Skip to main content

Full text of "Boletin Eclesiastico (Ecuador)"

See other formats


LIBRARY  OF  PRINCETON 
SEP  2  7  2Q04 


THEOLOGICAL  SEMINARY 


PER  BX1472.A1  B68 
Boletflm  eclesiástico. 


Digitized  by 

the  Internet  Archive 

in  2015 

https://archive.org/details/boletineclesias1031cath_1 


ORGANO  INFORMATIVO 
ARQUIDIOCESIS  DE  QUITO 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Por  la  acción  del  Espíritu  Santo, 
Mariana  de  Jesús  Paredes  y  Flores  fue  santificada  y  escaló 
las  cimas  más  elevadas  de  la  santidad  y  de  la  perfección  cristiana. 


ORGANO  INFORMATIVO 
mayo/junio  1996 


BOLETIN   ECLESIASTICO    AñO  Clll 


Editorial 

•  Mensaje  Pontificio  con  ocasión  del  Año  Jubilar  de  Sta.  Mariana  de  Jesús ...  209 

DOCUMENfTOS  DE  LA  SANTA  SEDE 

•  Introducción   215 

•Primera  parte  Vacante  de  la  Sede  Apostólica  Capitulo  1   220 

•Capítutoll    222 

•Capítutolll    226 

•  Capítulo  IV   229 

•CapítutoV   230 

•  Segunda  Parte  Los  electores  del  Romano  Pontífice  Capítulo  1   231 

•  Capítuto  II   234 

•  Capítuto  III   237 

•Capítuto  IV   240 

•CapítutoV   242 

•  Capítuto  VI   248 

•Capítuto  VII   251 

•  Promulgación   253 

•  Bendición  Apostólica  de  Juan  Pablo  II  a  la  Iglesia  del  Ecuador   254 

Documentos  del  Celam 

•  II  Encuentro  de  los  Presidentes  de  las  Comisiones  Doctrinales 

de  las  Conferencias  Episcopates  de  América  Latina   259 

Documentos  de  la  Conferencia  Episcopal  Ecuatoriana 

•  La  Conf.  Epis.  al  Pueblo  Ecuat.  y  a  los  Cand.  a  la  Presidencia  de  la  Rep....  267 

Documentos  Arqui  diocesanos 

•  Presentadón  del  Libro  "En  el  camino  hacia  el  Reino  de  Dios   271 

•  90°  aniversarto  del  milagro  de  la  Dolorosa  del  Colegio   277 

•  Bendita  tú  entre  las  mujeres   285 

•  La  Santidad  de  Mariana  de  Jesús  Ante  el  Tercer  milenn  Cristiano   295 

•  Santa  Mariana  de  Jesús  Paredes  y  Rores   303 

•  Jerusalén  y  los  Cristianos   309 

Administración  Eclesiástica 

•  Nombramientos   317 

•  Deaetos   317 

Información  Eclesial  I 

•  En  el  Ecuador   320 

•  En  el  Mundo   322 

 % 

•  Director:  Rvmo.  Sr.  Héctor  Soria  S.  Telf.:  210  703  Apartado  17-01-00106.  J 

•  /ícfrn/n/síradora;  Hna.  Regina  Córdova  Telf.:  214  429  Apartado  1 7-0 1 -O0 1 06  ° 

•  SuscriF)ción  anual  dentro  del  país  S/.  20.000.  Fuera  del  pafs  US$  60.  • 

•  Se  aceptan  Canjes.  • 

•  Levantamiento  de  textos  e  impresión:  Mora  &  Asociados  438  866  • 
t  / 


MENSAJE  PONTIFICIO 
CON  OCASION  DEL  AÑO  JUBILAR 
DE  SANTA  MARIANA  DE  JESUS 

Con  fecha  18  de  abril  de  1996,  Su  Santi- 
dad el  Papa  Juan  Pablo  Use  dignó  enviar 
al  Presidente  de  la  Conferencia  Episcopal 
Ecuatoriana,  a  los  demás  Obispos,  al  cle- 
ro, comunidades  religiosas  y  fieles  del 
Ecuador  un  importante  Mensaje  con  el 
cual  evocó  el  recuerdo  de  la  figura  signi- 
ficativa de  Santa  Mariana  de  Jesús  Pare- 
des y  Flores,  esta  joven  mujer  latinoameri- 
cana, que  supo  vivir  la  consagración  a 
Dios  en  el  mundo  tratando  de  introducir 
en  la  sociedad  quiteña  del  siglo  XVII  las 
energías  siempre  nuevas  del  Reino  de 
Cristo. 

Con  este  Mensaje  Juan  Pablo  II  se  ha  uni- 
do al  gozo  del  Año  Jubilar  proclamado 
por  el  Episcopado  ecuatoriano  en  la  cele- 
bración del  350°  aniversario  de  la  Azuce- 
na de  Quito.  Este  Año  Jubilar  se  clausuró 
el  26  de  mayo  de  1SB6. 

la  breve  vida  terrena  de  la  "Azucena  de 
Quito"  sorprende  por  su  profunda  madu- 
rez y  equilibrio  interior,  frutos  de  un  in- 
tenso combate  espiritual  desde  la  oración 
y  la  ascesis. 


El  amor 
a  Cristo  pobre 
la  llevó  al 
servicio  de 
Cristo  en  los 
indigentes  y  los 
pecadores, 
compartiendo 
las  condiciones 
de  vida  de  los 
más 

desheredados 
y  participando 
desús 
sufrimientos, 
problemas  y 
peligros. 


En  Santa  Mariana  de  Jesús  convergen  de 
modo  armónico  diversas  escuelas  y  tradi- 
ciones espirituales  de  la  época:  pertenecía 
a  la  Tercera  Orden  Franciscana,  se  consi- 
deraba discípula  espiritual  de  Santa  Tere- 
sa de  Avila  y,  al  mismo  tiempo,  se  sentía 
hija  de  la  Compañía  de  Jesús.  De  este  mo- 
do su  vida  se  hace  reflejo  de  la  Iglesia,  per- 
manentemente abierta  a  la  dinámica  mi- 
sionera y  evangelizadora,  que  ha  sido  en- 
viada al  mundo  para  anunciar  y  exten- 
der el  misterio  de  comunión  que  la  cons- 
tituye, reuniendo  a  todos  y  a  todo  en  Cris- 
to y  siendo  para  todos  sacramento  indis- 
pensable de  unidad. 

Bebiendo  en  las  fuentes  claras  de  las  Es- 
crituras, aprendió  a  discernir,  con  la  ayu- 
da de  sus  confesores  y  directores  espiri- 
tuales, la  voluntad  de  Dios,  que  la  quiso 
virgen  consagrada  a  la  oración  y  al  servi- 
cio de  la  Iglesia  en  su  propia  casa.  Su  re- 
cuerdo hoy  invita  a  todos,  especialmente 
a  la  juventud  ecuatoriana,  a  responder 
con  prontitud  y  valentía  al  llamado  del 
Señor,  que  espera  la  aportación  de  la  fe  y 
de  la  iniciativa  de  numerosos  jóvenes 
consagrados,  para  que  el  mundo  sea  ca- 
da vez  más  sereno  y  acogedor,  más  autén- 
ticamente humano. 


Interpelada  por  las  palabras  de  Jesús: 


"Bienaventurados  los  pobres,  porque 
vuestro  es  el  Reino  de  Dios"  (Le  6,  20),  Ma- 
riana de  Jesús  quiso  imitar  a  Cristo  pobre, 
abrazando  un  estilo  de  vida  abnegado, 
sobrio  y  fraterno,  inspirado  en  criterios  de 
sencillez  y  hospitalidad  evangélicas  y 
acompañado  por  un  compromiso  activo 
en  la  educación  cristiana  y  en  la  cateque- 
sis  de  los  niños  necesitados,  en  particular, 
de  los  indígenas,  y  en  la  caridad. 

El  amor  a  Cristo  pobre  la  llevó  al  servicio 
de  Cristo  en  los  indigentes  y  los  pecadores, 
compartiendo  las  condiciones  de  vida  de 
los  más  desheredados  y  participando  de 
sus  sufrimientos,  problemas  y  peligros. 
Que  esta  opción  por  la  pobreza  evangéli- 
ca, vivida  también  hoy  en  Latinoamérica 
con  valentía  y  heroísmo  por  tantos  otros 
hombres  y  mujeres  de  corazón  generoso, 
siga  denunciando  la  esclavitud  del  peca- 
do, raíz  de  toda  injusticia  y  discrimina- 
ción; favorezca  la  promoción  de  la  solida- 
ridad social,  "iluminando  con  el  Evange- 
lio y  la  doctrina  social  católica  la  con- 
ciencia de  los  ciudadanos"  (Carta  ap.  Los 
Caminos  del  Evangelio,  21);  y  ayude  a  las 
nuevas  generaciones  del  Ecuador  a  ven- 
cer la  seducción  de  un  materialismo  ávi- 
do de  poseer,  desinteresado  de  los  más  dé- 
biles y  carente  de  sensibilidad  por  el  equi- 
librio de  los  recursos  de  la  naturaleza. 


Que  esta 
opción  por  la 
pobreza 
evangélica, 
vivida  también 
hoy  en 
Latinoamérica 
con  valentía  y 
heroísmo  por 
tantos  otros 
hombres  y 
mujeres  de 
corazón 
generoso,  siga 
denunciando 
la  esclavitud 
del  pecado, 
raíz  de  toda 
injusticia  y 
discriminación. 


Sobre  todo  el  Santo  Padre  nos  invita  a  los 
ecuatorianos  a  poner  toda  nuestra  con- 
fianza en  nuestra  Santa  compatriota,  que 
ofrendó  su  vida  por  la  salvación  de  Quito 
y  del  Ecuador.  Por  eso  nos  dice  en  su  Men- 
saje: "Debe  ser  también  para  el  Ecuador 
motivo  de  confianza  ante  el  futuro  el  re- 
cuerdo vivo  de  esta  hija  suya  predilecta, 
que  no  amó  tanto  su  vida  como  para  te- 
mer la  muerte  (cf.  Ap  12,  11),  sino  que  la 
ofreció  por  la  salvación  de  sus  hermanos, 
los  habitantes  de  Quito,  angustiados  por 
la  peste  y  los  temblores  de  tierra.  Ella,  ver- 
dadera "Heroína  nacional",  sigue  acom- 
pañando con  su  intercesión  y  especial 
protección  el  caminar  de  este  querido 
pueblo,  ayudando  a  todos,  ciudadanos  y 
gobernantes,  a  afrontar  desde  la  fidelidad 
a  sus  más  auténticas  raíces  cristianas  los 
problemas  de  la  convivencia  nacional  e 
internacional,  para  construir  una  socie- 
dad digna  del  hombre  y  alcanzar  una 
paz  duradera,  fundada  sobre  la  justicia ". 


Documentos 
de  la 
Sonto  Sede 


I 


MAYO/ JUNIO  1996 


215 


Constitución  Apostólica 
Universi  Dominici  Gregis 
sobre  la  vacante  de  la  Sede  Apostólica 
y  la  elección  del  Romano  Pontífice 

Juan  Pablo  II 
Siervo  de  los  Siervos  de  Dios  paro  perpetua  memoria 

Pastor  de  todo  el  rebaño  del  Señor  es  el  Obispo  de  la  Iglesia  de  Roma,  en 
la  cual  el  Bienaventurado  Apóstol  Pedro,  por  soberana  disposición  de  la  Pro- 
videncia divina,  dio  a  Cristo  el  supremo  testimonio  de  sangre  con  el  marti- 
rio. Por  tanto,  es  comprensible  que  la  legítima  sucesión,  apostólica  en  esta  Se- 
de, con  la  cual  <ada  Iglesia  debe  estar  de  acuerdo  por  su  alta  preeminen- 
cia»,^ 

Precisamente  por  esto  los  Sumos  Pontífices,  en  el  curso  de  los  siglos,  han 
considerado  como  su  deber  preciso,  así  como  también  su  derecho  específi- 
co, regular  con  oportunas  normas  la  elección  del  Sucesor.  Así,  en  los  tiem- 
pos cercanos  a  nosotros,  mis  Predecesores  San  Pío  X^,  Pío  XI,^  PíoXII,'^  Juan 
XXIIl5  y  por  último  Pablo  VI,  ^  cada  uno  con  la  intención  de  responder  a  las 
exigencias  del  momento  histórico  concreto,  proveyeron  a  emanar  al  respec- 
to sabias  y  apropiadas  reglas  para  disponer  la  idónea  preparación  y  el  orde- 
nado desarrollo  de  la  reunión  de  los  electores  a  quienes,  en  la  vacante  de  la 


1  5.  IRENEO,  Adv.  Moeres.,  m,  3.  2:  SCb  211,  33. 

2  Cf.  Const.  ap.  Vacante  Sede  Apostólica  (25  diciembre  1904):  Ai  X  Pontífkis  Maximi  Acta, 
n  (1908),  239-288. 

3  Cf.  Motu  proprio  CumProxime  (1  marzo  1992):  AAS  14  (1922),  145-146;  Const.  ap.  Quae 
divinilus  (.25  marzo  1935):  AA  27  (1935),  97-113. 

4  Cf.  Const.  ap.  Vacantis  Apostolicae  Sedis  (8  diciembre  1945):  AAS  38  (1946),  65-99. 

5  Cf.  Motu  proprio  Summi  Pontifkis  electio  (5  septiembre  1962):  AAS  54  (1962,  632-640. 

6  Cf.  Const,  ap.  Kegimini  Ecclesiae  universae  (15  agosto  1967):  AAS  59  (1967),  885-928;  Mo- 
tu proprio  Ingravescentem  aetatem  (21  noviembre  1970):  AAS  62(1970),  810-813;  Const. 
ap.  Romano  Pontifid  digendo  (1  octubre  1975):  AAS  67  (1975),  609-645. 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Sede  Apostólica,  les  corresponde  el  importante  y  arduo  encargo  de  elegir  al 
Romano  Pontífice. 

Si  hoy  me  dispongo  a  afrontar  por  mi  parte  esta  materia,  no  es  ciertamente 
por  la  poca  consideración  de  aquellas  normas,  que  más  bien  aprecio  profun- 
damente y  que  en  gran  parte  quiero  confirmar,  al  menos  en  lo  referente  a  la 
sustancia  y  a  los  principios  de  fondo  que  las  inspiraron.  Lo  que  me  mueve  a 
dar  este  paso  es  la  conciencia  de  la  nueva  situación  que  está  viviendo  hoy 
la  Iglesia  y  la  necesidad,  además,  de  tener  presente  la  revisión  general  de  la 
ley  canónica,  felizmente  llevada  a  cabo,  con  el  apoyo  de  todo  el  Episcopa- 
do, mediante  la  publicación  y  promulgación  primero  del  Código  de  Derecho 
Canónico  y  después  del  Código  de  los  Cánones  de  las  Iglesias  Orientales.  De 
acuerdo  con  esta  revisión,  inspirada  en  el  Concilio  Ecuménico  II,  he  querido 
sucesivamente  adecuar  la  reforma  de  la  Curia  Romana  mediante  la  Constitu- 
ción apostólica  Pastor  Bonus?  Por  lo  demás,  precisamente  lo  dispuesto  en 
el  canon  335  del  Código  de  Derecho  Canónico,  y  propuesto  también  en  el 
canon  47  del  Código  de  los  Cánones  de  las  Iglesias  Orientales,  deja  entrever 
el  deber  de  emanar  y  actualizar  constantemente  leyes  específicas,  que  regu- 
len la  provisión  canónica  de  la  Sede  Romana  cuando  esté  vacante  por  cual- 
quier motivo. 

En  la  formulación  de  la  nueva  disciplina,  aun  teniendo  en  cuenta  las  exigen- 
cias de  nuestro  tiempo,  me  he  preocupado  de  no  cambiar  sustancialmente  la 
línea  de  la  sabia  y  venerable  tradición  hasta  ahora  seguida. 

Indiscutible,  verdaderamente,  es  el  principio  según  el  cual  a  los  Romanos 
Pontífices  corresponde  definir,  adaptándolo  a  los  cambios  de  los  tiempos,  el 
modo  en  el  cual  debe  realizarse  la  designación  de  la  persona  llamada  a  asu- 
mir la  sucesión  de  Pedro  en  la  Sede  Romana.  Esto  se  refiere,  en  primer  lu- 
gar, al  organismo  al  cual  se  le  pide  el  cometido  de  proveer  a  la  elección  del 
Romano  Pontífice:  la  praxis  milenaria,  sancionada  por  normas  canónicas  pre- 
cisas, confirmadas  también  por  una  explícita  disposición  del  vigente  Código 


7    Cf.  AAS  80  (1988),  841-912. 

I 


MAYO/ JUNIO  1996 


217 


de  Derecho  Canónico  (cfd  can.  349  del  C.I.C.),  lo  constituye  el  Colegio  de 
los  Cardenales  de  la  Santa  Iglesia  Romana.  Siendo  verdad  que  es  doctrina  de 
fe  que  la  potestad  del  Sumo  Pontífice  deriva  directamente  de  Cristo,  de  quien 
es  Vicario  en  la  tierra,^  está  también  fuera  de  toda  duda  que  este  poder  su- 
premo en  la  Iglesia  le  viene  atribuido,  «mediante  la  elección  legítima  por  él 
aceptada  juntamente  con  la  consagración  episcopal». ^  Muy  importante  es, 
pues,  el  cometido  que  corresponde  al  organismo  encargado  de  esta  elección. 
Por  consiguiente,  las  normas  que  regulan  su  actuación  deben  ser  muy  preci- 
sas y  claras,  para  que  la  elección  misma  tenga  lugar  del  modo  más  digno  y 
conforme  al  cargo  de  altísima  responsabilidad  que  el  elegido,  por  investidu- 
ra divina,  deberá  asumir  mediante  su  aceptación. 

Confirmando,  pues,  la  norma  del  vigente  Código  de  Derecho  Canónico  (cf. 
can.  349  C.I.C.),  en  el  cual  se  refleja  la  ya  milenaria  praxis  de  la  Iglesia,  rati- 
fico que  el  Colegio  de  los  electores  del  Sumo  Pontífice  está  constituido  úni- 
camente por  los  Padres  Cardenales  de  la  Santa  Iglesia  Romana.  En  ellos  se 
expresan  como  en  una  síntesis  admirable,  los  dos  aspectos  que  caracterizan 
la  figura  y  la  misión  del  Romano  Pontífice.  Romano,  porque  se  identifica  con 
la  persona  del  Obispo  de  la  Iglesia  que  está  en  Roma  y,  por  tanto,  en  estre- 
cha relación  con  el  Clero  de  esta  ciudad,  representado  por  los  Cardenales  de 
los  títulos  presbiterales  y  diaconales  de  Roma,  y  con  los  Cardenales  Obispos 
de  la  Sedes  suburbicarias;  Pontífice  de  la  Iglesia  universal,  porque  está  llama- 
do a  hacer  visiblemente  las  veces  del  invisible  Pastor  que  guía  todo  el  reba- 
ño a  los  prados  de  la  vida  eterna.  La  universalidad  de  la  Iglesia  está,  por  lo 
demás,  bien  reflejada  en  la  composición  misma  del  Colegio  Cardenalicio,  for- 
mado por  Purpurados  de  todos  los  continentes. 

En  las  actuales  circunstancias  históricas  la  dimensión  universal  de  la  Iglesia 
parece  expresada  suficientemente  por  el  Colegio  de  los  ciento  veinte  Carde- 
nales electores,  compuestos  por  Purpurados  provenientes  de  todas  las  partes 


8  cf.  Conc.  Ecum.  Vat.  I,  Const  dogm.  Pastor  aetemus,  sobre  la  Iglesia  de  Cristo,  III;  Cene. 
Ecum.  Vat.  D,  Const.  dogm.  Lumen  gentium,  sobre  la  Iglesia,  18. 

9  Código  de  Derecho  Canónico,  can.  332  J 1;  cf.  Código  de  los  Cánones  de  ¡as  Iglesias  Orien- 
tales, can.  44  J 1. 


218 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


de  la  tierra  y  de  las  más  variadas  culturas.  Por  tanto,  confirmo  como  máxi- 
mo este  número  de  Cardenales  electores,  precisando  al  mismo  tiempo  que 
no  quiere  ser  de  ningún  modo  indicio  de  menor  consideración  el  mantener 
la  norma  establecida  por  mi  predecesor  Pablo  VI,  según  la  cual  no  partici- 
pan en  la  elección  aquellos  que  ya  han  cumplido  ochenta  años  de  edad  el 
día  en  el  que  comienza  la  vacante  de  la  Sede  Apostólica. ^°  En  efecto,  la  ra- 
zón de  esta  disposición  está  en  la  voluntad  de  no  añadir  al  peso  de  tan  ve- 
nerable edad  la  ulterior  carga  constituida  por  la  responsabilidad  de  la  elec- 
ción de  aquél  que  deberá  guiar  el  rebaño  de  Cristo  de  modo  adecuado  a  las 
exigencias  de  los  tiempos.  Esto,  sin  embargo,  no  impide  que  los  Padres  Car- 
denales mayores  de  ochenta  años  tomen  parte  en  las  reuniones  preparato- 
rias del  Cónclave,  según  lo  dispuesto  más  adelante.  De  ellos  en  particular, 
además,  se  espera  que,  durante  la  sede  vacante,  y  sobre  todo  durante  el  de- 
sarrollo de  la  elección  del  Romano  Pontífice,  actuando  casi  como  guías  del 
Pueblo  de  Dios  reunido  en  las  Basílicas  Patriarcales  de  la  Urbe,  como  tam- 
bién en  otros  templos  de  la  Diócesis  del  mundo  entero,  ayuden  a  la  tarea  de 
los  electores  con  intensas  oraciones  y  súplicas  al  Espíritu  Divino,  imploran- 
do para  ellos  la  luz  necesaria  para  que  realicen  su  elección  teniendo  presen- 
te solamente  a  Dios  y  mirando  únicamente  a  la  «salvación  de  las  almas  que 
debe  ser  siempre  la  ley  suprema  de  la  Iglesia*.^ ^• 

Especial  atención  he  querido  dedicar  a  la  antiquísima  institución  del  Cóncla- 
ve: su  normativa  y  praxis  han  sido  consagradas  y  definidas,  al  respecto,  tam- 
bién en  solemnes  disposiciones  de  muchos  de  mis  Predecesores.  Una  aten- 
ta investigación  histórica  confirma  no  solo  la  oportunidad  contingente  de  eta 
institución,  por  las  circunstancias  en  las  que  surgió  y  fue  poco  a  poco  defi- 
nido normativamente,  sino  también  su  constante  utilidad  para  el  desarrollo 
ordenado,  solícito  y  regular  de  las  operaciones  de  la  elección  misma,  parti- 
cularmente en  momentos  de  tensión  y  perturbación. 

Precisamente  por  esto,  aun  consciente  de  la  valoración  de  teólogos  y  cañó- 


10 Cf.  Motu  proprio  ¡ngravescenlem  aetatóm  (.21  noviembre  1970),  D,  2:  AAS  62  (1970),  811; 
Const.  ap.  Romano  Pontifiá  eligendo  (1  octubre  1975),  33:  AAS  67  (1975),  622. 

11  Código  de  Derecho  Canónico,  can.  1752. 


MAYO/ JUNIO  1996 


219 


nistas  de  todos  los  tiempos,  los  cuales  de  forma  concorde  consideran  esta 
institución  como  no  necesaria  por  su  naturaleza  para  la  elección  válida  del 
Romano  Pontífice,  confirmo  con  esta  Constitución  su  vigencia  en  su  estruc- 
tura esencial,  aportando  sin  embargo  algunas  modificaciones  para  adecuar  la 
disciplina  a  las  exigencias  actuales.  En  particular,  he  considerado  oportuno 
disponer  que,  en  todo  el  tiempo  que  dure  la  elección,  las  habitaciones  de  los 
Cardenales  electores  y  de  los  que  están  llamados  a  colaborar  en  el  desarro- 
llo regular  de  la  elección  misma  estén  situadas  en  lugares  convenientes  del 
Estado  de  la  Ciudad  del  Vaticano.  Aunque  pequeño,  el  Estado  es  suficiente 
para  asegurar  dentro  de  sus  muros,  gracias  también  a  los  oportunos  recursos 
más  abajo  indicados,  el  aislamiento  y  consiguiente  recogimiento  que  un  ac- 
to tan  vital  para  la  Iglesia  entera  exige  de  los  electores. 

Al  mismo  tiempo,  considerado  el  carácter  sagrado  del  acto  y,  por  tanto,  la 
conveniencia  de  que  se  desarrolle  en  un  lugar  apropiado,  en  el  cual,  por  una 
parte,  las  celebraciones  litúrgicas  se  puedan  unir  con  las  formalidades  jurídi- 
cas y,  por  otra,  se  facilite  a  los  electores  la  preparación  de  los  ánimos  para 
acoger  las  mociones  interiores  del  Espíritu  Santo,  dispongo  que  la  elección 
se  continúe  desarrollando  en  la  Capilla  Sixtina,  donde  todo  contribuye  a  ha- 
cer más  viva  la  presencia  de  Dios,  ante  el  cual  cada  uno  deberá  presentarse 
un  día  para  ser  juzgado. 

Confirmo,  además,  con  mi  autoridad  apostólica  el  deber  del  más  riguroso  se- 
creto sobre  todo  lo  que  concierne  directa  o  indirectamente  las  operaciones 
mismas  de  la  elección:  también  en  esto,  sin  embargo,  he  querido  simplificar 
y  reducir  a  lo  esencial  las  normas  relativas,  de  modo  que  se  eviten  perpleji- 
dades y  dudas,  y  también  quizás  posteriores  problemas  de  conciencia  en 
quien  ha  tomado  parte  en  la  elección. 

Finalmente,  he  considerado  la  necesidad  de  revisar  la  forma  misma  de  la 
elección,  teniendo  asimismo  en  cuencta  las  actuales  exigencias  eclesiales  y 
las  orientaciones  de  la  cultura  moderna.  Así  me  ha  parecido  oportuno  no 
conservar  la  elección  por  aclamación  quasi  ex  inspiratione,  juzgándola  ya 
inadecuada  para  interpretar  el  sentir  de  un  colegio  electoral  tan  extenso  por 
su  número  y  tan  diversificado  por  su  procedencia.  Igualmente  ha  parecido 


220 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


necesario  suprimir  la  elección  per  compromisum,  no  solo  porque  es  de  difí- 
cil realización,  como  ha  demostrado  el  cúmulo  casi  inextricable  de  normas 
emanadas  a  este  respecto  en  el  pasado,  sino  también  porque  su  naturaleza 
conlleva  una  cierta  falta  de  responsabilidad  de  los  electores,  los  cuales,  en 
esta  hipótesis,  no  serían  llamados  a  expresar  personalmente  el  propio  voto. 

Después  de  madura  reflexión  he  llegado,  pues,  a  la  determinación  de  esta- 
blecer que  la  única  forma  con  la  cual  los  electores  pueden  manifestar  su  vo- 
to para  la  elección  del  Romano  Pontífice  sea  la  del  escrutinio  secreto,  lleva- 
da a  cabo  según  las  normas  indicadas  más  abajo.  En  efecto,  esta  forma  ofre- 
ce las  mayores  garantías  de  claridad,  nitidez,  simplicidad,  transparencia  y,  so- 
bre todo,  de  efectiva  y  constructiva  participación  de  todos  y  cada  uno  de  los 
Padres  Cardenales  llamados  a  constituir  la  asamblea  electiva  del  Sucesor  de 
Pedro. 

Con  estos  propósitos  promulgo  la  presente  Constitución  apostólica,  que  con- 
tiene las  normas  a  las  que,  cuando  tenga  lugar  la  vacante  de  la  Sede  Roma- 
na, deben  atenerse  rigurosamente  los  Cardenales  que  tienen  el  derecho-de- 
ber de  elegir  al  Sucesor  de  Pedro,  Cabeza  visible  de  toda  la  Iglesia  y  Siervo 
de  los  siervos  de  Dios. 


Primera  parte 
Vacante  de  la  Sede  Apostólica 

Capítulo  I 

Poderes  del  Colegio  de  los  Cardenales 
mientras  está  vacante  la  Sede  Apostólica 

1.  Mientras  está  vacante  la  Sede  Apostólica,  el  Colegio  de  los  Cardenales  no 
tiene  ninguna  potestad  o  jurisdicción  sobre  las  cuestiones  que  corresponden 
al  Sumo  Pontífice  en  vida  o  el  ejercicio  de  las  funciones  de  su  misión;  todas 
estas  cuestiones  deben  quedar  reservadas  exclusivamente  al  futuro  Pontífice. 
Declaro,  por  lo  tanto,  inválido  y  nulo  cualquier  acto  de  f)Otestad  o  de  juris- 


MAYO/ JUNIO  1996 


221 


dicción  correspondiente  al  Romano  Pontífice  mientras  vive  o  en  el  ejercicio 
de  las  funciones  de  su  misión,  que  el  Colegio  mismo  de  los  Cardenales  de- 
cidiese ejercer,  si  no  es  en  la  medida  expresamente  consentida  en  esta  Cons- 
titución. 

2.  Mientras  está  vacante  la  Sede  Apostólica,  el  gobierno  de  la  Iglesia  queda 
confiado  al  Colegio  de  los  Cardenales  solamente  para  el  despacho  de  los 
asuntos  ordinarios  (cf.  n.  6),  y  para  la  preparación  de  todo  lo  necesario  pa- 
ra la  elección  del  nuevo  Pontífice.  Esta  tarea  debe  llevarse  a  cabo  con  los 
modos  y  los  límites  previstos  por  esta  Constitución:  por  eso  deben  quedar 
absolutamente  excluidos  los  asuntos,  que  — sea  por  ley  como  por  praxis — 
o  son  potestad  únicamente  del  Romano  Pontífice  mismo,  o  se  refieren  a  las 
normas  para  la  elección  del  nuevo  Pontífice  según  las  disposiciones  de  la 
presente  Constitución. 

3.  Establezco,  además,  que  el  Colegio  Cardenalicio  no  pueda  disponer  nada 
sobre  los  derechos  de  la  Sede  Apostólica  y  de  la  Iglesia  Romana,  y  tanto  me- 
nos permitir  que  algunos  de  ellos  vengan  menguados,  directa  o  indirecta- 
mente, aunque  fuera  con  el  fm  de  solucionar  divergencias  o  de  perseguir  ac- 
ciones perpetradas  contra  los  mismos  derechos  después  de  la  muerte  o  la  re- 
nuncia  válida  del  Pontífice^^  Todos  los  Cardenales  tengan  sumo  cuidado  en 
defender  tales  derechos. 

4.  Durante  la  vacante  de  la  Sede  Apostólica,  las  leyes  emanadas  por  los  Ro- 
manos Pontífices  no  pueden  de  ningún  modo  ser  corregidas  o  modificadas, 
ni  se  puede  añadir,  quitar  nada  o  dispensar  de  una  parte  de  las  mismas,  es- 
pecialmente en  lo  que  se  refiere  al  ordenamiento  de  la  elección  del  Sumo 
Pontífice.  Es  más,  si  sucediera  eventualmente  que  se  hiciera  o  intentara  algo 
contra  esta  disposición,  con  mi  suprema  autoridad  lo  declaro  nulo  e  inváli- 
do. 

5.  En  el  caso  de  que  surgiesen  dudas  sobre  las  disposiciones  contenidas  en 
esta  Constitución,  o  sobre  el  modo  de  llevarlas  a  cabo,  dispongo  formalmen- 


12  Cf.  Código  de  Derecho  Canónico,  can.  332$  2;  Código  de  los  Cañones  de  las  Iglesias  Orien- 
tales, can.  44  J  2. 


222 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


te  que  todo  el  poder  de  emitir  un  juicio  al  respecto  corresponde  al  Colegio 
de  los  Cardenales,  al  cual  doy  por  tanto  la  facultad  de  interpretar  los  puntos 
dudosos  o  controvertidos,  estableciendo  que  cuando  sea  necesario  deliberar 
sobre  estas  o  parecidas  cuestiones,  excepto  sobre  el  acto  de  la  elección,  sea 
suficiente  que  la  mayoría  de  los  Cardenales  reunidos  esté  de  acuerdo  sobre 
la  misma  opinión. 

6.  Del  mismo  modo,  cuando  se  presente  un  problema  que,  a  juicio  de  la  ma- 
yor parte  de  los  Cardenales  reunidos,  no  puede  ser  aplazado  posteriormen- 
te, el  Colegio  de  los  Cardenales  debe  disponer  según  el  parecer  de  la  mayo- 
ría. 


Capítulo  II 

Las  Congregaciones  de  los  Cardenales 
para  preparar  la  elección  del  Sumo  Pontífice 

7.  Durante  la  Sede  vacante  tendrán  lugar  dos  clases  de  Congregaciones  de 
los  Cardenales:  una  general,  es  decir,  de  todo  el  Colegio  hasta  el  comienzo 
de  la  elección,  y  otra  particular.  En  las  Congregaciones  generales  deben  par- 
ticipar todos  los  Cardenales  no  impedidos  legítimamente,  apenas  son  infor- 
mados de  la  vacante  de  la  Sede  Apostólica.  Sin  embargo,  a  los  Cardenales 
que,  según  la  norma  del  n.  33  de  esta  Constitución,  no  tienen  el  derecho  de 
elegir  al  Pontífice,  se  les  concede  la  facultad  de  abstenerse,  si  lo  prefieren, 
de  participar  en  estas  Congregaciones  generales. 

La  Congregación  particular  está  constituida  por  el  Cardenal  Camarlengo  de 
la  Santa  Iglesia  Romana  y  por  tres  Cardenales,  uno  por  cada  Orden,  extraí- 
dos por  sorteo  entre  los  Cardenales  electores  llegados  a  Roma.  La  función  de 
estos  tres  Cardenales,  llamados  Asistentes,  cesa  al  cumplirse  el  tercer  día,  y 
en  su  lugar,  siempre  mediante  sorteo,  les  suceden  otros  con  el  mismo  plazo 
de  tiempo  incluso  después  de  iniciada  la  elección. 

Durante  el  período  de  la  elección  las  cuestiones  de  mayor  importancia,  si  es 


MAYO/ JUNIO  1996 


223 


necesario,  serán  tratadas  por  la  asamblea  de  los  Cardenales  electores,  mien- 
tras que  los  asuntos  ordinarios  seguirán  siendo  tratados  por  la  Congregación 
particular  de  los  Cardenales.  En  las  Congregaciones  generales  y  particulares, 
durante  la  Sede  vacante,  los  Cardenales  vestirán  el  traje  talar  ordinario  negro 
con  cordón  rojo  y  la  faja  roja,  con  solideo,  cruz  pectoral  y  anillo. 

8.  En  las  Congregaciones  particulares  deben  tratarse  solamente  las  cuestio- 
nes de  menor  importancia  que  se  vayan  presentando  diariamente  o  en  cada 
momento.  Si  surgieran  cuestiones  más  importantes  y  que  merecieran  un  exa- 
men más  profundo,  deben  ser  sometidas  a  la  Congregación  general.  Además, 
todo  lo  que  ha  sido  decidido,  resuelto  o  denegado  en  una  Congregación  par- 
ticular no  puede  ser  revocado,  cambiado  o  concedido,  en  otra;  el  derecho 
de  hacer  esto  corresponde  únicamente  a  la  Congregación  general  y  por  ma- 
yoría de  votos. 

9.  Las  Congregaciones  generales  de  los  Cardenales  tendrán  lugar  en  el  Pala- 
cio Apostólico  Vaticano  o,  si  las  circunstancias  los  exigen,  en  otro  lugar  más 
oportuno  a  juicio  de  los  mismos  Cardenales.  Preside  estas  Congregaciones  el 
Decano  del  Colegio  o,  en  el  caso  de  que  esté  ausente  o  legítimamente  im- 
pedido, el  Vicedecano.  En  el  caso  de  que  uno  de  ellos  o  los  dos  no  gocen, 
según  la  norma  del  n.  33  de  esta  Constitución,  del  derecho  de  elegir  al  Pon- 
tífice, presidirá  las  asambleas  de  los  Cardenales  electores  el  Cardenal  elector 
más  antiguo,  según  el  orden  habitual  de  precedencia. 

10.  El  voto  en  las  Congregaciones  de  los  Cardenales,  cuando  se  trate  de  asun- 
tos de  mayor  importancia,  no  debe  ser  dado  de  palabra,  sino  de  forma  se- 
creta. 

11.  Las  Congregaciones  generales  que  preceden  el  comienzo  de  la  elección, 
llamadas  por  eso  «preparatorias-,  deben  celebrarse  a  diario,  a  partir  del  día 
establecido  por  el  Camarlengo  de  la  Santa  Iglesia  Romana  y  por  el  primer 
Cardenal  de  cada  orden  entre  los  electores,  irKluso  en  los  días  en  que  se  ce- 
lebran las  exequias  del  Pontífice  difunto.  Esto  debe  hacerse  para  que  el  Car- 
denal Camariengo  pueda  oír  el  parecer  del  Colegio  y  darle  las  comunicacio- 
nes que  crea  necesarias  u  oportunas;  y  también  para  permitir  a  cada  Carde- 


224 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


nal  que  exprese  su  opinión  sobre  los  problemas  que  se  presenten,  pedir  ex- 
plicaciones en  caso  de  duda  y  hacer  propuestas. 

12.  ín  las  primeras  Congregaciones  generales  se  proveerá  a  que  cada  Carde- 
nal tenga  a  disposición  un  ejemplar  de  esta  Constitución  y,  al  mismo  tiem- 
po, se  les  dé  la  posibilidad  de  proponer  eventualmente  cuestiones  sobre  el 
significado  y  el  cumplimiento  de  las  normas  establecidas  en  la  misma.  Con- 
viene, además,  que  sea  leída  la  parte  de  esta  Constitución  que  hace  referen- 
cia a  la  vacante  de  la  Sede  Apostólica.  Al  mismo  tiempo,  todos  los  Cardena- 
les presentes  deben  prestar  juramento  de  observar  las  disposiciones  conteni- 
das en  ella  y  de  guardar  el  secreto.  Este  juramento,  que  debe  ser  hecho  tam- 
bién por  los  Cardenales  que  habiendo  llegado  con  retraso  participen  más  tar- 
de en  estas  Congregaciones,  será  leído  por  el  Cardenal  Decano  o,  eventual- 
mente por  otro  presidente  del  Colegio  (conforme  a  la  norma  establecida  en 
el  n.  9  de  esta  Constitución)  en  presencia  de  los  otros  Cardenales  según  la 
siguiente  fórmula: 

Nosotros,  Cardenales  de  la  Santa  Iglesia  Romana,  del  Orden  de  bs  Obispos, 
del  de  los  Presbíteros  y  de  los  Diáconos,  prometemos,  nos  obligamos  y  jura- 
mos, todos  y  cada  uno,  observar  exacta  y  fielmente  todas  las  normas  conten- 
didas en  la  Constitución  apostólica  Universi  Dominici  Gregis  del  Sumo  Pon- 
tífice Juan  Pablo  n,  y  mantener  escrupulosamente  el  secreto  sobre  cualquier 
cosa  que  de  algún  modo  tenga  que  ver  con  la  elección  del  Romano  Pontífice, 
o  que  por  su  naturaleza,  durante  la  vacante  de  la  Sede  Apostólica,  requiera 
el  mismo  secreto. 

Seguidamente  cada  Cardenal  dirá:  Y  Yo,  N.  Cardenal  N.  prometo,  me  obligo  y 
juro.  Y  poniendo  la  mano  sobre  los  Evangelios,  añadirá:  Así  me  ayude  Dios 
y  estos  Santos  Evangelios  que  toco  con  mi  mano. 

