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Full text of "Carta pastoral sobre problemas del apostolado moderno : seguida de un catecismo de verdades oportunas que se oponen a los errones contemporaneos"

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LiBRARY  OF  PRINCETOi  7 


MAY  ~2  2008 
THEOLOGICAL  SEMINAR 


BT  1103    .M39  1955 
Mayer,  Antonio  de  Castro, 
1904- 

Carta  pastoral  sobre 

problemas  del  apostolado 


Digitized  by  the  Internet  Archive 
¡n  2014 


https://archive.org/details/cartapastoralsobOOmaye 


D.  ANTONIO  DE  CASTRO  MAYER 
OBISPO  DE  CAMPOS  (BRASIL) 


CARTA  PASTORAL 

SOBRE  PROBLEMAS  DEL  APOSTOLADO  MODERNO 


SEGUIDA   DE  UN 

CATECISMO 

DE  VERDADES  OPORTUNAS  QUE  SE  OPONEN 
A  LOS  ERRORES  CONTEMPORANEOS 


Colección  «Fe  integra»,  núm.  10 
OJbra  de  Cooperación  Parroquial  de 

Cristo  Rey 
Santa  CJara,  4,  2.°  -  Teléf.  22  66  07 
MADRID 


SECRETARIADO  "CRISTO  REY" 
Santa  Clara,  4,  2.°  -  Tel.  22  66  07 
MADRID 


Colección  «FE  INTEGRA» 

1  Discurso  del  Cardenal  Ottaviani  sobre  los  deberes  del  estado 
católico  con  la  Religión,  con  introducción  del  Rvdmo.  P.  Juan 
Terradas  Soler:  2  ptas.— 2.  ¡Libertad!  Folleto  sobre  la  verda- 
dera libertad,  0,50  ptas.— 5.  Historia  del  Misterioso  Encuen- 
tro, 0,10  ptas.— 6.  A  propósito  del  Padre  Eombardi,  0,50  ptas. 
7.  Peligro  para  el  bien  común,  por  Monseñor  Zacarías  de 
Vizcarra;  0,50  ptas.— 8.  Su  Santidad  Pío  XII,  Encíclica  uHu- 
mani  Generis",  1,50  ptas.— 9.  El  verdadero  y  el  falso  patrio- 
tismo, 1  pta.— 10.  Carta  Pastoral  del  Excmo  y  Rvdmo.  Se- 
ñor D.  Antonio  de  Castro  Mayer,  Obispo  de  Campos  (Brasil), 
sobre  los  errores  modernos.— 11.  El  Marxismo,  lyreve  resumen 
de  tres  conferencias  del  P.  Víctor  Sarat,  C.  P.  C.  R.,  3  ptas. 


(Rebaja  del  10  por  100  a  partir  de  diez  ejemplares ;  del  20  por  100 
a  partir  de  cincuenta  ejemplares;  del  30  por  100  a  partir  de  cien. 
Porte  gratuito.  Es  preferible  pagar  por  adelantado  con  sellos 
dentro  de  las  cartas  o  por  giro  postal.) 


1).  ANTONIO  OE  CASTRO  MAYER 
OBISPO  DE  CAMPOS  (BKASIL) 


CARTA  PASTORAL 

SORRE 

PRORLEíWAS  ÜEL  APOSTOLADO  MODERNO 


NIH1L  06STAT: 
El  Censor, 
Lic.  D.  Nicolás  Sanz 


Madrid,  24  de  mayo  de  1955 


IMPRIMATUR: 

José  María 

Obispo  Auxiliar  y 
Vicario  General 

Madrid,  25  de  mayo  de  Í955 


CARTA  PASTORAL  del  Excmo.  Sr.  Dr.  D.  Antonio  de 
Castro  Mayer,  por  la  gracia  de  Dios  y  de  la  Santa  Sede 
Apostólica  Obispo  de  Campos  (Brasil). 

Al  Rvdo.  clero  secular  y  regular 
salud,  paz  y  bendición  en  Nuestro  Señor  Jesucristo. 

Amados  Hijos  y  Celosos  Cooperadores: 

De  todos  los  deberes  que  incumben  al  Obispo  ninguno 
sobresale  en  importancia  como  el  de  administrar  a  las  ove- 
jas que  le  fueron  confiadas  por  el  Espíritu  Santo  el  manjar 
saludable  de  la  verdad  revelada. 

Esta  obligación  urge  de  manera  particular  en  nuestros 
días.  Pues  la  inmensa  crisis  en  que  el  mundo  se  debate  re- 
sulta, en  último  análisis,  del  hecho  de  que  los  pensamientos 
y  las  acciones  de  los  hombres  se  divorciaron  de  las  enseñan- 
zas y  de  las  normas  trazadas  por  la  Iglesia,  y  sólo  por  el 
retorno  de  la  humanidad  a  la  verdadera  fe  podrá  esta  crisis 
encontrar  solución. 

Importa,  pues,  en  el  más  alto  grado,  lanzar  unidas  y  disci- 
plinadas todas  las  fuerzas  católicas,  todo  el  ejército  pací- 
fico de  Cristo  Rey,  a  la  conquista  de  los  pueblos  que  gimen 
en  las  sombras  de  la  muerte,  engañados  por  la  herejía  o  por 
el  cisma,  por  las  supersticiones  de  la  antigua  gentilidad  o  por 
los  muchos  ídolos  del  neo-paganismo  moderno.  Para  que 
esta  ofensiva  general,  tan  deseada  por  los  Pontífices,  sea 
eficaz  y  victoriosa,  importa  que  las  propias  fuerzas  cató- 
licas permanezcan  incontaminadas  de  los  errores  que  deben 
combatir.  La  preservación  de  la  fe  entre  los  hijos  de  la 
Iglesia  es,  pues,  medida  necesaria  y  de  suma  importancia 
para  la  implantación  del  reino  de  Cristo  en  la  tierra. 

La  Historia  nos  enseña  que  la  tentación  contra  la  fe 
siempre  es  la  misma  en  sus  elementos  esenciales,  se  pre- 


-3-, 


scnta  en  cada  época  con  aspecto  nuevo.  Él  Arrianismo,  por 
ejemplo,  que  tanta  fuerza  de  seducción  ejerció  en  el  si- 
glo IV,  interesaría  poco  al  europeo  frivolo  y  volteriano 
□el  siglo  XVIII. 

Y  el  ateísmo  declarado  y  radical  del  siglo  XIX  tendría 
pocas  posibilidades  de  éxito  en  tiempo  de  Wiclef  y  Juan 
Huss.  En  cada  generación,  además,  la  tentación  contra  la 
fe  suele  obrar  con  intensidad  diversa.  A  unas  consigue 
arrastrar  enteramente  para  la  herejía;  a  otras,  sin  arran- 
carlas formal  y  declaradamente  del  gremio  amoroso  de  la 
Iglesia,  inspírales  su  espíritu,  de  suerte  que  en  no  pocos 
católicos  que  recitan  correctamente  las  fórmulas  de  la  fe 
y  juzgan  a  veces  sinceramente  adherirse  a  los  documentos 
del  magisterio  eclesiástico,  su  corazón  late  al  influjo  de 
doctrinas  que  la  Iglesia  condenó. 

Es  éste  un  hecho  de  experiencia  corriente.  ¡Cuántas  ve- 
ces observamos  a  nuestro  alrededor  católicos  celosos  de 
su  condición  de  hijos  de  la  Iglesia,  que  no  pierden  ocasión 
de  proclamar  su  fe,  y  que,  encretanto,  en  el  modo  de  con- 
siderar las  ideas,  las  costumbres,  los  acontecimientos,  todo 
lo  que  la  imprenta,  o  el  cine,  o  la  radio,  o  la  televisión, 
diariamente  divulgan,  en  nada  se  diferencian  de  los  here- 
jes, de  los  agnósticos  y  de  los  indiferentes. 

Recitan  correctamente  el  Credo,  y  en  el  momento  de  la 
oración  se  muestran  católicos  irreprensibles,  mas  el  es 
píritu  que,  conscientemente  o  no,  les  anima  en  todas  las 
circunstancias  de  la  vida,  es  agnóstico,  naturalista,  liberal. 
Como  es  obvio,  se  trata  de  almas  divididas  por  tendencias 
contrarias..  De  un  lado  experimentan  en  sí  la  seducción  del 
ambiente  del  siglo;  de  otro  lado  guardan  aún,  tal  vez  de 
herencia  familiar,  algo  del  brillo  invariable,  inextinguible 
de  la  doctrina  católica,  y  como  todo  el  estado  de  división 
interior  es  antinatural  al  hombre,  esas  almas  procuran  res- 
tablecer la  unidad  y  la  paz  dentro  de  sí,  amontonando  o 
juntando  en  un  solo  cuerpo  de  doctrina  los  errores  que 
admiran  y  las  verdades  con  las  que  no  quieren  romper. 

Esta  tendencia  a  conciliar  extremos  inconciliables,  de 
encontrar  una  línea  media  entre  la  verdad  y  el  error,  se 
manifestó  desde  los  principios  de  la  Iglesia.  Ya  el  divino 
Salvador  advirtió  contra  ella  a  los  Apóstoles:  "Nadie  pue- 
de servir  a  dos  señores".  Condenado  el  Arrianismo,  esta 
tendencia  dió  origen  al  semi-arrianismo.  Condenado  el  Pe- 


lagianismo,  ella  engendró  el  semi-oelagianismo.  Fulmina- 
de  en  Trento  el  Protestantismo,  ella  suscitó  el  Jansenis- 
mo. Y  de  ella  nació  igualmente  el  Modernismo,  condenado 
por  el  Santo  Papa  Pío  X,  monstruosa  amalgama  de  ateís- 
mo, de  racionalismo,  de  evolucionismo,  de  panteísmo,  en 
una  escuela  empeñada  en  apuñalar  traidoramente  a  la 
Iglesia.  La  secta  modernista  tenía  por  objeto,  permane- 
ciendo dentro  de  Ella,  falsear  por  argucias,  sobreentendidos 
y  reservas,  la  verdadera  doctrina  que  exteriormente  fingía 
aceptar. 

Esta  tendencia  no  acabó  aún:  se  ouede  decir  que  ella  es 
parte  de  la  historia  de  la  Iglesia.  Es  lo  que  se  deduce  de 
estas  palabras  del  soberano  Pontífice  gloriosamente  reinan- 
te en  un  discurso  a  los  predicadores  cuaresmales  de  Roma 
en  1944:  "Un  hecho  que  siempre  se  repite  en  la  historia  de 
la  Iglesia  es  el  siguiente:  que  cuando  la  fe  y  la  moral  cris- 
tiana chocan  contra  fuertes  corrientes  de  errores  o  apetitos 
viciados,  surgen  tentativas  de  vencer  las  dificultades  me- 
diante algún  compromiso  cómodo,  o  apartarse  de  ellas,  o 
cerrarles  los  ojos".  (A.  SS.  36,  p.  73.) 

*  *  * 

Que  aviséis  a  vuestros  feligreses  contra  el  espiritismo,  el 
protestantismo,  o  el  ateísmo,  amados  hijos  y  queridos  co- 
operadores, a  nadie  podrá  extrañar.  En  esta  carta  pastoral, 
sin  embargo,  os  incitamos  a  denunciar  las  opiniones  que 
entre  los  propios  católicos  corrompen  no  pocas  veces  la 
integridad  de  la  fe.  ¿Seréis  en  este  punto  igualmente  com- 
prendidos? 

A  muchos,  aun  dentro  de  los  más  piadosos,  les  parecerá 
que  perdéis  el  tiempo,  pues  difícil  les  será  entender  cómo 
vosotros  os  consumís  en  conservar  la  fe  en  algunos  que, 
bien  o  mal.  ya  la  poseen,  cuando  sería  mejor  que  os  empe- 
ñaseis en  la  conversión  de  otros  que  yacen  fuera  de  la 
Iglesia  esperando  vuestro  apostolado.  Les  parecerá  que  lle- 
náis de  tesoros  superfluos  al  que  ya  es  rico,  mientras  que  de- 
jáis sin  pan  a  quien  muere  de  hambre.  A  otros  se  les  figurará 
oue  sois  imprudentes,  pues  siendo  ya  tan  meritoria  la  pro- 
fesión de  católico  en  un  siglo  tan  hostil,  corréis  el  riesgo 
de  perder  hasta  los  mejores,  si  no  os  contentáis  con  una 
tal  o  cual  adhesión  a  las  líneas  generales  de  la  fe,  sin  cargar 
a  los  fieles  con  irritantes  minucias. 


Es  de  la  máxima  importancia,  amados  hijos  y  queridísi- 
mos cooperadores,  que  primeramente  deis  luz  a  vuestros 
feligreses  sobre  estas  dos  objeciones.  Pues  de  lo  con- 
trario vuestra  acción  será  poco  eficaz  y,  por  los  calami- 
tosos tiempos  en  que  vivimos,  vuestro  celo  será  mal  com- 
prendido. No  faltará  quien  vea  en  él,  no  el  movimiento 
natural  de  la  Iglesia,  que  por  sus  medios  oficiales  y  norma- 
les excluye  de  sí,  como  organismo  vivo  que  es,  cualquier 
cuerpo  extraño,  sino  la  acción  ininteligente  y  obstinada  de 
exaltados  paladines. 

Así,  ante  todo,  mostrad  que,  por  su  propia  naturaleza, 
la  fe  no  se  contenta  con  lo  que  alguno  llamase  "sus  líneas 
generales",  sino  que  exige  la  integridad  y  la  plenitud  de 
sí  misma.  Para  que  lo  entendáis,  os  pondré  un  ejemplo  con 
la  virtud  de  la  castidad.  Con  relación  a  ella,  cualquier  con- 
cesión toma  el  carácter  de  oscura  mancha  y  cualquier  im- 
prudencia la  pone  en  peligro  toda  entera.  Hubo  quien  com- 
paró el  alma  pura  a  una  persona  de  pie  sobre  una  esfera; 
en  cuanto  se  conserva  en  posición  de  equilibrio  nada  ten- 
drá que  temer,  mas  cualquier  imprudencia  la  haría  resbalar 
al  fondo  del  abismo.  Y,  por  esto,  los  moralistas  y  autores 
espirituales  afirman  unánimemente  que  la  condición  esen- 
c;al  para  conservar  la  virtud  angélica,  consiste  en  una  vi- 
gilante e  intransigente  prudencia.  Precisamente  lo  mismo 
se  puede  decir  en  materia  de  fe.  Cuando  el  católico  se  co- 
loque en  el  punto  de  perfecto  equilibrio,  su  perseverancia 
será  fácil  y  segura.  Este  punto  de  equilibrio,  sin  embargo, 
no  consiste  en  la  aceptación  de  unas  líneas  generales  cuales- 
quiera de  la  fe;  sino  en  la  profesión  de  toda  la  doctrina  de 
la  Iglesia,  profesión  hecha  no  sólo  con  los  labios,  sino  con 
toda  el  alma,  abarcando  la  aceptación  leal,  no  sólo  de  lo  que 
el  magisterio  le  enseña,  sino  aun  de  todas  las  consecuencias 
lógicas  de  esta  enseñanza. 

Para  esto  se  hace  necesario  jue  el  fiel  posea  aquella  fe 
viva  por  la  cual  es  capaz  de  humillar  su  razón  privada 
ante  el  magisterio  infalible,  de  discernir  con  penetración 
todo  aquello  que  directa  o  indirectamente  choca  con  las 
enseñanzas  de  la  Iglesia.  Pero  si  abandonase,  por  poco  que 
sea,  esta  posición  de  perfecto  equilibrio,  empezará  a  sen- 
'  tir  la  atracción  del  abismo.  Movido  por  la  prudencia, 
y  por  el  interés  del  rebaño  a  Nos  confiado,  os  dirigimos, 
amados  hijos,  esta  Carta  Pastoral  sobre  la  integridad  de 
la  fe.  A  este  respecto  importa  acentuar  aún  un  punto,  no 


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siempre  recordado,  de  la  doctrina  de  la  Iglesia.  No  se  piense 
que  una  fe  así  tan  esclarecida  y  robusta  sea  privilegio  de 
los  doctos,  de  tal  forma  que  sólo  a  éstos  se  pudiese  reco- 
mendar la  situación  del  equilibrio  ideal  que  arriba  descri- 
bimos. 

La  fe  es  una  virtud,  y  en  la  Santa  Iglesia  las  virtudes  son 
asequibles  a  todos  los  fieles,  ignorantes  o  doctos,  ricos  o 
pobres,  maestros  o  discípulos.  Lo  prueba  la  hagiografía 
cristiana. 

Santa  Juana  de  Arco,  pastorcita  ignorante  de  Donremy, 
confundía  a  sus  jueces  por  la  sagacidad  con  que  respondía 
a  las  argucias  teológicas  que  utilizaban  para  inducirla  a  pro- 
posiciones erróneas  y  así  justificar  su  condenación  a  muerte. 

San  Clemente  María  Hofbauer,  en  el  siglo  XIX,  humilde 
trabajador  manual,  que  asistía  por  gusto  a  las  clases  de 
teología  de  la  ilustre  Universidad  de  Viena,  distinguía  en 
uno  de  sus  maestros  el  fermento  maldito  del  jansenismo  que 
escapaba  a  la  percepción  de  todos  sus  discípulos  y  de  otros 
profesores. 

"Gracias  os  doy,  Padre,  Señor  del  Cielo  y  de  la  tierra, 
porque  escondisteis  estas  cosas  a  los  sabios  y  entendidos 
y  las  revelasteis  a  los  pequeñitos"  (Le.  X,  21). 

Para  tener  un  pueblo  firme  y  consecuente  en  su  fe,  no  es 
necesario  que  hagamos  un  pueblo  de  teólogos.  Basta  que 
cada  cual  ame  entrañablemente  a  la  Iglesia,  se  instruya  en 
las  verdades  reveladas,  en  proporción  a  su  nivel  de  cultura 
general,  y  posea  las  virtudes  de  pureza  y  humildad  necesa- 
rias para  verdaderamente  creer,  entender  y  saborear  las 
cosas  de  Dios. 

Del  mismo  modo,  para  tener  un  pueblo  verdaderamente 
puro,  no  es  necesario  hacer  de  cada  fiel  un  moralista.  Bas- 
tan los  principios  fundamentales  y  los  conocimientos  bá- 
sicos para  la  vida  corriente,  dictados  en  gran  parte  por  una 
conciencia  cristiana  bien  formada.  Por  esto  vemos  muchas 
veces  personas  ignorantes  con  criterio,  prudencia  y  eleva- 
ción de  alma  mayores  que  muchos  moralistas  de  consumado 
saber.  /  ^ 

Lo  que  acabamos  de  decir  de  la  perseverancia  de  una 
persona,  se  aplica  igualmente  a  la  perseverancia  de  los  pue- 
blos. Cuando  la  población  de  una  Diócesis  posee  la  integri- 
dad del  espíritu  católico  está  en  condiciones  de  enfrentarse, 
auxiliada  por  la  gracia  de  Dios,  con  las  tormentas  de  la 


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impiedad.  Mas  si  no  la  posee,  sino  que  ni  aun  las  personas 
habitualmente  tenidas  por  piadosas  procuran  y  aprecian  esta 
integridad,  ¿qué  se  puede  esperar  de  tal  población? 

Leyendo  la  historia  no  se  comprende  cómo  ciertos  pue- 
blos, dotados  de  una  jerarquía  numerosa  y  culta,  de  un  clero 
docto  e  influyente,  de  instituciones  de  enseñanza  y  caridad 
ilustres  y  ricas,  como  en  la  Suecia,  en  la  Noruega,  en  la 
Dinamarca  del  siglo  XVI,  pudieron  resbalar  de  un  momento 
a  otro  de  la  profesión  plena  y  tranquila  d.e  la  fe  católica 
hacia  la  herejía  abierta  y  formal,  y  esto  casi  sin  resistencia 
y  casi  imperceptiblemente.  ¿Cuál  es  la  razón  de  tamaño  de- 
sastre? Cuando  la  fe  vino  a  caer  en  estos  países,  no  pasaba 
ya  en  la  mayor  parte  de  las  almas  de  fórmulas  exteriores, 
repetidas  sin  amor,  sin  convicción.  Un  simple  capricho  real, 
por  tanto,  bastó  para  tumbar  el  árbol  frondoso  y  secular.  La 
savia  ya  no  circulaba  hacía  mucho  por  las  ramas  ni  por  el 
tronco;  ya  no  había  en  esas  regiones  espíritu  de  fe.  Fué  lo 
que  comprendió  con  lucidez  angélica  San  Pío  X  en  su  lucha 
vigorosa  contra  el  Modernismo.  Pastor  clementísimo  ilumi- 
nó la  Iglesia  de  su  Dios  con  el  brillo  suave  de  su  celestial 
mansedumbre.  No  tembló  al  denunciar  los  autores  del  error 
modernista  dentro  de  la  Iglesia  y  señalarlos  a  la  execración 
de  los  buenos  con  estas  vehementes  palabras:  "No  se  apar- 
tará de  la  verdad  quien  os  tenga  (a  los  modernistas)  como 
los  más  peligrosos  enemigos  de  la  Iglesia"  (Ene.  "Pas- 
cendi"). 

Podemos  aquilatar  cuánto  dolió  al  dulcísimo  Pontífice  el 
empleo  de  tanta  energía.  Mas  sus  contemporáneos  no  du- 
daron en  reconocer  que  había  prestado  con  esto  un  insigne 
servicio  a  la  Iglesia.  Por  esto,  el  gran  Cardenal  Mercier 
afirmó  que  si  en  tiempo  de  Lutero  y  Calvino  la  Iglesia  hu- 
biese contado  con  Papas  del  temperamento  de  Pío  X,  la 
herejía  protestante  no  hubiera  conseguido  desligar  de  la 
verdadera  Iglesia  una  tercera  parte  de  Europa. 

Por  todos  estos  motivos,  amados  hijos,  ved  qué  impor- 
tante es  cuidar  con  el  mayor  celo  de  mantener  en  la  ple- 
nitud de  la  fe  y  del  espíritu  de  fe  a  los  fieles  de  la  Santa 
Iglesia. 

*  *  ❖ 

Enseñad  también  cómo  se  engañan  los  que  suponen  que 
el  tiempo  y  los  esfuerzos  empleados  en  purificar  la  fe  de  los 
fieles  son,  por  decirlo  así,  robados  a  los  infieles.  Ante  todo, 
por  vuestro  ejemplo  y  vuestras  palabras,  podéis  probar  oue 


una  actividad  de  ningún  modo  es  incompatible  con  la  otra, 
'oportet  haec  faceré  et  illa  non  omitiere". 

Además,  la  integridad  de  la  fe  produce  en  los  católicos 
tantos  frutos  de  virtud  y  tornan  tan  vivo  en  la  Iglesia  el 
buen  olor  de  Jesucristo,  que  atraen  eficazmente  para  Ella 
a  los  infieles,  por  lo  que  el  bien  hecho  a  los  fieles  de  la  Igle- 
sia aprovechará  forzosamente  a  los  que  están  fuera  del 
redil. 

Por  fin,  uno  de  los  frutos  del  fervor  en  la  fe,  será  necesa- 
riamente el  celo  apostólico. 

Multiplicar  los  apóstoles,  ¿qué  es  sino  beneficiar  a  los 
infieles? 

Así,  pues,  no  podemos  aceptar  este  divorcio  entre  el  tiem- 
po consagrado  a  los  fieles  y  a  los  infieles,  como  si  Nuestro 
Divino  Salvador,  al  formar  apóstoles  y  discípulos,  estuviese 
beneficiando  un  grupo  de  privilegiados,  descuidando  la  sal- 
vación del  resto  de  la  humanidad. 

*   *  * 

Anímeos  a  proceder  así  el  ejemplo  luminoso  del  Vicario 
de  Cristo.  Ningún  Papa,  tal  vez,  haya  tenido  que  enfrentarse 
con  tantos  y  tan  poderosos  enemigos  fuera  de  la  Iglesia. 
Con  todo,  no  ha  descuidado  él  los  errores  que  pululan  entre 
los  ñeles.  (Ene.  "Mystici  Corporis".  A.  SS.  35,  p.  197.) 
Y  contra  ellos  nos  ha  prevenido  en  una  serie  de  documentos 
como  la  Encíclica  "Mediator  Dei",  la  Constitución  Apos- 
tólica "Bis  Saeculari  die",  la  Encíclica  "Humani  Generis" 
y,  últimamente,  la  "Alocución  a  las  Religiosas"  (y  la  Encí- 
clica sobre  la  Virginidad),  en  que  responsabiliza  en  larga 
medida,  por  la  disminución  de  las  vocaciones,  a  ciertos 
escritores  católicos,  eclesiásticos  y  seglares,  que  falsean  la 
doctrina  católica  en  cuanto  a  la  elevación  del  celibato  sobre 
el  estado  matrimonial.  Y  más  particularmente  cuanto  al  Bra- 
sil, el  celo  de  !a  Santa  Sede  con  relación  a  los  problemas 
internos  de  la  Iglesia,  bien  se  manifiesta  en  la  carta  de  la 
Sagrada  Congregación  de  Seminarios  y  de  Universidades, 
cuya  lectura  atenta  os  recomendamos  mucho. 

Esforzándoos  por  mantener  entre  los  fieles  el  esoíritu  tra- 
dicional de  la  Santa  Iglesia,  debéis  velar  porque  éste  no  se 
desvíe  de  su  sentido  legítimo.  En  la  presente  Pastoral  con- 
sideramos las  exageraciones  del  espíritu  de  conciliación  con 
los  errores  de  nuestra  época.  A  esta  mala  tendencia  puede 


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oponerse  un  error  simétrico  y  contrario.  Importa  mostrar 
cuál  sea.  No  recelamos  propiamente  la  exageración  del  es- 
píritu tradicional,  porque  este  esoíritu  es  uno  de  los  ele- 
mentos esenciales  de  la  mentalidad  católica  al  que  acertada- 
mente se  llama  el  sentido  católico,  pues  el  sentido  católico 
es,  en  sí  mismo,  la  excelencia  de  la  virtud  de  la  fe. 

Recelar  que  alguno  tenga  demasiado  sentido  católico  es 
recelar  aue  tenga  una  fe  demasiado  excelente.  Lo  que  im- 
porta evitar  es  que  este  espíritu  de  fe  sea  mal  entendido, 
resultando  más  un  apego  a  la  mera  forma,  a  la  mera 
apariencia,  al  mero  rito,  que  al  espíritu  que  anima  y  explica 
la  forma,  la  apariencia  y  el  rito.  Exageraciones  de  esta  na- 
turaleza son  posibles:  sin  embargo  no  merecen  en  vuestra 
vigilancia  un  lugar  tan  saliente  como  la  propensión  exage- 
rada a  lo  nuevo,  a  una  aversión  sistemática  de  lo  tradi- 
cional. Es  lo  que  sabiamente  hizo  senHr  la  Sagrada  Congre- 
gación de  Seminarios  en  su  Carta  al  Episcopado  Brasileño: 
"El  peligro  más  urgente  hoy  no  es  el  de  un  apego  dema- 
siadamente rígido  y  exclusivo  a  la  tradición,  sino  princi- 
palmente el  de  un  gusto  exagerado  y  poco  prudente  por 
cualquier  novedad  que  aparezca"  (A.  A.  S.  42,  pág.  837). 

Y  la  Sagrada  Congregación  agrrega  con  claridad:  "Es 
ciertamente  a!  snobismo  de  novedades  a  lo  aue  se  debe  el 
pulular  de  errores  ocultos  bajo  una  apariencia  de  verdad  y 
muy  frecuentemente  con  una  terminología  pretenciosa  y 
oscura"  (Ibid.,  pág.  839). 

Un  ejemplo  de  la  mala  comprensión  del  espíritu  tradicio- 
nal, puede  apuntarse  en  el  arcaísmo  a  que  hace  referencia 
el  Santo  Padre  Pío  XII  en  la  Encíclica  "Mediator  Dei". 
Por  un  apego  excesivo  al  rito  y  a  la  forma  antiguos  sólo 
por  antiguos,  ciertos  liturgistas  pretenden  restaurar  el  altar 
en  forma  de  mesa  y  otras  prácticas  de  la  primitiva  Iglesia. 
Como  si  a  lo  largo  de  la  historia  el  espíritu  de  la  Iglesia 
no  pudiese  manifestarse  en  nuevas  formas  y  nuevos  ritos 
acomodados  a  las  diversidades  de  los  tiempos  y  de  los  lu- 
gares. Los  extremos  se  tocan  y  las  exageraciones  más 
opuestas  entre  sí,  fácilmente  se  coaligan  contra  la  verdad. 

El  peligro  de  este  espíritu  tradicional  mal  entendido,  lo 
encontramos  muchas  veces  en  los  propios  autores  de  nove- 
dades, como  Lutero,  Jansenio,  los  promotores  del  falso 
Concilio  de  Pistoya,  y  aun  'os  modernistas  en  este  siglo. 

*   *  * 


—  10  — 


Explicad  bien,  amados  cooperadores,  a  los  fieles  encomen- 
dados a  vuestra  custodia,  el  origen  de  estos  errores.  De  un 
lado  nacen  ellos  de  la  oropia  flaqueza  de  la  naturaleza  huma- 
na caída.  La  sensualidad  y  el  orgullo  levantaron  siemore  y 
levantarán  hasta  el  fin  de  los  sielos  la  rebelión  de  ciertos 
hiios  de  la  Ielesia  contra  la  doctrina  y  el  espíritu  de  Nues- 
tro Señor  Jesucristo.  Ya  San  Pablo  advertía  a  los  primeros 
cristianos  contra  aquellos  que  en  medio  de  ellos  se  levan- 
tarían para  profesar  doctrinas  perversas  con  la  intención  de 
arrastrar  en  pos  de  sí  a  los  discÍDulos"  (Act.  XX  v  XXX") . 
"vanos  habladores  y  seductores"  (Tito,  1.  10) :  "que  irán 
de  mal  en  peor,  errando  y  haciendo  errar  a  los  otros" 
<2  Tim..  V,  13).  Algunos,  parece  aue  piensan  que  en  estos 
últimos  siglos  el  progreso  de  la  Iglesia  es  tal  aue  no  se 
debe  temer  ya  más  que  se  renitan  en  ella  las  crisis  lanza- 
das Dor  el  orgullo  y  por  la  lujuria.  Entretanto,  para  no  re- 
currir sino  a  ejemolos  muy  recientes,  el  Santo  Pío  X  de- 
claró en  la  Encíclica  "Pascendi".  que  autores  de  errores 
como  estos  de  que  hablamos,  no  sólo  eran  frecuentes  en  su 
tiempo  sino  que  serían  más  frecuentes  a  medida  que  se  ca- 
minase hacia  el  fin  de  los  tiempos.  Y,  en  efecto,  en  la  Encí- 
clica "Humani  Generis".  el  Santo  Padre  Pío  XII  lamenta 
que  "no  faltan  hoy  los  que,  como  en  tiempos  apostólicos, 
amando  la  novedad  más  de  lo  que  sería  lícito,  y  también 
temiendo  que  les  tengan  por  ignorantes  de  los  progresos  de 
?as  ciencias,  intentan  sustraerse  a  la  dirección  del  magisterio 
sagrado,  v  por  ese  motivo  se  encuentran  en  peligro  de 
apartarse  insensiblemente  de  la  verdad  revelada  y  de  hacer 
caer  a  otros  consigo  en  el  error"  (A.  A.  S..  42,  pág.  564). 

Este  es  el  origen  natural  de  los  errores  y  de  las  crisis 
de  que  nos  ocupamos.  Importa,  sin  embarco,  considerar  ro 
sólo  las  deficiencias  de  la  naturaleza  caída,  sino  también 
la  acción  del  demonio. 

A  éste  fué  dado  hasta  el  fin  de  los  siglos  el  poder  de 
tentar  a  los  hombres  en  todas  las  virtudes  y.  por  consiguien- 
te, también  en  la  virtud  de  la  fe,  que  esvel  propio  fundamen- 
to de  la  vida  sobrenatural.  Así.  es  claro  que  hasta  la  con- 
sumación de  los  siglos  la  Iglesia  está  expuesta  a  los  inter- 
nos brotes  del  espíritu  de  la  herejía,  y  no  hay  progreso  que 
la  inmunice  de  modo  definitivo  contra  este  mal. 

Cuánto  se  empeña  el  demonio  en  provocar  tales  crisis, 
superfluo  es  demostrarlo. 


—  11  — 


Así,  el  aliado  que  él  consigue  implantar  dentro  de  las 
huestes  fieles,  es  su  más  precioso  instrumento  de  combate. 
La  experiencia  de  nuestros  días  nos  enseña  que  la  quinta 
columna  supera  en  eficacia  a  los  más  terribles  armamentos. 
Formado  en  los  medios  católicos  el  tumor  revolucionario, 
las  fuerzas  se  dividen,  las  energías  que  debían  ser  empleadas 
enteramente  en  la  lucha  contra  el  enemigo  exterior,  se 
gastan  en  las  discusiones  entre  hermanos.  Y  si,  para  evitar 
tales  discusiones,  los  buenos  cesan  en  la  oposición,  mayor 
es  el  triunfo  del  infierno,  que  puede,  en  el  interior  mismo 
de  la  ciudad  de  Dios,  implantar  su  estandarte  y  desenvolver 
rápida  y  fácilmente  sus  conquistas.  Si  el  infierno  dejase  de 
intentar  en  cierta  época  maniobra  tan  lucrativa,  sería  el  caso 
de  decir  que  esa  época  el  demonio  habría  dejado  de  existir. 
Este  es  el  doble  origen  natural  y  preternatural  de  las  cri- 
sis internas  de  la  Iglesia. 

*  *  * 

Como  veis,  estas  dos  causas  son  perpetuas  y  perpetuo  será 
su  efecto.  En  otros  términos,  la  Iglesia  tendrá  que  sufrir 
siempre  la  embestida  interna  del  espíritu  de  las  tinieblas. 
Para  esclarecimiento  de  vuestro  apostolado,  importa  recor- 
dar las  tácticas  que  él  adopta.  A  fin  de  que  su  acción  se  con- 
serve oculta,  la  hace  disfrazada.  El  embuste  es  la  regla 
fundamental  de  quien  obra  a  ocultas  en  el  campo  del  adver- 
sario. El  demonio  sopla,  pues,  para  llegar  a  su  fin,  un  es- 
píritu de  confusión  que  seduce  a  las  almas  y  las  lleva  a 
profesar  el  error,  hábilmente  disimulado  con  apariencias  de 
verdad. 

No  creáis  que  en  esta  lucha  el  adversario  lanzará  sen- 
tencias claramente  contrarias  a  las  verdades  ya  definidas. 

Sólo  lo  hará  cuando  se  juzgue  enteramente  señor  del  te- 
rreno. Las  más  de  las  veces  hará  pulular  o  germinar  errores 
ocultos  bajo  una  apariencia  de  verdad...  con  una  terminolo- 
gía pretenciosa  y  oscura  (Carta  de  la  Sagrada  Congregación 
de  Seminarios  al  Episcopado  Brasileño,  A.  A.  S.  42,  p.  839). 

Y  la  manera  de  extender  este  brote  de  errores,  será  ve- 
lada e  insidiosa.  El  Santo  Padre  Pío  XII,  la  describe  así: 

"Estas  nuevas  opiniones,  ya  nazcan  de  un  reprobable  afán 
de  novedad,  ya  de  una  causa  laudable,  no  son  propuestas 
siempre  en  el  mismo  grado,  con  igual  claridad  y  con  las 
mismas  palabras,  ni  siempre  con  un  consentimiento  uná- 


—  12  — 


n;me  de  sus  autores;  en  efecto,  lo  mismo  que  hoy  es  ense- 
ñado por  algunos  más  encubiertamente  y  con  ciertas  caute- 
las y  distinciones,  mañana  será  propuesto  por  otros  más 
audaces  con  claridad  y  sin  moderación,  no  sin  escándalo  de 
muchos,  principalmente  del  clero  joven,  ni  sin  detrimento 
de  la  autoridad  eclesiástica.  Y  si  se  suele  obrar  con  más 
prudencia  en  los  libros  impresos  para  el  público,  se  habla 
ya  con  mayor  libertad  en  los  opúsculos  privadamente  dis- 
tribuidos, en  las  lecciones  y  en  los  círculos  de  estudio. 
Tales  opiniones  no  se  divulgan  solamente  entre  los  miem- 
bros del  clero  secular  y  regular  en  los  seminarios  y  en  los 
institutos  religiosos,  sino  aun  entre  los  seglares,  especial- 
mente entre  los  que  se  dedican  a  la  educación  e  instrucción 
de  la  juventud.  (£nc.  "Humani  Generis",  A.  A.  S.,  42,  pá- 
gina 575.) 

