LIBRARY OF PRINCETON
SEP 2 7 2Q04
THEOLOGICAL SEMINARY
PER BX1472.A1 B68
Boletflm eclesiástico.
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the Internet Archive
in 2015
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ORGANO INFORMATIVO
ARQUIDIOCESIS DE QUITO
BOLETIN ECLESIASTICO
Por la acción del Espíritu Santo,
Mariana de Jesús Paredes y Flores fue santificada y escaló
las cimas más elevadas de la santidad y de la perfección cristiana.
ORGANO INFORMATIVO
mayo/junio 1996
BOLETIN ECLESIASTICO AñO Clll
Editorial
• Mensaje Pontificio con ocasión del Año Jubilar de Sta. Mariana de Jesús ... 209
DOCUMENfTOS DE LA SANTA SEDE
• Introducción 215
•Primera parte Vacante de la Sede Apostólica Capitulo 1 220
•Capítutoll 222
•Capítutolll 226
• Capítulo IV 229
•CapítutoV 230
• Segunda Parte Los electores del Romano Pontífice Capítulo 1 231
• Capítuto II 234
• Capítuto III 237
•Capítuto IV 240
•CapítutoV 242
• Capítuto VI 248
•Capítuto VII 251
• Promulgación 253
• Bendición Apostólica de Juan Pablo II a la Iglesia del Ecuador 254
Documentos del Celam
• II Encuentro de los Presidentes de las Comisiones Doctrinales
de las Conferencias Episcopates de América Latina 259
Documentos de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana
• La Conf. Epis. al Pueblo Ecuat. y a los Cand. a la Presidencia de la Rep.... 267
Documentos Arqui diocesanos
• Presentadón del Libro "En el camino hacia el Reino de Dios 271
• 90° aniversarto del milagro de la Dolorosa del Colegio 277
• Bendita tú entre las mujeres 285
• La Santidad de Mariana de Jesús Ante el Tercer milenn Cristiano 295
• Santa Mariana de Jesús Paredes y Rores 303
• Jerusalén y los Cristianos 309
Administración Eclesiástica
• Nombramientos 317
• Deaetos 317
Información Eclesial I
• En el Ecuador 320
• En el Mundo 322
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• Se aceptan Canjes. •
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t /
MENSAJE PONTIFICIO
CON OCASION DEL AÑO JUBILAR
DE SANTA MARIANA DE JESUS
Con fecha 18 de abril de 1996, Su Santi-
dad el Papa Juan Pablo Use dignó enviar
al Presidente de la Conferencia Episcopal
Ecuatoriana, a los demás Obispos, al cle-
ro, comunidades religiosas y fieles del
Ecuador un importante Mensaje con el
cual evocó el recuerdo de la figura signi-
ficativa de Santa Mariana de Jesús Pare-
des y Flores, esta joven mujer latinoameri-
cana, que supo vivir la consagración a
Dios en el mundo tratando de introducir
en la sociedad quiteña del siglo XVII las
energías siempre nuevas del Reino de
Cristo.
Con este Mensaje Juan Pablo II se ha uni-
do al gozo del Año Jubilar proclamado
por el Episcopado ecuatoriano en la cele-
bración del 350° aniversario de la Azuce-
na de Quito. Este Año Jubilar se clausuró
el 26 de mayo de 1SB6.
la breve vida terrena de la "Azucena de
Quito" sorprende por su profunda madu-
rez y equilibrio interior, frutos de un in-
tenso combate espiritual desde la oración
y la ascesis.
El amor
a Cristo pobre
la llevó al
servicio de
Cristo en los
indigentes y los
pecadores,
compartiendo
las condiciones
de vida de los
más
desheredados
y participando
desús
sufrimientos,
problemas y
peligros.
En Santa Mariana de Jesús convergen de
modo armónico diversas escuelas y tradi-
ciones espirituales de la época: pertenecía
a la Tercera Orden Franciscana, se consi-
deraba discípula espiritual de Santa Tere-
sa de Avila y, al mismo tiempo, se sentía
hija de la Compañía de Jesús. De este mo-
do su vida se hace reflejo de la Iglesia, per-
manentemente abierta a la dinámica mi-
sionera y evangelizadora, que ha sido en-
viada al mundo para anunciar y exten-
der el misterio de comunión que la cons-
tituye, reuniendo a todos y a todo en Cris-
to y siendo para todos sacramento indis-
pensable de unidad.
Bebiendo en las fuentes claras de las Es-
crituras, aprendió a discernir, con la ayu-
da de sus confesores y directores espiri-
tuales, la voluntad de Dios, que la quiso
virgen consagrada a la oración y al servi-
cio de la Iglesia en su propia casa. Su re-
cuerdo hoy invita a todos, especialmente
a la juventud ecuatoriana, a responder
con prontitud y valentía al llamado del
Señor, que espera la aportación de la fe y
de la iniciativa de numerosos jóvenes
consagrados, para que el mundo sea ca-
da vez más sereno y acogedor, más autén-
ticamente humano.
Interpelada por las palabras de Jesús:
"Bienaventurados los pobres, porque
vuestro es el Reino de Dios" (Le 6, 20), Ma-
riana de Jesús quiso imitar a Cristo pobre,
abrazando un estilo de vida abnegado,
sobrio y fraterno, inspirado en criterios de
sencillez y hospitalidad evangélicas y
acompañado por un compromiso activo
en la educación cristiana y en la cateque-
sis de los niños necesitados, en particular,
de los indígenas, y en la caridad.
El amor a Cristo pobre la llevó al servicio
de Cristo en los indigentes y los pecadores,
compartiendo las condiciones de vida de
los más desheredados y participando de
sus sufrimientos, problemas y peligros.
Que esta opción por la pobreza evangéli-
ca, vivida también hoy en Latinoamérica
con valentía y heroísmo por tantos otros
hombres y mujeres de corazón generoso,
siga denunciando la esclavitud del peca-
do, raíz de toda injusticia y discrimina-
ción; favorezca la promoción de la solida-
ridad social, "iluminando con el Evange-
lio y la doctrina social católica la con-
ciencia de los ciudadanos" (Carta ap. Los
Caminos del Evangelio, 21); y ayude a las
nuevas generaciones del Ecuador a ven-
cer la seducción de un materialismo ávi-
do de poseer, desinteresado de los más dé-
biles y carente de sensibilidad por el equi-
librio de los recursos de la naturaleza.
Que esta
opción por la
pobreza
evangélica,
vivida también
hoy en
Latinoamérica
con valentía y
heroísmo por
tantos otros
hombres y
mujeres de
corazón
generoso, siga
denunciando
la esclavitud
del pecado,
raíz de toda
injusticia y
discriminación.
Sobre todo el Santo Padre nos invita a los
ecuatorianos a poner toda nuestra con-
fianza en nuestra Santa compatriota, que
ofrendó su vida por la salvación de Quito
y del Ecuador. Por eso nos dice en su Men-
saje: "Debe ser también para el Ecuador
motivo de confianza ante el futuro el re-
cuerdo vivo de esta hija suya predilecta,
que no amó tanto su vida como para te-
mer la muerte (cf. Ap 12, 11), sino que la
ofreció por la salvación de sus hermanos,
los habitantes de Quito, angustiados por
la peste y los temblores de tierra. Ella, ver-
dadera "Heroína nacional", sigue acom-
pañando con su intercesión y especial
protección el caminar de este querido
pueblo, ayudando a todos, ciudadanos y
gobernantes, a afrontar desde la fidelidad
a sus más auténticas raíces cristianas los
problemas de la convivencia nacional e
internacional, para construir una socie-
dad digna del hombre y alcanzar una
paz duradera, fundada sobre la justicia ".
Documentos
de la
Sonto Sede
I
MAYO/ JUNIO 1996
215
Constitución Apostólica
Universi Dominici Gregis
sobre la vacante de la Sede Apostólica
y la elección del Romano Pontífice
Juan Pablo II
Siervo de los Siervos de Dios paro perpetua memoria
Pastor de todo el rebaño del Señor es el Obispo de la Iglesia de Roma, en
la cual el Bienaventurado Apóstol Pedro, por soberana disposición de la Pro-
videncia divina, dio a Cristo el supremo testimonio de sangre con el marti-
rio. Por tanto, es comprensible que la legítima sucesión, apostólica en esta Se-
de, con la cual <ada Iglesia debe estar de acuerdo por su alta preeminen-
cia»,^
Precisamente por esto los Sumos Pontífices, en el curso de los siglos, han
considerado como su deber preciso, así como también su derecho específi-
co, regular con oportunas normas la elección del Sucesor. Así, en los tiem-
pos cercanos a nosotros, mis Predecesores San Pío X^, Pío XI,^ PíoXII,'^ Juan
XXIIl5 y por último Pablo VI, ^ cada uno con la intención de responder a las
exigencias del momento histórico concreto, proveyeron a emanar al respec-
to sabias y apropiadas reglas para disponer la idónea preparación y el orde-
nado desarrollo de la reunión de los electores a quienes, en la vacante de la
1 5. IRENEO, Adv. Moeres., m, 3. 2: SCb 211, 33.
2 Cf. Const. ap. Vacante Sede Apostólica (25 diciembre 1904): Ai X Pontífkis Maximi Acta,
n (1908), 239-288.
3 Cf. Motu proprio CumProxime (1 marzo 1992): AAS 14 (1922), 145-146; Const. ap. Quae
divinilus (.25 marzo 1935): AA 27 (1935), 97-113.
4 Cf. Const. ap. Vacantis Apostolicae Sedis (8 diciembre 1945): AAS 38 (1946), 65-99.
5 Cf. Motu proprio Summi Pontifkis electio (5 septiembre 1962): AAS 54 (1962, 632-640.
6 Cf. Const, ap. Kegimini Ecclesiae universae (15 agosto 1967): AAS 59 (1967), 885-928; Mo-
tu proprio Ingravescentem aetatem (21 noviembre 1970): AAS 62(1970), 810-813; Const.
ap. Romano Pontifid digendo (1 octubre 1975): AAS 67 (1975), 609-645.
BOLETIN ECLESIASTICO
Sede Apostólica, les corresponde el importante y arduo encargo de elegir al
Romano Pontífice.
Si hoy me dispongo a afrontar por mi parte esta materia, no es ciertamente
por la poca consideración de aquellas normas, que más bien aprecio profun-
damente y que en gran parte quiero confirmar, al menos en lo referente a la
sustancia y a los principios de fondo que las inspiraron. Lo que me mueve a
dar este paso es la conciencia de la nueva situación que está viviendo hoy
la Iglesia y la necesidad, además, de tener presente la revisión general de la
ley canónica, felizmente llevada a cabo, con el apoyo de todo el Episcopa-
do, mediante la publicación y promulgación primero del Código de Derecho
Canónico y después del Código de los Cánones de las Iglesias Orientales. De
acuerdo con esta revisión, inspirada en el Concilio Ecuménico II, he querido
sucesivamente adecuar la reforma de la Curia Romana mediante la Constitu-
ción apostólica Pastor Bonus? Por lo demás, precisamente lo dispuesto en
el canon 335 del Código de Derecho Canónico, y propuesto también en el
canon 47 del Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, deja entrever
el deber de emanar y actualizar constantemente leyes específicas, que regu-
len la provisión canónica de la Sede Romana cuando esté vacante por cual-
quier motivo.
En la formulación de la nueva disciplina, aun teniendo en cuenta las exigen-
cias de nuestro tiempo, me he preocupado de no cambiar sustancialmente la
línea de la sabia y venerable tradición hasta ahora seguida.
Indiscutible, verdaderamente, es el principio según el cual a los Romanos
Pontífices corresponde definir, adaptándolo a los cambios de los tiempos, el
modo en el cual debe realizarse la designación de la persona llamada a asu-
mir la sucesión de Pedro en la Sede Romana. Esto se refiere, en primer lu-
gar, al organismo al cual se le pide el cometido de proveer a la elección del
Romano Pontífice: la praxis milenaria, sancionada por normas canónicas pre-
cisas, confirmadas también por una explícita disposición del vigente Código
7 Cf. AAS 80 (1988), 841-912.
I
MAYO/ JUNIO 1996
217
de Derecho Canónico (cfd can. 349 del C.I.C.), lo constituye el Colegio de
los Cardenales de la Santa Iglesia Romana. Siendo verdad que es doctrina de
fe que la potestad del Sumo Pontífice deriva directamente de Cristo, de quien
es Vicario en la tierra,^ está también fuera de toda duda que este poder su-
premo en la Iglesia le viene atribuido, «mediante la elección legítima por él
aceptada juntamente con la consagración episcopal». ^ Muy importante es,
pues, el cometido que corresponde al organismo encargado de esta elección.
Por consiguiente, las normas que regulan su actuación deben ser muy preci-
sas y claras, para que la elección misma tenga lugar del modo más digno y
conforme al cargo de altísima responsabilidad que el elegido, por investidu-
ra divina, deberá asumir mediante su aceptación.
Confirmando, pues, la norma del vigente Código de Derecho Canónico (cf.
can. 349 C.I.C.), en el cual se refleja la ya milenaria praxis de la Iglesia, rati-
fico que el Colegio de los electores del Sumo Pontífice está constituido úni-
camente por los Padres Cardenales de la Santa Iglesia Romana. En ellos se
expresan como en una síntesis admirable, los dos aspectos que caracterizan
la figura y la misión del Romano Pontífice. Romano, porque se identifica con
la persona del Obispo de la Iglesia que está en Roma y, por tanto, en estre-
cha relación con el Clero de esta ciudad, representado por los Cardenales de
los títulos presbiterales y diaconales de Roma, y con los Cardenales Obispos
de la Sedes suburbicarias; Pontífice de la Iglesia universal, porque está llama-
do a hacer visiblemente las veces del invisible Pastor que guía todo el reba-
ño a los prados de la vida eterna. La universalidad de la Iglesia está, por lo
demás, bien reflejada en la composición misma del Colegio Cardenalicio, for-
mado por Purpurados de todos los continentes.
En las actuales circunstancias históricas la dimensión universal de la Iglesia
parece expresada suficientemente por el Colegio de los ciento veinte Carde-
nales electores, compuestos por Purpurados provenientes de todas las partes
8 cf. Conc. Ecum. Vat. I, Const dogm. Pastor aetemus, sobre la Iglesia de Cristo, III; Cene.
Ecum. Vat. D, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 18.
9 Código de Derecho Canónico, can. 332 J 1; cf. Código de los Cánones de ¡as Iglesias Orien-
tales, can. 44 J 1.
218
BOLETIN ECLESIASTICO
de la tierra y de las más variadas culturas. Por tanto, confirmo como máxi-
mo este número de Cardenales electores, precisando al mismo tiempo que
no quiere ser de ningún modo indicio de menor consideración el mantener
la norma establecida por mi predecesor Pablo VI, según la cual no partici-
pan en la elección aquellos que ya han cumplido ochenta años de edad el
día en el que comienza la vacante de la Sede Apostólica. ^° En efecto, la ra-
zón de esta disposición está en la voluntad de no añadir al peso de tan ve-
nerable edad la ulterior carga constituida por la responsabilidad de la elec-
ción de aquél que deberá guiar el rebaño de Cristo de modo adecuado a las
exigencias de los tiempos. Esto, sin embargo, no impide que los Padres Car-
denales mayores de ochenta años tomen parte en las reuniones preparato-
rias del Cónclave, según lo dispuesto más adelante. De ellos en particular,
además, se espera que, durante la sede vacante, y sobre todo durante el de-
sarrollo de la elección del Romano Pontífice, actuando casi como guías del
Pueblo de Dios reunido en las Basílicas Patriarcales de la Urbe, como tam-
bién en otros templos de la Diócesis del mundo entero, ayuden a la tarea de
los electores con intensas oraciones y súplicas al Espíritu Divino, imploran-
do para ellos la luz necesaria para que realicen su elección teniendo presen-
te solamente a Dios y mirando únicamente a la «salvación de las almas que
debe ser siempre la ley suprema de la Iglesia*.^ ^•
Especial atención he querido dedicar a la antiquísima institución del Cóncla-
ve: su normativa y praxis han sido consagradas y definidas, al respecto, tam-
bién en solemnes disposiciones de muchos de mis Predecesores. Una aten-
ta investigación histórica confirma no solo la oportunidad contingente de eta
institución, por las circunstancias en las que surgió y fue poco a poco defi-
nido normativamente, sino también su constante utilidad para el desarrollo
ordenado, solícito y regular de las operaciones de la elección misma, parti-
cularmente en momentos de tensión y perturbación.
Precisamente por esto, aun consciente de la valoración de teólogos y cañó-
10 Cf. Motu proprio ¡ngravescenlem aetatóm (.21 noviembre 1970), D, 2: AAS 62 (1970), 811;
Const. ap. Romano Pontifiá eligendo (1 octubre 1975), 33: AAS 67 (1975), 622.
11 Código de Derecho Canónico, can. 1752.
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219
nistas de todos los tiempos, los cuales de forma concorde consideran esta
institución como no necesaria por su naturaleza para la elección válida del
Romano Pontífice, confirmo con esta Constitución su vigencia en su estruc-
tura esencial, aportando sin embargo algunas modificaciones para adecuar la
disciplina a las exigencias actuales. En particular, he considerado oportuno
disponer que, en todo el tiempo que dure la elección, las habitaciones de los
Cardenales electores y de los que están llamados a colaborar en el desarro-
llo regular de la elección misma estén situadas en lugares convenientes del
Estado de la Ciudad del Vaticano. Aunque pequeño, el Estado es suficiente
para asegurar dentro de sus muros, gracias también a los oportunos recursos
más abajo indicados, el aislamiento y consiguiente recogimiento que un ac-
to tan vital para la Iglesia entera exige de los electores.
Al mismo tiempo, considerado el carácter sagrado del acto y, por tanto, la
conveniencia de que se desarrolle en un lugar apropiado, en el cual, por una
parte, las celebraciones litúrgicas se puedan unir con las formalidades jurídi-
cas y, por otra, se facilite a los electores la preparación de los ánimos para
acoger las mociones interiores del Espíritu Santo, dispongo que la elección
se continúe desarrollando en la Capilla Sixtina, donde todo contribuye a ha-
cer más viva la presencia de Dios, ante el cual cada uno deberá presentarse
un día para ser juzgado.
Confirmo, además, con mi autoridad apostólica el deber del más riguroso se-
creto sobre todo lo que concierne directa o indirectamente las operaciones
mismas de la elección: también en esto, sin embargo, he querido simplificar
y reducir a lo esencial las normas relativas, de modo que se eviten perpleji-
dades y dudas, y también quizás posteriores problemas de conciencia en
quien ha tomado parte en la elección.
Finalmente, he considerado la necesidad de revisar la forma misma de la
elección, teniendo asimismo en cuencta las actuales exigencias eclesiales y
las orientaciones de la cultura moderna. Así me ha parecido oportuno no
conservar la elección por aclamación quasi ex inspiratione, juzgándola ya
inadecuada para interpretar el sentir de un colegio electoral tan extenso por
su número y tan diversificado por su procedencia. Igualmente ha parecido
220
BOLETIN ECLESIASTICO
necesario suprimir la elección per compromisum, no solo porque es de difí-
cil realización, como ha demostrado el cúmulo casi inextricable de normas
emanadas a este respecto en el pasado, sino también porque su naturaleza
conlleva una cierta falta de responsabilidad de los electores, los cuales, en
esta hipótesis, no serían llamados a expresar personalmente el propio voto.
Después de madura reflexión he llegado, pues, a la determinación de esta-
blecer que la única forma con la cual los electores pueden manifestar su vo-
to para la elección del Romano Pontífice sea la del escrutinio secreto, lleva-
da a cabo según las normas indicadas más abajo. En efecto, esta forma ofre-
ce las mayores garantías de claridad, nitidez, simplicidad, transparencia y, so-
bre todo, de efectiva y constructiva participación de todos y cada uno de los
Padres Cardenales llamados a constituir la asamblea electiva del Sucesor de
Pedro.
Con estos propósitos promulgo la presente Constitución apostólica, que con-
tiene las normas a las que, cuando tenga lugar la vacante de la Sede Roma-
na, deben atenerse rigurosamente los Cardenales que tienen el derecho-de-
ber de elegir al Sucesor de Pedro, Cabeza visible de toda la Iglesia y Siervo
de los siervos de Dios.
Primera parte
Vacante de la Sede Apostólica
Capítulo I
Poderes del Colegio de los Cardenales
mientras está vacante la Sede Apostólica
1. Mientras está vacante la Sede Apostólica, el Colegio de los Cardenales no
tiene ninguna potestad o jurisdicción sobre las cuestiones que corresponden
al Sumo Pontífice en vida o el ejercicio de las funciones de su misión; todas
estas cuestiones deben quedar reservadas exclusivamente al futuro Pontífice.
Declaro, por lo tanto, inválido y nulo cualquier acto de f)Otestad o de juris-
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dicción correspondiente al Romano Pontífice mientras vive o en el ejercicio
de las funciones de su misión, que el Colegio mismo de los Cardenales de-
cidiese ejercer, si no es en la medida expresamente consentida en esta Cons-
titución.
2. Mientras está vacante la Sede Apostólica, el gobierno de la Iglesia queda
confiado al Colegio de los Cardenales solamente para el despacho de los
asuntos ordinarios (cf. n. 6), y para la preparación de todo lo necesario pa-
ra la elección del nuevo Pontífice. Esta tarea debe llevarse a cabo con los
modos y los límites previstos por esta Constitución: por eso deben quedar
absolutamente excluidos los asuntos, que — sea por ley como por praxis —
o son potestad únicamente del Romano Pontífice mismo, o se refieren a las
normas para la elección del nuevo Pontífice según las disposiciones de la
presente Constitución.
3. Establezco, además, que el Colegio Cardenalicio no pueda disponer nada
sobre los derechos de la Sede Apostólica y de la Iglesia Romana, y tanto me-
nos permitir que algunos de ellos vengan menguados, directa o indirecta-
mente, aunque fuera con el fm de solucionar divergencias o de perseguir ac-
ciones perpetradas contra los mismos derechos después de la muerte o la re-
nuncia válida del Pontífice^^ Todos los Cardenales tengan sumo cuidado en
defender tales derechos.
4. Durante la vacante de la Sede Apostólica, las leyes emanadas por los Ro-
manos Pontífices no pueden de ningún modo ser corregidas o modificadas,
ni se puede añadir, quitar nada o dispensar de una parte de las mismas, es-
pecialmente en lo que se refiere al ordenamiento de la elección del Sumo
Pontífice. Es más, si sucediera eventualmente que se hiciera o intentara algo
contra esta disposición, con mi suprema autoridad lo declaro nulo e inváli-
do.
5. En el caso de que surgiesen dudas sobre las disposiciones contenidas en
esta Constitución, o sobre el modo de llevarlas a cabo, dispongo formalmen-
12 Cf. Código de Derecho Canónico, can. 332$ 2; Código de los Cañones de las Iglesias Orien-
tales, can. 44 J 2.
222
BOLETIN ECLESIASTICO
te que todo el poder de emitir un juicio al respecto corresponde al Colegio
de los Cardenales, al cual doy por tanto la facultad de interpretar los puntos
dudosos o controvertidos, estableciendo que cuando sea necesario deliberar
sobre estas o parecidas cuestiones, excepto sobre el acto de la elección, sea
suficiente que la mayoría de los Cardenales reunidos esté de acuerdo sobre
la misma opinión.
6. Del mismo modo, cuando se presente un problema que, a juicio de la ma-
yor parte de los Cardenales reunidos, no puede ser aplazado posteriormen-
te, el Colegio de los Cardenales debe disponer según el parecer de la mayo-
ría.
Capítulo II
Las Congregaciones de los Cardenales
para preparar la elección del Sumo Pontífice
7. Durante la Sede vacante tendrán lugar dos clases de Congregaciones de
los Cardenales: una general, es decir, de todo el Colegio hasta el comienzo
de la elección, y otra particular. En las Congregaciones generales deben par-
ticipar todos los Cardenales no impedidos legítimamente, apenas son infor-
mados de la vacante de la Sede Apostólica. Sin embargo, a los Cardenales
que, según la norma del n. 33 de esta Constitución, no tienen el derecho de
elegir al Pontífice, se les concede la facultad de abstenerse, si lo prefieren,
de participar en estas Congregaciones generales.
La Congregación particular está constituida por el Cardenal Camarlengo de
la Santa Iglesia Romana y por tres Cardenales, uno por cada Orden, extraí-
dos por sorteo entre los Cardenales electores llegados a Roma. La función de
estos tres Cardenales, llamados Asistentes, cesa al cumplirse el tercer día, y
en su lugar, siempre mediante sorteo, les suceden otros con el mismo plazo
de tiempo incluso después de iniciada la elección.
Durante el período de la elección las cuestiones de mayor importancia, si es
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223
necesario, serán tratadas por la asamblea de los Cardenales electores, mien-
tras que los asuntos ordinarios seguirán siendo tratados por la Congregación
particular de los Cardenales. En las Congregaciones generales y particulares,
durante la Sede vacante, los Cardenales vestirán el traje talar ordinario negro
con cordón rojo y la faja roja, con solideo, cruz pectoral y anillo.
8. En las Congregaciones particulares deben tratarse solamente las cuestio-
nes de menor importancia que se vayan presentando diariamente o en cada
momento. Si surgieran cuestiones más importantes y que merecieran un exa-
men más profundo, deben ser sometidas a la Congregación general. Además,
todo lo que ha sido decidido, resuelto o denegado en una Congregación par-
ticular no puede ser revocado, cambiado o concedido, en otra; el derecho
de hacer esto corresponde únicamente a la Congregación general y por ma-
yoría de votos.
9. Las Congregaciones generales de los Cardenales tendrán lugar en el Pala-
cio Apostólico Vaticano o, si las circunstancias los exigen, en otro lugar más
oportuno a juicio de los mismos Cardenales. Preside estas Congregaciones el
Decano del Colegio o, en el caso de que esté ausente o legítimamente im-
pedido, el Vicedecano. En el caso de que uno de ellos o los dos no gocen,
según la norma del n. 33 de esta Constitución, del derecho de elegir al Pon-
tífice, presidirá las asambleas de los Cardenales electores el Cardenal elector
más antiguo, según el orden habitual de precedencia.
10. El voto en las Congregaciones de los Cardenales, cuando se trate de asun-
tos de mayor importancia, no debe ser dado de palabra, sino de forma se-
creta.
11. Las Congregaciones generales que preceden el comienzo de la elección,
llamadas por eso «preparatorias-, deben celebrarse a diario, a partir del día
establecido por el Camarlengo de la Santa Iglesia Romana y por el primer
Cardenal de cada orden entre los electores, irKluso en los días en que se ce-
lebran las exequias del Pontífice difunto. Esto debe hacerse para que el Car-
denal Camariengo pueda oír el parecer del Colegio y darle las comunicacio-
nes que crea necesarias u oportunas; y también para permitir a cada Carde-
224
BOLETIN ECLESIASTICO
nal que exprese su opinión sobre los problemas que se presenten, pedir ex-
plicaciones en caso de duda y hacer propuestas.
12. ín las primeras Congregaciones generales se proveerá a que cada Carde-
nal tenga a disposición un ejemplar de esta Constitución y, al mismo tiem-
po, se les dé la posibilidad de proponer eventualmente cuestiones sobre el
significado y el cumplimiento de las normas establecidas en la misma. Con-
viene, además, que sea leída la parte de esta Constitución que hace referen-
cia a la vacante de la Sede Apostólica. Al mismo tiempo, todos los Cardena-
les presentes deben prestar juramento de observar las disposiciones conteni-
das en ella y de guardar el secreto. Este juramento, que debe ser hecho tam-
bién por los Cardenales que habiendo llegado con retraso participen más tar-
de en estas Congregaciones, será leído por el Cardenal Decano o, eventual-
mente por otro presidente del Colegio (conforme a la norma establecida en
el n. 9 de esta Constitución) en presencia de los otros Cardenales según la
siguiente fórmula:
Nosotros, Cardenales de la Santa Iglesia Romana, del Orden de bs Obispos,
del de los Presbíteros y de los Diáconos, prometemos, nos obligamos y jura-
mos, todos y cada uno, observar exacta y fielmente todas las normas conten-
didas en la Constitución apostólica Universi Dominici Gregis del Sumo Pon-
tífice Juan Pablo n, y mantener escrupulosamente el secreto sobre cualquier
cosa que de algún modo tenga que ver con la elección del Romano Pontífice,
o que por su naturaleza, durante la vacante de la Sede Apostólica, requiera
el mismo secreto.
Seguidamente cada Cardenal dirá: Y Yo, N. Cardenal N. prometo, me obligo y
juro. Y poniendo la mano sobre los Evangelios, añadirá: Así me ayude Dios
y estos Santos Evangelios que toco con mi mano.
