LiBRARY OF PRINCETOi 7
MAY ~2 2008
THEOLOGICAL SEMINAR
BT 1103 .M39 1955
Mayer, Antonio de Castro,
1904-
Carta pastoral sobre
problemas del apostolado
Digitized by the Internet Archive
¡n 2014
https://archive.org/details/cartapastoralsobOOmaye
D. ANTONIO DE CASTRO MAYER
OBISPO DE CAMPOS (BRASIL)
CARTA PASTORAL
SOBRE PROBLEMAS DEL APOSTOLADO MODERNO
SEGUIDA DE UN
CATECISMO
DE VERDADES OPORTUNAS QUE SE OPONEN
A LOS ERRORES CONTEMPORANEOS
Colección «Fe integra», núm. 10
OJbra de Cooperación Parroquial de
Cristo Rey
Santa CJara, 4, 2.° - Teléf. 22 66 07
MADRID
SECRETARIADO "CRISTO REY"
Santa Clara, 4, 2.° - Tel. 22 66 07
MADRID
Colección «FE INTEGRA»
1 Discurso del Cardenal Ottaviani sobre los deberes del estado
católico con la Religión, con introducción del Rvdmo. P. Juan
Terradas Soler: 2 ptas.— 2. ¡Libertad! Folleto sobre la verda-
dera libertad, 0,50 ptas.— 5. Historia del Misterioso Encuen-
tro, 0,10 ptas.— 6. A propósito del Padre Eombardi, 0,50 ptas.
7. Peligro para el bien común, por Monseñor Zacarías de
Vizcarra; 0,50 ptas.— 8. Su Santidad Pío XII, Encíclica uHu-
mani Generis", 1,50 ptas.— 9. El verdadero y el falso patrio-
tismo, 1 pta.— 10. Carta Pastoral del Excmo y Rvdmo. Se-
ñor D. Antonio de Castro Mayer, Obispo de Campos (Brasil),
sobre los errores modernos.— 11. El Marxismo, lyreve resumen
de tres conferencias del P. Víctor Sarat, C. P. C. R., 3 ptas.
(Rebaja del 10 por 100 a partir de diez ejemplares ; del 20 por 100
a partir de cincuenta ejemplares; del 30 por 100 a partir de cien.
Porte gratuito. Es preferible pagar por adelantado con sellos
dentro de las cartas o por giro postal.)
1). ANTONIO OE CASTRO MAYER
OBISPO DE CAMPOS (BKASIL)
CARTA PASTORAL
SORRE
PRORLEíWAS ÜEL APOSTOLADO MODERNO
NIH1L 06STAT:
El Censor,
Lic. D. Nicolás Sanz
Madrid, 24 de mayo de 1955
IMPRIMATUR:
José María
Obispo Auxiliar y
Vicario General
Madrid, 25 de mayo de Í955
CARTA PASTORAL del Excmo. Sr. Dr. D. Antonio de
Castro Mayer, por la gracia de Dios y de la Santa Sede
Apostólica Obispo de Campos (Brasil).
Al Rvdo. clero secular y regular
salud, paz y bendición en Nuestro Señor Jesucristo.
Amados Hijos y Celosos Cooperadores:
De todos los deberes que incumben al Obispo ninguno
sobresale en importancia como el de administrar a las ove-
jas que le fueron confiadas por el Espíritu Santo el manjar
saludable de la verdad revelada.
Esta obligación urge de manera particular en nuestros
días. Pues la inmensa crisis en que el mundo se debate re-
sulta, en último análisis, del hecho de que los pensamientos
y las acciones de los hombres se divorciaron de las enseñan-
zas y de las normas trazadas por la Iglesia, y sólo por el
retorno de la humanidad a la verdadera fe podrá esta crisis
encontrar solución.
Importa, pues, en el más alto grado, lanzar unidas y disci-
plinadas todas las fuerzas católicas, todo el ejército pací-
fico de Cristo Rey, a la conquista de los pueblos que gimen
en las sombras de la muerte, engañados por la herejía o por
el cisma, por las supersticiones de la antigua gentilidad o por
los muchos ídolos del neo-paganismo moderno. Para que
esta ofensiva general, tan deseada por los Pontífices, sea
eficaz y victoriosa, importa que las propias fuerzas cató-
licas permanezcan incontaminadas de los errores que deben
combatir. La preservación de la fe entre los hijos de la
Iglesia es, pues, medida necesaria y de suma importancia
para la implantación del reino de Cristo en la tierra.
La Historia nos enseña que la tentación contra la fe
siempre es la misma en sus elementos esenciales, se pre-
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scnta en cada época con aspecto nuevo. Él Arrianismo, por
ejemplo, que tanta fuerza de seducción ejerció en el si-
glo IV, interesaría poco al europeo frivolo y volteriano
□el siglo XVIII.
Y el ateísmo declarado y radical del siglo XIX tendría
pocas posibilidades de éxito en tiempo de Wiclef y Juan
Huss. En cada generación, además, la tentación contra la
fe suele obrar con intensidad diversa. A unas consigue
arrastrar enteramente para la herejía; a otras, sin arran-
carlas formal y declaradamente del gremio amoroso de la
Iglesia, inspírales su espíritu, de suerte que en no pocos
católicos que recitan correctamente las fórmulas de la fe
y juzgan a veces sinceramente adherirse a los documentos
del magisterio eclesiástico, su corazón late al influjo de
doctrinas que la Iglesia condenó.
Es éste un hecho de experiencia corriente. ¡Cuántas ve-
ces observamos a nuestro alrededor católicos celosos de
su condición de hijos de la Iglesia, que no pierden ocasión
de proclamar su fe, y que, encretanto, en el modo de con-
siderar las ideas, las costumbres, los acontecimientos, todo
lo que la imprenta, o el cine, o la radio, o la televisión,
diariamente divulgan, en nada se diferencian de los here-
jes, de los agnósticos y de los indiferentes.
Recitan correctamente el Credo, y en el momento de la
oración se muestran católicos irreprensibles, mas el es
píritu que, conscientemente o no, les anima en todas las
circunstancias de la vida, es agnóstico, naturalista, liberal.
Como es obvio, se trata de almas divididas por tendencias
contrarias.. De un lado experimentan en sí la seducción del
ambiente del siglo; de otro lado guardan aún, tal vez de
herencia familiar, algo del brillo invariable, inextinguible
de la doctrina católica, y como todo el estado de división
interior es antinatural al hombre, esas almas procuran res-
tablecer la unidad y la paz dentro de sí, amontonando o
juntando en un solo cuerpo de doctrina los errores que
admiran y las verdades con las que no quieren romper.
Esta tendencia a conciliar extremos inconciliables, de
encontrar una línea media entre la verdad y el error, se
manifestó desde los principios de la Iglesia. Ya el divino
Salvador advirtió contra ella a los Apóstoles: "Nadie pue-
de servir a dos señores". Condenado el Arrianismo, esta
tendencia dió origen al semi-arrianismo. Condenado el Pe-
lagianismo, ella engendró el semi-oelagianismo. Fulmina-
de en Trento el Protestantismo, ella suscitó el Jansenis-
mo. Y de ella nació igualmente el Modernismo, condenado
por el Santo Papa Pío X, monstruosa amalgama de ateís-
mo, de racionalismo, de evolucionismo, de panteísmo, en
una escuela empeñada en apuñalar traidoramente a la
Iglesia. La secta modernista tenía por objeto, permane-
ciendo dentro de Ella, falsear por argucias, sobreentendidos
y reservas, la verdadera doctrina que exteriormente fingía
aceptar.
Esta tendencia no acabó aún: se ouede decir que ella es
parte de la historia de la Iglesia. Es lo que se deduce de
estas palabras del soberano Pontífice gloriosamente reinan-
te en un discurso a los predicadores cuaresmales de Roma
en 1944: "Un hecho que siempre se repite en la historia de
la Iglesia es el siguiente: que cuando la fe y la moral cris-
tiana chocan contra fuertes corrientes de errores o apetitos
viciados, surgen tentativas de vencer las dificultades me-
diante algún compromiso cómodo, o apartarse de ellas, o
cerrarles los ojos". (A. SS. 36, p. 73.)
* * *
Que aviséis a vuestros feligreses contra el espiritismo, el
protestantismo, o el ateísmo, amados hijos y queridos co-
operadores, a nadie podrá extrañar. En esta carta pastoral,
sin embargo, os incitamos a denunciar las opiniones que
entre los propios católicos corrompen no pocas veces la
integridad de la fe. ¿Seréis en este punto igualmente com-
prendidos?
A muchos, aun dentro de los más piadosos, les parecerá
que perdéis el tiempo, pues difícil les será entender cómo
vosotros os consumís en conservar la fe en algunos que,
bien o mal. ya la poseen, cuando sería mejor que os empe-
ñaseis en la conversión de otros que yacen fuera de la
Iglesia esperando vuestro apostolado. Les parecerá que lle-
náis de tesoros superfluos al que ya es rico, mientras que de-
jáis sin pan a quien muere de hambre. A otros se les figurará
oue sois imprudentes, pues siendo ya tan meritoria la pro-
fesión de católico en un siglo tan hostil, corréis el riesgo
de perder hasta los mejores, si no os contentáis con una
tal o cual adhesión a las líneas generales de la fe, sin cargar
a los fieles con irritantes minucias.
Es de la máxima importancia, amados hijos y queridísi-
mos cooperadores, que primeramente deis luz a vuestros
feligreses sobre estas dos objeciones. Pues de lo con-
trario vuestra acción será poco eficaz y, por los calami-
tosos tiempos en que vivimos, vuestro celo será mal com-
prendido. No faltará quien vea en él, no el movimiento
natural de la Iglesia, que por sus medios oficiales y norma-
les excluye de sí, como organismo vivo que es, cualquier
cuerpo extraño, sino la acción ininteligente y obstinada de
exaltados paladines.
Así, ante todo, mostrad que, por su propia naturaleza,
la fe no se contenta con lo que alguno llamase "sus líneas
generales", sino que exige la integridad y la plenitud de
sí misma. Para que lo entendáis, os pondré un ejemplo con
la virtud de la castidad. Con relación a ella, cualquier con-
cesión toma el carácter de oscura mancha y cualquier im-
prudencia la pone en peligro toda entera. Hubo quien com-
paró el alma pura a una persona de pie sobre una esfera;
en cuanto se conserva en posición de equilibrio nada ten-
drá que temer, mas cualquier imprudencia la haría resbalar
al fondo del abismo. Y, por esto, los moralistas y autores
espirituales afirman unánimemente que la condición esen-
c;al para conservar la virtud angélica, consiste en una vi-
gilante e intransigente prudencia. Precisamente lo mismo
se puede decir en materia de fe. Cuando el católico se co-
loque en el punto de perfecto equilibrio, su perseverancia
será fácil y segura. Este punto de equilibrio, sin embargo,
no consiste en la aceptación de unas líneas generales cuales-
quiera de la fe; sino en la profesión de toda la doctrina de
la Iglesia, profesión hecha no sólo con los labios, sino con
toda el alma, abarcando la aceptación leal, no sólo de lo que
el magisterio le enseña, sino aun de todas las consecuencias
lógicas de esta enseñanza.
Para esto se hace necesario jue el fiel posea aquella fe
viva por la cual es capaz de humillar su razón privada
ante el magisterio infalible, de discernir con penetración
todo aquello que directa o indirectamente choca con las
enseñanzas de la Iglesia. Pero si abandonase, por poco que
sea, esta posición de perfecto equilibrio, empezará a sen-
' tir la atracción del abismo. Movido por la prudencia,
y por el interés del rebaño a Nos confiado, os dirigimos,
amados hijos, esta Carta Pastoral sobre la integridad de
la fe. A este respecto importa acentuar aún un punto, no
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siempre recordado, de la doctrina de la Iglesia. No se piense
que una fe así tan esclarecida y robusta sea privilegio de
los doctos, de tal forma que sólo a éstos se pudiese reco-
mendar la situación del equilibrio ideal que arriba descri-
bimos.
La fe es una virtud, y en la Santa Iglesia las virtudes son
asequibles a todos los fieles, ignorantes o doctos, ricos o
pobres, maestros o discípulos. Lo prueba la hagiografía
cristiana.
Santa Juana de Arco, pastorcita ignorante de Donremy,
confundía a sus jueces por la sagacidad con que respondía
a las argucias teológicas que utilizaban para inducirla a pro-
posiciones erróneas y así justificar su condenación a muerte.
San Clemente María Hofbauer, en el siglo XIX, humilde
trabajador manual, que asistía por gusto a las clases de
teología de la ilustre Universidad de Viena, distinguía en
uno de sus maestros el fermento maldito del jansenismo que
escapaba a la percepción de todos sus discípulos y de otros
profesores.
"Gracias os doy, Padre, Señor del Cielo y de la tierra,
porque escondisteis estas cosas a los sabios y entendidos
y las revelasteis a los pequeñitos" (Le. X, 21).
Para tener un pueblo firme y consecuente en su fe, no es
necesario que hagamos un pueblo de teólogos. Basta que
cada cual ame entrañablemente a la Iglesia, se instruya en
las verdades reveladas, en proporción a su nivel de cultura
general, y posea las virtudes de pureza y humildad necesa-
rias para verdaderamente creer, entender y saborear las
cosas de Dios.
Del mismo modo, para tener un pueblo verdaderamente
puro, no es necesario hacer de cada fiel un moralista. Bas-
tan los principios fundamentales y los conocimientos bá-
sicos para la vida corriente, dictados en gran parte por una
conciencia cristiana bien formada. Por esto vemos muchas
veces personas ignorantes con criterio, prudencia y eleva-
ción de alma mayores que muchos moralistas de consumado
saber. / ^
Lo que acabamos de decir de la perseverancia de una
persona, se aplica igualmente a la perseverancia de los pue-
blos. Cuando la población de una Diócesis posee la integri-
dad del espíritu católico está en condiciones de enfrentarse,
auxiliada por la gracia de Dios, con las tormentas de la
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impiedad. Mas si no la posee, sino que ni aun las personas
habitualmente tenidas por piadosas procuran y aprecian esta
integridad, ¿qué se puede esperar de tal población?
Leyendo la historia no se comprende cómo ciertos pue-
blos, dotados de una jerarquía numerosa y culta, de un clero
docto e influyente, de instituciones de enseñanza y caridad
ilustres y ricas, como en la Suecia, en la Noruega, en la
Dinamarca del siglo XVI, pudieron resbalar de un momento
a otro de la profesión plena y tranquila d.e la fe católica
hacia la herejía abierta y formal, y esto casi sin resistencia
y casi imperceptiblemente. ¿Cuál es la razón de tamaño de-
sastre? Cuando la fe vino a caer en estos países, no pasaba
ya en la mayor parte de las almas de fórmulas exteriores,
repetidas sin amor, sin convicción. Un simple capricho real,
por tanto, bastó para tumbar el árbol frondoso y secular. La
savia ya no circulaba hacía mucho por las ramas ni por el
tronco; ya no había en esas regiones espíritu de fe. Fué lo
que comprendió con lucidez angélica San Pío X en su lucha
vigorosa contra el Modernismo. Pastor clementísimo ilumi-
nó la Iglesia de su Dios con el brillo suave de su celestial
mansedumbre. No tembló al denunciar los autores del error
modernista dentro de la Iglesia y señalarlos a la execración
de los buenos con estas vehementes palabras: "No se apar-
tará de la verdad quien os tenga (a los modernistas) como
los más peligrosos enemigos de la Iglesia" (Ene. "Pas-
cendi").
Podemos aquilatar cuánto dolió al dulcísimo Pontífice el
empleo de tanta energía. Mas sus contemporáneos no du-
daron en reconocer que había prestado con esto un insigne
servicio a la Iglesia. Por esto, el gran Cardenal Mercier
afirmó que si en tiempo de Lutero y Calvino la Iglesia hu-
biese contado con Papas del temperamento de Pío X, la
herejía protestante no hubiera conseguido desligar de la
verdadera Iglesia una tercera parte de Europa.
Por todos estos motivos, amados hijos, ved qué impor-
tante es cuidar con el mayor celo de mantener en la ple-
nitud de la fe y del espíritu de fe a los fieles de la Santa
Iglesia.
* * ❖
Enseñad también cómo se engañan los que suponen que
el tiempo y los esfuerzos empleados en purificar la fe de los
fieles son, por decirlo así, robados a los infieles. Ante todo,
por vuestro ejemplo y vuestras palabras, podéis probar oue
una actividad de ningún modo es incompatible con la otra,
'oportet haec faceré et illa non omitiere".
Además, la integridad de la fe produce en los católicos
tantos frutos de virtud y tornan tan vivo en la Iglesia el
buen olor de Jesucristo, que atraen eficazmente para Ella
a los infieles, por lo que el bien hecho a los fieles de la Igle-
sia aprovechará forzosamente a los que están fuera del
redil.
Por fin, uno de los frutos del fervor en la fe, será necesa-
riamente el celo apostólico.
Multiplicar los apóstoles, ¿qué es sino beneficiar a los
infieles?
Así, pues, no podemos aceptar este divorcio entre el tiem-
po consagrado a los fieles y a los infieles, como si Nuestro
Divino Salvador, al formar apóstoles y discípulos, estuviese
beneficiando un grupo de privilegiados, descuidando la sal-
vación del resto de la humanidad.
* * *
Anímeos a proceder así el ejemplo luminoso del Vicario
de Cristo. Ningún Papa, tal vez, haya tenido que enfrentarse
con tantos y tan poderosos enemigos fuera de la Iglesia.
Con todo, no ha descuidado él los errores que pululan entre
los ñeles. (Ene. "Mystici Corporis". A. SS. 35, p. 197.)
Y contra ellos nos ha prevenido en una serie de documentos
como la Encíclica "Mediator Dei", la Constitución Apos-
tólica "Bis Saeculari die", la Encíclica "Humani Generis"
y, últimamente, la "Alocución a las Religiosas" (y la Encí-
clica sobre la Virginidad), en que responsabiliza en larga
medida, por la disminución de las vocaciones, a ciertos
escritores católicos, eclesiásticos y seglares, que falsean la
doctrina católica en cuanto a la elevación del celibato sobre
el estado matrimonial. Y más particularmente cuanto al Bra-
sil, el celo de !a Santa Sede con relación a los problemas
internos de la Iglesia, bien se manifiesta en la carta de la
Sagrada Congregación de Seminarios y de Universidades,
cuya lectura atenta os recomendamos mucho.
Esforzándoos por mantener entre los fieles el esoíritu tra-
dicional de la Santa Iglesia, debéis velar porque éste no se
desvíe de su sentido legítimo. En la presente Pastoral con-
sideramos las exageraciones del espíritu de conciliación con
los errores de nuestra época. A esta mala tendencia puede
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oponerse un error simétrico y contrario. Importa mostrar
cuál sea. No recelamos propiamente la exageración del es-
píritu tradicional, porque este esoíritu es uno de los ele-
mentos esenciales de la mentalidad católica al que acertada-
mente se llama el sentido católico, pues el sentido católico
es, en sí mismo, la excelencia de la virtud de la fe.
Recelar que alguno tenga demasiado sentido católico es
recelar aue tenga una fe demasiado excelente. Lo que im-
porta evitar es que este espíritu de fe sea mal entendido,
resultando más un apego a la mera forma, a la mera
apariencia, al mero rito, que al espíritu que anima y explica
la forma, la apariencia y el rito. Exageraciones de esta na-
turaleza son posibles: sin embargo no merecen en vuestra
vigilancia un lugar tan saliente como la propensión exage-
rada a lo nuevo, a una aversión sistemática de lo tradi-
cional. Es lo que sabiamente hizo senHr la Sagrada Congre-
gación de Seminarios en su Carta al Episcopado Brasileño:
"El peligro más urgente hoy no es el de un apego dema-
siadamente rígido y exclusivo a la tradición, sino princi-
palmente el de un gusto exagerado y poco prudente por
cualquier novedad que aparezca" (A. A. S. 42, pág. 837).
Y la Sagrada Congregación agrrega con claridad: "Es
ciertamente a! snobismo de novedades a lo aue se debe el
pulular de errores ocultos bajo una apariencia de verdad y
muy frecuentemente con una terminología pretenciosa y
oscura" (Ibid., pág. 839).
Un ejemplo de la mala comprensión del espíritu tradicio-
nal, puede apuntarse en el arcaísmo a que hace referencia
el Santo Padre Pío XII en la Encíclica "Mediator Dei".
Por un apego excesivo al rito y a la forma antiguos sólo
por antiguos, ciertos liturgistas pretenden restaurar el altar
en forma de mesa y otras prácticas de la primitiva Iglesia.
Como si a lo largo de la historia el espíritu de la Iglesia
no pudiese manifestarse en nuevas formas y nuevos ritos
acomodados a las diversidades de los tiempos y de los lu-
gares. Los extremos se tocan y las exageraciones más
opuestas entre sí, fácilmente se coaligan contra la verdad.
El peligro de este espíritu tradicional mal entendido, lo
encontramos muchas veces en los propios autores de nove-
dades, como Lutero, Jansenio, los promotores del falso
Concilio de Pistoya, y aun 'os modernistas en este siglo.
* * *
— 10 —
Explicad bien, amados cooperadores, a los fieles encomen-
dados a vuestra custodia, el origen de estos errores. De un
lado nacen ellos de la oropia flaqueza de la naturaleza huma-
na caída. La sensualidad y el orgullo levantaron siemore y
levantarán hasta el fin de los sielos la rebelión de ciertos
hiios de la Ielesia contra la doctrina y el espíritu de Nues-
tro Señor Jesucristo. Ya San Pablo advertía a los primeros
cristianos contra aquellos que en medio de ellos se levan-
tarían para profesar doctrinas perversas con la intención de
arrastrar en pos de sí a los discÍDulos" (Act. XX v XXX") .
"vanos habladores y seductores" (Tito, 1. 10) : "que irán
de mal en peor, errando y haciendo errar a los otros"
<2 Tim.. V, 13). Algunos, parece aue piensan que en estos
últimos siglos el progreso de la Iglesia es tal aue no se
debe temer ya más que se renitan en ella las crisis lanza-
das Dor el orgullo y por la lujuria. Entretanto, para no re-
currir sino a ejemolos muy recientes, el Santo Pío X de-
claró en la Encíclica "Pascendi". que autores de errores
como estos de que hablamos, no sólo eran frecuentes en su
tiempo sino que serían más frecuentes a medida que se ca-
minase hacia el fin de los tiempos. Y, en efecto, en la Encí-
clica "Humani Generis". el Santo Padre Pío XII lamenta
que "no faltan hoy los que, como en tiempos apostólicos,
amando la novedad más de lo que sería lícito, y también
temiendo que les tengan por ignorantes de los progresos de
?as ciencias, intentan sustraerse a la dirección del magisterio
sagrado, v por ese motivo se encuentran en peligro de
apartarse insensiblemente de la verdad revelada y de hacer
caer a otros consigo en el error" (A. A. S.. 42, pág. 564).
Este es el origen natural de los errores y de las crisis
de que nos ocupamos. Importa, sin embarco, considerar ro
sólo las deficiencias de la naturaleza caída, sino también
la acción del demonio.
A éste fué dado hasta el fin de los siglos el poder de
tentar a los hombres en todas las virtudes y. por consiguien-
te, también en la virtud de la fe, que esvel propio fundamen-
to de la vida sobrenatural. Así. es claro que hasta la con-
sumación de los siglos la Iglesia está expuesta a los inter-
nos brotes del espíritu de la herejía, y no hay progreso que
la inmunice de modo definitivo contra este mal.
Cuánto se empeña el demonio en provocar tales crisis,
superfluo es demostrarlo.
— 11 —
Así, el aliado que él consigue implantar dentro de las
huestes fieles, es su más precioso instrumento de combate.
La experiencia de nuestros días nos enseña que la quinta
columna supera en eficacia a los más terribles armamentos.
Formado en los medios católicos el tumor revolucionario,
las fuerzas se dividen, las energías que debían ser empleadas
enteramente en la lucha contra el enemigo exterior, se
gastan en las discusiones entre hermanos. Y si, para evitar
tales discusiones, los buenos cesan en la oposición, mayor
es el triunfo del infierno, que puede, en el interior mismo
de la ciudad de Dios, implantar su estandarte y desenvolver
rápida y fácilmente sus conquistas. Si el infierno dejase de
intentar en cierta época maniobra tan lucrativa, sería el caso
de decir que esa época el demonio habría dejado de existir.
Este es el doble origen natural y preternatural de las cri-
sis internas de la Iglesia.
* * *
Como veis, estas dos causas son perpetuas y perpetuo será
su efecto. En otros términos, la Iglesia tendrá que sufrir
siempre la embestida interna del espíritu de las tinieblas.
Para esclarecimiento de vuestro apostolado, importa recor-
dar las tácticas que él adopta. A fin de que su acción se con-
serve oculta, la hace disfrazada. El embuste es la regla
fundamental de quien obra a ocultas en el campo del adver-
sario. El demonio sopla, pues, para llegar a su fin, un es-
píritu de confusión que seduce a las almas y las lleva a
profesar el error, hábilmente disimulado con apariencias de
verdad.
No creáis que en esta lucha el adversario lanzará sen-
tencias claramente contrarias a las verdades ya definidas.
Sólo lo hará cuando se juzgue enteramente señor del te-
rreno. Las más de las veces hará pulular o germinar errores
ocultos bajo una apariencia de verdad... con una terminolo-
gía pretenciosa y oscura (Carta de la Sagrada Congregación
de Seminarios al Episcopado Brasileño, A. A. S. 42, p. 839).
Y la manera de extender este brote de errores, será ve-
lada e insidiosa. El Santo Padre Pío XII, la describe así:
"Estas nuevas opiniones, ya nazcan de un reprobable afán
de novedad, ya de una causa laudable, no son propuestas
siempre en el mismo grado, con igual claridad y con las
mismas palabras, ni siempre con un consentimiento uná-
— 12 —
n;me de sus autores; en efecto, lo mismo que hoy es ense-
ñado por algunos más encubiertamente y con ciertas caute-
las y distinciones, mañana será propuesto por otros más
audaces con claridad y sin moderación, no sin escándalo de
muchos, principalmente del clero joven, ni sin detrimento
de la autoridad eclesiástica. Y si se suele obrar con más
prudencia en los libros impresos para el público, se habla
ya con mayor libertad en los opúsculos privadamente dis-
tribuidos, en las lecciones y en los círculos de estudio.
