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Full text of "Boletin Eclesiastico (Ecuador)"

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LIBRARY  OF  PRINCETON 

SEP  2  7  2004 


THEOLOGICAL  SEMIMARY 


PER  BX1472.A1  B68 
Boletflm  eclesiástico. 


Digitized  by  the  Internet  Archive 
in  2015 


https://archive.org/details/boletineclesiast8931cath 


OLETIN  ECLESIASTICO 

ORGANO  DE  ORIENTACION  E  INFORMACION  DE  LA  ARQUIDI0CESI8  DE  QUITO 


AÑO  LXXXIX 


MARZO  1982 


No. 3 


liinn  l'ahii)  II  nmm  iiin^iiii  otm  lUmliju  c  t-n  la  historia  de  In 
lflli'si(i.i>iii'iir  llamaisr  .011  sobrada  razón  hl  ¡'apa  dv  las  misiones. 

I:n  sil  i>rrrfrrtnair  afmslóluo  lia  nsilado.rasi  toda  la  I ifrra.llcvan- 
do  (I  l<»<ios  hi^  inirhl(,s  vi  misino  mriisiiit  di  l'a:  \    \nior  ijni  . liare 
dos  mih  nio'.  inii,,  a  /os  liomhirs  rl  I  rrlio  linmaiiado 
I  os  hoinhn  y  srraii  1  aftai  vs  di'  1  oniprnidcr  rsh  nicnsajt" 


K 


Banco  del  Pichincha 


FUNDADO   EN  1906 
CAPITAL  PAGADO  Y  RESERVAS  S/.  384'582  200,oo 

OFICINAS:  MATRIZ  EN  QUITO 

SUCURSALES  EN:   Guayaquil  -  Manta 

Portoviejo  -  Quevedo  Esmeraldas 

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Latacunga  -  I barra  Tulcán. 

AGENCIAS  EN  QUITO: 

Norte:   Av.   10  de  Agosto  y  Bogotá 

San   Francisco.   Sucre  518 

San   Agustín:    Mejía  203 

Río   Annazonas:   Av    Amazonas   y  Colón 

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(entre  Avenidas  10  de  Agosto  y 

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Villa  Flora:    Rodrigo  de  Chávez  y 

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Enri'quez  y  Colombia 


EL  BANCO  DEL  PICHINCHA  OFRECE  TODA 
CLASE  DE  OPERACIONES  BANCARIAS. 


HOLETIN    ÍCLESI  AST  ICO 


ORGANO  DE  ORIENTACION  K  INFORMACION  DE  LA  ARQUIDIOTESIS  DE  QUITO 


AÑO  LXXXIX  MARZO  DE  1982  No.3 


DIRECTOR: 

Dr.  César  Augusto 

DávüaG. 

Teléfono:  242-917 


ADMINISTRADOR: 
R.P.Hugo  Carrillo 
Teléfonos:  517-466 
212-825 


OFICINA: 
Cancillería 
Teléfonos:  517-446 
212-825 


DE  LA  DIRECCION: 
242-917 


IMPRESO  EN: 
Editora  A.E.A. 
Venezuela  15-85 
Quito  -  Ecuador 


Suscripción  Anual 
dentro  del  país 
S/  300,00 
Fuera  del  país 
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Aéreo  $  35,00 


SE  ACEPTAN  CAN- 
JES 


CONTENIDO 

EDITORIAL  Pgs. 

Tercer  Congreso  Misionero  Nacional  

DOCUMENTOS  PONTIFICIOS 

Exhortación  Apostólica" Familiaris  Consortio" 

(Continuación)  127 

Participación  en  el  desarrolo  de  la  sociedad  128 

Participación  en  la  vida  y  misión  de  la  Iglesia  134 

La  familia  cristiana  creyente  y  evangelizadora  137 

La  familia  cristiana.Comunidad  en  diálogo  con  Dios 

 142 

La  familia  cristiana,comunidad  al  servicio  del  hombre 

 149 

CUARTA  PARTE: 

Tiempos,estructuras,agentes  y  situaciones  152 

DOCUMENTOS  DIOCESANOS 

Mensaje  del  Cardenal  Arzobispo  de  Quito  aa  la  Iglesia 

y  pueblo  del  Ecuador  160 

Hornilla  en  la  misa  de  clausura  del  Tercer  Congreso  Mi- 
sionero Nacional  163 

SERVICIO  INFORMATIVO  DF  LA  IGLESIA  EN 
RICA  LATINA 

Lo    que    pasa    en    El    Salvador:  Declaración    de  la 

cia  Episcopal   167 

La  situación  de  Nicaragua  Mensaje  de  la  Conferencia 
Episcopal  168 


Editorial 


TKRCER  CONGRESO  MISIONERO  NACIONAL 


En  los  primeros  días  de  Marzo  del  presente  año,  se  realizó  en  Quito 
el  III  Congreso  Misionero  Nacional.  El  carácter  misionero  que  tiene  la 
Iglesia  responde  ai  mandato  de  Cristo  a  los  Apóstoles:  "Id,  enseñad" 
(f.iatheo  28,  19).  Este  láiandato  lo  asumieron  en  toda  plenitud,  saltan- 
do las  barreras  geográficas  de  las  fronteras  nacionales  y  "marchando 
por  el  mundo,  predicando  el  evangelio  a  toda  criatura"  (iv^iarcos  16, 
15). 

"La  actitud  misionera  de  la  Iglesia  dirá  el  Vaticano  II  (Decreto  Ad 
Gentes  No.  9)  no  es  ni  más  ni  menos  que  la  manifestación  o  epifanía 
del  plan  divino  y  su  realización  en  el  mundo  y  en  la  historia;  con  ello. 
Dios,  por  medio  oe  la  misión,  actúa  hasta  la  evidencia  la  historia  de  la 
salvación         la  actividad  misional  tiende  a  la  plenitud  escatclógica". 

Esta  actividad  hnplica  dos  aspectos  fundamentales:  Lo  ijue  llama 
el  Concilio  la  "epifanía"  del  mensaje  de  salvación,  es  decir,  la  predica- 
ción, la  manifestación,  la  exposición  de  ese  mensaje  que  se  concreta 
en  el  "Id,  enseñad";  el  segundo  su  realización,  es  decir,  la  vivencia,  en 
otras  palabras  el  traducir  en  la  vida  ese  mensaje  que  lo  expresa  Cristo 
así:  "Enseñándoles  a  guardar,  todo  lo  (jue  os  he  enseñado"  (iviatneo 
28,  19). 

Estos  dos  parámetros  son  inseparables:  Conocer  y  guaruar  ese  men- 
saje. Sin  ésto  se  vuelve  desde  todo  punto  imposible  la  plenitud  escato- 
lógica  a  que  aspira  todo  mortal  que  viene  a  este  nmndo. 

La  presencia  de  Cristo  en  la  iiistoria  humana,  es  una  presencia  cós- 
mica, inmanente,  y  aún  más,  trascendente.  Esto  lo  expresa  la  carta  a 
los  Hebreos  (13,  8)  "El  mismo  Cristo  ayer  y  hoy  y  por  todos  los  si- 
glos". Después  de  su  .partida  compete  a  quienes  confiara  su  mensaje, 
la  obligación  de  difundirlo.  Esta  tarea  en  la  Iglesia  sea  que  se  la  tome 
en  sentido  vertical  u  horizontal  corresponde  no  sólo  a  la  Jerarquía  si- 
no también  a  los  seglares  que"como  testigos  a  la  vez  (¡ue  como  instru- 
mentos vivos",  participan  en  la  misión  s;ilvífic;i  ciuomeiuíada  a  la 
Iglesia  (CE.  Ad  Gentes  40,  41). 


¿Cómo  ha  cumplido  esta  misión  la  Iglesia  l'niversal  uurante  estos 


dos  primeros  milenios?   riClómo  la  lia  cumplido  nuestra  América, 

este  Continente  de  la  esperan/a  que  sustituye  a  la  vieja  Kuropa  que 

aj;oniza?         ¿Cómo  ha  cumplido  esta  misión  nuestra  Iglesia  local  del 

Kcuador?   La  respuesta  a  este  último  interrogante  se  dió  en  el 

III  Congreso  misionero  ecuatoriano. 

IVro  escuchemos  la  voz  del  Presidente  de  la  Conferencia  Kpiscop2Ü 
Ecuatoriana,  nuestro  Cardenal  Arzobispo  Pablo  Muñoz  Vega  s.j.,  en 
la  clausura  de  este  Congreso:  "Hay,  dijo,  la  .prej,unta  de  fuego  con  la 
que  la  Palabra  Divina  nos  ha  interpelado  en  este  III  Congreso  Nacio- 
nal Misionero  y  añadió:  habitan  en  nuestro  mundo  más  üe  3.000'000. 
000  de  personas  a  las  que  todavía  no  ha  llegado  el  mensaje  de  salva- 
ción. Si  nosotros  no  les  anunciamos  el  Evangelio,  gracias  a  la  infinita 
misericorciia  de  Dios  estos  hombres  podrán  salvarse  por  otros  cami- 
nos; pero  nosotros  podremos  salvarnos  si  por  negligencia,  por  miedo, 

por  vergüenza,  o  por  falsas  ideas,  omitimos  anunciárselo?   podría 

una  Iglesia  que  se  gloria  de  ser  católica  permanecer  tal  si  no  es  misio- 
ñera? 

**La  respuesta,  añadió  el  Cardenal,  ya  la  iiemos  recibido  todos  en  este 
Congreso.  La  fe  de  un  cristiano  que  no  asume  compromiso  alguno  en 
la  difusión  del  Evangelio,  es  una  fe  en  agonía.  La  vida  de  una  Iglesia 
que  no  fomenta  la  dimensión  misionera  es  una  vida  en  agonía.  ¡Ay 
de  mí  si  no  evangelizo!  decía  San  Pablo.  Igual  exclamación  debe 
brotar  de  nuestros  corazones  después  de  este  Congreso.  ¡Ay  de  la 
Comunidad  Católica  que  no  evangeliza!   ¡Ay  del  Centro  Católi- 
co que  no  evangeliza!   ¡Ay  de  la  familia  (jue  no  evangeliza!  y  di- 
gámoslo aquí  con  acento  vibrante:  ¡Ay  del  joven  católico!  ¡Ay  de  la 
joven  católica  que  no  evangeliza!." 

Pastas  vibrantes  frases  del  primer  heraldo  del  Evangelio  en  nuestra 
patria  nos  mvitan  a  una  profunda  reflexión.  Nos  recuerdan  la  obliga- 
ción (jue  pesa  sobre  todos  los  bautizados  en  Cristo  en  la  obra  de  la 
Evangclización. 

En  el  momento  actual  en  que  vivimos,  al  punto  de  iniciarse  el  ter- 
cer milenio,  en  medio  de  una  iuimanidad  que  por  todos  lados  se  ve 
acosada  por  toda  clase  de  problemas  en  todos  los  órdenes  de  la  acti- 
vidad humana,  cuando  todo  se  integra,  cuando  a  través  de  los  medios 
que  ha  puesto  al  alcance  del  hombre  la  técnica,  y  a  no  hay  distancias.. 
  no  es  posible  encerrarse  dentro  de  los  moldes  estereotipados  de 


antaño,  ya  no  es  posible  vivir  ni  actuar  con  la  miope  visión  de  campa- 
nario. 

Hay  i|ue  mirar  más  allá  de  nuestras  fronteras  religiosas,  hay  que  sal- 
tar al  otro  lado  del  vallado,  hay  que  integrarse  en  este  mundo  que  está 
fuera  de  la  Iglesia  y  hay  que  preguntarse  si  tenemos  que  hacer  algo  por 

esos  iierman«)s         ne  aquí'  lo  que  plantea  en  su  mensaje  de  clausura 

nuestro  flardenal. 

Con  la  visión  <jue  dá  el  Kspi'ritu  de  Dios  que  se  encarna  en  el  hom- 
bre que,  como  Pedro,  pudo  dar  esta  respuesta  a  la  interpelación  de 
Cristo:  *'rú  sabes  que  te  amo",  (Juan  21,^5)  nuestro  Obispo  de  la 
Ar(juidiócesis  de  Quito  representando  a  sus  hermanos,  resumió  en  una 
sola  palabra  la  única  condición  requerida  para  que  toda  acción  misio- 
nera sea  tal.  Esta  palabra  es  A..1OR.  "Kn  la  tarea  misionera,  dijo,  hay 
una  palabra  que  es  la  primera  y  es  también  la  última:  es  la  palabra 
AMOR.  Y  Dios  ha  hecho  el  corazón  del  hombre  de  tal  manera  que 
precisamente  en  la  juventud  se  nos  convierta  esa  palabra  f  n  lu/.  y  vida. 
La  caridad  infundida  por  el  Kspíritu  Santo  cuando  otorga  el  don  ue  la 
vocación  misionera  es  un  dulcísimo  y  loco  amor  de  Dios  y  de  los  liom- 
bres  que  no  es  de  la  tierra". 

Cuando  esta  palabra  se  encarne  en  el  corazón  de  todo  hombre  y  la 
viva,  habrá  entonces  llegado  para  él  la  verdadera  parusi'a.  Por  qué?.... 
Porque  DIOS  KS  Al  lOR. 


DOCUMENTOS 
PONTIFICIOS 


\  o  T  \  :IV)r  la  cxIciiMÓn  (leí 
prc.MMitc  Docu mentó. publica tuos 
en  este  número  una  parte. I'n  el  si 
ijuiente  lo  completaremos. 
I,  \  DIIÍKCCION. 


=  ExhoftQc¡ón  Apostólico  = 

" Fomilioris  Consortío" 
de  Juon  Pobló  II 
Sobre  lo  misión  de  lo  Fomilio 
en  el  mundo  octuol 


(    C  o  N  T  I  N  IJ  A  (    I  o  N  ) 


127 


pin  •  Participación  en  el  desarrollos 
 de  la  sociedad 

La  familia,  célula  primera 
X  vital  de  la^  sociedad 

42.  "El  Creador  del  mundo  estableció  la  so- 
ciedad conyugal  como  origen  y  fundamento  de  la 
sociedad  humana";  la  familia  es  por  ello  la  "cé- 
lula primera  y  vital  de  la  sociedad"  (lüi). 

La  familia  poscj  vínculos  vitales  y  orgáni- 
cos con  la  sociedad,  porque  constituye  su  funda- 
mento y  alimento  continuo  mediante  su  función 
de  servicio  a  la  vida.  En  efecto,  de  la  familia 
nacen  los  ciudadanos,  y  éstos  encuentran  en  ella 
la  primera  escuela  de  esas  virtudes  sociales,  que 
son  el   alma  de  l;i  v  del  desarrollo  de 

la  sociedad  misma. 

Así  la  familia,  en  virtud  de  su  naturaleza 
y  vocación,  lejos  de  encerrarse  en  sí  misma, 
se  abre  a  las  dcniá^  lamillas  y  a  la  sociedad, 
asumiendo  su  función  social. 

La  vida  familiar  como  experiencia 
de  comunión  y  participación 

43.  La  misma  experiencia  di-  comunión  y  par- 
ticipación, que  debe  carac  lori/ai  l.i  vida  diaria 
de  la  familia,  representa  su  piimera  y  fundamen- 
tal aportación  a  la  sociedad. 

Las  relaciones  entre  los  miembros  de  la  co- 
munidad familiar  isl;'ni  inspiradas  y  guiadas  por 
la  ley  de  la  "grauiiii.ui  que.  respetando  y  favo- 
reciendo en  todos  >  cada  uno  la  dignidad  per- 
sonal como  único  ihuKi  de  valor,  se  hace  aco- 
gida cordial,  encuentro  y  diálogo,  disponibilidad 
desinteresada,  servicio  generoso  >  solidaiid.id  pro- 
funda. 

Así  la  promoción  de  una  aiiicnlica  y  nadiira 
comunión  ile  personas  en  la  familia  se  convierte 
en  la  primera  e  insustituible  escuela  de  sociali- 
dad.  ejemplo  y  cflínuilo  para  las  relaciones  comu- 


nililliiis  nuis  ¡iinpluis  cu   un  cliiuii  tic  iispcio 
ilisliciii,  cliiilogo  \  ;iini>r 

He  osle  moilu  1.1'nu'  li.m  rcLOicJíitlu  los  piidrc!« 
sinodales,  la  familia  conslitiiyc  el  lugar  natural 
y  el  insUunicniü  más  eficaz  de  huniani/.ación 
y  de  personalización  de  la  sociedad:  colabora 
de  manera  original  >  profunda  en  la  construcción 
del  inuiulo.  haciendo  posible  una  vida  propia- 
mente humana,  en  particular  custodiando  y  trans- 
mitiendo las  virluile>  v  los  "valores".  Como  dice 
el  Concilio  Vaticano  II,  en  la  familia  "las  dis- 
tintas generaciones  coinciden  y  se  ayudan  nuitua- 
ir)ente  a  lograr  una  mayor  sabiduría  y  a  armo- 
nizar los  derechos  do  las  personas  con  Jas  demás 
exigencias  de  la  vida  social"  (106). 

