LIBRARY OF .^RINCíTON
DEC 2 2 2000
THECLOGICAL SEf/lKARY
BX 3214 .C5 M66 1945
Montreal MarMn, Dolores.
Circular y recuerdos de la
reverenda madre María
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UN ALMA DE SELECCION
María Angela del
Santísimo Sacramento
CARMELITA DESCALZA DEL
MONASTERIO DE TALCA
en el mundo
Dolores Monreal Marín
A. D.
19 4 5
OF pntÑcirS^
OCT 17 2000
Ohaiia- Jlng.eía- .del-
yfantítíifno^ s^aci amento-
Carmelita Descalza del
Monasterio de .Talca
CIRCULAR Y RECUERDOS
DE LA
REVERENDA MADRE
MARIA ANGELA DEL
SANTISIMO SACRAMENTO
Carmeüra Descalza 1881-1944
Monosíerio de Cormellros
Descalzas cié Sonra Teresa
TALCA
EDITORIAL "LA SALLE"
SAN DIEGO 153 — CASILLA 1743
SANTIAGO DE CHILE
Carta que el Excmo. Señor Obispo de Talca dirige
a la Rvda. Madre Priora del Monasterio de
Carmelitas Descalzas de esta ciudad
Talca, marzo de 1945.
Muy Rvda. Madre Priora:
He sido informado que pronto aparecerá la Carta Circular
a los demás Monasterios del Carmen en la cual V. R. da a co-
nocer algo de las virtudes que adornaron, en la vida, a la Re-
verenda Madre María Angela del Santísimo Sacramento.
Bendigo de todo corazón esta idea llamada a mostrar las
ascensiones de un alma que supo darse, con generosidad plena
a Dios y a quien el Señor recompensó, derramando sobre ella
singulares dones de predilección.
Dos características adornan su vida: su serenidad de mente y
su* firmeza de voluntad.
La Madre María Angela poseía un alma establecida en paz;
de ahí su serenidad de mente. El "nada te turbe" de la letrilla de
su Santa Fundadora, era para ella un programa de vida.
Pero esa serenidad era en ella fruto de grandes virtudes sobro-
naturales profundamente arraigadas y desarrolladas en su alma.
Primeramente su espíritu de fe por el cual veía "a Dios en todas
las cosas y todas las cosas en Dios". La Fe la arrojaba constan-
temente en el regazo amoroso de su Padre Celestial y siguiendo las
palabras del Apóstol, caminaba por ese sendeío "como hija muy
_ 4 —
amada". Su serenidad de meiilc. (iiilo de ese espíritu profundo de
fe. le daba al mismo tiempo, un concepto cabal de la verdadera
vida espiritual. ISada de cosas extrañas, de vanos deseos, de nervio-
sismos ca])ía en su espiritualidad fundamentada toda en el dogma
y orientada por entero, no a una satisfacción personal, sino a lo
que constituxe la esencia de la perfección: la gloria de Dios en
el cumplimiento pleno de su voluntad.
Su mente serena la hacía mirar la vida con una amplitud en
la cual las cosas pequeñas y los acontecimientos diarios, no eran
sino ligeras brisas que nunca alteraban el océano de paz interior
por el cual ella navegaba. En esa paz de Dios que al decir del
Apóstol "supera todo sentimiento" ella ejerció, en -forma muy alta
las virtudes cardinales y nm) en especial la de la prudencia, que
supo aprovechar tan bien con las almas que a ella se acercaron
y entregaron a su acertada dirección.
Su otra característica era la firmeza de voluntad. Y es ne-
cesario notar, para que se vea cuan sol)renalMrai era esta cualidad
que la Madre María Angela era de un temperamento excesiva-
mente tímido. Pero el alma asentada en caridad, (v esta era el
alma de la Madre) la timidez se convierte en fuerza cuando se
sabe que la voluntad de Dios es el gran móvil de la vida cristiana
y que esa voluntad ha de cumplirse fielmente. Las obras valen por
el amor con que se hacen. "Al final de nuestra vida, dijo San
Juan de la Cruz, seremos juzgados en el amor".
Esa firmeza de voluntad que radica. en la caridad nos ex-
plica la línea de conducta que marcó la vida de la Rvda. Madre
María Angela. Siendo un alma de alta contemplación, fué, al
mismo tiempo, de honda y fecunda acción. Ella realizó algo que
e! mundo actual fácilmente olvida: a saber, que Dios no ama
tanto lo que se hace, sino el por qué se hace, no el cuánto se hace,
sino el cuán bien se hace, no el cuan enérgica, sino el cuán amo-
rosamente trabajamos.
Su acción en el convento y fuera de él. fué fecunda y dura
dera. Ella realizó la frase del Libro Santo "el amor es fuerte
como la muerte".
Estas dos cualidades de la Rvda. Madre María Angela que
he señalado, explican lo intenso de su vida sobrenatural, lo pro-
— 5 —
fundamenle humano de su espíritu y lo perfecto de su sentido re-
ligioso.
Fué un alma "ardens et lucens" que ardió e iluminó con res-
plandor de llama divina.
Pude conocerla íntimamente en los últimos cinco años de su
vida, pude apreciar las riquezas de su espíritu, pude admirar la
obra de Dios en un ser que se le entrega sin reserva.
Le queda, al querido Monasterio de Talca, el ejemplo rico de
su vida y la fuerza de su intercesión poderosa en el cielo.
Guarden intacto el depósito de la lección que la Madre Ma-
ría Angela les ha dejado y pueden Uds. estar ciertas que se man-
t'endrán así en la auténtica tradicióa del Carmelo.
Con mis mejores bendiciones para V. R. y Comunidad, quedo
como su afmo. prelado. .
t Manuel Larraín Enázuriz.
Obispo de Talca.
%
J. M. + J. T.
Circular de la Rvda. Madre, María Ángela
del Santísimo Sacramento, fallecida el
9 de Octubre de 1944
Monasterio de Carmelitas Descalzas de Santa Teresa
Talca, Diciembre de 1944.
La gracia del Espíritu Santo sea con V. Rcia. mi muy ama-
da Madre:
Besando la mano del Señor, que tan honda y dolorosamen-
te nos - hirió el 9 de Octubre del presente año de 1944', con el
repentino fallecimiento de nuestra amadísima Madre, María An-
gela del Santísimo Sacramento, sintiendo aun vivísimo el desga-
rramiento que su partida hizo en el corazón mismo de la Comu-
nidad, escribo esta circular, dedicada especialmente a Nuestra
amada Orden, dedicada a todas las personas que al conocerla,
tanto la amaron y la apreciaron, dedicada con grande respeto y
veneración a Nuestra Santa Madre Iglesia, por quién, esta hu-
milde Carmelita, vivió y murió.
Sí, el Señor cumplió con ella su palabra: "Vendré como un
Ladrón nocturno". Pero esta virgen, que tanto se había empeña-
do en el curso de su vida por empapar su mente, su alma y co-
razón en las enseñanzas salidas de sus labios divinos, hacía mu-
— 8 —
chos años, en especial desde 1938, \ivía como ella dice: '"para
preparar mi eternidad, para prepararme a su llamado, para es-
tar pronta con la lámpara encendida". Como lo veremos, la prác-
tica de ledas las virtudes hacían de su alma luminosa antorcha,
que no sólo servía para tenerla a ella pronta, sino también, para
iluminar y puiar a las que junto a su Reverencia, íbamos ha-
ciendo la jornada. El Señor es amorosísimo Padre, y sabía como
nadie, cuán intenso sería el dolor que derramaría ( u el corazón
de su Madre, hermanas y numerosas hijas al tomarla para El:
conocía taml)ién, la falta inmensa que nos harían sus ejemplos,
sus consejos, el conjunto de su vida entre nosotras y así permitió
que nos quedaran, como preciosa herencia, borradores de concien-
cia y numerosos apuntes espirituales que su Reverencia hacía,
como ella dice: "por necesidad, para darme cuenta del estado
de mi alma, para ver si trabajo o nó".
Bendita necesidad, por la que deja un gran número de las
enseñanzas que oíamos de sus labios, y el esfuerzo constante de
su vida en su ascensión a Dios. Su rápida partida, nos dejó este
único consuelo. Y recordando que Jesús dijo que "la luz no debe
quedar liajo el celemín", procuraremos compaitir esta luz que
nos iluminai)a, seguras que el relato de sus virtudes, enseñan-
zas y la vida íntima de su alma, tan favorecida de Dios y de
tantj fidelidad para con El, será de grande proxecho y de gran-
de estímulo.
En este mundo se supo enconder modesta y humilde, como
pocas almas \ ésto con tanta sencillez, que no dejaba siquiera
entrever que algo se podía ocultar en ella, manifestando siínipre
el jjrofundo sentimiento de su miseria e infidelidad, por lo cual
sin duda. Dios ha querido revelarnos, en parte, el secreto de su
interior. Dice ella:
"Amaros, Señor Dios mío ) glorificaros, quiero que sea el
encanto de mi vida, todo el mó\il de mis acciones por insignifi-
cantes que ellas sean...
Que en mí no haya la más leve acción que no sea por Vos
— 9 —
¡oh Amor mío! para vuestra gloria. "AMAROS Y GLORIFICA-
ROS O MORIR \ no quiero vivir si no es para éstos dos fines
Este es el lema de mi vida ".
Creo completar este grande y único ideal de nuestra amada
Madre, procurando que las noticias de su vida sigan promovien-
do el amor y la gloria de su Dios.
SUS PRIMEROS AÑOS
En la Serena el año lo62 contrajeron matrimonio don San-
tiago Monreal Ahumada y Doña Tránsito Marín del Solar, am-
bos oriundos de la ciudad y pertenecientes a las familias más an-
tiguas y distinguidas de su sociedad. Formaron un hogar como
todos los de entonces, sólida e íntegramente cristiano y profunda-
mente imido. Dotes excepcionales se reunían en la joven ?spo-
sa, de virtud, de talento, de prudencia, de laboriosidad, de agra-
dable hermosura v de trato fino y distinguido; cualidades que
eran apreciadas ampliamente y completadas por el que el Se-
ñor le dio por compañero. Su hogar se vió luego bendecido y ale-
grado primero por tres hijos, Ricardo, Santiago y José, después
por una hija Adriana y otro hijo Rafael. Los cinco nacieron en
la Serena. Por estos años, por motivos de negocios, la familia
Monreal Marín se trasladó a Santiago, llevándose coniío princi-
pal fortuna, el amor que los unía y la alegre comparsa infantil,
que formaba el hogar. Desde el nacimiento de Rafafl pasaron
siete años, antes de recibir la última v más querida sonrisa del
cielo.
El 17 de Julio de 1881. en medio del alborozo y alegría
de padres y hermanitos llegó una niña, broche de oro de la fa-
milia Moreal Marín.
El 15 de Agosto en la Parroquia de la Estampa, recibió
las aguas regeneradoras del Bautismo. Su padre quiso darle el
nombre de Dolores, en recuerdo ríe una querida pariente suya y
para que más tarde, no tuviera la tentación de tomar su segundo
— 10 —
nombre, por parecerle mejor, le agregó del Rosario, La dejó
así, bajo una doble advocación de la Santisinia Virgen, a la
que ella siempre honró, en la forma más amorosa y tierna, como
después veremos.
La delirada complexión de la niña, reclamó todos los cui-
dados y desvelos de su amante madre para asegurarle la existen-
cia, los que se iban compensando con el crecimiento de la pe-
queña y con el despertar agudo e ingenioso de sus facultades.
Muy luego padres y hermanos vieron brillar en los negros y peque-
ños ojos de Lolita, como siempre la llamaron, esa chispa que has-
ta el fin de su vida los animó en forma tan única, en que se
manifestaba a la vez, una ingenua picardía y la claridad de su
gran inteligencia, y dibujarse en sus labios, esa sonrisa amable,
con que se ganaba la simpatía y el cariño, de cuantos la cono-
cían y en la que se reflejaba la acogedora bondad de su grande
y buen corazón.
Un día se le presentó un difícil problema, tenía una muñe-
ca, objeto de todos sus encantos, llegó de visita una anuguita y
también quedó prendada de la muñeca y naturalmente, quiso que
se la dieran. Con gran admiración de todos, al ver a su ami-
guita tan deseosa de la muñeca, la dueña amablemente .se la dió.
Pasaron la tarde muy contentas, pero al momento de la despe-
dida, Lolita se opuso a que su amiga se llevara la muñeca y con
mucha gracia le dijo: "se la doy pero yo se la guardo"'. La hi-
laridad fué general, al ver como solucionaba tan difícil situación,
desgraciadamente la visita se llevó la muñeca, no quedándole a
la obsequiosa propietaria, más consuelo que sus lágrimas. Este
rasgo de su infancia, mil veces nos lo hacían recordar, las inge-
nios.TS maneras, como solucionaba entre nosotras, situaciones algo
análogas que se le presentaban, dejándonos siempre muy con-
tentas y celebrándole sus simpáticas ocurrencias.
Pocos años pasaron nniv ftlices para este hogar desde el
nacimiento de Lolita. Un día de súbito todo cambió. Don San-
— 11 —
tiago, que entre otras actividades daba en un colegio de la Ca-
pital algunas clases de inglés, una mañana cayó repentinamen-
te, como herido por un rayo, al comenzar la clase, su muerte
fué instantánea y en lo mejor de su existencia.
Se adivina la tragedia de dolor que cayó sobre la familia.
Nadie se preocupó de la pequeña que aún dormia, hasta que sen-
tada en su camita la oyeron llamar a grandes voces "papá, pa-
pá", a sus gritos uno de sus hermanos vino a hacerla callar,
pues sin saberlo aumentaba la tragedia de su hogar. La niña ca-
lló, pero nunca pudo olvidar lo que en esos instantes le sucedió,
pues al despertar, vió a su padre de pie en el umbral de la puer-
ta, asi como venia cada mañana a despedirse de ella antes de sa-
lir: mas esta vez no avanzó, sino que la miraba, decía ella, en
forma de tanta gravedad y majestad. Uno al oírla relatar, llena
de emoción este recuerdo, pensaba, sin duda el padre consiguió
venirse a despedir por última vez de esta hija, que después sería
tan amada de Dios y por quién su alma recibiría, posiblemente,
grandes gracias al presentarse súbitamente ante el Divino Tri-
bunal. Un rato guardó silencio la niña, pero luego se la oyó
nuevamente llamando a grandes voces a su "papá", entonces de-
cía, "entró mi mamá v abrazándome me dijo: hijita, va no tie-
nes papá, y me llevó donde le habían colocado. Este fué mi pri-
mer encuentro con la muerte ^ me dejó un recuerdo, que jamás
se ha podido borrar y mi memte y mi corazón infantil compren-
dieron todo lo que aquello significaba".
SU NIÑEZ
En el Monasterio de San Rafael de Santiago, era religiosa
la hermana mayor de misia Tránsito, se llamaba Rosa del San-
tísimo Sacramento, que fué después nuestra amada y santa Fun-
dadora. Muy unidas fueron siempre ambas hermanas y la viu-
dez de misia Tránsito la acercó más aún, a su hermana Carmelita.
La niña era llevada con frecuencia al Carmelo, en donde era muy
celebrada y querida por todas las religiosas. En las rodillas de
su madre y junto a las rejas del Carmen, la? que le transmitían
el cariño y el fervor de la grande alma de su tía, prendieron en
el corazón de la pequeña los dos grandes amores de su vida,
Jesús y María. La madre y la tía comprendieron muy pronto,
que esa niña sería muy privilegiada de Dios y ambas procuraron
guardar y cultivar esa tierna y delicada flor con una solícita
formación. Era muy bien inclinada, llena de ingenuo candor,
alegre, entusiasta, muy inteligente, .«egún opinión de cuantos la
conocían y de muy buen corazón; lodo envuelto en un velo de
timidez, que le sirvió mucho para crecer humilde y escondida,
no revelándose sino en el seno íntimo del hogar.
Al comenzar el año lo93 se impuso una nueva separación,
misia Tránsito regresó a su ciudad natal con sus hijas. Con mu-
cha pena se despidió Lola de su tía y del Carmelo, llevándose
en el corazón el deseo y pensamiento de ser también un día toda
de Jesús. En la Serena, su madre siguió preocupada de la edu-
cación y formación de su familia, en especial de su hija me-
nor. La puso ese año en un colegio particular, pero al siguien-
te se vió en la necesidad de colocarla en el Liceo, regentado
en ese entonces, por una Directora de mucho mérito y de las
más profundas ideas raligiosas. Ella la recibió con gran cariño
e interés y se esmeró en preparar con especial cuidado, esa deli-
cada flor que llegaba a su colegio, para ponerla en contacto di-
recto con Jesús. La jnisma Directora tomó a su cargo el pre-
pararla para la Primera Comunión. Se adivina con qué ardor y
delicadeza dispondría esta niña su alma, para su primer encuen-
tro con el Esposo de las vírgenes y las larguezas y favores de
que sería objeto de Aquel, que tanto la amaba y que era el
único que sabía, cuanto necesitaba esta alma juvenil, de su for-
taleza y de su auxilio para salir victoriosa, en el camino del
porvenir. z
El L5 de Agosto, hermosa fiesla de su Madre del Cielo y
onomástico de su madre de la tierra, fué el elegido para tan
— 13 —
íTiemoiable acontecimiento de su vida. Ese día se consagró por
primera vez a su Dios, prometiéndole mientras le tenía en su
corazón, ser suva para siempre y sin reservas formulando en
ese feliz instante, su primer voto de virginidad. En esa hermosa
fecha fué intensamente aconipañada por su tía Carmelita. Reci-
bió de su parte un emblema que conservó con gran veneración
toda su vida, pues encerralia para ella un programa y una
promesa de la que miraba .como su sania madre espiritual, en
él le dice así:
"Promesas de mi querida Lola en el gran día de su Pri-
mera Comunión:
"¡Os amo Jesús mío, os bendigo, os alabo y quiero vivir
para siempre oculta en Vos, como lo estáis Vos Jesús mío, en
el Santísimo Sacramento del Altar, que hoy forma mi dicha y
mi consuelo!" y le agrega: "¡Ah mi hijita, \o aseguro a Ucl.
que si cumple fielmente esta promesa podrá repetir al fin. ¡Ah
es muv dulce morir en el Señor!!!!". La gran paz de su pos-
trer momento, no dejó duda que esta promesa fué santa v fiel-
mente cumplida.
Desde ese 15 de .Agosto sus amiguitas notaron a Lola más
reservada v fervorosa v entre bromas le decían, que se estaba
entregando a la beatitud. Era sencilla, estudiosa, obediente, tanto
en el colegio como en casa, por otro lado no se diferenciaba gran
cosa, de las otras compañeras de su edad.
Pero en el alma de esta niña se delineaban va. los lumi-
nosos y a la vez arduos caminos, que estaba llamada a recorrer
en el curso de su existencia. Dos inmensos poderes pelearían
en ella las grandes batallas del bien y del mal. Parece que este
ser débil, inocente, tímido casi en demasía, fué escogido por Dios
para quebrantar una \ez más. con su frágil y delicada planta, el
orgullo de la serpiente infernal, y para eso le concedió gran
poder, para tentar v combatir sin tregua, a esta creatura a la
— 11 —
que El tanto amaba y a la que destinaba, para que le sirviera
con tanta ficlelidacl, para recibir de ella un amor purísimo y ar-
diente, cual lámpara que brillal>a en su Presencia y para que
fuera dócil y afinado instrumento, del que El pudiera percibir
siempre, según las cuerdas que tañera, un bimno que entonaba
la "Gloria de su Dios".
Grandes perturbaciones sentía la niña en su alma, mil tur-
baciones y fantasmas que ni siquiera 'ella podía imaginar, la com-
batían y la atormentaban, su delicada conciencia se borrori/aba
y se sentía culpable de inmensos pecados. A veces, drcía ella, en
grande intimidad, sentía que alguien en mí, procuraba con fuer-
za casi irresistible que blasfemara y renegara, de ese Dios a quien
tanto amaba mi corazón y tenía que hacerme increíble violencia,
para que mis pobres e infantiles labios, no prorrumpieran en
palabras de desesperación; todo lo cual me llenaba de amargu-
ras indecibles, pues me creía perdida y sin remedio.
Pero el Señor velaba sobre su alma amorosamente, y por los
años 95 o 96 quiso bacer visible su protección poniendo junto
a ella, un padre espiritual, que fué su gran tal)la de salvación,
fué el piloto santo y experto escogido por el mismo Dios, para
guiar su débil barquilla, por el proceloso mar en que navegaba
y que estaba destinada a arribar a las plajas del Monte Car-
melo.
Hasta que la dejó, bien asentada ahí, el Reverendo Padre
Arturo Diez, de la benemérita Congregación de los Misioneros
del Corazón de María, puso a su servicio, la gran virtud adqui-
rida en una larga vida de misionero abnegado y fervoroso, el
vasto caudal de toda su ciencia y experiencia es|)iritual y la
cálida ternura de un paternal corazón. Procuró calmar las tem-
pestades que agitaban su alma, y apaciguar y curar los escrúi)u-
los que en mil formas la atormentaban, defenderla de su ti-
midez, ensanchando su espíritu, dilatando su inocente corazón de
niña, que nada sabía del mundo ni del mal y disponerla para
que recibiera de lleno las predilecciones de Jesús. Pero ésto no
— 15 —
fue obra de un día, comprendió perfectamente que había que
trabar una lenaz batalla )■ así oía a la niña, no como a una ino-
cencia naufragada, ni como a un espíritu enfermizo, sino como
a un alma destinada a subir muy alto en el camino de la santidad,
si se le ayudaba a ser fiel.
Solicitud incansable de parte del Padre, dispuesto, según le
dice en una carta, a los mayores sacrificios, con tal de que ade-
lantara un solo paso en el amor de Dios, y fidelidad generosa
y delicada de parte de la joven, fué lo que caracterizaron estos
años de su primera juventud. El enemigo seguía luchando sin
tregua para ganar o detener su alma; los escrúpulos, los temo-
res, las zozobras, lai- fatídicas y dolorosas imaginaciones que la
hacían temblar, sacudían su interior en muchos períodos de su-
frimientos espirituales; pero ahora no estaba sola para combatir
y resistir, como tampoco lo estaba para saber recibir las gra-
cias de tanta predilección y los carismas que pródigamente le
hacía sentir su Dios y su Señor, en cambio de las asechanzas de
Satán. El Padre la defendía de su propia desconfianza v a la
vez la hacía crecer en la más sólida humildad.
SU JUVENTUD
Corrían los años y Lola Monreal, se encuentra convertida
en toda una señorita, había terminado sus estudios en el Liceo,
llevándose el cariño y el aprecio de sus Maestras y compañeras.
En su hogar su madre procuró completar su educación, enseñán-
dole finas labores de bordado, que ella tan bien ejecutaba y para
las que su hija tenía una gran disposición. En el círculo de sus
amistades la joven se distinguía por un aire de modestia, por su
buen juicio, su agradable trato y por un algo de equilibrio en
toda su persona: no podemos decir que tuviera la hermosura
de su señora madre, pero sí su simpatía y su agrado. Una per-
sona que I)ien la conocía, le decía con gracia, "tienes la suerte de
que todo el que te conoce te quiere".
— 16 —
En el curso de eslos años, también habían sucedido grandes
acontecimientos en la \ ida de la Reverenda Madre Rosa, pri-
jnero fué elegida Priora en su convento de San Rafael de San-
tiago, cargo que desempeñó con grande acierto. Siéndolo toda-
vía, la escogió el Señor para la grande obra de una nueva fun-
dación en esta ciudad de Talca, que pudo realizar después de
muchos esfuerzos, el 19 de Maj'o de 1897.
En su sobrina, que había sido objeto de su más tierno cari-
ño y especial solicitud, entreveía una promesa halagüeña para el
nuevo palomar. Su Reía, había sido el más íntimo confidente de
su vocación carmelitana, desde que había nacido en su alma,
ayudándola v sosteniéndola siempre por medio de su oración v
de sus cartas.
Poco antes de cumplir los 18 años de edad. recil)ió de su
tía un piadoso y completo reglamento, para que con la gracia
de Dios, lo guardara mientras estuviera en el siglo. Se lo lee
'con veneración y se comprende por él, el fervor con que la ¡oven
§e disponía esperando el momento dé ingresar al Claustro.
Le enseñaba sobre todo a vivir para comulgar v a comulgar
para vivir, le recuerda que una sola Comunióti bien hecha le
basta para hacerse santa. Le dice: "Prepare su alma para cada
Comunión, como si hubiera de ser la últim¿i de su vida. El día
antes de la Sagrada Comunión guarde con mayor cuidado los
sentidos y el corazón. Acérquese a reciliirla con una modestia v
reverencia más que de ángel si fuera posible, haciendo los actos
más fervorosos de las AÍrtudes teologales. Una \ez que la hava
recibido sumérjase en el abismo de su propia nada, adorando ron
profundo acatamiento al Dios de la Divina Majestad, su futuro Es-
poso, al que tiene dentro de su corazón. Abrace v estreche fuerte-
mente con los brazos de su más sincero amor a tan dulce Hués-
ped, aspirando con solicitud a unirse íntimamente a El. Perma-
nezca lo restante del día, recogida dentro de sí con Jesús, con
mayor solicitud que otras veces; distribuya el tiemjjo de una
Comunión a otra de tal manera que una parte la emplee en dar
— 17 —
gracias y la olía en prepararse para volverlo a recibir, como acos-
limihraba a hacerlo San Luis Gcnzaga".
INaturalmenle esta vida profundamente eucarística, hacia arder
el corazón de la joven, en el amor más vivo a Jesús Sacramen-
tado. La Eucaristía desde entonces formaba el centro de su exis-
tencia. Había leído. la tierna y hermosa historia en el libro "La
Comunión es mí vida" de esa niña noble y rica que todo lo dejó
para irse al Convento, en busca especialmente de la frecuente Co-
munión, cu\a vida fué un poema de amor eucarístico. Su nom-
bre era el de María Angela.