Así,  pues,  no  os  debéis  asustar  si  algunas  veces  fueseis 
de  los  pocos  en  distinguir  el  error  en  proposiciones  que  a 
muchos  parecerán  claras  y  ortodoxas  o,  por  lo  menos,  con- 
fusas, pero  susceptibles  de  buena  interpretación.  O,  si  os 
encontraseis  en  ciertos  ambientes  donde  las  medias  tintas 
sean  hábilmente  dispuestas  para  que  se  difunda  el  error, 
pero  se  dificulte  el  combate. 

La  táctica  del  adversario  fué  calculada  precisamente  para 
colocar  en  esta  posición  embarazosa  a  los  que  se  le  opusie- 
sen. Con  esto,  él  atraerá  a  veces  contra  vosotros  hasta  la 
antipatía  de  personas  que  no  tienen  ia  menor  intención  de 
favorecer  el  mal.  Os  tacharán  de  visionarios,  de  fanáticos, 
tal  vez  de  calumniadores.  Eso  fué  precisamente  lo  que  di- 
jeron en  Francia  contra  el  santo  Ho  X  los  acérrimos  se- 
guidores del  "Sillón"  y  de  Marc  Sangnier. 

¿Por  miedo  a  estas  críticas  retrocederéis  delante  del 
adversario?  ¿Dejaréis  abiertas  las  puertas  de  la  ciudad  de 
Dios? 

Por  cierto,  debéis  evitar  con  cuidado  delante  de  Dios 
cualquier  exageración,  cualquier  precipitación  y  cualquier 
juicio  infundado.  Pero  igualmente  debéis  gritar,  siempre 
que  el  adversario,  vestido  de  piel  de  oveja,  se  presente  de- 
lante de  vosotros,  sin  cederle  una  pulgada  de  terreno  por 
miedo  a  que  él  os  impute  excesos  de  los  que  vuestra  con- 
ciencia no  os  acusa.  Obrando  así  obedeceréis  a  las  expresas 
normas  del  Santo  Padre. 

En  todos  los  documentos  que  ha  publicado  relativos  a 


—  13  — 


esté  asunto,  el  Romano  Pontífice  gloriosamente  reinante 
viene  recomendando  a  los  Obispos  y  a  los  sacerdotes  de  todo 
el  orbe,  que  instruyan  diligentemente  a  los  fieles  para  que 
no  se  dejen  engañar  por  los  errores  que  ocultamente  cir- 
culan entre  ellos.  La  instrucción  deseada  por  el  Santo  Pa- 
dre ha.de  ser  preventiva  y  represiva. 

No  juzgue  un  sacerdote  en  cuya  parroquia  el  error  pa- 
rezca que  no  ha  penetrado,  que  está  dispensado  de  traba- 
jar. Dado  el  engaño  en  que  se  desenvuelven  estos  errores, 
teniendo  en  cuenta  los  procesos  de  difusión,  a  veces  casi 
impalpables,  de  que  se  sirven  sus  autores,  pocos  son  los 
párrocos  que  pueden  tener  la  certeza  de  que  todas  sus 
ovejas  están  inmunizadas.  Además,  el  buen  Pastor  no  se 
contenta  con  remediar,  sino  que  está  gravemente  obligado 
a  prevenir. 

No  seamos  como  el  hombre  de  quien  nos  habla  el  Evan- 
gelio, el  cual  dormía  mientras  el  enemigo  sembraba  la 
cizaña  en  medio  de  su  trigo.  La  simple  obligación  de 
prevenir  justificaría  los  esfuerzos  que  empleéis  en  e_ste 
sentido. 

Los  errores  de  que  nos  ocupamos  tal  vez  tendrán  mayor 
intensidad  en  un  país  que  en  otro;  sin  embargo,  su  difu- 
sión en  el  orbe  católico,  es  bastante  grande  para  que  el 
Santo  Padre  se  haya  cuidado  de  ellos  en  documentos  di- 
rigidos, no  a  esta  o  aquella  nación,  sino  a  los  Obispos  de 
todo  el  mundo. 

Pues  vivimos  hoy  en  un  mundo  sin  fronteras  en  el  cual 
el  pensamiento  se  extiende  veloz  por  la  prensa,  y,  sobre 
todo,  por  la  radio,  hasta  los  últimos  extremos  de  la  tierra. 
Una  sentenciá  falsa  que  se  ha  sostenido,  por  ejemplo,  en 
París,  puede  en  el  mismo  día  ser  oída  y  captada  en  los 
centros  más  distantes  de  Australia,  de  India  o  de  Brasil. 
Y  si  algún  lugar  pequeño  hay,  en  el  cual  la  mucha  ignoran- 
cia o  el  grande  atraso  opone  obstáculos  a  la  penetración 
de  cualquier  pensamiento  falso  o  verdadero,  nadie  podrá 
incluir  en  este  caso  a  los  centros  más  poblados  de  nuestra 
amadísima  Diócesis,  al  frente  de  los  cuales  se  halla  nues- 
tra ciudad  episcopal,  ilustre  en  todo  el  Brasil  por  el  /alor 
cultural  de  sus  hijos,  por  la  influencia  decisiva  que  siem- 
pre se  glorió  de  ejercer  en  el  escenario  polífico  nacional. 

*  *  * 


—  14  — 


Ahora,  una  palabra  sobre  el  método  que  adoptamos.  En 
su  carta  al  Episcopado  Brasileño  la  Sagrada  Congregación 
de  Seminarios  habló  de  una  plaga  de  errores;  y  como, 
en  efecto,  son  muy  numerosos,  una  explanación  y  censura 
en  forma  discusiva  de  los  principales  sería  excesivamente 
larga.  Preferimos,  pues,  la  forma  esquemática.  Y  así  ela- 
boramos un  pequeño  catecismo  de  las  verdades  más  ame- 
nazadas, acompañada  cada  cual  del  error  opuesto,  y  de  un 
rápido  comentario.  Por  mera  conveniencia  de  exposición, 
hacemos  anteceder  la  sentencia  falsa  a  la  verdadera,  pero 
vuestro  esfuerzo  en  denunciar  el  error  debe  llevar  a  cada 
fiel  al  conocimiento  exacto  de  la  verdadera  enseñanza  de 
la  Iglesia. 

Sólo  así  habremos  hecho  una  obra  positiva  y  durable. 
*  *  * 

Una  observación  final  acerca  del  modo  en  que  vienen 
enunciadas  en  el  Catecismo  las  sentencias  falsas  o  peli- 
grosas. Procuramos  exponerlas  con  la  mayor  fidelidad,  sin 
quitarles  las  apariencias  y  hasta  las  partes  de  verdad  que 
encierran.  Sólo  así  sería  útil  el  Catecismo,  porque  sólo  así 
se  dan  a  conocer  los  modos  de  decir  en  que  el  error  suele 
ocultarse  y  las  apariencias  con  que  procura  atraer  las 
simpatías  de  los  buenos.  Pues  lo  más  importante  en  esta 
materia,  no  consiste  en  probar  que  cierta  sentencia  es  mala 
sino  que  cierta  doctrina  falsa  está  contenida  en  ésta  o  Nen 
aquélla  fórmula  de  apariencia  inofensiva  y  hasta  simpá- 
tica. Por  esto  también,  repetimos  diversas  fórmulas  más  o 
menos  equivalentes. 

Es  que  tratamos  de  atraer  vuestra  atención  hacia  al- 
gunas fórmulas  en  que  el  mismo  error  puede  ocultarse. 
No  siempre  incluímos  entre  las  proposiciones  meras  tesis 
doctrinales.  Encontraréis  también,  formuladas  en  proposi- 
ciones, maneras  de  obrar  directamente  provenientes  de  la 
falsa  doctrina. 

Como  es  fácil  ver,  tuvimos  la  preocupación  de  seguir  el 
consejo  del  Apóstol:  "Probad  todas  las  cosas  y  conser- 
vad lo  que  es  bueno"  (Tess.  V,  21). 

Por  esto,  en  las  refutaciones  deseamos  señalar  en  toda 
su  extensión  la  parje  de  verdad  que  las  tendencias  impug- 
nadas tienen.  Es  que  la  Iglesia  es  Maestra  paciente  y 
prudente,  que  condena  con  pesar  y  que  considera  patri- 


-  15  - 


monio  suyo  cualquier  verdad,  dondequiera  que  se  encuen- 
tre. Conviene  acentuar  este  punto.  Las  verdades  aquí  re- 
cordadas no  son  patrimonio,  ni  son  propiedad  de  ninguna 
persona,  grupo  o  corriente. 

La  ortodoxia  es  un  tesoro  de  la  Iglesia,  del  cual  todos 
deben  participar  y  del  cual  ninguno  tiene  el  monopolio; 
por  esto  nuestros  amados  cooperadores,  al  difundir  las  en- 
señanzas que  aquí  se  encuentran  preséntenlas  siempre  como 
son  en  realidad:  fruto  maduro  y  exclusivo  de  la  sabiduría 
de  la  Santa  Iglesia. 

No  es  difícil  observar  que  estos  errores  en  su  mayor  parte 
manifiestan  en  términos  que  parecen  correctos,  doctrinas 
que  alcanzaron  la  mayor  influencia  en  el  mundo  actual  y 
que  constituyen  los  rasgos  típicos  del  neopaganismo  mo- 
derno: el  evolucionismo  panteísta,  el  naturalismo,  el  lai- 
cismo, el  igualitarismo  absoluto  que  se  levanta  en  la  esfera 
político  social  contra  todas  las  autoridades  legítimas,  y  en 
la  esfera  religiosa  intenta  suprimir  la  distinción  establecida 
por  Jesucristo  entre  la  Jerarquía  y  el  pueblo  fiel,  clérigos  y 
seglares.  Son  éstas,  amadísimos  hijos  y  queridísimos  co- 
operadores, las  proposiciones  hacia  las  cuales  deseamos  lla- 
mar vuestra  atención.  Para  mayor  éxito  de  vuestro  trabajo, 
las  hemos  hecho  acompañar  de  directrices  prácticas,  que 
encontraréis  en  la  segunda  parte  de  este  Catecismo. 

En  nuestra  Pastoral  no  tuvimos  la  pretensión  de  exponer 
toda  la  doctrina  católica  sobre  el  asunto,  sino  apenas  algu- 
nas observaciones  más  oportunas.  Vuestra  diligencia,  ama- 
dos hijos,  completará  en  las  fuentes  a  vuestro  alcance  lo 
que  aquí  no  pudimos  exponer.  De  modo  particular  reco- 
mendamos la  lectura  de  las  Encíclicas  "Pascendi",  "Mysti- 
ci  Corporis  Christi",  "Mediator  Dei",  "Humani  Generis", 
la  Carta  Apostólica  "Notre  Charge  apostolique",  la  Cons- 
titución apostólica  "Bis  saeculari  Die",  la  Exhortación  al 
Clero  "Menti  Nostrae",  y  las  Alocuciones  y  Radiomensajes 
Pontificios,  especialmente  los  radiomensajes  en  las  vísperas 
de  Navidad,  el  radiomensaje  del  23  de  marzo  de  1952  sobre 
la  "Moral  Nueva"  (A.  A.  S.,  42,  pág.  270  y  ss.,  "Catoli- 
cismo", núm.  18,  junio  1952);  el  radiomensaje  al  "Katholi- 
kentag  de  Viena"  ("Catolicismo",  núm.  24,  diciembre  1952)  ; 
las  alocuciones  a  la  Asociación  Católica  de  Trabajadores  de 
Italia  (A.  A.  S.,  40,  331  y  ss.),  a  los  delegados  del  Congreso 
Internacional  de  Estudios  Sociales,  reunido  en  Roma  en  1950 


—  16  — 


(Á.  A.  S.,  42,  pág.  451  y.ss.);  a  los  miembros  del  IX  Con* 
greso  Internacional  de  las  Asociaciones  Patronales  Cató* 
licas  (A.  A.  S*,  41,  pág.  283  y  ss.)  ;  a  los  miembros  del  Con- 
greso Internacional  del  Movimiento  Universal  para  una 
Confederación  mundial  (A.  A.  S.,  43,  pág.  278;  "Catoli- 
cismo", núm.  8,  agosto  de  1951);  a  la  Acción  Católica  Ita- 
liana y  Congregaciones  Marianas,  el  3  de  abril  de  1951 
(A.  A.  S.,  43,  pág.  375;  "Catolicismo",  número  de  junio 
de  1951)  ;  con  ocasión  de  la  clausura  del  Congreso  Interna- 
cional del  Apostolado  seglar  (A.  A.  S.,  43,  pág.  784  y  ss.; 
"Catolicismo",  núm.  12,  diciembre  1951);  a  la  Asociación 
de  Padres  de  Familia  Franceses  (A.  A.  S.>  43,  pág.  730  ss. ; 
"Catolicismo",  núm.  13,  de  enero  1952);  a  los  participantes 
del  Congreso  de  la  Unión  Católica  Italiana  de  Comadronas 
(A.  A.  S.,  43,  pág.  835)  ;  a  las  Superioras  Generales  de  las 
Órdenes  y  Congregaciones  religiosas  ("Catolicismo",  nú- 
mero 23,  de  noviembre  de  1952).  Recomendamos  también  la 
Carta  de  la  Congregación  de  Seminarios  al  Episcopado 
Brasileño  (A.  A.  S.,  42,  pág.  836  y  ss.) ;  documento  impor- 
tante y  equilibrado  que  trata  especialmente  de  este  proble- 
ma existente  en  el  Brasil. 

La  palabra  del  Santo  Padre  siempre  es  benéfica  y  eficaz, 
en  el  sentido  de  elevar  el  alma  y  orientarla  en  la  vida  mo- 
ral y  espiritual. 

Resaltamos  los  anteriores  documentos  porque  especifican 
y  esclarecen  muchos  puntos  en  el  orden  social,  político  y 
moral,  que  habían  sido  oscurecidos  a  consecuencia  espe- 
cialmente del  último  conflicto. 


-  17  - 


9 


U.  ANTONIO  DE  CASTRO  MAYER 
OBISPO  DF  CAMPOS  (BRASIL) 


CATECISMO 

I1E  VERDADES  OPORTÜNAS  QÜE  SE  OPONEN 
A  LOS  ERRORES  CONTEMPORANEOS 


proposición  falsa  o  al  menos  peligrosa, 
proposición  cierta. 


I.  Sobre  liturgia 


1 


•  El  fiel,  cuando  asiste  a  la 
Santa  Misa  y  pronuncia  con 
el  celebrante  las  palabras  de 
la  Consagración,  coopera  a  ii 
transubstanciación  y  al  sacri- 
ficio. 


Bl  fiel  es  incapaz  de  co- 
celebrar  con  el  sacerdote,  co- 
operando a  la  transubstancia- 
?ión,  porque  le  falta  el  Sacra- 
mento del  Orden,  que  comu- 
nica tal  capacidad. 


EXPLANACION 


Sólo  el  Sacramento  del  Orden  confiere  el  poder  y  la  ca- 
pacidad para  obrar  la  transubstanciación  en  el  Sacrificio  de 
la  Nueva  Ley.  El  simple  fiel  es,  pues,  incapaz  de  hacerlo. 

Tal  proposición  renueva  la  herejía  de  los  protestantes 
condenada  en  el  Concilio  de  Trento  (sess.  23,  cap.  4),  y  nue- 
vamente proscrita  en  la  "Mediator  Dei",  de  Su  Santidad 
Fío  XII  (A.  A.  S.,  39,  pág.  556). 


Estas  dos  proposiciones  requieren  una  pequeña  explica- 
ción. Jamás  »e  puede  decir  que  el  fiel   cocelebra  con  el 


2 


•  El  fiel  cocelebra  con  el 
Sacerdote  el  Santo  Sacrificio 
de  la  Misa. 


•fc  El  fiel  participa  del  San- 
to Sacrificio  de  la  Misa. 


EXPLANACION 


sacerdote,  pues  la  expresión  "cocelebrar"  se  refiere  en  la 
Iglesia  a  las  Misas  en  que  hay  más  de  un  celebrante  y  todos 
concurren  activamente  al  ofrecimiento  del  Sacrificio  y  a  la 
transubstanciación;  por  ejemplo,  en  las  Misas  de  ordena- 
ción sacerdotal,  en  las  que  los  nuevos  Sacerdotes  cocelebran 
con  el  Obispo  la  Misa  en  la  cual  son  ordenados. 

También  la  proposición  en  que  se  declara  que  los  fieles 
participan  del  Sacrificio  de  la  Misa  pide  una  aclaración. 
Muchos  la  entienden  en  el  mismo  sentido  de  que  los  fieles 
cocelebran  el  Sacrificio.  Sería  la  repetición  del  error  exami- 
nado en  el  número  1.  Otros  la  entienden  en  el  sentido  de  que 
el  Sacerdote  no  es  sino  un  mandatario  del  pueblo,  cuyos 
actos  sacerdotales  valdrían  sólo  en  cuanto  él  representa  a 
los  fieles.  No  es  así  como  se  debe  entender,  como  bien  en- 
seña la  "Mediator  Dei"  (A.  A.  S.,  39  pág.  555-556).  El 
Sacerdote,  de  hecho  no  es  un  delegado  del  pueblo  ("Media- 
tor Dei",  A.  A.  S.,  39,  pág.  538).  Pues  es  escogido  por  voca- 
ción divina,  hecho  Sacerdote  por  el  Sacramento  del  Orden. 
("Mediator  Dei",  pág.  539).  No  quiere  esto  decir  que  el 
Sacerdote,  en  cierto  sentido,  no  represente  al  pueblo.  Lo 
representa  en  cuanto  representa  a  Jesucristo,  cabeza  del 
Cuerpo  Místico,  del  cual  los  fieles  son  miembros  ("Media- 
tor Dei",  pág.  538).  Y  cuando  el  Sacerdote  ofrece  en  el 
altar,  lo  hace  en  nombre  de  Cristo,  Sacerdote  principal,  que 
ofrece  en  nombre  de  todos  los  miembros  de  su  Cuerpo  Mís- 
tico. De  manera  que,  en  cierto  sentido,  el  Sacrificio  es  ofre- 
cido en  nombre  del  pueblo.  Debe,  por  tanto,  él  participar 
del  Sacrificio.  ¿De  qué  manera?  Dice  la  "Mediator  Dei": 
"En  cuanto  une  sus  votos  de  alabanza,  de  impetración, 
de  expiación  y  de  acción  de  gracias  con  los  votos  e  inten- 
ción del  Sacerdote,  y  también  del  Sumo  Sacerdote,  para 
que  en  la  misma  oblación  de  la  víctima,  que  se  ofrece  en  el 
rito  externo  del  Sacerdote,  sean  presentados  al  Eterno  Pa- 
dre" (Ibid.,  pág.  556). 

Hay,  pues,  un  sentido  real  para  la  expresión  "participar", 
que  se  podrá  usar  siempre  que  se  tenga  el  cuidado  de  excluir 
cualquier  sentido  menos  exacto. 


3 


•  Los  fieles  que  siguen  la 
Misa  con  el  misal  participan 
de  ella.  Los  fieles  que  la  si- 
guen de  otro  modo,  apenas 
si  asisten. 


•jr  La  participación  de  los  fie- 
les en  el  Santo  Sacrificio  de 
la  Misa  consiste  en  la  unión 
con  las  intenciones  del  Sumo 
Sacerdote,  Jesucristo,  y  del 
Sacerdote  celebrante.  Cual- 
quier método  — misal,  rosa- 
rio, meditación —  será  perfec- 
to si  fuere  eficaz  para  pro- 
ducir esta  unión. 


EXPLANACION 


La  sentencia  impugnada  renueva  el  espíritu  jansenista 
contenido  en  esta  proposición  de  Quesnell  condenada  por 
Clemente  XI  en  la  bula  "Unigenitus"  del  8  de  septiembre 
de  1713:  "Quitar  al  pueblo  fiel  este  consuelo  de  unir  su  voz 
a  la  voz  de  toda  la  Iglesia,  es  costumbre  contraria  a  la 
práctica  apostólica  y  a  la  intención  divina1  (Prop.  n.  86, 
D.  1.436). 

En  sí  misma,  es  ella  una  consecuencia  de  la  doctrina 
e-rónea  de  que  el  fiel  cocelebra  con  el  Sacerdote  la  Santa 
Misa,  debiendo  pronunciar  con  él  las  palabras  litúrgicas,  y 
quien  no  pronunciase  esas  palabras  no  participaría  de  la 
Misa,  asistiría  apenas  a  ella,  en  actitud  meramente  pasiva. 
Al  paso  que  la  "Mediator  Dei",  insiste  sobre  la  unión  con 
las  intenciones  de  Jesucristo  y  del  celebrante,  dando  plena 
libertad  a  los  fieles  respecto  al  método  a  emplear  para 
conseguir  esa  finalidad.  Estamos  lejos  de  desaconsejar  el 
interés  por  todo  cuanto  dicen  respecto  a  la  Misa,  y,  por 
tanto,  también  por  el  conocimiento  del  misal,  de  las  ora- 
ciones y  ceremonias  del  Santo  Sacrificio,  etc.  Pero  evítese  la 
confusión  propia  de  los  reformadores  del  siglo  XVI  entre 
los  fieles  y  el  Sacerdote;  cómo  es  necesario  respetar  la 
libertad  del  Espíritu  Santo,  que,  dentro  siempre  de  la  obe- 
diencia que  los  fieles  deben  a  la  Sagrada  Jerarquía,  les 
orienta  con  sus  gracias  según  su  inefable  beneplácito:  "Spi- 
ritus  ubi  vult  spirat"  (Jo.  III,  8). 


-  23  - 


4 


•  Sólo  se  debe  asistir  a  la 
Santa  Misa  siguiendo  las  pa- 
labras del  misal.  Durante  el 
Sacrificio  se  deben  excluir  las 
oraciones  privadas,  como  el 
rosario,  la  meditación,  etc. 
Sólo  la  Misa  dialogada  y 
«versus  populum»,  es  acomo- 
dada a  la  actitud  del  cristia- 
no en  el  Santo  Sacrificio. 


•jr  El  uso  del  misal,  la  reci- 
tación del  Rosario,  la  medi- 
tación y  otras  oraciones  apro- 
piadas, son  todos  excelentes 
métodos  de  asistir  al  Santo 
Sacrificio  de  la  Misa.  El  cris- 
tiano, pues,  tiene  libertad  para 
escoger  el  que  mejor  contri- 
buya a  unirle  con  las  inten- 
ciones de  Jesucristo  y  del 
Sacerdote  que  celebra.  Todos 
los  métodos  de  asistencia  a  la 
Misa,  aprobados  por  la  Santa 
iglesia,  son  buenos  para  oír 
el  Santo  Sacri'icio.  Cualquier 
exclusivismo  en  este  punto  es 
reprobable. 


EXPLANACION 

La  proposición  impugnada  está  unida  íntimamente  con  el 
falso  principio  del  sacerdocio  formal  de  los  fieles  que  arri- 
ba apuntamos.  La  Encíclica  "Mediator  Dei"  aprueba  y  pro- 
mueve el  verdadero  movimiento  litúrgico.  Todo  cuanto  lleve 
a  los  fieles  al  conocimiento  y  al  amor  de  la  Sagrada  Litur- 
gia, merece  aplausos.  El  mal  empieza  cuando,  a  veces,  falsas 
proposiciones  teológicas  vician  el  espíritu  con  que  se  pro- 
paga la  piedad  litúrgica.  En  esta  consideración  se  apoya  la 
"Mediator  Dei"  para  censurar  y  condenar  las  extravagan- 
cias que  se  levantaron  en  el  campo  de  la  piedad  litúrgica. 


5 

•  El  altar  debe  tener  forma 
de  mesa  que  recuerde  la  cena 
Eucarística. 


■jr  Está  equivocado  quien  qui- 
siera restituir  el  altar  a  la  an- 
tigua forma  ("Mediator  Dei"). 


-  24  - 


EXPLANACION 


Conviene  hacer  resaltar  la  unión  doctrinal  oue  hay  entre 
las  muchas  proposiciones  hasta  aquí  impugnadas.  Proceden 
ellas  del  falso  supuesto  de  que  los  fieles  participan  del  sacer- 
docio de  Jesucristo,  de  la  misma  forma  oue  participan  los 
Sacerdotes,  aunque  quizá  en  grado  menor.  Hay,  sin  embargo, 
una  diferencia  específica  entre  esas  dos  participaciones,  que 
el  Santo  Padre  compara  con  la  diferencia  que  hay  entre  un 
pagano  y  un  cristiano.  Cómo  el  pagano  está  fuera  del  Cuer- 
po Místico  de  Cristo  y,  por  tanto,  es  incapaz  de  cualquier 
acto  propio  de  este  Cuerpo,  así  el  simple  cristiano  está  fuera 
del  Sacerdocio  y  es  incapaz  fundamentalmente  de  cualquier 
acto  específicamente  sacerdotal.  (Cfr.  "Mediator  Dei", 
A.  A.  S.,  v.  39,  pág.  539). 

El  error  impugnado  fué  novedad  protestante  que  los  jan- 
senistas se  esforzaron  por  mantener  en  el  seno  de  la  Iglesia, 
llevados  por  el  mismo  espíritu  de  reformarla  completamente, 
haciendo  de  una  sociedad  monárquica  y  aristocrática  una 
sociedad  democrática. 

Préstese  atención  a  la  proposición  del  Sínodo  de  Pistoya, 
condenada  por  la  Bula  "Auctorem  fidei",  de  Pío  VI  (28  de 
agosto  de  1794).  "La  proposición  que  enseña  que  el  poder 
fué  dado  por  Dios  a  la  Iglesia  para  que  sea  comunicado  a 
los  Pastores,  que  son  sus  ministros,  para  la  salvación  de  las 
almas,  entendida  de  esta  manera,  como  si  de  la  comunidad 
de  los  fieles  dimanase  para  los  Pastores  el  poder  de  minis- 
terio y  de  gobierno,  es  herética".  (Prop.  2  D.  1502). 


6 


•  La  Comunión  fuera  de  la 
Misa,  las  Visitas  al  Santísimo 
Sacramento,  el  culto  a  las 
Sagradas  Especies,  la  Adora- 
ción Perpetua  y  la  Bendición 
del  Santísimo  constituyen  j ar- 
mas extralitúrgicas  de  piedad 


Todas  las  formas  del  cul- 
to al  Santísimo  constituyen 
preciosas  formas  de  piedad,  y 
como  tales  deben  ser  fomen- 
tadas. Aunque  se  debe  acon- 
sejar la  Comunión  dentro  de 
la  Misa,  la  recepción  de  la 


-  25  - 


y  como  tales  deben  ser  poco  a 
poco  suprimidas. 


9 


Sagrada  Eucaristía  fuera  de 
la  Misa  es  un  medio  de  par- 
ticipar normalmente  del  Sa- 
crificio Eucarístico  ("Media- 
tor  Dei"). 


EXPLANACION 


La  sentencia  impugnada  supone  que  es  imperfecta  toda 
forma  de  piedad  privada,  lo  que  constituye  un  error  con- 
denado por  la  "Mediator  Dei"  (A.  A.  S.,  39,  págs.  165-166 
y  183  y  ss.). 

Por  otra  parte  ella  renueva  el  espíritu  de  las  proposicio- 
nes condenadas  por  el  Concilio  de  Trento  en  los  Cáno- 
nes 5,  6  y  7  de  la  Sesión  XIII  (D.  887-889). 


No  falta  quien  afirma  que  los  Sacerdotes  no  pueden  ofre- 
cer la  Divina  Víctima  en  muchos  altares  a  la  vez,  porque 
de  este  modo  separan  la  Comunidad  y  ponen  en  peligro  la 
unidad.  Es  sentencia  reprobada  ñor  la  "Mediator  Dei". 
La  razón  es  clara:  Todo  Sacrificio  de  la  Misa  tiene  sólo 
valor  por  su  relación  intrínseca  con  el  Sacrificio  de  la  Cruz, 
que  fué  uno  solo  y  válido  para  todos  los  tiempos;  de  ma- 
nera que,  aunque  sean  muchas  las  Misas,  de  hecho,  perma- 
nece la  unidad  esencial  del  Sacrificio.  La  sentencia  impug- 
nada recuerda  el  error  jansenista  condenado  por  la  Consti- 
tución "Auctorem  fidei",  de  Pío  VI,  en  28  de  agosto  de  1794, 
en  el  número  31,  que  dice  así:  "La  proposición  del  Sínodo, 
que  afirma  que  es  conveniente  para  el  buen  orden  de  los 
divinos  Oficios,  y  según  la  antigua  costumbre,  que  en  cada 
Iglesia  haya  un  solo  altar,  y  que  le  agradaría  ver  restable- 


7 


•  La  celebración  simultánea 
de  varias  Misas  acaba  con  la 
unidad  del  Sacrificio  Social. 


it  La  simultaneidad  de  varias 
Misas  no  destruye  la  unidad 
drl  Sacrificio  Social  de  la 
Iglesia. 


EXPLANACION 


-  26  — 


cida  esta  costumbre,  es  declarada  temeraria,  injuriosa  a 
una  costumbre  antiquísima  y  piadosa,  en  vigor  y  aprobada 
desde  hace  muchos  siglos,  en  particular  en  la  Iglesia  latina". 


La  costumbre  de  colocar  imágenes  en  el  altar  está  en 
consonancia  con  la  doctrina  católica  sobre  el  culto  que  se 
les  debe  dar. 

La  sentencia  impugnada  contraría  el  espíritu  aconsejado 
por  la  "Mediator  Dei",  que  recomienda  la  colocación  de 
imágenes  de  los  Santos  en  los  templos  para  edificación  de 
los  fieles,  y  recrimina  a  aquellos  que  desearían  retirar  tales 
imágenes  (A.  A.  S.,  39,  pág.  582  y  546). 

El  contenido  de  esta  sentencia  se  liga  al  error  protestante 
de  un  solo  y  único  Mediador,  que  no  tolera  mediadores  se- 
cundarios. 


8 


•  En  los  altores  no  debe  ha 
ber  imágenes  fuera  del  Cru 
cijijo. 


No  hay  el  menor  inconve- 
niente en  que,  además  del 
Crucifijo,  haya  otras  imágenes 
en  el  altar,  con  tal  de  que  no 
ocupen  el  lugar  reseñado  a 
aquél. 


EXPLANACION 


9 


•  Los  fieles  cuando  rezan  el 
oficio  dilino  hacen  oración 
litúrgica. 


•fe  La  oración  litúrgica,  que 
se  hace  en  nombre  de  la  Igle- 
sia con  las  oraciones  y  ritos 
por  ella  propuestos,  sólo  pue- 
de ser  hecha  por  los  cléri- 
gos y  los  religiosos  a  ella 
obligados.  La  oración  de  los 
fieles,  siempre  es  una  ora- 
ción privada,  sea  litúrgico  o 
no  el 'texto. 


-27- 


EXPLANACION 


"El  Oficio  divino  es  la  oración  del  Cuerpo  Místico  de 
Cristo,  dirigida  a  Dios  en  nombre  de  todos  los  cristianos,  y 
para  su  provecho,  y  ha  de  ser  hecha  por  los  sacerdotes,  por 
ministros  de  la  Iglesia  y  por  los  Religiosos  encargados  por 
la  Iglesia  para  eso"  ("Mediator  Dei",  A.  A.  S.,  39,  pág.  573). 


10 


•  Para  la  vida  espiritual  de 
los  fieles  y  su  unión  con  Je- 
sucristo, basta  que  participen 
de  los  actos  litúrqicos  recitan- 
do los  textos  oficiales. 


^  La  vida  espiritual  de  los 
fieles  consta,  no  sólo  de  la 
participación  de  la  Santa  Misa 
y  sacramentos,  sino  también  de 
actos  de  piedad  privada,  sin 
los  cuales  la  salvación  es  im- 
posible. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  fué  condenada  en  estos  términos 
por  la  "Mediator  Dei":  "De  esos  profundos  argumentos  al- 
gunos sacan  la  conclusión  de  que  toda  la  piedad  cristiana 
debe  concentrarse  en  el  misterio  del  Cuerpo  Místico  de 
Cristo,  sin  ninguna  consideración  personal  ni  subjetiva,  y 
por  eso  creen  que  se  deben  descuidar  las  otras  prácticas  re- 
ligiosas, no  estrictamente  litúrgicas,  y  realizadas  fuera  del 
culto  público.  Todos,  sin  embargo,  pueden  comprobar  que 
esas  cooclusiones  acerca  de  dos  especies  de  piedad,  son  com- 
pletamente falsas,  insidiosas  y  perniciosísimas"  (A.  A.  S.,  39, 
página  533). 

Por  otra  parte,  a  los  propios  Sacerdotes,  capaces  de  ora- 
ciones litúrgicas,  el  Código  de  Derecho  Canónico  manda 
una  piedad  privada  fervorosa  (can.  125,  párr.  2). 


-  28  - 


11 


•  Es  moral  anticuada  prohi- 
bir a  los  fieles  el  frecuentar 
bailes,  «dancings»,  piscinas, 
etcétera.  Alimentados  por  la 
piedad  litúrgica  pueden  ellos 
frecuentar  estos  ambientes  sin 
temor,  y  allí  practicar  el  apos- 
tolado de  infiltración  irradian- 
do a  Cristo  con  su  presencia. 


^  No  hay  espiritualidad  que 
inmunice  al  hombre  contra  el 
peligro  de  ocasiones  próximas 
y  voluntarias  de  pecado,  de  las 
cuales  debe  apartarse  aunque 
sea  con  grave  perjuicio,  lil 
apostolado  ejercido  con  peli- 
gro próximo  para  la  salvación 
es  temerario  y  no  puede  con- 
tar con  las  bendiciones  de 
Dios. 


EXPLANACION 


La  sentencia  errónea  sería  verdadera  en  el  supuesto  de 
que  existiese  una  unión  sacramental  y  vital  con  Dios,  obte- 
nida por  la  liturgia,  no  sólo  superior  sino  hasta  ajena  a  la 
unión  moral.  O  en  otra  hipótesis,  a  saber:  que  la  vida  de  la 
gracia  fuese  tal  que  suprimiese  la  cooperación  del  hombre. 
Sin  embargo,  no  pueden  ser  aceptados  ninguno  de  estos  su- 
puestos por  quien  profesa  la  doctrina  genuina  de  la  Iglesia. 
Hoy  como  siempre,  la  Santa  Sede  y  los  moralistas  previe- 
nen a  los  fieles  contra  las  diversiones  que  constituyen  oca- 
sión próxima  de  pecado. 

La  sentencia  impugnada  nos  recuerda  el  quietismo,  con- 
denado por  Inocencio  XI  en  28  de  agosto  y  27  de  noviem- 
bre de  1667.  Entre  las  proposiciones  condenadas  está  ésta: 
41Si  alguno  escandalizase  a  otro  con  sus  propios  defectos  no 
es  necesario  el  arrepentimiento,  con  tal  de  que  no  haya  vo- 
luntad de  escandalizar:  y  es  una  gracia  de  Dios  no  refle- 
xionar sobre  los  propios  defectos"  (D.  1.230).  Pues  la  sen- 
tencia impugnada  defiende  la  santificación  automática,  sin 
concurso  ninguno  de  la  voluntad  humana. 


