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Full text of "Circular y recuerdos de la reverenda madre Maria Angela del Santisimo sacramento : Carmelita descalza 1881-1944, monasterio de Carmelitas descalzas de Santa Teresa, talca"

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LIBRARY  OF  .^RINCíTON 


DEC  2  2  2000 

THECLOGICAL  SEf/lKARY 


BX  3214   .C5  M66  1945 
Montreal  MarMn,  Dolores. 
Circular  y  recuerdos  de  la 
reverenda  madre  María 


Digitized  by 

the  Internet  Archive 

in  2014 

https://archive.org/details/circularyrecuerdOOmont 


UN  ALMA  DE  SELECCION 


María  Angela  del 
Santísimo  Sacramento 


CARMELITA  DESCALZA  DEL 
MONASTERIO    DE  TALCA 


en   el  mundo 

Dolores  Monreal  Marín 

A.  D. 

19  4  5 


OF  pntÑcirS^ 

OCT  17  2000 


Ohaiia-  Jlng.eía-  .del- 
yfantítíifno^  s^aci amento- 

Carmelita  Descalza  del 
Monasterio    de  .Talca 


CIRCULAR    Y  RECUERDOS 


DE  LA 


REVERENDA  MADRE 

MARIA  ANGELA  DEL 
SANTISIMO  SACRAMENTO 

Carmeüra  Descalza  1881-1944 

Monosíerio  de  Cormellros 
Descalzas    cié    Sonra  Teresa 


TALCA 


EDITORIAL  "LA  SALLE" 

SAN  DIEGO   153  —  CASILLA  1743 
SANTIAGO  DE  CHILE 


Carta  que  el  Excmo.  Señor  Obispo  de  Talca  dirige 
a  la  Rvda.  Madre  Priora  del  Monasterio  de 
Carmelitas  Descalzas  de  esta  ciudad 


Talca,  marzo  de  1945. 


Muy  Rvda.  Madre  Priora: 

He  sido  informado  que  pronto  aparecerá  la  Carta  Circular 
a  los  demás  Monasterios  del  Carmen  en  la  cual  V.  R.  da  a  co- 
nocer algo  de  las  virtudes  que  adornaron,  en  la  vida,  a  la  Re- 
verenda Madre  María  Angela  del  Santísimo  Sacramento. 

Bendigo  de  todo  corazón  esta  idea  llamada  a  mostrar  las 
ascensiones  de  un  alma  que  supo  darse,  con  generosidad  plena 
a  Dios  y  a  quien  el  Señor  recompensó,  derramando  sobre  ella 
singulares  dones  de  predilección. 

Dos  características  adornan  su  vida:  su  serenidad  de  mente  y 
su*  firmeza  de  voluntad. 

La  Madre  María  Angela  poseía  un  alma  establecida  en  paz; 
de  ahí  su  serenidad  de  mente.  El  "nada  te  turbe"  de  la  letrilla  de 
su  Santa  Fundadora,  era  para  ella  un  programa  de  vida. 

Pero  esa  serenidad  era  en  ella  fruto  de  grandes  virtudes  sobro- 
naturales  profundamente  arraigadas  y  desarrolladas  en  su  alma. 
Primeramente  su  espíritu  de  fe  por  el  cual  veía  "a  Dios  en  todas 
las  cosas  y  todas  las  cosas  en  Dios".  La  Fe  la  arrojaba  constan- 
temente en  el  regazo  amoroso  de  su  Padre  Celestial  y  siguiendo  las 
palabras  del  Apóstol,  caminaba  por  ese  sendeío  "como  hija  muy 


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amada".  Su  serenidad  de  meiilc.  (iiilo  de  ese  espíritu  profundo  de 
fe.  le  daba  al  mismo  tiempo,  un  concepto  cabal  de  la  verdadera 
vida  espiritual.  ISada  de  cosas  extrañas,  de  vanos  deseos,  de  nervio- 
sismos ca])ía  en  su  espiritualidad  fundamentada  toda  en  el  dogma 
y  orientada  por  entero,  no  a  una  satisfacción  personal,  sino  a  lo 
que  constituxe  la  esencia  de  la  perfección:  la  gloria  de  Dios  en 
el  cumplimiento  pleno  de  su  voluntad. 

Su  mente  serena  la  hacía  mirar  la  vida  con  una  amplitud  en 
la  cual  las  cosas  pequeñas  y  los  acontecimientos  diarios,  no  eran 
sino  ligeras  brisas  que  nunca  alteraban  el  océano  de  paz  interior 
por  el  cual  ella  navegaba.  En  esa  paz  de  Dios  que  al  decir  del 
Apóstol  "supera  todo  sentimiento"  ella  ejerció,  en -forma  muy  alta 
las  virtudes  cardinales  y  nm)  en  especial  la  de  la  prudencia,  que 
supo  aprovechar  tan  bien  con  las  almas  que  a  ella  se  acercaron 
y  entregaron  a  su  acertada  dirección. 

Su  otra  característica  era  la  firmeza  de  voluntad.  Y  es  ne- 
cesario notar,  para  que  se  vea  cuan  sol)renalMrai  era  esta  cualidad 
que  la  Madre  María  Angela  era  de  un  temperamento  excesiva- 
mente tímido.  Pero  el  alma  asentada  en  caridad,  (v  esta  era  el 
alma  de  la  Madre)  la  timidez  se  convierte  en  fuerza  cuando  se 
sabe  que  la  voluntad  de  Dios  es  el  gran  móvil  de  la  vida  cristiana 
y  que  esa  voluntad  ha  de  cumplirse  fielmente.  Las  obras  valen  por 
el  amor  con  que  se  hacen.  "Al  final  de  nuestra  vida,  dijo  San 
Juan  de  la  Cruz,  seremos  juzgados  en  el  amor". 

Esa  firmeza  de  voluntad  que  radica. en  la  caridad  nos  ex- 
plica la  línea  de  conducta  que  marcó  la  vida  de  la  Rvda.  Madre 
María  Angela.  Siendo  un  alma  de  alta  contemplación,  fué,  al 
mismo  tiempo,  de  honda  y  fecunda  acción.  Ella  realizó  algo  que 
e!  mundo  actual  fácilmente  olvida:  a  saber,  que  Dios  no  ama 
tanto  lo  que  se  hace,  sino  el  por  qué  se  hace,  no  el  cuánto  se  hace, 
sino  el  cuán  bien  se  hace,  no  el  cuan  enérgica,  sino  el  cuán  amo- 
rosamente trabajamos. 

Su  acción  en  el  convento  y  fuera  de  él.  fué  fecunda  y  dura 
dera.  Ella  realizó  la  frase  del  Libro  Santo  "el  amor  es  fuerte 
como  la  muerte". 

Estas  dos  cualidades  de  la  Rvda.  Madre  María  Angela  que 
he  señalado,  explican  lo  intenso  de  su  vida  sobrenatural,  lo  pro- 


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fundamenle  humano  de  su  espíritu  y  lo  perfecto  de  su  sentido  re- 
ligioso. 

Fué  un  alma  "ardens  et  lucens"  que  ardió  e  iluminó  con  res- 
plandor de  llama  divina. 

Pude  conocerla  íntimamente  en  los  últimos  cinco  años  de  su 
vida,  pude  apreciar  las  riquezas  de  su  espíritu,  pude  admirar  la 
obra  de  Dios  en  un  ser  que  se  le  entrega  sin  reserva. 

Le  queda,  al  querido  Monasterio  de  Talca,  el  ejemplo  rico  de 
su  vida  y  la  fuerza  de  su  intercesión  poderosa  en  el  cielo. 

Guarden  intacto  el  depósito  de  la  lección  que  la  Madre  Ma- 
ría Angela  les  ha  dejado  y  pueden  Uds.  estar  ciertas  que  se  man- 
t'endrán  así  en  la  auténtica  tradicióa  del  Carmelo. 

Con  mis  mejores  bendiciones  para  V.  R.  y  Comunidad,  quedo 
como  su  afmo.  prelado.  . 


t  Manuel  Larraín  Enázuriz. 
Obispo  de  Talca. 


% 


J.    M.    +    J.  T. 


Circular  de  la  Rvda.  Madre,  María  Ángela 
del  Santísimo  Sacramento,  fallecida  el 
9  de  Octubre  de  1944 


Monasterio  de  Carmelitas  Descalzas  de  Santa  Teresa 


Talca,  Diciembre  de  1944. 

La  gracia  del  Espíritu  Santo  sea  con  V.  Rcia.  mi  muy  ama- 
da Madre: 

Besando  la  mano  del  Señor,  que  tan  honda  y  dolorosamen- 
te  nos  -  hirió  el  9  de  Octubre  del  presente  año  de  1944',  con  el 
repentino  fallecimiento  de  nuestra  amadísima  Madre,  María  An- 
gela del  Santísimo  Sacramento,  sintiendo  aun  vivísimo  el  desga- 
rramiento que  su  partida  hizo  en  el  corazón  mismo  de  la  Comu- 
nidad, escribo  esta  circular,  dedicada  especialmente  a  Nuestra 
amada  Orden,  dedicada  a  todas  las  personas  que  al  conocerla, 
tanto  la  amaron  y  la  apreciaron,  dedicada  con  grande  respeto  y 
veneración  a  Nuestra  Santa  Madre  Iglesia,  por  quién,  esta  hu- 
milde Carmelita,  vivió  y  murió. 

Sí,  el  Señor  cumplió  con  ella  su  palabra:  "Vendré  como  un 
Ladrón  nocturno".  Pero  esta  virgen,  que  tanto  se  había  empeña- 
do en  el  curso  de  su  vida  por  empapar  su  mente,  su  alma  y  co- 
razón en  las  enseñanzas  salidas  de  sus  labios  divinos,  hacía  mu- 


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chos  años,  en  especial  desde  1938,  \ivía  como  ella  dice:  '"para 
preparar  mi  eternidad,  para  prepararme  a  su  llamado,  para  es- 
tar pronta  con  la  lámpara  encendida".  Como  lo  veremos,  la  prác- 
tica de  ledas  las  virtudes  hacían  de  su  alma  luminosa  antorcha, 
que  no  sólo  servía  para  tenerla  a  ella  pronta,  sino  también,  para 
iluminar  y  puiar  a  las  que  junto  a  su  Reverencia,  íbamos  ha- 
ciendo la  jornada.  El  Señor  es  amorosísimo  Padre,  y  sabía  como 
nadie,  cuán  intenso  sería  el  dolor  que  derramaría  (  u  el  corazón 
de  su  Madre,  hermanas  y  numerosas  hijas  al  tomarla  para  El: 
conocía  taml)ién,  la  falta  inmensa  que  nos  harían  sus  ejemplos, 
sus  consejos,  el  conjunto  de  su  vida  entre  nosotras  y  así  permitió 
que  nos  quedaran,  como  preciosa  herencia,  borradores  de  concien- 
cia y  numerosos  apuntes  espirituales  que  su  Reverencia  hacía, 
como  ella  dice:  "por  necesidad,  para  darme  cuenta  del  estado 
de  mi  alma,  para  ver  si  trabajo  o  nó". 

Bendita  necesidad,  por  la  que  deja  un  gran  número  de  las 
enseñanzas  que  oíamos  de  sus  labios,  y  el  esfuerzo  constante  de 
su  vida  en  su  ascensión  a  Dios.  Su  rápida  partida,  nos  dejó  este 
único  consuelo.  Y  recordando  que  Jesús  dijo  que  "la  luz  no  debe 
quedar  liajo  el  celemín",  procuraremos  compaitir  esta  luz  que 
nos  iluminai)a,  seguras  que  el  relato  de  sus  virtudes,  enseñan- 
zas y  la  vida  íntima  de  su  alma,  tan  favorecida  de  Dios  y  de 
tantj  fidelidad  para  con  El,  será  de  grande  proxecho  y  de  gran- 
de estímulo. 

En  este  mundo  se  supo  enconder  modesta  y  humilde,  como 
pocas  almas  \  ésto  con  tanta  sencillez,  que  no  dejaba  siquiera 
entrever  que  algo  se  podía  ocultar  en  ella,  manifestando  siínipre 
el  jjrofundo  sentimiento  de  su  miseria  e  infidelidad,  por  lo  cual 
sin  duda.  Dios  ha  querido  revelarnos,  en  parte,  el  secreto  de  su 
interior.  Dice  ella: 

"Amaros,  Señor  Dios  mío  )  glorificaros,  quiero  que  sea  el 
encanto  de  mi  vida,  todo  el  mó\il  de  mis  acciones  por  insignifi- 
cantes que  ellas  sean... 

Que  en  mí  no  haya  la  más  leve  acción  que  no  sea  por  Vos 


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¡oh  Amor  mío!  para  vuestra  gloria.  "AMAROS  Y  GLORIFICA- 
ROS O  MORIR  \  no  quiero  vivir  si  no  es  para  éstos  dos  fines 
Este  es  el  lema  de  mi  vida  ". 

Creo  completar  este  grande  y  único  ideal  de  nuestra  amada 
Madre,  procurando  que  las  noticias  de  su  vida  sigan  promovien- 
do el  amor  y  la  gloria  de  su  Dios. 

SUS  PRIMEROS  AÑOS 

En  la  Serena  el  año  lo62  contrajeron  matrimonio  don  San- 
tiago Monreal  Ahumada  y  Doña  Tránsito  Marín  del  Solar,  am- 
bos oriundos  de  la  ciudad  y  pertenecientes  a  las  familias  más  an- 
tiguas y  distinguidas  de  su  sociedad.  Formaron  un  hogar  como 
todos  los  de  entonces,  sólida  e  íntegramente  cristiano  y  profunda- 
mente imido.  Dotes  excepcionales  se  reunían  en  la  joven  ?spo- 
sa,  de  virtud,  de  talento,  de  prudencia,  de  laboriosidad,  de  agra- 
dable hermosura  v  de  trato  fino  y  distinguido;  cualidades  que 
eran  apreciadas  ampliamente  y  completadas  por  el  que  el  Se- 
ñor le  dio  por  compañero.  Su  hogar  se  vió  luego  bendecido  y  ale- 
grado primero  por  tres  hijos,  Ricardo,  Santiago  y  José,  después 
por  una  hija  Adriana  y  otro  hijo  Rafael.  Los  cinco  nacieron  en 
la  Serena.  Por  estos  años,  por  motivos  de  negocios,  la  familia 
Monreal  Marín  se  trasladó  a  Santiago,  llevándose  coniío  princi- 
pal fortuna,  el  amor  que  los  unía  y  la  alegre  comparsa  infantil, 
que  formaba  el  hogar.  Desde  el  nacimiento  de  Rafafl  pasaron 
siete  años,  antes  de  recibir  la  última  v  más  querida  sonrisa  del 
cielo. 

El  17  de  Julio  de  1881.  en  medio  del  alborozo  y  alegría 
de  padres  y  hermanitos  llegó  una  niña,  broche  de  oro  de  la  fa- 
milia Moreal  Marín. 

El  15  de  Agosto  en  la  Parroquia  de  la  Estampa,  recibió 
las  aguas  regeneradoras  del  Bautismo.  Su  padre  quiso  darle  el 
nombre  de  Dolores,  en  recuerdo  ríe  una  querida  pariente  suya  y 
para  que  más  tarde,  no  tuviera  la  tentación  de  tomar  su  segundo 


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nombre,  por  parecerle  mejor,  le  agregó  del  Rosario,  La  dejó 
así,  bajo  una  doble  advocación  de  la  Santisinia  Virgen,  a  la 
que  ella  siempre  honró,  en  la  forma  más  amorosa  y  tierna,  como 
después  veremos. 

La  delirada  complexión  de  la  niña,  reclamó  todos  los  cui- 
dados y  desvelos  de  su  amante  madre  para  asegurarle  la  existen- 
cia, los  que  se  iban  compensando  con  el  crecimiento  de  la  pe- 
queña y  con  el  despertar  agudo  e  ingenioso  de  sus  facultades. 
Muy  luego  padres  y  hermanos  vieron  brillar  en  los  negros  y  peque- 
ños ojos  de  Lolita,  como  siempre  la  llamaron,  esa  chispa  que  has- 
ta el  fin  de  su  vida  los  animó  en  forma  tan  única,  en  que  se 
manifestaba  a  la  vez,  una  ingenua  picardía  y  la  claridad  de  su 
gran  inteligencia,  y  dibujarse  en  sus  labios,  esa  sonrisa  amable, 
con  que  se  ganaba  la  simpatía  y  el  cariño,  de  cuantos  la  cono- 
cían y  en  la  que  se  reflejaba  la  acogedora  bondad  de  su  grande 
y  buen  corazón. 

Un  día  se  le  presentó  un  difícil  problema,  tenía  una  muñe- 
ca, objeto  de  todos  sus  encantos,  llegó  de  visita  una  anuguita  y 
también  quedó  prendada  de  la  muñeca  y  naturalmente,  quiso  que 
se  la  dieran.  Con  gran  admiración  de  todos,  al  ver  a  su  ami- 
guita  tan  deseosa  de  la  muñeca,  la  dueña  amablemente  .se  la  dió. 
Pasaron  la  tarde  muy  contentas,  pero  al  momento  de  la  despe- 
dida, Lolita  se  opuso  a  que  su  amiga  se  llevara  la  muñeca  y  con 
mucha  gracia  le  dijo:  "se  la  doy  pero  yo  se  la  guardo"'.  La  hi- 
laridad fué  general,  al  ver  como  solucionaba  tan  difícil  situación, 
desgraciadamente  la  visita  se  llevó  la  muñeca,  no  quedándole  a 
la  obsequiosa  propietaria,  más  consuelo  que  sus  lágrimas.  Este 
rasgo  de  su  infancia,  mil  veces  nos  lo  hacían  recordar,  las  inge- 
nios.TS  maneras,  como  solucionaba  entre  nosotras,  situaciones  algo 
análogas  que  se  le  presentaban,  dejándonos  siempre  muy  con- 
tentas y  celebrándole  sus  simpáticas  ocurrencias. 


Pocos  años  pasaron  nniv  ftlices  para  este  hogar  desde  el 
nacimiento  de  Lolita.  Un  día  de  súbito  todo  cambió.  Don  San- 


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tiago,  que  entre  otras  actividades  daba  en  un  colegio  de  la  Ca- 
pital algunas  clases  de  inglés,  una  mañana  cayó  repentinamen- 
te, como  herido  por  un  rayo,  al  comenzar  la  clase,  su  muerte 
fué  instantánea  y  en  lo  mejor  de  su  existencia. 

Se  adivina  la  tragedia  de  dolor  que  cayó  sobre  la  familia. 
Nadie  se  preocupó  de  la  pequeña  que  aún  dormia,  hasta  que  sen- 
tada en  su  camita  la  oyeron  llamar  a  grandes  voces  "papá,  pa- 
pá", a  sus  gritos  uno  de  sus  hermanos  vino  a  hacerla  callar, 
pues  sin  saberlo  aumentaba  la  tragedia  de  su  hogar.  La  niña  ca- 
lló, pero  nunca  pudo  olvidar  lo  que  en  esos  instantes  le  sucedió, 
pues  al  despertar,  vió  a  su  padre  de  pie  en  el  umbral  de  la  puer- 
ta, asi  como  venia  cada  mañana  a  despedirse  de  ella  antes  de  sa- 
lir: mas  esta  vez  no  avanzó,  sino  que  la  miraba,  decía  ella,  en 
forma  de  tanta  gravedad  y  majestad.  Uno  al  oírla  relatar,  llena 
de  emoción  este  recuerdo,  pensaba,  sin  duda  el  padre  consiguió 
venirse  a  despedir  por  última  vez  de  esta  hija,  que  después  sería 
tan  amada  de  Dios  y  por  quién  su  alma  recibiría,  posiblemente, 
grandes  gracias  al  presentarse  súbitamente  ante  el  Divino  Tri- 
bunal. Un  rato  guardó  silencio  la  niña,  pero  luego  se  la  oyó 
nuevamente  llamando  a  grandes  voces  a  su  "papá",  entonces  de- 
cía, "entró  mi  mamá  v  abrazándome  me  dijo:  hijita,  va  no  tie- 
nes papá,  y  me  llevó  donde  le  habían  colocado.  Este  fué  mi  pri- 
mer encuentro  con  la  muerte  ^  me  dejó  un  recuerdo,  que  jamás 
se  ha  podido  borrar  y  mi  memte  y  mi  corazón  infantil  compren- 
dieron todo  lo  que  aquello  significaba". 

SU  NIÑEZ 

En  el  Monasterio  de  San  Rafael  de  Santiago,  era  religiosa 
la  hermana  mayor  de  misia  Tránsito,  se  llamaba  Rosa  del  San- 
tísimo Sacramento,  que  fué  después  nuestra  amada  y  santa  Fun- 
dadora. Muy  unidas  fueron  siempre  ambas  hermanas  y  la  viu- 
dez de  misia  Tránsito  la  acercó  más  aún,  a  su  hermana  Carmelita. 
La  niña  era  llevada  con  frecuencia  al  Carmelo,  en  donde  era  muy 


celebrada  y  querida  por  todas  las  religiosas.  En  las  rodillas  de 
su  madre  y  junto  a  las  rejas  del  Carmen,  la?  que  le  transmitían 
el  cariño  y  el  fervor  de  la  grande  alma  de  su  tía,  prendieron  en 
el  corazón  de  la  pequeña  los  dos  grandes  amores  de  su  vida, 
Jesús  y  María.  La  madre  y  la  tía  comprendieron  muy  pronto, 
que  esa  niña  sería  muy  privilegiada  de  Dios  y  ambas  procuraron 
guardar  y  cultivar  esa  tierna  y  delicada  flor  con  una  solícita 
formación.  Era  muy  bien  inclinada,  llena  de  ingenuo  candor, 
alegre,  entusiasta,  muy  inteligente,  .«egún  opinión  de  cuantos  la 
conocían  y  de  muy  buen  corazón;  lodo  envuelto  en  un  velo  de 
timidez,  que  le  sirvió  mucho  para  crecer  humilde  y  escondida, 
no  revelándose  sino  en  el  seno  íntimo  del  hogar. 

Al  comenzar  el  año  lo93  se  impuso  una  nueva  separación, 
misia  Tránsito  regresó  a  su  ciudad  natal  con  sus  hijas.  Con  mu- 
cha pena  se  despidió  Lola  de  su  tía  y  del  Carmelo,  llevándose 
en  el  corazón  el  deseo  y  pensamiento  de  ser  también  un  día  toda 
de  Jesús.  En  la  Serena,  su  madre  siguió  preocupada  de  la  edu- 
cación y  formación  de  su  familia,  en  especial  de  su  hija  me- 
nor. La  puso  ese  año  en  un  colegio  particular,  pero  al  siguien- 
te se  vió  en  la  necesidad  de  colocarla  en  el  Liceo,  regentado 
en  ese  entonces,  por  una  Directora  de  mucho  mérito  y  de  las 
más  profundas  ideas  raligiosas.  Ella  la  recibió  con  gran  cariño 
e  interés  y  se  esmeró  en  preparar  con  especial  cuidado,  esa  deli- 
cada flor  que  llegaba  a  su  colegio,  para  ponerla  en  contacto  di- 
recto con  Jesús.  La  jnisma  Directora  tomó  a  su  cargo  el  pre- 
pararla para  la  Primera  Comunión.  Se  adivina  con  qué  ardor  y 
delicadeza  dispondría  esta  niña  su  alma,  para  su  primer  encuen- 
tro con  el  Esposo  de  las  vírgenes  y  las  larguezas  y  favores  de 
que  sería  objeto  de  Aquel,  que  tanto  la  amaba  y  que  era  el 
único  que  sabía,  cuanto  necesitaba  esta  alma  juvenil,  de  su  for- 
taleza y  de  su  auxilio  para  salir  victoriosa,  en  el  camino  del 
porvenir.  z 

El  L5  de  Agosto,  hermosa  fiesla  de  su  Madre  del  Cielo  y 
onomástico  de  su  madre  de  la  tierra,  fué  el  elegido  para  tan 


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íTiemoiable  acontecimiento  de  su  vida.  Ese  día  se  consagró  por 
primera  vez  a  su  Dios,  prometiéndole  mientras  le  tenía  en  su 
corazón,  ser  suva  para  siempre  y  sin  reservas  formulando  en 
ese  feliz  instante,  su  primer  voto  de  virginidad.  En  esa  hermosa 
fecha  fué  intensamente  aconipañada  por  su  tía  Carmelita.  Reci- 
bió de  su  parte  un  emblema  que  conservó  con  gran  veneración 
toda  su  vida,  pues  encerralia  para  ella  un  programa  y  una 
promesa  de  la  que  miraba  .como  su  sania  madre  espiritual,  en 
él  le  dice  así: 

"Promesas  de  mi  querida  Lola  en  el  gran  día  de  su  Pri- 
mera Comunión: 

"¡Os  amo  Jesús  mío,  os  bendigo,  os  alabo  y  quiero  vivir 
para  siempre  oculta  en  Vos,  como  lo  estáis  Vos  Jesús  mío,  en 
el  Santísimo  Sacramento  del  Altar,  que  hoy  forma  mi  dicha  y 
mi  consuelo!"  y  le  agrega:  "¡Ah  mi  hijita,  \o  aseguro  a  Ucl. 
que  si  cumple  fielmente  esta  promesa  podrá  repetir  al  fin.  ¡Ah 
es  muv  dulce  morir  en  el  Señor!!!!".  La  gran  paz  de  su  pos- 
trer momento,  no  dejó  duda  que  esta  promesa  fué  santa  v  fiel- 
mente cumplida. 

Desde  ese  15  de  .Agosto  sus  amiguitas  notaron  a  Lola  más 
reservada  v  fervorosa  v  entre  bromas  le  decían,  que  se  estaba 
entregando  a  la  beatitud.  Era  sencilla,  estudiosa,  obediente,  tanto 
en  el  colegio  como  en  casa,  por  otro  lado  no  se  diferenciaba  gran 
cosa,  de  las  otras  compañeras  de  su  edad. 


Pero  en  el  alma  de  esta  niña  se  delineaban  va.  los  lumi- 
nosos y  a  la  vez  arduos  caminos,  que  estaba  llamada  a  recorrer 
en  el  curso  de  su  existencia.  Dos  inmensos  poderes  pelearían 
en  ella  las  grandes  batallas  del  bien  y  del  mal.  Parece  que  este 
ser  débil,  inocente,  tímido  casi  en  demasía,  fué  escogido  por  Dios 
para  quebrantar  una  \ez  más.  con  su  frágil  y  delicada  planta,  el 
orgullo  de  la  serpiente  infernal,  y  para  eso  le  concedió  gran 
poder,  para  tentar  v  combatir  sin  tregua,  a  esta  creatura  a  la 


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que  El  tanto  amaba  y  a  la  que  destinaba,  para  que  le  sirviera 
con  tanta  ficlelidacl,  para  recibir  de  ella  un  amor  purísimo  y  ar- 
diente, cual  lámpara  que  brillal>a  en  su  Presencia  y  para  que 
fuera  dócil  y  afinado  instrumento,  del  que  El  pudiera  percibir 
siempre,  según  las  cuerdas  que  tañera,  un  bimno  que  entonaba 
la  "Gloria  de  su  Dios". 

Grandes  perturbaciones  sentía  la  niña  en  su  alma,  mil  tur- 
baciones y  fantasmas  que  ni  siquiera 'ella  podía  imaginar,  la  com- 
batían y  la  atormentaban,  su  delicada  conciencia  se  borrori/aba 
y  se  sentía  culpable  de  inmensos  pecados.  A  veces,  drcía  ella,  en 
grande  intimidad,  sentía  que  alguien  en  mí,  procuraba  con  fuer- 
za casi  irresistible  que  blasfemara  y  renegara,  de  ese  Dios  a  quien 
tanto  amaba  mi  corazón  y  tenía  que  hacerme  increíble  violencia, 
para  que  mis  pobres  e  infantiles  labios,  no  prorrumpieran  en 
palabras  de  desesperación;  todo  lo  cual  me  llenaba  de  amargu- 
ras indecibles,  pues  me  creía  perdida  y  sin  remedio. 

Pero  el  Señor  velaba  sobre  su  alma  amorosamente,  y  por  los 
años  95  o  96  quiso  bacer  visible  su  protección  poniendo  junto 
a  ella,  un  padre  espiritual,  que  fué  su  gran  tal)la  de  salvación, 
fué  el  piloto  santo  y  experto  escogido  por  el  mismo  Dios,  para 
guiar  su  débil  barquilla,  por  el  proceloso  mar  en  que  navegaba 
y  que  estaba  destinada  a  arribar  a  las  plajas  del  Monte  Car- 
melo. 

Hasta  que  la  dejó,  bien  asentada  ahí,  el  Reverendo  Padre 
Arturo  Diez,  de  la  benemérita  Congregación  de  los  Misioneros 
del  Corazón  de  María,  puso  a  su  servicio,  la  gran  virtud  adqui- 
rida en  una  larga  vida  de  misionero  abnegado  y  fervoroso,  el 
vasto  caudal  de  toda  su  ciencia  y  experiencia  es|)iritual  y  la 
cálida  ternura  de  un  paternal  corazón.  Procuró  calmar  las  tem- 
pestades que  agitaban  su  alma,  y  apaciguar  y  curar  los  escrúi)u- 
los  que  en  mil  formas  la  atormentaban,  defenderla  de  su  ti- 
midez, ensanchando  su  espíritu,  dilatando  su  inocente  corazón  de 
niña,  que  nada  sabía  del  mundo  ni  del  mal  y  disponerla  para 
que  recibiera  de  lleno  las  predilecciones  de  Jesús.  Pero  ésto  no 


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fue  obra  de  un  día,  comprendió  perfectamente  que  había  que 
trabar  una  lenaz  batalla  )■  así  oía  a  la  niña,  no  como  a  una  ino- 
cencia naufragada,  ni  como  a  un  espíritu  enfermizo,  sino  como 
a  un  alma  destinada  a  subir  muy  alto  en  el  camino  de  la  santidad, 
si  se  le  ayudaba  a  ser  fiel. 

Solicitud  incansable  de  parte  del  Padre,  dispuesto,  según  le 
dice  en  una  carta,  a  los  mayores  sacrificios,  con  tal  de  que  ade- 
lantara un  solo  paso  en  el  amor  de  Dios,  y  fidelidad  generosa 
y  delicada  de  parte  de  la  joven,  fué  lo  que  caracterizaron  estos 
años  de  su  primera  juventud.  El  enemigo  seguía  luchando  sin 
tregua  para  ganar  o  detener  su  alma;  los  escrúpulos,  los  temo- 
res, las  zozobras,  lai-  fatídicas  y  dolorosas  imaginaciones  que  la 
hacían  temblar,  sacudían  su  interior  en  muchos  períodos  de  su- 
frimientos espirituales;  pero  ahora  no  estaba  sola  para  combatir 
y  resistir,  como  tampoco  lo  estaba  para  saber  recibir  las  gra- 
cias de  tanta  predilección  y  los  carismas  que  pródigamente  le 
hacía  sentir  su  Dios  y  su  Señor,  en  cambio  de  las  asechanzas  de 
Satán.  El  Padre  la  defendía  de  su  propia  desconfianza  v  a  la 
vez  la  hacía  crecer  en  la  más  sólida  humildad. 

SU  JUVENTUD 

Corrían  los  años  y  Lola  Monreal,  se  encuentra  convertida 
en  toda  una  señorita,  había  terminado  sus  estudios  en  el  Liceo, 
llevándose  el  cariño  y  el  aprecio  de  sus  Maestras  y  compañeras. 
En  su  hogar  su  madre  procuró  completar  su  educación,  enseñán- 
dole finas  labores  de  bordado,  que  ella  tan  bien  ejecutaba  y  para 
las  que  su  hija  tenía  una  gran  disposición.  En  el  círculo  de  sus 
amistades  la  joven  se  distinguía  por  un  aire  de  modestia,  por  su 
buen  juicio,  su  agradable  trato  y  por  un  algo  de  equilibrio  en 
toda  su  persona:  no  podemos  decir  que  tuviera  la  hermosura 
de  su  señora  madre,  pero  sí  su  simpatía  y  su  agrado.  Una  per- 
sona que  I)ien  la  conocía,  le  decía  con  gracia,  "tienes  la  suerte  de 
que  todo  el  que  te  conoce  te  quiere". 


—  16  — 


En  el  curso  de  eslos  años,  también  habían  sucedido  grandes 
acontecimientos  en  la  \  ida  de  la  Reverenda  Madre  Rosa,  pri- 
jnero  fué  elegida  Priora  en  su  convento  de  San  Rafael  de  San- 
tiago, cargo  que  desempeñó  con  grande  acierto.  Siéndolo  toda- 
vía, la  escogió  el  Señor  para  la  grande  obra  de  una  nueva  fun- 
dación en  esta  ciudad  de  Talca,  que  pudo  realizar  después  de 
muchos  esfuerzos,  el  19  de  Maj'o  de  1897. 

En  su  sobrina,  que  había  sido  objeto  de  su  más  tierno  cari- 
ño y  especial  solicitud,  entreveía  una  promesa  halagüeña  para  el 
nuevo  palomar.  Su  Reía,  había  sido  el  más  íntimo  confidente  de 
su  vocación  carmelitana,  desde  que  había  nacido  en  su  alma, 
ayudándola  v  sosteniéndola  siempre  por  medio  de  su  oración  v 
de  sus  cartas. 

Poco  antes  de  cumplir  los  18  años  de  edad.  recil)ió  de  su 
tía  un  piadoso  y  completo  reglamento,  para  que  con  la  gracia 
de  Dios,  lo  guardara  mientras  estuviera  en  el  siglo.  Se  lo  lee 
'con  veneración  y  se  comprende  por  él,  el  fervor  con  que  la  ¡oven 
§e  disponía  esperando  el  momento  dé  ingresar  al  Claustro. 

Le  enseñaba  sobre  todo  a  vivir  para  comulgar  v  a  comulgar 
para  vivir,  le  recuerda  que  una  sola  Comunióti  bien  hecha  le 
basta  para  hacerse  santa.  Le  dice:  "Prepare  su  alma  para  cada 
Comunión,  como  si  hubiera  de  ser  la  últim¿i  de  su  vida.  El  día 
antes  de  la  Sagrada  Comunión  guarde  con  mayor  cuidado  los 
sentidos  y  el  corazón.  Acérquese  a  reciliirla  con  una  modestia  v 
reverencia  más  que  de  ángel  si  fuera  posible,  haciendo  los  actos 
más  fervorosos  de  las  AÍrtudes  teologales.  Una  \ez  que  la  hava 
recibido  sumérjase  en  el  abismo  de  su  propia  nada,  adorando  ron 
profundo  acatamiento  al  Dios  de  la  Divina  Majestad,  su  futuro  Es- 
poso, al  que  tiene  dentro  de  su  corazón.  Abrace  v  estreche  fuerte- 
mente con  los  brazos  de  su  más  sincero  amor  a  tan  dulce  Hués- 
ped, aspirando  con  solicitud  a  unirse  íntimamente  a  El.  Perma- 
nezca lo  restante  del  día,  recogida  dentro  de  sí  con  Jesús,  con 
mayor  solicitud  que  otras  veces;  distribuya  el  tiemjjo  de  una 
Comunión  a  otra  de  tal  manera  que  una  parte  la  emplee  en  dar 


—  17  — 


gracias  y  la  olía  en  prepararse  para  volverlo  a  recibir,  como  acos- 
limihraba  a  hacerlo  San  Luis  Gcnzaga". 