Tales opiniones no se divulgan solamente entre los miem-
bros del clero secular y regular en los seminarios y en los
institutos religiosos, sino aun entre los seglares, especial-
mente entre los que se dedican a la educación e instrucción
de la juventud. (£nc. "Humani Generis", A. A. S., 42, pá-
gina 575.)
Así, pues, no os debéis asustar si algunas veces fueseis
de los pocos en distinguir el error en proposiciones que a
muchos parecerán claras y ortodoxas o, por lo menos, con-
fusas, pero susceptibles de buena interpretación. O, si os
encontraseis en ciertos ambientes donde las medias tintas
sean hábilmente dispuestas para que se difunda el error,
pero se dificulte el combate.
La táctica del adversario fué calculada precisamente para
colocar en esta posición embarazosa a los que se le opusie-
sen. Con esto, él atraerá a veces contra vosotros hasta la
antipatía de personas que no tienen ia menor intención de
favorecer el mal. Os tacharán de visionarios, de fanáticos,
tal vez de calumniadores. Eso fué precisamente lo que di-
jeron en Francia contra el santo Ho X los acérrimos se-
guidores del "Sillón" y de Marc Sangnier.
¿Por miedo a estas críticas retrocederéis delante del
adversario? ¿Dejaréis abiertas las puertas de la ciudad de
Dios?
Por cierto, debéis evitar con cuidado delante de Dios
cualquier exageración, cualquier precipitación y cualquier
juicio infundado. Pero igualmente debéis gritar, siempre
que el adversario, vestido de piel de oveja, se presente de-
lante de vosotros, sin cederle una pulgada de terreno por
miedo a que él os impute excesos de los que vuestra con-
ciencia no os acusa. Obrando así obedeceréis a las expresas
normas del Santo Padre.
En todos los documentos que ha publicado relativos a
— 13 —
esté asunto, el Romano Pontífice gloriosamente reinante
viene recomendando a los Obispos y a los sacerdotes de todo
el orbe, que instruyan diligentemente a los fieles para que
no se dejen engañar por los errores que ocultamente cir-
culan entre ellos. La instrucción deseada por el Santo Pa-
dre ha.de ser preventiva y represiva.
No juzgue un sacerdote en cuya parroquia el error pa-
rezca que no ha penetrado, que está dispensado de traba-
jar. Dado el engaño en que se desenvuelven estos errores,
teniendo en cuenta los procesos de difusión, a veces casi
impalpables, de que se sirven sus autores, pocos son los
párrocos que pueden tener la certeza de que todas sus
ovejas están inmunizadas. Además, el buen Pastor no se
contenta con remediar, sino que está gravemente obligado
a prevenir.
No seamos como el hombre de quien nos habla el Evan-
gelio, el cual dormía mientras el enemigo sembraba la
cizaña en medio de su trigo. La simple obligación de
prevenir justificaría los esfuerzos que empleéis en e_ste
sentido.
Los errores de que nos ocupamos tal vez tendrán mayor
intensidad en un país que en otro; sin embargo, su difu-
sión en el orbe católico, es bastante grande para que el
Santo Padre se haya cuidado de ellos en documentos di-
rigidos, no a esta o aquella nación, sino a los Obispos de
todo el mundo.
Pues vivimos hoy en un mundo sin fronteras en el cual
el pensamiento se extiende veloz por la prensa, y, sobre
todo, por la radio, hasta los últimos extremos de la tierra.
Una sentenciá falsa que se ha sostenido, por ejemplo, en
París, puede en el mismo día ser oída y captada en los
centros más distantes de Australia, de India o de Brasil.
Y si algún lugar pequeño hay, en el cual la mucha ignoran-
cia o el grande atraso opone obstáculos a la penetración
de cualquier pensamiento falso o verdadero, nadie podrá
incluir en este caso a los centros más poblados de nuestra
amadísima Diócesis, al frente de los cuales se halla nues-
tra ciudad episcopal, ilustre en todo el Brasil por el /alor
cultural de sus hijos, por la influencia decisiva que siem-
pre se glorió de ejercer en el escenario polífico nacional.
* * *
— 14 —
Ahora, una palabra sobre el método que adoptamos. En
su carta al Episcopado Brasileño la Sagrada Congregación
de Seminarios habló de una plaga de errores; y como,
en efecto, son muy numerosos, una explanación y censura
en forma discusiva de los principales sería excesivamente
larga. Preferimos, pues, la forma esquemática. Y así ela-
boramos un pequeño catecismo de las verdades más ame-
nazadas, acompañada cada cual del error opuesto, y de un
rápido comentario. Por mera conveniencia de exposición,
hacemos anteceder la sentencia falsa a la verdadera, pero
vuestro esfuerzo en denunciar el error debe llevar a cada
fiel al conocimiento exacto de la verdadera enseñanza de
la Iglesia.
Sólo así habremos hecho una obra positiva y durable.
* * *
Una observación final acerca del modo en que vienen
enunciadas en el Catecismo las sentencias falsas o peli-
grosas. Procuramos exponerlas con la mayor fidelidad, sin
quitarles las apariencias y hasta las partes de verdad que
encierran. Sólo así sería útil el Catecismo, porque sólo así
se dan a conocer los modos de decir en que el error suele
ocultarse y las apariencias con que procura atraer las
simpatías de los buenos. Pues lo más importante en esta
materia, no consiste en probar que cierta sentencia es mala
sino que cierta doctrina falsa está contenida en ésta o Nen
aquélla fórmula de apariencia inofensiva y hasta simpá-
tica. Por esto también, repetimos diversas fórmulas más o
menos equivalentes.
Es que tratamos de atraer vuestra atención hacia al-
gunas fórmulas en que el mismo error puede ocultarse.
No siempre incluímos entre las proposiciones meras tesis
doctrinales. Encontraréis también, formuladas en proposi-
ciones, maneras de obrar directamente provenientes de la
falsa doctrina.
Como es fácil ver, tuvimos la preocupación de seguir el
consejo del Apóstol: "Probad todas las cosas y conser-
vad lo que es bueno" (Tess. V, 21).
Por esto, en las refutaciones deseamos señalar en toda
su extensión la parje de verdad que las tendencias impug-
nadas tienen. Es que la Iglesia es Maestra paciente y
prudente, que condena con pesar y que considera patri-
- 15 -
monio suyo cualquier verdad, dondequiera que se encuen-
tre. Conviene acentuar este punto. Las verdades aquí re-
cordadas no son patrimonio, ni son propiedad de ninguna
persona, grupo o corriente.
La ortodoxia es un tesoro de la Iglesia, del cual todos
deben participar y del cual ninguno tiene el monopolio;
por esto nuestros amados cooperadores, al difundir las en-
señanzas que aquí se encuentran preséntenlas siempre como
son en realidad: fruto maduro y exclusivo de la sabiduría
de la Santa Iglesia.
No es difícil observar que estos errores en su mayor parte
manifiestan en términos que parecen correctos, doctrinas
que alcanzaron la mayor influencia en el mundo actual y
que constituyen los rasgos típicos del neopaganismo mo-
derno: el evolucionismo panteísta, el naturalismo, el lai-
cismo, el igualitarismo absoluto que se levanta en la esfera
político social contra todas las autoridades legítimas, y en
la esfera religiosa intenta suprimir la distinción establecida
por Jesucristo entre la Jerarquía y el pueblo fiel, clérigos y
seglares. Son éstas, amadísimos hijos y queridísimos co-
operadores, las proposiciones hacia las cuales deseamos lla-
mar vuestra atención. Para mayor éxito de vuestro trabajo,
las hemos hecho acompañar de directrices prácticas, que
encontraréis en la segunda parte de este Catecismo.
En nuestra Pastoral no tuvimos la pretensión de exponer
toda la doctrina católica sobre el asunto, sino apenas algu-
nas observaciones más oportunas. Vuestra diligencia, ama-
dos hijos, completará en las fuentes a vuestro alcance lo
que aquí no pudimos exponer. De modo particular reco-
mendamos la lectura de las Encíclicas "Pascendi", "Mysti-
ci Corporis Christi", "Mediator Dei", "Humani Generis",
la Carta Apostólica "Notre Charge apostolique", la Cons-
titución apostólica "Bis saeculari Die", la Exhortación al
Clero "Menti Nostrae", y las Alocuciones y Radiomensajes
Pontificios, especialmente los radiomensajes en las vísperas
de Navidad, el radiomensaje del 23 de marzo de 1952 sobre
la "Moral Nueva" (A. A. S., 42, pág. 270 y ss., "Catoli-
cismo", núm. 18, junio 1952); el radiomensaje al "Katholi-
kentag de Viena" ("Catolicismo", núm. 24, diciembre 1952) ;
las alocuciones a la Asociación Católica de Trabajadores de
Italia (A. A. S., 40, 331 y ss.), a los delegados del Congreso
Internacional de Estudios Sociales, reunido en Roma en 1950
— 16 —
(Á. A. S., 42, pág. 451 y.ss.); a los miembros del IX Con*
greso Internacional de las Asociaciones Patronales Cató*
licas (A. A. S*, 41, pág. 283 y ss.) ; a los miembros del Con-
greso Internacional del Movimiento Universal para una
Confederación mundial (A. A. S., 43, pág. 278; "Catoli-
cismo", núm. 8, agosto de 1951); a la Acción Católica Ita-
liana y Congregaciones Marianas, el 3 de abril de 1951
(A. A. S., 43, pág. 375; "Catolicismo", número de junio
de 1951) ; con ocasión de la clausura del Congreso Interna-
cional del Apostolado seglar (A. A. S., 43, pág. 784 y ss.;
"Catolicismo", núm. 12, diciembre 1951); a la Asociación
de Padres de Familia Franceses (A. A. S.> 43, pág. 730 ss. ;
"Catolicismo", núm. 13, de enero 1952); a los participantes
del Congreso de la Unión Católica Italiana de Comadronas
(A. A. S., 43, pág. 835) ; a las Superioras Generales de las
Órdenes y Congregaciones religiosas ("Catolicismo", nú-
mero 23, de noviembre de 1952). Recomendamos también la
Carta de la Congregación de Seminarios al Episcopado
Brasileño (A. A. S., 42, pág. 836 y ss.) ; documento impor-
tante y equilibrado que trata especialmente de este proble-
ma existente en el Brasil.
La palabra del Santo Padre siempre es benéfica y eficaz,
en el sentido de elevar el alma y orientarla en la vida mo-
ral y espiritual.
Resaltamos los anteriores documentos porque especifican
y esclarecen muchos puntos en el orden social, político y
moral, que habían sido oscurecidos a consecuencia espe-
cialmente del último conflicto.
- 17 -
9
U. ANTONIO DE CASTRO MAYER
OBISPO DF CAMPOS (BRASIL)
CATECISMO
I1E VERDADES OPORTÜNAS QÜE SE OPONEN
A LOS ERRORES CONTEMPORANEOS
proposición falsa o al menos peligrosa,
proposición cierta.
I. Sobre liturgia
1
• El fiel, cuando asiste a la
Santa Misa y pronuncia con
el celebrante las palabras de
la Consagración, coopera a ii
transubstanciación y al sacri-
ficio.
Bl fiel es incapaz de co-
celebrar con el sacerdote, co-
operando a la transubstancia-
?ión, porque le falta el Sacra-
mento del Orden, que comu-
nica tal capacidad.
EXPLANACION
Sólo el Sacramento del Orden confiere el poder y la ca-
pacidad para obrar la transubstanciación en el Sacrificio de
la Nueva Ley. El simple fiel es, pues, incapaz de hacerlo.
Tal proposición renueva la herejía de los protestantes
condenada en el Concilio de Trento (sess. 23, cap. 4), y nue-
vamente proscrita en la "Mediator Dei", de Su Santidad
Fío XII (A. A. S., 39, pág. 556).
Estas dos proposiciones requieren una pequeña explica-
ción. Jamás »e puede decir que el fiel cocelebra con el
2
• El fiel cocelebra con el
Sacerdote el Santo Sacrificio
de la Misa.
•fc El fiel participa del San-
to Sacrificio de la Misa.
EXPLANACION
sacerdote, pues la expresión "cocelebrar" se refiere en la
Iglesia a las Misas en que hay más de un celebrante y todos
concurren activamente al ofrecimiento del Sacrificio y a la
transubstanciación; por ejemplo, en las Misas de ordena-
ción sacerdotal, en las que los nuevos Sacerdotes cocelebran
con el Obispo la Misa en la cual son ordenados.
También la proposición en que se declara que los fieles
participan del Sacrificio de la Misa pide una aclaración.
Muchos la entienden en el mismo sentido de que los fieles
cocelebran el Sacrificio. Sería la repetición del error exami-
nado en el número 1. Otros la entienden en el sentido de que
el Sacerdote no es sino un mandatario del pueblo, cuyos
actos sacerdotales valdrían sólo en cuanto él representa a
los fieles. No es así como se debe entender, como bien en-
seña la "Mediator Dei" (A. A. S., 39 pág. 555-556). El
Sacerdote, de hecho no es un delegado del pueblo ("Media-
tor Dei", A. A. S., 39, pág. 538). Pues es escogido por voca-
ción divina, hecho Sacerdote por el Sacramento del Orden.
("Mediator Dei", pág. 539). No quiere esto decir que el
Sacerdote, en cierto sentido, no represente al pueblo. Lo
representa en cuanto representa a Jesucristo, cabeza del
Cuerpo Místico, del cual los fieles son miembros ("Media-
tor Dei", pág. 538). Y cuando el Sacerdote ofrece en el
altar, lo hace en nombre de Cristo, Sacerdote principal, que
ofrece en nombre de todos los miembros de su Cuerpo Mís-
tico. De manera que, en cierto sentido, el Sacrificio es ofre-
cido en nombre del pueblo. Debe, por tanto, él participar
del Sacrificio. ¿De qué manera? Dice la "Mediator Dei":
"En cuanto une sus votos de alabanza, de impetración,
de expiación y de acción de gracias con los votos e inten-
ción del Sacerdote, y también del Sumo Sacerdote, para
que en la misma oblación de la víctima, que se ofrece en el
rito externo del Sacerdote, sean presentados al Eterno Pa-
dre" (Ibid., pág. 556).
Hay, pues, un sentido real para la expresión "participar",
que se podrá usar siempre que se tenga el cuidado de excluir
cualquier sentido menos exacto.
3
• Los fieles que siguen la
Misa con el misal participan
de ella. Los fieles que la si-
guen de otro modo, apenas
si asisten.
•jr La participación de los fie-
les en el Santo Sacrificio de
la Misa consiste en la unión
con las intenciones del Sumo
Sacerdote, Jesucristo, y del
Sacerdote celebrante. Cual-
quier método — misal, rosa-
rio, meditación — será perfec-
to si fuere eficaz para pro-
ducir esta unión.
EXPLANACION
La sentencia impugnada renueva el espíritu jansenista
contenido en esta proposición de Quesnell condenada por
Clemente XI en la bula "Unigenitus" del 8 de septiembre
de 1713: "Quitar al pueblo fiel este consuelo de unir su voz
a la voz de toda la Iglesia, es costumbre contraria a la
práctica apostólica y a la intención divina1 (Prop. n. 86,
D. 1.436).
En sí misma, es ella una consecuencia de la doctrina
e-rónea de que el fiel cocelebra con el Sacerdote la Santa
Misa, debiendo pronunciar con él las palabras litúrgicas, y
quien no pronunciase esas palabras no participaría de la
Misa, asistiría apenas a ella, en actitud meramente pasiva.
Al paso que la "Mediator Dei", insiste sobre la unión con
las intenciones de Jesucristo y del celebrante, dando plena
libertad a los fieles respecto al método a emplear para
conseguir esa finalidad. Estamos lejos de desaconsejar el
interés por todo cuanto dicen respecto a la Misa, y, por
tanto, también por el conocimiento del misal, de las ora-
ciones y ceremonias del Santo Sacrificio, etc. Pero evítese la
confusión propia de los reformadores del siglo XVI entre
los fieles y el Sacerdote; cómo es necesario respetar la
libertad del Espíritu Santo, que, dentro siempre de la obe-
diencia que los fieles deben a la Sagrada Jerarquía, les
orienta con sus gracias según su inefable beneplácito: "Spi-
ritus ubi vult spirat" (Jo. III, 8).
- 23 -
4
• Sólo se debe asistir a la
Santa Misa siguiendo las pa-
labras del misal. Durante el
Sacrificio se deben excluir las
oraciones privadas, como el
rosario, la meditación, etc.
Sólo la Misa dialogada y
«versus populum», es acomo-
dada a la actitud del cristia-
no en el Santo Sacrificio.
•jr El uso del misal, la reci-
tación del Rosario, la medi-
tación y otras oraciones apro-
piadas, son todos excelentes
métodos de asistir al Santo
Sacrificio de la Misa. El cris-
tiano, pues, tiene libertad para
escoger el que mejor contri-
buya a unirle con las inten-
ciones de Jesucristo y del
Sacerdote que celebra. Todos
los métodos de asistencia a la
Misa, aprobados por la Santa
iglesia, son buenos para oír
el Santo Sacri'icio. Cualquier
exclusivismo en este punto es
reprobable.
EXPLANACION
La proposición impugnada está unida íntimamente con el
falso principio del sacerdocio formal de los fieles que arri-
ba apuntamos. La Encíclica "Mediator Dei" aprueba y pro-
mueve el verdadero movimiento litúrgico. Todo cuanto lleve
a los fieles al conocimiento y al amor de la Sagrada Litur-
gia, merece aplausos. El mal empieza cuando, a veces, falsas
proposiciones teológicas vician el espíritu con que se pro-
paga la piedad litúrgica. En esta consideración se apoya la
"Mediator Dei" para censurar y condenar las extravagan-
cias que se levantaron en el campo de la piedad litúrgica.
5
• El altar debe tener forma
de mesa que recuerde la cena
Eucarística.
■jr Está equivocado quien qui-
siera restituir el altar a la an-
tigua forma ("Mediator Dei").
- 24 -
EXPLANACION
Conviene hacer resaltar la unión doctrinal oue hay entre
las muchas proposiciones hasta aquí impugnadas. Proceden
ellas del falso supuesto de que los fieles participan del sacer-
docio de Jesucristo, de la misma forma oue participan los
Sacerdotes, aunque quizá en grado menor. Hay, sin embargo,
una diferencia específica entre esas dos participaciones, que
el Santo Padre compara con la diferencia que hay entre un
pagano y un cristiano. Cómo el pagano está fuera del Cuer-
po Místico de Cristo y, por tanto, es incapaz de cualquier
acto propio de este Cuerpo, así el simple cristiano está fuera
del Sacerdocio y es incapaz fundamentalmente de cualquier
acto específicamente sacerdotal. (Cfr. "Mediator Dei",
A. A. S., v. 39, pág. 539).
El error impugnado fué novedad protestante que los jan-
senistas se esforzaron por mantener en el seno de la Iglesia,
llevados por el mismo espíritu de reformarla completamente,
haciendo de una sociedad monárquica y aristocrática una
sociedad democrática.
Préstese atención a la proposición del Sínodo de Pistoya,
condenada por la Bula "Auctorem fidei", de Pío VI (28 de
agosto de 1794). "La proposición que enseña que el poder
fué dado por Dios a la Iglesia para que sea comunicado a
los Pastores, que son sus ministros, para la salvación de las
almas, entendida de esta manera, como si de la comunidad
de los fieles dimanase para los Pastores el poder de minis-
terio y de gobierno, es herética". (Prop. 2 D. 1502).
6
• La Comunión fuera de la
Misa, las Visitas al Santísimo
Sacramento, el culto a las
Sagradas Especies, la Adora-
ción Perpetua y la Bendición
del Santísimo constituyen j ar-
mas extralitúrgicas de piedad
Todas las formas del cul-
to al Santísimo constituyen
preciosas formas de piedad, y
como tales deben ser fomen-
tadas. Aunque se debe acon-
sejar la Comunión dentro de
la Misa, la recepción de la
- 25 -
y como tales deben ser poco a
poco suprimidas.
9
Sagrada Eucaristía fuera de
la Misa es un medio de par-
ticipar normalmente del Sa-
crificio Eucarístico ("Media-
tor Dei").
EXPLANACION
La sentencia impugnada supone que es imperfecta toda
forma de piedad privada, lo que constituye un error con-
denado por la "Mediator Dei" (A. A. S., 39, págs. 165-166
y 183 y ss.).
Por otra parte ella renueva el espíritu de las proposicio-
nes condenadas por el Concilio de Trento en los Cáno-
nes 5, 6 y 7 de la Sesión XIII (D. 887-889).
No falta quien afirma que los Sacerdotes no pueden ofre-
cer la Divina Víctima en muchos altares a la vez, porque
de este modo separan la Comunidad y ponen en peligro la
unidad. Es sentencia reprobada ñor la "Mediator Dei".
La razón es clara: Todo Sacrificio de la Misa tiene sólo
valor por su relación intrínseca con el Sacrificio de la Cruz,
que fué uno solo y válido para todos los tiempos; de ma-
nera que, aunque sean muchas las Misas, de hecho, perma-
nece la unidad esencial del Sacrificio. La sentencia impug-
nada recuerda el error jansenista condenado por la Consti-
tución "Auctorem fidei", de Pío VI, en 28 de agosto de 1794,
en el número 31, que dice así: "La proposición del Sínodo,
que afirma que es conveniente para el buen orden de los
divinos Oficios, y según la antigua costumbre, que en cada
Iglesia haya un solo altar, y que le agradaría ver restable-
7
• La celebración simultánea
de varias Misas acaba con la
unidad del Sacrificio Social.
it La simultaneidad de varias
Misas no destruye la unidad
drl Sacrificio Social de la
Iglesia.
EXPLANACION
- 26 —
cida esta costumbre, es declarada temeraria, injuriosa a
una costumbre antiquísima y piadosa, en vigor y aprobada
desde hace muchos siglos, en particular en la Iglesia latina".
La costumbre de colocar imágenes en el altar está en
consonancia con la doctrina católica sobre el culto que se
les debe dar.
La sentencia impugnada contraría el espíritu aconsejado
por la "Mediator Dei", que recomienda la colocación de
imágenes de los Santos en los templos para edificación de
los fieles, y recrimina a aquellos que desearían retirar tales
imágenes (A. A. S., 39, pág. 582 y 546).
El contenido de esta sentencia se liga al error protestante
de un solo y único Mediador, que no tolera mediadores se-
cundarios.
8
• En los altores no debe ha
ber imágenes fuera del Cru
cijijo.
No hay el menor inconve-
niente en que, además del
Crucifijo, haya otras imágenes
en el altar, con tal de que no
ocupen el lugar reseñado a
aquél.
EXPLANACION
9
• Los fieles cuando rezan el
oficio dilino hacen oración
litúrgica.
•fe La oración litúrgica, que
se hace en nombre de la Igle-
sia con las oraciones y ritos
por ella propuestos, sólo pue-
de ser hecha por los cléri-
gos y los religiosos a ella
obligados. La oración de los
fieles, siempre es una ora-
ción privada, sea litúrgico o
no el 'texto.
-27-
EXPLANACION
"El Oficio divino es la oración del Cuerpo Místico de
Cristo, dirigida a Dios en nombre de todos los cristianos, y
para su provecho, y ha de ser hecha por los sacerdotes, por
ministros de la Iglesia y por los Religiosos encargados por
la Iglesia para eso" ("Mediator Dei", A. A. S., 39, pág. 573).
10
• Para la vida espiritual de
los fieles y su unión con Je-
sucristo, basta que participen
de los actos litúrqicos recitan-
do los textos oficiales.
^ La vida espiritual de los
fieles consta, no sólo de la
participación de la Santa Misa
y sacramentos, sino también de
actos de piedad privada, sin
los cuales la salvación es im-
posible.
EXPLANACION
La sentencia impugnada fué condenada en estos términos
por la "Mediator Dei": "De esos profundos argumentos al-
gunos sacan la conclusión de que toda la piedad cristiana
debe concentrarse en el misterio del Cuerpo Místico de
Cristo, sin ninguna consideración personal ni subjetiva, y
por eso creen que se deben descuidar las otras prácticas re-
ligiosas, no estrictamente litúrgicas, y realizadas fuera del
culto público. Todos, sin embargo, pueden comprobar que
esas cooclusiones acerca de dos especies de piedad, son com-
pletamente falsas, insidiosas y perniciosísimas" (A. A. S., 39,
página 533).
Por otra parte, a los propios Sacerdotes, capaces de ora-
ciones litúrgicas, el Código de Derecho Canónico manda
una piedad privada fervorosa (can. 125, párr. 2).
- 28 -
11
• Es moral anticuada prohi-
bir a los fieles el frecuentar
bailes, «dancings», piscinas,
etcétera. Alimentados por la
piedad litúrgica pueden ellos
frecuentar estos ambientes sin
temor, y allí practicar el apos-
tolado de infiltración irradian-
do a Cristo con su presencia.
^ No hay espiritualidad que
inmunice al hombre contra el
peligro de ocasiones próximas
y voluntarias de pecado, de las
cuales debe apartarse aunque
sea con grave perjuicio, lil
apostolado ejercido con peli-
gro próximo para la salvación
es temerario y no puede con-
tar con las bendiciones de
Dios.
EXPLANACION
La sentencia errónea sería verdadera en el supuesto de
que existiese una unión sacramental y vital con Dios, obte-
nida por la liturgia, no sólo superior sino hasta ajena a la
unión moral. O en otra hipótesis, a saber: que la vida de la
gracia fuese tal que suprimiese la cooperación del hombre.
Sin embargo, no pueden ser aceptados ninguno de estos su-
puestos por quien profesa la doctrina genuina de la Iglesia.
Hoy como siempre, la Santa Sede y los moralistas previe-
nen a los fieles contra las diversiones que constituyen oca-
sión próxima de pecado.
La sentencia impugnada nos recuerda el quietismo, con-
denado por Inocencio XI en 28 de agosto y 27 de noviem-
bre de 1667. Entre las proposiciones condenadas está ésta:
41Si alguno escandalizase a otro con sus propios defectos no
es necesario el arrepentimiento, con tal de que no haya vo-
luntad de escandalizar: y es una gracia de Dios no refle-
xionar sobre los propios defectos" (D. 1.230). Pues la sen-
tencia impugnada defiende la santificación automática, sin
concurso ninguno de la voluntad humana.