12 


•  El  estado  matrimonial  debe 
ser  ensalzado  más  que  el  es- 
tado de  castidad  perfecta,  por- 


^  El  grado  de  perfección  de 
un  estado  de  vida  se  mide  por 
la  mayor  unión  con  Dios,  que 


-  29  - 


qué  és  santificado  por  un  Sa- 
cramento. 


ñor  mal  mente  se  obtiene  por  la 
gracia  santificante  y  la  cari- 
dad.  Para  eso  debe  suponer 
mayor  abnegación  de  quien  lo 
abrasa  y  debe  proporcionarle 
mayores  medios  de  santifica- 
ción. Así,  el  estado  de  per- 
fección por  excelencia  es  el  es- 
tado religioso,  y  el  estado  de 
castidad  perfecta  es  más  per- 
fecto que  el  matrimonio. 


EXPLANACION 


No  se  puede  afirmar  que  el  estado  constituido  por  un  Sa- 
cramento sea  por  eso  más  perfecto  que  otro.  Así,  aunque 
no  haya  sacramento  especial  para  el  estado  religioso,  se 
sabe  que  Nuestro  Señor  aconsejó  la  práctica  de  los  conse- 
jos evangélicos  como  la  meta  de  la  perfección. 

En  cuanto  a  la  superioridad  de  la  virginidad,  sobre  la 
continencia  matrimonial,  léase  el  capítulo  VII  de  la  prime- 
ra Epístola  a  los  Corintios  y  la  2.a  2.ae  de  Santo  Tomás, 
q.  152,  a.  4,  como  también  la  2.a  2.ae,  q.  40,  a.  2  ad  4.um  Por 
otra  parte,  la  virginidad  se  puede  considerar  como  fruto  del 
Sacramento  de  la  Eucaristía,  que  la  hace  posible  a  los 
mortales. 

La  sentencia  impugnada  fué  varias  veces  censurada  por 
la  Iglesia.  Así,  en  el  "Syllabus"  de  Pío  IX,  N.  B.,  después 
de  la  proposición  número  74  (D.  1774,  A.);  en  la  alocución 
a  las  religiosas,  de  Pío  XII,  en  septiembre  de  1952  (añada- 
mos: la  Encíclica  sobre  la  Virginidad  y  Castidad),  en  la  cual 
el  Santo  Padre  recrimina  a  los  sacerdotes,  fieles,  predica- 
dores, oradores  y  escritores,  que  "no  tienen  una  sola  pa- 
labra para  aprobar  y  alabar  la  virginidad  consagrada  por 
Jesucristo;  y  que  hace  años,  no  obstante  las  advertencias 
de  la  Iglesia  y  contrariamente  a  lo  que  constituye  el  pen- 
samiento de  la  misma,  conceden  al  matrimonio,  en  prin- 
cipio, una  preferencia  sobre  la  virginidad;  que  llegan  a 
presentar  el  matrimonio  como  único  medio  capaz  de  ase- 
gurar a  la  personalidad  humana  su  desenvolvimiento  y  su 
perfección  natural".  Las  mismas  ideas  en  la  alocución  del 
23  de  noviembre  de  1952  a  un  grupo  de  jóvenes,  en  que 


~  30  - 


repite  que  la  vocación  religiosa  será  siempre  un  estado 
más  perfecto  que  el  matrimonio. 

No  es  preciso  resaltar  el  mal  inmenso  que  estas  ideas 
hacen  en  nuestra  Diócesis,  donde  la  propaganda  protes- 
tante contra  el  celibato  es  una  de  las  armas  que  emplean 
los  herejes  en  su  odio  contra  la  Iglesia  de  Dios. 


Si  por  vida  común  se  entiende  la  participación  de  los 
fieles  en  los  mismos  misterios  sobrenaturales,  ella  no  pier- 
de en  intensidad  por  el  hecho  de  que  los  feligreses  parti- 
cipen de  esos  misterios  en  diferentes  iglesias. 

Si  por  vida  común  se  entende  un  convivir  natural,  edi- 
ficante, tal  convivencia  también  es  posible  para  los  fieles 
en  otra  iglesia  que  no  sea  la  parroquial. 

La  circunstancia  de  que  una  persona  frecuente  una  igle- 
sia de  religiosos,  por  ejemplo,  conviviendo  allí  con  fieles  edi- 
ficantes de  su  parroquia  o  de  otras,  no  puede  menos  de  serle 
muy  beneficiosa.  Y  las  ventajas  espirituales  que  así  reci- 
be, necesariamente  tienen  benéfico  influjo  sobre  su  propia 
Parroquia.  Muy  eficaz  para  la  exacta  comprensión  de  este 
asunto,  será  la  acción  de   los   Religiosos  y  rectores  de 


13 


•  Siendo  la  Parroquia  una 
comunidad,  el  sostenimiento 
de  la  zida  comunitaria  exige 
que  todos  los  feligreses  par- 
ticipen juntos  del  mismo  sa- 
crificio, reciban  las  gracias 
del  mismo  padre  espiritual  y 
unan  sus  oraciones  en  el  mis- 
mo templo.  El  hecho  de  fre- 
cuentar los  jieles  otras  parro- 
quias o  iglesias  no  parroquia- 
les acaba  con  la  unidad  de  la 
vida  común. 


La  Parroquia  es  la  célula 
de  la  Diócesis,  y  como  tal  es 
necesario  que  todos  los  feli- 
greses tengan  'contacto  vivo 
con  el  párroco  y  estén  bajo  su 
dirección.  Tal  contacto  y  di- 
rección, es  enteramente  com- 
patible con  el  hecho  de  que 
los  fieles  reciban  los  Sacra- 
mentos v  asistan  a  la  Santa 
Misa  en  otras  Iglesias,  por  lo 
cual  no  deben  ser  prohibidas 
o  desaconsejadas  estas  prác- 
ticas. 


EXPLANACION 


-  31  - 


iglesias  tío  parroquiales,  que  instruyan  a  ios  heles  sobré 
sus  deberes  para  con  la  Parroquia  y  el  Párroco,  y  estén 
siempre  dispuestos  a  auxiliar  a  los  párrocos  en  lo  que  se 
relaciona  con  la  vida  parroquial. 

Como,  en  general,  en  todos  estos  errores  se  nota  un  olor 
jansenista,  recordemos  también  aquí,  que  fué  la  intriga 
de  los  jansenistas  la  que  puso  en  boga  aquel  espíritu  pa- 
rroquial que  reinó  en  París  en  el  siglo  XVII  y  preparó  a 
los  Párrocos  para  el  juramento  constitucional  de  la  Revo- 
lución francesa. 

Como  también  fué  el  mismo  espíritu  el  que  en  Pistoya 
dictó  normas  restrictivas  para  la  vida  de  los  religiosos, 
felizmente  condenadas  por  Su  Santidad  Pío  VI. 

Sería,  no  obstante,  censurable  el  feligrés  que  descono- 
ciese completamente  a  su  Párroco.  Pues  éste  debe  tener 
conocimiento  del  cumplimiento  de  los  deberes  religiosos 
de  todos  sus  feligreses.  Es  lo  que  se  deduce  del  Código  de 
Derecho  Canónico,  que  en  el  canon  859,  párr.  3,  aconseja 
a  los  ñeles  cumplir  con  Pascua  en  la  Iglesia  parroquial  y 
manda,  caso  de  que  no  lo  hagan,  comunicarlo  a  propio 
Párroco. 

La  sentencia  impugnada,  mejor  se  ajustaría  a  una  con- 
cepción ontológica  de  la  comunidad  parroquial,  en  la  cual, 
por  la  participación  en  las  funciones  litúrgicas,  se  tratase 
de  reabsorber  a  los  feligreses  en  un  solo  todo  esencial  de 
orden  superior,  en  Cristo  Místico  o  comunitario.  La  co- 
munidad ontológica  parroquial  se  proyectaría  también  en 
el  campo  temporal,  haciendo  de  la  Parroquia  un  todo,  en 
que  se  fundiesen  completa  o  casi  completamente  las  fami- 
lias y  las  propiedades,  en  una  participación  casi  biológica  de 
toda  especie  de  bienes.  También  en  el  orden  temporal, 
las  personalidades  individuales  se  fundirían  en  una  sola 
personalidad  colectiva. 

Supuesta,  sin  embargo,  la  comunidad,  no  como  hecho 
ontológico,  sino  como  hecho  moral,  aunque  sobrenatura- 
lizado  por  la  gracia,  la  sentencia  equivocada  carece  en- 
teramente de  apoyo. 


-  32  - 


II.  Sobre  la  estructura  de  la  iglesia 


14 


•  Dentro  de  la  Diócesis,  el 
único  intérprete  de  los  actos 
de  la  Santa  Sede  es  el  Obispo 
Diocesano.  De  manera  que  los 
fieles  o  los  simples  sacerdo- 
tes jamás  se  pueden  apartar 
de  ésta  interpretación. 


La  interpretación  de  los  ac- 
tos Pontificios  pertenece  sólo 
a  la  Santa  Sede.  Ninguna  otra 
interpretación,  por  respetable 
y  docta  que  sea,  puede  impo- 
nerse como  oficial  y  única. 


EXPLANACION 
Cfr.  abajo:  "Directrices",  núm.  8. 


15 


•  La  unión  de  los  fieles  con 
el  Papa  se  efectúa  en  la  per- 
sona del  Obisho.  Quien  sigue 
enteramente  las  opiniones  de 
su  Ordinario,  puede  estar  cier- 
to de  que  se  está  conformando 
absolutamente  con  el  pensa- 
miento de  la  Santa  Sede. 


■jr  El  Obispo  tiene  magisterio 
ordinario,  de  suerte  que  los 
fieles  deben  recibir  sus  ense- 
ñanzas como  la  expresión  fiel 
del  pensamiento  de  la  Iglesia. 
Este  magisterio  oficial,  por 
disposición  de  Jesucristo,  cuan- 
do se  ejerce  aisladamente,  no 
es  infalible.  Por  consiguiente, 
los  fieles  no  pueden  someter- 
se lo  mismo  al  magisterio  del 
Obispo  que  al  del  Papa,  aun- 
que deban,  en  la  justa  medi- 
da, respeto  y  obediencia  a  unos 
|     y  a  otros. 


EXPLANACION 
Cfr.  abajo:  "Directrices",  núm.  7. 

—  33  — 


3 


16 


•  La  inscripción  de  los  fieles 
en  las  organizaciones  de  Ac- 
ción Católica,  les  confiere  una 
participación  en  el  mandato 
apostólico  y  en  las  funciones 
jerárquicas,  que  les  hace  ca- 
paces de  un  apostolado  espe- 
cíficamente sacerdotal. 


tí 


•fc  La  Iglesia  es,  por  institu- 
ción divina,  una  sociedad  des- 
igual, en  la  que  hay  una  parte 
docente  y  otra  discente,  jerar- 
quía y  subditos.  Los  miembros 
de  las  organizaciones  de  la 
Acción  Católica  pertenecen  en- 
ter amenté  á  la  categoría  de 
subditos,  a  la  Iglesia  discente. 
No  tienen,  por  consiguiente, 
parte  alguna  ni  en  la  función 
docente  ni  en  el  poder  jerár- 
quico. Sus  actos  son  lo  mismo 
que  los  de  cualquier  fiel. 


EXPLANACION 

El  mandato  conferido  por  Nuestro  Señor  Jesucristo  a 
ios  Apóstoles  y  a  sus  sucesores,  tiene  por  objeto  todo  lo 
que  se  relaciona  con  la  salvación  de  las  almas.  De  este 
mandato,  que  lleva  consigo  el  poder  de  gobernar,  enseñar 
y  santificar,  participan,  en  el  sentido  verdadero  y  propio 
de  la  palabra,  los  miembros  de  los  varios  grados  de  la 
jerarquía.  El  laicado  no  es  susceptible,  como  tal,  de  recibir 
parte  del  poder  jerárquico.  Así,  participa  en  los  trabajos 
de  la  jerarquía  y  colabora  con  ella.  Pero,  evidentemente, 
no  participa  de  sus  poderes.  Así,  cuando  un  padre  enseña 
ti  catecismo  a  sus  hijos,  o  un  Catequista  autorizado  di- 
funde la  enseñanza  religiosa,  no  hay  propiamente  en  nin- 
gún sentido,  una  participación  en  el  poder  docente  de  la 
Iglesia.  El  padre  y  el  catequista  son  colaboradores  de  la 
Jerarquía  pero  pertenecen  enteramente  a  la  Iglesia  discente. 
Todos  los  documentos  de  la  Santa  Sede  sobre  la  Acción 
Católica  consideran  la  materia  de  esta  manera,  como  es 
natural,  pues  éste  es  el  modo  que  se  ajusta  a  la  divina 
institución  de  la  Iglesia. 

Es  lo  que  dice  Pío  XI  en  su  discurso  a  los  periodistas 
católicos  del  26  de  julio  de  1929:  "Los  periodistas  cató- 
licos son  de  esa  manera  preciosos  portavoces  de  la  Iglesia, 
de  su  Jerarquía,  de  sus  enseñanzas:  por  consiguiente,  los 


-  34  - 


portavoces  más  nobles,  más  elevados  de  cuanto  dice 
la  Santa  Madre  Iglesia.  Desempeñando  esta  funci 
prensa  católica  no  pasa  por  eso  a  pertenecer  a  la  . 
docente;  ella  continúa  en  la  Iglesia  discente  y,  sin  em 
no  por  eso  deja  de  ser  en  todas  las  direcciones  la  men^jcia 
de  la  disciplina  de  la  Iglesia  docente,  de  esta  Iglesia  obli- 
gada a  enseñar  a  las  naciones  del  mundo"... 

Cabe  aquí  una  observación,  cuya  importancia  jamás  se- 
na exagerado  encarecer.  Si,  de  un  lado,  los  documentos 
pontificios  censuran  diversos  errores  que  han  surgido  re- 
lativos a  la  Acción  Católica,  por  otra  parte  manifiestan 
el  mayor  empeño  en  conservar  y  promover  esta  Asocia- 
ción. 

No  hay  contradicción  entre  una  actitud  y  la  otra.  Si  la 
Santa  Sede  corrige  exageraciones  peligrosas  concernien- 
tes a  la  Acción  Católica,  es  precisamente  porque  desea 
para  ella  un  recto  y  efectivo  desenvolvimiento.  En  esta 
posición  de  equilibrio  deben  mantenerse  igualmente  los 
que  se  dedican  a  esta  materia. 


17 


•  La  Acción  Católica  y  el 
clero  Diocesano  son  organiza- 
ciones establecidas  por  la  Igle- 
sia y  como  tales  ejercen  un 
apostolado  oficial;  las  Congre- 
gaciones Religiosas  y  demás 
Asociaciones  son  instituciones 
particulares,  aprobadas  por  la 
Iglesia  y  ejercen  un  aposto- 
lado oficioso. 


Un  la  Iglesia  se  distingue 
el  estado  sacerdotal  como  es- 
pecíficamente superior  al  es- 
tado de  los  seglares.  A  su  vez, 
el  estado  religioso  también  es 
superior  al  estado  de  los  se- 
glares. Así,  el  apostolado  sa- 
cerdotal es  superior  a  todos 
los  demás.  Y  el  apostolado  de 
los  religiosos  es  superior  al 
de  los  seglares. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  coloca  el  apostolado  de  los 
seglares  de  la  Acción  Católica  en  un  plano  oficial  y  el 
apostolado  de  los  religiosos  en  un  plano  simplemente  ofi- 
cioso y,  por  tanto,  inferior,  lo  que  contraría  el  orden  de 
lot  valorei. 


-  35  - 


18 


#  Como  consecuencia  de  la 
participación  que  conjiere  en 
el  apostolado  jerárquico  la 
inscripción  de  los  seglares  en 
la  Acción  Católica,  les  da  una 
gracia  de  estado  que  hace  su 
apostolado,  sólo  por  esto,  más 
eficaz  que  el  ejercido  por  los 
miembros  de  otras  asocia- 
ciones. 


Je  La  participación  en  t 1  apos- 
tolado jerárquico  que  el  Santo 
Padre  Pío  XI  expuso  en  la 
definición  de  la  Acción  Cató- 
lica no  da  a  los  seglares  un 
estado  especial  en  la  Iglesia, 
distinto  de  aquel  en  que  que- 
darían los  demás  fieles  que  no 
perteneciesen  a  las  Asociacio- 
nes fundamentales  de  la  Ac- 
ción Católica.  Así,  la  inscrip- 
ción de  una  persona  en  la 
Acción  Católica  no  da  gracia 
específicamente  diferente  de  la 
que  tienen  los  demás  seglares 
inscritos  en  otras  asociacio- 
nes de  apostolado. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  supone  un  estado  intermedio 
entre  la  Iglesia  docente  y  la  Iglesia  discente.  Se  daría  en- 
tonces una  gracia  propia  de  estado  más  eficaz  en  sí  misma 
que  la  de  los  simples  miembros  de  la  Iglesia  discente. 


19 


•  Las  organizaciones  funda- 
mentales de  la  Acción  Católi- 
ca son  aprobadas  y  fomenta- 
das por  la  Santa  Sede.  Las 
demás  asociaciones  — Aposto- 
lado de  la  Oración,  Hijas  de 
María,  Congregaciones  Maria- 
nas, etc. —  son  apenas  tolera- 
das. Según  la  mente  de  la 
Santa  Sede  deben  desapare- 
cer poco  o  poco. 


*fa  Las  Congregaciones  Ma- 
rianas y  las  otras  Asociacio- 
nes que,  como  ellas,  tienen 
forma  y  fin  de  apostolado, 
son  Acción  Católica  con  ple- 
no derecho.  Las  demás  Aso- 
ciaciones son  providenciales 
auxiliares  de  la  Acción  Cató- 
lica, y  deben  ser  fomentadas 
por  los  grandes  servicios  que 
pueden  prestar  a  la  Iglesia. 


-  36  - 


EXPLANACION 


El  Santo  Padre  Pío  XII  ha  enseñado  hasta  la  saciedad, 
y,  más  solemnemente,  empeñando  su  palabra  de  Pastor 
Supremo,  en  la  Constitución  Apostólica  "Bis  Saeculari 
die",  de  27  de  septiembre  de  1948  (A.  A.  S.,  v.  40,  pági- 
na 393  ss.),  que  la  Acción  Católica  no  puede  ser  organi- 
zada a  la  manera  "estandardizada"  y  totalitaria  de  los  Es- 
tados modernos.  Por  esto,  en  el  mismo  plano  en  que  se  des- 
envuelven las  organizaciones  fundamentales  de  la  Acción 
Católica,  coloca  las  Congregaciones  Marianas  y  otras  Aso- 
ciaciones con  fines  y  forma  de  apostolado,  multiformes  en 
su  éspíritu,  constitución  y  actividad.  Y  por  ese  mismo  mo- 
tivo se  complace  el  Pontífice  en  la  exuberante  abundancia 
de  las  demás  asociaciones  religiosas. 


20 


•  Es  tal  la  naturaleza  jurídica 
de  la  Acción  Católica  que  la 
ceremonia  de  admisión  de  sus 
miembros  sólo  puede  ser  pre- 
sidida por  el  Obispo  o  por  un 
delegado  suyo. 


+  Estando  la  Acción  Católi- 
ca colocada  enteramente  en 
las  jilas  de  la  Iglesia  discente, 
sus  miembros  deben  ser  reci- 
bidos normalmente  por  el  Pá- 
rroco o  el  Padre  Director  de 
la  Asociación. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  sería  verdadera  si  la  Acción  Ca- 
tólica formase  un  grado  intermedio  entre  la  Iglesia  do- 
cente y  la  Iglesia  discente. 


21 


•  Es  tal  la  naturaleza  jurí- 
dica de  la  Acción  Católica  que 
el  Consiliario  eclesiástico  no 
ejerce  sobre  ella  ninguna  auto- 


Perteneciendo  la  Acción 
Católica  a  la  Iglesia  discente, 
está  sujeta  enteramente  a  la 
autoridad   del    Obispo,  cuyo 


-  37  - 


ridad,  a  no  ser  en  caso  nega- 
tivo, en  que  puede  poner  veto 
a  las  deliberaciones  de  la  Di- 
rectiva, cuando  contengan  al- 
guna cosa  contra  la  fe  o  las 
costumbres.  Toda  la  autoridad 
pertenece  a  los  propios  segla- 
res que  tienen  en  el  sacerdote 
apenas  un  director  de  con- 
ciencias. 


representante  oficial  es  el  Con' 
siliario  eclesiástico.  La  auto- 
ridad de  éste  se  ejerce  no  sólo 
en  el  sentido  de  prohibir  lo 
que  sea  contrario  a  la  fe  y  a 
las  costumbres,  sino  también 
en  el  sentido  de  gobernar  toda 
la  actividad  social.  En  la  Ac- 
ción Católica,  como  en  otras 
Asociaciones,  el  Consiliario 
eclesiástico  ejercerá  esas  fun- 
ciones con  caridad  y  con  la 
consideración  que  los  segla- 
res merecen  y  tendrá  en  cuen- 
ta la  valiosa  experiencia  de 
éstos. 


EXPLANACION 

Si  el  sacerdote  tuviese  sobre  la  Acción  Católica  el  mero 
poder  de  veto,  prácticamente  escaparía  ella  al  poder  del 
propio  Obispo.  Por  otro  lado,  la  sentencia  impugnada  sólo 
se  justificaría  en  la  hipótesis  de  constituir  la  Acción  Cató- 
lica algo  específicamente  superior  a  la  Iglesia  discente,  en 
condición  paralela  a  aquella  en  que  se  encuentran  los  sim- 
ples sacerdotes. 


22 


•  Siendo  típico  de  la  Acción 
Católica  el  apostolado  en  el 
fnedio  ambiente,  esto  es,  en 
las  Universidades,  cuarteles, 
fábricas,  etc.,  y  no  pertene- 
ciendo el  sacerdote  a  esos  me- 
dios, es  él  incapaz  de  dirigir 
el  apostolado  especifico  de  la 
Acción  Católica. 


El  apostolado  en  el  medio 
ambiente  es  obligación  de  to- 
dos los  fieles.  Para  dirigir  el 
apostolado  de  los  fieles  fué 
instituida  por  Jesucristo  la 
Sagrada  Jerarquía.  Sus  miem- 
bros, por  la  gracia  de  estado, 
por  sus  estudios  especiales, 
por  el  hecho  de  saber  sobre- 
ponerse a  las  particularidades 
de  los  varios  medios,  a  fin  de 
formarse  una  visión  general, 


-  38  - 


tienen  todos  los  recursos  nece- 
sarios para  el  ejercicio  de  su 
misión. 

El  sacerdote  prudente  sabrá 
en  sus  funciones  directivas, 
utilizar  el  valioso  concurso 
de  la  experiencia  que  los  se- 
glares poseen  de  sus  respecti- 
vos ambientes. 


EXPLANACION 

La  función  directiva  se  coloca  necesariamente  en  un  pla- 
no general  y  superior.  Unidos  a  la  dirección  eclesiástica, 
los  seglares  pueden  prestar  el  concurso  de  peritos  especia- 
lizados en  cuanto  a  las  peculiaridades  de  los  ambientes  en 
que  viven.  Consejeros  buenos,  desinteresados,  valiosos,  pero 
siempre  consejeros,  dispuestos  siempre  a  obedecer  las  ór- 
denes del  sacerdote,  la  dirección  que  éste  comunique  a  las 
actividades  sociales. 

La  incapacidad  del  sacerdote  para  conocer  los  medios 
donde  se  ejerce  el  apostolado  de  los  seglares,  fué  negada 
directamente  por  el  Santo  Padre  en  su  alocución  al  termi- 
nar el  Congreso  mundial  del  Apostolado  seglar  (A.  A.  S., 
v.  43,  págs.  789-90),  en  14  de  octubre  de  1951,  con  estas 
palabras:  "El  recurrir  al  concurso  de  los  seglares  no  es 
debido  a  la  flaqueza  o  al  fracaso  del  clero  en  su  tarea  pre- 
sente". Y,  de  un  modo  positivo:  "el  sacerdote  tiene  ojos  tan 
buenos  como  el  seglar  para  distinguir  las  señales  de  los 
tiempos,  y  no  tiene  el  oído  menos  sensible  para  auscultar 
el  corazón  humano".  Y  para  que  no  hubiese  duda  añadió 
el  Papa  la  razón  de  la  colaboración  de  los  seglares:  "Los 
seglares  son  llamados  al  apostolado  como  colaboradores  del 
sacerdote,  por  razón  de  la  falta  de  clero".  (Véase  "Cato- 
licismo" núm.  12,  de  diciembre  de  1951.) 

El  apostolado  de  los  seglares  en  el  medio  ambiente  no 
puede  ser  cosa  típica  de  la  Acción  Católica,  porque  es 
deber  de  cada  seglar  hacer  apostolado  en  el  ambiente  en 
que  viva.  A  lo  largo  de  veinte  siglos  de  existencia  la  sa- 
grada Jerarquía  supo  dirigir  con  maestría  este  apostolado. 
No  se  comprende  cómo  la  Acción  Católica  pueda  venir  a 
tiaer  una  renovación  en  este  particular.  Por  otra  parte,  es 


-  39  — 


preciso  no  considerar  este  asunto  desde  un  ángulo  meramente 
natural.  El  Sumo  Pontífice  ya  declaró  que  el  apostolado 
de  la  Acción  Católica  es  instrumental;  que  los  seglares 
deben  de  estar  subordinados  a  la  autoridad  del  sacerdote, 
representante  auténtico  del  Obispo.  La  instrumentalidad 
de  los  seglares  en  el  apostolado  se  entendió  siempre,  como 
es  justo,  de  manera  adecuada  a  las  personas  humanas  y  no 
a  seres  inanimados.  Dice  el  Santo  Padre  que  "los  superio- 
res eclesiásticos  usan  de  él  de  la  misma  manera  que  el 
Creador  y  Señor  usa  de  las  criaturas  racionales  como  ins- 
trumentos, como  causas  segundas,  "con  una  dulzura  llena 
de  atenciones"  (Sap.  XII-18)  (Discurso  al  Congreso  mun- 
dial del  Apostolado  seglar,  1951).  Este  es  el  plan  de  la 
Providencia,  que  sólo  dispensa  su  gracia  a  lo  que  se  haga 
según  la  constitución  divina  de  la  Iglesia. 


23 


•  En  la  Acción  Católica  la 
formación  interior  se  da  por 
el  propio  apostolado  siendo  in- 
necesarios los  otros  medios 
tradicionalmente  empleados. 

• 


-je  El  apostolado  de  la  Acción 
Católica  supone  el  empleo  es- 
merado de  todos  los  medios 
tradicionales  de  formación  in- 
terior como  condición  para  la 
perseverancia  y  santificación 
de  sus  miembros  y  fecundidad 
i     de  sus  actividades. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  parece  proceder  de  la  idea  de 
que  la  Acción  Católica  es  algo  enteramente  nuevo  en  la 
Iglesia  y  que  crea  un  sistema  propio  de  espiritualidad.  Ni 
los  mismos  sacerdotes  están  dispensados  del  empleo  de  los 
tradicionales  medios  de  formación.  No  se  comprende  cómo 
puedan  prescindir  de  ellos  los  miembros  de  la  Acción  Ca- 
tólica, a  no  ser  que  admitamos  en  ella  una  espiritualidad 
opuesta  a  la  que  la  Iglesia  siempre  enseñó. 


—  40  — 


24 


•  En  el  reclutamiento  dé 
militantes  y  dirigentes  de  la 
Acción  Católica,  al  contrario 
de  lo  que  acontece  en  las  de- 
más asociaciones,  es  necesario 
tomar  en  mayor  consideración 
las  aptitudes  naturales  y  la 
formación  técnica  para  ti 
apostolado  de  conquista  que  la 
piedad  y  la  formación  sobre- 
natural. No  comiene,  pues, 
reclutar  los  líderes  y  miem- 
bros de  la  Acción  Católica  en- 
tre los  miembros  de  otras 
Asociaciones  religiosas,  sino 
que  hay  que  preferir  a  los 
que  viven  fuera  de  ellas. 


ir  En  el  apostolado,  por  de- 
signio misterioso  de  la  Proii- 
dencia,  concurren  las  cualida- 
des naturales  y  la  gracia  di- 
z-ina.  Como  ésta  es  el  elemen- 
to indispensable  y  preponde- 
rante en  la  selección  de  los 
apóstoles,  se  debe  tomar  en 
consideración,  en  primer  lu- 
gar, su  formación  espiritual, 
sin  la  cual  el  empleo  de  las 
dotes  naturales  constituye  para 
ellos  un  peligro  de  salvación  y 
para  el  apostolado  un  peligro 
de  mera  apariencia  o  exteriori- 
dad. En  las  filas  de  las  Aso- 
ciaciones religiosas  se  pueden 
encontrar  católicos  muy  aptos 
para  cualquier  modalidad  de 
apostolado. 


EXPLANACION 

Esta  sentencia,  impugnada  también,  procede  de  la  doc- 
trina de  que  la  Acción  Católica  es,  dentro  de  la  Iglesia, 
algo  enteramente  nuevo,  y  discrepante  de  sus  verdaderas 
tradiciones. 


25 


•  El  mejor  método  de  for- 
mación consiste  en  los  Círcu- 
los de  estudio,  en  los  cuales 
la  verdad  nace  espontánea- 
mente de  la  conversación  en- 
tre los  reunidos,  sin  necesidad 
de  un  profesor  superior  a  es- 
tos, y  que  les  dé  de  forma  I 


El  método  normal  de  en- 
señanza, especialmente  tratán- 
dose de  verdades  reveladas,  es 
el  magisterio,  en  el  cual  una 
persona  más  sabia  y  autori- 
zada comunica  de  modo  sis- 
temático la  materia  a  los 
oyentes.  El  Círculo  de  estu- 


—  41  — 


sistemática  la  exposición  de  la 

materia. 


dio,  una  ves  terminadas  las 
enséñanos,  puede  ser  útil  para 
la  manifestación  de  las  obje- 
ciones y  dificultades  de  los 
oyentes,  o  para  recoger  sus 
observaciones. 


EXPLANACION 

Los  Círculos  de  estudio,  en  la  forma  considerada  en 
esta  sentencia  impugnada,  fueron  condenados  por  el  Santo 
Padre  Pío  X  en  su  Carta  contra  El  Sillón.  En  efecto,  esa 
forma  es  de  inspiración  revolucionaria  y  pretende  suprimir 
la  autoridad  del  profesor. 


26 


•  El  apostolado  de  conquista, 
por  el  cual  se  traen  al  premio 
de  la  Iglesia  a  los  infieles  y  a 
los  que  viven  habitual  mente 
en  estado  de  pecado,  es  el 
apostolado  por  excelencia.  El 
de  preservación  y  perfeccio- 
namiento de  los  buenos  es  se- 
cundario. 

• 


^  Son  mayores  nuestras  obli- 
gaciones de  caridad  para  con 
los  que  viven  más  unidos  a 
Dios.  Asi,  nuestro  celo  debe 
emplearse  en  Primer  lugar  en 
la%  preservación  de  los  bue- 
nos. Por  otra  parte,  la  for- 
mación de  seglares  fervoro- 
sos es  condición  indispensable 
para  un  t  erdadero  apostolado 
de  conquista  que  iodos  debe- 
mos fomentar. 


EXPLANACION 

Los  dos  apostolados  son  esenciales:  conservar  y  perfec- 
cionar a  los  buenos  y  convertir  a  los  pecadores.  Además, 
es  falso  separar  el  apostolado  de  preservación  y  perfec- 
cionamiento de  los  buenos  del  apostolado  llamado  de  con- 
quista. Aquél  es  condición  para  éste.  El  divino  Maestro 
preparó  la  conversión  del  mundo  por  la  formación  de  un 
puñado  de  apóstoles  fervorosos.  En  otras  palabras,  es  im- 
posible conquistar  la  masa  sin  tener  antes  preparada  una 
minoría  selecta. 


-  42  — 


27 


•  En  las  condiciones  actua- 
les de  urgente  necesidad  de 
apostolado,  sería  mejor  que  las 
familias  religiosas  meramen- 
te contemplativas  dejasen  de 
existir,  o  redujesen  enorme- 
mente el  número  de  sus  miem- 
bros, pues  inutilizan  para  el 
apostolado  activo  externo  per- 
sonas que  se  consagran  exclu- 
sizamtnte  a  la  penitencia  y  a 
la  oración. 


it  Por  disposición  de  ¡a  di- 
vma  Providencia  la  conquista 
de  las  almas  se  alcanza  por 
dos  medios:  de  un  lado,  por 
la  actividad  externa  y  zisiblc 
de  la  Jerarquía  y  de  los  fieles: 
de  otro  lado.  Por  la  acción 
interna  e  invisible  de  la  gra- 
cia, condicionada  en  gran  par- 
te a  la  oración  y  a  la  peni- 
tencia reparadora  de  los  con- 
templativos. En  principio  la 
Iglesia  deberá  tener  siempre 
la  ayuda  activa,  la  vida  mixta 
v  la  vida  esencialmente  con- 
ten' plativa.  La  supresión  de 
cualquiera  de  ellas,  o  una  re- 
ducción que  eqttizalga  prác- 
ticamente a  una  supresión,  jfl 
debe  ser  deseada. 


EXPLANACION 

El  Santo  Padre  Pío  XII.  considerando  la  situación  pre- 
sente del  mundo,  concedió  facilidades  a  los  contemplativos 
para  ejercer  también  apostolado  activo.  Sin  embargo,  no 
se  trata  ni  se  piensa  en  la  supresión  de  Familias  u  Or- 
denes contemplativas,  o  en  una  reducción  que  casi  equiva- 
liese a  supresión.  El  Santo  Padre  señala  que  ese  aposto- 
lado no  debe  absolutamente  dispensar  o  disminuir  la  inten- 
sidad de  la  vida  contemplativa.  He  aquí  sus  palabras:  "Et 
in  imprimís,  quoad  vitam  monialium  contemplativam  hoc. 
quod  juxta  mentem  Ecclesiae  semper  viguit,  firmum  ac 
inviolatum  servari  debet:  Monasteria  omnia  monialium  vi- 
tam contemplativam  ut  primum  atque  praecipuum  suum  fi- 
nem,  canonice  semper  et  ubique  profiteri  deberé.  Quam  ob 
rem,  labores  et  ministeria,  quibus  Moniales  vacare  possunt 
ac  debent,  talia  esse  opportet  atque  ita  quoad  locum,  tem- 
pus,  modum  rationemque  ordinanda  ac  disponenda  sunt  ut 
vita  veré  et  solide  contemplativa  sive  totius  communitatis 


sive  singularum  Monialium.  salva  non  tantum  sit  seu  jugi- 
ter  alatur  ac  roboretur"  (Constitución  Apostólica  "Sponsa 
Christi".  A.  A.  S.,  v.  43,  pág.  11).  "Y  primeramente  en  cuanto 
a  la  vida  contemplativa  de  las  Monjas  debe  permanecer 
firme  e  inviolable  lo  que  siempre  estuvo  en  vigor,  según 
la  mente  de  la  Iglesia,  a  saber:  que  todos  los  monasterios 
de  monjas  deben  profesar  canónicamente  y  en  todas  par- 
tes la  vida  contemplativa  como  fin  primario  y  principal. 
Por  lo  cual,  los  trabajos  y  ministerios  a  los  cuales  las 
monjas  pueden  y  deben  entregarse,  deben  ser  de  tal  natu- 
raleza y  ordenados  de  tal  modo  en  cuanto  al  lugar,  tiempo, 
manera  y  disposición,  que  la  vida  verdadera  y  sólidamente 
contemplativa,  sea  de  toda  la  Comunidad  o  de  cada  una  de 
las  Monjas,  no  solamente  quede  a  salvo,  sino  también  que 
sea  alimentada  y  fortalecida  constantemente". 


