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COMPENDIO
DE LA
HISTORIA DE MÉXICO
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COMPENDIO
DE LA
HISTORIA DE MÉXICO
DESDE SUS PRIMEROS TIEMPOS HASTA EL FIN DEL SIGLO XIX,
B8CRIT0 PARA USO
DE LOS COLEGIOS DB INSTRUCCIÓN SUPERIOR DE LA REPÚBLICA
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POR BL LI€BNOIADO
LUIS PÉREZ VERDÍA,
Antiguo Profesor de HistoriJ y Cronologia eo el Liceo de Var« nes de Jalisco,
Catedrático de Derecho Intemarional en la Bscaela de Joriitprudcncia,
é individnode número de la Sociedad Mexicana de Geografía y Hstadfstica.
V'
CUARTA EDICIÓN
CORREGIDA T Al'MRKTADA
í: LIBRERÍA DE LA V»* DE CH. BOURET
PARÍS I MÉXICO
23, Rué Vísconti, 23 I 1*, Cinco de Mayo, 1*
1906
TKE NEW YORK
PUBLIC UBRARY
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TÍU3E14 rOÜNDATIONS
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Esta obra es propiedad del autor^ quien habiendo hecho el depósito
que marca la /ey, se reserva expresamente todos los derechos que
reconoce el titulo VIII, libro II del Código civil.
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A LA MEMORIA
DE MI AMADO PADRE, EL SBS'OR MAGISTRADO
DON ANTONIO PÉREZ VERDÍA
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■PVBffnRR
ADVERTENCIA
II 681 hootoux á tout honnéte
homme d'ignorer le genre humain
et les changements memorables que
la suite des tomps a faits dans le
monde.
Bossvrr.
Guando publiqué por vez primera en 1883 esta obrita hice
presente al público que al darla á luz sólo me proponía formar
un libro de texto que pudiera servir para enseñar la historia
patria y facilitar con ella el estudio de ramo tan interesante,
convencido de que los estudios se generalizan en proporción
de los medios de que se puede disponer y de que el conoci-
miento de nuestra propia historia es de la más trascendental
importancia, porque, como há dicho el Sr. Dr. Rivera, « el que
no sabe la historia de su patria, es extranjero en su patria ».
Aunque sin pretensiones de que mi humilde trabajo pudiese
arrojar alguna luz acerca de los grandes problemas históricos y
escudado con el juicio del egregio académico Menéndez Pelayo,
de que en las obras científicas caben los esfuerzos de todo
hombre investigador y laborioso, á diferencia de las de índole
estética en que no se toleran medianías, mi Compendio es el
resultado del estudio que he podido hacer de cuanto de notable
y digno de atención se ha escrito sobre la materia desde las
primeras crónicas hasta las últimas obras, tomando de todas
'^-^rf
X ADVERTENCIA
ellas cuanto me ha parecido conforme con una sana crítica.
Sirva esta manifestación franca para que no se me atribuya la
intención de ostentar como propios conceptos de otros escri-
tores, pues "á más de mi escasa competencia hay que tener en
cuenta que en asuntos históricos es preciso valerse de los estu-
dios de quienes nos han precedido.
Séame lícito manifestar tan sólo, que en este trabajo he
puesto mi entera voluntad por buscar siempre la verdad hisló-
rica^ apartándome de toda pasión. Por eso mi criterio ha sido
juzgado de muy diferente modo por los extremistas que, á
pesar de todo, han hecho justicia á mi intención. Mientras el
Sr. Conde de Charencey y algunos escritores me han tachado
de parcialidad liberal, en « La América », de Madrid el
Sr. D. Gustavo Baz se expresaba en estos términos : « Como
narración, como método, como estilo, es una obra que llena las
exigencias de la instrucción secundaria ; hay más, su conoci-
miento en Europa daría á conocer en atrevida forma las cosas
y los hombres de México y destruiría muchos errores. Paso por
alto el criterio moderado del Sr. Verdía al juzgar algunas épo-
cas ; el mío es diferente y creo que los hechos me dan la razón ;
pero de todas maneras para mí su Compendio tiene una tras-
cendencia que él mismo no sospechó y es de una utilidad que
debe haber colmado sus deseos. » Por su parte el Sr. Bulnes en
« Las Grandes Mentiras », si bien declara bondadosamente que
mi libro es « el mejor aceptado y el que contiene menos errores
y manifestaciones de un espíritu perturbado por el patriotismo
vulgar, » sin embargo me acusa de pervertir las conciencias
infantiles, porque « á los niños como á todos los mexicanos, no
se les debe enseñar á tener patriotismo con la historia, sino lo
que es más noble, moral y conveniente á hacer la historia con
el patriotismo » ; en tanto que el Sr. D. Nicanor Bolet Peraza
en « Las Tres Américas » de N. York se dignó decir : « Una
cosa se encuentra además en el Compendio del Sr. Verdía, y
es el patriota mexicaao orgulloso de sus tradiciones, noble-
mente indignado ante las tiranías domésticas que afligieron la
ADVERTRNGIA U
patria y contra las usurpaciones extranjeras que atentaron
contra su integridad. » « Esa obra no es un mero resumen de
las cosas que pasaron, en orden cronológico puesto para faci-
litar la erudición de los citadores; sino que es un libro de
dogma para las generaciones americanas. Leyéndolo se ama el
terruño de la patria, se miran con horror la usurpación y la
conquista que lo merman ó arruinan, cualquiera que sea el
siglo ó la raza que los presidan y cualquiera que sea el pre-
texto que los encubra. »
k la vez que el docto americanista Sr. F. Duro se queja de
que haga yo de Hernán Cortés una excepción de la tolerancia
que preside al libro, anotando con harta severidad sus
defectos, el insigne maestro D. Ignacio M. Altamirano escribía
que « el Sr. Fernández Duro no tiene razón : el Compendio ha
sido justo y aun benigno al hablar de ese gran forajido á quien
sólo su fortuna y el interés de España han podido colocar en el
rango de los héroes, no habiendo sido su vida más que un
tejido de bajezas y traiciones en Cuba, de perfidias, asesinatos
y crueldades en México, en dónde cometió todos los crímenes
posibles... Los españoles responden á todo eso con la grotesca
excusa que no por haber salido de los Jabios de Quintana deja
de ser una solemne paradoja : ¡ Crimen fué de su tiempo y no
de España ! Con esa razón no hay crímenes ni criminales en la
Historia y desaparece del criterio toda ley moral. Cortés, para
mí como para todo hombre sereno, no es un hombre grande y
digno de alabanza. Enrique Heine, extraño á los libros de los
frailes y de los españoles, lo había ya juzgado bien, y el Com-
pendio no peca de severo. »
Ante tan grande y natural diversidad de pareceres he tratado
de seguir únicamente las inspiraciones de mi conciencia sin
temer á ese respecto las censuras de los unos ni procurar los
aplausos de los otros, aunque claro está que no es á mí d quien
toca decir la última palabra.
La bondadosa acogida que el público dispensó á mi humilde
libro y los favorables aunque inmerecidos juicios emitidos
XII ADVERTENCIA
acerca de él por historiadores nacionales y extranjeros, fueron
poderoso estímulo para publicar la 2* edición en 1892, en la
cual rectifiqué diversos hechos, según el juicio que de ellos me
había formado por un estudio más prolongado y concienzudo.
k pesar de la pequenez del libro y de mi dedicación para for-
marlo, no sólo tuve entonces que variar algunas apreciaciones,
sino que aun respecto á la 3* edición (1900), hoy me he visto
obligado á introducir algunas variantes de importancia, pues
en esta labor cabe siempre el perfeccionamiento y jamás puede
decir la última palabra quien sigue escudriñando guiado
siempre por el deseo de acierto.
Por esto se concibe sin dificultad que en la tercera edición
se hicieran más de cien adiciones con respecto á la segunda,
aumentándose con más de cincuenta la presente, sin variar el
plan y sin que sea necesario dar razón de ellas, puesto que en
una obra elemental, la principal labor consiste en la selección
de los hechos para no aglomerar los insignificantes con perjui-
cio de la sencillez y facilidad para el aprendizaje, ni mutilar el
conocimiento preciso de la evolución histórica por medio de
inconsideradas omisiones. En semejante tarea claro es que
siempre queda el campo abierto para adicionar y reducir
mediante la aplicación continuada de un sano criterio.
Pero no sucede lo mismo cuando se rectifican los hechos ;
pues entonces se hace necesario expresar los motivos que el
autor ha tenido para cambiar de juicio, áfin de que no parezca
que con ligereza extremada se formó la primitiva opinión ó
que se cambió de ella sin grave fundamento y por espíritu de
innovación. Fácil tarea es la de justificar estos cambios,
siquiera sean fundamentales, una vez que cada día se siente
más la necesidad de reconstituir nuestra historia acudiendo á
las fuentes primitivas, desgraciadamente ya escasas, y apli-
cando una crítica severa que naturalmente va haciendo diaria-
mente cambiar algunos conceptos interesantísimos. Para esto
es preciso á la vez que examinarlo todo, sin aceptar mi^s que
lo científicamente comprobado, apartarse también de esa des-
ADVEHTENCU XIU
confiada imparcialidad que tiende al más desconsolador escep*
ticismo y que conduce á dudar aun de lo que está justificado.
Se impone por tanto la necesidad de fundar tales variantes y
como más de diez hechos substanciales aparecen en esta edi-
ción referidos de muy diversa manera de como lo fueron en la
primera, y algunos de ellos aun en la segunda y tercera, pasoá
justificar su variación.
En la cronología mexicana he adoptado un sistema entera-
mente diverso. Guiado por la grande autoridad del Sr. Orozco
y Berra, acepté entonces que el año empezara en 16 de enero
con el mes ítzealíi para acabar en 10 de enero siguiente con
Titülf 18.* mes ; pero, confrontando fechas notoriamente cono-
cidaSf resulta que no siempre concuerdan con esa distribución
de los meses, por lo que he adoptado el sistema de ios que
empiezan el año el 1.** de marzo con el mes Atlacahualco^ que
de esa suerte es el primero en vez de ser el segundo, y lo ter-
minan <^on Itzcalli que es el último en lugar de ser el primero,
el ^ de febrero, para contar á continuación los cinco días in-
útiles, dando así fin el año el 18 para empezar el nuevo año olra
vez el 1.*" de marzo. Este orden es por otra parte el descrito
por el Códice Ramírez, según lo afirma D. Fernando Ramírez ;
por Fr. Bernardino Sahagún y Fr. Diego Duran, los más auto-
rizados escritores de la historia antigua, y por Torquemada,
Martin de León, Boturini* Clavigero, Ramírez y Chavero.
« En cuanto á los días que formaban el año mexicano y la
manera de evitar el año vago, haciendo que coincidiera el año
civil con el astronómico, he admitido la muy erudita é inge-
niosa forana de corrección dada por el Sr. Chavero después de
confrontarla con el Códice Borgiano, por haberla hallado ente-
ramente conforme, lo mismo que con las indicaciones del
Barón de Humboldt.
No es extraño encontrar gran discrepancia en los autores
acerca de la formación del año, porque á más de que los mexi-
canos hicieron algunas correcciones cronológicas, como no
hacían la intercalación cada cuatro años como nosotros, sino
1^1 «IB " iimmf^mmfií0mm
XIV ADVERTENCIA
ea largos períodos, y la conquista acaeció precisamente al fio
de uno de éstos, no pudieron ya hacer la corrección, agregán-
dose todavía para mayor confusión, la reforma gregoriana,
que en la misma época se llevó á cabo, de suerte que al atraso
de cerca de trece días que por el siglo azteca que terminaba á
la sazón tenía, hubo que añadir los diez suprimidos al cómputo
juliano.
En esta diversidad de sistemas y de aserciones, el Códice
Borgiano puede considerarse como el mejor guía.
No siempre las pinturas deben seguirse en todas sus indica-
ciones, pues para examinarlas, deben ante todo tenerse en
cuenta los principios científicos. Por haber seguido instintiva-
mente tales datos erraron con seguridad los más notables histo-
riadores antiguos y modernos al afirmar que el número de víc-
timas sacrificadas por Ahuizotl en la dedicación del templo,
fué cuando menos de 20.000. Habiendo habido sólo cuatro
sacrifícadores y durando lo que el día natural los sacrificios,
esto es 12 horas aproximadamente, no pudieron sacrificarse
más de 4 hombres simultáneamente en cada 4 minutos que
sería el menor tiempo empleado en la ceremonia, es decir,
uno por cada minuto ó 720 en el día, lo que reduce de un modo
muy aproximado aquella fabulosa cifra á 2.880 como total.
Ante esa demostración he rectificado ese punto y como conse-
cuencia el de los sacrificios hechos en la coronación de Mote-
cuhzoma 11, que estaban fijados en 5.000 ; pues si á ese número
no llega siquiera el de las víctimas del suceso más memorable
y sangriento de toda la historia antigua, mucho menos pudo
ser el de una coronación, que por más solemne que se la
suponga, la pintan como pálida en relación con la hecatombe
del Rey Ahuizotl.
He suprimido en esla edición la relación de los trabajos de
Colón conforme con las antiguas tradiciones y que tanto popu-
larizó Washington Irving ; pues sobrepuesto el espíritu crítico
y filosófico y de acuerdo con los documentos publicados por
F. de Navarrele y las obras de Rodríguez Pinilla, no es dudosa
ADVERTENCIA XV
ya la relación que he dado y por tanto es ya inútil la que antes
había publicado conjuntamente y que sólo tiene valor compa-
rativo, impropio de un compendio.
La usurpación del nombre dado al Nuevo Continente por
Américo Vespucio es uno de los puntos que han tomado carta
de naturaleza en la historia y que en general ha llegado á ser
indiscutible. Satisfactorio en gran manera es para mí hacer
constar que, aunque guiado por verdaderos maestros, participé
del error universal al asentar que Vespucio había llamado
América al Mundo de Colón usurpándole á su verdadero des-
cubridor la gloria de legarle su nombre. Después de los erudi-
tos estudios de Wiesener, he comprendido que Vespucio cargó
con el peso de un error que él no había cometido ni provocado
y que condenado sin juicio, sufrió la triste celebridad de la
impostura desenmascarada.
No sólo se mostró siempre buen amigo del ilustre genovés y
mereció que éste dijese de él que era un « completo hombre de
bien » (carta fechada en Sevilla á o de febrero de 1503), sino
que lo mismo que aquél, murió sin saber que había descubierto
tierras desconocidas de un nuevo Continente. Colón escribía al
Papa Alejandro VI en 1502 : « He descubierto trescientas
treinta y tres leguas de la tierra firme de Asia » ; y Vespucio
por su parte afirma que hizo un largo viaje de trece meses
« discoprendo infinitissima térra de VAsia e gran copia d'isole ».
Fueron necesarios el descubrimiento de Balboa en 1513 y el
viaje de Magallanes (1519-21) para disipar aquella creencia
y por tanto es imposible suponer en Vespucio muerto en 1512,
el deseo de deslizarse subrepticiamente en la historia é im-
poner de contrabando un nombre á un Continente que no era
susceptible de otro que del de Asia.
Rectificar hechos y reparar injusticias es una de las más
nobles manifestaciones de la Historia !
Sobre la entrega de Querélaro en 1867 he cambiado también
de parecer en vista de estudios críticos del más alto valor y de
nuevos é irrecusables testimonios, apoyado además en autori-
b
XVI ADVERTENCIA
dades tan competentes como las de los Sres. Vigil, Rivera,
Torres, Bulnes, etc. En este asunto se ha operado cambio tan
radical en la opinión de los hombres pensadores, que ha lle-
gado hasta hacer decir á Mr. Emile Olivier, el ilustre orador y
Ministro de Napoleón III, que reúne á su talento y larga expe-
riencia en los negocios públicos un criterio sereno y juiciosí-
simo : « La disertación del Sr. Iglesias tan notable por la saga-
cidad de sus percepciones como por la fuerza y claridad de sus
argumentos, ha destruido definitivamente la leyenda de la trai-
ción de López. »
Finalmente, he agregado varios capítulos extendiendo mi
narración hasta el año que pone fín al siglo xix.
Ojalá que la juventud mexicana, para quien he escrito este
pequeño libiio, pueda encontrar en él algo que acreciente su
amor á la patria y su fe en el porvenir I
Guadalajara, 1905.
REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
Con muy atenta dedicatoria é esta Academia, ha traído el
correo marítimo un libro nuevo en buena impresión de 346 pá-
ginas en 4.0 (1), obra del licenciado don í-.uis Pérez Verdía,
profesor de historia y cronología en el Liceo de Varones del
Estado de Jalisco, escrita para uso de los colegios de instruc-
ción superior de la República, con título de Compendio de la
Historia de México desde sus primeros tiempos hasta la caída del
segundo imperio ,
No desconoce el autor las difícultades que ofrece un resumen
bien entendido de los sucesos qua otros han narrado antes con
extensión y con criterio más ó menos apasionado, ni pretende
vencerlas en absoluto, aspirando tan sólo á la iniciación de la
juventud en tan importante estudio, escudado con ia sentencia
de nuestro colega Menéndez y Pelayo, « que si en las obras de
índole estética no se toleran medianías, en las destinadas á un
fin útil caben los esfuerzos de lodo hombre investigador y
laborioso ».
Dividiendo la obra en cuatro partes, traza en la primera el
cuadro de la civilización de Anáhuac, discutiendo brevemente
las opiniones emitidas respecto al origen de los indios ameri-
canos, con bosquejo de la emigración de los pueblos que, uno
(1) Guadolajara ^México), 1883.
XVIII REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
tras otro, empujándose, descendían de Norte á Sur dejando en
^edificaciones colosales huellas de su paso oscurecido, hasta que
sobreponiéndose los aztecas dieron al imperio mexicano gran-
deza, esplendor y poderío superiores á todas las naciones del
nuevo continente. Reduce á nuestra era las épocas controver-
tidas de los acontecimientos principales; desenreda las dinas-
tías y los mitos del laberinto de los códices pintados, cuya
interpretación resiste así al persistente trabajo de los misione-
ros que como el padre Sahagún lo acometieron, como á la tra-
dición dificultosamente transcrita por indígenas, cual don
Hernando Alvarado Tezozomoc, y restaura los nombres de per-
sonas y lugares maltratados en las crónicas españolas por el
embarazo que á nuestra lengua presentan las palabras ChaU
chiuhllanelziii, Y'atlicuechachuac^ Tellahuehuezpuilitzin^ Cue^
tlaxochitl, con tantas otras semejantes que, sin conato de
estornudo, apenas puede pronunciar.
En la segunda parte, que abraza el período de la conquista,
esboza las figuras de Colón, Velázquez, Hernán Cortés, al
frente délas de Motecuhzoma (nuestro Motezuma), GuauhlemoCy
Xicotcncalt, admirando la valentía de los mexicanos heroica-
mente representada en el último emperador, en contraste de
la pusilanimidad del que hallaron los descubridores en el
trono. Reconociendo las grandes condiciones del caudillo
extremeño, lo hace excepción el señor Pérez Verdía en la tole-
rancia que preside por lo general al criterio de su libro, ano-
tando con harta severidad los defectos que descubre en el
Capitán, y haciéndole inculpaciones rechazadas de antes por
los que han profundizado la investigación de su vida y hechos;
tales son el asesinato de Motezuma, no habiendo muerto en su
opinión, como se dice, de la pedrada que recibió en la cabeza,
y el parricidio cometido en doña Catalina Xuárez Marcayda.
¿ No entrará por algo en el juicio la idea preconcebida de
haber sido una grande iniquidad, conforme á los principios
absolutos, la conquista de México? ¿ No lo informarán en parte
las prevenciones aprendidas de Ramírez, Bustamante, Rivera
REAL ACADEMIA DE LA UISTORU XIX
y aun de Prescott? Parece que sí ; en el momento de conside-
rar la ruina de un pueblo valeroso y amante de la independen-
cía» olvidando la falta de respeto que por la de los vecinos tuvo
y el objeto de su ocupación normalizada en la guerra por el
único fin de conseguir prisioneros, que con el corazón palpi-
tante renovaran la costra sangrienta del horrible ídolo Huit"
zilopochtli, y con los miembros proporcionaran el manjar ape-
tecido de los nobles guerreros, la simpatía natural, el
sentimiento generoso del autor, ofuscan momentáneamente su
clara razón. Repuesta en breve le dicta :
« La humanidad, destinada á marchar progresivamente á su
destino, no ha alcanzado de un golpe todas las verdades que
deben dirigirla, sino que extraviada frecuentemente por diver-
sas causas, ha caminado poco á poco, abandonando diaria-
mente lo que hasta allí había tenido por bueno.
a De aquí resulta que los hechos históricos se juzguen, no
sólo con arreglo alas verdades eternas, sino también conforme
á las circunstancias y al espíritu de su época ; de manera que
no podemos excusarnos de tomar en cuenta las ideas domi-
nantes en el siglo xvi para formarnos un juicio exacto de la
conquista de nuestra patria.
« Así como en la antigua Grecia eran tenidos por bárbaros
todos los pueblos que no pertenecían á ella ni estaban, por lo
mismo, representados en el Congreso de los anfictiones, de
igual modo en la edad media eran considerados todos aquellos
que no profesaban la religión católica.
« De este error provino la creencia de los monarcas católicos
de qUe estaban autorizados para despojar á las naciones ame-
ricanas^ y de este error nació el duro tratamiento que los con-
quistadores dieron á los naturales, pues suponían que todo les
era lícito tratándose de infieles ; y por eso se ve con cuánta
frecuencia los engañaban, los robaban y les hacían todo género
de iniquidades (1)...
(1) Segimda parte, cap. IX.
XX REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
« La civilización aztecatl estaba destinada á perecer para ser
sustituida por otra superior, y la Providencia preparaba el ca-
mino de su ruina (1). »
Tal es realmente la opinión de la edad presente : los con-
gresos de americanistas van descubriendo con asombro que
aquellos españoles subditos del Emperador ó de su hijo Felipe»
que en relaciones amañadas aparecen sedientos de sangre y
oro, sin buscar otra cosa por el Nuevo Mundo*, ya por entonces
plantearon y aun resolvieron problemas que el avance de los
conocimientos humanos propone ahora por novedad. Si algún
escritor apegado á la rutina se desentiende de las condiciones
de la época en que, curando la medicina las dolencias del
cuerpo con los tormentos del hierro y del fuego, no era feno-
menal que el fuego y el hierro se aplicasen también al remedio
de los males sociales, ni que se admitiera como recurso de
probanza judicial el tormento, así en España como en la Europa
toda, que detrás de ella caminaba por entonces, la repetición
de declamaciones huecas, pasadas de moda, servirán tan sólo
para descubrir su ignorancia en la historia general y en la es-
pecial americana.
El señor Pérez Verdía emplea la tercera parte del Compendio
en reseñar los sucesos del gobierno de los tenientes de Cortés,
de las dos audiencias primeras y de los virreyes en serie com-
pleta de los sesenta y cuatro que abarca el período de 1524 á
1821. Condensando las ocurrencias sin omitir ninguna de las
principales ; apreciando con justicia lo mismo el odioso proce-
der de Ñuño de Guzmán y sus ad-lateres, que la integérrima
conducta de Lemos ; la avaricia de algunos altos funcionarios,
que el desprendimiento de otros ; el admirable ejemplo de los
primeros apóstoles de la fe, la síntesis de este trabajo intere-
sante se encierra en las frases que copio :
« En la serie de los virreyes que gobernaron en México se
descubre el deseo de los reyes de España de que fueran perso-
(1) Segunda parte, cap. VIII.
^-■^ -"^
REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA XXI
ñas de importancia que atendieran al bien del país, y si hubo
muchos que faltaron á esa confianza y extorsionaron al pueblo
procurando su propio interés, esto era indispensable, atendida
la condición humana ; pero otros, en cambio, se manifestaron
probos y entendidos gobernantes; así es que, gobierno que
contó entre sus agentes á los Mendoza, Yelasco, Rivera, Acuña,
Bucarel y Güemez Pacheco es acreedor á la gratitud.
« No significa esto que no tuviera el país mucho por que que-
jarse ; la avidez de los españoles, la crueldad y dureza con que
trataban á los naturales esclavizándolos é imponiéndoles durí-
simos trabajos, fueron males gravísimos que aun acarrearon
la destrucción de la población indígena ; y aunque los reyes de
España constantemente dictaron justas disposiciones en su
favor, por no haber tenido energía para hacerlas cumplir se
hicieron responsables ; pero hay que tener en cuenta que el
despotismo y las más absurdas ideas acerca de la majestad
real eran entonces las dominantes en España, como efectos
de la época. Por otra parle, atendida la deplorable situación
que cupo en suerte á México de ser colonia de un país extran-
jero, no tuvo que sufrir lo que otras colonias en las que sus
metrópolis sólo han procurado explotarlas en cuanto fuere
posible.
« Algunas veces, en medio de la exaltación de los partidos,
ha llegado á suponerse nocivo para la nación mexicana el
haber sido descubierta y conquistada por España; prescin-
diendo de lo inútil de tal cuestión, España dio á México lo
que ella tenía, aun bajo el aspecto de la vanidad ; pues aque-
lla nación era la más poderosa del siglo xvi. Las afinidades
y simpatía de raza hicieron que se verificara en parte entre la
española y la mexicana una verdadera fusión, de lo que re-
sultó que no se destruyera la última, como ha sucedido en
otras colonias (i). »
Por fin acomete el autor en la cuarta y última parte la narra-
(1) Tercera parte, cap. XI H.
'.JáStí¿ts*¿^^
XX tt HEAL Atl^UKMlA DE Ik HISTORIA
cíóü del movimieoLo revolucioDarío de emancipación, y conse-
guida ésta, el relato de Laníos esfuerzos hechos desde 1821 á
ltíC7, con el fin de consolidar la existencia independiente de la
República en el concierto de las naciones ; pasando ligera y
penosamente por las escenas de sangre fratricidamente derra-
mada, eácollo peligroso que salva sin dar satisfacción á las pa-
siones j ni incienso, ni baldón á las personas, guiado por el
juicio recto t el ánimo sereno, la intención sana y el deseo déla
paz y la \entura que Dios conceda a su país.
En cuestiones de apreciación no son lasque antes he citado,
únicas en que mi criterio difiere del de el autor ; pero en con-
junto pienso que llena cumplidamente las condiciones del
objeto que se propuso, y que el libro, como obra manual, ha
de ser de utilidad en círculo más ancho que el de los colegiales,
complaciéndome manifestarlo á la Academia.
Cesáreo Fernández Duro.
Madrid, ti de marzo de !8S4*
COMPENDIO
DE LA
HISTORIA DE MÉXICO
PRIMERA PARTE
HISTORIA ANTIGUA
CAPÍTULO PRIMERO
Primeros pobladores de América. — Su origen. — Cómo vinieron del an-
tiguo continente. «^ Primeros habitantes de México. — Yucatán; escri-
tura y civilización de los maya; guerras y tradiciones. — Los tolteca
— Su monarquía.
Obscuro é incierto es el origen de todos los pueblos,
pero particularmente el de la nación mexicana está ro-
deado de las más densas sombras ; porque á la propia y
general dificultad, hay que añadir circunstancias entera-
mente particulares. Los muchos siglos que transcurrieron
entre la aparición de los aborígenes y su contacto con los
europeos ; el poco cuidado con que vieron los conquista-
dores todo lo que se relacionaba con tal asunto, habiendo
destruido por ignorancia ó fanatismo multitud do pinturas
ú objetos cuya pérdida no ha sido posible reparar ; y por
1
.2 PÉR£Z V£RDÍA
último, la falta de conocimientos en la escritura jeroglí-
Xica y en sus usos y costumbres, han sido otras tantas cir-
cunstancias que han mantenido esas sombras, produ-
ciendo mil conjeturas y errores.
