  pobres"  (cfr.  Estatutos,  cap.  II); 

Habiendo  recibido  numerosos  testimonios  de  Ordinarios  diocesanos  que 
destacan  el  sentido  de  comunión  eclesial,  de  acatamiento  de  la  Jerarquía  ecle- 
siástica, de  seriedad  cristiana  de  su  vida  comunitaria  y  de  fecundidad  misionera 
entre  los  pobres  y  los  jóvenes; 

Habiendo  examinado  atentamente  sus  Estatutos,  con  la  ayuda  de  expertos 
en  el  Derecho  canónico,  en  positivo  diálogo  con  los  dirigentes  de  la  Asociación, 
encontrando  que  están  conformes  a  la  doctrina  y  disciplina  de  la  Iglesia  Católi- 
ca, 

El  Consejo  Pontificio  para  los  Laicos  Decreta 

El  reconocimiento  de  ADSIS,  como  Asociación  internacional  privada  de  fieles, 
de  derecho  pontificio,  con  personalidad  jurídica,  según  los  cánones  298  a  311 
y  321  a  329  del  Título  V  (Libro  VI,  Parte  I)  del  Código  de  Derecho  Canónico  vi- 
gente, y  la  aprobación  de  sus  Estatutos  presentados  en  su  tenor  original  y  depo- 
sitados en  el  archivo  de  este  Dicasterio,  por  un  período  "ad  experimentum"  de 
cinco  años. 


Stanislaw  Rylko 
Secretario 


J.  Francis  Stafford 
Presidente 


Dado  en  la  Ciudad  del  Vaticano,  el  30  de  Agosto  de  1 997 
Festividad  de  Nuestra  Señora  de  Escolumbe 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


561 


Información  Eclesial 


En  el  Ecuador 

Asamblea  de  la  Conferencia 
Episcopal 

Del  27  al  31  de  octubre,  en  Betania 
del  Colegio  (San  Rafael),  tuvo  lugar 
una  Asamblea  de  la  Conferencia 
Episcopal  Ecuatoriana.  En  esta  reu- 
nión los  Obispos  del  Ecuador  abor- 
daron principalmente  el  tema  de  la 
actual  situación  política,  económica  y 
social  del  país. 

Nuevo  Gobierno  de  la  Con- 
gregación de  Misioneras  So- 
ciales de  la  Iglesia 

El  IV  Capítulo  general  electivo  de  la 
Congregación  de  Misioneras  Socia- 
les de  la  Iglesia  eligió  a  su  nuevo  go- 
bierno general,  el  cual  quedó  integra- 
do en  la  siguiente  forma:  Superiora 
general,  Hna.  Ana  Maza  Reyes;  Vi- 
caria general,  Hna.  María  Consuelo 
Aguilar;  Primera  consejera,  Hna.  An- 
gela Jima  Sarango;  Segunda  conse- 
jera, Hna.  Alejandrina  Jima  Sarango; 
Secretaria  general,  Hna.  Inés  Jima 
Valladolid;  y  Ecónoma  general,  Hna. 
María  Teresa  Cabrera.  El  Sr.  Arzo- 
bispo de  Quito  confirmó  la  elección. 

Celebración  del  Día  del  Papa 

El  martes  28  de  octubre,  a  las  1 1  hOO, 
en  la  Catedral  Primada  de  Quito,  se 
celebró  la  Eucaristía  y  el  Te  Deum, 
con  ocasión  del  décimo  noveno  ani- 


versario del  inicio  del  pontificado  de 
Su  Santidad  Juan  Pablo  II.  A  este  ho- 
menaje del  pueblo  ecuatoriano  al 
Santo  Padre  asistieron  todos  los 
Obispos  del  Ecuador,  el  señor  Presi- 
dente Constitucional  Interino  de  la 
República  con  su  señora  esposa,  Mi- 
nistros de  Estado,  Cuerpo  Diplomáti- 
co, invitados  especiales,  sacerdotes, 
religiosas,  representaciones  de  los 
movimientos  apostólicos,  delegacio- 
nes de  los  colegios  del  centro  de  la 
ciudad  y  numerosos  fieles. 

