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COLECCIÓN 1
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HISTORIA NACIONAL
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COLECCIÓN
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HISTORIA NACIONAL
TOMO XIV
HISTORIA GEOGRÁFICA, NATURAL Y CIVIL DEL REÍ DE MI
POR EL JESUÍTA FELIPE GÓMEZ DE VIDAURHE
CON UNA INTRODUCCIÓN BIOGRÁFICA Y NOTAS
J. T. MEDINA
SANTIAGO DE CHTLB
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HISTORIA
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REINO DE CHILE
POR FELIPE GÓMEZ DE WIAIRE
PUBLICADA CON UNA INTRODUCCIÓN BIOGRÁFICA Y NOTAS
POR
J. T. MEDINA
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TOMO I
SANTIAGO DE CHILE
IMPRENTA ERCILLA
1889
INTRODUCCIÓN
Don Felipe Gómez de Vidaurre, autor de la Historia geográfi-
ca, natural y civil del Reino de Chile, que hoy publicamos, vio
la luz en la ciudad de Concepción el año de 1748. 1
Su padre don Juan Gómez de Vidaurre, nacido en Salta en
1690, era hijo del maestre de campo don Francisco Gómez de
Vidaurre y de doña Ana Olmos de Aguilera, señora descendiente
de uno de los primeros conquistadores de Chile. Cuando conta-
ba apenas veinte años fué nombrado alférez de la guardia del
Gobernador de Tucumán; y, después de figurar en una campaña
contra los bárbaros del Chaco, ascendió a teniente y en segui-
da á capitán del presidio del Rosario de Miraflores. En 1717
pasó á Arica, siendo nombrado allí teniente de justicia; y ha-
biéndole conferido el Rey, en 1731, el gobierno de la Serena, se
trasladó á aquella ciudad y posteriormente á Concepción con
el título de juez oficial real, cargo que servia aún en 1765, épo-
ca en que fué separado de él por el Presidente Guill y Gonzaga,
m
1 Es fácil determinar esta fecha teniendo en cuenta que en 1767 contaba veintiocho
años, según resulta de un manuscrito que contiene la Nómina de los Padres remiti-
dos de Orden del Señor Presidente de Chile á este Superior Gobierno, original en
poder de don Enrique Torres Saldamando. La edad que en este documento se atribu-
ye á Gómez de Vidaurre está en un todo de acuerdo con la que le señala otro docu-
mento inédito que existe en nuestra Biblioteca Nacional, y cuyo conocimiento debemos
á la bondad de don J. M. Frontaura y que se intitula Ratón de los jesuítas, etc. Véa-
se la nota 6.
INTRODUCCIÓN
en atención «al desbarato» en que se hallaban los negocios é
intereses confiados á su cargo por la inhabilidad consiguiente a
su avanzada edad.
Don Juan Gómez de Vidaurre fué casado con doña Manuela
Girón, de cuyo matrimonio consta que nacieron don Fermín
Gómez de Vidaurre, teniente que fué de infantería de la Fronte-
ra, y el autor de la presente Historia de Chile. 2
Lo cierto es que el futuro jesuíta chileno se sentía orgulloso
de su familia, pues, sin los antecedentes que quedan relata-
dos, varios de sus miembros, según se complacía en recordar-
lo, habían derramado su sangre en defensa del rey y de la pa-
tria. 3
Poseían los padres de Gómez de Vidaurre una estancia vecina
a Concepción y allí han debido pasar sus años de la infan-
cia. En dos diversos lugares de su obra, cuando ya había tras-
currido mucho tiempo, y se hallaba desterrado lejos de su pa-
tria, Gómez de Vidaurre evocaba en su memoria con cariño
aquellos sitios testigos de sus juegos de niño. «Muchas veces*,
dice, hablando del procedimiento empleado para lavar el oro en
Chile, «muchas veces, de muchacho, fué esta mi diversión es-
tando con mis padres en la campaña.» 4
Cuando contaba once años, hallábase todavía en Concepción,
habiéndole cabido experimentar allí el terremoto que arruinó
a aquella ciudad el 24 de Mayo de 1751 . 5
Poco más tarde ha debido trasladarse á la capital, enviado sin
duda por sus padres para que entrase en la Compañía de Jesús.
2 Don Fermín Gómez de Vidaurre se casó en 1760 con dona Isabel Ugalde de la
Concha, habiendo fallecido el 1.° de Julio de 1773.
Podríamos avanzar aún muchos más datos acerca de la familia del jesuíta chileno,
valiéndonos para ello de la Relación de 7o? servicios y méritos del capitán don Juan
Gomes de Vidaurre, etc., impresa en Madrid en 1729, para ser presentada al Consejo
de Indias; pero bastarán para nuestro propósito los que quedan consignados en el
texto.
3 «Porque, á la verdad, pocas familias habrá en Chile de las que hayan ellos (los
araucanos) derramado más sangre que de la mía.» Tomo I, pág. 310,
4 «Por la experiencia que adquirí enseñando en Chile.» Tomo II, pág. 291.
5 Véanse mas adelante las págs. 67 y 209.
INTRODUCCIÓN XI
En Santiago vivió, durante diez años, ocupado en parte de la
enseñanza, 6 hasta 1767, fecha de la expulsión de la Orden." Gó-
mez de Vidaurre era en ese entonces sacerdote de primer
voto.
Como se sabe, los jesutías expatriados de Chile fueron envia-
dos á Lima, habiéndole tocado á Gómez de Vidaurre embarcar-
se para aquel destino con setenta y nueve de sus compañeros
á bordo del navio El Valdiviano. Nuestro autor permaneció en
Lima, viviendo en la casa de los Desamparados, hasta el 25 de
Abril de 1768, día en que se embarcó nuevamente con rumbo
á España á bordo del navio de permiso, nombrado La Concordia,
de que era capitán don José Ventura de Salcedo. 8
Cupo en suerte á la inmensa mayoría de los desterrados chi-
lenos ir á establecerse en la ciudad italiana de Bolonia, donde,
según Vidaurre nos lo refiere, hubo época en que moraban en
ella más de doscientos miembros de la extinguida Compañía.
Para vivir sólo contaba allí con la modestísima pensión de cien
pesos anuales que el Soberano había asignado á cada escolar
ó sacerdote, en cuya clase, como hemos dicho, se contaba nues-
tro autor. 9
Gómez de Vidaurre, á poco de llegar á Europa, pudo pene-
trarse de la extraordinaria ignorancia que allí se notaba res-
pecto de su patria, aún entre las gentes ilustradas.
«El Reino de Chile, decía aquel, que yo considero como
uno de los países más beneficiados de la naturaleza, lo hallo
6 uEl último terremoto, ocurrido en Chile, dice rn la pag. G6 do su obra, y de que
puedo bablar como testigo ocular, riño á veinticuatro de Mayo dn mil setecientos cin
cuenta j tino: arruinó enteramente la Concepción, ele.»
7 «En diez años que estuve en la capital, sólo una vei vi nevar», dice en la pag. -II
8 La fecha del embarque de Gómez de Vidaurre la ha señalado él mismo en la pag.
6T de este primer volumen de su Historia. Las demis ejrcniístanci.is de su partida
para España constan de la Raión de tos jesuítas que se conducen de esta e-asa de los
Desamparados al puerto del Callao, etc.. manuscrito que se guarda en la Bibliote-
ca Nacional. En este documento se atribuye también á Vidaurre veintiocho años de
edad.
9 En la Biblioteca Nacional eriste un recibo de Vidaurre por esa suma, fechado en
l.o de Enero de 1783 y datado en aquella ciudad.
XII INTRODUCCIÓN
todo él tan desfigurado por loa geógrafos, que apenas por la
descripción que de él hacen, se puede venir en conocimiento
de su situación en el orbe. Su benigno clima, no sólo injusta-
mente degradado de aquel punto en que debe colocarse, sino
que lo han llegado á poner en la clase de los más nocivos ó
mortíferos; sus producciones útilísimas, ú omitidas del todo, ó
mal explicadas, ó equivocadas, ó confundidas; sus habitantes
nada bien caracterizados; sus guerras no expuestas con aquella
sinceridad y verdad que conviene; finalmente, su estado pre-
sente por ninguno expuesto. Hé aquí lo que me ha hecho pen-
sar en una historia geográfica, natural y civil de este reino.»
«Los autores, agrega más adelante, se extienden hablando
del reino animal sobre la multiplicación que han hecho en el
reino de Chile los animales llevados de Europa, mereciéndoles
tan poca atención los propios del país, que han quedado satis-
fechos de su trabajo con sólo haberlos indicado... Una historia,
pues, que ponga bajo los ojos del lector, el reino no más exten-
dido de lo que él es, que hiciese ver su división natural, que
hable de estas sus partes, que explicase su temperamento, su
clima, aduciendo las causas que lo constituyen tal cual se re-
presenta, que no omitiese sus meteoros, que hiciese ver sus
aguas, tanto de lluvias como minerales y termales, que descri-
biese sus volcanes, refiriendo sus erupciones, que no pasase
en silencio sus terremotos, como las causas que para ello pue-
de haber, habría descrito de modo el reino de Chile que ello
sólo desterrara fundadamente los errores de los geógrafos.»
De aquí nació en el ex-jesuita la idea de escribir una historia
de Chile. «Conozco, decía á este respecto, lo grande del asunto
y veo que mis fuerzas no pueden llegar á llenar el proyecto.
Con todo, yo lo abrazo por el deseo que tengo de servir al pú-
blico y de hacer conocer á mi patria en su propio y verdadero
aspecto.» «Yo protesto, dice en otro lugar, que cuando me re-
solví á tomar este trabajo, me propuse mirar el país que des-
cribo como que no fuese en él nacido, para proceder en la
INTRODUCCIÓN XIII
narración de sus buenas prerogativas y cualidades con aquella
imparcialidad que pide la severidad de una historia.» 10
Armado de tales propósitos, y habiendo podido disponer de
algunos pocos papeles que tuvo oportunidad de consultar en
Chile 11 y de los valiosos consejos de su compañero de des-
tierro el historiador chileno Miguel de Olivares, que vivió tam-
bién en la ciudad en que se hallaba residiendo, y de los tra-
bajos que acababa de publicar otro compatriota ilustre, don
Juan Ignacio Molina, Gómez de Vidaurre se dedicó á la obra
hasta llevarla á término en enero de 1789, en cuya fecha la en-
vió al ministro español de Gracia y Justicia de Indias don An-
tonio Porlier, que se la habia pedido, dedicándosela con corte-
sanas frases.
Ya por ese entonces hacía tiempo había visto la luz pública
un Compendio clella storia geográfica, naturale, e civile del Regno
del Chili, Bologna, MDCCLXXVI, 8.°, que fué traducido al ale-
mán por E. J. J. (Jagemann) y publicado en Hamburgo en un
pequeño volumen en 8.°, en 1782, 12 atribuyéndolo al abate
Vidaurre. De esta misma opinión participaba Meusel, en su
Biblioteca Histórica.
Por el contrario, en la traducción francesa de la Historia Na-
tural de Molina, publicada por Gruvel en París, en 1789; en la
obra de los Padres Backer (t. V, pág. 540); y en la que el jesuita
español Raimundo Diosdado Caballero imprimió en Roma en
1816 con el título de Bibliotheca Scriptorum Societatis Jesu —
Suplementa, y, por fin, por no citar otras autoridades, en la
pág. 41 de las Notas para una bibliografía de obras anónimas y
seudónimas sobre la historia de América de don Diego Barros
Arana, se afirma expresamente que aquel Compendio anónimo
es de la pluma de Don Juan Ignacio Molina. Nosotros mismos
10 Tomo I, pag. 20.
11 Tomo II, pág. 41. uLos papeles antiguos que se hallan en el Archivo de la Con-
cepción.»
12 Des Iferrn Abti Vidaurre kurzgefasste gcographischc, natürliche und bürger-
liche Geschichte des Kónigreichs Chile. 208 págs. y un mapa.
XIV INTRODUCCIÓN
hemos sustentado esta opinión en nuestra Historia de la Litera-
tura Colonial de Chile. Mas, es esta la verdad? Creemos, por lo
menos, que este punto merece alguna discusión.
El fundamento más fuerte que puede citarse acerca de que
Molina sea el autor del Compendio, como lo ha hecho notar
muy bien el señor Barros Arana, es la decisión de Caballero que,
habiendo vivido en frecuente trato con los jesuitas expulsados,
ha debido hallarse en situación de conocer al verdadero autor
de aquel libro. Las demás aserciones no hay para que tomar-
las en cuenta, ya que las de Gruvel y demás qué le han seguido
no emiten fundamento alguno de su dictamen. Contra ellos, y
acaso con más fuerza, podría alegarse el hecho de que el traductor
alemán manifestó en la portada misma de su libro que traducía
una obra de Vidaurre.
Por lo que á nosotros toca, creemos que no hay para qué
considerar ni unas ni otras opiniones y que en el examen aten-
to del libro, y, sobre todo, en lo que los mismos autores á
quienes se atribuye la paternidad de la obra han dicho acerca
de él, debe buscarse la solución de la dificultad.
Conste, desde luego, que habiendo intitulado uno- y otro la
obra que firmaron, Historia geográfica, natural y civil del Reino
de Chile, nada puede deducirse del título. Ambas también lle-
van á su frente el mismo mapa. Pero ya desde este punto pue-
de deducirse algún antecedente útil para nuestro propósito. En
efecto, sabemos positivamente que el Compendio se imprimió
en 1776 y que el libro de la Historia natural de Molina, á cuyo
frente va ese mismo mapa, solo vio la luz pública en 1787, ó
sea once años después que aquel. Ésto nada probaría aún si no
fuera que al manuscrito del libro de Vidaurre que hoy inclui-
mos en la Colección de Historiadores de Chile acompañan exac-
tamente las mismas diez láminas que se adjuntaron al Com-
pendio, lo que no sucede en ninguno de los libros de Molina
que se imprimieron con su nombre.
j
V
INTRODUCCIÓN XV
Ya en nuestra Literatura Colonial habíamos tenido ocasión
de manifestar que el estilo del Compendio era evidentemente in-
ferior al usado por Molina; superioridad que el de éste conser-
vó siempre sobre su compatriota, aún escribiendo en extraño
idioma; siendo de prevenir, como lo hemos indicado ya, que
en aquel entonces abrigábamos la persuasión de que el Com-
pendio era de Molina y atribuyendo aquella deficiencia á una
obra que creíamos un mero ensayo.
Entrando ahora en un examen más detenido entre el libro
anónimo y el firmado por Vidaurre, se notan tantas analojías
entre uno y otro, que se presentan é nuestra atención desde la
primera frase. Véase en efecto como comienzan uno y otro. -
Compendio: «Prefacio: — Chile, país no menos beneficiado de
la naturaleza que desfigurado por los escritores, se conserva
hasta ahora casi del todo desconocido á las personas que se de-
dican al estudio de la geografía y de la historia natural.»
Historia geográfica: «Prefacio — El Reino de Chile que yo con-
sidero como uno de los países más beneficiados de la natura-
leza, lo hallo todo él tan desfigurado por los geógrafos que,
apenas por la descripción que de él hacen, etc.»
¡Cuan distinto comienzo en Molina!: «La Europa vuelve al
presente toda su atención hacia la América, deseando conocer
con erudita curiosidad la diversidad de sus climas, etc.»
Hubiéramos de extendernos demasiado si quisiéramos entrar
en un cotejo detenido al estilo del que dejamos insinuado.
Bástenos saber que esas analogías, que no podemos atribuir a
una rara coincidencia, se repiten á cada paso en una y otra
obra.
Pero hay mas todavia. Por una circunstancia feliz podemos
saber los términos en que Molina y Vidaurre se expresaron
acerca del libro anónimo: aunque es convenienle que desde
luego sepamos lo que expresa Molina en su prólogo acerca de una
obra de Vidaurre. Dice, en efecto, en la pág. VII que «el abate
Vidaurre se dedicó principalmente á manifestar las produc-
XVI INTRODUCCIÓN
clones chilenas y los usos de aquellos naturales: dos cosas que
lia desempeñado con suma inteligencia y acierto.» ¿Pueden es-
tas palabras referirse á un trabajo como la Historia geográfica
' ral y civil, que en la fecha en que su autor las estampaba,
r ), ese último libro, no sólo no havia visto la luz pública,
que estaba aún escribiéndose, ya que, como sabemos, sólo
íero de 1789 pudo Vidaurre remitirla al ministro Porlier? Si,
itra parte, se hubiese hecho alusión con ellas á la obra
uscrita de Vidaurre, la referencia habría sido inexacta,
to que, como puede verse en las páginas siguientes, solo
itad de la Historia geográfica está dedicada «á manifestar
iroducciones chilenas y los usos de aquellos naturales,» y
,ra mitad por entero á la relación de los sucesos civiles y
lieos del reino de Chile.
jro no hay por qué hacer incurrir á Molina en esta inexac-
1. Basta coger el Compendio para serciorarse, en efecto, que
él, desde la primera hasta la última línea, está dedicado á
diar »las producciones chilenas y los usos de aquellos na-
les.»
i el prefacio de Molina donde se encuentran estas palabras,
íelta de página, se hallan todavía estas otras: «Las histo-
ó más bien las relaciones que se han publicado. . . son. . .
compendio anónimo que se publicó en lengua italiana en
ío 1776 y que en cierto modo nos da una noticia más com-
í de Chile que la que nos han dado las demás obras impre-
singularmente en cuanto á la geografía y á la historia
ira]. Mas, como pienso que este compendio es demasiada-
ite conciso, esto mismo me ha hecho pensar que haría un
fquio útil á las personas que gustan de las cosas americanas
mentándoles otro compendio en que se trate más á la larga
ra más individualidad las producciones y los sucesos más
ibles de aquel país.»
1 libro, ó mejor las dos obras de Molina acerca de la historia
ena, los ha titulado en realidad Compendios. ¿Habría, según
INTRODUCCIÓN XVII
esto, escrito tres compendios? O parecerá mas natural que el
que ha escrito ya uno sobre un tema dado, llame á otro más
extenso, que trate de la misma materia, simplemente Historia?
Decíamos que Vidaurre ha hecho alguna alusión al libro anó-
nimo, y como va á verse, nótese en términos cuan diversos de
los de Molina se expresa acerca de él: «Su autor, chileno, ene-
migo de gloria, ocultó su nombre y no quiere que salga aún
en ésta». . . Y, ó mucho nos equivocamos, ó estas palabras dejan
traslucir cierto manifiesto sabor de paternidad literaria.
No ha sido nuestro ánimo probar con las consideraciones
precedentes que Gómez de Vidaurre sea realmente el autor del
libro de que venimos tratando; pero es necesario que conste,
por lo menos, que no es posible, sin nuevos datos, decidir de
una manera definitiva esta duda histórica. Por nuestra parte,
lo creemos ahora, y si esa fuese la verdad, á él le cabria el en-
vidiable honor de haber dado á conocer en Europa á una nación
que era al fin su patria y que tan desfigurada, como lo ha di-
cho, se notaba allí, cuando su duro destino lo llevara á aque-
llas remotas tierras.
Concluida su obra, no sabemos cuanto tiempo más perma-
neciera Vidaurre en Bolonia, pero consta que el i.° de enero
de 1795 se hallaba establecido en Roma. 13 Probablemente,
en vista déla cédula de Carlos IV, fecha 11 de mayo de 1798,
que permitió á los ex-jesuitas españoles regresar al lugar de su
origen ó residir en los conventos de otras de las órdenes reli-
giosas, abrigó desde entonces el pensamiento de volver á su
patria, habiendo querido antes conocer la capital del mundo
católico, cuna y á la vez panteón de un gran pueblo. Lo cierto
es que se le encuentra después en Barcelona 11 , y que á me-
diados de junio de 1800 escribía desde Concepción, que en vir-
13 Compruébase este hecho de la Lista de los jesuítas existentes en el Departamen-
de Roma en 1.° de Enero de 1795, entre los cuales aparece el nombre de Felipe
.aurre con la agregación expresa de residir en aquella ciudad. Manuscrito de la Bi-
teca Nacional.
1 Barros Arana, Historia Jeneral de Chile, t. VII, pág. 544, nota 56.
I
<
XVm INTRODUCCIÓN
tud de la real orden citada, había regresado á Chile en unión
de sus compatriotas, también ex-jesuitas, don Francisco Ja-
vier Caldera y don Juan José González. En ese entonces recla-
— *~ la pensión alimenticia que le estaba acordada y de que
que gozaba en 1805, en su ciudad natal, donde residía. 15
abajo de nuestro compatriota consta de dos partes esen-
nte diversas, que corresponden a cada uno de los volú-
en que al publicarlo lo hemos dividido. La primera
ende propiamente la historia natural de Chile y lasegun-
ñstoria civil y política.
quí cómo se expresa acerca de la primera nuestro sabio
el Dr. don R. A. Philippi, que ha tenido la bondad de
istrarnos, á pedido nuestro, las notas siguientes:
leído con mucha atención la obra del padre Gómez de
•re en la parte que trata de las plantas y animales de Chi-
10 no era naturalista, ha incurrido en los mismos errores
obra de Molina, como era natural, añadiendo algunos
porque le faltaban los conocimientos científicos que se
>rian hecho evitar. Señalaré algunos. Cree (pág. 145) que
itorral» <|ue produce el incienso de Coquimbo, es el
que el de la Arabia. Entre los árboles «que pierden la
i el invierno,» menciona el quillai. Coloca la planta fa-
i llamada ampeloinusa por Molina, entre los árboles de
Dmestible, aunque Molina diga que «su gusto es áspero
n gen te.»
re los peces cetáceos, Vidaurre enumera la «vacamari-
íg. 240) que es evidentemente la foca ó «lobo de mar,»
iste animal se llama en Chile, que os mas conocido con
bre de elefante de mar, sin notar que es el mismo lame
69) colocado entre los animales anfibios, que ciertamen-
js cetáceo. Cuando pretende haber visto una costilla de
i del largo de 22 pies, es evidente que ha tomado un ramo
íandíbula inferior por costilla. En la página 257 leemos
uscñto del Archivo de Indias.
INTRODUCCIÓN XIX
que el pigue, (que es evidentemente la ave conocida con el
nombre depillu), que algunos quieren caracterizar por la «ci-
güeña» no lo es, pero es seguramente sumanente parecida á la
cigüeña europea, y del género ciconia. Este es también un error
de Molina.
•
«Entre los cuadrúpedos europeos que hallaron en Chile los
primeros españoles que entraron en él, menciona las zorras,
las liebres, etc. Las zorras son de tres especies, el gurú, la chi-
lla y el payne gurú, y no se diferencian de las europeas (lo que
es falso), todo como en Molina, al cual sigue también cuan-
do enumera (pág. 275) el culpeu entre los «cuadrúpedos terres-
tres carnívoros,» que es, como confiesa el mismo Molina, una
especie de zorra grande.
«Vidaurre dice, hablando de las liebres, animales que cier-
tamente no existen ni existian en Chile, que suelen pesar hasta
veinticinco libras, y que se hallan limitadas á las provincias de
Coquimbo, Santiago y Huilquilemu. Molina dice que pesan hasta
treinta libras comunes de Italia, y que se ven sólo en las pro-
vincias de Coquimbo, Puchacay y Huilquilemu.
«Pero basta de errores.
«Encontramos algunas observaciones muy juiciosas y datos
preciosos que se relacionan con la cuestión muy importante
de saber si ciertos animales y plantas han sido indígenas en
Chile ó cultivadas en este país antes de la entrada de los espa-
ñoles en él, ó introducidas por ellos. Recuerda que ya el padre
Acosta, que escribió poco después de la conquista de la América
meridional, ha establecido la regla que, si en el idioma de los
naturales se encuentra voz propia que denomine un animal ó
una planta, el animal ó la planta se ha de considerar como in-
dígena, y deduce de aquí que el perro existía en Chile á la lle-
gada de los españoles.
«En la página H8 leemos: «En sus campos encontraron los
españoles que cultivaban estos indios varias especies de judías
ó fréjoles, pero diferentes de los de Europa, con el nombre ge-
XX INTRODUCCIÓN
nérico de degul». Esto sería un dato precioso si no fuera acaso
sacado de Molina. Sigue: «cultivan también las calabazas, tanto
de flores amarillas como las de flores blancas», y distingue en-
tre las primeras, que se llaman en lengua chilena penca, dos
clases, como Molina, indicando sus diferencias, lo que no hace
este naturalista. Vidaurre habia dicho (pág. 110): «una de las
especies de sus calabazos rojos, al que dan el nombre de pilco,
el cual por este nombre indio se debe creer lo han tomado los
españoles de los indios». No encuentro esta voz pilco en el ca-
lepino del padre Febres. Me ha llamado también la atención
que la voz «zapallo» no es usada ni por Molina, ni por Vidau-
rre, pero que se encuentra en el mencionado calepino. No es
voz castellana ni chilena, ¿es acaso quichua?»
Véase ahora como otro juez no menos competente aprecia la
parte del libro relativa á la historia civil. «La obra de Vidaurre
hasta los sucesos de 1655 es una especie de compendio de
la obra de Olivares, en que se percibe, junto con la falta
de informaciones luminosas y seguras, la carencia del sen-
tido histórico para encadenar los hechos y para darles sus
verdaderas proporciones. Vidaurre, aunque escribía en un me-
dio social mucho mas ilustrado que aquel en que compusieron
sus obras los cronistas anteriores, no se resolvía á abandonar
del todo los cuentos maravillosos de las crónicas anteriores;
ni alcanzó á comprender el espíritu de la crítica histórica mo-
derna que si en muchas ocasiones no puede, por falta de docu-
mentos, llegar á descubrir la verdad completa y absoluta, se,
guarda de inventar cosa alguna, evita las exageraciones y nos
traza un cuadro incompleto sin duda pero no falaz. Las páginas
que Vidaurre ha destinado á los sucesos subsiguientes al año
de 1655, hasta el gobierno de Guill y Gonzaga, que forman el
libro décimo de su obra, constituyen una revista sumaria, es-
crita sin documentos, llena de deficiencias y de errores; 16 pero
16 «Entre las muchas deficiencias y errores gravísimos que podríamos señalar en
esta parte de la historia de Vidaurre, recordaremos solo tres. Ignora por completo la
v-«
INTRODUCCIÓN XXI
en la cual se descubren sobre los sucesos que él presenció ó de
que pudo recoger la tradición, algunos recuerdos personales que
el historiador debe aprovechar. La obra de Vidaurre se cierra
con un «estado presente del dominio español en Chile», que
llena el último libro. Las noticias que allí hay carecen de la
rigurosa proligidad de los datos estadísticos, y revelan, ademas,
un observador superficial que solo fija su atención en la parte
aparente y externa de las cosas. Describe largamente los trajes
que usaban los chilenos, y se detiene en otras circunstancias de
menos interés; pero al dar á conocer el gobierno civil, militar
y eclesiástico, la diversidad de rangos sociales, el comercio y
la industria, su libro, si bien contiene algunos hechos secun-
darios que pueden utilizarse, se limita casi exclusivamente á
generalidades.
«Vidaurre, por otra parte, es un escritor de mérito bastante
mediocre. Aunque usaba su propio idioma, á diferencia de Mo-
lina que escribió sus obras en italiano con gran soltura y hasta
con elegancia, Vidaurre no puede soportar comparación alguna
con éste. Su frase es embarazada, tortuosa, y su vocabulario
deficiente ycon frecuencia impropio».» 17
No debemos olvidar, sin embargo, como decíamos en nues-
tra Historia de la Literatura colonial que aunque el libro de
Vidaurre no puede ponerse en parangón con algunos de los que
le precedieron, fué escrito lejos de Chile, sin los elementos
necesarios para la realización de un trabajo tan completo como
hubiera sido de desear, no debiendo ver en él sino la obra bien
intencionada de un desterrado que ha querido recordar á su
deposición del gobernador Acufia por el pueblo de Concepción y lo* sucesos que se le
siguieron, asi como desconoce que hnbn un gobernador Hámulo Percdo y lodo lo que
coa él se relaciona. Mas adelante, cuerna cu dos páginas el gobierno de don Juan
Henriqucí, suponiendo que vin» i reemplaiar i don Fraucisro liifiei. En los acci-
dentes estos descuidos son mas numerosos todavía.
»Sin embargo, al hablar de los gobernadores de quicnos fué contemporáneo, 6 alcanzó
i recoger la tradición inmediata, es mucho mas exacto, y contiene, como decíamos en
el texto, algunas noticias aprovechables.»
17 Barros Arana, Historia Jeneral de Chile, VII, pig. 512.
XXII INTRODUCCIÓN
patria en la distancia, dándola á conocer á quienes tan igno-
rantes so mostraban, tanto de sus producciones como do los
sucesos realizados en ella. 18
"1 manuscrito que nos ha servido para la presente publicación fui copiado bajo
dirección y por encargo del Gobierno de Chile, del original del autor, que
'da en la Real Academia de la Historia en Madrid.
> podrá observarse, hemos debido limitarnos a ilustrar el texto, cuya ortografía
amos, con unas cuantas notas bibliográficas, ya que la rectificación de los erro-
claración'de las dudas que contiene, nos habría demandado un desarrollo in-
n D. Enrique Torres Saldamando, en la Biblioteca Nacional de Lima se con-
m libro de Gómez de Vidaurre que es una defensa de la Venida d.'.l Mesías de
:a. No conocemos esa obra ni la hemos visto citada en ninguna bibliografía.
««soáfgKíB&íx*»
AL EXCELENTÍSIMO SEM DON ANTONIO PORLEER ,
SECRETARIO DEL REY N. SEÑOR DE GRACIA Y JUSTICIA DE INDIAS
Excmo. Señor:
Suma fortuna mia será que entre los sabios sugetos que me animaban
a dar al público esta obra que no reputaba digna de la luz, pueda yo con-
tar a V. Exa. acordándome la facultad de valerme de su respetable y
autorizado nombre, con el que ella venga condignificada. Con esto solo
creo darle el precio que por sí sola no se merece.
Ninguno ignora que V. Exa. está instruido a fondo, no menos en la His-
toria Natural que en la Geográfica y Civil, no de un Reyno solo de América,
sino de toda ella. Consta á todos la protección y acogida que da alos apli-
cados a este estudio y cuanto procura promoverlo. La Nación toda espe-
rimenta presentemente los efectos de tales conocimientos que adornan,
y no dudaré decir, qualifican la persona de V. Exa.
Hará por esto época en la América el Ministerio de Gracia y Justicia de
V. Exa., aun en la Europa; pues desde él se ven traer mas que nunca de
sus útilísimas producciones todo, a influxos del patriótico amor con que
V. Exa. procúralos adelantamientos de la América concordándolos, o, por
mejor decir, hermanando los intereses de ambos hemisferios con su vasta
comprehension.
En esto se funda toda mi esperanza para prometerme que V. Exa. se
dignará de acoger esta mi obra; pues ella texe no solo la historia de la
conquista del Reino de Chile, sino la de sus producciones útiles; indica
los usos que se hacen, sin omitir los que se pueden hacer, y hace en mu-
chas de ellas veer la ayuda que podrian dar en las Artes con el comercio
y aun en la Medicina.
Por otra parte, concibo ser este un tributo que debo no menos al modo
lleno de benignidad y clemencia con que V. Exa. se ha dignado mandar-
me se la remita, que al puesto en que se halla colocado para tener campo
correspondiente de esplicar sus patrióticas intenciones.
2 DEDICATORIA
Sí: a V. Exa., y no a otro debo dirigirla; y en el mismo acto debo tam-
bién decir que ella, si viene á la luz, siempre será de V. Exa., y no mia;
porque si no hubiesen intervenido sus órdenes, ella jamas hubiera llega-
do al fin, ni se hubiera puesto en estado de venir al público.
Los defectos que en ella conozco, podian solo retraerme de ponerla en
manos de V. Exa.; pero estos mismos para no parecer a los ojos del pú-
blico tan grandes, no piden menor protección, que la de V. Exa., de la
cual estoy yo cierto, que los hará tan ligeros, que ni aun merezcan el
título de lunares, aun para con los críticos de este siglo de las luces.
El respeto que debo no me permite pasar adelante, principalmente con
el justo temor de ofender la moderación de V. Exa., por lo que concluyo
suplicándole a admitir la presente dedicatoria, como un acto, no tanto
de obediencia á sus órdenes, que sino de particular adhesión a su perso-
na, que Dios prospere para felicidad de la América y de la Corona, conser-
vando su vida por muchos años. Bolonia, veinte y ocho de Enero de mil
setecientos ochenta y nueve.— Excelentísimo Señor. — B. S. M. de V. Exa.
su obsequioso servidor y Capellán.— D. Felipe Gómez de Vidaurre.
-i<
PREFACIO
El Reino de Chile que yo considero como uno de los paises mas benefi-
ciados de la naturaleza, lo hallo todo él tan desfigurado por los Geógrafos,
que, apenas por la descripción que de él hacen, se puede venir en cono-
cimiento de su situación en el Orbe. Su benigno clima no solamente
injustamente degradado de aquel punto en que debe colocarse, sino que
lo han llegado á poner en la clase de los mas nocivos ó mortíferos; sus
producciones útilísimas, u omitidas del todo, o mal esplicadas, o equivo-
cadas, ó confundidas: sus habitantes nada bien caracterizados: sus gue-
rras no espuestas con aquella sinceridad y verdad que conviene: final-
mente, su estado presente por ninguno espuesto. Hé aquí lo que me ha
hecho pensar a una Historia Geográfica Natural y Civil de este Reino.
No ignoro los muchos que han escrito con sumo aprecio de este Reino:
un Ulloa, un Frezier, un Feuillée estarán siempre en la memoria de los
Chilenos por el crédito y estimación que han procurado a su Patria con
sus escritos; los cuales ciertamente habrian bastado para quitar del
mundo las falsas preocupaciones, que han causado los Geógrafos contra
este Reino; pero como estas obras por su naturaleza no pueden deshacer
todos los errores, ni ellas para esto sean buscadas, ni leidas, de aquí es
que muchos hasta el dia de hoy caen en no pocos descomunales.
Los historiadores de este pais, solo ellos podian desterrarlos todos; pe-
ro por desgracia de este Reino, arrebatados éstos del deseo de pintar he-
chos gloriosos de una y otra parte, han descuidado de hacer conocer al
mundo el lugar disputado, como que no concurriese a la gloria de los
conquistadores la posesión de un terreno sanísimo, fértilísimo y riquísi-
mo, y no fuese esto bastante para justificar la oposición obstinada de sus
primeros poseedores. Deslumhrados, creo yo, con el resplandor del oro
y de la plata han ponderado las muchas minas de estos metales que tie-
ne Chile, con un perpetuo silencio de los otros metales, de los semimeta-
les,y de infinitas otras producciones del reino mineral, las cuales, yo me
persuado, que bien examinadas y pesadas, harán ver a Chile, si se divul-
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4 PREFACIO
gan, mucho mas rico, que aquello que lo han hecho ver estos autores
con sus tan ponderadas minas de oro y plata.
Lo mismo hallo que sucede en el reino animal, en el cual todo es es-
tenderse en la multiplicación que han hecho en el Reino de Chile los
animales llevados de Europa, mereciéndoles tan poca atención los pro-
pios del país, que han quedado satisfechos de su trabajo con solo haber-
los indicado. Guando a la verdad, aunque ellos sean pocos, son dignos
de particular mención por la utilidad que traen al Reino y la que pue-
den traer al público, domesticando algunos de ellos. Lo maravilloso es
que estos autores pretenden hacer ver al mundo en el Reino de Chile,
cuya historia texen, un bellísimo país, rico y abundante de todo, y se
pasan sin exponer las muchas plantas alimentares, las infinitas medici-
nales, las sustanciosas carnes de sus animales, la bondad de sus lanas,
sus aceites, y en fin, sin entrar en la descripción de las cosas que hacen
feliz y rico a un país. No me atreveré a decir que esto sea efecto de la
ignorancia de la historia natural de los vegetales y minerales, porque
algo dicen de estos, en que se muestran no estar ágenos de esta debida
instrucción en un historiador; pero no dudaré decir que ellos han mos-
trado despreciar una ciencia, la que, vaciada en sus obras, las haria apre-
ciabilísimas. Las ciencias, las artes se hubieran adelantado por su me-
dio. Las ciencias con nuevos descubrimientos en puntos de Física y de
Historia Natural; y las artes con las nuevas ayudas que pueden sacar de
su relación; y al país le hubieran abierto nuevos ramos de comercio con
que él floreciese mas.
Como que no condujese a la mejor intelijencia de su historia, ni el
mundo en ello se interesase, se han pasado sin decirnos ni la construc-
ción de la máquina animal de sus primitivos habitantes, sobre que hay
en Europa no pocos errores que desvanecer, sin indicarnos los datos de
sus ánimos, que se caracterizan del todo bárbaros, del todo inhumanos
por el común de los europeos, sin dar una ligera idea de su lengua, que
no se estima, porque no se ha hecho conocer; sin esplicarnos su religión,
por lo que falsamente son tenidos por ateistas; sin decir sus costumbres,
que por eso son tenidos por desarreglados al exceso; sin deslindar su
gobierno doméstico, civil y militar, porque se ha creído reinar entre
ellos una perfecta anarquía, un enorme desbarato y un desordenado y
tumultuante egercicio de las armas; sin sugecion, sin subordinación,
todo por capricho, todo por sorpresa, todo por correrías, tocio por latroci-
nios y cruelísimas muertes. En una palabra, todas estas historias no pre-
sentan mas que un campo, todo él bañado de sangre y cubierto de cadáve-
res; no hacen mas sino mutuas hostilidades, ni oir que los clarines de la
victoria. ¿Pero qué provecho saca de esto el público? No otro que el im-
presionarse contra aquella parte que ve pintada mas cruel, mas inhu-
mana.
De esta naturaleza hallo yo todas las historias que hasta aquí se han
escrito de Chile, y me persuado que todo hombre de sano juicio, y no
prevenido, que ponga los ojos sobre ellas, convendrá en que estas histo-
rias no han traído provecho alguno al público, y que no han causado
otro efecto en él, que al estrangero impresionarlo contra el español, que
PREFACIO 5
despuebla, según ellos, un país por imposesionarse de él; á los españoles
contra los indios, que derraman tanta sangre de sus patriotas que pare-
ce quieren incitarlos á la venganza y hacer irreconciliables estas dos
naciones. No es esto lo que sucede con la Araucana de Ercilla: ella es
todo guerra, todo batallas, todo ardides, todo hostilidades, todo muertes;
pero que no sabemos sino por el título que han sucedido en Chile, por
que de éste nada dice ella que haga ver la construcción de su terreno, la
situación de sus lugares, las qualidades de su clima, la fecundidad de
sus producciones, y en suma, nada de lo que conviene a conocer el lu-
gar de las guerras que canta. Ciertamente hubiera hermoseado mas
su elegante poema, que con los episodios que] forma sobre algunos he-
chos.
¿Qué otra cosa hace Ovalle en su breve relación de Chile que empeñar-
se en declarar la fecundidad de este Reino en el punto de los frutos es-
trangeros? Esto estaba muy bien, si al mismo tiempo hubiese hecho ver
esto en las muchas plantas útilísimas del país. Así, se pierde en pintar los
hermosos valles, las grandes dehesas, las bellas colinas que las ciñen, las
cristalinas aguas que las riegan, pero sin decirnos las estimables propie-
dades de sus plantas, las qualidades de sus aguas, y que es lo que haga
apreciables sus siempre verdes árboles. Del mismo modo, si al paso que
pretende demonstrar la nobleza que puebla el Reino de Chile, sus costum-
bres, su policía, su urbanidad y buena crianza, hubiese acompañado
una descripción de sus primitivos habitantes, en que hubiese hecho ver
su religión, sus costumbres, su gobierno, tanto doméstico, como político
y militar; si a la constancia y valor con que dice se oponian a las supe-
riores armas españolas, hubiese esplicado las dotes de sus ánimos y los
talentos de sus mentes; si al celo grande y ardiente de los misioneros
hubiese espresado los motivos de su repugnancia a la religión católica,
en un siglo que ha pasado desde que ella se imprimió, ya se formaria
concepto muy diverso del que se hace aun de esta nación fuerte, guerre-
ra, gentil é indómita. Yo estoy persuadido que el no haberse aplicado
los primeros españoles que entraron en Chile a conocer los ánimos de
sus habitantes, para de ahí darles el trato mas conveniente a sus genios,
ha sido la causa del odio que aun hasta ahora nutren en sus pechos con-
tra la nación española. jCuán útil pues hubiera sido una historia que
hiciese conocer a fondo estos indios! Cuánto se hubiera iluminado la
Corte paraj dar sus sabias providencias! ¡Cuántos mas^vasallos |tuviera
hoy S. Mag.! ¡Cuánto mas floreciente estuviera hoy la cristiandad entre
ellos!
A poco mas se estienden las Historias del Padre Diego Rosales y de don
Pedro de Figueroa. Pero éstas que hubieran dado alguna mas luz, han que-
dado sepultadas en el olvido por accidentes no previstos. La de don Mi-
guel Olivares mas que todas hubiera contribuido a todo esto, pero esta
se halla hoy comprendida en la catástrofe de losjesuitas. En ella el autor
hace ver, aunque muy ligeramente, la situación y división natural del
Reino, muchas bellas producciones, aunque sin especificar sus usos, y a
lo que pueden aplicarse; el carácter de sus primeros habitantes, aunque
no tan bien entendido: fuera de otros menos notables defectos que cier-
6 PREFACIO
tamente nublan su gloria. Pero ella es, en fin, la que hace mas conocer
así el Reino, como los habitantes de él.
Una historia, pues, que ponga bajo los ojos del lector el Reino no mas
entendido que lo que él es, que hiciese ver su división natural, que ha-
blase de estas sus partes, que esplicase su temperamento, su clima, adu-
ciendo las causas que lo constituyen, tal cual se representa, que no
omitiese sus meteoros, que hiciese ver sus aguas, tanto de lluvias como
minerales y termales, que describiese sus volcanes, refiriendo sus erup-
ciones, que no pasase en silencio sus terremotos, como ni las causas
que para ellos puede haber; habria descrito de modo el Reino de Chile,
que ella sola desterrarla fundadamente los errores de los geógrafos. Si
después pasase a describir sus producciones en el reino vegetable, por
lo menos las mas útiles, y al mismo tiempo que las caracterizaba, digese
los usos que de ellas se hace en el Reino, sin omitir los que podían tener
en el comercio, lo habria hecho ver abundantísimo de alimentos, suma-
mente proveído de antídotos, y no menos rico de ayuda para las artes.
Si en la Mineralogía pusiese estudio de descubrir, internándose en las
entrañas de su terreno, el cobre, el mercurio, el fierro, la platina, y de
los minerales, el azufre, el cobalto y zingo, y tantas y tan abundantes
especies de otros minerales, lo habria ciertamente hecho conocer mas
rico que por los preciosísimos metales de oro y plata. Si en el reino
animal, a mas de la numeración de los animales propios, pusiese su do-
cilidad, propusiese la utilidad de sus carnes, de su piel, de sus lanas,
habria no solo ilustrado el Reino, sino abiértole nuevas fuentes de sus
tesoros. Si en la descripción de sus naturales los pintase en la cons-
trucción de sus cuerpos bien formados, en las dotes de sus ánimos ge-
nerosos, abiertos, despiertos; en su gobierno doméstico, desbaratados; en
su civil no mal reglados; en su militar, obedientes y sugetos; habria he-
cho mudar el concepto que de suma barbarie y rusticidad se tienen;
habria dispuesto el ánimo de sus lectores para entrar con gusto en la
narración de los contrastes con los españoles. Finalmente, si después
de concluidas las guerras descendiese a esplicar los establecimientos de
los vencedores, espusiese sus progresos, su cultura, su comercio, su
gobierno, sus provincias, sus ciudades, sus villas, sus lugares, habria
hecho conocer el estado en que se halla hoy el Reino de Chile.
Ved aquí la idea de la historia que te presento, oh! benigno lector. Co-
nozco lo grande del asunto y veo que mis fuerzas no pueden llegar a He-
nar el proyecto. Con todo, yo lo abrazo por el deseo que tengo de servir
al público y de hacer conocer a mi patria en su propio y verdadero as-
pecto. Por otra parte, la suspensión de todo ministerio me presenta
todo el tiempo que puedo necesitar para trabajarla. La unión de mas de
doscientos sujetos en una pequeña ciudad, que me presenta la idea de
un Colegio de Jesuítas, todos ellos versados en las cosas de Chile, 1 con
quienes consultar mis dudas y de quienes recibir las informaciones mas
exactas de todo, me ha determinado a tal trabajo; porque con la ayuda
1 Como se sabe, los jesuítas chilenos, después de su espulsión en 1767, se estable-
cieron en Imola, donde residía Gómez de Vidaurre, y donde por consiguiente, podía
consultarlos á cada momento.
PREFACIO 7
de estos espero que las mayores dificultades se me hagan superables. No
poco me anima a ello el tener, por fortuna, ui*a parte de la obra del señor
Olivares, y su misma persona de quien sacar luz para los sucesos del
segundo tomo de su obra, como la del padre Alonso de Ovalle, la del
señor de Ulloa, la de Mr. Frezier y el padre Feuillée* y de otros que me
iluminen.
Guando todo esto halle que no baste a mi deseo, y ya conozca que mi
obra no corresponde a su proyecto, por no sacar las luces que juzgo
necesarias, me contentaré con haber formado su cuerpo, dejándola para
completarla para cuando Dios sea servido de darme la ocasión de poder
adquirir lo que hallo que me falta. Esta reflexión que hice desde el prin-
cipio que ideaba]este trabajo, ha hecho que al recoger los materiales, no
desistiese del todo, porque aunque a cada paso me hallaba falto de las
necesarias noticias, me contentaba con notarlas para conforme ellas me
viniesen, irlas colocando a sus respectivos lugares. Esto particularmente
me ha sucedido en la Historia Natural, la cual he procurado tratar sin
aquellos términos de los naturalistas, a fin que al común de los lectores
no se haga tan fastidiosa su lectura, pero procuraré hacerlo de modo que
de su descripción el naturalista pueda deducir el género y la especie a
que pertenece aquello que describo.
Yo hago preceder a esta Historia un Mapa del Reino en el que compren-
do la Provincia de Cuyo, no porque la crea Provincia de Chile, sino por-
que teniendo conexión con los hechos de la conquista de este Reino, es
imprescindible referir éstos sin hablar de ella. Por cuya razón después
de la descripción geográfica de Chile, he resuelto, en un libro aparte, ha-
cer la descripción geográfica, natural y civil de dicha Provincia, para no
tener que cortar el hilo de mi historia de Chile. Este Mapa, aunque yo no
lo tengo por exactísimo, puedo asegurar que él sea el mas exacto que
hasta el presente haya salido de este Reino; porque él ha sido delineado
y hecho según las modernas observaciones hechas en el mismo Chile por
él Padre Feuillée, por el señor Ulloa y por el excelente piloto de aquellos
mares, Varillas. También ha sido arreglado con las cartas de marear del
Mar del Sur recientemente impresas en Madrid.*
Como naceria confusión si en este se hubiesen de indicar tantos pue-
blos de indios, haciendas de españoles, parroquias de campaña y los lu-
gares de las batallas con sus nombres, para esto que he creido muy con-
ducente a la Historia, he adoptado el mapa intitulado Poncho Chileno, 4
2 Las obras de los autores citados, a que se refiere nuestro historiador, son: la His-
tórica Relación del Reyno de Chile, impresa en Roma en 1646, y reimpresa en los
dos volúmenes precedentes de esta Colección; la Relación Histórica del Viaje á la Amé-
rica Meridional de Jorge Juan y Antonio Ulloa, publicada en Madrid en 1748 en dos
volúmenes en folio; la Relation du voy age de la Mer du Sud aux cotes du Chily et du
Pérou, fait pendant les anees 1712 & 1714, de Frezier, impresa por primera vez en
Paris, en un volumen en 4.°; y, por fin, Feuillée, Journal des Observations physiqucs
faites sur les cotes Orientales de l'Amerique Meridionale, <& dans les Indes Occidenta-
les, depuis l'année 1707 jusques en 1712, impreso en Paris en 1714, en 4.°
3 £1 mapa que contiene la edición original, impreso en Italia, tiene por titulo: //
Chile, regno aelV América Meridionale; comprende desde el grado 24 hasta el 45 de
latitud sur, y aparece publicado sin nombre de autor, ni fecha. Mide 41 centímetros de
largo por 28 de ancho, y en él se vé un «indiano araucano,» vestido ycon lanza.
4 Este mapa fué publicado por don Tomás López, en Madrid en 1777, y lleva el si-
8 PREFACIO
corrigiendo en él dos ó tres ligeros defectos en que he notado ha incurrido
el autor. También yo doy el mapa y carta de marear del Archipiélago de
Chiloé compuesta con toda exactitud'por Varillas, a fin de que sirva de
ilustrar mi Historia, como de guia a los navegantes por aquellos ma-
res. Finalmente, he creído conveniente para mayor inteligencia de lo
trabajoso del camino de la cordillera, presentar una idea de lo que él es
por la vista que hace de la parte meridional, por la parte del este la cor-
dillera, cortada de occidente á oriente
Fuera de estas cartas he pensado adornarlas con otras, como la planta
de la capital, una de los árboles mas particulares de Chile, otra de los
pájaros, otra de los animales y dos a tres de los juegos de los indios.
Nota.— -Tiempo ha dormía mi trabajo, sin que yo pensase a él por ha-
llarme en otros de no menor importancia, cuando me hallo con un orden
superior de entregarlo, para, si se hallase digno de la luz pública, se im-
primiese. Yo que no lo consideraba en tal estado, pedí algún tiempo para
con algunas adiciones y correcciones ver si podia reducirlo a estado que
sin rubor pudiese salir al público. Habían ya salido a luz en italiano los
dos ensayos apreciabilísimos del señor don Juan Ignacio Molina, de los
cuales valiéndome, yo confío dar á esta mi obra todo aquel carácter, que
me habia propuesto, y a que no habia podido llegar. Porque a la verdad
es tanta su claridad, que no deja lugar a la duda, sus noticias tantas, que
nada mas se puede pedir. Guando él describe una cosa, por mínima que
ella sea, parece que la está viendo con sus ojos; cuando cuenta algún
hecho, lo hace como si se hubiese hallado presente, cuando impugna un
argumento es indisoluble, cuando discurre, su razón es poderosa y sóli-
da; en suma, su obra lo hace ver un gran naturalista, un sincero histo-
riador, un modesto vindicador de su patria; y si esta obra ha llenado de
gloria a Chile, por haber sido madre de tal ingenio, ella ha inmortalizado
la memoria del señor don Juan Ignacio Molina en los fastos de la Histo-
ria literaria. Con tal guia ¿cómo no debo prometer llenar el objeto de
ésta?
? uiente titulo: Mapa de una parte de Chile que comprende el terreno donde pasaron
os famosos hechos entre españoles y araucanos compuesto por el mapa manuscrito
de Poncho Chileno. Mide 28 centímetros de ancho por 37 de largo, y se halla en la
edición de La Araucana de Ercilla, que publicó don Antonio de Sancha en Madrid,
en 1776, en dos volúmenes en 8.°
SITUACIÓN GEOGRÁFICA
REINO DE CHILE
fflSMIA «MCA NATURAL í CM
DEL
REINO DE CHILE
I
SITUACIÓN, ESTENSION Y CONFINES DEL REINO DE CHILE
La América por muchos siglos desconocida, su noticia de muchos si-
glos atrás perdida, está en el Globo por su situación dividida natural-
mente en septentrional y meridional. En esta segunda se halla el Reino
de Chile, entre los grados veinte y uno en que empieza, y cuarenta y cin-
co de latitud austral en que acaba, y entre los trescientos cuatro y tres-
cientos ocho de lonjitud, puesto el primer meridiano en la Isla del
Fierro, por donde se regulan Jos autores españoles. De aquí se ve que
dicho Reino se estiende en lo largo hacia mediodía por el espacio de cer-
ca de cuatrocientas leguas, y en lo ancho de poniente a levante (com-
prendida la montaña de los Andes) por cerca de ochenta. A muchos
parecerá disminuyo notablemente la estension del Reino, pues general-
mente los autores que han escrito de él, lo hacen mucho mas estenso,
comprendiendo en él las provincias del Cuyo, Patagones y tierras Maga-
llánicas; pero si atentamente se reflexiona sobre las razones que tengo
para así limitarlo, convendrán conmigo en que esta y no mas es la esten-
sion que se le debe dar. A la verdad, la lengua de los habitantes del Cuyo,
Patagones y tierras Magallánicas son del todo diferentes, las costumbres
\
12 GÓMEZ DE V1DAURRE
muy diversas, las facciones de sus rostros y cuerpos, como también pa-
recen diversas las dotes del ánimo, según que nos las han descripto los
viajantes por el Estrecho y según se verá en lo sucesivo de nuestra His-
toria, quando se trate de los habitantes de lo que he llamado Chile. No
es la dominación española la que debe dar la estension, sino la uniformi-
dad de Gobierno, la semejanza total de costumbres, la dilatación de una
misma primitiva nación, de una misma lengua en sus primeros habitan-
tes, esto es lo que debe determinar sus confines. En suma, no debe tener-
se por Chile, sino lo que estos llamaron con este nombre y lo que ellos
habitaron. A lo que yo, pues, he limitado es a quien solo convienen estas
propiedades; porque en solo este distrito se halla una lengua, se nota un
mismo gobierno, y se observan unas mismas costumbres. Los confines
pues del Chile proprios son: al occidente, el mar Pacífico que por toda esta
parte baña todo el largo de su costa, y le presenta la mas bella oportuni-
dad para el mas florido comercio con otras naciones, a motivo de los
muchos puertos, bahías y radas que tiene. Al septentrión, el Perú por me-
dio de unos despoblados vastísimos, que siempre le servirán de barrera
para cualquiera invasión de enemigos por esta parte, por ser estos unos
arenales muertos y sin agua. Al oriente, el Tucuman, Cuyo y las tierras
Patagónicas, de todas las cuales regiones lo separa perfectamente la gran
cordillera ó montaña de los Andes.
<"3*J i c* O •>
H-
II
NOMBRE DEL REINO Y SU DERIVACIÓN
A este Reino le dio nombre de Nueva Estremadura su primer estable
Conquistador, pero ha siempre prevalecido el que tenia antecedentemen-
te a la entrada de los españoles. Los autores que escriben sobre la Amé-
rica traen su origen de cosas que, a la verdad, bien consideradas, podría-
mos decir que se las han fingido. Quien del significado de la palabra Chile
(que pretenden sea frió) ha pensado darle la denominación, apoyando
esta su opinión con lo sucedido a Almagro en la entrada a este Reino, y
lo que sucede con los que pasan la cordillera en mal tiempo; pero esto es
falso y muy mal entendido, porque ni a Almagro se le murió tanta gente
por causa del frió, sino por falta de provisiones, ni tampoco todo el Reino
es cordillera. Quien otro pretende sacar su denominación de un rio; un
otro de un valle así nombrado, pero esto, como luego veremos, es insubsis-
tente. Otros recurren a varias otras etimologías falsas por arbitrarias, y
que se fundan en tan débiles fundamentos que por sí mismas caen. Los
autores que así discurren, pretendiendo hacer moderno este nombre, no
han tenido la bondad de dejarnos escrito el nombre primitivo o antiguo
de este país. Él ciertamente no debia ser anónimo antes de la entrada en
él de los españoles.
¿Quién no concede que bajo alguna denominación debieron los españo-
les haber sido avisados de su existencia? ¿Tan presto habia ella quedado
sepultada que no la pudiesen averiguar? Si a estos se les ocultó, no le su-
cedió así al Inca Garcilazo que en sus Comentarios del Perú nos dejó di-
cho que los peruanos dieron la noticia de este país rico y ameno bajo
la denominación de Chile. Si para escribirse consultasen los autores mas
inmediatos a los tiempos de la conquista, ciertamente no se caeria en
errores tan grandes. Los autores estrangeros no me maravillo hayan ido
tan errados en este punto como también en otros; pues de regiones re-
motas trascriben lo que hallan escrito en autores acreditados; pero sí me
sorprende que autores que han escrito en el Reino, y que se muestran
14 GÓMEZ DE V1DAURRE
versados en la lengua del país, hayan errado en esto tan groseramente
pretendiendo que el nombre de Chile se lo hayan dado los primeros es-
pañoles que entraron en él, del nombre del primer valle de que se em-
posesaron. Era preciso decir que éstos entraron ciegos, sin saber el nom-
bre del país que intentaban conquistar, lo que es muy contrario a lo que
ellos mismos escriben. Sabian que era un país rico de metales, benigno
de temperamento, poblado de gente robusta, fuerte y valerosa, que habían
resistido intrépidos al gran poder del Emperador del Perú. Todo esto y
otras mas particularidades sabian de los peruanos, y será creible no les
hubiesen informado del nombre de la región? No lo podían ignorar los
peruanos, pues tenían una parte de dominación adquirida en dicho Rei-
no. No habia de estar hasta entonces anónimo, pues para recobrar los
tributos y ponerlos en manos de su soberano debían decir de qué pro-
vincia venían; luego debia tener su propio nombre, y yo digo que no era
otro que el de Chile, y éste puesto por sus mismos habitantes.
Para convencer esta verdad basta discurrir ligeramente sobre varios
vocablos de la lengua chilena: estas palabras chilimaque, chili-dugu, chili-
hueque, chüi-hue y otras muchas que no deben ignorar estos autores, ha-
blo particularmente con el señor abate don Miguel Olivares, último his-
toriador de Chile, con don Pedro de Figueroa, ambos chilenos, con el
Padre Diego Rosales, misionero que fué en Chile muchos años, todos los
cuales no pueden ignorar la lengua chilena y por consiguiente deben sa-
ber muy bien que chüi-mapu significa territorio de Chile; chili-hueque,
oveja de Chile; chüi-hue, provincia o parte de Chile. Ni tampoco pueden
ignorar que las. sobredichas palabras no sean del vocabulario chileno,
como ni otras infinitas que hay del mismo tenor, ni menos que ellas no
espresen característicamente el obgeto de su significación. Si tales, pues,
son y de tal fuerza las razones que llevo espresadas, no podrá estrañarse
que yo me maraville cómo dichos escritores pudieron disimularlas y pa-
sar sobre ellas tan de ligero; y así en fuerza de ellas debe decirse que
Chili o Chile fué y es el verdadero nombre de esta región de la América.
No queda otro refugio a estos escritores que el decir que estas palabras
son posteriores a la entrada de los españoles e inventadas por los mis-
mos. Ciertamente fuera buen refugio, si él pudiera fundarse o si se le
pudiera dar por lo menos alguna sombra de probabilidad. Estas voces las
usa toda la nación araucana y hasta en lo mas remoto de las cordilleras,
quiero decir hasta entre aquellas tribus de esta nación las mas remotas
del comercio y trato con los españoles, y aun también las confinantes
por la parte de los patagones y tierras magallánicas distinguen con el
mismo nombre de «Chile» las producciones y los naturales de este país,
lo que no deja lugar a duda ninguna en orden a creer de que dicha ape-
lación tiene su origen de estos y no de aquellos. ¿Ignoran acaso estos au-
tores que cuando entró Gamboa en el Archipiélago de Chüi-hue, él tenia
este nombre y que no de otra suerte lo llamaban los del continente y sus
habitadores isleños? Si otro nombre hubiese tenido, ellos hubieran sabi-
do conservar su memoria, tanto los españoles como los indios, y de unos
y otros ahora sabríamos el legítimo y verdadero nombre de todo el Rei-
no, cuya lengua general hablaban y hablan estos isleños, teniéndose por
HISTORIA DE CHILE-— LIB. I.— CAP. II 15
descendientes de los del continente. De esto y del significado de la voz
Ckili-hue debe concluirse que la palabra Chile es originaria del Perú y
que la denominación de él con esta voz, no es de los españoles, sino de
sus primeros pobladores.
Fuera de esto, yo lo conjeturo de una inmemorial costumbre en ellos
constantísima de dar los nombres á los lugares y a las cosas significati-
vas o espresivas de alguna excelencia o prerrogativa general, o en núme-
ro, o en especie en que los mismas cosas suelea distinguirse o hacerse
notables, como por ejemplo: a un rio lo llaman Peumo porque nace o
corre entre un mayor número de estos árboles así llamados, que de otros
que no son de tal especie; Huilli-Patagua llaman un lugar porque en su
distrito abunda la especie de árboles que ellos llaman con este nombre.
Chancha, ooohiiu, (omitiendo otros ejemplares) porque pronunciando
esta voz se imaginan espresar o imitar en alguna manera el rumor que
hace comiendo este animal. Eslo que es indubitable en quien está media-
namente instruido en las costumbres de estos indios, me hace congelu-
rar, que la denominación Chile venga del nombre con que ellos llaman
una cierta especie de tordos, de que abunda el Heino sobre todas las otras
aves que pueblan prodigiosamente el pafs, llamándolos Thriles o Chilet
porque la Th, particular de su alfabeto, la mudan muchas veces en cki,
y siendo esta mas suave a la pronunciación española, se adaptaron a ella
nuestros primeros españoles, y ellos también no hallándola en nada con-
traria a su nativo dialecto, la han abrazado usando de la voz «chile» en lu-
gar de la dura pronunciación del Tfirile, mas por el motivo de perfeccio-
nar la propia lengua a que siempre anhelan, que por adulación a los
españoles. EsLa mi congetura no la doy por cierta, ni por incontrastable,
porque no ignoro, que muchas circunstancias que me pueden ser desco-
nocidas, son y han sido bastantes para dar nombre a alguna región. Pero
en tanto que no me hagan ver éstas, fundadas en mayor probabilidad que
as qu e hasta aquí se han dado para deducir el origen del nombre de
Chile que se da al Reino todo; yo siempre sustentaré que no viene (como
se pretende) del nombre del primer valle conquistado por los españoles,
ni del rio llamado con este nombre; sino que tendré por mas verosímil
esta congetura.
DIVISIÓN NATURAL DEL REINO
Toda esta región se divide naturalmente de Septentrión a Mediodía en
tres grandes partes. La primera comprende las islas que se hallan en su
mar. La segunda, a que mas comunmente se da el nombre de Chile, e3
aquella faja o lonja de tierras que media entre el Océano Pacífico y la
gran Cordillera de los Andes. La tercera abraza todo aquel espacio que
ocupa la cadena de dichos Andes. Las islas que componen la primera
parte y se hallan situadas en el mar chileno son, primero, las tres Coquim-
banas, por estar en la costa de esta provincia. La primera se llama Mu-
guillen, la segunda Totoral y la tercera Pájaros. Todas tres son despobla-
das y se hallan a grados 27.30 mts.: tienen dos leguas y una milla a dos
de circuito. Segundo, las dos llamadas de Juan Fernandez por haber sido
el primer poseedor de ellas un particular de Chile de este nombre. Están
a grados de latitud 33.42 mts. La primera que se acerca mas al continen-
te, porto que es llamada de Tierra, tiene de circunferencia 10 leguas. Está
habitada de los españoles, que tienen guarnición para impedir cualquier
proyecto de sus enemigos. Dos puertos tiene esta isla de muy buen fon-
do, pero de mucha peñasquería, por lo que no pocas veces es necesario
a las naves que se ancoran en ellos, picar los cables y dejar en su fondo
las anclas.
El Lord Anson, que estuvo en ella algún tiempo, la describe como un
Paraíso terrestre; pero ella en la realidad es de un terreno miserabilísi-
mo, que nada o poco produce, por lo que ha sido necesario sacar de ella
los pobladores, de pura compasión, dejando solo la guarnición, que se
muda con su gefe de tiempo en tiempo. Sin duda el dicho almirante qui-
so mostrarse agradecido a esta isla, donde llegó derrotado, por el buen
recibimiento que le hizo y restablecimiento de toda su gente, que entró en
ella pereciendo; porque, a decir la verdad, no se halla ni sombra de mé-
rito para tanto elogio como hace de ella, Por otra parte, no se descubre
en todo su viage, por qué razón haya ponderado la fertilidad de que ca-
2
18 GÓMEZ DE VIDAURRE
rece, de la amenidad que no tiene; pues poco verde se vee por las quebra-
das de sus montes peñascosos. Para él fué célebre, pues se repuso en ella;
fué fértil, pues encontró carnes de cabras de que alimentarse y proveerse
para lo restante de su navegación; fué amena, porque estando sus dos
naves para afondarse, tuvo la oportunidad allí de acomodar una, en la
que después se hizo a la vela; fué, finalmente, rica, porque, restablecido
en ella, tuvo la fortuna de encontrarse con el Galeón de Filipinas, apre-
sándolo, y entrar rico y triunfante en Inglaterra. Hubiese limitado sus
elogios a estos accidentes de fortuna, no hubiera llenado el mundo de
falsedades. La segunda isla llamada de Mas-afuera es mucho menor y
hasta ahora se mantiene despoblada. La tercera, es un grande escollo mas
antes que una isla susceptible de pobladores, y es la que se halla en el
grado 35.41 mts. con el nombre de Carama. La cuarta es la isla de la
Quinquina que está en la Boca de la Barra de la Concepción en grados
36.42 mts. Tiene cerca de legua y media de largo. Es perteneciente a un
vecino de la Concepción a quien fruta no poco y frutará mucho mas si el
interés propio estuviera mejor entendido en Chile, porque tiene propor-
ción para todo. La quinta es la de Talca, llamada por los españoles Santa
Maria, que está situada en 37 grados 11 mts. de latitud: le dan el mismo
largo que a la antecedente. Tiene un buen puerto, y su terreno, que es la
mayor parte plano, es nada inferior al de la Quinquina. Pertenece a su
Magestad Católica, en cuyo nombre la arriendan sus oficiales de la Real
Casa de la Concepción. La sesta es la Mocha, en grados 38.37 mts. Esta es
la mas bella y fértil isla que tenga el Reino. Tiene de circunferencia vein-
te leguas. En el siglo pasado estuvo muy poblada, pero al presente se
halla del todo desierta, por haber sacado de ella los españoles a los in-
dios y dádoles tierras en sus distritos. Séptima, el Archipiélago de Chili-
huc, el cual juntamente con el de Chonos, que es una dependencia, contie-
ne ochenta y dos islas habitadas por la mayor parte de los españoles y de
los indios naturales. Se halla este archipiélago entre los grados 45 y 50
mts. y 45 de latitud, y entre los 303 y 305 de longitud. La mas grande
de dichas islas llamada Chilihue, que comunica su nombre a todo el Ar-
chipiélago, se extiende de largo setenta y dos leguas, y tiene por capital
la ciudad de Castro, en grados 41— 58 de latitud y 303—15 de longitud. En
otro lugar, en que hablaré mas en particular de ese Archipiélago, pondré
bajo los ojos del lector un mapa particular, y una carta de marear de
dicho archipiélago. Todas estas islas del mar chileno están poco distan-
tes de la costa, á escepcion de las de Juan Fernandez, Ja primera de las
cuales se alejaJ de ella ciento veinticinco leguas, y la otra ciento cua-
renta.
IV
PARTE MEDITERRÁNEA DEL REINO
La faja o lonja de tierra que compone la segunda parte de la región
natural del Reino, es la parte de que principalmente pretendo hablar,
como la parte mas habitada y disputada en su posesión, la mas conocida
y la que por lo presente constituye el mérito principal de esta región
de la América Meridional, para distinguirla no solo de todas las otras
partes de la América Meridional, sino de la Septentrional, y aun de todo
el restante del Universo. Su ancho no es igual en toda su extensión. En
algunas partes llega a doscientas cincuenta leguas, (sic) en otras a treinta,
y en algunas viene a estrechar tanto que apenas tiene siete leguas, prin-
cipalmente hacia la parte Austral estrema, donde viene la cordillera a
sepultarse en el mar. Divídese esta parte en marítima y mediterránea.
La primera la componen tres cadenas de montes paralelos a los Andes, y
algunos tan altos como que quisiesen disputar esta prerrogativa a los
de Ja cordillera, señalándose entre estos el monte San Benito, desde donde
empieza la jurisdicción de Chile por su parte Septentrional, en veinte y
cuatro grados de latitud. El monte La Campana en 33. El monte Antali-
cano y el Guanauca, coronado de un volcan, en poco mas de 45 grados. En
medio de ellos se encuentran muchos valles, grandes, bellos y muy ame-
nos, regados de bellísisimos rios, arroyos y manantiales.
Para el comercio marítimo tiene muchos y buenos puertos. De los ya
reconocidos los mas célebres son: el de la Virgen, en 20 y cerca de medio
grados: el de Copiapó en cerca de 27; el de Guaseo en cerca de 28; el de
Coquimbo en cerca de 30; el Papudo en poco mas de 32; el de Quintero
cerca del 33; el de Valparaíso en 35; San Antonio pocos minutos mas ade-
lante; el de Topocalma cerca del 34; la Natividad en 34; la Herradura, la
Concepción y San Vicente entre el 36 y 37; el de Valdivia cerca del 40; Cha-
cao en el Archipiélago de Chiiihue casi tocando en el de 42. Muchos de
estos puertos, aunque en sí buenos, que se puede decir y afirmar sin
miedo de ser contradicho, que son los mejores del Reino por su fondo y
OOMEZ DE VIDAURRE
están aun sin ser habituaos de los españoles, ni frecuentados
gantes. De esta clase son el de la Virgen, el de Copiapó, el
; de San Antonio, el de Topocalma, el de la Natividad y el tle
'a,
mediterránea, bien que ella tenga interpol adámente algunas
ontes, es plana y dichos montes y colinas no le sirven sino
resaltar o sobresalir mas la amenidad de sus siempre alegrl-
lirtas. A la verdad, ninguna cosa se puede presentar a la vista
nte que pueda recrear mas su ánimo, que no le presenten es-
as campiñas en su verde constante y perpetuo, en la varíe-
ida de sus vegetales, en el verde delicioso de sus plantas,
'istosísima variedad de flores aromáticas que aumentan a la
itmósfera constantemente serena su hermosura y esplendor.
piísimos bosques cargados de frutos propios del país y rega-
antiales de agua fresquísima y cristalina. En la inilnita diver-
es, asf en número como en especie, que con su delicioso canto
están rindiendo a la amenidad del terreno en que viven el
sus gorgeos. A esto se agrega la seguridad con que se camina
impiñas, sin el mas mínimo recelo de encontrar con bestia
va que pueda funestar el viage del pasajero. En suma, no
que allí todos los objetos que se ven, se oyen y se tocan no
i otra cosa que a convertir en inocentes delicias, las preci-
>ensables molestias de un viage, obligándolo asimismo con
fuerza o violencia a levantar sus pensamientos asi al cielo,
le mil homenajes de gratitud al Criador de tantas maravillas,
adro que creo debo hacer de estas campiñas, y que espero
) en el discurso de esta obra. Tal vez alguno creerá que pro-
i avanzada sea mas efecto de la ciega pasión de la Patria que
la realidad y verdad. Yo protesto que cuando me resolví a
xabajo, me propuse mirar el país que describo, como que no
íacido, para proceder en la narración de sus buenas prerroga-
idades con aquella imparcialidad, que pide la sinceridad de
i. En prueba de la ingenuidad de esta mi protesta, no ocultaré
aquellas cosas, que lo puedan degradar del sublime grado a
lo he levantado, describiendo generalmente sus campiñas. A
p, en comprobación de la verdad de mi dicho en lo que ceda en
ya, me remitiré al testimoniode autores extrangeros de quie-
jede sospechar ni aun el mas mínimo espíritu de parcialidad.
ANDES O CORDILLERA
La tercera parte del Reino es la que compone la grande y vastísima
montaña de los Andes. Se cree la montaña mas alta de todo el mundo,
y aunque esto se la pudiese disputar, su estension es cosa fuera de duda
que es la mayor. Ella se estiende desde el Estrecho MagalJánioo hasta el
Golfo Mejicano, conviniendo ya todos los autores que los montes neva-
dos de la América Septentrional no sean otra cosa, sino una continua-
ción de la misma cadena de que se compone en la Meridional esta mon-
taña. Donde pertenece a Chile tiene cerca de cuarenta leguas de ancho.
Ella está compuesta de montes altísimos encadenados los unos con los
otros, algunos de despeñaderos y precipicios espantosos. Forma por cuasi
toda la estension de Chile como tres cadenas de montes, dejando entre
medio de las dos colaterales como dos valles pararelos a dichas cadenas,
pero frecuentemente cortados de montes que, de una y otra colateral se
van a unir con la del medio, que es la principal y la mas alta. Estos va-
lles son muy amenos, abundantes de pastos excelentes y regados por
muchos rios y ojos de agua que se precipitan con gran rumor de las emi-
nencias de los montes.
De dichos valles, el que mira a la parte del poniente, lo poseen los chi-
lenos, y el que está a la banda contraria los cuyanos, y unos y otros les
dan el nombre de Potreros, porque en ellos encierran sus potros, muías
y caballos, para que allí, con la excelencia de los pastos, se crien gordos
y lozanos, y para que las uñas o vasos de dichos animales adquieran
mayor consistencia y dureza para resistir después el trabajo. Y en efec-
to, se esperimenta que los que aquí se crian son muchos mas fuertes en
estaparte que ios que se .crian fuera de estos lugares; pues sin herra-
duras resisten maravillosamente a infinitas correrías en que los emplean
sus respectivos dueños. Aprovéchanse también de estos valles metiendo
en ellos los ganados vacunos en tiempo de invierno, cuando en las lla-
nuras de Chile escasean los pastos, y a la primavera los retiran gordos
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22 GÓMEZ DE VIDAURRE
y bellos, lo que prueba que allí no son (como vulgarmente se cree) exce-
sivos los frios. También mucha parte de estos valles está habitada de
diferentes tribus de indios, como en el mapa que precede a esta obra
dejo indicado. Algunos montes de esta montaña se distinguen entre to-
dos por su mayor elevación. El primero es el Maufla a grados 28—45
mts.; el segundo el Tupungato a grados 38—44: el tercero el Descabezado
a grados 35: el cuarto el Blanquillo a grados 35 — 4: el quinto el Longavi
a grados 35—30: el sesto el Chillan a grados 36: el Corcobado a gra-
dos 43.
Toda esta larga cadena da un solo paso cómodo de Chile a Cuyo, por el
que siempre está transitable la Cordillera, y por sus montes bajos pue-
de hacerse un camino de carretas. Viene a estar éste a los grados 37 so-
bre la ciudad destruida de Angol, cerca de los volcanes de Noluco y An-
toco. Cuando existió esta ciudad se sirvieron de este camino los
españoles para la comunicación con la sobredicha provincia. Presente-
mente impiden dicha comunicación las colonias de la nación o tribus de
los Puelches, que no han entrado en amistad y pacífica correspondencia
con los españoles. Otros caminos, que son bien pocos, pues pueden re-
ducirse a tres, y que son por donde comunmente se comunican estas
provincias, son incomodísimos, no solo por el paso lento con que solo
pueden subirse, sino por lo desigual del terreno, todo él lleno de pie-
dras que sobresalen, que lo hacen sumamente escabroso, obligando a
las cabalgaduras a caminar a un paso tan sacudido y violento, que si el
ginete no está atento y pronto a gobernarla, cae con la bestia a tierra;
y aunque es casi continuo el ejercicio de subir y bajar caminos tan es-
cabrosos, creo que hasta ahora en pocos pasageros se habrá disminuido
el horror y espanto en repetirlos. A esta grave incomodidad se sigue
otra no menor y es que, cuando se ha llegado a lo alto de la montaña,
se recibe un aire tan sutil y penetrante, que por mas precauciones de
paños que se tomen para defenderse, no obstante, se siente haber pene-
trado el frió hasta las médulas, el que después (pasado que se haya) a
los planes o faldas de la sobredicha, se cambia en un vehementísimo
calor, o cuasi en un fuego de reverberación, porque reflectando los ra-
yos del sol sobre los muchos riscos y peñascos de que están sembradas
sus faldas, sin ningún árbol fresco que pueda mitigar la fuerza de la
reverberación, es naturalmente necesario que se esperimente el horren-
do calor de que hemos hablado. Todo lo dicho aun seria tolerable si en
dichos caminos no se encontrasen aun otros mayores peligros de la vi-
da. Se tiene que caminar por senderos tan estrechos, que apenas la
muía (animal en que solo se. cabalga por la cordillera) apenas, digo,
puede afijar sus uñas para asegurar el paso, y en estos momentos peli-
grosos en que la bestia trabaja para avanzar, el ginete, asombrado, tie-
ne la vida sobre un despeñadero, adonde, si cae, no hay que esperar
salvarse con la vida; pues cuando no se despedaze rodando por el
despeñadero, antes que llegue al fondo del precipicio, se encontrará con
un caudaloso y rápido rio que lo arrebate.
En otras partes de la montaña es menester caminar faldeando por
veredas y senderos estrechos y tortuosos, y por donde los pasageros
HISTORIA DE CHILE.— LIB. I. —CAP. V 23
solo pueden ir en fila, con el recelo de no volver así atrás, en vez de an-
dar adelante; porque como el piso de dichos senderos se compone de
un agregado de piedras pequeñas sin concatenación alguna, suele suce-
der a las veces que la cabalgadura con el cabalgante resbala, y siguiendo
el voluble movimiento de las piedras, rueda hasta encontrarse con el
que inmediatamente viene así atrás. Afortunadamente semejantes pasos
no son muy largos, y así tiene tiempo el viajador para poder recobrarse
de la congoja de ánimo que ha padecido en uno antes de entrar en otro.
No todo el año se puede viajar por estos desastrosos caminos. Llega-
do el mes de Abril, a mas de los peligros dichos, se esperimentan otros
mayores en el caso de querer emprender su pasage por este tiempo; por-
que empiezan ya las nieves, las cuales allí caen a mangas, y de modo
que en pocas horas se levanta mas de seis pies en alto. Algunos por
esta causa han perecido, y los que han escapado han quedado con dolo-
res para toda su vida, cuando no hayan perdido algún miembro de su
cuerpo. Por Mayo ya se cierra del todo, y solo los correos públicos y
particulares, con sumo peligro, se atreven a pasarla y llevados del gran-
dísimo emolumento con que son y han sido hasta ahora pagados. Mu-
chos de estos han quedado víctimas de su atrevimiento y convertidos en
estatuas de hielo.
Movido a compasión por semejantes desastres, el piadoso ánimo del
gobernador don Antonio Guill Gonzaga, en estos últimos tiempos ideó
construir unas pequeñas casas que sirviesen de refugio en los tiempos
mas apretados, mandando un ingeniero en tiempo bueno con gente y las
providencias necesarias para poner en ejecución el ya formado proyecto.
Hiciéronse tres casas aquel año de mil setecientos sesenta y seis. Efecti-
mente, han sido un preservativo grande; pues desde esta época no ha
perecido sino uno, y Jas providencias reales no tienen dilación para llegar
a manos del gobierno, que era a lo que principalmente aspiraba este
gobernador con esta su sabia providencia. Probado por algunos años el
feliz efecto que habia resultado de aquellas tres casas, se han fabricado
otras cuatro mas para mayor seguridad de los correos que van y vienen
constantemente todos los años.
De lo dicho se ve que los Andes sirven de una muralla impenetrable
para aquel Reino, pues aun cuando las nieves no impidan el paso, los
pocos que ella ofrece, son tan estrechos, que un solo hambre bien arma-
do es suficiente para impedir la entrada a un ejército enemigo. El privi-
legio singular que goza Chile de no tener animales venenosos, ni menos
bestias devoradoras de la humana especie, lo quieren muchos atribuir a
esta gran muralla, con que la naturaleza tiene ceñido a este privilegiado
Reino, como también a la benignidad de su temperamento. Sea de esto
lo que fuere, yo hallo otras mas reales y verdaderas ventajas que ella
causa en el Reino. Primeramente, su gran fertilidad, indefectible, tiene su
origen de esta cordillera, porque toda la agua que baña y riega los valles
de Chile, particularmente Ja parte mediterránea, que es la sorprendente-
mente fértil, toda viene cargada de la mas fina y fecunda tierra de los
montes de la-cordillera, de partes sulfúreas, salitrosas, metálicas, vegeta-
bles, que todas en buenos principios de agricultura ayudan a la fermen-
24 GÓMEZ DE VIDAURRE
tacion, y causan la fecundidad de la tierra. De aquí es que la de los
valles de la parte mediterránea de Chile es mayor visiblemente que las
de la costa y constantemente invariable. La inmensa agua que de esta
cordillera de Chile baja a sus valles depone todas estas partes fertilizan-
tes en aquellas partes mediterráneas que están primero, allí se deposi-
tan, y oomo este salubérrimo depósito lo recibe todos los años indispen-
sablemente, debe resultar de aquf que el terreno de Chile ahora y siempre
debe conservarse en aquel sorprendente grado de fertilidad y fecundidad
que se ha esper i mentado en los pasados siglos y presentemente se espe-
rímenla.
La segunda, que debiendo ser por su graduación, de temperamento
cálido, la gran nieve que la cordillera conserva todo el año hace su tem-
peramento muy moderado en tiempo de la estación ardiente,- sin que por
esto lo haga muy frío en tiempo del invierno, como mas adelante lo de-
mostraré. La tercera, la inmensa agua que de las faldas de sus montes se
derrama por todas las partes del Reino, lo comunica por medio de mu-
chísimos rios, de los que fácilmente se sacan copiosísimas oanales de
agua, con las que queda todo el terreno a cubierto contra todo peligro
de sequedad, de modo que ésto generalmente no se teme en Chile, sí se
exceptúan solo las provincias de Coquimbo y Copiapó. Débense también
añadir las muchas aguas termales; pues las solas que hasta ahora se
conocen, bastan para hacerlo célebre en este punto, y no dudo serian de
mucho mayor provecho y benellcio de la humanidad, si ellas hubiesen
sido analizadas por un sabio. De las aguas minerales, que no se puede
dudar prudentemente traiga una gran copia y variedad, atenta la multi-
tud de diversos minerales de que abunda el Reino, debemos decir que
□asta ahora están desconocidas.
VI
RÍOS DE CHILE
Tratando de los ríos y aguas que bañan el Reino de Chiie, es necesario
suponer que toda esta faja de tierra es un plano sensiblemente inclinado
hacia el mar, por esto a él vienen cuasi todas las aguas que se liquidan
de la inmensa nieve que cae sobre la cordillera. Estas aguas o corren so-
bre la superficie de la tierra y son las que se llaman rios, o sorbidas
primero y filtradas por conductos subterráneos, van después a reventar
en diversas partes de la superficie: y estas las llaman fuentes, de las que
el Reino de Chile está lleno, y no solo en el plano, sino también en mu-
chas partes de sus colinas y aun en los montes mas altos de su costa.
En este Reino no se da el nombre de rio sino de estero a aquellos que su
mayor crecimiento lo reciben de las lluvias, aunque ellos tengan su orí-
gen de la cordillera. Los de esta clase son innumerables, y solos ellos
bastarían para proveer a todo el Reino suficientemente de este elemento.
Los grandes y aquellos a quienes se da el nombre de rios son en número
de ciento veinte y tres: cuarenta y dos de los cuales descargan sus aguas,
uniéndose primero a los otros, en el Mar Pacífico. La , estrechez de esta
faja de tierra no les da lugar a un dilatado curso, lo que hace que ellos
no desemboquen en el mar demasiadamente gruesos; pues el que mas
con todos sus giros y regiros no llega a tener sesenta leguas de curso.
Con todo, algunos son navegables, aun de navíos^de línea.
De este orden son el Maule, en la provincia de este nombre, que desem-
boca en el mar, habiéndose incorporado a los rios Archihuenu, Perqui-
lauquen, Longavf, y muchos otros pequeños. Tiene su origen de una la-
guna. El Biobio, que es reputado el mas copioso en caudal de aguas entre
todos los demás del Reino, como también el mas ancho, entra en el mar
por una boca muy estrecha desproporcionada a su gran mole, unido ya
e incorporado con los grandes rios de la Laja, Vergara y otros muy con-
26 OOMEZ DE VIDAURRE
siderables. Tiene su origen del monte Antoco, corro por muchos zarzale
por lo que sus aguas se creen muy saludables. Mas verosímil es que 1<
minerales por donde pasa lo comuniquen los buenos efectos que se esp<
rimenlan en los que la beben, que no lo que puede estraer de las ralo
de estas plantas, que están a sus orillas; y aunque hasta lo presente r
se hayan descubierto estos minerales en sus márjenes u orillas; del gu
lo poco agradable que se percibe en sus aguas, inmediatamente gustada
y casi nada después de posadas, se infiere que ellas vienen empreñad;
de materias extranjeras, las que no pueden sor sino materias de minen
les, aun ocultas a los chilenos. En fin, sea de esto lo que fuere, ellas ii
dudablemente causan muy buen efecto. Este rio sirve de confín al dom
nio español y desemboca en el mar a los 37 grados de latitud. El Cautci
que existiendo la ciudad de la Imperial le sirvió de puerto hasta sl
murallas, desemboca hacia el 39. Se dice que presentemente no puede
entrar embarcaciones, porque los indios, habiendo destruido la cíudaí
llenaron su boca con peñascos. El de Tolten, que os singular por su poc
curso, y, con todo, de tanta profundidad que hasta su origen, que es la f;
mosa laguna de Lauquen, es navegable. Entra en el mar en 39.10 mt:
Sobre todos estos es el de Valdivia, que entra en 39.40 mts. Tiene en s
boca una isla llamada ahora Mancera, pero que no impide la entrada d
los navios; por él entran hasta la ciudad, y por su fondo pueden aun ir
temarse algunas leguas mas adentro. Quieren algunos que tenga su or;
gen de una laguna; lo cierto es que bien internado en las cordilleras c
ya respetable, y da la comodidad de poderse conducir por sus corriente
las excelentísimas maderas que están a sus márjenes y vecindades. I
Chaihuin en 40 grados 5 mts. nace muy ignoto de los últimos montes d
la cordillera, y, aunque se le juntan pocos ríos, es no obstante navegabh
El rio Bueno, sin duda de este nombre por su buen fondo y mansa ce
monte, naco de monte anónimo y recoje las aguas de no pocos, par
después entrar mas orgulloso en el mar, a los grados 40.20. Finalmente, {
rio Sin fondo: desemboca este en el Archipiélago de Chilihue habiend
bebido las aguas de muchos otros.
Los otros ríos menores, pero remarcables del Reino, de Septentrión
Mediodia, son el Salado, Copiapó, Gvasco, Coquimbo, Tongoy, Limarí, Chut
pa, Lovgotoma, Ligua, Aconcagua, Mapocho, Maipo, Cachapuai, Rio ClariW
Tinguiriríca, Teño, Lonlufi, Rio Claro, Longomüla, Achihuenu, Longav
.Vuble, Cato, Chillan, Digttillin, Damcalquin, ¡tata, Laja, Duqueco, Vergarc
Curaraoa, Leuvu, Jlatemu, Meulin y Queule. Todos estos son muy consi
derables.
Todos estos rios, provenientes de la cordillera, son muy rápidos desd
su nacimiento hasta las montañas marítimas, pero como en e! decurs
de su carrera hacen varias circulaciones, éstas al fin retardan su veloci
dad, y así sucede que a las seis o siete leguas, antes de entrar en el mar
es notablemente menor la rapidez en todos. El cauce o madre de esto
rios abandonado al libre y natural curso de sus aguas, es en los mas, d
un ancho desmedido, y comunmente tiene un fondo pedregoso, y sus ri
beras muy bajas, y ordinariamente todas ellas vestidas de deliciosísimo
árboles. Sus habí tan tes, tanto originarios como adventicios, no han dejad.
I
I
I
*
HISTORIA DE CHILE.— UB. I.— CAP. VI 27
infructuosa esta circunstancia tan favorable a su agricultura. En efecto,
no hay casi posesión en Chile, que no tenga uno o mas canales sacados
de estos rios y conducidos a los lugares de sus plantíos y sembrados, y
ojalá ellos fuesen muchos mas, y se supiesen aprovechar mas ventajosa-
mente de ellos. No se saca otro provecho de ellos sino regar (como se ha
dicho) los sembrados en tiempo de sequedad, y, a lo mas, hacer correr al-
gunos pocos molinos de pan, y de metales de las minas, cuando ellos pa-
ra tantas otras cosas les podian servir con una imponderable utilidad.
No pocos de estos canales son obras de los brazos de los indios, que
los hicieron para tener agua cerca de sus casas y regar sus sembrados.
Como los rios que vienen de la cordillera vienen mas llenos de agua en
la estación ardiente por la gran nieve que se liquida en fuerza de los ar-
dientes rayos del sol, es mas fácil entonces la estraccion de ellas, y al
mismo tiempo se desvanece el temor de que sangrándolos mucho ella
pueda venir a faltar. No ciertamente serán bastantes veinte ni treinta
canales de agua, aunque copiosos, para que jestos sensiblemente hagan
escasear las aguas de los sobredichos rios, degradándolos de este modo
del orden o grado en que los he puesto; porque sus corrientes en este
tiempo de verano son dobladamente mayor a lo que ellas son en las otras
estaciones del año.
Comienzan éstas de ordinario a la fin de Setiembre y duran hasta todo
Febrero, no porque no hayan nieves que se puedan liquidar, sino porque
desde este tiempo empieza a encrudecerse la estación; y siendo ya las
noches bastantemente largas tienen las nieves sobrada proporción para
conjelarse, y así poder resistir a los ardores del sol, que les sobrevienen
al dia siguieute. Estas llenas no son siempre uniformes, ni en la hora
que ellas vienen, ni en su plenitud; porque en algunos rios tienen su ? ;¡
mayor crecimiento a la mañana, en otros a mediodia, o al caer el sol, y . ^
en unos respectivamente a lo que son otros, son mucho mayores; pues v |
se ve que siendo mucho mayores en el tiempo de estas llenas, la de al- - ^
gunos de estos es muy superior a la de los otros mas grandes; de modo
que si por esto se hubiesen de graduar, se debian constituir superiores.
La falta de esta observación hizo al Padre valle calificar al rio ltata por
uno de los mayores de Chile, cuando él está muy lejos de esto. Uno y
otro provienen, sin duda, de la respectiva situación de su nacimiento en
las faldas de aquellos montes espuestos deferentemente a los rayos del
sol; de suerte que uno mayor que otro, la puede tener mas afuera de la ^
cordillera, pasar por faldas que miren al Mediodia, y así le hieran poco
los rayos del sol, y el mas pequeño mas interno en la cordillera y que
corra por faldas de monte que caigan a Septentrión o entre Este y Orien- 3
te, y así no es de maravillarse que las llenas que él tenga sean tanto ma-
yores que las de los otros. De esto mismo se deduce la diversidad que
pasa en las horas del mayor crecimiento.
Con todo que estas llenas sean tan copiosas, no bañan, como se podía
sospechar o temer, los bajos que he dicho de sus riberas; porque, como
también he dicho, sus madres son extremamente anchas, y asi tienen la
capacidad para contener dentro de sí los regulares anuos crecimientos.
No contradice esta verdad el que uno u otro rio haya una u otra vez inun-
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28 GÓMEZ DE VIDAURRE
dado sus adyacentes campiñas, como ha sucedido con el rio Mapocho,
que pasa por dentro de la capital, a la que sin grave daño ha inundado
dos veces en el presente siglo; ni la salida de madre de casi todos los
rios de Chile que en el año de mil setecientos setenta y seis salieron de
madre, llevándose envueltos en sus aguas muchos ganados y bestias de
servicio, puede probar lo contrario de lo que llevo dicho; porque para
una cosa tan irregular se descubren causas que pasan siglos sin que
ellas se vean. Una precipitación de un manto entero de nieves, como se
averiguó habia sucedido en la primera inundación que hizo el rio Ma-
pocho en este siglo, dentro de la fuente o pequeña laguna, de donde él
nace, las cuales, deshechas casi de un golpe, crecieron de modo las aguas
de dicho rio, que superaron las márjenes de su madre; pero oomo fué
cuasi momentánea, en lugar de dañar, causó mucho bien a las campiñas
que bañaron. Ni la del rio Lontué provino sino por otra causa muy se-
mejante; que se sabe de cierto, que, detenido el curso de sus aguas por
algunos días de una gran montaña que cayó sobre su madre y represadas
allí las aguas al exceso, éstas salieron después con una vehemencia im-
ponderable, sebrepujando el nivel de sus márjenes antiguas. Ni la cuasi
universal que se dice haber sucedido el año de mil setecientos setenta y
seis; porque puede atribuirse a una lluvia copiosísima en la cordillera,
que es una cosa muy extraordinaria, pues puede decirse con verdad que
en ella no llueve jamas sino que solamente neva, y así una vez que su
atmósfera estuvo tan templada, que no llegó a condensar los vapores en
nieve, éstos debieron caer en forma o sustancia del agua; pero en la mis-
ma abundancia en que ordinariamente caen en forma de nieve; y así no
fué lluvia sino un diluvio el que originó tan excesiva llena en los rios.