Los pobladores de México necesariamente forman una
Tama de la gran familia americana, así es que la primera
<íuestión que debe examinarse es la relativa al origen del
hombre en el Nuevo Continente.
Debe partirse del principio de una sola creación, tanto
porque así está escrito en los Sagrados Libros, comopor-
<]ue así lo enseña la común tradición que no ha sido des-
mentida por ningún hecho comprobado, y en tal virtud no
se puede dudar que la población de América procede de
la conservada en Asia después del diluvio; pues con res-
pecto á los tiempos antediluvianos cualquiera opinión
tendría que ser aventurada. Por otra parte, se conservó
siempre una tradición de Noó á quien llamaban los mexi-
canos Coxcox ó Texipactli, así como de que los primeros
habitadores se hallaron en la dispersión de los hombres
después de la fábrica de la gran pared, como llamaban
á la torre de Babel, y que de allí siete familias que ha-
blaron el idioma náhuatl, se dirigieron al Norte, guiadas
por sus respectivos caudillos, entre los que se contó Votan
ó Teponahüaste, hasta llegar al país de ToUan y de Aztlán,
ó tierra de las garzas, de donde más tarde y en diferentes
tiempos salieron las principales tribus que poblaron á
JVIéxico.
Por lo que hace al origen de esas tribus, que desde la
Uamira de Senaar vinieron á establecerse en Anáhuac, la
opinión más general les señala como tronco á Nephtüim,
hijo de Mesraín y nieto de Cham. Sin embargo se han in-
ventado mil teorías, pues mientras el ilustrado Lord
Kingsborough se empeña en sostener que esos primeros
liabitantes descendían de los judíos, Vanegas cree que la
población primitiva de América era procedente de los car-
ÉL.
HISTORIA DE MÉXICO 3
tagineses; historiadores hay que enseñan al Egipto como
cuna de aquellas tribus, en tanto que otros las suponen
descendientes de los fenicios ó de los chinos. Cada uno
aduce á favor de su doctrina, raciocinios más ó menos
fundados ; pero hay que convenir en que es inútil toda
discusión sobre tal punto, porque no hay datos Bdedignos
sobre que apoyarla, pues las razones de identidad de idio-
mas, de usos y de costumbres entre aquellos pueblos y los
del antiguo continente, carecen de todo valor, si se advierte
que no conociendo el idioma y costumbres primitivos, en
la serie de los siglos pueden haberse operado mil cambios
que hayan desfigurado su fisonomía y estructura original;
no puede compararse lo que nos es conocido con lo que
absolutamente ignoramos.
También hay muchas hipótesis con respecto al camino
seguido por aquellos pobladores para llegar al lugar donde
fueron descubiertos : por mucho tiempo se creyó que
habían pasado á América por un solo punto, pero hoy
se ha modificado tal opinión en vista de los invencibles
obstáculos que hay para admitirla.
Parece fuera de duda que el estrecho de Behring fué el
punto del globo por donde pasaron aquellas tribus de la
Asia á la América, siendo lo más probable que el actual
estrecho, descubierto y pasado por vez primera en 1728
por Behring y Tchirokov, formara en aquellos remotos si-
glos inmediatos al diluvio, un istmo, el que más tarde,
después que se hubo verificado el tránsito, á consecuencia
de algún cataclismo haya quedado como hoy se le co-
noce. Unidas de tal suerte la Asia y la América, ese trán-
sito no presenta dificultad alguna ; pero suponen otros
escritores, tomándolas cosas tales como hoy existen, que
-como ese estrecho sólo mide catorce leguas, y la mayor
parte del año están congeladas las aguas del Océano, fué
muy posible y fácil, que el paso se hubiera verificado por
los hielos, ni más ni menos que como frecuentemente lo
^ PÉREZ YERDÍA
atraviesan las tribus hiperbóreas en la actualidad. Otros
creen que los primeros pobladores han atravesado en ca-
noas aquel estrecliOj aprovechándose de las diferentes islas
en él diseminadas.
Aunque muy aceptada la hipótesis segunda, parece sin
embargo la más improbable ; porque no es racional ni
verosímil que aquellos hombres se lanzaran entre los
hielos, sin saber ai mas allá encontrarían tierra; pues hay
que tener preseule que si hoy parece sencilla esa expedi-
ción y la hacen constan Lómente los hiperbóreos, es porque
todos sabemos que sólo tiene catorce leguas de ancho ;
pero esa noticia no la pudieron tener aquellas tribus, y el
hombre por naturaleza no se aventura en lo desconocido.
Oíros autores suponen con muchas probabilidades que la
población de América procede de la China, de donde sídie-
ron por el siglo vii cerca de 900 naves con 100.000 hom-
bres con objeto de apoderarse delJapón, siendo dispersa-
das algunas de ellas por las tempestades sin que se volviera
á tener noticia alguna, pudiendo fácilmente haber sido
arrojaílas por la corrientt^ marina delJapón hasta las costas
de Cafiíornía^ donde se fija la antigua Huehuetlapallan ;
posibilidad que conlirma cierta semejanza de raza, de cos-
tumbres y aun de lenguas entre algunos pobladores de
América y del Celeste Imperio y Sol Naciente.
Sea loque fuere, está explicado el tránsito del hombre
del antiguo al nuevo mundo, porque escosmopolita y puede
en consecuencia soportar todos los climas del globo; pero
la presencia en América de animales de la zona tórrida,
como el caimán y otros muchos, exige un nuevo punto de
pasaje, pues éstos no pudieron haber venido por los gla-
ciales climas de Behring, Además, es un hecho reconocido
que las ruinas del Palenque pertenecen á otras tribus muy
diferentes délas que, venidas del Norte, edificaron Casas
Grandes y Chicomostoc; de suerte que es preciso admitir
que la América estuvo unida con la África perlas Antillas
HISTORIA DE MÉXICO 5
<5 por el Brasil, como parecen indicarlo los numerosos ar-
chipiélagos y la sonda que, revelando poca profundidad
del mar, puede signiñcarquehuboun hundimiento debido
á un cataclismo. ¡ Tal vez la Atlántida de Platón !
Sólo con tales comunicaciones terrestres se explica tam-
bién la presencia de los innumerables reptiles, que ni pu-
dieron venir á nado, ni es de suponerse que hayan sido
traídos por el hombre; que por lo que respecta á la exis-
tencia de animales feroces y dañinos, así como á la falta
de los más üliles y domésticos, hay una explicación
satisfactoria. Es probable que todos ellos existieron en
aquellos remotos tiempos ; pero poco cultos sus habi-
tantes, no supieron estimarla importancia de los animales
útiles, por lo que no les concedieron la protección y cui-
dado que para propagarse y conservarse necesitaban, en
cuya virtud se perdieron tales razas, tanto por los ataques
de animales carniceros, como por la acción del tiempo.
Establecidos ya los primeros pobladores en América, bien
sea poco después del diluvio como opina Sigüenza, ó en
tiempos remotísimos y desconocidos como quiere Clavi-
gero, se dividieron en familias que, extendiéndose hacia '
el Sur excitadas por la suavidad del clima y la fertilidad
del suelo, llegaron por fin á establecerse en diferentes re-
giones de la que hoy es República Mexicana.
El hombre existió en México en las más remotas edades,
pues en 4 de febrero de 1870 se encontró al hacerse el
tajo de Tequixquiac un cráneo fósil de cerdo, labrado, en
un yacimiento geológico de terreno nezoico ó posterciario,
el cual corresponde á la fauna gigantesca antediluviana.
También se encontró en 1885 un esqueleto humano fósil
en el Peñón á 4 kilómetros de la capital, que revela ser
prehistórico y, como pertenece á la raza indígena, es evi-
dente que ésta existió en época remotísima muy anterior
al tiempo de la tradición y de la historia. Sólo la raza
nahoa contaba una grande antigüedad según la tradición
6 PÉREZ VERDÍA
de SUS cuatro soles cosmogónicos. Según sus pinturas, el
primer sol que les alumbró fué destruido por un cata-
clismo causado por una terrible inundación : se le llamó
Atonatiuh ó sol de agua y duró 4,008 años. El segundo,
denominado Ehecatonatiuh ó sol de aire, fué destruido por
deshechos huracanes y nevadas y alumbró 4,010 años. El
tercero, Tletonatiuh, sol de fuego, duró 4,404 y se des-
truyó por erupciones volcánicas y terremotos, habiéndo-
se conservado el cuarto sol, al que llamaron Tlaltonatiuh
5,206 años. De esta suerte, aquella raza contaba hasta el
cuarto sol cosmogónico, que no fué .otra cosa que uno de
los cataclismos que sufrió en su existencia, 17,623 años,
conforme á lainterpretación dadaá las pinturas. Sin embargo
parece que los intérpretes han sufrido un error anacrónico
al contar por 400 los signos de las pinturas, ni más ni
menos que como en los tiempos posteriores, siendo así
que en los tiempos primitivos los nahoa representaban con
tales signos su siglo de 80 años, y en este caso el primer
sol tínicamente tuvo de duración 808 años, el segundo810,
el tercero 884 y el último 1,046, sumando todos ellos
3,548 años, y como el último de esos soles corres-
ponde al año 249 antes de nuestra era (Chavero, México
d través de los siglos, tomo I, pág. 87), resulta en-
tonces que Ja raza nahoa cuenta en el país 3,797 años
antes de Jesucristo, ó sean 5,702 hasta el corriente de
1905.
Fundados en el descubrimiento que se ha hecho en
Tlaxcala, Toluca, Texcoco y California, de varios huesos
de gran tamaño, creen algunos que los primeros pobla-
dores de Anáhuac fueron gigantes ; pero á más de que en
todas partes del mundo se han hallado huesos semejantes,
bien pueden confundirse con los de seres fósiles.
La civilización maya es reconocida por la más antigua
del país, y de las tribus que poblaron á Yucatán se admi-
ten dos inmigraciones, una venida de Occidente, que fué
HISTORIA DE MÉXICO 7
la más numerosa, y la otra de la isla de Cuba perteneciente:
á la familia maya que fué la primitiva.
La península yucateca se llamaba en lengua maya
VuTkiiL Cuz y Etel Ceh, esto es, tienda de pavos y venados y
y también se decía Peten, que quiere decir isla, y Yuca-
tán, palabra que signiQca Nuestra perla oriental, ó bien
sea porque tal palabra signifique, como quiere BernalDíaz,
TIERRA DE LA. YUCA Ó pan de cazabe, ó porque se derive de
las palabras üy u tan, oye como hablan, que pronunciaban
los naturales cuando los conquistadores les preguntaban
en castellano cuál era el nombre de su país.
Cerca de la península existió el Imperio de xibalba, que
tuvo por capital ala ciudad de Palenque ó deNachan, fun-
dada probablemente mil años antes de la era vulgar,
teniéndose noticia que de las razas que invadieron á
Yucatán, la primera fué la de los itsaes que edifica-
ron á Itzmal, la ciudad más antigua hace mil ó dos mil
años, á T-Ho y á Chichen Itza ó pozo de los Itzaes. Vi-
nieron por el Oriente, tuvieron por legislador á Zamna,
que estableció la adoración de los astros y del símbolo de
la generación universal ; su gobierno fué teocrático y ellos
fueron los que edificaron los monumentos^ cuyas ruinas
se admiran hoy aún.
Después de mucho llegaron los maya de origen nahoa
y lograron sobreponerse á los itzaes ; Kukulcan fué el le-
gislador de esta raza; su religión prescribía los sacrificios
arrojando las víctimas á los cenotes ó estanques subte-
rráneos; reedificaron muchas construcciones antiguas y
fundaron las ciudades de Mayapany de Uxmal en los pri-
meros siglos de nuestra era.
La tercera raza que invadió la península, fué la de los
caribes; pero ésta no se extendió más allá de algunas
partes del litoral, y siendo pirata é inculta ni llevó ele-
mento alguno á la civilización de aquella provincia, ni ha
dejado huella de su existencia.
B^Vrt¿ ^
S péUfiZ VEHDÍA
E! nombre de maya con el cual son oonocidas aquellas
primitivas tribus^ y en particulür el idioma que nos han
dejado, era en un principio el de una de sus divinidades,
ó bien según otros, se deriva de ma-ay-ba, que sig'nirica
en opinión de Ordúñez fierra sin aguüy nombre que se
aplicó A la provincia.
Sin embargo de lo poco que sabemos de su historiadlas
tribus mayas nos lian dejado los monumentos mrís famosos
do lodo el continenLe^ los cuales demuestran que fueron
las más adelantadas y cultas de la antigüedad. Kxísten
cuarenta y cuatro ruinas de edificios de cantería primoro-
samanle labrada, entre las que descuellan las de IJxmal y
Tchichen-Itza, que acreditan su ¿grandeza y magn i licencia;
pero son todavía niiLS notables las pinturas que han llegado
basta nosotros.
Era opinión general hasta hace cuarenta años que no se
había conocido en America la escritura fonfítica antes del
descubrimiento; pues que aun las pinturas mexicanas ó
azteca, incomparablemente mtls adelantadas que los quipos
del Perú, no contenían caracteres alfabííticos, sino síUo
TL*presentac¡ones íií^urativas, en las cuales la diferencia de
colores cambiaba liasfa la significación de la imagen, de
suerte que estaban destinadas mas bien á iiablaríí los ojos
que á designar el espíritu, las palabras de la lengua* Mas
habiéndose encontrado en 1863 la Relamún de las cosas
de YiwaUln, escrita en el siglo xvi por fray Diego de
Landu, se tuvo entonces noticia de un alfabeto maya,
descubriéndose con tal clave cuatro preciosos códices
yucatecos pertenecientes á la escritura sagrada ó küfoU'
nica; eí de Duesde, que equivocadamente se había tenido
antes por pintura azteca ti y publicado por Lord Kiugsbo-
Tougb; el PerbsianOj fotografiado en 1864 por orden del
ministro Duruy y reproducido después por Rosny; el
ThoapíOj dado d luz por Braííseur, y ol CoRTESIA^o, editado
también por Rosny, aunque se cree que estos dos últimos
mSTORU DE MÉXICO 9
son fragmentos de una sola obra. De esta suerte no puede
ya dudarse hoy de que los antiguos habitantes de Yucatán
supieron leer, escribir y formar verdaderos libros, exis-
tiendo así una literatura original precolombina, por
más que todavía no poda mos penetrar su secreto, porque
aun se discute si tales códices están escritos con el al-
fabeto puro ó si éste se halla mezclado con signos
figurativos abreviados ó ideográQcosildbicos convencio-
nales.
Consta por los expresados documentos, todos ellos
rituales, que existían dos religiones, pues mientras la
parte figurativa, única que entendía el pueblo, estando
reservada la alfabética á la casta sacerdotal, se refiere al
más grosero politeísmo, divinizando hasta los objetos de
la industria; la otra parte fonográfica, hace constar una
rehgión monoteísta.
Siglos después hubo en la península una irrupción por
Occidente, probablemente tolteca, apareciendo Huculcan
como legislador y sacerdote y fundándose la ciudad de
Mayapán, que fué la capital y que duró muchos años,
hasta que por los excesos de sus malos gobernantes de la
familia de Cocom, quien introdujo la esclavitud y celebró
una liga con los de Tabasco, lastimando con eso el senti-
miento nacional, sobrevino en principios del siglo xv una
revolución acaudillada por Tutuxiu, gran republicano,
que dio muerte á aquel señor y á todos sus hijos, con
excepción de uno que se hallaba ausente, ocasionando el
abandono y ruina de Mayapán y de Zilán. Vuelto el hijo
de Cocom que estaba en Culhda, fundó con el resto dis-
perso de los subditos de su padre un nuevo señorío
llamado Zututa, estableciendo su capital en Tibulón, que
significa burlados fuimos.
Á la vez los mexicanos de Tabasco se establecieron en
la provincia de Canul, y la casta sacerdotal dirigida por
Achechel, noble y versadísimo en las ciencias, tomó
10 PÉREZ VERDÍA
asiento en Tikoch, dando origen al cacicazgo de Akinchel
ó de Izamal, que fué más tarde el más notable de los que
existía» al efectuarse la conquista.
Entre esos tres pueblos existió siempre constante riva-
lidad, que mucho facilitó la dominación europea, pues los
cocomes tachaban á los de Canul que eran extranjeros y
traidores por haber matado á su señor y robádole su
hacienda; éstos replicaban que eran tan antiguos en la
tierra como aquéllos y que lejos de ser traidores eran
libertadores, pues habían matado al tirano; mientras los
cheles se jactaban de descender de un gran sacerdote, é
impedían á los demás tomar pescado y sal de las costas,
en represaha de que los del interior no les dejaban á su
vez cazar ni tomar frutos en sus dominios.
Por último, en la provincia de Tutuxiu el sacerdote ó
childn Ahcambal anunció, según las tradiciones, que
pronto serían dominados por gente extranjera y les pre-
dicarían la virtud de un palo llamado en su lengua va*
homche, que quiere decir palo insigne de gran virtud con-
tra el demonio.
También don Juan Cocom, después de ser bautizado,
refirió que su abuelo el señor asesinado en Mayapán, tenía
un libro en el cual estaba pintado un venado con otros
signos, que él interpretaba como indicio de que cuando
entrasen á la tierra venados grandes, como después
llamaban á las vacas, cambiarían de religión.
Muchas otras famihas poblaron el país en su grande ex-
tensión, primero que las nahuatlacas de que preferente-
mente se ocupa la historia, y de esas razas primitivas
apenas se conoce su existencia; así es que aun antes que
apareciesen los tolteca, los más antiguos de quienes hay
noticia cierta, ya había sido poblada la mayor parte del país
por los OTOMÍEs, bárbaros que ocupaban los Estados de San
Luis Potosí, Querétaro, Guanajuato, Michoacán, exten-
diéndose hasta México, Puebla, Tlaxcala y Veracruz ; por
HISTORIA DE MÉXICO i i
los PAME que habitaban al Norte, los lxmeca, xicalanca y la
gran familia mixtecozapotega.
Eran los tolteca de raza nahoa y se hallaban establecidos
en California al Norte del río Gila. Conservaban la tradi-
ción de su procedencia asiática y tenían por capital á
Huehuellapallán, ciudad que fundaron tan luego como se
fijaron en aquella región. Después de muchos años de
prosperidad, dos señores de la real estirpe, llamados Clal-
catzín y Tlacamichtzín que acababan de fundar la ciudad
de Chalchicatzincán, se rebelaron, y después de ser ven-
cidos en guerra civil, emprendieron su peregrinación con
un gran número de sus adeptos, habiéndoseles reunido
otros cinco señores, Ehecatl, Cohuatzón, Mazacohuatl,
Tlapalhuitz y Huitz; cuyos siete jefes les sirvieron de cau- '
dillos en el primer período de su emigración. La salida
tuvo lugar aproximadamente en el año ce tecpatl de su
cómputo, correspondiente al 344 de la era cristiana. Por
elañode5o2 fundaron la nueva capital llamada Tlalpa-
llancoco ó sea Tlálpallan la chica; pero tres años después,
por consejo del sabio sacerdote Hueman ó Huematzín
(el de las manos grandes ó sea el poderoso), siguieron su
peregrinación hacia el Sur, llegando después de algunas
jornadas á Hueixallan (junto al gran arenal) en donde
sólo permanecieron cuatro años, al cabo de los cuales si-
guieron su marcha hasta llegar al punto donde cdilicaron
á Xalisco (sobre el arenal) en III acatl ó sea en 539. Allí
vivieron ocho años y luego pasaron á establecerse á Chi-
malhuacán (lugar de los que usan rodelas ó escudos) en 367,
de donde partieron cinco años más tarde para Quiahuiztlán
Anáhuac (lugar donde llueve mucho junto al agua) ; se
detuvieron seis años y en seguida se trasladaron á Za-
catlán (tierra de zacate); después fueron á Totzapán
(sobre el tul), á Tepetla (lugar montañoso), á Mazatepec
(cerro del venado), á Xihuecoe (culebra azul), á Izta-
chuexolla (lugar de sauces blancos) de donde por fin pasa-
12 PRREZ VERDÍA
ron á Tollanzinco (delnís de Tollan) en 645. Por nuevo
consejo de Hucman .al cabo de diez y seis años empren-
dieron otra vez su marcha, hasta que en 661 llegaron á
Tollan í junto á los tules), distante doce leguas de México,
cuya ciudad escogieron definitivamente para capital de
su pueblo.
Como los tolteca no fueron los primeros pobladores, en
su larga peregrinación, tropezaron con otras tribus menos
fuertes y civiHscadas, á las cuales vencieron y arrojaron
al Sur, produciendo así ese oleaje ó irrupción de diferentes
pueblos, que en América, lo mismo que en Europa y pri-
mitivamente en Asia, ha dado ori^^en á la población uni-
versal y al perfeccionamiento de la civilización.
Tollan era una población habitada desde hacía muchos
años por los otomies, que la llarjiaban Mamenhi, y de cuyo
nombre tomaron el suyo aquellas tribus : tolteCa, habita-
dores de Tollan, nombre moderno que sustituyó al primi-
tivo de hueitlapaneca con que antes eran conocidas.
Los tolteca eran altos y robustos, sumamente ágiles,
mejor parecidos que los otros aborígenes y mucho más
cultos; usaban unas tilnioas largas de algodón, sandalias
y gorros ó sombreros de palma ú paja.
Creían que el Tloque Nahuaque fué el criador de todas
las cosas y primitivamente adoraban al sol y demás astros,
deificando más tarde los diferentes atributos del Ser Su-
premo, d*^ donde provino luego el politeísmo. Daban culto
á sus dioses con gran reverencia y les ofrecían"^ flores y
materias resinosas, pero después sacrificaban cada año á
TlaloCí su deidad mas antigua, cinco jóvenes doncellas á
quienes sacaban el corazón.
Yivian en casas de terrado y se dedicaban principal-
mente á la agricultura y á las artes: cultivaban el algodón,
el maíz, el frijol, el chile y diferentes legumbres; tejían
el algodón y otros textiles; hacían trastos de barro, mo-
saicos do plumas primorosamente trabajados; labraban
HISTORIA DE MÉXICO 13
aunque toscamente el oro, la plata y usaban de las perlas,
las turquesas (xihuitl) y otras piedras preciosas. Tenían
algunos conocimientos en astronomía, contaban el tiempo
con mucha exactitud y se valían de pinturas jeroglíficas
para suplir la escritura fonética que desconocían.
Según sus crónicas, la forma de gobierno que tenían
adoptada en Huehuetlapallan era la monárquica ; pero los
que emigraron, se gobernaron todo el tiempo de su pere-
grinación por dos jefes principales y cinco menores, que
eran dirigidos en todo por Hueman, quien como sacerdote
interpretaba la voluntad divina ; pero luego que se esta-
blecieron en ToUan, adoptaron la monarquía absoluta.
Recientemente establecidos tuvieron guerras con los
nocoalcas que los obligaron á celebrar una paz desventa-
josa, después de la cual mejoraron mucho la ciudad de
Tollan. Quisieron darse un rey y eUgieron á Chalchiüh-
Flanetzín, hijo del rey de los chichimeca, quien tomó pose-
sión en tí67. Mejoró la población, favoreció la agricultura
y fué un rey pacífico; gobernó 52 años y murió. Desde
entonces quedó establecido que los reyes de Tollan du-
raran en el trono 52 años, que era un siglo ; y en efeclo,
si su vida se prolongaba por más tiempo, abdicaban, y si
morían antes de ese término no se les nombraba sucesor
inmediatamente, sino que los nobles empuñaban las rien-
das del gobierno en nombre del rey muerto, hasta que
concluido el período, se nombraba nueva príncipe.
Fué electo segundo rey en 719, Ixtlicuechahuac, en cuyo
período se formó por Hueman {nombre fjue por respeto
al caudillo conductor durante la peregrinación, significa
como observa el señor Orozco y Berra, la casta sacer-
dotal) el famoso Teoamoxtli ó libro divino, que era una
curiosísima colección de todas las pinturas conmemora-
tivas de los grandes ' acontecimientos históricos, tales
como el diluvio, la confusión de las lenguas, la peregri-
nación de aquellas tribus, sus sentencias, ceremonias y
14 VÉREJL VERDÍA
otras cosas interesantes. Se estableció la monarquía here-
ditaria, así es que habiendo muerto Ixtlicuechahuac le su-
cedió en 771 Huetzin, que tuvo por sucesor en 823 á To-
TEPEüH, quien fué muy religioso y mandó construir en
Teotihuacán (habitación de los dioses) dos templos, uno
llamado Tonatiuh Izahual, que medía en su base 280 varas
de largo por 203 de ancho, y el otro, MeztJi Izahual de
200 varas de longitud por 170 de anchura ; de cuyos tem-
plos aun se conservan algunas ruinas.
El quinto rey fué Nacaxoc, que gobernó desde 875 hasta
927 en que subió al trono Mitl, que construyó muchos
templos entre los cuales descollaba el de la diosa del agua
reprensentada por una rana de esmeralda. Fué un rey tan
celoso por el bien publico y tan popular, que habiendo
cumplido sus 52 años de gobierno, acordaron todos los
tolteca que continuara en él, por cuyo motivo gobernó
cincuenta y nueve años, hasta que murió en 986, siendo
tan grato al pueblo que todavía para honrarlo, colocaron
en el trono á su viuda la discreta Xiühtlalzin, que lo
ocupó cuatro años que fué el tiempo que sobrevivió á su
esposo.
En 990 fué electo su hijo Tecpancaltzin, en cuyo tiempo
llegó la monarquía á su mayor desarrollo : vasta exten-
sión territorial que abrazaba todo el actual valle de México
y sus alrededores; abundante población de dos ó cuatro
millones de habitantes y grandes ciudades como ToUan,
Tolocan, CholoUan, Cuauhnahuac y Teotihuacán.
Con la civilización, sin embargo, se desmoralizaron las
costumbres, se introdujeron en el culto prácticas san-
grientas, y por tales causas decayó rápidamente.
En ese tiempo Papantzin descubrió el pulque ó jugo del
maguey, y lo ofreció al monarca por medio de su hija
Xóchitl (flor), de quien con tal motivo se enamoró. Me-
conelzin (hijo del maguey), hijo bastardo de Tecpancaltzin
y de Xóchitl, subió al trono en 1042 con el nombre de
HISTORIA DB MÉXICO 15
TopiLTzíN y fué el noveno y último rey. Desde un principio
se manifestó el disgusto general : la nobleza no asistió á la^
coronación del príncipe á quien despreciaba por su ilegí-
timo nacimiento, y como por sus vicios y mala adminis-
tración dio pábulo al general descontento, bien pronto se
encendió la guerra civil. Algunas tribus nahoas que habían
quedado en Xalisco y las primeras de los chichimeca que
invadieron el país hicieron la guerra á los tolteca en tan
críticas circunstancias, y después de largos años de por-
fiada lucha, en una batalla dada en Tultecaxochitlalpán fué
derrotado Topiltzín y muerto el anciano Tecpancaltzin. Á
consecuencia de la guerra y de los malos temporales so-
brevino la peste y la escasez, á cuyos elementos unidos
no pudo ya resistir el pueblo, que abandonó sus pobla-
ciones y sus tierras dirigiéndose hacia el Sur, unos para
Onohuaíco ó Yucatán y otros para Quauhtemallan, de-
jando por el territorio que atravesaban numerosas fami-
lias.