Cuanto deseaba ella también llamarse así. al dejar el que
llevaba en el mundo; más nó, no se atrevía a formular esta peti-
ción, era demasiado ideal, demasiado hermoso. Pero Jesús sa-
bía su deseo y seguramente coincidía con el suyo, pues un día
recibió una esquela del Carmelo de Talca, en la que entre otras
cosas le decían de parte de la Reverenda Madre Priora, que ya
habían escogido el nombre para ella, que se llamaría ''María
Angela del Santísimo Sacramento'". Se adivina cuál sería *u fe-
licidad y su entusiasmo v la gratitud con que prometería a los
pies del Sagrario procurar ser también ella, un Angel de la Eu-
caristía.
En Diciembre de ]9()1, su familia dejaba luievameiite la
Serena con dirección al sur. Lola se despidió por última vez,
de la ciudad que la vió crecer, a la que nunca olvidó y en la
que dejaba tan sinceros afectos y a la vez tantos recuerdos de su
angelical persona, que hasta hoy. a pesar de los arios, no se
han podido extinguir allí. Se alejaba eji pos de un santo y an-
siado ideal; pero eso no era motivo para que su delicado cora-
zón, no sintiera todo el dolor de la partida. Sin duda sus ojos
derramaron sentidas lágrimas, al despedirse v agradecer por úl-
tima- vez. toda la iimiensa solicitud y ayuda de ese santo v vene-
rable misionero, que quedaba allá en el Norte cumpliendo su
deber. Su noble corazón sabía muy bien lo que era gratitud.
1 "
El Carmelo de Talca la es))eial)a all)orozado, su tía bendecía
al Señor v aguardal)a ansiosa el inomeiito de abrazarla y contarla
entre sus queridas hijas. Hubo sin eniiiargo que esperarla un
poco. Al comenzar el año 1902 pasó la primera vez por Tal-
ca, de viaje a Temuco con su madre y algunos de sus herma-
nos, a despedirse de su hermana Adriana, que vivía allá con
su familia. Permaneció entre los suyos los meses del verano:
señalándose el día del Patrocinio de Nuestro Padre San José,
que cayó ese año el 20 de Abril, para que esta paloma ingre-
sara al arca santa de Iíí vida religiosa.
Llegalia el instante de la gran separación, su corazón de
bija tan amante, de heimana tan cariñosa, ¡cuánto sangró! Acu-
dió en esos momentos de tan \ ivos sufrimientos, como lo hizo
en varias ocasiones, al Padre, que de allá lejos la acompañaba.
El la anima y sostiene con enérgicas frases: "¿Eres tú la Lola,
la regalada. la pnlrañablemcnte querida, la predilecta, la benefi-
ciada de tu Jesús. ¿Temes de separarte de tu mamá y de tus
hermanos?... pero Jesús lo quiere. Si para ello es necesario
llorar, resuélvete de una ve/, a lloiar aliundosamente; si es ne-
cesario morir, muere de pena. ])orqne lo quiere tu Dios".
.Sin duda esas palabras le dieron fortaleza para dar el últi-
mo abrazo a su incomparable madre, a la que quería y veneraba
como a una santa v para despediise de sus hermanos y sobrinitos
V emprender el vuelo el día señalado. Se vino en compañía de su
hermano José, que siempre se distinguió tanto con ella, e hizo en
todas las circunstancias de su vida las veces de su padre. No es
extraño verla pagar este tributo, a los afectos más grandes y sa-
grados que Dios ha puesto en todo bien nacido corazón.
INGRESA AL CONVENTO
Llegó a Talca al atardecer e inmediatamente se abrió para
ella, la puerta que le flanqueaba la clausura del Carmelo, arro-
dillada en su umbral, besó los pies de Jesús Crucificado, que
era el ])riinero que la salía a recibir v o\ ó entonar las dulces
— 19 —
y conmovedoras estrofas del "O Gloriosa Virginuni" a cuyo son.
su nueva familia la conducía a la presencia del Señor. Por la
primera vez se derramó ante nuestro amado Tabernáculo, el sua-
ve y delicado perfume de esta hermosa flor, que llegaba en la
prima\era de su vida, tenía 20 años de edad, a ofrecer a Jesús
el amor nuís puro y más precioso, el de su juventud. Termina-
da la ceremonia la llevaron al exterior del Coro, para darle el
abrazo de bienvenida. Cuán íntimo y estrecho fué el que recibió
de su tía, entre sus brazos sintió menos agudas las espinas que
herían la parle humana, de su tierno corazón y comprendió cuan-
ta razón tenía su mamá al decir: "no puedo entregar en '^ste
mundo en mejores manos a mi amada hijita, que en las de mi
hermana Rosa": también sintió nue\os corazones de hermanas,
al ir recibiendo el saludo cariñoso y entusiasta del resto de la
Comunidad.
Corrieron urftis pocas horas y .^^e encontró por la primera
vez sola en su celdita del Carmelo. Cuán hondo saben hablar a
la joven que llega del mundo, sus blancas y desimdas paredes
v las pocas cosas que mira en ella: es como su primer encuen-
tro directo con el Carmen, en donde se le ofrecerán tan pocas
cosas de la tierra, las que verá reemplazadas por los tesoros del
mismo Dios. Ahí. en silencio sintió sin duda, intensamente todo
el conjunto de grandes emociones que tanto habían agitado ese
día su alma v corazón y con esa claridad con que miraba siem-
pre los acontecimientos y la profundidad con que los abarcaba,
comprendería, el alcance tan grande que tenía este paso en su
existencia.
Al amanecer del nuevo día, amaneció también para la her-
mana María Angela, una vida nueva ¿y cómo venía aparejada
para recorrerla? Con ula piedad muy bien fundada, sólida, sin
ninguna exageración ni ostentación, la sencillez y la naturalidad
fueron siempre su nota característica; con un carácter suave y
apacible, muy tímido y a la ve; de increíble fortaleza, una ale-
gría franca de niño, pero tranquila, todo la entretenía v todo
— 20 —
la interesal)a. Un generoso corazón, capaz de amar y sacrificar-
se mucho. Le habían dicho que trabajara por ser: "Capullo, azu-
cena y violeta querida de Jesús. \ se le decía, si no lo eres,
debes serlo: Capullo en lo recogido y ardiente de tu amor; .Azu-
cena en lo delicado y cándido de tu pureza; Violeta en lo aro-
mático V sua\e de tu humildad" y su amor, su pureza y su hu-
mildad llpíjaban del mundo al Carmelo, en ese grado que les
habían señalado.
Lo que ella después enseñaba era siempre lo que había
practicado, a una hermana le escribe al comenzar su vida reli-
giosa: "Desde el principio de su vida espiritual fórmese, trabaje
por cimentarse en fundamentos sólidos. No son frases hermosas
las que nos ayudarán a la santidad, son las verdades que se
aprenden en el catecismo bien arraigadas en el alma, las que
levantan el edificio en solidez. Hav una verdad que a mí me
ha servido mucho en la vida, ésta es: "Hemos nacido para amar,
servir y reverenciar a Dios y mediante ésto salvar nuestra alma"'.
En el curso de la vida verá por experiencia cómo muchas penas,
problemas grandes o pequeños, se solucionan con gran facilidad
al recuerdo de esta verdad". Desde el principio hasta el fin pro-
curó que esas verdades, fueran !a luz de su camino.
Con gran entusiasmo nos contaba cómo había comenzado su
vida religiosa, todo le encantaba, todo le entusiasmaba, todo le
edificaba. Cuánto empeño ponía por aprender las ceremonias, la
recitación del Oficio Divino, el desempeño de los oficios y* lia-
bajos del noviciado. Su tía era su Priora y su Maestra, gusto
como nos decía, con gracia, que habia tenido que pagar caro,
pués se comprende que por un lado su Reverencia, valorizando
las buenísimas cualidades de la postulante y por otro con el de-
seo de formarla muy bien, le exigía lo más posible; al poco
tiempo va no le perdonaba equivocaciones o distracciones en el
recitar el Oficio Divino, en el que nuestra Reverenda Madre Ro-
— 21 —
sa, era un modelo consumado de devoción y de corrección. De-
cuántas advertencias que la humillaban \ la confundían fué ob-
jeto desde los principios. "Luego decía encontré el medio de
defenderme, con no mirar a su Rcia. pero, si al rato me ohidaba
y le dirigía la vista, infaliblemciilc me hacía una señal, para
darme a entender que se había apercibido de mi error. Por olr;i
parte )a sabía yo, que siempre se me adjudicaba e] peor de
los objetos, ésto como chiquilla que era, me costaba a los co-
mienzos grandes sacrificios". Su Reverencia con' amor de Madre
pero. Madre, espiritual, procuraba moldear su alma juvenil.
NOVICIADO
A los tres meses, como entonces se acostumbraba, se fijó-
el felicísimo día para que la postulante tomara el Santo Hábito.
Por el mal tiempo ) lo delicado de su salud se vió privado de
presidir la ceremonia, el querido fundador de la Conmnidad Pbdo.
Don Miguel Rafael Prado, a pesar que en una carta llena de
paternal cariño, le ofrece hacer cualquier sacrificio, para asis-
tir a tan gran fiesta, aunque llueva y truene le dice, espero estar
allá para el día señalado. Pero el Señor dispuso otra cosa v el
24 de Julio de 1902, rfcil)ió el Sanio Hábito en privado, impo-
niéndoselo nuestra Reverenda Madre Rosa.
Ya se encontraba la hermana María Angela, revestida de la
librea de su Madre Santísima y cuánto la necesitaba, para reco-
rrer protegida con ella, las etapas de su vida religiosa. Hasta
aquí todo había sonreído en el exterior y también en el interior.
En esta ocasión recibió una hermosa carta del Padre, que ianto
se interesaba por ella \- tanto conocía y preveía los caminos
que, sin duda, recorrería su alma. '"Hoy ya es hora de decirte
dos palabritas de felicitación, de enseñanza y de consuelo. Cele>-
bro el placer que experimentas, en que se te hayan cumplido tus
deseos, pero no estribes demasiado en esa felicidad que ahora
sientes. Convéncete que nunca mereciste tanta gracia y aprecia co-
— 22 —
mQ se debe inviolablemente esa fuente de inagotables beneficios.
Porque en la religión encontrarás todo lo bueno.
"No olvides que Jesucristo padeció mucho; Santa Teresa no
padeció poco; y ¿San Juan de la Cruz? y Santa M. Magdale-
na de Pazzis? y la Beata Alacoque? Pónlo entre tus apuntes...
"Tienes que sufrir mucho, porque. Dios te quiere mucho, porque
te desea muy santa". . . No olvides que la santidad en la reli-
gión consiste en desear y procurar ser despreciada; en desear
y procurar ser olvidada; en desear y procurarse sufrimientos...
esto vacía el corazón de lodo lo terreno y aquilata todo nuestro
ser. para la más perfecta üniói\ con Dios. Pero no te desanime
«1 sufrimiento. Tienes un Esposo Crucificado. El regalo del su-
fiii- en este mundo, son las delicias y dulzuras de Jesús y la
sobre-abundancia de un gozo cuyo conocimiento no alcanzan los
mundanos. En el otro mundo, tú sabes, como se paga el pade-
cer. . . En los ratos de tristeza pasa un momentito en el Huerto
de los Olivos, con tu querido y triste Dueño y repasa los versitos
de tu Santa Madre:
"Nada te turbei, — Nada te espante — ,Todo se pasa, — Dios
r.o se muda — .
La paciencia. — Todo lo alcanza — : Quién a Dios tiene — Na-
tía le falla;
SOLO DIOS BASTA".
Bueno sería que como ella los llevaras en tu Breviario...".
Quien se atreve a hablar así a una joven de 20 años, es
porque sabe y conoce de lo que esa joven es capáz.
De su año de noviciado nos queda el recuerdo sencillo y
cariñoso de las que entonces la conocieron, sin nada en el exte-
rior que la diferenciara de las demás. En los ralos que le deja-
ban libres sus obligaciones del noviciado, pasaba laboriosamente
ocupada, en bordar para la sacristía obras de verdadero mérito,
que hasta hoy se conservan. En las recreacionee alegre, con todas
— 23 —
cariñosa v condescendiente. niu\ empeñosa en aprender sus obli-
gaciones V en prepararse para el desempeño de sus oficios: pro-
curando aprovecharse de todas las enseñanzas que recibía, aspi-
rando, como lo aspiró hasta e! fin de su \ida. de impregnarse am-
pliamente del espíritu de su santa Orden, a la que iba amando
V apreciando cada día más v más. Su alma se había abierto poiv
entero a su Madre Priora, sin duda su Rcia. por mucho que
creyera conocer a su sobrina, tendría grandes sorpresas al pene-
trar en el hermoso santuario de su interior y este conocimiento,
la movería sobre todas las otras cualidades, a cultivar con ?1
mavor esmero posible, como siempre lo hizo, el precioso tesoro
(Jue Dios V su hermana le habían confiado. La no\icia. por na-
tural tan reservada, en su Rev. depositó absolutamente su alma.
según ella misma lo decía y ¡cuánto necesitaba de su ayuda!
Sin duda no habremos olvidado que había alguien que se opo-
nía con toda la inmensa fuerza de su poder, a que esta alma, a
quien consideraba como su terrible enemiga, fuera recorriendo este
camino, cada paso de esta vocación, era para él una terrible derrota.
En un momento de intimidad muv grande, pocos días antes de de-
jarnos, la Madre le\antó un poco el \elo y recordó las espanto-
sas batallas que durante este año tuvo que sostener.
Xoche a noche, decía, el demonio me venía a combatir en la
forma más violenta v más tenaz: ¡cuánto sufría! no supe en todo
ese año lo que era el dormir ni el descansar. Su grande, su úni-
co empeño era hacerme salir y al ver que no lo lograba, me hacía
terribles juramentos, que él conseguiría en cualquier forma arran-
carme del Carmelo, aunque tuviera que remover el mundo ente-
ro. Pero. . . no logró su intento y así entre los días corrientes
que nadie adi\inaba en la novicia, nada de especial v entre ?stas
noches, según decía su Rcia. de amarguras indecibles, corrió el
tiempo del noviciado v llegó el soñado día de formular sus san-
tos A otos.
— 21 —
PRIMKRA PROFESK)\
El 29 de Seplieinlire — San MipiucI Artangel — con ocasión
de ser el onomástico del fundador Plxio. Don Miguel Rafael Pra-
do, fue el día elegido para la profesión de votos simples perpe-
tuos, de la hermana María Angela, a los que entone s se les
daba todavía la mayor solemnidad, efectuándose en ellos la im-
posición del velo negro. Hermosa fué la fiesta, todo se reunió
para acompañar a la querida ^ feliz hermaiiila.
Ambas familias, la religiosa ) su familia del mundo, rivali-
zaron en demostrar su cariño, procurando que en esta fecha tan
memorable, lodo fuera felicidad junto a la humilde Carmelita,
que solo aspiraba a darse total e integramente a su Dios. Con
que fervor se prepararía, ésto sólo lo saben los ángeles a quienes
había escogido por modelo, lo sabe su Madre Santísima del Car-
melo, a la que sin duda se confió para ser adornada por su niis-
^ ma mano y ofrecida por su Corazón Maternal, al Divino Esposo
de su alma. Si hubo mucho regocijo en ese día en este Carmelo
de la tierra, piadosa y casi seguramente, podemos j)ensar que lo
hubo ) mucho más. en el Carmelo del Cielo.
La ceremonia la presidió el Pbdo. Don Miguel Rafael Prado,
el Padre Prudencio. Carmelita, pronunció un hermoso sermón alu-
sivo a la tierna ceremonia y otros Padres y Sacerdotes realzaron
con su presencia esta festividad religiosa.
Su madre, algunos de sus hermanos y otros miembros que
le eran muy queridos de su familia, vinieron a Talca a estar jun-
to a ella, en ese día tan grande y tan feliz de su vida. Hubo mu-
chas flores, cánticos, música v también muchas lágrimas de emo-
ción.
Dejemos nuevamente la palabra al Rdo. Padre Arturo, que
cual el padre más amante y el vigía más experto, velaba sobre
ella, desde esa grande altura espiritual en que vivía, y a la que
quería llevar, a toda costa, a su discípula y hacerla subir, si po-
sible le fuera, a la cima más alta de la vida on Dios.
— 25 —
Le dice en esla oportunidad: "Como no ignoras cuanto de-
seo tu bien, no te admirarás de que me ha\a alegrado en- el alma,
por tu entrega total y perpetua a Quién siempre te ha distingui-
do. Amor con amor... penas con penas... ; Queremos ser coro-
nados de rosas cuando nuestro Jefe está coronado de espinas?
(San Bernardo). Esas rosas con que te obsequiaron tus herma-
nas el día de tu muerte, fueron las últimas de tu \ida. La mú-
sica, saludos, bombos, platillos etc.. la despedida últisna que el
mundo te dió, para no acordarse más de tí y dejarte en paz. co-
mo la abejita. labrando el panal de tú santificación. Manos a
la obra... hacerlo todo por Dios... evitar con suavidad hasta
cualquier asomo de imperfección"'.
Le da un último v oficaz consejo: "Sé muy amante de la po-
breza, pero nó escrupulosa. Mucho me temo que en el cumpli-
miento de tus votos va\a a haber algo de eso. Delicadeza sí. es-
crúpulos nó".
Bien armada entraba la nueva religiosa, a ese gran períodc^
oscuro V laborioso, que marca el final del noviciado v va comen-
zando de lleno la vida claustral. Período de sacrificio, de renun-
ciamiento, de abnegación diaria. Periodo en que Dios destruye
todo lo que del mundo queda en el alma v en que procura
ponerla en la verdad. Dejémosla a ella que nos diga como va
obrando Dios.
"Juzgo dice, que al pedir en el acto tan solemne de la pro-
fesión "la misericordia de Dios' es porque la Carmelita com-
prende que para serlo verdaderamente tiene que bajar a lo sumo
de su "¡N.ADA", comprende que es "nada " y por eso pide la mi-
sericordia de Dios. Cuando un alma ya se cree "nada" v está
contenta con ser "nada" me parece que ha llegado a lo sumo
de la humildad y que entonces está en la verdad, porque realmen-
te ;.que somos? . . . NADA. . . entonces se puede esperar que Dios
— 26 —
Nuestro Señor lo será TODO, su misericordia la cubrirá coniple-
tamente. . . ¡Ay! nunca olvidemos que toda nuestra grandeza es-
tá en la humildad de corazón. Nada seremos a los ojos de Dios,
ni nos atraeremos sus gracias si no somos humildes. . .".
Sí, bajar al abismo de su nada, fué adonde concentró todos
los esfuerzos de estos primeros años de su vida interior v por
este medio, ir creciendo en la humildad. Dios derramó sobre su
alma copiosas luces, intensificando su propio conocimiento, en
forma que llegó a ser su mayor martirio. Se consideraba la nada
más pecadora, la miseria misma y ésto con una humildad y una
sinceridad tan verdadera que admiraba. Pero a pesar de juzgar-
se tan pobre y por eso mismo, con qué esfuerzos trabaja en su
santificación, como la abejita laboriosa, que se le dió por mo-
delo. Con ese trabajo silencioso y oscuro se dispuso para lle-
gar a la cumbre de la vida religiosa: la Profesión Solemne.
Desde entonces comenzó su ascensión por la montaña del
Carmelo. Seguiremos sus pasos con veneración, con cariño, con res-
peto. Subió muy alto, porque supo bajar muy hondo. Si la que-
remos encontrar,, durante toda su vida, la tenemos que buscar
ahí. En el secreto de su humildad, supo tejer prolija su capullo
y guardó en él lo más precioso do su interior, hasta que lo ras-
gó la muerte v nos la mostró Iiermosa como era, ante los ojos
de su Dios. Aspirábamos el perfume de su alma, pero no veíamos
la flor.
Con el velo simbólico, que la joven profesa recibe el día de
su Profesión, que bien se supo ir ocultando, desapareciendo, ve-
lándose a los ojos de la tierra y sobre todo a sus propios ojos.
Ahí está el secreto de toda su grandeza. Supo bajar sinceramente,
como ella dice, hasta el fondo de su nada, y fué en verdad hu-
milde de corazón. Su alma pura, su virtud verdadera, su inteli-
gencia clara, su fidelidad constante a las luces de Dios, le reve-
larou desde el principio la doble fase de la jornada que debía
enipif nder. Miró hacia la tierra v se encontró con la realidad,
con la realidad humana, que todo hijo de Adán debe recorrer,
— 27 —
eso sí, que encuadrada en un precioso marco, de recogimiento, de
silencio, de ambiente de pureza, de santos ejemplos. Pero reali-
dad de sacrificio, realidad de abnegación, realidad de trabajo
muchas veces esforzado. Virtud que reclama diariamente venci-
mientos grandes y pequeños: del'ilidades, cansancios, y también
caídas. . . Esmaltando este camino, inocentes goces, alegrías sen-
cillas, pequeños gustos en el diario vivir.
Mirando hacia el Cielo, sus ojos se encontraron con la su-
blime realidad de un Dios que ofrece sus tesoros, de un Dios
que llama a vivir en intimidad con El, de un Dios que no se
dejara vencer en generosidad. Y comprendió que tenía que aunar
estos dos caminos. Dios se le daría en su amado Carmelo, en la me-
dida que sus pies recorrieran los senderos del sacrificio y de la
virtud vivida. Y no trepidó en emprender la marcha y no se detuvo
hasta el instante misnio, de su último paso del tiempo a la eter-
nidad.
Llegó el momento en que su Comunidad reclamalja de su
Caridad, su actividad exterior, comenzando a confiarle la obedien-
cia uno a uno todos los oficios que dentro de ella se ejecutan.
La inició en su desempeño, con solicitud vigilante nuestra Rda.
Madre Rosa, procurando enseñarle ese cuidado, orden, perfec-
ción, con que su Rvcia. los cumplía, inculcándole el espíritu de fe,
mirando ante todo agradar y servir a Dios en su fiel cumplimien-
to. Al examinarse sobre ellos se pregunta soy abnegada, ten-
go pureza de intención? ¿soy puntual, caritativa, paciente, econó-
mica, ordenada?" \ así logró serlo. Con toda fe sus Preladas le
podían confiar los oficios, seguras de su tino, discreción, pru-
dencia, espíritu de sacrificio, de caridad, abnegación. No se
prestaba, eji ellos se daba a su Comunidad, pensando que Como
religiosa debía y tenía que cumplir con más perfección, que en
ninguna otra parte, la ley del trabajo. Los desempeñaba con ca-
riño, como después enseñaba a hacerlos. Encontramos entre sus
— 28 —
propósitos: "Perfeccióii en el ciimpliiniciilo de mis oficios, debo
considerar que para mí ahí está la Voluntad de Dios, ahí donde
El quiere que le sirva y glorifique, aunque sea muy bajo y f'e
muv pocíi importancia. Cuando me los confíen, los primeros
días pasaré a ralos, a los pies de \uestro Señor ) de la Santísi-
ma \irgen. pciisatido cómo debo cumplirlos, en las dificultades
que me puedo encontrar, las licencias que debo pedir. Evitar las
pérdidas de tiempo y las dejaciones. Evitar tamUién las tareas
que me son muy perjudiciales para el alma, para evitarlas ser
prevenida, así conseguiré no perder la paz ni el recogimiento".
PLENA VIDA RELIGIOSA
En esta vida corriente de ti alhajo abnegado, de piedad fer-
vorosa, pero sencilla, de apacible carácter, de bondad, de espí-
ritu de recogimierto, de amor a la observancia, a sus santas Reglas,
la vieron sus hermanas llegar a la cumbre de su entrega a Dios.
Al cumplirse los tres años de su profesión primera, el 2 de Octu-
bre de 1906, día de los Santos Angeles, selló su vida, con su
Profesión Solenuie. Esta se efectuó en privado para el mundo;
pero comunicó a su alma toda la fuerza que da lo estable, se
sintió para siempre arraigada en Dios y en el Carmelo.
i\ada debería detener su marcha. Tenía una salud delicada,
casi se podría decir frágil, pero eso no le importó, su gran espíri-
tu la sostuvo desde el principio hasta el fin; daba cuanto podía,
siendo enemiga de cuidados, de atenciones, de demasiadas preo-
cupaciones. Comprendió que si no se esforzaba no le sería po-
sible sostener la austeridad de vida, más aún, buscó en ese esfuer-
zo, la resistencia que en su débil naturaleza no encontraba y se
hizo fuerte, en medio de sus diarios achaques, que la acompaña-
ron todo el curso de su vida. Creo que sin exagerar, se puede
decir, que en este punto fué verdaderamente heroica; pero con
ese equilibrio que la caracterizaba, supo también recibir y tomar
los alivios que la obediencia y la razón le prescribían y esto con
— 29 —
sencillez, con naturalidad, pero ton delicadeza grande de con-
ciencia. Su delicada salud, nunca le fué olisláculo en su cami-
no de santificación, sino fuente abundante de mortificación.
Día a día iba la Comunidad apreciando y aquilatando las
cualidades v dotes que en la hermana María Angela iban resplan-
deciendo, su buen juicio, tranquilo, recto, claro, su criterio bien
formado, su espíritu religioso, su amor a la vida interior. Bien
podían confiarle, aunque tan joven, responsabilidades y le entrega-
ron a los pocos años de su profesión solemne, la formación
de las hermanas de velo blanco, cuyo noviciado hacían enton-
ces separado del de las novicias de Coro. Se dedicó a la atención
de las almas que se le entregaron, con el empeño que en todo
la caracterizaba: siendo su formación a la vez un ensayo y co-
mo un noviciado para ella misma, que la preparaba para la deli-
cada V larga misión, que el , Señor le destinaba en el porvenir.
