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Full text of "Boletin Eclesiastico (Ecuador)"

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LIBRARY  OF  PRINCETON 


SEP  2  7  2004 


THEOLOGICAL  SEMíNARY 


PER  BX1472.A1  B68 
Bolet/7m  eclesiástico. 


Digitized  by 

the  Internet  Archive 

in  2015 

https://archive.org/details/boletineclesias1041  cath_1 


ORGANO  INFORMATIVO 
ARQUIDIOCESIS  DE  QUITO 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Año  CIV  mayo  /  junio  /  julio  /  agosto  1998 


V 


No  es  una  novedad  afirmar  que 
las  escuelas  católicas  nacieron  de  una 
profunda  candad  educativa  hacia  los  niños  y 

jóvenes  abandonados  a  sí  mismos  y 
privados  de  cualquier  forma  de  educación. 


ORGANO  INFORMATIVO 

May.  Jun.  Jul.  Ago.1998 


boletín  ECLESIASTICO 


Año  Clll 


Editorial 

•  Corrupción  y  Conciencia  Cristiana   229 

Documentos  de  la  Santa  Sede 

•  La  Escuela  Católica    235 

•  Responder  a  la  globalización   251 

•  La  Peregrinación  en  el  gran  jubileo  del  año  2000    257 

•  La  eutanasia  es  inmoral  y  antisocial    301 

•  Calendario  del  Año  Santo  2000    313 

Documentos  de  la  Conferencia  Episcopal 

•  Corrupción  y  Conciencia  Cristiana    327 

•  Comunicado  del  Consejo  permanente   341 

Documentos  Arquidiocesanos 

•  La  formación  litúrgica  de  los  ministros    345 

•  Mártires  Visitandinas  Beatificadas    352 

.•  50  Aniversario  de  la  Congregación  de  Dominicas  

de  S.  Catalina  de  Sena  en  la  Clínica  Pasteur   360 

•  Bodas  de  Plata  de  la  Facultad  de  Teología   365 

•  Fiesta  del  beato  Josemaría  Escrivá   372 

•  Presentación  de  Tesis  Doctoral   380 

Administración  Eclesiástica 

•  Nombramientos   384 

•  Decretos   387 

•  Ordenaciones   388 

Información  Eclesial 

•  En  el  Ecuador   394 

•  En  el  Mundo   402 

/  * 

J  Director:  Rvmo.  Sr.  Héctor  Soria  S.  Telf.:  210  703  Apartado  17-01-00106.  \ 

•  /Atím/n/sfradora.  Hna.  Regina  Córdova  Telf.:  214  429  Apartado  1 7-01 -00106  • 

•  Suscripción  anual  dentro  del  país  S/.  50.000.  Fuera  del  país  US$  65.  • 

•  Se  aceptan  Canjes.  • 
,  Levantamiento  de  textos  e  impresión:  Mora  &  Asociados  438  866  , 
\..«o  / 


CORRUPCIÓN  Y 
CONCIENCIA  CRISTIANA 


El  viernes  veintidós  de  mayo  del  año  en  cur- 
so, Mons.  José  Mario  Ruiz  Navas,  Presidente 
de  la  Conferencia  Episcopal  Ecuatoriana, 
presentó  en  una  Conferencia  de  prensa  con 
los  representantes  de  los  medios  de  comuni- 
cación social,  la  Carta  Pastoral  que  con  el  tí- 
tulo de  "Corrupción  y  Conciencia  Cristiana" 
dirigieron  los  Obispos  del  Ecuador  a  los  ca- 
tólicos y  a  los  hombres  y  mujeres  de  buena 
voluntad  de  nuestra  Patria,  especialmente  a 
los  que  administran  la  cosa  pública. 

En  cumplimiento  de  su  misión  pastoral,  los 
Obispos  del  Ecuador  reflexionan  en  su  Carta 
Pastoral  sobre  la  realidad  dolorosa  de  la  co- 
rrupción, la  enjuician  a  la  luz  de  la  Palabra 
de  Dios  y  de  la  Doctrina  Social  de  la  Iglesia, 
para  descubrir  los  caminos  que  conduzcan  a 
la  probidad  y  honradez,  mediante  la  siembra 
de  valores  morales  y  éticos  en  el  corazón  de 
la  gente  y  en  las  estructuras  sociales. 

La  corrupción  constituye  un  fenómeno  polí- 
tico, social  y  económico  de  nivel  mundial. 
Afecta  a  la  administración  de  Justicia,  a  los 
procesos  electorales,  al  pago  de  impuestos,  a 
las  relaciones  comerciales  y  económicas  na- 
cionales e  internacionales.  Está  por  igual  en 
la  esfera  pública  como  en  la  privada.  Se  liga 


al  narcotráfico,  al  comercio  de  armas,  al  so- 
borno, a  la  venta  de  favores  y  decisiones,  al 
tráfico  de  influencias,  al  enriquecimiento  ilí- 
cito. 


Hay  abuso 
de  poder, 
tráfico  de 
influencias, 
contratación  de 
funcionarios  y 
empleados 
públicos 
no  calificados, 
nepotismo, 
coimas 
obligatorias 
en  la 
contratación 
pública. 


Refiriéndose  a  la  alarmante  realidad  de  la 
corrupción  en  nuestro  país,  los  Obispos 
ecuatorianos  la  describen,  citando  el  informe 
de  actividades  de  1998  de  la  Comisión  anti- 
corrupción: "Hay  abuso  de  poder,  tráfico  de 
influencias,  contratación  de  funcionarios  y 
empleados  públicos  no  calificados,  nepotis- 
mo, coimas  obligatorias  en  la  contratación 
pública,  cobro  por  contrabandos,  aduanas 
paralelas,  datos  falsificados,  autorización  de 
proyectos  sin  financiamiento,  evasión  tribu- 
taria, despilfarro  de  recursos  del  Estado  en 
actos  personales  y  familiares,  complicidad 
privada  en  la  corrupción  pública". 

Concluyen  con  dolor  los  Obispos  "que  en 
Ecuador  la  corrupción  es  una  plaga  endémi- 
ca, enquistada  en  instituciones  y  personas, 
que  se  difunde  peligrosamente  en  todos  los 
ámbitos  de  la  sociedad  global.  Sienten  que 
ella  afecta  a  los  pobres  y  a  los  más  pobres  en- 
tre los  pobres,  los  marginados  que  viven  en 
la  miseria". 


Enjuiciando  la  realidad  de  la  corrupción  a  la 
luz  de  la  Palabra  de  Dios  y  de  la  Doctrina  So- 
cial de  la  Iglesia,  los  Obispos  del  Ecuador  ci- 
tan el  siguiente  pasaje  del  Deuteronomio,  16, 


No  torcerás  el 
derecho, 
no  harás 
acepción  de 
personas, 
no  aceptarás  el 
soborno, 
porque  el 
■  soborno 
cierra  los  ojos 
de  los  sabios  y 
corrompe  las 
palabras  de  los 
justos. 


19-20:  "No  torcerás  el  derecho,  no  harás 
acepción  de  personas,  no  aceptarás  el  sobor- 
no, porque  el  soborno  cierra  los  ojos  de  los 
sabios  y  corrompe  las  palabras  de  los  justos. 
Justicia,  solo  justicia  has  de  buscar,  para  que 
vivas  y  poseas  la  tierra  que  Yaveh  tu  Dios  te 
da".  El  Catecismo  de  la  Iglesia  Católica  ex- 
plica el  mandamiento  "no  robarás",  recor- 
dando que  está  prohibido  apoderarse  de  los 
bienes  del  prójimo  o  perjudicarlo  de  cual- 
quier manera.  Por  eso  los  salarios  injustos,  la 
especulación,  el  despilfarro,  el  fraude  fiscal, 
la  falsificación  de  cheques  y  facturas,  los  gas- 
tos excesivos  son  actos  contrarios  al  manda- 
miento de  Dios.  La  apropiación  indebida  de 
los  bienes  comunes  es  robo  y  corrupción.  Por 
tanto  los  Obispos  condenan  como  falsa  la 
idea,  común  a  muchas  personas,  de  que  no 
es  pecado  apoderarse  de  los  bienes  de  insti- 
tuciones públicas. 

La  Carta  Pastoral  de  los  Obispos  del  Ecua- 
dor presenta  la  Evangelización  como  el  me- 
jor antídoto  para  combatir  esta  plaga  de  la 
humanidad,  que  es  la  corrupción.  "La  supe- 
ración de  la  corrupción,  dice  Pablo  VI,  se  rea- 
liza en  la  Evangelización  de  la  cultura,  que 
ha  de  conducir  necesariamente  a  la  conver- 
sión de  cada  persona  y  de  la  sociedad  en  una 
interacción  maravillosa  que  otorga  a  la  fami- 
lia un  puesto  preferencial  en  la  educación  de 
las  nuevas  generaciones  (EN  20). 


los  Obispos 
ecuatorianos 
invitan  y 
suplican  a 
todos  los 
hombres  y  mu- 
jeres de  buena 
voluntad, 
particularmen- 
te a  los  católi- 
cos, a  empren- 
der una  cam- 
paña de  lucha 
contra  la  co- 
rrupción 1/  de 
educación  para 
la  honestidad. 


A  la  luz  de  estas  enseñanzas  de  la  Iglesia  Ca- 
tólica y  angustiados  por  una  realidad  de  peca- 
do que  puede  precipitar  al  país  en  abismos  ja- 
más pensados,  los  Obispos  ecuatorianos  invi- 
tan y  suplican  a  todos  los  hombres  y  mujeres 
de  buena  voluntad,  particularmente  a  los  ca- 
tólicos, a  emprender  una  campaña  de  lucha 
contra  la  corrupción  y  de  educación  para  la 
honestidad.  Confiando  en  la  capacidad,  expe- 
riencia y  decisión  política  de  los  seglares,  los 
Obispos  esperan  que  se  concreticen  y  se  ha- 
gan realidad  las  siguientes  orientaciones: 

•  Fortalecer  los  valores  morales,  éticos,  cívi- 
cos y  solidarios  de  nuestra  sociedad  a  tra- 
vés de  la  familia,  célula  básica  de  la  socie- 
dad. 

•  Respaldar  las  iniciativas  orientadas  a  pre- 
venir, combatir  y  desarraigar  la  corrup- 
ción: leyes  civiles  severas,  ratificación  de 
convenios  internacionales  sobre  corrup- 
ción; comisiones  de  control  civil  de  la  co- 
rrupción. 

•  Trabajar  para  que  se  garantice  efectiva- 
mente el  derecho  de  todo  ciudadano  a  la 
seguridad  contra  toda  forma  de  violencia, 
delincuencia  y  atentado  a  sus  derechos. 

•  Instar  a  los  organismos  oficiales  de  control 
para  que  actúen  con  fortaleza  e  indepen- 
dencia de  todo  influjo  político. 

•  Aprovechar  el  recurso  del  voto  libre  y 
consciente  para  elegir  los  mejores  gober- 
nantes. 


Documentos 
de  lo 
Santa  Sede 


( 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


235 


La  escuela  católica  en  el  umbral 
del  tercer  milenio 

Congregación  para  la  educación  católica 
(para  los  seminarios  e  institutos  de  estudio) 


Introducción 

1.  En  los  umbrales  del  tercer 
milenio  la  educación  y  la  es- 
cuela católicas  se  encuentran 
ante  nuevos  desafíos  lanzados 
por  los  contextos  socio-políti- 
co y  cultural.  Se  trata,  en  espe- 
cial, de  la  crisis  de  valores  que, 
sobre  todo  en  las  sociedades 
ricas  y  desarrolladas,  asume 
las  formas,  frecuentemente  di- 
fundidas por  los  medios  de 
comunicación  social,  de  subje- 
tivismo generalizado,  de  rela- 
tivismo moral  y  de  nihilismo. 
El  profundo  pluralismo  que 
impregna  la  conciencia  social, 
da  lugar  a  diversos  comporta- 
mientos, en  algunos  casos  tan 
antitéticos  como  para  minar 
cualquier  identidad  comunita- 
ria. Los  rápidos  cambios  es- 
tructurales, las  profundas  in- 
novaciones técnicas  y  la  globa- 
lización  de  la  economía  reper- 


cuten en  la  vida  del  hombre  de 
cualquier  parte  de  la  tierra. 
Así  pues,  contrariamente  a  las 
perspectivas  de  desarrollo  pa- 
ra todos,  se  asiste  a  la  acentua- 
ción de  la  diferencia  entre 
pueblos  ricos  y  pueblos  po- 
bres, y  a  masivas  oleadas  mi- 
gratorias de  los  países  subde- 
sarrollados  hacia  los  desarro- 
llados. Los  fenómenos  de  la 
multiculturalidad,  y  de  una 
sociedad  que  cada  vez  es  más 
plurirracial,  pluriétnica  y  plu- 
rirreligiosa,  conllevan  enri- 
quecimiento, pero  también 
nuevos  problemas.  A  esto  se 
añade,  en  los  países  de  anti- 
gua evangelización,  una  cre- 
ciente marginación  de  la  fe 
cristiana  como  referencia  y  luz 
para  la  comprensión  verdade- 
ra y  convencida  de  la  existen- 
cia. 


236 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


2.  En  el  campo  específico  de  la 
educación,  las  funciones  se 
han  ampliado,  llegando  a  ser 
más  complejas  y  especializa- 
das. Las  ciencias  de  la  educa- 
ción, antes  centradas  en  el  es- 
tudio del  niño  y  en  la  prepara- 
ción del  maestro  han  sido  im- 
pulsadas a  abrirse  a  las  diver- 
sas etapas  de  la  vida/  a  los  di- 
ferentes ambientes  y  situacio- 
nes más  allá  de  la  escuela. 
Nuevas  necesidades  han 
puesto  de  relieve  la  exigencia 
de  nuevos  contenidos,  de  nue- 
vas competencias  y  de  nuevas 
figuras  educativas,  además  de 
las  tradicionales.  Así  educar, 
hacer  escuela  en  el  contexto 
actual  resulta  especialmente 
difícil. 

3.  Frente  a  este  panorama,  la 
escuela  católica  está  llamada  a 
una  renovación  valiente.  En 
efecto,  la  valiosa  herencia  de 
una  experiencia  secular  mani- 


fiesta la  propia  vitalidad,  so- 
bre todo  por  la  capacidad  para 
adecuarse  sabiamente.  Es,  por 
tanto,  necesario  que  también 
hoy  la  escuela  católica  sepa 
definirse  a  sí  misma  de  mane- 
ra eficaz,  convincente  y  actual. 
No  se  trata  de  simple  adapta- 
ción, sino  de  impulso  misione- 
ro: es  el  deber  fundamental  de 
la  evangelización,  del  ir  a  don- 
de el  hombre  está,  para  que 
acoja  el  don  de  la  salvación. 

4.  Por  esto,  la  Congregación 
para  la  educación  católica,  en 
estos  años  de  preparación  in- 
mediata al  gran  jubileo  del 
año  2000,  al  cumplirse  feliz- 
mente los  treinta  años  de  la 
creación  de  la  Oficina  para  las 
escuelas^  y  de  los  veinte  años 
de  la  publicación  del  docu- 
mento Ln  escuela  católica,  el  19 
de  marzo  de  1977,  con  el  fin  de 
«concentrar  la  atención  sobre 
la  naturaleza  y  características 


1  La  Sagrada  Congregación  para  la  educación  católica,  nuevo  nombre  de  la  Sagrada 
Congregación  de  los  seminarios  \'  de  las  universidades,  por  la  constitución  apostó- 
lica Regininii  ecclesine  iittivcrsne,  publicada  el  15  de  agosto  de  1967,  que  entró  en  vigor 
el  1  de  marzo  de  1968  {ÁÁS  LIX  (1967]  885-928),  estaba  estructurada  en  tres  oficinas. 
En  esa  reorganización  se  creó  la  Oficina  para  las  escuelas  católicas,  con  el  fin  de  "de- 
sarrollar posteriormente»  los  principios  fundamentales  de  la  educación,  sobre  todo 
en  las  escuelas  (ct.  Crin'ii~'iinti¡ii  ciiucntioiiií.  Introducción). 


DCTOS,  DE  LA  SANTA  SEDE 


237 


de  una  escuela  que  quiere  de- 
finirse y  presentarse  como  ca- 
tólica»^, se  dirige,  por  la  pre- 
sente carta  circular,  a  cuantos 
están  comprometidos  en  la 
educación  escolar,  a  fin  de  ha- 
cerles llegar  una  palabra  de 
aliento  y  de  esperanza.  En 
particular  esta  carta  se  propo- 
ne compartir  tanto  la  satisfac- 
ción por  los  resultados  positi- 
vos logrados  por  la  escuela  ca- 
tólica, como  sus  preocupacio- 
nes por  las  dificultades  que 
encuentra.  Además,  respalda- 
dos por  la  enseñanza  del  con- 
cilio Vaticano  II,  por  las  nume- 
rosas intervenciones  del  Santo 
Padre,  por  las  Asambleas  ordi- 
narias y  especiales  del  Sínodo 
de  los  obispos,  por  las  Confe- 
rencias episcopales  y  por  la  so- 
licitud de  los  ordinarios  dioce- 
sanos, así  como  por  los  orga- 
nismos internacionales  católi- 
cos con  fines  educativos  y  es- 
colares, nos  parece  oportuno 
llamar  la  atención  sobre  algu- 
nas características  fundamen- 
tales de  la  escuela  católica  que 
consideramos  importantes  pa- 


ra la  eficacia  de  su  labor  edu- 
cativa en  la  Iglesia  y  en  la  so- 
ciedad: la  escuela  católica  como 
lugar  de  educación  integral  de  la 
persona  humana  a  través  de  un 
claro  proyecto  educativo  que  tiene 
su  fundamento  en  Cristo^;  su 
identidad  eclesial  y  cultural;  su 
misión  de  caridad  educativa;  su 
servicio  social;  su  estilo  educati- 
vo, que  debe  caracterizar  a  toda 
su  comunidad  educativa. 

Exitos  y  dificultades 

5.  Con  satisfacción  recorremos 
el  camino  positivo  que  la  es- 
cuela católica  ha  realizado  en 
estos  últimos  decenios.  Ante 
todo,  se  debe  considerar  la 
ayuda  que  presta  a  la  misión 
evangelizadora  de  la  Iglesia 
en  todo  el  mundo,  incluso  en 
aquellas  zonas  en  las  que  no  es 
posible  otra  acción  pastoral. 
Además,  la  escuela  católica,  a 
pesar  de  las  dificultades,  ha 
querido  seguir  siendo  corres- 
ponsable  del  desarrollo  social 
y  cultural  de  las  diferentes  co- 
munidades y  pueblos,  de  los 


2  Sagrada  Coxgregació.x  para  la  educación  católica.  La  escuela  católica,  n.  2. 

3  Cf.  ih.,  n.  34. 


238 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


que  forma  parte,  compartien- 
do los  éxitos  y  las  esperanzas, 
los  sufrimientos,  las  dificulta- 
des y  el  esfuerzo  para  un  au- 
téntico progreso  humano  y  co- 
munitario. En  ese  contexto,  es 
preciso  resaltar  la  valiosa  ayu- 
da que,  poniéndose  al  servicio 
de  los  pueblos  menos  favore- 
cidos, presta  a  su  progreso  es- 
piritual y  material.  Nos  senti- 
mos obligados  a  reconocer  el 
impulso  dado  por  la  escuela 
católica  a  la  renovación  peda- 
gógica y  didáctica,  y  el  gran 
esfuerzo  realizado  por  tantos 
fieles,  sobre  todo  por  cuantos, 
consagrados  y  laicos,  viven  su 
función  docente  como  voca- 
ción y  auténtico  apostolado'^. 
En  fin,  no  podemos  olvidar  la 
contribución  de  la  escuela  ca- 
tólica a  la  pastoral  de  conjun- 
to, y  a  la  familiar  en  particular, 
subrayando,  al  respecto,  la 
prudente  labor  de  inserción  en 
las  dinámicas  educativas  entre 
padres  e  hijos  y,  muy  especial- 
mente, el  apoyo  sencillo  y  pro- 
fundo, lleno  de  sensibilidad  y 
delicadeza,  ofrecido  a  las  fa- 
milias «débiles»  o  «rotas»,  ca- 


da vez  más  numerosas,  sobre 
todo  en  los  países  desarrolla- 
dos. 

6.  La  escuela  es,  indudable- 
mente, encrucijada  sensible  de 
los  problemas  que  agitan  este 
inquieto  tramo  final  del  mile- 
nio. La  escuela  católica,  de  es- 
te modo,  se  ve  obligada  a  rela- 
cionarse con  adolescentes  y  jó- 
venes que  viven  las  dificulta- 
des de  los  tiempos  actuales.  Se 
encuentra  con  alumnos  que 
rehuyen  el  esfuerzo,  incapaces 
de  sacrificio  e  inconstantes  y 
carentes  de  modelos  válidos  a 
los  que  referirse,  comenzando 
a  menudo  por  los  de  la  fami- 
lia. Hay  casos,  cada  vez  más 
frecuentes,  en  los  que  no  solo 
son  indiferentes  o  no  practi- 
cantes, sino  que  carecen  de  la 
más  mínima  formación  reli- 
giosa o  moral.  A  esto  se  añade, 
en  muchos  alumnos  y  en  las 
familias,  un  sentimiento  de 
apatía  por  la  formación  ética  y 
religiosa,  por  lo  que  al  fin  lo 
que  interesa  y  se  exige  a  la  es- 
cuela católica  es  solo  un  diplo- 
ma o  a  lo  más  una  instrucción 


4     Cf.  Cravissimum  educationis,  8. 


DCTOS,  DE  LA  SANTA  SEDE 


239 


de  alto  nivel  y  capacitación 
profesional.  El  clin\a  descrito 
produce  cierto  cansancio  pe- 
dagógico, que  se  suma  a  la 
creciente  dificultad,  en  el  con- 
texto actual,  para  hacer  com- 
patible ser  profesor  con  ser 
educador. 

7.  Entre  las  dificultades  hay 
que  contar  también  las  situa- 
ciones de  orden  político,  social 
y  cultural  que  impiden  o  difi- 
cultan la  asistencia  a  la  escue- 
la católica.  El  drama,  extendi- 
do por  el  mundo,  de  la  extre- 
ma pobreza  y  del  hambre,  los 
conflictos  y  guerras  civiles,  la 
degradación  urbana,  la  difu- 
sión de  la  criminalidad  en  las 
grandes  áreas  metropolitanas 
de  tantas  ciudades,  no  permi- 
ten la  total  realización  de  pro- 
yectos forma tivos  y  educati- 
vos. En  algunas  partes  del 
mundo  son  incluso  los  gobier- 
nos los  que  entorpecen,  cuan- 
do no  impiden  de  hecho,  la  ac- 
ción de  la  escuela  católica,  a 
pesar  del  progreso  de  ideas  y 
prácticas  democráticas,  y  de 
una  mayor  sensibilización  con 
respecto  a  los  derechos  huma- 
nos. Otras  dificultades  provie- 


nen de  problemas  económi- 
cos. Esa  situación  repercute 
especialmente  sobre  la  escuela 
católica  en  aquellos  países  que 
no  tienen  prevista  ninguna 
ayuda  gubernamental  para  las 
escuelas  no  estatales.  Esto  ha- 
ce casi  insostenible  la  carga 
económica  de  las  familias  que 
no  eligen  la  escuela  estatal  y 
compromete  seriamente  la 
misma  supervivencia  de  las 
escuelas.  Por  otra  parte,  las  di- 
ficultades económicas,  ade- 
más de  influir  en  la  contrata- 
ción y  la  continuidad  de  la 
presencia  de  los  educadores, 
pueden  impedir  a  los  que  no 
tienen  medios  económicos  su- 
ficientes frecuentar  la  escuela 
católica,  provocando,  de  este 
modo,  una  selección  de  alum- 
nos, que  hace  perder  a  la  es- 
cuela católica  una  de  sus  ca- 
racterísticas fundamentales,  la 
de  ser  una  escuela  para  todos. 

Mirando  a!  futuro 

8.  La  mirada  dirigida  a  los  éxi- 
tos y  a  las  dificultades  de  la  es- 
cuela católica,  sin  pretender 
tratar  cabalmente  su  amplitud 
y  profundidad,  nos  mueve  a 
reflexionar  sobre  la  ayuda  que 


240 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


puede  prestar  a  la  formación 
de  las  nuevas  generaciones  en 
los  umbrales  del  tercer  mile- 
nio, consciente  de  que,  como 
escribe  Juan  Pablo  II,  «el  futu- 
ro del  mundo  y  de  la  Iglesia 
pertenece  a  las  nuevas  genera- 
ciones que,  nacidas  en  este  si- 
glo, alcanzarán  la  madurez  en 
el  próximo,  el  primero  del 
nuevo  milenio»"".  La  escuela 
católica,  por  tanto,  debe  estar 
en  condiciones  de  proporcio- 
nar a  los  jóvenes  los  medios 
aptos  para  encontrar  puesto 
en  una  sociedad  fuertemente 
caracterizada  por  conocimien- 
tos técnicos  y  científicos,  pero, 
al  mismo  tiempo,  ante  todo, 
debe  poder  darles  una  sólida 
formación,  orientada  cristia- 
namente. Por  esto,  estamos 
convencidos  de  que  para  ha- 
cer de  la  escuela  católica  un 
instrumento  educativo  en  el 
mundo  de  hoy,  es  preciso  re- 
forzar algunas  de  sus  caracte- 
rísticas fundamentales. 


La  persona  y  su 
educación 

9.  La  escuela  católica  se  confi- 
gura como  escuela  para  la  per- 
sona y  de  las  personas.  «Cada 
persona,  en  sus  necesidades 
materiales  y  espirituales,  está 
en  el  centro  del  magisterio  de 
Jesús;  de  ahí  que  la  promoción 
de  la  persona  humana  sea  el 
fin  de  la  escuela  católica»^.  Es- 
ta afirmación,  que  pone  de 
manifiesto  la  relación  del 
hombre  con  Cristo,  recuerda 
que  en  su  persona  se  encuen- 
tra la  plenitud  de  la  verdad  so- 
bre el  hombre.  Por  esto,  la  es- 
cuela católica,  comprometién- 
dose en  la  promoción  del 
hombre  integral,  lo  hace  obe- 
deciendo a  la  solicitud  de  la 
Iglesia,  consciente  de  que  to- 
dos los  valores  humanos  en- 
cuentran su  plena  realización 
y,  también  su  unidad,  en  Cris- 
to". Este  conocimiento  mani- 
fiesta que  la  persona  ocupa  el 
centro  del  proyecto  educativo 


6     Tei  tio  millennio  lulirnicute,  38. 

6  Cf.  Jl'an  Pabi o  II,  Discurso  ni  primer  Congreso  nacioítal  de  la  Escuela  católica  en  Italia,  23 
de  noviembre  de  1991:  L'Ossen'atore  Roiiinno,  edición  en  lengua  española,  29  de  no- 
viembre de  1991,  p.  8. 

7  Cf.  Sagrada  Con'grfgación  para  i  a  Fdlx  ación  CatOi  ica,  Li  escuela  católica,  n.  3?. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


241 


de  la  escuela  católica,  refuerza 
su  compromiso  educativo  y  la 
hace  idónea  para  formar  per- 
sonalidades fuertes. 

10.  El  contexto  socio-cultural 
actual  corre  el  peligro  de  ocul- 
tar «el  valor  educativo  de  la 
escuela  católica,  en  el  cual  ra- 
dica fundamentalmente  su  ra- 
zón de  ser  y  en  virtud  del  cual 
ella  constituye  un  auténtico 
apostolado»^.  En  efecto,  aun- 
que en  los  últimos  años  se  ha 
prestado  mayor  atención  y  ha 
crecido  la  sensibilidad  por 
parte  de  la  opinión  pública,  de 
los  organismos  internaciona- 
les y  de  los  gobiernos,  hacia 
los  problemas  de  la  escuela  y 
de  la  educación,  hay  que  seña- 
lar también  una  extendida  re- 
ducción de  la  educación  a  los 
aspectos  meramente  técnicos 
y  funcionales.  Las  mismas 
ciencias  pedagógicas  y  educa- 
tivas aparecen  más  centradas 
en  los  aspectos  del  reconoci- 
miento fenomenológico  y  de 
■  la  práctica  didáctica,  y  no  en 
los   del   valor  propiamente 


educativo,  centrado  en  los  va- 
lores y  perspectivas  de  pro- 
fundo significado.  La  frag- 
mentación de  la  educación,  la 
ambigüedad  de  los  valores  a 
los  que  frecuentemente  se  alu- 
de obteniendo  amplio  y  fácil 
consenso,  a  precio,  sin  embar- 
go, de  un  peligroso  ofusca- 
miento de  los  contenidos,  tien- 
de a  encerrar  la  escuela  en  un 
presunto  neutralismo,  que  de- 
bilita el  potencial  educativo  y 
repercute  negativamente  en  la 
formación  de  los  alumnos.  Se 
quiere  olvidar  que  la  educa- 
ción supone  e  incluye  siempre 
una  determinada  concepción 
del  hombre  y  de  la  vida.  La 
pretendida  neutralidad  de  la 
escuela,  conlleva,  la  mayor 
parte  de  las  veces,  la  práctica 
desaparición  de  la  referencia 
religiosa  del  campo  de  la  cul- 
tura y  de  la  educación.  Por  el 
contrario,  un  planteamiento 
pedagógico  correcto  debe  si- 
tuarse en  el  campo,  más  deci- 
sivo, de  los  fines,  ocuparse  no 
solo  del  «cómo»  sino  también 
del  «por  qué»,  superar  el 


8    Ib.,  n.  3. 


242 


BOLETIN    ECLESIASTICO  1 

1 


equívoco  de  una  educación 
aséptica,  y  devolver  al  proceso 
educativo  la  unidad  que  impi- 
de la  dispersión  por  las  diver- 
sas ramas  del  saber  y  del 
aprendizaje,  y  que  mantiene 
en  el  centro  a  la  persona  en  su 
compleja  identidad,  trascen- 
dental e  histórica.  La  escuela 
católica,  con  su  proyecto  edu- 
cativo mspirado  en  el  Evange- 
lio, está  llamada  a  recoger  este 
desafío  y  a  darle  respuesta  con 
la  convicción  de  que  «el  miste- 
rio del  hombre  solo  se  esclare- 
ce en  el  misterio  del  Verbo  en- 
camado»^. 

La  escuela  católica  en  el 
corazón  de  la  Iglesia 

11.  La  complejidad  del  mundo 
contemporáneo  nos  comience 
de  la  necesidad  de  insishr  en 
la  conciencia  de  la  identidad 
eclesial  de  la  escuela  católica. 
De  la  identidad  católica,  en 
efecto,  nacen  los  rasgos  pecu- 
liares de  la  escuela  católica, 
que  se  «estructura»  como  suje- 


to eclesial,  lugar  de  auténtica  y 
específica  acción  pastoral. 
Comparte  la  misión  evangeli- 
zadora  de  la  Iglesia  y  es  lugar 
privilegiado  en  el  que  se  reali- 
za la  educación  cristiana.  En 
este  sentido,  «las  escuelas  ca- 
tólicas son,  al  mismo  tiempo, 
lugares  de  evangelización,  de 
educación  integral,  de  incultu- 
ración  y  de  aprendizaje  de  un 
diálogo  vital  entre  jóvenes  de 
religiones  y  de  ambientes  so- 
ciales diferentes»^o.  La  eclesia- 
lidad  de  la  escuela  católica  es- 
tá, pues,  inscrita  en  el  corazón 
mismo  de  su  idenhdad  de  ins- 
titución escolar.  Es  un  auténti- 
co sujeto  eclesial,  en  razón  de 
su  acción  escolar,  "en  la  que  se 
funden  armónicamente  fe, 
cultura  y  vida»^i.  Es  preciso, 
por  tanto,  reafirmar  con  fuer- 
za que  la  dimensión  eclesial 
no  constituye  una  característi- 
ca yuxtapuesta,  sino  que  es 
cualidad  propia  y  específica, 
carácter  distintivo  que  im- 
pregna y  anima  cada  momen- 


9  Gaudium  et  spes,  22. 

10  Juan  Pablo  II,  Ecclesia  in  Africa,  102. 

1 1  Congregación  para  la  educación  catóuca.  Dimensión  religiosa  de  ¡a  educación  en  la 
escuela  católica,  n.  34. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


to  de  su  acción  educativa,  par- 
te fundamental  de  su  niisma 
identidad  y  punto  central  de 
su  misión^2  promoción  de 
esa  dimensión  es  el  objetivo 
de  cada  uno  de  los  elementos 
que  integran  la  comunidad 
educativa. 

12.  Así  pues,  en  virtud  de  su 
identidad,  la  escuela  católica 
constituye  un  lugar  de  expe- 
riencia eclesial,  cuya  matriz  es 
la  comunidad  cristiana.  En  es- 
te contexto  se  recuerda  que  so- 
lo realiza  su  vocación  de  ser 
experiencia  verdadera  de  Igle- 
sia si  se  sitúa  dentro  de  una 
pastoral  orgánica  de  la  comu- 
nidad cristiana.  De  modo  muy 
particular,  la  escuela  católica 
permite  a  los  jóvenes  reunirse 
en  un  ambiente  favorable  a  la 
formación  cristiana.  No  obs- 
tante, es  preciso  señalar  que, 
en  ciertos  casos,  no  se  siente  la 
escuela  católica  como  parte  in- 
tegrante de  la  realidad  pasto- 
ral: a  veces,  se  la  considera  ex- 
traña, o  casi  extraña,  a  la  co- 
munidad. Es  urgente,  por  tan- 


to, promover  una  nueva  sensi- 
bilidad en  las  comunidades 
parroquiales  y  diocesanas,  pa- 
ra que  se  sientan  llamadas  en 
primera  persona  a  responsabi- 
lizarse de  la  educación  y  de  la 
escuela. 

13.  En  la  historia  eclesial  se 
considera  a  la  escuela  católica 
sobre  todo  como  manifesta- 
ción de  institutos  religiosos, 
los  cuales,  por  carisma  religio- 
so o  por  expresa  dedicación, 
se  han  entregado  a  ella  gene- 
rosamente. En  los  momentos 
actuales  tampoco  escasean  las 
dificultades  debidas,  unas,  a  la 
preocupante  disminución  nu- 
mérica, y  otras,  a  la  subrepti- 
cia difusión  de  graves  incom- 
prensiones, que  pueden  indu- 
cir al  abandono  de  la  misión 
educativa.  Así,  se  separa,  por 
una  parte,  el  empeño  escolar 
de  la  acción  pastoral,  mientras 
que,  por  otra,  la  actividad  con- 
creta encuentra  dificultades 
para  compaginarse  con  las 
exigencias  específicas  de  la  vi- 
da religiosa.  Las  intuiciones 


12  Cf.  ib.,  n.  33. 


244 


;SI  ASTICO 


fecundas  de  los  santos  funda- 
dores demuestran  mejor  y 
más  radicalmente  que  cual- 
quier otro  razonamiento  la  fal- 
ta de  fimdamento  y  lo  preca- 
rio de  tales  afirmaciones.  Nos 
parece,  pues,  oportuno  recor- 
dar que  la  presencia  de  los 
consagrados  en  la  comunidad 
educaüva  es  indispensable 
porque  «están  en  condiciones 
de  llevar  a  cabo  una  acción 
educariva  particularmente  efi- 
caz»i3,  V  son  ejemplo  de  cómo 
«darse»  sin  reserv  as  y  gratui- 
tamente al  servicio  de  los 
otros,  con  el  espíritu  de  la  con- 
sagración religiosa.  La  presen- 
cia simultánea  de  religiosas  y 
religiosos,  y  también  de  sacer- 
dotes y  de  laicos,  ofrece  a  los 
alumnos  «una  imagen  viva  de 
la  Iglesia  y  hace  más  fácil  el 
conocimiento  de  sus  rique- 
zas» 

Identidad  cultural  de  la 
escuela  católica 

14.  "De  la  naturaleza  de  la  es- 
cuela católica  deriva  también 


uno  de  los  elementos  más  ex- 
presivos de  la  originalidad  de 
su  proyecto  educativo:  la  sín- 
tesis entre  cultura  y  fe.  En 
efecto,  el  saber,  considerado 
en  la  perspectiva  de  la  fe,  llega 
a  ser  sabiduría  y  visión  de  vi- 
da. El  esfuerzo  para  conjugar 
razón  y  fe,  si  llega  a  ser  el  alma 
de  cada  ima  de  las  disciplinas, 
las  unifica,  arficula  y  coordina, 
haciendo  emerger  en  el  inte- 
rior mismo  del  saber  escolar  la 
visión  crisfiana  del  mundo  y 
de  la  vida,  de  la  cultura  v  de  la 
historia.  En  el  proyecto  educa- 
fi\  o  de  la  escuela  católica  no 
existe,  por  tanto,  separación 
entre  momentos  de  aprendiza- 
je V  momentos  de  educación, 
entre  momentos  del  concepto 
V  momentos  de  la  sabiduría. 
Cada  disciplina  no  presenta 
solo  un  saber  por  adquirir,  si- 
no también  valores  por  asimi- 
lar y  verdades  por  descubrir'^. 
Todo  esto  exige  un  ambiente 
caracterizado  por  la  búsqueda 
de  la  verdad,  en  el  que  los 
educadores,  competentes. 


13  Vita  consécrala.  96. 

14  Omstifideles  laici.  62. 

15  Cf.  Sagrada  Congregación  para  la  edlcaoon  catouca.  La  escuela  católica,  n.  39 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


convencidos  y  coherentes, 
maestros  de  saber  y  de  vida, 
sean  imágenes,  imperfectas 
desde  luego,  pero  no  desvaí- 
das del  único  Maestro.  En  esta 
perspectiva,  en  el  proyecto 
educativo  cristiano  todas  las 
disciplinas  contribuyen,  con 
su  saber  específico  y  propio,  a 
la  formación  de  personalida- 
des maduras. 

«El  cuidado  de  la 
instrucción  es  amor» 
(Sb  6,  1 7) 

15.  En  la  dimensión  eclesial  se 
fundamenta  también  la  carac- 
terística de  la  escuela  católica 
como  escuela  para  todos,  con 
especial  atención  hacia  los 
más  débiles.  La  historia  ha  vis- 
to surgir  la  mayor  parte  de  las 
instituciones  educativas  esco- 
lares católicas  como  respuesta 
a  las  necesidades  de  los  secto- 
res menos  favorecidos  desde 
el  punto  de  vista  social  y  eco- 
nómico. No  es  una  novedad 
afirmar  que  las  escuelas  católi- 
cas nacieron  de  una  profunda 
caridad  educati\'a  hacia  los  ni- 
ños y  jóvenes  abandonados  a 
sí  mismos  y  privados  de  cual- 


quier forma  de  educación.  En 
muchas  partes  del  mundo,  to- 
davía hoy,  es  la  pobreza  mate- 
rial la  que  impide  que  muchos 
niños  y  jóvenes  sean  instrui- 
dos y  reciban  una  adecuada 
formación  humana  y  cristiana. 
En  otras,  son  nuevas  pobrezas 
las  que  interpelan  a  la  escuela 
católica,  que,  como  en  tiempos 
pasados,  puede  encontrarse 
con  incomprensiones  y  rece- 
los, o  carente  de  medios.  Las 
muchachas  pobres  que  en  el 
siglo  XV  eran  instruidas  por 
las  Ursulinas,  los  muchachos 
que  José  de  Calasanz  veía  co- 
rrer y  alborotar  por  las  calles 
romanas,  que  La  Salle  encon- 
traba en  los  pueblos  de  Fran- 
cia o  que  don  Bosco  acogía,  los 
podemos  encontrar  hoy  en  los 
que  han  perdido  el  sentido  au- 
téntico de  la  vida  y  carecen  de 
todo  impulso  por  un  ideal,  a 
los  que  no  se  les  proponen  va- 
lores, que  desconocen  total- 
mente la  belleza  de  la  fe,  tie- 
nen a  sus  espaldas  familias  ro- 
tas e  incapaces  de  amor,  viven 
a  menudo  situaciones  de  pe- 
nuria material  y  espiritual, 
son  esclavos  de  los  nuevos 
ídolos  de  una  sociedad,  que  a 


246 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


veces  les  presenta  un  futuro 
de  desocupación  y  margina- 
ción.  A  estos  nuevos  pobres 
dirige  con  espíritu  de  amor  su 
atención  la  escuela  católica.  En 
tal  sentido,  ella,  nacida  del  de- 
seo de  ofrecer  a  todos,  en  es- 
pecial a  los  más  pobres  y  mar- 
ginados, la  posibilidad  de  ins- 
truirse, de  capacitarse  profe- 
sionalmente  y  de  formarse  hu- 
mana y  cristianamente,  puede 
y  debe  encontrar,  en  el  contex- 
to de  las  viejas  y  nuevas  for- 
mas de  pobreza,  la  original 
síntesis  de  pasión  y  de  amor 
educativos,  expresión  del 
amor  de  Cristo  por  los  pobres, 
los  pequeños,  por  las  multitu- 
des en  busca  de  la  verdad. 

La  escuela  católica  al 
servicio  de  la  sociedad 

16.  La  escuela  católica  no  debe 
ser  considerada  separadamen- 
te de  las  otras  instituciones 
educativas  y  gestionada  como 
cuerpo  aparte,  sino  que  debe 
relacionarse  con  el  mundo  de 
la  política,  de  la  economía,  de 
la  cultura  y  con  la  sociedad  en 
su  conjunto.  Concierne,  por 
tanto,  a  la  escuela  católica 


afrontar  con  decisión  la  nueva 
situación  cultural,  presentarse 
como  instancia  crítica  de  pro- 
yectos educativos  parciales, 
modelo  y  estímulo  para  otras 
instituciones  educativas,  ha- 
cerse avanzadilla  de  la  preo- 
cupación educativa  de  la  co- 
munidad eclesial.  De  este  mo- 
do se  pone  de  manifiesto  cla- 
ramente la  función  pública  de 
la  escuela  católica,  que  no  na- 
ce como  iniciativa  privada,  si- 
no como  expresión  de  la  reali- 
dad eclesial,  por  su  naturaleza 
de  carácter  público.  Realiza  un 
servicio  de  utilidad  pública  y, 
aunque  está  clara  y  manifies- 
tamente configurada  según  la 
perspectiva  de  la  fe  católica, 
no  se  reserva  solo  a  los  católi- 
cos, sino  que  está  abierta  a  to- 
dos los  que  demuestren  apre- 
ciar y  compartir  una  propues- 
ta educativa  cualificada.  Esta 
dimensión  de  apertura  es  es- 
pecialmente evidente  en  los 
países  de  mayoría  no  cristiana 
y  en  vías  de  desarrollo,  en  los 
que  desde  siempre  las  escue- 
las católicas  son,  sin  discrimi- 
nación alguna,  promotoras  de 
progreso  social  y  de  promo- 


DCTOS,  DE  LA  SANTA  SEDE 


247 


ción  de  la  persona^^.  Además, 
las  instituciones  escolares  ca- 
tólicas, al  igual  que  las  escue- 
las estatales,  desempeñan  una 
función  pública,  garantizando 
con  su  presencia  el  pluralismo 
cultural  y  educativo,  y  sobre 
todo  la  libertad  y  el  derecho 
de  la  familia  a  ver  realizada  la 
orientación  educativa  que  de- 
sean dar  a  la  formación  de  sus 
hijos^''. 

17.  En  esta  perspectiva,  la  es- 
cuela católica  establece  un  diá- 
logo sereno  y  constructivo  con 
los  Estados  y  con  la  comuni- 
dad civil.  El  diálogo  y  la  cola- 
boración deben  basarse  en  el 
mutuo  respeto,  en  el  reconoci- 
miento recíproco  de  su  fun- 
ción y  en  el  servicio  común  al 
hombre.  Para  llevar  a  cabo  es- 
to, la  escuela  católica  se  inte- 
gra de  buen  grado  en  los  pla- 
nes escolares  y  cumple  la  le- 
gislación de  cada  país,  siem- 
pre que  éstos  sean  respetuosos 
de  los  derechos  fundamenta- 


les de  la  persona,  comenzando 
por  el  respeto  a  la  vida  y  a  la 
libertad  religiosa.  La  relación 
correcta  entre  Estado  y  escue- 
la, no  solo  católica,  se  estable- 
ce no  tanto  a  partir  de  las  rela- 
ciones institucionales,  cuanto 
del  derecho  de  la  persona  a  re- 
cibir una  educación  adecuada, 
según  una  libre  opción.  Dere- 
cho al  que  se  responde  según 
el  principio  de  subsidiarie- 
dad^^.  En  efecto,  «el  poder  pú- 
blico, a  quien  corresponde  am- 
parar y  defender  las  libertades 
de  los  ciudadanos,  atendiendo 
a  la  justicia  distributiva,  debe 
procurar  distribuir  los  subsi- 
dios públicos  de  modo  que  los 
padres  puedan  escoger  con  li- 
bertad absoluta,  según  su  pro- 
pia conciencia,  las  escuelas  pa- 
ra sus  hijos»^^.  En  el  marco  no 
solo  de  la  proclamación  for- 
mal, sino  del  efectivo  ejercicio 
de  este  derecho  fundamental 
del  hombre  se  pone,  en  algu- 
nos países,  el  problema  crucial 
del  reconocimiento  jurídico  y 


16  Gravissimum  educationis,  9. 

17  Cf.  Carta  de  los  derechos  de  la  familia,  art.  5. 

18  Cf.  Familiaris  consortio,  40;  cf.  Congregación  para  la  doctrina  de  la  fe,  instrucción 
Libertatis  conscientia,  94. 

19  Gravissimum  educationis,  6. 


248 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


financiero  de  la  escuela  no  es- 
tatal. Hacemos  nuestro  el  de- 
seo recientemente  expresado, 
una  vez  más,  por  Juan  Pablo 
II,  de  que  en  todos  los  países 
democráticos  «se  ponga  en 
práctica  realmente  una  verda- 
dera igualdad  para  las  escue- 
las no  estatales,  que  al  mismo 
tiempo  respete  su  proyecto 
educativo»20. 

Estilo  educativo  de  io 
comunidad  educadora 

18.  Terminando  ya  esta  carta, 
quisiéramos  detenernos  bre- 
vemente en  el  estilo  y  en  la 
función  de  la  comunidad  edu- 
cativa constituida  por  el  en- 
cuentro y  la  colaboración  de 
los  diversos  estamentos: 
alumnos,  padres,  docentes, 
entidad  promotora  y  personal 
no  docente^i.  A  este  propósito 
se  llama,  con  razón,  la  aten- 
ción sobre  la  importancia  del 
clima  y  del  estilo  de  las  rela- 


ciones. A  lo  largo  de  la  etapa 
evolutiva  del  alumno  son  ne- 
cesarias relaciones  personales 
con  educadores  significativos, 
y  las  mismas  enseñanzas  tie- 
nen mayor  incidencia  en  la 
formación  del  estudiante  si 
son  impartidas  en  un  contexto 
de  compromiso  personal,  de 
reciprocidad  auténtica,  de  co- 
herencia en  las  actitudes,  esti- 
los y  comportamientos  dia- 
rios. En  esta  perspectiva  se 
promueve,  con  la  también  ne- 
cesaria salvaguardia  de  las 
respectivas  funciones,  la  figu- 
ra de  la  escuela  como  comuni- 
dad, que  es  uno  de  los  enri- 
quecimientos de  la  institución 
escolar  de  nuestro  tiempo^^. 
Además,  es  preciso  recordar, 
en  sintonía  con  el  concilio  Va- 
ticano IP^^,  que  la  dimensión 
comunitaria  de  la  escuela  ca- 
tólica no  es  una  mera  catego- 
ría sociológica,  sino  que  tiene 
también  un  fundamento  teoló- 
gico. La  comunidad  educati- 


20  Juan  Pablo  II,  Civtn  ni  prepósito  general  i/c  ¡os  escolapios,  24  de  junio  de  1997,  ii.  3:  L  'Os- 
servntore  Roimno,  edición  en  lengua  española,  4  de  julio  de  1997,  p.  6. 

21  Sagrada  Congregación  i'ara  la  educación  católica.  El  laico  católico,  testigo  de  la  fe 
en  la  escuela,  n.  22. 

22  Cf.  j7>. 

23  Cf.  Grai'issinniin  educatioms,  8. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


249 


va,  considerada  en  su  conjun- 
to, está,  por  tanto,  llamada  a 
promover  un  tipo  de  escuela 
que  sea  lugar  de  formación  in- 
tegral mediante  la  relación  in- 
terpersonal. 

19.  En  la  escuela  católica  «los 
educadores  cristianos,  como 
personas  y  como 
comunidad,    son  pmm^mm 
los  primeros  res- 
ponsables en  crear 
el  peculiar  estilo 
cristiano»2'i.  La 
docencia  es  una 
actividad  de  ex- 
traordinario peso 
moral,  una  de  las 
más  altas  y  creati- 
vas del  hombre:  el 
docente,  en  efecto, 
no  escribe  sobre 
materia  inerte,  si- 
no sobre  el  alma 
misma     de     los  """""^^ 
hombres.  Adquie- 
re, por  esto,  un  valor  de  suma 
importancia  la  relación  perso- 


La  docencia 

es  una  actividad 

de  extraordinario 

peso  moral, 

una  de  las  más  altas 
y  creativas 

del  tiombre' 

el  docente, 

en  efecto, 

no  escribe  sobre 

materia  inerte,  sino 

sobre  el  alma  misma 

de  los  hombres. 


que  no  se  limite  a  un  simple 
dar  y  recibir.  Además,  es  pre- 
ciso tomar  cada  vez  mayor 
conciencia  de  que  los  docentes 
y  educadores  viven  una  espe- 
cífica vocación  cristiana  y  una 
participación,  también  especí- 
fica, en  la  misión  de  la  Iglesia 
y  «que  de  ellos  depende,  sobre 
todo,  el  que  las  es- 
cuelas católicas 
puedan  realizar 
sus  propósitos  e 
iniciativas»^^. 


20.  En  la  comuni- 
dad educativa,  los 
padres,  primeros 
y  naturales  res- 
ponsables de  la 
educación  de  los 
hijos,  desempe- 
ñan un  papel  de 
especial  impor- 
tancia. Por  des- 
gracia, hoy  se  va 
extendiendo  la 
tendencia  a  delegar  este  deber 
primario.  De  ahí  que  resulte 
nal  entre  educador  y  alumno,     necesario  no  solo  dar  impulso 


24  Congregación  para  la  educación  católica,  Dimensión  religiosa  de  la  educación  en  la  es- 
cuela católica,  n.  26. 

25  Grai  iisimuii!  ediícationis.  8. 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


a  las  iniciativas  que  impulsen 
al  compromiso,  sino  que  den 
una  ayuda  concreta  y  adecua- 
da, y  comprometan  a  las  fami- 
lias en  el  proyecto  educativo^^ 
de  la  escuela  católica.  Objetivo 
constante  de  la  formación  es- 
colar es,  por  tanto,  el  encuen- 
tro y  el  diálogo  con  los  padres 
y  las  familias,  a  los  que  se  fa- 
vorece también  a  través  de  la 
promoción  de  las  asociaciones 
de  padres,  para  establecer,  con 
su  insustituible  aportación,  la 
personalización  educativa  que 
hace  eficaz  el  proceso  educati- 
vo. 

Conclusión 

21.  El  Santo  Padre,  con  una  su- 
gestiva expresión,  indicó  que 
el  hombre  es  el  camino  de 
Cristo  y  de  la  Iglesia^^.  Ese  ca- 
mino no  puede  ser  extraño  a 
los  pasos  de  los  evangelizado- 
res,  que  al  recorrerlo  sienten  la 
urgencia  del  desafío  educati- 
vo. El  compromiso  en  la  es- 


cuela resulta  ser,  de  este  mo- 
do, tarea  insustituible;  más 
aún,  el  empleo  de  personas  y 
de  medios  en  la  escuela  católi- 
ca se  convierte  en  opción  pro- 
f ética.  También  en  el  umbral 
del  tercer  milenio  sentimos 
fuertemente  lo  que  la  Iglesia, 
en  aquel  «Pentecostés»  que 
fue  el  concilio  Vaticano  II,  afir- 
mó de  la  escuela  católica  que, 
«siendo  tan  útil  para  cumplir 
la  misión  del  pueblo  de  Dios  y 
para  promover  el  diálogo  en- 
tre la  Iglesia  y  la  sociedad  hu- 
mana en  beneficio  de  ambas, 
conserva  su  importancia  tras- 
cendental también  en  los  mo- 
mentos actuales»28. 

Roma,  28  de  diciembre  de  1997, 
fiesta  de  la  Sagrada  Familia. 

Card.  Pío  LAGHI 
Prefecto 

Mons.  José  SARAIVA  MARTINS, 

c.m.f. 