13. En una de las Congregaciones inmediatamente posteriores, los Cardena-
les deberán, en conformidad con la orden del día preestablecida, tomar las
decisiones más urgentes para el comienzo del proceso de la elección, es de-
cir:
MAYO/ JUNIO 1996
a) establecer el día, la hora y el modo en que el cadáver del difunto Pontí-
fice será trasladado a la Basílica Vaticana, para ser expuesto a la venera-
ción de los fieles;
b) disponer todo lo necesario para las exequias del difunto Pontífice, que se
celebrarán durante nueve días consecutivos, y fijar el inicio de las mismas
de modo que el entierro tenga lugar, salvo motivos especiales, entre el
cuarto y el sexto día después de la muerte;
c) pedir a la Comisión, compuesta por el Cardenal Camarlengo y por los
Cardenales que desempeñan respectivamente el cargo de Secretario de
Estado y de Presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciu-
dad del Vaticano, que disponga oportunamente tanto los locales de la Do-
rmís Sanctae Marthae para el conveniente alojamiento de los Cardenales
electores, como las habitaciones adecuadas para los que están previstos
en el n. 46 de la presente Constitución, y que, al mismo tiempo, provea
a que esté dispuesto todo lo necesario para la preparación de la Capilla
Sixtina, a fin de que las operaciones relativas a la elección puedan desa-
rrollarse de manera ágil, ordenada y con la máxima reserva, según lo pre-
visto y establecido en esta Constitución;
(O confiar a dos eclesiásticos de clara doctrina, sabiduría y autoridad moral,
el encargo de predicar a los mismos Cardenales dos ponderadas medita-
ciones sobre los problemas de la Iglesia en aquel momento y la elección
iluminada del nuevo Pontífice; al mismo tiempo, quedando firme lo dis-
puesto en el n. 52 de esta Constitución, determinen el día y la hora en
que debe serles dirigida la primera de dichas meditaciones;
e) aprobar — bajo propuesta de la Administración de la Sede Apostólica o,
en la parte que le corresponde, del Gobierno del Estado de la Ciudad del
Vaticano — , los gastos necesarios desde la muerte del Pontífice hasta la
elección del sucesor;
f) leer, si los hubiere, los documentos dejados por el Pontífice difunto al Co-
legio de Cardenales;
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BOLETIN ECLESIASTICO
g) cuidar que sean anulados el Anillo del Pescador y el Sello de plomo, con
los cuales son enviadas las Cartas Apostólicas;
h) asignar por sorteo las habitaciones a los Cardenales electores;
i) Fijar el día y la hora del comienzo de las operaciones de voto.
Capítulo III
Algunos cargos durante
la Sede Apostólica vacante
14. Según el art. 6 de la Constitución apostólica Pastor Bonus}^ a la muerte
del Pontífice todos los Jefes de los Dicasterios de la Curia Romana, tanto el
Cardenal Secretario de Estado como los Cardenales Prefectos y los Presiden-
tes Arzobispos, así como también los Miembros de los mismos Dicasterios,
cesan en el ejercicio de sus cargos. Se exceptúan el Camarlengo de la Santa
Iglesia Romana y el Penitenciario Mayor, que siguen ocupándose de los
asuntos ordinarios, sometiendo al Colegio de los Cardenales todo lo que de-
biera ser referido al Sumo Pontífice.
Igualmente, de acuerdo con la Constitución Apostólica Vicaríae Potestatis (n.
2 S 1),^^ el Cardenal Vicario General de la diócesis de Roma no cesa en su
cargo durante la vacante de la Sede Apostólica y tampoco cesa en su juris-
dicción el Cardenal Arcipreste de la Basílica Vaticana y Vicario General para
la Ciudad del Vaticano.
15. En el caso de que a la muerte del Pontífice o antes de la elección del Su-
cesor estén vacantes los cargos de Camarlengo de la Santa Iglesia Romana o
de Penitenciario Mayor, el Colegio de los Cardenales debe elegir cuanto an-
tes al Cardenal o, si es el caso, los Cardenales que ocuparán su cargo hasta
13 Cf. /M580a988), 860.
14 Cf. /L45 69 (1977), 9-10.
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la elección del nuevo Pontífice. En cada uno de los casos citados la elección
se realiza por medio de votación secreta de todos los Cardenales electores
presentes, por medio de papeletas, que serán distribuidas y recogidas por los
Ceremonieros y abiertas después en presencia del Camarlengo y de los tres
Cardenales Asistentes, si se trata de elegir al Penitenciario Mayor; o de los ci-
tados tres Cardenales y del Secretario del Colegio de los Cardenales si se de-
be elegir al Camarlengo. Resultará elegido y tendrá ipso facto todas las facul-
tades correspondientes al cargo aquél que haya obtenido la mayoría de los
votos. En el caso de empate, será designado quien pertenezca al orden más
elevado y, dentro del mismo orden, quien haya sido creado primero Carde-
nal. Hasta que no haya sido elegido el Camarlengo, ejerce sus funciones el
Decano del Colegio o, en su ausencia o si está legítimamente impedido, el
Vicedecano o el Cardenal más antiguo según el orden de precedencia con-
forme al n. 9 de esta Constitución, el cual puede tomar sin ninguna dilata-
ción las decisiones que las circunstancias aconsejen.
16. En cambio, si durante la Sede vacante falleciese el Vicario General de la
Diócesis de Roma, el Vicegerente en funciones ejercerá también la función
propia del Cardenal Vicario además de su jurisdicción ordinaria vicaria. ^5 si
también faltase el Vicegerente, el Obispo Auxiliar más antiguo en el nombra-
miento desempeñará las funciones.
17. Apenas recibida la noticia de la muerte del Sumo Pontífice, el Camarlen-
go de la Santa Iglesia Romana debe comprobar oficialmente la muerte del
Pontífice en presencia del Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias,
de los Prelados Oérigos y del Secretario y Canciller de la Cámara Apostóli-
ca, el cual deberá extender el documento o acta auténtica de muerte. El Ca-
marlengo debe además sellar el estudio y la habitación del mismo Pontífice,
disponiendo que el personal que vive habitualmente en el apartamento pri-
vado pueda seguir en él hasta después de la sepultura del Papa, momento
en que todo el apartamento pontificio será sellado; comunicar la muerte al
Cardenal Vicario para la Urbe, el cual dará noticia al pueblo romano con una
15 Cf. Const. ap. Vicariae ptestaüs (6 enero 1977), 2 J 4: AAS 69 (1977), 10.
BOLETIN ECLESIASTICO
notificación especial; igualmente al Cardenal Arcipreste de la Basílica \^tica-
na; tomar posesión del Palacio Apostólico Vaticano y, personalmente o por
medio de un delegado suyo, de los Palacios de Letrán y de Castel Gandolfo,
ejerciendo su custodia y gobierno; establecer, oídos los Cardenales primeros
de los tres órdenes, todo lo que concierne a la sepultura del Pontífice, a me-
nos que éste, cuando vivía, no hubiera manifestado su voluntad al respecto;
cuidar, en nombre y con el consentimiento del Colegio de los Cardenales, to-
do lo que las circunstancias aconsejen para la defensa de los derechos de la
Sede Apostólica y para un recta administración de la misma. De hecho, es
competencia del Camarlengo de la Santa Iglesia Romana, durante la Sede va-
cante, cuidar y administrar los bienes y los derechos temporales de la Santa
Sede, con la ayuda de los tres Cardenales Asistentes, previo el voto del Co-
legio de los Cardenales, una vez para las cuestiones menos importantes, y
cada vez para aquéllas más graves.
18. El Cardenal Penitenciario Mayor y sus Oficiales, durante la Sede vacante,
podrán llevar a cabo todo lo que ha sido establecido por mi Predecesor Pío
XI en la Constitución apostólica Qu¿ie divinitus, del 25 de marzo de 1935,^^
y por mí mismo en la Constitución apostólica Pastor BonusP
19. El Decano del Colegio de los Cardenales, sin embargo, apenas haya sido
informado por el Cardenal Camarlengo o por el Prefecto de la Casa Pontifi-
cia de la muerte del Pontífice, tienen la obligación de dar la noticia a todos
los Cardenales, convocándolos para las Congregaciones del Colegio. Igual-
mente comunicará la muerte del Pontífice ai Cuerpo Diplomático acreditado
ante la Santa Sede y a los Jefes de Estado de las respectivas Naciones.
20. Durante la vacante de la Sede Apostólica, el Sustituto de la Secretaría de
Estado así como el Secretario para las Relaciones con los Estados y los Se-
cretarios de los Dicasterios de la Curia Romana conservan la dirección de la
respectiva oficina y responden de ello ante el Colegio de los Cardenales.
16 Cf. n. 12: AAS 27 (1935), 112-113.
17 Cf. art 117: AAS 80 (1988), 905.
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21. De la misma manera, no cesan en el caigo y en las propias facultades los
Representantes Pontificios.
22. También el Limosnero de Su Santidad continuará en el ejercicio de las
obras de caridad, con los mismos criterios usados cuando vivía el Pontífice;
y dependerá del Colegio de los Cardenales hasta la elección del nuevo Pon-
tífice.
23. Durante la Sede vacante, todo el poder civil del Sumo Pontífice, concer-
niente al gobierno de la Ciudad del Vaticano, corresponde al Colegio de los
Cardenales, el cual sin embargo no podrá emanar decretos sino en el caso
de urgente necesidad y solo durante la vacante de la Santa Sede. Dichos de-
cretos serán válidos en el futuro solamente si los confirma el nuevo Pontífi-
ce.
Capítulo IV
Facultades de los Dicasteríos de la Curia Romana
durante la vacante de la Sede Apostólica
24. Durante la Sede vacante, los Dicasterios de la Curia Romana, excepto
aquéllos a los que se refiere el n. 26 de esta Constitución, no tienen ningu-
na facultad en aquellas materias que. Sede plena, no pueden tratar o realizar
si no facto verbo cum SS.mo, o exAudientia SS.mi o vigore specialium et ex-
traordinarium facultatum, que el Romano Pontífice suele conceder a los
I Prefectos, a los Presidentes o a los Secretarios de los mismos Dicasterios.
25. En cambio, no cesan con la muerte del Pontífice las facultades ordinarias
propias de cada Dicasterio; establezco, no obstante, que los Dicasterios ha-
gan uso de ellas solo para conceder gracias de menor importancia, mientras
las cuestiones más graves o discutidas, si pueden diferirse, deben ser reser-
vadas exclusivamente al futuro Pontífice; si no admitiesen dilación (como,
entre otras, los casos in aríicub monís de dispensas que el Sumo Pontífice
suele conceder), podrán ser confiadas por el Colegio de los Cardenales al
Cardenal que era Prefecto hasta la muerte del Pontífice, o al Arzobispo has-
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BOLETIN ECLESIASTICO
ta entonces Presidente, y a los otros Cardenales del mismo Dicasterio, a cu-
yo examen el Sumo Pontífice difunto las hubiera confiado probablemente.
En dichas circunstancias, éstos podrán decidir per modum provisionis, hasta
que sea elegido el Pontífice, todo lo que crean más oportuno y conveniente
para la custodia y la defensa de los derechos y tradiciones eclesiásticas.
26. El Supremo Tribunal de la Singnatura Apostólica y el Tribunal de la Ro-
ta Romana, durante la vacante de la Santa Sede, siguen tratando las causas
según sus propias leyes, permaneciendo en pie lo establecido en el art. 18,
puntos 1 y 3 de la Constitución apostólica Pastor Bonus}^
Capítulo V
Las exequias del Romano Pontífice
27. Después de la muerte del Romano Pontífice, los Cardenales celebraran
las exequias en sufragio de su alma durante nueve días consecutivos, según
el Ordo eocsequiarum Romaní Pontifícis, cuyas normas, así como las del Or-
do rítuum Conclavis ellos cumplirán fielmente.
28. Si la sepultura se hiciera en la Basílica Vaticana, el correspondiente do-
cumento auténtico es extendido por el Notario del Capítulo de la misma Ba-
sílica o por el Canónigo Archivero. Sucesivamente, un delegado del Carde-
nal Camarlengo y un delegado del Prefecto de la Casa Pontificia extenderán
separadamente los documentos que den fe de que se ha efectuado la sepul-
tura; el primero en presencia de los miembros de la Cámara Apostólica y el
otro ante el Prefecto de la Casa Pontificia.
29. Si el Romano Pontífice falleciese fuera de Roma, corresponde al Colegio
de los Cardenales disponer todo lo necesario para un digno y decoroso tras-
lado del cadáver a la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
18 Cf. /L45 80(1988), 864.
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30. A nadie le está permitido tomar con ningún medio imágenes del Sumo
Pontífice enfermo en la cama o difunto, ni registrar con ningún instrumento
las palabras para después reproducirlas. Si alguien, después de la muerte del
Papa, quiere hacer fotografías para documentación, deberá pedirlo al Carde-
nal Camarlengo de la Santa Iglesia Romana, el cual, sin embargo, no permi-
tirá que se hagan fotografías del Sumo Pontífice si no está revestido con los
hábitos pontificales.
31. Después de la sepultura del Sumo Pontífice y durante la elección del nue-
vo Papa, no se habite ninguna parte del apartamento privado de Sumo Pon-
tífice.
32. Si el Sumo Pontífice difunto ha hecho testamento de sus cosas, dejando
cartas o documentos privados, y ha designado un ejecutor testamentario, co-
rresponde a éste establecer y ejecutar, según el mandato recibido del testa-
dor, lo que concierne a los bienes privados y a los escritos del difunto Pon-
tífice. Dicho ejecutor dará cuenta de su labor únicamente al nuevo Sumo
Pontífice.
Segunda parte
La elección del Romano Pontífice
Capítulo I
Los electores del Romano Pontífice
33. El derecho de elegir al Romano Pontífice corresponde únicamente a los
Cardenales de la Santa Iglesia Romana, con excepción de aquellos que, an-
tes del día de la muerte del Sumo Pontífice o del día en el cual la Sede Apos-
tólica quede vacante, hayan cumplido 80 años de edad. El número máximo
de Cardenales electores no debe superar los ciento veinte. Queda absoluta-
mente excluido el derecho de elección activa por parte de cualquier otra dig-
232
BOLETIN ECLESIASTICO
nidad eclesiástica o la intervención del poder civil de cualquier orden o gra-
do.
34. En el caso de que la Sede Apostólica quedara vacante durante la celebra-
ción de un Concilio Ecuménico o de un Sínodo de los Obispos, que tengan
lugar, bien sea en Roma o en otra ciudad del mundo, la elección del nuevo
Pontífice debe ser hecha única y exclusivamente por los Cardenales electo-
res, indicados en el número precedente, y no por el mismo Concilio o Síno-
do de los Obispos. Por tanto, declaro nulos e inválidos los actos que, de la
manera que sea, intentaran modificar temerariamente las normas sobre la
elección o el colegio de los electores. Es más, quedando a este respecto con-
firmados el can. 340 y también el can 347 § 2 de Código de Derecho Canó-
nico y el can. 53 del Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, el mis-
mo Concilio o el Sínodo de los Obispos, sea cual sea el estado en el que se
encuentren, deben considerarse inmediatamente suspendidos ipso iure, ape-
nas se tenga noticia cierta de la vacante de la Sede Apostólica. Por consi-
guiente, deben interrumpir, sin demora alguna, toda clase de reuruón, con-
gregación o sesión y dejar de redactar o preparar cualquier tipo de decreto
o canon o de promulgar los confirmados, bajo pena de nulidad; tampoco po-
drá continuar el Concilio o el Sínodo por ninguna razón, aunque sea graví-
sima y digna de especial consideración, hasta que el nuevo Pontífice canó-
nicamente elegido no haya dispuesto que los mismos continúen.
35. Ningún Cardenal elector podrá ser excluido de la elección, activa o pasi-
va, por ningún motivo o pretexto, quedando en pie lo establecido en el n.
40 de esta Constitución.
36. Un Cardenal de la Santa Iglesia Romana, que haya sido creado y publi-
cado en Consistorio, tiene por eso mismo el derecho a elegir al Pontífice se-
gún el n. 33 de la presente Constitución, aunque no se le hubiera impuesto
la birreta, entregado el anillo, ni hubiera prestado juramento. En cambio, no
tienen este derecho los Cardenales depuestos canónicamente o que hayan
renunciado, con el consentimiento del Romano Pontífice, a la dignidad car-
denalicia. Además, durante la Sede vacante, el Colegio de los Cardenales no
puede readmitir o rehabilitar a éstos.
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37. Establezco, además, que desde el momento en que la Sede Apostólica es-
té legítimamente vacante los Cardenales electores presentes esperen durante
quince días completos a los ausentes; dejo además al Colegio de los Carde-
nales la facultad de retrasar, si hubiera motivos graves, el comienzo de la
elección algunos días. Pero pasados al máximo veinte días desde el inicio de
la Sede vacante, todos los Cardenales electores presentes están obligados a
proceder a la elección.
38. Todos los Cardenales electores, convocados por el Decano, o por otro
Cardenal en su nombre, para la elección del nuevo Pontífice, están obliga-
dos, en virtud de santa obediencia, a dar cumplimiento al anuncio de con-
vocatoria y a acudir al lugar designado al respecto, a no ser que estén impo-
sibilitados por enfermedad u otro impedimento grave, que deberá ser reco-
nocido por el Colegio de los Cardenales.
39. Pero, si algunos Cardenales electores llegasen re integra, es decir, antes
de que se haya procedido a elegir al Pastor de la Iglesia, serán admitidos a
los trabajos de la elección en la fase en que éstos se hallen.
40. Si, acaso, algún Cardenal que tiene derecho al voto se negase a entrar en
la Qudad del Vaticano para llevar a cabo los trabajos de la elección o, a con-
tinuación, después que la misma haya comenzado, se negase a permanecer
para cumplir su cometido sin una razón manifiesta de enfermedad reconoci-
da bajo juramento por los médicos y comprobada por la mayor parte de los
electores, los otros procederán libremente a los procesos de la elección, sin
esperarle ni readmitirlo nuevamente. Por el contrario, si un Cardenal elector
debiera salir de la Ciudad del Vaticano por sobrevenirle una enfermedad, se
puede proceder a la elección sin pedir su voto; pero si quisiera volver a la
citada sede de la elección, después de la curación o incluso antes, debe ser
readmitido.
Además, si algún Cardenal elector saliera de la Gudad del Vaticano por otra
causa grave, reconocida por la mayoría de los electores, puede regresar pa-
ra volver a tomar parte en la elección.
234
BOLETIN ECLESIASTICO
Capítulo II
El lugar de la elección y las personas
admitidas en razón de su cargo
41. El Cónclave para la elección del Sumo Pontífice se desarrollará dentro del
territorio de la Ciudad del Vaticano, en lugares y edificios determinados, ce-
rrados a los extraños, de modo que se garantice una conveniente acomoda-
ción y permanencia de los Cardenales electores y de quienes, por título le-
gítimo, están llamados a colaborar al normal desarrollo de la elección mis-
ma.
42. En el momento establecido para el comienzo del proceso de la elección
del Sumo Pontífice, todos los Cardenales electores deberán haber recibido y
tomado una conveniente acomodación en la llamada Domus Sanctae Mart-
hae construida recientemente en la Qudad del Vaticano.
Si razones de salud, previamente comprobadas por la competente Congrega-
ción Cardenalicia, exigen que algún Cardenal elector tenga consigo, incluso
en el período de la elección, un enfermero, se debe proveer que a éste le
sea asignada una adecuada habitación.
43. Desde el momento en que se ha dispuesto el comienzo del proceso de
la elección hasta el anuncio público de que se ha realizado la elección del
Sumo Pontífice o, de todos modos, hasta cuando así lo ordene el nuevo Pon-
tífice, los locales de la Domus Sanctae Marthae, como también y de modo
especial la Capilla Sixtina y las zonas destinadas a las celebraciones litúrgi-
cas, deben estar cerrados a las personas no autorizadas, bajo la autoridad del
Cardenal Camarlengo y con la colaboración externa del Sustituto de la Secre-
taría de Estado, según lo establecido en los números siguientes.
Todo el territorio de la Ciudad del Vaticano y también la actividad ordinaria
de las Oficinas que tienen su sede dentro de su ámbito deben regularse, en
dicho período, de modo que se asegure la reserva y el libre desarrollo de to-
das las actividades en relación con la elección del Sumo Pontífice. De modo
particular se deberá cuidar que nadie se acerque a los Cardenales electores
durante el traslado desde la Domus Sanctae Marthae al Palacio Apostólico
Vaticano.
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44. Los Cardenales electores, desde el comienzo del proceso de la elección
hasta que ésta tenga lugar y sea anunciada públicamente, deben abstenerse
de mantener correspondencia epistolar, telefónica o por otros medios de co-
municación con personas ajenas al ámbito del desarrollo de la misma elec-
ción, si no es por comprobada y urgente necesidad, debidamente reconoci-
da por la Congregación particular a la que se refiere el n. 7. A la misma co-
rresponde reconocer la necesidad y la urgencia de comunicar con los respec-
tivos dicasterios por parte de los Cardenales Penitenciario Mayor, Vicario Ge-
neral para la diócesis de Roma y Arcipreste de la Basílica Vaticana.
45. A todos aquellos que, no estando indicados en el número siguiente, y
que casualmente, aunque presentes en la Ciudad del Vaticano por justo títu-
lo, como se prevé en el n. 43 de esta Constitución, encontraran a algunos de
los Cardenales electores en tiempo de la elección, está absolutamente prohi-
bido mantener coloquio, de cualquier forma, por cualquier medio o por cual-
quier motivo, con los mismos Padres Cardenales.
46. Para satisfacer las necesidades personales y de la oficina relacionadas con
el desarrollo de la elección, deberán estar disponibles y, por tanto, alojados
convenientemente dentro de los límites a los que se refiere el n. 43 de la pre-
sente Constitución, el Secretario del Colegio Cardenalicio, que actúa de Se-
cretario de la asamblea electiva; el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas
Pontificias con los dos Ceremonieros y los religiosos adscritos a la Sacristía
Pontificia; un eclesiástico elegido por el Cardenal Decano, o por el Cardenal
que haga sus veces, para que lo asista en su caigo.
Además, deberán estar disponibles algunos religiosos de varias lenguas para
las confesiones, y también dos médicos para eventuales emergencias.
Se deberá también proveer oportunamente para que un número suficiente
de personas, adscritas a los servicios de comedor y de limpieza, estén dispo-
nibles para ello.
Todas las personas aquí mencionadas deberán recibir la aprobación previa
del Cardenal Camarlengo y de los tres Asistentes.
236
BOLETIN ECLESIASTICO
47. Todas las personas señaladas en el n. 46 de la presente Constitución que
por cualquier motivo o en cualquier momento fueran Lnformadas por quien
sea sobre algo directa o indirectamente relativo a los actos propios de la elec-
ción y, de modo particular, de lo referente a los escrutinios realizados en la
elección misma, están obligadas a estricto secreto con cualquier persona aje-
na al Colegio de los Cardenales electores; por ello, antes del comienzo del
proceso de la elección, deberán prestar juramento según las modalidades y
la fórmula indicada en el número siguiente.
Las personas señaladas en el n. 46 de la presente Constitución, debidamen-
te advertidas sobre el significado y sobre el alcance del juramento que han
de prestar antes del comienzo del proceso de la elección, deberán pronun-
ciar y subscribir a su debido tiempo, ante el Cardenal Camarlengo u otro Car-
denal delegado por éste, en presencia de dos Ceremonieros, el juramento se-
gún la fórmula siguiente:
Yo N. N. prometo y juro observar el secreto absoluto con quien no forme par-
te del Colegio de los Cardenales electores, y esto perpetuamente, a menos que
no reciba especiales facultades dadas eoípresamente por el nuevo Pontífice
elegido o por sus Sucesores, acerca de todo lo que atañe directa o indirecta-
mente a las votaciones y a bs escrutinios para la elección del Sumo Pontífi-
ce.
Prometo igualmente y juro que me abstendré de hacer uso de cualquier ins-
trumento de grabación, audición o visión de cuanto, durante el período de
la elección, se desarrolla dentro del ámbito de la Ciudad del Vaticano, y par-
ticularmente de lo que directa o indirectamente de algún modo tiene que ver
con las operaciones relacionadas con la elección misma. Declaro emitir este
juramento consciente de que una infracción del mismo comportaría para mí
aquellas penas espirituales y canónicas que el futuro Sumo Pontífice (cf. can.
1399 del C.I.C.) determine adoptar
Así Dios me ayude y estos Saraos Evangelios que toco con mi mano.
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237
Capítulo III
Comienzo de los actos de la elección
49. Celebradas las exequias del difunto Pontífice, según los ritos prescritos,
y preparado lo necesario para el desarrollo regular de la elección, el día es-
tablecido — es decir, el decimoquinto desde la muerte del Pontífice, o según
lo previsto en el n. 37 de la presente Constitución, no más allá del vigési-
mo— los Cardenales electores se reunirán en la Basílica de San Pedro en el
Vaticano, o donde según la oportunidad y las necesidades de tiempo y de
lugar, para participar en una solemne celebración eucarística con la Misa vo-
tiva «Pro eligendo Papa».^^ Esto deberá realizarse a ser posible en una hora
adecuada de la mañana, de modo que en la tarde pueda tener lugar lo pres-
crito en los números siguientes de la presente Constitución.
50. Desde la Capilla Paulina del Palacio Apostólico, donde se habrán reuni-
do en una hora conveniente de la tarde, los Cardenales electores en hábito
coral irán en solemne procesión, invocando con el canto del Veni Creator la
asistencia del Espíritu Santo, a la Capilla Sixtina del Palacio Apostólico, lugar
y sede del desarrollo de la elección.
51. Conservando ios elementos esenciales del Cónclave, pero modificando
algunas modalidades secundarias, que el cambio de las circunstancias ha he-
cho irrelevantes para el objeto que servían anteriormente, con la presente
Constitución establezco y dispongo que todo el proceso de la elección del
Sumo Pontífice, según lo presaito en los números siguientes,, se desarrolle
exclusivamente en la Capilla Sixtina del Palacio Apostólico Vaticano, que si-
gue siendo lugar absolutamente reservado hasta el final de la elección, de tal
modo que se asegure el total secreto de lo que allí se haga o diga de cual-
quier modo relativo, directa o indirectamente, a la elección del Sumo Pontí-
fice.
Por tanto, el Colegio Cardenalicio, que actúa bajo la autoridad y la respon-
sabilidad del Camarlengo, ayudado por la Congregación particular de la que
19 Missale Romanum, n. 4, p. 795-
238
BOLETIN ECLESIASTICO
se habla en el n. 7 de la presente Constitución cuidara de que, dentro de di-
cha Capilla y de los locales adyacentes, todo esté previamente dispuesto, in-
cluso con la ayuda desde el exterior del Sustituto de la Secretaría de Estado,
de modo que se preserve la normal elección y el carácter reservado de la
misma.
De modo especial se deben hacer precisos y severos controles, incluso con
la ayuda de personas de plena confianza y probada capacidad técnica, para
que en dichos locales no sean instalados dolosamente medios audiovisuales
de grabación y transmisión al exterior.
52. Llegados los Cardenales electores a la Capilla Sixtina, según lo dispuesto
en el n,. 50, en presencia aún de quienes han participado en la solemne pro-
cesión, emitirán el juramento, pronunciando la fórmula indicada en el núme-
ro siguiente.
El Cardenal Decano o el primer Cardenal por orden y antigüedad, según lo
dispuesto en el n. 9 de la presente Constitución, leerá la fórmula en voz al-
ta; al final cada uno de los Cardenales electores, tocando los Santos Evange-
lios leerá y pronunciará la fórmula en el modo indicado en el número si-
guiente.
Después que haya prestado juramento el último de los Cardenales electores,
el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias pronunciará el extra
omnesy todos los ajenos al Cónclave deberán salir de la Capilla Sixtiria.
En ella quedarán únicamente el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pon-
tificias y el eclesiástico, ya designado para tener la segunda de las meditacio-
nes a los Cardenales electores, a la que se refiere el n. 13/d, sobre el graví-
simo deber que les incumbe y, por tanto, sobre la necesidad de proceder con
recta intención por el bien de la Iglesia universal solum Deum prae oculis ha-
bentes.
53. Según lo dispuesto en el número precedente, el Cardenal Decano, o el
primer Cardenal por orden y antigüedad, pronunciará la siguiente fórmula de
juramento:
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Todos y cada uno de nosotros Cardenales electores presentes en esta elección
del Sumo Pontífice prometemos, nos obligamos y juramos observar fiel y es-
crupulosamente toáis las prescripciones contenidas en la Constitución Apos-
tólica del Sumo Pontífice Juan Pabb n, Universi Dominici Gregis, emanada
el 22 de febrero de 1996. Igualmente, prometemos, nos obligamos y juramos
que quienquiera de nosotros que, por disposición divina, sea elegido Romano
Pontífice, se comprometerá a desempeñar fielmente el 'munus petrinum- de
Pastor de la Iglesia universal y no dejará de afirmar y defender denodada-
mente los derechos espirituales y temporales, así como la libertad de la Santa
Sede. Sobre todo, prometemos y juramos observar con la máxima fidelidad y
con todos, tanto clérigos como laicos, el secreto sobre todo lo relacionado de
algún modo con la elección del Romano Pontífice y sobre lo que ocurre en el
lugar de la elección concerniente directa o indirectamente al escrutinio; no
violar de ningún modo este secreto tanto durante como después de la elección
del nuevo Pontífice, a menos que sea dada autorización explícita por el mis-
mo Pontífice; no apoyar o favorecer ninguna interferencia, oposición o cual-
quier otra forma de intervención con la cual autoridades seculares de cual-
quier orden o grado, o cualquier grupo ae personas o individuos quisieran
inmiscuirse en la elección del Romano Pontífice.
