LIBRARY OF PRINCETON
SEP 2 7 2004
THEOLOGICAL SEMIMARY
PER BX1472.A1 B68
Boletflm eclesiástico.
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in 2015
https://archive.org/details/boletineclesiast8931cath
OLETIN ECLESIASTICO
ORGANO DE ORIENTACION E INFORMACION DE LA ARQUIDI0CESI8 DE QUITO
AÑO LXXXIX
MARZO 1982
No. 3
liinn l'ahii) II nmm iiin^iiii otm lUmliju c t-n la historia de In
lflli'si(i.i>iii'iir llamaisr .011 sobrada razón hl ¡'apa dv las misiones.
I:n sil i>rrrfrrtnair afmslóluo lia nsilado.rasi toda la I ifrra.llcvan-
do (I l<»<ios hi^ inirhl(,s vi misino mriisiiit di l'a: \ \nior ijni . liare
dos mih nio'. inii,, a /os liomhirs rl I rrlio linmaiiado
I os hoinhn y srraii 1 aftai vs di' 1 oniprnidcr rsh nicnsajt"
K
Banco del Pichincha
FUNDADO EN 1906
CAPITAL PAGADO Y RESERVAS S/. 384'582 200,oo
OFICINAS: MATRIZ EN QUITO
SUCURSALES EN: Guayaquil - Manta
Portoviejo - Quevedo Esmeraldas
Jipijapa
Latacunga - I barra Tulcán.
AGENCIAS EN QUITO:
Norte: Av. 10 de Agosto y Bogotá
San Francisco. Sucre 518
San Agustín: Mejía 203
Río Annazonas: Av Amazonas y Colón
Iñaquito Av Juan de Azcaray
(entre Avenidas 10 de Agosto y
Amazonas)
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Matdonado.
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Enri'quez y Colombia
EL BANCO DEL PICHINCHA OFRECE TODA
CLASE DE OPERACIONES BANCARIAS.
HOLETIN ÍCLESI AST ICO
ORGANO DE ORIENTACION K INFORMACION DE LA ARQUIDIOTESIS DE QUITO
AÑO LXXXIX MARZO DE 1982 No.3
DIRECTOR:
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Teléfono: 242-917
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DE LA DIRECCION:
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Quito - Ecuador
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dentro del país
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Fuera del país
$ 30,00
Aéreo $ 35,00
SE ACEPTAN CAN-
JES
CONTENIDO
EDITORIAL Pgs.
Tercer Congreso Misionero Nacional
DOCUMENTOS PONTIFICIOS
Exhortación Apostólica" Familiaris Consortio"
(Continuación) 127
Participación en el desarrolo de la sociedad 128
Participación en la vida y misión de la Iglesia 134
La familia cristiana creyente y evangelizadora 137
La familia cristiana.Comunidad en diálogo con Dios
142
La familia cristiana,comunidad al servicio del hombre
149
CUARTA PARTE:
Tiempos,estructuras,agentes y situaciones 152
DOCUMENTOS DIOCESANOS
Mensaje del Cardenal Arzobispo de Quito aa la Iglesia
y pueblo del Ecuador 160
Hornilla en la misa de clausura del Tercer Congreso Mi-
sionero Nacional 163
SERVICIO INFORMATIVO DF LA IGLESIA EN
RICA LATINA
Lo que pasa en El Salvador: Declaración de la
cia Episcopal 167
La situación de Nicaragua Mensaje de la Conferencia
Episcopal 168
Editorial
TKRCER CONGRESO MISIONERO NACIONAL
En los primeros días de Marzo del presente año, se realizó en Quito
el III Congreso Misionero Nacional. El carácter misionero que tiene la
Iglesia responde ai mandato de Cristo a los Apóstoles: "Id, enseñad"
(f.iatheo 28, 19). Este láiandato lo asumieron en toda plenitud, saltan-
do las barreras geográficas de las fronteras nacionales y "marchando
por el mundo, predicando el evangelio a toda criatura" (iv^iarcos 16,
15).
"La actitud misionera de la Iglesia dirá el Vaticano II (Decreto Ad
Gentes No. 9) no es ni más ni menos que la manifestación o epifanía
del plan divino y su realización en el mundo y en la historia; con ello.
Dios, por medio oe la misión, actúa hasta la evidencia la historia de la
salvación la actividad misional tiende a la plenitud escatclógica".
Esta actividad hnplica dos aspectos fundamentales: Lo ijue llama
el Concilio la "epifanía" del mensaje de salvación, es decir, la predica-
ción, la manifestación, la exposición de ese mensaje que se concreta
en el "Id, enseñad"; el segundo su realización, es decir, la vivencia, en
otras palabras el traducir en la vida ese mensaje que lo expresa Cristo
así: "Enseñándoles a guardar, todo lo (jue os he enseñado" (iviatneo
28, 19).
Estos dos parámetros son inseparables: Conocer y guaruar ese men-
saje. Sin ésto se vuelve desde todo punto imposible la plenitud escato-
lógica a que aspira todo mortal que viene a este nmndo.
La presencia de Cristo en la iiistoria humana, es una presencia cós-
mica, inmanente, y aún más, trascendente. Esto lo expresa la carta a
los Hebreos (13, 8) "El mismo Cristo ayer y hoy y por todos los si-
glos". Después de su .partida compete a quienes confiara su mensaje,
la obligación de difundirlo. Esta tarea en la Iglesia sea que se la tome
en sentido vertical u horizontal corresponde no sólo a la Jerarquía si-
no también a los seglares que"como testigos a la vez (¡ue como instru-
mentos vivos", participan en la misión s;ilvífic;i ciuomeiuíada a la
Iglesia (CE. Ad Gentes 40, 41).
¿Cómo ha cumplido esta misión la Iglesia l'niversal uurante estos
dos primeros milenios? riClómo la lia cumplido nuestra América,
este Continente de la esperan/a que sustituye a la vieja Kuropa que
aj;oniza? ¿Cómo ha cumplido esta misión nuestra Iglesia local del
Kcuador? La respuesta a este último interrogante se dió en el
III Congreso misionero ecuatoriano.
IVro escuchemos la voz del Presidente de la Conferencia Kpiscop2Ü
Ecuatoriana, nuestro Cardenal Arzobispo Pablo Muñoz Vega s.j., en
la clausura de este Congreso: "Hay, dijo, la .prej,unta de fuego con la
que la Palabra Divina nos ha interpelado en este III Congreso Nacio-
nal Misionero y añadió: habitan en nuestro mundo más üe 3.000'000.
000 de personas a las que todavía no ha llegado el mensaje de salva-
ción. Si nosotros no les anunciamos el Evangelio, gracias a la infinita
misericorciia de Dios estos hombres podrán salvarse por otros cami-
nos; pero nosotros podremos salvarnos si por negligencia, por miedo,
por vergüenza, o por falsas ideas, omitimos anunciárselo? podría
una Iglesia que se gloria de ser católica permanecer tal si no es misio-
ñera?
**La respuesta, añadió el Cardenal, ya la iiemos recibido todos en este
Congreso. La fe de un cristiano que no asume compromiso alguno en
la difusión del Evangelio, es una fe en agonía. La vida de una Iglesia
que no fomenta la dimensión misionera es una vida en agonía. ¡Ay
de mí si no evangelizo! decía San Pablo. Igual exclamación debe
brotar de nuestros corazones después de este Congreso. ¡Ay de la
Comunidad Católica que no evangeliza! ¡Ay del Centro Católi-
co que no evangeliza! ¡Ay de la familia (jue no evangeliza! y di-
gámoslo aquí con acento vibrante: ¡Ay del joven católico! ¡Ay de la
joven católica que no evangeliza!."
Pastas vibrantes frases del primer heraldo del Evangelio en nuestra
patria nos mvitan a una profunda reflexión. Nos recuerdan la obliga-
ción (jue pesa sobre todos los bautizados en Cristo en la obra de la
Evangclización.
En el momento actual en que vivimos, al punto de iniciarse el ter-
cer milenio, en medio de una iuimanidad que por todos lados se ve
acosada por toda clase de problemas en todos los órdenes de la acti-
vidad humana, cuando todo se integra, cuando a través de los medios
que ha puesto al alcance del hombre la técnica, y a no hay distancias..
no es posible encerrarse dentro de los moldes estereotipados de
antaño, ya no es posible vivir ni actuar con la miope visión de campa-
nario.
Hay i|ue mirar más allá de nuestras fronteras religiosas, hay que sal-
tar al otro lado del vallado, hay que integrarse en este mundo que está
fuera de la Iglesia y hay que preguntarse si tenemos que hacer algo por
esos iierman«)s ne aquí' lo que plantea en su mensaje de clausura
nuestro flardenal.
Con la visión <jue dá el Kspi'ritu de Dios que se encarna en el hom-
bre que, como Pedro, pudo dar esta respuesta a la interpelación de
Cristo: *'rú sabes que te amo", (Juan 21,^5) nuestro Obispo de la
Ar(juidiócesis de Quito representando a sus hermanos, resumió en una
sola palabra la única condición requerida para que toda acción misio-
nera sea tal. Esta palabra es A..1OR. "Kn la tarea misionera, dijo, hay
una palabra que es la primera y es también la última: es la palabra
AMOR. Y Dios ha hecho el corazón del hombre de tal manera que
precisamente en la juventud se nos convierta esa palabra f n lu/. y vida.
La caridad infundida por el Kspíritu Santo cuando otorga el don ue la
vocación misionera es un dulcísimo y loco amor de Dios y de los liom-
bres que no es de la tierra".
Cuando esta palabra se encarne en el corazón de todo hombre y la
viva, habrá entonces llegado para él la verdadera parusi'a. Por qué?....
Porque DIOS KS Al lOR.
DOCUMENTOS
PONTIFICIOS
\ o T \ :IV)r la cxIciiMÓn (leí
prc.MMitc Docu mentó. publica tuos
en este número una parte. I'n el si
ijuiente lo completaremos.
I, \ DIIÍKCCION.
= ExhoftQc¡ón Apostólico =
" Fomilioris Consortío"
de Juon Pobló II
Sobre lo misión de lo Fomilio
en el mundo octuol
( C o N T I N IJ A ( I o N )
127
pin • Participación en el desarrollos
de la sociedad
La familia, célula primera
X vital de la^ sociedad
42. "El Creador del mundo estableció la so-
ciedad conyugal como origen y fundamento de la
sociedad humana"; la familia es por ello la "cé-
lula primera y vital de la sociedad" (lüi).
La familia poscj vínculos vitales y orgáni-
cos con la sociedad, porque constituye su funda-
mento y alimento continuo mediante su función
de servicio a la vida. En efecto, de la familia
nacen los ciudadanos, y éstos encuentran en ella
la primera escuela de esas virtudes sociales, que
son el alma de l;i v del desarrollo de
la sociedad misma.
Así la familia, en virtud de su naturaleza
y vocación, lejos de encerrarse en sí misma,
se abre a las dcniá^ lamillas y a la sociedad,
asumiendo su función social.
La vida familiar como experiencia
de comunión y participación
43. La misma experiencia di- comunión y par-
ticipación, que debe carac lori/ai l.i vida diaria
de la familia, representa su piimera y fundamen-
tal aportación a la sociedad.
Las relaciones entre los miembros de la co-
munidad familiar isl;'ni inspiradas y guiadas por
la ley de la "grauiiii.ui que. respetando y favo-
reciendo en todos > cada uno la dignidad per-
sonal como único ihuKi de valor, se hace aco-
gida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad
desinteresada, servicio generoso > solidaiid.id pro-
funda.
Así la promoción de una aiiicnlica y nadiira
comunión ile personas en la familia se convierte
en la primera e insustituible escuela de sociali-
dad. ejemplo y cflínuilo para las relaciones comu-
nililliiis nuis ¡iinpluis cu un cliiuii tic iispcio
ilisliciii, cliiilogo \ ;iini>r
He osle moilu 1.1'nu' li.m rcLOicJíitlu los piidrc!«
sinodales, la familia conslitiiyc el lugar natural
y el insUunicniü más eficaz de huniani/.ación
y de personalización de la sociedad: colabora
de manera original > profunda en la construcción
del inuiulo. haciendo posible una vida propia-
mente humana, en particular custodiando y trans-
mitiendo las virluile> v los "valores". Como dice
el Concilio Vaticano II, en la familia "las dis-
tintas generaciones coinciden y se ayudan nuitua-
ir)ente a lograr una mayor sabiduría y a armo-
nizar los derechos do las personas con Jas demás
exigencias de la vida social" (106).