28 


•  El  traje  llamado  "clergy- 
man"  conviene  más  a  nuestra 
época  y  facilita  más  el  apos- 
tolado que  el  hábito  talar  im- 
puesto por  el  Derecho  Canó- 
nico. 


+  Siendo  el  sacerdote,  por  el 
\  Sacramento  del  Orden,  una 
j  persona  Sagrada,  y  colocada 
en  la  Iglesia  en  una  situación 
específicamente  distinta  y  ele- 
vada sobre  el  común  de  los 
fieles,  es  conveniente  y  cohe- 
rente con  su  situación  que 
tenga  un  hábito  totalmente 
diverso  del  que  usan  los  sim- 
ples fieles. 


EXPLANACION 

La  Iglesia  siempre  vió  con  agrado  el  uso  de  la  sotana. 
El  llamado  traje  de  "clergyman"  tuvo,  por  el  contrario, 
su  origen  en  los  países  donde  la  situación  creada  por  la 
herejía  y  la  persecución  dificultó  a  los  sacerdotes  la  vida 
normal  que  llevan  en  los  países  católicos.  Es  conforme, 
pues,  al  espíritu  de  la  Iglesia,  el  llevar  y  conservar  la  so- 
tana. Se  basa  en  esta  preferencia  por  la  sotana  la  Pastoral 
colectiva  del  Episcopado  Brasileño,  reeditada,  con  nueva 


aprobación  de  todos  los  Obispos,  en  1950,  y  que  impone  su 
uso  bajo  penas  severas  (núm.  1262),  y  apenas  tolera  otros 
trajes  diferentes  en  circunstancias  especiales  (núms.  1260 
y  1261),  El  Código  exige  trajes  propios  a  los  clérigos  en 
el  canon  136,  y  manifiesta  preferencia  por  la  sotana  cuan- 
do ordena  que  con  ella  estén  revestidos  los  que  van  a  ce- 
lebrar la  Santa  Misa  (can.  811).  Esta  preferencia  por  la 
sotana  es  explicable.  La  sotana,  totalmente  diferente  del 
traje  seglar,  distingue  mejor  que  el  traje  de  "clergyman" 
la  separación  que  hay  entre  el  sacerdote  y  la  vida  profana. 
La  supresión  de  la  sotana  tiene  una  influencia  grande  en 
el  sentido  de  secularización  del  Clero. 


No  se  pueden  reducir  las  reglas  esenciales  de  la  moral  a 
lo  que  puede  un  hombre  hacer  o  no  hacer.  Así,  a  un  ma- 
gistrado no  le  convienen  las  actitudes,  las  diversiones,  las 
maneras  permitidas  a  un  trabajador  manual;  o  a  un  padre 
de  familia  no  se  le  permiten  el  porte  y  los  modales  de  un 
joven  soltero,  aunque  éste  se  conserve  dentro  de  las  pres- 
cripciones de  la  moral.  Acabar  con  las  maneras,  actitudes 
y  tenor  de  vida  conformes  con  el  sacerdocio  para  inducir 
a  los  sacerdotes  a  llevar  una  existencia  honesta,  al  nivel 
de  los  seglares,  es  trabajar  por  la  secularización  de  la 
sociedad,  y,  lo  que  es  peor,  por  la  secularización  de  la 
Iglesia.  A  propósito  de  este  asunto,  léase  el  canon  138  del 
Código  de  Derecho  canónico. 


29 


•  Es  mucho  más  apropiaáu 
a  la  evolución  y\  a  las  nece- 
sidades actuales  de  la  Santa 
Iglesia  que  los  sacerdotes,  en 
su  vida  social,  puedan  asistir 
a  todas  las  diversiones  que 
son  lícitas  a  los  seglares  ca- 
tólicos, y  permitirles  actitudes 
que  a  éstos  no  se  les  cen- 
suran. 


A  cada  estado  de  i  ida  co- 
rresponden, no  sólo  deberes 
sino  también  maneras  y  acti- 
tudes adecuadas.  Así,  el  buen 
sacerdote  se  abstendrá,  no 
sólo  de  aquello  que  condena 
expresamente  la  moral,  sino 
también  de  todo  cuanto,  se- 
gún la  expresión  consagrada, 
"non  clericat".  ..  .. 


EXPLANACION 


—  45  — 


30 


♦  En  el  ambiente  de  majestad 
y  distinción  aristocrática  que 
rodea  a  la  Jerarquía  hay  una 
imitación  de  los  Principes  tem- 
porales. El  Obispo  es  Pastor, 
y  no  Príncipe,  por  lo  cual 
le  conviene,  no  las  apariencias 
de  Príncipe,  sino  la  simpli- 
cidad y  pobreza  del  Pastor. 


-fa  Ya  que  el  hombre  tiene 
sensibilidad  es  preciso  que  las 
exterioridades  manifiesten  la 
naturaleza  de  las  instituciones. 
Por  esto,  cuanto  más  alto  sea 
un  cargo,  tanto  más  solemne 
debe  ser  el  ambiente  que  le 
rodea.  El  Obispo  tiene  el  Prin- 
cipado en  la  Iglesia  de  Dios. 
Y  el  Principado  eclesiástico 
es  de  una  dignidad  más  emi* 
tiente  que  el  principado  civil. 
Así  tiene  obligación  de  rodear- 
se del  esplendor  conveniente 
a  su  cargo.  Como  hombre  pri- 
vado, sin  embargo^  debe  ser 
riguroso  en  la  práctica  del 
desapego  a  todas  las  cosas 
terrenas. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  impresiona  por  el  juego  de  pa- 
labras. Hace  del  Pastor  la  imagen  del  Obispo,  pero  insinúa 
una  identidad  entre  las  dos  condiciones,  aunque  entre  ellas 
haya  apenas  analogía.  El  pastoreo  de  los  hombres  tiene 
una  dignidad  claramente  mayor  que  el  gobierno  de  las 
ovejas.  Por  lo  que  sería  contrario  al  orden  de  las  cosas 
que  un  príncipe  o  un  Obispo  se  presentase  siempre  como 
un  pastor  de  rebaño.  Indirectamente  nivelaría  a  los  hombres 
con  los  animales.  Es  bien  claro  que  el  esplendor  episcopal 
de  ninguna  manera  es  incompatible  con  la  mansedumbre, 
ia  humildad,  el  desprendimiento  y  el  trato  paternal  que 
deben  distinguir  al  Obispo.  Así,  puede  y  debe  el  verda- 
dero Obispo,  conservando  la  dignidad  de  su  cargo,  ser  el 
Padre  de  todos  y  de  cada  uno  de  sus  diocesanos. 


-  46  - 


31 


•  El  único  medio  para  com- 
prender v  convertir  a  la  masa 
obrera  consiste  en  salir  el 
sacerdote  de  la  iglesia,  ir  a 
¡a  masa,  mezclarse  con  ella, 
imitar  su  vida,  su  modo  de 
ser  y  vivir,  etc.,  para  poder 
ejercer  influencia  en  su  am- 
biente. 


i  ir  El  conocimiento  de  la  masa 
obrera,  sus  problemas  de  or- 
den moral  y  religioso,  exige 
alguna  convivencia  con  ella, 
para  lo  cual  el  ejercicio  del 
ministerio  parroquial  da  a  los 
sacerdotes,  normalmente,  ex- 
celentes ocasiones.  En  la  igle- 
sia o  fuera  de  ella  el  sacer- 
dote debe  ser  entera  y  exclu- 
sivamente sacerdote,  abstenién- 
dose de  todas  las  visitas  y 
modos  de  vida  aqui  non  cle- 
ricant»,  que  no  son  convenien- 
tes a  los  clérigos.  Además,  él 
lo  hará  por  medio  de  los  se- 
glares afiliados  a  las  varias 
Asociaciones  de  Acción  Cató- 
lica, Congregaciones  Maria- 
nas, etc.,  y  Asociaciones  es- 
pecializadas como  los  Círcu- 
los obreros. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada,  con  raras  excepciones,  lleva  con- 
sigo una  inversión  de  papeles.  El  sacerdote  sale  del  pres- 
biterio y  se  encarga  de  la  tarea  normal  de  los  seglares.  Es 
una  tendencia  más  a  la  secularización  del  clero.  Para  que 
se  vea  cuánto  hay  de  unilateral  en  esta  proposición,  es 
conveniente  fijarse  en  que  ella  sólo  piensa  en  la  conversión 
de  la  masa  obrera,  como  si  en  otras  clases  sociales  el  pa- 
ganismo no  hubiese  hecho  también  devastaciones  terribles. 
Por  consiguiente,  si  admitimos  el  principio  de  que  cada 
clase  puede  ser  sólo  trabajada  por  sacerdotes  pertenecien- 
tes a  ella,  tendríamos  lógicamente  sacerdotes  campesinos, 
sacerdotes  industriales,  sacerdotes  generales,  sacerdotes  di- 
plomáticos, y  sólo  no  tendríamos  sacerdotes-sacerdotes. 
Ese  género  de  vida  secularizado,  los  santos  siempre  lo 
temieron  para  sí  y  para  el  clero.  Y  la  Iglesia  siempre  reco- 
mendó a  los  sacerdotes  que  se  abstuviesen  de  él  con  sumo 
cuidado. 


-  47  - 


111.  Sobre  métodos  de  apostolado 


Irenismo,  ínter conjesionalismo,  terreno  común, 
polémicas,  etc. 


32 


•  Es  más  conveniente  mante- 
ner las  almas  en  la  unión  de 
la  caridad  que  en  la  unión  de 
la  verdad. 


•jt  La  unión  de  la  caridad  es 
fruto  connatural  de  la  unión 
en  la  verdad.  Lo  que  importa 
sobre  todo  es  mantener  la  in- 
tegridad de  la  fe,  sin  la  cual 
nadie  puede  agradar  a  Dios. 
(San  Pablo  a  los  Hebreos, 
XI-ó). 


EXPLANACION 

Si  se  admitiese  alguna  cosa  como  más  fundamental  que 
ia  fe,  se  caería  necesariamente  en  la  conclusión  de  que  la 
diferencia  de  religiones  es  secundaria,  y,  por  tanto,  justifi- 
cable una  línea  de  conducta  interconfesional.  En  la  reali- 
dad, la  unión  en  la  fe  es  de  tal  manera  capital  que  nosotros 
la  debemos  reconocer  como  el  valor  imprescindible  y  do- 
minante en  nuestras  relaciones,  no  sólo  con  las  personas 
extrañas  a  la  Iglesia,  sino  también  con  los  propios  hijos 
de  ésta.  A  éstos  debemos  una  caridad  especial.  Pero  si  ellos 
se  sirven  de  su  condición  de  católicos  para  difundir  el 
error  dentro  de  la  Iglesia,  deben  ser  también  objeto  de 
una  especial  y  viva  oposición  por  nuestra  parte.  Sería  su- 
perfluo  advertir  que  en  el  mismo  ardor  de  las  luchas  con- 
viene conservar  la  caridad.  Además,  admitida  la  sentencia 
impugnada,  serían  inexplicables  todas  las  luchas,  a  veces 
seculares,  que  la  Iglesia  mantuvo  para  conservar  en  su 
seno  la  integridad  de  la  fe.  Cuando  se  piensa  que  esas 
luchas  llevaron  consigo  persecuciones,  martirios  y  heridas 


-  48  - 


éñ  el  Cuerpo  Místico  de  pristo,  se  comprende  la  impor- 
tancia capital  que  Nuestro  Señor  Jesucristo  dió  a  la  inte- 
gridad del  depósito  sagrado  que  El  confió  a  su  Iglesia. 


•  El  hereje  y  el  pecador,  per- 
sonas bien  intencionadas,  pero 
que  se  equivocaron  en  la  apre- 
ciación de  la,  verdad  y  del 
bien,  nunca  deben  ser  comba- 
tidos y  atacados  en  sus  ideas 
o  costumbres,  por  lo  menos 
de  forma  directa.  Tal  procedi- 
miento necesariamente  les  ale- 
jaría y  les  haría  rebelarse. 
Por  el  contrario,  si  con  blan- 
dura se  les  hace  ver  su  error, 
lo  reconocerán  y  se  conver- 
tirán. 

• 


^  Dios  da  a  todos  la  gracia 
para  conocer  la  verdad  y  el 
bien  de  modo  que  los  errores 
de  buena  fe,  en  este  punto,  son 
accidentales  y  anormales.  La 
verdadera  mansedumbre  cris- 
tiana, que  no  envuelve  con- 
descendencia en  materia  de  fe 
y  costumbres,  es  medio  muy 
eficaz  y  en  sí  mismo  preferi- 
ble en  el  trato  con  herejes  y 
pecadores.  Pero  cuando  la  obs- 
tinación resiste  a  la  acción 
blanda  y¡  persuasiva  de  la  ca- 
ridad, cuando  la  insolencia 
causa  escándalo  al  pueblo  fiel, 
es  necesario  el  empleo  de  mé- 
todos enérgicos  y  combativos. 


EXPLANACION 

La  proposición  impugnada  peca  por  simplismo  y  unila- 
teralidad. 

Ciertamente,  hay  herejes,  infieles  y  pecadores  suscep- 
tibles de  ser  atraídos  por  la  suavidad  cristiana.  Sería  error 
manifiesto  emplear  con  ellos  una  energía  innecesaria.  Sin 
embargo,  hay  también  — y  en  ciertas  épocas  son,  por  des- 
gracia, muy  numerosos —  herejes  y  pecadores  que  no  se 
mueven  si  no  es  por  la  condenación  enérgica  de  su  error, 
y  el  saludable  temor  del  estado  en  que  se  encuentran.  Fué 
el  caso  del  Profeta  Natán  con  I?avid. 

En  esta  materia  es  necesario  tener  en  cuenta  los  diver- 
sos temperamentos.  Para  convertir  al  Apóstol  de  las  Gen- 
tes, la  Providencia,  liempre  amorosa,  creyó  necesario  de- 

-  49  — 


4 


rríbarle  en  tierra.  Además,  el  empleo  de  métodos  de  apos- 
tolado no  debe  tomar  en  consideración  las  conveniencias 
del  hereje  o  del  pecador,  sino  también,  y  ante  todo,  la 
salvación  y  edificación  de  los  que  viven  en  gracia  de  Dios. 
Cuando  un  hereje  o  pecador,  en  lugar  de  conservarse  hu- 
mildemente en  la  penumbra,  se  jacta  de  su  error,  y  hasta 
llega  a  propagarlo  con  la  palabra  y  con  el  ejemplo,  muchas 
veces  se  hace  necesario  reducirle  con  energía.  Las  Sa- 
gradas Escrituras  están  llenas  de  ejemplos  que  contienen 
esta  doctrina:  San  Pedro  con  Ananías  y  Safira,  San  Pablo 
con  el  incestuoso  de  Corinto,  etc. 


34 


•  Odiad  el  error,  amad  a  los  i 
que  yerran,  dice  San  Agustín. 
Por  eso  sólo  se  deben  atacar 
los  errores  y  los  pecados;  ja- 
más a  los  que  yerran  y  pecan. 


•jf  Odiad  él  error,  amad  a 
los  que  yerran,  dice  San 
Agustín.  Así,  se  debe  atacar 
el  error  y  el  pecado  expo- 
niendo la  doctrina  católica, 
combatiendo  las  doctrinas  fal- 
sas, y  advirtiendo  a  los  fieles 
contra  los  que  yerran  o  pecan. 
No  hay  en  esto  falta  de  cari- 
dad, ya  que  es  obra  de  [miseri- 
cordia castigar  a  los  que  ye- 
rran y  oponer  obstáculos  a  la 
difusión  del  error. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  parece  suponer  que  todo  castigo 
impuesto  a  los  que  yerran  es  un  acto  de  hostilidad  contra 
ellos.  La  Iglesia  enseña,  por  el  contrario,  que  es  una  obra 
de  misericordia.  Solamente  no  lo  será  cuando  fuere  dic- 
tado por  el  odio,  envidia,  o  espíritu  de  difamación,  o 
cuando  fuere  excesivo  e  inoportuno.  Por  otra  parte,  toda 
la  historia  de  la  Iglesia,  aun  antes  de  su  fundación,  en  el 
período  de  preparación,  hasta  sus  últimos  doctores,  San 
Francisco  de  Sales,  por  ejemplo,  están  llenas  de  actitudes 
vehementes,  fuertes,  contra  los  pecadores  y  herejes.  Acor- 


—  50  — 


démonos  del  "genímina  viperarum"  de  San  Juan  Bautista 
contra  los  Fariseos,  del  "sepulcros  blanqueados",  "hipó- 
critas", de  Jesucristo,  contra  el  mismo  género  de  perso- 
nas, etc. 


35 


•  En  el  trato  con  los  infieles 
y  pecadores,  es  preferible  ca- 
llar las  verdades  de  la  doc- 
trina católica,  con  las  cuales 
no  están  conformes,  y  la  aus- 
teridad de  los  preceptos  mo- 
rales que  quebrantan,  para 
realzar  principalmente  las  ver- 
dades que  profesan  y  la  sua- 
vidad de  los  preceptos  evan-  | 
gélicos.  Manteniéndose  en  el 
terreno  común  de  ambos,  el  \ 
católico  consigue  atraer  las 
simpatías  del  infiel  o  del  pe- 
cador y  convertirle. 


La  doctrina  y  la  moral  de 
la  Iglesia  son  perfectas  y  bue- 
nas para  despertar  la  admira- 
ción de  los  hombres,  ya  en  sus 
aspectos  arduos,  ya  en  sus 
principios  consoladores.  Para 
eso  no  falta  el  auxilio  interior 
de  la  gracia  a  ningún  hombre. 
Un  determinadas  disposiciones 
de  espíritu,  es  más  oportuno 
hacer  resaltar  las  verdades  y 
los  preceptos  más  fácilmente 
aceptables.  Pero  se  trata  de 
situaciones  excepcionales.  Or- 
dinariamente es  necesario  in- 
sistir sobre  todos  los  puntos 
de  la  doctrina  católica. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  peca  de  naturalismo,  ya  que  pres- 
cinde de  la  gracia  divina,  por  la  que  se  hace  amable  la 
cruz  de  Jesucristo.  Fué  predicando  a  Jesús  crucificado 
como  los  apóstoles  conquistaron  al  mundo.  Y  no  fué  por 
el  empleo  de  la  táctica  del  terreno  común.  Es  ésta  la  doc- 
trina del  Bienaventurado  Pío  X,  como  se  puede  comprobar 
en  la  Encíclica  "Jucunda  sane",  con  motivo  del  centenario 
de  San  Gregorio  Magno.  El  Papa  elogia  al  Santo  princi- 
palmente porque  despreció  los  consejos  de  la  prudencia 
de  la  carne,  para  presentarse  con  la  austeridad  de  un  pre- 
dicador de  Cristo  crucificado,  como  lo  habían  hecho  los 
Apóstoles  en  la  culta,  civilizada  y  brillante  Roma,  donde 
todo  parecía  exponer  al  fracaso  una  predicación  en  nombre 


de  un  condenado  a  muerte  de  cruz.  Léanse  también  las 
proposiciones  93  y  94  (D.  1443,  1444)  de  Quesnell,  conde- 
nadas por  Inocencio  XI.  Son  los  elogios  de  la  mansedum- 
bre y  caridad  con  desprestigio  de  la  firmeza  de  la  fe. 


La  sentencia  impugnada  supone  que  las  divergencias  de 
orden  dogmático  deben  ser  despreciadas,  ya  que  estas  di- 
vergencias son  las  que  dan  lugar  a  las  polémicas.  Esta 
actitud  mental,  característicamente  "irenista",  puede  con- 
ducir a  un  interconfesionalismo  teórico,  con  funestas  re- 
percusiones en  el  orden  práctico,  pues  su  consecuencia 
natural  es  el  indiferentismo  religioso.  Está  ella  condenada 
implícitamente  en  la  anatematización  de  la  sentencia  94  de 
Quesnell,  como  vimos  arriba,  ya  que  esta  proposición  re- 
crimina la  firmeza  de  la  Santa  Iglesia,  y  se  trataba,  como 
consta  por  la  Historia,  de  la  firmeza  en  la  fe,  aunque  los 
jansenistas  tildasen  a  la  Santa  Sede  de  exagerada  en  sus 
exigencias. 

Si  la  sentencia  impugnada  fuese  verdadera,  sería  impo- 
sible la  lucha  contra  los  enemigos  externos  de  la  Iglesia, 
y  sobre  todo  contra  sus  enemigos  internos,  que,  cubiertos 
con  piel  de  oveja,  procuran  diezmar  el  rebaño.  El  Bien- 
aventuradg  Pío  X  en  carta  al  Eminentísimo  Cardenal  Fe- 
rrari, Arzobispo  de  Milán,  enseña  cuán  nociva  puede  ser 
a  la  Iglesia  tal  línea  de  conducta  " ...aquellos  que  recogie- 
ron en  sus  escritos  todos  los  errores  del  modernismo,  que 
ñngieron  una  sumisión  exterior  para  permanecer  en  el  redil 


36 


•  La  disputa  entre  católicos 
o  con  acatólicos  perjudica  ne- 
cesariamente la  caridad;  es 
siempre  un  mal.  Los  que  po- 
lemizan, si  no  son  herejes  de 
la  verdad,  lo  son  de  la  ca- 
ridad. 


^  La  polémica  justa  y  opor- 
tuna es  uno  de  los  medios  para 
fomentar  la  caridad,  contri- 
buyendo a  unir  los  espiri- 
ritus  en  la  verdad.  No  discutir 
puede,  en  algunos  casos,  cons- 
tituir lo  que  llaman  herejía 
contra  la  caridad. 


EXPLANACION 


-  52  - 


y  extender  con  más  seguridad  sus  errores,  que  continúan 
su  nefasta  obra  con  lecturas  y  reuniones  secretas,  que,  en 
una  palabra  tracionan  a  la  Iglesia,  fingiéndose  amigos... 
¿Quién  no  ve  la  impresión  triste  y  el  escándalo  que  pro- 
duce en  las  almas  el  considerar  como  católicos  a  estos  mi- 
serables, a  quienes,  para  obedecer  al  Apóstol  San  Juan, 
deberíamos  nosotros  negar  hasta  el  mismo  saludo?"  (Estu- 
dio histórico  en  el  Proceso  de  Beatificación  y  Canonización 
del  Siervo  de  Dios  Pío  X,  pág.  144,  apud  "La  Pensée  Ca- 
tholique",  núm.  23,  pág.  80). 


•  Es  necesario  emplear  la 
mayor  energía  contra  los  que 
se  muestran  intransigentes  en 
la  defensa  de  la  doctrina  ca- 
tólica. No  hay  error  más  per- 
nicioso que  la  intransigencia 
de  la  verdad. 


37 

La  intransigencia  es  a  Ja 
virtud  lo  que  el  instinto  de 
conservación  es  a  la  vida.  Una 
virtud  sin  intransigencia  o  que 
odia  la  intransigencia,  no  exis- 
te, o  conserva  apenas  la  exte- 
rioridad. Una  fe  sin  intran- 
sigencia, o  está  muerta,  o  sólo 
vive  exteriormente,  porque 
perdió  el  espíritu.  Siendo  la 
fe  el  fundamento  de  la  vida 
sobrenatural,  la  tolerancia  en 
materia  de  fe  es  el  punto  de 
partida  para  todos  los  males, 
especialmente  para  las  here- 
jías. 


EXPLANACION 

El  Bienaventurado  Pío  X  ya  señalaba  como  una  de  las 
características  de  los  modernistas  una  tolerancia  extrema 
para  con  los  enemigos  de  la  Iglesia,  y  mucha  intolerancia 
contra  los  que  defendían  enérgicamente  la  fe  ortodoxa. 
Hay  de  hecho  en  esta  actitud  una  flagrante  incoherencia, 
pues  los  que  sientan  plaza  de  tolerar  todas  las  opiniones 
debían  también  tolerar  a  los  que  sostienen  los  derechos  de 
la  intransigencia.  Por  otra  parte,  esta  contradicción  es  co- 
mún a  todos  los  herejes.  Las  diferentes  sectas  se  unen 


-  53  ~ 


cordialmente,  cerrando  los  ojos  a  los  puntos  divergentes, 

cuando  se  trata  de  atacar  la  intransigencia  de  la  Iglesia 
en  materia  de  fe.  En  esta  actitud  encontramos  el  criterio 
para  juzgar  de  la  importancia  singular  que  tiene  para  la 
vida  de  la  Iglesia  la  intolerancia  en  cuestiones  doctrinales. 

Es  evidente  que  los  excesos  de  la  intransigencia,  preci- 
samente por  ser  excesos,  deben  ser  rechazados,  pues  todo 
exceso  es  un  mal.  Importa  no  olvidar  las  sabias  nor- 
mas dictadas  por  la  Santa  Sede  en  el  Pontificado  del  Bien- 
aventurado Pío  X,  con  relación  al  modo  de  corregir  una  u 
otra  demasía  de  los  valerosos  polemistas  católicos,  empe- 
ñados en  combatir  el  error.  Escribiendo  al  Eminentísimo 
Cardenal  Ferrari,  Arzobispo  de  Milán,  refiriéndose  al  pe- 
riódico "La  Riscossa",  que  se  alarmaba  por  la  infiltración 
modernista  en  aquella  Archidiócesis,  el  Eminentísimo  Car- 
denal de  Lai,  Secretario  de  la  Sagrada  Congregación  Con- 
sistorial, decía:  "Todos  estos  hechos  explican  el  temor 
que  ciertos  buenos  católicos  sienten  con  relación  a  su  que- 
rida Diócesis,  y  levantan  la  voz  para  excitar  a  las  armas. 
Tal  vez  se  excedan  en  el  modo,  pero  en  pleno  combate, 
¿quién  podría  censurar  a  los  defensores  si  no  miden  con 
precisión  matemática  sus  golpes?  Era  la  respuesta  que 
daba  también  San  Jerónimo  a  los  que  le  recriminaban  por 
su  ardor,  muchas  veces  impetuoso  y  áspero,  contra  los  he- 
rejes y  ateos  de  su  tiempo.  A  este  propósito  yo  también  diré 
otro  tanto  a  Vuestra  Eminencia,  referente  al  ataque  de 
"La  Riscossa".  Que  haya  males  por  ahí  (en  Milán),  des- 
pués de  los  hechos  referidos,  nadie  lo  podrá  negar.  No  es, 
por  tanto,  ni  se  puede  llamar  enteramente  injusto  el  hecho 
de  que  algunos  hayan  levantado  su  voz.  ¿Se  excedieron? 
Conviene  entonces  lamentarlo,  pero  no  es  absolutamente  malo 
que  tocando  a  rebato  hayan  exagerado  un  poco  el  peligro. 
Siempre  es  preferible  excederse  un  poco  al  advertir  el  pe- 
ligro que  callarse  y  dejarlo  crecer."  (Disquisitio,  etc.,  pá- 
ginas 156-7,  apud  Pensée,  23,  pág.  84).  Item,  ibidem:  "A 
ñn  de  cuentas,  en  el  seno  de  una  tan  grande  libertad  de 
prensa  mala,  entre  los  peligros  que  rodean  a  la  Iglesia  por 
todas  partes,  no  parece  oportuno  atar  excesivamente  las 
manos  a  los  defensores,  ni  combatirlos  o  desanimarlos  por 
un  pequeño  descuido". 

Y  el  propio  Santo  Papa,  al  escribir  el  12  de  agosto  de  1909 
a  Monseñor  Mistrángelo,  Arzobispo  de  Florencia,  acerca 
de  una  modificación  ordenada  en  la  redacción  del  periódico 


-  54  - 


"L'Unitá  Cattolica",  declaró:  "Todo  está  bien  cuando  se 
trata  de  respetar  las  personas,  pero  yo  no  querría  que  por 
el  amor  de  la  paz  se  llegase  a  compromisos,  y  que  para  evi- 
tar odios  se  faltase  a  la  verdadera  misión  de  "L'Unita  Cat- 
tolica", que  consiste  en  velar  por  los  principios  y  ser  el  cen- 
tinela avanzado  que  da  la  voz  de  alerta,  aunque  fuese  a  la 
manera  de  los  gansos  del  Capitolio,  y  que  despierta  a  los 
semidormidos.  En  este  caso  "L'Unita"  no  tendría  razón  de 
existir".  (Disquisitio,  pág.  107,  apud  Pensée  Catholique,  23, 
página  84). 


El  peligro  de  las  colaboraciones  puede  aumentar  por  la 
propia  naturaleza  del  fin  que  se  proponga:  Así,  una  cola- 
boración para  una  finalidad  exclusivamente  técnico-profe- 
sional es  menos  grave  que  una  colaboración  con  fines  cul- 
turales. La  Asociación  Cristiana  de  Jóvenes,  por  ejemplo, 
está  prohibida  por  la  Iglesia,  porque,  reuniendo  cristianos 


38 


•  Se  ka  de  alabar  que  los 
católicos  se  unan  a  personas 
afiliadas  a  otras  religiones, 
como  protestantes,  cismáticos, 
rtcétera,  para  asegurar  la  de- 
fensa de  los  valores  comunes 
de  todas  las  confesiones  cris- 
tianas. 


■jr  La  colaboración  de  los  fie- 
les con  los  acatólicos  para  con- 
seguir objetivos  comunes,  sólo 
está  permitida  por  la  Iglesia 
en  casos  excepcionales.  Más 
grave  sería  el  hecho  de  que 
los  católicos  se  uniesen  de  ma- 
nera estable  con  personas  de 
otras  religiones  en  una  orga- 
nización especial.  La  Iglesia 
ve  con  temor  esas  asociacio- 
nes y  las  prohibe.  Cuando  en 
alguna  circunstancia  excepcio- 
nal!„  se  siente  como  obliga- 
da, para  eintar  mayores  ma- 
les, a  tolerar  colaboraciones 
de  esta  naturaleza,  lo  hace 
con  miedo  y  con  tristeza. 


* 


EXPLANACION 


—  — 


dé  varias  sectas,  procura  asociar  también  a  los  católicos 
para  un  fin  educativo-moral  cristiano;  esto  es,  una  religio- 
sidad vaga,  que  puede  servir  tanto  para  los  herejes,  corno 
para  los  católicos.  Una  de  las  razones  por  las  que  el  Santo 
Pío  X  condenó  "El  Sillón",  movimiento  democrático  cul- 
tural y  social  modernizante  de  Marc  Sangnier,  fué  su  faceta 
interconfesional  (Carta  Apostólica  "Notre  Charge  Apostoli- 
que",  A.  A.  S.  2,  pág.  625,  ss.).  Dice  entre  otras  cosas  el 
Bienaventurado  Pontífice:  "Todos,  católicos,  protestantes  y 
librepensadores,  procurarán  preparar  a  la  juventud,  no  para 
una  lucha  fratricida,  sino  para  una  generosa  emulación  en 
el  terreno  de  las  virtudes  sociales  y  cívicas"  (Marc  Sang- 
nier, París,  mayo  de  1910).  Estas  declaraciones  y  esta  nueva 
organización  de  la  acción  sillonista  sugiere  graves  reflexio- 
nes. He  ahí  una  asociación  interconfesional  fundada  por  ca- 
tólicos, para  trabajar  en  la  reforma  de  la  civilización,  obra 
eminentemente  religiosa  porque  no  hay  civilización  verda- 
dera sin  civilización  moral,  y  no  hay  verdadera  civilización 
moral  sin  verdadera  religión:  ésta  es  una  verdad  demostrada 
y  un  hecho  histórico.  ¿Qué  debemos  pensar  de  una  asocia- 
ción en  la  cual  todas  las  religiones  y  el  mismo  librepensa- 
miento pueden  manifestarse  a  voluntad?  Porque  los  sillo- 
nistas,  que  en  las  conferencias  públicas  y  en  otras  ocasio- 
nes proclaman  altivamente  su  fe  individual,  no  pretenden 
ciertamente  cerrar  la  boca  a  los  demás  e  impedir  que  el 
protestante  defienda  su  protestantismo  y  el  escéptico  su 
escepticismo." 


39 


•  Las  asociaciones  católicas  ¡ 
que  pretenden  dar  exclusiva- 
mente a  los  católicos  vida 
cultural,  recreativa,  deportiva, 
etcétera,  con  la  mira  de  apar- 
tarles de  ambientes  perverti- 
dos, no  se  deben  alabar,  pues 
es  preferible  que  los  católicos 
frecuenten  los  más  variados 
qmbientes    para    ejercer  allí 


Je  Las  asociaciones  católicas 
que  tienen  un  fin  cultural,  re- 
creativo, deportivo,  etc.,  de- 
ben ser  alabadas,  pues  con- 
curren eficazmente  para  pre- 
servar a  los  buenos  de  las  oca- 
siones próximas  de  pecado,  y 
les  proporcionan  excelentes 
medios  de  formación  y  santi- 
ficación. Seglares  asi  formq* 


apostolado  de  infiltración  y 
conquista. 


dos  serán  buenos  apóstoles 
para  la  difusión  de  la  doctrina 
católica  en  los  varios  ambien- 
tes en  que  se  han  de  colocar 
para  cumplir  sus  deberes  de 
-  ida  cotidiana. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  prescinde  de  lo  fundamental  en 
materia  de  apostolado:  la  formación  de  grupos  selectos  para 
la  difusión  del  reino  de  Cristo.  Y  es  claro  que  esos  grupos 
selectos  sólo  pueden  ser  formados  en  ambientes  de  alto 
nivel  religioso,  que  no  se  consiguen  sin  una  selección  de  los 
elementos  que  los  frecuentan.  Además,  la  sentencia  impug- 
nada tiene  también  el  inconveniente  de  no  distinguir  entre 
ambientes  que  un  católico  está  obligado  a  frecuentar  y 
aquellos  a  los  que  voluntariamente  se  expone.  En  el  primer 
caso  — el  joven  que  para  no  morir  de  hambre  se  ve  obli- 
gado, por  ejemplo,  a  aceptar  empleo  en  un  lugar  peligroso 
para  su  salvación —  podrá  contar  con  gracias  especiales  de 
Dios,  y  resistirá  tanto  más  fuertemente  cuanto  más  esme- 
rada hubiera  sido  su  formación. 

En  el  segundo  caso  — el  joven  que  sin  motivo  alguno 
frecuenta  lugares  peligrosos —  voluntariamente  se  expone  al 
peligro  y  corre  el  riesgo  de  ver  en  sí  cumplida  la  palabra 
del  Espíritu  Santo  — "Qui  amat  periculum  in  illo  peribit" — 
(Eccl.  111-27). 

Que  la  sentencia  impugnada  alaba  una  actitud  contraria 
a  la  tradición  de  la  Iglesia  y  a  los  deseos  de  la  Santa  Sede 
para  los  tiempos  actuales,  se  demuestra  por  la  recomenda- 
ción que  hacía  el  Santo  Padre  Pío  XII  a  los  miembros  de 
la  "Asociación  Católica  Internacional  para  la  defensa  de 
ia  joven".  En  la  alocución  dirigida  a  los  participantes  del 
Congreso  Internacional  de  dicha  Asociación,  reunido  en 
Roma  en  septiembre  de  1948,  dice  el  Papa.  "Procurar  sal- 
vaguardar la  moral  de  la  joven  gracias  a  centros  de  reunión, 
a  hogares,  a  pensionados,  a  restaurantes  irreprensibles,  a 
secretariados  para  obtener  empleos,  a  residencias  en  esta- 
ciones y  puertos  marítimos  o  aeronáuticos:  he  ahí  cosas 
excelentes  y  de  urgencia  inmediata". 

Como  se  ve,  piensa  el  Papa  que  la  eficacia  del  apostolado 


depende  de  un  aislamiento  del  ambiente  mundano.  Las  per- 
sonas con  las  cuales  se  quiere  hacer  apostolado  deben  ser 
atraídas  a  ambientes  a  la  vez  sanos,  amenos  e  impregnados 
de  profunda  moralidad.  En  tales  ambientes,  la  formación 
religiosa,  la  adquisición  de  cualidades  domésticas,  el  desen- 
volvimiento de  dotes  artísticas  y  la  educación  de  la  joven 
para  la  vida  práctica,  se  pueden  alcanzar  con  facilidad  y 
con  éxito.  (Cfr.  Civiltá  Cattolica,  16  de  octubre  de  1948.) 