A continuación, cada Cardenal- elector, según el orden de precedencia pres-
tará juramento con la fórmula siguiente:
Y yo, N. Cardenal N. prometo, me obligo y juro, y poniendo la mano sobre
los Evangelios, añadirá: Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco
con mi mano.
54. Después de predicada la meditación, el eclesiástico que la ha pronuncia-
do sale de la Capilla Sbctina junto con el Maestro de las Celebraciones Litúr-
gicas Pontificias. Los Cardenales electores, después de haber recitado las ora-
ciones según el relativo Ordo, escuchan al Cardenal Decano (o a quien ha-
ga sus veces), el cual somete al Colegio de los electores ante todo la cues-
tión de si se puede ya proceder a iniciar el proceso de la elección, o si fue-
ra preciso aún aclarar dudas sobre las normas y las modalidades establecidas
en esta Constitución, pero sin que a nadie le esté permitido poder modificar
BOLETIN ECLESIASTICO
O sustituir alguna de ellas, referente sustanciaimente a los actos de la elec-
ción misma, aunque se diera la unanimidad de los electores, y esto bajo pe-
na de nulidad de la misma deliberación.
Si además, según la mayoría de los electores, nada impide que se proceda a
las operaciones de la elección, se pasará iiunediatamente a ellas de acuerdo
con las modalidades indicadas en esta misma Constitución.
Capítulo IV
Observancia del secreto sobre todo
lo relativo a la elección
55. El Cardenal Camarlengo y los tres Cardenales Asistentes pro tempore es-
tán obligados a vigilar atentamente para que no se viole en modo alguno el
carácter reservado de lo que sucede en la Capilla Sixtina, donde se desarro-
llan las operaciones de votación, y de los locales contiguos, tanto antes co-
mo durante y después de tales operaciones.
De modo particular, incluso recurriendo a la pericia de dos técnicos de con-
fianza, procurarán tutelar este carácter reservado, asegurándose de que nin-
gún medio de grabación o de transmisión audiovisual sea introducido por al-
guien en los locales indicados, especialmente en la citada Capilla donde se
desarrollan los actos de la elección.
Si se cometiese y descubriese una infracción a esta norma, sepan los autores
que estarán sujetos a graves penas según juzgue el futuro Pontífice.
56. En todo el tiempo que dure el proceso de la elección, los Cardenales
electores están obligados a abstenerse de correspondencia epistolar y de
conversaciones incluso telefónicas o por radio con personas no debidamen-
te admitidas en los edificios reservados a ellos.
Unicamente razones gravísimas y urgentes, comprobadas por la Congrega-
ción particular de los Cardenales, de la que habla el n. 7, podrán consentir
semejantes conversaciones.
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Los Cardenales electores, antes de iniciar los actos de la elección, proveerán
pues a que se disponga todo lo referente a las exigencias de su cargo o per-
sonales y no aplazables, de modo que no sea necesario recurrir a tales colo-
quios.
57. Los Cardenales electores deberán abstenerse igualmente de recibir o en-
viar cualquier tipo de mensajes fuera de la Ciudad del Vaticano, existiendo
naturalmente la prohibición de que éstos se hagan por medio de alguna per-
sona legítimamente admitida allí. De forma específica se prohibe a los Car-
denales electores, mientras dure el proceso de la elección, recibir prensa dia-
ria y periódica de cualquier tipo, así como escuchar programas radiofónicos
o ver transmisiones televisivas.
58. Quienes, de algún modo, según lo previsto en el n. 46 de la presente
Constitución, prestan su servicio en lo referente a la elección, y que directa
o indirectamente pudieran violar el secreto — ya se trate de palabras, escri-
tos, señales o cualquier otro medio — deben evitarlo absolutamente, porque
de otro modo incurrirían en la pena de excomunión laUie sententiae reser-
vada a la Sede Apostólica.
$9. En particular, está prohibido a los Cardenales electores revelar a cualquier
otra persona noticias que, directa o indirectamente se refieran a las votacio-
nes, como también lo que se ha tratado o decidido sobre la elección del Pon-
tífice en las reuniones de los Cardenales, tanto antes como durante el tiem-
po de la elección. Tal obligación del secreto concierne también a los Carde-
nales no electores participantes a las Congregaciones generales según la nor-
ma del n. 7 de la presente Constitución.
60. Ordeno además a los Cardenales electores, gravíter onerata ipsorum
conscientia, que conserven el secreto sobre estas cosas incluso después de
la elección del nuevo Pontífice, recordando que no es lícito violarlo de nin-
gún modo, a no ser que el mismo Pontífice haya dado una especial y explí-
cita facultad al respecto.
61. Finalmente, para que los Cardenales electores puedan salvaguardarse de
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la indiscreción ajena y de eventuales asechanzas que pudieran afectar a su
independencia de juicio y a su libertad de decisión, prohibo absolutamente
que, bajo ningún pretexto, se introduzcan en los lugares donde se desarro-
llan las operaciones de la elección o, si ya los hubiera, que sean usados ins-
trumentos técnicos de cualquier tipo que sirvan para grabar, reproducir o
transmitir voces, imágenes o escritos.
Capítulo V
Desarrollo de la elección
62. Abolidos los modos de elección llamados per acclamattonem seu inspi-
rationem y per compromissum, la forma de elección del Romano Pontífice
será de ahora en adelante únicamente per scrutinium.
Establezco, por lo tanto, que para la elección válida del Romano Pontífice se
requieren los dos tercios de votos, calculados sobre la totalidad de los elec-
tores presentes.
En el caso en que el número de Cardenales presentes no pueda dividirse en
tres partes iguales, para la validez de la elección del Sumo Pontífice se re-
quiere un voto más.
63. Se procederá a la elección inmediatamente después de que se hayan
cumplido las formalidades contenidas en el n. 54 de la presente Constitución.
Si esto sucede ya en la tarde del primer día, se tendrá un solo escrutinio; en
los días sucesivos si la elección no ha tenido lugar en el primer escrutinio,
se deben realizar dos votaciones tanto en la mañana como en la tarde, co-
menzando siempre las operaciones de voto a la hora ya previamente esta-
blecida bien en las Congregaciones preparatorias, bien durante el período de
la elección, según las modalidades establecidas en los números 64 y siguien-
tes de la presente Constitución.
64. El procedimiento del escrutinio se desarrolla en tres fases, la primera de
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la cuales, que se puede llamar pre-escrutinío, comprende: 1) la preparación
y distribución de las papeletas por parte de los Ceremonieros, quienes entre-
gan por lo menos dos o tres a cada Cardenal lector, 2) la extracción por sor-
teo, entre todos los Cardenales electores, de tres Escrutadores, de tres encar-
gados de recoger los votos de los enfermos, llamados Infirmara, y de tres
Revisores; este sorteo es realizado públicamente por el último Cardenal Diá-
cono, el cual extrae seguidamente los nueve nombres de quienes deberán
desarrollar tales funciones; 3) si en la extracción de los Escrutadores, de los
Infirmara y de los Revisores , salieran los nombres de Cardenales electores
que, por enfermedad u otro motivo, están impedidos de llevar a cabo estas
funciones, en su lugar se extraerán los nombres de otros no impedidos. Los
tres primeros extraídos actuarán de Escrutadores, los tres segundos de Infir-
marii y los otros tres de Revisores.
65. En esta fase de escrutinio hay que tener en cuenta las siguientes dispo-
siciones: 1) la papeleta ha de tener forma rectangular y llevar escritas en la
mitad superior, a ser posible impresas, las palabras: Elígo in Summum Pon-
tificem, mientras que en la mitad inferior debe dejarse espacio para escribir
el nombre del elegido; por tanto, la papeleta está hecha de modo que pue-
da ser doblada por la mitad; 2) la compilación de las papeletas, que debe ha-
cerse de modo secreto por cada Cardenal elector, el cual escribirá claramen-
te, con caligrafía lo más irreconocible posible, el nombre del que elige, evi-
tando escribir más nombres, ya que en ese caso el voto sería nulo, doblan-
do dos veces la papeleta; 3) durante las votaciones, los Cardenales electores
deben permanecer en la Capilla Sixtina solo y por eso, inmediatamente des-
pués de la distribución de las papeletas y antes de que los electores empie-
cen a escribir, el Secretario del Colegio de los Cardenales, el Maestro de las
Celebraciones Litúrgicas Pontificias y los Ceremonieros deben salir de allí;
después de su salida, el último Cardenal Diácono cerrará la puerta, abrién-
dola y cerrándola todas las veces que sea necesario, como por ejemplo cuan-
do los Infirmara salgan para recoger los votos de los enfermos y vuelven a
la Capilla.
66. La segunda fase, llamada escrutinio verdadero y propio, comprende: 1)
la introducción de las papeletas en la urna apropiada; 2) la mezcla y el re-
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cuento de las mismas; 3) el escrutinio de los votos. Cada Cardenal electc
por orden de precedencia, después de haber escrito y doblado la papeleL
teniéndola levantada de modo que sea visible, la lleva al altar, delante d(
cual están los Escrutadores y sobre el cual está colocada una urna cubiert
por una plato para recoger las papeletas. Llegado allí, el Cardenal electc
pronuncia en voz alta la siguiente fórmula de juramento: Pongo por testigo •
Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien, en presencia a
Dios, creo que debe ser elegido. A continuación deposita la papeleta en el pía
to y con éste la introduce en la urna. Hecho esto, se irKÜna ante el altar ;j
vuelve a su sitio. "
Si alguno de los Cardenales electores presentes en la Capilla no puede acen
carse al altar por estar enfermo, el último de los Escrutadores se acerca a él ;
previo el mencionado juramento, entrega la papeleta doblada al mismo Es |
crutador, el cual la lleva de manera visible al altar y, sin pronunciar el jura
mentó, la deposita en el plato y con éste la introduce en la urna. j
67. Si hay Cardenales electores enfermos en sus habitaciones, a los cuales se
refiere el n. 41 y siguientes de esta Constitución, los tres Infirmara se diri-
gen a ellos con una caja, que tenga en la parte superior una abertura por
donde pueda introducirse una papeleta doblada. Los Escrutadores, antes de
entregar esta caja a los Infirmarii la abren públicamente, de modo que los
otros electores puedan comprobar que está vacía, después la cierran y depo-
sitan la llave sobre el altar. Seguidamente los Irifirmarii, con la caja cerrada y
un conveniente número de papeletas sobre una bandeja, se dirigen debida-
mente acompañados, a la Domus Sanctae Marthae, donde esté cada enfer-
mo, el cual, tomando una papeleta, vota en secreto, la dobla y, previo el
mencionado juramento, la introduce en la caja a través de la abertura. Si al-
gún enfermo no está en condiciones de escribir, uno de los tres Infirmarii u
otro Cardenal elector escogido por el enfermo, después de haber prestado
juramento ante los mismos Infirmarii de mantener el secreto, lleva a cabo
dichas operaciones. Después de esto, los Infirmarii devuelven a la Capilla la
caja, que será abierta por los Escrutadores una vez que los Cardenales pre-
sentes hayan depositado su voto, contando las papeletas que contiene y
comprobado que su número corresponde al de los enfermos, las ponen una
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a una en el plato y con éste las introducen todas juntas en la urna. Para no
alargar demasiado las operaciones de voto, los Infirmara pueden rellenar y
depositar sus papeletas en la urna después del primero de los Cardenales,
yendo después a recoger el voto de los enfermos del modo indicado más
arriba mientras los otros electores depositan su papeleta.
68. Una vez que todos los Cardenales electores hayan introducido su pape-
leta en la urna, el primer Escrutador la mueve varias veces para mezclar las
papeletas e, inmediatamente después, el último Escrutador procede a contar-
las, extrayéndolas de manera visible una a una de la urna y colocándolas en
otro recipiente vacío, ya preparado para ello. Si el número de las papeletas
no corresponde al número de los electores, hay que quemarlas todas y pro-
ceder inmediatamente a una segunda votación; si, por el contrario, corres-
ponde al número de electores, se continúa el recuento como se dice más
abajo.
69. Los Escrutadores se sientan en una mesa colocada delante del altar; el
primero de ellos toma una papeleta, la abre, observa el nombre del elegido
y la pasa al segundo Escrutador quien comprobado a su vez el nombre del
elegido, la pasa el tercero, el cual la lee en voz alta e inteligible, de manera
que todos los electores presentes puedan anotar el voto en una hoja. El mis-
mo Escrutador anota el nombre leído en la papeleta. Si durante el recuento
de los votos los Escrutadores encontrasen dos papeletas dobladas de modo
que parezcan rellenadas por un solo elector, si éstas llevan el mismo nom-
bre, se cuentan como un solo voto; si, por el contrario, llevan dos nombres
diferentes, no será válido ninguno de los dos; sin embargo, la votación no
será anulada en ninguno de los dos casos.
Concluido el escrutinio de las papeletas, los Escrutadores suman los votos
obtenidos por los varios nombres y los anotan en una hoja aparte. El último
de los Escrutadores, a medida que lee las papeletas, las perfora con una agu-
ja en el punto eti que se encuentra la palabra Eligo y las inserta en un hilo,
para que puedan ser conservadas con más seguridad. Al terminar la lectura
de los nombres, se atan los extremos del hilo con un nudo y las papeletas
así unidas se ponen en un recipiente o al lado de la mesa.
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70. Sigue después la tercera y última fase, llamada también post-escruHnio,
que comprende: 1) el recuento de los votos; 2) su control; 3) la quema de
las papeletas.
Los Escrutadores hacen la suma de todos los votos que cada uno ha obteni-
do, y si ninguno ha alcanzado los dos tercios de los votos en aquella vota-
ción, el Papa no ha sido elegido; en cambio, si resulta que alguno ha obte-
nido los dos tercios, se tiene por canónicamente válida la elección del Ro-
mano Pontífice.
En ambos casos, es decir, haya tenido lugar o no la elección, los Revisores
deben proceder al control tanto de las papeletas como de las anotaciones he-
chas por los Escrutadores, para comprobar que éstos han realizado con exac-
titud y fidelidad su función.
Inmediatamente después de la revisión, antes de que los Cardenales electo-
res abandonen la Capilla Sixtina, todas las papeletas son quemadas por los
Escrutadores, ayudados por el Secretario del Colegio y los Ceremonieros, lla-
mados entre tanto por el último Cardenal Diácono. En el caso de que se de-
biera proceder inmediatamente a una segunda votación, las papeletas de la
primera votación se quemarán solo al final, junto con las de la segunda vo-
tación.
71. Ordeno a todos y a cada uno de los Cardenales electores que, a fin de
mantener con mayor seguridad el secreto, entreguen al Cardenal Camarien-
go o a uno de los tres Cardenales Asistentes los escritos de cualquier clase
que tengan consigo relativos al resultado de cada escrutinio, para que se
quemen junto con las papeletas.
Establezco además que, al finalizar la elección, el Carderul Camarlengo de la
Santa Iglesia Romana redacte un escrito, que debe ser aprobado también por
los tres Cardenales Asistentes, en el cual declare el resultado de las votacio-
nes de cada sesión. Este escrito será entregado al Papa y después se conser-
vará en el archivo correspondiente, cerrado en un sobre sellado, que no po-
drá ser abierto por nadie, a no ser que el Sumo Pontífice lo pennitiera explí-
citamente.
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72. Confirmando las disposiciones de niis Predecesores, San Pío X ,^0 Pío
XII^i y Pablo VI 22 ordeno que —exceptuada la tarde de la entrada en el
Cónclave — , sea por la mañana como por la tarde, inmediatamente después
de una votación en la cual no haya tenido lugar la elección, los Cardenales
electores procedan inmediatamente a una segunda en la que ciarán de nue-
vo su voto. En este segundo escrutinio deben observarse todas las modali-
dades del primero, con la diferencia de que los electores no están obligados
a hacer un nuevo juramento ni a elegir nuevos Escrutadores, Infirmarii ni
Revisores, siendo válido también para el segundo escrutinio lo que se ha he-
cho en el primero, sin repetir nada.
73. Todo cuanto se ha establecido más arriba acerca del desarrollo de las vo-
taciones debe ser observado diligentemente por los Cardenales electores en
todos los escrutiiúos, que se deben hacer cada día, en la mañana y en la tar-
de, después de las celebraciones sagradas u oraciones establecidas en el
mencionado Ordo rituum Conclavis.
74. En el caso de que los Cardenales electores encontrasen dificultades para
ponerse de acuerdo sobre la persona a elegir, entonces, después de tres días
de escrutinios sin resultado positivo, según la forma descrita en los números
62 y siguientes, éstos se suspenden al máximo por un día, para una pausa
de oración, de libre coloquio entre los votantes y de una breve exhortación
espiritual hecha por el primer Cardenal del Orden de los Diáconos. A conti-
nuación, se reanudan las votaciones según la misma forma y después de sie-
te escrutinios, si no ha tenido lugar la elección, se hace otra pausa de ora-
ción, de coloquio y de exhortación, hecha por el primer Cardenal del Orden
de los Presbíteros. Se procede luego a otra eventual serie de siete escrutinios,
seguida, si todavía no se ha llegado a un resultado positivo, de una nueva
pausa de oración, de coloquio y de exhortación, hecha por el primer Carde-
nal del Orden de los Obispos. Después, según la misma forma siguen las vo-
taciones, las cuales, si no tienen lugar la elección, serán siete.
20 Cf. Const ap. Vacante Sede Apostólica (25 diciembre 1904), 76: PiiXPontificisMaximi Ac-
ta, m, 1908, 280-281.
21 Cf. Const. ap. Vacarais Apstolicae Sedis(S> diciembre 1945), 88: ylA?38 (1946), 93-
22 Cf. Const. ap. Romano Pontifici eligendo (1 octubre 1975), 74: AAS 67 (1975). 639.
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75. Si las votaciones no tuvieran resultado positivo, después de proceder se-
gún lo establecido en el número anterior, los Cardenales electores son invi-
tados por el Camarlengo a expresar su parecer sobre el modo de actuar, y se
procederá según lo que la mayoría absoluta de ellos establezca.
Sin embargo, no se podrá prescindir de la exigencia de que se tenga una
elección válida, sea con la mayoría absoluta de los votos, sea votando sobre
dos nombres que en el escrutinio inmediatamente precedente hayan obteni-
do el mayor número de votos, exigiéndose también en esta segunda hipóte-
sis únicamente la mayoría absoluta.
76. Si la elección se hubiera realizado de modo distinto a como ha sido pres-
crito en la presente Constitución o no se hubieran observado las condicio-
nes establecidas en la misma, la elección es por eso mismo nula e inválida,
sin que se requiera ninguna declaración al respecto y, por tanto, no da nin-
gún derecho a la persona elegida.
77. Establezco que las disposiciones concernientes a todo lo que precede a
la elección del Romano Pontífice y al desarrollo de la misma, deben ser ob-
servadas íntegramente aun cuando la vacante de la Sede Apostólica pudiera
producirse por renuncia del Sumo Pontífice, según el can. 332 § 2 del Códi-
go de Derecho Canónico, del can. 44 § 2 del Código de los Cánones de las
Iglesias Orientales.
Capítulo VI
Lo que se debe observar o evitar
en la elección del Sumo Pontífice
78. Si en la elección del Romano Pontífice se perpetrase — Dios nos libre —
el crimen de la simonía, determino y declaro que todos aquellos que fueran
culpables incurrirán en la excomunión latae sentenüae, y que, sin embargo,
sea quitada la nulidad o no validez de la provisión simoníaca, para que —
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como ya establecieron mis predecesores — no sea impugnada por este moti-
vo la validez de la elección del Romano Pontífice.
79 Confirmando también las prescripciones de mis Predecesores, prohibo a
quien sea, aunque tenga la dignidad de Cardenal, mientras viva el Pontífice,
y sin haberlo consultado, hacer pactos sobre la elección de su Sucesor, pro-
meter votos o tomar decisiones a este respecto en reuniones privadas.
80. De la misma manera, quiero ratificar cuanto sancionaron mis Predeceso-
res a fin de excluir toda intervención extema en la elección del Sumo Pon-
tífice. Por eso nuevamente, en virtud de santa obediencia y bajo pena de ex-
comunión lat¿ie sententiae, prohibo a todos y cada uno de los Cardenales
electores, presentes y futuros, así como también al Secretario del Colegio de
los Cardenales y a todos los que toman parte en la preparación y realización
de lo necesario para la elección, recibir, bajo ningún pretexto, de parte de
cualquier autoridad civil, el encargo de proponer el veto o la llamada exclu-
siva, incluso bajo la forma de simple deseo, o bien de manifestarlo tanto a
todo el Colegio de los electores reunido, como a cada uno de ellos, por es-
crito o de palabra, directa e inmediatamente o indirectamente o por medio
de otros, tanto antes del comienzo de la elección como durante su desarro-
llo. Quiero que dicha prohibición se extienda a todas las posibles interferen-
cias, oposiciones y deseos, con que autoridades seculares de cualquier nivel
o grado, o cualquier grupo o personas aisladas, quisieran inmiscuirse en la
elección del Pontífice.
81. Los Cardenales electores se abstendrán, además de toda forma de pactos,
acuerdos, promesas u otros compromisos de cualquier género, que los pue-
dan obligar a dar o negar el voto a uno o a algunos. Si esto sucediera en rea-
lidad, incluso bajo juramento, decreto que tal compromiso sea nulo e inváli-
do y que nadie esté obligado a observarlo; y desde ahora impongo la exco-
23 Cf. S. Pío X, Const. ap. Vacante Sede Apostólica (25 diciembre 1904), 79: Pü X Pontificis
MaximiActa, m, 1908, 282; Pío XII, Const. ap. Vacantis Aposíolicae Seáis (8 diciembre
1945), 92: /L45 38 (1946), 94; Pablo VI, Const. ap. Romano PonHfici e¡igendo(l octubre
1975), 79: AAS67 (1975). 641.
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munión latae sententiae a los transgresores de esta prohibición. Sin embar-
go, no pretendo prohibir que durante la Sede vacante pueda haber intercam-
bios de ideas sobre la elección.
82. Igualmente, prohibo a los Cardenales hacer capitulaciones antes de la
elección, o sea, tomar compromisos de común acuerdo, obligándose a lle-
varlos a cabo en el caso de que uno de ellos sea elevado al Pontificado. Es-
tas promesa, aun cuando fueran hechas bajo juramento, las declaro también
nulas e inválidas.
83. Con la misma insistencia de mis Predecesores, exhorto vivamente a los
Cardenales electores, en la elección del Pontífice, a no dejarse llevar por sim-
patías o aversiones, ni influenciar por el favor o relaciones personales con
alguien, ni moverse por la intervención de personas importantes o grupos de
presión o por la instigación de los medios de comunicación social, la violen-
cia, el temor o la búsqueda de popularidad. Antes bien, teniendo presente
únicamente la gloria de Dios y el bien de la Iglesia, después de haber implo-
rado el auxilio divino, den su voto a quien, incluso fuera del Colegio Carde-
nalicio, juzguen más idóneo para regir con fruto y beneficio a la Iglesia uni-
versal.
84. Durante la Sede vacante, y sobre todo mientras se desarrolla la elección
del Sucesor de Pedro, la Iglesia está unida de modo particular con los Pas-
tores y especialmente con los Cardenales electores del Sumo Pontífice y pi-
de a Dios un nuevo Papa como don de su bondad y providencia. En efecto,
a ejemplo de la primera comunidad cristiana, de la que se habla en los He-
chos de los Apóstoles (cf. 1, 14), la Iglesia universal, unida espiritualmente a
María, la Madre de Jesús, debe perseverar unánimemente en la oración; de
esta manera, la elección del nuevo Pontífice no será un hecho aislado del
Pueblo de Dios que atañe solo al Colegio de los electores, sino que en cier-
to sentido, será una acción de toda la Iglesia. Por tanto, establezco que en
todas las ciudades y en otras poblaciones, al menos las más importantes, co-
nocida la noticia de la vacante de la Sede Apostólica, y de modo particular
de la muerte del Pontífice, después de la celebración de solemnes exequias
por él, se eleven humildes e insistentes oraciones al Señor (cf Mt 21, 22¡ Me
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11, 24), para que ilumine a los electores y los haga tan concordes en su co-
metido que se alcance una pronta, unánime y fructuosa elección, como re-
quiere la salvación de las almas y el bien de todo el Pueblo de Dios.
85. Recomiendo esto del modo más vivo y cordial a los venerables Padres
Cardenales que, por su edad, no gozan ya del derecho de participar en la
elección del Sumo Pontífice. En virtud del especialísimo vínculo que los car-
denales tienen con la Sede Apostólica, pónganse al frente del Pueblo de
Dios, congregado
particularmente en las Basílicas Patriarcales de la ciudad de Roma y también
en los lugares de culto de las otras Iglesias particulares, para que con la ora-
ción asidua e intensa, sobre todo mientras se desarrolla la elección, se alcan-
ce de Dios Omnipotente la asistencia y la luz del Espíritu Santo necesarias
para los Hermanos electores, participando así eficaz y realmente en la ardua
misión de proveer a la Iglesia universal de su Pastor.
86. Ruego, también, al que sea elegido que no renuncie al ministerio al que
es llamado por temor a su carga, sino que se someta humildemente al desig-
nio de la voluntad divina. En efecto, Dios, al imponerle esta carga, lo sosten-
drá con su mano para que pueda llevarla; al conferirle un encargo tan gra-
voso, le dará también la ayuda para desempeñarlo y , al darle la dignidad, le
concederá la fuerza para que no desfallezca bajo el peso del ministerio.
Capítulo VII
Aceptación, Proclamación e inicio
del Ministerio del Nuevo Pontífice
87. Realizada la elección canónicamente, el último de los Cardenales Diáco-
nos llama al aula de la elección al Secretario del colegio de los Cardenales y
al Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias; después, el Cardenal
Decano, o el primero de los Cardenales por orden y antigüedad, en nombre
de todo el colegio de los electores, pide el consentimiento del elegido con
BOLETIN ECLESIASTICO
las siguientes palabras: ¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?
Y, una vez recibido el consentimiento, le pregunta: ¿Cómo quieres ser llama-
do? Entonces el Maestro de las celebraciones Litúigicas Pontificias, actuando
como notario y teniendo como testigos a dos Ceremonieros que serán llama-
dos en aquel momento, levanta acta de la aceptación del nuevo Pontífice y
del nombre que ha tomado.
88. Después de la aceptación, el elegido que ya haya recibido la ordenación
episcopal, es inmediatamente Obispo de la Iglesia romana, verdadero Papa
y Cabeza del Colegio Episcopal; el mismo adquiere de hecho la plena y su-
prema potestad sobre la Iglesia universal y puede ejercerla.
En cambio, si el elegido no tiene el carácter episcopal, será ordenado Obis-
po inmediatamente.
89. Entre tanto, cumplidas las otras formalidades previstas en el Ordo rüuum
Conclavis, los Cardenales electores, según las formas establecidas, se acer-
can para expresar un gesto de respeto y obediencia al neoelegido Sumo Pon-
tífice. A continuación se dan gracias a Dios, y el primero de los Cardenales
Diáconos anuncia al pueblo, que está esperando, la elección y el nombre del
nuevo Pontífice, el cual inmediatamente después imparte la Bendición Apos-
tólica Urbi et Orbi desde el balcón de la Basílica Vaticana.
Si el elegido no tiene el carácter episcopal, solo después de que haya sido
ordenado Obispo solemnemente se le rinde homenaje y se da el anuncio.
90. Si el elegido reside fuera de la ciudad del Vaticano, deben observarse las
normas del mencionado Ordo rituum Conclavis.
La ordenación episcopal del Sumo Pontífice elegido, si no es aún Obispo, a
la cual se refieren los rm. 88 y 89 de la presente constitución, debe hacerla,
según la costumbre de la Iglesia, el Decano del Colegio de los Cardenales o,
en su ausencia, el Vicedecano o, si éste está impedido, el más antiguo de los
Cardenales Obispos.
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91. El Cónclave se concluirá inmediatamente después de que el nuevo Sumo
Pontífice elegido haya dado el consentimiento a su elección, salvo que él
mismo disponga otra cosa. Desde ese momento podrán acercarse el nuevo
Pontífice el Sustituto de la Secretaría de Estado, el Secretario para las Rela-
ciones con los Estados, el Prefecto de la Casa Pontificia y cualquier otro que
tenga que tratar con el Pontífice elegido cosas que sean necesarias en ese
momento.
92. El Pontífice, después de la solemne ceremonia de inauguración del pon-
tificado y dentro de un tiempo conveniente, tomará posesión de la Patriarcal
Archibasílica Lateranense, según el rito establecido.