13.  En  una  de  las  Congregaciones  inmediatamente  posteriores,  los  Cardena- 
les deberán,  en  conformidad  con  la  orden  del  día  preestablecida,  tomar  las 
decisiones  más  urgentes  para  el  comienzo  del  proceso  de  la  elección,  es  de- 
cir: 


MAYO/ JUNIO  1996 


a)  establecer  el  día,  la  hora  y  el  modo  en  que  el  cadáver  del  difunto  Pontí- 
fice será  trasladado  a  la  Basílica  Vaticana,  para  ser  expuesto  a  la  venera- 
ción de  los  fieles; 

b)  disponer  todo  lo  necesario  para  las  exequias  del  difunto  Pontífice,  que  se 
celebrarán  durante  nueve  días  consecutivos,  y  fijar  el  inicio  de  las  mismas 
de  modo  que  el  entierro  tenga  lugar,  salvo  motivos  especiales,  entre  el 
cuarto  y  el  sexto  día  después  de  la  muerte; 

c)  pedir  a  la  Comisión,  compuesta  por  el  Cardenal  Camarlengo  y  por  los 
Cardenales  que  desempeñan  respectivamente  el  cargo  de  Secretario  de 
Estado  y  de  Presidente  de  la  Pontificia  Comisión  para  el  Estado  de  la  Ciu- 
dad del  Vaticano,  que  disponga  oportunamente  tanto  los  locales  de  la  Do- 
rmís Sanctae  Marthae  para  el  conveniente  alojamiento  de  los  Cardenales 
electores,  como  las  habitaciones  adecuadas  para  los  que  están  previstos 
en  el  n.  46  de  la  presente  Constitución,  y  que,  al  mismo  tiempo,  provea 
a  que  esté  dispuesto  todo  lo  necesario  para  la  preparación  de  la  Capilla 
Sixtina,  a  fin  de  que  las  operaciones  relativas  a  la  elección  puedan  desa- 
rrollarse de  manera  ágil,  ordenada  y  con  la  máxima  reserva,  según  lo  pre- 
visto y  establecido  en  esta  Constitución; 

(O  confiar  a  dos  eclesiásticos  de  clara  doctrina,  sabiduría  y  autoridad  moral, 
el  encargo  de  predicar  a  los  mismos  Cardenales  dos  ponderadas  medita- 
ciones sobre  los  problemas  de  la  Iglesia  en  aquel  momento  y  la  elección 
iluminada  del  nuevo  Pontífice;  al  mismo  tiempo,  quedando  firme  lo  dis- 
puesto en  el  n.  52  de  esta  Constitución,  determinen  el  día  y  la  hora  en 
que  debe  serles  dirigida  la  primera  de  dichas  meditaciones; 

e)  aprobar  — bajo  propuesta  de  la  Administración  de  la  Sede  Apostólica  o, 
en  la  parte  que  le  corresponde,  del  Gobierno  del  Estado  de  la  Ciudad  del 
Vaticano — ,  los  gastos  necesarios  desde  la  muerte  del  Pontífice  hasta  la 
elección  del  sucesor; 

f)  leer,  si  los  hubiere,  los  documentos  dejados  por  el  Pontífice  difunto  al  Co- 
legio de  Cardenales; 


226 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


g)  cuidar  que  sean  anulados  el  Anillo  del  Pescador  y  el  Sello  de  plomo,  con 
los  cuales  son  enviadas  las  Cartas  Apostólicas; 

h)  asignar  por  sorteo  las  habitaciones  a  los  Cardenales  electores; 

i)  Fijar  el  día  y  la  hora  del  comienzo  de  las  operaciones  de  voto. 

Capítulo  III 

Algunos  cargos  durante 
la  Sede  Apostólica  vacante 

14.  Según  el  art.  6  de  la  Constitución  apostólica  Pastor  Bonus}^  a  la  muerte 
del  Pontífice  todos  los  Jefes  de  los  Dicasterios  de  la  Curia  Romana,  tanto  el 
Cardenal  Secretario  de  Estado  como  los  Cardenales  Prefectos  y  los  Presiden- 
tes Arzobispos,  así  como  también  los  Miembros  de  los  mismos  Dicasterios, 
cesan  en  el  ejercicio  de  sus  cargos.  Se  exceptúan  el  Camarlengo  de  la  Santa 
Iglesia  Romana  y  el  Penitenciario  Mayor,  que  siguen  ocupándose  de  los 
asuntos  ordinarios,  sometiendo  al  Colegio  de  los  Cardenales  todo  lo  que  de- 
biera ser  referido  al  Sumo  Pontífice. 

Igualmente,  de  acuerdo  con  la  Constitución  Apostólica  Vicaríae  Potestatis  (n. 
2  S  1),^^  el  Cardenal  Vicario  General  de  la  diócesis  de  Roma  no  cesa  en  su 
cargo  durante  la  vacante  de  la  Sede  Apostólica  y  tampoco  cesa  en  su  juris- 
dicción el  Cardenal  Arcipreste  de  la  Basílica  Vaticana  y  Vicario  General  para 
la  Ciudad  del  Vaticano. 

15.  En  el  caso  de  que  a  la  muerte  del  Pontífice  o  antes  de  la  elección  del  Su- 
cesor estén  vacantes  los  cargos  de  Camarlengo  de  la  Santa  Iglesia  Romana  o 
de  Penitenciario  Mayor,  el  Colegio  de  los  Cardenales  debe  elegir  cuanto  an- 
tes al  Cardenal  o,  si  es  el  caso,  los  Cardenales  que  ocuparán  su  cargo  hasta 


13  Cf. /M580a988),  860. 

14  Cf. /L45  69  (1977),  9-10. 


MAYO/ JUNIO  1996 


227 


la  elección  del  nuevo  Pontífice.  En  cada  uno  de  los  casos  citados  la  elección 
se  realiza  por  medio  de  votación  secreta  de  todos  los  Cardenales  electores 
presentes,  por  medio  de  papeletas,  que  serán  distribuidas  y  recogidas  por  los 
Ceremonieros  y  abiertas  después  en  presencia  del  Camarlengo  y  de  los  tres 
Cardenales  Asistentes,  si  se  trata  de  elegir  al  Penitenciario  Mayor;  o  de  los  ci- 
tados tres  Cardenales  y  del  Secretario  del  Colegio  de  los  Cardenales  si  se  de- 
be elegir  al  Camarlengo.  Resultará  elegido  y  tendrá  ipso  facto  todas  las  facul- 
tades correspondientes  al  cargo  aquél  que  haya  obtenido  la  mayoría  de  los 
votos.  En  el  caso  de  empate,  será  designado  quien  pertenezca  al  orden  más 
elevado  y,  dentro  del  mismo  orden,  quien  haya  sido  creado  primero  Carde- 
nal. Hasta  que  no  haya  sido  elegido  el  Camarlengo,  ejerce  sus  funciones  el 
Decano  del  Colegio  o,  en  su  ausencia  o  si  está  legítimamente  impedido,  el 
Vicedecano  o  el  Cardenal  más  antiguo  según  el  orden  de  precedencia  con- 
forme al  n.  9  de  esta  Constitución,  el  cual  puede  tomar  sin  ninguna  dilata- 
ción las  decisiones  que  las  circunstancias  aconsejen. 

16.  En  cambio,  si  durante  la  Sede  vacante  falleciese  el  Vicario  General  de  la 
Diócesis  de  Roma,  el  Vicegerente  en  funciones  ejercerá  también  la  función 
propia  del  Cardenal  Vicario  además  de  su  jurisdicción  ordinaria  vicaria. ^5  si 
también  faltase  el  Vicegerente,  el  Obispo  Auxiliar  más  antiguo  en  el  nombra- 
miento desempeñará  las  funciones. 

17.  Apenas  recibida  la  noticia  de  la  muerte  del  Sumo  Pontífice,  el  Camarlen- 
go de  la  Santa  Iglesia  Romana  debe  comprobar  oficialmente  la  muerte  del 
Pontífice  en  presencia  del  Maestro  de  las  Celebraciones  Litúrgicas  Pontificias, 
de  los  Prelados  Oérigos  y  del  Secretario  y  Canciller  de  la  Cámara  Apostóli- 
ca, el  cual  deberá  extender  el  documento  o  acta  auténtica  de  muerte.  El  Ca- 
marlengo debe  además  sellar  el  estudio  y  la  habitación  del  mismo  Pontífice, 
disponiendo  que  el  personal  que  vive  habitualmente  en  el  apartamento  pri- 
vado pueda  seguir  en  él  hasta  después  de  la  sepultura  del  Papa,  momento 
en  que  todo  el  apartamento  pontificio  será  sellado;  comunicar  la  muerte  al 
Cardenal  Vicario  para  la  Urbe,  el  cual  dará  noticia  al  pueblo  romano  con  una 


15  Cf.  Const.  ap.  Vicariae  ptestaüs  (6  enero  1977),  2  J  4:  AAS  69  (1977),  10. 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


notificación  especial;  igualmente  al  Cardenal  Arcipreste  de  la  Basílica  \^tica- 
na;  tomar  posesión  del  Palacio  Apostólico  Vaticano  y,  personalmente  o  por 
medio  de  un  delegado  suyo,  de  los  Palacios  de  Letrán  y  de  Castel  Gandolfo, 
ejerciendo  su  custodia  y  gobierno;  establecer,  oídos  los  Cardenales  primeros 
de  los  tres  órdenes,  todo  lo  que  concierne  a  la  sepultura  del  Pontífice,  a  me- 
nos que  éste,  cuando  vivía,  no  hubiera  manifestado  su  voluntad  al  respecto; 
cuidar,  en  nombre  y  con  el  consentimiento  del  Colegio  de  los  Cardenales,  to- 
do lo  que  las  circunstancias  aconsejen  para  la  defensa  de  los  derechos  de  la 
Sede  Apostólica  y  para  un  recta  administración  de  la  misma.  De  hecho,  es 
competencia  del  Camarlengo  de  la  Santa  Iglesia  Romana,  durante  la  Sede  va- 
cante, cuidar  y  administrar  los  bienes  y  los  derechos  temporales  de  la  Santa 
Sede,  con  la  ayuda  de  los  tres  Cardenales  Asistentes,  previo  el  voto  del  Co- 
legio de  los  Cardenales,  una  vez  para  las  cuestiones  menos  importantes,  y 
cada  vez  para  aquéllas  más  graves. 

18.  El  Cardenal  Penitenciario  Mayor  y  sus  Oficiales,  durante  la  Sede  vacante, 
podrán  llevar  a  cabo  todo  lo  que  ha  sido  establecido  por  mi  Predecesor  Pío 
XI  en  la  Constitución  apostólica  Qu¿ie  divinitus,  del  25  de  marzo  de  1935,^^ 
y  por  mí  mismo  en  la  Constitución  apostólica  Pastor  BonusP 

19.  El  Decano  del  Colegio  de  los  Cardenales,  sin  embargo,  apenas  haya  sido 
informado  por  el  Cardenal  Camarlengo  o  por  el  Prefecto  de  la  Casa  Pontifi- 
cia de  la  muerte  del  Pontífice,  tienen  la  obligación  de  dar  la  noticia  a  todos 
los  Cardenales,  convocándolos  para  las  Congregaciones  del  Colegio.  Igual- 
mente comunicará  la  muerte  del  Pontífice  ai  Cuerpo  Diplomático  acreditado 
ante  la  Santa  Sede  y  a  los  Jefes  de  Estado  de  las  respectivas  Naciones. 

20.  Durante  la  vacante  de  la  Sede  Apostólica,  el  Sustituto  de  la  Secretaría  de 
Estado  así  como  el  Secretario  para  las  Relaciones  con  los  Estados  y  los  Se- 
cretarios de  los  Dicasterios  de  la  Curia  Romana  conservan  la  dirección  de  la 
respectiva  oficina  y  responden  de  ello  ante  el  Colegio  de  los  Cardenales. 


16  Cf.  n.  12:  AAS  27  (1935),  112-113. 

17  Cf.  art  117:  AAS  80  (1988),  905. 


MAYO/ JUNIO  1996 


229 


21.  De  la  misma  manera,  no  cesan  en  el  caigo  y  en  las  propias  facultades  los 
Representantes  Pontificios. 

22.  También  el  Limosnero  de  Su  Santidad  continuará  en  el  ejercicio  de  las 
obras  de  caridad,  con  los  mismos  criterios  usados  cuando  vivía  el  Pontífice; 
y  dependerá  del  Colegio  de  los  Cardenales  hasta  la  elección  del  nuevo  Pon- 
tífice. 

23.  Durante  la  Sede  vacante,  todo  el  poder  civil  del  Sumo  Pontífice,  concer- 
niente al  gobierno  de  la  Ciudad  del  Vaticano,  corresponde  al  Colegio  de  los 
Cardenales,  el  cual  sin  embargo  no  podrá  emanar  decretos  sino  en  el  caso 
de  urgente  necesidad  y  solo  durante  la  vacante  de  la  Santa  Sede.  Dichos  de- 
cretos serán  válidos  en  el  futuro  solamente  si  los  confirma  el  nuevo  Pontífi- 
ce. 


Capítulo  IV 

Facultades  de  los  Dicasteríos  de  la  Curia  Romana 
durante  la  vacante  de  la  Sede  Apostólica 

24.  Durante  la  Sede  vacante,  los  Dicasterios  de  la  Curia  Romana,  excepto 
aquéllos  a  los  que  se  refiere  el  n.  26  de  esta  Constitución,  no  tienen  ningu- 
na facultad  en  aquellas  materias  que.  Sede  plena,  no  pueden  tratar  o  realizar 
si  no  facto  verbo  cum  SS.mo,  o  exAudientia  SS.mi  o  vigore  specialium  et  ex- 
traordinarium  facultatum,  que  el  Romano  Pontífice  suele  conceder  a  los 

I  Prefectos,  a  los  Presidentes  o  a  los  Secretarios  de  los  mismos  Dicasterios. 

25.  En  cambio,  no  cesan  con  la  muerte  del  Pontífice  las  facultades  ordinarias 
propias  de  cada  Dicasterio;  establezco,  no  obstante,  que  los  Dicasterios  ha- 
gan uso  de  ellas  solo  para  conceder  gracias  de  menor  importancia,  mientras 
las  cuestiones  más  graves  o  discutidas,  si  pueden  diferirse,  deben  ser  reser- 
vadas exclusivamente  al  futuro  Pontífice;  si  no  admitiesen  dilación  (como, 
entre  otras,  los  casos  in  aríicub  monís  de  dispensas  que  el  Sumo  Pontífice 
suele  conceder),  podrán  ser  confiadas  por  el  Colegio  de  los  Cardenales  al 
Cardenal  que  era  Prefecto  hasta  la  muerte  del  Pontífice,  o  al  Arzobispo  has- 


230 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


ta  entonces  Presidente,  y  a  los  otros  Cardenales  del  mismo  Dicasterio,  a  cu- 
yo examen  el  Sumo  Pontífice  difunto  las  hubiera  confiado  probablemente. 
En  dichas  circunstancias,  éstos  podrán  decidir  per  modum  provisionis,  hasta 
que  sea  elegido  el  Pontífice,  todo  lo  que  crean  más  oportuno  y  conveniente 
para  la  custodia  y  la  defensa  de  los  derechos  y  tradiciones  eclesiásticas. 

26.  El  Supremo  Tribunal  de  la  Singnatura  Apostólica  y  el  Tribunal  de  la  Ro- 
ta Romana,  durante  la  vacante  de  la  Santa  Sede,  siguen  tratando  las  causas 
según  sus  propias  leyes,  permaneciendo  en  pie  lo  establecido  en  el  art.  18, 
puntos  1  y  3  de  la  Constitución  apostólica  Pastor  Bonus}^ 


Capítulo  V 

Las  exequias  del  Romano  Pontífice 

27.  Después  de  la  muerte  del  Romano  Pontífice,  los  Cardenales  celebraran 
las  exequias  en  sufragio  de  su  alma  durante  nueve  días  consecutivos,  según 
el  Ordo  eocsequiarum  Romaní  Pontifícis,  cuyas  normas,  así  como  las  del  Or- 
do rítuum  Conclavis  ellos  cumplirán  fielmente. 

28.  Si  la  sepultura  se  hiciera  en  la  Basílica  Vaticana,  el  correspondiente  do- 
cumento auténtico  es  extendido  por  el  Notario  del  Capítulo  de  la  misma  Ba- 
sílica o  por  el  Canónigo  Archivero.  Sucesivamente,  un  delegado  del  Carde- 
nal Camarlengo  y  un  delegado  del  Prefecto  de  la  Casa  Pontificia  extenderán 
separadamente  los  documentos  que  den  fe  de  que  se  ha  efectuado  la  sepul- 
tura; el  primero  en  presencia  de  los  miembros  de  la  Cámara  Apostólica  y  el 
otro  ante  el  Prefecto  de  la  Casa  Pontificia. 

29.  Si  el  Romano  Pontífice  falleciese  fuera  de  Roma,  corresponde  al  Colegio 
de  los  Cardenales  disponer  todo  lo  necesario  para  un  digno  y  decoroso  tras- 
lado del  cadáver  a  la  Basílica  de  San  Pedro  en  el  Vaticano. 


18  Cf. /L45  80(1988),  864. 


MAYO  /  JUNIO  1996 


23 


30.  A  nadie  le  está  permitido  tomar  con  ningún  medio  imágenes  del  Sumo 
Pontífice  enfermo  en  la  cama  o  difunto,  ni  registrar  con  ningún  instrumento 
las  palabras  para  después  reproducirlas.  Si  alguien,  después  de  la  muerte  del 
Papa,  quiere  hacer  fotografías  para  documentación,  deberá  pedirlo  al  Carde- 
nal Camarlengo  de  la  Santa  Iglesia  Romana,  el  cual,  sin  embargo,  no  permi- 
tirá que  se  hagan  fotografías  del  Sumo  Pontífice  si  no  está  revestido  con  los 
hábitos  pontificales. 

31.  Después  de  la  sepultura  del  Sumo  Pontífice  y  durante  la  elección  del  nue- 
vo Papa,  no  se  habite  ninguna  parte  del  apartamento  privado  de  Sumo  Pon- 
tífice. 

32.  Si  el  Sumo  Pontífice  difunto  ha  hecho  testamento  de  sus  cosas,  dejando 
cartas  o  documentos  privados,  y  ha  designado  un  ejecutor  testamentario,  co- 
rresponde a  éste  establecer  y  ejecutar,  según  el  mandato  recibido  del  testa- 
dor, lo  que  concierne  a  los  bienes  privados  y  a  los  escritos  del  difunto  Pon- 
tífice. Dicho  ejecutor  dará  cuenta  de  su  labor  únicamente  al  nuevo  Sumo 
Pontífice. 


Segunda  parte 
La  elección  del  Romano  Pontífice 
Capítulo  I 

Los  electores  del  Romano  Pontífice 

33.  El  derecho  de  elegir  al  Romano  Pontífice  corresponde  únicamente  a  los 
Cardenales  de  la  Santa  Iglesia  Romana,  con  excepción  de  aquellos  que,  an- 
tes del  día  de  la  muerte  del  Sumo  Pontífice  o  del  día  en  el  cual  la  Sede  Apos- 
tólica quede  vacante,  hayan  cumplido  80  años  de  edad.  El  número  máximo 
de  Cardenales  electores  no  debe  superar  los  ciento  veinte.  Queda  absoluta- 
mente excluido  el  derecho  de  elección  activa  por  parte  de  cualquier  otra  dig- 


232 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


nidad  eclesiástica  o  la  intervención  del  poder  civil  de  cualquier  orden  o  gra- 
do. 

34.  En  el  caso  de  que  la  Sede  Apostólica  quedara  vacante  durante  la  celebra- 
ción de  un  Concilio  Ecuménico  o  de  un  Sínodo  de  los  Obispos,  que  tengan 
lugar,  bien  sea  en  Roma  o  en  otra  ciudad  del  mundo,  la  elección  del  nuevo 
Pontífice  debe  ser  hecha  única  y  exclusivamente  por  los  Cardenales  electo- 
res, indicados  en  el  número  precedente,  y  no  por  el  mismo  Concilio  o  Síno- 
do de  los  Obispos.  Por  tanto,  declaro  nulos  e  inválidos  los  actos  que,  de  la 
manera  que  sea,  intentaran  modificar  temerariamente  las  normas  sobre  la 
elección  o  el  colegio  de  los  electores.  Es  más,  quedando  a  este  respecto  con- 
firmados el  can.  340  y  también  el  can  347  §  2  de  Código  de  Derecho  Canó- 
nico y  el  can.  53  del  Código  de  los  Cánones  de  las  Iglesias  Orientales,  el  mis- 
mo Concilio  o  el  Sínodo  de  los  Obispos,  sea  cual  sea  el  estado  en  el  que  se 
encuentren,  deben  considerarse  inmediatamente  suspendidos  ipso  iure,  ape- 
nas se  tenga  noticia  cierta  de  la  vacante  de  la  Sede  Apostólica.  Por  consi- 
guiente, deben  interrumpir,  sin  demora  alguna,  toda  clase  de  reuruón,  con- 
gregación o  sesión  y  dejar  de  redactar  o  preparar  cualquier  tipo  de  decreto 
o  canon  o  de  promulgar  los  confirmados,  bajo  pena  de  nulidad;  tampoco  po- 
drá continuar  el  Concilio  o  el  Sínodo  por  ninguna  razón,  aunque  sea  graví- 
sima y  digna  de  especial  consideración,  hasta  que  el  nuevo  Pontífice  canó- 
nicamente elegido  no  haya  dispuesto  que  los  mismos  continúen. 

35.  Ningún  Cardenal  elector  podrá  ser  excluido  de  la  elección,  activa  o  pasi- 
va, por  ningún  motivo  o  pretexto,  quedando  en  pie  lo  establecido  en  el  n. 
40  de  esta  Constitución. 

36.  Un  Cardenal  de  la  Santa  Iglesia  Romana,  que  haya  sido  creado  y  publi- 
cado en  Consistorio,  tiene  por  eso  mismo  el  derecho  a  elegir  al  Pontífice  se- 
gún el  n.  33  de  la  presente  Constitución,  aunque  no  se  le  hubiera  impuesto 
la  birreta,  entregado  el  anillo,  ni  hubiera  prestado  juramento.  En  cambio,  no 
tienen  este  derecho  los  Cardenales  depuestos  canónicamente  o  que  hayan 
renunciado,  con  el  consentimiento  del  Romano  Pontífice,  a  la  dignidad  car- 
denalicia. Además,  durante  la  Sede  vacante,  el  Colegio  de  los  Cardenales  no 
puede  readmitir  o  rehabilitar  a  éstos. 


MAYO/ JUNIO  1996 


233 


37.  Establezco,  además,  que  desde  el  momento  en  que  la  Sede  Apostólica  es- 
té legítimamente  vacante  los  Cardenales  electores  presentes  esperen  durante 
quince  días  completos  a  los  ausentes;  dejo  además  al  Colegio  de  los  Carde- 
nales la  facultad  de  retrasar,  si  hubiera  motivos  graves,  el  comienzo  de  la 
elección  algunos  días.  Pero  pasados  al  máximo  veinte  días  desde  el  inicio  de 
la  Sede  vacante,  todos  los  Cardenales  electores  presentes  están  obligados  a 
proceder  a  la  elección. 

38.  Todos  los  Cardenales  electores,  convocados  por  el  Decano,  o  por  otro 
Cardenal  en  su  nombre,  para  la  elección  del  nuevo  Pontífice,  están  obliga- 
dos, en  virtud  de  santa  obediencia,  a  dar  cumplimiento  al  anuncio  de  con- 
vocatoria y  a  acudir  al  lugar  designado  al  respecto,  a  no  ser  que  estén  impo- 
sibilitados por  enfermedad  u  otro  impedimento  grave,  que  deberá  ser  reco- 
nocido por  el  Colegio  de  los  Cardenales. 

39.  Pero,  si  algunos  Cardenales  electores  llegasen  re  integra,  es  decir,  antes 
de  que  se  haya  procedido  a  elegir  al  Pastor  de  la  Iglesia,  serán  admitidos  a 
los  trabajos  de  la  elección  en  la  fase  en  que  éstos  se  hallen. 

40.  Si,  acaso,  algún  Cardenal  que  tiene  derecho  al  voto  se  negase  a  entrar  en 
la  Qudad  del  Vaticano  para  llevar  a  cabo  los  trabajos  de  la  elección  o,  a  con- 
tinuación, después  que  la  misma  haya  comenzado,  se  negase  a  permanecer 
para  cumplir  su  cometido  sin  una  razón  manifiesta  de  enfermedad  reconoci- 
da bajo  juramento  por  los  médicos  y  comprobada  por  la  mayor  parte  de  los 
electores,  los  otros  procederán  libremente  a  los  procesos  de  la  elección,  sin 
esperarle  ni  readmitirlo  nuevamente.  Por  el  contrario,  si  un  Cardenal  elector 
debiera  salir  de  la  Ciudad  del  Vaticano  por  sobrevenirle  una  enfermedad,  se 
puede  proceder  a  la  elección  sin  pedir  su  voto;  pero  si  quisiera  volver  a  la 
citada  sede  de  la  elección,  después  de  la  curación  o  incluso  antes,  debe  ser 
readmitido. 

Además,  si  algún  Cardenal  elector  saliera  de  la  Gudad  del  Vaticano  por  otra 
causa  grave,  reconocida  por  la  mayoría  de  los  electores,  puede  regresar  pa- 
ra volver  a  tomar  parte  en  la  elección. 


234 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Capítulo  II 

El  lugar  de  la  elección  y  las  personas 
admitidas  en  razón  de  su  cargo 

41.  El  Cónclave  para  la  elección  del  Sumo  Pontífice  se  desarrollará  dentro  del 
territorio  de  la  Ciudad  del  Vaticano,  en  lugares  y  edificios  determinados,  ce- 
rrados a  los  extraños,  de  modo  que  se  garantice  una  conveniente  acomoda- 
ción y  permanencia  de  los  Cardenales  electores  y  de  quienes,  por  título  le- 
gítimo, están  llamados  a  colaborar  al  normal  desarrollo  de  la  elección  mis- 
ma. 

42.  En  el  momento  establecido  para  el  comienzo  del  proceso  de  la  elección 
del  Sumo  Pontífice,  todos  los  Cardenales  electores  deberán  haber  recibido  y 
tomado  una  conveniente  acomodación  en  la  llamada  Domus  Sanctae  Mart- 
hae  construida  recientemente  en  la  Qudad  del  Vaticano. 

Si  razones  de  salud,  previamente  comprobadas  por  la  competente  Congrega- 
ción Cardenalicia,  exigen  que  algún  Cardenal  elector  tenga  consigo,  incluso 
en  el  período  de  la  elección,  un  enfermero,  se  debe  proveer  que  a  éste  le 
sea  asignada  una  adecuada  habitación. 

43.  Desde  el  momento  en  que  se  ha  dispuesto  el  comienzo  del  proceso  de 
la  elección  hasta  el  anuncio  público  de  que  se  ha  realizado  la  elección  del 
Sumo  Pontífice  o,  de  todos  modos,  hasta  cuando  así  lo  ordene  el  nuevo  Pon- 
tífice, los  locales  de  la  Domus  Sanctae  Marthae,  como  también  y  de  modo 
especial  la  Capilla  Sixtina  y  las  zonas  destinadas  a  las  celebraciones  litúrgi- 
cas, deben  estar  cerrados  a  las  personas  no  autorizadas,  bajo  la  autoridad  del 
Cardenal  Camarlengo  y  con  la  colaboración  externa  del  Sustituto  de  la  Secre- 
taría de  Estado,  según  lo  establecido  en  los  números  siguientes. 

Todo  el  territorio  de  la  Ciudad  del  Vaticano  y  también  la  actividad  ordinaria 
de  las  Oficinas  que  tienen  su  sede  dentro  de  su  ámbito  deben  regularse,  en 
dicho  período,  de  modo  que  se  asegure  la  reserva  y  el  libre  desarrollo  de  to- 
das las  actividades  en  relación  con  la  elección  del  Sumo  Pontífice.  De  modo 
particular  se  deberá  cuidar  que  nadie  se  acerque  a  los  Cardenales  electores 
durante  el  traslado  desde  la  Domus  Sanctae  Marthae  al  Palacio  Apostólico 
Vaticano. 


MAYO/ JUNIO  1996 


235 


44.  Los  Cardenales  electores,  desde  el  comienzo  del  proceso  de  la  elección 
hasta  que  ésta  tenga  lugar  y  sea  anunciada  públicamente,  deben  abstenerse 
de  mantener  correspondencia  epistolar,  telefónica  o  por  otros  medios  de  co- 
municación con  personas  ajenas  al  ámbito  del  desarrollo  de  la  misma  elec- 
ción, si  no  es  por  comprobada  y  urgente  necesidad,  debidamente  reconoci- 
da por  la  Congregación  particular  a  la  que  se  refiere  el  n.  7.  A  la  misma  co- 
rresponde reconocer  la  necesidad  y  la  urgencia  de  comunicar  con  los  respec- 
tivos dicasterios  por  parte  de  los  Cardenales  Penitenciario  Mayor,  Vicario  Ge- 
neral para  la  diócesis  de  Roma  y  Arcipreste  de  la  Basílica  Vaticana. 

45.  A  todos  aquellos  que,  no  estando  indicados  en  el  número  siguiente,  y 
que  casualmente,  aunque  presentes  en  la  Ciudad  del  Vaticano  por  justo  títu- 
lo, como  se  prevé  en  el  n.  43  de  esta  Constitución,  encontraran  a  algunos  de 
los  Cardenales  electores  en  tiempo  de  la  elección,  está  absolutamente  prohi- 
bido mantener  coloquio,  de  cualquier  forma,  por  cualquier  medio  o  por  cual- 
quier motivo,  con  los  mismos  Padres  Cardenales. 

46.  Para  satisfacer  las  necesidades  personales  y  de  la  oficina  relacionadas  con 
el  desarrollo  de  la  elección,  deberán  estar  disponibles  y,  por  tanto,  alojados 
convenientemente  dentro  de  los  límites  a  los  que  se  refiere  el  n.  43  de  la  pre- 
sente Constitución,  el  Secretario  del  Colegio  Cardenalicio,  que  actúa  de  Se- 
cretario de  la  asamblea  electiva;  el  Maestro  de  las  Celebraciones  Litúrgicas 
Pontificias  con  los  dos  Ceremonieros  y  los  religiosos  adscritos  a  la  Sacristía 
Pontificia;  un  eclesiástico  elegido  por  el  Cardenal  Decano,  o  por  el  Cardenal 
que  haga  sus  veces,  para  que  lo  asista  en  su  caigo. 

Además,  deberán  estar  disponibles  algunos  religiosos  de  varias  lenguas  para 
las  confesiones,  y  también  dos  médicos  para  eventuales  emergencias. 

Se  deberá  también  proveer  oportunamente  para  que  un  número  suficiente 
de  personas,  adscritas  a  los  servicios  de  comedor  y  de  limpieza,  estén  dispo- 
nibles para  ello. 

Todas  las  personas  aquí  mencionadas  deberán  recibir  la  aprobación  previa 
del  Cardenal  Camarlengo  y  de  los  tres  Asistentes. 


236 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


47.  Todas  las  personas  señaladas  en  el  n.  46  de  la  presente  Constitución  que 
por  cualquier  motivo  o  en  cualquier  momento  fueran  Lnformadas  por  quien 
sea  sobre  algo  directa  o  indirectamente  relativo  a  los  actos  propios  de  la  elec- 
ción y,  de  modo  particular,  de  lo  referente  a  los  escrutinios  realizados  en  la 
elección  misma,  están  obligadas  a  estricto  secreto  con  cualquier  persona  aje- 
na al  Colegio  de  los  Cardenales  electores;  por  ello,  antes  del  comienzo  del 
proceso  de  la  elección,  deberán  prestar  juramento  según  las  modalidades  y 
la  fórmula  indicada  en  el  número  siguiente. 

Las  personas  señaladas  en  el  n.  46  de  la  presente  Constitución,  debidamen- 
te advertidas  sobre  el  significado  y  sobre  el  alcance  del  juramento  que  han 
de  prestar  antes  del  comienzo  del  proceso  de  la  elección,  deberán  pronun- 
ciar y  subscribir  a  su  debido  tiempo,  ante  el  Cardenal  Camarlengo  u  otro  Car- 
denal delegado  por  éste,  en  presencia  de  dos  Ceremonieros,  el  juramento  se- 
gún la  fórmula  siguiente: 

Yo  N.  N.  prometo  y  juro  observar  el  secreto  absoluto  con  quien  no  forme  par- 
te del  Colegio  de  los  Cardenales  electores,  y  esto  perpetuamente,  a  menos  que 
no  reciba  especiales  facultades  dadas  eoípresamente  por  el  nuevo  Pontífice 
elegido  o  por  sus  Sucesores,  acerca  de  todo  lo  que  atañe  directa  o  indirecta- 
mente a  las  votaciones  y  a  bs  escrutinios  para  la  elección  del  Sumo  Pontífi- 
ce. 

Prometo  igualmente  y  juro  que  me  abstendré  de  hacer  uso  de  cualquier  ins- 
trumento de  grabación,  audición  o  visión  de  cuanto,  durante  el  período  de 
la  elección,  se  desarrolla  dentro  del  ámbito  de  la  Ciudad  del  Vaticano,  y  par- 
ticularmente de  lo  que  directa  o  indirectamente  de  algún  modo  tiene  que  ver 
con  las  operaciones  relacionadas  con  la  elección  misma.  Declaro  emitir  este 
juramento  consciente  de  que  una  infracción  del  mismo  comportaría  para  mí 
aquellas  penas  espirituales  y  canónicas  que  el futuro  Sumo  Pontífice  (cf.  can. 
1399  del  C.I.C.)  determine  adoptar 

Así  Dios  me  ayude  y  estos  Saraos  Evangelios  que  toco  con  mi  mano. 


MAYO/ JUNIO  1996 


237 


Capítulo  III 

Comienzo  de  los  actos  de  la  elección 

49.  Celebradas  las  exequias  del  difunto  Pontífice,  según  los  ritos  prescritos, 
y  preparado  lo  necesario  para  el  desarrollo  regular  de  la  elección,  el  día  es- 
tablecido — es  decir,  el  decimoquinto  desde  la  muerte  del  Pontífice,  o  según 
lo  previsto  en  el  n.  37  de  la  presente  Constitución,  no  más  allá  del  vigési- 
mo—  los  Cardenales  electores  se  reunirán  en  la  Basílica  de  San  Pedro  en  el 
Vaticano,  o  donde  según  la  oportunidad  y  las  necesidades  de  tiempo  y  de 
lugar,  para  participar  en  una  solemne  celebración  eucarística  con  la  Misa  vo- 
tiva «Pro  eligendo  Papa».^^  Esto  deberá  realizarse  a  ser  posible  en  una  hora 
adecuada  de  la  mañana,  de  modo  que  en  la  tarde  pueda  tener  lugar  lo  pres- 
crito en  los  números  siguientes  de  la  presente  Constitución. 

50.  Desde  la  Capilla  Paulina  del  Palacio  Apostólico,  donde  se  habrán  reuni- 
do en  una  hora  conveniente  de  la  tarde,  los  Cardenales  electores  en  hábito 
coral  irán  en  solemne  procesión,  invocando  con  el  canto  del  Veni  Creator  la 
asistencia  del  Espíritu  Santo,  a  la  Capilla  Sixtina  del  Palacio  Apostólico,  lugar 
y  sede  del  desarrollo  de  la  elección. 

51.  Conservando  ios  elementos  esenciales  del  Cónclave,  pero  modificando 
algunas  modalidades  secundarias,  que  el  cambio  de  las  circunstancias  ha  he- 
cho irrelevantes  para  el  objeto  que  servían  anteriormente,  con  la  presente 
Constitución  establezco  y  dispongo  que  todo  el  proceso  de  la  elección  del 
Sumo  Pontífice,  según  lo  presaito  en  los  números  siguientes,,  se  desarrolle 
exclusivamente  en  la  Capilla  Sixtina  del  Palacio  Apostólico  Vaticano,  que  si- 
gue siendo  lugar  absolutamente  reservado  hasta  el  final  de  la  elección,  de  tal 
modo  que  se  asegure  el  total  secreto  de  lo  que  allí  se  haga  o  diga  de  cual- 
quier modo  relativo,  directa  o  indirectamente,  a  la  elección  del  Sumo  Pontí- 
fice. 

Por  tanto,  el  Colegio  Cardenalicio,  que  actúa  bajo  la  autoridad  y  la  respon- 
sabilidad del  Camarlengo,  ayudado  por  la  Congregación  particular  de  la  que 


19  Missale  Romanum,  n.  4,  p.  795- 


238 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


se  habla  en  el  n.  7  de  la  presente  Constitución  cuidara  de  que,  dentro  de  di- 
cha Capilla  y  de  los  locales  adyacentes,  todo  esté  previamente  dispuesto,  in- 
cluso con  la  ayuda  desde  el  exterior  del  Sustituto  de  la  Secretaría  de  Estado, 
de  modo  que  se  preserve  la  normal  elección  y  el  carácter  reservado  de  la 
misma. 

De  modo  especial  se  deben  hacer  precisos  y  severos  controles,  incluso  con 
la  ayuda  de  personas  de  plena  confianza  y  probada  capacidad  técnica,  para 
que  en  dichos  locales  no  sean  instalados  dolosamente  medios  audiovisuales 
de  grabación  y  transmisión  al  exterior. 

52.  Llegados  los  Cardenales  electores  a  la  Capilla  Sixtina,  según  lo  dispuesto 
en  el  n,.  50,  en  presencia  aún  de  quienes  han  participado  en  la  solemne  pro- 
cesión, emitirán  el  juramento,  pronunciando  la  fórmula  indicada  en  el  núme- 
ro siguiente. 

El  Cardenal  Decano  o  el  primer  Cardenal  por  orden  y  antigüedad,  según  lo 
dispuesto  en  el  n.  9  de  la  presente  Constitución,  leerá  la  fórmula  en  voz  al- 
ta; al  final  cada  uno  de  los  Cardenales  electores,  tocando  los  Santos  Evange- 
lios leerá  y  pronunciará  la  fórmula  en  el  modo  indicado  en  el  número  si- 
guiente. 

Después  que  haya  prestado  juramento  el  último  de  los  Cardenales  electores, 
el  Maestro  de  las  Celebraciones  Litúrgicas  Pontificias  pronunciará  el  extra 
omnesy  todos  los  ajenos  al  Cónclave  deberán  salir  de  la  Capilla  Sixtiria. 

En  ella  quedarán  únicamente  el  Maestro  de  las  Celebraciones  Litúrgicas  Pon- 
tificias y  el  eclesiástico,  ya  designado  para  tener  la  segunda  de  las  meditacio- 
nes a  los  Cardenales  electores,  a  la  que  se  refiere  el  n.  13/d,  sobre  el  graví- 
simo deber  que  les  incumbe  y,  por  tanto,  sobre  la  necesidad  de  proceder  con 
recta  intención  por  el  bien  de  la  Iglesia  universal  solum  Deum  prae  oculis  ha- 
bentes. 

53.  Según  lo  dispuesto  en  el  número  precedente,  el  Cardenal  Decano,  o  el 
primer  Cardenal  por  orden  y  antigüedad,  pronunciará  la  siguiente  fórmula  de 
juramento: 


MAYO/ JUNIO  1996 


239 


Todos  y  cada  uno  de  nosotros  Cardenales  electores  presentes  en  esta  elección 
del  Sumo  Pontífice  prometemos,  nos  obligamos  y  juramos  observar  fiel  y  es- 
crupulosamente toáis  las  prescripciones  contenidas  en  la  Constitución  Apos- 
tólica del  Sumo  Pontífice  Juan  Pabb  n,  Universi  Dominici  Gregis,  emanada 
el  22  de  febrero  de  1996.  Igualmente,  prometemos,  nos  obligamos  y  juramos 
que  quienquiera  de  nosotros  que,  por  disposición  divina,  sea  elegido  Romano 
Pontífice,  se  comprometerá  a  desempeñar  fielmente  el  'munus  petrinum-  de 
Pastor  de  la  Iglesia  universal  y  no  dejará  de  afirmar  y  defender  denodada- 
mente los  derechos  espirituales  y  temporales,  así  como  la  libertad  de  la  Santa 
Sede.  Sobre  todo,  prometemos  y  juramos  observar  con  la  máxima  fidelidad  y 
con  todos,  tanto  clérigos  como  laicos,  el  secreto  sobre  todo  lo  relacionado  de 
algún  modo  con  la  elección  del  Romano  Pontífice  y  sobre  lo  que  ocurre  en  el 
lugar  de  la  elección  concerniente  directa  o  indirectamente  al  escrutinio;  no 
violar  de  ningún  modo  este  secreto  tanto  durante  como  después  de  la  elección 
del  nuevo  Pontífice,  a  menos  que  sea  dada  autorización  explícita  por  el  mis- 
mo Pontífice;  no  apoyar  o  favorecer  ninguna  interferencia,  oposición  o  cual- 
quier otra  forma  de  intervención  con  la  cual  autoridades  seculares  de  cual- 
quier orden  o  grado,  o  cualquier  grupo  ae  personas  o  individuos  quisieran 
inmiscuirse  en  la  elección  del  Romano  Pontífice. 