40 


•  Sólo  a  la  autoridad  eclesiás- 
tica incumbe  reprimir  los  erro- 
res  relativos  a  la  fe,  que  apa- 
rezcan entre  los  católicos. 
A  los  simples  fieles  sólo  asis- 
te el  derecho  de  denunciar  ta- 
les errores  al  Ordinario  del 
lugar.  No  se  les  permite  ata- 
car esos  errores  de  palabra  o 
por  escrito,  sino  después  de 
una  iniciativa  por  parte  de  la 
autoridad  eclesiástica. 


^  Cualquier  doctrina  sólo 
puede  ser  condenada  oficial- 
mente en  nombre  de  la  Igle- 
sia por  la  autoridad  eclesiás- 
tica. Cualquier  fiel,  sin  em- 
bargo, en  presencia  de  una 
doctrina  ya  condenada,  tiene 
el  derecho  y  a  veces  el  deber 
de  combatirla.  Si  se  encuentra 
con  una  doctrina  no  condena- 
da expresamente,  pero  incom- 
patible con  las  enseñanzas  de 
la  Iglesia,  puede,  y  a  veces 
debe,  bajo  su  responsabilidad 
personal,  señalar  tal  incompa- 
tibilidad y  oponerse  en  la  me- 
dida de  lo  posible  a  la  propa- 
gación de  esta  doctrina. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  va  contra  toda  la  tradición  de  la 
Iglesia.  En  efecto,  la  condenación  de  los  errores  de  los 
herejes  en  general,  como  Lutero,  Jansenio,  y  recientemente 
ios  modernistas,  siempre  fué  precedida  de  una  polémica 
aclaratoria  entre  los  innovadores  y  algunos  defensores  be- 
neméritos de  la  fe,  eclesiásticos  o  seglares,  que  obraban  por 
cuenta  propia.  A  pesar  de  esto,  siempre  es  conveniente  dar 
cuenta  a  la  autoridad  eclesiástica,  que  no  puede  menos 
de  ver  con  buenos  ojos  la  lucha  trabada  por  los  fieles  con 
justicia  y  caridad  contra  el  error. 


IV.  Sobre  la  vida  espiritual 


41 


•  La  unión  cun  Dios  consiste 
en  el  contacto  vital  y  expe- 
rimental con  Cristo;  la  unión 
moral,  o  sea,  el  ejercicio  de 
las  virtudes,  es  accesorio  para 
conseguir  este  fin. 


^  No  es  posible  distinguir  en 
Dios  su  esencia  de  su  santi- 
dad, por  consiguiente,  es  falsa 
cualquier  concepción  que  pre- 
tenda afirmar  formal  o  im- 
pUcitamoite  una  unión  con  la 
esencia  divina  sin  que  haya 
al  mismo  tiempo  unión  con  la 
santidad  de  Dios.  Por  tanto, 
es  falsa  también  la  separación 
que  se  quiere  hacer  entre  la 
unión  ontológica  y  la  unión 
moral,  mediante  la  obediencia 
a  los  mandamientos,  porque 
ambas  resultan  de  la  gracia 
santificante,  de  las  virtudes  in- 
fusas y  de  las  gracias  actua- 
les. La  gracia  y  sus  opera- 
ciones escapan  por  sí  del  cam- 
po de  la  experiencia  (Cfr. 
L*  2.",  q.  112.  art.  5,  c;  de 
Veritate,  q.  10f  art.  10,  c). 


EXPLANACION 

La  proposición  impugnada  tiene  fuerte  carácter  moder- 
nista, porque  hace  consistir  la  vida  espiritual,  principal  y 
casi  exclusivamente  en  una  unión  ontológica  y  experimental 
con  Dios,  en  un  campo  que  queda  más  allá  de  las  opera- 
ciones de  las  facultades  del  alma;  en  un  campo,  por  así 
decir,  transpsicológico. 

En  el  orden  moral  lleva  al  laxismo.  Si  la  unión  con  Dios 
no  se  realiza  por  la  unión  con  la  santidad  divina,  todos  los 


mandamientos  son  secundarios  o  superfluos,  porque  no  con- 
ducen al  fin  último  que  es  Dios.  Se  diría  que  se  forman  dos 
clases  espirituales:  una  de  los  que  vuelan  hacia  los  parajes 
de  la  unión  ontológica  y  experimental  con  Dios;  otra  de 
los  que,  guiados  por  los  moralistas,  se  arrastran  por  el  te- 
rreno de  los  mandamientos.  La  unión  con  Dios  procede 
principalmente  de  una  participación  de  la  naturaleza  divina, 
que  se  realiza  por  la  gracia  santificante.  Esta,  sin  embargo, 
no  es  independiente  del  cumplimiento  de  los  mandamientos, 
sin  lo  cual  no  puede  subsistir  ni  desenvolverse.  Santo  To- 
más afirma  (Ia  II*e,  O.  4,  art.  4,  c.)  :  "Rectitudo  voluntatis 
requiritur  ad  beatitudinem  et  antecedenter  et  concomitan- 
ter.  Antecedenter  ouidem,  guia  rectitudo  voluntatis  est  per 
debitum  ordinem  ad  finem  ultimum.  Finis  autem  comparatur 
ad  id  Quod  ordinatur  ad  finem,  sicut  forma  ad  materiam. 
Unde  sicut  materia  non  potest  conseaui  formam,  nisi  sit 
debito  modo  disposita  ad  iüsam,  ita  nihil  consequitur  finem, 
nisi  sit  debito  modo  ordinatum  ad  insum.  Et  ideo  nuüus 
potest  ad  beatitudinem  pervenire  nisi  habeat  rectitudinem 
voluntatis.  Concomitanter  autem,  qw'a,  sicut  dictum  est, 
beatitudo  ultima  consistit  in  visione  divinae  essentiae,  quae 
est  ipsa  essentia  bonitatis.  Et  ita  voluntas  videntis  Dei 
cssentiam,  ex  necesítate  amat  quidquid  amat  sub  ordine  ad 
Deum*'  ("La  rectitud  de  la  voluntad  es  necesaria  para  la 
bienaventuranza  tanto  antecedente  como  concomitantemen- 
te. — Antecedentemente,  poraue  tal  rectitud  suüone  el  or- 
den debido  en  relación  al  último  fin,  porque  el  fin  es  con 
relación  a  las  cosas  que  a  él  se  ordenan  lo  que  es  la  forma 
con  relación  a  la  materia.  Y  como  ésta  no  puede  conseguir 
aquélla  si  para  ella  no  estuviere  dispuesta  de  cierto  modo, 
así,  nada  consigue  su  fin  sin  estar  a  él  ordenado.  Y,  por 
tanto,  nadie  puede  llegar  a  la  bienaventuranza  sin  la  rec- 
titud de  la  voluntad. — Y  concomitantemente,  porque,  como 
ya  se  dijo,  la  bienaventuranza  última  consiste  en  la  visión 
de  la  esencia  divina,  que  es  la  esencia  misma  de  la  bondad. 
Así,  la  voluntad  de  quien  ve  la  esencia  de  Dios  lo  ama 
todo,  por  fuerza,  con  subordinación  a  Dios"). 


42 


#  Pata  ta  nmón  del  cristia- 
no con  Cristo,  el  esfuerzo  para 
practicar  la  virtud  y  cumplir 
los  mandamientos  es  secun- 
dario, y  casi  innecesario.  Dar 
mucha  importancia  a  la  prác- 
tica de  las  i"irtudes,  y  preocu- 
parse por  la  obediencia  de  los 
mandamientos  es  «moralismo» 
reprobable,  o  «virtutoecntris- 
mo)>. 


El  esfuerzo  del  cristiano 
en  la  práetica  de  la  zirtud  y 
de  los  Mandamientos  es  in- 
dispensable para  obtener,  man- 
tener y  aumentar  la  unión  con 
Cristo,  fruto  de  la  gracia  san- 
tificante. La  preocupación  por 
el  cumplimiento  de  los  Man- 
damientos es  necesaria  cuando 
no  se  tenga  como  preocupa- 
ción obsesionante. 


EXPLANACION 

Dada  la  flaqueza  humana,  se  manifiesta  fácilmente  la  ten- 
dencia del  hombre  a  apreciar  aquello  que  le  eleva  — la  gra- 
cia santificante —  sin  apreciar  aquello  que  le  impone  obli- 
gaciones — la  ley  moral — .  Se  comprende  muy  bien  que  la 
Iglesia,  como  buena  maestra,  insista  sobre  lo  más  difícil, 
que  es  la  práctica  de  los  Mandamientos.  En  esto  no  puede 
haber  ningún  "moralismo"  reprobable.  Fué,  por  otra  parte, 
la  actitud  del  divino  Fundador  de  la  Iglesia,  Jesucristo. 
Censurable  sería  llegar  al  extremo  del  pelagianismo,  al  con- 
cebir el  acto  de  virtud  como  meramente  natural  indepen- 
diente de  la  gracia  y  capaz  de  obtener  por  sí  solo  la  unión 
con  Dios. 


43 


•  El  "moralismo"  o  "virtuto- 
centrismo"  fija  la  atención  del 
cristiano  sobre  sí  mismo  des- 
ziándola  de  Dios.  El  hombre, 
con  sus  problemas  morales, 
pasa  a  ser  el  centro  de  la 
zida  espiritual.  Es  el  hediondo 
an  tropo  cen  trismo,  diametral- 
mente  opuesto  a  la  verdadera 


^  Cuando  el  cristiano  z-uehe 
la  atención  hacia  sí  mismo, 
parece  combatir  un  defecto  y 
adquirir  una  z-irtud,  practica 
un  excelente  acto  para  unirse 
con  Dios,  haciéndolo  por  un 
motizo  sobrenatural.  Nada  hay 
en  esto  de  antropocéntrico,  yp 
que  el  hombre  se  vuelve  a  si 


-  61  - 


piedad  católica  que  es  teocén-  ] 
trica. 


mismo  para  mejor  unirse  Con 
Dios.  Pues,  según  la  Escolás- 
tica, lo  primero  en  la  inten- 
ción es  lo  último  en  la  eje- 
cución. 


EXPLANACION 

Como  la  rectitud  de  la  voluntad  es  medio  necesario  para 
llegarse  a  Dios,  todo  cuanto  el  cristiano  haga  para  su  pro- 
greso en  la  virtud  y  perfeccionamiento  moral,  tiene  como 
centro  y  meta  al  propio  Dios  y  no  al  hombre.  Toda  la  ascé- 
tica cristiana  es,  pues,  teocéntrica.  Por  otra  parte,  la  sen- 
tencia impugnada  no  es  error  nuevo;  ya  entre  las  proposi- 
ciones de  Miguel  de  Molinos  condenadas  por  Inocencio  XI 
(27  de  noviembre  de  1687),  la  del  núm.  9,  entre  otras  co- 
sas, censura  también  esta  actitud  con  los  propios  defec- 
tos (D.  1229).  Recientemente  el  Santo  Padre  Pío  XII  con- 
sagra más  de  una  página  de  la  "Mediator  Dei"  (AAS.  39, 
págs.  533-537)  para  censurar  esta  falsa  posición  ascética  de 
muchos  católicos  que  pretenden  evitar  el  esfuerzo  para 
vencer  las  pasiones  y  unirse  con  Cristo. 


44 


•  La  espiritualidad  de  los 
Ejercicios  de  San  Ignacio,  y, 
en  general,  las  escuelas  de  es- 
piritualidad nacidas  bajo  el 
influjo  de  la  Contrarreforma, 
como  la  de  San  Juan  de  la 
Cruz.  San  Alfonso  María  de 
Ligorio,  etc.,  están  impregna- 
das de  «antro  pocentrismo» 
«virtutocentrismo)) ,  «moralis- 
mo)).  Fueron  útiles  como  re- 
acción contra  el  protestantis- 
mo; sin  embargo  quedan  des- 
tituidas de  valor  perenne,  pues 
desviaron  del  verdadero  camino 
teocéntrico  la  piedad  cristiana. 


^  Las  escuelas  de  Espirituali- 
dad que  surgieron  después  de 
la  Reforma  Protestante,  como 
todas  las  demás  aprobadas  por 
la  Iglesia,  aunque  tengan  en-, 
tre  sí  diferencias  explicables 
dentro  de  la  libertad  con  que 
el  Espíritu  Santo  instruye  y 
guía  a  los  Santos,  son  en  el 
fondo  todas  teocéntricas,  y 
tienen  eficacia  para  todos  los 
tiempos,  como  lo  demuestran 
las  reiteradas  recomendaciones 
de  la  Santa  Sede,  aun  en  nues- 
tros días,  de  los  Ejercicios  de 
San  Ignacio  y,  en  general,  de 


-  62  - 


¡as  Escuelas  de  Espirituali- 
dad (Cfr.  además  de  la  "Mens 
Nostra",  de  Pío  XI,  sobre  los 
Ejercicios  Espirituales  de  San 
Ignacio,  la  "Mediator  Dei", 
AAS.  39,  p.  585-6). 


EXPLANACION 

De  tal  manera  es  esencial  a  toda  espiritualidad  ser  teo- 
céntrica,  que  la  menor  desviación  en  este  punto  constituye 
un  error  gravísimo.  No  se  comprende  cómo  la  Iglesia,  que 
es  infalible  en  todo  lo  que  respecta  a  la  edificación  de  los 
fieles,  pueda  haber  aprobado  métodos  que  apartan  de  Dios 
y  que  los  fieles  puedan  haber  llegado  a  la  virtud  heroica 
por  la  aplicación  de  estos  métodos.  La  sentencia  impugnada 
pone  en  duda  implícitamente  la  infalibilidad  de  la  Iglesia. 


45 


•  Una  espiritualidad  que  in- 
sista mucho  sobre  la  medita- 
ción y,  en  general,  sobre  las 
prácticas  de  piedad,  en  las 
cuales  el  individuo  ejercita 
sus  potencias  para  despertar 
en  sí  buenos  propósitos,  son 
medios  de  santificación  secun- 
darios y  quizá  imperfectos. 
Sólo  las  prácticas  litúrgicas, 
en  virtud  de  su  acción  *ex 
opere  operato»  aseguran  el 
pleno  desenvoh  imiento  de  la 
Vida  espiritual  y  de  la  unión 
con  Dios. 


9 


Según  la  "Mediator  Dei" 
la  intensidad  de  la  participa- 
ción de  los  fieles  en  los  actos 
litúrgicos  se  condiciona  por 
fas  disposiciones  interiores.  La 
meditación,  el  examen  de  con- 
ciencia y  otras  prácticas  si- 
milares fueron  siempre  presen- 
tadas por  la  Iglesia  como  me- 
dios indispensables  para  la 
adquisición  de  tales  disposicio- 
nes. También  sería  temerario 
menospreciar  la  oración  pri- 
vada para  conseguir  el  mismo 
fin.  En  consecuencia,  la  par- 
ticipación en  los  actos  litúr- 
gicos, la  oración  privada,  la 
meditación  y  las  demás  prác- 
ticas semejantes  se  completan, 
y  el  cristiano  no  debe  escoger 
entre  todas,  sino  utilizarlas 
todas. 


—  63  - 


EXPLANACION 


La  proposición  impugnada  sería  verdadera  si  fuese  posi- 
ble en  el  adulto  una  santificación  "ex  Opere  operato"  que 
supliese  las  disposiciones  de  éste.  Por  otra  parte,  la  "Me- 
diator  Dei"  relaciona  la  "piedad  objetiva"  o  litúrgica  con 
la  "piedad  subjetiva"  o  privada,  demostrando  que  ambas  son 
legítimas  y  una  no  puede  dispensar  de  la  otra  (AAS.  39,  pá- 
gina 532  y  ss.). 

Pero  especialmente  para  el  Brasil  la  Sagrada  Congrega- 
ción de  los  Seminarios  enseña  que:  "La  renuncia  de  sí 
mismo,  de  los  propios  modos  de  ver,  del  deseo  de  sobre- 
salir y  ser  admirado,  se  adquiere  tan  solamente  con  la  ora- 
ción, con  la  meditación  de  la  vida  de  Jesús  y  de  las  pala- 
bras por  El  proferidas  para  todas  las  generaciones,  con  el 
ejercicio  paciente  y  controlado  por  frecuentes  exámenes  de 
sí  mismo.  Sin  la  victoria  en  este  sector  del  combate  espi- 
ritual, no  se  llega  a  la  humildad  cristiana  necesaria  para 
someterse  en  todo  a  la  voluntad  de  Dios  (AAS.  42,  pág.  843). 


46 


•  Es  peculiar  de  la  Acción  T 
Católica,  Apostolado  Oficial 
de  la  Iglesia,  una  espirituali- 
dad alimentada  exclusivamente 
con  prácticas  litúrgicas  que 
constituyen  la  piedad  oficial. 
Es  propio  de  las  asociaciones 
religiosas  — Apostolado  de  la 
Oración,  Pías  Uniones,  etc. — , 
entidades  de  apostolado  me- 
ramente privado,  cultivar  la 
piedad  cxtralitúrgica. 


j{  La  obligación  de  cultivar 
la  piedad  litúrgica  y  la  extra- 
litúrgica  es  común  a  todos  los 
fieles  indistintamente,  perte- 
nezcan a  una  o  a  otra  Aso- 
ciación. 


EXPLANACION 


Como  dijimos  arriba,  el  Santo  Padre  insiste  en  la  "Me- 
diator  Dei"  en  que  ambas  piedades  son  complementarias 
una  de  la  otra  e  indispensables. 


47 


•  La  devoción  a  los  Santos,  y 
especialmente  a  Nuestra  Se- 
ñora, fácilmente  desvía  a  los 
fieles  de  la  piedad  verdadera-  j 
mente  católica,  que  es  por  ex- 
celencia Cristocéntrica. 

• 


•fc  La  devoción  a  los  Santos, 
y  particularmente  a  la  Santí- 
sima Virgen,  de  ningún  modo 
aparta  de  Jesucristo  a  los  fie- 
les. Por  el  contrario,  es  el 
canal  excelente  y  normal,  y, 
tratándose  de  la  Virgen  San- 
tísima, necesario,  para  llegar  a 
la  unión  con  Jesucristo. 


EXPLANACION 

La  ignorancia  religiosa  y  ciertas  supersticiones  de  la 
gentilidad  llevan  a  muchas  personas  a  hacer  de  los  Santos 
el  objeto  de  una  falsa  piedad,  abuso  ése  que,  por  otra  parte, 
también  se  practica  con  relación  al  propio  Jesucristo.  Es  lo 
que  se  ve  a  veces  en  regiones  del  interior  de  nuestra  Dió- 
cesis y  en  otras  partes  del  Brasil.  El  riesgo  no  está  propia- 
mente en  la  devoción  a  los  Santos,  sino  en  la  ignorancia  re- 
ligiosa y,  sobre  todo,  en  las  supersticiones  heredadas  de  los 
antiguos  paganos.  La  devoción  a  los  Santos  y  a  Nuestra 
Señora,  como  se  practica  en  general  por  las  personas  pia- 
dosas de  nuestras  ciudades,  ni  presenta  exageraciones  ni 
síntomas  que  vengan  a  producirlas.  Según  Santo  Tomás 
(in  IV  Sent.,  d.  45,  q.  3,  a.  2),  nuestras  oraciones  deben 
subir  al  trono  de  Dios  por  el  mismo  canal  por  el  que  ba- 
jaron los  divinos  beneficios;  como  éstos  se  alcanzan  por 
la  intercesión  de  los  Santos,  es  por  la  devoción  a  los  Santos 
por  donde  nos  debemos  aproximar  a  Dios. 

Acerca  del  papel  necesario  de  María  en  nuestra  santifica- 
ción escribió  el  Bienaventurado  Pío  X:  "Todos  nosotros, 
los  que  estamos  unidos  a  Cristo,  que  somos,  como  dice  el 
Apóstol,  los  miembros  de  su  Cuerpo  hechos  de  su  carne  y 
de  sus  huesos  (Efesios,  5,  30),  salimos^  del  seno  de  la  Vir- 
gen como  cuerpo  unido  a  su  cabeza".  Y  más  adelante:  "Si 
la  Bienaventurada  Virgen  es  al  mismo  tiempo  Madre  de 
Dios  y  de  los  hombres,  ¿quién  puede  dudar  que  Ella 
empleará  todas  sus  fuerzas  junto  a  Jesucristo  que  es  la 
Cabeza  del  Cuerpo  de  la  Iglesia,  para  que  El  derrame 
sus  dones  sobre  nosotros,  que  somos  sus  miembros,  y  en 

—  65  - 


primer  lugar,  para  que  íe  conozcamos  y  vivamos  por 
El?"  Finalmente:  "María,  como  nota  justamente  San  Ber- 
nardo, es  el  acueducto  o  el  cuello  por  el  cual  el  cuerpo 
está  unido  a  la  cabeza  y  POR  EL  CUAL  LA  CABEZA 
EJERCE  SU  PODER  Y  SU  VIRTUD  SOBRE  EL  CUER- 
PO" (Ene.  "Ad  diem  illum",  2  de  febrero  de  1904). 


48 


•  Es  una  devoción  reproba- 
ble la  confesión  frecuente.  La 
Iglesia  se  contenta  con  que  los 
fieles  reciban  este  Sacramento 
una  ven  al  año.  Basta  la  Con-' 
fesión  hecha  al  pie  del  altar 
cuando  se  participa  en  la  San- 
ta Misa  para  obtener  el  per- 
dón de  los  pecados. 


jr  La  confesión  frecuente  es 
alabada  por  la  Iglesia  y  re- 
comendada por  todos  los  Doc- 
tores de  la  vida  espiritual.  El 
Confíteor  de  la  Misa  no  puede 
perdonar  los  petados  mortales. 
En  cuanto  al  perdón  de  los  ve- 
niales, habiendo  arrepentimien- 
to y  propósito  de  enmienda,  se 
puede  alcanzar  por  los  Sacra- 
mentales, como,  por  ejemplo, 
el  Confíteor  en  la  Misa.  Una 
persona  que  renunciase  a  la 
práctica  de  la  confesión  fre- 
cuente para  valerse  únicamente 
de  los  Sacramentales,  se  pri- 
varía de  las  ventajas  y  de  las 
gracias  que  solamente  el  Sa- 
cramento de  la  Confesión  con- 
fiere y  obraría  en  contra  del 
sentir  de  la  Santa  Iglesia. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  sostiene  una  posición  ascética 
condenada  por  la  tradición  de  la  Iglesia  y  recientemente 
proscrita  por  la  "Mystici  Corporis  Christi"  de  Pío  XII, 
del  29  de  junio  de  1943.  He  aquí  sus  palabras:  "Lo  mismo 
sucede  con  la  falsa  opinión  de  los  que  pretenden  que  no  se 
debe  dar  importancia  a  la  confesión  frecuente  de  los  peca- 
dos veniales,  porque  lo  importante  es  la  confesión  general, 
que  la  Esposa  de  Cristo,  con  sus  hijos  unidos  a  Ella  en  el 


—  66  - 


Señor,  hace  todos  los  días  por  medio  de  los  Sacerdotes 
antes  de  subir  al  Altar".  Y  más  adelante  añade:  "Para  ade- 
lantar más  rápidamente  en  el  camino  de  la  virtud,  recomen- 
damos vivamente  la  piadosa  costumbre,  introducida  por  la 
Iglesia  bajo  la  inspiración  del  Espíritu  Santo,  de  la  confe- 
sión frecuente,  que  aumenta  el  propio  conocimiento,  la  hu- 
mildad cristiana,  desarraiga  las  malas  costumbres,  combate 
la  negligencia  y  tibieza  espiritual,  puriñca  la  conciencia, 
fortalece  la  voluntad,  facilita  la  dirección  espiritual,  y  en 
virtud  del  mismo  Sacramento  aumenta  la  gracia".  Y  ter- 
mina con  esta  amarga  censura:  "Por  tanto,  los  que  menos- 
precian y  hacen  perder  la  estima  de  la  confesión  frecuente 
a  la.  juventud  eclesiástica  sepan  que  hacen  una  cosa  con- 
traria al  espíritu  de  Cristo  y  funestísima  para  el  Cuerpo 
Místico  del  Salvador"  (AAS.  35,  pág.  235). 


49 


•  Las  órdenes  de  los  superio- 
res deben  ser  obedecidas  sólo 
cuando  parecen  acertadas. 
Obedecer  órdenes  desacertadas 
es  servilismo  incompatible  con 
la  dignidad  del  cristiano. 


•fc  La  obediencia  cristiana  con- 
siste en  acatar  todas  los  órde- 
nes emanadas  de  los  legítimos 
superiores,  siempre  que  no 
obliguen  a  pecado,  en  virtud 
de  la  honestidad  de  obedecer 
a  los  superiores.  A  los  subdi- 
tos no  les  compete  desobede- 
cer una  orden  simplemente 
porque  no  la  juzguen  acer- 
tada. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  destruye  el  fundamento  de  la 
autoridad,  pues  la  hace  depender  del  consentimiento  de  los 
subditos,  error  proscrito  en  la  condenación  del  liberalismo. 
La  doctrina  Católica,  por  el  contrario,  enseña  que  la  auto- 
ridad viene  de  Dios  y,  por  eso,  debe  ser  obedecida  aun 
cuando  los  mandatos  por  ella  promulgados  parezcan  incom- 
prensibles o  desacertados  a  los  subditos.  En  esto  está  la 
virtud  de  la  obediencia,  pues  mientras  que  la  sentencia  im- 
pugnada hace  de  la  obediencia  un  acto  exclusivo  de  la  inte- 


-  a  - 


ligcncia,  la  doctrina  católica  ve  en  ella  sobre  todo  un  acto 
de  la  voluntad.  Y  sin  el  acto  de  la  voluntad  no  hay  virtud. 
Véase  la  doctrina  de  San  Pedro  (1,  Pet.  2,  18),  en  que  manda 
obedecer  a  los  superiores  díscolos. 


V.  Sobre  la  moral  nueva 


50 


•  Un  los  campos  de  la  acti- 
vidad humana,  negocios,  arte, 
literatura,  diversiones,  depor- 
tes, etc.,  el  hombre  no  debe 
tomar  en  consideración  sino 
los  principios  propios  de  cada 
campo.  Así,  ¡a  obra  de  arte, 
por  ejemplo,  será  perfecta  si 
artísticamente  está  bien  ter- 
minada; el  deporte  si  es  eficaz 
para  sus  fines  específicos,  etc. 
Ninguno  de  estos  campos  está 
subordinado  a  los  principios 
generales  de  la  moral. 


•fc  Todos  los  fines  próximos 
a  que  tienden  las  actividades 
humanas  miran  a  un  fin  últi- 
mo que  les  da  unidad  y  valor. 
Los  principios  relativos  a  este 
fin  último  dominan,  pues,  los 
fines  secundarios  relativos  a 
cada  campo  especia  ico  de  la  ac- 
tividad humana. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  pertenece  a  la  llamada  "Moral 
Nueva",  condenada  por  el  Santo  Padre  en  alocución  de 
23  de  marzo  de  1952.  Ella  niega  la  unidad  teleológica  del 
hombre  y,  por  tanto,  la  subordinación  de  todos  sus  actos 
a  un  ñn  último  y,  como  consecuencia,  la  subordinación  de 
todos  los  campos  de  la  actividad  humana  a  un  conjunto  su- 
perior de  reglas  morales  aplicables,  servatis  servandis,  a 
todos  los  ramos  de  la  actividad  a  que  el  hombre  se  entrega. 

La  sentencia  impugnada  conduciría  lógicamente  a  la  doc- 
trina de  los  que  afirman  una  identiñeación  absoluta  entre 


el  ser  y  el  bien,  de  tal  modo  que  cualquier  incremento  en 
la  línea  del  ser  equivaldría  a  un  progreso  en  la  línea  del 
bien  simpliciter  (simplemente).  De  tal  manera  que,  por 
ejemplo,  cuanto  más  progresa  un  artista  como  tal,  tanto 
más  crecerá  en  el  bien,  absolutamente  hablando.  Y  como 
Dios  está  en  el  ápice  de  la  línea  del  ser,  aquel  que  progresa 
en  esta  línea  se  aproxima,  por  eso,  a  Dios,  que  es  el  Sumo 
Bien.  La  conformidad  o  disconformidad  de  la  obra  de  arte 
con  los  preceptos  de  la  moral,  es,  en  esta  concepción,  ex- 
trínseca, y  de  ningún  modo  puede  afectar  a  la  ascensión 
ontológica  hacia  Dios. 


•  La  Frensü  Católica  debe 
tratar  cada  materia  según  sus 
propios  principios,  prescin- 
diendo de  principios  superiores 
<k  cada  campo.  4sí,  en  Ja  crí- 
tica moral  de  los  espectáculos, 
podrá  censurar  una  película, 
pues  el  objeto  específico  de 
esta  sección  es  la  moral;  en 
la  parte  de  anuncios  podrá 
hacer  propaganda  de  esa  mis- 
ma película,  pues  el  objeto  de 
esta  sección  es  la  mera  propa- 
ganda; del  mismo  modo  en 
las  otras  secciones  sobre  arte 
deporte,  etc.,  pues  todas  de- 
ben atender  a  los  principios 
propios,  independientes  de  la 
moral  o  de  la  religión. 


•jf  Los  principios  religiosos  y 
morales  deben  dominar  todas 
las  secciones  de  los  periódicos, 
máxime  cuando  éstos  se  pro- 
ponen corno  fin  especial  la  di- 
fusión y  defensa  de  la  doc- 
trina católica.  La  publicación 
de  anuncios  inmorales  en  pe- 
riódicos católicos  es  escanda- 
losa, como  es  también  escan- 
dalosa la  contradicción  entre 
la  crítica  cinematográfica  y  la 
parte  comercial. 


EXPLANACION 
La  de  la  proposición  anterior. 


52 


•  La  regla  moral  debe  ser 
inculcada  como  norma  que 
conviene  al  hombre,  según  el 
orden  natural  de  las  cosas;  y 
su  carácter  de  precepto  ema- 
nado de  Dios  v  obligatorio  en 
virtud  de  la  autoridad  divina 
manifestada  por  la  Revelación, 
debe  ser  silenciado.  Pues  el 
carácter  de  mandamiento  y 
obligación  choca  contra  la 
mentalidad  del  hombre  con- 
temporáneo. 


^  El  punto  esencial  de  la  for- 
mación moral  está  en  el  reco- 
nocimiento de  la  soberanía  su- 
fre má  de  Dios  sobre  todos  los 
hombres  y  todas  las  cosas. 
Por  consiguiente,  una  forma- 
ción moral  fundada  principal 
o  exclusivamente  en  la  con- 
veniencia con  la  naturaleza 
humana,  peca  por  su  base  y 
jamás  conseguirá  dar  una 
formación  sobrenatural. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  es  profundamente  revolucionaria. 
Cede  ante  la  rebelión  del  hombre  contra  la  autoridad  del 
Creador.  No  quiere  esto  decir  que  no  sea  conveniente,  para 
hacer  más  fácil  el  cumplimiento  de  lo  mandado,  ya  recono- 
cido y  aceptado  como  impuesto  por  Dios,  demostrar  que  de 
hecho  responde  a  la  naturaleza  del  hombre,  formada  por 
Dios  y  objeto  de  su  amor.  Sin  embargo,  fallaría  en  sus  fun- 
damentos una  formación  moral  basada  únicamente  en  esta 
consideración,  que  es  menos  importante  que  la  primera. 

Cuando  se  trata  de  convencer  a  los  católicos,  se  puede 
mostrar  la  conformidad  de  la  religión  católica  con  la  na- 
turaleza humana,  como  medio  de  allanar  el  camino,  siempre 
que  se  trate'  de  personas  de  buena  fe.  Una  apologética  que 
se  limitase  a  ese  punto,  sería  básicamente  insuficiente.  El 
catolicismo  es  religión  de  obediencia,  y  como  tal  debe  ser 
presentado. 


53 


•  lis  propio  de  asociaciones 
religiosas  tradicionales,  como 
Congregaciones  Marianas,  Pías 


La  moral  de  la  Iglesia  es 
inmutable  y  lo  que  ayer  era 
vanidad,  ocasión  próxima  de 


-  70  — 


Uniones,  Hijas  de  María,  etc., 
el  prohibir  a  sus  miembros 
que  se  pinten,  frecuenten  bai- 
les, piscinas  piiblicas,  paseos 
mixtos,  etc.  La  Acción  Cató- 
lica, por  el  contrario,  formada 
según  posiciones  morales  más 
recientes  de  la  Iglesia,  debe 
autorizar,  promover  y  fomen- 
tar esas  actitudes  que  hacen 
a  sus  miembros  más  confor- 
me al  siglo  en  que  vivimos  y 
capaces  de  hacer  apostolado. 


escándalo  o  de  pecado,  lo  es 
hoy  y  lo  será  mañana.  Asi, 
la  Iglesia  jamás  aprobará  los 
bailes  modernos,  las  piscinas 
mixtas  o  piiblicas,  los  depor- 
tes mixtos,  los  juegos  depor- 
tivos femeninos  en  público, 
etcétera,  y  alabará  siempre  a 
las  personas  que  se  abstuvie- 
ren de  pinturas  y  de  todo 
cuanto  tenga  resabios  de  va- 
nidad y  mundanismo. 


EXPLANACION 


La  sentencia  impugnada  sería  lógica  si  se  admitiese  el 
hecho  de  una  moral  nueva  en  la  Iglesia  más  libre  y  cómoda, 
de  la  cual  la  Acción  Católica  sería  la  pregonera.  Por  el 
contrario,  habiendo  recibido  esa  organización  tan  honrosas 
consignas  y  bendiciones  tan  preciosas  de  los  Sumos  Pontí- 
fices, conviene  que  considere  enteramente  adecuada  la 
práctica  de  los  más  rigurosos  principios  de  la  modestia  cris- 
tiana. No  es  otro  el  sentido  en  que  se  ha  pronunciado  el 
Soberano  Pontífice  en  varias  alocuciones  a  la  juventud  fe- 
menina católica,  como  se  puede  ver  en  AAS.  35,  p.  142 
(1943);  33,  pág.  186  (1941);  32,  pág.  414  (1940). 

En  cuanto  a  los  bailes,  el  Santo  Padre  Pío  XI,  en  la 
encíclica  "Ubi  Arcano",  dice  así:  "Nadie  ignora  que  la 
liviandad  de  las  señoras  y  de  las  jóvenes  traspasó  ya  los 
límites  del  pudor,  sobre  todo  en  los  vestidos  y  en  los  bai- 
les" (AAS.,  vol.  14,  págs.  678-679).  Ya  anteriormente  la- 
mentaba Benedicto  XV  la  indecencia  de  los  vestidos  feme- 
ninos y  la  falta  de  recato  y  de  pudor  en  los  bailes.  Después 
de  deplorar  "la  ceguera  de  las  mujeres"  en  "la  locura  de 
los  vestidos",  añade  lo  siguiente  respecto  a  los  bailes:  "que 
entraron  en  los  hábitos  de  la  sociedad  bailes  traídos  de  la 
barbarie,  a  cual  peor,  aptos,  más  que  para  cualquier  otra 
cosa,  para  quitar  todo  pudor"  (Ene.  "Sacra  propediem", 
6  de  enero  de  1921,  AAS.  13,  pág.  39,  1921). 

Con  relación  a  las  manifestaciones  deportivas  femeninas 
en  público,  la  Sagrada  Congregación  del  Concilio  promulgó 


71  _ 


el  12  de  enero  de  1930  una  instrucción  en  los  términos  si- 
guientes: "Los  padres  aparten  a  sus  hijas  de  competiciones 
públicas  y  concursos  de  gimnasia;  pero,  si  ellas  fuesen  obli- 
gadas a  tomar  parte  en  semejantes  manifestaciones,  tengan 
la  cautela  de  que  se  presenten  con  vestidos  que  ediñquen 
por  la  modestia;  y  jamás  permitan  que  ellas  se  presenten 
con  vestidos  inmodestos"  (C.  P.  B.,  Apéndice  20,  pág.  (70), 
AAS.  22,  pág.  26).  En  el  mismo  sentido  se  manifestó  el 
Santo  Padre  hablando  a  los  médicos  y  profesores  de  edu- 
cación física  el  día  8  de  noviembre  de  1952  (AAS.  14  de 
noviembre  de  1952). 