Pochotl, hijo de Topiltzín, le sobrevivió, y su descen-
dencia se enlazó más tarde con la nobleza de México y de
Texcoco.
Así concluyó la monarquía en 1116 después de 449 años
de duración.
CAPÍTULO II
Los chichimeca. — Su origen y civilización. — Se establecen en Tenayu-
cán. — Llegada de tribus más adelantadas. — Monarquía de Acolhua-
cán. — Usurpación de los tecpaneca.
Los chichimeca fueron los que inmediatamente que des-
truyeron á los tolteca se establecieron en el país. Eran de
diferente raza, hablaban distinto idioma, que hoy está en-
.íAAVS^
16 PÉREZ VERDÍA
teramenle perdido y tenían una civilización muy inferior.
Parece que el nombre chichimeca significa águilas, aun-
que otros suponen que quiere decir chupador de sangre;
pero en lo que no cabe duda es en que tal nombre lo repu-
taban glorioso todos los que lo llevaban.
Eran naturales del Norte, en donde tuvieron una mo-
narquía que contó trece reyes anteriores á su peregri-
nación y que duró, según sus crónicas, 251S años ; sü
capital Amaquemecan, aunque no se sabe dónde estaba
situada, se la supone próxima á Huehuetlapallan y así se
explica que los tolteca hubiesen nombrado por su primer
rey al hijo de Icoatzín, monarca chichimecatl. Se refiere
que en tal año de 1115 subió al trono de Amaquemecan,
Achcauhtzín que tuvo que dividir el mando con su her-
mano Xolotl; pero éste, impulsado por la necesidad de un
territorio más extenso y más fértil, así como por verosí-
miles disensiones, se separó de Achcauhtzín y emprendió
su camino hasta llegar á ToUan á los diez y ocho meses.
Abandonó esa ciudad que se encontraba deshabitada, y
después de algunas exploraciones practicadas por Cem-
poallan, Oztoc y Teotihuacán se estableció definitiva-
mente en Tenayucan á tres leguas al Norte de México,
lugar abundante en cuevas y por lo cual fué del agrado de
aquel pueblo cazador, que vivía en grutas y cuevas de
paja.
Inmediatamente se extendieron los chichimeca por un
espacioso territorio al cual llamaron Chichi macatlalH ó
pertenencia de los chichimeca, y poniéndose con tal motivo
en contacto con las familias tolteca que habían quedado,
recibieron su cultura y conocimientos, conservándose
desde ese tiempo el señorío ó reino de los culhúas perte-
necientes á la raza toltecalt y que hasta el tiempo del rey
mexfcano Huitziliuhitl contó los siguientes reyes : Xiuh-
temoc, Nauhyotl, Cuauhtexpetlatzín, Iluelzín, Nonohual-
catl, Achitometl I, Cuauhtonal, Mazatzín, Quetzalzín,Chal-
h..
J*!iJii I ■ *
HISTORIA DE MÉXICO 17
chiutlatonac, loiiualatonac , Tziutecatzín, Xihuitlemoc,
Coxcox, Acamapictli, Achí tome ti II y Nauhyotl II.
Desde H29 empezaron á llegar nuevas tribus y razas,
de las cuales unas eran salvajes y otras cuitas ; pero todas
viniendo del Noroeste impulsadas quizá por los mismos
resortes que los toltecay chichimeca.
Sucesivamente y por su orden se presentaron pidiendo
tierras los xochimilca, tecpaneca, acolhua, chalca, tla-
huica y tlaxcalteca.
El rey de los chichimeca los estableció bajo ciertas con-
diciones, fundando una especie de organización feudal,
pues los recién llegados reconocieron á Xolotl como señor,
y se obligaron á ciertas prestaciones. En tal virtud se crea-
ron varios señoríos que más tarde llegaron á ser otras
tantas nacionalidades, fundando los xochimilca la ciudad
de Xochimilco al sur del lago de Chalco; los chalca, la
ciudad de Chalco (campo de las flores) al oriente del mismo
lago; los tecpaneca la de Tecpan (lugar pedregoso);
los colhua la de Colhuacán (monte corcovado) ; los tlahuica
la de Tlahuicán, y los tlaxcalteca la de Poxhautlán en la
orilla oriental del lago de Texcoco.
Como todas esas poblaciones quedaron muy cercanas,
poreslo y por haberse formado encontrados intereses, es-
talló pronto la guerra, de donde resultó que los tlaxcal-
teca se retiraran al territorio de Tlaxcallan (tierra de maíz)
y se acrecentaran las monarquías colhua y tecpaneca.
En 1168 llegaron nuevas tribus colhua originarias de
Teoculuhuacán^ cerca de Amaquemecan, conducidas por
tres caudillos llamados Acolhuatzín, Chiconcuauhtliy Tzon-
tecomatl.
La llegada de estos desconocidos, más civilizados ([ue
los que les habían precedido, alarm<) por de pronto á los
chichimeca; pero inmediatamente se presentaron al rey,
quien dándoles buena acogida, casó á su hija mayor Cuet-
laxochitl con Acolhuatzín, y á la menor Cihuaxochitl con
2
18 ^ÉHGZ VERDÍA
ChiconcuautiÜi. De estas alianzas resultó que preponde-
rando contíi tiempo la nobleza délos recién llegados sobre
la rasLicj'dad de los chícEiimeca, fundidas ambas razas^
lomaran el nombre de Acolhua.
El anciano monarca repartió entre sus principales se-
ñores parte de sus dominios, confiriéndole Azcapozalco al
príncipes Acolhualzin; Xaltocín á Chiconcuahtli, y Coatli-
chán cí Tzontecomalt, y se dedicó á procurar la civilización
de y su pueblo. Sus últimos años fueron turbados por rebe-
liones que logró sofocar, pero se enajenó con tal motivo
las voluntades de sus subditos que aun llegaron á conspi-
rar contra su vida^ inundando unos jardines mientras él
dormía al pie de corpulentos árboles. Por fin, en el año de
!232 murió Xolotl después de haber gobernado d 12 años,
á los i8ü 6 2O0 años de edad, ^
Fue segundo rey su hijo Nopaltzín, de cuyo reinado
pueden resumirse los acontecimientos en tres grupos : la
llegada á Chapoltepec de los azteca ó mexicanos, que for-
maban la séptima de las frunilias nahuatlacas y la que más
tarde dominó en el país ; la guerra civil que sostuvo con-
tra el señor de Tolanzinco que se había rebelado y á quien
venció, y el engrandecimiento de Azcapozalco.
Nüpaltzín reintí 32 anos y murió en Tenayucan en 1263,
siendo sepultado en la misma gruta en que lo fué su padre.
Li.» sucedió su hijo Tlützln Pochotl que fué un monarca
pacílico y religioso que, prosiguiendo ja idea de sus ante-
cesoresj cambió la índole iie su pueblo de cazadora que
era, en agricultora. Mandó que todos sus subditos se dedi-
caran al cultivo de los campos, disposición que fué bien
acügiila y que sólo encontró resistencia en las tribus más
salvajes^ las cuales prefirieron remontarse á las montaño-
sas provincias de Meztitlán y Tutepec á fin de Uevar su
vííla errante.
Tlotzín murió en 1298, dejando en el trono á su hijo
QüLNATzÍN, quien fué coronado con más pompa que susan-
HISTORIA DE MÉXICO ' 19
tecesores y se hizo llevar á Texcoco en unas lujosas an-
das ; pero poco después, disgustados los guerreros por la
protección que el monarca dispensaba al elemento nahoa^
se declararon en abierta hostilidad, proclamando por rey
á Tenancacaltzín, quien vencido huyó al Norte, quedando
entonces Acolhua sosteniendo sus mismos principios y
acabando por acrecentar sus dominios de Azcapozalco con
parte de los que eran chichimeca. Más tarde, sin embargo,
fué vencido por Quinatzín que llegó, no sólo *á recuperar
sus dominios, sino aun á ocupar la ciudad de Azcapozalco.
Después de esto trasladó definitivamente la capital del
reino en i 324 á Texcoco y siguió ocupado en las guerras
civiles que con motivo de su política se Suscitaron ; pues
Quinatzín representa la transición del estado bárbaro de
los chichimeca, ^1 culto de los nahoa, de suerte que sus
guerras deben verse como civilizadoras y provocadas por
la resistencia de los que siendo bárbaros, no quisieron
civilizarse. Murió en el bosque de Tetzotzinco en 1357.
Siguió en el trono de Texcoco su hijo Techotlalatzin,
que llevó la nave del Estado por el mismo sendero que
había trazado su padre, así es que ordenó que el idioma
chichimeca fuera suprimido en los negocios de Estado y
sustituido por el nahoa que era más culto y que él poseía
con propiedad. De esta suerte la civilización iba borrando
hasta lasr huellas de la primitiva barbarie : ; se había cam-
biado el nombre, la índole, la capital y hasta el idioma de
aquel pueblo !
Llegó á su más amplio desarrollo la monarquía, habién-
dose dividido en 47 señoríos.
Formó tres consejos : uno compuesto de los más nobles
señores para tratar los más graves negocios del Estado ;
otro de jefes militares para los asuntos de la guerra y or-
ganización del ejército, y el tercero para los negocios de
hacienda ; pero entre tanto que se ocupaba de todos esos
importantes ramos, dando con eso nueva organización al
20 t PÉREZ VERDÍA
gobierno, varios Estados vecinos se engrandecían : los
azteca ó mexicanos por una p^irte, y por otra, los tecpa-
neca principalmente bajo el reinado de Tezozomoc, que
llegaron á inspirar serios temores al rey texcocano.
Por último, Techotlalatzin dio prudentes consejos á su
hijo y heredero Ixtlixochitl, joven de 19 años, y después
de haber reinado 52 años, expiró en 1409.
El error de Techotlalatzin al fraccionar demasiado la
monarquía, quitándole fuerza y unidad, produjo inmedia-
tamente sus funestas consecuencias, porque divididos los
señores feudales y excitados por Tezozomoc, rey de Azca-
pozalco, se hicieron inobedientes, y movidos por propias
ambiciones se negaron á asistir ala coronación de Ixtlixo-
chitl.
El rey de Azcapozalco se puso al frente de los rebeldes
y por tres años combatió á los acolhuas; pero la disciplina
de éstos equilibraba el número superior le los tecpanecas,
por lo cual se vieron obligados á ajustar una paz, que sólo
debía servir para que Tezozomoc realizara por traición sus
pérfidas miras.
Ixtlixochitl trató con indulgencia á sus enemigos conce-
diéndoles un general perdón, del cual se aprovecharon
para declararle nueva guerra, y así fué que habiendo en-
viado el rey acolriua á Acatlotli para que recibiera á su
nombre el homenaje ofrecido por varios señores feudata-
rios, éstos, faltando á la lealtad y al deber, llevaron ante
Tezozomoc al valiente emisario que fué inhumanamente
asesinado.
Partieron en seguida los rebeldes sobre Texcoco, dcuya
ciudad pusieron sitio por cincuenta días que resistió: pero
al fin de este término Toxpilli, general y privado del rey,
entregó traidoramente á los sitiadores un barrio impor-
tante de la ciudad, con lo cual fué ya imposible la de-
fensa.
Ixtlixochitl envió entonces al célebre Coacuecuenotzin
HISTORIA DE MÉXICO 2 i
á exhortar á la ciudad de Otompan para que volviese á su
obediencia recordando ios grandes beneCcios que le había
prodigado ; este/hombre verdaderamente esforzado, aun-
que previo su segura muerte, en tal inteligencia aceptó la
comisión y se presentó en la ciudad rebelde el día del
tianguis ó mercado; pero aquellos traidores instigados
por los tecpanecas, despreciaron los discursos de Coacue-
cuenotzín y se arrojaron sobre él, haciéndolo pedazos des-
pués de una heroica resistencia.
Después de tan infortunados sucesos, el rey deTexcoco
con su hijo Nezahualcoyotl y algunos de sus fieles capi-
tanes, tuvo que ocultarse en la barranca de Queztlachac;
pero como recibiera noticia de que por tres diferentes
partes iban en su busca soldados tecpanecas, se resolvió
á salirles al encuentro, y después de ocultar entre las ra-
mas de un capulín á su hijo (1), temerariamente se lanzó
sobre sus enemigos, peleando hasta caer acribillado de
heridas. Así murió Ixtlixochitl el 24 de septiembre de 1418,
habiendo usurpado con este motivo la corona de Texcoco
el rey de Azcapozalco.
Tezozomoc era hijo de Acolhua II, hijo a su vez de Acó-
Ihua I, fundador del señorío de Azcapozalco ; hombre
astuto y ambicioso, empleó cuantos medios estuvieron á
su alcance para acrecentar su poder. Empezó por coro-
narse rey de los acolhua con gran solemnidad y por poner
á precio la cabeza del príncipe legítimo Nezahualcoyotl,
desplegando bien pronto una tiranía sin límites ; por todas
(1) Luis VII, re 3' de Francia, logró salvarse en la segunda Cruzada,
después de la derrota que sufrió en los desiertos de Frigia, ocultándose
por una noche entre las ramas de un árbol; y cuando durante el Pro-
tectorado de Cromwell, invadió Carlos II la Inglaterra, después que
sufrió la derrota de Wórcester, tuvo también necesidad de permanecer,
oculto de sus perseguidores por 24 horus en una corpulenta encina en e
caserío de Boscobel, por lo que después de la Restauración se la llamó
€ la Encina real > y fué vista con veneración.
22 PÉREZ VERDÍA
partes mandó tropas con el encargo de interrogar á los
niños hasta de siete años por el nombre del rey legítimo,
para que si aquellos inocentes respondían que Ixtlixochitl
ó Nezahualcoyotl, fueran degollados al punto. Fraccionó
en señoríos el territorio chichimecall ó acolhua, dejando
á Azcapozalco por capital y dando á Texcoco á los mexi-
canos, que empezaban ya á engrandecerse: y por último
impuso onerosos tributos á los pueblos que acababa de
dominar. Entre tanto Nezahualcoyotl, perseguido y aban-
donado, estuvo por varios años entre los bosques y lugares
desconocidos, escapando de mil peligros : fué descubierto
en una vez por una mujer á quien pidió agua para satis-
facer su sed, y delatado por ella á grandes voces tuvo que
darle muerte para escapar, mas perseguido fué hecho pri-
sionero, y llevado á presencia de Toteotzintecutli, señor de
'Chalco, quien lo condenóá ser descuartizado en el próximo
mercado; sin embargo el generoso Quetzalmaca se intro-
dujo á la prisión, y cambiando vestiduras, se quedó en
lugar del príncipe, sufriendo la suerte que á aquél estaba
designada.
Á los cuatro años de incesantes persecuciones las seño-
ras de la nobleza mexicana le hicieron un magnífico pre-
sente al tirano, y le rogaron '^perdonara á Nezahualcoyotl,
pues era débil y no debía inspirar temores, á cuya súplica
accedió por fin, confinándolo bajo pena de la vida á Teño-
chtitlán y Tlaltelolco (1). Dos años más tarde, volvieron
las señoras á pedir al rey tecpanecatl asignara uno do
tantos palacios como había en Texcoco/ para habitación
del príncipe, á lo que igualmente accedió; desde entonces
Nezahualcoyotl vivió en el de Cilán en Texcoco, desde
donde en una aparente quietud, promovía una liga contra
el tirano.
(I) También las vestales pidieron á Sila perdonase á César, á lo quo
accedió el dictador pronosticando que en aquel joven veía muchos Marios.
HISTORIA DE MÉXICO ¿3
Tezozomoc, que era ya muy anciano, sufrió en sus últi-
mos (lías atroces remordimientos con diferentes y crueles
visiones, hasta que murió en 24 de marzo de 1427 después
de haber gobernado en Azcapozalco, en opinión de algunos,
ciento ochenta años y nueve en Acolhuacán : estaba tan
decrépito que sus últimos años los pasó en un cesto de
algodón á fin de poder calentarse, desde donde sin em-
bargo, ordenaba crueles é injustos suphcios.
Aunque dejó de heredero á Tayauhtzin, su hijo, prefi-
riéndolo al primogénito Maxtla, éste, que era de un carác-
ter duro y sanguinario, se sobrepuso á aquel precepto y se
hizo dueño del gobierno sin encontrar dificultad.
Poco más tarde Tayauhtzin de acuerdo con Chimalpo-
poca, rey de los mexicanos, resolvió matar á Maxtla, para
cuyo fin hi'zo construir un palacio en cuyo estreno debía
cometerse el crimen : súpolo el monarca por un enano
llamado Tetontli, y aparentando una completa ignorancia
del complot, el día de la fiesta asistió, y antes de que
Tayauhtzin pensara ejecutar su plan, entraron varios se-
ñores tecpanecas y por orden de Maxtla lo asesinaron,
cambiándose de esa suerte los papeles.
Inmediatamente envió tropas á Tenochtitlán para que
aprehendiesen al rey Chimalpopoca, quien sin elementos
para resistir fué hecho prisionero y puesto en una jaulade
madera en Azcapozalco, donde se suicidó ahorcándose.
Volvió á perseguir á Nezahualcoyotl que sólo por el gran
amor que todos los acolhuas le profesaban pudo escapar
del furor de su enemigo, y por fin entró en guerra con los
mexicanos, porque no quiso reconocer á Itzcoatl á quien
aquéllos habían nombrado por sucesor de Chimalpopoca.
A un tiempo tuvo que atender el usurpador á dos dife-
rentes enemigos, y aunque Nezaliualcoyotl é Itzcoatl estaban
separados, porque los acolhua y los azteca se veían con
cierla rivalidad, y porque éstos habían ayudado á combatir
á Ixtlixochitl, por lo cual habían recibido en recompensa
24 PÉREZ VERDÍA
el señorío de Texcoco, la necesidad obligó al rey mexicano
é celebrar por la intercesión del guerrero Motecuhzoma
Ilhuicamina, un tratado de alianza, que puso fin á aquellas
diferencias y fué el principio del poderío de acolhuas y
6iztecas.
Empezaron los aliados por apoderarse de Guauhtitlán ;
en seguida abandonaron la ciudad todos los acolhua pacíficos
que se hallaban en Azcapozalco, por lo que mandó el rey
unos guerreros en su persecución, quienes fueron sor-
prendidos en Huexocalco y matados á palos, levantándose
con eso por todas partes el estandarte de la rebelión, y
preparándose ambos ejércitos á un combate decisivo.
En las orillas de Tenochtitlán se avistaron los comba-
tientes ; mandaba las tropas tecpaneca el valeroso Mazatl,
mientras que las aliadas estaban dirigidas por Nezahual-
coyotl, Itzcoalt y Motecuhzoma Ilhuicamina ; los tecpaneca
llegaron á creerse vencedores, pues ya los desalentados
mexicanos imploraban vergonzosamente su perdón, cuando
altamente irritado el denodado Motecuhzoma por seme-
jante cobardía, se arrojó con desesperación entre los ene-
migos, y ante tan heroico ejemplo restablecióse la discipHna
en las acobardadas huestes, que volviendo sobre sus pasos
pusieron en fuga á aquellos mismos tecpaneca á quienes
pedían perdón hacía pocos instantes. Mazatl imita el pro-
ceder de sus contrarios y se pone en primera fila; pero
visto por Motecuhzoma, le arremete, y vence después de
porfiada resistencia, y las tropas de Maxtla que tal vieron
se declararon en completa derrota (1).
Á los pocos días marcharon sobre la misma capital Azca-
pozalco, y aunque presentaron las tropas del tirano nuevo
combate, quedaron también vencidas y Maxtla tuvo que
(1) SUa en la batalla de Orcomeno ; Julio César en la de Munda ; el
duque de W^arwik en la de Towton ; Hernán Cortés en la de Otompan, y
el general Prim en la de los Castillejos, han cambiado la suerte de la
batalla por medio de un rasgo heroico de valor personal.
ÍL..L
HISTORIA DE HéXICO 25
huir escondiéndose en uno de los baños de su palacio, lla-
mado temazcalliy en donde fué descubierto y matado allí
mismo por Nezahualcoyotl, que arrancándole el corazón
lo ofreció á la venganza de Ixtlixochill.
Así murió el hijo de Tezozomoc, en el año de 1428, de-
jando una memoria aborrecida.
En el momento del triunfo estalló una nueva división ;
pues muchos tecpaneca y acolhua, de los que habitaban
entre Chalco y el Ajoches, disgustados de la alianza con el
rey de los azteca, se rebelaron contra Nezahualcoyotl,
acaudillados por Cuecuex, señor de Coyohuacán ; pero ven-
cidos después de dos años de lucha por el ejército aliado,
quedó consumada la ruina del reino de Azcapozalco y la
restauración del de los acolhua ó antiguos chichimeca.
CAPÍTULO III
Restauración de la monarquía de Acolhuacán. — Nezahualcoyotl.
Nezahualpiili. — Últimos reyes.
Á íines de 1431 tuvo lugar en México la coronación del
rey jNezahtalcoyotl {coyote hambriento), hijo del infortu-
nado Ixtlixochitl y de su esposa Matlacihuatzín, hermana
del rey de los azteca Huitzilihuitl, y que había nacido en
Texcoco á 4 de Febrero del aña de 1402 ; príncipe que por
su gran talento, valor y aventuras romancescas, es el
personaje más notable de la historia antigua de México.
Del antiguo territorio de los chichimeca y tecpaneca, se
formaron tres porciones : una pequeña parte se erigió en
reino de Tlacopan coronándose á Totoquihuatzin, nieto
de Tezozomoc y enemigo de Maxtla; otra se agregó al
territorio de los mexicanos bajo la dominación de Itzcoatl,
y la mayor parte continuó siendo la monarquía de Acol-
26 PÉRBZ VERDÍA
huacán ó deTexcoco, habiéndose entablado éntrelos mo-
narcas una liga que nunca llegó á romperse y á la cual
aquellos pueblos debieron en gran parte su prosperidad.
Pactóse una alianza ofensiva y defensiva entre las tres
monarquías, señalándose á Tlacopan la quinta parte del
botín de guerra y de las cuatro quintas la mitad á Tezcoco
y la otra mitad restante á Tenochtitlán ; los reyes de Tez-
coco y Tlacopan eran además electores del reino de México.
La administración de Nezahualcoyotl fué verdadera-
mente grandiosa : recibió sus Estados en un completo des-
orden y abandono á consecuencia de la tiranía de los usur-
padores, y los legó á su sucesor en tal estado de adelanto
que se le ha llamado á Texcoco la Atenas de Anáhuac.
Mejoró los célebres consejos que había establecido Te-
chotlaiatzín, formando uno para los negocios civiles al cual
asistían, á más de los antiguos consejeros, cinco señores
de su corte ; otro para las causas criminales, presidido por
dos príncipes hermanos suyos ; otro para los negocios re-
lativos á la guerra y al ejército, y el último para los asun-
tos de hacienda compuesto de los mayordomos de palacio
y de los principales comerciantes.
Creó varios colegios para la educación de la juventud,
en los cuales se enseñaba el arte divinatoria, astronomía,
idioma acolhua, que por tal medio llegó á ser más culto
que el náhuatl, medicina, pintura é historia^ estableciendo
en ellos academias y certámenes.
Fomentó como nadie las mejoras materiales, cons-
truyendo grandes diques en el lago, suntuosos templos
entre los que descollaba el dedicado al Dios desconocido,
y numerosos palacios para alojamiento del rey de México,
del de Tlacopan y de varios nobles ; el que dedicó á su
habitación tenía 1.234 varas de Oriente á Poniente y 978
de Sur á Norte; se componía de dos enormes patios que
servían de plazas, trescientas habitaciones, algunas de
ellas de 50 varas en cuadro, jardines y estanques. En la
HISTORIA DE MÉXICO 27
construcción de este suntuoso edificio, cuyas paredes es-
taban cubiertas de jaspes ó de hermosa tapicería de pluma,
se ocuparon 200.000 operarios.
La ciudad de Texcoco que contenía probal)lemente
200.000 habitantes con 30.000 casas, quedó dividida en
30 cuarteles, ó barrios, habiendo el rey sabio establecido
una industria ó arte exclusivamente en cada barrio, y así
en uno se hallaban todos los tejedores, en otro los alfare-
ros, en otro los plateros, etc. (1).
Promulgó un código de ochenta leyes civiles y penales
y se mostró siempre justiciero.
Nezahualcoyotl llegó á prohibir los sacrificios humanos,
y no creyendo en los falsos dioses que su nación adoraba,
se formó idea de un Dios único, desconocido y poderoso.
Fué un gran poeta que escribió diversas odas y cantares :
sólo dos han llegado hasta nosotros, una sobre la vanidad
de las cosas humanas, y otra elegiaca de Tezozomoc ; las
cuales, aunque estropeadas y sin duda alguna alteradas en
parte por los traductores, conservan, sin embargo, su fiso-
nomía primitiva.
Su corte era muy lujosa : el rey se sentaba en el tzin-
palpan que era una silla con el respaldo de oro macizo in-
crustado de turquesas y otras piedras preciosas, junto á
una mesa sobre la que había un broquel, un carcax y un
cráneo humano con una esmeralda encima y un penacho
de vistosas plumas, que era la insignia de la majestad real ;
todo esto se iiallaba debajo de un dosel de ricas plumas y
servían de tapiz diferentes pieles.
El gasto anual de sus palacios era enorme : se consu-
mían 4.900.300 fanegas de maíz ; 2.744.000 de cacao ;
3.200 de chile y jitomate ; 1.300 panes de sal ; 8.000 pavos
(1) El señor don Vasco de Quiroga, primor obispo dignísimo de Mi-
choacán, hizo la misma separación, dando á cada pueblo de su diócesis
una industria.
28 PÉREZ VERDÍA
Ó guajolotes y gran cantidad de frijol, legumbres, chía,
huevos, pescados, venados, liebres, codornices, miel, etc.
Tratando de formar un juicio de tan excelso príncipe,
puede decirse, que habiendo sido valiente, generoso, libe-
ral, despreciador de las preocupaciones religiosas, legisla-
dor, poeta y protector de las letras y de las artes, tuvo
dos defectos principales : su incontinencia y su lujo; sobre-
cargó de impuestos á su pueblo y dejó sesenta hijos varo-
nes y cincuenta y siete mujeres (1).
Dividió en feudos ó señoríos su territorio, y después de
41 años de reinado á contar desde su coronación murió, de
70 años de edad, en 1472.
Le sucedió en el trono su hijo NezahualpilH, de edad de
8 años, pero el único ilegítimo, a quien dejó bajo la protección
de su aliado el rey de Tenochtitlán, Axayacatl ; y aunque
sus numerosos hermanos se conformaron con su elección,
poco más tarde se rebelaron tres de ellos, Ycliantlatoatzin,
Xochiquetzaltzin y Tlecahuehuetzin, quienes inmediata-
mente se aliaron con los huexotzinca y los chalca ; pero
prontamente el rey mexicano sofocó la rebelión y aun se
llevó al rey niño á su capital para protegerlo mejor ; mas
como murió al poco tiempo, volvió á estallar la guerra sa-
liendo el monarca victorioso.
Heredó el talento de su padre y puede decirse que tuvo
las mismas virtudes y los mismos defectos.
Fiel aliado de los mexicanos les ayudó en sus guerras,
asistió ala sangrienta dedicación del templo mayor en 1487
y casó con dos princesas mexicanas que eran hermanas ;
de la mayor tuvo á su hijo Cacamatzín y de la menor lla-
mada Xocotzincatzin, á Huexotzincatzin, que era el pri-
mogénito, á Cohuanacotzin é Ixtlixochitl.