Como  consecuencia,  de  cara  a  una  sociedad 
que  corre  el  peligro  de  ser  cada  vez  más  desper- 
sonalizada y  masificada,  y  por  tanto  inhumana 
y  deshumanizadorn.  con  los  resultados  negativos 
de  tantas  formas  de  "evasión"  — comi>  son,  por 
ejemplo,  el  acolmli^mo.  la  droga  y  el  mismo 
terrorismo — .  la  l.nm'i.i  posee  y  comunica  todavía 
hoy  energías  formidables  capaces  de  sacar  al  hom- 
bre del  anonimato,  de  mantenerlo  consciente  de 
su  dignidad  pci^.  r  > nriquecerlo  con  profun- 

da humanidad  >  de  in>ciiiio  activamente  con  su 
unicidad  e  irrepetibilidad  en  el  tejido  de  la  so- 
ciedad. 

Función  social  y  política 

44.  La  función  social  de  la  familia  no  puede 
ciertamente  reducirse  a  la  acción  procreadora  y 
educativa,  aunque  encuentra  en  ella  su  priinera 
e  insustituible  fotnia  de  expresión. 

I,as  familias,  lanío  scil.i-.  como  asociadas,  pue- 
den y  deben  por  i.mio  iK-  lmn  ,•  a  muchas  obras 
de  servicio  social.  c'<pccialmenu  i  n  favor  de  los 
pobres  y  de  todas  at|uclla>  p^.lson■l■^  v  situaciones, 
a  las  que  no  logi  a  llej'.ar  la  oi  gani/at  ión  ile  pre- 
visión y  asistencia  de  l;is  autoridades  públicas. 

l  a  aportación  social  de  la  familia  llene  su 
originalidad,  que  cxiue  se  la  conozca  mc¡or  y  se 
la  apoye  más  decididamente,  ^^obre  todo  a  medida 


que  los  hijos  crecen,  implicando  de  Iieclio  lo  mí\> 
posible  a  todos  sus  miembros  (107). 

r.ii  cspeciiil  h;iy  que  destacar  la  importancia 
cada  vez  mayor  que  en  nuestra  sociedad  asume  la 
hospitalidad,  en  todas  sus  formas,  desde  el  abrir 
la  puerta  de  la  propia  casa,  y  más  aún  la  del  pro- 
pio corazón,  a  las  peticiones  de  los  hermanos,  al 
compromiso  concreto  de  asegurar  a  cada  familia 
su  casa,  como  ambiente  natural  que  la  conserva 
y  la  hace  crecer.  Sobre  todo,  la  familia  cristia- 
na csiá  llamada  a  escuchar  el  consejo  del  Apóstol: 
"Sed  solícitos  en  la  hospitalidad"  (108),  y  por 
consiguiente  a  practicar  la  acogida  del  hermano 
necesitado,  imitando  el  ejemplo  y  compartiendo 
la  candad  de  Cristo:  "El  que  diere  de  beber  a 
uno  de  estos  pequeños  sólo  un  vaso  de  agua  fres- 
ca en  razón  de  discípulo,  en  verdad  os  digo  que 
no  perderá  su  recompensa"  (109). 

La  función  social  de  las  familias  está  llamada 
a  manifestarse  también  en  la  forma  de  interven- 
ción política,  es  decir,  las  familias  deben  ser  las 
primeras  en  procurar  que  las  leyes  y  las  institu- 
ciones del  Estado  no  sólo  no  ofendan,  sino  que 
sostengan  y  defiendan  positivamente  los  derechos 
y  los  deberes  de  la  familia.  En  este  sentido  las 
familias  deben  crecer  en  la  conciencia  de  ser 
"protagonistas"  de  la  llamada  "política  familiar", 
y  asumirse  la  responsabilidad  de  transformar  la 
sociedad;  de  otro  modo  las  familias  serán  las 
primeras  víctimas  de  aquellos  males  que  se  han 
limitado  a  observar  con  indilerencia.  La  llamada 
ilcl  Concilio  Vaticano  11  a  superar  la  ética  indi- 
vidualista vale  también  para  la  familia  como 
tal  (i  10). 

La  sociedad  al  servicio 
3e^  ja.  familia 

45.  La  conexión  íntima  entre  la  familia  y  la 
sociedad,  de  la  misma  manera  que  exige  la  aper- 
tura y  la  participación  de  la  familia  en  la  socie- 
dad y  en  su  desarrollo,  impone  lambicn  t|ue  la 
sociedad  no  ilcje  tie  cumplir  su  deber  fiinil;imctil;il 
de  respetar     promover  la  familia  mism<i. 

Cierlamciilc  la  familia  \  la  sociedad  licncn  un.i 


riiiKión  Lninpk  nu  i.i  en  l;i  ilv.-lv.-iis.i  y  en  \i\ 
promoción  del  ln.a  de  lodos  los  iíoinbivs  y  de 
e;id¡i  homhre.  I'eio  l;i  sociedad,  y  in;ís  cspecí- 
ficíinieiilc  el  I  siailo.  deben  n'eonoeer  que  la  fami- 
lia es  una  "sociedad  que  go/a  de  un  derecho  prc  pio 
y  primordial"  (III)  y  por  tanto,  en  sus  relaciones 
con  la  familia.  cMíin  gravemente  obligados  a  ate- 
nerse al  principio  de  bubsidiariedad. 

Ivn  virlud  de  csle  principio,  el  TstMilo  no 
puede  ni  debe  substraer  a  las  familias  aquellas 
funciones  que  pueden  igualmente  reali/nr  bien, 
por  sí  solas  o  asociadas  libremenie,  sino  favorecer 
positivamente  y  estimular  lo  más  posible  la  ini- 
ciativa responsable  de  las  familias.  Las  autoridades 
públicas,  convencidas  de  que  el  bien  de  la  fami- 
lia constituye  un  valor  indispensable  e  irrenuncia- 
ble  de  la  comuniilad  civil,  deben  hacer  cuanto 
puedan  para  asegurar  a  las  familias  todas  aque- 
llas ayudas  — económicas,  sociales,  educativas, 
políticas,  culturales —  que  necesitan  para  afrontar 
de  modo  humano  todas  sus  responsabilid.ides. 

Carta  de  los  derechos 
de  la  famíTía 

46.  i'l  ideal  de  una  recíproca  acción  de  apo- 
yo y  desarrollo  entre  la  familia  y  la  sociedad  cho- 
ca a  menudo,  y  en  medida  bastante  grave,  con 
la  realidad  ile  su  separación  e  incluso  de  su 
contraposición. 

lln  efecto,  como  el  Sínodo  ha  denunciado  con- 
tinuamente, la  situación  que  muchas  familias  en- 
cuentran en  diversos  países  es  muy  problemáti- 
ca, si  no  incluso  claramente  negativa:  instituciones 
y  leyes  desconocen  injustamente  los  derechos  in- 
violables de  la  familia  y  de  la  misma  persona 
humana,  y  la  sociedad,  en  vez  de  ponerse  al 
servicio  de  la  familia,  la  ataca  con  violencia 
en  sus  valores  y  en  sus  exigencias  fundam  -nia- 
les. De  este  modo  la  familia,  que.  según  los 
planes  de  Dios,  es  célula  básica  de  la  sociedad, 
sujeto  de  dereclios  y  deberes  antes  que  el  listado 
y  cualquier  otra  comunidad,  es  víctima  de  la 
sociedad,  de  los  retrasos  y  lentitudes  de  sus  inter- 
venciones y  más  aún  de  sus  injusticias  rotorias. 
I'or  esto  la  Iglesia  defiende  abierta  y  vigoro- 


"-ámenle  los  derechos  de  la  fiimilia  lonlra  las 
iisurpiiciones  inloleiiibles  de  la  sociedad  y  del  Hsta- 
do.  En  eoncrelo,  los  padres  sinodales  han  recor- 
dado, cnire  oíros,  los  siguicnles  derechos  de  la 
ínmilia: 

—  a  exi.slir  y  progresar  como  familia,  es  decir, 
cl  derecho  de  lodo  hombre,  especialmonie  aun 
siendo  pobre,  a  fundar  una  familia,  y  a  tener 
los  recursos  apropiados  para  mantenerla; 

—  a  ejercer  su  responsabilidad  en  el  campo 
de  la  transmisión  de  la  vida  y  a  educar  a  los 
hijos: 

—  a  la  intimidad  de  la  vida  conyugal  y 
familiar: 

—  a  la  estabilidad  del  vínculo  y  de  la  insti- 
tución matrimonial; 

—  a  creer  y  profesar  su  propia  fe.  y  a 
difundirla; 

—  a  educar  a  sus  hijos  de  acuerdo  con  ¡as  pro- 
pias tradiciones  y  valores  religiosos  y  culturales, 
con  los  instrumentos,  medios  e  instituciones  nece- 
sarias; 

—  a  obicner  la  seguridad  física,  social,  polí- 
tica y  económica,  especialmente  de  los  pobres 
V  enfermos: 

—  cl  derecho  a  una  vivienda  adecuada,  para 
una  vida  familiar  digna; 

—  el  derecho  de  expresión  y  de  representación 
ante  las  autoridades  públicas,  económicas,  sociales, 
culturales  y  ante  las  inferiores,  tanto  por  sí  misma 
como  por  medio  de  asociaciones; 

—  a  crear  asociaciones  con  otras  familias  e 
instiluciones.  para  cumplir  adecuada  y  esmerada- 
mente su  misión: 

—  a  proteger  a  los  menores,  mediante  institu- 
ciones y  Icyés  apropiadas,  contra  los  medicamen- 
tos perjudiciales.  la  pornografía,  cl  alcoholis- 
mo, etc.; 

—  el  derecho  a  un  justo  tiempo  libre  que  favo- 
rezca, a  la  vez.  los  valcires  de  la  familia; 

—  el  derecho  de  los  ancianos  a  una  vida  y  a 
una  muerte  dignas: 

—  cl  (I. •rocho  ;i  cini(irar  como  tiimiliu.  paríi 
buscar  nic|(.>rcs  conilaioncs  de  \icla  (112). 

l  a  S.inia  Sede,  acogiendo  la  petición  cxplíci 
ta  del  Sítiiulo    s^-  cncnrgnrá  de  estudiar  ('rieni 


tliiiuonio  ».'*>(i»s  stij.'i.iciKÍas.  claboriindo  una  "  Carla 
de  los  tlfiothos  tic  la  familia",  pura  prcs.'iilnrla 
.1        ambioMios  v  autoridades  compcicnles. 

Gracia  V  resRpnsabílidad 
de  jg.  familia  cristiana 

47.  l.ii  [unción  social  propia  de  cada  fíimiiia 
compele,  por  im  título  nuevo  y  original,  a  la 
Tamilin  cristiana,  fundada  sobre  el  sacramento 
del  niairimonio.  r.sie  sacramento,  asumi.-ndo  la 
realidad  luimana  del  amor  conyugal  en  todas 
sus  implicaciones,  capacita  y  compromete  a  los 
esposos  y  a  los  patircs  cristianos  a  vivir  su  voca- 
ción de  laicos,  y  por  consiguiente  a  "buse-ir  el 
reino  de  Dios  gestionando  los  asuntos  lornporales 
y  ordenándolos  según  Dios"  (115). 

I  I  cometido  social  y  político  forma  p;'rtc  de 
la  misión  real  o  de  servicio,  en  la  que  parti- 
cipan los  esposos  cristianos  en  virtud  del  sacra- 
mento del  matrimonio,  recibiendo  a  la  vez  un 
mandato  al  que  no  pueden  sustraerse  y  una 
gracia  que   los  sostiene  y   los  anima. 

De  este  modo  la  familia  cristiana  está  llamada 
a  ofrecer  a  lodiis  el  testimonio  de  una  entrega 
generosa  y  desinteresada  a  los  problemas  sociales, 
mediante  la  "opción  preferencial "  por  los  pobres 
y  los  marjiiniulos.  Por  eso  la  familia,  avanzando 
en  el  sepuimienio  del  Señor  mediante  un  amor 
especial  bacia  todos  los  pobres,  debe  preocuparse 
especialmente  de  los  que  padecen  hambic,  de  los 
indigentes,  de  los  ancianos,  los  enfermos,  los  dro- 
gadiclos  o  los  que  están  sin  familia. 

Hacia  un  nuevo 
orden  internacional 

48.  Ante  la  ilimensión  mundial  que  boy  ca- 
riicieri/a  a  los  diversos  problemas  sociales,  la 
familia  ve  que  se  dilata  de  una  manera  total- 
menie  nueva  su  cometido  ante  el  desarrollo  de 
la  sociedad,  se  iiaia  de  cooperar  también  ,\  e^table- 
cer  lui  nuevo  orden  internacional,  porque  sólo 
con  iíi  solidaridad  mundial  se  pueden  afrontar 
v  resolver  los  cnornies  y  dramáticos  problemas 


lie  la  juslitia  cii  el  iminclo.  de  \a  libertad  de  los 
puehU)s  y  de  la  pa/  de  la  Inimanidad. 

I  a  eonninión  espiritual  de  las  fainilias  ciistia- 
nas.  eiirai^ailas  en  la  fe  y  espcran/a  eoiTn'in  y 
vivifit. ailas  por  la  caridad,  constituye  una  eneigía 
interior  que  ori^'.ina.  iliínnde  y  desarrolla  justicia, 
•econciliación,  Iratetniilad  y  paz  entre  los  liom- 
bres.  I.a  familia  cristiana,  como  "pequeña  Iglesia", 
está  llamada,  a  senvi.;ii7a  d..  '  >  ">',ran  Iglesia", 
a  ser  signo  de  unid.id  para  Cl  mundo  y  a  ejer- 
cer de  ese  modo  su  función  profética,  dando 
testimonio  del  reino  y  de  la  paz  de  Cristo, 
hacia  el  cual  el  mnniK    oiu<-U'  ^stá  en  camino. 

I.as  familias  cristianas  podrán  realizar  esto 
bien  sea  por  medio  lic  sti  aivion  educadora,  es 
decir,  ofreciendo  a  los  hijos  un  modelo  de  vida 
fundado  sobre  los  valores  de  la  verdad,  libertad, 
justicia  y  amor,  bien  sea  cOn  un  compromiso 
activo  y  responsable  para  el  crecimiento  rulén- 
licanienle  humano  de  la  sociedad  y  de  sus  insti- 
tuciones, bien  con  el  apoyo,  de  diferentes  modos, 
a  las  asociaciones  dedicadas  específicamente  a  los 
probleinas  del  orden  inicrnacioníd 

pIV  ■  Participación  en  la  vida=| 
y  misión  de  la  Iglesia 

La  famiiia 

en  ej  misterio  de  la^  iglesia 

49.  r.nire  los  cometidos  fundamentales  de  la 
familia  ciistiana  se  halla  el  eclesial,  es  decir, 
que  ella  está  puesta  al  soiaíiío  de  la  edificación 
del  reino  de  Dios  en  la  historia,  mediante  la 
participación  en  la  vida  y  misión  i\c  la  Iglesia. 

Para  comprender  mejor  los  lundanii  nio^.  con- 
tenidos y  características  de  tal  parlicipaL  ion,  h;iy 
que  examinar  a  fondo  los  múliiplcs  \  profundos 
vínculos  que  unen  entre  sí  a  la  Ii?!csi;i  y  a 
la  familia  cristiana,  y  que  hacen  de  esta  úliiina 
como  una  "Iglesia  en  miniatura"  llicclcsin  do- 
incsl'u(i)  (114)  de  modo  que  sea.  a  su  manera, 
una  imagen  viva  y  una  represeniaciófi  histórica 


del  misterio  mismo  de  la  Ijilcsia. 

Es  ante  todo  la  Iglesia  Madre  la  que  engen- 
dra, educa,  edifica  la  familia  cristiana,  poniendo 
en  pi «etica  pnr«  con  la  misnin  In  misión  de  síiIvíi- 
ción  que  ha  recibido  de  su  Señor.  Con  el  anuncio 
de  la  Palabra  de  Oios,  la  Iglesia  revela  a  la 
familia  cristiana  ><u  Veríbidora  identidad,  lo  que 
eí  y  debe  ser  si  ;'ún  el  plan  del  Señor;  con 
la  celebración  de  los  sacr."iiiíntos,  la  lgle;.ia  enri- 
quece y  corrobora  a  la  familia  cristiana  con 
la  gracia  de  Cristo,  en  orden  a ,  su  sanfifie-ición 
para  la  gloria  del  Padre:  con  la  renovada  procla- 
mación del  mandamiento  nuevo  de  la  caridad, 
la  Iglesia  anima  y  guía  ,i  la  familia  cristiana 
al  servicio  del  amor,  para  que  imite  y  reviva 
el  mismo  amor  de  donación  y  sacrificio  que 
el  Señor  jesús  nutre  hacia  toda  la  humanidad. 