Como consecuencia, de cara a una sociedad
que corre el peligro de ser cada vez más desper-
sonalizada y masificada, y por tanto inhumana
y deshumanizadorn. con los resultados negativos
de tantas formas de "evasión" — comi> son, por
ejemplo, el acolmli^mo. la droga y el mismo
terrorismo — . la l.nm'i.i posee y comunica todavía
hoy energías formidables capaces de sacar al hom-
bre del anonimato, de mantenerlo consciente de
su dignidad pci^. r > nriquecerlo con profun-
da humanidad > de in>ciiiio activamente con su
unicidad e irrepetibilidad en el tejido de la so-
ciedad.
Función social y política
44. La función social de la familia no puede
ciertamente reducirse a la acción procreadora y
educativa, aunque encuentra en ella su priinera
e insustituible fotnia de expresión.
I,as familias, lanío scil.i-. como asociadas, pue-
den y deben por i.mio iK- lmn ,• a muchas obras
de servicio social. c'<pccialmenu i n favor de los
pobres y de todas at|uclla> p^.lson■l■^ v situaciones,
a las que no logi a llej'.ar la oi gani/at ión ile pre-
visión y asistencia de l;is autoridades públicas.
l a aportación social de la familia llene su
originalidad, que cxiue se la conozca mc¡or y se
la apoye más decididamente, ^^obre todo a medida
que los hijos crecen, implicando de Iieclio lo mí\>
posible a todos sus miembros (107).
r.ii cspeciiil h;iy que destacar la importancia
cada vez mayor que en nuestra sociedad asume la
hospitalidad, en todas sus formas, desde el abrir
la puerta de la propia casa, y más aún la del pro-
pio corazón, a las peticiones de los hermanos, al
compromiso concreto de asegurar a cada familia
su casa, como ambiente natural que la conserva
y la hace crecer. Sobre todo, la familia cristia-
na csiá llamada a escuchar el consejo del Apóstol:
"Sed solícitos en la hospitalidad" (108), y por
consiguiente a practicar la acogida del hermano
necesitado, imitando el ejemplo y compartiendo
la candad de Cristo: "El que diere de beber a
uno de estos pequeños sólo un vaso de agua fres-
ca en razón de discípulo, en verdad os digo que
no perderá su recompensa" (109).
La función social de las familias está llamada
a manifestarse también en la forma de interven-
ción política, es decir, las familias deben ser las
primeras en procurar que las leyes y las institu-
ciones del Estado no sólo no ofendan, sino que
sostengan y defiendan positivamente los derechos
y los deberes de la familia. En este sentido las
familias deben crecer en la conciencia de ser
"protagonistas" de la llamada "política familiar",
y asumirse la responsabilidad de transformar la
sociedad; de otro modo las familias serán las
primeras víctimas de aquellos males que se han
limitado a observar con indilerencia. La llamada
ilcl Concilio Vaticano 11 a superar la ética indi-
vidualista vale también para la familia como
tal (i 10).
La sociedad al servicio
3e^ ja. familia
45. La conexión íntima entre la familia y la
sociedad, de la misma manera que exige la aper-
tura y la participación de la familia en la socie-
dad y en su desarrollo, impone lambicn t|ue la
sociedad no ilcje tie cumplir su deber fiinil;imctil;il
de respetar promover la familia mism<i.
Cierlamciilc la familia \ la sociedad licncn un.i
riiiKión Lninpk nu i.i en l;i ilv.-lv.-iis.i y en \i\
promoción del ln.a de lodos los iíoinbivs y de
e;id¡i homhre. I'eio l;i sociedad, y in;ís cspecí-
ficíinieiilc el I siailo. deben n'eonoeer que la fami-
lia es una "sociedad que go/a de un derecho prc pio
y primordial" (III) y por tanto, en sus relaciones
con la familia. cMíin gravemente obligados a ate-
nerse al principio de bubsidiariedad.
Ivn virlud de csle principio, el TstMilo no
puede ni debe substraer a las familias aquellas
funciones que pueden igualmente reali/nr bien,
por sí solas o asociadas libremenie, sino favorecer
positivamente y estimular lo más posible la ini-
ciativa responsable de las familias. Las autoridades
públicas, convencidas de que el bien de la fami-
lia constituye un valor indispensable e irrenuncia-
ble de la comuniilad civil, deben hacer cuanto
puedan para asegurar a las familias todas aque-
llas ayudas — económicas, sociales, educativas,
políticas, culturales — que necesitan para afrontar
de modo humano todas sus responsabilid.ides.
Carta de los derechos
de la famíTía
46. i'l ideal de una recíproca acción de apo-
yo y desarrollo entre la familia y la sociedad cho-
ca a menudo, y en medida bastante grave, con
la realidad ile su separación e incluso de su
contraposición.
lln efecto, como el Sínodo ha denunciado con-
tinuamente, la situación que muchas familias en-
cuentran en diversos países es muy problemáti-
ca, si no incluso claramente negativa: instituciones
y leyes desconocen injustamente los derechos in-
violables de la familia y de la misma persona
humana, y la sociedad, en vez de ponerse al
servicio de la familia, la ataca con violencia
en sus valores y en sus exigencias fundam -nia-
les. De este modo la familia, que. según los
planes de Dios, es célula básica de la sociedad,
sujeto de dereclios y deberes antes que el listado
y cualquier otra comunidad, es víctima de la
sociedad, de los retrasos y lentitudes de sus inter-
venciones y más aún de sus injusticias rotorias.
I'or esto la Iglesia defiende abierta y vigoro-
"-ámenle los derechos de la fiimilia lonlra las
iisurpiiciones inloleiiibles de la sociedad y del Hsta-
do. En eoncrelo, los padres sinodales han recor-
dado, cnire oíros, los siguicnles derechos de la
ínmilia:
— a exi.slir y progresar como familia, es decir,
cl derecho de lodo hombre, especialmonie aun
siendo pobre, a fundar una familia, y a tener
los recursos apropiados para mantenerla;
— a ejercer su responsabilidad en el campo
de la transmisión de la vida y a educar a los
hijos:
— a la intimidad de la vida conyugal y
familiar:
— a la estabilidad del vínculo y de la insti-
tución matrimonial;
— a creer y profesar su propia fe. y a
difundirla;
— a educar a sus hijos de acuerdo con ¡as pro-
pias tradiciones y valores religiosos y culturales,
con los instrumentos, medios e instituciones nece-
sarias;
— a obicner la seguridad física, social, polí-
tica y económica, especialmente de los pobres
V enfermos:
— cl derecho a una vivienda adecuada, para
una vida familiar digna;
— el derecho de expresión y de representación
ante las autoridades públicas, económicas, sociales,
culturales y ante las inferiores, tanto por sí misma
como por medio de asociaciones;
— a crear asociaciones con otras familias e
instiluciones. para cumplir adecuada y esmerada-
mente su misión:
— a proteger a los menores, mediante institu-
ciones y Icyés apropiadas, contra los medicamen-
tos perjudiciales. la pornografía, cl alcoholis-
mo, etc.;
— el derecho a un justo tiempo libre que favo-
rezca, a la vez. los valcires de la familia;
— el derecho de los ancianos a una vida y a
una muerte dignas:
— cl (I. •rocho ;i cini(irar como tiimiliu. paríi
buscar nic|(.>rcs conilaioncs de \icla (112).
l a S.inia Sede, acogiendo la petición cxplíci
ta del Sítiiulo s^- cncnrgnrá de estudiar ('rieni
tliiiuonio ».'*>(i»s stij.'i.iciKÍas. claboriindo una " Carla
de los tlfiothos tic la familia", pura prcs.'iilnrla
.1 ambioMios v autoridades compcicnles.
Gracia V resRpnsabílidad
de jg. familia cristiana
47. l.ii [unción social propia de cada fíimiiia
compele, por im título nuevo y original, a la
Tamilin cristiana, fundada sobre el sacramento
del niairimonio. r.sie sacramento, asumi.-ndo la
realidad luimana del amor conyugal en todas
sus implicaciones, capacita y compromete a los
esposos y a los patircs cristianos a vivir su voca-
ción de laicos, y por consiguiente a "buse-ir el
reino de Dios gestionando los asuntos lornporales
y ordenándolos según Dios" (115).
I I cometido social y político forma p;'rtc de
la misión real o de servicio, en la que parti-
cipan los esposos cristianos en virtud del sacra-
mento del matrimonio, recibiendo a la vez un
mandato al que no pueden sustraerse y una
gracia que los sostiene y los anima.
De este modo la familia cristiana está llamada
a ofrecer a lodiis el testimonio de una entrega
generosa y desinteresada a los problemas sociales,
mediante la "opción preferencial " por los pobres
y los marjiiniulos. Por eso la familia, avanzando
en el sepuimienio del Señor mediante un amor
especial bacia todos los pobres, debe preocuparse
especialmente de los que padecen hambic, de los
indigentes, de los ancianos, los enfermos, los dro-
gadiclos o los que están sin familia.
Hacia un nuevo
orden internacional
48. Ante la ilimensión mundial que boy ca-
riicieri/a a los diversos problemas sociales, la
familia ve que se dilata de una manera total-
menie nueva su cometido ante el desarrollo de
la sociedad, se iiaia de cooperar también ,\ e^table-
cer lui nuevo orden internacional, porque sólo
con iíi solidaridad mundial se pueden afrontar
v resolver los cnornies y dramáticos problemas
lie la juslitia cii el iminclo. de \a libertad de los
puehU)s y de la pa/ de la Inimanidad.
I a eonninión espiritual de las fainilias ciistia-
nas. eiirai^ailas en la fe y espcran/a eoiTn'in y
vivifit. ailas por la caridad, constituye una eneigía
interior que ori^'.ina. iliínnde y desarrolla justicia,
•econciliación, Iratetniilad y paz entre los liom-
bres. I.a familia cristiana, como "pequeña Iglesia",
está llamada, a senvi.;ii7a d.. ' > ">',ran Iglesia",
a ser signo de unid.id para Cl mundo y a ejer-
cer de ese modo su función profética, dando
testimonio del reino y de la paz de Cristo,
hacia el cual el mnniK oiu<-U' ^stá en camino.
I.as familias cristianas podrán realizar esto
bien sea por medio lic sti aivion educadora, es
decir, ofreciendo a los hijos un modelo de vida
fundado sobre los valores de la verdad, libertad,
justicia y amor, bien sea cOn un compromiso
activo y responsable para el crecimiento rulén-
licanienle humano de la sociedad y de sus insti-
tuciones, bien con el apoyo, de diferentes modos,
a las asociaciones dedicadas específicamente a los
probleinas del orden inicrnacioníd
pIV ■ Participación en la vida=|
y misión de la Iglesia
La famiiia
en ej misterio de la^ iglesia
49. r.nire los cometidos fundamentales de la
familia ciistiana se halla el eclesial, es decir,
que ella está puesta al soiaíiío de la edificación
del reino de Dios en la historia, mediante la
participación en la vida y misión i\c la Iglesia.
Para comprender mejor los lundanii nio^. con-
tenidos y características de tal parlicipaL ion, h;iy
que examinar a fondo los múliiplcs \ profundos
vínculos que unen entre sí a la Ii?!csi;i y a
la familia cristiana, y que hacen de esta úliiina
como una "Iglesia en miniatura" llicclcsin do-
incsl'u(i) (114) de modo que sea. a su manera,
una imagen viva y una represeniaciófi histórica
del misterio mismo de la Ijilcsia.
Es ante todo la Iglesia Madre la que engen-
dra, educa, edifica la familia cristiana, poniendo
en pi «etica pnr« con la misnin In misión de síiIvíi-
ción que ha recibido de su Señor. Con el anuncio
de la Palabra de Oios, la Iglesia revela a la
familia cristiana ><u Veríbidora identidad, lo que
eí y debe ser si ;'ún el plan del Señor; con
la celebración de los sacr."iiiíntos, la lgle;.ia enri-
quece y corrobora a la familia cristiana con
la gracia de Cristo, en orden a , su sanfifie-ición
para la gloria del Padre: con la renovada procla-
mación del mandamiento nuevo de la caridad,
la Iglesia anima y guía ,i la familia cristiana
al servicio del amor, para que imite y reviva
el mismo amor de donación y sacrificio que
el Señor jesús nutre hacia toda la humanidad.