De todo lo cual se debe concluir, que, para que los rios de Chile inunden
sus campiñas, se requiere una causa extraordinaria, y que ellos, lejos de
ser fatales, traen infinitos bienes a sus campiñas.
Débese sí confesar que muy frecuentemente son de la última fatalidad
para sus habitantes, quienes con demasiado atrevimiento se arrojan a
pasarlos en estas circunstancias, o llevados de algún grande interés, o
forzados de la necesidad, o fiados en las superiores cualidades de sus ca-
ballos, o en la suma destreza que han adquirido en el arte de nadar. Son
tantos las que al cabo del año mueren víctimas de la rapidez de estos
rios, que no exajerando nada, sino por lo opuesto, disminuyendo el nú-
mero de los que perecen, se puede afirmar que corresponde a mas de dos
los ahogados por cada uno de los rios. De estos solamente tres tienen
puentes, cada uno de ellos uno, por lo que sucede que la gente que viaja
o con precisión o por caminos distantes de dicho puente, se empeñan en
pasarlos por los que llaman vados, y se ven como precisados con grave
peligro a arrojarse a sus corrientes. Otros tres hay que tienen barcos;
pero sucede en ellos lo mismo que llevo dicho de los puentes. Los mas
de los otros tienen las que llaman balsas, que se componen de dos cue-
ros de lobo marino unidos y soplados, o de cuatro o cinco leños gruesos
ligados con cuerdas, los cuales van tirados a la cola de un caballo que se
obliga a pasar nadando a la contraria ribera del rio; los que yo he pasado
de este modo algunas veces; pero ahora que reflexiono sobre las muchas
j
HISTORIA DE CHILE.— LIB. I.— CAP. VI 29
desgracias que me han contado testigos oculares de ellas, ya los peligros
de que Dios me ha librado, doy infinitas gracias a su Divina Magestad,
por la amorosa providencia con que se ha servido conservarme la vida.
En efecto, no pocas veces o se ha roto la cuerda que va ligada a la cola
del animal, o a este se lo ha arrebatado violentamente la corriente del
rio, de modo que no ha podido arribar al lugar del desembarco, deján-
dose llevar de la corriente, ribera abajo, hasta que encuentra tierra don-
de afirmar el pié. Es gran felicidad para los que van en estos leños el
que en el intermedio en que la bestia va nadando a lo largo de la ribera
no se encuentre con algún árbol, en que se enreden los leños; porque en-
tonces es casi irremediable o inevitable el peligro, así de los pasajeros
como de la bestia, o cuando esto no suceda, el que la bestia no llegue a
fijar el pié en parte en donde la ribera tenga alguna altura o barranca,
porque entonces, queriéndola saltar, es casi segura la caida, o sobre la
gente que va montada en los leños, o nuevamente dentro de las corrien-
tes; por las que son segunda vez arrebatados y sumergidos tal vez en al-
gún violento remolino de los muchos que forman, estos rios. ¡Cuánto, pues,
han retardado estas desgraciadas muertes la populación del Reino! No se
puede decir que este gran número de ahogados se ha ocultado a los Go-
bernadores, y que estos no hayan conocido que era preciso poner reme-
dio a un mal tan grave, multiplicando los puentes; pero la falta de artífi-
ces a quienes encomendar la obra y el crecido cálculo que se forma de
centenares de millares para el cumplimiento de la empresa con detri-
mento del Real Erario, ha hecho que unos a los otros dejen esta necesarí-
sima obra, la que si como tal se le representase a nuestro piísimo Sobera-
no, estoy firmemente persuadido daria las mas apretantes órdenes para
su puntual ejecución.
Todas estas aguas, aunque ellas provengan de las nieves liquidadas, son
sanísimas y de regaladísimo gusto; no causan a las personas que las be-
ben el mal del coto, que debia ser general en Chile, si fuese verdadera la
opinión de aquellos que atribuyen estas malignas propiedades a las
aguas disueltas de las nieves. Umversalmente en Chile no se beben otras
aguas que las de esta clase, y puede afirmarse, sin miedo de arriesgar la
verdad, que no hay persona en Chile que no la beba comunmente, y con
todo llegan á los últimos años de la vida sin contraer dicha enfermedad,
ni probar en línea alguna los malignos efectos que las atribuyen. Muchas
veces por asentar principios insubsistentes se viene a desacreditar toda
una región, donde, si por desgracia de ella, se ven dos o tres individuos
afligidos de aquella enfermedad, esto basta para, absolutamente y sin
restricción alguna, afirmar que las aguas de nieve la causaron. Yo no
dudo que ninguno se atreverá a asentar esta proposición: En Chile es co-
mún la enfermedad del coto, por diez o doce que vea en la presente popu-
lación enfermos de ella. Y a la verdad, cuando se corriese todo el Reino
con la mas escrupulosa atención para el efecto de averiguar el número
de individuos que adolecen de la dicha enfermedad, ciertamente no se
encontraria otro mayor número del espresado. Si yo hubiese de atribuir
esta enfermedad a la agua, mas antes lo haria, atribuyendo la causa a las
aguas detenidas o estancadas, que no á las provenientes de las nieves, y
30 GÓMEZ DE V1DAURRE
esto no precisamente por la retención de ellas, sino principalmente p
las partículas de otros cuerpos nocivos, de que están empreñadas y
que no han podido purgarse por defecto de movimiento.
— g3H3
¿§;S?ví-
Vil
LAGUNAS DE CHILE
No carece Chile de aguas detenidas, pues de esta clase son las muchas
lagunas que tiene; pero sus habitantes no beben de estas aguas. Son di-
chas lagunas, ya dulces ya saladas: estas se hallan todas en la costa o
parte marítima del Reino, y las otras en la parte mediterránea. Las mas
notables de las saladas son las llamadas Bucalemu, Vichuquen y Boyeru-
ca, a las cuales se da comunmente veinte millas de largueza. Estas son
de un sumo provecho para el Reino, porque consumiéndose en él canti-
dad inmensa de sal, en la infinita carne que se seca, ellas dan abasto cua-
si para toda la que es necesaria para dicho efecto, y también para todos
los demás usos de la vida. Hablando particularmente de la de Bucalemu,
que se halla en 33 grados y 36 minutos, es ella tan abundante que no
cuajando anualmente, si de tarde en tarde, y consumiendo los poseedo-
res que eran de ella el año mil setecientos sesenta y seis en el manteni-
miento de mas de quinientas personas y en la carne seca de mas de mil
vacas, que anualmente mataban; con la cosecha de un solo año hacian
providencia para este gasto tan excesivo, y les restaba la suficiente para
el consumo de veinte y cinco años, de modo que aunque en todo este
tiempo no viniese ella a frutar, no necesitaban de comprarla para su-
fragar a dichos gastos; antes bien hubieran tenido aun mucha que ven-
der; si la vez que dicha laguna rendia este fruto, ellos no lo hubiesen
hecho como común, dando el permiso a todo el que quisiese aprovechar-
se de él, sin otra obligación que poner en las bodegas de la hacienda una
fanega por cada diez que sacasen de la laguna. De este modo el año de
mil setecientos cincuenta y dos sus dueños llenaron sus graneros de
nueva sal. Esta laguna no guarda regularidad en, frutar, porque unas ve-
ces al año inmediato suele cuajar, otras al tercero y otras al quinto, y
aun ha llegado a pasar veinte años sin frutar. Buscando la causa de esto,
yo no hallo otra que la gran profundidad que tienen sus aguas, por lo
que los rayos del sol no pueden acalorarla con aquel debido grado de ca-
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32
GÓMEZ DE VIDAURRE
lor necesario para el efecto de cuajarlas, lo que comprueba la esperien-
cia; pues cuando el año es seco, y que por razón de la dicha sequedad
cala la profundidad de sus aguas, entonces es cuando se coagulan. De lo
que infiero que seria una útilísima operación la de sangrarlas de modo
que viniesen a quedar en aquella profundidad que se ha notado tener
en los años en que cuajan, con cuya dilijencia me persuado, que fruta-
rían anualmente, o a lo menos con mas frecuencia. Ello es cierto que las
otras lagunas, como que son mucho menos profundas, se esperimentan
mas regulares en sus productos, dándole todos los años.
Las lagunas principales de agua dulce y mediterráneas son: Pudaguel,
Aculen, Tagua-Tagua y Cauquen que están dentro del dominio y jurisdic-
ción española, en las que se logra una abundante pesca, particularmente
en la de Aculeu en donde se cria un pez muy delicado que llaman Cauque.
Las dos mayores lagunas que tiene Chile de esta clase de dulces están en
la jurisdicción araucana. La primera, en lengua de sus poseedores, se
llama Tauquen y la segunda Nahuelguapi. El Tauquen o laguna de Villa-
rica tiene ochenta y ocho millas de circuito, y en su centro abraza una
bellísima montaña que se levanta en forma de un cono. Fórmase esta
espaciosa laguna de solas las aguas que bajan del monte llamado por los
españoles de Villarrica, que se levanta en medio de la mas festiva y ale-
gre llanura que tiene el Reino de Chile. Ella, como ya dejo dicho, da na-
cimiento al caudaloso rio Tolten, lo que prueba no menos la grande
agua que desciende de dicho monte como la gran nieve que cae sobre él,
de la que nunca se deja ver despojado, a lo menos desde la mitad hasta
su cima, que remata en un perenne volcan. La de Nahuelguapi tiene mas
de treinta millas de circuito y juntamente como la de Tauquen tiene en
medio una bellísima isla cubierta de frondosísimos árboles. Forma el
nacimiento de un rio que va a desembocar en las costas patagónicas veci-
nas al Estrecho de Magallanes. Navegaron por él los primeros españoles,
como cuenta de sí don Alonso Ercilla, llevados del espíritu que dominaba
entonces en ellos de descubrir siempre mas y mas nuevas regiones, y de
informarse por sus ojos mismos del país que conquistaban para empo-
sesarse de lo mejor que encontrasen.
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y
VIII
DE LAS AGUAS MINERALES Y TERMALES
Aunque no haya en Chile uso alguno ni aun se conozca facultativamen-
te las aguas minerales, no por esto debe decirse que no las haya; antes
bien debe afirmarse con la mayor certeza que las hay, y de todas las
especies que el hombre puede desear para los usos de la vida; porque
siendo Chile un país empreñado todo él de materias metálicas pirilicosas
y salinas, como se verá en la descripción de su parte mineralógica, es
consecuencia forzosa que él abunde de aguas minerales y de todas las
especies que se conocen en la medicina. Seria necesario la curiosa y
exacta observación de un chímico físico para hacer la análisis perfecta
de estas aguas, y que conocidas sus cualidades y virtudes por la obser-
vación de las partes que las componen, pudiesen los médicos con mejor
acierto recetarlas para las enfermedades. Estas aguas se deben hallar
repartidas por todo el Reino; pues por todo él no se encuentra otra cosa
que minerales de clases infinitas.
Las provincias de Copiapó y Coquimbo tienen mayor número de fuen-
tes saladas, y en la primera hay también un rio a quien por su notable
salsugine le han dado el nombre de Salado. A sus márgenes se forma
espontáneamente una sal excelente; la causa de esto es bien manifiesta
a quien reflexiona que en estas provincias la cordillera abunda de mu-
chas minas de sal, por las que dicho rio pasa, y así es consiguiente que
sus aguas sean saladas, y también por que las nieves que la forman es
naturalísimo que participen muchas partículas salitrosas de las espresa-
das minas. De semejante causa debe provenir la sal que la tribu de los
peguenches saca de los valles de dentro de la cordillera para venir a
comerciar con ella entre los españoles. Fuera de éste, hay otros lugares
de donde estos indios sacan la sal para dicho comercio.
Las aguas termales que ya se conocen en Chile son bastante comunes
en él. No las desconocían sus primeros habitantes, pues se sabe que se
prevalían de ellas en sus enfermedades, y que presentemente se preva-
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34
GÓMEZ DE VIDAURRE
len de las que tienen en su territorio. Para hablar solo de las mas
nombradas que están en la jurisdioion española, me ceñiré solamente a
hacer la descripción de dos, las mas principales y célebres, cuales son
las llamadas baños de Peldegua y de Gauquénes. Los primeros, que se
hallan sobre la cima de uno da los montes de la cadena colateral por la
parte del Oriente de los Andes a Septentrión de la capital, no muy lejos
de ella, consisten en dos considerables fuentes, distantes entre sí cerca
de ochenta pies. Una de ellas es caliente, de manera que no se puede
sufrir la mano dentro por mucho tiempo. La otra, al contrario, es tan
fria que, puesta la misma mano, su frió se hace sentir hasta los huesos,
no obstante que se tenga por poco tiempo. Las aguas de estas dos fuen-
tes unidas artificialmente formarían baño tibio mas o menos según que
se quiera, y que diga mas conveniente al enfermo el médico que dirige
la cura. No quiero por esto decir que haya en ellos un médico estable
para curar los enfermos concurrentes, como sabiamente se usa acá en
la Europa en muchos baños célebres, sino que concurriendo a dichos
baños algunas de las personas mas ricas de la capital suelen llevar su
médico que las dirija en el método que deben observar en sus indivi-
duos. Tampoco hay casas para comodidad de los enfermos, sino que estos
mandan anticipadamente algunos obreros para que construyan algunas
chozas pagizas, donde puedan, con una suficiente comodidad, alojarse
los patrones; o llevan consigo éstos aquellos propios toldos o especie
de tiendas de campaña, que regularmente usan cuando viajan.
Los baños de Gauquénes están situados en unos valles de la cordillera,
cerca del nacimiento del rio Cachapoal, que viene a caer por mas del
grado treinta y cuatro y cerca del volcan de Peteroa, del cual es muy
verosímil que sus aguas participen algunas buenas propiedades. La
fuente principal, que es la caliente, se cree sulfúrea, por el olor que
exhala, que es análogo al de esta materia. Así esta, como todas las de-
mas, están en el mismo estado de naturaleza que he dicho de las ante-
cedentes. Todo es preciso llevarlo, porque los dueños del sitio o parage
aun no se han inducido a hacer mercancía de este don de Dios. Con todo,
no hay año en que no vayan numerosas compañías en la bella estación,
así por pura diversión, como por acompañar los enfermos que van a
buscar la salud perdida, que no pocas veces recuperan. No dudo que si
éstos, como aquellos de Peldegua, estuviesen mejor examinados, serian
mas frecuentes estos buenos efectos. Ello sucederá así, cuando el estu-
dio de la arte médica esté mejor regulado en Chile que lo que lo está
al presente.
Los muchos otros lugares de esta especie están casi sin uso, y son muy
pocas las personas que hasta lo presente los han frecuentado. Me per-
suado que ellos no dejarán de presentar varios objetos interesantes a
la curiosidad del inteligente naturalista; pero yo en mis inquisiciones o
informaciones que he podido adquirir de personas capaces de fiarme en
sus dichos y deposiciones, no he podido inferir cosa alguna remarcable,
por lo que debo reputarlos dignos de una seria especulación, por lo que
los dejo en la oscuridad del silencio, de lo que talvez los podia sacar al-
gún otro que con estudio mas afortunado y feliz que el mió, especulase
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HISTORIA DE CHILE.— LIB. I.— CAP. VI
35
sobre ellos* Tampoco haré la descripción de varias otras fuentes de esta
naturaleza que tienen en su jurisdicción los primitivos habitantes de
este Reino, y solo me limitaré a notar en este lugar la estima que és-
tos han hecho siempre de estas aguas, habiéndolas encontrado (como
dicen) no ya por especulativa sino por pura esperiencia, ventajosísima,
al género humano y tanto que en su modo fanático y supersticioso de
discurrir, han pensado y piensan que en dichas aguas preside la parti-
cular existencia de su dios benéfico Meulin, dándole el nombre de Geu-
cosuneu, esto -es, señor 5de las aguas minerales. Cuando ellos recu-
rren a éstas en sus enfermedades vienen cargados de pequeños donecillos;
los que presentan primero que entran en ellas, para de este modo hacer
propicia su falsa divinidad*
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IX
TERRENO Y SUS CUALIDADES
Asi como a las aguas de que acabo de hablar las caraoterlza aquella
especie de partículas o materias de que están infectas o preñadas, asi-
mismo las partes que componen el terreno de Chile son las que lo hacen
distinguirse entre las otras partes de la América. No es preciso inter-
narse mucho en las entrañas de estas tierras para distinguir luego la
clase de partes que las componen. Basta estar medianamente instruido
en los primeros principios de la agricultura y de la física natural para
por ellos sacar la naturaleza y cualidad de ellas. A la verdad, general-
mente hablando, por cualquiera de las partes que un curioso observa-
dor se ponga a examinar la superficie del terreno de Chile no descubre
(si es por la parte litoral) sino una tierra roja oscura, friable, suave, un
poco arcillosa o margosa, mezclada de piedrecillas blancas y pardas de
piritas arsenicales y marciales, de conchas y otras muchas producciones
marinas. Si las mediterráneas o aquellas de los valles andinos; se nota
negro declinante al amarillo por lo general, y en algunos particulares
sitios un pardo oscuro: se observa un terreno jugoso y umversalmente
bien purgado de toda especie de cascajo o piedrecillas menudas que por
lo regular forman un terreno árido y poco fecundo. Asimismo se nota
en él una cierta porosidad o esponjosidad que le hace mas apto para
recibir y conservar las humedades, y al mismo tiempo mas dócil
para los labradores que lo cultivan, y últimamente se nota que este te-
rreno por su naturaleza y propiedades es palpable y notoriamente diver-
so que el de la costa. Estas bellas cualidades que se presentan a la vista
en la superficie de esta tierra son las mismas hasta una profundidad
bien oonsiderable, pues por las mismas roturas que forman los torren-
tes y precipitadas aguas que descienden de los montes de las oopiosas
38 GÓMEZ DE VIOAURRE
lluvias del invierno, se vee de manifiesto ser su fondo lo mismo que su
superficie.
Observadas estas cualidades, que todas son para uno medianamente
instruido en la agricultura señales ciertas e indubitábiles de fertilidad,
deberá pasar adelante en su observación y reflexionar después en las
infinitas sales y en el diluvio incomprensible de partículas fecundantes
que de la cordillera necesariamente deben derramarse por todo el país
por los secretos conductos del terreno por medio de las aguas y de los
vientos que de ella vienen, pues así aquellas como estos, deben estar
empreñados de semejantes partículas y por consiguiente el terreno debe
recibir y fomentar en su seno todos estos nutricios jugos o materiales
de fecundidad. Debe, fuera de esto, reflexionar sobre el calor interno
(agente principalísimo de la fermentación) que debe recibir este terreno
de tantos minerales de que abunda el Reino, y que sabe son aptísimos
para promover la fecundidad y fertilidad de la tierra, y con estas reflexio-
nes concluirá estableciendo en este terreno la fecundidad mayor que
pueda darse.
Considerada, pues, esta interna y externa constitución del terreno de
Chile y vistas las partes que dentro y fuera le oomponen, no debe causar
admiración a ninguno, si yo digo aquí que es tanta la fertilidad de este
Reino que sus tierras frutan sesenta, ochenta, ciento y aun mas por
uno, de modo que la inferior cosecha no baja de sesenta. Tampoco
deberá atribuirse patriotismo a el que yo asegure que en veinte años
que estoy en la Europa no he visto campiña en ella que me presente un
tan bello aspecto como cualquiera de las de Chile, así en el número,
grandeza y frondosidad de sus árboles, diversidad y sazón de sus frutos,
delicadeza de sus berzas y suavidad de sus granos, como en todas las
demás producciones contenidas en la esfera de los vegetables. Muchos
testimonios de excepción podia yo traer aquí en apoyo de esta verdad,
de don Antonio de Ulloa, de Monsieur Frezier, del Padre Feuillée, de
Juan Domingo Coleti, 1 del Gazetero Americano y muchos viajantes que
han estado en Chile; pero considerando que escribo para una Nación,
que est<o no se le puede ocultar, pues las obras de estos autores son co-
munes en ella; seria quererles probar lo que ella misma toca con las
manos. Solo sí noto que de poco se maravilló don Antonio de Ulloa i
cuando él contó por sí mismo, como refiere en su tercer tomo, (parte
segunda, libro..., capítulo cinco, número 503) en una mata sola de trigo en
el territorio de Talcaguano, 31 espigas, de las que las principales tenian
de granado cerca de tres pulgadas, y las menores no tenian menos que
dos; porque de mayor número de espigas igualmente granadas, es fre-
cuentísimo encontrarse en Chile, aun en lasque no están hiladas, como
era esta que admiró tanto a dicho señor. Qué le hubiera sucedido, si co-
mo me aseguran dos sugetos fidedignos, hubiese contado, como estos
contaron en una mata, que estaba separada de las demás, que compo-
1 Giandomenico Coleti es autor de un Dizionario storico- geográfico delVAmeri-
ci Meridionales impreso en Venecia el año de 1771, en dos volúmenes en 4.°. II
Gazetiere Americano es una recopilación de noticias referentes á América, que fué
traducida del inglés y publicada en Livorno en 1763, en tres vol amanes en 4.° mayor.
HISTORIA DE CHILE.— LIB. I.— CAP. IX 39
nianla sementera, ciento treinta y cinco, y otra ciento setenta y dos
espigas? No puede menos que suceder esto muy frecuentemente al ver
las copiosísimas cosechas que se hacen de este grano.
Con todo que esto basta para constituir este terreno en un orden o
grado'superior de fertilidad, pues de cuantos terrenos fértiles hablan los
naturalistas, de ninguno han dicho otro tanto; con todo, digo, que aun
todavía no se conoce toda su feracidad, por la imperfectísima manera
con que en Chile se egercita la agricultura. Lo primero, la labranza del
terreno no es propia para hacer que los principios de la vegetación es-
pliquen toda su fuerza. Lo segundo, la siembra del grano es sin regula-
ción alguna, en orden a distribuirlo en la tierra, y sin precaución des-
pués para preservarlo de los accidentes que lo pueden dañar. Lo tercero,
el método y orden, nada económico que se practica en hacer la cosecha,
es mas propio para disminuirla'que para acrecentarla. Lo cuarto, medios
ningunos para mejorar los frutos. Ahora pues, siendo la labranza de la
tierra, una operación tan necesaria para una perfecta vegetación (como
nos dicen los sabios agricultores,) ¿cómo podria ésa lograrse en los terre-
nos de Chile, cuando es tan imperfecta y defectuosa la que allí se usa?
Estos autores encomiendan a los labradores, que en la previa operación
de romper la tierra deben procurar que se interne y profundice el arado,
y en esta forma hacerlo pasar repetidas veces por el campo para mas y
mas dividir y desmenuzar las partes del terreno, para que así las raices
de las simientes puedan dilatarse con facilidad, y, con lo mismo, chupar
Jos jugos nutricios necesarios para su vegetación; también para que el
aire pueda libremente discurrir y los rayos del sol introducir su calor,
poniendo en movimiento cuantas partículas sean conducentes para la
fermentación de las plantas. En una palabra, sin la práctica bien combi-
nada de todos estos principios, parece que nunca se podrá lograr una
copiosa y abundante vegetación, o, diremos mejor, una abundante cose-
cha, y no obstante, a pesar de la imperfecta y escasa agricultura chilena,
hemos visto y aun veremos la exhuberante fecundidad con que aquella
tierra naturalmente feracísima, corresponde a los escasos sudores de
sus operarios. ¿Qué seria si éstos para trabajarla practicasen todas las
reglas de una buena agricultura? Deberíamos esperar que les correspon-
diese la tierra otro tanto mas de lo que hasta ahora les ha correspondi-
do; pero parece que los labradores de este felicísimo pais, en nádamenos
piensan que en estas ventajosísimas cosechas, pues no obstante que
muchos de ellos entienden de agricultura algo mas de lo que practican
en sus labores, con todo, sabemos que hasta lo presente no lo han redu-
cido a la práctica, sea por aquella secreta fuerza con que una común cos-
tumbre regularmente induce a los hombres a ciegamente conservarla, o
sea por el ahorro de las nuevas costas y fatigas, que seria necesario em-
plear en la nueva operación; o sea, finalmente, porque moderados en los
deseos de adquirir, se contentan con aquella abundancia con que saben
de cierto les ha de corresponder la tierra a sus débiles fatigas. Para satis-
facer la curiosidad, pondré aquí el modo simplicísimo que tienen los
chilenos de laborar sus tierras. El arado es una cosa que no tiene cuasi
nada de artificioso, que con toda razón los enciclopedistas franceses lo
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GÓMEZ DE VIDAURRE
reputaron como simple modelo de lo que se inventó primero para este
efecto. Es un tronco de árbol, un poco corvo en la parte mas gruesa, el
que procuran buscarlo de manera que en aquella parte mas corpulenta
tenga algún otro brazo, nacido en tal disposición que pueda servir de
punta del arado, y si no se encuentra con dicho brazo por naturaleza, lo su-
plen con un simplicísimo artificio, como es, abriendo un agujero en dicha
parte, e introduciendo otro leño que supla dicha punta. A esta acostum-
bran algunos labradores aforrarla en hierro. Con este instrumento mise-
rabilísimo rompen la tierra por la primera vez, y por la segunda cruzan
los surcos de la primera rotura, y sin mas operación arrojan el grano y
lo van cubriendo con la tercera y última corrida de arado. Después para
el efecto de llenar los surcos y dejar parejo el terreno, cortan un cierto
número de ramas de un árbol silvestre que llaman espino, comunísimo
en el Reino, y colocando la una sobre la otra, y sobre ellas un pesado
peñasco, las arrastran por todo el distrito de la sementera, con lo que
queda concluida toda la operación de un chileno labrador. Ahora pues,
si se reflexiona sobre el débilísimo instrumento, con que se ejecutan es-
tas operaciones, se hallará que el ya descripto arado no es suficiente pa-
ra romper la tierra, ni en lo lato, ni en lo profundo, en la proporción
debida y necesaria; y mucho menos lo será cuando la tierra en que labo-
ra no ha sido jamas trabajada, pues entonces, por causa de la mayor
consistencia y dureza de ella, todo cuanto se trabajare con un instrumen-
to de tal clase, será siempre un trabajo superficial. Y en efecto, en
Chile se hacen muchas sementeras en terrenos vírgenes (como allí dicen)
o nunca trabajados. A la insuficiencia también del dicho arado, debemos
atribuir las muchas y crecidas yerbas o terrones, de que quedan cubier-
tas las sementeras, después de ya concluida su labor, las que ciertamen-
te contribuyen en no poco a disminuir los frutos de la cosecha, porque
resecos y acalorados por el sol, roban al terreno una gran parte de
aquellas humedades, que, sin ellos, útilmente conservada por mas
tiempo*
No obstante que este método de laborar las tierras chilenas sea poco
apto para poderse prometer abundantes frutos en la cosecha, todavía a
mi juicio es menos apto para el mismo fin su método en cosecharla.
Acostumbran los chilenos hacer estas sus cosechas cuando el trigo
está tan maduro y seco, que comienza por sí mismo a desgranarse, por
lo que es consiguiente que una muy considerable parte de semilla que-
de desgranada en el campo, sin otro destino, sino es el de que sirva de
alimento a un egército numerosísimo de pájaros que viene a recogerla,
los que después de satisfechos, aun dejan suficiente grano para que el
año siguiente estas tierras, ya cosechadas, (que les dan el nombre de ras-
trojos) sin agregarles nueva semilla, rinden otra segunda cosecha poco
inferior a la primera.
En orden a los demás frutos de plantíos, es igualmente fecundo el te-
rreno de Chile, pero también es igual el descuido de los chilenos en
cultivarlas; pues conociendo que las frutas de ingertos son de superior
cualidad, sabor y grandeza, son muy pocos los que en esto ponen su
atención; puede talvez servirles de disoulpa el que sin esta diligencia
HISTORIA DE CHILE.— LIB. I.— GAP. IX 41
gozan de frutos tan sazonados y bellos como los mejores de la Europa,
y talvez superiores en la grandeza. Se nota en estos frutos que jamas
han degenerado ni en cantidad, ni en cualidad, conservando sus semillas
siempre la misma individua virtud y cualidades del fruto de donde pro-
vienen, -sin sensible variación, como suele esperimentarse en otros
países.
No sucede esto solo con los frutos europeos, sino también con los de
otras partes de la América, y aun con los traidos de lugares que están
bajo del Ecuador. De estos últimos hay en la realidad muy pocos, pero
son los bastantes para convencer de la verdad en lo que llevo dicho.
La sorprendente fertilidad de que he hablado, no es universal a todas
las tierras; así como ni todos los frutos tienen un mismo grado de bon-
dad en todas las partes del Reino, lo que es preciso suceda así por la
diversidad de las partes que las componen, como por la diversa combi-
nación de ellas, como también por predominar en una mas que en otras.
Las tierras de la parte marítima son, por lo ordinario, menos fértiles
que aquellas de la parte mediterránea, pero nunca es tanta su inferiori-
dad, que no lleguen en los años abundantes a frutar lo que por lo regu-
lar rinden de trigo estas otras. En el trigo puede depender la diferencia
de la sobrada humedad que en aquellas partes reina, pero esta misma
favorece para que ellas excedan mucho en el frutado de la cebada y de
las demás especies de menestras. En algunas especies de frutos también
la supera y aunque quede en las demás especies inferior, quedan en
alguna manera compensadas. Lo mismo sucede en las tierras medite-
rráneas comparándolas entre sí. En unas es sorprendente la cosecha del
trigo, en otras la de la echada, la de las menestras, la del maiz. En una,
unos frutos son esquisitos, en otros, otros; de modo que se debe decir
en general de todo el terreno de Chile, que no tiene lugar que no sea
sorprendentemente fértil en alguna especie de fruto, sin que de esta
proposición tan avanzada se deban exceptuar ni las colinas, ni las emi-
nencias, ni los llanos, ni los valles. Basta adoptar la producción a la
cualidad del terreno, y sin mas trabajo e industria, se verá la naturaleza
esplicar su peculiar virtud a maravilla.
No es menos admirable el ver en muchos de sus árboles frutales a un
mismo tiempo frutos maduros y flores que comienzan a formar otros
nuevos. Esta variedad es en Chile muy frecuente. En los duraznos, en
los guindos, en los perales se ve dar dos veces frutos al año; lo mismo
digo de los limones y naranjos, y esto no porque hayan dejado de car-
gar, de modo que mas sean los frutos que las hojas. En no pocos, el pe-
so solo de sus frutos doblega las ramas, aunque robustas, hasta despren-
derlas del tronco. Todas estas circunstancias que acompañan a los
árboles de Chile, prueban con excelencia la fertilidad del terreno, pero
no es menor prueba de esto mismo la gran corpulencia y duración de
dichos árboles. Toda especie de ellos excede a los de la Europa, a lo
menos, en un tercio, así en lo alto como en la corpulencia del tronco.
Por ejemplo, un nogal abandonado en Chile a la sola fecundidad de su
terreno, excede a otros de su especie cultivado en la Europa con todas
las ventajas ya espresadas. Por todo esto, Raynal, informado de algunos
GÓMEZ DE V1DAURRE
monios de vista, no ha dudado decir que los frutos de la Europa se
perfeccionado bajo del feliz clima de Chile, y podía añadir que se
connaturalizado, tanto que se dan como si fueran originarios de
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TEMPERAMENTO
Chile no tendría toda esta fertilidad y tanta belleza en sus campiñas,
si él no gozase un clima o temperamento benigno constantemente. Cual-
quiera alteración que él tuviese en las cuatro estaciones del año, oual-
quier estremo de frío o de calor, le robarían Jas nobles cualidades que
lo distinguen entre todas las partes de la América; esta su riqueza natu-
ral es la que le pone en estado de no tener que envidiar nada a parte
alguna del globo. Las cuatro estaciones del año de primavera, estío, oto-
ño e invierno, se gozan en Chile con suma regularidad, bien que en meses
diversos a los que vienen en la Europa, como lo pide la situación que
este Reino tiene en el globo. La primavera comienza a mediados de Agos-
to y dura todo Setiembre, Octubre y mitad de Noviembre, en que co-
mienza el estío, y se continúa todo Diciembre, Enero y mitad de Febrero,
que da principio el otoño, el oual sigue hasta mitad de Mayo, que es
cuando comienza el invierno. Aunque el pasage en las dichas estaoiones
del frío al calor sea poco sensible, no obstante, ellas son bien caracteri-
zadas por ellos en el grado que mas adelante veremos.
Desde que principia la primavera comienza en todo el reino la sere-
nidad de su cielo hasta la mitad del otoño, mayormente en las provin-
cias que están en,tre los grados 24 y 35, y el restante del año se encapota
el cielo y riega con lluvias el terreno, con esta diversidad, que en las
provincias boreales, Copiapó y Coquimbo, estas son muy escasas. Bastan
dos o tres lluvias en esta estación para que la cosecha de los frutos sea
superior en estas partes. En las otras estaciones es muy raro el año que
caiga una lijera lluvia. En las del medio, esto es, Quillota, Santiago,
Aconcagua, Rancagua, Cokhagua, Maule, suele llover tres o cuatro di as
en fila, de quince en quince o de veinte en veinte dias. En las provincias
australes, esto es, Chillan, Itata, Puchacay y Huilquüemu son mucho
mas frecuentes y mas copiosas, duran tal vez diez y aun veinte dias con
cortísima interrupción; y generalmente hablando en todos las provin-
44 GÓMEZ DE VIDAURRE
cias, que son o tocan las costas de Chile, llueve mucho mas que en las
mediterráneas, o mediterráneo de ellas. Esto hace que la costa de Chile
esté cubierta muchas veces a los navegantes, y que los pilotos mas prác-
ticos que poseedores de su facultad hayan en lo pasado no pocos de ellos
naufragado. De las provincias araucanas se puede decir que a proporción
que ellas se van arrimando al polo, en esa misma van creciendo las
aguas de las lluvias. En el archipiélago de Chilhue son tantas que la ma-
yor parte del año se pasa lloviendo. Raro es el año que en dicha provin-
cia se ve por quince dias continuos el sol y un cielo despejado. La causa,
sin irla a buscar en la mayor proximidad al polo, es bien manifiesta a
quien sabe la constitución de las campiñas de todas las islas de dicho
archipiélago y de las mas provincias araucanas. Todas están llenas de
bosques inmensos e impenetrables, de modo que los montes altísimos
que las componen y las profundísimas quebradas por donde desaguan,
no hacen sino un continuado bosque, y así es forzoso que, tanto del ca-
lor interno de la tierra como de los rayos del sol, sean muchos mas
los vapores que se levanten, formen las nubes y vuelvan a caer ala tie-
rra en deshechas lluvias.
Todas estas lluvias de Chile son tranquilas y vienen siempre sin botar
piedra que dañe las campiñas, sin rayos que espanten, y se puede decir
sin truenos que asusten o pongan en temor de algún grave daño, porque
aunque en la cordillera y en el mar veamos se formen de ellas de cuando
en cuando algunas, estas son llevadas o a Septentrión o hacia Mediodía
por los vientos predominantes. Esto prueba que'su atmósfera nunca esta
cargada de las partes que componen este meteoro, o que en ella no
suben tan alto los vapores de la tierra, que tocando en la región fria
puedan bajar helados. En fin, sea de esto lo que fuere, lo cierto y espe-
rjmentado es, que nunca se ha oido que en Chile haya muerto alguno
de rayo, ni que las campiñas hayan quedado desvastadas por la piedra;
y así por esta parte viven sin zozobra los chilenos en punto de sembra-
dos y plantíos. Porque las nubes cargadas de estos meteoros que se han
formado en el mar, y el viento lleva a la cordillera, cuando mas grandes
granizos despiden, no llegan a la grandeza de la almendra de una avella-
na, los cuales, aunque caigan en mucha cantidad, no llegan a dañar los
sembrados por la poca fuerza que traen. Prerrogativa grande por cierto
y que solo Ja sabrá apreciar el que vive en un país donde la cosecha no
está segura sino cuando ella está recogida y guardada.
No es menos singular lo que sucede cuanto a la nieve. Esta no ha caido
hasta ahora en Jas partes marítimas, y en aquellas que se avecinan a la
cordillera suele caer una poca, pero no frecuentemente. En diez años
que estuve en la capitaí, solo una vez vi nevar, y, aunque muy gruesos
los copos de nieve, y esto durase toda una mañana, se levantó solo un
palmo, y a la noche no se veia nieve sobre las calles. En los mon-
tes mas altos de esta parte mediterránea cae ella en mayor canti-
dad, y de modo que se conserva en ella mucha parte de la primavera,
con todo que algunos de ellos se hallan distantes de la cordillera mas de
quince leguas. Las dos cadenas de montes de ella se nievan todas, y la
conservan aun por mas tiempo. Pero en la gran cordillera, no solo es
HISTORIA DE CHILE.— LIB. I.— GAP. X 45
mucho mayor copia, que hace, como dejo dicho, impracticable 'su pasa-
ge en la mayor parte del año, sino que allí se conserva perpetuamente.
Sus altísimas cimas se ven siempre blancas y forman una perspectiva
maravillosa. Los habitantes de la capital.la hacen venir, por un obligado,
sobre el lomo de muías, de las faldas mas vecinas de estos montes, para
refrescar sus bebidas, y hacer sorbetes de que hacen grande uso en la
estación ardiente. De este regalo carecen las ciudades marítimas, distan-
do mucho de la cordillera, y no pudiendo suplirlo con el hielo, como
se hace en otros reinos, que carecen también de él. Pero se debe no-
tar que el calor en estas partes es mucho mas moderado que aquel que
se hace sentir en los países interiores del Reino. Solo en algunas funcio-
nes extraordinarias algunos particulares hacen distinguir su magnificen-
cia con el helado en estas partes.
De lo que llevo dicho eil este párrafo, como de un principio filosófico
verdadero, se debe deducir, que el frió en Chile, ni en su parte medite-
rránea y mucho menos en sus costas, es excesivo, como no pocos escri-
tores lo han pintado por mala inteligencia; pues confunden el frió de la
cordillera, que no se puede negar que es excesivo, con el que se siente
en su parte mediterránea, que después de aquella es la mas fría. De su-
ceder a algunos de aquellos que se atreven a pasar la cordillera en los
tiempos que ella está cargada de nieve, quedarse helados en ella, como
han leido sucedió a los primeros españoles que a ella llegaron el mil
quinientos treinta y cinco, bajo la conducta de Almagro, han venido a
afirmar ciegamente que en Chile los hombres se mueren de frió. En los
antiguos escritores puede atribuirse a lo poco que se habia escrito de
Chile, a lo poco conocido que él era en la Europa; pero que en estos úl-
timos tiempos salga el señor abate Sauri diciendo en su ourso de física,
que en los llanos de este Reino es el frió tan insoportable, que aquellos
habitantes se ven obligados a abandonar sus casas y refugiarse como los
infelices habitantes de la Laponia, a ciertas cuevas! Esta es una anécdota
no menos ignorada de aquellos que han estado en Chile, que destituida
de toda verosimilitud. ¿Qué escritor puede citar que diga o qué signifi-
que esta impostura? No sé que me pueda alegar escritor alguno que
habiendo estado en Chile diga esto de él. Qué prueba filosófica puede
traer con que alucinar el mundo, que se reirá de esta su falsísima propo-
sición?
En Chile es verdad que en el mes de Agosto se esperimentan algunas
heladas, especialmente en las partes mediterráneas, las cuales causan a
la mañana algún frió, pero es siempre tolerable este frió, que es el mas
considerable que'allí se sienta: es en tanto grado tan inferior al grado
que se requiere para quitar la vicia a un hombre, que, como se esté al
sol, no se siente molestia particular de él, o si se está en una pieza media-
namente guardada, esto es, puertas y ventanas cerradas, no obliga a po-
nerse al fuego, ni a usar estufas dentro de la pieza; en fin, este frió cede
una o dos horas después de despejado el sol; y en tiempo en que sus ra-
yos están como sin fuerza por lo densa de la niebla o nubes, ni los mas
delicados usan de pieles para salir fuera de casa. Ningún rio o riachuelo
en toda la estension del Reino se ha jamas helado. El hielo que en los so-
46 GÓMEZ DE VIDAURRE
bredichos dias se forma jamas ha pasado de un dedo de grueso. En suma,
el frió en las partes situadas fuera de la cordillera es de tal suerte benig-
no que el termómetro de Reamur raras veces allí baja al término de la
congelación. La opinión ya cuasi indubitada del excesivo frió de la extre-
midad austral de la América llevó por ventura a este autor a dejarse caer
en tan falsa proposición. Yo bien veo que podia traer algunas dudas con
que destronizar dicha opinión, pero seria apartarme del objeto de esta
obra. No porque Chile esté inmediato a la Zona friapor su extremo aus-
tral, puedo tomarme tai licencia de defenderla parte que no me toca.
Me basta haber demostrado que el frió no es como se ha querido figurarlo
y hacerlo creer.
El rocío es copiosísimo en primavera y otoño y no tanto en verano en
todo el Reino, y recompensa abundantemente la escasez de lluvias, que
en dichas estaciones se esperimenta. No obstante que el aire por el
gran sereno esté cargado de humedad, él no tiene malignidad alguna, y
absolutamente no es pernicioso; los campesinos y los viajantes duermen
por lo común en este tiempo a cielo descubierto, para gozar del fresco,
sin sentir de ello afección alguna morbosa. Yo mismo he dormido así
muchas veces, y viajando una vez, me acuerdo que las mas de treinta
noches, que me paré a reposar las pasé así, y no tuve después la mas
ligera indisposición en mi débil salud. Las nieblas son comunes en el
otoño; pero no duran sino hasta dos o tres horas antes del medio dia.
i' Gomo no son formadas sino de partes aguosas no son nocivas a la salud
l de los habitantes. Algunas de estas nieblas, suelen venir a últimos de la
r; primavera, causadas del rocío de la noche, que se ha levantado en vapo-
i res antes que el sol hubiese tenido fuerza de disolverlas, y entonces son
%, peligrosas alas mieses, quemando la flor de sus plantas, lo que no es
t frecuente ni particular del Reino, pues esto se ve en todas partes.
V.
K
i .
1
K*
XI
LO SALUDABLE DEL CLIMA DE CHILE
Un temperamento, un clima de esta naturaleza no puede menos que ser
saludable. No se ha esperimentado hasta ahora peste alguna; y bajo del
nombre se significa por sus habitantes la enfermedad de las viruelas,
que allí ha introducido la Europa. Es casi como perpetua en las provin-
cias boreales, esto es, Copiapó, Coquimbo, Quülota, Santiago, Aconcagua,
de las que se comunica a las veces a las de Colchagua y Maule. Cuando
ella reina en la de Santiago o ha pasado hasta Maule, los de las restantes
provincias obligan a los pasajeros a hacer en las riberas del rio de este
nombre, una rigorosa cuarentena, como se practica en Europa en ocasión
de peste. De aquí es que estas provincias se han conservado esentas de
mal tan peligroso. Los araucanos miran aun con mas horror esta enfer-
medad y se muestran mas celosos en no dejarla introducirse en sus tie-
rras. Cuando ven o notan alguno infestado de ella lo queman dentro de
la casa con todos sus domésticos utensilios. Tales precauciones han
arrestado este contagio dentro de los términos susodichos. Tal enferme-
dad no hay duda retarda la populación, quitando tempranamente la vida
a muchos, que en lo venidero deberian dejar una larga descendencia.
Movido de esto, por el amor de la humanidad o de la patria, y el ardiente
celo de sus mayores creces, fray Matias Verdugo, criollo inteligente en
medicina y graduado en ella, procuró introducir la inoculación, y mien-
tras él vivió la practicó con tal feliz suceso, que de centenares de niños,
a quienes inoculó, solo dos o tres se le murieron. La practicó por poco
tiempo, porque la muerte cortó muy tempranamente su vida, pero lo
bastante para quitar la preocupación popular contra esta invención sa-
ludable, que sin razón han algunos teólogos procurado impedir su pro-
greso, con calificarla de pecaminosa y nada conforme a la moral de un
pueblo cristiano.
Nótase por algunos que esta enfermedad haga mayor estrago en las In-
dias de todo el Reino, y en los Españoles naturales de las provincias con-
48 GÓMEZ DE VIDAURRE
finantes con los araucanos. Con los primeros, esto es, los indios, preten-
den algunos que el vicio extremo de la borrachera sea la causa, pero esto
mismo valdria para con no pocos españoles poseídos de tal vicio, lo que
no sucede así; no valdria en los pequeños, que aun no han probado licor
alguno, y, con todo, es para ellos igualmente fatal, aunque sean hijos de
padres y engendrados de ellos cuando aun no están inficionados de este
vicio. Conforme a este discurso, ciertamente mal fundado, quieren atri-
buir la mayor malignidad de dicha enfermedad con los españoles hijos
de las provincias australes, a la leche que muy comunmente toman de
las indias; pero tampoco esto puede subsistir; porque esa mayor malig-
nidad se notaría solo en aquellos que la han mamado, y no en los otros
que ni aun la han probado, lo que es falso, pues a unos y a otros es suma
y frecuentemente muy fatal.
Cuando estas se ve que no subsisten, es preciso buscar otras causas y
asignar por lo menos un^que sea mas general. ¿No puede estar esto en
la mayor humedad del clima en que han nacido y criádose? ¿No puede
consistir en la calidad de los alimentos con que se nutren unos y otros,
que pueden ser muy diversos en esto, aunque de la misma especie de los
de aquellos? Yo a estas mas que a ninguna otra me arrimo; y si he de
decir abiertamente lo que siento, afirmo que es falsa tal observación o
por lo menos mal hecha.
Los indios y los hijos de los españoles de las provincias australes,
cuando vienen a pasar dicha enfermedad son ya entrados en edad, y por
consiguiente, ¿qué mucho es que en ellos haga mayor estrago que con los
de las provincias boreales, que ordinariamente la pasan en tierna edad?
Cuando a aquellos les coje en la infancia, en cuyo estado debe hacerse la
comparación para una conclusión justa, no ejerce mayor malignidad, co-
mo debia ser para calificar las viruelas por mas nocivas a éstos, que
aquello mismo que se nota con los de las provincias boreales. Hágase la
comparación entre estos mismos infantes con hombres hechos, y no
hay duda que se concluirá, que las viruelas son mas perniciosas para los
hombres que para los infantes. Esta es puntualmente la comparación
que hacen éstos para establecer su falsísima proposición. Sí, mueren
mas de las viruelas de los indios y de los españoles de las provincias con-
finantes con las araucanas, pero esto es porque a estos les vienen cuan-
do son ya hombres hechos.
Las tercianas y cuartanas son desconocidas en Chile y nunca molestan
a sus habitantes, antes bien su benigno temperamento es antídoto con-
tra ellas para aquellos que en las provincias vecinas padecen de ellas.
Apenas ellos trasladados a Chile, sin otro remedio que respirar de su
purísimo aire, se hallan del todo libres. Con todo, en el verano y otoño
es preciso confesar que se suelen sentir algunas calenturas ardientes,
especialmente entre la gente de campaña, las cuales van acompañadas
de una especie de delirio. En lengua chilena se llaman chavalonco, esto es,
enfermedad de cabeza. Esta se puede atribuir al lavarse las cabezas, y
después no usar alguna precaución, pues con la cabeza bañada salen al
aire y sol. Es algo contajiosa y por eso algunas veces llega a tener todas
las cualidades de una epidemia, y no pocos son los que mueren de ella.
HISTORIA DE CHILE.— LIB. I.— CAP. XI 49
La curan con ciertos específicos del reino vegetable, cuyas secretas vir-
tudes les ha enseñado la esperiencia.
El mal gálico ha hecho poco progreso en las tierras que habitan los
españoles, y mucho menos o cuasi nada entre las de sus primeros pobla-
dores, los cuales ciertamente no la conocian antes de la entrada de los
europeos, pues en su lengua no se halla vocablo para significarlo como
lo tienen para las otras enfermedades que se conocieron y hallaron entre
ellos. ¿Qué prueba mas convincente de que este mal no se ha introducido
en ellos, sino después de la época de las conquistas españolas? Quien
quiera mayores pruebas de esta verdad, lea al señor don Xavier Glavige-
ro, ex-jesujta americano, en su Historia de Méjico, tomo 4, disertación 9.
Las mas enfermedades, como el mal de Siarn, el vómito negro, son azotes
del todo desconocidos en Chile.
Lo mismo sucede con la raquitis que de tres siglos a esta parte hace
guerra a los niños en casi toda la Europa. Muy pocos cojos, estropeados
y corcobados son los que se ven en Chile. No es solamente esto en crio-
llos sino en los originarios del país. Conociendo esta prerrogativa en
Chile, ciertos autores, para desacreditar sus primeros habitantes, han
pretendido que el no hallarse deformes y estropeados entre estas gentes
viene de la costumbre bárbara que tienen los padres de hacer morir los
hijos que les nacen deformes. Esta costumbre es quimérica, a lo menos
entre los chilenos, entre los que no se halla vestigio alguno, como afir-
man todos aquellos que han vivido muchos años entre ellos y observado
atentamente sus costumbres. Dirian mucho mejor si digesen por causa
de esto el modo suyo natural de criarlos sin fajas y sin compresión al-
guna de sus delicados miembros, y sin forzarlos a caminar, en lo que
ciertamente pueden enseñar a la iluminada Europa. Nótase sí en estos
indios alguna sarna, o, como algunos quieren, alguna lepra, de la que se
les ve sanar con baños de las aguas minerales que tienen, particular-
mente de las que llaman de Pirmauta, que es un lugar que está en el te-
rritorio de los araucanos, distrito del que lleva este mismo nombre en la
provincia de Cuyo. Hasta los perros, gatos y otros animales gozan del
privilegio de no rabiar en este país, el cual no es tan peculiar a Chile, que
no sea común a toda la América Meridional, como observa muy bien Mr.
de la Condamine.
Realza, estas prerrogativas de Chile la limpieza de animales ponzoñosos
o venenosos y feroces. No se encuentran en él serpientes, tigres, osos,
lobos, ni otras bestias devoradoras. Las culebras, de las que no tiene
sino una especie, no tienen veneno alguno, como hicieron de ellos espe-
riencia algunos de los académicos, que en mil setecientos treinta y seis
pasaron al Perú a medir allí un grado del Meridiano. Esta es la espe-
riencia constante de Chile, donde hasta ahora no se ha oido que alguno
haya muerto de mordedura de semejantes animales, por lo que los chi-
lenos no se guardan de ellos y entran y discurren sin el mas mínimo
recelo, por los lugares donde saben hay de estos animales. Quien notare
la ninguna reserva, el ningún temor, y en una palabra, aquella especie de
seguridad, con que se entran por los bosques, con que caminan por las
campiñas, aun por lugares que en otros Reinos era de recelar encontrar-
4
i GÓMEZ DE VIDAtmRS
con alguna especie de estos animales, concluiría desde luego que la
nstante esperiencia ha hecho a los chilenos el no recelar aun algún
nesto accidente. Se encuentran, es verdad, leones, (como han querido
uñar los españoles una especie_rie animales que se les parece) en los
isques mas tupidos y no frecuentados, pero estos son tan tímidos y no
aquella ferocidad de los guedepidos de África. Jamás se les ha visto
.cer frente al hombre y a sus perseguidores, sino huir de ellos luego que
les avista.
Esta prerrogativa singular la degrada un poco, una cierta araña negra,
n la parte posterior roja, que habita entre las yerbas, en un cuadril on-
que se forma con su tela. Se dice que la picada de esta arana causa
r uno o dos dias calentura. Se encuentra al pié de la cordillera en los
ises de Diciembre y Enero. Algunos ponen en duda estos malos efectos.
i no me atreveré a negarlo, que no pocos afirman, les ha pasado con
dios animales. No es poca gloría de Chile, que ellos no sean generales
todos sus campos, y que su mal o veneno no sea mortal, y que la in-
modidad que él causa sea tan corta, como también la duración de di-
os animales. No impide esto el que se pueda decir con toda verdad
le el Reino de Chile no tiene animales venenosos.
Algunos han pretendido malamente llevar a tan alto grado estaprerro-
tiva de Chile, que han asegurado que en él no hay venenos, proposi-
Dn que es falsa, y que a mi juicio es inconsecuencia en estos autores,
los nos ponen en Chile toda especie de minerales, y quien puede ignorar,
le muchos de ellos son el mas poderoso veneno? Ellos alaban y ponde-
i sumamente las virtudes medicinales de muchas de sus plantas, y
:ién no debe confesar que una vez excedida la dosis, de benéfica que
i, viene a ser maléfica? Es pues, indubitable que los hay, tanto en el
ino mineral como en el vegetable. No es generalmente conocida su
ilélica virtud, pero esto no quita que algunos posean secretamente es-
conocimiento. Yo he confesado uno, que con un veneno sacado del ■
¡no vegetable mató a un dueño de una mina por robarlo, y él lo ha-
i preparado tan activo que creía muriese inmediatamente, que lo ha-
i pasado con el manjar en que se lo había puesto. De otro sé, que era
hermano coadjutor de la Compañía de Jesús, que, creyendo rábano
a raíz de una planta acuática, comió un poco de ella, pero muy a cos-
suya, porque estuvo en punto de morir, lo que sin duda hubiera
cedido, si prontamente no se le hubiera socorrido con lavativas y
mi torio. Finalmente, entre los indios gentiles no «ucede muerte algu-
natural de sus individuos, que no la atribuyen ellos a veneno. Esto
señal evidente que conocen ellos que los hay, y si ellos no los usan
ra vengarse de sus enemigos, es porque saben el rigor conque este
lito se castiga entre ellos; y el no haberlo usado en sus flechas, aun
n el odio grande que han tenido a la nación española, contra esta na-
m, en la porfiada guerra que la han hecho, es sin duda para no hacerse
spechar de esto entre los suyos, o porque ya tenían olvidado el uso y
eparacion de tales venenos. Cuando se van a mendigar glorías falsas,
preciso caer en muchas inconsecuencias. Dígase claramente, Chile
ja de prerrogativas singulares, pero al mismo tiempo tiene sus de-
HISTORIA DE CHILE.— LIB. I.— GAP. XI 51
fectos muy considerables. Díganse las cosas como son, píntense al lector
en su estado natural, y déjese la determinación del juicio al discerni-
miento de su talento.
$
•~§e*íg
r\
XII
DE LOS VIENTOS I SUS CUALIDADES
I
Esto que acabo de decir de los reinos mineral y vegetable, que contie-
nen materias degradantes, la prerrogativa singular de lo salubre del cli-
ma de Chile, no sucede con la región del aire, o con los vientos que en
él reinan. Ninguno es nocivo a la salud de sus habitantes; ninguno daña
a sus felices campiñas, ni sus frutos copiosos se disminuyen o pierden
de su bondad, o por este o por aquel viento.
El viento norte, que es templado, lleva en él las lluvias, y el sur, es
quien las disipa. Algunos quieren decir, y lo ha afirmado así el padre
Ovalle en su relación, que es tan cierto la agua con el norte, que no pa-
sa una hora desde que se ha levantado tal viento, que el agua no esté
bañando ya la tierra. Yo no me atreveré a contradecir esto, si ello se
quiere afirmar entrado ya el invierno, y si se dice que esto sucede, cuan-
do ya halla el cielo encapotado, y esto en las costas de las provincias
australes de Chile; pero en las otras estaciones, en el invierno mismo,
cuando halla el cielo despejado, corre muchas veces sin hacer caer una
gota de agua. El, es cierto, sirve de señal de lluvia, pero no es tan cierto,
como se quiere decir. Yo juzgo, pues, que se debe decir, que con este
viento es regular la lluvia en las provincias australes de Chile, quiero
decir, desde el grado 35 hasta el 45, y no tan regular en las boreales del
Reino, y esta diversidad proviene de la causa que espondré mas ade-
lante.
Este viento domina todo el invierno, con lo que hace el mar chileno
muy inquieto en dicha estación, y como él lleva hacia la costa de Chi-
le todas las nubes que levanta del mar, hace que éstas cubran frecuen-
temente la tierra, y de aquí Ja pérdida o naufragio de no pocas embarca-
ciones. En atención a esta frecuencia, el gobierno tuvo prohibido el salir
54 GÓMEZ DE VIDAURHE
embarcación alguna para el Perú en tal estación, y aun los obispos cre-
yeron ser parte de su cura pastoral el fulminar descomunión a los que
saliesen en Hayo, Junio y Julio de Chile para alguna parle.
Presentemente nada de esto subsiste, porque, visto que no era sino la
ignorancia de los pilotos de aquellos mares la que producía semejan-
tes fatalidades, con los adelantamientos que ha hecho la ciencia náu-
tica en aquellas partes, se ha quitado semejante impedimento del co-
mercio.
Yo he dicho, generalmente hablando, que los vientos de Chile no son
nocivos, y hablando en particular del norte y de sus colaterales, digo:
que quitada la fuerza con que él suele correr, y duración, que suele ser
de tres, cuatro y aun mas dias, no llega a Chile con aquellas propiedades
que en el Cuyo y Tucuman lo hacen sofocante y molesto por su calor,
porque entrando en Chile, él se ha despejado de estas molestas cualida-
des, haciendo el paso forzoso por las nevadas cumbres de la Cordillera,
y así queda en un moderado grado de calor, que en lugar de molestar,
lo hace agradable. No obstante esto, que es frecuentísimo, se esperi-
mentó en la Concepción, el primero de Marzo de mil setecientos sesenta,
un viento norte tan caliente, que todos sudaban y no hallaban refrigerio
en parte alguna. En las pocas horas que corrió de la mañana de aquel
dia, quemó las hojas de todos los árboles, y los despojó de ellas como si
estuviesen en medio del invierno, no salvándose de ésto aquellos muchos
que en Chile se mantienen vestidos aun en esta estación.
El viento sur, con los otros que soplan de su banda, viniendo él in-
mediatamente del Polo Antartico, es fresco y seco. Este viento, que las
mas veces declina al sud-oeste, domina en Chile todo el tiempo que el
sol se halla en el hemisferio austral, el cual, con purgar la atmósfera de
los vapores, es por ventura una de las principales causas de su constan-
te curso hacia el Ecuador. No siendo contrariado por vientos húmedos
y lluviosos que alternativamente reinan con él en el invierno, manda de
la atmósfera de Chile hacia la cordillera todos los vapores que podían,
condensándose, resolverse en agua. Pero como en unas partes mas que
en otras halle esta oposición, de ahí es que no es la misma escasez de
lluvias que se esperimenta en las provincias de Chile. Las nubes que se
forman con los sobredichos vapores reunidos en las montañas de la
cordillera, internados por los lugares mas bajos de ella, pasan al orien-
te, donde encontrándose con aquellos que allí llegan del mar del norte,
se disuelven en lluvias copiosísimas acompañadas de furiosos truenos.
Así en tanto que la atmósfera chilena conserva su bello color celeste y
goza de la mayor tranquilidad, Cuyo, el Tucuman y las otras provincias
de esta parte, que solo se separan de Chile por medio de ía cordillera,
se hallan inundadas de agua; y cuando el territorio de Chile no tiene
que temer que sus campiñas queden dañadas o sus habitantes heridos
de algún rayo despedido de las nubes; todos estos lugares se llenan de
temor al ver descolgarse de la cordillera una nube de éstas. En el in-
vierno se muda la suerte, pero sin funestos efectos; en dicho tiempo la
estación es serenísima para las sobredichas provincias, y para Chile llu-
viosa en el grado que dejo espuesto.
HISTORIA DE CHILE.— LIB. I.— GAP. XII 55
Nótase también en este mismo viento sur, que él no tiene la misma
fuerza todo el dia. Conforme él se aproxima al mediodía, él afloja y no
vuelve a tomar su fuerza sino hacia las tres o cuatro horas después de
él. Apenas él ha aflojado, que empieza a levantarse del mar un vienteci-
Jio fresco, el que dura, poco mas o menos, dos horas, y se hace sentir
hasta las inmediaciones de la cordillera, donde lo he esperimentado
constantemente todos los días serenos. Como éi viene a las horas dichas ,'•;
sirve de regla para saber la hora del mediodia a los campesinos y de
suspender el trabajo, por lo que vulgarmente lo llaman vientecillo de las
doce. Como el mismo vientecillo vuelva a soplar hacia la medianoche,
sospechan algunos tenga su origen de las mareas; pero esto, a mi juicio,
no va fundado, porque aquellas no guardan esta regularidad. Al acabar
el otoño, este viento accidental, héchose mas fuerte, suele traer algunas
lluvias copiosas, particularmente en la costa, donde estrellando las nu-
bes contra sus altos montes, suelen descargar porción considerable de
granizos y también verse algunos relámpagos y oirse truenos, que
por lo mismo que son raros, consternan mas a los habitantes de sus
valles.
Los vientos orientales, impedidos de la cordillera, soplan en Chile
rarísimas veces, y esto yo lo creo una amorosa providencia del Señor,
para que aquellos habitantes disfruten de toda la benignidad del clima;
porque cuando tira el viento que llaman puelche, se siente un calore ;
indisposición de cabeza, que todo se toma y se recibe con poquísimo
gusto; suele dañar los sembrados, y el año que es mas frecuente de lo \
ordinario, no son tan abundantes las cosechas.
Chile no es espuesto a huracanes o torbellinos, pues desde la entrada ••-j
de los españoles en él, solo se sabe que tiró el catorce de Mayo de mil ¿
seiscientos treinta y tres, desarraigando los árboles y botando a tierra }
los edificios por donde pasó, cuya infeliz suerte tocó a un fuerte si-
tuado en la estremidad meridional de Chile, llamado Carelmapu, esto es
tierra verde. Aunque no lleguen a este grado los vientos en Chile, con J
todo, se debe confesar que ellos corren con bastante fuerza para hacerse *
no pocas veces molestos a sus habitantes, particularmente en la parte '
marítima, donde no pocas veces han llegado a llevarse las tejas de los t
techos. Caminar contra ellos, no se hace muchas veces sin dificultad, y a .?
poco trecho se sienten todos los efectos de una gran fatiga. ^
ñ
I
XIII
DEL CALOR QUE HACE EN CHILE
A la alternativa de los vientos periódicos debe Chile el dulce y apacible
temperamento que goza en la estación ardiente, que, según su situación
vecina a la zona tórrida, no debia esperar; y en las medias, esto es, Pri-
mavera y Otoño, aunque menos sensible, es siempre constante y sin
aquellas variedades cuasi instantáneas que he esperimentado en la Eu-
ropa. En la Primavera va cuasi insensiblemente creciendo de dia en dia,
y en el Otoño del mismo modo disminuyendo, hasta venir en aquella a un
grado de no recibir molestia de los rayos del sol, aunque se reciban por
todo un dia entero; y en esa otra a no echarlos menos cuando se carezca de
ellos en todo el dia. En suma, el calor y el frió en Chile guardan una justa
proporción; y así como he hecho ver que este último es muy moderado,
digo de este otro que él es generalmente de tal suerte suave, que estando
a la sombra no provoca jamas al sudor, aun en su mayor fuerza. Los ha-
bitantes de los lugares marítimos, aunque sean personas ricas y de las
mas delicadas y sumamente amantes de la comodidad, se visten de la
misma manera y se cubren con los mismos paños para dormir en el ve-
rano que en las otras estaciones del año. En los valles mediterráneos,
donde éste se hace sentir mas fuertemente, el mercurio suele subir en el
termómetro de Reamur a veinte y cinco grados. Las noches estivales son
deliciosas en todo el Reino.
No contradice la verdad de este calor moderado el grandísimo que se
siente algunos dias en algunas partes del Reino; porque éste proviene de
la malísima práctica que se tiene de incendiar muchos de sus bosques,
con el fin de ahorrar fatiga en cortarlos para tener tierras nuevas, de que
sembrándolas hacer mas copiosas cosechas, o para quitar los lugares de
retiro al ganado que se hace montaraz. Atentos los daños que esta prác-
tica mal entendida trae, el Gobierno debia prohibirla; porque muchas
■■i
•"i
53 GÓMEZ DE XTDWRTJL
veces e! *\*z/> *e comunica a las posesiones de ks ver icos y quema lo
f\ :e no hib.a p*ra q-jé querr.ar. no quedando exentas ni aia ias casas.
¿0"¿^3 P*>1rá poner *.íT¿.ces a la voracidad de es:e elemerr.o, cuando él
!>-.»• t»vías oarf.es ni*!ad~n1e cebarse? O'Jien alcanza a penetrarla utilt-
did q*:e 4*¿en :raeral Ev.ado los bosques* no puede iremos que mirar
con dv.^r ei de^oreeio y desperdicio que hacen ios chilenos de este de-
pósito, que defc>a ser sagrado, de riquezas naturales. No hay año que no
se ha;ra uno o rr.as incendios de estos bosques, y a veces concurren va-
nos a ;n *iernoo. con !o que inflaman el aire, de codo q T je cuasi no se
p jele sufrir en las partes inmediatas, y en las lejanas no es pequeña la
ru'/evia q:e causan. No ¿smoro que los agricultores recomiendan quemar
los carr.p.s, como cosa muy propia a renovaren ¡a tierra los jugos nutri-
cios con las sales de sus mismos vegetables; pero también sé. que esto se
debe hacer con tales precauciones, que en muy pocas circunstancias se
hace practicable.
En Chile, pues, no se toma la mas mínima precaución, y cada uno se
cree dueño de hacer uso de estos incendios sin responsabilidad, ni al Go-
bierno ni al daño de los intereses del vecino. En suma» con un faJso pro-
testo de tener tierras que trabajar, con una falsa necesidad de quitar al
{fañado donde esconderse: con una pasada fertilidad, que se pretende en
Ks tierras, se creen autorizados para tomarse divertimientos con las lla-
mas del incendio, con los choques de los útilísimos árboles que revien-
tan, con la precipitosa fuga de los infinitos anímales de toda especie que
huyen de la muerte; porque ellos tienen infinitas otras tierras que traba-
jar; éstas, nada cansa/Jas, y cuando lo estuviesen, hay infinitos otros mo-
dos de volverlas a su primitiva fertilidad. Lo que sucederá de esto es
que al cabo de algunos años habrán acabado con ellos, y Chile, que ahora
podía proveer a toda la Europa de maderas excelentes, no tendrá ni aun
para sí. Y en efecto, una parte considerable del Reino principia ya a sen-
tir escasez no solo de maulera de construcción, sino aun de leña para las
cocinas.
METEOROS ÍGNEOS EN CHILE
• i
xiv <
1
Yo quedo maravillado cuando leo en algunos autores de gran mérito y
doctrina la aseveración con que afirman que Chile está absolutamente pri-
vado de rayos; y que aunque se sienta tronar, esto sucede en la gran cordi-
llera que lo ciñe. De lo que ya dejo dicho se infiere claramente todo lo con-
trario; no son frecuentes, pero tampoco faltan absolutamente. Yo los he
sentido no pocas veces en la costa, y también estando algo internado en
el Reino. A ninguno que sabe las causas que concurren a formarlos se le
hará persuasible este irregular privilegio, mucho mas suponiendo de
ellas, como el azufre, bitume, nitro, etc., en Chile una gran cuantidad.
La cualidad de los vientos que dejo dicha, y la pureza de su atmósfera,
que veremos en su lugar, podrán hacer que no sean tan frecuentes, pero
no que él esté del todo libre de toda molestia. Debe, pues, decirse que en
Chile, esto es, en su parte mediterránea, caen rayos, pero no muy frecuen- ' |
temente, sino muy raras veces. No siempre los vientos soplan ni deben *
soplar de modo que lleven las nubes a la cordillera, y aun cuando las
llevasen todas, al pasar sobre la parte mediterránea se debe convenir
que ellas se van descargando de estas materias. \
Puédese también atribuir lo poco que se esperimenta de esto en Chile, i
a mas de la cualidad de los vientos que reinan en él, lo mucho que se «
descarga su atmósfera en verano en exhalaciones o fuegos fatuos, o como :1
otros llaman estrellas errantes que se ven a cada momento, y principal- 3
mente en los globos de fuego, que con sobrada frecuencia y con temor ^
grande de aquellos habitantes se han visto en Chile. Por fortuna no hay '%
memoria que alguna de ellas haya caido dentro del Reino, lo que puede ^
haber sucedido por su grande estrechez, fuerza con que son despedidos x i
de la cordillera, y la precipitación con que pasan por él para sepultarse 5
en el mar. Se ha observado que cuasi siempre ha sido su curso de Orien-
te a Poniente, por lo que, debiendo ser su curso por las tierras de Chile
.»
y
1
i
i
60 GÓMEZ DE VIDAURRE
muy corto, su misma fuerzo, y violencia no les ha permitido caer dentro
de ellas. La luz con que iluminan el Reino, los hace notar de todos y ser
vistos por el espacio de muchas leguas. No obstante que medien muchas
de éstas desde el lugar en que uno está y el de su caída, se siente un es-
trépito mucho mayor que el de un cañón de veinte y cuatro.
Las auroras (que me atrevo a distinguirlas con el nombre de australes,
porque allí comparecen por la parte del polo antartico) al opuesto se ven
pocas veces en la atmósfera de Chile. En el mil seiscientos cuarenta se
vio una de grandísima esteosion, la cual por lo que han dejado escrito
los de aquel tiempo, se observó todas las noches desde el principio de
Febrero hasta la fin de Abril. En este siglo se han visto cuatro. Los ha-
bitantes del archipiélago de Ckilué afirman que este fenómeno se deja
ver muchas veces en sus islas, lo que no es inverosímil, porque aquella
extremidad de Chile tiene el polo mas elevado de lo que lo tienen las
otras provincias.
A este orden reduzco el fenómeno, que algunas, aunque pocas veces, se
ha observado en las orillas de su mar, esto es, un encendimiento como
de fuego, porque no asiento a la opinión del abate Nolet, que afirma esto
provenga de la prodigiosa multiplicación de cierto viviente, del que no
ha visto jamas la figura, ni examinado de cerca sus admirables propie-
dades; ni las pruebas que trae de los descubrimientos hechos en Vene-
cia por los señores Bianchi y Griselini, porque todas las observaciones
hechas por dichos señores no convencen otra cosa sino que la Lucida o
Eicolopendria luminosa concurre a aumentar y no a causar el color de
fuego en el mar, porque se verían estos pequeñísimos insectos, puesto
que con la ayuda del microscopio se pueden distinguir tan distinta y
menudamente, como nos los describe el Griselini. ¿Y qué se deba decir
de estas observaciones, si otros naturalistas como Bomaire le Roy, como
Orter, las desmienten, no habiendo podido descubrir ni con microsco-
pios a los sobredichos insectos u otros a quienes se les pueda atribuir
semejante fenómeno? Tampoco puede atribuirse esta iluminación del
mar al fuego que ilaman de SanTelmo, porque este es un fuego eléctri-
co, que proviene de la ajitacion del mar, y esta iluminación se observa
estando quietísimo y sin que hubiese precedido alguna tormenta o bo-
rrasca en el mismo mar. Yo con estos autores, que ciertamente son mas
físicos y naturalistas que el Griselini y el Bianchi, soy del parecer que la
causa de esta iluminación del mar se debe atribuir a una materia fosfó-
rica, la cual por el aire, por otros licores, por el calor, es puesta en ac-
ción. Su efecto, esto es, la iluminación del mar con color de fuego, no es
frecuente en Chile, como lo es en las islas Maldivas y costas del Mala-
bar, sino de muy tarde en tarde, ni tampoco por lo que infiero de !a
relación que hace el Griselini es esta en Venecia, como la que digo he
visto en Chile. El mar se deja ver al modo de una aurora boreal en su
mayor iluminación, o por arrimarme mas a lo que he visto, se ve el mar
como una hoguera que no hace llama; sus olas son todas fuego y si se
revuelve es todo fuego; en suma, no tiene otra imagen que pueda repre-
sentarle mejor que el fuego de una gran brasa. No puede ser otra la cau-
sa de esto que el concurso copioso de materias fosfóricas, que vienen
HISTORIA DE CHILE.— LIB. I.— CAP. XIV
61
suministradas de las sulfúreas bituminosas, y nitrosas de que abunda el
Reino. Dura esto varios días mientras dura la combinación necesaria
para tal efecto, el cual no es ciertamente tan frecuente, porque las mate-
rias no se combinan bien.
r<s
»3
XV
VOLCANES DEL 'REINO DE CHILE
Ningún Reino de las hasta ahora descubiertos muestra tantos volcanes
como Chile, contenido en los términos que le he dado. En solo su dis-
trito se numeran catorce notables por el continuo fuego que botan, á
mas de un gran número de apagados, que solo humean de tiempo en
tiempo. Esto dicho sin mas esplicacion hace luego concebir una idea
funestísima de aquel país. Si un solo Vesubio, si un solo Etna, si un solo
Hecla han sido bastantes para hacer temblar la tierra, para agitar el mar,
para trastornar las montañas, para destruir las ciudades y los edificios
mas fuertes, ¿qué no se debia temer de tantos? A la verdad los frecuentes
terremotos que se sienten en Chile, yo me persuado tienen su primera
y principal causa en estos volcanes.
No considero los daños que en sus erupciones pueden causar en los
campos, con lo que vomitan de dentro de sus entrañas; porque estando
estos volcanes en el centro de aquellos montes, sus cenizas no se estien-
den sino dentro de su recinto, sino es que sea una grande erupción cau-
sada o de la retención de su continuo flamear, que entonces se difunde
fuera de la cordillera por algunas leguas, como sucedió el mil setecien-
tos cincuenta y uno con el volcan de Chillan, cuyas cenizas vi en distan-
cia de mas de siete leguas de la última cadena de la cordillera, o que
abran una nueva boca. Internándose en la cordillera y avecindándose a
las faldas de algunos de estos montes igníferos, se encuentra en sus
vecindades gran copia de azufre, de sal almoniaco, de piritas, enteras o
deshechas, de piedras calcinadas o vetriflcadas, y de otras materias me-
tálicas fundidas. Es notable la mina de azufre que se halla en la provin T
cia de Coquimbo; porque ella corriendo de la cordillera hasta el mar, a
pocos palmos de tierra se sacan panes de este mineral, tan puro, que no
necesita de ulterior beneficio para ser empleado en todos los usos a que
él se aplica. Se congetura con toda verosimilitud que ello sea efecto de al-
"1
6£ GÓMEZ DE VIDAURRE
guna grande erupción de algún volcan, que hubiese existido por aquella
parte de donde dicha mina viene, porque presentemente no lo hay.
Entre las erupciones grandes que se sabe en Chile de estos volcanes,
se cuenta la que hizo en estos últimos tiempos el siempre ardiente vol-
can de Peteroa, que está en 34.15. Este antiguo volcan en el mil sete-
cientos sesenta y dos, a tres de Diciembre, se hizo una nueva boca,
dividiendo en dos partes un monte contiguo por el espacio de muchas
millas. El estruendo fué tan horrible que se sintió en gran parte del Rei-
no, pero no vino acompañado de movimiento sensible de la tierra, aun
en aquellas partes donde llegaron sus cenizas, como me ha asegurado
sugeto que se hallaba en una hacienda, a la que no pocas tocaron. Dichas
cenizas llenaron los valles adyacentes, y engrosaron por dos dias, nota-
blemente, las aguas del rio Tinguiririca, que pasa por uno de ellos, y no
muy distante de dicho volcan tiene su nacimiento. Un pedazo del monte,
como dejo insinuado, precipitándose sobre el rio grande Lontué y detuvo
su curso por el término de diez dias, y las aguas estancándose formaron
un mar inmenso de agua, y, en fin, abriendo violentamente paso a su
curso, inundaron las circunvecinas campiñas. Con todo, desde que desa-
guaron quedó desde este tiempo en dicho lugar una vasta laguna. El mil
setecientos cincuenta y uno, el de Chillan hizo otra erupción, de que no
se sintió gran ruido, porque ella fué por su boca, pero las tierras, como
yo las vi, aun en distancia de mas de quince leguas, quedaron cubiertas
de sus cenizas, pero sin experimentar algún otro daño.
En la parte de Chile, que está fuera de la cordillera, se ven dos volca-
nes. El priihero de los cuales sé halla sito en una colina que dista poco
de la boca del rio Rapel; es pequeño y no bota fuera sino un poco de hu-
mo. Se halla en grados 33.48. El segundo es el gran volcan Lauquen en la
lengua del país, o Villarrica en la española, en la que lo llamaron así por
estar vecino a la laguna que los españoles llamaron con este mismo nom-
bre. El monte en cuya cima se ve siempre dia y noche ardiendo este
volcan se descubre en distancia de tierra mas de cuarenta leguas, y des-
de el mar es la primera tierra que descubren los que navegan a la Con-
cepción: él está aislado y se levanta en medio de un hermosísimo llano;
pero se cree comunmente que en su base se une con la cordillera, de la
que no está muy distante. Aunque arde su cima dia y noche, ella se ve
siempre cubierta de nieve, y las llamas parece salen de dentro de ésta.
Con todo, sus faldas, que tienen de circuito seis leguas, están vestidas del
mas bello bosque y verdura que pueda imaginarse, a lo menos de la mi-
tad de su alto para abajo. Brotan hacia todos los lados un gran número
de arroyos, que forman, como ya he dicho, la famosa laguna de Villarri-
ca. Esta amena verdura, de que está por todas partes rodeado el monte,
hace creer que las erupciones de su volcan hayan sido muy raras. Con
todo, nos consta de una muy grande, que fué la causa que dio impulso a
la paz que dieron los araucanos por la primera vez, como se verá en su lu-
gar. El curioso que quisiere ver la situación de los catorce volcanes pase
los ojos sobre el mapa que precede a esta obra, en la que los hallará
distinguidos cada uno con su nombre y en el lugar que les compete.
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TERREMOTOS EN CHILE
.1
XVI
•1
3
Aunque yo tengo a los volcanes y las materias sulfúreas bituminosas, que -'i
forman su causa, por lo principal de las tormentas que se esperimentan 'M
en Chile, con todo, creo que no sean ni el único ni el inmediato agente de |
tan terrible castigo. Porque si éstos fueran solo la causa, la provincia de
Cuyo, que dista lo mismo de ellos, deberia estar del mismo modo sugeta ^
que Chile a este funestísimo efecto. También digo las provincias de Co-
piapó y Coquimbo deberian sentirlas con la misma fuerza y frecuencia
que las mas provincias del Reino, pues, como dejo dicho, hay también
en ellas de estos volcanes. De esto vengo yo a concluir que la subterrá-
nea efervescencia de las materias inflamables, de que está compuesta la
masa del terreno chileno, rarefaciendo la elasticidad del aire, y reducien- -,|
do a vapores la prodigiosa fuerza del agua, que del mar vecino se intro-
duce por los conductos subterráneos, causa inmediatamente tan fatal
acontecimiento, y así yo vengo a concebir los terremotos como algunos -i
físicos modernos creen deber suponer, que la abertura de algunos volca- j
nes y también las nuevas erupciones mas violentas que las de los antiguos ' /;
volcanes, son causadas del encuentro de las aguas subterráneas con las -4
abundantes materias metálicas puestas en fusión por la violencia de una
inflamación. Lo cierto es que si cae un poco de agua sobre un metal fun-
dido ella causa un ruido improviso y una prodigiosa esplosion.
De este modo compongo yo como pueden quedar esentos de este efecto
los países puestos al oriente de la cordillera, y las provincias de Copiapó
y Coquimbo, aquéllas por la distancia tan grande que tienen del mar, y
estas otras porque yo supongo que el terreno de dichas provincias esté
interiormente cortado por vastas cavernas, como del ruido que en algu-
nos sitios se siente, y del rumor subterráneo que se hace notar algunas
veces, como si soplasen dentro de las entrañas de la tierra con violencia
5
V
1
^1
(56 Go:.rez de vxdaumie
algín os vientos, o ^s corriesen coa precipitación alg-inas aguas. Estas,
es mas que probabJe, que corran; porque las aguas Je las nieves de la
cordillera, que en e^ta parte no son menores, que en lo remanente del
Reino, se dejan ver muy pocas sobre la superficie, y así es preciso que
ellas bajen al mar subterráneamente, formando des le la cordillera al mar
unas vastas concavidades, cuya vastitud y prol'-mdidad pueda bastar pa-
ra cortar los progresos de los internos concuasamientos de las tierras
confinantes, y para dar un anchuroso campo de desahogarse a las mate-
rías encendidas; en suma, se pueden conU-mplar es'as presumidas caver-
nas, como unas madres de grandes rios, que cortan la comunicación del
incendio en las provincias boreales, como se ve, que ellas sien. lo no sub-
terráneas, sino superficiales ai terreno del Reino, lo hacen siempre con
los frecuentes incendios de las campiñas, que dejo dichos. No hay duda
que la comunicación del fuego en las materias que causan este fenómeno
son la causa inmediata de su prodigiosa ostensión; si esta pues, se corta
como debe suceder con semejantes cavernas, a eslas y no a otra causa se
debe atribuir, el no llegar a ellas los terremotos de las partes australes de
Chile, y se debe creer de los que llegan lentos, que tuvieron su principio
cerca de los confines de dichas provincias.
Los terremotos ligeros se hacen sentir en Chile muy frecuentemente. No
hay casi año que no se sientan tres o cuatro veces, y algunos diez y doce,
y el año o años que en fila no se han sentido entran en grave temor los ha-
bitantes de este Reino, que las materias y causas que las originan vengan
a esplicarse en uno muy grande. De este orden, a la verdad, no han sido
hasta ahora muchos, y solo se han sentido en distancias de tiempo muy
considerable. Los que ha habido de estos y se tienen notados en Chile
por los daños que en él causaron desde la entrada de los españoles hasta
el presente, estoes, desde el año mil cuatrocientos treinta y cinco en que
entró Almagro hasta el mil setecientos sesenta y seis, son, primero, en
mil quinientos setenta, que arruinó no pocas poblaciones y fortalezas
en las provincias australes. Segundo, el mil seiscientos cuarenta y siete,
a trece de Mayo, cuyo mayor estrago sintieron los edificios déla capital,
que hace anual mención de este fatal dia con la esposicion del Santísimo
Sacramento, y la procesión devota de un Santo Crucifijo, venerado en la
iglesia de los hermitaños de San Agustín. Diez años después volvió la
misma capital aesperimentar este azote en el quince de Marzo, perdien-
do una gran parte de sus casas. En el mil setecientos treinta, a ocho de
Julio, la ciudad de la Concepción quedó muy dañada de otro, y mucha
parte de ella del mar que estaba a sus murallas. Tocó también este azote
a la capital, aunque con no grande daño de sus habitantes: mayor lo
sintieron las poblaciones intermedias. El último, y de que puedo
hablar como testigo ocular, vino a veinte y cuatro de Mayo de mil sete-
cientos cincuenta y uno: arruinó enteramente la Concepción, no quedan-
do en ella edificio alguno, que pudiese servir a su dueño: impelió el
mar contra ella, que la bañó enteramente por tres veces, y sacando
cuanto precioso tenia, la dejó una de las mas pobres poblaciones de 1
Reino. No se limitó contra esta sola su furor: hizo acompañar en sus u
mentosalos vecinos de todas las otras poblaciones, que habia entre 1
HISTORIA DE CHILE.— LIB. I.— GAP. XVI 67
grados 34 y 40. En la capital se sintió, y de su fuerza y dirección de sur
a norte, que notaron, argumentaron la violencia y daño que había cau-
sado en las sobredichas provincias. La precedieron algunos pequeños
terremotos, así en el verano como en las noches antecedentes, y en lo
inmediato a la misma hora se sintió uno considerable, y un cuarto de
hora antes vino otro que dispertó los dormidos, e hizo'que todos estuvie-
sen prevenidos a la fuga de los edificios. Algunos creen que también lo
hubiese anunciado el globo de fuego, que he dicho lanzó la cordillera
este mismo año, pero esto yo no .hallo pueda tener conexión con el ter-
remoto, y los otros muchos globos no han avisado algún otro terre-
moto.
Este gran terremoto principió poco mas de pasada la media noche, y
duró en su fuerza cuatro o cinco minutos, y menos fuerte, se puede afir-
mar, duró hasta la aurora, pues la tierra estuvo en todo este tiempo de
horas en un continuo movimiento con la alternativa de maso menos
sensible. Antes del terremoto estaba el cielo claro por todas partes, pero
inmediatamente después se cubrió de espantosas nubes, que descarga-
ron una lluvia continua por ocho dias, sin que se quietase por eso la
Tierra. Pasada la lluvia, crecieron en fuerza los terremotos, dando prin-
cipio a ellos uno de muy corta duración, pero de tal violencia que la
mayor parte de los que lo esperimentamos, lo han creido superior a la
del grande; siguieron estos por el espacio de un mes con tanta frecuen-
cia, que apenas pasaban quince o veinte minutos que no se siguiese otro.
Perecieron en la ciudad de la Concepción seis personas inválidas, un
loco que se entregó al mar, y tres que no creian en los terremotos. En lo
restante del Reino, no se oyó hubiese muerto de esto alguno.
La tierra se abrió en diferentes partes, particularmente en las riberas
de los rios, pero muy superficialmente. Observé dos de estas aberturas en
la hacienda de mis padres; la una apenas tenia una tercia de ancho, y
poco mas de vara de profundidad, y su estension de cuarenta a cincuenta
varas, con cuasi la misma dirección que habia llevado el terremoto, y
digo, cuasi, porque, aunque tirando una línea de un extremo al otro, era
de sur a norte, perfectamente en dirección, ella en su curva no guardaba
esta regularidad, sino que a veces declinaba a oriente, otras a poniente,
y otras a septentrión. Esta estaba en tierra firme, y en lugar que mues-
tra haber sido un tiempo la madre del rio, que no dista mucho. La otra
estaba perfectamente a la orillas de un pequeño rio, que pasa por un
profundo valle: en todo era mayor, y mas irregular que la otra en su
curso, que siempre era siguiendo las márgenes del rio: en algunas partes
llegábala abertura a tener cosa de tres varas.
Es curiosa la noticia que nos da el autor del artículo América en la En-
ciclopedia, poniéndonos un gran terremoto el cuatro de Abril de mil se-
tecientos sesenta y ocho, el cual dice: desconcuazó toda la América. Es
verdaderamente noticia reservada solo a este autor, porque yo y mis
compañeros, que nos hallábamos en número de mas de doscientos, este
dia citado en la ciudad de Lima, no hemos sentido el menor movimiento
de la tierra, ni este dia, ni hasta el veinte y cinco de Abril del mismo
&ño, en que yo partí, ni de otras partes del Perú, ni de Chile, ni del Pa-
68 GÓMEZ DE VtDAl'RftE
raguay, y, en suma, de ninguna parte de InAmérici hemos sabido
bíese sentido terremoto alguno.
Por la experiencia constante que se tiene en Chile se sabe que
rremotos nunca vienen de improviso. Siempre les precede una <
de rumor subterráneo que a raros es a quienes no dispierta, au
primer sueno. Esto debe creerse efecto de la diversa vibración *
agitado; unas veces es este mas sensible, otras precede menos t
pero en toda circunstancia es bastante para dispertar, y da tiemí
escapar de las habitaciones y ponerse en salvo de las ruinas de
licios.
Con todo, los habitantes de este Reino, para mayor seguridad
personas y vida, han" fabricado las ciudades adaptadas a prevé
funestos acontecimientos que pueden resultar de tal calamidad. P
las calles son anchas, de modo que cayendo a tierra los edificios
bas partes, dejan siempre lugar libre para aquellos que por vi
cuartos de la calle, tengan ésta ea que salvarse de las ruinas. La
son solo de un piso, y en bajo, y as( es mayor el espacio que del
jar. Dentro de ellas tienen grandes patios, jardines y huertos, do
que las habitan en su interior se refugian sin temor de las ruin
acomodados tienen o en sus jardines o huertas preparadas b
para dormir quietamente y sin la incomodidad de salir desnudos
o al agua, cuando ellos sobrevienen de noche.
Mediante estas prudentes precauciones, se creen seguros los c
de las fatales consecuencias délos terremotos sobre sus vidas y
ñas, tanto mas que hasta ahora el terreno no se ha hundido e
alguna, como nos refieren las historias antiguas ha sucedido ei
partes del mundo, aunque algunos de los sobredichos hayan s
violentos. Ojalá si como en eslo lo bastante para no perecer
temblores, hubiesen estudiado mas la llave de la arquitectura, q
les hubiera preservado de los grandes atrasos que les causan la fi
te destrucción de sus habitaciones.
— — ~*üi~
«i SE
II
DESCRIPCIÓN GEOGRÁFICA NATURAL Y CIVIL
DE LA
PROVINCIA DE CUYO
J
I
GRADUACIÓN, CONFINES Y EXTENSIÓN DE CUYO
Aunque la provincia de Cuyo esté fuera de la jurisdicción que he
asignado al Reino de Chile, me veo precisado de hacer su descripción
geográfica, porque llegando a tejer la historia de aquél, debo entrar
en hechos que pasaron en la provincia, los cuales sin esta noticia no se
entenderían bien. Ella está bajo el gobierno y jurisdicion de Chile, como
conquista que ha sido de los mismos que conquistaron este Reino, y al-
guna razón se debe dar del motivo que incitó a éstos para emprenderla,
costándoles tanto la que tenían entre manos. Estaño puede fundarse, a lo
menos por lo que ha salido al público, sino en las buenas cualidades de
su terreno, las que si no se hacen conocer, se podrá discurrir no van
fundadas en la verdad, y esto no se puede hacer sin venir a la esplica-
cion de sus producciones. Finalmente, ya que debo suponer establecidos
en dicha provincia a los que pasaron de Chile a poblarla, echarían menos
en mi historia la parte civil de dicha provincia, gobernada por un mis-
mo gefe, sino describiese esta parte tan interesante a los geógrafos.
¿Quién si no los historiadores de Chile sabrán hacer su descripción geo-
gráfica, natural y civil? Esta no se puede hacer por sí sola sin hacer pu
origen de Chile, y sinesplicarsu dependencia del gobierno de este Reino.
Si en lo anteriormente a la entrada de los españoles fué provincia total-
mente separada de Chile, con la entrada de éstos, con la conquista de
ellos, con su establecimiento y gobierno, es una de sus provincias, y
así imprescindible hablar de Chile y no decir nada de la provincia de
Cuyo.
Esta provincia, puesta al oriente de Chile, confina al norte con el Tu-
cuman, al éste con las Pampas o desierto de Buenos Airas, al sur con las
tierras Patagónicas, y al occidente con la gran montañade la cordillera, que
la separa de Chile. Ella está comprendida entre los grados de latitud
72 QOMEZ DE VIDAURRE
austral 29 y 35, y de longitud 308 y 314, y así su largo de este a ocoi
es de ciento y once leguas, y su ancho, de norte a sur, de ciento ;
Se puede decir que toda esta grande estenslon de tierra es plana, p
exceptuada la montaña que llaman de la Punta, que se halla en
grados de longitud 311 y 312, compuesta de unos pocos y no tan ele
montes como los dichos, hacia el nacimiento del Rio Quinto, y lo
forman el bellísimo valle llamado Valle fértil, todo lo que descu
vista es un mar de tierra. Nótase también con la vista un altísimo [
co que llaman el Gigante, alto ciento y cincuenta pies, y grueso d
tral mente, doce. Estándole vecino se descubren en él ciertas nota
fras que se asemejan a los caracteres chinos. El esta hecho en for
columna que se levanta sobre tres pequeñas colinas, que se puede
le sirven de base. Todo está llano; conserva su nivel desde el pié
Andes o cordillera, hasta el dicho Gigante. En este distrito de ve
cinco a treinta leguas de ancho, y largo cuanto es toda la provine
tan los territorios de San Juan y Mendoza, ciudades españolas de
y las lagunas de Guanacache. Desde el Gigante comienza a bajar la
por un dilatadísimo nivel de doce leguas, de manera que desde el
del declive o lugar mas bajo, habrá cerca de media milla de alto al
del sobredicho llano de Mendoza.
Cerca del rio Diamante se encuentra también otro peñasco con al
señales que parecen cifras o caracteres, con las huellas impresas
hombre y de muchos y diversos animales. Los españoles de esta
vincias lo llaman Piedra de Santo Thom", porque dicen que los
del país contaron a sus antenatos, que sobre aquella piedra un hi
blanco y barbudo habia antiguamente predicado una nueva ley,
dolos por prueba de la santidad de ella impresas sus huellas y las
animales que concurrieron a escucharlo, lo que atribuyen a este
apóstol por la tradición que hay de haber él predicado en la Air
La sobredicha montaña de la Punta, corta la vista para no ver 1
tan Le llanura de la provincia. Hace ella frente a las sierras del Tu>
que limitan su extensión. Dicha montaña es mas elevada que los
y corre rectísima de norte a sur mas de sesenta leguas. Por la par
cidental, que es la que ahora miramos, presenta a los ojos uno
mas horribles aspectos, porque desde su mas alta cumbre forma u
cipicio inaccesible, que no da paso sino es por una parte, y ese au:
peligroso que el que he pintado de la Cordillera de los Andes. T
horror que concibe la imaginación y que trae oprimido el ánimo d
jante por dicha senda, es compensado del alegre y bellísimo aspe
un valle ancho, doce leguas, y largo cuanto es la montaña, que pe
banda está al pié de dicho despeñadero. Por la banda oriental dila
veinte leguas sus faldas, que son formadas de innumerables collai
menor a mayor hasta la cumbre. El mismo aspecto presentan la s
del Tucuman por la misma banda occidental, pero con un valle pe
ciente a esta provincia, cuasi al doble mas ancho que el dicho de h
ta. De esla montaña nacen diversos arroyos y rios que hacen a<
parte de la provincia menos falta de aguas de lo que es la de Meni
San Juan.