Oficio que cumplió con plena satisfacción de la Comunidad.
En 1916 fue elegida Subpriora. cargo que desempeñó con
mucha prudencia y con esa bondad v tino, que eran innatos en
su Reía. Poco a poco ha])ía ido siendo una colaboradora eficaz
de su Prelada, que ya no miraba en ella, a la novicia que debía
formar v corregir, sino a un apovo. a un alma en la que podía
descansar v en la que se podía confiar.
Pero estas muestras de aprecio, de cariño, de confianza, que
en el curso de su AÍda fué recibiendo, no detenían su corazón, lo
alentaban, lo sostenían, sí. pero no lo amarraban a nada de la
tierra.
En el diario \ivir. según como el Señor iba sembrando su
camino y ahondando los cimientos de su santificación, encontró
también penas, sacrificios, espinas, que clavaron hondo en su de-
licado corazón. Pero sabía muv bien que era esposa de Cristo
Crucificado. Al entrar la primera vez que se encontró frente al "
Carmelo, al quedar sola, en el silencio de su celdita. sus ojos
— 3ü —
vieron pendiente en su pared, una cruz grande madera des-
nuda. Cruz que nunca dejará de ver ahí, porque es su Cruz: la
Carmelita sabe que desde ella, debe subir al Cielo, en repara-
ción y expiación su vida entera. El ;,cómo?... Jesús lo escogerá
para cada una. "Feliz el alma, dice ella, si en las cosas ve la
mano de Dios, en las personas la imagen de Dios, en los sucesos
y acontecimientos el plan y orden de Dios". En otra parte: "Su-
frir, sacrificarse, inmolarse, ser una hostia inmaculada por la
salvación de las almas, esa debe ser la vida de una Carmelita.
Debe una Carmelita transformarse en una imagen viva del Cruci-
ficado. El Carmelo debe tomar una parte muy grande en la
salvación del mundo, por medio de su vida de oración, contem-
plación y de sacrificio.
"Cuan necesario es aprender a SUFRIR BIEN, esto es muy
necesario en el Carmelo". Así supo nuesli;i hermana cargar ani-
mosa, a pesar de la timidez grande de su carácter el peso de su
Cruz, ya fuera que se le presentara en forma visible, por el lado
de la tierra, o que pesara sobre su espíritu por dolorosas purifi-
caciones de parte de Dios o por tentaciones del enemigo. Pero
el sufrimiento, que no la abandonó en todo el curso de su exis-
tencia, no retardó su paso, ni interrumpió su camino.
Así como el aprecio y el cariño la sostuvieron y la alentaron,
los dolores, moralmente la fortificaron y la cimentaron profun-
damente en Dios; pero no la ensimismaron ni detuvieron: bien
sabía que eran sólo un medio y el más eficaz, para llegar a su
grande y única aspiración "su unión con Dios". En ella concen-
tra toda la fuerza de su espíritu, toda la energía de su carácter,
todo el fuego de su corazón. Sigámosla tomando sus apuntes,
tal como iban naciendo de su alma al contacto de la acción de
Dios, sólo así, la podremos conocer tal cual su Rcia. fué.
VIDA INTIMA EN DIOS
Comienza la víspera de un nres de María haciéndole un de-
safío a la Santísima Virgen.
— 31 —
"Mi dulcísima Madre hago ron Vos el siguiente desafio: Yo
Madre por honraros guardaré silencio, Vos Señora me ayuda-
réis y daréis gracia para ello.
"Yo Madre por honraros haré esfuerzos por cumplir y orde-
nar mis prácticas- de piedad, Vos Señora me iluminaréis y ayu-
daréis.
"Yo. Madre, por honraros, principiaré a abandonarme con-
fiada y amorosa entre los brazos de Jesús y los vuestros. Vos Se-
ñora, estaréis ahí para alentarme y dirigirhie.
" Yo os desafío Madre a amaros y Vos a favorecerme.
" Yo a serviros y Vos a daime gracias.
" Yo a ser \ uestra v V os a ser mía.
" \o a ser vuestra hija v Vos a ser mi Madre.
"¿Cuál de las dos ganará oh Madre?... Si yo. Vos me
pagaréis con darme a Jesús. Y si Vos ¿qué podré yo daros a
Vos Madre mía? Os entregaré mi alma v mi vida".
Jesús mío, amor mío tened piedad y misericordia de mí.
Yo me entrego Señor a tu amor, quiero y propongo vivir en in-
timidad con Vos. . . ¡Oh mi Jesús quién pudiera decir con ver-
dad "Mi amado es para mí y )o para mi amado"'!...
'■Jesús sin A os vo no puedo vivir, daos Señor a mí v atine
yo a darme a Vos.
"Mi examen será el rec^ogimiento. andar con porte exterior
recogido. El silencio. No hablar más que por caridad o necesi-
dad. Para aprender a guardar silencio \ hablar prudente y santa-
mente, debo tomar la siguiente costumbre: siempre que hable o
conteste hacerlo con reflexión, como quién se dirige antes a Nues-
tro Señor, para que así mis palabras sean según su Santísima
Voluntad, Apuntaré como falta, siempre que me falte esta refle-
xión, aunque no faltare en lo que hablo, porque es muy necesa-
rio que me acostumbre a ser reflexiva.
"Mi gran propósito: "IntimiJad con Jesús" para cumplirlo
— ?>2 —
propongo: en la mañana tenipiano recogerme inlensamcnle en el
interior, repitiendo este acto varias veces en el día. Ahí en el
interior buscar a Jesús, con dolor de haberle ofendido, con amor,
con ansias, con ternura, con inliniidad. con confianza, con ardor,
con gemidos, con lágrimas, con suspiros. Enl retenerme con El,
conversar con El, rogarle, suplicarle, clamarle... El Espíritu
Santo ora en nosotros con gemidos inf7iarrables.
"¡Oh María Angelá! que estas palabras las reduzcas a la
práctica: ¡SOLO POR EL EXISTO. SOLO PARA EL EXISTO!. . .
y si eres fiel podrás exclamar al fin: ¡POR EL EXPIRO!
a tu Madre ;la olvidarás? ¡OIi no! después de mi Ama-
do, Vos seréis mi Amada.
"Hoy Señor, me doy toda a Vos, no sabré decir lo que mi
alma siente!... "Oh Jesús no os csjnséis, de esperarme. ¡Oh
amor como podré resistir a las ansias que mi alma siente por
servirte!... ¿Cómo soy tan dura?
"Al comenzar mi oración hacer un acto profundísimo de
fe en la presencia de Dios. Este acto de \iva fe me es muy pro-
vechoso para recoger mi alma. También lo es cuando trato de
avivar mucho la fe, por ejemplo en cualquier misterio de la vida
o pasión de Nuestro Señor, pasar de la Santa Humanidad a la
Divinidad dejando que mi alma se penetre, se admire hasta que-
dar si CB posible estupefacta, al contemplar un Dios Niño, un
Dios abriendo su boca divina y saliendo de ella aquellas ense-
ñanzas, aquella palabra de jjcrdón, de amor, de misericordia.
"LIn Dios azotado... crucificado... muerto,...
"En los misterios de la Santísima Virgen mirarla como Ma-
dre de Dios. . .
"A nuestro Padre San José, esposo de la Madre de Dios.
"Este espíritu de fe en los grandiosos misterios que se cele-
bran es lo que más me ayuda a oír la .Santa Misa, oírla al pie
de la Cruz con mi Madre. Unión con mi Jesús que se sacrifi-
ca... que muere' Jesús que entra en mi corazón... En estos
dos actos, la Santa Misa v la Sagrada Comunión, unión más que
— 33 —
nunca con Jesús, con El adorar, dar gracias, pedir perdón, ro-
gai . . .
"Durante el Oficio Divino unión con mi Jesús que ora en
el Santísimo Sacramento. . . Unión con la Iglesia triunfante. . .
sobre todo en las grandes festividades. Cuanto recoge rai alma,
pensando por ejemplo, en la Octava de Corpus, cómo estará la
Iglesia triunfante inclinada hacia la Iglesia militante adorando
la Hostia Santa. En las festividades de la Santísima \ irgen, pen-
sar cómo llegará al Cielo el eco de las alabanzas de la Iglesia
de la tierra a unirse, sí, a unirse y formar una voz con las ala-
banzas de la Iglesia triunfante v ¿por qué no creer también, con
el gemido resignado y amoroso de la Iglesia purgante?... Y
entre esa inmensa voz se oirá también la mía. . . aunque pobre,
aunque indigna.
•'VIVO YO, MAS NO YO, CRISTO VR E EX MI". Este es
mi deseo, aquí es donde quiero que vayan todos mis esfuerzos,
para conseguirlo quiero vivir en Jesús y que Jesús viva en mí.
Mi corazón es la morada de Jesús, El en mí y yo en El.
"Paz y tranquilidad para mi pobre corazón. Al cumplir
mis prácticas, procurar que no cansen mi alma, sino con tran-
quilidad como una música suave v melodiosa que canta al lado
de Jesús... Su amor... su gloria... formarán esta melodía. Es-
trecharé muchas veces el Santo Crucifijo, recordaré que lo ten-
go como un sello sobre mi corazón".
Pero esta hermosa alma a medida que se iba dando y acer-
cando a su Dios, iba penetrando por los grandes caminos de la
purificación. Al dar cuenta de los trabajos que su alma sufría
en esta época dice: "Quiero hacer a Dios una entrega total dj
todo mi ser. en un acto de perfecto abandono, no habría dicha
semejante a la de vivir en ese abandono, convencida que nada
me pasará sino lo que Dios quiera: que en mí se cumplirá la
voluntad de Dios, que El obrará en mí como en cosa absoluta-
— sá-
mente suya. Pero este abandono y confianza que yo quiero te-
ner, es combatido tan atrozmente, no es que dude de la bondad
)• misericordia de Dios, ni de su poder, toda la dificultad pro-
viene de mí y por mi culpa, me siento tan lejos de Dios, a veces
tan espantosamente abandonada de El, con una montaña de pe-
cados sobre mí, que más me parece que la ira de Dios puede
descargarse sobre mí que nó su misericordia, me muero de es-
panto y de miedo. En cuanto me sucede, me imagifto que es la
ira de Dio? que ya va a caer, y como desatentada buscó amparo
fuera de Dios. . . Todo esto me aturde \ me deja sin ánimo para
nada; aunque tamljién creo que estas penas me son de provecho,
más es el caso que yo no sé cómo podeime sostener firme, en me-
dio de tanta tempestad.
"Veo claro que necesito arraigar en mi alma la fé y la
esperanza; pero no sé como hacerlo, cuando me parece que me
ariebalan estas virtudes... Si por mis pecados Nuestro Señor
permitiera que todo el infierno se levantara contra mí y que las
creaturas estuvieran en mi contra, que a Nuestro Señor no lo
sienta, que parezca rechaza mi oración, que mis penas no las
acepta, ¿podré a pesar de todo decirle con inquebrantable con-
fianza que El sea mi refugio?
"Estas tempestades son días muy amargos pero que pa«an.
En el fondo de mi alma encuentro después mayor paz, confor-
midad con la voluntad de Dios, creo y espero en El y un amor
intensísimo hacia Nuestro Señor, con deseo de amarlo sólo por
ser quien es, aunque nunca se acordara de mí. Pero a mi cora-
zón no lo puedo hacer salir de su cruel incertidumijre, a mi
Dios no lo encuentro. Es cosa rara, de mil maneras lo siento, pero
no lo puedo hallar. Comprendo que hay un Cielo, para las al-
mas puras y llenas de amor, pero parece que ese Cielo jamás
llegará a ser mío".
Entonces se la alentaba y se la dirigía más que nunca a la
confianza v al amor. Se le decía: '"A ojos cerrados y de todo
corazón déjese y abandónese a la amabilísima voluntad de Dios,
— 35 —
aunque no lo encuentre y no lo sienta: consigo lo tiene más
presente que a sí misma. Permanezca firme y espere que se
desvanezcan esas polvaredas y tempestades. Respire cada día más
y más en la atmósfera de la confianza. Déjese en las manos ben-
ditas de Dios que la está PURIFICANDO y TRANSFORMANDO ".
Eficazmente se la conducía a emplear su vida en el edificio
de su propia santificación, que no temiera aspirar muy alto, que
estaba llamada a una santidad muy elevada, que desplegara sus
^alas y que volara sin temor.
Ella responde y dice en sus apuntes: "A tanta misericordia
¿qué podré decir? Confieso que soy la más miserable creatura,
pero sobre la base de vuestra gran misericordia, de vuestro amor
no desmentido, QUIERO SANTIFICARME. En las penas que han
caído sobre mí. Tú Señor no me has abandonado, sino que me
has amparado a fin de que no me perdiese. . . Todo ha sido Se-
ñor mío, para que entrando dentro de mí confiara sólo en Vos.
que sois el único que podéis salvar a la pobre creatura... Quie-
ro principiar m! santificación ;qué hacer Señor, qué hacer Je-
sús Esposo v Padre de mi alma? Me abandono en vuestras Ma-
nos con entera y filial confianza. Guardadme como a vuestra
hijita, guardadme en vuestro dulcísimo Corazón.
"Unión con mi adorado Jesús, en El pensaré, a El busca-
rán continuamente los ojos de mi alma atrayéndole a mí con
miradas de am.or. de arrepentimiento, con mirada sencilla, como
de paloma. A El acudiré en todo y si viene a aterrarme el demo-
nio, le haré frente. . . ¿qué tiene que ver él conmigo? Aunque
tuviera todos los pecados del mundo ¿qué son ante la hoguera
del Amor Infinito? En ningunas manos estoy mejor que en las
de Jesús, en ningunas más segura... Fomentar el amor filial,
me entregaré al Amor Misericordioso. . . Mi Santa Teresita me
enseñará esta ciencia".
"Como en ninguna parte me puedo unir más real v verda-
deramente a Jesús, que en la Sagrada Comunión, ella será mi
preocupación constante día y noche. Preparar mi corazón a Je-
— 36 -
sús. retenerlo en él, darle gracias por haber venido ¡oh qué dul-
ce ocupación! Es tan fácil contentar a Jesús... es tan sencillo
engañarle. . . robarle el Corazón.
"Propongo imitar las virtudes del Corazón Dulcísimo de Je-
sús; su dulzura, su mansedumbre, su sencillez, su caridad. No quie-
ro faltar a la caridad en nada, ni en pensamientos, ni en pala-
bras, ni en obras. Sencillez en mis juicios, a fin de que cuando
mire a Jesús, El vea en mi mirada ojos de paloma, pero si miro
y juzgo maliciosamente, entonces El no verá en mí, ojos de pa-
loma. . . Repito, humildad, mansedumbre, paciencia con todas y"
una santa alegría.
"Propongo ensanchar mi cora/ón por la confianza y el
abandono en las manos de Dios. Estar en lo que estov. tranquila,
pacífica, sin apocamientos indignos de un alma que vive confiada
en Jesús y todo lo espera de El. Sin mal humor, con mucha
humildad, sin una sombra de arrogancia.
"YO SOY DE DIOS, VOY A DIOS. . . TODAS LAS COSAS
SON DE CRISTO Y CRISTO ES MIO".
El Señor no se deja vencer en generosidad, trabaja e ilumi-
na el alma de nuestra amada hermana, en la medida del ardor
con que ella le busca y se le entrega. Dos grandes fuegos puri-
ficaban y aquilataban su espíritu, un amor intensísimo a su Dios
y una gran luz de su propia vileza. Sabia, hermosa y atinada-
mente la aconsejan y la dirigen en los caminos de su vida espiri-
tual. Permítasenos copiar los consejos que recibe, pues ellos reve-
lan mejor que cualquier comentario el estado de su interior. Se
le dice:
"Sentir en el fondo del alma un amor de Dios inexplica-
ble y a la vez vivir como desterrada y muchas veces sentirse
como rechazada de El, es propio de la acción de Dios que atrae
y purifica, que deja entrever su hermosura e inefable perfec-
ción y con la misma luz. hace que el alma se vea de reflejo
— 37 —
enteramente pobre, miserable e indigna de tan grandiosa Majes-
tad, y de tanta Pureza como es El. Ese sentimiento de horror
de sí misma y de huir corresponde a la pobre alma. Pero el
mismo Señor, quiere que miremos más y contemplemos de lleno
su hermosura infinita, templados sus rayos y suavizados por el
velo de su Divina Misericordia: Nos permite acercarnos a El
con confianza y sin temor, y a la misma Trinidad Augusta y
al Hijo de Dios, cuyo trono de misericordia es la Santísima Eu-
caristía, donde despojado de todo su ser exterior se oculta en
absoluto, tan suave, tan misericordioso, tan divinamente amable,
que nadie puede excusarse de ir a conversar con El, a consolar-
le, a vivir con El, de El. y para El.
'"Conclusión: abandonarse con íntima confianza en Jesús.
Con El ofrecerse como víctima por sus pecados y los del mundo
al Eterno Padre, resignada, humilde y generosa, con gran
pureza de intención y deseo vivo de hacer en todo la voluntad
de Dios.
"Nada importa que L d. en la oración sólo mire a Nuestro
Señor, con amor intenso v gran luz de su propia vileza. Aunque
vea en sí una infinita indignidad si se entrega toda a Jesús. El
la remediará".
Ella responde con las palabras de nuestro Padre San Juan
al que tanto amaba v tanto leía. "¡Oh esperanza del Cielo que
tanto alcanzas, cuánto esperas!
"Consecuencia no poner límites a mi esperanza: mientras
más miserable, más destituida, menos merezco los bienes del Cie-
lo, la misericordia de Dios: por lo tanto mi recurso será, agran-
dar, dilatar la confianza.
"Las horas desesperadas son las horas de Dios, dice un san-
to, ¿qué cosa más desesperada puede existir para una pobre
alma, que ver sus inmensos pecados, los años perdidos, las^ gra-
cias divinas que no han fructificado, los años que vuelan, la
eternidad que se acerca? En medio de estos tristes pensamientos
nos queda esta verdad: "El amor misericordioso de Jesús que
— 38 —
no tiene límites"... Ella sola basta... Sí, las horas desespera-
das serán las horas del "Amor Miseiicordioso".
¿Quién no oye con emoción estos sinceros afectos de su
alma? Pero no tenemos que olvidar, que ahí. la tenemos que
buscar siempre, en el abismo de su humildad, todo, absolutamente
todo. la hace penetrar más hondo en él.
Su Dios y su Señor al verla ahí tan profundamente asenta-
da, no temía irla internando más y más en su íntima unión.
Oigámosla describir el estado de su alma.
"Siento a Nuestro Señor Jesucristo muy cerca de mí. me
siento como penetrada por El, parece que siempre le tengo a
mi lado. Es mi compañero dulcísimo y amorosísimo que no me
falta, continuamente nos miiamos. sobre todo El parece que no
aparta sus ojos de mí. Me siente amada de El y a mi vez lo
amo intensamente.
"En la oración lo que mp es más fácil hacer es ésto: ]iar^-
ce que mi alma se arroja en im mar, que en vez de ser formado
de agua lo fuera de amoi. Ahí puedo amar intensamente, pare-
ce que respirara solo amor, todas las potencias de mi alma pa-
rece están ocupadas en solo amar. A intervalos miro algún mis-
terio dé nuestra Santa Religión: pero con una mirada simple
y corta para volver más encendida a sólo amar.
"La fidelidad que de mi ])arte tengo que poner, es solamen-
te una gran paz, un gran silencio interior y soplar el fuego cuan-
do se va extinguiendo, con miradas simples, cortas y suaves... No sé
si estoy en una equivocación, pero lo cierto es, que me siento
muy unida a Nuestro Señor y esa unión, me hace obrar en mis
relaciones con El en esta forma.
'Le entrego mis pensamientos, palabras, obras y deseos; real-
mente no quiero tener nada; en eslo no hago un esfuerzo, es
una necesidad cuya realización forma toda mi felicidad. Le di-
go: "Jesús mío te entrego mis obras, pensamientos y deseos, yo
quiero desaparecer por completo para que solo Vos, viváis on
mí". Realmente me siento como que no fuera va la que vivo, si-
— 39 —
no Jesús en mí. Pero cuando me veo caer en tantas imperfeccio-
nes que 3on muchísimas las que cometo, no sé como esto pueda
ser. Tengo en mi favor que no hago las paces con mis faUas.
V me conozco tanto a mí misma, que no vivo satisfecha de mí.
sino por el contrario sumamente quejosa v me creo muy malva-
da como en realidad lo soy. Tiemblo al mirarme a mí misma,
el conocimiento propio que tengo es terrible y desgraciadamen-
te muy verdadero.
"Otro gran asunto es para mí la oración de súplicas. Me
parece que los intereses de Jesús son mis únicos intereses: que
El JAMADO... que El sea GLORIFICADO... que El REI-
NE. . . son en mí como ideas únicas. Paréceme que estos asuntos
fueran la actualidad del día. que esto es por lo único que se
debe vi\'ir preocupada v me parece que todo cuanto sucede Dios
Nuestro Señor, no lo encamina más que a ésto "SÜ GLORLA
Y LA SAL^ ACION DE LAS AL\L\S". Decir en qué forma me
siento ligada a estos intereses de Dios, no me sería posible ex-
plicarlo: pero todo es con paz. sin celos indiscretos v muy secre-
to. Creo por la forma como me pasa esto que es Nuestro Señor
el que ha encendido en mí este fuego \ que me ha hecho como
socia Suya, en los asuntos ^e su Gloria.
"Mi manera de pedir es en forma muy simple. Por ejemplo,
al pedir por la Patria digo: "Jesús mío. te pido por Chile, me
imo a Ti para pedir por él ". Cuando ruego por personas parti-
culares o por intenciones especiales lo hago así: "Jesús mío.
te entrego a tal pei^sona. te entrego tal intención". Otras veces
ni siquiera pido sino únicamente miro a Jesús y al mirarle, pare-
ce que El lo viera todo, lo penetrara todo, es decir, el cnniunto
de necesidades, las almas toda?, lodos los intereses de Dios Nues-
tro Señor, todo lo del mundo entero y aunque todo lo compren-
do en conjunte, es como si fuera también en detalle y así con
esa vista espiritual tan abarcadora, le digo a Nuestro Señor: "Je-
sús, mío me uno a Vos" y al decirle así. parece que Jesús me lo
comprende todo.
— 40 —
\ esta alma pregunta: "/.Podré con este modo de rogar, glo-
rificar mucho a Dios, ganar muciias almas? ¿Será un buen modo
de rogar?"
Se le instruye y contesta en esta forma: "Es un modo muy
bueno, divino y el mejor para pedir y obtenerlo todo. Es que
Jesús ora y pide sin cesar por nosotros, para nosotros y con
nosotros y no hay medio mejor que fundir nuestra pobre petición
en la Suya Divina".
MAESTRA DE NOVICIAS ^
Prim er Período.
Interrumpamos un poco la vida de su interior, para seguir-
la en el curso exterior de su vida religiosa. Bien preparada veía
el Señor a la hermana María Angela, en el correr de estos años,
para confiarle la delicada misión, de Maestra de Novicias. En
el año 1920, sus Superiores le entregaron la formación del
Noviciado.
Amplio campo se abría ante ella, para trabajar con toda la
fuerza de su espíritu, con todo el ardor de su corazó» y con
toda la abnegación de su virtud, en la grande obra de formar
las nuevas esposas de Jesús. Su primer cuidado fué pedirle a la
Santísima Virgen que Ella fuera la Maestra, la Reina y la Ma-
dre del Noviciado, apoyada especialmente en su Madre del Car-
melo, emprendió su nueva misión. Le pidió a Ella, la enseñara
y la guiara para poder atinar a cuidar v hacer fructificar, las
nuevas plantas que del numdo tra.nsplanlara e' Señor, a los
vergeles de! Carmen, le pidió también, que hiciera su corazón
semejante al Suyo, es decir profundamente maternal.
Al darle este delicado cargo deja entre sus apuntes como
único comentario, los consejos que da en una carta el santo 'Obi?-
— 41 —
po de Oileans, a la Reverenda Madre Teresa de Santa Genoveva,
al ser nombrada Maestra de Novicias del Carmelo de Poitiers.
Le dice así: "Hablemos de vuestro empleo, él es de una gran im-
portancia. La primera cosa que debéis hacer es dirigiros a Dios,
con confianza y pedirle bendiga vuestros trabajos; la segunda es de
ser amable con vuestras novicias y ganar su confianza y su corazón;
la tercera usar de una gran destreza, para adivinar el fondo de
las almas, las inclinaciones del corazón; sobre todo lo? caracte-
res, pues el carácter es la fuente del bien y del mal; la cuarta
es de ser de una admirable dulzura e imperturbable paciencia,
escuchando todo sin mostrar jamás inquietud; la quinta condu-
ciros en todas las cosas con gran regularidad y humildad".
Grande y poderosa influencia tuvieron retos avisos para
orientarla en su nuevo camino, al leerlos se encuentra como la
clave de lo que incansablemente se la vió ser.
Como siempre se puso su Reverencia ante todo, frente a
frente a la verdad y dice estas palabras para definir su nueva
situación : '"El oficio de Maestra de Novicias es oculto v por lo
tanto así debe ser la \ida de la que lo desempeña. En el silen-
cio y en la humildad es donde debe trabajar para unirse a Dios;
para asi hacerlo reinar en su propia alma y en las que dirige".
La joven al llegar del mundo, lo primero que encontraba
al franquear las puertas del Noviciado Carmelitano, era un co-
razón amplio, profundamente maternal, una sonrisa de tanta
bondad, que era como un bálsamo que caía sobre ella en esos
instantes, en que gozos y dolores profundos, se agitaban en su
interior y sentía que tendría una madre, una madre buena, en
esa religiosa que veía ante sí: repelía su nombre y mirando a
la que sería su Maestra, no dudaba, desde entonces, que también
sería el Angel tutelar de su vida" religiosa. Y al correr del tiem-
po cada una que le fué confiada, pudo sentir cuan cierta era,
esa primera impresión que sintió al conocerla.