A  continuación,  cada  Cardenal-  elector,  según  el  orden  de  precedencia  pres- 
tará juramento  con  la  fórmula  siguiente: 

Y  yo,  N.  Cardenal  N.  prometo,  me  obligo  y  juro,  y  poniendo  la  mano  sobre 
los  Evangelios,  añadirá:  Así  Dios  me  ayude  y  estos  Santos  Evangelios  que  toco 
con  mi  mano. 

54.  Después  de  predicada  la  meditación,  el  eclesiástico  que  la  ha  pronuncia- 
do sale  de  la  Capilla  Sbctina  junto  con  el  Maestro  de  las  Celebraciones  Litúr- 
gicas Pontificias.  Los  Cardenales  electores,  después  de  haber  recitado  las  ora- 
ciones según  el  relativo  Ordo,  escuchan  al  Cardenal  Decano  (o  a  quien  ha- 
ga sus  veces),  el  cual  somete  al  Colegio  de  los  electores  ante  todo  la  cues- 
tión de  si  se  puede  ya  proceder  a  iniciar  el  proceso  de  la  elección,  o  si  fue- 
ra preciso  aún  aclarar  dudas  sobre  las  normas  y  las  modalidades  establecidas 
en  esta  Constitución,  pero  sin  que  a  nadie  le  esté  permitido  poder  modificar 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


O  sustituir  alguna  de  ellas,  referente  sustanciaimente  a  los  actos  de  la  elec- 
ción misma,  aunque  se  diera  la  unanimidad  de  los  electores,  y  esto  bajo  pe- 
na de  nulidad  de  la  misma  deliberación. 

Si  además,  según  la  mayoría  de  los  electores,  nada  impide  que  se  proceda  a 
las  operaciones  de  la  elección,  se  pasará  iiunediatamente  a  ellas  de  acuerdo 
con  las  modalidades  indicadas  en  esta  misma  Constitución. 


Capítulo  IV 

Observancia  del  secreto  sobre  todo 
lo  relativo  a  la  elección 

55.  El  Cardenal  Camarlengo  y  los  tres  Cardenales  Asistentes  pro  tempore  es- 
tán obligados  a  vigilar  atentamente  para  que  no  se  viole  en  modo  alguno  el 
carácter  reservado  de  lo  que  sucede  en  la  Capilla  Sixtina,  donde  se  desarro- 
llan las  operaciones  de  votación,  y  de  los  locales  contiguos,  tanto  antes  co- 
mo durante  y  después  de  tales  operaciones. 

De  modo  particular,  incluso  recurriendo  a  la  pericia  de  dos  técnicos  de  con- 
fianza, procurarán  tutelar  este  carácter  reservado,  asegurándose  de  que  nin- 
gún medio  de  grabación  o  de  transmisión  audiovisual  sea  introducido  por  al- 
guien en  los  locales  indicados,  especialmente  en  la  citada  Capilla  donde  se 
desarrollan  los  actos  de  la  elección. 

Si  se  cometiese  y  descubriese  una  infracción  a  esta  norma,  sepan  los  autores 
que  estarán  sujetos  a  graves  penas  según  juzgue  el  futuro  Pontífice. 

56.  En  todo  el  tiempo  que  dure  el  proceso  de  la  elección,  los  Cardenales 
electores  están  obligados  a  abstenerse  de  correspondencia  epistolar  y  de 
conversaciones  incluso  telefónicas  o  por  radio  con  personas  no  debidamen- 
te admitidas  en  los  edificios  reservados  a  ellos. 

Unicamente  razones  gravísimas  y  urgentes,  comprobadas  por  la  Congrega- 
ción particular  de  los  Cardenales,  de  la  que  habla  el  n.  7,  podrán  consentir 
semejantes  conversaciones. 


MAYO/ JUNIO  1996 


241 


Los  Cardenales  electores,  antes  de  iniciar  los  actos  de  la  elección,  proveerán 
pues  a  que  se  disponga  todo  lo  referente  a  las  exigencias  de  su  cargo  o  per- 
sonales y  no  aplazables,  de  modo  que  no  sea  necesario  recurrir  a  tales  colo- 
quios. 

57.  Los  Cardenales  electores  deberán  abstenerse  igualmente  de  recibir  o  en- 
viar cualquier  tipo  de  mensajes  fuera  de  la  Ciudad  del  Vaticano,  existiendo 
naturalmente  la  prohibición  de  que  éstos  se  hagan  por  medio  de  alguna  per- 
sona legítimamente  admitida  allí.  De  forma  específica  se  prohibe  a  los  Car- 
denales electores,  mientras  dure  el  proceso  de  la  elección,  recibir  prensa  dia- 
ria y  periódica  de  cualquier  tipo,  así  como  escuchar  programas  radiofónicos 
o  ver  transmisiones  televisivas. 

58.  Quienes,  de  algún  modo,  según  lo  previsto  en  el  n.  46  de  la  presente 
Constitución,  prestan  su  servicio  en  lo  referente  a  la  elección,  y  que  directa 
o  indirectamente  pudieran  violar  el  secreto  — ya  se  trate  de  palabras,  escri- 
tos, señales  o  cualquier  otro  medio —  deben  evitarlo  absolutamente,  porque 
de  otro  modo  incurrirían  en  la  pena  de  excomunión  laUie  sententiae  reser- 
vada a  la  Sede  Apostólica. 

$9.  En  particular,  está  prohibido  a  los  Cardenales  electores  revelar  a  cualquier 
otra  persona  noticias  que,  directa  o  indirectamente  se  refieran  a  las  votacio- 
nes, como  también  lo  que  se  ha  tratado  o  decidido  sobre  la  elección  del  Pon- 
tífice en  las  reuniones  de  los  Cardenales,  tanto  antes  como  durante  el  tiem- 
po de  la  elección.  Tal  obligación  del  secreto  concierne  también  a  los  Carde- 
nales no  electores  participantes  a  las  Congregaciones  generales  según  la  nor- 
ma del  n.  7  de  la  presente  Constitución. 

60.  Ordeno  además  a  los  Cardenales  electores,  gravíter  onerata  ipsorum 
conscientia,  que  conserven  el  secreto  sobre  estas  cosas  incluso  después  de 
la  elección  del  nuevo  Pontífice,  recordando  que  no  es  lícito  violarlo  de  nin- 
gún modo,  a  no  ser  que  el  mismo  Pontífice  haya  dado  una  especial  y  explí- 
cita facultad  al  respecto. 

61.  Finalmente,  para  que  los  Cardenales  electores  puedan  salvaguardarse  de 


242 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


la  indiscreción  ajena  y  de  eventuales  asechanzas  que  pudieran  afectar  a  su 
independencia  de  juicio  y  a  su  libertad  de  decisión,  prohibo  absolutamente 
que,  bajo  ningún  pretexto,  se  introduzcan  en  los  lugares  donde  se  desarro- 
llan las  operaciones  de  la  elección  o,  si  ya  los  hubiera,  que  sean  usados  ins- 
trumentos técnicos  de  cualquier  tipo  que  sirvan  para  grabar,  reproducir  o 
transmitir  voces,  imágenes  o  escritos. 


Capítulo  V 

Desarrollo  de  la  elección 

62.  Abolidos  los  modos  de  elección  llamados  per  acclamattonem  seu  inspi- 
rationem  y  per  compromissum,  la  forma  de  elección  del  Romano  Pontífice 
será  de  ahora  en  adelante  únicamente  per  scrutinium. 

Establezco,  por  lo  tanto,  que  para  la  elección  válida  del  Romano  Pontífice  se 
requieren  los  dos  tercios  de  votos,  calculados  sobre  la  totalidad  de  los  elec- 
tores presentes. 

En  el  caso  en  que  el  número  de  Cardenales  presentes  no  pueda  dividirse  en 
tres  partes  iguales,  para  la  validez  de  la  elección  del  Sumo  Pontífice  se  re- 
quiere un  voto  más. 

63.  Se  procederá  a  la  elección  inmediatamente  después  de  que  se  hayan 
cumplido  las  formalidades  contenidas  en  el  n.  54  de  la  presente  Constitución. 
Si  esto  sucede  ya  en  la  tarde  del  primer  día,  se  tendrá  un  solo  escrutinio;  en 
los  días  sucesivos  si  la  elección  no  ha  tenido  lugar  en  el  primer  escrutinio, 
se  deben  realizar  dos  votaciones  tanto  en  la  mañana  como  en  la  tarde,  co- 
menzando siempre  las  operaciones  de  voto  a  la  hora  ya  previamente  esta- 
blecida bien  en  las  Congregaciones  preparatorias,  bien  durante  el  período  de 
la  elección,  según  las  modalidades  establecidas  en  los  números  64  y  siguien- 
tes de  la  presente  Constitución. 

64.  El  procedimiento  del  escrutinio  se  desarrolla  en  tres  fases,  la  primera  de 


MAYO/ JUNIO  1996 


2 


la  cuales,  que  se  puede  llamar  pre-escrutinío,  comprende:  1)  la  preparación 
y  distribución  de  las  papeletas  por  parte  de  los  Ceremonieros,  quienes  entre- 
gan por  lo  menos  dos  o  tres  a  cada  Cardenal  lector,  2)  la  extracción  por  sor- 
teo, entre  todos  los  Cardenales  electores,  de  tres  Escrutadores,  de  tres  encar- 
gados de  recoger  los  votos  de  los  enfermos,  llamados  Infirmara,  y  de  tres 
Revisores;  este  sorteo  es  realizado  públicamente  por  el  último  Cardenal  Diá- 
cono, el  cual  extrae  seguidamente  los  nueve  nombres  de  quienes  deberán 
desarrollar  tales  funciones;  3)  si  en  la  extracción  de  los  Escrutadores,  de  los 
Infirmara  y  de  los  Revisores  ,  salieran  los  nombres  de  Cardenales  electores 
que,  por  enfermedad  u  otro  motivo,  están  impedidos  de  llevar  a  cabo  estas 
funciones,  en  su  lugar  se  extraerán  los  nombres  de  otros  no  impedidos.  Los 
tres  primeros  extraídos  actuarán  de  Escrutadores,  los  tres  segundos  de  Infir- 
marii  y  los  otros  tres  de  Revisores. 

65.  En  esta  fase  de  escrutinio  hay  que  tener  en  cuenta  las  siguientes  dispo- 
siciones: 1)  la  papeleta  ha  de  tener  forma  rectangular  y  llevar  escritas  en  la 
mitad  superior,  a  ser  posible  impresas,  las  palabras:  Elígo  in  Summum  Pon- 
tificem,  mientras  que  en  la  mitad  inferior  debe  dejarse  espacio  para  escribir 
el  nombre  del  elegido;  por  tanto,  la  papeleta  está  hecha  de  modo  que  pue- 
da ser  doblada  por  la  mitad;  2)  la  compilación  de  las  papeletas,  que  debe  ha- 
cerse de  modo  secreto  por  cada  Cardenal  elector,  el  cual  escribirá  claramen- 
te, con  caligrafía  lo  más  irreconocible  posible,  el  nombre  del  que  elige,  evi- 
tando escribir  más  nombres,  ya  que  en  ese  caso  el  voto  sería  nulo,  doblan- 
do dos  veces  la  papeleta;  3)  durante  las  votaciones,  los  Cardenales  electores 
deben  permanecer  en  la  Capilla  Sixtina  solo  y  por  eso,  inmediatamente  des- 
pués de  la  distribución  de  las  papeletas  y  antes  de  que  los  electores  empie- 
cen a  escribir,  el  Secretario  del  Colegio  de  los  Cardenales,  el  Maestro  de  las 
Celebraciones  Litúrgicas  Pontificias  y  los  Ceremonieros  deben  salir  de  allí; 
después  de  su  salida,  el  último  Cardenal  Diácono  cerrará  la  puerta,  abrién- 
dola y  cerrándola  todas  las  veces  que  sea  necesario,  como  por  ejemplo  cuan- 
do los  Infirmara  salgan  para  recoger  los  votos  de  los  enfermos  y  vuelven  a 
la  Capilla. 

66.  La  segunda  fase,  llamada  escrutinio  verdadero  y  propio,  comprende:  1) 
la  introducción  de  las  papeletas  en  la  urna  apropiada;  2)  la  mezcla  y  el  re- 


244 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


cuento  de  las  mismas;  3)  el  escrutinio  de  los  votos.  Cada  Cardenal  electc 
por  orden  de  precedencia,  después  de  haber  escrito  y  doblado  la  papeleL 
teniéndola  levantada  de  modo  que  sea  visible,  la  lleva  al  altar,  delante  d( 
cual  están  los  Escrutadores  y  sobre  el  cual  está  colocada  una  urna  cubiert 
por  una  plato  para  recoger  las  papeletas.  Llegado  allí,  el  Cardenal  electc 
pronuncia  en  voz  alta  la  siguiente  fórmula  de  juramento:  Pongo  por  testigo  • 
Cristo  Señor,  el  cual  me  juzgará,  de  que  doy  mi  voto  a  quien,  en  presencia  a 
Dios,  creo  que  debe  ser  elegido.  A  continuación  deposita  la  papeleta  en  el  pía 
to  y  con  éste  la  introduce  en  la  urna.  Hecho  esto,  se  irKÜna  ante  el  altar  ;j 
vuelve  a  su  sitio.  " 

Si  alguno  de  los  Cardenales  electores  presentes  en  la  Capilla  no  puede  acen 
carse  al  altar  por  estar  enfermo,  el  último  de  los  Escrutadores  se  acerca  a  él ; 
previo  el  mencionado  juramento,  entrega  la  papeleta  doblada  al  mismo  Es  | 
crutador,  el  cual  la  lleva  de  manera  visible  al  altar  y,  sin  pronunciar  el  jura 
mentó,  la  deposita  en  el  plato  y  con  éste  la  introduce  en  la  urna.  j 

67.  Si  hay  Cardenales  electores  enfermos  en  sus  habitaciones,  a  los  cuales  se 
refiere  el  n.  41  y  siguientes  de  esta  Constitución,  los  tres  Infirmara  se  diri- 
gen a  ellos  con  una  caja,  que  tenga  en  la  parte  superior  una  abertura  por 
donde  pueda  introducirse  una  papeleta  doblada.  Los  Escrutadores,  antes  de 
entregar  esta  caja  a  los  Infirmarii  la  abren  públicamente,  de  modo  que  los 
otros  electores  puedan  comprobar  que  está  vacía,  después  la  cierran  y  depo- 
sitan la  llave  sobre  el  altar.  Seguidamente  los  Irifirmarii,  con  la  caja  cerrada  y 
un  conveniente  número  de  papeletas  sobre  una  bandeja,  se  dirigen  debida- 
mente acompañados,  a  la  Domus  Sanctae  Marthae,  donde  esté  cada  enfer- 
mo, el  cual,  tomando  una  papeleta,  vota  en  secreto,  la  dobla  y,  previo  el 
mencionado  juramento,  la  introduce  en  la  caja  a  través  de  la  abertura.  Si  al- 
gún enfermo  no  está  en  condiciones  de  escribir,  uno  de  los  tres  Infirmarii  u 
otro  Cardenal  elector  escogido  por  el  enfermo,  después  de  haber  prestado 
juramento  ante  los  mismos  Infirmarii  de  mantener  el  secreto,  lleva  a  cabo 
dichas  operaciones.  Después  de  esto,  los  Infirmarii  devuelven  a  la  Capilla  la 
caja,  que  será  abierta  por  los  Escrutadores  una  vez  que  los  Cardenales  pre- 
sentes hayan  depositado  su  voto,  contando  las  papeletas  que  contiene  y 
comprobado  que  su  número  corresponde  al  de  los  enfermos,  las  ponen  una 


MAYO/ JUNIO  1996 


245 


a  una  en  el  plato  y  con  éste  las  introducen  todas  juntas  en  la  urna.  Para  no 
alargar  demasiado  las  operaciones  de  voto,  los  Infirmara  pueden  rellenar  y 
depositar  sus  papeletas  en  la  urna  después  del  primero  de  los  Cardenales, 
yendo  después  a  recoger  el  voto  de  los  enfermos  del  modo  indicado  más 
arriba  mientras  los  otros  electores  depositan  su  papeleta. 

68.  Una  vez  que  todos  los  Cardenales  electores  hayan  introducido  su  pape- 
leta en  la  urna,  el  primer  Escrutador  la  mueve  varias  veces  para  mezclar  las 
papeletas  e,  inmediatamente  después,  el  último  Escrutador  procede  a  contar- 
las, extrayéndolas  de  manera  visible  una  a  una  de  la  urna  y  colocándolas  en 
otro  recipiente  vacío,  ya  preparado  para  ello.  Si  el  número  de  las  papeletas 
no  corresponde  al  número  de  los  electores,  hay  que  quemarlas  todas  y  pro- 
ceder inmediatamente  a  una  segunda  votación;  si,  por  el  contrario,  corres- 
ponde al  número  de  electores,  se  continúa  el  recuento  como  se  dice  más 
abajo. 

69.  Los  Escrutadores  se  sientan  en  una  mesa  colocada  delante  del  altar;  el 
primero  de  ellos  toma  una  papeleta,  la  abre,  observa  el  nombre  del  elegido 
y  la  pasa  al  segundo  Escrutador  quien  comprobado  a  su  vez  el  nombre  del 
elegido,  la  pasa  el  tercero,  el  cual  la  lee  en  voz  alta  e  inteligible,  de  manera 
que  todos  los  electores  presentes  puedan  anotar  el  voto  en  una  hoja.  El  mis- 
mo Escrutador  anota  el  nombre  leído  en  la  papeleta.  Si  durante  el  recuento 
de  los  votos  los  Escrutadores  encontrasen  dos  papeletas  dobladas  de  modo 
que  parezcan  rellenadas  por  un  solo  elector,  si  éstas  llevan  el  mismo  nom- 
bre, se  cuentan  como  un  solo  voto;  si,  por  el  contrario,  llevan  dos  nombres 
diferentes,  no  será  válido  ninguno  de  los  dos;  sin  embargo,  la  votación  no 
será  anulada  en  ninguno  de  los  dos  casos. 

Concluido  el  escrutinio  de  las  papeletas,  los  Escrutadores  suman  los  votos 
obtenidos  por  los  varios  nombres  y  los  anotan  en  una  hoja  aparte.  El  último 
de  los  Escrutadores,  a  medida  que  lee  las  papeletas,  las  perfora  con  una  agu- 
ja en  el  punto  eti  que  se  encuentra  la  palabra  Eligo  y  las  inserta  en  un  hilo, 
para  que  puedan  ser  conservadas  con  más  seguridad.  Al  terminar  la  lectura 
de  los  nombres,  se  atan  los  extremos  del  hilo  con  un  nudo  y  las  papeletas 
así  unidas  se  ponen  en  un  recipiente  o  al  lado  de  la  mesa. 


246 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


70.  Sigue  después  la  tercera  y  última  fase,  llamada  también  post-escruHnio, 
que  comprende:  1)  el  recuento  de  los  votos;  2)  su  control;  3)  la  quema  de 
las  papeletas. 

Los  Escrutadores  hacen  la  suma  de  todos  los  votos  que  cada  uno  ha  obteni- 
do, y  si  ninguno  ha  alcanzado  los  dos  tercios  de  los  votos  en  aquella  vota- 
ción, el  Papa  no  ha  sido  elegido;  en  cambio,  si  resulta  que  alguno  ha  obte- 
nido los  dos  tercios,  se  tiene  por  canónicamente  válida  la  elección  del  Ro- 
mano Pontífice. 

En  ambos  casos,  es  decir,  haya  tenido  lugar  o  no  la  elección,  los  Revisores 
deben  proceder  al  control  tanto  de  las  papeletas  como  de  las  anotaciones  he- 
chas por  los  Escrutadores,  para  comprobar  que  éstos  han  realizado  con  exac- 
titud y  fidelidad  su  función. 

Inmediatamente  después  de  la  revisión,  antes  de  que  los  Cardenales  electo- 
res abandonen  la  Capilla  Sixtina,  todas  las  papeletas  son  quemadas  por  los 
Escrutadores,  ayudados  por  el  Secretario  del  Colegio  y  los  Ceremonieros,  lla- 
mados entre  tanto  por  el  último  Cardenal  Diácono.  En  el  caso  de  que  se  de- 
biera proceder  inmediatamente  a  una  segunda  votación,  las  papeletas  de  la 
primera  votación  se  quemarán  solo  al  final,  junto  con  las  de  la  segunda  vo- 
tación. 

71.  Ordeno  a  todos  y  a  cada  uno  de  los  Cardenales  electores  que,  a  fin  de 
mantener  con  mayor  seguridad  el  secreto,  entreguen  al  Cardenal  Camarien- 
go  o  a  uno  de  los  tres  Cardenales  Asistentes  los  escritos  de  cualquier  clase 
que  tengan  consigo  relativos  al  resultado  de  cada  escrutinio,  para  que  se 
quemen  junto  con  las  papeletas. 

Establezco  además  que,  al  finalizar  la  elección,  el  Carderul  Camarlengo  de  la 
Santa  Iglesia  Romana  redacte  un  escrito,  que  debe  ser  aprobado  también  por 
los  tres  Cardenales  Asistentes,  en  el  cual  declare  el  resultado  de  las  votacio- 
nes de  cada  sesión.  Este  escrito  será  entregado  al  Papa  y  después  se  conser- 
vará en  el  archivo  correspondiente,  cerrado  en  un  sobre  sellado,  que  no  po- 
drá ser  abierto  por  nadie,  a  no  ser  que  el  Sumo  Pontífice  lo  pennitiera  explí- 
citamente. 


MAYO/ JUNIO  1996 


247 


72.  Confirmando  las  disposiciones  de  niis  Predecesores,  San  Pío  X ,^0  Pío 
XII^i  y  Pablo  VI 22  ordeno  que  —exceptuada  la  tarde  de  la  entrada  en  el 
Cónclave — ,  sea  por  la  mañana  como  por  la  tarde,  inmediatamente  después 
de  una  votación  en  la  cual  no  haya  tenido  lugar  la  elección,  los  Cardenales 
electores  procedan  inmediatamente  a  una  segunda  en  la  que  ciarán  de  nue- 
vo su  voto.  En  este  segundo  escrutinio  deben  observarse  todas  las  modali- 
dades del  primero,  con  la  diferencia  de  que  los  electores  no  están  obligados 
a  hacer  un  nuevo  juramento  ni  a  elegir  nuevos  Escrutadores,  Infirmarii  ni 
Revisores,  siendo  válido  también  para  el  segundo  escrutinio  lo  que  se  ha  he- 
cho en  el  primero,  sin  repetir  nada. 

73.  Todo  cuanto  se  ha  establecido  más  arriba  acerca  del  desarrollo  de  las  vo- 
taciones debe  ser  observado  diligentemente  por  los  Cardenales  electores  en 
todos  los  escrutiiúos,  que  se  deben  hacer  cada  día,  en  la  mañana  y  en  la  tar- 
de, después  de  las  celebraciones  sagradas  u  oraciones  establecidas  en  el 
mencionado  Ordo  rituum  Conclavis. 

74.  En  el  caso  de  que  los  Cardenales  electores  encontrasen  dificultades  para 
ponerse  de  acuerdo  sobre  la  persona  a  elegir,  entonces,  después  de  tres  días 
de  escrutinios  sin  resultado  positivo,  según  la  forma  descrita  en  los  números 
62  y  siguientes,  éstos  se  suspenden  al  máximo  por  un  día,  para  una  pausa 
de  oración,  de  libre  coloquio  entre  los  votantes  y  de  una  breve  exhortación 
espiritual  hecha  por  el  primer  Cardenal  del  Orden  de  los  Diáconos.  A  conti- 
nuación, se  reanudan  las  votaciones  según  la  misma  forma  y  después  de  sie- 
te escrutinios,  si  no  ha  tenido  lugar  la  elección,  se  hace  otra  pausa  de  ora- 
ción, de  coloquio  y  de  exhortación,  hecha  por  el  primer  Cardenal  del  Orden 
de  los  Presbíteros.  Se  procede  luego  a  otra  eventual  serie  de  siete  escrutinios, 
seguida,  si  todavía  no  se  ha  llegado  a  un  resultado  positivo,  de  una  nueva 
pausa  de  oración,  de  coloquio  y  de  exhortación,  hecha  por  el  primer  Carde- 
nal del  Orden  de  los  Obispos.  Después,  según  la  misma  forma  siguen  las  vo- 
taciones, las  cuales,  si  no  tienen  lugar  la  elección,  serán  siete. 


20  Cf.  Const  ap.  Vacante  Sede  Apostólica  (25  diciembre  1904),  76:  PiiXPontificisMaximi  Ac- 
ta, m,  1908,  280-281. 

21  Cf.  Const.  ap.  Vacarais  Apstolicae  Sedis(S>  diciembre  1945),  88:  ylA?38  (1946),  93- 

22  Cf.  Const.  ap.  Romano  Pontifici  eligendo  (1  octubre  1975),  74:  AAS  67  (1975).  639. 


248 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


75.  Si  las  votaciones  no  tuvieran  resultado  positivo,  después  de  proceder  se- 
gún lo  establecido  en  el  número  anterior,  los  Cardenales  electores  son  invi- 
tados por  el  Camarlengo  a  expresar  su  parecer  sobre  el  modo  de  actuar,  y  se 
procederá  según  lo  que  la  mayoría  absoluta  de  ellos  establezca. 

Sin  embargo,  no  se  podrá  prescindir  de  la  exigencia  de  que  se  tenga  una 
elección  válida,  sea  con  la  mayoría  absoluta  de  los  votos,  sea  votando  sobre 
dos  nombres  que  en  el  escrutinio  inmediatamente  precedente  hayan  obteni- 
do el  mayor  número  de  votos,  exigiéndose  también  en  esta  segunda  hipóte- 
sis únicamente  la  mayoría  absoluta. 

76.  Si  la  elección  se  hubiera  realizado  de  modo  distinto  a  como  ha  sido  pres- 
crito en  la  presente  Constitución  o  no  se  hubieran  observado  las  condicio- 
nes establecidas  en  la  misma,  la  elección  es  por  eso  mismo  nula  e  inválida, 
sin  que  se  requiera  ninguna  declaración  al  respecto  y,  por  tanto,  no  da  nin- 
gún derecho  a  la  persona  elegida. 

77.  Establezco  que  las  disposiciones  concernientes  a  todo  lo  que  precede  a 
la  elección  del  Romano  Pontífice  y  al  desarrollo  de  la  misma,  deben  ser  ob- 
servadas íntegramente  aun  cuando  la  vacante  de  la  Sede  Apostólica  pudiera 
producirse  por  renuncia  del  Sumo  Pontífice,  según  el  can.  332  §  2  del  Códi- 
go de  Derecho  Canónico,  del  can.  44  §  2  del  Código  de  los  Cánones  de  las 
Iglesias  Orientales. 


Capítulo  VI 

Lo  que  se  debe  observar  o  evitar 
en  la  elección  del  Sumo  Pontífice 

78.  Si  en  la  elección  del  Romano  Pontífice  se  perpetrase  — Dios  nos  libre — 
el  crimen  de  la  simonía,  determino  y  declaro  que  todos  aquellos  que  fueran 
culpables  incurrirán  en  la  excomunión  latae  sentenüae,  y  que,  sin  embargo, 
sea  quitada  la  nulidad  o  no  validez  de  la  provisión  simoníaca,  para  que  — 


MAYO/ JUNIO  1996 


249 


como  ya  establecieron  mis  predecesores —  no  sea  impugnada  por  este  moti- 
vo la  validez  de  la  elección  del  Romano  Pontífice. 

79  Confirmando  también  las  prescripciones  de  mis  Predecesores,  prohibo  a 
quien  sea,  aunque  tenga  la  dignidad  de  Cardenal,  mientras  viva  el  Pontífice, 
y  sin  haberlo  consultado,  hacer  pactos  sobre  la  elección  de  su  Sucesor,  pro- 
meter votos  o  tomar  decisiones  a  este  respecto  en  reuniones  privadas. 

80.  De  la  misma  manera,  quiero  ratificar  cuanto  sancionaron  mis  Predeceso- 
res a  fin  de  excluir  toda  intervención  extema  en  la  elección  del  Sumo  Pon- 
tífice. Por  eso  nuevamente,  en  virtud  de  santa  obediencia  y  bajo  pena  de  ex- 
comunión lat¿ie  sententiae,  prohibo  a  todos  y  cada  uno  de  los  Cardenales 
electores,  presentes  y  futuros,  así  como  también  al  Secretario  del  Colegio  de 
los  Cardenales  y  a  todos  los  que  toman  parte  en  la  preparación  y  realización 
de  lo  necesario  para  la  elección,  recibir,  bajo  ningún  pretexto,  de  parte  de 
cualquier  autoridad  civil,  el  encargo  de  proponer  el  veto  o  la  llamada  exclu- 
siva, incluso  bajo  la  forma  de  simple  deseo,  o  bien  de  manifestarlo  tanto  a 
todo  el  Colegio  de  los  electores  reunido,  como  a  cada  uno  de  ellos,  por  es- 
crito o  de  palabra,  directa  e  inmediatamente  o  indirectamente  o  por  medio 
de  otros,  tanto  antes  del  comienzo  de  la  elección  como  durante  su  desarro- 
llo. Quiero  que  dicha  prohibición  se  extienda  a  todas  las  posibles  interferen- 
cias, oposiciones  y  deseos,  con  que  autoridades  seculares  de  cualquier  nivel 
o  grado,  o  cualquier  grupo  o  personas  aisladas,  quisieran  inmiscuirse  en  la 
elección  del  Pontífice. 

81.  Los  Cardenales  electores  se  abstendrán,  además  de  toda  forma  de  pactos, 
acuerdos,  promesas  u  otros  compromisos  de  cualquier  género,  que  los  pue- 
dan obligar  a  dar  o  negar  el  voto  a  uno  o  a  algunos.  Si  esto  sucediera  en  rea- 
lidad, incluso  bajo  juramento,  decreto  que  tal  compromiso  sea  nulo  e  inváli- 
do y  que  nadie  esté  obligado  a  observarlo;  y  desde  ahora  impongo  la  exco- 


23  Cf.  S.  Pío  X,  Const.  ap.  Vacante  Sede  Apostólica  (25  diciembre  1904),  79:  Pü  X  Pontificis 
MaximiActa,  m,  1908,  282;  Pío  XII,  Const.  ap.  Vacantis  Aposíolicae  Seáis  (8  diciembre 
1945),  92:  /L45  38  (1946),  94;  Pablo  VI,  Const.  ap.  Romano  PonHfici  e¡igendo(l  octubre 
1975),  79:  AAS67  (1975).  641. 


250 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


munión  latae  sententiae  a  los  transgresores  de  esta  prohibición.  Sin  embar- 
go, no  pretendo  prohibir  que  durante  la  Sede  vacante  pueda  haber  intercam- 
bios de  ideas  sobre  la  elección. 

82.  Igualmente,  prohibo  a  los  Cardenales  hacer  capitulaciones  antes  de  la 
elección,  o  sea,  tomar  compromisos  de  común  acuerdo,  obligándose  a  lle- 
varlos a  cabo  en  el  caso  de  que  uno  de  ellos  sea  elevado  al  Pontificado.  Es- 
tas promesa,  aun  cuando  fueran  hechas  bajo  juramento,  las  declaro  también 
nulas  e  inválidas. 

83.  Con  la  misma  insistencia  de  mis  Predecesores,  exhorto  vivamente  a  los 
Cardenales  electores,  en  la  elección  del  Pontífice,  a  no  dejarse  llevar  por  sim- 
patías o  aversiones,  ni  influenciar  por  el  favor  o  relaciones  personales  con 
alguien,  ni  moverse  por  la  intervención  de  personas  importantes  o  grupos  de 
presión  o  por  la  instigación  de  los  medios  de  comunicación  social,  la  violen- 
cia, el  temor  o  la  búsqueda  de  popularidad.  Antes  bien,  teniendo  presente 
únicamente  la  gloria  de  Dios  y  el  bien  de  la  Iglesia,  después  de  haber  implo- 
rado el  auxilio  divino,  den  su  voto  a  quien,  incluso  fuera  del  Colegio  Carde- 
nalicio, juzguen  más  idóneo  para  regir  con  fruto  y  beneficio  a  la  Iglesia  uni- 
versal. 

84.  Durante  la  Sede  vacante,  y  sobre  todo  mientras  se  desarrolla  la  elección 
del  Sucesor  de  Pedro,  la  Iglesia  está  unida  de  modo  particular  con  los  Pas- 
tores y  especialmente  con  los  Cardenales  electores  del  Sumo  Pontífice  y  pi- 
de a  Dios  un  nuevo  Papa  como  don  de  su  bondad  y  providencia.  En  efecto, 
a  ejemplo  de  la  primera  comunidad  cristiana,  de  la  que  se  habla  en  los  He- 
chos de  los  Apóstoles  (cf.  1,  14),  la  Iglesia  universal,  unida  espiritualmente  a 
María,  la  Madre  de  Jesús,  debe  perseverar  unánimemente  en  la  oración;  de 
esta  manera,  la  elección  del  nuevo  Pontífice  no  será  un  hecho  aislado  del 
Pueblo  de  Dios  que  atañe  solo  al  Colegio  de  los  electores,  sino  que  en  cier- 
to sentido,  será  una  acción  de  toda  la  Iglesia.  Por  tanto,  establezco  que  en 
todas  las  ciudades  y  en  otras  poblaciones,  al  menos  las  más  importantes,  co- 
nocida la  noticia  de  la  vacante  de  la  Sede  Apostólica,  y  de  modo  particular 
de  la  muerte  del  Pontífice,  después  de  la  celebración  de  solemnes  exequias 
por  él,  se  eleven  humildes  e  insistentes  oraciones  al  Señor  (cf  Mt  21,  22¡  Me 


MAYO/ JUNIO  1996 


25 


11,  24),  para  que  ilumine  a  los  electores  y  los  haga  tan  concordes  en  su  co- 
metido que  se  alcance  una  pronta,  unánime  y  fructuosa  elección,  como  re- 
quiere la  salvación  de  las  almas  y  el  bien  de  todo  el  Pueblo  de  Dios. 

85.  Recomiendo  esto  del  modo  más  vivo  y  cordial  a  los  venerables  Padres 
Cardenales  que,  por  su  edad,  no  gozan  ya  del  derecho  de  participar  en  la 
elección  del  Sumo  Pontífice.  En  virtud  del  especialísimo  vínculo  que  los  car- 
denales tienen  con  la  Sede  Apostólica,  pónganse  al  frente  del  Pueblo  de 
Dios,  congregado 

particularmente  en  las  Basílicas  Patriarcales  de  la  ciudad  de  Roma  y  también 
en  los  lugares  de  culto  de  las  otras  Iglesias  particulares,  para  que  con  la  ora- 
ción asidua  e  intensa,  sobre  todo  mientras  se  desarrolla  la  elección,  se  alcan- 
ce de  Dios  Omnipotente  la  asistencia  y  la  luz  del  Espíritu  Santo  necesarias 
para  los  Hermanos  electores,  participando  así  eficaz  y  realmente  en  la  ardua 
misión  de  proveer  a  la  Iglesia  universal  de  su  Pastor. 

86.  Ruego,  también,  al  que  sea  elegido  que  no  renuncie  al  ministerio  al  que 
es  llamado  por  temor  a  su  carga,  sino  que  se  someta  humildemente  al  desig- 
nio de  la  voluntad  divina.  En  efecto,  Dios,  al  imponerle  esta  carga,  lo  sosten- 
drá con  su  mano  para  que  pueda  llevarla;  al  conferirle  un  encargo  tan  gra- 
voso, le  dará  también  la  ayuda  para  desempeñarlo  y  ,  al  darle  la  dignidad,  le 
concederá  la  fuerza  para  que  no  desfallezca  bajo  el  peso  del  ministerio. 


Capítulo  VII 

Aceptación,  Proclamación  e  inicio 
del  Ministerio  del  Nuevo  Pontífice 

87.  Realizada  la  elección  canónicamente,  el  último  de  los  Cardenales  Diáco- 
nos llama  al  aula  de  la  elección  al  Secretario  del  colegio  de  los  Cardenales  y 
al  Maestro  de  las  Celebraciones  Litúrgicas  Pontificias;  después,  el  Cardenal 
Decano,  o  el  primero  de  los  Cardenales  por  orden  y  antigüedad,  en  nombre 
de  todo  el  colegio  de  los  electores,  pide  el  consentimiento  del  elegido  con 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


las  siguientes  palabras:  ¿Aceptas  tu  elección  canónica  para  Sumo  Pontífice? 
Y,  una  vez  recibido  el  consentimiento,  le  pregunta:  ¿Cómo  quieres  ser  llama- 
do? Entonces  el  Maestro  de  las  celebraciones  Litúigicas  Pontificias,  actuando 
como  notario  y  teniendo  como  testigos  a  dos  Ceremonieros  que  serán  llama- 
dos en  aquel  momento,  levanta  acta  de  la  aceptación  del  nuevo  Pontífice  y 
del  nombre  que  ha  tomado. 

88.  Después  de  la  aceptación,  el  elegido  que  ya  haya  recibido  la  ordenación 
episcopal,  es  inmediatamente  Obispo  de  la  Iglesia  romana,  verdadero  Papa 
y  Cabeza  del  Colegio  Episcopal;  el  mismo  adquiere  de  hecho  la  plena  y  su- 
prema potestad  sobre  la  Iglesia  universal  y  puede  ejercerla. 

En  cambio,  si  el  elegido  no  tiene  el  carácter  episcopal,  será  ordenado  Obis- 
po inmediatamente. 

89.  Entre  tanto,  cumplidas  las  otras  formalidades  previstas  en  el  Ordo  rüuum 
Conclavis,  los  Cardenales  electores,  según  las  formas  establecidas,  se  acer- 
can para  expresar  un  gesto  de  respeto  y  obediencia  al  neoelegido  Sumo  Pon- 
tífice. A  continuación  se  dan  gracias  a  Dios,  y  el  primero  de  los  Cardenales 
Diáconos  anuncia  al  pueblo,  que  está  esperando,  la  elección  y  el  nombre  del 
nuevo  Pontífice,  el  cual  inmediatamente  después  imparte  la  Bendición  Apos- 
tólica Urbi  et  Orbi  desde  el  balcón  de  la  Basílica  Vaticana. 

Si  el  elegido  no  tiene  el  carácter  episcopal,  solo  después  de  que  haya  sido 
ordenado  Obispo  solemnemente  se  le  rinde  homenaje  y  se  da  el  anuncio. 

90.  Si  el  elegido  reside  fuera  de  la  ciudad  del  Vaticano,  deben  observarse  las 
normas  del  mencionado  Ordo  rituum  Conclavis. 

La  ordenación  episcopal  del  Sumo  Pontífice  elegido,  si  no  es  aún  Obispo,  a 
la  cual  se  refieren  los  rm.  88  y  89  de  la  presente  constitución,  debe  hacerla, 
según  la  costumbre  de  la  Iglesia,  el  Decano  del  Colegio  de  los  Cardenales  o, 
en  su  ausencia,  el  Vicedecano  o,  si  éste  está  impedido,  el  más  antiguo  de  los 
Cardenales  Obispos. 