Por  su  parte  la  familia  cristiana  está  insertada 
de  tal  forma  en  el  mislciio  de  la  Iglesia  que 
participa,  a  su  manera,  en  la  misión  de  salva- 
ción que  es  propia  de  l.i  Ij^'lcsia.  Los  cónyuges 
y  padres  cristianos,  en  xiruid  del  sacramento, 
"poseen  su  propio  don.  dentro  del  Pueblo  de  Dios, 
en  su  estado  y  forma  do  vida"  (115).  Por  eso 
no  sólo  "reciben"  el  amor  de  Cristo,  convirtién- 
dose en  comunidad  "salvada",  sino  que  están 
también  llamados  a  "  trausn^itii "  a  los  hernv.mo.' 
el  mismo  amor  de  Cristq.  haciéndose  así  connmi- 
dad  "salvadora".  De  esta  manera,  a  la  vez  que  es 
fruto  y  signo  de  la  fecundidad  sobrenatural  de 
la  Iglesia,  la  familia  cri'-li.ina  se  hace  símbolo, 
testimonio  y  pariicipación  de  la  mals."»-nid<id  de 
la  Iglesia  (1  16^ 

Un  cometido  eclesial 
_propio  y_  original 

50.  l  a  familia  cristiana  está  IlamaJ.i  r>  lon\Ti 
parte  viva  y  responsable  en  la  misión  de  la 
Iglesia  de  manera  propia  v  oiiginal,  es  decir, 
poniendo  a  servicio  de  la  Iglesia  y  de  la  soeie- 
ilad  su  propio  ser  y  obrar,  en  cuanto  •(iniun'ulad 
•niiiiui  (le  vida  y  de  muor 

Si  la  familia  cristiana  es  inmunidad  ci'yos 
vínculos  son  renovados  por  Crisio  mediante  la 


fe  y  tos  <ncr;imonlos,  su  pín  licipariini  ,  ii  l;i  misión 
de  la  Iglesia  debo  rc;ili/íirsc  <..  "(//»  uiui  moda- 
l'uldil  coitniiiildria:  junios,  pues,  lus  eónyi'gcs  cii 
cuanto  pareja,  y  los  padres  e  hijos  cu  ciiattlo 
faiuilia,  han  de  vivir  svi  servicio  a  la  Iglesia 
V  al  mundo.  Deben  ser  en  la  fe  "un  cora7Ón 
y  un  alma  sola"  (117),  mediante  el  eomún  cspí- 
riiu  apostólieo  que  los  anima  y  la  eol.iboraeion 
que  los  empeña  en  las  obras  de  servicio  a  la 
comunidad  cclesial  y  civil. 

La  familia  crisliana  edifica  además  el  reino  de 
i")ios  en  la  historia  mediante  esas  mismas  reali- 
dades cotidianas  que  tocan  y  distinguen  su  iini- 
ilición  (le  vicia.  Así,  pues,  es  en  el  amor  conyu- 
gal y  familiar  ^vivido  en  su  exlraordinaiia  rique- 
za de  valores  y  exigencias  de  tolalidat!,  unicitlad, 
fidelidad  y  fecundidad  (118) —  donde  se  expresa 
y  realiza  la  participación  de  la  familia  •  rijiiana 
en  la  misión  profética.  sacerdotal  y  real  de  jesu- 
cristo  y  de  su  Iglesia.  ll\  amor  y  la  vida  cons- 
tituyen por  lo  tanto  el  núcleo  de  la  misión  salví- 
fica  de  la  familia  crisliana  en  la  Iglesia  y  para 
la  iglesia. 

Lo  recuerda  el  Concilio  Vaticano  II  Cuando 
dice:  "  l,a  familia  hará  partícipes  a  oirás  familias, 
generosamente,  de  sus  riquezas  cspiriluales.  Así 
es  como  la  familia  crisliana,  cuyo  origen  está  en 
el  matrimonio,  que  es  imagen  y  pariicipación  de 
la  alianza  de  amor  entie  Cristo  y  la  Iglesia,  mani- 
fesiará  a  todos  la  presencia  viva  del  Salvador  en 
el  mundo  y  la  auténtica  naturaleza  de  la  Iglesia, 
ya  por  el  amor,  la  generosa  fecundidad,  la  unidad 
y  fidelidad  de  los  esposos,  ya  por  la  coopera- 
ción amorosa  de  todos  sus  miembros"  (ll'í). 

Puesto  así  el  fundamento  de  la  participación 
de  la  familia  cristiana  en  la  misión  eclesial,  hay 
que  poner  de  manifiesto  ahora  su  contenido  en 
la  triple  unitaria  referencia  a  fesucristo  Profeta. 
Sacerdote  y  Rey.  presentando  por  ello  la  familia 
cristiana  como  1)  comunidad  creyenie  y  jvangeli- 
zadoia,  2)  comunidad  en  diálogo  con  Dios.  ">) 
eomunidiul  al  servicio  del  hombre. 


1 )  La  familia  cristiana. 

gQmun'dad  creyente  y. 

evanqeíízadora 

La       descubrimiento  x 
admiración  del  plan  ^  Dios 
sobre  la  familia 

tI.  I^iido  que  p;iili^ipíi  de  lu  vidu  y  inibiún 
de  la  Iglosiíi,  la  ciuil  csciiclia  rcligiosnniciilc  la 
Palabra  de  Dios  y  la  |)rütlama  con  firme  con- 
fianza (120),  lu  familia  cristiana  vive  su  cometido 
profélico  acogieiiílo  y  aniiiíciaiulo  ¡a  Palahra  de 
Dios.  Se  hace  así,  cada  día  más.  una  comunidad 
creyente  y  evangclizadora. 

También  a  los  esposos  y  padres  crisiianos 
se  exige  la  obediencia  a  la  fe  (121),  ya  qut 
son  llamados  a  acoger  la  Palabra  del  Señor  que 
les  revela  la  estupenda  novedad  — la  Buena  Nue- 
va—  de  su  vida  conyugal  y  familiar,  que  Cris- 
to ha  hecho  sania  y  sanlificadora.  En  efecto, 
solamente  mediante  la  fe  ellos  pueden  descubrir 
V  admirar  con  gozosa  gratitud  a  que  dignidad 
ha  elevado  Dios  el  matrimonio  y  la  familia, 
consiituycndolos  en  signo  y  lugar  de  la  . ¡lianza 
de  amor  entre  Dios  y  los  hombres,  entre  K'su- 
.rislo  y   la   iglesia  esposa  suya. 

Lu  misma  preparación  al  matrimonio  c  'sliano 
se  califica  ya  como  un  itineiario  de  fe.  lis, 
en  efecto,  una  ocasión  privilegiada  para  que  los 
novios  vuelvan  a  descubrir  y  profundicen  la  fe 
recibida  en  el  Bautismo  y  alimentada  ccn  la 
educación  cristiana.  De  esla  manera  reconocen 
y  acogen  libremente  la  vocación  a  vivir  1. 1  i-egui- 
miento  de  Cristo  y  el  servicio  al  reiiu)  ile  Dios 
en  el  estado  matrimonial. 

P.l  momento  fundamenial  de  la  k  .le  ios 
..^sposos  está  en  l.i  celebiación  del  saci.imcnio 
•Jcl  malrinH)nio,  c|uc  en  el  fondo  tic  su  naiura- 
'eza  es  la  proclimacion.  dentro  de  la  Ij^lesia, 
de  la  Buena  Nuc\.i  sobre  el  amor  (.onxugal. 
Ts  la  Palabra  de  l")it)s  que  "revela"  y  'culmina" 
el  proyecto  sabio  v  amoroso  que  Dios  üene  so- 


bre  los  esposos.  Ihimiulos  a  hi  mislciiosa  y  ic;il 
pc\rl¡c¡p{iciün  en  el  ainor  misino  do  l")ios  li;)cia 
l;i  IniMKiiiiil.Kl.  Si  hi  celebración  sacrainenlal  del 
nialiimonio  es  en  sí  misma  una  procl.imación 
de  la  Palabra  de  l")ios  en  euanlo  son  por  li 
lulo  iliverso  protagonistas  y  celebrantes,  debe  ser 
una  "profesión  de  fe"  hecba  dentro  y  con  la 
Iglesia,  comunidad  de  crejentes. 

l'sla  profesión  de  fe  ba  de  ser  continuada 
en  la  vida  de  los  esposos  y  de  la  familia.  Un 
electo.  Dios  que  ba  llamado  a  los  esposos  "ul" 
matrimonio,  continúa  llamándolos  "en  el"  matri- 
monio (122).  Dentro  y  a  través  de  los  becbos. 
los  problemas,  las  dificultades,  los  acontecimien- 
tos de  la  existencia  de  cada  día,  Dios  viene 
a  ellos,  revelando  y  proponiendo  las  "exigencias" 
concietas  de  su  participación  en  el  amor  de 
Cristo  por  su  Iglesia,  de  acuerdo  con  la  par- 
ticular situación  — lamiliar.  social  y  cclesial— 
en  la  que  se  encuentran. 

Hl  descubrimiento  y  la  obediencia  a!  plan  de 
Dios  deben  bacerse  "en  conjunto"  por  parte  de 
la  comunidad  conyugal  y  familiar,  a  través  de 
la  misma  experiencia  luimana  del  amor  vivido 
en  el  Fspíritu  de  Cristo  entre  los  esposos,  entre 
los  padres  y  los  bijos. 

I'ara  esto,  también  la  pequeña  Iglesia  domés- 
lica.  como  la  gran  Iglesia,  tiene  necesidad  de 
ser  evangelizada  continua  e  intensamente.  De  ahí 
deriva  su  deber  de  educación  permanente  en 
la  fe. 

Ministerio  de  evangelización 
familia  cristiana 

52.  F.n  la  medida  en  que  la  familia  cristiana 
acoge  el  Evangelio  y  madura  en  la  fe,  se  hace 
comunidad  cvangclizadora.  Escuchemos  ,le  nuevo 
a  Pablo  VI:  "La  familia,  al  igual  que  la  Iglesia, 
debe  ser  un  espacio  donde  el  Evangelio  es  trans- 
miiiilo  y  desde  donde  éste  se  irradia.  Den- 
tro pues  de  una  familia  consciente  de  esta 
misión,  todos  los  miembro»-  de  la  misma  evjin- 


gcli/.aii  y  son  cvangcli/acJus.  l  os  padres  no  sólu 
cuiuiinican  u  los  liijos  cl  l-vangclio.  sino  que 
piictlcn  a  su  vez  recibir  de  ellos  este  mismo 
l'vangelio  profundamontó  vivido...  Una  familia 
ÍIS.Í  se  hace  cviingclizadora  de  otras  much.is  faniili- 
llas  y  del  ambiente  en  que  ella  vive"  (123). 

Como  ha  repelido  el  Sínodo,  recogiendo  mi 
iliimada  lanzada  en  Puebla,  la  futura  cvangeliza- 
eión  depende  en  gran  parte  de  la  Iglesia  dumés- 
liea  (124).  Esta  misión  apostólica  de  la  familia 
esui  enraizada  en  cl  bautismo  y  recibe  con  la 
íiiacia  sacramental  del  matrimonio  una  nueva 
fuerza  para  transmitir  la  fe.  para  santificar  y 
transformar  la  sociedad  actual  según  cl  plan  de 
nioí«. 

La  familia  cristiana,  hoy  sobre  todo,  tiene 
una  especial  vocación  a  ser  testigo  de  la  {'lianza 
pascual  de  Cristo,  mediante  la  constante  irradia- 
ción de  la  alegría  del  ainor  y  de  la  certeza  de  la 
esperanza,  de  la  que  debe  dar  razón:  "La  familia 
cristiana  proclama  en  voz  alta  tanto  las  presentes 
virtudes  del  reino  de  Dios  como  la  esperinza 
(  de  la  vida  bienaventurada"  (125). 
"  La  absoluta  necesidad  de  la  catcquesis  familiar 

-K  surge  con  singular  fuerza  en  determinadas  situa- 
oui  vcioncs,  que  la  Iglesia  constata  por  desgracia  en 
diversos  lugares:  "  F.n  los  lugares  donde  una  legis- 
lación antirreligiosa  pretende  incluso  impedir  la 
educación  en  la  fe,  o  donde  ha  cundido  la  incre- 
dulidad o  ha  penetrado  el  secularismo  hasta  el 
punto  de  resultar  príkticamente  imposible  una  ver- 
dadera creencia  religiosa,  la  Iglesia  doméstica  es 
cl  único  ámbito  donde  los  niños  y  los  jóvenes 
pueden  recibir  una  aulénlica  catcquesis"  (126) 


Un  servicio  eclesial 


53.  IJ  ministerio  de  evangelización  de  los 
¡■".idies  cristianos  es  original  e  insustituible  y  asu- 
me las  características  típicas  de  la  vida  familiar, 
lucha,  como  dchciía  estar,  de  amor,  sencillez, 
clicicncia  y  testimonio  cotidiano  (127). 

l  a  familia  debe  formar  a  los  hijos  para  la 
vida,  de  manera  que  cada  uno  cumpla  en  plenitud 


^ll  cumclido.  de  íiciicrdo  con  la  vocación  recibida 
de  Dios.  Kícclivíimcntc.  la  íaniilia  que  está  abier- 
i:i  a  It)s  valores  Iransccndenlcs,  que  sirve  a  los 
hcriniiiios  en  la  alegría,  que  cumple  con  generosa 
liJciidad  sus  obligaciones  y  es  conseienle  de  su 
colidiana  participación  en  el  misterio  de  la  cruz 
jjioriosa  de  Cristo,  se  convierte  en  el  primero 

V  nu'ior  semillero  de  vocaciones  a  la  vida  con 
sagrada  al  reino  de  Oio*" 

F.l  ministerio  de  cvangelización  y  catcquesis 
de  los  padres  debe  acompañar  la  vida  de  los 
hijos  lamliicn  durante  ,su  adolescencia  y  juventud, 
cuando  ellos,  como  sucede  con  frecuencia,  ccntes- 
lan  o  incluso  reclia/an  la  fe  cristiana  :ccibida 
en  los  primeros  años  de  su  vida.  Y  así  como 
en  la  Iglesia  no  se  puede  separar  la  obra  de 
e\ angeli/aeión  del  sufrimiento  del  apóstol,  así 
también  en  la  familia  cristiana  los  padres  deben 
afrontar  cotí  valentía  y  gran  serenidad  de  espí- 
ritu las  dificultades  que  halla  a  veces  en  los 
mismos   hijos   su   ministerio   de  evangeü/.ición. 

No  hay  tpie  olvidar  que  el  servicio  llivado 
a  cabo  por  K>'-  cónyuges  \  p.idies  crisli.mos  en 
favor  tlel  I  \  .m^'cliii  es  esencialmente  un  servicio 
eclesial.  es  decir,  que  se  reali/a  en  el  lonlexio 
lie  la  Iglesia  entera  d  i  uanlo  comunidad  evan- 
gelizada V  c\ angeli/<(tlcia  1  n  cuanto  enraizado 
y   derivado   lie   la   única    misión   de    la  !j>lcsia 

V  en  cuaiiln  orileiKulo  ,i  l,i  edificación  del  único 
Cuerpo  lie  Cristo  tlJí^).  el  ministerio  ile  evangc- 
lización  y  de  caKquesi-  de  l.i  Iglesia  doméstica 
ha  de  quetlar  en  iiiiini.i  ininiinion  v  ha  de  armo- 
nizarse responsableineitle  con  los  otros  servicios 
de  eviiiigelización  y  de  catcquesis  presentes  y 
ciperanies  en  la  comimidad  eclesial.  tanto  ili.  cesa- 
na  conu)  iiairoquial 

Predicar  el  Evangelio 
E  toda  criatura 

Í4.  la  imiversalidad  -ni  Ironleui'  ^-  >.l  huir 
zonte  propio  de  la  ovíUigelización,  anim  ida  iiile- 
riormente  por  el  afán  misionero,  ya  i|ue  es  de 
hecho  la  respuesta  fl  la  explícita  e  inequívoca 


consigna  de  Cristo:  ''Id  por  el  mundo  y  predicad 
el   Hvíingcliü  a  toda  ¿rialiira"  (129). 