Delegación  del  Ecuador  a  la 
Asamblea  Especial  para  Amé- 
rica del  Sínodo  de  los  Obis- 
pos 

Mons.  José  Mario  Ruiz  Navas,  Arzo- 
bispo de  Portoviejo,  participó  en  la 
Asamblea  especial  para  América  del 
Sínodo  de  los  Obispos  en  calidad  de 
Presidente  de  la  Conferencia  Episco- 
pal Ecuatoriana.  Los  demás  delega- 
dos fueron  por  la  misma  Conferencia 
Episcopal,  a  saber:  Mons.  Antonio  J. 
González  Z.,  Arzobispo  de  Quito  y 
Primado  del  Ecuador;  Mons.  Luis  Al- 
berto Luna  Tobar,  Arzobispo  de 
Cuenca;  Mons.  Juan  Ignacio  Larrea 
Holguín,  Arzobispo  de  Guayaquil; 
Mons.  Vicente  Cisneros  Durán,  Obis- 
po de  Ambato;  Mons.  Néstor  Herrera 
Heredia,  Obispo  de  Máchala;  y 
Mons.  Antonio  Arregui  Yarza,  Obispo 
de  Ibarra.  La  Asamblea  especial  pa- 
ra América  del  Sínodo  de  los  Obis- 
pos tuvo  lugar  en  Roma  del  domingo 


562 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


16  de  noviembre  al  domingo  12  de 
diciembre;  en  ella  se  trató  sobre  el 
tema  "Encuentro  con  Jesucristo  vivo, 
camino  para  la  conversión,  la  comu- 
nión y  la  solidaridad  en  América". 

Arzobispo  de  Quito  viajó  a 
Roma 

El  lunes  10  de  noviembre,  Mons.  An- 
tonio J.  González  Z.,  Arzobispo  de 
Quito  y  Primado  del  Ecuador,  viajó  a 
Roma,  con  el  objeto  de  participar  en 
la  Asamblea  especial  para  América 
del  Sínodo  de  los  Obispos.  Le  acom- 
pañó el  P.  Manuel  Fernández  Estre- 
lla, su  secretario  privado.  El  señor  Ar- 
zobispo aprovechará  de  su  perma- 
nencia en  la  ciudad  eterna  para  en- 
tregar a  la  Congregación  para  las 
causas  de  los  santos  el  proceso  in- 
formativo acerca  de  la  vida,  virtudes 
y  fama  de  santidad  de  la  sierva  de 
Dios  Mariana  de  Jesús  Torres  y  Be- 
rriochoa,  cofundadora  y  abadesa  del 
Monasterio  de  la  Inmaculada  Con- 
cepción; este  proceso  fue  instruido 
por  el  Arzobispado  de  Quito  durante 
los  años  1986-1997. 


En  el  Mundo 

Nuevos  Testigos  del  Amor  de 
Dios 

El  domingo  12  de  octubre,  por  la  ma- 
ñana, en  la  plaza  de  San  Pedro,  el 
Santo  Padre  Juan  Pablo  II  beatificó  a 


cinco  siervos  de  Dios:  al  mexicano 
Elias  del  Socorro  Nieves,  presbítero 
y  mártir  agustino;  a  Juan  Bautista 
Piamarta,  presbítero  italiano;  a  Do- 
ménico  Lentini,  presbítero  italiano;  a 
María  de  Jesús  Emilia  d'Oultremont, 
religiosa  belga;  y  a  María  Teresa 
Fasce,  religiosa  italiana  agustina. 

Aumenta  el  número  de  los 
doctores  de  la  Iglesia 

El  domingo  19  de  octubre,  día  mun- 
dial de  las  Misiones,  en  la  plaza  de 
San  Pedro,  Su  Santidad  Juan  Pablo 
II  proclamó  Doctora  de  la  Iglesia  a 
Santa  Teresa  del  Niño  Jesús  y  de  la 
Santa  Faz  (1873-1897).  Ahora  los 
Santos  Padres  y  Doctores  de  la  Igle- 
sia son  treinta  y  tres.  Padres  y  Doc- 
tores de  Oriente:  Atanasio,  Basilio 
Magno,  Gregorio  Nacianceno,  Juan 
Crisóstomo,  Efrén  el  Sirio,  Cirilo  de 
Jerusalén,  Cirilo  de  Alejandría  y  Juan 
Damasceno;  Padres  y  Doctores  de 
Occidente:  Ambrosio  de  Milán,  Jeró- 
nimo, Agustín  de  Hipona,  Gregorio 
Magno,  Hilario  de  Poitiers,  Pedro  Cri- 
sólogo,  León  Magno  e  Isidoro  de  Se- 
villa; Doctores  de  la  Iglesia:  Tomás 
de  Aquino,  Buenaventura,  Anselmo 
de  Aosta,  Pedro  Damiani,  Bernardo 
de  Claraval,  Alfonso  María  de  Ligo- 
rio,  Francisco  de  Sales,  Beda  el  Ve- 
nerable, Pedro  Canisio,  Juan  de  la 
Cruz,  Roberto  Belarmino,  Alberto 
Magno,  Antonio  de  Padua,  Lorenzo 
de  Brindis,  Teresa  de  Jesús,  Catalina 
de  Siena  y  Teresa  del  Niño  Jesús. 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