II
TEMPERAMENTO DE CUYO
Esta provincia es del todo diferente de lo que he descripto del Reino de
Chile, así en el temperamento como en la mayor parte de sus produccio-
nes naturales, y se puede decir lo es también en las cualidades de la tie-
rra. Las estaciones rígidas respecto de Chile, van un mes adelantado;
digo rígidas, porque la de invierno y de verano lo son mucho en esta
provincia. El invierno no llueve y su cielo noche y dia, se ve siempre
despejado. Los vientos que soplan, todos empreñados de las partes frias
de la nieve, son secos y sutiles, y como no hallan montes donde que-
brarse, discurren sin oposición por toda la provincia, traspasando las
carnes, de modo que llega a sentirse sus fuerzas en los huesos, pero
nunca ha llegado al grado de convertir los hombres en estatuas de hielo,
ni aun al grado de congelar las aguas de sus rios: él solo llega a formar
gruesos hielos en las aguas estancadas. El mucho nitro de que abunda
esta provincia no hay duda que debe concurrir con la nieve de los Andes
a aumentar notablemente el dicho frió, que si él no fuese moderado por
los rayos del sol y por las exhalaciones ignívoras de otros infinitos mi-
nerales, de que abunda, harian esta estación intolerable.
El calor del verano no es menos sensible. Parece que en este tiempo la
tierra no respira sino fuego, o que se está sobre un volcan. Aunque a la
noche se modera su fuerza, ésta es siempre mayor que al medio dia en
Chile. No se siente refrigerio con el aire, porque éste de ordinario con-
curre a crecer de grados la molestia, porque muy frecuentemente corre
el viento norte o sus laterales, que viniendo cargado de los vapores del
Trópico, de los que, llegado a esta provincia, no ha tenido bastante lugar
de descargarse de ellos, y así viene como a deponerlos todos en ellos.
Con todo, sus habitantes no se ven precisados, ni a estar casi indecente-
mente vestidos como en Panamá, Popayan, Portobelo, el Brasil y otras par-
74 GÓMEZ r)E VIDAURRE
tes de la América, para no sentir tanta sofocación, pero ni aun a n<
tenerse de andar fuera de casa y campaña abierta aun en las horn
ardientes de! dia, y con solo el sombrero en la cabeza. Esto pruel.
es muy tolerable, y que no llega al grado de esas otras partes.
Las casi diarias y copiosas lluvias que vienen en esta provincia e
estación por la parte occidental de ella, no son bastantes a apa
fuego que los rayos del sol con los efluvios de los minerales oauí
ella. Para hacer concebir lo grande de estas lluvias, se dice comum
que en solo media hora que duren, de ordinario cae tanta agua coi
nubes en Chile despiden en un día entero. Siempre son acompaña*
relámpagos, de truenos, rayos y piedra, la que, no pocas veces,
grande que no solo a los racionales que coge en campaña abierta es
última fatalidad, sino aun a los animales mayores. Las campiña
donde ella toca quedan devastadas. En una tormenta de éstas es p
que los viajantes estén advertidos de no quedarse en los bajos, si
ganar con tiempo alguna altura, sino quieren estar en peligro c
arrebatados de la violencia con que corren las aguas. «Yo he vis
efectos de estos chubascos en la serranía del Uspallata, me escril
amigo, describiéndome estas lluvias tan increíbles, que pedf a mis
pañeros me sirviesen de testigos, para que fuese creida mi relaci
Chile. Toda la serranía de Uspallata no tiene mas desagüe que po
quebrada de ocho leguas de largo, por donde va el camino para
Luego que empezó el chubasco ganaron los arrieros la altura de 1
da de dicha quebrada, huyendo de lo que ya ellos sabían debía vei
poco rato sentimos un traquido, cual si disparasen a un tiempo mi
de cañones, y luego vinos con estupor su causa. Una avenida de
liquido garapiñado con peñascos, los cuales rodaban golpeándose
con otros con golpes correspondientes a su magnitud y a la velocic
rayo, con que rodaban; los mas pequeños no rodaban, sino volaban
el torrente, cual ligeros garbanzos. La tierra se estremecía a los
merables y horribles golpes de la flucluante peñasquería y se estre
tanto que caían las piedras de la inmediata montaña.» Con tod.
abundancia de agua que supone esta relación, que, conociendo a foi
carácter del sujeto que me la da, la tengo por sincerisima, con
digo, desembarazándose el sol de las nubes se hace sentir con to
fuerza, y seca la tierra en brevísimo tiempo, con lo que el aire no
fresca por eso.
No por esto el clima es malsano, o de modo que reinen en la pro\
algunas enfermedades, que puedan o deban atribuirse a su tempera
to. Basta decir que mucha parte de los habitantes de ella, para re
sin tanto calor, duermen, bajo de corredores abiertos, sin que de es
resulte menoscaho alguno de la salud. Sé que algunos quieren, tact
el temperamento, atribuir a alguna mala influencia del clima el cot<
en no pocas personas de esta provincia se nota, pero ¿quién puede ■
que esta enfermedad puede venir de otras causas que no tienen con
alguna con el clima? Si fuese el clima, seria mas universal, y de
que se pudiera decir que ella domina, cuando, atendidos los pocos <
tienen, no se puede dar este epíteto calumnioso a la provincia. Qi
HISTORIA DE CHILE.— LIB. II.— GAP. II
75
ya en ella, aunque menos poblada, mas afligidos de esta enfermedad,
que los que hay en Chile, me basla para calificarla de dominante o como
peculiar de Cuyo, como me bastaría el ver dicha enfermedad cuasi uni-
versal para calificar la provincia por malsana.
■~ger$8gg*
*8g—
III
CUALIDADES DE LA TIERRA DE CUYO
La superficie de terreno de esta provincia, a decir la verdad, no pre-
senta a la vista el mas bello y alegre aspecto del mundo. La parte occi-
dental, esto es, desde la gran cordillera hasta la derecera del Gigante, es
toda ella árida, sin yerbas y sin árboles. Esto hizo al Padre Alonso de
Ovalle pintar al Cuyo como un terreno maldito de Dios; pero ciertamen-
te se engañó mucho su imaginación. Lo juzgó y calificó por lo que ofre-
cen sus desiertas campiñas, las cuales, abandonadas a la naturaleza, es
cierto que parecen no las ha atendido Dios; pero considerando los luga-
res donde ha entrado la industria, donde se ha plantado, donde se ha
sembrado, en suma, donde ha entrado la principiante agricultura de sus
habitantes, se ve que ella corresponde a sus sudores con no menos abun-
dancia que las provincias superiores de Chile, y que a éstas hace, en al-
gunos frutos, no pequeña ventaja. Se cultivan en dichaparte del Cuyo
las tierras que pueden tener regadío, y ellas, ayudadas de sola la hume-
dad, que por esto les viene, producen todo grano, toda menestra, toda
verdura con una abundancia increible y con una perfecta sazón. Todas
las frutas de Europa allí trasladadas se dan óptimas y exceden a las de
Chile, no solo en que vienen un mes antes, sino en que son mayores y
mas sazonadas y delicadas. Las viñas son jenerosas y de buen cuerpo.
Como experimentan la falta de maderas de construcción, y la conducción
les era muy costosa, pensó un hacendero de los Jesuitas redimir a su co-
legio de esta vejación y ponerle en la posesión que estaba a su cuidado
un nuevo fondo de entrada. Puso al principio unos pocos cipreses, y ha-
biéndole salido bien su prueba, pobló la posesión de ellos. Con este ejem-
plo han empezado algunos particulares a hacer lo mismo, y se puede
esperar que no solo lo sigan los mas, sino que de estos árboles pasen a
otros y de ese modo quiten este oprobio de su provincia.
La parte oriental, esto es, desde el Gigante hasta la sierra de Córdoba,
tiene otro aspecto bien diverso. Sus campiñas están pobladas de bellísi-
78 OOMEZ DE VIDAURRE
mos árboles y ia yerba crece de manera que llega en unas pai
cubrir los caballos, y, con todo, los frutos no son tan buenos n
abundancia. El trigo se da la mayor parte en paja y los fruL
grandeza que en sazón. La diversidad de esto es visible a quu
nivel sobre el terreno de toda la provincia. Esta parte es noli
baja respecto de la otra, y asf en ella vienen las aguas como a <
se. También en dicha parte las tormentas de truenos son mas :
duran horas con deshechas aguas. ¡Qué mucho, pues, que en sl
crezca mucho la yerba, y que ellos no den ni tanto ni tan buen
Todo el terreno de la provincia es muy fácil al trabajo, y de
con el arado se fatigan poco las bestias en profundarlo. Todo é
no una mezcla de tierra y arena, la que en la parte alta es rae
la baja gruesa. En unas partes domina la arena y en otras la ti
nunca tanto que de ella se puedan hacer adobes, particu!arm<
parte oriental. Esta cualidad de tierra iijera se conserva así e:
estadios de profundidad, como se ve en los canales que han he
pozos que han probado hacer en la que llaman l'ravesia, don<
agua para proveer de este alimento tan neoesario. Aunque el ,
lo hayan creído imposible, han desistido del por que a tal pn
solo han encontrado arena muy menuda y la agua vecina la t
do salada y por consiguiente incapaz de servir.
n
IV
RÍOS DE CUYO
El poco declive que tiene la parte occidental y, los pocos ríos que le da
la cordillera son la causa de las pocas aguas de esta provincia. Ella de
los Andes recibe solo tres rios, y esos no muy grandes. Estos son el de
San Juan, el de Mendoza y el de Tumugan. Los dos primeros tienen el
nombre de las ciudades que bañan. Como la provincia sea por esta parte
sin declive, estos rios no llevan gran corriente, y como, por otra parte, el
terreno sea de la naturaleza que he dicho, ellos en las avenidas dilatan
sus cauces, hoy comiendo aquí y mañana allí, lo que causa notables da-
ños a aquellos poseedores, que ciertamente no serian ni tan frecuentes
ni tan grandes, si procurasen precaverlos. De esto mismo es efecto el es-
tanque que forman cuasi en el medio de la provincia estos rios a veinle
y cinco o treinta leguas de su curso. Llaman estos estanques lagunas del
Guanacache, las que se extienden de Norte a Sur mas de cincuenta le-
guas, y por un canal donde entra el rio de Tumugan van a sumergirse en
las pampas. Estas lagunas abundan de truchas y pejerreyes exquisitos y
otros peces, y así ellas hacen para con los habitantes de esta provincia
las veces de mar. En sus márjenes se coje sal para proveer lo que se ne-
cesita.
Por el Norte de esta parte se descuelgan otros dos rios, esto es, el Rio
Colorado y el Jacal, que, a cortísimo curso unidos, forman otras dos lagu-
nas, que no se les ve desagüe; y así es de creer que estas aguas vayan
subterráneas. Hacia las costas patagónicas hay otras lagunas que sumi-
nistran en abundancia la sal: sobre lo que es de notar que es tanta la sa-
lobridad de las aguas de esta provincia, que en casi toda parte que se
forma un pantano, se coje sal.
La parte oriental y mas baja es bañada del rio Coulara, que nace do
una laguna que está a alguna distancia de la montaña de la Punta, co-
V
>
60 GÓMEZ DE VIDAURRE
rriendo la mayor parte de ella de Sur a Norte, B¿
Quinto y otros pequeños. Fuera de estos, dicha m
occidental, descarga sus nieves en diversos arroyos
mente enterrándose al poco trecho, brotando en la
man la laguna que llaman el Bebedero, porque ésti
otro rio, da nacimiento a otro que corre a Occident
con el que llaman el Desaguadero.
DESCRIPCIÓN DE LA CORDILLERA Y DEL CAMINO DE CUYO A CHILE
Aunque en el libro antecedente haya ya pintado la cordillera y hablado
de lo trabajoso de sus pasos, hallándome en el nacimiento del rio de
Mendoza, que es el mas frecuentado paso a Chile por la cordillera, me
veo como en precisión de hacer una descripción particular suya y de
esta pequeña parte de la cordillera, con la que creo se llegará a formar
concepto justo de Jo trabajoso de estos pasos y de la grandeza y materia
délos montes que componen la cordillera. No omitiré o pasaré en si-
lencio algunas cosas que puedan servir de obgeto de las inquisiciones de
los curiosos de estos tiempos, las cuales a algunos servirán de apoyo de
sus sistemas en orden a la formación del mundo y revolución de cosas
causadas por el diluvio. He creido conveniente para mejor inteligencia,
acompañar esta descripción con una tabla que haga ver la vista que hace
la cordillera cortada de oriente a occidente desde Uspallata hasta el /un-
cadillo. Al pié de ella pongo la vista que hace la parte septentrional de
la falda y distrito de la cordillera hasta la sierra de Córdoba. La primera
vista tiene sus reclamos con letras, y la segunda con números, para ha-
cer notar y distinguir los lugares de que se ha hablado en la descripción
de la provincia como de los que se habla en esta del camino.
La que así los cuyanos como los chilenos llaman cordillera, es la cade-
nade montes que está en el medio, sin cortarse ni interrumpirse en par-
te alguna. Esta cadena, agrados 33 de latitud, despide por la parte orien-
tal el rio de Mendoza y por la parte occidental el rio de Aconcagua &
Chile, los cuales rompiendo entre los montes contiguos y que les sirven
como de gradas, han dado el paso para el camino que voy a describir
juntamente con ella. Esta gran montaña estriba sobre dos altísimos
gradas que se ven por ambos lados. La inferior, por el oriente, es la se-
rranía de Uspallata, alta como los Alpes, y por occidente la del Jun-
calillo, un tercio mas baja que la de Uspallata. Sobre esta grada se
6
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me:..* va ar-z^t-iaii-yen =y ej:r,i.-e. p:-r ¡izieseps
vímí. y» ve^i'je. ya ciento y ciao-r.ia. eassn**r.ir.-¡:
^^perí.^.í-íüar.'.íi m-sse va elevas v> entre iis puata;
La miter-.adeeí'.em.nte ai ~,z peüis-.-i-s Jti.-s s:-fl:
¡rtAaaso < ir&ma. <ie c-.it/reenir.eLto: e?:á e liberto -ií
¡>a. r-,.o.-iia. cerco ¿i estuviera c-'-e.ía. m*-i:in:* iac
í.r.ir, porq;*deoira suerte serla imprar.icaijie. No o:
descubre d* trecho en irechj monstruosas puntas J.
■Jad de: irtñswo. que fjrrr.an precipicios e^past i-sísín
io CJbre de¡ lado de Cr.ile no es Co¡ erada, sino de¡ o
pero sembrada de mediaaas piedras, do de rio, siao co
de ear¡ Lera-
Tola :a superficie de aquella gran media luna ar
biertade grandes montones de piedra de rio, embut
greda, de un co¡..rdivers."5Ímo de acuella tierra que
lado) ia cordillera, porque lira mas a negro o color de
porción de dichos montones ha caido con algún lerrer
a. tura hasta e; jiino de !a grada superior. Los q'ie ha:
q :e lo banvísíoy observado, me dicen tiene doce vara
diez de a.to y otro tanto de ancho, que el es de la mis
ñámente que ¡o que son en la superficie en color y m:
ctios montones, e^'.o es, greda y piedras del rio. Est j:
sobrepuestos a ;a tierra bermeja que cibre el peñasco,
&e ve q-je son totalmente independientes de los dema
dí tstí», han descubierto algunas conchas de mar ya p
a mi no me mar&viiia p'jes las he visto por mis ojos er
de Chile.
Está fortificado es'.e gran peñasco, cuando no se i
niarfo de uno y otro lado, con unos inmensos estribos
montes pegados a él de la misma materia, totalmente d
HISTORIA DE CHILE.— LIB. II.— CAP. V 83
y, a la vista, de un solo peñasco de diversos colores. Por la banda oriental
dichos estribos se estienden solo a seis y ocho leguas. Casi todos son
parejos porque los corta todos el valle de Uspallata y Uco. En sus prin-
cipios son mas bajos, pero siempre elevando, conforme se van acercando
a la gran cordillera, y cuando se unen con ella se elevan tanto que so-
bresalen y forman los torreones de estas murallas incspugnables. El
Tupungato es uno de los estribos orientales y en su unión con la cordi-
llera forma su mayor elevación. Los estribos occidentales son mas dila- ¿
tados y muchos de ellos llegan hasta el mar, cortando la faja de Chile;
pero no son ni tan altos ni despojados de tierra.
^^^
t.
i
a
VI
VEGETABLES DE LA PROVINCIA DE CUYO
En medio que esta provincia se deja ver de tan árido aspecto, no deja
de presentar a los naturalistas muchos obgetos de su atención y curiosi-
dad en el reino vegetable. Notaré yo aquí algunos de los mas remarca-
bles en esta parte de la historia natural de esta provincia. Entre las plan-
tas son de esta clase la opuncia de la cochinilla y la flor del aire.
La opuncia de la cochinilla es una especie de tuna o higo de Indias,
donde se nutre el preciosísimo insecto que da la grana. Esta planta cre-
ce naturalmente en la provincia, y en ella se cria del mismo modo, esto
es, sin cuidado ni industria alguna de sus habitantes, el inestimable in-
secto. Aunque la planta está extendida por toda la provincia, el insecto
se limita solo al territorio de la parte oriental o de la parte baja de ella,
y solo en algunos años es cuasi general la cosecha de ellos. La grana que
sale de esta provincia con el nombre de macano, es muy inferior a la de
la América Septentrional, y ella declina mucho al oscuro. Yo atribuyo
este defecto a la mala conducta que guardan en su cosecha. Guando es
llegado el tiempo, salen por el campo los naturales y discurriendo de tuna
en tuna las van despoblando de sus habitantes, pasándolos a cuchillo to-
dos ellos, atravesándolos con una aguja o alfiler, de los que van forman-
do unos panes. Quien sabe la atención que requiere y cuesta a los indios
de la Septentrional la procreación de estos insectos, quien sabe apreciar
su valor, y quien no ignora el modo tan fácil -de cosecharlos, de modo
que ellos sean de la mejor cualidad, no puede menos que dolerse del des-
cuido y de la ignorancia de estos habitantes, y yo añado del desprecio
de esta natural riqueza, tanto mas reprensible en ellos, cuanto que la
provincia no presenta ni la mejor proporción para el comercio, siendo
sin puerto de mar alguno con que dar salida a los frutos de la tierra, ni
muchos ramos de utilidad. La misma planta da también un fruto peludo,
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HISTORIA DE CHILE.— LIB. II.— CAP. VI 87
buscar a la jurisdicción de Córdoba todo el maderaje necesario, o echar
mano del que dan los árboles frutales de Europa, que no son los mas a
propósito para eso.
Fuera de los ya dichos, tienen otros árboles, pero que son de poca du-
ración, y que no les traen otra utilidad que proveerlos de leña, a excepción
de uno que despide una goma resina, de que se dice maravillosos efectos
contra diversas enlermedades. Por la descripción que de este árbol me
hacen los naturales, es el mismo que en Chile llaman Huiñan. Este ár-
bol, que es de mediana grandeza, tiene la hoja muy pequeña y muy rala,
de modo que el árbol, con todas sus hojas, hace la vista de un árbol que
empieza a brotar la hoja en la primavera. La corteza de su tronco es tan
oscura, que puede decirse negra, algo escabrosa y en diversas partes
hace grietas. El verano de carga da mucho fruto redondo, negro como
la corteza y muy blando. Los indios chilenos, fermentando dicha semi-
lla, hacen de ella un licor bueno y tan fuerte, y aun mas que el vino,
pero muy ardiente; también se hace de ella vinagre. Rompiendo un
poco su corteza, cuela un licor de leche, que, según se dice, sánalas
cataratas. Del corazón de sus brotes o renuevos se saca una agua que
aclara y fortiíica la vista. En fin, de la decocción de su corteza se hace
una tinta de color de café, tirante al rojo, de que los pescadores del Reino
se valen para teñir sus redes. En íin, este árbol que en el Cuyo da la
dicha goma resina, en Chile no llega sino a dar un jugo betumoso, o mas
bien, un bálsamo líquido, del que no se sirven.
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1
Vil
AVES DE LA PROVINCIA DE CUYO
/
Cuanto esta provincia se muestra pobre de vegetables, tanto mas rica
se hace ver ella en el reino animal. La volatería es inmensa y los cua-
drúpedos, innumerables. En una y otra clase tiene algunos particulares.
No sé que algún naturalista haya descripto a muchos de ellos, y si de
algunos han hablado, ha sido muy confusamente. Yo daré aquí una sus-
cinta relación de los mas notables, que son dos especies de loros o pa-
pagayos, una de perdices, una de faisanes, y un ave singular por la
construcción de su habitación.
La primera especie de loro, llámase cauta. Esta, en la configuración
de su cuerpo se asemeja mucho a la tórtola, respecto de la cual es mas
pequeña, aunque no en la cabeza, que es mas abultada en la cati ta. No tiene
variedad de colores en las plumas, sino que todas son de un mismo color,
que tira hacia el verde oscuro en sus espaldas, y por el vientre al blanco
aplomado o puerco; la parte superior de la cabeza inclina al negro. Su
pico es de color de carne. Su vuelo es muy rápido y siempre van en
compañía. Procrean dos y aun tres veces al año en cuevas que se fabri-
can en los derrumbaderos de los montes y en los peñascos, eligiendo
para esto los lugares mas solitarios; en cada nido se encuentran dos o
tres y aun cuatro polluelos de estas aves. De éstos los sacan para comer-
los o criarlos en las casas, donde del frecuente oir hablar, aprenden a
articular las palabras tan distintamente que, no pocas veces, se enga-
ñan, creyéndolas racionales los mismos que las tienen y las han oido
muchas veces. Sus carnes, cuando son aun jóvenes, son delicadísimas,
muy sabrosas y de fácil digestión. Domestícase esta especie de loro mas
que toda otra, y muestra aficionarse de su señor, pues se alegra con su
vista, y su presencia parece que lo inoita a hablar y a hacer diversos
movimientos con su cuerpo, todos como a manifestar el gusto que recibe
s
GÓMEZ DE VIDAUÜ3E
verlo. Estos son mayores cuanto ha pasado algún tiempo que no
ve.
.a segunda se llama periquito. Este es un poco mayor. Sus plumas,
epluada la cabeza, donde son negras, y sobre la espalda, donde se ven
unas po¡o oscuras, son de un verde oscuro. Las plumas de la cola,
• tienen algo de rojo, son considerablemente mas largas que las otras
lecies respecto a la pequenez de su cuerpo, y ella es poco poblada. Su
o y piernas negras. No abunda tanto esta especie como la otra, ni se
íiliariza tanto, aunque, enseñada desde pequeña, aprende a decir cuan-
se quiere.
,a martineja es una ave del genero de las perdices; es grande como
i gallina, y va vestida de vistosas y lucientes plumas de varios colo-
, en las que domina el color de fuego, y con un bellísimo y alto copete
la cabeza. Esta lleva cuasi siemprejevantada, como afectando gravedad
íageslad; al menor ruido se refugia al bosque, de cuyas vecindades no
aleja. Su carne es muy delicada y superior a las otras especies que
'•onocen en la provincia y aun en Chile, como aseguran los que han
ado en una y otra parte. Sus huevos son del lodo verdes, mas gran-
¡ que en las otras, y aunque se encuentran a las veces diez o doce en
nido, no se ve abundar esta especie, de que por otra parte, no se ma-
muchos individuos, por ponerse ellas con facilidad en salvo de las
chanzas del cazador, lo que hace creer que ellas, o pierden muchos
svos al empollarlos, o que siendo muy delicadas en su niñez, se mué-
i muchas.
a especie de faisán que he dicho, no es por la figura y propiedades,
por la delicadeza y gusto de sus carnes, la misma del faisán,
■lo que a esta clase la remito. Se encuentra esta ave en las partes
tenlrionales de esta provincia y se nombra en ella Chuña. Su corpo-
ura es como un gallo de Indias joven, o como un gran capón. La ca-
,a, pico y cola, como la de éste, pero en la cabeza sin aquellas carno-
ídes, sino toda ella cubierta de plumas de color ceniciento, que sigue
■ todo su cuerpo. Vuela poquísimo y a vuelos cortísimos, por cuyo
Livo es fácilmente cogida de los cazadores. Grazna graciosamente, y
ique muy repelido, no se hace lan molesta como los gallos de Indias,
rlomeslica fácilmente y hace en casa el oficio de los gatos, librándola
as ralas que come con gusto, como toda especie de semillas, hasta
almendras, nueces, etc., quebrando primero sus cascaras en esta
ma: cogida en el pico la almendra, nuez o cualquiera semilla de cas-
a, busca una piedra, y poniéndose en frente a cierta distancia, co-
que quisiese dar mayor impulso a la acción de botarla contra la pie-
, da dos o tres movimientos con la cabeza, y, entonces, boLa la
tendrá contraía piedra, con tal Ímpetu y violencia, que suele el re-
e de la piedra levantarla hasta cinco y seis varas. Con todo, son
ios las que la tienen dentro de casa, porque tiene la propiedad de co-
cuanto encuentra y esconderlo.
1 pájaro albañü, que se ha merecido este nombre entre Jos españoles
la manera con que fabrica con barro su habitación sobre los troncos
ios árboles, es una especie del género de tordos. La construcción de
HISTORIA DE CHILE.— LIB. II.— CAP. VII 91
su cuerpo es la misma; los alimentos del mismo modo que aquel; y en
una palabra, las propiedades son las mismas. El es de color de tabaco,
mas ocuro en la cabeza, espalda y alas que en su vientre. Fabrica de
barro su nido, pero de un particular modo, que lo hace distinguir de
los otros tordos. Antes de comenzar la construcción del nido, prepara di-
ligentemente con pelos y pajas menudas el barro, y dividiéndolo después
en pequeñas bolas, lo va llevando en el pico y las uñas a su compañero.
Este forma primero el pavimento de figura circular, fundamentándolo
bien y dándole de diámetro ocho a nueve pulgadas, después, dejando una
puertecilla, levanta las murallas en contorno, poco mas de un palmo; aquí
hace otro plan, donde se debe colocar el nido, en el cual deja igualmente
una puertecilla por dentro para poder entrar a él ; cae esta a la parte opues"
ta déla otra dicha; acabado este plan, continua la muralla, dándole otro
tanto de alto, y lo cubre todo con una perfecta y bellísima bóveda, como
se puede ver en la tabla de los pájaros de Chile. Este edificio se pone tan
duro y fuerte que resiste no menos á las copiosísimas lluvias de la pro-
vinciay a los vientos impetuosos que las traen, que a la gruesa piedra
que cae. Dos por lo ordinario son los hijos que crian.
A mas de estos, hay tordos comunes, zorzales, tórtolas y, en una pala-
bra, de cuasi todas las especies de pájaros terrestres que se ven en Chile.
Los avestruces son muchísimos en esta provincia y van en tropas tan
grandes que, vistos de lejos, parecen ejércitos crecidos, y no pocas veces
los viajantes los han tenido por indios que los vienen a sorprender en
aquellos despoblados.
Las abejas se hallan también por toda la provincia, particularmente en
las campiñas orientales, donde no se procura otra utilidad de ellas que
la miel, la cual verdaderamente es excelente. Uno u otro se aprovecha
de la cera; pero no dándole beneficio alguno, es ella de una vista muy
fea, se consume presto y se vende á muy bajo precio. ;Así desprecian
aquellas gentes los tesoros que la naturaleza les ofrece a manos llenas!
En unos sucede esto por ignorancia y en otros por la desidia natural, á
que la abundancia de las alimentos, en que se hallan, coopera no poco.
Si ellos llegasen a sentir la escasez, esta los obligarla a buscar el modo
de desterrarla de su país aprovechándose de las riquezas naturales, las
que con la industria y con las luces, que procurarían adquirir, llegarian
a perfeccionarlas y a darlas mayor valor.
Cuanto los sobredichos insectos podían ser útiles, cultivándolos y mul-
tiplicándolos, a esta provincia, tanto le son dañosas las langostas, de que
ella se ve frecuentemente infestada. De cuando en cuando suelen compa-
recer en tropas tan grandes que cubren muchas leguas de país, destru-
yendo en pocas horas todo el verde que allí encuentran. Estas langostas
son por lo ordinario largas dos pulgadas, y algunas veces se han visto
gruesas como una sardina y largas de siete a ocho dedos. Estas tropas
vienen ordinariamente del septentrión. El ruido que hacen volando y la
nube que forman en el aire avisan a los habitantes de su próxima llega-
da, de que cada uno procura con el mayor rumor que puede hacer impe-
dir que hagan la parada en sus sembrados. Cuando han devastado uno
de estos, se vuelven a levantar todas de un golpe para ir a llevar a otro
y
92 GÓMEZ DE VIDAURRE
la desolación, de modo que van corriendo por toda la provincia y ha
habido año que en casi toda ella han causado este daño. Los indios natu-
rales de esta provinoia antes que tuviesen el trigo, luego que un cam-
po de estos lo veian inundado de ellas, le metian fuego, y, quedando mu-
chas víctimaj de sus llamas, las recogian para molerlas y de ellas hacer
pan para comer.
A mas de esto, infestan la provincia multitud innumerable de mosqui-
tos, varios en sus especies, pero que todos concurren a hacer molestísi-
ma la vista. Cuando uno camina por sus campiñas se halla envuelto en
una nube densa de ellos. Si no va cubierto de modo que no puedan 'lle-
gar a sus carnes con su aguijón, tendrá a poquísimo tiempo quien lo
advierta del descuido; basta para esto que descubra una pequeña parte
de un dedo; en ella se posarán cuatro o tres por lo menos, a porfía de
quien es el primero, y esto será bastante para tenerlo inquieto por mucho
rato. Es preciso andar con guantes en las manos y un velo que le cubra
el rostro y baje a la espalda y que lleve una mosquetera para dormir.
Aun en las poblaciones se entran y causan la misma incomodidad.
Aumenta esta otro insecto llamado vinchuca, del género de las chin-
ches, mucho mayor que la ordinaria, y alada; la cual entrándose por den-
tro de la ropa dá una picada mucho mas dolorosa y sangrienta, retírase
un poco para escapar el golpe del herido, pero vuelve inmediatamente
a ella a chupar la sangre que ha hecho salir con su mordedura. Fastidia
mas las narices con su mal olor que la misma chinche; en las casas que
no tienen techo de bóveda y muy parejo, se anidan y desde allí se des-
cuelgan a la noche. De día se les ve poco volar porque están retiradas en
las hendrijas.
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VIH
CUADRÚPEDOS DE CUYO
No es menos abundante estaprovincia en cuadrúpedos. De los que no se
ven en Chile son los tigres, los javalís, los ciervos, los quirquinchos. Los
ciervos y los javalís no se distinguen en cosa alguna de los comunes a
otras provincias. Los tigres son feroces como los de la África, cor-
pulentos como un asno pequeño, pero mas bajos por lo corto de sus
piernas. La piel es manchada de blanco, marillo y negro. Los naturales
del país lo matan con un palo o rejón largo de cinco a seis pies, y forra-
do en su punta de un hierro agudo. Se juntan para esto tres personas,
dos de las cuales hacen la centinela escondidos, mientras el otro sale a
provocar al tigre. Este se lanza contra él con una rabia ciega y una rapi-
dez increíble, y al avecindarse a la presa que él cree segura, se pone en
dos pies, estribando en los dos de atrás o posteriores: el cazador que
tiene revuelta hacia él la punta de su rejón, y con la otra, fijada en tierra,
lo atraviesa por el vientre; entonces los otros dos compañeros corren a
poner fin a la obra. Otros, aun mas atrevidos, salen a caza de estas fieras
con solo un fuerte y pesado leño de cinco cuartas a lo mas de largo; se
les presentan en campo abierto, le aguardan con serenidad, y cuando él
se bota contra ellos, del mismo modo que si fuese un toro, le hacen un
lance y al mismo tiempo le descargan un furioso golpe sobre su lomo, el
cual no siendo de mucha resistencia, queda roto a la fuerza de dicho
golpe; con lo que el animal no puede dañar al cazador ni huir de él y
así es presa segura suya. Por este bárbaro divertimiento que se toma
esta gente, no hay año que alguno o algunos no sirvan de alimento de
estas fieras, las cuales, una vez probada la carne humana, se hacen mas
atrevidas contra el hombre, y parece van en busca de él para alimentar-
se, poniéndose en los caminos, y allí asechando al pasagero dentro o
detras de algún matorral que impida el ser descubierta del viajante in-
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1
IX
MINAS DE CUYO
Esta provincia, aunque no tan abundante de minas y minerales como
las de Chile, tiene lo bastante para que no se pueda decir de ella que es
pobre de esto. En los lugares septentrionales hay minas de oro y de co-
bre, pero q,ue no se trabajan por la desidia de sus habitantes. Hay tara-
bien minas copiosas de plomo, vitriolo, azufre, sal, carbón, topil, (sic)
hierro,alquitran y talco. De esta piedra trasparente llegan a sacar algunas
láminas largas dos pies, claras, y que sirven óptimamente en lugar de
cristales para Jas ventanas. Del vitriolo se saca también alguno, pero no
tanto como debia ser para que su comercio no fuese del todo pasivo.
Los montes vecinos a la ciudad de San Juan, se componen todos de lá-
minas de mármol blanco: largas de cinco a seis pies, y gruesas de seis a
siete pulgadas, cortadas y bruñidas por la naturaleza. Los habitantes de
esta ciudad hacen de estos mármoles una buena cal para los edificios, y
se sirven también de ellos para atravesarlos sobre los canales y que
hagan las veces de puentes. Tan a lo natural se vive en esta provincia y
tan sin aprecio pasan sobre las riquezas naturales de su país, las que, si
aprovechasen, la constituiría en el rango de las provincias ricas del uni-
verso, pero por esta desidia, ella está colocada en la clase de los paises
infelices. Se quejan de este argumento, pero sin razón. No consideran
estos naturales que las cosas que la degradan de la bondad que ellos
pretenden, son notorias a todos, y las cosas que la darían aprecio y es-
timación están ocultas, y solo se manifiestan a muy pocos. Guando ellos
despierten del letargo en que viven, abran los ojos para ver y apreciar
las riquezas que poseen, venzan la desidia, y con la industria y saber las
hagan ver al mundo por un comercio activo, ellos harán mudar a éste
el concepto ya formado. Entretanto, no procurando el buen nombre de su
país, y no haciendo ver la razón porque se pretenda, hacen caer sobre
7
98 GÓMEZ DE VíDAURRE
sf mismos todo el peso de la ignominia, esto es, hacen, qi¡
bueno, en sf abundante, en sf rico, es pobre, es infeliz,
sus habitantes.
HABITANTES NATURALES DE CUYO
La provincia de Cuyo estaba muy poblada de indios a la entrada de los
españoles de Chile, y la estuvo hasta muchos años después que estos
últimos se hicieron dueños de ella. Presentemente son muy pocos, de
modo que siendo muy pocos los españoles, son, con todo, muy superiores
en número. No ha sido la causa, mortandad que los españoles hayan he-
cho en ellos, porque la conquista de esta provincia se puede decir no se
ha hecho con el derramamiento de una sola gota de sangre, como se ve-
rá por Ja Historia de Chile. Sus habitantes, como vasallos que eran de los
Incas, cuyo imperio estaba ya bajo la dominación de los españoles, lo
que ellos no ignoraban, reconocieron sin la menor resistencia a los mis-
mos que dominaban en el Perú como sus soberanos.
Esta disminución, que ciertamente es muy grande, no puede tener otra
causa, sino que habitando ellos las partes menos sanas de la provincia,
como son las vecindades de las lagunas de Guanacache, las orillas del rio
Coulara, adonde se hallan hoy dia reducidos, se enferman muchos, y se
acortan mucho sus vidas. También muchos se han españolizado con-
trayendo matrimonio con hijas de españoles tenidas en indias. Como
éstos desde la primera generación salgan blancos, traen desde luego las
pretensiones de españoles, y quieren ser reputados por tales, y así viven
entre estos como individuos de nuestra nación. Tampoco se debe negar
que muchos de estos indios se han ido pasando poco a poco a las tierras
aun no conquistadas. Qué mucho, pues, se note tanta disminución de los
naturales? Ño solo el filo de una espada del conquistador, que, vuelvo a
decir que aquí no ha tenido uso alguno, causa esterminio en una pro-
vincia, sino también la mala habitación y el clima cuasi siempre infesta*
do la despueblan.
Los godos hicieron a toda la India y la España, gótica, sin haber pasado
al filo de la espada sus primeros habitantes, a lo menos a su mayor parte,
100 GÓMEZ DE VIDÁURRE
ea fuerza solo de las alianzas matrimoniales, de modo que a pocos años
toda la Italia, toda la España no era sino nación goda, y los primeros
puros insulares, puros etruros, puros españoles, eran tan pocos que pa-
recían se habia exterminado su primera nación: ¿por qué, pues, a estos
matrimonios, mas que no al filo de la espada, se debe atribuir la dismi-
nución de los indios? Esta razón yo la hallo tanto mas fuerte cuanto que
considero en ella, que los hijos que viven de dichos matrimonios, o sea
el padre español, o sea la madre, ellos toman el color blanco de los espa-
ñoles, que no tienen los primeros naturales; sacan la barba, de que estos
otros carecen, y así mas fácilmente se confunden con los españoles pu-
ros. Si uno no es práctico en distinguir éstos, tendrá por puro español,
esto es, por hijo do una española y un español, al que es en la realidad un
mestizo, esto es, hijo de un español o española y de una india o indio. De
esta clase son no pocos los que pueblan las campiñas de Cuyo y hacen
los oficios bajos en sus poblaciones.
A mas de que nos consta por cuasi todas las Historias, que cuando
una Nación ha entrado a dominar en otro reino o provincia, a poco tiem-
po, la subyugada se ha visto descomparecer respecto de la dominante,
aunque ella no haya hecho las crueldades, de que falsa y maliciosamente
nos acusan los extrangeros, muchos de los cuales por los países de la
misma América, donde han entrado y encontrado bien poblados, y aho-
ra no lo son tanto, debían decir esto mismo que acabo de decir, si no
quieren, en fuerza de consecuencia, confesar de sí mismos lo que acusan
y condenan en los otros.
Los primeros, pues, pobladores de Cuyo, que se llaman Guarpes, son
ellos de estatura mediana, de corporatura ñacos y delgados, de color os-
curo y muy diversos en la construcción de sus cuerpos de los chilenos;
porque al paso que estos muestran en todos sus miembros la constitu-
ción del hombre mas fuerte, ellos se hacen ver desde luego débiles y de
pocas fuerzas. Del mismo modo, las dotes del ánimo son diversas; porque
ellos han sido siempre constantes, y jamás han intentado sacudir el yu-
go español; mas aplicados al trabajo que a la guerra, siempre dóciles a
la voz del que los manda, nada arteros y nada divertidos en el juego. De
su religión gentítica y costumbres y modo de gobierno nada han dejado
escrito los mas antiguos escritores, y los que ahora escribimos no po-
demos ni aun conjeturarlas, porque todos los que hay al presente son
católicos, y no tienen otras costumbres en el vivir, vestir y comer y go-
bernarse dentro y fuera de casa que las de los españoles, habiéndose con-
formado en un todo con estos. Viven con ellos en una perfecta armonía
y como si fuesen dependientes de ellos, en tanto grado que tienen como
olvidada y abandonada su propia nativa lengua, hablando siempre la es-
pañola y confesándose en ella.
No me maravilla esto, pues sé que con el dominio solo tributario que
los incas tenian sobre ellos habian adoptado la lengua de los peruanos,
tanto que algunos se han avanzado a decir que la de aquéllos era tam-
bién de éstos, lo qne es absolutamente falso, como se convenze de h
gramática de Ja lengua de estos indios, que dejó compuesta el célebr
p. Luis Valdivia. Para conmigo solo prueba esto la docilidad de ániou
; HISTORIA DE CHILE.— LIB. II.— CAP. X 101
y buena capacidad de estos indios que se sabían acomodar al Soberano
que los mandaba, y que este dominio de los peruanos era ya muy anti-
guo entre ellos. Mas, como al principio de la entrada de los españoles en
esta provincia, algunos de ellos poseian ya la lengua peruana, éstos co-
municaban por medio de ella con ellos, ignorando la propia de ellos, por
no haberlos oido hablar otra que la dicha, la creyeron y despacharon por
propia. Pero ei padre Valdivia, con su celo imponderable, reconociéndo-
la muy diversa y que la peruana habia de caer y sepultarse con el vasa-
llaje que habia hasta allí tributado aquella Nación, creyó conveniente,
como lo hizo, fatigar su vejez en aprender dicha lengua, para sacar en
limpio sus preceptos y dejarlos explicados a los futuros misioneros, y
con eso abierta la puerta para entrar mas fácilmente al trato de estas
gentes. 1
No se sabe que hasta los Incas nación alguna los hubiese dominado,
por lo que se puede congeturar que este dominio de los peruanos sobre esta
provincia es anterior a la subyugación que hicieron los mismos de las
provincias septentrionales de Chile, cerca de cien años antes de las
conquistas españolas en el Perú, porque no se hace persuasible que en
un gobierno tan suave, diré en un puro tributario de tan pocos años, hu-
biese prevalecido tanto la lengua de ellos, que ya fuese general en toda
la provincia y de modo que se pudiese creer fuese la propia. Mas, en el
camino que conduce por la montaña de los Andes de este país a aquel
imperio, se ven hasta ahora algunas casillas de piedras colocadas y afi-
jadas sin mezcla alguna, donde se dice 'se alojaban los correos que con-
tinuamente llevaban al Emperador la noticia de lo que pasaba en la
provincia, por donde iba el tributo anuo, y donde los oficiales que el
Emperador o mandaba a la provincia, o los llamaba de ella, según que
creia mas conveniente a su servicio. Cien años solos de dominio son
pocos para tanto número de casas, "para un regulamento tan arreglado, y
para estar tan bien aceptos, que ya no se acordasen que habían sido
conquistados. En los mas (si esto fuese verdad) estaría fresca la memo-
ria, y se puede asegurar, atenta la vida larga de estas gentes, que a Ja
entrada de los españoles aun no habrían pasado dos generaciones, y que
no faltaría uno u otro viejo que hubiese nacido en tiempo de la liber-
tad o independencia del Perú. Sea de esto lo que fuere, después del yugo
peruano no han reconocido estas gentes otro que el español.
1 El libro del Padre Valdivia a que se refiere el autor, consta de cuatro partes muy
diversas, impresas todas, en Lima en 1607, cuya descripción podrá encontrarse en
nuestra Bibíiotheca Americana, pájs. 410 y 411.
c<x3&@4D£**>
XI
ESTABLECIMIENTO BE LOS ESPAÑOLES EN LA PROVINCIA DE CUYO
^ Don Pedro de Valdivia, conquistador de Chile, oon la noticia que traia
del Perú, de la provincia de Cuyo, hizo entrar en ella al oficial de su ma-
yor confianza por aquel entonces, don Francisco de Aguirre. Este no
halló resistencia alguna y allí se mantuvo discurriendo cuerdamente la
provincia, sin temor de asechanza alguna, ni de alguna traición, hasta
que le vino la noticia de la infeliz muerte de su general, que lo dejaba
nombrado por su sucesor en segundo lugar en el pliego de providencia
que habia dejado antes de salir a la campaña, y faltando del Reino el que
estaba en primer lugar, él se creia de mejor dereoho para el mando del
Reino. Con esto dejó a Cuyo y pasó a Chile a hacer ver su derecho y la
posesión, y establecimiento en la provincia de Cuyo por los españoles
quedó suspensa hasta el año de mil quinientos sesenta, en que volvió a
entrar en ella por mandado del gobernador don García Hurtado de Men-
doza, don Pedro de Castillo. Este, con las luces que habia traido de la
provincia don Francisco Aguirre, puso luego mano a establecer en ella
los españoles, para lo cual traia competente número de gente. Hizo dos
establecimientos, el primero, la ciudad que, del ilustre apellido de su
ge fe, llamó Mendoza, y el segundo, aquella de San Juan de la Frontera,
porque hacia frente a los enemigos mas fuertes de los españoles.
Mendoza, que desde los principios ha sido la capital de la provincia y
silla del que la gobierna, está situada en un llano al pié de la cordillera,
en grados 33 y 29 minutos de latitud austral y 308 y 31 minutos de lon-
gitud. Se cuentan en ella presentemente seis mil habitantes, cuya ma-
yor parte es de puros españoles, dentro de sus casas, y en su distrito,
que es muy vasto, son mucho mas sus habitantes. A mas de la parroquia
y un Colegio que habia de Jesuítas, hay conventos de observantes de
San Francisco, de Santo Domingo, de San Agustin y de Mercedarios.
Esta ciudad tiene un gran comercio de vinos y frutas secas con Buenos
Aires; e) vino que manda a dicha oiudad se hace subir a una suma de
104
GÓMEZ DE VIDAURHE
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doscientas cuarenta y siete mil arrobas castellanas. Con esto y con la ve-
cindad de las riquísimas minas de Uspallata, a las cuales sus habitantes
han empezado a poner alguna atención, se va aumentando notablemente
y entrando en mayor lustre. Con todo, se debe decir que no hay grandes
caudales, porque es siempre mas lo que sus habitantes gastan en vestir
ropas extrangeras que lo que ellos sacan de los frutos de sus haciendas.
Sus casas, aunque cómodas, no tienen nada de gusto, nada de grande y
mucho menos de magnífico. Sus iglesias, exceptuada la que fué de los
Jesuitas, no tienen arquitectura. Báñala el rio Mendoza, el que parece
habia de darle hermosura, y es lo que la afea mas, porque por descuido
de sus vecinos y la cualidad mala del terreno forma un oauce muy irre-
gular, en partes muy profundo y en partes vecino a los edificios, y este
año es aquí y otro es allí; porque no habiendo cuidado hasta ahora de
sus márgenes, hoy come aquí y mañana allí, hoy está de esta banda y
ese otro dia de la otra. Si esto sucede con la ciudad ¿qué no sucederá
con los campos?
San Juan de la Frontera, distante de Mendoza cuarenta y cinco leguas,
está situada también no lejos de la cordillera, en grados 31 y 4 minutos
de latitud, y 338.31 minutos de longitud a la orilla del rio de San Juan.
Tiene ella cuasi el mismo número de habitantes y las mismas religiones
y conventos religiosos que Mendoza. Trafica también con Buenos Aires,
adonde manda anualmente treinta y tres mil arrobas de aguardiente,,
frutas secas y pieles de vicuña, de cuya lana hacen finísimos pañuelos
de narices y algunas corbatas. Las granadas de su territorio son eslima-
das aun enChile, por su grandeza y dulzura. Esta ciudad es gobernada
por un cabildo que se muda todos los años, y por un teniente corregidor
de Mendoza. No ha sido jamas acometida de los indios. No hay en toda
ella una fábrica, aun contando las iglesias, que merezca alguna atención.
La Punta o San Luis de Loyola, fué fundada el año mil quinientos no-
venta y seis por don Martin Oñez de Loyola, que gobernaba a Chile en-
tonces y quiso honrarla con su apellido. Esta dista de Mendoza cerca de
sesenta y dos leguas, y se halla en grados 33 y 47 minutos de latitud, y
311 y 32 minutos de longitud. Bien que ella esté como en el pasage común
de todo el comercio que se hace entre Chile, Mendoza, San Juan y Bue-
nos Aires, y se pueda decir que ella posea un territorio de los mejores de
la provincia, está aun en un estado muy miserable, y sus habitantes, que
apenas llegan a doscientos, no representan sino la imagen de la miseria,
de la ignorancia y de la rusticidad. Hay allí una parroquia, una iglesia
que fué de los jesuilas, y un convento de los dominicanos. Todos estos
respiran la pobreza del lugar, aun en los vasos y ornamentos sagra-
dos. El gobierno civil y militar, tanto de la ciudad como de la jurisdic-
ción, que es muy vasta y muy poblada, está administrado por un tenien-
te corregidor de Mendoza.
Fuera de estas tres ciudades, tiene Cuyo algunas villas y aldeas, com
el Jacal o San José, en 29 grados y 40 minutos de latitud, y de longitu
308 y 20 minutos. Vallefértil, cuasi tocando en 30 grados de latitud, y 31
de longitud y 30 minutos. La situación de esta villa no puede ser mas
ventajosa por la fertilidad de su terreno amenísimo, pero ella ha teñid
HISTORIA DE CHILE.— -LIB. I!.— CAP. XI 105
la desgracia de tener por pobladores gente que no aspira sino a pasar
la vida con lo que naturalmente produce la tierra, y así nada ha adelan-
tado. Mogitia, en grados veinte y nueve y 40 minutos de latitud y 308 y
27 minutos de longitud, Corocorto, Leoncito, CalisgantOy Pismanta, y otras
son de tan poca consideración hasta el presente, que no merecen mas
mención que la que he hecho de ellas.
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REINO VEGETABLE DE CHILE
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1í" so rrenoí í'jver.io a ví firr-.l'.i. q ;» ¿.—-tít-i:-^* a j-ívos ram 3S
-ííd. E. arii'.a ir. iiV.r.Jío eirjec'.Ta üí ezíc:* r-;",i» materia
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f a lo-» efWLosd* 111 tra.vijo o h.,is 1* si .■: I ¿s:r.a- E; m-c-J.co. aait-
cvi'.ra r a-< esfar.'ne Lides qie e;'.u i. a de-swmr ■:-»: misí'}; en na»
.'.ra. en tolo ¡r-ínero mucho y m:cho njev;. Y 3 d:s¿-.;:TÍr:a ¡rus'>sa-
.'jí de todas ellas, pero ni esto es del fia i ;e me be propaes'.o. ni las
:T(v.'.',t\'A ní^ianiu, que no he pv>i:ií pno::;ar sobre michas de
( rr.e Jo permiten; por tanto me llm.'.aré a L-g.".ar únicamente de las
'A* y árboles qie hallo mas notables p-;r la u'.;iadq:ie traen a
i.'.'A unhi'An'jfi. o que les pueden traer, por loque no dejaré de in'ü-
por ío menos, el modo con que se puede sainar de ellas o algún o mas
;¡-A\:<>. O, m o este sea mi principal fin. e¿Le sera el orden principal
v^Piiré en su descripción, al fin de la cual procuraré de notarlas
e*. los órdenes, los géneros del sis'.ema sexual a que se pueden refe-
¿)!es vegetables, para con esto satisfacerla curiosidad del que me
.empla naturalista. No haré esto con todas de las que aquí hablaré,
>orque ellas ya están bastantemente conocí las, descriptas a la per-
ion por otros célebres naturalistas, como por no fastidiar a los que
listan de este estudio útilísimo, que son los mas. Concluidas estascon
orden, aunque no filosófico, pero mas cómodo y mas apto para ha-
'ormar justa idea de las producciones mas útiles del Reino, yo pása-
los árboles propios del país, guardando el mismo orden, y cerraré
¡¡no vegetable de Chile coa los árboles a él extranjeros.
I
PLANTAS ALIMENTARES DE CHILE
En la clase de las alimentares yo doy el primer orden a la planta lla-
mada en lengua chilena gua y por los españoles trigo de Indias, porque
ella hacia las veces de trigo, y hoy en la Europa suple grandemente su
falta, de modo que algunos notan que desde que ha tomado estimación
en ella no son tan frecuentes las pestes, porque no se experimentan las
hambres. Esta planta, pues, sumamente fecunda habia en Chile a la en-
trada de los españoles, lo que es común en toda la América, según Acosta
en su Historia natural, libro 4, capítulo 16, donde se esplica así: «como en
las partes del mundo viejo, que son la Europa, la Asía y la África, el gra- ,
no mas estimado por los hombres es el trigo, así en las partes del Nuevo
Mundo ha sido y es el grano del maíz y se ha hallado en cuasi todos los
Reinos de las Indias Occidentales, en el Perú, en la Nueva España, en el
Nuevo Reino, en Guatemala, en Chile y en toda la tierra firme». No se
sabe cíe cuál país de la América él sea originario, solo sí que lo encon-
traron en cuasi todos los Reinos y provincias de la América, en quienes
tiene diversos nombres. Esto por ventura y el nombre de India impro-
piamente dado a aquella cuarta parte del mundo, ha hecho decir en su
Diccionario de Historia natural aMonsieur Bomaire que el maíz es origi-
nario del África; ha sido de allí trasportado a la Europa y de aquí a la
América. Es, pues, todo lo contrario. Encontrado en América, él de allí
ha sido trasportado a la Europa, y de ésta ha pasado al Asia, de donde
ha vuelto a algunas partes de ella, que aun no lo conocían, y por quienes,
como nota muy bien Costan Durante, ha sido malamente llamado gran
turco. En íin, a quien no convenciere la autoridad aseverantemente di-
cha del padre Acosta, que estuvo en la América Meridional poco después
de la entrada de los españoles en ella, valgan los diversos nombres índi-
cos que dicha planta tiene en las partes de la América conquistadas por
los españoles, quienes, si hubiesen sido los introductores, lo hubieran
r
líO GÓMEZ DB VTOAL'RRE
Introducido bajo de un mismo nombre, como lo 1
cebada y los otros frutos europeos.
Este grano, pues, originario de América, crece]
mente en Chile, como que fuese en su nativo su
no pocas veces dos, tres y aun cuatro caitas, y c
riamente tres o cuatro mazorcas, o como en dicl
bien grandes y perfectamente granados. No pocas
en no pocas partes el plumero en que remata dict
produce las flores fecundatrices o flores machos. I
to por los españoles como por los indios ocho o nueve variedades, si no
se quiere decir especies diversas. Hacen un grande uso dichas gentes de
su grano, haciendo de é) diversos manjares, entre los cuales es muy de
su gusto el que llaman humínta. Esta se hace con el maíz fresco y tier-
no, y aun en leche, cortando primero con un cuchillo sus granos sobre
la mazorca y majándolos entre dos piedras lisas, como preparan el cacao
los chocolateros. La masa jugosa y como de leche que proviene de esto,
la aliñan con buena grasa, sal, y algunos con un poco de pimienta o azú-
car sola; repérlenla después en tantos panecillos, los cuales, envueltos en
las hojas mas tiernas de los mismos choclos, los cuecen en agua hirvien-
do o los asan en el horno. Con esta misma masa asf preparada cubren
no pocas veces el pino de los pasteles. Algunos para hacer mas delicadas
las huminlas, después de majado el grano fresco, extraen por un paño
de lino muy limpio la leche, y de ella con el aliño mas de su gusto for-
man sus humintas. Como no todo el año puedan tener el maíz fresco han
hallado el modo de suplir esta falta. Ponen una porción de grano seco
en arena húmeda y al cabo de algunos días lo encuentran hinchado, y en
estado de nacer, en el que adquiere mucha de la suavidad y leche que
tiene cuando fresco. Lavado con mucho cuidado, lo preparan del modo
dicho. Es frecuente entre estas gentes comerlo aun estando fresco y asa-
do sobre las brasas, ya cocido en el caldo de carne, como también hacer
de ¿I un muy sabroso plato de sus granos enteros y aun tiernos; y una
de las especies da sus calabazos rojos, al que dan el nombre de pilco, el
cual, por este nombre indio, se debe creer lo han tomado los españoles
de los indios.
Cuando el maíz se ha puesto duro, lo dejan madurar para cosecharlo y
sosteníanse de él en el invierno en una de dos maneras; porque o le dan
un ligero cocimiento al horno, le rompen gruesamente, en cuyo estado
lo llaman chuchoca, o lo dejan entero y crudo. Con el primero hacen mi-
n ienLra o lo mezclan con carne, y con el otro una suerte de cerveza muy
gustosa y espiritosa; la cual al principio repugna al que sabe el modo
con que la hacen, pero una vez gustada y vencida la natural repugnancia,
la apeLece. Mascan (estos son los indios) la porción competente a la capa-
cidad del vaso, y dejándole la saliva, porque esta es la que le sirve de
levadura, y lo que ayuda a su fermentación, se pone con agua a fermen-
tar, lo que, siendo el vaso como lo es preparado, sucede dentro de pocas
horas, y conforme la quieren mas o menos fuerte la dejan hervir uno o
dos dias, pero sin pasar de éstos, porque pasa a vinagrarse; repasan la
bebida en otros vasos, clara y limpia y de un color dorado, y en estos, co-
HISTORIA DE CHILE.— LIB. til.*— CáP* I
iii
Níhe
mo estén en un lugar fresco, se conserva buena por varios días. No dudo
que esta especie de cerveza de maíz se pueda perfeccionar y hacerla que
dure mas tiempo que lo que ella dura. Pero en Chile ello no sucederá,
porque, lo primero, el hacerla del modo dicho está solo en uso para con
los indios, y lo segundo, porque abundan de muchos y buenos vinos lo»
españoles, que podian tomarse este empeño. Hacen también harina de
este grano, pero antes de molerla acostumbran el tostarlo en un baño de
arena que sea pura. A este fin destinan la especie de maíz que llaman
curagua, la cual, aunque en todas sus partes sea mas pequeña, con el re-
ventar que hace con el calor de la arena, adquiere un volumen dos veces
mas grande que el otro, y rinde una harina mas blanca y mas ligera y
muy de gusto de las personas del mas delicado paladar; estos confites
(que esta.es la figura que hacen los granos reventados) los muelen en unas
piedras como de moler el cacao. Esta harina disuelta en agua o fresca o
caliente, con azúcar o sin ella, es la bebida que llaman upo y chercan. No
se sabe que los indios la hayan usado de otros modos de los que dejo di-
chos, porque, aunque entre los indios de Chile no fuese ignorado el uso
del pan que ellos llaman couque, es de presumir este lo hiciesen o de una
especie de centeno que, bajo el nombre de magua, cultivaban antes de la
entrada de los españoles, o de una suerte de cebada que ellos tenian y
llamaban tuca, las cuales ahora han dejado de cultivar por haber hallado
superior a las dichas el trigo, que les han llevado los españoles.
¿autilidad, que ya prueban grandísima, muchas partes de la Europa,
ido lugar; y el empeño que se
10 omitir los descubrimientos
.-ado protectores de esta raíz
o tan tarde, esto es, tanto des-
peos hayan pensado a usar de
tan útil.
• primero que todos. De la Ir-
illí sucesivamente a Flandes, a
lia, a la Borgoña, a la Lengua-
onde hoy dia se cultiva, mira-
ultura y el estado. Los suizos,
i de este fruto, particularmente
recido tanto el empeño de aque-
sustentan de (papas y expecial-
» no vienen menos robustos que
»n el trigo mas bello, ni de lo que
on nuestra estada y con muchos
ornantes de la patria, principian
.enen todas las cualidades que se
fe estimación; son sanas de modo
&r¡nas hasta ahora usadas, la or-
o a recetar ésta con buen suceso.
a, aunque no tome otro alimento
•do que en un terreno donde se
an cerca de ciento de papas. Su
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112 GÓMEZ DE V1DAURRE
cosecha no corre peligro de la piedra; su cultivo no es prc
menos dispendioso, no cansa sino mejora la tierra su cult
si se entierra, es un engraso excelente; si se seca, es un ht
jores que se pueden dar a los bueyes; de sus hojas se ha
buen rapé, y yo he conocido un obispo en Italia que no
en suma (y esto forma su mayor elogio y debe despertar le
de Europa para promover su cultura) no se ha encontrad'
alguno de que se baga pan tan parecido al de trigo, como >
de solas ellas ein mezcla de otra harina. Es deudora la I
útilísima invención a Monsieur Parmentier, en Francia, y
ñor don Juan Bautista Vechialini, natural de Torino, coi
fortuna de discurrir sobre esta su invención en Boma i
mesa con él, comiendo del pan, de los bizcochos y bizcochuf
harina de estas raices habia él hecho; las cuales cosas no si
las de otras de harina de trigo que al mismo tiempo me j
contentar al curioso haré separadamente un extracto di
por el que pueda instruirse en la manufactura de este ¡
deseare.
Mr. de Bomaire asienta en su Diccionario de Historia Na
planta es originaria de Chile, pero yo a la verdad no hallo
fundar esta su aserción, porque ningún escritor de Chile
apropiar al Reino esta bella producción, que por otra
eslfi tan extendida por las dos Américas, que hasta en 1
internas se cultivaba y se cultiva, aun antes de entrar i
meros españoles. Como tiene nombro propio genérico ei
ne en las otras partes; como se encuentra silvestre en (
se encuentre en otras provincias de la América; en fin,
que se fuera, que no quiero disputar esta gloria a otra pro
de América, solo si, doy por cierto que en Chile se coi
especies de esta planta, cada una con su nombro caract
especie, y dado por los indios. La Europa no cultiva has
una especie, y los escritores no han descríplo la diversi
sino por sus colores, y así no es muchoque los naturalista
variedad de especies. Lis cualidades de rojas, amarillas,
quiscas, moradas, etc., no las tienen sino por meras variei
tales, que vienen en fuerza de la repetida cultura. Si y
viese constantes siempre en unas, las creería tales; si el
en unas constantemente diverso por la forma, grandeza,
asentiría a su juicio. Pero ello es evidente que en Chile
tener papas lateas, estoes, papas largas una tercia, gruesas
de cascara que tira el rojo claro, la carne blanca y no i
siembra o planta de ellas. Quien quiere tener caris, esto es
el índice y un poco mas largas que este, con la cascara az
de este color internadas en su carne, sumamente harinoí
del dulce, solo las tiene cultivando esta especie; si quien
das, con la cascara trasparente y lisa, sembrando de ellas
ramenle, como también de las de cascara oscura y cscat
de ninguna de estas se encuentre en las otras. De este me
HISTORIA DE CHILE.— L1B. III.— CAP. I 113
en Chile mas de treinta especies. No sustentaré que todas ellas sean
especies verdaderamente diversas, principalmente no ignorando el poco
cuidado que se tiene de no mezclar en una sementera las espeoies; lo
que en principios de la agricultura es causa de la degeneración, y que
se bastardee los frutos, porque mezclándose los polvos fecundatrices de
una especie con otra, viene un medio entre las dos, que tiene de ambas
especies. Esto mismo puede ser haya sido la causa de que se hayan for-
mado en Chile tantas especies. Pero de las que he especificado y tengo
mas presente, sostendré siempre que son especies verdaderamente di-
versas, porque ademas de ser constantes en producir su fruto diverso
por la figura, por la grandeza, por el color, por el sabor, tienen alguna
diversidad en la formación de la planta. En las laicas son constantemente
mayores sus hojas, de un verde mas oscuro, sus ramas son mas pobla-
das de hojas, su flor mayor; en las caris, estas mucho menores, de un
verde vivo, sus troncos mucho mas bajos; en las redondas y trasparen-
tes, el verde de las hojas es claro y en las escabrosas mas oscuro que en
ningunas. Finalmente, no todas estas especies, se adaptan igualmente a
un mismo terreno; por ejemplo, las laicas se dan prodigiosamente en un
terreno arenoso, como él sea húmedo, y las caris no prosperan en él,
sino en un terreno fuerte y que no abunde de humedad. Lo mismo suce-
de en parte con las escabrosas y trasparentes; estas se dan excelentes en
terrenos ligeros, y esas otras piden uno fuerte y mas húmedo que nin-
guno. Señal evidente que son especies diversas, e ¿indicio que esta di-
versidad, que conocen en Chile, ha sido la causa que se conserven en él
estas especies sin haber degenerado.
Esto que acabo de decir del terreno me conduce a exponer la cultura
que se dá en Chile a esta planta. Ella se cultiva por todo el Reino y se
cosecha en una abundancia tan prodigiosa, que, no obstante el consu-
mo grande de todos los dias, sobran infinitas para engordar los puercos,
y para surtimiento de las embarcaciones que salen del para otros puer-
tos de la América, y aun para los de la Europa. Se han visto monstruo-
sidades de la fecundidad de esta planta, así por el número como por la
grandeza de sus frutos. Que una mata dé treinta o cuarenta papas no se
admira; que pese alguna de las laicas o de las redondas una, dos, tres
y aun cuatro libras, no se hace notable ni se considera por cosa rara;
las medianas son como un membrillo en las redondas, y las ínfimas, en
las laicas, de un tercio de nuestra vara.
Las papas aman los países frios, y al mismo tiempo requieren gene-
ralmente un terreno blando y un poco húmedo. Arado en Chile un te-
rreno de esta cualidad una vez sola, se pasa a sembrar las papas a fin
del invierno o principios de primavera. Las mismas papas son la semi-
lla (aunque esto mismo se puede hacer con la que da la flor) que se po-
nen en dos pies de distancia unas de otras en línea recta. Las pequeñas,
esto es, las grandes como nueces, o tal vez como avellanas, de que siem-
pre hay muchas en cada planta, según la especie, las ponen enteras, las
grandes las cortan en pedazos, dejándole algunos ojos por donde puedan
brotar; como van creciendo, les van arrimando la tierra vecina al pió de
cada planta, o como dicen, las apuercan. Si van en vicio, las siegan un
8
114 GÓMEZ DE VIDALTUIE
poco y ellas vuelven a brotar, después fie haber extendí Jo
sus ratees y multiplicado sus frutos, que vienen a cosechar entrauo yaei
otoño.
Mr. Du Flamol, gran naturalista, fué el primero, o de ios primeros, a
pensar sobre las papas, y halló que de ellas se podia sacar una harina
blanquísima, la cual mezclada con la de trigo, haría un buen pan. En
efecto, lo hizo, y dice él haber comido con gusto uno en que no habia
entrado mas harina de trigo, sino cuanto era necesario para levantar
la masa. Yo también io he comido en Italia, pero lo hallé cuando ya
estaba de un día, mas difícil de masticarlo, lo cual puede haber depen-
dido o de mala manipulación, o de exceso de una de las partes que lo
componían. Esta experiencia de Mr. Du Fiamel ha inducido al genio curio-
so de algunos para probar con loda suerte de harinas, y variando la
dosis, para venir al fin a un pan que pudiese ser presentado en cual-
quiera mesa. Muchos dicen haberlo conseguido, pero Mr. de Parmentier
en Paris, y el señor don Juan Bautista Vechiolini, en Roma, han tenido
la gloria de llegar al mismo tiempo a hacer de solo papas, sin mezcla
de otra harina, un pan tan bueno y blanco, como el que se hace del me-
jor trigo. He aquí un extracto de las memorias que han dado a luz estos
amantes de la humanidad.
Cualquiera, dice Mr. de Parmentier, que intente y quiera hacer pan ele
papas, debe tener ya una idea exacta de las operaciones de la panadería.
Deseando yo, pues, sigue el mismo autor e inventor, extender este nue-
vo pan, me limito a lo particular que exige su manipulación. Todo el
secreto consiste en hacer pasar a estas raíces dos operaciones antes <lo
aplicarlas a la ac -ion del panadero. La primera es la extracción del al-
midón de ellas. La segunda se dirige a la preparación de la carne o pul-
pa de las mismas papas.
Cuanto a lo primero, se lavan en diversas aguas las papas, hasta que
quedan bien limpias de tierra y de cualquiera otra cosa extrangera; se
rompen con la ayuda de un rallo puesto sobre un pequeño banco que
pasa dentro de una lina o de un vaso proporcionado a recibir las papas
ralladas. Estas presentarán a la vista nna masa líquida y que al aire lo-
ma color. Dicha masa, o en su misma agua o con una poca mas que se
le añada de la natural, se agita con un bastón o con las manos y se versa
el todo sobre un cedazo puesto sobre otro vaso; la agua que halla aquí
pasage lleva consigo el almidón, que a poco tiempo se halla depositario
en el fondo de dicho vaso; se bota la agua roja en otro vaso, y se le aña-
de otra nueva agua, hasta que ella pierda el color rojo, haciéndola
siempre deponer, lo que ella dejará de hacer cuando haya perdido dicho
color. El bagazo de las materias fibrosa de las papas siempre se debo
refregar entre las manos para despojarlo enteramente del almidón con
la agua aun roja. Despojado enteramente, se puede dar a las bestias, o
bien hacerlo secar y reducirlo a polvos para emplearlo en el pan prieto.
Esta primera operación, concluido el depósito o almidón bien lavado,
se distribuye en panecillos sobre papel, se les pone en lugar calienLe o
al aire libre para secarlo. Este, a medida que se va secando, toma el
blarco y brillante, el seco se rompe fácilmente entre los dedos y se ce-
'
HISTORIA DE CHILE.— LIB. III.— CAP. I 115
daza facilísimamente. Este es el todo de la operación del almidón, sobre lo
que se deben notar las cosas siguientes: Primera, que una libra de pa-
pas puesta para dicha operación, produce tres onzas de almidón, once
onzas y media de agua y el restante a diez y seis viene en el bagazo o
caputmortum. Segunda, que cualquiera que sea la especie de papases
buena para esta operación, y solo habrá variedad en la cuantitud, por-
que las papas de una cascara escabrosa, siendo mas harinosas, abundan
mas en almidón, circunstancia que deberán buscar los que se aplicaren
a esta operación, cuando destinan a otros usos que el presente este al-
midón. Tercera, que las papas sean ellas rojas o blancas, largas o re-
dondas, gruesas o pequeñas, heladas, brotadas o no maduras, etc., dan
siempre un almidón de igual cualidad, de modo que podríanse desti-
nar a almidón de papas las defectuosas, y en algún modo las que no
pueden servir a otras cosas. Cuarta, que cuando se tuviere necesidad de
emplear inmediatamente este almidón en la panizacion, y no hubiere
lugar á que se seque, se podrá servir de él inmediatamente, como se
ponga menor cuantidad de agua correspondiente a la humedad de dicho
almidón, que él se hallará por mitad. Mr. Parmentier nota que el almi-
dón en este estado de humedad hace el pan mas blanco y mas delicado.
Quinta, en fin, como este almidón es principio alimentar excelente, ja-
mas se perderá en preparar una muy grande cuantidad de él, tanto mas
que cuando él está perfectamente blanco y seco, puede durar, sin alte-
rarse, mucho tiempo. Por otra parte, su uso no se limita a la fabrica-
ción del pan de papas; él sirve a aumentar la suma alimenticia de los
granos con que se mezcla; se hace del mazamorras, cremas, etc.; sirve
para la lienzeria, en la que muchos le dan la preferencia a todo otro, y
en la medicina es a otros sustituido.
Se ha probado a hacer pan de solo almidón de papas, pero en vano, y
así se ha recurrido a la carne o pulpa de las mismas papas, porque esta
pulpa es sola la que da tenacidad y hace ligoso al almidón. Esta pulpa re-
quiere su preparación, que es lo segundo que voy a exponer. Estaño esotra,
sino el cocimiento de ellas, con una u otra advertencia necesaria. Pues-
to a hervir agua en una vasija proporcionada a la cantidad que se quiere
emplear, cuando aquella empieza a hervir, se ponen estas y se les deja
al fuego cerca do un cuarto de hora, o hasta el momento que su superfi-
cie se rompa, o que ellas cedan al dedo, que las aprieta. Se sacan en es-
te estado, se les pela inmediatamente y con el urlero o a esfuerzos de las
manos, se les rompe sobre una mesa. Apenas han ellas perdido su forma,
que comienzan ya a ligar y a ofrecer a los ojos una masa, que a momen-
tos viene mas y mas esponjosa y elástica, sin que sea necesario añadir
allí agua ni algún otro fluido. Se continúa a trabajar la dicha pulpa hasta
ver que no exista ya grano alguno, y sin dejarla enfriar, se procede a las
otras operaciones que requiere todo pan, porque se ha observado que
tanto las papas frias, cuanto su pulpa enfriada, pierden del todo su tena-
cidad y ligoso, y por viva fuerza que se haga, ya no toma la consisten-
cia de masa viscosa. Las papas, cuya pulpa se destina para esto, deben
ser sanas. Las rojas son mas viscosas, y por consiguiente, se deben pre-
ferir para esto.
116 QOMEZ DE VIDAURIIE
Para la levadura que so hace de lo mismo, so tor
pulpado papas, y otro tanto de almidón, y se mezclan con cuatro onzas
de agua caliente. Esta mezcla, puesta en lugar caliente, al cabo de 43 ho-
ras, exhala un ligero olor de agrio; entonces se añade una nueva canti-
dad de almidón de pulpa y agua caliente, y vuelto al mismo temple, y
pasado otro tanto tiempo, se repite aun lo mismo, y pasadas otras i8
horas, en seis dias olla adquiere la cualidad necesaria para el pan y para
llamarse leoadura madre.
Se nota que la operación que acabo de decir, no tiene lugar en la con-
tinuación délos amasijos de este pan. Para estos, se pone aparte cada vez
que se haga una porción de masa, del mismo modo que hacen los pana-
deros y muchas personas particulares en el amasijo ordinario. De este
modo no es necesario agriar mas masa ni emplear seis dias en preparar
li levadura. Se deslié la noche antes la levadura madre, y allí se mez-
clan partes iguales de pulpa y almidón de papas en cantidad de la mitad
de la masa; de suerte que si se quiere hacer de ella cien libras, se prepa-
ran cincuenta libras de levadura. Guando so ha mezclado bien en la va-
sija, se tiene cuidado de cubrirla bien y de tenerla caliente hasta la ma-
ñana siguiente. La levadura preparada la noche antes, debe haberse
hinchado un poco, su superficie reventada en diferenleslugares, y exha-
lar un olor de agrio. En este estado está muy propia para el amasijo.
En este es esencialfsima la proporción de las partes o sustancias que
han de componer el pan. Esta pide que la levadura se halle por mitad a
la masa total, que esta la compongan, mitad de almidón, y mitad de pul-
pa, y un quinto de la masa total para el agua. Para manejar la masa, se
pone la levadura en el medio del almidón, rodeada depulpa.se deslié
esta levadura con la agua caliente, a la cual se añade sal, y cuando lodo
está confundido, se hace pasar a la masa las diferentes operaciones que
puedan aumentar su viscosidad y tenacidad, es deoir voltándola, volvién-
dola, puñándola, etc. En suma, como se hace el pan común. De este pan
se puede tener de diferentes consistencias, variando solamente la dosis
del agua. Cuanto a su temple, debe arrimarse al estado de hirviento. Es-
te fluido, llegado a un igual grado de calor, lejos de destruir, como en el
trigo, lo ligoso de la masa, concurre a su formación. Muchas veces se lle-
ga a un mismo fia por diferentes y opuestos caminos.
Cuando ella ha llegado a grado conveniente, se divide en tantos peda-
zos, a los cuales se da la figura que mas agrada, y sobre una tela bien
espolverizada de almidón, se colocan para impedir la aderencia de la
masa, que sin esta precaución sucedería, se le oubro con un paño moja-
do, se le deja en un lugar caliente, el espacio de seis horas, mas o menos,
según la estación. La fermentación que con esto se pretende, es reglada
por. la estación. Se nota sf que la fermentación de oslo pan, es dos veces
mas tarda que la del de trigo. So conoce que ella está en punto por algu-
nas señales exteriores, como la hinchazón, las pequeñas grietas, y
poco de elasticidad en su superficie.
Guando hayan pasado cuatro horas a que se ha puesto el pan a le
tarse, las dos últimas se emplean en calentar igualmente el horno, sol
lo que es necesario tener la precaución de no emplear sino poca 1-
HISTORIA DE CHILE.— LIB. III. — GAP. I 117
cada vez. Cuando habrá llegado a su punto, y el pan esté bien fermenta- •]
do, se pone en el horno, pero antes se debe humedecer la superficie de la
masa para que no se cueza ésta muy presto, no forme una cascara muy
gruesa y lo de dentro quede bien cocido. Al fin de una hora y media o
dos horas, el pan estará cocido perfectamente, y entonces se le sacará y
usará con él las mismas precauciones que se deben usar con el pan
común.
El mismo Parmentier, también ha hallado el modo de hacerpan oscuro,
de solo papas, para proveer al pueblo menudo. Ved aquí como dice se
ha de proceder. Se lavan y limpian las papas, se cortan en rebanadas
gruesas, las que se extienden después sobre un cedazo o sobre arneros
puestos encima de un horno de pan. En menos de 24 horas han perdido su
humedad supérílua; la superficie se enternece y se pone escabrosa: en
este punto las papas adquieren la aptitud para reducirse en harina, y se
procede a ello por medio de un almirez o de un molino; la harina que se
obtiene, al tacto, al calor y al olor, es como las harinas oscuras. Se toman
dos partes de esta harina, y una de la materia fibrosa o bagazo que quedó
del almidón y se mezclan juntas; se añade a esta mezcla un peso igual de
pulpa; la levadura de la misma materia entra allí por mitad. Se procede
después alas operaciones del amasijo, siguiendo el método de arriba.
Como esto no bastase para hacer ver toda su utilidad, se aplica a cal-
cular el precio del pan de papas en comparación de los otros, y deduce
ser éste mas ventajoso a la sociedad. Trae el cálculo siguiente para in-
formar al panadero de la cuantidad de papas que debe poner en obra
para obtener un oierto número de libras, tomando regla de una: almi-
dón, 9 onzas; pulpa, 9 onzas; agua, 4 onzas, de lo que resulta una masa
de una libra y seis onzas. Estas 22 onzas de masa, puestas al horno, eva-
poran durante la cocción 6 onzas; el pan después de frió pesa una libra.
El señor Vechiolini en su memoria presentada al Gobierno de Roma,
año mil setecientos ochenta y cuatro, observa el mismo método de Mr.
Parmentier, con muy corta diferencia; por lo que habiendo dado el de
aquel seria otra vez repetirlo. Solo noto de particular en esta memoria
dos cosas: primera, el modo que en segundo lugar propone de hacer ha-
rina de las papas puede servir para pan, que es hacer rebanadas sutiles
de ellas y secarlas al sol, y pasarlas por molino, de las que viene una
harina blanquísima, si se les ha quitado primero la cascara. Y cuando
esto no se pueda hacer por la estación, él propone el secarlas al fuego,
poniéndolas en una vasija de cobre, pero siempre volviéndolas. De esta
suerte, dice, viene una harina roja, pero muy gustosa. La segunda, es el
rapé que se hace de su hoja, cuando empieza a ponerse amarilla, diseca-
da al sol y al sereno y después pasada por una aguamanil, y puestas in-
mediatamente bajo de un peso grande para que fermenten. Dice que sale
un tabaco suave y de buen gusto.
No admiro tanto que el uso de las papas tan tarde se haya introducido
en la Europa, cuanto que el excelente grano quinua, aun no se haya adop-
tado en ella su uso. Este grano hallado en las partes de la América Me-
ridional, y su uso extendido en la Septentrional, no solo en los indios,
sino también en los españoles, hace una menestra sumamente gustosa y
\
113 GÓMEZ D£ YIDACRRE
es un a'imes-.o sanísimo. La planta que lo produce es un
quins/pwlio, que se levan '.a de ¡ierra CJi'.ro pié* -le alto; a i
aaa &'J= ramas, que brotan 'Je tolas partes, y ijue se eleva
las z, ;roüoo: sus hojas son gran ¡es. de lisura romboidal
un ver-Je .Tarea-J'j; sus flores, q ue son estanieñosas- vienei
Z'.s o racimos, los cwi'es se cargan de se tn i lias negras o
la especie, poco menores que eí hizo. <ie figura redolí -i a.
de! espira!, por lo que parecen lenticulares. La quinua t¡
por los indios dnhw. pro-luce sus hojas cenicientas. Esta
munrnen'.e se usa en cien es tras, la cua!, a! cocerse, se exti
de un pequeño gusano, ton la negra hacen aun los ind
muy es Ui macal y agradable a! paladar. Las hojas de ámfc
tiernas, las comen; son sanas y gustosas. Cultivanlas a m;
mo. sembrando las en primavera en un terreno Tuerte y b
chindólas en otoño; su producto es tan prodigioso, que gn
so pequenez le es comparable.
Kn sus campos, encontraron los españoles, que cul ti vabf
varias especies de judías o fréjoles, pero diferentes de los <
el nombre genérico degul. Se cuenta una de las derechas, lia
cudihuelo, y trece de las que se echan a tierra o que se t
es'as es de notar la que llaman pallares, phateolut pallar,
¡ias de cerca de una pulgada «le grandeza.su lisura es se
la parte que no pende de la vaina, todo él es blanco, a e
parte de su unión con la vaina, donde tiene una pinta ne,
muy sutil y su carne muy suave. Con to lo, no es del gu:
pa:a menestra, por inclinar al dulce, pero en éste agrada
lo primero prefieren a todas las especies, las que han lint
(Soles borrü/utlos, por lo aceitosos que el tos son. Estos son
grandeza de su género medianos, mitad blancos, mitad <
no, lo que les hizo dar el sobredicho nombre.
Cultivan también las calabazas, lantu las de flores Llano;
(lores amarillas. De la primera especie, que en su lengua
liiv-s guada, cultivan aun veintiséis especies o a lomé;
c instantes, algunas de las cuales dan frutos dulces y come
lo producen amargo. De estos últimos merece parlicul
gran calabaza de cidra, o como en este lleíno eomunineab
bazo, así llamado porque los indios usan hacer fermentar
su cidra. Son estos, de ordinario, de figura cónica, de m
que no pocos pasan de tres cuartas de alto, y de canacidaí
contienen mas de media arroba en medida de Castilla, de I
también de ellos en lugar de canastas, y para este objeto
cu ¡ármente a ángulos entrantes y salientes, a finque la l
estando dentados, se encajen el uno con el otro y cierren
Le. La especie mediana de estos mismos la cultivan par
i n esticos de platos, vasos de beber, etc., los pequeños par.
de ellos el pimiento molido.
No son menos las especies de la calabaza roja y bermeji
que entre ellos generalmente se nombra penca, y la tierr
HISTORIA DE CHILE. —LID. III.— CAP. I 119
cunda en darlas cspropositadamente grandes. Dos especies son las de
mas estimación, así entre los indios como entre los españoles, que desde
el principio han hecho un grande uso de ellas en sus mesas. La primera
es la común, que no se diferencia de las otras en otra cosa que en la
figura de su fruto, que es siempre circular, con algunas escabrosidades
en su superficie, y que está, como en los melones, señalando el corte
para formar de él rebanadas, pero mucho mas grandes que aquellos; sus
dos extremos, esto es, el de la flor, que queda en ella bien distinguido por
un círculo perfecto mas claro que todo el restante del color de su cor-
teza, y el del pezón, también señalado con la concavidad que éste deja
en él; son chatas, de modo que un fruto de estos, que tendrá de cir-
cunferencia mas de tres pies, no liega a tener de alto medio pié. Su
primera corteza, o por mejor decir, la piel de su corteza, es cenicienta y
muy sutil; la segunda algo mas gruesa que un canto de un peso duro,
tan dura, que, seca, resiste al cuchillo, y mas antes se quiebra que se
corta con éste; de color de una cascara de nuez y de la misma naturaleza
ósea: su carne amarilla, gruesa de tres o cuatro dedos, sólida, finamen-
te granada; así a lo mas interno hace algunos hilos, y es mas blanda,
mas jugosa, de los que nacen otros mas gruesos como en el melón,' entre
los que se halla su semilla; no tan denticular como en las otras especies
ya dichas, blanca y lisa. Cogida perfectamente madura, dura todo un
año en su primer grado de bondad. Es muy ordinario entre los habita-
dores de Chile hacer grandes cosechas de este fruto para poner de
él en varios manjares todo el año, o para comerlo solo en las brasas o
al horno, de cuyo modo es gustosísimo por su dulce. Es de lo mas sano
que puede darse a los niños mas tiernos, por su fácil digestión y a que
por su dulce agradabilísimo se entregan.
Las calabazas, pues, de Indias son otra monstruosidad, por la gran-
deza y vicio en que se crian, especialmente aquellas que son propias
de la tierra, que ellos llaman zapallo, cuya carne sirve para comer, es-
pecialmente la cuaresma, cocida o en menestra. Mil son las diferencias
de estas calabazas; algunas son tan disformes de grandeza que, dejándo-
las secar, hacen de su corteza, cortada por el medio y bien pulida, como
canastos, en los cuales meten todo lo necesario para una comida. De
las mas pequeñas hacen vasos para comer y beber, y los trabajan gra-
ciosamente para diversos usos. — P. Acosta, Historia Natural, Lib. 4,
cap. 19.
La segunda es la tetuda, o, como comunmente llaman, las ollitas. Este
nombre le da la figura de su fruto, porque él es siempre esférico y termi-
nado por una gran teta redonda. Son mucho menores que las otras, y
aunque su carne sea sólida y dulce al igual de las otras, y no menos se
conserva sana que aquellas todo el año: lo mas frecuente es comerlas
frescas o ya rellenas, o ya entre la carne, o ya en el pilco, que dejo dicho
en el maíz.
En las rocas del mar chileno crece bajo del agua una yerba que llaman
luche, cuyas hojas son bislungas, lisas y de un verde muy oscuro. Los
nacionales del país comían dicha yerba frita, o cocida, o con la carne, y
gustándola los españoles, se ha extendido entre ellos su uso, de tal
120 ÜOMEZ DE VIDA.URRE
suerte, que no solo se interna en el Reino, sino que
en tortas partes so recibe can aprecio. El gusto de
comiéndola con un cierto agrio, incita el apetito, pe
mer mucho de ella, particularmente si está cruda, c<
hacen de ella ensalada, porque agrava mucho el es
ella unos grandes panes, y duran mucho tiempo] sin >
componerse.
Nace también así otra planta que llaman cochay\
tronco medio amarillo, tierno y que recientemente i
rales comen crudo; éste se planta sobre las mism;
largas mas de seis pies, anchor cuatro o cinco pulgac
josas, cubiertas de una piel negra. Estas hojas, que p¡
cuero, tostadas primero al fuego sobre brasas, don
estruendo semejante a aquel de una escopeta, y des[
rias maneras, se comen como aquellas del luche, pri
dias de viernes. Algunos prefieren ésta a la otra, pe
estomacal. También se hace comercio de ella. No toi
ma bondad; es preciso ser práctico para no queda
hay algunas que siempre quedan duras.
Gomo esto no bastaria para hacer el comer de los
les ha puesto Dios en él otras plantas con que aliñar ;
dichas plantas alimentares. Tales son, la albahaca sil
sal, las pimientas, etc.; los pimientos o pimientas d
por callar otras. Este último que por si compone
(Madia sativa- Poligamia svperflua) es una planta
se saca un buen aceite de comer, y, a dicho del ]
lo probó en la Concepción, que era mucho mejor que
oliva de la Francia. Se conocen tres especies, délas
van, esto es, el madi negro y blanco, y una silvestre, <
de melosa, por lo pegajosa que es, y en el índico,
cultivado, sea blanco o negro, tiene su tronco peludc
mas de dos pies, y las hojas, alternativamente pues
cuatro pulgadas y media, ancho seis líneas, semeja
las del laurel rosa y del color verde claro. Sus flores
muchas dentro de un cáliz común, en el cual se cons
bolsa cuasi esférica; de ocho a diez líneas de diámetro
Estas son convexas de una banda, largas cuatro ■
una pielecilla sutil, blanquizca en la expecie blanoe
algo del pardo en la negra. Esta última es mas aprec
porque rinde mucho mas, y la blanca se da mas cor
güeros, porque no los engorda tanto como la otra,
por expresión, o por simple cocimiento; mojando uní
dad, la ponen en aguacalionte, la que a poco hace sul
y con cucharas lo van poco a poco recogiendo y ponk
Cada vez hacen aquella cantidad que han de consuir
ensaladas o aliños o algún guisado, porque dicen qu
cia, y así que solo puede servir para quemarlo. Yo airi
imperfecto que tienen de extraerlo y no a la cualidt
r\
HISTORIA DE CHILE.— LIB. III.— GAP. I 121
como cualquiera que sabe las atenciones que se requieren para hacer un
buen aceite de olivas, si se reflexiona este simple modo dicho, convendrá
en esto mismo conmigo.
Los pimientos, en lengua chilena thapes, y comunmente llamados agi,
son ya muy conocidos en la Europa. Baste decir que en Chile se cultivan
muchas de sus expecies, según que cada uno es mas parcial por una
que por otra expecie. Las mas de estas expecies son anuales; pero hay
una que dura por lo menos tres años. En Chile todos son picantes, y los
dulces llevados de fuera no tienen estimación alguna, ni aun para los
españoles nacidos en el Reino. No hay duda que a quien no está acos-
tumbrado a ellos, le sirven la primera vez de grande mortificación, por
el ardor grande que siente en los labias y paladar, pero, acostumbrado, a
poco tiempo, se desea por los buenos efectos que se prueban de ellos. Son
purgantes, digestivos y avivan el apetito.
La albahaca silvestre, o planta de la sal, que yo llamo así por la seme-
janza grande que tiene con la albahaca cultivada, a que se asemeja tanto,
que no se distingue sino en el tronco, que en ella es redondo y genicu-
lado, pero su olor y gusto no es de albahaca, mas antes de alguna yerba
marina. Esta planta, que nace en la primavera y dura hasta el principio
del invierno, se halla todas las mañanas cubierta de granos salinos duros
y resplandecientes a manera de rocío. Sacudiendo sus ramas recogen
los campesinos esta sal y se sirven de ella como sal común. Cada planta
rinde todos los dias cerca de media onza de esta sal. Yo Ja he gustado di-
versas veces y no he hallado diferencia alguna de la sal marina. El
fenómeno que presenta esta yerba al curioso, es muy difícil de explicar-
lo, porque el terreno donde comunmente nace y vegeta es el menos
salobre y fértil de todo el Reino, y está separado del mar mas de veinte
leguas, pues ello sucede en la provincia de Santiago hacia la cordillera;
finalmente, en las aguas que bañan el valle, nada se encuentra de salo-
bre. Los carneros que pastan en dicho valle adquieren una carne sabro-
sísima. Sin embargo, no se ve empeño de multiplicar esta planta, antes
bien, un sumo descuido, pues se deja totalmente a la naturaleza y tal
desapego a su producción, que a cualquiera es lícito ir a recoger su sin-
gular fruto.
Para que nada falte en sus mesas, le ofrece también plantas fructífe-
ras, con cuyos frutos desengrasan el paladar de sus habitantes. De estas
merecen particular consideración la que los españoles llaman allí fruti-
lla y en lengua del país quelgken. Esta es una verdadera fresa, pero algo
diferente de la europea, por lo menos la especie que allí cultivan; sus
hojas son peludas y carnudas, y sus frutos tan grandes, por lo ordinario
como una nuez común, y algunas veces como un huevo pequeño de
gallina. En lo demás son como las de Europa. Las que no se cultivan no
se diferencian en cosa alguna de las europeas cultivadas. Sus campos
están llenos de ellas y se puede decir que solo sirven de diversión de
muchachos, porque muy raras veces se presentan en las mesas de los
señores.
A mas de estas plantas alimentares que cultivan, dá el terreno de Chile
muchas otras, que ciertamente merecen ser cultivadas, como lo serian
■
i
ríe lo<
harii
ismo
I i coa
:ida e
rábaí
de penacho de que bit-
as y mezclan también
acar un color bellísimo
orleza, ella la Uñe de
i masa de que bao ile
si hubiese solo
jue usan los nal
lablar sino de
ramo de c o mere
II
PLANTAS MEDICINALES
Si Chile es tan liberal en proveer de alimentos a sus habitantes, él no
es menos benéfico en suministrar antídotos contra las enfermedades de
sus patriotas. De solo su reino vegetable, en la clase sola de las plantas,
están conocidas mas de doscientas medicinales, de las que yo registraré
aquí aquellas solo mas estimadas, y que hacen ya un ramo de comercio
activo de aquel Reino con los de afuera. Hay muchas que, porque la no-
ticia de sus excelentes propiedades está limitada, su uso está entre algu-
nos pocos españoles del Reino. No dejaré, por lo menos, de seguir de
ellas su catálogo, indicando a qué enfermedades se aplican. Del primer
orden son el cachanlahuen, la viravira, la retamilla, el paico y el quincha-
malí; del segundo, el guadalahuen, la pichoa, el clinchin, el guilno, el diuca-
lahuen, el sandilahuen, el corecore, el nilgüe.