También  la  fe  y  lu  misión  cvanycliz.idoia 
de  la  familia  cristiana  poseen  esla  dimensión 
misionera  católica.  LI  sacramento  del  matrimonio, 
que  planica  con  nueva  fuei/.a  el  deber  ¡irraigado 
en  el  bauíismo  v  eij  la  (jonfirmación  de  defen- 
der y  difundir  la  fo  (130).  constituye  a  los 
cónyuges  y  padres  cristianos  en  testigos  de  Cristo 
"hasta  los  últimos  confines  de  la  tierra"  (131), 
como  verdadero"^  y  propios  "misioneros"  del  amor 
y  de  la  vida. 

Una  cierta  forma  de  Actividad  misionera  pue- 
de ser  desplegada  ya  en  el  interior  de  la  familia. 
F.sto  sucede  cuando  alguno  de  los  componentes 
de  la  misma  no  tiene-  fe  o  no  la  practica  con 
coherencia.  Kn  este  caso,  los  parientes  deben 
ofrecerles  tal  testimonio  de  vida  que  los  estimule 
y  sostenga  en  el  camino  hacia  la  plena  adhesión 
a  Cristo  Salvador  (132). 

Animada  por  el  espíritu  misionero  en  su  pro- 
pio interior,  la  Iglesia  doméstica  está  llamada  a 
ser  un  signo  luminoso  de  la  presencia  de  Cristo 
y  de  su  amor  incluso  para  los  "alejados",  pí.ra 
las  familias  que  no  creen  todavía  y  para  las 
familias  cristianas  que  no  viven  coherenicmente 
la  fe  recibida.  Está  llamada  "con  su  ejemplo 
y  testimonio"  a  iluminar  "a  los  que  buscan  la 
verdad"  (133). 

Así  como  ya  al  -principio  del  ci  isli:iiiismo 
Aquila  y  Priscila  se  presentaban  como  una  pareja 
misionera  (134),  aw  también  la  Iglesia  lostimonia 
hoy  su  incesante  novedad  y  vigor  con  la  presencia 
lie  cónyuges  y  familias  cristianas  que,  al  menos 
durante  un  cierto  período  de  tiempo,  van  a  tie- 
rras de  misión  a  ahunciar  el  Hvangelio,  sirviendo 
al  hombre  por  amor  de  )csucrislo. 

Las  familias  cristianas  dan  ima  conuibución 
particular  a  la  causa  misionera  de  la  Iglesia, 
cultivando  la  vocación  misionera  en  sus  propios 
hijos  e  hijas  (135)  y.  de  manera  más  general, 
con  una  obra  edueadola  que  prepare  a  sus  hiios. 
desde  la  juventud,  "para  conocer  el  amor  de  Dios 
hacia  todos  los  hombres"  (136). 


2)  La  familia  cristiana, 

comunidad  en  diálogo  con  Dios 


EJ  santuario  doméstico 
de  la  Iglesia 

55.  lil  aiuincio  del  Evangelio  y  su  acogidii 
medíanle  la  fe  encuenlia  su  plenitud  en  la  cele- 
bración sacramental.  La  Iglesia,  comunidad  cre- 
yente y  evaniíciizadüra.  es  también  pueblo  sacer- 
dotal, es  decir,  revestido  de  la  dignidad  y  par- 
tícipe de  la  potestad  de  Cristo.  Sumo  Sacerdote 
de  la  nueva  y  eterna  Alianza  (137). 

También  la  familia  cristiana  está  inserta  en 
la  Iglesia,  pueblo  sacerdotal,  mediante  el  sacra- 
mento del  matrimonio,  en  el  cual  está  cnraiz.ida 
y  de  la  que  se  alimenta,  es  vivificada  continua- 
mente por  el  Señor  y  es  llamada  e  invitada 
al  diálogo  con  Dios  mediante  la  vida  sacramental, 
el  ofrecimienlü  de  la  piopia  existencia  y  la 
oración. 

Este  es  el  cometido  succnlulal  que  la  fami- 
lia cristiana  puede  y  debe  ejercer  en  íntima  comu- 
nión con  loda  la  Iglesia,  a  través  de  las  reali- 
dades cotidianas  de  la  vida  conyugal  y  familiar 
De  esta  manera  la  familia  cristiana  es  llanwi' 
a  sanlificarsc  y  a  síiiiíijicuv  a  ¡a  coiniiiiitliid  t'c' 
sidi  y  a¡  ni II lulo. 

H  matrimonio,  sacramento 
de  mutua  santificación 
^  acto  de  culto 

56.  Fuente  y  medio  original  de  sanlificaeiú  i 
propia  para  los  cónyuges  y  pata  la  familia  cristia 
na  es  el  sacramento  del  matrimonio,  que  presu- 
pone y  especifica  la  gracia  santificadora  del  büu- 
lismo.  En  virtud  del  misterio  de  la  muerte  > 
resurrección  de  Cristo,  en  el  que  el  matrimonio 
eri.siiano  se  siiiia  de  nuevo,  el  amor  >  onyugal 
es  purificado  y  santificado:  "II  Señor  se  ha 
dignado  sanar  este  amor,  perfeccionarlo  y  elevar- 


lü  con  el  don  cspcciíil  ilc  la  gracia  v  la  ca 
ridad"  (HH). 

1^1  don  de  Icsiicrisio  no  se  agola  en  la  cele- 
bración del  sacramen(o  del  matrimonio,  sino  que 
acompaña  a  los  cónyuges  a  lo  largo  do  toda 
su  existencia.  Lo  recuerda  cxplícitamenle  el  Con- 
cilio Vaticano  II  cuando  dice  que  Jesucristo  "per- 
manece con  ellos  para  que  los  esposos,  con  su 
mu[ua  entrega,  se  amen  con  perpetua  fidelidad, 
como  El  mismo  amo  a  la  Iglesia  y  se  entregó 
por  ella...  I'or  ello  los  esposos  cristianos,  para 
cumplir  dignamente  sus  deberes  de  estado,  están 
foKiíicados  y  como  consagrados  por  un  sacramcn- 
!o  especial,  con  cuya  virtud,  al  cumplir  su  misión 
conyugal  y  familiar,  imbuidos  del  espíritu  de  Cris- 
to, que  satura  toda  su  vida  de  fe.  esperanza 
y  candad,  llegan  cada  vez  más  a  su  propia 
perfección  y  a  su  mutua  santificación,  y,  por 
tanto.  conjuntamente.  a  la  glorificación 
de  Dios"  (139). 

La  vocación  universal  a  la  santidad  está  diri- 
gida también  a  los  cónyuges  y  padres  i  ristianos. 
Para  ellos  está  especificada  por  el  .sacramento 
celebrado  y  traducida  concretamente  en  las  rea- 
lidades propias  de  la  existencia  conyugal  y  fami- 
liar (140).  De  «hí  nacen  la  gracia  y  la  exigen- 
cia de  una  auténtica  y  profunda  espiriiualidcul 
conyugal  y  familiar,  que  lia  de  inspirarse  en 
los  motivos  de  la  creación,  de  la  .ilianza.  de 
la  cruz,  de  la  resurrección  y  del  signo,  de  los 
que  se  ha  ocupado  en  más  de  una  ocasión  el 
Sínodo. 

1:1  matrimonio  eiistiano.  como  todos  lus  sacia- 
mentos  que  "están  ordenados  a  la  santificación 
de  los  hombres,  a  la  edificación  del  Cuerpo  de 
Cristo  y,  en  definitiva,  a  dar  culto  a  Dios  "  (141) 
es  en  sí  mismo  un  acto  litúrgico  de  glorificación 
de  Dios  en  jesucrisla  y  en  la  Iglesia.  Celebrán- 
dolo, los  cónyuges  cristianos  profesan  su  grati- 
tud a  Dios  por  el  bien  sublime  que  se  les  da 
de  poder  revivir  en  su  existencia  conyugal  y 
fami liar  el  amor  mismo  de  Dios  por  los  hombres 
y  del  Señor  Jesús  por  la  iglesia,  su  esposa. 

Y  como  clel  sacramento  derivan  para  los  cón- 
yuges el  don  y  el  deber  de  vivir  cotidianamente 


la  siinlificit. ión  rocihida,  del  misino  sacr;imcnlo 
hrolan  tainhicn  la  gracia  y  cl  compromiso  moral 
do  Inmsf orinar  dula  su  vida  en  im  continuo 
sacriíicio  cspiriUia!  (142).  También  a  los  esposos 
y  padres  eri>lianos,  de  modo  especial  en  esas 
realidades  lerrenas  y  leniporales  cpic  los  raracleri- 
7an.  se  aplican  las  palabras  del  Concilio:  "Tam- 
bién los  laicos,  como  adoradores  que  en  iodo  lugar 
actúan  saniamente,  consagran  el  mundo  mivmo 
a  Dios-  (14 >> 

Matrimonio  x  Eucaristia 

57.  í:I  deber  de  santificación  de  la  iamilia 
cristiana  tiene  su  primera  raíz  en  el  bautismo 
y  su  expresión  máxima  en  la  l.ucari^tia.  a  la 
que  está  íntimamente  unido  el  matrimonio  cris- 
tiano. 1-1  Concilio  Vaticano  II  ba  querido  pvMior 
de  relieve  la  especial  relación  cNistenle  entre  la 
I-ucarislía  y  cl  matrimonio,  pidiendo  que  habitual- 
inenlc  éste  se  celebre  "dentro  de  la  Misa"  (144). 
Volver  a  encontrar  y  profundizar  t.d  relación 
es  del  toilo  necesario,  si  se  quiere  comprender 
y  vivir  con  mayor  intensidad  la  gracia  \  las  respon- 
sabilidades del  niatrimonio  y  ile  la  familia 
cristiana. 

I  a  I  uiari^ii.i  es  I.t  fuente  niisma  del  matrimo- 
nio cii^ii.mo.  I  n  cfcciví.  el  sacrificio  euearíslico 
repre'-vni.\  I.i  .ili:inza  de  amor  de  Cii^ti)  cc>n  la 
IgKvi.i.  vM  cu. Hilo  'ell.ida  u  n  I.i  -angre  do  la 
cruz  ( I  nv  >  en  e->le  s.icrifieii'  de  la  Nueva 
V  I  lerna  \lianza  los  cón\iiges  crisiianos  encuen- 
tran la  laiz  de  la  (|ue  bri)la.  i|ue  eonfigma  inte- 
riormente y  vivifica  desde  dentro  ^ii  aliaivza  con- 
vugal.  I  II  cuanto  representación  ilel  sacrificio 
de  amor  de  Cristo  por  su  Iglesia,  la  bucaristía 
es  manantial  de  cariilad.  Y  en  el  don  euearíslico 
de  la  caridad  la  familia  cristiana  halla  el  funda- 
mentci  y  el  alma  ile  su  "comunión"  y  de  su  "mi- 
sión", va  que  el  l'an  euearíslico  hace  de  los  diver- 
sos miembros  de  la  comunidad  familiar  un  único 
cuerpo,  revelación  v  participación  de  la  más  am- 
plia unidad  ile  la  Iglesia:  además,  la  participación 
en  el  Cuerpo  \ ntiegadt)"'  y  en  la  Sangre  "derra- 
mada" de  Cristo  S(j  hace  fuente  inagotable  del 
dinamismo  misionero  y  apostólico  de  la  familia 
cristiana. 


Ü  sacramento  ^  \a_  conversión 
X  reconciliación 

'jS.  l'iiilc  Cicnci.'tl  y  permanente  del  conieli- 
ilo  lie  siinlificiieión  de  la  familia  cristiana  es  la 
iicopida  de  la  llaniada  evangélica  a  la  conversión, 
dirigida  a  tüdt)s  los  cristianos  que  no  siempre 
permanecen  fieles  a  la  "novedad  "  del  bautismo 
que  los  lia  hecho  "santos".  Tanipoco  la  familia 
es  siempre  coherente  con  la  ley  de  la  gracia  y 
de  la  santidad  bautismal,  proclamada  nuevamente 
en  el  sacramento  ilel  matrimonio. 

lí\  arrepentimiento  y  perdón  mutuo  dentro  de 
la  familia  cristiana,  que  tanta  parle  tienen  en 
la  vida  cotidiana,  hallan  su  momento  sacramen- 
tal específico  en  la  penitencia  cristiana.  Respecto 
de  los  cónyuges  cristianos,  así  escribía  l'ablo  VI 
en  la  I:ncíciica  HuinaníW  viíac:  "Y  si  el  pecado 
les  sorprendiese  todavía,  no  se  desanimen,  sino 
que  recurran  con  humilde  perseverancia  a  la 
misericordia  de  Oios.  que  se  concede  en  el  sacra- 
mento de  la  penitencia"  (146). 

La  celebración  de  este  sacramento  adquiere 
un  significado  particular  para  la  vida  familiar, 
I-n  efecto,  mientras  mediante  la  fe  descubren 
cómo  el  pecado  contradice  no  sólo  la  alianza  con 
Dios,  sino  también  la  alianza  de  los  cónyuges 
y  la  comunión  de  la  familia,  los  esposos  y  todos 
los  miembros  de  la  familia  son  alentados  al 
encuentro  con  Oios  "rico  en  misericordia"  (147). 
el  cual,  infundiendo  su  amor  nuís  fuerte  que  el 
pecado  (148),  reconstruye  y  perfecciona  la  alian- 
za conyugal  y  la  comunión  familiar. 

La  plegaria  familiar 

5^.  Iglesia  ora  por  la  familia  cristiana  y 
la  educa  para  que  viva  en  generosa  coherencia 
con  el  don  y  el  cometido  sacerdotal  recibidos 
de  Cristo  Sumo  Sacerdote.  Un  realidad,  el  sacer- 
docio bauli-mal  de  los  fieles,  vivido  en  el  malri- 
monio-sacraiuciilo.  constituye  para  los  cónyuges  y 
para  la  familia  el  fundamento  de  una  vocación  y 
de  una  misión  sacerdotal,  mediante  la  cual  su 
misma  e\i«;tencia  cotidiana  se  transforma  en  "síi- 


crificio  espiritual  iitcpt;iblc  ;i  Dios  por  Icsiicris- 
to"  (144).  rslü  sucede  no  sólo  con  la  celebración 
de  la  i.ue.irislía  y  do  ios  oíros  sacramentos  o  cotí 
la  ofrenda  ile  sí  mismos  para  gloria  de  Dios,  sino 
también  con  la  vida  de  oración,  con  el  diálogo 
suplicante  dirigiiio  al  l'adre  por  medio  de  Jesucris- 
to en  el  Lspíritu  Santo. 

l  a  plcj^aria  familiar  tiene  características  pio- 
pia«>.  Ls  una  oración  hecha  en  común,  marido  y 
mujer  juntos,  padres  c  hijos  juntos.  La  comunión 
en  1.1  plegaria  es  a  la  vez  fruto  v  exi)íencia  de  esa 
comuniófi  que  deriva  de  los  sacrameiKt.»'-  del  bau- 
ti.>mo  y  ilel  matrimonio.  A  Ids  miembros  de  la  fa- 
milia cristiana  |)ueden  aplicarse  de  modo  particu- 
lar las  palabras  con  las  cuales  el  Señor  Jesús  pro- 
mete su  presencia:  "Os  digo  en  verdad  que  si 
dos  de  vosotros  conviniereis  sobre  la  tierra  en  pe- 
dir cualquier  cosa,  os  lo  otorgará  mi  Padre  que 
está  en  los  cielos.  Porque  donde  están  dos  o  tres 
congregados  en  mi  nombre,  allí  estov  vo  en  medio 
de  ellos"  (150). 

Esta  plegaria  tiene  como  eontcniiio  original  la 
misma  vida  de  familia  queden  las  diversas  circuns- 
tancias se  interpreta  coino  vcK-ación  de  Dios 
y  se  actúa  como  respuesta  filial  a  '-u  llamada; 
alegrías  y  dolores,  esperanzas  y  tiisic/.is.  nacimien- 
tos y  cumpleaños,  aniversarios  de  la  boda  do 
los  padres,  partidas,  alojamientos  y  regresos,  elec- 
ciones importantes  y  deci>iviis.  iinicrii.-  de  |KrM.>- 
ñas  queridas,  etc..  nnicsltan  la  micr\et)ción  del 
amor  de  Dios  en  la  historia  de  la  f.iinilia.  como 
deben  también  señalar  el  nu'mento  fa\ arable  do 
•iceión  de  gracias,  de  imploración,  de  abandono 
confiado  de  la  familia  al  Paihc  cotnún  (pie  e^lá 
en  los  cielos.  Adenl.'is.  la  dis^nid  ul  \  rc-pon^abili- 
dades  de  la  familia  etistiana  en  cuanto  Iglesia 
doméstica  solamente  imeden  ser  vividas  con  la 
ayuda  incesante  de  Dios  (jue  será  concedida  sin 
falta  a  cuantos  la  ¡údan  con  büfwildad  v  con- 
fianza en  la  oració'i 

Maestros  de  oración 

bU.    I  n  virtud  de  su  dignulail  n  mi>ión.  los 
padres  cristianos  tienen  él  deber  específico  de 


cdiicur  a  sus  hijos  en  la  pl^-gMii.i.  tic  introducir- 
los progicsivitinonlc  íiI  tlcsciil>nniicnto  del  mislerio 
do  niü8  y  del  coloquio  personal  con  l!l:  "Sobre 
todo  en  l:i  fomilin  erisii;ina  enriiiiiccidíi  con  la 
gracia  y  los  deberes  del  5;icr;uiicnlo  del  nialri- 
nionio,  importa  que  los  hii(>^  iiprendan  desde 
los  primeros  años  a  conoc-er  y  a  ndorar  a  Dios 
y  n  amar  al  prójimo  sepún  la  fe  recibida  en 
el  bautismo"  (15n. 