Promulgación
Por tanto, después de madura reflexión y movido por el ejemplo de mis
Predecesores, establezco y prescribo estas normas, determinando que na-
die ose impugnar por cualquier causa la presente Constitución y lo que
en ella está contenido. Esta debe ser inviolablemente observada por to-
dos, no obstante cualquier disposición al contrario, incluso si es digna de
especialísima mención. Que ésta surta y alcance sus plenos e íntegros
efectos, y sea guía para todos aquellos a quienes se refiere.
igualmente declaro derogadas, como ha sido establecido más arriba, to-
das las Constituciones y los Ordenamientos emanados a este respecto por
los Romanos Pontífices, y al mismo tiempo declaro carente de todo valor
cuanto se intentara hacer en sentido contrario a esta Constitución por
cualquiera, con cualquier autoridad, consciente o inconscientemente.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 22 de febrero, fiesta de la Cáte-
dra de San Pedro Apóstol del año 1996, decimoctavo de mi Pontificado.
Joannes Paulus pp n
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BOLETIN ECLESIASTICO
Bendición Apostólica de Juan Pablo II a la Iglesia del Ecuador
Al Venerable Hermano en el hisopado Mons. José Mario Ruiz Navas, Anobi^ de Por-
toviejo y Presidente de la Conferencia Episccpal Ecuatoriana, a los demás Obi^, clero,
comunidades religiosas y fieles del Ecuador
1. La celebración del 350° aniversario de la muerte de santa Mariana de Jesús Pa-
redes y Flores, me Ixinda la agradable ocasión de recordar, junto con los Pasto-
res y fieles de la Nación ecuatoriana, la figura significativa de esta joven mujer la-
tinoamericana, que supo vivir la consagración a Dios en el mundo tratando de in-
troducir en la sociedad de su época las energías siempre nuevas del Reino de Cris-
to.
Con esta carta deseo unirme al gozo del Ario Jubilar proclamado por ese Episco-
pado para dar juntos gracias al Señor de la historia por el don de esta primera
santa ecuatoriana, canonizada por mi predecesor el Papa Pk) XII el 9 de julio de
1950. Ha querido la Providencia que esta importante efemérides en la vida de la
Iglesia que peregrina en el Ecuador, coincidiese con la preparación al Gran Jubi-
leo del Año 2000. Lo cual, ciertamente, favorecerá entre los hijos e hijas de esa
querida Nación el despuntar de una nueva primavera de vida cristiana que debe-
rá manifestar el comienzo del Tercer milenio cristiano, en docilidad a la acción
del Espíritu Santo (cf. Carta ap. Tertio millennio adveniente, 18).
2. La breve vida terrena de la "Azucena de Quito", como es invocada con afecto
y confianza por las gentes del continente americano, sorprende por su profunda
madurez y equilibrio interior, frutos de un intenso combate espiritual desde la ora-
ción y la ascesis. Uno de los caracteres distintivos de la santidad de Mariana de
Jesús, tal vez el más desconcertante para nuestro tiempo, fue su penitencia y su
mortificación corporal asombrosa. Este camino ascético de identificación con Cris-
to, independientemente de los medios particulares empleados en su ejercicio, si-
gue revistiendo hoy una perenne actualidad, pues nos recuerda que la ascesis
ayuda a dominar y corregir las tendencias de la naturaleza humana herida por el
pecado, siendo verdaderamente indispensable para permanecer fieles a la propia
vocación y seguir a Jesús por el camino de la luz.
En santa Mariana convergen de modo armónico y original diversas escuelas y tra-
diciones espirituales de la época: pertenecía a la Tercera Orden Franciscana, se
MAYO/ JUNIO 1996
255
consideraba discípula espiritual de Santa Teresa de Avila y, al mismo tiempo, se
sentía hija de la Compañía de Jesús. De este modo, su vida se hace reflejo dd
misterio de la Iglesia, que no es una realidad replegada sobre sí misma, sino per-
manentemente abierta a la dinámica misionera y evangelizadora, pues ha sido en-
viada al mundo para anunciar y extender el misterio de comunión que la consti-
tuye, reuniendo a todos y a todo en Cristo, y siendo para todos sacran)ento indis-
pensable de unidad.
3. Bebiendo en las fuentes claras de las Escrituras, aprendió a discernir, con la
ayuda de sus confesores y directores espirituales, la voluntad de Dios, que la, qui-
so virgen consagrada a la oración y al servicio de la Iglesia en su propia casa. Al
profesar los consejos evangélicos en el contexto de las estructuras temporales, su
existencia casta, pobre y obediente fue para sus contemporáneos °una especial
imagen escatológica de la Esposa Celeste y de la vida futura, cuando finalmente
la Iglesia viva en plenitud el aiDor de Cristo esposo' (Exhortación ap. Vita conse-
crata, 7). Su recuerdo hoy invita a todos, especialmente a la juventud ecuatoria-
na, a responder con prontitud y valentía al llamado del Sefior, que espera la apor-
tación de la fe y de la iniciativa de numerosos jóvenes consagrados, para que d
mundo sea cada vez más sereno y acogedor, más auténticamente humano.
4. Interpdada por las palabras, de Jesús: "Bienaventurados los pobres, porque
vuestro es el Reino de Dios" (Le 6, 20), Mariana quiso imitar a Cristo pobre, abra-
zando un estilo de vida abnegado, sobrio y fraterno, inspirado en criterios de sen-
cillez y hospitalidad evangélicas, y acompañados por un compromiso activo en la
educación cristiana de los niños necesitados, en particular de los indígenas, y en
la caridad Su pobreza da testinwnio gozoso y aeíble de Dios como la verdade-
ra riqueza del corazón humano, contesta la idolatría dd dinero y se hace voz pro-
fética en medio de la sociedad, avisando del pdigro de perder el sentido de la
medida y hasta el significado mismo de los bienes materiales.
El ama a Cristo pobre la llevó al servicio de Cristo en los indigentes y los peca-
dores, compartiendo de sus sufrimientos, problemas y peligros. Que esta opción
por la pobreza evangélica, vivida también hoy en Latinoamérica con valentía y
heroísmo por tantos otros hombres y mujeres de corazón generoso, siga denun-
ciando la esclavitud del pecado, raíz de toda injusticia y disaiminación; favorez-
BOLETIN ECLESIASTICO
ca la promoción de la solidaridad social católica la conciencia de los ciudadanos"
(Carta ap. Los Caminos del Evangelio, a los Religiosos y Religiosas de América La-
tina con motivo del V Centenario de la Evangelización del Nuevo Mundo, 21); y
ayude a las nuevas generaciones del Ecuador a vencer la seducción de un mate-
rialismo ávido de poseer, desinteresado de los más débiles y carente de sensibi-
lidad por el equilibrio de los recursos de la naturaleza.
5. Debe ser también para el Ecuador motivo de confianza ante el futuro el recuer-
do vivo de esta hija suya predilecta, que no amó tanto su vida como para temer
a la muerte (cf. Ap 12, 11), sino que la ofreció por la salvación de sus hermanos,
los habitantes de Quito, angustiados por la peste y los temblores de tierra. Ella,
verdadera "Heroína nacional", sigue acompañando con su intercesión y especial
protección el caminar de ese querido pueblo, ayudando a todos, ciudadanos y
gobernantes, a afrontar desde la fidelidad a sus más auténticas raíces aistianas los
problemas de la convivencia nacional e internacional, para construir una socie-.
dad digna del hombre y alcanzar una paz duradera, fundada sobre la justicia.
6. Queridos Hermanos en el Episcopado y amados hijos, ojalá que esta conme-
moración sirva para fortalecer la fe y el testimonio de los aistianos ecuatorianos,
suscitando en cada fiel un verdadero anhelo de santidad, un fuerte deseo de con-
versión y de renovación personal. Ojalá que esa Iglesia renueve en este Año Ju-
bilar su entusiasmo evangelizador y misionero, esforzándose por hacer llegar el
mensaje cristiano a la sociedad de hoy mediante nuevos métodos de apostolado,
y buscando expresarlo en lenguaje y formas accesibles al hombre latinoamerica-
no, necesitado de Cristo y sediento del Evangelio (cf. IV Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano, Discurso Inaugural, 10).
Con estos sentimientos, e invocando la ayuda divina por intercesión de santa Ma-
riana de Jesús, imparto de corazón una especial Bendición Apostólica a los miem-
bros de esa Conferencia Episcopal, a los hijos e hijas del Ecuador, así como a to-
dos los devotos de la santa quiteña.
Vaticano, 18 de abril de 1996
Juan Pablo pp. II
Documentos
del Celam
MAYO/ JUNIO 1996
II Encuentro de los Presidentes de las
Comisiones Doctrinales de las Conferencias
Episcopales de América Latina
Guadalajara, 6-1 1 de mayo de 1996
Convocados por la Congregación para la Doctrina de la Fe, bajo la Pre-
sidencia del Señor Cardenal Joseph Ratzinger, Obispos responsables de
las Comisiones Doctrinales de las Conferencias Episcopales de América
Latina nos hemos reunido en Guadalajara, del 6 al 10 de mayo, cciordi-
nados por el Consejos Episcopal Latinoamericano - CELAM.
En un espíritu fraternal y de colegialidad Episcopal hemos reflexionado
sobre algunos temas teológicos que emergen en la realidad pastoral de
nuestros países.
El panorama mundial presenta desafíos que cuestionan fuertemente a la
Fe Cristiana. Es el caso del relativismo que, cimentado en filosofías de
corte inmanentista, no deja espacio para lo sobrenatural. Esto se refleja
inmediatamente en el problema del disenso incluso entre Católicos so-
bre todo en problemas éticos cotidianos tales como el respeto por la vi-
da humana en todas sus etapas, legislaciones que contradicen los valo-
res morales, la conciencia del legislador y del político católico frente a
distintos proyectos de leyes a favor del aborto, la esterilización masiva
como criterio de control de la población y la esterilización de discapaci-
tados, la eutanasia, el transexualismo y las perspectivas del género. Es
preocupante la cantidad de "embriones congelados" que se conservan
en muchas naciones como producto de exf>erimentos emprendidos pre-
cipitadamente, sin medir las consecuencias, y que esperan un destino in-
cierto que bien podría calificarse como un futuro genocidio. Tampoco
hemos podido ignorar la gravísima problemática derivada de la pande-
mia del SIDA, reflejo de una sociedad que no asume la sexualidad en su
auténtica dimensión humana, y para la cual se presentan soluciones in-
suficientes ya que no se dirigen al fondo del problema.
260
BOLETIN ECLESIASTICO
No hay nación de América Latina que no se vea agobiada por el tenible
flagelo de la droga y el narcotráfico, ya sea desde el aspecto de produc-
ción, tránsito, comercialización, consumo, lavado de dólares y última-
mente la incursión desvergonzada en el ámbito político. Con la tentación
del "dinero fácil" no reparan en los miles de víctimas que están sembran-
do de luto y dolor a las familias y a las sociedades latinoamericanas. Es-
to añade complejidad a la ya difícil situación económica del continente
en que el modelo mercantilista está empobreciendo cada vez más a
nuestros pueblos.
También hemos discutido sobre la proliferación de sectas fundamenta-
listas y de nuevos movimientos religiosos que no pueden calificarse de
cristianos, y que desorientan a muchos fieles que carecen de la adecua-
da educación de su fe. La así llamada "New Age" constituye también un
desafío pastoral urgente en todas nuestras naciones, al aprovecharse del
sentimiento superficial sin crear lazos de compromiso con el prójimo y
tiende a convertirse en una religión sin Dios.
Las consecuencias de la ausencia de Dios en la vida de las personas nos
muestran que nada puede ser más destructivo que marginación del
Evangelio en la vida y en la cultura, y nada es más positivo que la pre-
sencia renovadora de Cristo Resucitado en ellas.
Particularmente importante nos ha parecido el acompañamiento de la re-
flexión teológica a partir del mundo indígena y afro-americano que va
surgiendo como una alternativa a reduccionismos de antropólogos con
tendencias de arqueología o a una instrumentación folklórica o turística.
En cada uno de nuestros hermanos, ya sea indígena, afro-americano o
mestizo hay una persona humana que merece el más profundo respeto
y también una teología que le ayude a una vida digna y a una comunión
con Dios y con sus semejantes.
Dentro de la misión del Obispo, como servidor de la Iglesia particular,
está iluminar las situaciones difíciles y complejas con los criterios del
Evangelio que es un factor de cambio profundo en la sociedad al seña-
MAYO/ JUNIO 1996
261
lar un camino concreto de la construcción de un mundo más humano y
justo donde todos tienen cabida y pueden contribuir al bien común y
por eso nos comprometemos a promover la presencia completa e inal-
terada del Evangelio de Cristo.
A través de la Iglesia Particular de Guadalajara, del Señor Cardenal Juan
Sandoval Iniguez y de sus sacerdotes, religiosos, seminaristas y laicos,
queremos agradecer a todo el pueblo mexicano por su hospitalidad y
testimonio de fe, encomendando los frutos de este encuentro a la mater-
nal protección de nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América.
Guadalajara, 10 de mayo de 1996.
Recomendaciones
Al terminar nuestro Encuentro, coordinado por el Consejo Epis-
copal Latinoamericano, entre la Congregación para la Doctrina de
la Fe y los Obispos representantes de las Comisiones Doctrinales
de las Conferencias Episcopales de América Latina, hacemos las
siguientes recomendaciones:
1. Se procurará una comunicación más fluida entre la Congre-
gación para la Doctrina de la Fe y las Comisiones Doctrina-
les de América Latina, y viceversa, como también de las Co-
misiones entre sí. Se podría acudir a la Comisión de los Me-
dios de Comunicación Social para manejar mejor la entrega
y recepción de los documentos.
1.1. Cada Comisión Doctrinal enviará sus publicaciones a la Con-
gregación para la Doctrina de la Fe y, en la medida de lo po-
sible, a las otras Comisiones. En el caso de temáticas que so-
262
BOLETIN ECLESIASTICO
brepasan los intereses locales, será oportuna una previa con-
sulta a la Congregación para la Doctrina de la Fe.
1.2. Cada Comisión Doctrinal se compromete a enviar cada año
a la Congregación para la Doctrina de la Fe una relación so-
bre la situación doctrinal del propio país Oas investigaciones
que se están realizando, los problemas de tipo doctrinal, la
situación de los Centros Académicos, las actitudes frente al
Magisterios de la Iglesia). La Congregación para la Doctrina
de la Fe, por su parte, enviará a las Comisiones Doctrinales
una información periódica de su actividad y de los nuevos
caminos de profundización de los temas teológicos.
1.3. La colaboración entre la Congregación y ias Comisiones
Doctrinales asume particular importancia en el examen de
las publicaciones que presentan problemas doctrinales. La
primera instancia corresponde normalmente al Ordinario del
lugar, con la ayuda de la Comisión Doctrinal. Posteriormen-
te, cuando sea necesario, se pedirá la intervención de la
Congregación. Esta, sin embargo podrá libremente intervenir
cuando la gravedad del asunto lo exija, o cuando el proble-
ma doctrinal supere los límites territoriales de una Conferen-
cia. En todos los casos se trabajará en estrecha colaboración.
1.4. La Congregación para la Doctrina de la Fe programará En-
cuentros Regionales de comisiones Doctrinales sobre temas
de interés común.
2. Durante la visita "Ad Limina", uno de los miembros de la Co-
misión Doctrinal de cada Conferencia Episcopal presentará
un Informe sobre la situación doctrinal en su propio país a
la Congregación para la Doctrina de la Fe.
3. En aquellos países donde hay pocos Obispos, se podría te-
ner un Comité Coordinador de las Comisiones Doctrinales
MAYO/ JUNIO 1996
2
de países vecinos, manteniendo el principio de que el Presi-
dente de una Comisión Doctrinal es responsable frente a su
Conferencia Episcopal. Lo sugerido quedará en manos de las
Conferencias Episcopales concernidas.
3.1. En aquellos países donde hay pocos Obispos, y no es posi-
ble constituir la Comisión Doctrinal, se designará a un Obis-
po responsable, quién podrá organizar un comité de consul-
tores, manteniendo el principio de que el Obispo es respon-
sable frente a su Conferencia Episcopal.
4. De ser posible, se organizará cada cuatro años una reunión
de los Presidentes de las Comisiones Doctrinales de las Con-
ferencias Episcopales de América Latina con la Congregación
para la Doctrina de la Fe, con el apoyo del CELAM.
4.1. Se pide que en la próxima Asamblea General del CELAM se
manifieste el deseo de que el CELAM organice un Comité
Coordinador, formado por tres Presidentes de Comisiones
Doctrinales del Continente, para apoyar el trabajo de las Co-
misiones Doctrinales en los distintos países.
4.2. El Equipo de Reflexión Teológico - Pastoral como también el
Instituto Teológico Pastoral (ITEPAL) del CELAM estarán al
servicio de las Comisiones Doctrinales de Continente, para
cualquier consulta sobre temas teológicos.
4.3. EL CELAM recogerá todo el material posible sobre el movi-
miento de "Lectura Pastoral de la Biblia".
4.4. La Congregación para la Doctrina de la Fe y el CELAM estu-
diarán la forma para profundizar en los siguientes temas que
surgieron durante el encuentro: Sectas, Teología India, Re-
cepción de Documentos de la Santa Sede y Disenso, los pro-
blemas médico-morales (fecundación "in vitro", cuidado de
BOLETIN ECLESIASTICO
anencefálicos, matrimonio y uso del matrimonio de sidosos,
etc.), Narcotráfico, Satanismos, "New Age" y el panorama ge-
neral de los desafíos a la Misión Evangelizadora de la Igle-
sia. Por de pronto, como algo concreto, se respalda la suge-
rencia del cardenal Ratzinger sobre la conveniencia de pen-
sar en un Simposio sobre el narcotráfico, sea en Roma o en
algún lugar de América Latina.
instalada en el interior del Pasaje Arzobispal
ofrece documentos de la Iglesia como:
La Fundación Catequística
MM
LUZ Y VIDA
• El Camino hacia el Reino
Local 13
'St 211 451
Apartado Postal 17-01-139
Quito - Ecuador
Documentos de lo
Conferencia
Episcopal
Ecuatoriana
I
MAYO/ JUNIO 1996
267
La Conferencia Episcopal al Pueblo
Ecuatoriano y o los Candidatos
a la Presidencia de la República
El 19 de mayo vivimos un día histórico. Culminó una etapa de la campaña
electoral caracterizada por un mayor respeto mutuo. La activa participación
de los Pueblos indígenas significó y significa un progreso democrático. Su-
perando un estéril regionalismo, el pueblo ecuatoriano escogió a dos distin-
guidos políticos de la Costa.
Hemos de elegir entre el Abogado Jaime Nebot y el Abogado Abdalá Buca-
rám.
Todos los ecuatorianos de buena voluntad debemos respaldar la constitucio-
nalidad en esta segunda etapa de lid electoral, como expresión de amor sin-
cero a la Patria.
Deseosos, pues, de dar un aporte a la consolidación del orden constitucio-
nal, pedimos a ambos, con respeto de ciudadanos y con fervor de pastores,
que definan mejor la imagen de su posible gobierno, para que los ecuatoria-
nos podamos elegir más consciente, más libre, más responsablemente.
El pueblo ecuatoriano conoce la rica personalidad de los dos, con sus luces
y sombras. Este conocimiento nos da ya muchos elementos de juicio para de-
cidir pero no basta para valorar lo que será su futuro gobierno.
Por eso nos permitimos invitarles a dar otros elementos de juicio, para que
nosotros emitamos el voto y para que ellos, con estos mismos elementos,
sean juzgados al término de su mandato.
Así mismo es importante conocer los nombres de los que serán sus más cer-
canos colaboradores en los campos económico y social.
Los dos han afirmado que darán pasos hacia la superación de la pobreza.
¿Qué pasos se comprometen seriamente a dar?. ¿Qué van a hacer, en concre-
to, para generar nueva riqueza? ¿Cómo conseguirán que esta nueva riqueza
beneficie más a los que menos tienea'.
268
BOLETIN ECLESIASTICO
Con qué óptica, con qué corazón van a gobernar? En otras palabras, van a
ver al país con la perspectiva de los que ya tienen más o menos resueltas sus
angustias.? O lo van a ver con los ojos del pobre, del que no tiene trabajo,
del que no tiene vivienda, vestido o alimentación.?
Es indispensable que nos digan cómo ofrecerán una educación integral y li-
bre, orientada a la productividad. Qué porcentaje real del presupuesto nacio-
nal van a destinar a la educación, a la salud, a la vivienda?.
Empeñados como estamos en el proceso de modernización Qué pasos van
a dar hacia la descentralización? Qué medidas van a tomar para que las pri-
vatizaciones signifiquen una real mejora de la economía y del bienestar de
las mayorías y no una descapitalización del Estado, acompañada de enrique-
cimiento ilícito?.
Hemos visto con alegría que nuestro problema limítrofe con el Perú no ha
sido instrumentalizado en la primera etapa de la campaña; pero es necesa-
rio un elemento de juicio ulterior: el compromiso de continuar el proceso ha-
cia una paz justa y duradera.
Conciudadanos y hermanos, hagamos de esta segunda etapa de la campaña
electoral una ocasión para mirar nuestras diferencias, sin absolutizarlas, es-
forzándonos en comprender la parte de razón de los otros.
No hay ecuatorianos solamente buenos y otros solamente malos.
Recordamos que, terminada la campaña, comienza la tarea de seguir cons-
truyendo la Patria común.
Somos conscientes de que no todo depende del Presidente de la República.
Está limitado por condicionamientos internos y extemos. No podemos espe-
rar de él una inmediata, menos aún una total solución de los problemas.
Pedimos a Dios todopoderoso que ilumine a los ecuatorianos, especialmen-
te en el momento de emitir su voto y que nos ayude a que, por sobre las le-
gítimas luchas partidistas, contribuyamos a crear el adecuado entorno jurídi-
co, cultural y político que facilite el desempeño del nuevo Gobierno.
Documentos
Arquidiocesonos
I
MAYO /JUNIO 1996
271
Presentación del Libro
"En el camino hacia el Reino de Dios
Cuando, hace más de quince años, Mons. José Mario Ruiz Navas era presi-
dente de la Comisión episcopal del área del Magisterio de la Iglesia de la
Conferencia Episcopal Ecuatoriana, en uno de los varios períodos de la pre-
sidencia del señor Cardenal Pablo Muñoz Vega, descubrió que en las circuns-
cripciones eclesiásticas del Ecuador se habían multiplicado exageradamente
pequeños manuales de Catcquesis, cuyo contenido de ctrinal adolecía de gra-
ves deficiencias. Para remediar este mal, se pensó ca la elaboración de un
"Catecismo Nacional" que, según el Directorio Nacioiial de Catcquesis, debía
ser un Catecismo para adultos, amplio y rico en su contenido doctrinal.
Más que en un Catecismo que sirviera directamente para las catcquesis de
las parroquias o de los establecimientos, se pensaba en una "arsenal" o fuen-
te de los contenidos doctrinales de la Catcquesis, que sirviera de fuente acer-
tadamente orientadora para la elaboración de los Catecismos que para los di-
versos niveles de la comunidad cristiana debían componer los autores de tex-
tos y manuales de Catcquesis.
Esta idea y proyecto de la elaboración de un "Catecismo nacional" fueron
asumidos en el N°. 340 de "Opciones Pastorales", el 8 de septiembre de 1980,
como uno de los medios para el fomento de la Catcquesis. En aquel núme-
ro la Conferencia Episcopal Ecuatoriana se comprometió a poner en vigen-
cia el "directorio nacional de catcquesis" "y a la elaboración del catecismo
básico nacional, para unificar la expresión doctrinal de los catecismos".
Unificar la expresión doctrinal de los catecismos en las Iglesias particulares
del Ecuador y asegurar la integridad y ortodoxia del contenido doctrinal de
los catecismos eran los objetivos que se pretendían obtener y asegurar con
la elaboración del "Catecismo básico nacional".
Como presidente del área de Magisterio de la Iglesia de la Conferencia Epis-
copal Ecuatoriana, Mons. José Mario Ruiz se decidió a cumplir este compro-
miso adoptado en Opciones Pastorales. Constituyó un numeroso grupo de
272
BOLETIN ECLESIASTICO
vicarios de pastoral de varias diócesis, de redactores de catecismos, de sacer-
dotes, religiosos y seglares con experiencia en catequesis, quienes acepta-
ron la tarea de la elaboración del "Catecismo básico nacional", siguiendo las
orientaciones de los obispos. Las sesenta y cuatro personas que aceptaron
esta responsabilidad se organizaron en varias ccxnisiones, cada una de las
cuales elaboraba uno de los 1 6 temas en que se dividió el contenido del ca-
tecismo nacional.
Después de un largo e intenso trabajo de las ccmisiones, que se reunían pe-
riódicamente para revisar el material elaborado y ponerse de acuerdo en el
trabajo subsiguiente, se redactaron los diversos folletos que contenían los l6
temas del Catecismo nacional, al que se le dio el título de "En Camino hacia
el Reino de Dios".
Este título nos indica que la "Doctrina de la Fe", sistemática y progresivamen-
te expuesta en la Catequesis, no se reduce a un conjunto de verdades espe-
culativas, sino que es la luz de Cristo, que ilumina la vida de los cristianos y
nos muestra el camino que debemos recorrer en la construcción del Reino
de Dios, hasta que lleguemos a la meta de su plenitud en el cielo. Ese abun-
dante material preparado por las comisiones fue estudiado, revisado, corre-
gido y reelaborado por los Obispos de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana
en varias asambleas plenarias. La primera en la que se comenzó con este tra-
bajo de revisión fue la celebrada en "Le Foyer de la Charilé" en la diócesis
de Latacunga, continuamos en otras asambleas que tuvimos en Betania del
Colegio. Fue ejemplar el empeño y dedicación con los que la Conferencia
Episcopal realizó este trabajo de revisión y corrección. El entonces presiden-
te de la Conferencia Episcopal, Cardenal Pablo Muñoz Vega, con su saber
teológico intervino en la reelaboración de los temas, especialmente en el te-
ma 10° "Jesús es el Señor", que ha logrado desarrollar una doctrina Imente só-
lida y actualizada Cristología.
Como se proyectaba elaborar un Catecismo nacional, según las normas vi-
gentes, era necesario obtener su aprobación de parte de la Santa Sede. Por
eso el material revisado y reelaborado por la Conferencia Episcopal fue pre-
sentado a la Congregación para el Clero, dicasterio al que compete todo lo
MAYO/ JUNIO 1996
273
relacionado con la Catcquesis, La Congregación para el Clero solicitó tam-
bién el dictamen de la Congregación para la Doctrina de la Fe, antes de apro-
bar el proyectado Catecismo Nacional. La dos Congregaciones hicieron un
examen prolijo del material enviado por la Conferencia Episcopal Ecuatoria-
na y nos enviaron unas observaciones referentes al conjunto del material y a
cada uno de los temas. Es esas observaciones, después de recomendar el va-
lor de algunos de los temas, con el de " Jesús es el Señor^ y "La Iglesia con-
tinúa la misión de Jesús", se dio a conocer que "En Camino hacia el Reino
de Dios" había una "impostación" notoriamente socilogista y temporaüsta. Se
señalaban con precisión algunos puntos que doctrinalmente debían ser co-
rregidos. Nuevamente la Conferencia Episcopal Ecuatoriana dedicó más de
una de sus asambleas a la revisión del material "En Camino hacia el Reino
de Dios" para aplicar las observaciones de la Santa Sede. Siguieron también
varios diálogos con las Congregaciones del Qero y de la Doctrina de la Fe.
En uno de los últimos encuentros con Mons. Seppe, Secretario de la Congre-
gación para el Clero, se nos pidió que se hiciera otra revisión del material,
para ponerlo acorde con el Catecismo de la Iglesia Católica y que expresa-
mente se pusieran citas de los números del Catecismo de la Iglesia Católica
en los temas de " En Camino hacia el Reino de Dios".
Esta última revisión, para poner nuestro material en concordancia con el Ca-
tecismo de la Iglesia Católica, fue realizada por el P. Angel Salvatierra, quien
fuera Secretario Ejecutivo del área del Magisterio de la Iglesia, con la colabo-
ración de otros expertos que trabajan en la misma área y especialmente en
el Instituto Nacional de Catcquesis. En la última revisión se han integrado to-
das las observaciones de la Congregación para el Clero.
En una última entrevista de Mons. José Mario Rui2, presidente de nuestra
Conferencia Episcopal, acompañado por Mons. Stehle y por el P. Angel Sal-
vatierra, con el señor Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación
para la Doctrina de la Fe, se convino en que la Santa Sede autorizara la pu-
blicación de "En Camino hacia el Reino de Dios" preferentemente con una
publicación de la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia
Episcopal Ecuatoriana. Por este motivo la autorización de la Santa Sede pa-
274
BOLETIN ECLESIASTICO
ra esta publicación ha sicb dada por el señor Cardenal Roger Etchegaray,
Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz. Con razón se ha añadido al
título "En Camino hacia el Reino de Dios" el subtítulo: "Perspectivas sociales
desde el Evangelio", porque en todos los temas se pretende insistir en las
proyecciones que el Evangelio tiene en la sociedad o convivencia de los
hombres
El contenido doctrinal de
"En comino hocio el Reino de Dios'
Todo el contenido doctrinal del Mensaje cristiano se presenta en "En Cami-
no hacia el Reino de Dios" de manera original, pero amplia, en los 16 temas
de que consta.