Por su parte la familia cristiana está insertada
de tal forma en el mislciio de la Iglesia que
participa, a su manera, en la misión de salva-
ción que es propia de l.i Ij^'lcsia. Los cónyuges
y padres cristianos, en xiruid del sacramento,
"poseen su propio don. dentro del Pueblo de Dios,
en su estado y forma do vida" (115). Por eso
no sólo "reciben" el amor de Cristo, convirtién-
dose en comunidad "salvada", sino que están
también llamados a " trausn^itii " a los hernv.mo.'
el mismo amor de Cristq. haciéndose así connmi-
dad "salvadora". De esta manera, a la vez que es
fruto y signo de la fecundidad sobrenatural de
la Iglesia, la familia cri'-li.ina se hace símbolo,
testimonio y pariicipación de la mals."»-nid<id de
la Iglesia (1 16^
Un cometido eclesial
_propio y_ original
50. l a familia cristiana está IlamaJ.i r> lon\Ti
parte viva y responsable en la misión de la
Iglesia de manera propia v oiiginal, es decir,
poniendo a servicio de la Iglesia y de la soeie-
ilad su propio ser y obrar, en cuanto •(iniun'ulad
•niiiiui (le vida y de muor
Si la familia cristiana es inmunidad ci'yos
vínculos son renovados por Crisio mediante la
fe y tos <ncr;imonlos, su pín licipariini , ii l;i misión
de la Iglesia debo rc;ili/íirsc <.. "(//» uiui moda-
l'uldil coitniiiildria: junios, pues, lus eónyi'gcs cii
cuanto pareja, y los padres e hijos cu ciiattlo
faiuilia, han de vivir svi servicio a la Iglesia
V al mundo. Deben ser en la fe "un cora7Ón
y un alma sola" (117), mediante el eomún cspí-
riiu apostólieo que los anima y la eol.iboraeion
que los empeña en las obras de servicio a la
comunidad cclesial y civil.
La familia crisliana edifica además el reino de
i")ios en la historia mediante esas mismas reali-
dades cotidianas que tocan y distinguen su iini-
ilición (le vicia. Así, pues, es en el amor conyu-
gal y familiar ^vivido en su exlraordinaiia rique-
za de valores y exigencias de tolalidat!, unicitlad,
fidelidad y fecundidad (118) — donde se expresa
y realiza la participación de la familia • rijiiana
en la misión profética. sacerdotal y real de jesu-
cristo y de su Iglesia. ll\ amor y la vida cons-
tituyen por lo tanto el núcleo de la misión salví-
fica de la familia crisliana en la Iglesia y para
la iglesia.
Lo recuerda el Concilio Vaticano II Cuando
dice: " l,a familia hará partícipes a oirás familias,
generosamente, de sus riquezas cspiriluales. Así
es como la familia crisliana, cuyo origen está en
el matrimonio, que es imagen y pariicipación de
la alianza de amor entie Cristo y la Iglesia, mani-
fesiará a todos la presencia viva del Salvador en
el mundo y la auténtica naturaleza de la Iglesia,
ya por el amor, la generosa fecundidad, la unidad
y fidelidad de los esposos, ya por la coopera-
ción amorosa de todos sus miembros" (ll'í).
Puesto así el fundamento de la participación
de la familia cristiana en la misión eclesial, hay
que poner de manifiesto ahora su contenido en
la triple unitaria referencia a fesucristo Profeta.
Sacerdote y Rey. presentando por ello la familia
cristiana como 1) comunidad creyenie y jvangeli-
zadoia, 2) comunidad en diálogo con Dios. ">)
eomunidiul al servicio del hombre.
1 ) La familia cristiana.
gQmun'dad creyente y.
evanqeíízadora
La descubrimiento x
admiración del plan ^ Dios
sobre la familia
tI. I^iido que p;iili^ipíi de lu vidu y inibiún
de la Iglosiíi, la ciuil csciiclia rcligiosnniciilc la
Palabra de Dios y la |)rütlama con firme con-
fianza (120), lu familia cristiana vive su cometido
profélico acogieiiílo y aniiiíciaiulo ¡a Palahra de
Dios. Se hace así, cada día más. una comunidad
creyente y evangclizadora.
También a los esposos y padres crisiianos
se exige la obediencia a la fe (121), ya qut
son llamados a acoger la Palabra del Señor que
les revela la estupenda novedad — la Buena Nue-
va— de su vida conyugal y familiar, que Cris-
to ha hecho sania y sanlificadora. En efecto,
solamente mediante la fe ellos pueden descubrir
V admirar con gozosa gratitud a que dignidad
ha elevado Dios el matrimonio y la familia,
consiituycndolos en signo y lugar de la . ¡lianza
de amor entre Dios y los hombres, entre K'su-
.rislo y la iglesia esposa suya.
Lu misma preparación al matrimonio c 'sliano
se califica ya como un itineiario de fe. lis,
en efecto, una ocasión privilegiada para que los
novios vuelvan a descubrir y profundicen la fe
recibida en el Bautismo y alimentada ccn la
educación cristiana. De esla manera reconocen
y acogen libremente la vocación a vivir 1. 1 i-egui-
miento de Cristo y el servicio al reiiu) ile Dios
en el estado matrimonial.
P.l momento fundamenial de la k .le ios
..^sposos está en l.i celebiación del saci.imcnio
•Jcl malrinH)nio, c|uc en el fondo tic su naiura-
'eza es la proclimacion. dentro de la Ij^lesia,
de la Buena Nuc\.i sobre el amor (.onxugal.
Ts la Palabra de l")it)s que "revela" y 'culmina"
el proyecto sabio v amoroso que Dios üene so-
bre los esposos. Ihimiulos a hi mislciiosa y ic;il
pc\rl¡c¡p{iciün en el ainor misino do l")ios li;)cia
l;i IniMKiiiiil.Kl. Si hi celebración sacrainenlal del
nialiimonio es en sí misma una procl.imación
de la Palabra de l")ios en euanlo son por li
lulo iliverso protagonistas y celebrantes, debe ser
una "profesión de fe" hecba dentro y con la
Iglesia, comunidad de crejentes.
l'sla profesión de fe ba de ser continuada
en la vida de los esposos y de la familia. Un
electo. Dios que ba llamado a los esposos "ul"
matrimonio, continúa llamándolos "en el" matri-
monio (122). Dentro y a través de los becbos.
los problemas, las dificultades, los acontecimien-
tos de la existencia de cada día, Dios viene
a ellos, revelando y proponiendo las "exigencias"
concietas de su participación en el amor de
Cristo por su Iglesia, de acuerdo con la par-
ticular situación — lamiliar. social y cclesial—
en la que se encuentran.
Hl descubrimiento y la obediencia a! plan de
Dios deben bacerse "en conjunto" por parte de
la comunidad conyugal y familiar, a través de
la misma experiencia luimana del amor vivido
en el Fspíritu de Cristo entre los esposos, entre
los padres y los bijos.
I'ara esto, también la pequeña Iglesia domés-
lica. como la gran Iglesia, tiene necesidad de
ser evangelizada continua e intensamente. De ahí
deriva su deber de educación permanente en
la fe.
Ministerio de evangelización
familia cristiana
52. F.n la medida en que la familia cristiana
acoge el Evangelio y madura en la fe, se hace
comunidad cvangclizadora. Escuchemos ,le nuevo
a Pablo VI: "La familia, al igual que la Iglesia,
debe ser un espacio donde el Evangelio es trans-
miiiilo y desde donde éste se irradia. Den-
tro pues de una familia consciente de esta
misión, todos los miembro»- de la misma evjin-
gcli/.aii y son cvangcli/acJus. l os padres no sólu
cuiuiinican u los liijos cl l-vangclio. sino que
piictlcn a su vez recibir de ellos este mismo
l'vangelio profundamontó vivido... Una familia
ÍIS.Í se hace cviingclizadora de otras much.is faniili-
llas y del ambiente en que ella vive" (123).
Como ha repelido el Sínodo, recogiendo mi
iliimada lanzada en Puebla, la futura cvangeliza-
eión depende en gran parte de la Iglesia dumés-
liea (124). Esta misión apostólica de la familia
esui enraizada en cl bautismo y recibe con la
íiiacia sacramental del matrimonio una nueva
fuerza para transmitir la fe. para santificar y
transformar la sociedad actual según cl plan de
nioí«.
La familia cristiana, hoy sobre todo, tiene
una especial vocación a ser testigo de la {'lianza
pascual de Cristo, mediante la constante irradia-
ción de la alegría del ainor y de la certeza de la
esperanza, de la que debe dar razón: "La familia
cristiana proclama en voz alta tanto las presentes
virtudes del reino de Dios como la esperinza
( de la vida bienaventurada" (125).
" La absoluta necesidad de la catcquesis familiar
-K surge con singular fuerza en determinadas situa-
oui vcioncs, que la Iglesia constata por desgracia en
diversos lugares: " F.n los lugares donde una legis-
lación antirreligiosa pretende incluso impedir la
educación en la fe, o donde ha cundido la incre-
dulidad o ha penetrado el secularismo hasta el
punto de resultar príkticamente imposible una ver-
dadera creencia religiosa, la Iglesia doméstica es
cl único ámbito donde los niños y los jóvenes
pueden recibir una aulénlica catcquesis" (126)
Un servicio eclesial
53. IJ ministerio de evangelización de los
¡■".idies cristianos es original e insustituible y asu-
me las características típicas de la vida familiar,
lucha, como dchciía estar, de amor, sencillez,
clicicncia y testimonio cotidiano (127).
l a familia debe formar a los hijos para la
vida, de manera que cada uno cumpla en plenitud
^ll cumclido. de íiciicrdo con la vocación recibida
de Dios. Kícclivíimcntc. la íaniilia que está abier-
i:i a It)s valores Iransccndenlcs, que sirve a los
hcriniiiios en la alegría, que cumple con generosa
liJciidad sus obligaciones y es conseienle de su
colidiana participación en el misterio de la cruz
jjioriosa de Cristo, se convierte en el primero
V nu'ior semillero de vocaciones a la vida con
sagrada al reino de Oio*"
F.l ministerio de cvangelización y catcquesis
de los padres debe acompañar la vida de los
hijos lamliicn durante ,su adolescencia y juventud,
cuando ellos, como sucede con frecuencia, ccntes-
lan o incluso reclia/an la fe cristiana :ccibida
en los primeros años de su vida. Y así como
en la Iglesia no se puede separar la obra de
e\ angeli/aeión del sufrimiento del apóstol, así
también en la familia cristiana los padres deben
afrontar cotí valentía y gran serenidad de espí-
ritu las dificultades que halla a veces en los
mismos hijos su ministerio de evangeü/.ición.
No hay tpie olvidar que el servicio llivado
a cabo por K>'- cónyuges \ p.idies crisli.mos en
favor tlel I \ .m^'cliii es esencialmente un servicio
eclesial. es decir, que se reali/a en el lonlexio
lie la Iglesia entera d i uanlo comunidad evan-
gelizada V c\ angeli/<(tlcia 1 n cuanto enraizado
y derivado lie la única misión de la !j>lcsia
V en cuaiiln orileiKulo ,i l,i edificación del único
Cuerpo lie Cristo tlJí^). el ministerio ile evangc-
lización y de caKquesi- de l.i Iglesia doméstica
ha de quetlar en iiiiini.i ininiinion v ha de armo-
nizarse responsableineitle con los otros servicios
de eviiiigelización y de catcquesis presentes y
ciperanies en la comimidad eclesial. tanto ili. cesa-
na conu) iiairoquial
Predicar el Evangelio
E toda criatura
Í4. la imiversalidad -ni Ironleui' ^- >.l huir
zonte propio de la ovíUigelización, anim ida iiile-
riormente por el afán misionero, ya i|ue es de
hecho la respuesta fl la explícita e inequívoca
consigna de Cristo: ''Id por el mundo y predicad
el Hvíingcliü a toda ¿rialiira" (129).