12
• El estado matrimonial debe
ser ensalzado más que el es-
tado de castidad perfecta, por-
^ El grado de perfección de
un estado de vida se mide por
la mayor unión con Dios, que
- 29 -
qué és santificado por un Sa-
cramento.
ñor mal mente se obtiene por la
gracia santificante y la cari-
dad. Para eso debe suponer
mayor abnegación de quien lo
abrasa y debe proporcionarle
mayores medios de santifica-
ción. Así, el estado de per-
fección por excelencia es el es-
tado religioso, y el estado de
castidad perfecta es más per-
fecto que el matrimonio.
EXPLANACION
No se puede afirmar que el estado constituido por un Sa-
cramento sea por eso más perfecto que otro. Así, aunque
no haya sacramento especial para el estado religioso, se
sabe que Nuestro Señor aconsejó la práctica de los conse-
jos evangélicos como la meta de la perfección.
En cuanto a la superioridad de la virginidad, sobre la
continencia matrimonial, léase el capítulo VII de la prime-
ra Epístola a los Corintios y la 2.a 2.ae de Santo Tomás,
q. 152, a. 4, como también la 2.a 2.ae, q. 40, a. 2 ad 4.um Por
otra parte, la virginidad se puede considerar como fruto del
Sacramento de la Eucaristía, que la hace posible a los
mortales.
La sentencia impugnada fué varias veces censurada por
la Iglesia. Así, en el "Syllabus" de Pío IX, N. B., después
de la proposición número 74 (D. 1774, A.); en la alocución
a las religiosas, de Pío XII, en septiembre de 1952 (añada-
mos: la Encíclica sobre la Virginidad y Castidad), en la cual
el Santo Padre recrimina a los sacerdotes, fieles, predica-
dores, oradores y escritores, que "no tienen una sola pa-
labra para aprobar y alabar la virginidad consagrada por
Jesucristo; y que hace años, no obstante las advertencias
de la Iglesia y contrariamente a lo que constituye el pen-
samiento de la misma, conceden al matrimonio, en prin-
cipio, una preferencia sobre la virginidad; que llegan a
presentar el matrimonio como único medio capaz de ase-
gurar a la personalidad humana su desenvolvimiento y su
perfección natural". Las mismas ideas en la alocución del
23 de noviembre de 1952 a un grupo de jóvenes, en que
~ 30 -
repite que la vocación religiosa será siempre un estado
más perfecto que el matrimonio.
No es preciso resaltar el mal inmenso que estas ideas
hacen en nuestra Diócesis, donde la propaganda protes-
tante contra el celibato es una de las armas que emplean
los herejes en su odio contra la Iglesia de Dios.
Si por vida común se entiende la participación de los
fieles en los mismos misterios sobrenaturales, ella no pier-
de en intensidad por el hecho de que los feligreses parti-
cipen de esos misterios en diferentes iglesias.
Si por vida común se entende un convivir natural, edi-
ficante, tal convivencia también es posible para los fieles
en otra iglesia que no sea la parroquial.
La circunstancia de que una persona frecuente una igle-
sia de religiosos, por ejemplo, conviviendo allí con fieles edi-
ficantes de su parroquia o de otras, no puede menos de serle
muy beneficiosa. Y las ventajas espirituales que así reci-
be, necesariamente tienen benéfico influjo sobre su propia
Parroquia. Muy eficaz para la exacta comprensión de este
asunto, será la acción de los Religiosos y rectores de
13
• Siendo la Parroquia una
comunidad, el sostenimiento
de la zida comunitaria exige
que todos los feligreses par-
ticipen juntos del mismo sa-
crificio, reciban las gracias
del mismo padre espiritual y
unan sus oraciones en el mis-
mo templo. El hecho de fre-
cuentar los jieles otras parro-
quias o iglesias no parroquia-
les acaba con la unidad de la
vida común.
La Parroquia es la célula
de la Diócesis, y como tal es
necesario que todos los feli-
greses tengan 'contacto vivo
con el párroco y estén bajo su
dirección. Tal contacto y di-
rección, es enteramente com-
patible con el hecho de que
los fieles reciban los Sacra-
mentos v asistan a la Santa
Misa en otras Iglesias, por lo
cual no deben ser prohibidas
o desaconsejadas estas prác-
ticas.
EXPLANACION
- 31 -
iglesias tío parroquiales, que instruyan a ios heles sobré
sus deberes para con la Parroquia y el Párroco, y estén
siempre dispuestos a auxiliar a los párrocos en lo que se
relaciona con la vida parroquial.
Como, en general, en todos estos errores se nota un olor
jansenista, recordemos también aquí, que fué la intriga
de los jansenistas la que puso en boga aquel espíritu pa-
rroquial que reinó en París en el siglo XVII y preparó a
los Párrocos para el juramento constitucional de la Revo-
lución francesa.
Como también fué el mismo espíritu el que en Pistoya
dictó normas restrictivas para la vida de los religiosos,
felizmente condenadas por Su Santidad Pío VI.
Sería, no obstante, censurable el feligrés que descono-
ciese completamente a su Párroco. Pues éste debe tener
conocimiento del cumplimiento de los deberes religiosos
de todos sus feligreses. Es lo que se deduce del Código de
Derecho Canónico, que en el canon 859, párr. 3, aconseja
a los ñeles cumplir con Pascua en la Iglesia parroquial y
manda, caso de que no lo hagan, comunicarlo a propio
Párroco.
La sentencia impugnada, mejor se ajustaría a una con-
cepción ontológica de la comunidad parroquial, en la cual,
por la participación en las funciones litúrgicas, se tratase
de reabsorber a los feligreses en un solo todo esencial de
orden superior, en Cristo Místico o comunitario. La co-
munidad ontológica parroquial se proyectaría también en
el campo temporal, haciendo de la Parroquia un todo, en
que se fundiesen completa o casi completamente las fami-
lias y las propiedades, en una participación casi biológica de
toda especie de bienes. También en el orden temporal,
las personalidades individuales se fundirían en una sola
personalidad colectiva.
Supuesta, sin embargo, la comunidad, no como hecho
ontológico, sino como hecho moral, aunque sobrenatura-
lizado por la gracia, la sentencia equivocada carece en-
teramente de apoyo.
- 32 -
II. Sobre la estructura de la iglesia
14
• Dentro de la Diócesis, el
único intérprete de los actos
de la Santa Sede es el Obispo
Diocesano. De manera que los
fieles o los simples sacerdo-
tes jamás se pueden apartar
de ésta interpretación.
La interpretación de los ac-
tos Pontificios pertenece sólo
a la Santa Sede. Ninguna otra
interpretación, por respetable
y docta que sea, puede impo-
nerse como oficial y única.
EXPLANACION
Cfr. abajo: "Directrices", núm. 8.
15
• La unión de los fieles con
el Papa se efectúa en la per-
sona del Obisho. Quien sigue
enteramente las opiniones de
su Ordinario, puede estar cier-
to de que se está conformando
absolutamente con el pensa-
miento de la Santa Sede.
■jr El Obispo tiene magisterio
ordinario, de suerte que los
fieles deben recibir sus ense-
ñanzas como la expresión fiel
del pensamiento de la Iglesia.
Este magisterio oficial, por
disposición de Jesucristo, cuan-
do se ejerce aisladamente, no
es infalible. Por consiguiente,
los fieles no pueden someter-
se lo mismo al magisterio del
Obispo que al del Papa, aun-
que deban, en la justa medi-
da, respeto y obediencia a unos
| y a otros.
EXPLANACION
Cfr. abajo: "Directrices", núm. 7.
— 33 —
3
16
• La inscripción de los fieles
en las organizaciones de Ac-
ción Católica, les confiere una
participación en el mandato
apostólico y en las funciones
jerárquicas, que les hace ca-
paces de un apostolado espe-
cíficamente sacerdotal.
tí
•fc La Iglesia es, por institu-
ción divina, una sociedad des-
igual, en la que hay una parte
docente y otra discente, jerar-
quía y subditos. Los miembros
de las organizaciones de la
Acción Católica pertenecen en-
ter amenté á la categoría de
subditos, a la Iglesia discente.
No tienen, por consiguiente,
parte alguna ni en la función
docente ni en el poder jerár-
quico. Sus actos son lo mismo
que los de cualquier fiel.
EXPLANACION
El mandato conferido por Nuestro Señor Jesucristo a
ios Apóstoles y a sus sucesores, tiene por objeto todo lo
que se relaciona con la salvación de las almas. De este
mandato, que lleva consigo el poder de gobernar, enseñar
y santificar, participan, en el sentido verdadero y propio
de la palabra, los miembros de los varios grados de la
jerarquía. El laicado no es susceptible, como tal, de recibir
parte del poder jerárquico. Así, participa en los trabajos
de la jerarquía y colabora con ella. Pero, evidentemente,
no participa de sus poderes. Así, cuando un padre enseña
ti catecismo a sus hijos, o un Catequista autorizado di-
funde la enseñanza religiosa, no hay propiamente en nin-
gún sentido, una participación en el poder docente de la
Iglesia. El padre y el catequista son colaboradores de la
Jerarquía pero pertenecen enteramente a la Iglesia discente.
Todos los documentos de la Santa Sede sobre la Acción
Católica consideran la materia de esta manera, como es
natural, pues éste es el modo que se ajusta a la divina
institución de la Iglesia.
Es lo que dice Pío XI en su discurso a los periodistas
católicos del 26 de julio de 1929: "Los periodistas cató-
licos son de esa manera preciosos portavoces de la Iglesia,
de su Jerarquía, de sus enseñanzas: por consiguiente, los
- 34 -
portavoces más nobles, más elevados de cuanto dice
la Santa Madre Iglesia. Desempeñando esta funci
prensa católica no pasa por eso a pertenecer a la .
docente; ella continúa en la Iglesia discente y, sin em
no por eso deja de ser en todas las direcciones la men^jcia
de la disciplina de la Iglesia docente, de esta Iglesia obli-
gada a enseñar a las naciones del mundo"...
Cabe aquí una observación, cuya importancia jamás se-
na exagerado encarecer. Si, de un lado, los documentos
pontificios censuran diversos errores que han surgido re-
lativos a la Acción Católica, por otra parte manifiestan
el mayor empeño en conservar y promover esta Asocia-
ción.
No hay contradicción entre una actitud y la otra. Si la
Santa Sede corrige exageraciones peligrosas concernien-
tes a la Acción Católica, es precisamente porque desea
para ella un recto y efectivo desenvolvimiento. En esta
posición de equilibrio deben mantenerse igualmente los
que se dedican a esta materia.
17
• La Acción Católica y el
clero Diocesano son organiza-
ciones establecidas por la Igle-
sia y como tales ejercen un
apostolado oficial; las Congre-
gaciones Religiosas y demás
Asociaciones son instituciones
particulares, aprobadas por la
Iglesia y ejercen un aposto-
lado oficioso.
Un la Iglesia se distingue
el estado sacerdotal como es-
pecíficamente superior al es-
tado de los seglares. A su vez,
el estado religioso también es
superior al estado de los se-
glares. Así, el apostolado sa-
cerdotal es superior a todos
los demás. Y el apostolado de
los religiosos es superior al
de los seglares.
EXPLANACION
La sentencia impugnada coloca el apostolado de los
seglares de la Acción Católica en un plano oficial y el
apostolado de los religiosos en un plano simplemente ofi-
cioso y, por tanto, inferior, lo que contraría el orden de
lot valorei.
- 35 -
18
# Como consecuencia de la
participación que conjiere en
el apostolado jerárquico la
inscripción de los seglares en
la Acción Católica, les da una
gracia de estado que hace su
apostolado, sólo por esto, más
eficaz que el ejercido por los
miembros de otras asocia-
ciones.
Je La participación en t 1 apos-
tolado jerárquico que el Santo
Padre Pío XI expuso en la
definición de la Acción Cató-
lica no da a los seglares un
estado especial en la Iglesia,
distinto de aquel en que que-
darían los demás fieles que no
perteneciesen a las Asociacio-
nes fundamentales de la Ac-
ción Católica. Así, la inscrip-
ción de una persona en la
Acción Católica no da gracia
específicamente diferente de la
que tienen los demás seglares
inscritos en otras asociacio-
nes de apostolado.
EXPLANACION
La sentencia impugnada supone un estado intermedio
entre la Iglesia docente y la Iglesia discente. Se daría en-
tonces una gracia propia de estado más eficaz en sí misma
que la de los simples miembros de la Iglesia discente.
19
• Las organizaciones funda-
mentales de la Acción Católi-
ca son aprobadas y fomenta-
das por la Santa Sede. Las
demás asociaciones — Aposto-
lado de la Oración, Hijas de
María, Congregaciones Maria-
nas, etc. — son apenas tolera-
das. Según la mente de la
Santa Sede deben desapare-
cer poco o poco.
*fa Las Congregaciones Ma-
rianas y las otras Asociacio-
nes que, como ellas, tienen
forma y fin de apostolado,
son Acción Católica con ple-
no derecho. Las demás Aso-
ciaciones son providenciales
auxiliares de la Acción Cató-
lica, y deben ser fomentadas
por los grandes servicios que
pueden prestar a la Iglesia.
- 36 -
EXPLANACION
El Santo Padre Pío XII ha enseñado hasta la saciedad,
y, más solemnemente, empeñando su palabra de Pastor
Supremo, en la Constitución Apostólica "Bis Saeculari
die", de 27 de septiembre de 1948 (A. A. S., v. 40, pági-
na 393 ss.), que la Acción Católica no puede ser organi-
zada a la manera "estandardizada" y totalitaria de los Es-
tados modernos. Por esto, en el mismo plano en que se des-
envuelven las organizaciones fundamentales de la Acción
Católica, coloca las Congregaciones Marianas y otras Aso-
ciaciones con fines y forma de apostolado, multiformes en
su éspíritu, constitución y actividad. Y por ese mismo mo-
tivo se complace el Pontífice en la exuberante abundancia
de las demás asociaciones religiosas.
20
• Es tal la naturaleza jurídica
de la Acción Católica que la
ceremonia de admisión de sus
miembros sólo puede ser pre-
sidida por el Obispo o por un
delegado suyo.
+ Estando la Acción Católi-
ca colocada enteramente en
las jilas de la Iglesia discente,
sus miembros deben ser reci-
bidos normalmente por el Pá-
rroco o el Padre Director de
la Asociación.
EXPLANACION
La sentencia impugnada sería verdadera si la Acción Ca-
tólica formase un grado intermedio entre la Iglesia do-
cente y la Iglesia discente.
21
• Es tal la naturaleza jurí-
dica de la Acción Católica que
el Consiliario eclesiástico no
ejerce sobre ella ninguna auto-
Perteneciendo la Acción
Católica a la Iglesia discente,
está sujeta enteramente a la
autoridad del Obispo, cuyo
- 37 -
ridad, a no ser en caso nega-
tivo, en que puede poner veto
a las deliberaciones de la Di-
rectiva, cuando contengan al-
guna cosa contra la fe o las
costumbres. Toda la autoridad
pertenece a los propios segla-
res que tienen en el sacerdote
apenas un director de con-
ciencias.
representante oficial es el Con'
siliario eclesiástico. La auto-
ridad de éste se ejerce no sólo
en el sentido de prohibir lo
que sea contrario a la fe y a
las costumbres, sino también
en el sentido de gobernar toda
la actividad social. En la Ac-
ción Católica, como en otras
Asociaciones, el Consiliario
eclesiástico ejercerá esas fun-
ciones con caridad y con la
consideración que los segla-
res merecen y tendrá en cuen-
ta la valiosa experiencia de
éstos.
EXPLANACION
Si el sacerdote tuviese sobre la Acción Católica el mero
poder de veto, prácticamente escaparía ella al poder del
propio Obispo. Por otro lado, la sentencia impugnada sólo
se justificaría en la hipótesis de constituir la Acción Cató-
lica algo específicamente superior a la Iglesia discente, en
condición paralela a aquella en que se encuentran los sim-
ples sacerdotes.
22
• Siendo típico de la Acción
Católica el apostolado en el
fnedio ambiente, esto es, en
las Universidades, cuarteles,
fábricas, etc., y no pertene-
ciendo el sacerdote a esos me-
dios, es él incapaz de dirigir
el apostolado especifico de la
Acción Católica.
El apostolado en el medio
ambiente es obligación de to-
dos los fieles. Para dirigir el
apostolado de los fieles fué
instituida por Jesucristo la
Sagrada Jerarquía. Sus miem-
bros, por la gracia de estado,
por sus estudios especiales,
por el hecho de saber sobre-
ponerse a las particularidades
de los varios medios, a fin de
formarse una visión general,
- 38 -
tienen todos los recursos nece-
sarios para el ejercicio de su
misión.
El sacerdote prudente sabrá
en sus funciones directivas,
utilizar el valioso concurso
de la experiencia que los se-
glares poseen de sus respecti-
vos ambientes.
EXPLANACION
La función directiva se coloca necesariamente en un pla-
no general y superior. Unidos a la dirección eclesiástica,
los seglares pueden prestar el concurso de peritos especia-
lizados en cuanto a las peculiaridades de los ambientes en
que viven. Consejeros buenos, desinteresados, valiosos, pero
siempre consejeros, dispuestos siempre a obedecer las ór-
denes del sacerdote, la dirección que éste comunique a las
actividades sociales.
La incapacidad del sacerdote para conocer los medios
donde se ejerce el apostolado de los seglares, fué negada
directamente por el Santo Padre en su alocución al termi-
nar el Congreso mundial del Apostolado seglar (A. A. S.,
v. 43, págs. 789-90), en 14 de octubre de 1951, con estas
palabras: "El recurrir al concurso de los seglares no es
debido a la flaqueza o al fracaso del clero en su tarea pre-
sente". Y, de un modo positivo: "el sacerdote tiene ojos tan
buenos como el seglar para distinguir las señales de los
tiempos, y no tiene el oído menos sensible para auscultar
el corazón humano". Y para que no hubiese duda añadió
el Papa la razón de la colaboración de los seglares: "Los
seglares son llamados al apostolado como colaboradores del
sacerdote, por razón de la falta de clero". (Véase "Cato-
licismo" núm. 12, de diciembre de 1951.)
El apostolado de los seglares en el medio ambiente no
puede ser cosa típica de la Acción Católica, porque es
deber de cada seglar hacer apostolado en el ambiente en
que viva. A lo largo de veinte siglos de existencia la sa-
grada Jerarquía supo dirigir con maestría este apostolado.
No se comprende cómo la Acción Católica pueda venir a
tiaer una renovación en este particular. Por otra parte, es
- 39 —
preciso no considerar este asunto desde un ángulo meramente
natural. El Sumo Pontífice ya declaró que el apostolado
de la Acción Católica es instrumental; que los seglares
deben de estar subordinados a la autoridad del sacerdote,
representante auténtico del Obispo. La instrumentalidad
de los seglares en el apostolado se entendió siempre, como
es justo, de manera adecuada a las personas humanas y no
a seres inanimados. Dice el Santo Padre que "los superio-
res eclesiásticos usan de él de la misma manera que el
Creador y Señor usa de las criaturas racionales como ins-
trumentos, como causas segundas, "con una dulzura llena
de atenciones" (Sap. XII-18) (Discurso al Congreso mun-
dial del Apostolado seglar, 1951). Este es el plan de la
Providencia, que sólo dispensa su gracia a lo que se haga
según la constitución divina de la Iglesia.
23
• En la Acción Católica la
formación interior se da por
el propio apostolado siendo in-
necesarios los otros medios
tradicionalmente empleados.
•
-je El apostolado de la Acción
Católica supone el empleo es-
merado de todos los medios
tradicionales de formación in-
terior como condición para la
perseverancia y santificación
de sus miembros y fecundidad
i de sus actividades.
EXPLANACION
La sentencia impugnada parece proceder de la idea de
que la Acción Católica es algo enteramente nuevo en la
Iglesia y que crea un sistema propio de espiritualidad. Ni
los mismos sacerdotes están dispensados del empleo de los
tradicionales medios de formación. No se comprende cómo
puedan prescindir de ellos los miembros de la Acción Ca-
tólica, a no ser que admitamos en ella una espiritualidad
opuesta a la que la Iglesia siempre enseñó.
— 40 —
24
• En el reclutamiento dé
militantes y dirigentes de la
Acción Católica, al contrario
de lo que acontece en las de-
más asociaciones, es necesario
tomar en mayor consideración
las aptitudes naturales y la
formación técnica para ti
apostolado de conquista que la
piedad y la formación sobre-
natural. No comiene, pues,
reclutar los líderes y miem-
bros de la Acción Católica en-
tre los miembros de otras
Asociaciones religiosas, sino
que hay que preferir a los
que viven fuera de ellas.
ir En el apostolado, por de-
signio misterioso de la Proii-
dencia, concurren las cualida-
des naturales y la gracia di-
z-ina. Como ésta es el elemen-
to indispensable y preponde-
rante en la selección de los
apóstoles, se debe tomar en
consideración, en primer lu-
gar, su formación espiritual,
sin la cual el empleo de las
dotes naturales constituye para
ellos un peligro de salvación y
para el apostolado un peligro
de mera apariencia o exteriori-
dad. En las filas de las Aso-
ciaciones religiosas se pueden
encontrar católicos muy aptos
para cualquier modalidad de
apostolado.
EXPLANACION
Esta sentencia, impugnada también, procede de la doc-
trina de que la Acción Católica es, dentro de la Iglesia,
algo enteramente nuevo, y discrepante de sus verdaderas
tradiciones.
25
• El mejor método de for-
mación consiste en los Círcu-
los de estudio, en los cuales
la verdad nace espontánea-
mente de la conversación en-
tre los reunidos, sin necesidad
de un profesor superior a es-
tos, y que les dé de forma I
El método normal de en-
señanza, especialmente tratán-
dose de verdades reveladas, es
el magisterio, en el cual una
persona más sabia y autori-
zada comunica de modo sis-
temático la materia a los
oyentes. El Círculo de estu-
— 41 —
sistemática la exposición de la
materia.
dio, una ves terminadas las
enséñanos, puede ser útil para
la manifestación de las obje-
ciones y dificultades de los
oyentes, o para recoger sus
observaciones.
EXPLANACION
Los Círculos de estudio, en la forma considerada en
esta sentencia impugnada, fueron condenados por el Santo
Padre Pío X en su Carta contra El Sillón. En efecto, esa
forma es de inspiración revolucionaria y pretende suprimir
la autoridad del profesor.
26
• El apostolado de conquista,
por el cual se traen al premio
de la Iglesia a los infieles y a
los que viven habitual mente
en estado de pecado, es el
apostolado por excelencia. El
de preservación y perfeccio-
namiento de los buenos es se-
cundario.
•
^ Son mayores nuestras obli-
gaciones de caridad para con
los que viven más unidos a
Dios. Asi, nuestro celo debe
emplearse en Primer lugar en
la% preservación de los bue-
nos. Por otra parte, la for-
mación de seglares fervoro-
sos es condición indispensable
para un t erdadero apostolado
de conquista que iodos debe-
mos fomentar.
EXPLANACION
Los dos apostolados son esenciales: conservar y perfec-
cionar a los buenos y convertir a los pecadores. Además,
es falso separar el apostolado de preservación y perfec-
cionamiento de los buenos del apostolado llamado de con-
quista. Aquél es condición para éste. El divino Maestro
preparó la conversión del mundo por la formación de un
puñado de apóstoles fervorosos. En otras palabras, es im-
posible conquistar la masa sin tener antes preparada una
minoría selecta.
- 42 —
27
• En las condiciones actua-
les de urgente necesidad de
apostolado, sería mejor que las
familias religiosas meramen-
te contemplativas dejasen de
existir, o redujesen enorme-
mente el número de sus miem-
bros, pues inutilizan para el
apostolado activo externo per-
sonas que se consagran exclu-
sizamtnte a la penitencia y a
la oración.
it Por disposición de ¡a di-
vma Providencia la conquista
de las almas se alcanza por
dos medios: de un lado, por
la actividad externa y zisiblc
de la Jerarquía y de los fieles:
de otro lado. Por la acción
interna e invisible de la gra-
cia, condicionada en gran par-
te a la oración y a la peni-
tencia reparadora de los con-
templativos. En principio la
Iglesia deberá tener siempre
la ayuda activa, la vida mixta
v la vida esencialmente con-
ten' plativa. La supresión de
cualquiera de ellas, o una re-
ducción que eqttizalga prác-
ticamente a una supresión, jfl
debe ser deseada.
EXPLANACION
El Santo Padre Pío XII. considerando la situación pre-
sente del mundo, concedió facilidades a los contemplativos
para ejercer también apostolado activo. Sin embargo, no
se trata ni se piensa en la supresión de Familias u Or-
denes contemplativas, o en una reducción que casi equiva-
liese a supresión. El Santo Padre señala que ese aposto-
lado no debe absolutamente dispensar o disminuir la inten-
sidad de la vida contemplativa. He aquí sus palabras: "Et
in imprimís, quoad vitam monialium contemplativam hoc.
quod juxta mentem Ecclesiae semper viguit, firmum ac
inviolatum servari debet: Monasteria omnia monialium vi-
tam contemplativam ut primum atque praecipuum suum fi-
nem, canonice semper et ubique profiteri deberé. Quam ob
rem, labores et ministeria, quibus Moniales vacare possunt
ac debent, talia esse opportet atque ita quoad locum, tem-
pus, modum rationemque ordinanda ac disponenda sunt ut
vita veré et solide contemplativa sive totius communitatis
sive singularum Monialium. salva non tantum sit seu jugi-
ter alatur ac roboretur" (Constitución Apostólica "Sponsa
Christi". A. A. S., v. 43, pág. 11). "Y primeramente en cuanto
a la vida contemplativa de las Monjas debe permanecer
firme e inviolable lo que siempre estuvo en vigor, según
la mente de la Iglesia, a saber: que todos los monasterios
de monjas deben profesar canónicamente y en todas par-
tes la vida contemplativa como fin primario y principal.
Por lo cual, los trabajos y ministerios a los cuales las
monjas pueden y deben entregarse, deben ser de tal natu-
raleza y ordenados de tal modo en cuanto al lugar, tiempo,
manera y disposición, que la vida verdadera y sólidamente
contemplativa, sea de toda la Comunidad o de cada una de
las Monjas, no solamente quede a salvo, sino también que
sea alimentada y fortalecida constantemente".
28
• El traje llamado "clergy-
man" conviene más a nuestra
época y facilita más el apos-
tolado que el hábito talar im-
puesto por el Derecho Canó-
nico.