563 


Continuación 

Congreso 
Teológico-Pastoral  sobre  la  Familia 

2.  La  Familia  como  Don 

Con  gratitud  al  Señor,  proclamamos  los  siete  dones  de  la  fami- 
lia. 

2.1  La  familia  es  el  don  del  Señor,  el  Criador,  es  la  primera  célula 
viva  y  natural  de  la  sociedad. 

2.2La  familia  es  alimentada  por  el  don  mutuo  del  amor  entre  el 
marido  y  la  esposa  en  el  matrimonio.  La  persona  humana  es 
criada  para  esta  donación  de  amor  que  está  en  el  proyecto 
original  de  Dios. 

2.3La  familia  recibió  el  don  de  la  transmisión  de  la  vida  humana, 
la  maternidad  y  la  paternidad. 

lACada  niño  es  un  don  de  Dios,  con  dignidad  y  derechos  inna- 
tos desde  el  momento  de  la  concepción. 

2.5La  vida  en  familia  es  un  don  diario  — un  don  que  requiere 
amor,  paciencia  y  sacrificio.  Es  un  don  que  atraviesa  las  di- 
ferentes generaciones  en  una  cadena  interminable  de  reci- 
procidad y  solidaridad. 

2.6La  familia  es  un  bellísimo  don  a  la  sociedad,  a  toda  la  humani- 
dad. En  esta  primera  escuela  de  virtudes,  aprendemos  el 
respeto  al  otro,  la  ayuda  mutua  y  el  auto-control. 

2.7La  familia  es  un  don  para  la  Nueva  Evangelización.  A  través 
de  la  oración  en  familia  y  del  testimonio  profético  de  fide- 
lidad, generosidad  y  hospitalidad,  las  familias  cristianas 
revelan  a  Cristo  al  mundo. 


564 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


3.  La  familia  como  Compromiso 

Los  dones  de  Dios  presuponen  responsabilidades  y,  por  tanto,  el 
reconocimiento  de  los  siguientes  compromisos: 

3.1  La  familia  es  el  paradigma  y  requiere  un  compromiso  mu- 
tuo. Convocamos  a  las  familias  en  el  sentido  de  reflexionar 
y  renovar  este  compromiso  de  encontrar  tiempo  para  estar 
juntos,  para  rezar  juntos,  para  comunicarse  y  establecer 
confianza  recíproca. 

3.2E1  primer  compromiso  es  el  propio  sacramento.  Convoca- 
mos a  los  cónyuges  a  una  renovada  dedicación  recíproca. 
Son  siempre  bienvenidos  los  movimientos  cuyos  objetivos 
sean  promover  la  fidelidad  conyugal  y  la  apertura  a  la  vi- 
da. Convocamos  a  los  gobiernos  a  legislar  en  favor  de  los 
matrimonios. 

3.3La  familia  es  el  "santuario  de  la  vida" .  Su  compromiso  con 
la  protección  y  la  nutrición  de  la  vida,  desde  el  momento 
de  la  concepción,  es  cumplido  verdaderamente  a  través  de 
la  paternidad  responsable. 

Denunciamos  toda  y  cualquier  invasión  pública  o  privada 
a  este  santuario.  Llamamos  la  atención  especialmente  con 
respecto  a  las  nuevas  amenazas  a  la  libertad  de  reproduc- 
ción que  incluyen  campañas  de  esterilización  en  masa. 

3.4Denunciamos  especialmente  los  programas  de  "contra- 
cepción  de  emergencia"  que  están  siendo  promovidos  en- 
tre las  mujeres  refugiadas.  En  verdad,  se  trata  de  una  pro- 
moción del  aborto  en  consorcio  con  las  agencias  de  las  Na- 
ciones Unidas  y  con  los  grupos  de  control  poblacional.  Es- 
ta es  una  gran  injusticia  con  las  familias  que  se  encuentran 
en  circunstancias  trágicas  y  envuelve  peligros  para  la  sa- 
lud de  las  mujeres. 