MAYO/ JUNIO  1996 


253 


91.  El  Cónclave  se  concluirá  inmediatamente  después  de  que  el  nuevo  Sumo 
Pontífice  elegido  haya  dado  el  consentimiento  a  su  elección,  salvo  que  él 
mismo  disponga  otra  cosa.  Desde  ese  momento  podrán  acercarse  el  nuevo 
Pontífice  el  Sustituto  de  la  Secretaría  de  Estado,  el  Secretario  para  las  Rela- 
ciones con  los  Estados,  el  Prefecto  de  la  Casa  Pontificia  y  cualquier  otro  que 
tenga  que  tratar  con  el  Pontífice  elegido  cosas  que  sean  necesarias  en  ese 
momento. 

92.  El  Pontífice,  después  de  la  solemne  ceremonia  de  inauguración  del  pon- 
tificado y  dentro  de  un  tiempo  conveniente,  tomará  posesión  de  la  Patriarcal 
Archibasílica  Lateranense,  según  el  rito  establecido. 


Promulgación 

Por  tanto,  después  de  madura  reflexión  y  movido  por  el  ejemplo  de  mis 
Predecesores,  establezco  y  prescribo  estas  normas,  determinando  que  na- 
die ose  impugnar  por  cualquier  causa  la  presente  Constitución  y  lo  que 
en  ella  está  contenido.  Esta  debe  ser  inviolablemente  observada  por  to- 
dos, no  obstante  cualquier  disposición  al  contrario,  incluso  si  es  digna  de 
especialísima  mención.  Que  ésta  surta  y  alcance  sus  plenos  e  íntegros 
efectos,  y  sea  guía  para  todos  aquellos  a  quienes  se  refiere. 

igualmente  declaro  derogadas,  como  ha  sido  establecido  más  arriba,  to- 
das las  Constituciones  y  los  Ordenamientos  emanados  a  este  respecto  por 
los  Romanos  Pontífices,  y  al  mismo  tiempo  declaro  carente  de  todo  valor 
cuanto  se  intentara  hacer  en  sentido  contrario  a  esta  Constitución  por 
cualquiera,  con  cualquier  autoridad,  consciente  o  inconscientemente. 

Dado  en  Roma,  junto  a  San  Pedro,  el  día  22  de  febrero,  fiesta  de  la  Cáte- 
dra de  San  Pedro  Apóstol  del  año  1996,  decimoctavo  de  mi  Pontificado. 


Joannes  Paulus  pp  n 


254 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Bendición  Apostólica  de  Juan  Pablo  II  a  la  Iglesia  del  Ecuador 

Al  Venerable  Hermano  en  el  hisopado  Mons.  José  Mario  Ruiz  Navas,  Anobi^  de  Por- 
toviejo  y  Presidente  de  la  Conferencia  Episccpal  Ecuatoriana,  a  los  demás  Obi^,  clero, 
comunidades  religiosas  y  fieles  del  Ecuador 

1.  La  celebración  del  350°  aniversario  de  la  muerte  de  santa  Mariana  de  Jesús  Pa- 
redes y  Flores,  me  Ixinda  la  agradable  ocasión  de  recordar,  junto  con  los  Pasto- 
res y  fieles  de  la  Nación  ecuatoriana,  la  figura  significativa  de  esta  joven  mujer  la- 
tinoamericana, que  supo  vivir  la  consagración  a  Dios  en  el  mundo  tratando  de  in- 
troducir en  la  sociedad  de  su  época  las  energías  siempre  nuevas  del  Reino  de  Cris- 
to. 

Con  esta  carta  deseo  unirme  al  gozo  del  Ario  Jubilar  proclamado  por  ese  Episco- 
pado para  dar  juntos  gracias  al  Señor  de  la  historia  por  el  don  de  esta  primera 
santa  ecuatoriana,  canonizada  por  mi  predecesor  el  Papa  Pk)  XII  el  9  de  julio  de 
1950.  Ha  querido  la  Providencia  que  esta  importante  efemérides  en  la  vida  de  la 
Iglesia  que  peregrina  en  el  Ecuador,  coincidiese  con  la  preparación  al  Gran  Jubi- 
leo del  Año  2000.  Lo  cual,  ciertamente,  favorecerá  entre  los  hijos  e  hijas  de  esa 
querida  Nación  el  despuntar  de  una  nueva  primavera  de  vida  cristiana  que  debe- 
rá manifestar  el  comienzo  del  Tercer  milenio  cristiano,  en  docilidad  a  la  acción 
del  Espíritu  Santo  (cf.  Carta  ap.  Tertio  millennio  adveniente,  18). 

2.  La  breve  vida  terrena  de  la  "Azucena  de  Quito",  como  es  invocada  con  afecto 
y  confianza  por  las  gentes  del  continente  americano,  sorprende  por  su  profunda 
madurez  y  equilibrio  interior,  frutos  de  un  intenso  combate  espiritual  desde  la  ora- 
ción y  la  ascesis.  Uno  de  los  caracteres  distintivos  de  la  santidad  de  Mariana  de 
Jesús,  tal  vez  el  más  desconcertante  para  nuestro  tiempo,  fue  su  penitencia  y  su 
mortificación  corporal  asombrosa.  Este  camino  ascético  de  identificación  con  Cris- 
to, independientemente  de  los  medios  particulares  empleados  en  su  ejercicio,  si- 
gue revistiendo  hoy  una  perenne  actualidad,  pues  nos  recuerda  que  la  ascesis 
ayuda  a  dominar  y  corregir  las  tendencias  de  la  naturaleza  humana  herida  por  el 
pecado,  siendo  verdaderamente  indispensable  para  permanecer  fieles  a  la  propia 
vocación  y  seguir  a  Jesús  por  el  camino  de  la  luz. 

En  santa  Mariana  convergen  de  modo  armónico  y  original  diversas  escuelas  y  tra- 
diciones espirituales  de  la  época:  pertenecía  a  la  Tercera  Orden  Franciscana,  se 


MAYO/ JUNIO  1996 


255 


consideraba  discípula  espiritual  de  Santa  Teresa  de  Avila  y,  al  mismo  tiempo,  se 
sentía  hija  de  la  Compañía  de  Jesús.  De  este  modo,  su  vida  se  hace  reflejo  dd 
misterio  de  la  Iglesia,  que  no  es  una  realidad  replegada  sobre  sí  misma,  sino  per- 
manentemente abierta  a  la  dinámica  misionera  y  evangelizadora,  pues  ha  sido  en- 
viada al  mundo  para  anunciar  y  extender  el  misterio  de  comunión  que  la  consti- 
tuye, reuniendo  a  todos  y  a  todo  en  Cristo,  y  siendo  para  todos  sacran)ento  indis- 
pensable de  unidad. 

3.  Bebiendo  en  las  fuentes  claras  de  las  Escrituras,  aprendió  a  discernir,  con  la 
ayuda  de  sus  confesores  y  directores  espirituales,  la  voluntad  de  Dios,  que  la, qui- 
so virgen  consagrada  a  la  oración  y  al  servicio  de  la  Iglesia  en  su  propia  casa.  Al 
profesar  los  consejos  evangélicos  en  el  contexto  de  las  estructuras  temporales,  su 
existencia  casta,  pobre  y  obediente  fue  para  sus  contemporáneos  °una  especial 
imagen  escatológica  de  la  Esposa  Celeste  y  de  la  vida  futura,  cuando  finalmente 
la  Iglesia  viva  en  plenitud  el  aiDor  de  Cristo  esposo'  (Exhortación  ap.  Vita  conse- 
crata,  7).  Su  recuerdo  hoy  invita  a  todos,  especialmente  a  la  juventud  ecuatoria- 
na, a  responder  con  prontitud  y  valentía  al  llamado  del  Sefior,  que  espera  la  apor- 
tación de  la  fe  y  de  la  iniciativa  de  numerosos  jóvenes  consagrados,  para  que  d 
mundo  sea  cada  vez  más  sereno  y  acogedor,  más  auténticamente  humano. 

4.  Interpdada  por  las  palabras,  de  Jesús:  "Bienaventurados  los  pobres,  porque 
vuestro  es  el  Reino  de  Dios"  (Le  6,  20),  Mariana  quiso  imitar  a  Cristo  pobre,  abra- 
zando un  estilo  de  vida  abnegado,  sobrio  y  fraterno,  inspirado  en  criterios  de  sen- 
cillez y  hospitalidad  evangélicas,  y  acompañados  por  un  compromiso  activo  en  la 
educación  cristiana  de  los  niños  necesitados,  en  particular  de  los  indígenas,  y  en 
la  caridad  Su  pobreza  da  testinwnio  gozoso  y  aeíble  de  Dios  como  la  verdade- 
ra riqueza  del  corazón  humano,  contesta  la  idolatría  dd  dinero  y  se  hace  voz  pro- 
fética  en  medio  de  la  sociedad,  avisando  del  pdigro  de  perder  el  sentido  de  la 
medida  y  hasta  el  significado  mismo  de  los  bienes  materiales. 

El  ama  a  Cristo  pobre  la  llevó  al  servicio  de  Cristo  en  los  indigentes  y  los  peca- 
dores, compartiendo  de  sus  sufrimientos,  problemas  y  peligros.  Que  esta  opción 
por  la  pobreza  evangélica,  vivida  también  hoy  en  Latinoamérica  con  valentía  y 
heroísmo  por  tantos  otros  hombres  y  mujeres  de  corazón  generoso,  siga  denun- 
ciando la  esclavitud  del  pecado,  raíz  de  toda  injusticia  y  disaiminación;  favorez- 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


ca  la  promoción  de  la  solidaridad  social  católica  la  conciencia  de  los  ciudadanos" 
(Carta  ap.  Los  Caminos  del  Evangelio,  a  los  Religiosos  y  Religiosas  de  América  La- 
tina con  motivo  del  V  Centenario  de  la  Evangelización  del  Nuevo  Mundo,  21);  y 
ayude  a  las  nuevas  generaciones  del  Ecuador  a  vencer  la  seducción  de  un  mate- 
rialismo ávido  de  poseer,  desinteresado  de  los  más  débiles  y  carente  de  sensibi- 
lidad por  el  equilibrio  de  los  recursos  de  la  naturaleza. 

5.  Debe  ser  también  para  el  Ecuador  motivo  de  confianza  ante  el  futuro  el  recuer- 
do vivo  de  esta  hija  suya  predilecta,  que  no  amó  tanto  su  vida  como  para  temer 
a  la  muerte  (cf.  Ap  12, 11),  sino  que  la  ofreció  por  la  salvación  de  sus  hermanos, 
los  habitantes  de  Quito,  angustiados  por  la  peste  y  los  temblores  de  tierra.  Ella, 
verdadera  "Heroína  nacional",  sigue  acompañando  con  su  intercesión  y  especial 
protección  el  caminar  de  ese  querido  pueblo,  ayudando  a  todos,  ciudadanos  y 
gobernantes,  a  afrontar  desde  la  fidelidad  a  sus  más  auténticas  raíces  aistianas  los 
problemas  de  la  convivencia  nacional  e  internacional,  para  construir  una  socie-. 
dad  digna  del  hombre  y  alcanzar  una  paz  duradera,  fundada  sobre  la  justicia. 

6.  Queridos  Hermanos  en  el  Episcopado  y  amados  hijos,  ojalá  que  esta  conme- 
moración sirva  para  fortalecer  la  fe  y  el  testimonio  de  los  aistianos  ecuatorianos, 
suscitando  en  cada  fiel  un  verdadero  anhelo  de  santidad,  un  fuerte  deseo  de  con- 
versión y  de  renovación  personal.  Ojalá  que  esa  Iglesia  renueve  en  este  Año  Ju- 
bilar su  entusiasmo  evangelizador  y  misionero,  esforzándose  por  hacer  llegar  el 
mensaje  cristiano  a  la  sociedad  de  hoy  mediante  nuevos  métodos  de  apostolado, 
y  buscando  expresarlo  en  lenguaje  y  formas  accesibles  al  hombre  latinoamerica- 
no, necesitado  de  Cristo  y  sediento  del  Evangelio  (cf.  IV  Conferencia  General  del 
Episcopado  Latinoamericano,  Discurso  Inaugural,  10). 

Con  estos  sentimientos,  e  invocando  la  ayuda  divina  por  intercesión  de  santa  Ma- 
riana de  Jesús,  imparto  de  corazón  una  especial  Bendición  Apostólica  a  los  miem- 
bros de  esa  Conferencia  Episcopal,  a  los  hijos  e  hijas  del  Ecuador,  así  como  a  to- 
dos los  devotos  de  la  santa  quiteña. 

Vaticano,  18  de  abril  de  1996 

Juan  Pablo  pp.  II 


Documentos 
del  Celam 


MAYO/ JUNIO  1996 


II  Encuentro  de  los  Presidentes  de  las 
Comisiones  Doctrinales  de  las  Conferencias 
Episcopales  de  América  Latina 

Guadalajara,  6-1 1  de  mayo  de  1996 

Convocados  por  la  Congregación  para  la  Doctrina  de  la  Fe,  bajo  la  Pre- 
sidencia del  Señor  Cardenal  Joseph  Ratzinger,  Obispos  responsables  de 
las  Comisiones  Doctrinales  de  las  Conferencias  Episcopales  de  América 
Latina  nos  hemos  reunido  en  Guadalajara,  del  6  al  10  de  mayo,  cciordi- 
nados  por  el  Consejos  Episcopal  Latinoamericano  -  CELAM. 

En  un  espíritu  fraternal  y  de  colegialidad  Episcopal  hemos  reflexionado 
sobre  algunos  temas  teológicos  que  emergen  en  la  realidad  pastoral  de 
nuestros  países. 

El  panorama  mundial  presenta  desafíos  que  cuestionan  fuertemente  a  la 
Fe  Cristiana.  Es  el  caso  del  relativismo  que,  cimentado  en  filosofías  de 
corte  inmanentista,  no  deja  espacio  para  lo  sobrenatural.  Esto  se  refleja 
inmediatamente  en  el  problema  del  disenso  incluso  entre  Católicos  so- 
bre todo  en  problemas  éticos  cotidianos  tales  como  el  respeto  por  la  vi- 
da humana  en  todas  sus  etapas,  legislaciones  que  contradicen  los  valo- 
res morales,  la  conciencia  del  legislador  y  del  político  católico  frente  a 
distintos  proyectos  de  leyes  a  favor  del  aborto,  la  esterilización  masiva 
como  criterio  de  control  de  la  población  y  la  esterilización  de  discapaci- 
tados, la  eutanasia,  el  transexualismo  y  las  perspectivas  del  género.  Es 
preocupante  la  cantidad  de  "embriones  congelados"  que  se  conservan 
en  muchas  naciones  como  producto  de  exf>erimentos  emprendidos  pre- 
cipitadamente, sin  medir  las  consecuencias,  y  que  esperan  un  destino  in- 
cierto que  bien  podría  calificarse  como  un  futuro  genocidio.  Tampoco 
hemos  podido  ignorar  la  gravísima  problemática  derivada  de  la  pande- 
mia del  SIDA,  reflejo  de  una  sociedad  que  no  asume  la  sexualidad  en  su 
auténtica  dimensión  humana,  y  para  la  cual  se  presentan  soluciones  in- 
suficientes ya  que  no  se  dirigen  al  fondo  del  problema. 


260 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


No  hay  nación  de  América  Latina  que  no  se  vea  agobiada  por  el  tenible 
flagelo  de  la  droga  y  el  narcotráfico,  ya  sea  desde  el  aspecto  de  produc- 
ción, tránsito,  comercialización,  consumo,  lavado  de  dólares  y  última- 
mente la  incursión  desvergonzada  en  el  ámbito  político.  Con  la  tentación 
del  "dinero  fácil"  no  reparan  en  los  miles  de  víctimas  que  están  sembran- 
do de  luto  y  dolor  a  las  familias  y  a  las  sociedades  latinoamericanas.  Es- 
to añade  complejidad  a  la  ya  difícil  situación  económica  del  continente 
en  que  el  modelo  mercantilista  está  empobreciendo  cada  vez  más  a 
nuestros  pueblos. 

También  hemos  discutido  sobre  la  proliferación  de  sectas  fundamenta- 
listas  y  de  nuevos  movimientos  religiosos  que  no  pueden  calificarse  de 
cristianos,  y  que  desorientan  a  muchos  fieles  que  carecen  de  la  adecua- 
da educación  de  su  fe.  La  así  llamada  "New  Age"  constituye  también  un 
desafío  pastoral  urgente  en  todas  nuestras  naciones,  al  aprovecharse  del 
sentimiento  superficial  sin  crear  lazos  de  compromiso  con  el  prójimo  y 
tiende  a  convertirse  en  una  religión  sin  Dios. 

Las  consecuencias  de  la  ausencia  de  Dios  en  la  vida  de  las  personas  nos 
muestran  que  nada  puede  ser  más  destructivo  que  marginación  del 
Evangelio  en  la  vida  y  en  la  cultura,  y  nada  es  más  positivo  que  la  pre- 
sencia renovadora  de  Cristo  Resucitado  en  ellas. 

Particularmente  importante  nos  ha  parecido  el  acompañamiento  de  la  re- 
flexión teológica  a  partir  del  mundo  indígena  y  afro-americano  que  va 
surgiendo  como  una  alternativa  a  reduccionismos  de  antropólogos  con 
tendencias  de  arqueología  o  a  una  instrumentación  folklórica  o  turística. 
En  cada  uno  de  nuestros  hermanos,  ya  sea  indígena,  afro-americano  o 
mestizo  hay  una  persona  humana  que  merece  el  más  profundo  respeto 
y  también  una  teología  que  le  ayude  a  una  vida  digna  y  a  una  comunión 
con  Dios  y  con  sus  semejantes. 

Dentro  de  la  misión  del  Obispo,  como  servidor  de  la  Iglesia  particular, 
está  iluminar  las  situaciones  difíciles  y  complejas  con  los  criterios  del 
Evangelio  que  es  un  factor  de  cambio  profundo  en  la  sociedad  al  seña- 


MAYO/ JUNIO  1996 


261 


lar  un  camino  concreto  de  la  construcción  de  un  mundo  más  humano  y 
justo  donde  todos  tienen  cabida  y  pueden  contribuir  al  bien  común  y 
por  eso  nos  comprometemos  a  promover  la  presencia  completa  e  inal- 
terada del  Evangelio  de  Cristo. 

A  través  de  la  Iglesia  Particular  de  Guadalajara,  del  Señor  Cardenal  Juan 
Sandoval  Iniguez  y  de  sus  sacerdotes,  religiosos,  seminaristas  y  laicos, 
queremos  agradecer  a  todo  el  pueblo  mexicano  por  su  hospitalidad  y 
testimonio  de  fe,  encomendando  los  frutos  de  este  encuentro  a  la  mater- 
nal protección  de  nuestra  Señora  de  Guadalupe,  Patrona  de  América. 

Guadalajara,  10  de  mayo  de  1996. 


Recomendaciones 

Al  terminar  nuestro  Encuentro,  coordinado  por  el  Consejo  Epis- 
copal Latinoamericano,  entre  la  Congregación  para  la  Doctrina  de 
la  Fe  y  los  Obispos  representantes  de  las  Comisiones  Doctrinales 
de  las  Conferencias  Episcopales  de  América  Latina,  hacemos  las 
siguientes  recomendaciones: 

1.  Se  procurará  una  comunicación  más  fluida  entre  la  Congre- 
gación para  la  Doctrina  de  la  Fe  y  las  Comisiones  Doctrina- 
les de  América  Latina,  y  viceversa,  como  también  de  las  Co- 
misiones entre  sí.  Se  podría  acudir  a  la  Comisión  de  los  Me- 
dios de  Comunicación  Social  para  manejar  mejor  la  entrega 
y  recepción  de  los  documentos. 

1.1.  Cada  Comisión  Doctrinal  enviará  sus  publicaciones  a  la  Con- 
gregación para  la  Doctrina  de  la  Fe  y,  en  la  medida  de  lo  po- 
sible, a  las  otras  Comisiones.  En  el  caso  de  temáticas  que  so- 


262 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


brepasan  los  intereses  locales,  será  oportuna  una  previa  con- 
sulta a  la  Congregación  para  la  Doctrina  de  la  Fe. 

1.2.  Cada  Comisión  Doctrinal  se  compromete  a  enviar  cada  año 
a  la  Congregación  para  la  Doctrina  de  la  Fe  una  relación  so- 
bre la  situación  doctrinal  del  propio  país  Oas  investigaciones 
que  se  están  realizando,  los  problemas  de  tipo  doctrinal,  la 
situación  de  los  Centros  Académicos,  las  actitudes  frente  al 
Magisterios  de  la  Iglesia).  La  Congregación  para  la  Doctrina 
de  la  Fe,  por  su  parte,  enviará  a  las  Comisiones  Doctrinales 
una  información  periódica  de  su  actividad  y  de  los  nuevos 
caminos  de  profundización  de  los  temas  teológicos. 

1.3.  La  colaboración  entre  la  Congregación  y  ias  Comisiones 
Doctrinales  asume  particular  importancia  en  el  examen  de 
las  publicaciones  que  presentan  problemas  doctrinales.  La 
primera  instancia  corresponde  normalmente  al  Ordinario  del 
lugar,  con  la  ayuda  de  la  Comisión  Doctrinal.  Posteriormen- 
te, cuando  sea  necesario,  se  pedirá  la  intervención  de  la 
Congregación.  Esta,  sin  embargo  podrá  libremente  intervenir 
cuando  la  gravedad  del  asunto  lo  exija,  o  cuando  el  proble- 
ma doctrinal  supere  los  límites  territoriales  de  una  Conferen- 
cia. En  todos  los  casos  se  trabajará  en  estrecha  colaboración. 

1.4.  La  Congregación  para  la  Doctrina  de  la  Fe  programará  En- 
cuentros Regionales  de  comisiones  Doctrinales  sobre  temas 
de  interés  común. 

2.  Durante  la  visita  "Ad  Limina",  uno  de  los  miembros  de  la  Co- 
misión Doctrinal  de  cada  Conferencia  Episcopal  presentará 
un  Informe  sobre  la  situación  doctrinal  en  su  propio  país  a 
la  Congregación  para  la  Doctrina  de  la  Fe. 

3.  En  aquellos  países  donde  hay  pocos  Obispos,  se  podría  te- 
ner un  Comité  Coordinador  de  las  Comisiones  Doctrinales 


MAYO/ JUNIO  1996 


2 


de  países  vecinos,  manteniendo  el  principio  de  que  el  Presi- 
dente de  una  Comisión  Doctrinal  es  responsable  frente  a  su 
Conferencia  Episcopal.  Lo  sugerido  quedará  en  manos  de  las 
Conferencias  Episcopales  concernidas. 

3.1.  En  aquellos  países  donde  hay  pocos  Obispos,  y  no  es  posi- 
ble constituir  la  Comisión  Doctrinal,  se  designará  a  un  Obis- 
po responsable,  quién  podrá  organizar  un  comité  de  consul- 
tores, manteniendo  el  principio  de  que  el  Obispo  es  respon- 
sable frente  a  su  Conferencia  Episcopal. 

4.  De  ser  posible,  se  organizará  cada  cuatro  años  una  reunión 
de  los  Presidentes  de  las  Comisiones  Doctrinales  de  las  Con- 
ferencias Episcopales  de  América  Latina  con  la  Congregación 
para  la  Doctrina  de  la  Fe,  con  el  apoyo  del  CELAM. 

4.1.  Se  pide  que  en  la  próxima  Asamblea  General  del  CELAM  se 
manifieste  el  deseo  de  que  el  CELAM  organice  un  Comité 
Coordinador,  formado  por  tres  Presidentes  de  Comisiones 
Doctrinales  del  Continente,  para  apoyar  el  trabajo  de  las  Co- 
misiones Doctrinales  en  los  distintos  países. 

4.2.  El  Equipo  de  Reflexión  Teológico  -  Pastoral  como  también  el 
Instituto  Teológico  Pastoral  (ITEPAL)  del  CELAM  estarán  al 
servicio  de  las  Comisiones  Doctrinales  de  Continente,  para 
cualquier  consulta  sobre  temas  teológicos. 

4.3.  EL  CELAM  recogerá  todo  el  material  posible  sobre  el  movi- 
miento de  "Lectura  Pastoral  de  la  Biblia". 

4.4.  La  Congregación  para  la  Doctrina  de  la  Fe  y  el  CELAM  estu- 
diarán la  forma  para  profundizar  en  los  siguientes  temas  que 
surgieron  durante  el  encuentro:  Sectas,  Teología  India,  Re- 
cepción de  Documentos  de  la  Santa  Sede  y  Disenso,  los  pro- 
blemas médico-morales  (fecundación  "in  vitro",  cuidado  de 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


anencefálicos,  matrimonio  y  uso  del  matrimonio  de  sidosos, 
etc.),  Narcotráfico,  Satanismos,  "New  Age"  y  el  panorama  ge- 
neral de  los  desafíos  a  la  Misión  Evangelizadora  de  la  Igle- 
sia. Por  de  pronto,  como  algo  concreto,  se  respalda  la  suge- 
rencia del  cardenal  Ratzinger  sobre  la  conveniencia  de  pen- 
sar en  un  Simposio  sobre  el  narcotráfico,  sea  en  Roma  o  en 
algún  lugar  de  América  Latina. 


instalada  en  el  interior  del  Pasaje  Arzobispal 
ofrece  documentos  de  la  Iglesia  como: 


La  Fundación  Catequística 


MM 


LUZ  Y  VIDA 


•  El  Camino  hacia  el  Reino 


Local  13 


'St  211  451 


Apartado  Postal  17-01-139 


Quito  -  Ecuador 


Documentos  de  lo 
Conferencia 
Episcopal 
Ecuatoriana 


I 


MAYO/ JUNIO  1996 


267 


La  Conferencia  Episcopal  al  Pueblo 
Ecuatoriano  y  o  los  Candidatos 
a  la  Presidencia  de  la  República 

El  19  de  mayo  vivimos  un  día  histórico.  Culminó  una  etapa  de  la  campaña 
electoral  caracterizada  por  un  mayor  respeto  mutuo.  La  activa  participación 
de  los  Pueblos  indígenas  significó  y  significa  un  progreso  democrático.  Su- 
perando un  estéril  regionalismo,  el  pueblo  ecuatoriano  escogió  a  dos  distin- 
guidos políticos  de  la  Costa. 

Hemos  de  elegir  entre  el  Abogado  Jaime  Nebot  y  el  Abogado  Abdalá  Buca- 
rám. 

Todos  los  ecuatorianos  de  buena  voluntad  debemos  respaldar  la  constitucio- 
nalidad  en  esta  segunda  etapa  de  lid  electoral,  como  expresión  de  amor  sin- 
cero a  la  Patria. 

Deseosos,  pues,  de  dar  un  aporte  a  la  consolidación  del  orden  constitucio- 
nal, pedimos  a  ambos,  con  respeto  de  ciudadanos  y  con  fervor  de  pastores, 
que  definan  mejor  la  imagen  de  su  posible  gobierno,  para  que  los  ecuatoria- 
nos podamos  elegir  más  consciente,  más  libre,  más  responsablemente. 

El  pueblo  ecuatoriano  conoce  la  rica  personalidad  de  los  dos,  con  sus  luces 
y  sombras.  Este  conocimiento  nos  da  ya  muchos  elementos  de  juicio  para  de- 
cidir pero  no  basta  para  valorar  lo  que  será  su  futuro  gobierno. 

Por  eso  nos  permitimos  invitarles  a  dar  otros  elementos  de  juicio,  para  que 
nosotros  emitamos  el  voto  y  para  que  ellos,  con  estos  mismos  elementos, 
sean  juzgados  al  término  de  su  mandato. 

Así  mismo  es  importante  conocer  los  nombres  de  los  que  serán  sus  más  cer- 
canos colaboradores  en  los  campos  económico  y  social. 

Los  dos  han  afirmado  que  darán  pasos  hacia  la  superación  de  la  pobreza. 
¿Qué  pasos  se  comprometen  seriamente  a  dar?.  ¿Qué  van  a  hacer,  en  concre- 
to, para  generar  nueva  riqueza?  ¿Cómo  conseguirán  que  esta  nueva  riqueza 
beneficie  más  a  los  que  menos  tienea'. 


268 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Con  qué  óptica,  con  qué  corazón  van  a  gobernar?  En  otras  palabras,  van  a 
ver  al  país  con  la  perspectiva  de  los  que  ya  tienen  más  o  menos  resueltas  sus 
angustias.?  O  lo  van  a  ver  con  los  ojos  del  pobre,  del  que  no  tiene  trabajo, 
del  que  no  tiene  vivienda,  vestido  o  alimentación.? 

Es  indispensable  que  nos  digan  cómo  ofrecerán  una  educación  integral  y  li- 
bre, orientada  a  la  productividad.  Qué  porcentaje  real  del  presupuesto  nacio- 
nal van  a  destinar  a  la  educación,  a  la  salud,  a  la  vivienda?. 

Empeñados  como  estamos  en  el  proceso  de  modernización  Qué  pasos  van 
a  dar  hacia  la  descentralización?  Qué  medidas  van  a  tomar  para  que  las  pri- 
vatizaciones signifiquen  una  real  mejora  de  la  economía  y  del  bienestar  de 
las  mayorías  y  no  una  descapitalización  del  Estado,  acompañada  de  enrique- 
cimiento ilícito?. 

Hemos  visto  con  alegría  que  nuestro  problema  limítrofe  con  el  Perú  no  ha 
sido  instrumentalizado  en  la  primera  etapa  de  la  campaña;  pero  es  necesa- 
rio un  elemento  de  juicio  ulterior:  el  compromiso  de  continuar  el  proceso  ha- 
cia una  paz  justa  y  duradera. 

Conciudadanos  y  hermanos,  hagamos  de  esta  segunda  etapa  de  la  campaña 
electoral  una  ocasión  para  mirar  nuestras  diferencias,  sin  absolutizarlas,  es- 
forzándonos en  comprender  la  parte  de  razón  de  los  otros. 

No  hay  ecuatorianos  solamente  buenos  y  otros  solamente  malos. 

Recordamos  que,  terminada  la  campaña,  comienza  la  tarea  de  seguir  cons- 
truyendo la  Patria  común. 

Somos  conscientes  de  que  no  todo  depende  del  Presidente  de  la  República. 
Está  limitado  por  condicionamientos  internos  y  extemos.  No  podemos  espe- 
rar de  él  una  inmediata,  menos  aún  una  total  solución  de  los  problemas. 

Pedimos  a  Dios  todopoderoso  que  ilumine  a  los  ecuatorianos,  especialmen- 
te en  el  momento  de  emitir  su  voto  y  que  nos  ayude  a  que,  por  sobre  las  le- 
gítimas luchas  partidistas,  contribuyamos  a  crear  el  adecuado  entorno  jurídi- 
co, cultural  y  político  que  facilite  el  desempeño  del  nuevo  Gobierno. 


Documentos 
Arquidiocesonos 


I 


MAYO /JUNIO  1996 


271 


Presentación  del  Libro 
"En  el  camino  hacia  el  Reino  de  Dios 

Cuando,  hace  más  de  quince  años,  Mons.  José  Mario  Ruiz  Navas  era  presi- 
dente de  la  Comisión  episcopal  del  área  del  Magisterio  de  la  Iglesia  de  la 
Conferencia  Episcopal  Ecuatoriana,  en  uno  de  los  varios  períodos  de  la  pre- 
sidencia del  señor  Cardenal  Pablo  Muñoz  Vega,  descubrió  que  en  las  circuns- 
cripciones eclesiásticas  del  Ecuador  se  habían  multiplicado  exageradamente 
pequeños  manuales  de  Catcquesis,  cuyo  contenido  de  ctrinal  adolecía  de  gra- 
ves deficiencias.  Para  remediar  este  mal,  se  pensó  ca  la  elaboración  de  un 
"Catecismo  Nacional"  que,  según  el  Directorio  Nacioiial  de  Catcquesis,  debía 
ser  un  Catecismo  para  adultos,  amplio  y  rico  en  su  contenido  doctrinal. 
Más  que  en  un  Catecismo  que  sirviera  directamente  para  las  catcquesis  de 
las  parroquias  o  de  los  establecimientos,  se  pensaba  en  una  "arsenal"  o  fuen- 
te de  los  contenidos  doctrinales  de  la  Catcquesis,  que  sirviera  de  fuente  acer- 
tadamente orientadora  para  la  elaboración  de  los  Catecismos  que  para  los  di- 
versos niveles  de  la  comunidad  cristiana  debían  componer  los  autores  de  tex- 
tos y  manuales  de  Catcquesis. 

Esta  idea  y  proyecto  de  la  elaboración  de  un  "Catecismo  nacional"  fueron 
asumidos  en  el  N°.  340  de  "Opciones  Pastorales",  el  8  de  septiembre  de  1980, 
como  uno  de  los  medios  para  el  fomento  de  la  Catcquesis.  En  aquel  núme- 
ro la  Conferencia  Episcopal  Ecuatoriana  se  comprometió  a  poner  en  vigen- 
cia el  "directorio  nacional  de  catcquesis"  "y  a  la  elaboración  del  catecismo 
básico  nacional,  para  unificar  la  expresión  doctrinal  de  los  catecismos". 

Unificar  la  expresión  doctrinal  de  los  catecismos  en  las  Iglesias  particulares 
del  Ecuador  y  asegurar  la  integridad  y  ortodoxia  del  contenido  doctrinal  de 
los  catecismos  eran  los  objetivos  que  se  pretendían  obtener  y  asegurar  con 
la  elaboración  del  "Catecismo  básico  nacional". 

Como  presidente  del  área  de  Magisterio  de  la  Iglesia  de  la  Conferencia  Epis- 
copal Ecuatoriana,  Mons.  José  Mario  Ruiz  se  decidió  a  cumplir  este  compro- 
miso adoptado  en  Opciones  Pastorales.  Constituyó  un  numeroso  grupo  de 


272 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


vicarios  de  pastoral  de  varias  diócesis,  de  redactores  de  catecismos,  de  sacer- 
dotes, religiosos  y  seglares  con  experiencia  en  catequesis,  quienes  acepta- 
ron la  tarea  de  la  elaboración  del  "Catecismo  básico  nacional",  siguiendo  las 
orientaciones  de  los  obispos.  Las  sesenta  y  cuatro  personas  que  aceptaron 
esta  responsabilidad  se  organizaron  en  varias  ccxnisiones,  cada  una  de  las 
cuales  elaboraba  uno  de  los  1 6  temas  en  que  se  dividió  el  contenido  del  ca- 
tecismo nacional. 

Después  de  un  largo  e  intenso  trabajo  de  las  ccmisiones,  que  se  reunían  pe- 
riódicamente para  revisar  el  material  elaborado  y  ponerse  de  acuerdo  en  el 
trabajo  subsiguiente,  se  redactaron  los  diversos  folletos  que  contenían  los  l6 
temas  del  Catecismo  nacional,  al  que  se  le  dio  el  título  de  "En  Camino  hacia 
el  Reino  de  Dios". 

Este  título  nos  indica  que  la  "Doctrina  de  la  Fe",  sistemática  y  progresivamen- 
te expuesta  en  la  Catequesis,  no  se  reduce  a  un  conjunto  de  verdades  espe- 
culativas, sino  que  es  la  luz  de  Cristo,  que  ilumina  la  vida  de  los  cristianos  y 
nos  muestra  el  camino  que  debemos  recorrer  en  la  construcción  del  Reino 
de  Dios,  hasta  que  lleguemos  a  la  meta  de  su  plenitud  en  el  cielo.  Ese  abun- 
dante material  preparado  por  las  comisiones  fue  estudiado,  revisado,  corre- 
gido y  reelaborado  por  los  Obispos  de  la  Conferencia  Episcopal  Ecuatoriana 
en  varias  asambleas  plenarias.  La  primera  en  la  que  se  comenzó  con  este  tra- 
bajo de  revisión  fue  la  celebrada  en  "Le  Foyer  de  la  Charilé"  en  la  diócesis 
de  Latacunga,  continuamos  en  otras  asambleas  que  tuvimos  en  Betania  del 
Colegio.  Fue  ejemplar  el  empeño  y  dedicación  con  los  que  la  Conferencia 
Episcopal  realizó  este  trabajo  de  revisión  y  corrección.  El  entonces  presiden- 
te de  la  Conferencia  Episcopal,  Cardenal  Pablo  Muñoz  Vega,  con  su  saber 
teológico  intervino  en  la  reelaboración  de  los  temas,  especialmente  en  el  te- 
ma 10°  "Jesús  es  el  Señor",  que  ha  logrado  desarrollar  una  doctrina Imente  só- 
lida y  actualizada  Cristología. 

Como  se  proyectaba  elaborar  un  Catecismo  nacional,  según  las  normas  vi- 
gentes, era  necesario  obtener  su  aprobación  de  parte  de  la  Santa  Sede.  Por 
eso  el  material  revisado  y  reelaborado  por  la  Conferencia  Episcopal  fue  pre- 
sentado a  la  Congregación  para  el  Clero,  dicasterio  al  que  compete  todo  lo 


MAYO/ JUNIO  1996 


273 


relacionado  con  la  Catcquesis,  La  Congregación  para  el  Clero  solicitó  tam- 
bién el  dictamen  de  la  Congregación  para  la  Doctrina  de  la  Fe,  antes  de  apro- 
bar el  proyectado  Catecismo  Nacional.  La  dos  Congregaciones  hicieron  un 
examen  prolijo  del  material  enviado  por  la  Conferencia  Episcopal  Ecuatoria- 
na y  nos  enviaron  unas  observaciones  referentes  al  conjunto  del  material  y  a 
cada  uno  de  los  temas.  Es  esas  observaciones,  después  de  recomendar  el  va- 
lor de  algunos  de  los  temas,  con  el  de  "  Jesús  es  el  Señor^  y  "La  Iglesia  con- 
tinúa la  misión  de  Jesús",  se  dio  a  conocer  que  "En  Camino  hacia  el  Reino 
de  Dios"  había  una  "impostación"  notoriamente  socilogista  y  temporaüsta.  Se 
señalaban  con  precisión  algunos  puntos  que  doctrinalmente  debían  ser  co- 
rregidos. Nuevamente  la  Conferencia  Episcopal  Ecuatoriana  dedicó  más  de 
una  de  sus  asambleas  a  la  revisión  del  material  "En  Camino  hacia  el  Reino 
de  Dios"  para  aplicar  las  observaciones  de  la  Santa  Sede.  Siguieron  también 
varios  diálogos  con  las  Congregaciones  del  Qero  y  de  la  Doctrina  de  la  Fe. 

En  uno  de  los  últimos  encuentros  con  Mons.  Seppe,  Secretario  de  la  Congre- 
gación para  el  Clero,  se  nos  pidió  que  se  hiciera  otra  revisión  del  material, 
para  ponerlo  acorde  con  el  Catecismo  de  la  Iglesia  Católica  y  que  expresa- 
mente se  pusieran  citas  de  los  números  del  Catecismo  de  la  Iglesia  Católica 
en  los  temas  de  "  En  Camino  hacia  el  Reino  de  Dios". 

Esta  última  revisión,  para  poner  nuestro  material  en  concordancia  con  el  Ca- 
tecismo de  la  Iglesia  Católica,  fue  realizada  por  el  P.  Angel  Salvatierra,  quien 
fuera  Secretario  Ejecutivo  del  área  del  Magisterio  de  la  Iglesia,  con  la  colabo- 
ración de  otros  expertos  que  trabajan  en  la  misma  área  y  especialmente  en 
el  Instituto  Nacional  de  Catcquesis.  En  la  última  revisión  se  han  integrado  to- 
das las  observaciones  de  la  Congregación  para  el  Clero. 