+ Siendo el sacerdote, por el
\ Sacramento del Orden, una
j persona Sagrada, y colocada
en la Iglesia en una situación
específicamente distinta y ele-
vada sobre el común de los
fieles, es conveniente y cohe-
rente con su situación que
tenga un hábito totalmente
diverso del que usan los sim-
ples fieles.
EXPLANACION
La Iglesia siempre vió con agrado el uso de la sotana.
El llamado traje de "clergyman" tuvo, por el contrario,
su origen en los países donde la situación creada por la
herejía y la persecución dificultó a los sacerdotes la vida
normal que llevan en los países católicos. Es conforme,
pues, al espíritu de la Iglesia, el llevar y conservar la so-
tana. Se basa en esta preferencia por la sotana la Pastoral
colectiva del Episcopado Brasileño, reeditada, con nueva
aprobación de todos los Obispos, en 1950, y que impone su
uso bajo penas severas (núm. 1262), y apenas tolera otros
trajes diferentes en circunstancias especiales (núms. 1260
y 1261), El Código exige trajes propios a los clérigos en
el canon 136, y manifiesta preferencia por la sotana cuan-
do ordena que con ella estén revestidos los que van a ce-
lebrar la Santa Misa (can. 811). Esta preferencia por la
sotana es explicable. La sotana, totalmente diferente del
traje seglar, distingue mejor que el traje de "clergyman"
la separación que hay entre el sacerdote y la vida profana.
La supresión de la sotana tiene una influencia grande en
el sentido de secularización del Clero.
No se pueden reducir las reglas esenciales de la moral a
lo que puede un hombre hacer o no hacer. Así, a un ma-
gistrado no le convienen las actitudes, las diversiones, las
maneras permitidas a un trabajador manual; o a un padre
de familia no se le permiten el porte y los modales de un
joven soltero, aunque éste se conserve dentro de las pres-
cripciones de la moral. Acabar con las maneras, actitudes
y tenor de vida conformes con el sacerdocio para inducir
a los sacerdotes a llevar una existencia honesta, al nivel
de los seglares, es trabajar por la secularización de la
sociedad, y, lo que es peor, por la secularización de la
Iglesia. A propósito de este asunto, léase el canon 138 del
Código de Derecho canónico.
29
• Es mucho más apropiaáu
a la evolución y\ a las nece-
sidades actuales de la Santa
Iglesia que los sacerdotes, en
su vida social, puedan asistir
a todas las diversiones que
son lícitas a los seglares ca-
tólicos, y permitirles actitudes
que a éstos no se les cen-
suran.
A cada estado de i ida co-
rresponden, no sólo deberes
sino también maneras y acti-
tudes adecuadas. Así, el buen
sacerdote se abstendrá, no
sólo de aquello que condena
expresamente la moral, sino
también de todo cuanto, se-
gún la expresión consagrada,
"non clericat". .. ..
EXPLANACION
— 45 —
30
♦ En el ambiente de majestad
y distinción aristocrática que
rodea a la Jerarquía hay una
imitación de los Principes tem-
porales. El Obispo es Pastor,
y no Príncipe, por lo cual
le conviene, no las apariencias
de Príncipe, sino la simpli-
cidad y pobreza del Pastor.
-fa Ya que el hombre tiene
sensibilidad es preciso que las
exterioridades manifiesten la
naturaleza de las instituciones.
Por esto, cuanto más alto sea
un cargo, tanto más solemne
debe ser el ambiente que le
rodea. El Obispo tiene el Prin-
cipado en la Iglesia de Dios.
Y el Principado eclesiástico
es de una dignidad más emi*
tiente que el principado civil.
Así tiene obligación de rodear-
se del esplendor conveniente
a su cargo. Como hombre pri-
vado, sin embargo^ debe ser
riguroso en la práctica del
desapego a todas las cosas
terrenas.
EXPLANACION
La sentencia impugnada impresiona por el juego de pa-
labras. Hace del Pastor la imagen del Obispo, pero insinúa
una identidad entre las dos condiciones, aunque entre ellas
haya apenas analogía. El pastoreo de los hombres tiene
una dignidad claramente mayor que el gobierno de las
ovejas. Por lo que sería contrario al orden de las cosas
que un príncipe o un Obispo se presentase siempre como
un pastor de rebaño. Indirectamente nivelaría a los hombres
con los animales. Es bien claro que el esplendor episcopal
de ninguna manera es incompatible con la mansedumbre,
ia humildad, el desprendimiento y el trato paternal que
deben distinguir al Obispo. Así, puede y debe el verda-
dero Obispo, conservando la dignidad de su cargo, ser el
Padre de todos y de cada uno de sus diocesanos.
- 46 -
31
• El único medio para com-
prender v convertir a la masa
obrera consiste en salir el
sacerdote de la iglesia, ir a
¡a masa, mezclarse con ella,
imitar su vida, su modo de
ser y vivir, etc., para poder
ejercer influencia en su am-
biente.
i ir El conocimiento de la masa
obrera, sus problemas de or-
den moral y religioso, exige
alguna convivencia con ella,
para lo cual el ejercicio del
ministerio parroquial da a los
sacerdotes, normalmente, ex-
celentes ocasiones. En la igle-
sia o fuera de ella el sacer-
dote debe ser entera y exclu-
sivamente sacerdote, abstenién-
dose de todas las visitas y
modos de vida aqui non cle-
ricant», que no son convenien-
tes a los clérigos. Además, él
lo hará por medio de los se-
glares afiliados a las varias
Asociaciones de Acción Cató-
lica, Congregaciones Maria-
nas, etc., y Asociaciones es-
pecializadas como los Círcu-
los obreros.
EXPLANACION
La sentencia impugnada, con raras excepciones, lleva con-
sigo una inversión de papeles. El sacerdote sale del pres-
biterio y se encarga de la tarea normal de los seglares. Es
una tendencia más a la secularización del clero. Para que
se vea cuánto hay de unilateral en esta proposición, es
conveniente fijarse en que ella sólo piensa en la conversión
de la masa obrera, como si en otras clases sociales el pa-
ganismo no hubiese hecho también devastaciones terribles.
Por consiguiente, si admitimos el principio de que cada
clase puede ser sólo trabajada por sacerdotes pertenecien-
tes a ella, tendríamos lógicamente sacerdotes campesinos,
sacerdotes industriales, sacerdotes generales, sacerdotes di-
plomáticos, y sólo no tendríamos sacerdotes-sacerdotes.
Ese género de vida secularizado, los santos siempre lo
temieron para sí y para el clero. Y la Iglesia siempre reco-
mendó a los sacerdotes que se abstuviesen de él con sumo
cuidado.
- 47 -
111. Sobre métodos de apostolado
Irenismo, ínter conjesionalismo, terreno común,
polémicas, etc.
32
• Es más conveniente mante-
ner las almas en la unión de
la caridad que en la unión de
la verdad.
•jt La unión de la caridad es
fruto connatural de la unión
en la verdad. Lo que importa
sobre todo es mantener la in-
tegridad de la fe, sin la cual
nadie puede agradar a Dios.
(San Pablo a los Hebreos,
XI-ó).
EXPLANACION
Si se admitiese alguna cosa como más fundamental que
ia fe, se caería necesariamente en la conclusión de que la
diferencia de religiones es secundaria, y, por tanto, justifi-
cable una línea de conducta interconfesional. En la reali-
dad, la unión en la fe es de tal manera capital que nosotros
la debemos reconocer como el valor imprescindible y do-
minante en nuestras relaciones, no sólo con las personas
extrañas a la Iglesia, sino también con los propios hijos
de ésta. A éstos debemos una caridad especial. Pero si ellos
se sirven de su condición de católicos para difundir el
error dentro de la Iglesia, deben ser también objeto de
una especial y viva oposición por nuestra parte. Sería su-
perfluo advertir que en el mismo ardor de las luchas con-
viene conservar la caridad. Además, admitida la sentencia
impugnada, serían inexplicables todas las luchas, a veces
seculares, que la Iglesia mantuvo para conservar en su
seno la integridad de la fe. Cuando se piensa que esas
luchas llevaron consigo persecuciones, martirios y heridas
- 48 -
éñ el Cuerpo Místico de pristo, se comprende la impor-
tancia capital que Nuestro Señor Jesucristo dió a la inte-
gridad del depósito sagrado que El confió a su Iglesia.
• El hereje y el pecador, per-
sonas bien intencionadas, pero
que se equivocaron en la apre-
ciación de la, verdad y del
bien, nunca deben ser comba-
tidos y atacados en sus ideas
o costumbres, por lo menos
de forma directa. Tal procedi-
miento necesariamente les ale-
jaría y les haría rebelarse.
Por el contrario, si con blan-
dura se les hace ver su error,
lo reconocerán y se conver-
tirán.
•
^ Dios da a todos la gracia
para conocer la verdad y el
bien de modo que los errores
de buena fe, en este punto, son
accidentales y anormales. La
verdadera mansedumbre cris-
tiana, que no envuelve con-
descendencia en materia de fe
y costumbres, es medio muy
eficaz y en sí mismo preferi-
ble en el trato con herejes y
pecadores. Pero cuando la obs-
tinación resiste a la acción
blanda y¡ persuasiva de la ca-
ridad, cuando la insolencia
causa escándalo al pueblo fiel,
es necesario el empleo de mé-
todos enérgicos y combativos.
EXPLANACION
La proposición impugnada peca por simplismo y unila-
teralidad.
Ciertamente, hay herejes, infieles y pecadores suscep-
tibles de ser atraídos por la suavidad cristiana. Sería error
manifiesto emplear con ellos una energía innecesaria. Sin
embargo, hay también — y en ciertas épocas son, por des-
gracia, muy numerosos — herejes y pecadores que no se
mueven si no es por la condenación enérgica de su error,
y el saludable temor del estado en que se encuentran. Fué
el caso del Profeta Natán con I?avid.
En esta materia es necesario tener en cuenta los diver-
sos temperamentos. Para convertir al Apóstol de las Gen-
tes, la Providencia, liempre amorosa, creyó necesario de-
- 49 —
4
rríbarle en tierra. Además, el empleo de métodos de apos-
tolado no debe tomar en consideración las conveniencias
del hereje o del pecador, sino también, y ante todo, la
salvación y edificación de los que viven en gracia de Dios.
Cuando un hereje o pecador, en lugar de conservarse hu-
mildemente en la penumbra, se jacta de su error, y hasta
llega a propagarlo con la palabra y con el ejemplo, muchas
veces se hace necesario reducirle con energía. Las Sa-
gradas Escrituras están llenas de ejemplos que contienen
esta doctrina: San Pedro con Ananías y Safira, San Pablo
con el incestuoso de Corinto, etc.
34
• Odiad el error, amad a los i
que yerran, dice San Agustín.
Por eso sólo se deben atacar
los errores y los pecados; ja-
más a los que yerran y pecan.
•jf Odiad él error, amad a
los que yerran, dice San
Agustín. Así, se debe atacar
el error y el pecado expo-
niendo la doctrina católica,
combatiendo las doctrinas fal-
sas, y advirtiendo a los fieles
contra los que yerran o pecan.
No hay en esto falta de cari-
dad, ya que es obra de [miseri-
cordia castigar a los que ye-
rran y oponer obstáculos a la
difusión del error.
EXPLANACION
La sentencia impugnada parece suponer que todo castigo
impuesto a los que yerran es un acto de hostilidad contra
ellos. La Iglesia enseña, por el contrario, que es una obra
de misericordia. Solamente no lo será cuando fuere dic-
tado por el odio, envidia, o espíritu de difamación, o
cuando fuere excesivo e inoportuno. Por otra parte, toda
la historia de la Iglesia, aun antes de su fundación, en el
período de preparación, hasta sus últimos doctores, San
Francisco de Sales, por ejemplo, están llenas de actitudes
vehementes, fuertes, contra los pecadores y herejes. Acor-
— 50 —
démonos del "genímina viperarum" de San Juan Bautista
contra los Fariseos, del "sepulcros blanqueados", "hipó-
critas", de Jesucristo, contra el mismo género de perso-
nas, etc.
35
• En el trato con los infieles
y pecadores, es preferible ca-
llar las verdades de la doc-
trina católica, con las cuales
no están conformes, y la aus-
teridad de los preceptos mo-
rales que quebrantan, para
realzar principalmente las ver-
dades que profesan y la sua-
vidad de los preceptos evan- |
gélicos. Manteniéndose en el
terreno común de ambos, el \
católico consigue atraer las
simpatías del infiel o del pe-
cador y convertirle.
La doctrina y la moral de
la Iglesia son perfectas y bue-
nas para despertar la admira-
ción de los hombres, ya en sus
aspectos arduos, ya en sus
principios consoladores. Para
eso no falta el auxilio interior
de la gracia a ningún hombre.
Un determinadas disposiciones
de espíritu, es más oportuno
hacer resaltar las verdades y
los preceptos más fácilmente
aceptables. Pero se trata de
situaciones excepcionales. Or-
dinariamente es necesario in-
sistir sobre todos los puntos
de la doctrina católica.
EXPLANACION
La sentencia impugnada peca de naturalismo, ya que pres-
cinde de la gracia divina, por la que se hace amable la
cruz de Jesucristo. Fué predicando a Jesús crucificado
como los apóstoles conquistaron al mundo. Y no fué por
el empleo de la táctica del terreno común. Es ésta la doc-
trina del Bienaventurado Pío X, como se puede comprobar
en la Encíclica "Jucunda sane", con motivo del centenario
de San Gregorio Magno. El Papa elogia al Santo princi-
palmente porque despreció los consejos de la prudencia
de la carne, para presentarse con la austeridad de un pre-
dicador de Cristo crucificado, como lo habían hecho los
Apóstoles en la culta, civilizada y brillante Roma, donde
todo parecía exponer al fracaso una predicación en nombre
de un condenado a muerte de cruz. Léanse también las
proposiciones 93 y 94 (D. 1443, 1444) de Quesnell, conde-
nadas por Inocencio XI. Son los elogios de la mansedum-
bre y caridad con desprestigio de la firmeza de la fe.
La sentencia impugnada supone que las divergencias de
orden dogmático deben ser despreciadas, ya que estas di-
vergencias son las que dan lugar a las polémicas. Esta
actitud mental, característicamente "irenista", puede con-
ducir a un interconfesionalismo teórico, con funestas re-
percusiones en el orden práctico, pues su consecuencia
natural es el indiferentismo religioso. Está ella condenada
implícitamente en la anatematización de la sentencia 94 de
Quesnell, como vimos arriba, ya que esta proposición re-
crimina la firmeza de la Santa Iglesia, y se trataba, como
consta por la Historia, de la firmeza en la fe, aunque los
jansenistas tildasen a la Santa Sede de exagerada en sus
exigencias.
Si la sentencia impugnada fuese verdadera, sería impo-
sible la lucha contra los enemigos externos de la Iglesia,
y sobre todo contra sus enemigos internos, que, cubiertos
con piel de oveja, procuran diezmar el rebaño. El Bien-
aventuradg Pío X en carta al Eminentísimo Cardenal Fe-
rrari, Arzobispo de Milán, enseña cuán nociva puede ser
a la Iglesia tal línea de conducta " ...aquellos que recogie-
ron en sus escritos todos los errores del modernismo, que
ñngieron una sumisión exterior para permanecer en el redil
36
• La disputa entre católicos
o con acatólicos perjudica ne-
cesariamente la caridad; es
siempre un mal. Los que po-
lemizan, si no son herejes de
la verdad, lo son de la ca-
ridad.
^ La polémica justa y opor-
tuna es uno de los medios para
fomentar la caridad, contri-
buyendo a unir los espiri-
ritus en la verdad. No discutir
puede, en algunos casos, cons-
tituir lo que llaman herejía
contra la caridad.
EXPLANACION
- 52 -
y extender con más seguridad sus errores, que continúan
su nefasta obra con lecturas y reuniones secretas, que, en
una palabra tracionan a la Iglesia, fingiéndose amigos...
¿Quién no ve la impresión triste y el escándalo que pro-
duce en las almas el considerar como católicos a estos mi-
serables, a quienes, para obedecer al Apóstol San Juan,
deberíamos nosotros negar hasta el mismo saludo?" (Estu-
dio histórico en el Proceso de Beatificación y Canonización
del Siervo de Dios Pío X, pág. 144, apud "La Pensée Ca-
tholique", núm. 23, pág. 80).
• Es necesario emplear la
mayor energía contra los que
se muestran intransigentes en
la defensa de la doctrina ca-
tólica. No hay error más per-
nicioso que la intransigencia
de la verdad.
37
La intransigencia es a Ja
virtud lo que el instinto de
conservación es a la vida. Una
virtud sin intransigencia o que
odia la intransigencia, no exis-
te, o conserva apenas la exte-
rioridad. Una fe sin intran-
sigencia, o está muerta, o sólo
vive exteriormente, porque
perdió el espíritu. Siendo la
fe el fundamento de la vida
sobrenatural, la tolerancia en
materia de fe es el punto de
partida para todos los males,
especialmente para las here-
jías.
EXPLANACION
El Bienaventurado Pío X ya señalaba como una de las
características de los modernistas una tolerancia extrema
para con los enemigos de la Iglesia, y mucha intolerancia
contra los que defendían enérgicamente la fe ortodoxa.
Hay de hecho en esta actitud una flagrante incoherencia,
pues los que sientan plaza de tolerar todas las opiniones
debían también tolerar a los que sostienen los derechos de
la intransigencia. Por otra parte, esta contradicción es co-
mún a todos los herejes. Las diferentes sectas se unen
- 53 ~
cordialmente, cerrando los ojos a los puntos divergentes,
cuando se trata de atacar la intransigencia de la Iglesia
en materia de fe. En esta actitud encontramos el criterio
para juzgar de la importancia singular que tiene para la
vida de la Iglesia la intolerancia en cuestiones doctrinales.
Es evidente que los excesos de la intransigencia, preci-
samente por ser excesos, deben ser rechazados, pues todo
exceso es un mal. Importa no olvidar las sabias nor-
mas dictadas por la Santa Sede en el Pontificado del Bien-
aventurado Pío X, con relación al modo de corregir una u
otra demasía de los valerosos polemistas católicos, empe-
ñados en combatir el error. Escribiendo al Eminentísimo
Cardenal Ferrari, Arzobispo de Milán, refiriéndose al pe-
riódico "La Riscossa", que se alarmaba por la infiltración
modernista en aquella Archidiócesis, el Eminentísimo Car-
denal de Lai, Secretario de la Sagrada Congregación Con-
sistorial, decía: "Todos estos hechos explican el temor
que ciertos buenos católicos sienten con relación a su que-
rida Diócesis, y levantan la voz para excitar a las armas.
Tal vez se excedan en el modo, pero en pleno combate,
¿quién podría censurar a los defensores si no miden con
precisión matemática sus golpes? Era la respuesta que
daba también San Jerónimo a los que le recriminaban por
su ardor, muchas veces impetuoso y áspero, contra los he-
rejes y ateos de su tiempo. A este propósito yo también diré
otro tanto a Vuestra Eminencia, referente al ataque de
"La Riscossa". Que haya males por ahí (en Milán), des-
pués de los hechos referidos, nadie lo podrá negar. No es,
por tanto, ni se puede llamar enteramente injusto el hecho
de que algunos hayan levantado su voz. ¿Se excedieron?
Conviene entonces lamentarlo, pero no es absolutamente malo
que tocando a rebato hayan exagerado un poco el peligro.
Siempre es preferible excederse un poco al advertir el pe-
ligro que callarse y dejarlo crecer." (Disquisitio, etc., pá-
ginas 156-7, apud Pensée, 23, pág. 84). Item, ibidem: "A
ñn de cuentas, en el seno de una tan grande libertad de
prensa mala, entre los peligros que rodean a la Iglesia por
todas partes, no parece oportuno atar excesivamente las
manos a los defensores, ni combatirlos o desanimarlos por
un pequeño descuido".
Y el propio Santo Papa, al escribir el 12 de agosto de 1909
a Monseñor Mistrángelo, Arzobispo de Florencia, acerca
de una modificación ordenada en la redacción del periódico
- 54 -
"L'Unitá Cattolica", declaró: "Todo está bien cuando se
trata de respetar las personas, pero yo no querría que por
el amor de la paz se llegase a compromisos, y que para evi-
tar odios se faltase a la verdadera misión de "L'Unita Cat-
tolica", que consiste en velar por los principios y ser el cen-
tinela avanzado que da la voz de alerta, aunque fuese a la
manera de los gansos del Capitolio, y que despierta a los
semidormidos. En este caso "L'Unita" no tendría razón de
existir". (Disquisitio, pág. 107, apud Pensée Catholique, 23,
página 84).
El peligro de las colaboraciones puede aumentar por la
propia naturaleza del fin que se proponga: Así, una cola-
boración para una finalidad exclusivamente técnico-profe-
sional es menos grave que una colaboración con fines cul-
turales. La Asociación Cristiana de Jóvenes, por ejemplo,
está prohibida por la Iglesia, porque, reuniendo cristianos
38
• Se ka de alabar que los
católicos se unan a personas
afiliadas a otras religiones,
como protestantes, cismáticos,
rtcétera, para asegurar la de-
fensa de los valores comunes
de todas las confesiones cris-
tianas.
■jr La colaboración de los fie-
les con los acatólicos para con-
seguir objetivos comunes, sólo
está permitida por la Iglesia
en casos excepcionales. Más
grave sería el hecho de que
los católicos se uniesen de ma-
nera estable con personas de
otras religiones en una orga-
nización especial. La Iglesia
ve con temor esas asociacio-
nes y las prohibe. Cuando en
alguna circunstancia excepcio-
nal!„ se siente como obliga-
da, para eintar mayores ma-
les, a tolerar colaboraciones
de esta naturaleza, lo hace
con miedo y con tristeza.
*
EXPLANACION
— —
dé varias sectas, procura asociar también a los católicos
para un fin educativo-moral cristiano; esto es, una religio-
sidad vaga, que puede servir tanto para los herejes, corno
para los católicos. Una de las razones por las que el Santo
Pío X condenó "El Sillón", movimiento democrático cul-
tural y social modernizante de Marc Sangnier, fué su faceta
interconfesional (Carta Apostólica "Notre Charge Apostoli-
que", A. A. S. 2, pág. 625, ss.). Dice entre otras cosas el
Bienaventurado Pontífice: "Todos, católicos, protestantes y
librepensadores, procurarán preparar a la juventud, no para
una lucha fratricida, sino para una generosa emulación en
el terreno de las virtudes sociales y cívicas" (Marc Sang-
nier, París, mayo de 1910). Estas declaraciones y esta nueva
organización de la acción sillonista sugiere graves reflexio-
nes. He ahí una asociación interconfesional fundada por ca-
tólicos, para trabajar en la reforma de la civilización, obra
eminentemente religiosa porque no hay civilización verda-
dera sin civilización moral, y no hay verdadera civilización
moral sin verdadera religión: ésta es una verdad demostrada
y un hecho histórico. ¿Qué debemos pensar de una asocia-
ción en la cual todas las religiones y el mismo librepensa-
miento pueden manifestarse a voluntad? Porque los sillo-
nistas, que en las conferencias públicas y en otras ocasio-
nes proclaman altivamente su fe individual, no pretenden
ciertamente cerrar la boca a los demás e impedir que el
protestante defienda su protestantismo y el escéptico su
escepticismo."
39
• Las asociaciones católicas ¡
que pretenden dar exclusiva-
mente a los católicos vida
cultural, recreativa, deportiva,
etcétera, con la mira de apar-
tarles de ambientes perverti-
dos, no se deben alabar, pues
es preferible que los católicos
frecuenten los más variados
qmbientes para ejercer allí
Je Las asociaciones católicas
que tienen un fin cultural, re-
creativo, deportivo, etc., de-
ben ser alabadas, pues con-
curren eficazmente para pre-
servar a los buenos de las oca-
siones próximas de pecado, y
les proporcionan excelentes
medios de formación y santi-
ficación. Seglares asi formq*
apostolado de infiltración y
conquista.
dos serán buenos apóstoles
para la difusión de la doctrina
católica en los varios ambien-
tes en que se han de colocar
para cumplir sus deberes de
- ida cotidiana.
EXPLANACION
La sentencia impugnada prescinde de lo fundamental en
materia de apostolado: la formación de grupos selectos para
la difusión del reino de Cristo. Y es claro que esos grupos
selectos sólo pueden ser formados en ambientes de alto
nivel religioso, que no se consiguen sin una selección de los
elementos que los frecuentan. Además, la sentencia impug-
nada tiene también el inconveniente de no distinguir entre
ambientes que un católico está obligado a frecuentar y
aquellos a los que voluntariamente se expone. En el primer
caso — el joven que para no morir de hambre se ve obli-
gado, por ejemplo, a aceptar empleo en un lugar peligroso
para su salvación — podrá contar con gracias especiales de
Dios, y resistirá tanto más fuertemente cuanto más esme-
rada hubiera sido su formación.
En el segundo caso — el joven que sin motivo alguno
frecuenta lugares peligrosos — voluntariamente se expone al
peligro y corre el riesgo de ver en sí cumplida la palabra
del Espíritu Santo — "Qui amat periculum in illo peribit" —
(Eccl. 111-27).
Que la sentencia impugnada alaba una actitud contraria
a la tradición de la Iglesia y a los deseos de la Santa Sede
para los tiempos actuales, se demuestra por la recomenda-
ción que hacía el Santo Padre Pío XII a los miembros de
la "Asociación Católica Internacional para la defensa de
ia joven". En la alocución dirigida a los participantes del
Congreso Internacional de dicha Asociación, reunido en
Roma en septiembre de 1948, dice el Papa. "Procurar sal-
vaguardar la moral de la joven gracias a centros de reunión,
a hogares, a pensionados, a restaurantes irreprensibles, a
secretariados para obtener empleos, a residencias en esta-
ciones y puertos marítimos o aeronáuticos: he ahí cosas
excelentes y de urgencia inmediata".
Como se ve, piensa el Papa que la eficacia del apostolado
depende de un aislamiento del ambiente mundano. Las per-
sonas con las cuales se quiere hacer apostolado deben ser
atraídas a ambientes a la vez sanos, amenos e impregnados
de profunda moralidad. En tales ambientes, la formación
religiosa, la adquisición de cualidades domésticas, el desen-
volvimiento de dotes artísticas y la educación de la joven
para la vida práctica, se pueden alcanzar con facilidad y
con éxito. (Cfr. Civiltá Cattolica, 16 de octubre de 1948.)