Elemento  fundamental  c  insustituible  de  la 
educación  a  la  oración  es  el  ejemplo  concreto,  el 
testimonio  vivo  de  los  padres;  sólo  orando  junto 
con  sus  hijos,  cl  padre  y  la  madre,  mientras  ejercen 
su  propio  sacerdocio  real,  calan  profundamente 
en  cl  corazón  de  Sus  hijos,  dejando  huellas  que 
los  posteriores  acontecimientos  de  la  vida  no  logra- 
rán borrar.  F.scuchemos  de  nuevo  la  llamada  (]uc 
Pablo  VI  ha  dirigido  a  las  madres  y  a  los  padres: 
"Madres,  ¿enseñáis  a  vucslros  niños  las  oraciones 
del  cristiano?  ¿Preparáis,  de  acuerdo  con  los  sacer- 
dotes, a  vucslros  hijos  para  los  sacramentos  de 
la  primera  edad:  confesión,  comunión,  confirma- 
ción? ¿los  acostumbráis,  si  c^tán  enfermos,  a 
pensar  en  Cristo  que  sufre?  ¿A  invocar  la  ayuda 
de  la  Virgen  y  de  los  santos?  ¿Rezáis  cl  rosario 
en  familia?  Y  vosotros,  padic^,  ¿sabéis  rezar  con 
vuestros  hijos,  con  toda  la  comunidad  domésti- 
ca, al  menos  alguna  vez?  Vuestro  ejemplo,  en 
la  rectitud  del  pensamiento  y  de  la  acción,  apoya- 
do por  alguna  oración  común  vale  una  lección  de 
vida,  vale  un  acto  de  culto  de  un  mérito  singu- 
lar; lleváis  de  esto  modo  la  paz  al  interior  de 
los  muros  domésticos:  "Pax  huic  donnii'.  Recor- 
dad: así  edificáis  la  Iglesia  '  (152). 

Plegaria  litúrgica  privada 

61.  Hay  una  relación  profunda  v  viial  enire 
la  oración  de  la  iglesia  y  la  de  cada  uno  de 
los  fieles,  como  ha  confirmado  claramente  el  Con- 
cilio Vaticano  II  (li>).  Una  finalidad  imporlanlc 
de  la  plegaria  de  la  Iglesia  doméstica  es  la  de 
constituir  para  los  hijos  la  introducción  natural 
a  la  oración  litúrgica  propia  de  toda  la  Iglesia, 
en  el  sentido  de  preparar  a  ella  y  de  exlenderla 


ii\  úmhilo  de  la  vidü  pcisoiiiil,  fuiniliiir  y  social. 
De  aquí  deriva  la  necesidad  de  una  progresiva 
parlieipación  de  lodos  los  miembros  de  la  familia 
cristiana  en  la  fuiearisti'a,  sobre  fodu  los  domingos 
y  días  festivos,  y  en  ios  oíros  sacramentos,  de 
modo  particular  en  los  de  la  iniciación  cristiana 
de  los  hijos.  Las  directrices  conciliares  han  abier- 
to una  nueva  posibilidad  a  la  familia  cristiana, 
que  ha  sido  colocatia  entre  los  ^;rupos  a  los  que 
se  recomienda  la  celebración  comunitaria  del  Ofi- 
cio divino  (154).  I'oiulnín  asimismo  cuidado  las 
familias  cristianas  en  celebrar,  incluso  en  casa 
y  de  manera  adecuada  a  sus  miembros,  los  tiempos 
y  festividades  del  año  litúrgico. 

Para  preparar  y  prolon^^ar  en  casa  el  culto 
celebrailo  en  la  ij:lesia,  la  familia  crisii;uia  recurre 
a  la  oración  privnda.  (]ue  presenta  pian  variedad 
de  formas.  F.sta  variedad,  mientras  testimonia  la 
rique/a  exirao/dinaria  con  la  que  el  l'spíritu  anima 
la  iile{.'ariu  cristiana,  se  adapta  a  las  diversas 
e\i>;encias  y  situaciones  de  vida  de  quien  recurre 
al  ScMDr.  Además  de  las  oraciones  de  ia  niañana 
v  de  la  noche,  hav  (|ue  recomendar  explícitamente 
—  siguiendo  también  las  indicaciones  de  los  padres 
sinodales-—  la  lectura  y  meditación  de  la  Palabra 
lie  Dios,  la  preparación  a  los  sacramentos,  la 
devoción  v  con-^agratión  al  Corazón  de  jesús, 
las  varias  toinias  de  culto  a  la  Virj^cn  Sanlíbima, 
la  hendieióti  de  la  mesa,  las  expresiones  de  la 
religiosidad  popular. 

Heniro  del  respeto  debido  a  la  libertad  de 
los  hijos  de  Dios,  la  Iglesia  ha  pro)niesto  y  conti- 
núa proponiendo  a  los  fieles  algunas  prácticas 
de  piedad  en  las  tpie  pone  una  particular  solici- 
tud c  insistencia.  r,ntre  éstas  es  de  recordar  el 
rezo  del  rosario:  "Y  ahora,  en  continuidad  de 
intención  con  nuestros  predecesores,  queremos  re- 
comendar vivamente  el  rezo  del  santo  rosario  en 
familia....  no  cabe  duda  de  que  el  rosario  a  la 
Santísima  Virgen  debe  ser  considerado  como  una 
de  las  más  excelentes  y  eficaces  oraciones  comu- 
nes que  la  familia  cristiana  está  invitada  a  rezar. 
Ouerenuis  pensar  y  deseamos  vivamente  que 
cuando  un  encuentro  fainlliar  se  convierta  en  tiem- 
po de  oración,  el  rosario  sea  su  expresión  frecuen- 
te y  preferida"  (155).  Así  la  auténtica  devoción 


nuiriiui;»,  que  se  expresa  en  la  unión  sincera  y 
en  el  generoso  r-et^uiniienlo  de  las  actitudes  espi- 
rituales de  In  Virgen  Santísima,  constituye  un 
nieiiiü  privilcgiatlo  para  alimentar  la  comunión 
lie  anjor  de  la  familia  y  para  desarrollar  la  espiri- 
tualidad conyugal  y  familiar,  i  lla,  la  Madre  de 
Cristo  y  lie  la  Iglesia,  es  en  efecto  y  de  manera 
especial  la  Madre  de  las  familias  eiistianas.  de 
las  Iglesias  domésticas. 

Plegaria  x  v'da 

02.  No  hay  que  olvidar  nunca  que  la  oración 
es  parte  constitutiva  y  esencial  de  la  vida  cristia- 
na considerada  en  su  integridad  y  profundidad. 
Más  aún,  pertenece  a  nuestra  misma  "Inmianidad" 
y  es  "la  primera  ex|)resión  de  la  verdad  interior 
del  hombre,  la  primera  condición  de  la  auténtica 
libertad  del  espíritu"  (156). 

Por  ello  la  plegaria  no  es  una  evasión  que 
desvía  del  compromiso  cotidiano,  sino  que  consti- 
tuje  el  tiupujc  más  fuerte  para  que  la  familia 
cristiana  asuma  y  ponga  en  práctica  plenamente 
sus  responsabilidades  como  célula  primera  y  fun- 
damental de  la  sociedad  humana.  Fn  ese  sentido, 
la  efectiva  participación  en  la  vida  y  misión 
de  la  Iglesia  en  el  mundo  es  proporcional  a  la 
fidelidad  e  intensidad  de  la  oración  con  la  que 
la  familia  cristiana  se  una  a  la  Vid  fecunda, 
que  es  Cristo  (157). 

De  la  unión  vital  con  Cristo,  alimentada  pov 
la  liturgia,  de  la  ofrenda  de  sí  mismo  y  de 
la  oración  deriva  también  la  fecundidad  de  la 
familia  cristiana  en  su  servicio  específico  de  pro- 
moción humana,  que  no  puede  menos  de  llevar 
a  la  transformación  del  mundo  (158). 

3)  La  familia  cristiana,  comunicjad 
al  servicio  del  hombre 

§j  nuevo  mandamiento  del  amor 

61.  I.a  Iglesia,  pueblo  profético.  sacerdotal 
V  real,  tiene  la  misión  de  llevar  a  todos  los  hom- 


bies  a  .'icogcr  con  fe  la  Palabrn  do  Dios,  a 
cclcbnirla  y  profesarla  en  los  sacramentos  y  en 
la  plegaria,  y  finalmente  a  manifestarla  en  la  vida 
concreta  so>;úii  el  don  y  el  nuevo  mandamiento 
del  amor. 

La  vida  cristiana  encuentra  su  ley  no  en  un 
código  escrito,  sino  en  la  noción  personal  del  Es- 
píritu Sumo  que  anima  y  guía  al  cristiano,  es  de- 
cir, en  "la  ley  del  espíritu  de  vida  en  Cristo  Je- 
sús" (15*^)):  "el  amor  de  Dios  se  ha  derramado  en 
nuestros  corazones  por  virtud  del  Espíritu  Santo, 
que  nos  ha  sido  dado"  (160). 

listo  vale  también  para  la  pareja  y  para  la  fa- 
milia cristianar  su  guía  y  norma  es  el  fispíritu  de 
lesús.  difundido  en  los  corazones  con  la  celebra- 
ción ilel  sacramento  del  matrimonio.  Un  continui- 
dad con  el  bautismo  de  agua  y  del  Espíritu, 
el  matrimonio  propone  de  nuevo  la  ley  evangélica 
del  amor,  y  con  el  don  del  Espíritu  la  graba  más 
prorundíinienlo  en  el  corazón  de  los  cónyuges 
cristianos.  Su  amor,  purificado  y  salvado,  es  fruto 
del  l'spíritu  que  actúa  en  el  corazón  de  los  creyen- 
los  y  se  pone  a  la  vez  como  el  mandamiento 
fundamental  de  la  vida  moral  que  es  una  exigencia 
de  su  libertad  responsable. 

Ea  familia  cristiana  es  así  animada  y  guiada 
por  la  ley  nueva  del  Espíritu  y  en  íntima  comunión 
con  la  Iglesia,  pueblo  real,  es  llamada  a  vivir 
su  "servicio"  de  amor  a  Dios  y  a  los  hermanos. 
Como  Cristo  ejerce  su  potestad  real  poniéndose  al 
servicio  de  los  hombres  (161),  así  también  el 
cristiano  encuentra  el  auténtico  sentido  de  su  par- 
ticipación en  la  realeza  de  su  Señor,  compartien- 
do su  espíritu  y  su  actitud  de  servicio  al  hombre: 
"l'ste  poiler  lo  comunicó  a  sus  discípulos,  para 
c)ue  también  ellos  queden  constituidos  en  sobera- 
na libertad  y  por  su  abnegación  y  santa  vida  ven- 
zan en  sí  mismos  el  reino  del  pecado  (cf.  Rom  6, 
12).  Más  aún,  para  que  sirviendo  a  Cristo  tam- 
bién en  los  demás,  conduzcan  con  humildad  y 
paciencia  a  sus  Iicrmanos  al  Rey,  cuyo  servicio 
equivale  a  reinar.  También  por  medio  de  los  fie- 
les laicos  el  Señor  desea  dilatar  su  reino:  reino 
(le  verdad  y  de  vida,  reino  de  santidad  y  de  gra- 
cia, reino  de  jiislicia,  de  amor  y  de  paz.  Un  reino 


en  el  cual  la  misma  creación  será  liberada  de  la 
scividumbrc  de  la  corrupción  para  participar  en 
la  libcrlad  de  la  gloria  de  los  hijos  de  Dios  (cf. 
Rom  8.  21)"  (1(32). 

Descubrir  en  cada  hermano 
[a  imagen  de  Dios 

64.  Animada  y  sostenida  por  el  mandamiento 
nuevo  de!  amor,  la  familia  cristiana  vive  la  aco- 
gida, el  respeto,  el  servicio  a  cada  hombre,  con- 
siderado siempre  en  su  dignidad  de  persona  y  de 
hijo  de  Dios. 

Esto  debe  realizarse  ante  todo  en  el  interior 
y  en  beneficio  de  la  pareja  y  la  familia,  mediante 
el  cotidiano  empeño  en  promover  una  auttíntiea 
comunidad  de  personas,  fundada  y  alimentada  por 
la  comunión  interior  de  amor.  Ello  debe  desarro- 
llarse luego  dentro  del  círculo  más  amplio  de  la 
comunidad  eclcsial  en  el  que  la  familia  cristiano 
vive.  Gracias  a  la  caridad  de  la  familia,  la  Iglesia 
puede  y  debe  asumir  una  dimensión  más  domés- 
tica, es  decir,  más  familiar,  adoptando  un  estilo 
de  relaciones  más  humano  y  fratenio. 

I.a  caridad  va  más  allá  de  los  propios  hermanos 
en  la  fe,  ya  que  "cada  hombre  es  mi  hermano"; 
en  cada  uno.  sobre  todo  si  es  pobre,  débil,  si  sufre 
o  es  tratado  injustamente,  la  caridad  sabe  descubrir 
ti  rostro  de  Cristo  y  un  hermano  al  que  hay  que 
amar  y  servir. 

Para  que  el  servicio  al  hombre  se  viva 
en  la  familia  de  acuerdo  con  el  estilo  evangélico, 
hay  que  poner  en  práctica  con  todo  cuidado 
lo  que  enseña  el  Concilio  Vaticano  II:  "Para  que 
este  ejercicio  de  la  caridad  sea  verdaderamente 
irreprochable,  y  aparezca  como  tal,  es  necesario 
ver  en  el  prójimo  la  imagen  de  Dios,  según  la 
cual  ha  sido  creado,  y  a  Cristo  Señor,  a  quien 
en  realidad  se  ofrece  lo  que  al  necesitado  se 
da"  (163). 

Ka  familia  cristiana,  mientras  con  la  carida(> 
edifica  la  Iglesia,  se  pone  al  servicio  del  hombre 
y  del  mundo,  actuando  de  verdad  aquella  "promo 
ción  humana",  cuyo  contenido  ha  sido  sintetiza- 
do en  el  Mensaje  del  Sínodo  a  las  familias:  "Otro 


cometido  de  la  familia  es  el  de  formar  los  hom- 
bres al  amor  y  practicar  el  amor  en  toda  relación 
luimana  con  los  demás,  de  tal  modo  que  ella 
no  se  encierre  en  sí  misma,  sino  que  pcnnanc7.ca 
abierta  a  la  comunidad,  inspirándose  en  su  senti- 
do de  justicia  y  de  solicitud  hacia  los  otros,  cons- 
ciente de  la  propia  responsabilidad  hacia  toda 
la  sociedad"  (lt>4) 


CUARTA  PARTE 

Pastoral  familiar: 
tiempos^  estructuras^  agentes 
y  situaciones 


f  I  •  Tiempos  de  la  pastoral  familiar=^ 

La  iglesia  acompaña  a 
familia  cristiana  en  su  camino 

t>5.  Al  igual  qnc  toda  realidad  vivicnie.  lam- 
bien  la  familia  está  llainada  a  desarrollarse  y  cre- 
cer. Después  de  la  preparación  duranle  el  noviaz- 
go y  la  celebración  sacramental  del  matrimonio  la 
pareja  comienza  el  camino  cotidiano  hacia  la  pro- 
(jresiva  actuación  do  los  valores  v  ikbcres  del 
mismo  matrimonio. 

A  la  hi/  de  la  fe  y  en  virtud  de  i.i  esperan- 
za, la  familia  cristiana  participa,  en  comunión 
con  la  Iglesia,  en  la  experiencia  de  la  peregrina- 
ción terrena  hacia  la  plena  revelación  y  reali- 
zación del  reino  de  Dios. 