VA cachanlahuen es planta tan propia de Chile que hasta el presente no
se ha hallado en otra parte. Los que la han creido mas universal, ha sido
porque la han confundido con la centaura menor, bajo cuyo género él es-
tá. Se distingue, pues, de ésta en su tronco, que es redondo, en sus ramas
que son opuestas dos a dos y que van cuasi horizontalmente en sus hojas,
que no tienen sino un nervio, y en otras diferencias menos visibles. Su
nombre significa una de sus virtudes, o el mal contra quien lo aplican;
conviene a saber, yerba contra el mal de puntada, contra el cual es prodi-
giosísimo. Esta planta es extremamente amarga; su infusión es un reme-
dio aperitivo y sudorífico, es purgante, fortifica el estómago, mata las
lombrices, destierra las tercianas, y modera el hervor de la sangre, y así
casi no hay enfermedad en que el cachanlahuen no se aplique. Este se dá
por todo el Reino, pero en mayor abundancia alo largo de sus costas. Se
cree también mas activo el que se da en las colinas, que el que se coge en
los valles. Sácase de él mucho para el Perú, y los navegantes para Euro-
pa hacen de él una buena provisión, como un preservativo muy eficaz del
escorbuto.
GÓMEZ DE VIDAUURE
remiro, especie de nafalio muy aromático,
snturaa intermitentes, en los resfriados y c
i de Lé hace sudar copiosamente, su bebida
le, sino todo lo contrario, por lo que no 1¡
res mas delicados. Las hojas de esta planta son de tal suerte pelu-
le parecen a la vista y al tacto cubiertas de algodón; sus flores son
s, flecudas, de color de oro, están puestas en número de tres o
en el remate de sus ramas; sus semillas se asemejan a aquellas de
iar. citrina. Ama los lugares montuosos y áridos, pues donde se le
itar mejor es en los montes pelados y en las barrancas peinadas.
Me nada de sus admirables virtudes por haber sido guardada seca
icho tiempo, como ni de su grato olor; lo que concurre para que
extraiga del Reino con la misma estimación que en él tiene, y se
iienten del mismo modo que en Chile sus prontos efectos.
lamilla, llamada asf por los españoles porque creyeron hallarle al-
emejanza con el relamo, y por los del pa(s na n cu lakucn, esto es,
nedicinal del águila, porque, por ventura han notado que esta ave
e de ella en sus indisposiciones; es como un suplemento de la í' ¡ra-
ra los que creen esta última mas eficaz, y para con otros, que son
:s, es preferida a esa otra, aunque no sea de tan agradable gusto
a viravira en los constipados y resfriados. Nace esta planta de or-
en las faldas de las colinas y de los montes; su raíz es vivaz y
rga, hace muchas ramas con hojas alternas y recortadas y peque-
verde oscuro, de cuyo color es su tronco; sus flores son amarillas,
o pétalos, puestos de dos en dos sobre un piececillo común; de su
se forma un ramo o botón cerrado membranoso, de figura pentá-
n el que se contienen muchas semillas pequeñas,
ico, bajo cuyo nombre chileno, hoy dia tratan en sus escritos los
s, es llamado por algunos té de tercera especie, pero él no es de
ñero, sino del de la erniar>a, a la cual es muy semejante. Produce
sta muchos troncos extendidos por tierra y vestidos de pequeñas
vales, pero cortadas todas en contorno de su giro, a manera de
y unidas a las ramas sin pié o solas; sus flores son estambres y
¡mas, como también sus semillas, las que se hallan encerradas
de un vaso esférico. Toda la planta es de un color verde pálido, y
í un olor fuerte poco grato al olfato; su decocción es eficaz contra
es del estómago y las indigestiones y ayuda mucho en la pleure-
la esta planta los lugares bajos y húmedos, como no lo sean de-
amente.
inchamali lorma por si solo un nuevo género en el reino vegeta-
re esta planta con muchos troncos, altos nueve pulgadas, con ho-
rnos semejantes a las de la linaria aureatragi y con flores amari-
forma de tubo, divididas en cinco partes, de figura oval como
s del jazmín, y dispuestas en espigas a modo de quitasol en la:
idades de sus ramas; sus semillas negras lenticulares vienen ei
) esférico de tres divisiones. Aplican dicha yerba a los que h.
o algún gran golpe de alguna caida de caballo, o accidente sem-
en suma, siempre que pueden temer de algún mal interno se 1
HISTORIA DE CHILE.— LIB. III.— -CAP. II 125
obliga a beber el jugo del quinchamalí sacado por expresión o pordecoc-
cion, el cual, como lo enseñan repelidas experiencias, es eficacísimo
para disolver y hacer expeler la sangre -machucada o extravasada y tam-
bién para cerrar las heridas internas.
Guando esta no ha bastado o no ha hecho el deseado efecto, que será,
cosa muy rara, o por mejor decir, cuando no se usó a tiempo, que pu-
diese impedir que la herida o contusión formase alguna postema inter-
na, lo que se pueda inferir por algunos indicantes de ella, recurren a la
otra -conocida yerba guadalahuen, llamada por los españoles yerba de
San Juan. Se encuentra en los mismos lugares que el quinchamalí. Esta
yerba es muy pequeña: sus hojas son cubiertas de una especie de lana
blanquizca, y su ílor es grande y blanca, de solas cuatro hojas, cada una
separada de la otra, hasta dentro del cáliz, que las contiene a todas. En
medio del fondo de éste sale el pistilo, o una prominencia de figura có-
nica, donde se forman dos semillas negras. Con esta planta se han expe-
rimentado efectos maravillosos, que seria cosa larguísima referir. Pocos
años ha que se conoce con esta sorprendente virtud, porque los indios
poseedores de las virtudes de infinitos vegetables, tenían aun en profun-
do secreto el de dicha yerba, como el de muchas otras. Un acto de reco-
nocencia y de compasión hizo en ellos descubrir este secreto. Cógen-
se dos o tres plantas de esta yerba, y lavadas sus raices, se ponen en
una olla a hervir en agua, con dos o tres puños de sal; cuando la agua
ha bajado dos tercios, se da al enfermo un vaso regular de la decocción,
o fria, o. un poco tibia. Cosa maravillosa, jamas ha dejado de obrar su
efecto, y con tanta prontitud, que no ha pasado un cuarto de hora que
no haya desprendido, aunque con grandes dolores, la postema, y preci-
pitádola por el curso. Sigúesele dando por algunos diasde la dicha de-
cocción para cicatrizar la herida, e impedir que se forme otra de nuevo.
Siendo ya conocida por algunos españoles, se puede esperar que su
apreciable virtud haga que ella sea también uno de los ramos de comer-
cio activo de aquel Reino, con los otros de la América y de la Europa, y
aun de todo el mundo.
Lo mismo se puede esperar de una planta parásita, que llaman argve-
nita, porque se le ha hallado que su raíz es un poderoso antídoto contra
el mal de piedra: tomada su decocción, rompe la piedra hasta reducirla a
arenas, con lo que se facilita su expulsión. Es cosa que, probada en Chile,
se ha verificado este mismo efecto, en una persona respetable de Bolo-
nia, la que después de haber pasado una vez por mano de los cirujanos,
volviéndose a sentir aquejada del mismo mal, y no permitiendo su avan-
zada edad, volver ala dolorosa y peligrosa operación, con dicha decoc-
ción goza hoy dia de alivio grande en esta especie de enfermedad.
La pichoa, el chiucfüu, el guüino> excelentes purgantes; el diuca-láhuen
uno de los mejores vulnerarios; el sandialahuen, remedio instantáneo
para expeler los humores; el corecore, útilísimo en los dolores de dien-
tes; y el nelhue> muy bueno para purificar la sangre, lo ha difusamente
descrito el señor Fpuillée, y aun hadado por tablas perfectísimamente
su figura, lo que me da ocasión de dispensarme de entrar en su des-
cripción.
r*
III
PLANTAS NOCIVAS
En medio de tantas plantas medicinales, como llevo dichas, y muchas
otras útilísimas, se encuentran algunas nocivas, y aun venenosas. No son
en la realidad muchas las que se conocen, pero esto puede provenir, por
lo que dejo insinuado, del temor tan grande que tienen los indios que se
sospeche de ellos que poseen este secreto, porque ciertamente a él se le
atribuirían todas las muertes que naturalmente suceden entre los su-
yos. No se puede negar que en Chile haya entre las plantas algunas
muy nocivas, y también venenosas. Y ya he puesto en esta clase la raiz,
totalmente parecida a un rábano, de una planta acuática, la que un acci-
dente, como el que llevo referido, ha hecho se conozca su virtud mor-
tífera.
Es también conocida en Chile por nociva y muy perniciosa, la que
allí llaman m,etonímicamente yerbaloca, porque cuando los animales, y
particularmente los caballos, comen de ella, vienen furiosos como los
locos. No se sabe si en los racionales produzca semejante efecto. Esta
planta, que, según el señor don Juan Ignacio Molina, forma un nuevo
género, produce los troncos angulares, altos un pié y medio, con hojas
opuestas, en forma de lamas, enteras, carnosas, de color ceniciento, lar-
gas una pulgada, y unidas a las ramas sin piececillo. En la extremidad
de las ramas lleva sus flores de rosa, compuestas de cinco pequeños pé-
talos de color amarillo, y sostenidas por un cáliz dividido en cinco par-
tes; en el pistilo se forma ¡un vaso compartido en cuatro divisiones o
cajoncitos, que contienen las semillas negras, de íigura de] riñon. Aunque
los labradores procuren con todo empeño el aniquilar esta especie, se
la ve reproducir continuamente. El único remedio para sanar los caba-
llos que han comido de ella, es calentarlos corriendo, para que por me-
dio de un sudor grande venga a disiparse la malignidad de aquel jugo;
de otra suerte hay grave peligro de perder la bestia.
128 GÓMEZ DE V1DAURRE
No es tan perniciosa la que llaman también mekmfmk
de.ra, porque el mal que causa al animal, es pasagero, ;
superable sin aplicación de remedio alguno. Esta planta
los lugares húmedos y pantanosos, extiende por tierra
mas, de cuyas junturas, naciendo nuevas rafees, hacen
mucho terreno- Sus troncos son tiernos y muy jugosos,
pálido; sus hojas opuestas y sustentadas de un pié muy
redondas, muy carnudas y lisas, de un color verde muy
al azul. Hay grave fundamento para creer que su raíz se
en toda estación se le encuentra. Esta planta, si la cotm
causa un temblor grande en todos sus miembros, de r
tiempo de este es incapaz de servicio. Suele durarles uno
La bestia ama en este tiempo el reposo, y este parece s>
remedio.
A este orden yo reduzco una cierta planta, cuya virtuí
Jo que se puede abusar de ella, y útilísima, si solo se uso
sociedad, me ha sido atestiguada por dos sujetos, que
sacerdotal, que por su virtud comprobada en muchas oes
su doctrina eran singulares, y, en suma, que por todns su
no me dan lugar a discutir, ni aun dudar de la verdad d
Por esta yo sé que hay en los campos de Chile una yei
el hierro de modo que puede manejarse con las manos d
que la cera. ¿Qué ventajas no resultarían a la sociedad y
a los chilenos, que tienen esta planta, si ella se hubiese
bien del público? pero como muchas veces se usaría en
del primero de quien se tuvo esta noticia, lo habia hecln
rías cerraduras para robar, es necesario dejarla sepulta
tuo olvido. Y aunque quisiera describirla no lo podría h
sujetos no ine han dado ni el mas mínimo indicio con qu
conocerla, pero ni aun congelurarla. Puede ser que a!g
por esta noticia, diciendo que ella puede mover el ánin
verso a recorrer las yerbas de Chile hasta encontrar con
añado para mí justificación, que no basta la yerba para
sí no se le da una cierta preparación, la que, no sabiénd*
estar ésta sepultada con los que la sabían, se hace mas i
imposible usar en bien o en mal la tai yerba.
IV
PLANTAS QUE SIRVEN A LAS ARTES
Sin este peligro, esto es, de abusar de ellas, tienen los chilenos en sus
campos muchas otras que sirven a las artes. Cuando entraron los espa-
ñoles, hallaron a sus naturales vestidos y sus ropas de diversos colores;
lo que, no teniendo ellos comercio alguno con otra nación, es preciso to-
do fuese propio de su país. En efecto, los indios, sin concurso de drogas
forasteras, y de ellos han aprendido los españoles, con el jugo de sus
plantas, dan toda suerte de colores, los mas de ellos tan durables que se
acaban con Ja cosa, sobre que se han dado, tan vivos, que no he visto en
su línea mejores en la Europa. Yo recorreré los mas usados, poniendo
en cada uno las plantas de que se valen para ellos; pero antes de ello yo
noto que ninguna de estas plantas se cultiva, sino que queriendo dar al-
guno de dichos colores o a sus lanas, o a sus plumas, salen al campo y
cojen las que les hacen al caso.
El color azul, que entre estos indios tiene la preferencia, lo sacan de
una planta por medio del cocimiento. Yo malicio sea una especie de gua-
do, y si ella es de otro género o especie, se deberá decir que son ya mas
de tres los vegetables que dan este color. No tengo la suficiente noticia
de los distintivos de esta planta para describirla, porque ella solo tiene
uso entre los indios internados en las provincias australes, a donde con
dificultad les llega el añil; y los españoles, viniéndoles éste del Perú, se
han descuidado de esta yerba. Por ventura, la mayor facilidad con que lo
dan con el añil, o el menor embarazo, ha hecho a ambas naciones el aban-
donar éste. Por otra parte, me maravilla que, costándoles tan caro el
dicho añil, y viniendo la tela o hilo teñido con él con un olor tan desagra-
dable y duradero, no se hayan aplicado (los españoles) a esta otra planta.
Puede ser que en ella hallen otros mayores inconvenientes, los cuales no
9
130 GÓMEZ DE viDAunns
d. ido que vencería la industria y la ciencia de esta arle,
por los chilenos como se debe; y he aquí un nuevo ramo t
tívo, que podrían entablar, o a lo menos un renglón con que mi^cun m
extracción del dinero, que hacen de él las otras provincias de América
cun el añil.
Tiñen de rojo sus lanas con el extracto de la raíz de la planta llamada
por ellos relbun, que es una especie de rubio que crece en los lugares
areno-tos, a la sombra de los matorrales- E.sla planta produce los troncos
cuasi redondos, con las hojas ovales, puntiagudas, blanquizcas y puestas
cuatro a cuatro, largo el tronco; sus flores son monopélalas, divididas en
cuatro parles, de color blanco; suceden a éstas unas varias hojas ovales
que se locan en el medio, como las de la rubia europea. Su raíz, que es
roja como laazala de Esmirna, se profunda mucho en ¡ierra y brota una
infinidad de fibras. El color bellísimo, vivo y durable que da esta raíz,
cuando en Chile se despierte el espíritu de comercio y se amen las arles,
hará que la cultiven y que perfeccionen su virtu I con el beneficio, con el
que, por ventura, llegará al mismo grado de estimación que tiene laazala
de Esmirna, pues no obstante que ella está al nalural y silvestre, que se
coje en todo tiempo, que uo se atiende a su edad y que ella se usa fresco,
no obstante, digo, ella da una tinta nada inferior.
El amarillo lo dan, o ya con la decocción de una especie de eupatoria o
con la planta que llaman poquel. La primera, que lleva el nombre de
contra-yerba para con los españoles, tiene el Ironco alto dos pies, de co-
lor morado, y do Irecho a trecho nudoso; de eslos nudos despuntan, de
dos en dos, las hojas opuestas; éstas son largas tres o cuatro pulgadas,
estrechas y dentadas, y de un verde claro. Las ramas, que salen de sus
junturas, llevan flores amarillas flecudas, semejantes a los de la eupato-
ria: en el centro de estos flores se halla siempre un pequeño gusano re-
jo. El poquel tiene las hojas un poco largas, estrechas y poco diferentes
de la linaria, hace Ires o cuatro troncos, altos cerca de dos pies, rayados
y coronarlos de una flor compuesta, esférica, amarilla. Estos troncos so-
los dan un bello color verde.
El negro le dan con la raíz vivaz de la planta que llaman, en lengua
del país, corrompida, pangue, que debía de sevpanque. Esla planta es por
ventura una de las mas útiles a las artes que produzca Chile. Algunos
la lian llamado bardana, confundiéndola con esta otra planta, por la
semejanza con ella en sus hojas, pero su fructificación y sus caractere
son de tal suerte diversos, que no solo es diversa especie, sino que ella
según el sentir del señor Molina, compone un- género nuevo entre lo
vegetables. La raíz de esta planta es larga, tan gruesa que, por lo mé
nos, su diámetro es de cuatro pulgadas; ella por de fuera es negra y ju
gosa y blanca por dentro. Sus hojas, que sobresalen del terreno, plañía
das sobre largos pies o colas, de cerca de tres cuartas, sonde forma di
abanico abierto y recortadas en diversas partes y muy profundamenl
ásperas y rugosas, todas ellas llenas de nervios que se enlazan unos coi
otros, de color verde claro por arriba y algo ceniciento o blanquizc
por abajo, y son tan grandes que llegan a tener tres pies de diámetrr
Son la diversión de los muchachos, sirviéndose de ellas como de quiU
HISTORIA DE CHILE.— LIB. III.— GAP. IV 131
sol. En medio de estas hojas radicales se alza un solo tronco, de alto
hasta cinco pies, grueso como el hrazo de un hombre regular, de corte-
za escabrosa, hiluda y sin hojas, fuera que en la cima, donde echa fuera
tres o cuatro muy pequeñas, respecto de las radicales, se corona con
un gran racimo cónico, donde se ven las flores y se encuentran las se-
millas. Las flores, que tienen del blanco y del rojo, son monopétalas, de
figura do campana, y producen una semilla redonda, de color algo ver-
de, dentro de un vaso de la misma figura. Ama esta planta de tal suerte
la humedad, que no se le ve vegetar smo en los lugares pantanosos y de
percmneagua. Como ésta no llegue a faltar, ella se multiplica al infinito.
Y así debia ser, para que ya no hubiesen en Chile aniquilado su especie
por el gran consumo que hacen de su raíz en las tenerías y otros usos.
Esta raíz, cogida a tiempo, hecha rebanadas y secadas al sol, y después
majadas, se emplea ventajosamente en blanquear las pieles curtidas, a
lasque también le comunica una suavidad o pastosidad grande. Estando
fresca y hecha hervir en pedazos, con la ayuda de una tierra negra, dá un
color negro a la lana, indeleble, a la que también se lo dan con solo el
jugo, pero no es tan bello. Este mismo jugo conservado por algún tiem-
po, sirve para escribir, y porque con el tiempo se pone perfectamente
negro, sin perder su virtud, que lo hace indeleble. La pulpa de los pies
de las hojas, que es blanca, tierna y jugosa, refrescante y de un gusto
ácido muy grato, la comen con gnsto aun los españoles en tiempo de
calor. Esta pulpa tiene ciertos hilos flexibles que dan alguna molestia,
y comunican al paladar un gusto astringente, que tiene algo de amargo,
si se rompen con los dientes. No sucede esto con otra especie de pangue,
que llaman dinacho, el cual es delicadísimo al paladar, el que se di-
suelve todo en un jugo dulce con un poco de ácido. Yo atribuyo esto
mas al modo con que se dá esta planta, que a la diversidad de la especie
de la otra, porque el dinacho solo se coge en los lugares húmedos y areno-
sos, donde sus pies están siempre enterrados hasta el nacimiento de sus
hojas, y así se blanquean como los cardos enterrados, las escarolas, el
apio y otras verduras, y toman aquellos delicados que he dicho y se dis-
tinguen entre las sobredichas verduras.
El color morado lo dan con las vainas de diversas plantas, y con una
planta que llaman culli, que es del grueso de las aleluyas, muy parecido
al caputvcneris de los boticarios. Esta planta, mojada y reducida a panes,
se guarda para dicha tinta. Es un específico contra las fiebres ardientes.
Se bebe la agua en que ha estado en infusión y es muy grata al pa-
ladar.
Es célebre entre los chilenos la planta que lleva la flor que ellos lla-
man flor de la mistela, la cual, formando un género nuevo, hasta el señor
Molina desconocido a los naturalistas, el que la ha hecho conocer. Con
mas razón creo deber intitularla Molinea y no Sassia, como por amistad
con un Sasi, la ha llamado el sobredicho señor Molina. Esta pequeña
planta, que a las primeras aguas de otoño viene fuera de la tierra, es
semejante al aseiro en las hojas, produce tres o cuatro florecillas cua-
dripétalas de un bellísimo color purpúreo; toman esta flor los misteleros,
y puesta en aguardiente, apenas que ha sido puesta en infusión, comien-
132
GÓMEZ DE VIDAL-RRE
za a despedir una infinidad de partes colóranles que. es
Lodo el ¡¡cor, en brevísimo tiempo lo tiñe perfectamente
color de púrpura, sia comunicarle mal gusto alguno. S*
de ella los torneadores, carpinteros y embutidores, para
mente sus trabajos. No se hace otro uso, aun cuando
por esto, parece que incita la in lustria a otras mas noble
Yo estoy persuadido qne mediaste algunas preparacio
bjiria al tinte de las lanas, algodón o seda, porque su ji
le exprimido, comunica a estas cosas un bello color qu<
quita.
I
te
§
PASTOS
La multitud de plantas que llevo descriptas, bastaba ciertamente pa-
ra colocar el Reino de Chile en laclase de los países fértiles, cuyo obge-
to voy demostrando; pero como esto no explique aun toda su fecundi-
dad, me es forzoso llegue aun a decir algo de las yerbas que sirven de
alimento a las bestias. En esta clase, a la verdad, estoy firmemente per-
suadido que no hay país en el orbe que le aventage, ni en la multitud
de especies, ni en la vegetación de ellas. Entre estas yerbas y pastos
que naturalmente produce Chile hay tantas de las que se ven por los
campos de Europa, que difícilmente discurriendo algún trecho de su
terreno, no se encuentren en él. Mayor maravilla es que aquellas que
se cultivan en las huertas de Europa, como los nabos, altramuses, alver-
jas, tomates, pimientas, mostaza, apio, hinojo, cardo y otras muchas
que se hallan silvestres en Chile, y se hacen ver en tan bello aspecto de
vegetación, que mas parecen cultivadas que silvestres, o por decirlo
mas claro, estas mismas silvestres, con el mismo aspecto que las culti-
vadas en Europa. De todos cuanto han viajado por la campiña de Chile
y escrito sobre él, podría traer su dicho en apoyo de esta verdad. Solo
pido que el que dudare de esto, lea al señor Frezier, en el tomo primero
de su viage, página 155, y al señor ülloa, en diversas partes de su obra,
particularmente al tomo tercero. El patriotismo no da lugar en esto, se-
ñores, para sospechar de la sinceridad de sus deposiciones, tan hono-
ríficas para Chile en este punto.
Fuera de estas, produce un gran número de otras plantas de especies
particulares, algunas de las cuales son comunes en toda su extensión y
otras que son peculiares, o a las provincias boreales o a las australes, o
a la costa, o a la parte mediterránea o a la andina. Muchas de estas pro-
ducen flores que hacen los campos del reino en tiempo de primavera un
amenísimo jardín, recreando por todas partes la vista obgetos bellísi-
(34 OOMEZ DE VfDAL-RRE
mos, y el olfato delicadísimos olores. Ciertamente i
merecían por esto el cultivo, pero aquellos nación:
hombres, cultivan con mas gusto las forasteras qi
todo, unou otro, inducido de una industriosa curiosii
a su jardín varías de estas llores silvestres, con las i
sen a lo menos las mas bellas, yo hallo que todo e
un jardin fiori'lo, porque hay plañías en Chile unas c
marera, otras en verano, otras en otoño, otras en inv
que florecen en todas estas estaciones.
Las bestias de toda especie hallan en estas yerbas
tancioso muy propio a conservarlos, no solamente sanos, sino lozanos y
vigorosos y aptísimas a hacer sus carnes de un gusto exquisito. Esto;
pastos allí son perennes sin que en estación alguna se experimente 1í
escasez de ellos, y porque las producciones naturales de dicho terrent
se suceden mutuamente, do modo que cuando unas acaban, entran otras
a cubrir el mismo terreno; por lo que para el alimento de las mucha;
bestias que crian y engordan en sus campos, no es preciso hacer prado;
artificíales, con que proveer el nutrimento, ni aun de los caballos y mu-
Ir.s que se tienen en las ciudades, porque ésto's los alimentan o con I:
cebada en yerba todo el invierno y parte de la primavera, o con su grane
seco y cuando mas con la alfalfa que nace naturalmente y sin haberte
procurado, en las viñas. Esta abunda mucho en los prados, valles y de
hesas y mucho mas el trifolio o trébol llamado por los indios gualputa
riel que se cuentan diez o doce especies; la mostaza, de que gustan mu
cho las vacas, tos cardos, que se extienden por lo largo de las costas, ¡
una especie de peine de Venus, llamada vulgarmente alfilerillo, y ei
lengua del país laú¡ui-la/iuen, por el que todos los animales son avidf
s irnos.
Esta planta que el señor Molina llama tcandíx chilensü se distinguí
de su análoga europea por su olor aromático, por sus troncos no rayado:
y por sus hojas notablemente grandes, las cuales, bien que sean en for
madeala, como las del peyne de Venus, tienen las hoj illas enteras y car
nudas: su fructificación en nada es diferente.
Los llanos, los valles, las dehesas, las colinas y las eminencias de lo:
montes so ven todas cubiertas de estas plantas, en no pocas parles s<
alzan hasta cubrir los carneros, y en principios delverano no se pued.
correr a caballo por muchos de sus prados sin peligro grave de precipi
tarse, porque enredándose en lo alto de la yerba los pies del animal, e:
casi segura la caída de este. Si no fuese esto así, no podría el rein'
sustentar tanto animal, como él alimenta y veremos en su reino animal
CN^G^O?** 5
VI
PLANTAS EXTRANGERAS
Con todo que esto hace ver una grande fertilidad en Chile, yo hallo que
esta se ve mas en las plantas extrangeras. Los españoles con su venida
lo han probado y experimentado a lo que llega la fertilidad del terreno
de Chile, y trayendo consigo las legumbres europeas, las menestras, los
granos, el cáñamo, lino, melones, sandías, pepinos, rábanos. Es poco decir
que todas estas plantas se nacen, crecen y vegetan en Chile, como si fue-
ran cultivadas en sus paises, porque si se nota alguna variedad o en la
sazón o en la grandeza o cualquiera otra cualidad, es para hacerlas supe-
riores, como repetidas veces lo atestiguan Frezier, Feuillée, don Anto-
nio de Ulloa y cuantos que escriben de Chile, habiendo estado en él.
Algunos han llegado a decir que las semillas de Europa se han mejorado
en Chile.
Lo que yo puedo decir es que el lino allí crece al alto de una vara,
perfectamente madura su semilla, y esta, con ser tan expuesta a dege-
nerar, allí, sin haberla mudado de laque se llevó a los principios, produ-
ce del mismo modo, sin que se conozca degradación alguna; que el
cáñamo se dá tan excelente, que las naves europeas hacen una buena
provisión de sus cuerdas al volver a la España. Mucho mejor él seria, si
lo cosechasen a su debido tiempo y no lo dejasen endurecerse tanto, y
mucho mas útil traería al reino, si tanto como cogen de él, no lo em-
pleasen todo en solo jarcia, sino también en telas para la provisión
de la gente del país, con lo que la mucha parte de ella que lleva cubier-
tas sus carnes con lana, no sentiría tanto la incomodidad que esta causa
en el verano, y los que visten de lienzo, lo podrian hacer sin costarles
tanto una camisa.
En el punto de sandías, pepinos, melones, rábanos, coles, repollos, le-
chugas, se han visto tales monstruosidades, que, solo viéndolas, se hacen
creíbles. Yo no citaré ninguna de éstas, porque sé bien que una cosa
^
130 OOMEZ DE V1DAURRK
extraordinaria no califica un país, sino lo que mas ce
en él. En Chile, pues, las sandias son ordinariamenl
una basta para saciara cuatro personas, tan dulces
jugo de una, evaporándolo al fuego, hacen una pon
hombre solo no se la puede acabar. Los melones, de r
chas especies, mas de un pié de grandes, suaves y de un gusto muy ueu-
cado; los pepinos, a esta proporción; los rábanos y nabos de Europa, a
proporción, hacen ver mas esta fecundidad, porque los de la especie
Influía de estas raices, son allá como las de la media, y las de esta, como
las de la superior de Europa. Finalmente, las lechugas, coles y repollos,
no ceden a ninguna de las dichas en corresponder a los sudores del hor-
telano del mismo modo.
Las menestras de lentejas, garbanzos, alverjas se cosechan en tanta
abundancia, que, consumiéndose muchas en lo interior del Reino, tiene
para sacar a Lima y puertos intermedios el importe de mas de doce mil
duros y para proveer a todos los navios que vuelven a Europa. Mucho
mayor seria esta suma si tuviese mas partes y mayor populación a donde
llevar lo que le sobra de estos granos preciosos.
Lo mismo le sucede con la cebada, con serque de ella se consume tan-
to en alimentar las bestias de caballería, que ella es su sustento ordina-
rio. Esta en Chile fruta tanto que se puede decir que no se juzga por
buena cosecha de este grano si no ha pasado su frutado el doscientos por
uno. Entre los españoles no tiene uso alguno sino es cuando ta recetan
los médicos para alguna enfermedad.
Del trigo, ya yo he dicho to que él fruta. Ahora solo añado que la espe-
cie que por la mayor parte se cultiva en este pats es la que los naturalis-
tas llaman mutica, porque ella es sin barbas, la oual, ciertamente, no es
la mas fecunda, aunque en otras cualidades merezca ser preferida a las
Otras.
Finalmente, ninguna de estas cosas, a mi modo de entender, hace ver
tanto la fertilidad, cuanto el ver que en una pequeña parte de 61 prospe-
ren también las plantas de los trópicos, como la caña de azúcar, las bala-
tas dulces, el algodón blanco y hasta el siam, la jalapa, el mechonean y
otras menos considerables. Si como de éstas han probado y han hallado
que vegetan muy bien, yo estoy persuadido que otras útilísimas como el
añil, si se pusiesen, corresponderían al par de las otras. En suma, no se
ha probado produeccion alguna natural que el terreno de este Reino no
la haya abrazado y alimentado con sobrada abundancia para su vegeta-
ción. Como no sé que esto se pueda decir de otro país, no sé que se me
pueda traer ejemplo alguno que prnebe lo contrario. Es verdad que no
hay muchas de estas producciones, ni las que hay son abundantes, pero
esto es porque no las han procurado traer, ni las traídas, las multiplican,
como era necesario para decir que hay de ellas en abundanoia.
— MM-
VII
JUNCOS, CAÑAS Y YEDRAS
En la clase de cañas y yedras no es Chile tan rico por ventura, como
otros países de la América, pero él tiene lo bastante para que se diga del,
que no está destituido de estas cosas. Yo rejistraré aquí solo aquellas de
que se percibe alguna utilidad o que se aprovechan en algún modo. Entre
los juncos, es notable uno redondo y alto cerca de cuatro pies, con solas
tres hojas muy largas y en forma de espada que despuntan en su extre-
midad; en medio de dichas hojas se ven cuatro espigas, o, por mejor decir,
penachos, donde se halla la flor y la semilla de la planta. Los campesi-
nos se sirven algunas veces del interno de este junco, que es esponjoso,
para los pabilos de sus velas, que arden muy bien y dan una luz muy
clara, y casi nada hacen de humo, pero al menor*' golpe se rompen.
Comercian los peguenches en las ferias que anualmente hacen en las
provincias españolas, con unas bellas cestas, hechas, por cuanto se dice,
con una especie de junqp que crece en los valles que ellos habitan de la
cordillera.
Entre las cañas propias es remarcable la caña sólida chilena, de la que
hay varias especies, con los distintivos genéricos de caña, bajo el nombre
general de coliu, en índico, y en español, decañabrava; todas ellas tienen
la corteza lisa, durísima, de color amarillo, blanquizca; interiormente, de
una sustancia algo mas sólida que el corcho, que es sostenida de unas
hilas fuertes; sus hojas son estrechas, largas una media vara y muy ás-
peras, por lo común no crecen sino sobre las ramas en que se divide, ha-
cia la punta, naciendo de las junturas que forman sus nudos. Usan de
estas cañas los habitantes en diversos usos, según la diversidad de la
especie. La que llaman rugi> en lengua del país, la emplean en haeer
jaulas de pájaros, cercas de sembrados, y en cubrir los techos de las ca-
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\**c *h. y * .". <> ^at^.a ónz*ví,i5. Na^e e-'a planta en los lugares
\r,'! *,*''A j :/*':.*A'a« 7 crrce arrima' la a los árboles, subiendo Insta lo
ua% '+,*/> te *,./*. r/,'7s, aacen iaá ye«1ras. pero sin atacarse a ellos como
*va»,: A , .ar.^', r*A ».*/*.!'„ a. i.', bají perpendicul ármente, si no encuentra
ir.?'* k?"„',. o ?*'ca por -i o ni* subir, y repitiendo esto tantas veces qur
t'>?f(A ■/.".* ít.^rVt i^,r/.;*ion de cuerdas, que en algún modo representa lí.
r/,u* .*. (,u te *. w % a:* :a?h uno poco práctico de la marina, de la arbola-
dura 4* an ííav;^ A'^que vuelva a tocar en tierra, no vuelve a ectu •
HISTORIA DE CHILE.— LIB. III. -GAP. VII 139
raices. Las hojas son del todo semejantes a las que he dicho del copiu.
Sus flores son leguminosas, de color rojo; de estas viene el fruto, que es
una vaina gruesa, como el pulgar, y largo, seis o siete dedos; la cual
encierra una pulpa blanquizca, mantecosa, agradable al paladar de mu-
chos. Dentro de dicha pulpa se encuentran cinco o seis semillas muy se-
mejantes a las del algodón. Créese este fruto muy cálido, y algunos estó-
magos no lo pueden retener, y, teniéndolo, les causa un dolor fuerte de
cabeza. Los mas lo comen con gusto y no sienten novedad alguna. Guan-
do los campesimos han de hacer alguna cerca, van a los bosques y se
proveen con ellos de las cuerdas necesarias para ligar los leños unos
con otros. Sacan de ciento y de doscientas brazas el uno. Para hacerlo
mas flexible, lo tuestan ligeramente al fuego antes de ponerlo en obra. Al-
gunos han tentado de hacer de ellos cables, y aunque no tienen tanta
resistencia como los que se hacen de cáñamo, con todo, suplen bastante
bien su falta, y parece que duran mas en la agua que aquellos otros. En
Chiloé nace otra especie de estas plantas, que llaman pepoi, con la cual
aquellos isleños hacen, no solo las cuerdas de sus embarcaciones, sino
también que cosen entre sí las tablas que las componen.
*
i
mmmammmmam^mmmim»mm^^m^^amm^^mmt^m^m^^m m ém^m^mmammm^mmm'»m'>^^mammma^ma^matm^^mmmm»m^mmmm»^m^mmmlmmmmtmmmtm
VIII
MATÚBHALB8
El Reino de Chile es copiosísimo de matorrales, entre los cuales hay
algunos muy deliciosos por su fruto, otros muy apreciables por sus be-
néficas cualidades, otros muy proficuos por la ayuda que dan a las artes.
Los mas notables, en cada una de estas clases, haré yo pasar bajo los ojos
de mi lector.
Délos de fruto, basta el que llaman los indios uní, y los españoles
murtilla, porque da un fruto verdaderamente de los mas deliciosos que
puede gustar el paladar. Este matorral es del género de los mirtos, de
que se cuentan en Chile siete especies. Este vegetable se alza tres o cua-
tro pies, con las ramas opuestas, dos a dos: sus hojas también opuestas,
son semejantes a aquellas del mirto de toronto; sus flores son blancas,
en su cáliz se forma el fruto, el cual en el color y la figura externa es una
granada pequeña, su grandeza como de un garbanzo ordinario: es tan
aromático, que se percibe su olor en distancia de muchos pasos, y dura
en la boca hasta un dia entero: en fin, su gusto es tan delicado que in-
cita a comer mas y mas. Yo considero este fruto silvestre como el su-
perior que presentan las campiñas de Chile para regalo de sus habi-
tantes.
Mr. de la Pernetty, hablando de este fruto, dice que él es e) mas alegre
a la vista, y el mas delicioso al gusto; que puesto en infusión de aguar-
diente con un poco de azúcar, haoe un licor excelente; porque él exhala
un olor de ámbar y de almizcle, que no repugnará ni a los que no puedeij.
sufrirlos perfumes, y agradará infinitamente a los que los buscan. Al
principio de la conquista del Reino, hicieron de este fruto los españoles
un vino muy delicado, muy agradable y estomacal. De él dice Herrera: «el
vino que se hace con la fruta del uni, es mejor que aquel de palma, que
la cidra, que la cerveza, y que todos los vinos medicinales. Este vino es
i
\
GÓMEZ DE VTDAfRRZ
- 5: -T. lz-^iLll i L rjfio. provechoso al es!
::i r:*í t ~— : :■* =va. Esde color di- oro. c;;p
:■..:: 5.-^ . ?-^*-í_'íir.er;:enoseusa.n&porqui
:o-;;í un; 12 sjit. emente -Je vino usuaí d
.¡tltís LT.::~y eminentes, y que son alao c.
■ ..us ¿<s es.¿ cjal.d&d se le ve vegetar. Su
-7 r« :"t es:a : -~.¿z.;& de fruto, "son las lunas o
_ ir *•- li cami >:f.a de Criile 1).:= o tres e^pe
í ct-jísc-s c::r.:- !:? mayores hizos. Den qué
L¿.e. no t ; ene en Cí.i e estimación. ;úm«S ei
t-¿:- en ella fcav bj-^! aiz-jno. coreo di t-a
En e: orden .!e ¡ts medie Inaíe*. d-.-t-e Irner e!
«¡¿Edidas ¡£s c-Ji-idad-.-s y varios bienes que de ■
él es estomático, fee.liteia dlzestk-a. destetara
l>ra de les obstruccicnes. e) es vu i n erario. c-rrróS'
cicatrizando las vieja* después de Laierlas purg:
vo. que allí había escurrido; ¿1 deslrcye las ot
purgaciones p . r rr.e !:o de s-js re^'zis tomabas i
dorilico. lomado en f_rti:a de le: él es el iras aetr
brices, como se ha probado en la lial.a. donde es
íornu'iiad y lo que la ha hecho llamar la yerl-a de '
jur;;:m los chilenos tener en este matorro! una I
iluto universal. porque lo a; iieen a c^a¿: !■:■:« s
principalmente interna: y yo ¡o í-e visto dir en
mnlijmas y muchas veces cea b-jen suceso, fira
preciso hervir una porción Kns ¡a qne se e^iri
rn [res jicaras de aziis. la que se de.s f..-2S_::¡r d
((lie queda se loma o tria o libia. c-:n o a ::eo de a:
praln al paladar, y con las otras p-ícajcLnís qj'
remedios contra estos animales. El c_..n se e^"j
de Chile, y el ama las tierras pirales y h.r.r ii:
alio considerable. Pe distinejen ce el ds est-e.-.e
amarilla. La verde es mas e.:r;:n y ya ha s. i o :
donde se da bastantemente bies. Lis a_.As, de ; -e
son de un verde bello, olorosas y «a r-, -o !:._>
que hizo a los espartóles Mamarlo ■:.':■ :.;:;■,...'*_ I*
s lloi
en P.-r
blanco. Su semilla se ascme;a a u~a pe :
OM'iini. El amarillo se diferencia del pr
deludo de sns hojas, las cuales s;a de
r.i ttilose a Indas partes, forman en ¡as p
ploho, míe lleno en los mas un pié y 1:
que los e licor Vil Inicia la I ierra, t'.n la:
alalinos »■• han pnenUi a hacer de el un :
do a muchos praelleos de esta bebida, te
HISTORIA. DE CHILE.— LIB. III.— CAP. VIII 143
Mandarines. Danle un lijero hervor, secándolo después a la sombra; de
aquí le dan un poco de agua de miel, y, últimamente, lo secan al horno
con un muy moderado calor, en cuyo estado él hace la figura toda del té
de China.
Gran tiempo creyeron los boticarios de Chile que no había en él el
matorral que llaman j'am7¿a, que es una especie de acacia o mimosa; así,
la hacían venir de la provincia de Cuyo para sacar de ella su bálsamo
salutífero y emplearlo en muchos medicamentos; pero, finalmente, la han
hallado en la provincia de Quillota y reconocido en ella las mismas esti-
mables cualidades. En esta provincia, la jarrilla se eleva al alto de cerca
de seis pies, su tronco es algo pardo, ramudo, y hacia las puntas, él se cu-
bre de hojas sutiles, estrechas, recortadas y de un verde alegre; éstas
son al tacto muy melosas, por causa del aceite balsámico que continua-
mente sudan. Sus flores son amarillas, divididas en cinco partes, a las
que se sigue una vaina pequeña, con dos o tres semillas, de figura de ri-
ñon. Estas hojas, tomadas a manera de té, libran de las putrefacciones
internas; disueltas en aguardiente y expuestas al sol por veinte dias, dan
un bálsamo excelente para las recientes heridas; bien majadas y aplica-
das calientes, sanan en poco tiempo cualquiera contusión; ayudan en la
sordera, y aun los males de oidos, y en los males apopléticos preparadas
en la manera siguiente: en una porción de aceite de olivo se infunde al
doble de estas hojas y se deja al sol por diez días seguidos; de ahí, toda
esla mezcla se hace hervir hasta que evapore toda la humedad que que-
da, y después se guarda en un vaso bien cerrado para aplicarlo cuando
lo requiere la necesidad.
Contra las calenturas ardientes y malignas creen por el específico mas
activo el matorral que llaman palque. Dan a beber a los calenturientos el
jugo de sus hojas exprimido, y algunos ponen también su corteza: es
amargo y de un olor poco grato, pero en sumo grado refrescante. El co-
mún de Cliile tiene esta planta por venenosa a las vacas, y la muerte de
muchos de estos animales se atribuye a haber la bestia comido de ella;
pero un observativo me asegura que por lo que él observó en una ha-
cienda que gobernó muchos años, no es el matorral el que causa esto,
sino una araña que ordinariamente urde su tela en él; porque solo aque-
llos, donde habían dichas telas, eran los mortíferos para estas bestias. El
palque se asemeja por el gusto y por el olor al sambuco, y también de
lejos por la figura, pero sus hojas son simples y bislungas; sus flores
amarillas y semejantes a las del jazmín, y las vainas en que está su se-
milla de color morado. Bien que su leño sea muy frágil, con todo, los in-
dios lo anteponen a todos los otros para sacar de él el fuego, como diré
a su tiempo.
En las provincias boreales del Reino se levanta poco mas de dos pies
un matorro que llaman guaicura, cuya raíz, roja oscura, majada y apli-
cada a las heridas frescas, por grandes que ellas sean, las cierra y sana
de tal suerte, en el espacio de veinticuatro horas, que apenas queda la
señal. Yo lo he experimentado en un tajo que me hice en un dedo, tan
profundo que llegaba al hueso, el cual al otro dia estaba totalmente sa-
no. Esta virLud, que tienen los indios comprobada, hace que ellos traigan
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s\i\>t, Im^ uml/urf',Nf',)'/rjfi* y oU*/i4 C/na». Kl pajarobobo es poco lo que
HISTORIA DE CHILE.— LIB. III.-- CAP. VHI 146
de en Coquimbo, pero este mismo en Cuyo, da de esta resina mucho mas
que la chilca, lo que hace ver que esta planta requiere mayor calor. Por
la misma causa me persuado que la chilca en las otras provincias del
reino no da su resina, aunque ella vegete tan bien como en Coquimbo y
Copiapó*La chuca crece a lo largo délas márgenes del os rios y en los lu-
gares húmedos y se levanta de seis a siete pies. Ella casi desde tierra se
divide en muchos troncos derechos, cubiertos de una corteza verde oscura
y adornada de hojas largas, estrechas, y de un verde muy claro. Este ma-
torral suda por todas sus ramas una resina aromática, la cual primero es
blanca y después se pone algo amarilla. Los coquimbanos y oopiapinos,
para aprovecharse mas de ella, hacen hervir sus ramas con las hojas,
lo que comunica a la resina un color oscuro y de pez; forman panes
como se hace de la pez, y en este estado los venden, con no pequeña utili-
dad; pero esta, que la tienen bien experimentada, no ha bastado a indu-
cirlos a cultivar este matorral.
Tampoco ha sido suficiente para dispertar en ellos el espíritu de co-
mercio, el despacho prontísimo que hacen del incienso, que les da otro
matorral. Este incienso del mismo matorral que en Arabia, es tan bueno
como el que se despacha en" el comercio del oriente. El matorral que lo
dá en las provincias septentrionales de Chile, se levanta tres o cuatro
pies; sus hojas son largas cerca de cuatro pulgadas, anchas de dos a
tres, algo amarillas, gruesas y rígidas, sus flores pequeñas y amarillas.
En verano, suda por sí abundantemente la preciosa goma, en pe-
queños granos, los cuales se van juntando a lo largo de las ramas y
del tronco, de donde se cosechan cuando comienzan a caer sus ho-
jas. Estas lágrimas son duras, de color amarillo blanquizco, un poco
trasparentes, y de un gusto amargo y un olor aromático, semejante en
todo a aquel de levante. También hay en Chile otro matorral, que es una
especie de girasol, de sustancia leñosa, que produce una resina muy
semejante en la forma y olor al incienso, cuyas veces suple, no en pocas
ocasiones.
Para la fundición de los metales, no puede darse leña mas propia
oomo la que presenta el reino de Chile en el matorral llamado romerillo.
La semejanza grande que este tiene con el romero de Europa, dio motivo
a los españoles de darle tal nombre. El crece comunmente en las tierras
arenosas, algo húmedas, donde se hace a las veces muy alto. Las ramas
producen en sus puntas unos copos blancos como la nieve, compuestos
de una espuma o baba blanca, balsámica, dentro de la cual se encuentra
un aceite claro y oloroso, del que hasta ahora no se ha hecho uso alguno.
El leño del dicho matorrral, como él sea todo resinoso, da a su llama una ,
actividad increíble, por lo que es preferido para la fundición del cobre
que se saca de las minas.
Fuera de estos, hay muchos otros que sirven a las artes, como el due,
el pilco, cuyas cortezas se emplean en teñir de negro; la tara y el mayu,
con cuyas vainas se hace una buena tinta para escribir; elguayacan, palo
santo que en Chile no llega a ser árbol, se usa en hacer de él peines y
bolas para trucos de tierra. Los embutidores usan en sus labores las
maderas amarillas y negras del molle, a las cuales, por su dureza, dan el
10
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IX
ARBOLES QUE PIERDEN LA HOJA EN EL INVIERNO
Chile aun hasta ahora está lleno de bosques, principalmente entre los
grados 33 y 45, con todo, como dejo dicho, que no haya año que no se
queme alguno de estos bosques. Se encuentra en ellos una gran varie-
dad de árboles, cuya mayor parte no pierde jamas el verde de sus hojas.
Todos estos árboles son diversos de ios de Europa, si se exceptúan unos
pocos, como son el ciprés, el laurel, el moral y el sauce, el cual no es
del todo semejante, como también el algarrobo. En dos clases se pueden
dividir. La primera, la de los árboles que el invierno se despojan de
sus hojas, y la segunda, de aquellos que las conservan en todas las esta-
ciones del año. De una y otra clase, a hablar de todos, se llenarian vo-
lúmenes; lo que al mayor número de los lectores haria cansadísima esta
historia. Yo recorreré la historia natural de los mas notables y que se
usan para alguna cosa en Chile. Los mas considerables de la primera
clase, son: el quillay, el espino, el roble, el maque.*
No dudo que en esta clase hayan mucho mas, como también en la otra,
pero que no se conocen sus nobles cualidades, o no se saben apreciar,
por la ignorancia en que están de las artes, y por eso deben quedar fuera
de mi historia.
El quillay hace un tronco muy alto, derecho, cubierto de una corteza
gruesa, cenicienta, el cual se divide hacia la extremidad en dos o tres
ramas principales; sus hojas se asemejan mucho a la encina verde, por
el color y por la aspereza, pero son menos recortadas; sus flores son
también estameñosas, pero sus semillas están encerradas en un vaso
cuadrangular. Su madera es de color tirante al rojo, dura y cuasi nunca
se raja, por lo que los campesinos hacen con preferencia los estribos de
montar a caballo de esta madera. La cosa mas estimable que tiene este
árbol, es su corteza, porque ella, majada y puesta algún tiempo en agua,
148 GÓMEZ DE VTDAURRE
sirve como el mas excelente jabón para quilar las maoi
aceitoso de las lanas y blanquearlas perfectamente. Par
lino no es a proposito, porque les comunica un no sé qi
La agua toma el color de vino pardo, y, dando en los ojos,
un grande ardor y pone los pirpados por algún tiempo
quiere atribuir lo negro de los cabellos de los indios, a lai
ta agua de esta corteza, pero como esto no sucede con los españoles que se
lavan la cabeza coa la misma agua, ni con los indios de Boroa que los
tienen rubios, desvanece su conjetura. Por esta propiedad de lavar lan
bien Ia3 lanas, le han estos indios dado el nombre de quillay, derivándo-
lo del verbo qiiillean, que significa lavar. Llévanse algunas de estas
cortezas al Perú, para las fábricas de lanas.
El espino, llamado así por los españoles por la cuantidad grande de
espinas que lleva en sus ramas, y en lengua del país cacen, se levanta
mucho, principalmente en las tierras pingües. Este árbol crece espon-
táneamente en las campiñas de Chile, entre los grados 24 y 35; su tronco
es torcido y sólido, cubierto de una corteza cuasi negra, rugosa; sus ho-
jas, menudas y dispuestas a pares, sobre un pié común, largo dos pulga-
das; sus llores amarillas, Qecudas, sostenidas de un bastón esférico y co-
locadas sin piecesillo alguno a las ramas; vienen ellas en tanto número,
que los cubren enteramente; exhalan un olor gratísimo, por lo que son
llamados aromos. A estas suceden unas vainas cilindricas de figura, de
color pardo oscuro; cuando maduras, largas tres o cuatro pulgadas; con-
tienen varias semillas ovales, cuasi negras y ceñidas de una rama amari-
lla envuelta en una como estopa: se aplican para hacer tinta de escribir.
La madera de este árbol es muy compacta, dividida en un rojo oscuro,
algo venado de negro y amarillo claro, por lo que es mas suceptible de
el mas bello lustre. Los artesanos se sirven para mazos de sus instru-
mentos. Se emplea también esla madera en los edificios, pero princi-
palmente en leña de cocina y en hacer carbón, el cual dura encendido
hasta el otro dia, sin haberse consumido, pero él es muy fuerte y no se
puede encerrar dentro de una pieza, sino después que todo ha sido
bien penetrado del fuego, porque, si no, lastima mucho las cabezas.
El roble es un árbol de grande uso en Chile en la construcción de los
edificios y de embarcaciones, pues en todos ellos entra, por las buenas
Dualidades de su madera. Por la dureza, le bandado, por ventura, k
españoles el sobredicho nombre, porque él, por otra parle, es muy d
verso del árbol que se conoce en Europa bajo tal nombre. Su nombr
propio Indico, espetlin, comot ambien lo suelen llamar algunos. EsL
árbol crece en las costas y en los Andes, donde él se levanta a un soi
préndente alto. Su tronco es derecho, sus rafees, aunque fuertes y rv
bustas, no lo pueden muchas veces sustentar contra la violencia de lo
vientos, porque ellas se extienden horizontalmeute y muy superficiales
Su madera e3 roja oscura, compacta y pesante, y si se saca solo el
razón, se conserva intacto en la agua, eternamente, en la que no b(
Fuera del agua, conserva siempre algún humor radical. Sus hojas s
como las de álamo. Sobre sus ramas tiernas se forman ciertas exoret»
cías, que llaman dihw.ñcs, blanco-rojas, al principio todas lisas, y '
/
HISTORIA DE CHILE.— LIB. III.— -GAP. IX 149
pues forman hojas amarillas cuasi redondas, en cuyo estado es común
encontrar dentro un gusano. Estos dihueñes llegan a tener mas de una
pulgada de diámetro, son dulces y delicados, particularmente cuando
aun no han abierto los ojos, y los comen con delicias los campesinos.
Tienen tantos en, una rama, que cuasi forman un racimo. Yo me persua-
do que estos sean efecto de la evaporación o transpiración que hace el
árbol del sobreabundante jugo nutricio, porque esto sucede puntual-
mente cuando el jugo vuelve ;a su circulación, con los calores de la pri-
mavera. En las provincias australes, es la leña que mas frecuentemente
se quema y de que se hace el carbón, el cual, si es de solo el corazón,
sirve solo a los herreros, porque se apaga si no se sopla continuamente, y
del mismo modo se inflama todo al menor soplo. Supongo no es tan ac-
tivo como el de espino, pero su carbón no es tan nocivo.
El maque es un árbol de mediana grandeza; sus hojas son grandes,
gruesas, dientadas, fibrosas y de la figura de un corazón. Lleva frutos
sabrosos, refrescantes, de un color morado cargado, que Uñe las manos
y los labios de aquellos que lo comen, cuya mancha dura algún tiempo,
lo que hace que no sea tan apreciado de los españoles. Los campesinos,
que lo buscan mucho, han tomado de los indios una bebida que, con el
nombre de pecu, hacen de ellos. Es muy gustosa, pero como la fruta, muy
restringente. Hay otra especie que hace la fruta blanca pero poca; y ésta
es muy del genio de los españoles naturales del Reino. El leño de este
árbol no se aplica a cosa alguna, porque, a mas de ser muy débil, es poco
grueso. La corteza, envegeciéndose el árbol, es pálida; pero en los re-
nuevos es de un verde alegre y liso; ésta se desprende fácilmente del
tronco, sea él viejo o nuevo, y en todos deja un jugo meloso de olor algo
desagradable. Sus hojas masticadas son un remedio eficacísimo contra
el mal de garganta.
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ÁRBOLES CON LA HOJA, PERO SIN FRUTO COMESTIBLE
Los árboles de la segunda clase componen otros dos órdenes, esto es, el
de los que no llevan truto alguno bueno para comer y el de aquellos que
lo dan. Entre los primeros no se puede dejar de hacer mención de el ca-
nelo, del alerce, del maiten y de la patagua, del litre } del bollen y del perqué
lauquen.
El canelo ha sido así llamado por los españoles porque se asemeja en
todo al árbol de que se saca la canela oriental. Los indios lo llaman
boighe. El crece en todos los bosques de Chile. Produce un tronco alto
hasta cincuenta pies, y no tan grueso como otros árboles de este alto.
Sus ramas, opuestas cuatro a cuatro, como en cruz, y las hojas grandes
alternas, semejantes a las del lauroregio, de un verde claro por arriba,
algo blanquizcas por abajo; sus ñores son pequeñas, estrelladas, blancas,
cuadripétalas, olorosas y dispuestas en manojos en las extremidades de
los ramos. A estas flores se siguen ciertas vainas ovales, largas cinco o
seis líneas y de un azul que tira al negro, dentro de las cuales está la se-
milla. Tiene dos cortezas, como la canela de Ceilan, la de fuera, blanquiz-
ca, y la de dentro semejante por el color y por la forma a la verdadera
canela, de la que tiene también el olor y el gusto, aunque es mas fuerte
y mas picante. Yo estoy firmemente persuadido que este árbol sea aque-
lla canela que se halló en el Estrecho de Magallanes, y ha tenido el nom-
bre de canela de Winter. No dudo que ella pueda emplearse en los mismos
usos en que se pone la de Oriente. En fin, yo tengo este árbol, sino por el
verdadero árbol de canela, a lo menos por una especie subalterna. Yo
hallo que cultivado se moderada el gusto de su corteza, y, por ventura,
se despojarla tanto de fortaleza, que no se distinguiese en nada de la que
tiene la de Oriente. En Chile, con todo que se usa mucho la oriental, no
han probado a cultivarlo hasta ahora y se cuidan tan poco de él, que
152 GÓMEZ DE VTDAURRE
aun lo usan poco en los edificios, porque no es de la de mayor duración
y resistencia: él, al secarse, hace mucbas rajas, y al fuego no se puede
• poner, porque su humo y olores poco menos que insufrible, atormen-
tando mucho las cabezas, en lo que él también conviene con la canela de
Oriente. Para con los indos es un árbol sagrado y religioso- En todas
sus fiestas y ceremonias siempre llevan en mano una rama, como tam-
bién, c jando se reconcilian, presentan una, como señal de la amistad, ai
rao lo que entre los antiguos europeos se practicaba con el olivo.
El alerce, que los indios llaman lakwin, es uno de los árboles mas cor-
pulentos de Chile, y del que se sirven para tablazón. E! es una especie de
cedro rojo, que nase en las cordilleras, entre ios grados 40 y 45, y en las
islas del archipiélago de Chilihue. Sus hojas son semejantes a las del ci-
' prés. Su tronco es de tal suerte grueso y alto, que los indios de Chilihue,
con cuñas, sacan de uno solo setecientas a ochocientas tablas, largas diez
• y ocho pies y anchas uno y medio, de cuyo modo es preciso que pierdan
mucha madera, principalmente siendo ella muy irregular en seguir la
1 separación y debiendo ellos hacer éstas de mucho grueso, que después
emparejan con sus hachas, dejándoles siempre el grueso de mas de pulga-
da. Estas tablas son muy estimadas, así por el color rojo, como principal-
mente por su suavidad e incorruptibilidad. Son propísimas para hacer
vasijas de vino, porque conteniendo esta madera no poca resina, el calor
del fuego la hace también bastante flexible.
El maiten es uno de los árboles mas bellos que presentan las campiñas
de Chile ala vista, el que, según el señor Molina, compone un nuevo gé-
nero. Para una alameda no puede desearse mejor. El se levanta hasta
j mas de cuarenta pies, conservando siempre derecho su tronco, que no es
.# demasiadamente grueso. A ocho o nueve pies de alto, nacen tan numero-
sos ramos y tan poblados de hojas de un verde alegre, que forman una
copa cuasi redonda, en forma de cimborio, por lo regular. Sus hojas son
ora opuestas, ora alternas, dientadas en sus orillas, puntiagudas en su
extremidad, largas poco mas de una pulgada. Las flores que produce son
monopétalas, de figura de campana, de color rojo, con algo amarillo en
lo interno del cáliz, el que se trasforma en un pequeño estuche que en-
cierra una semilla negra. Su madera es dura, sólida, teñida de rojo con
velas amarillas y algo de verde. Con todo, es muy poco lo que se usa es-
ta madera, porque como no reina el mejor gusto en aquellas gentes, no
van a buscar lo que haya de resaltar la labor y pericia del artesano.
¡Cuánta gracia dada esta madera a las sillas, escritorios, mesas y otros
muebles de casal Finalmente, las vacas son de tal suerte ávidas de estas
hojas, que abandonan cualquier otro pasto cuando se les presentan éstas,
y no reciben daño, antes sí mucho provecho, engordando con ellas. Díce-
se también que ellas sean un antídoto contra el veneno del lühe f del que
luego hablaré.
La patagua también compone un género nuevo entre los vegetab* s.
E llano es muy estimada por su madera, quees blanca, aunqueellasean y
a propósito para la estatuaria, siendo facilísima de trabajar, y por nin j-
na parte de las que se elabora levanta astilla, porque ella es de poca d a-
cion, particularmente si va expuesta a la humedad. Este áibol crece io
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HISTORIA DE CHILE.— LIB. III. — CAP. X 153
largo de las márgenes de los rios y riachuelos, y en todos los lugares hú- 1
medos, donde su tronco se levanta mucho, y tal vez, engruesa tanto que
cuatro hombres apenas lo pueden abarcar. Hace muchos ramos gruesos y
dilatados, con lo que hace mucha sombra al terreno. Sus hojas son largas,
tres o cuatro pulgadas, opuestas dos a dos, un poco ásperas, de figura de i
lanza, y fuentadas a modo de sierra, y de un verde claro. Las flores, de
que se cargan todas sus ramas nuevas, tienen la figura, el color y algún -l
poco del olor de la azucena, pero son dos tercios mas pequeñas, y pen- 1
den hacia abajo. \
El temuy de que se conocen dos especies, esto es el blanco y el amarillo, J
es un árbol bellísimo, muy frondoso, pero no muy alto, y compone tam- ;
bien otro nuevo género. Se da por todas partes: su tronco va cubierto (
de una corteza algo amarillo, pero interiormente es de un pardo ceni- *¡
ciento; su madera dura y muy compacta, por lo que es empleada en las
calesas, y en aquellas cosas que piden una madera sólida y resistente;
sus hojas, que vienen alternativamente, son ovales, lisas y de un verde
reluciente, y de un gusto y un olor semejante al de la nuez moscada. Sus
flores, que distinguen las dos'especies, son en las unas blancas y en las
otras amarillas, y se dividen en diez y ocho pétalos largos, dos o tres
pulgadas: estas flores ¡exhalan un suavísimo olor que se haoe sentir a
una gran distancia. Las semillas son semejantes a las del café, y si no
fuesen tan amargas, se pudiera hacer uso de ellas.
El lithe, es de una mediana altura y de un grueso mas que mediano, a
proporción de su alto. El se halla por todo Chile: sus hojas son ásperas y
rugosas, ovales de forma, alternas de disposición, de mas de una pulga-
da de largo y no muchas, y de un verde pálido por abajo y oscuro por
arriba. Sus flores, aunque muy pequeñas, y sus semillas son en todo se-
mejantes al laurel común, de cuyo género es él una especie. Aquellos
que están o pasan debajo de sus ramas contraen los efluvios que salen
de él, hinchazones y un engranujamiento acre, que se manifiesta luego
por la cara y por las manos. Este efecto, que en sí no es mortal, pero al-
go molesto, se nota muy vario en las personas que han pasado bajo su
sombra; porque algunas lo sienten poco, otras nada, y algunas tanto que
con solo pasar son heridas ¡de él fuertemente. Es preciso recurrir a
las diversas complexiones y disposiciones de los humores de cada uno.
Algunos habian querido exceptuar de esto a los puros españoles, limi-
tando esta mala influencia del lilhe, a solo los indios y los que tienen
sangre de ellos, pero la experiencia de lo contrario les ha hecho mudar
de opinión; porque a europeos que no tienen ni de muy lejos coherencia
de sangre con Chile, les sucede lo mismo que a los indios y mestizos,
como refiere Feuillée haber sucedido a los franceses que llegaron con él
a la Concepción. No obstante este mal efecto, no se abstienen de cortarlo
y de servirse de él en la construcción de sus edificios, porque aunque su
madera esté cargada de un jugo viscoso, igualmente cáustico, ella, seca,
depone toda su maleficencia y adquiere un bello color rojo, veteado de
manchas amarillas y oscuras. A medida que ella seca, adquiere una du-
reza que lo hace poco menos duro que el hierro, y sí se le pone den-
tro del agua, ella se hace aun mas dura y cuasi incorruptible, por lo
r
GÓMEZ DE VtDAUIUU
¡ta madera se considera propfsima par
lien y el perguilawpten, son dos árboles
íferencian entre si. Samadera es un ver
naturales lo estiman como un excelente
es. Basta un medio escrúpulo de sos br
tos en agua, para experimentar uno de
puedan tomar. Hace evacuar por el vót
osos y cualquiera otra obstrucción. A
. vehemencia de esta virtud, toman en
i y tragan solo la saliva, y esto basta pa
él es tan activo, asi también es de fácil
e agua fresca natural, es suficiente para
jas de estos árboles son semejantes po
I color es mas vivo, y especialmente ta
luciente y muy alegre. No he tenido p
y sus frutos, como ni sé tampoco que s
samadera.
XI
ÁRBOLES CON HOJAS SIEMPRE VERDES Y CON FRUTO COMESTIBLE
Chile, en la realidad, no abunda de árboles que den fruto comestible,
pero estos pocos que él tiene, le rinden no poco provecho y le rindieran
mas, si supiesen aprovecharse de ellos. Cuasi todos dan frutos que se
pueden extraer fuera del reino, y con que se puede hacer comercio aun
con regiones muy lejanas, con lo que viene a suplir su escasez y ponerse
en grado superior a las otras provincias de América, de las que no pocos
de ellos en especie, pero de que solo se puede hacer comercio interno.
No son estos frutos de la delicadeza y gusto delicioso que los de las otras
partes de América, pero son sanísimos, nutritivos y sustanciosos, pro-
piedades que se deben buscar y apreciar mas que la delicadeza, cuando
en ella hay peligro de algún daño. Los árboles de fruto comestible que
produce naturalmente Chile, son la palma de cocos, el pehuen o pino, el
gevuin, o avellano, el peumu, la lúcuma.
La palma de cocos, que los indios llaman llilla, es semejante en el tron-
co y en las hojas a otras expecies de palmas que hay en el mundo, y solo
difiere de ellas en la pequenez de su fruto o coco, que dicen los natura-
les. Hállanse en Chile bosques inmensos de estos árboles, particular-
mente en las provincias de Quillota, Colchagua y Maule. Su tronco crece
y se eleva como en las grandes palmas de dátiles, es derecho, cilindrico
y sin brazos, de modo que si no es tiempo del fruto, o ellas no lo tengan,
no se halla por donde distinguirlas de esas otras. En los primeros años
de su crecimiento, está cubierto de los pies de las hojas, las que caen a
medida que el árbol se va alzando; esto sucede tan lentamente, que,
de ordinario, a los veinte años no ha llegado a la mitad de su elevación.
Las hojas son semejantes a las de otras palmas, esto es, están situadas
oblicua y alternativamente, anchas cerca de dos pulgadas, y largas
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de cocos, esto es, que tienen flore* Ei-*íi55 y taimaras
\¡.k. E^as flores están atacáis* a cíiitro ra:::n:"S- q -e p
tro Jados de la misma palma. Estas a_ íi-r^arse, están ■
dí una caja leñosa cóncava y eczvexi, Cuiaco ias 5
abrirse, la dicha caja se rontpe en :a parte iníeriiír, y
O frutos engruesan, se rí fKDe enterare en:*. con lo qa>
lodo su crecimiento, ei era. r isa de ;res pies. A poco tierspo de abiertas,
caen laa flores, que sevtTin.per'} inmediatamente se les ve suceder otras
que son las que vieses a formar el coco. L'naa y otras flores son de la
misma construclura y ez cada diferentes de las otras palmas de cocos.
t>'n racimo de estos, lleva mas íé mil cocos- Cuando estos están aun cre-
ciendo, son verdes, y cuzco ya "ezan a madurar, se ponen de un ama-
rillo claro. Esto sucede en ia corteza externa, porgue estas fratás sotí
como los'olros cocos de los trópicos, rubierías de dos cascaras. La ex-
terna se rompe unos días después qtie ba caiío a tierra el c-jco y tal v«
al mismo caer de éíte; por afuera es li=a. y por dentro hiluda, de ci'xk
que sí no fuese Un peceño el fruto, se emplearía en las mismas eosas
en que se emplea lace ios trópicos; la interna es leñosa, lisa y dura y d<
fiíriira ca-i redonda. la cual le hace perder una punta triangular que U
Bobresale por la p*r.* rti^erior. I>en:ro hay una almendra 'esférica adfae-
renle a dicri* cAí^ara. cóncava en el centro, blanca interiormente. n —
gufttouy iier-a d^ en isorde color de leche muy delicioso y refresca]
Después tu izn t^:r.po de cosido, píenle, asi este licor, como la ;
vidad qr;e w :^l* coci.éndolo fresco. Toda la grandeza de esU frot»
excede a la de tina nt^z coman.
HISTORIA. DE CHILE.—LIB. III.— GAP. XI 157
Coséchase en Chile gran cantidad de este fruto, y se trasporta todos
los años al Perú, donde es muy estimado para confituras, gran canti-
dad de sacos. Sacan también algunos aceite de estos cocos, que han ha-
llado bueno para comer. Majando la misma almendra con un poco de
agua, se saca una leohejmuy gustosa, para cocer el arroz. Los campesinos
se sirven de sus cascaras, que después de abiertas quedan en forma de
concha, para poner sus cosas, y con las hojas hacen canastas y escobas y
cubren sus ranchos. El tronco lo creen inútil para madera, porque su
interno no es sino un conjunto de hilos fuertes, en medio de los cuales no
hay sino una materia esponjosa, de ninguna resistencia, pero sí para
sacar de él una excelente miel. Desarraigada la planta, le cortan el cún-
falo o el cogollo, o como allí dicen el palmito, y puesta inclinada la palma,
comienza a botar fuera copiosamente su jugo dulce, el cual, mediante la
decocción se condensa, se hace aun mas agradable al paladar y toma un
color rubio. Algunos prefieren esta a la de caña de azúcar. Yo le he ha-
llado un olor no tan grato a mis narices. Destinan para esto las palmas
que llaman machos y yo he dicho infecundas.
En las provincias septentrionales del Reino, se encuentran también
las palmas de dátiles, pero no se sabe si hayan sido traidas de fuera, o
sea árbol que lleva de suyo el terreno. Lo cierto es que ellas dan su
fruto, aunque no tan bueno como el que se come en Europa, de Berbe-
ría, pero tan bueno como el que se lleva a Chile de algunas partes del
Perú.
Entre los bosques que se avecinan al mar, se ve otro árbol parecido a
la palma, cuyas hojas son largas de cinco a seis pies, anchas, cerca de
dos palmos, encorvadas hacia abajo, lisas y de un verde alegre. El tron-
co es del grueso del muslo de un hombre y cubierto por Corteza de es-
camas. De los cuatro lados también de este tronco, donde nacen las ho-
jas, penden otros tantos racimos cargados de granos, que se asemejan
en todo a la uva negra; su gusto es áspero y restrinjente. Don Juan Igna-
cio Molina, por la semejanza de sus hojas con las de la musa, ha llamado
a este árbol Ampclomusa.
El pino chileno, es uno de los mas singulares y mas bellos árboles que
de crian en Chile. Los españoles le han dado este nombre, el cual, si se
considera este árbol por su forma, por sus ramas, por sus hojas, se ha-
lla impropísimo, porque en cosa alguna de éstas tiene semejanza con el
pino europeo; pero por otras cosas no es él tan impropio. Su nombre pa-
tricio es pelmen: él viene naturalmente en las provincias que habitan
los araucanos. Se requiere un tiempo muy considerable para que él
llegue a su grandeza ordinaria, que es de mas de cincuenta pies. Con-
forme va creciendo, se va despojando de las ramas y de las hojas, de que
mientras es pequeño, está enteramente cubierto. Estas ramas nacen de
cuatro en cuatro y se extienden cuasi perfectamente horizontales,
formando sobre sí ángulos rectos. Las cuatro que se siguen mas arriba,
que vienen en los vacíos de las primeras, son mas cortas que los otras
y así sucesivamente, de modo que todo el árbol forma una pirámide
perfecta. Todas estas ramas, hacia sus extremidades, se pliegan hacia arri-
ba, y brotan de todos lados ramas menores, colocadas también del mis-
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HISTORIA DE CHILE.— LIB. III.— CAP. XI 159
terminadas por una dispar; sus hojillas son redondas, ligeramente dien-
tadas y dispuestas en número de cuatro o cinco pares sobre un piecesi-
lio común. Produce ñores blancas cuadripétalas y atacadas de dos en
dos a una espiga que despunta de la concavidad de las hojas. Sus ave-
llanas, que nacen en sitios separados y sin aquel género de cubierta que
*se observa en las europeas, son redondas y gruesas, diametralmente,
nueve líneas; tiene la cascara esponjosa, primero verde, después roja»
y últimamente cuasi perfectamente negra, cuando está madura. Su co-
mida, es de mejor gusto que la europea, o almendra de este árbol. Su
madera es sumamente flexible, por lo que los toneleros la usan para los
aros de los barriles. El señor Molina ha hecho ver en este árbol un nue-
vo género.
Lo mismo ha hecho con el peumo, del cual se distinguen en Chile cua-
tro especies, las que se dividen en muchas otras variedades. Todos estos
árboles son muy altos, frondosos, aromáticos y producen sus frutos, en
la figura, como los del olivo, pero su hueso tierno, que fácilmente se
rompe con los dientes, blanco, jugoso cuando fresco y lijeramente amar-
go, exceptuando la cuarta especie, que tiene el hueso leñoso, duro y de
color rubio. Sus flores son blancos de rosa, con seis pétalos mas cortos
que sus cálices. La primera especie peumus rubra, tiene las hojas alter-
nas, ovales, enteras y los frutos rojos. La segunda, peumus alba, tiene las
hojas dentadas y los frutos cuasi enteramente blancos. La tercera, peu-
mus mammosa, hace las hojas sin piececillos, de forma de corazón, y sus
frutos acaban en una especie de tetas. La cuarta, peumus boldus, produce
las hojas ovales, ásperas, velludas debajo y de un verde cargado, y
opuestas dos a dos; sus frutos mucho mas pequeños que los otros y
cuasi redondos, su hueso lijeramente rayado y tan duro que de él se ha-
cen bellísimos rosarios. Los del país lo llaman boldo y emplean sus ra-
mas para limpiar las tinajas o vasijas del vino antes de meterlo en ellas.
Este fruto es de color rubio oscuro, cuando maduro muy dulce, pero algo
molesto por su pequenez y alguna dificultad que en él se halla de cortar
su poca carne. Los frutos de las otras especies se comen cocidos en agua
tibia, porque, expuestos a un mayor grado de calor, se quemarian pron-
tamente y se pondrían amargos. Su carne, que también es poca, es blan-
ca, mantecosa y de agradable gusto. Su hueso abunda de aceite, el que
hasta ahora no se ha probado a extraerlo, el cual, cuando se hallase
que no fuese bueno para la cocina, podria ser muy bueno para las artes,
o, por lo menos, muy propio para quemarlo y alumbrarse. La corteza de
estos árboles es excelente para curtir las pieles y aun para la tintura de
color. Su madera, que es blanca, creyéndola débil, no aprovechada en
cosa alguna. Yo hallo que para tablazón ella debe ser útilísima, porque
ella es suave al corte, y no tiene nudos, y creciendo y engrosando mucho
estos árboles pueden dar mucha tablazón.
La lúcuma crece naturalmente en las provincias boreales de Chile, ex-
pecialmente en el territorio de Coquimbo, por lo que es conocida y dis-
tinguida con el epíteto de lúcuma de Coquimbo, para distinguirla del
membrillo dulce, que en el mismo Chile se llama lúcuma. De la lúcuma
coquimbana se cuentan en Chile cinco especies diferentes, sin muohaa
GÓMEZ DE Vil
as variedades, dos de las cuales se
to, y las oirás se mantienen silve;
■manera grandes, con hojas siempre
y con flores fecundas. Sus frutos, n
ni de un mismo color y ni de un mi
ira, sino que varían según la especii
i dos que se cultivan, esto es, la lúci
iformes en esto. La bífera fructiftc
ncipio del verano y la segunda en el
listran la semilla, que es tan semeja
con ella, si no tuviese, por la parte
blanco. Las frutas de ésta son redi
esto de las de la segunda especie, qi
co. Cúbrelas una piel, primero verd
un poco de amarillo. Dicha cascara i
a, de cuyo color se pone después d
nca, mantecosa y muy agradable, y
o oscuro y muy lisas. Aunque ellas
y se desprendan por sí mismas; coi
idas en la poja, como se suele hacei
de que depongan alguna aspereza n
i fragancia que en ellas se halla des|
.as lúcumas silvestres son conocidí
Iota, queule y chañar. La bellota há
i adyacentes a Valparaíso y en otras
e de las otras en las hojas, que si
argos por lo común, y ahora redonc
hace uso alguno de ellos y no hay t
¡nto para los puercos. El queule es un
i hojas ovales, largas seis a siete r
¡ frutos son enteramente redondo:
ila. Su carne, que está cubierta de ui
arillo, es del grueso del canto de un
sa y a algunos suele causar dolor de
ocupa su hueso, que es de materia
resiste a repetidos golpes del martil
ly pequeña. Esta es fruta solo de mu
'ierten en diversos juegos propios d
<nco alto, con ramas espinosas y las
i frutos son redondos como el queut
ra es sólida, amarilla y muy buscadi
c^&Sfl
XII
ARBOLES EUROPEOS
Los españoles, con los granos, plantas alimentares y hortalizas y ver-
duras, han también trasportado los mas de los árboles frutales de la Eu-
ropa y todos se les ve prosperar prodigiosamente y en una abundancia
inexplicable, todo por la benéfica influencia del clima y feracidad del te-
rreno de Chile; porque todos estos árboles se abandonan perfectamente
a la naturaleza. Yo creería engañar al público si dijese que en Chile se
cultivan las manzanas, los duraznos, los perales, los ciruelos, los guin-
dos, las higueras, los membrillos, los granados, las nueces, las almen-
dras, los olivos, los castaños, los limones y los naranjos; porque aunque
de todos ellos se vean en sus huertas, ni se han criado de propósito para
ello, sino que de la semilla, que accidentalmente ha nacido allí, son los
mas que allí se ven; ni se les ha injertado, sino el árbol que ha venido de
su semilla es el que se ve fructiñcar; ni se les poda jamas con que q mo-
derar su abundancia de jugo o aumentársela; lo mas que se hace cuando
uno de estos árboles, de que gustarían se conservase, va desfalleciendo,
es enterrarle un perro muerto a sus pies, o cortarle cuasi del todo para
que eche nuevos brotes y retoñezca. Con todo, todos estos árboles dan
sus frutos tan buenos como en las partes donde los dan mejores en Eu-
ropa.
Los manzanos se han multiplicado de tal suerte, particularmente en
las provincias australes, que ellos forman hoy dia bosques dilatadísi-
mos y cuasi impenetrables. Se ven bosques de cuasi solo estos árboles
de seis, siete, y mas leguas de largo. De aquí viene la gran variedad de
manzanas que se ve Chile, y la abundancia que tienen los indios de su
cidra o chicha, con que fomentan su borrachera. Entre éstas se encuen-
tran algunas de delicadísimo gusto, pero por lo común son agrias, no
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* **: />:.<*,. oe lo* q¿e f.rrr.+n ir.zz,^, L* :.:»iis sienes s«: a. 02 re^aüáio
f r;..- ; i 4 'ir„ y hacen un rarr.o <2r co'r.crc.: c»:n el PerJí. L:-§ 2:15 c^.ebresde
^•...-*. p-'.r fe.j sahcr, pvr *'j L^.^ziy zrmíeza. 5*:a I:.*q.ie llaman al-
a ;,.>;ri ^S ctíVj* árr-j.e?, «i-r-c'i^* »ie rLn-er •ía-i;- el c:*5 tíe Febrero de
*:*..,- '/r;^ó% =« cardan »;:ra v-rz cari «iirea AirL* »::ros pequéis, se-
ir.-:/.:. >;-> por 11 tizara 7 p ^r e. itu^-^j a lis a'zzen^ras, por lo que los
1 l. . r :jtn *i"r:íen«*ir;c^-- K^»: '^ son n-j mecos dal-:cs y gj¿i»)sos q«e los
p^.rf.er^*, y Vjü Br.as ev.irr.aiiis pira pasarle* p-:r alczíbar. Hay otros
ál i.r. :kx:o me a o res q*¿e e.^'c-?. re»icn - :-- los cuales vienta a últimos de pri-
r.v.'.era. y barran ^:;razc.:os «le la Virgen; y oires que se les siguen in-
rr.-'-'i:ri.r^rr.er.re. i;n poco mayores- que llaman de San José. Finalmente,
h.iy o*ro» que v.enen entratio ya el invierno, para que no haya estación
r:¿;. ario en q=ie no pue«!an ¿rezar de e-:e fruto delicioso. Estos, que Llaman
ir.* -r rr;;zo??, tienen la carne un poco dura, y no tienen cquel dulce de las
o'rr.s elación**, pero como vienen en una en que escasean las frotas se-
cí>. rf.e recen alguna atención.
I^.* [-eras, las cí nielas y las cerezas, por la desidia de los naturales,
h..-'a ahora no «jfirí-íni.stríin todas aquellas variedades, que el arte, por
v.< -W'f de \f/n ingertos, ha introducido en la Europa. De las que hay se
p-:»' Je '!»-cír que son cada una perfecta en su especie. De las ciruelas y
ce. < z/i.-. consumen mucho en dulce y en sacar para llevar aJ Perú, y de
lar peras, no cabiendo que hacerle «le ellas, los campesinos hacen una
?fi>l muy fructosa, por medio de la decocción de su jugo.
Los membrillos también vienen de excelente cualidad, y se han malti-
plico'lo ai exceso. A mas de los bosques que hay de estos, particularmen-
te fu las provincias australes, los usan para formarcercas vivas, no solo
t'.í huertos sino también de potreros y engordas. Sus frutos se hacen
exíraordinnriamenle gruesos. No es cosa maravillosa encontrar de ellos
quines pasen el peso de tres libras. Son ácidos como estos de la Euro-
pa, pero dejados en el árbol hasta entrado el invierno, se pone su carne
os *ura y trasparece por su cascara, y entonces adquieren un agridulce
i
HISTORIA. DE CHILE.— LIB. III.— CAP. XII 163
muy grato, en cayo estado los llaman corchos. Generalmente se atribuye
este efecto a las lluvias frescas que sobrevienen, y a una menuda helada
que se observa en dicha estación sobre los vegetables. Hay otra especie
particular que no abunda tanto, y que es siempre dulce. Llámanlo lúcu-
ma. El fruto de esta especie, es de figura cónica, de color naranjado, tan-
to fuera como dentro, y de grandeza igual al membrillo común. Los ár-
boles de ambas dos especies, son enteramente semejantes.
Aunque el padre Ovalle diga en su relación de Chile, que en su tiempo,
esto es el año de mil seiscientos cuarenta, las nueces eran en él duras y
de menor almendra que las de Europa, yo digo que al presente no se
diferencian de las grandes nueces. Sin duda, que después de la dicha
época han abandonado aquella especie, y en su lugar han cultivado la
nuez grande, como de cascara mas sutil, y que mas fácilmente larga su
almendra. Yo he notado esto por lo que luego diré contra el señor Paw.
Del fruto de estos árboles, hace Chile comercio con el Perú, mandando a
él no indiferente cantidad.
Los naranjos, los limones, las limas, nacen allí y se conservan por to-
das partes a cielo raso; plantados en tierra, como todos los otros árboles,
ellos se hacen altos y gruesos, y frutan todo el año grandemente. Entre
ellos hay limones, limas y naranjos dulces, de dos o tres especies. Entre
los limones agrios, hay una especie de limoncitos redondos y poco ma-
yores que una nuez, de cascara muy sutil, los cuales son muy frios, y lo
llaman limón sutil. El árbol que los dá, es mas grande que los limones
ordinarios, y tiene las hojas pequeñas, semejantes a los del naranjo, de
un verde oscuro. Estos limoncitos, por su suma frigidez los prefieren a
los otros en las calenturas ardientes, y para pasados por almíbar son
buscados, porque gustan mucho de su dulce; todo este agrume, hasta
estos últimos tiempos no se vendia, sino que se regalaba o se dejaba a
la discreción del que entraba a la huerta, pero ahora ya principian a
venderlos, y los que dan por la ínfima moneda son tantos, que, se puede
aun decir, los regalan. Como el uso que de ellos tienen, sea en la reali-
dad poco, y no sepan aprovechar su jugo en las tintas, no debe esto cau-
sar maravilla, como ni que se diga que mucha parte de ellos se deja po-
drir al pié del árbol.
Las parras también han sido introducidas por los españoles, y ellas en
todo Chile fructifican maravillosamente, y el terreno es de tal suerte
adaptado a esta preciosa planta, que en él llega a la grandeza de los ár-
boles, y como que procurase aun sobrepujarlos en lo alto y en lo grueso
de su tronco. Todos los bosques se van llenando de parras silvestres,
provenientes de la semilla que deponen los pájaros. Estos parrones (que
así los llaman) producen cantidad de uva, de la que algunos se valen, así
para comer, como para hacer vino. No son de la mejor calidad, porque
nunca maduran bien, porque ordinariamente les faltan los rayos del sol;
pero la uva que se coge de la cultivada, tiene todas las cualidades que se
pueden pedir para hacer un excelente vino. Las viñas se han multiplica-
do tanto en Chile, que no hay hacienda que no tenga la suya. Estas son
de dos suertes en Chile: unas altas, de tres o cuatro pies, y de esta espe-
cie son todas las de las provincias boreales del Reino, hasta la de Maule,
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HISTORIA DE CHILE.— LIB. III. -CAP. XII . 165
y espirituoso, y se va extendiendo su cultura. La uva malvasía, allí
llamada uva de Italia, es de cuasi los principios, pero no para hacer vi-
no, sino para las mesas, y así solo la cultivan en parrones. No sé de
donde pueda provenir este, diré desprecio, si no lo atribuyo al poco o
ningún empeño que tienen los habitantes de Chile de hacer valer en el
mundo las producciones del felicísimo país que habitan. No concuerda
nada de lo que he dicho en este párrafo con lo que ha divulgado por el
mundo el señor de Paw, el que llevado de no sé qué espíritu,
se ha propuesto en su obra desacreditar la América, levantándole las
mas negras calumnias. Los accidentes particulares que ha leido en los
viajantes, los ha extendido a toda ella, y así no ha dudado afirmar que
todos los frutos de Europa han degenerado en América, profiriendo esta
proposición sin restricción ni de lugar, ni de especie de frutos. ¿Qué
testimonios podrá él alegar para apoyar esta proposición, que quien ha
estado en América la vé en todo falsa? ¿Con qué razones podrá él desha-
cer las que yo ingiero en esta obra, para dar peso a lo que digo? Yo, a la
verdad, no encuentro alguna. En cuanto he leído, veo todo lo contrario,
y en cuanto sé de las otras partes de la América, no he podido concluir
otra cosa, sino que unas no son propias para un fruto, para los guindos
o manzanas; otras para otro, como los duraznos, albaricoques; pero no
que alguna no lleve alguno de estos frutos. Si hubiese leido los Histo-
riadores de América, hubiese hallado con distinción y no hubiese caido
en tan gruesos errores con que procura impresionar la Europa contra
la América. ¿Pero lo conseguirá? Esto es lo que se duda mucho. Antes
yo me persuado todo lo contrario, que creerá mas a las deposiciones
de un Frezier, de un Feuilleé, de un Ulloa, de un Acosta, y de cuantos euro-
peos que vuelven de ella, que no a las aserciones de un extrangero que no
las funda sino es en su dicho.
La obra de este autor debió tener delante el señor abate Gilij, cuando
escribia su cansadísima historia, mas de su vida que de la Tierra Firme,
como se propone, porque en ella se ven diferentes rasgos de pluma mal
cortada, de este carácter. Para dar peso a lo que él dice, se aplica a
desacreditar así a los españoles, como particularmente a los escritores
americanos. Hasta su cuarto tomo no descubre él su corazón ingrato a
la América, de donde volvió a la Europa y a su patria cargado de dones.
Hasta allí todo es elogio de la nación española, aunque siempre con
oiertas cortapisas que vienen a deshacer cuasi todo, y que dan bien a
entender su ánimo contrario. Y en este tomo descubre todo el veneno
que concebía en su pecho. No son ya aquellas mismas acciones merece-
doras de alabanzas, sino ele vituperio, no son gloriosas, sino oscuras y
muy negras. Hasta ahora tienen autoridad los autores esnañoles, hasta
ahora no se les tacha y no se procura desacreditarlos, pero ya en este
tomo no se les nombra sino para decir que ocultan la verdad, que des-
figuran los hechos, que ponderan la felicidad de aquellos, y en una pala-
bra, para decir que mienten. ¿Por qué es esta mudanza, señor abate?
Yo diré que la leo en el decreto que precede a su prefacio de N. Soberano,
en que le acuerda la pensión que le estaba negada por forastero. En los
tres primeros tomos hace de pretendiente, y en el cuarto como extran-
\
\
166 GÓMEZ DE VIDAURRE
gero, o como buen italiano que se acomoda al vulgar axioma de su pa
tria: Ottenuta la grazia y gabato ü santo.
Porque el abate Clavigero dijo con toda verdad en su Historia de Mé-
gico, que en este reino se habían multiplicado mucho las vacas, y se-
mostraban mas fecundas que en Italia, se descarga contra él, como que
hubiese ofendido gravísimamente la Italia, y dicho una solemnísima
mentira. Es de notar, que él no habia estado en Mégico, y por lo que él
nos dice, sucede en el Reino de Santa Fé y Tierra Firme, quiere conven-
cer la falsedad de lo que éste dice de Mégico. Rorque don Juan Ignacio
Molina dice en su obra una proposición modesta, en la cual se cree com-
prendido, se arma contra él, lo injuria, y si por esto él se toma el traba-
jo de responderle, lo amenaza con unas anécdotas americanas, las cua-
les, después de tres años que está ya público este tercero tomo, aun no
han salido. Si ellas corresponden a su historia, serán verdaderamente
concisas, y de que el mundo no sacará otra utilidad que haberse cansado
en leer la vida de su autor, sus alabanzas propias, y otras impertinencias
semejantes. 1
1 El abate Salvador Gilij, autor de un Saggio di storia Americana, o sea de una his-
toria natural, civil y sagrada de los reinos y provincias españolas de Tierra Firme,
impresa en Roma en los años de 1780-1784, en t volúmenes en 8.°, nació en 1721 corea
de Spoleto, y entró a la Compañía de Jesús en 1740. Estuvo en América como misio-
nero cerca de 18 años, habiéndose, después de la expulsión, establecido en Italia. Murió
en Roma en 1789, muy poco después de la época enqueVidaurre le increpaba su con-
ducta.
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REINO MINERAL DE CHILE
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TIERRAS APRECIA BLES DE CHILE
Sin internarse en el terrono, con solo la vista que echo sobre él, descu-
bro un sinnúmero de tierras, ya arcillosas y calcáreas, ya minerales y are-
narias. Todas las especies y variedades de arcillas de que hablan los
agricultores y naturalistas, yo las encuentro en Chile. En una Historia
Natural es imprescindible hablar de ellas, pero como yo no tomo aquí la
Historia Natural de Chile, sino en cuanto a aquellas producciones que
traen utilidad a sus habitantes o se la pueden hacer, por eso me dispen-
so de hablar de lo que todos suponen que hay, y me limito a hablar de
unas pocas que parecen diferenciarse de las ya conocidas.
La primera que se me presenta es una suerte de tierra bolar, muy fina,
ligera, olorosa, de color rojo oscuro con algunas manchas amarillas, la
cual se disuelve en la boca y se ataca a la lengua como los otros bolos.
Yo creo tener toda razón para sospechar que esta arcilla, en su composi-
ción, tenga muchas partes de las que componen la preciosa arcilla del
Village Hedgerli en Inglaterra, de que se hace tanto aprecio en el comer-
cio: porque yo hallo en la de Chile muchas de las señales que caracteri-
zan aquella de Inglaterra, como son, adquirir, a medida que ella se ca-
lienta, un color rojo muy bello, conservarse sin alteración muchos años
y sin petrificarse, como sucede con la arcilla común. Ni el que ella sea
fina y suave al tacto y olorosa, cuando la otra es muy áspera, me apartan
de esta opinión, porque estoy persuadido que no le vienen de su aspere-
za las indicadas cualidades que la hacen apreciable, sino de la combina-
ción de ésta con las partes colorantes, las cuales yo hallo las mismas, y,
por ventura, en mas feliz combinación con la arena de que le viene la
aspereza. Porque, en efecto, todos los vasos en que ésta se emplea, se les
ve resistir al fuego y basta que ella se mezcle con las otras arcillas o gre-
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1
3
HISTORIA DE CHILE.— LIB. IV.— CAP. I 171
arcilla parda, las cuales, después de quemadas adquieren este mismo
color. Esta arcilla no es de grano tan fino como la dicha rovia y mas des-
pojada de arena que lo que esta roja que dejo descrita. Yo la creo análoga
de la de Norrearse, porque en parte tiene la singular propiedad de poner-
se azul al fuego, porque el negro que tengo dicho, hace visos azules en
ciertas posturas del vaso, y aun, mirándolo fijamente, un azul como que-
mado. No puedo menos que notar, que así como los antiguos romanos
preferian esta arcilla a todas las otras para las urnas sepulcrales, así los
indios de Chile prefieren los vasos de arcilla que acabo de indicar, a los
otros vasos de las otras tierras, pues de estos solos se encuentran en sus
sepulcros. _,
Del color de esta, esto es, parda, es la que usan platos, acueduotos y ^
otros utensilios, pero que después de cocida, conserva su color con po- '*,
quísima alteración. Ella tiene paralo dicho todas las cualidades que se :
pueden desear. Ella resiste a lamas violenta acción del fuego sin reven- *
tarni vetrificarse.
Finalmente, es de notar una arcilla blanca que se halla en las márge-
nes de algunos rios. Esta es muy lúbrica, de un grano finísimo, con al-
gunas partes resplandecientes. Vista de lejos, parece un lienzo tendido
por el suelo, sembrado de gotas de agua heridas por el sol. Lo lúbrico
de ella es tanto que no se puede estar de pié firme en ella. Está a capas,
cuyos intermedios son otras capas de arena de rio. Esto me hace creer
que pasando tales rios por minerales de esta arcilla, en sus mayores ere- ..
cientes, porque entonces se les ve de este color, en los remansos que *
hacen aquellas, deponen estas tierras que después son cubiertas de las •,
arenas. De esta especie de arcilla no se hace uso alguno, lo que natural- 'i
mente procede de la ignorancia en que están aquellas gentes de las artes
y de las ciencias útiles. Si ellas supieran que la arcillla blanca es la mas ' '•
pura de todas, y que se endurece tanto al fuego que ella, herida con el
acero, llega a brotar fuego, no la tuvieran en un perfecto abandono. ¿Y J
quién sabe si ella es una tierra fosfórica? ¿Quién, si es una tierra de por- J
celana? Cualquiera de estas cosas que ella sea, será siempre de una gran- -¡
de utilidad al reino, una vez que sepan aprovecharse de ella.