40
• Sólo a la autoridad eclesiás-
tica incumbe reprimir los erro-
res relativos a la fe, que apa-
rezcan entre los católicos.
A los simples fieles sólo asis-
te el derecho de denunciar ta-
les errores al Ordinario del
lugar. No se les permite ata-
car esos errores de palabra o
por escrito, sino después de
una iniciativa por parte de la
autoridad eclesiástica.
^ Cualquier doctrina sólo
puede ser condenada oficial-
mente en nombre de la Igle-
sia por la autoridad eclesiás-
tica. Cualquier fiel, sin em-
bargo, en presencia de una
doctrina ya condenada, tiene
el derecho y a veces el deber
de combatirla. Si se encuentra
con una doctrina no condena-
da expresamente, pero incom-
patible con las enseñanzas de
la Iglesia, puede, y a veces
debe, bajo su responsabilidad
personal, señalar tal incompa-
tibilidad y oponerse en la me-
dida de lo posible a la propa-
gación de esta doctrina.
EXPLANACION
La sentencia impugnada va contra toda la tradición de la
Iglesia. En efecto, la condenación de los errores de los
herejes en general, como Lutero, Jansenio, y recientemente
ios modernistas, siempre fué precedida de una polémica
aclaratoria entre los innovadores y algunos defensores be-
neméritos de la fe, eclesiásticos o seglares, que obraban por
cuenta propia. A pesar de esto, siempre es conveniente dar
cuenta a la autoridad eclesiástica, que no puede menos
de ver con buenos ojos la lucha trabada por los fieles con
justicia y caridad contra el error.
IV. Sobre la vida espiritual
41
• La unión cun Dios consiste
en el contacto vital y expe-
rimental con Cristo; la unión
moral, o sea, el ejercicio de
las virtudes, es accesorio para
conseguir este fin.
^ No es posible distinguir en
Dios su esencia de su santi-
dad, por consiguiente, es falsa
cualquier concepción que pre-
tenda afirmar formal o im-
pUcitamoite una unión con la
esencia divina sin que haya
al mismo tiempo unión con la
santidad de Dios. Por tanto,
es falsa también la separación
que se quiere hacer entre la
unión ontológica y la unión
moral, mediante la obediencia
a los mandamientos, porque
ambas resultan de la gracia
santificante, de las virtudes in-
fusas y de las gracias actua-
les. La gracia y sus opera-
ciones escapan por sí del cam-
po de la experiencia (Cfr.
L* 2.", q. 112. art. 5, c; de
Veritate, q. 10f art. 10, c).
EXPLANACION
La proposición impugnada tiene fuerte carácter moder-
nista, porque hace consistir la vida espiritual, principal y
casi exclusivamente en una unión ontológica y experimental
con Dios, en un campo que queda más allá de las opera-
ciones de las facultades del alma; en un campo, por así
decir, transpsicológico.
En el orden moral lleva al laxismo. Si la unión con Dios
no se realiza por la unión con la santidad divina, todos los
mandamientos son secundarios o superfluos, porque no con-
ducen al fin último que es Dios. Se diría que se forman dos
clases espirituales: una de los que vuelan hacia los parajes
de la unión ontológica y experimental con Dios; otra de
los que, guiados por los moralistas, se arrastran por el te-
rreno de los mandamientos. La unión con Dios procede
principalmente de una participación de la naturaleza divina,
que se realiza por la gracia santificante. Esta, sin embargo,
no es independiente del cumplimiento de los mandamientos,
sin lo cual no puede subsistir ni desenvolverse. Santo To-
más afirma (Ia II*e, O. 4, art. 4, c.) : "Rectitudo voluntatis
requiritur ad beatitudinem et antecedenter et concomitan-
ter. Antecedenter ouidem, guia rectitudo voluntatis est per
debitum ordinem ad finem ultimum. Finis autem comparatur
ad id Quod ordinatur ad finem, sicut forma ad materiam.
Unde sicut materia non potest conseaui formam, nisi sit
debito modo disposita ad iüsam, ita nihil consequitur finem,
nisi sit debito modo ordinatum ad insum. Et ideo nuüus
potest ad beatitudinem pervenire nisi habeat rectitudinem
voluntatis. Concomitanter autem, qw'a, sicut dictum est,
beatitudo ultima consistit in visione divinae essentiae, quae
est ipsa essentia bonitatis. Et ita voluntas videntis Dei
cssentiam, ex necesítate amat quidquid amat sub ordine ad
Deum*' ("La rectitud de la voluntad es necesaria para la
bienaventuranza tanto antecedente como concomitantemen-
te. — Antecedentemente, poraue tal rectitud suüone el or-
den debido en relación al último fin, porque el fin es con
relación a las cosas que a él se ordenan lo que es la forma
con relación a la materia. Y como ésta no puede conseguir
aquélla si para ella no estuviere dispuesta de cierto modo,
así, nada consigue su fin sin estar a él ordenado. Y, por
tanto, nadie puede llegar a la bienaventuranza sin la rec-
titud de la voluntad. — Y concomitantemente, porque, como
ya se dijo, la bienaventuranza última consiste en la visión
de la esencia divina, que es la esencia misma de la bondad.
Así, la voluntad de quien ve la esencia de Dios lo ama
todo, por fuerza, con subordinación a Dios").
42
# Pata ta nmón del cristia-
no con Cristo, el esfuerzo para
practicar la virtud y cumplir
los mandamientos es secun-
dario, y casi innecesario. Dar
mucha importancia a la prác-
tica de las i"irtudes, y preocu-
parse por la obediencia de los
mandamientos es «moralismo»
reprobable, o «virtutoecntris-
mo)>.
El esfuerzo del cristiano
en la práetica de la zirtud y
de los Mandamientos es in-
dispensable para obtener, man-
tener y aumentar la unión con
Cristo, fruto de la gracia san-
tificante. La preocupación por
el cumplimiento de los Man-
damientos es necesaria cuando
no se tenga como preocupa-
ción obsesionante.
EXPLANACION
Dada la flaqueza humana, se manifiesta fácilmente la ten-
dencia del hombre a apreciar aquello que le eleva — la gra-
cia santificante — sin apreciar aquello que le impone obli-
gaciones — la ley moral — . Se comprende muy bien que la
Iglesia, como buena maestra, insista sobre lo más difícil,
que es la práctica de los Mandamientos. En esto no puede
haber ningún "moralismo" reprobable. Fué, por otra parte,
la actitud del divino Fundador de la Iglesia, Jesucristo.
Censurable sería llegar al extremo del pelagianismo, al con-
cebir el acto de virtud como meramente natural indepen-
diente de la gracia y capaz de obtener por sí solo la unión
con Dios.
43
• El "moralismo" o "virtuto-
centrismo" fija la atención del
cristiano sobre sí mismo des-
ziándola de Dios. El hombre,
con sus problemas morales,
pasa a ser el centro de la
zida espiritual. Es el hediondo
an tropo cen trismo, diametral-
mente opuesto a la verdadera
^ Cuando el cristiano z-uehe
la atención hacia sí mismo,
parece combatir un defecto y
adquirir una z-irtud, practica
un excelente acto para unirse
con Dios, haciéndolo por un
motizo sobrenatural. Nada hay
en esto de antropocéntrico, yp
que el hombre se vuelve a si
- 61 -
piedad católica que es teocén- ]
trica.
mismo para mejor unirse Con
Dios. Pues, según la Escolás-
tica, lo primero en la inten-
ción es lo último en la eje-
cución.
EXPLANACION
Como la rectitud de la voluntad es medio necesario para
llegarse a Dios, todo cuanto el cristiano haga para su pro-
greso en la virtud y perfeccionamiento moral, tiene como
centro y meta al propio Dios y no al hombre. Toda la ascé-
tica cristiana es, pues, teocéntrica. Por otra parte, la sen-
tencia impugnada no es error nuevo; ya entre las proposi-
ciones de Miguel de Molinos condenadas por Inocencio XI
(27 de noviembre de 1687), la del núm. 9, entre otras co-
sas, censura también esta actitud con los propios defec-
tos (D. 1229). Recientemente el Santo Padre Pío XII con-
sagra más de una página de la "Mediator Dei" (AAS. 39,
págs. 533-537) para censurar esta falsa posición ascética de
muchos católicos que pretenden evitar el esfuerzo para
vencer las pasiones y unirse con Cristo.
44
• La espiritualidad de los
Ejercicios de San Ignacio, y,
en general, las escuelas de es-
piritualidad nacidas bajo el
influjo de la Contrarreforma,
como la de San Juan de la
Cruz. San Alfonso María de
Ligorio, etc., están impregna-
das de «antro pocentrismo»
«virtutocentrismo)) , «moralis-
mo)). Fueron útiles como re-
acción contra el protestantis-
mo; sin embargo quedan des-
tituidas de valor perenne, pues
desviaron del verdadero camino
teocéntrico la piedad cristiana.
^ Las escuelas de Espirituali-
dad que surgieron después de
la Reforma Protestante, como
todas las demás aprobadas por
la Iglesia, aunque tengan en-,
tre sí diferencias explicables
dentro de la libertad con que
el Espíritu Santo instruye y
guía a los Santos, son en el
fondo todas teocéntricas, y
tienen eficacia para todos los
tiempos, como lo demuestran
las reiteradas recomendaciones
de la Santa Sede, aun en nues-
tros días, de los Ejercicios de
San Ignacio y, en general, de
- 62 -
¡as Escuelas de Espirituali-
dad (Cfr. además de la "Mens
Nostra", de Pío XI, sobre los
Ejercicios Espirituales de San
Ignacio, la "Mediator Dei",
AAS. 39, p. 585-6).
EXPLANACION
De tal manera es esencial a toda espiritualidad ser teo-
céntrica, que la menor desviación en este punto constituye
un error gravísimo. No se comprende cómo la Iglesia, que
es infalible en todo lo que respecta a la edificación de los
fieles, pueda haber aprobado métodos que apartan de Dios
y que los fieles puedan haber llegado a la virtud heroica
por la aplicación de estos métodos. La sentencia impugnada
pone en duda implícitamente la infalibilidad de la Iglesia.
45
• Una espiritualidad que in-
sista mucho sobre la medita-
ción y, en general, sobre las
prácticas de piedad, en las
cuales el individuo ejercita
sus potencias para despertar
en sí buenos propósitos, son
medios de santificación secun-
darios y quizá imperfectos.
Sólo las prácticas litúrgicas,
en virtud de su acción *ex
opere operato» aseguran el
pleno desenvoh imiento de la
Vida espiritual y de la unión
con Dios.
9
Según la "Mediator Dei"
la intensidad de la participa-
ción de los fieles en los actos
litúrgicos se condiciona por
fas disposiciones interiores. La
meditación, el examen de con-
ciencia y otras prácticas si-
milares fueron siempre presen-
tadas por la Iglesia como me-
dios indispensables para la
adquisición de tales disposicio-
nes. También sería temerario
menospreciar la oración pri-
vada para conseguir el mismo
fin. En consecuencia, la par-
ticipación en los actos litúr-
gicos, la oración privada, la
meditación y las demás prác-
ticas semejantes se completan,
y el cristiano no debe escoger
entre todas, sino utilizarlas
todas.
— 63 -
EXPLANACION
La proposición impugnada sería verdadera si fuese posi-
ble en el adulto una santificación "ex Opere operato" que
supliese las disposiciones de éste. Por otra parte, la "Me-
diator Dei" relaciona la "piedad objetiva" o litúrgica con
la "piedad subjetiva" o privada, demostrando que ambas son
legítimas y una no puede dispensar de la otra (AAS. 39, pá-
gina 532 y ss.).
Pero especialmente para el Brasil la Sagrada Congrega-
ción de los Seminarios enseña que: "La renuncia de sí
mismo, de los propios modos de ver, del deseo de sobre-
salir y ser admirado, se adquiere tan solamente con la ora-
ción, con la meditación de la vida de Jesús y de las pala-
bras por El proferidas para todas las generaciones, con el
ejercicio paciente y controlado por frecuentes exámenes de
sí mismo. Sin la victoria en este sector del combate espi-
ritual, no se llega a la humildad cristiana necesaria para
someterse en todo a la voluntad de Dios (AAS. 42, pág. 843).
46
• Es peculiar de la Acción T
Católica, Apostolado Oficial
de la Iglesia, una espirituali-
dad alimentada exclusivamente
con prácticas litúrgicas que
constituyen la piedad oficial.
Es propio de las asociaciones
religiosas — Apostolado de la
Oración, Pías Uniones, etc. — ,
entidades de apostolado me-
ramente privado, cultivar la
piedad cxtralitúrgica.
j{ La obligación de cultivar
la piedad litúrgica y la extra-
litúrgica es común a todos los
fieles indistintamente, perte-
nezcan a una o a otra Aso-
ciación.
EXPLANACION
Como dijimos arriba, el Santo Padre insiste en la "Me-
diator Dei" en que ambas piedades son complementarias
una de la otra e indispensables.
47
• La devoción a los Santos, y
especialmente a Nuestra Se-
ñora, fácilmente desvía a los
fieles de la piedad verdadera- j
mente católica, que es por ex-
celencia Cristocéntrica.
•
•fc La devoción a los Santos,
y particularmente a la Santí-
sima Virgen, de ningún modo
aparta de Jesucristo a los fie-
les. Por el contrario, es el
canal excelente y normal, y,
tratándose de la Virgen San-
tísima, necesario, para llegar a
la unión con Jesucristo.
EXPLANACION
La ignorancia religiosa y ciertas supersticiones de la
gentilidad llevan a muchas personas a hacer de los Santos
el objeto de una falsa piedad, abuso ése que, por otra parte,
también se practica con relación al propio Jesucristo. Es lo
que se ve a veces en regiones del interior de nuestra Dió-
cesis y en otras partes del Brasil. El riesgo no está propia-
mente en la devoción a los Santos, sino en la ignorancia re-
ligiosa y, sobre todo, en las supersticiones heredadas de los
antiguos paganos. La devoción a los Santos y a Nuestra
Señora, como se practica en general por las personas pia-
dosas de nuestras ciudades, ni presenta exageraciones ni
síntomas que vengan a producirlas. Según Santo Tomás
(in IV Sent., d. 45, q. 3, a. 2), nuestras oraciones deben
subir al trono de Dios por el mismo canal por el que ba-
jaron los divinos beneficios; como éstos se alcanzan por
la intercesión de los Santos, es por la devoción a los Santos
por donde nos debemos aproximar a Dios.
Acerca del papel necesario de María en nuestra santifica-
ción escribió el Bienaventurado Pío X: "Todos nosotros,
los que estamos unidos a Cristo, que somos, como dice el
Apóstol, los miembros de su Cuerpo hechos de su carne y
de sus huesos (Efesios, 5, 30), salimos^ del seno de la Vir-
gen como cuerpo unido a su cabeza". Y más adelante: "Si
la Bienaventurada Virgen es al mismo tiempo Madre de
Dios y de los hombres, ¿quién puede dudar que Ella
empleará todas sus fuerzas junto a Jesucristo que es la
Cabeza del Cuerpo de la Iglesia, para que El derrame
sus dones sobre nosotros, que somos sus miembros, y en
— 65 -
primer lugar, para que íe conozcamos y vivamos por
El?" Finalmente: "María, como nota justamente San Ber-
nardo, es el acueducto o el cuello por el cual el cuerpo
está unido a la cabeza y POR EL CUAL LA CABEZA
EJERCE SU PODER Y SU VIRTUD SOBRE EL CUER-
PO" (Ene. "Ad diem illum", 2 de febrero de 1904).
48
• Es una devoción reproba-
ble la confesión frecuente. La
Iglesia se contenta con que los
fieles reciban este Sacramento
una ven al año. Basta la Con-'
fesión hecha al pie del altar
cuando se participa en la San-
ta Misa para obtener el per-
dón de los pecados.
jr La confesión frecuente es
alabada por la Iglesia y re-
comendada por todos los Doc-
tores de la vida espiritual. El
Confíteor de la Misa no puede
perdonar los petados mortales.
En cuanto al perdón de los ve-
niales, habiendo arrepentimien-
to y propósito de enmienda, se
puede alcanzar por los Sacra-
mentales, como, por ejemplo,
el Confíteor en la Misa. Una
persona que renunciase a la
práctica de la confesión fre-
cuente para valerse únicamente
de los Sacramentales, se pri-
varía de las ventajas y de las
gracias que solamente el Sa-
cramento de la Confesión con-
fiere y obraría en contra del
sentir de la Santa Iglesia.
EXPLANACION
La sentencia impugnada sostiene una posición ascética
condenada por la tradición de la Iglesia y recientemente
proscrita por la "Mystici Corporis Christi" de Pío XII,
del 29 de junio de 1943. He aquí sus palabras: "Lo mismo
sucede con la falsa opinión de los que pretenden que no se
debe dar importancia a la confesión frecuente de los peca-
dos veniales, porque lo importante es la confesión general,
que la Esposa de Cristo, con sus hijos unidos a Ella en el
— 66 -
Señor, hace todos los días por medio de los Sacerdotes
antes de subir al Altar". Y más adelante añade: "Para ade-
lantar más rápidamente en el camino de la virtud, recomen-
damos vivamente la piadosa costumbre, introducida por la
Iglesia bajo la inspiración del Espíritu Santo, de la confe-
sión frecuente, que aumenta el propio conocimiento, la hu-
mildad cristiana, desarraiga las malas costumbres, combate
la negligencia y tibieza espiritual, puriñca la conciencia,
fortalece la voluntad, facilita la dirección espiritual, y en
virtud del mismo Sacramento aumenta la gracia". Y ter-
mina con esta amarga censura: "Por tanto, los que menos-
precian y hacen perder la estima de la confesión frecuente
a la. juventud eclesiástica sepan que hacen una cosa con-
traria al espíritu de Cristo y funestísima para el Cuerpo
Místico del Salvador" (AAS. 35, pág. 235).
49
• Las órdenes de los superio-
res deben ser obedecidas sólo
cuando parecen acertadas.
Obedecer órdenes desacertadas
es servilismo incompatible con
la dignidad del cristiano.
•fc La obediencia cristiana con-
siste en acatar todas los órde-
nes emanadas de los legítimos
superiores, siempre que no
obliguen a pecado, en virtud
de la honestidad de obedecer
a los superiores. A los subdi-
tos no les compete desobede-
cer una orden simplemente
porque no la juzguen acer-
tada.
EXPLANACION
La sentencia impugnada destruye el fundamento de la
autoridad, pues la hace depender del consentimiento de los
subditos, error proscrito en la condenación del liberalismo.
La doctrina Católica, por el contrario, enseña que la auto-
ridad viene de Dios y, por eso, debe ser obedecida aun
cuando los mandatos por ella promulgados parezcan incom-
prensibles o desacertados a los subditos. En esto está la
virtud de la obediencia, pues mientras que la sentencia im-
pugnada hace de la obediencia un acto exclusivo de la inte-
- a -
ligcncia, la doctrina católica ve en ella sobre todo un acto
de la voluntad. Y sin el acto de la voluntad no hay virtud.
Véase la doctrina de San Pedro (1, Pet. 2, 18), en que manda
obedecer a los superiores díscolos.
V. Sobre la moral nueva
50
• Un los campos de la acti-
vidad humana, negocios, arte,
literatura, diversiones, depor-
tes, etc., el hombre no debe
tomar en consideración sino
los principios propios de cada
campo. Así, ¡a obra de arte,
por ejemplo, será perfecta si
artísticamente está bien ter-
minada; el deporte si es eficaz
para sus fines específicos, etc.
Ninguno de estos campos está
subordinado a los principios
generales de la moral.
•fc Todos los fines próximos
a que tienden las actividades
humanas miran a un fin últi-
mo que les da unidad y valor.
Los principios relativos a este
fin último dominan, pues, los
fines secundarios relativos a
cada campo especia ico de la ac-
tividad humana.
EXPLANACION
La sentencia impugnada pertenece a la llamada "Moral
Nueva", condenada por el Santo Padre en alocución de
23 de marzo de 1952. Ella niega la unidad teleológica del
hombre y, por tanto, la subordinación de todos sus actos
a un ñn último y, como consecuencia, la subordinación de
todos los campos de la actividad humana a un conjunto su-
perior de reglas morales aplicables, servatis servandis, a
todos los ramos de la actividad a que el hombre se entrega.
La sentencia impugnada conduciría lógicamente a la doc-
trina de los que afirman una identiñeación absoluta entre
el ser y el bien, de tal modo que cualquier incremento en
la línea del ser equivaldría a un progreso en la línea del
bien simpliciter (simplemente). De tal manera que, por
ejemplo, cuanto más progresa un artista como tal, tanto
más crecerá en el bien, absolutamente hablando. Y como
Dios está en el ápice de la línea del ser, aquel que progresa
en esta línea se aproxima, por eso, a Dios, que es el Sumo
Bien. La conformidad o disconformidad de la obra de arte
con los preceptos de la moral, es, en esta concepción, ex-
trínseca, y de ningún modo puede afectar a la ascensión
ontológica hacia Dios.
• La Frensü Católica debe
tratar cada materia según sus
propios principios, prescin-
diendo de principios superiores
<k cada campo. 4sí, en Ja crí-
tica moral de los espectáculos,
podrá censurar una película,
pues el objeto específico de
esta sección es la moral; en
la parte de anuncios podrá
hacer propaganda de esa mis-
ma película, pues el objeto de
esta sección es la mera propa-
ganda; del mismo modo en
las otras secciones sobre arte
deporte, etc., pues todas de-
ben atender a los principios
propios, independientes de la
moral o de la religión.
•jf Los principios religiosos y
morales deben dominar todas
las secciones de los periódicos,
máxime cuando éstos se pro-
ponen corno fin especial la di-
fusión y defensa de la doc-
trina católica. La publicación
de anuncios inmorales en pe-
riódicos católicos es escanda-
losa, como es también escan-
dalosa la contradicción entre
la crítica cinematográfica y la
parte comercial.
EXPLANACION
La de la proposición anterior.
52
• La regla moral debe ser
inculcada como norma que
conviene al hombre, según el
orden natural de las cosas; y
su carácter de precepto ema-
nado de Dios v obligatorio en
virtud de la autoridad divina
manifestada por la Revelación,
debe ser silenciado. Pues el
carácter de mandamiento y
obligación choca contra la
mentalidad del hombre con-
temporáneo.
^ El punto esencial de la for-
mación moral está en el reco-
nocimiento de la soberanía su-
fre má de Dios sobre todos los
hombres y todas las cosas.
Por consiguiente, una forma-
ción moral fundada principal
o exclusivamente en la con-
veniencia con la naturaleza
humana, peca por su base y
jamás conseguirá dar una
formación sobrenatural.
EXPLANACION
La sentencia impugnada es profundamente revolucionaria.
Cede ante la rebelión del hombre contra la autoridad del
Creador. No quiere esto decir que no sea conveniente, para
hacer más fácil el cumplimiento de lo mandado, ya recono-
cido y aceptado como impuesto por Dios, demostrar que de
hecho responde a la naturaleza del hombre, formada por
Dios y objeto de su amor. Sin embargo, fallaría en sus fun-
damentos una formación moral basada únicamente en esta
consideración, que es menos importante que la primera.
Cuando se trata de convencer a los católicos, se puede
mostrar la conformidad de la religión católica con la na-
turaleza humana, como medio de allanar el camino, siempre
que se trate' de personas de buena fe. Una apologética que
se limitase a ese punto, sería básicamente insuficiente. El
catolicismo es religión de obediencia, y como tal debe ser
presentado.
53
• lis propio de asociaciones
religiosas tradicionales, como
Congregaciones Marianas, Pías
La moral de la Iglesia es
inmutable y lo que ayer era
vanidad, ocasión próxima de
- 70 —
Uniones, Hijas de María, etc.,
el prohibir a sus miembros
que se pinten, frecuenten bai-
les, piscinas piiblicas, paseos
mixtos, etc. La Acción Cató-
lica, por el contrario, formada
según posiciones morales más
recientes de la Iglesia, debe
autorizar, promover y fomen-
tar esas actitudes que hacen
a sus miembros más confor-
me al siglo en que vivimos y
capaces de hacer apostolado.
escándalo o de pecado, lo es
hoy y lo será mañana. Asi,
la Iglesia jamás aprobará los
bailes modernos, las piscinas
mixtas o piiblicas, los depor-
tes mixtos, los juegos depor-
tivos femeninos en público,
etcétera, y alabará siempre a
las personas que se abstuvie-
ren de pinturas y de todo
cuanto tenga resabios de va-
nidad y mundanismo.
EXPLANACION
La sentencia impugnada sería lógica si se admitiese el
hecho de una moral nueva en la Iglesia más libre y cómoda,
de la cual la Acción Católica sería la pregonera. Por el
contrario, habiendo recibido esa organización tan honrosas
consignas y bendiciones tan preciosas de los Sumos Pontí-
fices, conviene que considere enteramente adecuada la
práctica de los más rigurosos principios de la modestia cris-
tiana. No es otro el sentido en que se ha pronunciado el
Soberano Pontífice en varias alocuciones a la juventud fe-
menina católica, como se puede ver en AAS. 35, p. 142
(1943); 33, pág. 186 (1941); 32, pág. 414 (1940).
En cuanto a los bailes, el Santo Padre Pío XI, en la
encíclica "Ubi Arcano", dice así: "Nadie ignora que la
liviandad de las señoras y de las jóvenes traspasó ya los
límites del pudor, sobre todo en los vestidos y en los bai-
les" (AAS., vol. 14, págs. 678-679). Ya anteriormente la-
mentaba Benedicto XV la indecencia de los vestidos feme-
ninos y la falta de recato y de pudor en los bailes. Después
de deplorar "la ceguera de las mujeres" en "la locura de
los vestidos", añade lo siguiente respecto a los bailes: "que
entraron en los hábitos de la sociedad bailes traídos de la
barbarie, a cual peor, aptos, más que para cualquier otra
cosa, para quitar todo pudor" (Ene. "Sacra propediem",
6 de enero de 1921, AAS. 13, pág. 39, 1921).