Fué un monarca muy dado ala observación de los astros.
(1 , Se<<ún una aceptada tradición, Adán tuvo treinta y tres hijos varo-
nes y veintitrés hijas mujeres.
HISTORIA DE MBXICO 29
así como á las meditaciones fílosóÜcas, por lo cual alcanzó
un alto prestigio de sabiduría y llegó á predominar en los
consejos de las naciones aliadas ; pero á la vez distraído
con tales estudios, en los últimos años dejó enervar las
fuerzas de su ejército, hasta que alarmado por este resul-
tado hizo la guerra á los pueblos de Yapitzinco, Quimichte-
pec y Nopalla.
En todo su reinado se distinguió por su inflexible seve-
ridad en el cumplimiento de las leyes, castigando d los
jueces prevaricadores y á todos los que faltaban á sus de-
beres, aun siendo de real estirpe.
Así hizo dar muerte á la célebre Chalchiuliuenetzin
(reina semejante á Margarita de Borgoña) y á su propio
hijo y heredero en el trono, Huexotzincatzín, acusado de
haber proferido palabras indecentes en el real palacio vio-
lando una ley que tal prohibía, sin que le hicieran revocar
tan dura pena, el amor paternal, ni el ruego de toda su
familia, ni la intervención de Motecuhzoma.
Engañado por el rey de México, hizo una guerra á Tlax-
cala, que le fué funesta y originó su justo resentimiento
con Motecuhzoma.
Cansado por 44 años del gobierno y profundamente afec-
tado por los pronósticos de la ruina de Anáhuac, princi-
palmente por un cometa (1) que entonces apareció, se re-
tiró del poder encomendándolo á dos de sus consejeros
y estuvo algunos meses en un palacio entregado á las re-
creaciones de la caza y de la astronomía, y muri() en el
año de 131G.
Á su muerte dejó ciento cuarenta y cuatro hijos bas-
tardos y cuatro legítimos : Cacamatzin de 22 años era el
primogénito ; Tetlahuehuetzquelitzin, llamado por otros
Cuicuicatzin, de espíritu apocado, Cohuanacotzin, de poca
il) El mismo (fUC en Europa se tuvo por anunciador de la muerte de|
rey don Fernaudo el Católico.
30 PÉREZ VERDÍA
resolución, é Ixtlixochitl de diez y seis años, fuerte y am-
bicioso. Los bastardos no podían según las leyes subir al
trono, y como Nezahualpilli no nombró sucesor, estalló la
rivalidad entre los cuatro príncipes.
El consejo de los electores, dominado por Motecuhzoma,
nombró por rey de Acolhuacán á Cacamatzín ; pero aun-
que tal elección fué aprobada por Cohuanaco tzín, Ixtlixo-
chitl se opuso por considerar que su hermano estaba domi-
nado por el rey de México á quien odiaba por lo desleal
que fué con su padre, y se retiró á Meztitlán. .
Cacamatzín ocurrió á México, dejando en Texcoco en
su lugar á Cohuanacotzín, y á Ixtlixochitl en las montañas
adonde se había retirado.
En lS17al efectuarse la coronación del príncipe electo,
Ixtlixochitl derrotó á las tropas azteca y tomó á Otompán,
con cuya actitud intimidado el nuevo rey, entró en arre-
glos y quedó fraccionada la monarquía, tocándole á Ixtlixo-
chitl la parte montañosa, á Cacamatzin las llanuras y á
Coahuanocotzin los tributos de treinta y tres poblaciones.
En ese estado encontró el conquistador don Hernán
Cortés el antiguo y poderoso reino de los Acolhua. De los
hijos de Nezahualpilli, Cacamatzin fué entregado á Cortés
por Motecuhzoma que temió lo comprometiese, y cargado
de cadenas fué puesto en prisión ; Cuicuicatzín fué consi-
derado como espía de los españoles y mandado matar por
Cuauhtemoc en 1520 ; Cohuanacotzin, digno nieto de Neza-
hualcoyotl, peleó por la independencia de su nación, y fiel
aliado de Cuauhtemoc, cayó con él prisionero en 1521, y
fué como él ahorcado infamemente por Cortés el 26 de
febrero de 1523. Solo Ixtlitxochitl, enemigo de su raza,
fué leal partidario del conquistador, que lo puso en el
trono que ocupaba su hermano, para luego arrebatarle
para siempre su8 derechos.
La civilizaeiun aooUiuatl, muy superior ala primitiva,
doiiiinu ala nación chichimecatl sólo para dejar supuesto
HISTORIA DE MÉXICO 3 i
á la castellana ; porque siempre los pueblos más culto»
han subyugado álos demás.
CAPÍTULO IV
Las familias nahuatlacas. — Su peregrinación. — Fundación de Tenoch-
titlán. ^ Monarquía mexicana. — Sus primeros reyes. — 'Creación
del reino de Tlacopán. — Célebre alianza.
Mientras que los chichimeca consolidaban su monar-
quía, se verificó la llegada de las siete familias nahuatla-
cas^ palabra que significa gente que se explica y habla
clarOy y las cuales formaron- las más importantes y civili-
zadas naciones que á su llegada á México encontraron los
conquistadores.
Eran éstas, la de los xochimilca (poseedores de las se-
menteras de flores), los chalca (poseedores de las bocas),
tecpaneca (gentes del puente de piedra), acolhua (posee-
dores del cerro encorvado), tlahuica (gente de hacia la
tierra), tlascalteca (de la tierra del pan) y azteca (pobla-
dores de Aztlán), y todas ellas de un mismo origen y de
la misma rama etnográfica, provenían de Aztlán (tierra de
las garzas) y de Teoculhuacán (tierra de los que tienen
abuelos divinos), lugares próximos, en regiones remotas.
Mucho se ha disculido sobre el lugar donde debió ha-
llarse Aztlán, y parece fuera de duda que estaba en la Alta
CaUfornia, tanto porque esa situación coincide con las pin-
turas mexicanas, como por la serie ó cadena de ruinas
desde allá encontradas y por la huella que el idioma ha
dejado en los lugares intermedios, así como por ser la
opinión de Betancourt, Boturini, Veitia, Clavigero, Huin-
boldt, Brasseur y Ramírez (1).
(1; El sabio mexicano Sr. Don Manuel Orozco y Berra ha emitido en
su erudita Historia antigua de Méjcico, una nueva doctrina acerca del
32 PÉREZ VERDÍA
El señor Chavero cree que Aztláñ estuvo en la isla de
Mexticacári en la laguna de San Pedro ó de Mexticacán,
situada en el Estado de Xalisco á los 22® latitud Norte,
fundándose en que representándose tallugar en la pintura
Aubin como una isla con un cerro en el centro y repre-
sentándose en el Lienzo de Tlaxcsila la marcha de Ñuño de
Guzmán, se fijan los siguientes lugares por donde fué
pasando : Piaztlán, Xayacaltán, Tonatiuhyhuetziyán^ Tlaxi-
chco, Colhuacán, Colotlán, Coliphán, Quetzallán, Chiamet-
lán y Aztlán, de donde se deduce que este último sitio
estaba en una laguna al sur de Chiametlan, sin que se en-
cuentre otra por tal rumbo que la de San Pedro, Además
ese itinerario señalado en los códices y pinturas, está con-
Armado por la Relación de la entrada de don Ñuño de
Guzmdn por García del Pilar, su sirviente^ en donde se
refiere que habiendo llegado la expedición á Xahsco, des-
lugar de Aztlán y peregrioación de los azteca, sosteniendo que tal paraje
fué la isla de Mexcala en la laguna de Chápala, y que en vez de haber
emprendido aquellas tribus una peregrinación, hicieron dos.
Prescindiendo de lo singular de tal teoría, (|ue deja sin explicación los
monumentos de Casas Grandes, Ghicomoztoc, etc., me parece entera-
mente falsa por la esencia misma de las cosas, pues creo que el señor
Orozco y Berra no conoció la isla de Mexcala. Es ésta im promontorio
de 2.000 metros de largo por 900 de anchura y 50 do elevación subre el
nivel de las aguas ; de manera que su raquítica extensión repugna haber
sido la cuna de numerosos pueblos y el asiento de populosas ciudades.
Además, como está formada de terreno volcánico, es completamente
árida, de suerte (lue cuando se (juiere plantar un árbol se necesita llevar
de las riberas del lago tierra vegetal, por lo ({ue no pudo tener atractivo
para servir de asiento á un pueblo, ni por su extensión, ni por su fertili-
dad, ni por su fauna, por<iue no se encuentran sino reptiles. En contra-
posición á tan mala sit\iac¡ón, niuclias df las orillas del lago son extre-
madamente fértiles, formando dilatados valles bajo un snludable clima y
con abundancia de aguas, pastos y caza. En tal virtud en esas orillas se
habrían establecido mejor aquellas razas sin ser verosímil sifjuicra que
despreciando esos elementos, se hul)ieran ido á establecer al islote, sin
sacar de tal elección ventaja alguna.
éiendo pues esta doctrina enteramente inaceptable en este punto, apa-
rece ya desautorizada en el de las dos peregrinaciones.
uisTüiiu UE 9ij:\it:o
m
puós faí al Rio (Iraiidií, fie allí á Umíitán y lue^^ü ** íícai>o
de ii^in <iías poeo n\ú.% i> menoa ú Iju proviiioa du Asila tl^n
qué C5S cerca de la maf ilel Sur n {Mé^cffV d f taces dé lús
1 f»u<«hlo de T^apfil/Jó^a
, «eñor rtn liiriío [lui^bJrt.
ti áv iVlflilÍB, '•If'TIflii n\\
'm Xnii/iruUii.viM'Lt« Tmlin
nJbin'líiji y untíjpfi«nflo!í
entretron [H>r rl Nm-víi
itÍJEpav, \fiÍHfo, Ag^Uíi»
lia. y pUA^nthi [urr Ih
; Texcoco : la secunda
» im jiür ThOfíiJi. Gua-
a^ »S 1 ', I (inuUífO, ThtHUJáltinui
afi p \ \ \ ta dn Mívifu; y que
iiiiir^Uii üouii» quiere
Crovincm di> \OQpo-
hilUud Nortíí w, y
til, !ofii. ü% ÍK1«.
íiií^k'irit'u lugar <b
: C(ín:M. di' ítIIin y
urtr^ es dfjiíir en
ítüiViii iímn aíi-
iQjo lo eomiJi ue-
^ n (iNu^nr indi-
" fmí el (íunln dt*
I ignai'Mín k'rní!-
..^ urtje? did V, l*Hfdn' Ki«t*
r ^ .**«íí-us dtd lííiF (Hlíi le ii^t'ííuríiriiri If**- |Hibln*
4 .t-^ lít-'i Ldro indo exUtfin tilí*ufiíi,s cdilUíu-^ nnliquisiiun!* 'i iTutí l*>s^
fíj^bTifaron urmí í^'íidcs ijue viniíspan de In rRüimí dtd Nurt**. « i¡Jt>i% jmi'íi
líl llist, dtí Miíxict*. i< ?erie, IS.'iG.^ Ks muy dijtíiiíi dtr lo^twr^Lí h\ conlirtuíi-
ch'm be*híi iuir la Iradicltin de A cap une tu, 4o Ja Iradiciuii üj^julcaua y des
34 PÉREZ VERDÍA
Salieron las siete familias con corta interrupción en el
mismo tiempo dirigiéndose hacia el Sur : los azteca aban-
donaron Aztlán en el año de 1160, y pasando el río Colo-
rado, atravesaron después el Gila, cerca del cual se detu-
vieron según lo demuestran las ruinas monumentales que
aun existen. Partiendo de allí llegaron á un lugar cercano
adonde hoy está Chihuahua (29** lat. N.) en donde permane-
cieron varios años, recogiendo frutos y provisiones abun-
dantes para poder continuar su marcha, y construyendo
unos grandes edificios cuyas ruinas se denominan actual-
mente Casas Grandes.
Siguieron su peregrinación, atravesaron las montañas
tarahumares y llegaron á Hueyculhuacrín ^ permaneciendo
allí tres años, al cabo de los cuales se trashidaron á Chi-
comoxtoc (siete cuevas) al Norte de la ciudad de Zacatecas ,
donde volvieron á detenerse.
En tal paraje se dividieron, y saliendo primero unas
tribus que otras, emprendió al último su marcha la de los
azteca. Por eso cuando éstos llegaron al valle de México,
encontraron ya establecidos á los demás : los xochimilca
en Xochimilco, los chalca en Chalco, los tecpaneca en
Azcapozalco (lugar del hormiguero), los acolhua en Tex-
coco (lugar de la hierba texcutli), los tlahuica en Quauh-
nahuac (lugar donde resuena la voz del águila) y los
tlaxcalteca en Tlaxcala (1).
Después de la detención en Chicomoztoc, los azteca si-
guieron su camino atravesando por Ameca, Cocula,
Sayula, Colima, y Zacatula hasta llegar á MaUnalco (en
las montañas vecinas de Toluca) de donde siguieron al
Norte hasta que llegaron á ToUan en el año de dl96. En
la Pintura Aubin, siendo que no había entre aquellos pueblos ninguna
relación política ni mercantil.
(1) Estos nombres hacen el singular en atl y el plural en a y por eso
se dice chichimecaÜ, chichimeca, etc.
«r^.:
HISTORIA DE BIÉXICO 35
este viaje se habían dividido en dos facciones que después
se hostilizaron, y estuvieron dirigidos por veinte señores
nobles que formaban un consejo aristocrático que á su
vez estaba dominado por los sacerdotes.
Duraron nueve años en ToUan y siguieron peregrinando
hasta llegar en I2i6 á Tzompango, donde fueron bien
recibidos por su señor Tochpanecatl que cas<) á su hijo
Ilhuicatl con la joven Tlapacatzín; permanecieron siete
años y partieron para Tizayocán donde Tlapacatzín dio á
luz á Huitzilihuitl ; de aquí fueron á Tolpetlac y Tepeyacac
y vivieron veintidós años ; pero combatidos por los chi-
chimeca pasaron á Chapoltepec {ce?'7^o del chapulín) en
1245. Nuevas persecuciones los obhgaron á abandonar
aquel sitio á los diez y siete años y fijaron su residencia
en Acolco, donde por cincuenta y dos años vivieron mi-
serablemente en chozas de zacate, aUmentándose de pes-
cados é insectos y cubriéndose con hojas de plantas acuá-
ticas, y para colmo de infortunios los culhuas les hicieron
la guerra, los redujeron á la esclavitud y los llevaron á
Tizápán. Á los varios años de sufrir ese yugo, tuvieron
los culhuas guerra en tiempo de su rey ó señor Cocoxcon
los xochimilca, y habiendo sido derrotados echaron mano
en su áltima defensa de sus siervos los azteca, quienes
pelearon con tal valor y astucia que vencieron á los
xochimilca ; sólo hicieron cuatro prisioneros que cuidado-
samente ocultaron hasta el cuarto día en que, en presencia
de los culhuas, los sacrificaron á su dios Huitzilopochtli,
produciendo tan sangriento espectáculo, tal impresión en
los culhuas, que les dieron libertad. Pasaron entonces á
Acatzitzinllán, donde se verificó la sangrienta tragedia de
la mujer de la discordia, hija del señor Achitometl, pa-
sando después á Ixtacalco de donde partieron á un lugar
cercano (hoy ermita de San Antonio), y de allí á Mixiuh-
tlán.
El dios Huitzilopochtli por medio de los sacerdotes
36 PÉREZ VERDÍA
había prevenido á aquel pueblo que no debía lijar su resi-
dencia definitiva sino en el lugar en que encontraran una
águila sobre un nopal devorando una serpiente, y después
de 165 años de fatigas y marchas, vieron por fin en unos
islotes del lago de Texcoco el ave anunciada. Ese día fué
en opinión del señor Sigüenza el 18 de julio, correspon-
diendo al año de 132S según el Códice Mendocino ; y edifi-
caron una capilla al dios, estableciéndose en sus contornos,
dándole á la nueva población el nombre de Tenochlitlán,
que significa /wyarí/e/ tunal sobre piedra ó México, lugar
de Mexitli que era el nombre que daban también á su
dios Huitzilopochtli ; cuya nueva población formada de
chozas de carrizo con los techos de tule, dividieron en
cuatro barrios llamados calpulli: Moyotla al S. O. (hoy de
San Juan); Teopán Zoquipán al S. E. (hoy de San Pablo);
Cuepopa al N. O. (hoy de Santa María) y Atzacualco al
N. E. (hoy de San Sebastián) (1). En 1334 tuvo lugar la
primera erupción que hay noticia haya hecho el Popocate-
petl.
Se declararon tributarios del rey de Azcapozalco^ á quien
pertenecían aquellos lugares y como eran fangosos y sin
extensión, tuvieron que formar estacadas entre los islotes,
y para poder sembrar los granos más necesarios, les fué
preciso hacer sus chinampas ó huertos flotantes. En 1337
se separaron unas tribus y fundaron en Xaltelolco {monte
de arena) una nueva nacionalidad que luego tomó el
nombre de Tlatelolco, terraplén de arena hecho d mano
y que contó cuatro reyes, Cuacuauhpitzahuac, Tlacateolt,
Cuauhtlatoa y Moquihuix.
Llevando una vida miserable y gobernados por su an-
(1) Roma, fundada en 21 de abril de 753 antes de Jesucristo, fué dividida
según los elementos de su población en tres tribus, la de los Ramnenses
ó soldados de Rúmulo, Tacienses 6 Sabinos de Tacio, y Luceres ó Etrus-
cos.
iiá...^^ ..-.,... .^K..
HISTORIA DE MÉXICO 37
tiguo consejo, dirifritjo por Tenorli, que murió en 13(53
después de haber sido jefe militar 39 anos, y después por
Mexilzín, permanecieron los mexicanos hasta el año
de 1376 (1) en que á ejemplo de las naciones vecinas cam-
biaron la forma de su {gobierno (2) proclamando rey á Aca-
MAPiCTLi (el que empuña el cetro). Por su padre OpochÜi,
hijo de Huitzilihuitl el viejo, descendía de los azteca y por
su madre Atozoztli <le los príncipes de (iulbuacán, y era un
homjire prudente y laborioso; cas('» con Ilancueitl, y no
teniendo hijos, sin repudiarla tomó por esposa á Tezca-
tlamiahuatl, de quien tuvo ;í Huitzilihuitl y Chimalpopoca.
Siendo los mexicanos, como queda dicho, tributarios
del rey de Azcapozalco, le pag^aban anualmente con cierta
cantidad de peces ; pero celoso del enj^randecimiento de
este pueblo, á más de duplicarles tal tributo, exigi(>les una
chÍ7iampa con todas las plantas usuales bien cultivadas, y
así cumplieron los tributarios. Aument<'> la exigencia del
tecpanecatl y exigió para el siguiente año un nuevo huerto
dotante que llevase además una garza y una ánade empo-
llando sus huevos de tal suerte, que al presentárselos <le-
herían salir los polluelos, lo que hicieron perfectamente
los azteca, que con prudencia sobrellevaron estas cargas
mientras fueron débiles preparándose para libertarse de
ellas.
Tj He adoptado la fecha de 1370 para el principio de la monarquía,
después de haberla confrontado detenidamente con la de diferentes au-
tores, separándome de la de Soliagún, Sigúenza, Clavigero y otros,
apoyado en las pinturas del G(')ni(:E Mkndoclno, did Mappe i>e Tkpkchi'án y
la de Acbin; las cuales son tenidas por las principales y auténtica'i
fuentes de la historia antiffua: así como en la Criíxica de Chimnlpain
escrita hacia 1621, en los Anales de Cuauhtitlán y en la autoridad del
erudito señor Orozco y Berra, que cuidadosa y discretamente examina
este punto. [Historia antigua de México^ tomo III, Ojeada sobre Cronolo-
gía Mexicana.)
(2) También los hebreos habiendo visto A los pucbb)s limítrofes «gober-
nados por reyes, no quisieron ya tener jueces no obstante la bondad de
Samuel, y eligieron por rey á Saúl.
3fí PÉREZ VERDÍA
Á ejemplo de los mexicanos, los tlatelolca cambiaron
también su régimen gubernamental y en 1377 eligieron
por rey a Cuacuanlipizahuac, hijo del de iVzcapozalco.
tíe atrilíuye á Acamapictli la conquista de los pueblos de
, MÍKquic, Guitlahuac,' Cuauhuahuacy Xochimilco : lo cierto
es que fuv un monsirca de muy escaso poderío y que ha-
biendo gobernado veinte años, murió en 1396.
Le sucedjíj, por elección de los nobles de los cuatro
bairios, su hijo lluiTziLiHurrL (colibrí celestial) que fué
nng-ido con esent-ia de trementina, a la que llamaban un-
ía un divina por untar con ella á I^uitzilopoclitli.
A iin de estiecliar los vínculos de unión con los tecpa-
neca, se casó con Ayauhcihuatl que era bija de Tezozomoc,
y en efecto, por la mediación de esta princesa se fueron
reduciendo los Iriliutos hasta consistir únicamente en dos
añades cada año ; pero en cambio Maxtla, su cuñado, le
cobró grande aborrecimiento é hizo asesinar al niño Acol-
naljuarall que había nacido de tal matrimonio, por temores
ijue aljrif;al)a de que con el tiempo fuese su competidor al
trono de Azcapozabo.
Habiéndose casadlo también con Miauhxochitl, hija del
señor de Cuauhnaluiac, tuvo en 1398 un hijo que se llamó
Motecuhzoma Ilbuicamina, y como con motivo de tal en-
lace, estrecharon sus relaciones con los habitantes de las
comarL'as de ('uaubnahuac, en las que abundaba el algo-
dón, empezaron á vestirse con tejidos de este género, sus-
tituyendo así las telas de pita ó ixlli que antes usaban.
'rambiéij empezaron á edificar casas de piedra, de suerte
que ea este reinado comenzó el engrandecimiento de la
naríÓJi-
AHados con los tecpaneca conquistaron para Tezozomoc
íí Cuauhtitbin» Clialco, Tolanzinco, Xaltocan, Otompan,
Acobiian y Texcoco; pues en la inicua guerra que el rey
tecpaneca liizo á Ixtlixochitl, Iluitzilihuitl á pesar de ser su
cuñado, se declaró aliado de su seugro Tezozomoc.
HISTORI.V DE MÉXICO 39
Murió Huitzilihuitl á los 21 años de reinado en 1417, y
de común acuerdo eligieron los ancianos á su hermano
CuiMALPOPOCA [escudo humeante) ; quedando desde entonces
establecida la práctica de elegir por sucesor del rey al her-
mano, y á falta de éste, á uno de los sobrinos. De esta
suerte se distinguía el orden de sucesión en México del de
Texcoco y de Tiacopan, donde los hijos heredaban el
reino de sus padres. En México, á pesar de estar marcado
el orden de sucesión en los términos indicados, había
elección entre los príncipes que llenaban los requisitos,
siendo por tanto aquella monarquía electiva hereditaria;
pues á la muerte del rey se reunían los cuatro electores
llamados tecutlatoque ; los ancianos, achcacauhtli ; los
jefes veteranos, yaliuiquihuaque, y los señores prin-
cipales de la nobleza, tlamacazque, y elegían al nuevo
monarca que debía ser valiente, educado en el Calme-
cac, sabio, piadoso y que no bebiese octli ó pulque ; á
la vez nombraban en la misma junta cuatro consejeros
para que le ayudasen en el despacho de los negocios pú-
blicos.
Apenas había subido al trono cuando estalló por segunda
vez la guerra entre Tezozomoc é Ixtlixochitl, en la cual
como Iluitzihhuitl lo había ya hecho, se declaró aliado
del rey de Azcapozalco, por cuyo motivo al fin de la <*am-
paua tocóle á Texcoco y otras ciudatles acolhuas por botín
y le fueron tributarias.
Poco duró sin embargo la alianza del rey de México con
el de Azcapozalco, porque habiendo muerto Tezozomoc,
Chimalpopoca favoreció á Tayatzin contra las pretensiones
de su hermano Maxtla y aun á él se le atribuye el funesto
consejo de la construcción del palacio que debía dar pre-
texto para que Tayatzin asesinara á su hermano el rey
usurpador.
Súpolo todo Maxtla por la declaración del enano que
había escuchado aquella conversación, según se dijo ya al
40 PKREZ VERDÍA
hablar de la monarquía de Acolhuacdn, y con tal motivo
cobnjle gran aborrecimiento á Chimalpopoca.
De mil maneras manifestó Maxtla al rey mexicano tal
aborrecimiento; ora envnándolc en cambio del presente
tributario, un traje de mujer con lo que le significaba que
le tenía por afeminado y cobarde ; ora diciendo de él mil
injurias; ora por fin arrebatándole á una desús esposas;
pero Chimalpopoca sin elementos ni valor para vengar
tamaña afrenta, y con miedo de caer en poder de tan cruel
tirano, se dispuso á sacrilicaráe voluntariamente para no
sobrevivir á su ignominia. Al efecto dispuso unos sacri-
licios en honor de Iluitzilopochtli en cuyas aras iba él
mismo á ser inmolado ; la nobleza acogió la idea con en-
tusiasmo, y muchos de sus principales miembros se dis-
pusieron ú morir en unión del príncipe : asistieron á la
sangrienta ceremonia y entre místicas danzas fueron sacri-
ficándose uno por uno y por grados de nobleza, mas
como con anterioridad llegó el proyecto á conocimiento
de Maxtla, á quien le pareci<) mal, porque no quería que
Chimalpopoca se sustrajese íL su venganza, mandó á
México numerosas tropas, que llegaron inopinadamente y
en los instantes en que estaba á punto de sacrificarse el
rey, pues sólo faltaba Tecuhtlahuacatzin, y iiechos ambos
prisioneros los llevaron á su capital.
Llegados á Azcapozalco, se mandó matar á Tecuhtla-
huacatzin y poner á Chimalpopoca en el cauhcalli
público, que era una cárcel de madera á modo de
jaula, donde por orden del tirano se le tuvo hambriento,
dándosele muy escaso alimento, de donde provino la
creencia de algunos historiadores de que se le dejó morir
de hambre.
Allí recibió la visita que le hizo Xezahualcoyotl, y des-
pués de haberle regalado algunos objetos de carino que
llevaba consigo, se despidió anunciándole su próxima
muerte : en efecto, cansado de tantos ultrajes se ahorcó
HISTORIA DE MÉXICO Ü
colgándose de las vigas de su jaula con su maxtlatl ó ce-
ñidor, á ün del año de li27.
Tan luego como este suceso fué sabido en México, se
reunieron los ancianos y eligieron por rey á Itzcoatl {ví-
bora armada con pedernal) , cuya elecci(5n fué al punto
aprobada por el pueblo. Era hijo bastardo de Acamapictli
y de una esclava, y había desempeñado por más de veinte
años el cargo de tlacatecatl ó capitán general del ejército.
Una vez ungido, dio parle de su elección á Maxlla y
demás reyes y señores vecinos, y no habiéndolo querido
reconocer el tirano tecpanecatl, se dispuso para la guerra.