54 


©  No  se  deben  prohibir  los 
escotes,  amaillots»  y  otros  mo- 
dos de  vestir  que  descubran 
macho  el  cuerpo,  pues  el  cuer- 
po es  bueno  en  sí  mismo,  fué 
creado  por  Dios  y  no  es  ne- 
cesario taparlo. 

O 


•fc  ¡11  cuerpo  humano  fué 
creado  por  Dios  y,  como  todo 
ser,  es  en  sí  mismo  bueno. 
Después  del  pecado  original, 
la  concupiscencia  se  volvió 
desarreglada.  Por  esta  razón 
conviene  cubrir  el  cuerpo  para 
que  no  sirva  de  ocasión  de 
pecado. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  es  de  un  naturalismo  visceral- 
mente  anticatólico. 


55 


•  No  se  debe  censurar  a  las 
personas  que  se  presentan  a 
comulgar  con  pinturas,  esco- 
tes, mangas  cortas  o  sin  me- 
dias. Sería  faltar  a  la  caridad 
negarles  los  Sacramentos,  pues 
esas  personas  no  tienen  ma- 
licia; de  lo  contrario  no  se 


^  La  Iglesia  desaconseja  la 
pintura  y  prohibe  la  exagera- 
ción en  los  escotes  y  las 
mangas  cortas,  así  como  la 
costumbre  de  ir  sin  medias. 
Los  fieles  deben  ser  instruidos 
sobre  la  doctrina  católica  en 
este  ay.  nto,  pues  el  cuerpo 


—  72  — 


presentarían  así  en  la  iglesia. 
Además,  ver  malicia  en  tales 
cosas  es  censurar  al  propio 
Dios  creador  del  cuerpo  hu- 
mano. 


humano,  después  del  peeado 
original,  se  hizo  esclavo  de  la 
concupiscencia  y  cualquier  im- 
prudencia en  esta  materia  es, 
por  lo  menos,  peligrosa. 


EXPLANACION 

El  cuerpo  humano  es  bueno  como  toda  criatura  de  Dios. 
La  necesidad  que  tiene  el  hombre  de  no  exponerlo,  no  pro- 
cede del  cuerpo  humano  como  criatura  de  Dios,  sino  del 
desarreglo  de  los  instintos,  consecuencia  del  pecado  origi- 
nal. Por  esto,  la  Iglesia  recomienda  recato  en  los  vestidos. 
La  sensación  de  vergüenza  causada  por  la  exhibición  inmo- 
desta del  cuerpo  humano  no  se  puede  llamar  malicia,  sino 
pudor.  Pues  la  noción  de  la  diferencia  que  hay  entre  el  bien 
y  el  mal  no  es  un  defecto,  sino  todo  lo  contrario,  el  funda- 
mento de  todas  las  virtudes.  Por  consiguiente,  amonestar  a 
las  personas  que  visten  inmodestamente  es  despertar  en 
ellas,  no  la  malicia,  sino  la  virtud.  Por  esto  la  legislación 
de  la  Iglesia  obliga  a  los  Sacerdotes  a  negar  los  Sacramen- 
tos a  las  personas  que  se  presentan  de  una  manera  inmo- 
desta (S.  C.  del  Concilio  en  12-1-1930,  adv.  9,  AAS.  22,  pá- 
ginas 26-7). 

La  sentencia  impugnada  considera  el  asunto  como  si  la 
humanidad  no  estuviese  en  estado  de  naturaleza  caída.  Por 
otra  parte,  ella  niega  la  existencia  de  un  bien  o  de  un  mal 
objetivos.  El  mal  no  estaría,  en  el  caso  concreto,  en  un 
hecho  objetivo,  la  inmodestia  del  traje,  ni  en  la  transgre- 
sión del  precepto  que  prohibe  vestidos  inmorales,  sino  que 
estaría  en  el  ánimo  subjetivo  de  quien  ve  inmoralidad  en  la 
desnudez. 

Una  aplicación  concreta  manifestará  hasta  qué  punto  la 
sentencia  impugnada  se  opone  al  verdadero  sentir  de  la 
Iglesia.  Los  Santos  se  destacaron  siempre  por  la  extremada 
finura  en  percibir  y  rechazar  todo  lo  que  contrariase,  aun 
de  lejos,  la  virtud  angélica.  La  Iglesia  alaba  siempre  el 
pudor.  Según  la  sentencia  impugnada  sería  la  esencia  de  la 
malicia.  Sobre  la  vanidad  femenina,  son  preciosas  las  re- 
comendaciones de  San  Pablo  (I  Tim.,  2,  9)  y  de  San  Pedro 
(I  Petr.  3,  5) ;  léase  también  el  capítulo  III  de  Isaías,  ver- 
sículos 16,-24. 


—  73  — 


56 


•  Es  conveniente  que  los 
miembros  de  Acción  Católica 
participen  en  las  diversiones 
de  carnaval,  para  hacer  allí 
apostolado.  Los  retiros  espi- 
rituales que  apartan  del  mun- 
do a  los  miembros  de  Acción 
Católica,  no  se  deben  tener 
en  Jos  días  de  carnaval. 


Bs  ilícito  buscar  la  oca- 
sión próxima  de  pecado  bajo 
pretexto  de  apostolado.  Cons- 
tituyendo las  diversiones  de 
carnaval  ocasión  próxima  de 
pecado,  los  fieles  se  deben  abs- 
tener de  ellas. 


★ 


EXPLANACION 


Nuestro  carnaval  es  tristemente  famoso  en  todo  el  mundo 
por  las  inmoralidades  a  que  da  ocasión,  y  todo  indica  que 
se  va  haciendo  peor.  La  participación  de  los  fieles  en  esas 
diversiones  inmorales,  no  es  sólo  peligro  para  sus  almas, 
sino  también  grave  escándalo  para  el  prójimo.  Por  el  con- 
trario, el  hecho  de  apartarse  al  recogimiento  y  oración  du- 
rante esos  tres  días,  es  ejemplo  no  pequeño  de  edificación 
y  constituye  un  excelente  apostolado. 

La  sentencia  impugnada  parece  desconocer  la  existencia 
de  la  ocasión  próxima  de  pecado,  a  lo  menos  para  el  que 
pretende  hacer  apostolado.  Recordemos  la  condenación  lan- 
zada por  Inocencio  XI  contra  el  Laxismo  Moral  (2-3-1679), 
entre  cuyas  proposiciones  están  las  siguientes:  Proposi- 
ción 63:  "Es  lícito  procurar  directamente  la  ocasión  pró- 
xima de  pecado  con  intención  de  obtener  un  bien  espiritual 
o  temporal,  propio  o  del  prójimo";  y  Proposición  62:  "No 
se  debe  huir  de  la  ocasión  próxima  de  pecado  cuando  hay 
una  causa  útil  u  honesta  para  no  huir"  (D.  1213  y  1212). 


57 


•  Las  personas  divorciadas, 
¡lite  simulan  otro  matrimonio, 
pueden  ser  admitidas  a  par- 
ticipar públicamente  en  cam- 
pañas   para     reunir  fondos 


Je  lis  licito  recibir  limosnas 
de  pecadores  públicos.  Es  es- 
candaloso, sin  embargo,  in- 
cluir sus  nombres  en  comisio- 
nes destinadas  a  recoger  do- 


_  74  _ 


destinados  a  obras  de  caridad 
espiritual  o  materia!. 


nativos  para  las  )bras  piado- 
sas,  pues  este  hecho  no  deja 
de  ponerlos  en  evidencia  en  la 
sociedad  cristiana. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  niega  implícitamente  la  unidad 
moral  del  hombre,  ya  que  parece  distinguir  en  una  misma 
persona  dos  aspectos  enteramente  ajenos  el  uno  al  otro;  por 
una  parte,  en  la  vida  familiar  podría  uno  ser  pecador  pú- 
blico y  merecer  toda  censura,  y,  por  otra,  en  el  terreno  de 
la  vida  pública  y  social,  como  político  u  hombre  de  nego- 
cios o  "filántropo"  continuaría  mereciendo  toda  considera- 
ción. Y  la  Iglesia,  cerrando  los  ojos  a  un  aspecto  de  su  vida, 
señalaría  el  otro  como  recomendable.  Tal  manera  de  consi- 
derar el  proceder  de  una  persona  es  equivocado,  como  se 
demostró  en  el  comentario  a  la  proposición  número  50. 


58 


•  Siendo  la  unión  sexual  i  nía-  ! 
gen  de  las  relaciones  de  la 
vida  íntima  de  la  Santísima  \ 
Trinidad,  es  razonable  y  útil  \ 
el  serzñrse  de  temas  amorosos 
para  despertar  la  piedad. 


•Jr  Aunque  lodos  los  actos  ho- 
nestos realizados  con  recta  in- 
tención sean  meritorios  delan- 
te de  Dios,  las  relaciones  se- 
xuales, en  el  presente  orden 
histórico  de  ta  naturaleza  caí- 
da, están  de  tal  -manera  uni- 
das a  la  concupiscencia  des- 
arreglada que  moralmente  no 
pueden  constituir  objeto  que 
despierte  o  eleve  la  piedad. 


EXPLANACION 

La  literatura  místico-sensual  es  uno  de  los  males  de  nues- 
tra época.  El  Santo  Padre  ha  advertido  esto  reiteradamente 
a  los  fieles.  En  el  Pontificado  anterior,  la  Suprema  Sagrada 
Congregación  del  Santo  Oficio  tomó  una  medida  especial 
contraria  a  esos  escritos:  La  instrucción  del  3  de  mayo 


—  75  - 


de  1927  (AAS.,  vol.  19,  pág.  186  y  ss.).  Uno  de  los  grandes 
inconvenientes  de  esa  literatura  es  que  se  presta  fácilmente 
a  expresiones  que  conducen  a  un  misticismo  panteísta.  Pre- 
tender alimentar  la  piedad  con  consideraciones  místico- 
sensuale^  es  contra  la  tradición  de  la  Iglesia,  que  siempre 
procuró  inculcar  a  los  fieles,  de  cualquier  estado  de  vida, 
el  espíritu  de  pureza  con  el  cual  el  hombre  se  prepara 
para  la  Mansión  Celestial,  donde  "ñeque  nubent,  ñeque  nu- 
bentur"  (Mt.  22,  30). 

En  favor  de  la  literatura  místico-sensual  se  ha  aducido, 
no  sin  blasfemia,  el  "Cantar  de  los  Cantares".  La  Iglesia, 
única  intérprete  auténtica  de  las  Sagradas  Escrituras,  con- 
denó siempre  la  interpretación  erótica  de  esos  poemas.  Es 
cierto,  pues,  que  no  se  alude  a  la  vida  animal  del  hombre 
en  las  expresiones  que  en  ellos  se  encuentran.  No  obstante, 
porque  el  anhelo  amoroso  del  alma  con  Dios  es  descrito  de 
una  manera  muy  viva,  ya  entre  los  judíos  su  lectura  era  sólo 
permitida  de  los  treinta  años  en  adelante.  Tal  es  la  pru- 
dencia que  esta  materia  exige. 


59 


©  La  formación  del  joven 
para  el  matrimonio  se  ha  de 
hacer  de  una  manera  moder- 
na, esto  es,  en  grandes  audi- 
•  torios,  en  lenguaje  realista, 
vivo,  de  forma  ligera  y  hasta 
aleare.  Los  argumentos  sobre 
todo,  deben  ser  de  carácter 
natural.  Lis  necesario  no  ata- 
car la  tendencia  sentimental  ñc 
los  hombres,  sino  favorecerla. 


^  Un  la  formación  del  joven 
para  el  matrimonio,  se  deben 
tomar  en  consideración,  prime- 
ramente las  nefastas  conse- 
cuencias del  pecado  original, 
que  hacen  que  esta  materia  sea 
especialmente  peligrosa  en  esta 
edad.  Por  eso  se  debe  cuidar 
con  diligencia  de  inculcar  la 
importancia  de  los  medios  so- 
brenaturales y  evitar  siempre 
dar  al  asunto  una  publicidad 
inconveniente,  esto  es,  contra- 
ria al  recato  con  oue  se  deben 
tratar  estas  cuestiones. 


EXPLANACION 

En  la  alocución  a  los  padres  de  familia  del  18  de  sep- 
tiembre de  1951,  el  Santo  Padre  gloriosamente  reinante, 

—  76  — 


Pío  XII,  recrimina  la  manera  con  que  muchos  autores  católi- 
cos tratan  de  esta  materia,  sin  la  discreción  que  el  asunto 
pide,  y  recomienda  las  mismas  precauciones  prescritas  por 
Pío  XI  en  la  Encíclica  "Divini  Illius  Magistri"  (AAS.  22, 
pág.  49  y  ss.).  Complemento  de  esta  Encíclica  es  la  res- 
puesta de  la  Suprema  Sagrada  Congregación  del  Santo  Ofi- 
cio, del  día  21  de  marzo  de  1931  (AAS.  23,  pág.  118),  a  una 
consulta  sobre  la  educación  y  la  iniciación  sexual.  Juzgamos 
útil  transcribir  aquí  las  recomendaciones  de  la  Suprema  Sa- 
grada Congregación:  "Es  absolutamente  preciso  en  la  educa- 
ción de  la  juventud  seguir  el  método  empleado  hasta  ahora 
por  la  Iglesia  y  por  los  hombres  virtuosos  y  recomendado 
por  el  Santísimo  Padre  en  la  Carta-Encíclica  sobre  la  "Edu- 
cación cristiana  de  la  juventud"  del  día  31  diciembre  1929. 
A  saber:  Es  preciso  cuidar  en  primer  lugai  de  una  forma- 
ción religiosa  de  la  juventud  de  ambos  sexos,  plena,  ñrme 
y  sin  interrupción;  es  preciso  excitar  en  la  juventud  la  es- 
tima, el  deseo  y  el  amor  de  la  virtud  angélica;  y,  sobre  todo, 
inculcarle  la  constancia  en  la  oración,  la  frecuencia  de  los 
sacramentos  de  la  penitencia  y  de  la  Sagrada  Eucaristía; 
que  tenga  una  constante  y  filial  devoción  a  la  Bienaventu- 
rada Virgen  María,  Madre  de  la  Santa  Pureza,  y  que  se 
consagre  totalmente  a  su  protección;  que  evite  cuidadosa- 
mente las  lecturas  peligrosas,  los  espectáculos  obscenos,  la 
conversación  con  los  malos  y  cualquier  otra  ocasión  de 
pecar". 

Después  de  dar  estos  consejos,  para  indicar  cómo  se  debe 
hacer  la  educación  sexual,  censura  la  Suprema  Sagrada  Con- 
gregación los  libros  que  defienden  el  nuevo  método  de  esta 
educación,  escritos  algunos  hasta  por  autores  católicos. 

Que  esta  determinación  de  la  Santa  Sede  haya  sido  olvi- 
dada "more  jansenistarum"  se  deduce  de  la  manera  singu- 
larmente enérgica  con  que  el  Santo  Padre  Pío  XII  se  re- 
fiere a  los  autores  católicos  en  la  citada  alocución  a  los 
padres  de  familia.  Conviene  leer  toda  esta  alocución,  que 
"Catolicismo"  publicó  en  su  número  del  13  de  enero  de  1952. 


-  77  - 


60 


#  Por  designio  de  la  Proci- 
dencia, la  mayor  parte  de  las 
personas  deben  -vivir  en  el  es- 
tado matrimonial.  Las  niñas 
de  colegio  que  se  enamoran 
están,  pues,  en  su  camino  na- 
tura}. Por  tanto,  no  se  les 
debe  impedir  que  lo  hagan. 


•fc  Eñ  materia  de  elección  de 
estado,  la  acción  del  educador 
debe  consistir  en:  1.°  Instruir 
y  auxiliar  al  educando  de  ma- 
nera que  éste  pueda  escoger 
conforme  a  la  voluntad  de 
Dios;  2.°  Impedir  que  el  am- 
biente del  colegio  ponga  obs- 
táculos a  las  vocaciones  que 
exigen  mayor  generosidad,  co- 
mo el  Sacerdocio  o  el  estado 
religioso.  Por  consiguiente, 
debe  combatir  con  energía  los 
enamoramientos  prematuros  o 
que  no  miran  al  matrimonio, 
pues  no  pasan  de  mera  sen- 
sualidad igualmente  contraria 
a  la  vocación  Sacerdotal  o  re- 
ligiosa v,  a  la  preparación 
cristiana  para  el  matrimonio. 


EXPLANACION 

Aunque  generalmente  se  encaminen  los  hombres  al  estado 
matrimonial,  es  necesario  tener  en  cuenta  la  vocación  per- 
sonal de  cada  educando.  La  sentencia  impugnada  parece 
considerar  el  ambiente  colegial  como  destinado  a  preparar 
a  todos  los  alumnos  para  el  matrimonio,  sin  tener  en  cuenta 
las  vocaciones  especiales  del  Sacerdocio  y  del  estado  reli- 
gioso. Además,  es  ambigua,  ya  que  no  distingue  entre  el 
enamoramiento  que  mira  inmediatamente  al  matrimonio  y  el 
que  se  hace  solamente  por  deleite  sensual. 

La  ambigüedad  de  la  sentencia  impugnada  también  se 
nota  en  el  hecho  de  no  distinguir  entre  el  enamoramiento 
precoz  y  el  que  se  hace  en  edad  adecuada.  Tal  ambigüedad 
es  tanto  más  peligrosa  cuanto  que  la  palabra  enamora- 
miento se  presta  a  interpretaciones  muy  variadas.  Por  ñn, 
la  sentencia  impugnada  prescinde  del  pecado  original  consi- 
derando que  todo  cuanto  es  natural  es  bueno  en  sí:  propo- 


—  7$  — 


sición  que  sólo  se  puede  admitir  negando  el  dogma  del 
pecado  original. 

Por  lo  que  tiene  de  ambiguo  y  de  falso,  la  sentencia  im- 
pugnada es  un  estímulo  a  la  sensualidad  y  a  la  indisciplina 
en  los  colegios. 


VI.  Sobre  racionalismo,  evolucionismo,  laicismo 


61 


•  La  Filosofía  y  las  Ciencias 
tienen  objeto  propio  y  mé- 
todo autónomo  con  relación  a 
la  Sagrada  Teología,  de  modo 
que  los  fieles  en  sus  investi- 
gaciones científicas  y  lilosó- 
jicas  no  necesitan  tener  en 
cuenta  la  Revelación  sobre- 
natural. 

9 


^  La  Filosofía  y  las  Ciencias 
timen  objeto  propio  y  método 
autónomo.  Sin  embargo,  sien- 
do la  Revelación  Divina  infa- 
lible y  la  razón  humana  fali- 
ble, el  científico  y  el  filósofo 
deben  tomar  las  enseñanzas  de 
la  Iglesia,  auténtica  intérprete 
de  la  Revelación,  como  cri- 
terio de  certeza  y  guía  por 
lo  menos  negativo,  de  sus  es- 
tudios e  investigaciones. 


EXPLANACION 

No  hay  posibilidad  de  colisión  entre  la  Razón  y  la  Fe. 
Cuando  tal  incompatibilidad  parece  existir,  procede  esto  del 
hecho  de  que  las  enseñanzas  de  la  Fe  no  están  formuladas 
con  precisión  objetiva,  o,  más  probablemente,  de  que  la 
razón  falló  en  sus  investigaciones.  Pero  el  filósofo  o  cientí- 
fico, ante  una  enseñanza  infalible  de  la  Iglesia,  debe  siem- 
pre desechar  las  conclusiones  de  su  filosofía  o  ciencia  que 
se  opongan  a  estas  enseñanzas.  Es  doctrina  tradicional  que 
el  Santo  Padre  recuerda  en  la  "Humani  Generis"  con  estas 
palabras:  "...esto  debe  ser  admitido  con  cautela  cuando  es 
cuestión  más  bien  de  "hipótesis",  aunque  en  algún  modo 
apoyadas  en  la  humana  ciencia,  que  rozan  la  doctrina  con- 
tenida en  las  Sagradas  Escrituras,  o  en  la  "tradición".  Por- 

r-  79  - 


iiue  si  tales  opiniones  conjeturales  sé  oponen  directa  ó 
indirectamente  a  la  doctrina  revelada  por  Dios,  no  puede 
entonces,  en  modo  alguno,  ser  atendida  tal  exigencia" 
(AAS.  42,  pág.  575). 


62 


•  El  admitir  la  existencia  de 
herejías  veladas  o  el  peligro 
de  una  herejía  declarada  en 
nuestros  días  es  injurioso  para 
la  Iglesia.  En  efecto,  en  el 
actual  estado  de  progreso,  lo 
iglesia  supero  definitivamente 
estos  peligros. 


Hasta  el  fin  de  los  tiem- 
pos, los  hombres  estarán  su- 
jetos a  pecar  contra  cualquier 
virtud  y,  por  tanto,  contra  la 
Fe.  La  herejía  no  constituye 
deshonra  para  la  Iglesia,  sino 
para  los  herejes.  De  modo 
que,  aunque  pueda  la  Sagrada 
teología  llegar  a  la  perfec- 
ción en  la  expresión  y  claridad 
de  las  7-erdadcs  reveladas  y 
constituir  un  verdadero  pro- 
greso para  la  Iglesia,  esto  no 
impide  el  que  haya  personas 
que  se  rebelen  contra  el  Ma- 
gisterio Eclesiástico. 


EXPLANACION 
Cfr.  págs.  4,  5  y  6  de  esta  Carta  Pastoral. 


63 


•  La  Historia  no  proporciona 
el  conocimiento  de  los  hechos 
en  su  realidad  objetiva,  sino 
apenas  una  imagen  de  ellos 
modelada  subjetivamente  por 
el  historiador. 

• 


La  Historia  tiene  por  fin 
la  reconstitución  objetiva  del 
pasado,  y  el  método  histórico 
se  destina  a  preservar  tal  re- 
constitución de  las  deforma- 
ciones que  pueda  sufrir  de  la 
acción  subjetiva  del  historia- 
\  dor. 


-  80  - 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  destruye  por  la  base  la  Religión 
Católica,  que  se  funda  toda  ella  en  el  hecho  histórico  de  la 
Revelación,  conocida  y  transmitida  ^en  su  realidad  objetiva. 
Fué  ese  mismo  principio  el  que  sirvió  de  fundamento  a  los 
Modernistas  para  sus  errores,  los  cuales,  en  último  término, 
reducían  la  Religión  a  mero  subjetivismo. 


64 


•  La  sociedad  civil,  en  los 
últimos  siglos,  evolucionó  en 
el  sentido  de  una  simplicidad 
v  de  una  igualdad  mayor  en 
¡as  costumbres,  en  la  organi- 
zación política,  social  y  eco- 
nómica de  acuerdo  con  los 
principios  evangélicos.  Es  ne- 
cesario que  la  Iglesia,  por  su 
parte,  acompañe  esta  evolu- 
ción haciéndose  igualitaria  en 
su  organización,  simple  y  de- 
mocrática en  su  disciplina,  li- 
turgia, costumbres  y  en  la  ma- 
nera de  ser  de  los  miembros 
de  la  Jerarquía. 


■jf  En  los  últimos  siglos,  el 
espíritu  revolucionario  ha  pro- 
ducido constantes  transforma- 
ciones para  derribar  los  po- 
deres legítimos,  acabar  con  la 
autoridad,  sea  política,  social 
o  económica,  y  nivelar  todas 
las  desigualdades  legítimas.  La 
Iglesia  se  opuso  y  continuará 
oponiéndose  a  este  proceso 
histórico.  En  el  siglo  XIX,  y 
en  las  primeras  décadas  del 
siglo  XX,  combatió  el  Libe- 
ralismo anarquizante ;  en  esta 
segunda  parte  del  siglo  XX 
se  dispone  a  combatir  «con  ea 

MAYOR  ENERGÍA))  al  socialismo 

que  pone  en  grave  riesgo  «ea 

DIGNIDAD  DEE  HOMBRE  Y  EA 
SAEVACIÓN  ETERNA  DE  EAS  AL- 
MAS» (Pío  XII,  Radiomensaje 
al  Katholikentag  de  Viena, 
cfr.  "Catolicismo",  núm.  24 
de  diciembre  de  1952).  Por 
esto,  edifica  al  mundo  con  la 
existencia  de  su  organización, 
jerárquica,  que  es  de  institu- 
ción dii-ina  y,  por  tanto,  in- 
mutable; y  por  el  hecho  de 
manifestar  un  espíritu  de  je- 


-  81  — 


6 


rarquía  opuesto  al  espíritu  re- 
volucionario en  su  liturgia,  en 
¡     su  disciplina,  etc. 


EXPLANACION 


La  sentencia  impugnada  acepta  como  legítimas  las  sucesi- 
vas revoluciones  de  carácter  nivelador  — protestantismo,  re- 
volución francesa,  comunismo —  que,  bajo  la  presión  del 
espíritu  del  orgullo  y  de  la  sensualidad,  vienen  transfor- 
mando la  tierra  (León  XIII,  Ene.  "Parvenú  a  la  25°  année"). 
Querer  conformar  la  Iglesia  a  una  sociedad  civil  mode- 
lada según  este  espíritu,  es  pedir  la  capitulación  de  la 
Religión  Católica.  Además  es  prescindir  de  que  la  organi- 
zación de  la  Iglesia  en  sus  elementos  de  institución  divina 
es  inmutable. 


La  sentencia  impugnada  es  unilateral.  En  cualquier  época 
de  la  Historia  los  católicos  tienen  un  doble  deber:  de  adap- 
tación y  de  resistencia.  La  sentencia  impugnada  sólo  trata 
de  adaptación.  Este  doble  deber  es  a  primera  vista  fácil  de 
comprender.  No  hubo  ninguna  época  en  la  cual  todas  las 


65 


©  El  católico  debe  ser  hom- 
bre de  su  tiempo  y,  como  tal, 
debe  aceptar  sinceramente  sin 
segunda  intención  las  transfor- 
maciones y  progresos  por  los 
que  nuestro  siglo  se  diferen- 
cia de  los  anteriores. 


^  El  católico  debe  ser  hom- 
bre de  su  tiempo  y,  como 
tal,  debe  aceptar  sinceramente 
las  transformaciones  y  pro- 
gresos por  los  que  nuestro  si- 
glo se  diferencia  de  los  ante- 
riores, siempre  que  tales  trans- 
formaciones y  progresos  sean 
conformes  al  espíritu  y  a  la 
doctrina  de  la  Iglesia  y  fo- 
menten del  mejor  modo  una 
civilización  verdaderamente 
cristiana. 


EXPLANACION 


-  82  — 


leyes,  instituciones,  costumbres,  modos  de  ver  y  de  sentir, 
mereciesen  sólo  alabanza  o  sólo  censura.  Por  el  contrario, 
existen  siempre  en  las  ópocas  mejores  y  en  las  peores  cosas 
buenas  y  cosas  malas.  Ante  el  bien,  se  encuentre  donde  se 
encuentre,  nuestra  actitud  sólo  puede  ser  la  que  aconseja 
el  Apóstol:  probadas  todas  las  cosas,  tomad  lo  que  es  bueno. 
Frente  al  mal  debemos  igualmente  obedecer  el  consejo  del 
Apóstol:  "no  queráis  conformaros  con  este  siglo"  (Roma- 
nos, 12,  2). 

Sin  embargo  conviene  aplicar  con  inteligencia  los  dos 
consejos.  Es  excelente  analizar  todas  las  cosas  y  quedarse 
con  lo  bueno.  Pero  debemos  tener  presente  que  lo  bueno  es 
lo  que  está  conforme,  no  sólo  con  la  letra,  sino  también 
con  el  espíritu.  Bueno  no  es  aquello  que  favorece  a  un 
tiempo  a  la  virtud  y  al  vicio,  sino  lo  que  favorece  siem- 
pre y  únicamente  a  la  virtud.  Así,  cuando  una  costumbre 
no  es  reprobable  en  sí  misma  pero  crea  una  atmósfera  fa- 
vorable al  mal,  la  prudencia  manda  rechazarla.  Cuando  una 
ley  favorece  a  la  única  Iglesia  verdadera  pero  al  mismo 
tiempo  favorece  también  a  la  herejía  o  a  la  incredulidad, 
merece  ser  combatida. 

La  resistencia  al  siglo  tiene  que  hacerse  también  con 
prudencia,  esto  es,  no  debe  quedar  más  acá  o  más  allá  de 
su  fin.  Ejemplo  de  resistencia  poco  inteligente  al  siglo,  de 
apego  a  las  formas  mudables  y  sin  mayor  importancia  in- 
trínseca, lo  tenemos  en  la  vuelta  al  "altar  en  forma  de  mesa". 
Es  una  resistencia  que  va  más  allá  de  su  fin,  que  es  la 
defensa  de  la  fe.  Por  otro  lado,  la  resistencia  al  siglo  no 
debe  quedar  más  acá  de  su  objetivo.  No  puede  consistir 
en  la  mera  enseñanza  sin  aplicación  concreta  a  las  circuns- 
tancias del  día.  Ni  en  protestas  platónicas.  Es  necesario 
enseñar,  es  necesario  conocer  los  hechos  del  día  en  toda 
su  realidad  viva  y  palpitante,  es  necesario  organizar  la 
acción  para  intervenir  a  fondo  en  el  curso  de  los  aconte- 
cimientos. 

Por  fin,  es  necesario  recordar  que  la  fisonomía  de  una 
época  no  puede  ser  descompuesta  en  aspectos  buenos  y 
malos  enteramente  autónomos  los  unos  de  los  otros.  Toda 
época  tiene  una  mentalidad  propia  que  resulta  a  un  tiempo 
de  los  aspectos  buenos  y  malos.  Si  aquéllos  son  preponde- 
rantes y  éstos  se  refieren  apenas  a  asuntos  secundarios,  la 
época  debe  llamarse  buena.  Si,  por  el  contrario,  tienen  pre- 
ponderancia los  aspectos  malos  y  el  bien  existe  apenas  en 


-  83  - 


uno  o  en  otro  pormenor,  la  época  debe  llamarse  mala.  En 
los  problemas  de  las  relaciones  entre  el  católico  y  su  tiem- 
po, no  basta  que  tome  posición  ante  aspectos  fragmentarios 
del  mundo  en  que  vive.  Debe  considerar  la  fisonomía  del 
tiempo  en  su  profunda  unidad  moral  y  tomar  posición  .ante 
ella.  A  vista  de  este  principio  se  debe  negar  la  sentencia 
impugnada,  pues  ella  no  nos  habla  de  la  aceptación  de  este 
o  de  aquel  aspecto  del  mundo  contemporáneo,  sino  de  su 
unidad  global. 

En  el  Syllabus  Pío  IX  condena  la  siguiente  proposición: 
"El  Romano  Pontífice  puede  y  debe  reconciliarse  y  transi- 
gir con  el  progreso,  con  el  liberalismo  y  con  la  actual  civi- 
lización" (Prop.  80,  D.  1780).  Evidentemente,  la  proposi- 
ción sería  incomprensible  si  no  se  entendiese  que  el  progre- 
so y  la  civilización  moderna  en  tiempo  de  Pío  IX,  aunque 
piesentasen  algún  que  otro  aspecto  bueno,  en  su  generalidad 
estaban  plagados  de  los  errores  del  tiempo,  y  en  especial 
de  liberalismo,  que  la  proposición  80  menciona  especial- 
mente. Y,  en  efecto,  esta  proposición  fué  sacada  de  la  alo- 
cución "Jamdudum",  de  18  de  marzo  de  1861,  en  la  cual 
el  Pontífice  pinta  el  impresionante  cuadro  de  la  lucha  entre 
dos  fuerzas  irreconciliables,  una  defendiendo  la  así  llamada 
civilización  moderna,  "sistema  inventado  para  debilitar  y 
quizá  acabar  con  la  Iglesia  de  Cristo",  y  la  otra  defen- 
diendo los  principios  eternos  de  la  civilización  cristiana. 
Si  por  civilización  moderna  se  entiende  lo  que  declaró 
Pío  IX,  esto  es,  una  civilización  pagana  en  vías  de  for- 
marse sobre  los  escombros  de  la  antigua  civilización  cris- 
tiana, la  condenación  de  la  proposición  80  es  por  completo 
explicable. 

¿Cuál  sería  el  aspecto  de  conjunto  de  los  días  en  que  vivi- 
mos? Consultemos  a  los  Papas.  Pío  XI  nos  dice  que  "en 
el  transcurso  de  los  siglos,  de  agitación  en  agitación,  lle- 
gamos a  la  revolución  de  nuestros  días,  que,  en  todas  par- 
tes, podemos  decir,  ya  desencadenada  o  seriamente  ame- 
nazadora, supera  en  amplitud  y  violencia  a  todas  las  pruebas 
de  las  anteriores  persecuciones  contra  la  Iglesia.  Pueblos 
enteros  se  hallan  en  peligro  de  recaer  en  peor  barbarie  que 
aquella  en  que  se  encontraba  la  mayor  parte  del  mundo  al 
aparecer  el  Redentor"  ("Divini  Redemptoris",  Pío  XI). 
Pío  XII,  en  el  discurso  a  la  Unión  de  los  hombres  de  Ac- 
ción Católica  Italiana  el  12  de  octubre  de  1952,  no  es  me- 
nos explícito:  "Hoy  en  día  no  es  sólo  la  Cridad  Eterna  e 


—  84  — 


Italia  las  que  están  amenazadas,  sino  todo  el  mundo.  ¡Oh, 
no  nos  preguntéis  quién  es  el  "enemigo"  y  bajo  qué  aspec- 
tos se  presenta.  Se  encuentra  en  todo  lugar  y  en  medio  de 
todos:  Sabe  ser  astuto  y  violento.  En  estos  últimos  siglos 
intentó  realizar  la  disgregación  intelectual,  moral,  social  de 
la  unidad  en  el  misterioso  organismo  de  Cristo.  Quiso  la 
naturaleza  sin  la  gracia;  la  razón  sin  la  fe;  la  libertad  sin 
autoridad;  y  a  veces  la  autoridad  sin  la  libertad.  Es  un 
"enemigo"  que  se  ha  hecho  cada  vez  más  concreto,  con  una 
ausencia  de  escrúpulos  que  sorprende :  ¡Cristo  sí.  la  Iglesia 
no!  Después:  ¡Dios  sí,  Cristo  no!  Finalmente  el  grito  im- 
pío:. Dios  está  muerto;  e  incluso,  Dios  nunca  existió.  Y  he 
aquí  ahora  la  tentativa  de  ediñcar  la  estructura  del  mundo 
sobre  bases  que  no  dudamos  en  indicar  como  principales 
responsables  de  la  amenaza  que  pesa  sobre  la  humanidad : 
una  economía  sin  Dios,  un  derecho  sin  Dios,  una  política 
sin  Dios.  El  "enemigo"  se  ha  esforzado  para  que  Cristo 
resulte  extraño  en  las  universidades,  en  la  escuela,  en  la 
familia,  en  la  administración  de  justicia,  en  la  actividad  le- 
gislativa, en  las  asambleas  de  las  naciones,  donde  quiera  que 
se  decida  la  paz  o  la  guerra.  Al  presente  él  corrompe  el 
mundo  con  una  prensa  y  con  unos  espectáculos  que  matan 
ei  pudor  en  los  jóvenes  y  en  las  jóvenes  y  destruyen  el  amor 
entre  los  esposos;  él  inculca  un  nacionalismo  que  conduce 
a  la  guerra".  (Cfr.  "Catolicismo",  enero  de  1953). 