Ampliar los corazones, abrir la confianza por una santa
y sana alegría; que las jóvenes se sintieran en la Casa del Señor
— -J2 —
y en su casa, entre la familia del Señor y en su familia, para
ayudarlas a aclimatarse así, en su gran cambio de vida del nuin-
do al claustro, era su primer empeño. Viéndolas alegres y con-
tentas sabía que tenía ganada la mayor parte de la batalla.
Se mostraba desde el principio, sencilla, afable, modesta, era
su primea Ifcrión v. ¡qué honda \' qué eficazm'nte enseñaba!
Comenzaba incansable su obra, o más bien dicho la obra de
Dios, en la formación de esa alma. La paciencia, la prudencia
y la humildad, erar, los medios principales que de su parte
ponía.
Sabía oír, sabía alentar, sabía corregir y sabía esperar;
pero sobre todo sal)ía llevar a las almas en toda circunstancia
al ambiente sobrenatural. Mirarlo todo en Dios, buscar en El la
fuerza. El sólo el fin de todas las acciones. El la grande, la única
aspiración de todos sus anhelos. Poniendo las almas aquí to-
do lo demás le parecía fácil.
Ensanchar los horizontes espirituales, que las dispusieran a
recibir en abundancia la vida fecunda de la Iglesia, en la mi-
sión que Ella les señalaba al traerlas al Carmelo, era otro de
sus grandes empeños. Para conseguirlo con qué solicitud procu-
raba darles a conocer a fondo, su vocación carmelitana. Amaba
y apreciaba entrañablemente a su santa Orden. Explicar su Regla.
Constituciones y Ceremonial, eran punios que nunca la cansaban,
infundir el amor y el respeto de sus santas y tradicionales cos-
tumbres, impregnarse de su espíritu de oración, de silencio, de
recogimiento, de soledad v de trabajo, eran ambiciones que en-
cendía vivamente en el alma de sus hijas y para modelarlas
bien, las ponía en contacto con sus santos Padres, Teresa de .le-
sús y Juan de la Cruz.
Siempre basaba en sus palabras v enseñanzas las suvas. La
lectura asidua de sus obras procurando comprenderlas bien, era
para ella de capital importancia, desde los comienzos del Novi-
ciado. Pero no sólo procuraba que se les estudiara, admirara y
amara con entusiasta y filial amor, sino sobre todo, que se les
— 43 —
procurara imitar. Entonces ya podía su Rcia. hablar de sacrifi-
cios, de abnegación, de humildad, de todas las virtudes, en una
palabra comenzar a edificar y sabía señalar alto el ideal.
A una de sus hijas le escribe el día de su Profesión, ponien-
do sus palabras en labios de Jesús le dice: "He formado de ti un
ideal, tú bien lo sabes. . . Quiero de ti la abnegación y el sacri-
ficio continuo: en el propio vencimiento sé valiente, asidua y
fervorosa en la oración. Que nadie en la observancia te aven-
taje. Ama tu Convento con ternura; para las hermanas sé ángel
de dulzura y caridad, que nadie de ti tenga una queja, que todas
en ti encuentren sincero amor.
"Vedme a mi en tu priora, ámala con filial cariño y que
siempre en ti encuentre respeto y sumisión. Ama por fin con
ardor la humildad, pues siempre quiero ver a mi esposa feliz,
en el último higar. Nada de la tierra desees ni ambiciones. Sólo
amarme ha de ser tu única pasión, salvarme almas v darme
gloria el único cuidado de tu corazón". Este era igualmente el
propio ideal de su Rcia. para modelar las almas que iba reci-
biendo, a fin de realizarlo no omitía consejos, enseñanzas, conti-
nuos ejemplos v sobre todo oración v sacrificios constantes de
parte de su Rvcia.. v una asidua vigilancia, teniendo siempre pre-
sente el aviso de su Constitución: "Mire la que tiene este oficio
que no se descuide ni sea remisa en nada, porque es criar almas
en que mora el Señor". Este decía es mi punto de apoyo. . .
25 AÑOS DE VIDA RELIGIOSA
1903 - 1928
Hermosa vida la de esta verdadera Carmelita. Vive en Dios
y para su Dios, encaminándolo todo a su grande y único ideal,
su Unión íntima con El.
— 41 —
Veinticinco años han corrido desde que la vimos llegar a
la ladera del Monte Santo del Carmelo y va anhelosa sin dete-
nerse en busca de sii Dios. Oifiámosla derramar ante El su co-
razón. Se pregunta "¿Qué es lo que pide mi Amado de su es-
posa? Amor de esposa, confianza de hija, abandono absoluto en
sus manos.
"Este es el camino que me propongo recorrer con la espe-
ranza de llegar, por aquí a los brazos del Amado v recibir de
El, el ósculo de paz y la íntima unión. "En mi voluntad está
hecho el convenio y siento la íntima convicción que está acepta-
do por parte de .Tesús y por la de su dulce Madre.
- "Bases v fundamentos del contrato: EL PARA MI, YO PAR\
EL.
"Sus ojos dulces misericordiosos puestos en mí. . . Los míos
amorosos, suplicantes y arrepentidos puestos en El.
"¡Oh mi jesús! quiero aquí en el destierro mirarte conti-
nuamente y que mi mirada se confunda con Tu misericordiosa
mirada.
"¡Oh sí contemplarte a Ti, herniohara aiuigua y siempre nue-
va!... quiero vivir amándote vivir en la esperanza cierta y se-
gura de tu amor inmenso e infinito hacia mí.
"Mucho me puede ayudar en el camino del desprendimiento
y entrega total a Dios Nuestro Sefíor este pensamiento: imaginar-
me que vivo sola en el Convento y que Jesús igualmente c^'a
solo pendiente de mis acciones, de -mi amor, de mi fidelidad
para con El. de mis deseos de poseerlo a El únicamente.
"Ten tus ojos ¡oh alma mía! vueltos al Tabernáculo, ahí
está tu Esposo. . . tu Padre. . . tu Todo.
"Yo no soy de 'as creatuias, no son ellas las que dispon-
drán de mí, es Jesús, es nri Esposo el que decidirá de mi s^ierle.
las creaturas son simples instrumentos en las manos de Dios.
"Trabajar por estrechar todo mi horizonte a sólo Jesús, con-
fiar ]ilenaniente en El... El mi consuelo, la única alearía de mi
vida. LA UNICA REALIDAD...
— 15 —
"Yo no estoy sola, estoy en Dios, rodeada de Dios y Ei me
ama con amor eterno. Así como una gota de agua está perdida
en el inmenso mar. así lo estoy yo en la inmensidad de Dios
"Oh dulcísimo Amor mío, quiero atraeros a mi corazón y
conservaros en él.
"Vivid en mí, Jesús mío, yo no turbaré vuestro reposo.
"Xo te entristezcan alma mía, demasiado los sucesos adver-
sos, no te alcírren demasiado los prósperos. Sea tu. consuelo real,
tu alegría verdadera, la seguridad del amor de Jesús hacia ti y
tu confianza sin límites en El.
"Mi Jesús me ama con amor infinito. El me conoce por mi
nombre. El me tiene presente, El me lle\a grabada en sus ma-
nos.
"Estos mis ojos se volverán a formar para ver a mi Jesús
eternamente... con ellos mismos lo veré por una eteinidad . . .
con mis oídos lo oiré..*., con mi misma lengua lo bendeciré.
"Vivamos en íntima unión, me dijo Jesús al comulgar, ya
es tiempo que comprendas que es eso lo que quiero de ti.
"Después de haberte amado aquí en la tierra con delirio,
después de haber trabajado y sufrido por tu gloria y tu reina-
do, volar contigo al Cielo, es lo único, sí, lo único que mi co-
razón ansia, dulce Jesús mío...
"He dicho amado mío que deseo amarte aquí en la tierra
con delirio, trabajar y sufrir por tu gloria y tu reinado y después
volar contigo al Cielo. Sí Jesús lo quiero, y de este modo quiero
preparar mi eternidad.
";.Con qué armas cuento para realizar mi ideal .'' Mi corazón
es tuyo mi Señor, que el sea mi huerto cerrado donde sólo Tú
y yo vivamos amándonos con amor de esposos. Mis oraciones, mis
sacrificios, todo para tu GLORIA y tu REINADO, para tu con-
quista de las almas, para consolarte Jesús mío y reparar la in-
gratitud de los hombres. Desde luego, te ofrezco los esfuerzos
que ayudada de tu gracia voy a hacer por guardar el silencio,
el recogimiento de los sentidos, la guarda de mi corazón. Eno
— 46 —
todo esto a Tu silencio, a Tu rPcogiinieiito. a Tu oración \ lo
ofrezco para alcanzar el reinado de tu Amante Corazón sobre las
almas, especialmente sobre las almas de mis hermanos, y sobre
muchas almas de esposas que yo te pido traigas a esta Comunidad,
en las que pueda tu miserable sierva, formar Tu Divina Imagen.
"Propósitos: Jesús en todo, Jesús siempre, sólo Jesús. Estar
de continuo a sus pies, en realidad o en espíritu. Orar día y no-
che. Envolverlo todo en una dulce sencillez, modestia, orden y
recogimiento.
"La fe y la confianza en Dios obran milagros, mientras ma-
yor sean mi fe v mi confianza más seguridad tendré del éxito.
Con la fe ^ la confianza, ¡medo llegar a ser más poderosa que el
mismo Dios, porque la ataré las manos y tendré que hacer, mu-
chas veces, lo que yo le pido.
"Ser toda de Jesús, como que El y yo únicamente estuviéra-
mos en el mundo; o como que yo no tibiera más ser con quien
entenderme, todo lo demás que me rodea simples instrumentos. . .
El en todo, de El esperarlo todo, para El todo.
"El descansando en mi corazón, yo trabajando por El. El
recibiendo alabanzas, yo dándole toda la gloria. Darle gusto, au-
mentarle su gloria por todos los medios que están a mi alcance,
he ahí lo que deLe .ser mi única ocupación.
"Hay tantos seres que por una creatura lo sacrifican todo,
que viven como embelesados en el objeto de su amor ;.Por qué
Jesús no ha de tener algunas almas, que quieran hacer por El.
lo que. tantos hacen por seres creados? Sí. yo lo quiero guardar
aquí en mi corazón, rodearlo de amor, de ternura, de gloria:
como Santa Teresita le diré: "Amado mío descansa, ya traba-
jaste por mí. . ."
"Yo me lanzo a la lucha, mis armas, la fe y la confianza.
"Sacrificarse en todo v morir a todo por Cristo, debe ser
la ^ida de una verdadera Carmelita. Sin sufrir no se llega a
nada.
"Todo lo que Dios permite es lo mejor, tengamos pues mu-
cha paz, mucha confianza en todo lo que El permite. La gloria
de Dios debe ser lo único esencial, lo demás son detalles insig-
nificantes. GLORIFICAR A MI DIOS, es mi pasión dominante.
O TU GLORIA O MORIR. La gloria de Dios es lo más mío.
"Mi Amado Jesiis. hoy víspera de mis Bodas de Plata te
digo con todo el amor v la contricción de mi corazón: "TODA
TUYA O MORIR. TU GLORIA O MORIR ".
"Nada más. . . el amor y la contrición piden callar. . .' .
En verdad callar es lo único que se puede hacer, oyéndola
derramar el precioso perfume que encerraba su corazón virginal.
Bendecir al Señor v agradecerle profundamente que haya
elegido nuestro Monasterio, para engastar esta preciosa joya,
que será para siempre una de sus más puras glorias.
Antes de volverla a buscar en su vida exterior, sigámosla
todavía por los caminos de su alma, que se van haciendo cada
día más amplios, más hermosos, más divinos, el deseo de la
gloria de Dios la llena y absorbe completamente.
"Mi corazón ha ardido estos días en deseos de dejarme do-
minar por los intereses de Jesús. Darme vuelta alrededor de El
sin pensar en otra cosa.
"En la parte interior de mi alma siento un silencio muy gran-
de y deseo de cerrar la puerta a todo v vivir sola con El. Siento
como que Jesús va a llenar todos los vacíos, como que se acerca
para darse todo a mí. La parte exterior muv combatida, me en-
cuentro sola, desamparada, llena de terribles turbaciones, me pa-
rece estoy llena de pecados.
"He pensado que debo vivir de tal manera con Jesús que
a cada momento debo volver mis ojos hacia El. . . En momen-
tos de tristeza, de desaliento, de turbación, de ofuscación, mirar-
lo a El que es la alegría del Padre, el gozo de los Bienaventura-
dos, la fortaleza de los Mártires, la pureza de las \ írgenes, la
— J8 —
luz y el consuelo de todos los Santos: en Jesús lo encontraron
ellos todo ¿no lo encontraré yo también?
"Pienso que así como el infierno es tenaz y duro como una
roca para perseguir por doquiera los intereses de Jesús, así yo
tamijién, pobre creatura, he de ser dura, tenaz hasta lo inconce-
bible para buscar y procurar en todo la gloria de Dios \^ acre-
centar los intereses de Jesús. En cambio lo siento con tanto amor'
que me mira y atrae a Sí. Me quiere como un instrumento en sus
manos para su GLORIA. La gloria de Dios la deseo de tal ma-
nera, que siento verdadera pasión.
"Yo aunque miserable, me parece posible extender en el
mundo su Reinado, llegar a que sea dilatadísimo, valiéndome de
este medio. Aprovecharme de El, ofrecer continuamente esa Hostia
santa, inmaculada, pura. Todo me parece posible tratándose de
la gloria de Dios, de la gloria de mi Jesús, de darle gusto, de
que se cumplan sus deseos. Quisiera poseerlo todo para dárselo
a El. Mi felicidad la siento aquí, mi gloria sólo en esto. Siento
por El todo ese amor delicado de contentarlo, de glorificarlo,
de que todo sea Suyo. Miro a Jesús y no lo puedo imaginar
inactivo''.
Imposible era que el Señor no fuera respondiendo y conti-
nuando su obra en esta alma, que vivía en esta forma para su
amor, para su gloria. El ínismo la va asociando a sus divinos
intereses.
"En estos días, dice ella me ha parecido que mi liuen Jesús, me
pide que yo su vil creatura. fuera una cosa en sus manos para
su Gloria, la personificación de su Gloria. Me parecía sentirme
descargada de todo, solamente pesando sobre mí, la Gloria de
Dios y no porque yo la hubiera tomado, sino porque el duki'
Jesús la había puesto sobre mí, ni más ni menos que como un
jumentito que lleva la carga, porque su dueño lo cargó. Mi buen
Jesús no me indicaba nada, ni ninguna obra especial, abandona-
da únicamente en sus manos para su gloria y nada más. El ¿có-
— 49 —
mo lo glorificaré?... El lo sabe, yo no soy sino una cosa en
sus manos.
'"Pero después me ha parecido que para ser difina cosa para
su gloria, debo glorificarle, en el fiel cumplimiento de mis San-
tas Reslas. oficio v en todo lo que en cada momento me vaya
El indicando. El camino para glorificarlo y hacerme santa lo
tengo trazado en mis Santas Reglas, debo pues seguirlo. Cumplir
a la perfección todas sus obsenancias. ésta es la voluntad de
Dios y también se me manifestará ella en las órdenes de mis Su-
periores. Cumplirlas minuto a minuto, con prontitud, con alegría:
pero sobre todo con una inmensa dosis de amor, el amoi debe
ser el móvil de todo, el sello que deben llevar mis obras.
"Todo lo debo hacer por amor, crecer en el amor. vi\ir de
amor v consumirme en el amor.
"El amor que le debo a lui Jesús, me pide fidelidad en todo,
en lo grande como en lo pequeño. El amor que le debo a mi
Jesús, me pide tenga en El una confianza ilimitada, unida al
santo abandono. Sí. debo confiar en El en vida y en muerte,
en todos los sufrimientos del alma, del espíritu, del corazón
ó de! cuerpo.
"El amor a mi Jesús me pide abrazarme con una vida de
sacrificio, de abnegación, pues por este medio es como mejor
puedo probarle a mi Dios el amor
Y que bien cumplía nuestra amada hermana en la vida
diaria cuanto ella decía. Sus escritos y su vida son una misma
cosa, al leerlos una queda asombrada al ver el plan perfecto,
completo que se había trazado y cómo lo cumplía hasta en sus
menores detalles. La abnegación y el sacrificio, en su vida, ¡no
tenían límites, y eran el fruto de su amor, de su inmenso amor
a su Dios y a sus hermanas; por eso su Dios y su Comunidad
la amaban tanto.
El Señor la distinguía cada vez con mayores luces y con
mayor predilección. Su alma se simplificaba y unificaba más y
más. "Muy bien, muy bien, se le contesta a una consulta, que
— 50 —
el Ijuer! Jesús con -^u ainal)ilísiiiia \ di\ ina mirada la va\ a trans-
formando, hasta que El sea lodo en Üd. y Ud. desaparezca. La
mirada de Jesús es creadora, sanlificadora, transformadora. . . Por
su parte que mejor oración que esa niivada de su alma a Jesús,
no deje de mirarlo con mirada amorosa, suplicante, el Señor la
transformará y la hará vivir de su vida y la convertirá en Sí".
Más ella va siempre a su centro, que es el convencimiento
de su nada y le dice al Señor: ''desde que vuestro misericordioso
amoi husca a las almas para uniros con ellas, para consolaros
con ellas, creo que ésta es la primera vez que fijáis vuestros Ojos
purísinio'í, en un ahna que para unirse con Vos, no tiene más
base que su inmensa miseria. Fijáos lo que hacéis Jesús inío.
fijáos por Vos mismo. En cuanto a mí sumida en lo profundo de
mi nada sólo me resta decir: '"He aquí la esclava del Señor",
El Señor no se cansaba de iluminar su mente, en profundi-
zar su oración, en compensarle los esfuerzos continuos para lle-
narse de El.
"El otio día, dice, le di al Santo Crucifijo un beso en la
frente, sin ninguna intención particular, Jesús me lo agradeció
tanto, sentí mi alma bañada de dulzura, su sagrada frente pare-
cía caliente, parecíame comprender que El estimaba el cuidado
y deseo que siento y pongo en venerar sus ideas, sus pensamien-
tos, en despojarme de los míos para que El me haga participan-
te de los Suvos. Me parecía que en su mente divina liabía mu-
chas ideas y una sola idea, no como en la cabeza de nosotros
que hay tantas ideas, tantos desconciertos, tan poca firmeza. En
Jesús es muy diferente, hay ideas inmensas, dilatadísimas, nobilí-
simas, todo mucho y lodo uno, todo fecundo y todo real".
Más adelante se le sigue descorriendo el velo v dice: "He
contemplado a Cristo Nuestro Señor en la Cruz ; me parecía que
oraba por nosotros. En el Calvario había paz muy grande, un
silencio extraordinario. La oración de Jesús nuiy profunda, muy
intensa: pero con estas dos palabras nada digo, su intensidad y
profundidad son inexplicables, es la comunicación más íntima
— 51 —
y más profunda y grave entre Jesús y su Eterno Padre. Yo no sé
decir lo que ahí pasa, quisiera deshacerme ante esa Majestad,
quisiera ser nada, paréceme que reducida a nada adquiriría ese
silencio, esa soledad, esa profundidad para orar yo. como ora
mi dulce Jesús".
Sin duda que su oración sería muchas veces unida, a esa
profunda e intensa oración de su Espeso Crucificado y sería aso-
ciada realmente al sublime Sacrificio de la Redt>nción. llegan-
do en esos momentos a llenar la plenitud de su vocación en el
Carmelo.
SEGUNDO PERIODO DE NOVICIADO
Desde el año 1928 hasta el año 1937 a la Madre María! An-
gela, se la vió asiduamente ocupada en las tareas del Novicia-
do, muchas vocaciones le fué entregando el Señor para que las
cultivara y formara dentro de la vida Carmelitana. Su propósito
en este tiempo fué este: "Trabajar asiduamente en las almas que
Nuestro Señor me ha entregado, mis oraciones, mis sacrificios,
mi tiempo todo para formar en ellas a Jesús. Amarlas tierna-
mente en Jesús, no cansarme jamás de sacrificarme por ellas.
Dárselas a Jevsús, que vivan para su gloria; dárselas a mi Madre
Santísima. Nada para mí, todo para Vos, Jesús Mío.
"Debo olvidarme enteramente de mí misma, vivir para mis
hijas".
Así lo hizo su Reía, de la mañana a la noche, de la noche
a la mañana, no omjtía sacrificios, no omitía trabajos, no omitía
enseñanzas, nada de lo que ella veía menester. Entre las que
tuvieron la felicidad de tenerla por Maestra, ha dejado recuer-
dos que jamás el tiempo logrará borrar, porque no son recuer-
dos nacidos en afectos o simpatías naturales que pronto mueren,
sinó el recuerdo de las enseñanzas santas, profundas, llenas de
— 52 —
vida y de experienciii de la Maestra, que vivía tan hondamente
en Dios y cuyo espíritu estaba plenamente empapado en el es-
píritu y enseñanzas de nuestra amada y venerada Orden.
Su gran corazón, unido a su eminente espíritu sobrenatural,
hacían que su sistema de lormación no se resintiera ni de dema-
siada suavidad, ni de excesivo rigor. Se hacía amar por la afabi -
lidad de su trato, la dulzura y la alegría de su carácter y por
algo de bondad innata, que se desprendía de toda su persona y
se hacía respetar profundamente porque en ella no había nada
excesivo, ninguna condescendencia sensible, que pudiera dar lu-
giir a un afecto un lauto natural. Sabía mantener.<e siempre en
5u lugar.
Se la amaba hondamente, seriamente, con la solidez y pro-
fundidad de los afectos fundados sólo en Dios y en el aprecio
de las virtudes. Jamás permitía grandes atenciones con su Rcia.
velando que so pretexto de caridad, reconocimento o afectuosa
solicitud, no fuera a nacer algún sentimiento un tanto humano.
Ella comprendía todo el sentido de la verdadera caridad, que
busca ante todo el bien del alma y procuraba inculcarlo muy a
fondo.
Su corazón tenía tofia la amplitud del corazón maternal
para comprender a las almas: las dejalia dilatarse, expansionarse,
le gustaba ver a sus novicias espontáneas, naturales, alegres. Su
espíritu abierto hacía que buscara sieiripre. el no estrechar a las
almas en un solo marco. Nó, ella respetaba mucho los caminos
de Dios y las inclinaciones particulares y sin salirse de los lími-
tes de la formación Carmelitana, tan amada por ella, dejaba
que las almas siguieran su camino, tratando, eso sí, de rectificar
V encauzar lo torcido e imprimiendo suavemente el espíritu del
Carmelo, haciendo que este espíritu se absorbiera, se impregna-
ra, por decirlo así, en el alma de sus hijas, sin violeiUar. ni aho-
gar su propio espíritu cuando lo notaba bueno y bien inclinado.
Las debilidades, las faltas aún repetidas, no la desalentaban,
sabía muy bien ponerse al paso del alma que comenzaba a ca-
— 53 —
minar el sendero a veces áspero de la \irtud. Decía: "hay que se-
cundar la obra de Dio? en las almas y esperar con paciencia y
con bondad que El las vaya modelando, la crealura es sólo ins-
trumento, es el pincel del artista. Con el interés y la ifuinira
de Madre hay que cumplir esta delirada misión. \o hay que
asustarse de sus defectos, ni de ?u« pequeiías caídas, hay que
ejercitar la paciencia, que unida a la oración y a la bondad es
un arma poderosa para ganar la victoria".
Más si alguna vez era necesario usar de severidad, sabía muy
bien usar el cauterio de la corrección, con toda la energía que su
deber le señalaba, aunque nada había más contrario a su cora-
zón. Pero siempre procuraba que el convencimiento, más que la
imposición violenta, fuera el que proyectara la luz. sobre lo que
quería corregir, sobre lo que quería enseñar, o la virtud que que-
ría hacer fructificar.
I,a sencillez, la alearía, la expansión, la amplitud de mi-
ras, era lo que su Rcia. gustaba ver en sus novicias. Se igualaba
con ellas, tratando siempre de no hacerles sentir demasiado, la
diferencia entre su condición de Maestra v las de ellas co)no no- ■
vicias; pero al mismo tiempo había tal dignidad en su modes-
tia y sencillez, en su condescendencia v llaneza, que no podían
menos de rodearla del más profundo respeto, mezclado de vene-
ración, cariño v de afectuosa confianza, nadie nunca pudo sen-
tir con ella encogimiento o timidez.
¿Qué había en su Rcia. que tan bien sabía reprender sin
herir, corregir sin amargar, ser Maestra sin hacer sentir el peso
de su autoridad?
Era el reflejo de su Dios, que se transparentaba en ella a
pesar de la extremada modestia de su persona; era grandeza v
abatimiento, dignidad v sencillez, serenidad siempre, humildad
en todas partes, candor de niño mezclado a veces de simpáticas
picardías, luz clarísima intelectual y espiritual para \'erlo. com-
prenderlo y luzgarlo todo, según Dios.
Fué Maestra que procuraba suavizar las asperezas. Que por
— 54 —
sobre todo hacía amar las Santas Reglas y Constituciones; que
hacía sentir la suavidad del yugo del Señor, más que el peso de
su carga; que sabía insinuarse con tanta suavidad y discreción
que la obediencia jamás la hacía dificultosa ni menos dolorosa.
Compendia toda su obra en estas hermosas palabras: '"Yo
veo que con mis hijas puedo contar, pero comprendo que Nues-
tro Seiior me pide que me ponga en un terreno superior a ellas,
que encuentren en mí la Madre santa que las lleva al Señor, la
Madre desprendida de las cosas de la tierra, que las eleva, que
no las deja apegarse a nada de lo terreno".