También la fe y lu misión cvanycliz.idoia
de la familia cristiana poseen esla dimensión
misionera católica. LI sacramento del matrimonio,
que planica con nueva fuei/.a el deber ¡irraigado
en el bauíismo v eij la (jonfirmación de defen-
der y difundir la fo (130). constituye a los
cónyuges y padres cristianos en testigos de Cristo
"hasta los últimos confines de la tierra" (131),
como verdadero"^ y propios "misioneros" del amor
y de la vida.
Una cierta forma de Actividad misionera pue-
de ser desplegada ya en el interior de la familia.
F.sto sucede cuando alguno de los componentes
de la misma no tiene- fe o no la practica con
coherencia. Kn este caso, los parientes deben
ofrecerles tal testimonio de vida que los estimule
y sostenga en el camino hacia la plena adhesión
a Cristo Salvador (132).
Animada por el espíritu misionero en su pro-
pio interior, la Iglesia doméstica está llamada a
ser un signo luminoso de la presencia de Cristo
y de su amor incluso para los "alejados", pí.ra
las familias que no creen todavía y para las
familias cristianas que no viven coherenicmente
la fe recibida. Está llamada "con su ejemplo
y testimonio" a iluminar "a los que buscan la
verdad" (133).
Así como ya al -principio del ci isli:iiiismo
Aquila y Priscila se presentaban como una pareja
misionera (134), aw también la Iglesia lostimonia
hoy su incesante novedad y vigor con la presencia
lie cónyuges y familias cristianas que, al menos
durante un cierto período de tiempo, van a tie-
rras de misión a ahunciar el Hvangelio, sirviendo
al hombre por amor de )csucrislo.
Las familias cristianas dan ima conuibución
particular a la causa misionera de la Iglesia,
cultivando la vocación misionera en sus propios
hijos e hijas (135) y. de manera más general,
con una obra edueadola que prepare a sus hiios.
desde la juventud, "para conocer el amor de Dios
hacia todos los hombres" (136).
2) La familia cristiana,
comunidad en diálogo con Dios
EJ santuario doméstico
de la Iglesia
55. lil aiuincio del Evangelio y su acogidii
medíanle la fe encuenlia su plenitud en la cele-
bración sacramental. La Iglesia, comunidad cre-
yente y evaniíciizadüra. es también pueblo sacer-
dotal, es decir, revestido de la dignidad y par-
tícipe de la potestad de Cristo. Sumo Sacerdote
de la nueva y eterna Alianza (137).
También la familia cristiana está inserta en
la Iglesia, pueblo sacerdotal, mediante el sacra-
mento del matrimonio, en el cual está cnraiz.ida
y de la que se alimenta, es vivificada continua-
mente por el Señor y es llamada e invitada
al diálogo con Dios mediante la vida sacramental,
el ofrecimienlü de la piopia existencia y la
oración.
Este es el cometido succnlulal que la fami-
lia cristiana puede y debe ejercer en íntima comu-
nión con loda la Iglesia, a través de las reali-
dades cotidianas de la vida conyugal y familiar
De esta manera la familia cristiana es llanwi'
a sanlificarsc y a síiiiíijicuv a ¡a coiniiiiitliid t'c'
sidi y a¡ ni II lulo.
H matrimonio, sacramento
de mutua santificación
^ acto de culto
56. Fuente y medio original de sanlificaeiú i
propia para los cónyuges y pata la familia cristia
na es el sacramento del matrimonio, que presu-
pone y especifica la gracia santificadora del büu-
lismo. En virtud del misterio de la muerte >
resurrección de Cristo, en el que el matrimonio
eri.siiano se siiiia de nuevo, el amor > onyugal
es purificado y santificado: "II Señor se ha
dignado sanar este amor, perfeccionarlo y elevar-
lü con el don cspcciíil ilc la gracia v la ca
ridad" (HH).
1^1 don de Icsiicrisio no se agola en la cele-
bración del sacramen(o del matrimonio, sino que
acompaña a los cónyuges a lo largo do toda
su existencia. Lo recuerda cxplícitamenle el Con-
cilio Vaticano II cuando dice que Jesucristo "per-
manece con ellos para que los esposos, con su
mu[ua entrega, se amen con perpetua fidelidad,
como El mismo amo a la Iglesia y se entregó
por ella... I'or ello los esposos cristianos, para
cumplir dignamente sus deberes de estado, están
foKiíicados y como consagrados por un sacramcn-
!o especial, con cuya virtud, al cumplir su misión
conyugal y familiar, imbuidos del espíritu de Cris-
to, que satura toda su vida de fe. esperanza
y candad, llegan cada vez más a su propia
perfección y a su mutua santificación, y, por
tanto. conjuntamente. a la glorificación
de Dios" (139).
La vocación universal a la santidad está diri-
gida también a los cónyuges y padres i ristianos.
Para ellos está especificada por el .sacramento
celebrado y traducida concretamente en las rea-
lidades propias de la existencia conyugal y fami-
liar (140). De «hí nacen la gracia y la exigen-
cia de una auténtica y profunda espiriiualidcul
conyugal y familiar, que lia de inspirarse en
los motivos de la creación, de la .ilianza. de
la cruz, de la resurrección y del signo, de los
que se ha ocupado en más de una ocasión el
Sínodo.
1:1 matrimonio eiistiano. como todos lus sacia-
mentos que "están ordenados a la santificación
de los hombres, a la edificación del Cuerpo de
Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios " (141)
es en sí mismo un acto litúrgico de glorificación
de Dios en jesucrisla y en la Iglesia. Celebrán-
dolo, los cónyuges cristianos profesan su grati-
tud a Dios por el bien sublime que se les da
de poder revivir en su existencia conyugal y
fami liar el amor mismo de Dios por los hombres
y del Señor Jesús por la iglesia, su esposa.
Y como clel sacramento derivan para los cón-
yuges el don y el deber de vivir cotidianamente
la siinlificit. ión rocihida, del misino sacr;imcnlo
hrolan tainhicn la gracia y cl compromiso moral
do Inmsf orinar dula su vida en im continuo
sacriíicio cspiriUia! (142). También a los esposos
y padres eri>lianos, de modo especial en esas
realidades lerrenas y leniporales cpic los raracleri-
7an. se aplican las palabras del Concilio: "Tam-
bién los laicos, como adoradores que en iodo lugar
actúan saniamente, consagran el mundo mivmo
a Dios- (14 >>
Matrimonio x Eucaristia
57. í:I deber de santificación de la iamilia
cristiana tiene su primera raíz en el bautismo
y su expresión máxima en la l.ucari^tia. a la
que está íntimamente unido el matrimonio cris-
tiano. 1-1 Concilio Vaticano II ba querido pvMior
de relieve la especial relación cNistenle entre la
I-ucarislía y cl matrimonio, pidiendo que habitual-
inenlc éste se celebre "dentro de la Misa" (144).
Volver a encontrar y profundizar t.d relación
es del toilo necesario, si se quiere comprender
y vivir con mayor intensidad la gracia \ las respon-
sabilidades del niatrimonio y ile la familia
cristiana.
I a I uiari^ii.i es I.t fuente niisma del matrimo-
nio cii^ii.mo. I n cfcciví. el sacrificio euearíslico
repre'-vni.\ I.i .ili:inza de amor de Cii^ti) cc>n la
IgKvi.i. vM cu. Hilo 'ell.ida u n I.i -angre do la
cruz ( I nv > en e->le s.icrifieii' de la Nueva
V I lerna \lianza los cón\iiges crisiianos encuen-
tran la laiz de la (|ue bri)la. i|ue eonfigma inte-
riormente y vivifica desde dentro ^ii aliaivza con-
vugal. I II cuanto representación ilel sacrificio
de amor de Cristo por su Iglesia, la bucaristía
es manantial de cariilad. Y en el don euearíslico
de la caridad la familia cristiana halla el funda-
mentci y el alma ile su "comunión" y de su "mi-
sión", va que el l'an euearíslico hace de los diver-
sos miembros de la comunidad familiar un único
cuerpo, revelación v participación de la más am-
plia unidad ile la Iglesia: además, la participación
en el Cuerpo \ ntiegadt)"' y en la Sangre "derra-
mada" de Cristo S(j hace fuente inagotable del
dinamismo misionero y apostólico de la familia
cristiana.
Ü sacramento ^ \a_ conversión
X reconciliación
'jS. l'iiilc Cicnci.'tl y permanente del conieli-
ilo lie siinlificiieión de la familia cristiana es la
iicopida de la llaniada evangélica a la conversión,
dirigida a tüdt)s los cristianos que no siempre
permanecen fieles a la "novedad " del bautismo
que los lia hecho "santos". Tanipoco la familia
es siempre coherente con la ley de la gracia y
de la santidad bautismal, proclamada nuevamente
en el sacramento ilel matrimonio.
lí\ arrepentimiento y perdón mutuo dentro de
la familia cristiana, que tanta parle tienen en
la vida cotidiana, hallan su momento sacramen-
tal específico en la penitencia cristiana. Respecto
de los cónyuges cristianos, así escribía l'ablo VI
en la I:ncíciica HuinaníW viíac: "Y si el pecado
les sorprendiese todavía, no se desanimen, sino
que recurran con humilde perseverancia a la
misericordia de Oios. que se concede en el sacra-
mento de la penitencia" (146).
La celebración de este sacramento adquiere
un significado particular para la vida familiar,
I-n efecto, mientras mediante la fe descubren
cómo el pecado contradice no sólo la alianza con
Dios, sino también la alianza de los cónyuges
y la comunión de la familia, los esposos y todos
los miembros de la familia son alentados al
encuentro con Oios "rico en misericordia" (147).
el cual, infundiendo su amor nuís fuerte que el
pecado (148), reconstruye y perfecciona la alian-
za conyugal y la comunión familiar.
La plegaria familiar
5^. Iglesia ora por la familia cristiana y
la educa para que viva en generosa coherencia
con el don y el cometido sacerdotal recibidos
de Cristo Sumo Sacerdote. Un realidad, el sacer-
docio bauli-mal de los fieles, vivido en el malri-
monio-sacraiuciilo. constituye para los cónyuges y
para la familia el fundamento de una vocación y
de una misión sacerdotal, mediante la cual su
misma e\i«;tencia cotidiana se transforma en "síi-
crificio espiritual iitcpt;iblc ;i Dios por Icsiicris-
to" (144). rslü sucede no sólo con la celebración
de la i.ue.irislía y do ios oíros sacramentos o cotí
la ofrenda ile sí mismos para gloria de Dios, sino
también con la vida de oración, con el diálogo
suplicante dirigiiio al l'adre por medio de Jesucris-
to en el Lspíritu Santo.
l a plcj^aria familiar tiene características pio-
pia«>. Ls una oración hecha en común, marido y
mujer juntos, padres c hijos juntos. La comunión
en 1.1 plegaria es a la vez fruto v exi)íencia de esa
comuniófi que deriva de los sacrameiKt.»'- del bau-
ti.>mo y ilel matrimonio. A Ids miembros de la fa-
milia cristiana |)ueden aplicarse de modo particu-
lar las palabras con las cuales el Señor Jesús pro-
mete su presencia: "Os digo en verdad que si
dos de vosotros conviniereis sobre la tierra en pe-
dir cualquier cosa, os lo otorgará mi Padre que
está en los cielos. Porque donde están dos o tres
congregados en mi nombre, allí estov vo en medio
de ellos" (150).
Esta plegaria tiene como eontcniiio original la
misma vida de familia queden las diversas circuns-
tancias se interpreta coino vcK-ación de Dios
y se actúa como respuesta filial a '-u llamada;
alegrías y dolores, esperanzas y tiisic/.is. nacimien-
tos y cumpleaños, aniversarios de la boda do
los padres, partidas, alojamientos y regresos, elec-
ciones importantes y deci>iviis. iinicrii.- de |KrM.>-
ñas queridas, etc.. nnicsltan la micr\et)ción del
amor de Dios en la historia de la f.iinilia. como
deben también señalar el nu'mento fa\ arable do
•iceión de gracias, de imploración, de abandono
confiado de la familia al Paihc cotnún (pie e^lá
en los cielos. Adenl.'is. la dis^nid ul \ rc-pon^abili-
dades de la familia etistiana en cuanto Iglesia
doméstica solamente imeden ser vividas con la
ayuda incesante de Dios (jue será concedida sin
falta a cuantos la ¡údan con büfwildad v con-
fianza en la oració'i
Maestros de oración
bU. I n virtud de su dignulail n mi>ión. los
padres cristianos tienen él deber específico de
cdiicur a sus hijos en la pl^-gMii.i. tic introducir-
los progicsivitinonlc íiI tlcsciil>nniicnto del mislerio
do niü8 y del coloquio personal con l!l: "Sobre
todo en l:i fomilin erisii;ina enriiiiiccidíi con la
gracia y los deberes del 5;icr;uiicnlo del nialri-
nionio, importa que los hii(>^ iiprendan desde
los primeros años a conoc-er y a ndorar a Dios
y n amar al prójimo sepún la fe recibida en
el bautismo" (15n.