Así  concluyamos.  1. — El  católico  de  nuestra  época  debe 
distinguir  cuidadosamente  entre  el  bien  y  el  mal,  apoyando 
y  favoreciendo  todo  cuanto  es  bueno,  oponiéndose  sin  temor 
a  todo  cuanto  es  malo,  valiéndose  del  progreso  de  la  téc- 
nica para  hacer  apostolado.  2. — Debe  tomar  posiciones  con- 
tra los  principios  equivocados  que  ejercen  influencia  pre- 
ponderante en  todos  los  campos  de  la  vida  moderna,  y  de 
esto  debe  hacer  su  principal  apostolado. 


-  85  - 


VII.  Sobre  las  relaciones  entre  la  Iglesia  y  el 

Estado 


66 


•  fin  el  actual  estado  de  evo-  i 
lución  de  la  sociedad  humana, 
el  Estado  tiene  mayor  con- 
ciencia de  su  propia  autono- 
mía, por  lo  cual  ya  no  le  es 
posible  mantener  con  la  Igle- 
sia relaciones  tan  íntimas  como 
en  otros  tiempos.  Al  antiguo 
Estado  farisaicamente  cristia- 
no, debe  suceder,  en  la  futura 
cristiandad,  un  Estado  vital- 
mente cristiano,  esto  es,  ani- 
mado por  el  espíritu  evangé-  \ 
lico,  fruto  de  la  colaboración 
de  todas  las  religiones  cristia- 
nas sea  más  o  menos  denso  el 
mensaje  de  cada  una,  pero  sin 
que  haya  por  parte  del  Go- 
bierno especial  protección  para 
cualquiera  de  ellas. 


^  El  Estado  tiene  como  fin 
propio  el  procurar  el  bien  tem- 
poral, y  en  su  esfera  es  sobe- 
rano. La  Iglesia,  defensora  del 
derecho  natural  en  todo  el 
mundo,  tiene  el  derecho  de  ver 
respetadas  sus  leyes  y  doctri- 
nas por  los  poderes  piiblicos 
temporales.  El  Estado  debe 
declararse  oficialmente  católi- 
co, debe  poner  al  servicio  de 
la  preservación  y  difusión  de 
la  fe  todos  sus  recursos. 


* 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  lleva  lógicamente  a  la  doctrina  de 
la  separación  entre  la  Iglesia  y  el  Estado,  condenada  por  el 
Syllabus,  prop.  55  (D.  1755),  y  nuevamente  proscrita  por 
León  XIII  en  la  Encíclica  "Inmortale  Dei"  y  por  el  Bien- 
aventurado Pío  X  en  la  Encíclica  " Vehementer",  y  más 
recientemente  por  la  Carta  de  la  S.  C.  de  los  Seminarios 
al  Episcopado  Brasileño  (AAS.  42,  pág.  841).  Además  de 
esto  la  sentencia  impugnada  contiene  otras  varias  nociones 
inaceptables.  En  rigor  de  expresión,  se  diría  que  el  régimen 
de  unión  entre  la  Iglesia  y  el  Estado,  como  existió  en  la 


-  86  — 


Edad  Media,  representaba  una  fase  incipiente  o  interme- 
diaria, que  los  pueblos,  movidos  por  la  fuerza  necesaria  de 
la  evolución  habrían  superado.  Pero  la  Iglesia  no  admite 
el  determinismo  histórico  evolucionista,  que  contiene  la 
negación  del  libre  albedrío  y  de  la  Providencia  divina. 
E  igualmente,  no  admite  que  las  condiciones  de  la  humanidad 
hayan  superado  un  régimen  de  relaciones  sacado  lógica- 
mente de  la  Revelación  y  del  orden  natural  e  inmutable  de 
las  cosas. 

Menos  aún  puede  admitir  la  Iglesia  que  tal  evolución  se 
dé  en  el  sentido  de  un  indiferentismo  religioso,  de  tal  forma 
que  en  una  futura  cristiandad  el  progreso  del  Estado  de- 
biese consistir  en  la  igualdad  de  todas  las  religiones  cris- 
tianas. Léanse  las  proposiciones  condenadas  por  el  Syllabus, 
números  77  y  79,  y  se  verá  que  ésta  es  la  doctrina  de  la 
Iglesia.  En  ese  célebre  documento,  el  inmortal  Pío  IX  con- 
denó la  opinión  de  aquellos  que  afirman  que  la  equipara- 
ción de  los  cultos  significa  un  progreso  (Prop.  77,  D.  1777)  ; 
y  la  otra  de  aquellos  que  niegan  que  semejante  equiparación 
conduzca  al  indiferentismo  religioso  (Prop.  79,  D.  1779). 

Aun  merecen  reparo  las  palabras  "cristiandad",  "farisai- 
co" y  "vital".  Una  cristiandad  es  un  orden  temporal  de 
cosas,  basado  en  la  doctrina  de  Jesucristo.  Si  sólo  la  Iglesia 
Católica  enseña  esta  doctrina  de  modo  genuino,  ¿cómo 
puede  una  cristiandad  organizarse  a  la  misma  distancia  de 
lo  que  enseña  la  Iglesia  y  de  lo  que  predican  las  sectas 
heréticas?  Un  ejemplo  concreto.  Si  tal  cristiandad  admi- 
tiese el  divorcio,  ¿la  organización  de  la  familia  sería  cris- 
tiana? Y  si  lo  rechazase,  ¿se  podría  decir  que  estaba  ins- 
pirada lo  mismo  por  la  doctrina  católica  que  por  las  sectas 
cristianas  divorcistas? 

Por  otro  lado,  parece  que  la  palabra  "farisaico"  suena 
como  una  injuria  a  la  Iglesia.  Si  el  régimen  de  unión  de  la 
Iglesia  y  el  Estado  fué  lo  único  aceptado  siempre  por  la 
Iglesia;  si,  a  despecho  de  irregularidades  aquí  y  allá,  fué 
aprobado,  mantenido  y  practicado  por  tantos  Papas,  por 
tantos  Reyes  elevados  al  honor  de  los  altares,  ¿cómo  se 
concibe  que  este  régimen  pueda  ser  calificado  de  "farisaico" 
sin  deducir  de  ahí  las  consecuencias  más  injuriosas  para  la 
Santa  Sede  y  para  tantos  Santos? 

Por  lo  que  se  refiere  a  "vital",  ¿qué  quiere  decir  cierta- 
mente esta  expresión?  Vital  significa  lo  que  tiene  vida.  ¿No 


fué  vitalmente  cristiana  la  civilización  nacida  de  las  manos 
de  la  Iglesia  en  la  Edad  Media?  ¿Hay  esperanzas  de  que 
sea  vitalmente  cristiano  el  Estado  interconfesional  de  la 
futura  cristiandad? 

Para  terminar  esta  nota  sería  conveniente  recordar  que 
el  régimen  de  unión  entre  la  Iglesia  y  el  Estado  trae  como 
característica  necesaria  la  mayor  independencia  de  la  Igle- 
sia con  relación  al  poder  civil,  en  todo  cuanto  sea  campo 
espiritual  o  mixto.  Principalmente  en  los  tiempos  moder- 
nos, este  régimen  fué  deformado  por  crecientes  invasiones 
del  Estado  en  la  esfera  eclesiástica.  Hay  que  censurar  ab- 
solutamente tales  invasiones,  reivindicar  la  libertad  de  la 
Iglesia,  pero  no  renunciar  al  principio  de  su  unión  con  el 
Estado.  Y  cuando  en  algún  país,  por  graves  circunstancias, 
la  separación  constituye  un  mal  menor  que  la  unión,  porque 
ésta  sería  deformada,  es  preciso  temer  por  este  país.  Pues 
nada  de  lo  que  se  separa  de  Dios  y  de  su  Iglesia  tiene 
posibilidad  de  mantenerse  por  mucho  tiempo.  Uno  de  los 
peores  efectos  de  la  separación  entre  la  Iglesia  y  el  Estado 
— incluso  siendo  esta  separación  mal  menor —  es  la  defor- 
mación que  se  produce  en  la  mentalidad  popular,  que  se  ha- 
bitúa a  considerar  en  un  plano  absolutamente  naturalista 
la  vida  temporal.  Se  forman  así  mentalidades  profunda- 
mente laicistas,  y  es  forzoso  confesar  que  a  la  vista  de  esta 
clase  de  relaciones  es  muy  difícil  plasmar  el  alma  de  todo 
un  pueblo  en  una  recta  concepción  de  la  subordinación  de 
la  vida  temporal  al  servicio  de  Dios. 


67 


•  El  deber  político  de  los  ca- 
tólicos consiste  tan  sólo  en 
promover  el  bien  temporal.  En 
favor  de  la  Iglesia  ellos  deben 
limitarse  a  pedir  al  Estado  las 
libertades  dadas  a  cualquier 
asociación  privada. 


El  católico  debe  obrar  en 
política,  no  sólo  en  el  sentido 
de  promover  el  bien  común  en 
la  esfera  temporal,  sino  tam- 
bién en  el  de  obtener  que  el 
Estado  reconozca  a  la  Iglesia 
la  cualidad  de  entidad  de  de- 
recho público,  soberana  en  su 
esfera,  y  dotada  de  todas  las 
prerrogativas  que  tiene  como 
única  Iglesia  verdadera. 


EXPLANACION 


La  sentencia  impugnada  se  resiente  de  la  influencia  de 
dos  errores:  de  la  Moral  Nueva,  cuya  aplicación  en  este 
punto  consiste  en  considerar  el  bien  común  temporal  como 
un  fin  en  sí  mismo,  enteramente  independiente  de  otra  es- 
íera;  y  de  la  equiparación  de  la  Iglesia  verdadera  a  las 
iglesias  falsas  y  a  las  asociaciones  privadas. 

Por  otra  parte,  la  sentencia  impugnada  conduce  lógica- 
mente a  la  proposición  condenada  por  Pío  IX  en  el  Sylla- 
bus,  que  declara  lícita  la  educación  ajena  a  la  fe  Católica 
y  a  la  autoridad  de  la  Iglesia,  y  orientada  apenas  o  prin- 
cipalmente hacia  la  ciencia  de  las  cosas  naturales  y  el  bien 
terreno  social  (propos.  48,  D.  1748).  Y  también  conduce  al 
error  de  la  proposición  54,  condenada  por  el  Syllabus,  según 
la  cual  la  Autoridad  Civil  debe  sobreponerse  a  la  Autoridad 
Eclesiástica  (D.  1754). 


La  unidad  del  país  en  la  fe  verdadera  constituye  el  más 
alto  de  sus  valores  espirituales.  Es  obvio  que  tal  unidad  se 
puede  quebrantar  al  abrir  las  fronteras  a  corrientes  inmi- 
gratorias que  puedan  constituir  quistes  religiosos  tan  peli- 
grosos en  la  esfera  espiritual  como  lo  son  los  quistes  racia- 
les en  la  esfera  política.  La  sentencia  impugnada,  que  peca 
del  laicismo  de  las  anteriores  proposiciones,  prescinde  de 
estas  consideraciones. 

Por  otra  parte,  fué  directamente  condenada  por  el  Santo 
Padre  Pío  IX  en  el  Syllabus,  prop.  78,  que  dice  así:  "Es, 
pues,  justo  que  en  ciertos  países  católicos  la  Ley  haya  esta- 


68 


•  En  la  selección  de  los  in- 
migrantes no  importa  su  creen- 
cia; basta  considerar  las  con- 
veniencias económicas,  étnicas 
v  políticas. 


■fc  En  la  selección  de  inmi- 
grantes debe  tomarse  en  con- 
sideración en  primer  lugar  su 
creencia  y  no  sólo  las  conve- 
niencias de  orden  económico, 
étnico  o  político. 


EXPLANACION 


~  S9  - 


blecido  que  los  inmigrantes  puedan  ejercer  públicamente 
su  culto,  sea  cual  fuere"  (D.  1778). 

En  asunto  de  inmigración  la  consideración  del  factor  re- 
ligioso debe  ocupar  el  primer  puesto.  Aunque  sea  un  dere- 
cho natural  de  las  naciones  superpobladas  poder  encaminar 
emigrantes  a  los  países  capaces  de  recibirlos,  no  obstante 
es  preciso  que  ese  derecho  se  ejerza  con  las  cautelas  exigi- 
das por  el  superior  derecho  de  las  poblaciones  católicas,  de 
fidelidad  a  la  Iglesia.  En  otras  palabras:  cuando  las  cir- 
cunstancias obligan  a  países  católicos  a  recibir  inmigrantes 
de  países  paganos  o  heréticos,  impónese  una  serie  de  medi- 
das de  por  sí  complejas  para  que  tal  inmigración  no  dañe 
espiritualmente  a  las  poblaciones  católicas.  Véase  en  este 
sentido  toda  la  preocupación  de  la  Santa  Sede  por  la  asis- 
tencia espiritual  a  los  emigrantes  en  la  Constitución  Apos- 
tólica "Exsul  Familia",  de  l."  de  agosto  de  1952  (AAS.  44, 
página  649  y  ss.). 


69 


©  Los  católicos  deben  unirse, 
en  el  terreno  social  y  econó- 
mico, a  cualquier  grupo,  co- 
rriente, o  movimiento  político 
que  les  ayude  contra  el  capi- 
talismo. Así  pueden  ellos  acep- 
tar, con  relación  a  los  comu- 
nistas, la  llamada  política  de 
la  mano  tendida. 


¡  Los  católicos  pueden  con- 

sentir en  una  coincidencia  de 
esfuerzos  con  otros  movimicn- 

j  tos,  corrientes,  grupos,  si  ca- 
sualmente tienen  ellos  el  mis- 
ino fin  inmediato.  Esto  no 
autoriza,  sin  embargo  vna 
colaboración  estable  con  ele- 
mentos de  otras  doctrinas. 
Siendo  diferentes  los  últimos 
fines,  los  medios  empleados 
y  el  espíritu,  con  que  cada  uno 
camina  hacia  su  fin,  hay  una 
verdadera  imposibilidad  de  du- 
rable colaboración  con  los  co- 
munistas. Tal  colaboración  po- 
drá, además,  tornarse  grave- 
mente nociva  para  los  católi- 
cos y  llevar  al  público  a  con- 
fusiones pclinrqsas.  Los  cató- 
licos siempre  deben  evitar  en 


-  W  -- 


sus  intervenciones  en  cuestio- 
nes sociales  un  aire  de  lucha 
de  clases. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  es  muy  conforme  con  los  princi- 
pios del  laicismo  e  indiferentismo  religioso  de  las  anterio- 
res. Subordina  todas  las  consideraciones  espirituales  y  doc- 
trinales a  la  mera  preocupación  de  éxitos  ocasionales,  y 
favorece  a  los  peores  enemigos  de  la  Iglesia.  Recordemos 
que  los  comunistas  fueron  objeto  de  especial  condenación 
por  parte  del  Santo  Oficio  (día  1.°  de  julio  de  1949,  AAS.,  41, 
página  334). 

VIH.  Sobre  cuestiones  políticas,  económicas  y 

sociales 

70 


•  Jesucristo  predico  la  pobre- 
za y  la  humildad,  la  preferen- 
cia por  los  débiles  y  peque- 
ños. Una  sociedad  imbuida  di- 
este  espíritu  debe  eliminar  las 
desigualdades  sociales  y  de 
fortuna.  Las  reformas  políti- 
cas y  sociales  de  la  Revolución 
Francesa  fueron  consciente  o 
inconscientemente  de  inspira- 
ción evangélica,  ayudando  a 
formar  una  sociedad  ^verdade- 
ramente cristiana. 


^  Jesucristo  predicó  el  espíri- 
tu de  pobreza  y  humildad,  la 
preferencia  por  los  débiles  y 
pequeños.  Por  pobreza  la  Igle- 
sia entiende  el  desapego  de  los 
bienes  de  la  tierra,  o  sea,  un 
empleo  tal  de  los  mismos  que 
sirvan  para  la  salvación  del 
alma  y  no  para  su  perdición. 
Así.  nunca  enseñó  que  el  ser 
rico  es  intrínsecamente  malo: 
sino  que  tan  sólo  es  malo  el 
hacer  mal  uso  de  las  rique- 
zas. Por  humildad  la  Iglesia 
entiende  el  hecho  de  que  el  fiel 
reconozca  que  nada  tiene  de 
sí  mismo  y  todo  lo  recibió  de 
Dios  y  que  debe  situarse  en  el 
lugar  que  le  corresponde.  La 


existencia  de  clases  sociales  es, 
pues,  condición  para  la  prác- 
tica de  la  virtud  de  la  humil- 
dad. En  cuanto  a  la  preferen- 
cia por  los  débiles  y  pequeños 
sería  imposible  en  una  socia- 
dad  en  la  que  todos  fuesen 
iguales.  La  Revolución  Fran- 
cesa, en  la  7nedida  en  que  ten- 
dió a  la  completa  igualdad 
política,  social  y  económica,  en 
la  sociedad  ideal  soñada  por 
sus  autores,  fué  n  movimien- 
to satánico  inspirado  por  el 
orgullo. 


EXPLANACION 


Por  cierto,  las  desigualdades,  tanto  en  el  dominio  político 
como  en  el  social  y  económico,  han  sido  a  veces  injustas, 
y  esto  por  dos  motivos  principales.  O  porque  esas  desigual- 
dades eran  ilegítimas  y  mero  fruto  de  la  opresión;  o  por- 
que se  acentuaban  tanto  que  negaban  la  dignidad  natural  del 
hombre,  o  los  medios  para  vivir  decente  y  honestamente. 
Un  ejemplo  claro  de  desigualdad  exagerada,  es  la  suerte 
durísima  e  inmerecida  a  que  en  el  siglo  XIX  fueron  lanza- 
dos los  obreros  como  consecuencia  de  la  revolución  indus- 
trial (Pío  XI,  "Quadragesimo  Anno",  AAS.,  vol.  23,  pági- 
nas 195,  197-8).  Contrariamente  a  lo  que  se  ha  dicho,  la 
Iglesia  ha  cumplido  su  deber  de  luchar  contra  esa  situación. 
Pero  en  tal  lucha,  su  objetivo  es  una  sociedad  jerárquica 
dentro  de  los  límites  del  orden  natural.  Nunca  la  abolición 
de  todas  las  desigualdades  legítimas,  soñadas  por  los  revo- 
lucionarios, y  en  la  cual  se  empeñan  la  acción  de  la  maso- 
nería y  otros  factores  (Cfr.  Pío  XII,  Alocución  de  Navidad 
de  1944,  AAS.,  vol.  37,  pág.  14). 


71 


O  La  Iglesia  debe  hacer  causa 
común  con  la  clase  obrera  en 
la  lucha  contra  el  régimen  ca- 
pitalista. 


j{  La  Iglesij  interviene  en  las 
cuestiones  sociales  para  pro- 
teger la  ley  natural.  Su  obje- 
tivo no  es  favorecer  una  cla- 


-  92  ~ 


sé  Contra  ta  otra,  sino  kacer 
reinar  en  las  relaciones  entre 
las  clases  la  doctrina  de  Je- 
sucristo. Apoya  las  justas  as- 
piraciones de  los  obreros  lo 
mismo  que  los  derechos  autén- 
ticos de  los  patronos.  El  régi- 
men capitalista  en  cuanto  ad- 
mite como  base  la  propiedad 
privada,  en  sí  es  legítimo.  La 
Iglesia  combate  sus  abusos 
pero  no  apoya  su  destrucción. 

EXPLANACION 

Se  ha  generalizado  entre  los  católicos  la  idea  de  que  la 
Iglesia  es  como  un  partido  trabajador,  cuya  finalidad  fuese 
sólo  la  defensa  de  una  sola  clase.  Ella  está  por  encima  de 
las  clases  y  por  encima  de  los  partidos.  Aun  cuando  ha 
defendido  las  justas  reivindicaciones  de  los  obreros,  jamás 
la  Iglesia  desconoció  los  derechos  de  los  patronos.  Y  en  el 
momento  actual,  en  su  alocución  con  ocasión  del  Katholi- 
kentag  de  Viena  (14  de  septiembre  de  1952;  cfr.  "Catoli- 
cismo", núm.  24,  diciembre  1952),  dejó  el  Santo  Padre  bien 
claro  que  la  cuestión  obrera  candente  en  la  primera  mitad 
de  este  siglo,  ya  está  superada  por  otra  más  grave,  que  es 
la  lucha  de  clases,  avivada  por  el  socialismo.  Es  preciso, 
ahora  más  que  nunca,  mostrar  a  la  Iglesia  como  protectora 
de  todos,  obreros  y  patronos,  y  no  como  abogada  sistemá- 
tica de  unos  contra  otros. 

En  cuanto  al  capitalismo,  es  necesario  disipar  la  confu- 
sión que  se  estableció  a  este  respecto  en  el  lenguaje  co- 
rriente. El  régimen  capitalista  en  sí  mismo,  esto  es,  en 
cuanto  sistema  basado  en  la  propiedad  privada  y  en  la 
libre  iniciativa,  y  produciendo  ganancias  en  la  medida  en  que 
lo  permita  la  moral,  es  legítimo  y  no"  se  puede  confundir 
con  los  abusos  a  que  concretamente  estuvo  sujeto  en  no 
pocos  lugares. 

Importa,  pues,  distinguir  la  legítima  defensa  de  organiza- 
ciones obreras  bien  intencionadas  contra  los  abusos  del  ca- 
pitalismo, de  la  lucha  de  organizaciones  revolucionarias,  que 
proclaman  la  ilegalidad  del  régimen  capitalista  en  sí  mis- 
mo. Quien  se  asocie  a  estas  últimas  organizaciones  cola- 
bora con  el  comunismo  e  incurre  en  la  censura  contenida 


-  93  — 


en  la  Carta  de  la  Sagrada  Congregación  de  los  Seminarios 
al  Episcopado  Brasileño:  "Para  algunos  no  son  suficientes 
en  el  campo  social  las  directrices  tan  humanas,  tan  sabia- 
mente favorables  a  las  clases  trabajadoras,  que  la  Santa 
Sede,  principalmente  desde  León  XIII  hasta  Pío  XII,  ha 
promulgado,  sino  que  procuran  avanzar  siempre  más  hacia 
la  izquierda,  hasta  fomentar  una  verdadera  simpatía  por  el 
comunismo  bolchevique,  destructor  de  la  Religión  y  de  todo 
bien  verdadero  de  la  persona  humana"  (AAS.  42,  pág.  841). 


León  XIII,  San  Pío  X,  Pío  XI  (Cfr.  "Quadragesimo 
Anno",  AAS.  23,  pág.  199)  y  Pío  XII  enseñan  que  el  régi- 
men de  salario  en  sí  es  justo  y  conforme  a  la  dignidad 
humana.  La  economía  malsana  del  siglo  XIX  y  del  siglo  XX 
arrancó  al  régimen  de  salarios  su  verdadero  carácter.  Se- 
gún la  doctrina  de  la  Iglesia  las  relaciones  entre  patronos 
y  obreros  revisten  un  carácter  familiar.  Los  empleados 
eran,  en  otro  tiempo,  considerados  como  miembros  inte- 
grantes de  la  sociedad  doméstica,  que  se  componía  de  las 
sociedades  conyugal,  familiar  y  de  criados.  La  palabra  "pa- 
trono", proveniente  de  " paier",  padre,  y  la  palabra  "criado", 
derivada  de  la  noción  de  que  los  criados  eran  formados  y 
educados  en  la  propia  casa,  recuerdan  bien  este  carácter. 
Es  lo  bastante  para  demostrar  que  nada  hay  de  deprimente 
en  la  condición  de  empleado  asalariado.  Igualmente  en  la 
atmósfera  industrial  y  comercial,  debe  persistir  el  carácter 
familiar  de  esas  relaciones.  La  Iglesia  quiere  que  los  pa- 


72 


•  El  régimen  de  salario  es 
contrario  a  la  dignidad  del 
hombre  e  intrínsecamente  in- 
justo. La  condición  del  traba- 
jador lleva  consigo  natural- 
mente un  derecho  a  ¡a  parti- 
cipación en  la  propiedad  de  la 
empresa,  en  su  dirección  y  en 
sus  ganancias. 


•fc  El  régimen  de  salarios  es 
enteramente  conforme  con  la 
dignidad  del  hombre  y  del 
cristiano.  El  contrato  de  tra- 
bajo no  lleva  consigo  nece- 
sariamente la  participación  del 
trabajador  en  la  propiedad,  en 
la  dirección  o  en  las  ganan- 
cias de  la  empresa. 


EXPLANACION 


-  94  - 


tronos  y  los  obreros  sean  entre  sí,  en  la  medida  de  lo  po- 
sible, como  miembros  de  una  misma  familia,  padres  e  hijos 
que  colaboran  al  bienestar  común. 

Desde  el  p  nto  de  vista  de  la  justicia,  el  salario  es  un 
sistema  satisfactorio  de  remuneración,  siempre  que  cumpla 
las  condiciones  establecidas  por  Pío  XI:  Suficiente  para 
mantener  honesta  y  dignamente  al  obrero  y  su  familia.  En 
la  honesta  y  digna  manutención,  se  incluye  la  cantidad  ne- 
cesaria para  que  el  obrero  previsor  pueda  formar  un  pe- 
culio. 

La  participación  del  obrero  en  las  ganancias  de  la  em- 
presa, es  presentada  por  Pío  XI  y  Pío  XII  como  recomen- 
dable; nunca,  sin  embargo,  como  obligatoria  (Cfr.  alocu- 
ción al  Katholikentag,  arriba  citada).  En  ciertos  casos  pue- 
de producir  buenos  frutos.  Pero  no  es  una  panacea  que 
deba  ser  siempre  aplicada.  Y  sobre  todo  no  puede  ser  im- 
puesta por  ley  a  todo  un  país.  Lo  mismo  se  puede  decir 
de  la  participación  del  obrero  en  la  propiedad  de  la  em- 
presa o  en  su  dirección.  En  cuanto  a  este  último  punto, 
el  sentido  en  que  la  Doctrina  Católica  admite  esta  parti- 
cipación es  tal,  que  retiene  en  las  manos  del  propietario 
de  la  empresa  el  poder  de  decisión  y  la  responsabilidad 
de  la  marcha  de  la  fábrica  o  del  establecimiento  de  comer- 
cio (AAS.  41,  pág.  285). 

La  sentencia  impugnada,  llevada  a  sus  últimas  conse- 
cuencias, representaría  la  abolición  de  la  desigualdad  de 
clases,  término  último  soñado  por  todos  los  revolucionarios. 


73 


•  Según  San  Agustín,  el  úni- 
co propietario  de  las  riquezas 
es  Dios.  El  hombre  no  pasa  de 
administrador.  Las  riquezas 
pertenecen,  por  consiguiente, 
a  la  comunidad  o  colectizidad 
y  el  propietario  no  pasa  de 
mero  administrador  de  ellas 
para  el  bien  común. 


Según  San  Agustín,  el 
propietario  supremo  de  las  ri- 
quezas es  Dios.  De  ahí  pro- 
viene que  el  propietario  debe 
hacer  uso  de  sus  bienes  según 
la  voluntad  soberana  de  Dios. 
Dios,  sin  embargo,  no  se  iden- 
tifica con  ¡a  colee  ti:  idad.  Si 
el  dominio  de  Dios  sobre  todas 
las  riquezas  es  absoluto,  el 
dominio  de  la  colectividad  no 
lo  es.  Trasladar  los  derechos 


-  95 


de  Dios  a  la  coíectiindad, 
equivale  a  divinizar  al  Estado 
y  sacrificar  al  individuo. 


EXPLANACION 


La  sentencia  impugnada  es  " estatólatra" ,  y  por  eso  llega 
a  conclusiones  que  sólo  en  una  concepción  de  adoración  del 
Estado  serían  admisibles.  De  hecho,  el  régimen  de  pro- 
piedad individual  procede  de  la  idea  de  que  el  Estado  no 
es  un  Dios  ni  un  fin  en  sí  mismo,  sino  apenas  un  medio. 
Por  lo  cual,  la  posición  del  propietario  consiste  en  el  ejer- 
cicio de  un  derecho  personal  y  propio  y  no  en  el  ejercicio 
de  un  derecho  delegado  por  el  Estado.  Y  por  eso  decimos 
que  el  propietario  no  puede  ser  confundido  de  ningún  modo 
con  un  mero  gerente.  Lo  que  caracteriza  al  gerente  es  el 
ejercicio  de  derechos  que  no  le  son  propios,  sino  que  le 
fueron  delegados.  Y  éste  es  el  motivo  por  el  cual  la  dis- 
tinción entre  propietario  y  gerente  es  corriente  en  todas 
las  legislaciones  en  los  países  no  comunistas. 


La  sentencia  impugnada  se  confunde  con  el  llamado  "SO- 
CIALISMO AGRARIO",  que  niega  la  propiedad  sobre  la 


74 


•  El  único  título  de  propie- 
dad, en  sentido  estricto,  es  el 
trabajo,  de  modo  que  el  hom- 
bre sólo  es  propietario  de  lo 
que  produce  personalmente. 
Las  riquezas  naturales  que  po- 
see no  le  pertenecen  de  modo 
absoluto;  de  ellas  apenas  es 
administrador,  y  las  posee  en 
la  medida  que  las  administra 
porque  la  propiedad  absoluta 
de  estas  pertenece  a  la  co- 
lectividad. 


-fc  Enseña  León  XIII  que  el 
título  originario  de  la  propie- 
dad no  es  el  trabajo  sino  la 
ocupación.  De  manera  que  el 
hombre  es  propietario  no  sólo 
de  su  trabajo,  sino  también 
de  las  riquezas  naturales,  esto 
es,  no  sólo  del  fruto  de  la 
tierra,  sino  también  de  la  pro- 
pia tierra.  Esta  última  la  po- 
drá explotar  por  sí  o  por 
otros. 


EXPLANACION 


-  %  — 


tierra,  condenado  por  los  sociólogos  católicos  apoyados  en 
la  argumentación  con  que  León  XIII  en  la  "Rerum  Nova- 
rum"  justifica  la  propiedad  privada.  Y  de  hecho,  en  esa 
Encíclica  enseña  el  Papa  que  el  hombre  tiene  también 
derecho  a  los  bienes  de  raíz,  legítimamente  adquiridos. 


75 


•  De  por  sí  la  Herra  no  es 
susceptible  de  apropiación  in- 
dividual,  pues  pertenece  a  la 
colectividad.  Así,  las  personas 
que  viven  de  la  tierra  deben 
pagar  a  la  colectiz'idad  las 
ventajas  que  sacan  de  la  uti- 
lización exclusiva  de  ella.  Este 
impuesto,  el  Estado  puede  per- 
cibirlo por  medio  de  un  sis- 
tema tributario  que  haga  re- 
caer sobre  la  tierra  todos  los 
impuestos.  Y  como  la  tierra 
es  la  fuente  natural  de  todos 
los  bienes,  tal  tributo  debe 
bastar  para  atender  a  todas 
las  necesidades  del  Estado. 

• 


^  La  tierra,  como  otros  bie- 
nes muebles  o  v: muebles,  es 
susceptible  de  apropiación  in- 
dividual. Así,  el  propietario 
de  la  tierra,  no  debe  pagar  al 
Estado  por  la  utilización  ex- 
clusiva de  ella.  Los  impuestos 
deben  recaer  sobre  los  pro- 
pietarios lo  mismo  que  sobre 
cualquier  otra  persona,  de 
acuerdo  con  la  Justicia  distri- 
butiva. La  tierra  no  es  la  ínti- 
ca fuente  de  bienes  económi- 
cos. Un  impuesto  que  recaye- 
se exclusivamente  sobre  la 
tierra,  destruiría  la  economía 
privada  y  sería  insuficiente 
para  atender  a  los  gastos  nor- 
males del  Estado. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  es  una  de  las  clásicas  tesis  del 
"Socialismo  Agrario"  de  Henri  George.  La  Iglesia  está 
lejos  de  asociarse  a  esta  fobia  de  la  propiedad  territorial. 
En  esta  propiedad  ve,  por  el  contrario,  un  precioso  apoyo 
para  la  estabilidad  de  las  familias,  de  las  clases  sociales, 
de.  las  asociaciones  piadosas  y  de  caridad,  así  como  también 
de  los  Institutos  Eclesiásticos. 


-  97  - 


7 


•  Los  grandes  latifundios  son 
intrínsecamente  malos,  porque 
son  contrarios  a  la  doctrina 
Cristiana  que  sólo  admite  la 
pequeña  propiedad,  más  con- 
forme con  la  igualdad  que 
debe  reinar  entre  los  hombres. 


76 

Es  deseable  que  la  propie- 
dad se  extienda  lo  más  posible 
entre  los  hombres  como  com- 
plemento natural  de  la  per- 
sonalidad. La  prosperidad  so- 
cial, no  obstante,  permite,  y  a 
veces  exige,  que  al  lado  de  la 
pequeña  propiedad  existan  las 
medianas  y  las  grandes.  La 
igualdad  entre  los  hombres 
debe  entenderse,  no  en  sen- 
tido nivelador,  sino  en  sentido 
proporcional :  los  derechos  y 
las  responsabilidades  corres- 
;  ponden  a  la  situación  que  la 
persona  tiene  en  la  sociedad. 


EXPLANACION 

Como  la  propiedad  tiene  también  una  función  social,  hay 
límites  necesarios  para  la  gran  propiedad:  cuando  favorece 
la  improductividad  de  las  riquezas  en  detrimento  del  bien 
común;  cuando  concentra  tanto  las  riquezas  en  manos  de 
pocos  y  reduce  a*  los  otros  a  la  miseria,  pobreza  o  esclavi- 
tud, o  impide  a  parte  notable  de  los  hombres  el  hacerse 
propietarios. 

Sobre  la  legitimidad  de  los  grandes  latifundios  se  pronun- 
ció el  Santo  Padre  en  la  alocución  del  2  de  julio  de  1951  a 
los  participantes  del  Congreso  reunido  en  Roma  para  mejo- 
rar la  condición  de  vida  del  obrero  agrícola  (AAS.  43,  1951, 
página  554  y  ss.)-  Dice  el  Papa  después  de  hablar  sobre 
la  conveniencia  de  la  pequeña  propiedad  rural:  "De  eso  no 
resulta  que  se  niegue  la  utilidad,  y  muchas  veces  la  nece- 
sidad, de  empresas  agrarias  más  vastas". 


-98  — 


77 


•  La  cuestión  social  es  una 
cuestión  de  mera  justicia  en 
el  campo  económico.  Para  re- 
solverla no  se  debe  apelar  a 
la  caridad. 


^  La  cuestión  social  es  antes 
que  nada  una  cuestión  moral 
y  religiosa  (León  XIII,  En- 
cíclica "Graves  de  communi"). 
Envuelve  cuestiones  de  justi- 
cia y  caridad,  y  nunca  será  re- 
suelta por  la  práctica  de  los 
meros  deberes  de  justicia. 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  estaría  conforme  con  el  mate- 
rialismo histórico,  pues  no  tiene  en  consideración  alguna, 
en  la  cuestión  social,  la  existencia  del  alma  humana,  sino 
sólo  el  cuerpo  y  sus  necesidades.  De  hecho,  la  Iglesia  en- 
seña que  la  cuestión  social  es  principalmente  moral,  y  como 
todas  las  cuestiones  morales  son  religiosas,  es  esencial- 
mente religiosa.  León  XIII  en  la  "Rerum  Novarum"  en- 
seña que  la  cuestión  social  sólo  tiene  solución  posible  ad- 
mitiéndose dos  principios:  1 — la  desigualdad  social;  2  —  la 
necesidad  de  la  unión  de  las  clases  sociales.  Desenvolviendo 
este  segundo  principio  señala  los  medios  que  se  han  de 
emplear  para  conseguir  esta  unión,  y  son:  a) — Justicia; 
b) — La  amistad,  que  lleva  a  los  ricos  a  atender  no  sólo 
a  los  deberes  de  estricta  justicia,  sino  también  a  ser  gene- 
rosos en  el  empleo  de  sus  bienes  superfluos.  Y  añade  que 
este  deber  de  la  limosna  es  verdadera  obligación  moral,  y 
la  Providencia  así  lo  dispuso  para  fomentar  la  unión  entre 
las  clases.  Fué  ése  el  designio  de  la  Providencia  cuando 
a  unos  les  dió  más  que  a  otros,  ya  en  talentos,  ya  en  ri- 
quezas: para  que  los  unos  sirviesen  a  los  otros  dando  de 
lo  superfluo  a  estos  últimos,  y  así  todos  viviesen  unidos  y 
amigos,  c)  —  En  tercer  lugar,  el  sentimiento  de  caridad 
cristiana,  penetrando  también  en  las  otras  relaciones  entre 
ias  clases,  impregna  la  vida  social  de  aquella  suavidad  or- 
denada que  es  la  perfección  de  la  convivencia  humana. — 
Lejos  está,  pues,  León  XIII  de  restringir  la  cuestión  social 
a  los  estrechos  y  mezquinos  límites  del  "do  ut  facias".  El 
Pontífice  afronta  la  cuestión  de  modo  humano,  con  aquella 


—  99  — 


amplitud  con  que  Dios  Nuestro  Señor  hizo  todas  las  cria- 
turas para  un  mismo  fin  último,  que  debe  de  ser  conseguido 
mediante  el  auxilio  que  se  prestan  unos  a  otros  aquí  en  la 
tierra. 