En  una  última  entrevista  de  Mons.  José  Mario  Rui2,  presidente  de  nuestra 
Conferencia  Episcopal,  acompañado  por  Mons.  Stehle  y  por  el  P.  Angel  Sal- 
vatierra, con  el  señor  Cardenal  Joseph  Ratzinger,  Prefecto  de  la  Congregación 
para  la  Doctrina  de  la  Fe,  se  convino  en  que  la  Santa  Sede  autorizara  la  pu- 
blicación de  "En  Camino  hacia  el  Reino  de  Dios"  preferentemente  con  una 
publicación  de  la  Comisión  Episcopal  de  Pastoral  Social  de  la  Conferencia 
Episcopal  Ecuatoriana.  Por  este  motivo  la  autorización  de  la  Santa  Sede  pa- 


274 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


ra  esta  publicación  ha  sicb  dada  por  el  señor  Cardenal  Roger  Etchegaray, 
Presidente  del  Pontificio  Consejo  Justicia  y  Paz.  Con  razón  se  ha  añadido  al 
título  "En  Camino  hacia  el  Reino  de  Dios"  el  subtítulo:  "Perspectivas  sociales 
desde  el  Evangelio",  porque  en  todos  los  temas  se  pretende  insistir  en  las 
proyecciones  que  el  Evangelio  tiene  en  la  sociedad  o  convivencia  de  los 
hombres 

El  contenido  doctrinal  de 

"En  comino  hocio  el  Reino  de  Dios' 

Todo  el  contenido  doctrinal  del  Mensaje  cristiano  se  presenta  en  "En  Cami- 
no hacia  el  Reino  de  Dios"  de  manera  original,  pero  amplia,  en  los  16  temas 
de  que  consta. 

El  tema  1, "  Dios  no  habla"  desarrolla  todo  lo  referente  a  la  Revelación  divi- 
na y  corresponde  a  la  primera  sección  de  la  primera  parte  "Profesión  de  la 
fe"  del  Catecismo  de  la  Iglesia  Católica",  en  que  se  trata  de  la  Revelación  de 
Dios  y  de  la  respuesta  del  hombre  a  Dios. 

A  continuación  siguen  seis  temas,  que  tratan  de  la  Familia,  La  juventud.  El 
trabajo,  Los  pobres.  Diversidad  de  culturas  y  Estructuras  sociales.  Se  desarro- 
llan estos  temas,  porque  se  ha  tomado  en  cuenta  la  exhortación  contenida 
en  el  N°  4  de  "Gaudium  et  Spes":  Para  cumplir  su  misión  de  continuar  la  obra 
salvadora  de  Cristo  "es  deber  permanente  de  la  Iglesia  escrutar  a  fondo  los 
signos  de  los  tiempos  e  interpretarlos  a  la  luz  del  Evangelio,  de  forma  que, 
acomodándose  a  cada  generación,  pueda  la  Iglesia  responder  a  los  perennes 
interrogantes  de  la  humanidad  sobre  el  sentido  de  la  vida  presente  y  de  la 
futura  y  sobre  la  mutua  relación  de  ambas.  Es  necesario  por  ello  conocer  y 
comprender  el  mundo  en  que  vivimos,  sus  esperanzas,  sus  aspiraciones  y  el 
sesgo  dramático  que  con  frecuencia  le  caracteriza"  (G  S  n.  O. 

Se  quiere  interpretar  a  la  luz  del  Evangelio  los  problemas  y  realidades  de  la 
sociedad  contemporánea,  para  conocer  sus  esperanzas  y  aspiraciones  y  así 
ser  fieles  al  método  de  Dios,  que  en  su  Hijo  encamado  hizo  suyas  las  angus- 
tias y  esperanzas  de  los  hombres;  así  también  procuraremos  educar  en  los 
cristianos  una  fe  madura,  que  sea  coherente  con  la  vida. 


MAYO/ JUNIO  1996 


275 


El  tema  8  "Religiosidad  popular  y  fe"  desanolla  la  cuarta  parte  del  Catecismo 
de  la  Iglesia  Católica,  "La  oración  cristiana". 

Vienen  luego  temas  fundamentales,  como  el  9  "Dios  es  amor"  que  trata  de 
Dios  uno  y  trino.  El  tema  10,  "Jesús  es  el  Señor",  es  la  Cristología  de  "En  Ca- 
mino hacia  el  Reino  de  Dios". 

El  tema  13  "La  Iglesia  continúa  la  misión  de  Jesús"  es  la  Eclesiología  de  nues- 
tro libro,  eclesiología  que  se  amplía  y  complementa  con  el  tema  14.  "Los  sa- 
cramentos" y  el  tema  15,  "El  pueblo  de  Dios  y  sus  ministros". 

El  tema  11,  "Las  bienaventuranzas,  actitudes  del  cristiano"  se  refiere  a  la  mo- 
ral cristiana,  en  la  que  la  observancia  de  los  mandamientos  debe  ser  perfec- 
cionada por  el  espíritu  de  las  bienaventuranzas. 

El  tema  12,  "La  Pascua,  razón  de  nuestra  esperanza"  y  el  tema  l6.  "El  Reino 
en  el  presente  y  en  el  futuro  de  nuestro  camino"  desarrollan  la  escatología 
de  nuestro  libro. 

El  Cardenal  Etchegaray  interpreta  los  contenidos  doctrinales  de  este  "conjun- 
to de  material  de  orientación. catequística"  de  la  siguiente  manera: "  En  cuan- 
to a  contenidos  doctrinales,  siguiendo  la  síntesis  hecha  por  Juan  Pablo  II  en 
Puebla,  este  importante  material  ilumina  la  realidad  con  la  verdad  sobre 
Dios,  sobre  el  hombre  y  sobre  la  Iglesia  en  las  dimensiones  de  la  celebra- 
ción de  la  fe,  de  la  moral  cristiana  y  de  la  esperanza"  (Presentación,  pág.  10). 

Método  utilizado 

En  el  desarrollo  de  los  temas  de  "El  Camino  hacia  el  Reino  de  Dios"  se  ha 
seguido  fundamentalmente  el  método  "ver,  juzgar  y  actuar"  aceptado  por 
Juan  XXIII  en  la  encíclica  "Mater  et  Magistra" 

En  la  Conferencia  General  del  Episcopado  Latinoamericano  de  Santo  Domin- 
go, este  método  "ver,  juzgar,  actuar"  fue  perfeccionado  de  la  siguiente  ma- 
nera: al  tratar  de  los  diversos  problemas  que  se  presentan  ante  la  pastoral 
de  la  Iglesia,  Santo  Domingo  comienza  por  la  "Iluminación  teológica"  de  ese 


276 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


problema  a  la  luz  de  la  Palabra  de  Dios  y  del  Magisterio  de  la  Iglesia.  El  co- 
menzar por  la  iluminación  teológica  permite  tener  de  la  realidad  una  visión 
pastoral  y  no  solo  una  visión  sociológica.  Luego  viene  la  visión  de  la  reali- 
dad bajo  la  perspectiva  de  "desafíos  pastorales'  y  en  tercer  lugar  viene  el  ac- 
tuar en  las  "líneas  pastorales". 

En  los  temas  de  "En  Camino  hacia  el  Reino  de  Dios",  se  siguen  cuatro  pasos: 
El  primero  es  una  visión  del  plan  de  Dios  en  el  Antiguo  Testamento.  Comen- 
zar por  el  plan  de  Dios  permite  tener  de  la  realidad  una  visión  cristiana  y 
pastoral.  El  segundo  paso  es  la  visión  de  la  realidad  en  sus  aspectos  positi- 
vos y  negativos.  El  tercer  paso,  "juzgar",  se  realiza  a  la  luz  de  Cristo  y  de  la 
enseñanza  de  la  Iglesia  en  "Restauración  en  Cristo"  y  en  "Iglesia  y  construc- 
ción del  Reino",  aclarando  que  en  "Construcción  del  Reino"  se  exponen  tam- 
bién los  compromisos  de  acción  pastoral. 

Bien  empleado  el  método  "ver,  juzgar,  actuar"  impide  el  reduccionismo  de  la 
fe  a  una  aceptación  de  fórmulas  doctrinalmente  perfectas,  pero  sin  inciden- 
cia en  la  vida.  La  ortodoxa  iluminación  doctrinal  impide  el  otro  reduccionis- 
mo, el  del  sociologismo,  si  la  realidad  no  es  vista  desde  la  luz  de  la  fe,  des- 
de el  plan  salvífico  de  Dios. 

Al  encontramos  cercanos  a  la  celebración  del  Jubileo  universal  del  año  dos 
mil  y  a  los  umbrales  del  tercer  milenio,  hagamos  que,  como  anhela  el  Car- 
denal Etchegaray,  "este  valioso  material  sea  un  útil  instrumento  de  formación 
para  la  Iglesia  que  peregrina  en  Ecuador  y  que  se  prepara  a  celebrar  con  ale- 
gría el  Jubileo  del  2000.  Jubileo  que  deberá  poner  de  manifiesto  los  dos  im- 
portantes deberes  de  la  misión  social  de  la  Iglesia:  la  formación  social  de  los 
fieles  y  la  opción  preferencial  por  los  pobres  y  los  marginados,  ya  que  "el 
compromiso  por  la  justicia  y  por  la  paz  en  un  mundo  como  el  nuestro,  mar- 
cado por  tantos  conflictos  y  por  intolerables  desigualdades  sociales  y  eco- 
nómicas, es  un  aspecto  sobresaliente  de  la  preparación  y  de  la  celebración 
del  Jubileo"  (Tertio  Millennio  Adveniente,  51). 


+  Antonio  J.  González  Z., 
Arzobispo  de  Quito, 
Presidente  del  Area  del  Magisterio  de  la  Iglesia 


MAYO/ JUNIO  1996 


277 


90°  aniversario  del  milagro 
de  la  Doloroso  del  Colegio 

Muy  estimados  hermanos,  devotos  de  la  Dolorosa  del  Colegio:  Hoy,  sábado 
20  de  abril  de  1996,  estamos  celebrando  el  nonagésimo  aniversario  de  aquel 
maravilloso  prodigio  de  abrir  y  cerrar  los  ojos  de  la  sagrada  imagen  de  la 
Sma.  Virgen  Dolorosa,  impresa  en  un  cuadro  que  pendía  en  una  de  las  pa- 
redes del  comedor  de  internos  del  Colegio  San  Gabriel  de  Quito,  regentado 
por  la  Compañía  de  Jesús. 

Aquel  prodigio  acaeció  hace  exactamente  noventa  años,  el  día  viernes,  20  de 
abril  de  1906,  poco  después  de  las  7  y  treinta  minutos  de  la  noche. 

En  aquel  tiempo,  el  Colegio  "San  Gabriel",  regentado  por  los  jesuítas,  funcio- 
naba en  el  edificio,  en  el  que  actualmente  funciona  el  Colegio  Gonzaga,  ubi- 
cado en  la  calle  Benalcázar,  entre  la  Espejo  y  la  Sucre,  en  el  Centro  históri- 
co de  Quito.  En  el  año  1906,  en  el  internado  del  Colegio  "San  Gabriel"  ha- 
bía 36  alumnos  internos,  niños  y  adolescentes  que  oscilaban  entre  los  10  y 
los  17  años  de  edad,  procedentes  de  varias  provincias  de  la  Patria,  irKlusive 
de  la  Costa,  de  Guayas  y  Manabí,  y  había  dos  internos  del  Penj. 

El  Jueves  Santo  anterior,  12  de  abril  de  1906,  nueve  niños  internos  de  "San 
Gabriel"  habían  recibido  la  Primera  Comunión.  En  esos  días,  los  internos,  sin 
dejar  el  Colegio,  disfrutaban  de  las  vacaciones  de  Pascua.  El  viernes  20  de 
abril  habían  realizado  la  última  excursión  al  Pichincha  y  habían  regresado 
cansados,  pero  contentos. 

Aquel  viernes,  20  de  abril  de  1906,  los  internos  del  San  Gabriel  entraron  al 
comedor  para  cenar,  a  las  siete  y  media  de  la  noche,  dirigidos  por  el  P.  An- 
drés Roesch,  prefecto  de  internos,  y  el  Hno.  Alberdi.  Después  de  un  corto 
tiempo  de  lectura,  el  P.  Prefecto  la  suspende  para  comunicar  a  los  internos 
la  trágica  noticia  del  catastrófico  terremoto  ocurrido  en  San  Francisco  de  Ca- 
lifornia el  anterior  miércoles  18  de  abril.  Los  internos  oyeron  pasmados  la  no- 
ticia unos  comentaban  la  gravedad  del  sismo,  otros  continuaban  con  sus 


278 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


amenas  charlas.  En  la  mesa  más  cercana  al  cuadro  de  la  Viigen  de  los  Do- 
lores, que  colgaba  de  la  pared  a  un  metro  ochenta  centímetros  del  suelo,  es- 
taban tres  niños  de  los  que  habían  hecho  recientemente  su  Primera  comu- 
nión: Jaime  CMvez  Ramírez,  guayaquileño;  Carlos  Herrmann  y  Pedro  Dono- 
so ,  quiteños.  Pedro  fue  llamado  por  un  momento  por  el  Padre  Prefecto. 
Mientras  Herrmann  hablaba  con  Jaime  Chávez  de  la  Dolorosa  del  cuadro.  En 
un  momento,  mirando  al  cercano  cuadro  que  pendía  de  la  pared,  notó  que 
la  Dolorosa  movía  los  párpados,  los  abría  y  cerraba.  Creyó  que  era  solo  una 
impresión  suya  y  asustado  se  cubrió  los  ojos  con  las  manos.  Luego  dijo  a 
Chávez:  "^e  a  la  Virgen".  Miró  también  éste  y  vio  el  mismo  prodigio.  Am- 
bos se  arrodillaron  entre  la  mesa  y  la  banca  y  rezaron  un  Padre  nuestro  y 
Ave  María.  Carlos  Hemmann  llamó  a  Pedro  Donoso  con  su  lenguaje  de  mu- 
chachos: "^en  a  ver  esta  cosa  chusca".  Donoso  acudió  a  la  tercera  llamada  y 
declara:  "Yo  me  fui. . .  Le  vi  mover  los  ojos  a  la  Virgen,  y  me  tapé  los  ojos  por 
no  ver  y  por  miedo".  Llamaron  a  otros  internos  que  llegaban  entre  inaédu- 
los  y  burlones,  sin  hacer  mucho  caso;  pero,  al  fijarse  en  el  cuadro,  iban  vien- 
do todos  el  movimiento  de  los  ojos  de  la  Virgen,  majestuoso,  lento;  a  veces 
el  ojo  derecho,  a  veces  el  izquierdo,  a  veces  los  dos.  Y  los  niños,  entre  in- 
conscientes y  atónitos,  decían  a  coro  "Ahora  cierra...  ahora  abre...  ahora  el 
izquierdo...  ahora  el  derecho...  ahora  los  dos". 

Jaime  Chávez  y  luego  Humberto  Muñoz  fueron  avisar  al  P.  Roesch  y  al  Her- 
mano Alberdi,  que  estaban  conversando  en  otra  mesa.  El  Padre  no  hizo  ma- 
yor caso  y  advirtió  a  los  chicos  que  no  dijeran  disparates.  El  Hno.  Alberdi  se 
acercó  fríamente  y  escéptico,  seguro  de  que  se  trataría  de  una  broma;  pero 
quedó  pasmado,  al  comprobar  él  también  el  movimiento  de  los  ojos  de  la 
imagen  del  Cuadro.  Cuando  después  llegó  el  P.  Roesch,  dice  que  sintió  un 
frío  que  le  helaba  el  cuerpo  y  él  también  vio  a  la  Virgen,  que  abría  y  cerra- 
ba los  ojos.  El  testimonio  de  uno  de  los  niños  videntes  es  éste:  "Lo  vi  con  to- 
da claridad  y  seguridad,  entre  los  primeros  y  después  de  haberme  constado, 
advertí  a  otros.  No  puede  ser  equivocación,  porque  vi  varias  veces  el  movi- 
miento de  los  párpados,  a  distancia  de  una  vara  y  habiendo  luz  suficiente... 
"No  me  equivoqué  ni  me  dejé  llevar  de  lo  que  otros  decían,  sino  porque  me 
fijaba  yo  mismo  y  yo  mismo  vi  lo  que  he  asegurado". 


MAYO/ JUNIO  1996 


279 


Pero  este  hecho  extraordinario  fue  visto  no  solo  por  los  jóvenes  internos, 
sino  también  por  el  P.  Roesch  y  el  Hno.  Alberdi.  El  Padre  Prefecto  dice: "  En 
un  principio  rechacé  al  que  me  llamaba,  diciérxlole  que  se  dejara  de  disla- 
tes... y  llamado  por  todos  los  que  estaban  presenciando  el  prodigio,  me  di- 
rigí a  la  mesa  que  se  encuentra  más  cerca  de  la  Imagen,  con  la  resolución 
formal  de  desvanecer  la  idea.  Me  cercioré  con  mucho  empeño  de  que  las 
lámparas  eléctricas  no  se  movían,  o  si  algún  rayo  se  reflejaba  en  la  efigie;  na- 
da de  eso  aparecía.  Puesto  en  frente  de  la  Imagen,  rodeado  de  niños,  clavé 
en  ella  los  ojos,  sin  pestañear,  y  noté  que  cerraba  la  Virgen  Santísima  los  pár- 
pado con  lentitud;  pero  no  creyendo  aunque  fuera  cierto,  me  aparté  del  lu- 
gar; viendo  lo  cual,  el  Hno.  Alberdi  me  dijo  extrañado  de  lo  que  hacía:  Pe- 
ro, Padre,  si  esto  es  un  prodigio;  si  esto  es  un  prodigio  [Volví  de  nuevo  al 
puesto  que  ocupaba  al  principio:  entonces  sentí  como  un  frío  que  me  hela- 
ba el  cuerpo,  viendo  sin  poder  dudar  que  la  Imagen  cerraba  efectivamente 
y  abría  los  ojos.  El  hecho  se  repitió  varias  veces  y  duró  como  quiiKe  minu- 
tos!. También  el  Hno.  Alberdi  da  este  testimonio:  'Si  me  acuerdo  que  le  dijo 
al  Padre  Roesch,  después  que  me  fijé  en  el  Cuadro:  ¡Padre,  cierto  es!  y  ex- 
clamé: ¡Qué  prodigio!  Yo  poco  a  poco  me  acerqué  muy  cerca  del  cuadro, 
donde  estuve  viendo  cerrar  y  abrir  los  ojos,  tiempo  de  un  cuarto  de  hora". 

Ciertamente,  hace  noventa  años,  en  la  noche  de  aquel  viernes  20  de  abril  de 
1906  ocurrió  algo  extraordinario  y  prodigioso  y  aquel  acontecimiento  mila- 
groso fue  visto  y  comprobado  por  36  colegiales,  no  afectados  por  emocio- 
nes religiosas  ni  fervores  alucinantes,  ni  predispuestos  a  aceptar  como  reales 
cualesquiera  ilusiones.  Presenciaron  el  milagro  un  sacerdote  jesuíta  y  un 
Hno.  religioso  y  varios  sirvientes  del  internado,  y  lo  contemplaron  durante 
un  cuarto  de  hora. 

Autenticidad  del  hecho  milagroso 

Cuando  el  21  de  abril  de  1906  empieza  a  correr  por  Quito  el  rumor  del  ex- 
traño suceso  acaecido  en  el  Cuadro  de  la  Dolorosa  del  Colegio  "San  Gabriel", 
la  autoridad  eclesiástica  de  entonces,  ejercida  por  Mons.  Ulpiano  Pérez  Qui- 
ñónez.  Vicario  Capitular  de  la  Arquidiócesis  de  Quito,  ordenó  que  se  cubrie- 
ra la  Imagen  de  la  Dolorosa  y  que  nada  se  publicara  por  la  prensa  ni  el  pul- 
pito, relativo  a  este  acontecimiento,  mientras  no  se  decida  sobre  su  valor  y 


280 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


autenticidad.  El  Vicario  Capitular  decreta,  el  27  de  abril  de  1906,  que  se  prac- 
tique una  información  de  testigos  del  acontecimiento  con  intervención  de  un 
Instructor,  del  Notario  eclesiástico  y  de  un  cuerpo  de  peritos.  A  los  36  inter- 
nos, a  los  dos  Jesuítas,  P.  Andrés  Roesch  y  Hno.  Alberdi,  y  a  tres  empleados 
se  les  pidió  sus  testimonios,  escribiendo  cada  uno  por  separado  lo  que  vio 
el  día  del  suceso;  el  30  de  mayo  se  los  vuelve  a  reunir  para  que  den  su  tes- 
timonio oralmente.  Todos  los  testigos  coincidían  en  afirmar  el  hecho  de  una 
manera  diáfana  Después  de  realizado  el  proceso  con  toda  seriedad,  la  auto- 
ridad eclesiástica  emitió  su  dictamen,  el  31  de  mayo  de  1906,  en  los  siguien- 
tes términos: 

1.  -  El  hecho  verificado  en  el  Colegio  de  los  Padres  Jesuítas  está  comproba- 

do como  materialmente  cierto. 

2.  -  El  hecho,  por  las  circunstancias  en  que  aconteció,  no  puede  explicarse. 

por  causas  naturales. 

3.  -  El  hecho,  por  los  antecedentes  y  las  consecuencia,  no  puede  atribuirse  a 

influjo  diabólico. 

En  consecuencia,  puede  creérselo  con  fe  puramente  humana  y,  por  lo  mis- 
mo, puede  prestarse  a  la  Imagen  que  no  ha  ocasionado,  el  culto  permitido 
por  la  Iglesia  y  acudir  a  Ella  con  especial  confianza. 

El  milagro  acaecido  el  20  de  abril  de  1906  en  el  comedor  de  los  internos  del 
Colegio  "San  Gabriel'  suscitó  en  Quito  y  en  el  Ecuador  un  intenso  fervor  re- 
ligioso y  una  especial  devoción  a  la  Sma.  Virgen  María  en  esta  nueva  advo- 
cación de  la  Dolorosa  del  Colegio.  Esta  intervención  prodigiosa  de  la  Sma. 
Virgen  María  fue  providencial  para  el  Ecuador  en  las  circunstancias  históri- 
cas en  que  se  encontraba  después  de  iniciada  la  revolución  liberal. 

La  oportunidad  providencial  del  milagro 
de  lo  Dolorosa  del  Colegio 

Algo  más  de  diez  años  antes  del  Milagro  del  20  de  abril  de  1906,  se  había 
iniciado  en  el  Ecuador  la  revolución  liberal,  el  5  de  junio  de  1895.  Una  de 


MAYO/ JUNIO  1996 


281 


las  tareas  fundamentales  del  liberalismo  en  el  poder  fue  la  de  las  seculariza- 
ción del  Estado.  El  Gobierno  suspendió  la  vigencia  del  Concordato  celebra- 
do por  García  Moreno  para  regular  las  relaciones  entre  la  Iglesia  y  el  Estado 
en  el  Ecuador,  y  volvió,  mediante  una  ley,  al  ejercicio  del  Patronato  de  ori- 
gen colonial,  para  sujetar  a  la  Iglesia  al  control  del  poder  civil.  En  1900  se 
inició  el  sistema  del  "Registro  Ovil"  como  dependencia  del  Estado,  con  lo 
cual  se  quitaba  al  clero  un  poderoso  mecanismo  de  información.  En  ese  mis- 
mo año  se  implanta  el  laicismo  en  la  educación;  se  suprime  la  enseñanza  re- 
ligiosa en  los  establecimientos  fiscales  de  educación;  se  restringe  la  libertad 
de  enseñanza;  se  niega  a  los  colegios  católicos  de  antigua  y  gloriosa  historia 
recibir  exámenes  y  conferir  títulos  académicos;  se  niega  toda  subvención 
económica  del  fisco  a  los  colegios  privados  y  se  secularizan  los  cementerios. 
En  1904  se  emitió  la  Ley  de  Cultos,  que  regulaba  el  funcionamiento  de  la 
Iglesia  y  las  comunidades  religiosas  y  ponía  sus  bienes  bajo  manejo  estatal. 
Cuando  en  1906  se  emitió  la  nueva  Constitución,  la  separación  de  la  Iglesia 
y  el  Estado  quedó  consumada.  Perdió  el  catolicismo  su  condición  de  religión 
oficial  y  la  Iglesia,  personería  jurídica  de  derecho  público.  El  liberalismo  en- 
tendió, desde  el  primer  momento,  que  la  consolidación  del  su  triunfo  políti- 
co dependía,  en  gran  manera,  de  la  posibilidad  de  crear  un  mecanismo  de 
reproducción  ideológica.  De  allí  que  una  de  sus  preocupaciones  iniciales 
fuera  la  de  establecer  un  sistema  educativo  laico.  El  contenido  de  la  nueva 
educación  era  fuertemente  anticlerical  e  influenciado  por  las  nuevas  corrien- 
tes positivistas  en  boga.  La  enseñanza  universitaria  fue  definitivamente  secu- 
larizada y  se  suprimieron  los  estudios  teológicos.  Luego  de  una  década  de 
ensayos,  en  1.911  el  sistema  de  educación  laica  estaba  consolidado.  En  1.911, 
sobre  un  total  de  1.551  escuelas,  1.197  eran  estatales;  los  1.484  maestros  ha- 
bían sido  fiscalizados;  de  los  124.113  alumnos,  92.947  pertenecían  a  la  edu- 
cación estatal  laica.  En  ese  mismo  año  se  contaban  once  colegios  nacionales 
y  siete  colegios  particulares  con  un  total  de  2.623  alumnos. 

En  esta  triste  y  grave  situación  en  la  que  el  laicismo  propugnado  por  la  re- 
volución liberal  sumía  a  la  Iglesia,  a  la  religión  y  a  la  educación  cristiana  de 
la  niñez  y  juventud  en  nuestra  Patria  ecuatoriana,  el  milagro  de  la  Dolorosa 
del  Colegio  era  una  manifestación  clara  de  dolor  y  preocupación  maternales 


282 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


que  sentía  nuestra  Madre  Dolorosa  especialmente  por  la  suerte  de  la  niñez  y 
juventud  ecuatoriana. 

Así  interpretó  el  milagro  del  20  de  abril  el  célebre  Arzobispo  González  Suá- 
rez,  quien  dijo:  "Sin  duda  ,  la  Virgen,  en  ese  grupo  de  adolescentes,  contem- 
plaba en  aquel  instante  a  todos  los  niños  y  a  todos  los  jóvenes  de  la  Repú- 
blica del  Ecuador  y  se  compadecía  de  ellos  a  causa  de  la  gran  calamidad  de 
que  iban  a  ser  víctimas.  Dios  les  iba  a  ser  quitado...  por  medio  de  la  educa- 
ción laica".  En  la  homilía  del  20  de  abril  de  1909  decía  también  Mons.  Gon- 
zález Suárez:  "¡Oh  Madre  Santa!  ¡Oh  Madre  Dolorosa!  Ya  os  entiendo,  ya 
comprendo  vuestros  designios  piadosos.  Vigiláis  sobre  los  niños  con  solici- 
tud maternal  y  reprobáis  y  condenáis  todo  cuanto  se  hace  en  la  educación 
de  los  niños,  contra  la  salvación  de  las  almas  de  ellos".  Os  doy  gracias,  de  lo 
íntimo  de  mi  corazón,  por  esta  vuestra  vigilancia  maternal  sobre  los  niños, 
cuyas  almas  están  ahora  en  tanto  peligro  de  perecer...  Protegedlos,  ampa- 
radlos, defendedlos.  Miradlos  siempre  con  esos  vuestros  ojos  misericordio- 
sos, oh  piadosa,  oh  dulce  Virgen  María". 

Esta  misma  función  providencial  atribuía  al  milagro  del  veinte  de  abril  el  Ar- 
zobispo historiador  en  la  alocución  que  pronunció  el  4  de  febrero  de  1910, 
al  bendecir  la  nueva  Capilla  del  Colegio  "San  Gabriel",  preparada  para  el  cua- 
dro del  milagro:  "Cuando  en  sus  inescrutables  designios,  la  Providencia  divi- 
na va  a  permitir  uno  de  esos  desbordamientos  del  mal,  suele  también  anun- 
ciarlos por  medio  de  un  milagro,  un  hecho  maravilloso  que  llame  la  atención 
de  los  hombres  y  les  obligue  a  reflexionar;  esta  vez,  los  testigos  del  hecho 
fueron  los  alumnos  de  un  Colegio...  ¿Qué  era  lo  que  el  hecho  significaba? 
¿Qué  fin  se  había  propuesto  la  Providencia  divina?  Sobre  la  Nación  ecuato- 
riana iba  a  caer  una  gran  calamidad...;  no  era  un  terremoto,  no  era  una  pes- 
te, ni  una  guerra  civil...;  la  calamidad  era  más  terrible.  Era  la  enseñanza  lai- 
ca, la  descritianización  sistémica  de  la  niñez". 

Pero  con  esas  miradas  prodigiosas  de  Madre  Dolorosa,  dirigidas  el  veinte  de 
abril  de  1906  a  los  alumnos  internos  del  Colegio  "San  Gabriel",  María  Santí- 
sima le  ofreció  a  nuestra  Patria  su  maternal  protección  sobre  la  educación  ca- 
tólica de  nuestra  niñez  y  juventud.  A  esta  protección  maternal  de  María  se 


MAYO/ JUNIO  1996 


283 


refirió  el  recordado  Señor  Cardenal  Pablo  Muñoz  Vega,  S.  J.,  cuando,  siendo 
Arzobispo  de  Quito,  dijo  en  una  de  sus  homilías  del  20  de  abril:  "Cuando  en 
esta  ciudad  de  Quito  se  verificaba  el  hecho  de  las  miradas  prodigiosamente 
vivas  de  María,  la  estrella  política  del  Liberalismo  estaba  en  fuerte  ascensión 
en  el  mundo  y  también  en  nuestra  Patria,  implantando  dos  conquistas:  la  del 
laicismo  como  sistema  de  educación  y  el  asentamiento  del  capitalismo  como 
sistema  socio-económico  fundamental  de  la  Nación.  ¿Qué  hubiera  sido  de  la 
fe  de  nuestro  pueblo,  después  de  la  implantación  del  laicismo  irreligioso  y 
francamente  ateo...,  si  no  hubiera  habido  el  evento  religioso  del  20  de  abril 
de  1906?  La  Santísima  Virgen  María  es  la  auténtica  y  verdadera  educadora  de 
la  fe  de  los  hijos  de  nuestra  Patria,  sobre  todo,  de  los  más  humildes  y  senci- 
llos". Esta  protección  maternal  de  María  sobre  la  fe  de  nuestro  pueblo  y  so- 
bre la  educación  cristiana  de  nuestra  niñez  y  juventud  hje  lo  que  el  alma  cris- 
tiana y  fervorosa  del  Ecuador  descubrió  en  lo  ojos  dulces  y  tristes  de  la  Do- 
lorosa  del  Colegio  y  con  la  luz  de  esas  miradas  prodigiosas  reemprendió  la 
lucha  por  la  fe  y  por  el  compromiso  de  vivir  y  enseñar  a  los  niños  y  a  los  jó- 
venes a  creer  en  Dios,  a  seguir  a  Jesucristo  y  a  amar  a  la  Virgen  María  como 
a  nuestra  Madre. 

.Con  la  protección  maternal  de  la  Dolorosa  del  Colegio  la  Iglesia  que  pere- 
grina en  el  Ecuador  puso  especial  interés  en  la  catequesis  parroquial,  para 
educar  en  la  fe  cristiana  a  los  niños  que  concurren  a  las  escuelas  fiscales;  las 
diócesis  del  Ecuador  dedicaron  sus  modestas  posibilidades  económicas  a  la 
creación  de  escuelas,  colegios,  normales  católicos  e  incluso  Universidades 
Católicas,  como  lo  hizo  el  Arzobispo  de  Quito  Cardenal  Carlos  María  de  la 
Torre,  a.  quien  merecidamente  se  le  atribuye  el  título  de  "Arzobispo  de  la 
Educación  Católica". 

Con  razón  la  Dolorosa  del  colegio  ha  sido  proclamada  Protectora  y  Reina  de 
la  Educación  Católica.  Bajo  su  protección  maternal  los  establecimientos  de 
educación  católica  del  Ecuador  se  han  unido  y  coordinado  en  las  Federacio- 
nes provinciales  y  en  la  Confederación  Ecuatoriana  de  Establecimientos  de 
Educación  Católica  (CONFEDEC).  Con  la  protección  de  la  Dolorosa  del  co- 
legio, hace  cincuenta  años.  Monseñor  Carlos  María  de  la  Torre  obtuvo  del 
Presidente  Velasco  Ibarra  el  decreto  de  fundación  de  la  Universidad  Católica 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


del  Ecuador  con  sede  en  Quito.  Esta  fundación  abrió  una  brecha  en  la  acti- 
tud obstinada  del  laicismo  oficial.  La  que  luego  se  llamó  Pontificia  Universi- 
dad Católica  del  Ecuador  difundió  sus  sedes  en  Cuenca,  Ibarra,  Esmeraldas, 
Ambato,  Portoviejo.  Luego  se  creó  la  Universidad  Católica  del  Azuay;  se  creó 
también  la  Universidad  Católica  de  Loja. 

Debemos  atribuir  a  la  protección  maternal  de  la  Dolorosa  del  Colegio  el  he- 
cho de  que  la  Conferencia  Episcopal  Ecuatoriana  haya  pedido  lograr  la  pro- 
mulgación de  la  "Ley  de  libertad  educativa  de  las  familias  del  Ecuador".  Es- 
ta ley,  promulgada  por  el  Congreso  Nacional,  sancionada  por  el  poder  eje- 
cutivo y  ratificada  por  la  Corte  Suprema  de  Justicia  en  su  sala  constitucional, 
precisamente  en  1995  en  el  centenario  de  la  revolución  liberal,  reconoce  el 
derecho  que  tienen  las  familias  del  Ecuador  a  solicitar  que  a  sus  hijos  se  les 
permita  impartir  dos  clases  semanales  de  instrucción  reügiosa  y  moral,  a  pe- 
tición libre  de  los  padres  de  familia,  en  los  establecimientos  fiscales,  munici- 
pales y  particulares  del  Ecuador.  No  se  trata  de  imponer  la  ensefianza  de  la 
religión,  sino  de  hacer  efectiva  la  libertad  que  tienen  las  familias  del  Ecuador 
de  solicitar  que  en  los  establecimientos  oficiales  se  les  dé  a  sus  hijos  ense- 
ñanza religiosa  de  acuerdo  a  las  convicciones  religiosas  de  la  familia.  La  apli- 
cación efectiva  de  esta  ley  remediará  en  gran  medida  los  males  del  laicismo 
irreligioso. 

Al  celebrar  hoy,  con  intenso  fervor  religioso,  el  nonagésimo  aniversario  del 
acontecimiento  religioso  de  las  miradas  prodigiosamente  vivas  de  la  Doloro- 
sa del  Colegio,  realizado  en  la  noche  del  veinte  de  abril  de  1906,  como  pue- 
blo ecuatoriano,  agradezcamos  a  esta  bondadosa  Madre  el  regalo  de  sus  mi- 
radas dirigidas  a  la  niñez  y  juventud  ecuatoriana,  representadas  en  los  36  in- 
ternos testigos  del  milagro;  agradezcámosle  especialmente  por  su  eficaz  pro- 
tección en  favor  de  la  educación  católica  de  nuestra  Patria  y  que  las  familias 
del  Ecuador  se  comprometan  a  defender  y  a  aplicar  en  todos  los  estableci- 
mientos educacionales  la  "Ley  de  libertad  educativa",  que  ya  está  vigente  en 
el  Ecuador. 

En  su  nombre  del  pueblo  ecuatoriano,  te  dirijo.  Virgen  Santísima,  esta  fer- 
viente plegaria: 


MAYO/ JUNIO  1996 


285 


¡Oh  Madre  Dolorosa! 
por  tus  lágrimas, 
por  la  corona  de  espinas, 
por  los  clavos  que  llevas  en  tus  marxjs, 
por  las  espadas  de  dolor... 
vuelve  a  nosotros  esos  tus  ojos  misericordiosos... 
¡Oh  Madre  Dolorosa! 
protege  a  las  Santa  Iglesia, 
protege  a  nuestra  Patria, 
ampara  a  la  juventud, 
ampara  a  la  niñez. 
Amén 

Sermón  predicado  porMons.  Antonio  J.  González  Z.,  Arzobispo  de  Quito,  el 
20  de  abril  de  1996,  en  el  nonagésimo  aniversario  del  milagro  de  la  Dobro- 
sa  de  Colegio. 


Bendita  tú  entre  las  mujeres 

Con  cuánto  fervor  hemos  consagrado  esta  novena  a  la  Santísima  Virgen  Ma- 
ría por  los  90  años  de  su  manifestación  como  Madre  Dolorosa  y  Gloriosa  de 
la  niñez  y  la  juventud  ecuatoriana. 

La  Novena  enfoca  una  de  las  fundamentales  características  de  María:  el  ser 
mujer.  Y  trata  del  puesto  de  la  mujer  en  la  sociedad  y  en  la  Iglesia  (udo  de 
los  grandes  temas  de  hoy);  María  es  para  los  creyentes  la  máxima  figura  de 
mujer. 

Por  eso,  esta  noche  nos  dedicaremos  a  contemplarla  a  ella  misma,  a  nuestra 
Madre  María,  como  a  la  mujer  por  excelencia;  como  aquella  que  es  -en  pa- 
labras del  Evangelio  según  San  Lucas  "bendita  entre  todas  las  mujeres"  (Luc 
1,  42). 


286 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Examinemos  el  tejido  bíblico  para  comprender  en  algo  el  maravilloso  alcan- 
ce de  esas  palabras,  que  no  son  una  simple  hipérbole,  como  pueden  pensar 
muchos  contemporáneos,  sino  el  reconocimiento  de  la  grandeza  de  su  fe,  su 
fe  de  mujer  asociada  a  Cristo  de  modo  inigualable,  Así  podremos  apreciar  el 
puesto  de  María  como  mujer  en  el  mundo  de  hoy  y  en  la  Iglesia  de  hoy. 

1 .  -  El  contexto  bíblico 

La  alabanza  de  María  viene  de  otra  mujer:  Isabel.  Las  dos  mujeres  aparecen 
unidas  y  a  la  vez  contrapuestas,  dentro  del  primer  capítulo  del  evangelio  de 
San  Lucas.  Son  la  Madre  de  Jesús  el  Mesías  y  la  madre  de  Juan,  su  precur- 
sor. Lucas  es  el  único  entre  los  evangelistas  que  dedica  dos  capítulos  al  co- 
mienzo del  Evangelio  para  presentar  lo  que  suele  llamarse  la  "infancia  de  Je- 
sús"; pero  no  nos  presenta  esos  datos  en  forma  de  mero  recuento  histórico, 
sino  con  la  clara  intención  de  insinuar  -por  la  misma  composición  del  rela- 
to- qué  importancia  protagónica  tienen  los  personajes  dentro  de  toda  la  his- 
toria de  salvación. 

Cumpliendo  esta  intención,  el  evangelista  San  Lucas  ha  querido  proponer- 
nos la  concepción  y  el  nacimiento  de  esos  dos  varones  centrales,  Juan  Bau- 
tista y  Jesús,  como  la  espléndida  transición  del  Antiguo  al  Nuevo  Testamen- 
to. Y  para  esto  ha  usado  un  esquema  de  paralelismo  y  contraposición,  que 
gira  en  torno  a  las  dos  mujeres,  Isabel  y  Maria,  las  dos  madres  favorecidas 
con  extraordinarios  privilegios.  El  evangelista  evoca  allí  la  historia  sagrada 
del  pueblo  de  Israel  y  sus  figuras  claves,  para  hacer  ver  la  excelencia  de  la 
Nueva  Alianza,  establecida  por  Jesús  y  con  Maria,  que  da  cumplimiento  a  to- 
das las  promesas  y  es  la  plenitud  de  todas  las  figuras. 

2.  "  El  pasaje  de  la  visitación 

La  escena  de  la  visitación  de  Nuestra  Señora  a  su  prima  Santa  Isabel  (Le  1, 
39-56),  donde  resuena  ese  elogio  excelso  de  María  como  "bendita  entre  to- 
das las  mujeres",  está  colocada  en  mitad  de  un  gran  conjunto:  entre  el  anun- 
cio del  Angel  Gabriel  sobre  la  concepción  de  Juan  primero,  y  de  Jesús  des- 
pués, por  una  parte,  y  el  nacimiento  y  circuncisión  de  Juan  y  luego  de  Jesús, 
por  otra.  Lucas  estructura  todo  este  magnífico  retablo  desde  la  perspectiva 
central  de  las  dos  madres.  Son  dos  mujeres  la  clave  para  entender  las  mara- 


MAYO/ JUNIO  1996 


287 


villas  de  Dios  en  esta  nueva  y  definitiva  alianza  de  Dios  con  los  hombres.  Ya 
por  esta  sola  perspectiva  el  Evangelio  de  San  Lucas  merece  llamarse  "Evan- 
gelio de  la  mujer";  y  hay  otras  muchas  razones  para  darle  ese  título,  por  el 
puesto  tan  notable  que  en  él  se  reconoce  a  las  mujeres. 