Del mismo modo, tienen en Chile de todas las especies de tierras gre-
dosas o calcáreas. Entre estas, hallo una que merece algunajatencion. Ella
es blanca, granosa y friable. Hace esta alguna efervescencia con los áci-
dos y forma con ellos cristales irregulares, sin tener por esto la cualidad j
cáustica de la sal común. Hay una mas fina que otra, la fina se halla en
las provincias de Colchaguay Maule, y la otra en la de Chillan. Se cree
esta última mas imperfecta, porque de su naturaleza tira al amarillo y
con el tiempo se pone pálida; la otra se conserva en su primitivo color.
Ambas se reducen a un polvo sutilísimo. Los campesinos la emplean en
blanquear sus casas. Don Juan Ignacio Molina, cree esta greda un efecto
de los volcanes o de los fuegos subterráneos, por lo que él la ha denomi-
nado cal volcánica, porque las minas de esta greda las supone solamente
existentes en las montañas de la cordillera y en vecindades de los volca-
nes, en lo que ha padecido equivocación, porque yo he visto minas de
esta greda fuera de la cordillera, en distancia grande de ella y mucho
17a
GÓMEZ DE VIDAURRB
mayor de volcaD, y en parte donde esto no puede atribuirse a erupción
íilguna volcánica. Yo había creído hasta ahora que la dicha greda no
fuese otra cosa sino una torrefacción de las producciones marinas, cua-
les son las madreperlas y las conchas, porque no se halla sima alguna de
esta greda que no contenga conchas o madreperlas, las cuales viniendo
a destruirse, decía yo, y a desmenuzarse, forman la dicha greda. Las
opiniones sobre el origen de la greda, en general, son poco decisivas, y
ast dan ellas lugar a que cada uno establezca su sistema particular. Yo
creo el mió expresado mas fundado; porque digo, sobre las playas del
mar, los montes son rocas que contienen cantidad de fango, las cuales
se desprenden con el flujo y reflujo, principalmente en las dos grandes
mareas del año y caen sobre el suelo del mar, que entonces está cubier-
to de conchas y de otras semejantes producciones que las olas han de-
positado ailt; con tal medio una capa de piedras habrá cubierto la capa
de conchas; estas en la marca siguiente, por su parle, habrán cubierto el
banco de piedras, las cuales son bastantemente duras para conservarse,
estando libres del aire; pero las conchas mas tiernas se habrán hecho
tierra. El retiro de las aguas del mar, habrá ayudado a la formación de
una masa de greda, la cual con el andar del tiempo, habrá quedado cu-
bierta de la tierra vegetable. Si bien se examinan las minas que de esta
tierra hay en las vecindades del mar chileno, se encontrarán estas pie-
dras y que son de la misma naturaleza de la que compone las rocas
de sus montes vecinos. Si estas no se hallan, ni aun los cuerpos mari-
nos organizados en las inmediatas a la cordillera, se debe decir que la
dicha greda es de trasporte, esto es, que las aguas subterráneas la han
arrastrado y depuesto en los lugares donde se halla, loque lia hecho
que ella sea mas suave al tacto, de un grano mas igual y friabilísimo.
Pero sea de esto lo que se fuere, yo considero esta greda, como otra blan-
ca de Troya, tan útil para blanquear tas paredes, y me persuado que ella
podrá servir como aquella para las lanas y paños gruesos, pues aquella
no es otra cosa sino una greda blanca.
No es Chile menos abundante de tierras metálicas. Se han descubierto
en él la tierra verde de Verona, que se vé en polvos y en pedazos de co-
lor verde que lira al oscuro, suave al tacto, y que contiene poquísima
materia metálica, como lo muestra su peso; la azul de Montano, en pe-
queños granos porosos y friables; la tierra calaminar, y la ocrea teñida
de varios colores, ésto es, la amarilla, la oscura, que lal vez se llama en
el comercio otcuro de monte, la parda tirante al negro, que se conoce en
el comercio de Europa bajo el nombre de tierra de Cotonía; la ocrea roja,
o el rojo de Indias,) u ocrea de Murcia. No debe esto causar maravilla
a quien sabe que todas estas ocreas provienen de la descomposición de
los metales, de los que abundando Chile, como después veremos, y por
otra parte, debiendo ser en él por esta misma causa muchos los fuegos
subterráneos, por consiguiente, en él debe haber sucedido y suce 1er
copia grande de descomposición de aquellos, y asi abundar de e ,as
tierras metálicas, diversamente coloridas, según la diversidad de rr ta-
les que se han descompuesto y combinación de las partes d*«" m-
puestas.
HISTORIA. DE CHILE.— LIB. IV.— CAP. I 173
De la ocrea roja hay de dos suertes, una de un rojo pálido, que los in-
dios llaman coto. Esta, estando bañada, es lúbrica, aunque no de grano j
muy frío; la otra es muy fina, de un color muy encendido, y mas vivo
que el del bermellón, por lo que algunos lo han creído un minio natu-
ral, lo que no es del todo improbable, porque tal puede ser la fuerza de I
los fuegos subterráneos en vecindades de alguna mina de plomo, que de
calcinarlo hayan pasado a reducirlo a este estado, como sabemos se 3
hace con el minio artificial. Los indios llaman a esta tierra quenchu. De j
todas estas tierras coloridas se sirven muy poco los chilenos, porque
la pintura en que las podian emplear, está cuasi del todo abandonada y J
sin uso, y así ni kun saben que ellas, en el comercio, tienen aprecio, y
sucede que las veces que han de pintar una muralla, sea, preciso que
compren de las que se les lleva de fuera.
Siendo, como dejo dicho, todos los ríos de Chile pedregosos, a excep-
ción de Biobio, se deben en él suponer todas aquellas especies de arenas
que distinguen los naturalistas. Con todo, se debe decir que en él hay
pocos lugares que sean verdaderamente arenosos, o de tal suerte cu-
biertos, que nada produzcan, porque éstos son de tan pequeña extensión,
que no merecen ni aun la consideración del que quisiere empeñarse en
degradar la fertilidad de las tierras de Chile. De la arena micácea negra
originaria, se halla en gran cuantidad en las riberas de los rios y del
mar, particularmente después de algún tiempo borrascoso.
Esta es la arenilla de las salvaderas de aquellos habitantes; ella es fina
y pesada, a causa del fierro que contiene. Hay otra en los mismos lu-
gares, que difiere solo de la primera en el color, que es de azul de Pru-
sia. Mas útil es la que se halla en las vecindades de Talca, capital de
Maule, de color rojo oscuro, porque ella, a mas de asemejarse a la arena
de Puzuoli, tiene la propiedad de endurecer luego en el agua. Los habi-
tantes de esta provincia se sirven de ella en enlucir las paredes de sus
habitaciones, a las que ellas se ataca por sí sola, y no se le vé hacer
grietas.
v¿
►
Lo que inmediatamente después de las arenas se nns presenta a li
vista, son las piedras. Si en esto, a la verdad, se hubiese de caliílcaí
Chile, por lo que han escrito del sus historiadores, y por lo que se apro-
vechan de ellas sus habitantes, se le debia calmear por un Reino polín'
simo en este género; pero si nos ponemos a observarlo en este punto
con poco de ojos de mineralogía, hallaremos que él es no menos rico ei
este punto; que él presenta a sus habitantes tesoros inmensos en su¡
varias minas', que él al mundo hace ver nuevas especies en esto mismo
Encontraremos ciertamente piedras que no son atacadas por los ácidos
pero que al fuego ordinario se endurecen; ved aquí piedras arcillosas
se descubrirán piedras que se disuelven con ellos y que se reducen ei
sal con el fuego; ved aquí piedras calcáreas; se esperi mentarán piedra:
que nada se disuelvan con Jos ácidos, p-ro que con la acción del fuegí
forman un estuque; ved aquí piedras que suministran el hierro; se lo
inarán piedras en que los ácidos no hagan impresión alguna, pero qui
al golpe del acero despidan luego; ved aquí piedras vetrillcables; final
mente, piedras de grandísimo peso, que heridas por el acero, no dni
fuego, y que por si mismas se funden en aquel grado de fuego a que la:
precedentes han resistido; ved aquí los aspectos posibles; por consiguien
te, encontrará en Chile las cinco órdenes principales, en que según si
esencia, se dividen las piedras. Pasemos ligeramente la vista sobre es
tas cinco órdenes, suponiendo que, como hasta ahora no han sido exa
minadas sus producciones en este género por ningún inteligente litogis
la, muchas que merecerían un distinto lugar en esta historia, quedarár.
aun sin memoria en ella.
Del primer orden yo encuentro la sckita verde, roja, oscura y negra
de diferentes consistencias y diversos pesos; la hadesia o nrdosa, ya d<
176" GOMES DB VIDAUHRE
buena, ya de mala cualidad, de color pardo y rojo.
se sirven para los edificios. El Laico blanco, amarill
el común; el amianto, de las Lres especies que se c
drio de Moscovia, la cual es perfecta en su género
como por la limpieza de sus hojas. EsLos las empl
en las ventanas, en lugar de vidrios. Algunos la
vidrio, asf porque no están expuestas a romperse,
lugar al registro de lo que se hace dentro de la pie;
ra otra luz departe de dentro; fácilmente se lavan i
vense también de ellas para hacer flores, o ya en
después de puestas al fuego, eo que pierden su trasparencia y adquieren
un bellísimo color de plata luciente, sin dejar un punto de su flexibili-
dad. Estas piedras se sacan ordinariamente de sus minas, de un pié de
grandeza, pero usando de precaución y de fatiga, han llegado a sacarlas
de dos pies de largo; su color es poco diferente del vidrio, por lo común.
Las hay también con manchas irregulares, amarillas, rojas, verdes y
azules; pero éstas son desechadas para los dichos usos. Tampoco apro-
vechan la mica brillante, sea la blanca, llamada plata degato, sea la ama-
rilla, dicha oro de gato, que en las pinturas de cola hadan un bellísimo
efecto, lláilanse de éstas montes enteros, y cuando están en su superfi-
cie, peladas de toda tierra, y mezcladas de piedras blancas algo traspa-
rentes e irregulares en su ttgura.
En el segundo orden yo hallo no solo las piedras comunes de cal, sino
también los mármoles con que se hermosean las fábricas de Europa, y el
espato calcáreo. Entre las primeras se encuentran las piedras compues-
tas de todos colores, las brillantes o lucientes, también de todos colores;
las escabrosas o ásperas de montaña, blancas, azules o pardas. Son fre-
cuentísimas en el Ileino las minas de estas piedras, y en muchas partes
en vecindades de las poblaciones, se aprovechan con buen éxito, y se
aprovecharan mas de ellas, si no estuviesen preocupados de un falso
juicio, es, a saber, que los terremotos hacen mayor estrago en los edifi-
cios mas fuertes; por lo que usan poco de la cal, sustituyendo en su lugar
el barro; porque han visto arruinarse los edificios hechos con esta mez-
cla; pero esto yo lo atribuyo a la mala proporción que usan entre ésta
y la arena, por lo que ella no hace el efecto que deba, y no por falta de
las cualidades necesarias para una mezcla forllsima: todo es efecto de la
ignorancia en que están de las arles.
En la clase de mármoles presenta Chile cuasi todas las especies que se
conocen en Europa. De los que se conocen de un color, que son los que
propiamente se llaman mármoles, se han descubierto el blanco estatua-
rio, el negro, el tirante al verde, el amarillo, el rojo y el pardo. No me
atrevo a decir o determinar la cualidad de estos, ni a significar aun si el
blanco sea como el de Istria, de Currara, de Genova o de Bayona, o como
el del monte Caputo de Palermo, que se llama mármol colarían blanco o
el imborcale del monte de Sinai, o el de Paros, o el de Grecia; si el nef -o,
como el losquéde Alfovan o de Diñan t, deNaumar, de Barbaucou.de La al,
de Poue, o el llamado brazos de Salvatierra y -porta el oro; si el tiranl al
verde, como el llamado en Italia cerdello, y en suma, si el pardo sea ¡c-
HISTORIA. DE CHILE.— UB. IV.— CAP. tt 177
mo el mármol lesbio; porque ninguna de estas minas se trabaja, y asf
están aun ocultas sus cualidades. Solo diré que con la ocasión de la fábri-
ca de la Catedral de la capital y la Iglesia de los Dominicanos, se trabaja
en una posesión de éstos una mina de mármol, que no es perfectamente
blanco, sino de un blanco que tiene algo del color del plomo, aunque él
es duro, no recibe bien el pulido por la grandeza de su grano, y hay toda
razón para temer que él no haga la mayor resistencia a las impresiones
del aire y de la agua, porque debiendo ser en él menor las partes gluti-
nosas que las calcáreas, que constituyen este mármol, por consiguiente,
él debe hacer menor resistencia al tiempo.
No es asf el rojo con pequeñas manchas blancas, que se halla y trabaja
dentro de la misma capital en la pequeña colina llamada Santa Lucía.
Este es de un grano muy ñno y de una dureza tal, que ella es mayor aun
recientemente sacado de la mina, que lo que es el otro después de mucho
tiempo de sacarlo de la suya. Este es capaz del mas bello bruñido, pero
los señores de aquella ciudad que se sirven de él para ornamento de las
puertas de sus casas, no usan el bruñirlo.
Entre los manchados o de varios colores se halla el ceniciento con
manchas de blanco, de amarillo y azul; el verde roseado de negro y ama-
rillo, el tirante al amarillo con manchas irregulares negras, pardas y
verdes. Este se halla en las vecindades de San Femando. Se trabaja con
facilidad, recibe muy bien lustre y adquiere notable dureza fuera de la
mina. A excepción de éste, no se trabaja ninguno de los otros mármoles
manchados. Quienes han discurrido los Andes inferiores, atestiguan ha-
ber visto piedras de este género de todos colores, como otros por las cos-
tas. Entre estos montes se hacen notar dos, uno entre las cordilleras de
Copiapó y otro en las costas de Maule, ambos a dos internamente com-
puestos de un mármol listado por caras de diferentes colores y puestos
a capas desde la base hasta su cima con tal simetría que encantan la
vista.
El mármol figurado, o la lamachela de los italianos, se halla en las pla-
nuras de Coquimbo, de tres a cuatro pies de profundidad. Dicho mármol
está a capas de cinco hasta ocho; él es blanquizco, granudo y sembrado
de conchas mas o menos enteras, y en lo ya formado mármol quedan
como rastros de aquellas. Las capas, que se extienden en largo y ancho
mas de legua y media, tienen de grueso cerca de dos tercias, y son al-
ternativamente interrumpidas por capas ligeras de arena. Esta piedra
es mas fina y mas dura en razón de la profundidad en que se halla. La
primera, o mas superficial, es basta y no sirve sino para hacer cal. La
siguiente no tanto, y ya en estado de servir a los edificios. La tercera,
y lo mismo las que se siguen, aunque muy compactas, ceden ai hierro,
de que se valen para cortarlas y sacarlas de las dichas minas. En los
edificios adquieren la suficiente dureza para resistir a las impresiones
del aire y del agua, como se ha visto en las pocas que de dicha piedra se
han hecho en la sobredicha ciudad.
Finalmente, el espato calcáreo es comunísimo en Chile. Este, como in-
separable compañero de las minas de metales, sirve de guia a los mine-
ros para desoubrir y para caracterizar la cualidad de las minas. Todas
i?
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178 GÓMEZ DE V1DAURRE
sus especies son bastante bien conocidas de la gente que se ocupa en it
extracción de los metales; y así de los colores de que están teñidos como
de su figura, concluyen con seguridad la especie de metal que contiene
la mina; del amarillo y cúbico el plomo; del rojo y figura de romboide el
fierro; del negro y figura cuadrilátera el estaño; del azul y verde el cobre,
etc. De todos estos espatos coloridos que se hallan cristalizados en mo-
chas de las minas de Chile, viene la abundancia que hay en él de topa-
cios, de esmeraldas y záfiros falsos. Entre éstos es singular el espato
exágono de diversas grandezas, que se saca de una de las minas de Qui-
llota, porque él está vergado en mil maneras de sutiles hilos de oro, con
lo que presenta a la vista uno de los obgetos mas bellos.
No abunda menos Chile de las piedras de tercer orden, esto es, de pie-
dras que nada se disuelven con los ácidos, pero que con el fuego forman
un estuque. No conocen especie alguna los naturalistas que en él no se
encuentre. El hierro común, o el propiamente dicho, piedra de estuque,
** el cristalizado, el selcnite, el lameloso, el rayado, el dicho alabastro falso
se hallan frecuentemente. Cada uno usa el que tiene mas a la mano, pero,
con torio, este último es el que mas frecuentemente usan por ser el que
mas abunda y se halla por casi todo el reino.
En el orden de piedras vitrificables o arenosas, es Chile, por ventura,
mas abundante que ningún otro. En él son comunes las piedras blan-
cas, las cenicientas, las amarillas, de afilar, las molares, las cernen-
,t tarias o de construcción. Las cuarzas opacas y coloridas y también las
' ' nubles se ven cuasi en todos sus montes, como también las pedernales.
ri Diaepros de un solo color, como el rojo verde, el blanco y el azul. Este
•»' . último es perfecto, y con todo que no se ignora el aprecio que él tiene
para con los hombres, no se hace caso alguno de él. Los caracteres de
esta piedra están bien distinguidos para que ella no se tome por lapi>-
dm armenia, y cuando ella fuese así seria siempre Chile recomendable
por esta piedra, que no es común en otros reinos, pues hasta el siglo
pas-ido so creyó que en solo la Armenia se encontraba: en fin, entraría
Chile por ella, en el número de aquellos países donde ella hoy diase
•i sabe que la hay, esto es, Ñapóles, Tiro, Bohemia, Witemberga y Aiber-
' nía, si sus habitantes la hiciesen conocer al mundo, extrayéndola fuera
del reino y formando de ella un ramo de comercio.
Por todo el reino se encuentran pequeños cristales de rocas, y la muer-
te repentina de un sugeto inteligente, quitó a Chile el hacer manifiesto
al mundo que sus cordilleras poseen minas copiosísimas de esta piedra
fundamental de cuasi todas las piedras preciosas. Cuando se preparaba
para entrar dentro de la cordillera, al lugar en que ya habia observado,
para sacar todo el necesario para un altar que él mismo habia ideado, y
cuyas columnas pensaba hacer de una pieza de esta materia, no quiso Dios
aceptar este sacrificio, pues se lo llevó para sí. No se debe pues, extrañar. ,|
que se encuentren algunas veces por ias campiñas de Chile algunas oie-
dr/is preciosas. Kn Coquimbo se encontró una bellísima esmeralda, en
la provincia de Santiago un topacio de considerable grandeza. Enti las
arenas de sus rios, no pocas veces se han hallado pequeños rubíe Afi-
ros y otras piedras de valor, lo que es señal evidente que pe. ao*
*N
t
HISTORIA DE CHILE.— LIB. IV.— CAP. II 179
ellos corren, hay minas de estas piedras; pero no por eso alguno se ha
movido a correr sus márgenes y buscar el depósito de este tesoro. Tal
es la desatención de aquellas gentes a estos otros ramos de riqueza.
Vése esto manifiesto con las amatistas de que está compuesta una pe-
queña colina en las vecindades de la villa de Talca, y otro monte de las
mismas amatistas en la provincia de Chillan, los cuales no les han mere-
cido lamas minísima consideración. Están aun intactos, y sin que aun los
hayan examinado, no obstante que aun las que están en su superficie
indiquen la fineza de las que están dentro del seno de ,1a colina. Algunas
que se sacaron a un solo pié de profundidad, eran enteras y vivamente
coloridas y cortaban el vidrio seis y siete veces sin despuntarse, como lo
probé. Yo estoy firmemente persuadido que en lo interno y mas adentro
las haya perfectísimas. Son ellas de un rojo morado y se hallan atacadas
a una especie de cuarzo pardo, que les sirve de matriz, o tal vez des-
prendidas de él y envueltas en la arena. Se encuentran algunas que tie-
nen la agua misma de los diamantes; lo cual por ventura indica que en
el centro de dicha colina haya también esta preciosa piedra.
En distancia de poco mas de un tiro de fusil de la Plaza de Santa Jua-
na, hay un monte, todo él resplandeciente por la infinidad de piedrecillas
cristalinas de figura irregular y de diversos tamaños. Su brillo es nada
inferior a las célebres de Bohemia, pero esto no ha bastado para aficio-
narlos a ellas, y ni aun para probar si fuera del reino tendrán ellas al-
guna estimación. Todo el monte es espatoso, y con solo rascar con los
dedos se les desprende de su sitio.
Al quinto y último orden, los litologistas reducen todas las piedras
compuestas de varias partes heterogéneas, como los guijarros, pórfidos,
granitos. De los primeros se debe decir que. la mayor parte de los mon-
tes de Chile están compuestos de ellos, lo que no pocas veces hace sus
caminos, por la costa y la cordillera, sumamente fatigosos y molestos.
Las faldas de los montes que dan palso de Cuyo para Chile, están mani-
festando los pórfidos rojos, negros y verdes, con puntas de varios colo-
res, entre los cuales se hace notar uno de todos los pasajeros, por su
fondo amarillo, curiosamente manchado de rojo y azul. Del mismo pór-
fido, aunque de color oscuro, con manchas negras, se ha descubierto es-
tos últimos tiempos en las vecindades de las juntas del rio Claro con
Maule, una vastísima mina, de la que aun no se sabe su extensión y pro-
fundidad. Estos pórfidos empiezan a dos pies de profundidad, y están
dispuestos a capas de cerca de dos pies de ancho y cuatro pulgadas de
grueso, observando constantemente estas medidas en la capa misma,
pero no en todas las que se le siguen. A veces se halla cortado el largo
de éstas por algún otro cuerpo extrangero, pero no por eso se dejan de
sacar de ocho y mas pies de largo. La superficie de estas tablas es de tal
suerte lisa, que los pintores para moler sus colores, lo pueden hacer sin
:ener que poner mano en ellas. Todo el terreno de aquellas campiñas es
renoso y parte arcilloso, y entre tabla y tabla no se encuentra otra cosa
no arena cuarzosa y espatosa, por lo que talvez alguno dificultará po-
lerlas en el orden que las he puesto, ni tenerlas por pórfido, suponiendo
iue esto sea la materia de su composición, pero se debe decir que estas
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ana. r;a 2 sí-i tne .25 li
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III
SALES DHL REINO DE CHILE
No seria Chile tan fértil, cual lo he pintado, no tan sanos, robustos y
fuertes sus animales, ni de tan buen gusto sus carnes, si él no abundase
de sales. Otros habitantes mas industriosos y que supiesen aprovechar
las producciones naturales de su país, hubieran ciertamente hecho que
Chile, en esta parte, hubiese sido nombrado en todo el orbe; porque él
solo podria dar la suficiente sal común para todo el mundo; mucha sal
amoniaca, inmenso salitre, cuantidad grande de alumbre, y de las cuatro
especies principales de vitriolo. Porque, en efecto, a mas de las lagunas
de sal marina, que dejo indicadas, muchos de los montes de las cordille-
ras pertenecientes a las provincias de Copiapó y Coquimbo, no se com-
ponen de otra cosa que de sai mineral, diáfana, cristalizada en bellísimos
cubos de color, ya rojo, ya amarillo, ya blanco, ya azul. Esta, que es una
excelente sal, no la usan sino los circunvecinos a dichos montes, porque
creen que el trasporte les costaría mas que la utilidad que sacarían de
irla a vender a donde están bastante bien provistos de sal marina. Si el
trasporte se hubiese de hacer solo por tierra, o todo él por esta, no hay
duda que ninguna utilidad les traería este tráfico; pero haciendo éste por
tierra, solo al puerto que tiene cada una de estas provincias del Reino,
no seria poco lo que sacarían y quitarían este censo, que no es indife-
rente, que paga Chile al año al Perú, de donde le viene no poca de esta
sal. Pero estos naturales son puntualmente los mas desidiosos del Reino
y por no ponerse ellos en el mar, perecerán de desnudez, de miseria y de
hambre.
La sal amoniaco, tanto en cristales como en eflorescencia, es común
en varias partes de Chile, como también la sal amoníaco fósil, de diver-
sos colores. Los volcanes, en cuyas vecindades se hállala tan verisímil-
mente sublimada, y de aquí se ve la cantidad grande que se podrá sacar
de esta útilísima sal, abundando la cordillera de Chile de tantos vol-
canes*
182 GÓMEZ DE VIDAURRE
El salitre es mas notorio y no ignorado fie aqi
con torio, no hacen de él el uso quedebían. Mucho
tan claramente, pero muyen particular el territorio de la ciudad ríe
Coquimbo. Este, en muchas partes se cubre de salitre bien cristalizado, y
alto una o dos pulgadas. Todo este terreno está compuesto de una tierra
margosa y porosa. Casi lo mismo sucede en Copiapó y Helipüla, y mu-
chos otros lugares del Reino. Creo bien que no todo lo que los naturales
llaman salitre, lo sea verdaderamente, porque no teniendo ellos bastan-
tes luces para distinguir el nitro del salitre, a la sal álcali-terrosa mez-
clada de ordinario con la sal marina, o con la sal al cal i volátil, a la que
ellos igualmente dan el nombre de nitro o salitre.
El alumbre, ramo interesantísimo en el comercio, podía en Chile ocu-
parlas manos de todos sus habitantes, atento la gran cantidad de minas
que de este fósil se encuentra en él. Fuera del alumbre común y de aquel
compuesto de hilos derechos, cristalinos, y que fácilmente se separan,
denominado alumbre do. pluma, hoy día carísimo en Europa, presenta
Chile un excelente alumbre, en una piedra medio cristalizada, friable, ríe
un grano fino, de sabor vitriólico o restringente, y de color blanco páli-
do. Esta llaman los naturales polcura: ella se halla en muchas partes del
Reino. El rio Maipo, a poco que él crece, lleva mucha de esta po/cura, con
sus corrientes, que va deponiendo en sus márgenes. Con ella preparan
los naturales sus lanas, antes de darlas color alguno, no usándola en
cantidad, porque, excediendo, la quema, lo que es señal cierta que ells
contiene mucho vitriolo. Aunque esta polcura tenga la consistencia de
marga blanca, no contiene cosa alguna de calcáreo, por lo que se debe
decir, que ella es una arcilla embebida de un ácido vitriólico. Sin em-
bargo que de esta piedra se sirvan para preparar sus lanas para los co-
lores, como de alumbre, y conozcan por la experiencia que ella con-
tenga mucha de esta sal, ni hacen comercio de ella, ni se han aplicado a
extraer el alumbre, lo que podia traerles grande utilidad en el tráfico.
Tienen también otra piedra del mismo género que la polcura, pero no
tan lina, y que la usan menos. Se diferencia de la verdadera polcura en
que no es allerada de partícula alguna metálica, y esta otra es piriti-
cosa y abundante en azufre, por lo que inclina mucho al amarillo.
Finalmente, todas las cuatro especies principales de vitriolo se hallan
en Chile, esto es, el vitriolo blanco, llamado alcaparrosa blanca, el verde o
marcial, el azul, o de chipre, y el mixto, como el romano. No debe esto
tenerse por exageración, ni causa maravilla a quien sabe do que mate-
rias y como sucede la cristalización de esta sal. Primeramente, cuantas
sustancias metálicas se hallan disolubles del ácido vitriólico, son otras
tantas especies de vitriolos naturales. Lo segundo, cuando la pirita sul-
fúrea cae en eflorescencia por medio del contacto del aire y de la hume-
dad, su azufre se destruye, y entonces se hace la vitriolizacion; de aquí
lo tercero: si ésta sal, que es acida, encuentra en el estado de su dilu-
ción una especie de tierra arcillosa, resulta de ella el alumbre; si, p el
contrario, encuentra del zingo, ella producirá por vía de la na -'
evaporizacion, la alcaparrosa blanca O el vitriolo blanco; si el licor vi
lico haya encontrado cobre, resultará el vitriolo azul odechiprr-
HISTORIA DE CHILE.— LIB. IV.— CAP. III 18
mismo licor venga a acompañarse con el hierro, vendrá de ello un vi tríe
lo verde marcial, o la alcaparrosa verde; si, finalmente, sin haberse despe
jado del todo del azufre, se incorpora con el hierro, vendrá un vi triol
mixto, como el romano; ahora pues, en un Reino tan abundante de mote
rias metálicas, ¿qué dificultad puede haber de estas y otras mucha
combinaciones? Lo cierto es que en Chile se hallan, tonto en estado d
cristalización o de estalactitas, cuanto en flor cu las respectivas minas,
aun en campaña abierta.
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DIVERSOS BETUMES DE CHILE
Loa muchos volcanes, siempre ardientes que se ven en Chile, muestran
la inmensa materia inflamable que contienen las entrañas de sus mon-
tes. Estos con el calor que producen en la tierra los mismos volcanes y
los fuegos subterráneos, la hace venir fuera de sus entrañas y manifes-
tarse en muchos lugares del Reino. Se encuentran de los líquidos, como
el petróleo, o aceite de piedra, de los sólidos, como el succino azabache,
asfalto, y el carbón de tierra, y de los moles, como el pisafalto. De estos
se recoge una pez negra, que tiene algo del azul, dentro del territorio de
los peguenches, para embrear los odres y las vasijas del vino, pero es ne-
cesario mezclarla con la brea natural de Coquimbo, porque sola comuni-
ca al licor un amargo intolerable. Esta, expuesta al fuego, exhala un
olor grato muy semejante al del ámbar amarillo, por lo que no se puede
decir que él sea un pisafalto natural, ni un betume de Babilonia. Yo
creeré que él sea una especie de betume indaico; porque lo hallo muy
análogo al que se saca de la laguna Asfaltite, en la Palestina. Sea de es-'
to lo que fuere, lo cierto es que éste betume es propfsimo para las em-
barcaciones, y ojalá aquellos habitantes extragesen mas y se supiesen
aprovechar de él, como hacen las naciones del mundo, con alguna de las
especies de que tienen de estos betumea.
Del petróleo, que en muchas de sus fuentes se ve nadar, del azabache,
de que se halla gran copia en las provincias araucanas y en tierras de
los españoles, y el carbón fósil, de que abunda el territorio de la ciudad
de la Concepción, no son objetos que les hayan mereoido las mas mínima
atención. Los han mirado hasta ahora como materias indiferentes, por-
que han ignorado el uso que de ellos hacen las artes. Una vez que se les
haga ver, me persuado que no dejarán perder estas útilísimas produc-
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mu* tnnhU:*, q<m a-j n^'/íii cotí,;, ¡zt-.s* i* era c-j^íiao de azufre cris-
talizado y [tiro, de ruinera <j le no nay ii«ee-.did di puraarlo. Se debe
rreer f)>iü ílxtj-n m.nat h u bie*en. s. ¡o r-jranJas de algunas grandes
erupciones volcánicas, ron las n/ie ei.-'-s m «.-."«iesen acabado, porque
presentemente n<» existe alguno en aquellas vecindades. Yo ya dejo ükü-
I Milu olea mina de esU. mismo en la provincia de Co7«ím*o. no menos
puro 'pie e»(c En una palabra, las ruinas de esla sustancia son t*n oni-
' venta le«t en Chile, que en sus cordilleras raro sera el valle donde no se
[ encuentre una. nácese de esla materia alirun comercio en Chile.
PIRITAS
Si fácilmente se concibe que la abundancia de las sobredichas malí
rías bituminosas, mantengan siempre ardientes los volcanes de Chib
así también que las piritas son la verdadera' causa de la inflamación á
dichas materias y de los fuegos subterráneos; el origen del calor de la
aguas termales, simples o compuestas, y también la causa de los tern
motos; siendo, como es, cierto que las piritas se encienden por medi
del agua y del aire, es fácil concebir este mismo efecto en las entraña
de !a tierra. El incendio délas minas de carbón no tiene otra causa s
no las piritas que allí se hallan; aquel vapor tan pernicioso a los mini
ros, no es otra cosa que las piritas inflamadas, que exhalan un vapc
sutil, rarefacto y ácido que quita al aire su movimiento tan necesari
para la conservación de la vida. El es, a las veces, tan cargado de floglstic
que fácilmente se enciendo y con tanta violencia que no so le puede api
gar; muchas ve?es produce también una terrible explosión, principal mei
te si está encerrado en minas cuyas bocas sean estrechas. Vedaqufcom
suceden los terremotos. A la descomposición de la pirita, sucedida e
una concavidad subterránea, llena de aire' y agua, se sigue la inflamado]
la dilatación y expansión del agua en vapores, y finalmente, en explí
siones y sacudimientos déla tierra. Ahora, pues, un terreno donde so
tan frecuentes los terremotos, donde tantos volcanes arden contfnuí
mente, donde hay tantas aguas termales, donde no pocas veces sus m
ñeros han quedado muertos de los vapores, como es Chile, no puec
menos que abundar sobremanera de piritas.
En efecto, si se considera bien el terreno de este Reino, todo él se hi
liará sembrado de piritas, que está como amasado de ellas, y an
sobre su superficie. Estas, tal vez, forman minas por si solas, tal vez vi
188 OOMGC ds vnuufuu
Las o venas de un grueso y extensión eonsi
velas están de por sf, sino que por lo común a
de los metales, entre los cuales también se v
bien en las arcillas, gredas y piedras, y parti
zos y sobre los cristales de roca. Las cinco es
se dividen, si se hubiese de hablar de las va
ellas ofrece, compondrían una obra mas vas
No me puedo dispensar del metal de los incas,
muy dura, poco alterable a las impresiones <
blanquizca y luciente como el estaño o ploi
poco o nada se empalia al aire, su figura es [
cuente es la cúbica. Herida con el acero da p<
tes de Chile se encuentra de esta pirita, de li
sus naturales.
SEMIMETALES QUE BB ENCüBífTRAN EN CHILB
Cuasi del mismo modo se hallan para con estas gentes lossemimetales,
porque si se exceptúa el antimonio y el mercurio (si se quiere poner en
esta clase) los otros hasta ahora no les han merecido su atención. Igno-
ran aun que con la mezcla del arsénico, el estaño se pone duro y difícil
de Tundirse, que al cobre da tal blancura, que lo hace equivocarse con la
plata; que el arsénico facilita la fusión de varias materias refractarias,
por lo que se hace entrar en la fábrica de algunos cristales, a los cuales
comunica gran limpieza y blancura; que el arsénico y su rejalgar pueden
conbinarse con varios metales, por lo que se haoe entrar en ciertas com-
posiciones, y, finalmente, que este es un ramo útilísimo de comercio, co-
mo lo experimenta la Sajorna. Del mismo modo ignoran que la sustancia
metálica del cobalto suministra una tierra, la cual mezclada con la álca-
li- lija, el cuarzo o pedernal, se vetrillca, dando entonces un bello vidrio
azul precioso, nombrado en el comercio azul esmalto, azul de esmalto, o
vidrio de cobalto, sustancia útilísima en la pintura, sobre los utensilios
de tierra, sobre la porcelana, en la tinta de los esmaltes, etc. Asimismo
ignoran que el bismuto facilita la fusión de los metales; que, mezclado con
el cobre, en la fusión lo emblanca al igual del estaño y lo hace mas sono-
ro, que le da una consistencia que se arrima a la de la plata, como se ob-
serva en el estaño de Inglaterra, el cual, por cuanto se dice, tiene una
liga de bismuto, de régulo de antimonio con una poroion de cobre; que
con el zingo se purifica y se blanquea el estaño; que se mezcla ventajo-
samente con el cobre rojo, para hacer menos expuesto este metal al car-
denillo; para darle el color de oro, y para formar el latón, el similor, la
tumbaga, el prinsubero (sic), y el metal del principe Roberto, no dejarían
perder estos precios semimetales, que se hallan, o en minas particulares)
GÓMEZ DE VIDAl'[lHE
s sustancias metálicas, y por
h
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o mezcladas con las oír
zafios.
El antimonio Lu viera ¡a misma suerte, si no "o hubi'
cesario para U 'usíod de algunos m;nera>s de pla'.a. y para parificar
el oro. Y eslof persuadido qiesi S'ipies^nei uso que hace ya déí ia me-
dicina, y el que también tricen d¿I las artes, no dejarían perder lanti'
como botan en ¡as excavaciones, necesarias para la extracción de! orí y
de la piala.
Aunque el azogue no sea un semiínelal, pues no es combustible, ni
tampoco un metal, pues es volátil, se disipa al fuego, yes failo de solida
y de audibilidad; perón» se puede dudarque «ini sea una sustancia
metálica- Será, pues, a lo menos un me. I ¡o en! re semi metales y metales,
y por consiguiente, es esle su lu^ar para tratar de él, ya que se halla en
Chile. La extracción de esta preciosa materia está prohibidas loa parti-
culares; con todo, no ha faltado quien ocultamente haya puesto mañosa
esle real depósito. En varias partes del Reino se encuentran minas de
azogue, ya virgen, ya mineralizado, ya en el estado de cinabrio, que tam-
bién se dice azogue rojo. Las provincias de Coquimbo y de Quillola tie-
nen las mas ricas minas de esta sustancia necesarísima para el trabajo
de las de oro y piala. De estas minas habla de este modo el señor Abate
donjuán Ignacio Molina. «La Coquimbana, esta situada en uno de los
« montes mediterráneos, compuesto en parle de una arcilla algo oscura,
• y en parle de una piedra arcillosa frágil. Ambas a dos sirven al azogue
" de matriz, el cual se halla solo nativo en gran copia en filones inclina-
« das al horizonte. Algunas venas de estos filones, se ven mineraliza-
« das, es decir, bajo la forma de cinabrio, de un rojo cargado. La Quiilo-
« tana es igualmente situada en un monte alio, poco distante del lugar
- llamado Limaehe, y por lo que muestra, no es menos rica que la prece-
* dente. Esta está descubierta mas de ciento y cincuenta años, y aunque
« diversas veces se ha pensado emprender su trabajo, y se ba proyec-
- lado, la Corle no ha hallado suficientes las razones que se han pro-
- pueslo de Chile para dar su permiso. El mercurio que en ésta está
» mineralizado por el azufre, tiene por matriz una piedra calcárea,
■ cual serviriade medio de detener el azuTre, cuando por medio del fue¡
■ se viniese a extraer de ella el azogue.»
r^^CEf-OÍ^
METALES DE CHILE
Por ventura no hay Reino en el universo que abunde tanto de metal
oomo Chile. Esta prerrogativa es muy manifiesta para que alguno se
pretenda disputar. Mas oro y mas plata se sacará en otras partes de
América, pero eslo no prueba otra cosa sino que es mas la gente que
ha entregado a la extracción de estos metales, pero no que sus min.
sean mas, ni mas copiosas de estos metales. El oro es tanto que fn
Gregorio de León lia llegado a decir en su mapa de Chile 1 que todo su I
rreno está empastado de oro. Yo no diré tanto, pero no dudo decir qi
él, en toda su extensión, es una continuada mina de todos los metal'
conocidos; aquí de uno, allí de otro, porque si no se halla, vbg., el oro, c
vando en cualquiera parle, se encuentra otro, vbg., el cobre o el hierro,
el estaño, o el plomo, o laplata y tal vez de do3 de estos, empastados e
tre s(.
Es cosa que debe causar admiración la pereza de los mineros de Chi
en esta parte de los metales. Ellos no solo saben buscar las minas sil
distinguir «le qué especie de metal son, no solo hacen las pruebas sii
avaluar sus productos; no solo cavar en las situaciones mas ventajosa
sino distinguir las verdaderas vetas de las que no lo son, y todo esto pi
sola la práctica y la experiencia, sin haber sido fundados en principii
de ciencia, de modo que muy pocos veces salen falaces sus congetura
1 El Mapa de Chile de Fr. Gregorio de León, ha sido citado por Ovallc, ffist. lie
fols. 'J, 28 y 61, por Rosales, IlUt. General, T. I, 109, por Pinelo, Epitome, 1. II, c-
f&tí, por Molina, Hisí. civil, uig. 380. Este mapa, que so dice impreso, y al que coi
so ve, se refiere también Qoincí de Vidanrre, no hcmoi logrado verio hasta hoy. Coi
ti que fué dedicado al presidenlo D. Luis Fernandez de CVirdoba, y de su autor sal
mos que era hijo de Pedro de León, natural de Cannona, en Andalucía, y que llega
Chile por los años de 1579, habiendo profesado en el convento de San Francisco
esta ciudad, en 1586, haciéndolo cesión de lodos sus bienes.
S GÓMEZ DE VTDAURRE
>n esta experiencia cunea Taita quien por solo el
! ponga al trabajo de una de ellas.
Este trabajo de las minas está lleno de infinitas
ido de grandísimos peligros. Es preciso penetrar
;tra, y esto no se hace sin grandes gastos en sa
ira los operarios; los cuales, no solo por el gran
>r el peligro grande en que ponen su vida, piden
•tiesa. ¡Cuántas veces los vapores malencos har
s laborantes! ¡Cuántas veces, desfondándose lasl
do vivos! Estos operarios deben ser asalariados
límenlos muchos y multiplicados; y, en una palab
•uesa suma con solo la lisonjera esperanza de u
cual, por lo común, no llega, no porque las rr
no porque al paso que ellas de dia en dia van fru
otros vicios la bolán con una increíble prodigali
10, en la boca como una ley de su profesión "La
de eventos», que es decir si esta noche pierdo di
ias duros, mañana me los da la mina. Han llegad<
i este punto, que si alguno no entra en estos ji
ledios posibles de arruinarlo, hasta despojarlo, c
icio tan deshonroso a la profesión metalúrgica, c
). No es, pues, de maravillar que los mineros en i
lúdales, y que ellos muchas veces mueran en un.
Los que ordinariamente disfrutan de estas riqui
is vivanderos y los mercaderes; porque apenas s
incurren de todas partes a llevar cosas de vende
uísimo tiempo se forma un pueblo abastecido d
aga bien. Cuanto mas se divulga la voz de lo r
las son los que concurren a aprovecharse del Ir
reciadores del oro y de la plata. Esta es la causa
ados procuran tener ocultas las minas que hay d<
orque una vez descubiertas no se puede impedir
oncurso de gentes. Una hacienda con mina es i
ada hay seguro y cuanto en ella se tenga o se po
e los ladrones, que, con el pretexto de ir a las mi:
i hacienda para apoderarse de lo que mas les agr
Son de ordinario estos daños tan considerable
arle que tiene de la mina el dueño del terreno, n
randeza de aquellos. Bien lo sienten mucho los
;ue, antes de descubierta la mina, tenían su hacier
■e todas especies y bestias de servicio en gran núr
'¡ñas lucrosas, y desde que se empezó el trabajo i
educida en poco tiempo a un desierto, en dond
echera, ni una oveja, ni una cabra, ni un caballo,
uenta los ladrones. Los mejores frutos son para
as vendimian antes que lo pueda hacer el dueño.
¡ue antes rendia mucho fruto a su dueño, después
ion qué comer.
HISTORIA DE CHILE.— UB. IV.— CAP. Vil 193
De aquí, por ventura, inferirá alguno que las minas son sumamente
perjudiciales a Chile y que mas le convendría el no tenerlas. Yo digo
que no, si el Gobierno pone mano en corregir los excesos. Todo está pre-
venido en las ordenanzas reales. 1 En tanto que éstas no se observen, son
muy perjudiciales y lo serán si no se pone el oportuno remedio. El vicio
del juego se ha introducido tanto que él pide el mas pronto remedio, y
él está tan arraigado, que, si no es con un cáustico, no se podrá cortarlo
de raíz. Los latrocinios son tan frecuentes que a poco mas que ellos crez-
can, como se debe temer, si no se castigan severamente, vendrán a ser
éstos continuos.
Todo desertor del real servicio, todo quebrantador de las leyes divinas
y humanas, todo mal viviente y aun los descontentos de la casa.de Dios;
en suma, todo hombre que teme por sus excesos algún grave castigo, re-
curre a las minas, como a lugar de refugio y de salvamento. De la junta
de una gente sin honor y sin religión no puede resultar sino un pueblo
desenfrenado en costumbres. Los vicios que no tenia los adquiere aquí,
los de uno se hacen comunes. Unos a los otros se incitan al vicio, se pro-
vocan al mal y se espaldean, para que la justicia no pueda castigar a al-
guno. En ninguna parte se cometen mayores excesos en todo género de
vicios como en las minas, y en ninguna con mayor impunidad; porque
todos van de acuerdo para defender al reo aun con la fuerza, cuando no
lo puedan ocultar. Hay jueces, pero éstos sin la fuerza competente: hay
leyes, pero éstas no se respetan; se les predica, pero no oyen la razón;
se les amenaza, pero como no ven el castigo, se rien de eso; en suma,
parece se han formado un domicilio donde todo les es lícito, por el sin
temor con que viven de una vida la mas criminosa y delincuente.
En tanto que no se vaya a las raíces de estos males, ellos existirán
siempre, y el castigo no hará sino adormecer las pasiones. Mientras no
se quite la libertad de discurrir por las haciendas de otros, o esto solo
se permita con ciertas limitaciones, con las que se eviten los daños
de los poseedores, no se quitará a los ladrones este escudo de impuni-
dad. Mientras no se permita domiciliarse en estos lugares sin licencia
in scriptis del gobierno, y sin que ésta pase por los ojos del juez del te-
rritorio o alcalde de minas, no se quitará este refugio de foragidos. Mien-
tras el alcalde de minas y juez competente del lugar no esté autorizado
con la fuerza para hacer observar las leyes y ordenanzas, y esté sobre
ellas, no se doblará y vencerá la resistencia a la justicia, y en suma,
mientras no se tomen otras providencias que las que hasta aquí, las mi-
nas serán perjudiciales a Chile. Yo he querido insinuar este punto para
dar alguna luz al gobierno del mal grande que amenaza, y que si se deja
arraigar, puede venir a ser irremediable. Hasta ahora está como en sus
principios, y por eso mas fácil de cortar sus progresos. Lo que ahora
se puede remediar con una simple voz de mando, puede llegar a grado
de no poderse extirpar ni con todo el peso de la potestad soberana. Lo
que ahora es una centella que una gota de agua la apaga, se hará un incen-
dio que ríos de sangre no la puedan apagar. No será difícil que de las
breñas de las minas nazca una rebelión. Esta siempre viene de los de
costumbres no arregladas, y qué gente de mas desarreglos que los mine-
13
METALES SUAVES Y FÁCILES EN FUNDIRSE
Del primer orden son el plomo y el estaño. Como en estos metal
ven luego el oro y la plata, los chilenos se entregan poquísimo al i
jo de dichas minas. Acostumbrados, por otra parte, a usar los mi
bles metales, aun en las funciones mas bajas, desprecian estos i
Mas, el poco éxito que ellos tendrían aun en la Europa, donde
abundan, hace con los chilenos que solo saquen del plomo aquel
que creen les basta para la fusión de la plata, y los pocos usos e
lo emplean muy limitadamente, de modo que si se hubiese de cal
Chile por la extracción que se hace en él de este metal, se debía
que es pobrísimo del. Pero ello no es asf.
A mas del plomo que se halla en las minas de plata y que se sact
to con ella, tiene Chile minas de plomo virgen, nativo, ya en ramc
en granos, gruesos como de pequeños nabos; de plomo sulfúreo y
nioal; del espático blanco y verde, los cuales todos, a excepción del ¡
reo, contienen siempre piala y oro, lo que no basta para que ellos hag
estas minas algún aprecio. Yo atribuyo esto mas a la ignorancia de las
raciones que se hacen con el plomo, que a otra cosa, 'el no aplicarse!
trabajo. Cuando sepan que del plomo sale el atáxico, el plomo quei:
el minio, la cerusa, el albayalde, las cenizas de plomo, el litargir
sal de Saturno, etc., materias todas de grande uso en la pintura, <
tintes y para los barnices de los vasos de tierra, como para la med
yo me persuado no mirarán estas minas con la indiferencia que
aquí, sino como un ramo útilísimo de comercio, porque en la real
el común de estas minas no pide grandes gastos, ni de suerte qu<
utilidades no los compensen abundantemente.
Mas abandonadas aun que las del plomo, tienen las riquísimas d
laño, excelente por las mismas razones que dejo dichas del plome
196 GÓMEZ DE VUMXTRHJC
minas de esíe metal, por ¡o común, se ba¡;*n en manto arenosos, dcade
no fjrmau velas como ios otros metales, sino que consiste» «ciertas
pie Iras negras, irrepjlares. írisiles, muy pesadas y separadas unas da
las otras, las cuales contienen gran cantidad de este metal, cuasi pian 7
solamente mineralizado de un poco de arsénico, j unido a un pocote
fierro. Los cristales de estaño de varios colores son muy e
^«2¿5*2íS''«*~
IX
MBT ALES DUROS T DIFÍCILES EN DISOLVERSE
El fierro y el cobre son del segundo orden, esto es, los metales duros
y difíciles en disolverse. De ambos abunda Chile. Por lo que toca al
fierro» ha procurado ofuscar esta verdad el autor de las Inquisiciones
Americanas, diciendo asertivamente, pero sin apoyo de autoridad algu-
na de escritor sobre este país: Chile no tiene absolutamente mina alguna de
fierro. ¡Tan enormemente se yerra cuando se escribe de un país que
nunca se ha visto, y no se tienen delante los escritores del! Si el señor
Paw hubiese viajado por Chile, hubiera visto por sus ojos, no una sola,
sino tantas minas de este metal, que ellas bastarían, no solo para el
consumo que se hace en Chile de este metal, sino] para proveer de todo
el necesario a toda la América, y aun para mandar a la Europa: hubiera
hallado que el fierro de la América es de óptima cualidad, y no como él
lo describe, poco y sumamente inferior al de Europa. Si a lo menos hu-
biese él tenido delante al señor Ulloa, al Gacetero Americano, a Mr.
Frezier, al padre Ovalle, hubiera él dicho que aunque hay en Chile muy
ricas minas de fierro, no se trabajan, porque esto está vedado por el So*
berano, para dar salida al de Vizcaya, y que cuanto en la América se usa,
es todo llevado de Europa.
Yo he dicho, hablando de las arenas, que todos los rios, arroyos y to-
rrentes deponen en sus márgones gran cantidad de arena ferruginosa.
El mar mismo bota de ella en tanta abundancia que sus playas se ven
cubiertas de esta arena, la cual, sin contradicción, está amasada de par-
tículas de hierro, porque ella es atraída fuertemente de la calamita. De
esta misma es constante que hay montes enteros, y en tan diversas par-
tes, que apenas habrá en Chile provincia alguna que no tenga su mina
de calamita. Dígase, pues, que este metal está en Chile igualmente que
los otros profusamente esparcido en las entrañas de sus montes.
198 GÓMEZ DE VIDACRRB
En erecto, las provincias de Coquimbo, Copiapó y Euilqu
las mas ricas minas de fierro que se pueden desear. Este
es notorio por los ensayos hechos por personas inteligente;
lente cualidad, como lo han probado algunos trasgresores <
circunstancias de carestía de este metal, o de precio muy st
do secretamente el necesario para las provisiones de los insl
sus haciendas, con óptimo éxito. Las provincias araucanas a
bien de minas de fierro, las cuales, según la relación de un t.
práctico en este trabajo, no son nada inferiores, ni por la ri
la cualidad, a las de Vizcaya en España. Frezier también po
dillera un monte llamado Santa Inés, casi enteramente comí
lamíta. ¿Se podrá dudar de la existencia de este metal en i
puede acaso concordar su fertilidad sorprendente con la at
esta sustancia esterilizante? ¿No se puede combinar la benigí
general, de un clima con la frialdad del fierro? Guiado po:
estos principios de los antiguos mineralogistas, que ahora ci
miento de la América, se hallan desmentidos, vino a produ
posición tan falsa. No es ya verdad que la abundancia de los
ga las tierras estériles, como nota muy bien Mr. Macquer en si
de Química, verbo minas. No es ya cierto que el oro y la pl(
en mayor abundancia entre los trópicos, y los otros metales
tentrion, y que el fierro sea raro en los climas ardientes; pue
es mas abundante de aquellos metales fuera de los trópicos,
metales, aun el fierro, se encuentran no menos dentro que tu
Las riquísimas minas de Potos! están en 27 grados, las de
Ollaca en el Cosco, también fuera del trópico, y las abunda
Uspallata, por callar otras de Chile, que luego veremos, empi
llegan a 33 grados. Las de oro, las mas célebres de Chile, se
y 41: la mayor abundancia de las de cobre está en las partei
diatas al trópico; en conclusión, no es el frió el que cria el pl
y cobre, y el calor la causa del oro y plata, sino las comb
las materias, cuyo conocimiento ha Dios reservado a sf.
Es muy constante a la Europa el mucho cobre que se saca
ra que algún escritor haya pretendido o el negar su existen
por lo menos en él muy corlo número de minas de este utill
pero ya que no han podido lacharlo por esta parte, han procí
nuirlc esta gloria poniendo defectos en él y aseverando, nc
fundamento, que el cobre de Chile, por sus malas cualidades
mado. Asi se expresa Mr. Bomare en su Diccionario de Hislc
Tanto mas me maravilla esta injuria, cuanto que sé que los f
principio de este siglo, que tuvieron el comercio de Chile,
infinito cobre sus navios, procurando hasta los últimos adq
que podian.
Si este sabio naturalista hubiese examinado este cobre e
mismo con que venia de Chile, hubiera hallado en él todas la:
para no solo calificarlo por bueno, sino para ponerlo en grai
por ventura a todos los que se conocen de otras partes del m
han hecho el señor ülloa y el autor del Gacetero Americano.
r
HISTORIA DE CHILE.— LIB. IV.— CAP. IX 199
En Chile es preciso distinguir, como allí lo hacen, dos clases de cobre
del que allí trabajan, esto es, el campanil y el dúctil. El primero, nombra-
do así por el uso ordinario a que se destina, está mineralizado por el azu-
fre y por el arsénico, y no se halla unido a otro metal sino al estaño.
Este compuesto viene a formar una especie de bronce mas o menos
perfecto o imperfecto, según las partes de las sobredichas materias que
lo componen se hallan combinadas; por lo que él necesita un previo
examen en el artífice que lo ha de emplear o en campanas o en ar-
tillería, porque no en todos se halla esta combinación en una misma
proporción. Este cobre, después de la fundición, tiene un color algo ce-
niciento, como también un peso mayor que el que debia resultar de su
específica gravedad. Hay de esta especie de cobre en muchas partes de
Chile, y del es la mayor parte que se saca para España y viene para las
fábricas de la artillería de su Magestad. Este, a la verdad, no es tan pro-
pio para otros usos que el dicho, si primero no se le depura, pero para
él no puede pedirse mejor. Por lo menos el señor Bomare 1 hubiese modi-
ficado su proposición y hubiese reconocido esta bondad en el cobre de
Chile. La matriz de dicho cobre es de ordinario una piedra arenaria, ce-
nicienta y poco dura.
El dúctil que se saca en Chile, tiene, por el contrario, todas las buenas
cualidades que se buscan en encobre para vaSos de servicio y diversos
utensilios. Sobre la bondad de éste se fundan los elogios que los otros
autores, mejor informados que Bomare, haeen del cobre de Chile, aunque
sin aquella distinción que he hecho y debe hacerse, así por amor de la
verdad, como por la inteligencia necesaria en la materia. Esta inadver-
tencia dañó un poco a los últimos comerciantes franceses, los cuales,
llevados del lucro grandísimo que habian anteriormente tenido otros de
su nación con el comercio del cobre que habian traído de Chile, cargaron
lo mas que pudieron de este metal al retirarse a Francia, donde espera-
ban sacar del mucho oro y plata, como habian hecho los otros, pero
ellos, en su lugar, sacaron estaño y plomo, porque no habian comprado
del dúctil, sino del campanil. El cobre dúctil de Chile está, de ordinario,
mezclado con el oro, en unos mas que en otros, en tanta cantidad que en
algunos llega a un décimo y en el que menos a un tercio. El fondo de las
minas de este cobre es, no pocas veces, de puro oro, y algunas de sus
vetas sonde este último metal. Muchas veces ha sucedido en Chile que,
empezando la mina por cobre, a poca profundidad, y a poco de haber
frutado cobre dúctil, ella se ha vuelto en mina de puro oro. De aquí es
que este cobre tiene un bellísimo color rojo amarillo o que tira al de la
composición tumbaga, y algunos se puede decir que son una tumbaga
natural; y de aquí lo sumamente maleable que él es y lo adoptado a hacer
de él toda suerte de utensilios, como también la gran proximidad que él
tiene al cobre nativo; porque, a la verdad, todo este cobre no está mine-
ralizado sino de una poca cuantidad de azufre, el cual, después de su
simple fusión, lo abandona del todo.
1 El libro de Valmont Bomare a que tantas veces se ha referido nuestro autor, lleva
por titulo: Dictionnaire raisonné universel d'histoire naturelle, etc., Lyon, 1791, 8
vols. en i.° Como es de suponerlo, hoy carece de toda importancia.
200 GÓMEZ DE VIOALTUIE
Ordinariamente estas minas do son muy profundas, y sus
que siguen indiferentemente todas las direcciones posibles,
másala horizontal, se dividen en muchas ramas o venas. -
esto ellas conviden al trabajo, los naturales del reino no se
él, si primero no hallan que de los metales extraídos sacan
cobre purgado y neto: de otra suerte creen perder el trabajo 3
cosa de provecho, por lo que infinitas minas que no prom
están en un perfecto abandono.
Con todo, en las provincias de Copiapó y Coquimbo, se
estas minas mas de mil labores, en la de Aconcagua otras tí
de QuíHota algunas, y en estos últimos años se ha descubier
de este metal, que supera todas las otras en cualidad de) m
abundancia de él. En la provincia de Maule hay otra mina 1
en Un, se puede decir que no bay provincia del reino que no
simas minas de este metal y de modo que ellas solas baslariar
ricos los habitantes de Chile. Sobre todas estas últimas desc
Chile y de las que sabe haya en e] mundo, es la que hay en C
nombre de Payen en la cual no se trabaja ya porque el terril
se halla está habitado por indios enemigos. Cuando la poseii
ñoles, ge encontraban en ella pedazos de cincuenta y de cié
de cobre puro. Las relaciones que nos hacen los de dichos ti
puran que este cobre era de tan bello color, que parecía un
tan rico, que dominaba mas en él el oro que el mismo cobre,
de sacarlo, que, para obtenerlo, bastaba poner fuego al pié de
eos que estaban empreñados, cuando no mesen del puro. De
cualidad se dice hay otra mina de este metal en las cordillet
tenecen a la provincia de Santiago.
En estos últimos tiempos se ha descubierto en el distrito d
Curie o, que se halla en la provincia de Maule, una mina de col
la misma cualidad del de la Payen, porque el oro se halla m
la mitad con el cobre. Yo he visto en unas pocas libras de este
después de fundidas, salian en ellas muchas venas de oro. Y
por prueba de la bondad de este metal dos sellos que tengo h
los cuales muchos han tenido por de oro; y él, si se pone, con
la prueba, en la piedra parangona!, deja la señal deoro bueno y
fuerte la hace desaparecer. Y a la verdad en Chile, que cosa
estima, como en toda la América, conociendo la excelencia de
la emplean en hacer manillas, anillos, cajitas y otros arreos
No se puede contrastar el bien razonado discurso que forn
Ignacio Molina sobre el descubrimiento que se hizo pocos añi
colinas de la provincia de Huilquitemu de una especie de cob
de decirse latón natural; hé aquf como discurre: «En las ce
« provincia de ffuilquilemu se encuentra el cobre unido al zi
«puede decir latón natural, en pedazos, de diferentes grane
«rentes a una piedra terrosa, frágil, de color, ahora tirante al
■< ahora verde oscuro. Esta operación debe atribuirse a los fu
« rráneos, los cuales, hallando el cobre puro y el zingo o 1
«sublimaron este metal y lo introdujeron por medio de 1
HISTORIA DE CHILE.— LIB. IV. -CAP. IX 201
« disolución en el cobre, de donde vino a resultar un compuesto tan ex-
« traordinario entre los fósiles.» El es de un bellísimo amarillo y no me-
nos dúctil que el latón artificial el mas bien formado.
Los mineros de esta especie de metal, sea el campanil, sea dúctil, para
proceder a su depuración, separan antes cuanto les es posible el verda-
dero cobre de las tierras y piedras que no lo son, y aun de aquellas que
contienen poco, rompiéndolo en pequeños pedazos con fuertes y pesados
mazos, después de lo que pasan a ella practicando las siguientes opera-
ciones. Hacen un foso profundo, cosa de dos estadios de hombres,
hacen una composición de hierro y huesos quemados, todo bien hecho
polvo y empastado. Con esto forman el suelo, dándole de alto el estadio
de un hombre; déjanle una ligera inclinación hacia otro foso que hacen
poco mas profundo del nivel de dicho suelo; de los cuatro lados del foso
levantan cuatro murallas, las cuales viniendo fuera de tierra, se encorvan
un poco en forma de horno: el interno de estas murallas va enlucido
de la sobredicha composición, porque sin ella no resistirian a la voraci-
dad del fuego. En la parte superior dejan una puerta o ventana para por
ella meter el metal y para observar el estado de la liquefacción, y en él
fondo un pequeño agujero, para, concluida aquella, hacer salir el metal,
y en la bóveda algunas pequeñas troneras por donde salga el humo. 2.°
Calientan bien el horno algunos dias antes de poner en él el metal, y
cuando lo meten, lo van poniendo a capas, esto es, sobre el fuego que
hay, una porción de metal, sobre esta una de leña, de ahí otra de metal,
otro de leña hasta llegar a la ventana y conforme va mermando se va
oargando hasta aquel grado que puede sobrellevar el horno. 3.° Para avi-
var mas el fuego, usan unos grandes fuelles, que se mueven por medio
de un canal de agua. 4.° Cuando ven que el metal está bien líquido, abren
el agujero, por donde él sale como un torrente de fuego al molde que
está preparado. Lleno uno, se sustituye otro, y así de mano en mano.
Entretanto él sale y se llena el molde, separan con toda prontitud y des-
treza toda la escoria, que ellos distinguen por el color.
Cuanto sea precisamente el cobre que de este modo se saca de las mi-
nas de Chile no lo podré decir. Podré, sí, bien afirmar, que es mucho, y
que los chilenos conociendo la grande ulilidad que les trae este trabajo,
de pocos años a esta parte, muestran mas empeño en el trabajo de estas
minas que en las de plata y aun oro. Podré también añadir que los na-
vios que vuelven del mar del sur, ordinariamente vienen lastrados de
cobre de Chile, quien trayendo diez mil, quien veinte mil y quien mas
quintales. Para el servicio del Perú, se enumeran treinta mil quintales
al año, del que se saca de Chile. Finalmente, en el mismo Chile es muy
grande el consumo que se hace de este metal en calderos, en alambiques
y otros vasos, así para el vino y aguardiente, como para el servicio de
las casas y posesiones.
DE LA PLATA Y MINAS DE ESTE METAL
ñas fie plata en Chile, aunque desde el principio de su conquis-
on trabajudo, nunca ha sido con grande empeño. Su incómoda
i, junio con la increíble fatiga que requiere el beneficio de este
i hecho que estas minas, no obstante su gran riqueza, hayan
isla aquf como abandonadas. Apenas tres o cuatro de las descu-
se trabajan perfectamente. Estas minas, como dejo insinuado,
uc aman los rigores del frío, pues las que se han descubierto
i cuasi todas internadas en las cordilleras, o en sus montes
es.
ovincias, a la verdad, que en Chile se señalan en minas de este
nías ellasiocan en la cordillera. La de Aconcagua, la de Coquim-
Copiapó, son las que mas abundan en esta especie de minas, y
que ellas tienen se, hallan en ios montes de la cordillera, y para
n una palabra, no se ha descubierto hasta ahora en Chile mina
o plata que esté ella fuera de la cordillera. Algunas de sus mi-
ro, es verdad, dan también alguna piala con que eslá mezclado
■ por eso, de muy pocos quilates; pero éstas no se consideran
¡hílenos en cualidad de minas de plata, porque ellos no usan se-
metal de otro, como les seria útilísimo, y no se llevarían de
i extrangeros que les compran este oro bajo, pagándolo aparen-
aun a mejor precio que el subido. Y digo aparentemente, porque
irlo a los quilates de la ley, rebajan lodo aquel peso que le dá la
ísf esta se la llevan por nada. A mi juicio, este es un verdadero
fundado en la ignorancia de aquellas gentes que no saben sepa-
; metales. Cuando la ciencia qutmica empiece a esparcir sus lu-
icerán ellos su error.
204 GÓMEZ DE VIDAURHE
En estas minas de plata se encuentran, a mas de los metales comunes,
j. los cristalinos, los córneos, los pardos, los rojos, los blancos. La plata
se halla mineralizada por el azufre y por el arsénico.
Los cateadores (asi se llaman los que se ocupan en descubrir lugares
i de minas o de plata, o de oro, o de cobre, o de otro metal) son gente que
i no tienen otra ciencia que la experiencia, pero si se ha de decir la ver-
' dad, se ha de confesar que esta no los engaña. Cuando éstos hallan una
mina, cuya matriz es una tierra negra o de un oscuro cargado, no solo
la caracterizan por mina He plata, sino que la califican por una de las mas
t ricas. No queda en esto solo su ciencia práctica, porque aunque el color
f externo sea en todas el mismo, con todo, ellos distinguen en las minas
varias suertes que ellos nombran ya negrillo, ya rosicler, ya plomo ronco,
graduándolos del modo siguiente: el plomo ronco da mas plata y es mas
í propio para rendirla por medio del fuego, porque hallándose en él la
f piala mineralizada por el azufre, éste la desampara fácilmente por el
fuego, y asi ella es la mas pura. El rosicler da cantidad de plata que se
oree la mas fina. El negrillo es el menos. Estos dos últimos, como com-
binados con las dos materias mineralizantes, requieren, a mas de la fu-
sión, otras varias manipulaciones para que la plata venga pura, que son
lasque luego diré.
; De estas especies de mineral se componen las minas de plata de Chile.
Unas de una sola, otras de dos de ellas y otras de todas tres. De esta úl-
tima clase es la riquísima mina de Uspallata. Yo, en el párrafo cuarto
del libro segundo, he insinuado el lugar donde está situada esta mina.
¡ Ella está situada en una colina de la cadena oriental de la cordillera, que
' en su alto forma, hacia el occidente, un llano ancho dos leguas, y largo
mas de 35, llamado Uspallala, del que viene el nombre a la mina. Esta
principia en grados 33, y aun no se sabe adonde vaya a acabar, porque
> los ensayes que se han hecho por el curso de 35 leguas, que es decir
por todo el valle, lian hecho ver que ella sigue del mismo modo que em-
pieza en 33.
'< Se halló esta mina el 1638, pero entonces, aunque eran grandes los indi-
cios de su gran riqueza, no se aplicaron a su trabajo, o por falla de
operarios, o de dinero, hasta que el ano de 1762, dos personas inteligen-
tes que allí llegaron mandadas del virrey del. Perú, reconocido el tesoro
l- que allí se ocultaba, animaron a su trabajo a los habitantes de Mendoza,
ciudad de Cuyo, poco distante del valle de TJspal'ata. Los ciudadanos so
emplean al presente en la extracción de tan rico metal, con un grande
provecho, el cual seria inmenso si fuesen ayudados para los primeros
gastos, porque serian mucho mas los que se pondrían al trabajo.
Esta mina es una faja de metal, ancha de nueve a diez pies, y aunque
ella vaya horizontal mente extendida, se interna de tal suerte en tierra,
que algunas excavaciones, en los pocos años que se trabaja, han llega-
do, siguiéndola, a mas de trescientos pies de profundidad. Acompañan
muchas otras pequeñas que se desparraman aquí y allí por el terreno.
Ella se divide, según su largo, en cinco partes o venas paralelas y desi-
guales. La que está en el medio, es ancha dos pulgadas, y distingüese
de las otras por el color, que es negro, aunque ¿1 comparece blanco, por
J
HISTORIA DE CHILE.— LIB. IV.— CAP. X 205
la gran oopia de metal que contiene. Este se pega a la matriz del metal,
por lo que le han dado el nombre de guia; ella es, por lo menos, la flor y
la parte mas rica. Las dos que se la siguen inmediatamente se llaman
Pinleríay su color es oscuro y ellas son inferiores en el producto del me-
tal. Las otras dos externas» llamadas Brosa, tienen un color algo pardo,
y rinden aun menos que la pintería.
De los ensayos hechos en Lima sobre los sobredichos metales, nos
consta que los de guia rinden por cajón, esto es, por el peso de cincuen-
ta quintales de metal, mas de doscientos marcos de plata pura» que de
este mismo metal, mezclado con el de pintería, se sacaron del cerca de
cincuenta, y que el de la brosa solo frutaba catorce. Deduciendo ahora
los marcos al precio corriente de las minas, el cajón de guia rendía 1,600
pesos; el de pintería, mezclado, 400, y el de brosa solo 112. Si se compa-
ra este producto con el de las minas de Potosí, se halla que esta mina,
que ha sido de laa mas oélebres del mundo, queda muy inferior a la de
Uspallata, porque aquella jamas llegó a frutar cuarenta marcos por ca-
jón. Presentemente se sabe que cuando ella fruta ocho, los mineros pro-
pietarios se hacen ricos y que los que no sacan sino seis no se pierden.
De las de Uspallata se puede esperar que duren al par de aquella y aun
mas, pues su extensión es tanto mayor que aquella, y los indicios hasta
ahora prometen un tesoro inagotable, y para que ella, aun cuando fuese
sola en Chile, califícase a este Reino por abundante de plata.
A mas de esta riquísima mina se trabajan en Chile otras dos que, aun*
que no fruten tanto como la dicha, rinden lo bastante para señalarse en-
tre las mas célebres de América. Se regula su producto a treinta marcos
de plata pura por cajón. La primera se halla en la provincia de Aconcagua
y se distingue con el nombre de Gormaz, de su primer poseedor. Su des-
cubrimiento es antiguo en el Reino y ella es la primera mina de este
metal que se ha trabajado en Chile. Se sigue extrayendo, pero no mucho,
porque se emplea poca gente en su trabajo. La otra se llama de Garro, es
también antigua en el Reino y está en el territorio de Copiapó.
No ignoraban los indios este metal, como ni tampoco el modo de ex-
traerlo de las entrañas de la tierra y de purgarlo. Los españoles encon-
traron varios arreos mugeriles de este metal puro. Ellos lo purificaban
con la simple aplicación del fuego, cuando era virgen o libre de los mine-
ralizantes, como muchas veces se halla en Chile, pero cuando encontra-
ban que resistia, como empreñado de sustancias heterogéneas o extrañas,
la reponían en ciertos hornillos colocados en las cimas de las colinas, a
íln que el continuo aire avivase el fuego e hiciese las veces de fuelle. De
este modo se sirven no pocos de los campesinos españoles y trabajadores
de las mismas minas para purgar el que han robado al dueño de la mi-
na. Buena parte de la plata que corre en el comercio de Chile es benefi-
ciada de este modo, por lo que no es ella la mas lina, porque usando este
modo indiferentemente con toda expecie de metal, él no puede venir tan
depurado de las materias extrangeras.
Pero los expertos y ricos mineros usan otro método del todo diferente
mas conforme al arte metalúrgico. El consiste en las siguientes mani-
mlaciones: Primero, redúcese el metal a un polvo irenudísimo en un
I CiOUEZ DE VIDAUHHE
•lino que llaman trapiche, como el que diré del oro, y solo dif*
I, en que éste muele en seco. Lo segundo, se cierne este polvo
lazo hecho de alambres de fierro muy sutiles y después se extier
;ro3 de vaca, donde se mezcla con sal, azogue y barro bien podr
-sando un poco de agua, se hace del lodo una masa, la cual, por
;io de ocho o diez días, se bale, se calpesta y revuelve diligenleí
-, veces al día. Lo tercero, púnese esta masa, después de las ope
i precedentes, en un cajón, en donde por medio del agua que en
■sa, disolviéndose en él por un agujero va a algunas pozas, por i
íto hecho al pié del cajón, en el fondo de las cuales queda amas*
ta en forma de un globo blanco y sumamente manejable. Tal ves
alguna por el canal, por lo que lo tienen algunos forrado con un
or lo menos sumamente limpio. Lo cuarto, sácase esle globo y p
una bolsa de crudo, lo comprimen fuertemente a fin que por los
la tela venga fuera todo el azogue que no se ha empastado con 1;
Lo quinto, los obreros, en ciertos moldes formados como han qu
a de figura humana, o de animales, o pájaros, dan a la masa, q<
e estado está suave, la figura que quieren. Otra gran parte del ¡i:
i queda, escapa con la compresión del dicho molde, por los agí
> se dejan de propósito para eso. Finalmente, como el azogue, nc
te todas estas compresiones, no abandone del lodo la piala, la m
ira de plata se pone en un horno bien encendido, dentro de un va
tal con agua y un sombrero de lo mismo, que reciba el humo qu
la plata y lo haga caer en el agua, donde toma su figura naliu
gue. Cuando la piala no humea, es señal que el azogue la ha desn
o totalmente, y asi la sacan blanca, pura y sólida, pero (oda ella
aoros.
n proporción a la riqueza de eslas minas es muy poca la plata q
a en Chile, ya por las razones arriba dichas, ya porque la popul.
nuy corta respeclo a su grande extensión. Aumentándose ésta ;
ido entonces las necesidades de la vida, la industria hará lleva*
trabajos y soportable el frió de estos lugares, y los venideros
tura, mas activos y menos delicados, entrarán en posesión de í
riquezas de que los presentes no quieren disfrutar a costa de ti
alidades.
XI
DEL ORO Y SUS MINAS
El oro es tan común en Chile que se puede afirmar, sin arriesgar la ver-
dad, que no hay monte, ni colina, ni llano, ni rio, ni torrente en que no
se encuentre. El mas y el menos es solo en lo que consiste la diferencia
de los lugares, y lo que hace que sus habitantes apliquen su trabajo mas
antes a uno que a otro. No todo este oro es de una misma cualidad. El
empieza desde doce quilates y llega hasta el mas subido que se ha encon-
trado de 23 quilates y medio. En suma, si se hubiesen de trabajar las mi-
nas solo que están descubiertas y que frutan mucho y buen oro, no bas-
tarían 40,000 obreros, y el oro bajaría en todo el mundo a mas de lo que
ha bajado de su extracción desde que se ha descubierto la América.
Las que presentemente se trabajan son la de Copiapó, Guaseo, Coquimbo,
Pelorca, Ligua, Thitil, Putaendo, Caven, Alguc, Chibato y Huillipa tagua, las
cuales, a excepción de las tres últimas que son recientemente descubier-
tas, han rendido siempre, desde el tiempo de la conquista, un producto
constante y muy considerable. Muchas otras hay que no se trabajan, no
obstante que les consta de su gran riqueza, sino, o porque están en las
provincias araucanas, como las celebérrimas de Osorno y las de Angol, o
porque han dado en agua, como las famosas de Peldehue, vecinas a la capi-
tal del Reino, o porque en la realidad han quedado engañados los mine-
ros. Muchas prometen mucho a sus principios, e internándose el trabajo,
faltan de un golpe, o continúan frutando muy escasamente. Solo anima
a seguir en este segundo caso el ejemplo que han visto en varias de
ellas, que, después de algún tiempo de este cortísimo fruto, se hallan de
repente con un pozo de una gran riqueza que ellos llaman bolsón, con el
que compensan no solo los trabajos antecedentes, sino que llenan las ar-
cas del dueño. De estos bolsones, cuya extensión, por lo común es circu-
208 GÓMEZ DE VIDAURtlE
lar, se hallan también, tío cuando en cuando, en las mas ricas ir
modo que todos los mineros de Chile viven siempre con esta es]
la que tarde o presto viene a tener su efecto.
La matriz de este metal (diré con don Juan Ignacio Molina) es
ria, de lo que pende la variedad de quilates que se nota en los
Chile, y se puede con razón decir que no se halla especie alguní
rra, de piedra o de metal que no sirva a este precioso de criad
proporcionado receptáculo. Por todas partes se le ve lucir o en ¡
en hojas o en masas irregulares. Con todo, la mas común matri.
piedra arcillosa, roja y frágil. Son también muy diversas las fi
acompañan la matriz, que los oritologistas chilenos llaman capa
ñas son cuarzosas, otras espatosas, y otras dominadas del peden
roca, de cuerno o del mármol, etc. Las vetas madres se extiende
ferentes venas riquísimas, que han engañado no pocas veces a
expertos mineros, que las han tomado por las matrices; por lo
dirigido hacia ellas el trabajo de la mina, pero que a poco las ha
volver al verdadero tronco con el fin que han visto de ellas. No o
algunas costean horizontal mente una montaña a pocos pies de
didad, pero son muy pocas. Su dirección es muy inconstante; p
lo común, parece se inclinan de mediodía hacia septentrión.
Dos especies de minos de este metal se trabajan en Chile; un
dice de piedra y otra de lavadero. La primera es muy costosa, fa
ella requiere mucha gente y muchos instrumentos, pero al misme
trae una utilidad mayor y mas constante que aquella que traen li
de lavadero, a cuyo trabajo se aplican soto aquellos, que, por su
facultades, no pueden proveer a lo necesario para las otras. De lí
de piedra se extrae el metal, o rompiendo éste con picos o tal ve¡
ladras llenos de pólvora. Estas piedras metálicas se reducen a
mas pequeños y últimamente a polvos en un molino que lleva el
de Irapiche. El mecanismo de este molino es tan simple como el
nen los molinos de moler la aceituna para sacar de ella el aceite:
dras forman el lodo de su máquina, una horizontal y otra verlie
puesta. La horizontalmente puesta es inmoble y la otra es la que
la firme, o como dicen solera, dan algunos en su circunferencia c
de siete o mas pulgadas de alto para retener ios metales. Ticn
centro un agugero por el cual pasa un cilindro vertical, cuyo i
superior entra en una viga del techo de la oficina, de modo que ¡
fácilmente girar, y su extremo inferior plantado en una rueda
abajo de dicha piedra, por medio de la cual recibe movitnientt
piedra, teniendo ésta un brazo, que sale de dicho cilindro, por eje
metro es ordinariamente de cerca de cuatro pies y el grueso c
quince pulgadas, según la mayor o menor dureza del metal. Un ■
agua hace, hiriendo en los dientes de la rueda, girar esta piedra, fi
veces el borde dicho se forma del leño bien ajustado a la solera,
no escape por abajo, ni el metal molido, ni el agua que conllnuai
está entrando por arriba por un pequeño canal. A proporción i
entra sale por un agugero puesto en la parte superior, Elevándose
la tierra que contenían los minerales.
r\
'W^^f^ñ.
HISTORIA DE CHILE.— LIB. IV.— CAP. IX 209
uando éstos los ven suficientemente molidos, echan dentro una pro-
donada cantidad de azogue, el que luego junta todo el oro y se mez- '■;
con el. Este, por su peso, lo precipita al fondo en pequeños globos ;>rM
neos y manejables. Cuando lo creen asi, hacen salir toda el agua junta- \?)
ite con el polvo del mineral, y en el fondo encuentran todo el oro en
jrma dicha. Para no perder nada, hacen correr esta agua por un cana-
, que, en su curso, tiene dos o tres pozos pequeños que llaman marta-
donde ella depone todo el oro que el movimiento de la voladora no
ia dado lugar a que se precipitase. Después, con la acción del fuego,
en evaporar el azogue, como he dicho, de la plata, y él vuelve a su
>r amarillo, toma su brillo y su natural dureza. Un molino de éstos
le moler cada día mil y quinientas libras de metal, de las que se saca
a proporción de la riqueza de la mina. Por no tener muchas veces
porción de la agua para estos molinos no se han emprendido labores
) pocas minas, aunque en sus ensayes ellas prometan de frutar mu-
. Me admiro como con bestias no se hayan industriado a hacer girar
is molinos y de ese modo evitar los gastos de la conducción de los
.ales a partes lejanas, que es la causa que hallan para que dichas mi-
no les den la ganancia que buscan con su trabajo. Débese, pues, con-
ir que la ninguna noticia de la mecánica que se tiene en el Reino y la
a de ideas que presentan las artes es la verdadera causa de esto y do
tas otras útilísimas producoiones naturales que dejan perder,
a segunda especie de minas de oro llaman de lavadero, porque se
a el oro lavando la tierra. Aquellos que se dedican al trabajo de esta
ecie de minas, en cuasi todas partes encuentran donde emplearse útil-
nte, mas o menos, según el conocimiento que han adquirido con la
etica.
stos, recogida una porción considerable de tierra mineral, o ya de un
i o ya de la que ellos han extraído cavando con unas estacas de leño,
>onen en un plato hondo, donde empastándola con agua, disolviéndola
i ella y moviéndola para que ella salga y quede por su natural peso en
óndo el oro, hacen que al fin no se vea otra cosa sino una pequeña
cion de arenilla reluciente. Esta la pasan a una especie de naveta he-
. de cuerno de vaca, en la que con muy poca agua van separando con
ledo la arenilla negra del oro, dándole, de tiempo en tiempo, un ligero
vimiento y un poco de inclinación, con lo que el oro va quedando so- 'Ü
y continúan de este modo hasta que él esté puro. Muchas veces, de •3J
chacho, fué esta mi diversión estando con mis padres en la campaña, -'.'áj
le acuerdo que, aunque sin el conocimiento necesario para discernir M
ierra mas cargada de este metal, siempre encontré oro, y algunas ve- ' s),
mas de aquel queme prometía y se podia esperar de uno que lo hacia ,,a
¡ste método de lavar no es ciertamente el mas económico, porque con
modo no puede menos que perderse muchas partículas metálicas que
■ su pequenez se las llevará el agua, y las partes de tierra no perec-
iente disuellas. Yo me persuado que si al disolver la tierra pusiesen
gue, seria mucho mayor su producto; pero como la gente que a esto
aplica es de la que no puede gastar en comprar este, ella se contenta
GÓMEZ DE VIDA.URRK
! le queda en el fondo de su vasija. Y en la realidad sep
f porque, no obstante ello, el frutado es muy consideral
xhorbilante. Tal vez han encontrado con una pepita de on
¡ertos pedazos de oro macizo) del peso de una libra, y mu;
ente como granos de trigo. Por lo ordinario, él viene en po
ños granos redondos o lenticulares. Este oro es el mas esl
le, porque siendo de un color mas vivo, pasa aun mucho m
9S.
irovinciasde Püchacay, Concepción y Huitquilemu están los
ib célebres, y en esta última se descubrió, en estos últimos
riquísima en la hacienda de un Prelado, a quien, como se
en poquísimo tiempo, mas de cincuenta mil pesos. En el
orno a capas de arena, greda y oro este precioso metal, par
rte en pepita* de diversas grandezas, y parle como si hu]
lído. No son raros estos ejemplos en Chile.
¡dad de oro que actualmente se extrae, asf de estas como d
tas, sube a la suma de mus de cuatro millones. Cada año se
ias de dos millones en la Casa de Moneda de Santiago; el re:
ae fuera dejando alguna parte que se emplea en hacer í
, vasos de Iglesia, de cusa y joyas, especialmente de muj
abe por el oro que se quinta, que del que no paga este Iri
estro señor no es posible determinar la cantidad, y solo se
:jue no es poco.
atina, no tengo sino congeturas, que creo bien fundadas
ítr que Chile tiene también minas de este metal, y asi, nc
iblar fundadamente, rae abstengo de hablar de él.
REINO ANIMAL DE CHILE
íiinal conourre por su parte a aumentar la riqueza de Chilo:
l sus habitantes en muchos de sus animales un ramo utillsi-
[•cío. Esta parte, a la verdad, no es tan abundante de especies
> en otras partes de la América, pero de las que él tiene, se
se dirigen todas al bien de sus habitantes, o ya con sus oar-
sus pieles, ya con su pelo. Alguna de estas circunstancias
:n alguno para que yo aquí haga mención de él, sino es que
Hilaridad lo haga recomendable; porque si hubiese de hablar
s, licuaría tomos. Traeré, pues, aquí a la consideración solo
e los gusanos aquellos de que se aprovechan; en la délos
ellos que pueden servir; en la de los reptiles solo indicaré la
e de esto es muy escaso Chile; en la de los peces, los mas
lados; en la de los pájaros, los mas deliciosos por su canto,
iculares por su pluma, y los mas singulares por su carne;
e, en la de los cuadrúpedos, los mas útiles o que pueden
dios habitantes.
-,$t~
GUSANOS DE! CHILE
uanto la tierra es escasa de gusanos, tanto et mar de Chile es atilin-
te de ellos. Cuanto aquellos no tienen de singular, tanto estos otros
particulares. Y, Analmente, se puede decir que cuanto aquellos son
osos y perjudiciales, tanto estos otros son sustanciosos y pueden ser
(simos a los chilenos en el comercio. Los naturalistas dividen estos
res órdenes, esto es, en aquellos que, despellejados, no presentan á
ista sino una carne suave; en aquellos que están cubiertos de una
¡ara dura por sí mismos, y en aquellos que viven encerrados en sus
as duras y consistentes. En todos tres órdenes hay vivientes que
tr, porque ellos aun no han sido conocidos por los naturalistas eu-
>os, loque me obliga a hablar en particular de ellos, aunque por otra
.r no ofrezcan utilidad alguna considerable.
; esta oíase son tres especies de sepias o xibias pertenecientes al pri-
órden, que, a mas de las conocidas, se hallan en el mar chileno. La
ñera es la sepia iingcniculata, la cual es de gran mole y tiene en lugar
oca o pezoncillo, los brazos armados de dobles uñas agudas y seme-
es a las del gato, y con la propiedad de este de esconderlas o sacarlas
u vaina. La segunda xibia es la que llamaré tunicata, porque a mas
a piel que cubre su cuerpo, tiene otra trasparente que la viste en
ia de tánica de la cabeza a la cola. Su cuerpo termina en dos alelas
¡circulares. De esta cuentan los pescadores cosas increíbles en orden
. grandeza y fuerzas, que, como relaciones de gente de ingenua inte-
¡icia y de poca veracidad por lo ordinario, no me parece conveniente
rirlas. Lo único que sé ciertamente de ellas, es que su carne es un
líente alimento. La tercera es el pulpo, et cual, bien que no tenga mas
seis pies ó brazos, no deja de ser una verdadera xibia. Si se le ve
214 GÓMEZ DE VIDAURRE
firme, parece mas antes una rama de árbol que un animal. Su grueso no
excede el del índice y su largo es de cerca de medio pié: este está dividi-
do en ouatro o cinco articulaciones, que, a medida que van acercándose a
la cola, van distando menos. Cuando él extiende sus brazos, que tiene
hacia la cabeza, parecen ellos otras tantas raíces de la rama. Dichos bra-
zos tienen en su extremidad sus pezoncillos de tal suerte pequeños, que
cuasi escapan a la vista, y que, sin observación atenta, no se pueden dis-
tinguir. La cabeza, que es muy corta, parece informe y va provista de
dos antenas o trompas. Contiene el pufpo un licor negro, como las otras
especies de este género, el cual es creido el mejor para hacer tinta de es-
oribir. Su carne es muy inferior a las otras.
En este mismo orden debe colocarse el singular animal que en Chile
llaman piure, del que se alimentan con gusto, no pocos, pero es preciso
confesar que son ellos un alimento indigesto, pero delicado, y que solo
un cierto gusto de mar puede instar a comerlos. No obstante, son de uso
muy frecuente, particularmente en las partes mediterráneas, donde no
se pueden llevar los otros de esta clase por la delicadeza de sus carnes.
Secan muchos a este fin, particularmente en el archipiélago de Chiloé.
Estos vivientes son, a Jas veces, de la grandeza de una nuez, carnudos, in-
teriormente llenos de agua, o licor salobre, de color amarillo, rojo o na-
ranjado: su formación es cónica. Dos pequeñas trompas se ven en su
parte superior, una de las cuales hace veces de boca, y la otra, proba-
blemente de orificio, porque no se descubre otra parte por donde pueda
descargarse. En medio de estas se observan dos punticos negros, relu-
cientes, que se pueden creer los ojos. Si se abre este animal no se ve en
su interior sino una tela negra sutilísima, trasparente y llena de licor,
o bien dentro de ésta, o en el vacío de su estómago, se encuentra tam-
bién arena sutilísima, de lo que es preciso purgarlo antes de ponerlo &
guisar. La carne que queda tiene de grueso el canto de un peso duro;
por afuera es lisa, y por dentro, donde conserva el mismo color, es po-
rosa y no se distingue en ella cosa alguna que pueda decirse nervio,
miembro o articulación. Con todo, el es muy sensible, y apenas tocado,
echa fuera por las dos trompas el licor de que he dicho está lleno. Habi-
tan estos aniíqales en una colmena exponjosa de color pardo; esta no
guarda constantemente ni la misma figura, ni el mismo compartimiento
de las celdas, porque en unas es de diez, en otras de mas, y en otras de
menos. Cuando se abren estas colmenas para sacar el animal, se halla
cada uno en su celda, no se ve comunicación ni modo de tenerla con los
otros individuos que le acompañan en ella. Y no es esto solo, sino que
él no la puede tener por afuera, porque, aunque no esté ligado ni unido &
la dicha colmena por alguna parte, no tiene puerta alguna por dónde
salir. De lo que se puede concluir que estos insectos son hermafroditas
de la primera especie, esto es, que ellos producen sus semejantes a ma-
nera de las conchas, sin alguna suerte de coito. Pero, cómo>ucede, que,
propagándose este animal dentro de su celda, él solo se halla, no tne ha
sido posible el averiguarlo. Puede ello suceder, como congeturo, que sus
huevecillospasen'porlosintersticios, o que, saliendo de ellos los pequeños
gusanos, formen la colmenapara construirse después su celda o habitar
HISTORIA DE CHILE.— LIB. V.— CAP. I 2Í5
n alguna vacia. Estas colmenas que sirven de habitación a estos vivien-
B3, están atacadas a las peñas de dentro de la agua, de donde los pesca-
lores las arrancan, y no pocas veces las olas del mar, que después las
io tan a las playas.
Del segundo urden son mas las especies que se conocen. De solo el
;enero de cangrejos se conocen y se estiman por su delicada carne, las
aliamos, las jaibas, las apancoras, las peludas, las santoltas, y las corona-
'as. Todas estas convienen en tener diez pies de los cuales los anterio-
es están hechos en forma de tenazas y son mas gruesos. En lo demás
e diferencian lo bastante para constituir cada uno de ellos su especie
ropia. Algunos, de paladar mas delicado, hasta en la carne hallan nóta-
le diferencia; pero yo, a la verdad, no he podido diferenciarlos en esto,
ero sí en su figura, porque las talicunas tienen su coraza redonda, con-
exa, entera, lisa, de cuatro pulgadas de diámetro, y sus tenazas con
¡entes: las jaibas la tienen esférica, con algunas puntas en contorno, y
u pequeño diámetro es de dos pulgadas y media: la de las apancoras es
val, enteramente d ¡culada, los pies peludos, y su cola es muy larga y
r i angular. Las peludas, cuasi toda cubierta de pelos duros, como las cer-
as de un puerco, que pueblan no solo el vientre, sino también la mis-
la concha, que imita la forma de un corazón, y la grandeza como la de
»s apancoras. Las santollas, que superan a todas las otras en la grandeza
en el sabor, según lo mas común opinión, la tienen orbicular, convexa,
e consistencia como de cuero, cubierta de puntas largas, una media
migada, la cual se desprende fácilmente al fuego: sus piernas son largas
- gruesas, y van vestidas de una piel rugosa. Las coronadas tienen la
¡resta semi-oval, enlera, con una excrecencia en el medio de la misma
ubslancia, hecha en forma de corona ducal; su cuerpo es liso y tiene
uatro pulgadas y media de diámetro. Los cangrejos de agua dulce
on pequeños y solo sirven [de alimento a los peces y animales an-
Por el contrario, los camarones de los ríos son mas estimados que los
leí mar; estos son grandes mas de un palmo y se pescan fácilmente,
urque bosta poner una cesta con un poco de carne dentro de la agua
>ara que a poco tiempo se vengan a ella.