Arzobispo  titular  de  Tubúrnica 
Secretario 


26  Cf.  Familiaris  consortio,  40. 

27  Cf.  Redemptor  hotiiinis,  14 

28  Gravissimum  educationis,  8. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


251 


Mensaje  a  Monseñor  Fernando  Charrier,  con  ocasión  de  un 
congreso  sobre  la  cuestión  del  trabajo,  celebrado  en  Italia 

Responder  a  lo  globolizoción 
de  los  sistemas  económicos 
con  lo  globalizoción  de  lo  solidaridad 

Al  venerado  hermano 
FERNANDO  CHARRIER 
obispo  de  Alessandria 
presidente  de  la  comisión 

de  la  Conferencia  episcopal  italiana  para  los  problemas  sociales 
y  el  trabajo 

1.  Me  alegra  dirigir  mi  saludo  y  expresar  mis  mejores  deseos  a 
los  participantes  en  el  Congreso  nacional  sobre  «La  cuestión  del 
trabajo  hoy.  Nuevas  fronteras  de  la  evangelización»,  que  se  cele- 
brará en  Roma  durante  los  próximos  días.  En  particular,  deseo 
saludar  con  afecto  al  cardenal  Camillo  Ruini,  presidente  de  la 
Conferencia  episcopal  italiana,  y  a  usted,  venerado  hermano, 
que  se  ha  hecho  promotor  de  esta  próvida  iniciativa.  Mi  pensa- 
miento va,  además,  a  los  numerosos  agentes  pastorales  de  las 
diócesis  y  a  los  representantes  de  las  asociaciones  laicales  que, 
con  su  presencia,  testimonian  de  modo  elocuente  la  atención 
que  presta  la  Iglesia  que  está  en  Italia  al  mundo  del  trabajo  y  su 
voluntad  de  estar  en  la  historia  con  amor,  llevando  a  todos  el 
anuncio  de  salvación  del  Resucitado. 

La  inserción  de  la  celebración  del  Congreso  en  el  segundo  año 
de  preparación  inmediata  para  el  gran  jubileo  del  2000,  dedica- 
do a  la  reflexión  sobre  la  presencia  del  Espíritu  Santo  en  la  co- 
munidad cristiana  y  en  el  mundo,  subraya  el  deseo  de  los  orga- 
nizadores de  poner  el  Congreso  bajo  la  protección  de  Aquel  que 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


guía  hacia  la  verdad  completa  (cf.  Jn  16, 13),  para  captar  los  nu- 
merosos desafíos  y  las  exigencias  de  justicia  y  solidaridad  pre- 
sentes en  el  mundo  del  trabajo. 

2.  El  actual  ámbito  sociocultural,  notablemente  cambiado,  plan- 
tea de  manera  nueva  la  cuestión  del  trabajo.  No  podemos  por 
menos  de  notar  la  precaria  situación  de  quienes  no  logran  en- 
contrar un  empleo,  los  dramas  de  tantas  familias  afectadas  por 
el  desempleo  y  la  preocupante  condición  de  los  jóvenes  que  bus- 
can su  primer  empleo  y  un  trabajo  digno.  Y  ¿qué  decir  de  aque- 
llas personas,  especialmente  mujeres,  menores  e  inmigrantes, 
que  se  ven  obligadas  a  realizar  un  trabajo  «negro»  y  carecen  de 
las  más  elementales  garantías  jurídicas  y  económicas? 

La  nueva  situación,  que  privilegia  de  hecho  a  las  empresas  y  al 
sector  de  servicios,  también  pone  de  manifiesto  las  dificultades 
que  deben  afrontar  los  trabajadores  del  mundo  rural  y  artesanal, 
en  otro  tiempo  estructura  fundamental  de  la  economía  italiana, 
que  hoy  sufre  una  fuerte  crisis.  No  podemos  ignorar  la  petición, 
presentada  con  creciente  insistencia  por  parte  de  estas  clases  so- 
ciales, de  que  se  les  reconozca  un  papel  socio-económico  ade- 
cuado. 

No  menos  digno  de  consideración  es  el  punto  de  vista  instru- 
mental y  utilitario,  desde  el  que  se  afrontan  a  menudo  los  pro- 
blemas del  trabajo,  con  la  consiguiente  y  difundida  pérdida  de 
los  valores  de  la  solidaridad  y  del  respeto  a  la  persona.  Síntomas 
reveladores  de  esta  visión  son,  entre  otros,  las  condiciones  ca- 
rentes de  seguridad  en  los  lugares  de  trabajo  y  la  búsqueda  de 
beneficios  a  toda  costa. 

Además,  si  proyectamos  la  reflexión  a  dimensiones  mundiales, 
no  podemos  menos  de  subrayar,  en  los  países  que  ya  se  han  en- 
caminado hacia  la  así  llamada  tercera  fase  de  industrialización, 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


el  fenómeno  cada  vez  más  marcado  de  la  globalización  de  la 
econonüa  y  de  las  finanzas.  Este  fenómeno  exige  soluciones  que 
puedan  garantizar  la  perspectiva  irrenunciable  del  bien  común. 

A  la  universalización  de  la  economía  se  asocia,  también  en  na- 
ciones desarrolladas  como  Italia,  el  riesgo  de  la  exclusión  de  al- 
gunas áreas  geográficas  de  los  proyectos  de  desarrollo,  con  los 
consiguientes  perjuicios  para  los  jóvenes  y  para  quienes  no  es- 
tán preparados  para  afrontar  las  rápidas  innovaciones  tecnoló- 
gicas. Esto  crea  un  inquietante  sentido  de  inseguridad  y  de  ma- 
lestar, sobre  todo  en  los  sectores  más  débiles  de  la  población. 

A  pesar  de  ello,  en  el  mundo  del  trabajo  no  faltan  prometedores 
fermentos  de  esperanza.  Va  emergiendo  en  él  una  nueva  cultu- 
ra que,  en  sintonía  con  la  doctrina  social  de  la  Iglesia,  considera 
como  factor  decisivo  de  la  producción  «al  hombre  mismo,  es  de- 
cir, su  capacidad  de  conocimiento,  que  se  pone  de  manifiesto 
mediante  el  saber  científico,  y  su  capacidad  de  organización  so- 
lidaria, así  como  la  de  intuir  y  satisfacer  las  necesidades  de  los 
demás»  {Centesimus  annus,  32). 

Además,  se  va  tomando  conciencia  de  que  es  posible  extender  el 
bienestar  social  y  económico  a  todo  el  planeta,  ofreciendo  a  to- 
dos los  pueblos  la  oportunidad  de  realizar  su  auténtico  desarro- 
llo. 

3.  Las  fronteras  inéditas  de  la  cuestión  del  trabajo  comprometen 
a  los  cristianos  y  a  los  hombres  de  buena  voluntad  a  reconstruir 
el  sentido  de  la  actividad  humana  en  sus  dimensiones  persona- 
les, familiares  y  comunitarias,  superando  las  tentaciones  recu- 
rrentes del  egoísmo,  del  corporativismo  y  de  la  supremacía  del 
más  fuerte. 

En  este  compromiso,  que  requiere  la  cooperación  de  todos,  a  los 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


creyentes  se  les  pide  que  den  su  contribución  peculiar:  llamados 
a  ser  en  el  mundo  signos  auténticos  del  amor  de  Dios,  no  pue- 
den menos  de  sentir  la  necesidad  de  superar  los  ámbitos  estre- 
chos del  propio  grupo  o  del  propio  país,  respondiendo  a  la  glo- 
balización  de  los  sistemas  económicos  con  la  globalización  del 
compromiso  de  solidaridad  con  respecto  a  las  generaciones  pre- 
sentes y  futuras. 

El  Espíritu,  que  invita  al  hombre  a  colaborar  responsablemente 
en  la  humanización  del  mundo  y  a  construir  relaciones  de  fra- 
ternidad, lealtad  y  justicia,  pide  a  los  cristianos  que  se  compro- 
metan a  promover  entre  los  di- 
versos sectores  sociales  el  diálo- 
go y  la  disponibilidad  necesarios 
para  realizar  el  bien  común, 
afrontando  con  valentía  sobre  to- 
do los  problemas  de  los  más  dé- 
biles y  de  los  más  pobres.  A  la 
cultura  de  la  conquista  y  de  la 
competencia  sin  reglas,  que  al 
parecer  caracteriza  el  mercado  internacional,  deben  oponer  op- 
ciones concretas  que  tiendan  a  promover  un  sistema  político  y 
social  fundado  en  el  reconocimiento  de  la  dignidad  de  toda  per- 
sona y  en  el  respeto  al  ambiente. 

Vuestro  congreso  reflexionará,  sin  duda,  en  estas  cuestiones  de 
gran  importancia  social  y  pastoral.  Deseo  de  corazón  que  dé  una 
contribución  significativa  a  la  renovación  del  mundo  del  traba- 
jo en  la  línea  de  la  realización  de  «una  sociedad  basada  en  el  tra- 
bajo libre,  en  la  empresa  y  en  la  participación»  {Centesimus  an- 
nus,  34),  escribiendo  al  mismo  tiempo  un  capítulo  importante 
del  proyecto  cultural  de  la  Iglesia  en  Italia,  encaminado  a  trans- 
formar profundamente  toda  la  sociedad,  gracias  al  anuncio  y  al 
testimonio  del  Evangelio. 


pide  a  los  cristianos  que  se 
comprometan  a  promover 
entre  los  diversos  sectores 

sociales  el  diálogo  y 
la  disponibilidad  necesarios 
para  realizar 
el  bien  común, 


DCTOS,  DE  LA  SANTA  SEDE 


255 


4.  En  efecto,  el  Espíritu  que  «es,  también  para  nuestra  época,  el 
agente  principal  de  la  nueva  evangelización»  {Tertio  millenio  ad- 
veniente, 45),  impulsa  a  los  cristianos  a  anunciar  el  Evangelio  en 
el  mundo  del  trabajo  y  la  economía.  Este  compromiso  forma 
parte  de  la  misión  del  pueblo  de  Dios  y  de  su  servicio  a  todo 
hombre  y  a  todo  el  hombre.  La  mayor  conciencia  de  que  «no 
existe  verdadera  solución  para  la  "cuestión  social"  fuera  del 
Evangelio  y  que,  por  otra  parte,  las  "cosas  nuevas"  pueden  ha- 
llar en  él  su  propio  espacio  de  verdad  y  el  debido  planteamien- 
to moral»  {Centesimus  annus,  5),  interpela  con  fuerza  a  la  comu- 
nidad cristiana  impulsándola  a  ser  signo  auténtico  de  esperan- 
za, a  fin  de  brindar  al  hombre  de  hoy  «motivaciones  sólidas  y 
profundas  para  el  esfuerzo  cotidiano  en  la  transformación  de  la 
realidad  para  hacerla  conforme  al  proyecto  de  Dios»  {Tertio  mi- 
llenio adveniente,  45). 

Solo  redescubriendo  los  valores  espirituales  puede  lograrse  la 
solución  de  los  múltiples  problemas  del  hombre.  No  basta  dar 
respuestas  concretas  a  interrogantes  económicos  y  materiales; 
hay  que  suscitar  y  cultivar  una  auténtica  espiritualidad  del  tra- 
bajo, que  ayude  a  los  hombres  a  acercarse  a  Dios,  Creador  y  Re- 
dentor, a  participar  en  sus  planes  salvíficos  acerca  del  hombre  y 
del  mundo,  y  a  profundizar  en  su  vida  la  amistad  con  Cristo  (cf. 
Laborem  exercens,  24). 

5.  En  sintonía  con  la  experiencia  de  María  y  de  los  Apóstoles  en 
el  cenáculo,  que  este  tiempo  pascual  ofrece  a  nuestra  considera- 
ción, el  creyente  está  llamado  a  orientar  su  oración  «a  los  desti- 
nos salvíficos  hacia  los  cuales  el  Espíritu  Santo  abre  los  corazo- 
nes con  su  acción  a  través  de  toda  la  historia  del  hombre  en  la 
tierra.»  {Dominum  et  vivificantem,  66).  Al  alimentar  la  propia  fe 
en  el  encuentro  con  el  Señor,  trabajará  para  mantener  viva  la  es- 
peranza en  el  corazón  de  los  hombres  y  de  los  responsables  de 


256 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


las  instituciones,  a  fin  de  que  pongan  especial  esmero  en  promo- 
ver y  defender  la  dignidad  de  la  persona. 

La  cuestión  del  trabajo  constituye  hoy  un  gran  desafío  para  la 
comunidad  cristiana  y,  particularmente,  para  los  fieles  laicos, 
impulsados  al  deber  fundamental  de  «animar,  con  su  compro- 
miso cristiano,  las  realidades  y,  en  ellas,  procurar  ser  testigos  y 
operadores  de  paz  y  de  justicia»  {Sollicitudo  rei  socialis,  47),  apli- 
cando medidas  inspiradas  en  la  solidaridad  y  en  el  amor  prefe- 
rencial  a  los  pobres. 

Ojalá  que  vuestro  congreso,  aprovechando  los  signos  positivos 
presentes  en  la  realidad  italiana,  descubra  nuevos  caminos  de 
evangeHzación  del  mundo  del  trabajo  y  ofrezca  indicaciones  y 
apoyos  oportunos  para  resolver  los  numerosos  problemas  plan- 
teados. 

Estoy  seguro  de  que,  mientras  se  vislumbran  acontecimientos 
capaces  de  cambiar  el  rostro  de  Europa,  diseñando  nuevos  esce- 
narios sociales  y  económicos,  el  compromiso  de  los  católicos  de 
Italia  suscitará  en  los  responsables  de  la  administración  pública 
opciones  valientes,  para  construir  una  sociedad  más  libre,  de- 
mocrática y  justa,  tanto  a  nivel  nacional  como  mundial. 

Con  estos  deseos,  invocando  la  protección  de  la  Madre  del  Re- 
dentor sobre  usted,  venerado  hermano  en  el  episcopado,  sobre 
los  participantes  en  el  congreso  y  sobre  cuantos  trabajan  por  la 
humanización  del  trabajo,  os  imparto  con  afecto  a  todos  una  es- 
pecial bendición  apostólica,  propiciadora  de  la  gracia  y  de  la  paz 
del  Salvador. 

Vaticano,  6  de  mayo  de  1998 

joaiuics  Paulufi,  p.p.  ¡¡ 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


Consejo  Pontificio  para  la  Pastoral 
de  los  emigrantes  e  itinerantes 

La  Peregrinación  en  el  gran  jubileo 
del  año  2000 

Introducción 

1.  «Ante  ti  somos  emigrantes  y  extranjeros,  igual  que  nuestros 
padres»^.  Las  palabras  del  Rey  David  en  presencia  del  Señor  tra- 
zan el  perfil  humano,  no  solo  del  hombre  bíblico,  sino  de  toda 
persona.  El  «camino»  es  símbolo  de  la  existencia  que  se  expresa 
en  una  múltiple  gama  de  acciones  como  la  partida  y  el  regreso, 
la  entrada  y  la  salida,  la  subida  y  la  bajada,  el  camino  y  el  des- 
canso. Apenas  hace  su  ingreso  el  hombre  en  la  escena  del  mun- 
do, camina  buscando  siempre  nuevas  metas,  oteando  el  hori- 
zonte terreno  y  tendiendo  hacia  el  infinito:  navega  ríos  y  mares, 
sube  a  las  montañas  sagradas,  en  cuya  cima  idealmente  la  tierra 
toca  el  cielo,  recorre  incluso  el  tiempo  con  hitos  de  fechas  santas, 
siente  el  nacimiento  como  ingreso  en  el  mundo  y  la  muerte  co- 
mo salida  para  entrar  en  el  seno  de  la  tierra  o  para  ser  llevado  a 
las  regiones  divinas. 

2.  La  peregrinación,  que  se  hace  signo  del  estado  de  los  discípu- 
los de  Cristo  en  este  mundo^,  ha  ocupado  siempre  un  lugar  im- 
portante en  la  vida  del  cristiano. 

A  lo  largo  de  la  historia,  el  cristiano  se  ha  puesto  en  camino  pa- 
ra celebrar  su  fe  en  los  lugares  que  señalan  la  memoria  del  Se- 


1  1  Cw  29,15. 

2  Cf.  Lumen  gentiuni,  49. 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


ñor  o  en  aquellos  que  representan  momentos  importantes  de  la 
historia  de  la  Iglesia.  Ha  visitado  los  santuarios  que  honran  a  la 
Madre  de  Dios  y  los  que  mantienen  vivo  el  ejemplo  de  los  san- 
tos. Su  peregrinación  ha  sido  proceso  de  conversión,  ansia  de  in- 
timidad con  Dios  y  súplica  confiada  en  sus  necesidades  materia- 
les. En  todos  y  cada  uno  de  sus  múltiples  aspectos,  la  peregrina- 
ción ha  sido  un  maravilloso  don  de  gracia  para  la  Iglesia. 

En  la  sociedad  contemporánea,  caracterizada  por  una  intensa 
movilidad,  la  peregrinación  está  experimentando  un  nuevo  im- 
pulso. Para  dar  una  respuesta  adecuada  a  esta  realidad,  la  pas- 
toral de  la  peregrinación  debe  contar  con  una  clara  fundamenta- 
ción  teológica  que  la  legitime  y  con  una  práctica  convincente  y 
continua,  en  el  marco  de  la  pastoral  general.  Es  preciso  tener 
presente,  ante  todo,  que  la  evangelización  es  la  razón  última  por 
la  cual  la  Iglesia  propone  y  alienta  la  peregrinación,  deforma, 
que  se  convierta  en  una  profunda  y  madura  experiencia  de  fe-^. 

3.  Las  reflexiones  de  este  documento  desean  brindar  una  ayuda 
a  todos  los  peregrinos  y  a  los  responsables  pastorales  de  las  pe- 
regrinaciones, para  que,  a  la  luz  de  la  palabra  de  Dios  y  de  la  tra- 
dición secular  de  la  Iglesia,  todos  puedan  participar  con  más 
plenitud  de  las  riquezas  espirituales  del  ejercicio  de  la  peregri- 
nación. 


La  Peregrinación  de  Israel 

4.  Desde  el  principio,  según  la  enseñanza  de  la  sagrada  Escritu- 
ra, y  luego  a  lo  largo  de  los  milenios,  se  ha  podido  reconocer  una 
peregrinación  adámica:  sus  etapas  son  la  salida  de  las  manos  del 


3 


Cf.  Ufficio  nazionale  della  Conferenza  episcopale  italiana  per  la  pastorale  del 
TEMPO  libero,  turismo  e  SPORT,  Pastorak  del  pellegrinaggio,  1996,  p.44. 


DCTOS,  DE  LA  SANTA  SEDE 


Creador,  el  ingreso  en  el  mundo  creado  y  el  errar  sucesivo  sin 
meta,  lejos  del  jardín  del  Edén.'*  La  peregrinación  de  Adán  -des- 
de la  llamada  a  caminar  con  Dios  hasta  la  desobediencia  y  la  es- 
peranza de  salvación-  revela  la  plena  libertad  de  la  que  le  dotó 
el  Creador.  Al  mismo  tiempo,  da  a  conocer  el  compromiso  de 
Dios  de  caminar  junto  a  él  y  velar  sobre  sus  pasos. 

A  primera  vista,  la  peregrinación  de  Adán  parece  una  desvia- 
ción de  la  meta  del  lugar  santo,  el  jardín  del  Edén.  Pero  también 
este  recorrido  puede  transformarse  en  camino  de  conversión  y 
de  vuelta.  Sobre  Caín  vagabundo  vela  la  presencia  amorosa  de 
Dios,  que  lo  sigue  y  que  lo  protege.^  «Anota  en  tu  libro  mi  vida 
errante  -canta  el  Salmo  56,  9-,  recoge  mis  lágrimas  en  tu  odre. 
Dios  mío».  El  padre,  pródigo  en  amor,  sigue  el  camino  del  aban- 
dono del  hijo  pródigo  en  el  pecado.  Por  esta  atracción  divina  to- 
do recorrido  equivocado  puede  transformarse,  para  cada  hom- 
bre, en  el  itinerario  del  regreso  y  del  abrazo.^  Así  pues,  existe 
una  historia  universal  de  peregrinación,  que  abarca  una  etapa 
oscura,  «el  camino  de  las  tinieblas»,''  el  sendero  tortuoso*.  Pero 
también  el  regreso,  conversión,  al  camino  de  la  vida^,  de  la  jus- 
ticia y  la  pazio,  de  la  verdad  y  la  fidelidad^i,  de  la  perfección  y 
la  integridad  12. 

5.  La  peregrinación  abrahámica,  por  el  contrario,  es  el  paradigma 
de  la  historia  de  salvación,  a  la  que  el  creyente  se  adhiere.  Por  el 


4  Cf.  Gn  3,  23-24. 

5  Cf.  Cn  4,  15. 

6  Cf.  Lcl5,  11-32. 

7  Cf.  Pr  2,  13;  4,  19. 

8  Cf.  Pr  2,  15;  10,  9;  21,  8. 

9  Cf.  Pr  2,  19;  5,  6;  6,  23;  15,  24. 

10  Cf.  Pr  8,  20;  12,  28;  Ba  3,  13;  \s  59,  8. 

11  Cf.  Sfl/ 119,  30;  Tfc  1,  3. 

12  Cf.  Sfl/ 101,  2. 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


lenguaje  con  que  se  le  describe  («sal  de  tu  tierra»),  por  las  etapas 
de  su  itinerario  y  por  los  acontecimientos  vividos,  es  en  sí  mis- 
mo éxodo  de  salvación,  anticipación  ideal  del  éxodo  del  pueblo 
entero.  Abraham,  dejando  su  tierra,  su  patria  y  la  casa  paterna 
^3,  se  pone  en  el  camino,  con  fe  y  esperanza,  hacia  el  horizonte 
que  el  Señor  le  ha  indicado,  como  nos  recuerda  la  carta  a  los  He- 
breos: «Por  la  fe  respondió  Abraham  al  llamamiento  de  salir  pa- 
ra la  tierra  que  iba  a  recibir  en  herencia,  y  salió  sin  saber  a  dón- 
de iba.  Por  la  fe  emigró  a  la  tierra  prometida  como  un  extranje- 
ro, habitando  en  tiendas  lo  mismo  que  Isaac  y  Jacob,  herederos 
de  la  misma  promesa.  Esperaban  la  ciudad  con  cimientos,  cuyo 
arquitecto  y  constructor  es  Dios.  (...)  Con  fe  murieron  todos  es- 
tos, sin  recibir  lo  prometido,  confesando  ser  extranjeros  y  pere- 
grinos en  la  tierra»!^.  No  sin  razón  el  mismo  patriarca  se  define 
«forastero  residente»i5  incluso  en  la  tierra  prometida,  como  lo 
serán  después  sus  hijos,  IsmaeP^  y  Jacob,  extranjero  en  Padán. 
Aram^''  y  en  Egipto^^. 

6.  Desde  la  tierra  de  los  faraones  partirá  la  gran  peregrinación  del 
éxodo.  Sus  etapas,  como  la  salida,  el  camino  en  el  desierto,  la 
prueba,  las  tentaciones,  el  pecado  o  la  entrada  en  la  tierra  pro- 
metida, se  convierten  en  el  modelo  ejemplar  de  la  misma  histo- 
ria de  salvación^^,  que  no  solo  incluye  los  dones  de  la  libertad, 
de  la  Revelación  en  el  Sinaí  y  de  la  comunión  con  Dios,  signifi- 
cados en  la  Pascua  («paso»)  y  en  los  dones  del  maná,  del  agua, 
de  las  codornices,  sino  también  la  infidelidad,  la  idolatría  y  la 
tentación  de  regresar  a  la  esclavitud. 


13  Cf.  G«  12, 1-4. 

14  Cf.  Hb  11,  8-9.  13. 

15  G«23,  4. 

16  Cf.  Gil  21,  9-21;  26,  12-18. 

17  Cf.  Gil  28,  2. 

18  Cf.  Cn  47  y  50. 

19  Cf.  7  Gj  10,  1-13. 


DCTOS,  DE  LA  SANTA  SEDE 


El  éxodo  adquiere  un  valor  permanente;  es  un  «memorial» 
siempre  vivo,  que  se  reproduce  en  el  retorno  del  exilio  de  Babi- 
lonia, cantado  por  el  segundo  Isaías  como  un  nuevo  éxodo^o, 
que  Israel  celebra  en  cada  Pascua  y  que  en  el  libro  de  la  Sabidu- 
ría se  transforma  en  representación  escatológica^i.  La  meta  últi- 
ma es,  en  realidad,  la  tierra  prometida  de  la  plena  comunión  con 
Dios  en  una  creación  renovada22. 

El  Señor  mismo  se  hace  peregrino  con  su  pueblo:  «El  Señor,  tu 
Dios,  te  ha  atendido  en  el  viaje  por  ese  inmenso  desierto;  duran- 
te los  últimos  cuarenta  años  el  Señor,  tu  Dios,  ha  estado  contigo 
y  no  te  ha  faltado  nada»23.  Él  nos  guardó  en  todo  nuestro  pere- 
grinar»24.Y  recuerda  con  nostalgia  «tu  cariño  de  joven,  tu  amor 
de  novia,  cuando  me  seguías  por  el  desierto,  por  tierra  yer- 
ma»25.  Por  ser  peregrino  en  sus  raíces,  al  pueblo  bíblico  se  le  or- 
dena: «No  oprimirás  ni  vejarás  al  emigrante,  porque  emigrantes 
fuisteis  vosotros  en  Egipto»^^,  más  aún,  «amaréis  al  emigrante, 
porque  emigrantes  fuisteis  en  Egipto»27. 

7.  El  que  hace  oración  se  presenta  ante  Dios  como  huésped  y  fo- 
rastero^s.  Los  salmos,  redactados  a  lo  largo  del  arco  milenario  de 
la  historia  de  Israel,  atestiguan,  precisamente  en  oración,  la  con- 
ciencia histórica  y  teológica  del  peregrinar  de  la  comunidad  y 
de  cada  individuo.  A  través  de  la  peregrinación  cultural  a  Sión,  el 


20  Cf. /s  43,  16-21. 

21  Cf.Sfa  ce.  11-19. 

22  Cf.  Sí)19. 

23  Df2,  7. 

24  Jos  24,  17. 

25  /r2,  2. 

26  £.x  22,  20. 

27  Dt  24,  17;  cf.  Di  10,  18. 

28  Cf.  Sal  39,  13;  119,  19. 


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hecho  de  ser  extranjeros  en  la  propia  patria^^  se  transforma  en 
signo  de  esperanza.  La  «ascensión»  que,  con  motivo  de  las  tres 
grandes  solemnidades:  la  Pascua,  las  Semanas  y  las  Tiendas^*^, 
Israel  emprende  hacia  el  monte  Sión  entre  himnos  de  alegría  (los 
«cantos  de  la  subida»)3i,  se  convierte  en  experiencia  de  estabili- 
dad y  confianza,  en  renovación  de  su  compromiso  de  vivir  en  el 
temor  de  Dios32  y  en  la  justicia.  Las  tribus  de  Israel,  asentadas 
sobre  la  roca  del  templo  de  Jerusalén,  símbolo  del  Señor,  la  «ro- 
ca» que  no  vacila^s^  celebran  el  nombre  del  Señor34;  en  el  culto 
entran  en  comunión  con  él,  hospedándose  en  la  tienda  de  su 
santuario  y  morando  en  su  santo  monte,  hallando  una  salvación 
indestructible^^  y  una  plenitud  de  vida  y  de  paz^^.  Por  ello,  «di- 
chosos los  que  viven  en  tu  casa  alabándote  siempre.  Dichosos 
los  que  encuentian  en  ti  su  fuerza,  al  preparar  su  peregrina- 
ción»3''.  «En  pie,  subamos  Sión  a  visitar  al  Señor,  nuestro 
Dios»38. 

8.  Ante  el  pueblo  de  Dios  víctima  de  la  desilusión,  apesadum- 
brado por  la  infidelidad,  los  profetas  hablan  asimismo  de  una 
peregrinación  mesiánica  de  redención,  abierta  también  al  horizon- 
te escatológico  en  el  que  todos  los  pueblos  de  la  tierra  confluirán 
hacia  Sión,  lugar  de  la  Palabra  divina,  de  la  paz  y  de  la  esperan- 
za39.  Reviviendo  la  experiencia  del  éxodo,  el  pueblo  de  Dios  de- 
be dejar  que  el  Espíritu  aparte  de  él  su  corazón  de  piedra  y  le  dé 


29  Ct.lv  15,  22. 

30  Cf.  Ex  34,  4. 

31  Cf.  Sfl/  120-134. 

32  Cf.  Sal  128,  1. 

33  Cf.  DI  32, 18;  Sal  18,  3;  46,  2-8. 

34  Cf.  Sfl/ 122,  4, 

35  Cf.  Sfl/ 15, 1.  5. 

36  Cf.  Sfl/ 43,  3-4. 

37  Sfl/ 84,  5-6. 

38  ]r  31,  6;  cf.  .'s  2,  5. 

39  Cf.  Is  1,  2-4;  56,  6-8;  66, 18-23;  Mi  4,  1^;  Za  8,  20-23. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


263 


uno  de  carnero,  debe  hacer  realidad  en  el  camino  de  su  vida  la 
justicia^i  y  la  fidelidad  amorosa'*^,  y  alzarse  como  luz  para  todos 
los  pueblos'*^,  hasta  el  día  en  que  el  Señor  Dios  ofrecerá  en  la 
montaña  santa  «un  festín  para  todos  los  pueblos»*^.  De  camino 
hacia  el  cumplimiento  de  la  promesa  mesiánica,  ya  ahora  todos 
están  llamados  a  la  comunión  en  la  gratuidad^s  y  en  la  miseri- 
cordia de  Dios^^. 

II 

La  peregrinación  de  Cristo 

9.  Jesucristo  entra  en  la  escena  de  la  historia  como  «el  camino,  la 
verdad  y  la  vida»^''  y  desde  el  comienzo  se  inserta  en  el  camino 
de  la  humanidad  y  de  su  pueblo  «uniéndose  en  cierta  manera  a 
cada  hombre»"*^.  Verdaderamente,  él  desciende  de  «junto  a 
Dios»  para  hacerse  «carne»"*^  y  recorrer  los  caminos  del  hombre. 
En  la  encarnación  «es  Dios  quien  viene  en  persona  a  hablar  de 
sí  al  hombre  y  a  mostrarle  el  camino  por  el  cual  es  posible  en- 
contrarlo»50. 

Niño  aún,  Jesús  es  peregrino  al  templo  de  Sión  para  ser  presen- 
tado al  Señoril,  siendo  muchacho,  acude  con  María  y  José  a  «la 


40  Cf. /r  31,  31-34. 

41  Cf. /si,  17. 

42  Cf.  Os  2, 16-18. 

43  Cf. /s60,  3-6. 

44  Ís25,  6. 

45  Cf.  Is  55,  1-2. 

46  Cf.  Ez  34, 11-16 

47  Jn  14,  6. 

48  Redemptor  hominis,  18. 

49  ]n  1,  2.  14. 

50  Tertio  millennio  adveniente,  6. 

51  Cf.  Le  2,  22-24. 


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casa  de  su  Padre»-"-.  Su  ministerio  público,  recorriendo  los  cami- 
nos de  su  patria,  cobra  lentamente  la  forma  de  una  peregrina- 
ción hacia  jerusalén,  que  sobre  todo  san  Lucas  describe  en  el  co- 
razón de  su  evangelio  como  un  gran  viaje  que  tiene  por  meta  no 
solo  la  cruz,  sino  la  gloria  de  la  Pascua  y  de  la  Ascensión^s.  Su 
Transfiguración  revela  a  Moisés,  a  Elias  y  a  los  Apóstoles  su  in- 
minente «éxodo»  pascual:  «hablan  de  su  éxodo,  que  iba  a  com- 
pletar en  Jerusalén»-"^.  También  los  demás  evangelistas  conocen 
este  itinerario  ejemplar,  que  debe  seguir  el  discípulo:  «El  que 
quiera  venir  en  pos  de  mí,  niéguese  a  sí  mismo,  tome  su  cruz  y 
sígame»;  san  Lucas  precisa:  «cada  día»=^^.  Para  san  Marcos  el  iti- 
nerario hacia  la  cruz  del  Gólgota  está  constantemente  marcado 
con  verbos  y  palabras  de  movimiento,  así  como  con  el  símbolo 
del  «camino»56. 

10.  El  camino  de  Jesús,  sin  embargo,  no  acaba  sobre  el  monte  lla- 
mado Gólgota.  La  peregrinación  terrena  de  Cristo  se  abre  al  in- 
finito V  al  misterio  de  Dios,  más  allá  de  la  muerte.  Sobre  el  mon- 
te de  la  Ascensión  se  representa  la  etapa  definitíva  de  su  pere- 
grinación. El  Señor  resucitado  es  elevado  al  cielo,  mientras  pro- 
mete \  olver  camina  hacia  la  casa  del  Padre  a  fin  de  preparar- 
nos un  sifio,  para  que  donde  este  él,  estemos  también  nosotros 
con  él-"^^.  Así  resume  su  misión:  «Salí  de  junto  al  Padre  y  vine  al 
mundo,  ahora  dejo  el  mundo  y  vuelvo  al  Padre  (...)  Padre,  quie- 
ro que,  donde  yo  esté,  estén  también  comnigo  los  que  me  has 
dado,  para  que  contemplen  mi  gloria-^^. 


52  Lf2,  49. 

53  Cf.  íj:9.  51;24,  51. 
34  Lf9,  31. 

55  Mí  16,  24;  cf.  Mt  10,  38  v  Le  9.  23. 

56  Cf.  Me  8.  27.  34;  9,  33-Ú:  10, 17.  21.  28.  32-33.  46.  52. 

57  Cf.  Hdt  1,  11. 

58  Cf.  Jn  14,  2-3. 

59  ¡n  16,  28;  17,  24 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


La  comunidad  cristiana,  anintada  por  el  Espíritu  de  Pentecostés, 
sale  a  los  caminos  del  mundo,  adentrándose  en  las  diversas  na- 
ciones de  la  tierrazo,  partiendo  de  Jerusalén  hasta  Roma,  por  las 
calzadas  del  imperio  recorridas  por  los  Apóstoles  y  los  heraldos 
del  Evangelio.  Junto  a  ellos  camina  el  Cristo  que,  como  a  los  dis- 
cípulos de  Emaús,  les  explica  las  Escrituras  y  comparte  con  ellos 
el  pan  eucarístico^^.  Siguiéndolos  a  ellos,  se  ponen  en  marcha  los 
pueblos  de  la  tierra  que,  recorriendo  espíritu  al  mente  el  itinera- 
rio de  los  Magos^2^  hacen  realidad  las  palabras  de  Cristo:  «Ven- 
drán muchos  de  oriente  y  occidente  a  sentarse  a  la  mesa  con 
Abraham,  Isaac  y  Jacob  en  el  reino  de  Dios»^^ 

11.  Ahora  bien,  la  meta  última  de  esta  peregrinación  por  los  ca- 
minos del  mundo  no  está  escrita  en  los  mapas  de  la  tierra.  Se  en- 
cuentra más  allá  de  nuestro  horizonte,  como  para  Cristo,  que  ca- 
minó con  los  hombres  para  llevarlos  a  la  plenitud  de  la  comu- 
nión con  Dios.  Resulta  significativo  observar  que  el  «camino» 
del  Señor  es  la  senda  que  él  recorrió  y  que  ahora  recorre  junto  a 
nosotros.  Los  Hechos  de  los  Apóstoles,  en  efecto,  califican  la  vi- 
da cristiana  como  «el  camino»^^  por  excelencia.  De  esta  forma, 
el  cristiano,  después  de  ir  a  enseñar  a  todas  las  naciones,  acom- 
pañado de  la  presencia  del  Señor,  que  está  con  nosotros  hasta  el 
fin  del  mundo^^;  después  de  «caminar  según  el  Espíritu»^^  g^i  la 
justicia  y  en  el  amor,  se  propone  llegar  a  la  Jerusalén  celeste  can- 
tada por  el  Apocalipsis.  Esta  senda  de  vida  se  halla  impregnada 
de  tensión,  de  una  ardiente  esperanza  mientras  aguardamos  la 


60  Hc/i  2,9-11. 

bl  Cf.  Le  24,  13-35. 

62  Cf.  Mí  2,  1-12. 

63  Mí  8,  11. 

64  Cf.  Hch  2,  28;  9.  2;  16,  17;  18,  25-26;  19,  9.  23;  22,  4;  24,  14,  32. 

65  Cf.  Mt  28,  19-20. 

66  Gí!  5,  16. 


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venida  del  Señor^^.  Por  eso,  nuestra  peregrinación  tiene  una  me- 
ta trascendente;  somos  conscientes  de  ser  aquí  abajo  «forasteros 
y  extraños»^,  pero  destinados  a  ser  allá  arriba  «conciudadanos 
de  los  santos  y  familia  de  Dios»^^. 

Y,  al  igual  que  Cristo  murió  fuera  de  las  puertas  de  la  ciudad  de 
Jerusalén,  también  nosotros  «salimos  a  encontramos  con  él  fue- 
ra del  campamento  cargados  con  su  oprobio,  pues  aquí  no  tene- 
mos ciudad  permanente,  sino  que  andamos  en  busca  de  la  futu- 
ra»''0.  Allá  Dios  morará  con  nosotros,  allá  «ya  no  habrá  muerte 
ni  luto  ni  llanto  ni  dolor,  pues  lo  de  antes  ha  pasado»''^. 

III 

La  peregrinación  de  la  Iglesia 

12.  En  comunión  con  su  Señor  la  Iglesia,  pueblo  mesiánico,  se 
halla  en  camino  hacia  ciudad  futura  y  permanente''^,  transcien- 
de los  tiempos  y  las  fronteras,  orientada  enteramente  hacia 
aquel  Reino  cuya  presencia  ya  es  operante  en  todas  las  regiones 
del  mundo.  Éstas  han  recibido  la  semilla  de  la  palabra  de  Cris- 
to''^  y  han  sido  regadas  también  por  la  sangre  de  los  mártires, 
testigos  del  Evangelio.  Como  hicieron  san  Pablo  y  los  Apóstoles, 
las  calzadas  consulares  e  imperiales,  las  pistas  de  las  caravanas, 
las  rutas  marítimas,  las  ciudades  y  los  puertos  del  Mediterráneo 
fueron  recorridos  por  los  misioneros  de  Cristo  que,  en  Oriente  y 
en  Occidente,  tuvieron  que  enfrentarse  bien  pronto  con  las  di- 


67  Cf.      22, 17.  20. 

68  £/2, 19;  1  P  2.  11. 

69  Cf.  £/2, 19. 

70  13, 13-14. 

71  Ap2\.\. 

72  Cf.  Lumen  gentium,  9. 

73  Cf.  Hch8,4. 


DCTOS,  DE  LA  SANTA  SEDE 


267 


versas  culturas  y  tradiciones  religiosas,  expresándose  ya  no  so- 
lo en  hebreo  y  arameo,  sino  también  en  griego  y  en  latín,  y,  más 
tarde,  en  las  diversas  lenguas,  algunas  ya  anunciadas  en  la  esce- 
na de  Pentecostés'''*:  el  árabe,  el  siríaco,  el  etiópico,  el  persa,  el  ar- 
menio, el  gótico,  el  eslavo,  el  hindú  y  el  chino. 

Las  etapas  de  esta  peregrinación  de  los  mensajeros  de  la  palabra 
divina  se  ramificaron  de  Asia  menor  a  Italia,  de  África  a  España 
y  las  Galias,  y,  a  continuación,  de  Germania  a  Britania,  de  los 
países  esclavos  a  la  India  y  China.  Prosiguieron  en  los  tiempos 
modernos  hacia  nuevos  países  y  nuevos  pueblos  en  América, 
Africa,  Oceanía,  tejiendo  así  «el  camino  de  Cristo  a  través  de  los 
siglos»''^. 

13.  Durante  los  siglos  IV  y  V,  comienzan  en  la  Iglesia  las  diver- 
sas experiencias  de  vida  monástica.  La  «emigración  ascética»  y 
el  «éxodo  espiritual»  representan  dos  de  los  motivos  fundamen- 
tales que  la  impulsaron.  En  esta  perspectiva,  algunas  figuras  bí- 
blicas asumen  en  la  literatura  patrística  y  monástica  un  papel 
paradigmático.  La  referencia  a  Abraham  se  conjuga  con  el  tema 
de  la  xeniteia,  (la  experiencia  del  extranjero:  la  conciencia  de 
quien  se  sabe  huésped,  emigrante),  que  constituye,  por  lo  de- 
más, el  tercer  peldaño  de  la  Escalera  espiritual  de  san  Juan  Clí- 
maco.  La  figura  de  Moisés,  que  guió  el  éxodo  de  la  esclavitud  de 
Egipto  hacia  la  Tierra  prometida,  pasa  a  ser  un  tema  caracterís- 
tico de  la  literatura  cristiana  antigua,  sobre  todo  gracias  a  la  Vi- 
da de  Moisés  de  san  Gregorio  de  Nisa.  Elias,  en  fin,  que  se  sube 
al  Carmelo  y  al  Horeb,  encarna  los  temas  de  la  huida  al  desier- 
to y  del  encuentro  con  Dios.  Ambrosio,  por  ejemplo,  se  siente 
fascinado  por  el  profeta  Elias  y  considera  que  en  él  se  realizó  el 
ideal  ascético  de  \afuga  saeculi. 


74  Q(.Hch2,7-n. 

75  Tertio  millennio  adveniente,  25. 


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La  concepción  de  la  vida  cristiana  como  peregrinación,  la  bús- 
queda de  la  intimidad  divina  precisamente  a  través  del  aleja- 
miento del  tiamulto  de  las  cosas  y  de  los  acontecimientos,  la  ve- 
neración de  los  santos  lugares,  mueven  a  san  Jerónimo  y  a  sus 
discípulas  Paula  y  Eustoquia  a  abandonar  Roma  y  marchar  a  la 
tierra  de  Cristo.  Allí,  junto  a  la  gruta  de  la  Xavidad  en  Belén 
fundan  un  monasterio.  Es  un  eslabón  más  en  la  serie  de  tantos 
eremitorios,  lauras  y  cenobios  de  Tierra  Santa,  difundidos  tam- 
bién en  otias  regiones,  particularmente  en  la  Tebaida  de  Egipto, 
en  Siria  y  en  Capadócia.  En  este  sentido,  la  peregrinación:  la  in- 
terior. San  Agustín  recordaba:  «Entra  en  ti  mismo:  la  verdad  ha- 
bita en  el  corazón  del  hombre».  Pero,  no  te  quedes  en  ti  mismo; 
«ve  más  allá  de  ti  mismo»''^,  pues  tú  no  eres  Dios:  Él  está  más  al 
fondo  y  es  más  grande  que  tú.  La  peregrinación  del  alma,  evo- 
cada ya  en  la  tradición  platónica,  adquiere  ahora  una  dimensión 
nueva,  que  el  mismo  Padre  de  la  Iglesia  define  y  concreta  así  en 
su  tensión  hacia  el  infínito  de  Dios:  «Se  busca  a  Dios  para  encon- 
tiarlo  con  mayor  dulzura,  se  le  encuentra  para  buscarlo  con  ma- 
yor ardor»". 

El  pensamiento  de  que  «el  lugar  santo  es  el  alma  pura»''^  se  con- 
vertirá en  una  llamada  constante  para  que  la  práctica  de  la  pere- 
grinación a  los  santos  lugares  sea  signo  del  progreso  en  la  santi- 
dad personal.  Los  Padres  de  la  Iglesia  llegan  incluso  a  relativi- 
zar  la  peregrinación  «ti'sica»,  con  la  intención  de  superar  todo 
exceso  y  malentendido.  San  Gregorio  de  Xisa,  de  modo  particu- 
lar, proporciona  el  principio  fundamental  para  una  correcta  va- 
loración de  la  peregrinación.  A  pesar  de  haber  visitado  devota- 
mente Tierra  Santa,  afirma  que  el  verdadero  camino  que  debe 
emprenderse  es  el  que  conduce  al  fiel  de  la  realidad  física  a  la  es- 


76  Cf.  San  .Acl?T!.n.  Df  ívn;  n-l¡g¡one  39,  72:  CCL  32,  234;  PL  34,  1>4. 

77  San  AgcstIn,  De  Trmitate  15,  2,  2:  CCL  50.  461;  PL  42,  1.058.  . 

78  Orígenes,  In  Utvltcum  XIII,  5:  Scli  287.  220;  PC  12,  551. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


piritual,  de  la  vida  en  el  cuerpo  a  la  vida  en  el  Señor,  y  no  al  via- 
je de  Capadocia  a  Palestina''^.  San  Jerónimo  insiste  en  el  mismo 
principio.  En  la  Carta  58  recuerda  que  ni  san  Antonio  ni  los 
monjes  visitaron  Jerusalén  y,  sin  embargo,  las  puertas  del  Paraí- 
so se  abrieron  igualmente  para  ellos  de  par  en  par.  Y  afirma  que 
para  los  cristianos  es  motivo  de  alabanza  el  haber  vivido  santa- 
mente, y  no  el  haber  estado  en  la  ciudad  santa^^. 

En  este  itinerario  de  luz  en  luz^^,  en  la  senda  del  llamamiento  de 
Cristo  a  ser  «perfectos  como  es  perfecto  nuestro  Padre  celes- 
tial»S2^  se  dibuja  un  perfil  de  la  peregrinación  particularmente 
apreciado  por  la  tradición  espiritual  bizantina,  y  que  constituye 
el  aspecto  «extático»  que  se  desarrollará  sobre  la  base  de  la  doc- 
trina mística  de  Dionisio  el  Areopagita,  de  Máximo  el  Confesor 
y  de  Juan  Damasceno. 

La  divinización  del  hombre  es  la  gran  meta  del  largo  viaje  del 
espíritu  que  lleva  al  creyente  hasta  el  corazón  mismo  de  Dios, 
realizando  así  las  palabras  del  Apóstol:  «Estoy  crucificado  con 
Cristo:  vivo  yo,  pero  no  soy  yo,  es  Cristo  quien  vive  en  mí»^^^  y 
para  quien  «vivir  es  Cristo»^'^. 

14.  En  el  siglo  IV,  cuando  cesaron  las  persecuciones  del  imperio 
romano,  los  lugares  de  martirio  fueron  abiertos  a  la  veneración 
pública  y  se  inició  la  tupida  red  de  peregrinaciones,  con  testimo- 
nios documentados,  como  son  los  diarios  de  viaje  de  los  mismos 
peregrinos,  en  especial  de  los  que  se  dirigieron  a  Tierra  Santa, 
entre  los  que  se  destaca  el  testimonio  de  Eteria,  a  inicios  del  si- 
gloV. 


79  Cf.  San-  Gregorio  de  Nba,  Carta  2, 18:  SCh  363, 122;  PC  46, 1.013. 

8.0  Cf.  Sax  Jerónimo,  Carta  58,  2-3:  CSEL  54,  529-532;  PL  22,  580-581. 

81  Cf.  Sal  36,  10. 

82  Mí  5,  48. 

83  Ga  2,  19-20 

84  F/;;l,21. 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


La  peregrinación  concreta,  que  recorre  los  caminos  del  mundo, 
se  ramificó  aún  más.  Mientras  la  conquista  árabe  de  Jerusalén, 
en  el  año  638,  hizo  más  difícil  ir  a  visitar  los  recuerdos  cristianos 
de  Tierra  Santa,  en  Occidente  se  abrieron  nuevos  itinerarios.  Ro- 
ma, lugar  de  martirio  de  Pedro  y  Pablo,  y  sede  de  la  comunión 
eclesial  en  torno  al  sucesor  de  Pedro,  se  convirtió  en  una  meta 
fundamental.  Surgieron  las  múltiples  «vías  romeras»  ad  Petri  se- 
dem,  entre  las  que  se  destaca  la  Vía  Francigena,  que  atraviesa  to- 
da Europa  rumbo  a  la  nueva  ciudad  de  Santiago  en  Composte- 
la  se  transforma  en  meta  importante  de  peregrinaciones.  Como 
lo  van  siendo,  por  lo  demás,  los  santuarios  marianos  de  la  San- 
ta Casa  en  Loreto,  de  Jasna  Gora  en  Czestochowa,  los  grandes 
monasterios  medievales,  fortalezas  del  espíritu  y  de  la  cultura, 
los  lugares  que  encarnan  la  memoria  de  grandes  santos,  como 
Tours,  Canterbury  o  Padua.  Uniendo  todos  estos  puntos,  se  va 
tejiendo  en  Europa  una  red  que  «promovió  el  mutuo  entendi- 
miento entre  pueblos  y  naciones  tan  diversas»^^. 

Aunque  con  algunos  excesos,  este  extenso  fenómeno  que  intere- 
só a  grandes  masas  populares,  animadas  de  convicciones  senci- 
llas y  arraigadas,  alimentó  la  espiritualidad,  acrecentó  la  fe,  es- 
timuló la  caridad  y  animó  la  misión  de  la  Iglesia.  Los  palmeros, 
los  romeros,  los  peregrinos,  con  sus  hábitos  específicos,  constitu- 
yeron casi  un  «ordo-»  bien  definido  que  recordaba  al  mundo  de 
la  naturaleza  peregrinante  de  la  comunidad  cristiana,  dirigida 
hacia  al  encuentro  con  Dios  y  hacia  la  comunión  con  él. 

La  aparición  del  movimiento  cruzado,  en  los  siglos  XI-XIII,  con- 
firió a  la  peregrinación  una  configuración  peculiar.  El  antiguo 
ideal  religioso  de  peregrinar  a  los  santos  lugares  de  la  sagrada 
Escritura,  se  entrecruza  con  los  valores  y  las  ideas  de  aquella 


85  Juan  Pablo  II  Discurso  durante  la  visita  a  Viena  (10  de  septiembre  de  1983):  AAS 
76  (1984)  P.  140, 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


271 


época  histórica,  es  decir,  con  la  formación  de  la  clase  caballeres- 
ca, con  las  tensiones  sociales  y  políticas,  con  el  despertar  de  las 
empresas  comerciales  o  culturales  orientadas  hacia  Oriente,  con 
la  presencia  del  islam  en  Tierra  Santa. 

Los  conflictos  de  poder  o  de  intereses  prevalecieron  sobre  el 
ideal  espiritual  y  misionero,  dotando  con  perfiles  diversos  a  las 
diferentes  cruzadas,  mientras  entre  las  Iglesias  de  Oriente  y  de 
Occidente  surgía  el  muro  de  la  división.  La  misma  práctica  de  la 
peregrinación  quedó  afectada  por  estas  circunstancias  y  reveló 
algunas  ambigüedades,  que  fueron  muy  bien  subrayadas  por 
san  Bernardo  de  Claraval.  Él  había  sido  el  ardiente  predicador 
de  la  segunda  cruzada,  pero  no  dudaba  en  celebrar  también  la 
Jerusalén  espiritual,  presente  en  el  monasterio  cristiano,  como 
meta  ideal  de  la  peregrinación:  «Claraval  es  esta  Jerusalén  uni- 
da a  la  Jerusalén  celestial  por  su  piedad  profunda  y  radical,  por 
su  conformidad  de  vida  y  por  cierta  afinidad  espiritual»^^.  Un 
himno  medieval,  presente  aún  hoy  en  la  liturgia,  exaltaba  con 
claridad  la  Jerusalén  celestial  que  se  edifica  en  la  fierra  a  través 
de  la  consagración  de  una  iglesia:  «¡Jerusalén,  ciudad  dichosa!, 
¡Jerusalén,  visión  de  paz!  Sobre  los  cielos  te  levantas,  alta  ciudad 
de  piedras  vivas»^''. 

15.  En  aquel  núsmo  contexto  surgió  san  Francisco,  que  con  sus 
hermanos  tendrá  una  presencia  secular  en  la  Tierra  Santa,  en  la 
custodia  de  los  lugares  sagrados  de  la  cristiandad  -en  una  con- 
vivencia no  siempre  fácil  con  las  otras  comunidades  eclesiales 
de  Oriente-  y  en  la  acogida  de  los  peregrinos.  En  torno  al  año 
1300  se  constituía  una  Societas  peregrinatium  pro  Christo,  que  con- 
sideraba la  peregrinación  como  una  obra  también  de  carácter 


86  San  Bernardo,  Carta  al  obispo  de  Lincoln:  Carta  64,  2:  PL  182, 169ss. 

87  «Urbs  Jeruslem  beata,  dicta  pacis  visio,  quae  construitur  in  coelis,  vivis  ex 
lapidibus».  Brev.  Rom.,  Comm.  de  Dedic.  EccL,  Himnus  ad  Vesp. 


272 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


misionero.  Precisamente  entonces,  en  el  año  1300,  en  Roma  se 
proclamó  el  jubileo,  que  debería  hacer  de  la  ciudad  eterna  una 
Jerusalén  hacia  la  que  se  dirigieran  infinidad  de  peregrinos,  co- 
mo de  hecho  sucederá  a  lo  largo  de  la  serie  sucesiva  de  Años 
santos.  La  unidad  cultural  y  religiosa  del  Occidente  europeo  se 
vio  alimentada  también  por  estas  experiencias  espirituales.  Y  sin 
embargo,  lentamente  se  iba  caminando  hacia  nuevos  modelos, 
más  complejos,  que  afectaron  incluso  a  la  naturaleza  de  la  pere- 
grinación. 

16.  La  revolución  copernicana  cambió  la  condición  del  hombre 
peregrino  en  un  mundo  inmóvil,  haciéndolo  partícipe  de  un 
universo  en  camino  perenne.  El  descubrimiento  del  nuevo  mun- 
do sentó  las  premisas  de  la  superación  de  una  visión  eurocéntri- 
ca,  con  la  aparición  de  culturas  diferentes  y  con  los  extraordina- 
rios movimientos  de  gentes  y  de  grupos.  La  cristiandad  de  Oc-, 
cidente  perdió  su  unidad,  centrada  en  Roma,  y  las  divisiones 
confesionales  hicieron  más  difíciles  las  peregrinaciones,  critica- 
das incluso  «como  ocasión  de  pecado  y  de  desprecio  de  Dios 
(...).  En  efecto,  acontece  que  se  va  de  peregrinación  a  Roma,  gas- 
tándose cincuenta  o  cien  florines  o  más,  y  se  deja  a  la  mujer  y  a 
los  hijos,  y  tal  vez  a  algún  otro  pariente,  en  casa  en  la  más  abso- 
luta miseria»^*^.  En  el  derrumbe  de  la  imagen  clásica  del  univer- 
so, el  peregrino  se  sentía  cada  vez  menos  caminante  en  la  casa 
común  del  mundo,  entonces  parcelada  en  Estados  e  Iglesias  na- 
cionales. De  este  modo,  surgieron  metas  más  reducidas  y  alter- 
nativas, como  las  de  los  montes  sagrados  y  de  los  santuarios  ma- 
rianos  locales. 