3.5Más  que  nunca,  la  familia  debe  comprometerse  con  los 
aún  no  nacidos.  Clamamos  por  la  protección  legal  y  social 
para  la  persona  no  nacida. 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


565 


Las  familias  deben  estar  vigilantes  en  relación  con  las  nue- 
vas formas  químicas  del  aborto  (abortivos),  criados  para 
uso  doméstico;  a  más  de  eso,  deben  estar  preparadas  para 
las  nuevas  tecnologías  que  amenazan  el  concepto  exacto 
de  paternidad,  como  la  clonación,  por  ejemplo. 

3.6E1  compromiso  de  la  juventud  con  la  cultura  de  la  vida  de- 
be convertirse  en  una  prioridad  en  todos  los  niveles,  co- 
menzando por  la  educación  para  la  vida  dentro  de  casa  o 
en  la  parroquia. 

3.7Hacemos  un  llamado  por  la  solidaridad  con  las  familias 
cuyos  miembros  están  luchando  contra  el  vicio  de  las  dro- 
gas, en  el  sentido  de  crear  nuevas  estrategias  para  apoyar- 
las, bien  dando  un  apoyo  mayor  a  los  movimientos  com- 
prometidos con  la  integración  de  aquellos  que  sufren  estos 
casos  en  su  familia  o  sociedad. 

3.8E1  compromiso  de  los  padres  en  educar  a  sus  hijos  impli- 
ca responsabilidades,  aunque  los  padres  tengan  el  derecho 
de  escoger  la  educación  que  desean  para  sus  hijos.  Recha- 
zamos la  imposición  de  ideologías  a  los  niños  a  través  de 
programas,  modelos  o  métodos  que  usurpan  de  los  padres 
su  derecho  de  ser  agentes  de  educación. 

3.9Dar  una  educación  auténtica  sobre  el  amor  y  la  sexualidad 
humana  es  derecho  y  deber  de  los  padres  y  debe  ser  reali- 
zada dentro  de  casa;  apoyada,  si  es  necesario,  por  otros, 
pero  que  esté  siempre  bajo  la  supervisión  y  control  de  los 
padres.  Los  padres  deben  organizarse  para  resistir  a  los  es- 
fuerzos del  Estado,  de  los  medios  de  comunicación  de  ma- 
sas o  de  grupos  de  control  poblacional  para  corromper  a 
sus  hijos. 

3.10  La  sociedad  debe  tener  compromiso  con  la  familia,  pero 
esto  puede  lograrse  una  vez  que  las  familias  se  hagan 
"protagonistas  de  una  política  de  la  familia".  La  acción  po- 
lítica en  beneficio  de  las  familias  debe  traducirse  en  el  apo- 


BOLETIN  ECLESIASTICO 

yo  a  las  familias  que  crian  a  sus  hijos  en  cualquier  sector 
de  la  vida  social. 

Denunciamos  la  legislación  que  discrimina  las  familias  o 
que  interfiere  en  la  vida  de  la  familia  en  áreas  como  la  edu- 
cación, los  impuestos,  el  empleo,  la  salud,  la  habitación, 
etc. 

3.11  El  compromiso  con  las  familias  pobres  y  con  los  niños 
abandonados  debe  ser  una  prioridad  política  y  social.  Cla- 
mamos por  la  justicia  para  todas  las  familias,  pero,  en  es- 
pecial, por  la  solidaridad  con  las  familias  pobres. 

Denunciamos  los  proyectos  que  controlan  el  tamaño  de 
las  familias  de  los  pobres,  inclusive  de  las  familias  de  los 
refugiados  y  de  las  familias  con  subempleo.  En  verdad,  es- 
tas familias  necesitan  de  cuidados  de  salud  primarios,  de 
educación,  protección  legal  efectiva,  condiciones  decentes 
de  vida  y  de  justicia  económica. 

3.12  Pedimos  a  los  políticos,  legisladores  y  economistas  que 
se  comprometan  a  construir  una  economía  para  las  fami- 
lias, en  la  que  la  persona  humana  esté  siempre  en  el  cen- 
tro. La  subsidiaridad  significa  que  a  la  familia,  y  no  al  Es- 
tado ni  a  las  grandes  organizaciones,  debe  darse  la  respon- 
sabilidad en  la  gerencia  y  en  el  desarrollo  de  su  propia 
economía. 