En las costas de Chile se ven muy pocas langostas marinas, pero en las
tías de Juan Fernandez abundan ellas tanto, que un gobernador, en nuc-
e meses solo que mandó en ellas, con cuatro hombres solos que traba-
iban en la pesca de estas, se volvió a Chile con ochocientos quintales de
olo colas secas de este crustáceo. Be aquí el modo que me ha dicho el
nisroo, que se tiene de cogerlas. Al tiempo de la creciente del mar, ponen
n las playas pedazos de carne averiada, a los que de todas parles con-
urren toólas, que los pescadores lienen sobrado que hacer en volverlas
e espaldas con un bastón para cortarles la fuga. Después les cortón so-
o los colas, los cuales, secos, tienen de largo cerca de un pié, y de ala-
ndro de dos o tres pulgadas. Estos colas son muy sustanciosas y mas
rustosas que cualquiera otro pescado seco. El almirante Auson, en la
isongera descripción que hace de estos islas, habla también de estos
angostos.
216 OOMEZ DE VIDAURRE
Del tortor orden, son mas las especies regaladas y mucho mas abi
dantos de individuos. Las playas del mar por toda su extensión se \
cubiertas de conchas y muchos de sus vecinos montes no son compu
tos de otra cosa, no obstante la gran cantidad que recogen todos
años los costeños para hacer cal. Entre estas conchas o testáceos, 1:
muchas especies de un sabor y de una delicadeza exquisita, y no du
que entre ellos hayan muchas especies y aun géneros desconocido:
los naturalistas. Yo describiré aqu( solo de las que se alimentan con :
galo los chilenos. De esta calidad son las ostras, los choros, los loco:,
erizos, los picos, las tacas, y los comes.
Las ostras, que los chilenos quieren distinguir en varias especies, \
ro que, consideradas con inteligencia, no son sino variedades, se hall
en varias partes de la costa de Chile. Las mas grandes y de un gu:
verdaderamente delicado, son las que se pescan en las playas de (
quimbo. Como ellas no presentan diversidad alguna de las que se coi
cen en la Europa, me contento con solo haber hecho saber que las h
en Chile, lo que no sucederá con las otras.
De los choros o almejas se conocen, por lo menos, cinco especies; e¡
es, el choro blanco y el negro, el grande y el pequeño magallánico j
manjaritifero. El choro blanco es largo cerca de seis pulgadas, y anc
dos y media; su epidermis o piel es azul oscuro y que tira mas al neg
su concha es blanca reluciente, con algo de celeste, particularmente t
cia los contornos. Toda la sustancia externa del animal es de un ama
lio claro, a excepción del cordón que ciñe todas las orillas, que tira
poco al pardo, y la lengua del animal, que es del color de una cascara
oastaña. Esta carne es delicada, sin dejar de tener un poco de solidez
cocida, viene a ser como los huevos frescos de pescado no perfeclamí
te hechos, poro de gusto aun mas delicado. El negro, por el contrar
tiene la carne sin solidez alguna, y no forma grano alguno, y el gusto
es de los mas sabrosos, porque siempre sabe a cieno. Esto le da pt
estimación para con el común, pero no faltan algunos que lo prelierena
a los blancos, llevados do la suavidad. En la grandeza y color de suconol
por afuera, no se descubre diferencia alguna. Donde se pescan los un<
se cogen también de los otros, pero siempre son mas los blancos.
Las peñas de la isla de la Quinquina, abundan mucho de éstos, y s
celebres en todo el Reino por lo grandes, pues con dos, muchas veoes
compone un buen plato. En las playas de Arauco, del Archipiélagc
otras partes, se cogen muchos, tanto para comer frescos, como para f
car e internar en el Reino. Hacen, cociéndolos, un caldo blanco muy gi
toso y sustancioso, con el que hacen una sopa de viernes, que sale
muy buen gusto. Guisados en su misma concha sobre las brasas, s
muy gustosos. Ello? viven bastante tiempo fuera del agua, pero se i
flaquecen luego. Estando fuera de ella, se les ve abrir su concha, la q
al sentirse tocados, cierran prontamente y con tanta fuerza, que lo c
agarran no lo sueltan, sino rompiéndolos o poniéndolos al fuego, el ou
luego que lo sienten, la abren para no volverla a cerrar.
El magallánico grande tiene la piel que cubre externamente su conc
de color pardo puerco; quitada esta piel, comparece la concha de
y
i
HISTOÍUA DE CHILE.— UB. V.— CAP. 1 217
ste, venado de listas purpúreas que siguen el andamiento
iduras. Su superficie interna es de color de madreperla
9 rojas. El pequeño, es cuasi del mismo color, pero su fl-
\mbosados, contienen perlas, las cuates, de ordinario,
Hites. Al contrario, aquellas que se hallan en el margari-
n bello oriente, pero son pequeñas.
' algunas lagunas de Chile, particularmente en la de Ca-
dicho, se encuentran de estos choros o almejas. Son
iflos y por lo ordinario de un gusto desabrido y aun dé-
se exceptúan los de dicha laguna, por lo que ellos no tie-
guno en el Reino.
reciado de todos por el buen gusto de su carne. A este
lombrado los españoles pié de amo; pero él es diferente del
)sconchologistas llaman con este nombre; porque aquel
ste univalvo. Este vive atacado por su aventura a las ro-
a es blanquizca, cuasi oval y llena de nudos y de pintas,
mbien de este color: ella es sabrosa, sustanciosa y de tal
ue no se ablanda al fuego mas violento, si primero no se
Es preciso hacer esto de modo que se empiece muy sua-
>co a poco se va esforzando mas el golpe, porque si al prin-
irte, él se rompe y aquellas partes menudas quedan inca-
ndarse. Hecho esto del modo dioho, el loco se ablanda de
le lo mas suave y delicado que se puede comer; por ventu-
:o a los españoles dar este nombre. Este animal tiene de
pulgada y media, por lo mas largo, algo mas de una en lo
poco mas de media de alto; esto es por lo común, que no
io u otro se halle que exceda estas medidas. El tiene una
bosciile o trompa, por la cual despide un licor fino de púr-
indeleblemente la lana, algodón y lino. No hay duda que
«dos y cocidos, y después puestos en aceite o en vinagre
llenos hacer comercio, porque ciertamente tendrían buen
en lo interno, sino fuera de el Reino, pero ellos se conten-
iar)os solo pocas leguas.
m un testíiceo de mayor estimación, porque son no mé-
5üs, sino porque son mucho mas delicados. Entre las varias
de ellos hay, dos son las mas notables, esto es, los erizos
negros. Los blancos se llaman asi en contraposición de los
jue ellos tengan su casa y las espinas blancas, sino porque
ardas, y las de los otros negras. La sustancia interna que
s bajo el nombre de lenguas, y que no son otra cosa sino
1 animal, que están atacados a la pared de la cascara, son
amarillo y muy sabroso al paladar. Acompaña siempre a
huevos, una especie de pequeño camarón oon seis pies
na de los de la langosta terrestre; tiene el cuerpo del grue-
llana, de naturaleza mas de cuero que de hueso, al que
ma gran tripa siempre llena de excremento negro, sutil y
uohos ramos, oon lo que se unen a las lenguas y vienen a
1 orificio, que está en la parte superior de la concha, que
GÓMEZ DE VIDAURÍIE
íférica en los blancos y oval en los negros, en los cuales Lodo es
■o, la cascara, las espinas, los huevos.
i estos últimos, muestran su desprecio los chilenos llamándolos
¡s de!, diablo. Algunos han creído que el camarón que he dicho sa-
i fuera a paslar, pero esto es porque no los han visto caminar con
su casa, y porque están poco o-nada instruidos en la Historia Natu-
No obstante la multitud' grande que se consume de estos tosl/iceos,
ipre se experimenta la misma abundancia, lo que hace creer que
i son sumamente fecundos.
pico, no obstante la abundancia que de ellos hay, es muy estimado
indelicado gusto y por la suavidad imponderable de su carne. Ha-
i quince o veinte juntos pero encerrados en sus celdas, hechas por
i mismos, en una forma cuadrilonga, y atacados a las rocas del mar en
o que les puedan llegar sus espumas, de las que sacan ellos su ali-
to por un agujero que tiene hacia fuera cada celda. La naturaleza de
fáhrica es gredosa, porque ella, aunque esponjosa, es pesante y aun
dura que la piedra pómez. De ellas se hace una excelente cal. Visto
co dentro de su colmena parece una cabeza de un pájaro. La concha
ste testáceo se compone de dos grandes pedazos y de cuatro peque-
loa dos grandes vienen fuera y tienen la figura del pico de un pájaro,
in corvo como el dolpapagallo.de lo que lo ha venido el nombre entre
apañóles. Este pico en los grandes tiene una pulgada y media de largo,
diámetro tnas ancho, cuando están gordos, una pulgada. Las conchas
i unidas por una membrana que les sirve como de goznes. La carne,
es blanca y trasparente, viene fuera de dichas conchas en algún mo-
lí forma do lleco mas o menos copiosa y larga, según lo gordo del
lal. Es ella tan suave que, puesta eu la boca, basta la lengua y el
3ar para deshacerla. Sacados fuera del mar, se mantienen vivos den-
le su colmena por cuatro y cinco dias, sacando fuera y abriendo el
de cuando en cuando como para respirar o procurarse el alimento,
uecen en su misma colmena, dándoles un ligero hervor y después,
indolos por el pico, se desprenden fácilmente, y se ponen sobre un
i con poco de caldo de ellos mismos, aceite y vinagre y es un man-
elicioso y que se puede poner en las mesas de los principes.
;unos pretenden que los comes sean aun mas delicados. Estos viven
lien en ciertas cuevas que ellos se forman en los peñascos, do donde,
sacarlos, es necesario usar do picos do fierro. Ellos son largos, por
énos de un palmo, y de diámetro tienen cerca de dos pulgadas. Son
Ivos, porque ellos van cubiertos de dos conchillas poco duras. Los
lian estado en las islas del Archipiélago de Ghilué o Ghiloé los prefie-
i todo otro testáccoy dicen que sobre su boca tiene una trompa como
ion, con lo que agujerea las peñas para fabricar su habitación, do
e se cree que él no sale, porque nunca so le ha visto fuera de ella.
s tacas son otro te3táceo bivalvo regaladísimo de Chile. Ellas son de
a cuasi redonda, de dos pulgadas y media de diámetro en las mayo-
Su concha es ligeramente acanalada por afuera y su superficie inter-
isa y de un bello color de perla. El animal que se alberga dentro es
bolsa llena de un humor denso, gustosísimo y muy sustancioso, sin
HISTORIA DE CHILE.— L1B. V.— CA.P. I 219
er por esto de difícil digestión; en suma, es este testáceo uno de los me-
ores manjares que se presentan los días de viernes en las mesas de los
Míenos.
De este mismo género hay otras que llaman machas, pero muy dife-
rentes en la delicadeza y en la figura, pues éstas, aunque gustosas, son
Juras y su figura es longitudinal, porque tienen deoinco a seis pulgadas
le largo y ocho a nueve líneas de ancho, por lo que algunos las llaman
lavajuelax. Estas dos especies se esconden como las otras de su mismo
;énero, dentro de la arena, de donde las extraen los pescadores en tiempo
le buja mar, porque ellas despiden de dentro un hilo de agua, alto a las
treces mas de dos palmos, de cuando en cuando, con lo que se manifies-
tan. A las veces hay muchas en un mismo lugar, pero lo mas frecuente
ts encontrar una sola. Producen también perlas, pero pequeñas, como
odas las otras que se hallan en las costas de Chile.
J
INSECTOS DK CHILB
El Reino de Chile no es abundante de insectos terrestres y aquellos que
lo ven en él son por lo común semejantes a los que de su especie se en-
cuentran en la Europa. Ellos, poco útil presentan a la sociedad, y aque-
llos que lo dnn se miran en este Reino con tal indiferencia que puede
Jamarse desprecio. Tal es el que hacen de las abejas, de que están llenas
;us campiñas. Ni han cuidado de domesticarlas, ni se cuidan aun de ir a
lojer su miel y su cera al campo, donde ellas, parle en tierra, parte en
as concavidades de los árboles viejos, fabrican sus panales. Tanto mas
Jebe admirar al que lee esto cuanto que toda la cera que se consume en
"hile en las iglesias, que es mucha, por la suntuosidad con que se cele-
aran las fiestas, es preciso la compren a muy caro precio; porque toda
;s llevada de España. En el Archipiélago de Chilué hacen algún caso de
Hlas, porque, por lo menos, los indios extraen la miel, y después venden
a cera a las iglesias. Esto viene, no de industria, sino porque a los prin-
cipios se les impuso por el Gobierno pagar el vasallage en tantas libras
le miel; después que esto se les ha quitado e impuesto en otra cosa, han
quedado con la costumbre. No las cultivan sino que van por el campo
sn busca de ellas, o adonde saben tienen sus colmenas. La cera, como
10 la purifican, es ella siempre negra y de poca duración y muy fea
vista.
No puede decirse que en Chile no haya langosta, como han pretendido
ílgunos demasiadamente exaltadores de este país. La hay, pero ella se
-opaga muy poco, y asf no se ven aquellas devastaciones que he dicho
i experimentan en Cuyo y en otros países. En Chile tienen estos dos vo-
clsimos enemigos, que son los pájaros que llaman Tharo y una especie
gaviota, que el verano, dejando el mar, se interna por el Reino a hacer
guerra a estos insectos destruidores. Ella es muy pequeña en Chile.
r
222 GÓMEZ DE VIDAUFtRE
Sobre los árboles frutales se encuentra una de éstas, larga cerca de seis
pulgadas, la cual, cuando extiende sus piernas, parece, a primera vista,
una rama del árbol cortada, por lo que el vulgo la cree que sea un leño
animado, Unto mas que en ella ve el color del árbol en que ha mora-
do. Otros, siguiendo la otra opinión no monos errónea que atribuye al
espíritu maligno todas las cosas mal hedías, feas o monstruosas, la lla-
man caballo del diablo. Esta expecie es muy rara y se requiere suma dili-
gencia para encontrar una en que hacer observaciones. Una que pude
haber, observé que no saltaba sino solo que caminaba.
Al tiempo del P- Alonso de Ovalle, esto es hacia el año 1639, no se cono-
cían en Chile las chinches, asf domésticas como campestres, pero el dia
de hoy se lian hecho comunes en las provincias septentrionales las do-
mésticas llevadas en los navios, y las campestres principian a domici-
liarse en Chile llevadas de Cuyo entre los fardos. Las provincias austra-
les están aun exentas de animales tan incómodos.
Ni menos se experimenta en Chile aquel enjambre de mosquitos que
dejo dicho del Cuyo. Vense en Chile sí mosquitos, pero éstos no son de
la especie de los maringuenes ó gengenei sino de los que el Linneo llama
CuUx ciliarU y estos solo están en las vecindades de las aguas estancadas.
Los que frecuentan los lugares habitados son Típulas de la grande y pe-
queña especie, los cuales no son diferentes de estos de Europa. En la pro-
vincia de Colchagua se encuentra unu de mediana grandeza que la hace
notable el olor de almizcle que exhala; por lo que las mugeres campesi-
nas de dicha provincia procuran coger los mas que pueden para perfu-
mar sus vestidos.
El señor Ulloa, nada inteligente de la lengua chilena y de la extensión
vasta que la palabra Sigua tiene en ella, restringiéndola malamente a
significar solamente los Piques, ha dicho que estos se engendran en toda
la costa de Chile, lo que es absolutamente falso, pues de estos solo se
hallan y en muy corto número en el territorio de la ciudad de Coquim-
bo. La voz Nigua es en el idioma chileno nombre general que comprende
todas las especies que molestan los animales, y en particular los voláti-
les, las cuales no son diversas de estas de Europa. Ahora, pues, como
entre las pulgas haya una especie de ellas muy pequeña, como las hay
en Europa, que fora la piel sin internarse en ella, se le da este nombre de
nigua en contraposición de las otras. Esta nunca se oculta dentro de la
piel, ni menos hace su nido dentro de ella, como lo hace el Pique, y asf
es cosa muy diversa de aquel. Mas, estas niguas no se limitan a la costa,
las hay por lodo el Reino, y no son de todo el año como el Pique.
Hay en Chile escorpiones, pero muy pocos, de ordinario oscuros de
color, porque de los amarillos solo se han encontrado bajo las piedras
del rio Coquimbo Se creen sin veneno, porque hasta el presente ninguno
de aquellos que han sido mordidos de ellos, ha experimentado, por lo
que dicen, algún síntoma maligno. Con lodo, estas experiencias que se
citan yo no las pongo en la clase de decisivas, porque no hallo de donde
pueda venirles esta singularidad, cuando en los demás son, como todos
los otros de oíros países donde ellos lo tienen. Si los Académicos Fran-
ceses, como hicieron la experiencia en las culebras de Chile, la hubieran
HISTORIA DE CHILE.— HB. V.— CAP. II 223
imbien sobre éstos, y ellos lo asegurasen, prestaría mi asenso;
indo las personas que lo afirman del vulgo ignorante, hay toda
' dudar, por lo menos, cuando no se afirme lo contrario,
debe omitir de este lugar un escarabajo devastador que liay en
r crecerle su gloria. Este es negro, largo oclio lineas y llamado
nilios Piíme: él se bola a las plantas leguminosas y especialmente
las en yerba, en las que hace riza. Los agricultores chilenos no
remedio cuando sus sembrados están atacados de éstos, que
las plantas sobre vasos de agua caliente, donde ellos caen y
ian, siendo poco aptos al vuelo y así las libran de su entera
poco también el daño que causan las orugas, cuyo género es so-
snle abundante y extremamente variado en las campiñas de Chile,
ne obstáculo alguno a su multiplicación, contentos, por ventura,
;rmosura de algunas de sus mariposas en que se tranforman en
estación. De estas hay una muy singular que arrohata la vista
irieílart de sus vivos colores. La parle superior de su cabeza es
:11o rojo de bermellón manchado de amarillo, toda la espalda
, punteada de verde, de rojo y de celeste: las alas por arriba son
>n manchas irregulares amarillas y azules, y por ahajo de color
vientre celeste sembrado de puntos oscuros y pardos: las an-
;chas a manera de masa, son purpúreas. Por todo esto el señor
i Ignacio Molina lo ha denominado Papilio Psitacns.
la observación del sabio o inteligente observador de muchas
iones del Reino el señor don Felipe Pando, ex-jesuita chileno,
^a rara, de color bermejo y de cinco a seis lineas de largo, es la
1 producto, que llevo dicho, de la Chuca y Pdjarobobo: estos ¡n-
imparecen en gran número la primavera sobre las ramas de la
allt fabrican pequeños capullos con una suerte de cora dulce y
uanto la nieve, donde encerrándose se transforman en una mari-
alomilla que tira al color amarilo. Esta cera va poniéndose poco
tnarilla y finalmente oscura, y a causa de las nieblas que sobre-
n las partos de Coquimbo, se pone amarga. ¡De cuánta importan-
a los habitantes ifol territorio de dicha ciudad el cultivar estos
' ¿No podría acaso aprovecharse esta cera antes que ella se pu-
2ra? [Cuántas inquisiciones se podrían hacer si hubiese en di-
ctantes un poco do espíritu de comercio, un poco de industria y
desidia!
en en el capullo que he dicho so forma en el romerillo o romero
, se alberga una falsa oruga, que a su tiempo se trasforma en una
2 cuatro alas, de color oscuro. La materia de este capullo es te-
quísima y pegajosa, dispuesta en globos, cuya superficie no es
iede ser que probando de ella se pudiese sacar alguna cera o re-
rnia, porque a esto se arrima mas que a otra cosa. Cuando nada
el poco aceite que contiene dentro podrá servir en muchos usos,
poco curioso de los chilenos y lo poco amantes que se muestran
luezas naturales de su país, hace que, así estos capullos como
iciías cosas, queden inútiles en el campo.
REPTILES DE CHILE
Tengo dioho que la clase de los reptiles es muy escasa de especies en
Chile. A la verdad, las tortugas acuáticas, las ranas de dos especies, los
sapos terrestres y acuáticos, los lagartos, tanto terrestres como acuáti-
cos, y las culebras de una sola especie, son los reptiles conocidos en el
Reino de Chile.
Las tortugas acuáticas se dividen en dos especies, esto es, en las de
mor, y las que habitan las lagunas, o en de agua salada y dulce. De am-
bas especies consta, por una u otra que se ha cogido, que las hay en
Chile, porque no se va en busca de ellas, y así no me hallo con aquel co-
nocimiento que se requiere para establecer ni su grandeza, ni su peso,
ni la calidad de sus carnes, ni para numerarlas entre algunas de las di-
visiones que han hecho los habitantes de las islas Antillas; estoes, si per-
tenezcan a las tortugas francas, o a lascoavona3, o a las de carei, o si de
una sola, o de todas éstos haya en los mares de Chile. Por un accidente
raro se pescan, y no sabiendo que hacerse de ellas, no se empeñan en su
pesco, y asi, ellas viven quietas en aquellos mares. Lo mismo sucede
con las de agua dulce, que se ven en las lagunas de los provincias aus-
trales. De las terrestres, no se han visto aun, y para algunos remedios
se hacen venir de Cuyo.
Esto mismo se puede decir para con las ranos, de que están llenas las
lagunas, porque no usándose el comerlas, ni aun por medicina, ellas no
son molestadas de alguno, y a su multiplicación no se pone el mas mí-
nimo impedimento. De estas se ven la sculenta y la temporaria.
Los sapos terrestres que se ven en Chile, después de las lluvias no di-
fieren de los de Europa. Estos, solo se hallan en los lugares húmedos.
De tos acuáticos se conocen dos especies, esto es, el thaul y el arunco.
m
ütí gowez de vioAcitRz
El rJiaul. es ameno menor que la rana escalenta, a la que se
mucho por la construcción y figura de su cuerpo. Tiene cuatro
maii'j!*. pero no '!•=■! todo unidos por la membrana. Su piel es er
te amarilla, y verrugosa. El aninco, es mayor que éste, yaunqi
SHcu.ftnta. Tiene como el antecedente, cuatro pies palmados, m
por la membrana, que la otra especie. De estos pies, los de del
bao. iriatro dedos, y loa de airas cinco, todos con uñas cuasi im
bies. Loa araucanos lo llaman también genco, que quiere de
Á'l igna, porque dicen que é¡ cuida de la conservación y salut
las Air üas pero síd reconocer en ¿I divinidad alguna, ni tríbuli
ro a: íiiao de adoración, ni aun de respeto.
El lagarto terrestre mas remarcable de Chile, es el que los i
man palun, que habita bajo tierra en las campiñas. Esle ani
toda la parte superior de su cuerpo tiene su piel vestida de est
figura romboidal, tenidas de verde alegre, amarillo pálido, azu
de negro, no muy oscuro; el verde domina mas que los otros. P
te inferior, ella es lisa, de color entre amarillo pálido y el vei
qtjízco. La cabeza es triangular y cubierta de pequeñas esca
d radas; el hocico prolongado, las orejas redondas y situadas át
la cabeza; los píes anteriores, como también los posteriores, tiei
dedos armados de tuertes uñas; la cola, que es redonda, y dt
modo teñida que la parte superior del cuerpo, extendida es tan
mo aquel. En los mayores que he visto la grandeza de este cu
míndola de la punta de su cabeza basta el origen de la cola, ei
pulgadas, y su grueso de tres. Los campesinos les sacan la pi<
para hacer de ella bolsas en que traer el dinero.
i.'r.a sola especie de lagarto acuático se conoce en Cbile, el
bí-índolo visto el padre Feuillée, lo llamó salamandra acuática nigr»
de Tite es sin escamas, y solo menudamente granujienta, con 1
bit/ difícil y aun cuasi imposible, cogerla con la mano. De esti
pi precipitosamente, dejando en ella una especie de unto, pert
da mal olor. Su color es negro, que tiene algo de azul por su es
de blanco por el vientre. La cabeza, que es prolongada, la lleva le
E.i *,-:ia tos ojos son grandes, de color amarillo dorado, y tienen
azul, las narices muy abiertas y orladas con un cerco carnudo.
es bien rasgada y armada de dos ordenes de dientes, que tiene;
ra de anzuelo; la lengua es ancha y gruesa, de color bermejo, j
enteramente a la garganta por abajo. En su garganta se nota i
bíUa o buche que se sopla y se comprime como una vegiga. Lo:
atr;n son notablemente mayores que los de adelante. Todos cu.
b.in en cinco dedos sin uñas, en cuyo lugar ocupa su extrer,
cartílago. Por toda su espalda le corre una expecie de ere
principia desde la frente y acaba en lo último de la cola. Esta
donda y estrecha, y se ensancha hacia la punta hasta dos pulp
modo que acaba en formade espátula. Los orejas le faltan del toe
a In mayor parle de su clase. Desde los labios hasta lo último d
llenen de largo, los mayores, poco mas de catorce pulgadas. Hi
tre las peñas, en las que se esconde al menor ruido que siente.
I
HISTORIA DE CHILE.— LIB. V.— CAP. III 227
La única especie de culebra que hay en Chile, es la que los naturalis-
tas llaman culebra de Esculapio. Ella es inocente y sin veneno. No obstan-
te, ella hace un grave daño a las criaturas, porque yendo a robarles la
leche, pone su cola en la boca de la criatura en tanto que ella se cuelga
del pecho, como para engañar la criatura y que no haga advertir a la
madre con su llanto del robo que ella hace. Estas criaturas se les ve ma-
cilentas y desmedrarse cada diá mas. Sucede esto con bastante frecuen-
cia en las casas do los campesinos, porque, por su miserable construc-
ción, hallan estos reptiles toda comodidad de esconderse al menor
rumor que sientan, y aun de escapar fuera, si la necesidad lo pide. Casi
no hay casa de los campesinos chilenos donde no se encuentren de ellas,
por lo que algunos suelen criar dentro de casa águilas que les hagan la
caza. Su cuerpo es listado de blanco y negro, y también de amarillo y de
pardo, con graciosa distribución de dichos colores. Las mas grandes no
pasan de tres pies.
* I
IV
PECES DE MAR
El mar de Chile es tan rico de peces, que, queriendo significar su abun-
dancia, él no deja lugar a hipérboles. Estoy persuadido que por mucho
que parezca, digo, nunca llegaré a explicar lo que ella es en realidad. De
solo los que se comen en Chile y que a corta distancia de tierra se pes-
can, cuentan los pescadores chilenos setenta y seis especies, las cuales,
por la mayor parte, son diferentes de estas de Europa, o por decir mejor,
exceptuados la raya, el torpedo, la Cascaría, el pejecan, el pejesierra, la
rana pescadora, la anguila, el congrio, el pez espada, el bacalao, el mer-
luzo, el bonito, la cabrilla, la trilla, la sardina, lavesuga y algunos otros,
todos los demás son totalmente diversos. En esta gran multitud de es-
pecies hay muchos de ellos de carnes excelentes y delicadas, y no se en-
cuentra uno, ni entre los pequeños ni entre los grandes, que tenga espina
entre medio de su carne, y así se comen sin el recelo en que ponen mu-
chas especies de acá de Europa.
La multiplicación de individuos de cada una de las especies, o sea por
propiedad de aquel mar o por el poco número respectivo de gentes, exce-
de toda ponderación. Los viajantes que allí han estado unánimemente se
acuerdan a dar testimonio de esta verdad. El que quiera cerciorarse de
esto lea a Frezier en el tomo I, página 212, al almirante Anson en el libro
II, capítulo I, página 103; a Byron en los viages de Herr Keursorth, tomo
I, capítulo VIII, página 126 de la edición de Lujan, y el Carteret en la
misma obra, capítulo II, página 241, omitiendo otros muchos que se po-
dían citar.
Sucede no pocas veces ver las playas, principalmente desde el grado 33
hasta el 41, todas cubiertas de peces amontonados unos sobre otros hasta
el alto de una vara, los cuales, huyendo de los peces grandes, sus enemi-
gos, se arriman a ellas, de donde son botados afuera por la fuerza de las
230 GÓMEZ DE VIDAÜRRE
olas del mar. Muchos de los naturales persuaden que esto suceda por
guna peste que haya encendido entre ellos, por lo que se abstienen
comerlos. Pero la mayor parte los oome, asf frescos como secos, y hf
de ellos una gran provisión, cogiendo solo los que hallan aun vivos, i
que se experimente algún detrimento en la salud. Aunque ala luz i
dia haya muchos pescadores que estén prontos a coger los que lleg
vivos, aun no pueden ellos coger ni un centesimo, y creo no arriesgar
verdad si digo ni un milésimo de los que bota el mar vivos, y asf con i
que mueren en las playas, particularmente de los que bota la noche,
hace un montón por toda su ribera del alto que he dicho.
La hedentina que la putrefacción de tanto pez muerto causa, se siei
en distancia de mas de cuatro leguas, y si no se tuviese la providencia
enterrarlos, se podia recelar una infección del aire con fatales con:
cuencias en la salud de los habitantes del Reino.
El rio Cauten o de la Imperial, que es ancho novecientos pies, y I
profundo que puede sostener navfos gruesos en ciertos tiempos del ai
se llena de tal suerte de peces grandes desde su boca hasta siete legí
dentro, que los indios, desfilados por una y otra banda, pescan en car
dad fijándolos con cañas agudas, de las sólidas del pafs. Cuasi nunca d
en falso sus tiros. Lo mismo sucede en la mayor parte de los ríos aust
les. [Qué tiempo tan precioso para hacer en la boca de estos rios u
pesca copiosa, que daría una actividad grande al comercio de Chile!
En el archipiélago de Chüué, donde la multiplicación de los peces
por ventura mayor que en lo restante del Reino, los indios usan un mo
extraordinario de pescar, que hace ver, a mi juicio, aun mas que lo
cti o, la abundancia de pescado del mar de Chile. En la boca de los rio:
en las playas del mar, hacen ciertas estacadas de leño, que enlazan enl
sf con ramas entretegidas lo mas estrechamente que pueden, a ñn que
se pueda escapar alguno que oaiga dentro. A estas estacadas dejan há<
el mar una puerta que cierran por medio de una cuerda larga, cuando
mar comienza a bajar. Dentro queda una tan grande cuantidad de peci
que, tal vez, asf por el número como por su corpulencia, suelen, con el <
fuerzo que hacen, arrancar los leños y escaparse. Cuando no sucede i
to, es tan copioso el número de peces, que la gente que allí concurre,
siendo de ordinario bastante a cargar con todos, deja escapar de ellos
mayor parte. Es de notar que estos pescadores cogen solo una especi
que llaman robalo, y de éstos los mas gruesos para comerlos luego,
para secarlos al humo, después de haberlos limpiado muy bien y teni
en agua del mar por veinte y cuatro horas, a fin de que se salen. Cuan
están bien secos los enfardan, poniendo ciento de ellos por fardo, el ct
venden a razón de dos hasta tres pesos, por ropa.
En las islas de Juan Fernandez, a mas de los otros muchos peces,
pesca el bacalao. En la pesca que se hace de éste, en dicha isla, pasa
mismo que se dice del Banco de Terranova, esto es, que el tirar el anzi
lo y retirarlo con su pesca es todo uno. Este pez, que jamas desampa
todas las costas de Chile, se le ve venir a ellas en tropas innumerabl
los meses de Octubre, Noviembre y Diciembre. Los chilenos que ánt
no hacían cuenta alguna del, de pocos años a esta parte, con el ejem¡:
1
1
HISTORIA DE CHILE.— LIB. V.— CAP. IV 231
de un francés que se estableció allí, han principiado la pesca de este pez.
Si esta pesca se recela bien y ella se hace con empeño, será a los chile-
nos de una suma utilidad, y si ella se extiende a las otras especies y otros
modos de beneficiar los peces, podia solo Chile proveer a la España abun-
dantísimamente de bacalao y de otros peces regaladísimos, de modo que
los navios que vuelven del sur pueden venir enteramente cargados de
peces secos, de peces en vinagre, de peces en aceite, con lo que las na-
ciones extrangeras no harán tanta extracción de dinero de la España, co-
mo hacen de estas cosas.
La descripción de las setenta y seis especies seria una cosa muy larga.
Yo emprendo solo la descripción de los mas estimados por los chilenos,
que no se conocen en Europa, y unos pocos de los mas singulares. Del
primer orden son el ya mencionado robalo, el pezrey, la lisa, la corbina, y
del segundo el pezefajado, el pezegallo y el tollo.
El robalo es cuasi cilindrico, largo de dos o tres pies, y vestido de es-
camas angulosas, doradas sobre el lomo, y plateadas aquellas del vientre:
tiene las agallas todas suaves o sin espinas, la cola truncada, y la espal-
da señalada longitudinalmente de una capa azul ornada de amarillo. Su
carne es blanca, un poco trasparente, de delicado sabor; cuando está re-
cientemente muerto hace pocas hojas, y su carne es muy gustosa, pero,
después de un dia, toda ella se convierte en hojas gruesas, poco mas del
canto de un peso duro hádala cabeza, y las de hacia la cola son sutiles
como un medio real. Se estima, particular mente el que se pesca en
las costas de Arauco, donde se cogen algunos que pesan hasta 28 li-
bras. Algunos pretenden que los del Archipiélago sean no solo mayores,
sino también mas delicados. El robalo seco es mas gustoso que todo
otro pez.
El pezrey, se ha merecido este nombre por excelencia de su carne, en
gusto y delicadeza. Es poco diferente de la grandeza del arenque: su
cuerpo es cilindrico, su espalda dorada en el lomo y plateada en los cos-
tados; tiene el hocico corto, obtuso, sin dientes, y los ojos amarillos con
laíride purpúrea, y la pupila azul; sus aletas son suaves, de color ama-
rillo, y la espina dorsal se extiende desde la cabeza hasta la cola, la cual
es dividida en dos partes. Este pez es tan abundante en todo aquel mar,
que, no obstante la estimación que se hace del, suelen los pescadores dar
sesenta y ciento y aun mas por un medio real. No tiene otras espinas
que las que forman sus costillas, las cuales se quitan con tanta facilidad,
que, puesto en agua, un poco mas que tibia, después de abierto, con pa-
sar un dedo por dentro vienen todas ellas fuera y el pez queda solo con
la dorsal.
Lo, lisa se asemeja mucho al múgil ordinario por la figura y por las
escamas y por el gusto, pero se distingue del por la aleta dorsal, que es
solitaria. Hay de mar y de agua dulce, esta última es de un sabor exqui-
sito, y que por algunos es antepuesto, aun a aquel de las mejores truchas.
Ambas a dos tienen poco mas de un pié de largo. Asada, y después ali-
ñada con un poco de aceite y vinagre y pimienta, es un regalado manjar.
La de mar es muy grande, y dicen que continuada causa la sarna, por lo
que la desprecian.
232 GÓMEZ DE VIDAURRE
La corbina es un pez, que, siendo ya grande, es de una carne consisten-
te y basta, por lo que no tiene aprecio sino en las comunidades religio-
sas, que siempre se alimentan de lo que se vende a menos precio y mas
abundantemente en la plaza, pero ella, joven, es delicadísima y de una
carne muy blanca. Es mayor que el robalo, y no de figura cilindrica,
sino un poco chata, particularmente desde el cuello hasta el orificio por
donde se descarga. Este pez tiene la cabeza pequeña y el cuerpo cubierto
de escamas, de figura romboidal, de color de madreperla, marcado de blan-
co, y la cola dividida; algunas líneas oscuras la ciñen oblicuamente de la
espalda al vientre. Sus aletas son compuestas de rayas y de espinas. Be-
neficiado como el atún, por ventura seria mejor que él. Su carne, en las
grandes, no es toda blanca; porque la del lomo inmediata a la piel es os-
cura, como cosa de un dedo de grueso, y lo mismo la de la cola. Toda la
restante es blanca.
El peze fajado, que es del segundo orden que he formado, es singular por
los colores de que él va teñido, y por la manera con que ellos están co-
locados. Este es un pez chato, de figura oval, largo un pié, vestido de
pequeñas escamas, y ceñido sobre un fondo de color de oro brillante, de
fajas pardas y negras, bien distintas y anchas, ocho líneas. Estas fajas
son cinco, una negra, que de la nuca pasa circularmente por los ojos,
dos pardas que circundan el cuerpo hacia el punto del equilibrio y la di-
viden en cuatro partes iguales, y las otras dos negras y pardas, que ciñen
el mango de la cola, el cual es de color plateado. Este bello pez tiene la
cabeza pequeña, el hocico prolongado y armado de pequeños dientes; una
aleta espinosa, amarilla, corre enteramente toda su espalda, y la cola»
hecha en forma de abanico y orlada de amarillo; su carne es de excelen-
te sabor.
El pezegallo es de una carne suave, pero desabrida, sana, pero que
exhala un olor poco agradable. Dícese comunmente que para quitarle
este mal olor es preciso castrarlo luego que se le saca del agua antes
que él muera, lo que yo tengo por una vulgaridad, pues entonces las
hembras, que no pueden serlo, siempre tendrian este mal olor. Dígase
pues, que una cierta bolsa en figura de testículos que tiene este pez cer-
ca del orificio, contiene un licor, que si no se le quita antes que muera,
se extiende por toda su carne y le comunica a toda ella un olor muy de-
sagradable, el cual, quitada dicha bolsa, se disminuye tan notablemente,
que a las veces no se le suele sentir. Este pez tiene el cuerpo redondo,
mas grueso en el medio que en las extremidades, y va cubierto de una
piel oscura que no tiene escamas. Su cabeza está coronada de una cresta
cartilaginosa, que se prolonga cinco o seis líneas mas allá del labio supe-
rior, lo que le ha dado el nombre de pezegallo, no solo para con los espa-
ñoles, sino para con los primitivos naturales del Reino, que lo llaman
chalgua achagual, que quiere decir lo mismo. Sus aletas son cinco, la
dorsal, que principia desde la nuca y acaba en la mitad de la espalda, es
muy grande, triangular, y se apoya a una gruesa espina larga, cuasi me-
dio pié, que traspasa el ángulo agudo de la misma aleta. Este es el único
hueso que se halla en el cuerpo de este pez, todo lo otro es cartilaginoso.
Este mismo, no es otra cosa que un cartílago sin tuétano, sin oavi-
HISTORIA DE CHILE.— UB. V. -CAP. IV 233
dad, sin nervios, como aquel de los lampreos. Los otros cuatro están
situados, dos después de las quijadas, y los otros dos bajo el orificio.
El tollo es una especie de pezecan que se pesca en grande abundancia
en las islas de Juan Fernandez. Es mayor que el pezgallo y de carne mas
delicada y sabrosa, sin exhalar mal olor alguno. En cada una de las dos
aletas que están sobre la espalda tiene un espolón luciente, triangular,
agudo, corvo un poco hacia la punta, duro como el marfil, largo dos pul-
gadas y media, y ancho en cada uno de los tres lados de cuatro a cinco
líneas. La raíz de este hueso es esponjosa. Este espolón es eficaz contra
los dolores de dientes como hizo la experiencia varias veces don Antonio
de Ulloa. Se pone en la boca la punta hacia el diente que hace mal, y
adormeciéndose la parte, se va de ella el dolor al cabo de una media
hora. A muchos hace dormir y después del sueño se hallan libres de la
molestia. Mientras el dicho hueso está en la boca, se observa que la par-
te esponjosa de la raíz se hincha a poco a poco y se pone mas blanda, lo
que no se puede atribuir únicamente a la saliva, porque la punta del
hueso que solamente entra en la boca es mas dura, como he dioho. De
aquí se puede inferir que él tenga alguna virtud atractiva por medio de
la cual atraiga el humor nocivo y lo comunique en la parte esponjosa.
Mucha parte del pez seco que se trae a Chile de las islas es de esta espe-
cie, lo que prueba que él abunda mucho. En las costas de Chile también
se coge, pero no es en tanta copia, lo que debe atribuirse no a escasez
sino a que los pescadores chilenos se separan muy poco de las playas,
estando seguros de hacer buena pesca, y ellos no llevan otro fin que el
de coger peces. Esta es la causa que no cogen muchas otras especies de
peces, porque habiendo algunos que piden mucho fondo, ellos solo se
internan a dos o tres brazadas de profundidad, que es a lo que alcanzan
sus palancas. Siendo como son los vasos en que se botan al mar, no pue-
den hacer otra cosa: ellos son como palos o vigas ligadas con cuerdas, o
dos cueros de lobo soplados, los cuales no caminan sino a fuerza de bra-
zos, porque son incapaces de vela y remo. Un hombre puesto en la punta
clava en la arena una gran pértiga, y cargando todo el cuerpo sobre ella,
hace caminar las vigas dándoles la dirección que quiere con mudar, ya
aquí ya allí, la gran pértiga; y como solo en el fondo dicho pueden hacer
esto, de ahí es que solo pocas cuadras de tierra se pueden retirar»
<*<304R4Dfc^
PECES DE AGUA DULCE
Las aguas y los rios, especialmente desde el grado 34 háoia el polo,
abundan también de peces; los cuales bien que no sean tantos en espe-
cie como los de mar, compensan bien esto, así por la abundancia de sus
individuos, como por lo regalado de sus carnes. Las especies mas esti-
madas son el pezerey, que es Jo mismo en todo y por todo que el de
mar, de que he hablado, la lisa, de que también he hablado, la trucha, 'él
cauque, la cumarca y el bagre o luvur.
La trucha no tiene diferencia alguna de las de Europa ni en la estruc-
tura de su cuerpo ni en su delicadeza y gusto exquisito de sus car-
nes, cuando ella se ha criado en aguas que sean fangosas, como de ordi-
nario son las de los rios de Chile. Llega ella a tener cerca de tres pies,
con el grueso que le corresponde. Muy rara vez se pesca con red, con el
anzuelo es lo ordinario, al que basta ponerle una pluma en lugar de co-
mida, pero es preciso guarde el pescador una suma quietud y no haga el
mas mínimo movimiento. También las cogen con las que llaman nasas,
que es un tegido grande de cañas que ponen en la mayor corriente de los
rios sobre flor de agua. Estas y todos los otros peces arrebatados de la
corriente al llegar a estos estrados, saltan sobre ellos, y no hallando des-
pués agua, quedan tendidos. No es cosa rara encontrar a la mañana seis
o siete de ellas con otras muchas de las indicadas especies.
El cauque es un verdadero pezerey, porque de él se distingue solo en
la grandeza de su cuerpo, pues este pasa muchas veces de dos palmos.
Su carne no es tan delicada como la de aquel, lo que puede provenir de
su misma grandeza. Este solo se coje en las lagunas, por lo que él tiene
algún gusto a cieno. Algunas lagunas de la parte mediterránea de Chile
son célebres por este pez, como Aculeu, en las inmediaciones de la ca-
pital.
236 OOMEZ DE VIDAUaRE
El pez cumarca, que tos españoles llaman peladilla, es de la grand
del pezrey, pero mas grueso y de figura oval, sin escama alguna y
piel de color azul celeste en el lomo, y en el vientre de un blanco plat
do. No tiene otra espina que la dorsal y las de las costillas, que del rt
mo modo que las del pejerey se desprenden con la agua mas que til
Es tan delicada su carne, que la prefieren a la de la trucha y pezrey.
EL bagre es un pez feísimo, él se asemeja muchísimo a las ninfas de
ranas. Su cabeza es muy gruesa respectivamente a su cuerpo, el cual
largo a lo mas once pulgadas; su hocico es obtuso y tiene algunos pe
en forma de mostachos. No tiene escamas. Su color es oscuro en la pa
superior, y blanquizco, o mas antes tirante al amarillo, en la parte in
rior. Vive de ordinario en los sitios mas fangosos de los ríos y riachi
los, y con todo, su carne no toma de esto gusto alguno de cieno. La es
na que se halla en su alela dorsal, no es venenosa como se dice ¡
aquella de los bagres que se crian entre los trópicos. Su carne es
poco amarilla y una de las mas delicadas que se pueden gustar entre
peces. Se halla en el mar otra especie, o mas antes una variedad de co
perfectamente negro toda ella, ala que la tripulación del lord Aosondií
nombre de Rammeur de cheminée, esto es, limpiador de chimeneas. Cu
to el de agua dulce es apetecido, tanto este es despreciado, sin que se
la razón de esto.
A mas de éstos, hay otros oomo el que llaman malque, el ytili, de
que por su pequenez no se hace caso alguno. Tampoco las anguilas, q
se propagan solo en los ríos de las provincias australes en gran cuan
dad, les merecen alguna atención, porque la figura de culebra de este |
les es muy repugnante. Los araucanos si que las comen, para lo que el
las pesc&D con una especie de cesta que ponen contra la corriente de
agua. El rio Tolten es el que mas abunda de ellas.
El mismo rio presenta a la consideración del naturalista un peque
pez remarcable por su diafanidad. El llámase en lengua araucana pa
que quiere decir centella, cuyo nombre le dieron, por ventura, pí
significar aquello. Nota este pez en su historia don Miguel Olivares coi
cosa que vio por sus ojos, y dice que él es de tal suerte diáfano, qi
poniendo muchos juntos, uno sobre otro, o llenando de ellos una ce:
se vea distintamente los obgetos que le están debajo. Si una tal prop
dad no está exaj erada, como me persuado del carácter de dicho suge
que tengo bien conocido, este pececillo podría servir para revelar I
secretos de la digestión y el curso de los tumores. Conociendo yo a fe
do a don Miguel Olivares, no dudo de la verdad de esta relación, por
que no la he querido omitir, como no omitiré lo que nota este misi
sabio autor, y es que esta diafanidad no la tiene en todas partes del r
Bino en solas dos, esto es, poco después del nacimiento de la laguna
Vill&rrioay poco antes de entrar en el mar, con todo que por lodo
curso se encuentran en sus aguas de estos pececillos.
Según esta autor, no llegan ellos a tener dos pulgadas de largo, su fij;
ra es oval, y su mayor ancho es en el medio. Todo esto prueba lo bi
observados que los tenia. Quien sabe que don Miguel Olivares fué,
-nismo lugar, muelan tiempo misionero, concibe en él la mej
f
HISTORIA. DE CHILE.— LIB. V.— GAP. V 237
oportunidad de haber hecho todas estas observaciones y otras que él sin
duda omite. Yo quisiera que él, usando de la luz de la física natural de
que está adornado, nos hubiese dado mas perfecto conocimiento de este
singular fenómeno de la naturaleza.
r
VI
PBGES CETÁCEOS
t.f
El mar chileno es poco abundante de especies de animales cetáceos.
De esta clase solo se conocen las ballenas grandes y pequeñas, los delfi-
nes de las tres especies conocidas. La gran ballena, en lengua del país,
se distingue oon el nombre de yene, y la pequeña o la Boops Ycol. Estas
dos especies son comunísimas en aquel mar, y en ciertos tiempos, del
año se les ve avecindarse a las playas en grandes tropas, especialmente
a las bocas de los rios, naturalmente en seguimiento de los peces que
vienen a deponer sus huevos. Gomo los chilenos no se han aplicado a la
pesca de estos animales, no se puede saber ciertamente las diferentes
especies que de ellos alberga el mar chileno; pero de una u otra que se
ha encontrado muerta en sus playas, de lo que los viajantes ingleses de
estos últimos tiempos dicen, hay fundamento para creer que en él se
anidan todas las especies del mar del norte. De su multitud y grandeza,
dice Cook, que era tanta a su pasage por la isla de los Estados, y de
un grueso tan grande, que la tripulación llegó a temer que hiciesen su-
mergir el bajel. Los naturalistas que lo acompañaban observaron entre
ellas la ballena Boops. Pocos años antes de mi partida de Chile, botó el
mar una muerta en las costas del archipiélago de. Chonos, que tenia 96
pies de largo. El año del 61, en las playas de la Concepción, otra de mas
de 60, que los veoinos de dicha ciudad llamaban ballenato por su pe-
quenez, y poco después salió a tierra otra en las playas de Bucalemu,
que dos hombres montados a caballo, puestos uno de un lado y otro de
otro, no se alcanzaban a ver; finalmente, he visto una costilla de uno de
estos animales que tenia 22 pies de largo.
Todo esto he creido deber decir para deshacer la doctrina del justa-
mente célebre Mr. deBufíbn, que pretende aun, en sus Épocas de la Natu-
raleza, que los mares australes no son propios a la procreación de las
240 GOkEZ^DB VIDAURRB
ballenas. Tanta fuerza tiene el atacamiento a un sistema que se ha for-
mado, que en medio de la luz se ve como a ciegas. Nada mas constante'
que la existencia de estos animales en el Mar del Sur; no hay navio que
lo surque, que» arrimándose a sus costas, no lo sigan por mucho trecho y
lo encierren persistencialmente. Me maravillo cómo este grande hombre
cayó en un error tan grueso y desmentido por cuantos viajan por aque-
llos mares.
En las islas de Juan Fernandez se encontraba un grueso cetáceo que
llamaron vaca marina, el cual, viéndose de continuo perseguido de los
pescadores que lo mataban, ha abandonado las costas de dichas islas. Di-
cen que en el mar de Arauco se ven aun. La descripción que hacen del
los pescadores, es tan imperfecta que ni idea se puede formar de este
monstruoso animal que ellos llaman ya foro, ya vaca marina.
Otro animal monstruoso, dicen los araucanos hay en algunas lagunas
del reino, que llaman Guruvilo, que quiere decir zorrarcxdebra. De este,
dicen, se traga los hombres, por lo que ellos se abstienen de bañarse en
las lagunas. No concuerdan sobre su figura. Quien lo hace largo como
una serpiente, con la cabeza de zorra, quien cuasi circular, como un
cuero de vaca extendido. Yo dudo mucho de la existencia de tal animal,
porque, por repetidas observaciones que he hecho en algunas de estas
lagunas en que me aseguraban habíale ellos, jamás descubrí cosa que me
lo hiciese m wn iBitgiQar*
VII
PÁJAROS TERRESTRES
I
No es fácil presentar una justa idea ni de Ja variedad de especies de
pájaros ni de la multitud de individuos de ellos. Hay terrestres, hay ha-
bitantes de las aguas dulces y hay pobladores del mar. En la primera
clase hay alegrísimos por el canto, hay deliciosos por la carne, hay bellí-
simos por la pluma. Entre éstos se cuentan muchos que pueden decirse
individuos de las especies europeas, aunque, bien considerados, dan moti-
vos para alguna variedad, como son los patos, los gansos, las becasinas,
las gallínulas, las garzas, los aleones, los pájaros nocturnos, los cuervos,
las torcazas, las tórtolas, los tordos, los zorzales, las perdices, las galli-
nas domésticas, etc., para calificarlos por otra especie.
La populación, que así de los mencionados, como de las muchas otras
especies que habitan en Chile, es inmensa. Las montañas, las selvas solita-
rias, las costas deshabitadas, los rios y las lagunas poco frecuentadas del
Reino, y, sobre todo, la gran cordillera les facilitan grandemente la pro-
pagación. Ninguna de estas especies es de pasaje en Cflile, sino que
todo el año pueblan sus campiñas. Lo mas que sucede con algunas expe-
cics es retirarse a la cordillerra el verano a hacer la procreación sin
miedo de que alguno se las pueda impedir. Noventa y dos especies por lo
menos se cuentan en Chile de estos habitantes, de todas las cuales es
imposible hablar. Yo me ceñiré a describir solo los mas singulares, di-
vidiéndolos en tres órdenjs, esto es, terrestres que no van jamás al agua,
terrestres que van a la agua, o que de ordinario habitan los lugares
húmedos, y en el tercero los que entran al mar o habitan siempre en él.
Bien sé que esta división no es propia de naturalista, pero la hallo mas
adaptada a la inteligencia de la mayor parte de mis lectores, lo que creo
me basta para dispensarme de escribir sistemáticamente. Hé aquí las
mas notables.
46
Íi2 GÓMEZ DE Y2aV3L3£
t-' Li '.. *.-.;. ^¿.i y: ::-;: íz. i--\—*z I;^ir ;-:r;u? «la ai:
HISTORIA DE CHILE.— UB. V.— CAP. VII 243
4." La tkenca, es grande como el tordo ordinario, su pico aunque no tan
fuerte, mas sutil y mas corto; su cabeza, aunque mas menuda, y sus pies
oscuros, aunque mas altos, se asemejan en su formación a los del tordo.
Se asemejan también sus alas a las del tordo, aunque mas anchas y lar-
gas. Las plumas de la parte superior del cuerpo son cenicientas, man-
chadas de pardo y blanco las de las alas, y las de la cola tienen las extre-
midades blancas con una ligera orla parda; las del pecho son de un
ceniciento pálido, y las que están bajo la cola, que son mas largas que las
otras del cuerpo, son cuasi perfectamente blancas. Estos no viven en
sociedad y solo van juntos macho y hembra en los mi ses de la caza. Se
alimentan de insectos. Construyen sus nidos en los árboles, dándoles la
figura de un cilindro, de un pié y mas de alto, y lo forran todo en contor-
no de espinas por su superficie externa, y el vacuo interno de fina lana y
plumas delicadas para poner sus huevos, que suelen ser hasta cuatro,
de color blanco puerco, con ligeras manchas oscuras; a un lado deja un
ingreso esireeho para entrar a él. Este pajaro canta egregiamente; diver-
sifica su voz en mil maneras y muda los tonos graciosamente, remeda el
canto de todos los otros pájaros. No se puede decir precisamente cuál
sea su canto. Solo si se puede asegurar que su voz es mas alta, mas variada
y de mayor melodía que la del ruiseñor. La tenca se domestica, pero du-
ra poco en la jaula, porque siendo de natural vivísimo, la prisión la con-
sume de melancolía, de que ella muere. Es preciso darle cuasi todos los
dias libertad para conseguir que dure algún tiempo. El mejor modo es
tenerla suelta en un huerto, con las alas cortadas. Ella se halla por todas
partes del Reino y habita gustosa en las vecindades de las casas de cam-
piña. La carne de la tenca es negra y de mal gusto, como dicen algunos
que la hallan amarga. >
5.° La loyca es muy estimada por la dulzura y armonía de su canto,
como también porque ella se domestica y se acostumbra tanto a la jaula,
que, dándole libertad, por sf misma se vuelve a ella, después de haberse
expulgado en la tierra, y mejor en arena, al modo de las -gallinas. Ella
nunca entra al agua para bañarse, su baño es de tierra o arena en la for-
ma dicha. La loyca es mas gruesa que el tordo, a quien se asemeja por la
forma del pico, de la lengua y de la cola, que en ella es mas corla; y en la
mayor parte de sus alimentos. Aunque no vive en sociedad, es insepara-
ble el macho de su hembra en todo tiempo del año. Se distingue fácil-
mente el uno del. otro. El macho es de un color pardo oscuro, manchado
de negro, exceptuados el cuello y el pecho, que son de un color de escar-
lata muy vivo; la hembra es de un color pardo mas claro y las manchas
no tan negras, como también el pecho de un rojo pálido y no tan prolon-
gado como en el macho. Jamas lo lie visto posado sobre los árboles, sino
siempre en tierra. Este pájaro no fabrica nido para depositar sus hue-
vos, sino que en una huella de alguna bestia allí los pone y los empolla:
muestra en todo lomarse poco cuidado de ellos, pero por eso no deja de
ser amorosa de sus hijos, los que ella defiende del modo que puede
cuando ve llegarse alguno a ellos, a los que, aprisiunados en una jaula,
no deja de llevarles el alimento. El color de sus huevos, que no pasan de
tres, es ceniciento, con ligeras manchas oscuras. Cuando goza de su li-
: v z. se :>:¿':si2
I
HISTORIA DE CHILE.— LIB. V.— CAP. VII 245
De la clase de buenas carnes para comer, no son menos las especies
particulares que so encuentran por las campiñas de Chile. Las mas par-
ticulares son las siguientes: primero, el papagallo, de que se conocen tres
especies, una que siempre está por todos los campos, y las otras dos que
solo se ven en el otoño y el invierno, porque la primavera y verano ha-
bitan las cordilleras, atendiendo a su procreación, por lo que en algún
modo se pueden decir pasageras.
La permanente, que llámase thegan en lengua del país, es poco mayor
que una paloma ordinaria, pero no tan de figura oval su cuerpo; su cue-
llo está adornado de un collar azul; las plumas de la cabeza por la parte
superior tiene negras; las de las alas y la cola por la misma parte; y las
mas cortas son verdes manchadas de amarillo, la parte mas larga, casta-
ña oscura; su cola es mediana e igual; las de la espalda, de la garganta y
el vientre son amarillas con mucha parte de verde; en los encuentros de
las alas tiene una mancha compuesta de blanco, amarillo y rojo oscuro,
todo en una pluma; sobre el pecho una mancha de blanco puerco; en
suma, todos estos colores no tienen aquella vivacidad que se ve en los
otros papagallos de la América, con quienes ellos no se mezclan.
Esta especie abunda mucho y causa un gran daño a la campiña. Vue-
lan en numerosas sociedades, y cuando se paran para alimentarse de
los granos, uno de ellos se pone en un árbol alto para visar por todas
partes y avisar de las asechanzas de los cazadores con replicados gritos:
esta centinela semuda frecuentemente, pero ningunadeja el puesto hasta
que no ve venir otro a ocuparlo. De aquí es que es muy difícil sorpren-
derlos en este estado. Cuando se ha muerto uno de ellos, es fácil acabar
con toda la compañía, porque ellos se ponen a volar sobre el cazador con
una gritería horrible y como que quisiesen quitar de las manos el com-
pañero muerto, primero por lo bajo, y poco a poco mas alto, con lo
que tiene todo tiempo el cazador de volver a cargar y descargar la esco-
peta sobre ellos, y cayendo de nuevo otros muertos, se obstinan de re-
volotear sobre el cazador; si están altos, basta tirar hacia arriba uno de
los muertos, que ellos bajan precipitosamente. Su carne es muy gusto-
sa, y siendo jóvenes, que se conocen por el pico, que en estos es ceni-
ciento, muy tierna y en los viejos es dura, pero con dejarlos uno o dos
dias con sus tripas, ella se ablanda. Sobre todo, son sus pichones de lo
mas regalado que se pueda comer. No obstante que ellos procuran po-
nerlos en seguro haciendo agujeros profundos y torcidos, en el fondo de
los cuales ponen sus dos huevos blancos, grandes como los de la palo-
ma, en las barrancas mas altas, no pueden verse libres de los campesi-
nos, que los van a sacar de allí. Con gritos desmedidos, muestran el
sentimiento y con revolotear en contorno de la gente se esfuerzan a de-
fenderlos, pero nada impide para que no les sean robados. Viendo esta
primera prole robada, vuelven presto a poner otros huevos y empollarlos,
y si les sucede lo mismo con esta que con la primera, lo hacen por terce-
ra vez y aun por cuarta vez a fin de conducir consigo al campo sus
hijos: por esto su prodigioso número no se ve jamas disminuido, no
obstante la gran cantidad que se consume de eHos todos los años. Sq
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J
246
GÓMEZ DE VIDAURRE
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IV
1 .
fe
suelen dar ocho por un medio real. Estos, criados de pequeños, aprenden
a hablar, pero no muy distintamente.
Las otras dos especies son de la grandeza de una tórtola. La primera
que llaman choroy es la misma que dejo descripta en Cuyo, y aquí solo
advierto que de estos se ven pocos en Chile, La segunda, que llaman ja-
guilma es toda verde, quitadas las puntas de las alas que son oscuras. Su
cola es larga, a proporción de su cuerpo y de punta aguda. Esta especie
sin duda es la mas fecunda: las bandadas que de ella se ven en los llanos
puestos entre los grados 34 y 41, son tan numerosas que ninguno que no
las haya visto podrá formar una idea correspondiente. Cuando van vo-
lando, oscurecen el sol y aturden los oidos con sus voces, porque cuan-
do vuelan siempre gritan, y aun, estando paradas, es continuo el rumor
que hacen. Me sucedió alojarme a orillas del rio Perquilahuen, y pasarme
insomne la noche por los fuertes y continuados gritos de estos papaga-
yos.- Esta es una ave destructora de la campiña. Donde ellos se posan,
quedan no solo sin yerba, sino con la tierra movida, porque ellos van a
buscar la raíz. Los sembrados en Chile, no obstante esto, no padecen
por ellos, porque en el tiempo que estos están en pié, se hallan ellos en
la cria dentro de las cordilleras, y cuando vienen ya están hechas las
cosechas. Es preciso que estas avecillas empollen varias veces al año, y
cada vez mas que dos, porque, no obstante la mortandad grandísima que
de ellas hacen los campesinos, vuelven todos los años en una multitud
tan innumerable, que no solo no se conoce disminución de su especie,
sino que parece notablemente multiplicada. La multitud de estas se con-
cibe del modo que tienen los dichos campesinos de cazarlas. Estos, mon-
tados sobre veloces caballos, las asaltan impetuosamente cuando están
en tierra, sacudiendo de una y otra banda un largo bastón, con lo que
dejan muertas muchas por el campo, porque por su misma multitud se
impiden unas a las otras alzarse prontamente y tomar el vuelo. Su carne
es muy delicada, mas tierna, y mas gustosa que la de los otros papa-
gayos.
Segundo: el pequen, especie de ave nocturna, que tiene una carne muy
gustosa, aunque no es generalmente comida por los chilenos. Este, de la
grandeza de una paloma, tiene un pico fuerte, corto y corvo, con el que
se fabrica sus cuevas, muy profundas, en tierra; los ojos 'grandes con el
íride amarillo. Esta ave no huye tanto de la luz como las otras de su
género. Se le ve de dia frecuentemente fuera de sus cuevas y volar al
arrimarse alguna gente a ellas. Toda la parte superior de su cuerpo es
de color pardo, manchado de blanco puerco, de cuyo color es también la
garganta, el pecho y el vientre; su cola, que es de este mismo color por
la parte inferior, y la superior, como la de la espalda, queda cubierta con
las plumas de las alas, que siguen esta misma graduación en el color.
Los muslos están vestidos de plumas linas y largas, de modo que los ha-
cen comparecer gruesos; las piernas están cubiertas como de escamas,
de cuyas junturas les salen unos pelos cortos; sus dedos son fuertes y
armados de uñas negras, curvas y duras, y, en fin, como de ave de rapi-
ña. Se nutre de insectos y de reptiles, cuyas sobras amontona cerca de
la boca de su cueva. Dentro de esta, se descarga de cuatro huevos blan-
5-
\.
HISTORIA DE CHILE.— LIB. V.— CAP. VII 247
eos con pintas de amarillo. Con su canto, que es lúgubre, y sobre que los
indios auguran infelicidades, parece proferir distintamente las sílabas
del nombre que le han dado aquellos, como sucede también con el que se
sigue.
Tercero: el tapaculo es un pájaro grande como una gallina doméstica, a
cuyo género, mas que a ninguno, se arrima mas, porque él tiene las alas
bien provistas de pluma y nunca vuela ni se alza en el aire; estas alas
son algo arqueadas como las de la gallina; su espalda y pecho anchos;
trae la cabeza levantada, como también la cola, que es corta. Su color es
pardo dorado con ligeras manchas negras; su carne, que es toda blanca,
es muy sustanciosa y regalada. Se nutre de yerbas y granos silvestres.
Vive dentro del monte en lugares secos, y solo se le ve a los alrededores
de algunos matorrales, a donde se refugia al menor rumor; ordinaria-
mente van de dos en dos, uno notablemente mayor que el otro. Profiere
tan distintamente las sílabas de su nombre, que quien no está advertido
de ello, lo ha tomado por burla de alguno que está escondido entre los
árboles.
Por lo que toca a la belleza, fuera de los muchos ya dichos, que son de
ellos, tiene la pigda, que es un primor de la naturaleza, el cual bien que
no sea tan particular de Chile que él no se encuentre en otra parte de la
América, es por lo menos originario en él. Generalmente hablando, él
tiene un color que no se puede explicar, sino es tomando por compara-
ción lo mas bello de la naturaleza, porque allí se ve concurrir para for-
marlo, no solo el resplandor del oro y de las piedras preciosas, sino el
luciente de todas las tintas mas alegres y mas vivas de la naturaleza. El
brillo de tales colores se aviva mas o menos, según la diversa refracción
de la luz y la diferente postura del ojo que la mira, de modo que ya se
ve de color de fuego encendido, ya del amarillo del oro mas luciente, ya
del verde mas alegre, ya del azul esmaltado, ya de muchos de estos jun-
tos; ya lo que se ve de un color en esta postura, se ve de otro en otra, de
modo que se puede decir que no tiene ninguno permanente y que los
tiene todos. Goza también de otra prerrogativa, y es que conserva su
esplendor aun después de la muerte y hasta tanto dura su cuerpecillo
seco. Esta avecilla es por ventura la mas pequeña, porque su cuerpo
desplumado en las mas pequeñas de la especie pequeña, no excede el
grueso de una avellana regular, y en los de la especie grande, el de una
almendra. A proporción es su cabeza, en la que los ojos son como la ca-
beza de un alfiler, negros y vivos, el pico es largo como el cuerpo y sutil
como un alfiler; la lengua es dividida, el cuello corto y de grueso pro-
porcionado a la máquina del cuerpo. Sus piernas algo sutiles y acaban
en cuatro dedos, son negras, como también sus pequeñísimas uñas. Las
plumas maestras de las alas son tan largas que llegan a cubrir hasta
un tercio de su cola, que se compone de siete o nueve plumas, tan largas
como todo su cuerpo. Estas bellísimas avecillas se ven en el verano vo-
lar entre las flores en busca del jugo de que se nutren. Raras veces se
paran, y muy frecuentemente se sostienen en el aire, como si estuvie-
sen inmobles. Los machos se distinguen de las hembras por el esmalte
de la cabeza, el cual es de un amarillo tan vivo que flamea como el fue-
vn
VIII
PÁJAROS DAÑINOS
Toda la verdura qué he ponderado de Chile se creerá desaparecer al
leer la descripción del perniciosísimo pájaro que voy a describir, como
toda la melpdfa al ver tanta ave de rapiña como luego veremos anida en
este Reino. En efecto, si estos no fuesen tan montaraces, lo poblado es-
tada cuasi desierto o deshabitado de estas alegrísimas aves, y si la exis-
tencia de aquel no correspondiese a su nombre, no se vería verdura al-
guna en Chile.
Llámase este pájaro rara, y para ser mas singular, él compone, según
el señor Molina, un género nuevo. El pico y sus propiedades hacen esta
ave maligna. Ella, para cebarse de las yerbas, echa a tierra la planta,
cortando la vecina para hallar raíz. No fuera esto tan malo si solo hiciese
esto con lo que ha de comer, pero es mas frecuente en ella cortar mu-
chas antes, aun de una misma especie, que el aprovecharse de una. Tie-
ne también particular inclinación a las cultivadas, en las que hace ma-
yor estrago que en las silvestres. Su maligno pico es cónico, derecho,
puntiagudo, grueso, fuerte, largo cerca de una pulgada, y sus filos hechos
en forma de sierra, con lo que no se le resiste planta alguna; la lengua
corta y obtusa. La grandeza de su cuerpo, de una codorniz; su color
pardo oscuro en la espalda y claro por el vientre; la cabeza algo mas
gruesa que la que correspondía a su cuerpo; sus ojos tienen la pupila
oscura, las plumas maestras de las alas, como las primeras de la cola,
tienen las puntas negras; su graznido, en cierto modo, exprime las síla-
bas de su nombre, él es interrumpido, ronco y algo displicente al oído.
Por las malas propiedades que he dicho, los campesinos le han declarado
la guerra y cuantas pueden haber a las manos las matan, como también
destruyen sus nidos, en que nunca se encuentran mas de dos huevos
blancos. Sea por esto o porque ellas sean poco fecundas, su especie no
es abundante de individuos.
: ; :tt. z-iti -
t.lti-ís.:. « i. ír-.ino:
IX
I
I
I
l
I.
t
l
PÁJAROS DE RAPIÑA
No se puede decir de los cernícalos, de los peucos, de los aleones, de los
varis, de las águilas, del tharu, del cóndor, todas aves de rapiña, que
abunden en individuos, no obstante la guerra que a los mas de ellos se
hace. Pero se debe añadir que muchos de éstos son útilísimos a las cam-
piñas, porque destruyen muchos enemigos de ellas. El cernícalo se tira
principalmente contra las diucas, que son dañosas a las sementaras; los
varis contra los ratones campestres, las águilas contra los sapos y cule-
bras, el tharu contra la langosta. El peucu es de una carne exquisita; el
alcon es de una gran diversión para la caza; en suma, tienen algunas
[ propiedades que los hacen, por otra parte, recomendables. De éstos el
cernícalo y el alcon no tienen la mas mínima diferencia de los europeos
i de su especie.
El peuco es grande como un grueso capón; su color es pardo claro, con
manchas negras: las plumas maestras de las alas delgadas, con mas de
negro que de pardo por arriba, y por abajo totalmente pardas. Las del
pecho y vientre son mas claras y apenas manchadas. Sus piernas cortas,
escamosas, peladas, recias, y sus cuatro dedos en que acaban, armados
de fuertes garras. No hace presa si no es volando y solo cuando está muy
hambriento se lanza contra los pájaros que están firmes; habita los bos-
ques y siempre se posa en los árboles mas coposos y en lo mas subido
de ellos para desde allí asechar mejor los pájaros. Su vuelo es rapidí-
simo.
El vari es una especie de águila, mas corpulento que el peuco; su color
s de un azul claro por el lomo y cuasi perfectamente blanco por el pe-
lo, vientre y alas. Vuela siempre bajo y seguido, menos cuando busca
i alimento, que entonces lo hace circularmente en alguna distancia, y
penas descubre un ratón, que, doblando las puntas de las alas, se deja
252 cfTJta. bz vhíacrre
caer tan precif ito^meníe sobre él, que no le da lugar de es
garras. Sin pararse en el suelo y aun sin tocar en ei, lo afir
a comer en el árbol mas inmediato.
El tknnx es otra esperte 4*: águila muy común en Cíiüe. Se
macho 'le la hembra en <¡'ie aquel es parlo blanquizco, mcn
pro; en su ciheza tiene uní e*pe:íe 'le corona, o mas bien
de fraile, compuerta 'le (/urnas negras, mas altas en la cí
que en el centro; su pico es de color 'le carne, pálido, y foro:
'le las águilas; sus píes son cuasi perfectamente amarillos,
armados "Je cuatro robustas garras, las plumas o*e las alas
cola, en la punta, son negras. Es grande, poco mas que i
hembra es un poco menor, no de lan buen talle, de color pai
y nene una pequeña cresta. Construyen su nido en los árbol
<Je palos, que ponen en forma de parrillas, en cuadro, s<
amontonan una gran porción de lana, de estopa y pluma, s
ponen cinco huevos, blancos, con manchas pardas; se alimec
suerteí de animales, de cadáveres, y también de langostas.
están completamente satisfechos a su voracidad. Esta ave, ei
hace a los otros volátiles, procede traidoramenle, porque pri
ce a ellos familiar, entrando y saliendo entre ellos, y cuando
conseguido que los otros no se guarden de sus asechanzas y
mas descuidados, cierra contra ellos. El macho camina siem
como afectada gravedad; cuando canta, lo que hace muchas '
zando por grados la cabeza, hasta que viene a tocar con ella I
asi, con el pico hacia arriba, termina su molesta música. Es i
los muchachos coger uno de estos vivo, quitarle todas las
cuerpo, menos las de la cola y alas y soltarlo a volar, porqu<
a picarle muchísimos de su especie, con lo que se arma en*,
guerra sangrienta.
A mas de estas especies de águilas, hay en Chile otras do=
indios llaman nancú, que es la/uíca europea, y la grande ági
caüfuin. Su cabeza está adornada de una suerte de copete a
mas del cuello, de la espalda y de las alas, son de un negro
azul, las de la cola están rayadas de pardo y negro, las del v
eas con manchas pardas. Ue una y otra crian los campesino
Bas para librarse de las culebras y de ratones, yellas.se a
tanto, que, aunque gozan de entera libertad, nunca desampa
cindades de las casas donde las han criado desde pequen
tenga cuidado de darles todos los días algún poco de carne.
El manque, llamado por los españoles con voz peruana emtd
jaro mas grande que sustenta el aire y el mas terrible ra
cuerpo es mucho mayor que el del águila real, y va v-estido
negras, a excepción de la espalda que va cubierta de blancas. <
cuello, en el macho, un collar de plumas blancas y sobresal
otras del cuello, el cual viniéndole de cerca de la espalda le
bre el pecho. Toda la osadura de éste, denota su gran fuerza
pequeña y recogida y de un cráneo durísimo, está vestids
cortas y sutiles; el pico es grueso, corvo, negro en su nacimi
/
HISTORIA DE CHILE.-— LIB. V. -GAP. IX 253
quizcoen la punta: tiene tanta fuerza en él que con él saca bocados del
cuero de los animales que devora, aunque sea un toro. Sus ojos negros
y perspicacísimos, las canillas medio pié de alto, son negras, escamosas
y recias, acaban en cuatro dedos robustísimos, el de atrás corto y de una
sola articulación y con una garra de casi un jeme de largo. Los otros
tres tienen sus articulaciones, y el del medio, que es el mayor, tiene de
largo mas de medio pié, comprendida su uña, que es corva; los otros dos
son un poco mas cortos y tienen no menos fuertes garras: las plumas
maestras de las alas tienen comunmente cerca de tres pies de largo,
comprendido el cañón, que pasa de un jeme, y tan grueso como el dedo
meñique. La cola es entera y pequeña, respecto del cuerpo; la hembra
es inferior al macho y de color oscuro; su cuello no lo adorna el collar;
también se distingue por una pequeña cresta que le baja de la nuca al
pico, de color rojo oscuro. Los manques anidan en las peñas de los mon-
tes mas altos de la cordillera, ponen dos huevos blancos, mas gruesos
que los de ios pavos. Su alimento ordinario es la carne de los animales
que hallan muertos o que ellos matan, estando hambrientos. Acome-
ten a las majadas de ovejas, cabras, y hasta los terneros de meses. Al
cabo del año es crecido el número que de estas bestias matan. Unidos
muchos y extendiendo sus alas forman un cerco, que a medida que se van
acareando al animal que quieren matar, lo van etrechando hasta que
llegan a los inmediatos de poder con sus picos sacarle los ojos, que es a
lo que primero asestan. Si el animal es un ternero, no falta de ellos
quien se cuelgue de su lengua al abrir la boca, que el hace para llamar
la madre en socorro. Ciego el animal, lo descuartizan en poquísimo
tiempo. No se avanzan contra la gente ni contra estos animales cuando
los descubren en sus vecindades; con todo, como los ganados en Chile
.van sueltos siempre en el campo, logran ellos las ocasiones frecuentes
de satifacer su voracidad. No basta hacer gruesas matanzas de ellos para
disminuir los individuos de una sociedad tan perniciosa, porque lo mis-
mo es poner una bestia muerta en el campo que se les ve concurrir en
número innumerable. Con esta ocasión logran los campesinos hacer riza
en ellos, porque puesta la bestia dentro de un cerco de palos, ellos en-
tran allí a repletarse, y cuando los consideran así, salen éstos de los es-
condrijos armados de fuertes bastones, y entran en buen número dando
golpes a éste y a aquel con buena suerte, porque ellos, así por su replo-
sion, como por lo estrecho del lugar, no pueden tomar vuelo, el que
para tomarlo necesitan prender siempre un poco de carrera con las alas
abiertas.
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PÁJAROS DE AGUA DULCE
No solo las campiñas, sino también los ríos y las lagunas de Chile, es-
tán habitadas de muchas y diversas especies de pájaros. Los cazadores
numeran hasta trece las especies de patos. Es singular entre estos el
que llaman palo real, por su grandeza y por la belleza de las manchas de
sus plumas. Ei es mas grande que los patos caseros, y tiene la parte su-
perior de su cuerpo azul, y la inferior parda; su pico está adornado de
una cresta grande, roja, y su cuello de un color de bellísimas plumas
blancas. Su carne es la mas apreciada entre los de su especie. Estos pa-
rece no aman la sociedad, porque ordinariamente no se ven mas de dos
juntos, y aunque concurran en una misma laguna no se juntan, sino que
discurren pescando, separados de dos en dos. Todas las otras especies
viven en sociedad, y frecuentemente se ven en bandadas de seis, de do-
ce y mas pares.
En el género de gansos cuentan las mismas seis especies, en las que
hay dos notables, esto es la coscoroba y el cisne. La coscoroba es singu-
i lar, no solo por su grandeza, sino también por la facilidad con que se
domestica, aficionándose tanto a aquel que la da de comer, que lo
sigue como un perro, por todas partes, y a él se refugia cuando se ve
perseguido o teme algún peligro: ella es enteramente blanca, exceptua-
dos los pies y el pico, que son rojos; los ojos son del todo negros. Es fe-
! cundísima, pues de una sola vez empolla doce y diez y seis huevos; se
nutre de pescados, testáceos, y yerbas acuáticas.
El cisne es de la grandeza del cisne europeo, al que también se aseme-
a mucho en la conformación de su cuerpo, pero se distingue de él en el
olor de las plumas, que cubren su cabeza hasta la mitad del cuello, las
' uales son de un bellísimo color negro y todas las otras de un blanco
uciente. El plumage inferior es suavísimo, por lo que algunos suelen
icarle entera la piel para hacer regalillos, pero siendo ellos muy gor-
256 OOMEZ DE VTOAURRE
dos e ignorando aquellos habitantes el modo de desgrasar
siempre un olor poco agradable. La hembra produce de cada
que nunca deja solos, y cuando va a buscar al agua su alimento
vecindades fabrica su nido, se los lleva consigo sobre las espali
do no crian van siempre solos de dos en dos, y solo concurren i
nas grandes, donde se pueden poner en distancia que no les
munición de un fusil.
En el género de gallinas y gallínulas de agiia, hay mucha v.
tan abundante de individuos, que no hay remansos de ríos i
en que no se vean muchas aun mismo tiempo. Entre estos, es ni
que algunos españoles llaman gallínula, y los indios piden. E
gro, de la grandeza de un tordo ordinario; tiene los pies altos <
das y media, el cuello largo, como también el pico, que es cilfi
los dedos de los pies no tiene membrana, porque aunque hab
pares aguosos, no nada sobre el agua. Vive entre los mato
donde sale, sin alejarse mucho, a buscar su alimento, que lo t
diversos insectos. No vuela, aunque sus alas están bien pe
plumas. Se le oye cantar de tiempo en tiempo por un bre>
cuantío uno empieza siguen todos, por lo que los campesinos
da las horas, porque tanto pasa de un canto a otro. Cuando ca
va la cabeza y su corta cola levantada, esto es, entera. Su can
cal.'íima y muy blanca.
De esta misma clase, esto es, de amar los lugares húmedos pt
d ir en las aguas, es el piuquen, especie de otarda, aunque m
q;-í !i europea; su color está compuesto de blanco cenictenti
e. "lineo ocupa la cabeza y la cola; es cenicienta la parte intei
i -_■? y lo lo lo inferior de su cuerpo, y negras las primeras plur
ín=: su cola es corta y la componen diez y ocho plumas;
pr::.-jrci.jnado y semejante, por la forma, al de la otarda; su
ii~z cM-:ro dedos muy gruesos, el posterior está un poco alto
t-'-í¿~i la sociedad, y así concurren en bandadas numero
i ;-.;.'.: su alimento a los lugares bajos y húmedos y no pocí
'¡i- -.7. . i* de las lagunas y de los ríos, lo que hace creer que él
-;■£.-„; ie yerbas, sino también de insectos. Jamas se para
í:í . -tí- Nj <itii;jieza la procreación sino cumplidos los tres o
q_* *. \'.1& hade pasar de los veinte. Cada vez pone solo s<
l'-iiv-i- ",-.í sruesos que los del ganso. Su carne la hallan
s ;'yi~ .: --^ el gusto a lado los patos. El se domestica con grai
y yt i ¿-;i.j han comenzado a criarlo dentro de sus casas en
E. ■>.'.,-.>'. íí'.á en este mismo orden: ama los lugares húmede
Iré '.i iz*z:V.<, y jamas se para en los árboles. La grand
cü-:;-: t-.-í d* una polla. Tiene las piernas muy altas. La
Cí r ~ y i::rr.i¡ade un bajo copete; ol cuello, la espalda y la
t¿rljr c? -ü i.is -le color de plomo con un poco de dorado; la
hú='.A la ".mí ■',*'. pecho, negra; el vientre blanco puerco; las ]
las u.^s c-.z-.- lis de la cola, que es muy corta, de un pardo i
su íriü:e -e sale una carnosidad roja dividida en dos partf
I
1
r
HISTORIA DE CHILE.— -LIB. V.— CAP. X 257
tienen la íride amarilla y la pupila oscura; el pico es cónico, un poco
corvo hacia la punta, y largo cerca de dos pulgadas; las narices son bis-
lungas y abiertas; las piernas desnudas hasta sobre las rodillas, éstas
tienen cuatro dedos libres, no tan largos como los de los del Brasil. En los
codos de las alas tienen aguijones cónicos de naturaleza, o sea gruesos en
su base, cosa de tres líneas, y largos una y media pulgadas. Armado
con estas, el theguel se defiende de todos sus enemigos, echándose fu-
riosamente sobre ellos e hiriéndolos. Un tiempo fué en Chile diversión
de los señores de ir a la caza de éstos con aleones, y para uno de éstos
se necesitaban dos de aquellos: tan fuertemente se defienden. El theguel
no hace nido, sino que en tierra pone tres huevos, un poco mayores que
los de las perdices, de color de plomo, con pequeñas ipanchas pardas,
los que son muy delicados y gustosos, por lo que son buscados con dili.
gencia de los campesinos, pero es menester un gran trabajo para dar
con ellos, porque luego que el theguel ve que los buscan, sabe separarse
del lugar y fingir otro, y así va llevando al retortero al cazador, y todo
esto quietamente y sin gritar; pero cuando ve que se arrima al lugar de
los huevos, se echan los dos con una furia increíble contra él y dando
unos grandísimos gritos. La carne de este pájaro es exquisita, y tanto
¡que algunos la anteponen a la de la becasina.
El pigue es también de este orden. Algunos por alguna semejanza y
i poruñas mismas propiedades quieren caracterizarlo por la cigüeña, pe-
¡ ro él no lo es ciertamente, como se verá por los caracteres siguientes:
j el pique tiene las piernas de un despropositado alto; ellas son altas dos
pies y ocho pulgadas, comprendidos los muslos; éstos son desnudos has-
ta mas arriba de las rodillas; el cuerpo no corrresponde a ese alto, pues
él es menor que el del ganso; el cuello tiene dos pies y tres pulgadas de
largo; la cabeza es mediana y el pico grueso, convexo, puntiagudo, lar-
go mas de cuatro pulgadas y descubierto hasta la frente; las piernas se
dividen en cuatro dedos, los cuales, en su arranque, se unen por medio
de una membrana. La cola es corta y entera. No se para jamas sobre
los árboles ni sobre los lugares altos, sino en los pantanos, en los lu-
gares húmedos y en los rios, de donde saca su sustento, devorando las
ranas, los sapos y otras sabandijas. Anida entre los juncos, descargán-
dose de dos huevos blancos que tiran al azul. El color de su pluma es
variado de blanco y negro, de modo que el pecho, vientre y cuello es
blanco; las alas, cola y la parte anterior do la espalda negro, y lo infe-
rior de la misma espalda, blanca.
I
cc<3^|¡£££x>o
V
17
XI
PÁJAROS DE MAR
El mar y sus playas son mas poblados, así de especies como de individuos
de cada una de ellas, que la misma tierra. Muchas de las especies terres-
tres vienen a sus playas a buscar su alimento, y de torfas las especies do
los acuáticos hay individuos que habitan, ya sus riberas, ya sus aguas.
En el género solo de gaviotas se cuentan solo seis especies, de las cuales
unas son pescadoras de peces y otras de testáceos. Unas y otras van vo-
lando por el aire, y cuando consideran el tiro seguro, se dejan caer de un
golpe sumergiéndose en la agua y sacando en el pico o un pezrey o una
sardina o una anchoa, o si son de las aficionadas a los testáceos tomán-
dolos en su pico para volverse a elevar a una proporcionada distancia, a fin
de romperlos dejándolos caer sobre un peñasco. Otras, finalmente, nadan-
do discurren quietamente y de tiempo en tiempo se les ve zabullir para
hacer presa del pez de su afición. Crecen esta diversión la inmensidad de
muchas otras especies que van desfiladas por la orilla, unas que siguen
el flujo y reflujo del mar, y otras que no se mueven por el ir y venir de
sus aguas; de modo que el mar de Chile, estando quieto, presenta una de
las mas inocentes y alegres recreaciones con que aliviar el ánimo de las
mas violentas pasiones que él padezca. En efecto, ella es tan grande que
solo ella indujo a muchos de los vecinos de la Concepción auna obstinada
oposición, como se verá en su lugar, para no desamparar el sitio antigno
de esta ciudad, no obstante los gravísimos daños que en repetidas oca-
siones habían recibido del mar y que conocian no se podian evitar para
lo venidero de otro modo que el de desampararlo. Veamos, pues, los mas
notables.
Entre las gaviotas yo dejo indicada una especie útilísima al Reino por-
que es devoradora de la langosta. Esta es la especie mas pequeña. Ella
es poco mayor que una paloma grande. Tiene las plumas de la cabeza un
260 GÓMEZ DE VIDAURRE
poco mas levantadas que en lo restante d£ su cuerpo, y negras, no muy
oscuras; las de la parte superior de la espalda, de color de plomo; las
maestras de las alas y las de la cola, que es cor ta, pardas; las del cuello,
pecho y parte inferior de la espalda, blancas, c orno las de las alas por la
parte inferior. Su pico de la misma figura de las otras gaviotas, y los de-
dos unidos por medio de una membra na hasta las uñas. Estas desampa-
ran el mar el verano y se internan h asta las faldas de la cordillera y de-
claran la guerra a la langosta, de modo que en este tiempo se puede decir
que la mayor parte de su alimento es de estos insectos, porque, aunque
de tiempo en tiempo se les vea pescar en los rios y en las lagunas y con-
currir a los desperdicios grandes que hacen en Chile en las matanzas de
los ganados, la mayor parte se llevan cazando la langosta. En este tiem-
po vienen en sociedad y lo restante del año apenas se ven dos juntas.
Entre los que no desamparan el mar, es sjngular el que los españoles
llaman pájaro niño y los franceses pinguin, porque éste parece ser el ani-
llo que une los pájaros con los peces, asi como el pez volador es el que
une los peces a los pájaros, como de su descripción se puede ver. El pin-
guin es grande cuanto un ganso; como éste tiene el cuello muy largo, de
figura oval. La configuración de su cuerpo es de figura cónica. Los pies,
que le nacen cerca del orificio, son cortos y no tienen sino tres dedos
cortos, palmados o membranudos; la cola la forman unas cortísimas plu-
mas. En lugar de alas tiene dos aletas pendientes, cubiertas de plumas
tan finas y cortas que, a primera vista, parecen escama. Como estas ale-
tas son muy cortas no le sirven para volar sino para nadar. Todo su
cuerpo va cubierto de plumas, las de la espalda son variadas de azul, las
del pecho y vientre blancas; a su cuello ciñe un collar de plumas blancas
un poco mas sobresalientes. Su pico inclina al grande y al grueso y su
cabeza al pequeño. Todas sus plumas son cortas y cuasi como las segun-
das o internas de los pájaros acuáticos. Su piel es gruesa como la de un
puerco y se separa fácilmente toda entera de la carne. Cuando camina
lleva la cabeza levantada y derecha, dejando caer las dos aletas y mo-
viendo aquella continuamente hacia el uno y el otro lado para guardar
el equilibrio, por lo que parece un niño que comienza a andar, lo que dio
motivo a los españoles de ciarle el nombre de pájaro niño. Aunque sea un
excelente nadador, él no puede resistir el ímpetu y fuerza del mar bo-
rrascoso, pues, después de una borrasca, se ven muchos de ellos muertos
en las playas. Anida por las costas, en concavidades muy profundas,
donde se descarga de tres o cuatro huevos blancos con manchas negras.
Se dice que su carne no tiene el mal olor que tiene la de todos los otros
pájaros marinos y que es sabrosa y delicada, pero los chilenos no usan
el comerla, como ni el tener este bello pájaro dentro de sus casas, aun-
que él se domestique fácilmente, por el continuado, penetrante y fasti-
dioso grito. El es sumamente voraz.
Del mismo género que el pájaro niño y casi de la misma grandeza y
figura es el cuervo. Se distingue del pingüino en tener las aletas del todo
sin plumas y los pies divididos en cuatro dedos, todos membranudos, y el
cuerpo cubierto de una tupida pluma larga, crespa, suave que parece
una seda, de color ceniciento, Los habitantes del Archipiélago de Chiloé,
V'
HISTORIA DE CHILE.— LIB. V.— GAP. XI £61
donde él abunda y anda en sociedades numerosísimas, los cojen corrién-
dolos para sacarles la pluma, que después hilan para hacer ligerísimas
y muy abrigadoras cubiertas de cama. Muchas otras cosas harían si hu-
biese quien les enseñase a beneficiar y preparar esta pluma, como se
hace en Europa con otras no superiores a éstas. jCuánto mas finas sal-
drían estas cubiertas y mas apreciables en el comercio, con lo que se po-
drían extender a la Europa!
Una especie de pelícano, llamado por los españoles alcatraz y por los
indios thage, se ve en estos mares; su cuerpo es menor que el del pavo,
pero en las piernas le excede mucho, porque tiene mas de dos pies de
largo, y en su pico, que tiene de dos a tres pulgadas de diámetro y de lar-
go un pié y cerca de medio. Este pico, tanto de la parte superior como
de la inferior, está armado de dientes pequeños, muy cortantes, a manera
de sierra, lo que especialmente lo distingue del pelícano oriental, el cual
tiene sí el pico cortante pero entero en sus labios. Bajo dicho pico le
ouelga un saco sobre el pecho, al que está atacado, como también largo
el cuello con pequeñas ligaduras, a fin que no vaya de la una o de la
otra parte. Este saco está compuesto de una membrana gruesa muy car-
nosa y flexible, como un acero, y va cubierto de una pluma que parece
pelo fino y suave. Cuando este saco está vacío, no se ve mucho ni se co-
noce su capacidad, pero cuando el thage hace una grande pieza, es cosa
sorprendente el ver la cantidad de peces, así grandes como pequeños,
que hace entrar en él, o para conservarlos para su alimento o para nu-
trir sus hijos. La naturaleza, siempre próvida y siempre atenta a aco-
modar los medios a los fines, le ha dado dos grandes alas de nueve pies
de extensión, vestidas de largas plumas y fuertes, sin cuya ayuda no
podría sostener un peso tan grande. Su cola es corta y redonda, y los
pies tienen cuatro dedos membranudos. El color de este pájaro es oscu-
ro por toda su parte superior, y la inferior parda, que aclara mas en el
vientre y en lo inferior de las alas". El thage, es un pájaro melancólico y
perezoso. Habita en sociedad, por lo común en los peñascos marinos,
donde hace su nido. El debe ser muy delicado, porque en los inviernos
y después de algún tiempo borrascoso se encuentran muertos muchos
de ellos en las playas. Los naturales se sirven del saco para hacer del
faroles, porque es trasparente cuasi como el papel, y de las plumas de
sus alas para escribir, las que hallan superiores a las de los gansos y
cisnes.
Vése también en los mares de Chile una especie de ganso marino, que
lleva el nombre índico de cague. Tiene este la grandeza, como también
la conformación del cuerpo del ganso doméstico, pero no se uniforma
con él en el cuello, que no tiene tan largo, ni en las alas, en que lo excede
mucho, porque las tiene mucho mas largas. Es remarcable en esta espe-
cie de ganso marino, la total diferencia de color que hay entre el macho
y la hembra. Aquel está vestido de pluma blanquísima, y las de la hem-
bra son todas negras, a excepción de uno u otro hilo sutilísimo, blanco,
que órlalas extremidades de sus plumas. El pico y piernas son amari-
llas en el macho, y en la hembra rojos. No viven en sociedad común, ni el
macho separado de su hembra. Ambos van siempre juntos al mar, y par-
GÓMEZ DE VTDAURHB
jal mente de la pesca, y llegado el tiempo de la pro<
i en las playas, y en un lioyo hecho en la arena la hen
le ocho huevos blancos, que no se distinguen de los de
> sino porque son mas redondos.
t los acuáticos, merece particular mención el flamenco
, que lo constituye, ciertamente, en orden superior
de esta clase. La grandeza de este pájaro, si se toma si
unta de su pico hasta la extremidad de sus uñas, es de
a dimensión su cuerpo ocupa solo una quinta parte,
i sutiles, cerca dedos y media, comprendidos los musli
el pico que tiene sus dientes como el precedente, cor
Y cubierto de una piel roja, es de cerca de un pié. L
arillos, tienen cuatro dedos, los tres delanteros membr;
s del todo libre. La colaos corta y redonda, el cuello c
pequeña, bislunga y adornada de una especie de co
:¡a atrás; los ojos muy pequeños, pero muy vivos. La
co chileno la constituye el color vivo de fuego de las ¡
la espalda y la parte superior de las alas. Este bello c
.blemente sobre el blanco brillante que tienen todas su
un las maestras de las alas, que no son negras como i
eos de la América y en el fenicóptero déla África. Loí
ni infinito las plumas de este pájaro para adornar sus '.