17.  A  pesar  de  cierta  visión  estática,  que  impregnó  la  comunidad 
cristiana  de  los  siglos  XVIII  y  XIX,  la  peregrinación  continuó 


8K  M.  I.LTI  RO,  A  ¡u  >h'l>lt-.,i  Ji  /.i  i;,;;-KiM  .iIciiudui.  WA  t\  A?7. 


DCTOS,  DE  LA  SANTA  SEDE 


273 


presente  en  la  vida  de  la  comunidad  cristiana.  En  algunas  par- 
tes, como  en  América  Latina  y  Filipinas,  fue  el  apoyo  de  la  fe  del 
pueblo  creyente  a  lo  largo  de  generaciones;  en  otras,  se  abrió 
una  nueva  espiritualidad,  con  nuevos  centros  de  fe  surgidos  a 
raíz  de  apariciones  marianas  y  de  devociones  populares.  De 
Guadalupe  a  Lourdes,  de  Aparecida  a  Fátima,  del  Santo  Niño  de 
Cebú  a  San  José  de  Montreal,  se  multiplicó  el  testimonio  de  vi- 
talidad de  la  peregrinación  y  del  movimiento  de  conversión  que 
provoca.  Mientras  tanto,  la  renovada  conciencia  de  ser  el  pueblo 
de  Dios  en  camino  estaba  a  punto  de  ser  reconocida  por  el  con- 
cilio Vaticano  II  como  la  imagen  más  expresiva  de  la  Iglesia  reu- 
nida. 

IV 

La  peregrinación  hacia  el  tercer  milenio 

18.  El  concilio  Vaticano  II  fue  «un  acontecimiento  providencial» 
destinado  a  constituir  también  él  una  «Preparación  inmediata  al 
jubileo  del  segundo  milenio»^^.  Esa  asamblea  eclesial  se  celebró 
-desde  su  convocatoria,  al  confluir  hacia  Roma  los  pastores  de 
las  Iglesias  locales,  hasta  su  conclusión  con  un  jubileo  extraordi- 
nario a  celebrar  en  cada  diócesis-  en  el  marco  simbólico  de  una 
gran  peregrinación  conjunta  de  toda  la  comunidad  eclesial.  Este 
aspecto  se  hizo  explícito  en  algunos  gestos  emblemáticos,  como 
las  de  los  dos  Papas  peregrinos,  Juan  XXIII  a  Loreto,  en  los  co- 
mienzos del  Concilio  (1962),  y  Pablo  VI  a  Tierra  Santa,  en  medio 
de  las  sesiones  conciliares  (1964).  A  estos  dos  signos  de  densa 
espiritualidad  se  añadieron  sucesivamente  las  peregrinaciones 
papales  por  los  caminos  del  mundo  para  anunciar  el  Evangelio, 
su  verdad  y  su  justicia,  a  partir  de  las  de  Pablo  VI  a  las  Naciones 
Unidas  y  a  Bombay. 


89  Tertio  niillenmo  adveniente,  18. 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


19.  El  mismo  lenguaje  conciliar  presentaba  a  la  Iglesia  en  su  ex- 
periencia de  camino  espiritual  y  misionero,  compañera  de  viaje 
de  la  humanidad  entera.  Se  proponía,  en  efecto,  buscar  «los  ca- 
minos más  eficaces  para  renovarnos  a  nosotros  mismos,  para  ser 
testigos  cada  vez  más  fieles  del  Evangelio  de  Cristo»^^.  La  igle- 
sia de  Dios  «peregrinante»  se  convierte,  de  este  modo,  en  el  as- 
pecto principal  desde  los  inicios  de  la  celebración  conciliar^i.  La 
iglesia  era  «un  signo  elevado  en  medio  de  los  pueblos  (Is  5,26) 
para  favorecer  a  todos  la  orientación  de  su  camino  hacia  la  ver- 
dad y  la  vida»92  encuentro  con  los  pueblos,  que  con  Pablo  VI 
en  la  ONU  tuvo  su  manifestación  simbólica,  fue  definido  como 
él  «epílogo  de  una  fatigosa  peregrinación»^^.  El  Concilio  mismo 
apreció  como  una  «ascensión  espiritual»,  cuando  los  padres 
conciliares  saludaron  al  mundo  de  la  cultura  como  «peregrinos 
en  marcha  hacia  la  luz»^"^. 

20.  La  mencionada  peregrinación  de  Pablo  VI  a  Tierra  Santa  fue 
presentada  por  el  mismo  Pontífice  a  la  luz  de  la  espiritualidad 
de  la  peregrinatio  en  sus  elementos  esenciales.  Con  la  visita  a  los 
santos  lugares  quería  honrar  los  misterios  centrales  de  la  salva- 
ción: la  Encarnación  y  la  Redención;  quería  ser  signo  de  oración, 
de  penitencia  y  de  renovación;  se  proponía  el  objetivo  triple  de 
ofrecer  a  Cristo  su  Iglesia,  promover  la  unidad  de  los  cristianos. 


90  Concilio  Ecuménico  Vaticano  11,  Mensaje  al  mundo  (20  de  octubre  de  1962);  AAS 
54  (1962)  822. 

91  Cf.  Juan  XXIIl,  Discurso  en  la  apertura  del  concilio  Vaticano  II  (11  de  octubre 
del962):  AAS  54  (1962)  790;  Pablo  VI,  Discurso  en  la  apertura  de  la  segunda  sesión 
del  concilio  Vaticano  II  (29  de  septiembre  de  1963)  AAS  55  (1963)  842. 

92  Pablo  VI,  Discurso  en  la  clausura  de  la  tercera  sesión  del  concilio  Vaticano  II  (21 
de  noviembre  de  1964):  AAS  56  (1964)1.013. 

93  Pablo  VI,  Discurso  a  la  Asamblea  de  las  Naciones  Unidas  (4  de  octubre  de  1965): 
AAS  57  (1965)  878. 

94  Concilio  ecuménico  Vaticano  II;  Mensaje  al  mundo  (8  de  diciembre  de  1965):  AAS 
58  (1966)  11. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


275 


implorar  de  la  misericordia  divina  el  don  de  la  paz  entre  los 
hombres^5_ 


El  Concilio  mismo,  en  sus  constituciones,  presentó  toda  la  Igle- 
sia como  «presente  en  el  mundo  y,  sin  embargo,  peregrina»^^ 
naturaleza  peregrinante,  subraya  en  repetidas  ocaciones^^,  reve- 
la un  aspecto  trinitario:  tiene  su  fuente  en  la  misión  de  Cristo 
«enviado  al  Padre»^^;  por  eso,  también  nosotros  «de  él  procede- 
mos, por  él  vivimos  y  hacia  él  nos  dirigimos»^^,  mientras  el  Es- 
píritu Santo  es  el  guía  de  nuestro  camino  que  sigue  las  huellas 
de  Cristo^o*^.  La  Eucaristía  y  la  Pascua,  que  constituyeron  el  co- 
razón de  la  liturgia^o^,  remiten,  por  su  naturaleza,  al  éxodo  de  Is- 
rael y  al  banquete  de  peregrinación  y  de  alianza  que  lo  inaugu- 
]-ai02  y  lo  concluyelos. 

21.  La  iglesia  peregrina  se  hace  espontáneamente  misionera^04 
El  mandato  de  Cristo  resucitado:  «Id  y  enseñad»^^^^  pone  su  én- 
fasis en  el  «ir»,  modalidad  imprescindible  de  la  evangelización 
abierta  al  mundo.  Viático  y  tesoro  en  este  itinerario  son  la  Pala- 
bra de  Dios^o^  y  la  Eucaristía^o^. 


95  Cf.  Pablo  VI,  Discurso  en  la  clausura  de  la  segunda  sesión  del  concilio  Vaticano  II 
(4  de  diciembre  de  1963):  AAS  56  (1964)  39. 

96  Sacrosanctum  Concilium,  2. 

97  Cf.  Lumen  gentium,  7-9. 

98  ¡b.,  3;  cf.  n.  13. 

99  Ib.,  3. 

100  Cf.  Ad  gentes,  5. 

101  Cf.  Sacrosanctum  Concilium,  7  y  10. 

102  Cf.  Ex  12,  1-14. 

103  Cf.  Jos  5,  10-12. 

104  Cf.  Ad  gentes,  2;  Lumen  gentium,  17. 

105  Mf  28,  19. 

106  Cf.  Dei  Verbum,  7. 

107  Cf.  Gaudium  et  spes,  38. 


6 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Al  trazar  una  síntesis  apasionada  del  camino  de  la  humanidad, 
con  sus  conquistas  y  sus  errores^^s^  el  Concilio  presenta  la  Igle- 
sia como  compañera  de  viaje  de  la  familia  humana,  indicando 
una  meta  trascendente  más  allá  de  la  historia  terrena^o^.  Así, 
surge  un  fecundo  contrapunto  entre  peregrinación  y  compromi- 
so en  la  historiadlo,  y  el  mundo  también  está  llamado  a  dar  su 
contribución  a  la  Iglesia,  a  través  de  un  diálogo  vivo  e  inten- 
soiii. 

22.  Del  Concilio  en  adelante,  la  Iglesia  ha  vivido  su  experiencia 
peregrinante  no  solo  en  su  renovación,  en  su  anuncio  misione- 
ro, en  su  compromiso  por  la  paz,  sino,  también,  a  través  de  múl- 
tiples testimonios  del  Magisterio  eclesial,  en  particular  con  oca- 
sión de  los  años  jubilares  de  1975, 1983  y  2000112.  El  Santo  Padre 
Juan  Pablo  II  se  ha  hecho  peregrino  por  el  mundo:  él  es  el  pri- 
mer evangelizador  de  estas  dos  últimas  décadas.  Con  su  itine- 
rancia  apostólica  y  con  su  magisterio  ha  orientado  e  invitado  a 
toda  la  Iglesia  a  prepararse  al  tercer  milenio,  ya  inminente.  Los 
viajes  pastorales  del  Papa  son  «etapas  de  una  peregrinación  a 
las  Iglesias  locales  (...),  peregrinación  de  paz  y  solidaridad^^. 


108  Cf.  Ib.,  1-7. 
109Cf. /b.,  3yll. 
llOCf. /b.,  43. 

111  Cf.  ¡b.,  44. 

112  Exhortación  apostólica  Nobis  in  animum  de  Pabi  o  VI  (25  de  marzo  de  1974),  sobre 
la  creciente  necesidad  de  la  Iglesia  en  Tierra  Santa;  carta  apostólica  Apostolorum 
limina  de  Pablo  VI  (25  de  mayo  de  1974),  para  la  convocación  del  Año  santo  1975; 
exhortación  apostólica  Cándete  in  Domino  de  Pablo  VI  (9  de  mayo  de  1975),  sobre 
la  alegría  cristiana  del  Año  santo,  carta  apostólica  Apetite  portas  Redemp'tori  de  Juan 
Pablo  II  (6  de  enero  de  1983),  para  la  convocación  del  jubileo  de  1983;  carta  apos- 
tólica Redemptwnis  anno  de  Juan  Pablo  II  (20  de  abril  de  1984),  sobre  Jerusalén,  pat- 
rimonio sagrado  de  todos  los  creyentes,  al  concluir  el  jubileo  de  1983;  carta  apos- 
tólica Tertio  milennio  adveniente  de  Jl  a.\  Pablo  II  (10  de  noviembre  de  1994). 

113  Jlan  Pablo  II,  Audiencia  general  del  9  de  abril  de  1997,  solxe  la  visita  pastoral  a 
Sarajevo. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


277 


23.  Meta  fundamental  del  presente  peregrinar  histórico  de  la 
Iglesia  es  el  jubileo  del  año  2000,  hacia  el  que  el  creyente  se  en- 
camina bajo  el  cielo  de  la  Trinidad.  Un  itinerario  que,  más  que 
espacial,  debe  ser  interior  y  vital,  con  la  recuperación  de  los 
grandes  valores  del  año  jubilar  bíblico^^'*.  Cuando  resonaba  el 
cuerno  que  en  Israel  señalaba  esa  fecha,  los  esclavos  recupera- 
ban la  libertad,  las  deudas  eran  condonadas,  para  que  todos  pu- 
dieran recuperar  dignidad  personalidad  y  solidaridad  social,  la 
tierra  ofrecía  espontáneamente  sus  dones  a  todos,  recordando 
que  en  su  origen  está  el  Creador,  quien  «con  el  fruto  de  su  acción 
fecunda  sacia  la  tierra»^^^  ggte  modo,  debe  surgir  una  comu- 
nidad más  fraternal,  semejante  a  la  de  Jerusalén:  «Todos  los  cre- 
yentes vivían  unidos  y  tenían  todo  en  común;  vendían  sus  pose- 
siones y  sus  bienes  y  repartían  el  precio  entre  todos,  según  la  ne- 
cesidad de  cada  uno»ii^.  «No  debería  haber  ningún  pobre  junto 
a  ti  (...).  Si  hay  junto  a  ti  algún  pobre  entre  tus  hermanos  (...),  no 
endurecerás  tu  corazón  ni  cerrarás  tu  mano  a  tu  hermano  po- 
bre»"7. 

V 

La  peregrinación  de  la  humanidad 

24.  La  peregrinación,  que  se  extiende  desde  Abraham  a  través 
de  todos  los  siglos,  es  el  signo  de  un  peregrinaje  más  vasto  y 
universal  de  la  humanidad.  En  efecto,  en  su  historia  secular,  el 
hombre  aparece  como  homo  viator,  viandante  que  tiene  sed  de 
nuevos  horizontes  y  hambre  de  paz  y  justicia,  busca  la  verdad, 
anhela  el  amor  y  está  abierto  al  absoluto  y  al  infinito.  La  inves- 
tigación científica,  el  desarrollo  económico  y  social,  el  continuo 


114  Cf.  Le-  25. 
\\5Sal  104,  13. 

116  Hch  1,  44-45. 

117  Df  15,4.  7. 


8 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


aflorar  de  tensiones,  las  migraciones  que  recorren  nuestro  pla- 
neta, el  mismo  misterio  del  mal  y  tantos  otros  enigmas  que  pue- 
blan la  existencia,  interpelan  constantemente  a  la  humanidad, 
remitiéndola  a  las  rutas  trazadas  por  las  regiones  y  las  culturas. 

También  en  nuestros  días  la  humanidad  parece  encaminada,  por 
una  parte,  hacia  metas  positivas  de  muy  variada  naturaleza:  la 
integración  mundial  en  sistemas  globales  junto  con  una  sensibi- 
lidad por  el  pluralismo  y  con  un  respeto  por  las  diferentes  iden- 
tidades históricas  y  nacionales,  el  progreso  científico  y  técnico, 
el  diálogo  interreligioso,  las  comunicaciones  que  se  difunden  en 
el  aereópago  de  todo  el  mundo  a  través  de  medios  cada  vez  más 
eficaces  e  inmediatos.  Por  otra  parte,  sin  embargo,  en  cada  uno 
de  estos  caminos  salen  al  paso,  con  formas  y  modalidades  nue- 
vas, obstáculos  antiguos  y  constantes:  los  ídolos  de  la  explota- 
ción económica,  de  la  prevaricación  política,  de  la  arrogancia 
científica  y  del  fanatismo  religioso. 

La  luz  del  Evangelio  guía  a  los  cristianos  para  descubrir  en  es- 
tas manifestaciones  de  la  civilización  contemporánea  los  nuevos 
aerópagos  en  los  que  pueden  anunciar  la  salvación,  y  para  reco- 
nocer los  signos  del  anhelo  que  conduce  los  corazones  hacia  la 
casa  del  Padre. 

No  resulta  extraño  que  en  este  torbellino  de  cambios  continuos 
la  humanidad  experimente  también  el  cansancio  y  alimente  el 
deseo  de  un  lugar,  como  podría  ser  un  santuario,  donde  reposar, 
un  espacio  de  libertad  que  la  permita  el  diálogo  consigo  mismo, 
con  los  demás  y  con  Dios.  La  peregrinación  del  cristiano  acom- 
paña esta  búsqueda  de  la  humanidad  y  le  ofrece  la  seguridad  de 
la  meta,  la  presencia  del  Señor  «porque  ha  visitado  y  redimido  a 
su  pueblo»^^®. 


118  Le  1,68. 


I 


DCTOS,  DE  LA  SANTA  SEDE 


279 


25.  Hay  algunas  «peregrinaciones  universales»  que  revisten  un 
significado  particular.  Piénsese,  ante  todo,  en  los  grandes  movi- 
mientos de  grupos,  de  masas,  incluso  de  pueblos  enteros,  que  afron- 
tan enormes  sacrificios  y  riesgos  para  huir  del  hambre,  de  las 
guerras,  de  las  catástrofes  naturales,  buscando  para  sí  rrúsmos  y 
para  sus  seres  queridos  mayor  seguridad  y  bienestar.  Nadie 
puede  limitarse  a  ser  espectador  ante  esos  flujos  gigantescos  que 
atraviesan  la  humanidad  casi  en  corrientes  y  se  extienden  por 
toda  la  faz  de  la  tierra.  Nadie  debe  sentirse  ajeno  a  las  injusticias 
que  con  frecuencia  se  hallan  en  sus  orígenes,  a  los  dramas  per- 
sonales y  colectivos,  como  tampoco  a  las  esperanzas  que  ahí 
brotan  por  un  futuro  diferente  y  por  una  perspectiva  de  diálogo 
y  de  pacífica  convivencia  multirracial.  El  cristiano,  en  particular, 
debe  convertirse  en  buen  samaritano  por  el  camino  de  Jerusalén 
a  Jericó,  dispuesto  a  socorrer  al  hermano  y  acompañarlo  a  la  po- 
sada de  la  caridad  fraterna  y  de  la  convivencia  solidaria.  A  esta 
«espiritualidad  del  camino»  puede  conducirnos  el  conocimien- 
to, la  escucha  y  el  compartir  la  experiencia  de  aquel  específico 
«pueblo  de  la  carretera»  que  son  los  nómadas,  los  gitanos,  «hi- 
jos del  viento». 

26.  Peregrinos  del  mundo  son  también  aquellos  que  buscan  me- 
tas diversas  bien  por  turismo,  por  exploración  científica  o  por  co- 
mercio. Se  trata  de  fenómenos  complejos  que,  por  sus  enormes 
proporciones,  en  pocas  ocasiones,  son  fuente  de  consecuencias 
nocivas.  No  se  puede  ignorar  que  a  menudo  son  causa  de  injus- 
ticia, de  explotación  de  personas,  de  erosión  de  las  culturas  o  de 
devastación  de  la  naturaleza.  Con  todo,  conservan  en  su  natura- 
leza valores  de  búsqueda,  de  progreso  y  de  promoción  de  la  mu- 
tua comprensión  entre  los  pueblos,  que  merecen  ser  cultivados. 

Es  indispensable  conseguir  que  quienes  participan  en  estos  ám- 
bitos de  la  actividad  humana  puedan  mantener  su  espirituali- 
dad y  sus  anhelos  interiores.  Es,  asimismo,  necesario  que  los 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


agentes  turísticos  y  comerciales  no  se  muevan  exclusivamente 
por  intereses  económicos,  sino  que  sean  conscientes  de  su  fun- 
ción humana  y  social. 

27.  Vinculada  a  la  anterior  y  característica  de  nuestros  días,  se  da 
una  forma  peculiar  de  peregrinación  de  la  mente  humana,  la  in- 
formática o  virtual,  que  viaja  por  las  autopistas  de  la  telecomuni- 
cación. Estos  recorridos,  aun  teniendo  en  cuenta  todos  los  ries- 
gos y  las  deformaciones  o  desviaciones  que  conllevan,  pueden 
ser  senderos  de  anuncios  de  fe  y  amor,  de  mensajes  positivos,  de 
contactos  fecundos  y  eficaces.  Por  eso,  es  importante  introducir- 
se por  esos  caminos,  impidiendo  que  la  verdadera  comunica- 
ción se  disperse  y  se  disuelva  en  el  «ruido  de  fondo»  de  una  mi- 
ríada babélica  de  informaciones. 

28.  Grandes  «peregrinos  laicos»  son  también  aquellos  que  em- 
prenden itinerarios  culturales  y  deportivos.  Las  grandes  manifes- 
taciones artísticas,  sobre  todo  musicales,  que  cuentan  con  la  con- 
currencia en  especial  de  jóvenes;  el  fluir  de  visitantes  a  los  mu- 
seos, que  con  frecuencia  pueden  transformarse  en  oasis  de  con- 
templación; las  Olimpíadas  y  demás  manifestaciones  deporti- 
vas, son  fenómenos  que  no  se  pueden  ignorar,  por  los  valores  es- 
pirituales que  encarnan  y  que  deben  ser  tutelados  más  allá  de 
las  tensiones,  de  las  masificaciones  y  de  los  condicionamientos 
extrínsecos  de  índole  comercial. 

29.  Hay  otras  experiencias  de  peregrinación  de  inspiración  cris- 
tiana mucho  más  clara.  No  solo  sacerdotes,  sino  familias  enteras 
y  muchos  jóvenes  se  desplazan  o  aceptan  ser  enviados  a  tierras 
lejanas  para  colaborar  con  misioneros  y  misioneras,  bien  con  su 
trabajo  profesional,  bien  con  su  testimonio  o  con  el  anuncio  ex- 
plícito del  Evangelio.  Es  una  forma  de  ser  peregrinos  que  au- 
menta cada  día  más,  como  don  del  Espíritu.  Para  ello  se  utilizan 
los  períodos  de  descanso  o  de  vacaciones,  o  se  entregan  años  en- 
teros de  la  propia  vida. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


281 


Imagen  emblemática  de  estos  movimientos  espaciales,  pero  so- 
bre todo  espirituales,  de  nuestro  tiempo  son  las  grandes  asam- 
bleas ecuménicas,  en  las  que  la  oración  por  el  don  de  la  unidad 
reúne  a  los  cristianos  en  un  camino  común.  Igualmente  relevan- 
tes son  los  encuentros  interreligiosos,  a  los  que  acuden  hombres 
y  mujeres  de  todas  las  creencias  como  peregrinos  hacia  una  me- 
ta común  de  esperanza  y  de  amor,  como  sucedió  en  la  oración 
mundial  de  las  religiones  por  la  paz  convocada  en  Asís  en  1986. 

30.  Así,  una  auténtica  red  de  recorridos  se  extiende  sobre  nues- 
tro planeta.  Unos  son  religiosos,  en  el  sentido  más  estricto  del 
término  y  tienen  como  meta  ciudades  y  santuarios,  monasterios 
y  lugares  históricos;  en  otros  casos,  la  búsqueda  de  valores  espi- 
rituales se  manifiesta  en  el  desplazamiento  hacia  lugares  natu- 
rales de  belleza  singular,  islas  o  desiertos,  cumbres  o  profundi- 
dades de  los  abismos  marinos.  Esta  compleja  geografía  del 
deambular  de  la  humanidad  abriga  en  sí  el  germen  de  un  anhe- 
lo radical  hacia  un  horizonte  trascendente  de  verdad,  de  justicia 
y  de  paz,  de  fe  de  una  inquietud  que  alcanza  en  el  infinito  de 
Dios  el  puerto  donde  el  hombre  puede  rehacerse  de  sus  angus- 
tiasii9. 

El  camino  de  la  humanidad,  aun  con  sus  tensiones  y  contradic- 
ciones, participa,  por  tanto,  de  la  peregrinación  ineludible  hacia 
el  reino  de  Dios  que  la  Iglesia  está  comprometida  a  anunciar  y  a 
recorrer  con  valentía,  con  lealtad  y  perseverancia,  llamada  por 
su  Señor  a  ser  sal,  levadura,  lámpara  y  ciudad  sobre  el  monte. 
Solo  así  se  abrirán  senderos  en  los  que  «la  misericordia  y  la  fide- 
lidad se  encontrarán,  la  justicia  y  la  paz  se  besarán  »120. 


1 19  Cf.  San-  Agustín,  Confesiones  1, 1:  CCL  27, 1;  PL  32,  661;  XIII,  38,  53:  CCL  27,  272  s; 
PL  32,  868. 

120  Sal  85,  11. 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


En  este  itinerario  la  Iglesia  se  hace  peregrina  con  todos  los  hom- 
bres y  con  todas  las  mujeres  que  buscan  con  corazón  sincero  la 
verdad,  la  justicia,  la  paz,  e  incluso  con  aquellos  que  vagan  en 
otras  direcciones,  pues  -como  recuerda  san  Pablo,  citando  a 
Isaías-,  Dios  dice:  «Me  encontraron  los  que  no  me  buscaban,  me 
revelé  a  los  que  no  preguntaban  por  mí»  121. 

31.  Hacia  esta  meta  del  Reino  pueden  orientarse  todos  los  pue- 
blos y  todos  los  hombres,  expresando  también  su  adhesión  con 
el  gesto  explícito  y  emblemático  de  la  peregrinación  a  las  diver- 
sas «ciudades  santas»  de  la  tierra,  es  decir,  a  aquellos  lugares  del 
espíritu  donde  más  poderosamente  resuena  el  mensaje  de  la 
trascendencia  y  de  la  fraternidad.  Entre  estas  ciudades  no  deben 
faltar  tampoco  aquellos  lugares  profanados  por  el  pecado  del 
hombre,  que  después,  casi  por  un  instinto  de  reparación,  han  si- 
do consagrados  como  meta  de  peregrinación:  pensamos,  por 
ejemplo,  en  Auschwitz,  lugar  emblemático  del  suplicio  del  pue- 
blo judío  en  Europa,  la  Shoá,  o  en  Hiroshima  y  Nagasaki,  tierras 
devastadas  por  el  horror  de  la  guerra  atómica. 

Sin  embargo,  como  ya  se  mencionó,  hay  dos  ciudades  que,  no 
solo  para  los  cristianos,  sino  para  todos,  adquieren  un  valor  de 
signo:  Roma,  símbolo  de  la  misión  universal  de  la  Iglesia,  y  Je- 
rusalén,  lugar  sagrado  y  venerado  por  todos  los  que  siguen  la 
senda  de  las  religiones  abrahámicas,  ciudad  de  la  que  «saldrá  la 
ley  y  la  palabra  del  Señor»i22.  Ésta  nos  indica  el  objetivo  último 
de  la  peregrinación  de  la  humanidad  entera,  es  decir,  «la  ciudad 
santa  que  baja  del  cielo,  de  junto  a  Dios»^23  Hacia  ella  avanza- 
mos con  esperanza,  cantando:  «Somos  un  pueblo  que  camina  y. 


121  Rm  10,  20;  cf.  Is  65, 1. 

122  Is  2,  3. 

123  Ap  21,  2. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


juntos  caminando,  podremos  alcanzar  otra  ciudad  que  no  se 
acaba,  sin  penas  ni  tristezas,  ciudad  de  eternidad»i24. 

La  Iglesia,  precisamente  porque  aprecia  la  pobreza  del  monje 
peregrino  budista,  la  senda  contemplativa  del  Tao,  el  itinerario 
sacro  del  hinduismo  a  Benarés,  el  «pilar»  de  la  peregrinación  del 
musulmán  a  las  fuentes  de  su  fe  y  cualquier  otro  itinerario  hacia 
el  Absoluto  y  hacia  los  hermanos,  se  une  a  todos  los  que  de  for- 
ma apasionada  y  sincera  se  dedican  al  servicio  de  los  débiles,  de 
los  prófugos,  de  los  oprimidos,  emprendiendo  con  ellos  una 
«peregrinación  de  fraternidad». 

Éste  es  el  sentido  del  jubileo  de  nnisericordia  que  se  perfila  en  el 
horizonte  del  tercer  milenio,  meta  para  la  creación  de  una  socie- 
dad humana  más  justa,  en  la  que  las  deudas  públicas  de  las  na- 
ciones en  vías  de  desarrollo  sean  condonadas  y  se  alcance  una 
distribución  más  equitativa  de  los  bienes  de  la  tierra,  según  el 
espíritu  de  la  prescripción  bíblica^^s 

VI 

La  peregrinación  del  cristiano  hoy 

32.  Todos  los  cristianos  son  invitados  a  tomar  parte  en  esta  gran 
peregrinación  que  Cristo,  la  Iglesia  y  la  humanidad  han  recorri- 
do y  deben  continuar  recorriendo  en  la  historia.  El  santuario  ha- 
cia el  cual  se  dirige  debe  convertirse  en  «la  tienda  del  encuen- 
tro», como  la  Biblia  denomina  al  tabernáculo  de  la  alianzai26.  Es 
allí,  en  efecto,  donde  tiene  lugar  un  encuentro  fundamental  que 


124  Canto  Latinoamericano. 

125  Cf.  Lv  25. 

126  Cf,  Ex  27,  21;  29,  4.  10-11.  30.  32.  42.  44. 


284 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


revela  dimensiones  diversas  y  se  ofrece  bajo  aspectos  diferentes. 
Basándonos  en  ellos  podemos  diseñar  una  pastoral  de  la  pere- 
grinación. Para  el  cristiano,  la  peregrinación,  vivida  como  cele- 
bración de  su  fe,  es  una  manifestación  cultural  que  debe  cumplir 
con  fidelidad  a  la  tradición,  con  profundo  sentido  religioso  y  co- 
mo vivencia  de  su  existencia  pascual  127. 

La  dinámica  propia  de  la  peregrinación  señala  claramente  unas 
etapas  que  el  peregrino  recorre  como  paradigma  de  toda  su  vi- 
da de  fe:  la  partida  pone  de  manifiesto  su  decisión  de  avanzar 
hacia  la  meta  y  alcanzar  los  objetivos  espirituales  de  su  vocación 
bautismal;  el  camino  lo  lleva  a  la  solidaridad  con  sus  hermanos 
y  a  la  preparación  necesaria  para  el  encuentro  con  su  Señor;  la 
visita  al  santuario  lo  invita  a  la  escucha  de  la  palabra  de  Dios  y  a 
la  celebración  sacramental;  el  retorno,  en  fin,  le  recuerda  su  mi- 
sión en  el  mundo,  como  testigo  de  la  salvación  y  constructor  de 
la  paz.  Es  importante  que  estas  etapas  de  la  peregrinación,  em- 
prendida en  grupos  o  de  forma  individual,  estén  jalonadas  por 
actos  culturales,  que  muestren  su  verdadera  dimensión,  utili- 
zando para  ello  los  textos  sugeridos  por  los  libros  litúrgicos. 

Los  aspectos  que  debe  incluir  necesariamente  toda  peregrina- 
ción deberán  ser  incorporados  con  el  justo  respeto  a  las  tradicio- 
nes de  cada  pueblo  y  de  acuerdo  con  las  condiciones  de  los  pe- 
regrinos. Corresponderá  a  la  Conferencia  episcopal  de  cada  país 
trazar  las  líneas  pastorales  más  adecuadas  a  las  diversas  situa- 
ciones y  establecer  las  estructuras  pastorales  necesarias  para 
realizarlas.  Los  santuarios  deberán  ocupar  un  papel  destacado 
en  la  pastoral  diocesana  de  la  peregrinación.  Sin  embargo,  las 


127  Cf.  Congregación  para  el  cllto  di\'i\o  ">  la  disciplina  de  los  SACRAME.vros, 
Orientacioneb  y  propuestas  para  la  celebración  del  Afw  manam  (3  cié  abril  de  1987): 
Notitae  23  (1987)  pp.  342-396. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


285 


parroquias,  así  como  otros  grupos  eclesiales,  deberán  estar  in- 
cluidas en  estas  estructuras  pastorales,  puesto  que  son  protago- 
nistas y  puntos  de  partida  del  mayor  número  de  peregrinacio- 
nes. 

La  acción  pastoral  debe  conseguir  que,  a  través  de  las  caracterís- 
ticas propias  de  cada  peregrinación,  el  creyente  lleve  a  cabo  un 
itinerario  esencial  de  la  fe^^s  (^on  una  oportuna  catcquesis  y  un 
atento  acompañamiento  por  parte  de  los  agentes  pastorales,  la 
presentación  de  los  aspectos  fundamentales  de  la  peregrinación 
cristiana  abrirá  nuevas  perspectivas  a  la  práctica  de  la  peregri- 
nación en  la  vida  de  la  Iglesia. 

33.  La  meta  hacia  la  que  se  dirige  el  itinerario  que  el  peregrino 
recorre  es,  ante  todo,  la  tienda  del  encuentro  con  Dios.  Ya  Isaías  re- 
fería estas  palabras  de  Dios:  «Mi  casa  es  casa  de  oración,  y  así  la 
llamarán  todos  los  pueblos»i29  término  del  camino,  en  que 
su  corazón  ardiente  aspira  a  contemplar  el  rostro  de  Dios»^30^  en 
el  santuario  que  realiza  la  promesa  divina:  «siempre  estarán  en 
este  lugar  mi  corazón  y  mis  o)os»i3i,  el  peregrino  encuentra  el 
misterio  de  Dios,  descubriendo  su  rostro  de  amor  y  de  miseri- 
cordia. Esta  experiencia  se  realiza  de  modo  particular  en  la  cele- 
bración eucarística  del  misterio  pascual,  en  la  que  Cristo  es  «el 
culmen  de  la  revelación  del  inescrutable  misterio  de  Dios»^32- 
allí  se  contempla  a  Dios,  siempre  dispuesto  a  la  gracia  en  María, 


128  Cf.  Juan  Pablo  II,  Discurso  a  un  grupo  de  obispos  de  América  del  Norte  en  visita 
ad  Imuna  (  21  de  septiembre  de  1993):  AAS  86  (1994)  495. 

129  Is  56,  7. 

130  Jlax  Pablo  II,  Discurso  a  los  participantes  en  el  I  Congreso  mundial  de  pastoral  de 
santuarios  y  peregrinaciones  (28  de  febrero  de  1992):  L'Osservatore  Romano,  edición 
en  lengua  española,  13  de  marzo  de  1992,  p.  15. 

131  I  R  9,  3. 

132  Dives  ¡n  misericordia,  8. 


286 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


la  Madre  de  Dios^^s  y  se  le  glorifica  admirable  en  todos  sus  san- 

tOsl34. 

En  la  peregrinación  el  hombre  reconoce  que  «desde  su  naci- 
miento está  invitado  al  diálogo  con  Dios»i35^  y  debe  ayudarle  a 
descubrir  que,  para  «permanecer  en  la  intimidad  de  Dios»,  el  ca- 
mino que  se  le  ha  dado  es  Cristo,  el  Verbo  hecho  carne.  El  cami- 
no del  peregrino  cristiano  ha  de  manifestar  este  «punto  esencial 
por  el  que  el  cristianismo  se  diferencia  de  las  otras  religio- 
nes»i36  La  peregrinación  en  toda  su  integridad  debe  manifestar 
«que  para  el  hombre,  el  Creador  no  es  una  potencia  anónima  y 
lejana:  es  el  Padre»i37^  y  todos  somos  hijos  suyos,  hermanos  en 
Cristo,  el  Señor.  El  esfuerzo  pastoral  debe  orientarse  a  que  esta 
verdad  fundamental  de  la  fe  cristianáis»^  no  sufra  menoscabo 
por  parte  de  las  culturas  y  costumbres  tradicionales  ni  por  par- 
te de  las  nuevas  modas  y  movimientos  espirituales.  La  acción 
pastoral,  sin  embargo,  buscará  una  constante  inculturación  del 
mensaje  evangélico  en  la  cultura  de  cada  pueblo. 

Por  último,  la  eficacia  de  los  santuarios  se  medirá  siempre  según 
la  capacidad  que  tengan  de  responder  a  la  creciente  necesidad 
que  el  hombre  siente,  en  el  ritmo  frenético  de  la  vida  moderna, 
de  un  «contacto  silencioso  y  recogido  con  Dios  y  consigo  mis- 
mo»i39  El  recorrido  mismo  y  la  meta  de  la  peregrinación  condu- 


133  Cf.  ib.,  9. 

134  Cf.  Lumen  gentium,  50. 

135  Gaudium  et  spes,  19. 

136  Tertio  millennio  adveniente,  6. 

137  Evangelii  nuntiandi,  26. 

138  Cf.  Catecismo  de  la  Iglesia  católica,  n.  240. 

139  Juan  Pablo  II,  Carta  con  ocasión  del  VII  centenario  del  santuario  de  la  Santa  Casa 
de  Loreto  (15  de  agosto  de  1993):  L'Osservatore  Romano,  edición  en  lengua  españo- 
la, 24  de  septiembre  de  1993,  p.  6. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


cirán  a  la  maduración  de  la  fe  y  a  la  intensidad  de  la  comunión 
con  Dios  en  la  oración,  para  que  se  cumpla  idealmente  cuanto 
anunciaba  el  profeta  Malaquías:  «De  levante  a  poniente  es  gran- 
de nú  fama  en  las  naciones,  y  en  todo  lugar  me  ofrecen  sacrifi- 
cios y  ofrendas  puras;  porque  mi  fama  es  grande  en  las  nacio- 
nes, dice  el  Señor  de  los  ejércitos»^'*^. 

34.  La  peregrinación  conduce  a  la  tienda  del  encuentro  con  la  pala- 
bra de  Dios.  La  experiencia  fundamental  del  peregrino  debe  ser 
la  de  la  escucha,  porque  «de  Jerusalén  saldrá  la  palabra  de 
Dios»^'*^  El  santo  viaje  tiene,  por  tanto,  como  objetivo  primario 
la  evangelización,  que  con  frecuencia  resulta  natural  en  los  mis- 
mos lugares  sagrados^*^.  La  proclamación,  la  lectura  y  la  medi- 
tación del  evangelio  deben  acompañar  los  pasos  del  peregrino  y 
su  estancia  en  el  santuario,  a  fin  de  que  se  haga  realidad  lo  que 
afirmaba  el  salmista:  «Lámpara  es  tu  palabra  para  mis  pasos,  luz 
en  mi  sendero»^'^^  Los  momentos  de  peregrinación,  por  las  cir- 
cunstancias que  los  motivan,  por  los  lugares  a  que  se  dirigen  y 
por  su  cercanía  a  las  necesidades  y  a  las  alegrías  cotidianas,  son 
un  campo  ya  abonado  para  que  la  palabra  de  Dios  arraigue  en 
los  corazones^44,  de  este  modo  la  Palabra  será  de  verdad  fortale- 
za de  la  fe,  sustento  del  alma,  fuente  pura  y  perenne  de  la  vida 
espirituadas. 


140  MI  1,  11. 

141  ¡s  2,  3. 

142  Cf.  Catechesi  tradendae,  47. 

143  So;  119, 105. 

144  Cf.  Juan  Pablo  II,  Discurso  a  los  directores  diocesanos  franceses  de  peregrina- 
ciones (17  de  octubre  de  1980):  L'Osservatore  Romano,  edición  en  lengua  española, 
5  de  abril  de  1981,  p.  15. 

145  Cf.  Dei  Verbum,  21. 


288 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Toda  la  acción  pastoral  al  senúcio  de  la  peregrinación  debe  ci- 
frar su  esfuerzo  en  este  acercamiento  del  peregrino  a  la  palabra 
de  Dios.  En  primer  lugar,  es  preciso  preparar  un  proceso  cate- 
quético  cercano  a  las  circunstancias  de  su  vida  de  fe,  que  expre- 
se su  realidad  cultural  y  por  medios  de  commiicación  realmen- 
te asequibles  y  eficaces.  Esta  presentación  catequética,  por  otra 
parte,  debe  tomar  pie  de  los  acontecimientos  que  se  celebran  en 
los  lugares  visitados  y  de  su  índole  propia,  pero  no  deberá  olvi- 
dar ni  la  necesaria  jerarquía  en  la  exposición  de  las  verdades  de 
la  fe^^,  ni  su  inclusión  en  el  itinerario  lifiírgico  en  que  toda  la 
Iglesia  participa!^". 

35.  La  peregrinación  conduce,  además,  a  la  tienda  del  encuentro 
co?i  la  Iglesia,  «asamblea  de  quienes  la  palabra  de  Dios  convoca 
para  formar  el  pueblo  de  Dios  v  que,  alimentados  por  el  Cuerpo 
de  Cristo,  ellos  mismos  forman  el  Cuerpo  de  Cristo»^"**.  La  ex- 
periencia de  vida  en  común  con  los  hermanos  peregrinos  se  con- 
vierte en  ocasión  para  redescubrir  el  pueblo  de  Dios  en  marcha 
hacia  la  Jerusalén  de  la  paz,  en  la  alabanza  y  en  el  canto,  en  la  fe 
única  y  en  la  unidad  de  amor  de  un  solo  Cuerpo,  el  de  Cristo.  El 
peregrino  debe  sentirse  miembro  de  la  única  familia  de  Dios,  ro- 
deado de  sus  muchos  hermanos  en  la  fe,  bajo  la  guía  del  «Pastor 
supremo  del  rebaño» que  nos  conduce  «por  el  sendero  justo, 
haciendo  honor  a  su  nombre» ^^o^  y  bajo  la  guía  visible  de  los 
pastores  a  los  que  él  ha  encargado  la  misión  de  conducir  a  su 
pueblo. 


146  Cf.  Ezvngelii  nuntüindi,  25. 

147  Cf.  Sacrosanctum  ConciUum.  102;  Collectio  Miisarum  de  beata  Maria  Virgine, 
Introducho,  n.6. 

148  Catecismo  de  la  Iglesia  Católica,  n.  777. 

149  Hb  13,  20. 

150  Sfl/  23,  3. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


289 


La  peregrinación  es  signo  de  la  vida  de  la  Iglesia,  cuando  es  em- 
prendida por  una  comunidad  parroquial,  un  grupo  eclesial,  una 
asamblea  diocesana  o  grupos  de  ámbito  más  extenso^^^.  Es  en- 
tonces cuando  se  puede  tomar  mayor  conciencia  de  que  cada 
uno  de  los  participantes  forma  parte  de  la  Iglesia,  según  su  pro- 
pia vocación  y  su  propio  ministerio. 

La  presencia  de  un  animador  espiritual  es  particularmente  im- 
portante. Su  misión  entra  de  lleno  en  el  ministerio  sacerdotal, 
por  el  que  los  presbíteros  «reúnen  a  la  familia  de  Dios  como  fra- 
ternidad animada  en  la  unidad  y  la  conducen  al  Padre  por  me- 
dio de  Cristo  en  el  Espíritu  Santo»^=2.  Para  el  ejercicio  de  su  mi- 
nisterio, deben  contar  con  una  específica  preparación  catequéti- 
ca,  a  fin  de  transmitir  con  fidelidad  y  claridad  la  palabra  de 
Dios,  y  con  una  preparación  psicológica  adecuada,  para  poder 
acoger  y  comprender  las  diferencias  de  todos  los  peregrinos.  Les 
será  asimismo  de  gran  utilidad  el  conocimiento  de  la  historia  y 
del  arte,  a  fin  de  poder  introducir  al  peregrino  en  la  riqueza  ca- 
tequética  que  surge  de  las  obras  artísticas,  que  en  los  santuarios 
constituyen  testimonios  perennes  de  fe  eclesiaP^s 

En  este  ministerio,  por  otra  parte,  los  presbíteros  no  pueden  ol- 
vidar en  modo  alguno  el  lugar  específico  que  corresponde  a  los 
laicos  en  el  contexto  vivo  de  la  Iglesia-comunióni54.  Su  partici- 
pación activa  en  la  vida  litúrgica^ss  y  catequética,  su  responsabi- 
lidad específica  en  la  formación  de  comunidades  eclesiales^^ó  y 


151  Cf.  Jla.v  Pablo  II,  Discurso  a  los  obispos  franceses  con  ocasión  de  la  visita  ad  limi- 
im  (4  de  abril  de  1992):  AAS  85  (1993)  368;  cf.  L'Osservatore  Romano,  edición  en 
lengua  española,  24  de  abril  de  1992,  p.  10. 

152  Presbx/terorum  ordinis,  6. 

153  Cf.  Pastores  dabo  vobis,  71-72. 

154  Cf.  Chnstifideles  laict,  18. 

155  Cf.  ib.,  23. 

156  Cf  ib..  34. 


290 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


SU  capacidad  para  hacer  presente  a  la  Iglesia  en  medio  de  las 
más  variadas  necesidades  humanas^^^,  los  capacitan  para  cola- 
borar -después  de  una  adecuada  preparación  específica-  en  la 
animación  religiosa  de  la  peregrinación,  asistiendo  a  sus  herma- 
nos a  lo  largo  de  su  camino  común. 

La  atención  pastoral  de  las  peregrinaciones  exige  que  se  dé  un 
acompañamiento  espiritual  semejante  a  quienes  emprenden 
una  peregrinación  en  grupos  reducidos  o  individualmente.  En 
tales  casos,  los  responsables  de  la  acogida  en  el  santuario  dis- 
pondrán los  medios  necesarios  para  que  el  peregrino  entienda 
que  su  camino  forma  parte  de  la  peregrinación  de  fe  de  toda  la 
Iglesia.  El  encuentro  del  peregrino  con  la  Iglesia  y  su  experien- 
cia de  ser  parte  del  Cuerpo  de  Cristo,  deberán  pasar  por  una  re- 
novación de  su  compromiso  bautismal.  La  peregrinación  repro- 
duce de  alguna  manera  el  camino  de  fe  que  un  día  lo  llevó  a  la 
fuente  bautismaP^s  y  que  ahora  se  expresa  de  manera  renovada 
en  la  participación  sacramental. 

36.  El  santuario,  sin  embargo,  es  también  la  tienda  del  encuentro 
en  la  reconciliación.  Allí,  en  efecto,  se  sacude  la  conciencia  del  pe- 
regrino; allí  confiesa  sus  pecados,  allí  es  perdonado  y  perdona, 
allí  se  tiansforma  en  criatura  nueva  a  tiavés  del  sacramento  de 
la  reconciliación  y  experimenta  la  gracia  y  la  misericordia  divi- 
nas. Por  eso,  la  peregrinación  reproduce  la  experiencia  del  hijo 
pródigo  en  el  pecado,  que  conoce  la  dureza  de  la  prueba  y  de  la 
penitencia,  afrontando  los  sacrificios  del  viaje,  con  el  ayuno  y 
con  el  sacrificio.  Y  experimenta  igualmente  el  gozo  del  abrazo 


157  Cf.  ib.,  7. 

158  Cf.  Juan  Pablo  II,  Homilía  en  la  basílica  de  Aparecida,  Brasil  (4  de  julio  de  1980): 
L'Osservatore  Romano,  edición  en  lengua  española,  20  de  julio  de  1980,  p.  3. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


del  Padre  pródigo  en  misericordia,  que  lo  devuelve  de  la  muer- 
te a  la  vida:  «Este  hijo  mío  esta  muerto  y  ha  revivido,  estaba  per- 
dido y  lo  hemos  encontrado»i59.  Los  santuarios,  por  tanto,  debe- 
rán ser  lugares  en  que  el  sacramento  de  la  reconciliación  se  cele- 
bre con  intensidad,  con  participación,  con  una  liturgia  bien  diri- 
gida, con  disponibilidad  de  ministros  y  de  tiempo,  con  oracio- 
nes y  cantos,  a  ñn  de  que  la  conversión  personal  obtenga  el  se- 
llo divino  y  sea  vivida  eclesialmente.  La  peregrinación,  que  con- 
duce al  santuario,  debe  ser  un  camino  de  conversión  sostenida 
por  la  firme  esperanza  en  la  infinita  prohindidad  y  fuerza  del 
perdón  ofrecido  por  Dios;  camino  de  conversión  que  «traza  la 
componente  más  profunda  de  la  peregrinación  de  todo  hombre 
por  la  fierra  in  statu  viatoris»'^^^. 

37.  La  meta  de  la  peregrinación  debe  ser  la  tienda  del  encuentro 
eucarístico  con  Cristo.  Si  la  Biblia  es  por  excelencia  el  libro  del  pe- 
regrino, la  Eucaristía  es  el  pan  que  lo  sosfiene  en  el  camino,  co- 
mo lo  fue  para  Elias  en  la  subida  al  monte  Horeb^^^.  La  reconci- 
liación con  Dios  y  con  los  hermanos  desemboca  en  la  celebra- 
ción eucarísfica.  Ésta  acomipaña  ya  las  varias  etapas  de  la  pere- 
grinación, que  debe  reproducir  el  itinerario  pascual  del  éxodo, 
pero  sobre  todo  el  de  Cristo,  que  celebra  su  Pascua  en  Jerusalén, 
al  término  de  su  largo  viaje  hacia  la  cruz  y  la  gloria.  Por  esto,  de 
acuerdo  con  las  prescripciones  litúrgicas  generales  y  las  emana- 
das por  las  respectivas  Conferencias  episcopales,  «en  los  santua- 
rios se  han  de  ofrecer  a  los  fieles  con  mayor  abundancia  los  me- 
dios de  salvación,  anunciando  con  diligencia  la  palabra  de  Dios, 
incrementando  oportunamente  la  vida  litúrgica,  principalmente 
con  la  celebración  de  la  Eucaristi'a  y  de  la  penitencia,  así  como 


159  Le  15,  24. 

160  Dives  in  misericordia,  13. 

161  Cf.  3  R  19,  4-8. 


BOLETIN 


ECLESIASTICO 


cultivando  las  correctas  manifestaciones  de  la  piedad  popu- 
lar»i^2  Se  acoger  con  particular  atención  pastoral  a  aque- 

llos peregrinos  que,  por  las  condiciones  ordinarias  de  su  vida, 
acuden  al  santuario  para  celebrar  acontecimientos  especiales  de 
escucha  de  la  Palabra  de  Dios  y  de  celebración  eucarística.  Que 
en  la  alegría  de  aquel  acontecimiento  descubran  la  llamada  a 
comportarse  en  su  vida  cotidiana  como  mensajeros  y  construc- 
tores del  reino  de  Dios,  de  su  justicia  y  de  su  paz. 

38.  Así  se  comprende  que  la  peregrinación  conduce  a  la  tienda 
del  encuentro  con  la  caridad.  Una  caridad  que  es,  ante  todo,  la  de 
Dios  que  nos  ha  amado  primero,  enviando  su  Hijo  al  mundo. 
Este  amor  no  se  manifiesta  solo  en  el  don  de  Cristo  como  vícti- 
ma de  expiación  por  nuestros  pecados^^^^  sino  también  en  los 
signos  milagrosos  que  sanan  y  consuelan,  como  hizo  el  mismo 
Cristo  durante  su  peregrinación  terrena  y  como  se  repite  en  la 
historia  de  los  santuarios. 

«Si  Dios  nos  ha  amado  tanto,  también  nosotros  debemos  amar- 
nos unos  a  otros»^^.  La  caridad  debe  actuarse  ya  durante  el  ca- 
mino del  peregrino,  ayudando  a  los  más  necesitados,  compar- 
tiendo su  pan,  su  tiempo  y  sus  esperanzas,  conscientes  de  que 
con  ellos  se  van  conquistando  nuevos  compañeros  de  viaje.  Una 
expresión  encomiable  de  esta  caridad  es  la  costumbre,  introdu- 
cida en  muchos  lugares,  según  la  cual  las  ofrendas  que  presen- 
tan los  fieles  como  expresión  de  su  devoción  consisten  en  bienes 
que  pueden  ser  distribuidos  entre  los  más  pobres.  La  acción  pas- 
toral debe  animar  estos  gestos  a  través  de  una  catequesis  siem- 
pre respetuosa  de  la  idiosincrasia  de  los  peregrinos  y  con  inicia- 
tivas que  pongan  de  manifiesto  el  destino  de  las  ofrendas.  En  es- 


162  Código  del  dercciio  canónico,  c.  1.234  §  1. 

163  Cf.  7  ¡11  4,  10. 

164  J  ¡n  4,  11. 


I 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


te  sentido,  cabe  destacar  las  acciones  emprendidas  por  algunos 
santuarios  con  vistas  al  sostenimiento  de  instituciones  caritati- 
vas o  proyectos  de  ayuda  a  comunidades  de  países  en  vías  de 
desarrollo. 

Un  particular  gesto  de  caridad  debe  consistir  en  el  cuidado  de 
los  enfermos  en  peregrinación,  recordando  las  palabras  del  Se- 
ñor: «Cuanto  hicisteis  a  uno  de  estos  hermanos  míos  más  peque- 
ños, a  mí  me  lo  hicisteis»!^^.  La  asistencia  a  los  peregrinos  enfer- 
mos es  la  expresión  más  significativa  del  amor  que  debe  alimen- 
tar el  corazón  del  cristiano  en  camino  hacia  el  santuario.  En  es- 
pecial, los  peregrinos  enfermos  deben  ser  acogidos  con  la  más 
cordial  hospitalidad.  Para  ello  será  necesario  que  las  estructuras 
de  acogida,  los  servicios  que  se  ofrecen,  las  comunicaciones  y  los 
transportes  estén  dispuestos,  equipados  y  gestionados  con  dig- 
nidad, atención  y  amor. 