El tema 1, " Dios no habla" desarrolla todo lo referente a la Revelación divi-
na y corresponde a la primera sección de la primera parte "Profesión de la
fe" del Catecismo de la Iglesia Católica", en que se trata de la Revelación de
Dios y de la respuesta del hombre a Dios.
A continuación siguen seis temas, que tratan de la Familia, La juventud. El
trabajo, Los pobres. Diversidad de culturas y Estructuras sociales. Se desarro-
llan estos temas, porque se ha tomado en cuenta la exhortación contenida
en el N° 4 de "Gaudium et Spes": Para cumplir su misión de continuar la obra
salvadora de Cristo "es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los
signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que,
acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes
interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la
futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario por ello conocer y
comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el
sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza" (G S n. O.
Se quiere interpretar a la luz del Evangelio los problemas y realidades de la
sociedad contemporánea, para conocer sus esperanzas y aspiraciones y así
ser fieles al método de Dios, que en su Hijo encamado hizo suyas las angus-
tias y esperanzas de los hombres; así también procuraremos educar en los
cristianos una fe madura, que sea coherente con la vida.
MAYO/ JUNIO 1996
275
El tema 8 "Religiosidad popular y fe" desanolla la cuarta parte del Catecismo
de la Iglesia Católica, "La oración cristiana".
Vienen luego temas fundamentales, como el 9 "Dios es amor" que trata de
Dios uno y trino. El tema 10, "Jesús es el Señor", es la Cristología de "En Ca-
mino hacia el Reino de Dios".
El tema 13 "La Iglesia continúa la misión de Jesús" es la Eclesiología de nues-
tro libro, eclesiología que se amplía y complementa con el tema 14. "Los sa-
cramentos" y el tema 15, "El pueblo de Dios y sus ministros".
El tema 11, "Las bienaventuranzas, actitudes del cristiano" se refiere a la mo-
ral cristiana, en la que la observancia de los mandamientos debe ser perfec-
cionada por el espíritu de las bienaventuranzas.
El tema 12, "La Pascua, razón de nuestra esperanza" y el tema l6. "El Reino
en el presente y en el futuro de nuestro camino" desarrollan la escatología
de nuestro libro.
El Cardenal Etchegaray interpreta los contenidos doctrinales de este "conjun-
to de material de orientación. catequística" de la siguiente manera: " En cuan-
to a contenidos doctrinales, siguiendo la síntesis hecha por Juan Pablo II en
Puebla, este importante material ilumina la realidad con la verdad sobre
Dios, sobre el hombre y sobre la Iglesia en las dimensiones de la celebra-
ción de la fe, de la moral cristiana y de la esperanza" (Presentación, pág. 10).
Método utilizado
En el desarrollo de los temas de "El Camino hacia el Reino de Dios" se ha
seguido fundamentalmente el método "ver, juzgar y actuar" aceptado por
Juan XXIII en la encíclica "Mater et Magistra"
En la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Santo Domin-
go, este método "ver, juzgar, actuar" fue perfeccionado de la siguiente ma-
nera: al tratar de los diversos problemas que se presentan ante la pastoral
de la Iglesia, Santo Domingo comienza por la "Iluminación teológica" de ese
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BOLETIN ECLESIASTICO
problema a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia. El co-
menzar por la iluminación teológica permite tener de la realidad una visión
pastoral y no solo una visión sociológica. Luego viene la visión de la reali-
dad bajo la perspectiva de "desafíos pastorales' y en tercer lugar viene el ac-
tuar en las "líneas pastorales".
En los temas de "En Camino hacia el Reino de Dios", se siguen cuatro pasos:
El primero es una visión del plan de Dios en el Antiguo Testamento. Comen-
zar por el plan de Dios permite tener de la realidad una visión cristiana y
pastoral. El segundo paso es la visión de la realidad en sus aspectos positi-
vos y negativos. El tercer paso, "juzgar", se realiza a la luz de Cristo y de la
enseñanza de la Iglesia en "Restauración en Cristo" y en "Iglesia y construc-
ción del Reino", aclarando que en "Construcción del Reino" se exponen tam-
bién los compromisos de acción pastoral.
Bien empleado el método "ver, juzgar, actuar" impide el reduccionismo de la
fe a una aceptación de fórmulas doctrinalmente perfectas, pero sin inciden-
cia en la vida. La ortodoxa iluminación doctrinal impide el otro reduccionis-
mo, el del sociologismo, si la realidad no es vista desde la luz de la fe, des-
de el plan salvífico de Dios.
Al encontramos cercanos a la celebración del Jubileo universal del año dos
mil y a los umbrales del tercer milenio, hagamos que, como anhela el Car-
denal Etchegaray, "este valioso material sea un útil instrumento de formación
para la Iglesia que peregrina en Ecuador y que se prepara a celebrar con ale-
gría el Jubileo del 2000. Jubileo que deberá poner de manifiesto los dos im-
portantes deberes de la misión social de la Iglesia: la formación social de los
fieles y la opción preferencial por los pobres y los marginados, ya que "el
compromiso por la justicia y por la paz en un mundo como el nuestro, mar-
cado por tantos conflictos y por intolerables desigualdades sociales y eco-
nómicas, es un aspecto sobresaliente de la preparación y de la celebración
del Jubileo" (Tertio Millennio Adveniente, 51).
+ Antonio J. González Z.,
Arzobispo de Quito,
Presidente del Area del Magisterio de la Iglesia
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90° aniversario del milagro
de la Doloroso del Colegio
Muy estimados hermanos, devotos de la Dolorosa del Colegio: Hoy, sábado
20 de abril de 1996, estamos celebrando el nonagésimo aniversario de aquel
maravilloso prodigio de abrir y cerrar los ojos de la sagrada imagen de la
Sma. Virgen Dolorosa, impresa en un cuadro que pendía en una de las pa-
redes del comedor de internos del Colegio San Gabriel de Quito, regentado
por la Compañía de Jesús.
Aquel prodigio acaeció hace exactamente noventa años, el día viernes, 20 de
abril de 1906, poco después de las 7 y treinta minutos de la noche.
En aquel tiempo, el Colegio "San Gabriel", regentado por los jesuítas, funcio-
naba en el edificio, en el que actualmente funciona el Colegio Gonzaga, ubi-
cado en la calle Benalcázar, entre la Espejo y la Sucre, en el Centro históri-
co de Quito. En el año 1906, en el internado del Colegio "San Gabriel" ha-
bía 36 alumnos internos, niños y adolescentes que oscilaban entre los 10 y
los 17 años de edad, procedentes de varias provincias de la Patria, irKlusive
de la Costa, de Guayas y Manabí, y había dos internos del Penj.
El Jueves Santo anterior, 12 de abril de 1906, nueve niños internos de "San
Gabriel" habían recibido la Primera Comunión. En esos días, los internos, sin
dejar el Colegio, disfrutaban de las vacaciones de Pascua. El viernes 20 de
abril habían realizado la última excursión al Pichincha y habían regresado
cansados, pero contentos.
Aquel viernes, 20 de abril de 1906, los internos del San Gabriel entraron al
comedor para cenar, a las siete y media de la noche, dirigidos por el P. An-
drés Roesch, prefecto de internos, y el Hno. Alberdi. Después de un corto
tiempo de lectura, el P. Prefecto la suspende para comunicar a los internos
la trágica noticia del catastrófico terremoto ocurrido en San Francisco de Ca-
lifornia el anterior miércoles 18 de abril. Los internos oyeron pasmados la no-
ticia unos comentaban la gravedad del sismo, otros continuaban con sus
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amenas charlas. En la mesa más cercana al cuadro de la Viigen de los Do-
lores, que colgaba de la pared a un metro ochenta centímetros del suelo, es-
taban tres niños de los que habían hecho recientemente su Primera comu-
nión: Jaime CMvez Ramírez, guayaquileño; Carlos Herrmann y Pedro Dono-
so , quiteños. Pedro fue llamado por un momento por el Padre Prefecto.
Mientras Herrmann hablaba con Jaime Chávez de la Dolorosa del cuadro. En
un momento, mirando al cercano cuadro que pendía de la pared, notó que
la Dolorosa movía los párpados, los abría y cerraba. Creyó que era solo una
impresión suya y asustado se cubrió los ojos con las manos. Luego dijo a
Chávez: "^e a la Virgen". Miró también éste y vio el mismo prodigio. Am-
bos se arrodillaron entre la mesa y la banca y rezaron un Padre nuestro y
Ave María. Carlos Hemmann llamó a Pedro Donoso con su lenguaje de mu-
chachos: "^en a ver esta cosa chusca". Donoso acudió a la tercera llamada y
declara: "Yo me fui. . . Le vi mover los ojos a la Virgen, y me tapé los ojos por
no ver y por miedo". Llamaron a otros internos que llegaban entre inaédu-
los y burlones, sin hacer mucho caso; pero, al fijarse en el cuadro, iban vien-
do todos el movimiento de los ojos de la Virgen, majestuoso, lento; a veces
el ojo derecho, a veces el izquierdo, a veces los dos. Y los niños, entre in-
conscientes y atónitos, decían a coro "Ahora cierra... ahora abre... ahora el
izquierdo... ahora el derecho... ahora los dos".
Jaime Chávez y luego Humberto Muñoz fueron avisar al P. Roesch y al Her-
mano Alberdi, que estaban conversando en otra mesa. El Padre no hizo ma-
yor caso y advirtió a los chicos que no dijeran disparates. El Hno. Alberdi se
acercó fríamente y escéptico, seguro de que se trataría de una broma; pero
quedó pasmado, al comprobar él también el movimiento de los ojos de la
imagen del Cuadro. Cuando después llegó el P. Roesch, dice que sintió un
frío que le helaba el cuerpo y él también vio a la Virgen, que abría y cerra-
ba los ojos. El testimonio de uno de los niños videntes es éste: "Lo vi con to-
da claridad y seguridad, entre los primeros y después de haberme constado,
advertí a otros. No puede ser equivocación, porque vi varias veces el movi-
miento de los párpados, a distancia de una vara y habiendo luz suficiente...
"No me equivoqué ni me dejé llevar de lo que otros decían, sino porque me
fijaba yo mismo y yo mismo vi lo que he asegurado".
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Pero este hecho extraordinario fue visto no solo por los jóvenes internos,
sino también por el P. Roesch y el Hno. Alberdi. El Padre Prefecto dice: " En
un principio rechacé al que me llamaba, diciérxlole que se dejara de disla-
tes... y llamado por todos los que estaban presenciando el prodigio, me di-
rigí a la mesa que se encuentra más cerca de la Imagen, con la resolución
formal de desvanecer la idea. Me cercioré con mucho empeño de que las
lámparas eléctricas no se movían, o si algún rayo se reflejaba en la efigie; na-
da de eso aparecía. Puesto en frente de la Imagen, rodeado de niños, clavé
en ella los ojos, sin pestañear, y noté que cerraba la Virgen Santísima los pár-
pado con lentitud; pero no creyendo aunque fuera cierto, me aparté del lu-
gar; viendo lo cual, el Hno. Alberdi me dijo extrañado de lo que hacía: Pe-
ro, Padre, si esto es un prodigio; si esto es un prodigio [Volví de nuevo al
puesto que ocupaba al principio: entonces sentí como un frío que me hela-
ba el cuerpo, viendo sin poder dudar que la Imagen cerraba efectivamente
y abría los ojos. El hecho se repitió varias veces y duró como quiiKe minu-
tos!. También el Hno. Alberdi da este testimonio: 'Si me acuerdo que le dijo
al Padre Roesch, después que me fijé en el Cuadro: ¡Padre, cierto es! y ex-
clamé: ¡Qué prodigio! Yo poco a poco me acerqué muy cerca del cuadro,
donde estuve viendo cerrar y abrir los ojos, tiempo de un cuarto de hora".
Ciertamente, hace noventa años, en la noche de aquel viernes 20 de abril de
1906 ocurrió algo extraordinario y prodigioso y aquel acontecimiento mila-
groso fue visto y comprobado por 36 colegiales, no afectados por emocio-
nes religiosas ni fervores alucinantes, ni predispuestos a aceptar como reales
cualesquiera ilusiones. Presenciaron el milagro un sacerdote jesuíta y un
Hno. religioso y varios sirvientes del internado, y lo contemplaron durante
un cuarto de hora.
Autenticidad del hecho milagroso
Cuando el 21 de abril de 1906 empieza a correr por Quito el rumor del ex-
traño suceso acaecido en el Cuadro de la Dolorosa del Colegio "San Gabriel",
la autoridad eclesiástica de entonces, ejercida por Mons. Ulpiano Pérez Qui-
ñónez. Vicario Capitular de la Arquidiócesis de Quito, ordenó que se cubrie-
ra la Imagen de la Dolorosa y que nada se publicara por la prensa ni el pul-
pito, relativo a este acontecimiento, mientras no se decida sobre su valor y
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autenticidad. El Vicario Capitular decreta, el 27 de abril de 1906, que se prac-
tique una información de testigos del acontecimiento con intervención de un
Instructor, del Notario eclesiástico y de un cuerpo de peritos. A los 36 inter-
nos, a los dos Jesuítas, P. Andrés Roesch y Hno. Alberdi, y a tres empleados
se les pidió sus testimonios, escribiendo cada uno por separado lo que vio
el día del suceso; el 30 de mayo se los vuelve a reunir para que den su tes-
timonio oralmente. Todos los testigos coincidían en afirmar el hecho de una
manera diáfana Después de realizado el proceso con toda seriedad, la auto-
ridad eclesiástica emitió su dictamen, el 31 de mayo de 1906, en los siguien-
tes términos:
1. - El hecho verificado en el Colegio de los Padres Jesuítas está comproba-
do como materialmente cierto.
2. - El hecho, por las circunstancias en que aconteció, no puede explicarse.
por causas naturales.
3. - El hecho, por los antecedentes y las consecuencia, no puede atribuirse a
influjo diabólico.
En consecuencia, puede creérselo con fe puramente humana y, por lo mis-
mo, puede prestarse a la Imagen que no ha ocasionado, el culto permitido
por la Iglesia y acudir a Ella con especial confianza.
El milagro acaecido el 20 de abril de 1906 en el comedor de los internos del
Colegio "San Gabriel' suscitó en Quito y en el Ecuador un intenso fervor re-
ligioso y una especial devoción a la Sma. Virgen María en esta nueva advo-
cación de la Dolorosa del Colegio. Esta intervención prodigiosa de la Sma.
Virgen María fue providencial para el Ecuador en las circunstancias históri-
cas en que se encontraba después de iniciada la revolución liberal.
La oportunidad providencial del milagro
de lo Dolorosa del Colegio
Algo más de diez años antes del Milagro del 20 de abril de 1906, se había
iniciado en el Ecuador la revolución liberal, el 5 de junio de 1895. Una de
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las tareas fundamentales del liberalismo en el poder fue la de las seculariza-
ción del Estado. El Gobierno suspendió la vigencia del Concordato celebra-
do por García Moreno para regular las relaciones entre la Iglesia y el Estado
en el Ecuador, y volvió, mediante una ley, al ejercicio del Patronato de ori-
gen colonial, para sujetar a la Iglesia al control del poder civil. En 1900 se
inició el sistema del "Registro Ovil" como dependencia del Estado, con lo
cual se quitaba al clero un poderoso mecanismo de información. En ese mis-
mo año se implanta el laicismo en la educación; se suprime la enseñanza re-
ligiosa en los establecimientos fiscales de educación; se restringe la libertad
de enseñanza; se niega a los colegios católicos de antigua y gloriosa historia
recibir exámenes y conferir títulos académicos; se niega toda subvención
económica del fisco a los colegios privados y se secularizan los cementerios.
En 1904 se emitió la Ley de Cultos, que regulaba el funcionamiento de la
Iglesia y las comunidades religiosas y ponía sus bienes bajo manejo estatal.
Cuando en 1906 se emitió la nueva Constitución, la separación de la Iglesia
y el Estado quedó consumada. Perdió el catolicismo su condición de religión
oficial y la Iglesia, personería jurídica de derecho público. El liberalismo en-
tendió, desde el primer momento, que la consolidación del su triunfo políti-
co dependía, en gran manera, de la posibilidad de crear un mecanismo de
reproducción ideológica. De allí que una de sus preocupaciones iniciales
fuera la de establecer un sistema educativo laico. El contenido de la nueva
educación era fuertemente anticlerical e influenciado por las nuevas corrien-
tes positivistas en boga. La enseñanza universitaria fue definitivamente secu-
larizada y se suprimieron los estudios teológicos. Luego de una década de
ensayos, en 1.911 el sistema de educación laica estaba consolidado. En 1.911,
sobre un total de 1.551 escuelas, 1.197 eran estatales; los 1.484 maestros ha-
bían sido fiscalizados; de los 124.113 alumnos, 92.947 pertenecían a la edu-
cación estatal laica. En ese mismo año se contaban once colegios nacionales
y siete colegios particulares con un total de 2.623 alumnos.
En esta triste y grave situación en la que el laicismo propugnado por la re-
volución liberal sumía a la Iglesia, a la religión y a la educación cristiana de
la niñez y juventud en nuestra Patria ecuatoriana, el milagro de la Dolorosa
del Colegio era una manifestación clara de dolor y preocupación maternales
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que sentía nuestra Madre Dolorosa especialmente por la suerte de la niñez y
juventud ecuatoriana.
Así interpretó el milagro del 20 de abril el célebre Arzobispo González Suá-
rez, quien dijo: "Sin duda , la Virgen, en ese grupo de adolescentes, contem-
plaba en aquel instante a todos los niños y a todos los jóvenes de la Repú-
blica del Ecuador y se compadecía de ellos a causa de la gran calamidad de
que iban a ser víctimas. Dios les iba a ser quitado... por medio de la educa-
ción laica". En la homilía del 20 de abril de 1909 decía también Mons. Gon-
zález Suárez: "¡Oh Madre Santa! ¡Oh Madre Dolorosa! Ya os entiendo, ya
comprendo vuestros designios piadosos. Vigiláis sobre los niños con solici-
tud maternal y reprobáis y condenáis todo cuanto se hace en la educación
de los niños, contra la salvación de las almas de ellos". Os doy gracias, de lo
íntimo de mi corazón, por esta vuestra vigilancia maternal sobre los niños,
cuyas almas están ahora en tanto peligro de perecer... Protegedlos, ampa-
radlos, defendedlos. Miradlos siempre con esos vuestros ojos misericordio-
sos, oh piadosa, oh dulce Virgen María".
Esta misma función providencial atribuía al milagro del veinte de abril el Ar-
zobispo historiador en la alocución que pronunció el 4 de febrero de 1910,
al bendecir la nueva Capilla del Colegio "San Gabriel", preparada para el cua-
dro del milagro: "Cuando en sus inescrutables designios, la Providencia divi-
na va a permitir uno de esos desbordamientos del mal, suele también anun-
ciarlos por medio de un milagro, un hecho maravilloso que llame la atención
de los hombres y les obligue a reflexionar; esta vez, los testigos del hecho
fueron los alumnos de un Colegio... ¿Qué era lo que el hecho significaba?
¿Qué fin se había propuesto la Providencia divina? Sobre la Nación ecuato-
riana iba a caer una gran calamidad...; no era un terremoto, no era una pes-
te, ni una guerra civil...; la calamidad era más terrible. Era la enseñanza lai-
ca, la descritianización sistémica de la niñez".
Pero con esas miradas prodigiosas de Madre Dolorosa, dirigidas el veinte de
abril de 1906 a los alumnos internos del Colegio "San Gabriel", María Santí-
sima le ofreció a nuestra Patria su maternal protección sobre la educación ca-
tólica de nuestra niñez y juventud. A esta protección maternal de María se
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refirió el recordado Señor Cardenal Pablo Muñoz Vega, S. J., cuando, siendo
Arzobispo de Quito, dijo en una de sus homilías del 20 de abril: "Cuando en
esta ciudad de Quito se verificaba el hecho de las miradas prodigiosamente
vivas de María, la estrella política del Liberalismo estaba en fuerte ascensión
en el mundo y también en nuestra Patria, implantando dos conquistas: la del
laicismo como sistema de educación y el asentamiento del capitalismo como
sistema socio-económico fundamental de la Nación. ¿Qué hubiera sido de la
fe de nuestro pueblo, después de la implantación del laicismo irreligioso y
francamente ateo..., si no hubiera habido el evento religioso del 20 de abril
de 1906? La Santísima Virgen María es la auténtica y verdadera educadora de
la fe de los hijos de nuestra Patria, sobre todo, de los más humildes y senci-
llos". Esta protección maternal de María sobre la fe de nuestro pueblo y so-
bre la educación cristiana de nuestra niñez y juventud hje lo que el alma cris-
tiana y fervorosa del Ecuador descubrió en lo ojos dulces y tristes de la Do-
lorosa del Colegio y con la luz de esas miradas prodigiosas reemprendió la
lucha por la fe y por el compromiso de vivir y enseñar a los niños y a los jó-
venes a creer en Dios, a seguir a Jesucristo y a amar a la Virgen María como
a nuestra Madre.
.Con la protección maternal de la Dolorosa del Colegio la Iglesia que pere-
grina en el Ecuador puso especial interés en la catequesis parroquial, para
educar en la fe cristiana a los niños que concurren a las escuelas fiscales; las
diócesis del Ecuador dedicaron sus modestas posibilidades económicas a la
creación de escuelas, colegios, normales católicos e incluso Universidades
Católicas, como lo hizo el Arzobispo de Quito Cardenal Carlos María de la
Torre, a. quien merecidamente se le atribuye el título de "Arzobispo de la
Educación Católica".
Con razón la Dolorosa del colegio ha sido proclamada Protectora y Reina de
la Educación Católica. Bajo su protección maternal los establecimientos de
educación católica del Ecuador se han unido y coordinado en las Federacio-
nes provinciales y en la Confederación Ecuatoriana de Establecimientos de
Educación Católica (CONFEDEC). Con la protección de la Dolorosa del co-
legio, hace cincuenta años. Monseñor Carlos María de la Torre obtuvo del
Presidente Velasco Ibarra el decreto de fundación de la Universidad Católica
BOLETIN ECLESIASTICO
del Ecuador con sede en Quito. Esta fundación abrió una brecha en la acti-
tud obstinada del laicismo oficial. La que luego se llamó Pontificia Universi-
dad Católica del Ecuador difundió sus sedes en Cuenca, Ibarra, Esmeraldas,
Ambato, Portoviejo. Luego se creó la Universidad Católica del Azuay; se creó
también la Universidad Católica de Loja.
Debemos atribuir a la protección maternal de la Dolorosa del Colegio el he-
cho de que la Conferencia Episcopal Ecuatoriana haya pedido lograr la pro-
mulgación de la "Ley de libertad educativa de las familias del Ecuador". Es-
ta ley, promulgada por el Congreso Nacional, sancionada por el poder eje-
cutivo y ratificada por la Corte Suprema de Justicia en su sala constitucional,
precisamente en 1995 en el centenario de la revolución liberal, reconoce el
derecho que tienen las familias del Ecuador a solicitar que a sus hijos se les
permita impartir dos clases semanales de instrucción reügiosa y moral, a pe-
tición libre de los padres de familia, en los establecimientos fiscales, munici-
pales y particulares del Ecuador. No se trata de imponer la ensefianza de la
religión, sino de hacer efectiva la libertad que tienen las familias del Ecuador
de solicitar que en los establecimientos oficiales se les dé a sus hijos ense-
ñanza religiosa de acuerdo a las convicciones religiosas de la familia. La apli-
cación efectiva de esta ley remediará en gran medida los males del laicismo
irreligioso.
Al celebrar hoy, con intenso fervor religioso, el nonagésimo aniversario del
acontecimiento religioso de las miradas prodigiosamente vivas de la Doloro-
sa del Colegio, realizado en la noche del veinte de abril de 1906, como pue-
blo ecuatoriano, agradezcamos a esta bondadosa Madre el regalo de sus mi-
radas dirigidas a la niñez y juventud ecuatoriana, representadas en los 36 in-
ternos testigos del milagro; agradezcámosle especialmente por su eficaz pro-
tección en favor de la educación católica de nuestra Patria y que las familias
del Ecuador se comprometan a defender y a aplicar en todos los estableci-
mientos educacionales la "Ley de libertad educativa", que ya está vigente en
el Ecuador.
En su nombre del pueblo ecuatoriano, te dirijo. Virgen Santísima, esta fer-
viente plegaria:
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¡Oh Madre Dolorosa!
por tus lágrimas,
por la corona de espinas,
por los clavos que llevas en tus marxjs,
por las espadas de dolor...
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos...
¡Oh Madre Dolorosa!
protege a las Santa Iglesia,
protege a nuestra Patria,
ampara a la juventud,
ampara a la niñez.
Amén
Sermón predicado porMons. Antonio J. González Z., Arzobispo de Quito, el
20 de abril de 1996, en el nonagésimo aniversario del milagro de la Dobro-
sa de Colegio.
Bendita tú entre las mujeres
Con cuánto fervor hemos consagrado esta novena a la Santísima Virgen Ma-
ría por los 90 años de su manifestación como Madre Dolorosa y Gloriosa de
la niñez y la juventud ecuatoriana.
La Novena enfoca una de las fundamentales características de María: el ser
mujer. Y trata del puesto de la mujer en la sociedad y en la Iglesia (udo de
los grandes temas de hoy); María es para los creyentes la máxima figura de
mujer.
Por eso, esta noche nos dedicaremos a contemplarla a ella misma, a nuestra
Madre María, como a la mujer por excelencia; como aquella que es -en pa-
labras del Evangelio según San Lucas "bendita entre todas las mujeres" (Luc
1, 42).
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BOLETIN ECLESIASTICO
Examinemos el tejido bíblico para comprender en algo el maravilloso alcan-
ce de esas palabras, que no son una simple hipérbole, como pueden pensar
muchos contemporáneos, sino el reconocimiento de la grandeza de su fe, su
fe de mujer asociada a Cristo de modo inigualable, Así podremos apreciar el
puesto de María como mujer en el mundo de hoy y en la Iglesia de hoy.
1 . - El contexto bíblico
La alabanza de María viene de otra mujer: Isabel. Las dos mujeres aparecen
unidas y a la vez contrapuestas, dentro del primer capítulo del evangelio de
San Lucas. Son la Madre de Jesús el Mesías y la madre de Juan, su precur-
sor. Lucas es el único entre los evangelistas que dedica dos capítulos al co-
mienzo del Evangelio para presentar lo que suele llamarse la "infancia de Je-
sús"; pero no nos presenta esos datos en forma de mero recuento histórico,
sino con la clara intención de insinuar -por la misma composición del rela-
to- qué importancia protagónica tienen los personajes dentro de toda la his-
toria de salvación.
Cumpliendo esta intención, el evangelista San Lucas ha querido proponer-
nos la concepción y el nacimiento de esos dos varones centrales, Juan Bau-
tista y Jesús, como la espléndida transición del Antiguo al Nuevo Testamen-
to. Y para esto ha usado un esquema de paralelismo y contraposición, que
gira en torno a las dos mujeres, Isabel y Maria, las dos madres favorecidas
con extraordinarios privilegios. El evangelista evoca allí la historia sagrada
del pueblo de Israel y sus figuras claves, para hacer ver la excelencia de la
Nueva Alianza, establecida por Jesús y con Maria, que da cumplimiento a to-
das las promesas y es la plenitud de todas las figuras.
2. " El pasaje de la visitación
La escena de la visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel (Le 1,
39-56), donde resuena ese elogio excelso de María como "bendita entre to-
das las mujeres", está colocada en mitad de un gran conjunto: entre el anun-
cio del Angel Gabriel sobre la concepción de Juan primero, y de Jesús des-
pués, por una parte, y el nacimiento y circuncisión de Juan y luego de Jesús,
por otra. Lucas estructura todo este magnífico retablo desde la perspectiva
central de las dos madres. Son dos mujeres la clave para entender las mara-
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villas de Dios en esta nueva y definitiva alianza de Dios con los hombres. Ya
por esta sola perspectiva el Evangelio de San Lucas merece llamarse "Evan-
gelio de la mujer"; y hay otras muchas razones para darle ese título, por el
puesto tan notable que en él se reconoce a las mujeres.
El pasaje de la visitación, dentro de un escueto entorno narrativo, contiene
estos cuatro elementos: el saludo de María que siente saltar al niño en su
vientre; las palabras de Isabel que se humilla ante su Señor y ante la Madre
de su Señor, mientras los junta a los dos (al Señor y a su Madre) en la ala-
banza cumbre; por fin, las palabras de María en respuesta, que entretejen el
himno del "Magníficat", profesándose otra vez la humilde esclava del Señor.