Por  ello  hay  qvie  subrayar  una  \e/  más  In 
urgencia  de  la  intervención  pastoral  de  la  Iglesia 


152 


en  ítpoyo  (le  la  f;imiMn.  Hay  que  llevar  a  cabo 
loila  clase  de  esfuerzos  para  que  la  pasloinl  de 
la  laniilia  ad<iuii'rn  consistencia  y  se  desanolle. 
<le(licándose  a  un  sector  verdaderamente  priorita- 
rio, con  la  cerlc/a  de  que  la  evangelización 
en  el  futuro,  dcpenilo  en  pr.in  parle  de  la  ¡picsin 
doméstica  (16'S). 

La  solicitud  pastoral  de  la  Iglesia  no  se  limi 
tara  solamente  a  las  familias  cristianas  más  cerca 
ñas,  sino  que,  ampliando  los  propios  horizontes 
en  la  medida  del  Corazón  de  Cristo,  se  mostrará 
más  viva  aún  hacia  el  conjunto  de  las  familias 
en  general  y  en  particular  hacia  atiuellas  que 
se  hallan  en  situaciohcs  difíciles  o  irregulares. 
Para  todas  ellas  la  Iglesia  tendrá  palabras  de 
verdad,  de  bondad,  de  comprensión,  de  esperan- 
za, de  viva  participación  en  sus  dificultades  a 
veces  draniálicas:  ofroci.rá  a  lodos  su  ayuda  desin- 
teresada, a  fin  de  que  puedan  acercarse  al  modelo 
de  familia  que  ha  querido  el  Creador  "desde 
el  principio"  y  que  Cristo  ha  renovado  con  su 
gracia  redentora 

La  acción  pastoral  de  la  Iglesia  debe  so 
progresiva,  incluso  en  el  sentido  de  que  debe 
seguir  a  la  familia,  acompañándola  paso  a  paso 
en  las  diversas  etapas  de  su  formación  y  de 
su  desarrollo 

Preparación 

60.  Un  nuestros  días  es  más  necesaria  quL 
nunca  la  preparación  de  los  jóvenes  al  matri- 
monio y  a  la  vida  familiar.  Un  algunos  países 
siguen  siendo  las  mismas  familias  las  que.  según 
antiguas  usanzas,  transmiten  a  los  jóvenes  los 
valores  relativo^  :i  ';i  mi.'! •  mionial  y  familiar 
mediante  una  progr»...i\;i  i  t->ra  de  educación  o 
iniciación.  Pero  los  cambios  c|ue  han  sobrevenido 
en  casi  todas  las  sociedades  modernas  exigen 
que  no  sólo  la  familia,  sino  también  la  sociedad 
y  la  Iglesia  se  comprometan  en  el  esfuerzo  de 
preparar  convenientemente  a  los  jóvenes  para 
las  respciisiibilidiitl^  ile  su  íutm  o.  Miiclios  fenó- 
menos negativos  que  se  lamentan  hoy  en  la  vida 
familiar  deri\an  del  hecho  de  que.  en  las  nuevas 
situaciones,  los  jóvenes  no  sólo  pierden  de  vista 


la  justa  jcrai(|uía  ilc  valores,  tiiiio  que,  al  no 
poseer  ya  eriieiios  scí^uios  Je  eotnporlamiento. 
no  saben  eóino  afionlar  y  resolver  las  nuevas 
íiitieuitacles.  I.a  experieneia  enseña  en  cambio 
que  los  jóvenes  bien  preparados  para  la  vida 
familiar,  en  jieneral  van  mejor  (juc  los  demás. 

r.sto  vale  más  aún  para  el  matrimonio  cristia- 
no, cuyo  influjo  se  extiende  sobre  la  santidad 
de  laníos  lioinbros  y  mujeres.  Por  esto,  la  Iglo- 
>ia  debe  jMomovcr  programas  mejores  y  más 
intensos  de  preparación  al  matrimonio,  para  eli- 
níinar  lo  más  posible  las  dificultades  en  que 
se  debaten  tantos  matrimonios,  y  más  aún  para 
favorecer  positivamente  el  nacimiento  y  madurez 
de  los  matrimonios  logradc>s. 

La  preparación  al  matrimonio  lia  ilc  ser  vista 
y  actuada  como  un  proceso  gradual  y  continuo. 
I:n  efecto,  comporta  tres  momentos  principales: 
una  preparación  remota,  una  próxima  y  otra 
inmediata. 

I.ii  prcpuiiicióii  vaiiota  comieiv/a  desde  la  in- 
fancia, en  la  juiciosa  pedagogía  familiar,  orientada 
a  conducir  a  los  niños  a  descubrirse  a  sí  m'tsmos 
como  seres  dolados  do  una  rica  y  compleja  sico- 
logía y  de  una  personalidad  particular  con  sus 
fuerzas  y  debilidades.  r,s  el  período  en  que  se 
imbuye  la  estima  por  todo  auténtico  valor  humano, 
lauto  en  las  relaciones  inlcrpersonalcs  como  en 
las  sociales,  con  lodo  lo  que  significa  para  la 
fonnaeión  del  carácter,  para  el  dominio  y  recto 
uso  de  las  ptopias  inclinaciones,  para  el  modo 
de  considerar  y  encontrar  a  las  personas  del 
otro  sexo,  ele.  Se  exige,  además,  especialmente 
para  los  cristianos,  una  sólida  formación  espiritual 
y  catcquética,  que  sepa  mostrar  el  matrimonio 
como  una  verdadera  vcKación  y  misión,  sin  ex- 
cluir la  posiltilidad  del  ilon  total  de  sí  mismo 
a  Dios  en  la  vocación  a  la  vida  sacerdotal  o 
religiosa. 

Sobre  esta  base  se  piograinará  después,  en 
¡lian  amplio,  la  preparación  próxima,  la  cual 
comporta  — desde  la  edad  oportuna  y  con  una 
adecuada  catcquesis,  como  en  un  camino  catecu- 
menal — -  una  preparación  más  específica  para 
los  sacramenlos.  como  un  nuevo  descubrimiento. 
Esta  nueva  catcquesis  de  cuantos  se  preparan 


al  maliimonio  ciistiiino  es  ;ibsoUitamcMlc  necesa- 
ria, a  fin  cíe  que  el  sacramonlo  se  celebre  y 
se  viva  con  l;is  ciel^iilas  clispusieiones  morales 
V  espirituales.  I.a  liirniai.iún  reIij:ioM'i  de  los  jó- 
venes deberá  ser  integrada,  en  el  nioniciUo  opor- 
tuno y  según  las  diversas  exigencias  concretas, 
por  una  preparación  a  la  \ida  en  pareja  que. 
presentando  el  matrimonio  como  tina  n.lación 
interpersonal  del  liombtv  y  de  la  mujer  llamada  a 
desarrollarse  conlinunmcnte.  estimule  a  profundi- 
zar en  los  problemas  de  la  sexualidad  conyugal  y 
de  la  paternidad  responsable,  con  los  conocimien- 
tos niédico-hiológieos  esenciales  que  están  en  co- 
nexión con  ella  y  los  eiicnminc  a  la  familiaridad 
eon  rectos  métodos  de  educación  de  los  hijos,  fa- 
voreciendo la  adiiuisieión  de  los  elementos  de  ba- 
se para  una  ordenada  conducción  de  la  familia 
(trabajo  estable,  suficiente  disponibilidad  finan- 
ciera, sabia  administración,  nociones  de  economía 
domestica,  etc.). 

l'inalmente.  no  se  deberá  descuidar  la  prepara- 
ción al  apostv>lado  familiar,  a  la  fraternidad  y 
colaboración  con  las  demás  familias,  a  la  inser- 
ción activa  en  grupos,  asociaciones,  movimionlos 
c  iniciativas  que  tienen  como  finalitlad  el  bien 
humano  y  cri-^iiano  de  la  familia. 

La  preparación  innicJiata  a  la  celebración 
del  sacramento  del  matrimonio  debe  tener  lugar 
en  los  Ollimo';  meses  y  semanas  que  preceden 
a  las  nu|KÍas.  como  para  dar  un  nuevo  signifi- 
cado, nuevo  contenido  y  fonna  nueva  al  llama- 
do examen  prematrimonial  exigido  por  el  derecho 
canónico.  Pe  lodos  modos,  siendo  como  es  siempre 
necesaria,  t.il  ¡■«reivnaeión  se  imixnie  con  mayor 
urgencia  para  aciuellos  novios  que  presenten 
aún  carencias  y  dificultatles  en  la  doctrina  y 
en  la  práctica  cristiana. 

r.nlre  los  elementos  a  comunicar  en  este  ca- 
mino de  fe.  análogo  al  cateeumenado.  debe  haber 
también  un  conocimiento  serio  del  misterio  de 
Cristo  y  de  la  Iglesia,  de  los  significados  de  la 
gracia  y  responsabilidad  del  matrimonio  cristiano. 
a<:í  como  la  preparación  para  tomar  parte  activa 
y  consciente  en  los  ritos  de  la  liturgia  nupcial. 

A  las  distintas  fases  de  la  preparación  malri- 


inoniiil  — descritas  antcriormonlc  sólo  a  grande 
rasgos  indicaiivos —  deben  scnlirse  comproniclidas 
la  familia  cristiana  y  toda  la  comunidad  cclcsial. 
ÍIs  deseable  que  las  Conferencias  F.piscopalcs, 
al  ipuai  cjuc  están  interesadas  en  oportunas  ini- 
ciativas para  ayudar  a  los  futuros  esposos  a  que 
sean  ni;is  conscientes  do  la  seriedad  de  su  elec- 
ción y  a  los  pastores  de  almas  a  que  se  cercioren 
de  las  convenientes  disposiciones,  así  también 
procuren  que  se  publique  un  directorio  para  la 
pastoral  Je  la  familia.  IZn  él  se  deberán  cslablc- 
cer  ante  todo  los  elementos  mínimos  de  conteni- 
do, de  duración  y  de  método  de  los  "cursos  de 
preparación",  equilibrando  entre  ellos  is  diver- 
sos asiiectos  — doctrinales,  pedapó^itos  '  pales  y 
i\u'dicos —  c|ue  interesan  al  matrimonio,  y  eslruc- 
tur.indolos  de  manera  que  cuantos  se  preparen 
al  mismo,  además  de  una  profundi/ación  intelec- 
tual, se  sicni.in  animados  a  inscrir'"-e  vitalmente 
:ti  la  comunidad  cclesial. 

Aunque  no  hay  que  infravalorar  la  nece- 
sidad y  obligatoriedad  de  la  preparación  inme- 
diata al  matrimonio  — lo  cual  sucedería  si  se 
dispensase  fácilmente  de  ella — ,  sin  embargo  tal 
preparación  debe  ser  propuesta  y  actuada  de 
manera  que  su  eventual  omisión  no  sea  un  impc- 
ilimenlo  pata  la  celebración  del  matrimonio. 

Celebración 

67.  1:1  matrimonio  cristiano  exige  por  norma 
una  celebración  litúrgica,  que  exprese  de  manera 
social  y  comunitaria  la  naturaleza  esencialmente 
cclesial  y  sacramental  del  pacto  conyugal  entre 
los  bautizados. 

En  cuanto  pesio  sacraiiicitíal  de  santificación, 
la  celebración  del  matrimonio  — insenda  en  la 
liturgia,  culmen  de  (oda  In  acción  de  la  Iglesia 
y  fuente  de  su  fuerza  santificadora  (166) —  debe 
ser  de  por  sí  válida,  digna  y  fnietuosa.  Se  abre 
nquí  mi  campo  amplio  para  la  solicitud  pastoral, 
al  objeto  ile  satisfacer  ampliamente  las  exigencias 
derivadas  de  la  naturaleza  del  pacto  conyugal 
elevado  a  sacramento  y  observar  además  fielmente 
la  disciplina  de  la   Iglesia  en  lo  referente  al 


libre  conscniimictito,  los  impedimentos,  la  forma 
canónica  y  el  rilo  mismo  ilc  1h  cclcbrnción.  Este 
úllimo  dcíic  ser  sencillo  y  dipno,  según  las  nonnas 
de  las  compelcnlcs  autoridades  do  la  Iglesia, 
a  lap  que  corresponde  a  sii  vez  — según  las 
circuní-tancias  concretas  do  tiemfX)  y  de  lugar 

V  en  conformidad  con  las  normas  impartidas 
por  la  Sede  Apostólica  (167) —  asumir  cvcntual- 
mcntc  en  la  celebración  litúrgica  aquellos  ele 
memos  propios  de  cada  cultura  que  mejor  se 
prestan  a  expresar  el  profundo  significado  humano 

V  religioso  del  pacto  conyugal,  con  tal  de  que 
no  contengan  algo  menos  conveniente  a  la  fe 

V  n  la  moral  cristiana. 

En  cuanto  siyjw.  la  celebración  litúrgica  debe 
llevarse  a  cabo  de  manera  que  constituya,  incluso 
en  su  desarrollo  exterior,  una  proclamación  de 
la  Palabra  de  Dios  y  una  profesión  de  fe  de 
la  comunidad  de  los  creyentes.  El  empeño  pasto- 
ral se  cxprcsavií  aquí  con  la  preparación  inteligen- 
te y  cuidailosa  de  la  "liturgia  de  la  Palabra"' 
y  con  la  educación  a  la  fe  de  los  que  parti- 
cii)an  en  la  celebración,  en  primer  lugar  de  los 
que  se  casan. 

En  cuanto  ncsío  sacniiuciitul  de  la  ¡ulcsia. 
la  celebración  litúrgica  del  matrimonio  debe  com- 
prometer a  la  comunidad  cristiana,  con  la  parti- 
cipación plena,  activa  y  re"=poiTs;iblc  de  todos 
los  presentes,  según  el  puesto  e  incumbencia 
de  cada  uno:  los  esposos,  el  sacerdote,  los  testi- 
gos, los  padres,  los  amigos,  los  demás  fieles,  todos 
los  miembros  de  una  asamblea  que  manifiesta 
y  vive  el  misterio  de  Cristo  y  de  su  Iglesia, 

Para  la  celebración  del  matrimonio  cristiano 
en  el  ámbito  de  las  culturas  o  tradiciones  ances- 
trales, se  sigan  los  principios  anteriormente  enun- 
ciados. 

Celebración  del  matrimonio 
X  evapqelización 
de  los  bautizados  no  creyentes 

68.  i'recisamente  poniiic  en  la  celebración 
del  sacramento  se  reserva  una  atención  especial  a 


las  disposiciones  morales  y  espirituales  de  los 
contraycnics.  en  concreto  a  su  fe.  hay  que  afron- 
tar acjuí  una  dificultad  basiante  frecuente,  que 
pueden  encontrar  los  Pastores  de  I.i  Iglesia  en 
el  cotexto  de  nuestra  sociedad  secularizada. 

En  efecto,  la  fe  de  quien  pide  desposarse 
ame  la  Iglesia  puede  tener,,  grados  diversos  y  es 
deber  primario  de  los  Pastores  hacerla  redes- 
cubrir, nuiriria  y  hacerla  madurar.  Pero  ellos 
deben  comprender  también  las  razones  que  acon- 
sejan a  la  Iglesia  admitir  a  la  celeltración  a 
quien  está  imperfectamente  dispuesto. 

ni  ?acran)enlü  del  matrimonio  tiene  esta  pecu- 
liaridad respecto  a  los  otros:  ser  el  sacramento 
de  una  realidad  que  existe  ya  en  la  economía 
de  •  la  creación:  ser  el  mismo  pacto  conyugal 
instiluiilu  jHir  el  Creador  "al  principio".  La  deci- 
sión pues  del  hombre  y  de  la  mujer  de  casarse 
según  este  i>royecto  divino,  esto  es,  la  decisión 
de  comprometer  en  su  respectivo  consentimiento 
conyugal  tv)da  su  vida  en  un  anuM-  indisoluble 
y  en  una  fidelidad  incondicional,  iiiijiliea  real- 
mente, aunque  no  sea  de  manera  plenamente 
consciente,  una  actitud  de  obediencia  profunda 
a  la  voluntad  de  Dios,  que  no  puede  darse 
sin  su  gracia,  l.llos  quedan  ya  por  tanto  inseri- 
dos en  un  verdadero  camino  ile  salvación,  que 
la  celebración  ilcl  sacramento  y  la  inmediata  pre- 
paración a  la  misma  pueden  completar  y  llevar 
a  cabo,  dada  la  rectitud  de  su  intención. 