Por  su  parte  los  enfermos  deben  dejarse  impregnar  por  el  amor 
de  Cristo,  de  forma  que  puedan  vivir  su  enfermedad  como  un 
camino  de  gracia  y  de  entrega  de  sí  mismos.  Su  peregrinación  a 
los  lugares  en  que  la  gracia  de  Dios  se  ha  manifestado  a  través 
de  «signos»  particulares  les  ayudará  a  ser  evangelizadores  de 
sus  compañeros  en  el  dolor.  De  esta  forma,  de  ser  «objetos  de 
compasión»,  pasan  a  ser  sujetos  de  compromiso  y  de  acción, 
verdaderos  «peregrinos  del  Señor»  por  todos  los  caminos  del 
mundo. 

39.  La  peregrinación  lleva,  además,  a  la  tienda  del  ertcuentro  con  la 
humanidad.  Todas  las  religiones  del  mundo,  como  ya  se  apuntó, 
poseen  sus  itinerarios  sagrados  y  sus  ciudades  santas.  En  cual- 
quier lugar  de  la  tierra  Dios  mismo  sale  al  encuentro  del  hom- 
bre peregrino  y  proclama  una  invitación  universal  a  participar 


165  Mt  25,  40. 


294 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


plenamente  en  el  gozo  de  Abrahami^ó.  En  particular,  las  tres 
grandes  religiones  monoteístas  están  llamadas  a  recuperar  «la 
tienda  del  encuentro»  en  la  fe,  para  testimoniar  y  construir  la 
paz  y  la  justicia  mesiánicas  entre  las  gentes  para  la  redención  de 
la  historia. 

Merece  una  atención  especial  por  parte  de  la  pastoral  de  la  pe- 
regrinación el  hecho  de  que  no  pocos  santuarios  cristianos  sean 
meta  de  peregrinación  para  creyentes  de  otras  religiones,  bien 
por  una  tradición  secular,  bien  a  causa  de  la  emigración  recien- 
te. Esta  situación  exige  de  la  solicitud  pastoral  de  la  Iglesia  una 
respuesta  a  través  de  la  acogida,  el  diálogo,  la  ayuda  y  una  ge- 
nuina  fraternidad^^''.  La  acogida  dispensada  a  los  peregrinos  les 
ayudará,  con  toda  seguridad,  a  descubrir  el  sentido  profundo  de 
la  peregrinación.  El  santuario  debe  ser  para  ellos  el  lugar  de 
aquel  respeto  que,  ante  todo,  debemos  manifestar  con  la  pureza 
de  nuestra  fe  en  Cristo,  único  Salvador  del  hombre^^^. 

Se  debe  indicar,  además,  que  junto  a  las  grandes  asambleas  ecu- 
ménicas y  a  los  encuentros  interreligiosos,  el  cristiano  debe  estar 
junto  a  todos  los  que  buscan  a  Dios  con  corazón  sincero,  reco- 
rriendo los  caminos  del  espíritu,  al  menos  a  tientas,  «por  más 
que  no  está  lejos  de  ninguno  de  nosotros»!^^.  Su  misma  peregri- 
nación, a  veces  en  país  extranjero,  lo  conduce  al  conocimiento  de 
usos,  costumbres  y  culturas  diversas.  Su  viaje  debe  transformar- 
se en  ocasión  de  comunión  solidaria  con  los  valores  de  otros 
pueblos,  hermanos  en  la  comunidad,  que  a  todos  nos  une  y  en 
el  origen  del  único  Creador  de  todos. 


166  Cf.  Gaudete  in  Domino,  c.V. 

167  Cf.  Redemptoris  missio,  37. 

168  Cf.  7  Tm  2,  5. 

169  Hch  17,  27. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


295 


La  peregrinación  es,  también,  un  momento  de  convivencia  con 
personas  de  edad  y  de  formación  diversas.  Hay  que  hacer  jun- 
tos el  viaje  para  poder  después  avanzar  juntos  en  la  vida  eclesial 
y  social.  Los  jóvenes  con  sus  marchas  y  las  Jornadas  mundiales 
de  la  juventud;  los  ancianos  y  los  enfermos  tal  vez  junto  a  los  jó- 
venes, hacia  santuarios  más  tradicionales.  Los  peregrinos  jun- 
tos, en  su  múltiple  diversidad,  hacen  realidad  lo  que  el  salmista 
auguraba:  «Reyes  y  pueblos  del  orbe,  príncipes  y  jefes  del  mun- 
do, jóvenes  y  también  doncellas,  viejos  y  niños,  alaben  el  nom- 
bre del  Señor,  el  único  nombre  sublime.  Su  majestad  sobre  el  cie- 
lo y  la  tierra»^'''^. 

40.  La  peregrinación  también  tiene  como  meta  la  tienda  del  en- 
cuentro personal  con  Dios  y  consigo  mismo.  El  hombre,  disperso 
en  la  multiplicidad  de  sus  afanes  y  de  la  realidad  de  la  vida  co- 
tidiana, tiene  necesidad  de  reencontrarse  a  sí  mismo  a  través  de 
la  reflexión,  la  meditación,  la  oración,  el  examen  de  conciencia  y 
el  silencio.  En  la  tienda  santa  del  santuario  debe  interrogarse  so- 
bre cuanto  «queda  de  la  noche»  de  su  espíritu  como  dice  Isaías 
en  su  canto  del  centinela:  «Vendrá  la  mañana  y  también  la  no- 
che. Si  queréis  preguntar,  preguntad,  venid  otra  vez»i7i.  Los 
grandes  interrogantes  sobre  el  sentido  de  la  existencia,  sobre  la 
vida,  sobre  la  muerte,  sobre  el  destino  último  del  hombre,  deben 
resonar  en  el  corazón  del  peregrino,  de  forma  que  el  viaje  no  sea 
un  simple  movimiento  del  cuerpo,  sino  también  un  itinerario 
del  alma.  En  el  silencio  interior  Dios  se  revela  precisamente  con 
la  voz  de  «una  brisa  tenue»!^^  transforma  el  corazón  y  la 
existencia.  Solo  así,  cuando  vuelva  a  casa,  no  caerá  de  nuevo  en 
la  distracción  y  en  la  superficialidad,  sino  que  conservará  una 


170  Sal  148, 11-13. 

171  /s21,  11-12. 

172  I  R  19, 12. 


296 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


chispa  de  la  luz  recibida  en  el  alma  y  sentirá  la  necesidad  de  re- 
petir en  el  futuro  esta  experiencia  de  plenitud  personal,  «deci- 
diendo de  nuevo  en  su  corazón  la  peregrinación»!''^. 

El  peregrino  recorrerá  su  itinerario  acompañándolo  con  la  ora- 
ción litúrgica  de  la  Iglesia  y  con  los  ejercicios  de  devoción  más 
sencillos,  con  la  oración  personal  y  con  momentos  de  silencio, 
con  la  contemplación  que  surge  del  corazón  de  los  más  pobres, 
«que  tienen  puestos  sus  ojos  en  las  manos  de  su  Señor»i74 

41.  Mientras  se  va  en  peregrinación,  se  tiene  también  la  oportu- 
nidad de  entrar  en  la  tienda  del  encuentro  cósmico  con  Dios.  A  me- 
nudo los  santuarios  se  hallan  en  medio  de  panoramas  extraordi- 
narios, constituyen  expresiones  artísticas  admirables,  encarnan 
antiguas  memorias  históricas,  son  expresión  de  culturas  refina- 
das y  populares.  Se  debe  procurar  que  la  peregrinación  no  ex- 
cluya esta  dimensión  del  espíritu.  Más  aún,  hay  que  compren- 
der que  en  la  mayor  disponibilidad  a  apreciar  la  naturaleza  se 
manifiesta  una  valiosa  dimensión  espiritual  del  hombre  moder- 
no. Que  esta  contemplación  sea  tema  de  momentos  de  reflexión 
y  de  oración,  a  fin  de  que  el  peregrino  alabe  al  Señor  por  los  cie- 
los, que  narran  su  gloria^'^^^  y  ge  sienta  llamado  a  administrar  el 
mundo  con  santidad  y  justicia^''^. 

Se  debe  advertir,  igualmente,  que,  en  ciertos  aspectos,  toda  pe- 
regrinación incluye  una  vertiente  de  turismo  religioso  que  debe 
ser  atendido  no  solo  con  vistas  al  enriquecimiento  cultural  de  la 
persona,  sino  también  con  vistas  a  su  plenitud  espiritual.  La 
contemplación  de  la  belleza  es  fuente  de  espiritualidad.  Por  ello. 


173  Sal  84,  6. 

174  Cf.  Síj/123,  2. 

175  Cf.  Sal  19,  2. 

176  Cf.  Sb  9,  3. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


297 


«en  los  santuarios  o  en  lugares  adyacentes,  consérvense  visible- 
mente y  custódiense  con  seguridad  los  exvotos  de  arte  popular 
y  de  piedad»!''''.  Estos  tesoros  deben  ser  mostrados  al  peregrino, 
por  medio  de  guías  o  de  otros  medios,  a  fin  de  que,  a  través  de 
la  belleza  artística  y  de  la  espontaneidad  de  los  seculares  testi- 
monios de  fe,  canten  «con  arte»!''^  a  Dios  su  gozo  y  su  esperan- 
za, y  hallen  en  la  contemplación  de  las  cosas  admirables  la  sere- 
nidad, y  «por  la  magnitud  y  belleza  de  las  criaturas,  descubran 
por  analogía  al  que  les  dio  el  ser»!''^. 

La  acción  pastoral  deberá  tener  en  cuenta  también  a  todos  aque- 
llos que  recorren  los  caminos  de  peregrinación  por  motivos  cul- 
turales o  de  descanso.  La  presentación  de  los  diversos  lugares  y 
monumentos  se  ha  de  realizar  de  modo  que  aparezca  explícita 
su  relación  con  el  camino  de  los  peregrinos,  con  la  meta  espiri- 
tual a  que  conducen  y  con  la  experiencia  de  fe  que  los  originó  y 
que  sigue  animándolos.  Procúrese  que  esta  información  llegue  a 
los  organizadores  de  tales  viajes,  para  que  sean  emprendidos 
con  el  mayor  respeto  y  contribuyan  de  veras  al  enriquecimiento 
cultural  de  los  viajeros  y  a  su  progreso  espiritual. 

42.  Por  último,  la  peregrinación  es,  con  gran  frecuencia,  la  sen- 
da para  entrar  en  la  tienda  del  encuentro  con  María,  la  Madre  del 
Señor.  María,  en  la  que  se  une  la  peregrinación  del  Verbo  hacia 
la  humanidad  con  la  peregrinación  de  fe  de  la  humanidad^^o^  es 
«la  que  avanza  en  la  peregrinación  de  la  fe»i^!,  convirtiéndose 
en  «estrella  de  la  evangelización>>i82  para  el  camino  de  toda  la 


177  Código  de  derecho  canónico,  c.  1.234  §  2. 

178  Sal  47,  8. 

179Sbl3,  5;cf.  Rm  1,  19-20. 

180  Cf.  Marialii  cultii>.  37. 

181  Redemptoris  Mato,  25. 

182  Evangelü  mtntumdi,  82. 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Iglesia.  Los  grandes  santuarios  marianos  (como  Lourdes,  Fátima 
o  Loreto;  Czestochowa,  Altotting  o  Mariazell;  Guadalupe,  Apa- 
recida o  Luján),  y  los  pequeños  santuarios,  que  la  devoción  po- 
pular ha  erigido  en  número  incontable  en  miles  y  miles  de  loca- 
lidades, pueden  ser  lugares  privilegiados  para  el  encuentro  con 
su  Hijo,  que  ella  nos  entrega.  Su  seno  fue  el  primer  santuario,  la 
tienda  del  encuentro  entre  divinidad  y  humanidad;  sobre  ella 
bajó  el  Espíritu  Santo  y  «la  fuerza  del  Altísimo  la  cubrió  con  su 
sombra»i^3_ 

El  cristiano  se  pone  en  marcha  con  María  por  los  caminos  del 
amor,  visitando  a  Isabel,  que  encarna  a  las  hermanas  y  los  her- 
manos del  mundo  con  quienes  hemos  de  establecer  lazos  de  fe 
y  alabanzai^**.  El  Magníficat  se  convierte  en  el  canto  por  excelen- 
cia, no  solo  de  la  p^eregrinatio  Mariae,  sino  también  de  nuestra  pe- 
regrinación en  la  esperanza^^^^.  £1  cristiano  se  pone  en  marcha 
con  María  por  los  caminos  del  mundo  para  subir  al  Calvario  y 
estar  junto  a  ella  como  el  discípulo  predilecto,  para  que  Cristo  se 
la  entregue  como  Madrei*^^.  El  cristiano  se  pone  en  marcha  con 
María  por  los  caminos  de  la  fe  para  llegar  al  final  al  cenáculo, 
donde  junto  a  ella  recibirá  de  su  Hijo  el  don  del  Espíritu  San- 
tol8^ 

La  liturgia  y  la  piedad  cristiana  ofrecen  al  peregrino  abundantes 
ejemplos  para  que  recurra  a  María  como  compañera  de  su  pere- 
grinación. Hay  que  hacer  referencia  a  ellos,  teniendo  ante  todo 
presente  que  los  ejercicios  de  piedad  concernientes  a  la  Virgen 


183  Le.  1,  35. 

184  Cf.  Le  1,  39-56, 

185  Cf.  Rcdemptoris  Mater,  37. 

186  Cf.  ]n  19,  26-27. 

187  Cf.  H(7i  1,  14;  2,  1-4. 


DCTOS,  DE  LA  SANTA  SEDE 


María  deben  expresar  claramente  la  dimensión  trinitaria  y  cris- 
tológica  de  modo  intrínseco  y  esenciaP^*.  Con  una  genuina  de- 
voción mariana^^^,  los  peregrinos  enriquecerán  su  profunda  de- 
voción a  la  Madre  de  Dios  con  nuevas  formas  y  manifestaciones 
que  expresen  sus  sentimientos  más  íntimos. 

Conclusión 

43.  La  peregrinación  es  símbolo  de  la  experiencia  del  homo  viator 
que,  apenas  sale  del  seno  materno,  se  enfrenta  al  camino  del 
tiempo  y  del  espacio  de  su  existencia;  de  la  experiencia  funda- 
mental de  Israel,  en  marcha  hacia  la  tierra  prometida  de  la  sal- 
vación y  de  la  libertad  plena;  de  la  experiencia  de  Cristo,  que  de 
la  tierra  de  Jerusalén  sube  al  cielo,  abriendo  el  camino  hacia  el 
Padre;  de  la  experiencia  de  la  Iglesia,  que  avanza  en  la  historia 
hacia  la  Jerusalén  celeste;  de  la  experiencia  de  toda  la  humani- 
dad, que  tiende  hacia  la  esperanza  y  la  plenitud.  Todo  peregri- 
no podría  confesar: 

«Por  la  gracia  de  Dios  soy  hombre  y  cristiano; 
por  mis  hechos,  un  gran  pecador; 
por  mi  condición,  un  peregrino  sin  techo, 
muy  pobre,  que  va  errando  de  lugar  en  lugar. 
Mis  bienes,  un  hatillo  al  hombro  con  un  poco  de 
pan  seco  y  una  Biblia  que  llevo  bajo  la  camisa. 
No  tengo  nada  más  »i9o. 


188  Cf.  MariaUf  cidtiis,  25. 

189  Cf.  Lumen  gentium,  67. 

190  Anónimo,  El  peregrino  ruso,  c.  I. 


300 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


La  palabra  de  Dios  y  la  Eucaristía  nos  acompañan  en  esta  pere- 
grinación hacia  la  Jerusalén  celeste,  de  la  que  los  santuarios  son 
signo  vivo  y  visible.  Cuando  la  hayamos  alcanzado  se  abrirán 
las  puertas  del  Reino,  abandonaremos  nuestro  sayal  de  viaje  y  el 
bordón  de  peregrinos,  y  entraremos  en  nuestra  casa  definitiva 
«para  estar  siempre  con  el  Señor»!^!.  Él  estará  en  medio  de  no- 
sotros «como  quien  sirve»'^^^,  y  cenará  con  nosotros  y  nosotros 
con  éli93. 

El  Sumo  Pontífice  Juan  Pablo  II, 
con  fecha  11  de  abril  de  1998, 
ha  aprobado  la  publicación  del  presente  documento. 

Ciudad  del  Vaticano,  25  de  abril  de  1998 

Cardenal  Giovanni  CHELI 
Presidente 

Arzobispo  Francisco  GIOIA,  o.f.m.cap. 
Secretario 

El  cristiano  se  pone  en  marcha  con  María 
por  los  caminos  del  amor,  visitando  a  Isabel, 
que  encarna  a  las  hermanas 
y  los  hermanos  del  mundo 
con  quienes  hemos  de  establecer 
lazos  de  fe  y  alabanza 


191  1  Ts4,  17. 

192  Le  22,  27. 

193  Cf.  Ap  3,  20. 


DCTOS,  DE  LA  SANTA  SEDE 


La  eutanasia  es  inmoral  y  antisocial 


Declaración  de  la  comisión  permanente  de  la 
Conferencia  episcopal  española 

Denunciamos  una  campaña  engañosa 
a  favor  de  la  eutanasia 

Una  campaña  relanzada 

En  el  llamado  mundo  desarrollado  hay  quienes  están  librando 
una  «lucha»  por  el  reconocimiento  social  y  legal  de  la  eutanasia. 
Entre  nosotros,  el  caso  de  un  tetrapléjico  recientemente  fallecido 
había  venido  siendo  utilizado  recientemente  desde  hacía  años 
para  esa  lucha.  Se  le  presentó  reiteradamente  a  la  opinión  públi- 
ca como  alguien  a  quien  se  estaba  negando  un  derecho  funda- 
mental: dejar  voluntariamente  de  vivir  una  vida  de  sufrimiento 
que  ya  no  era  considerada  por  él  como  digna  de  ser  vivida.  En 
cambio,  quienes  se  oponen  al  reconocimiento  de  ese  supuesto 
derecho  son  acusados  de  represores  de  la  libertad  y  de  insensi- 
bles al  sufrimiento  personal  y  al  sentir  cada  vez  más  común  de 
la  sociedad.  En  los  días  pasados  se  ha  vuelto  a  relanzar  esta 
campaña. 

Respetamos  a  las  personas  pero  denunciamos 
a  las  propuestas  inmorales 

Respetamos  sinceramente  la  conciencia  de  las  personas,  santua- 
rio en  el  que  cada  uno  se  encuentra  con  la  voz  suave  y  exigente 
del  amor  de  Dios.  No  juzgamos  el  interior  de  nadie.  Compren- 
demos también  que  «determinados  condicionamientos  psicoló- 
gicos, culturales  y  sociales»  pueden  llevar  a  realizar  acciones 
que  contradicen  «radicalmente  la  inclinación  innata  de  cada  uno 


302 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


a  la  vida,  atenuando  o  anulando  la  responsabilidad  subjetiva»^. 
Pero  no  se  puede  negar  la  existencia  de  una  batalla  jurídica  y 
publicitaria  con  el  fin  de  obtener  el  reconocimiento  del  Uamado 
«derecho  a  la  muerte  digna».  Es  esta  postura  pública  la  que  te- 
nemos que  enjuiciar  y  denunciar  como  equivocada  en  sí  misma 
y  peligrosa  para  la  convivencia  social.  Una  cosa  son  la  concien- 
da  y  las  decisiones  personales  y  otra  lo  que  se  propone  como  cri- 
terio ético  y  legal  para  regular  las  relaciones  entre  los  ciudada- 
nos. 

Se  presenta  como  normal  una  situación  extrema 

Antes  que  nada  hay  que  caer  en  la  cuenta  de  que  este  caso,  aun- 
que haya  sido  puesto  machaconamente  ante  los  ojos  de  todos, 
es,  en  realidad,  un  caso  raro.  Los  tetrapléjicos  no  están  desean- 
do morirse  ni,  mucho  menos,  pidiendo  que  los  eliminen.  La  Fe- 
deración nacional  de  asociaciones  de  lesionados  medulares  y  de 
grandes  minusválidos  ha  declarado  expresamente  el  mes  pasa- 
do que  la  inmensa  mayoría  de  los  discapacitados  es  contraria  a 
la  eutanasia.  La  imagen  que  se  ha  dado  de  estas  personas  con  el 
caso  mencionado  no  corresponde  a  la  realidad.  Ellos  ni  son  ni  se 
consideran  a  sí  mismos  seres  indignos  de  vivir.  Al  contrario, 
son  frecuentes  los  casos  de  tetrapléjicos  admirables  por  su  espí- 
ritu de  superación  y  por  su  desarrollada  humanidad.  Pero  una 
de  las  argucias  de  la  «lucha»  por  el  reconocimiento  social  y  legal 
de  la  eutanasia  es  precisamente  ésa:  hacer  pasar  por  normal  y 
común  lo  que  es  extremo  y  raro.  Porque  para  lo  extremo  y  raro 
no  haría  falta  legislar. 

Se  presenta  como  progreso  lo  que  es  un  retroceso 
Conviene  observar  también  que  se  suele  presentar  el  reconoci- 


Erxmgeliurn  vitae,  66. 


303 


miento  social  de  la  eutanasia  como  una  no\  edad,  como  ima  •<li- 
beradón»  de  la  opresión  ejercida  por  poderes  reaccionarios  so- 
bre los  individuos  que,  gracias  al  progreso  y  a  la  educación,  van 
tomando  corvcieiKia  de  sus  derechos  y  van  exigiéndolos  cada 
vez  con  mayor  decisión.  Pues  bien,  hemos  de  recordar  que  la 
aceptación  social  de  la  eutanasia  no  sería  ningima  novedad.  En 
distintas  sociedades  primitivas,  y  también  en  la  Greda  y  la  Ro- 
ma antiguas,  la  eutanasia  no  era  mal  vista  por  la  soaedad.  Los 
ancianos,  los  enfermos  incurables  o  los  cansados  de  vivir  podían 
suiddarse.  solidtar  ser  eliminados  de  modo  más  o  menos  «ho- 
norable» o  bien  eran  sometidos  a  prácticas  y  ritos  eugenésicos. 
El  apredo  por  toda  vida  humana  fue  un  verdadero  progreso  in- 
trodiKido  por  el  cristianismo.  Lo  que  ahora  se  presenta  como  un 
progreso  es,  en  realidad,  un  retroceso  que  hay  que  poner  en  la 
cuenta  de  ese  terrible  lado  oscuro  de  nuestro  modo  de  v  ida  de 
hoy,  al  que  el  Papa  ha  llamado  «cultura  de  la  muerte>'^. 


La  eutanasia  es  un  grave  mal  moral 

¿De  qué  eutanasia  hablamos? 

«LlamareiiK>s  eutanasia  a  la  actuadón  cuyo  objeto  es  causar  la 
muerte  a  un  ser  humano  para  evitarle  sufrimientos,  bien  a  peti- 
dón  de  éste,  bien  por  considerar  que  su  vida  carece  de  la  calidad 
mínima  para  que  merezca  el  caliñcativo  de  digna.  Así  conside- 
rada, la  eutanasia  es  siempre  una  forma  de  homiddio,  pues  im- 
plica que  un  hombre  da  muerte  a  otro,  ya  mediante  un  acto  po- 
sitivo, ya  mediante  la  onrüsión  de  la  atendón  y  cuidados  debi- 


2    k.  12  S5  y  »4. 


304 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


dos»  3.  Esta  es  la  «eutanasia  en  sentido  verdadero  y  propio»,  es 
decir,  «una  acción  o  una  omisión  que  por  su  naturaleza  y  en  la 
intención  causa  la  muerte  con  el  fin  de  eliminar  cualquier  do- 
lor»'*. De  la  eutanasia,  así  entendida,  el  Papa  Juan  Pablo  II  ense- 
ña solamente:  «De  acuerdo  con  el  magisterio  de  mis  predeceso- 
res y  en  comunión  con  los  obispos  de  la  Iglesia  católica,  confir- 
mo que  la  eutanasia  es  una  grave  violación  de  la  ley  de  Dios  en 
cuanto  eliminación  deliberada  y  moralmente  inaceptable  de  una 
persona  humana»^. 

En  cambio,  no  son  eutanasia  en  sentido  verdadero  y  propio  y, 
por  lo  tanto,  no  son  moralmente  rechazables  acciones  u  omisio- 
nes que  no  causan  la  muerte  por  su  propia  naturaleza  e  inten- 
ción. Por  ejemplo,  la  administración  adecuada  de  calmantes 
(aunque  ello  tenga  como  consecuencia  el  acortamiento  de  la  vi- 
da) o  la  renuncia  a  terapias  desproporcionadas  (al  llamado  «en- 
sañamiento terapéutico»),  que  retrasan  forzadamente  la  muerte 
a  costa  del  sufrimiento  del  moribundo  y  de  sus  familiares.  La 
muerte  no  ha  de  ser  causada,  pero  tampoco  absurdamente  retra- 
sada. 

El  individualismo  ateo  y  hedonista,  causa  del  regreso  a 
la  eutanasia 

Hoy  la  eutanasia  resulta  de  nuevo  aceptable  para  algunos  a  cau- 
sa del  extendido  individualismo  y  de  la  consiguiente  mala  com- 


3  Conferencia  episcopal  española.  Comité  episcopal  para  la  defensa  de  la  vida,  Ln  Eu- 

tanasia, cien  cuestiones  y  respuestas  sobre  la  defensa  de  la  vida  humana  y  la  actitud 
de  ios  católicos,  EDICE  1993,  n.4.  En  este  preciso  y  pedagógico  escrito  del  Comitf 
episcopal  para  la  defensa  de  la  vida  y  en  el  documento  de  la  Comisión  episcopal 
para  la  doctrina  de  la  fe.  Sobre  la  eutanasia  BOCEE  (abril-junio  de  1986)  89-94,  se  en- 
contrarán explicaciones  más  detalladas  sobre  la  doctrina  de  la  Iglesia  acerca  de  los 
múltiples  problemas  que  se  plantean  en  torno  a  la  cuestión  de  la  eutanasia. 

4  Ei>angeliuin  z'ittie,  65. 

5  Ib. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


prensión  de  la  libertad  como  una  mera  capacidad  de  decidir 
cualquier  cosa  con  tal  de  que  el  individuo  la  juzgue  necesaria  o 
conveniente.  «Mi  vida  es  mía:  nadie  puede  decirme  lo  que  ten- 
go que  hacer  con  ella».  Tengo  derecho  a  vivir,  pero  no  se  me 
puede  obligar  a  vivir».  Afirmaciones  como  éstas  son  las  que  se 
repiten  para  justificar  lo  que  se  llama  «el  derecho  a  la  muerte 
digna»,  eufemismo  para  decir,  en  realidad,  el  «derecho  a  matar- 
se». Pero  este  modo  de  hablar  denota  un  egocentrismo  que  re- 
sulta literalmente  mortal  y  que  pone  en  peligro  la  convivencia 
justa  entre  los  hombres.  Los  individuos  se  erigen,  de  este  modo, 
en  falsos  «dioses»,  dispuestos  a  decidir  sobre  su  vida  y  sobre  la 
de  los  demás. 

Al  mismo  tiempo,  la  existencia  humana  tiende  a  ser  concebida 
como  una  mera  ocasión  para  disfrutar.  No  son  pocos  los  falsos 
profetas  de  la  vida  indolora  que  nos  exhortan  a  no  aguantar  na- 
da en  absoluto  y  a  que  nos  rebelemos  contra  el  menor  contra- 
tiempo. Según  ellos,  el  sufrimiento,  el  aguante  y  el  sacrificio,  son 
cosas  del  pasado,  antiguallas  que  la  vida  moderna  habría  supe- 
rado ya  totalmente.  Una  vida  «de  calidad»  sería  hoy  una  vida 
sin  sufrimiento  alguno.  Quien  piense  que  queda  todavía  algún 
lugar  para  el  dolor  y  el  sacrificio,  es  tachado  de  «antiguo»  y  de 
cultivador  de  una  moral  para  esclavos.  No  es  extraño  que  desde 
actitudes  hedonistas  de  este  tipo,  unidas  al  individualismo,  se 
oigan  supuestas  justificaciones  de  la  eutanasia  como  éstas:  «yo 
decido  cuándo  mi  vida  no  merece  ya  la  pena»  o  «a  nadie  se  le 
puede  obligar  a  vivir  una  vida  sin  calidad». 

La  vida,  don  maravilloso  del  Creador 

Es  verdad  que  la  vida  es,  en  cierto  sentido,  mía.  Yo  soy  respon- 
sable de  lo  que  hago  de  ella.  Pero  si  ninguna  propiedad  (de  bie- 
nes o  cosas)  deja  de  tener  una  referencia  social  y  transpersonal, 
menos  aún  la  vida,  que  no  es  una  propiedad  cualquiera.  Conce- 
bir la  vida  como  un  objeto  de  «uso  y  abuso»  por  parte  de  su 


306 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


«propietario»  es  llevar  a  un  extremo  casi  ridículo  el  mezquino 
sentimiento  burgués  de  la  propiedad  privada.  La  vida  no  está  a 
nuestra  disposición  como  si  fuera  una  finca  o  una  cuenta  banca- 
ria.  Si  asimilamos  el  vivir  a  los  objetos  de  propiedad,  privamos 
a  la  vida  humana  de  ese  sentido  suyo  de  incondicionalidad  y  de 
misterio  que  le  confiere  su  dignidad  incomparable. 

Los  cristianos  tenemos  un  nombre  para  la  dignidad  y  para  el 
misterio  de  la  vida:  la  vida  humana  es  la  gloria  de  Dios.  Su  dig- 
nidad le  viene  de  su  origen  y  destino  divinos.  Es  una  convicción 
que  compartimos  con  muchos  otros  creyentes,  con  la  inmensa 
mayoría  de  la  humanidad,  que  ha  considerado  siempre,  con  to- 
da razón,  que  la  vida  de  los  seres  humanos  es  sagrada  e  inviola- 
ble, porque  pertenece  ante  todo  a  Dios.  Nosotros  sabemos,  ade- 
más, que  el  Dios  vivo  y  verdadero  no  es  un  dueño  caprichoso  de 
sus  criaturas.  El  es  el  Amor  mismo.  Todo  cuanto  existe  procede 
del  Amor,  que  es  Dios  en  la  comunión  eterna  del  Padre,  el  Hijo 
y  el  Santo  Espíritu.  El  ser  humano,  creado  a  imagen  de  Dios,  es 
la  criatura  capaz  de  repetir,  a  su  modo,  la  relación  de  intimidad 
en  la  que  el  Hijo  de  Dios  está  desde  siempre  con  el  Padre  en  el 
Espíritu.  Todo  ser  humano  tiene,  por  eso,  una  sublime  y  miste- 
riosa dignidad  divina.  Su  vida  es  mucho  más  de  lo  que  pueda 
hacer  o  poseer:  es  una  vida  querida  por  Dios  mismo. 

El  «no  matarás»,  (Ex  20,  13)  se  refiere  también  a  la  propia  vida. 
El  quinto  mandamiento  del  Decálogo  expresa  en  forma  norma- 
fiva  que  la  vida  del  ser  humano  no  está  a  disposición  de  nadie, 
pues  no  es  propiedad  exclusiva  de  nadie,  siendo  don  de  Dios. 
Para  nosotros  esta  ley  no  es  solo  un  imperativo  de  la  razón;  es, 
ante  todo,  expresión  de  una  esperanza  basada  en  la  confianza  en 
el  Amor  creador.  Esperamos  que  nuestra  vida  sea  un  día  acogi- 
da definitivamente  en  la  vida  eterna  de  Dios  porque  creemos 
que  venimos  de  él  y  que  vamos  hacia  él,  movidos  ya  por  la  fuer- 
za de  su  Espíritu  vivificador.  Los  cristianos  nos  sentimos  espe- 


Idctos  de  la  santa  sede 


307 


dalmente  llamados  a  reconocer  y  \-ivir  la  vida  como  bien  pro- 
pio y  bien  del  prójimo  porque  hemos  experimentado  de  un  mo- 
do nuevo  que  nuestra  vida  y  la  de  los  demás  es,  antes  que  nada, 
un  don  mara\'illoso  de  Dios.  Esto  nos  previene  más  eficazmen- 
te fi-ente  a  los  engaños  del  individualismo:  sabemos  bien  que  es 
falso  eso  de  que  «mi  vida  sea  solo  mía».  Es  ante  todo  de  Dios  y 
también  de  los  hermanos.  Si  me  quitara  la  vida,  perjudicaría 
también  a  mis  seres  queridos  y  a  la  humanidad,  que  vería  radi- 
calmente lesionado  ese  bien  primordial  de  su  patrimonio  más 
sagrado:  la  \ida  de  im  ser  humano. 

El  misterio  de  un  bien  primordial  irrenunciable 

Pero  también  la  experiencia  y  la  sabidviría  humanas,  entienden, 
por  lo  general,  que  la  \  ida  pertenece  a  esa  clase  de  bienes  into- 
cables que  no  podemos  negociar  con  nadie,  rü  siquiera  con  no- 
sotros mismos:  esos  bienes  que  tienden  a  identificarse  con  el 
misterio  mismo  de  la  existencia  y  de  la  dignidad  humana.  La  vi- 
da no  es  negociable  para  rru.  Si  1¿  Libertad,  el  honor,  la  educa- 
ción, etc.,  son  bienes  irrenundables,  con  más  razón  todavía  lo  es 
la  vida,  raíz  primordial  de  todos  esos  bienes.  En  efecto,  si  nadie 
puede  privarse  de  su  libertad,  enajenándola,  por  medio  de  un 
contrato  de  esclavitud,  nadie  puede  tampoco  privarse  de  la  vi- 
da, que  está  menos  aún  a  nuestra  disposición  que  la  libertad 
misma:  la  vida  se  nos  presenta  como  algo  previo  y  envolvente, 
que  es  más  que  nosotros  mismos.  Por  eso,  en  el  interior  del  ser 
humano,  resuena  una  voz  que  nos  dice: 

«no  mates,  no  te  quites  la  vida; 
escoge  siempre  vivir,  que  te  sorprenderás 
de  nuevo  de  sus  insospediadas  posibilidades». 
Es  muy  preocupante  que  esta  voz  interior 
en  favor  de  la  vida  no  sea  hoy  percibida  por  algunos. 


308 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


El  mal  moral  de  la  eutanasia 
compromete  la  vida  en  común 

La  eutanasia  reconocida  trae  malas  consecuencias 

La  eutanasia  es  de  por  sí  un  grave  mal  moral,  pues  es  contraria 
al  significado  de  la  vida  humana,  don  y  bien  irrenunciable.  Aun 
suponiendo  que  una  despenalización  de  la  eutanasia  no  llevará 
consigo  peligros  y  efectos  indeseados,  el  hecho  mismo  de  quitar 
la  vida  a  alguien,  aunque  sea  a  petición  suya,  sería  siempre  hu- 
manamente inaceptable.  Pero,  además,  no  podemos  dejar  de  ad- 
vertir que  la  legitimación  social  de  este  mal,  implícita  en  la  des- 
penalización, trae  consigo  graves  consecuencias  y  nuevas  situa- 
ciones de  inmoralidad.  Mencionamos  brevemente  algtmas  de 
ellas. 

Presión  moral  sobre  los  ancianos  y  los  enfermos 

La  aceptación  social  y  legal  de  la  eutanasia  generaría,  de  hecho, 
una  situación  intolerable  de  presión  moral  institucionalizada  so- 
bre los  ancianos,  los  discapacitados  o  incapacitados  y  sobre  to- 
dos aquellos  que,  por  un  motivo  u  otro,  pudieron  sentirse  como 
una  carga  para  sus  familiares  o  para  la  sociedad.  Ante  el  «ejem- 
plo» de  otros  a  quienes  se  les  hubiera  aplicado  la  eutanasia  de 
modo  voluntario  y  reconocido  ¿cómo  no  iban  a  pensar  estas  per- 
sonas si  no  tendrían  también  ellas  la  «obligación»  moral  de  pe- 
dir ser  eliminadas  para  dejar  de  ser  gravosas?  Esta  consecuencia 
inevitable  de  una  hipotética  despenalización  de  la  eutanasia  sig- 
nificaría introducir  en  las  relaciones  humanas  un  factor  más  en 
favor  del  dominio  injusto  de  los  más  fuertes  y  del  desprecio  de 
las  personas  más  necesitadas  de  cuidado.  Nadie  debe  ser  indu- 
cido a  pensar,  bajo  ningún  pretexto,  que  es  menos  digno  y  valio- 
so que  los  demás.  La  atención  esmerada  y  cuidadosa  de  los  más 
débiles  es  precisamente  lo  que  dignifica  a  los  más  fuertes  y  tim- 
bre de  verdadero  progreso  moral  y  social.  No  es  difícil  percibir 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


309 


el  retroceso  que  la  legitimación  del  mal  moral  de  la  eutanasia 
comportaría  para  la  vida  social. 

Muertes  impuestas  por  otros 

Se  dice  y  se  subraya  que  la  eutanasia  que  se  pide  es  la  volunta- 
ria. Por  lo  que  acabamos  de  decir,  la  eutanasia  solicitada  lleva 
consigo  la  malicia  del  suicidio  y  de  la  cooperación  con  el  suici- 
dio. Pero,  además,  los  hechos  muestran  que  la  aceptación  social 
y  legal  de  la  eutanasia  voluntaria  arrastra  consigo  la  eutanasia 
no  voluntaria  e  incluso  impuesta,  es  decir,  el  homicidio.  En  pri- 
mer lugar,  indirectamente,  a  causa  del  efecto  de  inducción  seña- 
lado en  el  párrafo  anterior:  no  pocos  se  verían  presionados,  de 
uno  u  otro  modo,  a  pedir  «voluntariamente»  la  muerte.  En  se- 
gundo lugar,  directamente,  a  causa  de  decisiones  ajenas  no  de- 
seadas ni  controladas.  Así  nos  lo  dice  no  solo  la  previsión,  sino 
la  experiencia  de  lo  acontecido  en  los  últimos  años  en  los  luga- 
res donde  la  eutanasia  ha  sido  despenalizada.  En  1995  murieron 
en  Holanda  19.600  personas  de  muerte  causada  («sanitariamen- 
te») por  acción  u  omisión.  De  estas  personas  sólo  5.700  sabían  lo 
que  estaba  sucediendo.  En  el  resto  de  los  casos,  los  mteresados 
no  sabían  que  otros  tomaban  por  ellos  la  decisión  de  que  ya  no 
tenían  que  seguir  viviendo^. 

Desconfianza  en  las  familias  y  las  instituciones 
sanitarias 

Si  se  hiciera  común  el  «ejemplo»  de  los  que  piden  la  eutanasia  y, 
además,  se  generalizara  la  práctica  de  que  los  facultativos  deci- 
dieran, en  determinados  casos,  poner  fin  a  la  vida,  de  sus  pa- 
cientes sin  contar  ni  siquiera  con  su  consentimiento,  las  relacio- 
nes sociales  sufrirían  un  duro  golpe.  En  una  sociedad  que  con- 


6  Cf.  WJ.  Eijk  -  J.  P.  M.  Lelkens,  Medical-Ethical  Decisions  and  Life-Terminating  Actions 
en  The  Neederlands  1990-1995.  Evaluation  of  the  Second  Survey  of  the  Practice  of 
Euthanasia.  Medicina  e  Morale  47  (1997)  475-501,  491. 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


sintiera  esto,  la  desconfianza  y  el  temor  se  apoderaría  de  mu- 
chos enfermos,  de  los  ancianos,  de  los  discapacitados.  Sufi-irían 
especialmente  las  relaciones  entre  los  mayores  y  los  más  jóve- 
nes, en  el  seno  de  las  familias,  y  entre  los  pacientes  y  los  faculta- 
tivos, en  las  instituciones  sanitarias.  Según  la  «mentalidad  efi- 
cientista»7  y  economicista,  dominante  en  la  sociedad  de  consu- 
mo, la  eutanasia  traería  consigo,  en  definitiva,  la  depreciación 
de  la  vida  humana,  valorada  más  por  su  capacidad  de  hacer  y 
producir,  que  por  su  niismo  ser. 

La  fe  en  Jesucristo  fuerza  para  vivir 
y  morir  dignamente 

El  sufrimiento  se  ilumina  por  la  fuerza  de  la  fe 

El  Credo  que  profesa  la  Iglesia  nos  lleva  a  esperar  la  vida  eter- 
na. Esta  esperanza  nos  enseña  que  nuestra  vida  en  el  mundo  es 
una  de  las  etapas  de  nuestra  existencia;  importantísima  y  deci- 
siva, ciertamente,  pero  no  la  única.  Por  eso  cantamos  con  el  sal- 
mista: «Tu  gracia,  oh  Dios,  vale  más  que  la  vida,  te  alabarán  mis 
labios»  (Sal  62).  Llegar  a  compartir  en  plenitud  la  vida  de  Dios, 
«junto  con  toda  la  creación,  libre  ya  del  pecado  y  de  la  muerte»^, 
es  el  horizonte  último  de  nuestra  vida.  Este  es  el  gran  don  de 
Dios  que  vale  más  que  la  vida  temporal.  Es  la  esperanza  de  la 
gloria  que  relativiza  todas  las  dificultades  y  dolores  de  este 
mundo  y  nos  da  la  fuerza  necesaria  para  hacer  de  nuestra  vida 
una  ofrenda  constante  a  Dios  y  a  los  hermanos.  La  fe  en  la  vida 
eterna  nos  permite  vivir  con  serenidad  y  dignidad,  incluso 
cuando  nos  vemos  confrontados  con  el  sufrimiento  o  con  la  in- 
justicia. En  este  caso,  siguiendo  los  pasos  del  Señor  crucificado, 
sabemos  que  el  mal  es  vencido  por  la  confianza  y  el  amor  en 
virtud  del  poder  del  Dios  creador,  que  resucita  a  sus  fieles  para 


7  Evangelium  vitae,  64. 

8  Misal  Romano,  Plegaria  eucarística  IV,  Conmemoración  de  los  santos. 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


31  1 


la  vida.  El  sufrimiento  de  por  sí  es  un  n:\al;  no  lo  adoramos  a  él, 
sino  al  Dios  que  puede  sacar  bien  incluso  del  mal. 

El  sufrimiento  que  pone  límites  a  la 
«cultura  de  la  muerte» 

El  dolor,  cuando  es  asumido  con  fe  y  esperanza,  no  destruye  al 
ser  humano,  sino  que  contribuye  también  a  engrandecerlo.  La  fe 
en  Jesucristo  resucitado  nos  lo  dice  bien  claro  a  los  cristianos. 
Pero  la  fe,  como  no  es  ajena  a  la  entraña  más  íntima  del  ser  hu- 
mano, no  dice  algo  totalmente  incomprensible  para  quienes  no 
son  cristianos.  El  sufrimiento  puede  sumir  en  la  desesperación, 
pero  puede  también  desarrollar  en  quienes  lo  encaran  por  amor 
y  con  esperanza  capacidades  físicas  y  morales  insospechadas. 
Los  ejemplos  de  ello  son  incontables.  En  todo  caso  ¿no  se  com- 
prende que  quien  libra  con  gallardía  la  batalla  de  la  vida,  aun  en 
medio  del  sufrimiento,  está  solo  por  eso  siendo  de  incalculable 
utilidad  a  la  causa  de  la  dignidad  humana?  Ninguna  persona  es 
jamás  inútil.  Pero  quien  sostiene  su  vida  en  medio  del  sufri- 
miento es,  si  cabe,  útil  en  grado  sumo.  Su  actitud  íntegra  y  vale- 
rosa es  el  mejor  muro  de  contención  contra  la  marea  de  la  «cul- 
tura de  la  muerte». 

En  favor  de  una  muerte  buena  y  digna 

La  verdadera  compasión  es  la  caridad^  que  no  quita  la  vida 

La  aceptación  social  y  legal  de  la  eutanasia  no  es  un  buen  cami- 
no para  que  podamos  morir  bien  y  con  dignidad.  La  Iglesia  tra- 
baja en  favor  de  la  muerte  buena  y  digna.  El  ejemplo  de  la  ma- 
dre Teresa  de  Calculta  está  en  la  memoria  de  todos.  Muchas 
otras  personas  e  instituciones  católicas  han  trabajado  y  trabajan 
para  que  los  enfermos  y  los  ancianos  tengan  el  calor  humano  y 
la  asistencia  material  que  necesitan  hasta  el  último  momento  de 
su  vida.  La  fe  en  Jesucristo  que  la  madre  Iglesia  alumbra  en  no- 
sotros es,  en  definitiva,  la  mejor  ayuda  para  todos  y  cada  uno  de 


2 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


los  que  vamos  al  encuentro  de  la  muerte.  La  fe,  la  esperanza  y  la 
caridad  son  los  verdaderos  carrünos  hacia  la  muerte  buena  y 
digna.  Las  ciencias  humanas  lo  confirman  cuando  hablan  de 
que  el  moribundo  necesita  no  solo  una  atención  médica  pura- 
mente técnica,  sino  también  un  ambiente  humano,  la  cercanía  de 
sus  seres  queridos  y,  en  caso  necesario,  los  cuidados  paliativos 
que  le  permitan  aliviar  el  dolor  y  vivir  con  serenidad  el  final  de 
esta  vida.  La  verdadera  piedad  y  compasión  no  es  la  que  quita 
la  vida,  sino  la  que  la  cuida  hasta  su  final  natural.  En  cambio, 
quien  cediendo  a  una  falsa  compasión,  o  a  una  equivocada  idea 
de  progreso,  colabora  directamente  en  dar  muerte  a  alguien  se 
hace  cómplice  de  un  grave  mal  moral  y  contribuye  a  minar  los 
cimientos  de  la  convivencia  en  la  justicia.  A  nadie  se  le  puede 
obligar  a  esa  colaboración  inmoral.  En  su  caso,  sería  obligada  la 
objeción  de  conciencia. 

Urgencia  de  la  pastoral  familiar  de  los  enfermos 

Dado  que  los  avances  de  la  medicina  y  de  la  higiene  permiten 
hoy  que  las  personas  vivan,  con  cierta  frecuencia,  hasta  edades 
avanzadas,  no  son  pocos  los  casos  en  que  las  familias  cuentan 
con  ancianos  a  los  que  atender,  a  veces  en  situaciones  delicadas. 
Hay  que  ayudar  a  las  familias  a  cuidar  bien  a  sus  mayores.  A  ve- 
ces se  sienten  impotentes  para  afrontar  solas  determinadas  si- 
tuaciones. Animamos  a  todas  las  personas  e  instituciones  que  ya 
lo  hacen  a  seguir  adelante  con  su  meritoria  obra.  Exhortamos,  en 
particular,  a  los  pastores  y  a  las  comunidades  cristianas  a  no 
descuidar  las  tareas  que  ya  vienen  haciendo  en  este  sentido  y  a 
intensificarlas  en  cuanto  fuera  posible.  La  pastoral  de  los  enfer- 
mos, incluido  su  aspecto  sacramental,  ha  de  ayudar  a  las  fami- 
lias a  vivir  humana  y  espiritualmente  las  situaciones  difíciles. 
Estar  junto  a  los  que  sufren,  emplear  con  ellos  nuestro  tiempo  y 
nuestros  recursos  es  parte  ineludible  del  seguimiento  de  Cristo. 