En  la  "Graves  de  communi",  escrita  diez  años  más  tarde, 
en  1901,  León  XIII  declara  categóricamente  que  la  cues- 
tión social  no  se  resuelve  sólo  con  el  aumento  del  jornal 
y  la  disminución  de  horas  de  trabajo  y  otras  medidas  de 
esa  naturaleza.  La  paz  social  es  fruto  de  la  virtud,  que  sólo 
la  religión  puede  inculcar  sólidamente. 


78 


9  L,a  Iglesia  se  equivocó  cuan- 
do en  el  pasado  aprobó  los 
regímenes  monárquicos  y  aris- 
tocráticos que  fomentan  las 
desigualdades  y  el  orgullo  de 
clase  y  son,  por  tanto,  incom- 
patibles con  el  espíritu  evan- 
gélico. 


i    -je  En  sí  la  Iglesia  conside- 
ra igualmente  compatibles  con 
¡    sus  principios  y,  por  consi- 
guiente, con  el  espíritu  evan- 
gélico, los  tres  regímenes ;  mo- 
nárquico, aristocrático  y  de- 
mocrático.  Santo    Tomás  de 
Aquino  nos  enseña   que,  en 
principio,  el  mejor  régimen  es 
el  monárquico,  pero  que,  da- 
das las  contingencias  humanas, 
|     el  mejor  sistema  de  Gobierno 
l    debe    contener    elementos  de 
!    cada  uno  de  esos  tres  regí- 
|    menes  (S.  T.  1.a  2.ae,  q.  CV, 
í     a.  1,  c.  et  ad  l.um). 


EXPLANACION 

La  sentencia  impugnada  fué  condenada  por  San  Pío  X  en 
la  Carta  Apostólica  "Notre  Charge  Apostolique"  contra  "Le 
Sillón",  organismo  de  propaganda  modernista  dirigido  por 
Marc  Sangnier.  En  ese  documento  declara  el  Santo  Padre 
que  la  civilización  cristiana,  según  León  XIII,  es  posible 
en  cualquiera  de  las  tres  formas  de  gobierno. 

Además,  la  sentencia  impugnada  dimana  del  falso  princi- 
pio de  que  la  igualdad  plena  entre  los  hombres  fué  ense- 


—  100  — 


fiada  por  Jesucristo.  Todos  los  documentos  pontificios  rela- 
tivos a  cuestiones  sociales,  establecen  como  base  querida 
por  la  Providencia  la  desigualdad  de  clases.  Así,  por  ejem- 
plo, la  "Rerum  Novarum",  la  "Quadragessimo  Anno",  la 
alocución  del  Santo  Padre  en  Navidad  de  1944,  etc. 


79 


•  La  democracia  cristiana 
consiste  en  el  Gobierno  del 
pueblo,  esto  es,  de  la  mayoría. 

¡ 


La  "Democracia  Cristia- 
na" es  una  expresión  usada 
para  indicar  ciiarquier  Gobier- 
no que  promueva  el  bien  co- 
mún bajo  la  ley  de  Dios,  sea 
ese  gobierno  monárquico,  aris- 
tocrático o  democrático.  Es  lo 
que  enseña  León  XIII  cuando 
dice  que  la  democracia  cris- 
tiana "Xo  debe  absolutamente 
tener  preferencias  por  ninguna 
forma  de  Gobierno"  (Encícli- 
ca "Graves  de  communi").  La 
forma  democrática  de  Gobier- 
no es  compatible  con  la  doc- 
trina cristiana  en  la  medida 
en  que  significa  la  participa- 
ción del  pueblo  en  los  nego- 
cios públicos.  Pero  por  «pue- 
blo» la  Iglesia  no  entiende  la 
mayoría  numérica,  inorgánico., 
esto  es,  la  masa,  sino  toda  la 
población,  teniendo  en  cuenta 
¡as  legítimas  diferencias  de 
clases,  de  región,  etc.  Así,  ta 
democracia  legítima  no  es  el 
dominio  de  las  clases  más  nu- 
merosas sobre  las  menos  nu- 
merosas, de  'a  masa  sobre  ¡a 
clase  escogida,  sino  la  justa  y 
proporcioyuida  influencia  de  las 
clases,  familias,  regiones  y 
grupos  sociales,  en  los  nego- 
cios públicos. 


—  101  — 


EXPLANACION 

La  diferencia  entre  el  concepto  católico  y  el  concepto 
corriente  de  democracia  procede  de  la  manera  diferente  de 
entender  la  palabra  "Pueblo".  Para  la  Iglesia,  pueblo  es, 
en  cierto  sentido,  contrario  a  masa.  Pío  XII  dice.  "Pueblo 
y  multitud  amorfa  o,  como  se  acostumbra  a  decir,  masa, 
son  dos  conceptos  diversos.  El  pueblo  vive  y  se  mueve  por 
sí  mismo;  la  masa  es  por  sí  misma  inerte,  y  sólo  puede 
ser  movida  desde  el  exterior.  El  pueblo  vive  de  la  plenitud 
de  la  vida  de  los  hombres  que  lo  componen,  cada  uno  de 
los  cuales  — en  su  propia  posición  y  según  su  modo  pro- 
pio—  es  una  persona  consciente  de  las  respectivas  respon- 
sabilidades y  convicciones.  La  masa,  por  el  contrario,  es- 
pera el  impulso  del  exterior,  fácil  juguete  en  manos  de 
quien  quiere  explotar  los  instintos  y  las  impresiones,  pronta 
a  seguir,  alternativamente,  hoy  esta  bandera  y  mañana 
aquélla.  Por  su  exuberancia,  la  vida.de  un  verdadero  pue- 
blo se  difunde,  abundante,  rica,  en  el  Estado  y  en  todos 
sus  organismos,  comunicándoles  con  vigor,  incesantemente 
renovado,  la  conciencia  de  su  propia  responsabilidad,  el 
verdadero  sentido  del  bien  común"  (Alocución  de  Navidad 
de  1944). 

Por  consiguiente,  para  la  mayor  parte  de  los  demócratas 
el  pueblo  es  precisamente  lo  que  Pío  XII  llama  masa.  Es 
lo  que  se  deduce  de  las  palabras  del  Papa  gloriosamente 
reinante : 

"Por  todas  partes  la  vida  de  las  naciones  está  disgregada 
por  el  culto  ciego  del  valor  numérico.  El  ciudadano  es  elec- 
tor; pero,  como  tal,  no  es  en  realidad  sino  una  de  las  uni- 
dades cuyo  total  constituye  una  mayoría  o  una  minoría,  que 
el  simple  desentono  de  algunas  voces,  cuando  no  una  sola, 
basta  para  falsificar.  Desde  el  punto  de  vista  de  los  parti- 
dos, el  elector  no  cuenta  sino  por  su  poder  electoral,  por 
el  concurso  que  su  voto  da:  En  su  situación  y  en  su  papel 
dentro  de  la  familia  y  de  la  profesión  no  se  piensa"  (Alo- 
cución a  los  dirigentes  del  Movimiento  Universal  pro-Con- 
federación Mundial  en  1951). 

La  democracia,  en  el  sentido  aceptable  de  la  palabra, 
jamás  se  identifica  con  el  mito  revolucionario  de  la  sobe- 
ranía popular.  Todo  poder  viene  de  Dios.  El  pueblo  — y 
por  "pueblo"  entiéndase,  como  arriba  se  dijo,  por  oposición 
a  masa —  apenas  puede  escoger  los  que  han  de  gobernar 
con  autoridad  que  les  viene  de  Dios. 


—  102  — 


80 


•  Los  católicos  deben  prefe- 
rir el  Socialismo  al  libera- 
lismo. 


•fc  Los  católicos  no  deben 
aceptar  ni  el  Liberalismo  ni 

el  Socialismo. 


EXPLANACION 

Según  la  doctrina  de  la  Iglesia,  tanto  el  régimen  Liberal 
como  el  Socialista,  son  malos  y,  llevados  a  sus  últimas 
consecuencias,  producen  la  completa  subversión  de  la  vida 
social. 

Los  católicos  deben,  por  tanto,  promover  la  instaura- 
ción de  un  régimen  que  se  halle  en  un  terreno  enteramente 
diverso.  La  sentencia  impugnada  tiene  el  defecto  de  pre- 
sentar el  Liberalismo  y  el  Socialismo  como  contrarios  uno 
al  otro.  En  realidad,  como  afirma  León  XIII,  el  Libera- 
lismo es  causa  del  Socialismo,  y,  en  la  concepción  laica  e 
inorgánica  de  nuestros  tiempos,  es  imposible  salir  de  un 
extremo  sin  caer  en  el  otro.  Considérese  una  sociedad  en- 
tregada al  paganismo.  Si  la  autoridad  se  muestra  liberal  y 
condescendiente,  si  las  leyes  conceden  mucha  facilidad  de 
movimientos  a  los  particulares,  el  alarmante  desencade- 
narse de  las  pasiones,  producirá,  por  fuerza,  la  anarquía. 
El  mantenimiento  del  orden  exige  una  tal  cantidad  de 
leyes,  decretos,  reglamentos,  tantas  intervenciones  públi- 
cas para  asegurar  la  realización  de  las  incontables  funcio- 
nes estatales,  que  el  ciudadano  aislado,  desarmado,  aterro- 
rizado, se  volverá  en  poco  tiempo  grano  de  polvo,  esclavo 
desarmado  delante  del  Estado  Moloch. 

Los  fundamentos  de  la  verdadera  solución,  opuesta  al 
Liberalismo  y  al  Socialismo,  se  encuentran  en  las  siguien- 
tes palabras  del  Soberano  Pontífice: 

"El  Estado  no  contiene  en  sí  ni  reúne  mecánicamente  en 
determinado  territorio  una  amorfa  aglomeración  de  indivi- 
duos; es  él,  y  debe  ser  en  realidad,  la  unidad  orgánica  y  or- 
ganizadora de  un  verdadero  pueblo"  (Alocución  de  Navidad 
ae  1948). 


D  ANTONIO  DE  CASTRO  MAYER 
OBISPO  DE  CAMPOS  (BRASIL) 


DIRECTRICES 


2. — A  fin  de  que  vuestra  acción  al  combatir  estos  erro- 
nes  sea  más  completa,  os  recomiendo  aún  la  mayor  precisión 
de  lenguaje.  En  escritos  religiosos  contemporáneos,  des- 
tinados, no  pocas  veces,  a  la  divulgación  entre  el  pueblo 
fiel,  se  leen  palabras  que  estarían  mejor  empleadas  en  tra- 
bajos de  carácter  estrictamente  técnico,  destinados  a  es- 
pecialistas. Estos  términos  o  palabras  pasan,  como  es  natu- 
ral, de  los  escritos  a  la  predicación,  a  las  conferencias  y 
reuniones  de  las  asociaciones  religiosas,  hasta  tornarse 
corrientes  en  ciertos  medios.  De  estos  términos,  si  algunos 
son  excelentes,  otros  son  simplemente  susceptibles  de  buen 
sentido,  y  otros,  por  fin,  son  ininteligibles.  De  todo  esto 
resulta  gran  confusión  para  el  público  a  que  están  desti- 
nados. Citemos  algunos:  iglesia  pneumática,  vivir  en  el 
pneuma,  espiritualidad  transpsicológica,  antropocentrismo 
religioso,  espiritualidad  cristocéntrica,  vivir  en  una  tensión 
fortísima,  virtutocentrismo,  moralismo,  etc. 

2. — Al  tratar  de  la  Santa  Misa,  conviene  acentuar  siem- 
pre que  la  Consagración  es  su  parte  esencial  más  impor- 
tante; que  la  Misa,  como  verdadero  Sacrificio  de  la  Nueva 
Ley,  tiene  cuatro  fines:  Latréutico,  Eucarístico,  Propicia- 
torio e  Impetratorio.  Y  que  la  Comunión  es  medio  exce- 
lente de  participar  del  Santo  Sacrificio,  de  manera  que 
excluya  la  idea  de  que  la  simple  asistencia  a  la  Misa  es 
más  importante  que  la  Comunión  Sacramental. 

3-  — Al  exponer  la  Doctrina  del  Cuerpo  Místico,  hay  que 
evitar  cualquier  expresión  que  pueda  inducir  a  un  concepto 
panteísta. 

4-  — Al  inculcar  la  devoción  al  Eterno  Padre  no  debéis 
hablar  de  Jesucristo  exclusivamente  como  de  simple  Me- 
diador. Tal  manera  de  proceder  induciría  a  los  fieles  a 
pensar  que  la  Segunda  Persona  de  la  Santísima  Trinidad 
no  puede  ser  objeto  de  nuestra  adoración,  sino  simple  in- 
termediario entre  nosotros  y  Dios  Nuestro  Señor.  Este 
cuidado  se  debe  tener  especialmente  en  las  regiones  donde 
más  extendido  está  el  Espiritismo,  que,  como  sabéis,  ama- 
dos Cooperadores,  niega  la  Divinidad  de  Jesucristo. 


—  107  — 


5. — Recordemos  que,  según  la  "Mediator  Dei",  está  fuera 
de  camino  el  que  repudia  y  reprueba  el  canto  polifónico, 
aun  cuando  sea  conforme  a  las  normas  emanadas  de  la  San- 
ta Sede  (AAS.  39,  págs.  545-6).  La  misma  encíclica  reco- 
mienda el  canto  religioso  popular  (ib.,  pág.  590). 

6*. — Sobre  el  uso  del  latín  en  la  Sagrada  Liturgia,  atien- 
dan nuestros  carísimos  Cooperadores  a  lo  que  sabiamente 
dijo  el  Santo  Padre  Pío  XII,  en  la  misma  "Mediator  Dei": 
"El  uso  de  la  lengua  latina  vigente  en  gran  parte  de  la 
Iglesia  es  una  señal  clara  de  la  unidad  y  un  eñcaz  remedio 
contra  corruptelas  de  la  pura  doctrina"  (AAS.  39,  pág.  545). 

7- — No  pierdan  ocasión  de  inculcar  verdadera  devoción 
al  Santo  Padre  el  Papa,  y,  en  grado  menor,  al  Obispo  Dio- 
cesano. 

En  este  punto  es  preciso  evitar  cierta  tendencia  que, 
con  el  laudable  deseo  de  estrechar  los  lazos  de  caridad 
entre  las  ovejas  y  el  Pastor  local,  presenta  una  tal  idea 
del  Obispo  que  le  confiere  una  especie  de  infalibilidad  y 
le  coloca  casi  al  lado  del  Santo  Padre,  el  cual  en  este  con- 
cepto no  pasaría  de  un  simple  fiscal  de  los  Obispos.  Ense- 
ñad en  esta  materia  de  las  relaciones  entre  el  Papa  y  los 
Obispos  la  doctrina  exacta. 

Nuestro  Señor  Jesucristo  instituyó  en  la  Iglesia  una 
sola  Jerarquía  de  gobierno,  compuesta  de  dos  grados  ar- 
mónicos: El  Papa,  y,  a  él  subordinados,  los  Obispos  (ca- 
non 108,  3.°).  La  unidad  de  esta  Jerarquía  es  noción  in- 
dispensable para  que  los  fieles  se  sepan  situar  ante  ella. 
Viéndola  como  un  solo  todo  que  tiene  en  la  cúspide  al 
Soberano  Pontífice,  fuente  de  toda  jurisdicción  en  la  Igle- 
sia, considerando  en  la  misma  perspectiva  a  los  Obispos  y 
d\  Papa,  el  fiel  tributará  a  todos  ellos  el  respeto,  la  vene- 
ración y  el  amor  que  se  les  debe. 

En  esta  perspectiva,  conviene  recordar  que  la  plenitud 
del  poder  la  tiene  el  Romano  Pontífice,  que  tiene  juris- 
dicción directa  e  inmediata  sobre  los  Obispos  y  los  fieles. 
La  jurisdicción  de  los  Obispos,  sucesores  de  los  Apósto- 
les, se  ejerce  en  armonía  con  la  jurisdicción  pontificia  y 
con  dependencia  de  ésta. 

Este  es  el  cuadro  normal  de  la  Iglesia.  Querer  inculcar 


—  108  — 


una  devoción  al  Papa  enteramente  diversa  y  hasta  opuesta 
a  la  devoción  al  Obispo,  y  viceversa,  pretender  inculcar  una 
devoción  al  Obispo  diversa  y  opuesta  a  la  devoción  al 
Papa,  sería  negar  implícitamente  la  unidad  armónica  de  la 
Jerarquía. 

Amemos  con  extremada  caridad  al  Papa  y  al  Obispo,  a 
cada  cual  según  la  posición  y  en  la  medida  de  los  poderes 
que  Nuestro  Señor  Jesucristo  les  confirió. 

Los  fieles  más  devotos  de  su  Obispo  — y  todos  los  cató- 
licos deben  serlo —  no  vacilarán  en  mostrarse  respetuosí- 
simos con  la  Suprema  Autoridad  del  Romano  Pontífice,  en 
toda  la  extensión  en  que  ésta  le  fué  dada  por  el  Fundador 
de  la  Iglesia. 

8. — Sobre  el  Magisterio  Eclesiástico,  enseñad  que,  sien- 
do el  Magisterio  Pontificio  infalible,  y  el  de  cada  Obispo, 
aunque  sea  oficial,  falible,  es  posible  a  la  humana  fragi- 
lidad de  uno  u  otro  Obispo  caer  en  error;  y  la  Historia 
registra  algunos  de  esos  casos,  que  producen,  como  es  cla- 
ro, las  más  peligrosas  consecuencias.  Esto  no  obstante, 
no  se  puede  dejar  de  enseñar  a  los  fieles  cómo  deben  obrar 
en  tales  contingencias.  En  esas  circunstancias  tan  doloro- 
sas,  el  primer  deber  de  los  fieles  es  mantener  todo  el  res- 
peto a  la  persona  sagrada  del  Pastor  que  les  fué  dado  por 
la  Providencia  y  acatar  fielmente  sus  órdenes  en  todo  cuan- 
to no  se  oponga  a  la  fidelidad  directa  y  más  alta  que  deben 
al  Vicario  de  Cristo. 

9> — Inculcad  también  veneración  al  celibato  eclesiásti- 
co, que  constituye  una  de  las  más  preciadas  glorias  del 
pensamiento  católico  y  de  la  Iglesia  Latina. 

10- — Al  tratar  de  las  relaciones  entre  la  Teología  y  la 
Filosofía,  no  adoptéis  nunca  un  lenguaje  que  niegue,  ex- 
plícita o  implícitamente,  el  principio  de  que  la  Filosofía 
es  un  auxiliar  de  la  Teología  y  la  verdadera  sabiduría  está 
en  la  Revelación,  dádiva  misericordiosa  de  Dios,  para  ilu- 
minar a  las  almas  y  dirigirlas  a  la  salvación. 

No  se  pierda  ocasión  de  inculcar  admiración  por  la  Fi- 
losofía Escolástica,  evitando  actitudes  de  indiferencia  entre 
esta  Filosofía  y  otras.  Igualmente,  no  se  consienta  en  se- 
ñalarla como  superada  por  las  nuevas  corrientes  del  pen- 
samiento moderno  o  nuevas  escuelas  apologéticas. 


—  109  — 


11-  — Todo  modo  de  hablar  de  los  católicos  sea  sobre- 
natural. No  tenemos  motivos  para  temer  afirmar  en  cual- 
quier momento  que  creemos  en  la  Revelación,  en  la  Gracia, 
en  la  Divinidad  de  la  Iglesia.  La  Fe  es  el  mayor  don  de 
Dios.  La  Fe  nos  confirma  en  los  conocimientos  más  ne- 
cesarios para  la  elevación  de  nuestra  naturaleza  y  para 
orientar  nuestro  proceder  en  el  camino  hacia  nuestro  eter- 
no destino.  Sería  lamentable  que  para  no  desagradar  al 
mundo  tuviésemos  miedo  de  afirmar  nuestra  Fe.  Daríamos 
la  impresión  de  que  no  es  sólida  y  de  que  a  nuestro  modo 
de  ver  todas  las  religiones  son  iguales. 

12-  — En  este  mismo  sentido  reprobamos  el  sistema  de 
apologética  que  emplea  sólo  argumentos  de  razón  y  se  con- 
tenta con  elevar  las  almas  a  una  religión  meramente  natu- 
ral, esperando  que  las  irremediables  insuficiencias  de  la 
religión  natural'  llevarían  a  las  almas  a  encontrar  por  sí 
mismas  la  Revelación. 

13-  — Igual  prudencia  en  el  modo  de  hablar  se  recomien- 
da con  relación  a  los  problemas  sociales.  No  debemos  pa- 
recer soldados  de  otra  causa  que  no  sea  la  nuestra,  ni  dar 
la  impresión  de  un  exclusivismo  incompatible  con  la  san- 
tidad de  nuestra  misión;  sobre  todo  no  halaguemos  al 
gran  poder  de  hoy  día  que  es  la  multitud,  dándole  a  en- 
tender que  nos  asociamos  al  progreso  revolucionario,  que 
está  llegando,  con  el  comunismo,  a  la  última  etapa  de  la 
destrucción  del  mundo  occidental.  Oímos  a  veces  afirmar 
que  la  Iglesia  es  revolucionaria  y  que  si  no  descubre  en- 
teramente sus  posiciones  es  solamente  porque  precisa  aún 
de  los  ricos  para  construir  templos.  Es  fácil  percibir  cuánto 
oportunismo,  degradante  naturalismo  y  profunda  corrup- 
ción doctrinal  encierra  esta  frase.  La  Iglesia  no  está  ai 
servicio  de  "mamón"  en  la  lucha  contra  la  demagogia  y 
el  Socialismo.  Y  mucho  menos  es  una  esclava  de  la  mul- 
titud. Somos  el  Cuerpo  Místico  de  Cristo,  que  está  incon- 
mensurablemente por  encima  de  todo  esto,  y  que  lucha 
para  implantar  en  la  tierra  el  reino  de  la  justicia  y  de  la 
caridad,  sin  acepción  de  personas. 


14- — Mayor  precaución  aún  se  recomienda  en  la  forma- 
ción de  la  pureza  y  en  la  explicación  de  los  deberes  conyu- 


gales.  La  Moral  Católica,  así  como  las  costumbres  tradicio- 
nalmente  seguidas  en  la  Iglesia,  resguardan  perfectamente, 
en  el  trato  de  estos  delicados  asuntos,  todas  las  conve- 
niencias de  la  virtud. 

En  esta  atmósfera  de  creciente  corrupción,  es  necesario 
que  nos  agarremos  con  redoblado  fervor  a  nuestros  prin- 
cipios y  tradiciones.  Debemos  evitar,  no  sólo  lo  que  es 
malo  en  nuestra  conducta,  sino  también  cualquier  actitud 
que  pueda  expresar  aprobación  por  nuestra  parte  de  la 
atmósfera  sensual  del  mundo  moderno. 

La  pureza  supone,  para  su  práctica  plena  y  estable,  todo 
un  ambiente  de  dignidad,  gravedad  y  recato.  Es  inútil  ima- 
ginar que  esta  virtud  pueda  existir  en  grupos  donde  no  se 
evita  cuidadosamente  no  sólo  el  pecado,  sino  todo  aquello 
que  se  puede  calificar  como  aliento  del  mal.  Por  esto,  no 
admitan  ios  fieles  en  su  convivencia  chistes  o  expresiones 
más  o  menos  equívocas,  canciones  carnavalescas,  palabras 
de  doble  sentido  cuya  trivialidad  excesiva  no  esté  conforme 
con  la  dignidad  que  debe  reinar  en  ambientes  católicos. 

15- — Al  considerar  los  problemas  relativos  a  la  acción 
de  la  Iglesia  en  nuestros  días,  Nuestros  amados  Coopera- 
dores sean  realistas,  sin  pactar,  sin  embargo,  con  el  espí- 
iitu  de  novedad  que  ataca  todo  cuanto  es  antiguo  sólo  por 
ser  antiguo,  y  tiende  a  alabar  todo  cuanto  es  nuevo  sólo  por 
serlo,  y  así  se  apartan  del  verdadero  espíritu  tradicional 
de  la  Santa  Iglesia,  como  enseña  la  Carta  de  la  Sagrada 
Congregación  de  los  Seminarios  al  Episcopado  brasileño: 
"El  espíritu  de  novedad  no  dejará  de  criticar  nada  de 
cuanto  hasta  hoy,  aun  con  visibles  ventajas,  se  había  prac- 
ticado. Se  aprovechará  de  cualquier  abuso,  y  aun  de  cual- 
quier exageración  en  una  costumbre  tradicional  o  en  un 
método  de  apostolado,  para  ridiculizar  y  hostilizar  todo  el 
conjunto"  (AAS.  42,  pág.  840). 

*    *    *  * 

Amados  Hijos  y  amados  Cooperadores,  es  muy  necesa- 
rio al  Sacerdote  el  instruir.  Pero,  ¿de  qué  vale  la  ins- 
trucción si  no  va  acompañada  del  amor?  "¡Ay  de  la  cien- 
cia — exclamaba  Bossuet —  que  no  se  transforma  en  amor  y 
en  acción!" 


—  111  — 


Conocer  a  Dios  y  a  su  Santa  Iglesia  es  una  condición 
normal  para  la  salvación.  Pero  además  de  conocer  a  Dios 
es  preciso  adorarle;  además  de  conocer  la  doctrina  de  la 
Santa  Iglesia  es  necesario  amarla  con  un  amor  entusiasta 
y  extremado,  reflejo  limpio  y  ardiente  del  amor  que  tribu- 
tamos al  propio  Dios. 

Exponiendo  a  vuestros  feligreses  los  errores  que  seña- 
lamos, exponiéndoles  sobre  todo  las  verdades  que  a  estos 
errores  se  contraponen,  formadlos  de  manera  que  no  se 
queden  sólo  con  su  conocimiento,  sino  que  lleguen  tam- 
bién a  amarlas.  En  otras  palabras,  infundid  en  sus  almas 
aquel  amor  ardiente  a  la  ortodoxia,  aquella  dedicación  a 
la  causa  católica  de  la  que  sois  naturalmente,  como  sacer- 
dotes, ejemplos  vivos  y  edificantes. 

Esta  virtud  del  sentido  católico  debéis  pedirla  para  vues- 
tros feligreses,  como  Nos  mismo  la  pedimos  para  Nos  y 
para  todos  nuestros  diocesanos,  con  pobre  pero  constante 
oración.  Enseñadles  también  a  pedirla  para  sí  mismos.  Y 
para  que  Nuestras  preces,  las  vuestras,  amados  Hijos  y 
dilectos  Cooperadores,  y  las  de  todos  nuestros  queridísi- 
mos diocesanos  sean  oídas  por  Dios,  al  terminar  esta  carta 
volvamos  Nuestros  ojos  humildemente  al  Sagrado  Corazón 
de  Jesús,  abismo  de  todas  las  virtudes,  horno  de  caridad, 
centro  y  modelo  de  todos  los  corazones.  Pueda  la  tibieza 
de  nuestras  almas  transformarse  en  celo  ardiente  al  con- 
tacto de  las  llamas  que  brotan  del  Corazón  Divino.  Nues- 
tras faltas,  nuestras  miserias,  nuestra  indignidad,  atraigan 
sobre  nosotros  la  misericordia  de  aquel  Corazón  Divino 
que  es  un  abismo  de  caridad.  Las  gracias  cuya  fuente  es 
ese  Divino  Corazón,  desciendan  en  toda  su  plenitud  sobre 
nosotros,  iluminando  nuestras  inteligencias,  fortaleciendo 
nuestras  voluntades,  para  que  alcancemos  en  toda  la  me- 
dida que  nos  fué  señalada,  aquella  santidad,  anhelo  supremo 
de  nuestra  alma. 

Para  que  esto  se  realice  y  recibamos  la  plena  efusión  de 
las  gracias  del  Corazón  de  Jesús,  acerquémonos  al  Corazón 
Inmaculado  de  María,  necesario  canal  por  donde  nuestras 
oraciones  llegan  al  Corazón  de  Jesús,  y  por  donde  las  gra- 
cias del  Corazón  de  Jesús  vienen  hasta  nosotros. 

El  Corazón  Inmaculado  de  María  se  manifestó  en  nues- 
tros días  a  los  pastores  de  Fátima  llamándolos  a  penitencia 
y  prometiéndoles  las  más  escogidas  gracias. 


—  112  — 


Atendamos  al  llamamiento  de  este  Corazón  maternal  y, 
confiando  en  su  intercesión,  trabajemos,  queridos  Hijos  y 
amados  Cooperadores,  para  que  se  implante  cuanto  antes 
en  nuestra  Diócesis  el  Reino  del  Sagrado  Corazón. 

Con  los  ojos  puestos  en  este  ideal,  a  todos  vosotros  y 
Nuestros  amados  hijos,  vuestros  feligreses,  damos  con  pa- 
ternal afecto  Nuestra  bendición  pastoral.  En  el  Nombre 
del  Padre  y  del  Hijo  y  del  Espíritu  Santo.  Amén. 

t  Antonio,  Obispo  de  Campos. 

Escrito  y  publicado  en  Nuestra  Ciudad  Episcopal  de 
Campos,  con  el  sello  y  señal  de  Nuestras  Armas,  el  6  de 
enero  de  1953,  fiesta  de  la  Epifanía  de  Nuestro  Señor  Je- 
sucristo. 

t  Antonio,  Obispo  de  Campos. 


—  113  — 


MANDATO 


Nomine  Domini  invocato, 
Tenemos  a  bien  determinar  que 

1.  La  materia  de  esta  Nuestra  Carta  Pastoral  sea  expli- 
cada al  pueblo  a  la  hora  de  la  Misa  dominical; 

2.  El  Catecismo  y  sus  directrices,  que  forman  parte  de 
esta  Nuestra  Carta  Pastoral,  sean  explicados,  por  partes, 
en  las  reuniones  de  las  Asociaciones  religiosas  y  de  Apos- 
tolado para  la  formación  católica  de  los  miembros  de  estas 
Asociaciones; 

3-  Su  recibimiento  y  la  materia  de  esta  Carta  Pastoral 
sean  registrados  en  el  libro  de  "Tombo"  y  un  ejemplar  in- 
cluido en  el  Archivo  Parroquial. 

Escrita  y  publicada  en  Nuestra  Ciudad  Episcopal  de 
Campos,  con  el  sello  y  señal  de  Nuestras  Armas,  el  6  de 
enero  de  1953,  fiesta  de  la  Epifanía  de  Nuestro  Señor  Je- 
sucristo. 

t  Antonio,  Obispo  de  Campos. 


—  114  — 


INDICE 


—  Carta  Pastoral  sobre  problemas  del  aposto- 
lado moderno  *  

—  Catecismo  de  verdades  oportunas  que  se  opo- 


nen a  los  errores  contemporáneos    19 

I. — Sobre  Liturgia    21 

II. — Sobre  la  estructura  de  la  Iglesia    33 

III.  — Sobre  métodos  de  apostolado    48 

IV.  — Sobre  la  vida  espiritual    59 

V. — Sobre  la  moral  nueva    68 

VI. — Sobre   racionalismo,    evolucionismo    y  lai- 
cismo   79 

VII. — Sobre  las  relaciones  entre  la  Iglesia  y  el 

Estado    86 

VIII. — Sobre    cuestiones    políticas,    económicas  y 

sociales    91 

—  Directrices   IOS 

—  Mandato   114 


—  115  — 


1  1012  01315  6114 


E  LIBRO  SE  ACABÓ  DE  IMPRIMIR  EL  DIA  31  DE  MAYO. 
ESTIVIDAD     DE     LA    REALEZA    DE  MARIA, 
EN  LOS  TALLERES  TIPOGRÁFICOS  DE  PABLO  LOPEZ, 
MELÉNDEZ  VALDES,  NUMERO  17  -  MADRID 


SumUÍom  \).  a  AVANZAR 

Organo  mensual  de  la  Obra  de 
Cooperación  Parroquial  de  Cristo  Rey 

Suscripción  anual:  24  pesetas 

y  al 

BOLETIN  DELA  CAMPAÑA  PRO  MORALIDAD 

(sale  cada  dos  meses) 
Suscripción  anual:  12  pesetas 

H  .     AA         /  ' 

LA  CAMPAÑA  PRO  MORALIDAD 

pretende  trabajar  de  modo  muy  práctico  contra  la 
inmoralidad  que  va  invadiéndolo  todo. 

Edita  un  boletín,  publica  numerosos  folletos  y  hojas 
volantes,  sobre  todo  procura  ejercer  una  acción  directa 
visitando,  escribiendo,  haciendo  gestiones  en  centros 
oficiales,  dirigiéndose  a  los  profesionales  más  influyen- 
tes en  cuestiones  morales,  etc.. 

La  campaña  comprende  tres  grupos:  a)  Colabora- 
ción activa;  b)  Compromiso  de  observar  determinadas 
reglas  de  modestia  y  decencia;  c)  Ayuda  económica. 

I'    |If¡  lili  '  W       ■      '  : 


Informes:  Santa  Clara,  4,  2.° 
Teléfono  22  66  07 
MADRID 


desea  cooperar  lo  más  directamentae  posible  a  la  re- 
crisfianización  del  mundo,  infundiendo  a  los  hombres 
la  Fe  de  los  primeros  cristianos  y  animando  todos  los 
movimientos. 

Para  eso  se  esfuerza  en  proporcionar  a  los  HOM- 
BRES de  todas  las  clases  sociales  unos  EJERCICIOS 
Espirituales  intensos,  a  fin  de  que  formen  alrededor 
de  los  Rvdos.  Sres.  Curas  Párocos  una  Legión  de 
Cristianos  perfectos,  ensueño  del  Santo  Papa  Pío  X, 
base  espiritual  de  la  Acción  Católica,  levadura  para 
un  mundo  mejor. 

Fin  inmediato:  formación  de  las  Legiones  Parro- 
quiales de  Cristo  Rey. 

Medio  esencial:  Ejercicios  internos  según  el  méto- 
do de  San  Ignacio,  en  "tandas  de  Unión"  de  seis  días 
completos.  Boletín  mensual  ilustrado:  "AVANZAR"... 

INFORMAS : 

ESPAÑA:  Casa  "Cristo  Rey,  Pozuelo  de  Alarcón  (Madrid).  San- 
ta Clara,  4,  2.°,  tel.  2266  07.  Madrid. 
URUGUAY :  Casa  "San  José".  Casilla  78.  Salto. 
ARGENTINA :  Casa  "Nuestra  Señora  de  Fátima",  Juan  José 
Paso  8345  {Fisherton),  Rosario  (Santa  Fe). 

HHHHH  6  ptas. 

3487CH 

04:15-«8  32188