Elemento fundamental c insustituible de la
educación a la oración es el ejemplo concreto, el
testimonio vivo de los padres; sólo orando junto
con sus hijos, cl padre y la madre, mientras ejercen
su propio sacerdocio real, calan profundamente
en cl corazón de Sus hijos, dejando huellas que
los posteriores acontecimientos de la vida no logra-
rán borrar. F.scuchemos de nuevo la llamada (]uc
Pablo VI ha dirigido a las madres y a los padres:
"Madres, ¿enseñáis a vucslros niños las oraciones
del cristiano? ¿Preparáis, de acuerdo con los sacer-
dotes, a vucslros hijos para los sacramentos de
la primera edad: confesión, comunión, confirma-
ción? ¿los acostumbráis, si c^tán enfermos, a
pensar en Cristo que sufre? ¿A invocar la ayuda
de la Virgen y de los santos? ¿Rezáis cl rosario
en familia? Y vosotros, padic^, ¿sabéis rezar con
vuestros hijos, con toda la comunidad domésti-
ca, al menos alguna vez? Vuestro ejemplo, en
la rectitud del pensamiento y de la acción, apoya-
do por alguna oración común vale una lección de
vida, vale un acto de culto de un mérito singu-
lar; lleváis de esto modo la paz al interior de
los muros domésticos: "Pax huic donnii'. Recor-
dad: así edificáis la Iglesia ' (152).
Plegaria litúrgica privada
61. Hay una relación profunda v viial enire
la oración de la iglesia y la de cada uno de
los fieles, como ha confirmado claramente el Con-
cilio Vaticano II (li>). Una finalidad imporlanlc
de la plegaria de la Iglesia doméstica es la de
constituir para los hijos la introducción natural
a la oración litúrgica propia de toda la Iglesia,
en el sentido de preparar a ella y de exlenderla
ii\ úmhilo de la vidü pcisoiiiil, fuiniliiir y social.
De aquí deriva la necesidad de una progresiva
parlieipación de lodos los miembros de la familia
cristiana en la fuiearisti'a, sobre fodu los domingos
y días festivos, y en ios oíros sacramentos, de
modo particular en los de la iniciación cristiana
de los hijos. Las directrices conciliares han abier-
to una nueva posibilidad a la familia cristiana,
que ha sido colocatia entre los ^;rupos a los que
se recomienda la celebración comunitaria del Ofi-
cio divino (154). I'oiulnín asimismo cuidado las
familias cristianas en celebrar, incluso en casa
y de manera adecuada a sus miembros, los tiempos
y festividades del año litúrgico.
Para preparar y prolon^^ar en casa el culto
celebrailo en la ij:lesia, la familia crisii;uia recurre
a la oración privnda. (]ue presenta pian variedad
de formas. F.sta variedad, mientras testimonia la
rique/a exirao/dinaria con la que el l'spíritu anima
la iile{.'ariu cristiana, se adapta a las diversas
e\i>;encias y situaciones de vida de quien recurre
al ScMDr. Además de las oraciones de ia niañana
v de la noche, hav (|ue recomendar explícitamente
— siguiendo también las indicaciones de los padres
sinodales-— la lectura y meditación de la Palabra
lie Dios, la preparación a los sacramentos, la
devoción v con-^agratión al Corazón de jesús,
las varias toinias de culto a la Virj^cn Sanlíbima,
la hendieióti de la mesa, las expresiones de la
religiosidad popular.
Heniro del respeto debido a la libertad de
los hijos de Dios, la Iglesia ha pro)niesto y conti-
núa proponiendo a los fieles algunas prácticas
de piedad en las tpie pone una particular solici-
tud c insistencia. r,ntre éstas es de recordar el
rezo del rosario: "Y ahora, en continuidad de
intención con nuestros predecesores, queremos re-
comendar vivamente el rezo del santo rosario en
familia.... no cabe duda de que el rosario a la
Santísima Virgen debe ser considerado como una
de las más excelentes y eficaces oraciones comu-
nes que la familia cristiana está invitada a rezar.
Ouerenuis pensar y deseamos vivamente que
cuando un encuentro fainlliar se convierta en tiem-
po de oración, el rosario sea su expresión frecuen-
te y preferida" (155). Así la auténtica devoción
nuiriiui;», que se expresa en la unión sincera y
en el generoso r-et^uiniienlo de las actitudes espi-
rituales de In Virgen Santísima, constituye un
nieiiiü privilcgiatlo para alimentar la comunión
lie anjor de la familia y para desarrollar la espiri-
tualidad conyugal y familiar, i lla, la Madre de
Cristo y lie la Iglesia, es en efecto y de manera
especial la Madre de las familias eiistianas. de
las Iglesias domésticas.
Plegaria x v'da
02. No hay que olvidar nunca que la oración
es parte constitutiva y esencial de la vida cristia-
na considerada en su integridad y profundidad.
Más aún, pertenece a nuestra misma "Inmianidad"
y es "la primera ex|)resión de la verdad interior
del hombre, la primera condición de la auténtica
libertad del espíritu" (156).
Por ello la plegaria no es una evasión que
desvía del compromiso cotidiano, sino que consti-
tuje el tiupujc más fuerte para que la familia
cristiana asuma y ponga en práctica plenamente
sus responsabilidades como célula primera y fun-
damental de la sociedad humana. Fn ese sentido,
la efectiva participación en la vida y misión
de la Iglesia en el mundo es proporcional a la
fidelidad e intensidad de la oración con la que
la familia cristiana se una a la Vid fecunda,
que es Cristo (157).
De la unión vital con Cristo, alimentada pov
la liturgia, de la ofrenda de sí mismo y de
la oración deriva también la fecundidad de la
familia cristiana en su servicio específico de pro-
moción humana, que no puede menos de llevar
a la transformación del mundo (158).
3) La familia cristiana, comunicjad
al servicio del hombre
§j nuevo mandamiento del amor
61. I.a Iglesia, pueblo profético. sacerdotal
V real, tiene la misión de llevar a todos los hom-
bies a .'icogcr con fe la Palabrn do Dios, a
cclcbnirla y profesarla en los sacramentos y en
la plegaria, y finalmente a manifestarla en la vida
concreta so>;úii el don y el nuevo mandamiento
del amor.
La vida cristiana encuentra su ley no en un
código escrito, sino en la noción personal del Es-
píritu Sumo que anima y guía al cristiano, es de-
cir, en "la ley del espíritu de vida en Cristo Je-
sús" (15*^)): "el amor de Dios se ha derramado en
nuestros corazones por virtud del Espíritu Santo,
que nos ha sido dado" (160).
listo vale también para la pareja y para la fa-
milia cristianar su guía y norma es el fispíritu de
lesús. difundido en los corazones con la celebra-
ción ilel sacramento del matrimonio. Un continui-
dad con el bautismo de agua y del Espíritu,
el matrimonio propone de nuevo la ley evangélica
del amor, y con el don del Espíritu la graba más
prorundíinienlo en el corazón de los cónyuges
cristianos. Su amor, purificado y salvado, es fruto
del l'spíritu que actúa en el corazón de los creyen-
los y se pone a la vez como el mandamiento
fundamental de la vida moral que es una exigencia
de su libertad responsable.
Ea familia cristiana es así animada y guiada
por la ley nueva del Espíritu y en íntima comunión
con la Iglesia, pueblo real, es llamada a vivir
su "servicio" de amor a Dios y a los hermanos.
Como Cristo ejerce su potestad real poniéndose al
servicio de los hombres (161), así también el
cristiano encuentra el auténtico sentido de su par-
ticipación en la realeza de su Señor, compartien-
do su espíritu y su actitud de servicio al hombre:
"l'ste poiler lo comunicó a sus discípulos, para
c)ue también ellos queden constituidos en sobera-
na libertad y por su abnegación y santa vida ven-
zan en sí mismos el reino del pecado (cf. Rom 6,
12). Más aún, para que sirviendo a Cristo tam-
bién en los demás, conduzcan con humildad y
paciencia a sus Iicrmanos al Rey, cuyo servicio
equivale a reinar. También por medio de los fie-
les laicos el Señor desea dilatar su reino: reino
(le verdad y de vida, reino de santidad y de gra-
cia, reino de jiislicia, de amor y de paz. Un reino
en el cual la misma creación será liberada de la
scividumbrc de la corrupción para participar en
la libcrlad de la gloria de los hijos de Dios (cf.
Rom 8. 21)" (1(32).
Descubrir en cada hermano
[a imagen de Dios
64. Animada y sostenida por el mandamiento
nuevo de! amor, la familia cristiana vive la aco-
gida, el respeto, el servicio a cada hombre, con-
siderado siempre en su dignidad de persona y de
hijo de Dios.
Esto debe realizarse ante todo en el interior
y en beneficio de la pareja y la familia, mediante
el cotidiano empeño en promover una auttíntiea
comunidad de personas, fundada y alimentada por
la comunión interior de amor. Ello debe desarro-
llarse luego dentro del círculo más amplio de la
comunidad eclcsial en el que la familia cristiano
vive. Gracias a la caridad de la familia, la Iglesia
puede y debe asumir una dimensión más domés-
tica, es decir, más familiar, adoptando un estilo
de relaciones más humano y fratenio.
I.a caridad va más allá de los propios hermanos
en la fe, ya que "cada hombre es mi hermano";
en cada uno. sobre todo si es pobre, débil, si sufre
o es tratado injustamente, la caridad sabe descubrir
ti rostro de Cristo y un hermano al que hay que
amar y servir.
Para que el servicio al hombre se viva
en la familia de acuerdo con el estilo evangélico,
hay que poner en práctica con todo cuidado
lo que enseña el Concilio Vaticano II: "Para que
este ejercicio de la caridad sea verdaderamente
irreprochable, y aparezca como tal, es necesario
ver en el prójimo la imagen de Dios, según la
cual ha sido creado, y a Cristo Señor, a quien
en realidad se ofrece lo que al necesitado se
da" (163).
Ka familia cristiana, mientras con la carida(>
edifica la Iglesia, se pone al servicio del hombre
y del mundo, actuando de verdad aquella "promo
ción humana", cuyo contenido ha sido sintetiza-
do en el Mensaje del Sínodo a las familias: "Otro
cometido de la familia es el de formar los hom-
bres al amor y practicar el amor en toda relación
luimana con los demás, de tal modo que ella
no se encierre en sí misma, sino que pcnnanc7.ca
abierta a la comunidad, inspirándose en su senti-
do de justicia y de solicitud hacia los otros, cons-
ciente de la propia responsabilidad hacia toda
la sociedad" (lt>4)
CUARTA PARTE
Pastoral familiar:
tiempos^ estructuras^ agentes
y situaciones
f I • Tiempos de la pastoral familiar=^
La iglesia acompaña a
familia cristiana en su camino
t>5. Al igual qnc toda realidad vivicnie. lam-
bien la familia está llainada a desarrollarse y cre-
cer. Después de la preparación duranle el noviaz-
go y la celebración sacramental del matrimonio la
pareja comienza el camino cotidiano hacia la pro-
(jresiva actuación do los valores v ikbcres del
mismo matrimonio.
A la hi/ de la fe y en virtud de i.i esperan-
za, la familia cristiana participa, en comunión
con la Iglesia, en la experiencia de la peregrina-
ción terrena hacia la plena revelación y reali-
zación del reino de Dios.
Por ello hay qvie subrayar una \e/ más In
urgencia de la intervención pastoral de la Iglesia
152
en ítpoyo (le la f;imiMn. Hay que llevar a cabo
loila clase de esfuerzos para que la pasloinl de
la laniilia ad<iuii'rn consistencia y se desanolle.