Madrid,  19  de  febrero  de  1998 

Comisión  permanente  de  la  Conferencia  episcopal  española 


DCTOS,  DE  LA  SANTA  SEDE 


313 


Calendario  del  Año  santo  2000 


Diciembre  1 

24  viernes 


25  sábado 


999 


31  viernes 

Enero  2000 

1  sábado 


2  domingo 


6  jueves 


9  domingo 


Solemnidad  de  la  Navidad  del  Señor 
Basílica  de  San  Pedro 
Apertura  de  la  Puerta  santa 
Misa  de  Nochebuena 

Solemnidad  de  la  Navidad  del  Señor 
Basílicas  de  San  Juan  de  Letrán  y  de 
Santa  María  la  Mayor 
Apertura  de  la  Puerta  santa 
Misa  del  día 

Basílica  de  San  Pedro 
Bendición  «Urbi  et  orbi» 

Tierra  Santa 
Apertura  del  jubileo 

Iglesias  locales 
Apertura  del  jubileo 

Basílica  de  San  Pedro 

Vigilia  de  oración  para  el  paso  al  año  2000 


Solemnidad  de  Santa  María,  Madre  de  Dios 
Basílica  de  San  Pedro 
Santa  misa 

Jornada  mundial  de  la  paz 

II  domingo  después  de  Navidad 
Basílica  de  San  Pedro 
Jubileo  de  los  niños 

Solemnidad  de  la  Epifanía  del  Señor 
Basílica  de  San  Pedro 
Santa  misa 

Ordenaciones  episcopales 

Fiesta  del  Bautismo  del  Señor 
Santa  misa 

Celebración  del  sacramento  del  bautismo  de  niños 


314 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


18  martes 


25  martes 

28  viernes 

Febrero  2000 

2  miércoles 

9  miércoles 
11  viernes 


1 8  viernes 

20  domingo 
22  martes 


Inicio  de  la  Semana  de  oración  por  la  unidad 
de  los  cristianos 

Basílica  de  San  Pablo  extramuros 
Apertura  de  la  Puerta  santa 
Celebración  ecuménica 

Fiesta  de  la  Conversión  de  San  Pablo,  Apóstol 
Basílica  de  San  Pablo  extramuros 
Celebración  ecuménica  de  conclusión  de  la  Semana  de 
oración  por  la  unidad  de  los  cristianos 

Memoria  de  San  Efrén 

Basílica  de  Sta.  Cecilia  en  Trastévere 

Divina  liturgia  en  rito  siro-oriental  (caldeos  y  malabares) 


Fiesta  de  la  Presentación  del  Señor 
Basílica  de  San  Pedro 
Liturgia  de  la  luz  y  santa  misa 
Jubileo  de  la  vida  consagrada 

Memoria  de  San  Marón 

Basílica  de  Santa  María  la  Mayor 

Divina  liturgia  en  rito  siro-antioqueno  (maronitas) 

Memoria  de  Ntra.  Sra.  de  Lourdes 
Basílica  de  San  Pedro 
Santa  misa 

Celebración  del  sacramento  de  la  unción 
de  los  enfermos 

Jubileo  de  los  enfermos  y  de  los  agentes  sanitarios 

Memoria  del  beato  Angélico 
Basílica  de  Sta.  María  sobre  Minerva 
Jubileo  de  los  artistas 

Jubileo  de  los  diáconos  permanentes 

Solemnidad  de  la  Cátedra  de  San  Pedro,  Apóstol 
Basílica  de  San  Pedro 
Santa  misa 

Jubileo  de  la  Curia  romana 


25  viernes-  Congreso  sobre  la  recepción  del  concilio 

27  domingo  ecuménico  Vaticano  II 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


315 


Marzo  2000 

5  domingo 
8  miércoles 


9  jueves 


10  viernes 


1 1  sábado 


12  domingo 


16  jueves 


17  viernes 


18  sábado 


19  domingo 


20  lunes 


IX  domingo  del  tiempo  ordinario 
Basílica  de  San  Pedro 
Beatificación-Canonización 

Miércoles  de  Ceniza 

Procesión  penitencial  desde  la  Basílica  de  Santa 
Sabina  hasta  el  Circo  Máximo 
Santa  misa  e  imposición  de  la  ceniza 
Petición  de  perdón 

Basílica  de  San  Pablo  extramuros 
Adoración  eucarística 

Basílica  de  San  Juan  de  Letrán 
Vía  crucis  y  celebración  penitencial 

Basílica  de  Santa  María  la  Mayor 
Rezo  del  rosario 

I  domingo  de  Cuaresma 
Basílica  de  San  Juan  de  Letrán 

Rito  de  la  elección  y  de  la  inscripción  del  nombre  de  los 
catecúmenos 

Basílica  de  San  Pablo  extramuros 
Adoración  eucarística 

Basílica  de  San  Juan  de  Letrán 
Vía  crucis  y  celebración  penitencial 

Basílica  de  Santa  María  la  Mayor 
Rezo  del  rosario 

II  domingo  de  Cuaresma 
Basílica  de  San  Juan  de  Letrán 
Primer  escrutinio  de  los  catecúmenos 

Solemnidad  de  San  José,  esposo  de 

Santa  María  Virgen 
Jubileo  de  los  artesanos 


23  jueves 


Basílica  de  San  Pablo  extramuros 
Adoración  eucarística 


6 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


24  viernes 

25  sábado 

26  domingo 

30  jueves 

31  viernes 

Abril  2000 

1  sábado 

2  domingo 

6  jueves 

7  viernes 

8  sábado 

9  domingo 

10  lunes 


Basílica  de  San  Juan  de  Letrán 
Vía  crucis  y  celebración  penitencial 

Solemnidad  de  la  Anunciación  del  Señor 
Nazaret 

Basílica  de  la  Anunciación 

Celebración  litúrgica  en  conexión  con  la  basílica  de 
Santa  María  la  Mayor  y  los  principales  santuarios  mari- 
anos  del  mundo,  destacando  la  dignidad  de  la  mujer  a 
la  luz  de  la  misión  de  María  (Muliens  dignitatem) 

III  domingo  de  Cuaresma 
Basílica  de  San  Juan  de  Letrán 
Segundo  escrutinio  de  los  catecúmenos 

Basílica  de  San  Pablo  extramuros 
Adoración  eucarística 

Basílica  de  San  Juan  de  Letrán 
Vía  crucis  y  celebración  penitencial 


Basílica  de  Santa  María  la  Mayor 
Rezo  del  rosario 

IV  domingo  de  Cuaresma 
Basílica  de  San  Juan  de  Letrán 
Tercer  escrutinio  de  los  catecúmenos 

Basílica  de  San  Pablo  extramuros 
Adoración  eucarística 

Basílica  de  San  Juan  de  Letrán 
Vía  crucis  y  celebración  penitencial 

Basílica  de  Santa  María  la  Mayor 
Rezo  del  rosario 

V  domingo  de  Cuaresma 
Basílica  de  San  Juan  de  Letrán 

Rito  de  entrega  del  Símbolo  y  de  la  Oración  del  Señor 
a  los  catecúmenos 

Jubileo  de  los  inmigrantes,  refugiados  y  prófugos 


DCTOS   DE  LA  SANTA  SEDE 


13  jueves 

1 4  viernes 

1 5  sábado 

Semana  Santa 

16  domingo 

1 8  martes 

20  jueves 


21  viemes 


22  sábado 


23  domingo 


domingo 


Basílica  de  San  Pablo  extramuros 
Adoración  eucarística 

Basílica  de  San  Juan  de  Letrán 
Vía  crucis  y  celebración  penitencial 

Basílica  de  Santa  María  la  Mayor 
Rezo  del  rosano 


Domingo  de  Ramos 
Plaza  de  San  Pedro 

Conmemoración  de  la  entrada  del  Señor  en  Jerusalén 
y  santa  misa 

Martes  santo 
Basílicas  mayores 

Celebración  comunitaria  del  sacramento  de  la  peniten- 
cia con  absolución  individual 

Jueves  santo 
Basílica  de  San  Pedro 
Misa  crismal 

Basílica  de  San  Juan  de  Letrán 
Misa  «in  cena  Domini» 

Viemes  santo 
Basílica  de  San  Pedro 
Celebración  de  la  Pasión  del  Señor 

Coliseo 

Vía  crucis  solemne 

Sábado  santo 
Basílica  de  San  Pedro 

Vigilia  pascual  en  la  noche  santa;  (celebración  de  los 
sacramentos  de  la  iniciación  cristiana  de  los  adultos) 

Domingo  de  Pascua.  Resurrección  del  Señor 
Basílica  de  San  Pedro 
Misa  del  día 
Bendición  «Urbi  et  orbi» 

II  domingo  de  Pascua 

Basílica  de  San  Pancracio 

Misa  de  los  neo-bautizados  adultos 


318 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Mayo  2000 

1  lunes 

6  sábado 

7  domingo 

13  sábado 

14  domingo 


18  jueves 

20  sábado 

25  jueves 

26  viernes 

27  sábado 

28  domingo 


Memoria  de  San  José  Obrero 
Santa  misa 

Jubileo  de  los  trabajadores 

Basílica  de  Santa  María  la  Mayor 
Rezo  del  rosario 

III  domingo  de  Pascua 
Coliseo 

Conmemoración  ecuménica  por  los  «nuevos  mártires» 

Basílica  de  Santa  María  la  Mayor 
Rezo  del  rosario 

IV  domingo  de  Pascua 
Basílica  de  San  Pedro 
Santa  misa 

Ordenaciones  sacerdotales 

Jornada  mundial  de  oración  por  las  vocaciones 

80°  cumpleaños  del  Santo  Padre 
Plaza  de  San  Pedro 
Santa  misa 
Jubileo  del  clero 

Basílica  de  Santa  María  la  Mayor 
Rezo  del  rosario 

Jubileo  de  los  científicos 

Basílica  de  Sta.  María  de  los  Angeles 

Divina  liturgia  en  rito  alejandrino-etiópico  (Fiesta  de 

María,  Pacto  de  la  Misericordia) 

Basílica  de  Santa  María  la  Mayor 
Rezo  del  rosario 

VI  domingo  de  Pascua 
Santa  misa 

Jubileo  de  la  diócesis  de  Roma 


31  miércoles 


Vigilia  de  la  solemnidad  de  la  Ascensión  del  Señor 

Basílica  de  San  Pedro 

Primeras  vísperas  de  la  solemnidad 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


319 


Junio  2000 

1  jueves 

4  domingo 

10  sábado 

1 1  domingo 

18  domingo 

22  jueves 

25  domingo 
29  jueves 

Julio  2000 

2  domingo 

9  domingo 
16  domingo 


Solemnidad  de  la  Ascensión  del  Señor 
Basílica  de  San  Pedro 
Santa  misa 

VII  domingo  de  Pascua 
Santa  misa 

Jomada  mundial  de  las  comunicaciones  sociales 
Jubileo  de  los  periodistas 

Vigilia  de  la  solemnidad  de  Pentecostés 
Plaza  de  San  Pedro 
Vigilia  solemne 

Solemnidad  de  Pentecostés 
Basílica  de  San  Pedro 

Jornada  de  oración  por  la  colaboración  entre 
las  distintas  religiones 

Solemnidad  de  la  Santísima  Trinidad 

Basílica  de  San  Juan  de  Letrán 

Celebración  de  apertura  del  Congreso  eucarístico 

internacional 

Solemnidad  del  Santísimo  Cuerpo  y  Sangre  de  Cristo 
Basílica  de  San  Juan  de  Letrán 
Procesión  eucarística 

Clausura  del  Congreso  eucarístico  internacional 

Solemnidad  de  los  apóstoles  San  Pedro  y  San  Pablo 
Basílica  de  San  Pedro 

Santa  misa  e  imposición  de  palios  a  los  metropolitanos 


XIII  domingo  del  tiempo  ordinario 
Misa  estacional  del  jubileo 

XIV  domingo  del  tiempo  ordinario 
Celebración  jubilar  en  las  cárceles 

XV  domingo  del  tiempo  ordinario 
Misa  estacional  del  jubileo 


320 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


23  domingo 
30  domingo 

Agosto  2000 

5  sábado 

6  domingo 

14  lunes 

15  martes 


19  sábado- 

20  domingo 


27  domingo 


XVI  domingo  del  tiempo  ordinario 
Misa  estacional  del  jubileo 

XVII  domingo  del  tiempo  ordinario 
Misa  estacional  del  jubileo 


Vigilia  de  la  fiesta  de  Transfiguración  del  Señor 
Basílica  de  Santa  María  la  Mayor 
Vigilia  de  oración 

Fiesta  de  la  Transfiguración  del  Señor 
Basílica  de  San  Pablo  extramuros 
Segundas  vísperas  de  la  fiesta 

Vigilia  de  la  solemnidad  de  la  Asunción  de  la 
Santísima  Virgen  María 
Basílica  de  Santa  María  la  Mayor 
Rito  del  incienso  según  la  liturgia  copta 

Solemnidad  de  la  Asunción  de  la  Santísima 
Virgen  María 

Apertura  de  la  XV  Jornada  mundial  de  la  juventud 


XX  domingo  del  tiempo  ordinario 
Vigilia  de  oración  y  santa  misa 

Conclusión  de  la  XV  Jornada  mundial  de  la  juventud 
Jubileo  de  los  jóvenes 

XXI  domingo  del  tiempo  ordinario 
Misa  estacional  del  jubileo 


Septiembre  2000 


3  domingo 


8  viernes 


XXII  domingo  del  tiempo  ordinario 
Basílica  de  San  Pedro 
Beatificación-Canonización 

Fiesta  de  la  Natividad  de  la  Santísima  Virgen  María 
Celebración  solemne  para  recordar  el  nacimiento  de  la 
Madre  del  Señor,  en  relación  con  el-nacimiento  de 
Jesucristo,  nuestro  Salvador 


DCTOS.  DE  LA  SANTA  SEDE 


321 


10  domingo 

14  jueves 

15  viernes 
17  donningo 

24  domingo 

Octubre  2000 

1  domingo 

3  martes 

7  sábado 

8  domingo 


XXIIÍ  domingo  del  tiempo  ordinario 
Basílica  de  San  Pedro 
Santa  misa 

Jubileo  de  los  docentes  universitarios 

Fiesta  de  la  Exaltación  de  la  Santa  Cruz 

Desde  la  Basílica  de  la  Santa  Cruz  de  Jerusalén  hasta 

la  Basílica  de  San  Juan  de  Letrán 

Procesión  estacional 

Basílica  de  San  Juan  de  Letrán 

Vísperas  en  rito  armenio  y  rito  del  Antasdán 

Apertura  del  Congreso  mariano-mariológico 
internacional 

XXIV  domingo  del  tiempo  ordinario 
Jubileo  de  la  tercera  edad 

XXV  domingo  del  tiempo  ordinario 
Santa  Misa 

Conclusión  del  Congreso  mariano-mariológico 
internacional 


XXVI  domingo  del  tiempo  ordinario 

Fiesta  del  Pokrov  (protección  de  la  Madre  de  Dios) 
Basílica  de  Sta.  María  sobre  Minerva 
Divina  liturgia  en  rito  bizantino 

Jornada  del  diálogo  judeo-cristiano 

Memoria  de  Ntra.  Señora  del  Rosario  Rezo  del  rosario 
y  procesión  de  antorchas 

XXVII  domingo  del  tiempo  ordinario 
Basílica  de  San  Pedro 

Santa  misa 

Jubileo  de  los  obispos,  con  ocasión  de  la  X  Asamblea 
general  ordinaria  del  Sínodo  de  los  obispos 
Acto  de  consagración  del  nuevo  milenio  a  la  protección 
de  María 


14  sábado- 

15  domingo 


III  Encuentro  mundial  del  Santo  Padre  con  las  familias 


322 


15  domingo 


20  viernes- 
22  domingo 

21  sábado 


22  domingo 

28  sábado 

29  domingo 

31  martes 

Noviembre  2000 

1  miércoles 

2  jueves 

4  sábado 

5  domingo 

12  domingo 


XXVIII  domingo  del  tiempo  ordinario 
Plaza  de  San  Pedro 
Santa  misa 

Celebración  del  sacramento  del  matrimonio 
Jubileo  de  las  familias 


Congreso  misionero-misionológico  internacional 

Basílica  de  Santa  María  la  Mayor 
Reso  del  rosario 

XXIX  domingo  del  tiempo  ordinario 
Basílica  de  San  Pedro 

Santa  misa 

Jornada  mundial  de  las  misiones 

Basílica  de  Santa  María  la  Mayor 
Rezo  del  rosario 

XXX  domingo  del  tiempo  ordinario 
Estadio  Olímpico 

Santa  misa 

Jubileo  de  los  deportistas 

Vigilia  de  la  solemnidad  de  Todos  los  Santos 

Basílica  de  San  Pedro 

Primeras  vísperas  de  la  solemnidad 


Solemnidad  de  Todos  los  Santos 
Basílica  de  San  Pedro 
Beatificación-Canonización 

Conmemoración  de  Todos  los  Fieles  Difuntos 

Celebración  en  rito  ambrosiano 

XXXI  domingo  del  tiempo  ordinario 
Santa  misa 

Jubileo  de  los  responsables  de  la  cosa  pública 

XXXII  domingo  del  tiempo  ordinario 
Santa  misa 


DCTOS,  DE  LA  SANTA  SEDE 


323 


Jomada  de  agradecimiento  por  los  dones  de  la 
creación 

Jubileo  del  mundo  agrícola 

19  domingo  XXXIII  domingo  del  tiempo  ordinario 

Basílica  de  San  Pedro 
Santa  misa 

Jubileo  de  los  militares  y  de  la  policía 
21  martes  Fiesta  de  la  Presentación  de  la  Santísima  Virgen  María 

Basílica  de  Santa  María  en  Trastévere 
Divina  liturgia  en  rito  áiro-antioqueno 
(sirios  y  malankares) 

24  viernes  Apertura  del  Congreso  mundial  del  apostolado 

de  los  laicos 

26  domingo  Solemnidad  de  Nuestro  Señor  Jesucristo, 

Rey  del  Universo 
Basílica  de  San  Pedro 
Santa  misa 

Conclusión  del  Congreso  mundial  del  apostolado 
de  los  laicos 

Diciembre  2000 


2  sábado  Vigilia  del  I  domingo  de  Adviento 

Basílica  de  San  Pedro 
Primeras  vísperas 

3  domingo  I  domingo  de  Adviento 

Basílica  de  San  Pablo  extramuros 
Santa  misa 

8  viernes  Solemnidad  de  la  Inmaculada  Concepción 

de  la  Santísima  Virgen  María 
Basílica  de  Santa  María  la  Mayor 
Himno  Akáthistos 

10  domingo  II  domingo  de  Adviento 

Basílica  de  San  Juan  de  Letrán 
Santa  misa 


1 6  sábado 


Basílica  de  Santa  María  la  Mayor 
Celebración  en  rito  mozárabe 


324 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


17  domingo 

24  domingo 

25  lunes 

31  domingo 

Enero  2001 

1  lunes 

5  jueves 


III  domingo  de  Adviento 

Basílica  de  San  Pablo  extramuros 

Santa  misa 

Jubileo  del  mundo  del  espectáculo 

Solemnidad  de  la  Navidad  del  Señor 
Basílica  de  San  Pedro 
Misa  de  Nochebuena 

Solemnidad  de  la  Navidad  del  Señor 
Basílica  de  San  Pedro 
Misa  del  día 
Bendición  «Urbi  et  orbi» 

Basílica  de  San  Pedro 

Vigilia  de  oración  para  el  paso  al  nuevo  milenio 


Solemnidad  de  Santa  María,  Madre  de  Dios 
Basílica  de  San  Pedro 
Santa  misa 

Jornada  mundial  de  la  paz 

Vigilia  de  la  solemnidad  de  la  Epifanía  del  Señor 
Basílicas  de  San  Juan  de  Letrán,  Santa  María  la  Mayor 
y  San  Pablo  extramuros 
Santa  misa 

Clausura  de  la  Puerta  santa 


Tierra  Santa 
Clausura  del  jubileo 

Iglesias  locales 
Clausura  del  jubileo 


6  viernes 


Solemnidad  de  la  Epifanía  del  Señor 
Basílica  de  San  Pedro 
Clausura  de  la  Puerta  santa 


Documentos  de  lo 
Conferencio 
Episcopal 
Ecuatoriano 


1^ 


DCTOS.  DE  LA  CONFERENCIA  EPISCOPAL 


327 


Corrupción  y  Conciencia  Cristiano 

Carta  Pastoral  de  los  Obispos  del  Ecuador 

Ante  el  gravísimo  mal  de  la  corrupción,  en  cumplimiento  de 
nuestra  misión  pastoral,  nos  dirigimos  a  los  católicos  y  a  los 
hombres  y  mujeres  de  buena  voluntad  de  nuestra  Patria,  espe- 
cialmente a  los  que  administran  la  cosa  pública,  para  juntos  re- 
flexionar en  la  realidad  de  la  corrupción,  enjuiciarla  a  la  luz  de 
la  Palabra  de  Dios  y  de  la  Doctrina  Social  de  la  Iglesia  y  para 
descubrir  los  caminos  que  conducen  a  la  probidad  y  la  honra- 
dez, mediante  la  siembra  de  valores  morales  y  éticos  en  el  cora- 
zón de  la  gente  y  en  las  estructuras  sociales. 

La  Corrupción  una  realidad  doloroso 

La  corrupción  ha  acompañado  la  historia  de  la  humanidad,  pe- 
ro en  nuestros  días  ha  alcanzado  tales  extremos,  que  los  verbos 
derivados  de  su  significado  etimológico:  descomponer,  depra- 
var, dañar,  viciar,  pervertir,  sobornar  y  cohechar,  no  parecen  su- 
ficientes para  describir  plenamente  este  cáncer  de  la  sociedad, 
convertido  en  anticultura  generalizada. 

La  corrupción  constituye  un  fenómeno  político,  social  y  econó- 
mico a  nivel  mundial.  Es  un  mal  universal  que  corroe  las  socie- 
dades y  las  culturas;  se  vincula  con  otras  formas  de  injusticias  e 
inmoralidades,  provoca  crímenes  y  asesinatos,  violencia,  muer- 
te y  toda  clase  de  impunidad;  genera  marginalidad,  exclusión  y 
miedo  en  los  más  pobres,  mientras  utiliza  ilegítimamente  el  po- 
der en  su  provecho. 

Afecta  a  la  administración  de  justicia,  a  los  procesos  electorales, 
al  pago  de  impuestos,  a  las  relaciones  económicas  y  comerciales 
nacionales  e  internacionales,  a  la  comunicación  social.  Está  por 


328 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


igual  en  la  esfera  pública  como  en  la  privada;  y  una  y  otra  se  ne- 
cesitan y  complementan.  Se  liga  al  narcotráfico,  al  comercio  de 
armas,  al  soborno,  a  la  venta  de  favores  y  decisiones,  al  tráfico 
de  influencias,  al  enriquecimiento  ilícito. 

La  corrupción  refleja  el  deterioro  de  los  valores  y  virtudes  mo- 
rales, especialmente  de  la  honradez  y  de  la  justicia.  Atenta  con- 
tra la  sociedad,  el  orden  moral,  la  estabilidad  democrática  y  el 
desarrollo  integral  de  los  pueblos. 

El  que  la  corrupción  sea  un  mal  universal  no  puede  consolar  a 
los  ecuatorianos. 

Estamos  informados  de  la  alarmante  realidad  de  la  corrupción 
en  nuestro  país.  Innumerables  son  las  irregularidades  en  casi  to- 
das las  instituciones,  en  las  actividades  públicas  y  privadas,  pe- 
queñas y  grandes.  Hay  "abuso  de  poder,  tráfico  de  influencias, 
contratación  de  funcionarios  y  empleados  públicos  no  califica- 
dos, nepotismo,  coimas  obligatorias  en  la  contratación  pública, 
cobro  por  contrabandos,  aduanas  paralelas,  datos  falsificados, 
autorización  de  proyectos  sin  financiamiento,  evasión  tributa- 
ria, despilfarro  de  recursos  del  Estado  en  actos  personales  y  fa- 
miliares, complicidad  privada  con  la  corrupción  pública".  (Cfr. 
Comisión  Anticorrupción  -  Ecuador.  Informe  de  Actividades 
1998).  En  algunos  contratos  colectivos  se  llega  hasta  a  establecer 
derechos  hereditarios  en  puestos  de  trabajo,  contraviniendo  el 
principio  de  que  el  bien  del  pueblo  es  la  suprema  ley. 

Se  agrava  la  lepra  del  regionalismo,  otra  forma  de  corrupción. 
Una  mentalidad  empequeñecida,  en  vez  de  valorar  las  diferen- 
cias y  de  establecer  con  equidad  derechos  y  obligaciones,  corroe, 
también,  con  datos  parciales  la  solidaridad  de  la  Patria  común. 

Concluimos,  con  dolor,  que  en  Ecuador  la  corrupción  es  una 
plaga  endémica,  enquistada  en  instituciones  y  personas,  que  se 


DCTOS,  DE  LA  CONFERENCIA  EPISCOPAL 


329 


difunde  peligrosamente  en  todos  los  ánibitos  de  la  sociedad  glo- 
bal. Particularmente  sentimos  que  ella  afecta  a  los  pobres  y  a  los 
más  pobres  entre  los  pobres,  los  marginados  que  viven  en  la  mi- 
seria. 

Por  este  pecado  social  la  Patria  sufre  de  tristeza  y  desesperanza. 

Enjuiciamiento  bíblico,  doctrinal  y  moral 
1.  La  Palabra  de  Dios 

La  corrupción  es  consecuencia  del  pecado  original,  lamentable- 
mente presente  en  todos  los  tiempos,  también  en  el  pueblo  esco- 
gido de  Israel. 

Con  palabras  de  fuego  los  profetas  la  denunciaron  y  condena- 
ron: "Han  llegado  al  fondo  de  la  corrupción"  (Os.  9,9).  "Han  ma- 
drugado a  corromper  todas  sus  acciones"  (Sof.  3,7)  "Por  doquier 
hay  confusión,  sangre  y  muerte,  robo  y  fraude,  corrupción,  des- 
lealtad, agitación,  perjuicio"  (Sab.  14,  25-26). 

La  Sagrada  Escritura  es  particularmente  severa  para  condenar  el 
soborno  y  exigir  justicia  a  los  jueces. 

Condena  el  soborno:  "No  torcerás  el  derecho,  no  harás  acepción 
de  personas,  no  aceptarás  el  soborno,  porque  el  soborno  cierra 
los  ojos  de  los  sabios  y  corrompe  las  palabras  de  los  justos.  Jus- 
ticia, solo  justicia  has  de  buscar,  para  que  vivas  y  poseas  la  tie- 
rra que  Yaveh  tu  Dios  te  da"  (Deut.  16,  19-20). 

Amonesta  a  los  jueces:  "Mirad  lo  que  hacéis,  porque  no  juzgáis 
en  nombre  de  los  hombres,  sino  en  nombre  de  Yaveh,  que  está 
con  vosotros  cuando  administráis  justicia. . .  en  El  no  hay  iniqui- 
dad, ni  acepción  de  personas,  ni  soborno"  II  Cr.  19,6).  "Cada 
cual  ama  el  soborno...  al  huérfano  no  hacen  justicia  y  el  pleito 
de  la  viuda  no  llega  hasta  ellos..."  (Is.  1.  23-27). 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Claro  y  terminante  es  el  mandamiento  de  la  Ley  de  Dios:  "no  ro- 
barás". "Ni  los  ladrones,  ni  los  avaros,  ni  los  rapaces  heredarán 
el  Reino  de  Dios". 

El  Catecismo  de  la  Iglesia  Católica  explica  este  mandamiento. 
Está  prohibido  apoderarse  de  los  bienes  del  prójimo  o  perjudi- 
carlo de  cualquier  manera.  La  posesión  de  los  bienes  es  legítima 
para  garantizar  la  dignidad  y  la  libertad  de  las  personas  y  la  sa- 
tisfacción de  las  necesidades  fundamentales  de  todos. 

El  Catecismo  enseña  que  la  propiedad  privada  está  subordina- 
da al  bien  común.  Dios  ha  destinado  la  tierra  y  cuanto  contiene 
para  el  uso  de  todos  los  hombres;  en  consecuencia,  los  bienes 
creados  deben  llegar  a  todos  en  forma  equitativa,  bajo  la  égida 
de  la  justicia  y  la  caridad. 

Por  eso,  los  salarios  injustos,  la  especulación,  el  despilfarro,  el 
fraude  fiscal,  la  falsificación  de  cheques  y  facturas,  los  gastos  ex- 
cesivos son  actos  contrarios  al  mandamiento  de  Dios.  La  apro- 
piación indebida  de  los  bienes  comunes  es  robo  y  corrupción. 
(Cf.  Catecismo  ns.  1962,  2401,  2402,  2409).  Condenamos  como 
falsa  la  idea,  común  a  muchas  personas,  de  que  no  es  pecado 
apoderarse  de  los  bienes  de  instituciones  púbhcas. 

2.  Perspectiva  desde  la  Doctrina  Cristiana 

El  ambiente  de  corrupción  generalizada,  cuya  raíz  más  profun- 
da está  en  la  naturaleza  humana,  caída  bajo  el  peso  de  la  culpa 
original,  nos  hace  ver  la  urgencia  de  retornar  a  los  supremos  va- 
lores morales  y  religiosos 

"Del  corazón  del  hombre,  dice  Jesús,  proceden  los  malos  deseos, 
asesinatos,  adulterios,  inmoralidad  sexual,  robos,  mentiras, 
chismes".  (Mt.  15, 19).  El  condena  la  corrupción  de  los  fariseos  y 
proclama  en  el  Sermón  de  la  Montaña  las  Bienaventuranzas, 


DCTOS.  DE  LA  CONFERENCIA  EPISCOPAL 


331 


compendio  de  los  valores  opuestos  a  la  corrupción:  verdad, 
transparencia,  justicia,  paz,  misericordia. 

Juan  Pablo  II,  en  su  Encíclica  "Solidtudo  rei  socialis"  dice  que 
los  obstáculos  para  vencer  la  pobreza  no  son  técnicos,  sino  mo- 
rales. Y  cuando  los  individuos  y  las  instituciones  están  domina- 
dos por  el  afán  de  ganancia  y  la  sed  de  poder  a  cualquier  predo, 
las  consecuendas  para  los  más  débiles  son  fxmestas,  eUos  son  los 
perdedores  (Cf.  No.  35,  37  y  38). 

En  consecuenda  es  necesario  un  rearme  moral.  La  \  irtoria  sobre 
la  corrupción  exige  dos  cambios:  la  conversión  del  corazón,  que 
lleva  a  cada  hombre  a  hacer  suyos  los  valores  del  Evangelio  de 
Cristo,  V  el  cambio  de  estructuras. 

El  pecado  individual  da  lugar  a  las  estructuras  de  pecado  y  a  los 
mecanismos  per\-ersos,  a  los  que  repetidamente  hace  alusión 
Juan  Pablo  n  en  la  dtada  Endclica.  Se  trata,  según  el  Papa,  de 
"mecanismos  económicos,  finanderos  y  sodales,  los  cuales, 
aunque  manejados  por  la  voluntad  de  los  hombres,  fundonan 
de  modo  casi  automático,  hadendo  más  rígidas  las  situadones 
de  riqueza  de  los  unos  y  de  pobreza  de  los  otros"  (So.  16). 

Reconocer  las  estructuras  de  pecado  significa  tomar  condenda 
de  que  la  conversión  y  la  lucha  contra  la  corrupdón  deben  tam- 
bién alcarizar  esas  estructuras  para  cambiarlas  con  estructuras 
nuevas  de  equidad  y  solidaridad. 

Para  ello,  la  Iglesia  — comunidad  de  los  disdpulos  de  Jesús —  ha 
sido  enviada  al  mundo  como  sacramento  de  salvadón  y  signo 
del  amor  de  Dios  a  la  humanidad  y  en  cuanto  tal  debe  partid- 
par  en  el  combate  a  la  corrupción  en  el  corazón  de  cada  hombre 
y  en  el  corazón  de  la  sociedad.  La  Iglesia,  como  depositaria  v 
maestra  de  la  doctrina  de  Jesucristo,  proclama  los  mandatos  de 


332 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Dios,  denuncia,  a  tiempo  y  destiempo,  las  manifestaciones  y  raí- 
ces de  la  corrupción,  verdadera  endemia  universal,  e  ilumina 
con  la  luz  del  Evangelio  y  el  esplendor  de  la  verdad  las  acciones 
a  tomar. 

El  Papa  Pablo  VI,  en  su  Carta  Apostólica  "Evangeli  Nuntiandi", 
explica  así  la  tarea  de  la  Iglesia:  "Anunciar  el  Evangelio,  para 
transformar  con  él  los  criterios  de  juicio,  los  valores  determinan- 
tes, los  puntos  de  interés,  las  líneas  de  pensamiento,  las  fuentes 
inspiradoras  y  los  modelos  de  vida  de  la  humanidad  que  están 
en  contraste  con  la  Palabra  de  Dios  y  con  el  designio  de  salva- 
ción" (E.N.  19),  como  es  el  caso  de  la  corrupción. 

"La  Iglesia  evangeliza  cuando,  por  la  sola  fuerza  divina  del 
mensaje  que  proclama,  trata  de  convertir  al  mismo  tiempo  la 
conciencia  personal  y  colectiva  de  los  hombres,  la  actividad  en 
la  que  ellos  están  comprometidos,  su  vida  y  ambientes  concre- 
tos" (E.N.  14). 

En  efecto,  la  Iglesia  fundada  por  Cristo  no  se  limita  a  iluminar  y 
transformar  el  interior  de  las  personas,  ni  se  queda  en  expresio- 
nes puramente  culturales.  Ella  está  constituida  como  una  comu- 
nidad orgánica  de  personas  humanas  que  con  la  fe  potencian  su 
dimensión  social.  Los  cristianos,  especialmente  los  seglares,  no 
pueden  — sin  traicionar  las  exigencias  fundamentales  de  su  fe — 
renunciar  a  una  presencia  vital  en  la  sociedad.  "La  conducta  so- 
cial es  parte  integrante  del  seguimiento  de  Cristo"  decían  los 
obispos  en  la  Conferencia  de  Puebla  (DP.  19). 

Los  seglares  que  profesan  la  fe  cristiana  deben  rechazar  la  tesis 
de  que  la  moral  evangélica  es  incompatible  con  la  práctica  polí- 
tica y  deben  más  bien  aplicar  en  el  terreno  de  lo  político  el  mo- 
delo de  vida  expresado  en  las  Bienaventuranzas.  En  medio  del 
mundo  político  el  cristiano  debe  dar  testimonio  de  esos  valores 


DCTOS.  DE  LA  CONFERENCIA  EPISCOPAL  ^^^H 

extensamente  enumerados  por  Juan  Pablo  II  en  su  Exhortación 
Apostólica  titulada  Christifideles  Laici:  "Libertad,  justicia,  soli- 
daridad, dedicación  leal  y  desinteresada  al  bien  de  todos,  senci- 
llo estilo  de  \'ida,  amor  preferencial  por  los  pobres"  (No.  42). 

Son  las  virtudes  que  han  de  caracterizar  el  comportamiento  per- 
sonal del  cristiano  comprometido  en  la  actividad  pública,  son 
los  criterios  para  determinar  la  coherencia  de  la  fe  con  la  vida. 
Por  eso  los  que  preconizan  o  practican  conductas  incompatibles 
con  los  ideales  del  Evangelio  no  pueden  contar  con  la  colabora- 
ción de  los  católicos.  Es  un  criterio  a  tener  presente  especialmen- 
te a  la  hora  en  que  hemos  de  elegir  los  mandatarios  y  represen- 
tantes de  nuestro  pueblo. 

3.  La  Evangelización  antídoto  de  la  corrupción 

Cuando  los  individuos  y  las  instituciones  pierden  su  norte, 
cuando  la  brújula  de  la  humanidad  enloquece,  cuando  desapa- 
recen los  puntos  de  referencia  y  los  valores,  nace  la  corrupción 
que  luego  crece  en  tierra  abonada. 

Entonces  la  Evangelización  se  presenta  como  el  mejor  antídoto 
para  combatir  esta  plaga  de  la  humanidad.  "La  superación  de  la 
corrupción,  dice  Pablo  VI,  se  realiza  en  la  Evangelización  de  la 
cultura,  que  ha  de  conducir  necesariamente  a  la  conversión  de 
cada  persona  y  de  la  sociedad  en  una  interacción  maravillosa 
que  otorga  a  la  familia  un  puesto  preferencial  en  la  educación  de 
las  nuevas  generaciones"  (EN  20). 

Juan  Pablo  II  en  el  documento  sobre  el  "Esplendor  de  la  Verdad" 
nos  enseña  que  "en  el  ámbito  político  se  debe  comprobar  que  la 
veracidad  en  las  relaciones  entre  gobernantes  y  gobernados,  la 
transparencia  en  la  administración  pública,  la  imparcialidad  en 
el  servicio  de  la  cosa  pública,  el  respeto  de  los  derechos  de  los 
adversarios  políticos,  la  tutela  de  los  derechos  de  los  acusados 


334 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


contra  procesos  y  condenas  sumarias,  el  uso  justo  y  honesto  del 
dinero  público,  el  rechazo  de  medios  equívocos  o  ilícitos  para 
conquistar,  mantener  o  aumentar  A  cualquier  costo  el  poder,  son 
principios  que  tienen  su  base  fundamental  en  el  valor  trascen- 
dente de  la  persona"  (V.S.  101). 

"En  cualquier  campo  de  la  vida  personal,  familiar,  social  y  polí- 
tica, la  moral  — que  se  basa  en  la  verdad  y  a  través  de  ella  se  abre 
a  la  auténtica  libertad- —  ofrece  un  servicio  original,  insustituible 
y  de  enorme  valor,  no  solo  para  cada  persona  y  para  su  creci- 
miento en  el  bien,  sino  también  para  la  sociedad  y  su  verdadero 
desarrollo"  (V.S.  101). 

4.  La  conciencia  voz  de  Dios,  juez,  testigo  y  acusador 

Enjuiciamos  el  gravísimo  mal  de  la  corrupción  a  la  luz  de  los 
principios  cristianos  que  deben  regir  una  conciencia  recta  y  de- 
bidamente informada.  A  este  respecto  el  Catecismo  de  la  Iglesia 
Católica  nos  enseña: 

La  dignidad  de  la  persona  humana,  imagen  y  semejanza  de 
Dios,  está  enraizada  en  su  corazón.  Por  sus  actos  deliberados  la 
persona  se  conforma  o  no  a  Dios,  que  es  amor;  y  esta  conforma- 
ción es  atestiguada  por  la  conciencia  moral"  (Cf.  1700). 

"La  conciencia  es  una  ley  de  nuestro  espíritu  que  nos  da  órde- 
nes, significa  responsabilidad  y  deber,  temor  y  esperanza" 
(1778). 

"La  libertad  hace  al  hombre  un  sujeto  moral,  convirtiéndole  en 
padre  de  sus  actos.  Los  actos  realizados  libremente,  tras  un  jui- 
cio de  conciencia,  pueden  ser  calificados  moralmente  como  bue- 
nos o  malos"  (1749). 

De  acuerdo  a  la  inspiración  doctrinal,  la  propia  conciencia  que 
es  la  voz  de  Dios,  es  a  la  vez  juez,  testigo  y  acusador,  enjuicia  los 


DCTOS.  DE  'uA  CONFERENCIA  EPISCOPAL 


335 


actos  de  corrupción.  Quienes  cometen  actos  de  corrupción  están 
obrando  contra  la  recta  conciencia  y  los  principios  cristianos  por 
atentar  contra  las  personas  y  los  bienes  de  sus  hermanos. 

Apremiante  llamado  pastoral 

A  la  luz  de  estas  enseñanzas  y  angustiados  por  una  realidad  de 
pecado  que  puede  precipitar  al  país  en  abismos  jamás  pensados, 
nosotros  obispos  de  la  Iglesia  Católica,  invitamos  — suplica- 
mos—  a  todos  los  hombres  y  mujeres  de  buena  voluntad,  parti- 
cularmente a  los  católicos,  a  emprender  una  campaña  de  lucha 
contra  la  corrupción  y  de  educación  para  la  honestidad. 

Nosotros  mismos,  urgidos  por  nuestra  misión  de  pastores,  co- 
rresponsales del  destino  moral  de  nuestra  sociedad,  junto  a 
nuestros  sacerdotes  y  a  quienes  han  consagrado  su  vida  a  Dios, 
queremos  comprometemos  en  ello,  con  el  ejemplo  y  la  palabra. 
La  Iglesia,  como  sabemos,  es  la  comunidad  de  todos  los  que  por 
el  bautismo  participamos  de  la  vida  de  Cristo. 

Los  seglares  tienen  la  responsabilidad  principal  de  organizar  la 
sociedad,  de  manera  que  esta  sea  huella  de  Cristo  y  facilite  a  las 
personas  ser  felices,  viviendo  como  hijos  de  Dios  y  hermanos  de 
los  hombres. 

Está  fuera  del  campo  de  nuestra  responsabilidad  el  ofrecer  rece- 
tas. Confiando  en  la  capacidad,  experiencia  y  decisión  política 
de  los  seglares,  esperamos  que  concretícen  y  hagan  realizables 
las  siguientes  orientaciones: 

•  Fortalecer  los  valores  morales,  éticos,  cívicos  y  solidarios  de 
nuestra  sociedad  a  través  de  la  familia,  célula  básica  de  la  so- 
ciedad; los  centros  educativos,  los  medios  de  comunicación 
social,  los  partidos  políticos,  las  parroquias,  los  gremios  pro- 
fesionales y  de  trabajadores.  Fomentando  el  patriotismo  y  los 


336 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


deberes  cívicos  y  en  la  práctica  de  la  honradez,  la  justicia  so- 
cial, el  respeto  mutuo,  la  solidaridad  y  el  amor  fraterno. 

•  Respaldar  las  iniciativas  orientadas  a  prevenir,  combatir  y 
desarraigar  la  corrupción:  leyes  severas,  ratificación  de  con- 
venios internacionales  sobre  estos  asuntos,  comisiones  de 
control  civil  de  la  corrupción  y  comités,  organizaciones  y  pro- 
gramas orientados  a  tal  fin. 

•  Trabajar  para  que  se  garantice  efectivamente  el  derecho  de  to- 
do ciudadano  a  la  seguridad,  contra  toda  forma  de  violencia, 
delincuencia  y  atentado  a  sus  derechos. 

•  Instar  a  los  organismos  oficiales  de  control  para  que  actúen 
con  fortaleza  e  independencia  de  todo  influjo  político. 

•  Aprovechar  el  recurso  del  voto  libre  y  consciente  para  elegir 
los  mejores  gobernantes.  Aprovechemos  que  el  voto  es  secre- 
to, para  actuar  libres  de  presiones  y  compromisos  eligiendo  a 
los  que  sepamos  más  capaces  de  servir  al  bien  de  todos  y  no 
solo  de  un  grupo. 

•  Exigir  al  Estado  v  a  sus  diversas  funciones: 

Que  la  educación  hacia  la  honradez  y  la  probidad  sea  polí- 
tica de  Estado.  Para  ello  debe  implementarse  en  los  progra- 
mas educativos  el  área  de  valores  y  dar  paso  a  la  total  pues- 
ta en  práctica  de  la  "Ley  de  Libertad  Educativa  de  las  Fami- 
lias del  Ecuador"  que  permita  la  enseñanza  de  éhca  y  religión 
en  todos  los  centros  educativos.  Ante  el  desalentador  panora- 
ma de  la  corrupción  nadie  puede  ya  dudar  de  la  bondad  de 
esta  ley. 

Que  el  derecho  de  los  ecuatorianos  a  vivir  y  desarrollar  sus 
actividades,  de  acuerdo  a  las  normas  éticas,  en  un  ambiente 


DCTOS,  DE  LA  CONFERENCIA  EPISCOPAL 


33 


libre  de  corrupción,  sea  plenamente  respetado  y  conste  en  la 
legislación. 

Que  la  administración  de  Justicia  — por  la  probidad  y  recti- 
tud de  los  jueces  y  de  sus  actos —  recobre  la  confianza  de  los 
ciudadanos  y  destierre  toda  forma  de  impunidad. 

Que  la  ley  y  las  autoridades  electorales  garanticen  la  trans- 
parencia de  los  gastos  de  las  campañas  electorales  y  de  sus 
fuentes  así  como  el  derecho  a  la  información  sobre  estos 
asuntos. 

Que  los  servidores  públicos  cumplan  con  el  deber  de  hacer 
declaración  jurada  de  sus  bienes  y  rentas  así  como  de  sus 
fuentes.  Esta  declaración  será  suficiente  para  establecer  las 
responsabilidades  de  esos  servidores. 

Que  la  prohibición  de  nepotismo  y  la  obligación  de  contra- 
tar únicamente  a  personal  calificado  para  el  cargo  a  desempe- 
ñar sean  efectivas. 

Que  la  administración  respete  el  derecho  de  acceder  a  lo 
que  es  información  pública  y  a  recibir  una  pronta  resolución 
de  las  peticiones. 

Que  los  nombramientos  de  la  función  pública  se  basen  en 
méritos  personales,  que  los  salarios  sean  competitivos,  que  se 
den  estímulos  adecuados  a  los  servidores  honrados  y  eficien- 
tes. 

Que  la  legislación  prevea  que  las  acciones  y  penas  por  deli- 
tos de  corrupción  no  prescriban  nunca  o  al  menos  admitan 
un  largo  tiempo  antes  de  prescribir. 


338 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


•  Exigir  a  los  partidos  políticos  que  sean  sólidos,  modernos, 
participativos,  transparentes  y  promotores  de  la  democracia, 
lejos  de  todo  populismo  y  demagogia.  Si  buscan  el  bien  co- 
mún y  están  guiados  por  una  ideología,  no  pueden  ser  tan 
numerosos. 

•  Pedir  a  los  medios  de  comunicación  social  que  ejerciten  su 
función  cívica  de  orientar  la  opinión  pública  hacia  la  honesti- 
dad y  los  valores  morales  y  que  desechen  todo  lo  que  lleve  al 
fomento  del  escándalo,  la  maledicencia,  la  violencia  y  las  ba- 
jas pasiones,  incompatibles  con  la  dignidad  humana. 

Invocación  final 

Portadores  de  fe  y  esperanza,  emitimos  nuestra  carta  pastoral  en 
este  tiempo  pascual  en  que  celebramos  a  Cristo  resucitado, 
nuestra  confianza,  nuestra  vida  y  nuestra  esperanza.  El  nos  lla- 
ma y  nos  dice:  "Vengan  a  mí  todos  los  que  están  fatigados  y  ago- 
biados, yo  los  aliviaré"  llamarnos  en  estos  días  nos  ilumina  y 
alienta  a  abrirnos  a  El,  ejercitando  nuestra  capacidad  de  refle- 
xión y  nuestra  libertad  responsable,  para  influir  con  nuestro  vo- 
to en  el  futuro  del  país. 

Tenemos  confianza  en  el  pueblo  al  que  nos  pertenecemos.  Los 
ecuatorianos  hemos  manifestado  a  través  de  la  historia  nuestras 
debilidades,  pero  también  nuestras  cualidades:  afán  de  trabajo, 
capacidad  de  recuperación  de  los  valores  y  anhelo  de  contar  con 
una  sociedad  y  un  estado  marcados  por  la  honradez. 

Nuestra  fe  cristiana  es  trascendente.  Buscamos,  no  solo  los  bie- 
nes de  esta  tierra,  sino  fundamentalmente  los  bienes  eternos. 
Nos  sentimos  hijos  del  mismo  Padre  de  los  cielos, 

"Hermanos  en  Jesús,  unidos  en  el  Espíritu  y 
entre  nosotros  no  cabe  sino  la  ley  del  amor, 
fundamento  de  toda  la  moral  cristiana". 


DCTOS  uí  lA  conferencia  episcopal 


Por  consiguiente,  entre  nosotros  no  debe  haber  lugar  para  la  co- 
rrupción, porque  solo 


"el  que  siembra  en  el  Espíritu, 
del  Espíritu  coseduirá  vida  eterna. 
No  nos  cansemos  de  obrar  el  bien, 
que  a  su  tiempo  nos  vendrá  la  cosecJia, 
si  no  desfallecemos"  (Gál.  6,9). 


La  Eucaristía  que  celebramos  cada  día  nos  recuerde  y  nos  de 
fuerza  para  llegar  a  la  meta,  que  debemos  alcartzar  en  la  tierra: 
hacer  del  mimdo  entero  vma  mesa  de  pan  compartido. 

María,  que  nos  recuerda  que  Dios  es  Padre  y  que,  por  lo  mismo, 
se  alegra  con  el  bien  de  sus  hijos,  nos  acompañe  especialmente 
en  estos  días  en  que  los  ecuatorianos  tenemos  la  responsabili- 
dad de  influir  en  el  futuro  de  nuestro  Pueblo. 

Quito,  mayo  22  de  1998 
-i-Cardenal  Bemardino  Echeverría  R.,OFM  +José  Mario  Ruiz  Navas 


Presidente  de  Honor  de  la 
Conferencia 
Episcopal  Ecuatoriana 


Arzobispo  de  Portoviejo 
Presidente  de  la  Conferencia 
Episcopal  Ecuatoriar» 


+Vicente  Cisneros  Durán 
Ot)ispo  de  Ambato 
Vicepresidente  de  la  Conferencia 
Episcopal  Ecuatoríar^ 


+Antonio  González  Zumárraga 
Arzobispo  de  Quito  y 
Primado  del  Ecuador 


-KJuan  Larrea  Holguín 
Arzobispo  de  Guayaquil 


-t-Luis  Alberto  Luna  Tobar.  OCD 
Arzobispo  de  Cuenca 


+Luis  Alfredo  Carvajal 
Obispo  Emérito  de  Portoviejo 


-Gemían  Pavón  Puente 
Obispo  de  Tulcán 


+Gabnel  Díaz  Cueva 
Obispo  Auxiliar  de  Guayaquil 


+Olindo  Spagnolo,  MCCJ 
OtHspo  Auxiliar  de  Guayaquil 


340 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


+Raúl  Vela  Chiriboga 
Obispo  Castrense  del  Ecuador 

+Raúl  López  Mayorga 
Obispo  de  Latacunga 


+Julio  Parise,  CDJ 
Obispo  Vicario  Apostólico 
Emérito  del  Ñapo 

+Hugolino  Cerasuolo,  OFM 
Obispo  de  Lója 

+Teodoro  Arroyo  Robelly,  SDB 
Obispo  Vicario  Apostólico 
Emérito  de  Méndez 

+Néstor  Herrera  Heredia 
Obispo  de  Máchala 

+Víctor  Corral  Mantilla 
Obispo  de  Riobamba 

+Seratín  Cartagena.  OFM 
Obispo  Vicario  Apostólico  de  Zamora 

+Emilio  L.  Stehie 
Obispo  de  Santo  Domigno  de  los 
Colorados 

+Gonzalo  López  Marañón,  OCD 
Obispo  Vicario  Apostólico  de 
Sucumbíos 

+Eugenio  Arellano,  MCCJ 
Obispo  Vicario  Apostólico  de 
Esmeraldas 

+Manuel  Valarezo.  OFM 
Obispo  Prefecto  Apostólico  de 
Galápagos 

+Antonio  Arregui  Y. 
Obispo  de  Ibarra 
Secretario  General  de  la  Conferencia 
Episcopal  Ecuatoriana 


+Víctor  Maldonado,  OFM 
Obispo  Auxiliar  de  Guayaquil 

+Jesús  Esteban  Sádaba,  OFM  CAP 
Obispo  Vicario  Apostólico  de 
Aguarico 

+Címaco  Zaráuz 
Obispo  de  Azogues 

+Miguel  Angel  Aguilar 
Obispo  de  Guaranda 

+Frumencio  Escudero  Arenas 
Obispo  Vicario  Apostólico 
del  Puyo 

+Francisco  Vera 
Obispo  Auxiliar  de  Portoviejo 

+Pedro  Gabrielli,  SDB 
Obispo  Vicario  Apostólico  de 
Méndez 

+Lorenzo  Voltolini 
Obispo  Auxiliar  de  Portoviejo 

+Carlos  Altamirano  A. 
Obispo  Auxiliar  de  Quito 


+Jesús  Martínez  de  Esquerecocha 
Obispo  de  Babahoyo 


+Paolo  Mietto,  CSJ 
Obispo  Vicario  Apostólido  del 
Ñapo 

+Julio  Terán  Dutari,  SJ 
Obispo  Auxiliar  de 
Quito 

+Mons.  José  Vicente  Eguiguren  S. 
Secretario  General  Ajunto  de  la 
Conferfencia  Episcopal 
Ecuatoriana 


DCTOS.  DE  LA  CONFERENCIA  EPISCOPAL 


Comunicado  del  Consejo  permanente  de 
la  Conferencia  Episcopal  Ecuatoriana 

Respetar  la  Dignidad  y  discutir  programas 

La  primera  etapa  de  la  campaña  electoral,  que  esperamos  nos 
guíe  a  una  democracia  participativa,  ha  terminado. 

Uno  de  los  dos  candidatos  preferidos  por  la  mayoría  — el  Doc- 
tor Jamil  Mahuad  o  el  Abogado  Alvaro  Noboa —  va  ser  nuestro 
Presidente;  uno  de  los  dos  va  a  representar  a  Ecuador,  nacional 
e  intemacionalmente.  Uno  de  los  dos  tendrá  la  tarea  de  guiar- 
nos, no  solo  por  medio  de  sus  decisiones,  sino  también  con  la 
imagen  de  su  personalidad  y  con  su  ejemplo. 

El  bien  y  dignidad  de  la  Patria  exigen  que  el  elegido  llegue  a  tan 
alta  responsabilidad  sin  sombra  alguna,  que  disminuya  su  cre- 
dibilidad interna  y  el  prestigio  internacional  del  país. 

Es  derecho  y  responsabilidad  de  todos  los  ecuatorianos  el  cono- 
cer la  personalidad  de  los  candidatos,  enfatizando  sus  cualida- 
des. No  sugerimos  ocultar  posibles  graves  defectos  cívicos,  que 
demuestren  la  menor  capacidad  de  ejercer  la  más  alta  magistra- 
tura; pero  hay  que  denunciarlos,  solo  si  se  tienen  pruebas  evi- 
dentes. Dejar  flotando  calurrmias  sería  acción  claramente  anti- 
patriótica. 

La  campaña  electoral  debe  consistir  en  la  exposición  clara  de 
planes  y  programas  reales,  especialmente,  acerca  de  la  educa- 
ción, clave  del  futuro,  de  la  salud,  la  vivienda,  la  creación  de 
puestos  de  trabajo,  la  defensa  de  la  vida  frente  a  los  condiciona- 
mientos economicistas,  la  coordinación  entre  el  indispensable 
aumento  de  producción  y  la  mejor  distribución,  las  medidas  a 


342 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


corto  y  largo  plazo  para  suprimir  el  cáncer  de  la  corrupción,  la 
reconstrucción  ágil  y  honesta  de  la  Costa  ecuatoriana. 

Lo  que  más  importa  es  una  exposición  clara  y  precisa  de  lo  que 
va  a  realizar  cada  candidato,  cómo  y  con  qué  colaboradores;  im- 
porta la  firmeza  de  las  garantías  de  cumplir  sus  ofrecimientos. 
El  debate  o  la  exposición  de  programas  y  garantías  de  cumpli- 
miento es  indispensable. 

La  campaña  electoral  ha  de  ser  una  escuela  de  civismo,  entendi- 
do como  respeto  de  la  dignidad  de  las  personas,  especialmente 
de  los  pobres,  a  los  que  no  hay  que  ofrecer  lo  que  se  sabe  que  no 
se  cumplirá.  Civismo  entendido  como  integración  de  derechos  y 
responsabilidades  de  las  personas  y  de  las  regiones.  Fomentar  la 
pasión  regionalista  sería  signo  de  indignidad  para  presidir  a  to- 
dos los  ecuatorianos. 

Los  candidatos  en  la  primera  etapa  de  la  contienda  no  utilizaron 
como  arma  la  negociación  de  paz  con  el  Perú.  Confiamos  que  es- 
ta misma  conducta  continúe  hasta  el  final,  para  preservar  el  ne- 
cesario ambiente  de  serenidad. 

Jornada  de  Oración 

Junio  es  el  mes  consagrado  a  los  Sagrados  Corazones  de  Jesús  y 
de  María.  Pedimos  que  en  todos  los  templos  del  Ecuador,  el  do- 
mingo 21  de  junio,  se  eleven  plegarias  a  Jesús,  Príncipe  de  la  Paz 
y  a  su  Santa  Madre  para  que  nos  mantengan  abiertos  al  don  de 
la  paz  interna  y  externa,  base  indispensable  para  el  desarrollo  de 
nuestra  Patria. 


i 


Documentos 
Arquidiocesanos 


I 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


345 


La  formación  litúrgica  de  los  mir^istros  de  la 
Iglesia  y  la  situación  del  Arte  Sagrado  en 
América  Latina  y  el  Caribe 

"Felipe  le  dice  a  Jesús:  Señor,  muéstranos  al  Padre  y  nos  basta.  Le  dice 
Jesús:  ¿Tanto  tiempo  estoy  con  vosotros  y  no  me  conocéis,  Felipe?.  El 
que  me  ha  visto  a  mí,  ha  visto  al  Padre.  (Jn  14,  8-9) 

Muy  estimados  hermanos  Obispos  Presidentes  y  Secretarios  Eje- 
cutivos de  las  Comisiones  Nacionales  de  Liturgia  de  América 
Latina  y  el  Caribe;  estimados  hermanas  y  hermanos  en  el  Señor: 

Con  esta  Eucaristía  que  celebramos,  en  esta  histórica  iglesia  de 
San  Francisco  de  la  ciudad  de  Quito,  en  esta  fiesta  de  los  após- 
toles Santos  Felipe  y  Santiago,  iniciamos  este  Encuentro  intera- 
mericano de  las  Comisiones  Nacionales  de  Liturgia  de  América 
Latina  y  el  Caribe.  Encuentro  convocado  por  el  Departamento 
de  Liturgia  del  Consejo  Episcopal  Latinoamericano,  para  tratar 
sobre  "La  formación  litúrgica  de  los  ministros  de  la  Iglesia  y  so- 
bre la  situación  del  Arte  Sagrado  en  América  Latina  y  el  Cari- 
be". 

En  el  pasaje  del  Evangelio  según  San  Juan,  que  se  proclama  en 
esta  fiesta,  después  de  que  Jesús  se  declara  ante  sus  apóstoles 
como  El  camino,  la  verdad  y  la  vida  y  añade  "Nadie  va  al  Padre  si- 
no por  mí"  (Jn  14,  7).  "Si  me  conocéis  a  mí,  conoceréis  también 
a  mi  Padre".  Ya  que  tanto  les  ha  hablado  del  Padre,  Felipe  le  di- 
ce a  Jesús:  "Señor,  muéstranos  al  Padre  y  nos  basta".  Entonces 
Jesús  se  declara  idéntico  al  Padre,  más  aún  se  declara  como  ima- 
gen visible  del  Padre  y  les  dice:  ¿Tanto  tiempo  estoy  con  voso- 
tros y  no  me  conoces,  Felipe?.  El  que  me  ha  visto  a  mí,  ha  visto 
al  Padre  (Jn  14,  8).  ¿No  crees  que  yo  estoy  en  el  Padre  y  el  Padre 
está  en  mí?  Creedme;  yo  estoy  en  el  Padre  y  el  Padre  está  en  mí. 