;es de su corona mural, que usan a modo de los anti
en la realidad tienen justa razón de estimarlas, porq
amenté fina y delicada. Como por la construcción di
3 les sea incómodo empollar sus huevos recostados s
lyen su nido de modo que con toda comodidad los ;
Hacen de barro un cono truncado, dándole de alto un
jándole en el medio una ligera concavidad, en la qui
:, que jamas son mas de dos. Entonces cuando anidan <
)san sus pies en tierra y apoyan el cuerpo sobre el ni
inclinación de todo él. Estos pájaros no entran a nadaí
itán a sus orillas, y particularmente en las partes mas
mibocan los arroyos y aun los rios. Viven en compañi
se hacen la centinela para preservarse de las asecha
res, a los que jamas permiten acercarse, y asi para ir
i ir muy escondido, loque no es fácil porque ellos n
a playas abiertas y donde tengan mucho campo para <
¡aelsima vista.'
s muchos pájaros, a mas de los dichos, se ven en aqu<
que son comunes a la Europa o que no presentan alg
, o que no tengo bien examinados, por lo que ni q
in de ellos, como lo he hecho también con los terrestre!
. perdices, las tórtolas, las palomas monteses, etc., de qi
as campiñas de Chile, donde no es Uro bueno de escopí
i haj un» lamina que contiene el pajaro niíio, el picaflor, kelteu, i
ratore, flamenco, J cóndor.
HISTORIA DE CHILE.— LIB. V.— CAP. XI 263
, esto es, tórtolas y palomas, se matan dos o tres, y de las perdi-
ndo en una tarde se cogen solo seis con perros y corretean d olas
■>. De las gallinas domésticas estoy firmemente persuadido que
han sido introducidas por los españoles, sino que se encontraban
de tiempo inmemorial. Estas tienen nombre propio en la lengua
idios, que es el de Ackau, lo que no sucede con las otras aves,
lamente han sido introducidas por los españoles, como las palo-
eras, los gansos y patos domésticos y los pavos de la Septentrío-
odos las que hay presentemente una suma abundancia. No debe
sar admiración porque estas aves, esto es, las gallinas, se han |
ido en ouasi todas las islas que se han descubierto en el mar del
los viajantes. Se concluye de esto, sí, que parece que esta ave,
perro, está destinada a seguir por todas partes al hombre.
r
XII
CUADRÚPEDOS EUROPEOS QUE HALLARON EN CHILE LOS PRIMEROS
ESPAÑOLES QUE ENTRARON EN EL
De los animales domésticos y familiares al hombre, hallaron los espa-
ñoles en Chile, entre los indios, los puercos y los perros. Esta es una
verdad que no se puede traer en duda si es cierta la regla que el Padre
Acosta da para distinguir las cosas originarias o no adventicias a la Amé-
rica o en algún país de ella, que es, si en el idioma de los naturales se
encuentra voz propia que lo denomine. Esta regla, que es prudentísima
y sabia al mismo tiempo, de sugeto que, desnudo de toda parcialidad,
quiere indagar la verdad, tiene toda su fuerza cuando se halla que el
nombre no tiene alguna proximidad con el europeo, el que podria decir-
se se había corrompido en los naturales. Esto puntualmente sucede
con los animales que llevo indicados. Ellos tienen su nombre propio y
apelativo en el idioma chileno. Ambos están tan lejos de creerse corrup-
ción del vocablo español, que no tienen proximidad alguna con él. Puer-
co o cochino llaman al primero los españoles, y los indios chilenos lo
apellidan chanchu, que, como se ve, ni siquiera se halla de corrupción
de ninguna de las voces españolas. Al segundo, que los españoles llaman
perro, llaman los chilenos quiltro o thegua, según la especie. Por el quiltro
entienden una casta de pequeños perros lanudos y por thegua una casta
de perro mediano de pelo corto. De estas dos castas es de las que asevero
encontraron los españoles y no las otras muchas que ahora se ven en el
Reino aun entre los indios, por la razón opuesta, quiero decir, porque los
indios las distinguen o con la misma voz española o con una voz que
luego presenta su corrupción.
Los puercos son de la misma especie, de la misma grandeza y del mis-
mo gusto que los europeos. Hay de todos colores, negros, rojos y blancos;
pero los mas comunes son estos últimos, diferentes en esto de los del
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HISTORIA DE CHILE.— LIB. V. -CAP. XII 267
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abate Gilij si yo califico su juicio por tal en el apoyo que quiere dar a su
sistema denigrativo de la América sobre la degeneración de los animales
en ella, con el ejemplo de los pequeños ciervos, de los pequeños javalíes, ^
de los pequeños osos, etc., porque estas son pruebas de quien han visto
los objetos por los anteojos del señor de Paw y no por los ojos de natura-
lista, cual pretende mostrarse. Si no, me diga: ¿quién duda ahora que
el mirmecofago americano llamado vulgarmente oso hormiguero sea un
cuadrúpedo no solo distinto del oso en el género, sino aun en el orden?
Y con todo pretende despacharlo poruña degeneración del oso, y así con
sus pequeños ciervos, sus pequeños javalíes. Que el señor Paw que los
envia de tan lejos como es desde laPrusia, los descubra tan pequeños, no
me causa maravilla, pero que el señor abate Gilij estando en América
los haya visto tan pequeños, es cosa que debe maravillar a cualquiera
que ha estado en ella. Es preciso decir que, olvidado de lo que vio, des-
cribe ahora, no lo que observó, sino lo que lee, no lo que es en realidad,
sino lo que le representa su imaginación alterada con los humos de ciu-
dadano romano, despreciador de todo lo que no es Roma.
Mas especies silvestres que las de animales de la Europa se encuentran
en Chile. Pocas son ellas en la realidad, pero bastantes, para demostrar
que en Chile por lo menos no han degenerado los animales europeos!
Ellos se reducen a las zorras, a las liebres, a las nutrias y los ratones.
Algunos han puesto también en Chile los venados, pero los animales que
han tomado por tales no lo son en la realidad, como se verá en su lugar»
¿Quién sabe si estos mismos los tomó por ciervos el señor Gilij y de ahí
concluyó los pequeños ciervos? De quien toma por oso el mirmecofago es
de recelar que el que llaman en Chile pudú, que no tiene tanta distancia
del ciervo, cuanto aquel del oso, lo haya tomado por verdadero ciervo.
Las zorras son de tres especies, como en Europa, esto es, el gurú o la
zorra común, la chilla o la zorra campestre, el payne gurú o la zorra
azul, la cual es negra en el Archipiélago de Chiloé; todas estas especies de
zorras son iguales en grandeza a las de Europa.
Las liebres tienen la misma configuración y color que las europeas,
pero las sobrepujan en grandeza porque suelen pesar hasta veinticinco
libras. No están extendidas por todo Chile, sino limitadas a las provin-
vincias de Coquimbo, Santiago y Guilquilemu que se sepa ciertamen-
te. Digo también que su carne se ha mejorado en Chile, porque ella es
perfectamente blanca y de un sabor que no tiene nada de silvestre.
Las nutrias en nada diferentes, ni en la figura la menor variedad, ni en
la grandeza la menor degradación: habitan las aguas dulces de las pro- i
vincias australes, donde ninguno las inquieta, porque sus habitantes no |
hacen caso alguno de estos animales. I
El ralon doméstico que encontraron en Chile los españoles era el de la 3
pequeña especie, y ellos en los navios han llevado el de la grande, que se 'i
ha propagado excesivamente. A mas de. este, hay el campestre ordinario ]
y otras diferentes especies de que hablaré en su lugar.
«
<l
y
\
XIII
' I
, ANIMALES ANFIBIOS
Treinta y seis especies de cuadrúpedos existen en Chile, sin compren- ¿
der aquellos que de la Europa han sido llevados por los españoles, ni los ^
domésticos, que ya encontraron en él. Estos se dividen, principalmente, ¡*i
en anfibios o semi anfibios, esto es, animales que habitan ya en las aguas, J ¿j¡
ya en tierra; y en terrestres, esto es, los que siempre están en tierra. J¡
t Del primer orden, unos son de mar y otros de agua dulce. Ved aquí los i
■ que en uno y otro orden tiene el reino de Chile. '|
i, 1.° Elurin, quelosespañolesy franceses llaman Zo&o marino, de la menor 3
\ especie: este es poco diferente de la foca o lobo marino que frecuenta los '> 3
mares de Europa. Su cuerpo, en la parte delantera, es muy grueso, pero ^
que va disminuyendo como el de los peces hasta las piernas posteriores, Jj
las cuales, unidas por una misma piel, forman su extremidad. Su gran- ]"i
deza como también su colores vario, porque se encuentran de tres, de 3j
seis y de ocho pies de largo, como de color oscuro, castaño y blanquiz- 3
co. Su piel, que es gruesa y dura, tiene dos suertes de pelo, uno corto y J
suave y otro largo y Áspero. La cabeza es gruesa e inclina mas a la figu- ' 1
ra redonda. En vez de orejas tiene dos agujeros con la piel un poco
sobresaliente, vecinas al cráneo. Los ojos son muy grandes, esféricos y
i defendidos de párpados con algunas cejas. La nariz tiene gran semejanza
¡ con la del ternero. El hocico es corto y obtuso y por arriba con grandes "£i
\ mostachos. Los dos labios son iguales, pero el superior un poco esca-
broso. La boca, armada de dientes sólidos solo hacia la punta y muy
agudos. Los dos pies anteriores, que mas bien se pueden llamar aletas,
tienen articulaciones visibles, con cuatro dedos encerrados en una mem-
brana cartilaginosa, en la que se distingue esta de las otras especies. Los
posteriores que vienen hacia la extremidad de su cuerpo, aun siendo
muy cortos, son visiblemente articulados y tienen cinco dedos desiguales
:fl
v
270 GÓMEZ DE VIDAURRE
cuasi como loa de la mano humana. Una membrana escabrosa une en
si estos dedos hasta la lercera articulación. En medio de estos pies, d
punta un pedazo de cuero que forma la cola. Tanto el macho como
hembra, tienen las partes naturales en la extremidad inferior del vienl
y cuando se juntan se sientan sobre los pies posteriores y se abraz
con los anteriores. Se les ve con uno y dos hijos, y muy raras vei
con tres. No obstante que sus pies no sean los mas a propósito para caí
nar en tierra, ellos trepan por las breñas, por donde un hombre no
podría hacer, de las que se precipitan velozmente al primer acomi
miento de los cazadores. En tierra, que es muy lento su movimiento p:
gresivo por la pesadez de su cuerpo, mas bien debe llamarse arrastra)
que caminar. Con todo, los cazadores se guardan bien de arrimarse a
cho, porque ellos mueven ligerfsimamente su cuello y saben usar de £
feroces dientes, con los que no solo pueden hacer un gran daño, sino a
matar un hombre. Cuanto son tardos en tierra, tanto son veloces en nai
en el mar. Ponen los pies posteriores extendidos yj untos, de modo que
lejos tienen toda la apariencia de cola de un pez, y se valen de los anleí
res para dirigir su marcha; poco tiempo están bajo de agua, porque n)
frecuentemente se les ve sacar fuera la cabeza. Los grandes uriñes s
len mugir como los toros ó gruñir como los puercos, y los pequeños d
balidos como las ovejas y como los terneros. Esta especie es comunlsi
en toda la costa de Chile. Aunque se matan algunos, no son tantos cu;
tos baria una nación atenta al comercio e industriosa para saber apro
char sus pieles y el mucho aceite, mejor que el de ballena, que el
suministran. Apenas aprovechan unas pocas pieles en hacer las bal:
que llevo dichas. Los pescadores, cuando van a su caza, van armados
fuertes garrotes y procuran hacer caer el golpe sobre la nariz de e
animal, porque es la parte mas sensible que en él conocen.
2. ° El puerco marino, que es animal semejante al precedente en la c<
figuración del cuerpo, en el pelo y en la manera de vivir, y se distinf
de él por el hocico, que es mas largo y acaba como el del puerco lerr
t.re, y en los pies anteriores, que tienen cinco dedos bien formados
bien cubiertos cuasi enteramente por una membrana. Este animal se
rara vez en las playas de Chile.
3.° El lame es de formación análogaalos dichos con caracteres bien s
sibles para distinguirlos de ellos. Tiene sobre la nariz una cresta o trt
pa glandulosa, la cual le baja de la frente hasta mas allá del labio su
rior. Dos dientes de la quijada inferior le salen; éstas, junto con
trompa, Je dan alguna semejanza al elefante. Los cuatro pies tienen c
co dedos bien distintos y armados de uñas corvas. Toda su piel está
bierta de una sola especie de pelo de color que varia ahora sobn
oscuro y ahora sobre el blanquizco, el cual es tupido y muy suave,
hembra, que es un poco mas pequeña, tiene solo una señal de trou
sobre la nariz. Los lames habitan especialmente las costas de Arau
del archipiélago de Chiloé y hacia el Estrecho de Magallanes y en
vecindades de las islas de Juan Fernandez. Viven, por lo común, en
ciedad. Cuando vienen a tierra, buscan los lugares cenagosos, don
como los puercos, se revuelcan y duermen. Siendo mas pingües que
n
HISTORIA DE CHILE.— LIB. V.— CAP. XIII 271
dos los otros de su género, rinden mayor cantidad de aceite, por lo que
son llamados lobos de aceite.
4.° El thopel lame, que es decir lame guedejudo, porque él, en la rea-
lidad, va adornado de una guedeja muy sensible, por lo que en algún
modo se puede decir se asemeja al león africano. En la configuración có-
nica de su cuerpo, es mas galano y mejor hecho que los precedentes.
Su cabeza tiene también alguna semejanza con la del león, particular-
mente en las narices, que son anchas y chatas y sin pelo desde el medio
hasta el fin; sus ojos son alegres y vivaces; las orejas, que le sobresalen
poco, son cuasi redondas; en el labio superior tiene mostachos como
el tigre; su boca muy rasgada, armada de dientes sólidos enteramente y
blancos como el marfil. Los pies posteriores están formados del mismo mo-
do y tienen el mismo número de dedos membranudos; los de adelante son
cartilaginosos y cortos en comparación del grueso de su cuerpo, y se
dividen en cinco dedos armados de garras; la cola, situada entre los pos-
teriores, es negra y redonda y apenas llega a tener un palmo. Su pelo,
que es de color amarillo desde la espalda es muy corto; pero en contor-
no al cuello y en la cabeza, sobresale sobre el otro cuasi otro tanto mas
del largo que él tiene en lo restante del cuerpo. La hembra, que es muy
pequeña en comparación del macho, no tiene la sobredicha guedeja para
aunen esto uniformarse con el león africano. Esta tiene tetas y pare sola-
mente un hijo. Estos animales son muy pingües y abundantes de sangre;
cuando se ven heridos se botan prontísimamente al mar, y a medida
que se engolfan lo van Uñiendo de colorado, de modo que aun de lejos
se distingue; entonces los lames y los uriñes cargan contra él y en un
momento lo despedazan y se lo comen. Por el contrario, si un lame o un
urin se arroja al mar, herido, bien que bote mucha sangre, no es jamas
asaltado ni comido de los thopel lames, ni de algún otro animal de este
género. Esta observación se debe al señor Ulloa.
5- ° El chinchimcn, al que los españoles han dado el nombre de gato ma-
rino. Es ladenominacionmas conforme que se ha hallado al obgeto que se
exprime por ella; porque, a la verdad, se asemeja mucho al gato terres-
tre, en la cabeza, en las orejas, en los ojos, en la nariz, en la boca, en la
lengua, y también en la configuración y largo de su cola. Tiene también,
como el gato terrestre, varios órdenes de mostachos en el hocico. En to-
dos sus pies tiene cinco dedos membranudos, con garras fuertes y cor-
vas. Su cuerpo está vestido de dos suertes de pelo, como el de las
nutrias: el uno es suavísimo y corto, que es el interno, y el otro largo y
áspero, su color es oscuro claro. Estos están, ya sobre las peñas, ya na-
dando en el mar, jamas en tropa sino solo de dos en dos. Tienen estos
animalitos la misma ferocidad que los gatos monteses y del mismo modo
que ellos se botan contra los que se les acercan, pero a poco tiempo de
manejados la deponen del todo con el buen trato y se domestican no
menos que el gato casero. La grandeza, tomada de la punta de su hocico
hasta el origen de la cola, es de cerca de dos pies. Su grito es ronco y
se arrima mas al del tigre que al del gato. No abundan mucho, lo que
baoe creer que ellos no sean muy fecundos, porque no se les hace la ca-
GÓMEZ DE VIBALRRE
we una pura curiosidad, y asi a «fío no se piale atribuir la
e de ellos se ñola.
anfibios de agua dulce, solo dos especies. fu-?ra de las r.-;'?
c hablado, se conocen hasta ahora en Chile, que son el ¡¡lijl
Un es una especie de css'.or por la fineza de su pelo. a>jny;
las propiciares y gobierno republicano que se observa e
11 iju'ujlin tiene la cabeza cuasi cuadráis, las orejas corlas y
los ojos pequeños, la nariz obtusa, la boca anuida de ru.
n'risivos muy agudos, 'losen la quijada de abajo y oíros do
iba, y diez y seis molares. Tiene cuatro pies con ciño di
■; los de adulante están unidos por una pequera membrana, y
res por otra que Ilesa hasta el nacimiento de las uñas. Tien
;;lio y larga la cjIq, chata y poblada de pelo. Este, en su esp:
ila del lar:rj, es castaño oscuro, con algunas peq j.;íias mane
Las; y si del interno y corto, de color de canela, y en el vie
ro se aclaran, de mo lo que viene a parecer blanquizco. El ¡
le es estimable, recibe bien toda suerte de colores y can í
sombreros, que se equivocan con los del verdadero castor.
i de este animal, tomado su largo desde los labios hasta el p
la cola, es de cerca de tres pies. Habita los lugares mas pro;
>s rios y de las lagunas, donde eslá largo tiempo sin salir afue
. Se alimenla de peces y de cangrejos, y lodo el que se cog
i suele ser para él. Sale fuera del agua y de su cueva para
is excrementos, y esta es la circunstancia de que se valen
:s, aguardándolo vecinos al lugar a donde él viene siempre a
función, porque en cualquiera otra es muy difícil sorprende
ilm es naturalmente feroz y atrevido, de modo que corre a
zde las nasas aun a la presencia del pescador. La hembra ]
•a.
ú es un ratón acuático de la grandeza de la nutria, a ¡a cua
mucho en la forma y en el color de su pelo. Tiene el lio
i pelos largos y recios, los ojos redondos, las piernas corlas
liana, gruesa y peluda; en los pies anteriores, cinco dedos I
>s, y otros tantos en los posteriores, pero unidos por una in
¡abita, ya en la agua, ya en tierra, y no es de natural feroz, :'n
lomestica tanto que no solo obedece ala voz de quien cuiíl
;jue se muestra agradecido con ciertos movimientos grácil
erpo. Se acostumbra a comer de todo, como a hacer cié
e saltar, sentarse, ele. Con un poco de paciencia y de indus
Iría acostumbrar a la pesca mejor que a las nutrias. La herr
mbaraza de cinco a seis hijos, que conduce siempre con:
va a buscar su alimento. La voz es un grito agudo que él m
ndo es herido o molestado, y aunque se vea maltratado o pe
o se irrita ni se bota contra alguno; cuando se le amenaza, i
sobre sus dos pies posteriores, da un grito lastimoso; es, en
inimal inocente que en nada daña y de quien se puede rec
ililidad, porque su peto, ciertamente, se puede aprovechar.
XIV
CUADRÚPEDOS TERRESTRES CARNÍVOROS
Los cuadrúpedos terrestres unos son digitados y otros cornfpedos; de
los digitados, unos son carnívoros y otros se sustentan de vegetales. En
todos estos órdenes tiene Chile cuadrúpedos terrestres notables y útiles.
Ved aquí los mas notables de este género.
El chingue. Este es singular por la arma con que se deñende y útil por
su piel. El es, por la estatura, un poco mayor que un conejo, pero en su
ñgura es del todo diferente. El color de su piel es azul oscura, fuera de
la espalda, donde desde la cabeza hasta la cola se ve una lista compuesta
de anillos o manchas redondas, blancas. Tiene la cabeza un poco larga,
las orejas anchas y peludas, los ojos grandes, el hocico agudo, el labio
superior mas largo que el inferior, la boca rasgada hasta los pequeños
ángulos de los ojos, armada de dientes agudos; los laterales de delante
son mas grandes que los del medio. Las piernas posteriores son mas
largas que las anteriores, unas y otras tienen cinco dedos armados de
uñas largas. Lleva siempre la cabeza baja, el espinazo encorvado y la
cola, que es muy poblada de pelo y tan larga como su cuerpo, plegada
hacia arriba, y en su punta la abre y cierra a su arbitrio. Este animalito
es mansueto y amante del hombre. El entra en sus casas, principalmen-
te de campiña. Allí come lo que encuentra; pasa entre los perros con to-
da libertad, que no se la disputan ni éstos ni los hombres, antes bien
todos le tienen respeto y le temen, bien que" no haga mal ni con sus
dientes ni con sus uñas. El se ha alzado en este derecho por un cierto
licor pegajoso, diferente de la orina, que lleva en una bolsita puesta cerca
del oriñcio, donde principia la cola. Este licor tiene un olor tan agudo,
tan pestífero, tan sofocante, que con dificultad se hallará entre las pro-
ducciones naturales, cosa que se le pueda comparar. A mas de esto, él es
tan tenaz, que no se disipa sino muy difícilmente y pasado mucho tíem-
18
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X" * '-* U-" -y : i. .: ÍÍ.Í.AA.. nv.'jsz.i'j*. pe.^ert de quedar
,'■..•-'.;.; y/r .* *s. * y ,>vti .i* á'..',> j.t«¡*. ^mámenle es
//'-m,i *e' .í ¿i.'jvs* iva stfvÁt de !a Te,'.?j;:;a, cierras su
-i*. .*'/.'". 'a '.f.'i o *Jvt (/i.'/« eo la eabeza, e-as ¡o qae tí
y hu.-'M u; *tUr»t*íí jnudoiirteesUi no lo íh ellas, porque
i*wi>ifi* fpiwintihf**! a padecer las penas del infierno.
:e i*<=:i*, í;<,»|/i b* inílferís de Jo dicho, y de un pelo may
Hf.-.iiuA» ':itr«>erUude ama, [uto no curtidas como pieles,
tu ll^j/ul', a Chile eslft «rte, sino secándolas a la sombra
|/iii'lijli(s y rtftv.ffhwMuu por todos los lados posibles, las
ir «mito ni fuesen curtida*, y últimamente unen unas
\twr.\un da la «nindiiza que quieren darle y tal vez va-
[•laiiiinnda ilo la pirita nnlural de ella, formas un dibujo
i H'intn y i|im iln lii'i'inuMira no poca a la cubierta. El
pin ilo ttalim nnirnuliiH non Ion huevos y volátiles, que él
|im iduiwh nf|ii( intuición por limpiar los campos de los
ullii nu nutre y un cuya cnwi va continuamente. Esta se
lili» ttti|iffiu i]u pillarlo o de Lureto, porque tiene mu-
iil oaliiH tmiinalu-, un |n grandeza, en la formación de su
iludiini, un ]» ilin|msiuion do sus dedos, y en la manera
Dure ilu ullua un la* hjhs, que los tiene negros, en la na-
nii nlíiulu un mu extremidad, a manera de la de el puer-
uvu, tupido, y dul ludo nunro. Tiene la cola bien pobla-
itliauLi ul Piwrpo. Como un los campos de Chile baile ¿I
ruUuiuty du voltUiluí, se mantiene montaraz. Vive en
>-i \diii» HiHuuilt**. Pimtltneule, como en los campos de
wji"* y ullo* ni' stf «ouosten a las cazas, no se sabe si
l\W« I/, vti\<* WUUO H U-i^'SOtlMS,
it Kiiuital Wwit por su naturaleza y sumamente coléri-
♦«poiíiií dt> hurón. Vive eouto *ste bajo detierray se
vYj
HISTORIA DE CHILE.— LIB. V.— CAP. XIV
275
i
alimenta, como el antecedente, de ratones y pájaros. Es grande poco mas
de un pié, tomada la medida de la punta de su hocico hasta el origen de
la cola: su color es oscuro, tiene la cabeza chata, las orejas pequeñas y
redondas, el hocico en forma de cuña, la nariz chata, con una mancha en
el medio, la boca rasgada, las piernas bajas y la cola corta.
4.° Es el culpeu, que fácilmente se equivoca con la zorra común, y
por lo ordinario se cree que no sea otro animal, sino una zorra grande,
pero bien examinado, difiere de ella, no solo por la grandeza, que llega a
ser de dos pies y medio desde la punta de su hocico hasta el origen de la
cola, y alto mas de un pié y medio, sino también en el color, que es mas
oscuro, y en la cola, que es larga, derecha y cubierta de pelos cortos has-
ta su extremidad, como la del perro ordinario. La voz es débil y algo se-
mejante al ladrido de aquel: en lo demás, esto es, en sus orejas, la situa-
ción de sus ojos, en la dentadura, en la disposición de sus dedos, en la
habitación y alimentos, conviene perfectamenta con la zorra. Al ver el
culpeu al hombre se para sin temor y se pone como a contemplarlo,
por lo que es fácil cogerlo con escopeta. El tiene las propiedades todas
de la zorra, menos la de huir al perro, porque le hace frente y no difi-
culta entrar en batalla con él, y aunque por lo común la victoria se de-
clara por el perro, no es esto sin gran trabajo y con no pequeño espar-
cimiento de sangre.
5. ° El gato montes, de que hay dos especies, esto es, la guiña y el
colocólo, ambos habitantes de los bosques de Chile y semejantes al gato
doméstico en la forma, aunque un poco mas grandes que él, y su color y
cabeza mas gruesas. La guiña es de un color atabacado, graciosamente
variado de manchas negras redondas, las cuales se extienden hasta la
cola. El colocólo es blanco, manchado irregularmente denegro y de ama-
rillo claro. Su cola hace diversos círculos negros hasta la punta. Estos
animales hacen la guerra a los ratones y los volátiles, en cuya busca sue-
len venir a la caza de campiña, donde hacen riza en los domésticos.
6.° El pagui, que los españoles han llamado león por la conforma-
ción de su cuerpo, semejante a la del león africano en un todo, si se
exceptúa la guedeja de que está adornado; porque el pagui o león chileno
tiene todo su pelo corto e igual en todo su cuerpo; este pelo, en la parte
superior de su cuerpo, es ceniciento con alguna cosa de amarillo, el del
vientre es mas claro. Tiene la cabeza redonda como la del gato y las
orejas cortas y puntiagudas, los ojos grandes con la íride amarilla y la
pupila oscura; la nariz ancha y chata, el hocico corto, el labio superior
entero y barbudo, la boca bien rapada, la lengua ancha y escabrosa, las
quijadas fuertes, armadas de dientes agudos y robustos; el pecho muy
ancho, los cuatro pies divididos en cinco dedos gruesos, recios y arma-
dos de terribilísimas uñas, la cola larga dos pies y semejante a la del
tigre. Toda su grandeza suele ser cerca de cinco pies, y su alto de cerca
de dos y medio. No reílexionando a otras diferencias, la que acabo de
decir de los cinco dedos, es suficiente para distinguirlo específicamente
del león africano, que, como es sabido, no tiene sino cuatro en los dos
posteriores. No podría pues, decir el señor Paw, ni su pedante el señor
Gilij, que el pagui sea una degeneración del león africano, sino que de-
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V
276 GÓMEZ DE VIDAURRE
bian ambos poner éste como un medio entre el león africano y el tigre.
El pagui se halla en todo Chile, desde el grado 24 hasta el 40, y no se sa-
be si se encuentra mas allá. El vive en los bosques mas tupidos y sobre
las montañas mas ásperas, de donde baja a procurarse el alimento con la
muerte de algún animal. El modo de que se sirve para cazarlos es verda-
deramente industrioso. Cuando no le sale bien la sorpresa de que se
vale mas comunmente, se presenta a los caballos y a los otros cuadrú-
pedos, jugando, botándose por tierra y moviendo la cola, y así se va
arrimando, poco apoco, hasta tanto que le parece el tiro seguro; enton-
ces dando un salto impetuoso se descarga sobre la espalda del curioso
animal y con la uña del dedo mayor de una sus manos lo degüella pron-
tamente. Pero si no puede hacer esto por los grandes saltos que él da, J
lo aferra del hocico, y torciéndolo hacia sí, le rompe el cuello. De aquí,
bebiéndole primero la sangre, tomándole con una mano, lo arrastra has-
ta un bosque, donde come lo que le agrada y cubre el restante con ¡
ramas que corta de los árboles. Esto hace no solo con los animales me-
nores, sino aun con las bestias mayores, de donde se ve la fuerza horrible
de esta fiera. El, no obstante de su intrepidez, evita el tenérselas con los
toros y con las vacas, bien que cuando encuentra solos los terneros, los
caza y come con gusto. Las vacas, cuando él se les arrima, hacen un cír-
culo, metiendo en su centro los hijos, y los cuernos hacia él, lo esperan,
y si osa acometerlos, no pocas veces lo dejan muerto en el campo. Las
yeguas se valen de la misma industria por la parte contraria, lo que or-
dinariamente no les sale bien. El asno es el que mejor de todos se de-
fiende de las acechanzas del pagui. El no huye a la presencia del pagui,
antes bien lo aguarda y deja avecinarse, acechándolo para asegurar su
vida con un buen tiro de coces sobre su cabeza, y cuando éste le ha sa-
lido vano y el pagui se le ha puesto encima, se bota de espaldas precipi-
tosamente, con lo que le muele los huesos y él queda descargado de una
carga tan nociva. El pagui, que asalta todos los animales, hasta ahora
no se ha atrevido a atacar al hombre, bien que de ese se vea perseguido
y siempre condenado a muerte por el daño que hace a sus ganados. Los
naturales del país le hacen la guerra con perros que tienen acostumbra-
dos a esta caza. El, si no puede escapar, o se trepa sobre los árboles mas
altos, o va saltando con gran ligereza de uno a otro, o se retira a una pe-
ña o a un tronco grueso, que cubriéndole la espalda lo defienda por esta
parte: aquí se defiende valerosamente contra los perros, en los que suele
hacer gran riza, si no están bien aguerridos, hasta que el hombre desde
lejos le tira un lazo al cuello: entonces viéndose preso versa gruesas
lágrimas que le corren por las dos mejillas. Su piel curtida es óptima
para hacer zapatos y botas fuertes, y su sebo, como se cree generalmente
en el Reino, es provechosísimo en la siálica y contra los tumores y para
otros muchos remedios en que lo usan.
^í?IwéH |n
CUADRÚPEDOS DIGITADOS NO CARNÍVOROS
Entre los cuadrúpedos digitados no carnívoros sino que ge alimentan
de vegetables, suministra Chile algunos útiles y otros singulares por
a'guna particularidad. De este orden es el que llaman guanque, que es un
ratón de la misma grandeza y de la misma figura que el que se baila por
las campiñas de Europa, pero que tiene las orejas redondas y el pelo
azul y un natural timidísimo. Vive en una cueva horizontal, larga diez
pies, esta le sirve como de lonja para otras cuevas que suelen llegar a
catorce, siete por banda, y grandes cercade un pié. En estas guarda sus
provisiones para el invierno y le sirven de almacén de ciertos tubércu-
los de la grandeza de una nuez de color parda, que acomoda con tanta
exactitud que no deja vacío alguno. Se fatiga las mas veces lodo el vera-
no en hacer esta su provisión, y a lo mejor se halla sin ella y sin casa
donde defenderse de las inclemencias de la estación, porque sabiendo los
campesinos, a quienes excesivamente agradan los sobredichos tubércu-
los, que en las cuevas de estos animales han de encontrar gran cantidad,
los van a despojar de esta su provisión, deshaciéndoles su habitación, la
que él luego desampara con toda su familia, que es la hembra é hijos pe-
queños, que suelen ser seis, por salvar a lo menos la vida.
Del otro orden es la chinckilla, que es otra especie de ratón campes-
tre muy estimable por su finísima lana, la oual es no menos suave que
la seda. Ella es de color ceniciento y bastante larga para poderse hilar.
Este animal i Lo tiene medio pié de largo, las orejas pequeñas y puntiagu-
das, el hocico corto, ios dientes como el ratón doméstico, y la cola media-
namente larga. Habita en cuevas y ama mucho la compañía de los de su
especie. Se ve solo en las provincias boreales de Chile. Su alimento son
las cebollas de las plantas bulbosas. Es de un natural tan dócil, que, to-
mado en la mano, no muerde ni aun procura escapar, antes muestra de
r
278 ÚOMEZ DE V1DAURRE
gustar el ser acariciado. Si se le pone en las faldas, se está allí quiel
tranquilo, como si estuviese en su propio albergue. Es limpísimo y
ningún mal olor, porque él carece de todo aquel que despiden los ot
ratones. ¡Qué propiedades lan bellas para ¡nci lar a domesticar este i
mal i Lo! y con todo, no ha habido entre los habitantes de tales provint
uno que haya pensado a ello: y lo que es mas, ni aun aprovechan de
lana, aun teniendo el ejemplo de los antiguos peruanos, mas industi
sos que los modernos y que nuestros españoles americanos, que bac
con esta lana cubiertas de cama y telas apreciables, como lo refiere G
cilazo y don Antonio de Herrera. ¡Cuánto mejores se liarían ahora que
artes de hilar y tejer se han adelantado tanto aun en aquellas partes!
El ttegu merece alguna consideración porque en el siglo pasado sir
de alimento a los de la capital, en cuyo territorio él se encuentra bajo I
rra en sus cuevas. A osle animalilo el vulgo lo cree ratón, pero él ei
realidad es una especie de giro, porque él Uene todos sus caracteres ge
ricos, esto es, dos dientes incisivos, en cada quijada, ningún canino,
dedos con uñas, ningún aguijón en la cabeza, la cola larga y cubierta
pelos, de tal suerte dispuestos que ella parece redonda, y a mas de e
alguna diferencia para que no se diga ni que es el giro, ni el girato, n
moscardino; él es un poco mayor que el ratón grande doméstico. Tú
la cabeza corta, las orejas redondas, el hocico puntiagudo, los pies
delante con cuatro dedo», cada uno con su uña, y los de atrás con cii
¡gualmenle armadas; los dientes incisivos superiores en forma de cu
y los inferiores aplanados. Su cola acaba, como la del girato, en una
pecie de plumero, de pelos largos, del mismo color del que cubre
cuerpo, que es rubio oscuro, exceptuados los hombros, desde donde
dilata una lista cuasi negra hasta la cola. Vive el degu en sociedad,
vecindades de los matorrales, y en ellos forma sus cuevas, que
comunican unas con otras internamente. Se nutren de frutas y rafe
de las que haoen abundante provisión para el invierno, en que
salen fuera, sino en los buenos dias, o si se ven asaltados de algún e:
migo, haga el liempo que hiciere, y se van a refugiar a la mas veci
sociedad, lo que hace ver que ellos no se entorpecen. Cuando he die
que éstos el siglo pasado se comieron en la capital, no debe entendei
que ellos entrasen en la mesa de los antiguos romanos por uno de
mejores manjares, sino como se usa aun en algunas parles de la Ilal
esto es, como un alimento mas de necesidad que de gusto, pues no
sido necesaria la prohibición del gobierno para dejarla, como lo fué c
103 romanos.
Criaban los indios en sus casas y ahora los crian también algunos i
pañoles una especie de pequeño conejo que llaman cuy. Este nombre
común a varias especies de pequeños animales de la América algo sen
jantes a los conejos, por lo que no se puede decir que él sea ori]
nario de la lengua chilena. De esto mismo puede venir la equivocad
que han tomado no pocos teniendo el puerquecillo de Indias por este q
entienden en Chile por la denominación de cuy, el que ciertamente
distinto no solo por su figura sino también por los caracteres genério(
El cuy, en la construcción de su cuerpo, tiene el andamiento de la íigu
HISTORIA DE CHILE.— UB. V.— CAP. XV 279
cónica. El es un poco mas grueso que el ratón grande campesino, la ca-
beza es como la de aquel, en ella el hocico es un poco largo, la dentadura
del lodo semejante a la de la liebre y conejo, las orejas pequeñas, pelu-
das y puntiagudas; los pies anteriores mas cortos que los posteriores;
estos tienen divididos en cinco y los otros en cuatro dedos. Su cota es
de tal suerte corta, que parece a primera vista carecer de toda ella. Su
pelo es fino pero muy corto; él, como doméstico, es vario, porque hay, ya
blancos, ya negros, ya rojos, ya cenicientos, ya manchados de diversos
colores; el mas común es el rojo tirante al amarillo; su carne es blanca
y muy delicada, sin mal olor alguno. La hembra multiplica cuasi lodos
los meses dando en cada parto seis, siete y aun mas hijos, después del
que inmediatamente entra en calor. Como el conejo, forma sus cuevas
donde los encierra y cubre con su mismo pelo, y tiene bien cerrada la
boca de su cueva hasta que están en eslado de buscar por sf mismos el
alimento. Bien que tan semejante al conejo, evita, oon lodo, su compañía,
ni jamas se ha visto que eslos animales se junten para procrear. Teme
muchos los gatos y los ratones, que son sus enemigos y que los destru-
yen. Su alimento es el mismo que el del conejo, pero su orina, que la
van a hacer siempre en un mismo lugar, es mas fétida que la de aquel.
Finalmente, hay otro anímalillo que tiene algo de conejo y llaman
viscacha, el cual tiene también algo de la zorra. Del conejo Llene la ca-
beza, las orejas, el hocico, los pelos largos, la dentadura, los dedos y
también el modo de comer y sentarse; en la grandeza es un poco mayor.
De la zorra el color y la cola, que es muy larga, vuelta hacia arriba y ves-
tida de largo y áspero pelo, y en ésta está toda su defensa principal. Todo
el otro pelo de su cuerpo, suave, uno y proplsimo para toda especie de
manufactura, y los peruanos se servían de él para hacer bellas telas en
tiempo de los incas. Los chilenos se sirven presentemente de él para
hacer algunos sombreros que salen bastantemente buenos, y saldrían tan
finos como los de castor que se llevan de Europa si supiesen perfecta-
mente su arte los sombrereros que hay. La viscacha habita en cuevas,
de las que de ordinario no sale sino de noche. Estas cuevas son de dos
planos, uno en que ella habita, y otro, que es el de abajo, en que ella forma
su despensa de todo cuanto encuentra. Sucede no pocas veces a los via-
jantes en Chile que siempre se alojan en campaña rasa el faltarles a la
mañana las espuelas u otra cosa, pero ellos no ignorando la propiedad
dicha de la viscacha buscan su cueva seguros de encontrar en ella la cosa
robada. La viscacha multiplica como el conejo y su carne es blanca, tier-
na y tan gustosa que muchos, la prefieren a la de la liebre y aun ata det
conejo. No seria difícil domesticar este animal y él podría traer no pe-
queña utilidad a los habitantes de Chile.
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r
CUADRÚPEDOS CORNÍPEDOS
los animales cornípedos tiene Chile ¡as cinco especies originarias
on, el Pudú, la Vicuña, el Chiligueque, el Guanacoy el Güemul.
ludu es una cabra silvestre de la grandeza de un cabrito de medio
le color de canela oscuro y de cuernos pequeños, de los que va des-
sta la hembra. Los españoles lo han tomado por venado, pero él no
sino una especie de cabra silvestre, porque él tiene todos los carac-
genéricos de las cabras y también su forma exterior, y para su dis-
m específica o formar su especie, tiene no solo el carecer de barba,
.amliien el que sus cuernos son redondos, lisos y derechos oblicua-
e hacia afuera. Estos animales al principio de las nieves bajan a
s de la cordillera a los llanos y se exparcen por las campiñas de las
ncias australes. Algunos los cogen para comerlos y otros para te-
s en casa. Los muchachos gustan mucho de domesticarlos para su
ü ni lento. Ellos se muestran dóciles y se acostumbran al encierro.
i notado que el peregil es un veneno mortal para estos animales,
tos cuadrúpedos, que yo no dudo haya en muchas partes de la
ica, presumo haya tomado el señor Gilij por ciervos y de ahf con-
o los pequeños ciervos de la América, pero si los hubiese observado
las inteligencia de naturalista, hubiera concluido que ni al género
uellos pertenecen. ¡En tales fundamentos establece su sistema de !Üe-
acion de los animales en la Américal
vicuña, el chiligueque y el guanaco son especies subalternas del gé-
de los camellos, de los que se distinguen particularmente por la
Ja, que no es encorvada, lo que hace que la figura sea en ellos mas
osa y mejor cortada. Estos tienen como el camello el cuello largo,
jeza pequeña sin cuernos, las orejas medianas, los ojos redondos y
les y el hocico corlo, el labio superior mas o menos rasgado, las
r
V
GÓMEZ DE V¡D\UaRK
mas atlas que lo que parece podía su cuerpo, los pies de uña
, la cola corta, el pelo largo y propio para ser hilado. Sus partes
ivas formadas en el mismo modo que las del camello. El macho
l verga larga, sutil y recorvada, por lo que él orina algo hacia
i hembra tiene estrecha la puerta de su parte genital, a lo que
en algunos la dificultad que prueban en el acto de la generación,
íejan también en su natural suave y dócil y muestran tener no
capacidad para ser educados y acostumbrados al trabajo. Los
quet han servido algún tiempo en la capital para cargar el agua, y
i animales de que se servían los araucanos para labrar las tierras,
stos animales emplean una buena parte de la noche en rumiar lo
i comido en el día, y cuando quieren dormir pliegan los pies bajo
re y se apoyan sobre el pecho. En medio de tantos respectos o
de semejanza con el camello, tienen estas mismas especies otros
que los distinguen. Tienen la quijada inferior como la de los ca-
armada de seis dientes incisivos y de dos caninos por tanda, y
os molares, pero la superior carece de incisivos y caninos; sus
on punliadas y mejor cortadas, el cuello mas derecho y propor-
, la espalda mas unida e igual, exceptuado el guanaco que la tiene
> corva, la cola mas bella y mas poblada de pelo, y el pelo mas
articularmente en los chiligueques, mas suave y mas semejante a
Cuando los irritan no se valen jamas de los pies o dientes para
>e. Todas estas especies jamas se mezclan entre sf. La duración
ida es probable que sea mas breve que la del camello, porque
mienzan a engendrar a los tres años de su edad, de lo que se pue-
ir que ella sea de treinta o cuarenta años. De todos estos carac-
ntos juzga muy bien el señor Molina que convendría hacer de
límales un género diverso y separado de los camellos. Cuando no
nita esto, porto menos parece que ellos forman el anillo de
3n de los cabros de las ovejas, y de los ciervos entre los carne-
no se podrá juzgar de la descripción particular de cada uno de
uña tiene cuasi et mismo cuerpo que la cabra, ala cual se ase-
jcho en la figura de la espalda, de la anca y de la cota, y se (lis ■
ie ella por el cuello largo mas de pié y medio, por la cabeza que
donda y sin cuernos, por las orejas pequeñas, derechas y pun-
s; por el hocico corto y sin barbas, y por las piernas al doble
is. Su cuerpo está cubierto de una lana finísima de color de ca-
la lana es ya conocida en Europa, y no hay quien ignore las no-
.s cualidades de ella. Las vicuñas habitan, de ordinario, los
mas escabrosos de la cordillera: ni los fríos, ni las nieves, ni los
ís causan algún daño; se trepan por los peñascos y barrancas
s cabras. Es un animal timidísimo; basta para sugetarlo atrave-
cuerda que a trechos tenga pendientes algunos pequeños copos
de lo que se suelen valer los cazadores para tenerlas firmes en
igar e ir haciendo la matanza de ellas. Esta caza, como lo hacen
i, es divertidísima: júntanse treinta o cuarenta hombres en bue-
alloa y repartidos a distancia de algunas leguas de circuito, vie-
HISTORIA DE CHILE.— L1B. V. -CAP. XVI 283
nen estrechando el círculo hacia el lugar en que se han convenido, ende-
rezando hacia él todas las mas vicuñas que puedan, y conforme van
llegando toman nuevos caballos de carrera mas pronta, juntos una gran
porción de ellos, y todos puestos ya al arma con cinco laques (de que
después hablaré) en la mano, hacen escapar una pequeña porción, de-
tras de la cual sale uno y va a tiro seguro, botando sus laques hasta ha-
ber concluido con los cinco, y después vuelve por el mismo camino
pasando a cuchillo los inocentes animales que halla echados por tierra
todos enredados. Otro sigue poco después la misma función, y así con-
tinúan hasta haber acabado con todos, o a lo menos, hasta haber pogido
cada uno cinco,que es el número de los laques. La carne, por la mayor
parte, queda para los pájaros, porque aunque es buena para comer, par-
ticularmente la de los jóvenes, toman solo la que necesitan para el dia,
de las que hallan mas gordas. ¿Quién no se lamentará de esta matanza
bárbara, tan discordante del mismo interés que se busca por solo la la-
na, como si no se pudiese tener de otra suerte, privando a tal animal de la
vida y al Reino de muchos individuos útilísimos? ¿No se podrian trasqui-
lar y después ponerlas en libertad, a fin de que su especie no padeciese
menoscabo? jCuánto mas abundarían ellas! Sin embargo de estas cre-
cidas matanzas, ellas se ven abundar en diversas provincias, lo que no
puede ser sin que estos animales sean muy fecundos y paran mas de uno
en un parto. Algunos han procurado domesticarlos, pero todas sus ten-
tativas, hasta ahora, han tenido poco efecto. Puede ser que con el tiem-
po, creciendo y aumentándose la industria con la mayor cultura de aque-
llas gentes lleguen a vencer los verdaderos e imaginados, como yo
presumo, obstáculos.
El chiligueque es un animal, que, quitado lo largo de su cuello y el alto
de las piernas, está formado en todo lo demás como el carnero europeo,
al que los chilenos, por esta semejanza, han dado el simple nombre de
gueque; de esto infieren algunos que este fuese su nombre antes de la
entrada de los españoles, y que ellos, para distinguirlo en en su idioma,
han hecho la adición de chilli, pero yo sin negar esto, creo que anterior-
mente a la dicha época él tenia este nombre compuesto, para distinguirlo
de las alpacas y llamas del Perú, con quienes, aunque de especies diver-
sas, tiene mucha semejanza, y, por ventura, aun mayor que con el car-
nero de Europa. En fin, sea de esto lo que fuere, de cualquiera de los dos
modos no destruirá mi congetura en orden al nombre del Reino. El chi-
lligueque, se asemeja en muchas partes de su cuerpo al carnero europeo,
tiene la cabeza hecha como él, los ojos grandes y negros, el hocico largo
y encorvado, los labios gruesos y pendientes, las orejas ovales, la cola,
aunque mas corta, está formada del mismo modo; finalmente, todo su
cuerpo está cubierto de lana, tanto o mas larga que la de aquél y mucho
mas suave. Su grandeza, tomada desde los pies hasta el origen de la co-
la, es de cerca de seis pies, pero el cuello toma un tercio de esta medida.
Su alto, tomado en el sitio de sus piernas posteriores, es de poco mas
de cuatro pies. La hembra es un tercio menor en todo» Su color es
vario, ya blanco, ya negro, ya oscuro, como sucede en el carnero eu-
ropeo.
XVII
CUADRÚPEDOS EUROPEOS
Los españoles llevaron consigo cuando emprendieron la conquista de
Chile, a este reino los caballos, los asnos, las ovejas, las vacas, las cabras,
algunas especies de perros y los gatos domésticos. Todas estas especies
de animales, lejos de haber degenerado de su primitiva especie, habien-
do encontrado un clima tan favorable a su propagación y pastos tan
nutritivos, como dejo dicho, no solo se han propagado excesivamente,
sino que se han mejorado, como lo atestiguan muchos escritores eu-
ropeos, cuyas expresiones sumamente ventajosas a Chile en este punto
podria yo citar, pero que no hago porque siendo esto ya tan común en
ellos, lo considero por una verdad incontrastable.
Los caballos de Chile, a la verdad, son generalmente bien hechos, be-
llos, fuertes, espirituosos e infatigables, en suma, tienen, generalmente
hablando, toda la fuerza y cualidades que se requieren en su especie para
el aprecio de sus individuos. Entre ellos hay alguna variedad y como
que quisiesen seguir la natural división del reino, esto es, de costa, parte
mediterránea y cordillera: los déla costa, son grandes pero menos fuer-
tes; los de los llanos, que es la parte mediterránea, son de mediana gran-
deza, pero mas ágiles y mas aptos a todo ejercicio; y los de la cordillera
mas grandes que todos, no de tanto fuego, pero mas fuertes.
Esta diversidad se nota en los caballos que se crian hasta la madurez
de su edad, o hasta que están en estado de serviren cada una de estas par-
tes, como también en la mayor robustez, belleza y fortaleza en los de las
provincias australes, que en los de las boreales. Conociendo esta diver-
sidad, los chilenos para mejorar sus caballos, tanto de la costa, cuanto
de la parte mediterránea, al año de su edad los separan de sus madres y
los mandan a la cordillera a criar vasos, como ellos dicen, esto es a que
se endurezcan sus uñas, de modo que sin herraduras puedan después
288 GÓMEZ DE VIDAURRE
resistir a las cuasi insoportables fatigas que han de pasar. No
ventura pafs donde fatiguen mas los cabatlos y donde ellos s
dos con tan poca consideración. Todos van sin herraduras
tiempo del año se les tiene en el campo, a excepción de muy
para las funciones de lucimiento se mantienen en caballerizas
muy común en los chilenos hacer viages con estos caballos c
mas leguas, no dándoles otro descanso sino el que se toma el
ra dormir, y ellos no solo resisten, sino que ni aun se enflaq
tablemente, y llegan aun en medio de este duro tratamiento a
pita edad de mas de treinta y cuarenta años, aun con vigor.
Estos animales se han multiplicado tanto en Chile, que no
un precio bajfsimo, sino que se tiene por cosa de menos valor
las hembras. Aun el mas miserable tiene por lo menos su cabe
se encuentra por lo ordinario la diversidad misma, que la fe
suerte causa entre los hombres, de mas o menos ricos, que es
los mas pobres los tienen mas ordinarios. Atendido el precio
munmente se venden, que es de veinte reales, no se hará d
esto. Esto es en un caballo ya hecho y domado, que si él es ai
no domado, se vende por mucho menos. Esta misma abunda
entre los indios que desde que los tienen no hacen ya los vii
sino a caballo, aunque sean de muy corta distancia.
lYes castas distinguen, principalmente, los chilenos, estO'
trote, los de puso y los de brazos. Los de trote son los mas <
que estiman mas las gentes de campaña, porque son mas fue
seguros en su carrera; los de paso, que son los que frecuenten
los señores, nacen con esta propiedad. Vénse de ellos potros di
dos meses, como lo admira don Antonio de UUoa en sus Viagí
libro 2, capitulo 5, número 522, siguiendo inseparablemente lt
que van de galope sin separarse de ellas, y cuando grandes, ur
rienda suelta no tos deja atrás, y lo mas maravilloso es, como
el dicho señor UUoa, no siente el ginete particular fatiga, si
descanso. Estos llegan a costar o venderse de quince a vejnte ;
de la casta de brazos son los mas estimados por la bellísima
hacen al caminar, levantando alternativamente con mucha
pies delanteros, que llegan cuasi a tocar con los brazos en los
y el ginete estando derecho ve todo el plan de sus uñas. Na
esta casta con esta propiedad, la cual después los picadores j
la perfeccionan con sus lecciones, los cuales ya enseñados se
en las caballerizas con cebada, alfalfa y hojas de mafz, con lo c
ren un fuego tan grande que ninguno que no sea ginete los p
tar sin peligro, o propio, o también del caballo porque, o le
de lo que conviene la rienda, creyendo sugelarlo, y el caballo
en dos pies, y por consiguiente dará con el ginete en tierra,
dolo mas sugeto de lo que lleva su paso, lo hará reventar en san
narices, o abrirse de pechos, como se ha experimentado en
Como se estiman mucho estos caballos y los busquen mucho
para las funciones del paseo del Estandarte Rea!, se sueleí
cíenlo, doscientos, trescientos, y aun quinientos pesos.
HISTORIA DE CHILE.— LIB. V.— CAP. XVII 289
Los chilenos ponen gran atención en conservar en toda su pureza es-
tas castas, ni permiten jamas que una se mezcle con otra, a fin que no
venga a degenerar o perder sus apreciables cualidades. Todas estas cas-
tas tienen un bello cuello con hermosísima crin, la cabeza pequeña y
bien formada, la cola bien poblada y un poco alzada, el pecho bien he-
cho, las piernas secas y fuertes, y las uñas tan duras que resisten a la
piedra viva sobre que se les hace caminar continuamente. Los caballos
de los señores y aun de los de mediana condición, no se les verá sacudir
la cola, porque usan castigarlos, lo que se tiene como una especie de ci-
vilidad. Lo que acabo de decir, se reduce a cortarles el músculo supe-
rior de la cola, con lo que ellos no la pueden alzar ni mover. Para los
de brazos tienen su modo particular de castigarlos, por el cual queda el
caballo con la facultad de alzar la cola, como es necesario para su hermo-
sura, cuando se sienta sobre las de atrás, pero impedido para sacudirla
hacia los lados. En fin, en esta parte han adquirido luces mas que sufi-
cientes para aumentar la belleza de las ancas de estos animales, porque
le derriban mas o menos la cola, según que lo pide la necesidad para ha-
cerla mas redonda.
Los asnos, en la benignidad del clima de Chile, tan conveniente a su
propagación, y en el ningún empleo que de ellos hacen por lo común los
chilenos, han hallado la mejor proporción para multiplicarse que podian
desear. No me atreveré a decir que han adquirido mayor cuerpo que
sus progenitores europeos españoles, pero no dudo decir que no hati
degenerado de estos. Los de Chile tienen el pelo lucido, la cabeza alta, el
cuello grueso, la espalda bien ancha y l° s P^s sutiles. Como tienen po-
co uso de ellos, han descuidado de mantenerlos domésticos, y así muchos
se han hecho silvestres e inútilmente pueblan las campiñas, particular-
mente los valles de la cordillera. De tiempo en tiempo, los campesinos
hacen caza de ellos por el simple interés de la piel, por lo que también
solamente, muchos poseyentes del Reino hacen matanzas de ellos para
emplearla en enzurronar el setio, y así ahorran la piel de muchas vacas.
Se encuentran de estos también algunos vestidos de un pelo tan suave y
largo que se podria hilar muy bien. Para la cria de las muías no tienen
la mejor conducta en la elección del macho de esta especie, porque lo
cogen de pocos dias de nacido, y separándolo de la madre lo entregan a
una yegua a que lo crie,a la cual, para que lo reciba, le matan el hijo, y
con la piel de él visten de nuevo el borriquillo, con lo que ella no lo extra-
ña tanto ni lo maltrata. La yegua, el primero, el segundo y tercero dia
está bien ligada, y aun mas dias si lo ven necesario; y el borriquillo, bien
que extraña la madre, la urgente hambre y el cuidado que tiene el cam-
pesino de arrimarlo a la teta de la yegua, le obligan a tomarla, con lo que
se acostumbra a hacerlo por sí y a seguir la yegua como si fuera su
madre, y así. se cria entre las yeguas y con adhesión a ellas, como si
fuese un individuo de aquella especie, y llegado a edad competente, en-
gendra en ellas muías excelentes, tanto de carga como de montar. En-
tre estas, son no pocas las aquilinas que salen de un paso aun mas sua-
ve que los caballos de esta raza. Como los garañones, esto es, los burros
hechores, no cuidan de tener unidas las yeguas, ponen en la cria un ca-
19
290 GÓMEZ DE VTDAURRE
bailo entero, pero, a quien se le ha impedido el uso de la generacic
corlándole parle de su verga, o extra viándole ésta, el cua!, aunque n
ta las yeguas, no puede por eso satisfacer a la sensualidad de ellas, ;
buscan al burro. No se hace esto sin contraste de uno y otro, en el
ordinariamente vence el burro por su obstinación.
Las vacas también se han multiplicado en tanto grado que, de ore
rio, se compran a tres pesos la una. Esto es mas de maravillar si se
sillera que en ellas consiste el nervio principal de las posesiones de a
Reino. Algunos viajantes han escrito que en Chile vale una vaca
pesos, pero esto es por lo que han visto y experimentado en los puf
del Reino, en los que, es verdad, se venden a ese precio a los navios,
costumbre inmemorial y como un derecho de el gobernador del pu>
a quien toca solamente proveer de esto; pero en lo interior y al qu
vende aun en el mismo puerto, de un particular a otro, es el ya dictu
tres pesos. Conócese alguna diversidad en orden a la grandeza, coi
rando las de unos lugares con las de otros de el Reino, pero, generalr
te hablando, ellas son de corporatura grande. Todos estos animales v
libremente en el campo y a la noche se encierran solo en unos grai
corrales, de cielo descubierto, para impedir que no se hagan del
montaraces, como lo lloran algunos por haberse descuidado en esto. '.
su alimento no se pone diligencia alguna, ni ha habido hasta ahora e
no que haya pensado a hacer prados artificiales con que aumenta;
pastos de su posesión, sino que aquello! que ellos dan natural men
sin industria, son con los que ellas se nutren abundantemente y de
do que engordan tanto que se ha visto pesar una 1,900 libras. La c¡
es sustanciosa y de muy buen gusto.
No hay posesión en Chile que no tenga número crecido de estos an¡
les, quien seis, quien ocho, quien diez y quien doce mil y mas va
graduando el número según la extensión de ella y según la abunda
de sus pastos. De éstas lodos los años separan quinientas y tal vez
para mandarlas a los pastos mas pingües, a fin que allí engorden mi
a su tiempo, en pocos dias, matarlas todas juntas. Cuando llega el ti
po determinado de esta matanza, que es el verano, se hace un estai
fuerte en un llano, donde se encierran un día sí y otro no aquellas V;
que corresponden al número de obreros, en razón de tres por una.
campesinos, que aguardan con impaciencia este tiempo, que para í
ofrece la mayor diversión, concurren montados sobre buenos caballi
con sus medias lunas bien preparadas, y hacen dos filas a la boca dt
cho corral, a la que está puesto el que ha de seguir el animal priu
que salga, echándose fuera uno solo por vez y un solo hombre va ei
seguimiento con su media luna, procurando no solamente alcanzarlo
su caballo, sino con la media luna corlarle el nervio de su corva. Soi
esto tan diestros que no pocas veces, de un solo golpe, les cortan lo
las dos piernas. Esto hecho, concurren con sus lazos los matanceros
poco tiempo lo liemlen muerto por el campo, metiéndole la punta de
cuchillo por la nuca. En tanto que éstos están en esto, sueltan otro
corral, y otro o el mismo que ánles, hace lo mismo que con el primer
asi hasta haber concluido. Si alguna de las vacas, mas ligera que
a.
t
HISTORIA DE CHILE.— LIB. V.— CAP. XVIII 291
otras, esoapa en tiempo de esta función, los campesinos, corriendo tam-
bién con sus caballos, la prenden con su lazo, que tiran veinte o treinta
pies lejos. Este lazo, que tiene de largo cincuenta o sesenta pies, está he-
cho de cuero de toro, que los mismos campesinos cortan estando aun
fresco el cuero, dándole primero la figura perfecta de un círculo, toman- j
do después el grueso de poco mas de una pulgada y observando esta
medida perfectamente hasta lo último. Guando han acabado con esto, lo
tuercen, poniendo por la parte de dentro la carne, y lo ponen extendido
a secar a la sombra: seco, le quitan el pelo, lo untan de sebo y entre dos
leños lo pasan y repasan hasta que lo ponen aun mas flexible que una
cuerda de cáñamo. El, en este estado, es tan fuerte que sugeta un toro
feroz, capaz de romper una cuerda de cáñamo el doble mas gruesa. El
dicho lazo va por un extremo ligado, pasando sobre la silla a la barriga de ;•
los caballos. Estos están tan acostumbrados a este ejercicio, que, luego
que ven prendido el toro, se paran y abren las piernas para sugetarlo y
poder resistir a su gran fuerza: lo sugetan, para lo que no se requiere
poca fuerza, y aun cuando el ginete se desmonta para matarlo, ellus
mantienen su puesto con solo variar la postura, según pide la circuns-
tancia de la parte a que se inclina el animal. Métele otro lazo a los pies,
con lo que, o lo pone inmoble y entonces se monta sobre él y con la pun-
ta de un cuchillo lo mata, o lo bota a tierra y hace lo mismo. Antes de
esto ellos procuran divertirse un rato, sacándole suertes con su caballo
o a pié con su poncho; en una palabra, parece que juegan con estos ani-
males y que con sus caballos y sus lazos se burlan de ellos. 1
Concluida esta especie de caza o divertimiento campesino, se recogen
las bestias muertas a un lugar cubierto de ramas, a donde las arrastran
con bueyes y los carniceros hacen todas sus operaciones, en las que son
verdaderamente diestros y solícitos, porque no solo sacan sin romper la
piel, no solo separan la carne del sebo y éste de la grasa, sino que divi-
den cada miembro; los utilizan haciendo lonjas de ellos, las que después
se salan competentemente, se extienden al aire sobre ia misma ramada
y las secan al sol. Estando bien secas, las envían y se venden para uso de
las minas y para el Perú. El uso de esta carne es muy ventajoso para las
navegaciones, porque siendo menos salada, es mucho mas sana que
aquella que se prepara en Holanda, Inglaterra y todo el norte. El sebo
que no se ha de consumir en Chile, se manda a vender al Perú. Las len-
guas y lomos ordinariamente los preparan en vinagre, con ajos, orégano
y otras yerbas de olor, pero de éstas pocas van fuera del Reino, porque
las reservan aquellos señores para su regalo. De los cueros, mucha parte
se consume con desperdicio verdaderamente deplorable en hacer no so-
lamente los lazos dichos, sino toda cuerda de servicio en la hacienda, co-
mo que no tuviesen el cáñamo de que servirse para esto. No pocos se
curten para suelas del calzado de el Reino y mandar al Perú. La leche de
sus vacas, siendo de óptima cualidad, da una excelente mantequilla, que
se vende bien en el Perú, y si se tuviese en eso mas empeño, podia solo
Chile proveer a la España de cuanto ella necesita y quedarle para vender
1 Aquí hay una lámina que representa la matanza de las vacas.
GÓMEZ DE VtDAURRE
s naciones europeas, y lo mismo digo de quesos exc
iellos naturales no atienden sino a renglones de gr
desprecio este ramo de agricultura, que si bien lo c
les frutaría mas que lo que se imaginan y que le
n los que creen mas lucrosos. Entre los quesos de
;ía los que se hacen en el territorio llamado Chana
ti, no ceden a ninguno de los de Europa.
stos animales se dejan discurrir todo el dia y aur
mpo, algunos de ellos se han lirado a los bosque
ado prodigiosamente y exlendídose hasta dentro (
i; pero ni éstos ni los domésticos han tenido la i
3 cuernos, como han pretendido los degradadores
o celebrarían los campesinos de Chile que este í
las vacas de su país, que no se hallarían con tai
en los cuernos de lus loros, al cabo del aílo. No
jno u otro de esta condición, como se ve dentro i
o que no se mira por degeneración, sino por un d
cié. Por el contrario, los cuernos de estos animales
sos y a proporción largos que los que he visto e
rasos que hemos traido de Chile de esta materia p
Imir.in en la Italia al ver su corpulencia. En Chile
no de los mas blancos y trasparentes, y los otros q
as campos. Pero ¿qué hay que admirar este desperd
i mas nobles se botan en sus matanzas al campo? 1
es de sacada la lengua, se bota al campo. Toda la
me la misma suerte. Todos los pedazos de cuero s
ni hasta llegan a botar la carne de innumerables c
jerto porsolo la piel y el sebo,
jue han multiplicado aun mas que las vacas, comt
an perdido nada de sus progenitores europeos, sea
ea por su lana, que se conserva larga, fina y de un
da oveja produce cada año de diez hasta quince lit
>artes del Reino ellas se hayan multiplicado much
todo en Chile en esto, la provincia de Chillan y el pí
>erqu i lauquen. En lodo el Reino procreados veci
veces produce dos corderos por parlo. Las hembra
orno en Inglaterra, pero los carneros los lienen si
/un cuatro y algunas veces mas. No se tiene mas
nale.? en Chile que el que he dicho de las vacas, j
o el dia por la campiña y solamente de noche se e
vecino alas casas para preservarlos de las bestias
j crian en la cordillera son mas grandes y producei
. y fina. Los peyueuches habitadores de estas moni
sima lana. Algunos españoles, con el poner cabrón
.n formado una casta intermedia, a fln de tener ai
de un pelo mas largo. Si esto no fuese tan frecuenl
regulado, esto es, que se hiciese esta mezcla con 1¡
., y eslos separados, y no como hacen, poniénde
HISTORIA DE CHILE.— LIB. V. -CAP. XVIII 293
la majada, yo alabaría su industria, pero haciéndose como he dicho, es
por todo respecto reprensible su conducta, y el modo mas propio que
podían buscar para hacer degenerar en Chile esta especie de lana y car-
ne, y después se atribuirá al clima lo que es mala conducta de sus ha-
bitantes. El pelo de esta especie bastarda es larguísimo, tan suave como
se dice es el de la cabra de Angora. El es un poco crespo y se arrima
mucho a la lana. No hay duda que él seria mas propio para nacer borra-
canes y carro de oro, pero los chilenos no se han propuesto este fin en
procurar esta casta, sino en tener de ese modo hermosos y bellos pello-
nes, esto es, una piel grande y bien poblada de pelo que poner sobre la
silla de sus caballos para asentar sobre ella blandamente y para que les
sirva de colchón en las muchas veces que la necesidad les obliga a dor-
mir en el campo. Todas las ovejas que hay en Chile descienden de raza
africana, y provienen de las que hizo trasportar de Marruecos a España
el cardenal Jiménez.
Las cabras, igualmente que las ovejas, han probado bien en Chile y se
han multiplicado. Las mas célebres por su grandeza son las de las pro-
vincias de Coquimbo y Gopiapó. Procrean dos veces al año, descargán-
dose jamas de uno solo, sino de dos, de tres y aun de cuatro cada vez,
por lo que son numerosísimas las manadas que de estos animales se
ven por las montañas, no obstante las gruesas matanzas que se hacen de
ellos cada año, para proveer de cordobanes al Reino y al vasto imperio del
Perú. Así como de toda esta descripción se ve la ninguna degeneración
de los animales de Europa en el Reino de Chile, así espero demostrar, en
el libro siguiente, la ninguna degradación que en el mismo Reino tiene el
mas noble de los animales, que es el hombre.
'O
:hile
n
bre ninguna cosa de América han escrito mas mal
¡I hombre. A ninguno de sus animales han degradar
que lo que lo han hecho con el hombre. Le han con
maliilad, que han llegado a dudar si era capaz de I
ueslra sagrada religión. Yo estoy firmemente persi
alo que se dice de ellos, en el estado de su barbarie
os, sino común a toda nación. Si los fenicios nos
.lo el estado del hombre cuando ellos entraron en
suerte, por ventura, nos le hubieran descripto qu
leseriben estos al hombre americano, y quien sabe :
; que, como bien notan los Paires Monédanos en dive
)ria literaria, hallaron ios españoles mas civilidad y
js vas los imperios de Méjico y Perú, que la que i
:ios en los antiguos pobladores de España. Dejí
encion y bien examinado lodo, cada uno de los j
reo deba describirse el hombre chileno como sesigue
" f ■ .V-"*'
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y.
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I
NACIONES O TRIBUS QUE POBLABAN A CHILE
'«'• !
1 • *.l
Todo Chile estaba poblado cuando entraron los españoles: no habia
valle, no habia llano, no habia monte que no estuviese lleno de jente.
Esta vivía dispersa aquí y allí, bajo de muchos pequeños príncipes o ré-
gulos, que en su lengua llamaban ulmenes, y que los españoles han lla-
mado caciques, trayendo esta denominación de la Isla Española. Así dicen
todas las relaciones mas antiguas, hablando de la populación de el Reino;
pero yo dudo mucho de esta grande populación y sospecho sea una exa-
jeracionpara ponderar mas el valor de la nación española, que con po-
cos individuos ha podido establecerse entre ellos. La misma división en
que ellos vivian puede haber dado motivo a aumentar esta popula-
ción.
Lo cierto es que esta nación, que ha resistido mas que ninguna de
América a reconocer el dominio español y que ha hecho los mayores
esfuerzos para sacudir el yugo y para exposeerlos del terreno ocupado,
nunca puso gruesísimos ejércitos, los cuales hubiera podido ella levan-
tar y ciertamente hubiera levantado, si el Reino hubiera estado tan
poblado como se dice. Era excesivo respecto al corto número de los es-
pañoles, pero nunca en aquel grado en que se quiere significar y dar a
entender, para de ahí sacar siniestras consecuencias. Muchos han pon-
derado la populación para agravar mas la inhumanidad de los conquis-
tadores. Yo acordaré que Chile estaba bien poblado. Confesaré también,
que esta su población se ha disminuido notablemente, pero añadiré que
esta notable disminución ni ha llegado a exterminio ni ha sido causada
por exceso de crueldad en los conquistadores.
Todos suponen que, esta nación era guerrera, aun antes de la entrada de
los españoles. Hé aquí una razón que no se compone con la grande
populación que se pretende. La guerra la tenian entre sí, matándose
unas parcialidades a las otras. Pénese esta nación como irreconciliable
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GÓMEZ DE VIDAL'RRE
enemigo, siempre en asechanzas y siempre proyectando vi
aquí otra razón por que se debe confesar que eran con'.fni
s que traían unas parcialidades con otras, y por consiguier
mentó sustancialísimo para una grande populación,
han vislo como desaparecer los opiapinoi, los coquimban
mot, ]os map'/chinos, \ospro>naucaet,\oscurh, los cauques, los
to es, los indios en todo lo que presentemente ocupan los e;
sido, o que se han incorporado con sus vencedores por n
ionios, o porque, perdido el dominio de sus tierras y mal c
i lasugecion en que los ponía la jurisdicción española y lo
de la religión cristiana, se han retirado al distrito de sus c
que defendían su libertad. Porque como se verá en la hislc
[uista, que precederá al establecimiento de los españoles
ichas provincias, muy poca sangre se ha derramado en e
! comparación con las otras del reino que poseen hasia abe
nos, pues lo sangriento y obstinado de las batallas ha s¡d<
rio de éstos.
disminución tiene lamben, a mi juicio, otra causa mui evi
es el fierro y crueldad de los conquistadores. Esta está en
que ha introducido la Europa en estas partes. Esta enferme*
ia en la América hasta entrados los europeos en ella, hace
tan grande extrago, que se puede afirmar sin miedo de arr
ad, que de cien naturales atacados de ella, apenas sale biei
o que debo añadir una reflexión por lo respectivo a las so
•ovincias, lo que me hace creer que esla enfermedad hay
las causas mas poderosas de esta disminución, y es que la
donde ella está como do asiento, que son las boreales del
ntuaimente en las que se nota mayor esta disminución
es. A esta circunstancia, por ventura, no han reflexionado li
i atribuir esta disminución a las crueldades que han hec
itadores. Yo en la Historia no pasaré en silencio ninguna de
o en los manuscritos, y aunque ellas no son pocas, nunca II
irado que deben- tener para que a estas se deba atribuir,
srándolas bien, se verá.
iocos naturales que quedan de las sobredichas provincia,
con sus conquistadores, observando una misma religión, e¡
lica romana, a influjos y cuidados de aquellos y bajo las le
arqufa, en las que por benignidad de nuestros soberanos
rsos privilegios, como también en las eclesiásticas, que la |
mismos soberanos para facilitar su reducción a la fé, It
ido de los papas. Estos están, o separados en sus pueblos y (
por sus ulmenes, o bajo el cuidado de algunos beneméritos
juienes pagan su tributo y son de ellos asistidos en lo espi
oral. Llevan estos el nombre de indios de encomienda. En f
leron estos muchos, porque as( era necesario para el pasto (
estas gentes. Ahora que todos ellos están reducidos a la fé ca!
mos señores, teniendo mas gasto que provecho en ellos, k
inda y poniendo en libertad.
HISTORIA DE CHILE.— LIB. VI.— CAP. I 299
Llegando a este punto no puedo menos que hacer alguna mención de
la cristiana conducta que por mi mismo he visto observada con sus
indios encomenderos por don José Puga y Girón, vecino ilustre de la Con-
cepción. Nada que no sea constante diré, y de lo que voy a decir creo
que ninguno podrá condenar estos feudos, sino que tendrá mucho que
alabar, la cristiana piedad con que fueron instituidos. Primeramente,
antes de salir al trabajo, vienen todos a la capilla u oratorio, donde en
presencia de su fiscal, que es siempre uno de los mas instruidos en el
dogma, dicen todos el catecismo y todas las oraciones: los dias de fiesta
se les hace concurrir a la misa: todos los sábados, antes de retirarse a
sus casas, deben hallarse en dicha capilla con sus hijos e hijas, para
tomar lecciones de la doctrina cristiana. No satisfecho su celo con esto
ni con la explicación que a tiempo les hace el cura de Chillan, de quien son
feligreses, de las obligaciones de nuestra santa religión, lleva los misione-
ros campestres para que les prediquen el evangelio. Gomo ha notado que
el trato con los españoles introducía en ellos alguna corrupción de cos-
tumbres, ha licenciado de sus servicios a los que tenia en la hacienda, y
no ha vuelto aadmitir a alguno, para conservarlos en su inocencia; como
para lo mismo no quiere se detengan mucho en la ciudad, cuando vienen
a ella. Por lo qne toca a lo temporal, viste a todos, dándoles de todo dos
mudas al año, empezando desde el mas pequeño hasta el mas decrépito, y
de modo que así hombres como mujeres, van decentemente vestidos. Los
alimenta pasándoles una abundante provisión de carne, trigo, sal, etc. Los
cura de sus enfermedades haciendo ir el médico a su hacienda o trayén-
dolos a la ciudad para que sean curados en su casa. Les tiene dadas tie-
rras para tener algunas bestias; de vacas, cabras, ovejas y caballos para
hacer sus sementeras, dándoles aun de los dias de trabajo para esto. Con
esto ellos le corresponden con una suma fidelidad, trabajando siempre
por él y manifestando lo satisfechos que están de su paterna conducta,
regalándolo de aves, frutas y verduras de las mejores que cultivan,
siempre que viene a la hacienda. Si de este modo que don José de
Puga y Girón trata sus indios y han tratado sus antepasados feudo-en-
comenderos de la misma encomienda, hubiesen hecho los otros feudo-
encomenderos, hoy dia, ciertamente, no estuvieran ellos tan disminui-
dos, ni hubiera por qué dar contra esta bellísima institución; porque
tratados los indios con esta humanidad, se mantuvieran constantes, no
menos en la sugecion que en la afición al feudo-encomendero, como ha
sucedido con los de esta encomienda, que presentemente es como la úni-
ca que hay en el obispado de la Concepción.
Hay otros indios hacia las fronteras australes, que dividen los espa-
ñoles de los araucanos, los cuales, abandonada la alianza de estos últi-
mos, se unieron a los españoles en tiempo de don Alonso de Rivera, como
se verá en su lugar, y viven al presente bajo su dominio, libres de toda
especie de pensión y solamente obligados a asistir como auxiliares con
sus tropas. El restante de esta nación, que llega hasta el grado 45, pre-
tende hasta ahora ser libre y querria desposeer a los españoles de lo que
han adquirido, moviéndoles la guerra de cuando en cuando.
Estos indios bárbaros (para distinguirlos de aquellos que viven entre los
X
300 GÓMEZ DE VIDAURRE
españoles, de que he acabado de hablar,) se dividen en montañeses y ha-
bitantes de los llanos. Los montañeses, que son los chiquillanes 1 lospe-
guenches y los puelches habitan los valles de la cordillera bajo chozas de
cuero de guanaco, que mudan cuando les parece de un sitio a otro, y se
alimentan de carne de animales silvestres y presentemente por prefe-
rencia de la carne de caballo.
Los chiquillanes se extienden en la parte mas oriental de esta montaña,
desde el grado 34 hasta el 34 y medio. Esta tribu poco numerosa es la mas
bárbara de todas las chilenas; va cuasi desnuda; su lengua es un idioma
chileno muy corrupto y gutural; no se cuida de la agricultura, ni pro-
cura hacer provisión alguna para casa. Todo su alimento lo saca de las
raíces silvestres y de la caza, por cuyo motivo muda frecuentemente de
demora. Cuando aquí escasean éstas, va a otro lugar donde con poco
trabajo las puede tener.
Los peguenches principian al occidente de los chiquillane s y llegan hasta
el grado 31. Están divididos en muchos ulmén atos o dinastías, indepen-
dientes unas de otras; se visten de lana y en lugar de calzones se envuel-
ven con un pedazo de tela cuadrilonga que ceñida en la cintura pende
hasta la rodilla. Estos pueblos son los únicos que de los indios chilenos
se sirven de calzado para los pies, contra la costumbre indispensable de
sus compatriotas, que siempre van descalzos. Para hacer estos zapatos
quitan de las piernas de atrás de la vaca o del guanaco el cuero del des-
garre tad ero hacia abajo, todo él entero; de ahí ponen el pié dentro de este
cuero fresco para amoldarlo, y cuando se ha secado bien, lo ungen con •
sebo y lo manejan entre las manos hasta ponerlo suave, lo que llegan
a conseguir de modo que queda aun mas suave que si fuese curtido.
Se ignora si este uso lo tenian antes de la entrada de los españoles,
haciéndolo de la piel sola de los guanacos o si lo han tomado de éstos.
Las armas son la lanza, el sable y las laques. Estos, que siempre llevan a
la cintura, son dos piedras redondas, pesadas de cinco a seis libras, cu-
biertas de cuero y ligadas entre sí con un lazo o cuerda torcida, también
de cuero, largo cuatro o cinco pies. Cuando quieren servirse de él toman
una de las piedras en la mano y volviendo la otra sobre la cabeza para
darle mayor impulso, las tiran con gran violencia sobre el enemigo, o a
las piernas de su cabal lp, con el fin de enredarlas, como cuasi siempre •
sucede. Usanlos también en la caza y con ellos cogen los pájaros grandes
y los animales silvestres. Estos son los mismos laques que he dicho usan
los campesinos chilenos para coger las vicuñas, con solo la diferencia
que las piedras no son tan pesadas y que ellos para tirarlas contra las
vicuñas doblan por el medio la cuerda, y así aseguran mas el tiro, por-
que basta que toque al animal un poco de la cuerda para que ella lla-
mando a sí las piedras, éstas con vueltas y revueltas enredan de modo al
animal que queda inmoble echado por tierra. Los peguenches son los mas
activos, los que emplean mas y mejor el tiempo en hacer, ya cestos, y«
platos de madera, ya colchando riendas de cuero de guanaco y otras baga-
telas de esta especie; aprovéchanse también de la sal que se da en su te"
rri torio, comerciando con ella entre los españoles; en suma, son los maf
traficantes de los chilenos. Todo este comercio se hace por medio del
HISTORIA DE GHILE.— LIB. VI.— CAP. I 301
cambio, por ejemplo, una carga de sal por una de trigo o de cebada, pero
antes de recibir ellos el trigo por la cebada tienen a remojar sus sacos
por lo menos una noche y procuran que vayan bien colmados, cuando la
sai que ellos traen es solo por mitad de su capacidad. Las colonias que
de estos se han establecido en las campiñas vecinas a las faldas orienta-
les de la cordillera, negociaban con los habitantes de Jas provincias de
Cuyo, y tal vez saqueaban las haciendas y las aldeas pertenecientes a la
ciudad ie Buenos Aires, y asaltaban las carabanas españolas que iban o
venian por motivo de comercio; pero estas colonias después de una gue-
rra obstinada de diez años, fueron del todo arruinadas y sus habitantes
perseguidos hasta dentro de las corlilleras por los pampas, indios orien-
tales y vagamundos, a quienes también habían damnificado. Después
que estoy en Italia oigo decir han vuelto a hacer diversas correrías por
las provincias de Cuyo y Pampas, haciendo notables daños en vida, y
bienes de los habitantes de dicha provincia y de los viajantes.
Los puelches confinan con los peguenches y se extienden hasta el grado
43; se dividen en orientales y occidentales. Estos últimos habitan en los
valles de la cordillera, y aquellos en los llanos que están a levante de esta
montaña, los que abandonaron o por la multitud de la gente o por buscar
establecimientos mas cómodos, que es lo mas probable. Estos pueblos
fueron en el siglo pasado aliados constantes de los Araucanos, y al pre-
sente son enteramente unidos a su dominio y forman una de las cuatro
grandes partes en que éste se divide.
Los poyas son también otra tribu de chilenos montañeses, los cuales
se extienden hasta los patagones: van cuasi desnudos y solo una piel de
zorro o guanaco, tirada por la espalda, cubre sus carnes. Son vagamun-
dos y cuasi se puede decir que no tienen establecimiento firme. Se ali-
mentan de pájaros y animales que cogen con sus flechas. Entre ellos la
poligamia es diversa, porque las mujeres toman por lo menos dos hom-
bres por marido. Hubo, entre ellos en un tiempo misioneros, pero ha-
biéndolos muerto, no han querido después recibir otros.
Los bárbaros habitantes de los llanos, son los guigliches, los juncos y
los araucanos. Los guigliches demoran entre el Rio Bueno y el Archipié-
lago de Gliiloé. Los juncos, entre el rio Valdivia y el mismo Archipiéla-
go, sobre las costas del mar. Estas dos tribus, aliadas de los araucanos,
son valerosas y muy contrarias a los españoles, a quienes cierran el
camino que por tierra conduce a las islas de Ghiloé, y siempre se han
opuesto a las tentativas que han hecho los españoles para entablarla
comunicación por esta parte con dicho Archipiélago.
Los araucanos confinan al septentrión, con el rio Biobio, que los divi-
de de los españoles; al occidente, con el mar Pacífico; al mediodía, con el
rio Valdivia, que los separa de los juncos, y al oriente con los patagones
y poyas, de manera que se extienden desde los grados 36 y 41 minutos,
hasta cerca del 40. Esta tribu es la mas célebre, no solo de Chile, sino
de toda la América, por su valor, por su gobierno militar, y por las cuasi
continuas guerras que ha hecho a los españoles desde el principio de su
entrada hasta nuestros dias. Ellos han dado motivo, con sus hechos, a
que los mismos españoles hayan celebrado su valor en diversos poe-
GÓMEZ DE VIDAURRE
3n casi innumerables historias. El nombre de araucanos
i provincia de Arauco, pequeña sf, pero que se ha usur[
la sobre todas las otras. Se ignora si este nombre de arai
.eral, lo tuviesen aun antes de la entrada de los españoles, <
a los que lo hayan extendido a toda la nación, por la op'
a que estos hicieron. El nombre, sin embargo, mas ordina
js se denominan, es el de auca, que quiere decir hombre I
% que significa hombre de guerra.
i estas tribus, bien que divididas, no forman sino una i
todas ellas hablan una misma lengua, tienen un mismo co
s usos y se gobiernan cuasi por una misma forma de go
erencias que entre ellas hay, no bastan para que se pueda
ciones diversas, porque en lo sustancial todas ellas com
in unos mas altos, que otros mas robustos, mas fuertes, de
as recios, etc., son accidentes que provienen del temper¡
se han criado, como sucede en todas las otras partes del
:o de unos mismos reinos.
II
CONSTRUCCIÓN DEL CUERPO DE LOS INDIOS
Sobre la construcción de el cuerpo de los americanos se leen opiniones
bien extravagantes, aun en autores modernos y que son reputados por
diligentes observadores. Yo tengo, entre otros muchos, por muy extra-
vagante lo que se lee en ellos, que todos los americanos tienen un mismo
aspecto y que cuando se ha visto uno se puede decir haberlos visto to-
dos. No sé con qué ojos han observado estos autores las diferentes na-
ciones de la América, pues confrontados los individuos de una nación
con los de otra, las vagas apariencias de semejanza desaparecen inme-
diatamente. Olvidados, sin duda, de lo que vieron en un reino, hallando
cuasi el mismo color en los individuos de otro, confundieron las diver-
sas ideas que presentan estas naciones. Un chileno no se diferencia me-
nos en el aspecto de un peruano, que un español se distingue de los
individuos de las otras naciones europeas. A la verdad, yo he visto in-
dios paraguayes, cuyanos, magallánicos, peruanos, y no he encontrado
otra diferencia que la que noto entre las naciones de la Europa, esto es,
ciertos delineamientos particulares que los distinguen notablemente
unos de otros. Aun entre los mismos indios chilenos es bien notable la
diferencia de tales delineamientos que hay entre algunas de las tribus
arriba mencionadas y que yo haré ver aquí para mayor ilustración de
esta verdad que se procura oscurecer no sé con qué fin.
La estatura de los indios chilenos es varia, según el lugar en que han
nacido y criádose. La de los que he dicho habitan los llanos, es la mis-
ma que el común de los europeos; pero Ja de los habitantes de las mon-
tañas de la cordillera, es generalmente mayor. La estatura ordinaria de
éstos, es cinco pies y medio. Los mas altos no pasan de los seis pies, lo
que los hace comparecer gigantes, junto con la fuerte osadura, lo grueso
de sus miembros, aunque proporcionados a lo alto de su cuerpo los ha-
T
*
HISTORIA. DE CHILE.— LIB. VI.— CAP. II 305
ohos, principalmente entre las mugeres, que viven mas allá de los cien
años, manteniendo fuerzas para montar diariamente a caballo y agilidad
para no necesitar de ayuda para ponerse sobre la silla. Mas.serian de
estos, si ellos no se entregasen tanto a la borrachera. Admira ver a estos
indios hasta la edad mas decrépita conservar, no solo sana la dentadura,
sino la vista como de un joven y la memoria de un hombre. Muchos , 1
mueren sin haber pasado un dolor de cabeza en su dilatada vida; en *¡
suma, ellos parece que solo mueren porque esta es la ley fulminada de
Dios contra todos los hombres.
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DOTES DEL ÁNIMO DB LOS INDIOS CHILENOS
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Por lo que toca a las dotes del ánimo, han sido los indios de Chile muy
mal calificados. Son hombres, se dice, sin discernimiento, sin cordiali-
dad, sin gratitud. Por falta del primero, aman fuera de modo la libertad;
por lo segundo, descuidan del todo de sus hijos y no miran sino por sí; y
por lo tercero, todo creen que se les debe. El amor de la libertad los
lleva ala obstinación, el descuido de los hijos a la brutalidad de matar-
los, y al derecho que creen tener, sobre todo, al exceso mayor de los ro-
bos. Nada mas falso que todo esto. Ninguno, ciertamente, de los que los
han pintado así ha conocido a fondo los ánimos de los indios. Yo hallo
esto por lo mas difícil de penetrar; porque el indio pone todo su estudio
en ocultar su ánimo y hacerse capaz a fondo del de los otros.
En efecto, lo probaban así los misioneros pasando entre ellos un estre-
chísimo noviciado. Probaban de todos modos su paciencia, los provoca-
ban al enfado, les disturbaban el reposo, les hacían padecer la carestía, así
porque les robaban lo que tenian, como porque les negaban todo; fin-
gían no entender lo que se deciay hacían lo contrario, y, en fin, llegaban
a formar tumultos contra su persona, y entre tanto estas duras prue-
bas estaban siempre atentos a sus palabras y al gesto de sus rostros;
todo afín de ahí inferir qué dotes adornaban su ánimo, y según que
las hallaban, era su calificación, en lo que ciertamente no erraban: par-
ticularmente pretendían indagar si era amante de su nación. Confor-
me era la calificación que de él hacían, después de muchas y constantes
pruebas, era el porte que con él tenían; si decían en honor del sujeto
abrían sus pechos para darse a conocer, o los mantenían ocultos, si de
hombre de corazón no recto para con ellos, y de quien, como tai, mas
daño que provecho podían esperar; lo trataban siempre con recelo, se
fingían con él simple, se hacían no entender lo que les decia, y, en fin,
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le seguían los pasos, notaban sus palabras como también sus movimien-
tos. Esta era la causa por que algunos de estos misioneros, aunque lle-
nos dezelo de las almas de aquellos infelices, hacian muy poco fruto
entre ellos. Una vez calificados de poco adictos a su nación, todo se re-
cibía mal de ellos y como cosa dirigida a quitarles su amada libertad o
a lo menos a coartársela. Por el contrario, si la calificación era de hom-
bre de quien se podían fiar, le confiaban aun lo mas interno de sus cora-
zonos y entonces le descubrian el fin que habían tenido en tan duras
pruebas como le habían hecho pasar. Desde aquel punto todo se mudaba,
todo era obsequiarlo, todo escuchar sus razones, franquearle sus casas y
mostrar gusto particular en que viniese a ellas el misionero; sus repren-
siones, como fuesen dadas con modo suave y la razón por delante, eran
bien recibidas: en suma, el misionero hallaba por todo el país y cual-
quier parte que él fuese, otros indios que los que había experimentado
hasta allí; era de todos bien recibido, igualmente obsequiado, escuchado
y aun consultado en muchas materias. Porque cualquiera que fuese la
calificación, corría por toda la tierra, avisándose todos de las bellas do-
tes que habían observado en el misionero, como también las malas para
que se guardasen de él. Siempre mandaban su mensajero con estas
cartas de recomendación o de vituperación, las que de unos a otros pa-
saban en breve tiempo en noticia de todos.
Esto que no se hace sino con un grande discernimiento, he querido no
tanto traerlo en prueba de que tienen ellos capacidad y mucha sagaci-
dad, cuando por dar una necesaria instrucción a los que, movidos de
Dios, quisieran aplicarse al santo ministerio de las misiones entre estos
indios. El debe suponer, lo primero, todas las pruebas imajinables sobre
su persona a fin de sacar fuera todos los sentimientos de su ánimo. Lo
segundo, que siempre hay quien les escuche y que entiende perfecta-
mente el español; que no dirá una palabra que no sea llevada a todos
los del partido, que no hará una acción que no venga a noticia de todos.
Lo tercero, que cualquiera acción imperiosa lo hará odioso, que cual-
quiera de ínteres lo hará despreciable; que cualquiera de cobardía o de
temor los hará mas insolentes y él será sugeto de su irrisión. Lo cuarto,
débese mostrar con ellos siempre afable, aun en medio de horas y horas,
que estarán de propósito con él para consumir, si es posible, su pacien-
cia, sin licenciarlos jamas; cordial, no solo compadeciéndolos en sus
infortunios sino regalándolos con lo que pueda; respetuoso, dándoles
asiento honorífico y usando todas las cortesías mayores; porque no hay
cosa por donde se gane mas el corazón de estos indios, que por el honor
que se les hace. Lo quinto, no hablar jamas ni aun contestara los dis-
cursos que ellos les moverán sobre la repugnancia que han mostrado en
sugetarse a otro gobierno mejor reglado que el que tienen, y, en una pa-
labra, no soltarles proposición que pueda interpretarse siniestramente
sobre el punto de su libertad.
De esta sabia conducta de los indios, aunque imprudentemente practi-
cada, ha nacido en varios misioneros la negra calificación que han he-
cho de las dotes de sus ánimos. Ha sucedido esto por lo que han
hecho con ellos, no entendiendo el refinado fin de su proceder. Ellos
i
HISTORIA DE CHILE.— LIB. VI.— CAP. III 309
creyéndolos de ánimos viles, han usado con ellos acciones de desprecio,
con lo que los han herido en lo mas vivo de su ambición, que es el honor,
y esta herida es incapaz de cicatrizarse, no solo en el que personalmente
la ha recibido, sino en toda la nación. Ellos creyéndolos de ánimos apo-
cados, han correspondido con mucho menos a lo que ellos los han rega-
lado, con lo que ellos argumentan la adición a los bienes temporales, y
mucho mas si ven que intente prevalerse de sus sudores para aumentar-
los, y concluyen que él se cree superior a ellos. Creyéndolos de ánimos
doblados y revoltosos muestra hacer poco caso de sus delaciones, y
como tales las divulga, y a cuanto le cuentan de la intrepidez, del coraje,
de la constancia con que su nación ha sostenido la guerra, cuanto les
ha costado aquella su libertad, las desgracias que por ella han tenido que
sufrir y trabajos que padecer, ni muestra compasión de estas, ni alaba
aquellos otros, sino que por el contrario se hace ver indiferente a estos
y a esos otros por una gloria vana, o tal vez por una amenaza de una
nueva rotura, los hiere en el punto mas sensible de su reputación, que es
el guardar la palabra dada. El poco conocimiento del ánimo de estos
indios de algunos novicios misioneros, por causa semejante ha puesto en
arma todo el Reino no pocas veces, cuando los indios no tenian pensa-
miento de eso. Después de hechas las primeras paces, a la verdad no han
ellos declarado la guerra sino en fuerza de algunas extorsiones que les
han hecho algunos particulares y que el gobierno no ha castigado, con-
tra lo pactado en las capitulaciones. El gobierno, por otra parte, no ha
tenido en ello culpa, porque, o no pudiendo haber a las manos los
reos, o no siendo las deposiciones de ellos tan constantes que se les con-
venciese del delito que se habia cometido en su territorio, no ha hallado
motivo de castigarlos como ellos pedían.