No teniendo los propios y necesarios elementos, se
propuso hacer una ahanza con Nezahualcoyotl, que pre-
parado de antemano, empezaba <í levantar la bandera de
la rebelión contra los usurpadores de Texcoco y asesinos
de su padre, pero para conseguir alianza tan necesaria, se
presentaban algunas dificultades : los tenochca y acolhua
se querían mal y se veían con espíritu de rivalidad, y el
mismo Nezahualcoyotl estaba resentido con los reyes de
México, porque auncjue eran sus cercanos parientes, se
habían declarado por parte de Tezozomor en la inicua
guerra que hizo ií su desgraciado padre. Necesite) pues el
aztecatl emplear políticas negociaciones con el príncipe
texcocano, y al efecto mand('> con la embajada;! su sobrino
Motecuhzoma, que era hijo de Huitzilihuitl su hermano
y de la princesa Miauhxochitl, guerrero joven que por sus
proezas era llamado Tlaecale, ó sea hombre de gran co-
ras:ón, y más comunmente Ilhuicamina, flechador del
cielo.
Partió Motecuhzoma acompañado de dos capitanes, Te-
polomichín y Telpochtli ; mas teniendo que recorrer co-
marcas llenas de enemigos, cayeron en poder de ellos cerca
de las fronteras de Acolhuacán y sólo debido á su sagrado
carácter de embajadores obtuvieron su libertad. Por fin
se presentaron á Nezahualcoyotl, y después de algunas
42 rOEZ VERDIA
explicaciones, se convino por ambas partes en la proyec-
tada alianza.
AI volver á México satisfechos Moteculizoma y sus com-
pañeros, no puJieron escapar de una emboscada que les
tendiera Teteolzin señor de Ctjalco, quien tos puso presos
y mandó darles muerte á fin de atraerse la volunlad de
Maxlla al que quiso contentar por haber abrazado en
aquellos días la causa del rey legítimo; pero Cuateotzfn,
que era el carcelero,, compadecido y generoso, los puso
en libertad ocultamente, por lo cual sufrió el suplicio des-
tinado á los azteca*
MciíaJiualroyotl partió inmodiatamenle á México, donde
la noticia de la íruerra había promovido una opoaici<>n
enérgica por parte de los pusilánimes y (¡ue se Tenci(j por
Motrt nliííoma, ofreciéndose d presen íarse d Muxtla á pe-
dirle una paz decorosa. Sin éxito evacuó esta secunda y
pelit^rosa uomisfón, así es que él mismo declaró la guerra
al tirano con los ritos acostumbrados.
Después de algunas escaraniuzus atacaron por ün los
lecpane<'a á los aliados en las calzadas cerca de Teno-
cbtitlán; el ejercito mauflado por Ilzcoatl, Nezatmalcoyotl
y Motecubzoma, derrotó al valen>so Mazutl, jel'e de Azca-
pozalco^ debido al arrojo de Ilhuiramina, y después de
tan completo triunfo prosiguieron la campaña hasta lomar
á Azcapozalrn y dar muerte a Maxtla el año ce tecpatl, que
corresponde al de ii¿H.
Con estos triunfos ílió principio la grandeza mexicana,
porque aumentó esta nación su territorio con parte de los
despojos tcM'panecH y se celtdiró la famosa liga entre los
reyes de México, Texcoco y Tlacopún, segiín se dijo ya.
Concluida la guerra y sacudido el yugo por los mexica-
nos, los Xoclñmilca, lemei^osos de su engrandecimiento,
les manifestaron de mil modos su enemistad, ya negán-
doles el permiso de sacar piedra para la construcción de un
templo, ya atacando y robando d algunos comerciantes,
HISTORIA DK MÉXICO 43
por lo cual Itzcoatl les declaró la guerra, y el valiente
Ilhuicamina los venció tomando su ciudad de Xochimilco,
que quedó agregada al dominio aztecatL Todavía se hizo
otra guerra contra los habitantes de Cuitlahuac, cuyo te-
rritorio se conquistó, lo mismo que el de Mizquic.
También atendió el rey aztecatl al embellecimiento de
su capital, y así se edificaron los templos de Huitzilopo-
chtli y Cihuacoatl. Después de haber puesto los cimientos
del inmenso poder aztecatl y de haber sacado á su pueblo
de la triste condición en que se hallaba, murió Itzcoatl
en el año de 1440, habiendo reinado por espacio de trece
años.
CAPÍTULO V
Elección de Motecuhzoma Ilhuicamina. — - Sus campanas. — Inundación
de Tenochtitlán. — Célebre carestía de víveres. — Introdúcese el agua
de Chapoltepec. — Axayacatl. — Conquista deTlatelolco. — Tízoc. ~
Ahuizotl. — Dedicación del templo mayor. — Conquista de Quauhte-
maiian.
Reunidos los electores para nombrar un nuevo rey, fué
electo Motecuhzoma Ilhuicamina^ que además de pertenecer
á la real estirpe, se había distinguido extraordinariamente
en las pasadas guerras y que tenía a la sazón cuarenta y
dos años de edad.
Popular por su valor y sus virtudes, fué reconocido al
punto con las mayores muestras de regocijo.
Aplazó el nuevo monarca su coronación hasta hacer una
campaña y tomar prisioneros que fueran sacrificados en
aquella solemnidad, y para lograr su intento marchó in-
mediatamente con un regular ejército contra los chalca, con
quenes todavía se hallaba irritado por el atentado que
44 PÉREZ VEBDÍA
contra él cometieran cuando volvía de tratar con Nezahual-
coyotl. Conseguido su objeto, después de haberlos derro-
tado, volvió a su capital, donde se coronó entre crueles
sacrificios y alegres fiestas.
Comenzó Motecuhzoma su gobierno edificando un tem-
plo al dios de la guerra en el barrio de Huitenahuac ; pero
sus pacíficas tareas fueron turbadas por una nueva con-
tienda con los belicosos chalca, que por sus depredaciones
obligaron á los mexicanos á hacerles nueva guerra. Entre
los cerros de Cuitlahuacy Culhuacán se dio la batalla, que
habiendo durado hasta la noche quedó no obstante inde-
cisa y aplazado un nuevo combate para el quinto día si-
guiente, en el cual los mexicanos batieron de nuevo á los
chalca en Tlapilzahuayán, derrotándolos completamente y
haciéndoles quinientos prisioneros, que fueron inhumana-
mente sacrificados de una manera espantosa, pues á fin de
hacer mas propiciatorio el sacrificio, en una hoguera que
llamaban fogón divino, los arrojaban, y cuando estaban
expirando les sacaban los corazones que ofrecían palpi-
tando á su ídolo sangriento.
Después fueron derrotados los mexicanos en Tlacuilo-
cán, donde cayó prisionero Ezuauacatl, primo de Mote-
cuhzoma^ quien por una de esas inexplicables veleidades,
fué proclamado rey de los chalca, pero no queriendo per-
tenecer cí los enemigos de su patria, prefirió la muerte y se
suicidó. Siguió la guerra con más ardor, y desmoralizados
los chalca por el canto de unos buhos [tecolotl) que oye-
ron en la noche, fueron al siguiente día completamente ven-
cidos en las cercanías de labarranca de Cuauhtcxcac, siendo
luego incendiada su ciudad de Amecamecán, sobre cuyas
ruinas se declararon tributarios délos mexicanos.
Apenas habían pasado las fiestas del triunfo y la con-
memoración de los vahentes guerreros muertos en aquella
campaña; cuando de nuevo se tomaron las armas para ir
á la conquista de Tepeyacac, que fácilmente se verificó
wuflV"
^«a
HISTORIA DE MÉXICO 45
tomando d un tiempo por asalto las ciudades de Tepeyac,
Tecalco, Caauhtinchán y Acatzinco y declarándose tribu-
tario su señor Coyolruec.
En 1441) (IX callj) á consecuencia de copiosas lluvias
subió tanto el nivel de las aguas del lago, que inundó
completamente la ciudad de Tenochtitlán, de tal suerte
que sólo en canoas se podía transitar por las calles ; con
tal motivo Motecuhzoma ocurrió al perito Nezahualcoyotl,
que aconsejó la construcción de un gran dique que él
mismo trazó (que todavía hoy se llama albarrada vieja <\
délos indios) y cuya obrase empezó con tanta actividad
que bien pronto llegó á tener tres leguas de larj^o por
quince metros de ancho.
Se aprovecharon los clialca de la consternación de los
Azteca y se insurreccionaron (l),pero fueron de nuevo so-
metidos por el valeroso monarca que en persona mandó
el ejército, si bien tuvo que lamentarla muerte de Tla-
cahuepantzín y Tzontemoctzín.
El año siguiente de í4ü0 hubo tan abundantes nevadas,
que no sólo se perdieron las cosechas, sino que cayendo
constantemente la nieve por seis días, daba á los naturales
en las calles hasta las rodillas, destruyendo las casas y
ocasionando muchas muertes y la interrupción <lel tráfico y
comunicaciones.
Se repitieron las nevadas, aunque no tan intensas, en
los años de 1451 y 52 destruyendo de nuevo las mieses, y
al otro año hizo tan gran calor y escasearon de tal suerte
las lluvias, que se secaron los manantiales y volvieron á
perderse las cosechas; así es que en 1454 tuvo lugar una
escasez de víveres tan completa, que ocasionó un hambre
espantosa, sin que pudiera evitarla la liberalidad de Mote-
(l) También á consecuencia de un terrible terremoto que llenó de
consternación á Esparta se rebeló Mésenla por tercera vez, y levantó á
Ytome.
46 PÉREZ VERDÍA
cuhzoma, de Nezahualcoyotl y de Totoquihuatzín que
abrieron sus trojes y usaron dignamente de sus riquezas
para aliviar á sus menesterosos subditos. Se Uefj^aron á
vender los mexicanos unos á otros por unos cualitos gra-
nos de maíz, por lo que el rey mandó que esas ventas sólo
fueran válidas cuando se hicieran por quinientas mazor-
cas, siendo hombre, ó por cuatrocientas si era mujer (1).
Con motivo de tantas calamidades, apelaron ala cle-
mencia délos dioses, habiendo acordado los reyes aliados,
juntamente con los reyes de Tlaxcallan á pesar de la opo-
sición del sabio Nezahualcoyotl, emprender nuevas gue-
rras para ofrecer muchos sacrificios de los prisioneros,
como en efecto lo hicieron ; y habiendo sucedido año abun-
dantísimo, aquellos supersticiosos pueblos lo atribuyeron
á su sanguinaria resolución, por lo que se hizo cada día
más sangriento el culto de su religión.
Abundante en fenómenos meteorológicos y astronómi-
cos fué el reinado de Motecuhzoma, pues hubo además
un eclipse de sol y grandes huracanes en el mismo año
del hambre, un terremoto en 1460 y otro en 1468.
Se había arraigado tanto la ambición de poder y el
de botín que á pesar de tantas calamidades prosiguieron sus
campañas, conquistando á Atotonilco, señorío de Colhua-
cán, á Huaxtecapán (sobre las costas del golfo), Quiahuiz-
tía, Cempoalla, Cuetlaxtla y Amilapán en las costas del
Golfo, á Coixtlahuacan, Huaxyacac (Oaxaca) y otras me-
nos notables.
Entro tanto los cbalca que eran excesivamente valerosos
é inquietos, aprehendieron un día á Moxiuhtlacuiltzín, hijo
de Nezahualcoyotl, y algunos nobles texcocanos que an-
daban cazando, é infamemente los asesinaron, llevando su
1' En el sitio de Jerusalén sostenido por Tito, llegaron á alimentarse
con carne humana, y un día que Simón de Giora visitp á una María, lo
recibió diciéndole t comed » y mostrándole un pedazo de su propio hijo.
HISTORIA DE MÉXICO 4 i
cnieldail hasta salar el cuerpo del príncipe y colg'arlo en
una de sus salas para detener en sus manos el ocote que
les daba luz por las noches (1).
Tan injusto proceder provocó la ira del ofendido padre
y del monarca aztecatl que vengo la afrenta venciendo
completa y definitivamente á aquellos turbulentos y an-
tiguos enemigos, gracias al denuedo del joven Axoquetzín
que hizo personalmente prisionero al general de los chalca
llamado Contecatl.
A principios dé 14()5 y por consejo de Nezahualcoyotl,
el infatigable Motecuhzoma hizo construir el 6oa/eyw¿7 ó
acueducto que se destinaba para llevar á AK^xico el agua
de Chapoltepec, y al siguiente quedó concluido, introdu-
ciéndose el agua en presencia de los reyes aliados y en
medio de grandes fiestas.
Instituyó tribunales para la administración de justicia,
creó escuelas en los barrios de Tenochtitlán, embellecióla
ciudad, edificó un nuevo templo y promulgó leyes muy se-
veras contra ebrios, ladrones y adúlteros.
En 1469 murió Motecuhzoma Ilhuicamina, el más grande
de los reyes mexicanos, y aunque fu6 nombrado en su lugar
su valeroso hermano Tlacaelel^ que desempeñaba las altas
funciones de Cihuacoatl, rehusó obstinadamente; por lo
que eligieron á Xx^y^catl (cara de affua) hijo de Atotoztli,
hija de Motecuhzoma y de Tezozomocquelo era de Izcoatl.
Siguiendo el ejemplo de su abuelo, antes de coronarse
partió á la guerra de Tecuantepec con el fin de conseguir
prisioneros que sirvieran de víctimas en la coronación,
quedando desde esta vez con fuerza de ley esta bárbara
costumbre. Tomó la ciudad de Tecuantepec, derrotó á sus
(1) Valeriano, emperador romano, cuando murió en la cruel servidumbre
de los persas, fué también disecado, y su cuerpo relleno de paja y teñido
de encarnado, adornó por muchos años, por orden de Sapor, el principal
de sus templos.
48 PKKEZ VERDÍA
defensores, extendió su conquista hasta Coalolco y volvió
á su capital á ceñirse ól laurel de la victoria, á la vez que la
corona real.
Sujetó en seguida á los habitantes de CuetlaxtlavToch-
tepec, quese habían rebelado y sometió á su yugo á los de
Allixco y Huetzonzinco ; pero la más célebre campaña que
tuvo fué la de Tlatelolco. Los habitantes de esta ciudad
eran, como se ha dicho, azteca, que disgustados con sus
hermanos los fundadores de Tenochtitlán se separaron de
ellos en 1337 y fundaron una distinta y pequeña monar-
quía. Gobernando Moquihuix que era cuñado de Axayacatl,
y hombre de malas costumbres y pérfidas intenciones,
pensó en hacer la guerra á México y apoderarse de la ciu-
dad por sorpresa, de suerte que confió el buen éxito al
secreto, por lo que con el mayor sigilo levantó tropas y se
preparó para la lucha. El monarca aztecatl fué perfecta-
mente informado de aquellos aprestos, de modo que cuando
el tlatelolca invadió su capital en una noche, al punto mi-
llares de guerreros acudieron al combate y pusieron en
fuga á los asaltantes á quienes persiguieron hasta su cercana
ciudad.
Exigió Axayacatl alsiguiente día una satisfacción, y como
en vez de ella, recibieron nuevos ultrajes y aun fué asesi-
nado el embajador Cueyatzin, marchó con su ejército á
obtener la reparación apetecida ; y después de derrotadas
las tropas tlatelolca, se refugieron en la plaza ó tianquis-
tli; pero como eran muy numerosas, se llenó de tal ma-
nera que no se podían mover ni hacer maniobra alguna,
presentando un excelente blanco á sus contrarios.
Moquihuix alentaba con fuertes voces al ardor de sus
tropas desde la azotea del templo ó teocalli, mas habiendo
subido el rey de los mexica, lo arrojó desde aquella altura,
muriendo desquebrajado entre los suyos, que desalentados
con tal suceso, se rindieron al momento. En consecuencia
desapareció la monarquía, quedando en lo sucesivo Tía-
'^mmmmij^mmij , u.,!.
HlSTOnfA UE UÉXICiJ 49'
telolco como un barrio de Tenochtilliin, v sus habitantes
obligados íí pajíiir un tributo cada 8(í díus,
Tumbíín construyi'^i un nuevo teocallí, y para adfjuirir
víclimas hizo la guerra ;l Eos mathi2Írica prosiguiendo sus
conquistas contra los halulantes de Malinalco^ de Malaea-
pec y Coateper.
En 1478 marrhó en unión de los reyes aliados Xíqiii-
pilro perteneciente á los inatlazinca, á quienes vencieron
allí : pero tuvieron que habérselas con un nuevo ejército
en Tlaííotepec. donde aunque también quedaron virto-
riosoa, estuvo á punto de perecer Axayacatl, pues ya estaba
en poder del guerrero Tlilcuetzpalin, cuando fué lil>er-
tado por su escolla, no sin liaber recibido una herida que
lo dej<> cojo para BÍemj*re<
Aplazó el victorioso monarca la celebración de su triunfo
para cuando se restableciera de su herida, y en efecto dio
un gran festín cuando bubo sanado, durante el cual
mandó malar, en presencia de los invitados, al valiente
Tlilcuetzpaliü y á otros prisioneros. ¡Tan avezados así
estaban ¿í los espectáculos de sangre {í)l
Kri este tiempo se construyeron la famosa piedra del
Sol y el ¿onalamaíi, y para solemnizar su inauj^u ración,
se rompieron las bostilidades con el reino de Michihuacán
yendo :i invadirlo con un ejército de Í2L00O soldados.
Cerca de Ebcatepec ios esperaban los micliibuaeanos en
nüujero de 40.000, así es que se dio aUí un sangriento
combate, en el cual, á pesar de su valor, fueron ente-
ramente derrolaílos los mexica, que perdieron 20.000
hombres. Después de semejante desastre y no considerán-
dose fuertes para ninguna otra expediciónj pero siempre
MJ En IM Xhul-XhhíiA cuantío usurpó el calKíito ée Damasco hizo pri-
sioneros a cercft úe noventa pnncifm^ de la faniiÜJi de los Ojnmiíidas, y
haíiiendolos invltudo á comer, ya seotado ík la mesa hhtí entrar sifariüs
quí* los asesinaron; en se^ida cubrió loa cadiveres con una aifotubrn y
se pnao á comer sobre ellos.
4
50 PÉREZ VERDÍA
ansioso de vi c Limas para inmolarlas en la proyectada cere-
monia, se hizo la guerra dv casa, peleando contra sus
propios stíbditos. Así se logró aquel intento y se verificó
la dedicación de la gran piedra en 1^80.
Durante el reinado de Axayacatl, murieron el gran Ne*
xaijuaicoyoll y ToLoi|UÍhuatzfnj primer rey df3 Tlacopan,
que fué sustituido por Cliimaipopoca, habiendo habido dos
terremotos y un eclipse loLal de sol.
Dtíspués de un reinado de poco más de doce años murió
en 1181 en las cercatiías de Tenochtitlán, siendo inmedia-
laniente electo su hermano mayor Tízoc Ghalchiuhtlatonac
{agujerada con esmfrraldcu).
Inmediatamente anunció la guerra contra la provincia
de Melztitldn, destinada á tomar prisioneros: marchó con
su ejército» pero los de Melztitlán, unidos á los huaxtecas,
dieron la batalla cerc¿i tle AtoLonilco, y aunque el campo
quedií por los mexica, en realidad fueron los que llevaron
la peor parle, pues perdieron IlíiO soldados y sólo hicieron
cuarenta prisioneros ; sin cniharp^o, se declaró el triunfo y
ae verílicü la coronación en medio de suntuosas fiestas.
En su reinado liizo la guerra á Cuetlaxtla, Ahuilizapan
y oirás provincias de la costa del Golfo que se habían re-
belado, ii los matlazinea y conquistó á Nauthlán cerca de
Panuco, llevó sus armas contra los mixteca, tzapoteca y
otras poblaciones.
Kn 1488 derribó el templo deHuitzilopochtli, para cons-
truirlo más grande y suntuoso, á cuyo efecto dedicó innu-
merables operarios, trabajando hasta los niños.
En 148G murió Tizoc, envenenado por unas mujeres
hechiceras j que obedecieron la orden que para cometer
tid crimen les diera Techollala, señor de Ixtapalapán.
Cuatro días, después de las acostumbradas exequias se
procedió ¿nombrar nuevo rey^ recayendo la elección en
AiiuizoTL {perro de agua ó nutria) hermano menor de los
dos ültimos monarcas.
HISTORIA DE MÉXICQ 51
Antes de coronarse hizo la guerra á los mazahua y
los otonca, que no se hallaban bien con el yugo mexicano,
derrotándolos, y quitándoles sus ciudades de Xiquipilco,
Xocotitlán, Cuacuahcán y Cillán y penetrando hasta
Chiapa, volvió á Tenochtitlán donde se coronó, sacrificando
mil prisioneros.
Inmediatamente prosiguió este monarca la política con-
quistadora de sus antecesores, llevando sus armas contra
Huastecapán, Xiuhcoatl y Tamapochco, tornando siempre
victorioso.
El antiguo templo mayor ó de Iluitzilopochtli había su-
frido transformaciones ampüas en cada reinado : Mote-
cuhzoma lo reformó, Axayacatl aumentó sus dimensiones
y Tízoc lo levantó desde sus cimientos, sin que le alcanzara
la vida para verlo concluido ; "Ahuizotl prosiguió empeño-
samente Ja obra y en el año segundo de su reinado (VIII
acatl) tuvo lugar la dedicación.
Para que esta solemnidad fuera suntuosa, se preparó de
antemano, guardando los prisioneros de las ultimas cam-
pañas y los tributos de dos años ; se repusieron y adorna-
ron todos los edificios púbHcos y se invitó á todos los alia-
dos y tributarios que tenían obligación de presentarse
cada uno con cierto número de víctimas destinadas al sa-
crificio. Asistieron Nezahualpilli, rey de Texcoco, Chimal-
popoca, rey de Tlacopán, representantes de Coanacayahua,
monarca de Michihuacán y los señores de Tlaxcalla^
Huexotzinco, CholoUán, Tecoac, TfiHhuiquitepec, Zaca-
tlán, Metztitláti y otros muchos.
Todos fueron bien hospedados y atendidos mientras
llegó el día de la fiesta, llegado el cual se prepararon desde
que salió la luna; antes de amanecer se colocó la con-
currencia compuesta de cerca de seis millones de personas
venidas aun de las más remotas tierras, y dividida la
corte en cuatro grupos, estando en el primero y sobre el
teocalli Ahuizotl, empezaron á sacrificar en medio de los
52 P¿UEZ VERDÍA
poco armoniosos sonidos de su música, compuesta del
teczitli, que era una especie de bocina ó corneta de hueso,
el teponazth y tlapanhuehuetl , alambores de diferentes
tamaños, la ayacachtlió sonajas, el ayotl ó hueso de tor-
tuga y los cuernos de venado aserrados, vhlacahuazili .
Al salir el sol, Ahuizotl en persona dio la señal del sacri-
ficio sacándole el corazón aun desgraciado, ofreciéndolo al
astro con distintas ceremonias y entregándolo en seguida al
gran sacerdote que, sacudiendo sangre por los puntos cardi-
nales, lo puso en el centro de la piedra de los sacrificios. Al
punto muchos sacerdotes, puestos en diferentes leocallis,
empezaron su tarea : los prisioneros, formando una no in-
terrumpida columna de cuatro hombres de frente, se iban
acercando á los diversos mataderos, siendo sacrificados al
instante varios ala vez; todo el día duró tan espantosa
carnicería, y cuando por llegada la noche se suspendió la
ceremonia, dicen las crónicas que reyes y sacerdotes esta-
ban teñidos en sangre con sus ropas como si las hubieran
lavado en escarlata, siendo tanta la sangre que rebosaba
de la plataforma del templo, que caía 'al suelo y formaba
mil arroyos. Por cuatro días consecutivos duró aquel es-
pectáculo horrendo, cuyo recuerdo y simple consideraci^m
hacen estremecer de espanto.
El número de víctimas varía en opinión de autores y aun-
que Chimalpain con otros autores lo suponen de SO.fiOÜ,
las pinturas autenticas (Códices Telleriano y Vaticano) lo
fijan en 20.000, número crecidísimo y que revela todo el
fanatismo de aquel pueblo y la barbarie de aquella reh-
gión (i).
A pesar de la autoridad que tienen las citadas pinturas,
no es posible admitir el número que señalan, porque cons-
(P David quiso edificar un gran templo al Señor j' le fué prohibido,
porque aunque en leales y justas guerras, había derramado mucha sangre;
y por tal motivo fué reservada esa satisfacción al pacífico Salomón.
«I .1- fl ^)í!^^^— — .. I .L. J^i
lüSTOHiA DE u e:\ico 53
lando que los sacriHrios duraron ruatro días, que durante
ese tiempo se sacrífk'aba desalo la salida liasta la puc^sta
del sol, 13 íiorasj y que sólo había cuatro sacn filiad o res,
suponiendo que únicamente durara cinco minutos cada
sacriíido, no habría habido tiempo para aacrííiear mas de
2.4% liombres. Aun en el caso de íjue durase cada ScHtí-
licio menos de cinco minutos, noes posible que el niniiero
de las víctimas liaya excedido de tres á cuatro mih Tal
vez i as dos 1 i guras xiquipillí que equivalen íí 16,000 re-
presentadas en la pintura, fueron puestas equivocada-
menle por los copiantes del Códice Vaücann y del lYtlle-
riano y aun así lo hace suponer la circunstancia de que él
¡nttírpete del segundo, sólo cuéntalas cifras represenladas
por las 10 figuran del t^ontli, pues al explit-ar tu[ pintura
dice textualmente : « Auo de 8 cuñas y de 1487 de nuestra
cuenta, seacavü de perfeccionar el Cii granule de Mtíxii'O. j*
« Dizen los viejos que se sacrííicaron en este año
» 4.000 hombres traydos de las provincias que bavían suje-
tado por guerra, por cada ramilo do estos negrillos que
están encima dan á entender e! mí mero de iíHí. a íLord
Kingsborougli, Aítfif/utlics.)
Con el inmenso número do cadítveres, la abundancia de
sangre^ t|üe untaron en la mayor parte de los ediíicif»Sj y
la aglomeración de tanla gente, laciudail tom^> un as¡>ecto
horrible y se vif'^ envuelta en una atmósfera hedionda y
mortífera.
Suceso (an extraordinario se veriíicó» el día IDde febrero
de \ÍH1,
Y como si tamañiis pérdidas no satisficieran, a[ienas
concluídíL la funesta hecatomhej se prosiguieron las
guerras contra Tehí]oap;ín, Oztomán, Chiap;Ln, Cuauhtla,
Tecuantepec y QuaubtemaHün, provincias todsisqui* sujetó
ií su reino^ ayudado por los reyes aliados y por el valor do
alf,^unos genenileSj entre quienrs se dislinguieron Tiltilt y
Moiecuhzoma Xocoyotzín.
54 PÉREZ VERDÍA
En tiempo de este monarca se descubrieron algunos
criaderos de cantera, que contribuyeron mucho al embe-
llecimiento de la capital; murió el segundo rey de Tlaco-
pán, Chimalpopoca, siendo nombrado para sucederle Toto -
quihuatzín II; se descubrió la América por Colón^ y en
1499 se verificó la segunda inundación, á consecuencia de
la cual estando el monarca én un cuarto bajo, en el que
entró el torrente inundádor, por salir violentamente se
dio en la frente un gran golpe en la pequeña puerta, del
que no llegó á sanar y le ocasionó la muerte en el año de
1502.
CAPITULO VI
Motaciifizama IL — Sus campañas y conquistas. ^ Su corU% — Siipera-
üciones y presagios. — Estado fn que encontrarün los espaiiUfics Jas
naoiones <le Anáhuac. — División terriíorjal, población y cosluiíJires.
En SU lugar futí nombradlo 11üteclhzoh\ {señor sañudo ?/
reapeiabltf) Xocoyot^jn [eí Joven) que contaba entoní-cs
treinta y cuatro anos de edad v era hijo de AxayacaLl que
le puso ese nombre en nicnioria de su ct'debre abuelo.