3.13  El  compromiso  de  fe  en  Jesucristo  establece  un  lazo  de 
unidad  dentro  de  la  gran  familia  de  la  Iglesia. 

Convocamos  a  los  ministros  sagrados  a  la  construcción  de 
la  familia  espiritual  de  la  Iglesia  a  través  de  la  pastoral  fa- 
miliar en  las  parroquias,  hecho  que  incluye  el  empeño  y  la 
oración  por  la  dignidad  de  la  vida  humana,  del  matrimo- 
nio y  de  la  familia.  Recomendamos  una  preparación  siste- 
mática de  seminaristas  y  una  preparación  permanente  de 
los  sacerdotes  para  la  prioridad  de  la  familia  en  el  cuida- 
do pastoral  en  la  parroquia  y  en  la  diócesis. 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


567 


3.14  Una  espiritualidad  más  profunda  de  la  familia  es  necesa- 
ria para  enriquecer  el  compromiso  con  Cristo  de  todos  los 
miembros  de  la  comunidad  de  vida  y  de  amor. 

4.  La  Familia  como  esperanza  para  la  Humanidad 

4.1  En  estos  años  que  nos  llevan  al  Tercer  Milenio,  nos  hace- 
mos eco  de  las  palabras  del  Papa  Juan  Pablo  II  en  el  pri- 
mer encuentro  Mundial  en  Roma,  en  1994:  "Familias,  uste- 
des son  «gaudium  et  spes»,  alegría  y  esperanza!". 

4.2Las  familias  ofrecen  la  mayor  esperanza  en  relación  con  el 
sufrimiento  de  los  niños  abandonados,  particularmente  de 
aquellos  que  están  en  las  calles  de  nuestras  ciudades  gran- 
des. Acogemos  los  movimientos  que  facilitan  la  adopción 
y  desarrollan  modelos  familiares  que  se  dedican  a  estos  ni- 
ños. 

4.3La  esperanza  para  las  familias  pobres  puede  ser  ofrecida 
por  la  educación  de  las  mujeres,  por  los  cuidados  para  con 
la  salud  de  los  niños;  pero,  por  encima  de  todo,  por  las  fa- 
milias más  prósperas  que  hagan  una  "opción  preferencial 
por  los  pobres  y  desvalidos". 

4.4Acogemos  los  rápidos  avances  de  los  métodos  naturales 
modernos  de  regulación  de  la  fertilidad,  en  la  esperanza 
de  que  ellos  puedan  ser  ampliamente  divulgados  por  el 
mundo. 

4.5Los  diversos  movimientos  de  jóvenes  por  la  vida  y  por  la 
familia  son  una  grande  señal  de  esperanza  para  el  mundo, 
no  son  como  la  Iglesia  del  futuro,  sino  como  una  fuerza  ac- 
tiva en  la  Iglesia  de  hoy. 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


4.6Frente  a  la  continua  diseminación  de  las  drogas,  la  familia 
ofrece  la  esperanza  de  evitar  el  vicio,  curando  a  aquellos 
que  lo  sufren  y  reintegrándolos  a  la  sociedad. 

4.7Aplaudimos  los  esfuerzos  de  movimientos  y  parroquias 
que  trabajan  juntos  y  en  armonía  para  evangelizar  a  las  fa- 
milias y  para  formarlas  en  su  papel  de  evangelizadoras. 
Un  entendimiento  más  profundo  del  sacramento  del  ma- 
trimonio está  enriqueciendo  la  vida  de  fe  y  la  recepción  de 
los  sacramentos  en  muchas  familias  hoy. 

4. 8 Nos  regocijamos  con  la  esperanza  ofrecida  a  las  familias 
disueltas,  a  las  familias  en  situación  irregular,  particular- 
mente a  las  familias  que  solo  tienen  madre,  a  través  de  una 
evangelización  que  las  acoge  en  la  comunidad  parroquial 
y  reconoce  que  todas  las  familias,  aún  las  disueltas,  pue- 
den evangelizar. 

4.9 Esperamos  una  mayor  cooperación  ecuménica  en  la  fami- 
lia y  en  los  asuntos  de  la  vida  humana. 

4.10  La  esperanza  de  una  nueva  evangelización,  a  través  de  y 
para  las  familias  se  basa  en  la  unidad  de  fe  y  de  fidelidad 
a  la  Iglesia.  De  esta  forma,  el  Evangelio  de  Jesucristo,  por 
medio  de  la  familia  renovada,  resonará  hasta  los  confines 
de  la  tierra. 