346 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Con  esta  declaración,  Jesucristo  se  nos  presenta  como  el  Sacra- 
mento radical  de  Dios,  o  Sacramento  del  Padre.  Tomamos  en  es- 
te caso  la  palabra  Sacramento  como  el  "Signo  sensible  o  símbo- 
lo, que  por  disposición  divina  significa  o  representa  una  reali- 
dad misteriosa  y  más  aún  nos  la  hace  presente  en  favor  nuestro, 
para  nuestra  salvación  y  santificación". 

El  Dios  vivo  y  verdadero.  Padre  de  nuestro  Señor  Jesucristo,  es 
una  realidad  misteriosa  y  trascendente  que  solo  se  nos  da  a  co- 
nocer y  se  nos  comunica  por  el  signo  sensible  de  la  naturaleza 
humana  de  Jesucristo.  Cuando  el  Hijo  de  Dios  asumió  nuestra 
naturaleza  humana  por  el  misterio  de  la  Encarnación,  en  el  seno 
virginal  de  María  Santísima  por  obra  del  Espíritu  Santo,  se  hizo 
visible  y  sensible  ante  los  hombres;  más  precisamente  se  hizo 
signo  sensible  que  hizo  presente  entre  los  hombres  al  Dios  invi- 
sible. En  Jesucristo  el  Dios  invisible  se  hizo  presente  y  visible  en- 
tre los  hombres  de  la  Palestina  con  los  cuales  trató  Jesucristo.  En 
Jesucristo  los  apóstoles  vieron,  palparon  a  Dios  y  trataron  con  él. 
Quien  vio  a  Jesucristo,  vio  al  Padre,  por  eso  Jesucristo  es  el  Sa- 
cramento de  Dios,  es  el  Sacramento  del  Padre. 

Cuando  Jesucristo  por  su  misterio  pascual  realizó  la  obra  de  la 
redención  humana  y  por  la  ascensión  subió  al  cielo  para  partici- 
par de  la  gloria  del  Padre,  se  hizo  invisible  para  los  hombres  que 
peregrinamos  en  este  mundo.  Sin  embargo,  él  siguió  permane- 
ciendo con  nosotros  hasta  el  fin  del  mundo.  Jesucristo  resucita- 
do continuó  estando  presente  y  actuante  en  este  mundo  para  se- 
guir realizando  la  salvación  de  los  hombres  por  medio  de  su 
Cuerpo  mísrico  que  es  la  Iglesia,  la  comunidad  cristiana.  Por 
tanto,  la  Iglesia,  como  comunidad  visible  de  los  redimidos,  es 
actualmente  el  Sacramento  de  Cristo.  La  Iglesia  es  signo  sensi- 
ble de  la  presencia  de  Jesucristo  y  de  su  acción  permanente  pa- 
ra la  salvación  de  los  hombres. 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


347 


Y  en  la  Iglesia,  los  siete  sacramentos  son  signos  sensibles  de  la 
acción  o  acciones  salvífícas  que  Jesucristo  sigue  realizando  en 
favor  Qc  los  hombres,  pero  por  medio  de  su  Cuerpo  místico,  que 
es  la  Iglesia,  para  comunicamos  su  vida  divina,  que  nos  santifi- 
ca y  nos  salva. 

Por  tanto,  para  realizar  la  gran  obra  de  la  salvación  en  favor  de 
todos  los  hombres  de  todos  los  tiempos.  Cristo  está  siempre  pre- 
sente en  su  Iglesia,  sobre  todo  en  la  acción  litúrgica.  Está  presen- 
te en  el  sacrificio  de  la  Misa,  sea  en  la  persona  del  ministro,  sea 
sobre  todo,  bajo  las  especies  eucarísticas.  Está  presente  con  su 
virtud  en  los  sacramentos.  Está  presente  en  su  palabra,  pues, 
cuando  se  lee  en  la  Iglesia  a  la  Sagrada  Escritura,  es  El  quien  ha- 
bla. Está  presente,  cuando  la  Iglesia  suplica  y  canta  salmos,  en 
cumplimiento  de  su  promesa:  "Donde  están  dos  o  tres  congre- 
gados en  mi  nombre,  allí  estoy  yo  en  medio  de  ellos"  (SC  7). 

Realmente,  en  esta  obra  tan  grande,  por  la  que  Dios  es  perfecta- 
mente glorificado  y  se  realiza  el  misterio  de  la  salvación  de  los 
hombres.  Cristo  asocia  siempre  consigo  a  su  amadísima  esposa, 
la  Iglesia,  que  invoca  a  su  Señor  y  por  El  tributa  culto  al  Padre 
Eterno. 

La  Liturgia,  por  tanto,  no  es  como  se  la  consideraba  antes  del 
Concilio  Vaticano  II,  el  conjunto  de  normas  detalladas  que  regu- 
lan minuciosamente  los  ritos  y  ceremonias  del  culto  público  de 
la  Iglesia.  Así  entendida  la  Liturgia  se  reducía  al  "ritualismo", 
que  solo  interesaba  a  los  ministros  sagrados  encargados  de  cele- 
brarlo. 

La  reflexión  teológico-pastoral  que  realizó  el  Concilio  Vaticano 
II  en  la  Constitución  Sacrosanctum  Concilium,  nos  descubre  a  la 
Liturgia  como  el  ejercicio  del  sacerdocio  de  Jesucristo,  ejercido 
por  su  Cuerpo  Místico,  que  es  la  Iglesia,  pueblo  sacerdotal,  que 


348 


=  OlE'  \ 


:o 


participa  del  sacerdocio  de  Jesucristo  cor\  el  sacerdocio  regio  o 
comiin  de  los  fieles  y  con  el  sacerdocio  ministerial  de  los  minis- 
tros ordenados.  En  la  Liturgia  los  signos  sensibles  significan  y 
cada  uno  a  su  manera  realizan  la  santificación  de  los  hombres  y 
procuran  la  gloria  y  el  culto  de  Dios  y  así  el  Cuerpo  nustico  de 
Cristo,  es  dedr,  la  Cabeza  y  sus  miembros,  ejerce  el  culto  públi- 
co íntegro.  En  consecuencia,  toda  celebración  litxórgica,  por  ser 
obra  de  Cristo  sacerdote  y  de  su  Cuerpo,  que  es  la  Iglesia,  es  ac- 
ción sagrada  por  excelencia,  cuya  eficacia,  con  el  mismo  titulo  y 
en  el  mismo  grado,  no  la  iguala  ninguna  otra  acción  de  la  Igle- 
sia. 

Entendida  la  Litxirgia  como  el  ejercicio  del  sacerdocio  de  Jesu- 
cristo, realizado  por  su  Cuerpo  místico,  la  Liturgia  interesa  no 
solo  a  los  ministios,  sino  a  todos  los  fieles.  Por  lo  mismo  la  Igle- 
sia desea  ardientemente  que  se  lle\"e  a  todos  los  fieles  a  aquella 
participación  plena,  consciente  y  activa  en  las  celebraciones  li- 
túrgicas que  exige  la  naturaleza  de  la  Liturgia  misma. 

Pero  los  pastores  solo  podrán  aspirar  a  aquella  participación 
plena,  consciente  y  activa  de  los  fieles  por  medio  de  una  educa- 
ción adecuada.  como  no  se  puede  esperar  que  esto  ocurra,  si 
antes  los  mismos  pastores  de  almas  no  se  impregnan  totalmen- 
te del  espíritu  y  de  la  fijerza  de  la  liturgia  y  llegan  a  ser  maestros 
de  la  misma,  es  indispensable  que  se  provea,  antes  que  nada  a  la 
educación  litiirgica  del  clero  (S.C  14).  De  aquí  surge  la  necesi- 
dad de  una  buena  formación  litúrgica  de  los  ministios  en  la  Igle- 
sia. Muy  oportxmo,  pues,  que  este  Encuentio  Interamericano  de 
Comisiones  Nacionales  de  Liturgia  de  América  Latina  y  el  Cari- 
be trate  precisamente  de  la  "Formación  litúrgica  de  los  ministios 
en  la  Iglesia ". 

La  Constitución  Sacrosanctum  Concilium  da  normas  muy  preci- 
sas para  asegurar  la  formación  litúrgica  del  clero: 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


349 


•  Se  exige  que  los  profesores  que  se  elijan  para  enseñar  la  asig- 
natura de  Sagrada  Liturgia  en  los  seminarios,  casas  de  estu- 
dio de  los  religiosos  y  facultades  teológicas  deben  formarse  a 
conciencia  para  su  misión  en  institutos  destinados  especial- 
mente a  ello. 

•  Se  dice  que  la  asignatura  de  sagrada  liturgia  se  debe  conside- 
rar entre  las  materias  necesarias  y  más  importantes  en  los  se- 
minarios y  casas  de  estudio  de  los  religiosos  y  entre  las  asig- 
naturas principales  en  las  facultades  teológicas.  Se  explicará 
tanto  bajo  el  aspecto  teológico  e  histórico,  como  bajo  el  aspec- 
to espiritual,  pastoral  y  jurídico. 

Para  que  la  Liturgia  no  se  considere  como  una  asignatura  ais- 
lada, el  Concilio  indica  que  los  profesores  de  las  otras  asigna- 
turas, sobre  todo,  de  teología  dogmática.  Sagrada  Escritura, 
teología  espiritual  y  pastoral,  procurarán  exponer  el  misterio 
de  Cristo  y  la  historia  de  la  salvación,  partiendo  de  las  exi- 
gencias intrínsecas  del  objeto  propio  de  cada  asignatura,  de 
modo  que  queden  bien  claras  su  conexión  con  la  liturgia  y  la 
unidad  de  la  formación  sacerdotal. 

•  En  los  seminarios  y  casas  religiosas,  los  clérigos  deben  adqui- 
rir una  formación  litúrgica  de  la  vida  espiritual  por  medio  de 
una  adecuada  iniciación  que  les  permita  comprender  los  sa- 
grados ritos  y  participar  en  ellos  con  toda  el  alma,  sea  cele- 
brando los  sagrados  misterios,  sea  con  otros  ejercicios  de  pie- 
dad penetrados  del  espíritu  de  la  sagrada  liturgia;  aprendan 
al  mismo  tiempo  a  observar  las  leyes  litúrgicas,  de  modo  que 
en  los  seminarios  e  institutos  religiosos  la  vida  esté  totalmen- 
te informada  de  espíritu  litúrgico. 

•  El  Concilio  pide  que  "a  los  sacerdotes,  tanto  seculares  como 
religiosos,  que  ya  trabajan  en  la  viña  del  Señor,  se  les  ha  de 


350 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


ayudar  con  todos  los  medios  apropiados  a  comprender  cada 
vez  más  plenamente  lo  que  realizan  en  las  funciones  sagra- 
das, a  vivir  la  vida  litúrgica  y  comunicarla  a  los  fieles  a  ellos 
encomendados. 

Estimados  hermanos,  participantes  en  este  Encuentro,  ustedes 
tomarán  muy  en  cuenta  estas  normas  conciliares,  al  tratar  sobre 
la  formación  litúrgica  de  los  ministros  en  la  Iglesia. 

La  situación  del  Arte  Sagrado 
en  América  Latina  y  el  Caribe 

Ustedes  van  a  tratar  también,  en  este  Encuentro,  acerca  de  la  si- 
tuación del  Arte  Sagrado  en  América  Latina  y  el  Caribe.  Y  que 
oportuno  que  traten  acerca  del  Arte  Sagrado  en  esta  ciudad  de 
San  Francisco  de  Quito,  que  en  su  historia  se  ha  venido  convir- 
tiendo en  un  emporio  de  Obras  de  Arte  Sagrado,  de  arte  religio- 
so. En  el  Obispado  de  San  Francisco  de  Quito  fueron  surgiendo 
verdaderos  monumentos  arquitectónicos  de  iglesias  de  un  pri- 
moroso arte  barroco,  de  conventos  y  claustros;  grandes  pintores 
como  Miguel  de  Santiago,  Rodríguez,  Samaniego  han  ornamen- 
tado nuestras  iglesias  y  conventos  con  obras  maestras  de  pintu- 
ra; famosos  talladores  como  Pampite,  Bernardo  de  Legarda  o 
Caspicara  nos  legaron  preciosas  imágenes  de  madera  policro- 
mada, como  las  que  vemos  en  esta  iglesia:  el  Bautismo  de  Cris- 
to, de  Diego  de  Robles;  la  Virgen  de  Quito,  de  Legarda;  San 
Francisco  o  la  Asunción,  de  Caspicara. 

Las  celebraciones  litúrgicas  deben  ejecutarse  con  perfección  y 
decoro.  El  decoro  en  las  ceremonias  exige  que  el  arte  se  ponga  al 
servicio  de  la  Liturgia,  para  que  todo  redunde  en  mayor  gloria 
de  Dios. 

La  Instrucción  "Inter  Oecumenici"  de  1964  nos  dice  que  "Las 
iglesias  y  oratorios,  los  objetos  sagrados  en  general  y  las  vesti- 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


351 


duras  sagradas  ofrecerán  un  aspecto  de  auténtico  arte  cristiano, 
sin  excluir  el  arte  moderno". 

Así  pues,  debe  asegurarse  que  el  arte  arquitectónico  guíe  la 
construcción  adecuada  de  las  iglesias  y  oratorios,  para  que  estos 
sean  el  ambiente  conveniente  para  la  actuación  de  la  asamblea 
cristiana.  El  arte  pictórico  y  escultórico  deben  ornamentar  los  lu- 
gares sagrados  y  especialmente  los  retablos.  El  arte  musical  ade- 
cuado debe  dar  mayor  esplendor  y  fervor  espiritual  a  las  funcio- 
nes litúrgicas,  sin  que  se  excluya  de  la  liturgia  el  arte  moderno 
solo  por  el  hecho  de  ser  moderno;  debe  ser  desde  luego  arte  ade- 
cuado al  carácter  sagrado  de  la  liturgia. 

Piensen  también,  estimados  hermanos,  en  las  orientaciones  que 
podrán  darnos  en  este  Encuentro  para  que  nuestras  Iglesias  par- 
ticulares tomen  las  medidas  necesarias  para  la  conservación  y 
salvaguardia  del  arte  sagrado  que  conservan  en  sus  templos  y 
lugares  sagrados. 

Jesucristo  nos  dice  en  el  Evangelio:  Yo  soy  el  camino,  la  verdad 
y  la  vida.  Nadie  va  al  Padre,  sino  por  mí.  Que  mediante  una  li- 
turgia renovada,  más  consciente  y  activa,  todos  los  cristianos  va- 
yamos por  Cristo  al  Padre  unidos  en  un  mismo  Espíritu  que  da 
vida. 

Así  sea. 

Homilía  pronunciada  por  Mons.  Antonio  }.  González  Z., 

Arzobispo  de  Quito,  en  la  misa  de  inauguración  del 
Encuentro  Interamericano  de  las  Comisiones  Nacionales 
de  Liturgia  de  América  Latina  y  el  Caribe, 
celebrada  en  la  iglesia  de  San  Francisco, 
el  día  lunes  4  de  mayo  de  1998. 


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BOLETIN  ECLESIASTICO 


Mártires  Visitar^dir^as  Beatificadas 

La  vida  de  los  justos  está  en  las  manos  de  Dios... 

No  amaron  tanto  su  vida  que  temieran  la  muerte... 

Dios  las  puso  a  prueba  y  las  halló  dignas  de  sí  (Sabiduría  3, 1-5). 

Venerable  Comunidad  del  Monasterio  de  la  Visitación  de  Santa 
María  de  Quito,  estimados  hermanas  y  hermanos  en  el  Señor: 

Mañana,  10  de  mayo  de  este  año  del  Señor  de  1998,  V  Domingo 
de  Pascua,  S.S.  el  Papa  Juan  Pablo  II,  en  solemne  ceremonia  que 
se  celebrará  en  la  Plaza  de  San  Pedro,  en  Roma,  proclamará  Bea- 
tas a  siete  religiosas  visitandinas  del  primer  Monasterio  de  la  Vi- 
sitación de  Santa  María  de  Madrid,  que  sellaron  su  consagración 
a  Dios  con  el  martirio,  víctimas  de  la  persecución  religiosa  de  la 
guerra  civil  española.  Ellas  fueron  las  Hnas.  María  Gabriela 
(Amparo)  de  Hinojosa  Naveros,  Teresa  María  (Laura)  Caves- 
tany  y  Anduaga,  Josefa  María  (Carmen)  Barrera  Izaguirre,  Ma- 
ría Inés  Zudaire  Galdeano,  María  Angela  (Martina)  Olaizola  Ga- 
ragarza  y  María  Engracia  (Josefa  Joaquina)  Lecuona  Aramburu, 
que  fueron  inmoladas  el  día  18  de  noviembre  de  1936  y  la  Hna. 
María  Cecilia  (María  Felicitas)  Cendoya  Araquistaín,  que  fue  sa- 
crificada el  23  de  ese  mismo  mes  en  Madrid. 

La  ceremonia  comenzará  a  las  10  de  la  mañana.  Después  de  can- 
tado el  Kyrie  de  la  Misa,  se  acercarán  a  la  cátedra  del  Santo  Pa- 
dre el  Cardenal  Arzobispo  de  Madrid  Antonio  Rouco  Várela, 
acompañado  de  los  postuladores  de  la  causa  de  beatificación.  El 
Arzobispo  de  Madrid  pedirá  al  Papa  que  inscriba  en  el  catálogo 
de  los  beatos  a  las  siete  venerables  Siervas  de  Dios  Mártires  vi- 
sitandinas. A  continuación  se  leerá  una  breve  biografía  de  las 
que  serán  beatificadas. 

En  el  momento  mismo  de  la  beatificación,  S.S:  el  Papa  Juan  Pa- 
blo II  pronunciará  solemnemente  la  siguiente  fórmula:  "Nos, 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


353 


acogiendo  el  deseo  de  nuestro  hernrano  el  Cardenal  Antonio 
Rouco  Várela,  Arzobispo  de  Madrid,  de  muchos  otros  hermanos 
en  el  episcopado  y  de  muchos  fieles,  después  de  haber  obtenido 
el  parecer  de  la  Sagrada  Congregación  de  las  Causas  de  los  San- 
tos, con  nuestra  Autoridad  Apostólica,  concedemos  que  las  Ve- 
nerables Siervas  de  Dios  María  Gabriela  de  Hinojosa,  Teresa 
María  Cavestany,  Josefa  María  Barrera,  María  Inés  Zudaire,  Ma- 
ría Cecilia  Cendoya,  María  Angela  Olaizola  y  María  Engracia 
Lecuona  de  ahora  en  adelante  sean  llamadas  Beatas  y  que  se 
pueda  celebrar  su  fiesta  en  los  lugares  y  según  las  reglas  estable- 
cidas por  el  Derecho,  cada  año,  en  el  día  de  su  nacimiento  para 
el  cielo:  el  18  de  noviembre  para  María  Gabriela  de  Hinojosa,  Te- 
resa María  Cavestany,  Josefa  María  Barrera,  María  Inés  Zudaire, 
María  Angela  Olaizola  y  María  Engracia  Lecuona  y  el  23  de  no- 
viembre para  María  Cecilia  Cendoya.  En  el  nombre  del  Padre  y 
del  Hijo  y  del  Espíritu  Santo.  Amén. 

Un  entusiasta  y  gran  aplauso  se  levantará  de  la  asamblea.  Los 
tapices  que  representarán  a  las  nuevas  Beatas  se  desenrollarán 
en  la  fachada  de  la  Basílica  Vaticana.  El  Cardenal  Arzobispo  de 
Madrid  agradecerá  al  Santo  Padre  por  proclamar  Beatas  a  las 
Venerables  Siervas  de  Dios  y  continuará  la  celebración  de  la  Eu- 
caristía con  el  canto  del  Gloria. 

Hoy  sábado  9  de  mayo,  a  la  misma  hora  en  que  se  iniciará  la 
Beatificación,  el  Monasterio  de  la  Visitación  de  Santa  María  de 
Quito  nos  ha  invitado  a  participar  en  esta  Eucaristía,  para  unir- 
nos espiritualmente  al  júbilo  que  experimenta  la  Orden  de  la  Vi- 
sitación en  todo  el  mundo  por  esta  exaltación  al  honor  de  los  al- 
tares de  estas  siete  monjas  visitandinas  y  para  tributar  a  Dios 
una  ferviente  acción  de  gracias  por  tan  señalado  favor  concedi- 
do a  la  Orden  y  a  la  Iglesia  con  la  Beatificación  de  estas  siete 
mártires. 


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BOLETIN  ECLESIASTICO 


¿Quiénes  son  estas  siete  mártires  de  la 
Orden  de  la  Visitación? 

1.  La  Hna.  María  Gabriela  (Amparo)  de  Hinojosa  Naveros  nació  en 
el  pueblo  de  Alhama  de  Granada,  el  24  de  julio  de  1872.  Fue, 
por  tanto,  sacriñcada  a  los  sesenta  y  cuatro  años  de  edad.  A 
los  ocho  años  pierde  a  sus  padres  y  su  hermano  Eduardo,  que 
vive  en  Madrid,  la  recibe  con  todo  cariño  en  su  casa.  Realiza 
sus  estudios,  como  interna,  en  el  segundo  Monasterio  de  la 
Visitación  de  Madrid,  que  entonces  tenía  internado.  Allí  se 
encuentra  feliz,  como  en  su  propio  ambiente.  A  los  19  años 
entra  en  el  primer  Monasterio  de  la  Visitación  de  Santa  Ma- 
ría de  Madrid  y  emprende  con  gran  fer\'or  su  formación  reli- 
giosa. A  lo  largo  de  su  vida  ejerce  diferentes  cargos  en  el  Mo- 
nasterio. En  los  difíciles  años  de  1929  a  1935,  como  Superio- 
ra,  muestra  su  gran  corazón  y  es  muy  maternal  con  todas. 
Cuando  en  1936  arrecia  en  España  la  persecución  religiosa, 
por  disposición  de  los  superiores,  la  mayor  parte  de  la  Comu- 
nidad del  Monasterio  de  Madrid  se  traslada  a  Oronoz  (Nava- 
rra), pero  la  Hna.  María  Gabriela  queda  en  Madrid  como  su- 
periora  del  pequeño  grupo  de  las  siete  Hermanas  que  fueron 
martirizadas. 

2.  La  Hna.  Teresa  María  Cavestany.  Su  nombre  de  pila  es  Laura. 
Nace  el  30  de  julio  de  1888  en  Puerto  Real  (Cádiz),  aunque  vi- 
ve en  la  capital  de  España  durante  casi  toda  su  vida.  Su  pa- 
dre Juan  Antonio  Cavestany  es  un  gran  literato  e  insigne  poe- 
ta. Sufrió  el  martirio  a  los  48  años  de  edad.  Como  desea  en- 
tregarse totalmente  a  Dios,  entra  en  el  primer  Monasterio  de 
la  Visitación  de  Madrid  en  1914.  Al  tomar  el  hábito  recibe  el 
nombre  de  Teresa  María.  Expresa  entonces  lo  siguiente:  "No 
tengo  más  que  un  solo  deseo,  insaciable,  inmenso...  el  deseo, 
la  sed  de  Dios  ¡Dios  solo!  Fiel  hija  de  la  Iglesia,  sufre  las  ho- 
ras amargas  de  los  años  1931-1936.  Cuando  les  comunican 


DCTOS,  ARQUIDIOCESANOS 


355 


que  van  a  incendiar  el  Monasterio,  marcha  con  sus  seis  com- 
pañeras al  refugio  preparado,  donde  siguen  la  vida  religiosa 
como  en  una  pequeña  catacumba. 

3.  La  Hna.  Josefa  María  Barrera  Izagiiirre.  Había  nacido  en  El  Fe- 
rrol (La  Coruña)  el  23  de  mayo  de  1881.  En  el  bautismo  reci- 
bió el  nombre  de  Carmen. 


El  15  de  octubre  de  1918  entra  en  el  primer  Monasterio  de  la 
Visitación  de  Madrid.  Emprende  el  noviciado  con  todo  fer- 
vor, esforzándose  por  corregir  sus  imperfecciones.  Toma  el 
hábito  el  20  de  abril  de  1919  y  se  le  impone  el  nombre  de  Hna. 
Josefa  María.  Al  año  siguiente,  D.  Manuel  González,  Obispo 
de  Málaga,  preside  la  ceremonia  de  su  profesión  religiosa. 
Pasa  casi  toda  su  vida  como  enfermera  y  despliega  todas  sus 
cualidades  de  abnegación,  cariño  y  servicialidad.  Cuando  es- 
talla la  guerra  civil,  la  Hna.  Josefa  María  se  queda  en  Madrid 
y  junto  con  sus  seis  compañeras  pasa  al  refugio  de  la  calle 
Manuel  González  Longoria. 

4.  Hna.  María  Inés  Ziidaire  Galdeano.  Nace  en  Echávarri  (Nava- 
rra) el  28  de  enero  de  1900.  Por  tanto  sufrió  el  martirio  a  los 
36  años  de  edad.  Sus  padres,  Valentín  Zudaire  y  Francisca 
Galdeano,  le  ofrecen  un  hogar  cristiano  impregnado  de  una 
sincera  piedad:  jamás  se  dejó  de  rezar  un  día  el  rosario.  De  los 
seis  hijos  de  este  hogar  dos  son  llamados  por  Dios  a  la  vida 
consagrada:  Florencio  que  ingresó  en  los  Maristas  e  Inés,  que 
a  los  19  años  se  presenta  en  Madrid,  para  ingresar  en  el  Pri- 
mer Monasterio  de  la  Visitación.  Al  vestir  el  hábito  en  1919, 
no  le  cambian  el  nombre,  según  la  costumbre.  Solo  le  antepo- 
nen el  de  María.  La  Comunidad  está  satisfecha  de  sus  adelan- 
tos y  le  concede  la  profesión  temporal  el  17  de  noviembre  de 
1920.  En  1923  se  consagra  a  Cristo  para  siempre  con  los  votos 
solemnes.  Cuando  en  1931  la  persecución  religiosa  obliga  a  la 


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BOLETIN  ECLESIASTICO 


Comunidad  a  refugiarse  durante  algunos  meses  en  Oronoz 
(Navarra),  Hna  María  Inés  siente  la  alegría  de  volver  a  su  tie- 
rra y  ver  a  los  suyos.  La  situación  empeora  en  1936  y  la  Co- 
munidad tiene  que  volver  a  Oronoz;  pero  esta  vez  en  el  gru- 
po que  queda  en  Madrid  se  encuentra  la  Hna.  María  Inés,  lo 
que  le  supone  un  gran  sacrificio,  pues  es  muy  miedosa.  En  el 
refugio  de  la  calle  Manuel  González  Longoria  la  Hna.  María 
Inés  tiene  un  acceso  de  fiebre  y  quieren  ponerla  a  salvo,  lle- 
vándola a  un  hospital.  Pero  ella  rechaza  la  propuesta,  porque 
sabe  que  la  persecución  arrecia  y  no  quiere  separarse  de  sus 
hermanas.  Sigue  enferma  en  cama,  cuando  los  milicianos  vie- 
nen a  sacarlas  del  refugio  para  llevarlas  al  martirio. 

5.  Hna.  María  Cecilia  Cendoya  Araquistaín.  Nace  en  Azpeitia 
(Guipúzcoa)  el  10  de  enero  de  1910.  Soportó  el  martirio  sien- 
do aún  joven  de  26  años.  Es  hija  de  Antonio  Cendoya  e  Isabel 
Araquistaín.  En  el  bautismo  recibe  el  nombre  de  María  Feli- 
citas. A  los  siete  años  recibe  la  Primera  Comunión  y  desde 
entonces  aumenta  su  fervor  eucarísfico.  Decidida  y  alegre,  a 
los  20  años  de  edad  ingresa  en  el  Primer  Monasterio  de  la  Vi- 
sitación de  Madrid,  el  9  de  octubre  de  1930.  Hna.  María  Ceci- 
lia es  el  nombre  que  recibe  en  la  vida  religiosa.  Desde  el  prin- 
cipio sufre  las  consecuencias  de  la  persecución  religiosa:  dis- 
turbios, incendios  de  iglesias  y  conventos,  dispersión  de  su 
comunidad.  Pocos  meses  después  de  su  entrada  en  el  Monas- 
terio, viendo  la  maestra  que  la  postulante  está  asustada,  le 
pregunta  si  quiere  volver  a  su  casa  y  regresar,  cuando  la  si- 
tuación mejore;  pero  ella  responde  decidida:  "No,  no,  herma- 
na mía,  antes  que  me  corten  la  cabeza".  Hace  los  votos  solem- 
nes el  27  de  septiembre  de  1935.  Desde  el  18  de  julio  de  1936 
vive  en  el  refugio  los  difíciles  meses  de  calvario  hasta  la  fecha 
de  su  martirio. 

6.  Hna.  María  Angela  Olaizola  Garagarza.  Su  nombre  de  pila  es 
Martina.  Nace  en  Azpeitia  (Guipúzcoa),  el  12  de  noviembre 


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de  1893.  Fue  martirizada  a  la  edad  de  43  años.  Es  el  octavo  y 
último  vastago  de  la  familia  de  José  Ignacio  Olaizola  y  Justa 
Garagarza.  Sus  padres  la  hacera  hija  de  Dios  por  el  bautismo 
el  mismo  día  de  su  nacimiento.  Cuando  oye  la  llamada  de  Je- 
sús que  la  invita  a  seguirle,  no  se  hace  esperar  y  llega  al  pri- 
mer Monasterio  de  la  Visitación  de  Madrid  en  1918,  en  cali- 
dad de  Hermana  externa.  La  misión  de  Hna.  María  Angela  es 
la  de  guardar  las  puertas,  el  torno  y  el  locutorio  del  Monaste- 
rio. Es  admirable  su  fidelidad  en  lo  pequeño,  en  lo  cotidiano. 
Como  es  inteligente  y  humilde,  las  superioras  confían  en  su 
prudencia  y  tanto  en  1931  como  en  1936,  cuando  la  Comuni- 
dad va  a  Oronoz,  es  designada  para  formar  parte  del  grupo 
que  queda  en  Madrid  y  que  dará  a  Dios  la  suprema  prueba 
de  amor.  Cuando  el  portero  les  dice,  el  18  de  noviembre,  que 
quiere  ponerlas  a  salvo,  ella,  igual  que  sus  Hermanas,  res- 
ponde: "Nosotras  estamos  contentísimas  de  irnos  al  cielo. 
¡Ah!  si  por  nuestra  sangre.  Señor,  se  salva  España". 

7.  La  séptima  es  Hna.  María  Engracia  Leciiona  Arambuni.  Su 
nombre  de  pila  es  Josefa  Joaquina.  Es  la  mayor  de  14  hijos 
que  nacieron  en  el  hogar  de  Pedro  Lecuona  y  Matilde  Aram- 
buru.  Nació  en  el  caserío  de  Oyarzun  en  Guipúzcoa,  el  2  de 
julio  de  1897.  Aconteció  su  martirio  cuando  tenía  39  años  de 
edad.  Desde  pequeña  había  llamado  la  atención  por  su  amor 
a  la  Virgen.  Siempre  había  suspirado  por  la  vida  religiosa  y 
en  la  víspera  de  la  Inmaculada  Concepción  de  1924  ingresa 
en  el  Primer  Monasterio  de  la  Visitación  de  Santa  María  de 
Madrid.  El  8  de  octubre  de  1925  tiene  la  inmensa  satisfacción 
de  tomar  el  hábito,  recibiendo  el  nombre  de  María  Engracia. 
En  1936  el  Señor  le  pide  quedarse  en  Madrid  y  este  sacrificio 
es  aún  más  costoso,  al  ver  partir  a  Oronoz  con  la  Comunidad 
a  su  propia  hermana  María,  que  ha  ingresado  también  en  el 
Monasterio  hace  dos  años. 


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BOLETIN  ECLESIASTICO 


El  martirio  de  estas  siete 
Hermanas  Visitandinas  de  Madrid 

Estas  siete  Hermanas  van  a  ser  proclamadas  Beatas  el  día  de  ma- 
ñana, porque  se  ha  comprobado  en  los  procesos  que  ellas  murie- 
ron mártires  en  la  persecución  religiosa  de  la  guerra  civil  espa- 
ñola. 

En  1936  la  persecución  religiosa  arrecia  en  España.  Por  disposi- 
ción de  los  superiores,  la  mayor  parte  de  la  Comunidad  del  Mo- 
nasterio de  la  Visitación  de  Madrid  se  traslada  a  Oronoz  (Nava- 
rra). Pero  el  pequeño  grupo  de  estas  siete  Hermanas  se  queda  en 
Madrid.  El  18  de  julio  les  llegan  noticias  de  incendios  en  iglesias 
y  conventos.  Las  siete  Hermanas  se  refugian  en  un  semisótano, 
preparado  con  anterioridad  en  la  calle  Manuel  González  Longo- 
ria,  próxima  al  Monasterio.  Transcurren  cuatro  meses  en  que  vi- 
ven un  prolongado  martirio.  Alguien  las  denuncia  por  ser  reli- 
giosas y  comienzan  las  visitas  desagradables,  los  famosos  regis- 
tros de  los  milicianos.  Tanto  el  portero  de  la  casa  como  los  fami- 
liares de  las  Hermanas  quieren  ponerlas  a  salvo  de  una  en  una, 
llevándolas  a  algún  Consulado  o  Embajada,  pero  ellas  se  niegan, 
pues  no  quieren  comprometer  a  nadie.  En  el  último  registro  del 
17  de  noviembre  de  1936  los  de  las  milicias  anarquistas  se  des- 
piden con  una  amenaza:  "Hasta  mañana".  Ellas  comprenden 
que  es  para  conducirlas  a  la  muerte  y  pasan  la  noche  en  oración 
con  el  fin  de  prepararse  al  momento  supremo.  Cuando  vienen  a 
buscarlas  salen  muy  serenas.  A  la  puerta  se  ha  amotinado  mu- 
cha gente.  Ellas  con  gran  valentía  hacen  la  señal  de  la  cruz.  Se 
oyen  insultos  y  amenazas  y  alguien  dice:  "Ahí  mismo  tienen 
que  fusilarlas,  porque  santiguarse  es  desafiar".  Se  las  llevan  en 
un  camión.  El  trayecto  es  breve.  Al  llegar  a  la  confluencia  de  la 
calle  López  de  Hoyos  con  Velásquez,  las  hacen  bajar  y  una  ráfa- 
ga de  proyectiles  derriba  sus  cuerpos  que  quedan  cruelmente 
destrozados,  mientras  sus  almas  justas  entran  a  estar  para  siem- 
pre en  las  manos  de  Dios.  Allí  fueron  martirizadas  seis  de  las 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


359 


siete  hermanas.  No  fue  ejecutada  con  sus  compañeras  la  menor 
de  todas,  la  Hna.  María  Cecilia,  porque,  nerviosa,  al  bajar  del  ca- 
mión echó  a  correr.  Mas  pronto  se  encuentra  con  unos  guardias 
y  se  entrega,  diciendo:  "Soy  religiosa". 

Al  día  siguiente  por  la  mañana  la  llevan  a  una  de  las  peores  cár- 
celes, las  desgraciadamente  famosas  "checas".  En  ella  están  de- 
tenidas unas  doce  mujeres.  A  una  de  ellas  le  contesta  Hna.  Ma- 
ría Cecilia:  "Soy  religiosa"  y  le  cuenta  todo  lo  sucedido:  "Está- 
bamos siete  religiosas  en  un  piso  aquí  en  Madrid,  somos  salesas, 
vinieron  por  nosotras,  nos  metieron  en  un  coche  y  nos  llevaron 
a  un  sitio  oscuro. . .  Yo  me  bajé  del  coche  de  la  mano  de  otra  her- 
mana, éramos  las  dos  últimas  y  al  notar  que  se  caía  muerta,  no 
sé  lo  que  me  pasó,  eché  a  correr  y  no  sabía  lo  que  hacía".  A  sus 
compañeras  de  calabozo  las  alienta  a  sufrir  por  Dios...  Poco  a 
poco  van  llamando  a  las  detenidas  a  declarar.  A  unas  las  dejan 
en  libertad,  a  otras  las  fusilan.  Hna.  María  Cecilia  se  va  despi- 
diendo de  ellas  con  tristeza.  Teme  quedarse  sola.  Les  asegura 
que,  cuando  le  llegue  su  tumo,  no  ocultará  que  es  religiosa.  Y  es 
consciente  de  lo  que  esa  afirmación  supone  en  esos  precisos  mo- 
mentos. En  efecto  una  marca  roja  aparece  junto  a  su  firma  en  la 
declaración  que  hace  en  la  cárcel.  Es  la  señal  de  los  condenados 
a  muerte.  A  las  afueras  de  Madrid,  en  las  tapias  del  cementerio 
de  Vallecas,  a  la  madrugada  del  23  de  noviembre  aparece  su  ca- 
dáver. Ha  derramado  su  sangre  por  amor  y  fidelidad  a  Cristo. 

Estimados  hermanos  y  hermanas,  con  esta  Eucaristía  que  cele- 
bramos hoy  en  este  Monasterio  de  la  Visitación  de  Santa  María 
de  Quito,  nos  unimos  espiritualmente  a  la  grandiosa  y  solemne 
ceremonia  de  Beatificación  de  estas  siete  Mártires  Visitandinas, 
ceremonia  que  se  celebrará  el  día  de  mañana  en  el  Vaticano.  Con 
esta  Eucaristía  damos  también  gracias  a  Dios  por  el  beneficio 
inefable  concedido  a  la  Orden  de  la  Visitación  y  a  la  Iglesia  de 
estas  siete  nuevas  mártires  exaltadas  al  honor  de  los  altares. 


I 


360 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


La  vida  de  estas  mártires  está  en  las  manos  de  Dios...  No  ama- 
ron tanto  su  vida  que  temieran  la  muerte...  Dios  las  puso  a 
prueba  y  las  halló  dignas  de  sí".  Así  sea. 

Homilía  pronunciada  por  Mons.  Antonio  }.  González  Z., 
Arzobispo  de  Quito,  en  la  Misa  de  acción  de  gracias  celebrada  en  la 
Iglesia  del  Monasterio  de  la  Visitación  de  Santa  María  de  Quito, 
el  sábado  9  de  mayo  de  1998,  con  ocasión  de  la  Beatificación  de  las  siete 
Mártires  visitandinas  del  Primer  Monasterio  de  la  Visitación 
de  Santa  María  de  Madrid,  beatificación  celebrada  en  Roma 
el  domingo  10  de  mayo  de  1998,  a  las  lOhOO. 

Quincuagésimo  Aniversario 
de  la  Presencia  de  la  Congregación 
de  Religiosas  Dominicas  de 
Santa  Catalina  de  Sena 
en  la  Clínica  Pasteur 

Hoy,  a  los  ocho  días  de  Pentecostés,  estamos  celebrando  la  so- 
lemnidad de  la  Sma.  Trinidad 

El  misterio  de  la  Sma.  Trinidad  consiste  en  que  en  el  Dios  vivo  y 
verdadero,  que  es  único,  hay  tres  personas  iguales  y  distintas, 
que  son  el  Padre,  el  Hijo  y  el  Espíritu  Santo. 

Por  tanto.  Dios  en  su  intimidad  no  es  un  ser  aislado  y  solitario. 
Dios  es  una  familia,  una  comunidad  de  tres  personas,  tan  ínti- 
mamente relacionadas  entre  sí  por  relaciones  de  conocimiento  y 
amor  mutuos,  que  forman  un  solo  Dios  verdadero. 

Las  tres  divinas  personas  de  la  Sma.  Trinidad  están  muy  estre- 
chamente relacionadas  con  nosotros,  los  cristianos,  con  la  Igle- 
sia. 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


361 


Dios  nos  ha  amado  tanto,  que  ha  querido  constituirse  en  nues- 
tro Padre  y  ha  resuelto  elevarnos  a  nosotros,  los  hombres,  a  la 
dignidad  de  hijos  suyos,  mediante  una  participación  o  comuni- 
cación a  nosotros  de  la  vida  divina  por  la  gracia.  A  Dios  le  po- 
demos dar,  con  confianza  filial,  el  título  de  "Abba,  Padre".  Así 
hemos  sido  introducidos,  de  alguna  manera,  en  la  familia  divi- 
na de  la  Sma.  Trinidad. 

Jesucristo,  el  verdadero  Hijo  de  Dios,  ha  sido  constituido  en  el 
primogénito  entre  muchos  hermanos.  Más  aún,  Jesucristo  nos 
ha  incorporado  vitalmente  a  él,  como  sarmientos  a  la  vid,  como 
miembros  a  su  Cuerpo  Místico.  Así  la  vida  de  Cristo,  que  es  vi- 
da de  Hijo  de  Dios,  se  transmite  a  nosotros,  hasta  el  punto  de 
que  podemos  decir  con  San  Pablo:  "Ya  no  vivo  yo,  es  Cristo 
quien  vive  en  mí". 

El  Espíritu  Santo  nos  ha  sido  dado,  como  don  especial,  "porque 
el  amor  de  Dios  ha  sido  derramado  en  nuestros  corazones  con  el 
Espíritu  Santo,  que  se  nos  ha  dado"  (Rom  5, 5).  Las  relaciones  de 
las  tres  divinas  personas  de  la  trinidad  con  la  Iglesia  son  tan  in- 
tensas y  vitales,  que  los  cristianos  somos  hijos  del  Padre,  herma- 
nos de  Jesucristo  y  templos  vivos  del  Espíritu  Santo. 

En  esta  solemnidad  de  la  Sma.  Trinidad,  demos  gra- 
cias a  Dios  por  los  cincuenta  años  de  la  presencia  de 
la  Congregación  de  Religiosas  Dominicas  de  Santa 
Catalina  de  Sena  en  la  Clínica  Pasteur  de  Quito 

Hace  más  de  cincuenta  años,  la  Clínica  Pasteur,  que  funcionaba 
en  la  llamada  Mama  Cuchara,  en  el  redondel  en  que  remata,  al 
oriente,  la  calle  Rocafuerte,  era  una  prestigiosa  casa  de  salud, 
sostenida  por  una  empresa  o  sociedad  privada  conformada  por 
los  doctores  Carlos  Bustamante  y  Manuel  Villacís.  Las  Hijas  de 
la  Caridad  de  San  Vicente  de  Paúl  administraban  y  servían  pro- 


362 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


fesionalmente  como  enfermeras  en  aquella  Clínica.  En  aquella 
época,  las  Hijas  de  la  Caridad,  en  su  afán  de  ser  fieles  al  carisma 
de  servidoras  de  los  pobres,  se  retiraron  de  las  Instituciones  de 
salud  privadas  y  por  tanto,  se  retiraron  de  la  Clínica  Pasteur. 

El  Padre  Inocencio  Jácome,  importante  dominico  de  entonces, 
que  era  capellán  de  la  Clínica  Pasteur,  interpuso  sus  buenos  ofi- 
cios ante  la  Madre  María  Amada  de  Jesús,  Superiora  General  de 
las  Religiosas  Dominicas  de  Santa  Catalina  de  Sena,  para  obte- 
ner que  una  comunidad  de  esa  Congregación  viniera  de  Colom- 
bia a  prestar  sus  servicios  en  la  Clínica  Pasteur. 

Las  gestiones  del  P.  Inocencio  Jácome  fueron  eficaces  y  una  pe- 
queña comunidad  de  tres  religiosas  Dominicas  de  Santa  Catali- 
na de  Sena,  compuesta  por  Madre  Celina  Jiménez,  como  supe- 
riora, por  Sor  Amalia  Cardona  y  Sor  Martha  Rosa  Fandiño,  se 
hizo  presente  en  la  Clínica  Pasteur  en  el  mes  de  junio  de  1948,  es 
decir,  hace  cincuenta  años. 

Como  toda  comunidad  cristiana  o  comunidad  religiosa,  aquella 
comunidad  de  Religiosas  Dominicas  trataba  de  imitar,  en  la  vi- 
vencia de  su  consagración  religiosa,  a  la  Sma.  Trinidad  en  sus  re- 
laciones mutuas  de  amor  y  en  su  servicio  caritativo  a  los  enfer- 
mos, en  quienes  servían  a  Jesucristo  mismo. 

Por  tanto,  con  esta  Eucaristía,  que  celebramos  en  la  solemnidad 
de  la  Santísima  Trinidad,  demos  gracias  a  Dios  por  los  benefi- 
cios concedidos  a  la  Iglesia  particular  de  Quito  y  a  toda  la  socie- 
dad quiteña  con  la  presencia  y  los  servicios  prestados  por  la 
Congregación  de  Religiosas  Dominicas  de  Santa  Catalina  de  Se- 
na, a  lo  largo  de  esta  media  centuria  en  la  Clínica  Pasteur,  tan  co- 
nocida y  apreciada  en  Quito  y  en  el  Ecuador. 

Agradezcamos  a  Dios,  porque  el  servicio  de  las  Religiosas  Do- 
minicas en  la  Clínica  Pasteur  se  fue  consolidando  y  perfeccio- 
nando con  la  estabilidad  institucional  que  le  dio  a  esta  Casa  de 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


363 


Salud  la  presencia  de  una  Comunidad  religiosa,  que  fue  sucesi- 
vamente dirigida  por  las  superioras:  Sor  Teresita  Callejas,  Sor 
Laura  Rosa  Sánchez. 

Se  constituyen  en  verdadera  institución,  en  la  Clínica  Pasteur, 
Sor  Carlina  Benítez  Ospina,  quien  fue  superiora  desde  1961  has- 
ta 1973  y  luego  Sor  María  Virginia  Avila  entre  1974  y  1985.  Aun- 
que Madre  Carlina  Benítez  ya  fue  llamada  por  Dios  al  Reino  de 
la  vida,  su  recuerdo  y  su  importante  servicio  perduran  en  la  Clí- 
nica Pasteur. 

Bajo  el  superiorato  de  Madre  Carlina,  la  Congregación  de  Reli- 
giosas Dominicas  de  Santa  Catalina  de  Sena  adquiere  la  propie- 
dad de  esta  Casa  de  Salud  en  1963.  Esta  adquisición  se  realiza, 
no  con  afán  de  enriquecimiento,  sino  con  el  anhelo  de  organizar 
libremente  mejores  servicios  en  favor  de  los  enfermos  de  Quito 
y  del  Ecuador.  Con  espíritu  emprendedor.  Madre  Carlina  deci- 
de, ante  el  deterioro  en  que  se  encontraba  la  Clírüca  de  la  Mama 
Cuchara,  comprar  el  actual  terreno,  al  norte  de  la  ciudad.  En  su 
tiempo  y  con  la  valiosa  ayuda  de  la  Arquidiócesis  de  Munich 
(Alemania),  obtenida  con  la  recomendación  del  Arzobispado  de 
Quito,  se  logra  construir  el  actual  nuevo  edificio  de  la  Clínica  y 
se  lo  equipa  adecuadamente,  aprovechando  de  los  adelantos 
técnicos  de  la  medicina. 

El  funcionamiento  de  la  Clínica  Pasteur  bajo  la  dirección  de  las 
Dominicas  de  Santa  Catalina  de  Sena,  trata  de  ser  eficiente  bajo 
el  aspecto  científico  y  técnico  de  la  medicina  y  de  la  cirugía;  pe- 
ro, sobre  todo,  las  religiosas  han  procurado  dar  impulso  a  una 
verdadera  pastoral  de  la  salud  desde  su  Clínica  propia.  Por  el 
beneficio  que  ha  significado  para  nuestra  sociedad  el  adelanto  y 
progreso  significativo  de  la  Clínica  Pasteur  a  lo  largo  de  estos 
cincuenta  años,  demos  gracias  a  Dios  con  esta  Eucaristía  jubilar. 

Después  de  Madre  Carlina,  se  constítuyó  también  en  una  verda- 
dera institución  para  la  Clínica  Sor  María  Virginia  Avila,  quien 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


fue  superiora  desde  1974  hasta  1985.  Han  seguido,  como  supe- 
rioras:  Sor  María  Trinidad  Sánchez  entre  1985  y  1987;  Sor  Aura 
Lucía  Moreno  entre  1988  y  1992  y  actualmente  dirige  la  Clínica 
como  superiora.  Sor  María  Luisa  Rojas,  desde  1993.  A  ella  le  ha 
correspondido  la  responsabilidad  y  el  honor  de  celebrar  estas 
Bodas  de  Oro  de  la  presencia  de  las  Dominicas  de  Santa  Catali- 
na de  Sena  en  la  Clínica  Pasteur. 

Agradezcamos  también  a  Dios  por  el  hecho  de  que  las  Religio- 
sas Dominicas  en  todo  tiempo  se  han  sentido  eficazmente  ayu- 
dadas por  la  cooperación  técnica  competente  y  generosa  de 
quien  ha  desempeñado  el  cargo  de  director  y  de  los  médicos  y 
profesionales  que  en  sus  diversas  especializaciones  han  trabaja- 
do y  trabajan  en  la  Clínica.  Ha  sido  también  profesionalmente 
competente  y  abnegada  la  cooperación  de  las  enfermeras,  ayu- 
dantes y  personal  de  administración  y  servicios  de  la  Clínica.  A 
ese  personal  la  Clínica  le  renueva  su  gratitud. 

En  esta  Eucaristía  jubilar,  agradezcamos  a  Dios  por  el  gran  espí- 
ritu de  sacrificio,  por  la  abnegación  y  tenacidad  y  por  la  fe,  con 
la  que  ven  a  Jesucristo  en  los  enfermos,  con  que  han  trabajado 
las  religiosas  y  con  la  visión  de  futuro  que  tuvieron  para  llevar 
adelante  un  proyecto  de  tanta  importancia  para  nuestro  pueblo. 

Cuando  en  estas  Bodas  de  Oro  de  la  presencia  de  las  Dominicas 
de  Santa  Catalina  de  Sena  en  la  Clínica  Pasteur,  formulamos  a 
todo  el  personal  que  trabaja  en  esta  Casa  de  salud,  nuestra  cor- 
dial congratulación,  también  le  formulamos  este  voto:  Que  el 
amor  de  Dios  se  derrame  abundantemente  en  sus  corazones  con  el  Es- 
píritu Santo  que  se  nos  ha  dado,  a  fin  de  que  con  ese  amor  y  con  com- 
petencia técnica  y  profesional  sigan  sirviendo  a  los  enfermos  como  a  Je- 
sucristo mismo,  que  se  identifica  con  los  más  humildes  de  sus  herma- 
nos. Así  sea. 

Homilía  pnvninciada  por  Mons..  Antonio  /.  González  Z., 
Arzobispo  de  Quito,  el  día  7  de  junio  de  Í998. 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


365 


Bodas  de  Plata 
de  la  Facultad  de  Teología 
de  la  P.U.C.E. 

Nadie  conoce  bien  al  Hijo  sino  el  Padre,  ni  al  Padre  le  conoce  bien  na- 
die sino  el  Hijo  y  aquel  a  quien  el  Hijo  se  lo  quiera  revelar  (Mt  11,  27) 
Mt.  22,  25-30) 


El  20  de  junio  de  1973,  el  señor 
Cardenal  Gabriel  Carroñe, 
Prefecto  de  la  Congregación 
para  la  Educación  Católica  y 
por  tanto,  para  los  Seminarios 
y  Universidades  de  Estudios 
y  su  Secretario,  atendiendo  a 
una  petición  que  a  ese  Dicas- 
terio  romano  había  enviado 
desde  Quito,  el  señor  Carde- 
nal Pablo  Muñoz  Vega,  Arzo- 
bispo de  Quito  y  Gran  Canci- 
ller de  la  Pontificia  Universi- 
dad Católica  del  Ecuador,  sus- 
cribieron el  Decreto  por  el 
cual  elevaron  a  la  categoría  de 
Facultad  eclesiástica  al  Insti- 
tuto Teológico  que  ya  funcio- 
naba en  Quito,  ligado  a  esta 
Pontificia  Universidad  Católi- 
ca. Al  erigir  canónicamente 
esta  Facultad  de  estudios  o 
ciencias  filosófico-teológicas, 
la  Santa  Sede  le  otorgaba  la  fa- 
,  cuitad  de  conferir  títulos  aca- 


démicos de  Bachillerato,  de 
Licenciatura  y  de  Doctorado. 
Al  crear  esta  nueva  Facultad 
de  Teología,  la  Santa  Sede  la 
creaba  dentro  de  la  Pontificia 
Universidad  Católica  del 
Ecuador,  que  en  esa  fecha  ya 
tenía  más  de  veinticinco  años 
de  existencia,  pero  al  mismo 
tiempo  la  complementaba, 
ampliaba  y  enriquecía,  puesto 
que  una  Facultad  de  ciencias 
filosófico-teológicas  venía  a 
justificar  el  título  de  Pontificia 
Universidad  Católica  que  ya 
ostentaba  nuestra  Universi- 
dad. 

Después  de  pocos  días,  el  20 
de  junio  del  año  en  curso,  se 
van  a  cumplir  los  veinticinco 
años  de  la  creación  de  esta  Fa- 
cultad de  ciencias  filosófico- 
teológicas.  Para  solemnizar 
estas  Bodas  de  Plata  de  esta 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Facultad  eclesiástica  de  Teolo- 
gía de  la  PUCE,  convocados 
por  el  Decano  de  la  Facultad, 
Padre  Dr.  Fernando  Barredo, 
nos  hemos  congregado  hoy 
los  que  integramos  la  comuni- 
dad universitaria  de  esta  uni- 
dad académica:  Decano, 
Claustro  de  profesores,  alum- 
nos, personas  que  trabajan  en 
administración  y  servicios,  re- 
presentantes de  las  diócesis  e 
Institutos  de  vida  consagrada 
que  envían  alumnos  a  la  Fa- 
cultad, para  celebrar  con  esta 
Eucaristía  esta  fecha  jubilar  de 
.  la  existencia  y  funcionamiento 
de  esta  Facultad  de  Teología. 