Había sido soldado, y por sus proezas había alranzado
elsupremo grado de tlacoulicalcatl, y después se había
entregado al sacerdocio^ siendo a la sazón sumo ¡íontítice,
y como vivipra en una casa contigua al templo, el pueblo
creía que se comunicaba con HuitzilopocliLli, de donde en
gran parte provenía el respíUo con que se le miraba (1),
' L) Grande inñuencía ha ejcrchlo siempre el e^ípírítu religioso, y por
eso Nuiiía Püinpilio hacía cfenr á los Hoinanos que sus Icycis se las inHju-
fl.bíi Im. niuri E^crbij y SerLono Io^tli persuadir á ioíj ospauoles íjue su
car V aulla blancFi era lu encajera (hi Díiinti.
HISTORIA DE MÉXICO 55
Un completo cambio se operó en Motecuhzoma con su
exaltación al trono, pues de humilde que era se convirtió
en soberbio y destituyó de todos los empleos á los que los
habían servido en el reinado de su tíoAhuizoll, sustituyén-
dolos con jóvenes de la nobleza ; pues declaró inhábiles á los
plebeyos, estableciendo con eso una verdadera aristocracia.
Para adquirir prisioneros á fin de sacrificarlos en su
coronación, llevó sus armas contra las provincias de No-
palla é Icpatepec, á las que venció, trayendo multitud de
víctimas destinadas al sacrificio.
Cuatro días duraron las fiestas de la coronación, des-
pués de los cuales se hizo una excursión á Atlixco, que
como de costumbre, fué favorable á los mexicanos, que
cada día más engreídos con sus triunfos declararon en-
tonces la guerra á Malinal, señor de Tlachquiauhco en la
Mixteca, sólo porque no quiso regalar á Motecuhzoma un
árbol de hermosas llores que sólo él tenía y que se llamaba
tlapalizquixochitl; habiendo expiado con la vida su im-
política repulsa.
En 1504 se verificó la célebre campaña de Tlaxcallán-:
tiempo hacía que por motivos de rivalidad se aborrecían
ambas naciones, y México, acostumbrado á no encontrar
resistencia en sus más caprichosas pretensiones, declaró
por fin la guerra.
Un numeroso ejército mandado por Tlacahuepán, her-
mano del emperador, invadió á la república; pero los tlax-
calteca, que estaban preparados para la lid con anticipa-
ción, opusieron una vigorosa resistencia cerca de Tetella,
donde sorprendieron al ejército invasor, logrando derro-
tarlo y dar muerte á su valiente general.
Profunda indignación causó tan semejante fracaso, así
es que trató de repararse enviando á Tlaxcala nuevas y
más aguerridas tropas ; pero el valor de los tlaxcalteca y
el sentimiento de independencia que los animábales dieron
nuevo triunfo. ■
56 PÉREZ VERDÍA
Después de estos desastres tuvieron los mexicanos que
sufrir al siguiente año una grande escasez de semillas;
pero á pesar de eso emprendieron guerreras expediciones
contra algunas provincias de Cuauhnelhuatlán, de Coaix-
lahuacán, de Zozolla, de Huexotzinco, de Ixtlán y otras,
que tuvieron un feliz resultado.
Reedificó Motecuhzoma el acueducto de Chapoltepec, y
construyó un nuevo templo destinado á todos los dioses de
la tierra, por lo que le llamó Coateocalli, casa de diversos
dioses.
,Hizo todavía una tercera campaña contra Tlaxcala arro-
jando de la provincia de Huexotzinco á los guerreros de
aquella república y tomando prisionero al famoso Tlalhui-
cole, guerrero de hercúlea fuerza y de prodigioso valor ;
fué llevado á México, donde se le llenó de consideraciones
y aun se le dio á los pocos años el mando del ejército que
fué á hacer la guerra al rey de Michihuacán, en cuya
campaña quedó indeciso el triunfo, y por último pidiendo
empeñosamente el sacrificio gladiatorio, único medio hon-
roso que existía para que un cautivo pudiese volver á su
patria, se le concedió, y aunque mató á seis competidores
é hirió á veinte, no pudo librarse de morir en las san-
grientas aras de Huitzilopochtli.
Motecuhzoma cada día robustecía su tiranía, ya man-
dando que tollos los señores feudatarios del imperio, por
lejanos que estuviesen, tuvieran establecida casa en la ca-
pital para que allí quedaran sus hijos en rehenes de su fide-
lidad; ya imponiendo onerosísimos tributos á sus subditos;
ya haciendo las más injustas guerras y derramando in-
útilmente la sangre mexicana, ya en fin, dilapidando las
rentas del imperio y adoptando un ceremonial ominoso ;
pues nadie podía entrar al palacio sin descalzarse, ni tam-
poco permitía que nadie se le presentara con trajes lujosos,
así es que los nobles y señores tenían que cubrir sus vis-
tosas adornos con toscas telas para manifestar su humilidad
tú^.
HISTORIA DE MÉXICO S7
y respeto; los que se le presentaban para tratar algún ne-
g^ocio, antes de dirigirle la palabra, le hacían tres profundas
caravanas ditiendole con reverencia TVa/oawz (señor), AV
tlatoani (señor mío) y Ilueitlatoani (gran señor). Le
hablaban sin levantar los ojos á verlo, y al retirarse les era
prohibido darle hrespalda ni por un iqstante, porque cual-
quiera desacato lo castigaba con pena de muerte (1).
Sus palacios eran suntuosos ; el en que habitaba era una
reunión vasta de edificios de piedra y tetzontli adornados
con mármol y tecalli, en cuya fachada se halhiban esculpi-
das sus armas reales, que consistían en una águila con un
tigre entre las garras. En el interior había tres grandísimos
patios, más ile cien salones, otros tantos baños con jardines
y todo género de adornos de oro, plata, tapicería de algodón
y de mosaico de plumas, pieles, llores y perfumes. En su
servicio tenía destinadas á tres mil personas y su trato
correspondía á tal magnificencia ; se bañaba diariamente
y se cambiaba ropa cuatro veces, sin volverse á poner la
que una vez había usado, que se distribuía entre sus ser-
vidores ; comía al medio día y cenaba al anochecer : en
una gran mesa cubierta con manteles muy finos de blan-
quísimo algodón, se le ponían hastíi cien viandas, cada
una en un braserito para que no se enfriase. El rey, sen-
tado en un muUido almohadón, señalaba con una varita
lie oro los manjares que deseaba, permaneciendo en pie
entre tanto, el mayordomo, las esposas, los bufones y los
músicos ; la loza era de barro de Cholula, con excepción
de las copas y vasijaá que eran de oro y plata, sirviéndole
la mesa trescientos jóvenes.
(1; Deyoces 6 Deyoceto, legislador do los laedus y fmid.ulor t\v la mo-
narquía medo-bactriaria eii el siglo viii a. J., ediíicó la ciudad de Kcbataua,
ciñéndola de siete murallas, y posesionado del mando absoluto pslableeió
mi gobierno tan despt'dico (|ue encerrado en su serrallo Jio se dejal)a ver
siao de los oficialc-s del palacio, á quienes debía dirigirse el que tuviese
negocio, y castigaba con la muerte al que reía, óescupía en su presencia.
58 n\nt¿ verdía
Toriíu ademiís pal arios para recreo en Chapo! te per, para
bíiljítar en sus ilueloE», para cada uno do los reyes aliados y
para sus liuóspedes noliles ; pero entre todos ellos se dis-
tinguía su maE;:ní(iua casa de fieras. Era ésta un grande edi-
lirio €on un hermí>so patio y <*uatro íiepartamentos; en el
[írinie/'o tenía todos los cuadrúpedos fero<;es i:onocidos en
Anáhuac, como tigres, leones, lobos, etc., que estaban en
jaulíis de madera, y d los cuales liaban de comer liebres,
venados, techíchis, y los intestinos de las victimas; en el
seg^undo se encontraban todas las aves de rapiña, á las que
se liaban de comer oOü guajolotes diarios ] en el terrero
estaban las serpientes y ríe más re p til es , y en el cuarto los
aníibios de iodos géneros, que al efecto se {guardaban en
adecuados estanques,
A más lie esto, tenfii otra casa Av aves de todas especies,
á las que se alimentaban con granos^ moscas, insectos y
peces, siendo tantas, que para dar de comer sólo á lasque
por su naturaleza se alimentaban de peces, se empleaban
diez g'randes canastos «üarifjs.
Tenía también un verdadero jardín de aclimatación, en
el que conservaba las plantas más raras y diversas^ y una
casa de bombres deformes, dedicando á más de quinientos
sirvientes» pai'a el cuidado de estos museos»
Mc^tocuhJíoma, que era profundamente supersticioso,
pasó sus ültimus años af^obiado por los más desconsrda-
dores presentimientos ; pues recordando las profecías de
QuetzHÍcoatl, de que babrian de llegar del Oriente bomhres
blancos á enseñorearse de la tierra, creyó que era llegado
el üeujpo de su cumplimiento por los inu<djos agiierosque
entonces se lucieron. Hubo en esle reinado dos eclipses de
sol y aparecieron dos cometa^ en liU6 et 1318 ; se sintió
un fuerte terremoto y se vio en el ano de 13i0 por mu-
chas noclies consecutivas una gran luz por el Oriente en
forma ile nubeluminosap
Atemorizado con este fenómeno llamó Motecuhzoma al
HISTORIA DE MÉXICO 59
sabio Nezahualpilli para que le diera la explicación del su-
ceso, que fué interpretado por el rey de Texcoco como la
señal de que poco tiempo debían durar con el mando sobe-
rano, pues habrían de ser despojados por hombres extra-
ños. Fué tanto el asombro que causó esta explicación al
rey mexicano, que Nezahualpilli le ofre<!Íó demostrarle su
exactitud, apelando al éxito en una partida de juego de pe-
lota, pues convendría en que era falsa su profecía siempre
que en ella fuera vencido por el aztecatl; pero tan seguro
estaba de que era verdad cuanto había pronosticado, que en
caso de perder la partida se obligaba á ceder su propia co-
rona de Acolhuacán en favor de Motecuhzoma. Aceptada
la idea, el éxito del juego fué favorable á la funesta inter-
pretación, con lo que quedó profundamente abatido el
supersticioso rey.
Plenamente comprobado este hecho por las pinturas y
las más respetables tradiciones y autoridades, aunque á
primera vista parece increíble, no hay razón alguna para
tenerlo portal, pues como ya en 1509 había desembarcado
en Darién Alonso de Ojeda, y se habían ya tenido algunos
combates en el continente entre europeos y americanos, lo
más natural era que por medio de los mercaderes de las
provincias de Quauhtemallan, Xoconochco y Yucatán, hu-
biesen llegado ciertos rumores á los oídos del rey de
Texcoco, y aun á los de muchos indígenas que, debido á
esto, extendieron en forma de pron<>sticos aquellas vagas
noticias.
Desde entonces fueron tomados todos los fenómenos que
no podían explicar, como anuncios de la ruina de aquellas
naciones, y así se consideró la caída de una gran piedni,
que no debe haber sido otra cosa que un aerolito ; el in-
cendio de las torres del templo y otros sucesos que indu-
dablemente deben colocarse entro las posteriores inven-
ciones de la gente crédula.
Otro de los sucesos notables que en aquella época se
60 PiiUKZ VERDÍA
verificó, fué el de la resurrección de la princesa Papanlzín,
hermana de Motecuhzoma y viuda del gobernador deTla-
telolco. Habiendo muerto a fines de 1509, fué sepultada
con la mayor pompa en una. cueva ó gruta. que estaba en
el jardín de su palacio ; pero al siguiente día una niña pe-
queña d quien la princesa le habló cuando pasaba por el
jardín, fué por encargo suyo á hablarle á su madre dicién-
dole que le hablaba Papantzín ; ella no creía lo que su
hija le contaba, pues le decía que la víspera la habían en-
terrado ; pero por complacerla fué al lugar de su sepulcro
y cayó desmayada de sorpresa al verla sentada sobre uno
de los escalones del estanque. Ocurrió gente, y después
que llamaron á Nezahualpilli y á Motecuhzoma, les refirió'
que tan luego como perdió elsentido se encontró en una gran
llanura, en medio de la cual estaba un camino con divei^sos
senderos, un uno de cuyos lados corría un gran río. Que
al quererse arrojar á sus aguas se le presentó un joven
vestido con un ropaje largo, blanco como la nieve y bri-
llante como el sol, con dos alas de hermosas plumas y con
tina señal (la de la cruz) en la frente, quien tomándola de
la mano le dijo . «Detente, aun no es tiempo de pasar
este río », y llevándola por las orillas vio en ellas muchos
cráneos y oyó muchos quejidos ;que entonces volvió los
ojos ;í un lado y vio varios barcos con hombres blancos,
barbudos y que tenían estandartes en las manos. Que en
ese instante le dijo el joven : « Dios que te ama aunque no
le conoces, quiere que vivas para que veas lo que va á
suceder; los clamores que has escuchado son de tus ante-
pasados que se hallan atormentados por sus culpas, y los
hombres que ves, son los que llegarán á estos países y se
harán dueños de ellos, trayendo la noticia del verdadero
Dios. x\sí que concluya la guerra, tú serás la primera que
recibas elbaño quelava los pecados. » Desapareció el joven
y que se encontró ella vuelta á la vida.
Crece lo maravilloso de este suceso, al saberse que posi-
kr
■^wff^^^^^^^p»=ii^ mi mm\ mtfmí ^t»
HISTORIA DK MÉXICO 61
livamente la princesa fué la primera que se bautizó en
Tlatelolco recibiendo el nombre de doña María Papanfzín;
pero es probable que á un caso de catalepsia, interpretado
antes déla conquista, se le hayan añadido detalles ron pos-
terioridad. Religiosos é indígenas en pleno siglo XVI ! ! !
Semejantes interpretaciones que corroboraban las pro-
fecías antiguas de Quetzalcoal, ejercieron en el ánimo su-
persticioso del monarca la imis funesta influencia, por lo
que no se consideró capaz de contrariar la voluntad de los
dioses, y de esta suerte no opuso á los conquistadores la
resistencia que debía y que por entonces habría hecho
fracasar el intento de Hernán Cortés.
Los últimos sucesos de la historia antigua están tan li-
gados con los de la conquista, que los reservo para cuando
de ella trate y antes voy á dar una idea de los otros pue-
blos que habitaban en la república, así como de sus usos,
costumbres, división geográfica y poblaci(»n.
A la llegada de los conquistadores en el territorio <le la
República Mexicana enccmtraron el floreciente imperio
íiztecatl; que con los reinos de Acolhuacán y Tlacopán, las
repúblicas de Tlaxcala, Cholola y Huexotzinco y el señorío
de Metztitlán, formaba el país de Anáhuac que lindaba por
el Norte con las tribus bárbaras de los otomíes lí otonca y
de los chichimeca; al Sur c(m las aguas riel Océano Pací-
fico ; al Sur Este con las provincias de Xoconochco y
Quauhtemallán; al Oriente con el Golfo y provincias de
Coatzacoalco, y al Occidente con el reino de Michihuacán.
Al occidente del ZacatoUánse hallaba el reino de los ta-
rascos llamado Michihuacán, y más al Occidente aún, lin-
dando con los mares en que se oculta el sol, estaba el reino
de Xalisco ó monarquía chimalhuácana con sus diferentes
tactoanazgos independientes.
Esta vasta extensión territorial, en la que se hacen sen-
tir las variaciones del clima, desde el de tierra caliente en
las costas, hasta el de la tierra fría, en la mesa central.
62 PÉREZ VKRDÍA
está recorrida por la sierra madre que prolongándose hacía
la América meridional, va á formar la cordillera de los
Andes,
En esa sierra descuellan por su altura el Popocatepetl
{cerro humeante) que mide sobre el nivel del mar 5.420 me-
tros ; el Citlatepetl {montaña reluciente), 4.910 ; el Ixtazi-
huatl {mujer blanca) 5.295 ; el Poyauhtecatl ó Pico de
Orizaba; el Nappateuctli (montaña cuadrada) ; el MaildL'
cueye (en aguas verdes) ; el Xinantecatl (Tolocan) ; el Teut-
zón ; el Tochtian y el Coliman.
Riegan sus vegas los ríos de Papaloapan (de las mari-
posas), CfKiLzíicoalco {donde se oculta la serpiente) y
Cliiapan (Grijalva), que desembocan en el Golfo, y los de
TeeuanLepef, Xopes, Zacatolan, de Tololotlán que llevan
sus aguas al Pacífico : contándose entre los principales
lagos loa de Texrnco, Tenochtitlán, Chalco, Xaltocán y
Tzompango en el valle de México; el de Tochtlán en las
re^íiones fiel r.nal^acoalco, el de Tamiagua en Veracruz, el
de Pátzruaro en Michihuacán y el deChapallan en sus lin-
deros con Xa I i SCO,
La población í[utí se coataba entonces no b^'aba de diez
y seis millones, que fueron reduciéndose hasta la tercera
parte en tiempos poco posteriores, á consecuencia de las
guerras de la conquista, délos muchos que murieron por
el trabajo excesivo que en las minas les imponían los con-
quisraí lores ; de los muchos que se remontaron á las sierras
portal (le conservar sulibertad,yfinalmentepor los grandes
desastres que causaron en la raza indígena las terribles
epidemias del matlazahuatl (1).
{i) E^^J ores rmiy autorizados aseguran que la población no podía pasar
de dos milloneíí, íundándose en el atraso en que se encontraba la agricul-
nra que no permitía pur eso sustentar á mayor número ; pero no sólo
daa leslimonro de mí aserción los conquistadores y los misioneros, de
uíitre (imcnes úmcíimeiitó el P. Motolinía bautizó á 400.000 indios sino
también las pintura, aileca, pues la matrícula de los tributos revel'a una
j^".. .-E¿;
HISTORIA DE MÉXICO 63
La Providencia prodigó sus dones al continente ameri-
cano de tal suerte, que no sólo dióle un clima benigno y
variado, propio para todo género de seres, un cielo azul y
transparente, cristalinos lagos, ríos caudalosos adecuables
a la navegación y fértilísimas tierras, sino que encubrió en
su seno los más ricos tesoros y en su superficie colocó una
abundante fauna y hermosos y variados bosques, cual en
ninguna otra parte del mundo se conocen.
Es indudable que en un principio existieron en México
los animales domésticos que tanto sirven á la humanidad,
y que por falta de cuidado y ^e aprecio se destruyera su
especie por los animales carniceros, pues existen en el museo
maxilares y otros huesos de caballos, toros y llamas fósiles,
pero en los tiempos de que se trata sólo se conocían el
perro (techichi), el mono {osojñatli), el tigre {ocelotl), el
león {miztli), el venado (y/mra//), el zorrillo [epatt), el co-
nejo (tochtU)^ la liebre [citli)^ el armadillo {asotochtli)^
el gato monUís (pachulí), el camaleón (tapayaxin)^ el
tlacuatsin, el jabalí [coyamett], el tcaleoyotl, la marta
{ocotochtlt), el coyotly el lobo (cuetlachtl)^ el tapir, la ar-
dilla (calfechalote), la totzan, el cacomixtle y otros. Entre
las aves las principales eran el águila, el cuervo, el gavilán,
el halcón, el perico, la garza, la codorniz, la perdiz, el
avión, la urraca, el faisán, el colibrí, el pavo, el carpin-
tero, la chachalaca, el tordo, el cisne, el pelícano, el buho,
la grulla, la golondrina, el ánsar, la lechuza, el pato, el
avestruz, el saltapared, el aura y otras muchas, distinguién-
dose por su canto notable, el incomparable cenzontle {cen-
zontlatolli^ cuatrocientas voces), el jilguero, el clarín de
las selvas, lajcalandria, el gorrión, el cuitlacochi, el mirlo
crecidísima poWación. Además los mexicanos cranexcesivamonte frugales
y todavía hoyen las campanas de 1861 y 1813 pudo notarse que mientras
los soldados del Gobierno no podían vivir ni una semana en número de
mil, los indios seis veces más numerosos vivían por meses enteros sin
más alimento que algunos puñados de maíz asado.
Ü4 VÉWEZ VERÜÍA
[el chif¡uínwlli) y la paltinia en sus jiiuclms varietKailos. A
los peoes Je mar llamahaR tlaratnaehí ó peces ^^TanJes y
para alimento usaban las anguiJas (coamic/it), la Loriuga
(chimalmiclii), el toclttmirkt ú ave pez; ^\ papaitmiichi ó
pex mariposa ; el í7/////o// y\ pcsraílí» lilani."o; el topoUi, el
vajjre ; el michcacuan Ó tobara!, etc-
Abundaban las maderas preciosas siemlo las más usuales
la de bíS (irbules de pino, sauce, encina, fresno, niígal,
r(d)lej ebanoj abeto, ciprés, ccdm, mezquite, caolia, lina-
toéj palo dulce, grariadillo, ceiba, tepehuaje, anacahuite,
c i rimo y ahuohuete y por sus flores apreciaban los indí-
genas el yubíXücbiLl, /7or dei coracon ó magnolia ^ el
lloripondio, el Labacliín, el ^^oalxonlecoxocbtl ó cabesa de
víbora, eí oreloxocliitl u flor def tigre^ el rcmpaxocliill ó
fíor del cetiienterio^ el cacaloxucbitl *'t ffor del enervo, el
izquixoc'luU, el xiloxnrbfl, e! macpaxocliill y otras.
Ltis mexti'anns eultivaban el maíz (cenili), el frijol (//^/),
el cacao {carahuail), el tdiile, el tomate, el t^itomate» la
chía, la vainilla, el algodón, c! chayóle y su raíz, la calabaza,
la (^eboUaj el ajo y otros menos importantes, y entre las
frutas indígenas se cuentan el coco, el ddlil, el piñ()n, el
plílíaníij la nuez, la ciruela, el arrayán, la guaya¡Ki. el
aliuaraie, el niamey^ el Izapote bbmco, negro, cbico¿!:a¡jole
y mebm zapote, la pina, la chirimoya, la anona, el capulín,
el ahuilole, el juaijuiniquil, el liuamúchil, el mezquite, el
cacaliuate, el nancbe, e! tej ocote, el jocuixtlej el cauíote,
la xicama, la pitajaya, la pitaluiya y las muchas variedades
de luna.
Para sus comidas usaban además Ja sal [istafi), el fe-
fjuixquül^ la miel de abejas, x icoles y avispas, v del ma-
guey {metí), así como el aziícar que extraían de las cañas
de maíz y de alguna otra especial.
Se componían las comidas de los nobles de diversas
chifles de tortillas de masa de maíz sola ó amasada con
huevos ó con miel; de unos bollos u panes abojaldrados ;
.^H
JT^; "
HISTORIA DE MÉXICO 65
(le tamales de muy variados modos ; de asados de pavo, co-
dorniz, venado, liebre, etc.; de empanadas de diversas
aves ; de gui'sos de pepian, de ihimoUi y de ohilli ; de pes-
cados con chile amarillo ó colorado y tómales ; de ranas
con chile verde ; ajolotes con chile amarillo ; de Iiormigas
con chiltepictl ; de langostas y gusanos de maguey con
chilltecpimolli ; de camarones con tomates; de pescados
grandes en salsa; de frijoles, xilotes, camotes cocidos,
atole, necuatole ó sea atole con miel, cuauhuexatolh ó
atole con harina y tequesquite; cacao hecho con miel de
abejas, con veinacasíli ó con llilxochitl ó vainilla, etc.
Se alumbraban con rajas de ocote y con teas ó velas
de la cera ó goma llamada copalli en las casas de los ricos.
En las habitaciones de la clase acomodada, que estaban
todas alfombradas con esteras, y tápeles de pieles y de
plumas, había cómodos icpalli forrados de mantas de (do-
lores, doseles de pluma, cíjimas formadas por esteras enci-
madas, mosquiteros ó sopladores de plumas vistosas,
tinajas de piedra ó barro para guardar el agua, vasijas y
loza, metates, jicaras, tecomates y otros varios utensilios.
Se servían del tabaco {ijetl) ; del papel {amatl), que fa-
bricaban de las fibras del maguey para pintar sus jeroglí-
fleos y para diversos adornos; del ulli ó goma elástica y
del ámbar.
A fin de producir las tinturas con que pintaban sus
trajes, casas y adornos, se valían para dar el color rojo de
la cochinilla, de la grana silvestre y del palo Brasil; para
dar el amarillo claro de unas hierbas y de una piedra molida
llamada tecocauitl: para el azul oscuro del xiuhqui-
hxiitl, y para el claro de unas flores de ese color; para
el blanco del tizate: para el morado de la grana mez-
clada con alumbre, etc.
Usaban del oro que sacaban de las provincias de la
Mixleca, de los cohuixcos y de los zapoteca, así tarabicn
como lo recogían en grano de las arenas de algunos ríos;
5
66 fBiiEz smúÍÁ.
iiíi la plalii^ del tuLre, ili-l esUiño, ilel plomo, del azogue
y de alj;uni>s otros metales; sirviéiiílosc para sus adornos
de píetlnis preitiosas que había en alíuijdancia, como la
amatista, la esmera Kla (queísalítlll], el rubí {tlapalteoxi-
huitl), e\ u\ni\i\ {{¿uettalilsepíollüíli), las turquesas [teoxi-
huill)t el zaliro {xiuhmal¿alixt/¿\ el cristal de roca
{íühuilotl), las sanguinarias {e.sie(i) y piedras verdes
(cha/chihu/i/); así como de Uermosas perlas á que llama-
ban epiolotti V %UA t^íiniK
En general los mexicanos eran ile buena índole y buenas
costumbres 5 enemigos del embuste y de la embriaguez,
les destruían sus rasas a lus que se excedían en la beliida
de licores, manifestando con eso í|ue los creían indignos
de vivir en sociedad. Kran humanos, laboriosos, inteli-
gentes y aptos para todas las artes ; tenían en grande es-
tima el matrinionio y les era prohibida la poligamia,
aunque los reyes y grandes señores tenían muchas espo-
sas (1) ; educaban A sus lujos con esmero inculcándoles
buenas ¡deas y acostumbrándolus al trabajo. Todavía hoy
sus descendientes tienen una constíincia y resignación he-
roicas : son fieles en sus afectos, aunque muy suspicaces
y deseen fiados, muy apegados a sus custumbres y á sus
usos, bj que les impide el progreso ; no se distinguen por
su inventiva, pero son habilísimos para imitar; discurren
con solidez sí bien con tardanza y de imaginación.
Los hombres usaban un traje formado de tres piezas: la
manta ó tilmaUique era una tela cuadrangular que por
uno de sus extremos se ataban al pecho ó al cuello, cayen-
do en derredor del cuerpo hasta las pantorrillas ; el
niaxtlatl ó faja, con la cual se liaban las caderas cayendo
(li En E^íiplu in poligamia perra itiilji por la Ify no existía sino en la
CürlCj pues toílos los püpir^■^^ demoticos contemporáneos muestran ;\ los
egíi>cioa del pueblo como luuuogamoa* ñevue éf/t/plologique^ !'• année,.