Que  el  Espíritu  Santo  realice  una  renovación  de  nuestros  cora- 
zones en  el  momento  en  el  que  nos  preparamos  para  el  Tercer 
Milenio.  Que  nos  comprometamos  con  alegría  en  el  trabajo  que 
abra  una  nueva  era  para  las  familias,  fortalecidas  por  el  Señor  de 
la  Vida,  que  es  el  Señor  de  la  Familia. 


Río  de  Janeiro,  octubre  3  de  1997. 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


569 


Indice  General  de  1997 


Editoriales  Meses  Pág. 

•  Ofrece  el  perdón  recibe  la  paz  Ene  -  Feb  1 

•  Mensaje  de  Pascua  de  1997  Mar  -  Abr  93 

•  Vida  Contemplativa  de  varones  en  el  Ecuador  May  -  Jun  209 

•  Quito,  sede  del  49e  Congreso  de  Americanistas   Jul  -  Ago  325 

•  Primer  Centenario  del  fallecimiento  de 

Santa  Teresita  del  Niño  Jesús  Sep  -  Oct  405 

•  El  Año  del  Espíritu  Santo.  Nov  -  Dic  469 

Documentos  de  la  Santa  Sede 

•  Cristo,  plenitud  de  los  tiempos  Ene  -  Feb  7 

•  «Maestro,  ¿dónde  vives?  Venid  y  lo  veréis»  11 

•  Eucaristía  y  Libertad  18 

•  La  tutela  legal  del  menor  47 

•  Jornada  de  la  Vida  Consagrada  Mar  -  Abr  99 

•  Es  necesario  frenar  la  matanza  de  inocentes  104 

•  Sectas  y  cultos  satánicos  112 

•  Vademécum  para  los  confesores  May  -  Jun  215 

•  Congreso  europeo  sobre  las  vocaciones  242 

•  Una  esperanza  nueva  para  el  Líbano  247 

•  Viaje  de  Juan  Pablo  II  a  Beirut  253 

•  Introducción  sobre  los  sínodos  diocesanos  Jul -Ago  331 

•  El  Catecismo  de  la  Iglesia  Católica  Sep  -  Oct  411 

•  Divini  Amoris  Scientia  Nov  -  Dic  475 

•  Mensaje  para  la  Jornada  Mundial  del  Enfermo  495 

Documentos  del  CELAM 

•  Declaración  ética  contra  la  corrupción  Jul  -  Ago  363 

•  María  en  la  Histora  de  la  Salvación  Nov  -  Dic  505 

•  VI  Congreso  Eucarístico  Mariano  521 

•  Consagración  de  los  Países  Bolivarianos  a  los 

Sagrados  Corazones  de  Jesús  y  de  María  526 


570 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Documentos  de  la  Conferencia  Episcopal 


•  Con  los  Ojos  Fijos  en  El  Mar  -  Abr  159 

•  La  toma  de  la  Catedral  Primada  de  Quito  172 

•  El  Paro  Cívico  173 

•  10s  Aniversario  del  Martirio  de  los  misioneros  Jul  -  Ago 
capuchinos  Alejandro  Labaka  e  Inés  Arango  369 

•  Nada  se  pierde  con  la  Paz,  todo  se  puede 

perder  con  la  guerra  374 

•  Comunicado  de  la  Diócesis  de  Máchala 

para  el  cantón  Chilla  376 

•  Para  condecorar  al  Arzobispo  de  Munich  Sep  -  Oct  425 

•  Comunicado  de  la  Conf.  Episcopal  Ecuatoriana  Nov  -  Dic  531 

Documentos  Arquidiocesanos 

•  Cuarto  Centenario  del  Monasterio 

de  Santa  Clara  de  Asís  en  Quito  Ene  -  Fcb  53 

•  La  Mujer  en  América  Latina  57 

•  XXV  Aniversario  del  Instituto 

Psiquiátrico  "Sagrado  Corazón"  61 

•  Los  sistemas  éticos  y  la  "Bioética"  66 

•  Pregón  de  las  fiestas,  con  las  que  se  celebran 
las  Bodas  de  Oro  de  la  Presencia  Mercedaria 

en  la  Escuela  "Patria"  76 

•  Santo  Tomás  de  Aquino  80 

•  Reconciliación  con  Dios  Mar  -  Abr  177 

•  Quincuagésimo  Aniversario  sobre  los  Institutos 

Seculares  181 

•  En  los  Funerales  del 

R.  P.  Jesús  Rigoberto  Correa  Vásquez  186 

•  Quingentésimo  aniversario  del  nacimiento 

deAtahualpa  192 

•  Carta  del  Vaticano  May  -  Jun  261 

•  María  en  la  Vida  y  Misión  de  Cristo  262 

•  Fiesta  de  la  Dolorosa  del  Colegio  268 

•  125  Años  del  Colegio  La  Providencia  273 

•  Beatificación  de  la  M.  Ma.  Encarnación  Rosal  279 

•  25  Años  de  Grünenthal  287 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