En conclusión, yo digo que el indio chileno por el respecto a las dotes
de el ánimo debe definirse amante de la libertad al exceso, despreciador
de la vida, cuando se trata de la conservación de la Patria, constante en
las fatigas y empresas, vanaglorioso y soberbio en sus fortunas, supe-
rior a sí mismo en sus desgracias, animoso e intrépido en los peligros,
fiel en sus contratos, hospitalario en sus casas, generoso de sus bienes,
perpicaz en sus proyectos, sagaz y astuto en sus tramas, e ingenuo con
quien cree de su partido. Ama lo que cree virtud, como el coraje, la sa-
gacidad, el secreto, la astucia, la ciencia militar, el amor de la Patria, el
odio a todo género de servitud, la ¡constancia en las fatigas, y, en suma,
todas aquellas cualidades que forman un hombre guerrero: estas busca
y requiere en sus hijos, les da esta educación y procura de todos modos
par* que salgan adornados de ellas por honor propio de su persona.
¡Ojalá los cristianos hubiesen tanto cuidado de inspirar a sus hijos lo que
ellos creen y saben es virtud, cuanto los indios hacen con los suyos sobre
estos puntos!
Esto que acabo de decir de los bellas dotes del ánimo de los indios chi-
lenos, supongo que ninguno se atreverá a calificarlo de lisonja, pues es-
to solo tendria lugar cuando ellos constituyesen la nación dominante de
el Reino, cuya historia escribo. Tampoco creo se persuadan en mí par-
cialidad por esta nación, por lo que ciertamente en lo humano no tengo
310 GOMES! DE VIDAUHRE
sino motivos poderosísimos para vituperarla; porque a l¡
familias habrá en Chile de las que hayan ellos derrama
que de la mía. El amor de la verdad es el que me conduce,
pasión, con que han escrito hasta ahora los autores: los qu<
reflexión, se hallará que ellos se contradicen en muchos p
lificacion que han dado de su poca capacidad, de su ningu
de su ninguna gratitud, cuando en la narración de la guer
admiración los ardides que han usado para hacer caer a le
buena disposición de sus tropas, las precauciones oportuí
na militar bien ordenada, porque cuanto mas esto se pon
hacia resaltar la gloria del español, que vencia; pero al i
deshacen lo que dejan asentado antes. Alaban la conmi;
inocentes niños, a quienes noprivaban de la vida, sino que c
casas y criaban entre sus hijos, y muchos aun de los grai
prisioneros; esto pues no se hace sin cordialidad. Finalm
paz, un español solo que corre toda su jurisdicción alojan
sus casas, mantenido y regalado de ellos, y que sin que 1
rra podia ser muerto, vuelve a su casa sano y salvo y col
los. En fin, juzgúese de esto lo que se quisiere, yo llamo 1
lector en prueba de esta verdad a todo lo que me queda de
indios y de las guerras con los españoles, de todo lo cual
rfsimamente la definición que yo he dado de su ánimo, y
se toma de otras malas propiedades, que yo nunca toman
justificar, pero si sostendré que por ellas no se debe definj
tivamente el ánimo de los indios.
Tres vicios predominantes en todos ellos son estos: la
que se entregan sin medida; la desidia respecto a los intei
oos, de que descuidan totalmente; y el loco y frenético am<
de sus enemigos, que pasa de padres a hijos, nietas y mas
La incontinencia por la pluralidad de mujeres han queridí
tarla entre los vicios predominantes; pero en la realidad
porque, lo primero, ni en sus conversaciones las mas famil
to de ellas las mujeres, ni se explican en términos puen
palabra, cuasi jamas se oyen de sus bocas palabras impu
do, bien que la poligamia esté autorizada por sus leyes y <
número de las mujeres se endereza mas a la ostentación y
de ahí les resulta, que a la satisfacción del brutal apetite
mujeres tienen, son, en la realidad, mas ricos, porque (
continuamente por el marido y asi él tiene mas que vend
no son frecuentes sino muy raras entre ellos las simples
aunque ellas no sean castigadas con el rigor que diré del
conclusión, no negaré que no haya de uno y otro, pero dirí
mun, y por ventura ni tanto como en los cristianos, a qui
cia les amenaza graves penas en la otra vida.
+l*m**mmimét^m*é—m*m*k n , m mimti ■ nm» < nr -> i MrM> ■ ■ »*— — »— »*<fr
IV
LENGUA DE LOS INDIOS DE CHILE
La lengua de estos indios» Chili-dugu, a cualquiera que reflexiona su
armonía, su concisión, su abundancia, su dulzura, su viveza de expre-
sión hace ver, desde luego, una nación dotada de un grande ingenio, por-
que no se puede concebir cómo una nación, ahora bárbara, sin ciencias,
sin comercio, sin artes, pueda hablar un idioma tan perfecto, tan abun-
dante, tan expresivo, tan dulce. Esto que hará constante la breve idea
que voy a dar de esta lengua, puede servir de argumento para discurrir
que esta nación, en tiempos atrás, estuvo civilizada, que su idioma sea
un indicio de su perdida cultura.
La lengua chilena es diferente de todas las otras lenguas que se hablan
en América, no solo por las voces sino por la construcción. Esta, en me-
dio de la mayor simplicidad, encierra un artificio admirable y una co-
nexión tan bien ordenada y constante en sus preceptos gramaticales, que
pendiendo los siguientes de los antecedentes, su teoría se hace tan fácil
que puede uno emposesionarse de ella en pocos días. Por otra parte, sus
preceptos y reglas son tan pocos que en un pliego se pueden contener to-
dos, y éstos tan precisos que pocos de ellos padecen excepciones. Esta
regularidad podia suscitar una idea poco ventajosa de esta lengua; pero
al considerar su corrección y dependencia de unos preceptos con otros,
ella debe desvanecerse.
En el alfabeto de esta lengua se oontienen todas las letras del latino,
quitada la a?. Algunos gramáticos quieren quitar la 6 y la t, sustituyendo
la v consonante; pero la b ocurre mucho, y la t bien que mas suave que
la latina, se hace sentir muy bien en muchos vocablos. Fuera de esta le-
tra, su alfabeto presenta dos desconocidas para los europeos, esto es, una
g, que se pronuncia juntamente con la nariz, y para distinguirla de la
otra común, se la añade la aspiración h en las palabras que la piden, y
aun A que se pronuncia tocando el paladar con la lengua, y del mismo
yi
GÓMEZ DE DAUKRE
:e distingue de la f común. Tiene también dos u como el alfabeto
;, y piden la misma pronunciación. Esta u particular, muchas ve-
nudan en y, como los griegos modernos: bien que las gramáticas
hora compuestas de esta leugua no pongan la e muda, es indubi-
ue ellos la tienen.
-ocablos acaban todos en las susodichas vocales y a mas de esto
consonantes b, d, (, g, l, m, n, r, v. De donde ella tiene quince de-
aciones bien distintas, la cuales, con su variedad, tío pueden mé~
e hacer esta lengua armoniosa y sonora y muy propia para la poe-
íúsica. El acento, de ordinario, se halla en la penúltima vocal,
s veces en la última y jamas en la ante-penúltima,
lombres, en esta lengua, se declinan todos poruña declinación, o
jor decir, todos son indeclinables, porque con la añadidura de cier-
tículas se distinguen los casos y los números. Estos últimos son
□mo en los griegos, esto es singular, dual y plural. Hé aquí un
o de esta declinación en el nombre chao, que significa padre.
Singular.— Nominativo.— Chao — el padre.
Genitivo.— Chaoñ i — del padre.
Dativo.— Chaomen— para el padre-
Acusativo.— Chao— al padre.
Vocativo. — A chao— o padre.
Ablativo.— Chao-mo— por el padre.
Dual.— Nominativo.— Chao egu— dos padres.
Genitivo.— Chao egum — de dos padres.
Dativo.— Chao egu-men— para dos padres.
Acusativo.— Chao egu— a dos padres.
Vocativo.— A Chao eogu — o dos padres.
Ablativo.— Chao egu-mo— por dos padres.
Plural.— Nominativo. — Pu Chao — los padres.
Genitivo.— Pu-Chao-n i — de los padres.
Dativo.— Pu Chao-en— para los padres.
Aousativo.— Pu Chao— a los padres.
Vocativo.— A pu-Chao — o padres.
Ablativo.— Pu-Chao-mo— por los padres.
ez de la partícula pu, distintiva del plural de muchos, suelen usar
tfculas yca o egen pospuesta al nombre, o interpuesta entre el
o y sustantivo, cuando vienen juntos, y así Chao yca. Chao egen
la misma fuerza que jm Chao, los padres: eumegenchao dirá los
: padres.
lengua abunda de adjetivos tanto primitivos como derivativos.
Itimos se forman, de regla invariable, de todas las partes de la ora
. g. tue, la tierra, se hace tuetu, terrestre; de quiuen, saber, quiucki
os cuales ae hacen negativos con la partícula no entrepuesta, tue-
) terrestre; quiunoehi, ignorante o que no sabe. Aunque ellos ten-
HISTORIA DE CHILE.— LIB. VI.— CAP. IV
313
gan diversas terminaciones no son capaces ni de números ni de géneros.
Lo mismo sucede a los participios y pronombres, de lo que se puede
decir que en esta lengua no hay sino un género, y así no hay en ella pe-
ligro de incurrir en discordancia gramatical. Con todo, cuando es nece-
sario distinguir los sexos, ella prescribe usar el alca para denotar el
masculino, y el domo para el femenino.
Los comparativos se forman como en la mayor parte de las lenguas de
Europa, anteponiendo al positivo la partícula yod o do¿, que significan
mas, y los superlativos con los adverbios cad o mu: doiliu, mas limpio,
mulrn, limpísimo. No hay disminutivos en esta lengua, como ni acreci-
tivos; pero se suple a ellos con la partícula picki, pequeño, y vuta, gran-
de. Algunos quieren sea diminutivo el cambio que hacen de una letra
en una misma palabra, como en votum, hijo, exprimiendo vochium, pero
esto, en la realidad, no es si no para con la mayor dulzura que ella lleva
expresar mayor cariño. Lo particular que hay en esta lengua es que de
todo nombre se hace verbo, con solo mudar la m en que acaban los
nombres en n, final de todo verbo.
La conjugación de este es una sola, como ha sido en la declina-
ción. En esta lengua no hay un verbo defectivo o anómalo. El verbo en
ella tiene tres voces, esto es, activa, pasiva e impersonal. Tiene todos
los modos de los latinos, y en los tiempos, tres o cuatro mas, que son
mixtos y que algunos gramáticos de esta lengua han querido llamarlos
coristos. Los números son también tres, como en el nombre, esto es,
singular, dual y plural de muchos. Partículas son las que distinguen las
personas de los tiempos en cualquier modo o voz que sea. Finalmente,
de todos los tiempos se derivan participios y gerundios, sea en activa,
sea en pasiva. El indicativo del verbo elun, que significa dar, servirá de
ejemplo de este artificio.
PRESENTE
Singular. — Elun i— yo doy.
Eluimi— tú das.
Elui— aquel da.
2)ua¿.— Eluyu— nosotros dos damos.
Elui mu— vosotros dos dais.
Eluighu— aquellos dos dan.
PZwa¿.— Eluiñ— nosotros muchos damos.
Elui mn— vosotros muchos dais.
Eluign— aquellos muchos dan.
La partícula característica del imperfecto es&u, del perfecto ye, del fu-
turo a, las cuales, colocadas antes de la n final de la primera persona del
verbo,"forman la primera persona de estos tiempos. Elbun, daba, eluu-
yetij di, elulartj daré. De aquí, dejando la n, ellos toman las dartículas pos-
puestas de las otras personas del presente: Elubun, daba, eluqeimi,
1
314 GÓMEZ DE VtDAURRE
diste, eluaymi, dará, y asf en las demás. Ahora como el pl
ferio participa en su significación del imperfecto y perfec
con la partícula de ambos a dos: Kluuycbun, yo había dado
modo el futuro perfecto se compone de las partículas del
pretérito perfecto: Eluuyean, yo habré dado. Las mixtas reci
tlculas de aquellos tiempos a quienes mas se arriman en í
significar, estoes, el primero las del futuro y del imperfect
había de dar, y el segundo, la del pretérito perfecto, futuro
imperfecto, eluuyeabun, debería haber dado. Este mismo órd
va con las mismas Anales en la voz pasiva, que se forma del
tantivo ghen, ser, colocado entre la n y las otras partículas^
ñas; V. g. elughen, soy dado; [elugkeimi, tú sois dado; elubug
dado; elugeghen, yo fui dado.
Este mismo verbo, y del mismo modo los otros, se hace n
la partícula la, en el imperativo, y con la no en el subjuntiv
vo, con las cuales se conjuga por todas las voces y tiemp<
afirmativa; v. g. elulan, no doy, elulag, mi do dar; eluqmli,
elunoli, sino dé. Esta conjugación negativa es muy usada,
cosario observar que cuando concurren juntas dos a u ol
ellos interponen una y para cortar la monotomía; y asf en e
gativo se dirá elulayan, no daré. He aquí la simple const
verbo en el indicativo, afirmativo y negativo, tanto de la vo
rao de la pasiva. Ved aquf el imperativo.
Imperativo: eluchi, dé yo; elugkc, des tú; elupa, dé aquel
aquellos dos; eluyu, demos nosotros muchos; elumien, di
muchos; elugen, den aquellos muchos. Este mismo modo se l
con el verbo auxiliar ghen, y negativo en una y otra voz cor
la la, en la manera que dejo dicho del modo indicativo.
Subjuntivo.— Presente: eluli, si yo dé; elulun, sí tu des;
aquel. Dual. —Eluliñ, si nosotros dosdemos; elulun, si vo
deis; elulgen, si aquellos dos den. Plural.— Eluliñ, si dem>
muchos; elulmeghn, den vosotros muchos; elutgn, si den a.(\
chos. El imperfecto: etubuli, si yo diese; elubulmi, etc. El f
vyeli; ei pluscuamperfecto, eluuyevali; futuro, ctuali; futuí
eluuyeali; mixto primero, eluabuli: mixto segundo, clw
lo demás observan estos tiempos por las mismas terminación
dichas del indicativo.
El optativo se forma del subjuntivo, y de las dos mixto de
con las partículas dcsiderativas velem, vel, chi, puestas de
clulivelem. Dios quiera que yo dé; eluábumchi, Dios quisiese q>
El infinitivo afirmativo no se distingue de las primeras ;
singular de los tiempos del indicativo, como sucede en la r
de las lenguas primitivas, y así todos los nueve tiempos de
tienen sus infinitivos particulares. Cuando conviene hacer
se anteponen a ellos algunas partículas determinativas.
Todos estos tiempos tienen sus participios: v. g., el prese]
clultt, y el segundo, eluquelu, aquel que da; el imperfecto, elu
daba; eluuyelu, aquel que dio. Pluscuamperfecto, eluuyel
HISTORIA DE CHILEv— LIB. VI.— CAP. IV 315
que había dado. El futuro eluali aquel que dará. El futuro perfecto,
eluuyeali; aquel que habrá dado. Mixto primero, elvubuli, aquel que
había de dar. Mixto segundo, eluuyeabuli, aquel que debería haber dado.
A este tenor provienen los gerundios; v. g., del primer presente, eluyen,
dado. Del imperfecto eluyubum t cuando daban. Del segundo presente,
elual, para dar. etc., etc.
Dejo ya dicho que de todo nombre hace esta artificiosa lengua verbo,
y ahora añado que de diversas partículas forma también muchísimos.
Registraré algunas para ejemplo. De las partículas pra, en vano, pe, por
ventura, cho, juntamente, pa, venir y val, poder; forman con el mismo ver-
bo, elun, las siguientes; elupran, dar en vano; elupen, dar por ventura o
dudar de dar; eluchon, dar juntamente; elupan, venir a dar; eluval, poder
dar. Fuera de las dichas hay muchas otras que componen otros muchos
verbos con el mismo verbo elun, v. g. eluchon> estar dando; elugan, dar
de mas; eluduamen, querer dar; eluyam, andar dando; eluyacumen, venir
dando; elulen, dar en verdad, elumen, andar a dar; elumau, estar necesi-
tado a dar; elupun, pasar dando; elurguen, parecer de dar; elurumen, dar
al improviso; utum volverá dar; elunalun, fingir de dar; elupen, prometer
de dar. No contentos con esto, para mayor elegancia, unen dos o tres y
aun mas de estas partículas, con lo que vienen a formar en una sola pa-
labra una entera cláusula, v. g. induandolalbi, no quiero comer junto
con él; permepravin, en vano he ido a verlo. El primero se compone de
cinco voces, conviene a saber, de w, comer, duan y querer, do, juntamente,
la, no, bi y él. Unen también los verbos entre sí para formar uno solo, v. g.,
ayethipañj salir riendo, del verbo ayen, reir, y del verbo thipah y salir. Los
verbos neutros se hacen activos y los activos relativos con las partículas
ca, ba, ln> leí, ma, u; de este modo athun, fatigarse, athucan, fatigar; ghen
ser, gheln, dar el ser.
Esta lengua, amante sumamente de las composiciones, ordinariamente
junta los acusativos con sus verbos para compendiar, v. g., con el verbo
elun y con el nombre mica la casa; para decir doy la casa pronuncian eí-
urucan. De esto que he dicho se puede inferir cuántos rasgos de elo-
cuencia no se pueden formar con esta manera de hablar, cuánta viveza
en la expresión en muchos puntos. Era necesario oir arengar a un arau-
cano para formar idea de lo que se puede hacer con esta lengua, y yo
tuviera particular gusto que el autor del artículo América ingerido en la
Enciclopedia lo oyese aun una sola vez, para que no hablase tan general-
mente sobre los idiomas de ella, calificándola por tan pobre de voces que
su diccionario se puede poner en una página. Expresión indigna de tan
excelente obra y que me ha inducido a tratar este punto con mas exten-
sión que lo que habria querido, y por lo que no quiero omitir cosa algu-
na que pueda demostrar la falsedad de dicha expresión, aunque por solo
lo dicho en este párrafo y lo que de poco he notado en lo antecedente-
mente dicho ello se convenza. Pobre de voces no puede llamarse una
"O** lengua de cuyos vocabularios, que se conocen imperfectos, se sacan 1973
raíces, propiamente tales, esto es, voces que no derivando de alguna, de
ellas se derivan otras, como se sacan de los vocabularios de la lengua
chilena, y si quisiesen comprender como hacen no pooos para crecer el
»-'
316 GÓMEZ DE VIDAURRE
número de rafees de sus propias lenguas, aquellas voces qi
ri vándose de otras, ellas sirven de raíz para otras, no dudo
tar cuarenta o treinta mil. En fin, las muchas voces que
de esta historia haré notar, hacen insubsistente esta prof
enciclopedistas.
Después de los verbos se siguen los vernales, en los cualí
fecunda esta lengua, y no es menos copiosa en preposición
interjecciones y conjunciones, de las que no digo su partió
que no compongo su gramática. Pero no me puedo dispe
algo de los numerales ordinales, distributivos, indetennina
tos para hacer ver al señor Paw que no es tan pobre como
las lenguas de America la chilena, que no pueda contar tanl
Europa. Aquí la lista de los numerales chilenos. Los mime
quine, uno; epu, dos; cuta, tres; meli, cuatro; quechu, cinc
relgke, siete; pura, ocho; aylla, nueve; mari, diez; mariqu
riepu, doce; marieula, trece; epumañ, 20; culamari, 30; metti
ea, ciento; epupataca, 200; culapalaca, 300: huaranca, mil; ept
mil. Ordinales chilenos uncm, uneletu, quiñelelu, quiñeghelí
el primero, epulclu, epughelu, epughentu, epuntu, el segundo.
caltiqtte, moUiquiñ, a uno a uno; epuque, mateptt, a dos a de
nado, quiñelaue, algunos, epulque, dos mas o menos; cula
tres. Abstractos, quineghen, unidad; epughen, cualidad; ci
dad, etc.
Muchas especies de interjecciones ponen las gramáticas d
distinguiéndolas de este modo hite, de espanto; fu, de al
afecto; veycu, de admiración; en, de afección; aluluy, de dolo
deño; íhulhu, de desprecio, choque, de burla; sum, de aseveí
de silencio, etc. Sus conjunciones mas comunes son cay, y
cam, o thuíuy, thuthuthu, cam, por ventura; rume, sin embí
huelu, pero; petu, aun; chemmo, porque; may, si; muu, no; i
de esto; deuma, después de que; ula, hasta que, etc.
No entro en la sintaxis de esta lengua, porque no es de
enseñarla, sino solo hacer ver su armonía, su dulzura y s
contra lo que se despacha aun al presente en la Europa cont
americanas, entre las que no se halla exceptuada como
consta por lo dicho la lengua chilena. Si el señor Paw al
hizo, tan asertivamente una aseveración tan universal, lint:
gramática chilena delante, hubiera ciertamente restringid
cion, porque hubiera notado las cosas que yo aquí hago
muchas que omito por brevedad.
r
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í
RELIGIÓN DE LOS INDIOS CHILENOS
Muchos escritores han pintado estos indios por hombres sin religión,
de modo que los han creído por ateístas verdaderos, pero ello bien exa-
minado no es así. La manera libre de vivir y el no ver en ellos sacerdo-
tes, sacrificios ni lugares sagrados, ha inducido a estos autores a desterrar
de ellos toda religión, como que no se pudiese encontrar alguna que se X
acomodase a éstos. En efecto, la religión de los chilenos es muy confbr- ~|
me a la manera que ellos tienen de pensar y de vivir.
Ellos primeramente reconocen un ente supremo, a quien dan el nombre
de Guen pillan, que quiere decir alma del cielo. Confiesan en él la omni-
potencia, la eternidad, la infinidad, y lo hacen criador de todo; porque
con todos estos títulos o atributos, esto es, Uilpepilun, Mologhelu, Auno-
hiy Uilvemuoe lo apellidan. El es, dicen, el gran Toqui del mundo invisi-
ble, y en tal cualidad tiene sus Apo Ulmenes y sus Ulmenes, a los cuales
deja el gobierno de las cosas inferiores. Los Apo-Ulmenes son el Epuna- \
mun, que es su Marte o dios de la guerra, del que cuentan cuasi todas las
fábulas que se cuentan de los duendes, y de quien tienen una idea nada
ventajosa de su figura, porque lo creen de unas piernas grandísimas, ro-
bustísimas y mal formadas, los brazos asimismo largos y recios, y lo de-
mas del cuerpo regular. El segundo es el dios Meulen, benéfico y amante
del género humano; y el tercero, el Guecubu, espíritu maligno, al que j¡
atribuyen todas las desgracias e infelicidades que suceden aquí en la
tierra. Reconocen también otra divinidad, pero que no se sabe en qué
orden la pongan, ni de qué cualidades la revistan, esto es la Antumalghen
o sea la mujer del sol, a la cual conceden la divinidad que niegan a su
marido, a quien no conceden ni aun que sea ente viviente. Los Ulmenes,
esto es, señores de territorio, son los Genios, los cuales presiden particu-
larmente a las cosas criadas, y de acuerdo con el buen Meulen procuran
de contrapesar el formidable poder del Guecubu. De éstos suponen ma-
V:
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«rimo El'jh*! yibíerro, dicen iieasf
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i«aw y &it*íhG<pi no pueden 2 ¡0= de
as de la tierra y prin c i palmen í¿ no nec*
o &bst*n!* este principio, cuando ellos :
; osan í!pjb« ceremonias de veneraci
una* ríe sus ovejas, esto es, de las CAiíí
■amo de canelo, significativo de la paz,
ienao del tabaco. En el tiempo tambieD
de;an de recurrir al dios Jf«u£m. preser
¡líos, como criando van a sus baños de
■'Mt y asióle particularmente. Arrojan
■or mu nat'ira) peso ellos se van a fondo,
ior consiguiente, cierta la recuperación!
al ligereza ellos se quedan nadando, que
ítradan, sin que por eso desconfíen de c<
confian precisamente en estos dones, s
•■a mas oportunos para obtener la salu
■s nombran Machi. Estos primeramenl
ella» que alcanza su ciencia para sanai
u de los purgantes, de lenitivos, conforta
que con cnanto han usado, el enfermo n
lienzan a usar de términos muy ambigui
s o hijos del enfermo, a un sacrificio qu
Machitún, por medio del cual creen de
i nanamente a él y se convidan algunos
Machi, que se puede decir hace tamhie:
os, pone en el sitio que mas le agrada 1
lío una oveja, sácale el corazón, le chup
ermo; después finge ponerlo entre la ran
lente al enfermo, lo mira con gesto hoi
a observarle el corazón, y artiflciosamei
el de la oveja. Entretanto, las mujeres ■
un canto el mas lúgubre que se pueda 1
de tabaco el ramo de canelo hacia las cu
y pausado pnra dar lugar a que acaben
¡eres. De aquf, tomando él su Umbori
canso de las mujeres, las cualci entona!
1 el primero, con lo que, fingí adose que
HISTORIA DE CHILE.— LIB. VI.— CAP. V 319
caer en tierra, da saltos terribles y ciertos movimientos y gestos, con que
infunde el horror y espanto en todos los circunstantes; da un silbo, que
parece sale de una caverna, con el que suspenden el canto las mujeres,
y él comienza a exponer el origen, progresos y consecuencias de la en-
fermedad, todo con términos ambiguos para no ser cogido en falsedad.
No pocas veces son por él culpados los enemigos del enfermo. En esto,
mientras los hombres rodean al enfermo a observar casi en medio de las
tinieblas su corazón, para confrontar lo que ven con lo que dice el Machi,
el enfermo, entretanto, invoca al dios Meulen, u otro por él, si no está en
estado de hacerlo, corno es lo común. Cuando ha dicho todo, el Machi
muda de tono y las mujeres empiezan otro menos triste, con lo que él se
alza de tierra, inciensa de nuevo el ramo y las cuatro partes del globo y
vuelve al enfermo a deshacer su ficción. A mas de ser este un sacrificio
imprecatorio, tiene fatalísimas consecuencias, como se verá en su lugar.
Aun mas extravagante es el que hacen a su dios Huecubu, cuando sus
sementeras se hallan infestadas de ratones, o de langostas, o de gusanos.
A este dios, como dejo dicho, atribuyen todas las infelicidades de la tie-
rra; si un caballo se les cansa, el dios Huecubu se ha sentado sobre sus
ancas; si la tierra se mueve, el Huecubu le dado un empujón, y en íin,
ninguno muere que no sea por el Dios Huecubu. Confirman ellos esta ex-
travagancia de pensar con el sacrificio que le ofrecen y voy a referir.
Cuando sus campos están infestados de dichos animales se convocan to-
dos los comarcanos para el sacrificio, a que no se niegan. Procura cada
uno coger los mas que puede de dichos animales, y puestos en un saco
los llevan a un cierto prado, lugar determinado para este sacrificio, don-
de todos se ponen en dos filas diversamente vestidos de lo que acostum-
bran ordinariamente, porque se cubren la cara con unas máscaras de
leño, y la espalda con un cuero de vaca bien seco, del cual penden mu*
chos pedacitos de aquellas cañas llamadas coliu, dispuestas de manera
que se tocan unas con las otras y hacen un grandísimo ruido. Todo el
restante del vestido es muy ridículo. En el medio de las dos filas se colo-
can los ulmenes. Estando todo prepado, una de las filas camina hacia
el oriente, y la otra hacia el occidente, pero no tanto que se separen to-
talmente la una de la otra, porque cuando el último de aquella que va al
oriente empareja el último de la otra que va a occidente, esta vuelve al
poniente, la otra al oriente. Durante este sucesivo movimiento las dos
filas se dicen mutuamente todas aquellas injurias y oprobios que les
vienen a la boca. Las mujeres, que entre ellos siempre tienen nombres
de cosas despreciables, son el objeto como de atribución y contra quie-
nes se desbocan mas. Cuando así se han bien encolerizado, los ulmenes
se salen fuera y se separan de ellos, y los que componian las filas comien-
zan a sacudirse con los puños y los bastones que llevan consigo, de mo-
do que muchos de este sacrificio salen con las cabezas y brazos rotos y
con heridas considerables, y tal vez queda alguno muerto en el campo.
Cuando se han bárbaramente apaleado, los ulmenes interponiéndose en
el medio y con la voz imperante hacen la paz, y entonces dejando salir de
los sacos los ratones, corren detras de ellos y los matan con sus mismos
bastones.
\
OOMEZ DE VIDAURRE
11 j c r de) sol que entre ellos goza el orden de divínidaí
n ocasión alguna le tributen algún sacrificio, como n:
enes, sino es que se quiera referir a adoración de es
ie hacen a sus adivinos, que ellos llaman lligua o
idores en los negocios de grande importancia. Algún
mirirse mas crédito y mas veneración a sus dichos, se
os por genguenu, gkenpuñu, gkenpiru, es dccir ; por !
las epidemias y de ios gusanos, que pueden hacer Ik
itales consecuencias de las enfermedades, etc., con
El valeroso araucano que intrépido hace Trente a la
lates, tiembla en la presencia de uno de estos. Lo m
: vi3ta de alguno de los pájaros, que han calificado (
i. No menos temen los calcu, esto es, las brujas, las
los dicen, habitan de día en la caverna con sus discf
or ellos ibuncke, que es decir, hombres animales, y i
ian en pájaros nocturnos, vuelan por el aire, y de
n visibles contra sus enemigos. La firme persuasión
ito, lo manifiestan bien en la seria narración de las ap
ly de los duendes, acerca de loque despachan indi
pueril debilidad en este género parece incompatible
;1 examen del espíritu humano no nos hiciese ver
i de semejantes contradicciones. Muoho ha ayudado
stros españoles esta credulidad de los indios, como s
ia. Con todo, no falta uno u otro que no preste aset
y que se ría de tales necedades.
todos de acuerdo en orden a la inmortalidad del
undamental está arraigada en sus juicios. Conocen
compuesto de dos sustancias muy diversas y opueste
d que llaman anca, y la alma que dicen am o pulli, aqi
sta otra, ancanola, incorpórea, y mugheolu, eterna, o qi
iré. Esta distinción es tan cierta entre ellos, que mucl
leta ['úricamente de la voz anca para decir la parle, la
le alguna cosa. Acerca del destino que tendrán despu
i del cuerpo sus almas, convienen todos en decir com
ios, que después de la muerte van a la otra banda del
nte, a un cierto lugar llamado Gulcheman, es decir, I
. pasados. Quien de ellos dice que en este lugar los
un territorio lleno de delicias y sin fatiga alguna, y t
pero que no engendrarán, y los malos un territorio
ina será trasportada a las espaldas de una ballena, pe
itrar a dicho lugar deben pagar todos un cierto tri
mada Tempulcague, que hay a la puerta, la cual sac
que no le quieren pagar.
ellos crean que la alma ejercite en la otra vida las n
je en esta unida al cuerpo, de aquí es que ellos se
limas de los suyos pudien '.■} volver a pasar el mar,
ees a ayudarles en las gm iras, como también las de
nderlus, por lo que esto? espíritus se hacen mútuamt
/
HISTORIA DE CHILE.— LIB. VI.— CAP. V 321
ira, combaten furiosamente tinos contra otros. Estas batallas de las al-
mas las ven ellos en las tempestades de truenos, relámpagos y piedras,
descifrándolas de este modo. El rumor de las nubes es el patear de los
caballos; el frecuente rumor del aire, el sonido de los tambores; el ruido
de los rayos es el de los cañones de la artillería, y su resplandor el fuego
de la pólvora; el granizo son las piedras que tiran sus espíritus contra
los espíritus españoles. Si la tormenta la lleva el viento hacia la parte de
los españoles se alegran grandemente, diciendo que sus espíritus hacen
huir a los espíritus españoles y con grandes aplausos los animan gritan-
do; inabimen, inabimen, puenlaghentimen, uruquivilmen, que quiere decir,
seguidles, seguidles amigos, no les tengáis compasión; pero si la tor-
mente va del septentrión al mediodía, esto es, hacia sus tierras, se en-
tristecen, diciendo que sus espíritus van huyendo vencidos por los
espíritus españoles y exclaman: áavolamen, puen no mun turnen, deteneos
amigos, esforzaos.
De esta firme persuasión en que están de la inmortalidad de sus al-
mas dependen algunas ceremonias que usan en los mortuorios de sus
difuntos. Cuando alguno muere, inmediatamente circundan el cadáver
las mujeres, los hijos y los. parientes, y sentados en la desnuda tierra»
lo lloran por un buen rato y cantan funestísimas canciones. Las mujeres
después lo visten con sus mejores vestidos y joyas y lo colooan sobre
un túmulo alto que llaman pilluay y según el sexo le ponen o sus
armas o instrumentos femeniles con alguna cosa de comer: en este esta-
do queda ocho o tal vez veinte dias hasta que se juntan todos los parien-
tes. Esta junta se dice caricahuin, esto es, convite negro, porque este
color es también para con ellos la distinción del luto. Antes de llevarlo
al sepulcro, el machi, estando los parientes al contorno, lo desnuda, lo
lava y registra diligentemente para descubrir en él alguna señal del ve-
neno, porque estos médicos maliciosos e ignorantes, atribuyen a maleficio
cuasi todas las enfermedades. Si por alguna casualidad descubre alguna
cicatriz de herida vieja, o señal que haya dejado alguna contusión que en
lo pasado hubiese sufrido el muerto, lo que es moralmente cierto encon-
trar entre estos indios, afirma haber entrado por aquella parte el veneno
que le dieron; abre el cadáver, saca de él el corazón y pretende ver en él
las señales e indicios evidentes de esto que asegura. Mientras se hacen
estas ceremonias indispensables, dos jóvenes corren furiosamente a ca-
ballo enfrente de la puerta de la casa. Vestido después de nuevo el
cadáver, lo llevan en el mismo féretro procesionalmente al eltun, esto
es, a la sepultura de su familia. Los parientes mas inmediatos cargan el
cuerpo, al que circundan mujeres que lloran el difunto. Una mujer va
esparciendo por el camino ceniza inmediatamente después del féretro, a
fin que la alma de aquel muerto no pueda volver a casa. Llegados que
son al lugar de la sepultura, giran dos o tres veces en contorno, ponen
el cadáver sobre la superficie de la tierra y todos los parientes le hacen
su regalo, poniendo, finalmente, en la sepultura y al lado de él, todos
aquellos regalos y todo el viático necesario para un viajante. No pocas
veces matan también un caballo y lo ponen allí a fin que el difunto se
pueda servir de él en su viaje, si la ballena no le agrada. Hecho todo
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VI
GOBIERNO CIVIL DE LOS CHILENOS
Aunque los indios de Chile sean sumamente amantes de su libertad, se
han sugetado a una especie de gobierno civil, el cual, no obstante que
no sea el mas perfecto, no deja de mostrar alguna especie de civilidad
en ellos. Este gobierno, bien considerado, es aristocrático con algún
mixto de democrático. Toda la tierra que ellos al presente poseen, la han
dividido en cuatro grande partes cuasi igualmente anchas y paralelas,
que ellos llaman utam-mapu. Estos utam-mapu toman el nombre de su
situación. El primero se llama lauquen-mapu, esto es, tierra o país marí-
timo o de la costa. El segundo lelbun-mapu, tierra llana. El tercero ina-
pire-mapu, país bajo de la cordillera, al que el común de los españoles
llama piren-mapu, tierra nevada. El cuarto, pire-mapu, país de la nieve o
dentro de la cordillera, al que los españoles llaman peguen-mapu, tierra
de los pinos. Cada utammapu se divide en cinco aillaregue, esto es, pro-
vincias, y cada aillaregue en nueve regué, esto es, territorios.
El utam-mapu marítimo, comprende las provincias de Arauco, Tuca-
pel, Ilicura, Boroa y Nagtolten o bajo Tol ten. El plano, las de Encol, Puren,
Repocura, Maquegua y Mariquina. El de esta tanda de la cordillera, Mar-
ven, Colliera, Chacaico, Quecheregua y Guanagua. I en el último, se
comprenden todos los valles de la cordillera puestos dentro los límites
asignados a la tribu de los puelches. Esta división, al paso que supone
alguna política administración, sirve de base al gobierno civil de estos
indios. Tres grados de representantes subordinados los unos a los otros,
forman esta especie de república, esto es, los toquis, los apo-ulmenes y
los ulmenes, todos los cuales tienen sus respectivos vasallos.
El toqui es supremo comandante en todo el utan-mapu, y no tiene de-
pendencia alguna el uno del otro, pero todos cuatro son confederados
para la guerra ofensiva y defensiva de la patria común. Los apo-ulmenes
mandan en su ailleregue o provincia, bajo su respectivo toqui. Los ulme-
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HISTORIA BE CHILE.— L . VI.— CAP. VI 325
de ellas, y que disponen como tales de los suyos, puesto que para tener-
las se han desapropiado de lo suyo, comprándolas. El adulterio de ordi-
nario se paga con la vida en la mujer, sin tocar en el cómplice. El hurto
es sugeto a la misma pena, si el ladrón [no tiene una parentela nume-
rosa.
Cuando la parte ofendida y el ofendiente se conocen igualmente fuer-
tes, ambos a dos se hacen mutuamente la guerra, procurando la una ad-
quirir sus bienes, y la otra retenerlos.
Durantes estas hostilidades intestinas, que se llaman entre ellos malo-
cas, los ulmenes se mantienen quietos sin interponer su autoridad. Así
estas correrías o malocas se continúan por muchos años y suelen pasar
de padres a hijos. Los otros atentados menores se castigan con la pena
del talion, la cual está muy en uso entre ellos bajo el nombre de thar-
lonco*
Para castigar los reos de los delitos mencionados, no se usa forma
alguna judiciaria, ni confrontaciones, ni citaciones de las partes. To-
do se hace tumultuariamente. La sentencia de muerte se ejecuta pron-
tamente en el reo, o metiéndole un puñal en el pecho, o dándole un po-
rrazo de sus mazas en la cabeza, o poniéndole un lazo al cuello y
arrastrándolo a la cola de un caballo. Todo esto va arreglado a medida
del odio que ha concebido contra él el juez y verdugo, que de todo hace.
No tan fácilmento se desembarazan de los pretendidos brujos. Latru-
gería es, entre estos indios, uno de los delitos mas abominables y el que
castigan mas cruelmente. Sin embargo, ellos permiten los machis, que
he dicho son sus médicos, y en algún modo sus sacerdotes, aunque ellos
pasen por los mas inteligentes brujos, porque protestan al doctorarse
que sus hechicerías no tendrán otro fin, sino el bien de toda la nación.
Estos, pues, siguiendo su sistema, cuando ven, o que no pueden por su
ignorancia, o por la fuerza grande del mal, sanar los enfermos que les
han puesto en sus manos, atribuyen la enfermedad a hechicería o vene-
no a que no alcanzan los remedios, y como los indios son sumamente
supersticiosos, los obligan a descubrir los autores de aquel maleficio.
Los machis, hallando ocasión oportuna de vengarse de sus enemigos,
hacen recaer sobre ellos la acusación, y si no lo tienen alguno, se
vuelven contra el que ha tenido alguna riña o sinsabor con el enfermo.
Esto sucede particularmente en la muerte de los ulmenes, la cual con
tal que no venga de alguna causa visible y notoria, es siempre imputada
a esta o aquella suerte de maleficio. Declarado el reo de la muerte del
ulmén, se va inmediatamente en su busca, y cogido, se le amarra entre
tres leños clavados triangularmente en tierra. A uno es atado por la es-
palda y a los dos por las piernas, una en cada uno. Se le pone fuego ba-
jo los muslos, con que le queman lentamente, hasta que confiese el he-
cho y los cómplices. El infeliz, por abreviar el tormento, se confiesa
autor de él y declara por compañeros los primeros que le vienen a la
mente, tan inocentes como él. El es en esto disculpable, porque su
muerte es inevitable, y en mantenerse constantemente negativo, no con-
igue otra cosa sino dilatar su martirio y lo mismo en no declarar por lo
nénos un cómplice en aquel delito. Hecha esta falsa declaración, los
GÓMEZ DE VIDAUHRE
tes le traspasan el pecho con un puñal y salen en seguiír.
¡iado o denunciados, a los cuales dan el mismo suplick
aen con la huida y se ponen najo la proleccipn de algún
que los quiera defender.
mapu permite a todos la poligamia. De aquí ellos to
s todas las mas que pueden comprar, porque los esposos
• son aquellos que deben dar la dote, la cual no vuelv»
,as ceremonias del matrimonio por lo común se hacen
i. El amante se acuerda con el padre de aquello que le
hija, y tal vez no le habla nada sobre este asunto; se con 7
[ue se le ha de entregar, o éste ha de venir por ella. En ■
iste con una buena comitiva de amigos o parientes y se
ñtio vecino, por donde saben que ella suele pasar de ore
idiéndola, la ponen por fuerza a las ancas del caballo de
que la ligan estrechamente; de este modo la conducen
oso, donde oíros parientes de él, particularmente muJE
a y con buenas maneras y palabras procuran enjugarle 1
os padres y madres de la dicha esposa y tal vez los p
oyeron los lamentos de la hija y consanguínea, se están
o aquel expecláculo con una suma indiferencia; cornos
trato vienen si detras de la comitiva, no a quitarla, sino
;as y gozan del convite exponsalicio. El importe del to<
iuele llegar a la suma de cincuenta pesos, según que son
de la esposa y lo numeroso de la parentela de ella, porqu
¡entes es preciso dar alguna cosa. No hay grado de consan
el primero que impida estos matrimonios. La primer;
ípre preferida a las otras, y vive mirada de las demás
ira esposa del marido común. Ella lleva el nombre de A
.nda en casa y dirige los negocios domésticos. Guando t
ibra o se hace la cosecha, y asi en lo demás. Las otras s
too, estoes, mujeres secundarias. El celibato es oprobi
os viejos estériles se nombran entre ellos para burla un
as cudepra, esto es, viejas vanas, inútiles, ele.
to el marido, ellas pasan en herencia a los hermanos viví
< por el orden de antigüedad que lienen de esposas, de n
antigua va al mayor y la menor al menor. Los hijos vai
gualmente los bienes del padre difunto, a excepción de)
nenalo o toquiato, que es del mayor. Las madres que tier
ios, son curadoras y tutoras de sus hijos, y asi ellas r
n la hacienda que les toca. Las mujeres, como ramo ]
enda, se reparten entre los hermanos. Tanto estos, come
levan consigo todas -sus joyas. Si el muerto no tiene h<
,odas ellas al pariente mas inmediato.
VII
GOBIERNO MILITAR DE LOS INDIOS CHILENOS
El gobierno militar de los indios chilenos es aun mas racional que el
civil, bien que no esté exento de defectos. Los cuatro toquis tienen la
"prerrogativa de intimar la guerra cuando les parece necesaria, pero este
derecho no es absolutamente inclusivo. Se han visto algunos apo-ulme-
nes arrogarse esta prerrogativa. Cuando alguno de los toquis quiere
hacer esta intimación, envia a los otros toquis y a todos los apo-ulmenes
y ulmenes, guarquenes, esto es, correos, con ciertas cartas verdadera-
mente curiosas. Estas son varios hilos rojos con muchos nudos. El color
se cree haga ver el negocio del mensagero y los nudos señalan el tiempo
y el lugar del congreso en que se ha de tratar y concertar. Esta especie
de cartas llaman pron. Es cosa verdaderamente maravillosa lo que se
observa en tal suerte de comunicación. Estos indios que solamente se
sirven para división del tiempo del nacer, crecer, menguarse, alzarse o
entrarse de la luna, con todo que esto deba suponerse equívoco para
ellos, nunca faltan al dia indicado. Ni puede atribuirse esto a la constan-
te regularidad de estar siempre para tal determinado tiempo, porque
se ha visto esto en todas circunstancias de la luna, esté ella llena, inedia,
delgada o no se vea en su hemisferio. Cuando se han comenzado las hos-
tilidades, antes de publicar formalmente la guerra, los toquis envian
juntamente con el hilo, un dedo de alguno de los enemigos muertos, y
es lo que se llama entre los españoles correr la flecha y entre los indios
pulquüun. Todas estas negociaciones se hacen con el mas profundo se-
creto.
Llegado el dia señalado, se hallan todos los toquis, los apo-ulmenes en
el lugar destinado al congreso y se ven llegar al mismo tiempo muchos
otros particulares. Allí se trata de las causas de la guerra que expone el
toqui que pretende declararla, o la ha declarado ya con sus hostilidades,
las cuales, ordinariamente, son aprobadas por el ancacoyan o buta-coyan,
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iiliimrn-w, lll nuil Jim Umjijíh. C/nlíi ai
Jim vIvmh'h y Ihh nniifiH imn imarias.
■ii(|inllrj iin hiiHiiti ili) li'ÍK't, echada,
Al minino LIíhii|ki o| «un o ral mnnd
iWiuIhh, y lumlmm 11 lux miyim cloin
Ion, ooli litrt llllmiKm üreiloiioialcs qi
n
\
HISTORIA DE CHILE.— LIB. VI.— GAP. VII 829
primeros de la inminente guerra, como para solicitar a los segundos a
que tomen partido por ellos.
Junto el ejército, el general elige de aquella gente su teniente y nom-
bra todos los oficiales mayores que deben mandar los cuerpos y las
compañías que les serán confiados. A estos deja la elección de los ofi-
ciales menores. De aquí destina uno o dos dias a fin que tanto los to-
quis, apo-ulmenes, ulmenes, y aun los soldados piensen aquellos medios
que les parezcan mas oportunos proponerle para el mas feliz éxito de
aquella guerra, asegurándoles, que, pasado aquel tiempo, no recibirá con-
sejo de ninguno, sino que obrará conforme a aquello que le parecerá
mas conveniente. Recibidos los consejos, se retira con sus oficiales se-
cretamente, y se disponen por ellos todas las operaciones que deben ha-
cerse en la acción. Se previenen todos los accidentes que puedan ocurrir
y no se intima la marcha sino después de haber ajustado todo.
El ejército, en los principios de la entrada de los españoles, se compo-
nia de infantería, pero conociendo los chilenos por propia experiencia
lo que preponderaba sobre ellos la caballería española, hicieron todos
sus esfuerzos para tener caballos con que oponerse. A poco tiempo los
adquirieron y han hecho numerosas y excelentes crias. Qiez y siete años
después, por la primera vez se presentaron en el campo diversos escuadro-
nes montados a caballo, con lo que se han hecho mas fuertes contra los es-
pañoles. Del mismo modo han hecho con los sables, de que esta misma
caballería va armada, y no es esto lo peor, sino que muchos de los mis-
mos españoles, por un vil interés, los proveen de estas armas, que ellos,
no sabiéndolas construir, no podrían estar tan bien proveídos como se
hallan. Fuera del sable, lleva esta caballería grandes y fuertes lanzas, que
sabe manejar destrísimamente.
La infantería, que ellos llaman namuntu Unco, lleva lanzas claveteadas
de pedazos de hierro, en cuyo lugar, a los principios, eran pedazos de pe-
dernales y de piedras metálicas. La flecha y honda antiguamente eran
sus armas principales; pero al presente, aunque no se puede decir que
las hayan desamparado, se valen poco 'de ellas, porque la experiencia
les ha hecho conocer el ser mejor partido venir luego a las armas cortas
y mezclarse con los enemigos para impedirles el uso de las armas de
fuego. Tanto la infantería cuanto la caballería está dividida en compa-
ñías. Estas son mandadas por sus capitanes y otros oficiales menores,
que hacen veces de sarjen tos. Cada compañía de infantería consta de
cien hombres. En la de a caballo ha sido ya de mas, ya menos. Ni los ca-
pitanes traen divisa particular, ni los soldados uniforme alguno, sino
vestidos como van todos los dias se presentan; pero debajo de este ves-
tido, a raíz de sus propias carnes, llevan unas como cotas de mallas, he-
chas de cuero de vaca, endurecido con cierta preparación que le dan, con
lo que también hacen morriones y escudos, en que se embotan los filos
de los sables.
Estos indios no han llegado hasta ahora a descubrir el secreto de la
pólvora, bien que el país que ellos habitan abunda de todos los materia-
les deque se forma. En batallas tenidas con los españoles, se han apo-
derado tal vez de la artillería» de las escopetas y de alguna pequeña can-
30 GÓMEZ DE YIDAURRE
¡dad de pólvora, de la que han sabido hacer uso con grí
lucho menos conocen las máquinas de batir las plazas:
¡zas y ciudades de que hasta ahora se han em poses
Tinado, o por asalto, o por alguna estratagema militar
stutfsimos) o por hambre después de un largo asedio.
Los instrumentos militares de que se sirven son los
os y ciertas medias flautas. Estos los usan en sus mar
egulando por ellos los pasos de la tropa, y cuando están
alalia para llamar algún cuerpo a la parte mas necesar
ir y para retirarse, y en una palabra, para regular t
lientos.
Cuando quieren acamparse y no están muy distantes d
¡flean sus alojamientos con buenas palizadas y trinct
entínelas por todas partes. Han hecho muchas veces
rindieras campos enteros de estacas de cañas bravas
spinas de algarrobo, bien ocultas y dispuestas, lo que
tñ, y hacen las veces de los caballos de frisia, que tan!
n Europa para mancarlos caballos. El sitio que elige
ías ventajoso. En el campo, a la noche, cada soldado h;
arado de los otros, de manera que en un ejército de se
e ven seis mil fuegos. Como ellos tienen pocos bagajes q
n momento se preparan a la marcha o al combate, y
al está todo dispuesto, según la voluntad del comandan!
En las marchas, la infantería va a caballo, desde que
ero cuando ocurre venir a las armas, desmonta pronU
e en sus respectivos sitios, cuidando los que están encí
e los caballos de la infantería y de los víveres de ca<
obre el mismo caballo. La marcha de la tropa la precedí
adores para evitar toda sorpresa y para recibir siempre
1 enemigo.
Cuando han de venir a un hecho de armas, es lo ordir
laudante divida la caballería en dos filas paradefendei
i infantería, que es colocada en el medio, dividida en va
uyas filas se componen alternativamente de lanceros)
lanera que entre lanza y lanza se halla siempre una i
lera acción, el nuevo toqui para hacer honor y acredil
3S suyos, toma la ala derecha para mandarla y la siniesti
uando ha dado esta prueba, deja mandar la ala derecha
& izquierda confia a uno de los oficiales que para con él
lito, y entretanto dura la batalla, él discurre por todas
iresente a todos, los anima todos, corrige los defectos d<
io pocas veces castiga aun con la muerte a los que retro
Cuasi siempre antes de empezar la batalla y estando
B sus respectivos sitios, el general les hace un politice
tul, eon el ejemplo de sus antepasados que tantas vece
>% mismos enemigos, aun contra la superioridad de
xhorU a la victoria y a una muerte gloriosa por la liberl
.cotjailfj el discurso, con el que ellos se han encendido
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de li-
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HISTORIA DE CHILE.— LIB. VI.— CAP, VII 331
que no es poco lo que tienen que hacer los oficiales para contenerlos,
hace dar la señal para empezar el combate. Sonando están aun los
tambores y pífanos, cuando ellos se han ya arrojado contra el enemigo.
Los mas formidables, como se ha experimentado en la guerra tan dilata-
da con los españoles, son los infantes, los cuales, con sus mazas, como
otros tantos hércules, despedazan todos aquellos que se les oponen y se
hacen paso por todo. La muerte en la batalla es para ellos el mayor ho-
nor que pueden conseguir en vida, y por esto, lejos de temerla, procura \\
con todo esfuerzo cada uno ser el primero que llegue a trabarse con el ■, -S
enemigo. No hay quien detenga su ímpetu, sino la muerte, que en los 5
primeros es cuasi cierta, y no obstante, todos quieren ser los pri- j
meros. j
Apenas ha caido la primera fila, que le sucede una segunda, como las ^
olas del mar, ya esta otra tercera, cuarta y quinta; y se ha visto en los
asaltos de las plazas, llegar a llenar los fosos con los cuerpos de sus l
muertos, pasar sobre ellos, y entrar a combatir dentro. Con este furor
y esta constancia han llegado muchas veces a romper la vanguardia es-
pañola, o obligarla a retroceder. Lo admirable es que en medio de este
furor, se mantienen en ordenanza y ejecutan los movimientos que les
mandan los oficiales. No los ciega el furor para obstinarse contra su mis-
ma debilidad, porque se retiran con bellísimo orden cuando se conocen
inferiores; y cuando superiores, continúan apretando siempre mas para
que se declare la victoria por su parte.
Esta la celebran en el campo mismo con el sonido de sus tambores y
pífanos y con el juego de sus banderas; y en otro campo, con el sacrifi-
cio que hacen de uno de los prisioneros, como luego veremos. Los des-
pojos pertenecen a aquellos que se apoderaron de ellos. Los prisioneros
son esclavos, dejando uno a elección del toqui, para sacrificarlo a las
sombras de sus muertos en aquella batalla.
i
1
%
VIII
MUERTE DEL PRISIONERO DE GUERRA
Por la muerte que dan al prisionero de guerra los indios de Chile, en
sacrificio de sus muertos en la batalla, ellos son calificados de inhuma-
nos, crueles e inexorables. No hay duda que es sumamente bárbaro el
sacrificio; pero es preciso decir que ni ellos solos ejecutan semejante
inhumanidad, pues ha sido común en el viejo hemisferio, ni este se hace
con todos ni con tanta frecuencia, que no haya batalla en que alguno
no sea la víctima del odio de sus enemigos. Infinitas han sido las bata-
llas que han tenido con los españoles; muchísimos los que de éstos han
quedados prisioneros entre ellos, y en todo este tiempo apenas de dos
nos consta que hayan pasado por este suplicio, y de muchos que han
demorado entre ellos en cualidad de prisioneros sabemos que han sido
tratados con grande humanidad. Dígase, pues, que los indios chilenos
conocen la clemencia, digan lo que dijeren aquellos escritores incohe-
rentes, los cuales, con no pocos hechos particulares que nos cuentan,
desmienten las expresiones generales con que nos pintan estas gentes
como inhumanas, crueles e inexorables. Ellos han cometido crueldades
en la guerra, pero también las han usado con ellos sus enemigos. No ha-
llo por qué mas merezcan ellos, por lo de su parte, esta calificación, y
no sus enemigos, por lo que han ejecutado con los individuos de su
nación.
El indicado sacrificio he aquí como se hace. Informado el toqui de la
cualidad de los prisioneros, si él está determinado al sacrificio, elige uno
de ellos para víctima de su furor. Da orden para que éste se ligue bien,
y destina una compañía de soldados para su guardia. Hace saber a toda
su tropa el sacrificio que quiere hacer a la sombra de sus muertos y la
convoca a un llano que sea espacioso, al que inmediatamente, él con to-
da su tropa, se enderezan. Entre tanto, la compañía que tiene al prisio-
nero en custodia, corta las orejas y cola a un caballo que halla el mas
GÓMEZ DE VIDAURKB
ble, pone a éste sobre él bien ligado, y le conduce <
al lugar ordenado, donde halla todo lo restante
en circulo. El toqui, los ulmenes y todos los oí!
pequeño. En el medio colocan la insignia del grai
nales, que representan los cuatro utan-mapus.
entra el paciente al primer círculo, que levan L
Hería, lo vejan, lo injurian, lo maldicen, lo vitup
lya alguno que se atreva a mostrar compasión de
4o hay para ellos mayor vilipendio y desprecio (
■e a montar un caballo sin cola y sin orejas, y asi
io minia, lo pasean diversas veces por el círculo
as injurias y el desprecio de aquel infeliz. Cuandi
;to, lo ponen sentado en tierra, con las manos li{
;ara hacia su país, que le obligan a mirar diversas
gir mas y mas su ánimo, ya con la consideración
iue ellos tienen buen cuidado de sugerírselo, ir;
los hijos, la mujer, los parientes y las conveniencia
reflexión del estado en que se halla, de lo que s<
aemoria será siempre para con ellos de ludibrio, e
e hacer con sus huesos; en fin, con todos los modc
arbaridad para atormentar su animó-
se han satisfecho de esto, le desligan las manos ;
íazo de pequeñas varillas y una estaca, con la cua
agujero en tierra; hecho éste, le obligan a nombr
salerosos soldados de su partido, empezando dest
ñas bajo oficial, y a cada nombre que profiere de
[uellas pequeñas varillas denlro del boyo. Los pres
,tas, renuevan su algazara, oprobian y maldicen a
u memoria. Concluidas todas las varillas, le mai
e tierra, como que quisiesen enterrar allí la glori;
itamente el Toqui o su teniente o algún otro Ulmei
mas en la batalla, a quien él ceda esta prerrogal
m el honorífico acto de acabar con aquel infeliz, 1í
olpe de maza en la cabeza e inmediatamente le a
razón y chupándole la sangre, lo pasa a los oílcií
m lo mismo. Va pasando éste por casi todos y r
orque a bocados lo consumen antes que llegue a I
nto va éste corriendo por la tropa, no pocos alien
rpo, cortándole las piernas, los brazos, la cabeza. I
,o sobre una lanza y se lleva como en triunfo por t(
presentes corren detras de esta horrible insignia,
travagantes escaramuzas, pisan fuertemente la tie
las injurias contra sus enemigos por un gran lien
para dar lugar a los que se ocupan en hacer de I
5 y piernas del muerto los instrumentos musicales
incluidos, renuevan a su sonido todo su furor y b:
ontra el muerto y toda su nación, prometiendo hac
HISTORIA DE CHILE.— UB. VI.— CAP. VIII 335
■n todos los que quedan de ella. Esta tropo, orgullosa y enfurecida con
te hecho, no cesa de este su loco desenfreno a las voces de su coman-
nte, hasta que ve que empieza la bebida. Entonces corren todos a te-
r parte en ella, se brindan según que han tenido mayores hazañas, ce-
orando su propio valor, pero sin dejar de ultrajar a sus enemigos y sin
.r por concluido el sacrificio, porque otros, en este intervalo, corren al
inco dei cadáver a acomodar a su cuello, en lugar de la propia, una
beza de carnero blanco, si el muerto ha sido un español, y negro si ha
io un indio, lo que se cree un grandísimo vilipendio, porque quieren
notar que, por su mala cabeza, ha caldo en manos desús enemigos.
idos pasan vejándolo de esto, y ya alegres con el vino o oidra, bailan,
ntan y se rien.
El Toqui, entretanto, se pone a fumar tabaco y con el humo incensa
.cía las cuatro partes del mundo, jurando la venganza de la muerte de
i suyos, amenazando a los enemigos y diciéndoles mil imprecaciones.
acompañan en esto toda la oficialidad y sigue lodos sus pasos, con lo
io se da la orden de retirarse a todos a sus cuarteles de campaña.
¿¡Ggfflf&Sfr»
1
n
IX
CEREMONIAS QUE USAN EN LOS TRATADOS DE PAZ
Este orgulloso pueblo se ha visto precisado muchas veces a venir a
hacer la paz con sus enemigos. Desde el año de 1640, en que por la pri-
mera vez la hicieron con los españoles, la han renovado muchas veces, o
ya por rotura que haya habido de ella o por entrada de nuevo goberna-
dor en el Reino. Por cualquiera de estos motivos la paz se trata en una
junta de las dos naciones, española y araucana. Este congreso se llama
por los españoles Parlamento y por los indios Huirica coyagh, de las pala-
bras huinca, que algunos quieren que signifique blanco, por el color de
la nación a que se lo han aplicado, cuando su propia significación no es
sino de ladrón, y de la palabra coyagh, que significa concilio o asamblea; y
así querrá decir para con ellos junta con ladrones.
El tiempo de estos parlamentos, cuando no es por motivo de rotura
sino por nuevo gobernador, es el mes de Noviembre, y el sitio de él los
llanos situados entre los rios Biobio y la Laja en la provincia de Huilqui-
lemu, habitada por los españoles, hacia los confines de los araucanos. En
las inmediaciones de este sitio se hallan las fortalezas españolas Naci-
miento, Puren, los Angeles, Tucapel y Yumbel: todas las cuales se forti-
fican mas de lo regular en esta circunstancia, así de tropa arreglada como
de milicias urbanas. Los araucanos han siempre pretendido que este
congreso se haga dentro de sus tierras; pero exceptuado el gobernador
don Tomas Marin de Poveda, que quiso consentir a estas sus pretensio-
nes, ninguno de los otros gobernadores se ha inducido a pasar el rio Bio-
bio, temiendo alguna sorpresa por parte de los indios. Fortifícanse tam-
bién los pasos de este rio, por lo que no se permite pasar a ninguno con
mas armas que las que están ya pactadas.
Algunos meses antes de salir de la capital para esta junta, el goberna-
dor español manda un embajador a toda la tierra para convocar a ella
a to los los toquis, apo-ulmenes y ulmenes. Este embajador, que siempre
22
338 GÓMEZ DE VIDAURRE
es el mismo, está pagado de Su Magostad y lleva e! título de ct
naciones, práctico no menos de la tierra de los indios que de
vaaloscuatroutantamapus, visita y habla con cada uno de los I
curre por todas tas provincias, llegando a la casa no solo del í
sino de cada uno de los ulmenes. Aunque este comisario es Ordir
persona acepta entre los araucanos, porque los gobernadores
dar siempre este empleo a quien conocen con esta prerrogí
acompaña con la posesión e inteligencia de la lengua de los ¡i
póneles la determinación y voluntad del gobernador, prometí
tratarán en el congreso las cosas pertenecientes a la paz perpí
trambas naciones, que se salisrarán mutuamente los agruvic
establecerá una nueva armonía que sea permanente; y cuur
persuasiones no se rinden, les hace ver las armas que él pucd<
destruirlos, les pondera su valor y ciencia militar. La dicha ce
hecha a cada uno en particular, y el congreso siempre que I:
gobernador, lo han hecho estos indios un derecho tan inamisi
un gobernador se procurase dispensar de él, los araucanos s
vilipendiados, y lo misino un npo-ulmcn o ulmén que no fue:
a él, lo lomaría por injuria hecha a su persona y procuraría
la nación, porque no hay cosa con que mas se ofendan que con
ció, y seria muy de temer una rotura general.
De aquí es que los gobernadores tienen del erario real una c
nación para los gastos de este viaje y del congreso, y otra sun
cosas que deben llevar para regalar alos toquis, apo-ulmenes ¡
Fuera de la oficialidad que acompaña al gobernador, va con él i
de guerra y un oidor de la real chancíllerfa, porque con esta o
solo visita toda la milicia, eino que atiende a mucha parte de
civil del reino, por todas las partes que paso.
Cuando se acerca el tiempo de este congreso, el gobernador
ciudad do la Concepion una junta de toda la oficialidad espaí
gunos misioneros expertos, a la cual también asiste el obispe
ciudad, bajo cuya jurisdicción espiritual están las almas de r
estos Indios, que profesan ya la religión católica. En esla jui
minan las cosas que se deben proponer a los araucanos, tanto
del reino, cuanto para fruto de sus almas; en suma, lodo aque
cree mas conducente para conservar la paz y reducirlos a la fé
buenas costumbres.
Al tiempo prescrito, llegan al lugar el gobernador con toda s
dad, escoltado de varias compaftíasde a caballo e infantería, los
ros y los toquis, apo-ulmenes y ulmenes, de modo que ninguno
aguardar al otro. Los toquis, apo-ulmenes y ulmenes, vienei
escollados. En esta ocasión vienen ellos vestidos a la europea
casacas de grana, galoneadas de oro y plata, chupa, calzones y ■
lino: ésla, para demoslrar que la traen, la dejan fuera do los
tanto por delante como por de tras, lo cual, junto con el mal talle
vestidos, mueve grandemente la risa, que es necesario contene
de no se irritarían y creerían que se hurlaban de ellos. Num
todos los ulmenes: no obstante, en el parlamento de 1723, se
n
HISTORIA DE CHILE.— LIB. VI.— CAP. IX 339
ban 130 ulmenes con sus respectivas comitivas, con lo que ascendian al
número de dos mil y cuarenta y cuatro personas. Concurren también
de muchas partes del reino mercaderes, los cuales, todo el tiempo que
dura el parlamento, hacen allí una feria muy copiosa. Los araucanos
ocupan dos millas distantes del campamento español.
Se da principio al congreso con muchas cortesías de una y otra parte.
Todos los bastones de los toquis, apo-ulmenes y ulmenes, y el del gober-
nador español, pero no el de sus oficiales, porque éste solo representa la
nación española, se ligan en un mazo para demostrar la unión de las dos
naciones y se coloca en el centro mismo del congreso. De una parte se
pone el gobernador con sus oficiales y misioneros, y su escolta detras;
de la otra, los toquis, que hacen frente al gobernador, siguiéndoseles los
apo-ulmenes de una y otra mano y después los ulmenes y su escolta
detras. Todos toman asientos a un tiempo.
Entonces un ulmén a quien la nación ha dado la comisión, sale al me-
dio del Congreso, saluda con gran reverencia toda la asamblea, lleva en
la mano siniestra un ramo de canelo, y poniendo la derecha sobre el
mazo de bastones, hace un discurso muy largo en lengua chilena. Un
intérprete español, habiendo antes hecho juramento de referir fielmente
lo que los indios dicen, va período por período exponiendo en lengua
española todo lo que aquel orador araucano propone.
El objeto de tales discursos es ordinariamente la paz, los bienes que
ella procura a todos, y los males que trae consigo la guerra, y a una
exhortación bien dispuesta a ambas naciones para abrazar la paz y no
la guerra; pero antes de venir a esta conclusión, expone la fidelidad que
su nación ha tenido en guardar todos los capítulos en que se han conve-
nido en los otros tratados, y que si alguna vez; ella ha declarado la gue-
rra, nunca ha sido la primera, sino después que los españoles han
faltado a los pactos y han hecho hostilidades en sus tierras, y que sus
reclamos no han sido oídos al ver que los delincuentes no se habian
castigado. Hace mención de todos los excesos que han cometido los va-
sallos de Su Magestad, y pide, nó la indemnización de los daños, sino
solo el castigo de los delincuentes. Si la nación tiene alguna otra cosa
que proponer, o que añadir alguna otra capitulación, la propone y pide
en nombre de toda ella; y en fin, concluida toda su comisión, hace en
poquísimas palabras una perfecta recopilación de su larguísimo dis-
curso.
En esto notan todos los oyentes un exordio adoptado al objeto, una
invención fecunda, una narración limpia, una argumentación sólida y un
epílogo conciso y expresivo. La retórica es la única ciencia que conocen
y a que se aplican los araucanos. Desde pequefios se acostumbran a ha-
blar en público. En sus asambleas o butacoyagh, que son frecuentísimas,
todos tienen libertad de arengar, y el que lo hace mejor tiene mayor
aplauso y forma mayor partido. Los excelentes oradores son no menos
estimados que lo fueron entre los romanos antiguos. De aquí nace el
empeño que todos tienen de hablar bien su lengua y de conservar su
pureza. Sus oraciones se asemejan un pooo a las de los apianos, por el
^recuente uso de las parábolas y de las semejanzas. Ellos usan también
-**&&
HABITACIÓN, ALIMENTO Y VESTIDO DE LOS INDIOS
Donde se conoce mas Id barbarie de los indios chilenos es en las casas,
alimento y vestido, y en lo desbaratado de su gobierno doméstico. Estos
indios no tienen fortaleza alguna que les pueda defender de las correrlas
de sus enemigos, ni ciudades, ni pueblos, ni aldeas. Ellos habitan dis-
persos en tas campiñas, creyendo ser este uno de los mayores privile-
gios de lo libertad. Cada familia tiene sus tierras donde habita, las cuales
Íes han venido de sus antepasados, y de las cuales, por medio de la agri-
cultura, sacan ellos su sustento. Así como los toquis, apo-ulmenes y los
ulmenes tienen sus ciertos limites del territorio de su jurisdicción, asf
también cada familia tiene su territorio, que no le es disputado por al-
guno otro, del cual no sale ninguno de aquellas parentelas y lo poseen
como de común.
Sus casas, que siempre están a la ribera de algún rio o riachuelos, son
de madera, o cuadrilongas, o de figura oval. Estas últimas están todas
cubiertas de paja de arriba abajo, las otras tienen techo y murallas. Es-
tas las componen diversas ramas do árboles entretejidas entre si, cu-
biertas con barro, y el techo de paja. Unas y otras no tienen división
alguna de cámaras o antecámaras, sin ventana alguna y con solo una
puerta que de noche se cierra con cuero de vaca. Esta misma casa sirve
también de cocina. En medio de ella se hace el fuego, y hay tantos fue-
gos cuantas son las mujeres del indio, porque cada una de ellas hace
todos los dias su plato particular al marido; de modo que el indio tiene a
su mesa tantos platos cuantas son las mujeres.
En esta casa no se ve cama alguna, porque todos duermen sobre pieles
de carnero, las cuales, cuando se levantan, quitan del sitio donde duer-
men. Los muebles de casa no presentan sino una viva imagen déla ne-
cesidad, ala que solamente han consultado en su construcción. Estos se
reducen a unos trozos de árbol o troncos toscos que hacen veces de sillas
í GÓMEZ DE VIDAURRE
aburetes, o un tronco mayor, igualmente, tosco, que tiene lugar de me
donde comen sin manteles ni servilletas. De tenedores sirven los de-
sy de cucharas algunas conchas de mar. Las fuentes y los platos son
lefio o de tierra cocida. Los vasos ahora los usan de cuernos de vaca,
intes eran todos de tierra. Los toquis, apo-ulmenes, y también algunos
nenes, suelen tener servicio de plata, pero no se sirven de él sino
indo tienen huéspedes, a los que hacen la mejor acogida que pueden,
nque sean españoles. La comida corresponde a la pobreza de la mesa.
La, regularmente consiste en legumbres cocidas con un poco de sal, y
lugar de pan, papas asadas bajo la ceniza. Pocas veces se ceban de
3es, aunque en sus ríos y mar abundan tanto, como dejo dicho. Su país
anda también de volatería, aves y animales domésticos que han reci-
io de los españoles, y con todo, en sus comidas ordinarias no se sirven
sus carnes sino muy pocas veces. No le dan en esta ocasión otro
ño que asarla o cocerla con un poco de sal y algún pimiento, del que
i golosísimos.
11 trigo que cosechan o compran de los españoles, lo mismo digo de la
>ada, lo comen cocido o tostado y después molido a mano en una pie-
i semejante a la que se usa para moler el cacao. De esta harina deben
ler provisto su saquillo que llevan siempre consigo para hacer cuando
viene gana, lo que llaman ulpu. Esto no es otra cosa que un puño de
a harina disuelta en un vaso de agua natural. Con solo este alímen-
que no es desagradable, se pasa un mes y mas, si es necesario, un
lio, y en esto consiste el todo de sus víveres que lleva a la guerra.
)c esta rigorosa dieta se dispensan algunas veces entre año. Ellos co-
i son amiofsimos de gloria y deseosísimos de parecer grandes en el
indo, se hacen mutuamente y en especial en tiempo de las cosechas,
ivites suntuosos, a los cuales asisten mas de trescientas personas. Es-
convites se llaman mingaco o chalin, y en estas circunstancias suelen
tar su grandes negocios. Entonces nada se ahorra y todo se despenli-
. Las aves, los carneros, los puercos, las vacas, se matan con una pro-
ion imponderable. El vino, que compran de los españoles, la cidra o
cha, que hacen de las manzanas, o los licores que destilan de tantas
as frutas del país, se presentan a lodos en todo el tiempo que dura el
ivite, que suele llegar hasta quince días. Durante este divertimiento,
los hombres como las mujeres, están cuasi siempre borrachos. Do
jI proviene la gran mortalidad de criaturas que se nota entre ellos, y
esto mismo la sensible disminución de populación que hay entre ellos
pectivamente al número del siglo pasado, porque las madres, borrá-
is por muchos dias consecutivos, dejan de dar la leche a sus criaturas,
s perecen por falta de alimento. Se hace juicio que dos tercios de los
a nacen mueren por esta causa.
lispénsanse también de la dieta cuando les viene a casa algún hués-
1; porque a éste, sea de la nación que se fuere, que lo hayan conocido
o, y aunque jamas lo hayan visto, lo tratan con la misma liberalidad,
labiendo observado aquellas ceremonias que lleva su política, puede
ir el tiempo que quiera, ain que tenga que pagar cosa alguna por sus
lientos ni por el alojamiento. El forastero, sin desmontar del caballo,
i*
■i
HISTORIA DE CHILE.— LIB. VI.— CAP. X 343
debe preguntar por el señor o dueño de la casa, y si éste está allí, sale
luego a la puerta, le hace una larga arenga sobre su llegada, durante la
cual el huésped debe mostrar contento, aprobar sus discursos y no in-
quietarse ni por lo largo de ellos, ni por lo ardiente del sol, o por lo
fuerte del agua que le cae encima, ni debe desmontar del caballo, hasta ^
que él no le diga que entre en su casa, donde hallará quien de buena ,i
voluntad le dé alojamiento. Inmediatamente las mujeres, aunque hayan A
acabado de dar de comer al marido, preparan nueva comida de la mejor J
que hay en casa. Se mata el mejor carnero y la gallina mas gorda. Todo %
entero se pone en la mesa, y también el indio, como si no hubiera comi- |
do, dando principio él mismo para denotar que no hay veneno alguno y |
que puede comer y beber sin el menor recelo. Lo mismo le pone a la A
noche y todos los dias que esté allí. Si al fin le hace algún regalo, aunque *í|
sea muy inferior a lo que de él ha recibido, se lo agradece y recibe con }
aprecio. Si el dueño no está en casa, el solo desmontar del caballo es una
infracción contra el derecho del señorío que cada uno tiene en su casa: y
así no hallará ni entonces ni después acogida alguna.
El vestido de los araucanos es también muy simple, todo él es de lana,
porque no conocen el uso que se hace del cáñamo y lino. Todas las na-
ciones que han sido obligadas, ya por la rigidez del clima, ya por la de-
cencia a cubrirse el cuerpo, usaron al principio los vestidos talares, como
mas fáciles de hacerse y adaptars eal cuerpo, de cuyo modo nos podemos
figurar hubiese sido al principio el vestido de los araucanos; pero ha-
biéndose ellos dado después ala guerra y puesto en ella la verdadera
gloria y nobleza, inventaron un vestido corto, como el mas apropósito
para el manejo expedito de las armas. Algunos pretenden que ellos lo
hayan tomado de los españoles; pero esto es verdaderamente falso, por-
que toda y cada una de las partes que lo componen tienen su nombre
propio en su lengua. Este consiste en una camisa que llaman cotón, en
una especie mas de jubón que de chupa, que dicen choni, en un par de
calzones estrechos y cortos y en una especie de capa que nombran
poncho.
El poncho es cuadrilongo, hecho a manera de casulla, con una aber-
tura en el medio para entrar la cabeza y tenerlo al cuello; es largo y an-
cho, de modo que cubre las manos y llega hasta Jas rodillas. Los hay de
dos suertes, esto es, simples y listados, los simples son todos azules; el
fondo de los listados es del color que se quiere y las listas o fajas, que
son mas o menos anchas, admiten diversos colores, representandos por
medio del tejido, flores o algunas figuras. Siete listas de esta especie or-
dinariamente componen su labor, de este modo distribuidas: una ancha
un palmo, en el medio; colateralmente a ella una estrecha del ancho solo
de tres dedos, y a la misma distancia una ancha de una y otra parte, y
finalmente, una estrecha. En todo el contorno del poncho va un fleco de
hilo y lana mas fino, no todo de un color, sino alternativamente variado;
pero siempre guardando un mismo orden de sucesión. Estos se llaman
chamales y hacen de ellos, así por la fineza de sus hilos, como por lo
delicado y bien distribuido de sus flores, de gran precio. Los ponchos son
mucho mas cómodos que las capas europeas y aun de cuanto se ha in-
GOBIERNO DOMESTICO DE LOS INDIOS DE CHILE
lo cuanto bueno y laudable se halla en estos indios, desaparece
i que se entra a contemplar el gobierno doméstico de sus casas,
lombres se contemplan señores a quienes todo servicio les es de-
ellos se creen nacidos solo para la guerra- De aquí es que ellos
Dio desdeñen sino que detestan cualquiera fatiga que no se en-
¡e a la milicia, y que ellos abandonen a las mujeres todos aquellos
is que en todo el mundo hacen los hombres. Ellos en nada de lo
¡ario para la subsistencia de la familia, se ingieren ni piensan. No
t veces las mujeres aran la tierra, ellas siembran siempre los
>s, los cultivan, los siegan y cosechan, ellas gobiernan las ovejas y
uilan su lana, ellas mandan fuera y retiran las vacas y ordeñan su
, ellas cuidan de los caballos, ellas van al monte, cortan la leña y
.en a casa, ellas hacen de comer, limpian y barren la casa y dan
,'estir al marido todos los años una muda entera,
odas estas fatigas el indio se muestra como insensible. No se mue-
mas a darles alguna ayuda, ni aun se le oye una palabra de com-
m. En medio de esto se debe confesar que ellos no les dan mal
miento alguno, ni de palabra, ni mucho menos de obra, como lo
rvó también entre los pekuenches, Falkncr. Las tratan con cariño y
anta igualdad que cuanto da a una, tanto da a las otras; por cuyo
vo no se ven riñas entre ellas, ni ninguna que sea prepotente con
tras- No escuchan quejas y hacen que no entienden las emulacio-
si las hay, y cuando ellas llegan a cosa mayor, no dejan de pensar
medio. Creyéndose ellos con derecho a la vida de ellas, no omiten
, castigos menores para apagar el incendio. Esto, a la verdad, se ve
rara veces, porque siendo todas igualmente dueñas de toda la co-
i, igualmente obligadas a trabajar por el marido, e igualmente co-
londidas de éste, reina de ordinario la paz en sus casas. Cosa que
(
GÓMEZ DE VIDAURRE
eramenle admirará a cualquiera que se ponga a contcm|
ion de este sexo; pero cesará la admiración si se reflexio
)n en que a cslas mujeres las tiene el marido y el amor £
as le profesan; se quitan el bocado de la boca por dársele
de su salud por servirlo, y estando enfermas, porque no 1
ulalo, se levantan de la cama y aun arrastrándose se lo
de aquí es que ellos evitan toda ocasión de causarles sinsa
mantengan en una perfecta concordia. Si el marido se. ■
;una, las otras procuran aquietarlo y ponerlo en razón. Si i
■sperdicia, bota, o malbarata los bienes de la casa, no hay
ente ni hable una palabra. De todo dispone él como duefu
no tiene facultad ni de vender, ni de prestar, ni mucho i
cosa alguna. En suma, él nada hace y de todo es dueño
e y lodo lo halla dispuesto, nada provee y de todo tiene ■
Trae quieto, y nada de casa lo fatiga, solo que cuando él
odo lo ha de hallar al orden, y así él no piensa sino en dive
slruirse en las cosas de la guerra.
'ecto, apenas se despierta a la mañana que halla ya prepar
zo, que jamas deja, y el caballo a la puerta. Inmediatamente
e é!, toma sus armas y se va adonde sabe que oíros se ad¡<
lanojo de ellas para hacer él lo mismo. Tal vez se va adoni
de sus fiestas para hacerse también participe del regocijo, o
se va solo, ya corriendo por una parte, ya por otra, ya como
e, ya como quien hiere, ya como quien repara el golpe, ya
luye, y en fin, usando todos los modos como puede quedar
ala acción. De este continuo ejercicio, tanto del caballo c
irmas, nace la destreza grande que tienen en uno y otras,
diversiones no impiden otro uso diario que tienen y es el
ístacion que se fuere, no so pasa dia sin que se bañen, cot
Ferencia, que el invierno lo hacen una vez al dia, pero el \
n muchas veces y por tan largo tiempo que se pasan horas
adando de todos modos, ya sobre el pecho, ya sobre la es]
¡n lado, ya entre dos aguas, como peces. Es gala entre estos i
,ar uno de los grandes ríos enlre dos aguas y sin venir fuera
le la otra ribera retroceden, dando solo una scítal que han II
sacando un brazo o una mano, y vuelven del mismo mod
or donde entraron. Las mujeres también se bañan todos los
mas so ven juntas con los hombres porque buscan para
separados. Inmediatamente que paren, si es invierno o ví
an sin temor alguno al agua juntamente con la criatura rec
incida, tanto para limpiarse ellas, cuanto para criarla mas f
por esto ni éslani ellas sientan molestia alguna, y del baño \
i seguir en sus oficios.
lombres ocupan el tiempo que les queda libre de los dichof
3 en la borrachera o en diversos juegos, que, según su genio
men siempre alguna cosa de mili'lar. Yo tomaré dos de éstos
Dnocer mas el genio de esta nación, que expondré en el párr¡
, como también otras diversiones que tienen.
r
í
XII
JUEGOS Y DIVERSIONES DE LOS IXDIOS DE CHILE
Es 1.a nación belicosa, bien que tenga muchos juegos en qué entretener-
se, usa con mayor frecuencia aquellos que tienen mayor analogía con el
arte militar, que sirven para el ejercicio de las fuerzas que los otros que
no son así o que puedan fatigar la mente. Dos son, por esto, sus mas fa- i
vorecidos; el uno se hace en el campo y se 1 lama ya/icaw, y el otro en casa, :'
y se dice cututum-peucu. >
Para jugar alpalicano chueca, como dicen los españoles, se elige un J
llano largo, a lo monos un tercio de legua. En las extremidades de éste í
se ponen ciertas seílales de- ramas de árboles o bien una cuerda o una
zanja. Concurren allí los jugadores en dos bandos opuestos e infinitos
miradores que toman partido, ya por uno, ya por otro bando, y hacen
sus apuestas. Lo mismo hacen los jugadores para interesarse mas en la
pelea. Cada uno de estos bandos está compuesto de quince hombres ar-
mados de bastones, corvos en la parte inferior; todos están medio desnu-
dos para hallarse mas ágiles y con menos impedimentos para correr y
hallarse donde mas convenga. En el centro del llano se hace un agujero,
dentro del cual se mete una bola de leño, poco menor que las de los tru-
cos de tierra. De una y otra banda del agujeróse apartan las dos lilas,
cada una con su contrario delante. Dos adversarios de los de mayor
nombre en este juego se ponen a bregar a quien saca con su bastón del
agujero la bola hacia su parte. En esto se pasa ordinariamente mucho
tiempo, porque el uno al otro elude con destreza la ventaja. La bola,
finalmente sacada fuera, cada bando procura con todo esfuerzo llevarla
a la una de las extremidades que le toca, porque en esto consiste la
victoria. De aquí nacen combates vivísimos y batallas obstinadas entre
las dos filas opuestas; la bola ya se ve aquí ya allí, ya que cuasi toca
en la raya y de ahí cuasi en el extremo opuesto; ella no está jamas
quieta porque corren como galgos detras de ella, o para llevarla al fin,
RW^™^
350 GÓMEZ DE VIDAURRK
o para corlarle su curso y volverla hacia su parle, de manei
san muchas horas sin haher concluido un juego, y este ordin
viene a finalizarse por faltarles las fuerzas de tanlo correr. E
leyes que hacen observar los jueces para esto desuñados,
con el fin que no resulte alguna desgracia por malicia de algí
que juegan, pero, con todo, no se consigue, porque ordinaria
ceden algunas en resulta del grande empeño que tienen de lie
la a su raya o de impedir que toque en la de los contrarios,
obliga a gobernar sus bastones sin reflexionar al mal que pi
sionar al que tienen vecino, como sucede muchas veces qu<
golpe en una pierna, brazo o en la cabeza, con rotura cierta. '.
del Archipiélago se recrean también en este juego, con la
que ellos llevan la bola por el aire, de cuyo modo es mas p
sugelo a mayores desgracias. Los campesinos españoles de (
bien lo han adoptado y entre ellos se hayan dos facciones con
esta suerte de divertimiento, las cuales se han heredado de
hijos. Experimentadas varias desgracias, lo ha prohibido justi
le el gobierno y solo se permite con ciertas limitaciones, co
£ les se cree evitarlas, pero én realidad no es asf, porque no
E de fomento a la barbarie y a las enemistades; sirve de oportu
I . venganza y da ocasión a que se cometan impunemenle no pe
f- les. Ni sirve de menor inconveniente el concurso grande de
£ t todos sexos que vienen a ver por quienes so declara la victo
E se debe suponer de esta gente que tiene poco temor de Di<
f' 1 respeto a las leyes civiles, por haber abrazado en gran parte
5 la libertad.'
I, El cutulun-peucu lo juegan entre diez y seis o veinte personas
íy en las inmediaciones de sus casas, como que con él quisiesen <
nes de táctica militara sus hijos; y no pocas veces hacen que I
Pi entre sf, en lo que ellos entran de buena voluntad, procurando
l ' distinguirse sobre los otros. Tómanse éstos por las manos y f
[ circulo, en cuyo centro por.en un chico. Casi otros tantos no
son hombres los que juegan, o de niñas si son niñas, están dt
í fuera y procuran o con astucia o con esfuerzo romper aquel
" apoderarse del chico, que es en lo que consiste la victoria. Lo
con violencia en forma de asalto, uno, dos o mas, ya por una,
'. versas partes; unos fingen la retirada para ir después corrier
con mayor ímpetu sobre la parte que les parece mas débil; ot
partes que están opugnando se trasladan de un golpe, con un
increíble a otra que piensan encontrar descuidada; en fin, losas
no omiten diligencia alguna de cuantas pueden concurrir pan
aquella muralla viviente.*
Por su parte, los asaltados ponen también todos los medios
fender la fortaleza. Estos, que no pueden usar' sino de sus pro
zas y están en la defensiva, ya eslrechan ya alargan los braz<
1 Aquí haj uní lámina que representa :t los indios jugando alpalican o
2 Aqu¡ hay una limina que représenla ¿l juego del Culutuin-peuco.
^
HISTORIA DE CHILE.— LIB. VI.— CAP. XII 351
pídela necesidad del concurso y fuerzas de los enemigos, y, en fin, hacen
tanta resistencia que, fatigados los asaltadores, se ven obligados a aban-
donar la empresa y confesarse vencidos. Otras veces que vuelven al
mismo juego se cambia la suerte, haciendo que los que fueron asalta-
dores sean asaltados, para procurar en todo la igualdad y la misma des-
treza. De este ejercicio, que es puramente de fuerzas, pues solo de éstas
se debe usar, resulta que adquieran tal superioridad de fuerzas que se
hace increíble a quien no lo ve por sus ojos, y una agilidad en sus miem-
bros que admira.
No contentos con este ejercicio, para aumentar siempre mas su agili-
dad, usan frecuentemente tener entre sí parejas de carreras, tan largas
como si fuesen caballos. He visto en este punto cosas que, no obstante
d§ conocer la naturaleza robusta de estos indios y de saber de cuantos
modos se ejercitan para aumentar las fuerzas, he quedado maravillado.
Diversas veces vi a uno de estos indios desafiar a tres españoles cuales-
quiera que fuesen, a correr, prometiéndoles dar dos y tres cuerpos de
ventaja y que empezando uno de los tres a correr con él, éste llegase
hasta cierta distancia, donde le esperarla el segundo para entrar asuce-
derlo con la misma ventaja de dos o tres cuerpos y continuar la carrera
hasta llegar al tercero, que entraria en la misma conformidad que los
dos primeros, y que si no superaba a todos tres, él pagaría todas las
apuestas que quisiesen hacer. No hubo vez, de muchas que hizo esto,
probando diversas, que no los venciese. Otro vi que apostaba a correr
con un caballo y durante la carrera le iba dando palmadas en la anca;
pero llegando al fin de la carrera daba un salto tan furioso que pasaba
al caballo y la victoria quedaba por él. Bien que sea yo enemigo con
ejemplos particulares de probar proposiciones universales, he quedado
en traer estos ejemplos, no en prueba de su agilidad y robustez, sino
para hacer ver a cuanto llegan con el ejercicio continuo de fuerzas, y
que no se debe hacer increíble, como pretende don Miguel Olivares, el
salto del indio Tucapel, que refiere Ercilla y el P. Alonso de Ovalle, y
muchos casos espantosos de este género.
A mas de estos juegos o mas bien ejercicios militares y de fuerzas, tie-
nen otros que son de pura recreación, los cuales usan con suma mode-
ración, en. lo que ciertamente pueden servir de ejemplo a todas las nacio-
nes del mundo, las cuales por la mayor parte pierden infructuosamente
el tiempo y no pocas veces arruinan con ellos los intereses propios.
Ellos los juegan pocas veces y es muy corto el interés que se atraviesa,
aun respecto a sus cortas facultades. Se puede decir que los usan mas
por descanso que por deseó del interés o por vicio engendrado de la
ociosidad, la cual entre ellos, bien considerado, tiene poquísimo lugar
para engendrar en sus ánimos los vicios funestísimos que regularmente
trae a la sociedad. Dan poco tiempo al juego* del ajedrez que en ellos
se halla de tiempo inmemorial y que no puede dudarse que lo tenían
aun antes de la entrada de los españoles pues le dan el nombre de co-
mican. Mas consideración hacen del que llaman quechu, el cual tiene una
grande analogía con el juego de dados o de tablas reales, en cuya cir-
cunstancia se sirven de un hueso triangular señalado de diversos pun-
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HISTORIA DE CHILE.— LIB. VI.— CAP. XII
353
k
bien que me venían a la pluma, las he omitido y dejado a la consideración
de los lectores, bastándome haber puesto el fundamento para ellas, y con
esto llenar mi objeto de la descripción de estos indios, cual ellos la pi-
den al presente, sin ser necesario hacer congeturas de lo que fueran. Por
esto no he querido yo entrar en sus primeros ascendientes o en el origen
de estos indios, porque no teniendo ellos archivos ni escrituras, y por
estar sus relaciones o tradiciones tan confusas y tan contradictorias que
no se puede asentar pié ni cosa alguna, ni establecer un razonable siste-
ma. No sucede así con los hechos de guerra entre esta nación y la espa-
ñola, porque los de esta última nos han dejado escrito lo mas mínimo
que ha sucedido con ellos. Con todo, yo confieso que no me hallo con to-
dos aquellos documentos que me eran necesarios para dar una completa
historia, particularmente en las cosas del segundo siglo, porque escri-
biendo fuera del Reino, no he podido adquirir las competentes noticias.
FIN DEL TOMO I
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DEL PRIMER
Paj.
Dedicatoria a don Antonio Porlier 1
Prefacio • • . . 3
LIBRO PRIMERO.— situación geográfica del ricino de chile.
I.— Situación, extensión y confines del Reino de Chile 11
II. — Nombre del Reino y su derivación 13
III.— División natural del Reino 17
IV. — Parte mediterránea del Reino 19
V. — Andes o Cordillera 21
VI.— Ríos de Chile 25
VIL— Lagunas de Chile 31
VIH. — De las aguas minerales y termales 33
IX . — Terreno y sus cualidades 37
X. — Temperamento 43
XI. — Lo saludable del clima de Chile 47
XII. — De los vientos y sus cualidades 53
XIIL— Del calor que hace en Chile t ....... • 57
XIV.— Meteoros ígneos de Chile , 59
XV.— Volcanes del Reino de Chile . , 63
XVI.— Terremotos en Chile 65
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LIBRO SEGUNDO.— descripción geográfica natural y civil
DE LA PROVINCIA DE CUYO.
I.— Graduación, confines y extensión de Cuyo ........... 71
II.— Temperamento de Cuyo • • • • , 73
ÍNDICE
357
PJU.
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X.— Pájaros de agua dulce *..» 255
XI. — Pájaros de mar . • 259
XII. — Cuadrúpedos europeos que hallaron en Chile los primeros españoles que
entraron en él ... . . • . . 265
XIII. --Animales anfibios 269
XIV. — Cuadrúpedos terrestres carnívoros 273
XV. — Cuadrúpedos digitados no carnívoros «... 277
XVI. — Cuadrúpedos cornipedos » 281
XVII.— Cuadrúpedos europeos . . • 287
LIBRO S ESTO. —hombres de chile
I. — Naciones o tribus que poblaban a Chile 297
II. — Construcción del cuerpo de los indios 303
III. — Dotes del animo de los indios chilenos 307
IV. — Lengua de los indios de Chile 311
V. — Religión de los indios chilenos . 317
VI. — Gobierno civil de los chilenos 323
VII. — Gobierno militar de los indios chilenos 327
VIII. — Muerte del prisionero de guerra 333
IX. — Ceremomias que usan en los tratados de paz 337
X. — Habitación, alimento y vestido de los indios 341
XI. — Gobierno doméstico de los indios de Chile 317
XII. — Juegos y diversiones de los indios de Chile 349
FIN DEL ÍNDICE DEL TOMO PRIMERO.
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