HISTORIA DB MÉXICO 67
SUS puntas anudadas por detrás y por delante, y los caclli
ó zapatos, que consistían en suelas de cuero aladas á los
pies por correas. Las mujeres se vestían con un liuipilli 6
camisas sin mangas que les bajaban hasta las piernas,
poniéndose unos encima de otros, lodos distintos y unos
más largos que los demás para dejar ver las labores de di-
versos colores que cada uno tenía ; con unas enaguas ó
cueitl que les llegaban á los tobillos, y los cactli. Sus
leyes suntuarias prohibían á los plebeyos usar otras telas
que las hechas con pita ó algodón basto, y determinaban
los colores, finura de los tejidos y adornos que debían
emplearse por cada una de las clases de la nobleza. Los
señores se ataviaban con unas dos borlas de plumas guar-
necidas con oro que traían atadas á los cabellos y con un
gran plumaje en la espalda ; en los brazos se ponían ajor-
cas de oro, en el cuello sartales de piedras preciosas y
perlas; en la nariz y las orejas turquesas y argollas de oro,
bandas de plumas en el pecho, y en las piernas grebas ó
armaduras delgadas de oro que les cubrían de la rodilla
hasta el pie. Las señoras peinaban sus cabellos con piedras
preciosas, usaban ricos brazaletes y collares, y solían pin-
tarse la cara con rojo ó amarillo, los dientes con grana,
lo mismo que el pecho y las manos, y con negro los pies,
y usaban muchos perfumes.
Eran muy diestros en diversas artes y así tejían mai^ní-
íicas telas de algodón de distintos gruesos y colbres ; ha-
cían otras telas de pelo de conejo y primorosos mosaicos
de plumas de diferentes colores ; esculpían admirablemente
la piedra y la cantera á pesar de que no conocían el uso
del fierro, el cual suplían con instrumentos de piedra y de
cobre, y con el uso del esmeril trabajaban las maderas;
hacían empleando el torno muy buenos y bonitos trastos de
distintos barros, aunque sin usar del vidriado que descono-
cían, curtían perfectamente las pieles y trabajaban con esme-
ro el oro y la plata puliendo además las piedras preciosas.
68 PÉREZ VERDÍA
En arquitectura, aunque no conocían las puertas de
madera, que suplían con esteras, ni el uso de los arcos,
estaban sin embargo muy adelantados, y de ello dan
prueba los magníficos edificios que encontraron los con-
quistadores y que tanto asombro les causaron, pues refie-
ren que muchos había tan grandes, y con tantas estancias,
aposentos y jardines, que se cansaban de recorrerlos
antes que los hubieran acaljadu de ver, teniendo salas tan
espaciosas que en alguna de ellas cabían tros mil personas,
y sus azoteas eran lan grandes, que bien pudieran correr
treinta hombres á caliallo.
Todos sus edificios eran de terrado y los templos y pa-
lacios do cantería y tctzontle, las paredes bien encala díis
las adui'naban con mfínnol, Lecalli, piedras pret'iusas,
jaspes, lelas de algodón, esteras y pieles, cubriendo el pa-
vimento con vistosas esteras de pítima dé colores y con
iinospefafL
En lo que parece fuera de duda que se fiallaban bien
atrasados, era en las bellas artes; pues su miísiia era mo-
nótona y poco armoniosa, su pintura muy imperfecta y la
encantadora poesía contaba con pocos adeptos, al grado
que apenas lian llegado á nosotros dos ú tres odas que
revelan una literatura incipiente.
En cuanto áciencias, cultivábanla astronomía, que como
todos los pueblos antiguos, confundían con la astrologfa
judiciaria, y se liallaban tan adelantados que gracias á
ella medían el tiempo con mas perfección f¡ue los europeos
sus contemporáneos, siendo digno de notarse que cuando
los conquistadores llegaron al país, en su cómputo iban
atrasadlos cerca de diez días respecto deí verdadero tiempo,
mi en tras que I os azteca sólo lo estaban en unas cuan tas horas*
Aplicaban también la medicina, valiéndose para su
ejercicio del conocimiento que tenían de las virtudes de las
plantas, d diferencia de los primitivos chichimeca, que
cuando el enfermo no sanaba en tres ó cuatro días, sus
HISTORIA DE MÉXICO 69
parientes mismos lo traspasaban la garganta con una
flecha para que ya no sufriera la enfermedad, y los mexi-
canos ejercían además la cirugía produciendo al paciente
la anestesia durante varias horas con el zumo de la man-
dragora y otras plantas.
Ejercían el comercio, que tenían por una honrosa profe-
sión, y al efecto celebraban cada cinco días ó fin de semana
el tiarif/uixtli ó mercado, en donde so reunían de dife-
rentes partes en una inmensa plaza rodeada de portales,
50 ó 60.000 personas y en el resto de la semana 20 ó 2o. 000.
En un lado de la plaza se colocaban los que vendían oro,
plata, cobre, plomo, junto á éstos los que vendían piedras
preciosas, después seguían los expendedores de cuentas y
espejos, de obsidiana, luego los que tenían plumas y pena-
chos^ seguíanles los que tenían espadas y navajas de pe-
dernal, luego los que proveían de mantas y tejidos de algo-
dón, de pita ó de pelo de conejo con trajes diversos, ade-
lante los que fabricaban calzado ó cactli^ que eran unas
sandalias de cuero estando las muy finas forradas de algo-
dón de colores adornadas de oro ; en una parte estaba el
algodón, en otra el maí? y demás granos que servían para
la alimentación, en distinto lugar los conejos, los ciervos,
codornices, liebres, patos y gansos, en seguida huevos,
miel, etc., más adelante vino, en otra parte verduras, cerca
de allí las flores, en seguida las hierbas medicinales, des-
pués las maderas, cal y materias de construcción y así todas
las cosas en el mayor orden.
Presidía el mercado un funcionario público que velaba
por la exactitud de las pesas y medidas, el cumplimiento
de las transacciones y el buen orden de los concurrentes ;
y para sus ventas, fuera del uso de las permutas, que era
el mils general, se valían de los grandes granos de cacao (1)
(1) Parece que el valor de 12) granos grandes equivalían á un real an-
tiguo ó sea 10 á un centavo, segíin observaron algunos viajeros contem-
poráneos de la conquista
-J^.:
70 PÉREZ VÉRDÍA
y Je la alít tendrá llamada patlaclitü, reservando para la
compra de objetos de miís subido precio las mantas de algo-
dón denominadas cuaclitH ó patolcuachlli y los cañones
IrasparenLes de plumas de ave llenos de polvo de oro que
de esa suerte hacían las veces de la moneda , llegando algu-
nos iiistoriadores a afirmar, í^ue también empleaban, si
bien en reducida cantidad, unas piececillas de bronce que
designaban con el nombre de thachco, de donde se derivó
nuestra palabra tlaco.
Los comerciantes en grupos numerosos, se trasladaban
con sus efectos llevados en hnacallís por los cargadores 6
t amanes j de un lugar á otro, pues en cada ciudad eltian^
ffuis ó tianr/uixtlí era en diverso día, y eran notables los
de Tenoclititlán, Texcoco, Tlaxcala, Choluca y Huexot-
2Íneo.
Sus ciudades eran hermosas^ con las calles amplias y
bien orientadas, llamando la atención las de México, que
por estar edilicado sóbrelas aguas del lago, las más eranla
mitad de terrado y la otra mitad de agua, por cuyo motivo
a la vez que se transitaba en ellas, mucbísímas canoas na-
vegaban, por lo que se llamó por algunos europeos la Ve-
necia americana, que contaba una población de más de
3Ü0.OO0 habitantes.
CAPITULO Vil
Oonlrilmcioneh, líUomü y Fldigión. — Organización soíiiil y política.
El TlacntecucÜí. — El Cihuacoatl y el Tlfitocíln, — El ejército.
Para los gastos de la adminiBtracidn piibliea se destina-
ban 1 os tributos f|ue consistían, ora en servicios perso-
nales, ora en cierta cantidail de producios, adornos, ú ob-
jetos de valor que pagaba cada pueblo en armonía con sus
HISTORIA DE MÉXICO 71
riquezas y producciones, y así unos pueblos suministraban
algodón, otros maíz, estos madera, aquéllos mantas, etc. ;
pero con tal abundancia, que según la matrícula de los tri-
butos se percibían 1.328 000 mantas de todas clases;
72.000 maxtlall ; 96.000 huipilli, 4.000 cargas de algodón ;
108.000 fanegas de maíz; 90.000 de frijol; 90.000 de chía;
683 armaduras de diversas clases; más de 3.000 manojos
de plumas de quetzalli, verdes, coloradas y azules, y más de
24.000 manojos de plumas chicas de colores; 1.600 cargas
de chilli ; 2.000 panes de sal blanca ; 1.200 vigas grandes;
1.200 tablas, i. 200 morillos, 1.200 cargas de leña ;
80.000 otates para lanzas y 80.000 más pequeños para
flechas; 800 pieles de venado y 40 de tigre; 8.000 cargas
de tabaco; 320.000 pliegos de papel de colores; 6.400 ji-
caras de diversos colores^ 800 tecomates y 800 vasijas ó
jarros de piedra y de barro ; 4.000 equipales y petates;
200 cacaxtles; y además grana, ámbar, copal, hule y otras
resinas y frutos, en grandes cantidades. Generalmente el
tributo so pagaba cada ochenta días, poro muchos pueblos
lo hacían una ó dos veces al año según lo habían pactado
al tiempo de someterse.
Ante tales impuestos que eran recogidos por los cal-
pixque y distribuidos por el cihuacoatl, no se sabe qué
admirar más, si la riqueza y variedad de los productos, que
revela ya un grado superior de cultura en aquel pueblo, ó
el espantoso despotismo que significa tan onerosa contribu-
ción, que mientras se consumía en el lujo refinado de la
corte, se producía trabajosamente por un pueblo agobiado
y condenado á sufrir y trabajar incesantemente para sus
gobernantes!
El idioma que se hablaba en la mesa central de Anáhuac
que se extiende hasta las riberas del río Tololotlán y la
monarquía chimalhuacana, y por el Golfo hasta las costas,
era el náhuatl, aunque en diferentes dialectos y de dife-
rentes modos, pues ciertos pueblos lo hablaban como can-
■ --.^ m-.
72 PÉREZ VERDÍA
tando, algunos como gimiendo y otros como llorando ;
pero había otras lenguas abundantes. Los habitantes de
Míchihuacán hablaban el tarasco ; los de Yucatán el mai/a ;
el otomi, los de Tolocan ; los de Oaxaca el sapoteco-inix-
teco y chotal ; los de Chiapas y Tabasco eltzendal, el cha-
paneco y el zoque, los de Sinaloa el cahitas, el mago y el
yaquiy y en otras partes el pirirido, el cora,, el mixteco^
el totonaco, el hia^uty el perictí, el guaycura y el co-
cAzmi' pudiendo clasificarse en 11 familias las lenguas del
país, 35 idiomas y 85 dialectos.
La religión de aquellos pueblos era la idolatría ; creían
en la existencia de un Ser supremo llamado Teotl y á
quien por juzgarlo incomprehensible, no lo representaban
de ningún modo ; pero deificando sus distintos atributos,
adoraban á trece dioses principales.
La teogonia nahoa fué sufriendo algunos cambios según
las diferentes épocas y los diversos pueblos. En un prin-
cipio, reconociendo la existencia de un ser creador, ante-
rior á todas las cosas, como causa primera, adoraron al sol
suponiéndole tal carácter y llamándole Ometecuhtli, que
quiere decir señor dos, porque comprendiendo la idea de
la unidad del dios creador, supusieron que en sí mismo
tenía el germen de la reproducción, representada en la na-
turaleza por la dualidad de los sexos. El mismo sol ome-
tecuhtli, considerado como la primera creación de sí
mismo, era llamado Tonacatecuhtli, señor de nuestracarne
ó señor que nos alimenta, porque el astro del día vivífica
con sus rayos, atribuyéndole en ese concepto por esposa á
Tonacacihuatl, la tierra, de cuya unión nacieron Quetzal-
coatl, la estrella vespertina y Tezcatlipocíí, la luna. Seis-
cientos años después, por acuerdo de los dioses fué creado
el fuego y más tarde un hombre y una mujer denominados
Cipactli y Oxomoco que formaron los días del tonalamatl
y fueron el tronco de la hi^manidad. Además llamaban al
sol Tonaliuh cuando lo consideraban simplemente como
HISTORIA DE MÉXICO 73
astro; Tzontemoc, el que cayó de cabeza, cuando va á
ocullarse^en el horizonte ; y MietlantecuhlU ó señor de los
muertos, cuando había ya desaparecido después del ocaso,
por suponer que al ponerse por las tardes, iba á alumbrar
á los muertos.
HuiTZiLOPOCHTLi {izquierda de pluma de colibrí) era su
dios principal y la deidad más sanguinaria del nuevo
mundo. Se llamaba también Mexitu ó dios de la guerra y lo
suponían nacido de Coatlicue, joven doncella que al estar
barriendo el templo de Coatepec en la antigua Tolhin, vio
caer del techo una bola de plumas de colibrí, la cual
guardó en su seno, en cuya virtud dio á luz al dios, que
tenía la pierna izquierda muy delgada y cubierta de plumas
de colibrí.
El ídolo que lo representaba, era de madera, de gran
tamaño; tenía la forma de un hombre sentado sobre un
escaño de color azul, para denotar que el cielo le servía de
asiento.
Las otras divinidades eran (Ahuacoatl <> Coatlicué,
madre y señora de los dioses : Tezcatupoca {espejo relu-
ciente), dios creador; Tlaloc, dios del agua ; Tonatiüh, el
sol ; Metztli, la luna ; Qcetzalcoatl, dios del aire ;
XiüUTEL'CTLi, divinidad de la hierba ; Ce.nteotl, diosa del maíz ;
MixcoATL, de lacaza;XrPE, dTosdelas minas; Xicateuhctli,
del comercio; Mictlatelctli y Mitlanciulatl su esposa,
dioses del infierno.
Á más de éstos había otros muchos de menor impor-
tancia y aun cada familia tenía sus idolillos ó lares y pe-
nates, que llamaban Tepitoton ó dioses chicos.
Siendo aquellas naciones profundamente religiosas, para
darles culto tenían edificados innumerables templos, pues
sólo en Tenochtitlíín hábia 300 teocaíU (casa de dios) y
140 santuarios ó capillas.
El principal era el de Huitzilopochtli que consistía en
una gran cerca ó muro cuadrado [coatepantlí), hecho de
74 PÉREZ VERDÍA
piedras con figuras labradas de serpiente, y cuya cerca
tenía cuatro grandes puertas en dirección de los puntos
cardinales, de cuyas puertas salían unas calzadas de una y
dos leguas, en dirección de Tlacopan, de Tepeyacac, de
Coyohuacán y de la costa de la isla donde terminaba la
ciudad.
En el centro estaba una gran plataforma ó meseta cua-
drangular de cuatro metros de altura, á la que se subía
por una sola escalera ancha y encima de tal plataforma se
hallaba otra menos extensa, pues dejaba al rededor una
faja ó grada algo ancha, y así sucesivamente hasta el
último piso que era el cuarto en el que estaban dos capillas
de dos cuerpos de altura, hallándose en una Huitzilo-
pochtli y en la otra Tezcatlipoca ; entre las dos, y muy
cerca de la orilla de la grada se veía la piedra de los sacriii-
cios itechcatl). A la parte superior se subía por dos esca-
leras que comunicaban los diferentes cuerpos ó pisos y que
tenían cada una la mitad de la anchura de la anterior, á
cuyo pie estaban los dos grandes braseros en que sin cesar
ardía el fuego sagrado que se renovaba al principio de cada
siglo. El patio enlosado con bruñidas piedras servía para
las ceremonias y fiestas y había en él otros muchos teocalli
menores, fuentes para los lavatorios, salas para los sacer-
dotes y almacenes de guerreras armas y vestiduras.
Frente á la torre del teocalli se hallaba el famoso Tzom-
pantli, que era una barda de 70 vigas clavadas en el suelo
á distancia como de un metro unas do otras ; en los extre-
mos había dos torrecillas cubiertas de calaveras humanas
y atravesadas de las vigas de arriba á abajo, una porción
de varas en las que estaban ensartadas muchísimas calave-
ras, que se reponían según se iban descomponiendo, y en
tan gran número, que testigo presencial hay (Andrés de
Tapia) ¡ que afirma haber contado ciento treinta y seis mil
cabezas !
Honraban á sus ídolos con sangrientos sacrificios, pues
T7*^
HISTORIA DE MÉXICO 75
aunque el culto do los lolteca consistía en ofrendas de
flores y resinas aromáticas, al que los chichimeca añadieron
el sacrificio do codornices y otras aves, los azteca fueron
los primeros que derramaron la sangre humana en aras de
sus dioses, y tal costumbre probablemente la tomaron de
los asiáticos en los más remotos tiempos (1).
A) Por más repugnantes que parezcan los sacriücios humanos de los
azt<*ca, hay necesidad de considerarlos en sus justos límites. Fenelón
decía que mejor quisiera vivir en donde se blasfemara de Dios, que en
donde para nada se hablara de Él, pensamiento que el señor Orozco y
Berra manifíesta al decir que prefiere la víctima humana, á la ausencia
de Dios y de su altar, en el sistema del ateo.
Los sacrificios azteca no eran el resultado del salvajismo, del instinto
sanguinario ó de la falta de ideas, sino por el contrario, emanaban de
una exaltación de los principios religiosos, del fanatismo, y por eso Mo-
lecühzoma 11 le explicó á Cortés la razón del sacrificio diciéndole : «Nos-
otros tenemos derecho de quitar la vida á nuestros enemigos ; podemos
matarlos en el calor de la accií'm, como vosotn)S hacéis con los nuestros.
¿ Y por qué no podremos reservarlos para honrar con su muerte á nues-
tros ílioses? » De suerte que de la falsa idea que tenían de la guerra y
de la religión, provino tan detestable prúotira. ni mas ni menos que eomo
resi»t*oto A la libertad sucedió éntrelos romanos, que sosteniendo el prin-
cipio de que si podían matar en la gqerra ií sus enemigos, con mucha
niíU razón podían hacerlos esclavos, fomentaron y legalizaron la escla-
vitud, que si bien no ataca el derecho de vida, destruye el de libertad,
que por ser resultado de la naturaleza es tan sagrado como aquel.
Por otra parte, los sacrificios humanos han sido practicados por casi
todas las naciones de la tierra y a<í dice César Canta : <t La mayor part<*
de los pueblos han inmolado víctimas humanas. Fenicios, o^npcios, árabes,
cananeos, habitantes de Tiro y de Cartago, persas, atenienses, lacedemo-
nios, jónicos, todos los griegos del continente y de las islas, romanos,
antiguos bretones, hispanos, galos ; todos han estado igualmente sumer-
gidos en esta horrible preocupación. »
Los mismos israelitas llegaron á inmolar víctimas humanas y aun Jepté
sacrificó á su propia hija ; los druidas sacrificaban hombres en las Gallas
y la Bretaña y en fin, escribe Scherr en su obra Gemíanla ó dos mil años
de Historia alemana : « Pero es indubitable también que los altares de los
dioses germanos se humedecían con sangre humana ; Tácito confirma
terminantemente los sacrificios entre los semmones, queruscos y her-
munduros y la misma veracidad tienen otros testimonios antiguos, que
prueban tan terrible fanatismo entre los godos, sajones, francos, turingios
y frisones. Sin embargo, la costumbre del sacrificio humano se ha con-
servado más tiempo entre los germanos escandinavos que entre los ale-
%/
76 PÉREZ VERDÍA
Tenían cinco especies de sacrificios, el ordinario de ex-
tracción, en el cual cinco sacerdotes llamados chachal*
meca, colocaban á la víctima sobre la piedra de los sacri-
ficios, techcatly y el sexto .ó sumo pontífice á quien
Ua^naban fo/?e7/5t7i, le arrancaba el corazón con una filosa
navaja de pedernal y levantándole en alto lo ofrecía al sol
y lo llevaba á los pies del ídolo, entre tanto los chachal-
meca recogían la sangre en grandes vasos, con la cual el
topiltsín untaba la boca del dios y hacía los usuales
asperges, arrojando de un puntapié el cadáver de la víc-
tima por las gradas del templo, el cual era recogido por el
dueño si era esclavo, ó por el que lo hubiese aprehendido
si era prisionero, quien comía parte de él en señal mís-
tica, pues la víctima se santificaba.
El gladiatorio, que sólo tenía lugar con los prisioneros
de guerra, y que consistía en una lucha entre la víctima
que estaba atada de un pie en el centro de una gran piedra
redonda llamaba /ewa/aca^/, y el que la había aprisionado
y que paleaba libremente ; si la víctima era vencida se
daban distintivos honoríficos al vencedor ; y si éste era el
que sucumbía, se emprendía nueva lucha con otro guerrero,
necesitándose que el prisionero venciera á otros seis para
que pudiera conquistar su libertad, entendiéndose vencido
manes. La fiesta anual de la gran diosa de la tierra Nerthus, descrita por
Tácito, terminaba con el sacrificio de todos los esclavos que desempeña-
ban el servicio santo, considerado como culto secreto. La saxork corría
EN abundancia CU cl sucrificio de las grandes fiestas de nuestros antepa-
sados, sobre todo en la época de los solsticios de invierno y de verano. »
(Barcelona, 1882, pág. 39. .
Por tanto el principio bárbaro del sacrificio humano, ha sido comiin á
todas las naciones, por lo que el hecho de ser niíis frecuente entre los
azteca no es sino una circunstancia agravante. Hay además que consi-
derar que no conocían la religión revelada ni menos la filosofía cris-
tiana ; pero que en sus costumbres jamás usaban ni aun por vía de pena
los suplicios y tormentos. Estas mismas ideas han emitido eruditamente
los señores licenciados don J. Fernando Ramírez, don Manuel Orozco y
Berra y el doctor don Agustín Rivera.
HISTORIA DE MÉXICO 77
el primero que fuera herido^ el cual inmediatamente era
llevado al techcatl donde se le sacaba el corazón.
El de degollación consistía en cortarle la cabeza a la víc-
tima sobre el cuauhxicalli (vaso de las águilas), que era
una pileta de piedra labrada, y una vez hecho esto, le ex-
traían el corazón y lo ofrecían del modo ordinario.
£1 de saetas, usado sólo en Cuauhtitlán, consistía en ex-
poner d las víctimas atadas ante una muchedumbre que
disparaba sobre ellas sus flechas, después de lo cual los sa-
cerdotes les sacaban el corazón como siempre ; y el del
fuego, que consistía en arrojar á los desgraciados en un
gran fogón y sacarles después el corazón.
Estos corazones unas veces los quemaban, otras los en-
terraban, algunas se los comían y otras por íin los conser-
vaban. No sabiéndose cual era el número de las víctimas
que anualmente se sacrificaban, se han emitido diversos
pareceres, pues mientras fray Bartolomé de Las Casas lo
fija en un centenar, el señor Zumárraga cree que era de
20.000. Las bases que pueden servir para apreciar ese nú-
mero son las siguientes : se sacrificaban todos los prisio-
neros de guerra y en las campañas se prefería tomar cau-
tivos, que herir ó matar; los mexicanos casi siempre
estaban en guerras por sus conquistas, y cuando estaban
en paz, hacían lo que llamaban guerra florida, que era
una campaña pactada con el único fin de tener prisioneros,
entre México, Tlaxcala, Cholula y Iluexotzinco ; hay que
añadir los que se inmolaban en la coronación de los reyes
y los esclavos que se sacrificaban.
Los sacerdotes se pintaban el rostro y cuerpo de negro,
asaban la cabellera larga y enmarañada recogida por una
correa con adornos de papel de colores y vestían según las
ceremonias, mantos blancos con figuras negras ; eran muy
observantes de sus ritos, grandes penitentes que se impo-
níanlos más dolorosos suplicios, y eran muy respetados é
influentes en la sociedad.
78 PÉRKZ VERDIA
Dábanles á sus dioses culto también con danzas y fiestas,
procesiones y cantos sagrados. Oraban en los templos con
gran reverencia sentados en cuclillas, que era la mejor y
más humilde posición; ayunaban en algunos meses del año,
y hacían atroces penitencias, que consistían en horadarse
con una espina de maguey la lengua, las narices, laspan-
torrillas ú otras partes sensibles del cuerpo y pasarse por
tal agujero cordeles de veinte, cincuenta ó más metros,
según la gravedad y devoción.
Finalmente acostumbraban algunos ritos y ceremonias
que, siendo enteramente gentiles, tenían mucha semejanza
con los sacramentos del bautismo, de la penitencia y de la
comunión, en la Iglesia calóhca : pero entre sus leyendas
fabulosas y tradiciones, merece especial mención la del fa-
moso QUETZALCOATL.
Por los siglos X ü XI aparecieron por las costas de Panuco
unos hombres blancos, barbudos y con trajes talares, ma-
nifestando intenciones pacíficas, de suerte que fueron bien
recibidos. Se internaron en el país y llegaron al reino de
ToUan, en cuya ciudad se establecieron, siendo el jefe y
señor de ellos Quetzacoatl, hombre blanco, alto de cuerpo,
de ancha frente, grandes ojos, barba cerrada y larga ca-
bellera negra. Casto, amantísimo de la paz, justiciero,
sabio y prudente, les enseñó á labrar los metales, á culti-
var mejor la tierra y á usar de otras industrias descono-
cidas, predicándoles una nueva religión, inspirándoles
amor á sus semejantes, penitencia y la práctica de las vir-
tudes.
Por sus doctrinas, por su conducta y por su saber alcanza
una gran popularidad entre una considerable parte de la
población, y así fué que vivió algunos años estimado y en
la opulencia; pero después por una reacción del culto-
antiguo, fué perseguido y salió de Tollan quemando su
casa y ocultando sus riquezas, se dirigió á CholoUan donde
estuvo algún tiempo, partiendo después de una manera
HISTORIA DK MÉXICO 79
misteriosa para Yucatán donde fué conocido con el nombre
de Kukulcán (1).
Entonces fué deificado por aquellos pueblos á quienes
se había mostrado como civilizador enseñándoles artes
vUiles, como pontífice de una nueva religión, y principal-
mente como profeta, pues anunció que con el tiempo ven-
drfan del Oriente hombres blancos y barbudos que des-
truirían la independencia de las naciones existentes y las
conquistarían irremisiblemente, acabando con sus reinos,
su religión y su raza.
Aquella profecía emanada de un hombre superior por bu
ciencia, su virtud y aun su color y traje, se grabó profun-
damente en el espíritu de los naturales, que la transmi-
tieron por una no interrumpida tradición, y por eso se ha
visto que en los tiempos en que los europeos aparecieron
en América, se recordó al punto esa antigua profecía, que
allanó el camino de los conquistadores más eficazmente
que sus espadas y valerosos brazos ; pues Motecuhzoma,
pontífice supersticioso, creyó que oponerse á los conquista-
dores, éralo mismo que oponerse á los dioses; procurar
evitar su caída, equivalía á luchar contra el destino, pues
estaba escrito.
No puede creerse en que Quetzalcoatl fuese un mito,
porque la tradición de diferentes pueblos, así como pin-
turas y templos testificaron la realidad de su existencia, y
por esto los autores antiguos no podían encontrar quién
fuese, llegando algunos á suponerlo santo Tomás apóstol
y otros santo Tomás de Meliapor, sin considerar que para
J) No sólo están conformes las tradiciones de estos dos diversos pue-
blos en cuanto á un mismo personaje, sino que aun la etimología en len-
guas tan diferentes es una misma, pues en náhuatl el nombre se deriva
de Quetzal y Cohuatly serpiente de plumas verdes ó de quetzal ^ave de la
cual las tomaban , y en maya Kukul significa pájaro de plumas de color,
y Carif serpiente.
80 PÉREZ VERDÍA
que fuese cierta tal hipótesis sería necesario dar á aquellos
una vida más larga que la de Matusalén.