Llama la atención que el sobresalto jubiloso experimentado por Isabel ante
aquel saludo de su pariente joven, se manifieste como un reconocimiento
mutuo entre las criaturas que ambas madres llevan ya en su seno. Isabel re-
conoce la grandeza de María, porque se da cuenta de que su hijo ha reco-
nocido al hijo de María como a su Señor. Isabel había sido preparada por un
difícil camino de fe para reconocer a Cristo y a María; una fe que había sur-
gido en ella humildemente, ante la evidencia del favor divino, que en su ve-
jez le permitió concebir de su esposo Zacarías, a pesar de que él primero no
creyó a Dios que le prometía esto por boca del ángel Gabriel. Pero Isabel,
ella sí, cuando concibió se dijo, según San Lucas (1, 25): "Esto se lo debo al
Señor, que ahora se ha preocupado de librarme de esta vergüenza mía ante
la gente" (hablaba de su esterilidad).
Por esto .ahora Isabel puede recibir el impulso del Espíritu Santo, entendien-
do la señal de alegría de su propia criatura, y puede reconocer en el vientre
de María un fruto que no viene de voluntad humana por obra de varón co-
mo simple fruto humano, sino que viene de la fe perfecta, por obra del mis-
mo Espíritu Santo, con el fruto sagrado que se llamará Hijo de Dios. Y en-
tonces Isabel, (como la subraya el evangelista), "Uena de Espíritu Santo gri-
tó con fuerte voz", reuniendo para siempre a María y a Jesús en la misma
alabanza, y dando a entender que el ser María beixlita entre las mujeres no
se debe a otra cosa sino a que lleva en su vientre un fruto que es el bendi-
to por excelencia, el Señor mismo; y afirmando también expresamente que
BOLETIN ECLESIASTICO
María lleva ese fruto gradas a su fe. Releamos con veneración esos versos
(Le 1, 42):
¡Bendita tú entre ¡as mujeres
y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Apenas tu saludo llegó a mis oídos,
la criatura saltó de alegría en mi vientre.
Y ¡dichosa tú que has creído!
Pues se te cumplirá lo que te han dicho de parte del Señor.
3.- Las figuras de María en el Antiguo Testamento
"Bendita tú entre las mujeres": esta frase de encomio y aclamación aparece
por primera vez en los escritos sagrados de Israel cuando el libro de los Jue-
ces (cap. 4-5), después de narrar la hazaíia de líder escogido por Dios, Ba-'
rae, se detiene a exaltar a una gran mujer, la profetisa Débora, a cuya visión
y valentía se debió aquella hazaña, de vencer a los opresores del pueblo de
Dios; hazaña que solo se completa por la audacia y sagacidad de otra mu-
jer, Yael la que dio muerte por propia mano al caudillo del ejército enemi-
go. En honor de ella el escritor inspirado entona un poema, un epinicio bé-
lico, que contiene el verso retomado por Santa Isabel:
"¡Bendita entre las mujeres sea Yael!' (Jueces 5, 24)
La segunda reminiscencia que las palabras de Isabel contienen es la de Ju-
dit, otra heroína de tiempos muy posteriores, que sola también, usando to-
davía de mayor astucia y mayor audacia, dio muerte al invasor, y que ha me-
recido no un verso ni un capítulo únicamente, sirx) un libro entero de ala-
banza; Osías, el jefe de los judíos acosados, le dice a Judit, en el culmen de
todos los loores, esta doble bendición (Judit 13, 18), que anticipa la de Isa-
bel a María:
"Seas bendita del Altísimo, hija mía,
más que todas las mujeres de la tierra.
Y bendito el Señor, creador de cielo y tierra,
que enderezó tu golpe contra la cabeza del general enemigo".
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A la luz de estos antecedentes, la alabanza hecha por Isabel a María signifi-
ca que en la bendición personal de la Virgen Santa queda también bendeci-
do todo el pueblo de Dios de la Alianza nueva y definitiva, (bendita tú en-
tre las mujeres) siempre en unión con Cristo que es la cabeza de este pue-
blo (y bendito el fruto de tu vientre), así como en la bendición de Judit de-
bemos ver también resumido el pueblo de la antigua Alianza con todas sus
mejores realizaciones.
Sobre esto dice un comentarista [en la introducción al libro de Judit, en tra-
ducción castellana de Schókel y Mateos: Nueva Biblia Española, ediciór^ lati-
noamericana, Madrid 1976, pág. 727]:
"Judit es encarnación del pueblo, como novia (por la belleza) y como
madre, según la tradición profética. Encarna la piedad y fidelidad al
Señor y la confianza en Dios, el valor con la sagacidad. Es una figura
ideal que podrá inspirar a cualquier hijo de Israel. Como viuda pue-
de representar el sufrimiento del pueblo [ ]; puede concentrar to-
da su fidelidad en el único Señor del pueblo. No teniendo hijos físi-
cos, puede asumir la maternidad de todo el pueblo y convertirse en
'bienhechora de Israel'. Judit aconseja como Débora, hiere como Yael,
canta como María".
En verdad, la alusión a María se impone, pues esas facetas y títulos de Judit
están concentrados y potenciados en Maria, no para gloria de un solo pue-
blo, sino de toda la humanidad nueva que es redimida por "el fruto bendito
de su vientre".
4.- Dichosa tú la que has creído
En efecto, esa grandeza de María, que la pone por encima de todas las mu-
jeres de la tierra, no proviene de ninguna hazaña bélica contra un enemigo
humano, por más dañino que éste pudiera ser para el pueblo de Dios. Ma-
ría es grande por la fe con que ha vencido al demonio, a aquella serpiente
(símbolo del espíritu del mal) que sedujo a Eva en el paraíso. Esta fe de Ma-
ría es lo que ensalza Isabel en este mismo pasaje:
290
BOLETIN ECLESIASTICO
"Dichosa tú, la que has creído,
porque se te cun^lírá
todo lo que te han dicho de parte de Dios"
La narración de San Lucas destaca esta fe de María en contraposición a la du-
da y falta de fe que había mostrado Zacarías, el esposo de Isabel. Los dos re-
latos de anunciación son paralelos y contrastados: es el mismo ángel Gabriel
el que primero anuncia a Zacarías la nueva gozosa de que su mujer Isabel
le daría un hijo, conforme a ios deseos y ruegos, que siempre había expre-
sado, de tener descendencia; y le dice que ese hijo sería el precursor del Me-
sías. Pero Zacarías hace una pregunta que (según San Lucas) demuestra fal-
ta de fe en esas palabras del ángel, y por tanto en la promesa del Señor Dios:
"¿Qué garantía me das de eso?"
Porque yo ya soy viejo, y mi mujer, de edad avanzada. "
La consecuencia es que Zacarías queda mudo hasta que su hijo reciba el
nombre de Juan, puesto por Dios en el mismo anuncio del ángel. Zacarías
acepta este castigo saludable, que le da la oportunidad para enmendar su
error y después, en el Benedictus, lleno de Espírítu Santo, cantar la nueva
vida de salvación que llega por la fe, como Dios lo había prometido en la
Antigua Alianza.
Contrasta con esta escena la del anuncio de Gabriel sobre la concepción de
Jesús: En primer lugar, no es a un varón a quien esta concepción se le anun-
cia, sino a una mujer No a un varón, a quien entonces en el servicio del tem-
plo, como hoy en la Iglesia, está reservada la dignidad del sacerdocio (Zaca-
rías oficiaba como sacerdote esa vez); sir» a una mujer, por cierto revestida
de una dignidad interior mucho más excelsa, la de la plenitud de gracia (co-
mo se expresa San Gabriel para llamar a María). Y además, a una mujer que
no era estéril (como lo habían sido las madres de Isaac [Gen 17, 15-22] de
Sansón [Jueces 131 y de Samuel [1 Samuel 11) sino recién desposada pero aún
virgen (como ella misma lo da a entender al ángel claramente), y que ni si-
quiera lo había pedido (como esa madre de Samuel), sí lo pidió con muchas
lágrimas [1 Samuel 1, lOD.
MAYO / JUNIO 1996
291
Notemos, sin embargo, que en toda su estnictura la escena entre el ángel y
María es paralela a la que ha precedido entre el mismo ángel y Zacarías. La
esencial diferencia es la fe de María, que abre su seno al Hijo de Dios y que
la hará prorrumpir después, cuando reciba la alaban2a de Isabel, en aquel
maravilloso cántico de Magníficat, donde pondera todo lo que el Poderoso
ha hecho por ella como ejemplo ideal de lo que hace Dios con el que b aco-
ge con fe humilde y confiada.
Todo lo demás es muy similar en los dos relatos: Tanto María como Zacarías
se desconciertan en cuanto perciben la preserKia y la comunicación del án-
gel. Una y otro son tranquilizados por Gabriel. Los dos expresan su pregun-
ta, después de escuchar el anuncio de la promesa de Dios; pero mientras en
Zacarías es pregunta de duda, con presuntuosas exigencias al Señor, en Ma-
ría es pregunta de aceptación incondicional, para conocer más en concreto
la voluntad divina. A ambos personajes les da Gabriel una señal de la auten-
ticidad de su intervención: a Zacarías le dice que quedará mudo por su in-
credulidad; a María le dice que verá la fecundidad de su anciana pariente Isa-
bel, como confirmación de su fe en Dios, para quien nada es imposible.
Para Dios nada es imposible: Esto es lo que había dicho el Señor a Abraham.
Y esta es la alusión clave eo las palabras de San Gabriel a Santa María: ella
es la mujer que lleva a plenitud la fe con que Abraham aeyó a Dios, cuan-
do el Señor le dijo que todas las naciones se bendecirían en su nombre, pro-
metiéndole descendencia innumerable, a pesar de la vejez estéril de su es-
posa Sara: Los tres ángeles le habían dicho entonces junto al encinar de
Mambré: "¿Acaso hay algo difícil para Dios?" (Gen 18, 13). Y eso es lo que
repite Gabriel aquí: °Para Dios no hay nada imposible" (Lucas 1, 37).
Con esto se deja lugar a la última gran diferencia en que todo este paralelis-
mo culmina: Mientras Zacarías queda mudo, a María se de da la gracia para
pronunciar la palabra de fe más poderosa, la que resume toda su vida (Lu-
cas 1, 38).
Aquí está la esclava del Señor,
hágase en mí b que has dicho.
292
BOLETIN ECLESIASTICO
Este es su sí, su Fiat, por el cual se obra la encamación del Hijo de Dios en
su seno virginal y se renueva el Fiat divino del primer día de la creación (Gen
1,3). Esta es su respuesta de obediencia, por la cual pisotea la cabeza del
enemigo infernal, del tentador que seduce para la desobediencia, cumplien-
do así la promesa de victoria que se hizo a la Eva derrotada en el paraíso
(Gen 3, 15):
Pongo hostilidad entre tí y la mujer,
entre tu descendencia y la suya.
Ella [por su Hijo] te quebrantará la cabeza.
Por todo esto puede exclamar Isabel en honor de María, llevando a plenitud
lo que el pueblo judío cantaba proféticamente en honor de Judit:
Bendita tú entre las mujeres
y bendito el fruto de tu vientre.
Más todavía, la misma Virgen Santísima canta en su humildad que Dios ha
cumplido en ella la promesa hecha a Abraham, de que en su descendencia
se bendecirían todas las naciones. Por eso dice en el Magníficat (Le 1, 4&-
50), sabiendo que todo le viene del que ha querido fijarse en la fe de su
humilde esclava:
Desde ahora me llamarán bendita todas
las generaciones porque el Poderoso
ha hecho tanto por mí él es santo
y su misericordia llega a sus fieles
generación tras generación.
5.- Por SU fe es hoy Mario "bendito entre todos lo rr^ujeres"
Por eso nosotros también ahora damos a la Santísima Virgen María un pues-
to inigualable en el mundo y en la Iglesia. Algunos hermanos de fe cristia-
na, separados de la Iglesia católica, nos reprochan por esto. Tal vez piensan
que estamos exaltando demasiado a María, con riesgo de perder la indispen-
sable perspectiva cristocéntrica. Opinan que deberíamos elegir entre Jesús y
MAYO/ JUNIO 1996
293
María. Pero en realidad, si por amor a la Palabra de Dios contenida en la Bi-
blia, hacen el examen diligente de los textos y contextos, como lo hemos in-
sinuado aquí nosotros, tendrán que reconocer el puesto de María, como es-
clava del Señor siempre unida a su hijo, que es el Hijo de Dios, para que el
mundo tenga vida y la tenga en abundancia.
Nos parece que la reflexión teológica fundamental es esta: Dios ha querido
salvar el mundo de todo el mal que, por culpa de nuestra misma libertad,
amenaza la vida humana verdadera; ha querido recomenzar su historia con
los hombres, pero entrando El mismo en nuestra historia, asumiendo perso-
nalmente la vida humana. Y para hacer esta "nueva creación", no se olvida
de que él mismo al principio creó al hombre como varón y mujer, y en ne-
cesaria relación de paternidad y filiación; porque los creó a su imagen y se-
mejanza (Cfr. Gen 1, 27). Por eso, al enviar su Hijo Divino al mundo, lo en-
vía como varón, hijo de una mujer y a través de la mujer María. Así los dos
géneros están indisolublemente ligados a la encamación del Verbo. Y solo
de esta manera Jesús puede llamarse con toda verdad Hijo de Dios, siendo
hijo de María (así se lo dijo el ángel a ella: (Le 1, 31-32). Y también María
puede llamarse con toda verdad Madre de Dios, siendo la madre de Jesús
(así se lo dijo a ella su prima Santa Isabel: (Le 1, 43).
Esto significa que así como Jesús es el nuevo Adán, en quien Dios ha repa-
rado y restablecido definitivamente su obra en favor de toda la humanidad
sobre la tierra (Adán quiere decir el de la tierra, el terreno), así también Ma-
ría es la nueva Eva (que quiere decir madre de los vivientes: (cfr. Gen 1, 20);
ella es la. madre universal, definitiva y perfecta, por ser la madre de Jesús.
Según el relato del paraíso, el pecado del hombre y del mundo vino desde
el comienzo, por seducción del Maligno, a través de Adán y Eva. Con esto
se quiere decir que vino a través de los dos géneros y también, como lo in-
sinúa claramente el simbolismo del relato, a través de cierta relación entre
ellos, conducente a la generación, es decir a la paternidad/maternidad y a
la filiación. Así también convenía (como de hecho aconteció) que la magna
obra de quitar de raíz el pecado y sembrar una nueva vida sobrenatural en
toda la humanidad se llevara a cabo por un tipo único y misterioso de reía-
294
BOLETIN ECLESIASTICO
ción entre el varón y la mujer, o sea: la maternidad virginal de María con
respecto a un hijo varón en el que la segunda persona divina se encama. Ma-
ría queda entonces vinculada a Jesús, no como mero instrumento para pro-
veer de humanidad al Verbo de Dios, sino mucho más íntimamente: como la
compañera permanente, que le ha dado a Jesús su Padre Dios, por obra del
Espíritu Santo, para restablecer la vida divina en la humanidad.
Este es el puesto que, según la palabra de Dios, los católicos reconocemos
a María en el mundo: ella es la nueva Eva, la mujer asociada al nuevo Adán,
la madre de todos los vivientes. Puesto único junto a Cristo, como mujer.
De allí se sigue también que en la Iglesia le reconozcamos el puesto de ma-
dre, de ideal y de primera y más perfecta realización; y todo esto, como mu-
jer también. Ella es simplemente la personificación de la figura femenina en
sus rasgos más sublimes, dentro del mundo y de la Iglesia: La bendita entre
todas las mujeres.
Oh Señora nuestra, enséñanos a creer a Dios humildemente
como tú, para entender y aceptar como tú la vida divina de tu Hijo,
el varón que fue humillado y exaltado por damos vida abundante y eterna;
haz que podamos entender también la grandeza de tu humillación de es-
clava, tú que como mujer estás asociada más que nadie a su obra única
de misericordia y regeneración en el Espíritu Santo, y desde la Iglesia
nos abres el camino para un mundo fraterno en el que
Dios reine para siempre.
Amén
Sermón en la Novena de ¡os 90 años de la Dobrosa del Colegio por Mons. Julio Te-
rán Dutari, SJ, Obi^ Auxiliar de Quito.
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La Santidad de Mariana de Jesús
Ante el Tercer IVIilenio Cristiano
1- Santa Mariana, don de santidad para nuestro pueblo
Marianita de Jesús Paredes y Flores, nuestra santa ecuatoriana, es una de
aquellas figuras egregias a las que sin lugar a dudas se refiere el Sumo Pon-
tífice en su Carta Apostólica de 1994 sobre la preparación para el Gran Jubi-
leo del Tercer Milenio Cristiano.
Es importante conocer el contexto de esta carta:
Ciertamente no se quiere inducir a un nuevo milenarismo, como se
hizo por parte de algunos al final del primer milenio. Se pretende
subrayar aquello que el Espíritu sugiere a las distintas comunidades,
desde las más pequeñas, como la familia, a las más grandes, como las
naciones y las organizaciones internacionales, sin olvidar las culturas,
las civilizaciones y las sanas tradiciones (TMA 23).
Juan Pablo II se regocija en proclamar que el nuevo Jubileo, tiempo bende-
cido por el Señor con un carácter de alegría, será una gran plegaria de ala-
banza y de acción de gracias por los dones de esa historia particular de sal-
vación en cada uno de los ámbitos donde la Iglesia está implantada y ha cre-
cido.
Este agradecimiento se concretiza más todavía al referirse a los santos pro-
pios; textualmente dice Juan Pablo II:
"Su agradecimiento se extenderá finalmente a los frutos de santidad
madurados en la vida de tantos hombres y mujeres que en cada ge-
neración y en cada época histórica han sabido acoger sin reservas el
don de la Redención" (TMA 32).
Nuestra Iglesia ecuatoriana ha celebrado también hace muy poco los cuatro-
cientos cincuenta años de la evangelización en estas tierras, la cual tuvo ini-
296
BOLETIN ECLESIASTICO
Cío oficial con la erección del Obispado de Quito el 8 de enero de 1545. Por
esta misma fausta oportunidad, el actual Ar2obispo de Quito, que acaba de
recibir el nombramiento de Primado del Ecuador como reconocimiento pon-
tificio de esta gloriosa historia, convocó y celebró un sínodo arquidiocesano,
en cuyo documento final se exalta a Santa Mariana de Jesús, en quien "la fe-
cundidad de la vida aistiana alcanzó prontamente su máxima expresión" (N°
28), como fruto, testimonio y promesa de lo que aquella evangelización con-
tiene para el alma de nuestra patria y su cultura.
Pero, en esta perspectiva, cabe preguntarse: ¿ cuál es el fruto de santidad es-
pecífico de Santa Mariana de Jesús en su entorno quiteño del siglo diecisie-
te? ¿Cuál es el mensaje característico suyo para este "nuevo adviento", de que
viene hablando el Papa desde el comienzo de su Pontificado (cf. TMA 23) y
ahora más intensamente, en la vigilia del tercer milenio cristiano?. Inspirán-
donos en las mismas líneas que traza esta Carta Apostólica, podríamos inten-
tar (no sin audacia) resumir ese mensaje de santidad de Mariana, su legado
para nuestros días, su gran esperanza para el nuevo adviento cristiano, en
estas tres características: vivencia intensa de la fe como mujer seglar (lo que
responde a la urgencia del Pontífice actual por restablecer la fe y movilizar
la nueva evangelización); sencilla y eficaz dedicación a los pobres (lo que.
responde al llamado a la caridad, que se concreta entre nosotros en el amor
preferencial por ellos); heroico sacrifico cotidiano por su pueblo (correspon-
diente a esa esperanza que nos apremia a luchar por la llegada del Reino, y
a pedir que se haga Reino eterno para todos).
2,- Su fe de mujer seglar consagrada
Marianita fue una santa en el mundo. Y el mundo del Quito hispánico no era
menos mundo que el nuestro, con toda esa enorme tarea que el Concilio Va-
ticano ha urgido a los seglares: consagrar las realidades temporales, purifi-
cándolas y elevándolas con la penetración del evangelio en todos los aspec-
tos de las culturas de cada época, por la fuerza de la fe y, mediante ésta, por
la esperanza y por la caridad. Nuestra santa compatriota vivió en su casa de
familia, entre los suyos, sin irse al convento, a donde había ingresado su her-
mano mayor, Franciscano, y mucho después dos de sus sobrinas, Carmelitas.
Sintió claramente que su divino esposo, al que amó siempre con pasión y
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297
con voto de exclusividad desde los siete años, no la quería ni para misione-
ra o anacoreta, ni tampoco para religiosa. Es cierto que hizo de su habita-
ción una clausura más recogida que las estrictas de entorKes. Solo salía de
allí para ir diariamente a la Iglesia de la Compañía y muy rara vez a otras
partes cercanas. Pero desde todos esos espacios reducidos, tuvo una inmen-
sa irradiación entre sus conciudadanos, que marcó la vida de aquel tiempo
y sigue dándonos pautas para el presente.
Lo notable es que todo esto lo realiza ella en su corta vida, ofrendada en la
ñor de sus 26 años, como hija de familia, con un seguro instinto de mujer
guiado por la gracia, acertando sin vacilaciones con lo que pide la consagra-
ción a Dios en la vida seglar; y por cierto, desde esa forma peculiar de en-
trega que consiste en la virginidad por Cristo y en la maternidad espiritual
por amor a los hermanos. Entendía su amor al Esposo Jesucristo con deta-
lles de fidelidad femenina muy expresivos, que eran comprendidos sin am-
bigüedades, incluso por más de un atrevido pretendiente. El Señor su Espo-
so accedió a sus ruegos de ocultar las terribles penitencias que empezaron a
demacrarla notoriamente, concediéndole la permanente lozanía de su belle-
za, reflejada en los retratos suyos que poseemos, sobre todo en el de su guía
espiritual y eximio artista, el santo Hermano Hernando de la Cruz.
De lo que significa esta feminidad seglar consagrada, que nace de una inten-
sa fe y desemboca en la caridad maternal más espléndida y alegre, nos da
testimonio su primero e insuperado biógrafo:
Acompafiaba la belleza de su rostro con un natural angélico y una
mansedumbre tan amable que los que la trataban para consuelo de
sus almas lo hallaban muy grande con sus palabras, que aunque po-
cas eran llenas de cariño y apacibilidad. Jamás supo lo que era ira, ni
se conoció en su rostro semblante alguiK) de enojo o ceño; su modes-
tia no afectada, sino tan natural que se robaba los corazones. Su tra-
to con sus prójimos sin melindre alguno de mujer, ni gesto alguno de
virtuosa . Toda afable, toda humana, y por esto toda divina. [Vida de
Santa Mariana de Jesús, por el Padre Jacinto Morán de Butrón, S.I.-
Edición crítica por el Padre Aurelio Espinosa Pólit, S.I.- Quito, 1995,
pág. 260].
298
BOLETIN ECLESIASTICO
La Única carta de Marianita que nos queda, conservada todavía -como espe-
ramos- en los archivos de la Congregación para las Causas de los Santos en
Roma, es en este sentido la joya mejor, pues nos abre su corazón de mujer,
de seglar, de consagrada heroicamente al amor de Cristo, que por la suma
de todos estos títulos resultaba tan encantadoramente auténtica en su afecto
a los lejanos como a los cercanos, siempre tan personal con cada uno. Es la
carta de 22 de marzo de 1644 (cuando tenía ella 25 años, catorce meses an-
tes de su muerte) al P. Antonio Manosalvas, su confesor jesuíta, que había si-
do trasladado a Riobamba:
Padre mío. Vuestra Paternidad me esaibe que no le aviso de mis me-
lancolías, cuando Vuestra Paternidad se fue y quedé sola. Pasé terri-
bles tristezas sin comparación, tanto que estuve detenninada a dejar
las Comuniones. Padre mío, Dios es muy piadoso consolador de los
desconsolados. ¡Bendito sea él para siempre! Amén.
Padre mío, desde que trato las cosas de mi alma con el Hermano Her-
nando de la Cruz, vivo una vida alegre: mucho me consuelan sus pa-
labras. En verdad. Padre mío, que es un santo. Con el Padre Vázquez
no hago más que reconciliarme. No se me enoje por esto. Dios lo ha
querido así. ¿Quién le puede resistir? Cúmplase su voluntad. Para san-
ta me quiere. Todos los de casa tienen salud y besan a Vuestra Pater-
nidad la mano. Padre mío, Tomás de Escobar lleva una petaquilla con
unas tortas y un poco de bizcocho y alfajor, y mi corazón también.
Vuestra Paternidad reciba la voluntad, que es buena. Y con esto,
adiós, mi Padre de mi alma [Fray Contardo Miglioranza: Santa Maria-
na de Jesús, Azucena de Quito. Buenos Aires - Quito, 1990, pág. 142].
2.- Su dedicación a los pobres
Las personas con las que ordinariamente trataba Marianita, aquellas entre las
que transcurrió su vida, eran ios pobres; estos acudían a su casa para la ca-
tcquesis, para la limosna, para el cariñoso trato y cuidados de salud con que
los distinguía. Puede incluso establecerse aquí una cierta diferencia con su
confesor el santo hermano Hernando, que -por ser varón y religioso jesuíta,
y sin duda también por haber sido caballero de mundo en Panamá- trataba
MAYO/ JUNIO 1996
299
no solo con pobres sino con muchas personas de alto rango, que lo venían
a buscar para ayuda espiritual o para asuntos temporales muy delicados. Lo
auténtico de este jesuíta, como de los otros hijos de San Ignacio, directores
espirituales o confesores de Santa Mariana de Jesús, quien se profesaba "to-
da jesuíta", fue precisamente el ayudar a crecer en ella el amor a la pobreza
y a las humillaciones, según el libro de los Ejercicios Espirituales ignacianos,
y acaso en contra de lo negativo que en esta materia la imagen del jesuíta
haya podido sugerir algunas veces (sin duda por culpa nuestra).
El amor a la pobreza y a la humillación no es posible sin un amor muy con-
creto y muy práctico a los pobres y a los humillados. Y así se entiende tam-
bién la austeridad, el despojo voluntario, la sencillez transparente del com-
partir con los necesitados en esta alma, virtudes que cobran más actualidad
todavía en el apremio que siente hoy nuestra Iglesia ante el clamor de los
pobres, y que exige respuesta, no tanto de anónimos "cambios estructura-
les", sino de ese verdadero amor operante, llamado en cristiano "caridad",
que sacrifica lo propio ante la necesidad del prójimo.
Es elocuente el testimonio consignado en los procesos (N° 35):
Que así mismo, manifestó su admirable caridad socorriendo necesita-
dos y mendigos que recurrían a ella en sus aprietos, sino que también
se hizo notable cómo pudiese suceder que siendo como era, una vir-
gen pobre, tuviese tanto de donde socorrerlo, sacando del retiro de
su aposento canastas de pan para repartirles, sin que se pudiese ave-
riguar de dónde le venía y podría conseguir dicho pan.
Efectivamente, los milagros que se cuenta hizo en vida y después de muer-
ta, tienen un gran número de beneficiarios entre los indígenas y los más des-
preciados de la sociedad de entonces; como estos dos preciosos casos con-
signados en los Procesos, que se relacionan con la protección de aquellas
dos razas de mujeres, que entre nosotros todavía hoy son las que más su-
fren:
Que habiendo maltratado con muchos golpes a una india su marido,
ahorcándola y dejándola por muerta en un sitio retirado de la ciudad,
la Sierva de Dios, sin ser avisada de persona alguna la hizo llevar a
su casa donde llegó muerta al parecer, y aplicándole un emplasto de
300
BOLETIN ECLESIASTICO
rosas a las heridas y lastimaduras, volvió en su juicio dicha india, y en
breve tiempo estuvo buena y sana (Procesos N° 85).
Juana de Sangüesa, esclava de condición, de color morena y ladina por su
capacidad, padecía grandes disgustos y tropelías con su esposo Juan de Ri-
bera, negro criollo y de condición terrible. Este andaba frenético y ansioso
de matar a su mujer. . . . Para esto cogió un puñal y entró en la iglesia de la
Compañía [donde se había refugiado su mujer]. Divisólo la morena, la cual
atravesada del susto se valió del sagrado de Mariana, [que] supo retraer el
impulso y suspender el golpe, [aquietándolo] con palabras dulces. ... Y sa-
lió de la iglesia tan manso como vino de bravo.- Consecuencia: los esposos
tuvieron por más de treinta años que duró el matrimonio, mucha paz, sosie-
go y gusto.
Marianita no hacía estas cosas como desde arriba, apelando a una posición
social y económica superior. Ya hemos oído que los procesos la llaman "vir-
gen pobre"; y llegó a serlo en realidad, no solo por renunciar a la posesión
de todo lo material que no era irxiispensable, no sob por vivir de prestado
en casa ajena y atendiendo como sirvienta a los suyos, sino porque ellos mis-
mos, su familia y los suyos más íntimos, cayeron en la pobreza y el descré-
dito social. Se anticipaba en eso la suerte que ahora tantas veces está tocan-
do a las clases medias de sus conciudadanos, que van empobreciéndose. Por
este camino experimentó Mariana en carne propia lo más duro de la "pobre-
za actual", como dice San Ignacio; y por cierto, cano mujer seglar, en me-
dio del mundo.