Con relación a las manifestaciones deportivas femeninas
en público, la Sagrada Congregación del Concilio promulgó
71 _
el 12 de enero de 1930 una instrucción en los términos si-
guientes: "Los padres aparten a sus hijas de competiciones
públicas y concursos de gimnasia; pero, si ellas fuesen obli-
gadas a tomar parte en semejantes manifestaciones, tengan
la cautela de que se presenten con vestidos que ediñquen
por la modestia; y jamás permitan que ellas se presenten
con vestidos inmodestos" (C. P. B., Apéndice 20, pág. (70),
AAS. 22, pág. 26). En el mismo sentido se manifestó el
Santo Padre hablando a los médicos y profesores de edu-
cación física el día 8 de noviembre de 1952 (AAS. 14 de
noviembre de 1952).
54
© No se deben prohibir los
escotes, amaillots» y otros mo-
dos de vestir que descubran
macho el cuerpo, pues el cuer-
po es bueno en sí mismo, fué
creado por Dios y no es ne-
cesario taparlo.
O
•fc ¡11 cuerpo humano fué
creado por Dios y, como todo
ser, es en sí mismo bueno.
Después del pecado original,
la concupiscencia se volvió
desarreglada. Por esta razón
conviene cubrir el cuerpo para
que no sirva de ocasión de
pecado.
EXPLANACION
La sentencia impugnada es de un naturalismo visceral-
mente anticatólico.
55
• No se debe censurar a las
personas que se presentan a
comulgar con pinturas, esco-
tes, mangas cortas o sin me-
dias. Sería faltar a la caridad
negarles los Sacramentos, pues
esas personas no tienen ma-
licia; de lo contrario no se
^ La Iglesia desaconseja la
pintura y prohibe la exagera-
ción en los escotes y las
mangas cortas, así como la
costumbre de ir sin medias.
Los fieles deben ser instruidos
sobre la doctrina católica en
este ay. nto, pues el cuerpo
— 72 —
presentarían así en la iglesia.
Además, ver malicia en tales
cosas es censurar al propio
Dios creador del cuerpo hu-
mano.
humano, después del peeado
original, se hizo esclavo de la
concupiscencia y cualquier im-
prudencia en esta materia es,
por lo menos, peligrosa.
EXPLANACION
El cuerpo humano es bueno como toda criatura de Dios.
La necesidad que tiene el hombre de no exponerlo, no pro-
cede del cuerpo humano como criatura de Dios, sino del
desarreglo de los instintos, consecuencia del pecado origi-
nal. Por esto, la Iglesia recomienda recato en los vestidos.
La sensación de vergüenza causada por la exhibición inmo-
desta del cuerpo humano no se puede llamar malicia, sino
pudor. Pues la noción de la diferencia que hay entre el bien
y el mal no es un defecto, sino todo lo contrario, el funda-
mento de todas las virtudes. Por consiguiente, amonestar a
las personas que visten inmodestamente es despertar en
ellas, no la malicia, sino la virtud. Por esto la legislación
de la Iglesia obliga a los Sacerdotes a negar los Sacramen-
tos a las personas que se presentan de una manera inmo-
desta (S. C. del Concilio en 12-1-1930, adv. 9, AAS. 22, pá-
ginas 26-7).
La sentencia impugnada considera el asunto como si la
humanidad no estuviese en estado de naturaleza caída. Por
otra parte, ella niega la existencia de un bien o de un mal
objetivos. El mal no estaría, en el caso concreto, en un
hecho objetivo, la inmodestia del traje, ni en la transgre-
sión del precepto que prohibe vestidos inmorales, sino que
estaría en el ánimo subjetivo de quien ve inmoralidad en la
desnudez.
Una aplicación concreta manifestará hasta qué punto la
sentencia impugnada se opone al verdadero sentir de la
Iglesia. Los Santos se destacaron siempre por la extremada
finura en percibir y rechazar todo lo que contrariase, aun
de lejos, la virtud angélica. La Iglesia alaba siempre el
pudor. Según la sentencia impugnada sería la esencia de la
malicia. Sobre la vanidad femenina, son preciosas las re-
comendaciones de San Pablo (I Tim., 2, 9) y de San Pedro
(I Petr. 3, 5) ; léase también el capítulo III de Isaías, ver-
sículos 16,-24.
— 73 —
56
• Es conveniente que los
miembros de Acción Católica
participen en las diversiones
de carnaval, para hacer allí
apostolado. Los retiros espi-
rituales que apartan del mun-
do a los miembros de Acción
Católica, no se deben tener
en Jos días de carnaval.
Bs ilícito buscar la oca-
sión próxima de pecado bajo
pretexto de apostolado. Cons-
tituyendo las diversiones de
carnaval ocasión próxima de
pecado, los fieles se deben abs-
tener de ellas.
★
EXPLANACION
Nuestro carnaval es tristemente famoso en todo el mundo
por las inmoralidades a que da ocasión, y todo indica que
se va haciendo peor. La participación de los fieles en esas
diversiones inmorales, no es sólo peligro para sus almas,
sino también grave escándalo para el prójimo. Por el con-
trario, el hecho de apartarse al recogimiento y oración du-
rante esos tres días, es ejemplo no pequeño de edificación
y constituye un excelente apostolado.
La sentencia impugnada parece desconocer la existencia
de la ocasión próxima de pecado, a lo menos para el que
pretende hacer apostolado. Recordemos la condenación lan-
zada por Inocencio XI contra el Laxismo Moral (2-3-1679),
entre cuyas proposiciones están las siguientes: Proposi-
ción 63: "Es lícito procurar directamente la ocasión pró-
xima de pecado con intención de obtener un bien espiritual
o temporal, propio o del prójimo"; y Proposición 62: "No
se debe huir de la ocasión próxima de pecado cuando hay
una causa útil u honesta para no huir" (D. 1213 y 1212).
57
• Las personas divorciadas,
¡lite simulan otro matrimonio,
pueden ser admitidas a par-
ticipar públicamente en cam-
pañas para reunir fondos
Je lis licito recibir limosnas
de pecadores públicos. Es es-
candaloso, sin embargo, in-
cluir sus nombres en comisio-
nes destinadas a recoger do-
_ 74 _
destinados a obras de caridad
espiritual o materia!.
nativos para las )bras piado-
sas, pues este hecho no deja
de ponerlos en evidencia en la
sociedad cristiana.
EXPLANACION
La sentencia impugnada niega implícitamente la unidad
moral del hombre, ya que parece distinguir en una misma
persona dos aspectos enteramente ajenos el uno al otro; por
una parte, en la vida familiar podría uno ser pecador pú-
blico y merecer toda censura, y, por otra, en el terreno de
la vida pública y social, como político u hombre de nego-
cios o "filántropo" continuaría mereciendo toda considera-
ción. Y la Iglesia, cerrando los ojos a un aspecto de su vida,
señalaría el otro como recomendable. Tal manera de consi-
derar el proceder de una persona es equivocado, como se
demostró en el comentario a la proposición número 50.
58
• Siendo la unión sexual i nía- !
gen de las relaciones de la
vida íntima de la Santísima \
Trinidad, es razonable y útil \
el serzñrse de temas amorosos
para despertar la piedad.
•Jr Aunque lodos los actos ho-
nestos realizados con recta in-
tención sean meritorios delan-
te de Dios, las relaciones se-
xuales, en el presente orden
histórico de ta naturaleza caí-
da, están de tal -manera uni-
das a la concupiscencia des-
arreglada que moralmente no
pueden constituir objeto que
despierte o eleve la piedad.
EXPLANACION
La literatura místico-sensual es uno de los males de nues-
tra época. El Santo Padre ha advertido esto reiteradamente
a los fieles. En el Pontificado anterior, la Suprema Sagrada
Congregación del Santo Oficio tomó una medida especial
contraria a esos escritos: La instrucción del 3 de mayo
— 75 -
de 1927 (AAS., vol. 19, pág. 186 y ss.). Uno de los grandes
inconvenientes de esa literatura es que se presta fácilmente
a expresiones que conducen a un misticismo panteísta. Pre-
tender alimentar la piedad con consideraciones místico-
sensuale^ es contra la tradición de la Iglesia, que siempre
procuró inculcar a los fieles, de cualquier estado de vida,
el espíritu de pureza con el cual el hombre se prepara
para la Mansión Celestial, donde "ñeque nubent, ñeque nu-
bentur" (Mt. 22, 30).
En favor de la literatura místico-sensual se ha aducido,
no sin blasfemia, el "Cantar de los Cantares". La Iglesia,
única intérprete auténtica de las Sagradas Escrituras, con-
denó siempre la interpretación erótica de esos poemas. Es
cierto, pues, que no se alude a la vida animal del hombre
en las expresiones que en ellos se encuentran. No obstante,
porque el anhelo amoroso del alma con Dios es descrito de
una manera muy viva, ya entre los judíos su lectura era sólo
permitida de los treinta años en adelante. Tal es la pru-
dencia que esta materia exige.
59
© La formación del joven
para el matrimonio se ha de
hacer de una manera moder-
na, esto es, en grandes audi-
• torios, en lenguaje realista,
vivo, de forma ligera y hasta
aleare. Los argumentos sobre
todo, deben ser de carácter
natural. Lis necesario no ata-
car la tendencia sentimental ñc
los hombres, sino favorecerla.
^ Un la formación del joven
para el matrimonio, se deben
tomar en consideración, prime-
ramente las nefastas conse-
cuencias del pecado original,
que hacen que esta materia sea
especialmente peligrosa en esta
edad. Por eso se debe cuidar
con diligencia de inculcar la
importancia de los medios so-
brenaturales y evitar siempre
dar al asunto una publicidad
inconveniente, esto es, contra-
ria al recato con oue se deben
tratar estas cuestiones.
EXPLANACION
En la alocución a los padres de familia del 18 de sep-
tiembre de 1951, el Santo Padre gloriosamente reinante,
— 76 —
Pío XII, recrimina la manera con que muchos autores católi-
cos tratan de esta materia, sin la discreción que el asunto
pide, y recomienda las mismas precauciones prescritas por
Pío XI en la Encíclica "Divini Illius Magistri" (AAS. 22,
pág. 49 y ss.). Complemento de esta Encíclica es la res-
puesta de la Suprema Sagrada Congregación del Santo Ofi-
cio, del día 21 de marzo de 1931 (AAS. 23, pág. 118), a una
consulta sobre la educación y la iniciación sexual. Juzgamos
útil transcribir aquí las recomendaciones de la Suprema Sa-
grada Congregación: "Es absolutamente preciso en la educa-
ción de la juventud seguir el método empleado hasta ahora
por la Iglesia y por los hombres virtuosos y recomendado
por el Santísimo Padre en la Carta-Encíclica sobre la "Edu-
cación cristiana de la juventud" del día 31 diciembre 1929.
A saber: Es preciso cuidar en primer lugai de una forma-
ción religiosa de la juventud de ambos sexos, plena, ñrme
y sin interrupción; es preciso excitar en la juventud la es-
tima, el deseo y el amor de la virtud angélica; y, sobre todo,
inculcarle la constancia en la oración, la frecuencia de los
sacramentos de la penitencia y de la Sagrada Eucaristía;
que tenga una constante y filial devoción a la Bienaventu-
rada Virgen María, Madre de la Santa Pureza, y que se
consagre totalmente a su protección; que evite cuidadosa-
mente las lecturas peligrosas, los espectáculos obscenos, la
conversación con los malos y cualquier otra ocasión de
pecar".
Después de dar estos consejos, para indicar cómo se debe
hacer la educación sexual, censura la Suprema Sagrada Con-
gregación los libros que defienden el nuevo método de esta
educación, escritos algunos hasta por autores católicos.
Que esta determinación de la Santa Sede haya sido olvi-
dada "more jansenistarum" se deduce de la manera singu-
larmente enérgica con que el Santo Padre Pío XII se re-
fiere a los autores católicos en la citada alocución a los
padres de familia. Conviene leer toda esta alocución, que
"Catolicismo" publicó en su número del 13 de enero de 1952.
- 77 -
60
# Por designio de la Proci-
dencia, la mayor parte de las
personas deben -vivir en el es-
tado matrimonial. Las niñas
de colegio que se enamoran
están, pues, en su camino na-
tura}. Por tanto, no se les
debe impedir que lo hagan.
•fc Eñ materia de elección de
estado, la acción del educador
debe consistir en: 1.° Instruir
y auxiliar al educando de ma-
nera que éste pueda escoger
conforme a la voluntad de
Dios; 2.° Impedir que el am-
biente del colegio ponga obs-
táculos a las vocaciones que
exigen mayor generosidad, co-
mo el Sacerdocio o el estado
religioso. Por consiguiente,
debe combatir con energía los
enamoramientos prematuros o
que no miran al matrimonio,
pues no pasan de mera sen-
sualidad igualmente contraria
a la vocación Sacerdotal o re-
ligiosa v, a la preparación
cristiana para el matrimonio.
EXPLANACION
Aunque generalmente se encaminen los hombres al estado
matrimonial, es necesario tener en cuenta la vocación per-
sonal de cada educando. La sentencia impugnada parece
considerar el ambiente colegial como destinado a preparar
a todos los alumnos para el matrimonio, sin tener en cuenta
las vocaciones especiales del Sacerdocio y del estado reli-
gioso. Además, es ambigua, ya que no distingue entre el
enamoramiento que mira inmediatamente al matrimonio y el
que se hace solamente por deleite sensual.
La ambigüedad de la sentencia impugnada también se
nota en el hecho de no distinguir entre el enamoramiento
precoz y el que se hace en edad adecuada. Tal ambigüedad
es tanto más peligrosa cuanto que la palabra enamora-
miento se presta a interpretaciones muy variadas. Por ñn,
la sentencia impugnada prescinde del pecado original consi-
derando que todo cuanto es natural es bueno en sí: propo-
— 7$ —
sición que sólo se puede admitir negando el dogma del
pecado original.
Por lo que tiene de ambiguo y de falso, la sentencia im-
pugnada es un estímulo a la sensualidad y a la indisciplina
en los colegios.
VI. Sobre racionalismo, evolucionismo, laicismo
61
• La Filosofía y las Ciencias
tienen objeto propio y mé-
todo autónomo con relación a
la Sagrada Teología, de modo
que los fieles en sus investi-
gaciones científicas y lilosó-
jicas no necesitan tener en
cuenta la Revelación sobre-
natural.
9
^ La Filosofía y las Ciencias
timen objeto propio y método
autónomo. Sin embargo, sien-
do la Revelación Divina infa-
lible y la razón humana fali-
ble, el científico y el filósofo
deben tomar las enseñanzas de
la Iglesia, auténtica intérprete
de la Revelación, como cri-
terio de certeza y guía por
lo menos negativo, de sus es-
tudios e investigaciones.
EXPLANACION
No hay posibilidad de colisión entre la Razón y la Fe.
Cuando tal incompatibilidad parece existir, procede esto del
hecho de que las enseñanzas de la Fe no están formuladas
con precisión objetiva, o, más probablemente, de que la
razón falló en sus investigaciones. Pero el filósofo o cientí-
fico, ante una enseñanza infalible de la Iglesia, debe siem-
pre desechar las conclusiones de su filosofía o ciencia que
se opongan a estas enseñanzas. Es doctrina tradicional que
el Santo Padre recuerda en la "Humani Generis" con estas
palabras: "...esto debe ser admitido con cautela cuando es
cuestión más bien de "hipótesis", aunque en algún modo
apoyadas en la humana ciencia, que rozan la doctrina con-
tenida en las Sagradas Escrituras, o en la "tradición". Por-
r- 79 -
iiue si tales opiniones conjeturales sé oponen directa ó
indirectamente a la doctrina revelada por Dios, no puede
entonces, en modo alguno, ser atendida tal exigencia"
(AAS. 42, pág. 575).
62
• El admitir la existencia de
herejías veladas o el peligro
de una herejía declarada en
nuestros días es injurioso para
la Iglesia. En efecto, en el
actual estado de progreso, lo
iglesia supero definitivamente
estos peligros.
Hasta el fin de los tiem-
pos, los hombres estarán su-
jetos a pecar contra cualquier
virtud y, por tanto, contra la
Fe. La herejía no constituye
deshonra para la Iglesia, sino
para los herejes. De modo
que, aunque pueda la Sagrada
teología llegar a la perfec-
ción en la expresión y claridad
de las 7-erdadcs reveladas y
constituir un verdadero pro-
greso para la Iglesia, esto no
impide el que haya personas
que se rebelen contra el Ma-
gisterio Eclesiástico.
EXPLANACION
Cfr. págs. 4, 5 y 6 de esta Carta Pastoral.
63
• La Historia no proporciona
el conocimiento de los hechos
en su realidad objetiva, sino
apenas una imagen de ellos
modelada subjetivamente por
el historiador.
•
La Historia tiene por fin
la reconstitución objetiva del
pasado, y el método histórico
se destina a preservar tal re-
constitución de las deforma-
ciones que pueda sufrir de la
acción subjetiva del historia-
\ dor.
- 80 -
EXPLANACION
La sentencia impugnada destruye por la base la Religión
Católica, que se funda toda ella en el hecho histórico de la
Revelación, conocida y transmitida ^en su realidad objetiva.
Fué ese mismo principio el que sirvió de fundamento a los
Modernistas para sus errores, los cuales, en último término,
reducían la Religión a mero subjetivismo.
64
• La sociedad civil, en los
últimos siglos, evolucionó en
el sentido de una simplicidad
v de una igualdad mayor en
¡as costumbres, en la organi-
zación política, social y eco-
nómica de acuerdo con los
principios evangélicos. Es ne-
cesario que la Iglesia, por su
parte, acompañe esta evolu-
ción haciéndose igualitaria en
su organización, simple y de-
mocrática en su disciplina, li-
turgia, costumbres y en la ma-
nera de ser de los miembros
de la Jerarquía.
■jf En los últimos siglos, el
espíritu revolucionario ha pro-
ducido constantes transforma-
ciones para derribar los po-
deres legítimos, acabar con la
autoridad, sea política, social
o económica, y nivelar todas
las desigualdades legítimas. La
Iglesia se opuso y continuará
oponiéndose a este proceso
histórico. En el siglo XIX, y
en las primeras décadas del
siglo XX, combatió el Libe-
ralismo anarquizante ; en esta
segunda parte del siglo XX
se dispone a combatir «con ea
MAYOR ENERGÍA)) al socialismo
que pone en grave riesgo «ea
DIGNIDAD DEE HOMBRE Y EA
SAEVACIÓN ETERNA DE EAS AL-
MAS» (Pío XII, Radiomensaje
al Katholikentag de Viena,
cfr. "Catolicismo", núm. 24
de diciembre de 1952). Por
esto, edifica al mundo con la
existencia de su organización,
jerárquica, que es de institu-
ción dii-ina y, por tanto, in-
mutable; y por el hecho de
manifestar un espíritu de je-
- 81 —
6
rarquía opuesto al espíritu re-
volucionario en su liturgia, en
¡ su disciplina, etc.
EXPLANACION
La sentencia impugnada acepta como legítimas las sucesi-
vas revoluciones de carácter nivelador — protestantismo, re-
volución francesa, comunismo — que, bajo la presión del
espíritu del orgullo y de la sensualidad, vienen transfor-
mando la tierra (León XIII, Ene. "Parvenú a la 25° année").
Querer conformar la Iglesia a una sociedad civil mode-
lada según este espíritu, es pedir la capitulación de la
Religión Católica. Además es prescindir de que la organi-
zación de la Iglesia en sus elementos de institución divina
es inmutable.
La sentencia impugnada es unilateral. En cualquier época
de la Historia los católicos tienen un doble deber: de adap-
tación y de resistencia. La sentencia impugnada sólo trata
de adaptación. Este doble deber es a primera vista fácil de
comprender. No hubo ninguna época en la cual todas las
65
© El católico debe ser hom-
bre de su tiempo y, como tal,
debe aceptar sinceramente sin
segunda intención las transfor-
maciones y progresos por los
que nuestro siglo se diferen-
cia de los anteriores.
^ El católico debe ser hom-
bre de su tiempo y, como
tal, debe aceptar sinceramente
las transformaciones y pro-
gresos por los que nuestro si-
glo se diferencia de los ante-
riores, siempre que tales trans-
formaciones y progresos sean
conformes al espíritu y a la
doctrina de la Iglesia y fo-
menten del mejor modo una
civilización verdaderamente
cristiana.
EXPLANACION
- 82 —
leyes, instituciones, costumbres, modos de ver y de sentir,
mereciesen sólo alabanza o sólo censura. Por el contrario,
existen siempre en las ópocas mejores y en las peores cosas
buenas y cosas malas. Ante el bien, se encuentre donde se
encuentre, nuestra actitud sólo puede ser la que aconseja
el Apóstol: probadas todas las cosas, tomad lo que es bueno.
Frente al mal debemos igualmente obedecer el consejo del
Apóstol: "no queráis conformaros con este siglo" (Roma-
nos, 12, 2).
Sin embargo conviene aplicar con inteligencia los dos
consejos. Es excelente analizar todas las cosas y quedarse
con lo bueno. Pero debemos tener presente que lo bueno es
lo que está conforme, no sólo con la letra, sino también
con el espíritu. Bueno no es aquello que favorece a un
tiempo a la virtud y al vicio, sino lo que favorece siem-
pre y únicamente a la virtud. Así, cuando una costumbre
no es reprobable en sí misma pero crea una atmósfera fa-
vorable al mal, la prudencia manda rechazarla. Cuando una
ley favorece a la única Iglesia verdadera pero al mismo
tiempo favorece también a la herejía o a la incredulidad,
merece ser combatida.
La resistencia al siglo tiene que hacerse también con
prudencia, esto es, no debe quedar más acá o más allá de
su fin. Ejemplo de resistencia poco inteligente al siglo, de
apego a las formas mudables y sin mayor importancia in-
trínseca, lo tenemos en la vuelta al "altar en forma de mesa".
Es una resistencia que va más allá de su fin, que es la
defensa de la fe. Por otro lado, la resistencia al siglo no
debe quedar más acá de su objetivo. No puede consistir
en la mera enseñanza sin aplicación concreta a las circuns-
tancias del día. Ni en protestas platónicas. Es necesario
enseñar, es necesario conocer los hechos del día en toda
su realidad viva y palpitante, es necesario organizar la
acción para intervenir a fondo en el curso de los aconte-
cimientos.
Por fin, es necesario recordar que la fisonomía de una
época no puede ser descompuesta en aspectos buenos y
malos enteramente autónomos los unos de los otros. Toda
época tiene una mentalidad propia que resulta a un tiempo
de los aspectos buenos y malos. Si aquéllos son preponde-
rantes y éstos se refieren apenas a asuntos secundarios, la
época debe llamarse buena. Si, por el contrario, tienen pre-
ponderancia los aspectos malos y el bien existe apenas en
- 83 -
uno o en otro pormenor, la época debe llamarse mala. En
los problemas de las relaciones entre el católico y su tiem-
po, no basta que tome posición ante aspectos fragmentarios
del mundo en que vive. Debe considerar la fisonomía del
tiempo en su profunda unidad moral y tomar posición .ante
ella. A vista de este principio se debe negar la sentencia
impugnada, pues ella no nos habla de la aceptación de este
o de aquel aspecto del mundo contemporáneo, sino de su
unidad global.
En el Syllabus Pío IX condena la siguiente proposición:
"El Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y transi-
gir con el progreso, con el liberalismo y con la actual civi-
lización" (Prop. 80, D. 1780). Evidentemente, la proposi-
ción sería incomprensible si no se entendiese que el progre-
so y la civilización moderna en tiempo de Pío IX, aunque
piesentasen algún que otro aspecto bueno, en su generalidad
estaban plagados de los errores del tiempo, y en especial
de liberalismo, que la proposición 80 menciona especial-
mente. Y, en efecto, esta proposición fué sacada de la alo-
cución "Jamdudum", de 18 de marzo de 1861, en la cual
el Pontífice pinta el impresionante cuadro de la lucha entre
dos fuerzas irreconciliables, una defendiendo la así llamada
civilización moderna, "sistema inventado para debilitar y
quizá acabar con la Iglesia de Cristo", y la otra defen-
diendo los principios eternos de la civilización cristiana.
Si por civilización moderna se entiende lo que declaró
Pío IX, esto es, una civilización pagana en vías de for-
marse sobre los escombros de la antigua civilización cris-
tiana, la condenación de la proposición 80 es por completo
explicable.
¿Cuál sería el aspecto de conjunto de los días en que vivi-
mos? Consultemos a los Papas. Pío XI nos dice que "en
el transcurso de los siglos, de agitación en agitación, lle-
gamos a la revolución de nuestros días, que, en todas par-
tes, podemos decir, ya desencadenada o seriamente ame-
nazadora, supera en amplitud y violencia a todas las pruebas
de las anteriores persecuciones contra la Iglesia. Pueblos
enteros se hallan en peligro de recaer en peor barbarie que
aquella en que se encontraba la mayor parte del mundo al
aparecer el Redentor" ("Divini Redemptoris", Pío XI).
Pío XII, en el discurso a la Unión de los hombres de Ac-
ción Católica Italiana el 12 de octubre de 1952, no es me-
nos explícito: "Hoy en día no es sólo la Cridad Eterna e
— 84 —
Italia las que están amenazadas, sino todo el mundo. ¡Oh,
no nos preguntéis quién es el "enemigo" y bajo qué aspec-
tos se presenta. Se encuentra en todo lugar y en medio de
todos: Sabe ser astuto y violento. En estos últimos siglos
intentó realizar la disgregación intelectual, moral, social de
la unidad en el misterioso organismo de Cristo. Quiso la
naturaleza sin la gracia; la razón sin la fe; la libertad sin
autoridad; y a veces la autoridad sin la libertad. Es un
"enemigo" que se ha hecho cada vez más concreto, con una
ausencia de escrúpulos que sorprende : ¡Cristo sí. la Iglesia
no! Después: ¡Dios sí, Cristo no! Finalmente el grito im-
pío:. Dios está muerto; e incluso, Dios nunca existió. Y he
aquí ahora la tentativa de ediñcar la estructura del mundo
sobre bases que no dudamos en indicar como principales
responsables de la amenaza que pesa sobre la humanidad :
una economía sin Dios, un derecho sin Dios, una política
sin Dios. El "enemigo" se ha esforzado para que Cristo
resulte extraño en las universidades, en la escuela, en la
familia, en la administración de justicia, en la actividad le-
gislativa, en las asambleas de las naciones, donde quiera que
se decida la paz o la guerra. Al presente él corrompe el
mundo con una prensa y con unos espectáculos que matan
ei pudor en los jóvenes y en las jóvenes y destruyen el amor
entre los esposos; él inculca un nacionalismo que conduce
a la guerra". (Cfr. "Catolicismo", enero de 1953).