INaturalmenle  esta  vida  profundamente  eucarística,  hacia  arder 
el  corazón  de  la  joven,  en  el  amor  más  vivo  a  Jesús  Sacramen- 
tado. La  Eucaristía  desde  entonces  formaba  el  centro  de  su  exis- 
tencia. Había  leído. la  tierna  y  hermosa  historia  en  el  libro  "La 
Comunión  es  mí  vida"  de  esa  niña  noble  y  rica  que  todo  lo  dejó 
para  irse  al  Convento,  en  busca  especialmente  de  la  frecuente  Co- 
munión, cu\a  vida  fué  un  poema  de  amor  eucarístico.  Su  nom- 
bre era  el  de  María  Angela. 

Cuanto  deseaba  ella  también  llamarse  así.  al  dejar  el  que 
llevaba  en  el  mundo;  más  nó,  no  se  atrevía  a  formular  esta  peti- 
ción, era  demasiado  ideal,  demasiado  hermoso.  Pero  Jesús  sa- 
bía su  deseo  y  seguramente  coincidía  con  el  suyo,  pues  un  día 
recibió  una  esquela  del  Carmelo  de  Talca,  en  la  que  entre  otras 
cosas  le  decían  de  parte  de  la  Reverenda  Madre  Priora,  que  ya 
habían  escogido  el  nombre  para  ella,  que  se  llamaría  ''María 
Angela  del  Santísimo  Sacramento'".  Se  adivina  cuál  sería  *u  fe- 
licidad y  su  entusiasmo  v  la  gratitud  con  que  prometería  a  los 
pies  del  Sagrario  procurar  ser  también  ella,  un  Angel  de  la  Eu- 
caristía. 


En  Diciembre  de  ]9()1,  su  familia  dejaba  luievameiite  la 
Serena  con  dirección  al  sur.  Lola  se  despidió  por  última  vez, 
de  la  ciudad  que  la  vió  crecer,  a  la  que  nunca  olvidó  y  en  la 
que  dejaba  tan  sinceros  afectos  y  a  la  vez  tantos  recuerdos  de  su 
angelical  persona,  que  hasta  hoy.  a  pesar  de  los  arios,  no  se 
han  podido  extinguir  allí.  Se  alejaba  eji  pos  de  un  santo  y  an- 
siado ideal;  pero  eso  no  era  motivo  para  que  su  delicado  cora- 
zón, no  sintiera  todo  el  dolor  de  la  partida.  Sin  duda  sus  ojos 
derramaron  sentidas  lágrimas,  al  despedirse  v  agradecer  por  úl- 
tima- vez.  toda  la  iimiensa  solicitud  y  ayuda  de  ese  santo  v  vene- 
rable misionero,  que  quedaba  allá  en  el  Norte  cumpliendo  su 
deber.  Su  noble  corazón  sabía  muy  bien  lo  que  era  gratitud. 


1  " 


El  Carmelo  de  Talca  la  es))eial)a  all)orozado,  su  tía  bendecía 
al  Señor  v  aguardal)a  ansiosa  el  inomeiito  de  abrazarla  y  contarla 
entre  sus  queridas  hijas.  Hubo  sin  eniiiargo  que  esperarla  un 
poco.  Al  comenzar  el  año  1902  pasó  la  primera  vez  por  Tal- 
ca, de  viaje  a  Temuco  con  su  madre  y  algunos  de  sus  herma- 
nos, a  despedirse  de  su  hermana  Adriana,  que  vivía  allá  con 
su  familia.  Permaneció  entre  los  suyos  los  meses  del  verano: 
señalándose  el  día  del  Patrocinio  de  Nuestro  Padre  San  José, 
que  cayó  ese  año  el  20  de  Abril,  para  que  esta  paloma  ingre- 
sara al  arca  santa  de  Iíí  vida  religiosa. 

Llegalia  el  instante  de  la  gran  separación,  su  corazón  de 
bija  tan  amante,  de  heimana  tan  cariñosa,  ¡cuánto  sangró!  Acu- 
dió en  esos  momentos  de  tan  \  ivos  sufrimientos,  como  lo  hizo 
en  varias  ocasiones,  al  Padre,  que  de  allá  lejos  la  acompañaba. 
El  la  anima  y  sostiene  con  enérgicas  frases:  "¿Eres  tú  la  Lola, 
la  regalada.  la  pnlrañablemcnte  querida,  la  predilecta,  la  benefi- 
ciada de  tu  Jesús.  ¿Temes  de  separarte  de  tu  mamá  y  de  tus 
hermanos?...  pero  Jesús  lo  quiere.  Si  para  ello  es  necesario 
llorar,  resuélvete  de  una  ve/,  a  lloiar  aliundosamente;  si  es  ne- 
cesario morir,  muere  de  pena.  ])orqne  lo  quiere  tu  Dios". 

.Sin  duda  esas  palabras  le  dieron  fortaleza  para  dar  el  últi- 
mo abrazo  a  su  incomparable  madre,  a  la  que  quería  y  veneraba 
como  a  una  santa  v  para  despediise  de  sus  hermanos  y  sobrinitos 
V  emprender  el  vuelo  el  día  señalado.  Se  vino  en  compañía  de  su 
hermano  José,  que  siempre  se  distinguió  tanto  con  ella,  e  hizo  en 
todas  las  circunstancias  de  su  vida  las  veces  de  su  padre.  No  es 
extraño  verla  pagar  este  tributo,  a  los  afectos  más  grandes  y  sa- 
grados que  Dios  ha  puesto  en  todo  bien  nacido  corazón. 

INGRESA  AL  CONVENTO 

Llegó  a  Talca  al  atardecer  e  inmediatamente  se  abrió  para 
ella,  la  puerta  que  le  flanqueaba  la  clausura  del  Carmelo,  arro- 
dillada en  su  umbral,  besó  los  pies  de  Jesús  Crucificado,  que 
era  el  ])riinero  que  la  salía  a  recibir  v  o\  ó  entonar  las  dulces 


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y  conmovedoras  estrofas  del  "O  Gloriosa  Virginuni"  a  cuyo  son. 
su  nueva  familia  la  conducía  a  la  presencia  del  Señor.  Por  la 
primera  vez  se  derramó  ante  nuestro  amado  Tabernáculo,  el  sua- 
ve y  delicado  perfume  de  esta  hermosa  flor,  que  llegaba  en  la 
prima\era  de  su  vida,  tenía  20  años  de  edad,  a  ofrecer  a  Jesús 
el  amor  nuís  puro  y  más  precioso,  el  de  su  juventud.  Termina- 
da la  ceremonia  la  llevaron  al  exterior  del  Coro,  para  darle  el 
abrazo  de  bienvenida.  Cuán  íntimo  y  estrecho  fué  el  que  recibió 
de  su  tía,  entre  sus  brazos  sintió  menos  agudas  las  espinas  que 
herían  la  parle  humana,  de  su  tierno  corazón  y  comprendió  cuan- 
ta razón  tenía  su  mamá  al  decir:  "no  puedo  entregar  en  '^ste 
mundo  en  mejores  manos  a  mi  amada  hijita,  que  en  las  de  mi 
hermana  Rosa":  también  sintió  nue\os  corazones  de  hermanas, 
al  ir  recibiendo  el  saludo  cariñoso  y  entusiasta  del  resto  de  la 
Comunidad. 

Corrieron  urftis  pocas  horas  y  .^^e  encontró  por  la  primera 
vez  sola  en  su  celdita  del  Carmelo.  Cuán  hondo  saben  hablar  a 
la  joven  que  llega  del  mundo,  sus  blancas  y  desimdas  paredes 
v  las  pocas  cosas  que  mira  en  ella:  es  como  su  primer  encuen- 
tro directo  con  el  Carmen,  en  donde  se  le  ofrecerán  tan  pocas 
cosas  de  la  tierra,  las  que  verá  reemplazadas  por  los  tesoros  del 
mismo  Dios.  Ahí.  en  silencio  sintió  sin  duda,  intensamente  todo 
el  conjunto  de  grandes  emociones  que  tanto  habían  agitado  ese 
día  su  alma  v  corazón  y  con  esa  claridad  con  que  miraba  siem- 
pre los  acontecimientos  y  la  profundidad  con  que  los  abarcaba, 
comprendería,  el  alcance  tan  grande  que  tenía  este  paso  en  su 
existencia. 

Al  amanecer  del  nuevo  día,  amaneció  también  para  la  her- 
mana María  Angela,  una  vida  nueva  ¿y  cómo  venía  aparejada 
para  recorrerla?  Con  ula  piedad  muy  bien  fundada,  sólida,  sin 
ninguna  exageración  ni  ostentación,  la  sencillez  y  la  naturalidad 
fueron  siempre  su  nota  característica;  con  un  carácter  suave  y 
apacible,  muy  tímido  y  a  la  ve;  de  increíble  fortaleza,  una  ale- 
gría franca  de  niño,  pero  tranquila,  todo  la  entretenía  v  todo 


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la  interesal)a.  Un  generoso  corazón,  capaz  de  amar  y  sacrificar- 
se mucho.  Le  habían  dicho  que  trabajara  por  ser:  "Capullo,  azu- 
cena y  violeta  querida  de  Jesús.  \  se  le  decía,  si  no  lo  eres, 
debes  serlo:  Capullo  en  lo  recogido  y  ardiente  de  tu  amor;  .Azu- 
cena en  lo  delicado  y  cándido  de  tu  pureza;  Violeta  en  lo  aro- 
mático V  sua\e  de  tu  humildad"  y  su  amor,  su  pureza  y  su  hu- 
mildad llpíjaban  del  mundo  al  Carmelo,  en  ese  grado  que  les 
habían  señalado. 


Lo  que  ella  después  enseñaba  era  siempre  lo  que  había 
practicado,  a  una  hermana  le  escribe  al  comenzar  su  vida  reli- 
giosa: "Desde  el  principio  de  su  vida  espiritual  fórmese,  trabaje 
por  cimentarse  en  fundamentos  sólidos.  No  son  frases  hermosas 
las  que  nos  ayudarán  a  la  santidad,  son  las  verdades  que  se 
aprenden  en  el  catecismo  bien  arraigadas  en  el  alma,  las  que 
levantan  el  edificio  en  solidez.  Hav  una  verdad  que  a  mí  me 
ha  servido  mucho  en  la  vida,  ésta  es:  "Hemos  nacido  para  amar, 
servir  y  reverenciar  a  Dios  y  mediante  ésto  salvar  nuestra  alma"'. 
En  el  curso  de  la  vida  verá  por  experiencia  cómo  muchas  penas, 
problemas  grandes  o  pequeños,  se  solucionan  con  gran  facilidad 
al  recuerdo  de  esta  verdad".  Desde  el  principio  hasta  el  fin  pro- 
curó que  esas  verdades,  fueran  !a  luz  de  su  camino. 

Con  gran  entusiasmo  nos  contaba  cómo  había  comenzado  su 
vida  religiosa,  todo  le  encantaba,  todo  le  entusiasmaba,  todo  le 
edificaba.  Cuánto  empeño  ponía  por  aprender  las  ceremonias,  la 
recitación  del  Oficio  Divino,  el  desempeño  de  los  oficios  y*  lia- 
bajos  del  noviciado.  Su  tía  era  su  Priora  y  su  Maestra,  gusto 
como  nos  decía,  con  gracia,  que  habia  tenido  que  pagar  caro, 
pués  se  comprende  que  por  un  lado  su  Reverencia,  valorizando 
las  buenísimas  cualidades  de  la  postulante  y  por  otro  con  el  de- 
seo de  formarla  muy  bien,  le  exigía  lo  más  posible;  al  poco 
tiempo  va  no  le  perdonaba  equivocaciones  o  distracciones  en  el 
recitar  el  Oficio  Divino,  en  el  que  nuestra  Reverenda  Madre  Ro- 


—  21  — 


sa,  era  un  modelo  consumado  de  devoción  y  de  corrección.  De- 
cuántas  advertencias  que  la  humillaban  \  la  confundían  fué  ob- 
jeto desde  los  principios.  "Luego  decía  encontré  el  medio  de 
defenderme,  con  no  mirar  a  su  Rcia.  pero,  si  al  rato  me  ohidaba 
y  le  dirigía  la  vista,  infaliblemciilc  me  hacía  una  señal,  para 
darme  a  entender  que  se  había  apercibido  de  mi  error.  Por  olr;i 
parte  )a  sabía  yo,  que  siempre  se  me  adjudicaba  e]  peor  de 
los  objetos,  ésto  como  chiquilla  que  era,  me  costaba  a  los  co- 
mienzos grandes  sacrificios".  Su  Reverencia  con'  amor  de  Madre 
pero.  Madre,  espiritual,  procuraba  moldear  su  alma  juvenil. 

NOVICIADO 

A  los  tres  meses,  como  entonces  se  acostumbraba,  se  fijó- 
el  felicísimo  día  para  que  la  postulante  tomara  el  Santo  Hábito. 
Por  el  mal  tiempo  )  lo  delicado  de  su  salud  se  vió  privado  de 
presidir  la  ceremonia,  el  querido  fundador  de  la  Conmnidad  Pbdo. 
Don  Miguel  Rafael  Prado,  a  pesar  que  en  una  carta  llena  de 
paternal  cariño,  le  ofrece  hacer  cualquier  sacrificio,  para  asis- 
tir a  tan  gran  fiesta,  aunque  llueva  y  truene  le  dice,  espero  estar 
allá  para  el  día  señalado.  Pero  el  Señor  dispuso  otra  cosa  v  el 
24  de  Julio  de  1902,  rfcil)ió  el  Sanio  Hábito  en  privado,  impo- 
niéndoselo nuestra  Reverenda  Madre  Rosa. 

Ya  se  encontraba  la  hermana  María  Angela,  revestida  de  la 
librea  de  su  Madre  Santísima  y  cuánto  la  necesitaba,  para  reco- 
rrer protegida  con  ella,  las  etapas  de  su  vida  religiosa.  Hasta 
aquí  todo  había  sonreído  en  el  exterior  y  también  en  el  interior. 
En  esta  ocasión  recibió  una  hermosa  carta  del  Padre,  que  ianto 
se  interesaba  por  ella  \-  tanto  conocía  y  preveía  los  caminos 
que,  sin  duda,  recorrería  su  alma.  '"Hoy  ya  es  hora  de  decirte 
dos  palabritas  de  felicitación,  de  enseñanza  y  de  consuelo.  Cele>- 
bro  el  placer  que  experimentas,  en  que  se  te  hayan  cumplido  tus 
deseos,  pero  no  estribes  demasiado  en  esa  felicidad  que  ahora 
sientes.  Convéncete  que  nunca  mereciste  tanta  gracia  y  aprecia  co- 


—  22  — 


mQ  se  debe  inviolablemente  esa  fuente  de  inagotables  beneficios. 
Porque  en  la  religión  encontrarás  todo  lo  bueno. 

"No  olvides  que  Jesucristo  padeció  mucho;  Santa  Teresa  no 
padeció  poco;  y  ¿San  Juan  de  la  Cruz?  y  Santa  M.  Magdale- 
na de  Pazzis?  y  la  Beata  Alacoque?  Pónlo  entre  tus  apuntes... 
"Tienes  que  sufrir  mucho,  porque.  Dios  te  quiere  mucho,  porque 
te  desea  muy  santa".  .  .  No  olvides  que  la  santidad  en  la  reli- 
gión consiste  en  desear  y  procurar  ser  despreciada;  en  desear 
y  procurar  ser  olvidada;  en  desear  y  procurarse  sufrimientos... 
esto  vacía  el  corazón  de  lodo  lo  terreno  y  aquilata  todo  nuestro 
ser.  para  la  más  perfecta  üniói\  con  Dios.  Pero  no  te  desanime 
«1  sufrimiento.  Tienes  un  Esposo  Crucificado.  El  regalo  del  su- 
fiii-  en  este  mundo,  son  las  delicias  y  dulzuras  de  Jesús  y  la 
sobre-abundancia  de  un  gozo  cuyo  conocimiento  no  alcanzan  los 
mundanos.  En  el  otro  mundo,  tú  sabes,  como  se  paga  el  pade- 
cer. .  .  En  los  ratos  de  tristeza  pasa  un  momentito  en  el  Huerto 
de  los  Olivos,  con  tu  querido  y  triste  Dueño  y  repasa  los  versitos 
de  tu  Santa  Madre: 

"Nada  te  turbei,  — Nada  te  espante — ,Todo  se  pasa,  — Dios 
r.o  se  muda — . 

La  paciencia.  — Todo  lo  alcanza — :  Quién  a  Dios  tiene  —  Na- 
tía le  falla; 

SOLO  DIOS  BASTA". 
Bueno  sería  que  como  ella  los  llevaras  en  tu  Breviario...". 
Quien  se  atreve  a  hablar  así  a  una  joven  de  20  años,  es 
porque  sabe  y  conoce  de  lo  que  esa  joven  es  capáz. 


De  su  año  de  noviciado  nos  queda  el  recuerdo  sencillo  y 
cariñoso  de  las  que  entonces  la  conocieron,  sin  nada  en  el  exte- 
rior que  la  diferenciara  de  las  demás.  En  los  ralos  que  le  deja- 
ban libres  sus  obligaciones  del  noviciado,  pasaba  laboriosamente 
ocupada,  en  bordar  para  la  sacristía  obras  de  verdadero  mérito, 
que  hasta  hoy  se  conservan.  En  las  recreacionee  alegre,  con  todas 


—  23  — 


cariñosa  v  condescendiente.  niu\  empeñosa  en  aprender  sus  obli- 
gaciones V  en  prepararse  para  el  desempeño  de  sus  oficios:  pro- 
curando aprovecharse  de  todas  las  enseñanzas  que  recibía,  aspi- 
rando, como  lo  aspiró  hasta  e!  fin  de  su  \ida.  de  impregnarse  am- 
pliamente del  espíritu  de  su  santa  Orden,  a  la  que  iba  amando 
V  apreciando  cada  día  más  v  más.  Su  alma  se  había  abierto  poiv 
entero  a  su  Madre  Priora,  sin  duda  su  Rcia.  por  mucho  que 
creyera  conocer  a  su  sobrina,  tendría  grandes  sorpresas  al  pene- 
trar en  el  hermoso  santuario  de  su  interior  y  este  conocimiento, 
la  movería  sobre  todas  las  otras  cualidades,  a  cultivar  con  ?1 
mavor  esmero  posible,  como  siempre  lo  hizo,  el  precioso  tesoro 
(Jue  Dios  V  su  hermana  le  habían  confiado.  La  no\icia.  por  na- 
tural tan  reservada,  en  su  Rev.  depositó  absolutamente  su  alma. 
según  ella  misma  lo  decía  y  ¡cuánto  necesitaba  de  su  ayuda! 
Sin  duda  no  habremos  olvidado  que  había  alguien  que  se  opo- 
nía con  toda  la  inmensa  fuerza  de  su  poder,  a  que  esta  alma,  a 
quien  consideraba  como  su  terrible  enemiga,  fuera  recorriendo  este 
camino,  cada  paso  de  esta  vocación,  era  para  él  una  terrible  derrota. 
En  un  momento  de  intimidad  muv  grande,  pocos  días  antes  de  de- 
jarnos, la  Madre  le\antó  un  poco  el  \elo  y  recordó  las  espanto- 
sas batallas  que  durante  este  año  tuvo  que  sostener. 

Xoche  a  noche,  decía,  el  demonio  me  venía  a  combatir  en  la 
forma  más  violenta  v  más  tenaz:  ¡cuánto  sufría!  no  supe  en  todo 
ese  año  lo  que  era  el  dormir  ni  el  descansar.  Su  grande,  su  úni- 
co empeño  era  hacerme  salir  y  al  ver  que  no  lo  lograba,  me  hacía 
terribles  juramentos,  que  él  conseguiría  en  cualquier  forma  arran- 
carme del  Carmelo,  aunque  tuviera  que  remover  el  mundo  ente- 
ro. Pero.  .  .  no  logró  su  intento  y  así  entre  los  días  corrientes 
que  nadie  adi\inaba  en  la  novicia,  nada  de  especial  v  entre  ?stas 
noches,  según  decía  su  Rcia.  de  amarguras  indecibles,  corrió  el 
tiempo  del  noviciado  v  llegó  el  soñado  día  de  formular  sus  san- 
tos A  otos. 


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PRIMKRA  PROFESK)\ 

El  29  de  Seplieinlire  — San  MipiucI  Artangel —  con  ocasión 
de  ser  el  onomástico  del  fundador  Plxio.  Don  Miguel  Rafael  Pra- 
do, fue  el  día  elegido  para  la  profesión  de  votos  simples  perpe- 
tuos, de  la  hermana  María  Angela,  a  los  que  entone  s  se  les 
daba  todavía  la  mayor  solemnidad,  efectuándose  en  ellos  la  im- 
posición del  velo  negro.  Hermosa  fué  la  fiesta,  todo  se  reunió 
para  acompañar  a  la  querida  ^    feliz  hermaiiila. 

Ambas  familias,  la  religiosa  )  su  familia  del  mundo,  rivali- 
zaron en  demostrar  su  cariño,  procurando  que  en  esta  fecha  tan 
memorable,  lodo  fuera  felicidad  junto  a  la  humilde  Carmelita, 
que  solo  aspiraba  a  darse  total  e  integramente  a  su  Dios.  Con 
que  fervor  se  prepararía,  ésto  sólo  lo  saben  los  ángeles  a  quienes 
había  escogido  por  modelo,  lo  sabe  su  Madre  Santísima  del  Car- 
melo, a  la  que  sin  duda  se  confió  para  ser  adornada  por  su  niis- 
^  ma  mano  y  ofrecida  por  su  Corazón  Maternal,  al  Divino  Esposo 
de  su  alma.  Si  hubo  mucho  regocijo  en  ese  día  en  este  Carmelo 
de  la  tierra,  piadosa  y  casi  seguramente,  podemos  j)ensar  que  lo 
hubo  )  mucho  más.  en  el  Carmelo  del  Cielo. 

La  ceremonia  la  presidió  el  Pbdo.  Don  Miguel  Rafael  Prado, 
el  Padre  Prudencio.  Carmelita,  pronunció  un  hermoso  sermón  alu- 
sivo a  la  tierna  ceremonia  y  otros  Padres  y  Sacerdotes  realzaron 
con  su  presencia  esta  festividad  religiosa. 

Su  madre,  algunos  de  sus  hermanos  y  otros  miembros  que 
le  eran  muy  queridos  de  su  familia,  vinieron  a  Talca  a  estar  jun- 
to a  ella,  en  ese  día  tan  grande  y  tan  feliz  de  su  vida.  Hubo  mu- 
chas flores,  cánticos,  música  v  también  muchas  lágrimas  de  emo- 
ción. 

Dejemos  nuevamente  la  palabra  al  Rdo.  Padre  Arturo,  que 
cual  el  padre  más  amante  y  el  vigía  más  experto,  velaba  sobre 
ella,  desde  esa  grande  altura  espiritual  en  que  vivía,  y  a  la  que 
quería  llevar,  a  toda  costa,  a  su  discípula  y  hacerla  subir,  si  po- 
sible le  fuera,  a  la  cima  más  alta  de  la  vida  on  Dios. 


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Le  dice  en  esla  oportunidad:  "Como  no  ignoras  cuanto  de- 
seo tu  bien,  no  te  admirarás  de  que  me  ha\a  alegrado  en- el  alma, 
por  tu  entrega  total  y  perpetua  a  Quién  siempre  te  ha  distingui- 
do. Amor  con  amor...  penas  con  penas...  ; Queremos  ser  coro- 
nados de  rosas  cuando  nuestro  Jefe  está  coronado  de  espinas? 
(San  Bernardo).  Esas  rosas  con  que  te  obsequiaron  tus  herma- 
nas el  día  de  tu  muerte,  fueron  las  últimas  de  tu  \ida.  La  mú- 
sica, saludos,  bombos,  platillos  etc..  la  despedida  últisna  que  el 
mundo  te  dió,  para  no  acordarse  más  de  tí  y  dejarte  en  paz.  co- 
mo la  abejita.  labrando  el  panal  de  tú  santificación.  Manos  a 
la  obra...  hacerlo  todo  por  Dios...  evitar  con  suavidad  hasta 
cualquier  asomo  de  imperfección"'. 

Le  da  un  último  v  oficaz  consejo:  "Sé  muy  amante  de  la  po- 
breza, pero  nó  escrupulosa.  Mucho  me  temo  que  en  el  cumpli- 
miento de  tus  votos  va\a  a  haber  algo  de  eso.  Delicadeza  sí.  es- 
crúpulos nó". 


Bien  armada  entraba  la  nueva  religiosa,  a  ese  gran  períodc^ 
oscuro  V  laborioso,  que  marca  el  final  del  noviciado  v  va  comen- 
zando de  lleno  la  vida  claustral.  Período  de  sacrificio,  de  renun- 
ciamiento, de  abnegación  diaria.  Periodo  en  que  Dios  destruye 
todo  lo  que  del  mundo  queda  en  el  alma  v  en  que  procura 
ponerla  en  la  verdad.  Dejémosla  a  ella  que  nos  diga  como  va 
obrando  Dios. 

"Juzgo  dice,  que  al  pedir  en  el  acto  tan  solemne  de  la  pro- 
fesión "la  misericordia  de  Dios'  es  porque  la  Carmelita  com- 
prende que  para  serlo  verdaderamente  tiene  que  bajar  a  lo  sumo 
de  su  "¡N.ADA",  comprende  que  es  "nada  "  y  por  eso  pide  la  mi- 
sericordia de  Dios.  Cuando  un  alma  ya  se  cree  "nada"  v  está 
contenta  con  ser  "nada"  me  parece  que  ha  llegado  a  lo  sumo 
de  la  humildad  y  que  entonces  está  en  la  verdad,  porque  realmen- 
te ;.que  somos?  .  .  .  NADA.  .  .  entonces  se  puede  esperar  que  Dios 


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Nuestro  Señor  lo  será  TODO,  su  misericordia  la  cubrirá  coniple- 
tamente.  .  .  ¡Ay!  nunca  olvidemos  que  toda  nuestra  grandeza  es- 
tá en  la  humildad  de  corazón.  Nada  seremos  a  los  ojos  de  Dios, 
ni  nos  atraeremos  sus  gracias  si  no  somos  humildes.  .  .". 

Sí,  bajar  al  abismo  de  su  nada,  fué  adonde  concentró  todos 
los  esfuerzos  de  estos  primeros  años  de  su  vida  interior  v  por 
este  medio,  ir  creciendo  en  la  humildad.  Dios  derramó  sobre  su 
alma  copiosas  luces,  intensificando  su  propio  conocimiento,  en 
forma  que  llegó  a  ser  su  mayor  martirio.  Se  consideraba  la  nada 
más  pecadora,  la  miseria  misma  y  ésto  con  una  humildad  y  una 
sinceridad  tan  verdadera  que  admiraba.  Pero  a  pesar  de  juzgar- 
se tan  pobre  y  por  eso  mismo,  con  qué  esfuerzos  trabaja  en  su 
santificación,  como  la  abejita  laboriosa,  que  se  le  dió  por  mo- 
delo. Con  ese  trabajo  silencioso  y  oscuro  se  dispuso  para  lle- 
gar a  la  cumbre  de  la  vida  religiosa:  la  Profesión  Solemne. 

Desde  entonces  comenzó  su  ascensión  por  la  montaña  del 
Carmelo.  Seguiremos  sus  pasos  con  veneración,  con  cariño,  con  res- 
peto. Subió  muy  alto,  porque  supo  bajar  muy  hondo.  Si  la  que- 
remos encontrar,,  durante  toda  su  vida,  la  tenemos  que  buscar 
ahí.  En  el  secreto  de  su  humildad,  supo  tejer  prolija  su  capullo 
y  guardó  en  él  lo  más  precioso  do  su  interior,  hasta  que  lo  ras- 
gó la  muerte  v  nos  la  mostró  Iiermosa  como  era,  ante  los  ojos 
de  su  Dios.  Aspirábamos  el  perfume  de  su  alma,  pero  no  veíamos 
la  flor. 

Con  el  velo  simbólico,  que  la  joven  profesa  recibe  el  día  de 
su  Profesión,  que  bien  se  supo  ir  ocultando,  desapareciendo,  ve- 
lándose a  los  ojos  de  la  tierra  y  sobre  todo  a  sus  propios  ojos. 
Ahí  está  el  secreto  de  toda  su  grandeza.  Supo  bajar  sinceramente, 
como  ella  dice,  hasta  el  fondo  de  su  nada,  y  fué  en  verdad  hu- 
milde de  corazón.  Su  alma  pura,  su  virtud  verdadera,  su  inteli- 
gencia clara,  su  fidelidad  constante  a  las  luces  de  Dios,  le  reve- 
larou  desde  el  principio  la  doble  fase  de  la  jornada  que  debía 
enipif nder.  Miró  hacia  la  tierra  v  se  encontró  con  la  realidad, 
con  la  realidad  humana,  que  todo  hijo  de  Adán  debe  recorrer, 


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eso  sí,  que  encuadrada  en  un  precioso  marco,  de  recogimiento,  de 
silencio,  de  ambiente  de  pureza,  de  santos  ejemplos.  Pero  reali- 
dad de  sacrificio,  realidad  de  abnegación,  realidad  de  trabajo 
muchas  veces  esforzado.  Virtud  que  reclama  diariamente  venci- 
mientos grandes  y  pequeños:  del'ilidades,  cansancios,  y  también 
caídas.  .  .  Esmaltando  este  camino,  inocentes  goces,  alegrías  sen- 
cillas, pequeños  gustos  en  el  diario  vivir. 

Mirando  hacia  el  Cielo,  sus  ojos  se  encontraron  con  la  su- 
blime realidad  de  un  Dios  que  ofrece  sus  tesoros,  de  un  Dios 
que  llama  a  vivir  en  intimidad  con  El,  de  un  Dios  que  no  se 
dejara  vencer  en  generosidad.  Y  comprendió  que  tenía  que  aunar 
estos  dos  caminos.  Dios  se  le  daría  en  su  amado  Carmelo,  en  la  me- 
dida que  sus  pies  recorrieran  los  senderos  del  sacrificio  y  de  la 
virtud  vivida.  Y  no  trepidó  en  emprender  la  marcha  y  no  se  detuvo 
hasta  el  instante  misnio,  de  su  último  paso  del  tiempo  a  la  eter- 
nidad. 


Llegó  el  momento  en  que  su  Comunidad  reclamalja  de  su 
Caridad,  su  actividad  exterior,  comenzando  a  confiarle  la  obedien- 
cia uno  a  uno  todos  los  oficios  que  dentro  de  ella  se  ejecutan. 
La  inició  en  su  desempeño,  con  solicitud  vigilante  nuestra  Rda. 
Madre  Rosa,  procurando  enseñarle  ese  cuidado,  orden,  perfec- 
ción, con  que  su  Rvcia.  los  cumplía,  inculcándole  el  espíritu  de  fe, 
mirando  ante  todo  agradar  y  servir  a  Dios  en  su  fiel  cumplimien- 
to. Al  examinarse  sobre  ellos  se  pregunta  soy  abnegada,  ten- 
go pureza  de  intención?  ¿soy  puntual,  caritativa,  paciente,  econó- 
mica, ordenada?"  \  así  logró  serlo.  Con  toda  fe  sus  Preladas  le 
podían  confiar  los  oficios,  seguras  de  su  tino,  discreción,  pru- 
dencia, espíritu  de  sacrificio,  de  caridad,  abnegación.  No  se 
prestaba,  eji  ellos  se  daba  a  su  Comunidad,  pensando  que  Como 
religiosa  debía  y  tenía  que  cumplir  con  más  perfección,  que  en 
ninguna  otra  parte,  la  ley  del  trabajo.  Los  desempeñaba  con  ca- 
riño, como  después  enseñaba  a  hacerlos.  Encontramos  entre  sus 


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propósitos:  "Perfeccióii  en  el  ciimpliiniciilo  de  mis  oficios,  debo 
considerar  que  para  mí  ahí  está  la  Voluntad  de  Dios,  ahí  donde 
El  quiere  que  le  sirva  y  glorifique,  aunque  sea  muy  bajo  y  f'e 
muv  pocíi  importancia.  Cuando  me  los  confíen,  los  primeros 
días  pasaré  a  ralos,  a  los  pies  de  \uestro  Señor  )  de  la  Santísi- 
ma \irgen.  pciisatido  cómo  debo  cumplirlos,  en  las  dificultades 
que  me  puedo  encontrar,  las  licencias  que  debo  pedir.  Evitar  las 
pérdidas  de  tiempo  y  las  dejaciones.  Evitar  tamUién  las  tareas 
que  me  son  muy  perjudiciales  para  el  alma,  para  evitarlas  ser 
prevenida,  así  conseguiré  no  perder  la  paz  ni  el  recogimiento". 

PLENA  VIDA  RELIGIOSA 

En  esta  vida  corriente  de  ti  alhajo  abnegado,  de  piedad  fer- 
vorosa, pero  sencilla,  de  apacible  carácter,  de  bondad,  de  espí- 
ritu de  recogimierto,  de  amor  a  la  observancia,  a  sus  santas  Reglas, 
la  vieron  sus  hermanas  llegar  a  la  cumbre  de  su  entrega  a  Dios. 
Al  cumplirse  los  tres  años  de  su  profesión  primera,  el  2  de  Octu- 
bre de  1906,  día  de  los  Santos  Angeles,  selló  su  vida,  con  su 
Profesión  Solenuie.  Esta  se  efectuó  en  privado  para  el  mundo; 
pero  comunicó  a  su  alma  toda  la  fuerza  que  da  lo  estable,  se 
sintió  para  siempre  arraigada  en  Dios  y  en  el  Carmelo. 

i\ada  debería  detener  su  marcha.  Tenía  una  salud  delicada, 
casi  se  podría  decir  frágil,  pero  eso  no  le  importó,  su  gran  espíri- 
tu la  sostuvo  desde  el  principio  hasta  el  fin;  daba  cuanto  podía, 
siendo  enemiga  de  cuidados,  de  atenciones,  de  demasiadas  preo- 
cupaciones. Comprendió  que  si  no  se  esforzaba  no  le  sería  po- 
sible sostener  la  austeridad  de  vida,  más  aún,  buscó  en  ese  esfuer- 
zo, la  resistencia  que  en  su  débil  naturaleza  no  encontraba  y  se 
hizo  fuerte,  en  medio  de  sus  diarios  achaques,  que  la  acompaña- 
ron todo  el  curso  de  su  vida.  Creo  que  sin  exagerar,  se  puede 
decir,  que  en  este  punto  fué  verdaderamente  heroica;  pero  con 
ese  equilibrio  que  la  caracterizaba,  supo  también  recibir  y  tomar 
los  alivios  que  la  obediencia  y  la  razón  le  prescribían  y  esto  con 


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sencillez,  con  naturalidad,  pero  ton  delicadeza  grande  de  con- 
ciencia. Su  delicada  salud,  nunca  le  fué  olisláculo  en  su  cami- 
no de  santificación,  sino  fuente  abundante  de  mortificación. 

Día  a  día  iba  la  Comunidad  apreciando  y  aquilatando  las 
cualidades  v  dotes  que  en  la  hermana  María  Angela  iban  resplan- 
deciendo, su  buen  juicio,  tranquilo,  recto,  claro,  su  criterio  bien 
formado,  su  espíritu  religioso,  su  amor  a  la  vida  interior.  Bien 
podían  confiarle,  aunque  tan  joven,  responsabilidades  y  le  entrega- 
ron a  los  pocos  años  de  su  profesión  solemne,  la  formación 
de  las  hermanas  de  velo  blanco,  cuyo  noviciado  hacían  enton- 
ces separado  del  de  las  novicias  de  Coro.  Se  dedicó  a  la  atención 
de  las  almas  que  se  le  entregaron,  con  el  empeño  que  en  todo 
la  caracterizaba:  siendo  su  formación  a  la  vez  un  ensayo  y  co- 
mo un  noviciado  para  ella  misma,  que  la  preparaba  para  la  deli- 
cada V  larga  misión,  que  el ,  Señor  le  destinaba  en  el  porvenir. 
Oficio  que  cumplió  con  plena  satisfacción  de  la  Comunidad. 