Es  verdad,  por  otra  parto,  que  en  algunos  terri- 
torios, motivos  de  carácter  más  bien  social  que 
auténticamente  religioso  impulsan  a  los  novios  a 
pedir  casarse  en  la  iglesia,  listo  no  es  de  extra- 
ñar. En  efecto,  el  matrimonio  no  es  un  aconteci- 
miento que  afecte  solamente  a  quien  se  casa.  Es 
por  su  misma  naturaleza  un  hecho  también  social 
que  compromete  a  los  esposos  ante  la  sociedad. 
Desde  siempre  su  celebración  ha  siilo  una  fiesta 
que  une  a  familias  y  amigos.  De  ahí  ¡mes  que  ha- 
ya también  motivos  sociales,  además  de  los  perso- 
nales, en  la  petición  de  casarse  en  la  iglesia. 

Sin  embargo  no  se  debe  olvidar  que  est^>s  no- 
vios, por  razón  de  su  bautismo.  esl;in  ya  realmen- 
te inseridos  en  la  Alianza  esponsalicia  de  Cristo 


con  la  Iglcsin  y  que,  diitia  su  reda  inicncióii,  han 
aceptado  el  proyecto  de  Dios  sobre  el  matrimonio 
y  consiguientemente  — al  menos  de  manera  im- 
plícita—  acatan  lo  que  la  Iglesia  tiene  intención 
de  hacer  cuando  celebra  el  matrimonio.  Por 
tanto,  el  solo  hecho  de  que  en  esta  petición  haya 
motivos  también  de  carácter  social,  no  justifica 
un  eventual  rechazo  por  parte  de  los  Pastores. 
Por  lo  deinás,  como  ha  enseñado  el  Concilio  Va- 
ticano 11,  los  sacramentos,  con  las  palabras  y  los 
elementos  rituales  nutren  y  rolnistecen  la  fe 
(168);  la  fe  hacia  la  cual  están  ya  orientados  en 
virtud  de  su  rectitud  de  intención  ciuc  la  gracia 
de  Cristo  no  deja  de  favorecer  y  siisiener. 

Querer  establecer  ulteríorc;  criterios  ile  admi- 
sión a  la  celebración  eclesial  del  matrimonio,  que 
debieran  tener  en  cuenta  el  grado  de  fe  de  los 
que  están  próximos  a  contraer  matrimonio, 
comporta  además  muchos  riesgos.  I:n  primer  lu- 
gar el  de  pronunciar  juicios  infundados  y  discri- 
minatorios; el  riesgo  además  de  suscitar  dudas 
sobre  la  validez  del  matrimonio  ya  celebrado,  con 
grave  daño  para  la  comunidad  cristiana,  y  de 
nuevas  inquietudes  injustificadas  para  la  concien- 
cia de  los  esposos;  se  caería  en  el  peligro  do 
contestar  o  de  poner  en  duda  la  sacramcnlalidad 
de  muchos  matrimonios  de  hermanos  sepaiados 
de  la  plena  comunión  con  la  Iglesia  católica,  con- 
tradiciendo así  la  tradición  eclesial. 

Cuando  por  el  contrario,  a  pesar  de  los  es- 
fuerzos hechos.  los  contrayentes  dan  muestras  de 
rechazar  de  manera  explícita  y  formal  lo  que  la 
Iglesia  realiza  cuando  celebra  el  matrimonio  de 
bautizados,  el  Pastor  de  almas  no  puede  admi- 
tirlos a  la  celebración.  Y,  aunque  no  sea  de 
buena  gana,  tiene  obligación  de  tomar  nota  de  la 
situación  y  de  hacer  comprender  a  los  interesados 
que,  en  tales  circunstancias,  no  es  la  Iglesia  sino 
ellos  mismos  quienes  impiden  la  celebración  que 
a  pesar  de  todo  piden. 

Una  vez  más  se  presenta  en  toda  su  urgencia 
la  necesidad  de  una  evangclización  y  catcquesis 
pre-malrimonial  y  post-malrimonial  puestas  en 
práctica  por  toda  la  comunidad  cristiana,  para 
que  lodo  hombre  y  toda  mujer  que  se  casan,  ce- 
lebren el  sacramento  del  matrimonio  no  sólo  vá- 
lida sino  también  fructuosamente. 


(  CONCLUIRA  EN  EL  NUMERO  PROXIMO) 


MENSAJK  DEL  CARDENAL  ARZOBISPO  DE  QUITO 
A  LA  IGLESIA  Y  PUEBLO  DEL  ECUADOR 


Con  motivo  de  la  preparación  al  IV  Congreso  Eucaristico  Boliva- 
riano  que  tendrá  lugar  en  Panamá  del  11  al  18  ae  abril  próximo,  el 
Cardenal  Pablo  Muñoz  Vega,  Arzobispo  de  Quito  y  Presiaente  de  la 
Conferencia  Episcopal  dirige  el  siguiente  mensaje  a  la  Iglesia  y  al 
Pueblo  del  Ecuador. 


"Ha  llegado  el  momento  de  dar  resonancia  nacional  al  anuncio  de 
un  grande  acontecimiento  religioso  ya  próximo:  La  celebración  en  la 
ciudad  de  Panamá  del  IV  CONGRESO  EUCARISTICO  BOLiVARlA- 
NO. 

"El  día  11  de  abril,  en  la  Vigilia  Pascual,  se  proclamará  solemne- 
mente la  apertura  de  este  Congreso,  preparado  por  la  Iglesia  de  Pana- 
má a  lo  largo  de  todo  un  "año  de  gracia".  Desde  el  domingo  de  Pascua 
hasta  el  domingo  18  de  abril,  los  pueblos  de  las  naciones  bolivarianas 
estarán  presentes  en  esta  gran  cita  cucarística  mediante  sendas  Delega- 
ciones de  Obispos  y  fieles.  El  jueves  15  es  el  Día  del  Ecuador  en  el 
homenaje  a  Jesucristo  honrado  y  glorificado  como  PAN  DE  VIDA, 
según  lo  proclama  el  lema  del  Congreso. 

"Este  es  el  programa  del  grande  evento  religioso.  Pero  lo  que  más 
importa  es  valorar  debidamente  su  significado.  Mo  se  comprendería 
bien  el  (Congreso  Eucaríslico  Bolivariano  del  presente  año.  si  no  se 
tiene  en  cuenta  la  trayectoria  (jue  ha  sido  preciso  recorrer.  Hacia  el 
año  1949  los  pueblos  bolivarianos  buscaban  a  nivel  civil  un  camino 
de  unidad  para  sus  acuciantes  problemas  y  lanzaban  el  proyecto  del 
"Pacto  Andino";  pero  necesitaban  un  fundamento  espiritual  para 
consolidar  su  amistad.  Fue  en  la  ciudad  de  (iali  en  la  que  nuestras 
Iglesias  del  área  bolivariana  sintieron  por  primera  vez  que  era  preciso 

160 


dar  este  sentido  de  unidad  espiritual  a  su  asamblea  eclesial  y  fue  así  co- 
mo se  celebró  en  dicho  año  <  1  primer  Congreso  F^ucarístico  Bolivaria- 
no. 

"La  providencial  iniciativa  permaneció  viva  en  el  corazón  de  la  Je- 
rarquía y  así  en  1956  la  ciudad  de  Caracas  tuvo  el  privilegio  de  ser 
la  sede  del  II  Congreso.  De  nuevo  en  un  mundo  que  se  había  horrori- 
zado ante  el  espectro  de  la  guerra  y  que,  sin  embargo,  no  lograba  su- 
perar la  tentación  de  la  violencia  fratricida,  los  pueblos  bolivarianos 
escuchaban  la  invitación  divina  a  buscar  su  vinculación  espiritual 
uniéndose  en  torno  a  la  F^ucaristía  como  en  su  centro  de  gravedad. 

"En  ese  tiempo  la  egregia  figura  de  Pío  XII  abría  con  sus  encícli- 
cas y  mensajes  los  pórticos  del  Concilio  Vaticano  II,  que  iba  a  reno- 
var tan  profundamente  la  acción  pastoral  de  la  Iglesia  bajo  la  guía  del 
humilde  Pontífice  Juan  XXllI.  Así  llegó  el  año  1974  y  llegó  para 
Quito  el  privilegio  de  ser  la  sede  del  111  Congreso  Eucarístico  Boliva- 
riano  justamente  cuando  recurría  el  primer  centenario  de  la  consagra- 
ción oficial  y  pública  de  nuestra  Nación  al  Corazón  de  Jesús.  El  tiem- 
po transcurrido  desde  1956  hasta  1974  estuvo  bajo  la  égida  de  ese 
grande  Concilio  y  de  la  Conferencia  de  Medellín.  La  cita  eucarística 
bolivariana  de  1974,  celebrada  en  Quito,  fue  importante  porque  en 
medio  de  las  tensiones  aun  no  apaciguadas  y  resueltas  de  la  renova- 
ción conciliar,  halló  para  el  tema  de  la  Uberación  la  respuesta  lumino- 
sa e  mtegral  que  dimana  del  misterio  de  la  Eucaristía,  el  misterio  por 
excelencia  de  la  fraternidad  y  de  la  unidad. 

"Este  año  el  contexto  en  el  que  va  a  celebrarse  el  IV  Congreso  Eu- 
carístico Bolivariano  es  particularmente  dramático  en  el  área  geopo- 
lítica en  que  se  encuentra  Panamá.  Centroamérica  se  encuentra  bajo 
el  signo  de  la  violencia  política,  fruto  a  su  vez  de  otras  violencias  lar- 
ga e  insistentemente  perpetradas,  y  caldeada  por  la  intervención  de 
fuerzas  ideológicas  y  políticas  que  viven  en  tensión  internacional  per- 
manente por  el  dominio  del  mundo.  . 

En  Panamá  vamos  a  unirnos  en  torno  a  la  Eucaristía  para  abogar 
por  la  paz  "que  debe  realizarse  en  la  verdad,  debe  construirse  sobre 
la  justicia,  debe  estar  animada  por  el  amor,  debe  hacerse  en  la  liber- 
tad^' (Juan  XXIII  y  Juan  Pablo  II). 

"Hacemos  a  todos  nuestros  conciudadanos  un  apremiante  llama 

161 


miento  para  unirnos  a  nuestros  hermanos  (\v  la  Ifíicsia  de  Panamá  <'n 
la  realización  de  este  Cotífíreso.  acercándonos  todos  a  la  Kucaristía  pa- 
ra rendirle  nuestro  lionícnaje  como  a  l''uent<'  de  Keí  onciliación  l'rent»' 
a  la  realidad  de  la  violencia''. 

Quilo,  27  de  marzo  de  1^82 


o 


162 


HOMILIA  EN  LA  MISA  DE  CLAUSURA 
DEL  III  CONGRESO  MISIONERO  NACIONAL 


En  el  Coliseo  Julio  César  Hidalgo  de  esta  Ciudad  de  Quito, 
su  Eminencia  el  Cardenal  Arzobispo  de  Quito,  pronunció  la 
Homilía  que  se  publica  a  continuación,  con  motivo  de  la 
clausura  del  III  Congreso  Misionero  Nacional,  clausura  que  se 
realizó  el  5  de  marzo  de  1982. 


Con  vuestra  marcha  de  heraldos  del  ideal  de  las  misiones  y  con  vues- 
tra presencia  en  este  Coliseo  estáis  dando  vosotros  los  jóvenes  una  gran 
Noticia:  la  del  comienzo  de  una  nueva  época  misionera  para  la  Iglesia 
ecuatoriana.  Nuestra  Iglesia  del  Ecuador  entra  en  la  aurora  de  un  nue- 
vo periodo  de  su  historia  cuya  característica  será  la  de  su  apertura  to- 
tal a  la  gran  empresa  de  la  evangelización  del  mundo  que  no  conoce 
aún  a  su  Redentor,  Jesucristo. 

Si  alguien  del  mundo  profano  que  nos  rodea  os  dirigiera  la  pregunta: 
Vosotros  ¿quiénes  sois?  Daríais  la  respuesta  vibrante:  somos  cristianos 
por  la  gracia  de  Dios;  somos  la  generación  joven  de  la  Iglesia  católica, 
y  nos  gloriamos  de  serlo. 

iSi'!  Esta  respuesta  está  en  vuestro  corazón,  vibra  en  vuestros  labios. 
Pero  hay  además  otra  pregunta;  hay  la  pregunta  de  fuego  con  la  que 
la  Palabra  divina  nos  ha  interpelado  en  este  III  Congreso  nacional  mi- 
sionero. Habitan  en  nuestro  mundo  más  de  3.000  millones  de  personas 
a  las  que  todavía  no  ha  llegado  el  mensaje  de  salvación.  "Si  nosotros  no 
les  anunciamos  el  Evangelio,  gracias  a  la  infinita  misericordia  de  Dios, 
estos  hombres  podrán  salvarse  por  otros  caminos;  pero  nosotros  podre- 
mos salvarnos  si  por  negligencia,  por  miedo,  por  vergüenza,  o  por  falsas 
ideas,  omitimos  anunciárselo?".  ¿Podría  una  joven,  podrá  un  joven,  que 
son  cristianos  por  la  gracia  de  Dios,  permanecer  tales  si  hacen  caso  omi- 

163 


so  de  toda  tarea  de  evangelización?  ¿Podría  una  Iglesia  que  se  gloria 
de  ser  católica  permanecer  tal  si  no  es  misionera?. 

La  respuesta  ya  la  hemos  recibido  todos  en  este  Congreso.  La  fe  de 
un  cristiano  que  no  asume  compromiso  alguno  en  la  difusión  y  exten- 
sión del  Evangelio,  es  una  fe  en  agonía.  La  vida  de  una  Iglesia  que  no 
fomenta  la  dimensión  misionera  es  una  vida  en  agonía.  "Ay  de  mí  si 
no  evangelizo",  decía  San  Pablo.  Igual  exclamación  debe  brotar  de 
nuestros  corazones  después  de  este  Congreso:  ¡Ay  de  la  comunidad 
católica  que  no  evangeliza!;  iay  del  centro  católico  de  educación  que 
no  evangeliza!;  iay  de  la  familia  cristiana  que  no  evangeliza!;  y,  digá- 
moslo aquí  con  acento  vibrante,  ¡ay  del  joven  católico,  ay  de  la  joven 
católica,  si  no  evangelizan! 

Para  nuestra  Iglesia  en  el  Ecuador  ha  llegado  una  hora  en  la  que  debe 
dejar  cuestionarse  saludablemente  por  la  Palabra  divina  

Durante  las  jornadas  de  este  Congreso  hemos  sentido  palpitar  el  co- 
razón de  la  Iglesia  ecuatoriana  misionera:  forman  ese  corazón  los  mi- 
sioneros y  misioneras,  nacidos  unos  en  esta  tierra  ecuatoriana,  nacidos 
otros  en  la  madre  Patria,  o  en  la  bella  Italia,  o  en  la  hermana  República 
de  Colombia,  o  en  otras  naciones  no  menos  cultas  y  generosas.  Son  sa- 
cerdotes, religiosas,  laicos  que  nos  ha  hecho  sentir  que  se  reactualiza  el 
prodigio  de  ser  "un  alma  sola  y  un  solo  corazón"  como  en  la  Iglesia 
naciente.  En  las  intimidades  de  este  corazón  hemos  sentido  cuan  hon- 
da es  la  que  estamos  llamando  pregunta  de  fuego,  pregunta  que  con 
razón  debe  cuestionarnos  más  particularmente  a  los  que  somos  ecuato- 
rianos por  nacimiento:  ¿eso  no  nuestra  Iglesia  en  el  Ecuador  una  Igle- 
sia verdaderamente  misionera?. 

En  una  asamblea  como  ésta,  caracterizada  por  esta  presencia  masiva 
de  la  juventud  ecuatoriana,  todo  debe  ser  sincero.  Pues  bien;  siendo 
sinceros  tenemos  que  decir  que  hasta  aquí  nuestra  Iglesia  ecuatoriana 
no  ha  llegado  a  esa  madurez  que  se  refleja  en  una  toma  de  conciencia 
plena,  vital,  dinámica,  de  su  deber  de  ser  misionéra,  es  decir,  de  sentir- 
se a  fondo  responsable  de  la  implantación  del  Evangelio  sea  en  los  gru- 
pos humanos  que  no  conocen  a  Jesucristo  dentro  de  nuestro  mismo 
territorio  nacional  y  sea  en  los  pueblos  inmensamente  numerosos  a  los 
que  no  llega  su  divino  mensaje. 

164 


Basta  hacernos  unas  preguntas  breves:  ¿Cuántos  son  los  heraldos  del 
Evangelio  que  hayan  dejado  Patria  y  familia  en  el  Ecuador  para  ser  mi- 
sioneros en  ese  inmenso  mundo  que  no  conoce  a  Cristo?  ¿Cuántas  son 
en  nuestras  Diócesis  las  comunidades  cristianas,  parroquiales,  o  de  ba- 
se, que  hayan  tomado  conciencia  integral  de  que  tienen  que  ser  por  na- 
turiileza  misioneras,  como  lo  es  ia  Iglesia  entera?  ¿Cuántos  son  entre 
nosorros  los  católicos  que  en  su  oración  vivan  más  que  sus  preocupa- 
clones  familiares  y  personales,  la  gran  preocupación  de  que  existan 
3.000  millones  de  no— cristianos  cuya  conversión  hay  que  implorar  de 
manera  incesante?. 