<le(licándose a un sector verdaderamente priorita-
rio, con la cerlc/a de que la evangelización
en el futuro, dcpenilo en pr.in parle de la ¡picsin
doméstica (16'S).
La solicitud pastoral de la Iglesia no se limi
tara solamente a las familias cristianas más cerca
ñas, sino que, ampliando los propios horizontes
en la medida del Corazón de Cristo, se mostrará
más viva aún hacia el conjunto de las familias
en general y en particular hacia atiuellas que
se hallan en situaciohcs difíciles o irregulares.
Para todas ellas la Iglesia tendrá palabras de
verdad, de bondad, de comprensión, de esperan-
za, de viva participación en sus dificultades a
veces draniálicas: ofroci.rá a lodos su ayuda desin-
teresada, a fin de que puedan acercarse al modelo
de familia que ha querido el Creador "desde
el principio" y que Cristo ha renovado con su
gracia redentora
La acción pastoral de la Iglesia debe so
progresiva, incluso en el sentido de que debe
seguir a la familia, acompañándola paso a paso
en las diversas etapas de su formación y de
su desarrollo
Preparación
60. Un nuestros días es más necesaria quL
nunca la preparación de los jóvenes al matri-
monio y a la vida familiar. Un algunos países
siguen siendo las mismas familias las que. según
antiguas usanzas, transmiten a los jóvenes los
valores relativo^ :i ';i mi.'! • mionial y familiar
mediante una progr»...i\;i i t->ra de educación o
iniciación. Pero los cambios c|ue han sobrevenido
en casi todas las sociedades modernas exigen
que no sólo la familia, sino también la sociedad
y la Iglesia se comprometan en el esfuerzo de
preparar convenientemente a los jóvenes para
las respciisiibilidiitl^ ile su íutm o. Miiclios fenó-
menos negativos que se lamentan hoy en la vida
familiar deri\an del hecho de que. en las nuevas
situaciones, los jóvenes no sólo pierden de vista
la justa jcrai(|uía ilc valores, tiiiio que, al no
poseer ya eriieiios scí^uios Je eotnporlamiento.
no saben eóino afionlar y resolver las nuevas
íiitieuitacles. I.a experieneia enseña en cambio
que los jóvenes bien preparados para la vida
familiar, en jieneral van mejor (juc los demás.
r.sto vale más aún para el matrimonio cristia-
no, cuyo influjo se extiende sobre la santidad
de laníos lioinbros y mujeres. Por esto, la Iglo-
>ia debe jMomovcr programas mejores y más
intensos de preparación al matrimonio, para eli-
níinar lo más posible las dificultades en que
se debaten tantos matrimonios, y más aún para
favorecer positivamente el nacimiento y madurez
de los matrimonios logradc>s.
La preparación al matrimonio lia ilc ser vista
y actuada como un proceso gradual y continuo.
I:n efecto, comporta tres momentos principales:
una preparación remota, una próxima y otra
inmediata.
I.ii prcpuiiicióii vaiiota comieiv/a desde la in-
fancia, en la juiciosa pedagogía familiar, orientada
a conducir a los niños a descubrirse a sí m'tsmos
como seres dolados do una rica y compleja sico-
logía y de una personalidad particular con sus
fuerzas y debilidades. r,s el período en que se
imbuye la estima por todo auténtico valor humano,
lauto en las relaciones inlcrpersonalcs como en
las sociales, con lodo lo que significa para la
fonnaeión del carácter, para el dominio y recto
uso de las ptopias inclinaciones, para el modo
de considerar y encontrar a las personas del
otro sexo, ele. Se exige, además, especialmente
para los cristianos, una sólida formación espiritual
y catcquética, que sepa mostrar el matrimonio
como una verdadera vcKación y misión, sin ex-
cluir la posiltilidad del ilon total de sí mismo
a Dios en la vocación a la vida sacerdotal o
religiosa.
Sobre esta base se piograinará después, en
¡lian amplio, la preparación próxima, la cual
comporta — desde la edad oportuna y con una
adecuada catcquesis, como en un camino catecu-
menal — - una preparación más específica para
los sacramenlos. como un nuevo descubrimiento.
Esta nueva catcquesis de cuantos se preparan
al maliimonio ciistiiino es ;ibsoUitamcMlc necesa-
ria, a fin cíe que el sacramonlo se celebre y
se viva con l;is ciel^iilas clispusieiones morales
V espirituales. I.a liirniai.iún reIij:ioM'i de los jó-
venes deberá ser integrada, en el nioniciUo opor-
tuno y según las diversas exigencias concretas,
por una preparación a la \ida en pareja que.
presentando el matrimonio como tina n.lación
interpersonal del liombtv y de la mujer llamada a
desarrollarse conlinunmcnte. estimule a profundi-
zar en los problemas de la sexualidad conyugal y
de la paternidad responsable, con los conocimien-
tos niédico-hiológieos esenciales que están en co-
nexión con ella y los eiicnminc a la familiaridad
eon rectos métodos de educación de los hijos, fa-
voreciendo la adiiuisieión de los elementos de ba-
se para una ordenada conducción de la familia
(trabajo estable, suficiente disponibilidad finan-
ciera, sabia administración, nociones de economía
domestica, etc.).
l'inalmente. no se deberá descuidar la prepara-
ción al apostv>lado familiar, a la fraternidad y
colaboración con las demás familias, a la inser-
ción activa en grupos, asociaciones, movimionlos
c iniciativas que tienen como finalitlad el bien
humano y cri-^iiano de la familia.
La preparación innicJiata a la celebración
del sacramento del matrimonio debe tener lugar
en los Ollimo'; meses y semanas que preceden
a las nu|KÍas. como para dar un nuevo signifi-
cado, nuevo contenido y fonna nueva al llama-
do examen prematrimonial exigido por el derecho
canónico. Pe lodos modos, siendo como es siempre
necesaria, t.il ¡■«reivnaeión se imixnie con mayor
urgencia para aciuellos novios que presenten
aún carencias y dificultatles en la doctrina y
en la práctica cristiana.
r.nlre los elementos a comunicar en este ca-
mino de fe. análogo al cateeumenado. debe haber
también un conocimiento serio del misterio de
Cristo y de la Iglesia, de los significados de la
gracia y responsabilidad del matrimonio cristiano.
a<:í como la preparación para tomar parte activa
y consciente en los ritos de la liturgia nupcial.
A las distintas fases de la preparación malri-
inoniiil — descritas antcriormonlc sólo a grande
rasgos indicaiivos — deben scnlirse comproniclidas
la familia cristiana y toda la comunidad cclcsial.
ÍIs deseable que las Conferencias F.piscopalcs,
al ipuai cjuc están interesadas en oportunas ini-
ciativas para ayudar a los futuros esposos a que
sean ni;is conscientes do la seriedad de su elec-
ción y a los pastores de almas a que se cercioren
de las convenientes disposiciones, así también
procuren que se publique un directorio para la
pastoral Je la familia. IZn él se deberán cslablc-
cer ante todo los elementos mínimos de conteni-
do, de duración y de método de los "cursos de
preparación", equilibrando entre ellos is diver-
sos asiiectos — doctrinales, pedapó^itos ' pales y
i\u'dicos — c|ue interesan al matrimonio, y eslruc-
tur.indolos de manera que cuantos se preparen
al mismo, además de una profundi/ación intelec-
tual, se sicni.in animados a inscrir'"-e vitalmente
:ti la comunidad cclesial.
Aunque no hay que infravalorar la nece-
sidad y obligatoriedad de la preparación inme-
diata al matrimonio — lo cual sucedería si se
dispensase fácilmente de ella — , sin embargo tal
preparación debe ser propuesta y actuada de
manera que su eventual omisión no sea un impc-
ilimenlo pata la celebración del matrimonio.
Celebración
67. 1:1 matrimonio cristiano exige por norma
una celebración litúrgica, que exprese de manera
social y comunitaria la naturaleza esencialmente
cclesial y sacramental del pacto conyugal entre
los bautizados.
En cuanto pesio sacraiiicitíal de santificación,
la celebración del matrimonio — insenda en la
liturgia, culmen de (oda In acción de la Iglesia
y fuente de su fuerza santificadora (166) — debe
ser de por sí válida, digna y fnietuosa. Se abre
nquí mi campo amplio para la solicitud pastoral,
al objeto ile satisfacer ampliamente las exigencias
derivadas de la naturaleza del pacto conyugal
elevado a sacramento y observar además fielmente
la disciplina de la Iglesia en lo referente al
libre conscniimictito, los impedimentos, la forma
canónica y el rilo mismo ilc 1h cclcbrnción. Este
úllimo dcíic ser sencillo y dipno, según las nonnas
de las compelcnlcs autoridades do la Iglesia,
a lap que corresponde a sii vez — según las
circuní-tancias concretas do tiemfX) y de lugar
V en conformidad con las normas impartidas
por la Sede Apostólica (167) — asumir cvcntual-
mcntc en la celebración litúrgica aquellos ele
memos propios de cada cultura que mejor se
prestan a expresar el profundo significado humano
V religioso del pacto conyugal, con tal de que
no contengan algo menos conveniente a la fe
V n la moral cristiana.
En cuanto siyjw. la celebración litúrgica debe
llevarse a cabo de manera que constituya, incluso
en su desarrollo exterior, una proclamación de
la Palabra de Dios y una profesión de fe de
la comunidad de los creyentes. El empeño pasto-
ral se cxprcsavií aquí con la preparación inteligen-
te y cuidailosa de la "liturgia de la Palabra"'
y con la educación a la fe de los que parti-
cii)an en la celebración, en primer lugar de los
que se casan.
En cuanto ncsío sacniiuciitul de la ¡ulcsia.
la celebración litúrgica del matrimonio debe com-
prometer a la comunidad cristiana, con la parti-
cipación plena, activa y re"=poiTs;iblc de todos
los presentes, según el puesto e incumbencia
de cada uno: los esposos, el sacerdote, los testi-
gos, los padres, los amigos, los demás fieles, todos
los miembros de una asamblea que manifiesta
y vive el misterio de Cristo y de su Iglesia,
Para la celebración del matrimonio cristiano
en el ámbito de las culturas o tradiciones ances-
trales, se sigan los principios anteriormente enun-
ciados.
Celebración del matrimonio
X evapqelización
de los bautizados no creyentes
68. i'recisamente poniiic en la celebración
del sacramento se reserva una atención especial a
las disposiciones morales y espirituales de los
contraycnics. en concreto a su fe. hay que afron-
tar acjuí una dificultad basiante frecuente, que
pueden encontrar los Pastores de I.i Iglesia en
el cotexto de nuestra sociedad secularizada.
En efecto, la fe de quien pide desposarse
ame la Iglesia puede tener,, grados diversos y es
deber primario de los Pastores hacerla redes-
cubrir, nuiriria y hacerla madurar. Pero ellos
deben comprender también las razones que acon-
sejan a la Iglesia admitir a la celeltración a
quien está imperfectamente dispuesto.
ni ?acran)enlü del matrimonio tiene esta pecu-
liaridad respecto a los otros: ser el sacramento
de una realidad que existe ya en la economía
de • la creación: ser el mismo pacto conyugal
instiluiilu jHir el Creador "al principio". La deci-
sión pues del hombre y de la mujer de casarse
según este i>royecto divino, esto es, la decisión
de comprometer en su respectivo consentimiento
conyugal tv)da su vida en un anuM- indisoluble
y en una fidelidad incondicional, iiiijiliea real-
mente, aunque no sea de manera plenamente
consciente, una actitud de obediencia profunda
a la voluntad de Dios, que no puede darse
sin su gracia, l.llos quedan ya por tanto inseri-
dos en un verdadero camino ile salvación, que
la celebración ilcl sacramento y la inmediata pre-
paración a la misma pueden completar y llevar
a cabo, dada la rectitud de su intención.
Es verdad, por otra parto, que en algunos terri-
torios, motivos de carácter más bien social que
auténticamente religioso impulsan a los novios a
pedir casarse en la iglesia, listo no es de extra-
ñar. En efecto, el matrimonio no es un aconteci-
miento que afecte solamente a quien se casa. Es
por su misma naturaleza un hecho también social
que compromete a los esposos ante la sociedad.