En  1916  fue  elegida  Subpriora.  cargo  que  desempeñó  con 
mucha  prudencia  y  con  esa  bondad  v  tino,  que  eran  innatos  en 
su  Reía.  Poco  a  poco  ha])ía  ido  siendo  una  colaboradora  eficaz 
de  su  Prelada,  que  ya  no  miraba  en  ella,  a  la  novicia  que  debía 
formar  v  corregir,  sino  a  un  apovo.  a  un  alma  en  la  que  podía 
descansar  v  en  la  que  se  podía  confiar. 

Pero  estas  muestras  de  aprecio,  de  cariño,  de  confianza,  que 
en  el  curso  de  su  AÍda  fué  recibiendo,  no  detenían  su  corazón,  lo 
alentaban,  lo  sostenían,  sí.  pero  no  lo  amarraban  a  nada  de  la 
tierra. 


En  el  diario  \ivir.  según  como  el  Señor  iba  sembrando  su 
camino  y  ahondando  los  cimientos  de  su  santificación,  encontró 
también  penas,  sacrificios,  espinas,  que  clavaron  hondo  en  su  de- 
licado corazón.  Pero  sabía  muv  bien  que  era  esposa  de  Cristo 
Crucificado.  Al  entrar  la  primera  vez  que  se  encontró  frente  al  " 
Carmelo,  al  quedar  sola,  en  el  silencio  de  su  celdita.  sus  ojos 


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vieron  pendiente  en  su  pared,  una  cruz  grande  madera  des- 
nuda. Cruz  que  nunca  dejará  de  ver  ahí,  porque  es  su  Cruz:  la 
Carmelita  sabe  que  desde  ella,  debe  subir  al  Cielo,  en  repara- 
ción y  expiación  su  vida  entera.  El  ;,cómo?...  Jesús  lo  escogerá 
para  cada  una.  "Feliz  el  alma,  dice  ella,  si  en  las  cosas  ve  la 
mano  de  Dios,  en  las  personas  la  imagen  de  Dios,  en  los  sucesos 
y  acontecimientos  el  plan  y  orden  de  Dios".  En  otra  parte:  "Su- 
frir, sacrificarse,  inmolarse,  ser  una  hostia  inmaculada  por  la 
salvación  de  las  almas,  esa  debe  ser  la  vida  de  una  Carmelita. 
Debe  una  Carmelita  transformarse  en  una  imagen  viva  del  Cruci- 
ficado. El  Carmelo  debe  tomar  una  parte  muy  grande  en  la 
salvación  del  mundo,  por  medio  de  su  vida  de  oración,  contem- 
plación y  de  sacrificio. 

"Cuan  necesario  es  aprender  a  SUFRIR  BIEN,  esto  es  muy 
necesario  en  el  Carmelo".  Así  supo  nuesli;i  hermana  cargar  ani- 
mosa, a  pesar  de  la  timidez  grande  de  su  carácter  el  peso  de  su 
Cruz,  ya  fuera  que  se  le  presentara  en  forma  visible,  por  el  lado 
de  la  tierra,  o  que  pesara  sobre  su  espíritu  por  dolorosas  purifi- 
caciones de  parte  de  Dios  o  por  tentaciones  del  enemigo.  Pero 
el  sufrimiento,  que  no  la  abandonó  en  todo  el  curso  de  su  exis- 
tencia, no  retardó  su  paso,  ni  interrumpió  su  camino. 

Así  como  el  aprecio  y  el  cariño  la  sostuvieron  y  la  alentaron, 
los  dolores,  moralmente  la  fortificaron  y  la  cimentaron  profun- 
damente en  Dios;  pero  no  la  ensimismaron  ni  detuvieron:  bien 
sabía  que  eran  sólo  un  medio  y  el  más  eficaz,  para  llegar  a  su 
grande  y  única  aspiración  "su  unión  con  Dios".  En  ella  concen- 
tra toda  la  fuerza  de  su  espíritu,  toda  la  energía  de  su  carácter, 
todo  el  fuego  de  su  corazón.  Sigámosla  tomando  sus  apuntes, 
tal  como  iban  naciendo  de  su  alma  al  contacto  de  la  acción  de 
Dios,  sólo  así,  la  podremos  conocer  tal  cual  su  Rcia.  fué. 

VIDA  INTIMA  EN  DIOS 

Comienza  la  víspera  de  un  nres  de  María  haciéndole  un  de- 
safío a  la  Santísima  Virgen. 


—  31  — 


"Mi  dulcísima  Madre  hago  ron  Vos  el  siguiente  desafio:  Yo 
Madre  por  honraros  guardaré  silencio,  Vos  Señora  me  ayuda- 
réis y  daréis  gracia  para  ello. 

"Yo  Madre  por  honraros  haré  esfuerzos  por  cumplir  y  orde- 
nar mis  prácticas-  de  piedad,  Vos  Señora  me  iluminaréis  y  ayu- 
daréis. 

"Yo.  Madre,  por  honraros,  principiaré  a  abandonarme  con- 
fiada y  amorosa  entre  los  brazos  de  Jesús  y  los  vuestros.  Vos  Se- 
ñora, estaréis  ahí  para  alentarme  y  dirigirhie. 

"  Yo  os  desafío  Madre  a  amaros  y  Vos  a  favorecerme. 

"  Yo  a  serviros  y  Vos  a  daime  gracias. 

"  Yo  a  ser  \  uestra  v  V  os  a  ser  mía. 

"  \o  a  ser  vuestra  hija  v  Vos  a  ser  mi  Madre. 

"¿Cuál  de  las  dos  ganará  oh  Madre?...  Si  yo.  Vos  me 
pagaréis  con  darme  a  Jesús.  Y  si  Vos  ¿qué  podré  yo  daros  a 
Vos  Madre  mía?  Os  entregaré  mi  alma  v  mi  vida". 

Jesús  mío,  amor  mío  tened  piedad  y  misericordia  de  mí. 
Yo  me  entrego  Señor  a  tu  amor,  quiero  y  propongo  vivir  en  in- 
timidad con  Vos.  .  .  ¡Oh  mi  Jesús  quién  pudiera  decir  con  ver- 
dad "Mi  amado  es  para  mí  y  )o  para  mi  amado"'!... 

'■Jesús  sin  A  os  vo  no  puedo  vivir,  daos  Señor  a  mí  v  atine 
yo  a  darme  a  Vos. 

"Mi  examen  será  el  rec^ogimiento.  andar  con  porte  exterior 
recogido.  El  silencio.  No  hablar  más  que  por  caridad  o  necesi- 
dad. Para  aprender  a  guardar  silencio  \  hablar  prudente  y  santa- 
mente, debo  tomar  la  siguiente  costumbre:  siempre  que  hable  o 
conteste  hacerlo  con  reflexión,  como  quién  se  dirige  antes  a  Nues- 
tro Señor,  para  que  así  mis  palabras  sean  según  su  Santísima 
Voluntad,  Apuntaré  como  falta,  siempre  que  me  falte  esta  refle- 
xión, aunque  no  faltare  en  lo  que  hablo,  porque  es  muy  necesa- 
rio que  me  acostumbre  a  ser  reflexiva. 

"Mi  gran  propósito:  "IntimiJad  con  Jesús"  para  cumplirlo 


—  ?>2  — 


propongo:  en  la  mañana  tenipiano  recogerme  inlensamcnle  en  el 
interior,  repitiendo  este  acto  varias  veces  en  el  día.  Ahí  en  el 
interior  buscar  a  Jesús,  con  dolor  de  haberle  ofendido,  con  amor, 
con  ansias,  con  ternura,  con  inliniidad.  con  confianza,  con  ardor, 
con  gemidos,  con  lágrimas,  con  suspiros.  Enl retenerme  con  El, 
conversar  con  El,  rogarle,  suplicarle,  clamarle...  El  Espíritu 
Santo  ora  en  nosotros  con  gemidos  inf7iarrables. 

"¡Oh  María  Angelá!  que  estas  palabras  las  reduzcas  a  la 
práctica:  ¡SOLO  POR  EL  EXISTO.  SOLO  PARA  EL  EXISTO!. .  . 
y  si  eres  fiel  podrás  exclamar  al  fin:  ¡POR  EL  EXPIRO! 

a  tu  Madre  ;la  olvidarás?  ¡OIi  no!  después  de  mi  Ama- 
do, Vos  seréis  mi  Amada. 

"Hoy  Señor,  me  doy  toda  a  Vos,  no  sabré  decir  lo  que  mi 
alma  siente!...  "Oh  Jesús  no  os  csjnséis,  de  esperarme.  ¡Oh 
amor  como  podré  resistir  a  las  ansias  que  mi  alma  siente  por 
servirte!...    ¿Cómo  soy  tan  dura? 

"Al  comenzar  mi  oración  hacer  un  acto  profundísimo  de 
fe  en  la  presencia  de  Dios.  Este  acto  de  \iva  fe  me  es  muy  pro- 
vechoso para  recoger  mi  alma.  También  lo  es  cuando  trato  de 
avivar  mucho  la  fe,  por  ejemplo  en  cualquier  misterio  de  la  vida 
o  pasión  de  Nuestro  Señor,  pasar  de  la  Santa  Humanidad  a  la 
Divinidad  dejando  que  mi  alma  se  penetre,  se  admire  hasta  que- 
dar si  CB  posible  estupefacta,  al  contemplar  un  Dios  Niño,  un 
Dios  abriendo  su  boca  divina  y  saliendo  de  ella  aquellas  ense- 
ñanzas, aquella  palabra  de  jjcrdón,  de  amor,  de  misericordia. 
"LIn  Dios  azotado...  crucificado...  muerto,... 

"En  los  misterios  de  la  Santísima  Virgen  mirarla  como  Ma- 
dre de  Dios. . . 

"A  nuestro  Padre  San  José,  esposo  de  la  Madre  de  Dios. 

"Este  espíritu  de  fe  en  los  grandiosos  misterios  que  se  cele- 
bran es  lo  que  más  me  ayuda  a  oír  la  .Santa  Misa,  oírla  al  pie 
de  la  Cruz  con  mi  Madre.  Unión  con  mi  Jesús  que  se  sacrifi- 
ca... que  muere'  Jesús  que  entra  en  mi  corazón...  En  estos 
dos  actos,  la  Santa  Misa  v  la  Sagrada  Comunión,  unión  más  que 


—  33  — 


nunca  con  Jesús,  con  El  adorar,  dar  gracias,  pedir  perdón,  ro- 
gai . . . 

"Durante  el  Oficio  Divino  unión  con  mi  Jesús  que  ora  en 
el  Santísimo  Sacramento.  .  .  Unión  con  la  Iglesia  triunfante.  .  . 
sobre  todo  en  las  grandes  festividades.  Cuanto  recoge  rai  alma, 
pensando  por  ejemplo,  en  la  Octava  de  Corpus,  cómo  estará  la 
Iglesia  triunfante  inclinada  hacia  la  Iglesia  militante  adorando 
la  Hostia  Santa.  En  las  festividades  de  la  Santísima  \  irgen,  pen- 
sar cómo  llegará  al  Cielo  el  eco  de  las  alabanzas  de  la  Iglesia 
de  la  tierra  a  unirse,  sí,  a  unirse  y  formar  una  voz  con  las  ala- 
banzas de  la  Iglesia  triunfante  v  ¿por  qué  no  creer  también,  con 
el  gemido  resignado  y  amoroso  de  la  Iglesia  purgante?...  Y 
entre  esa  inmensa  voz  se  oirá  también  la  mía.  .  .  aunque  pobre, 
aunque  indigna. 


•'VIVO  YO,  MAS  NO  YO,  CRISTO  VR  E  EX  MI".  Este  es 
mi  deseo,  aquí  es  donde  quiero  que  vayan  todos  mis  esfuerzos, 
para  conseguirlo  quiero  vivir  en  Jesús  y  que  Jesús  viva  en  mí. 
Mi  corazón  es  la  morada  de  Jesús,  El  en  mí  y  yo  en  El. 

"Paz  y  tranquilidad  para  mi  pobre  corazón.  Al  cumplir 
mis  prácticas,  procurar  que  no  cansen  mi  alma,  sino  con  tran- 
quilidad como  una  música  suave  v  melodiosa  que  canta  al  lado 
de  Jesús...  Su  amor...  su  gloria...  formarán  esta  melodía.  Es- 
trecharé muchas  veces  el  Santo  Crucifijo,  recordaré  que  lo  ten- 
go como  un  sello  sobre  mi  corazón". 

Pero  esta  hermosa  alma  a  medida  que  se  iba  dando  y  acer- 
cando a  su  Dios,  iba  penetrando  por  los  grandes  caminos  de  la 
purificación.  Al  dar  cuenta  de  los  trabajos  que  su  alma  sufría 
en  esta  época  dice:  "Quiero  hacer  a  Dios  una  entrega  total  dj 
todo  mi  ser.  en  un  acto  de  perfecto  abandono,  no  habría  dicha 
semejante  a  la  de  vivir  en  ese  abandono,  convencida  que  nada 
me  pasará  sino  lo  que  Dios  quiera:  que  en  mí  se  cumplirá  la 
voluntad  de  Dios,  que  El  obrará  en  mí  como  en  cosa  absoluta- 


—  sá- 


mente suya.  Pero  este  abandono  y  confianza  que  yo  quiero  te- 
ner, es  combatido  tan  atrozmente,  no  es  que  dude  de  la  bondad 
)•  misericordia  de  Dios,  ni  de  su  poder,  toda  la  dificultad  pro- 
viene de  mí  y  por  mi  culpa,  me  siento  tan  lejos  de  Dios,  a  veces 
tan  espantosamente  abandonada  de  El,  con  una  montaña  de  pe- 
cados sobre  mí,  que  más  me  parece  que  la  ira  de  Dios  puede 
descargarse  sobre  mí  que  nó  su  misericordia,  me  muero  de  es- 
panto y  de  miedo.  En  cuanto  me  sucede,  me  imagifto  que  es  la 
ira  de  Dio?  que  ya  va  a  caer,  y  como  desatentada  buscó  amparo 
fuera  de  Dios.  .  .  Todo  esto  me  aturde  \  me  deja  sin  ánimo  para 
nada;  aunque  tamljién  creo  que  estas  penas  me  son  de  provecho, 
más  es  el  caso  que  yo  no  sé  cómo  podeime  sostener  firme,  en  me- 
dio de  tanta  tempestad. 

"Veo  claro  que  necesito  arraigar  en  mi  alma  la  fé  y  la 
esperanza;  pero  no  sé  como  hacerlo,  cuando  me  parece  que  me 
ariebalan  estas  virtudes...  Si  por  mis  pecados  Nuestro  Señor 
permitiera  que  todo  el  infierno  se  levantara  contra  mí  y  que  las 
creaturas  estuvieran  en  mi  contra,  que  a  Nuestro  Señor  no  lo 
sienta,  que  parezca  rechaza  mi  oración,  que  mis  penas  no  las 
acepta,  ¿podré  a  pesar  de  todo  decirle  con  inquebrantable  con- 
fianza que  El  sea  mi  refugio? 

"Estas  tempestades  son  días  muy  amargos  pero  que  pa«an. 
En  el  fondo  de  mi  alma  encuentro  después  mayor  paz,  confor- 
midad con  la  voluntad  de  Dios,  creo  y  espero  en  El  y  un  amor 
intensísimo  hacia  Nuestro  Señor,  con  deseo  de  amarlo  sólo  por 
ser  quien  es,  aunque  nunca  se  acordara  de  mí.  Pero  a  mi  cora- 
zón no  lo  puedo  hacer  salir  de  su  cruel  incertidumijre,  a  mi 
Dios  no  lo  encuentro.  Es  cosa  rara,  de  mil  maneras  lo  siento,  pero 
no  lo  puedo  hallar.  Comprendo  que  hay  un  Cielo,  para  las  al- 
mas puras  y  llenas  de  amor,  pero  parece  que  ese  Cielo  jamás 
llegará  a  ser  mío". 

Entonces  se  la  alentaba  y  se  la  dirigía  más  que  nunca  a  la 
confianza  v  al  amor.  Se  le  decía:  '"A  ojos  cerrados  y  de  todo 
corazón  déjese  y  abandónese  a  la  amabilísima  voluntad  de  Dios, 


—  35  — 


aunque  no  lo  encuentre  y  no  lo  sienta:  consigo  lo  tiene  más 
presente  que  a  sí  misma.  Permanezca  firme  y  espere  que  se 
desvanezcan  esas  polvaredas  y  tempestades.  Respire  cada  día  más 
y  más  en  la  atmósfera  de  la  confianza.  Déjese  en  las  manos  ben- 
ditas de  Dios  que  la  está  PURIFICANDO  y  TRANSFORMANDO  ". 

Eficazmente  se  la  conducía  a  emplear  su  vida  en  el  edificio 
de  su  propia  santificación,  que  no  temiera  aspirar  muy  alto,  que 
estaba  llamada  a  una  santidad  muy  elevada,  que  desplegara  sus 
^alas  y  que  volara  sin  temor. 

Ella  responde  y  dice  en  sus  apuntes:  "A  tanta  misericordia 
¿qué  podré  decir?  Confieso  que  soy  la  más  miserable  creatura, 
pero  sobre  la  base  de  vuestra  gran  misericordia,  de  vuestro  amor 
no  desmentido,  QUIERO  SANTIFICARME.  En  las  penas  que  han 
caído  sobre  mí.  Tú  Señor  no  me  has  abandonado,  sino  que  me 
has  amparado  a  fin  de  que  no  me  perdiese.  .  .  Todo  ha  sido  Se- 
ñor mío,  para  que  entrando  dentro  de  mí  confiara  sólo  en  Vos. 
que  sois  el  único  que  podéis  salvar  a  la  pobre  creatura...  Quie- 
ro principiar  m!  santificación  ;qué  hacer  Señor,  qué  hacer  Je- 
sús Esposo  v  Padre  de  mi  alma?  Me  abandono  en  vuestras  Ma- 
nos con  entera  y  filial  confianza.  Guardadme  como  a  vuestra 
hijita,  guardadme  en  vuestro  dulcísimo  Corazón. 

"Unión  con  mi  adorado  Jesús,  en  El  pensaré,  a  El  busca- 
rán continuamente  los  ojos  de  mi  alma  atrayéndole  a  mí  con 
miradas  de  am.or.  de  arrepentimiento,  con  mirada  sencilla,  como 
de  paloma.  A  El  acudiré  en  todo  y  si  viene  a  aterrarme  el  demo- 
nio, le  haré  frente.  .  .  ¿qué  tiene  que  ver  él  conmigo?  Aunque 
tuviera  todos  los  pecados  del  mundo  ¿qué  son  ante  la  hoguera 
del  Amor  Infinito?  En  ningunas  manos  estoy  mejor  que  en  las 
de  Jesús,  en  ningunas  más  segura...  Fomentar  el  amor  filial, 
me  entregaré  al  Amor  Misericordioso.  .  .  Mi  Santa  Teresita  me 
enseñará  esta  ciencia". 

"Como  en  ninguna  parte  me  puedo  unir  más  real  v  verda- 
deramente a  Jesús,  que  en  la  Sagrada  Comunión,  ella  será  mi 
preocupación  constante  día  y  noche.  Preparar  mi  corazón  a  Je- 


—  36  - 


sús.  retenerlo  en  él,  darle  gracias  por  haber  venido  ¡oh  qué  dul- 
ce ocupación!  Es  tan  fácil  contentar  a  Jesús...  es  tan  sencillo 
engañarle.  .  .  robarle  el  Corazón. 

"Propongo  imitar  las  virtudes  del  Corazón  Dulcísimo  de  Je- 
sús; su  dulzura,  su  mansedumbre,  su  sencillez,  su  caridad.  No  quie- 
ro faltar  a  la  caridad  en  nada,  ni  en  pensamientos,  ni  en  pala- 
bras, ni  en  obras.  Sencillez  en  mis  juicios,  a  fin  de  que  cuando 
mire  a  Jesús,  El  vea  en  mi  mirada  ojos  de  paloma,  pero  si  miro 
y  juzgo  maliciosamente,  entonces  El  no  verá  en  mí,  ojos  de  pa- 
loma. .  .  Repito,  humildad,  mansedumbre,  paciencia  con  todas  y" 
una  santa  alegría. 

"Propongo  ensanchar  mi  cora/ón  por  la  confianza  y  el 
abandono  en  las  manos  de  Dios.  Estar  en  lo  que  estov.  tranquila, 
pacífica,  sin  apocamientos  indignos  de  un  alma  que  vive  confiada 
en  Jesús  y  todo  lo  espera  de  El.  Sin  mal  humor,  con  mucha 
humildad,  sin  una  sombra  de  arrogancia. 

"YO  SOY  DE  DIOS,  VOY  A  DIOS. . .  TODAS  LAS  COSAS 
SON  DE  CRISTO  Y  CRISTO  ES  MIO". 


El  Señor  no  se  deja  vencer  en  generosidad,  trabaja  e  ilumi- 
na el  alma  de  nuestra  amada  hermana,  en  la  medida  del  ardor 
con  que  ella  le  busca  y  se  le  entrega.  Dos  grandes  fuegos  puri- 
ficaban y  aquilataban  su  espíritu,  un  amor  intensísimo  a  su  Dios 
y  una  gran  luz  de  su  propia  vileza.  Sabia,  hermosa  y  atinada- 
mente la  aconsejan  y  la  dirigen  en  los  caminos  de  su  vida  espiri- 
tual. Permítasenos  copiar  los  consejos  que  recibe,  pues  ellos  reve- 
lan mejor  que  cualquier  comentario  el  estado  de  su  interior.  Se 
le  dice: 

"Sentir  en  el  fondo  del  alma  un  amor  de  Dios  inexplica- 
ble y  a  la  vez  vivir  como  desterrada  y  muchas  veces  sentirse 
como  rechazada  de  El,  es  propio  de  la  acción  de  Dios  que  atrae 
y  purifica,  que  deja  entrever  su  hermosura  e  inefable  perfec- 
ción y  con  la  misma  luz.  hace  que  el  alma  se  vea  de  reflejo 


—  37  — 


enteramente  pobre,  miserable  e  indigna  de  tan  grandiosa  Majes- 
tad, y  de  tanta  Pureza  como  es  El.  Ese  sentimiento  de  horror 
de  sí  misma  y  de  huir  corresponde  a  la  pobre  alma.  Pero  el 
mismo  Señor,  quiere  que  miremos  más  y  contemplemos  de  lleno 
su  hermosura  infinita,  templados  sus  rayos  y  suavizados  por  el 
velo  de  su  Divina  Misericordia:  Nos  permite  acercarnos  a  El 
con  confianza  y  sin  temor,  y  a  la  misma  Trinidad  Augusta  y 
al  Hijo  de  Dios,  cuyo  trono  de  misericordia  es  la  Santísima  Eu- 
caristía, donde  despojado  de  todo  su  ser  exterior  se  oculta  en 
absoluto,  tan  suave,  tan  misericordioso,  tan  divinamente  amable, 
que  nadie  puede  excusarse  de  ir  a  conversar  con  El,  a  consolar- 
le, a  vivir  con  El,  de  El.  y  para  El. 

'"Conclusión:  abandonarse  con  íntima  confianza  en  Jesús. 
Con  El  ofrecerse  como  víctima  por  sus  pecados  y  los  del  mundo 
al  Eterno  Padre,  resignada,  humilde  y  generosa,  con  gran 
pureza  de  intención  y  deseo  vivo  de  hacer  en  todo  la  voluntad 
de  Dios. 

"Nada  importa  que  L  d.  en  la  oración  sólo  mire  a  Nuestro 
Señor,  con  amor  intenso  v  gran  luz  de  su  propia  vileza.  Aunque 
vea  en  sí  una  infinita  indignidad  si  se  entrega  toda  a  Jesús.  El 
la  remediará". 

Ella  responde  con  las  palabras  de  nuestro  Padre  San  Juan 
al  que  tanto  amaba  v  tanto  leía.  "¡Oh  esperanza  del  Cielo  que 
tanto  alcanzas,  cuánto  esperas! 

"Consecuencia  no  poner  límites  a  mi  esperanza:  mientras 
más  miserable,  más  destituida,  menos  merezco  los  bienes  del  Cie- 
lo, la  misericordia  de  Dios:  por  lo  tanto  mi  recurso  será,  agran- 
dar, dilatar  la  confianza. 

"Las  horas  desesperadas  son  las  horas  de  Dios,  dice  un  san- 
to, ¿qué  cosa  más  desesperada  puede  existir  para  una  pobre 
alma,  que  ver  sus  inmensos  pecados,  los  años  perdidos,  las^  gra- 
cias divinas  que  no  han  fructificado,  los  años  que  vuelan,  la 
eternidad  que  se  acerca?  En  medio  de  estos  tristes  pensamientos 
nos  queda  esta  verdad:  "El  amor  misericordioso  de  Jesús  que 


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no  tiene  límites"...  Ella  sola  basta...  Sí,  las  horas  desespera- 
das serán  las  horas  del  "Amor  Miseiicordioso". 

¿Quién  no  oye  con  emoción  estos  sinceros  afectos  de  su 
alma?  Pero  no  tenemos  que  olvidar,  que  ahí.  la  tenemos  que 
buscar  siempre,  en  el  abismo  de  su  humildad,  todo,  absolutamente 
todo.  la  hace  penetrar  más  hondo  en  él. 

Su  Dios  y  su  Señor  al  verla  ahí  tan  profundamente  asenta- 
da, no  temía  irla  internando  más  y  más  en  su  íntima  unión. 
Oigámosla  describir  el  estado  de  su  alma. 

"Siento  a  Nuestro  Señor  Jesucristo  muy  cerca  de  mí.  me 
siento  como  penetrada  por  El,  parece  que  siempre  le  tengo  a 
mi  lado.  Es  mi  compañero  dulcísimo  y  amorosísimo  que  no  me 
falta,  continuamente  nos  miiamos.  sobre  todo  El  parece  que  no 
aparta  sus  ojos  de  mí.  Me  siente  amada  de  El  y  a  mi  vez  lo 
amo  intensamente. 

"En  la  oración  lo  que  mp  es  más  fácil  hacer  es  ésto:  ]iar^- 
ce  que  mi  alma  se  arroja  en  im  mar,  que  en  vez  de  ser  formado 
de  agua  lo  fuera  de  amoi.  Ahí  puedo  amar  intensamente,  pare- 
ce que  respirara  solo  amor,  todas  las  potencias  de  mi  alma  pa- 
rece están  ocupadas  en  solo  amar.  A  intervalos  miro  algún  mis- 
terio dé  nuestra  Santa  Religión:  pero  con  una  mirada  simple 
y  corta  para  volver  más  encendida  a  sólo  amar. 

"La  fidelidad  que  de  mi  ])arte  tengo  que  poner,  es  solamen- 
te una  gran  paz,  un  gran  silencio  interior  y  soplar  el  fuego  cuan- 
do se  va  extinguiendo,  con  miradas  simples,  cortas  y  suaves...  No  sé 
si  estoy  en  una  equivocación,  pero  lo  cierto  es,  que  me  siento 
muy  unida  a  Nuestro  Señor  y  esa  unión,  me  hace  obrar  en  mis 
relaciones  con  El  en  esta  forma. 

'Le  entrego  mis  pensamientos,  palabras,  obras  y  deseos;  real- 
mente no  quiero  tener  nada;  en  eslo  no  hago  un  esfuerzo,  es 
una  necesidad  cuya  realización  forma  toda  mi  felicidad.  Le  di- 
go: "Jesús  mío  te  entrego  mis  obras,  pensamientos  y  deseos,  yo 
quiero  desaparecer  por  completo  para  que  solo  Vos,  viváis  on 
mí".  Realmente  me  siento  como  que  no  fuera  va  la  que  vivo,  si- 


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no  Jesús  en  mí.  Pero  cuando  me  veo  caer  en  tantas  imperfeccio- 
nes que  3on  muchísimas  las  que  cometo,  no  sé  como  esto  pueda 
ser.  Tengo  en  mi  favor  que  no  hago  las  paces  con  mis  faUas. 

V  me  conozco  tanto  a  mí  misma,  que  no  vivo  satisfecha  de  mí. 
sino  por  el  contrario  sumamente  quejosa  v  me  creo  muy  malva- 
da como  en  realidad  lo  soy.  Tiemblo  al  mirarme  a  mí  misma, 
el  conocimiento  propio  que  tengo  es  terrible  y  desgraciadamen- 
te muy  verdadero. 

"Otro  gran  asunto  es  para  mí  la  oración  de  súplicas.  Me 
parece  que  los  intereses  de  Jesús  son  mis  únicos  intereses:  que 
El  JAMADO...  que  El  sea  GLORIFICADO...  que  El  REI- 
NE. .  .  son  en  mí  como  ideas  únicas.  Paréceme  que  estos  asuntos 
fueran  la  actualidad  del  día.  que  esto  es  por  lo  único  que  se 
debe  vi\'ir  preocupada  v  me  parece  que  todo  cuanto  sucede  Dios 
Nuestro  Señor,  no  lo  encamina  más  que  a  ésto  "SÜ  GLORLA 

Y  LA  SAL^  ACION  DE  LAS  AL\L\S".  Decir  en  qué  forma  me 
siento  ligada  a  estos  intereses  de  Dios,  no  me  sería  posible  ex- 
plicarlo: pero  todo  es  con  paz.  sin  celos  indiscretos  v  muy  secre- 
to. Creo  por  la  forma  como  me  pasa  esto  que  es  Nuestro  Señor 
el  que  ha  encendido  en  mí  este  fuego  \  que  me  ha  hecho  como 
socia  Suya,  en  los  asuntos  ^e  su  Gloria. 

"Mi  manera  de  pedir  es  en  forma  muy  simple.  Por  ejemplo, 
al  pedir  por  la  Patria  digo:  "Jesús  mío.  te  pido  por  Chile,  me 
imo  a  Ti  para  pedir  por  él  ".  Cuando  ruego  por  personas  parti- 
culares o  por  intenciones  especiales  lo  hago  así:  "Jesús  mío. 
te  entrego  a  tal  pei^sona.  te  entrego  tal  intención".  Otras  veces 
ni  siquiera  pido  sino  únicamente  miro  a  Jesús  y  al  mirarle,  pare- 
ce que  El  lo  viera  todo,  lo  penetrara  todo,  es  decir,  el  cnniunto 
de  necesidades,  las  almas  toda?,  lodos  los  intereses  de  Dios  Nues- 
tro Señor,  todo  lo  del  mundo  entero  y  aunque  todo  lo  compren- 
do en  conjunte,  es  como  si  fuera  también  en  detalle  y  así  con 
esa  vista  espiritual  tan  abarcadora,  le  digo  a  Nuestro  Señor:  "Je- 
sús, mío  me  uno  a  Vos"  y  al  decirle  así.  parece  que  Jesús  me  lo 
comprende  todo. 


—  40  — 


\  esta  alma  pregunta:  "/.Podré  con  este  modo  de  rogar,  glo- 
rificar mucho  a  Dios,  ganar  muciias  almas?  ¿Será  un  buen  modo 
de  rogar?" 

Se  le  instruye  y  contesta  en  esta  forma:  "Es  un  modo  muy 
bueno,  divino  y  el  mejor  para  pedir  y  obtenerlo  todo.  Es  que 
Jesús  ora  y  pide  sin  cesar  por  nosotros,  para  nosotros  y  con 
nosotros  y  no  hay  medio  mejor  que  fundir  nuestra  pobre  petición 
en  la  Suya  Divina". 


MAESTRA  DE  NOVICIAS  ^ 
Prim  er  Período. 

Interrumpamos  un  poco  la  vida  de  su  interior,  para  seguir- 
la en  el  curso  exterior  de  su  vida  religiosa.  Bien  preparada  veía 
el  Señor  a  la  hermana  María  Angela,  en  el  correr  de  estos  años, 
para  confiarle  la  delicada  misión,  de  Maestra  de  Novicias.  En 
el  año  1920,  sus  Superiores  le  entregaron  la  formación  del 
Noviciado. 

Amplio  campo  se  abría  ante  ella,  para  trabajar  con  toda  la 
fuerza  de  su  espíritu,  con  todo  el  ardor  de  su  corazó»  y  con 
toda  la  abnegación  de  su  virtud,  en  la  grande  obra  de  formar 
las  nuevas  esposas  de  Jesús.  Su  primer  cuidado  fué  pedirle  a  la 
Santísima  Virgen  que  Ella  fuera  la  Maestra,  la  Reina  y  la  Ma- 
dre del  Noviciado,  apoyada  especialmente  en  su  Madre  del  Car- 
melo, emprendió  su  nueva  misión.  Le  pidió  a  Ella,  la  enseñara 
y  la  guiara  para  poder  atinar  a  cuidar  v  hacer  fructificar,  las 
nuevas  plantas  que  del  numdo  tra.nsplanlara  e'  Señor,  a  los 
vergeles  de!  Carmen,  le  pidió  también,  que  hiciera  su  corazón 
semejante  al  Suyo,  es  decir  profundamente  maternal. 

Al  darle  este  delicado  cargo  deja  entre  sus  apuntes  como 
único  comentario,  los  consejos  que  da  en  una  carta  el  santo 'Obi?- 


—  41  — 


po  de  Oileans,  a  la  Reverenda  Madre  Teresa  de  Santa  Genoveva, 
al  ser  nombrada  Maestra  de  Novicias  del  Carmelo  de  Poitiers. 
Le  dice  así:  "Hablemos  de  vuestro  empleo,  él  es  de  una  gran  im- 
portancia. La  primera  cosa  que  debéis  hacer  es  dirigiros  a  Dios, 
con  confianza  y  pedirle  bendiga  vuestros  trabajos;  la  segunda  es  de 
ser  amable  con  vuestras  novicias  y  ganar  su  confianza  y  su  corazón; 
la  tercera  usar  de  una  gran  destreza,  para  adivinar  el  fondo  de 
las  almas,  las  inclinaciones  del  corazón;  sobre  todo  lo?  caracte- 
res, pues  el  carácter  es  la  fuente  del  bien  y  del  mal;  la  cuarta 
es  de  ser  de  una  admirable  dulzura  e  imperturbable  paciencia, 
escuchando  todo  sin  mostrar  jamás  inquietud;  la  quinta  condu- 
ciros en  todas  las  cosas  con  gran  regularidad  y  humildad". 

Grande  y  poderosa  influencia  tuvieron  retos  avisos  para 
orientarla  en  su  nuevo  camino,  al  leerlos  se  encuentra  como  la 
clave  de  lo  que  incansablemente  se  la  vió  ser. 

Como  siempre  se  puso  su  Reverencia  ante  todo,  frente  a 
frente  a  la  verdad  y  dice  estas  palabras  para  definir  su  nueva 
situación :  '"El  oficio  de  Maestra  de  Novicias  es  oculto  v  por  lo 
tanto  así  debe  ser  la  \ida  de  la  que  lo  desempeña.  En  el  silen- 
cio y  en  la  humildad  es  donde  debe  trabajar  para  unirse  a  Dios; 
para  asi  hacerlo  reinar  en  su  propia  alma  y  en  las  que  dirige". 

La  joven  al  llegar  del  mundo,  lo  primero  que  encontraba 
al  franquear  las  puertas  del  Noviciado  Carmelitano,  era  un  co- 
razón amplio,  profundamente  maternal,  una  sonrisa  de  tanta 
bondad,  que  era  como  un  bálsamo  que  caía  sobre  ella  en  esos 
instantes,  en  que  gozos  y  dolores  profundos,  se  agitaban  en  su 
interior  y  sentía  que  tendría  una  madre,  una  madre  buena,  en 
esa  religiosa  que  veía  ante  sí:  repelía  su  nombre  y  mirando  a 
la  que  sería  su  Maestra,  no  dudaba,  desde  entonces,  que  también 
sería  el  Angel  tutelar  de  su  vida"  religiosa.  Y  al  correr  del  tiem- 
po cada  una  que  le  fué  confiada,  pudo  sentir  cuan  cierta  era, 
esa  primera  impresión  que  sintió  al  conocerla. 