Nuestra  Iglesia  en  el  Ecuador  tiene  necesidad  de  una  honda,  de  una 
fuerte  conversión;  necesita  de  la  conversión  que  la  transforme  en  Igle- 
sia misionera,  en  el  sentido  especifico  que  tiene  esta  gran  palabra  reve- 
ladora de  la  naturaleza  misma  de  la  Iglesia  universal. 

Pero  ya  desde  algunos  lustros  hemos  tomado  el  compromiso  de  esta 
conversión.  Y  hoy,  yo  quiero  llevar  a  este  altar  come  el  fruto  más  pre- 
cioso del  Congreso  misional  la  decisión  que  tomamos  todos  de  dar  un 
gran  impulso  a  ia  animación  misionera  de  la  entera  Iglesia  ecuatoriana. 
Hoy,  colocando  nuestra  esperanza  en  Mana,  la  Estrella  de  la  evangeli- 
zación,  nos  ponemos  en  marcha  para  acelerar  esa  conversión  que  pon- 
ga a  nuestra  Iglesia  en  una  nueva  época  de  su  historia.  Pero  para  llevar 
a  cabo  esta  gran  tarea  contamos  ante  todo  con  vosotros,  los  jóvenes. 
Vosotros  sois  la  gran  esperanza  de  la  transformación  misionera  del 
Ecuador  católico. 

¿  Por  cuál  razón  podéis  ser  vosotros  el  punto  central  de  la  anima- 
ción misionera  que  puede  transformar  nuestra  Iglesia  ?  Porque  en  la 
tarea  misionera  hay  una  palabra  que  es  la  primera  y  es  también  la  úl- 
tima: es  la  palabra  Amor.  Y  Dios  ha  hecho  el  corazón  humano  de  tal 
manera  que  precisamente  en  la  juventud  se  nos  convierta  esa  palabra 
en  luz  y  vida.  La  caridad  infundida  por  el  Espíritu  Santo  cuando  otor- 
ga el  don  de  la  vocación  misionera  es  un  dulcísimo  y  loco  amor  de 
Dios  y  de  los  hombres,  que  no  es  de  la  tierra.  El  amor  a  Cristo  están 
bello  e  inefable  que  el  corazón  de  los  hombres  no  alcanza  a  pensarlo, 
ni  sus  ojos  a  verlo,  ni  sus  oídos  a  escucharlo.  Con  este  Amor  todo  se 
hace  claro  en  la  vida  de  un  misionero,  de  una  misionera. 

En  la  sociedad  moderna  unos  escogen  el  dinero,  el  placer,  la  gloria; 

165 


otros  consagran  y  consumen  su  vida  por  el  prestigio  de  la  ciencia,  del 
poder;  otros  la  desgastan  por  las  conquistas  de  un  primer  puesto,  de 
un  campeonato;  ios  misioneros  lo  han  dejado  todo,  se  han  separado  de 
todos  esos  afanes,  han  renunciado  a  todos  los  bienes  que  los  tentaban, 
se  han  renunciado  a  si  mismo,  porque  en  la  sociedad  humana  han  es- 
cogido única  y  exclusivamente  este  Amor:  Este  Amor  por  el  que  no 
anhelan  saber,  ver  y  ainar  en  el  mundo  sino  los  corazones  de  sus  her- 
manos, para  los  que  quieren  este  Bien  infinito,  que  es  Jesús.  Este  es  el 
secreto  de  su  misión. 

Dijo  Jesús:  "he  venido  para  enviar  fuego  a  la  tierra,  ¿y  qué  quiero 
sino  que  arda?"  Esta  ha  sido  la  grande  gracia  de  estos  días.  El  fuego 
sagrado  del  Señor  estuvo  con  nosotros.  Fuimos  como  una  zarza  ardi- 
ente estos  días  dquí  en  la  capital  de  nuestra  Nación.  No  hay  sin  duda 
entre  vosotros  joven  alguno  que  no  tenga  ya  el  don  de  una  centella  de 
este  fuego  santo.  Ahora  la  Iglesia  ecuatoriana  os  pide  por  mi  medio 
que  lo  mantengáis  vivo  y  abrasador  y  lo  llevéis  a  toda  la  juventud  ecua- 
toriana, en  todo  sitio  y  en  cualquier  encrucijada  en  la  que  se  encuen- 
tre, hasta  que  arda  por  doquier,  y  hasta  que  de  este  crisol  de  anima- 
ción espiritual  de  la  que  quedáis  constituidos  nuevos  heraldos,  salga 
la  nueva  Iglesia  misionera  ecuatoriana,  que  será  gloria  de  Cristo  y  glo- 
ria también  vuestra. 


+PabIo  Crad.   Muñoz  -Vega  S.J./ 


166 


SERVICIO  INFORMATIVO  DE  LA  IGLESIA  EN  AMERICA  LATINA 
  (  SIAL )   


LO  QUE  PASA  EN  EL  SALVADOR 
DECLARACION  DE  LA  CONFERENCIA  EPISCOPAL 
 (  17  de  Febrero  de  1982  )   


Los  Obispos  de  El  Salvador,  reunidos  en  forma  extraordinaria  el  día  17  de  fe- 
brero de  1982,  hacen  la  siguiente  declaración: 

1.  -  Para  la  Iglesia  el  criterio  que  la  guía  e  ilumina  es  el  bien  integral  del  pueblo.  La 

mayoría  del  pueblo  salvadoreño  rechaza  tanto  la  violencia  de  la  izquierda  y  de 
la  derecha  como  los  abusos  de  elementos  del  Ejército  y  de  los  Cuerpos  de  Segu- 
ridad. 

2.  -  Constatamos  que  el  conflicto  -que  tiene  causas  internas-  se  ha  internacionaliza- 

do de  tal  forma  que  las  decisiones  para  la  solución  del  mismo  se  escapan  de  las 
manos  de  los  salvadoreños.  Es  un  hecho  que  las  grandes  potencias  contribuyen 
a  mantener  el  conflicto. 

3.  -   El  presente  conflicto,  degenerado  en  terrorismo,  se  ha  acentuado  en  este  mo- 

mento en  varias  zonas  del  país  por  parte  de  los  grupos  armados  comunistas 
(  FMLN  )  para  impedir  las  elecciones.  Los  medios  de  comunicación  social,  a  ni- 
vel internacional,  han  maximizado  y  distorsionado  estos  hechos  creando  una 
imagen  falsa  de  lo  que  pasa  en  el  país. 

4.  -  Creemos  que  las  elecciones,  a  pesar  de  lo  anormal  de  las  circunstancias,  son  un 

medio  pacífico  para  que  esa  mayoría  del  pueblo  que  ha  dicho  NO  a  la  violen- 
cia tenga  la  oportunidad  de  expresar  su  voluntad.  Esto  puede  ser  el  inicio  de  una 
solución  del  conflicto  curmado. 

5.  -  Reiteramos,  una  vez  más,  que  el  problema  de  El  Salvador  lo  debe  solucionar  el 

pueblo  salvadoreño. 

San  Salvador,  17  de  Febrero  de  1982. 

José  Eduardo  Alvarez,  C.M.  Obispo  de  San  Miguel,  Vicario  Castrense,  Presidente 
de  la  CEDES.-  Pedro  Amoldo  Aparicio  y  Q.  Obispo  de  San  Vicente,  Vite-Presi- 
dente de  ta  CEDES.-  Arturo  Rivera  Damas.  Obispo  de  Santiago  de  Mana,  Ad- 
ministrador Apostólico  de  San  Salvador.-  Marco  Rene  Revelo.  Obispo  de  San- 
ta Ana.-  Freddy  Delgado  A  Srio.  Gral.  de  la  CEDES. 

167 


LA  SITUACION  DE  NICARAGUA 

MhNSAJI  l)h  LAÍ  ONI  hRliNCIA  FPISCOPAL 

(  18  de  Febrero  de  1982  ) 


A  nuestro  pueblo  creyente  y  fiel 

A  las  familias  nicaragüenses  de  niiskitos,  sumos  y  ladinos 
A  nuestros  colaboradores:  sacerdotes,  diáconos,  religiosos, 

religiosas  y  delegados  de  la  Palabra  de  Dios 
A  las  autoridades  gubernamentales 
A  todos  los  hombres  de  buena  voluntad 

Nuestro  saludo  de  Pastores  y  Hermanos  en  la  Iglesia  de  Cristo  que  peregrina  en 
nuestra  Patria  y  en  el  mundo. 

CONSTATAMOS  UNA  DQLQRQSA  SITUACION: 

Los  sucesos  que  ocurrieron  en  la  zona  del  Río  Coco,  frontera  con  Honduras,  en 
el  Departamento  de  Zelaya,  Nicaragua,  desde  Diciembre  de  1981  y  que  han  culmi- 
nado por  una  parte  con  el  traslado  masivo  de  poblaciones  miskitas  enteras  hacia  el 
interior  del  territorio  nacional,  y  por  otra  parte  con  la  huida  de  un  número  consi- 
derable de  la  población  de  esa  ¿ona  a  territorio  hondureno,  han  tenido  efectos  do- 
lorosos entre  los  habitantes  todos:  Miskitos,  Sumos  y  Ladinos  de  esa  región. 

Ls  bien  conocido  iiue,  los  encuentros  armados  ocuriidos  en  esos  meses  y  en  esa 
zona  piodüjeron  la  muerte  de  muchos  milicianos  y  soldados  del  Ejército  Popular 
Sandinista  así  como  la  muerte  de  muchos  de  sus  adversarios  políticos  y  también  la 
de  algunos  ciudadanos  no  involucrados. 

Como  resultado  de  estos  acontecimientos  hay  decenas  de  detenidos  y  han  sido 
evacuados  por  el  ejército  casi  todos  los  pueblos  a  lo  largo  del  río  Coco.  Si  militar- 
mente es  posible  explicar  la  evacuación  masiva  de  esos  pueblos,  tenemos  sinenibar- 
go  que  lamentar,  desde  el  punto  de  vista  humano  y  cristiano  el  desplazamiento  de 
los  grupos  indígenas  que  ha  estado  radicados  en  esas  regiones  desde  tiempos  inme- 
moriables:  Desplazamientos,  tanto  a  los  asentamientos  establecidos  por  el  (iobier- 
no  en  el  interior  de  la  República,  como  a  territorio  hondureño  a  donde  muchos 
han  huido  impulsados  quizás  por  el  miedo  o  por  las  maneras  a  veces  drásticas  con 
que  los  anteriores  fueron  trasladados  a  los  asentamientos  citados. 

Como  Pastores  de  todo  nuestro  pueblo  sentimos  profundamente  el  dolor  provo- 
cado por  el  desarraigo  de  sus  regiones  de  todos  estos  hermanos  y  queremos  hacer 
llegar  a  todos  ellos  constancia  de  nuestro  dolor,  de  nuestra  preocupación,  de  nues- 
tro cariño  paternal  y  de  nuestra  solicitud  pastoral. 


168 


NUESTRA  REFLJbjqQN^ANTh  fc^STQS  HECHOS : 

Reconocemos  a  las  Autoridades  Gubernamentales,  su  derecho  a  disponer  las 
neccsanas  medidas  para  garantí^ar  la  defensa  e  mtegridad  del  territorio  de  la  IV 


Reconocemos  así  misn.o  la  autonomía  del  Estado  y  su  derecho  para  determi- 
na, la  miplantactón  de  med.das  militares  de  energencia  en  todo  o  en  parte  de  Te. 
rril  .  rio  nacional  para  hacer  efectiva  la  defensa  del  país 

Smembargo  queremos  recordar  a  todos  que,  hay  derechos  malienables  que  en 
mng..na  circunstancia  se  pueden  conculcar  y,  constatamos  con  dolo  osa  so^Pre^ 
n  n  ^:«"<':f.«tos,  se  han  dado  graves  violaciones  a  los  S  ^hos  hu- 

manos de  mdividuos  y  íamüias  e  incluso  de  poblaciones  enteras 

aentiíador^'  ''''''  ^^^^'^  '  '''' 

r^a^coTlotíélSerf''  ^"f^^^^"^^  consideración  pa- 

ra con  los  débües,  los  ancianos,  las  mujeres  y  los  niños 

Las  vejaciones  y  las  acusaciones  de  colaboración  contrarrevolucionaria  a 
núcleos  enteros  de  la  población.  líicvoiucionaria  a 

La  destrucción  de  viviendas,  haberes  y  animales  domésticos 

Incluso,  la  muerte  de  personas  en  circunstancias  que,  muy  a  nuestro  ne- 

<.nn  i'""h  '^'""'"^  '^"^  pueblo'  hermanos  ' 

Son  hechos  que,  nos  impulsan  a  denunciar  vigorosamente  tales  actitudes  de 
parte  de  quienes  por  tener  el  poder  y  la  fuerza  deben  ser  siempre  iL  p  mero^^  en 
ga  antizar  la  vigencia  de  tales  derechos  humanos;  y  a  urgir  de  las  autoridres  com 

Por  otra  parte,  al  recordar  que,  si  bien  la  integridad  del  territorio  nacional  se 

no  ta„,bién  la  identidad  de  nuestras  antiguas'nacionalidades  S^^^^^  ''''' 
QBSHRVACIQNES  F1NAI_PS 

Después  de  haber  expuesto  brevemente,  estos  hechos,  que  denotan  una  situa- 
ción de  irrespeto  a  la  dignidad  de  la  persona  humana  y  Violación  a  sus  derechos 

Por  nuestra  parle,  con,.,  Db.spos  (  aróJicos.  I,are,n„s  lodo  l„  posible  porque  la 

169 


tarea  de  evangelización  no  se  detenga,  asegurándoles  la  visita  periódica  de  su  Obis- 
po, de  sus  sacerdotes,  de  sus  diáconos  y  de  sus  religiosos  y  religiosas. 

Esta  Conferencia  Episcopal  en  comunión  con  nuestros  hermanos  de  la  Costa 
Atlántica,  piden  a  los  fieles  católicos  su  oración  y  su  colaboración  generosa  en  la 
colecta  que  se  efectuará  en  todas  las  Iglesias  del  país  y  en  todas  las  Misas  que  se 
celebren  el  Domingo,  7  de  Marzo,  2do.  de  Cuaresma 

Al  decretar  este  día  de  oración  y  colaboración  en  favor  de  nuestros  hermanos 
de  la  Costa  Atlántica,  somos  conscientes  que  al  hacer  esta  denuncia,  no  desconoce- 
mos los  esfuerzos  del  Gobierno,  para  atender  a  los  damnificados  de  esta  región. 
Nuestra  Institución  Caritas  de  Nicaragua,  deberá  colaborar  de  acuerdo  a  los  deseos 
de  la  Conferencia  Episcopal.  Rogamos  a  las  instituciones  u  organismos  no  eclesia- 
les  ayudar  a  los  hermanos  de  la  Costa  Atlántica.  Pedimos  al  Gobierno  que  les 
otorgue  facilidades  para  prestar  este  servicio  directamente  a  los  necesitados. 

Finalmente,  en  la  imposibilidad  de  poder  ayudar  directamente  a  los  que  se  en- 
cuentran por  las  mismas  razones  en  territorio  hondureño,  apelamos  a  la  caridad 
de  nuestros  hermanos  de  la  Conferencia  Episcopal  de  Honduras  y  a  la  fraterna  ge- 
nerosidad de  sus  instituciones  eclesiales. 

Bajo  la  protección  maternal  de  María  Inmaculada  a  cuyo  corazón  está  consa- 
grada nuestra  Patria,  hacemos  público  este  mensaje,  en  Granada  a  los  dieciocho 
días  del  mes  de  febrero  de  mil  novecientos  ochenta  y  dos. 

CÜWILIUNllA  tPiSCUMAL  DL  NICARAGUA 


irzot)  1  s[)0  ue 
Pres  i  dente 


MdlldiJUd 


Mons .  Pdblo  A. 
Obispo  de  Juiijd 
VI  ce -Pr  es i dente 


be(.  retd  rio 


O ¿xtu^-U£<Uv^í4«-i<A.^^         Obispo  de  Mdtdytfijxí  y 
4ns.  .dlvddor  bchldefer.  Admi  nij.  trdd;>/Aí^  t.  de  León 

Vicario  Apostólico  de  liluefields 


dón. 


Müil^  fi^<^*^fvdyK(5be1o, 
Obispo  Auxilidr  de  Managua 

170 


Morhv,_^uDen 
Obispo  de  E 


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