Desde siempre su celebración ha siilo una fiesta
que une a familias y amigos. De ahí ¡mes que ha-
ya también motivos sociales, además de los perso-
nales, en la petición de casarse en la iglesia.
Sin embargo no se debe olvidar que est^>s no-
vios, por razón de su bautismo. esl;in ya realmen-
te inseridos en la Alianza esponsalicia de Cristo
con la Iglcsin y que, diitia su reda inicncióii, han
aceptado el proyecto de Dios sobre el matrimonio
y consiguientemente — al menos de manera im-
plícita— acatan lo que la Iglesia tiene intención
de hacer cuando celebra el matrimonio. Por
tanto, el solo hecho de que en esta petición haya
motivos también de carácter social, no justifica
un eventual rechazo por parte de los Pastores.
Por lo deinás, como ha enseñado el Concilio Va-
ticano 11, los sacramentos, con las palabras y los
elementos rituales nutren y rolnistecen la fe
(168); la fe hacia la cual están ya orientados en
virtud de su rectitud de intención ciuc la gracia
de Cristo no deja de favorecer y siisiener.
Querer establecer ulteríorc; criterios ile admi-
sión a la celebración eclesial del matrimonio, que
debieran tener en cuenta el grado de fe de los
que están próximos a contraer matrimonio,
comporta además muchos riesgos. I:n primer lu-
gar el de pronunciar juicios infundados y discri-
minatorios; el riesgo además de suscitar dudas
sobre la validez del matrimonio ya celebrado, con
grave daño para la comunidad cristiana, y de
nuevas inquietudes injustificadas para la concien-
cia de los esposos; se caería en el peligro do
contestar o de poner en duda la sacramcnlalidad
de muchos matrimonios de hermanos sepaiados
de la plena comunión con la Iglesia católica, con-
tradiciendo así la tradición eclesial.
Cuando por el contrario, a pesar de los es-
fuerzos hechos. los contrayentes dan muestras de
rechazar de manera explícita y formal lo que la
Iglesia realiza cuando celebra el matrimonio de
bautizados, el Pastor de almas no puede admi-
tirlos a la celebración. Y, aunque no sea de
buena gana, tiene obligación de tomar nota de la
situación y de hacer comprender a los interesados
que, en tales circunstancias, no es la Iglesia sino
ellos mismos quienes impiden la celebración que
a pesar de todo piden.
Una vez más se presenta en toda su urgencia
la necesidad de una evangclización y catcquesis
pre-malrimonial y post-malrimonial puestas en
práctica por toda la comunidad cristiana, para
que lodo hombre y toda mujer que se casan, ce-
lebren el sacramento del matrimonio no sólo vá-
lida sino también fructuosamente.
( CONCLUIRA EN EL NUMERO PROXIMO)
MENSAJK DEL CARDENAL ARZOBISPO DE QUITO
A LA IGLESIA Y PUEBLO DEL ECUADOR
Con motivo de la preparación al IV Congreso Eucaristico Boliva-
riano que tendrá lugar en Panamá del 11 al 18 ae abril próximo, el
Cardenal Pablo Muñoz Vega, Arzobispo de Quito y Presiaente de la
Conferencia Episcopal dirige el siguiente mensaje a la Iglesia y al
Pueblo del Ecuador.
"Ha llegado el momento de dar resonancia nacional al anuncio de
un grande acontecimiento religioso ya próximo: La celebración en la
ciudad de Panamá del IV CONGRESO EUCARISTICO BOLiVARlA-
NO.
"El día 11 de abril, en la Vigilia Pascual, se proclamará solemne-
mente la apertura de este Congreso, preparado por la Iglesia de Pana-
má a lo largo de todo un "año de gracia". Desde el domingo de Pascua
hasta el domingo 18 de abril, los pueblos de las naciones bolivarianas
estarán presentes en esta gran cita cucarística mediante sendas Delega-
ciones de Obispos y fieles. El jueves 15 es el Día del Ecuador en el
homenaje a Jesucristo honrado y glorificado como PAN DE VIDA,
según lo proclama el lema del Congreso.
"Este es el programa del grande evento religioso. Pero lo que más
importa es valorar debidamente su significado. Mo se comprendería
bien el (Congreso Eucaríslico Bolivariano del presente año. si no se
tiene en cuenta la trayectoria (jue ha sido preciso recorrer. Hacia el
año 1949 los pueblos bolivarianos buscaban a nivel civil un camino
de unidad para sus acuciantes problemas y lanzaban el proyecto del
"Pacto Andino"; pero necesitaban un fundamento espiritual para
consolidar su amistad. Fue en la ciudad de (iali en la que nuestras
Iglesias del área bolivariana sintieron por primera vez que era preciso
160
dar este sentido de unidad espiritual a su asamblea eclesial y fue así co-
mo se celebró en dicho año < 1 primer Congreso F^ucarístico Bolivaria-
no.
"La providencial iniciativa permaneció viva en el corazón de la Je-
rarquía y así en 1956 la ciudad de Caracas tuvo el privilegio de ser
la sede del II Congreso. De nuevo en un mundo que se había horrori-
zado ante el espectro de la guerra y que, sin embargo, no lograba su-
perar la tentación de la violencia fratricida, los pueblos bolivarianos
escuchaban la invitación divina a buscar su vinculación espiritual
uniéndose en torno a la F^ucaristía como en su centro de gravedad.
"En ese tiempo la egregia figura de Pío XII abría con sus encícli-
cas y mensajes los pórticos del Concilio Vaticano II, que iba a reno-
var tan profundamente la acción pastoral de la Iglesia bajo la guía del
humilde Pontífice Juan XXllI. Así llegó el año 1974 y llegó para
Quito el privilegio de ser la sede del 111 Congreso Eucarístico Boliva-
riano justamente cuando recurría el primer centenario de la consagra-
ción oficial y pública de nuestra Nación al Corazón de Jesús. El tiem-
po transcurrido desde 1956 hasta 1974 estuvo bajo la égida de ese
grande Concilio y de la Conferencia de Medellín. La cita eucarística
bolivariana de 1974, celebrada en Quito, fue importante porque en
medio de las tensiones aun no apaciguadas y resueltas de la renova-
ción conciliar, halló para el tema de la Uberación la respuesta lumino-
sa e mtegral que dimana del misterio de la Eucaristía, el misterio por
excelencia de la fraternidad y de la unidad.
"Este año el contexto en el que va a celebrarse el IV Congreso Eu-
carístico Bolivariano es particularmente dramático en el área geopo-
lítica en que se encuentra Panamá. Centroamérica se encuentra bajo
el signo de la violencia política, fruto a su vez de otras violencias lar-
ga e insistentemente perpetradas, y caldeada por la intervención de
fuerzas ideológicas y políticas que viven en tensión internacional per-
manente por el dominio del mundo. .
En Panamá vamos a unirnos en torno a la Eucaristía para abogar
por la paz "que debe realizarse en la verdad, debe construirse sobre
la justicia, debe estar animada por el amor, debe hacerse en la liber-
tad^' (Juan XXIII y Juan Pablo II).
"Hacemos a todos nuestros conciudadanos un apremiante llama
161
miento para unirnos a nuestros hermanos (\v la Ifíicsia de Panamá <'n
la realización de este Cotífíreso. acercándonos todos a la Kucaristía pa-
ra rendirle nuestro lionícnaje como a l''uent<' de Keí onciliación l'rent»'
a la realidad de la violencia''.
Quilo, 27 de marzo de 1^82
o
162
HOMILIA EN LA MISA DE CLAUSURA
DEL III CONGRESO MISIONERO NACIONAL
En el Coliseo Julio César Hidalgo de esta Ciudad de Quito,
su Eminencia el Cardenal Arzobispo de Quito, pronunció la
Homilía que se publica a continuación, con motivo de la
clausura del III Congreso Misionero Nacional, clausura que se
realizó el 5 de marzo de 1982.
Con vuestra marcha de heraldos del ideal de las misiones y con vues-
tra presencia en este Coliseo estáis dando vosotros los jóvenes una gran
Noticia: la del comienzo de una nueva época misionera para la Iglesia
ecuatoriana. Nuestra Iglesia del Ecuador entra en la aurora de un nue-
vo periodo de su historia cuya característica será la de su apertura to-
tal a la gran empresa de la evangelización del mundo que no conoce
aún a su Redentor, Jesucristo.
Si alguien del mundo profano que nos rodea os dirigiera la pregunta:
Vosotros ¿quiénes sois? Daríais la respuesta vibrante: somos cristianos
por la gracia de Dios; somos la generación joven de la Iglesia católica,
y nos gloriamos de serlo.
iSi'! Esta respuesta está en vuestro corazón, vibra en vuestros labios.
Pero hay además otra pregunta; hay la pregunta de fuego con la que
la Palabra divina nos ha interpelado en este III Congreso nacional mi-
sionero. Habitan en nuestro mundo más de 3.000 millones de personas
a las que todavía no ha llegado el mensaje de salvación. "Si nosotros no
les anunciamos el Evangelio, gracias a la infinita misericordia de Dios,
estos hombres podrán salvarse por otros caminos; pero nosotros podre-
mos salvarnos si por negligencia, por miedo, por vergüenza, o por falsas
ideas, omitimos anunciárselo?". ¿Podría una joven, podrá un joven, que
son cristianos por la gracia de Dios, permanecer tales si hacen caso omi-
163
so de toda tarea de evangelización? ¿Podría una Iglesia que se gloria
de ser católica permanecer tal si no es misionera?.
La respuesta ya la hemos recibido todos en este Congreso. La fe de
un cristiano que no asume compromiso alguno en la difusión y exten-
sión del Evangelio, es una fe en agonía. La vida de una Iglesia que no
fomenta la dimensión misionera es una vida en agonía. "Ay de mí si
no evangelizo", decía San Pablo. Igual exclamación debe brotar de
nuestros corazones después de este Congreso: ¡Ay de la comunidad
católica que no evangeliza!; iay del centro católico de educación que
no evangeliza!; iay de la familia cristiana que no evangeliza!; y, digá-
moslo aquí con acento vibrante, ¡ay del joven católico, ay de la joven
católica, si no evangelizan!
Para nuestra Iglesia en el Ecuador ha llegado una hora en la que debe
dejar cuestionarse saludablemente por la Palabra divina
Durante las jornadas de este Congreso hemos sentido palpitar el co-
razón de la Iglesia ecuatoriana misionera: forman ese corazón los mi-
sioneros y misioneras, nacidos unos en esta tierra ecuatoriana, nacidos
otros en la madre Patria, o en la bella Italia, o en la hermana República
de Colombia, o en otras naciones no menos cultas y generosas. Son sa-
cerdotes, religiosas, laicos que nos ha hecho sentir que se reactualiza el
prodigio de ser "un alma sola y un solo corazón" como en la Iglesia
naciente. En las intimidades de este corazón hemos sentido cuan hon-
da es la que estamos llamando pregunta de fuego, pregunta que con
razón debe cuestionarnos más particularmente a los que somos ecuato-
rianos por nacimiento: ¿eso no nuestra Iglesia en el Ecuador una Igle-
sia verdaderamente misionera?.
En una asamblea como ésta, caracterizada por esta presencia masiva
de la juventud ecuatoriana, todo debe ser sincero. Pues bien; siendo
sinceros tenemos que decir que hasta aquí nuestra Iglesia ecuatoriana
no ha llegado a esa madurez que se refleja en una toma de conciencia
plena, vital, dinámica, de su deber de ser misionéra, es decir, de sentir-
se a fondo responsable de la implantación del Evangelio sea en los gru-
pos humanos que no conocen a Jesucristo dentro de nuestro mismo
territorio nacional y sea en los pueblos inmensamente numerosos a los
que no llega su divino mensaje.
164
Basta hacernos unas preguntas breves: ¿Cuántos son los heraldos del
Evangelio que hayan dejado Patria y familia en el Ecuador para ser mi-
sioneros en ese inmenso mundo que no conoce a Cristo? ¿Cuántas son
en nuestras Diócesis las comunidades cristianas, parroquiales, o de ba-
se, que hayan tomado conciencia integral de que tienen que ser por na-
turiileza misioneras, como lo es ia Iglesia entera? ¿Cuántos son entre
nosorros los católicos que en su oración vivan más que sus preocupa-
clones familiares y personales, la gran preocupación de que existan
3.000 millones de no— cristianos cuya conversión hay que implorar de
manera incesante?.