El  pasaje  de  la  visitación,  dentro  de  un  escueto  entorno  narrativo,  contiene 
estos  cuatro  elementos:  el  saludo  de  María  que  siente  saltar  al  niño  en  su 
vientre;  las  palabras  de  Isabel  que  se  humilla  ante  su  Señor  y  ante  la  Madre 
de  su  Señor,  mientras  los  junta  a  los  dos  (al  Señor  y  a  su  Madre)  en  la  ala- 
banza cumbre;  por  fin,  las  palabras  de  María  en  respuesta,  que  entretejen  el 
himno  del  "Magníficat",  profesándose  otra  vez  la  humilde  esclava  del  Señor. 

Llama  la  atención  que  el  sobresalto  jubiloso  experimentado  por  Isabel  ante 
aquel  saludo  de  su  pariente  joven,  se  manifieste  como  un  reconocimiento 
mutuo  entre  las  criaturas  que  ambas  madres  llevan  ya  en  su  seno.  Isabel  re- 
conoce la  grandeza  de  María,  porque  se  da  cuenta  de  que  su  hijo  ha  reco- 
nocido al  hijo  de  María  como  a  su  Señor.  Isabel  había  sido  preparada  por  un 
difícil  camino  de  fe  para  reconocer  a  Cristo  y  a  María;  una  fe  que  había  sur- 
gido en  ella  humildemente,  ante  la  evidencia  del  favor  divino,  que  en  su  ve- 
jez le  permitió  concebir  de  su  esposo  Zacarías,  a  pesar  de  que  él  primero  no 
creyó  a  Dios  que  le  prometía  esto  por  boca  del  ángel  Gabriel.  Pero  Isabel, 
ella  sí,  cuando  concibió  se  dijo,  según  San  Lucas  (1,  25):  "Esto  se  lo  debo  al 
Señor,  que  ahora  se  ha  preocupado  de  librarme  de  esta  vergüenza  mía  ante 
la  gente"  (hablaba  de  su  esterilidad). 

Por  esto  .ahora  Isabel  puede  recibir  el  impulso  del  Espíritu  Santo,  entendien- 
do la  señal  de  alegría  de  su  propia  criatura,  y  puede  reconocer  en  el  vientre 
de  María  un  fruto  que  no  viene  de  voluntad  humana  por  obra  de  varón  co- 
mo simple  fruto  humano,  sino  que  viene  de  la  fe  perfecta,  por  obra  del  mis- 
mo Espíritu  Santo,  con  el  fruto  sagrado  que  se  llamará  Hijo  de  Dios.  Y  en- 
tonces Isabel,  (como  la  subraya  el  evangelista),  "Uena  de  Espíritu  Santo  gri- 
tó con  fuerte  voz",  reuniendo  para  siempre  a  María  y  a  Jesús  en  la  misma 
alabanza,  y  dando  a  entender  que  el  ser  María  beixlita  entre  las  mujeres  no 
se  debe  a  otra  cosa  sino  a  que  lleva  en  su  vientre  un  fruto  que  es  el  bendi- 
to por  excelencia,  el  Señor  mismo;  y  afirmando  también  expresamente  que 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


María  lleva  ese  fruto  gradas  a  su  fe.  Releamos  con  veneración  esos  versos 
(Le  1,  42): 

¡Bendita  tú  entre  ¡as  mujeres 
y  bendito  el  fruto  de  tu  vientre! 
¿Quién  soy  yo  para  que  me  visite  la  madre  de  mi  Señor? 
Apenas  tu  saludo  llegó  a  mis  oídos, 
la  criatura  saltó  de  alegría  en  mi  vientre. 
Y  ¡dichosa  tú  que  has  creído! 
Pues  se  te  cumplirá  lo  que  te  han  dicho  de  parte  del  Señor. 

3.-  Las  figuras  de  María  en  el  Antiguo  Testamento 

"Bendita  tú  entre  las  mujeres":  esta  frase  de  encomio  y  aclamación  aparece 
por  primera  vez  en  los  escritos  sagrados  de  Israel  cuando  el  libro  de  los  Jue- 
ces (cap.  4-5),  después  de  narrar  la  hazaíia  de  líder  escogido  por  Dios,  Ba-' 
rae,  se  detiene  a  exaltar  a  una  gran  mujer,  la  profetisa  Débora,  a  cuya  visión 
y  valentía  se  debió  aquella  hazaña,  de  vencer  a  los  opresores  del  pueblo  de 
Dios;  hazaña  que  solo  se  completa  por  la  audacia  y  sagacidad  de  otra  mu- 
jer, Yael  la  que  dio  muerte  por  propia  mano  al  caudillo  del  ejército  enemi- 
go. En  honor  de  ella  el  escritor  inspirado  entona  un  poema,  un  epinicio  bé- 
lico, que  contiene  el  verso  retomado  por  Santa  Isabel: 

"¡Bendita  entre  las  mujeres  sea  Yael!'  (Jueces  5, 24) 
La  segunda  reminiscencia  que  las  palabras  de  Isabel  contienen  es  la  de  Ju- 
dit,  otra  heroína  de  tiempos  muy  posteriores,  que  sola  también,  usando  to- 
davía de  mayor  astucia  y  mayor  audacia,  dio  muerte  al  invasor,  y  que  ha  me- 
recido no  un  verso  ni  un  capítulo  únicamente,  sirx)  un  libro  entero  de  ala- 
banza; Osías,  el  jefe  de  los  judíos  acosados,  le  dice  a  Judit,  en  el  culmen  de 
todos  los  loores,  esta  doble  bendición  (Judit  13,  18),  que  anticipa  la  de  Isa- 
bel a  María: 


"Seas  bendita  del  Altísimo,  hija  mía, 
más  que  todas  las  mujeres  de  la  tierra. 
Y  bendito  el  Señor,  creador  de  cielo  y  tierra, 
que  enderezó  tu  golpe  contra  la  cabeza  del  general  enemigo". 


MAYO/ JUNIO  1996 


289 


A  la  luz  de  estos  antecedentes,  la  alabanza  hecha  por  Isabel  a  María  signifi- 
ca que  en  la  bendición  personal  de  la  Virgen  Santa  queda  también  bendeci- 
do todo  el  pueblo  de  Dios  de  la  Alianza  nueva  y  definitiva,  (bendita  tú  en- 
tre las  mujeres)  siempre  en  unión  con  Cristo  que  es  la  cabeza  de  este  pue- 
blo (y  bendito  el  fruto  de  tu  vientre),  así  como  en  la  bendición  de  Judit  de- 
bemos ver  también  resumido  el  pueblo  de  la  antigua  Alianza  con  todas  sus 
mejores  realizaciones. 

Sobre  esto  dice  un  comentarista  [en  la  introducción  al  libro  de  Judit,  en  tra- 
ducción castellana  de  Schókel  y  Mateos:  Nueva  Biblia  Española,  ediciór^  lati- 
noamericana, Madrid  1976,  pág.  727]: 

"Judit  es  encarnación  del  pueblo,  como  novia  (por  la  belleza)  y  como 
madre,  según  la  tradición  profética.  Encarna  la  piedad  y  fidelidad  al 
Señor  y  la  confianza  en  Dios,  el  valor  con  la  sagacidad.  Es  una  figura 
ideal  que  podrá  inspirar  a  cualquier  hijo  de  Israel.  Como  viuda  pue- 
de representar  el  sufrimiento  del  pueblo  [  ];  puede  concentrar  to- 
da su  fidelidad  en  el  único  Señor  del  pueblo.  No  teniendo  hijos  físi- 
cos, puede  asumir  la  maternidad  de  todo  el  pueblo  y  convertirse  en 
'bienhechora  de  Israel'.  Judit  aconseja  como  Débora,  hiere  como  Yael, 
canta  como  María". 

En  verdad,  la  alusión  a  María  se  impone,  pues  esas  facetas  y  títulos  de  Judit 
están  concentrados  y  potenciados  en  Maria,  no  para  gloria  de  un  solo  pue- 
blo, sino  de  toda  la  humanidad  nueva  que  es  redimida  por  "el  fruto  bendito 
de  su  vientre". 

4.-  Dichosa  tú  la  que  has  creído 

En  efecto,  esa  grandeza  de  María,  que  la  pone  por  encima  de  todas  las  mu- 
jeres de  la  tierra,  no  proviene  de  ninguna  hazaña  bélica  contra  un  enemigo 
humano,  por  más  dañino  que  éste  pudiera  ser  para  el  pueblo  de  Dios.  Ma- 
ría es  grande  por  la  fe  con  que  ha  vencido  al  demonio,  a  aquella  serpiente 
(símbolo  del  espíritu  del  mal)  que  sedujo  a  Eva  en  el  paraíso.  Esta  fe  de  Ma- 
ría es  lo  que  ensalza  Isabel  en  este  mismo  pasaje: 


290 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


"Dichosa  tú,  la  que  has  creído, 
porque  se  te  cun^lírá 
todo  lo  que  te  han  dicho  de  parte  de  Dios" 

La  narración  de  San  Lucas  destaca  esta  fe  de  María  en  contraposición  a  la  du- 
da y  falta  de  fe  que  había  mostrado  Zacarías,  el  esposo  de  Isabel.  Los  dos  re- 
latos de  anunciación  son  paralelos  y  contrastados:  es  el  mismo  ángel  Gabriel 
el  que  primero  anuncia  a  Zacarías  la  nueva  gozosa  de  que  su  mujer  Isabel 
le  daría  un  hijo,  conforme  a  ios  deseos  y  ruegos,  que  siempre  había  expre- 
sado, de  tener  descendencia;  y  le  dice  que  ese  hijo  sería  el  precursor  del  Me- 
sías. Pero  Zacarías  hace  una  pregunta  que  (según  San  Lucas)  demuestra  fal- 
ta de  fe  en  esas  palabras  del  ángel,  y  por  tanto  en  la  promesa  del  Señor  Dios: 

"¿Qué  garantía  me  das  de  eso?" 
Porque  yo  ya  soy  viejo,  y  mi  mujer,  de  edad  avanzada. " 

La  consecuencia  es  que  Zacarías  queda  mudo  hasta  que  su  hijo  reciba  el 
nombre  de  Juan,  puesto  por  Dios  en  el  mismo  anuncio  del  ángel.  Zacarías 
acepta  este  castigo  saludable,  que  le  da  la  oportunidad  para  enmendar  su 
error  y  después,  en  el  Benedictus,  lleno  de  Espírítu  Santo,  cantar  la  nueva 
vida  de  salvación  que  llega  por  la  fe,  como  Dios  lo  había  prometido  en  la 
Antigua  Alianza. 

Contrasta  con  esta  escena  la  del  anuncio  de  Gabriel  sobre  la  concepción  de 
Jesús:  En  primer  lugar,  no  es  a  un  varón  a  quien  esta  concepción  se  le  anun- 
cia, sino  a  una  mujer  No  a  un  varón,  a  quien  entonces  en  el  servicio  del  tem- 
plo, como  hoy  en  la  Iglesia,  está  reservada  la  dignidad  del  sacerdocio  (Zaca- 
rías oficiaba  como  sacerdote  esa  vez);  sir»  a  una  mujer,  por  cierto  revestida 
de  una  dignidad  interior  mucho  más  excelsa,  la  de  la  plenitud  de  gracia  (co- 
mo se  expresa  San  Gabriel  para  llamar  a  María).  Y  además,  a  una  mujer  que 
no  era  estéril  (como  lo  habían  sido  las  madres  de  Isaac  [Gen  17,  15-22]  de 
Sansón  [Jueces  131  y  de  Samuel  [1  Samuel  11)  sino  recién  desposada  pero  aún 
virgen  (como  ella  misma  lo  da  a  entender  al  ángel  claramente),  y  que  ni  si- 
quiera lo  había  pedido  (como  esa  madre  de  Samuel),  sí  lo  pidió  con  muchas 
lágrimas  [1  Samuel  1,  lOD. 


MAYO  /  JUNIO  1996 


291 


Notemos,  sin  embargo,  que  en  toda  su  estnictura  la  escena  entre  el  ángel  y 
María  es  paralela  a  la  que  ha  precedido  entre  el  mismo  ángel  y  Zacarías.  La 
esencial  diferencia  es  la  fe  de  María,  que  abre  su  seno  al  Hijo  de  Dios  y  que 
la  hará  prorrumpir  después,  cuando  reciba  la  alaban2a  de  Isabel,  en  aquel 
maravilloso  cántico  de  Magníficat,  donde  pondera  todo  lo  que  el  Poderoso 
ha  hecho  por  ella  como  ejemplo  ideal  de  lo  que  hace  Dios  con  el  que  b  aco- 
ge con  fe  humilde  y  confiada. 

Todo  lo  demás  es  muy  similar  en  los  dos  relatos:  Tanto  María  como  Zacarías 
se  desconciertan  en  cuanto  perciben  la  preserKia  y  la  comunicación  del  án- 
gel. Una  y  otro  son  tranquilizados  por  Gabriel.  Los  dos  expresan  su  pregun- 
ta, después  de  escuchar  el  anuncio  de  la  promesa  de  Dios;  pero  mientras  en 
Zacarías  es  pregunta  de  duda,  con  presuntuosas  exigencias  al  Señor,  en  Ma- 
ría es  pregunta  de  aceptación  incondicional,  para  conocer  más  en  concreto 
la  voluntad  divina.  A  ambos  personajes  les  da  Gabriel  una  señal  de  la  auten- 
ticidad de  su  intervención:  a  Zacarías  le  dice  que  quedará  mudo  por  su  in- 
credulidad; a  María  le  dice  que  verá  la  fecundidad  de  su  anciana  pariente  Isa- 
bel, como  confirmación  de  su  fe  en  Dios,  para  quien  nada  es  imposible. 

Para  Dios  nada  es  imposible:  Esto  es  lo  que  había  dicho  el  Señor  a  Abraham. 
Y  esta  es  la  alusión  clave  eo  las  palabras  de  San  Gabriel  a  Santa  María:  ella 
es  la  mujer  que  lleva  a  plenitud  la  fe  con  que  Abraham  aeyó  a  Dios,  cuan- 
do el  Señor  le  dijo  que  todas  las  naciones  se  bendecirían  en  su  nombre,  pro- 
metiéndole descendencia  innumerable,  a  pesar  de  la  vejez  estéril  de  su  es- 
posa Sara:  Los  tres  ángeles  le  habían  dicho  entonces  junto  al  encinar  de 
Mambré:  "¿Acaso  hay  algo  difícil  para  Dios?"  (Gen  18,  13).  Y  eso  es  lo  que 
repite  Gabriel  aquí:  °Para  Dios  no  hay  nada  imposible"  (Lucas  1,  37). 

Con  esto  se  deja  lugar  a  la  última  gran  diferencia  en  que  todo  este  paralelis- 
mo culmina:  Mientras  Zacarías  queda  mudo,  a  María  se  de  da  la  gracia  para 
pronunciar  la  palabra  de  fe  más  poderosa,  la  que  resume  toda  su  vida  (Lu- 
cas 1,  38). 


Aquí  está  la  esclava  del  Señor, 
hágase  en  mí  b  que  has  dicho. 


292 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Este  es  su  sí,  su  Fiat,  por  el  cual  se  obra  la  encamación  del  Hijo  de  Dios  en 
su  seno  virginal  y  se  renueva  el  Fiat  divino  del  primer  día  de  la  creación  (Gen 
1,3).  Esta  es  su  respuesta  de  obediencia,  por  la  cual  pisotea  la  cabeza  del 
enemigo  infernal,  del  tentador  que  seduce  para  la  desobediencia,  cumplien- 
do así  la  promesa  de  victoria  que  se  hizo  a  la  Eva  derrotada  en  el  paraíso 
(Gen  3,  15): 

Pongo  hostilidad  entre  tí  y  la  mujer, 
entre  tu  descendencia  y  la  suya. 
Ella  [por  su  Hijo]  te  quebrantará  la  cabeza. 

Por  todo  esto  puede  exclamar  Isabel  en  honor  de  María,  llevando  a  plenitud 
lo  que  el  pueblo  judío  cantaba  proféticamente  en  honor  de  Judit: 

Bendita  tú  entre  las  mujeres 
y  bendito  el  fruto  de  tu  vientre. 

Más  todavía,  la  misma  Virgen  Santísima  canta  en  su  humildad  que  Dios  ha 
cumplido  en  ella  la  promesa  hecha  a  Abraham,  de  que  en  su  descendencia 
se  bendecirían  todas  las  naciones.  Por  eso  dice  en  el  Magníficat  (Le  1,  4&- 
50),  sabiendo  que  todo  le  viene  del  que  ha  querido  fijarse  en  la  fe  de  su 
humilde  esclava: 

Desde  ahora  me  llamarán  bendita  todas 
las  generaciones  porque  el  Poderoso 
ha  hecho  tanto  por  mí  él  es  santo 
y  su  misericordia  llega  a  sus  fieles 
generación  tras  generación. 

5.-  Por  SU  fe  es  hoy  Mario  "bendito  entre  todos  lo  rr^ujeres" 

Por  eso  nosotros  también  ahora  damos  a  la  Santísima  Virgen  María  un  pues- 
to inigualable  en  el  mundo  y  en  la  Iglesia.  Algunos  hermanos  de  fe  cristia- 
na, separados  de  la  Iglesia  católica,  nos  reprochan  por  esto.  Tal  vez  piensan 
que  estamos  exaltando  demasiado  a  María,  con  riesgo  de  perder  la  indispen- 
sable perspectiva  cristocéntrica.  Opinan  que  deberíamos  elegir  entre  Jesús  y 


MAYO/ JUNIO  1996 


293 


María.  Pero  en  realidad,  si  por  amor  a  la  Palabra  de  Dios  contenida  en  la  Bi- 
blia, hacen  el  examen  diligente  de  los  textos  y  contextos,  como  lo  hemos  in- 
sinuado aquí  nosotros,  tendrán  que  reconocer  el  puesto  de  María,  como  es- 
clava del  Señor  siempre  unida  a  su  hijo,  que  es  el  Hijo  de  Dios,  para  que  el 
mundo  tenga  vida  y  la  tenga  en  abundancia. 

Nos  parece  que  la  reflexión  teológica  fundamental  es  esta:  Dios  ha  querido 
salvar  el  mundo  de  todo  el  mal  que,  por  culpa  de  nuestra  misma  libertad, 
amenaza  la  vida  humana  verdadera;  ha  querido  recomenzar  su  historia  con 
los  hombres,  pero  entrando  El  mismo  en  nuestra  historia,  asumiendo  perso- 
nalmente la  vida  humana.  Y  para  hacer  esta  "nueva  creación",  no  se  olvida 
de  que  él  mismo  al  principio  creó  al  hombre  como  varón  y  mujer,  y  en  ne- 
cesaria relación  de  paternidad  y  filiación;  porque  los  creó  a  su  imagen  y  se- 
mejanza (Cfr.  Gen  1,  27).  Por  eso,  al  enviar  su  Hijo  Divino  al  mundo,  lo  en- 
vía como  varón,  hijo  de  una  mujer  y  a  través  de  la  mujer  María.  Así  los  dos 
géneros  están  indisolublemente  ligados  a  la  encamación  del  Verbo.  Y  solo 
de  esta  manera  Jesús  puede  llamarse  con  toda  verdad  Hijo  de  Dios,  siendo 
hijo  de  María  (así  se  lo  dijo  el  ángel  a  ella:  (Le  1,  31-32).  Y  también  María 
puede  llamarse  con  toda  verdad  Madre  de  Dios,  siendo  la  madre  de  Jesús 
(así  se  lo  dijo  a  ella  su  prima  Santa  Isabel:  (Le  1,  43). 

Esto  significa  que  así  como  Jesús  es  el  nuevo  Adán,  en  quien  Dios  ha  repa- 
rado y  restablecido  definitivamente  su  obra  en  favor  de  toda  la  humanidad 
sobre  la  tierra  (Adán  quiere  decir  el  de  la  tierra,  el  terreno),  así  también  Ma- 
ría es  la  nueva  Eva  (que  quiere  decir  madre  de  los  vivientes:  (cfr.  Gen  1,  20); 
ella  es  la. madre  universal,  definitiva  y  perfecta,  por  ser  la  madre  de  Jesús. 

Según  el  relato  del  paraíso,  el  pecado  del  hombre  y  del  mundo  vino  desde 
el  comienzo,  por  seducción  del  Maligno,  a  través  de  Adán  y  Eva.  Con  esto 
se  quiere  decir  que  vino  a  través  de  los  dos  géneros  y  también,  como  lo  in- 
sinúa claramente  el  simbolismo  del  relato,  a  través  de  cierta  relación  entre 
ellos,  conducente  a  la  generación,  es  decir  a  la  paternidad/maternidad  y  a 
la  filiación.  Así  también  convenía  (como  de  hecho  aconteció)  que  la  magna 
obra  de  quitar  de  raíz  el  pecado  y  sembrar  una  nueva  vida  sobrenatural  en 
toda  la  humanidad  se  llevara  a  cabo  por  un  tipo  único  y  misterioso  de  reía- 


294 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


ción  entre  el  varón  y  la  mujer,  o  sea:  la  maternidad  virginal  de  María  con 
respecto  a  un  hijo  varón  en  el  que  la  segunda  persona  divina  se  encama.  Ma- 
ría queda  entonces  vinculada  a  Jesús,  no  como  mero  instrumento  para  pro- 
veer de  humanidad  al  Verbo  de  Dios,  sino  mucho  más  íntimamente:  como  la 
compañera  permanente,  que  le  ha  dado  a  Jesús  su  Padre  Dios,  por  obra  del 
Espíritu  Santo,  para  restablecer  la  vida  divina  en  la  humanidad. 

Este  es  el  puesto  que,  según  la  palabra  de  Dios,  los  católicos  reconocemos 
a  María  en  el  mundo:  ella  es  la  nueva  Eva,  la  mujer  asociada  al  nuevo  Adán, 
la  madre  de  todos  los  vivientes.  Puesto  único  junto  a  Cristo,  como  mujer. 

De  allí  se  sigue  también  que  en  la  Iglesia  le  reconozcamos  el  puesto  de  ma- 
dre, de  ideal  y  de  primera  y  más  perfecta  realización;  y  todo  esto,  como  mu- 
jer también.  Ella  es  simplemente  la  personificación  de  la  figura  femenina  en 
sus  rasgos  más  sublimes,  dentro  del  mundo  y  de  la  Iglesia:  La  bendita  entre 
todas  las  mujeres. 

Oh  Señora  nuestra,  enséñanos  a  creer  a  Dios  humildemente 
como  tú,  para  entender  y  aceptar  como  tú  la  vida  divina  de  tu  Hijo, 
el  varón  que  fue  humillado  y  exaltado  por  damos  vida  abundante  y  eterna; 
haz  que  podamos  entender  también  la  grandeza  de  tu  humillación  de  es- 
clava, tú  que  como  mujer  estás  asociada  más  que  nadie  a  su  obra  única 
de  misericordia  y  regeneración  en  el  Espíritu  Santo,  y  desde  la  Iglesia 
nos  abres  el  camino  para  un  mundo  fraterno  en  el  que 
Dios  reine  para  siempre. 
Amén 

Sermón  en  la  Novena  de  ¡os  90  años  de  la  Dobrosa  del  Colegio  por  Mons.  Julio  Te- 
rán  Dutari,  SJ,  Obi^  Auxiliar  de  Quito. 


MAYO/ JUNIO  1996 


295 


La  Santidad  de  Mariana  de  Jesús 
Ante  el  Tercer  IVIilenio  Cristiano 

1-  Santa  Mariana,  don  de  santidad  para  nuestro  pueblo 
Marianita  de  Jesús  Paredes  y  Flores,  nuestra  santa  ecuatoriana,  es  una  de 
aquellas  figuras  egregias  a  las  que  sin  lugar  a  dudas  se  refiere  el  Sumo  Pon- 
tífice en  su  Carta  Apostólica  de  1994  sobre  la  preparación  para  el  Gran  Jubi- 
leo del  Tercer  Milenio  Cristiano. 

Es  importante  conocer  el  contexto  de  esta  carta: 

Ciertamente  no  se  quiere  inducir  a  un  nuevo  milenarismo,  como  se 
hizo  por  parte  de  algunos  al  final  del  primer  milenio.  Se  pretende 
subrayar  aquello  que  el  Espíritu  sugiere  a  las  distintas  comunidades, 
desde  las  más  pequeñas,  como  la  familia,  a  las  más  grandes,  como  las 
naciones  y  las  organizaciones  internacionales,  sin  olvidar  las  culturas, 
las  civilizaciones  y  las  sanas  tradiciones  (TMA  23). 

Juan  Pablo  II  se  regocija  en  proclamar  que  el  nuevo  Jubileo,  tiempo  bende- 
cido por  el  Señor  con  un  carácter  de  alegría,  será  una  gran  plegaria  de  ala- 
banza y  de  acción  de  gracias  por  los  dones  de  esa  historia  particular  de  sal- 
vación en  cada  uno  de  los  ámbitos  donde  la  Iglesia  está  implantada  y  ha  cre- 
cido. 

Este  agradecimiento  se  concretiza  más  todavía  al  referirse  a  los  santos  pro- 
pios; textualmente  dice  Juan  Pablo  II: 

"Su  agradecimiento  se  extenderá  finalmente  a  los  frutos  de  santidad 
madurados  en  la  vida  de  tantos  hombres  y  mujeres  que  en  cada  ge- 
neración y  en  cada  época  histórica  han  sabido  acoger  sin  reservas  el 
don  de  la  Redención"  (TMA  32). 

Nuestra  Iglesia  ecuatoriana  ha  celebrado  también  hace  muy  poco  los  cuatro- 
cientos cincuenta  años  de  la  evangelización  en  estas  tierras,  la  cual  tuvo  ini- 


296 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Cío  oficial  con  la  erección  del  Obispado  de  Quito  el  8  de  enero  de  1545.  Por 
esta  misma  fausta  oportunidad,  el  actual  Ar2obispo  de  Quito,  que  acaba  de 
recibir  el  nombramiento  de  Primado  del  Ecuador  como  reconocimiento  pon- 
tificio de  esta  gloriosa  historia,  convocó  y  celebró  un  sínodo  arquidiocesano, 
en  cuyo  documento  final  se  exalta  a  Santa  Mariana  de  Jesús,  en  quien  "la  fe- 
cundidad de  la  vida  aistiana  alcanzó  prontamente  su  máxima  expresión"  (N° 
28),  como  fruto,  testimonio  y  promesa  de  lo  que  aquella  evangelización  con- 
tiene para  el  alma  de  nuestra  patria  y  su  cultura. 

Pero,  en  esta  perspectiva,  cabe  preguntarse:  ¿  cuál  es  el  fruto  de  santidad  es- 
pecífico de  Santa  Mariana  de  Jesús  en  su  entorno  quiteño  del  siglo  diecisie- 
te? ¿Cuál  es  el  mensaje  característico  suyo  para  este  "nuevo  adviento",  de  que 
viene  hablando  el  Papa  desde  el  comienzo  de  su  Pontificado  (cf.  TMA  23)  y 
ahora  más  intensamente,  en  la  vigilia  del  tercer  milenio  cristiano?.  Inspirán- 
donos en  las  mismas  líneas  que  traza  esta  Carta  Apostólica,  podríamos  inten- 
tar (no  sin  audacia)  resumir  ese  mensaje  de  santidad  de  Mariana,  su  legado 
para  nuestros  días,  su  gran  esperanza  para  el  nuevo  adviento  cristiano,  en 
estas  tres  características:  vivencia  intensa  de  la  fe  como  mujer  seglar  (lo  que 
responde  a  la  urgencia  del  Pontífice  actual  por  restablecer  la  fe  y  movilizar 
la  nueva  evangelización);  sencilla  y  eficaz  dedicación  a  los  pobres  (lo  que. 
responde  al  llamado  a  la  caridad,  que  se  concreta  entre  nosotros  en  el  amor 
preferencial  por  ellos);  heroico  sacrifico  cotidiano  por  su  pueblo  (correspon- 
diente a  esa  esperanza  que  nos  apremia  a  luchar  por  la  llegada  del  Reino,  y 
a  pedir  que  se  haga  Reino  eterno  para  todos). 

2,-  Su  fe  de  mujer  seglar  consagrada 

Marianita  fue  una  santa  en  el  mundo.  Y  el  mundo  del  Quito  hispánico  no  era 
menos  mundo  que  el  nuestro,  con  toda  esa  enorme  tarea  que  el  Concilio  Va- 
ticano ha  urgido  a  los  seglares:  consagrar  las  realidades  temporales,  purifi- 
cándolas y  elevándolas  con  la  penetración  del  evangelio  en  todos  los  aspec- 
tos de  las  culturas  de  cada  época,  por  la  fuerza  de  la  fe  y,  mediante  ésta,  por 
la  esperanza  y  por  la  caridad.  Nuestra  santa  compatriota  vivió  en  su  casa  de 
familia,  entre  los  suyos,  sin  irse  al  convento,  a  donde  había  ingresado  su  her- 
mano mayor,  Franciscano,  y  mucho  después  dos  de  sus  sobrinas,  Carmelitas. 
Sintió  claramente  que  su  divino  esposo,  al  que  amó  siempre  con  pasión  y 


MAYO/ JUNIO  1996 


297 


con  voto  de  exclusividad  desde  los  siete  años,  no  la  quería  ni  para  misione- 
ra o  anacoreta,  ni  tampoco  para  religiosa.  Es  cierto  que  hizo  de  su  habita- 
ción una  clausura  más  recogida  que  las  estrictas  de  entorKes.  Solo  salía  de 
allí  para  ir  diariamente  a  la  Iglesia  de  la  Compañía  y  muy  rara  vez  a  otras 
partes  cercanas.  Pero  desde  todos  esos  espacios  reducidos,  tuvo  una  inmen- 
sa irradiación  entre  sus  conciudadanos,  que  marcó  la  vida  de  aquel  tiempo 
y  sigue  dándonos  pautas  para  el  presente. 

Lo  notable  es  que  todo  esto  lo  realiza  ella  en  su  corta  vida,  ofrendada  en  la 
ñor  de  sus  26  años,  como  hija  de  familia,  con  un  seguro  instinto  de  mujer 
guiado  por  la  gracia,  acertando  sin  vacilaciones  con  lo  que  pide  la  consagra- 
ción a  Dios  en  la  vida  seglar;  y  por  cierto,  desde  esa  forma  peculiar  de  en- 
trega que  consiste  en  la  virginidad  por  Cristo  y  en  la  maternidad  espiritual 
por  amor  a  los  hermanos.  Entendía  su  amor  al  Esposo  Jesucristo  con  deta- 
lles de  fidelidad  femenina  muy  expresivos,  que  eran  comprendidos  sin  am- 
bigüedades, incluso  por  más  de  un  atrevido  pretendiente.  El  Señor  su  Espo- 
so accedió  a  sus  ruegos  de  ocultar  las  terribles  penitencias  que  empezaron  a 
demacrarla  notoriamente,  concediéndole  la  permanente  lozanía  de  su  belle- 
za, reflejada  en  los  retratos  suyos  que  poseemos,  sobre  todo  en  el  de  su  guía 
espiritual  y  eximio  artista,  el  santo  Hermano  Hernando  de  la  Cruz. 

De  lo  que  significa  esta  feminidad  seglar  consagrada,  que  nace  de  una  inten- 
sa fe  y  desemboca  en  la  caridad  maternal  más  espléndida  y  alegre,  nos  da 
testimonio  su  primero  e  insuperado  biógrafo: 

Acompafiaba  la  belleza  de  su  rostro  con  un  natural  angélico  y  una 
mansedumbre  tan  amable  que  los  que  la  trataban  para  consuelo  de 
sus  almas  lo  hallaban  muy  grande  con  sus  palabras,  que  aunque  po- 
cas eran  llenas  de  cariño  y  apacibilidad.  Jamás  supo  lo  que  era  ira,  ni 
se  conoció  en  su  rostro  semblante  alguiK)  de  enojo  o  ceño;  su  modes- 
tia no  afectada,  sino  tan  natural  que  se  robaba  los  corazones.  Su  tra- 
to con  sus  prójimos  sin  melindre  alguno  de  mujer,  ni  gesto  alguno  de 
virtuosa  .  Toda  afable,  toda  humana,  y  por  esto  toda  divina.  [Vida  de 
Santa  Mariana  de  Jesús,  por  el  Padre  Jacinto  Morán  de  Butrón,  S.I.- 
Edición  crítica  por  el  Padre  Aurelio  Espinosa  Pólit,  S.I.-  Quito,  1995, 
pág.  260]. 


298 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


La  Única  carta  de  Marianita  que  nos  queda,  conservada  todavía  -como  espe- 
ramos- en  los  archivos  de  la  Congregación  para  las  Causas  de  los  Santos  en 
Roma,  es  en  este  sentido  la  joya  mejor,  pues  nos  abre  su  corazón  de  mujer, 
de  seglar,  de  consagrada  heroicamente  al  amor  de  Cristo,  que  por  la  suma 
de  todos  estos  títulos  resultaba  tan  encantadoramente  auténtica  en  su  afecto 
a  los  lejanos  como  a  los  cercanos,  siempre  tan  personal  con  cada  uno.  Es  la 
carta  de  22  de  marzo  de  1644  (cuando  tenía  ella  25  años,  catorce  meses  an- 
tes de  su  muerte)  al  P.  Antonio  Manosalvas,  su  confesor  jesuíta,  que  había  si- 
do trasladado  a  Riobamba: 

Padre  mío.  Vuestra  Paternidad  me  esaibe  que  no  le  aviso  de  mis  me- 
lancolías, cuando  Vuestra  Paternidad  se  fue  y  quedé  sola.  Pasé  terri- 
bles tristezas  sin  comparación,  tanto  que  estuve  detenninada  a  dejar 
las  Comuniones.  Padre  mío,  Dios  es  muy  piadoso  consolador  de  los 
desconsolados.  ¡Bendito  sea  él  para  siempre!  Amén. 

Padre  mío,  desde  que  trato  las  cosas  de  mi  alma  con  el  Hermano  Her- 
nando de  la  Cruz,  vivo  una  vida  alegre:  mucho  me  consuelan  sus  pa- 
labras. En  verdad.  Padre  mío,  que  es  un  santo.  Con  el  Padre  Vázquez 
no  hago  más  que  reconciliarme.  No  se  me  enoje  por  esto.  Dios  lo  ha 
querido  así.  ¿Quién  le  puede  resistir?  Cúmplase  su  voluntad.  Para  san- 
ta me  quiere.  Todos  los  de  casa  tienen  salud  y  besan  a  Vuestra  Pater- 
nidad la  mano.  Padre  mío,  Tomás  de  Escobar  lleva  una  petaquilla  con 
unas  tortas  y  un  poco  de  bizcocho  y  alfajor,  y  mi  corazón  también. 
Vuestra  Paternidad  reciba  la  voluntad,  que  es  buena.  Y  con  esto, 
adiós,  mi  Padre  de  mi  alma  [Fray  Contardo  Miglioranza:  Santa  Maria- 
na de  Jesús,  Azucena  de  Quito.  Buenos  Aires  -  Quito,  1990,  pág.  142]. 

2.-  Su  dedicación  a  los  pobres 

Las  personas  con  las  que  ordinariamente  trataba  Marianita,  aquellas  entre  las 
que  transcurrió  su  vida,  eran  ios  pobres;  estos  acudían  a  su  casa  para  la  ca- 
tcquesis, para  la  limosna,  para  el  cariñoso  trato  y  cuidados  de  salud  con  que 
los  distinguía.  Puede  incluso  establecerse  aquí  una  cierta  diferencia  con  su 
confesor  el  santo  hermano  Hernando,  que  -por  ser  varón  y  religioso  jesuíta, 
y  sin  duda  también  por  haber  sido  caballero  de  mundo  en  Panamá-  trataba 


MAYO/ JUNIO  1996 


299 


no  solo  con  pobres  sino  con  muchas  personas  de  alto  rango,  que  lo  venían 
a  buscar  para  ayuda  espiritual  o  para  asuntos  temporales  muy  delicados.  Lo 
auténtico  de  este  jesuíta,  como  de  los  otros  hijos  de  San  Ignacio,  directores 
espirituales  o  confesores  de  Santa  Mariana  de  Jesús,  quien  se  profesaba  "to- 
da jesuíta",  fue  precisamente  el  ayudar  a  crecer  en  ella  el  amor  a  la  pobreza 
y  a  las  humillaciones,  según  el  libro  de  los  Ejercicios  Espirituales  ignacianos, 
y  acaso  en  contra  de  lo  negativo  que  en  esta  materia  la  imagen  del  jesuíta 
haya  podido  sugerir  algunas  veces  (sin  duda  por  culpa  nuestra). 

El  amor  a  la  pobreza  y  a  la  humillación  no  es  posible  sin  un  amor  muy  con- 
creto y  muy  práctico  a  los  pobres  y  a  los  humillados.  Y  así  se  entiende  tam- 
bién la  austeridad,  el  despojo  voluntario,  la  sencillez  transparente  del  com- 
partir con  los  necesitados  en  esta  alma,  virtudes  que  cobran  más  actualidad 
todavía  en  el  apremio  que  siente  hoy  nuestra  Iglesia  ante  el  clamor  de  los 
pobres,  y  que  exige  respuesta,  no  tanto  de  anónimos  "cambios  estructura- 
les", sino  de  ese  verdadero  amor  operante,  llamado  en  cristiano  "caridad", 
que  sacrifica  lo  propio  ante  la  necesidad  del  prójimo. 

Es  elocuente  el  testimonio  consignado  en  los  procesos  (N°  35): 

Que  así  mismo,  manifestó  su  admirable  caridad  socorriendo  necesita- 
dos y  mendigos  que  recurrían  a  ella  en  sus  aprietos,  sino  que  también 
se  hizo  notable  cómo  pudiese  suceder  que  siendo  como  era,  una  vir- 
gen pobre,  tuviese  tanto  de  donde  socorrerlo,  sacando  del  retiro  de 
su  aposento  canastas  de  pan  para  repartirles,  sin  que  se  pudiese  ave- 
riguar de  dónde  le  venía  y  podría  conseguir  dicho  pan. 

Efectivamente,  los  milagros  que  se  cuenta  hizo  en  vida  y  después  de  muer- 
ta, tienen  un  gran  número  de  beneficiarios  entre  los  indígenas  y  los  más  des- 
preciados de  la  sociedad  de  entonces;  como  estos  dos  preciosos  casos  con- 
signados en  los  Procesos,  que  se  relacionan  con  la  protección  de  aquellas 
dos  razas  de  mujeres,  que  entre  nosotros  todavía  hoy  son  las  que  más  su- 
fren: 

Que  habiendo  maltratado  con  muchos  golpes  a  una  india  su  marido, 
ahorcándola  y  dejándola  por  muerta  en  un  sitio  retirado  de  la  ciudad, 
la  Sierva  de  Dios,  sin  ser  avisada  de  persona  alguna  la  hizo  llevar  a 
su  casa  donde  llegó  muerta  al  parecer,  y  aplicándole  un  emplasto  de 


300 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


rosas  a  las  heridas  y  lastimaduras,  volvió  en  su  juicio  dicha  india,  y  en 
breve  tiempo  estuvo  buena  y  sana  (Procesos  N°  85). 

Juana  de  Sangüesa,  esclava  de  condición,  de  color  morena  y  ladina  por  su 
capacidad,  padecía  grandes  disgustos  y  tropelías  con  su  esposo  Juan  de  Ri- 
bera, negro  criollo  y  de  condición  terrible.  Este  andaba  frenético  y  ansioso 
de  matar  a  su  mujer.  . . .  Para  esto  cogió  un  puñal  y  entró  en  la  iglesia  de  la 
Compañía  [donde  se  había  refugiado  su  mujer].  Divisólo  la  morena,  la  cual 
atravesada  del  susto  se  valió  del  sagrado  de  Mariana,  [que]  supo  retraer  el 
impulso  y  suspender  el  golpe,  [aquietándolo]  con  palabras  dulces.  ...  Y  sa- 
lió de  la  iglesia  tan  manso  como  vino  de  bravo.-  Consecuencia:  los  esposos 
tuvieron  por  más  de  treinta  años  que  duró  el  matrimonio,  mucha  paz,  sosie- 
go y  gusto. 