•  1 7S  Años  dp  la  Batalla  dp  Pirhinrha 

i  f  \J  /  11 IL/ O  L* L   1  Ci   1/UlUllU  UV.    I  lLlllilLllC* 

292 

•  Fvmpralps  dpi  I  ir  Taimo  Arosta  Volasen 

295 

•  Centenario  del  nacimiento  del 

Or  Mariano  ^nárp7  Vpintimilla 

1—^1  •  1 V  1C1 1  1 L*  1  i  \J                            V                 11  1 1 1 1C1 

0\J\J 

•  Trahaio  nrpmíaHn  ron  miVilirarión 

0\jl 

•  1     Anivprsario  dpi  Tnstihio  dp  "A/Tisionpras 

1  \y      /VI  11  Vtl  CCJ1  1U  UL1    1 1  l  D  Ll  L  UU  H  L       J>  U  jlUl  1L  1  U  j 

Tul  - 

JUl 

A  OTí 

Franciscanas  de  la  Juventud" 

383 

•  Bodas  Enisconalps 

J07 

•  Prorpso  dp  Rpatifirarión  v  (""anoniyarión  dp  la 

X  1  L*  LL  J\J  UL   L'L Cl  1 1 1 1  LCJ \_1UI  L    y    \_Q  1  l Ul  11  ¿.ClHL,H  l  Uv  Id 

Siprva  dp  F)ios  Mariana  dp  Tpsrís  Torrps  v  R 

1 

*TJ  1 

•  Ta  Madrp  Tprpsa  dp  (~"a Imita 

w  IJCIILULIlUI  C  llldliliUl  dLlUil  Ut_  IvJo  UcJUcl \VJD  Ul 

Rpstanrarión  dp  la  iplpsia  dp  "F1  RpIpd" 

¿\LJIUU1UL1U11  U L   1CI  1  tllLOlCi  UL       1—1   l_/v_  1 L  1  L 

áA'X 

LTí±D 

•  En  el  Centenario  de  Santa  Teresita 

449 

•  252  Aniversario  Parroquia  "El  Carmelo" 

ae  ^uito 

Nov 

-  DlC 

53/ 

•   X  X  XII  Acamnioa  \  lr*v\r*vc\  1  Ho  1  o  pAnfnronr'iíi 
/\/\  /\  11  /AjdlllUlCd  VjLllCIdl  Ul.  la  l,UIULI  tTllLld 

do  las  Orcani  7arionps  Tntprnarionalps  (""at-nlir^c 

v*  L  itAj  \y  1  ti  C*l  11Z-C4L1W1  IL  D  11 1 1 L 1  llGLlL'llCllLO  V  CJ  IWl  1  LdD 

•  Alocución  pn  ol  Oía  dpi  Pana  dp  19Q7 

<  HULULlvll  V_  1 1  Ll  1 — '  1  Cl  Ll L 1    1  QUu  U  L    i  y  y  J 

Administración  Eclesiástica 

•  Nombramientos 

Ene 

-Feb 

86 

Mar 

-Abr 

199 

KTav 

ivia  y 

-  Tnn 

J  Ul  l 

j  i4* 

Tul  - 

A  f*o 

398 

Sep  - 

Oct 

455 

Nov 

-  Dic 

557 

•  Decretos 

JU.1 1  i_ 

-  Fph 
1  cu 

87 

o/ 

Mar 

-Abr 

200 

May 

-  Jun 

314 

Jul- 

Ago 

399 

Sep  - 

Oct 

456 

Nov 

-Dic 

559 

•  Ordenaciones 


Ene  -  Feb 
Mar  -  Abr 


87 
200 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


•  Erección  de  la  Parroquia  La  Anunciación  May  -  Jun  315 
Información  Eclesial 