Así concluyamos. 1. — El católico de nuestra época debe
distinguir cuidadosamente entre el bien y el mal, apoyando
y favoreciendo todo cuanto es bueno, oponiéndose sin temor
a todo cuanto es malo, valiéndose del progreso de la téc-
nica para hacer apostolado. 2. — Debe tomar posiciones con-
tra los principios equivocados que ejercen influencia pre-
ponderante en todos los campos de la vida moderna, y de
esto debe hacer su principal apostolado.
- 85 -
VII. Sobre las relaciones entre la Iglesia y el
Estado
66
• fin el actual estado de evo- i
lución de la sociedad humana,
el Estado tiene mayor con-
ciencia de su propia autono-
mía, por lo cual ya no le es
posible mantener con la Igle-
sia relaciones tan íntimas como
en otros tiempos. Al antiguo
Estado farisaicamente cristia-
no, debe suceder, en la futura
cristiandad, un Estado vital-
mente cristiano, esto es, ani-
mado por el espíritu evangé- \
lico, fruto de la colaboración
de todas las religiones cristia-
nas sea más o menos denso el
mensaje de cada una, pero sin
que haya por parte del Go-
bierno especial protección para
cualquiera de ellas.
^ El Estado tiene como fin
propio el procurar el bien tem-
poral, y en su esfera es sobe-
rano. La Iglesia, defensora del
derecho natural en todo el
mundo, tiene el derecho de ver
respetadas sus leyes y doctri-
nas por los poderes piiblicos
temporales. El Estado debe
declararse oficialmente católi-
co, debe poner al servicio de
la preservación y difusión de
la fe todos sus recursos.
*
EXPLANACION
La sentencia impugnada lleva lógicamente a la doctrina de
la separación entre la Iglesia y el Estado, condenada por el
Syllabus, prop. 55 (D. 1755), y nuevamente proscrita por
León XIII en la Encíclica "Inmortale Dei" y por el Bien-
aventurado Pío X en la Encíclica " Vehementer", y más
recientemente por la Carta de la S. C. de los Seminarios
al Episcopado Brasileño (AAS. 42, pág. 841). Además de
esto la sentencia impugnada contiene otras varias nociones
inaceptables. En rigor de expresión, se diría que el régimen
de unión entre la Iglesia y el Estado, como existió en la
- 86 —
Edad Media, representaba una fase incipiente o interme-
diaria, que los pueblos, movidos por la fuerza necesaria de
la evolución habrían superado. Pero la Iglesia no admite
el determinismo histórico evolucionista, que contiene la
negación del libre albedrío y de la Providencia divina.
E igualmente, no admite que las condiciones de la humanidad
hayan superado un régimen de relaciones sacado lógica-
mente de la Revelación y del orden natural e inmutable de
las cosas.
Menos aún puede admitir la Iglesia que tal evolución se
dé en el sentido de un indiferentismo religioso, de tal forma
que en una futura cristiandad el progreso del Estado de-
biese consistir en la igualdad de todas las religiones cris-
tianas. Léanse las proposiciones condenadas por el Syllabus,
números 77 y 79, y se verá que ésta es la doctrina de la
Iglesia. En ese célebre documento, el inmortal Pío IX con-
denó la opinión de aquellos que afirman que la equipara-
ción de los cultos significa un progreso (Prop. 77, D. 1777) ;
y la otra de aquellos que niegan que semejante equiparación
conduzca al indiferentismo religioso (Prop. 79, D. 1779).
Aun merecen reparo las palabras "cristiandad", "farisai-
co" y "vital". Una cristiandad es un orden temporal de
cosas, basado en la doctrina de Jesucristo. Si sólo la Iglesia
Católica enseña esta doctrina de modo genuino, ¿cómo
puede una cristiandad organizarse a la misma distancia de
lo que enseña la Iglesia y de lo que predican las sectas
heréticas? Un ejemplo concreto. Si tal cristiandad admi-
tiese el divorcio, ¿la organización de la familia sería cris-
tiana? Y si lo rechazase, ¿se podría decir que estaba ins-
pirada lo mismo por la doctrina católica que por las sectas
cristianas divorcistas?
Por otro lado, parece que la palabra "farisaico" suena
como una injuria a la Iglesia. Si el régimen de unión de la
Iglesia y el Estado fué lo único aceptado siempre por la
Iglesia; si, a despecho de irregularidades aquí y allá, fué
aprobado, mantenido y practicado por tantos Papas, por
tantos Reyes elevados al honor de los altares, ¿cómo se
concibe que este régimen pueda ser calificado de "farisaico"
sin deducir de ahí las consecuencias más injuriosas para la
Santa Sede y para tantos Santos?
Por lo que se refiere a "vital", ¿qué quiere decir cierta-
mente esta expresión? Vital significa lo que tiene vida. ¿No
fué vitalmente cristiana la civilización nacida de las manos
de la Iglesia en la Edad Media? ¿Hay esperanzas de que
sea vitalmente cristiano el Estado interconfesional de la
futura cristiandad?
Para terminar esta nota sería conveniente recordar que
el régimen de unión entre la Iglesia y el Estado trae como
característica necesaria la mayor independencia de la Igle-
sia con relación al poder civil, en todo cuanto sea campo
espiritual o mixto. Principalmente en los tiempos moder-
nos, este régimen fué deformado por crecientes invasiones
del Estado en la esfera eclesiástica. Hay que censurar ab-
solutamente tales invasiones, reivindicar la libertad de la
Iglesia, pero no renunciar al principio de su unión con el
Estado. Y cuando en algún país, por graves circunstancias,
la separación constituye un mal menor que la unión, porque
ésta sería deformada, es preciso temer por este país. Pues
nada de lo que se separa de Dios y de su Iglesia tiene
posibilidad de mantenerse por mucho tiempo. Uno de los
peores efectos de la separación entre la Iglesia y el Estado
— incluso siendo esta separación mal menor — es la defor-
mación que se produce en la mentalidad popular, que se ha-
bitúa a considerar en un plano absolutamente naturalista
la vida temporal. Se forman así mentalidades profunda-
mente laicistas, y es forzoso confesar que a la vista de esta
clase de relaciones es muy difícil plasmar el alma de todo
un pueblo en una recta concepción de la subordinación de
la vida temporal al servicio de Dios.
67
• El deber político de los ca-
tólicos consiste tan sólo en
promover el bien temporal. En
favor de la Iglesia ellos deben
limitarse a pedir al Estado las
libertades dadas a cualquier
asociación privada.
El católico debe obrar en
política, no sólo en el sentido
de promover el bien común en
la esfera temporal, sino tam-
bién en el de obtener que el
Estado reconozca a la Iglesia
la cualidad de entidad de de-
recho público, soberana en su
esfera, y dotada de todas las
prerrogativas que tiene como
única Iglesia verdadera.
EXPLANACION
La sentencia impugnada se resiente de la influencia de
dos errores: de la Moral Nueva, cuya aplicación en este
punto consiste en considerar el bien común temporal como
un fin en sí mismo, enteramente independiente de otra es-
íera; y de la equiparación de la Iglesia verdadera a las
iglesias falsas y a las asociaciones privadas.
Por otra parte, la sentencia impugnada conduce lógica-
mente a la proposición condenada por Pío IX en el Sylla-
bus, que declara lícita la educación ajena a la fe Católica
y a la autoridad de la Iglesia, y orientada apenas o prin-
cipalmente hacia la ciencia de las cosas naturales y el bien
terreno social (propos. 48, D. 1748). Y también conduce al
error de la proposición 54, condenada por el Syllabus, según
la cual la Autoridad Civil debe sobreponerse a la Autoridad
Eclesiástica (D. 1754).
La unidad del país en la fe verdadera constituye el más
alto de sus valores espirituales. Es obvio que tal unidad se
puede quebrantar al abrir las fronteras a corrientes inmi-
gratorias que puedan constituir quistes religiosos tan peli-
grosos en la esfera espiritual como lo son los quistes racia-
les en la esfera política. La sentencia impugnada, que peca
del laicismo de las anteriores proposiciones, prescinde de
estas consideraciones.
Por otra parte, fué directamente condenada por el Santo
Padre Pío IX en el Syllabus, prop. 78, que dice así: "Es,
pues, justo que en ciertos países católicos la Ley haya esta-
68
• En la selección de los in-
migrantes no importa su creen-
cia; basta considerar las con-
veniencias económicas, étnicas
v políticas.
■fc En la selección de inmi-
grantes debe tomarse en con-
sideración en primer lugar su
creencia y no sólo las conve-
niencias de orden económico,
étnico o político.
EXPLANACION
~ S9 -
blecido que los inmigrantes puedan ejercer públicamente
su culto, sea cual fuere" (D. 1778).
En asunto de inmigración la consideración del factor re-
ligioso debe ocupar el primer puesto. Aunque sea un dere-
cho natural de las naciones superpobladas poder encaminar
emigrantes a los países capaces de recibirlos, no obstante
es preciso que ese derecho se ejerza con las cautelas exigi-
das por el superior derecho de las poblaciones católicas, de
fidelidad a la Iglesia. En otras palabras: cuando las cir-
cunstancias obligan a países católicos a recibir inmigrantes
de países paganos o heréticos, impónese una serie de medi-
das de por sí complejas para que tal inmigración no dañe
espiritualmente a las poblaciones católicas. Véase en este
sentido toda la preocupación de la Santa Sede por la asis-
tencia espiritual a los emigrantes en la Constitución Apos-
tólica "Exsul Familia", de l." de agosto de 1952 (AAS. 44,
página 649 y ss.).
69
© Los católicos deben unirse,
en el terreno social y econó-
mico, a cualquier grupo, co-
rriente, o movimiento político
que les ayude contra el capi-
talismo. Así pueden ellos acep-
tar, con relación a los comu-
nistas, la llamada política de
la mano tendida.
¡ Los católicos pueden con-
sentir en una coincidencia de
esfuerzos con otros movimicn-
j tos, corrientes, grupos, si ca-
sualmente tienen ellos el mis-
ino fin inmediato. Esto no
autoriza, sin embargo vna
colaboración estable con ele-
mentos de otras doctrinas.
Siendo diferentes los últimos
fines, los medios empleados
y el espíritu, con que cada uno
camina hacia su fin, hay una
verdadera imposibilidad de du-
rable colaboración con los co-
munistas. Tal colaboración po-
drá, además, tornarse grave-
mente nociva para los católi-
cos y llevar al público a con-
fusiones pclinrqsas. Los cató-
licos siempre deben evitar en
- W --
sus intervenciones en cuestio-
nes sociales un aire de lucha
de clases.
EXPLANACION
La sentencia impugnada es muy conforme con los princi-
pios del laicismo e indiferentismo religioso de las anterio-
res. Subordina todas las consideraciones espirituales y doc-
trinales a la mera preocupación de éxitos ocasionales, y
favorece a los peores enemigos de la Iglesia. Recordemos
que los comunistas fueron objeto de especial condenación
por parte del Santo Oficio (día 1.° de julio de 1949, AAS., 41,
página 334).
VIH. Sobre cuestiones políticas, económicas y
sociales
70
• Jesucristo predico la pobre-
za y la humildad, la preferen-
cia por los débiles y peque-
ños. Una sociedad imbuida di-
este espíritu debe eliminar las
desigualdades sociales y de
fortuna. Las reformas políti-
cas y sociales de la Revolución
Francesa fueron consciente o
inconscientemente de inspira-
ción evangélica, ayudando a
formar una sociedad ^verdade-
ramente cristiana.
^ Jesucristo predicó el espíri-
tu de pobreza y humildad, la
preferencia por los débiles y
pequeños. Por pobreza la Igle-
sia entiende el desapego de los
bienes de la tierra, o sea, un
empleo tal de los mismos que
sirvan para la salvación del
alma y no para su perdición.
Así. nunca enseñó que el ser
rico es intrínsecamente malo:
sino que tan sólo es malo el
hacer mal uso de las rique-
zas. Por humildad la Iglesia
entiende el hecho de que el fiel
reconozca que nada tiene de
sí mismo y todo lo recibió de
Dios y que debe situarse en el
lugar que le corresponde. La
existencia de clases sociales es,
pues, condición para la prác-
tica de la virtud de la humil-
dad. En cuanto a la preferen-
cia por los débiles y pequeños
sería imposible en una socia-
dad en la que todos fuesen
iguales. La Revolución Fran-
cesa, en la 7nedida en que ten-
dió a la completa igualdad
política, social y económica, en
la sociedad ideal soñada por
sus autores, fué n movimien-
to satánico inspirado por el
orgullo.
EXPLANACION
Por cierto, las desigualdades, tanto en el dominio político
como en el social y económico, han sido a veces injustas,
y esto por dos motivos principales. O porque esas desigual-
dades eran ilegítimas y mero fruto de la opresión; o por-
que se acentuaban tanto que negaban la dignidad natural del
hombre, o los medios para vivir decente y honestamente.
Un ejemplo claro de desigualdad exagerada, es la suerte
durísima e inmerecida a que en el siglo XIX fueron lanza-
dos los obreros como consecuencia de la revolución indus-
trial (Pío XI, "Quadragesimo Anno", AAS., vol. 23, pági-
nas 195, 197-8). Contrariamente a lo que se ha dicho, la
Iglesia ha cumplido su deber de luchar contra esa situación.
Pero en tal lucha, su objetivo es una sociedad jerárquica
dentro de los límites del orden natural. Nunca la abolición
de todas las desigualdades legítimas, soñadas por los revo-
lucionarios, y en la cual se empeñan la acción de la maso-
nería y otros factores (Cfr. Pío XII, Alocución de Navidad
de 1944, AAS., vol. 37, pág. 14).
71
O La Iglesia debe hacer causa
común con la clase obrera en
la lucha contra el régimen ca-
pitalista.
j{ La Iglesij interviene en las
cuestiones sociales para pro-
teger la ley natural. Su obje-
tivo no es favorecer una cla-
- 92 ~
sé Contra ta otra, sino kacer
reinar en las relaciones entre
las clases la doctrina de Je-
sucristo. Apoya las justas as-
piraciones de los obreros lo
mismo que los derechos autén-
ticos de los patronos. El régi-
men capitalista en cuanto ad-
mite como base la propiedad
privada, en sí es legítimo. La
Iglesia combate sus abusos
pero no apoya su destrucción.
EXPLANACION
Se ha generalizado entre los católicos la idea de que la
Iglesia es como un partido trabajador, cuya finalidad fuese
sólo la defensa de una sola clase. Ella está por encima de
las clases y por encima de los partidos. Aun cuando ha
defendido las justas reivindicaciones de los obreros, jamás
la Iglesia desconoció los derechos de los patronos. Y en el
momento actual, en su alocución con ocasión del Katholi-
kentag de Viena (14 de septiembre de 1952; cfr. "Catoli-
cismo", núm. 24, diciembre 1952), dejó el Santo Padre bien
claro que la cuestión obrera candente en la primera mitad
de este siglo, ya está superada por otra más grave, que es
la lucha de clases, avivada por el socialismo. Es preciso,
ahora más que nunca, mostrar a la Iglesia como protectora
de todos, obreros y patronos, y no como abogada sistemá-
tica de unos contra otros.
En cuanto al capitalismo, es necesario disipar la confu-
sión que se estableció a este respecto en el lenguaje co-
rriente. El régimen capitalista en sí mismo, esto es, en
cuanto sistema basado en la propiedad privada y en la
libre iniciativa, y produciendo ganancias en la medida en que
lo permita la moral, es legítimo y no" se puede confundir
con los abusos a que concretamente estuvo sujeto en no
pocos lugares.
Importa, pues, distinguir la legítima defensa de organiza-
ciones obreras bien intencionadas contra los abusos del ca-
pitalismo, de la lucha de organizaciones revolucionarias, que
proclaman la ilegalidad del régimen capitalista en sí mis-
mo. Quien se asocie a estas últimas organizaciones cola-
bora con el comunismo e incurre en la censura contenida
- 93 —
en la Carta de la Sagrada Congregación de los Seminarios
al Episcopado Brasileño: "Para algunos no son suficientes
en el campo social las directrices tan humanas, tan sabia-
mente favorables a las clases trabajadoras, que la Santa
Sede, principalmente desde León XIII hasta Pío XII, ha
promulgado, sino que procuran avanzar siempre más hacia
la izquierda, hasta fomentar una verdadera simpatía por el
comunismo bolchevique, destructor de la Religión y de todo
bien verdadero de la persona humana" (AAS. 42, pág. 841).
León XIII, San Pío X, Pío XI (Cfr. "Quadragesimo
Anno", AAS. 23, pág. 199) y Pío XII enseñan que el régi-
men de salario en sí es justo y conforme a la dignidad
humana. La economía malsana del siglo XIX y del siglo XX
arrancó al régimen de salarios su verdadero carácter. Se-
gún la doctrina de la Iglesia las relaciones entre patronos
y obreros revisten un carácter familiar. Los empleados
eran, en otro tiempo, considerados como miembros inte-
grantes de la sociedad doméstica, que se componía de las
sociedades conyugal, familiar y de criados. La palabra "pa-
trono", proveniente de " paier", padre, y la palabra "criado",
derivada de la noción de que los criados eran formados y
educados en la propia casa, recuerdan bien este carácter.
Es lo bastante para demostrar que nada hay de deprimente
en la condición de empleado asalariado. Igualmente en la
atmósfera industrial y comercial, debe persistir el carácter
familiar de esas relaciones. La Iglesia quiere que los pa-
72
• El régimen de salario es
contrario a la dignidad del
hombre e intrínsecamente in-
justo. La condición del traba-
jador lleva consigo natural-
mente un derecho a ¡a parti-
cipación en la propiedad de la
empresa, en su dirección y en
sus ganancias.
•fc El régimen de salarios es
enteramente conforme con la
dignidad del hombre y del
cristiano. El contrato de tra-
bajo no lleva consigo nece-
sariamente la participación del
trabajador en la propiedad, en
la dirección o en las ganan-
cias de la empresa.
EXPLANACION
- 94 -
tronos y los obreros sean entre sí, en la medida de lo po-
sible, como miembros de una misma familia, padres e hijos
que colaboran al bienestar común.
Desde el p nto de vista de la justicia, el salario es un
sistema satisfactorio de remuneración, siempre que cumpla
las condiciones establecidas por Pío XI: Suficiente para
mantener honesta y dignamente al obrero y su familia. En
la honesta y digna manutención, se incluye la cantidad ne-
cesaria para que el obrero previsor pueda formar un pe-
culio.
La participación del obrero en las ganancias de la em-
presa, es presentada por Pío XI y Pío XII como recomen-
dable; nunca, sin embargo, como obligatoria (Cfr. alocu-
ción al Katholikentag, arriba citada). En ciertos casos pue-
de producir buenos frutos. Pero no es una panacea que
deba ser siempre aplicada. Y sobre todo no puede ser im-
puesta por ley a todo un país. Lo mismo se puede decir
de la participación del obrero en la propiedad de la em-
presa o en su dirección. En cuanto a este último punto,
el sentido en que la Doctrina Católica admite esta parti-
cipación es tal, que retiene en las manos del propietario
de la empresa el poder de decisión y la responsabilidad
de la marcha de la fábrica o del establecimiento de comer-
cio (AAS. 41, pág. 285).
La sentencia impugnada, llevada a sus últimas conse-
cuencias, representaría la abolición de la desigualdad de
clases, término último soñado por todos los revolucionarios.
73
• Según San Agustín, el úni-
co propietario de las riquezas
es Dios. El hombre no pasa de
administrador. Las riquezas
pertenecen, por consiguiente,
a la comunidad o colectizidad
y el propietario no pasa de
mero administrador de ellas
para el bien común.
Según San Agustín, el
propietario supremo de las ri-
quezas es Dios. De ahí pro-
viene que el propietario debe
hacer uso de sus bienes según
la voluntad soberana de Dios.
Dios, sin embargo, no se iden-
tifica con ¡a colee ti: idad. Si
el dominio de Dios sobre todas
las riquezas es absoluto, el
dominio de la colectividad no
lo es. Trasladar los derechos
- 95
de Dios a la coíectiindad,
equivale a divinizar al Estado
y sacrificar al individuo.
EXPLANACION
La sentencia impugnada es " estatólatra" , y por eso llega
a conclusiones que sólo en una concepción de adoración del
Estado serían admisibles. De hecho, el régimen de pro-
piedad individual procede de la idea de que el Estado no
es un Dios ni un fin en sí mismo, sino apenas un medio.
Por lo cual, la posición del propietario consiste en el ejer-
cicio de un derecho personal y propio y no en el ejercicio
de un derecho delegado por el Estado. Y por eso decimos
que el propietario no puede ser confundido de ningún modo
con un mero gerente. Lo que caracteriza al gerente es el
ejercicio de derechos que no le son propios, sino que le
fueron delegados. Y éste es el motivo por el cual la dis-
tinción entre propietario y gerente es corriente en todas
las legislaciones en los países no comunistas.
La sentencia impugnada se confunde con el llamado "SO-
CIALISMO AGRARIO", que niega la propiedad sobre la
74
• El único título de propie-
dad, en sentido estricto, es el
trabajo, de modo que el hom-
bre sólo es propietario de lo
que produce personalmente.
Las riquezas naturales que po-
see no le pertenecen de modo
absoluto; de ellas apenas es
administrador, y las posee en
la medida que las administra
porque la propiedad absoluta
de estas pertenece a la co-
lectividad.
-fc Enseña León XIII que el
título originario de la propie-
dad no es el trabajo sino la
ocupación. De manera que el
hombre es propietario no sólo
de su trabajo, sino también
de las riquezas naturales, esto
es, no sólo del fruto de la
tierra, sino también de la pro-
pia tierra. Esta última la po-
drá explotar por sí o por
otros.
EXPLANACION
- % —
tierra, condenado por los sociólogos católicos apoyados en
la argumentación con que León XIII en la "Rerum Nova-
rum" justifica la propiedad privada. Y de hecho, en esa
Encíclica enseña el Papa que el hombre tiene también
derecho a los bienes de raíz, legítimamente adquiridos.
75
• De por sí la Herra no es
susceptible de apropiación in-
dividual, pues pertenece a la
colectividad. Así, las personas
que viven de la tierra deben
pagar a la colectiz'idad las
ventajas que sacan de la uti-
lización exclusiva de ella. Este
impuesto, el Estado puede per-
cibirlo por medio de un sis-
tema tributario que haga re-
caer sobre la tierra todos los
impuestos. Y como la tierra
es la fuente natural de todos
los bienes, tal tributo debe
bastar para atender a todas
las necesidades del Estado.
•
^ La tierra, como otros bie-
nes muebles o v: muebles, es
susceptible de apropiación in-
dividual. Así, el propietario
de la tierra, no debe pagar al
Estado por la utilización ex-
clusiva de ella. Los impuestos
deben recaer sobre los pro-
pietarios lo mismo que sobre
cualquier otra persona, de
acuerdo con la Justicia distri-
butiva. La tierra no es la ínti-
ca fuente de bienes económi-
cos. Un impuesto que recaye-
se exclusivamente sobre la
tierra, destruiría la economía
privada y sería insuficiente
para atender a los gastos nor-
males del Estado.
EXPLANACION
La sentencia impugnada es una de las clásicas tesis del
"Socialismo Agrario" de Henri George. La Iglesia está
lejos de asociarse a esta fobia de la propiedad territorial.
En esta propiedad ve, por el contrario, un precioso apoyo
para la estabilidad de las familias, de las clases sociales,
de. las asociaciones piadosas y de caridad, así como también
de los Institutos Eclesiásticos.
- 97 -
7
• Los grandes latifundios son
intrínsecamente malos, porque
son contrarios a la doctrina
Cristiana que sólo admite la
pequeña propiedad, más con-
forme con la igualdad que
debe reinar entre los hombres.
76
Es deseable que la propie-
dad se extienda lo más posible
entre los hombres como com-
plemento natural de la per-
sonalidad. La prosperidad so-
cial, no obstante, permite, y a
veces exige, que al lado de la
pequeña propiedad existan las
medianas y las grandes. La
igualdad entre los hombres
debe entenderse, no en sen-
tido nivelador, sino en sentido
proporcional : los derechos y
las responsabilidades corres-
; ponden a la situación que la
persona tiene en la sociedad.
EXPLANACION
Como la propiedad tiene también una función social, hay
límites necesarios para la gran propiedad: cuando favorece
la improductividad de las riquezas en detrimento del bien
común; cuando concentra tanto las riquezas en manos de
pocos y reduce a* los otros a la miseria, pobreza o esclavi-
tud, o impide a parte notable de los hombres el hacerse
propietarios.
Sobre la legitimidad de los grandes latifundios se pronun-
ció el Santo Padre en la alocución del 2 de julio de 1951 a
los participantes del Congreso reunido en Roma para mejo-
rar la condición de vida del obrero agrícola (AAS. 43, 1951,
página 554 y ss.)- Dice el Papa después de hablar sobre
la conveniencia de la pequeña propiedad rural: "De eso no
resulta que se niegue la utilidad, y muchas veces la nece-
sidad, de empresas agrarias más vastas".
-98 —
77
• La cuestión social es una
cuestión de mera justicia en
el campo económico. Para re-
solverla no se debe apelar a
la caridad.
^ La cuestión social es antes
que nada una cuestión moral
y religiosa (León XIII, En-
cíclica "Graves de communi").
Envuelve cuestiones de justi-
cia y caridad, y nunca será re-
suelta por la práctica de los
meros deberes de justicia.
EXPLANACION
La sentencia impugnada estaría conforme con el mate-
rialismo histórico, pues no tiene en consideración alguna,
en la cuestión social, la existencia del alma humana, sino
sólo el cuerpo y sus necesidades. De hecho, la Iglesia en-
seña que la cuestión social es principalmente moral, y como
todas las cuestiones morales son religiosas, es esencial-
mente religiosa. León XIII en la "Rerum Novarum" en-
seña que la cuestión social sólo tiene solución posible ad-
mitiéndose dos principios: 1 — la desigualdad social; 2 — la
necesidad de la unión de las clases sociales. Desenvolviendo
este segundo principio señala los medios que se han de
emplear para conseguir esta unión, y son: a) — Justicia;
b) — La amistad, que lleva a los ricos a atender no sólo
a los deberes de estricta justicia, sino también a ser gene-
rosos en el empleo de sus bienes superfluos. Y añade que
este deber de la limosna es verdadera obligación moral, y
la Providencia así lo dispuso para fomentar la unión entre
las clases. Fué ése el designio de la Providencia cuando
a unos les dió más que a otros, ya en talentos, ya en ri-
quezas: para que los unos sirviesen a los otros dando de
lo superfluo a estos últimos, y así todos viviesen unidos y
amigos, c) — En tercer lugar, el sentimiento de caridad
cristiana, penetrando también en las otras relaciones entre
ias clases, impregna la vida social de aquella suavidad or-
denada que es la perfección de la convivencia humana. —
Lejos está, pues, León XIII de restringir la cuestión social
a los estrechos y mezquinos límites del "do ut facias". El
Pontífice afronta la cuestión de modo humano, con aquella
— 99 —
amplitud con que Dios Nuestro Señor hizo todas las cria-
turas para un mismo fin último, que debe de ser conseguido
mediante el auxilio que se prestan unos a otros aquí en la
tierra.