Ampliar  los  corazones,  abrir  la  confianza  por  una  santa 
y  sana  alegría;  que  las  jóvenes  se  sintieran  en  la  Casa  del  Señor 


—  -J2  — 


y  en  su  casa,  entre  la  familia  del  Señor  y  en  su  familia,  para 
ayudarlas  a  aclimatarse  así,  en  su  gran  cambio  de  vida  del  nuin- 
do  al  claustro,  era  su  primer  empeño.  Viéndolas  alegres  y  con- 
tentas sabía  que  tenía  ganada  la  mayor  parte  de  la  batalla. 

Se  mostraba  desde  el  principio,  sencilla,  afable,  modesta,  era 
su  primea  Ifcrión  v.  ¡qué  honda  \'  qué  eficazm'nte  enseñaba! 
Comenzaba  incansable  su  obra,  o  más  bien  dicho  la  obra  de 
Dios,  en  la  formación  de  esa  alma.  La  paciencia,  la  prudencia 
y  la  humildad,  erar,  los  medios  principales  que  de  su  parte 
ponía. 

Sabía  oír,  sabía  alentar,  sabía  corregir  y  sabía  esperar; 
pero  sobre  todo  sal)ía  llevar  a  las  almas  en  toda  circunstancia 
al  ambiente  sobrenatural.  Mirarlo  todo  en  Dios,  buscar  en  El  la 
fuerza.  El  sólo  el  fin  de  todas  las  acciones.  El  la  grande,  la  única 
aspiración  de  todos  sus  anhelos.  Poniendo  las  almas  aquí  to- 
do lo  demás  le  parecía  fácil. 

Ensanchar  los  horizontes  espirituales,  que  las  dispusieran  a 
recibir  en  abundancia  la  vida  fecunda  de  la  Iglesia,  en  la  mi- 
sión que  Ella  les  señalaba  al  traerlas  al  Carmelo,  era  otro  de 
sus  grandes  empeños.  Para  conseguirlo  con  qué  solicitud  procu- 
raba darles  a  conocer  a  fondo,  su  vocación  carmelitana.  Amaba 
y  apreciaba  entrañablemente  a  su  santa  Orden.  Explicar  su  Regla. 
Constituciones  y  Ceremonial,  eran  punios  que  nunca  la  cansaban, 
infundir  el  amor  y  el  respeto  de  sus  santas  y  tradicionales  cos- 
tumbres, impregnarse  de  su  espíritu  de  oración,  de  silencio,  de 
recogimiento,  de  soledad  v  de  trabajo,  eran  ambiciones  que  en- 
cendía vivamente  en  el  alma  de  sus  hijas  y  para  modelarlas 
bien,  las  ponía  en  contacto  con  sus  santos  Padres,  Teresa  de  .le- 
sús  y  Juan  de  la  Cruz. 

Siempre  basaba  en  sus  palabras  v  enseñanzas  las  suvas.  La 
lectura  asidua  de  sus  obras  procurando  comprenderlas  bien,  era 
para  ella  de  capital  importancia,  desde  los  comienzos  del  Novi- 
ciado. Pero  no  sólo  procuraba  que  se  les  estudiara,  admirara  y 
amara  con  entusiasta  y  filial  amor,  sino  sobre  todo,  que  se  les 


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procurara  imitar.  Entonces  ya  podía  su  Rcia.  hablar  de  sacrifi- 
cios, de  abnegación,  de  humildad,  de  todas  las  virtudes,  en  una 
palabra  comenzar  a  edificar  y  sabía  señalar  alto  el  ideal. 

A  una  de  sus  hijas  le  escribe  el  día  de  su  Profesión,  ponien- 
do sus  palabras  en  labios  de  Jesús  le  dice:  "He  formado  de  ti  un 
ideal,  tú  bien  lo  sabes.  .  .  Quiero  de  ti  la  abnegación  y  el  sacri- 
ficio continuo:  en  el  propio  vencimiento  sé  valiente,  asidua  y 
fervorosa  en  la  oración.  Que  nadie  en  la  observancia  te  aven- 
taje. Ama  tu  Convento  con  ternura;  para  las  hermanas  sé  ángel 
de  dulzura  y  caridad,  que  nadie  de  ti  tenga  una  queja,  que  todas 
en  ti  encuentren  sincero  amor. 

"Vedme  a  mi  en  tu  priora,  ámala  con  filial  cariño  y  que 
siempre  en  ti  encuentre  respeto  y  sumisión.  Ama  por  fin  con 
ardor  la  humildad,  pues  siempre  quiero  ver  a  mi  esposa  feliz, 
en  el  último  higar.  Nada  de  la  tierra  desees  ni  ambiciones.  Sólo 
amarme  ha  de  ser  tu  única  pasión,  salvarme  almas  v  darme 
gloria  el  único  cuidado  de  tu  corazón".  Este  era  igualmente  el 
propio  ideal  de  su  Rcia.  para  modelar  las  almas  que  iba  reci- 
biendo, a  fin  de  realizarlo  no  omitía  consejos,  enseñanzas,  conti- 
nuos ejemplos  v  sobre  todo  oración  v  sacrificios  constantes  de 
parte  de  su  Rvcia..  v  una  asidua  vigilancia,  teniendo  siempre  pre- 
sente el  aviso  de  su  Constitución:  "Mire  la  que  tiene  este  oficio 
que  no  se  descuide  ni  sea  remisa  en  nada,  porque  es  criar  almas 
en  que  mora  el  Señor".  Este  decía  es  mi  punto  de  apoyo.  .  . 


25  AÑOS  DE  VIDA  RELIGIOSA 
1903  -  1928 

Hermosa  vida  la  de  esta  verdadera  Carmelita.  Vive  en  Dios 
y  para  su  Dios,  encaminándolo  todo  a  su  grande  y  único  ideal, 
su  Unión  íntima  con  El. 


—  41  — 

Veinticinco  años  han  corrido  desde  que  la  vimos  llegar  a 
la  ladera  del  Monte  Santo  del  Carmelo  y  va  anhelosa  sin  dete- 
nerse en  busca  de  sii  Dios.  Oifiámosla  derramar  ante  El  su  co- 
razón. Se  pregunta  "¿Qué  es  lo  que  pide  mi  Amado  de  su  es- 
posa? Amor  de  esposa,  confianza  de  hija,  abandono  absoluto  en 
sus  manos. 

"Este  es  el  camino  que  me  propongo  recorrer  con  la  espe- 
ranza de  llegar,  por  aquí  a  los  brazos  del  Amado  v  recibir  de 
El,  el  ósculo  de  paz  y  la  íntima  unión.  "En  mi  voluntad  está 
hecho  el  convenio  y  siento  la  íntima  convicción  que  está  acepta- 
do por  parte  de  .Tesús  y  por  la  de  su  dulce  Madre. 

-  "Bases  v  fundamentos  del  contrato:  EL  PARA  MI,  YO  PAR\ 
EL. 

"Sus  ojos  dulces  misericordiosos  puestos  en  mí.  .  .  Los  míos 
amorosos,  suplicantes  y  arrepentidos  puestos  en  El. 

"¡Oh  mi  jesús!  quiero  aquí  en  el  destierro  mirarte  conti- 
nuamente y  que  mi  mirada  se  confunda  con  Tu  misericordiosa 
mirada. 

"¡Oh  sí  contemplarte  a  Ti,  herniohara  aiuigua  y  siempre  nue- 
va!... quiero  vivir  amándote  vivir  en  la  esperanza  cierta  y  se- 
gura de  tu  amor  inmenso  e  infinito  hacia  mí. 

"Mucho  me  puede  ayudar  en  el  camino  del  desprendimiento 
y  entrega  total  a  Dios  Nuestro  Sefíor  este  pensamiento:  imaginar- 
me que  vivo  sola  en  el  Convento  y  que  Jesús  igualmente  c^'a 
solo  pendiente  de  mis  acciones,  de  -mi  amor,  de  mi  fidelidad 
para  con  El.  de  mis  deseos  de  poseerlo  a  El  únicamente. 

"Ten  tus  ojos  ¡oh  alma  mía!  vueltos  al  Tabernáculo,  ahí 
está  tu  Esposo.  .  .  tu  Padre.  .  .  tu  Todo. 

"Yo  no  soy  de  'as  creatuias,  no  son  ellas  las  que  dispon- 
drán de  mí,  es  Jesús,  es  nri  Esposo  el  que  decidirá  de  mi  s^ierle. 
las  creaturas  son  simples  instrumentos  en  las  manos  de  Dios. 

"Trabajar  por  estrechar  todo  mi  horizonte  a  sólo  Jesús,  con- 
fiar ]ilenaniente  en  El...  El  mi  consuelo,  la  única  alearía  de  mi 
vida.  LA  UNICA  REALIDAD... 


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"Yo  no  estoy  sola,  estoy  en  Dios,  rodeada  de  Dios  y  Ei  me 
ama  con  amor  eterno.  Así  como  una  gota  de  agua  está  perdida 
en  el  inmenso  mar.  así  lo  estoy  yo  en  la  inmensidad  de  Dios 

"Oh  dulcísimo  Amor  mío,  quiero  atraeros  a  mi  corazón  y 
conservaros  en  él. 

"Vivid  en  mí,  Jesús  mío,  yo  no  turbaré  vuestro  reposo. 

"Xo  te  entristezcan  alma  mía,  demasiado  los  sucesos  adver- 
sos, no  te  alcírren  demasiado  los  prósperos.  Sea  tu. consuelo  real, 
tu  alegría  verdadera,  la  seguridad  del  amor  de  Jesús  hacia  ti  y 
tu  confianza  sin  límites  en  El. 

"Mi  Jesús  me  ama  con  amor  infinito.  El  me  conoce  por  mi 
nombre.  El  me  tiene  presente,  El  me  lle\a  grabada  en  sus  ma- 
nos. 

"Estos  mis  ojos  se  volverán  a  formar  para  ver  a  mi  Jesús 
eternamente...  con  ellos  mismos  lo  veré  por  una  eteinidad .  .  . 
con  mis  oídos  lo  oiré..*.,  con  mi  misma  lengua  lo  bendeciré. 

"Vivamos  en  íntima  unión,  me  dijo  Jesús  al  comulgar,  ya 
es  tiempo  que  comprendas  que  es  eso  lo  que  quiero  de  ti. 

"Después  de  haberte  amado  aquí  en  la  tierra  con  delirio, 
después  de  haber  trabajado  y  sufrido  por  tu  gloria  y  tu  reina- 
do, volar  contigo  al  Cielo,  es  lo  único,  sí,  lo  único  que  mi  co- 
razón ansia,  dulce  Jesús  mío... 

"He  dicho  amado  mío  que  deseo  amarte  aquí  en  la  tierra 
con  delirio,  trabajar  y  sufrir  por  tu  gloria  y  tu  reinado  y  después 
volar  contigo  al  Cielo.  Sí  Jesús  lo  quiero,  y  de  este  modo  quiero 
preparar  mi  eternidad. 

";.Con  qué  armas  cuento  para  realizar  mi  ideal  .''  Mi  corazón 
es  tuyo  mi  Señor,  que  el  sea  mi  huerto  cerrado  donde  sólo  Tú 
y  yo  vivamos  amándonos  con  amor  de  esposos.  Mis  oraciones,  mis 
sacrificios,  todo  para  tu  GLORIA  y  tu  REINADO,  para  tu  con- 
quista de  las  almas,  para  consolarte  Jesús  mío  y  reparar  la  in- 
gratitud de  los  hombres.  Desde  luego,  te  ofrezco  los  esfuerzos 
que  ayudada  de  tu  gracia  voy  a  hacer  por  guardar  el  silencio, 
el  recogimiento  de  los  sentidos,  la  guarda  de  mi  corazón.  Eno 


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todo  esto  a  Tu  silencio,  a  Tu  rPcogiinieiito.  a  Tu  oración  \  lo 
ofrezco  para  alcanzar  el  reinado  de  tu  Amante  Corazón  sobre  las 
almas,  especialmente  sobre  las  almas  de  mis  hermanos,  y  sobre 
muchas  almas  de  esposas  que  yo  te  pido  traigas  a  esta  Comunidad, 
en  las  que  pueda  tu  miserable  sierva,  formar  Tu  Divina  Imagen. 

"Propósitos:  Jesús  en  todo,  Jesús  siempre,  sólo  Jesús.  Estar 
de  continuo  a  sus  pies,  en  realidad  o  en  espíritu.  Orar  día  y  no- 
che. Envolverlo  todo  en  una  dulce  sencillez,  modestia,  orden  y 
recogimiento. 

"La  fe  y  la  confianza  en  Dios  obran  milagros,  mientras  ma- 
yor sean  mi  fe  v  mi  confianza  más  seguridad  tendré  del  éxito. 
Con  la  fe  ^  la  confianza,  ¡medo  llegar  a  ser  más  poderosa  que  el 
mismo  Dios,  porque  la  ataré  las  manos  y  tendré  que  hacer,  mu- 
chas veces,  lo  que  yo  le  pido. 

"Ser  toda  de  Jesús,  como  que  El  y  yo  únicamente  estuviéra- 
mos en  el  mundo;  o  como  que  yo  no  tibiera  más  ser  con  quien 
entenderme,  todo  lo  demás  que  me  rodea  simples  instrumentos.  .  . 
El  en  todo,  de  El  esperarlo  todo,  para  El  todo. 

"El  descansando  en  mi  corazón,  yo  trabajando  por  El.  El 
recibiendo  alabanzas,  yo  dándole  toda  la  gloria.  Darle  gusto,  au- 
mentarle su  gloria  por  todos  los  medios  que  están  a  mi  alcance, 
he  ahí  lo  que  deLe  .ser  mi  única  ocupación. 

"Hay  tantos  seres  que  por  una  creatura  lo  sacrifican  todo, 
que  viven  como  embelesados  en  el  objeto  de  su  amor  ;.Por  qué 
Jesús  no  ha  de  tener  algunas  almas,  que  quieran  hacer  por  El. 
lo  que.  tantos  hacen  por  seres  creados?  Sí.  yo  lo  quiero  guardar 
aquí  en  mi  corazón,  rodearlo  de  amor,  de  ternura,  de  gloria: 
como  Santa  Teresita  le  diré:  "Amado  mío  descansa,  ya  traba- 
jaste por  mí.  .  ." 

"Yo  me  lanzo  a  la  lucha,  mis  armas,  la  fe  y  la  confianza. 

"Sacrificarse  en  todo  v  morir  a  todo  por  Cristo,  debe  ser 
la  ^ida  de  una  verdadera  Carmelita.  Sin  sufrir  no  se  llega  a 
nada. 

"Todo  lo  que  Dios  permite  es  lo  mejor,  tengamos  pues  mu- 


cha  paz,  mucha  confianza  en  todo  lo  que  El  permite.  La  gloria 
de  Dios  debe  ser  lo  único  esencial,  lo  demás  son  detalles  insig- 
nificantes. GLORIFICAR  A  MI  DIOS,  es  mi  pasión  dominante. 
O  TU  GLORIA  O  MORIR.  La  gloria  de  Dios  es  lo  más  mío. 

"Mi  Amado  Jesiis.  hoy  víspera  de  mis  Bodas  de  Plata  te 
digo  con  todo  el  amor  v  la  contricción  de  mi  corazón:  "TODA 
TUYA  O  MORIR.  TU  GLORIA  O  MORIR  ". 

"Nada  más.  .  .  el  amor  y  la  contrición  piden  callar.  .  .'  . 

En  verdad  callar  es  lo  único  que  se  puede  hacer,  oyéndola 
derramar  el  precioso  perfume  que  encerraba  su  corazón  virginal. 
Bendecir  al  Señor  v  agradecerle  profundamente  que  haya 
elegido  nuestro  Monasterio,  para  engastar  esta  preciosa  joya, 
que  será  para  siempre  una  de  sus  más  puras  glorias. 


Antes  de  volverla  a  buscar  en  su  vida  exterior,  sigámosla 
todavía  por  los  caminos  de  su  alma,  que  se  van  haciendo  cada 
día  más  amplios,  más  hermosos,  más  divinos,  el  deseo  de  la 
gloria  de  Dios  la  llena  y  absorbe  completamente. 

"Mi  corazón  ha  ardido  estos  días  en  deseos  de  dejarme  do- 
minar por  los  intereses  de  Jesús.  Darme  vuelta  alrededor  de  El 
sin  pensar  en  otra  cosa. 

"En  la  parte  interior  de  mi  alma  siento  un  silencio  muy  gran- 
de y  deseo  de  cerrar  la  puerta  a  todo  v  vivir  sola  con  El.  Siento 
como  que  Jesús  va  a  llenar  todos  los  vacíos,  como  que  se  acerca 
para  darse  todo  a  mí.  La  parte  exterior  muv  combatida,  me  en- 
cuentro sola,  desamparada,  llena  de  terribles  turbaciones,  me  pa- 
rece estoy  llena  de  pecados. 

"He  pensado  que  debo  vivir  de  tal  manera  con  Jesús  que 
a  cada  momento  debo  volver  mis  ojos  hacia  El.  .  .  En  momen- 
tos de  tristeza,  de  desaliento,  de  turbación,  de  ofuscación,  mirar- 
lo a  El  que  es  la  alegría  del  Padre,  el  gozo  de  los  Bienaventura- 
dos, la  fortaleza  de  los  Mártires,  la  pureza  de  las  \  írgenes,  la 


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luz  y  el  consuelo  de  todos  los  Santos:  en  Jesús  lo  encontraron 
ellos  todo  ¿no  lo  encontraré  yo  también? 

"Pienso  que  así  como  el  infierno  es  tenaz  y  duro  como  una 
roca  para  perseguir  por  doquiera  los  intereses  de  Jesús,  así  yo 
tamijién,  pobre  creatura,  he  de  ser  dura,  tenaz  hasta  lo  inconce- 
bible para  buscar  y  procurar  en  todo  la  gloria  de  Dios  \^  acre- 
centar los  intereses  de  Jesús.  En  cambio  lo  siento  con  tanto  amor' 
que  me  mira  y  atrae  a  Sí.  Me  quiere  como  un  instrumento  en  sus 
manos  para  su  GLORIA.  La  gloria  de  Dios  la  deseo  de  tal  ma- 
nera, que  siento  verdadera  pasión. 

"Yo  aunque  miserable,  me  parece  posible  extender  en  el 
mundo  su  Reinado,  llegar  a  que  sea  dilatadísimo,  valiéndome  de 
este  medio.  Aprovecharme  de  El,  ofrecer  continuamente  esa  Hostia 
santa,  inmaculada,  pura.  Todo  me  parece  posible  tratándose  de 
la  gloria  de  Dios,  de  la  gloria  de  mi  Jesús,  de  darle  gusto,  de 
que  se  cumplan  sus  deseos.  Quisiera  poseerlo  todo  para  dárselo 
a  El.  Mi  felicidad  la  siento  aquí,  mi  gloria  sólo  en  esto.  Siento 
por  El  todo  ese  amor  delicado  de  contentarlo,  de  glorificarlo, 
de  que  todo  sea  Suyo.  Miro  a  Jesús  y  no  lo  puedo  imaginar 
inactivo''. 

Imposible  era  que  el  Señor  no  fuera  respondiendo  y  conti- 
nuando su  obra  en  esta  alma,  que  vivía  en  esta  forma  para  su 
amor,  para  su  gloria.  El  ínismo  la  va  asociando  a  sus  divinos 
intereses. 

"En  estos  días,  dice  ella  me  ha  parecido  que  mi  liuen  Jesús,  me 
pide  que  yo  su  vil  creatura.  fuera  una  cosa  en  sus  manos  para 
su  Gloria,  la  personificación  de  su  Gloria.  Me  parecía  sentirme 
descargada  de  todo,  solamente  pesando  sobre  mí,  la  Gloria  de 
Dios  y  no  porque  yo  la  hubiera  tomado,  sino  porque  el  duki' 
Jesús  la  había  puesto  sobre  mí,  ni  más  ni  menos  que  como  un 
jumentito  que  lleva  la  carga,  porque  su  dueño  lo  cargó.  Mi  buen 
Jesús  no  me  indicaba  nada,  ni  ninguna  obra  especial,  abandona- 
da únicamente  en  sus  manos  para  su  gloria  y  nada  más.  El  ¿có- 


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mo  lo  glorificaré?...  El  lo  sabe,  yo  no  soy  sino  una  cosa  en 
sus  manos. 

'"Pero  después  me  ha  parecido  que  para  ser  difina  cosa  para 
su  gloria,  debo  glorificarle,  en  el  fiel  cumplimiento  de  mis  San- 
tas Reslas.  oficio  v  en  todo  lo  que  en  cada  momento  me  vaya 
El  indicando.  El  camino  para  glorificarlo  y  hacerme  santa  lo 
tengo  trazado  en  mis  Santas  Reglas,  debo  pues  seguirlo.  Cumplir 
a  la  perfección  todas  sus  obsenancias.  ésta  es  la  voluntad  de 
Dios  y  también  se  me  manifestará  ella  en  las  órdenes  de  mis  Su- 
periores. Cumplirlas  minuto  a  minuto,  con  prontitud,  con  alegría: 
pero  sobre  todo  con  una  inmensa  dosis  de  amor,  el  amoi  debe 
ser  el  móvil  de  todo,  el  sello  que  deben  llevar  mis  obras. 

"Todo  lo  debo  hacer  por  amor,  crecer  en  el  amor.  vi\ir  de 
amor  v  consumirme  en  el  amor. 

"El  amor  que  le  debo  a  lui  Jesús,  me  pide  fidelidad  en  todo, 
en  lo  grande  como  en  lo  pequeño.  El  amor  que  le  debo  a  mi 
Jesús,  me  pide  tenga  en  El  una  confianza  ilimitada,  unida  al 
santo  abandono.  Sí.  debo  confiar  en  El  en  vida  y  en  muerte, 
en  todos  los  sufrimientos  del  alma,  del  espíritu,  del  corazón 
ó  de!  cuerpo. 

"El  amor  a  mi  Jesús  me  pide  abrazarme  con  una  vida  de 
sacrificio,  de  abnegación,  pues  por  este  medio  es  como  mejor 
puedo  probarle  a  mi  Dios  el  amor 

Y  que  bien  cumplía  nuestra  amada  hermana  en  la  vida 
diaria  cuanto  ella  decía.  Sus  escritos  y  su  vida  son  una  misma 
cosa,  al  leerlos  una  queda  asombrada  al  ver  el  plan  perfecto, 
completo  que  se  había  trazado  y  cómo  lo  cumplía  hasta  en  sus 
menores  detalles.  La  abnegación  y  el  sacrificio,  en  su  vida,  ¡no 
tenían  límites,  y  eran  el  fruto  de  su  amor,  de  su  inmenso  amor 
a  su  Dios  y  a  sus  hermanas;  por  eso  su  Dios  y  su  Comunidad 
la  amaban  tanto. 

El  Señor  la  distinguía  cada  vez  con  mayores  luces  y  con 
mayor  predilección.  Su  alma  se  simplificaba  y  unificaba  más  y 
más.  "Muy  bien,  muy  bien,  se  le  contesta  a  una  consulta,  que 


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el  Ijuer!  Jesús  con  -^u  ainal)ilísiiiia  \  di\  ina  mirada  la  va\  a  trans- 
formando, hasta  que  El  sea  lodo  en  Üd.  y  Ud.  desaparezca.  La 
mirada  de  Jesús  es  creadora,  sanlificadora,  transformadora.  .  .  Por 
su  parte  que  mejor  oración  que  esa  niivada  de  su  alma  a  Jesús, 
no  deje  de  mirarlo  con  mirada  amorosa,  suplicante,  el  Señor  la 
transformará  y  la  hará  vivir  de  su  vida  y  la  convertirá  en  Sí". 

Más  ella  va  siempre  a  su  centro,  que  es  el  convencimiento 
de  su  nada  y  le  dice  al  Señor:  ''desde  que  vuestro  misericordioso 
amoi  husca  a  las  almas  para  uniros  con  ellas,  para  consolaros 
con  ellas,  creo  que  ésta  es  la  primera  vez  que  fijáis  vuestros  Ojos 
purísinio'í,  en  un  ahna  que  para  unirse  con  Vos,  no  tiene  más 
base  que  su  inmensa  miseria.  Fijáos  lo  que  hacéis  Jesús  inío. 
fijáos  por  Vos  mismo.  En  cuanto  a  mí  sumida  en  lo  profundo  de 
mi  nada  sólo  me  resta  decir:  '"He  aquí  la  esclava  del  Señor", 

El  Señor  no  se  cansaba  de  iluminar  su  mente,  en  profundi- 
zar su  oración,  en  compensarle  los  esfuerzos  continuos  para  lle- 
narse de  El. 

"El  otio  día,  dice,  le  di  al  Santo  Crucifijo  un  beso  en  la 
frente,  sin  ninguna  intención  particular,  Jesús  me  lo  agradeció 
tanto,  sentí  mi  alma  bañada  de  dulzura,  su  sagrada  frente  pare- 
cía caliente,  parecíame  comprender  que  El  estimaba  el  cuidado 
y  deseo  que  siento  y  pongo  en  venerar  sus  ideas,  sus  pensamien- 
tos, en  despojarme  de  los  míos  para  que  El  me  haga  participan- 
te de  los  Suvos.  Me  parecía  que  en  su  mente  divina  liabía  mu- 
chas ideas  y  una  sola  idea,  no  como  en  la  cabeza  de  nosotros 
que  hay  tantas  ideas,  tantos  desconciertos,  tan  poca  firmeza.  En 
Jesús  es  muy  diferente,  hay  ideas  inmensas,  dilatadísimas,  nobilí- 
simas, todo  mucho  y  lodo  uno,  todo  fecundo  y  todo  real". 

Más  adelante  se  le  sigue  descorriendo  el  velo  v  dice:  "He 
contemplado  a  Cristo  Nuestro  Señor  en  la  Cruz ;  me  parecía  que 
oraba  por  nosotros.  En  el  Calvario  había  paz  muy  grande,  un 
silencio  extraordinario.  La  oración  de  Jesús  nuiy  profunda,  muy 
intensa:  pero  con  estas  dos  palabras  nada  digo,  su  intensidad  y 
profundidad  son  inexplicables,  es  la  comunicación  más  íntima 


—  51  — 


y  más  profunda  y  grave  entre  Jesús  y  su  Eterno  Padre.  Yo  no  sé 
decir  lo  que  ahí  pasa,  quisiera  deshacerme  ante  esa  Majestad, 
quisiera  ser  nada,  paréceme  que  reducida  a  nada  adquiriría  ese 
silencio,  esa  soledad,  esa  profundidad  para  orar  yo.  como  ora 
mi  dulce  Jesús". 

Sin  duda  que  su  oración  sería  muchas  veces  unida,  a  esa 
profunda  e  intensa  oración  de  su  Espeso  Crucificado  y  sería  aso- 
ciada realmente  al  sublime  Sacrificio  de  la  Redt>nción.  llegan- 
do en  esos  momentos  a  llenar  la  plenitud  de  su  vocación  en  el 
Carmelo. 


SEGUNDO  PERIODO  DE  NOVICIADO 

Desde  el  año  1928  hasta  el  año  1937  a  la  Madre  María!  An- 
gela, se  la  vió  asiduamente  ocupada  en  las  tareas  del  Novicia- 
do, muchas  vocaciones  le  fué  entregando  el  Señor  para  que  las 
cultivara  y  formara  dentro  de  la  vida  Carmelitana.  Su  propósito 
en  este  tiempo  fué  este:  "Trabajar  asiduamente  en  las  almas  que 
Nuestro  Señor  me  ha  entregado,  mis  oraciones,  mis  sacrificios, 
mi  tiempo  todo  para  formar  en  ellas  a  Jesús.  Amarlas  tierna- 
mente en  Jesús,  no  cansarme  jamás  de  sacrificarme  por  ellas. 
Dárselas  a  Jevsús,  que  vivan  para  su  gloria;  dárselas  a  mi  Madre 
Santísima.  Nada  para  mí,  todo  para  Vos,  Jesús  Mío. 

"Debo  olvidarme  enteramente  de  mí  misma,  vivir  para  mis 
hijas". 

Así  lo  hizo  su  Reía,  de  la  mañana  a  la  noche,  de  la  noche 
a  la  mañana,  no  omjtía  sacrificios,  no  omitía  trabajos,  no  omitía 
enseñanzas,  nada  de  lo  que  ella  veía  menester.  Entre  las  que 
tuvieron  la  felicidad  de  tenerla  por  Maestra,  ha  dejado  recuer- 
dos que  jamás  el  tiempo  logrará  borrar,  porque  no  son  recuer- 
dos nacidos  en  afectos  o  simpatías  naturales  que  pronto  mueren, 
sinó  el  recuerdo  de  las  enseñanzas  santas,  profundas,  llenas  de 


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vida  y  de  experienciii  de  la  Maestra,  que  vivía  tan  hondamente 
en  Dios  y  cuyo  espíritu  estaba  plenamente  empapado  en  el  es- 
píritu y  enseñanzas  de  nuestra  amada  y  venerada  Orden. 

Su  gran  corazón,  unido  a  su  eminente  espíritu  sobrenatural, 
hacían  que  su  sistema  de  lormación  no  se  resintiera  ni  de  dema- 
siada suavidad,  ni  de  excesivo  rigor.  Se  hacía  amar  por  la  afabi  - 
lidad de  su  trato,  la  dulzura  y  la  alegría  de  su  carácter  y  por 
algo  de  bondad  innata,  que  se  desprendía  de  toda  su  persona  y 
se  hacía  respetar  profundamente  porque  en  ella  no  había  nada 
excesivo,  ninguna  condescendencia  sensible,  que  pudiera  dar  lu- 
giir  a  un  afecto  un  lauto  natural.  Sabía  mantener.<e  siempre  en 
5u  lugar. 

Se  la  amaba  hondamente,  seriamente,  con  la  solidez  y  pro- 
fundidad de  los  afectos  fundados  sólo  en  Dios  y  en  el  aprecio 
de  las  virtudes.  Jamás  permitía  grandes  atenciones  con  su  Rcia. 
velando  que  so  pretexto  de  caridad,  reconocimento  o  afectuosa 
solicitud,  no  fuera  a  nacer  algún  sentimiento  un  tanto  humano. 
Ella  comprendía  todo  el  sentido  de  la  verdadera  caridad,  que 
busca  ante  todo  el  bien  del  alma  y  procuraba  inculcarlo  muy  a 
fondo. 

Su  corazón  tenía  tofia  la  amplitud  del  corazón  maternal 
para  comprender  a  las  almas:  las  dejalia  dilatarse,  expansionarse, 
le  gustaba  ver  a  sus  novicias  espontáneas,  naturales,  alegres.  Su 
espíritu  abierto  hacía  que  buscara  sieiripre.  el  no  estrechar  a  las 
almas  en  un  solo  marco.  Nó,  ella  respetaba  mucho  los  caminos 
de  Dios  y  las  inclinaciones  particulares  y  sin  salirse  de  los  lími- 
tes de  la  formación  Carmelitana,  tan  amada  por  ella,  dejaba 
que  las  almas  siguieran  su  camino,  tratando,  eso  sí,  de  rectificar 
V  encauzar  lo  torcido  e  imprimiendo  suavemente  el  espíritu  del 
Carmelo,  haciendo  que  este  espíritu  se  absorbiera,  se  impregna- 
ra, por  decirlo  así,  en  el  alma  de  sus  hijas,  sin  violeiUar.  ni  aho- 
gar su  propio  espíritu  cuando  lo  notaba  bueno  y  bien  inclinado. 

Las  debilidades,  las  faltas  aún  repetidas,  no  la  desalentaban, 
sabía  muy  bien  ponerse  al  paso  del  alma  que  comenzaba  a  ca- 


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minar  el  sendero  a  veces  áspero  de  la  \irtud.  Decía:  "hay  que  se- 
cundar la  obra  de  Dio?  en  las  almas  y  esperar  con  paciencia  y 
con  bondad  que  El  las  vaya  modelando,  la  crealura  es  sólo  ins- 
trumento, es  el  pincel  del  artista.  Con  el  interés  y  la  ifuinira 
de  Madre  hay  que  cumplir  esta  delirada  misión.  \o  hay  que 
asustarse  de  sus  defectos,  ni  de  ?u«  pequeiías  caídas,  hay  que 
ejercitar  la  paciencia,  que  unida  a  la  oración  y  a  la  bondad  es 
un  arma  poderosa  para  ganar  la  victoria". 

Más  si  alguna  vez  era  necesario  usar  de  severidad,  sabía  muy 
bien  usar  el  cauterio  de  la  corrección,  con  toda  la  energía  que  su 
deber  le  señalaba,  aunque  nada  había  más  contrario  a  su  cora- 
zón. Pero  siempre  procuraba  que  el  convencimiento,  más  que  la 
imposición  violenta,  fuera  el  que  proyectara  la  luz.  sobre  lo  que 
quería  corregir,  sobre  lo  que  quería  enseñar,  o  la  virtud  que  que- 
ría hacer  fructificar. 

I,a  sencillez,  la  alearía,  la  expansión,  la  amplitud  de  mi- 
ras, era  lo  que  su  Rcia.  gustaba  ver  en  sus  novicias.  Se  igualaba 
con  ellas,  tratando  siempre  de  no  hacerles  sentir  demasiado,  la 
diferencia  entre  su  condición  de  Maestra  v  las  de  ellas  co)no  no- ■ 
vicias;  pero  al  mismo  tiempo  había  tal  dignidad  en  su  modes- 
tia y  sencillez,  en  su  condescendencia  v  llaneza,  que  no  podían 
menos  de  rodearla  del  más  profundo  respeto,  mezclado  de  vene- 
ración, cariño  v  de  afectuosa  confianza,  nadie  nunca  pudo  sen- 
tir con  ella  encogimiento  o  timidez. 

¿Qué  había  en  su  Rcia.  que  tan  bien  sabía  reprender  sin 
herir,  corregir  sin  amargar,  ser  Maestra  sin  hacer  sentir  el  peso 
de  su  autoridad? 

Era  el  reflejo  de  su  Dios,  que  se  transparentaba  en  ella  a 
pesar  de  la  extremada  modestia  de  su  persona;  era  grandeza  v 
abatimiento,  dignidad  v  sencillez,  serenidad  siempre,  humildad 
en  todas  partes,  candor  de  niño  mezclado  a  veces  de  simpáticas 
picardías,  luz  clarísima  intelectual  y  espiritual  para  \'erlo.  com- 
prenderlo y  luzgarlo  todo,  según  Dios. 

Fué  Maestra  que  procuraba  suavizar  las  asperezas.  Que  por 


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sobre  todo  hacía  amar  las  Santas  Reglas  y  Constituciones;  que 
hacía  sentir  la  suavidad  del  yugo  del  Señor,  más  que  el  peso  de 
su  carga;  que  sabía  insinuarse  con  tanta  suavidad  y  discreción 
que  la  obediencia  jamás  la  hacía  dificultosa  ni  menos  dolorosa. 

Compendia  toda  su  obra  en  estas  hermosas  palabras:  '"Yo 
veo  que  con  mis  hijas  puedo  contar,  pero  comprendo  que  Nues- 
tro Seiior  me  pide  que  me  ponga  en  un  terreno  superior  a  ellas, 
que  encuentren  en  mí  la  Madre  santa  que  las  lleva  al  Señor,  la 
Madre  desprendida  de  las  cosas  de  la  tierra,  que  las  eleva,  que 
no  las  deja  apegarse  a  nada  de  lo  terreno". 