El señor sabe cuán ampliamente cumplió hasta el último ins-
tante de su vida éste que El le pedía en el fondo de su cora-
zón.
La \ '¡da la había ido llenando de ciencia espiritual, de pru-
dencia y de experiencia. Oigamos los pensamientos íntimos, que
por esta época nos deja:
''Hablar muy poco con las creaturas y mucho con Nuestro
Señor.
"Poniendo empeño en contrariar y combatir la propia vo-
luntad en cosas pequeñas, se adquiere el hábito de vencerse en
las grandes y aún se llega a adquirir gozo y satisfacción en ello
y a elevarse tan alto, que no se tenga voluntad propia, hallando
su contento en todo lo que suce<3e ya sea próspero o adverso. En-
tonces se puede decir con propiedad que se cumple siempre la
propia voluntad, pues todo suceso es conforme a la voluntad
del que no tiene ninguna.
"Estos pensamientos me han alentado e iluminado:
"En esta vida estamos para preparar nuestra eternidad y
es un valle de lágrimas ; por lo tanto no debo buscar en ella
descanso, sov un viajero que camina a su tierra.
"Soy toda de Jesús, por lo tanto no debo buscar el amor,
el aprecio, la aiirohación de la? crealura?. Qué pax. qué consuelo
para el alma que nada busca, que nada espera, que goza con
el olvido, con el deíprecio, que está sobre todas estas cosas. . .
que Jesús le hasta.
"El amor a Jesús debe ser perpetuo y para ello es menester
mantenerlo con actos interiores, como se alimenta con aceite la
llama de la lámpara que arde delante del Altar. Desde la maña-
na a la noche fijar una mirada de amor a Jesús. "Mirarlo por
amor y con amor.
"¡El Cielo!... ¡Oh Patria mía!... En el Cielo tendré una
eterna amistad, será un maliimonio perfecto de mi alma con
Jesús. . . nada tendré ya que temer. Habrá una unión entre
los dos cuva sabrosa intimidad no me es dado entrever en esta
vida miserable... En esta unión con mi Jesús, hallaré la amis-
tad y la unión con los bienaventurados.
"Mientras suspiramos por la vida eterna que nos revelará
a este adorable Desconocido, es decir a nuestro l)uen Dios, medi-
temos aquí en la tierra lo que no conocemos, meditemos en las
divinas perfecciones. Volvamos muchas veces sobre esta verdad
capital "de la Humanidad de Nuestro Señor a su Divinidad v
de su Divinidad a su Humanidad".
"A par de la presencia real de \uestro Señor en la Eucaris-
tía, hay otra presencia real personal viva y vivificante del Espí-
ritu Santo en la Iglesia. Pero para que el Espíritu Santo "no?
sugiera toda verdad" es necesario el recogimiento, el silencio def
alma, el silencio exterior. Si el alma no eetá recogida el Espíritu
Santo- se callará: su dignidad infinita no le permite ordinaria-
mente hablar cuando no se le escucha.
"Lo que debe preocuparme siempre, lo único que debo inves-
tigar en todo, es saber lo que Nuestro Señor piensa de las cosas.
Cualquiera otra apreciación me debe ser indifeiente. . . ; nie sirve
ésto para la gloria de Dios? . . . Esta es la primera pregunta que
debo hacerme en presencia de todas las cosas.
— 56 —
'"Cuando Dios llegue a ser lo único necesario pava mí, enton-
ces será tamJjién mi único Señor.
"Debo descansar en Dios únicamente v nó en mí misma ni
en creatura alguna, Dios debe ser mi CENTRO.
"Dios mío, escondadme lejos de las agitaciones de los hom-
tres, en el secreto de tu Faz".
PRIORA DURANTE DOS TRIENIOS
1937 - 1943
Llegó para la Rda. Madre María Angela, uno de los momen-
tos ¡nás difíciles de su vida, al presentirlo se va a refugiar ai
Corazón de Jesús y le dice: "Me entrego enteramente a Vos en
estos momentos tan difíciles para mí, me abandono por entero
•en vuestras manos, que se cumpla en mí vuestra santísima Vo-
luntad, que todo sea para vuestra mayor gloria. Vos sabéis hasta
qué punto está atribulado mi corazón. Vos sabéis muy bien que
no deseo sino cumplir vuestra Santísima Voluntad, por eso Se-
ñqr, dejo que hagan de mí lo que quieran; pero Vos cuidad de
Tuestra pobre hijita, me abandono en vuestro Sagrado Corazón
como en el corazón de mi Padre.
"Propósitos: Mantener mi corazón recogido, tranquilo. Man-
tener mis potencias recogidas en mi interior dejando las cosas
que rae rodean, ocupándome con ellas en el amor. Evitar hacer
comentarios de nada de lo de la tierra, dejemos lo transitorio.
Ocúpate ¡oh alma mía! en solo tu Dios, su gloria y su volun-
tad . . .
Inundada su alma en los grandes penisamientos de la glo-
ria de Dios, del cumplimiento de su Voluntad y de hacer todo
el bien posible a su Comunidad a la quo tanto, tanto amaba, asu-
mió su gobierno.
Todo lo puso a su servicio sin medida. Su tiempo, su cora-
zón, su inteligencia, su caridad sin límites, su prudencia, su pa-
Di
ciencia; todo el cortejo de hermosas virtudes que como hemos
visto, adornaban su ahm, afianzadas por el caudal de su expe-
riencia adquiridas en una vida profundamente vivida. Seis años que
dejaron una huella imborrable en su Comunidad, una gratitud pro-
funda en cada corazón. Permítasenos recordarlos Qon cariño, con
agradecimiento, con admiración.
Se hizo toda para todas, en su corazón dilatado como el
mar, todas teníamos cabida sin distinción, fué para cada una la
madre más tierna, la amiga más sincera, la hermana más queri-
da y abnegada.
Su corazón estaba siempre dispuesto y pronto para conso-
lar o para ayudar con algún consejo santo v sabio a quién lo
reclamaba de su Reía. Se podía contar en todo momento con su
interés verdadero y con el cariño más sincero de su corazón, que
lo ofrecía lleno de caridad hasta los bordes.
Tenía un ideal muy alto para su Comunidad, para realizar-
lo oraba por ella en esta forma; "Señor que entre nosotras haya
mucha observancia, para que reine el espíritu que nuestra Santa
Madre desea ver en sus hijas. Espíritu de humildad, de caridad
fraterna, espíritu de oración, de silencio, de recogimiento, de so-
ledad, de desprendimiento de todas las cosas de la tierra, de ale-
jamiento del mundo y de sus máximas. Espíritu de pobreza, de
niortificación, de obediencia; que seamos verdaderas hijas de nues-
tra Santa Madre y de nuestro Padre San Juan, que bebamos
y nos inpregnemos totalmente de su espíritu.
"Señor que en todo tiempo haya almas de mucha oración,
de mucha unión con Dios en esta Comunidad...".
Contribuir a realizar este hermoso ideal, fué el blanco de
todos su esfuerzos, el principal fin de todos los caminos que se
propuso recorrer.
Ella define mejor que nadie su misión en cada circunstancia
de su vida v se señala y escoge los medios más a propósitos para
réalizarla, dice así:
"Acordarme que soy Madre, la caridad, la dulzura para-to-
— 5íj —
das con igualdad: hacerles todo el bien posible, no amargar los
corazones, guardarles las espaldas sus secretos; cuidarlas, aten-
derlas, ser verdaderamente "Madre tierna" pero Madre espiritual,
Madre que debe llevar las almas a Cristo, que no las debe dejar
empequeñecerse. Tener yo miras muy elevadas, acordarme que
soy y que son esposas de Cristo".
Y en olra parte completa su plan: "Señor mío, por tu amor
quiero amar a mis hermanas con todo mi corazón, no juzgarlas,
no tomarles mal sus cosas, amarlas como una Madre cariñosa ama
a sus hijos pequeñitos. Ser la personificación de la bondad, pero
no de la bondad que se rebaja a la debilidad, sino de la
bondad que desea todo el bien, toda la santidad, para sí y para
las que ama; y que la busca no por medios ásperos sino por la
CARIDAD QUE BROTA DEL CORAZON DE CRISTO...".
He aquí todo el compendio de su gobierno. Sí, su corazón
se había hecho muy semejante al Corazón de Cristo, la caridad
ardiente era el único móvil de todas sus obras, de todas sus pa-
labras, ella ruega al Señor la dirija en todo, le dice: "Al hablar,
Dios mió, quiero que sea para llevar las almas a Vos, para conse-
guir hacerlo con caridad, con paciencia, con dulzura, la dureza
a nada conduce. Dadme la gran ciencia de saber OIR y de saber
CALLAR. Jesús mío hablad Vos por mí, estad en mi corazón, en
mi pensamiento, en mi lengua. Que yo vil creatura sea otro Cristo.
Al caminar, al moverme, al afanarme en el desempeño de mi
cargo, sea todo por Vos, por vuestra mayor gloria".
Este era el secreto por que atinaba a hacer siempre lo mejor.
Sus consejos eran tan llenos de sabiduría; verdaderamente mora-
ba en su Reía, este precioso don del Espíritu Santo. Y lo admi-
rable era, que para todas las situaciones, para todos los proble-
ma», para todas las necesidades, para todas las penas, encontra-
ba la definición, la solución, el consuelo, justo, preciso
que la persona que se dirigía a ella había menester. Al don de
sabiduría se unía en su alma el don de consejo. Con qué con-
fianza y con qué seguridad podía uno irle a exponer sus du-
— 59 —
das, a pedirle su dirección, enseñándole la experiencia que siem-
pre indicaba lo mejor, lo más prudente, lo más conforme con el
espíritu de Dios. A ciegas se podían seguir sus consejos en la
seguridad que se tomaba el mejor camino.
En su Rcia. se iban a depositar todos los corazones, para
todos tenía el suyo amplia acogida. Más no se adelantaba, no la
movía ningún celo indiscreto, no se economizaba eji nada, tampo-
co se prodigaba: era dirigida por una sabia prudencia que im-
primía en su Rcia. una santa dignidad.
En los Capítulos Conventuales sabía muy bien imprimir su
espíritu. Se expresaba con mucha facilidad y sus exhortaciones
eran siempre muy profundas.
Había un pensamiento sobre el que giraban todas sus de-
más ideas, que nos miráramos y miráramos a nuestras hermanas
como los templos vivos del Espíritu Santo. Mirándonos así, con
qué respeto, con qué amor, con qué espíritu de fe, con qué cari-
dad nos debíamos considerar, servir y ayudar. El Convento como-
la Casa de Dios, todo lo de él como la posesión de Dios, que
ponía a nuestro servicio; por lo tanto agradecerlo, cuidarlo, y
j espetarlo. Exhortaba a vivir y a obrar en todo con un gran espí-
ritu de fe. La penetración y conocimiento que tenía de las almas,
le inspiraba el consejo y la corrección que debía hacer, a veces
en forma tan hermosa, tan inesperada. Sabía disculpar la falta
y al mismo tiempo mantener un principio de disciplina con el que
guardaba el espíritu religioso de su Comunidad. A la vez poseía
el don de endulzar las amarguras, de suavizar las asperezas
del camino de la vida y por sobre todo el de hacer amable la
virtud.
Se encerraba en esta alma religiosa tan humilde.^
tan modesta, un principio orientador, un algo de profundi-
dad quf [jonía como un contrapeso seguro en todo lo que la ro-
deaba; había, también, un principio poderoso de vitalidtid, de
entusiasmo, con lo que comunicaba vida, movimiento, adelanto a
las personas y a las cosas que tenía junto a sí.
— 60 —
Tenía un espíritu progresista, emprendedor, animoso. Con
la armonía que la caracterizaba, daba a lo sobrenatural y a lo
humano su justo \aIor. Así se la vió siempre empeñosamente
preocupada, del bien \ del adelanto espiritual v material de su
Comunidad.
Pasado poco más de un año de su gobierno pagamos junto
con toda la región, un tributo doloroso al terremoto del 39. Des-
de entonces se la vió incansable por juntar y adquirir los medios
económicos, que la permitieian reparar v mejorar la situación
difícil en que veía a su amado Convento. Como su Santa Madre,
no contaba con una blanca para su reparación, pero no se arre-
dró, buscó la cooperación en primer lugar de todas sus hijas,
las que sin omitir sacrificios, la ayudaron cuanto pudieron con
el trabajo de sus manos, contribuyendo con él a reunir algunos
fondos. ¡Con qué muestra de profunda gratitud y alegría recibía
nuestros trabajos! "Comprendo decía, que así cumplen el punto
de Regla que nos señala el trabajo para vivir, pero se también,
los sacrificios que se imponen y ésto no me puede dejar de dar
mucha pena", como Madre vigilante fomentaba entre sus hijas
ej espíritu de trabajo, pero velaba porque se mantuviera en él.
el justo límite que la prudencia señalaba. Mas como veía impo-
sible hacer frente solas a la situación, acudió a solicitar la ca-
ridad de cuantas personas creía la podían socorrer. El Señor la
ayudó en su empresa moviendo con grande eficacia los corazo-
nes, con lo que tuvo su Rcia. el inmetiso consuelo de dejar repa-
rado, al término de su segundo trienio, la mayor parte de los
daños causados por el terremoto, en el interior del Convento.
La Capilla fué su primer pensamiento, logrando, junto con
la abnegada y eficiente cooperación de un miembro de la fami-
lia de nuestras religiosas, que se renovara por completo; pudién-
dole ofrecer en ella a su Dios y su Señor, una Morada pequeña,
— Ci-
pero hermosa, eii donde todo llama al recogiminelo \ la ora-
ción
En seguida se preocupó de refaccionar el Coro de la Comu-
nidad, dejándolo en la forma más digna que su Rcia. pudo, pen-
sando que es como el Cenáculo de donde sube al Cielo la oración
de la Iglesia, va sea en forma privada o litúrgica, de las almas
consagradas al Señor.
Después ocuparon su principal atención las celdas. ¡Cuánto
sufría viéndolas en estado ruinoso! Nosotras nos mostrábamos muy
conformes, pero su corazón de Madre no lo estaba: ella sabía que
la celda es el centro de la vida de una Carmelita, su santuario
íntimo, el lugar de su trabajo y de su descanso. No omitió sacri-
ficios hasta que nos vió a todas en una celda pobre sí, pero lim-
pia V recogida, de blancas paredes, reflejo de la blancura que,
también deseaba para el alma de sus moradoras. Las demás
oficinas ocuparon su atención igualmente, mejorándolas cuanto
pudo.
Hasta el final de su gobierno siguió trabajando y preocu-
pándose sin demostrar cansancio, aunque a veces eran muy gran-
des los esfuerzos que tenía que hacer, por mejorar la situación
económica de la Comunidad.
Impulsaba el interés, el cariño y el entusiasmo para sacrifi-
carse en bien de su querido Convento, para lo cual procuraba
con delicado tino, aprovechar en favor de él. todas las aptitudes,
todas las disposiciones con que Dios enriquece el conjunto de
una Comunidad. Es deber, decía, de una Priora, recoger todos
estos valore?, impulsarlos, encauzarlos, y dejarlos desarrollarse,
sin absorberlos, encaminándolos a la gloria de Dios y al pro-
vecho y adelanto espiritual y material del Monasterio.
Su amor a la observancia siempre fué para su Rcia. una
nota vibrante, que la mantenía alerta. Con emoción se leen sus
— 62 —
propósitos durante todo el curso de su vida, haciéndose un lla-
mado al silencio, a la puntualidad, a la perfección de las cere-
monias. Pero le gustaba una observancia sencilla, humilde, llena
de caridad y sobre todo una observancia en que no entrara para
nada la costumbre o la rutina. Expone tan hermosamente su pen-
samiento refiriéndose el conjunto de pequeñas observancias a que
nos tenemos que someter, adaptándose para sí, las bellas ideas de
Tissot, referente a ellas, tomadas de "La Vida Interior", obra
que admiraba y gustaba con entusiasmo a su Rcia., dice así: "En
nuestras Santas Reglas o en el Ceremonial hay muchas reglas pe-
queñas, pero en ellas no debo ver su pequeñez, sino respetar la
voluntad de Dios que se encierra en lo pequeño y esta voluntad
es siempre grande y adorable, hasta en los más ínfimos detalles.
Nuestro Señor está tan real y verdaderamente presente en una
hostia grande, como en una pequeña, como en una partícula.
Una cosa parecida sucede con la voluntad de Dios, las más insig-
. nificantes prescripciones de mi Regla, la contiene toda entera. Así
como en la Comunión me engrandezco con mi contacto con Dios,
así también, en la fidelidad al deber por pequeñas que sean las
observancias a que me someto, mi alma se ensancha y se dilata
por mi contacto con Dios. . . y ésto es lo único que debo buscar
en mi fidelidad a las cosas pequeñas: establecer entre Dios y yo
un contacto perfecto, más continuo, más absoluto, de tal mane-
ra que al fin no haya punto alguno que de El me separe.
"Debo comprender que mi fin no es ajuslarinp a las prescrip-
ciones, sino ajustarme a Dios en las prescripciones".
Difícilmente se podrá definir en forma más elevada el fin
de las observancias religiosas y quién así las miraba, es natural
que hubiera tenido un amor y un celo, muy en Dios, para guar-
darlas y hacerlas guardar con toda fidelidad.
Durante su Priorato se entregó a la Orden el nuevo Ceremo-
nial. ¡Con qué amor, entusiasmo y respeto fué recibido por su
Rcia! Con toda la fuerza de su voluntad comenzó su estudio
y procuró que la Comunidad lo fuera poniendo en práctica. Sien-
— Ga-
do prolija para consultar las dudas, a fin de facilitar su mejor
interpretación y su total cumplimiento, lo que le daba ocasión
de mantener una continua correspondencia con nuestros Padres,
con los que siempre tuvo la Rda. Madre una unión muy gran-
de, un aprecio muy sincero y un afecto filial no desmentido.
Incompleto quedaría el cuadro de su Priorato, si nada dijé-
ramos del aprecio y hondo cariño que le ofrendaron cuantas per-
soiias que por su cargo tuvo la oportunidad de conocer o de tra-
tar, aunque fuera por correspondencia. Entre éstas ocupan su
primer lugar los sacerdotes, religiosos y religiosas. Cuánto se in-
teresaba por sus obras, necesidades y sobre todo por su santi-
ficación, eran objeto constante de sus oraciones y de sus aten-
ciones.
Las personas seglares de cualquier condición, que la trataron,
descubrieron sin excepción en su Rcia. a la religiosa santa, pru-
dente, llena de comprensiva caridad, con la que podían compar-
tir sus penas y alegrías y en la que podían buscar un santo y sabio
consejo. Comprendía el corazón humano, sus deljílidades, sus
caídas, volaba sobre el mal, pero se sabía compadecer de todas
las necesidades que llegaban a golpear su corazón.
Dijimos que las personas de fuera del Convento descubrían
en su Rcia., a la verdadera religiosa. En realidad la tenían que
descubrir porque en el trato con ellas, era especialmente humil-
de y modesta, su gran empeño era desaparecer; cuando íbamos
al Locutorio, por regla general, era la que menos tomaba la pa-
labra. Para su trato externo tenía estos dos propósitos: "Al es-
cribir acordarme que soy religiosa, procurar hacer el bien, pero
sin afectación.
— 61 —
■'En el Locutorio pensar que soy religiosa, procurar hacer
el bien, ser espiritual, todo con sencillez, con naturalidad".
Justamente estas reglas eran las que contribuían a ganarle
todo el aprecio, todo el cariño y por las cartas recibidas des-
pués de su muerte, podemos decir con verdad, la admiración de
cuantos la conocieron. En cuyo número se cuentan, en primer
término, las familias de las- religiosas, las que sentían honda-
mente comprometida su gratitud con su Reía., pues todas sin ex-
cepción fueron objeto de sus más delicadas atenciones, de su
cariño más tierno y de sus más fervorosas oraciones.
Las grandes dotes de gobierno que demostró en el curso de
estos seis años hacen que podamos concentrarlos fielmente en
estas dos palabras: Su Gobierno fué sabio y prudente.
\ como sello final queremos dejar constancia de su amor
.y su interés por todo lo que se relacionaba con la Diócesis, soli-
citando sie.-npre para ella, en especial por sus necesidades e inte-
reses, los que miraba como cosa propia, las oraciones y los sacri-
ficios de sus hijas. Era para ella un consuelo y un goce espe-
cial, cuando en forma general o en casos particulares, se venía
a solicitar la ayuda espiritual de la Comunidad, diciendo: "ésto
es para mí la mayor prueba que se aprecia la oración y se cono-
ce nuestra vida". Agradecida se empeñaba mucho en rogar por
lo que se le había encomendado.
Junto con el amor a su Diócesis, había en su Rcia., un apre-
cio y un respeto muy grande por su digno Prelado, acatando en
todo momento con la mayor veneración y sumisión hasta sus
menores órdenes, mirándole siempre, como el representante di-
recto de Dios en el gobierno de su Comunidad y el lazo visible
que la unía con su ¡vfadre la Santa Iglesia.
Por su parte su Excelencia, fué para la Reverenda Madre
el apoyo más eficaz el sabio consejero, el consuelo y el sostén
de los últimos años de e-sta alma que se había consumido en el
servicio del Señor. Permítasenos hacerle llegar desde estas pá-
— 65 —
ginas. la más sincera gratitud, en nombre de su Reverencia > de
toda esta Comunidad.
MIRADA A SU INTERIOR
\dmirables son los designios de Dios v llenos de miseri-
cordia para sus hijos. Entre esos designios de misericordia con-
tamo- el que nuestra querida Madre, nos hava dejado sin des-
truir los borradores en que exponía gran parte de las intimida-
des de su alma, en estos años que ella llama, ia última etapa
de mi vida". Valiéiidonos de ellos para nuestro propio ejemplo
y para que el conocimiento hasta el final de su preciosa alma,
contribuva a que se alabe v glorifique la acción de la gracia
de Dios en sus escogidos. Ío* expondremos con verdad y con
sencillez, como lo hemos hecho hasta aquí, en esta reseña fiel
de su vida.
Como en todo el curso de su camino espiritual, la vemos
animada por los sentimientos de su miseria, de su pequeñez. de
su nada v por otra parte avivando su confianza y su amor y dis-
poniéndose con estas dos armas, por un lado a resistir los ataques
del enemigo v por otro a abrir su alma a la amorosa y santifi-
cadora acción de Dios.
Su pensamiento dominante es. el que está caminando su '"úl-
tima jornada"' y el deseo de reparar su pasada tibieza, avivan-
do su vida de amor y de intimidad con su Señor. Para conse-
2uirlo se propone fomentar mucho el espíritu de oración. Su
2ran deseo es poner su alma en gran sosiego, en profundo reco-
ííimiento v en\olverlo todo en paz.
Pone estos pensamientos como puntos de apoyo de la joma-
da que se propone recorrer:
"En el ocaso de tu vida te examinarán en el amor ". ("N. P.
S. Juan de la Cruz).
"Sólo una cosa hay que hacer aquí abajo "AMAR A JESUS '.
• Sta. Teresita).
— 6f) —
"¡Qué dulce es morir cayendo en las manos del que mucho
se ama: JESUS!
Y deja estos propósitos como medios eficaces para llegar
hasta el fin.
. "Debo recogerme lo más posible a mi interior, ayudada de
la gracia debo aspirar a no salir nunca de ahí.
"Callar, dejárselo todo a Dios, obrar siempre con suma rec-
titud.
"Es necesario servir al Señor en toda circunstancia, en la
salud como en la enfermedad, en la vida como en la muerte, de
El debemos ser siempre.
"Dios y las almas. . . yo en completo sacrificio. . .".
En. esta época de su vida espiritual se fueron ampliando más
y más para su alma dos grandes y fecundos horizontes. Primero
su Madre la Santa Iglesia. Tuvo sobre ella luces muy especia-
les para .comprénder su vida, su acción santificadora, el signifi-
cado hermoso, profundo dé su Liturgia. En esta vida de imión
con su Madre la Iglesia, decía Su Rcia. había encontrado la píe-'
nitud de su vocación Carmelitana. Su oración se hacía cada
día más universal. Con qué amor y reverencia hablaba y oraba
por el Santo Padre y por toda la Jerarquía Eclesiástica.
También la Acción Católica la preocupaba y le interesaba
en extremo, comprendía con especial luz, su alta misión y oraba
constanlemente por ella.
Eran objeto de sus plegarias todas las intenciones de la
Iglesia universal. Todas las naciones. Los enfermos del alma y
del cuerpo. La niñez, la juventud. Todas las necesidades de todos
los individuos que pueblan la tierra. Su oración se derramaba co-
mo benéfico rocío por el mundo entero, su corazón ya no cono-
cía ni límites ni riberas.
Su alma tenía el sentido de ir siempre al centro, por ésto
la mayor unión ron su Madre la Iglesia la buscaba en la Santa
Misa. Con que asidua constancia se la veía cada mañana, siguiendo
en su Misal las oraciones de la Misa del día v recorriendo en
— 67 —
él. todo el movimiento de la Liturgia de la Iglesia. Su Dios
respondía a sus esfuerzos. "He tenido, dice su Rvcia, este tiem-
po, muchos llamamientos del Señor a un amor y penetración
muy grande de la Santa Misa. ¡Qué tesoro, qué tesoro! Hay
que aprovecharse de ella, podemos salvar al mundo con la San-
ta Misa unidas íntimamente a Jesús".