En la "Graves de communi", escrita diez años más tarde,
en 1901, León XIII declara categóricamente que la cues-
tión social no se resuelve sólo con el aumento del jornal
y la disminución de horas de trabajo y otras medidas de
esa naturaleza. La paz social es fruto de la virtud, que sólo
la religión puede inculcar sólidamente.
78
9 L,a Iglesia se equivocó cuan-
do en el pasado aprobó los
regímenes monárquicos y aris-
tocráticos que fomentan las
desigualdades y el orgullo de
clase y son, por tanto, incom-
patibles con el espíritu evan-
gélico.
i -je En sí la Iglesia conside-
ra igualmente compatibles con
¡ sus principios y, por consi-
guiente, con el espíritu evan-
gélico, los tres regímenes ; mo-
nárquico, aristocrático y de-
mocrático. Santo Tomás de
Aquino nos enseña que, en
principio, el mejor régimen es
el monárquico, pero que, da-
das las contingencias humanas,
| el mejor sistema de Gobierno
l debe contener elementos de
! cada uno de esos tres regí-
| menes (S. T. 1.a 2.ae, q. CV,
í a. 1, c. et ad l.um).
EXPLANACION
La sentencia impugnada fué condenada por San Pío X en
la Carta Apostólica "Notre Charge Apostolique" contra "Le
Sillón", organismo de propaganda modernista dirigido por
Marc Sangnier. En ese documento declara el Santo Padre
que la civilización cristiana, según León XIII, es posible
en cualquiera de las tres formas de gobierno.
Además, la sentencia impugnada dimana del falso princi-
pio de que la igualdad plena entre los hombres fué ense-
— 100 —
fiada por Jesucristo. Todos los documentos pontificios rela-
tivos a cuestiones sociales, establecen como base querida
por la Providencia la desigualdad de clases. Así, por ejem-
plo, la "Rerum Novarum", la "Quadragessimo Anno", la
alocución del Santo Padre en Navidad de 1944, etc.
79
• La democracia cristiana
consiste en el Gobierno del
pueblo, esto es, de la mayoría.
¡
La "Democracia Cristia-
na" es una expresión usada
para indicar ciiarquier Gobier-
no que promueva el bien co-
mún bajo la ley de Dios, sea
ese gobierno monárquico, aris-
tocrático o democrático. Es lo
que enseña León XIII cuando
dice que la democracia cris-
tiana "Xo debe absolutamente
tener preferencias por ninguna
forma de Gobierno" (Encícli-
ca "Graves de communi"). La
forma democrática de Gobier-
no es compatible con la doc-
trina cristiana en la medida
en que significa la participa-
ción del pueblo en los nego-
cios públicos. Pero por «pue-
blo» la Iglesia no entiende la
mayoría numérica, inorgánico.,
esto es, la masa, sino toda la
población, teniendo en cuenta
¡as legítimas diferencias de
clases, de región, etc. Así, ta
democracia legítima no es el
dominio de las clases más nu-
merosas sobre las menos nu-
merosas, de 'a masa sobre ¡a
clase escogida, sino la justa y
proporcioyuida influencia de las
clases, familias, regiones y
grupos sociales, en los nego-
cios públicos.
— 101 —
EXPLANACION
La diferencia entre el concepto católico y el concepto
corriente de democracia procede de la manera diferente de
entender la palabra "Pueblo". Para la Iglesia, pueblo es,
en cierto sentido, contrario a masa. Pío XII dice. "Pueblo
y multitud amorfa o, como se acostumbra a decir, masa,
son dos conceptos diversos. El pueblo vive y se mueve por
sí mismo; la masa es por sí misma inerte, y sólo puede
ser movida desde el exterior. El pueblo vive de la plenitud
de la vida de los hombres que lo componen, cada uno de
los cuales — en su propia posición y según su modo pro-
pio— es una persona consciente de las respectivas respon-
sabilidades y convicciones. La masa, por el contrario, es-
pera el impulso del exterior, fácil juguete en manos de
quien quiere explotar los instintos y las impresiones, pronta
a seguir, alternativamente, hoy esta bandera y mañana
aquélla. Por su exuberancia, la vida.de un verdadero pue-
blo se difunde, abundante, rica, en el Estado y en todos
sus organismos, comunicándoles con vigor, incesantemente
renovado, la conciencia de su propia responsabilidad, el
verdadero sentido del bien común" (Alocución de Navidad
de 1944).
Por consiguiente, para la mayor parte de los demócratas
el pueblo es precisamente lo que Pío XII llama masa. Es
lo que se deduce de las palabras del Papa gloriosamente
reinante :
"Por todas partes la vida de las naciones está disgregada
por el culto ciego del valor numérico. El ciudadano es elec-
tor; pero, como tal, no es en realidad sino una de las uni-
dades cuyo total constituye una mayoría o una minoría, que
el simple desentono de algunas voces, cuando no una sola,
basta para falsificar. Desde el punto de vista de los parti-
dos, el elector no cuenta sino por su poder electoral, por
el concurso que su voto da: En su situación y en su papel
dentro de la familia y de la profesión no se piensa" (Alo-
cución a los dirigentes del Movimiento Universal pro-Con-
federación Mundial en 1951).
La democracia, en el sentido aceptable de la palabra,
jamás se identifica con el mito revolucionario de la sobe-
ranía popular. Todo poder viene de Dios. El pueblo — y
por "pueblo" entiéndase, como arriba se dijo, por oposición
a masa — apenas puede escoger los que han de gobernar
con autoridad que les viene de Dios.
— 102 —
80
• Los católicos deben prefe-
rir el Socialismo al libera-
lismo.
•fc Los católicos no deben
aceptar ni el Liberalismo ni
el Socialismo.
EXPLANACION
Según la doctrina de la Iglesia, tanto el régimen Liberal
como el Socialista, son malos y, llevados a sus últimas
consecuencias, producen la completa subversión de la vida
social.
Los católicos deben, por tanto, promover la instaura-
ción de un régimen que se halle en un terreno enteramente
diverso. La sentencia impugnada tiene el defecto de pre-
sentar el Liberalismo y el Socialismo como contrarios uno
al otro. En realidad, como afirma León XIII, el Libera-
lismo es causa del Socialismo, y, en la concepción laica e
inorgánica de nuestros tiempos, es imposible salir de un
extremo sin caer en el otro. Considérese una sociedad en-
tregada al paganismo. Si la autoridad se muestra liberal y
condescendiente, si las leyes conceden mucha facilidad de
movimientos a los particulares, el alarmante desencade-
narse de las pasiones, producirá, por fuerza, la anarquía.
El mantenimiento del orden exige una tal cantidad de
leyes, decretos, reglamentos, tantas intervenciones públi-
cas para asegurar la realización de las incontables funcio-
nes estatales, que el ciudadano aislado, desarmado, aterro-
rizado, se volverá en poco tiempo grano de polvo, esclavo
desarmado delante del Estado Moloch.
Los fundamentos de la verdadera solución, opuesta al
Liberalismo y al Socialismo, se encuentran en las siguien-
tes palabras del Soberano Pontífice:
"El Estado no contiene en sí ni reúne mecánicamente en
determinado territorio una amorfa aglomeración de indivi-
duos; es él, y debe ser en realidad, la unidad orgánica y or-
ganizadora de un verdadero pueblo" (Alocución de Navidad
ae 1948).
D ANTONIO DE CASTRO MAYER
OBISPO DE CAMPOS (BRASIL)
DIRECTRICES
2. — A fin de que vuestra acción al combatir estos erro-
nes sea más completa, os recomiendo aún la mayor precisión
de lenguaje. En escritos religiosos contemporáneos, des-
tinados, no pocas veces, a la divulgación entre el pueblo
fiel, se leen palabras que estarían mejor empleadas en tra-
bajos de carácter estrictamente técnico, destinados a es-
pecialistas. Estos términos o palabras pasan, como es natu-
ral, de los escritos a la predicación, a las conferencias y
reuniones de las asociaciones religiosas, hasta tornarse
corrientes en ciertos medios. De estos términos, si algunos
son excelentes, otros son simplemente susceptibles de buen
sentido, y otros, por fin, son ininteligibles. De todo esto
resulta gran confusión para el público a que están desti-
nados. Citemos algunos: iglesia pneumática, vivir en el
pneuma, espiritualidad transpsicológica, antropocentrismo
religioso, espiritualidad cristocéntrica, vivir en una tensión
fortísima, virtutocentrismo, moralismo, etc.
2. — Al tratar de la Santa Misa, conviene acentuar siem-
pre que la Consagración es su parte esencial más impor-
tante; que la Misa, como verdadero Sacrificio de la Nueva
Ley, tiene cuatro fines: Latréutico, Eucarístico, Propicia-
torio e Impetratorio. Y que la Comunión es medio exce-
lente de participar del Santo Sacrificio, de manera que
excluya la idea de que la simple asistencia a la Misa es
más importante que la Comunión Sacramental.
3- — Al exponer la Doctrina del Cuerpo Místico, hay que
evitar cualquier expresión que pueda inducir a un concepto
panteísta.
4- — Al inculcar la devoción al Eterno Padre no debéis
hablar de Jesucristo exclusivamente como de simple Me-
diador. Tal manera de proceder induciría a los fieles a
pensar que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad
no puede ser objeto de nuestra adoración, sino simple in-
termediario entre nosotros y Dios Nuestro Señor. Este
cuidado se debe tener especialmente en las regiones donde
más extendido está el Espiritismo, que, como sabéis, ama-
dos Cooperadores, niega la Divinidad de Jesucristo.
— 107 —
5. — Recordemos que, según la "Mediator Dei", está fuera
de camino el que repudia y reprueba el canto polifónico,
aun cuando sea conforme a las normas emanadas de la San-
ta Sede (AAS. 39, págs. 545-6). La misma encíclica reco-
mienda el canto religioso popular (ib., pág. 590).
6*. — Sobre el uso del latín en la Sagrada Liturgia, atien-
dan nuestros carísimos Cooperadores a lo que sabiamente
dijo el Santo Padre Pío XII, en la misma "Mediator Dei":
"El uso de la lengua latina vigente en gran parte de la
Iglesia es una señal clara de la unidad y un eñcaz remedio
contra corruptelas de la pura doctrina" (AAS. 39, pág. 545).
7- — No pierdan ocasión de inculcar verdadera devoción
al Santo Padre el Papa, y, en grado menor, al Obispo Dio-
cesano.
En este punto es preciso evitar cierta tendencia que,
con el laudable deseo de estrechar los lazos de caridad
entre las ovejas y el Pastor local, presenta una tal idea
del Obispo que le confiere una especie de infalibilidad y
le coloca casi al lado del Santo Padre, el cual en este con-
cepto no pasaría de un simple fiscal de los Obispos. Ense-
ñad en esta materia de las relaciones entre el Papa y los
Obispos la doctrina exacta.
Nuestro Señor Jesucristo instituyó en la Iglesia una
sola Jerarquía de gobierno, compuesta de dos grados ar-
mónicos: El Papa, y, a él subordinados, los Obispos (ca-
non 108, 3.°). La unidad de esta Jerarquía es noción in-
dispensable para que los fieles se sepan situar ante ella.
Viéndola como un solo todo que tiene en la cúspide al
Soberano Pontífice, fuente de toda jurisdicción en la Igle-
sia, considerando en la misma perspectiva a los Obispos y
d\ Papa, el fiel tributará a todos ellos el respeto, la vene-
ración y el amor que se les debe.
En esta perspectiva, conviene recordar que la plenitud
del poder la tiene el Romano Pontífice, que tiene juris-
dicción directa e inmediata sobre los Obispos y los fieles.
La jurisdicción de los Obispos, sucesores de los Apósto-
les, se ejerce en armonía con la jurisdicción pontificia y
con dependencia de ésta.
Este es el cuadro normal de la Iglesia. Querer inculcar
— 108 —
una devoción al Papa enteramente diversa y hasta opuesta
a la devoción al Obispo, y viceversa, pretender inculcar una
devoción al Obispo diversa y opuesta a la devoción al
Papa, sería negar implícitamente la unidad armónica de la
Jerarquía.
Amemos con extremada caridad al Papa y al Obispo, a
cada cual según la posición y en la medida de los poderes
que Nuestro Señor Jesucristo les confirió.
Los fieles más devotos de su Obispo — y todos los cató-
licos deben serlo — no vacilarán en mostrarse respetuosí-
simos con la Suprema Autoridad del Romano Pontífice, en
toda la extensión en que ésta le fué dada por el Fundador
de la Iglesia.
8. — Sobre el Magisterio Eclesiástico, enseñad que, sien-
do el Magisterio Pontificio infalible, y el de cada Obispo,
aunque sea oficial, falible, es posible a la humana fragi-
lidad de uno u otro Obispo caer en error; y la Historia
registra algunos de esos casos, que producen, como es cla-
ro, las más peligrosas consecuencias. Esto no obstante,
no se puede dejar de enseñar a los fieles cómo deben obrar
en tales contingencias. En esas circunstancias tan doloro-
sas, el primer deber de los fieles es mantener todo el res-
peto a la persona sagrada del Pastor que les fué dado por
la Providencia y acatar fielmente sus órdenes en todo cuan-
to no se oponga a la fidelidad directa y más alta que deben
al Vicario de Cristo.
9> — Inculcad también veneración al celibato eclesiásti-
co, que constituye una de las más preciadas glorias del
pensamiento católico y de la Iglesia Latina.
10- — Al tratar de las relaciones entre la Teología y la
Filosofía, no adoptéis nunca un lenguaje que niegue, ex-
plícita o implícitamente, el principio de que la Filosofía
es un auxiliar de la Teología y la verdadera sabiduría está
en la Revelación, dádiva misericordiosa de Dios, para ilu-
minar a las almas y dirigirlas a la salvación.
No se pierda ocasión de inculcar admiración por la Fi-
losofía Escolástica, evitando actitudes de indiferencia entre
esta Filosofía y otras. Igualmente, no se consienta en se-
ñalarla como superada por las nuevas corrientes del pen-
samiento moderno o nuevas escuelas apologéticas.
— 109 —
11- — Todo modo de hablar de los católicos sea sobre-
natural. No tenemos motivos para temer afirmar en cual-
quier momento que creemos en la Revelación, en la Gracia,
en la Divinidad de la Iglesia. La Fe es el mayor don de
Dios. La Fe nos confirma en los conocimientos más ne-
cesarios para la elevación de nuestra naturaleza y para
orientar nuestro proceder en el camino hacia nuestro eter-
no destino. Sería lamentable que para no desagradar al
mundo tuviésemos miedo de afirmar nuestra Fe. Daríamos
la impresión de que no es sólida y de que a nuestro modo
de ver todas las religiones son iguales.
12- — En este mismo sentido reprobamos el sistema de
apologética que emplea sólo argumentos de razón y se con-
tenta con elevar las almas a una religión meramente natu-
ral, esperando que las irremediables insuficiencias de la
religión natural' llevarían a las almas a encontrar por sí
mismas la Revelación.
13- — Igual prudencia en el modo de hablar se recomien-
da con relación a los problemas sociales. No debemos pa-
recer soldados de otra causa que no sea la nuestra, ni dar
la impresión de un exclusivismo incompatible con la san-
tidad de nuestra misión; sobre todo no halaguemos al
gran poder de hoy día que es la multitud, dándole a en-
tender que nos asociamos al progreso revolucionario, que
está llegando, con el comunismo, a la última etapa de la
destrucción del mundo occidental. Oímos a veces afirmar
que la Iglesia es revolucionaria y que si no descubre en-
teramente sus posiciones es solamente porque precisa aún
de los ricos para construir templos. Es fácil percibir cuánto
oportunismo, degradante naturalismo y profunda corrup-
ción doctrinal encierra esta frase. La Iglesia no está ai
servicio de "mamón" en la lucha contra la demagogia y
el Socialismo. Y mucho menos es una esclava de la mul-
titud. Somos el Cuerpo Místico de Cristo, que está incon-
mensurablemente por encima de todo esto, y que lucha
para implantar en la tierra el reino de la justicia y de la
caridad, sin acepción de personas.
14- — Mayor precaución aún se recomienda en la forma-
ción de la pureza y en la explicación de los deberes conyu-
gales. La Moral Católica, así como las costumbres tradicio-
nalmente seguidas en la Iglesia, resguardan perfectamente,
en el trato de estos delicados asuntos, todas las conve-
niencias de la virtud.
En esta atmósfera de creciente corrupción, es necesario
que nos agarremos con redoblado fervor a nuestros prin-
cipios y tradiciones. Debemos evitar, no sólo lo que es
malo en nuestra conducta, sino también cualquier actitud
que pueda expresar aprobación por nuestra parte de la
atmósfera sensual del mundo moderno.
La pureza supone, para su práctica plena y estable, todo
un ambiente de dignidad, gravedad y recato. Es inútil ima-
ginar que esta virtud pueda existir en grupos donde no se
evita cuidadosamente no sólo el pecado, sino todo aquello
que se puede calificar como aliento del mal. Por esto, no
admitan ios fieles en su convivencia chistes o expresiones
más o menos equívocas, canciones carnavalescas, palabras
de doble sentido cuya trivialidad excesiva no esté conforme
con la dignidad que debe reinar en ambientes católicos.
15- — Al considerar los problemas relativos a la acción
de la Iglesia en nuestros días, Nuestros amados Coopera-
dores sean realistas, sin pactar, sin embargo, con el espí-
iitu de novedad que ataca todo cuanto es antiguo sólo por
ser antiguo, y tiende a alabar todo cuanto es nuevo sólo por
serlo, y así se apartan del verdadero espíritu tradicional
de la Santa Iglesia, como enseña la Carta de la Sagrada
Congregación de los Seminarios al Episcopado brasileño:
"El espíritu de novedad no dejará de criticar nada de
cuanto hasta hoy, aun con visibles ventajas, se había prac-
ticado. Se aprovechará de cualquier abuso, y aun de cual-
quier exageración en una costumbre tradicional o en un
método de apostolado, para ridiculizar y hostilizar todo el
conjunto" (AAS. 42, pág. 840).
* * * *
Amados Hijos y amados Cooperadores, es muy necesa-
rio al Sacerdote el instruir. Pero, ¿de qué vale la ins-
trucción si no va acompañada del amor? "¡Ay de la cien-
cia — exclamaba Bossuet — que no se transforma en amor y
en acción!"
— 111 —
Conocer a Dios y a su Santa Iglesia es una condición
normal para la salvación. Pero además de conocer a Dios
es preciso adorarle; además de conocer la doctrina de la
Santa Iglesia es necesario amarla con un amor entusiasta
y extremado, reflejo limpio y ardiente del amor que tribu-
tamos al propio Dios.
Exponiendo a vuestros feligreses los errores que seña-
lamos, exponiéndoles sobre todo las verdades que a estos
errores se contraponen, formadlos de manera que no se
queden sólo con su conocimiento, sino que lleguen tam-
bién a amarlas. En otras palabras, infundid en sus almas
aquel amor ardiente a la ortodoxia, aquella dedicación a
la causa católica de la que sois naturalmente, como sacer-
dotes, ejemplos vivos y edificantes.
Esta virtud del sentido católico debéis pedirla para vues-
tros feligreses, como Nos mismo la pedimos para Nos y
para todos nuestros diocesanos, con pobre pero constante
oración. Enseñadles también a pedirla para sí mismos. Y
para que Nuestras preces, las vuestras, amados Hijos y
dilectos Cooperadores, y las de todos nuestros queridísi-
mos diocesanos sean oídas por Dios, al terminar esta carta
volvamos Nuestros ojos humildemente al Sagrado Corazón
de Jesús, abismo de todas las virtudes, horno de caridad,
centro y modelo de todos los corazones. Pueda la tibieza
de nuestras almas transformarse en celo ardiente al con-
tacto de las llamas que brotan del Corazón Divino. Nues-
tras faltas, nuestras miserias, nuestra indignidad, atraigan
sobre nosotros la misericordia de aquel Corazón Divino
que es un abismo de caridad. Las gracias cuya fuente es
ese Divino Corazón, desciendan en toda su plenitud sobre
nosotros, iluminando nuestras inteligencias, fortaleciendo
nuestras voluntades, para que alcancemos en toda la me-
dida que nos fué señalada, aquella santidad, anhelo supremo
de nuestra alma.
Para que esto se realice y recibamos la plena efusión de
las gracias del Corazón de Jesús, acerquémonos al Corazón
Inmaculado de María, necesario canal por donde nuestras
oraciones llegan al Corazón de Jesús, y por donde las gra-
cias del Corazón de Jesús vienen hasta nosotros.
El Corazón Inmaculado de María se manifestó en nues-
tros días a los pastores de Fátima llamándolos a penitencia
y prometiéndoles las más escogidas gracias.
— 112 —
Atendamos al llamamiento de este Corazón maternal y,
confiando en su intercesión, trabajemos, queridos Hijos y
amados Cooperadores, para que se implante cuanto antes
en nuestra Diócesis el Reino del Sagrado Corazón.
Con los ojos puestos en este ideal, a todos vosotros y
Nuestros amados hijos, vuestros feligreses, damos con pa-
ternal afecto Nuestra bendición pastoral. En el Nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
t Antonio, Obispo de Campos.
Escrito y publicado en Nuestra Ciudad Episcopal de
Campos, con el sello y señal de Nuestras Armas, el 6 de
enero de 1953, fiesta de la Epifanía de Nuestro Señor Je-
sucristo.
t Antonio, Obispo de Campos.
— 113 —
MANDATO
Nomine Domini invocato,
Tenemos a bien determinar que
1. La materia de esta Nuestra Carta Pastoral sea expli-
cada al pueblo a la hora de la Misa dominical;
2. El Catecismo y sus directrices, que forman parte de
esta Nuestra Carta Pastoral, sean explicados, por partes,
en las reuniones de las Asociaciones religiosas y de Apos-
tolado para la formación católica de los miembros de estas
Asociaciones;
3- Su recibimiento y la materia de esta Carta Pastoral
sean registrados en el libro de "Tombo" y un ejemplar in-
cluido en el Archivo Parroquial.
Escrita y publicada en Nuestra Ciudad Episcopal de
Campos, con el sello y señal de Nuestras Armas, el 6 de
enero de 1953, fiesta de la Epifanía de Nuestro Señor Je-
sucristo.
t Antonio, Obispo de Campos.
— 114 —
INDICE
— Carta Pastoral sobre problemas del aposto-
lado moderno *
— Catecismo de verdades oportunas que se opo-
nen a los errores contemporáneos 19
I. — Sobre Liturgia 21
II. — Sobre la estructura de la Iglesia 33
III. — Sobre métodos de apostolado 48
IV. — Sobre la vida espiritual 59
V. — Sobre la moral nueva 68
VI. — Sobre racionalismo, evolucionismo y lai-
cismo 79
VII. — Sobre las relaciones entre la Iglesia y el
Estado 86
VIII. — Sobre cuestiones políticas, económicas y
sociales 91
— Directrices IOS
— Mandato 114
— 115 —
1 1012 01315 6114
E LIBRO SE ACABÓ DE IMPRIMIR EL DIA 31 DE MAYO.
ESTIVIDAD DE LA REALEZA DE MARIA,
EN LOS TALLERES TIPOGRÁFICOS DE PABLO LOPEZ,
MELÉNDEZ VALDES, NUMERO 17 - MADRID
SumUÍom \). a AVANZAR
Organo mensual de la Obra de
Cooperación Parroquial de Cristo Rey
Suscripción anual: 24 pesetas
y al
BOLETIN DELA CAMPAÑA PRO MORALIDAD
(sale cada dos meses)
Suscripción anual: 12 pesetas
H . AA / '
LA CAMPAÑA PRO MORALIDAD
pretende trabajar de modo muy práctico contra la
inmoralidad que va invadiéndolo todo.
Edita un boletín, publica numerosos folletos y hojas
volantes, sobre todo procura ejercer una acción directa
visitando, escribiendo, haciendo gestiones en centros
oficiales, dirigiéndose a los profesionales más influyen-
tes en cuestiones morales, etc..
La campaña comprende tres grupos: a) Colabora-
ción activa; b) Compromiso de observar determinadas
reglas de modestia y decencia; c) Ayuda económica.
I' |If¡ lili ' W ■ ' :
Informes: Santa Clara, 4, 2.°
Teléfono 22 66 07
MADRID
desea cooperar lo más directamentae posible a la re-
crisfianización del mundo, infundiendo a los hombres
la Fe de los primeros cristianos y animando todos los
movimientos.
Para eso se esfuerza en proporcionar a los HOM-
BRES de todas las clases sociales unos EJERCICIOS
Espirituales intensos, a fin de que formen alrededor
de los Rvdos. Sres. Curas Párocos una Legión de
Cristianos perfectos, ensueño del Santo Papa Pío X,
base espiritual de la Acción Católica, levadura para
un mundo mejor.
Fin inmediato: formación de las Legiones Parro-
quiales de Cristo Rey.
Medio esencial: Ejercicios internos según el méto-
do de San Ignacio, en "tandas de Unión" de seis días
completos. Boletín mensual ilustrado: "AVANZAR"...
INFORMAS :
ESPAÑA: Casa "Cristo Rey, Pozuelo de Alarcón (Madrid). San-
ta Clara, 4, 2.°, tel. 2266 07. Madrid.
URUGUAY : Casa "San José". Casilla 78. Salto.
ARGENTINA : Casa "Nuestra Señora de Fátima", Juan José
Paso 8345 {Fisherton), Rosario (Santa Fe).
HHHHH 6 ptas.
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04:15-«8 32188