El  señor  sabe  cuán  ampliamente  cumplió  hasta  el  último  ins- 
tante de  su  vida  éste  que  El  le  pedía  en  el  fondo  de  su  cora- 
zón. 


La  \  '¡da  la  había  ido  llenando  de  ciencia  espiritual,  de  pru- 
dencia y  de  experiencia.  Oigamos  los  pensamientos  íntimos,  que 
por  esta  época  nos  deja: 

''Hablar  muy  poco  con  las  creaturas  y  mucho  con  Nuestro 
Señor. 

"Poniendo  empeño  en  contrariar  y  combatir  la  propia  vo- 
luntad en  cosas  pequeñas,  se  adquiere  el  hábito  de  vencerse  en 
las  grandes  y  aún  se  llega  a  adquirir  gozo  y  satisfacción  en  ello 
y  a  elevarse  tan  alto,  que  no  se  tenga  voluntad  propia,  hallando 
su  contento  en  todo  lo  que  suce<3e  ya  sea  próspero  o  adverso.  En- 
tonces se  puede  decir  con  propiedad  que  se  cumple  siempre  la 
propia  voluntad,  pues  todo  suceso  es  conforme  a  la  voluntad 
del  que  no  tiene  ninguna. 

"Estos  pensamientos  me  han  alentado  e  iluminado: 

"En  esta  vida  estamos  para  preparar  nuestra  eternidad  y 
es  un  valle  de  lágrimas ;  por  lo  tanto  no  debo  buscar  en  ella 
descanso,  sov  un  viajero  que  camina  a  su  tierra. 

"Soy  toda  de  Jesús,  por  lo  tanto  no  debo  buscar  el  amor, 


el  aprecio,  la  aiirohación  de  la?  crealura?.  Qué  pax.  qué  consuelo 
para  el  alma  que  nada  busca,  que  nada  espera,  que  goza  con 
el  olvido,  con  el  deíprecio,  que  está  sobre  todas  estas  cosas.  .  . 
que  Jesús  le  hasta. 

"El  amor  a  Jesús  debe  ser  perpetuo  y  para  ello  es  menester 
mantenerlo  con  actos  interiores,  como  se  alimenta  con  aceite  la 
llama  de  la  lámpara  que  arde  delante  del  Altar.  Desde  la  maña- 
na a  la  noche  fijar  una  mirada  de  amor  a  Jesús.  "Mirarlo  por 
amor  y  con  amor. 

"¡El  Cielo!...  ¡Oh  Patria  mía!...  En  el  Cielo  tendré  una 
eterna  amistad,  será  un  maliimonio  perfecto  de  mi  alma  con 
Jesús.  .  .  nada  tendré  ya  que  temer.  Habrá  una  unión  entre 
los  dos  cuva  sabrosa  intimidad  no  me  es  dado  entrever  en  esta 
vida  miserable...  En  esta  unión  con  mi  Jesús,  hallaré  la  amis- 
tad y  la  unión  con  los  bienaventurados. 

"Mientras  suspiramos  por  la  vida  eterna  que  nos  revelará 
a  este  adorable  Desconocido,  es  decir  a  nuestro  l)uen  Dios,  medi- 
temos aquí  en  la  tierra  lo  que  no  conocemos,  meditemos  en  las 
divinas  perfecciones.  Volvamos  muchas  veces  sobre  esta  verdad 
capital  "de  la  Humanidad  de  Nuestro  Señor  a  su  Divinidad  v 
de  su  Divinidad  a  su  Humanidad". 

"A  par  de  la  presencia  real  de  \uestro  Señor  en  la  Eucaris- 
tía, hay  otra  presencia  real  personal  viva  y  vivificante  del  Espí- 
ritu Santo  en  la  Iglesia.  Pero  para  que  el  Espíritu  Santo  "no? 
sugiera  toda  verdad"  es  necesario  el  recogimiento,  el  silencio  def 
alma,  el  silencio  exterior.  Si  el  alma  no  eetá  recogida  el  Espíritu 
Santo-  se  callará:  su  dignidad  infinita  no  le  permite  ordinaria- 
mente hablar  cuando  no  se  le  escucha. 

"Lo  que  debe  preocuparme  siempre,  lo  único  que  debo  inves- 
tigar en  todo,  es  saber  lo  que  Nuestro  Señor  piensa  de  las  cosas. 
Cualquiera  otra  apreciación  me  debe  ser  indifeiente.  .  .  ;  nie  sirve 
ésto  para  la  gloria  de  Dios?  .  .  .  Esta  es  la  primera  pregunta  que 
debo  hacerme  en  presencia  de  todas  las  cosas. 


—  56  — 


'"Cuando  Dios  llegue  a  ser  lo  único  necesario  pava  mí,  enton- 
ces será  tamJjién  mi  único  Señor. 

"Debo  descansar  en  Dios  únicamente  v  nó  en  mí  misma  ni 
en  creatura  alguna,  Dios  debe  ser  mi  CENTRO. 

"Dios  mío,  escondadme  lejos  de  las  agitaciones  de  los  hom- 
tres,  en  el  secreto  de  tu  Faz". 


PRIORA  DURANTE  DOS  TRIENIOS 
1937  -  1943 

Llegó  para  la  Rda.  Madre  María  Angela,  uno  de  los  momen- 
tos ¡nás  difíciles  de  su  vida,  al  presentirlo  se  va  a  refugiar  ai 
Corazón  de  Jesús  y  le  dice:  "Me  entrego  enteramente  a  Vos  en 
estos  momentos  tan  difíciles  para  mí,  me  abandono  por  entero 
•en  vuestras  manos,  que  se  cumpla  en  mí  vuestra  santísima  Vo- 
luntad, que  todo  sea  para  vuestra  mayor  gloria.  Vos  sabéis  hasta 
qué  punto  está  atribulado  mi  corazón.  Vos  sabéis  muy  bien  que 
no  deseo  sino  cumplir  vuestra  Santísima  Voluntad,  por  eso  Se- 
ñqr,  dejo  que  hagan  de  mí  lo  que  quieran;  pero  Vos  cuidad  de 
Tuestra  pobre  hijita,  me  abandono  en  vuestro  Sagrado  Corazón 
como  en  el  corazón  de  mi  Padre. 

"Propósitos:  Mantener  mi  corazón  recogido,  tranquilo.  Man- 
tener mis  potencias  recogidas  en  mi  interior  dejando  las  cosas 
que  rae  rodean,  ocupándome  con  ellas  en  el  amor.  Evitar  hacer 
comentarios  de  nada  de  lo  de  la  tierra,  dejemos  lo  transitorio. 
Ocúpate  ¡oh  alma  mía!  en  solo  tu  Dios,  su  gloria  y  su  volun- 
tad .  .  . 

Inundada  su  alma  en  los  grandes  penisamientos  de  la  glo- 
ria de  Dios,  del  cumplimiento  de  su  Voluntad  y  de  hacer  todo 
el  bien  posible  a  su  Comunidad  a  la  quo  tanto,  tanto  amaba,  asu- 
mió su  gobierno. 

Todo  lo  puso  a  su  servicio  sin  medida.  Su  tiempo,  su  cora- 
zón, su  inteligencia,  su  caridad  sin  límites,  su  prudencia,  su  pa- 


  Di   


ciencia;  todo  el  cortejo  de  hermosas  virtudes  que  como  hemos 
visto,  adornaban  su  ahm,  afianzadas  por  el  caudal  de  su  expe- 
riencia adquiridas  en  una  vida  profundamente  vivida.  Seis  años  que 
dejaron  una  huella  imborrable  en  su  Comunidad,  una  gratitud  pro- 
funda en  cada  corazón.  Permítasenos  recordarlos  Qon  cariño,  con 
agradecimiento,  con  admiración. 

Se  hizo  toda  para  todas,  en  su  corazón  dilatado  como  el 
mar,  todas  teníamos  cabida  sin  distinción,  fué  para  cada  una  la 
madre  más  tierna,  la  amiga  más  sincera,  la  hermana  más  queri- 
da y  abnegada. 

Su  corazón  estaba  siempre  dispuesto  y  pronto  para  conso- 
lar o  para  ayudar  con  algún  consejo  santo  v  sabio  a  quién  lo 
reclamaba  de  su  Reía.  Se  podía  contar  en  todo  momento  con  su 
interés  verdadero  y  con  el  cariño  más  sincero  de  su  corazón,  que 
lo  ofrecía  lleno  de  caridad  hasta  los  bordes. 

Tenía  un  ideal  muy  alto  para  su  Comunidad,  para  realizar- 
lo oraba  por  ella  en  esta  forma;  "Señor  que  entre  nosotras  haya 
mucha  observancia,  para  que  reine  el  espíritu  que  nuestra  Santa 
Madre  desea  ver  en  sus  hijas.  Espíritu  de  humildad,  de  caridad 
fraterna,  espíritu  de  oración,  de  silencio,  de  recogimiento,  de  so- 
ledad, de  desprendimiento  de  todas  las  cosas  de  la  tierra,  de  ale- 
jamiento del  mundo  y  de  sus  máximas.  Espíritu  de  pobreza,  de 
niortificación,  de  obediencia;  que  seamos  verdaderas  hijas  de  nues- 
tra Santa  Madre  y  de  nuestro  Padre  San  Juan,  que  bebamos 
y  nos  inpregnemos  totalmente  de  su  espíritu. 

"Señor  que  en  todo  tiempo  haya  almas  de  mucha  oración, 
de  mucha  unión  con  Dios  en  esta  Comunidad...". 

Contribuir  a  realizar  este  hermoso  ideal,  fué  el  blanco  de 
todos  su  esfuerzos,  el  principal  fin  de  todos  los  caminos  que  se 
propuso  recorrer. 

Ella  define  mejor  que  nadie  su  misión  en  cada  circunstancia 
de  su  vida  v  se  señala  y  escoge  los  medios  más  a  propósitos  para 
réalizarla,  dice  así: 

"Acordarme  que  soy  Madre,  la  caridad,  la  dulzura  para-to- 


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das  con  igualdad:  hacerles  todo  el  bien  posible,  no  amargar  los 
corazones,  guardarles  las  espaldas  sus  secretos;  cuidarlas,  aten- 
derlas, ser  verdaderamente  "Madre  tierna"  pero  Madre  espiritual, 
Madre  que  debe  llevar  las  almas  a  Cristo,  que  no  las  debe  dejar 
empequeñecerse.  Tener  yo  miras  muy  elevadas,  acordarme  que 
soy  y  que  son  esposas  de  Cristo". 

Y  en  olra  parte  completa  su  plan:  "Señor  mío,  por  tu  amor 
quiero  amar  a  mis  hermanas  con  todo  mi  corazón,  no  juzgarlas, 
no  tomarles  mal  sus  cosas,  amarlas  como  una  Madre  cariñosa  ama 
a  sus  hijos  pequeñitos.  Ser  la  personificación  de  la  bondad,  pero 
no  de  la  bondad  que  se  rebaja  a  la  debilidad,  sino  de  la 
bondad  que  desea  todo  el  bien,  toda  la  santidad,  para  sí  y  para 
las  que  ama;  y  que  la  busca  no  por  medios  ásperos  sino  por  la 
CARIDAD  QUE  BROTA  DEL  CORAZON  DE  CRISTO...". 

He  aquí  todo  el  compendio  de  su  gobierno.  Sí,  su  corazón 
se  había  hecho  muy  semejante  al  Corazón  de  Cristo,  la  caridad 
ardiente  era  el  único  móvil  de  todas  sus  obras,  de  todas  sus  pa- 
labras, ella  ruega  al  Señor  la  dirija  en  todo,  le  dice:  "Al  hablar, 
Dios  mió,  quiero  que  sea  para  llevar  las  almas  a  Vos,  para  conse- 
guir hacerlo  con  caridad,  con  paciencia,  con  dulzura,  la  dureza 
a  nada  conduce.  Dadme  la  gran  ciencia  de  saber  OIR  y  de  saber 
CALLAR.  Jesús  mío  hablad  Vos  por  mí,  estad  en  mi  corazón,  en 
mi  pensamiento,  en  mi  lengua.  Que  yo  vil  creatura  sea  otro  Cristo. 
Al  caminar,  al  moverme,  al  afanarme  en  el  desempeño  de  mi 
cargo,  sea  todo  por  Vos,  por  vuestra  mayor  gloria". 

Este  era  el  secreto  por  que  atinaba  a  hacer  siempre  lo  mejor. 
Sus  consejos  eran  tan  llenos  de  sabiduría;  verdaderamente  mora- 
ba en  su  Reía,  este  precioso  don  del  Espíritu  Santo.  Y  lo  admi- 
rable era,  que  para  todas  las  situaciones,  para  todos  los  proble- 
ma», para  todas  las  necesidades,  para  todas  las  penas,  encontra- 
ba la  definición,  la  solución,  el  consuelo,  justo,  preciso 
que  la  persona  que  se  dirigía  a  ella  había  menester.  Al  don  de 
sabiduría  se  unía  en  su  alma  el  don  de  consejo.  Con  qué  con- 
fianza y  con  qué  seguridad  podía  uno  irle  a  exponer  sus  du- 


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das,  a  pedirle  su  dirección,  enseñándole  la  experiencia  que  siem- 
pre indicaba  lo  mejor,  lo  más  prudente,  lo  más  conforme  con  el 
espíritu  de  Dios.  A  ciegas  se  podían  seguir  sus  consejos  en  la 
seguridad  que  se  tomaba  el  mejor  camino. 

En  su  Rcia.  se  iban  a  depositar  todos  los  corazones,  para 
todos  tenía  el  suyo  amplia  acogida.  Más  no  se  adelantaba,  no  la 
movía  ningún  celo  indiscreto,  no  se  economizaba  eji  nada,  tampo- 
co se  prodigaba:  era  dirigida  por  una  sabia  prudencia  que  im- 
primía en  su  Rcia.  una  santa  dignidad. 

En  los  Capítulos  Conventuales  sabía  muy  bien  imprimir  su 
espíritu.  Se  expresaba  con  mucha  facilidad  y  sus  exhortaciones 
eran  siempre  muy  profundas. 

Había  un  pensamiento  sobre  el  que  giraban  todas  sus  de- 
más ideas,  que  nos  miráramos  y  miráramos  a  nuestras  hermanas 
como  los  templos  vivos  del  Espíritu  Santo.  Mirándonos  así,  con 
qué  respeto,  con  qué  amor,  con  qué  espíritu  de  fe,  con  qué  cari- 
dad nos  debíamos  considerar,  servir  y  ayudar.  El  Convento  como- 
la  Casa  de  Dios,  todo  lo  de  él  como  la  posesión  de  Dios,  que 
ponía  a  nuestro  servicio;  por  lo  tanto  agradecerlo,  cuidarlo,  y 
j  espetarlo.  Exhortaba  a  vivir  y  a  obrar  en  todo  con  un  gran  espí- 
ritu de  fe.  La  penetración  y  conocimiento  que  tenía  de  las  almas, 
le  inspiraba  el  consejo  y  la  corrección  que  debía  hacer,  a  veces 
en  forma  tan  hermosa,  tan  inesperada.  Sabía  disculpar  la  falta 
y  al  mismo  tiempo  mantener  un  principio  de  disciplina  con  el  que 
guardaba  el  espíritu  religioso  de  su  Comunidad.  A  la  vez  poseía 
el  don  de  endulzar  las  amarguras,  de  suavizar  las  asperezas 
del  camino  de  la  vida  y  por  sobre  todo  el  de  hacer  amable  la 
virtud. 

Se  encerraba  en  esta  alma  religiosa  tan  humilde.^ 
tan  modesta,  un  principio  orientador,  un  algo  de  profundi- 
dad quf  [jonía  como  un  contrapeso  seguro  en  todo  lo  que  la  ro- 
deaba; había,  también,  un  principio  poderoso  de  vitalidtid,  de 
entusiasmo,  con  lo  que  comunicaba  vida,  movimiento,  adelanto  a 
las  personas  y  a  las  cosas  que  tenía  junto  a  sí. 


—  60  — 


Tenía  un  espíritu   progresista,  emprendedor,  animoso.  Con 
la  armonía  que  la  caracterizaba,  daba  a  lo  sobrenatural  y  a  lo 
humano  su  justo  \aIor.  Así  se  la  vió  siempre  empeñosamente 
preocupada,  del  bien  \  del  adelanto  espiritual  v  material  de  su 
Comunidad. 


Pasado  poco  más  de  un  año  de  su  gobierno  pagamos  junto 
con  toda  la  región,  un  tributo  doloroso  al  terremoto  del  39.  Des- 
de entonces  se  la  vió  incansable  por  juntar  y  adquirir  los  medios 
económicos,  que  la  permitieian  reparar  v  mejorar  la  situación 
difícil  en  que  veía  a  su  amado  Convento.  Como  su  Santa  Madre, 
no  contaba  con  una  blanca  para  su  reparación,  pero  no  se  arre- 
dró, buscó  la  cooperación  en  primer  lugar  de  todas  sus  hijas, 
las  que  sin  omitir  sacrificios,  la  ayudaron  cuanto  pudieron  con 
el  trabajo  de  sus  manos,  contribuyendo  con  él  a  reunir  algunos 
fondos.  ¡Con  qué  muestra  de  profunda  gratitud  y  alegría  recibía 
nuestros  trabajos!  "Comprendo  decía,  que  así  cumplen  el  punto 
de  Regla  que  nos  señala  el  trabajo  para  vivir,  pero  se  también, 
los  sacrificios  que  se  imponen  y  ésto  no  me  puede  dejar  de  dar 
mucha  pena",  como  Madre  vigilante  fomentaba  entre  sus  hijas 
ej  espíritu  de  trabajo,  pero  velaba  porque  se  mantuviera  en  él. 
el  justo  límite  que  la  prudencia  señalaba.  Mas  como  veía  impo- 
sible hacer  frente  solas  a  la  situación,  acudió  a  solicitar  la  ca- 
ridad de  cuantas  personas  creía  la  podían  socorrer.  El  Señor  la 
ayudó  en  su  empresa  moviendo  con  grande  eficacia  los  corazo- 
nes, con  lo  que  tuvo  su  Rcia.  el  inmetiso  consuelo  de  dejar  repa- 
rado, al  término  de  su  segundo  trienio,  la  mayor  parte  de  los 
daños  causados  por  el  terremoto,  en  el  interior  del  Convento. 

La  Capilla  fué  su  primer  pensamiento,  logrando,  junto  con 
la  abnegada  y  eficiente  cooperación  de  un  miembro  de  la  fami- 
lia de  nuestras  religiosas,  que  se  renovara  por  completo;  pudién- 
dole ofrecer  en  ella  a  su  Dios  y  su  Señor,  una  Morada  pequeña, 


—  Ci- 


pero hermosa,  eii  donde  todo  llama  al  recogiminelo  \  la  ora- 
ción 

En  seguida  se  preocupó  de  refaccionar  el  Coro  de  la  Comu- 
nidad, dejándolo  en  la  forma  más  digna  que  su  Rcia.  pudo,  pen- 
sando que  es  como  el  Cenáculo  de  donde  sube  al  Cielo  la  oración 
de  la  Iglesia,  va  sea  en  forma  privada  o  litúrgica,  de  las  almas 
consagradas  al  Señor. 

Después  ocuparon  su  principal  atención  las  celdas.  ¡Cuánto 
sufría  viéndolas  en  estado  ruinoso!  Nosotras  nos  mostrábamos  muy 
conformes,  pero  su  corazón  de  Madre  no  lo  estaba:  ella  sabía  que 
la  celda  es  el  centro  de  la  vida  de  una  Carmelita,  su  santuario 
íntimo,  el  lugar  de  su  trabajo  y  de  su  descanso.  No  omitió  sacri- 
ficios hasta  que  nos  vió  a  todas  en  una  celda  pobre  sí,  pero  lim- 
pia V  recogida,  de  blancas  paredes,  reflejo  de  la  blancura  que, 
también  deseaba  para  el  alma  de  sus  moradoras.  Las  demás 
oficinas  ocuparon  su  atención  igualmente,  mejorándolas  cuanto 
pudo. 

Hasta  el  final  de  su  gobierno  siguió  trabajando  y  preocu- 
pándose sin  demostrar  cansancio,  aunque  a  veces  eran  muy  gran- 
des los  esfuerzos  que  tenía  que  hacer,  por  mejorar  la  situación 
económica  de  la  Comunidad. 

Impulsaba  el  interés,  el  cariño  y  el  entusiasmo  para  sacrifi- 
carse en  bien  de  su  querido  Convento,  para  lo  cual  procuraba 
con  delicado  tino,  aprovechar  en  favor  de  él.  todas  las  aptitudes, 
todas  las  disposiciones  con  que  Dios  enriquece  el  conjunto  de 
una  Comunidad.  Es  deber,  decía,  de  una  Priora,  recoger  todos 
estos  valore?,  impulsarlos,  encauzarlos,  y  dejarlos  desarrollarse, 
sin  absorberlos,  encaminándolos  a  la  gloria  de  Dios  y  al  pro- 
vecho y  adelanto  espiritual  y  material  del  Monasterio. 


Su  amor  a  la  observancia  siempre  fué  para  su  Rcia.  una 
nota  vibrante,  que  la  mantenía  alerta.  Con  emoción  se  leen  sus 


—  62  — 


propósitos  durante  todo  el  curso  de  su  vida,  haciéndose  un  lla- 
mado al  silencio,  a  la  puntualidad,  a  la  perfección  de  las  cere- 
monias. Pero  le  gustaba  una  observancia  sencilla,  humilde,  llena 
de  caridad  y  sobre  todo  una  observancia  en  que  no  entrara  para 
nada  la  costumbre  o  la  rutina.  Expone  tan  hermosamente  su  pen- 
samiento refiriéndose  el  conjunto  de  pequeñas  observancias  a  que 
nos  tenemos  que  someter,  adaptándose  para  sí,  las  bellas  ideas  de 
Tissot,  referente  a  ellas,  tomadas  de  "La  Vida  Interior",  obra 
que  admiraba  y  gustaba  con  entusiasmo  a  su  Rcia.,  dice  así:  "En 
nuestras  Santas  Reglas  o  en  el  Ceremonial  hay  muchas  reglas  pe- 
queñas, pero  en  ellas  no  debo  ver  su  pequeñez,  sino  respetar  la 
voluntad  de  Dios  que  se  encierra  en  lo  pequeño  y  esta  voluntad 
es  siempre  grande  y  adorable,  hasta  en  los  más  ínfimos  detalles. 
Nuestro  Señor  está  tan  real  y  verdaderamente  presente  en  una 
hostia  grande,  como  en  una  pequeña,  como  en  una  partícula. 
Una  cosa  parecida  sucede  con  la  voluntad  de  Dios,  las  más  insig- 
.  nificantes  prescripciones  de  mi  Regla,  la  contiene  toda  entera.  Así 
como  en  la  Comunión  me  engrandezco  con  mi  contacto  con  Dios, 
así  también,  en  la  fidelidad  al  deber  por  pequeñas  que  sean  las 
observancias  a  que  me  someto,  mi  alma  se  ensancha  y  se  dilata 
por  mi  contacto  con  Dios.  .  .  y  ésto  es  lo  único  que  debo  buscar 
en  mi  fidelidad  a  las  cosas  pequeñas:  establecer  entre  Dios  y  yo 
un  contacto  perfecto,  más  continuo,  más  absoluto,  de  tal  mane- 
ra que  al  fin  no  haya  punto  alguno  que  de  El  me  separe. 

"Debo  comprender  que  mi  fin  no  es  ajuslarinp  a  las  prescrip- 
ciones, sino  ajustarme  a  Dios  en  las  prescripciones". 

Difícilmente  se  podrá  definir  en  forma  más  elevada  el  fin 
de  las  observancias  religiosas  y  quién  así  las  miraba,  es  natural 
que  hubiera  tenido  un  amor  y  un  celo,  muy  en  Dios,  para  guar- 
darlas y  hacerlas  guardar  con  toda  fidelidad. 

Durante  su  Priorato  se  entregó  a  la  Orden  el  nuevo  Ceremo- 
nial. ¡Con  qué  amor,  entusiasmo  y  respeto  fué  recibido  por  su 
Rcia!  Con  toda  la  fuerza  de  su  voluntad  comenzó  su  estudio 
y  procuró  que  la  Comunidad  lo  fuera  poniendo  en  práctica.  Sien- 


—  Ga- 


do prolija  para  consultar  las  dudas,  a  fin  de  facilitar  su  mejor 
interpretación  y  su  total  cumplimiento,  lo  que  le  daba  ocasión 
de  mantener  una  continua  correspondencia  con  nuestros  Padres, 
con  los  que  siempre  tuvo  la  Rda.  Madre  una  unión  muy  gran- 
de, un  aprecio  muy  sincero  y  un  afecto  filial  no  desmentido. 


Incompleto  quedaría  el  cuadro  de  su  Priorato,  si  nada  dijé- 
ramos del  aprecio  y  hondo  cariño  que  le  ofrendaron  cuantas  per- 
soiias  que  por  su  cargo  tuvo  la  oportunidad  de  conocer  o  de  tra- 
tar, aunque  fuera  por  correspondencia.  Entre  éstas  ocupan  su 
primer  lugar  los  sacerdotes,  religiosos  y  religiosas.  Cuánto  se  in- 
teresaba por  sus  obras,  necesidades  y  sobre  todo  por  su  santi- 
ficación, eran  objeto  constante  de  sus  oraciones  y  de  sus  aten- 
ciones. 


Las  personas  seglares  de  cualquier  condición,  que  la  trataron, 
descubrieron  sin  excepción  en  su  Rcia.  a  la  religiosa  santa,  pru- 
dente, llena  de  comprensiva  caridad,  con  la  que  podían  compar- 
tir sus  penas  y  alegrías  y  en  la  que  podían  buscar  un  santo  y  sabio 
consejo.  Comprendía  el  corazón  humano,  sus  deljílidades,  sus 
caídas,  volaba  sobre  el  mal,  pero  se  sabía  compadecer  de  todas 
las  necesidades  que  llegaban  a  golpear  su  corazón. 

Dijimos  que  las  personas  de  fuera  del  Convento  descubrían 
en  su  Rcia.,  a  la  verdadera  religiosa.  En  realidad  la  tenían  que 
descubrir  porque  en  el  trato  con  ellas,  era  especialmente  humil- 
de y  modesta,  su  gran  empeño  era  desaparecer;  cuando  íbamos 
al  Locutorio,  por  regla  general,  era  la  que  menos  tomaba  la  pa- 
labra. Para  su  trato  externo  tenía  estos  dos  propósitos:  "Al  es- 
cribir acordarme  que  soy  religiosa,  procurar  hacer  el  bien,  pero 
sin  afectación. 


—  61  — 


■'En  el  Locutorio  pensar  que  soy  religiosa,  procurar  hacer 
el  bien,  ser  espiritual,  todo  con  sencillez,  con  naturalidad". 

Justamente  estas  reglas  eran  las  que  contribuían  a  ganarle 
todo  el  aprecio,  todo  el  cariño  y  por  las  cartas  recibidas  des- 
pués de  su  muerte,  podemos  decir  con  verdad,  la  admiración  de 
cuantos  la  conocieron.  En  cuyo  número  se  cuentan,  en  primer 
término,  las  familias  de  las-  religiosas,  las  que  sentían  honda- 
mente comprometida  su  gratitud  con  su  Reía.,  pues  todas  sin  ex- 
cepción fueron  objeto  de  sus  más  delicadas  atenciones,  de  su 
cariño  más  tierno  y  de  sus  más  fervorosas  oraciones. 

Las  grandes  dotes  de  gobierno  que  demostró  en  el  curso  de 
estos  seis  años  hacen  que  podamos  concentrarlos  fielmente  en 
estas  dos  palabras:  Su  Gobierno  fué  sabio  y  prudente. 

\  como  sello  final  queremos  dejar  constancia  de  su  amor 
.y  su  interés  por  todo  lo  que  se  relacionaba  con  la  Diócesis,  soli- 
citando sie.-npre  para  ella,  en  especial  por  sus  necesidades  e  inte- 
reses, los  que  miraba  como  cosa  propia,  las  oraciones  y  los  sacri- 
ficios de  sus  hijas.  Era  para  ella  un  consuelo  y  un  goce  espe- 
cial, cuando  en  forma  general  o  en  casos  particulares,  se  venía 
a  solicitar  la  ayuda  espiritual  de  la  Comunidad,  diciendo:  "ésto 
es  para  mí  la  mayor  prueba  que  se  aprecia  la  oración  y  se  cono- 
ce nuestra  vida".  Agradecida  se  empeñaba  mucho  en  rogar  por 
lo  que  se  le  había  encomendado. 

Junto  con  el  amor  a  su  Diócesis,  había  en  su  Rcia.,  un  apre- 
cio y  un  respeto  muy  grande  por  su  digno  Prelado,  acatando  en 
todo  momento  con  la  mayor  veneración  y  sumisión  hasta  sus 
menores  órdenes,  mirándole  siempre,  como  el  representante  di- 
recto de  Dios  en  el  gobierno  de  su  Comunidad  y  el  lazo  visible 
que  la  unía  con  su  ¡vfadre  la  Santa  Iglesia. 

Por  su  parte  su  Excelencia,  fué  para  la  Reverenda  Madre 
el  apoyo  más  eficaz  el  sabio  consejero,  el  consuelo  y  el  sostén 
de  los  últimos  años  de  e-sta  alma  que  se  había  consumido  en  el 
servicio  del  Señor.  Permítasenos  hacerle  llegar  desde  estas  pá- 


—  65  — 


ginas.  la  más  sincera  gratitud,  en  nombre  de  su  Reverencia  >  de 
toda  esta  Comunidad. 

MIRADA  A  SU  INTERIOR 

\dmirables  son  los  designios  de  Dios  v  llenos  de  miseri- 
cordia para  sus  hijos.  Entre  esos  designios  de  misericordia  con- 
tamo-  el  que  nuestra  querida  Madre,  nos  hava  dejado  sin  des- 
truir los  borradores  en  que  exponía  gran  parte  de  las  intimida- 
des de  su  alma,  en  estos  años  que  ella  llama,  ia  última  etapa 
de  mi  vida".  Valiéiidonos  de  ellos  para  nuestro  propio  ejemplo 
y  para  que  el  conocimiento  hasta  el  final  de  su  preciosa  alma, 
contribuva  a  que  se  alabe  v  glorifique  la  acción  de  la  gracia 
de  Dios  en  sus  escogidos.  Ío*  expondremos  con  verdad  y  con 
sencillez,  como  lo  hemos  hecho  hasta  aquí,  en  esta  reseña  fiel 
de  su  vida. 

Como  en  todo  el  curso  de  su  camino  espiritual,  la  vemos 
animada  por  los  sentimientos  de  su  miseria,  de  su  pequeñez.  de 
su  nada  v  por  otra  parte  avivando  su  confianza  y  su  amor  y  dis- 
poniéndose con  estas  dos  armas,  por  un  lado  a  resistir  los  ataques 
del  enemigo  v  por  otro  a  abrir  su  alma  a  la  amorosa  y  santifi- 
cadora  acción  de  Dios. 

Su  pensamiento  dominante  es.  el  que  está  caminando  su  '"úl- 
tima jornada"'  y  el  deseo  de  reparar  su  pasada  tibieza,  avivan- 
do su  vida  de  amor  y  de  intimidad  con  su  Señor.  Para  conse- 
2uirlo  se  propone  fomentar  mucho  el  espíritu  de  oración.  Su 
2ran  deseo  es  poner  su  alma  en  gran  sosiego,  en  profundo  reco- 
ííimiento  v  en\olverlo  todo  en  paz. 

Pone  estos  pensamientos  como  puntos  de  apoyo  de  la  joma- 
da que  se  propone  recorrer: 

"En  el  ocaso  de  tu  vida  te  examinarán  en  el  amor  ".  ("N.  P. 
S.  Juan  de  la  Cruz). 

"Sólo  una  cosa  hay  que  hacer  aquí  abajo  "AMAR  A  JESUS  '. 
•  Sta.  Teresita). 


—  6f)  — 


"¡Qué  dulce  es  morir  cayendo  en  las  manos  del  que  mucho 
se  ama:  JESUS! 

Y  deja  estos  propósitos  como  medios  eficaces  para  llegar 
hasta  el  fin. 

.  "Debo  recogerme  lo  más  posible  a  mi  interior,  ayudada  de 
la  gracia  debo  aspirar  a  no  salir  nunca  de  ahí. 

"Callar,  dejárselo  todo  a  Dios,  obrar  siempre  con  suma  rec- 
titud. 

"Es  necesario  servir  al  Señor  en  toda  circunstancia,  en  la 
salud  como  en  la  enfermedad,  en  la  vida  como  en  la  muerte,  de 
El  debemos  ser  siempre. 

"Dios  y  las  almas. . .  yo  en  completo  sacrificio. . .". 

En.  esta  época  de  su  vida  espiritual  se  fueron  ampliando  más 
y  más  para  su  alma  dos  grandes  y  fecundos  horizontes.  Primero 
su  Madre  la  Santa  Iglesia.  Tuvo  sobre  ella  luces  muy  especia- 
les para  .comprénder  su  vida,  su  acción  santificadora,  el  signifi- 
cado hermoso,  profundo  dé  su  Liturgia.  En  esta  vida  de  imión 
con  su  Madre  la  Iglesia,  decía  Su  Rcia.  había  encontrado  la  píe-' 
nitud  de  su  vocación  Carmelitana.  Su  oración  se  hacía  cada 
día  más  universal.  Con  qué  amor  y  reverencia  hablaba  y  oraba 
por  el  Santo  Padre  y  por  toda  la  Jerarquía  Eclesiástica. 

También  la  Acción  Católica  la  preocupaba  y  le  interesaba 
en  extremo,  comprendía  con  especial  luz,  su  alta  misión  y  oraba 
constanlemente  por  ella. 

Eran  objeto  de  sus  plegarias  todas  las  intenciones  de  la 
Iglesia  universal.  Todas  las  naciones.  Los  enfermos  del  alma  y 
del  cuerpo.  La  niñez,  la  juventud.  Todas  las  necesidades  de  todos 
los  individuos  que  pueblan  la  tierra.  Su  oración  se  derramaba  co- 
mo benéfico  rocío  por  el  mundo  entero,  su  corazón  ya  no  cono- 
cía ni  límites  ni  riberas. 

Su  alma  tenía  el  sentido  de  ir  siempre  al  centro,  por  ésto 
la  mayor  unión  ron  su  Madre  la  Iglesia  la  buscaba  en  la  Santa 
Misa.  Con  que  asidua  constancia  se  la  veía  cada  mañana,  siguiendo 
en  su  Misal  las  oraciones  de  la  Misa  del  día  v  recorriendo  en 


—  67  — 


él.  todo  el  movimiento  de  la  Liturgia  de  la  Iglesia.  Su  Dios 
respondía  a  sus  esfuerzos.  "He  tenido,  dice  su  Rvcia,  este  tiem- 
po, muchos  llamamientos  del  Señor  a  un  amor  y  penetración 
muy  grande  de  la  Santa  Misa.  ¡Qué  tesoro,  qué  tesoro!  Hay 
que  aprovecharse  de  ella,  podemos  salvar  al  mundo  con  la  San- 
ta Misa  unidas  íntimamente  a  Jesús". 


El  Oficio  Divino  era  otro  de  los  grandes  medios  por  el 
que  vivía  la  vida  de  la  Iglesia  ¡qué  aprecio,  qué  conocimiento 
tenía  de  su  valor!  "En  ningún  momento  de  su  vida,  decía,  una 
Carmelita  es  más  grande  que  cuando  formando  parte  del  Coro 
de  su  Comunidad,  entona  las  alabanzas  del  Señor;  la  eficacia 
de  su  oración  entonces  no  tiene  límites,  por  eso  si  quiere  con- 
seguir algo,  ahí  es  donde  del)e  pedirlo,  mejor  que  con  cualquie- 
ra otra  devoción  privada:  en  esos  momentos  su  nada  desaoarece, 
ella  es  la  Iglesia  que  ora'  . 