•  En  el  Ecuador                                  Ene  -  Feb  88 

Mar  -  Abr  201 

May  -  Jun  318 

Jul  -  Ago  401 

Sép  -  Oct  461 

Nov  -  Dic  561 

•  En  el  Mundo                                         Ene  -  Feb  91 

Mar  -  Abr  206 

May  -  Jun  320 

Jul  -  Ago  403 

Scp  -  Oct  464 

Nov  -  Dic  562 


Apéndice 

•  Conclusiones  del  Congreso  Sep  -  Oct  466 
Teológico-Pastoral  sobre  la  Familia, 

Río  de  Janeiro  -  Brasil 

•  Conclusiones  del  Congreso  Nov  -  Dic  563 
Teológi  co-Pastoral 

sobre  la  Familia,  (continuación) 


*  1 


l 


<> 


4> 


SE**0* 


Oración  de  S.  S.  el  Papa  Juan  Pablo  II 
para  el  Segundo  Año  de  Preparación 
>ara  el  Jubileo  Universal  del  Año  2.000 

(año  dedicado  al  Espíritu  Santo) 


Espíritu  Santo,  dulce  huésped  del  alma, 
muéstranos  el  sentido  profundo  del  Gran  Jubileo 
y  prepara  nuestro  espíritu  para  celebrarlo  con  fe, 
en  la  esperanza  que  no  defrauda, 

en  la  caridad  que  no  espera  recompensa. 


Espíritu  de  verdad,  que  conoces  las  profundidades  de  Dios, 
memoria  y  profecía  de  la  Iglesia, 

dirige  la  humanidad  para  que  reconozca  en  Jesús  de  Nazaret 
el  Señor  de  la  gloria,  el  Salvador  del  mundo, 
la  culminación  de  la  historia. 


/  Ven,  Espíritu  de  amor  y  de  paz! 


Preparación  del  Gran  Jubileo  del  año  2000 
1998:  El  Espíritu  y  su 
Presencia  Santificadora 

"El  Espíritu  Santo,  que  el  Padre  enviará  en  mi  nombre,  os  lo  enseñará 
todo  y  os  recordará  lo  que  yo  os  he  dicho"  (Jn  1 4,  26) 


1 .  Persona  de  la  Trinidad:  Espíritu 
Santo.  Este  año  contemplare- 
mos al  Espíritu  Santo  alma  del 
Pueblo  de  Dios,  que  actualiza 
en  la  Iglesia  la  única  revela- 
ción de  Dios  por  Jesucristo  y  la 
hace  viva  y  eficaz  (TMA  44). 

2.  Virtud:  Esperanza. 
El  Espíritu  Santo 
construye  el  Rei- 
no de  Dios  cu- 
yas semillas  es- 
tán ya  presen- 
tes en  la  histo- 
ria de  los  hom- 
bres. La  Iglesia 
proclama  esa  es- 
peranza cierta  y 
forma  a  los  cristia 
nos  para  que  sean  testi- 
gos (TMA  46). 

3.  Sacramento:  Confirmación. 
Los  cristianos  descubrirán  el 
don  del  Espíritu  en  el  sacra- 
mento de  la  Confirmación  y  los 
múltiples  carismas  y  servicios 
que  suscita  en  la  comunidad 
cristiana  (TMA  45). 

4.  Misterio  mariano:  María.  Mu- 
jer de  esperanza,  como  lo  hizo 


en  el  cenáculo  con  los  apósto- 
les, nos  acompaña  en  la  ora- 
ción para  que  el  Espíritu  Santo 
vivifique  nuestras  Iglesias  parti- 
culares (TMA  48). 

5.  Objetivo  pastoral:  Valorar  la 
unidad  al   interior  de 
nuestra  Iglesia,  uni- 
>£>      dad  a  la  que  tien- 
den los  distin- 
tos dones  y 
carismas  sus- 
citados en 
ella  por  el  Es- 
píritu (TMA 
47). 

6.  Objetivo  ecumé- 
nico: Descubrir  y 
estimar  los  signos  de 
esperanza  en  el  campo  civil: 
avances  de  la  técnica,  ciencia, 
medicina  al  servicio  de  la  vida, 
defensa  de  la  naturaleza,  es- 
fuerzos de  paz  y  justicia;  y  en 
el  campo  eclesial:  mayor  aco- 
gida de  los  carismas  y  promo- 
ción del  laicado,  la  causa  de  la 
unidad  de  los  cristianos,  el  diá- 
logo con  las  religiones  y  la  cul- 
tura contemporánea. 


0882YA 

09-16-04 


1012  01458  9032 


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