Marianita  no  hacía  estas  cosas  como  desde  arriba,  apelando  a  una  posición 
social  y  económica  superior.  Ya  hemos  oído  que  los  procesos  la  llaman  "vir- 
gen pobre";  y  llegó  a  serlo  en  realidad,  no  solo  por  renunciar  a  la  posesión 
de  todo  lo  material  que  no  era  irxiispensable,  no  sob  por  vivir  de  prestado 
en  casa  ajena  y  atendiendo  como  sirvienta  a  los  suyos,  sino  porque  ellos  mis- 
mos, su  familia  y  los  suyos  más  íntimos,  cayeron  en  la  pobreza  y  el  descré- 
dito social.  Se  anticipaba  en  eso  la  suerte  que  ahora  tantas  veces  está  tocan- 
do a  las  clases  medias  de  sus  conciudadanos,  que  van  empobreciéndose.  Por 
este  camino  experimentó  Mariana  en  carne  propia  lo  más  duro  de  la  "pobre- 
za actual",  como  dice  San  Ignacio;  y  por  cierto,  cano  mujer  seglar,  en  me- 
dio del  mundo. 

Resumimos  el  relato  de  este  hecho  penoso,  en  la  phima  de  un  moderno  di- 
vulgador (Fray  Contardo  Miglioranza:  Santa  Mariana  de  Jesús/Azucena  de 
Quito.  Buenos  Aires  1990;  cfr  pág.  149). 

Don  Cosme  de  Caso,  padre  adoptivo  de  Mariana,  era  empleado  de  la 
Corona  como  Capitán.  Aunque  sin  culpa,  fue  apresado  y  eiKarcelado. 
Permaneció  seis  años  en  la  cárcel.  Sobre  él  y  su  familia  se  esparció 
una  oleada  de  deshonra  pública.  Para  pagar  la  deuda  que  les  vino  en- 
cima perdieron  sus  bienes  y  tuvieron  que  poner  a  remate  la  casa  [de 
la  calle  García  Moreno  y  Rocafuerte].  Finalmente  el  yerno  del  Capitán 


MAYO/ JUNIO  1996 


301 


Cosme,  Don  Juan  Guerrero  de  Salazar,  marido  de  Juana  de  Caso  que 
era  la  sobrina  de  la  Santa,  pudo  comprar  la  casa  y  así  la  salvó  para 
que  un  día  pudiera  ser  monasterio  el  Carmen,  según  la  predicción  de 
Marianita.  Mientras  tanto,  ella  tomó  valientemente  su  parte  en  la  des- 
gracia y  en  la  deshonra  de  su  familia,  consolando  a  sus  familiares  con 
estas  palabras:  que  ahora  que  eran  pobres  "los  estimaba  y  quería  más, 
porque  era  la  voluntad  del  Creador". 

4.-  Sacrificio  cotidiano  por  la  Patria 

Santa  Mariana  de  Jesús  ha  sido  declarada  Heroína  Nacional  por  la  Asamblea 
Constituyente  de  1946.  Las  causas  fueron  patentes  por  las  circunstancias  de 
su  muerte  heroica,  ofrecida  voluntariamente  por  la  salvación  de  su  pueblo, 
y  en  particular  de  su  Quito,  frente  a  los  terremotos  y  a  las  consiguientes  epi- 
demias que  arrasaban  la  población.  Estas  cesaron  a  los  pocos  días  de  su  ofre- 
cimiento. Tal  gesto  de  una  muchacha  engrandecida  por  su  fe  extraordinaria 
es  comprendido  fácilmente  con  admiración  desde  la  mentalidad  de  la  épo- 
ca. Pero  no  siempre  en  nuestros  días  será  valorado  en  todo  su  alcance,  ni 
menos  acogido  y  propuesto  a  la  generación  del  tercer  milenio  cristiano. 

I" 

Pero  lo  que  en  realidad  necesita  la  Iglesia,  la  Patria,  nuestro  mundo  moder- 
no y  postmodemo,  es  el  sacrificio,  como  el  de  Santa  Mariana.  Un  sacrificio 
unido  al  de  Cristo,  que  brote  de  un  fuerte,  delicado  y  operativo  amor  al  Se- 
ñor por  sobre  todas  las  cosas.  Marianita  era  consciente  de  lo  que  hacía.  Qui- 
so rescatar  la  vida  del  predicador.  Padre  Alonso  de  Rojas,  que  se  ofreció  va- 
lientemente después  de  predicar  sobre  el  significado  bíblico  de  aquellas  ca- 
lamidades públicas:  "No  la  vida  preciosa  de  tu  sacerdote,  mi  confesor,  sino 
la  mía.  Por  imitar  a  mi  Esposo  y  amar  a  los  prójimos  como  Cristo  los  amó. 
Que  liberéis  a  mis  paisanos,  hermanos  míos  muy  queridos". 

Incomprensible  la  entrega  sino  dentro  del  misterio  de  la  Comunión  de  los 
Santos.  En  el  gran  Cuerpo  Místico  del  Cristo  físico  resucitado,  podemos  y  de- 
bemos llevar  los  uno  las  cargas  de  lo  otros.  Y  esto  se  expresa  en  solidarida- 
des concretas,  en  sustituciones  reparadoras,  en  sacrificios  por  los  demás. 

El  sacrificio  de  nuestra  santa  nacional  no  es,  por  tanto,  el  del  último  momen- 


302 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


to,  sino  el  de  toda  su  vida,  en  particular  desde  esos  sangrientos  ángulos  co- 
tidianos de  penitencias,  ofrecidas  por  los  pecados  de  su  pueblo  (pecados  no 
solo  contra  el  sexto  mandamiento  que  se  dice  haber  sido  obsesión  milenaria 
de  los  católicos,  sino  también  y  sobre  todo  contra  el  quinto  mandamiento,  el 
de  la  justicia,  y  contra  la  caridad,  que  los  resume  todos).  Ella  sabía  lo  que 
era  la  verdadera  caridad  y  cuánto  se  echaba  de  menos  en  aquella  sociedad, 
hoy  criticada  como  sociedad  feudal  de  clases,  donde  ciertamente  abundó  la 
culpa  multifacética  contra  los  pobres,  los  indios,  los  negros,  los  oprimidos  y 
marginados.  Pero  Dios  se  cuidó  de  que  allí  mismo,  y  también  para  nuestros 
días,  sobreabundara  la  gracia  a  través  de  su  virgen  voluntariamente  martiri- 
zada. 

Y  no  obstante,  sus  extremos  de  rigor  en  maceraciones  corporales  nos  pue- 
den resultar  incomprensibles.  A  ella  misma  le  llegó  a  parecer  así  (Moran  de 
Butrón  399),  cuando  se  quejó  afectuosamente  a  un  jesuíta,  el  P.  Lucas  de  la 
Cueva,  de  que  su  primer  confesor,  el  Padre  jesuíta  Camacho,  le  había  con- 
sentido ir  demasiado  lejos  al  comienzo,  hasta  no  poder  cumplir  más  adelan- 
te el  estrictísimo  horario  que  se  había  propuesto  para  cada  día.  Pero  ella  tam- 
bién tuvo  que  arrepentirse  de  "este  despego  tan  leve  que  había  tenido  de  su 
confesor",  reconociendo  la  insondable  dirección  providencial  en  estos  he- 
chos humanamente  injustificables. 

Al  fin  y  al  cabo  todas  estas  son  expresiones  espléndidas  de  ese  amor  infini- 
to del  Señor  para  con  su  pueblo,  que  el  hombre  camal  no  puede  entender. 

Y  también  es  necesario  que  en  nuestro  mundo  vuelvan  a  surgir  las  almas  víc- 
timas voluntarias,  con  una  misión  pedagógica  y  evangelizadora  radical:  Su  re- 
paración de  cada  día  es  una  llamada  de  atención  hacia  la  verdadera  raíz  de 
los  males  de  la  patria:  el  pecado;  también  y  ante  todo  los  pecados  sociales. 

Y  la  irresponsabilidad  de  los  que  tienen  obligaciones  públicas.  Acaso  por  eso 
el  pueblo,  con  intuición  segura,  con  profetismo  de  sabiduría  popular,  ha  acu- 
ñado ese  dicho,  ciertamente  apócrifo  de  Santa  Mariaru,  que  sin  embargo  tie- 
ne tanto  meollo:  ¡El  Ecuador  no  se  destruirá  por  los  terremotos  sirx)  por  los 
malos  gobiernos!  (donde  gobierno  somos  todos,  porque  a  estas  alturas  de  los 
tiempos  democráticos  ya  sabemos  muy  bien  que  todos  somos  solidarios  en 
la  responsabilidad,  en  la  culpa  y  en  mérito). 


MAYO/ JUNIO  1996 


303 


Pero  sabemos  que  Santa  Mañanita  intercede  ante  su  esposo  Divino  y  es  fir- 
me columna  de  nuestra  esperanza.  Justamente  al  cruzar  el  umbral  de  la  es- 
peranza ante  el  nuevo  milenio  cristiano,  debemos  recordar  sus  lecciones  de 
santidad,  pues  nuestra  patria,  consagrada  al  Corazón  de  Jesús  y  al  de  María, 
está  llamada  también  a  poner  su  servicio  de  fe  y  de  amor  en  una  nueva  épo- 
ca de  la  historia. 

Quito,  30  de  abril  de  1996 

Mons.  Julio  Terán  Dutari,  SJ 
Obispo  Auxiliara  de  Quito 


Santa  Mariana  de  Jesús  Paredes  y  Flores 

"Se  llenaron  todos  del  Espíritu  Santo  y  comenzaron  a  hablaren  otras  lenguas, 
según  el  Espíritu  le  concedía  expresarse"  (Hechos  2,  4) 

Estimados  hermanos  en  nuestro  Señor  Jesucristo: 

Hoy  estamos  celebrando  la  solemnidad  de  Pentecostés.  En  Pencostés  la  Igle- 
sia celebra  la  venida  del  Espíritu  Santo  sobre  el  Colegio  Apostólico,  congre- 
gado en  el  Cenáculo  de  Jerusalén.  El  Espíritu  Santo  fue  enviado  el  día  de 
Pentecostés,  a  fin  de  santificar  indefinidamente  a  la  Iglesia.  La  santifica,  co- 
municáridole  la  vida  divina,  la  gracia.  Desde  Pentecostés  el  Espíritu  Santo  ha- 
bita en  la  Iglesia  y  en  el  corazón  de  los  fieles,  como  en  su  templo  y  en  ellos 
ora  y  da  testimonio  de  su  adopción  como  hijos. 

Hoy,  26  de  mayo,  aquí  en  el  Ecuador  estamos  celebrando  la  fiesta  de  nues- 
tra Santa  compatriota  Mariana  de  Jesús  Paredes  y  Flores,  la  Azucena  de  Qui- 
to. La  fiesta  de  Santa  Mariana  de  Jesús  en  este  año  se  reviste  de  especial  so- 
lemnidad, porque  hoy  estamos  clausurando  el  "Año  Jubilar",  proclamado  por 
la  Conferencia  Episcopal  Ecuatoriana,  para  conmemorar  los  trescientos  cin- 
cuenta años  del  fallecimiento  de  la  Azucena  de  Quito,  acaecido  el  26  de  ma- 


304 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


yo  de  1645.  Con  especial  oportunidad  coincide  esta  fiesta  de  Santa  Mañani- 
ta de  Jesús  con  la  solemnidad  de  Pentecostés,  porque  por  la  acción  del  Es- 
píritu Santo,  Mariana  de  Jesús  Paredes  y  Flores  fue  santificada  y  escaló  las  ci- 
mas más  elevadas  de  la  santidad  y  de  la  perfección  cristiana. 

¿Quién  fue  Mañanita  de  Jesús  Paredes  y  Flores? 

Todavía  no  se  había  cumplido  un  siglo  de  la  fundación  española  de  San 
Francisco  de  Quito,  cuando  vino  al  mundo,  en  el  cristiano  y  noble  hogar  del 
Capitán  Don  Jerónimo  Zenel  de  Paredes  y  de  la  Sia.  Dña.  Mariana  Granobles 
Jaramillo,  una  niña  cuya  santidad  había  de  enriquecer  espiritualmente  a  esta 
ciudad  de  Quito  en  la  primera  mitad  del  siglo  XVII.  Nació  Mariana  de  Jesús 
el  día  sábado,  entre  las  11  y  12  de  la  noche  del  31  de  octubre  de  l6l8. 

Una  misteriosa  estrella,  de  la  que  nacía  como  una  palma  de  luz  sobre  la  ca- 
sa de  los  Paredes  y  Flores  Granobles  y  Jaramillo,  hoy  Monasterio  del  Carmen 
Alto,  anunció  con  su  misterioso  resplandor  que  la  niña  que  en  esos  momen- 
tos nacía,  la  octava  y  última  de  la  familia,  había  de  iluminar  con  su  luz  de 
santidad  y  perfección  cristiana  los  cielos  de  nuestra  Patria.  El  22  de  noviem- 
bre de  aquel  mismo  año,  el  presbítero  Juan  Demoin  administró  a  esa  niña 
las  aguas  del  bautismo,  en  la  iglesia  parroquial  de  El  Sagrario,  y  la  incorpo- 
ró al  Cuerpo  Místico  de  Cristo. 

Muy  niña  quedó  huérfana  Mariana  de  Jesús.  Pero  en  su  hermana  mayor.  Do- 
ña Jerónima  y  el  esposo  de  ésta,  el  Capitán  Cosme  de  Caso,  encontró  a  sus 
segundos  padres,  quienes  con  solicitud  y  afecto  hicieron  todo  lo  posible  pa- 
ra templar  la  tristeza  de  la  orfandad.  Mariana  se  integra  a  la  familia  y  cultiva 
una  amistad  fraterna  con  María  y  Juana,  sus  sobrinas  coetáneas,  y  con  la  me- 
nor de  todas.  Sebastiana,  que  será  luego  su  fiel  imitadora. 

Desde  sus  primeros  años  y  con  mayor  intensidad  en  la  medida  en  que  fue 
creciendo  en  edad,  supo  corresponder  a  las  inspiraciones  del  Espíritu  Santo 
y  a  la  gracia  divina,  que  la  prevenía  para  que  aspirase  a  la  santidad.  En  aquel 
ambiente  del  siglo  diecisiete  Mariana  de  Jesús  practica  una  santidad  heroica, 
que  es  síntesis  de  todas  las  virtudes:  de  una  fe  luminosa,  de  una  esperanza 
absoluta  en  Dios,  de  una  caridad  ardiente,  que  la  lleva  a  amar  a  Dios  sobre 


MAYO/ JUNIO  1996 


todas  las  cosas  y  a  despreciar  todo  por  ei  amor  a  Dios.  A  impulsos  de  su  ca- 
ridad y  para  unirse  más  estrechamente  con  su  amado,  hace  en  el  siglo  pro- 
fesión de  los  Consejos  evangélicos  de  pobreaa,  castidad  y  obediencia,  una 
vez  que,  fallados  dos  proyectos  de  ingreso  en  la  vida  religiosa  de  los  Monas- 
terios primero  de  Santa  Catalina  y  después  de  Santa  Clara,  descubre  que  su 
vocación  es  la  de  santificarse  en  el  santuario  de  su  hogar  y  echando  mano 
de  los  medios  de  santificación  que  están  al  alcance  de  todos  los  cristianos. 

Practicó  una  castidad  inmaculada,  simbolizada  en  la  hermosa  blancura  y  en 
la  fragancia  de  la  Azucena  que  brotó  en  el  jardín  de  su  casa,  en  terreno  abo- 
nado con  su  sangre. 

Pero  el  signo  distintivo  de  su  santidad  fue  una  asombrosa  mortificación  y  pe- 
nitencia corporal,  que  la  indujo  a  anhelos  ardientes  de  reparación  por  los  pe- 
cados de  su  sociedad  y  de  su  tiempo.  Podemos  afirmar  que  Santa  Mariana 
de  Jesús  hizo  todo  lo  posible  por  asemejarse  o  identificarse  con  la  Víctima 
Divina,  inmolada  por  la  reparación  de  los  pecados  del  mundo,  Jesucristo  cru- 
cificado. Como  Pablo,  no  quiso  gloriarse  en  otra  cosa  que  en  la  cruz  de 
Nuestro  Señor  Jesucristo,  por  la  cual  -pudo  también  decir  ella-  "el  mundo  es- 
tá crucificado  para  mí  y  yo  para  el  mundo...  Yo  llevo  en  mi  cuerpo  las  mar- 
cas o  las  llagas  de  Jesús"  (Cfr.  Gal.  6,  14.17). 

Por  ello  mortificó  su  cuerpo  virginal  con  inauditas  penitencias:  con  discipli- 
nas y  cilicios,  con  ayunos  y  crucifixión,  con  corona  de  espinas. 

Con  un  autor  de  nuestros  días,  podemos  decir  de  ella  que  fue  "mujer  de  do- 
lores" "Ella  es  el  dolor  físico  viviente.  Los  cilicios  crueles  que  la  torturan,  las 
penitencia  que  la  postran  no  consiguen  alterar  ese  natural  bondadoso  con 
que  Dios  la  quiso  distinguir.  Allí  estaba  el  mérito.  Fue  Mariana  amable  en  ex- 
tremo. Se  robaba  los  corazones  con  esa  finura  sin  afectación,  porque  la  san- 
ta elegancia  en  los  modales  no  era  sino  reflejo  de  su  alma  eucarística"  (Enri- 
que Villasís  Terán,  pág.  l68). 

El  papel  providencial  de  Mariana  de  Jesús 

Mariana  de  Jesús  es  inocente,  pura.  Sin  embargo,  se  somete  a  una  vida  de 
penitencia  que  sobrecoge  el  espíritu  y  a  dolores  y  torturas  que  asombran. 


306 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


¿Cuál  es  el  secreto  de  su  santidad?  y  ¿Cuál  es  su  función  específica  dentro  del 
Cuerpo  Místico?.  Algunos  datos  de  los  procesos  de  1670  nos  dan  elementos 
para  descubrir  que  Santa  Mariana  de  Jesús  se  presenta  como  Víctima,  como 
holocausto  de  reparación  por  la  salvación  de  su  ciudad  y  de  su  Patria.  Sus 
contemporáneos:  el  P.  Manosalvas,  el  P.  Alonso  de  Rojas,  su  biógrafo  el  P. 
Morán  de  Buitrón  señalan  el  carácter  de  abogada  por  las  culpas  sociales,  así 
como  el  papel  de  intercesora  ante  el  Altísimo,  por  lo  cual  muchas  veces  se 
la  oyó  decir  que  ella  gustosa  ciaría  su  vida  a  cambio  de  la  salud  material  y 
espiritual  de  sus  compatriotas. 

El  gran  Arzobispo  de  Quito  y  erudito  historiador,  Mons.  González  Suárez, 
piensa  que  el  carácter  distintivo  de  la  santidad  de  Mariana  de  Jesús  es  su  pe- 
nitencia, su  mortificación  corporal  asombrosa;  ...  ¿Por  qué?  ¿Quién  se  la  ins- 
piró? ¿Qué  significa?. 

"En  los  designios  de  Dios  Mariana  de  Jesús  ha  sido  dada  al  Ecuador  de  un 
modo  especial  y  también  a  toda  la  Iglesia  americana  ccxno  abogada,  como 
patrona,  ccano  intercesora  en  las  calamidades  públicas:  Dios  la  sacó  de  los 
tesoros  de  su  bondad  y  enriqueció  con  ella  esta  nuestra  República  ecuatoria- 
na. Dios  la  predestinó  para  víctima  providencial  de  los  pecados  públicos  de 
esta  Capital  y  de  todo  el  pueblo  ecuatoriano:  la  previno  con  gracias  extraor- 
dinarias, la  fortaleció  sobrenaturalmente  y  la  sostuvo  para  que  consumara  el 
destino  de  caridad  con  que  la  había  santificado". 

Por  eso,  aquel  domingo  de  cuaresma,  26  de  marzo  de  1645,  cuando  se  ha- 
bía realizado  en  Quito  una  pública  rogativa  penitencial,  en  el  templo  de  la 
Compañía,  Mañanita  de  Jesús  hizo  el  ofrecimiento  de  su  vida  por  la  salva- 
ción de  Quito  y  del  Ecuador  del  flagelo  de  los  terremotos  y  de  la  peste.  El 
26  de  mayo  de  aquel  mismo  año  de  1645,  Dios  aceptó  el  holocausto,  cuan- 
do la  Azucena  de  Quito  consumó  su  vida  terrena  a  la  lozana  edad  de  26 
años,  seis  meses  y  veintiséis  días,  es  decir,  hace  exactamente  351  años. 

Estimados  hermanos,  hoy  hemos  venido  a  celebrar  solemnemente  esta  fies- 
ta en  honor  de  Santa  Mariana  de  Jesús,  en  esta  Iglesia  Catedral  primada  de 
Quito,  para  clausurar  el  año  jubilar  de  los  350  años  del  fallecimiento  de  nues- 
tra Santa  compatriota. 


MAYO/ JUNIO  1996 


307 


Los  frutos  espirituales  de  este  Año  Jubilar 

Su  santidad  el  Papa  Juan  Pablo  II,  en  el  Mensaje  enviado  al  pueblo  ecuato- 
riano el  18  de  abril  de  este  año,  con  ocasión  de  la  clausura  de  este  Año  Ju- 
bilar por  los  350  años  del  fallecimiento  de  Santa  Mariana  de  Jesús,  nos  ex- 
horta a  los  ecuatorianos  a  que,  como  frutos  de  esta  celebración,  fortalezca- 
mos nuestra  fe,  tengamos  un  fuerte  deseo  de  conversión  y  un  verdadero  an- 
helo de  santidad  y  de  renovación  personal.  El  Papa  nos  dice  literalmente: 
"Queridos  Hermanos  en  el  Episcopado  y  amados  hijos  (del  Ecuador),  ojalá 
que  esta  conmemoración  sirva  para  fortalecer  la  fe  y  el  testimonio  de  los  cris- 
tianos ecuatorianos,  suscitando  en  cada  fiel  un  verdadero  anhelo  de  santi- 
dad, un  fuerte  deseo  de  conversión  y  de  renovación  personal"  (Mensaje  n. 
6). 

En  todos  los  católicos  ecuatorianos  debe  suscitarse  un  "verdadero  anhelo  de 
santidad"  y  de  renovación  personal.  El  hecho  de  que  Mariana  de  Jesús  haya 
escalado  las  cimas  más  elevadas  de  la  santidad,  habiendo  nacido  en  el  seno 
de  un  hogar  noble  y  económicamente  acomodado,  el  hecho  de  que  ella  se 
haya  santificado  en  el  siglo,  sin  necesidad  de  salir  del  mundo  a  la  vida  reti- 
rada de  un  Monasterio,  todo  esto  nos  recuerda  una  importante  enseñanza  del 
Concilio  vaticano  II.  El  Concilio  nos  enseña  que  en  la  Iglesia  hay  una  voca- 
ción universal  a  la  santidad, -o  sea,  que  todos  los  miembros  de  la  Iglesia,  lo 
mismo  quienes  pertenecen  a  la  Jerarquía  que  los  apacentados  por  ella,  esta- 
mos llamados  a  la  santidad,  según  nos  recuerda  el  Apóstol  Pablo:  "Esta  es  la 
voluntad  de  Dios:  vuestra  santificación".  El  Divino  Maestro  y  modelo  de  to- 
da perfección,  el  Señor  Jesús,  predicó  a  todos  y  a  cada  uno  de  sus  discípu- 
los, cualquiera  que  fuese  su  condición,  la  santidad  de  la  vida,  de  la  que  El 
es  iniciador  y  consumador:  :Sed,  pues  vosotros  perfectos,  como  vuestro  Pa- 
dre celestial  es  perfecto"  (Mt  5,  48). 

Todos  estamos  llamados  a  la  santidad,  pero,  al  contemplar  vidas  extraordi- 
narias, como  la  de  Santa  Mariana  de  Jesús,  muchos  cristianos  pueden  pensar 
que  la  santidad  es  algo  muy  raro  y  muy  difícil,  que  no  está  al  alcance  de  to- 
dos. 

La  santidad  es  la  perfección  cristiana  en  las  condiciones  concretas  de  la  vida 
en  que  cada  uno  puede  hallarse.  Lo  esencial,  lo  fundamental  de  la  santidad 


308 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


es  vivir  la  gracia  santificante,  o  sea,  mantener  permanentemente  en  nuestra 
alma  la  participación  de  la  vida  divina  que  nos  ha  sido  comunicada. 

El  mismo  Concilio  Vaticano  II  nos  recuerda  que  los  seguidores  de  Cristo,  lla- 
mados por  Dios  no  en  razón  de  nuestras  obras,  sino  en  virtud  del  designio 
y  gracia  divinos  y  justificados  en  el  Seíior  Jesús,  hemos  sido  hechos  en  el 
bautismo,  verdaderos  hijos  de  Dios  y  partícipes  de  la  naturaleza  divina  y  por 

10  mismo,  santos.  La  participación  en  nosotros  de  la  vida  divina,  de  la  natu- 
raleza divina,  que  se  llama  gracia  santificante,  es  la  que  nos  hace  santos..  En 
esto  consiste  entitativamente  la  santidad. 

Dinámicamente  la  santidad  consiste  en  la  práctica  del  amor:  del  amor  a  Dios 
y  del  amor  al  prójimo.  Así  nos  recuerda  el  mismo  documento  conciliar:  "El 
Divino  Maestro  nos  envió  a  todos  el  Espíritu  Santo  -y  nos  lo  envió  en  Pen- 
tecostés- para  que  nos  moviera  interiormente  a  amar  a  Dios  con  todo  el  co- 
razón, con  toda  el  alma,  con  toda  la  mente  y  con  todas  las  fuerzas  (Cfr  Mt 
12,  30)  y  a  amamos  mutuamente  entre  los  hombres,  como  Cristo  nos  amó. 

Santa  Mariana  de  Jesús  es  también  para  nosotros  ejemplo  y  modelo  de  este 
amor  a  Dios  y  al  prójimo,  pues,  como  nos  recuerda  S.S.  el  Papa  Juan  Pablo 

11  en  su  mensaje:  "El  amor  a  Cristo  pobre  la  llevó  al  servicio  de  Cristo  en  los 
indigentes  y  los  pecadores,  compartiendo  las  condiciones  de  vida  de  los  más 
desheredados  y  participando  de  sus  sufrimientos,  problemas  y  peligros.  Que 
esta  opción  por  la  pobreza  evangélica,  vivida  también  hoy  en  Latinoamérica 
con  valentía  y  heroísmo  por  tantos  otros  hombres  y  mujeres  de  corazón  ge- 
neroso, siga  denunciando  la  esclavitud  del  pecado,  raíz  de  toda  injusticia  y 
discriminación;  favorezca  la  promoción  de  la  solidaridad  social,  "iluminando 
con  el  Evangelio  y  la  doctrina  social  de  la  Iglesia  la  conciencia  de  los  ciuda- 
danos" (Carta  ap.  "Los  Caminos  del  Evangelio",  21);  y  ayude  a  las  nuevas  ge- 
neraciones del  Ecuador  a  vencer  la  seducción  de  un  materialismo  ávido  de 
poseer,  desinteresado  de  los  más  débiles  y  carente  de  sensibilidad  por  el 
equilibrio  de  los  recursos  de  la  naturaleza".  (Mensaje,  4). 

Estimados  hermanos,  si  la  santidad  consiste  en  vivir  como  hijos  de  Dios,  co- 
mo hermanos  de  Jesucristo  y  como  templos  vivos  del  Espíritu  Santo  por  la 


MAYO/ JUNIO  1996 


309 


gracia  y  en  amar  a  Dios  sobre  todas  las  cosas  y  en  amamos  mutuamente  co- 
mo Cristo  nos  ha  amado,  la  santidad  está  al  alcance  de  todos  y  este  Año  Ju- 
bilar de  Santa  Mariana  de  Jesús  debe  suscitar  en  todos  los  católicos  ecuato- 
rianos un  verdadero  anhelo  de  santidad  y  un  fuerte  deseo  de  conversión  y 
de  renovación  personal. 

Pidamos  a  Santa  Mariana  de  Jesús,  la  Azucena  de  Quito  y  la  Heroína  Nacio- 
nal, que  ella  siga  intercediendo  ante  Dios  por  nuestra  ciudad  de  Quito,  por 
nuestra  Patria  ecuatoriana,  para  que  de  ella  se  alejen  la  violencia,  la  crimina- 
lidad, la  inseguridad  y  los  secuestros,  la  corrupción  administrativa,  la  injusti- 
cia y  la  crisis  económica.  Que  la  intercesión  de  nuestra  Heroína  Nacional  al- 
cance para  el  Ecuador  justicia,  unión  y  amor  fraterno  entre  ecuatorianos,  so- 
lución justa  y  pacífica  de  nuestro  problema  territorial;  consolidación  de  nues- 
tro sistema  democrático;  desarrollo  económico  y  social  de  nuestro  pueblo, 
como  sólido  fundamento  de  una  paz  auténtica  y  estable.  Así  sea. 

Homilía  pronunciada  por  Mons.  Antonio  González  Z.,  Arzobispo  de  Quito, 
en  la  Misa  celebrada  en  la  Catedral  Primada  de  Quito,  el  domingo  26  de  ma- 
yo de  1996,  en  la  fiesta  de  Santa  Mariana  de  Jesús,  con  la  cual  se  clausuró 
el  Año  Jubilar"  del  350°  aniversario  de  su  fallecimiento. 


Jerusalén  y  los  Cristianos 

Mucho  se  podría  decir  de  lo  que  históricamente  significa  Jerusalén  como  ciu- 
dad santa  para  los  cristianos,  bajo  un  triple  punto  de  vista:  el  de  la  historia 
bíblica  hebrea;  el  de  la  historia  del  Nuevo  Testamento  y  de  los  orígenes  ais- 
tianos  hasta  nuestros  días;  y  finalmente  el  punto  de  vista  de  la  historia  de  sal- 
vación desde  nuestra  fe. 


1 .-  Historia  bíblica  hebrea 

En  primer  lugar  Jerusalén  es  la  ciudad  santa  en  la  que  culmina  la  historia  del 


310 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


pueblo  de  Israel,  que  todos  bs  cristianos  reconocemos  como  Antiguo  Testa- 
mento, paite  imprescindible  de  nuestra  propia  historia  sagrada.  Sobre  estos 
datos  históricos  y  sobre  su  interpretación  de  fe  en  los  mismos  escritos  bíbli- 
cos, se  ha  reflexionado  con  enorme  abundancia.  Lo  dicho  aquí  mismo  el  día 
de  hoy  es  prueba  elocuente,  que  nos  debe  enc«^llecer  a  los  mismos  cristia- 
nos, cuando  con  todo  merecimiento  se  celebran  los  tres  mil  años  de  esta  ciu- 
dad única  en  el  mundo.  No  me  voy  a  detener,  pues,  es  este  primer  punto, 
pero  lo  subrayo  con  encarecimiento  y  entrañable  admiración. 

2.-  Historia  en  los  dos  milenios  cristianos 

En  segundo  lugar,  Jenisalén  (que  se  menciona  más  de  130  veces  en  el  Nue- 
vo Testamento)  fue  el  centro  de  irradiación  para  la  obra  de  Jesús,  a  quien 
sus  seguidores  desde  el  comienzo  han  llamado  Cristo  (traducción  griega  del 
Mesías  hebreo).  Como  fundador  histórico  del  cristianismo  realizó  él  allí  lo 
más  importante  de  sus  acciones:  alK  to  habían  presentado  sus  padres  en  el 
templo  de  Herodes  el  Grande,  allí  lo  habían  buscado  los  magos  venidos  de 
Oriente,  allá  sube  a  los  doce  años  para  la  peregrinación  pascual  y  allí  se  que- 
da tres  días  en  el  templo  sin  que  b  sepan  sus  padres;  en  s\js  últimos  años, 
los  de  predicación  pública,  sube  siempre  allá  para  las  fiestas  y  acude  con  mu- 
cha frecuencia  para  enseñar  y  curar,  en  sus  postreros  días  terrenales  entra  allí 
con  humilde  triunfo  ritual  y  Uora  sobre  la  ciudad  y  sobre  el  templo,  a  los  que 
amaba  tanto  y  a  los  que  con  frecuencia  mencionó  en  su  evangelio  (en  su 
'buena  nueva');  muy  pronto  se  suceden  allí  mismo  los  hechos  trascendenta- 
les de  su  última  Pascua,  su  prendimiento,  su  juicio  y  su  crucifixión;  y  en  se- 
guida también  el  testimonio  de  sus  discípulos  que  anuncian  su  resurrección 
y  después  el  envío  de  su  Espíritu  Santo  desde  el  Padre  Dios. 

Jeriisalén  es  además  la  dudad  en  que  nació  la  Iglesia  cristiana,  se  desarrolló 
y  se  difundió,  bajo  el  protagonismo  de  cristianos  judíos;  pero  fue  allí  tam- 
bién donde  en  esos  años  primerísimos  se  celebró  el  primer  concilio  de  la 
Iglesia,  que  oficialmente  admitió  a  los  gentiles  (a  los  no  judíos)  en  el  cristia- 
nismo. Después  de  la  rebelión  judía  del  año  66  y  de  la  reconquista  y  des- 
trucción obrada  por  los  romanos  en  el  año  70,  los  cristianos  volvieron  a  cons- 
tituir una  comunidad,  que  en  el  Siglo  IV  fue  distinguida,  por  el  Emperador 
Constantino  y  por  su  Madre  la  Emperatriz  Elena,  con  la  construcción  de  es- 


MAYO/ JUNIO  1996 


31  1 


pléndidas  basílicas,  de  las  que  solo  sobrevive  la  de  la  Natividad  en  Belén.  Ya 
para  el  siglo  siguiente  obtiene  esa  comunidad  jerosolimitana  el  reconoci- 
miento de  Patriarcado  por  el  Concilio  de  Calcedonia.  Durante  buena  parte 
del  siglo  XII  la  ciudad  fue  ocupada  por  los  Cruzados,  deseosos  de  liberar  el 
santo  sepulcro  de  Cristo  y  animados  por  el  Espíritu  de  la  "  peregrinatio"  (que 
corresponde  a  la  haliyah  hebrea);  se  estableció  así  la  Jerarquía  católica  roma- 
na. Después  la  sede  cristiana  estuvo  entre  Obispos  griegos  ortodoxos.  Pero 
hasta  hoy  día  tienen  su  sede  en  Jerusalén  también  autoridades  eclesiásticas 
de  diversas  Iglesias  y  ritos  cristianos  tradicionales;  Latinos,  griegos,  armenios, 
coptos  y  etiópicos,  que  se  reparten  la  custodia  de  los  lugares  santos. 

3.-  Historia  de  salvación  desde  la  fe 

En  tercer  lugar  habría  que  hablar  de  lo  más  importante,  a  mi  entender:  de 
lo  que  significa  Jerusalén  para  la  fe  y  para  la  esperanza  de  los  cristianos.  Y 
esto,  por  más  que  a  algunos  les  pueda  sonar  insólito,  no  se  diferencia,  tan- 
to como  se  ha  dicho,  de  las  convicciones  que  abrigan  hasta  hoy  muchos  ju- 
díos creyentes.  Yo  querría  decir  ahora  que  en  definitiva  la  ciudad  santa  de 
Jerusalén  es  nuestro  más  hermoso  símbolo  común,  para  judíos  y  cristianos, 
de  una  esperanza  final  y  triunfante  de  concordia  y  unidad  entre  todos  los 
pueblos,  por  encima  de  cualesquiera  divisiones  y  luchas  del  presente  (racia- 
les, sociales,  políticas  y  religiosas). 

Al  evocar  el  Concilio  "Vaticano  II  los  vínculos  con  que  los  católicos  no  senti- 
mos espiritualmente  unidos  para  siempre  a  la  raza  de  Abraham,  y  al  conde- 
nar "los  odios,  persecuciones  y  manifestaciones  de  antisemitismo  de  cual- 
quier tiempo  y  persona  contra  los  judíos"  [Declaración  Nostra  Aetate,  4],  re- 
cuerda también  que  según  el  mismo  San  Pablo  "los  judíos  son  muy  amados 
de  Dios  a  causa  de  sus  padres,  porque  Dios  no  se  arrepiente  de  sus  dones 
y  de  su  vocación"  y  porque  "la  Iglesia  cree  que  Cristo,  nuestra  Paz,  recon- 
cilió por  la  Cruz  a  Judíos  y  Gentiles  y  que  de  ambos  hizo  una  sola  cosa"; 
añade  finalmente  (con  citas  de  los  Profetas  y  del  mismo  Pablo )  que  "la  Igle- 
sia espera  el  día,  que  solo  Dios  conoce,  en  que  todos  los  pueblos  invocarán 
al  Señor  con  una  sola  voz  y  le  servirán  con  un  solo  hombro".  Ahora  bien,  el 
símbolo  de  toda  esta  esperanza  de  paz,  reconciliación  y  concordia  universal 
es,  según  el  Nuevo  Testamento,  precisamente  la  ciudad  de  Jerusalén. 


2 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


El  lugar  más  explícito  y  grandioso  -no  el  único-  donde  se  expresa  esta  espe- 
ranza con  su  riquísima  simbología,  es  el  solemne  final  (capítulos  21  y  22)  del 
último  libro  de  la  sagrada  escritura  cristiana,  el  Apocalipsis  de  San  Juan,  que 
trata  de  la  Jerusa'én  futura.  La  visión  es  magnífica  y  está  recamada  de  citas  y 
alusiones  a  los  Salmos  y  más  que  nada  a  los  graiKks  Profetas  de  Israel,  en 
primer  lugar  a  Isaías  y  a  Exequiel: 

VI  entonces  un  délo  nuevo  y  una  tierra  nueva, 
porque  el  primer  cielo  y  la  primera  tierra 
habían  desaparecido  y  el  mar  ya  no  existía. 

Y  vi  bajar  del  cielo,  de  junto  a  Dios, 
a  la  ciudad  santa,  la  nueva  Jerusalén, 

ataviada  como  una  novia  que  se  adorna  para  su  esposo. 

Y  oí  una  voz  potente  que  decía  desde  el  trono: 
"esta  es  la  morada  de  Dios  con  los  hombres; 

él  habitará  en  ellos  y  ellos  serán  su  pueblo; 
Dios  en  persona  estará  con  ellos  y  será  su  Dios. 
El  enjugará  las  lágrimas  de  sus  ojos, 
ya  no  habrá  muerte  ni  luto  ni  llanto  ni  dolor, 
pues  lo  de  antes  ha  pasado'.  C\poc  21,  1^ 

Las  naciones  se  pasearán  a  su  luz 

los  reyes  de  la  tierra  llevarán  a  ella  su  esplendor 

y  sus  puertas  no  se  cerrarán  de  día 

pues  allí  no  habrá  noche. 

Llevarán  a  ella  el  esplendor 

y  la  riqueza  de  las  naciones, 

pero  nunca  entraiú  en  ella  nada  impuro.  (Apee  21,  24-27) 

Y  sigue  la  descripción  con  derroche  extraordinario  de  elementos  bíblicos  his- 
tóricos pertenecientes  al  morüe  Sión  y  a  la  ciudad  de  Jerusalén,  que  se  trans- 
forman en  símbolos  ardientes  de  esperanza  para  toda  la  humamdad. 