El Oficio Divino era otro de los grandes medios por el
que vivía la vida de la Iglesia ¡qué aprecio, qué conocimiento
tenía de su valor! "En ningún momento de su vida, decía, una
Carmelita es más grande que cuando formando parte del Coro
de su Comunidad, entona las alabanzas del Señor; la eficacia
de su oración entonces no tiene límites, por eso si quiere con-
seguir algo, ahí es donde del)e pedirlo, mejor que con cualquie-
ra otra devoción privada: en esos momentos su nada desaoarece,
ella es la Iglesia que ora' .
Fiel a sus ideas no omilía sacrificios para rezarlo en Comu-
nidad, sobreponiéndose a veces con fuerza increíble a sus enfer-
medades. El grave mal a la vista que sufría y la delicada ope-
ración a que había sido sometida, era causa por de más
justificada para dispensa en el Oficio Divino; pero jamás fué
motivo para que su Reía., lo omitiera un solo' día. El Señor
compensaba con creces sus heroicos esfuerzos. Una religiosa que
junto a ella recitaba el Oficio Divino nos decía: "Cuántas veces
despertaba mi tibieza con solo mirar su semblante recogido y son-
ricnlp. parecía estaba muy lejos de la tierra". Su Reía., al abrir-
se íntimamente y consultar su alma, nos revela el secreto. Dice
así:
"Hay veces que cuando rezo Maitines, siento con los oídos
del alma, que sale del Sagrario una armonía como un dulce
canto. Esto me hace comprender la unión de oración que hay en-
tre el Oficio Divino y Jesús que ora constantemente desde su
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Tabernáculo. Aquí no hav nada Je extraordinario, porque todo
lo que experimento es tan sencillamente, no sé como explicarlo;
es como si tuviera en el alma una vibración, que si la toca INues-
tro Señor, me hace sentir lo que El quiere".
Su Señor la hacía sentir y participar de toda la armonía,
de todo el sentido de la oración litúrgica, desde su modesto
Eslal Caímelitano. Sin duda El. también, percibiría desde el
Sagrario, como una dulce canción, la oración de esta humilde
Carmelita.
El segundo horizonte en que se dilataba su alma era el
de la gran doctrina de nuestra Incorporación a Ciisto. "Siento,
dice ella, que en mí se está desarrollando esta sublime doctri-
na; por lo tanto debo estudiarla, asimilármela, vivirla. Morir
a mí misma para que Cristo viva en mí, ésto es lo único que
quiero, Aceptarlo todo unida a El para que las almas se sal-
ven, mi única ambición.
"Todo, lodo unida a Jesús, El obrando en mi, El prolon-
gando su vida en mí. He llegado a persuadirme que para mi no
hay otro camino, ni otra espiritualidad que CRISTO. Le siento
en mi alma como que descansara en ella apaciblemente, lo en-
tiendo aunque nada me diga. Su mirada con la que me encuen-
tro con frecuencia, es dulce y amorosa. Yo descanso a su lado
tranquilamente y lo miro en sus misterios; pienso mucho en ellos,
pero nó como quien quiensa. sino como quien mira amorosa-
mente V adora. Yo no tengo hermosas ideas, ni lindos conceptos,
no puedo hacer más que mirar y adorar lo que INuesIro Señor
me hace sentir y no sé explicar.
"Algunas vecrs parece que V()\ a penetrar profundamente
y me quedo como un hambriento al que le dan una migajita. una
gotita de agua que aumenta su hambre y su sed. Siento también
como si. llegara a mi alma una melodía, un eco del Cielo, la
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suavidad del alma es muy grande: pero nunca, nunca se siente más
desterrada. ¡ Qué verdaderas encuentro entonces esas palabras de
la Salve 'ios desterrados hijos de Eva"!.
Deja sentir a su alma la soledad, el destierro, su gran debi-
lidad. La refiere con una comparación: "A mí me hace el efecto
que ésta mi pobre alma que tengo metidita aquí adentro, fuera co-
mo una cañita débil azotada por el viento, a veces por verdaderos
huracane?, casi se quiebra, gime en su soledad, pero permanece
firme. Digo "soledad" porque me parece que está colocada en
una región muy solitaria de toda creatura. Ayudada de la gra-
cia de Dios, yo he buscado esa soledad y la amo intensamente,
por nada del mundo la quisiera perder, trabajo cuanto puedo
por aumentarla. La imagen de mi alma en esta vida, es la de
esa frágil cañila v su felicidad, está en su soledad. Se me hace
tan necesario ir apartando todo lo que sea algo. En muchas co-
sas no sé como hacerlo. En esta ignorancia, procuro que la pobre
caña se esté tranquila, a su tiempo el Señor le dará luz. le dará
el manjar y la liebida en abundancia. El la saciará".
A veces la luz caía sobre su propio conocimiento. "Estoy
reducida a la nada. Si me miro a mí misma entonces veo cla-
ramente, que sov una nada llena de pecados, por eso casi no
me miro. Desde el fondo de mi alma hav continuamente este
clamor "Jesús mío misericordia", en él se unen v se recogen
todas las potencia? de mi pobre alma y siente el amor y el
dolor más intenío. En este amor y este dolor parece fuera envuel-
to el abandono y resignación más completa. Al Señor no lo sien-
to lejos, al contrario, algunas veces tan cerca que no sabría co-
mo explicarlo, es como si sintiera la respiración de Dios. E?. un
amor y una pena muy profunda, comprendo tan claramente que
soy una gran pecadora y la cercanía de su Divina Majestad me
es muy penosa, mientras más amor me imagino ?entir de El a
mí, mayor es mi dolor. Nuestro Señor mostró a Santa Gertrudis
un alma que acababa de morir, El la llamaba con mucho amor
y el alma se mantenía esquiva y triste. Le manifestó Nuestro Se-
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ñor a la Santa, que era porque el alma no estaba aun piirific-ada.
Parece que fuera mi retrato. . . Después de ésto me queda un
deseo muv prande, de evitar toda falta por pequeña que sea y
llevar la vida más pura que me sea posible".
Pero no se quedaba en su miseria dice después: "A pesar
de ser la que foy. siento hamlire y sed de Dios y a pesar, tam-
bién, de las sublevaciones que en la parte inferior se levantan de
cansancio, de tedio, siento tan vivamente en la parte superior a
Nuestro Señor que me llama, parece decirme: "Hija dame tu co-
razón". "Piensa tú en Mí y Yo pensaré en ti". Siento una gran
necesidad de callar, no solo exterior sino interiormente, para así
oír lo que ¡Vuestro Señor me enseña en silencio dentro del alma.
Siento un alp;o inexplicable, es como un llamamiento a una inti-
midad muy grande con el Señor. Parece que El quiere ser ente-
ramente mío, pero que yo sea enteramente suya. Le represento mis
terribles dificultades, ¿cómo la miseria más miserable acercarse
a la suma Santidad? pero al presentárselas se me deshacen,
pensando que es El, el que me llaina, que El lo vé todo, lo sabe
todo. Y por fin veo que El no ha venido por los justos sino por
los pecadores y me digo: Si es así A'amos.
"Segunda dificultad ¿cómo dejar tantas ocupaciones y aten-
ciones como este cargo de Priora impone? Esto se soluciona, tam-
¡)it'i!. porque el Señor me da luz y me hace comprender, que la
manera de salvar esta dificultad, no está en dejarlas sino en abra-
zarme con la abnegación y el sacrificio. El quiere que me sacri-
fique por mi Comunidad y por cada una, hasta el último grado
y en silencio. El silencio jne lo pide mucho, silencio en el sacri-
ficio, silencio en las sublevaciones de mi amor propio, silencio
en todo, absolutamente en lodo "JESUS CALLABA" asi siempr?
se me presenta por modelo.
"En resumen me pide el Señor: 1." que \'iva t meramente
abandonada en sus manos, que descanse en su Corazón con ple-
na confianza, en un silencio muy grande de todas las potencias
y me ocupe sólo en mirarlo v en amarlo.
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2." Que me entregue en sacrificio total a las almas, que lo
mire a El en ellas y que para hacerles todo bien, no debo bus-
carme en nada a mí misma: renunciando a mis pensamientos,
ideas y deseos, para que penetren en mí, los pensamientos, ideas
y deseos de Nuestro Señor, a fin de que todo cuanto yo haga, no
sea yo quién obre sin ó el Señor por mí".
Penetrando en su interior se encuentra el secreto de toda su
vida exterior, ésta era sólo el reflejo de aquélla: era el delicado
perfume de la flor, que todo lo impregnaba a su alrededor, era
el resultado de su vida íntima de profunda unión con su Dios
y iU Señor.
En esta época recibía sabios consejos que impulsaban su
alma por los santos y hermosos caminos que recorría, en primer
lugar bajo la sólida base de "Cumplir en todo la Santísima Vo-
luntad de Dios". El alma unida a esa Voluntad, se le decía, en
verdad es un alma santa. Se le ponían pór modelo las palabras
de Nuestro Señor: "He aquí Dios mío, que he venido a cuinplir
tu voluntad" ) las de San Agustín "Dios mío. dame lo que me
pideé y mándame lo que quieras".
Se la impulsaba cada día a una mayor simplicidad, a no
mirar mucho su alma para ver su estado, sino más bien abrirla
totalmente para recibir la acción santificadora de Dios. "La vida
natural, se le decía, en sus múltiples manifestaciones, respiración,
circulación, no se la siente, se la vive. Desde el momento que
se comienza a sentir, mala señal. Igual cosa en el espíritu ; hay
que dejar que la gracia haga su obra, como crecen las flores,
como sopla la brisa, calladamente, sin sentirlo y sobre todo...
sin saberlo. Piense mucho en la Paternidad de Dios v déjese
ronducir por El. "Creo en Dios Padre". Crea en El. Es Padre
que nos ama con amor eterno y en cuyos brazos vamos muy
seguros.
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"Los caminos de que hablan los Místicos, "las noches" de
su Sanio Padre son en jjran parte este caminar sin saber adonde
Dios la lleva, dejándose conducir mansamente.
"No se mire a Ud. mire a Dios, corresponda a cada instante
a la acción de Dios en su alma. Mirada tranquila en Dios. Ver
lo que El qui( re. Donación plena, momento a momento a esa
voluntad de Dios. Ninguna actividad forzada, ni nada que no
n.TZca de! corazón y sobie todo guardar su paz. Esa paz de
Dios que supera a todo sentimiento".
Así guiada llegaba nuestra amada Madre, a los umbrales
de su eterna Patria. Su barquilla iba a velas desplegadas, nos-
otras nol;U)amos su rápido bogar, pero no pensábamos, que arri-
baría tan presto al mar sin fondo y sin riberas del infinito
amor... más... aún nos queda un ario tres meses, en que la
podemos seguir y recoger sus últimas lecciones y ver sus últimos
ascensiones hasta Dios.
Pero antes digamos algo sobre un punto de importancia,
del que hemos guardado silencio en lodo él curso de esta rela-
ción, siguiendo, sin casi queiTrlo, el ejemplo que ella siempre
nos dió de ocullaila. de cubrirla con un denso velo, nos referi-
mos a SM penitencia. Si sobre algo guardó el más completo si-
lencio, fué sobre ella. Acudiendo a las cartas de sus Directores,
vemos como desde el principio hasta el fin de su vida, estuvo
animada de un gran espíritu de penitencia. Continuamente la es-
taban moderando, pues le dicen, Ud. siempre es inclinada a un
rigor diMnasiado excesivo que hay sujetar. Y también le respon-
den a una consulta sobre el particular "no me sorprende que
llevada de sus deseos de reparar se haya impuesto lo que me
indica, pero teniendo en cuenta su físico y los muchos años que
ya lleva este género de vida, no puedo menos de reconocer que
dañará demasiado su salud y aún, en cierto modo, le puede im-
pedir el mismo adelanto espiritual, si no cuenta con una avuda
muy especial de Dios. Por un lado no quisiera pri\arla, del to-
do, de un bien tan grande, como es sufrii con Nuestro .Señor y
— 73 —
por El y por olio, encuentro que del)e dominar los rigores de
su penitencia en la manera que le indico". Y se le permite se-
guirla en forma nada suave.
Continuamente está solicitando licencia para satisfacer la
sed que siente de penitencia, lo que no es extraño en esla alma
que tanta luz tenía de la Majestad de Dios y tan honda idea de
su miseria.
Hasta el final de su vida pide con instancias permiso para
ellas, dice: ".Ahora mis penitencias están reducidas a las discipli-
nas, quisiera tomarlas muy seguido y muy rigurosas".
Sin embargo, si en algo hizo un estudio especial, fué en no
dejar ni siquiera traslucir su penitencia, nunca hacía la más le-
ve referencia a algo que la pudiera hacer comprender. Su vida
de incontables malestares físicos, parecía eran para ella una mor-
tificación suficientemente rigurosa ; tanto más cuanto que los
sabía llevar, según los deseos de su Santa Madre, haciéndoles
el menor caso posible, sobreponiéndose varonilmente, sin prolon-
gar jamás sus enfermedades y dejando todas las que le eran po-
sible, para que sólo las supiera su Señor.
Pero a su Rcia.. no le bastaban ) supo, a ejemplo de la mor-
tificada y penitente Orden religiosa a la que pertenecía, hacer su-
bir ante Dios, el incienso de su oración penitente, animada de un
profundo espíritu de Reparación. "El amor no es amado"... re-
petía incontables veces, con su amada Santa María Magdalena
de Pazzis. Reparar esa falta de amor v encenderlo en los corazo
ncs. era el fin principal que buscaba, al macerar su carne vir-
ginal.
ULTIMO AÑO DE SU VIDA
Transcurrieron seis años ocupados por parte de nuestra que-
rida Madre, en promo\er la gloria de Dios, en amar v servir
a sus hermanas y en hacer el bien a cuantas personas tuvieron con
ella alguna relación.
— 74 —
Llegaba a su término como el viajero, que aunque contenió
y agradecido por todas las pruebas de cariño y ayuda, que ha
recibido en el curso de su jornada, siente inmensa necesidad de
reposar y descansar, dejando a la vera del camino, el peso de
sus responsabilidades y preocupaciones.
Ese día fué el 19 de Julio de 1943. Desde ese instante se
la vió doblar enteramente la hoja de su priorato, para comen-
zar la vida común. Muchas obras que vivamente le interesaban,
quedaron a medio camino. En qué forma tan ejemplar procuró
suavemente, sin hacerlo sentir despreocuparse de todo; eclipsarse
también prudentemente, dé manera que su influencia personal,
no fuera a ser causa de ningún menoscalio para la nueva auto-
ridad. SiguiíS siempre rodeada de todo el respeto y de todo el
cariño que su Rcia. tanto merecía, pero ello lo tomaba con mu-
cha discreción; esperaba, nunca se adelantaba; al consultarla con
sencillez exponía su opinión, si se le pedía un consejo gustosa-
mente lo daba, envolviéndolo todo en un algo de agradecimien-
to y humildad.
Tenía un corazón sensible, y muy sensible e imposible era,
que esta reserva y desprendimiento no le impusiera, sobre todo a
los comienzos, sacrificios y tal vez muy dolorosos; pero ella
demostraba encontrar por aquí toda su felicidad.
En el año 1941 en que se había vuelto a abrir el Novicia-
do, se le pidió, por la experiencia que tenia en la formación
de las novicias, tomara también sobre sí esta nueva responsabi-
lidad. Desde entonces lo tenía a su cargo, al terminar su priora-
to, quedó confirmada, nuevamente, como Maestra de Novicias.
Con qué entusiasmo se entregó por completo a la formación de
las tres hermanas que en el Noviciado había. Parecía la Madre
que al descargarla de otras ocupaciones se dá de lleno, al cuida-
do de sus hijos pequeñitos, no omitía atenciones para ellas; de-
dicándoles la mejor parte, del poco tiempo que viviría a su lado,
así como quien lo presiente, para darles lo más posible. "No
me pesan decía, me alegran y me consuelan; después de haber
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tenido tantas preocupaciones, son un descanso para mí" y las amaba
con toda la ternura de su corazón, como a sus pequeños Ben-
jamines.
A pesar que su alma tendía tanto a la oración, no le impe-
día el espíritu del trabajo. Además del Noviciado se ocupaba en
el desempeño de algún oficio de la Comunidad, casi todo el
tiempo fué provisora, oficio que desempeñaba con mucho orden y
caridad. Los ratos libres, que no le fataban, los empleaba en
ordenar y arreglar cuanto tenía cerca de sí, pues era lo que
se llama una persona muy ordenada. Cuánto gusto nos daba
verla con su gran delantal y con sus inseparables amigos, la
escoba y el plumero, los que nunca la cansaban.
Tampoco se dispensaba de los oficios de tabla o de semana.
Era tan ejemplar verla sirviendo su semana correspondiente en
el Refectorio, ¡o» que hacía con gran atención, prolijidad y des-
treza y sin duda con una dosis nmy grande de sacrificio. Sufría-
mos al verla imponerse tales esfuerzos, pero mayor pena habría
•=iclo para su Rcia. una privación. Decía: "no ignoro que hay
muchos ojos puestos en mí y tengo la obligación de encaminar-
los, enseñarles que una religiosa no se debe jubilar de sus obli-
gaciones, sino es por una grave dolencia o imposibilidad, por
lo que la autoridad la descargue por si misma y ella estar siem-
pre pronta para cumplir sus oficios. Más enseño con una sema-
na de servicio que con un mes de predicaciones". Ante estas ra-
zones había que dejarla servir al igual de cualquiera de las her-
manas.
Estaba lan preocupada ric su perfección y de la perfección
y del florecimiento de todas las virtudes, en su cada 'lía más
amada Comunidad. Por eso se daba de lleno por completo: no
omitía esfuerzos para trabajar en nuestro favor, por medio del
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ejemplo \ la pahibra y a la \e¿ por darnos alegría y felicidad.
Sí, la alegría era una de las notas sobiesalientes de su carácter,
si no la diéramos a conocer faltaría una parte muy principal de
su fisononiía moral. Su risa franca, acogedora, cariñosa, abría
tanto la confianza con su Rcia. que era uno de los medios que tenía
para ganar los corazones y para dejarlos dilatarse confiados, jun-
to a su comprensivo corazón. En todas nuestras recreaciones e
inocentes pasatiempos, una de las cosas en que se pensaba era,
¿cómo los va a celebrar la Madre María Angela? así era y gene-
ralmente la alegría y el entusiasmo de nuestra amada Madre,
formaba el mejor número del programa.
A su vez para acompañar los Villancicos de Navidad y los
cantos con que festejamos de costumbre a la Madre Priora, en
los días de su santo, aprendió en sa juventud a tocar la guita-
rra. Nunca se nos olvidará la gracia con que lo hacía, cantando
con sus novicias para alegrar y enfervorizar a sus hermanas. Te-
nía una beiinosa voz y su canto era sencillo y religioso. Imposi-
ble era no reír, cuando ella reía y no celebrarle sus oportunísi-
mas ocurrencias \ simpáticos decires.
Con ella parece que se fué algo, que siempre nos alegra-
ba... algo que aumentaba nuestra felicidad...
Esta alegría junto a su fina caridad, formaba uno de los
mayores alivios en nuestras enfermedades. Con qué cariño, con
qué interés se sentalia a nuestro lado, se imponía de todo, se
compadecía, se afligía vivamente, haciendo sentir la ternura de
su corazón maternal y no omitiendo nada para nuestra curación
y alivio. Unido a ésto había en su Rcia. un aire de paz. de
tranquilidad, que comunicaba bienestar y siempre sabía decir
algo agradable, un consejo discreto y oportuno, una conversación
que distraía y hacía bien; por lo tanto se la veía irse con senti-
miento y se la esperaba con mucha alegría.
En el diario vivir continuamente se recurría a su Rcia., en
demanda de algún servicio. Con tanto gusto que los prestaba,
de cualquier genero que fueran, nunca demostraba cansancio o
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sacrificio, afanosa buscaba cuanto se demandaba a su obsequio-
sa caridad.
A su vpz ella tenía una como tendencia a consultar y a
pedir que se le enseñara, de ésto no se desdeñaba nunca. Con
qué asidua atención se ponía a ejecutar las cosas como se le de-
cían, aunque fuera la menor de sus hijas la que en ese momento
le servía de maestra. Qué contento experimentaba si le queda-
ban bien o las comprendía. Nunca se nos olvidarán sus excla-
caciones, Uenas de gusto y simpatía ; ni tampoco la mirada pica-
resca, que sorprendíamos, a veces, en sus ojos que decían, pobre-
citas mis hijas, me dejo enseñar para que aprendan mejor a
obedecer v a ser humildes, pues yo sola me podría desenvolver
muy bien. Ella nada perdía, ni nada omitía para hacer el bien
a las almas.
Día a día que pasaba se notal)a en su Reía., como se aleja-
ba de la tierra y se acercaba al Cielo. Había afán por despren-
de) se de todo y por concentrarse en sólo Dios. Su porte siempre
tan modesto y relijíioso se iba revistiendo de un aire venerable.
Desde que se la veía venir a lo lejos por nuestros claustros se iba
sintiendo su benéfica influencia. Al pasar junto a su Reía., en
medio de ese recosiimiento tan sencillo y tan natural, que la
caracterizaba, nos daba una mirada llena de dulzura v al salu-
darnos con las palabras de "Alabado sea Jesucristo" nos dirigía
su mejor, su más cariñosa sonrisa. Ella bastaba para decirnos
tantas cosas; daba ánimo al corazón que sufría, fuerza a la
naturaleza que sentía el dolor o el cansancio físico; repartía
tranquilidad, alegría, paz, mucha paz. Sí, con toda verdad pode-
mos decir, que pasaba como el buen Jesús "haciendo el bien".
Esta cristalina fuente que refrescaba con sus benéficas aguas,
este huerto cerrado del Carmelo, se alimentaba de la misma Fuen-
te de la Vida, por eso no había temor de que toda alma que
necesitara o que quisiera, pudiera ir a beber de ella, sin miedo de
disminuir en lo más mínimo, el caudal de su caridad y de su
virtud. Cada día se encontraba con más profundidad, con más
prudencia, con más discreción, la ayuda, el consejo, la palabra
opoituna y sobre todo el llamado a darse por completo a Jesús;
a cuidar el alma como el más precioso tesoro, para ofrecerlo en-
teramente a la gloria de Dios y al bien de la Santa Iglesia. Invi-
taciones apremiantes a una mayor perfección, a una delicada ob-
servancia, a vivir de lleno la sublimidad de nuestra vocación Car-
melitana.
El día de la Transfiguración del Señor, deja estampada en
tin consejo, el compendio de la experiencia de su vida, despojado
de toda complicación, sencillo, evangélico, dice: "Lo único que
nos llevará a la verdadera santidad nos lo señaló nuestro Padre
Celestial, cuando dejando oír su voz nos dijo: "Este es mi Hijo
muv amado, escuchadle" ¿qué más queremos? Escuchemos a
Jesús, trabajemos cada día sin cansarnos, sin desfallecer por ir-
nos asemejando a nuestro Divino Modelo, no lo perdamos nun-
ca de vista, acostumbrémonos a seguir las máximas de su Evangelio
en todos los actos de nuestra vida. Que sea el Evangelio el que
ilumine nuestros pasos. Pidámosle a El mismo, que ponga en
nuestra mente sus pensamientos, en nuestra alma y corazón sus
sentimientos. Pidámoslo con mucha humildad y constancia, que
El en su misericordia nos oirá y tendremos la dicha de llegar
al fin de nuestra carrera, teniendo grabada en el alma, la Imagen
de nuestro Esposo Jesús".
La lectura fué siempre para nuestra querida Madre, uno
de los mayores medios de cultivar e iluminar su alma, gozaba
y se aprovechaba intensamente de ella. El Evangelio y las obras
de nuestros Santos Padres Teresa y Juan, fueron el manjar con
tinuo que la alimentaron espiritualmente. "Cuánto gozo, decía,
con su lectura. Para leerlos con mucha devoción y provecho, me
imagino que es el mismo Jesús, nuestra Santa Madre, nuestro
Padre San Juan, según lo que leo, quien me está personalmen-
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te hablando y enseñando". Muy poco antes de morir teniendo en-
tre sus manos las obras de nuestro Padre San Juan, dijo a una
de las hermanas: "cuánto lo amo, le estoy tan agradecida, mis
Padrep me han llevado como de la mano, en todo el recorrido de
mi vida espiritual".
En su espíritu amplio también encontraban cabida otras obras,
siendo ellas escogidas. Dos caracteres se requerían para que le
gustaran, la ciencia espiritual que viniera a aclarar y aumentar
la luz de su espíritu, en forma sólida y la unción que satisficie-
ra lí devoción que ardía en su corazón. Uno de los últimos go-
ces, más puros, que tuvo en esta vida, sei lo proporcionó la
lectura de "La Doctrina Espiritual de Sor Isabel de la Trinidad"
del Padre Philipón. Ella nos dirá más adelante el provecho in-
menso que hizo a su alma este Jibro.
ULTIMA MIRADA
' Quisiera tener todas las delicadezas, toda la unción con que
se trata lo santo, para levantar por última vez el velo, con que
cubría la hermosura de su interior fsta hija del Rey, que fué
nuestra Madre v nuestra hermana.
Con veneración v con respeto y con verdad recogeré y ma-
nifestaré, lo que el Señor nos conservó para alabarlo a El v
para aprovecharnos. Con todo el movimiento de su espíritu tien-
de directamente a Dios, hace un llamado a su alma y le dice:
"Oh alma mía! esfuérzate para que Dios sea para tí "TU DIOS
EN TODAS LAS COSAS".
"Dejemos pasar todo lo que pasa, nosotros tengamos el al-
ma recogida en Dios". Al exponer a su Director, su vida íntima,
su Reía., dice así: "Nuestro Señor me pide mucha soledad y si-
lencio, paréceme sentir en mi inteiúor un llamado apremiante
a guardar todas las energías dé mi alma "SOLO PARA DIOS".