Con  esta  Eucaristía,  demos 

gracias  a  Dios  por  los 
beneficios  que  ha  aportado 
a  la  Iglesia  Católica  que 
peregrina  en  el  Ecuador  la 
creación  de  esta  Facultad  de 
Teología  y  recibamos 
también  de  la  Palabra  de 
Dios,  que  acaba  de  ser 
proclamada,  el  mensaje 
específico  para  esta 
Facultad  en  esa  fecha 
jubilar. 


1 .  Dennos  gracias  a  Dios 

por  el  beneficio 
de  la  unificación  de  la 
preparación  intelectual 
de  los  aspirantes 
al  sacerdocio 

Recordemos  que  antes  del 
Concilio  Vaticano  II,  aquí  en 
Quito  y  en  el  Ecuador,  la  for- 
mación intelectual  de  los  aspi- 
rantes al  sacerdocio  se  hacía 
en  forma  aislada  y  fragmenta- 
ria. Había  un  solo  centro  de 
formación  para  el  clero  dioce- 
sano de  todo  el  Ecuador.  Ese 
centro  fue  el  Seminario  Mayor 
"San  José"  de  Quito,  regenta- 
do en  aquellos  años  por  la 
Congregación  de  la  Misión  o 
Padres  Lazaristas.  En  el  Semi- 
nario Mayor  de  Quito  se  for- 
maban todos  los  seminaristas 
de  las  diócesis  del  país.  Las 
órdenes  o  congregaciones  reli- 
giosas tenían  sus  propios  Teo- 
logados  o  centros  de  forma- 
ción eclesiástica.  La  Orden  de 
Predicadores  tenía  su  Teolo- 
gado en  Santo  Domingo;  la 
Orden  de  Frailes  Menores  te- 
nía el  suyo  en  San  Francisco; 
los  Agustínos  mantenían  su 
Teologado  en  el  convento  de 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


367 


San  Agustín;  los  Mercedarios, 
en  el  convento  de  la  Merced. 
Cada  Teologado  religioso  te- 
nía su  propio  cuerpo  de  profe- 
sores, que  podían  ser  uno,  dos 
o  tres  religiosos  que  abarca- 
ban o  se  distribuían  la  ense- 
ñanza de  los  diversos  tratados 
de  filosofía  o  teología,  a  pocos 
alumnos.  Este  sistema  de  for- 
mación predisponía  a  la  sepa- 
ración y  en  ocasiones,  a  la  ri- 
validad entre  clero  diocesano 
y  clero  religioso.  Después  del 
Concilio  Vaticano  11,  que  tanto 
insistió  en  el  espíritu  de  co- 
munión eclesial,  el  nuevo  Ar- 
zobispo de  Quito,  que  inició 
su  servicio  pastoral  a  la  Ar- 
quidiócesis  en  1967,  Mons.  Pa- 
blo Muñoz  Vega,  impulsó  la 
idea  de  unificar  esfuerzos  y 
constituir  en  el  Seminario  Ma- 
yor "San  José"  de  Quito  un 
Teologado  Común,  aprove- 
chando el  concurso  del  mejor 
o  mejores  profesores  que  tu- 
viera cada  Instituto  y  reunien- 
do en  este  Teologado  común  a 
los  estudiantes  de  Filosofía  y 
Teología  del  Seminario  Mayor 
y  de  los  diversos  centros  de 
estudio  de  los  Institutos  reli- 
giosos. Este  Teologado  co- 


mún, que  contribuyó  a  la 
unión  entre  clero  diocesano  y 
religioso,  fue  la  base  para  la 
creación  en  junio  de  1973  de  la 
Facultad  Eclesiástica  de  Cien- 
cias Filosófico-teológicas  en  la 
PUCE.  Por  el  beneficio  de  la 
unión  entre  diocesanos  y  reli- 
giosos y  de  la  revitalización  y 
mejoramiento  de  los  estudios 
filosófico-teológicos  que  pro- 
dujeron la  creación  del  Teolo- 
gado comiin  y  luego  la  erec- 
ción canónica  de  la  Facultad 
de  Teología,  tributemos  fer- 
vientes gracias  a  Dios  en  esta 
Eucaristía  jubilar. 

2.  Demos  gracias  a  Dios 

por  el  beneficio  que 
sigr^ificó  para  la  Pontificia 
Universidad  Católica  del 
Ecuador  la  creación  de 
la  Facultad  de  Teología, 

La  Consfitución  Apostólica  Ex 
corde  Ecdesiae  de  S.S.  el  Papa 
Juan  Pablo  11  (15  de  agosto 
1990)  da  a  conocer  el  inmenso 
beneficio  que  aporta  a  una 
Universidad  Católica  el  fun- 
cionamiento en  ella  de  una 
Facultad  de  Teología. 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


"La  teología  — nos  dice  el  Pa- 
pa—  desempeña  un  papel 
particularmente  importante 
en  la  búsqueda  de  una  síntesis 
del  saber,  como  también  en  el 
diálogo  entre  fe  y  razón.  La 
teología  presta,  además  una 
ayuda  a  todas  las  otras  disci- 
plinas en  su  búsqueda  de  sig- 
nificado, no  solo  ayudándoles 
a  examinar  de  qué  modo  sus 
descubrimientos  influyen  so- 
bre las  personas  y  la  sociedad, 
sino  dándoles  también  una 
perspectiva  y  una  orientación 
que  no  están  contenidas  en 
sus  metodologías.  A  su  vez,  la 
interacción  con  estas  otras  dis- 
ciplinas y  sus  hallazgos  enri- 
quece a  la  teología,  proporcio- 
nándole una  mejor  compren- 
sión del  mundo  de  hoy  y  ha- 
ciendo que  la  investigación 
teológica  se  adapte  mejor  a  las 
exigencias  actuales".  El  Papa 
llega  a  esta  conclusión:  "Con- 
siderada la  importancia  espe- 
cífica de  la  teología  entre  las 
disciplinas  académicas,  toda 
Universidad  Católica  deberá 
tener  una  Facultad  o  al  menos 
cátedra  de  teología"  (E.C.E. 
19). 


3,  Que  la  Facultad  de 
Teología,  al  celebrar  las 

Bodas  de  Plata  de  su 
tundación,  descubra  el 
mensaje  que  Dios  le  diri- 
ge en  esta  celebración 

a)  Que  en  los  estudios  de  los 
diversos  tratados  de  la  Teo- 
logía sea  iluminada  por  la 
luz  de  la  revelación,  que 
culmina  en  Jesucristo 

El  pasaje  del  Evangelio  que 
ha  sido  proclamado  en  esta 
celebración  nos  recuerda 
que  el  habitual  procedi- 
miento de  Dios  en  la  reve- 
lación de  las  verdades  del 
Reino  consiste  en  ocultar 
dichas  verdades  a  los  sa- 
bios y  prudentes  del  mun- 
do y  en  manifestarlas  y  re- 
velarlas a  los  humildes, 
sencillos  y  pequeños.  Lo 
propio  de  la  teología  con- 
siste en  estudiar  a  Dios  y 
todas  las  realidades  que  se 
refieren  a  Dios  a  la  luz  de  la 
revelación  divina,  que  ha 
culminado  en  Jesucristo. 
Por  eso  Jesucristo  nos  dice 
que  "nadie  conoce  bien  al 


DCTOS,  ARQUIDIOCESANOS 


369 


Hijo  sino  el  Padre,  ni  al  Pa- 
dre le  conoce  bien  nadie  si- 
no el  Hijo  y  aquel  a  quien 
el  Hijo  se  lo  quiera  reve- 
lar". (Mt  11,  27).  Como  teó- 
logos o  estudiantes  de  teo- 
logía, los  profesores  y  estu- 
diantes de  esta  Facultad 
deben  preocuparse  siem- 
pre de  realizar  sus  estudios 
a  la  luz  de  la  revelación  di- 
vina, a  la  luz  de  la  Palabra 
de  Dios  interpretada  en 
plena  fidelidad  al  magiste- 
rio de  la  Iglesia.  Y  ya  que 
nadie  conoce  al  Hijo  sino  el 
Padre,  ni  al  Padre  conoce 
bien  nadie,  sino  el  Hijo  y 
aquel  a  quien  el  Hijo  se  lo 
quiera  revelar,  los  estu- 
diantes de  esta  Facultad 
deben  tener  la  convicción 
de  que: 

"No  hay  evangelización 
verdadera  mientras  no  se 
anuncie  el  Nombre,  la 
doctrina,  la  vida,  las  pro- 
mesas, el  Reino,  el  Miste- 
rio de  Jesús  de  Nazareth, 
Hijo  de  Dios"  (EN  22). 
Por  tanto,  en  la  evangeliza- 
ción hay  que  anunciar  a 


Cristo  en  toda  su  riqueza  y 
plenitud,  tal  como  se  des- 
prende de  las  divinas  Es- 
crituras tomadas  en  su  in- 
tegridad. (LP  50). 

b)  Que  esta  Facultad  dé  una 
sólida  formación  teológica 
a  sus  alumnos 

La  Declaración  sobre  la 
educación  cristiana  de  la 
juventud  del  Vaticano  II  di- 
ce que  "La  Iglesia  espera 
mucho  de  la  laboriosidad 
de  las  Facultades  de  cien- 
cias sagradas.  A  ellas  les 
confía  el  gravísimo  deber 
de  formar  a  sus  alumnos, 
no  solo  para  el  ministerio 
sacerdotal,  sino  sobre  todo 
para  enseñar  en  los  centros 
de  estudios  eclesiásticos 
superiores,  para  hacer 
avanzar  con  el  trabajo  per- 
sonal las  disciplinas  o  para 
tomar  sobre  sí  las  más  ar- 
duas funciones  del  aposto- 
lado intelectual.  A  estas  Fa- 
cultades concierne  así  mis- 
mo el  investigar  más  a  fon- 
do los  distintos  campos  de 
las  disciplinas  sagradas,  de 
forma  que  se  logre  una  in- 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


teligencia  cada  día  más 
profunda  de  la  Sagrada  Re- 
velación". 

Por  tanto,  como  un  mensa- 
je de  Dios  en  esta  fecha  ju- 
bilar, se  le  pide  a  esta  Fa- 
cultad de  teología  que 
"promueva  con  intensidad 
las  ciencias  sagradas  y  las 
que  con  ellas  se  relacionan 
y  sirviéndose  también  de 
los  métodos  y  medios  más 
recientes,  formen  a  los 
alumnos  para  las  más  pro- 
fundas investigaciones" 
(GE  11). 

c)  Esta  Facultad  de  Teología 
debe  ayudar  de  manera 
efectiva  a  la  Pontificia  Uni- 
versidad Católica  a  cum- 
plir su  papel  específico  de 
realizar  un  proyecto  cris- 
tiano de  hombre.  Para  ello 
tiene  que  estar  en  diálogo 
vivo,  continuo  y  progresi- 
vo con  el  Humanismo  y 
con  la  cultura  técnica.  Este 
diálogo  con  la  cultura  se 
realizará  por  medio  de  la 
evangelización  de  la  cultu- 
ra o  la  inculturación  del 
Evangelio.  La  incultura- 


ción es  la  encarnación  del 
Evangelio  en  todas  las  cul- 
turas para  su  transforma- 
ción con  los  valores  cristia- 
nos que  derivan  de  la  fe. 
Mediante  este  proceso  se 
sitúa  el  mensaje  evangélico 
en  el  pensar  de  la  cultura, 
en  sus  principios  funda- 
mentales de  vida,  en  sus 
criterios  de  juicio,  en  sus 
normas  de  acción,  a  fin  de 
que  se  proyecte  en  el  ethos 
del  pueblo,  en  sus  institu- 
ciones y  en  todas  sus  es- 
tructuras. La  inculturación 
es,  en  síntesis,  un  proceso 
de  discernimiento  y  de  im- 
pregnación de  los  princi- 
pios fundamentales  del 
Evangelio,  desde  el  actuar 
de  Jesús,  en  la  cultura  de 
cada  pueblo.  Solo  así  la 
Universidad  Católica  o  la 
Universidad  de  inspiración 
cristiana  podrá  apuntar  so- 
luciones para  los  complejos 
problemas  no  resueltos  de 
la  cultura  emergente  y  las 
nuevas  estructuraciones 
sociales,  como  la  dignidad 
de  la  persona  humana,  los 
derechos  inviolables  de  la 
vida,  la  libertad  religiosa. 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


la  familia  como  primer  es- 
pacio para  el  compromiso 
social,  la  solidaridad  en  sus 
distintos  niveles,  el  com- 
promiso propio  de  una  so- 
ciedad democrática,  la 
compleja  problemática  eco- 
nómico-social y  la  veloci- 
dad del  cambio  cultural. 


Celebremos,  pues,  esta  Euca- 
ristía de  Bodas  de  Plata  de 
nuestra  Facultad  de  ciencias 
filosófico-teológicas,  para  tri- 
butar, con  fervor  y  gozo,  nues- 
tra acción  de  gracias  a  Dios 
por  todos  los  beneficios  con- 


cedidos a  nuestra  Iglesia  par- 
ticular y  a  esta  Pontificia  Uni- 
versidad Católica  a  lo  largo  de 
estos  veinticinco  años  de  fun- 
cionamiento de  esta  Facultad 
y  también  para  impetrar  del 
Espíritu  Santo  aquellas  luces  y 
fortaleza  que  necesita  esta  Fa- 
cultad de  Teología  para  cum- 
plir su  misión  de  formar  sóli- 
damente a  sus  alumnos,  a  la 
luz  de  la  revelación  cristiana  y 
de  inculturar  el  Evangelio  en 
las  complejas  y  cambiantes 
realidades  de  la  cultura  técni- 
ca o  emergente. 

Así  sea. 


Homilía  pronunciada  por 
Mons.  Antonio  J.  González  Z., 
Arzobispo  de  Quito  y 
Gran  Canciller  de  la  PUCE, 
en  la  Eucaristía  de  Bodas  de  Plata 
de  la  Facultad  de 
Ciencias  Filosófico-teológicas, 
el  10  de  junio  de  1998. 


372 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


En  la  Fiesta  del  beato  Josemaría  Escrivá 

"Porque  ésta  es  la  voluntad  de  Dios:  vuestra  santificación"  (I  Ts  4,  3) 

Estimados  hermanos:  Rvmo.  Vicario  del  Prelado  del  Opus  Dei, 
sacerdotes  y  fieles  de  la  Prelatura  personal  del  Opus  Dei,  muy 
amados  hermanas  y  hermanos  en  N.S.  Jesucristo. 

Cuando  en  la  primaveral  y  espléndida  mañana  del  domingo  17 
de  mayo  de  1992,  ante  la  grandiosa  fachada  de  la  Basílica  de  San 
Pedro  en  el  Vaticano  y  teniendo  delante  de  sí  a  una  inmensa 
multitud  de  fieles,  venidos  a  Roma  de  todos  los  continentes  del 
mundo,  que  llenaban  la  Plaza  de  San  Pedro  y  la  Vía  de  la  Con- 
ciliación, Su  Santidad  el  Papa  Juan  Pablo  II  proclamó  beatos  al 
sacerdote  español,  fundador  del  Opus  Dei,  Mons.  Josemaría  Es- 
crivá de  Balaguer  y  a  la  religiosa  canosiana,  originaria  del  Sudán 
en  Africa,  Josefina  Bakhita,  determinó  también  que  se  pudiera 
celebrar  la  fiesta  del  beato  Josemaría  Escrivá  de  Balaguer  todos 
los  años  en  los  lugares  y  del  modo  establecido  por  el  Derecho,  el 
día  de  su  tránsito  al  cielo,  el  26  de  junio. 

Por  esto,  hoy  26  de  junio  de  1998,  nos  hemos  congregado  en  es- 
ta Catedral  primada  de  Quito,  para  celebrar  con  esta  Eucaristía 
solemne  la  fiesta  del  beato  Josemaría  Escrivá  de  Balaguer. 

Con  la  proclamación  de  un  beato  en  la  Iglesia,  el  Pontífice  Ro- 
mano nos  presenta  a  los  fieles  cristianos  un  nuevo  intercesor  en 
el  cielo  y  un  nuevo  modelo  de  perfección  cristiana,  al  que  pode- 
mos imitar  en  la  tierra. 

En  el  beato  Josemaría  Escrivá  S.S.  el  Papa  Juan  Pablo  II  nos  ha 
recordado  y  enseñado  tres  aspectos  importantes  de  la  espiritua- 
lidad que  él  practicó  y  enseñó  especialmente  a  los  miembros  del 
Opus  Dei.  Esos  tres  aspectos  importantes  de  su  espiritualidad 


:C'3S  ARQUIDIOCESANCÍ 


373 


son:  1°  La  Vocación  universal  a  la  santidad  en  la  Iglesia.  T  El  va- 
lor santifícador  del  trabajo  y  3^^  La  vocación  del  fiel  cristiano  al 
apostolado. 

1 .  La  vocación  universal  a  la  santidad  en  la  Iglesia 

En  muchos  casos  de  beatificaciones,  como  en  el  de  Mons.  Jose- 
maría  Escrivá,  la  beatificación  es  también  la  aprobación  oficial 
que  da  la  Iglesia  a  un  carisma  propio  o  a  una  espiritualidad  es- 
pecífica promovida  y  fomentada  por  el  beato  en  la  Iglesia.  Jose- 
maría  Escrivá  de  Balaguer,  que  fije  un  maestro  de  vida  interior, 
de  espiritualidad,  se  adelantó  al  Vaficano  11,  al  promover  y  fo- 
mentar en  la  Iglesia  la  vocación  universal  a  la  santidad.  Mons.  Al- 
varo del  Portillo,  colaborador  y  sucesor  de  Mons.  Escrivá  — el 
cual  siguió  desde  dentro  el  Concilio  Vaticano  H,  contribuyendo 
a  su  desarrollo —  comenta:  "En  cuantas  ocasiones,  durante  la 
aprobación  de  los  documentos  del  Concilio,  hubiese  sido  de  jus- 
ticia hablar  con  el  Fundador  del  Opus  Dei  y  repetirle:  ¡Felicita- 
ciones!, porque  lo  que  tiene  en  su  alma,  lo  que  ha  enseñado  in- 
cansablemente desde  1928,  ha  sido  proclamado,  con  toda  solem- 
nidad, por  el  magisterio  de  la  Iglesia"  (Testigo  pág.  8).  Al  reco- 
rrer la  doctrina  que  vivifica  los  documentos  del  Vaticano  n,  en 
el  que  se  repiten  las  enseñanzas  tiadicionales  remozando  su  ro- 
paje — viejo  como  el  Evangelio  y  como  el  Evangelio  nuevo — 
sorprende  ver  con  qué  fidelidad  se  ajusta  a  los  textos  oficiales  lo 
ya  predicado  por  el  Fundador.  Aquella  doctrina,  que,  treinta  y 
tantos  años  antes,  algunos  consideraron  descabellada  y  herética, 
estaba  ahora  re\"estida  de  solemnidad  oficial.  En  primer  térmi- 
no, la  llamada  universal  a  santificarse,  que  el  beato  Josemaría 
Escrivá  había  consignado  por  escrito  en  carta  del  24  de  marzo  de 
1930:  "Hemos  de  estar  siempre  de  cara  a  la  muchedumbre,  por- 
que no  hay  criatura  humana  que  no  amemos,  que  no  tratemos 
de  ayudar  y  comprender.  Xos  interesan  todos,  porque  todos  tie- 
nen un  alma  que  salvar,  porque  a  todos  podemos  llevar,  en  nom- 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


bre  de  Dios,  una  invitación  para  que  busquen  en  el  mundo  la 
perfección  cristiana,  repitiéndoles,  estote  ergo  vos  perfecti,  sicut  et 
Pater  vester  coelestis  perfectus  est;  sed  perfectos,  como  lo  es  vues- 
tro Padre  celestial".  "Hemos  venido  a  decir,  con  humildad  de 
quien  se  sabe  pecador  y  poca  cosa  homo  peccator  sum  (Le  5,  8),  de- 
cimos con  Pedro  pero  con  la  fe  de  quien  se  deja  guiar  por  la  ma- 
no de  Dios,  que  la  santidad  no  es  cosa  para  privilegiados,  que  a 
todos  nos  llama  el  Señor,  que  de  todos  espera  Amor.  De  todos, 
estén  donde  estén,  de  todos,  cualquiera  que  sea  su  estado,  su 
profesión  o  su  oficio.  Porque  esa  vida  corriente,  ordinaria,  sin 
apariencia,  puede  ser  medio  de  santidad.  No  es  necesario  aban- 
donar el  propio  estado  en  el  mundo  para  buscar  a  Dios,  si  el  Se- 
ñor no  da  a  un  alma  la  vocación  religiosa,  ya  que  todos  los  ca- 
nünos  de  la  tierra  pueden  ser  ocasión  de  un  encuentro  con  Cris- 
to". El  Concilio  Vaticano  II,  en  su  fundamental  Constitución  Lu- 
men gentium  proclamó,  el  21  de  noviembre  de  1964,  que  hay  en 
la  Iglesia  ima  uiüversal  vocación  a  la  santidad;  esto  quiere  decir 
que  en  la  Iglesia,  todos,  lo  mismo  quienes  pertenecen  a  la  Jerar- 
quía que  los  apacentados  por  ella,  están  llamados  a  la  santidad, 
segiin  aquello  del  Apóstol:  Porque  ésta  es  la  voluntad  de  Dios, 
vuestra  santificación.  Este  llamado  universal  a  la  santidad  en  la 
Iglesia  se  expresa  multiformemente  en  cada  uno  de  los  que,  con 
edificación  de  los  demás,  se  acercan  a  la  perfección  de  la  caridad 
en  su  propio  género  de  vida  (L.G.  39).  El  Concilio  declaró  tam- 
bién que  la  santidad  es  posible  en  los  diversos  estados,  géneros 
de  vida  y  ocupaciones,  porque  cada  cristiano  debe  caminar  sin 
vacilación  por  el  camino  de  la  fe  viva,  que  engendra  la  esperan- 
za y  obra  por  la  caridad,  según  los  dones  y  funciones  que  le  son 
propios.  Por  tanto,  todos  los  fieles  cristianos,  en  las  condiciones, 
ocupaciones  o  circunstancias  de  su  vida  y  a  través  de  todo  eso, 
se  santificarán  más  cada  día,  si  lo  aceptan  todo  con  fe  de  la  ma- 
no del  Padre  celestial  y  colaboran  con  la  voluntad  divina,  ha- 
ciendo manifiesta  a  todos,  incluso  en  su  dedicación  a  las  tareas 
temporales,  la  caridad  con  que  Dios  amo  al  mundo  (L.G.  41). 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


375 


2.  El  valor  santificador  del  trabajo  humano 

Si,  según  la  espiritualidad  fomentada  por  el  beato  Josemaría  Es- 
crivá,  el  cristiano  está  llamado  a  santificarse  en  las  condiciones, 
ocupaciones  o  circunstancias  de  su  vida,  está  llamado  a  santifi- 
carse en  su  trabajo  ordinario  y  por  medio  de  su  trabajo  o  ejerci- 
cio de  su  profesión.  El  trabajo  tiene  un  valor  santificador. 

Durante  muchos  siglos,  se  había  tenido  el  trabajo  como  una  co- 
sa vil;  se  le  había  considerado,  incluso  por  personas  de  gran  ca- 
pacidad teológica,  como  un  estorbo  para  la  santidad  de  los  hom- 
bres. En  cambio  el  beato  Josemaría  Escrivá  decía  a  los  miembros 
del  Opus  Dei:  "Yo  os  digo,  hijas  e  hijos  míos,  que  a  cualquiera 
que  excluya  un  trabajo  humano  honesto  — importante  o  humil- 
de—  afirmando  que  no  puede  ser  santificador  y  santificante,  po- 
déis decirle  con  seguridad  que  Dios  no  le  ha  llamado  a  su 
Obra". 

La  espiritualidad  del  Opus  Dei  se  caracteriza  porque  mete  el  tra- 
bajo en  la  entraña  del  mundo  y  lo  vincula  a  la  vida  contempla- 
tiva, iluminando  todas  las  capas  sociales,  empapando  cualquier 
actividad  terrena. 

De  ahí  que  la  naturaleza  del  trabajo  profesional  de  los  miembros 
del  Opus  Dei  adquiere  notas  propias  y  peculiares,  cara  a  la  so- 
ciedad y  cara  a  Dios.  Se  caracteriza  primeramente,  por  su  secu- 
laridad;  puesto  que  se  sigue  desempeñando  en  el  mismo  sitio  en 
que  se  recibe  la  llamada  divina  a  la  santificación,  en  medio  del 
mundo,  entre  los  compañeros  de  fatigas. 

En  segundo  término,  no  es  algo  adventicio.  Es  una  vocación  ci- 
vil, oficio  o  carrera  libremente  elegida  y  preparada,  mediante 
unos  estudios  o  unos  años  de  aprendizaje.  Y,  además,  trabajo 
que  se  realiza  bajo  el  principio  de  unidad  de  vida.  Queriendo 


376 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


decir  con  ello  que  los  miembros,  en  el  ejercicio  de  su  profesión, 
practican  tanto  las  virtudes  teologales  como  las  humanas;  que 
contribuyen  al  progreso  de  las  naciones  y  al  bienestar  social  y 
que  sus  tareas  tienen,  simultáneamente,  un  sentido  divino,  en 
cuanto  obra  ofrecida  a  Dios.  En  síntesis,  así  expuso  el  beato  Jo- 
semaría  Escrivá  la  eficacia  santificadora  del  trabajo:  "Lo  que  he 
enseñado  siempre  — desde  hace  cuarenta  años —  es  que  todo 
trabajo  humano  honesto,  intelectual  o  material,  debe  ser  realiza- 
do por  el  cristiano  con  la  mayor  perfección  humana  (competen- 
cia profesional)  y  con  perfección  cristiana  (por  amor  a  la  volun- 
tad de  Dios  y  en  servicio  de  los  hombres).  Porque  hecho  así,  ese 

trabajo  humano,  por  humilde  e 
insignificante  que  parezca  la  ta- 
rea, contribuye  a  ordenar  cristia- 
namente las  realidades  tempora- 
les, a  manifestar  su  dimensión 
divina,  y  es  asumido  e  integrado 
en  la  obra  prodigiosa  de  la  Crea- 
ción y  de  la  Redención  del  mun- 
do: se  elevará  así  el  trabajo  al  or- 
den de  la  gracia,  se  santifica,  se 
convierte  en  obra  de  Dios"  ope- 
ratio  Dei,  Opus  Dei.  (Conversa- 
ciones, n.  10).  Santificar  el  traba- 
jo, santificarse  en  el  trabajo  y 
santificar  a  los  otros  con  el  traba- 
jo, repetía  el  beato  e  insistía  en  la 
necesidad  de  fundir  en  una  sólida  unidad  de  vida  la  actividad 
profesional,  la  oración  y  el  apostolado,  de  modo  que  todos  los 
aspectos  de  la  existencia  cristiana  pudiesen  convertirse  en  ofren- 
da grata  a  Dios.  Josemaría  Escrivá  insistió  también  en  la  consa- 
gración del  mundo  o  en  la  ordenación  del  orden  temporal  hacia 
Dios,  de  la  que  nos  habló  el  Vaticano  II.  En  una  sociedad  en  la 
que  el  afán  desenfrenado  de  poseer  cosas  materiales  las  convier- 


todo  trabajo  humano 
honesto,  intelectual 
o  material,  debe  ser 
realizado  por  el  cristiano 
con  la  mayor  perfección 
humana  (competencia 

profesional)  y 
con  perfección  cristiana 
(por  amor  a  la  voluntad 
de  Dios  y  en  servicio 
de  los  hombres). 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


377 


te  en  un  ídolo  y  motivo  de  alejanúento  de  Dios,  Josemaría  Escri- 
vá  nos  recuerda  que  estas  mismas  realidades,  criaturas  de  Dios 
y  producto  del  ingenio  humano,  si  se  usan  rectamenté  para  glo- 
ria del  Creador  y  al  servicio  de  los  hermanos,  pueden  ser  cami- 
no para  el  encuentro  de  los  hombres  con  Cristo.  Todas  las  cosas 
de  la  tierra  — enseñaba —  también  las  actividades  terrenas  y 
temporales  de  los  hombres,  han  de  ser  llevadas  a  Dios.  (Carta 
del  19  de  marzo  de  1954). 

3,  La  vocación  de  los  laicos  al  apostolado 

Forma  parte  de  la  espiritualidad  enseñada  por  el  beato  Josema- 
ría Escrivá  la  insistencia  en  la  vocación  de  todos  los  cristianos  y 
por  tanto,  también  de  los  laicos  al  apostolado. 

Cuando  en  el  primer  cuarto  de  este  siglo  surgió  en  la  Iglesia  la 
Acción  Católica,  ésta  se  definió  como  la  participación  o  colabo- 
ración de  los  cristianos  seglares  en  el  apostolado  jerárquico  de  la 
Iglesia.  Se  pensaba  en  la  necesidad  de  suplir  con  la  actividad 
apostólica  de  los  laicos  la  falta  de  sacerdotes  en  ciertos  ambien- 
tes de  la  sociedad  contemporánea.  La  acción  católica  o  el  apos- 
tolado de  los  laicos  se  consideraba  solo  como  una  suplencia  o 
sustitución  del  apostolado  jerárquico.  Se  consideraba  que  el 
apostolado  de  la  Iglesia  era  función  y  competencia  exclusiva  de 
la  jerarquía. 

Pero  Mons.  Escrivá  de  Balaguer  ya  en  1932  escribía  lo  siguiente: 
"Hay  que  rechazar  el  prejuicio  de  que  los  fieles  corrientes  no 
pueden  hacer  más  que  limitarse  a  ayudar  al  clero  en  apostola- 
dos eclesiásticos.  El  apostolado  de  los  seglares  no  tiene  por  qué 
ser  siempre  una  simple  participación  en  el  apostolado  jerárqui- 
co, a  ellos  les  compete  el  deber  de  hacer  apostolado.  Y  esto  no 
porque  reciban  una  misión  canónica,  sino  porque  son  parte  de  la 
Iglesia;  esa  misión...  la  realizan  a  través  de  su  profesión,  de  su 


378 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


oficio,  de  su  familia,  de  sus  colegas,  de  sus  amigos"  (Citada  en 
Testigo,  págs.  20-21). 

Esta  afirmación  de  Mons.  Escrivá,  que  en  1932  pudo  ser  consi- 
derada como  revolucionaria  o  como  no  ortodoxa,  fue  ratificada 
oficialmente  por  el  Concilio  Vaticano  II,  en  el  Decreto  Conciliar 
Apostolicam  Actuositatem,  n.  2,  en  el  que  se  afirma  que  la  voca- 
ción cristiana  es,  por  su  misma  naturaleza,  vocación  al  apostola- 
do. Los  laicos  están  llamados  al  apostolado,  no  solo  para  suplir 
el  apostolado  jerárquico,  sino  por  propia  vocación,  porque  el  de- 
ber y  el  derecho  del  seglar  al  apostolado  deriva  de  su  misma 
unión  con  Cristo  Cabeza.  Insertos  por  el  bautismo  en  el  Cuerpo 
místico  de  Cristo,  robustecidos  por  la  confirmación  en  la  fortale- 
za del  Espíritu  Santo,  es  el  mis- 

la  vocación  cristiana  es,      "^^  Señor  el  que  los  destina  al 

,      1         apostolado.  (A.A.,  3).  El  mismo 
por  su  misma  naturaleza,    ^    ^       \,.    ,     .  , 
^  Decreto  conciliar  hablo  también 

vocación  al  apostolado.       ¿e  las  características  de  la  espiri- 
Los  laicos  están  llamados     tualidad  que  deben  cultivar  los 
al  apostolado,  seglares  para  el  apostolado:  A 

esta  espiritualidad  seglar  debe 
conferirle  un  matiz  especial  o  característico  el  estado  de  matri- 
monio y  familia,  de  soltería  o  viudez,  la  situación  de  enferme- 
dad, la  actividad  profesional  y  social. . .  Tengan  en  sumo  aprecio 
el  dominio  de  la  profesión,  el  sentido  familiar  y  cívico  y  todas 
aquellas  virtudes  que  se  refieren  a  las  relaciones  sociales,  esto  es, 
la  honradez,  el  espíritu  de  justicia,  la  sinceridad,  los  buenos  sen- 
timientos, la  fortaleza  del  alma,  sin  las  cuales  no  puede  darse 
una  auténtica  vida  cristiana.  (A. A.,  4). 

Después  del  Concilio  Vaticano  II,  Mons.  Josemaría  Escrivá  pudo 
decir:  "Una  de  mis  mayores  alegrías  ha  sido  precisamente  ver 
cómo  el  Concilio  Vaticano  II  ha  proclamado  con  gran  claridad  la 
vocación  divina  del  laicado.  Sin  jactancia  alguna,  debo  decir 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


379 


que,  por  lo  que  se  refiere  a  nuestro  espíritu,  el  Concilio  no  ha  su- 
puesto una  invitación  a  cambiar,  sino  que,  al  contrario,  ha  con- 
firmado lo  que  — por  la  gracia  de  Dios —  veníamos  viviendo  y 
enseñando  desde  hace  tantos  años".  (Conversaciones,  n.  72). 

Al  celebrar,  una  vez  más,  la  fiesta  del  beato  Josemaría  Escrivá  de 
Balaguer  en  la  Catedral  primada  de  Quito,  todos  los  cristianos 
debemos  sentirnos  estimulados  a  aspirar  a  la  santidad  con  la  vi- 
vencia de  lo  fundamental  cristiano,  que  es  la  filiación  divina  por 
la  gracia,  mediante  la  santificación  del  trabajo  en  los  diferentes 
estados  y  situaciones  de  vida  en  que  nos  encontremos  y  fun- 
diendo en  una  sólida  unidad  de  vida  la  actividad  profesional,  la 
oración  y  el  apostolado,  de  modo  que  todos  los  aspectos  de  la 
existencia  cristiana  se  conviertan  en  ofrenda  grata  a  Dios. 

A  los  sacerdotes  de  la  Sociedad  de  la  Santa  Cruz  y  a  todos  los 
miembros  de  la  Prelatura  del  Opus  Dei,  que  viven  y  trabajan  en 
la  Arquidiócesis  de  Quito,  los  aliento,  con  unas  palabras  que  en 
1992  les  dirigió  el  Papa  Juan  Pablo  II: 

"Que  esta  gozosa  celebración  sea  ocasión  propicia  que  los 
aliente  a  una  mayor  entrega  en  su  respuesta  a  la  llamada  a 
la  santificación  y  a  una  más  generosa  participación  en  la 

vida  eclesial,  siendo  siempre  testigos  de  los  genuinos 
valores  evangélicos,  lo  cual  se  traduzca  en  un  ilusionado 
dinamismo  apostólico,  con  particular  atención  hacia  los 
más  pobres  y  necesitados". 

Así  sea. 

Homilía  pronunciada  por  Mons.  Antonio  J.  González  Z., 
Arzobispo  de  Quito,  el  viernes  26  de  junio  de  1998, 
en  la  fiesta  del  beato  Josemaría  Escrivá  de  Balaguer, 
celebrada  en  la  Catedral  primada  de  Quito. 


380 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Presentación  de  Tesis  Doctoral 

Gracias  a  la  cooperación  decidida  de  la  Conferencia  Episcopal 
Ecuatoriana  y  especialmente  de  su  Secretario  General,  Mons. 
Antonio  Arregui  Yarza  y  de  Ediciones  Abya-Yala  y  particular- 
mente del  P.  Juan  Botasso,  se  ha  podido  publicar,  en  este  año 
1998,  la  tesis  doctoral  "Doctrinas  y  parroquias  del  Obispado  de 
Quito  en  la  segunda  mitad  del  siglo  XVI",  tesis  defendida  por  el 
Dr.  Augusto  E.  Albuja  Mateus,  al  inicio  de  la  década  de  los  años 
sesenta,  en  la  Facultad  de  Derecho  Canónico  de  la  Pontificia 
Universidad  Eclesiástica  de  Salamanca.  Nos  podemos  dar  cuen- 
ta de  la  importancia  especial  que  tiene  esta  publicación  para  la 
historia,  desarrollo  y  actividad  pastoral  del  Obispado  de  San 
Francisco  de  Quito,  iniciado  con  la  Bula  del  Papa  Paulo  III  el  8 
de  enero  de  1545  y  elevado  a  Sede  Metropolitana  mediante  la 
Bula  Roinmü  Pontífices  de  Pío  IX,  el  13  de  enero  de  1848. 

La  importancia  de  la  tesis  doctoral  de  Mons.  Augusto  Albuja  ra- 
dica no  solo  en  los  valiosos  fondos  documentales  del  Archivo 
General  de  Indias,  que  son  las  Fuentes  de  este  trabajo  de  inves- 
tigación científica,  sino  en  el  amoroso  interés  que  pone  un  pres- 
bítero de  esta  Iglesia  particular  de  Quito  en  la  elaboración  de  la 
historia  de  los  orígenes  y  del  desarrollo  del  Obispado  Quítense 
en  la  segunda  mitad  del  siglo  XVI,  bajo  el  gobierno  pastoral  de 
aquellos  tres  pastores  gigantes  que  la  Providencia  Divina  depa- 
ró para  nuestra  Iglesia  en  aquel  período  fundacional:  el  limo. 
Garci  Díaz  Arias;  Fr.  Pedro  de  la  Peña  y  Fray  Luis  López  de  So- 
lís,  que  termina  su  gobierno  pastoral  en  Quito  en  1606.  El  tercer 
Obispo,  limo.  Antonio  de  San  Miguel  y  Solier  no  tuvo  tiempo  de 
ejercer  su  ministerio  pastoral  en  el  Obispado  de  Quito,  porque 
falleció  en  Riobamba,  cuando  viajaba  a  Quito  a  tomar  posesión 
de  su  cargo  episcopal. 

Felicito  muy  cordialmcnte  a  Mons.  Augusto  Albuja  por  la  publi- 
cación de  su  tesis  en  este  año  de  1998,  cuando  se  cumplen  cua- 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


381 


tro  siglos  del  fecundo  gobierno  pastoral  del  Fraile  agustino, 
muerto  en  olor  de  santidad,  limo.  Luis  López  de  Solís,  el  gran 
organizador  del  entonces  inmenso  Obispado  de  San  Francisco 
de  Quito.  Le  felicito  de  manera  especial,  porque  se  publica  su  te- 
sis, defendida  en  las  mismas  Facultad  y  Universidad,  en  las  que 
defendí  mi  tesis  "Sobre  el  Gobierno  Eclesiástico  Pacífico"  de 
Fray  Gaspar  de  Villarroel  a  fines  de  junio  de  1957,  tesis  que  se 
publicó  en  Gráficas  ESET  del  Seminario  diocesano  de  Vitoria  en 
Í96L 

1.  Considero  la  publicación  de  "Doctrinas  y  parroquias  del  Obis- 
pado de  Quito  en  la  segunda  mitad  del  siglo  XVI"  en  este  año 
1998  como  el  último  acto  recordatorio  de  la  celebración  de  los 
cuatrocientos  cincuenta  años  de  la  erección  canónica  del  Obispa- 
do de  San  Francisco  de  Quito,  fecha  jubilar  que  celebramos  en  el 
año  de  1995. 

La  tesis  de  Mons..  Albuja,  con  sus  16  capítulos  y  los  sesenta  do- 
cumentos de  los  apéndices,  contiene  precisamente  la  historia  de 
la  Diócesis  de  Quito  desde  su  erección  canónica,  hecha  por  Pau- 
lo III  mediante  la  Bula  "Super  specula  militantis  Ecclesiae",  del 
8  de  enero  de  1545.  Trata  también  de  los  límites,  de  la  descrip- 
ción de  la  extensa  geografía  y  de  las  ciudades  y  regiones  que 
comprendía  el  Obispado.  Sobre  todo  se  hace  la  historia  de  los 
cuatro  primeros  Obispos  de  San  Francisco  de  Quito.  Luego  se 
hace  una  detallada  relación  de  la  organización  de  las  doctrinas 
y  parroquias,  su  provisión  canónica  y  la  acción  pastoral  de  los 
párrocos  y  doctrineros  en  cuanto  a  la  instrucción  religiosa,  el 
culto  divino,  la  administración  de  los  sacramentos,  libros  parro- 
quiales. El  autor  dedica  algunos  capítulos  al  clero,  al  seminario 
y  ordenación  de  mestizos,  a  los  arciprestes  y  vicarios,  al  clero  re- 
gular, para  terminar  con  una  descripción  de  la  situación  del 
Obispado  de  Quito  a  fines  del  siglo  XVI.  Por  los  datos  que  con- 
signa Mons.  Albuja  en  su  tesis,  se  ve  que,  a  fines  del  siglo  XVI, 
el  Obispado  de  San  Francisco  de  Quito  era  enorme  e  importan- 


382 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


te:  en  un  inmenso  territorio  de  226  leguas  de  longitud  y  de  70  le- 
guas de  latitud,  territorio  que  venía  desde  Pasto,  al  norte,  hasta 
San  Miguel  de  Piura  al  sur;  hasta  Jaén,  Bracamoros  y  Yaguar- 
zongo,  al  oriente;  y  toda  la  actual  Costa  ecuatoriana,  con  20  ciu- 
dades y  una  villa,  había  208  parroquias,  120  confiadas  al  clero 
diocesano  y  88  al  clero  regular. 

Toda  la  tesis  de  Mons.  Albuja  es  una  documentada  relación  his- 
tórica de  los  orígenes  y  organizaciones  del  Obispado  de  San 
Francisco  de  Quito,  relación  que  es  una  oportuna  celebración  de 
los  450  años  de  su  erección  canónica. 

2.  Este  acto  de  lanzamiento  o  entrega  de  la  publicación  de  la  te- 
sis doctoral  de  Mons.  Augusto  Albuja  Mateus  se  lleva  a  cabo 
dentro  del  año  en  el  que  estamos  celebrando  el  sesquicentenario 
o  ciento  cincuenta  años  de  la  elevación  del  Obispado  de  San 
Francisco  de  Quito  a  la  categoría  de  Arquidiócesis  de  Quito  o  de 
Sede  Metropolitana  de  la  provincia  eclesiástica  de  Quito. 

Por  lo  mismo  considero  este  lanzamiento  como  un  acto  impor- 
tante con  el  cual  estamos  celebrando  este  sesquicentenario. 

Hay  una  razón  para  relacionar  el  lanzamiento  de  este  libro  con 
el  centésimo  quincuagésimo  aniversario  de  la  elevación  del  an- 
tiguo Obispado  de  San  Francisco  de  Quito  a  la  categoría  de  Ar- 
quidiócesis Metropolitana.  La  razón  es  la  semejanza  de  la  situa- 
ción en  que,  en  cuanto  a  parroquias  urbanas,  se  encontraba  la 
ciudad  de  Quito  a  fines  del  siglo  XVI  y  a  principios  del  siglo 
XVII,  con  la  situación  en  que,  en  cuanto  a  parroquias  urbanas,  se 
encontraba  la  misma  ciudad  de  Quito  en  1848,  cuando  fue  ele- 
vada a  Sede  Metropolitana  de  la  Arquidiócesis  de  Quito.  Mons. 
Albuja,  al  describir  la  situación  del  Obispado  de  Quito  a  fines 
del  siglo  XVI  y  en  los  primeros  años  del  siglo  XVII,  nos  indica 
que  en  la  ciudad  de  Quito  además  de  la  Catedral  había  ocho  pa- 
rroquias más,  que  eran  las  siguientes:  San  Sebastián,  San  Blas, 
Santa  Bárbara,  San  Marcos,  Santa  Frisca,  San  Juan  de  Machán- 


DCTOS,  ARQUIDIOCESANOS 


gara,  es  decir,  San  Juan  Evangelista  de  Chimbacalle;  Machanga- 
rilla  que  puede  ser  La  Magdalena,  que  está  junto  al  riachuelo 
que  da  origen  al  Machángara  y  San  Roque  desde  1600. 

Durante  casi  dos  siglos  y  medio,  desde  1600  hasta  1848,  año  en 
que  sube  Quito  a  la  categoría  de  Arquidiócesis,  la  ciudad  de 
Quito  no  ha  aumentado  el  número  de  sus  parroquias  urbanas  y 
quizá  tampoco  haya  crecido  mucho  el  número  de  sus  habitan- 
tes; porque  en  la  misma  Bula  "Romani  Pontífices",  con  la  que 
Pío  IX  crea  la  Arquidiócesis,  en  1848,  se  describe  a  Quito  como 
una  ciudad  de  70.000  habitantes,  que  además  de  la  Catedral  te- 
nía seis  iglesias  parroquiales;  nueve  conventos  de  religiosos  y 
cinco  de  religiosas,  una  casa  de  enseñanza  de  niñas,  un  hospital 
muy  extenso.  Funcionaban  también  en  Quito  un  Seminario  de 
Clérigos  y  una  ilustre  Universidad  de  estudios.  Quizá  habrán 
crecido  en  Quito  en  1848  los  conventos  de  religiosos  y  religiosas, 
la  casa  de  enseñanza  de  niñas,  el  Hospital  y  la  Universidad  de 
estudios.  En  cambio,  el  número  de  parroquias,  al  parecer,  ha  dis- 
minuido. Esto  indica  que  la  situación  de  la  ciudad  de  Quito  ha 
permanecido  estática  en  muchos  aspectos  en  el  lapso  de  dos  si- 
glos y  medio.  Así  pues,  la  situación  de  la  nueva  Sede  Metropo- 
litana de  Quito  es  semejante,  en  cuanto  al  número  de  parro- 
quias, a  la  situación  que  tenía  la  Sede  episcopal  de  San  Francis- 
co de  Quito  a  fines  del  siglo  XVI  y  principios  del  siglo  XVII. 

Agradezcamos  y  felicitemos  a  Mons.  Augusto  Albuja  Mateus, 
porque  con  el  lanzamiento  de  su  libro  "Doctrinas  y  Parroquias 
del  Obispado  de  Quito  en  la  segunda  mitad  del  siglo  XVI"  en  es- 
te año  de  1998  está  también  celebrando  y  festejando  el  sesqui- 
centenario  de  la  elevación  del  Obispado  de  San  Francisco  de 
Quito  a  la  categoría  de  Arquidiócesis  Metropolitana  de  Quito. 

Rendidas  gracias. 

+Antonio  J.  González  Z., 
Arzobispo  de  Quito 
Primado  del  Ecuador 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Administración  Eclesiástica 


Nombramientos 


Abril 

01  Sres.  José  y  Piedad  Vaca,  Matrimonio  Presidente  del 
Equipo  Arquidiocesano  del  Movimiento  Familiar  Cris- 
tiano. 

01  Sres.  Bolívar  y  Aída  Garrido,  Matrimonio  Vicepresiden- 
te del  Equipo  Arquidiocesano  del  Movimiento  Familiar 
Cristiano. 

01  Sres.  Gonzalo  y  Judith  Chávez,  Matrimonio  Secretario 
del  Equipo  Arquidiocesano  del  Movimiento  Familiar 
Cristiano. 

01  Sres.  Alfonso  y  Gladys  Villagómez,  Matrimonio  Tesore- 
ro del  Equipo  Arquidiocesano  del  Movimiento  Familiar 
Cristiano. 

06  P.  Francisco  Ceballos  Osorio,  claretiano.  Párroco  y  Sín- 
dico de  Ntra.  Sra.  de  los  Dolores  de  la  Armenia. 

14  P.  Juan  Antonio  Abril  Galán,  Moderador  General  de  la 
Fraternidad  Femenina  "Del  Santo  Sacrificio  y  de  María 
Madre  de  la  Unidad". 

14  Miembros  del  Consejo  General  de  la  Fraternidad  "Del 
Santo  Sacrificio  y  de  María  Madre  de  la  Unidad":  P.  Ja- 
vier Trujillo,  Hno.  Antonio  Sebastián  de  la  Cruz,  Sr.  Ro- 
drigo Espinoza,  Ledo.  Francisco  Salazar  Alvarado,  Sr. 
José  María  Jaramillo,  Sor  María  Patricia  Barba,  Sor  Cla- 
ra Susana  Pallares,  Sor  Catalina  Pérez  y  M.  Claudia 
Franceschini. 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


385 


14  Sr.  Marcelo  Chalá,  Coordinador  de  la  Corrüsión  Arqui- 
diocesana  de  Pastoral  Afro. 

14  Sres.  Raúl  Villalba,  Gloria  Espinoza,  Jimena  Chalá  y  Pa- 
tricia Ayala,  miembros  de  la  Comisión  Arquidiocesana 
de  Pastoral  Afro. 

20  P.  Ledo.  Jaime  Eduardo  Tutasi  Paz  y  Miño,  Rector  de  la 
unidad  Educativa  "Pedro  Pablo  Borja  N°  1". 

Mayo 

01  P.  Rubén  Eduardo  Martínez  Cordero,  Párroco  y  Síndico 
de  Santa  Bárbara. 

19  P.  José  Germán  Suárez  Andrade,  Capellán  de  la  Casa 
"Sagrada  Familia"  de  los  Hermanos  de  la  Salle. 

25    P.  José  Castro  Gutiérrez,  SS.CC,  Vicario  Parroquial  de 
.  San  Carlos,  con  el  encargo  de  atender  pastoralmente  al 
barrio  Atucucho. 

28  P.  Oswaldo  Carrera,  S.J.,  Asesor  Espiritual  del  Equipo 
Arquidiocesano  del  Movimiento  Familiar  Cristiano. 

Junio 

12  P.  Julio  Scarparo,  SDB.,  Párroco  de  María  Auxiliadora, 
El  Girón. 

12  P.  Celso  Pontón,  SDB.,  Copárroco  de  María  Auxiliadora, 
El  Girón. 

19  P.  Vicente  Salgado  Granja,  OSA.,  Director  Espiritual  de 
la  Curia  "Ntra.  Sra.  de  Guadalupe"  de  la  Legión  de  Ma- 
ría. 

22  P.  Francisco  Fabris  Talpo,  Párroco  y  Síndico  de  Madre 
del  Redentor  de  Carapungo. 


386 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


30  P.  Ricardo  Fernando  Cárdenas  Freiré,  Vicario  Parroquial 
de  Sangolquí. 

Julio 

01  P.  Luis  Gabriel  Mejía  Saavedra,  Administrador  Parro- 
quial de  Tambillo. 

01  P.  Cornelio  Heriberto  Navarrete  Navarrete,  Párroco  y 
Síndico  de  Jesús  del  Gran  Poder  de  Palma  Real. 

01  P.  José  Alberto  Urquizo  Oña,  Vicario  Parroquial  de  Ma- 
dre del  Redentor  de  Carapungo. 

07  El  Excmo.  Sr.  Arzobispo  confirma  el  nombramiento  de 
la  nueva  Directiva  del  Movimiento  "María  Madre  Guar- 
diana  de  la  Fe",  integrada  en  la  siguiente  forma:  Presi- 
dente, Sr.  Alfredo  Baquerizo  Mórtola;  Vicepresidenta, 
Sra.  María  Inés  de  Vaca;  Secretaria  General,  Srta.  Ana 
María  Lanas;  Tesorera,  Sra.  Sonia  de  Carrasco;  y  cinco 
Guardianías. 

07  El  Excmo.  Sr.  Arzobispo  confirma  el  nombramiento  de 
la  nueva  Junta  Directiva  de  la  Fundación  "María  Estre- 
lla de  la  Evangelización",  integrada  de  la  siguiente  ma- 
nera: Presidente,  Sr.  Alfredo  Baquerizo  Mórtola;  Vice- 
presidenta, Sra.  María  Inés  de  Vaca;  Secretaria  General, 
Srta.  Ana  María  Lanas;  Tesorera,  Sra.  Sonia  de  Carrasco; 
y  cinco  Vocalías. 

13  P.  Gustavo  Riofrío  Salvador,  Decano  de  la  Zona  Pastoral 
"Quito  Colonial-El  Sagrario". 

13  P.  Gustavo  Riofrío  Salvador,  Miembro  del  Consejo  de 
Presbiterio  en  representación  del  Equipo  Sacerdotal  de 
la  Zona  Pastoral  "Quito  Colonial-El  Sagrario". 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


387 


Decretos 

Abril 

06  Decreto  de  erección  de  un  Oratorio  en  la  Sede  de  Obras 
Misionales  Pontificias. 

Mayo 

25  Decreto  de  erección  de  una  Capilla  privada  en  la  pro- 
piedad de  la  familia  Romo-Leroux-Armijos,  ubicada  en 
San  Rafael,  Valle  de  los  Chillos. 

30  Decreto  de  erección  de  la  parroquia  eclesiástica  "María 
Estrella  de  la  Evangelización"  de  Carapungo  Alto. 

31  Decreto  de  erección  de  la  parroquia  eclesiástica  "Nues- 
tra Señora  del  Rosario  del  Pichincha". 

Junio 

15  Decreto  de  erección  de  una  Casa  religiosa  de  la  Congre- 
gación del  Santo  Nombre  de  Dios,  Hermanas  Cavanis, 
en  la  ciudad  de  Quito,  destinada  a  la  formación  de  sus 
miembros. 

15  Decreto  de  erección  de  una  nueva  Casa  religiosa  de  la 
Congregación  de  Hermanas  Doroteas  Hijas  de  los 
SS.CC.  en  la  ciudad  de  Quito,  denominada  "La  Comu- 
nidad de  acogida". 