Quisiera  hacer  notar  de  pasada  cuánto  concuerda  esta  visión  con  las  tradi- 
ciones judías  de  la  literatura  rabínica,  basada  en  la  Biblia  hebrea.  Según  es- 
tudios de  especialistas  (Cfr  Kurt  Hruby,  ait.  Jerusalén-Sión,  en  el  Diccionario 


MAYO/ JUNIO  1996 


313 


de  las  Religiones,  dirigido  por  Paul  Poupaid,  con  un  equipo  interconfesional: 
París  1985;  traduce,  española  Barcelona  1987,  pág  900-901),  allí  aparece  el 
significado  pleno  de  Jerusalén,  no  solo  para  Israel  sino  para  el  mundo  ente- 
ro: Las  magníficas  promesas  en  tomo  a  la  ciudad  santa,  desarrolladas  por  los 
Profetas,  tuvieron  que  proyectarse  a  los  tiempos  escatológicos.  Cuando  lle- 
gue ese  tiempo  de  la  realización,  Jerusalén-Sión  será  el  centro  del  mundo,  el 
lugar  a  donde  afluirán  todas  las  naciones.  Cuando  llegue  ese  tiempo,  el  Se- 
ñor conducirá  al  mundo  entero  hacia  su  monte  santo.  Jerusalén  conocerá  una 
resurrección  resplandeciente.  Por  eso  los  judíos  piadosos  repiten  tres  veces 
al  día,  en  la  plegaria  de  las  dieciocho  bendiciones: 

Vuelve  con  misericordia  a  Jerusalén,  tu  ciudad, 

y  establece  en  ella  tu  residencia,  como  lo  has  prometido. 

Que  nuestros  ojos  puedan  ver  tu  regreso  a  Sión 

por  obra  de  tu  misericordia. 

Asimismo  el  midrash  señala  que  la  Jerusalén  celeste  se  encuentra  exacta- 
mente encima  del  lugar  donde  está  asentada  la  Jerusalén  terrestre;  y  la  ce- 
leste fue  creada  a  causa  del  amor  que  Dios  sentía  por  la  Jerusalén  terre- 
nal. 

Por  supuesto,  todas  estas  esperanzas  acerca  de  la  Jerusalén  escatológica  se 
entienden  únicamente  desde  la  fe,  y  suponen  una  decisión  irxjuebrantable 
por  la  justicia  y  la  paz,  más  allá  de  todos  los  fracasos  actuales  y  de  los  nue- 
vos obstáculos  temibles  en  el  plano  social  y  político.  Tal  decisión  nos  obliga 
a  todos  los  creyentes,  tanto  judíos  como  cristianos,  y  así  mismo  a  los  musul- 
manes, que  tienen  también  a  Jerusalén  como  ciudad  santa  y  vinculan  este  lu- 
gar bendito  a  la  fe  de  Abraham,  nuestro  común  ancestro  espiritual,  del  que 
afirma  Pablo,  escribiendo  a  los  Romanos  (4,  18):  "Esperar  cuando  no  había 
esperanza  fue  la  fe  que  lo  hizo  padre  de  todos  los  pueblos,  conforme  a  lo 
que  Dios  le  había  dicho". 

4,-  Perspectivas  para  el  futuro  de  la  humanidad 

Permítanme  añadir  todavía  una  reflexión  en  horwr  a  la  verdad:  Sin  embargo 
de  todo  lo  dicho  por  mí,  la  visión  de  los  cristianos  sobre  Jerusalén,  en  la  his- 


314 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


toria  de  nuestros  dos  mil  años,  ha  podido  parecer  bastante  reticente  y  hasta 
hostil:  A  Jerusalén,  la  ciudad  histórica  de  los  tiempos  de  Jesús,  se  la  ha  vis- 
to con  frecuencia  como  estigmatizada  por  las  predicciones  del  Maestro,  que 
se  interpretan  -sin  razón  alguna-  de  manera  demasiado  egoísta  y  hasta  ven- 
gativa. Así,  por  ejemplo,  la  lamentación  de  los  últimos  días  de  Jesús,  con  ob- 
vias reminiscencias  de  los  profetas  (Mt  23,  37  -  24,  2) 

"Jerusalén,  Jerusalén,  que  matas  a  los  profetas  y  apedreas  a  los  que 
se  te  envían! . . .  Pues  miren,  su  casa  se  les  quedará  desierta  ...  no  que- 
dará aquí  piedra  sobre  piedra". 

También  la  respuesta  de  Jesús  a  la  Samaritana  Quan  4,  21-23),  que  de  suyo 
es  una  magnífica  declaración  de  universalismo  y  al  mismo  tiempo  de  la  más 
fervorosa  fe  judía,  pero  se  toma  injustamente  como  un  descrédito  del  culto 
de  Jerusalén: 


"Créeme,  mujer:  Se  acerca  la  hora  en  que  no  darán  culto  al  Padre  ni 
en  este  cerro  (el  Garizim)  ni  en  Jerusalén.  Ustedes  adoran  lo  que  no 
conocen,  nosotros  adoramos  lo  que  conocemos,  porque  la  salvación 
sale  de  los  judíos.  Pero  se  acerca  la  hora,  o  mejor  dicho  ha  llegado 
ya,  en  que  los  que  dan  culto  auténtico  darán  culto  al  Padre  con  espí- 
ritu y  verdad". 


De  todas  maneras,  aun  si  ánimo  agresivo  ninguno  contra  los  judíos,  ha  pre- 
valecido entre  los  exegetas  cristianos  la  tendencia  a  interpretar  todas  las  mag- 
níficas profecías  bíblicas  sobre  Jerusalén  (y  por  supuesto  la  del  Apocalipsis) 
como  referidas  exclusivamente  a  la  Iglesia  cristiana,  sea  que  se  diga  que  en 
ella  se  recogerán  al  final  de  los  tiempos  todas  las  riquezas  bíblicas,  sea  que 
se  traslade  la  realización  de  estas  profecías  al  más  allá  después  de  este  mun- 
do, a  la  Iglesia  triunfante  del  cielo.  Hay  sin  embargo  algunas  honrosas  ex- 
cepciones. Y  me  enorgullezco  de  aducir  hoy  una  muy  notable,  que  viene  de 
un  doctísimo  y  sutil,  si  bien  controvertido  comentarista  bíblico.  Profesor  en 
el  Seminario  Mayor  aquí  en  Quito,  el  Padre  Caballero,  lazarista  español, 
quien  por  su  grande  amor  al  pueblo  hebreo  y  para  poder  publicar  sus  estu- 
dios sobre  el  Apocalipsis  (1955)  y  licencia  eclesiástica  de  las  diócesis  de  Lo- 


MAYO/ JUNIO  1996 


315 


ja  y  Guayaquil,  tomó  el  seudónimo  escriturístico  de  Athon  Bileham  (la  burra 
de  Balaam). 


Este  intérprete  católico  (que  sigue  una  antigua,  aunque  minoritaria  tenden- 
cia exegética  cristiana),  en  la  introducción  de  su  primera  obra,  reivindica  en 
favor  del  mismo  pueblo  judío,  y  dentro  de  nuestro  tiempo  histórico,  las  pro- 
mesas bíblicas  (también  las  referidas  a  Jerusalén),  que  -según  cree-  no  tene- 
mos derecho  los  cristianos  a  apropiárnoslas  con  la  exclusividad  que  se  acos- 
tumbra entre  nosotros.  Sus  criterios  prirKipales  suenan  muy  bien  fundados  y 
persuasivos  (si  bien  debe  prescindirse  ahora  de  las  numerosas  aplicaciones 
contingentes  y  dudosas  a  que  él  pretende  extender  estos  criterios): 


Nosotros  los  gentiles,  dice,  nos  hemos  apropiado  de  tal  modo  a  Cris- 
to que  no  queda  casi  nada  de  El  para  el  pueblo  de  Israel  [que  -según 
las  propias  palabras  de  Jesús-  fue  su  misión  principal]  ...  Pensamos 
que  la  manifestación  mesiánica  del  Reino  de  Dios  en  la  tierra  se  iden- 
tifica, no  solo  en  su  germen  sino  en  su  fruto  maduro,  con  la  cristian- 
dad gentílica  actual,  a  la  que  deberán  amoldarse  y  sujetarse  entera- 
mente los  judíos  cuando,  'en  el  día  del  juicio',  se  resuelvan  a  gustar 
de  nuestro  Banquete  divino  (Visiones  del  Apocalipsis,  6). 


La  consecuencia  -de  acuerdo  con  el  mismo  autor-  es  que  todo  lo  profetiza- 
do, también  sobre  la  ciudad  misma  de  Jerusalén,  "cuando  no  podemos  des- 
virtuarlo de  su  propia  realidad  profética,  lo  arreglamos  siempre  de  tal  modo 
que  pueda  aplicarse  exclusivamente  a  la  cristiandad  gentílica".  De  lo  que  es- 
te inconforme  se  lamenta  es,  en  definitiva,  que  los  cristianos  convertimos  a 
Jerusalén  y  a  los  judíos  en  meros  símbolos  de  nuestra  propia  visión  escato- 
lógica,  quitándoles  a  ellos  y  a  su  ciudad  santa  la  predilección  que  Dios  le  tie- 
ne prometida  para  dentro  del  tiempo  histórico.  Aduce  la  cita  de  Monseñor 
Straubinger,  aquel  notable  argentino  que  hizo  una  de  las  primera  ediciones 
católicas  de  la  Biblia  en  castellano  para  América  Latina: 

"Dejemos  a  Israel  el  puesto  que  le  corresponde  en  las  Profecías,  y  no 
reservemos  toda  la  gloria  para  nosotros". 


316 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Con  todo,  siempre  añade  nuestro  Athon  Bileham  -y  esto  es  decisivo  para  el 
universalismo  propio  de  nuestra  fe  y  nuestra  esperanza:  "No  perderemos  de 
vista  la  vocación  de  las  Gentes  a  formar,  [junto]  con  el  pueblo  judío,  el  Israel 
de  Dios"  (Ibidem,  pág.  10).  Jerusalén  es  el  gran  símbolo  religioso  de  unidad, 
de  paz  y  de  esplendor  para  todos  los  pueblos,  si  los  pueblos  -sea  cual  sea 
su  tradición  religiosa-  se  deciden  a  obedecer  los  dictados  de  la  justicia  y  del 
amor,  esa  ley  universal  de  la  naturaleza  humana,  accesible  a  la  sana  razón  y 
aquilatada  en  el  diálogo  honesto  con  todas  las  culturas,  que  nosotros  los  he- 
rederos de  la  fe  de  Abraham,  creemos  que  el  mismo  único  Dios  y  Señor  de 
todos  ha  escrito  en  los  corazones  de  sus  hijos  e  hijas,  de  cualquier  raza,  len- 
gua y  nación. 

En  este  sentido,  bien  podemos  los  cristianos,  ante  las  celebraciones  del  ter- 
cer milenio  de  la  ciudad  santa  por  excelencia,  entonar  con  júbilo  esos  nume- 
rosos cánticos  del  Salterio  en  honor  de  Sión  y  de  la  ciudad  de  David,  como 
aquel  salmo  121,  que  cuantos  hemos  recibido  la  gracia  de  subir  alguna  vez 
a  Jerusalén  hemos  rezado  con  inmensa  emoción: 

¡Que  alegría  cuando  me  dijeron 
"vamos  a  la  casa  del  Señor"! 
Desead  la  paz  a  Jerusalén: 
"Vivan  seguros  los  que  te  aman, 
haya  paz  dentro  de  tus  muros,  seguridad  en  tus  palacios". 

Y  hoy  día  por  fuerza  tenemos  que  añadir:  ¡Haya  paz  con  tus  vecinos!  Vuel- 
ve a  ser  lo  que  tu  nc»nbre  significa  y  lo  que  todos  anhelan:  visión  de  paz, 
esperanza  de  paz  universal... 

Quito,  30  de  abril  de  1996 


Por  Mons.  Julio  Terán  Dutari,  SJ 
Obispo  Auxiliar  de  Quito 


MAYO/ JUNIO  1996 


317 


Administración  Eclesiástica 
Nombramientos 

Abril 

15.-      P.  Armando  Torres  Altamirano,  Canónigo  Efectivo  de  Segunda  Insti- 
tución. 

22.-      P.  Felipe  Soret,  Copánoco  de  la  Inmaculada  de  Iñaquito. 

26.-      P.  Ricardo  Gabriel  Bravo  Calvo,  Párroco  y  Sírxiico  de  "Santa  María, 
Madre  de  la  Iglesia"  de  Miraflores. 

26.-      P.  Luis  Alfredo  Morel,  Vicario  Parroquial  de  "Santa  María,  Madre  de 
la  Iglesia"  de  Miraflores. 

29.  -      P.  Alberto  Vittadello,  MCCJ.,  Director  Espiritual  de  la  Fraternidad  Fe- 

menina "María,  Madre  de  la  Uniclad^ 

30.  -      P.  Luis  G.  Moya,  OSA.,  Copárroco  del  Señor  de  la  Buena  Esperanza 

de  la  Villa  Flora. 

Decretos 

Marzo 

28.  -      Consentimiento  del  Ordinario  de  Quito  para  que  la  Congregación  de 

Misioneras  Sociales  de  la  Iglesia  erija  una  Casa  religiosa  en  Chunchi, 
Diócesis  de  Riobamba. 

Abril 

29.  -      Decreto  por  el  cual  el  Arzobispo  de  Quito  aprueba  la  Fraternidad  Fe- 

menina "María  Madre  de  la  Unidad"  como  Asociación  de  Fieles. 

29.-      Decreto  de  erección  de  la  Parroquia  Eclesiástica  "Santa  Catalina  de 
Siena"  de  Monteserrín. 


318 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Decreto 

De  Erección  de  la  Parroquia  Eclesiástica 
de  Santa  Catalina  de  Siena 

Antonio  J.  González  Z., 
Por  la  gracia  de  Dios  y  de  la  Sede  Apostólica 
Arzobispo  de  Quito, 

Considerando: 

1.  -       Que  el  barrio  de  Monteserrín  ha  experimentado  un  notable  creci- 

miento demográfico,  de  tal  manera  que  se  hace  necesario  proveerle 
de  un  cuidado  pastoral  más  esmerado  y  permanente; 

2.  -       Que  el  barrio  de  Monteserrín  contará  en  breve  con  iglesia  y  casa  pa- 

rroquial propias,  donde  la  comunidad  cristiana  pueda  reunirse  para 
celebrar  el  culto  divino  y  para  realizar  actividades  de  carácter  social 
y  pastoral,  bajo  la  dirección  del  párroco;  y 

3.  -       Que  no  es  posible  atender  debidamente  al  bien  espiritual  de  los  fie- 

les del  barrio  de  Monteserrín  si  no  es  mediante  la  erección  de  una 
nueva  parroquia  eclesiástica. 

Oído  el  parecer  favorable  del  Consejo  de  Presbiterio  y  en  uso  de  las  faculta- 
des que  nos  competen  según  el  can.  515,  párrafo  2,  del  Código  de  Derecho 
Canónico, 

Erigimos  y  constituimos  en 
Parroquia  Eclesiástica  el  Barrio  de  Monteserrín. 

La  Patrona  de  esta  nueva  parroquia  eclesiástica  será  Santa  Catalina  de  Siena, 
quien  será,  al  mismo  tiempo.  Titular  de  la  iglesia  parroquial. 

Los  límites  de  la  nueva  parroquia  eclesiástica  de  Santa  Catalina  de  Siena  se- 
rán los  siguientes: 


MAYO/ JUNIO  1996 


319 


Al  Norte:   La  Avenida  de  las  Palmeras; 
Al  Sur:      La  Avenida  Oriental: 

Al  Este:  Una  línea  imaginaria  desde  la  curva  grande  de  la  Avenida  Orien- 
tal, en  dirección  norte,  hasta  la  Avenida  de  las  Palmeras; 

Al  Oeste:  La  Avenida  Eloy  Alfaro,  desde  su  intersección  con  la  Avenida  de 
los  Granados,  hasta  su  intersección  con  la  Avenida  de  la  Palme- 
ras. 

La  iglesia  de  Santa  Catalina  de  Siena  de  Monteserrín  será  tenida  en  adelante 
como  Parroquial  y  gozará,  por  lo  mismo,  de  todos  los  privilegios  y  prerroga- 
tivas que  el  Derecho  concede  a  las  iglesias  parroquiales,  por  lo  cual  tendrá 
fuente  bautismal  y  podrán  celebrarse  en  ella  todas  las  funciones  parroquia- 
les. Junto  a  la  iglesia  funcionará  el  despacho  parroquial. 

La  parroquia  eclesiástica  de  Santa  catalina  de  Siena  de  Monteserrín  deberá 
ser  una  comunidad  de  comunidades  y  de  movimientos,  que  acoge  las  angus- 
tias y  esperanzas  de  los  hombres,  anima  y  orienta  la  comunión,  participación 
y  misión;  y  deberá  cumplir  su  misión  de  evangelizar,  de  celebrar  la  liturgia, 
de  impulsar  la  promoción  humana  y  de  adelantar  la  inculturación  de  la  fe  en 
las  familias  y,  a  través  de  ellas,  en  la  sociedad  (Santo  Domingo,  N°  58). 

El  párroco  de  Santa  Catalina' de  Siena  de  Monteserrín  coordinará  sus  activi- 
dades pastorales  con  el  Equipo  sacerdotal  "Quito  Norte-  la  Concepción  y  El 
Inca"  y  con  la  Zona  pastoral  de  mismo  nombre. 

Damos,  pues,  por  erigida  y  constituida  la  nueva  parroquia  eclesiástica  de 
Santa  Catalina  de  Siena  de  Monteserrín  y  ordenamos  que  el  presente  decre- 
to de  erección  sea  leído  en  la  nueva  parroquia  y  en  la  parroquia  de  San  Jo- 
sé de  El  Inca. 

Dado  en  Quito,  en  el  Palacio  Arzobispal,  a  los  29  días  del  mes  de  Abril  del 
año  del  Señor  de  1996,  Fiesta  de  Santa  Catalina  de  Siena. 


Antonio  J.  González  Z., 
Arzobispo  de  Quito 
Primado  del  Ecuador 


Héctor  Soria  S., 
Canciller 


320 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Información  Eclesial 


En  el  Ecuador 

MoNS.  Manuel  Valarezo, 

O.M.  ELEVADO  A  LA  DIGNIDAD 
EPISCOPAL. 

La  Conferencia  Episcopal  Ecuato- 
riana había  solicitado  a  la  Santa  Se- 
de que  elevara  a  la  Prefectura 
Apostólica  de  Galápagos  a  la  cate- 
goría de  Vicariato  Apostólico,  a  fin 
de  que  el  Prefecto  Apostólico  fuera 
elevado  a  la  dignidad  episcopal. 

La  Santa  Sede  conserva  para  las 
Islas  Galápagos  la  categoría  de 
Prefectura  Apostólica,  pero,  en 
atención  a  la  solicitud  de  la  Confe- 
rencia Episcopal,  ha  concedido  a 
Mons.  Manuel  Valarezo,  O.F.M., 
Prefecto  Apostólico  de  Galápagos, 
el  carácter  episcopal  "ad  perso- 
nam'.  En  efecto  el  2  de  mayo  de 
1996  nombró  Obispo  titular  de 
Questoriana  a  Mons.  Manuel  Vala- 
rezo Luzuriaga,  O.F.M. 

Mons.  Manuel  Valarezo  Luzuriaga 
nació  en  Loja,  el  7  de  junio  de  1 937, 
tiene  actualmente  59  años  de  edad. 
Ingresó  en  la  Orden  de  Frailes  Me- 
nores, en  la  que  se  ordenó  de  sa- 
cerdote el  12  de  agosto  de  1962. 
Desempeñó  el  cargo  de  Superior 
Provincial  de  Franciscanos  en  el 
Ecuador.  El  14  de  julio  de  1990  fue 
nombrado  Prefecto  Apostólico  de 
Galápagos. 


La  ordenación  episcopal  de  Mons. 
Manuel  Véüarezo  se  realizó  en  la 
Catedral  de  la  Isla  San  Cristóbal,  el 
domingo  23  de  junio  de  1996.  Fue 
el  principal  consagrante  el  Señor 
Nuncio  Apostólico,  Mons.  Frances- 
co Canalini. 

Asamblea  provincial  de  la 
Compañía  de  las  Huas  de 
LA  Caridad 

Desde  el  viernes  24  de  mayo  hasta 
el  lunes  3  de  junio  de  1 996  se  llevó 
a  cabo,  en  la  Casa  provincial  de 
San  Carlos,  en  la  ciudad  de  Quito, 
la  Asamblea  provincial  de  la  Com- 
pañía de  las  Hijas  de  la  Céiridad  del 
Ecuador. 

ParticipéU'on  es  esta  Asamblea  pro- 
vinciéü  la  Visitadora  provincial  con 
su  Consejo,  las  superioras  y  dele- 
gadas de  léis  casas  que  en  el  Ecua- 
dor tienen  las  Hijas  de  la  Caridad, 
en  total,  unas  ciento  ochenta  partici- 
pantes. En  esta  Asamblea  provin- 
cial se  hizo  una  evaluación  de  la  vi- 
da espiritual,  comunitaria  y  apostóli- 
ca de  la  Provincia  del  Ecuador  de  la 
Compañía  de  las  Hijas  de  la  Cari- 
dad de  San  Vicente  de  Paúl  en  el 
Período  de  seis  años  transcurrido 
desde  la  anterior  Asamblea.  Tema 
de  estudio  de  esta  Asamblea  fue 
también  el  de  "La  inculturación  del 
carisma  vicenciano  en  una  mundo 
en  cambio. 


MAYO/ JUNIO  1996 


321 


Con  esta  Asamblea  provincial  se 
prepara  la  Asamblea  general  que 
se  celebrará  en  Roma  en  1 997. 

Se  RENOVO  LA  DIRECTIVA  DE 

LA  Conferencia  Episcopal 
Ecuatoriana 

Desde  el  lunes  1 5  hsista  en  viemes 
1 9  de  abril  de  1996  se  llevó  a  cabo, 
en  Betania  del  colegio,  la  asamblea 
plenaria  de  la  Conferencia  Episco- 
pal Ecuatoriana.  En  esta  asamblea 
se  hizo  una  evaluación  de  los  pla- 
nes y  programas  de  la  Conferencia 
Episcopal.  En  esta  asamblea  se  re- 
novó también  la  directiva  de  la  Con- 
ferencia Episcopal:  Presidente  fue 
reelegido  Mons.  José  Mario  Ruiz 
Navas,  Arzobispo  de  Porloviejo;  Vi- 
cepresidente, reelegido  Mons.  Vi- 
cente Cisneros  Durán,  Obispo  de 
Ambato;  Secretario  General,  reele- 
gido Mons.  Antonio  Arregui  Yarza, 
Obispo  de  Ibarra;  Secretario  Gene- 
ral adjunto,  Mons.  José  Vicente 
Eguiguren;  Presidente  del  Area  de 
Magisterio  de  la  Iglesia,  reelegido 
Mons.  Antonio  J.  González  Z.,  Arzo- 
bispo de  Quito;  Presidente  del  Area 
de  la  función  santificadora  de  la 
Iglesia,  Mons.  Luis  Alberto  Luna  Ar- 
zobispo de  Cuenca.  Presidente  del 
Area  del  Pueblo  de  Dios,  Mons.  Je- 
sús Sádaba,  O.F.M  cap.  Vicario 
Apostólico  del  Aguarico;  Presidente 
del  Area  Pastoral  Social,  Mons. 
Emil  Lorenzo  Sthele,  Obispo  Prela- 
do de  Santo  Domingo  de  los  Colo- 
rados. Delegado  ante  el  CELAM, 
Mons.  Néstor  Rafael  Herrera  H., 
Obispo  de  Máchala. 


Se  CLAUSURO  EL  AÑO  Jubilar 
DE  Santa  Mariana  de  Jesús. 

Por  celebrarse,  el  26  de  mayo  de 
1 995,  el  350°  aniversario  del  falleci- 
miento de  Santa  Mariana  de  Jesús 
Paredes  y  Flores,  la  Conferencia 
Episcopal  Ecuatoriana  declaró  "Año 
Jubilar"  el  que  transcurre  desde  el 
26  de  mayo  de  1 995  hasta  el  26  de 
mayo  de  1996. 

Así  pues,  el  domingo  26  de  mayo 
de  1 996  se  clausuró  el  "Año  Jubilar" 
de  Santa  Mariana  de  Jesús. 

Para  clausurar  este  Año  Jubilar,  se 
celebró  una  novena  en  honor  de  la 
Azucena  de  Quito,  en  la  Catedral 
Primada  de  Quito,  desde  el  viemes 
1 7  de  mayo  hasta  el  domingo  26  de 
mayo  de  1 996,  se  celebró  una  Misa 
Pontifical  solemne,  a  las  1 1  horas. 
Esta  Misa  fue  presidida  por  Mons. 
Antonio  J.  González  Z.,  Arzobispo 
de  Quito  y  Primado  del  Ecuador. 

Con  ocasión  de  esta  clausura  del 
Año  Jubilar,  se  realizó  en  el  Monas- 
terio del  Carmen  Alto,  en  donde  es- 
tuvo la  casa  de  Santa  Mariana  de 
Jesús,  una  exposición  de  las  reli- 
quias y  recuerdos  de  la  Santa  y  se 
celebró  también  una  Eucaristía  so- 
lemne, ese  domingo,  26  de  mayo,  a 
las  1 7  horas.  Presidió  la  celebración 
de  esta  Eucaristía  Mons.  Julio  Te- 
rán  Dutari,  Obispo  Auxiliar  de  Quito. 

Con  ocasión  de  la  clausura  de  este 
"Año  Jubilar",  S.S.  el  Papa  Juan  Pa- 


322 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


blo  II  se  dignó  enviar  al  Presidente 
de  la  Conferencia  Episcopal,  a  los 
demás  Obispos,  al  clero,  comunida- 
des religiosas  y  fieles  del  Ecuador 
un  importante  Mensaje,  con  el  que 
se  ha  unido  el  regocijo  con  que  el 
Ecuador  ha  conmemorado  el  350° 
aniversario  del  fallecimiento  de 
Santa  Mariana  de  Jesús. 

Nueva  Superiora  del 
Monasterio  de  la  visitación 
DE  Santa  María 

Mons.  Antonio  J.  González  Z.,  Arzo- 
bispo de  Quito,  realizó  en  el  nnes  de 
mayo  de  1 996  la  visita  canónica  del 
Monasterio  de  la  Visitación  de  San- 
ta María  de  la  ciudad  de  Quito.  Rea- 
lizó esta  visita  canónicéi,  como  peiso 
previo  a  la  elección  de  la  nueva  Su- 
periora del  Monéisterio.  El  Monaste- 
rio de  la  Visitación  de  Santa  María 
de  Quito  eligió,  el  jueves  1 6  de  ma- 
yo de  1996,  a  la  Madre  Juana  de 
Chanta!  Arias  como  Superiora  para 
el  período  de  1996,  a  1999.  La  Ma- 
dre Juana  de  Chantal  reemplaza  en 
el  cargo  de  Superiora  a  la  Madre 
Francisca  de  Sales  Molina,  en  cu- 
yos períodos  se  hicieron  las  funda- 
ciones de  los  Monasterios  de  la  Vi- 
sitación de  El  Chaco  y  de  Latacun- 
ga. 

Seminario  sobre  Doctrina 
Social  de  la  Iglesia 

La  Comisión  episcopal  del  Area  de 
Pastoral  Social  de  la  Iglesia  de  la 
Conferencia  Episcopal  Ecuatoriana 
organizó  un  Seminario  sobre  Doctri- 


na Sociéü  de  la  Iglesia  en  la  Casa 
"Santa  Rosa"  de  la  Prelatura  de 
Santo  Domingo  de  los  Colorados 
desde  el  lunes  3  hasta  el  jueves  6 
de  junio  de  1996. 

Este  Seminario  fue  organizado  para 
estudiar  "ex  profeso"  el  contenido 
doctrinal  del  Manual  de  Doctrina 
Social  de  la  Iglesia,  titulado  "Sem- 
bradores de  Esperanza",  publicado 
por  el  Area  de  Pastoral  Social  de  la 
Conferencia  Episcopal,  libro  que  fue 
lanzado,  juntamente  con  "En  Cami- 
no hacia  el  Reino  y  la  colección  de 
documentos  de  la  Conferencia 
Episcopal,  el  jueves  18  de  éibril  de 
1 996,  en  una  de  las  aulas  de  la  PU- 
CE. 


En  EL  Mundo 

Reunión  de  Obispos  responsables 
de  las  Comisiones  Doctrinales  de 
las  Conferencias  Episcopales  de 
América  Latina 

Convocador  por  La  Congregación 
para  la  Doctrina  de  la  Fe,  bajo  la 
presidencia  del  Señor  Cardenal  Jo- 
seph  Ratzinger,  los  Obispos  res- 
ponsables de  las  Comisiones  Doc- 
trinales de  las  Conferencias  Episco- 
pales de  América  Latina  tuvieron 
una  reunión  en  la  ciudad  de  Guada- 
lajara  (México)  desde  el  seis  hasta 
el  once  de  mayo  de  1 996. 

De  la  Congregación  para  la  Doctri- 


MAYO/ JUNIO  1996 


323 


na  de  la  Fe  vinieron  a  la  reunión  el 
Prefecto,  señor  Cardenal  Joseph 
Ratzinger;  el  Secretario  Mons.  Tar- 
cisio  Bertone,  S.D.B.  y  dos  oficiales 
más  de  la  Congregación.  Por  el  CE- 
LAM  asistieron  el  Presidente,  Mons. 
Oscar  Rodríguez  M.  y  el  Secretario, 
Mons.  Jorge  Jiménez.  Estuvieron 
veintiún  representantes  de  las  Con- 
ferencias Episcopales  de  América 
Latina,  los  presidentes  de  las  Comi- 
siones doctrinales  de  cada  país. 

El  Señor  Cardenal  Ratzinger  co- 
menzó haciendo  una  valiosa  expo- 
sición sobre  la  situación  actual  de  la 
Fe  y  la  teología.  El  panorama  teoló- 
gico mundial  presenta  desafíos  que 
cuestionan  fuertemente  la  Fe  cris- 
tiana: tal  es  el  caso  del  relativismo 
que,  cimentado  en  filosofías  de  cor- 
te inmanentista,  no  deja  espacio  pa- 
ra los  sobrenatural. 

Se  presentó  un  informe  sobre"  la  or- 
ganización y  funcionamiento  de  las 
Comisiones  doctrinales  en  cada 
Conferencia  Episcopal  de  América 
Latina.  En  esta  reunión  Mons.  Ge- 
rardo Flores,  Obispo  de  Vera  Paz, 
hizo  una  exposición  sobre  la  Teolo- 
gía india;  Mons.  Juan  Carlos  Mac- 
carone,  Obispo  Auxiliar  de  Lomas 
de  Zamora,  trató  sobre  las  Sectas 
fundamentalistas  y  los  nuevos  mo- 
vimientos religiosos;  y  el  P.  Juan 
Caries  Urrea  disertó  ampliamente 
sobre  la  "Nueva  Era". 


Fue  CANONIZADO  San  Juan 
Gabriel  Perboyre 

El  domingo  2  de  junio  de  1 996,  S.S. 
el  Papa  Juan  Pablo  II  presidió,  en  la 
Plaza  de  San  Pedro  en  el  vaticano, 
la  solemne  celebración  en  la  que 
elevó  el  honor  de  los  altares  al  Bea- 
to Juan  Gabriel  Perboyre,  misionero 
lazarista  que  fue  martirizado  en  Chi- 
na, el  11  de  septiembre  de  1840. 

En  esta  canonización  fueron  decla- 
rados santos  además  de  San  Juan 
Gabriel  Perboyre  otros  dos  santos 
más. 

San  Juan  Gabriel  Perboyre  nació 
en  el  caserío  de  Puech  en  Mont- 
gesty  en  Francia  el  6  de  enero  de 
1 802.  De  los  ocho  hermanos  de  su 
familia,  tres  varones  llegaron  a  ser 
lazaristas  y  dos  mujeres  fueron  Hi- 
jas de  la  Caridad. 

Juan  Gabriel  Perboyre  hizo  votos 
en  la  Congregación  de  la  Misión  el 
28  de  diciembre  de  1 820.  Fue  orde- 
nado sacerdote,  en  la  Capilla  de  las 
Hijas  de  la  Caridad,  rué  du  Bac,  el 
23  de  septiembre  de  1826,  aniver- 
sario de  la  ordenación  sacerdotal 
de  San  Vicente  de  Paúl.  Dedica  los 
primeros  años  de  su  sacerdocio  a  la 
formación  de  los  sacerdotes  en  Se- 
minarios. En  1835  viajó  a  la  misión 
en  China  y  evangelizó  en  Ho-Nam  y 
Hu-Pe.  Arrestado  por  orden  del 
mandarín  el  16  de  septiembre  de 
1839,  murió  crucificado  en  U- 
Chang-Fu,  el  1 1  de  septiembre  de 
1840. 


324 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Fue  beatificado  por  León  XIII,  el  10 
de  noviembre  de  1 889. 

El  2  de  junio  de  1 996,  a  los  97  años 
de  la  beatificación,  ha  sido  canoni- 
zado por  S.  S.  el  Papa  Juan  Pablo 
H. 

Tercer  milenio  de  la 

CUIDAD  DE  JERUSALÉN 
En  este  año  de  1996  se  considera 
que  se  cumplen  tres  mil  años  de  la 
fundación  de  la  ciudad  de  Jerusalón 
por  el  rey  David. 

El  Gobierno  de  Israel  ha  dispuesto 
que,  por  medio  de  sus  embajadas, 
se  celebre  en  el  mayor  número  de 
países  este  tercer  milenio  de  la  fun- 
dación de  la  ciudad  santa  de  Jeru- 
salén. 

La  Embajada  de  Israel  en  Quito  or- 
ganizó una  sesión  solemne,  en  el 
salón  de  la  ciudad  del  I.  Municipio 
de  Quito,  el  martes  30  de  abril  de 
1996.  En  esta  sesión  solemne,  a  la 
que  asistió  el  señor  Presidente 
constitucional  de  la  República,  pro- 
nunció un  discurso  sobre  la  ciudad 
de  Jerusalón,  vista  por  el  mundo 
cristiano,  Mons.  Julio  Terán  Dutari, 
Obispo  Auxiliar  de  Quito. 

Para  solemnizar  este  tercer  milenio 
de  Jerusalón,  la  Embajada  de  Is- 
rael, el  Banco  Central  del  Ecuador  y 
el  Instituto  Cultural  Ecuatoriano  Is- 
rael organizaron  la  Exposición  pic- 
tórica denominada  "Jerusalón  3.000 


Años",  en  la  que  doce  connotados 
pintores  ecuatorianos  rindieron  ho- 
menaje a  la  Ciudad  Santa.  La  expo- 
sición se  realizó,  desde  el  21  de 
mayo  hasta  el  7  de  junio  de  1 996, 
en  la  Sala  de  Exposiciones  Tempo- 
rales del  Museo  Nacional  del  Banco 
Central  del  Ecuador,  ubicada  en  el 
edificio  de  la  Casa  de  la  Cultura 
Ecuatoriana. 

Las  Santa  Sede  invita  a  los 
sacerdotes  que  cumplen 
bodas  de  oro  sacerdotales 

A  UNIRSE  AL  "TE  DEUM"  DEL 

Santo  Padre 

Su  Santidad  el  Papa  Juan  Pablo  II 
recibió  la  ordenación  sacerdotal  en 
Krakovia,  el  1°  de  noviembre  de 
1 946.  Por  tanto,  el  1  °  de  noviembre 
de  este  año  celebra  el  quincuagési- 
mo aniversario  de  su  ordenación 
sacerdotal.  Por  este  motivo,  la  San- 
ta Sede  ha  invitado  a  los  sacerdotes 
del  mundo,  que  en  este  año  cele- 
bran las  bodas  de  oro  de  su  ordena- 
ción sacerdotal,  unirse  en  Roma  al 
"Te  Deum"  con  que  en  la  Basílica 
de  San  Pedro  celebrará  los  cin- 
cuenta años  de  su  sacerdocio,  el 
domingo  10  de  noviembre  de  1996, 
a  las  1 0  de  la  mañana. 

Previamente  los  sacerdotes  que 
acudan  a  Roma  tendrán  la  oportuni- 
dad de  participar  en  una  especie  de 
retiro  espiritual  desde  el  jueves  an- 
terior al  1 0  de  noviembre. 


La  Obra  de  san  Pedro  Apóstol 
¿Qué  es? 

Es  una  Obra  Misional  Pontificia  que  busca  sensibilizar  al  pueblo  cristiano  y  conse- 
j '  su  cooperación,  para  la  formación  de  las  vocaciones  nativas  en  los  territorios  de 
r  ión. 

Dbra:  Porque  es  una  organización  de  la  Iglesia  para  canalizar  esas  ayudas. 
\^isional:  Porque  su  objetivo  es  despertar  y  avivar  el  espíritu  misionero  en  el  pueblo 
;  tiano  e  invitar  a  compartir  la  fe  con  otros  hermanos. 

Pontificia:  Porque  fue  aprobada  el  3  de  mayo  de  1 922  por  el  Papa,  como  obra  evan- 
;  zadora  misionera  y  puesta  bajo  su  dependencia. 

¿Qué  se  propone? 

1>ensibilizar  al  pueblo  cristiano  sobre  las  necesidades  de  la  formación  de  clero  local 
)n  las  "Iglesias  misioneras". 

í  Colaborar  con  la  formación  de  los  jóvenes  nativos  al  sacerdocio  y  a  la  vida  religio- 
ia  para  las  Iglesias  misioneras,  mediante  una  ayuda  espiritual  y  material. 

G'romover  la  consecución  y  aplicación  de  becas  de  estudio,  pensiones,  cuotas  y 
itros  donativos  para  la  formación  de  los  jóvenes  nativos  al  sacerdocio  y  a  la  vida  re- 
giosa. 

¿Quiénes  podemos  participar? 

odos  estamos  llamados,  como  pueblo  de  Dios,  a  cooperar  y  participar  como  bene- 
éores  o  como  amigos  de  la  Obra  San  Pedro  Apóstol;  cada  pan'oquia,  cada  familia, 

0  sacerdotes,  seminaristas,  religiosos,  la  juventud,  todos  los  laicos. 

¿A  quiénes  vamos  a  ayudar? 

-  V  más  de  100.000  seminaristas  nativos  de  territorios  de  misión 

|ue  necesitan  nuestra  ayuda  para  formarse  como  sacerdotes,  religiosos  (as). 

-  k  muchos  Obispos  que  se  angustian  al  no  poder  sostener  sus  seminarios  por  falta 
le  medios  económicos.  Pese  a  que  900  seminarios  en  Asia,  Africa  y  América  están 
9cibiendo  ayuda  a  través  de  la  Obra  San  Pedro  Apóstol;  muchos  aún  esperan  de 
luestra  ayuda. 

-  k  dos  mil  nuevos  sacerdotes  nativos  en  todos  los  territorios  de  misión  que  trabajan 
racias  a  la  contribución  de  muchas  personas  que  cooperan  con  la  Obra  San  Pedro 
^óstol  (OSPA). 

¿Por  qué  ayudar  a  ias  vocaciones  nativas? 

•  'erque  es  una  manera  concreta  en  la  que  podemos  participar  cristianamente,  para 
yudar  a  formar  un  sacerdote  o  una  religiosa  nativa  de  Africa,  Asia  u  otro  territorio 
e  misión  a  través  de  la  Obra  San  Pedro  Apóstol. 

•  erque  usted  puede  tener  un  hijo  sacerdote,  ayudándole  espiritual  y  económica- 

1  lente  a  un  seminarista  para  su  formación. 

-  orque  usted  puede  dar  a  los  más  necesitados  del  mundo,  un  Apóstol  que  les  anun- 
í  ¡e  el  mensaje  de  Jesucristo. 

orque  de  su  generosidad  depende  la  formación  de  un  sacerdote  y  de  un  sacerdo- 
•  depende  que  muchos  conozcan  a  Jesucristo. 

¡Que  un  seminarista  no  pueda  llegar  a  la  realización  de  su  ideal 
sacerdotal  por  nuestra  falta  de  generosidad,  es  responsabilidad  nuestra! 


Participantes  en  el  II  Encuentro  de  los  Presidentes  de  las  Comisiones 
Doctrinales  de  las  Conferencias  Episcopales  de  América  Latina 


(Guadalajara,  6-11  de  mayo  de  1996). 


Fox  use  lu 


Var  ñso  ÍTí  LiHrarv