Por eso procuro retirarme, lo más que puedo, de todo comercio
con las creaturas, de toda noticia que no necesito saber, de toda
— 80 —
conversación no necesaria, guardando así mi alma, toda entera
para Dios, en soledad y silencio. Pero todo ésto exterior me se-
ría casi inútil si no procurara el silencio interior, es decir ningún
pensamiento que a nada conduzca, ninguna idea que perturbe mi
alma: lo cual es más difícil, pero enfin, el abandono y la con-
fianza en Dios, son mis grandes cooperadores, a ésta paz y a
este silencio de que me voy llenando y del que lenía tanta ne-
cesidad.
"Mi alma se va apaciguando mucho, siento a ratos muy cer-
ca a Nuestro Señor; otras veces no le siento, pero no importa,
va me dice hasta el cansancio nuestro Padre San Juan, que no
está en el sentir o no sentir, sino en la fe. Olvidarse, perderse com-
pletamente a sí misma es algo tan indispensable y ¿qué cosa
puede haber más dulce aquí en esta tierra miserable, que perder-
se totalmente para encontrarse en Dios?
"Guiada por la insinuación de la gracia en mí, procuro man-
tenerme durante el día recogida en el interior, lo más que
puedo, mi ocupación alií es amar y adorar. En medio de mis
trabajos, si me vienen pensamientos piadosos, ya sea recordar al-
go de la \ida de I\uestro Señor, de la Santísima Virgen, de los
Santos, de la Iglesia, de las almas. Me entretengo mucho en ellos,
me ayudan a mantener la alegría en el corazón. Sí necesito pen-
sar, para- cumplir con mis deberes, y no olvidar algún detalle,
también pienso lo necesario. A todo lo demás inútil, le tengo
enteramente cerrada las puertas. Con ésto tengo gran paz en el
interior y parece que sólo hubiera una ventanita por donde veo
el Cielo y entra hasta mí muy suave luz.
"En cambio de este silencio que procuro mantener, mi buen
Dios viene en mi ayuda y me hace sentir el cumplimiento de la
palabra de Nuestro Señor: "Vendremos a El y haremos mansión
dentro de él" y me parece sentir en mi alma la Presencia de la
Santísima Trinidad. En ella encuentro a Cristo y puedo penetrar
un poquito en su Alma Santísima, otras veces penetro en el
alma de la Santísima Virgen, en fin ésto es según lo que quie-
— 81 —
ra el Señor, porque aquí no hay nada mío. \i aún penetrando
en el alma de Nuestro Señor, puedo yo poner nada de mi parte,
porque si esto hiciera, inmediatamente con mis toscas reflexio-
nes lo apagaría todo, lo echaría a perder y me quedaría en se-
quedad".
Lo que más conmueve al oírla, era la armonía perfecta que
había entre sus palabras y sus obras. Ahora vemos como su al-
ma se reflejaba entera en todos los detalles de su vid'a. Nada
hacía ni acaso la Madre. Todo era un plan perfecto que guiaba
la mano de Dios. En ese plan entraban todavía oscuridades y con-
gojas que fueron terminando en su Reía., la obra de purifica-
ción V afinamiento interior.
"Un día dice, en que estaba muy afligida y le pedía a Nues-
tro Señor, que me diera un ralo de paz v le decía angustiada:
'"Abreme tu Corazón, déjame descansar en El. dime ¿dónde encon-
traré la paz?. . . Mi Dios tan bueno, dejó oír su respuesta por tres
veces en mi interior, repitiendo estas palabras "NADA. NADA.
NADA", y comprendí que ahí estaba la paz. . . Comprendí que
entrando de lleno en las Nadas, de nuestro Padre San Juan de
la Cruz, ellas nos vacían de todo lo que no es Dios y nos van
llenando de Dios.
'"Principiar este camino, renunciar a todo parece duro: pero
a medida que se va entrando en él. se va encontrando la paz, se
va encontrando lo positivo, porque se va encontrando lo único real,
lo único \erdadero. QUE ES DIOS.
'"Entiéndelo alma mía... y anímate...".
Fecunda fué para el alma de su Rcia. esta enseñanza de su
Señor, y de ella sacó mayor orientación y un nuevo camino de
luz.
"Es notable la obra que Nuestro Señor va haciendo en mí.
dice ella, me siento sujnamente cambiada, en una forma que se
se ve claramente que es El. -no yo, el que obra en mí. Siento que
es el mismo Señor el que me ilumina. Lo pienso así, porque sigo
siendo igual a lo que lie sido siempre, si la gracia de Dios no
— 82 —
se dejara sentir mucho más vivamente. Parece que el demonio
ha perdido mucho de su poder para perturbarme el alma. Cuando
él llega con sus angustias, antes que yo me dé cuenta de que se
trata, ya mi alma ha volado como un pajarito, a Jas manos de
Dios y ahí en esas Divinas Manos, todo lo puedo vencer, quedan-
do en paz.
"En estos días tenía una penír y turbación bien grandes,
cuando de repente oí que el Señor, algo me decía y alcancé a
percibir estas palabras ¿Por qué no te fías de Mí? ¿cuándo te
he desamparado? ¿no te he ayudado siempre?... Creo que no
fué ilusión mía, porque he quedado con un aumento muy gran-
de de confianza en Dios y de abandono en sus manos.
"Siempre tengo mis ratos de harta amargura bajo el peso
de mi miseria, miro . al Cielo y me parece no es para mí. Pero
ahora es de nmy distinta manera, no es esa cosa que oprime y
desespera: es el sentimiento del alma que nada espera de sí,
pero que todo lo espera de Dios y de su misericordia y que confía
sin ninguna duda, que El todo lo puede remediar.
"Ahora mi abyección, mis miserias, mis pecados me sirven
como de medios para ir a Dios; no me asusta el verme miserable,
sino que aumenta mi confianza. El otro día recordé lo que le pasó
a San Jerónimo. Ofreciéndose el Santo enteramente a Dios, El
le contestó "Jerónimo, no me has dado todo". El Santo se sor-
prendió creyendo no haberse reservado nada. "Jerónimo, le dijo
el Señor, no me has dado tus pecados"'. Entonces yo, con mu-
cha humildad, le entregué también todos mis pecados y sentí que
mi alma se inundaba de paz".
Así apoyada en su humildad y en las Nadas de nuestro
Padre San Juan, se preparaba para nuevas gracias, para los úl-
timos golpes de remo, que llevarían su alma al Océano sin fin
del amor, de la luz y de la paz. Sigámosla en silencio.
Casi es mejor no interrumpirla.
— 83 —
Habla en forma muy tierna .y muestra su gran amor a su dul-
císima Madre del Cielo, dice: "Mi amor por Ella es muy grande,
me entregué a mi Madre desde que estaba joven. Ella me enseñó
lo que llaman "el secreto de María"' muchos años después cayó
en mis manos la doctrina de Montfort. Cada día se aumenta
más en mí este amor a la Santísima Virgen, la siento tan cerca,
tan Madre. Siento que me busca mucho. Le digo muchas veces
"mamá"' y me responde. Quiero vivir con Ella en grande intimi-
dad". Así fué, se estableció entre la Madre y la hija una unión
casi completa como lo iremos viendo.
Entre tanto Dios solicitaba su alma para trabajar más y
más por su gloria v sus intereses, para ésto aviva su vocación
Carmelitana.
"Cada día, dice, estoy más penetrada de la necesidad, de la
obligación grande que pesa sobre cada Carmelita, de orar por
las necesidades de la Iglesia, especialmente por sus sacerdotes.
Esta es la herencia que nos legó nuestra Santa Madre y creo que
en los tiempos actuales, urge como nunca llenar lo mejor posi-
ble esta misión. Llevada de este deseo he hecho una DONACION
ABSOLUTA, por la Santa Iglesia en especial por mi Diócesis,
por mi Prelado, por sus sacerdotes y por todas sus obras apos-
tólicas.
"Deseo con muchas ansias darme a una vida muy intensa
de oración y de sacrificio, ése será el medio de cumplir mi do-
nación; para este fin siento la necesidad de vivir crucificada
con Cristo. Un día encontré estas palabras que me conmovieron
mucho: "Yo sólo he pisado el lagar, sin que nadie haya estado
conmigo, busqué quien me consolara y no lo hallé". ¡Ay! no
quisiera dejar sólo al Señor en su obra redentora, quisiera ser
su consuelo, compartirla con El. Veo delante de mí una multitud
de almas ¡tan necesitadas!. . .
"Hov por boy lo único que se me ocurre y estoy procuran-
do ponerlo por obra, para principiar a llevar esta vida de cru-
cifixión, es aceptar con energía de corazón todo lo que se me
presente rlesagradahle, >a sea pequeño o grande, sin que nadie
lo sepa. Estas cositas no faltan y bien dolorosas a veces, ya sea
para el espíritu, para el corazón y también físicas.
"De este modo esta pobre Carmelita encerrada entre cuatro
paredes, ayudará con todas sus fuerzas, en el silencio, en la
oración, en el sacrificio, con su vida, con su muerte, a su Ma-
dre la Santa Iglesia".
De aquí sacaba su Reía, las energías para vencerse incan-
sable, en todos los momentos de su diario vivir; en los cuales
<■! Señ(<r sal)e miiv l)icti. ir compartiendo con nosotras, las asti-
llitas de su Cruz. De ahí sacaba lecciones tan bellas y de tanta
enseñanza como ésta:
"Para vivir sola con Dios solo, es indispensable olvidarse,
morir enteramente a sí misma. Este yo que nos hace perder tanto
tieni|jo. Como tál considero, todo él que se dá a la sensibilidad
ruando algo nos hiere o hace sufrir, al amor propio revestido con
capa de '"corazón sensible " de ■■sentimientos delicados*'. Cuanto
tiempo, (al vez. más iiiisera])lemente perdido cuando se díco con
despecho, "al fin a mí que me importa, no tengo ninguna nece-
sidad'. \ó alma mía, no es ésto o aquello lo que pretende tu
Amado. Mira las cosas siempre con espíritu de fe. Cuando El,
])ermite lo que llamamos "desengaño" es para hacernos más hu-
mildes, para acercarnos más a su Amado Corazón. Miremos las
cosas con paz, con humildad ¿por qué hemo< de querer ser
amados, ser preferidos? por qué hemos de tener sentimiento si«
se nos deja? Al fin y al cabo ¿no somos de Dios? no es El
el que dispone de nosotras ¿no es su gloria lo único que debe
interesarnos?
"Aprovechando lodo lo que la vida nos presenta, nos ire-
mos crucificando con Cristo para salvarle las almas' .
SU SANTISIMA MADRE
Llegó para su Rcia. la última Cuaresma que pasaría sobre
la tierra, en ella recibió gracias de predilección, muy grandes, de
- 85 —
parte de su Reina v de su Madre. F^l Viernes Sanio, nos deja
fielmente anotada la gran unión, que entre Madre e hija se
formó, dice así:
"En días anteriores más o menos 15 días, me he sentido
tan atraída a honrar a la Santísima Virfien. en la vida que
llevó después que su Santísimo Hijo subió al Cielo, redimido
ya el género humano y quedó mi dulce Madre en el mundo, para
ayudar a los Apóstoles, en la formación de la Iglesia naciente.
Hoy Viernes Santo he tenido pensamientos muy profundos, sobre
lo que pasaría en el alma de la Santísima Virgen, después de la
muerte de su Hijo. Parecíame que Ella estaba nmy cerca de mí.
como a mi lado y comprendía algo, de la profundidad de sus
pensamientos: ya Ella estaba en posesión de todo el plan de
la Redención, se sentía \ erdaderamente Madre del linaje humano
redimido con la Sangre de su Hijo y de su Dios. Ella estaba
constituida al pie de la Cruz. Madre de los hombres, por lo
tanto se sentía en unión con El, Corredentora. Se reflejaba en
la Santísima Virgen una gravedad, una majestad imposible de
explicar. Comprendía yo. que pensaba en algo, pero sus pensa-
mientos eran de una profundidad tal, que no se llegaban a com-
prender, ni menos a decir ion el lenguaje humano. Pensaba en
su Misión V se entregaba plenamente a ella. Se entregaba a sos-
tener la Iglesia que nacía, a ayudar las almas rescatadas con San-
gre Divina y a precio de tales padecimientos. ¡Qué grandeza, qué
dignidad, qué profundidad había en el alma de mi dulce Madre!
V yo siento que Ella en esta etapa de su vida, se me dá por mo-
delo. Nuestro Señor me impulsa a que me entregue a mi Madre
plena y absolutamente. Obedeciendo a esta inspiración y volun-
tad del Señor, renové mi voto de Esclavitud a la Santísima Vfi--
gen V me pareció entonces, que Ella no me quería por esclava,
sino que me tomaba por hija y sentía como que algo de esa
Majestad y grandeza de miras que había en el alma de mi
dulce Madre, se reflejaba en la mía pobre v pecadora. Me .sentí
muy cerca de mi Madrecita del Cielo, la sentía a mi lado.
— 86 —
que los intereses de Nuestro Señor me los entregaba. A mi memo-
ria vinieron: la Iglesia, la Diócesis, mi Prelado, las almas, la
Comunidad.
"He sentido en mi espíritu, que es ésto algo muy serio, de
una inmensa grandeza; se trata de los intereses de la Iglesia,
de las almas redimidas a precio de Sangre Divina. A la Santísi-
ma Virgen la noto impregnada en su alma, en su corazón de
la gravedad de lo que todo esto significa. Se trata de su Hijo,
de su Dios. ¡LA GLORIA DE DIOS, LA SANTA IGLESIA, SAL-
VAR LAS ALMAS ! . . . Me ha hecho sentir algo de sus sentimien-
tos. Ella quiere asociarme... ¡Dios mío! a esta pobre pecadora,
para qne la ayude... ésto parece increíble... y siento que la
Santísima Virgen quiere oír mis peticiones.
"¿Qué se propone Nuestro Señor hacer? Nada sé, ni nece-
sito saberlo. Debo darme a la Santísima Virgen, vivir en su com-
pañía. Los intereses de Ella van a ser los míos, LA IGLESIA, LAS
ALMAS, paréceme fué lo que me especificó en el primer momen-
to, la Diócesis, la Comunidad en seguida.
"No me canso de repetir que es muy serio, en el sentido
que es lo más grande que puede haber aquí en la tierra. La glo-
ria de Dios, la Sangre de Nuestro Señor, no son cosas de niño.
TIO son cosas para mirarlas superficialmente.
"Yo no pienso nada de todo esto, me humillo hasta el polvo,
me acuerdo de las palabras de lá Santísima Virgen" He aquí
la esclava del Señor" más yo no me atrevo a repetirlas, en mí,
sería profanarlas. Pero mi dulce Madre, sabe muy bien que
si me quiere, aquí estoy, con profundo agradecimiento, con pro-
funda humildad, pronta a servirla y a ayudarla en lo que
quiera.
"He quedado con el alma muy recogida, con una sencillez
grave y seria; en paz. en injnensa gratitud: no llegando a com-
prender que a mí. . . que en mí. pueda fijar sus ojos la Santísi-
ma Virgen".
Qué eficacia no tendría ya, la oración, los sacrificios, la
vida y más aún la muerte, de esta humilde religiosa Carmelita,
para todo el Cuerpo Místico de Cristo, en especjal para la Dió-
cesis a que pertenecía. Ella se pregunta ¿qué se propone el Señor
hacer? La respuesta la tuvimos muy pronto, después de leer lo^
anterior va no nos extraña su muerte. Pero recordando que la
Eterna Verdad ha dicho, si el giano de trigo no muere, no fruc-
fiticará. sentimos toda la seguridad, que para eso, su Madre
del Carmelo, se la llevó a los pocos meses de asociarla a su
misión: para que su vida por medio de su muerte, fructificara
en bien de la Iglesia, de las almas y de toda su Diócesis: en
bien de su Conu-nidad y de toda nuestra santa Orden, y en bien
muy especial de su amada Patria Chilena.
Su preciosa existencia estaba plenamente iluminada, por los
dos grandes focos de la luz y del amor, el Corazón de Jesús y
el de su Madre Santísima. Por eso recibió nuestra querida Ma-
dre, con singularísimas muestras de júbilo, el anuncio del Con-
greso de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Cuánto orá
y cuántos sacrificios ofreció, desde el retiro de su Convento.
por su feliz realización. Palpitaba su corazón de entusiasmo al
solo pensamiento, que los Sagrados Corazones fueran en su Pa-
tria, pública y triunfahnente amados v aclamados.
Cada movimiento grande de la vida de la Iglesia, cada Con-
greso Eucarístico conmovía hasta las últimas fibras de su cora-
zón. Activa, fervorosa participaba entusiasta, en esas grandes ma-
nifestaciones de fe con los medios que se le habían confiado. ]a
oración y el sacrificio. En los días de su celebración estaba con
extraordinario recogimiento. "Cuando sé decía, que Jesús en el
Sacramento de su Amor, es amado por millares de corazones,
cuando miles de miles de voces lo vivan y lo aclaman; cuando
millares de pechos lo reciben con amor v con fe. conmovidos por
— {!H —
■el fuego que el Espíritu Santo reparte en esto? días venturosos,
■experimentó el inayor goce que puedo tener en esta vida; pues-
yo no tengo otro anhelo, ni otro deseo, que mi Dios sea amado,
<que sea glorificado por todas sus creaturas". La Madre M. Ange-
la, no vivía al margen de la vida de su Madre la Iglesia, nó.
■ella participaba intensamente de todos sus movimientos y mani-
festaciones, sus triunfos eran sus más puros y niavores goces,
•sus sufrimientos sus más agudos v sentidos dolores.
Nada sucede al acaso en la vida de los escogidos del Señor,
todo es una prueba de esta gran verdad. Asi en estos últimos me-
ses llegaron hasta su Rcia., por. diversos caminos, dos obras que
viendo los efectos que produjeron en su alma estaban destina-
das ambas, a liarerla descansar de lleno, en los brazos de su
Padre Celestial, fueron ellos. "La Doctrina Espiritual de Sor
Isabel de ,1a Trinidad" v los "Diálogos del Padre Celestial con
Santa Catalina de Sena"'.
Del primero dice: "Cuánto me ha aprovechado su doctrina,
me atrae entera plenamente, es toda la insinuación de la gracia
en mí. Salvando la inmensa distancia que hay, entre Isabelita
santa v esta pobre Carmelita, he encontrado en su doctrina idén-
ticos ideales, idéntico modo de pensar; casi estoy por decir
tjue el Señor nie ha llamado en la misma forma.
"Pero no debo quedarme en admirar la doctrina, tampoco
quiero quedarme en procurar asimilarla íntegra en mí misma,
ni en penetrarla lo más a fondo posible. Mi trabajo insistente
debe ser, ponerla en práctica v esta misma práctica, será lo que
me haga, poco a poco, asimilarla \ profundizarla. Mi práctica
será :
L" Vivir dentro de mí haciéndole compafíía al Huésped
Divino.
2." Cuando note que mi alma se ha distraído, inmediatamen-
te con dulzura ^ suavidad, llevarla al interior.
— .19 —
3." Tener un cuidado especial en las ocasiones de perturha-
ción, en los sucesos desagradables, en que el alma suele quedar
destrozada; por nada de este mundo debo permitir que ésto me
suceda, acordarme entonces, que dentro de mí tengo mi "Casa
Paterna"', recogerme ahí inmediatamente.
"Volar al lugar de mi descanso, apaciguar en él mi alma.
"Que nunca os deje solo, dice Isabel en su oración. Esta
es la parte necesaria para seguir su camino. "NO DEJAR NUNCA
SOLO AL HUESPED DIVINO ".
"La lectura de este libro ha aclarado enteramente para mi
alma, la manera como se vá a Dios por Cristo. Como la Santísi-
ma Humanidad de Cristo, es el todo para ir a la Santísima Tri-
nidad, comprendo muy bien ese dicho de San Pablo "Mi alma
está escondida con Cristo en Dios '.
Refiriéndose al segundo libro dice: "Ha dejado un bien
en mi alma que me es difícil explicar. Es un amor inmenso al
Padre Celestial v una confianza ilimitada en El. Me siento muv
hija de mi Padre y por lo mismo siento una fe sin medida en su
Divina Providencia. Veo que cuento con mi Padre Dios, que El
vela por sus creíiluras con delicadezas increíliles, junto a ésto me
siento en lo más íntimo del alma, como llevada por Jesús al
Padre. Ahí le pido que me dé su a)nor, sus srnlimientos para con
El, porque quiero amarle, si eso fuera posible, con un amor algo
parecido al que El le tiene".
HACIA LA PATRIA VERDADERA
Vimos llegar el mes de Septiembre que por lo general es
para nosotras portador de un nuevo refuerzo espiritual, por me-
dio de los Santos Ejercicios. En su secunda quincena recibimos-
éste, como otros años, la semilla de la divina palabra por la-
bios de uno de nuestros hermanos Carmelitas, que supo explicar
con ciencia, claridad y con !nucho amor la doctrina de iniestros
Santos Padres.
— 90 —
En terreno tan bien dispuesto como era el alma de la
Rvda. Madre María Angela, tuvo una amplia y fervorosa acogi-
da su predicación. Cuánto recogimiento guardó en ellos. Al ter-
minarlos su alma quedó encendida en los deseos de la más alta
unión con Dios. "Esta es la herencia decía, que nuestros Santos
Padres nos han dejado. Para alcanzarla hay que tener suma per-
fección y fidelidad a la gracia, de manera que cumplamos en
todo la Santísima Voluntad de Dios.
"Me he propuesto con la ayuda del Señor, no cometer nin-
guna imperfección voluntaria, cueste lo que costare y trabajar
en la observancia regular con todas mis fuerzas.
"Recordemos que Santa Teresita por su fidelidad que lle-
gó hasta el heroísmo, mereció que Nuestro Señor, antes de mo-
rir, le otorgara gracias tan extraordinarias, que la llevaron a esa
santidad tan elevada, y sobre todo le concedió la gracia de mo-
rir de amor.
"Qué bien comprendo la desnudez, el vacío, que nuestro
Padre San Juan enseña. Qué claro he visto que por sus "NADAS"
ííe llega al TODO. Yo que me siento morir por la necesidad de
poseer a Dios, qué felicidad es ver este camino que me lo entre-
gará... parece que repercutieran 'en mis oídos estas palabras:
"Ven, ven por aquí yo te entregaré al Todo, por eso que tú
sientes que mueres".
Prosigue: "Hay que ahondar mucho en las Nadas de nues-
tio Padre ,San Juan, no para convertirse en un erizo que nadie
pueda tocar, sino en un águila de vuelo muy alto y con corazón
de paloma, para amar a Nuestro Señor con la simplicidad y pu-
reza que El desea de nosotros".
¿No es verdad qué en estas líneas se retrata su Reverencia?
Iba tras de su Dios, con la elevación del águila Real y con la
sencillez de la Paloma.
El gran trabajo espiritual de loda su vida fue. el de hacer
en si misma ese vacío, ese despojo de todo lo humano, siguiendo
los arduos caminos de las purificaciones y de las "Noches", reci-
I)iendo a traxés de ellos, las aqiiilatadoias "Llamas del Amor"
que la elevaban y transformaban para llegar a asentarse firme-
mente allá, donde Dios es Todo y donde fuera de El, todo es
nada. Ella describe con el recuerdo de una luz del pasado, que
sus esfuerzos diarios convirtieron en realidad, la región en don-
de vive y en la que su alma recibe las comunicaciones del Se-
ñor.
"Hace años, dice, que Dios permitió que yo pobre creatura
suya, viera con los ojos del alma un lugar solitario preciosísi-
mo, cubierto de flores, de una frescura deliciosa; su soledad sus-
pendía el alma haciéndola sentir inmensa paz. La entrada para
penetrar a este lugar tan fresco, tan dulce, a esta soledad tran-
quila y clara, era una gran Cruz luminosa, con los suaves des-
tellos de la luna, estaba plantada en un terreno firmísimo que
nada, ni nadie era capaz de mover; mas tenía la rara cualidad
de ser traspasable, asi se podía entrar y salir a través de ella,
sin que sufriera desperfecto. Su significado no lo supe con exac-
titud, pero me preguntaba: ¿Las Nadas de nuestro Padre San
Juan no traerán al alma a ésta incomparable soledad?".
Ahora al finalizar su vida, al exponer su alma, v recordar
esta luz de Dios, este lugar solitario en donde se sentía vivir,^
recibía la confirmación que la llenaba de felicidad, que- todo
eso era el vivo reflejo de su interior.
Sí, la Cruz estuvo plantada firmemente en todo el curso
de su vida, fué su distintivo, como el de toda alma que Dios ama
especialmente. Pero su cruz se hizo luminosa, porque la supa
unir a la Cruz de su Divino Maestro, porque con la ayuda de
la gracia, enseñada por sus Santos Padres, supo despojarla de
la parte humana, que se mira a sí misma en el sufrir y tomar
su pfirte divina, que eleva y purifica, que desprende y santifica.
Apoyada en su cruz subió las cuestas del alto Monte de Perfec-
ción y a través de ella, creemos penetró a su Cumbre, en donde
nuestro Padre San Juan señala el Divino Silencio de todo lo.
humano y en donde solo mora la Honra y la Gloria de Dios.
"¡AMAROS ^ GLORIFICAROS ÜIOS MIO O MORIR!"
Tal fué su lema que supo realizar.