Fiel  a  sus  ideas  no  omilía  sacrificios  para  rezarlo  en  Comu- 
nidad, sobreponiéndose  a  veces  con  fuerza  increíble  a  sus  enfer- 
medades. El  grave  mal  a  la  vista  que  sufría  y  la  delicada  ope- 
ración a  que  había  sido  sometida,  era  causa  por  de  más 
justificada  para  dispensa  en  el  Oficio  Divino;  pero  jamás  fué 
motivo  para  que  su  Reía.,  lo  omitiera  un  solo'  día.  El  Señor 
compensaba  con  creces  sus  heroicos  esfuerzos.  Una  religiosa  que 
junto  a  ella  recitaba  el  Oficio  Divino  nos  decía:  "Cuántas  veces 
despertaba  mi  tibieza  con  solo  mirar  su  semblante  recogido  y  son- 
ricnlp.  parecía  estaba  muy  lejos  de  la  tierra".  Su  Reía.,  al  abrir- 
se íntimamente  y  consultar  su  alma,  nos  revela  el  secreto.  Dice 
así: 

"Hay  veces  que  cuando  rezo  Maitines,  siento  con  los  oídos 
del  alma,  que  sale  del  Sagrario  una  armonía  como  un  dulce 
canto.  Esto  me  hace  comprender  la  unión  de  oración  que  hay  en- 
tre el  Oficio  Divino  y  Jesús  que  ora  constantemente  desde  su 


—  68  — 


Tabernáculo.  Aquí  no  hav  nada  Je  extraordinario,  porque  todo 
lo  que  experimento  es  tan  sencillamente,  no  sé  como  explicarlo; 
es  como  si  tuviera  en  el  alma  una  vibración,  que  si  la  toca  INues- 
tro  Señor,  me  hace  sentir  lo  que  El  quiere". 

Su  Señor  la  hacía  sentir  y  participar  de  toda  la  armonía, 
de  todo  el  sentido  de  la  oración  litúrgica,  desde  su  modesto 
Eslal  Caímelitano.  Sin  duda  El.  también,  percibiría  desde  el 
Sagrario,  como  una  dulce  canción,  la  oración  de  esta  humilde 
Carmelita. 


El  segundo  horizonte  en  que  se  dilataba  su  alma  era  el 
de  la  gran  doctrina  de  nuestra  Incorporación  a  Ciisto.  "Siento, 
dice  ella,  que  en  mí  se  está  desarrollando  esta  sublime  doctri- 
na; por  lo  tanto  debo  estudiarla,  asimilármela,  vivirla.  Morir 
a  mí  misma  para  que  Cristo  viva  en  mí,  ésto  es  lo  único  que 
quiero,  Aceptarlo  todo  unida  a  El  para  que  las  almas  se  sal- 
ven, mi  única  ambición. 

"Todo,  lodo  unida  a  Jesús,  El  obrando  en  mi,  El  prolon- 
gando su  vida  en  mí.  He  llegado  a  persuadirme  que  para  mi  no 
hay  otro  camino,  ni  otra  espiritualidad  que  CRISTO.  Le  siento 
en  mi  alma  como  que  descansara  en  ella  apaciblemente,  lo  en- 
tiendo aunque  nada  me  diga.  Su  mirada  con  la  que  me  encuen- 
tro con  frecuencia,  es  dulce  y  amorosa.  Yo  descanso  a  su  lado 
tranquilamente  y  lo  miro  en  sus  misterios;  pienso  mucho  en  ellos, 
pero  nó  como  quien  quiensa.  sino  como  quien  mira  amorosa- 
mente V  adora.  Yo  no  tengo  hermosas  ideas,  ni  lindos  conceptos, 
no  puedo  hacer  más  que  mirar  y  adorar  lo  que  INuesIro  Señor 
me  hace  sentir  y  no  sé  explicar. 

"Algunas  vecrs  parece  que  V()\  a  penetrar  profundamente 
y  me  quedo  como  un  hambriento  al  que  le  dan  una  migajita.  una 
gotita  de  agua  que  aumenta  su  hambre  y  su  sed.  Siento  también 
como  si.  llegara  a  mi  alma  una  melodía,  un  eco  del  Cielo,  la 


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suavidad  del  alma  es  muy  grande:  pero  nunca,  nunca  se  siente  más 
desterrada.  ¡  Qué  verdaderas  encuentro  entonces  esas  palabras  de 
la  Salve  'ios  desterrados  hijos  de  Eva"!. 

Deja  sentir  a  su  alma  la  soledad,  el  destierro,  su  gran  debi- 
lidad. La  refiere  con  una  comparación:  "A  mí  me  hace  el  efecto 
que  ésta  mi  pobre  alma  que  tengo  metidita  aquí  adentro,  fuera  co- 
mo una  cañita  débil  azotada  por  el  viento,  a  veces  por  verdaderos 
huracane?,  casi  se  quiebra,  gime  en  su  soledad,  pero  permanece 
firme.  Digo  "soledad"  porque  me  parece  que  está  colocada  en 
una  región  muy  solitaria  de  toda  creatura.  Ayudada  de  la  gra- 
cia de  Dios,  yo  he  buscado  esa  soledad  y  la  amo  intensamente, 
por  nada  del  mundo  la  quisiera  perder,  trabajo  cuanto  puedo 
por  aumentarla.  La  imagen  de  mi  alma  en  esta  vida,  es  la  de 
esa  frágil  cañila  v  su  felicidad,  está  en  su  soledad.  Se  me  hace 
tan  necesario  ir  apartando  todo  lo  que  sea  algo.  En  muchas  co- 
sas no  sé  como  hacerlo.  En  esta  ignorancia,  procuro  que  la  pobre 
caña  se  esté  tranquila,  a  su  tiempo  el  Señor  le  dará  luz.  le  dará 
el  manjar  y  la  liebida  en  abundancia.  El  la  saciará". 

A  veces  la  luz  caía  sobre  su  propio  conocimiento.  "Estoy 
reducida  a  la  nada.  Si  me  miro  a  mí  misma  entonces  veo  cla- 
ramente, que  sov  una  nada  llena  de  pecados,  por  eso  casi  no 
me  miro.  Desde  el  fondo  de  mi  alma  hav  continuamente  este 
clamor  "Jesús  mío  misericordia",  en  él  se  unen  v  se  recogen 
todas  las  potencia?  de  mi  pobre  alma  y  siente  el  amor  y  el 
dolor  más  intenío.  En  este  amor  y  este  dolor  parece  fuera  envuel- 
to el  abandono  y  resignación  más  completa.  Al  Señor  no  lo  sien- 
to lejos,  al  contrario,  algunas  veces  tan  cerca  que  no  sabría  co- 
mo explicarlo,  es  como  si  sintiera  la  respiración  de  Dios.  E?.  un 
amor  y  una  pena  muy  profunda,  comprendo  tan  claramente  que 
soy  una  gran  pecadora  y  la  cercanía  de  su  Divina  Majestad  me 
es  muy  penosa,  mientras  más  amor  me  imagino  ?entir  de  El  a 
mí,  mayor  es  mi  dolor.  Nuestro  Señor  mostró  a  Santa  Gertrudis 
un  alma  que  acababa  de  morir,  El  la  llamaba  con  mucho  amor 
y  el  alma  se  mantenía  esquiva  y  triste.  Le  manifestó  Nuestro  Se- 


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ñor  a  la  Santa,  que  era  porque  el  alma  no  estaba  aun  piirific-ada. 
Parece  que  fuera  mi  retrato.  .  .  Después  de  ésto  me  queda  un 
deseo  muv  prande,  de  evitar  toda  falta  por  pequeña  que  sea  y 
llevar  la  vida  más  pura  que  me  sea  posible". 

Pero  no  se  quedaba  en  su  miseria  dice  después:  "A  pesar 
de  ser  la  que  foy.  siento  hamlire  y  sed  de  Dios  y  a  pesar,  tam- 
bién, de  las  sublevaciones  que  en  la  parte  inferior  se  levantan  de 
cansancio,  de  tedio,  siento  tan  vivamente  en  la  parte  superior  a 
Nuestro  Señor  que  me  llama,  parece  decirme:  "Hija  dame  tu  co- 
razón". "Piensa  tú  en  Mí  y  Yo  pensaré  en  ti".  Siento  una  gran 
necesidad  de  callar,  no  solo  exterior  sino  interiormente,  para  así 
oír  lo  que  ¡Vuestro  Señor  me  enseña  en  silencio  dentro  del  alma. 
Siento  un  alp;o  inexplicable,  es  como  un  llamamiento  a  una  inti- 
midad muy  grande  con  el  Señor.  Parece  que  El  quiere  ser  ente- 
ramente mío,  pero  que  yo  sea  enteramente  suya.  Le  represento  mis 
terribles  dificultades,  ¿cómo  la  miseria  más  miserable  acercarse 
a  la  suma  Santidad?  pero  al  presentárselas  se  me  deshacen, 
pensando  que  es  El,  el  que  me  llaina,  que  El  lo  vé  todo,  lo  sabe 
todo.  Y  por  fin  veo  que  El  no  ha  venido  por  los  justos  sino  por 
los  pecadores  y  me  digo:  Si  es  así  A'amos. 

"Segunda  dificultad  ¿cómo  dejar  tantas  ocupaciones  y  aten- 
ciones como  este  cargo  de  Priora  impone?  Esto  se  soluciona,  tam- 
¡)it'i!.  porque  el  Señor  me  da  luz  y  me  hace  comprender,  que  la 
manera  de  salvar  esta  dificultad,  no  está  en  dejarlas  sino  en  abra- 
zarme con  la  abnegación  y  el  sacrificio.  El  quiere  que  me  sacri- 
fique por  mi  Comunidad  y  por  cada  una,  hasta  el  último  grado 
y  en  silencio.  El  silencio  jne  lo  pide  mucho,  silencio  en  el  sacri- 
ficio, silencio  en  las  sublevaciones  de  mi  amor  propio,  silencio 
en  todo,  absolutamente  en  lodo  "JESUS  CALLABA"  asi  siempr? 
se  me  presenta  por  modelo. 

"En  resumen  me  pide  el  Señor:  1."  que  \'iva  t meramente 
abandonada  en  sus  manos,  que  descanse  en  su  Corazón  con  ple- 
na confianza,  en  un  silencio  muy  grande  de  todas  las  potencias 
y  me  ocupe  sólo  en  mirarlo  v  en  amarlo. 


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2."  Que  me  entregue  en  sacrificio  total  a  las  almas,  que  lo 
mire  a  El  en  ellas  y  que  para  hacerles  todo  bien,  no  debo  bus- 
carme en  nada  a  mí  misma:  renunciando  a  mis  pensamientos, 
ideas  y  deseos,  para  que  penetren  en  mí,  los  pensamientos,  ideas 
y  deseos  de  Nuestro  Señor,  a  fin  de  que  todo  cuanto  yo  haga,  no 
sea  yo  quién  obre  sin  ó  el  Señor  por  mí". 

Penetrando  en  su  interior  se  encuentra  el  secreto  de  toda  su 
vida  exterior,  ésta  era  sólo  el  reflejo  de  aquélla:  era  el  delicado 
perfume  de  la  flor,  que  todo  lo  impregnaba  a  su  alrededor,  era 
el  resultado  de  su  vida  íntima  de  profunda  unión  con  su  Dios 
y  iU  Señor. 


En  esta  época  recibía  sabios  consejos  que  impulsaban  su 
alma  por  los  santos  y  hermosos  caminos  que  recorría,  en  primer 
lugar  bajo  la  sólida  base  de  "Cumplir  en  todo  la  Santísima  Vo- 
luntad de  Dios".  El  alma  unida  a  esa  Voluntad,  se  le  decía,  en 
verdad  es  un  alma  santa.  Se  le  ponían  pór  modelo  las  palabras 
de  Nuestro  Señor:  "He  aquí  Dios  mío,  que  he  venido  a  cuinplir 
tu  voluntad"  )  las  de  San  Agustín  "Dios  mío.  dame  lo  que  me 
pideé  y  mándame  lo  que  quieras". 

Se  la  impulsaba  cada  día  a  una  mayor  simplicidad,  a  no 
mirar  mucho  su  alma  para  ver  su  estado,  sino  más  bien  abrirla 
totalmente  para  recibir  la  acción  santificadora  de  Dios.  "La  vida 
natural,  se  le  decía,  en  sus  múltiples  manifestaciones,  respiración, 
circulación,  no  se  la  siente,  se  la  vive.  Desde  el  momento  que 
se  comienza  a  sentir,  mala  señal.  Igual  cosa  en  el  espíritu  ;  hay 
que  dejar  que  la  gracia  haga  su  obra,  como  crecen  las  flores, 
como  sopla  la  brisa,  calladamente,  sin  sentirlo  y  sobre  todo... 
sin  saberlo.  Piense  mucho  en  la  Paternidad  de  Dios  v  déjese 
ronducir  por  El.  "Creo  en  Dios  Padre".  Crea  en  El.  Es  Padre 
que  nos  ama  con  amor  eterno  y  en  cuyos  brazos  vamos  muy 
seguros. 


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"Los  caminos  de  que  hablan  los  Místicos,  "las  noches"  de 
su  Sanio  Padre  son  en  jjran  parte  este  caminar  sin  saber  adonde 
Dios  la  lleva,  dejándose  conducir  mansamente. 

"No  se  mire  a  Ud.  mire  a  Dios,  corresponda  a  cada  instante 
a  la  acción  de  Dios  en  su  alma.  Mirada  tranquila  en  Dios.  Ver 
lo  que  El  qui(  re.  Donación  plena,  momento  a  momento  a  esa 
voluntad  de  Dios.  Ninguna  actividad  forzada,  ni  nada  que  no 
n.TZca  de!  corazón  y  sobie  todo  guardar  su  paz.  Esa  paz  de 
Dios  que  supera  a  todo  sentimiento". 

Así  guiada  llegaba  nuestra  amada  Madre,  a  los  umbrales 
de  su  eterna  Patria.  Su  barquilla  iba  a  velas  desplegadas,  nos- 
otras nol;U)amos  su  rápido  bogar,  pero  no  pensábamos,  que  arri- 
baría tan  presto  al  mar  sin  fondo  y  sin  riberas  del  infinito 
amor...  más...  aún  nos  queda  un  ario  tres  meses,  en  que  la 
podemos  seguir  y  recoger  sus  últimas  lecciones  y  ver  sus  últimos 
ascensiones  hasta  Dios. 

Pero  antes  digamos  algo  sobre  un  punto  de  importancia, 
del  que  hemos  guardado  silencio  en  lodo  él  curso  de  esta  rela- 
ción, siguiendo,  sin  casi  queiTrlo,  el  ejemplo  que  ella  siempre 
nos  dió  de  ocullaila.  de  cubrirla  con  un  denso  velo,  nos  referi- 
mos a  SM  penitencia.  Si  sobre  algo  guardó  el  más  completo  si- 
lencio, fué  sobre  ella.  Acudiendo  a  las  cartas  de  sus  Directores, 
vemos  como  desde  el  principio  hasta  el  fin  de  su  vida,  estuvo 
animada  de  un  gran  espíritu  de  penitencia.  Continuamente  la  es- 
taban moderando,  pues  le  dicen,  Ud.  siempre  es  inclinada  a  un 
rigor  diMnasiado  excesivo  que  hay  sujetar.  Y  también  le  respon- 
den a  una  consulta  sobre  el  particular  "no  me  sorprende  que 
llevada  de  sus  deseos  de  reparar  se  haya  impuesto  lo  que  me 
indica,  pero  teniendo  en  cuenta  su  físico  y  los  muchos  años  que 
ya  lleva  este  género  de  vida,  no  puedo  menos  de  reconocer  que 
dañará  demasiado  su  salud  y  aún,  en  cierto  modo,  le  puede  im- 
pedir el  mismo  adelanto  espiritual,  si  no  cuenta  con  una  avuda 
muy  especial  de  Dios.  Por  un  lado  no  quisiera  pri\arla,  del  to- 
do, de  un  bien  tan  grande,  como  es  sufrii  con  Nuestro  .Señor  y 


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por  El  y  por  olio,  encuentro  que  del)e  dominar  los  rigores  de 
su  penitencia  en  la  manera  que  le  indico".  Y  se  le  permite  se- 
guirla en  forma  nada  suave. 

Continuamente  está  solicitando  licencia  para  satisfacer  la 
sed  que  siente  de  penitencia,  lo  que  no  es  extraño  en  esla  alma 
que  tanta  luz  tenía  de  la  Majestad  de  Dios  y  tan  honda  idea  de 
su  miseria. 

Hasta  el  final  de  su  vida  pide  con  instancias  permiso  para 
ellas,  dice:  ".Ahora  mis  penitencias  están  reducidas  a  las  discipli- 
nas, quisiera  tomarlas  muy  seguido  y  muy  rigurosas". 

Sin  embargo,  si  en  algo  hizo  un  estudio  especial,  fué  en  no 
dejar  ni  siquiera  traslucir  su  penitencia,  nunca  hacía  la  más  le- 
ve referencia  a  algo  que  la  pudiera  hacer  comprender.  Su  vida 
de  incontables  malestares  físicos,  parecía  eran  para  ella  una  mor- 
tificación suficientemente  rigurosa ;  tanto  más  cuanto  que  los 
sabía  llevar,  según  los  deseos  de  su  Santa  Madre,  haciéndoles 
el  menor  caso  posible,  sobreponiéndose  varonilmente,  sin  prolon- 
gar jamás  sus  enfermedades  y  dejando  todas  las  que  le  eran  po- 
sible, para  que  sólo  las  supiera  su  Señor. 

Pero  a  su  Rcia..  no  le  bastaban  )  supo,  a  ejemplo  de  la  mor- 
tificada y  penitente  Orden  religiosa  a  la  que  pertenecía,  hacer  su- 
bir ante  Dios,  el  incienso  de  su  oración  penitente,  animada  de  un 
profundo  espíritu  de  Reparación.  "El  amor  no  es  amado"...  re- 
petía incontables  veces,  con  su  amada  Santa  María  Magdalena 
de  Pazzis.  Reparar  esa  falta  de  amor  v  encenderlo  en  los  corazo 
ncs.  era  el  fin  principal  que  buscaba,  al  macerar  su  carne  vir- 
ginal. 


ULTIMO  AÑO  DE  SU  VIDA 

Transcurrieron  seis  años  ocupados  por  parte  de  nuestra  que- 
rida Madre,  en  promo\er  la  gloria  de  Dios,  en  amar  v  servir 
a  sus  hermanas  y  en  hacer  el  bien  a  cuantas  personas  tuvieron  con 
ella  alguna  relación. 


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Llegaba  a  su  término  como  el  viajero,  que  aunque  contenió 
y  agradecido  por  todas  las  pruebas  de  cariño  y  ayuda,  que  ha 
recibido  en  el  curso  de  su  jornada,  siente  inmensa  necesidad  de 
reposar  y  descansar,  dejando  a  la  vera  del  camino,  el  peso  de 
sus  responsabilidades  y  preocupaciones. 

Ese  día  fué  el  19  de  Julio  de  1943.  Desde  ese  instante  se 
la  vió  doblar  enteramente  la  hoja  de  su  priorato,  para  comen- 
zar la  vida  común.  Muchas  obras  que  vivamente  le  interesaban, 
quedaron  a  medio  camino.  En  qué  forma  tan  ejemplar  procuró 
suavemente,  sin  hacerlo  sentir  despreocuparse  de  todo;  eclipsarse 
también  prudentemente,  dé  manera  que  su  influencia  personal, 
no  fuera  a  ser  causa  de  ningún  menoscalio  para  la  nueva  auto- 
ridad. SiguiíS  siempre  rodeada  de  todo  el  respeto  y  de  todo  el 
cariño  que  su  Rcia.  tanto  merecía,  pero  ello  lo  tomaba  con  mu- 
cha discreción;  esperaba,  nunca  se  adelantaba;  al  consultarla  con 
sencillez  exponía  su  opinión,  si  se  le  pedía  un  consejo  gustosa- 
mente lo  daba,  envolviéndolo  todo  en  un  algo  de  agradecimien- 
to y  humildad. 

Tenía  un  corazón  sensible,  y  muy  sensible  e  imposible  era, 
que  esta  reserva  y  desprendimiento  no  le  impusiera,  sobre  todo  a 
los  comienzos,  sacrificios  y  tal  vez  muy  dolorosos;  pero  ella 
demostraba  encontrar  por  aquí  toda  su  felicidad. 

En  el  año  1941  en  que  se  había  vuelto  a  abrir  el  Novicia- 
do, se  le  pidió,  por  la  experiencia  que  tenia  en  la  formación 
de  las  novicias,  tomara  también  sobre  sí  esta  nueva  responsabi- 
lidad. Desde  entonces  lo  tenía  a  su  cargo,  al  terminar  su  priora- 
to, quedó  confirmada,  nuevamente,  como  Maestra  de  Novicias. 
Con  qué  entusiasmo  se  entregó  por  completo  a  la  formación  de 
las  tres  hermanas  que  en  el  Noviciado  había.  Parecía  la  Madre 
que  al  descargarla  de  otras  ocupaciones  se  dá  de  lleno,  al  cuida- 
do de  sus  hijos  pequeñitos,  no  omitía  atenciones  para  ellas;  de- 
dicándoles la  mejor  parte,  del  poco  tiempo  que  viviría  a  su  lado, 
así  como  quien  lo  presiente,  para  darles  lo  más  posible.  "No 
me  pesan  decía,  me  alegran  y  me  consuelan;  después  de  haber 


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tenido  tantas  preocupaciones,  son  un  descanso  para  mí"  y  las  amaba 
con  toda  la  ternura  de  su  corazón,  como  a  sus  pequeños  Ben- 
jamines. 


A  pesar  que  su  alma  tendía  tanto  a  la  oración,  no  le  impe- 
día el  espíritu  del  trabajo.  Además  del  Noviciado  se  ocupaba  en 
el  desempeño  de  algún  oficio  de  la  Comunidad,  casi  todo  el 
tiempo  fué  provisora,  oficio  que  desempeñaba  con  mucho  orden  y 
caridad.  Los  ratos  libres,  que  no  le  fataban,  los  empleaba  en 
ordenar  y  arreglar  cuanto  tenía  cerca  de  sí,  pues  era  lo  que 
se  llama  una  persona  muy  ordenada.  Cuánto  gusto  nos  daba 
verla  con  su  gran  delantal  y  con  sus  inseparables  amigos,  la 
escoba  y  el  plumero,  los  que  nunca  la  cansaban. 

Tampoco  se  dispensaba  de  los  oficios  de  tabla  o  de  semana. 
Era  tan  ejemplar  verla  sirviendo  su  semana  correspondiente  en 
el  Refectorio,  ¡o»  que  hacía  con  gran  atención,  prolijidad  y  des- 
treza y  sin  duda  con  una  dosis  nmy  grande  de  sacrificio.  Sufría- 
mos al  verla  imponerse  tales  esfuerzos,  pero  mayor  pena  habría 
•=iclo  para  su  Rcia.  una  privación.  Decía:  "no  ignoro  que  hay 
muchos  ojos  puestos  en  mí  y  tengo  la  obligación  de  encaminar- 
los, enseñarles  que  una  religiosa  no  se  debe  jubilar  de  sus  obli- 
gaciones, sino  es  por  una  grave  dolencia  o  imposibilidad,  por 
lo  que  la  autoridad  la  descargue  por  si  misma  y  ella  estar  siem- 
pre pronta  para  cumplir  sus  oficios.  Más  enseño  con  una  sema- 
na de  servicio  que  con  un  mes  de  predicaciones".  Ante  estas  ra- 
zones había  que  dejarla  servir  al  igual  de  cualquiera  de  las  her- 
manas. 

Estaba  lan  preocupada  ric  su  perfección  y  de  la  perfección 
y  del  florecimiento  de  todas  las  virtudes,  en  su  cada  'lía  más 
amada  Comunidad.  Por  eso  se  daba  de  lleno  por  completo:  no 
omitía  esfuerzos  para  trabajar  en  nuestro  favor,  por  medio  del 


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ejemplo  \  la  pahibra  y  a  la  \e¿  por  darnos  alegría  y  felicidad. 
Sí,  la  alegría  era  una  de  las  notas  sobiesalientes  de  su  carácter, 
si  no  la  diéramos  a  conocer  faltaría  una  parte  muy  principal  de 
su  fisononiía  moral.  Su  risa  franca,  acogedora,  cariñosa,  abría 
tanto  la  confianza  con  su  Rcia.  que  era  uno  de  los  medios  que  tenía 
para  ganar  los  corazones  y  para  dejarlos  dilatarse  confiados,  jun- 
to a  su  comprensivo  corazón.  En  todas  nuestras  recreaciones  e 
inocentes  pasatiempos,  una  de  las  cosas  en  que  se  pensaba  era, 
¿cómo  los  va  a  celebrar  la  Madre  María  Angela?  así  era  y  gene- 
ralmente la  alegría  y  el  entusiasmo  de  nuestra  amada  Madre, 
formaba  el  mejor  número  del  programa. 

A  su  vez  para  acompañar  los  Villancicos  de  Navidad  y  los 
cantos  con  que  festejamos  de  costumbre  a  la  Madre  Priora,  en 
los  días  de  su  santo,  aprendió  en  sa  juventud  a  tocar  la  guita- 
rra. Nunca  se  nos  olvidará  la  gracia  con  que  lo  hacía,  cantando 
con  sus  novicias  para  alegrar  y  enfervorizar  a  sus  hermanas.  Te- 
nía una  beiinosa  voz  y  su  canto  era  sencillo  y  religioso.  Imposi- 
ble era  no  reír,  cuando  ella  reía  y  no  celebrarle  sus  oportunísi- 
mas ocurrencias  \  simpáticos  decires. 

Con  ella  parece  que  se  fué  algo,  que  siempre  nos  alegra- 
ba... algo  que  aumentaba  nuestra  felicidad... 

Esta  alegría  junto  a  su  fina  caridad,  formaba  uno  de  los 
mayores  alivios  en  nuestras  enfermedades.  Con  qué  cariño,  con 
qué  interés  se  sentalia  a  nuestro  lado,  se  imponía  de  todo,  se 
compadecía,  se  afligía  vivamente,  haciendo  sentir  la  ternura  de 
su  corazón  maternal  y  no  omitiendo  nada  para  nuestra  curación 
y  alivio.  Unido  a  ésto  había  en  su  Rcia.  un  aire  de  paz.  de 
tranquilidad,  que  comunicaba  bienestar  y  siempre  sabía  decir 
algo  agradable,  un  consejo  discreto  y  oportuno,  una  conversación 
que  distraía  y  hacía  bien;  por  lo  tanto  se  la  veía  irse  con  senti- 
miento y  se  la  esperaba  con  mucha  alegría. 

En  el  diario  vivir  continuamente  se  recurría  a  su  Rcia.,  en 
demanda  de  algún  servicio.  Con  tanto  gusto  que  los  prestaba, 
de  cualquier  genero  que  fueran,  nunca  demostraba  cansancio  o 


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sacrificio,  afanosa  buscaba  cuanto  se  demandaba  a  su  obsequio- 
sa caridad. 

A  su  vpz  ella  tenía  una  como  tendencia  a  consultar  y  a 
pedir  que  se  le  enseñara,  de  ésto  no  se  desdeñaba  nunca.  Con 
qué  asidua  atención  se  ponía  a  ejecutar  las  cosas  como  se  le  de- 
cían, aunque  fuera  la  menor  de  sus  hijas  la  que  en  ese  momento 
le  servía  de  maestra.  Qué  contento  experimentaba  si  le  queda- 
ban bien  o  las  comprendía.  Nunca  se  nos  olvidarán  sus  excla- 
caciones,  Uenas  de  gusto  y  simpatía ;  ni  tampoco  la  mirada  pica- 
resca, que  sorprendíamos,  a  veces,  en  sus  ojos  que  decían,  pobre- 
citas  mis  hijas,  me  dejo  enseñar  para  que  aprendan  mejor  a 
obedecer  v  a  ser  humildes,  pues  yo  sola  me  podría  desenvolver 
muy  bien.  Ella  nada  perdía,  ni  nada  omitía  para  hacer  el  bien 
a  las  almas. 

Día  a  día  que  pasaba  se  notal)a  en  su  Reía.,  como  se  aleja- 
ba de  la  tierra  y  se  acercaba  al  Cielo.  Había  afán  por  despren- 
de) se  de  todo  y  por  concentrarse  en  sólo  Dios.  Su  porte  siempre 
tan  modesto  y  relijíioso  se  iba  revistiendo  de  un  aire  venerable. 
Desde  que  se  la  veía  venir  a  lo  lejos  por  nuestros  claustros  se  iba 
sintiendo  su  benéfica  influencia.  Al  pasar  junto  a  su  Reía.,  en 
medio  de  ese  recosiimiento  tan  sencillo  y  tan  natural,  que  la 
caracterizaba,  nos  daba  una  mirada  llena  de  dulzura  v  al  salu- 
darnos con  las  palabras  de  "Alabado  sea  Jesucristo"  nos  dirigía 
su  mejor,  su  más  cariñosa  sonrisa.  Ella  bastaba  para  decirnos 
tantas  cosas;  daba  ánimo  al  corazón  que  sufría,  fuerza  a  la 
naturaleza  que  sentía  el  dolor  o  el  cansancio  físico;  repartía 
tranquilidad,  alegría,  paz,  mucha  paz.  Sí,  con  toda  verdad  pode- 
mos decir,  que  pasaba  como  el  buen  Jesús  "haciendo  el  bien". 


Esta  cristalina  fuente  que  refrescaba  con  sus  benéficas  aguas, 
este  huerto  cerrado  del  Carmelo,  se  alimentaba  de  la  misma  Fuen- 
te de  la  Vida,  por  eso  no  había  temor  de  que  toda  alma  que 


necesitara  o  que  quisiera,  pudiera  ir  a  beber  de  ella,  sin  miedo  de 
disminuir  en  lo  más  mínimo,  el  caudal  de  su  caridad  y  de  su 
virtud.  Cada  día  se  encontraba  con  más  profundidad,  con  más 
prudencia,  con  más  discreción,  la  ayuda,  el  consejo,  la  palabra 
opoituna  y  sobre  todo  el  llamado  a  darse  por  completo  a  Jesús; 
a  cuidar  el  alma  como  el  más  precioso  tesoro,  para  ofrecerlo  en- 
teramente a  la  gloria  de  Dios  y  al  bien  de  la  Santa  Iglesia.  Invi- 
taciones apremiantes  a  una  mayor  perfección,  a  una  delicada  ob- 
servancia, a  vivir  de  lleno  la  sublimidad  de  nuestra  vocación  Car- 
melitana. 

El  día  de  la  Transfiguración  del  Señor,  deja  estampada  en 
tin  consejo,  el  compendio  de  la  experiencia  de  su  vida,  despojado 
de  toda  complicación,  sencillo,  evangélico,  dice:  "Lo  único  que 
nos  llevará  a  la  verdadera  santidad  nos  lo  señaló  nuestro  Padre 
Celestial,  cuando  dejando  oír  su  voz  nos  dijo:  "Este  es  mi  Hijo 
muv  amado,  escuchadle"  ¿qué  más  queremos?  Escuchemos  a 
Jesús,  trabajemos  cada  día  sin  cansarnos,  sin  desfallecer  por  ir- 
nos asemejando  a  nuestro  Divino  Modelo,  no  lo  perdamos  nun- 
ca de  vista,  acostumbrémonos  a  seguir  las  máximas  de  su  Evangelio 
en  todos  los  actos  de  nuestra  vida.  Que  sea  el  Evangelio  el  que 
ilumine  nuestros  pasos.  Pidámosle  a  El  mismo,  que  ponga  en 
nuestra  mente  sus  pensamientos,  en  nuestra  alma  y  corazón  sus 
sentimientos.  Pidámoslo  con  mucha  humildad  y  constancia,  que 
El  en  su  misericordia  nos  oirá  y  tendremos  la  dicha  de  llegar 
al  fin  de  nuestra  carrera,  teniendo  grabada  en  el  alma,  la  Imagen 
de  nuestro  Esposo  Jesús". 

La  lectura  fué  siempre  para  nuestra  querida  Madre,  uno 
de  los  mayores  medios  de  cultivar  e  iluminar  su  alma,  gozaba 
y  se  aprovechaba  intensamente  de  ella.  El  Evangelio  y  las  obras 
de  nuestros  Santos  Padres  Teresa  y  Juan,  fueron  el  manjar  con 
tinuo  que  la  alimentaron  espiritualmente.  "Cuánto  gozo,  decía, 
con  su  lectura.  Para  leerlos  con  mucha  devoción  y  provecho,  me 
imagino  que  es  el  mismo  Jesús,  nuestra  Santa  Madre,  nuestro 
Padre  San  Juan,  según  lo  que  leo,  quien  me  está  personalmen- 


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te  hablando  y  enseñando".  Muy  poco  antes  de  morir  teniendo  en- 
tre sus  manos  las  obras  de  nuestro  Padre  San  Juan,  dijo  a  una 
de  las  hermanas:  "cuánto  lo  amo,  le  estoy  tan  agradecida,  mis 
Padrep  me  han  llevado  como  de  la  mano,  en  todo  el  recorrido  de 
mi  vida  espiritual". 

En  su  espíritu  amplio  también  encontraban  cabida  otras  obras, 
siendo  ellas  escogidas.  Dos  caracteres  se  requerían  para  que  le 
gustaran,  la  ciencia  espiritual  que  viniera  a  aclarar  y  aumentar 
la  luz  de  su  espíritu,  en  forma  sólida  y  la  unción  que  satisficie- 
ra lí  devoción  que  ardía  en  su  corazón.  Uno  de  los  últimos  go- 
ces, más  puros,  que  tuvo  en  esta  vida,  sei  lo  proporcionó  la 
lectura  de  "La  Doctrina  Espiritual  de  Sor  Isabel  de  la  Trinidad" 
del  Padre  Philipón.  Ella  nos  dirá  más  adelante  el  provecho  in- 
menso que  hizo  a  su  alma  este  Jibro. 

ULTIMA  MIRADA 

'  Quisiera  tener  todas  las  delicadezas,  toda  la  unción  con  que 
se  trata  lo  santo,  para  levantar  por  última  vez  el  velo,  con  que 
cubría  la  hermosura  de  su  interior  fsta  hija  del  Rey,  que  fué 
nuestra  Madre  v  nuestra  hermana. 

Con  veneración  v  con  respeto  y  con  verdad  recogeré  y  ma- 
nifestaré, lo  que  el  Señor  nos  conservó  para  alabarlo  a  El  v 
para  aprovecharnos.  Con  todo  el  movimiento  de  su  espíritu  tien- 
de directamente  a  Dios,  hace  un  llamado  a  su  alma  y  le  dice: 
"Oh  alma  mía!  esfuérzate  para  que  Dios  sea  para  tí  "TU  DIOS 
EN  TODAS  LAS  COSAS". 