Resumimos el relato de este hecho penoso, en la phima de un moderno di-
vulgador (Fray Contardo Miglioranza: Santa Mariana de Jesús/Azucena de
Quito. Buenos Aires 1990; cfr pág. 149).
Don Cosme de Caso, padre adoptivo de Mariana, era empleado de la
Corona como Capitán. Aunque sin culpa, fue apresado y eiKarcelado.
Permaneció seis años en la cárcel. Sobre él y su familia se esparció
una oleada de deshonra pública. Para pagar la deuda que les vino en-
cima perdieron sus bienes y tuvieron que poner a remate la casa [de
la calle García Moreno y Rocafuerte]. Finalmente el yerno del Capitán
MAYO/ JUNIO 1996
301
Cosme, Don Juan Guerrero de Salazar, marido de Juana de Caso que
era la sobrina de la Santa, pudo comprar la casa y así la salvó para
que un día pudiera ser monasterio el Carmen, según la predicción de
Marianita. Mientras tanto, ella tomó valientemente su parte en la des-
gracia y en la deshonra de su familia, consolando a sus familiares con
estas palabras: que ahora que eran pobres "los estimaba y quería más,
porque era la voluntad del Creador".
4.- Sacrificio cotidiano por la Patria
Santa Mariana de Jesús ha sido declarada Heroína Nacional por la Asamblea
Constituyente de 1946. Las causas fueron patentes por las circunstancias de
su muerte heroica, ofrecida voluntariamente por la salvación de su pueblo,
y en particular de su Quito, frente a los terremotos y a las consiguientes epi-
demias que arrasaban la población. Estas cesaron a los pocos días de su ofre-
cimiento. Tal gesto de una muchacha engrandecida por su fe extraordinaria
es comprendido fácilmente con admiración desde la mentalidad de la épo-
ca. Pero no siempre en nuestros días será valorado en todo su alcance, ni
menos acogido y propuesto a la generación del tercer milenio cristiano.
I"
Pero lo que en realidad necesita la Iglesia, la Patria, nuestro mundo moder-
no y postmodemo, es el sacrificio, como el de Santa Mariana. Un sacrificio
unido al de Cristo, que brote de un fuerte, delicado y operativo amor al Se-
ñor por sobre todas las cosas. Marianita era consciente de lo que hacía. Qui-
so rescatar la vida del predicador. Padre Alonso de Rojas, que se ofreció va-
lientemente después de predicar sobre el significado bíblico de aquellas ca-
lamidades públicas: "No la vida preciosa de tu sacerdote, mi confesor, sino
la mía. Por imitar a mi Esposo y amar a los prójimos como Cristo los amó.
Que liberéis a mis paisanos, hermanos míos muy queridos".
Incomprensible la entrega sino dentro del misterio de la Comunión de los
Santos. En el gran Cuerpo Místico del Cristo físico resucitado, podemos y de-
bemos llevar los uno las cargas de lo otros. Y esto se expresa en solidarida-
des concretas, en sustituciones reparadoras, en sacrificios por los demás.
El sacrificio de nuestra santa nacional no es, por tanto, el del último momen-
302
BOLETIN ECLESIASTICO
to, sino el de toda su vida, en particular desde esos sangrientos ángulos co-
tidianos de penitencias, ofrecidas por los pecados de su pueblo (pecados no
solo contra el sexto mandamiento que se dice haber sido obsesión milenaria
de los católicos, sino también y sobre todo contra el quinto mandamiento, el
de la justicia, y contra la caridad, que los resume todos). Ella sabía lo que
era la verdadera caridad y cuánto se echaba de menos en aquella sociedad,
hoy criticada como sociedad feudal de clases, donde ciertamente abundó la
culpa multifacética contra los pobres, los indios, los negros, los oprimidos y
marginados. Pero Dios se cuidó de que allí mismo, y también para nuestros
días, sobreabundara la gracia a través de su virgen voluntariamente martiri-
zada.
Y no obstante, sus extremos de rigor en maceraciones corporales nos pue-
den resultar incomprensibles. A ella misma le llegó a parecer así (Moran de
Butrón 399), cuando se quejó afectuosamente a un jesuíta, el P. Lucas de la
Cueva, de que su primer confesor, el Padre jesuíta Camacho, le había con-
sentido ir demasiado lejos al comienzo, hasta no poder cumplir más adelan-
te el estrictísimo horario que se había propuesto para cada día. Pero ella tam-
bién tuvo que arrepentirse de "este despego tan leve que había tenido de su
confesor", reconociendo la insondable dirección providencial en estos he-
chos humanamente injustificables.
Al fin y al cabo todas estas son expresiones espléndidas de ese amor infini-
to del Señor para con su pueblo, que el hombre camal no puede entender.
Y también es necesario que en nuestro mundo vuelvan a surgir las almas víc-
timas voluntarias, con una misión pedagógica y evangelizadora radical: Su re-
paración de cada día es una llamada de atención hacia la verdadera raíz de
los males de la patria: el pecado; también y ante todo los pecados sociales.
Y la irresponsabilidad de los que tienen obligaciones públicas. Acaso por eso
el pueblo, con intuición segura, con profetismo de sabiduría popular, ha acu-
ñado ese dicho, ciertamente apócrifo de Santa Mariaru, que sin embargo tie-
ne tanto meollo: ¡El Ecuador no se destruirá por los terremotos sirx) por los
malos gobiernos! (donde gobierno somos todos, porque a estas alturas de los
tiempos democráticos ya sabemos muy bien que todos somos solidarios en
la responsabilidad, en la culpa y en mérito).
MAYO/ JUNIO 1996
303
Pero sabemos que Santa Mañanita intercede ante su esposo Divino y es fir-
me columna de nuestra esperanza. Justamente al cruzar el umbral de la es-
peranza ante el nuevo milenio cristiano, debemos recordar sus lecciones de
santidad, pues nuestra patria, consagrada al Corazón de Jesús y al de María,
está llamada también a poner su servicio de fe y de amor en una nueva épo-
ca de la historia.
Quito, 30 de abril de 1996
Mons. Julio Terán Dutari, SJ
Obispo Auxiliara de Quito
Santa Mariana de Jesús Paredes y Flores
"Se llenaron todos del Espíritu Santo y comenzaron a hablaren otras lenguas,
según el Espíritu le concedía expresarse" (Hechos 2, 4)
Estimados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:
Hoy estamos celebrando la solemnidad de Pentecostés. En Pencostés la Igle-
sia celebra la venida del Espíritu Santo sobre el Colegio Apostólico, congre-
gado en el Cenáculo de Jerusalén. El Espíritu Santo fue enviado el día de
Pentecostés, a fin de santificar indefinidamente a la Iglesia. La santifica, co-
municáridole la vida divina, la gracia. Desde Pentecostés el Espíritu Santo ha-
bita en la Iglesia y en el corazón de los fieles, como en su templo y en ellos
ora y da testimonio de su adopción como hijos.
Hoy, 26 de mayo, aquí en el Ecuador estamos celebrando la fiesta de nues-
tra Santa compatriota Mariana de Jesús Paredes y Flores, la Azucena de Qui-
to. La fiesta de Santa Mariana de Jesús en este año se reviste de especial so-
lemnidad, porque hoy estamos clausurando el "Año Jubilar", proclamado por
la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, para conmemorar los trescientos cin-
cuenta años del fallecimiento de la Azucena de Quito, acaecido el 26 de ma-
304
BOLETIN ECLESIASTICO
yo de 1645. Con especial oportunidad coincide esta fiesta de Santa Mañani-
ta de Jesús con la solemnidad de Pentecostés, porque por la acción del Es-
píritu Santo, Mariana de Jesús Paredes y Flores fue santificada y escaló las ci-
mas más elevadas de la santidad y de la perfección cristiana.
¿Quién fue Mañanita de Jesús Paredes y Flores?
Todavía no se había cumplido un siglo de la fundación española de San
Francisco de Quito, cuando vino al mundo, en el cristiano y noble hogar del
Capitán Don Jerónimo Zenel de Paredes y de la Sia. Dña. Mariana Granobles
Jaramillo, una niña cuya santidad había de enriquecer espiritualmente a esta
ciudad de Quito en la primera mitad del siglo XVII. Nació Mariana de Jesús
el día sábado, entre las 11 y 12 de la noche del 31 de octubre de l6l8.
Una misteriosa estrella, de la que nacía como una palma de luz sobre la ca-
sa de los Paredes y Flores Granobles y Jaramillo, hoy Monasterio del Carmen
Alto, anunció con su misterioso resplandor que la niña que en esos momen-
tos nacía, la octava y última de la familia, había de iluminar con su luz de
santidad y perfección cristiana los cielos de nuestra Patria. El 22 de noviem-
bre de aquel mismo año, el presbítero Juan Demoin administró a esa niña
las aguas del bautismo, en la iglesia parroquial de El Sagrario, y la incorpo-
ró al Cuerpo Místico de Cristo.
Muy niña quedó huérfana Mariana de Jesús. Pero en su hermana mayor. Do-
ña Jerónima y el esposo de ésta, el Capitán Cosme de Caso, encontró a sus
segundos padres, quienes con solicitud y afecto hicieron todo lo posible pa-
ra templar la tristeza de la orfandad. Mariana se integra a la familia y cultiva
una amistad fraterna con María y Juana, sus sobrinas coetáneas, y con la me-
nor de todas. Sebastiana, que será luego su fiel imitadora.
Desde sus primeros años y con mayor intensidad en la medida en que fue
creciendo en edad, supo corresponder a las inspiraciones del Espíritu Santo
y a la gracia divina, que la prevenía para que aspirase a la santidad. En aquel
ambiente del siglo diecisiete Mariana de Jesús practica una santidad heroica,
que es síntesis de todas las virtudes: de una fe luminosa, de una esperanza
absoluta en Dios, de una caridad ardiente, que la lleva a amar a Dios sobre
MAYO/ JUNIO 1996
todas las cosas y a despreciar todo por ei amor a Dios. A impulsos de su ca-
ridad y para unirse más estrechamente con su amado, hace en el siglo pro-
fesión de los Consejos evangélicos de pobreaa, castidad y obediencia, una
vez que, fallados dos proyectos de ingreso en la vida religiosa de los Monas-
terios primero de Santa Catalina y después de Santa Clara, descubre que su
vocación es la de santificarse en el santuario de su hogar y echando mano
de los medios de santificación que están al alcance de todos los cristianos.
Practicó una castidad inmaculada, simbolizada en la hermosa blancura y en
la fragancia de la Azucena que brotó en el jardín de su casa, en terreno abo-
nado con su sangre.
Pero el signo distintivo de su santidad fue una asombrosa mortificación y pe-
nitencia corporal, que la indujo a anhelos ardientes de reparación por los pe-
cados de su sociedad y de su tiempo. Podemos afirmar que Santa Mariana
de Jesús hizo todo lo posible por asemejarse o identificarse con la Víctima
Divina, inmolada por la reparación de los pecados del mundo, Jesucristo cru-
cificado. Como Pablo, no quiso gloriarse en otra cosa que en la cruz de
Nuestro Señor Jesucristo, por la cual -pudo también decir ella- "el mundo es-
tá crucificado para mí y yo para el mundo... Yo llevo en mi cuerpo las mar-
cas o las llagas de Jesús" (Cfr. Gal. 6, 14.17).
Por ello mortificó su cuerpo virginal con inauditas penitencias: con discipli-
nas y cilicios, con ayunos y crucifixión, con corona de espinas.
Con un autor de nuestros días, podemos decir de ella que fue "mujer de do-
lores" "Ella es el dolor físico viviente. Los cilicios crueles que la torturan, las
penitencia que la postran no consiguen alterar ese natural bondadoso con
que Dios la quiso distinguir. Allí estaba el mérito. Fue Mariana amable en ex-
tremo. Se robaba los corazones con esa finura sin afectación, porque la san-
ta elegancia en los modales no era sino reflejo de su alma eucarística" (Enri-
que Villasís Terán, pág. l68).
El papel providencial de Mariana de Jesús
Mariana de Jesús es inocente, pura. Sin embargo, se somete a una vida de
penitencia que sobrecoge el espíritu y a dolores y torturas que asombran.
306
BOLETIN ECLESIASTICO
¿Cuál es el secreto de su santidad? y ¿Cuál es su función específica dentro del
Cuerpo Místico?. Algunos datos de los procesos de 1670 nos dan elementos
para descubrir que Santa Mariana de Jesús se presenta como Víctima, como
holocausto de reparación por la salvación de su ciudad y de su Patria. Sus
contemporáneos: el P. Manosalvas, el P. Alonso de Rojas, su biógrafo el P.
Morán de Buitrón señalan el carácter de abogada por las culpas sociales, así
como el papel de intercesora ante el Altísimo, por lo cual muchas veces se
la oyó decir que ella gustosa ciaría su vida a cambio de la salud material y
espiritual de sus compatriotas.
El gran Arzobispo de Quito y erudito historiador, Mons. González Suárez,
piensa que el carácter distintivo de la santidad de Mariana de Jesús es su pe-
nitencia, su mortificación corporal asombrosa; ... ¿Por qué? ¿Quién se la ins-
piró? ¿Qué significa?.
"En los designios de Dios Mariana de Jesús ha sido dada al Ecuador de un
modo especial y también a toda la Iglesia americana ccxno abogada, como
patrona, ccano intercesora en las calamidades públicas: Dios la sacó de los
tesoros de su bondad y enriqueció con ella esta nuestra República ecuatoria-
na. Dios la predestinó para víctima providencial de los pecados públicos de
esta Capital y de todo el pueblo ecuatoriano: la previno con gracias extraor-
dinarias, la fortaleció sobrenaturalmente y la sostuvo para que consumara el
destino de caridad con que la había santificado".
Por eso, aquel domingo de cuaresma, 26 de marzo de 1645, cuando se ha-
bía realizado en Quito una pública rogativa penitencial, en el templo de la
Compañía, Mañanita de Jesús hizo el ofrecimiento de su vida por la salva-
ción de Quito y del Ecuador del flagelo de los terremotos y de la peste. El
26 de mayo de aquel mismo año de 1645, Dios aceptó el holocausto, cuan-
do la Azucena de Quito consumó su vida terrena a la lozana edad de 26
años, seis meses y veintiséis días, es decir, hace exactamente 351 años.
Estimados hermanos, hoy hemos venido a celebrar solemnemente esta fies-
ta en honor de Santa Mariana de Jesús, en esta Iglesia Catedral primada de
Quito, para clausurar el año jubilar de los 350 años del fallecimiento de nues-
tra Santa compatriota.
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307
Los frutos espirituales de este Año Jubilar
Su santidad el Papa Juan Pablo II, en el Mensaje enviado al pueblo ecuato-
riano el 18 de abril de este año, con ocasión de la clausura de este Año Ju-
bilar por los 350 años del fallecimiento de Santa Mariana de Jesús, nos ex-
horta a los ecuatorianos a que, como frutos de esta celebración, fortalezca-
mos nuestra fe, tengamos un fuerte deseo de conversión y un verdadero an-
helo de santidad y de renovación personal. El Papa nos dice literalmente:
"Queridos Hermanos en el Episcopado y amados hijos (del Ecuador), ojalá
que esta conmemoración sirva para fortalecer la fe y el testimonio de los cris-
tianos ecuatorianos, suscitando en cada fiel un verdadero anhelo de santi-
dad, un fuerte deseo de conversión y de renovación personal" (Mensaje n.
6).
En todos los católicos ecuatorianos debe suscitarse un "verdadero anhelo de
santidad" y de renovación personal. El hecho de que Mariana de Jesús haya
escalado las cimas más elevadas de la santidad, habiendo nacido en el seno
de un hogar noble y económicamente acomodado, el hecho de que ella se
haya santificado en el siglo, sin necesidad de salir del mundo a la vida reti-
rada de un Monasterio, todo esto nos recuerda una importante enseñanza del
Concilio vaticano II. El Concilio nos enseña que en la Iglesia hay una voca-
ción universal a la santidad, -o sea, que todos los miembros de la Iglesia, lo
mismo quienes pertenecen a la Jerarquía que los apacentados por ella, esta-
mos llamados a la santidad, según nos recuerda el Apóstol Pablo: "Esta es la
voluntad de Dios: vuestra santificación". El Divino Maestro y modelo de to-
da perfección, el Señor Jesús, predicó a todos y a cada uno de sus discípu-
los, cualquiera que fuese su condición, la santidad de la vida, de la que El
es iniciador y consumador: :Sed, pues vosotros perfectos, como vuestro Pa-
dre celestial es perfecto" (Mt 5, 48).
Todos estamos llamados a la santidad, pero, al contemplar vidas extraordi-
narias, como la de Santa Mariana de Jesús, muchos cristianos pueden pensar
que la santidad es algo muy raro y muy difícil, que no está al alcance de to-
dos.
La santidad es la perfección cristiana en las condiciones concretas de la vida
en que cada uno puede hallarse. Lo esencial, lo fundamental de la santidad
308
BOLETIN ECLESIASTICO
es vivir la gracia santificante, o sea, mantener permanentemente en nuestra
alma la participación de la vida divina que nos ha sido comunicada.
El mismo Concilio Vaticano II nos recuerda que los seguidores de Cristo, lla-
mados por Dios no en razón de nuestras obras, sino en virtud del designio
y gracia divinos y justificados en el Seíior Jesús, hemos sido hechos en el
bautismo, verdaderos hijos de Dios y partícipes de la naturaleza divina y por
10 mismo, santos. La participación en nosotros de la vida divina, de la natu-
raleza divina, que se llama gracia santificante, es la que nos hace santos.. En
esto consiste entitativamente la santidad.
Dinámicamente la santidad consiste en la práctica del amor: del amor a Dios
y del amor al prójimo. Así nos recuerda el mismo documento conciliar: "El
Divino Maestro nos envió a todos el Espíritu Santo -y nos lo envió en Pen-
tecostés- para que nos moviera interiormente a amar a Dios con todo el co-
razón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas (Cfr Mt
12, 30) y a amamos mutuamente entre los hombres, como Cristo nos amó.
Santa Mariana de Jesús es también para nosotros ejemplo y modelo de este
amor a Dios y al prójimo, pues, como nos recuerda S.S. el Papa Juan Pablo
11 en su mensaje: "El amor a Cristo pobre la llevó al servicio de Cristo en los
indigentes y los pecadores, compartiendo las condiciones de vida de los más
desheredados y participando de sus sufrimientos, problemas y peligros. Que
esta opción por la pobreza evangélica, vivida también hoy en Latinoamérica
con valentía y heroísmo por tantos otros hombres y mujeres de corazón ge-
neroso, siga denunciando la esclavitud del pecado, raíz de toda injusticia y
discriminación; favorezca la promoción de la solidaridad social, "iluminando
con el Evangelio y la doctrina social de la Iglesia la conciencia de los ciuda-
danos" (Carta ap. "Los Caminos del Evangelio", 21); y ayude a las nuevas ge-
neraciones del Ecuador a vencer la seducción de un materialismo ávido de
poseer, desinteresado de los más débiles y carente de sensibilidad por el
equilibrio de los recursos de la naturaleza". (Mensaje, 4).
Estimados hermanos, si la santidad consiste en vivir como hijos de Dios, co-
mo hermanos de Jesucristo y como templos vivos del Espíritu Santo por la
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309
gracia y en amar a Dios sobre todas las cosas y en amamos mutuamente co-
mo Cristo nos ha amado, la santidad está al alcance de todos y este Año Ju-
bilar de Santa Mariana de Jesús debe suscitar en todos los católicos ecuato-
rianos un verdadero anhelo de santidad y un fuerte deseo de conversión y
de renovación personal.
Pidamos a Santa Mariana de Jesús, la Azucena de Quito y la Heroína Nacio-
nal, que ella siga intercediendo ante Dios por nuestra ciudad de Quito, por
nuestra Patria ecuatoriana, para que de ella se alejen la violencia, la crimina-
lidad, la inseguridad y los secuestros, la corrupción administrativa, la injusti-
cia y la crisis económica. Que la intercesión de nuestra Heroína Nacional al-
cance para el Ecuador justicia, unión y amor fraterno entre ecuatorianos, so-
lución justa y pacífica de nuestro problema territorial; consolidación de nues-
tro sistema democrático; desarrollo económico y social de nuestro pueblo,
como sólido fundamento de una paz auténtica y estable. Así sea.
Homilía pronunciada por Mons. Antonio González Z., Arzobispo de Quito,
en la Misa celebrada en la Catedral Primada de Quito, el domingo 26 de ma-
yo de 1996, en la fiesta de Santa Mariana de Jesús, con la cual se clausuró
el Año Jubilar" del 350° aniversario de su fallecimiento.
Jerusalén y los Cristianos
Mucho se podría decir de lo que históricamente significa Jerusalén como ciu-
dad santa para los cristianos, bajo un triple punto de vista: el de la historia
bíblica hebrea; el de la historia del Nuevo Testamento y de los orígenes ais-
tianos hasta nuestros días; y finalmente el punto de vista de la historia de sal-
vación desde nuestra fe.
1 .- Historia bíblica hebrea
En primer lugar Jerusalén es la ciudad santa en la que culmina la historia del
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BOLETIN ECLESIASTICO
pueblo de Israel, que todos bs cristianos reconocemos como Antiguo Testa-
mento, paite imprescindible de nuestra propia historia sagrada. Sobre estos
datos históricos y sobre su interpretación de fe en los mismos escritos bíbli-
cos, se ha reflexionado con enorme abundancia. Lo dicho aquí mismo el día
de hoy es prueba elocuente, que nos debe enc«^llecer a los mismos cristia-
nos, cuando con todo merecimiento se celebran los tres mil años de esta ciu-
dad única en el mundo. No me voy a detener, pues, es este primer punto,
pero lo subrayo con encarecimiento y entrañable admiración.
2.- Historia en los dos milenios cristianos
En segundo lugar, Jenisalén (que se menciona más de 130 veces en el Nue-
vo Testamento) fue el centro de irradiación para la obra de Jesús, a quien
sus seguidores desde el comienzo han llamado Cristo (traducción griega del
Mesías hebreo). Como fundador histórico del cristianismo realizó él allí lo
más importante de sus acciones: alK to habían presentado sus padres en el
templo de Herodes el Grande, allí lo habían buscado los magos venidos de
Oriente, allá sube a los doce años para la peregrinación pascual y allí se que-
da tres días en el templo sin que b sepan sus padres; en s\js últimos años,
los de predicación pública, sube siempre allá para las fiestas y acude con mu-
cha frecuencia para enseñar y curar, en sus postreros días terrenales entra allí
con humilde triunfo ritual y Uora sobre la ciudad y sobre el templo, a los que
amaba tanto y a los que con frecuencia mencionó en su evangelio (en su
'buena nueva'); muy pronto se suceden allí mismo los hechos trascendenta-
les de su última Pascua, su prendimiento, su juicio y su crucifixión; y en se-
guida también el testimonio de sus discípulos que anuncian su resurrección
y después el envío de su Espíritu Santo desde el Padre Dios.
Jeriisalén es además la dudad en que nació la Iglesia cristiana, se desarrolló
y se difundió, bajo el protagonismo de cristianos judíos; pero fue allí tam-
bién donde en esos años primerísimos se celebró el primer concilio de la
Iglesia, que oficialmente admitió a los gentiles (a los no judíos) en el cristia-
nismo. Después de la rebelión judía del año 66 y de la reconquista y des-
trucción obrada por los romanos en el año 70, los cristianos volvieron a cons-
tituir una comunidad, que en el Siglo IV fue distinguida, por el Emperador
Constantino y por su Madre la Emperatriz Elena, con la construcción de es-
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pléndidas basílicas, de las que solo sobrevive la de la Natividad en Belén. Ya
para el siglo siguiente obtiene esa comunidad jerosolimitana el reconoci-
miento de Patriarcado por el Concilio de Calcedonia. Durante buena parte
del siglo XII la ciudad fue ocupada por los Cruzados, deseosos de liberar el
santo sepulcro de Cristo y animados por el Espíritu de la " peregrinatio" (que
corresponde a la haliyah hebrea); se estableció así la Jerarquía católica roma-
na. Después la sede cristiana estuvo entre Obispos griegos ortodoxos. Pero
hasta hoy día tienen su sede en Jerusalén también autoridades eclesiásticas
de diversas Iglesias y ritos cristianos tradicionales; Latinos, griegos, armenios,
coptos y etiópicos, que se reparten la custodia de los lugares santos.
3.- Historia de salvación desde la fe
En tercer lugar habría que hablar de lo más importante, a mi entender: de
lo que significa Jerusalén para la fe y para la esperanza de los cristianos. Y
esto, por más que a algunos les pueda sonar insólito, no se diferencia, tan-
to como se ha dicho, de las convicciones que abrigan hasta hoy muchos ju-
díos creyentes. Yo querría decir ahora que en definitiva la ciudad santa de
Jerusalén es nuestro más hermoso símbolo común, para judíos y cristianos,
de una esperanza final y triunfante de concordia y unidad entre todos los
pueblos, por encima de cualesquiera divisiones y luchas del presente (racia-
les, sociales, políticas y religiosas).
Al evocar el Concilio "Vaticano II los vínculos con que los católicos no senti-
mos espiritualmente unidos para siempre a la raza de Abraham, y al conde-
nar "los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cual-
quier tiempo y persona contra los judíos" [Declaración Nostra Aetate, 4], re-
cuerda también que según el mismo San Pablo "los judíos son muy amados
de Dios a causa de sus padres, porque Dios no se arrepiente de sus dones
y de su vocación" y porque "la Iglesia cree que Cristo, nuestra Paz, recon-
cilió por la Cruz a Judíos y Gentiles y que de ambos hizo una sola cosa";
añade finalmente (con citas de los Profetas y del mismo Pablo ) que "la Igle-
sia espera el día, que solo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán
al Señor con una sola voz y le servirán con un solo hombro". Ahora bien, el
símbolo de toda esta esperanza de paz, reconciliación y concordia universal
es, según el Nuevo Testamento, precisamente la ciudad de Jerusalén.
2
BOLETIN ECLESIASTICO
El lugar más explícito y grandioso -no el único- donde se expresa esta espe-
ranza con su riquísima simbología, es el solemne final (capítulos 21 y 22) del
último libro de la sagrada escritura cristiana, el Apocalipsis de San Juan, que
trata de la Jerusa'én futura. La visión es magnífica y está recamada de citas y
alusiones a los Salmos y más que nada a los graiKks Profetas de Israel, en
primer lugar a Isaías y a Exequiel:
VI entonces un délo nuevo y una tierra nueva,
porque el primer cielo y la primera tierra
habían desaparecido y el mar ya no existía.
Y vi bajar del cielo, de junto a Dios,
a la ciudad santa, la nueva Jerusalén,
ataviada como una novia que se adorna para su esposo.
Y oí una voz potente que decía desde el trono:
"esta es la morada de Dios con los hombres;
él habitará en ellos y ellos serán su pueblo;
Dios en persona estará con ellos y será su Dios.
El enjugará las lágrimas de sus ojos,
ya no habrá muerte ni luto ni llanto ni dolor,
pues lo de antes ha pasado'. C\poc 21, 1^
Las naciones se pasearán a su luz
los reyes de la tierra llevarán a ella su esplendor
y sus puertas no se cerrarán de día
pues allí no habrá noche.
Llevarán a ella el esplendor
y la riqueza de las naciones,
pero nunca entraiú en ella nada impuro. (Apee 21, 24-27)
Y sigue la descripción con derroche extraordinario de elementos bíblicos his-
tóricos pertenecientes al morüe Sión y a la ciudad de Jerusalén, que se trans-
forman en símbolos ardientes de esperanza para toda la humamdad.
Quisiera hacer notar de pasada cuánto concuerda esta visión con las tradi-
ciones judías de la literatura rabínica, basada en la Biblia hebrea. Según es-
tudios de especialistas (Cfr Kurt Hruby, ait. Jerusalén-Sión, en el Diccionario
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de las Religiones, dirigido por Paul Poupaid, con un equipo interconfesional:
París 1985; traduce, española Barcelona 1987, pág 900-901), allí aparece el
significado pleno de Jerusalén, no solo para Israel sino para el mundo ente-
ro: Las magníficas promesas en tomo a la ciudad santa, desarrolladas por los
Profetas, tuvieron que proyectarse a los tiempos escatológicos. Cuando lle-
gue ese tiempo de la realización, Jerusalén-Sión será el centro del mundo, el
lugar a donde afluirán todas las naciones. Cuando llegue ese tiempo, el Se-
ñor conducirá al mundo entero hacia su monte santo. Jerusalén conocerá una
resurrección resplandeciente. Por eso los judíos piadosos repiten tres veces
al día, en la plegaria de las dieciocho bendiciones:
Vuelve con misericordia a Jerusalén, tu ciudad,
y establece en ella tu residencia, como lo has prometido.