Sin duda no hemos olvidado que al)iió su vida espiritual
con un hermoso desafío a su Madre Santísima, claramente se vé
que Ella se lo aceptó. No podemos dudar que hubo para nues-
tra amada Madre, una protección muy singular de parte de su
dulce Madre, como gustaba llamarla. Su Reverencia inejor que
nadie lo comprendía así, su corazón rebosa de amor y gratitud
y posiblemente recordando la promesa que le hizo, en los años
de su )a lejana juventud, de consagrarle totalmente su vida, si
Ella le daba a su Hijo Jesús, se la cumple poco antes de morir,
por medio de' una total consagración, que dejó aún en borrador
sin alcanzar a transcribirla en limpio. Es tan hermosa que no
resistimos al deseo de copiarla aquí por ser, tal vez. el último
escrito que trazó su mano dictado por su corazón. En ella se
entrega a María totalmente, le confía todos sus deseos, todas
sus intenciones. Dice:
"¡Oh Madre de Dios, Madre mía! yo me entrego enteramen-
te a Vos como una esclavita de amor o inejor dicho como una
hija. Os entrego mi alma, potencias y sentidos, todo lo que ten-
go, he tenido o puedo tener. Disponed de todo a vuestro gusto
y agrado. Todo lo quiero hacer en Vos, por Vos y para Vos.
a fin de que me resulte en Jesús, por Jesús y para Jesús y de
ahí a la Trinidad Santísima.
"Os ruego por las intenciones de nuestro Santo Padre el
Papa, sobre todo por la paz del mundo.
"Os entrego a todas lafe personas que se han encomendado
a mis oraciones, a todas las que piden por mí, a todas las que
estoy unida en sociedad de oraciones. Cada vez que alguna jier-
sona se encomiende a mis pobres oraciones ¡oh dulce Madre mía!
•o me pregunte si ruego por ella, hago la intención de coló-
— 93 —
caria inmediatamente en vuestro dulce Corazón, para que allí
bien resguardadita. reciba ^as gracias que necesita y así esa pe-
tición de ella \ esa aceptación mía no seaji palabras inútiles,
sino realidades de vida eterna.
"Con Vos Madre mía. unida enteramente a Vos. quiero
trabajar por la Santa Iglesia, por los intereses de mi Dios: quie-
ro que El sea tan amado, que El sea 'tan glorificado, que toda la
tierra cante un Hinuio a su amor, a su gloria, que no resuene en
el mundo más que un continuo SANCTUS, SANCTUS. SANC-
TUS".
Conipletando su Consagración a María se encomienda a sus
santos predilectos, colocando en primer término a nuestro Padre
San José, al que a ejemplo de su Santa Madre, le tuvo una devo-
ción especialísima durante toda su \ida. A él acudía en sus ne-
cesidades, le encomendaba todas sus empresas. Cuando fué Priora
constantemente le estaba invocando y encargándole las obras que
emprendía, la reconstrucción de la Capilla decía, era obra suya.
Lo mismo le entregaba con gran confianza sus novicias. "¡Oh
Padre mío! le dice, me pongo bajo vuestro amparo liov y todos
los días de mi existencia, especialmente os confío el último sus-
piro de mi vida"'.
Invoca también a todos los Angeles ^ Santos y en particu-
lar a los que más ama v de los que ha sido más favorecida. Y aqui
no es de olvidar el amor y la compasión, que su corazón sentía,
por las benditas Animas del Purgatorio, en cuyo favor tenía
hecho el voto llamado de Aiiinias, desde los años de su juven-
tud.
Así, bajo el manto de María, invocando la aNuda de sus
santos protectores, y percibiendo con los oídos del alma, el Ven . . .
\en... de su Divino Esposo que la llama se disponía la amada
Madre, para el gran viaje, que tan pronto iba a emprender.
— 94 —
Llegó el día de su santo, día de regocijo para todas, en
que le demostraríamos por última vez, nuestro amor y gratitud.
Bondadosa y alegre recibía todas las muestras de nuestro cari-
ño. Mas a las 12 del día sintió un gran dolor en una pierna,
pensamos que era dolor ciático que tantas veces lo había te-
nido. Ella, como siempre, se sobrepuso y en nada disminuyó su
contento y su alegría y agradeció los obsequios y celebró con
vivas muestras de entusiasmo y de gusto, los cantos y festejos
con que la celebraban sus hermanas y sus hijas.
Gran parte de la semana le duró su dolor, pero fué dismi-
nuyéndole poco a poco. Su estado general no era muy bueno,
pero siempre la veíamos con sus dolencias acostumbradas, que
a ella no le gustaba se les diera gran importancia. El continuo
vivir con las personas, impide a veces que se note el avance de
un mal que no se manifiesta claramente, así no le encontrába-
mos enfermedad de gran cuidado. Parece que una venda cubría
nuestros ojos, permitida por el Señor, a fin de que ni con me-
dios humanos, ni con fervientes oraciones le impidiéramos la
realización de sus designios.
El Domingo 8 de Octubre, su dolor había desaparecido y
pasó un día, al parecer bien. Se hizo, en ese día, el retiro men-
sual de la Comunidad, su Rcia.., estuvo largas horas durante
él, en profundo recogimiento en el Coro, a los pies de Jesús
Sacramentado, dejando un último recuerdo de su fervor y reci-
biendo, seguramente, gracias íntimas que desde el Sagrario bro-
tarían, disponiendo y preparando su corazón. En la noche nos
acompañó a la recreación de la Comunidad, • haciendo uno de
esos grandes esfuerzos que su Reía., acostumbraba; se sentía muv
cansada, mas diciendo a sus novicias "hay que ir, así es que
vamos" la fué a pasar con todas sus hermanas y oímos por últi-
ma vez su alegre risa, que celebraba nuestra animada recreación.
Al final pidió instantemente licencia para ir a Maitines, porque
se encontraba, según decía ella bien: ante sus ruegos se lo per-
mití, pues sabía que con negárselo le daría un gran pesar. Los
— 95 —
rezó con mucho fervor en unión de la Comunidad, haciendo to-
das sus ceremonias, eran los últimos Maitines de su vida.
Al otro día salió a la Santa Misa, como todos los días la
rezó fervorosa en su Misal v muy recogida se la vió acercarse
a recibir la Sagrada Comunión. El buen Jesús que tanto amaba
V había distinguido con tan especiales gracias, el alma de su
fiel esposa, sin duda derramó en esta Comunión, todo lo que
su Rcia.. necesitaría para su paso del tiempo a la Eternidad.
Ella había dicho, "es tan dulce caer en los brazos del que tanto
se* ha amado, Jesús'". No es raro que desde ese instante de su
última Comunión, quedara colocada en esos brazos divinos, has-
ta que por ellos fuera depositada, en los de su Padre Celestial.
Había dicho poco antes "siento algo misterioso en mi alma, co-
mo que Jesús me entregara a su Padre".
La mañana fué como una de íus tantas mañanas, entregadas
al cumplimiento de su deber y a la caridad. A las 8 y media
vino una enfermera a atender a una de sus novicias, lo que le
dió a su Rcia. la oportunidad de terminar, se puede decir, su
vida en un acto de maternal caridad. Todo el tiempo estuvo pen-
diente, llena de cariño y solicitud, de cuanto hacían a la hija
que veía enferma y cuya salud tanto le interesaba. A las 9 más
o menos fué hasta la puerta Reglar a acompañar la salida de
la enfermera. Toda\ ía nada se le notaba de especial. En el tra-
yecto de vuelta, alguna de las hermanas tuvieron la felicidad
de hablarla por última vez. otras de recibir su postrera sonrisa
de cariño y de bondad.
Poco antes de las 10 se comenzó a sentir muy fatigada y se
fué en dirección del Noviciado, al pasar junto a una hermana se
detuvo a hacerle un encargo, hablándole le dijo, '"me siento muy
mal y se apo}ó en sus brazos, afirmada en ellos llegó hasta su
celda. Rápidamente se le comenzaron a hacer las primreas aten-
ciones creyendo que se tranquilizaría pronto. Pero cosa inusita-
— 96 —
da en su Rcia., dijo: "estoy niuv enferma. a\ ísenle a Nuestra
Madre, llámenme al confesor y al médico, porque me muero". Al
oírla fueron a avisar al torno, inmediatamente se llamó al Hos-
pital a un médico especialista para el corazón, por si se tratara
de un ataque. El doctor estalia ahí y a los cuantos Jiiinutos, de-
jando su servicio, llegó a atender a nuestra amada enferma. El
no nos alarmó, se trata de algo serio dijo, pero no de peligro
inminente.
El Señor que sabía la inmensa aflicción que caería sobre
nosotras esa mañana, parece había dispuesto todos los detalles
para facilitarnos, en lo posible, cuanto se iba a necesitar. Lle-
garon personas amigas al Convento, que todas se quedaron para
la atención de la enferma. Rapidísimamente conseguían los re-
medios e inyecciones indicadas por el médico. En el primer mo-
mento se alivió y estuvimos muy esperanzadas; pero al llamar
por teléfono al doctor, para hacerle una consulta respondió, sí
la reacción no viene con esos remedios, no hay nada que hacer.
¡Qué espada de dolor fueron estas palabras para nuestros cora-
zones!
Pronto se llamó a nuestro Padre confesor. Su Rcia. estaba
aparentemente más aliviada, más luego se quejó de un fuerte,
de un intenso dolor a la cabeza, oprimiéndosela fuertemente en-
tre sus manos. Al preguntarle ¿qué deseaba? poco antes que lle-
gara el Padre contestó "que me encomienden mucho a Dios". Es-
tas fueron las últimas palabras que se le oyeron en esta vida, las
dijo con paz, sin angustia ni aflicción.
En esos instantes llegaba el Rdo. Padre Gavirati, Superior
de los Salesianos, a darle los últimos auxilios de su Madre
la Sania Iglesia. Desgraciadamente su Rcia. no le pudo hablar,
más creemos que estaba en su conocimiento, pues sólo momentos
antes había dicho sus últimas palabras. Recibió la absolución
y se le puso la Santa Extremaución ; todas rodeábamos su ca-
ma, en medio de un dolor y do una angustia que no se puede
describir. Nuestros corazones se unían estrechamente, junto a la
— 97 —
Madre que se nos iba y en esa unión, encontrábamos la fuerza
para decir a! Señor un Fiat de plena aceptación, de tan inmen-
sa desíiracia. El Rdo. Padre se quedó rezando todas las preces
de los agonizantes.
Nuevamente llegaron dos médicos y constataron que se ha-
bía producido un gran derrame cerebral. Nada había que hacer
sino besar la Mano Divina, que con certera flecha, había heri-
do a nuestra tan amada Madre y con ella todos nuestros cora-
zones.
El Excelentísimo Señor Obispo se encontraba ese día en
Santiago, en vísperas de fru viaje al Congreso de Buenos Aires.
ConocienJo el gran aprecio y afecto filial que su Rcia. tenía
por su Prelado, se le dijo, seguras de darle el mavor consuelo,
que se le pediría por teléfono su paternal bendición. Nosotras
también necesitábamos del auxilio de sus oraciones y de compar-
tir con nuestro Pastor, que siempre solícito está pendiente de la
Comunidad, la inmensa pena que inundaba nuestras almas. A
la una y media le pudieron comunicar la gravedad de nuestra
amada Madre, que fué para su Exceleneia. como lo era para
nosotras, un gran dolor.
Nuestra querida enferma había caído, al parecer, en un
profundo sueño, sin dar muestras de sufrimientos, ni de dolo-
res. A nosotras no nos quedaba más que rezar y acompañarla
en medio de nuestras silenciosas lágrimas. A las dos de la larde
hora de Vísporas, la Comunidad las fué a rezar, quedándose
algunas de las hermanas junto a su lecho. Le notaron por dos
veces como una ola de sangre que pasaba por su rostro, inme-
diatamente se avisó a la Comunidad y al Padre confesor. Al
instante todas nos reunimos en su celda, a las dos y media o
un poco antes, llegaba nuevamente el Padre. Su Rcia. aunque
no abrió los ojos, pareció despertar de su sueño. En su rostro
— 98 -
iiii^cÜo sonr(;sado se reflejaba una paz, una serenidad tan eoni
pleta, en sus labios se marcó su acostumbrada, su incomparable
sonrisa: su respiración se hizo profunda y muy tranquila. Mi-
rarla era el mayor de los consuelos en esos instantes de tanto
dolor. Parfice que quería endulzarnos su partida con su amable
lonreír. Su mano derecha sostenía firmemente el santo Crucifi-
jo de su Profesión, que la había acompañado a través de todo el
largo trayecto de su vida religiosa. La voz venerable del Rdo.
Padre, rezaba con mucha unción todas las preces del Ritual,
que nosotras contestábanlo!* con gran fervor. Nuestros ojos no
9e apartaban de aquel rostro que nos (ra tan querido, en él
todo era paz, dulzura, serenidad del Cielo.
Llegaron las tres de la tarde, pasaron y ni el Padre ni nos-
otras vimos en ella, la m -ñor señal que nos indicara su partida,
no sabiendo si interrumpir las preces de los agonizantes, para
comenzar las de los difuntos. Pero viendo que ya no había, »n
todo su ser, ninguna manifestación de vida, comprendimos que
su preciosa alma, ya había volado a la Presencia de su Dios.
Su muerte fué el reflejo fiel de su vida, tranquila, serena,
descansó dulcnmente en los brazos de Aquel que tanto había
amado. En el Cielo sabremos lo que pasó en esa última media
hora de su vida y que dejó estampada en su rostro humano,
una sonrisa de felicidad... Todas las que tuvimos la sufTte
diré, de acompañarla, en medio de nuestro gran pesar, no podía-
mos dejar de decir, ¡qué hermoso es irse así. qué muerte tan
digna de envidiarse!
Más para las que quedamos qué prueba tan grande, veía-
mos cuanto iba siicodíendo y parecía que no lo comprendíamos.
Se cumplieron con ella los últimos deberes; al anochecer la tras-
ladamos al Coro e incontables veces nos preguntábamos unas a
oirás ¿es cierto, es verdad este dolor tan inmenso que ha caído
• — 99 —
sobre nosotras? Ahí junio al Sagrario, sentíamos mayor fuerza
para irnos coun enciendo de la realidad. Mirarla entre las flores
con que la había rodeado nuestro cariño, sonriendo suavemente
en un ambieníe de tan profunda paz, nos daba consuelo y nos
infundía valor. Esa noche la pasamos junto a sus restos morta-
les. A su lado en silencio se veía acercarse a sus hermanas, a
sus hijas que por largo rato estaban junto a ella, diciéndole lo
que no les fué posible decirle, en las cuatro horas en que se
las arrebató la muerte, dándole los últimos agradecimientos, por
su vida toda empleada en el amor y en el servicio de cada una,
encomendándose a su corazón de Madre, seguras que nunca nos
olvidará.
Al día siguiente se oficiaron dos Misas, en nuestra Capilla,
por el descanso de su alma. Todo el día estuvo colocada junto
a la reja. Con rapidez se esparció por la ciudad la noticia de su
fallecimiento. Como su Rcia. era muy estimada y muy querida
numerovis personas \inieron a verla por última vez. Los Sacer-
dotes y las Comunidades de Religiosos y Religiosas, se apresu-
raron a venir a acompañarnos y a manifestarnos su condolencia,
lo mismo numerosas personas que nos distinguen con su amis-
tad y aprecio.
A pesar de haber muerto nuestra amada Madre, de un gran
derrame celebral su rostro, sus manos y sus pies se le pusieron
de una singular blancura y de un aspecto de juventud y de nm-
cho agrado. A todas las personas que la vieron, que fueron
muchas, les inspiraba un gran fervor, a una voz decían, si pare-
ce una imagen, una virgen dormida. Su blancura sonrosada, les
llamaba mucho la atención ¿por qué está así decían? uno no
se cansa de mirarla. Se les daba la única explicación que eso
tenía. Tiene que ser el reflejo de Dios, en sus virginales des-
pojos.
Al anochecer del Martes hubo que cumplir otro gran deber,
colocarla en su ataúd. Con todo el amor y el respeto que nos
inspiraba la pusimos ahí, después con el velo negro de su Pro-
— 100 —
fcsión le cubrí el roslro, que aún no hal)ía dejado de sonreír.
Las lágrimas de todos nuestros ojos se mezclaron con la tierra
que tuve que esparcir sobre ella, cumpliendo las indicaciot:es de
nuestro Ritual.
El Miércoles 11 se celebraron solemnemente las Honras a
las 9 A. M. Las ' ofició el Sr. Cma Párroco del Sagrario, Pbro.
Don Jorge Labarca, acompañado del Capellán del Monasterio
y de uno de los Rdos. Padres Dominicos, estando el canto a car-
go de la Comunidad. Se reunieron en nuestra Capilla 'ilgunos
de los miembros de la familia de su Rcia., que la habían veni-
dlo a acompañar desde Santiago, y una numerosa concurrencia
que vino a compartir nuestro pesar.
Concluida la Santa Misa, entraron a la Clausura, ios tres
Sacerdotes oficiantes y el R-do. Padre Superior de los Dominicos,
para llevar a efecto los funerales. Terminadas las oraciones li-
túrgicas, entre las hermanas cargaron el modesto cajón para lle-
varlo a] fondo de la huerta, a nuestro Cementerio, aconipisñado
de la salmodia del Benedictus.
Había mucho dolor en todos los corazones, muchas lágri-
mas en los ojos; pero paz y resignación en las almas.
Llegado el pequeño cortejo al Cementerio, los Sacerdotes,
compartiendo nuestra emoción, dijeron las últimas preces, por
esta fie] hija de la Iglesia y nuestras manos la colocaron ('ari-
ñosamente ahí, donde debe descansar su cuerpo, hasta que nue-
vamente vivificado, comience también él, la ^ ida ^erdadera.
No había duda, era vordad, que imeslra (¡uerida Madre Ma-
ría Angela del Santísimo Sacramento, había cambiado este des-
tierro por la Patria Celestial.
Al regresar del cementerio ¡\uesiro Señor, que veía y com-
prendía cuán angustiado estaba el corazón de la Comunidad,
— mi —
nos proporcionó un refuerzo y un consuelo, en esla hermosa
caria que recibimos del Exceleiilísimo Señor Obispo, escrita a
los pocos instantes del fallecimiento de su Rcia. y enviada en
los momentos de partir para su viaje.
Santiago, 9 de Octubre.
Muy apreciada Madre Priora:
Comprenderá V. R., con qué sentimientos escribo estas
líneas pocas horas aiiles de mi partida a Buenos Aires.
Nuestro Señor no me permitió acompañar a mi tan aprecia-
da Madre María An<r^la en su viaje al- Cie.lo. Desde aquí me
uno al dolor de Uds.. que es también mío. pues tenía para con
la Madre Angela una gran estimación y afecto.
¡Sea bendito el Nombre de.I Señor! Hubiera deseado acom-
pañar a la Comunidad en tan dolorosas horas y pueden estar
ciertas que mis oraciones de eslos días serán para pedir al Se-
ñor les dé el consuelo tan necesario.
¡Qué inmenso vacío deja la Madre M. Angela y qué her-
mosas lecciones encierra su \ida!
Puedo decirles que era un alma llena de las más ricas
virtudes y que el Carmelo de Talca puede enorgullecerse de ha-
berla poseído.
No sé por qué tuve un presentimiento la última vez que la
vi y le hablé de su salud.
Ella desde el Cielo velará por nosotros, yo ya esta tarde,
más que pedir por ella, me he encomendado a su protección.
Y ahora mi estimada Madre "no nos entristezcamos como
los que no tienen esperanza". Ella habita ya "la región del re-
frigerio, de la luz y de la paz ". Nos deja un gran dolor, pero
también un grati ejemplo. Trabajemos por seguirla.
— 102 —
Muy unido a la querida (lonuiriidad, las heiidice con afec-
to su padre v Prelado.
MANUEL LARRAIN E.
Obispo de Talca.
POSTREROS RECUERDOS
Nu)nerosas mauifeslaeiones de sentida condolencia comenza-
ron a llegar de todas parles, que nos decían cuanto cariño y
cuanta veneración había sabido despertar nuestra querida Ma-
dre en tantos corazones, sólo con su sencillez y su virtud.
Nuestros Reverendos Padres Carmelitas y todos los Carme-
los chilenos, se distinguieron muy especialmente. Su Reía, había
amado con tanta verdad, a cada uno de sus hermanos de reli-
gión, se interesaba por todos los Cármenes, como por su pro-
pio Carmen, por sus Madres y hermanas, como por sus seres
más queridos. Así desde aMá, habrá sabido agradecerlas los
sufragios indicados por nuestras Con.-tituciones y todas las de-
más oraciones de supererogación ofrecidas por su alma, con tan-
ta largueza, como lo hemos sabido por sus cartas; más les ro-
gamos no olvidar, que la última pt lii ión de esta hermana que
tanto las amó, fué que "la encomendáramos mucho a su Sc-
ñor .
Obispos, Sacerdotes, Religiosos y Religiosas, que conocían
a su Rcia., y nos distinguen (ton su amistad, supieron acompa-
ñar nuestro pesar, manifestando un hondo y sincero aprecio ])or
nuestra amada Madre, y ofreciendo generosos sufragios por su
alma. .Su Rcia. se los sabrá compensar desde el (]ielo. ya que
era tan sinceramente agradecida, en su nombre \ en él de nos-
otras.
Todos los miembros de nuestras familias, que le eran deu-
— 103 —
dores de finas atenciones y cariños, y personas seglares, que ya
personalmente, ya por carta la conocían, supieron unirse a nues-
tro sentimiento delicadamente. A todas ellas nuestra gratitud
sincera.
Pasan los días, pero no su recuerdo. Todo el Convento que-
dó inundado por eJ suave perfume de su virtud. Su rápida desa-
parición nos dejó la impresión que en cualquier momento, al
volver de un claustro, al salir de una puerta, podíamos volver
a encontrar su figura venerable y bondadosa, que con sólo su
vista nos hacía tanto bien. Pero, su misión ha cambiado, se ha
hecho sólo espiritual.
Había un gran deseo en nuestros corazones, el regreso de
nuestro amado Pastor. Sabíamos que su Excelencia la conocía
íntimamente y le tenía un grande aprecio. Sentíamos que al lle-
gar nos traería algo positivo de la Madre que había emprendi-
do el vuelo. A los 15 días de su fallecimiento lo tuvimos de
nuevo entre nosotros. Al día siguiente vino a oficiar la Santa
Misa en nuestro Altar por el eterno descanso de su alma. Des-
pués de ella, nos reunió junto a la reja del Coro, ahí con pater-
nales sentimientos, se unió a nuestro dolor, que era también su»
yo; derramó las palabras del consuelo cristiano en nuestras al-
mas y nos animó a ser generosas en la prueba del Señor. En
seguida con todo el conocimiento que tenía de nuestra querida
Madre y con toda la autoridad del Prelado y del Pastor, en
términos elocuentes y profundos, nos expuso lo que él había
visto en esta verdadera Carmelita en los 5 años que la conoció,
nos señaló el camino que su vida nos dejaba trazado diciendo,
que era su testamento, que todas nos debíamos empeñar por
cumplir.
Este año se volvieron a cu])rir de flores nuestros jardines y
con ellas llegó el mes lleno de encantos, el mes que evoca los
mejores recuerdos de la vida "el Mes de María". Taml)ién nos-
— 101. —
f)tias nos leimiinos ciida día. a los ])ies de miestra Jiuena Madrf
del (lielo \ ahí. uno \ oz anii^a y venerable, nos iclala la má>
tierna de las historias que encierra la humanidad, la vida de Ir
huiHÍlde donceliita de \azaret ) nuestros labios repiten las mis-
mas oraciones, que desde pequeñas oímos rezar a nuestras ma-
dres, en el seno del lejano pero no olvidado hogar. De.sde que'''
llegaJTios aquí, movía profundamente nuestra piedad y enfervo-' '
rizalja nuestros corazones, una hermosa y cristalina voz, suave y*
poderosa a la vez, que en este mos se alzaba llena de amor y
piedad, entonando las glorias de María y contando sus bonda-
des con los hijos de los homiires. " Este año esa voz ya no se
oía aquí en la tierra. Hubo un cantar que desde que lo conoció
era el de su predilección, no se le podía oír sin que arrancara-
lágrimas de nuestros ojos y sin que encendiera vivamentf los
deseos de una vida mejor, era el que dice:
Un día al Cielo iré
Y la contemplaré.
ai
m
Ifi
etil
Al oíilo este año sentíamos que para ella se liabía conver-luC
tido en una venturosa realidad.
Un día la veré
Y. exiática a su lado
De flores coronada
Por siempre reinaré.
MiráI)aJuos a nuestra Madre .Santísima y nos |)arecía ver
junto a Ella, a su humilde hija que reinalia feliz.
Un día la veré
En la radiantei gloria
Con himnos de A'icloria
Su imin])re ensalzajé.
— 105 —
idi
Sí. sin eluda allá {oiiliniiaiá catilaiKÍo las glorias de su Ma-
, I e, esa voz que con taiilo amor las ensalzó aquí en la íierra.
iiis Al terminar esta reseña que más que' una circular, se puede
i,¡ amar una noticia detallada y nuiy verdadera de su alma y
ju, ; su vida: creemos haber cumplido mejor los deseos del Se-
iD iv que recordamos al comenzar, "que la luz no quede bajo
, , celemín". Así no hemos querido que esta hermosa luz, que-
, ua sólo bajo el celemín de nuestro Monasterio.
Ij. Nuestro deseo es que, el conocimiento de la vida de esta
s( umilde Cartnelita, que tan bien sujjo cumplir la misión, que
ij 1 Madre la Santa Ijilesia le confiara, al traerla a su Santo Mon-
,j : Carmelo, conlribu)a eficazmente a prom.over la gloria de Dios
fi, animar y atraer los corazones generosos, a amar y a servir
su Señor, como esta ejemplar religiosa lo supo amar y servir,
urante su permanencia en f.ste mundo y como ella se labren,
ara el jotro, una dicha sin fin. •
El Señor bendiga estas modestas páginas, escritas con gran
idelidad y sencillez y nuestra amada Madre María Angela, las
"ciba como una prueba del gran amor y ¡jrofunda gratitud de
• 1 Comunidad.
De V. Reía, humilde sierva en Cristo.
Carmela de Jesús Crucificado
Priora.
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