Nuestra Iglesia en el Ecuador tiene necesidad de una honda, de una
fuerte conversión; necesita de la conversión que la transforme en Igle-
sia misionera, en el sentido especifico que tiene esta gran palabra reve-
ladora de la naturaleza misma de la Iglesia universal.
Pero ya desde algunos lustros hemos tomado el compromiso de esta
conversión. Y hoy, yo quiero llevar a este altar come el fruto más pre-
cioso del Congreso misional la decisión que tomamos todos de dar un
gran impulso a ia animación misionera de la entera Iglesia ecuatoriana.
Hoy, colocando nuestra esperanza en Mana, la Estrella de la evangeli-
zación, nos ponemos en marcha para acelerar esa conversión que pon-
ga a nuestra Iglesia en una nueva época de su historia. Pero para llevar
a cabo esta gran tarea contamos ante todo con vosotros, los jóvenes.
Vosotros sois la gran esperanza de la transformación misionera del
Ecuador católico.
¿ Por cuál razón podéis ser vosotros el punto central de la anima-
ción misionera que puede transformar nuestra Iglesia ? Porque en la
tarea misionera hay una palabra que es la primera y es también la úl-
tima: es la palabra Amor. Y Dios ha hecho el corazón humano de tal
manera que precisamente en la juventud se nos convierta esa palabra
en luz y vida. La caridad infundida por el Espíritu Santo cuando otor-
ga el don de la vocación misionera es un dulcísimo y loco amor de
Dios y de los hombres, que no es de la tierra. El amor a Cristo están
bello e inefable que el corazón de los hombres no alcanza a pensarlo,
ni sus ojos a verlo, ni sus oídos a escucharlo. Con este Amor todo se
hace claro en la vida de un misionero, de una misionera.
En la sociedad moderna unos escogen el dinero, el placer, la gloria;
165
otros consagran y consumen su vida por el prestigio de la ciencia, del
poder; otros la desgastan por las conquistas de un primer puesto, de
un campeonato; ios misioneros lo han dejado todo, se han separado de
todos esos afanes, han renunciado a todos los bienes que los tentaban,
se han renunciado a si mismo, porque en la sociedad humana han es-
cogido única y exclusivamente este Amor: Este Amor por el que no
anhelan saber, ver y ainar en el mundo sino los corazones de sus her-
manos, para los que quieren este Bien infinito, que es Jesús. Este es el
secreto de su misión.
Dijo Jesús: "he venido para enviar fuego a la tierra, ¿y qué quiero
sino que arda?" Esta ha sido la grande gracia de estos días. El fuego
sagrado del Señor estuvo con nosotros. Fuimos como una zarza ardi-
ente estos días dquí en la capital de nuestra Nación. No hay sin duda
entre vosotros joven alguno que no tenga ya el don de una centella de
este fuego santo. Ahora la Iglesia ecuatoriana os pide por mi medio
que lo mantengáis vivo y abrasador y lo llevéis a toda la juventud ecua-
toriana, en todo sitio y en cualquier encrucijada en la que se encuen-
tre, hasta que arda por doquier, y hasta que de este crisol de anima-
ción espiritual de la que quedáis constituidos nuevos heraldos, salga
la nueva Iglesia misionera ecuatoriana, que será gloria de Cristo y glo-
ria también vuestra.
+PabIo Crad. Muñoz -Vega S.J./
166
SERVICIO INFORMATIVO DE LA IGLESIA EN AMERICA LATINA
( SIAL )
LO QUE PASA EN EL SALVADOR
DECLARACION DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL
( 17 de Febrero de 1982 )
Los Obispos de El Salvador, reunidos en forma extraordinaria el día 17 de fe-
brero de 1982, hacen la siguiente declaración:
1. - Para la Iglesia el criterio que la guía e ilumina es el bien integral del pueblo. La
mayoría del pueblo salvadoreño rechaza tanto la violencia de la izquierda y de
la derecha como los abusos de elementos del Ejército y de los Cuerpos de Segu-
ridad.
2. - Constatamos que el conflicto -que tiene causas internas- se ha internacionaliza-
do de tal forma que las decisiones para la solución del mismo se escapan de las
manos de los salvadoreños. Es un hecho que las grandes potencias contribuyen
a mantener el conflicto.
3. - El presente conflicto, degenerado en terrorismo, se ha acentuado en este mo-
mento en varias zonas del país por parte de los grupos armados comunistas
( FMLN ) para impedir las elecciones. Los medios de comunicación social, a ni-
vel internacional, han maximizado y distorsionado estos hechos creando una
imagen falsa de lo que pasa en el país.
4. - Creemos que las elecciones, a pesar de lo anormal de las circunstancias, son un
medio pacífico para que esa mayoría del pueblo que ha dicho NO a la violen-
cia tenga la oportunidad de expresar su voluntad. Esto puede ser el inicio de una
solución del conflicto curmado.
5. - Reiteramos, una vez más, que el problema de El Salvador lo debe solucionar el
pueblo salvadoreño.
San Salvador, 17 de Febrero de 1982.
José Eduardo Alvarez, C.M. Obispo de San Miguel, Vicario Castrense, Presidente
de la CEDES.- Pedro Amoldo Aparicio y Q. Obispo de San Vicente, Vite-Presi-
dente de ta CEDES.- Arturo Rivera Damas. Obispo de Santiago de Mana, Ad-
ministrador Apostólico de San Salvador.- Marco Rene Revelo. Obispo de San-
ta Ana.- Freddy Delgado A Srio. Gral. de la CEDES.
167
LA SITUACION DE NICARAGUA
MhNSAJI l)h LAÍ ONI hRliNCIA FPISCOPAL
( 18 de Febrero de 1982 )
A nuestro pueblo creyente y fiel
A las familias nicaragüenses de niiskitos, sumos y ladinos
A nuestros colaboradores: sacerdotes, diáconos, religiosos,
religiosas y delegados de la Palabra de Dios
A las autoridades gubernamentales
A todos los hombres de buena voluntad
Nuestro saludo de Pastores y Hermanos en la Iglesia de Cristo que peregrina en
nuestra Patria y en el mundo.
CONSTATAMOS UNA DQLQRQSA SITUACION:
Los sucesos que ocurrieron en la zona del Río Coco, frontera con Honduras, en
el Departamento de Zelaya, Nicaragua, desde Diciembre de 1981 y que han culmi-
nado por una parte con el traslado masivo de poblaciones miskitas enteras hacia el
interior del territorio nacional, y por otra parte con la huida de un número consi-
derable de la población de esa ¿ona a territorio hondureno, han tenido efectos do-
lorosos entre los habitantes todos: Miskitos, Sumos y Ladinos de esa región.
Ls bien conocido iiue, los encuentros armados ocuriidos en esos meses y en esa
zona piodüjeron la muerte de muchos milicianos y soldados del Ejército Popular
Sandinista así como la muerte de muchos de sus adversarios políticos y también la
de algunos ciudadanos no involucrados.
Como resultado de estos acontecimientos hay decenas de detenidos y han sido
evacuados por el ejército casi todos los pueblos a lo largo del río Coco. Si militar-
mente es posible explicar la evacuación masiva de esos pueblos, tenemos sinenibar-
go que lamentar, desde el punto de vista humano y cristiano el desplazamiento de
los grupos indígenas que ha estado radicados en esas regiones desde tiempos inme-
moriables: Desplazamientos, tanto a los asentamientos establecidos por el (iobier-
no en el interior de la República, como a territorio hondureño a donde muchos
han huido impulsados quizás por el miedo o por las maneras a veces drásticas con
que los anteriores fueron trasladados a los asentamientos citados.
Como Pastores de todo nuestro pueblo sentimos profundamente el dolor provo-
cado por el desarraigo de sus regiones de todos estos hermanos y queremos hacer
llegar a todos ellos constancia de nuestro dolor, de nuestra preocupación, de nues-
tro cariño paternal y de nuestra solicitud pastoral.
168
NUESTRA REFLJbjqQN^ANTh fc^STQS HECHOS :
Reconocemos a las Autoridades Gubernamentales, su derecho a disponer las
neccsanas medidas para garantí^ar la defensa e mtegridad del territorio de la IV
Reconocemos así misn.o la autonomía del Estado y su derecho para determi-
na, la miplantactón de med.das militares de energencia en todo o en parte de Te.
rril . rio nacional para hacer efectiva la defensa del país
Smembargo queremos recordar a todos que, hay derechos malienables que en
mng..na circunstancia se pueden conculcar y, constatamos con dolo osa so^Pre^
n n ^:«"<':f.«tos, se han dado graves violaciones a los S ^hos hu-
manos de mdividuos y íamüias e incluso de poblaciones enteras
aentiíador^' '''''' ^^^^'^ ' ''''
r^a^coTlotíélSerf'' ^"f^^^^"^^ consideración pa-
ra con los débües, los ancianos, las mujeres y los niños
Las vejaciones y las acusaciones de colaboración contrarrevolucionaria a
núcleos enteros de la población. líicvoiucionaria a
La destrucción de viviendas, haberes y animales domésticos
Incluso, la muerte de personas en circunstancias que, muy a nuestro ne-
<.nn i'""h '^'""'"^ '^"^ pueblo' hermanos '
Son hechos que, nos impulsan a denunciar vigorosamente tales actitudes de
parte de quienes por tener el poder y la fuerza deben ser siempre iL p mero^^ en
ga antizar la vigencia de tales derechos humanos; y a urgir de las autoridres com
Por otra parte, al recordar que, si bien la integridad del territorio nacional se
no ta„,bién la identidad de nuestras antiguas'nacionalidades S^^^^^ '''''
QBSHRVACIQNES F1NAI_PS
Después de haber expuesto brevemente, estos hechos, que denotan una situa-
ción de irrespeto a la dignidad de la persona humana y Violación a sus derechos
Por nuestra parle, con,., Db.spos ( aróJicos. I,are,n„s lodo l„ posible porque la
169
tarea de evangelización no se detenga, asegurándoles la visita periódica de su Obis-
po, de sus sacerdotes, de sus diáconos y de sus religiosos y religiosas.
Esta Conferencia Episcopal en comunión con nuestros hermanos de la Costa
Atlántica, piden a los fieles católicos su oración y su colaboración generosa en la
colecta que se efectuará en todas las Iglesias del país y en todas las Misas que se
celebren el Domingo, 7 de Marzo, 2do. de Cuaresma
Al decretar este día de oración y colaboración en favor de nuestros hermanos
de la Costa Atlántica, somos conscientes que al hacer esta denuncia, no desconoce-
mos los esfuerzos del Gobierno, para atender a los damnificados de esta región.
Nuestra Institución Caritas de Nicaragua, deberá colaborar de acuerdo a los deseos
de la Conferencia Episcopal. Rogamos a las instituciones u organismos no eclesia-
les ayudar a los hermanos de la Costa Atlántica. Pedimos al Gobierno que les
otorgue facilidades para prestar este servicio directamente a los necesitados.
Finalmente, en la imposibilidad de poder ayudar directamente a los que se en-
cuentran por las mismas razones en territorio hondureño, apelamos a la caridad
de nuestros hermanos de la Conferencia Episcopal de Honduras y a la fraterna ge-
nerosidad de sus instituciones eclesiales.
Bajo la protección maternal de María Inmaculada a cuyo corazón está consa-
grada nuestra Patria, hacemos público este mensaje, en Granada a los dieciocho
días del mes de febrero de mil novecientos ochenta y dos.
CÜWILIUNllA tPiSCUMAL DL NICARAGUA
irzot) 1 s[)0 ue
Pres i dente
MdlldiJUd
Mons . Pdblo A.
Obispo de Juiijd
VI ce -Pr es i dente
be(. retd rio
O ¿xtu^-U£<Uv^í4«-i<A.^^ Obispo de Mdtdytfijxí y
4ns. .dlvddor bchldefer. Admi nij. trdd;>/Aí^ t. de León
Vicario Apostólico de liluefields
dón.
Müil^ fi^<^*^fvdyK(5be1o,
Obispo Auxilidr de Managua
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Morhv,_^uDen
Obispo de E
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