Que nuestros ojos puedan ver tu regreso a Sión
por obra de tu misericordia.
Asimismo el midrash señala que la Jerusalén celeste se encuentra exacta-
mente encima del lugar donde está asentada la Jerusalén terrestre; y la ce-
leste fue creada a causa del amor que Dios sentía por la Jerusalén terre-
nal.
Por supuesto, todas estas esperanzas acerca de la Jerusalén escatológica se
entienden únicamente desde la fe, y suponen una decisión irxjuebrantable
por la justicia y la paz, más allá de todos los fracasos actuales y de los nue-
vos obstáculos temibles en el plano social y político. Tal decisión nos obliga
a todos los creyentes, tanto judíos como cristianos, y así mismo a los musul-
manes, que tienen también a Jerusalén como ciudad santa y vinculan este lu-
gar bendito a la fe de Abraham, nuestro común ancestro espiritual, del que
afirma Pablo, escribiendo a los Romanos (4, 18): "Esperar cuando no había
esperanza fue la fe que lo hizo padre de todos los pueblos, conforme a lo
que Dios le había dicho".
4,- Perspectivas para el futuro de la humanidad
Permítanme añadir todavía una reflexión en horwr a la verdad: Sin embargo
de todo lo dicho por mí, la visión de los cristianos sobre Jerusalén, en la his-
314
BOLETIN ECLESIASTICO
toria de nuestros dos mil años, ha podido parecer bastante reticente y hasta
hostil: A Jerusalén, la ciudad histórica de los tiempos de Jesús, se la ha vis-
to con frecuencia como estigmatizada por las predicciones del Maestro, que
se interpretan -sin razón alguna- de manera demasiado egoísta y hasta ven-
gativa. Así, por ejemplo, la lamentación de los últimos días de Jesús, con ob-
vias reminiscencias de los profetas (Mt 23, 37 - 24, 2)
"Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que
se te envían! . . . Pues miren, su casa se les quedará desierta ... no que-
dará aquí piedra sobre piedra".
También la respuesta de Jesús a la Samaritana Quan 4, 21-23), que de suyo
es una magnífica declaración de universalismo y al mismo tiempo de la más
fervorosa fe judía, pero se toma injustamente como un descrédito del culto
de Jerusalén:
"Créeme, mujer: Se acerca la hora en que no darán culto al Padre ni
en este cerro (el Garizim) ni en Jerusalén. Ustedes adoran lo que no
conocen, nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación
sale de los judíos. Pero se acerca la hora, o mejor dicho ha llegado
ya, en que los que dan culto auténtico darán culto al Padre con espí-
ritu y verdad".
De todas maneras, aun si ánimo agresivo ninguno contra los judíos, ha pre-
valecido entre los exegetas cristianos la tendencia a interpretar todas las mag-
níficas profecías bíblicas sobre Jerusalén (y por supuesto la del Apocalipsis)
como referidas exclusivamente a la Iglesia cristiana, sea que se diga que en
ella se recogerán al final de los tiempos todas las riquezas bíblicas, sea que
se traslade la realización de estas profecías al más allá después de este mun-
do, a la Iglesia triunfante del cielo. Hay sin embargo algunas honrosas ex-
cepciones. Y me enorgullezco de aducir hoy una muy notable, que viene de
un doctísimo y sutil, si bien controvertido comentarista bíblico. Profesor en
el Seminario Mayor aquí en Quito, el Padre Caballero, lazarista español,
quien por su grande amor al pueblo hebreo y para poder publicar sus estu-
dios sobre el Apocalipsis (1955) y licencia eclesiástica de las diócesis de Lo-
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ja y Guayaquil, tomó el seudónimo escriturístico de Athon Bileham (la burra
de Balaam).
Este intérprete católico (que sigue una antigua, aunque minoritaria tenden-
cia exegética cristiana), en la introducción de su primera obra, reivindica en
favor del mismo pueblo judío, y dentro de nuestro tiempo histórico, las pro-
mesas bíblicas (también las referidas a Jerusalén), que -según cree- no tene-
mos derecho los cristianos a apropiárnoslas con la exclusividad que se acos-
tumbra entre nosotros. Sus criterios prirKipales suenan muy bien fundados y
persuasivos (si bien debe prescindirse ahora de las numerosas aplicaciones
contingentes y dudosas a que él pretende extender estos criterios):
Nosotros los gentiles, dice, nos hemos apropiado de tal modo a Cris-
to que no queda casi nada de El para el pueblo de Israel [que -según
las propias palabras de Jesús- fue su misión principal] ... Pensamos
que la manifestación mesiánica del Reino de Dios en la tierra se iden-
tifica, no solo en su germen sino en su fruto maduro, con la cristian-
dad gentílica actual, a la que deberán amoldarse y sujetarse entera-
mente los judíos cuando, 'en el día del juicio', se resuelvan a gustar
de nuestro Banquete divino (Visiones del Apocalipsis, 6).
La consecuencia -de acuerdo con el mismo autor- es que todo lo profetiza-
do, también sobre la ciudad misma de Jerusalén, "cuando no podemos des-
virtuarlo de su propia realidad profética, lo arreglamos siempre de tal modo
que pueda aplicarse exclusivamente a la cristiandad gentílica". De lo que es-
te inconforme se lamenta es, en definitiva, que los cristianos convertimos a
Jerusalén y a los judíos en meros símbolos de nuestra propia visión escato-
lógica, quitándoles a ellos y a su ciudad santa la predilección que Dios le tie-
ne prometida para dentro del tiempo histórico. Aduce la cita de Monseñor
Straubinger, aquel notable argentino que hizo una de las primera ediciones
católicas de la Biblia en castellano para América Latina:
"Dejemos a Israel el puesto que le corresponde en las Profecías, y no
reservemos toda la gloria para nosotros".
316
BOLETIN ECLESIASTICO
Con todo, siempre añade nuestro Athon Bileham -y esto es decisivo para el
universalismo propio de nuestra fe y nuestra esperanza: "No perderemos de
vista la vocación de las Gentes a formar, [junto] con el pueblo judío, el Israel
de Dios" (Ibidem, pág. 10). Jerusalén es el gran símbolo religioso de unidad,
de paz y de esplendor para todos los pueblos, si los pueblos -sea cual sea
su tradición religiosa- se deciden a obedecer los dictados de la justicia y del
amor, esa ley universal de la naturaleza humana, accesible a la sana razón y
aquilatada en el diálogo honesto con todas las culturas, que nosotros los he-
rederos de la fe de Abraham, creemos que el mismo único Dios y Señor de
todos ha escrito en los corazones de sus hijos e hijas, de cualquier raza, len-
gua y nación.
En este sentido, bien podemos los cristianos, ante las celebraciones del ter-
cer milenio de la ciudad santa por excelencia, entonar con júbilo esos nume-
rosos cánticos del Salterio en honor de Sión y de la ciudad de David, como
aquel salmo 121, que cuantos hemos recibido la gracia de subir alguna vez
a Jerusalén hemos rezado con inmensa emoción:
¡Que alegría cuando me dijeron
"vamos a la casa del Señor"!
Desead la paz a Jerusalén:
"Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios".
Y hoy día por fuerza tenemos que añadir: ¡Haya paz con tus vecinos! Vuel-
ve a ser lo que tu nc»nbre significa y lo que todos anhelan: visión de paz,
esperanza de paz universal...
Quito, 30 de abril de 1996
Por Mons. Julio Terán Dutari, SJ
Obispo Auxiliar de Quito
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Administración Eclesiástica
Nombramientos
Abril
15.- P. Armando Torres Altamirano, Canónigo Efectivo de Segunda Insti-
tución.
22.- P. Felipe Soret, Copánoco de la Inmaculada de Iñaquito.
26.- P. Ricardo Gabriel Bravo Calvo, Párroco y Sírxiico de "Santa María,
Madre de la Iglesia" de Miraflores.
26.- P. Luis Alfredo Morel, Vicario Parroquial de "Santa María, Madre de
la Iglesia" de Miraflores.
29. - P. Alberto Vittadello, MCCJ., Director Espiritual de la Fraternidad Fe-
menina "María, Madre de la Uniclad^
30. - P. Luis G. Moya, OSA., Copárroco del Señor de la Buena Esperanza
de la Villa Flora.
Decretos
Marzo
28. - Consentimiento del Ordinario de Quito para que la Congregación de
Misioneras Sociales de la Iglesia erija una Casa religiosa en Chunchi,
Diócesis de Riobamba.
Abril
29. - Decreto por el cual el Arzobispo de Quito aprueba la Fraternidad Fe-
menina "María Madre de la Unidad" como Asociación de Fieles.
29.- Decreto de erección de la Parroquia Eclesiástica "Santa Catalina de
Siena" de Monteserrín.
318
BOLETIN ECLESIASTICO
Decreto
De Erección de la Parroquia Eclesiástica
de Santa Catalina de Siena
Antonio J. González Z.,
Por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica
Arzobispo de Quito,
Considerando:
1. - Que el barrio de Monteserrín ha experimentado un notable creci-
miento demográfico, de tal manera que se hace necesario proveerle
de un cuidado pastoral más esmerado y permanente;
2. - Que el barrio de Monteserrín contará en breve con iglesia y casa pa-
rroquial propias, donde la comunidad cristiana pueda reunirse para
celebrar el culto divino y para realizar actividades de carácter social
y pastoral, bajo la dirección del párroco; y
3. - Que no es posible atender debidamente al bien espiritual de los fie-
les del barrio de Monteserrín si no es mediante la erección de una
nueva parroquia eclesiástica.
Oído el parecer favorable del Consejo de Presbiterio y en uso de las faculta-
des que nos competen según el can. 515, párrafo 2, del Código de Derecho
Canónico,
Erigimos y constituimos en
Parroquia Eclesiástica el Barrio de Monteserrín.
La Patrona de esta nueva parroquia eclesiástica será Santa Catalina de Siena,
quien será, al mismo tiempo. Titular de la iglesia parroquial.
Los límites de la nueva parroquia eclesiástica de Santa Catalina de Siena se-
rán los siguientes:
MAYO/ JUNIO 1996
319
Al Norte: La Avenida de las Palmeras;
Al Sur: La Avenida Oriental:
Al Este: Una línea imaginaria desde la curva grande de la Avenida Orien-
tal, en dirección norte, hasta la Avenida de las Palmeras;
Al Oeste: La Avenida Eloy Alfaro, desde su intersección con la Avenida de
los Granados, hasta su intersección con la Avenida de la Palme-
ras.
La iglesia de Santa Catalina de Siena de Monteserrín será tenida en adelante
como Parroquial y gozará, por lo mismo, de todos los privilegios y prerroga-
tivas que el Derecho concede a las iglesias parroquiales, por lo cual tendrá
fuente bautismal y podrán celebrarse en ella todas las funciones parroquia-
les. Junto a la iglesia funcionará el despacho parroquial.
La parroquia eclesiástica de Santa catalina de Siena de Monteserrín deberá
ser una comunidad de comunidades y de movimientos, que acoge las angus-
tias y esperanzas de los hombres, anima y orienta la comunión, participación
y misión; y deberá cumplir su misión de evangelizar, de celebrar la liturgia,
de impulsar la promoción humana y de adelantar la inculturación de la fe en
las familias y, a través de ellas, en la sociedad (Santo Domingo, N° 58).
El párroco de Santa Catalina' de Siena de Monteserrín coordinará sus activi-
dades pastorales con el Equipo sacerdotal "Quito Norte- la Concepción y El
Inca" y con la Zona pastoral de mismo nombre.
Damos, pues, por erigida y constituida la nueva parroquia eclesiástica de
Santa Catalina de Siena de Monteserrín y ordenamos que el presente decre-
to de erección sea leído en la nueva parroquia y en la parroquia de San Jo-
sé de El Inca.
Dado en Quito, en el Palacio Arzobispal, a los 29 días del mes de Abril del
año del Señor de 1996, Fiesta de Santa Catalina de Siena.
Antonio J. González Z.,
Arzobispo de Quito
Primado del Ecuador
Héctor Soria S.,
Canciller
320
BOLETIN ECLESIASTICO
Información Eclesial
En el Ecuador
MoNS. Manuel Valarezo,
O.M. ELEVADO A LA DIGNIDAD
EPISCOPAL.
La Conferencia Episcopal Ecuato-
riana había solicitado a la Santa Se-
de que elevara a la Prefectura
Apostólica de Galápagos a la cate-
goría de Vicariato Apostólico, a fin
de que el Prefecto Apostólico fuera
elevado a la dignidad episcopal.
La Santa Sede conserva para las
Islas Galápagos la categoría de
Prefectura Apostólica, pero, en
atención a la solicitud de la Confe-
rencia Episcopal, ha concedido a
Mons. Manuel Valarezo, O.F.M.,
Prefecto Apostólico de Galápagos,
el carácter episcopal "ad perso-
nam'. En efecto el 2 de mayo de
1996 nombró Obispo titular de
Questoriana a Mons. Manuel Vala-
rezo Luzuriaga, O.F.M.
Mons. Manuel Valarezo Luzuriaga
nació en Loja, el 7 de junio de 1 937,
tiene actualmente 59 años de edad.
Ingresó en la Orden de Frailes Me-
nores, en la que se ordenó de sa-
cerdote el 12 de agosto de 1962.
Desempeñó el cargo de Superior
Provincial de Franciscanos en el
Ecuador. El 14 de julio de 1990 fue
nombrado Prefecto Apostólico de
Galápagos.
La ordenación episcopal de Mons.
Manuel Véüarezo se realizó en la
Catedral de la Isla San Cristóbal, el
domingo 23 de junio de 1996. Fue
el principal consagrante el Señor
Nuncio Apostólico, Mons. Frances-
co Canalini.
Asamblea provincial de la
Compañía de las Huas de
LA Caridad
Desde el viernes 24 de mayo hasta
el lunes 3 de junio de 1 996 se llevó
a cabo, en la Casa provincial de
San Carlos, en la ciudad de Quito,
la Asamblea provincial de la Com-
pañía de las Hijas de la Céiridad del
Ecuador.
ParticipéU'on es esta Asamblea pro-
vinciéü la Visitadora provincial con
su Consejo, las superioras y dele-
gadas de léis casas que en el Ecua-
dor tienen las Hijas de la Caridad,
en total, unas ciento ochenta partici-
pantes. En esta Asamblea provin-
cial se hizo una evaluación de la vi-
da espiritual, comunitaria y apostóli-
ca de la Provincia del Ecuador de la
Compañía de las Hijas de la Cari-
dad de San Vicente de Paúl en el
Período de seis años transcurrido
desde la anterior Asamblea. Tema
de estudio de esta Asamblea fue
también el de "La inculturación del
carisma vicenciano en una mundo
en cambio.
MAYO/ JUNIO 1996
321
Con esta Asamblea provincial se
prepara la Asamblea general que
se celebrará en Roma en 1 997.
Se RENOVO LA DIRECTIVA DE
LA Conferencia Episcopal
Ecuatoriana
Desde el lunes 1 5 hsista en viemes
1 9 de abril de 1996 se llevó a cabo,
en Betania del colegio, la asamblea
plenaria de la Conferencia Episco-
pal Ecuatoriana. En esta asamblea
se hizo una evaluación de los pla-
nes y programas de la Conferencia
Episcopal. En esta asamblea se re-
novó también la directiva de la Con-
ferencia Episcopal: Presidente fue
reelegido Mons. José Mario Ruiz
Navas, Arzobispo de Porloviejo; Vi-
cepresidente, reelegido Mons. Vi-
cente Cisneros Durán, Obispo de
Ambato; Secretario General, reele-
gido Mons. Antonio Arregui Yarza,
Obispo de Ibarra; Secretario Gene-
ral adjunto, Mons. José Vicente
Eguiguren; Presidente del Area de
Magisterio de la Iglesia, reelegido
Mons. Antonio J. González Z., Arzo-
bispo de Quito; Presidente del Area
de la función santificadora de la
Iglesia, Mons. Luis Alberto Luna Ar-
zobispo de Cuenca. Presidente del
Area del Pueblo de Dios, Mons. Je-
sús Sádaba, O.F.M cap. Vicario
Apostólico del Aguarico; Presidente
del Area Pastoral Social, Mons.
Emil Lorenzo Sthele, Obispo Prela-
do de Santo Domingo de los Colo-
rados. Delegado ante el CELAM,
Mons. Néstor Rafael Herrera H.,
Obispo de Máchala.
Se CLAUSURO EL AÑO Jubilar
DE Santa Mariana de Jesús.
Por celebrarse, el 26 de mayo de
1 995, el 350° aniversario del falleci-
miento de Santa Mariana de Jesús
Paredes y Flores, la Conferencia
Episcopal Ecuatoriana declaró "Año
Jubilar" el que transcurre desde el
26 de mayo de 1 995 hasta el 26 de
mayo de 1996.
Así pues, el domingo 26 de mayo
de 1 996 se clausuró el "Año Jubilar"
de Santa Mariana de Jesús.
Para clausurar este Año Jubilar, se
celebró una novena en honor de la
Azucena de Quito, en la Catedral
Primada de Quito, desde el viemes
1 7 de mayo hasta el domingo 26 de
mayo de 1 996, se celebró una Misa
Pontifical solemne, a las 1 1 horas.
Esta Misa fue presidida por Mons.
Antonio J. González Z., Arzobispo
de Quito y Primado del Ecuador.
Con ocasión de esta clausura del
Año Jubilar, se realizó en el Monas-
terio del Carmen Alto, en donde es-
tuvo la casa de Santa Mariana de
Jesús, una exposición de las reli-
quias y recuerdos de la Santa y se
celebró también una Eucaristía so-
lemne, ese domingo, 26 de mayo, a
las 1 7 horas. Presidió la celebración
de esta Eucaristía Mons. Julio Te-
rán Dutari, Obispo Auxiliar de Quito.
Con ocasión de la clausura de este
"Año Jubilar", S.S. el Papa Juan Pa-
322
BOLETIN ECLESIASTICO
blo II se dignó enviar al Presidente
de la Conferencia Episcopal, a los
demás Obispos, al clero, comunida-
des religiosas y fieles del Ecuador
un importante Mensaje, con el que
se ha unido el regocijo con que el
Ecuador ha conmemorado el 350°
aniversario del fallecimiento de
Santa Mariana de Jesús.
Nueva Superiora del
Monasterio de la visitación
DE Santa María
Mons. Antonio J. González Z., Arzo-
bispo de Quito, realizó en el nnes de
mayo de 1 996 la visita canónica del
Monasterio de la Visitación de San-
ta María de la ciudad de Quito. Rea-
lizó esta visita canónicéi, como peiso
previo a la elección de la nueva Su-
periora del Monéisterio. El Monaste-
rio de la Visitación de Santa María
de Quito eligió, el jueves 1 6 de ma-
yo de 1996, a la Madre Juana de
Chanta! Arias como Superiora para
el período de 1996, a 1999. La Ma-
dre Juana de Chantal reemplaza en
el cargo de Superiora a la Madre
Francisca de Sales Molina, en cu-
yos períodos se hicieron las funda-
ciones de los Monasterios de la Vi-
sitación de El Chaco y de Latacun-
ga.
Seminario sobre Doctrina
Social de la Iglesia
La Comisión episcopal del Area de
Pastoral Social de la Iglesia de la
Conferencia Episcopal Ecuatoriana
organizó un Seminario sobre Doctri-
na Sociéü de la Iglesia en la Casa
"Santa Rosa" de la Prelatura de
Santo Domingo de los Colorados
desde el lunes 3 hasta el jueves 6
de junio de 1996.
Este Seminario fue organizado para
estudiar "ex profeso" el contenido
doctrinal del Manual de Doctrina
Social de la Iglesia, titulado "Sem-
bradores de Esperanza", publicado
por el Area de Pastoral Social de la
Conferencia Episcopal, libro que fue
lanzado, juntamente con "En Cami-
no hacia el Reino y la colección de
documentos de la Conferencia
Episcopal, el jueves 18 de éibril de
1 996, en una de las aulas de la PU-
CE.
En EL Mundo
Reunión de Obispos responsables
de las Comisiones Doctrinales de
las Conferencias Episcopales de
América Latina
Convocador por La Congregación
para la Doctrina de la Fe, bajo la
presidencia del Señor Cardenal Jo-
seph Ratzinger, los Obispos res-
ponsables de las Comisiones Doc-
trinales de las Conferencias Episco-
pales de América Latina tuvieron
una reunión en la ciudad de Guada-
lajara (México) desde el seis hasta
el once de mayo de 1 996.
De la Congregación para la Doctri-
MAYO/ JUNIO 1996
323
na de la Fe vinieron a la reunión el
Prefecto, señor Cardenal Joseph
Ratzinger; el Secretario Mons. Tar-
cisio Bertone, S.D.B. y dos oficiales
más de la Congregación. Por el CE-
LAM asistieron el Presidente, Mons.
Oscar Rodríguez M. y el Secretario,
Mons. Jorge Jiménez. Estuvieron
veintiún representantes de las Con-
ferencias Episcopales de América
Latina, los presidentes de las Comi-
siones doctrinales de cada país.
El Señor Cardenal Ratzinger co-
menzó haciendo una valiosa expo-
sición sobre la situación actual de la
Fe y la teología. El panorama teoló-
gico mundial presenta desafíos que
cuestionan fuertemente la Fe cris-
tiana: tal es el caso del relativismo
que, cimentado en filosofías de cor-
te inmanentista, no deja espacio pa-
ra los sobrenatural.
Se presentó un informe sobre" la or-
ganización y funcionamiento de las
Comisiones doctrinales en cada
Conferencia Episcopal de América
Latina. En esta reunión Mons. Ge-
rardo Flores, Obispo de Vera Paz,
hizo una exposición sobre la Teolo-
gía india; Mons. Juan Carlos Mac-
carone, Obispo Auxiliar de Lomas
de Zamora, trató sobre las Sectas
fundamentalistas y los nuevos mo-
vimientos religiosos; y el P. Juan
Caries Urrea disertó ampliamente
sobre la "Nueva Era".
Fue CANONIZADO San Juan
Gabriel Perboyre
El domingo 2 de junio de 1 996, S.S.
el Papa Juan Pablo II presidió, en la
Plaza de San Pedro en el vaticano,
la solemne celebración en la que
elevó el honor de los altares al Bea-
to Juan Gabriel Perboyre, misionero
lazarista que fue martirizado en Chi-
na, el 11 de septiembre de 1840.
En esta canonización fueron decla-
rados santos además de San Juan
Gabriel Perboyre otros dos santos
más.
San Juan Gabriel Perboyre nació
en el caserío de Puech en Mont-
gesty en Francia el 6 de enero de
1 802. De los ocho hermanos de su
familia, tres varones llegaron a ser
lazaristas y dos mujeres fueron Hi-
jas de la Caridad.
Juan Gabriel Perboyre hizo votos
en la Congregación de la Misión el
28 de diciembre de 1 820. Fue orde-
nado sacerdote, en la Capilla de las
Hijas de la Caridad, rué du Bac, el
23 de septiembre de 1826, aniver-
sario de la ordenación sacerdotal
de San Vicente de Paúl. Dedica los
primeros años de su sacerdocio a la
formación de los sacerdotes en Se-
minarios. En 1835 viajó a la misión
en China y evangelizó en Ho-Nam y
Hu-Pe. Arrestado por orden del
mandarín el 16 de septiembre de
1839, murió crucificado en U-
Chang-Fu, el 1 1 de septiembre de
1840.
324
BOLETIN ECLESIASTICO
Fue beatificado por León XIII, el 10
de noviembre de 1 889.
El 2 de junio de 1 996, a los 97 años
de la beatificación, ha sido canoni-
zado por S. S. el Papa Juan Pablo
H.
Tercer milenio de la
CUIDAD DE JERUSALÉN
En este año de 1996 se considera
que se cumplen tres mil años de la
fundación de la ciudad de Jerusalón
por el rey David.
El Gobierno de Israel ha dispuesto
que, por medio de sus embajadas,
se celebre en el mayor número de
países este tercer milenio de la fun-
dación de la ciudad santa de Jeru-
salén.
La Embajada de Israel en Quito or-
ganizó una sesión solemne, en el
salón de la ciudad del I. Municipio
de Quito, el martes 30 de abril de
1996. En esta sesión solemne, a la
que asistió el señor Presidente
constitucional de la República, pro-
nunció un discurso sobre la ciudad
de Jerusalón, vista por el mundo
cristiano, Mons. Julio Terán Dutari,
Obispo Auxiliar de Quito.
Para solemnizar este tercer milenio
de Jerusalón, la Embajada de Is-
rael, el Banco Central del Ecuador y
el Instituto Cultural Ecuatoriano Is-
rael organizaron la Exposición pic-
tórica denominada "Jerusalón 3.000
Años", en la que doce connotados
pintores ecuatorianos rindieron ho-
menaje a la Ciudad Santa. La expo-
sición se realizó, desde el 21 de
mayo hasta el 7 de junio de 1 996,
en la Sala de Exposiciones Tempo-
rales del Museo Nacional del Banco
Central del Ecuador, ubicada en el
edificio de la Casa de la Cultura
Ecuatoriana.
Las Santa Sede invita a los
sacerdotes que cumplen
bodas de oro sacerdotales
A UNIRSE AL "TE DEUM" DEL
Santo Padre
Su Santidad el Papa Juan Pablo II
recibió la ordenación sacerdotal en
Krakovia, el 1° de noviembre de
1 946. Por tanto, el 1 ° de noviembre
de este año celebra el quincuagési-
mo aniversario de su ordenación
sacerdotal. Por este motivo, la San-
ta Sede ha invitado a los sacerdotes
del mundo, que en este año cele-
bran las bodas de oro de su ordena-
ción sacerdotal, unirse en Roma al
"Te Deum" con que en la Basílica
de San Pedro celebrará los cin-
cuenta años de su sacerdocio, el
domingo 10 de noviembre de 1996,
a las 1 0 de la mañana.
Previamente los sacerdotes que
acudan a Roma tendrán la oportuni-
dad de participar en una especie de
retiro espiritual desde el jueves an-
terior al 1 0 de noviembre.
La Obra de san Pedro Apóstol
¿Qué es?
Es una Obra Misional Pontificia que busca sensibilizar al pueblo cristiano y conse-
j ' su cooperación, para la formación de las vocaciones nativas en los territorios de
r ión.
Dbra: Porque es una organización de la Iglesia para canalizar esas ayudas.
\^isional: Porque su objetivo es despertar y avivar el espíritu misionero en el pueblo
; tiano e invitar a compartir la fe con otros hermanos.
Pontificia: Porque fue aprobada el 3 de mayo de 1 922 por el Papa, como obra evan-
; zadora misionera y puesta bajo su dependencia.
¿Qué se propone?
1>ensibilizar al pueblo cristiano sobre las necesidades de la formación de clero local
)n las "Iglesias misioneras".
í Colaborar con la formación de los jóvenes nativos al sacerdocio y a la vida religio-
ia para las Iglesias misioneras, mediante una ayuda espiritual y material.
G'romover la consecución y aplicación de becas de estudio, pensiones, cuotas y
itros donativos para la formación de los jóvenes nativos al sacerdocio y a la vida re-
giosa.
¿Quiénes podemos participar?
odos estamos llamados, como pueblo de Dios, a cooperar y participar como bene-
éores o como amigos de la Obra San Pedro Apóstol; cada pan'oquia, cada familia,
0 sacerdotes, seminaristas, religiosos, la juventud, todos los laicos.
¿A quiénes vamos a ayudar?
- V más de 100.000 seminaristas nativos de territorios de misión
|ue necesitan nuestra ayuda para formarse como sacerdotes, religiosos (as).
- k muchos Obispos que se angustian al no poder sostener sus seminarios por falta
le medios económicos. Pese a que 900 seminarios en Asia, Africa y América están
9cibiendo ayuda a través de la Obra San Pedro Apóstol; muchos aún esperan de
luestra ayuda.
- k dos mil nuevos sacerdotes nativos en todos los territorios de misión que trabajan
racias a la contribución de muchas personas que cooperan con la Obra San Pedro
^óstol (OSPA).
¿Por qué ayudar a ias vocaciones nativas?
• 'erque es una manera concreta en la que podemos participar cristianamente, para
yudar a formar un sacerdote o una religiosa nativa de Africa, Asia u otro territorio
e misión a través de la Obra San Pedro Apóstol.
• erque usted puede tener un hijo sacerdote, ayudándole espiritual y económica-
1 lente a un seminarista para su formación.
- orque usted puede dar a los más necesitados del mundo, un Apóstol que les anun-
í ¡e el mensaje de Jesucristo.
orque de su generosidad depende la formación de un sacerdote y de un sacerdo-
• depende que muchos conozcan a Jesucristo.
¡Que un seminarista no pueda llegar a la realización de su ideal
sacerdotal por nuestra falta de generosidad, es responsabilidad nuestra!
Participantes en el II Encuentro de los Presidentes de las Comisiones
Doctrinales de las Conferencias Episcopales de América Latina
(Guadalajara, 6-11 de mayo de 1996).
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