15  Decreto  de  erección  de  una  Casa  religiosa  de  la  Frater- 
nidad de  Hermanas  "Misioneras  Franciscanas  de  la  Ju- 
ventud" en  la  ciudad  de  Quito,  destinada  a  Noviciado. 

24  Decreto  de  erección  de  una  Casa  religiosa  de  la  Congre- 
gación de  Religiosas  Mercedarias  Misioneras  en  la  pa- 
rroquia de  Conocoto,  destinada  a  Noviciado. 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


26  Decreto  de  ereción  de  un  Oratorio  en  la  Casa  Provincial 
de  la  Congregación  de  Religiosas  Mercedarias  Misione- 
ras, en  la  ciudad  de  Quito. 

Julio 

01  Decreto  de  erección  de  un  Oratorio  en  el  tercer  piso  de 
la  Comunidad  Educativa  del  Colegio  Nuestra  Madre  de 
la  Merced. 

09  Decreto  de  erección  de  una  Capilla  privada  en  la  resi- 
dencia de  la  señora  Leonor  Moscoso  de  González,  en 
Cumbayá. 

09  Decreto  de  erección  de  una  Capilla  privada  en  casa  del 
señor  Luis  Germán  Torres  Salgado,  ubicada  en  la  Urba- 
nización Altamira  de  la  ciudad  de  Quito. 

10  Decreto  de  erección  de  un  Oratorio  en  las  Instalaciones 
de  la  Fundación  Radio  María,  en  la  ciudad  de  Quito. 

10  Decreto  de  erección  de  la  Casa  religiosa  "Margarita  Le- 
comte"  de  la  Congregación  de  la  Providencia,  en  la  ciu- 
dad de  Quito. 

Ordenaciones 

Abril 

19  En  la  iglesia  parroquial  del  Perpetuo  Socorro,  a  las 
lOhOO,  el  Excmo.  Mons.  Antonio  J.  González  Z.,  Arzo- 
bispo de  Quito  y  Primado  del  Ecuador,  confirió  el  orden 
sagrado  del  Diaconado  al  señor  José  Alberto  Urquizo 
Oña,  seminarista  de  la  Arquidiócesis  de  Quito;  y  al  se- 
ñor Llovanny  Olmedo  Llerena  Llerena,  religioso  profe- 
so de  la  Congregación  del  Divino  Redentor. 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


389 


Junio 

29  El  día  lunes  29  de  junio,  a  las  08h30,  en  la  Catedral  Pri- 
mada, el  Excmo.  Mons.  Antonio  J.  González  Z.,  Arzo- 
bispo de  Quito  y  Primado  del  Ecuador,  confirió  el  mi- 
nisterio del  lectorado  a  los  señores  Luis  Armando  Cam- 
pués  Guatemal  y  Carlos  Richer  Yagual  Quinde;  el  mi- 
nisterio del  Acolitado  a  los  señores  Franklin  Manolo 
Aulestia  Jácome,  Jaime  Luis  Chávez  Saguano,  Fredy 
Santiago  Hinojosa  Bohorquez,  Jhan  Wilson  Morales  Pa- 
vón y  Cristhian  Humberto  Reascos  Tirira,  seminaristas 
de  la  Arquidiócesis  de  Quito;  y  al  señor  Víctor  Hugo  Vá- 
rela Arana,  Misionero  de  los  Jóvenes  de  María  Inmacu- 
lada; el  orden  sagrado  del  Diaconado  a  los  señores  Ga- 
lo Patricio  Guerrero  Guerrero,  Marco  Rodrigo  Hernán- 
dez Jácome,  Pablo  Aníbal  Silva  Espinosa  y  Néstor  Alfre- 
do Viera  Sánchez,  seminaristas  de  la  Arquidiócesis  de 
Quito;  a  Fray  Alfredo  Washington  Llumiquinga  Casa, 
religioso  profeso  de  la  Orden  de  la  Merced;  y  a  los  seño- 
res Guido  Riter  Molina  Robalino  y  Aldo  Wila  Ayoví,  se- 
minaristas de  la  Congregación  de  la  Misión;  y  el  orden 
sagrado  del  Presbiterado  a  los  Rvdos.  Sres.  Ricardo  Fer- 
nando Cárdenas  Freiré,  Luis  Gabriel  Mejía  Saavedra, 
Fleming  Giovanni  Muyulema  Chiriboga  y  José  Alberto 
Urquizo  Oña,  diáconos  de  la  Arquidiócesis  de  Quito;  y 
a  Fray  Liberato  Joly  Labadie  y  Fray  Herminio  Beatriz 
Vicente  Narváez,  diáconos  de  la  Orden  de  Frailes  Meno- 
res. 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Decreto 

De  erección  de  la  Parroquia  Eclesiástica  "María 
Estrella  de  la  Evangelización"  de  Carapungo  Alto 

Antonio  J.  González  Z., 
por  la  gracia  de  Dios  y  de  la  Sede  Apostólica 
Arzobispo  de  Quito  y  Primado  del  Ecuador, 

Considerando: 

1 .  Que  el  sector  de  Carapungo  Alto  ha  experimentado  un  notable  cre- 
cimiento demográfico,  de  tal  manera  que  se  hace  necesario  proveer- 
le de  un  cuidado  pastoral  más  esmerado  y  permanente; 

2.  Que  dicho  sector  cuenta  con  iglesia  y  casa  parroquial  propias,  don- 
de la  comunidad  cristiana  puede  reunirse  para  celebrar  el  culto  reli- 
gioso y  para  realizar  actividades  de  carácter  pastoral  y  social;  y 

3.  Que  no  es  posible  atender  debidamente  al  cuidado  espiritual  de  los 
moradores  de  dicho  sector,  si  no  es  mediante  la  erección  de  una  nue- 
va parroquia  eclesiástica; 

Oído  el  parecer  favorable  del  Consejo  de  Presbiterio,  consultado  el  pá: 
rroco  de  Madre  del  Redentor  de  Carapungo,  y  en  uso  de  las  facultades 
que  nos  competen  según  el  can.  515,  párrafo  2  del  Código  de  Derecho 
Canónico, 

Erigimos  y  constituimos  en  Parroquia  Eclesiástica 
el  Sector  de  Carapungo  Alto 

La  Patrona  de  esta  nueva  parroquia  eclesiástica  será  María  Estrella  de  la 
Evangelización,  quien  será  al  mismo  tiempo  Titular  de  la  iglesia  parro- 
quial. 

Los  límites  de  la  nueva  parroquia  eclesiástica  "María  Estrella  de  la  Evan- 
gelización" serán  los  siguientes: 

Por  el  Norte:  Desde  la  Capilla  de  San  Carlos  de  Bellavista,  en  línea 
recta  imaginaria,  hasta  la  confluencia  de  la  Quebrada 
Pusuquí  y  Carcelén; 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


Por  el  Sur:        La  perimetral  de  la  Urbanización  San  José; 

Por  el  Oeste:     La  quebrada  delimitante  con  la  Urbanización  Carapun- 
go  y  la  futura  Urbanización  Córdova  Galarza;  y 

Por  el  Este:       El  camino  desde  San  Luis  hasta  San  Juan  de  Calderón, 
con  los  barrios  asentados  a  los  dos  lados  de  la  carretera. 

La  iglesia  de  "María  Estrella  de  la  Evangelización"  será  tenida  en  adelan- 
te como  parroquial  y  gozará,  por  lo  mismo,  de  todos  los  privilegios  y 
prerrogativas  que  el  Derecho  concede  a  las  iglesias  parroquiales,  por  lo 
cual  tendrá  fuente  bautismal  y  podrán  celebrarse  en  ella  todas  las  fun- 
ciones parroquiales.  Junto  a  la  iglesia  funcionará  el  despacho  parroquial. 

La  parroquia  eclesiástica  "María  Estrella  de  la  Evangelización"  deberá 
ser  una  comunidad  de  comunidades  y  de  movimientos,  que  acoge  las 
angustias  y  esperanzas  de  los  hombres,  anima  y  orienta  la  comunión, 
participación  y  misión;  y  deberá  cumplir  su  misión  de  evangelizar,  de 
celebrar  la  liturgia,  de  impulsar  la  promoción  humana  y  de  adelantar  la 
inculturación  de  la  fe  en  las  familias,  en  los  grupos  y  movimientos  apos- 
tólicos y,  a  través  de  ellos,  en  la  sociedad  (Santo  Domingo,  N-  58). 

El  párroco  de  "María  Estrella  de  la  Evangelización"  coordinará  sus  acti- 
vidades pastorales  con  el  Equipo  Sacerdotal  "Quito  Norte-Cotocollao"  y 
con  la  Zona  pastoral  del  mismo  nombre. 

Damos,  pues,  por  erigida  y  constituida  la  Nueva  Parroquia  Eclesiástica 
"María  Estrella  de  la  Evangelización"  de  Carapungo  Alto  y  ordenamos 
que  el  presente  decreto  de  erección  sea  leído  públicamente  en  esta  pa- 
rroquia y  en  la  parroquia  Madre  del  Redentor  de  Carapungo. 

Dado  en  Quito,  en  el  Palacio  Arzobispal,  a  los  30  días  del  mes  de  ma- 
yo del  año  del  Señor  de  1  998. 


+Antonio  J.  González  Z., 
Arzobispo  de  Quito, 
Primado  del  Ecuador 


+Héctor  Soria  S., 
Canciller 


392 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Decreto 

De  erección  de  la  Parroquia  Eclesiástica 
"Nuestra  Señora  del  Rosario  del  Pichincha" 

Antonio  J.  González  Z., 
por  la  gracia  de  Dios  y  de  la  Sede  Apostólica 
Arzobispo  de  Quito  y  Primado  del  Ecuador, 

Considerando: 

1.  Que  la  cuasiparroquia  "Nuestra  Señora  del  Rosario  del  Pichincha" 
ha  experimentado  un  notable  crecimiento  demográfico,  de  tal  mane- 
ra que  se  hace  necesario  proveerle  de  un  cuidado  pastoral  más  es- 
merado y  permanente; 

2.  Que  dicha  cuasiparroquia  cuenta  con  iglesia  y  casa  parroquial  pro- 
pias, donde  la  comunidad  cristiana  puede  reunirse  para  celebrar  el 
culto  religioso  y  para  realizar  actividades  de  carácter  pastoral  y  so- 
cial; y 

3.  Que  no  es  posible  atender  debidamente  al  cuidado  espiritual  de  los 
feligreses  de  dicha  cuasiparroquia,  si  no  es  mediante  su  erección  en 
parroquia  eclesiástica; 

Oído  el  parecer  favorable  del  Consejo  de  Presbiterio,  consultado  el 
Equipo  sacerdotal  de  "Quito  Moderno-  Santa  Clara  de  San  Millán",  y  en 
uso  de  las  facultades  que  nos  competen  según  el  can.  51  5,  párrafo  2  del 
Código  de  Derecho  Canónico, 

Erigimos  y  constituimos  en  Parroquia  Eclesiástica  la  cua- 
siparroquia "Nuestra  Señora  del  Rosario  del  Pichincha" 

La  Patrona  de  esta  nueva  parroquia  eclesiástica  será  Nuestra  Señora  del 
Rosario,  la  cual  será  al  mismo  tiempo  Titular  de  la  iglesia  parroquial. 

Los  límites  de  la  nueva  parroquia  eclesiástica  "Nuestra  Señora  del  Rosa- 
rio del  Pichincha"  serán  los  siguientes: 

Por  el  Norte:     La  prolongación  de  la  calle  Mañosea; 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


Por  el  Sur: 


La  prolongación  de  la  calle  Gatto  Sobral; 


Por  el  Este:       La  avenida  Mariscal  Antonio  José  de  Sucre,  desde  la  ca- 
lle Gatto  Sobral  hasta  la  calle  Mañosea. 

Por  el  Oeste:     La  falda  oriental  del  volcán  Pichincha;  y 

La  iglesia  de  "Nuestra  Señora  del  Rosario  del  Pichincha"  será  tenida  en 
adelante  como  parroquial  y  gozará,  por  lo  mismo,  de  todos  los  privile- 
gios y  prerrogativas  que  el  Derecho  concede  a  las  iglesias  parroquiales, 
por  lo  cual  tendrá  fuente  bautismal  y  podrán  celebrarse  en  ella  todas  las 
funciones  parroquiales.  Junto  a  la  iglesia  funcionará  el  despacho  parro- 
quial. 

La  parroquia  eclesiástica  "Nuestra  Señora  del  Rosario  del  Pichincha"  de- 
berá ser  una  comunidad  de  comunidades  y  de  movimientos,  que  acoge 
las  angustias  y  esperanzas  de  los  hombres,  anima  y  orienta  la  comunión, 
participación  y  misión;  y  deberá  cumplir  su  misión  de  evangelizar,  de 
celebrar  la  liturgia,  de  impulsar  la  promoción  humana  y  de  adelantar  la 
inculturación  de  la  fe  en  las  familias,  er,  los  grupos  y  movimientos  apos- 
tólicos y,  a  través  de  ellos,  en  la  sociedad  (Santo  Domingo,  N-  58). 

El  párroco  de  "Nuestra  Señora  del  Rosario  del  Pichincha"  coordinará  sus 
actividades  pastorales  con  el  Equipo  Sacerdotal  "Quito  Moderno-  Santa 
Clara  de  San  Millán"  y  con  la  Zona  pastoral  del  mismo  nombre. 

Damos,  pues,  por  erigida  y  constituida  la  Nueva  Parroquia  Eclesiástica 
"Nuestra  Señora  del  Rosario  del  Pichincha"  y  ordenamos  que  el  presen- 
te decreto  de  erección  sea  leído  públicamente  en  esta  parroquia  y  en  las 
parroquias  de  Cristo  Redentor  y  de  Santo  Tomás  de  Aquino. 

Dado  en  Quito,  en  el  Palacio  Arzobispal,  a  los  31  días  del  mes  de  ma- 
yo del  año  del  Señor  de  1998. 

+Antonio  J.  González  Z.,  +Héctor  Soria  S., 


Arzobispo  de  Quito, 
Primado  del  Ecuador 


Canciller 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


Información  Eclesial 


En  el  Ecuador 

Encuentro  Latinoamericano 
DE  Liturgia 

Convocado  por  el  Departamento  de 
Liturgia  del  CELAM,  se  llevó  a  cabo 
en  Quito  (Ecuador)  un  Encuentro  de 
Presidentes  y  Secretarios  Ejecutivos 
de  las  Comisiones  Nacionales  de  Li- 
turgia de  América  Latina  y  el  Caribe, 
desde  el  lunes  4  de  mayo  hasta  el 
viernes  8  del  mismo  mes.  El  tema  de 
este  Encuentro  fue  el  siguiente:  "La 
formación  y  capacitación  de  los 
agentes  de  pastoral  de  la  Liturgia  y 
la  Liturgia  y  las  Comisiones  de  Arte 
Sacro". 

El  Encuentro  se  inauguró  con  una 
Eucaristía  concelebrada  por  los  par- 
ticipantes, presidida  por  Mons.  Anto- 
nio J.  González  Z.,  Arzobispo  de 
Quito,  en  la  iglesia  de  San  Francis- 
co, el  lunes  4  de  mayo,  a  las  18h30 
y  con  una  cena  que  se  tuvo  en  el  re- 
fectorio del  Convento  de  San  Fran- 
cisco. El  resto  del  Encuentro  se  rea- 
lizó en  el  Centro  de  espiritualidad 
que  las  Hijas  de  María  Auxiliadora 
tienen  en  Cumbayá. 

Visita  canónica  a  los  Semina- 
rios Mayores  del  Ecuador 


dores  apostólicos  de  los  Seminarios 
Mayores  del  Ecuador,  Mons.  Juan 
Francisco  Sarasti  Jaramillo,  C.I.M., 
Arzobispo  de  Ibagué  y  Mons.  Fabio 
Betancur  Tirado,  Arzobispo  de  Mani- 
zales,  llegaron  al  Ecuador  para  reali- 
zar la  visita  apostólica  de  los  Semi- 
narios Mayores  del  Ecuador  en  la 
primera  quincena  del  mes  de  mayo 
de  1998. 

Mons.  Fabio  Betancur  Tirado  realizó 
la  Visita  Apostólica  del  Seminario 
Mayor  "San  José"  de  Quito.  Se  inició 
esta  visita  con  una  Eucaristía  presi- 
dida por  Mons.  Antonio  J.  González 
Z.,  Arzobispo  de  Quito  y  concelebra- 
da por  el  Arzobispo  visitador,  con  el 
Rector  y  formadores  del  Seminario 
Mayor  de  Quito,  el  viernes  8  de  ma- 
yo, a  las  6  de  la  mañana.  La  visita 
apostólica  concluyó  con  una  Euca- 
ristía concelebrada,  presidida  por  el 
Prelado  visitador,  el  martes  12  por  la 
tarde. 

Mons.  Fabio  Betancur  visitó  también 
los  Seminarios  del  Vicariato  de  Es- 
meraldas y  del  Vicariato  Apostólico 
del  Puyo,  que  funcionan  en  Quito. 
Visitó  también  los  Seminarios  regen- 
tados por  Eudistas,  como  el  de  Am- 
bato,  de  Cuenca  y  el  de  Portoviejo. 
Mons.  Juan  Francisco  Sarasti  visitó 
los  Seminarios  de  Ibarra,  Tulcán,  Le- 
ja y  Guayaquil. 


Designados  por  la  Congregación  pa- 
ra la  Educación  Católica  como  visita- 


DCTOS,  ARQUIDIOCESANOS 


El  Monasterio  de  la 
Visitación  de  Santa  María  de 
Quito  celebró  la 
beatificación  de  siete  márti- 
res visitandinas  de  madrid 

Con  una  solemne  Eucaristía  conce- 
lebrada bajo  la  presidencia  de  Mons. 
Antonio  J.  González  Z.,  Arzobispo 
de  Quito,  el  Monasterio  de  la  Visita- 
ción de  Quito  solemnizó  la  beatifica- 
ción de  siete  mártires  visitandinas  de 
Madrid  (España),  que  fueron  sacrifi- 
cadas en  noviembre  de  1936  en  la 
persecución  religiosa  de  la  Guerra 
civil  española.  El  Papa  Juan  Pablo  II 
proclamó  beatas  a  las  siguientes  sie- 
te monjas  visitandinas  del  primer 
Monasterio  de  la  Visitación  de  Ma- 
drid, que  fueron  martirizadas  el  18 
de  noviembre  de  1936:  María  Ga- 
briela de  Hinojosa  Naveros,  Josefa 
María  Barrera  Izaguirre,  Teresa  Ma- 
ría Gavestany  y  Anduaga,  María  An- 
gela Olaizola  Garagarza,  María  En- 
gracia Lecuona  Aramburu,  María 
Inés  Zudaire  Galdeano  y  María  Ceci- 
lia Cendoya  Araquistaín.  Estas  siete 
visitandinas  fueron  beatificadas  en  la 
Plaza  de  San  Pedro,  el  domingo  10 
de  mayo  de  1998,  juntamente  con 
otras  y  otros  siervos  de  Dios. 

Encuentro  entre  la  Iglesia 
Católica  y  el  Pentecostalis- 
MO  DE  América  Latina 

Organizado  por  la  Sección  de  Ecu- 
menismo  del  CELAM  y  por  el  Conse- 
jo Latinoamericano  de  Iglesias 
(CLAI),  se  llevó  a  cabo  en  Quito,  en 


el  Centro  de  espiritualidad  '  La  Inma- 
culada" del  Valle  de  los  Chillos  el  pri- 
mer Encuentro  de  la  Iglesia  Católica 
con  el  Pentecostalismo  de  América 
Latina. 

Vino  un  representante  del  Pontificio 
Consejo  para  la  promoción  de  la  Uni- 
dad de  los  cristianos,  estuvo  presen- 
te el  Secretario  de  la  Sección  de 
Ecumenismo  del  CELAM.  Mons.  Ju- 
lio Terán  Dutari,  Presidente  del  De- 
partamento del  diálogo  ecuménico 
de  la  Conferencia  Episcopal  Ecuato- 
riana, participó  también  en  este  En- 
cuentro, en  el  que  se  hizo  una  revi- 
sión de  la  situación  de  los  grupos 
pentecostales  en  América  Latina  y 
se  buscaron  los  caminos  para  una 
relación  de  estos  grupos  con  la  Igle- 
sia Católica.  Mons.  Antonio  J.  Gon- 
zález Z.,  Arzobispo  de  Quito,  dio  un 
saludo  de  bienvenida  a  Quito  a  los 
participantes  en  este  Encuentro  en 
el  acto  inaugural  que  se  realizó  el 
día  martes  12  de  mayo. 

Se  conmemoró  el  sexagésimo 
aniversario  de  la  fundación 
Mariana  de  Jesús 

Con  varios  actos  importantes  de  ca- 
rácter religioso  y  cultural  se  conme- 
moró y  solemnizó  el  sexagésimo  ani- 
versario de  la  Fundación  Mariana  de 
Jesús,  en  la  ciudad  de  Quito. 

En  primer  lugar,  el  día  15  de  mayo 
de  1998,  a  las  12h00  se  celebró  en 
la  Basílica  de  la  parroquia  de  la  Do- 
lorosa,  junto  al  Colegio  San  Gabriel 
una  Misa  de  acción  de  gracias  por  la 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


vida  de  la  fundadora,  doña  María  Au- 
gusta Urrutia  de  Escudero,  fallecida 
en  1987.  Acto  seguido,  se  realizó  en 
el  Parque  Mariana  de  Jesús  el  deve- 
iamiento  de  un  busto  de  piedra,  eri- 
gido en  dicho  parque  en  honor  de 
doña  María  Augusta. 

El  día  jueves  21  de  mayo,  a  las 
17h30,  se  realizó  el  acto  de  inaugu- 
ración de  la  Casa  Museo  "María  Au- 
gusta Urrutia".  La  casa  ubicada  en  la 
calle  García  Moreno  N°  760  y  Sucre, 
en  donde  residió  la  señora  María  Au- 
gusta, ha  sido  convertida  por  la  Fun- 
dación Mañana  de  Jesús  en  un  Mu- 
seo de  gran  valor  cultural.  En  este 
Museo,  a  través  de  la  vida  de  doña 
María  Augusta,  se  quiere  presentar 
a  la  sociedad  quiteña  una  parte  de  la 
historia  que  pertenece  a  todos. 

En  fin,  el  viernes  22  de  mayo  se  lle- 
vó a  cabo,  en  el  Centro  Cultural  de  la 
Pontificia  Universidad  Católica  del 
Ecuador  la  Sesión  Solemne  con  la 
que  se  conmemoró  el  sexagésimo 
aniversario  de  la  Fundación  Mariana 
de  Jesús,  que  hace  mucho  bien  en 
favor  de  los  pobres  con  sus  obras  de 
vivienda  y  urbanización  y  con  sus 
planteles  de  educación. 

La  diócesis  de  Babahoyo 

PARA  LOS  Ríos  CELEBRÓ  LOS 

cincuenta  años  de  haber  sido 
constituida  como 
Iglesia  particular 

Hace  cincuenta  años,  en  el  mes  de 
julio  de  1943,  Su  Santidad  el  Papa 
Pío  XII  desmembró  de  la  diócesis  de 


Guayaquil  la  provincia  de  los  Ríos  y 
constituyó  en  ella  un  Vicariato  apos- 
tólico y  nombró  un  Administrador 
Apostólico  de  dicho  Vicañato.  Poco 
tiempo  después  creó  en  esa  provin- 
cia una  "Prelatura  nullius"  y  la  confió 
a  las  misiones  diocesanas  de  las 
provincias  vascongadas  de  España. 
Mons.  Víctor  Garaygordóbil  fue  nom- 
brado Prelado  de  los  Ríos.  La  fecha 
de  erección  de  la  Prelatura  de  los 
Ríos  es  el  10  de  septiembre  de 
1951. 

Mons.  Jesús  Ramón  Martínez  de  Ez- 
querecocha  Suso  fue  nombrado  Pre- 
lado de  los  Ríos  como  sucesor  de 
Mons.  Garaygordóbil.  En  1994  la 
Santa  Sede  elevó  a  la  categoría  de 
Diócesis  a  la  Prelatura  de  los  Ríos, 
nominándola  como  Diócesis  de  Ba- 
bahoyo. El  15  de  octubre  de  1994 
Mons.  Jesús  Ramón  Martínez  de  Ez- 
querecocha  recibió  la  ordenación 
episcopal  en  la  Catedral  de  Babaho- 
yo como  el  primer  Obispo  diocesano 
de  Babahoyo. 

El  domingo  19  de  julio  de  1998,  se 
celebró  en  la  Catedral  de  Babahoyo 
una  solemne  Eucaristía  para  solem- 
nizar las  Bodas  de  Oro  o  quincuagé- 
simo aniversano  de  la  constitución 
de  la  Iglesia  particular  de  los  Ríos, 
que  hace  cuatro  años  fue  erigida  co- 
mo Diócesis  de  Babahoyo. 

Bodas  de  Oro  sacerdotales 

En  junio  y  julio  de  1998  celebraron 
sus  Bodas  de  Oro  y  Bodas  de  Plata 
sacerdotales  algunos  sacerdotes  de 
la  Arquidiócesis  de  Quito. 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


397 


El  Rvmo.  señor  Canónigo  Jorge  Itu- 
rralde  Hermosa,  Secretario  de  Tem- 
poralidades de  la  Curia  Primada  de 
Quito,  cumplió  el  quincuagésimo  ani- 
versario de  su  ordenación  sacerdotal 
el  29  de  junio  de  1 998.  El  Rvmo.  Jor- 
ge Iturralde  recibió  la  ordenación  sa- 
cerdotal, de  manos  de  Mons.  Carlos 
María  de  la  Torre,  Arzobispo  de  Qui- 
to, el  domingo  29  de  junio  de  1948. 
Durante  cincuenta  años  ha  servido  a 
ta  Arquidiócesis  de  Quito  como 
Coadjutor,  como  párroco  en  varias 
parroquias  del  campo  y  de  la  ciudad. 
Sus  últimas  parroquias  fueron  Santo 
Domingo  de  los  Colorados  y  el  Sa- 
grario en  Quito.  Promovido  al  Cabil- 
do primado  de  Quito,  es  actualmen- 
te Canónigo  de  Merced.  Desempeña 
también  el  cargo  de  Secretario  de 
Temporalidades  de  la  Curia  Primada 
de  Quito. 

El  Rvmo.  Jorge  Iturralde  fue  a  cele- 
brar sus  Bodas  de  Oro  sacerdotales 
en  Tierra  Santa.  Pero  el  viernes,  17 
de  julio  de  1998,  el  Rvmo.  Jorge  Itu- 
rralde participó  en  una  solemne  con- 
celebración de  la  Eucaristía,  presidi- 
da por  el  Arzobispo  y  los  Obispos 
Auxiliares,  en  el  Santuario  arquidio- 
cesano  de  Nuestra  Señora  de  la  Na- 
tividad de  Tabacundo,  en  donde  re- 
cibió el  sincero  homenaje  de  sus  co- 
hermanos del  presbiterio  de  Quito  y 
de  sus  coterráneos  de  Tabacundo, 
en  cuyo  nombre  el  Alcalde  del  Can- 
tón Pedro  Moncayo  le  ofreció  un 
acuerdo  de  especial  congratulación. 
También  la  Mutual  Sacerdotal  de  la 
Arquidiócesis  de  Quito  le  brindó  con 
un  fraterno  homenaje  en  Betania  de 
El  Colegio,  el  martes  4  de  agosto, 
memoria  del  Santo  Cura  de  Ars. 


Celebraron  también  sus  Bodas  de 
Oro  sacerdotales:  el  P.  José  Ignacio 
Gallardo,  párroco  de  Puembo  y  el  P. 
Germán  Salas,  párroco  de  San  Pe- 
dro de  Tabeada. 

El  P.  Jorge  Baylach  y  el  P.  Hugo  de 
Jesús  Moreno,  O.P.  cumplieron  tam- 
bién los  cincuenta  años  de  su  orde- 
nación sacerdotal.  Para  ellos  cordia- 
les felicitaciones. 

Bodas  de  Plata  sacerdotales 

El  P.  José  Mesías  Herrera  Baroja, 
párroco  de  San  José  de  Calderón, 
celebró  el  25  de  julio  de  1998  las  Bo- 
das de  Plata  sacerdotales.  En  efecto 
él  fue  ordenado  sacerdote,  por  el 
cardenal  Pablo  Muñoz  Vega,  Arzo- 
bispo de  Quito,  en  la  tarde  del  25  de 
julio  de  1973,  en  la  iglesia  parroquial 
de  la  Santísima  Trinidad,  junto  ai  Se- 
minario Mayor  "San  José"  de  Quito. 

El  P.  José  Mesías  Herrera  fue  Coad- 
jutor de  Sangolquí,  párroco  de  Olme- 
do, fundador  de  la  parroquia  de  Ayo- 
ra  en  Cayambe.  En  Quito  fue  párro- 
co de  San  Martín  de  Porros  de  la  Fe- 
rroviaria Alta.  Durante  varios  años 
desempeñó  el  cargo  de  director  de  la 
Escuela  Católica  "Isabel  Tobar"  de 
varones.  En  ese  tiempo  fue  también 
miembro  del  directorio  de  la  FEDEC 
de  Pichincha.  Actualmente  es  párro- 
co de  Calderón. 

La  parroquia  de  Calderón  celebró  el 
vigésimo  quinto  aniversario  de  la  or- 
denación sacerdotal  de  su  párroco 
con  una  Misa  solemne  de  Confirma- 
ciones administradas  por  el  Arzobis- 


i 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


po  de  Quito,  en  el  Coliseo  de  Calde- 
rón. Se  celebró  también  otra  Euca- 
ristía de  acción  de  gracias  por  estas 
Bodas  de  Plata,  en  la  iglesia  parro- 
quial de  Calderón,  el  viernes  31  de 
julio  de  1998,  a  las  17h00. 

Título  honorífico  de 
Protonotarios  Apostólicos 
PARA  DOS  Presbíteros 

La  Santa  Sede  se  dignó  conferir  el  tí- 
tulo lionorífico  de  Protonotarios 
Apostólicos  Supernumerarios  a  dos 
importantes  sacerdotes  de  la  Arqui- 
diócesis  de  Quito:  a  Mons.  Juan 
Francisco  Yánez  T.,  Vicario  General 
y  Arcediano  del  Vble.  Cabildo  Prima- 
do y  a  Mons.  José  Vicente  Eguigu- 
ren  Samaniego,  Secretario  General 
Adjunto  de  la  Conferencia  Episcopal 
Ecuatoriana. 

Mons.  Juan  Francisco  Yánez  ha  ser- 
vido a  la  Arquidiócesis  de  Quito,  du- 
rante cincuenta  y  seis  años,  como 
Coadjutor,  como  párroco  en  el  cam- 
po y  en  la  ciudad.  Fue  párroco  de  La 
Paz  y  El  Sagrario.  Desde  hace  va- 
rios años  forma  parte  del  Vble.  Cabil- 
do Primado  de  Quito,  en  el  cual  él  es 
Arcediano.  Es  también  Vicario  Ge- 
neral y  miembro  del  Consejo  Guber- 
nativo de  los  Bienes  Arquidiocesa- 
nos  de  Quito  y  del  Consejo  de  Pres- 
biterio. Sobre  todo  Mons.  Yánez  ha 
trabajado  en  la  Pastoral  de  la  Cate- 
quesis,  como  redactor  de  textos  de 
Catequesis  y  Director  de  la  Oficina 
Arquidiocesana  de  Catequesis. 


Mons.  José  Vicente  Eguiguren  fue 
presbítero  de  la  Diócesis  de  Loja,  en 
donde  trabajó  en  parroquias  y  en  él 
campo  de  la  Educación  Católica.  Ha- 
ce varios  años  vino  a  Quito  para  co- 
laborar en  la  Pastoral  Social  de  la 
Conferencia  Episcopal  Ecuatoriana. 
En  la  Santa  Sede  prestó  sus  servi- 
cios en  "Cor  Unum"  y  en  "Caritas  In- 
ternacional". Ha  sido  Secretario  y 
luego  Presidente  de  "Caritas  Interna- 
cional" en  América  Latina. 

Incardinado  en  la  Arquidiócesis  de 
Quito,  es  párroco  de  La  Inmaculada 
de  Iñaquito  y  Director  del  Instituto  de 
"Teología  a  Distancia"  de  la  Arqui- 
diócesis de  Quito.  Por  segundo  pe- 
ríodo desempeña  el  cargo  de  Secre- 
tario General  Adjunto  de  la  Confe- 
rencia Episcopal  Ecuatoriana. 

El  día  viernes,  17  de  julio,  en  un  ac- 
to sencillo  realizado  en  el  salón  de 
sesiones  de  la  Conferencia  Episco- 
pal Ecuatoriana,  con  la  presencia  de 
Mons.  José  Mario  Ruiz  Navas,  Presi- 
dente de  la  Conferencia  Episcopal 
Ecuatoriana,  y  del  personal  de  la 
Conferencia,  se  les  entregó,  por  par- 
te del  Señor  Nuncio  Apostólico,  el 
Breve  Pontificio  por  el  que  se  les 
confiere  a  Mons.  Juan  Francisco  Yá- 
nez y  José  Vicente  Eguiguren  el  títu- 
lo honorífico  de  Protonotarios  Apos- 
tólicos Supernumerarios,  en  recono- 
cimiento de  los  méritos  acumulados 
por  estos  sacerdotes  en  su  largo  ser- 
vicio pastoral  a  la  Iglesia. 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


La  Santa  Sede  ha  aceptado 
LA  renuncia  del  Vicario 
Apostólico  de  Puyo 

En  este  mes  de  julio  de  1998  se  hizo 
pública  la  noticia  de  que  la  Santa  Se- 
de había  aceptado  la  renuncia  que  a 
su  cargo  pastoral  de  Obispo  Vicario 
Apostólico  de  Puyo  le  había  presen- 
tado Mons.  Frumencio  Escudero 
Arenas. 

Mons.  Frumencio  Escudero  Arenas 
nació  en  España,  el  27  de  octubre 
de  1 947. 

Terminados  sus  estudios  universita- 
rios en  Europa,  vino  al  Ecuador  para 
trabajar  como  voluntario  seglar  en  el 
Vicariato  Apostólico  de  Puyo,  cuan- 
do era  Obispo  Vicario  Apostólico 
Mons.  Tomás  Romero  Gross.  Como 
Frumencio  Escudero  se  sintiera  lla- 
mado por  Dios  al  sacerdocio  ministe- 
rial, terminó  sus  estudios  de  Teolo- 
gía en  la  Facultad  respectiva  de  la 
Pontificia  Universidad  Católica  del 
Ecuador.  Fue  ordenado  sacerdote, 
incardinado  al  Vicariato  Apostólico 
de  Puyo,  el  15  de  agosto  de  1985. 
Cuando  quedó  vacante  este  Vicaria- 
to por  la  muerte  de  Mons.  Tomás 
Romero  Gross,  la  Santa  Sede  nom- 


bró Vicario  Apostólico  de  Puyo  al  sa- 
cerdote Frumencio  Escudero  Are- 
nas, que  tenía  45  años  de  edad. 

Mons.  Frumencio  Escudero  Arenas, 
sintiendo  la  llamada  de  Dios  a  una 
vida  de  retiro  y  contemplación,  ha 
presentado  a  la  Santa  Sede  la  re- 
nuncia a  su  cargo  pastoral  de  Obis- 
po Vicario  Apostólico. 

Ante  la  vacante  que  se  ha  producido 
en  el  Vicariato  Apostólico  de  Puyo, 
ha  quedado  encargado  del  cuidado 
pastoral  de  esa  circunscripción  ecle- 
siástica el  P.  Francisco  Montaluisa, 
O.P.,  quien  era  Provicario,  hasta  que 
la  Santa  Sede  nombre  al  sucesor  de 
Mons.  Frumencio  Escudero,  a  quien 
agradecemos  el  valioso  servicio  pas- 
toral que  ha  prestado  a  esa  Jurisdic- 
ción misional  por  cerca  de  veinte 
años,  como  voluntario  seglar,  como 
presbítero  y  como  Obispo  Vicario 
Apostólico  desde  el  29  de  noviembre 
de  1992.  Mons.  Frumencio  Escudero 
recibió  la  ordenación  episcopal  en  la 
Catedral  de  Puyo,  de  manos  de 
Mons.  Antonio  J.  González  Z.,  Arzo- 
bispo de  Ouito,  que  en  ese  tiempo 
era  Presidente  de  la  Conferencia 
Episcopal  Ecuatoriana. 


400 


BOLETIN  ECLES'ASTICO 


t 

Nota  Necrológica 

Rvdo.  señor  presbítero  Manuel  Brito  Cevallos 

En  las  primeras  horas  del  martes  16  de  junio  de  1998.  falleció  en  la  ciu- 
dad de  Quito  el  Rvdo.  señor  presbítero  Manuel  Brito  Cevallos.  Falleció  a 
consecuencia  de  una  insuficiencia  renal  que  le  aquejó  en  los  dos  últimos 
años  de  su  vida. 

El  Rvdo.  señor  Manuel  Brito  Cevallos  nació  en  Machachi,  el  1-  de  enero 
de  1925.  Fallece  cuando  cumplió  73  años  de  edad.  Fue  hijo  del  músico 
compositor.  Carios  Brito  y  de  la  señora  Quintina  Cevallos.  Llamado  por 
Dios  al  sacerdocio  ministerial,  realizó  sus  estudios  en  el  Seminario  Menor 
"San  Luis"  y  luego  en  el  Seminario  Mayor  "San  José"  de  Quito.  Recibió  la 
ordenación  sacerdotal,  en  la  Catedral  Metropolitana  de  Quito,  el  29  de  ju- 
nio de  1949.  Desempeñó  el  ministerio  sacerdotal  como  coadjutor  de  Pu- 
jilí  y  de  San  Roque  y  luego  como  párroco  de  Uyumbicho. 

Durante  muchos  años  fue  director  de  la  Escuela  "Rafael  Bucheli'  de  esta 
ciudad  de  Quito.  Luego  pasó  a  desempeñar  el  cargo  de  director  del  Pen- 
sionado "Pedro  Pablo  Borja  N-  1",  cargo  que  desempeñó  durante  16 
años,  hasta  el  mes  de  mayo  de  1998.  fecha  en  la  que.  por  enfermedad, 
renunció. 

Durante  sus  céisi  49  años  de  ministerio  sacerdotal,  el  P.  Manuel  Brito  se 
distinguió  por  su  fidelidad  a  la  vocación  sacerdotal  y  por  su  lealtad  a  la  Ar- 
quidiócesis  de  Quito. 

Siendo  el  P.  Manuel  Brito  director  del  Pensionado  'Pedro  Pablo  Borja",  se 
fundó  la  sección  secundaria  o  Colegio  de  este  establecimiento  educacio- 
nal. 

Sus  restos  mortales  se  velaron  en  el  salón  de  actos  del  Pensionado  "Pe- 
dro Pablo  Borja  N-  1"  y  en  ese  local  Mons.  Antonio  J.  González  Z..  Arzo- 
bispo de  Quito,  celebró  una  Eucaristía  de  réquiem.  El  día  miércoles  17  de 
junio  de  1998  sus  restos  fueron  inhumados  en  el  cementerio  de  Macha- 
chi, después  de  unos  solemnes  funerales  celebrados  en  la  iglesia  Matriz 
de  su  lugar  natal. 

Que  el  Señor  le  conceda  el  descanso  étemo 
y  que  brille  para  él  la  luz  eterna. 


DCTOS.  ARQUIDIOCESANOS 


401 


f 

Nota  Necrológica 

Falleció  el  P.  Luis  Pedro  Vaccari 

El  día  jueves  18  de  junio  de  1998,  hacia  las  09h00,  falleció  trágicamente 
el  P.  Luis  Pedro  Vaccari,  que  desempeñaba  el  cargo  de  párroco  de  la  pa- 
rroquia "Madre  del  Redentor"  de  Carapungo. 

El  P.  Vaccari  regresaba  a  su  parroquia  en  una  moto  y  en  el  intercambia- 
dor de  Carcelén  un  vehículo  se  aproximó  demasiado  a  su  moto,  lo  arras- 
tró por  un  trecho  hasta  que  otro  vehículo  lo  atropello  violentamente. 

El  P.  Luis  Pedro  Vaccari  nació  cerca  de  Padua,  el  29  de  junio  de  1955. 
Fallece,  cuando  iba  a  cumplir  43  años  de  edad 

Llamado  por  Dios  al  ministerio  sacerdotal,  se  preparó  en  los  Seminarios 
Menor  y  Mayor  de  la  diócesis  de  Padua  (Italia).  Recibió  la  ordenación  sa- 
cerdotal, el  7  de  junio  de  1980. 

En  1 988  vino  al  Ecuador,  como  misionero  voluntario  de  la  diócesis  de  Pa- 
dua. Aquí  recibió  la  misión  de  fundar  y  organizar  la  parroquia  eclesiástica 
de  "Madre  del  Redentor"  de  Carapungo. 

Trabajó  con  intenso  celo  pastoral  en  servicio  de  la  nueva  comunidad  pa- 
rroquial. Todos  sus  fieles  han  sentido  mucho  su  fallecimiento  y  se  volca- 
ron para  recibir,  en  una  inmensa  muchedumbre,  sus  restos  mortales  en 
la  iglesia  parroquial  de  Carapungo,  cuando  llegaron  a  ella  en  la  noche  de 
ese  jueves  de  la  tragedia.  A  las  1 9h30,  Mons.  Antonio  J.  González  Z.,  Ar- 
zobispo de  Quito,  presidió  la  celebración  de  una  Eucaristía  con  la  que  la 
comunidad  parroquial  despidió  a  su  quendo  párroco. 

Durante  diez  años,  el  P.  Luis  Vaccari  ha  trabajado  como  párroco  de  Ca- 
rapungo. 

Sus  restos  mortales  fueron  llevados  a  Padua,  para  ser  inhumados  en  su 
lugar  natal. 

Presentamos  a  la  diócesis  de  Padua  y  a  los  sacerdotes  de  Padua,  que 
trabajan  pastoralmente  en  el  Ecuador,  nuestra  sentida  condolencia  por 
esta  dolorosa  muerte  de  uno  de  sus  sacerdotes,  el  P.  Luis  Pedro  Vacca- 
ri. Su  doloroso  fallecimiento  ha  sido  la  culminación  de  la  generosa  entre- 
ga con  la  que  este  sacerdote  ha  servido  a  esta  parroquia  de  la  Arquidió- 
cesis  de  Quito. 


2 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


En  el  Mundo 

Se  celebró  el  Sínodo  de  los 
Obispos  para  Asia 

El  día  19  de  abril,  II  domingo  de  Pas- 
cua, con  una  concelebración  presidi- 
da por  el  Santo  Padre  Juan  Pablo  II 
en  la  Basílica  de  San  Pedro,  se  inau- 
guró solemnemente  la  Asamblea  es- 
pecial para  Asia  del  Sínodo  de  los 
Obispos. 

El  tema  del  Sínodo  fue  el  siguiente: 
"Jesucristo,  el  Salvador  y  su  misión 
de  amor  y  servicio  en  Asia:  para  que 
tengan  vida  y  la  tengan  en  abundan- 
cia" (Jn  10,  10).  Participaron  en  esa 
Asamblea  sinodal  los  cardenales  de 
Asia,  los  jefes  de  las  Iglesias  onenta- 
les  en  Asia,  el  patriarca  de  Jerusalén 
de  los  latinos,  los  presidentes  de  las 
Conferencias  episcopales  naciona- 
les, los  jefes  de  los  dicasterios  de  la 
Curia  romana,  así  como  los  miem- 
bros elegidos  por  los  diversos  epis- 
copados del  continente  asiático.  Las 
labores  sinodales  se  prolongaron 
hasta  el  jueves  14  de  mayo.  En  este 
día  con  una  concelebración  eucarís- 
tica  presidida  por  el  Santo  Padre  se 
clausuró  la  Asamblea  especial  para 
Asia  del  Sínodo  de  los  Obispos.  En 
la  hiomilía  que  pronunció  el  Papa  en 
la  clausura  destacó  la  importancia 
de  esta  Asamblea  sinodal  con  vistas 
a  la  evangelización  e  inculturación 
del  mensaje  de  Cristo  en  Asia. 

La  Escuela  Católica  en  el 
umbral  del  tercer  milenio 

Con  fecha  28  de  diciembre  de  1997, 
la  Congregación  para  la  Educación 


Católica  hizo  pública  una  Carta  Cir- 
cular en  la  que  dio  algunas  orienta- 
ciones sobe  "La  Escuela  Católica  en 
el  umbral  del  tercer  milenio". 

La  Escuela  Católica  en  el  umbral  del 
tercer  milenio  se  encuentra  ante  de- 
safíos lanzados  por  los  contextos  so- 
cio-político y  cultural.  Se  trata  de  la 
crisis  de  valores,  de  subjetivismo  ge- 
neralizado, de  relativismo  moral  y  de 
nihilismo. 

La  Escuela  Católica  se  configura  co- 
mo escuela  para  la  persona  y  de  las 
personas.  La  identidad  cultural  de  la 
escuela  católica  radica  en  la  síntesis 
entre  fe  y  cultura.  Se  indica  que  la 
escuela  católica  está  al  servicio  de  la 
sociedad  y  se  habla  del  estilo  educa- 
tivo de  la  comunidad  educadora. 

El  Papa  condena  el  asesinato 
DE  MoNS.  Juan  Gerardi 

El  domingo  26  de  abril,  por  la  noche, 
fue  asesinado  Mons.  Juan  Gerardi 
Conedera,  obispo  auxiliar  de  la  Ar- 
quidiócesis  de  Guatemala,  mientras 
estaba  entrando  en  su  casa,  situada 
en  el  barrio  San  Sebastián. 

Apenas  tuvo  conocimiento  de  ese 
execrable  crimen,  el  Santo  Padre 
Juan  Pablo  11  envió  a  Mons.  Próspe- 
ro Penados  del  Barrio,  arzobispo  de 
Guatemala,  un  telegrama  de  pésa- 
me dirigido  a  la  comunidad  católica 
guatemalteca,  en  el  que  expresaba 
lo  siguiente:  "Al  recibir  con  profunda 
consternación  la  triste  noticia  del 
asesinato  de  Mons.  Juan  Gerardi 
Conedera,  obispo  auxiliar  de  Guate- 
mala, expreso  mi  sentido  pésame  a 


DCTOS,  ARQUIDIOCESANOS 


toda  la  comunidad  católica  guate- 
malteca, a  la  vez  que  manifiesto  la 
más  enérgica  repulsa  por  este  acto 
de  violencia,  que  atenta  contra  la  pa- 
cífica convivencia  y  ofende  los  senti- 
mientos de  esa  querida  nación,  por 
cuya  pacificación  y  defensa  de  los 
derechos  humanos  Mons.  Gerardi 
dedicó  generosamente  su  vida  y  mi- 
nisterio episcopal". 

Trágico  fallecimiento  del 
Comandante  de  la  Guardia 
Suiza  y  de  su  esposa 

Incredulidad,  desconcierto  y  dolor 
fueron  los  sentimientos  que  se  vivie- 
ron en  el  Vaticano  a  consecuencia 
de  la  trágica  muerte,  acaecida  la  no- 
che del  lunes  4  de  mayo  de  1998, 
del  Comandante  de  la  Guardia  Suiza 
pontificia,  Alois  Estermann  y  de  su 
esposa,  Gladys  Meza  Romero,  ve- 
nezolana. El  asesinato  fue  cometido 
por  el  vicecabo  de  la  Guardia  Suiza, 
Cedria  Tornay.  El  Papa  Juan  Pablo 
II,  apenas  tuvo  noticia  del  triste  suce- 
so, se  recogió  en  oración  para  pedir 
a  Dios  por  el  alma  de  los  fallecidos. 

Entre  los  fallecidos  estuvo  también 
el  vicecabo,  Cedric  Tornay,  quien, 
después  de  asesinar  al  matrimonio 
Estermann  se  suicidó  inmediata- 
mente. 

El  Santo  Padre  envió  a  los  padres 
del  Comandante,  Alois  y  Annemarie 
Estermann-Limacher  un  telegrama 
de  pésame. 


Nuevo  Documento  pontificio 
para  el  gran  jubileo  del  año 
2.000 

A  fines  del  mes  de  abril  de  este  año, 
se  realizó  en  la  sala  de  Prensa  de  la 
Santa  Sede  la  presentación  del  do- 
cumento: "La  peregrinación  en  el 
gran  jubileo  del  año  2.000",  elabora- 
do por  el  Consejo  pontificio  para  la 
pastoral  de  los  emigrantes  e  itineran- 
tes. Intervinieron  el  Cardenal  Gio- 
vanni  Cheli  y  el  Arzobispo  Francesco 
Gioia,  presidente  y  secretario  res- 
pectivamente del  Consejo  pontificio. 
Intervino  también  el  Arzobispo  Cres- 
cenzio  Sepe,  secretario  general  del 
Comité  Central  y  del  Consejo  de  pre- 
sidencia para  el  gran  jubileo  del  año 
2.000. 

El  documento,  después  de  una  bre- 
ve introducción,  en  la  que  se  explica 
el  sentido  y  la  finalidad  del  mismo, 
contiene  seis  capítulos,  que  recorren 
toda  la  historia  de  la  salvación  desde 
el  punto  de  vista  de  la  peregrinación: 
el  primero  se  titula  "La  peregrinación 
de  Israel";  el  segundo,  "La  peregrina- 
ción de  Cristo";  el  tercero,  "La  pere- 
grinación de  la  Iglesia";  el  cuarto,  "La 
peregrinación  hacia  el  tercer  mile- 
nio"; el  quinto,  "La  peregrinación  de 
la  humanidad";  el  sexto,  "La  peregri- 
nación del  cristiano  hoy". 

Importantes  aniversarios  del 
Papa  Juan  Pablo  11  en  el  mes 
DE  mayo 

En  el  mes  de  mayo  de  1998  se  cum- 
plieron importantes  aniversarios  en 
la  vida  del  Papa  Juan  Pablo  II.  El  lu- 


404 


BOLETIN  ECLESIASTICO 


nes,  18  de  mayo,  el  Santo  Padre 
Juan  Pablo  II  cunnplió  78  años  de 
edad.  Con  esta  ocasión,  numerosas 
personas  e  instituciones  de  todo  el 
mundo  enviaron  a  Su  Santidad  men- 
sajes de  felicitación  con  motivo  de  su 
cumpleaños  y  ofrecieron  sus  oracio- 
nes para  pedir  a  Dios  que  siga  ben- 
diciendo su  ministerio  al  servicio  de 
la  Iglesia  universal,  que  le  dé  salud  y 
energía  y  de  encontrar  en  todos  los 
católicos  una  filial  acogida  a  sus  en- 
señanzas y  directrices. 

El  13  de  mayo  de  1998  se  cumplió  el 
17-  aniversario  del  atentado  que  su- 
frió Juan  Pablo  II  en  la  Plaza  de  San 
Pedro,  el  13  de  mayo  de  1981.  Al  fi- 


nal de  la  audiencia  general  del  miér- 
coles 13  de  mayo,  el  Papa  dijo:  "Gra- 
cias, de  corazón,  a  cuantos  han  que- 
rido unirse  a  mí,  en  la  oración  recor- 
dando lo  que  aconteció  en  esta  pla- 
za precisamente  el  13  de  mayo  de 
hace  diecisiete  años.  Agradecido, 
elevo  mi  corazón  a  la  Virgen  de  Fáti- 
ma,  al  mismo  tiempo  que,  con  filial 
confianza,  le  renuevo  mi  total  consa- 
gración, repitiéndole,  como  al  co- 
mienzo de  mi  ministerio  petrino:  "To- 
tus  tuus,  María". 


La  Fundación  Catequística 

"LUZ  Y  VIDA" 

instalada  en  el  interior  del  Pasaje  Arzobispal 
ofrece: 

libros  y  folletos  sobre  el  Espíritu  Santo, 
a  quien  está  dedicado  el  año  1998. 

Local  13 

^211451       Apartado  Postal  17  -  01  -  139 
Quito  -  Ecuador 


r 


Oración  de  S.  S.  el  Papa  Juan  Pablo  II 
para  el  Segundo  Año  de  Preparación  para  el 

Jubileo  Universal  del  Año  2.000 

taño  dedicado  al  Espíritu  Santo) 

Espíritu  de  sabiduría,  que  iluminas  la  mente  y  el  corazón, 

orienta  el  camino  de  la  ciencia  y  de  la  técnica 

al  servicio  de  la  vida,  de  la  justicia  y  de  la  paz. 

Haz  fecundo  el  diálogo  con  los  miembros  de  otras  religiones, 

y  que  las  diversas  culturas  se  abran  a  los  valores  del  Evangelio. 

Espíritu  de  vida,  por  el  cual  el  Verbo  se  hizo  carne 
en  el  seno  de  la  Virgen,  mujer  del  silencio  y  de  la  escucha, 
haznos  dóciles  a  las  muestras  de  tu  amor 
y  siempre  dispuestos  a  acoger  los  signos  de  los  tiempos 
que  Tú  pones  en  el  curso  de  la  historia. 


¡Ven,  Espíritu  de  amor  y  de  paz! 


A  Ti,  Espíritu  de  amor, 

junto  con  el  Padre  omnipotente  y  el  Hijo  unigénito, 
alabanza,  honor  y  gloria 
por  los  siglos  de  los  siglos.  AMEN. 


Princeton  Theological  Seminary  Ubrai 


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012  01458  9149 


For  usé  in  Libiarj  oniy 


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