"Dejemos  pasar  todo  lo  que  pasa,  nosotros  tengamos  el  al- 
ma recogida  en  Dios".  Al  exponer  a  su  Director,  su  vida  íntima, 
su  Reía.,  dice  así:  "Nuestro  Señor  me  pide  mucha  soledad  y  si- 
lencio, paréceme  sentir  en  mi  inteiúor  un  llamado  apremiante 
a  guardar  todas  las  energías  dé  mi  alma  "SOLO  PARA  DIOS". 
Por  eso  procuro  retirarme,  lo  más  que  puedo,  de  todo  comercio 
con  las  creaturas,  de  toda  noticia  que  no  necesito  saber,  de  toda 


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conversación  no  necesaria,  guardando  así  mi  alma,  toda  entera 
para  Dios,  en  soledad  y  silencio.  Pero  todo  ésto  exterior  me  se- 
ría casi  inútil  si  no  procurara  el  silencio  interior,  es  decir  ningún 
pensamiento  que  a  nada  conduzca,  ninguna  idea  que  perturbe  mi 
alma:  lo  cual  es  más  difícil,  pero  enfin,  el  abandono  y  la  con- 
fianza en  Dios,  son  mis  grandes  cooperadores,  a  ésta  paz  y  a 
este  silencio  de  que  me  voy  llenando  y  del  que  lenía  tanta  ne- 
cesidad. 

"Mi  alma  se  va  apaciguando  mucho,  siento  a  ratos  muy  cer- 
ca a  Nuestro  Señor;  otras  veces  no  le  siento,  pero  no  importa, 
va  me  dice  hasta  el  cansancio  nuestro  Padre  San  Juan,  que  no 
está  en  el  sentir  o  no  sentir,  sino  en  la  fe.  Olvidarse,  perderse  com- 
pletamente a  sí  misma  es  algo  tan  indispensable  y  ¿qué  cosa 
puede  haber  más  dulce  aquí  en  esta  tierra  miserable,  que  perder- 
se totalmente  para  encontrarse  en  Dios? 

"Guiada  por  la  insinuación  de  la  gracia  en  mí,  procuro  man- 
tenerme durante  el  día  recogida  en  el  interior,  lo  más  que 
puedo,  mi  ocupación  alií  es  amar  y  adorar.  En  medio  de  mis 
trabajos,  si  me  vienen  pensamientos  piadosos,  ya  sea  recordar  al- 
go de  la  \ida  de  I\uestro  Señor,  de  la  Santísima  Virgen,  de  los 
Santos,  de  la  Iglesia,  de  las  almas.  Me  entretengo  mucho  en  ellos, 
me  ayudan  a  mantener  la  alegría  en  el  corazón.  Sí  necesito  pen- 
sar, para-  cumplir  con  mis  deberes,  y  no  olvidar  algún  detalle, 
también  pienso  lo  necesario.  A  todo  lo  demás  inútil,  le  tengo 
enteramente  cerrada  las  puertas.  Con  ésto  tengo  gran  paz  en  el 
interior  y  parece  que  sólo  hubiera  una  ventanita  por  donde  veo 
el  Cielo  y  entra  hasta  mí  muy  suave  luz. 

"En  cambio  de  este  silencio  que  procuro  mantener,  mi  buen 
Dios  viene  en  mi  ayuda  y  me  hace  sentir  el  cumplimiento  de  la 
palabra  de  Nuestro  Señor:  "Vendremos  a  El  y  haremos  mansión 
dentro  de  él"  y  me  parece  sentir  en  mi  alma  la  Presencia  de  la 
Santísima  Trinidad.  En  ella  encuentro  a  Cristo  y  puedo  penetrar 
un  poquito  en  su  Alma  Santísima,  otras  veces  penetro  en  el 
alma  de  la  Santísima  Virgen,  en  fin  ésto  es  según  lo  que  quie- 


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ra  el  Señor,  porque  aquí  no  hay  nada  mío.  \i  aún  penetrando 
en  el  alma  de  Nuestro  Señor,  puedo  yo  poner  nada  de  mi  parte, 
porque  si  esto  hiciera,  inmediatamente  con  mis  toscas  reflexio- 
nes lo  apagaría  todo,  lo  echaría  a  perder  y  me  quedaría  en  se- 
quedad". 

Lo  que  más  conmueve  al  oírla,  era  la  armonía  perfecta  que 
había  entre  sus  palabras  y  sus  obras.  Ahora  vemos  como  su  al- 
ma se  reflejaba  entera  en  todos  los  detalles  de  su  vid'a.  Nada 
hacía  ni  acaso  la  Madre.  Todo  era  un  plan  perfecto  que  guiaba 
la  mano  de  Dios.  En  ese  plan  entraban  todavía  oscuridades  y  con- 
gojas que  fueron  terminando  en  su  Reía.,  la  obra  de  purifica- 
ción V  afinamiento  interior. 

"Un  día  dice,  en  que  estaba  muy  afligida  y  le  pedía  a  Nues- 
tro Señor,  que  me  diera  un  ralo  de  paz  v  le  decía  angustiada: 
'"Abreme  tu  Corazón,  déjame  descansar  en  El.  dime  ¿dónde  encon- 
traré la  paz?.  .  .  Mi  Dios  tan  bueno,  dejó  oír  su  respuesta  por  tres 
veces  en  mi  interior,  repitiendo  estas  palabras  "NADA.  NADA. 
NADA",  y  comprendí  que  ahí  estaba  la  paz.  .  .  Comprendí  que 
entrando  de  lleno  en  las  Nadas,  de  nuestro  Padre  San  Juan  de 
la  Cruz,  ellas  nos  vacían  de  todo  lo  que  no  es  Dios  y  nos  van 
llenando  de  Dios. 

'"Principiar  este  camino,  renunciar  a  todo  parece  duro:  pero 
a  medida  que  se  va  entrando  en  él.  se  va  encontrando  la  paz,  se 
va  encontrando  lo  positivo,  porque  se  va  encontrando  lo  único  real, 
lo  único  \erdadero.  QUE  ES  DIOS. 

'"Entiéndelo  alma  mía...   y  anímate...". 

Fecunda  fué  para  el  alma  de  su  Rcia.  esta  enseñanza  de  su 
Señor,  y  de  ella  sacó  mayor  orientación  y  un  nuevo  camino  de 
luz. 

"Es  notable  la  obra  que  Nuestro  Señor  va  haciendo  en  mí. 
dice  ella,  me  siento  sujnamente  cambiada,  en  una  forma  que  se 
se  ve  claramente  que  es  El.  -no  yo,  el  que  obra  en  mí.  Siento  que 
es  el  mismo  Señor  el  que  me  ilumina.  Lo  pienso  así,  porque  sigo 
siendo  igual  a  lo  que  lie  sido  siempre,  si  la  gracia  de  Dios  no 


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se  dejara  sentir  mucho  más  vivamente.  Parece  que  el  demonio 
ha  perdido  mucho  de  su  poder  para  perturbarme  el  alma.  Cuando 
él  llega  con  sus  angustias,  antes  que  yo  me  dé  cuenta  de  que  se 
trata,  ya  mi  alma  ha  volado  como  un  pajarito,  a  Jas  manos  de 
Dios  y  ahí  en  esas  Divinas  Manos,  todo  lo  puedo  vencer,  quedan- 
do en  paz. 

"En  estos  días  tenía  una  penír  y  turbación  bien  grandes, 
cuando  de  repente  oí  que  el  Señor,  algo  me  decía  y  alcancé  a 
percibir  estas  palabras  ¿Por  qué  no  te  fías  de  Mí?  ¿cuándo  te 
he  desamparado?  ¿no  te  he  ayudado  siempre?...  Creo  que  no 
fué  ilusión  mía,  porque  he  quedado  con  un  aumento  muy  gran- 
de de  confianza  en  Dios  y  de  abandono  en  sus  manos. 

"Siempre  tengo  mis  ratos  de  harta  amargura  bajo  el  peso 
de  mi  miseria,  miro .  al  Cielo  y  me  parece  no  es  para  mí.  Pero 
ahora  es  de  nmy  distinta  manera,  no  es  esa  cosa  que  oprime  y 
desespera:  es  el  sentimiento  del  alma  que  nada  espera  de  sí, 
pero  que  todo  lo  espera  de  Dios  y  de  su  misericordia  y  que  confía 
sin  ninguna  duda,  que  El  todo  lo  puede  remediar. 

"Ahora  mi  abyección,  mis  miserias,  mis  pecados  me  sirven 
como  de  medios  para  ir  a  Dios;  no  me  asusta  el  verme  miserable, 
sino  que  aumenta  mi  confianza.  El  otro  día  recordé  lo  que  le  pasó 
a  San  Jerónimo.  Ofreciéndose  el  Santo  enteramente  a  Dios,  El 
le  contestó  "Jerónimo,  no  me  has  dado  todo".  El  Santo  se  sor- 
prendió creyendo  no  haberse  reservado  nada.  "Jerónimo,  le  dijo 
el  Señor,  no  me  has  dado  tus  pecados"'.  Entonces  yo,  con  mu- 
cha humildad,  le  entregué  también  todos  mis  pecados  y  sentí  que 
mi  alma  se  inundaba  de  paz". 

Así  apoyada  en  su  humildad  y  en  las  Nadas  de  nuestro 
Padre  San  Juan,  se  preparaba  para  nuevas  gracias,  para  los  úl- 
timos golpes  de  remo,  que  llevarían  su  alma  al  Océano  sin  fin 
del  amor,  de  la  luz  y  de  la  paz.  Sigámosla  en  silencio. 

Casi  es  mejor  no  interrumpirla. 


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Habla  en  forma  muy  tierna  .y  muestra  su  gran  amor  a  su  dul- 
císima Madre  del  Cielo,  dice:  "Mi  amor  por  Ella  es  muy  grande, 
me  entregué  a  mi  Madre  desde  que  estaba  joven.  Ella  me  enseñó 
lo  que  llaman  "el  secreto  de  María"'  muchos  años  después  cayó 
en  mis  manos  la  doctrina  de  Montfort.  Cada  día  se  aumenta 
más  en  mí  este  amor  a  la  Santísima  Virgen,  la  siento  tan  cerca, 
tan  Madre.  Siento  que  me  busca  mucho.  Le  digo  muchas  veces 
"mamá"'  y  me  responde.  Quiero  vivir  con  Ella  en  grande  intimi- 
dad". Así  fué,  se  estableció  entre  la  Madre  y  la  hija  una  unión 
casi  completa  como  lo  iremos  viendo. 

Entre  tanto  Dios  solicitaba  su  alma  para  trabajar  más  y 
más  por  su  gloria  v  sus  intereses,  para  ésto  aviva  su  vocación 
Carmelitana. 

"Cada  día,  dice,  estoy  más  penetrada  de  la  necesidad,  de  la 
obligación  grande  que  pesa  sobre  cada  Carmelita,  de  orar  por 
las  necesidades  de  la  Iglesia,  especialmente  por  sus  sacerdotes. 
Esta  es  la  herencia  que  nos  legó  nuestra  Santa  Madre  y  creo  que 
en  los  tiempos  actuales,  urge  como  nunca  llenar  lo  mejor  posi- 
ble esta  misión.  Llevada  de  este  deseo  he  hecho  una  DONACION 
ABSOLUTA,  por  la  Santa  Iglesia  en  especial  por  mi  Diócesis, 
por  mi  Prelado,  por  sus  sacerdotes  y  por  todas  sus  obras  apos- 
tólicas. 

"Deseo  con  muchas  ansias  darme  a  una  vida  muy  intensa 
de  oración  y  de  sacrificio,  ése  será  el  medio  de  cumplir  mi  do- 
nación; para  este  fin  siento  la  necesidad  de  vivir  crucificada 
con  Cristo.  Un  día  encontré  estas  palabras  que  me  conmovieron 
mucho:  "Yo  sólo  he  pisado  el  lagar,  sin  que  nadie  haya  estado 
conmigo,  busqué  quien  me  consolara  y  no  lo  hallé".  ¡Ay!  no 
quisiera  dejar  sólo  al  Señor  en  su  obra  redentora,  quisiera  ser 
su  consuelo,  compartirla  con  El.  Veo  delante  de  mí  una  multitud 
de  almas  ¡tan  necesitadas!. . . 

"Hov  por  boy  lo  único  que  se  me  ocurre  y  estoy  procuran- 
do ponerlo  por  obra,  para  principiar  a  llevar  esta  vida  de  cru- 
cifixión, es  aceptar  con  energía  de  corazón  todo  lo  que  se  me 


presente  rlesagradahle,  >a  sea  pequeño  o  grande,  sin  que  nadie 
lo  sepa.  Estas  cositas  no  faltan  y  bien  dolorosas  a  veces,  ya  sea 
para  el  espíritu,  para  el  corazón  y  también  físicas. 

"De  este  modo  esta  pobre  Carmelita  encerrada  entre  cuatro 
paredes,  ayudará  con  todas  sus  fuerzas,  en  el  silencio,  en  la 
oración,  en  el  sacrificio,  con  su  vida,  con  su  muerte,  a  su  Ma- 
dre la  Santa  Iglesia". 

De  aquí  sacaba  su  Reía,  las  energías  para  vencerse  incan- 
sable, en  todos  los  momentos  de  su  diario  vivir;  en  los  cuales 
<■!  Señ(<r  sal)e  miiv  l)icti.  ir  compartiendo  con  nosotras,  las  asti- 
llitas  de  su  Cruz.  De  ahí  sacaba  lecciones  tan  bellas  y  de  tanta 
enseñanza  como  ésta: 

"Para  vivir  sola  con  Dios  solo,  es  indispensable  olvidarse, 
morir  enteramente  a  sí  misma.  Este  yo  que  nos  hace  perder  tanto 
tieni|jo.  Como  tál  considero,  todo  él  que  se  dá  a  la  sensibilidad 
ruando  algo  nos  hiere  o  hace  sufrir,  al  amor  propio  revestido  con 
capa  de  '"corazón  sensible  "  de  ■■sentimientos  delicados*'.  Cuanto 
tiempo,  (al  vez.  más  iiiisera])lemente  perdido  cuando  se  díco  con 
despecho,  "al  fin  a  mí  que  me  importa,  no  tengo  ninguna  nece- 
sidad'. \ó  alma  mía,  no  es  ésto  o  aquello  lo  que  pretende  tu 
Amado.  Mira  las  cosas  siempre  con  espíritu  de  fe.  Cuando  El, 
])ermite  lo  que  llamamos  "desengaño"  es  para  hacernos  más  hu- 
mildes, para  acercarnos  más  a  su  Amado  Corazón.  Miremos  las 
cosas  con  paz,  con  humildad  ¿por  qué  hemo<  de  querer  ser 
amados,  ser  preferidos?  por  qué  hemos  de  tener  sentimiento  si« 
se  nos  deja?  Al  fin  y  al  cabo  ¿no  somos  de  Dios?  no  es  El 
el  que  dispone  de  nosotras  ¿no  es  su  gloria  lo  único  que  debe 
interesarnos? 

"Aprovechando  lodo  lo  que  la  vida  nos  presenta,  nos  ire- 
mos crucificando  con  Cristo  para  salvarle  las  almas' . 

SU  SANTISIMA  MADRE 

Llegó  para  su  Rcia.  la  última  Cuaresma  que  pasaría  sobre 
la  tierra,  en  ella  recibió  gracias  de  predilección,  muy  grandes,  de 


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parte  de  su  Reina  v  de  su  Madre.  F^l  Viernes  Sanio,  nos  deja 
fielmente  anotada  la  gran  unión,  que  entre  Madre  e  hija  se 
formó,  dice  así: 

"En  días  anteriores  más  o  menos  15  días,  me  he  sentido 
tan  atraída  a  honrar  a  la  Santísima  Virfien.  en  la  vida  que 
llevó  después  que  su  Santísimo  Hijo  subió  al  Cielo,  redimido 
ya  el  género  humano  y  quedó  mi  dulce  Madre  en  el  mundo,  para 
ayudar  a  los  Apóstoles,  en  la  formación  de  la  Iglesia  naciente. 
Hoy  Viernes  Santo  he  tenido  pensamientos  muy  profundos,  sobre 
lo  que  pasaría  en  el  alma  de  la  Santísima  Virgen,  después  de  la 
muerte  de  su  Hijo.  Parecíame  que  Ella  estaba  nmy  cerca  de  mí. 
como  a  mi  lado  y  comprendía  algo,  de  la  profundidad  de  sus 
pensamientos:  ya  Ella  estaba  en  posesión  de  todo  el  plan  de 
la  Redención,  se  sentía  \ erdaderamente  Madre  del  linaje  humano 
redimido  con  la  Sangre  de  su  Hijo  y  de  su  Dios.  Ella  estaba 
constituida  al  pie  de  la  Cruz.  Madre  de  los  hombres,  por  lo 
tanto  se  sentía  en  unión  con  El,  Corredentora.  Se  reflejaba  en 
la  Santísima  Virgen  una  gravedad,  una  majestad  imposible  de 
explicar.  Comprendía  yo.  que  pensaba  en  algo,  pero  sus  pensa- 
mientos eran  de  una  profundidad  tal,  que  no  se  llegaban  a  com- 
prender, ni  menos  a  decir  ion  el  lenguaje  humano.  Pensaba  en 
su  Misión  V  se  entregaba  plenamente  a  ella.  Se  entregaba  a  sos- 
tener la  Iglesia  que  nacía,  a  ayudar  las  almas  rescatadas  con  San- 
gre Divina  y  a  precio  de  tales  padecimientos.  ¡Qué  grandeza,  qué 
dignidad,  qué  profundidad  había  en  el  alma  de  mi  dulce  Madre! 
V  yo  siento  que  Ella  en  esta  etapa  de  su  vida,  se  me  dá  por  mo- 
delo. Nuestro  Señor  me  impulsa  a  que  me  entregue  a  mi  Madre 
plena  y  absolutamente.  Obedeciendo  a  esta  inspiración  y  volun- 
tad del  Señor,  renové  mi  voto  de  Esclavitud  a  la  Santísima  Vfi-- 
gen  V  me  pareció  entonces,  que  Ella  no  me  quería  por  esclava, 
sino  que  me  tomaba  por  hija  y  sentía  como  que  algo  de  esa 
Majestad  y  grandeza  de  miras  que  había  en  el  alma  de  mi 
dulce  Madre,  se  reflejaba  en  la  mía  pobre  v  pecadora.  Me  .sentí 
muy  cerca  de   mi   Madrecita   del   Cielo,   la   sentía   a   mi  lado. 


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que  los  intereses  de  Nuestro  Señor  me  los  entregaba.  A  mi  memo- 
ria vinieron:  la  Iglesia,  la  Diócesis,  mi  Prelado,  las  almas,  la 
Comunidad. 

"He  sentido  en  mi  espíritu,  que  es  ésto  algo  muy  serio,  de 
una  inmensa  grandeza;  se  trata  de  los  intereses  de  la  Iglesia, 
de  las  almas  redimidas  a  precio  de  Sangre  Divina.  A  la  Santísi- 
ma Virgen  la  noto  impregnada  en  su  alma,  en  su  corazón  de 
la  gravedad  de  lo  que  todo  esto  significa.  Se  trata  de  su  Hijo, 
de  su  Dios.  ¡LA  GLORIA  DE  DIOS,  LA  SANTA  IGLESIA,  SAL- 
VAR LAS  ALMAS ! .  .  .  Me  ha  hecho  sentir  algo  de  sus  sentimien- 
tos. Ella  quiere  asociarme...  ¡Dios  mío!  a  esta  pobre  pecadora, 
para  qne  la  ayude...  ésto  parece  increíble...  y  siento  que  la 
Santísima  Virgen  quiere  oír  mis  peticiones. 

"¿Qué  se  propone  Nuestro  Señor  hacer?  Nada  sé,  ni  nece- 
sito saberlo.  Debo  darme  a  la  Santísima  Virgen,  vivir  en  su  com- 
pañía. Los  intereses  de  Ella  van  a  ser  los  míos,  LA  IGLESIA,  LAS 
ALMAS,  paréceme  fué  lo  que  me  especificó  en  el  primer  momen- 
to, la  Diócesis,  la  Comunidad  en  seguida. 

"No  me  canso  de  repetir  que  es  muy  serio,  en  el  sentido 
que  es  lo  más  grande  que  puede  haber  aquí  en  la  tierra.  La  glo- 
ria de  Dios,  la  Sangre  de  Nuestro  Señor,  no  son  cosas  de  niño. 
TIO  son  cosas  para  mirarlas  superficialmente. 

"Yo  no  pienso  nada  de  todo  esto,  me  humillo  hasta  el  polvo, 
me  acuerdo  de  las  palabras  de  lá  Santísima  Virgen"  He  aquí 
la  esclava  del  Señor"  más  yo  no  me  atrevo  a  repetirlas,  en  mí, 
sería  profanarlas.  Pero  mi  dulce  Madre,  sabe  muy  bien  que 
si  me  quiere,  aquí  estoy,  con  profundo  agradecimiento,  con  pro- 
funda humildad,  pronta  a  servirla  y  a  ayudarla  en  lo  que 
quiera. 

"He  quedado  con  el  alma  muy  recogida,  con  una  sencillez 
grave  y  seria;  en  paz.  en  injnensa  gratitud:  no  llegando  a  com- 
prender que  a  mí.  .  .  que  en  mí.  pueda  fijar  sus  ojos  la  Santísi- 
ma Virgen". 


Qué  eficacia  no  tendría  ya,  la  oración,  los  sacrificios,  la 
vida  y  más  aún  la  muerte,  de  esta  humilde  religiosa  Carmelita, 
para  todo  el  Cuerpo  Místico  de  Cristo,  en  especjal  para  la  Dió- 
cesis a  que  pertenecía.  Ella  se  pregunta  ¿qué  se  propone  el  Señor 
hacer?  La  respuesta  la  tuvimos  muy  pronto,  después  de  leer  lo^ 
anterior  va  no  nos  extraña  su  muerte.  Pero  recordando  que  la 
Eterna  Verdad  ha  dicho,  si  el  giano  de  trigo  no  muere,  no  fruc- 
fiticará.  sentimos  toda  la  seguridad,  que  para  eso,  su  Madre 
del  Carmelo,  se  la  llevó  a  los  pocos  meses  de  asociarla  a  su 
misión:  para  que  su  vida  por  medio  de  su  muerte,  fructificara 
en  bien  de  la  Iglesia,  de  las  almas  y  de  toda  su  Diócesis:  en 
bien  de  su  Conu-nidad  y  de  toda  nuestra  santa  Orden,  y  en  bien 
muy  especial  de  su  amada  Patria  Chilena. 


Su  preciosa  existencia  estaba  plenamente  iluminada,  por  los 
dos  grandes  focos  de  la  luz  y  del  amor,  el  Corazón  de  Jesús  y 
el  de  su  Madre  Santísima.  Por  eso  recibió  nuestra  querida  Ma- 
dre, con  singularísimas  muestras  de  júbilo,  el  anuncio  del  Con- 
greso de  los  Sagrados  Corazones  de  Jesús  y  de  María.  Cuánto  orá 
y  cuántos  sacrificios  ofreció,  desde  el  retiro  de  su  Convento. 
por  su  feliz  realización.  Palpitaba  su  corazón  de  entusiasmo  al 
solo  pensamiento,  que  los  Sagrados  Corazones  fueran  en  su  Pa- 
tria, pública  y  triunfahnente  amados  v  aclamados. 

Cada  movimiento  grande  de  la  vida  de  la  Iglesia,  cada  Con- 
greso Eucarístico  conmovía  hasta  las  últimas  fibras  de  su  cora- 
zón. Activa,  fervorosa  participaba  entusiasta,  en  esas  grandes  ma- 
nifestaciones de  fe  con  los  medios  que  se  le  habían  confiado.  ]a 
oración  y  el  sacrificio.  En  los  días  de  su  celebración  estaba  con 
extraordinario  recogimiento.  "Cuando  sé  decía,  que  Jesús  en  el 
Sacramento  de  su  Amor,  es  amado  por  millares  de  corazones, 
cuando  miles  de  miles  de  voces  lo  vivan  y  lo  aclaman;  cuando 
millares  de  pechos  lo  reciben  con  amor  v  con  fe.  conmovidos  por 


—  {!H  — 


■el  fuego  que  el  Espíritu  Santo  reparte  en  esto?  días  venturosos, 
■experimentó  el  inayor  goce  que  puedo  tener  en  esta  vida;  pues- 
yo  no  tengo  otro  anhelo,  ni  otro  deseo,  que  mi  Dios  sea  amado, 
<que  sea  glorificado  por  todas  sus  creaturas".  La  Madre  M.  Ange- 
la, no  vivía  al  margen  de  la  vida  de  su  Madre  la  Iglesia,  nó. 
■ella  participaba  intensamente  de  todos  sus  movimientos  y  mani- 
festaciones, sus  triunfos  eran  sus  más  puros  y  niavores  goces, 
•sus  sufrimientos  sus  más  agudos  v  sentidos  dolores. 


Nada  sucede  al  acaso  en  la  vida  de  los  escogidos  del  Señor, 
todo  es  una  prueba  de  esta  gran  verdad.  Asi  en  estos  últimos  me- 
ses llegaron  hasta  su  Rcia.,  por.  diversos  caminos,  dos  obras  que 
viendo  los  efectos  que  produjeron  en  su  alma  estaban  destina- 
das ambas,  a  liarerla  descansar  de  lleno,  en  los  brazos  de  su 
Padre  Celestial,  fueron  ellos.  "La  Doctrina  Espiritual  de  Sor 
Isabel  de  ,1a  Trinidad"  v  los  "Diálogos  del  Padre  Celestial  con 
Santa  Catalina  de  Sena"'. 

Del  primero  dice:  "Cuánto  me  ha  aprovechado  su  doctrina, 
me  atrae  entera  plenamente,  es  toda  la  insinuación  de  la  gracia 
en  mí.  Salvando  la  inmensa  distancia  que  hay,  entre  Isabelita 
santa  v  esta  pobre  Carmelita,  he  encontrado  en  su  doctrina  idén- 
ticos ideales,  idéntico  modo  de  pensar;  casi  estoy  por  decir 
tjue  el  Señor  nie  ha  llamado  en  la  misma  forma. 

"Pero  no  debo  quedarme  en  admirar  la  doctrina,  tampoco 
quiero  quedarme  en  procurar  asimilarla  íntegra  en  mí  misma, 
ni  en  penetrarla  lo  más  a  fondo  posible.  Mi  trabajo  insistente 
debe  ser,  ponerla  en  práctica  v  esta  misma  práctica,  será  lo  que 
me  haga,  poco  a  poco,  asimilarla  \  profundizarla.  Mi  práctica 
será : 

L"  Vivir  dentro  de  mí  haciéndole  compafíía  al  Huésped 
Divino. 

2."  Cuando  note  que  mi  alma  se  ha  distraído,  inmediatamen- 
te con  dulzura  ^  suavidad,  llevarla  al  interior. 


—  .19  — 


3."  Tener  un  cuidado  especial  en  las  ocasiones  de  perturha- 
ción,  en  los  sucesos  desagradables,  en  que  el  alma  suele  quedar 
destrozada;  por  nada  de  este  mundo  debo  permitir  que  ésto  me 
suceda,  acordarme  entonces,  que  dentro  de  mí  tengo  mi  "Casa 
Paterna"',  recogerme  ahí  inmediatamente. 

"Volar  al  lugar  de  mi  descanso,  apaciguar  en  él  mi  alma. 

"Que  nunca  os  deje  solo,  dice  Isabel  en  su  oración.  Esta 
es  la  parte  necesaria  para  seguir  su  camino.  "NO  DEJAR  NUNCA 
SOLO  AL  HUESPED  DIVINO  ". 

"La  lectura  de  este  libro  ha  aclarado  enteramente  para  mi 
alma,  la  manera  como  se  vá  a  Dios  por  Cristo.  Como  la  Santísi- 
ma Humanidad  de  Cristo,  es  el  todo  para  ir  a  la  Santísima  Tri- 
nidad, comprendo  muy  bien  ese  dicho  de  San  Pablo  "Mi  alma 
está  escondida  con  Cristo  en  Dios  '. 

Refiriéndose  al  segundo  libro  dice:  "Ha  dejado  un  bien 
en  mi  alma  que  me  es  difícil  explicar.  Es  un  amor  inmenso  al 
Padre  Celestial  v  una  confianza  ilimitada  en  El.  Me  siento  muv 
hija  de  mi  Padre  y  por  lo  mismo  siento  una  fe  sin  medida  en  su 
Divina  Providencia.  Veo  que  cuento  con  mi  Padre  Dios,  que  El 
vela  por  sus  creíiluras  con  delicadezas  increíliles,  junto  a  ésto  me 
siento  en  lo  más  íntimo  del  alma,  como  llevada  por  Jesús  al 
Padre.  Ahí  le  pido  que  me  dé  su  a)nor,  sus  srnlimientos  para  con 
El,  porque  quiero  amarle,  si  eso  fuera  posible,  con  un  amor  algo 
parecido  al  que  El  le  tiene". 

HACIA  LA  PATRIA  VERDADERA 

Vimos  llegar  el  mes  de  Septiembre  que  por  lo  general  es 
para  nosotras  portador  de  un  nuevo  refuerzo  espiritual,  por  me- 
dio de  los  Santos  Ejercicios.  En  su  secunda  quincena  recibimos- 
éste,  como  otros  años,  la  semilla  de  la  divina  palabra  por  la- 
bios de  uno  de  nuestros  hermanos  Carmelitas,  que  supo  explicar 
con  ciencia,  claridad  y  con  !nucho  amor  la  doctrina  de  iniestros 
Santos  Padres. 


—  90  — 


En  terreno  tan  bien  dispuesto  como  era  el  alma  de  la 
Rvda.  Madre  María  Angela,  tuvo  una  amplia  y  fervorosa  acogi- 
da su  predicación.  Cuánto  recogimiento  guardó  en  ellos.  Al  ter- 
minarlos su  alma  quedó  encendida  en  los  deseos  de  la  más  alta 
unión  con  Dios.  "Esta  es  la  herencia  decía,  que  nuestros  Santos 
Padres  nos  han  dejado.  Para  alcanzarla  hay  que  tener  suma  per- 
fección y  fidelidad  a  la  gracia,  de  manera  que  cumplamos  en 
todo  la  Santísima  Voluntad  de  Dios. 

"Me  he  propuesto  con  la  ayuda  del  Señor,  no  cometer  nin- 
guna imperfección  voluntaria,  cueste  lo  que  costare  y  trabajar 
en  la  observancia  regular  con  todas  mis  fuerzas. 

"Recordemos  que  Santa  Teresita  por  su  fidelidad  que  lle- 
gó hasta  el  heroísmo,  mereció  que  Nuestro  Señor,  antes  de  mo- 
rir, le  otorgara  gracias  tan  extraordinarias,  que  la  llevaron  a  esa 
santidad  tan  elevada,  y  sobre  todo  le  concedió  la  gracia  de  mo- 
rir de  amor. 

"Qué  bien  comprendo  la  desnudez,  el  vacío,  que  nuestro 
Padre  San  Juan  enseña.  Qué  claro  he  visto  que  por  sus  "NADAS" 
ííe  llega  al  TODO.  Yo  que  me  siento  morir  por  la  necesidad  de 
poseer  a  Dios,  qué  felicidad  es  ver  este  camino  que  me  lo  entre- 
gará... parece  que  repercutieran 'en  mis  oídos  estas  palabras: 
"Ven,  ven  por  aquí  yo  te  entregaré  al  Todo,  por  eso  que  tú 
sientes  que  mueres". 

Prosigue:  "Hay  que  ahondar  mucho  en  las  Nadas  de  nues- 
tio  Padre  ,San  Juan,  no  para  convertirse  en  un  erizo  que  nadie 
pueda  tocar,  sino  en  un  águila  de  vuelo  muy  alto  y  con  corazón 
de  paloma,  para  amar  a  Nuestro  Señor  con  la  simplicidad  y  pu- 
reza que  El  desea  de  nosotros". 

¿No  es  verdad  qué  en  estas  líneas  se  retrata  su  Reverencia? 
Iba  tras  de  su  Dios,  con  la  elevación  del  águila  Real  y  con  la 
sencillez  de  la  Paloma. 

El  gran  trabajo  espiritual  de  loda  su  vida  fue.  el  de  hacer 
en  si  misma  ese  vacío,  ese  despojo  de  todo  lo  humano,  siguiendo 
los  arduos  caminos  de  las  purificaciones  y  de  las  "Noches",  reci- 


I)iendo  a  traxés  de  ellos,  las  aqiiilatadoias  "Llamas  del  Amor" 
que  la  elevaban  y  transformaban  para  llegar  a  asentarse  firme- 
mente allá,  donde  Dios  es  Todo  y  donde  fuera  de  El,  todo  es 
nada.  Ella  describe  con  el  recuerdo  de  una  luz  del  pasado,  que 
sus  esfuerzos  diarios  convirtieron  en  realidad,  la  región  en  don- 
de vive  y  en  la  que  su  alma  recibe  las  comunicaciones  del  Se- 
ñor. 

"Hace  años,  dice,  que  Dios  permitió  que  yo  pobre  creatura 
suya,  viera  con  los  ojos  del  alma  un  lugar  solitario  preciosísi- 
mo, cubierto  de  flores,  de  una  frescura  deliciosa;  su  soledad  sus- 
pendía el  alma  haciéndola  sentir  inmensa  paz.  La  entrada  para 
penetrar  a  este  lugar  tan  fresco,  tan  dulce,  a  esta  soledad  tran- 
quila y  clara,  era  una  gran  Cruz  luminosa,  con  los  suaves  des- 
tellos de  la  luna,  estaba  plantada  en  un  terreno  firmísimo  que 
nada,  ni  nadie  era  capaz  de  mover;  mas  tenía  la  rara  cualidad 
de  ser  traspasable,  asi  se  podía  entrar  y  salir  a  través  de  ella, 
sin  que  sufriera  desperfecto.  Su  significado  no  lo  supe  con  exac- 
titud, pero  me  preguntaba:  ¿Las  Nadas  de  nuestro  Padre  San 
Juan  no  traerán  al  alma  a  ésta  incomparable  soledad?". 

Ahora  al  finalizar  su  vida,  al  exponer  su  alma,  v  recordar 
esta  luz  de  Dios,  este  lugar  solitario  en  donde  se  sentía  vivir,^ 
recibía  la  confirmación  que  la  llenaba  de  felicidad,  que-  todo 
eso  era  el  vivo  reflejo  de  su  interior. 

Sí,  la  Cruz  estuvo  plantada  firmemente  en  todo  el  curso 
de  su  vida,  fué  su  distintivo,  como  el  de  toda  alma  que  Dios  ama 
especialmente.  Pero  su  cruz  se  hizo  luminosa,  porque  la  supa 
unir  a  la  Cruz  de  su  Divino  Maestro,  porque  con  la  ayuda  de 
la  gracia,  enseñada  por  sus  Santos  Padres,  supo  despojarla  de 
la  parte  humana,  que  se  mira  a  sí  misma  en  el  sufrir  y  tomar 
su  pfirte  divina,  que  eleva  y  purifica,  que  desprende  y  santifica. 
Apoyada  en  su  cruz  subió  las  cuestas  del  alto  Monte  de  Perfec- 
ción y  a  través  de  ella,  creemos  penetró  a  su  Cumbre,  en  donde 
nuestro  Padre  San  Juan  señala  el  Divino  Silencio  de  todo  lo. 
humano  y  en  donde  solo  mora  la  Honra  y  la  Gloria  de  Dios. 


"¡AMAROS  ^  GLORIFICAROS  ÜIOS  MIO  O  MORIR!" 
Tal  fué  su  lema  que  supo  realizar. 


Sin  duda  no  hemos  olvidado  que  al)iió  su  vida  espiritual 
con  un  hermoso  desafío  a  su  Madre  Santísima,  claramente  se  vé 
que  Ella  se  lo  aceptó.  No  podemos  dudar  que  hubo  para  nues- 
tra amada  Madre,  una  protección  muy  singular  de  parte  de  su 
dulce  Madre,  como  gustaba  llamarla.  Su  Reverencia  inejor  que 
nadie  lo  comprendía  así,  su  corazón  rebosa  de  amor  y  gratitud 
y  posiblemente  recordando  la  promesa  que  le  hizo,  en  los  años 
de  su  )a  lejana  juventud,  de  consagrarle  totalmente  su  vida,  si 
Ella  le  daba  a  su  Hijo  Jesús,  se  la  cumple  poco  antes  de  morir, 
por  medio  de'  una  total  consagración,  que  dejó  aún  en  borrador 
sin  alcanzar  a  transcribirla  en  limpio.  Es  tan  hermosa  que  no 
resistimos  al  deseo  de  copiarla  aquí  por  ser,  tal  vez.  el  último 
escrito  que  trazó  su  mano  dictado  por  su  corazón.  En  ella  se 
entrega  a  María  totalmente,  le  confía  todos  sus  deseos,  todas 
sus  intenciones.  Dice: 

"¡Oh  Madre  de  Dios,  Madre  mía!  yo  me  entrego  enteramen- 
te a  Vos  como  una  esclavita  de  amor  o  inejor  dicho  como  una 
hija.  Os  entrego  mi  alma,  potencias  y  sentidos,  todo  lo  que  ten- 
go, he  tenido  o  puedo  tener.  Disponed  de  todo  a  vuestro  gusto 
y  agrado.  Todo  lo  quiero  hacer  en  Vos,  por  Vos  y  para  Vos. 
a  fin  de  que  me  resulte  en  Jesús,  por  Jesús  y  para  Jesús  y  de 
ahí  a  la  Trinidad  Santísima. 

"Os  ruego  por  las  intenciones  de  nuestro  Santo  Padre  el 
Papa,  sobre  todo  por  la  paz  del  mundo. 

"Os  entrego  a  todas  lafe  personas  que  se  han  encomendado 
a  mis  oraciones,  a  todas  las  que  piden  por  mí,  a  todas  las  que 
estoy  unida  en  sociedad  de  oraciones.  Cada  vez  que  alguna  jier- 
sona  se  encomiende  a  mis  pobres  oraciones  ¡oh  dulce  Madre  mía! 
•o  me  pregunte  si  ruego  por  ella,  hago  la   intención  de  coló- 


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caria  inmediatamente  en  vuestro  dulce  Corazón,  para  que  allí 
bien  resguardadita.  reciba  ^as  gracias  que  necesita  y  así  esa  pe- 
tición de  ella  \  esa  aceptación  mía  no  seaji  palabras  inútiles, 
sino  realidades  de  vida  eterna. 

"Con  Vos  Madre  mía.  unida  enteramente  a  Vos.  quiero 
trabajar  por  la  Santa  Iglesia,  por  los  intereses  de  mi  Dios:  quie- 
ro que  El  sea  tan  amado,  que  El  sea  'tan  glorificado,  que  toda  la 
tierra  cante  un  Hinuio  a  su  amor,  a  su  gloria,  que  no  resuene  en 
el  mundo  más  que  un  continuo  SANCTUS,  SANCTUS.  SANC- 

TUS". 

Conipletando  su  Consagración  a  María  se  encomienda  a  sus 
santos  predilectos,  colocando  en  primer  término  a  nuestro  Padre 
San  José,  al  que  a  ejemplo  de  su  Santa  Madre,  le  tuvo  una  devo- 
ción especialísima  durante  toda  su  \ida.  A  él  acudía  en  sus  ne- 
cesidades, le  encomendaba  todas  sus  empresas.  Cuando  fué  Priora 
constantemente  le  estaba  invocando  y  encargándole  las  obras  que 
emprendía,  la  reconstrucción  de  la  Capilla  decía,  era  obra  suya. 
Lo  mismo  le  entregaba  con  gran  confianza  sus  novicias.  "¡Oh 
Padre  mío!  le  dice,  me  pongo  bajo  vuestro  amparo  liov  y  todos 
los  días  de  mi  existencia,  especialmente  os  confío  el  último  sus- 
piro de  mi  vida"'. 

Invoca  también  a  todos  los  Angeles  ^  Santos  y  en  particu- 
lar a  los  que  más  ama  v  de  los  que  ha  sido  más  favorecida. Y  aqui 
no  es  de  olvidar  el  amor  y  la  compasión,  que  su  corazón  sentía, 
por  las  benditas  Animas  del  Purgatorio,  en  cuyo  favor  tenía 
hecho  el  voto  llamado  de  Aiiinias,  desde  los  años  de  su  juven- 
tud. 

Así,  bajo  el  manto  de  María,  invocando  la  aNuda  de  sus 
santos  protectores,  y  percibiendo  con  los  oídos  del  alma,  el  Ven .  .  . 
\en...  de  su  Divino  Esposo  que  la  llama  se  disponía  la  amada 
Madre,  para  el  gran  viaje,  que  tan  pronto  iba  a  emprender. 


—  94  — 


Llegó  el  día  de  su  santo,  día  de  regocijo  para  todas,  en 
que  le  demostraríamos  por  última  vez,  nuestro  amor  y  gratitud. 
Bondadosa  y  alegre  recibía  todas  las  muestras  de  nuestro  cari- 
ño. Mas  a  las  12  del  día  sintió  un  gran  dolor  en  una  pierna, 
pensamos  que  era  dolor  ciático  que  tantas  veces  lo  había  te- 
nido. Ella,  como  siempre,  se  sobrepuso  y  en  nada  disminuyó  su 
contento  y  su  alegría  y  agradeció  los  obsequios  y  celebró  con 
vivas  muestras  de  entusiasmo  y  de  gusto,  los  cantos  y  festejos 
con  que  la  celebraban  sus  hermanas  y  sus  hijas. 

Gran  parte  de  la  semana  le  duró  su  dolor,  pero  fué  dismi- 
nuyéndole poco  a  poco.  Su  estado  general  no  era  muy  bueno, 
pero  siempre  la  veíamos  con  sus  dolencias  acostumbradas,  que 
a  ella  no  le  gustaba  se  les  diera  gran  importancia.  El  continuo 
vivir  con  las  personas,  impide  a  veces  que  se  note  el  avance  de 
un  mal  que  no  se  manifiesta  claramente,  así  no  le  encontrába- 
mos enfermedad  de  gran  cuidado.  Parece  que  una  venda  cubría 
nuestros  ojos,  permitida  por  el  Señor,  a  fin  de  que  ni  con  me- 
dios humanos,  ni  con  fervientes  oraciones  le  impidiéramos  la 
realización  de  sus  designios. 

El  Domingo  8  de  Octubre,  su  dolor  había  desaparecido  y 
pasó  un  día,  al  parecer  bien.  Se  hizo,  en  ese  día,  el  retiro  men- 
sual de  la  Comunidad,  su  Rcia..,  estuvo  largas  horas  durante 
él,  en  profundo  recogimiento  en  el  Coro,  a  los  pies  de  Jesús 
Sacramentado,  dejando  un  último  recuerdo  de  su  fervor  y  reci- 
biendo, seguramente,  gracias  íntimas  que  desde  el  Sagrario  bro- 
tarían, disponiendo  y  preparando  su  corazón.  En  la  noche  nos 
acompañó  a  la  recreación  de  la  Comunidad,  •  haciendo  uno  de 
esos  grandes  esfuerzos  que  su  Reía.,  acostumbraba;  se  sentía  muv 
cansada,  mas  diciendo  a  sus  novicias  "hay  que  ir,  así  es  que 
vamos"  la  fué  a  pasar  con  todas  sus  hermanas  y  oímos  por  últi- 
ma vez  su  alegre  risa,  que  celebraba  nuestra  animada  recreación. 
Al  final  pidió  instantemente  licencia  para  ir  a  Maitines,  porque 
se  encontraba,  según  decía  ella  bien:  ante  sus  ruegos  se  lo  per- 
mití, pues  sabía  que  con  negárselo  le  daría  un  gran  pesar.  Los 


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rezó  con  mucho  fervor  en  unión  de  la  Comunidad,  haciendo  to- 
das sus  ceremonias,  eran  los  últimos  Maitines  de  su  vida. 

Al  otro  día  salió  a  la  Santa  Misa,  como  todos  los  días  la 
rezó  fervorosa  en  su  Misal  v  muy  recogida  se  la  vió  acercarse 
a  recibir  la  Sagrada  Comunión.  El  buen  Jesús  que  tanto  amaba 
V  había  distinguido  con  tan  especiales  gracias,  el  alma  de  su 
fiel  esposa,  sin  duda  derramó  en  esta  Comunión,  todo  lo  que 
su  Rcia..  necesitaría  para  su  paso  del  tiempo  a  la  Eternidad. 
Ella  había  dicho,  "es  tan  dulce  caer  en  los  brazos  del  que  tanto 
se*  ha  amado,  Jesús'".  No  es  raro  que  desde  ese  instante  de  su 
última  Comunión,  quedara  colocada  en  esos  brazos  divinos,  has- 
ta que  por  ellos  fuera  depositada,  en  los  de  su  Padre  Celestial. 
Había  dicho  poco  antes  "siento  algo  misterioso  en  mi  alma,  co- 
mo que  Jesús  me  entregara  a  su  Padre". 


La  mañana  fué  como  una  de  íus  tantas  mañanas,  entregadas 
al  cumplimiento  de  su  deber  y  a  la  caridad.  A  las  8  y  media 
vino  una  enfermera  a  atender  a  una  de  sus  novicias,  lo  que  le 
dió  a  su  Rcia.  la  oportunidad  de  terminar,  se  puede  decir,  su 
vida  en  un  acto  de  maternal  caridad.  Todo  el  tiempo  estuvo  pen- 
diente, llena  de  cariño  y  solicitud,  de  cuanto  hacían  a  la  hija 
que  veía  enferma  y  cuya  salud  tanto  le  interesaba.  A  las  9  más 
o  menos  fué  hasta  la  puerta  Reglar  a  acompañar  la  salida  de 
la  enfermera.  Toda\  ía  nada  se  le  notaba  de  especial.  En  el  tra- 
yecto de  vuelta,  alguna  de  las  hermanas  tuvieron  la  felicidad 
de  hablarla  por  última  vez.  otras  de  recibir  su  postrera  sonrisa 
de  cariño  y  de  bondad. 

Poco  antes  de  las  10  se  comenzó  a  sentir  muy  fatigada  y  se 
fué  en  dirección  del  Noviciado,  al  pasar  junto  a  una  hermana  se 
detuvo  a  hacerle  un  encargo,  hablándole  le  dijo,  '"me  siento  muy 
mal  y  se  apo}ó  en  sus  brazos,  afirmada  en  ellos  llegó  hasta  su 
celda.  Rápidamente  se  le  comenzaron  a  hacer  las  primreas  aten- 
ciones creyendo  que  se  tranquilizaría  pronto.  Pero  cosa  inusita- 


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da  en  su  Rcia.,  dijo:  "estoy  niuv  enferma.  a\  ísenle  a  Nuestra 
Madre,  llámenme  al  confesor  y  al  médico,  porque  me  muero".  Al 
oírla  fueron  a  avisar  al  torno,  inmediatamente  se  llamó  al  Hos- 
pital a  un  médico  especialista  para  el  corazón,  por  si  se  tratara 
de  un  ataque.  El  doctor  estalia  ahí  y  a  los  cuantos  Jiiinutos,  de- 
jando su  servicio,  llegó  a  atender  a  nuestra  amada  enferma.  El 
no  nos  alarmó,  se  trata  de  algo  serio  dijo,  pero  no  de  peligro 
inminente. 

El  Señor  que  sabía  la  inmensa  aflicción  que  caería  sobre 
nosotras  esa  mañana,  parece  había  dispuesto  todos  los  detalles 
para  facilitarnos,  en  lo  posible,  cuanto  se  iba  a  necesitar.  Lle- 
garon personas  amigas  al  Convento,  que  todas  se  quedaron  para 
la  atención  de  la  enferma.  Rapidísimamente  conseguían  los  re- 
medios e  inyecciones  indicadas  por  el  médico.  En  el  primer  mo- 
mento se  alivió  y  estuvimos  muy  esperanzadas;  pero  al  llamar 
por  teléfono  al  doctor,  para  hacerle  una  consulta  respondió,  sí 
la  reacción  no  viene  con  esos  remedios,  no  hay  nada  que  hacer. 
¡Qué  espada  de  dolor  fueron  estas  palabras  para  nuestros  cora- 
zones! 

Pronto  se  llamó  a  nuestro  Padre  confesor.  Su  Rcia.  estaba 
aparentemente  más  aliviada,  más  luego  se  quejó  de  un  fuerte, 
de  un  intenso  dolor  a  la  cabeza,  oprimiéndosela  fuertemente  en- 
tre sus  manos.  Al  preguntarle  ¿qué  deseaba?  poco  antes  que  lle- 
gara el  Padre  contestó  "que  me  encomienden  mucho  a  Dios".  Es- 
tas fueron  las  últimas  palabras  que  se  le  oyeron  en  esta  vida,  las 
dijo  con  paz,  sin  angustia  ni  aflicción. 

En  esos  instantes  llegaba  el  Rdo.  Padre  Gavirati,  Superior 
de  los  Salesianos,  a  darle  los  últimos  auxilios  de  su  Madre 
la  Sania  Iglesia.  Desgraciadamente  su  Rcia.  no  le  pudo  hablar, 
más  creemos  que  estaba  en  su  conocimiento,  pues  sólo  momentos 
antes  había  dicho  sus  últimas  palabras.  Recibió  la  absolución 
y  se  le  puso  la  Santa  Extremaución ;  todas  rodeábamos  su  ca- 
ma, en  medio  de  un  dolor  y  do  una  angustia  que  no  se  puede 
describir.  Nuestros  corazones  se  unían  estrechamente,  junto  a  la 


—  97  — 


Madre  que  se  nos  iba  y  en  esa  unión,  encontrábamos  la  fuerza 
para  decir  a!  Señor  un  Fiat  de  plena  aceptación,  de  tan  inmen- 
sa desíiracia.  El  Rdo.  Padre  se  quedó  rezando  todas  las  preces 
de  los  agonizantes. 

Nuevamente  llegaron  dos  médicos  y  constataron  que  se  ha- 
bía producido  un  gran  derrame  cerebral.  Nada  había  que  hacer 
sino  besar  la  Mano  Divina,  que  con  certera  flecha,  había  heri- 
do a  nuestra  tan  amada  Madre  y  con  ella  todos  nuestros  cora- 
zones. 


El  Excelentísimo  Señor  Obispo  se  encontraba  ese  día  en 
Santiago,  en  vísperas  de  fru  viaje  al  Congreso  de  Buenos  Aires. 
ConocienJo  el  gran  aprecio  y  afecto  filial  que  su  Rcia.  tenía 
por  su  Prelado,  se  le  dijo,  seguras  de  darle  el  mavor  consuelo, 
que  se  le  pediría  por  teléfono  su  paternal  bendición.  Nosotras 
también  necesitábamos  del  auxilio  de  sus  oraciones  y  de  compar- 
tir con  nuestro  Pastor,  que  siempre  solícito  está  pendiente  de  la 
Comunidad,  la  inmensa  pena  que  inundaba  nuestras  almas.  A 
la  una  y  media  le  pudieron  comunicar  la  gravedad  de  nuestra 
amada  Madre,  que  fué  para  su  Exceleneia.  como  lo  era  para 
nosotras,  un  gran  dolor. 

Nuestra  querida  enferma  había  caído,  al  parecer,  en  un 
profundo  sueño,  sin  dar  muestras  de  sufrimientos,  ni  de  dolo- 
res. A  nosotras  no  nos  quedaba  más  que  rezar  y  acompañarla 
en  medio  de  nuestras  silenciosas  lágrimas.  A  las  dos  de  la  larde 
hora  de  Vísporas,  la  Comunidad  las  fué  a  rezar,  quedándose 
algunas  de  las  hermanas  junto  a  su  lecho.  Le  notaron  por  dos 
veces  como  una  ola  de  sangre  que  pasaba  por  su  rostro,  inme- 
diatamente se  avisó  a  la  Comunidad  y  al  Padre  confesor.  Al 
instante  todas  nos  reunimos  en  su  celda,  a  las  dos  y  media  o 
un  poco  antes,  llegaba  nuevamente  el  Padre.  Su  Rcia.  aunque 
no  abrió  los  ojos,  pareció  despertar  de  su  sueño.  En  su  rostro 


—  98  - 


iiii^cÜo  sonr(;sado  se  reflejaba  una  paz,  una  serenidad  tan  eoni 
pleta,  en  sus  labios  se  marcó  su  acostumbrada,  su  incomparable 
sonrisa:  su  respiración  se  hizo  profunda  y  muy  tranquila.  Mi- 
rarla era  el  mayor  de  los  consuelos  en  esos  instantes  de  tanto 
dolor.  Parfice  que  quería  endulzarnos  su  partida  con  su  amable 
lonreír.  Su  mano  derecha  sostenía  firmemente  el  santo  Crucifi- 
jo de  su  Profesión,  que  la  había  acompañado  a  través  de  todo  el 
largo  trayecto  de  su  vida  religiosa.  La  voz  venerable  del  Rdo. 
Padre,  rezaba  con  mucha  unción  todas  las  preces  del  Ritual, 
que  nosotras  contestábanlo!*  con  gran  fervor.  Nuestros  ojos  no 
9e  apartaban  de  aquel  rostro  que  nos  (ra  tan  querido,  en  él 
todo  era  paz,  dulzura,  serenidad  del  Cielo. 

Llegaron  las  tres  de  la  tarde,  pasaron  y  ni  el  Padre  ni  nos- 
otras vimos  en  ella,  la  m  -ñor  señal  que  nos  indicara  su  partida, 
no  sabiendo  si  interrumpir  las  preces  de  los  agonizantes,  para 
comenzar  las  de  los  difuntos.  Pero  viendo  que  ya  no  había,  »n 
todo  su  ser,  ninguna  manifestación  de  vida,  comprendimos  que 
su  preciosa  alma,  ya  había  volado  a  la  Presencia  de  su  Dios. 

Su  muerte  fué  el  reflejo  fiel  de  su  vida,  tranquila,  serena, 
descansó  dulcnmente  en  los  brazos  de  Aquel  que  tanto  había 
amado.  En  el  Cielo  sabremos  lo  que  pasó  en  esa  última  media 
hora  de  su  vida  y  que  dejó  estampada  en  su  rostro  humano, 
una  sonrisa  de  felicidad...  Todas  las  que  tuvimos  la  sufTte 
diré,  de  acompañarla,  en  medio  de  nuestro  gran  pesar,  no  podía- 
mos dejar  de  decir,  ¡qué  hermoso  es  irse  así.  qué  muerte  tan 
digna  de  envidiarse! 


Más  para  las  que  quedamos  qué  prueba  tan  grande,  veía- 
mos cuanto  iba  siicodíendo  y  parecía  que  no  lo  comprendíamos. 
Se  cumplieron  con  ella  los  últimos  deberes;  al  anochecer  la  tras- 
ladamos al  Coro  e  incontables  veces  nos  preguntábamos  unas  a 
oirás  ¿es  cierto,  es  verdad  este  dolor  tan  inmenso  que  ha  caído 


•      —  99  — 

sobre  nosotras?  Ahí  junio  al  Sagrario,  sentíamos  mayor  fuerza 
para  irnos  coun  enciendo  de  la  realidad.  Mirarla  entre  las  flores 
con  que  la  había  rodeado  nuestro  cariño,  sonriendo  suavemente 
en  un  ambieníe  de  tan  profunda  paz,  nos  daba  consuelo  y  nos 
infundía  valor.  Esa  noche  la  pasamos  junto  a  sus  restos  morta- 
les. A  su  lado  en  silencio  se  veía  acercarse  a  sus  hermanas,  a 
sus  hijas  que  por  largo  rato  estaban  junto  a  ella,  diciéndole  lo 
que  no  les  fué  posible  decirle,  en  las  cuatro  horas  en  que  se 
las  arrebató  la  muerte,  dándole  los  últimos  agradecimientos,  por 
su  vida  toda  empleada  en  el  amor  y  en  el  servicio  de  cada  una, 
encomendándose  a  su  corazón  de  Madre,  seguras  que  nunca  nos 
olvidará. 

Al  día  siguiente  se  oficiaron  dos  Misas,  en  nuestra  Capilla, 
por  el  descanso  de  su  alma.  Todo  el  día  estuvo  colocada  junto 
a  la  reja.  Con  rapidez  se  esparció  por  la  ciudad  la  noticia  de  su 
fallecimiento.  Como  su  Rcia.  era  muy  estimada  y  muy  querida 
numerovis  personas  \inieron  a  verla  por  última  vez.  Los  Sacer- 
dotes y  las  Comunidades  de  Religiosos  y  Religiosas,  se  apresu- 
raron a  venir  a  acompañarnos  y  a  manifestarnos  su  condolencia, 
lo  mismo  numerosas  personas  que  nos  distinguen  con  su  amis- 
tad y  aprecio. 

A  pesar  de  haber  muerto  nuestra  amada  Madre,  de  un  gran 
derrame  celebral  su  rostro,  sus  manos  y  sus  pies  se  le  pusieron 
de  una  singular  blancura  y  de  un  aspecto  de  juventud  y  de  nm- 
cho  agrado.  A  todas  las  personas  que  la  vieron,  que  fueron 
muchas,  les  inspiraba  un  gran  fervor,  a  una  voz  decían,  si  pare- 
ce una  imagen,  una  virgen  dormida.  Su  blancura  sonrosada,  les 
llamaba  mucho  la  atención  ¿por  qué  está  así  decían?  uno  no 
se  cansa  de  mirarla.  Se  les  daba  la  única  explicación  que  eso 
tenía.  Tiene  que  ser  el  reflejo  de  Dios,  en  sus  virginales  des- 
pojos. 

Al  anochecer  del  Martes  hubo  que  cumplir  otro  gran  deber, 
colocarla  en  su  ataúd.  Con  todo  el  amor  y  el  respeto  que  nos 
inspiraba  la  pusimos  ahí,  después  con  el  velo  negro  de  su  Pro- 


—  100  — 

fcsión  le  cubrí  el  roslro,  que  aún  no  hal)ía  dejado  de  sonreír. 
Las  lágrimas  de  todos  nuestros  ojos  se  mezclaron  con  la  tierra 
que  tuve  que  esparcir  sobre  ella,  cumpliendo  las  indicaciot:es  de 
nuestro  Ritual. 

El  Miércoles  11  se  celebraron  solemnemente  las  Honras  a 
las  9  A.  M.  Las '  ofició  el  Sr.  Cma  Párroco  del  Sagrario,  Pbro. 
Don  Jorge  Labarca,  acompañado  del  Capellán  del  Monasterio 
y  de  uno  de  los  Rdos.  Padres  Dominicos,  estando  el  canto  a  car- 
go de  la  Comunidad.  Se  reunieron  en  nuestra  Capilla  'ilgunos 
de  los  miembros  de  la  familia  de  su  Rcia.,  que  la  habían  veni- 
dlo a  acompañar  desde  Santiago,  y  una  numerosa  concurrencia 
que  vino  a  compartir  nuestro  pesar. 

Concluida  la  Santa  Misa,  entraron  a  la  Clausura,  ios  tres 
Sacerdotes  oficiantes  y  el  R-do.  Padre  Superior  de  los  Dominicos, 
para  llevar  a  efecto  los  funerales.  Terminadas  las  oraciones  li- 
túrgicas, entre  las  hermanas  cargaron  el  modesto  cajón  para  lle- 
varlo a]  fondo  de  la  huerta,  a  nuestro  Cementerio,  aconipisñado 
de  la  salmodia  del  Benedictus. 

Había  mucho  dolor  en  todos  los  corazones,  muchas  lágri- 
mas en  los  ojos;  pero  paz  y  resignación  en  las  almas. 

Llegado  el  pequeño  cortejo  al  Cementerio,  los  Sacerdotes, 
compartiendo  nuestra  emoción,  dijeron  las  últimas  preces,  por 
esta  fie]  hija  de  la  Iglesia  y  nuestras  manos  la  colocaron  ('ari- 
ñosamente  ahí,  donde  debe  descansar  su  cuerpo,  hasta  que  nue- 
vamente vivificado,  comience  también  él,  la  ^  ida  ^erdadera. 


No  había  duda,  era  vordad,  que  imeslra  (¡uerida  Madre  Ma- 
ría Angela  del  Santísimo  Sacramento,  había  cambiado  este  des- 
tierro por  la  Patria  Celestial. 


Al  regresar  del  cementerio  ¡\uesiro  Señor,  que  veía  y  com- 
prendía cuán  angustiado  estaba  el   corazón  de  la  Comunidad, 


—  mi  — 


nos  proporcionó  un  refuerzo  y  un  consuelo,  en  esla  hermosa 
caria  que  recibimos  del  Exceleiilísimo  Señor  Obispo,  escrita  a 
los  pocos  instantes  del  fallecimiento  de  su  Rcia.  y  enviada  en 
los  momentos  de  partir  para  su  viaje. 


Santiago,  9  de  Octubre. 

Muy  apreciada  Madre  Priora: 

Comprenderá  V.  R.,  con  qué  sentimientos  escribo  estas 
líneas  pocas  horas  aiiles  de  mi  partida  a  Buenos  Aires. 

Nuestro  Señor  no  me  permitió  acompañar  a  mi  tan  aprecia- 
da Madre  María  An<r^la  en  su  viaje  al-  Cie.lo.  Desde  aquí  me 
uno  al  dolor  de  Uds..  que  es  también  mío.  pues  tenía  para  con 
la  Madre  Angela  una  gran  estimación  y  afecto. 

¡Sea  bendito  el  Nombre  de.I  Señor!  Hubiera  deseado  acom- 
pañar a  la  Comunidad  en  tan  dolorosas  horas  y  pueden  estar 
ciertas  que  mis  oraciones  de  eslos  días  serán  para  pedir  al  Se- 
ñor les  dé  el  consuelo  tan  necesario. 

¡Qué  inmenso  vacío  deja  la  Madre  M.  Angela  y  qué  her- 
mosas lecciones  encierra  su  \ida! 

Puedo  decirles  que  era  un  alma  llena  de  las  más  ricas 
virtudes  y  que  el  Carmelo  de  Talca  puede  enorgullecerse  de  ha- 
berla poseído. 

No  sé  por  qué  tuve  un  presentimiento  la  última  vez  que  la 
vi  y  le  hablé  de  su  salud. 

Ella  desde  el  Cielo  velará  por  nosotros,  yo  ya  esta  tarde, 
más  que  pedir  por  ella,  me  he  encomendado  a  su  protección. 

Y  ahora  mi  estimada  Madre  "no  nos  entristezcamos  como 
los  que  no  tienen  esperanza".  Ella  habita  ya  "la  región  del  re- 
frigerio, de  la  luz  y  de  la  paz  ".  Nos  deja  un  gran  dolor,  pero 
también  un  grati  ejemplo.  Trabajemos  por  seguirla. 


—  102  — 


Muy  unido  a  la  querida  (lonuiriidad,  las  heiidice  con  afec- 
to su  padre  v  Prelado. 

MANUEL  LARRAIN  E. 
Obispo  de  Talca. 


POSTREROS  RECUERDOS 

Nu)nerosas  mauifeslaeiones  de  sentida  condolencia  comenza- 
ron a  llegar  de  todas  parles,  que  nos  decían  cuanto  cariño  y 
cuanta  veneración  había  sabido  despertar  nuestra  querida  Ma- 
dre en  tantos  corazones,  sólo  con  su  sencillez  y  su  virtud. 

Nuestros  Reverendos  Padres  Carmelitas  y  todos  los  Carme- 
los chilenos,  se  distinguieron  muy  especialmente.  Su  Reía,  había 
amado  con  tanta  verdad,  a  cada  uno  de  sus  hermanos  de  reli- 
gión, se  interesaba  por  todos  los  Cármenes,  como  por  su  pro- 
pio Carmen,  por  sus  Madres  y  hermanas,  como  por  sus  seres 
más  queridos.  Así  desde  aMá,  habrá  sabido  agradecerlas  los 
sufragios  indicados  por  nuestras  Con.-tituciones  y  todas  las  de- 
más oraciones  de  supererogación  ofrecidas  por  su  alma,  con  tan- 
ta largueza,  como  lo  hemos  sabido  por  sus  cartas;  más  les  ro- 
gamos no  olvidar,  que  la  última  pt  lii  ión  de  esta  hermana  que 
tanto  las  amó,  fué  que  "la  encomendáramos  mucho  a  su  Sc- 
ñor  . 

Obispos,  Sacerdotes,  Religiosos  y  Religiosas,  que  conocían 
a  su  Rcia.,  y  nos  distinguen  (ton  su  amistad,  supieron  acompa- 
ñar nuestro  pesar,  manifestando  un  hondo  y  sincero  aprecio  ])or 
nuestra  amada  Madre,  y  ofreciendo  generosos  sufragios  por  su 
alma.  .Su  Rcia.  se  los  sabrá  compensar  desde  el  (]ielo.  ya  que 
era  tan  sinceramente  agradecida,  en  su  nombre  \  en  él  de  nos- 
otras. 

Todos  los  miembros  de  nuestras  familias,  que  le  eran  deu- 


—  103  — 


dores  de  finas  atenciones  y  cariños,  y  personas  seglares,  que  ya 
personalmente,  ya  por  carta  la  conocían,  supieron  unirse  a  nues- 
tro sentimiento  delicadamente.  A  todas  ellas  nuestra  gratitud 
sincera. 

Pasan  los  días,  pero  no  su  recuerdo.  Todo  el  Convento  que- 
dó inundado  por  eJ  suave  perfume  de  su  virtud.  Su  rápida  desa- 
parición nos  dejó  la  impresión  que  en  cualquier  momento,  al 
volver  de  un  claustro,  al  salir  de  una  puerta,  podíamos  volver 
a  encontrar  su  figura  venerable  y  bondadosa,  que  con  sólo  su 
vista  nos  hacía  tanto  bien.  Pero,  su  misión  ha  cambiado,  se  ha 
hecho  sólo  espiritual. 

Había  un  gran  deseo  en  nuestros  corazones,  el  regreso  de 
nuestro  amado  Pastor.  Sabíamos  que  su  Excelencia  la  conocía 
íntimamente  y  le  tenía  un  grande  aprecio.  Sentíamos  que  al  lle- 
gar nos  traería  algo  positivo  de  la  Madre  que  había  emprendi- 
do el  vuelo.  A  los  15  días  de  su  fallecimiento  lo  tuvimos  de 
nuevo  entre  nosotros.  Al  día  siguiente  vino  a  oficiar  la  Santa 
Misa  en  nuestro  Altar  por  el  eterno  descanso  de  su  alma.  Des- 
pués de  ella,  nos  reunió  junto  a  la  reja  del  Coro,  ahí  con  pater- 
nales sentimientos,  se  unió  a  nuestro  dolor,  que  era  también  su» 
yo;  derramó  las  palabras  del  consuelo  cristiano  en  nuestras  al- 
mas y  nos  animó  a  ser  generosas  en  la  prueba  del  Señor.  En 
seguida  con  todo  el  conocimiento  que  tenía  de  nuestra  querida 
Madre  y  con  toda  la  autoridad  del  Prelado  y  del  Pastor,  en 
términos  elocuentes  y  profundos,  nos  expuso  lo  que  él  había 
visto  en  esta  verdadera  Carmelita  en  los  5  años  que  la  conoció, 
nos  señaló  el  camino  que  su  vida  nos  dejaba  trazado  diciendo, 
que  era  su  testamento,  que  todas  nos  debíamos  empeñar  por 
cumplir. 


Este  año  se  volvieron  a  cu])rir  de  flores  nuestros  jardines  y 
con  ellas  llegó  el  mes  lleno  de  encantos,  el  mes  que  evoca  los 
mejores  recuerdos  de  la  vida  "el  Mes  de  María".  Taml)ién  nos- 


—  101.  — 


f)tias  nos  leimiinos  ciida  día.  a  los  ])ies  de  miestra  Jiuena  Madrf 
del  (lielo  \   ahí.  uno  \  oz  anii^a  y  venerable,  nos  iclala  la  má> 
tierna  de  las  historias  que  encierra  la  humanidad,  la  vida  de  Ir 
huiHÍlde  donceliita  de  \azaret  )   nuestros  labios  repiten  las  mis- 
mas oraciones,  que  desde  pequeñas  oímos  rezar  a  nuestras  ma- 
dres, en  el  seno  del  lejano  pero  no  olvidado  hogar.  De.sde  que''' 
llegaJTios  aquí,  movía  profundamente  nuestra  piedad  y  enfervo-' ' 
rizalja  nuestros  corazones,  una  hermosa  y  cristalina  voz,  suave  y* 
poderosa  a  la  vez,  que  en  este  mos  se  alzaba  llena  de  amor  y 
piedad,  entonando  las  glorias  de  María  y  contando  sus  bonda- 
des con  los  hijos  de  los  homiires. "  Este  año  esa  voz  ya  no  se 
oía  aquí  en  la  tierra.  Hubo  un  cantar  que  desde  que  lo  conoció 
era  el  de  su  predilección,  no  se  le  podía  oír  sin  que  arrancara- 
lágrimas  de  nuestros  ojos  y  sin  que  encendiera  vivamentf  los 
deseos  de  una  vida  mejor,  era  el  que  dice: 


Un  día  al  Cielo  iré 
Y  la  contemplaré. 


ai 
m 


Ifi 
etil 

Al  oíilo  este  año  sentíamos  que  para  ella  se  liabía  conver-luC 
tido  en  una  venturosa  realidad. 

Un  día  la  veré 
Y.  exiática  a  su  lado 
De  flores  coronada 
Por  siempre  reinaré. 

MiráI)aJuos  a   nuestra   Madre  .Santísima   y   nos  |)arecía  ver 
junto  a  Ella,  a  su  humilde  hija  que  reinalia  feliz. 

Un  día  la  veré 
En  la  radiantei  gloria 
Con  himnos  de  A'icloria 
Su  imin])re  ensalzajé. 


—  105  — 

idi 

Sí.  sin  eluda  allá  {oiiliniiaiá  catilaiKÍo  las  glorias  de  su  Ma- 
,  I  e,  esa  voz  que  con  taiilo  amor  las  ensalzó  aquí  en  la  íierra. 
iiis  Al  terminar  esta  reseña  que  más  que'  una  circular,  se  puede 
i,¡  amar  una  noticia  detallada  y  nuiy  verdadera  de  su  alma  y 
ju,  ;  su  vida:  creemos  haber  cumplido  mejor  los  deseos  del  Se- 
iD  iv  que  recordamos  al  comenzar,  "que  la  luz  no  quede  bajo 
, ,  celemín".  Así  no  hemos  querido  que  esta  hermosa  luz,  que- 
,  ua  sólo  bajo  el  celemín  de  nuestro  Monasterio. 
Ij.  Nuestro  deseo  es  que,  el  conocimiento  de  la  vida  de  esta 
s(  umilde  Cartnelita,  que  tan  bien  sujjo  cumplir  la  misión,  que 
ij  1  Madre  la  Santa  Ijilesia  le  confiara,  al  traerla  a  su  Santo  Mon- 
,j  :  Carmelo,  conlribu)a  eficazmente  a  prom.over  la  gloria  de  Dios 
fi,  animar  y  atraer  los  corazones  generosos,  a  amar  y  a  servir 
su  Señor,  como  esta  ejemplar  religiosa  lo  supo  amar  y  servir, 

urante  su  permanencia  en  f.ste  mundo  y  como  ella  se  labren, 

ara  el  jotro,  una  dicha  sin  fin.  • 

El  Señor  bendiga  estas  modestas  páginas,  escritas  con  gran 

idelidad  y  sencillez  y  nuestra  amada  Madre  María  Angela,  las 

"ciba  como  una  prueba  del  gran  amor  y  ¡jrofunda  gratitud  de 
•  1  Comunidad. 

De  V.  Reía,  humilde  sierva  en  Cristo. 


Carmela  de  Jesús  Crucificado 
Priora. 


1  1012  01308  6311