Hoy, gracias á las nuevas investigaciones históricas, es
más fácil la explicación de Quetzalcoatl, pues estando de-
mostrado que la América fué descubierta desde el siglo x,
es muy racional y probable que algún náufrago, ya sea
misionero islanrl/^s ú otro, llegara á las costas mexicanas,
y debido á la superioridad de su civilización, alcanzara el
alto renombre que después de su desaparición lo deificó.
Tal personaje con iimrha facilidad pudo prever la futura
venida por el Oriente de los fonquistadores sin necesitar
para eso del don de profecía.
Se supone que í^uelzakoall introdujo la cruz éntrelas
gentiles Qiirioneá de i\nííliuac, v que á él son debidas las
que se han linllado en íliferentes partes, con excepción
de la del Pclenquc que indudablemente es de fecha anterior
ul criíílíunisrno.
El prinripio dominador ile la sociedad de los mexica
era el <le la contuniílad y do la conquista : la libertad indi-
víilual y la propiedad privada, apenas esbozaban y el res-
peto a Ii* independencia de 1üí> pueblos era desconocido.
Los reinos de México, Texcoco y Tlacopan con su
alianza llegaron á formar el núcleo más fuerte de gobierno
y de poder, en im terri torio vaslíüimo, cual era el mexicano,
que se encontraba fraccionado en multitud de pueblos
aislados y débiles. En ese estado la guerra era incesante y
por tollas parles se hacían conquistas sangrientas que alte-
raban consLanlemente los hmites de las entidades políticas
y aniquilaban por completo el sentimiento de la naciona-
lidad, á la vez que sembraban el germen de un odio pro-
fundo i'ontra los señores.
Las conquistas no llevaban por consecuencia la perma-
nente ocupación niilitar, sino tan sólo la imposición del
tríbulo : vencido un pueblo, se le obhgaba á efectuar tales
y cuales pagos y hecho el ofrecimiento solemne de veriíi-
i.
HISTORIA Í)E MÉXICO 81
cario, se retiraban las tropas victoriosas dejándolo aban-
donado á su miseria y á sus propósitos de revancha, bajo
el mando de sus señores y conservando svk propias cos-
tumbres.
La división del pueblo en nobles ó patricios, tecutli, y
plebeyos ó macehualli estaba profundamente arraigada
en sus costumbres, en sus leyes y en su organización.
Llegaron á contarse treinta señores de á cien mil vasallos
y tres mil de pequeños pueblos.
En la multitud de funcionarios civiles, religiosos y mili-
tares descollaban el Tlacatecuctli ó señor suzerano, jefe
del ejército ; el Cihuacoatl ó supremo sacerdote, jefe
además del tribunal superior y que sólo cedía en dignidad
al rey ; el Tlacochcalcatl ó segundo en jefe del ejército,
príncipe de los que arrojan dardos.
La más importante de las instituciones políticas era la
del Tlatocan ó Consejo de Estado presidido por el rey y
formado de doce grandes señores llamados tlatoani,
quienes divididos en cuatro cámaras, conocían de todos los
negocios públicos.
El ejército se formaba en tiempo de paz en Tenochtitlán
de seis mil hombres distribuidos en escuadrones de
200 unos y de 400 otros con un jefe cada uno, llamado
Telpuchtlato, Cada escuadrón se dividía en compañías de
20 hombres cada una, mandadas por el capitán ó yaoquis-
catcpocho.
En Texcoco había igual numero de tropas y en Tlacopan
cerca de 2.000 ; pero la supremacía militar la ejercía
siempre el reino Aztecatl y por eso el mando de todos los
ejércitos cuando llegaban á reunirse, correspondía al rey
de México.
82 ' PKRSZ VEHDÍA
CAPÍTULO VIH
MonRriiüír* de Midíihuíicíin. — l*rinveros pobladores. — Diferentes reyes,
ClvííÍ3ííu;i6n* — O rige a del nombre tarasco.
El reino de Michihurtcan era con excepción del de
México, el más vasto y poderoso que existía en el territorio
que más tarde se llamo Nueva España, y su nombre signi-
ñrn país dff pescadores, quizá por haber tenido esa indus-
tria los primeros liahitanLes, en virtud de abundar la
pesca en los diversos lagos de su territorio.
Aseguran sus crónicas que cuando tuvo lugar la emigra-
rión de la raza nahuallaca, al pasar por el lago de Pátz-
cuaro* muchos de ellos quisieron bañarse, y mientras
estaban en sus crislalinus aguas, el resto de la tribu por
ronsejo de sus dioses, les lomaron ocultamente sus vesti-
duras y emprendieron su marcha precipitadamente, de
suerte que cuando los bañadores salieron del lago, se
encontraron sin ropa y abandonados. Ofendidos por
aquella burla no siguieron su camino, sino que se estable-
cieron en aquel suelo, cambiando hasta de idioma, pues
abandonaron por odio la lengua náhuatl y adoptaron la
tarabea; \ como si fuera tan fácil el cambiar un idioma por
otro que de nadie habían aprendido !
Lo que parece más probable es que existían algunos
antiguos señoríos entre los que se distinguían el de Pátz-
cuaro, situado en las islas y orillas del lago que lleva tal
nombre, y el de Naranján, cuando llegaron del Norte
algunas tribus, siendo Ja principal la de los chichimeca
üanacaze ó vanaceosj que dirigida por su señor Iri-Tica-
TAME, se apoderó del monte de Virucuarapexo en donde
hizo un altar á su dios Curicaveri y pidió al rey de Naran-
HISTOnU DE Mi^.XICO 83
Jan, ZiRGiNziRACAMAXo, que se declarara su tributario. Éste,
sin los elementos necesarios para resistir la guerra que le
amenazaba, le envió emisarios presentándole como don á
la princesa su hermana, con quien casó Iri-Ticatame y de
quienes nació SicuniANCHA por el año de 1202.
Las buenas relaciones que se conservaron en un prin-
cipio entre los vanaceos y los de Naranján, se rompieron
al fin, porque habiendo herido Iri-Ticatame un venado,
^ste fué á caer en dominios de Naranján, donde aquellos
habitantes se lo apropiaron, faltando á lo que respecto á
la caza tenían pactado.
Pidieron los de Naranján socorro á Oresta, señor de
Cumachén, y ambos aliados pusieron una celada á los chi-
chimeca, que descubierta por la esposa de Iri-Ticatame,
no les (lió el resultado apetecido ; pero asaltado por ellos
en su casa ó fortaleza, sucurpbió al fin después de una
heroica resistencia.
Sicuirancha que se encontraba ausente, tuvo el dolor de
ver á su vuelta el cadáver de su padre, é informado de lo
acaecido, juró vengaza y odio eterno contra la raza de
los zizanbanecha.
Ilízoles la guerra y habiéndolos vencido se estableció en
la ciudad de Vayameo, donde edificó un templo ó Cú á su
dios Curicaveri, y gobernó con acierto por muchos años,
habiendo muerto por el año de 1290.
Fué su sucesor en el gobierno su hijo Pauacume, gober-
nando después Vapeani y Curatahe, quienes sucesivamente
fueron ensanchando los límites de su monarquía.
Á la muerte de Curatame, reinaron juntos sus dos hijos
Vrevapeam y Paüanume, quienes recibieron noticias del
señorío de Xarácuaro por un pescador llamado Curipaxa-
ván, con cuya hija casó Pauanume, celebrando alianza con
su señor Curicatén y estableciéndose en Tarimichundiro,
<jue era un barrio de Pátzcuaro.
Más tarde el señor de Curíncuaro, llamado Tarapecha-
84 PÉREZ VERDÍA
chanshori, excitó a Caricalén para que arrojara de la isla á
los chichimeca y debido á sus instigaciones lo hizo así,
pasando entonces Vrevapeani y Pauanume á Pátzcuaro,
donde fijaron definitivamente su residencia.
El odio que el señor de Curíncuaro les profesaba hizo
que se declarase entre ambos pueblos sangrienta guerra,
que quedó indecisa, por lo cual Tarepechachanshori les
puso una emboscada en la cual sucumbieron los dos prín-
cipes en el año de 1360.
Vrevapeani dejó dos hijos llamados Cetaco y Aramén y
del matrimonio de Pauanume con la 'hija del pescador
Curipaxaván, nació Tariaguri, que siendo muy niño
cuando acaeció la muerte de su padre, fué cuidado por los
sacerdotes que lo educaron bien y lo hacieron después
rey.
Tuvo grandes guerras y trastornos, pues necesitó crear
su gobierno en medio de encarnizados enemigos ; pero des-
pués de haber vencido á la tribu enemiga de Curíncuaro
en el cerro de Arizirinda, recuperó á Pátzcuaro, antigua
capital de los chichimeca. Después de esto se operó la
reunión de los isleños de Cayameo y poco a poco fué
extendiendo su dominación hasta someter á casi todos los
pueblos de Michihuacán. Al morir Tariacuri en el año
de 1400, dejó dividido su reino entre su hijo Higüangaje y
sus sobrinos Tangaxoán é Hiripán, dándole al primero Pátz-
cuaro, al segundo Tzintzuntzán y el tercero Cuyucán;
pero poco tiempo duró esta división, pues Hinguangaje al
morir no dejó hijos, porque á uno que llevaba su propio
nombre lo mató un rayo y á los otros él mismo mandó
darles muerte por sus crímenes ; y como los descendientes
de Hiripán renunciaran sus derechos, quedó después de
único soberano Zizizpanducare que era hijo de Tangaxoán.
Este monarca defendió la independencia de su imperio,
cuando fué atacada por los mexicanos, emprendió las con-
quistas de algunas tribus de Colima y Zacatolán y empezó
HISTORIA DE MÉXICO 85
á construir una muralla en Tzintzuntzán {lugar de coli-
bríes), en cuya ciudad murió por el año de 1460, sucedién-
dole en el trono su hijo Züanüua ó Sihüanga ; que siguió los
pasos de su padre y fué un gran rey, que murió de la
epidemia de las viruelas.
Fué último rey de Michihuacán su hijo Tangaxoán II ó
ZiNCicHA, en cuyo tiempo se verificó la conquista.
Este monarca mandó matar á sus hermanos por temor
de que le arrebataran el poder, pretextando una conjura-
ción, y cuando el intrépido Cuauhtemoc subió al trono de
México, le envió una embajada proponiéndole una alianza
contra los conquistadores ; pero siendo michihuacanos y
azteca antiguos enemigos, Tangaxoán no admitió la sal-
vadora proposición, porque creyó que aquellos extranjeros
quedarían satisfechos con derrocar el imperio mexicano
sin pensar jamás en atacarlo á él, y aun refieren las cróni-
cas que mandó matar á los embajadores azteca, á fin,
decía, de que fuesen á consultar su opinión a su padre
Sihuangua que estaba muerto (1).
Una vez que Cortés tomó á Tenochtitlán, envió unas
tropas á las órdenes del capitán Montano, para que fuesen
á Michihuacán, en donde fueron recibidas de paz por el
pusilánime monarca, que no contento con eso, partió á
México á presentírsele al conquistador, por cuyo motivo
los mexicanos altamente resentidos pusiéronle por apodo
(1) Como el emperador Tiberio no hubiere cumplido con el encau*go de
Augusto, de repartir un legado al pueblo romano, un día que iban á
matar á un criminal, cierto zumbón se le acerc<) con misterio y le habló
al oído, diciendo después á quienes habían presenciado aquello, que lo
había mandado decir á Augusto, por conducto del que iba al suplicio, que
no habían cumplido con su testamento. La ocurrencia causó la risa de
quienes la conocieron, y habiendo llegado á noticia de Tiberio, mandó
que inmediatamente le pagaran al quejoso la pequeñísima parte del legado
que le correspondía, pero luego mandó matarlo, porque dijo que era ne-
cesario que fuera él mismo, que había mandado el recado, á avisarle á
Augusto que ya había recibido su parte.
el Caltzontzi (zapato tnejó), y aunque nominalmenle
siguió gobernando, en 1329 cayó en manos del cruel
Ñuño BeUriín de Guzmiin, que después de haberle arran-
*cado cuanto oro y plata tenía (80(1 tejos de oro de á media
marco y 1.000 de plata de ú marco), lo mandó quemar
yivo-
Los mjclHliuacanos creían en la inmortalidad del alma y
en la existencia de Dios ; pero idólatras politeístas, daban
culto iiCuriraiwri^ Vudeherttahecara, Tirepemexugapetiy
á la diosa Xaratonga y ¿t oíros ídolos, teniéndoles templos
y honrándolos con sacriíicios humanos.
Conocían las mismas artes que los mexicanos, superán-
doles en la manera do hacer sus I ejidos de pluma ó mosai-
cos, así como en la pintura y faltricación de bateas y otros
ulensilios de madera.
El nombre de míc/iihuaranos fui dado á aquellos pue-
blos por los aztccaj pues en su lenfifua se llamaban ellos
mismos eneami y caeapuireíi; pero cuando los españoles
conquistaron aquel territorio, como los indios nobles les
daban sus lujas llamííbaoles iara,wue, que signiíica yernos,
y como ellos oyeran repetir tal palabra, la corrompieron
en f a rascón y con tal nombre desimanaron á esa raza, la
mismo que á su lengua-
CAPÍTULO IX
El tíeiuiío enlrelos habUantea de Anáhuftc, — El día y sus horas. — Los
días del me:?, ~— Notable cú ni puto del año. — Meses de que se formaba.
^ Calendario, — El sigío» — Fiestas CícJicnís, — Numeración hablada.
— Numeración escrita.
El conocimiento que los antiguos habitantes de Anáhuac
tenían del tiempo, y la manera de dividirlo, han llamado-
justamente ta atención.
HISTORIA DE MÉXICO 87
La idea de tiempo así como la de espacio^ es de las más
abstractas é indefinibles, pero común á todos los pueblos.
Los azteca le llamaban Cahuitl^ derivado de quiahuitly
cuahuitl, la lluvia y el árbol ; esto es, la lluvia que por su
periodicidad marca la sucesión del tiempo, lo mismo que
el árbol que reverdece, y todas las tribus, aun las de ori-
gen más diverso, contaban el tiempo de una manera se-
mejante, por lo que es de inferirse que los tolteca fueron
quienes introdujeron en el país ese método comdn para
dividirlo.
Los azteca dividían el tiempo en horas, días, meses,
años y siglos.
Para computar el día empleaban el método babilónico (1),
esto es, de la salida del sol de un día determinado á la salida
del siguiente, y ese espacio {Tonalli) lo dividían en dos
partes, llamando Tonatiuh al tiempo» que el sol estaba
sobre el horizonte y Yohuali al en que se ocultaba, divi-
diendo en cuatro partes el tonalli, designando con el
nombre de /yM¿Va Tonatiuh, e\ espacio comprendido entre
la salida del sol y su paso por el meridiano : con el de
Nepantla Tonatiuh al espacio que hay entre el medio día
y la ocultación del sol ; al que existe entre ésta y la media
noche, llamábanle Onaqui Tonatiuh y Yohualnepantla
al intermedio entre la media noche y el orto del sol. Cada
una de estas partes la dividían en dos, que correspondían
aproximadamente (pues el sol sale á diversas horas y dura
sobre el horizonte tiempos desiguales según las estaciones)
(1) Cuatro métodos se han empleado por los diversos pueblos de la tierra
para contar el día : el babilónico que io cuenla de un orto del sol al
siguiente, seguido por los sirios, persas, griegos y habitantes de las islas
Baleares ; el judaico de un ocaso al siguiente, usado por los israelitas y
judíos, atenienses, galos, germanos, chinos y algunos italianos, así como
por la Iglesia católica ; el koipcio que cuenta el día de una media noche a
la siguiente, usado por los egipcios, los romanos y los pueblos civilizados
de Europa y América, y el arábico ó astronómico, de un medio día al
siguiente, empleado por los árabes.
88
PÉREZ VERDIA
á las nueve de la mañana, tres de la tarde, nueve de la
noche y tres de la madrugada, designando la hora del día
con el nombre de iz teotl, aquí el dios. Valíanse para cono-
cer las horas antedichas de meridianos solares y de las
observaciones de los astros.
Fuera de la absoluta división del día, las restantes divi-
siones del tiempo variaban según se referían á sus fiestas
religiosas ó á su orden civil, y por eso el mes que se com-
ponía de veinte días, lo fraccionaban en cuatro quintiduos
ó semanas para el arreglo civil, determinando cada quinti-
duo el mercado ó tianquiztli, ó en períodos de trece días
en su sistema religioso.
Los nombres de los días eran los siguientes :
1 Cipacili,
Un pescado.
2 Fhecatly
Viento.
3 Calli,
Casa.
4 Cuetzpallin,
Lagartija.
o Cohuatl,
Culebra.
6 Miguiztliy
Muerte.
7 Mazatl,
Venado.
8 Tochtli,
Conejo.
9 Atl,
Agua.
10 Izcuintli,
Perro.
11 Ozomatli,
Mono.
12 Malinalli,
Tercedura.
13 Acatl,
Caña.
14 Ocelotl,
Tigre.
15 Cuauhtli,
Águila.
J6 Gozracuauhíli,
Águila de collar ó aura
17 Ollin Tonaliuh,
Movimiento del sol.
18 Tecpatly
Pedernal.
19 Quiahuitl,
Lluvia.
20 Xochilt,
Flor.
Además, los días no sólo los designaban con el nombre
que les correspondía, sino que, como suponían que á más
jnf»ffp> '"^'" "" ^1 rr"'"w ■/■
HISTORIA DE MÉXICO 89
de los símbolos característicos, ejercían por las noches
particular influencia otros distintos que llamaban Yohua-
¿euctli ó señores de la noche, que eran nueve, añadían sus
nombres á los del día, y por tanto cada uno llevaba dos, el
inicial del mes y el del acompañado con el número de la
trecena. Los acompañados eran : Tetl^ el fuego ; Tecpatl,
pedernal; Xóchitl, flor; Centeotl, diosa del maíz; Atl^
agua; Tlasolíeotl, diosa del amor; Tepeloyotli, corazón
de las montañas, Quiahuitly lluvia.
Como para sus usos religiosos contaban los meses por
trecenas, no seguían la numeración hasta el veinte, sino
que al llegar á 13 Acatl, seguían contando 1 Ücelotl,
2 Cuauhtliy etc., continuando las demás trecenas hasta
completar los veinte, sin que en ninguna de ellas se en-
cuentre repetido un mismo símbolo con igual número, y
para los 105 días restantes para completar el año civil
agregaban al símbolo del día el del acompañado.
Pero en donde resalta el ingenio de aquellos pueblos, es
en la distribución del año ; porque los meses, las horas y
los siglos, bien pueden formarse caprichosamente, sin
necesidad de estudios ni observaciones, por lo que cada
nación puede contarlos de diferente manera ; pero el año
caracterizado por la sucesión periódica de las cuatro esta-
ciones, tiene que corresponder exactamente con los movi-
mientos aparentes del sol.
También tenían los mexicanos dos especies de año, el
religioso compuesto de veinte trecenas ó sean 260 días,
sin más objeto que el de servir para las fiestas rehgiosas, y
el civil que era el exacto y el usado generalmente.
Se formaba de 18 meses ó sean 360 días, á los cuales
añadían cinco llamados nemontemí (inútiles) para comple-
tar 365 ; pero como la tierra en su revolución no emplea
exactamente ese tiempo en recorrer su órbita, sino 365 días,
5 horas, 48 minutos, 45 segundos, 30 terceros, para con-
tar esa fracción, retrogradaban el principio del año cada
90 PÉREZ VERDÍA
cuatro años, sustituyendo de tal suerte el día bisiesto
adoptado en el calendario juliano, de manera que en el
siglo nlenor de 52 años intercalaban trece días, con lo que
su calendario en ese siglo quedaba equiparado al juliano,
Pero como el año trópico no se compone exactamente de
365 días y seis horas, sino de 365 días 5 horas, 48' 45" 30'"^
resulta que intercalando trece días en 52 años ó uno cada
cuatro, se da al año una duración de 11 minutos 14 segun-
dos 30 terceros, de más; y para evitar este exceso, los
mexicanos no intercalaban trece días en todos los siglos,
sino que en el período astronómico de 1.040 años en vez de
agregar 260 días, intercalaban solamente 252 distribuyendo
los ocho suprimidos en cada octava parte de ese período, ó
sea en cada 130 años. De esta suerte en vez de intercalar
32 días y medio en 130 años, sólo añadían 31 y medio,
suprimiendo la intercalación en el último cuatrienio, con-
. siguiendo así formar el período de este modo :
1.040 X 365 + 252 ó 130 X 365 + 31 1/2 X 8 = 379852
días, y como el tiempo verdadero cuenta 379851,955, re-
sulta que en el largo espacio de 1.040 revoluciones solares,
sólo tendrían una diferencia de 1 hora 5' 2", por lo que
sería preciso el transcurso de más de 23.000 años para
formar un solo día. El calendario juliano, usado en Europa
cuando se hizo la conquista de México, agregaba inva-
riablemente un día cada 4 años y en ese caso en el período
aztecatl, tendría 1.040 X 363 + 260 = 379860 días, ó sea
una diferencia de 8 días 1 h. 3' 2" con el tiempo ver-
dadero.
El calendario gregoriano, adoptado por Gregorio XIII
en 1382 á propuesta de Luis y Antonio Luilio, suprime
tres años bisiestos en 400 años :
400 X 365 -f 97.
Se necesitarán pasar 4238 años para que se complete un
É^.
HISTORIA DE MÉXICO 91
día con la diferencia que tiene respecto ííI tiempo ver-
dadero.
Era pues más exacto el computo mexicano.
El año se componía de diez y ocho meses que llevaban
los siguientes nombres :
I Atlacahualco, Terminacióndelas lluvias, i.** de Marzo.
II 7'/í/caxi;?g/íua/í2//í,Desollamiento de hombres, 21 de Marzo.
III Tozoztontli, Pequeña velada, 10 de Abril.
IV fíuey Tozoztli, Gran velada, 30 de Abril.
V Toxcatl, Soga, iO de Mayo.
VI Etzacualixtliy Comida de buñuelos, 9 de Junio.
\ll Tecuilhuitzintli, Fiesta menordecabalIeros,á9 de Junio.
\l\l fíuey tecuiíhuit I, Gran fiesta de caballeros, 19 de Julio.
IX Tlaxochimaeo, La florescencia, 8 de Agosto.
X Xocohueízi, Caída de la fruta, 28 de Agosto.
WOchpanixtlij Aseado, barrido, 17 de Septiembre.
XII Teotleco, Llegada de los dioses, 7 de Octubre.
XIII Tepeílhuiil, Fiesta de los montes, 27 de Octubre.
XIV Quechol li, Ave preciosa, 16 de Noviembre.
X\ Panquelzaliztliy Izar las banderas, (5 de Diciembre.
WlAlemoztli, Fin de las aguas, 21} de Diciembre.
XVII Tiiitl, Recoger el grano, lo de E«ero.
XVIII //2ca//i, Casa de obsidiana, 4 de Febrero.
Empezando el año el 1.** de marzo, con el mes Atla-
cahualco acababa en 23 de febrero siguiente, con Itzcalli,
se contaban á continuación los cinco días nemonfemi y con
ellos daba íin el año el 28 de febrero, para empezar de
nuevo el siguiente otra vez en 1.** de marzo.
Para el uso de sus fiestas y conocimiento de las horas,
de los días en que el sol llegaba á los equinoccios, etc., se
valían del Tonalamatl ó calendario ; del cual es una re-
presentación magnífica la piedra que habiéndose encon-
trado en el año de 1790, fué descrita por el sabio mexicano
don Antonio de León y Gama. Es un monumento verda-
deramente admirable de la civilización antigua, pues llama
92 PÉREZ VERDÍA
la atención no sólo por los múltiples usos astronómicos
en que lo empleaban, sino también porque siendo una
enorme piedra de cuatro varas y media de longitud y lati-
tud, y habiendo pesado 965 quintales, 2 arrobas^, 9 libras,
aquellos pobladores pudieron labrarla perfectamente sin
emplear el hierro hasta reducir su peso á la mitad, y la
transportaron desde Coayacán no obstante su extraordina-
rio peso y la falta de animales de carga y de medios á pro-
pósito (1). En 1885 fué trasladada de uno de los cubos de
las torres de la Catedral al Museo Nacional en donde se
conserva en el Salón de Arqueología.
Cincuenta y dos años formaban el siglo menor que deno-
minaban Xiuhmolpilli (atadura ó manojo de hierba ó de
años) y se componía de cuatro trecenas [tlalpilli)^ de
suerte que no contaban por los años ó números del sigla,
sino por los de la trecena. Á cada uno de estos cuatro
períodos correspondía una Ggura de que se valían para su
cómputo. Eran éstas, Tochtli, Acatl, Tecpatl y Calli; la
primera trecena empezaba entre los azteca por Tochtli (a
diferencia de los tolteca que empezaban por Tecpatl, los de
Teotihuacáqi por Calli y los acolhua por Acatl), cuyo sím-
bolo lo precedían del numeral ce, uno ; seguía, dos, orne
Acatl, tres, j/ey Tecpatl, y cuatro, nahui Calli, conti-
nuando con Tochtli de nuevo pero con diverso número,
pues le correspondía el cinco, macuilli, seguía el seis,
chicuace Acatl ^ el siete, chicóme Tecpatl, el ocho, chicuey
A) La concienzuda descripción del señor León y Gama [Descripción
histórica y cronológica de las dos piedras fué aceptada por todos ios
sabios arqueólogos é liisloriadores, como Humboldt, Dupaix, Prescolt,
Bamírez, Gondra, etc., teniéndose sin dispula la tal piedra por el calen-
dario aztecali; pero en 1873 el Sr. Lie. D. Alfredo Chavero emitió una opi-
nión muy erudita y original, sosteniendo (lue no es el calendario, sino
la piedra del sol, mandada hacer por Axayacutl para los sacrificios ; y
aunque el señor Orozco y Berra acepta la hipótesis, opinó con el señor
Larrainzar, que los nuevos argumentos no son bastante sólidos para des-
truir la teoría del señor León y Gama.
^.
HISTORIA DE MÉXICO 93
CcUli^ el nueve, chiconahui Tochtli, el diez, matlactli
Acatlj el once, matlacti on ce Tecpatl, el doce, matlactli
ornóme Calli y el trece, matlacti omey Tochtli, prosi-
guiendo con las demás trecenas del mismo modo.
De esta suerte, aunque los signos se repetían trece veces
en cada siglo, no se confundía un año con otro, porque
iba variando el número que jamds se repetía en un mismo
siglo; pues para distinguir los de uno de los otros, sólo les
bastaba el enumerar el numero del siglo y así no podían
equivocar el año ce Tochtli del primer siglo, con el ce
Tochtli del segundo ó tercero.
Al terminarse un siglo, se verificaba la gran fiesta secu-
lar: porque creyendo los mexicanos que el sol que les
alumbraba era el quinto, habiéndose destruido los cuatro
anteriores en diversos cataclismos, suponían que la des-
trucción del que les daba vida, y con ella la destrucción
do la humanidad entera, habría de verificarse precisamente
al terminar el siglo (1).
Por esto cada cincuenta y dos años esperaban la muerte
entre el temor y la esperanza, y solemnizaban con mil
ceremonias el principio del nuevo siglo (2).
Esta fiesta denominada Toxiuhmolpilia, liga ó encade-
(1) Lo8 mahometano^ en la fiesta del Mahorum, que se celebra al prin-
cipio del aílo musulmán, arrojan al mar centenares de tabouts y los
indios orientales ortodoxos para festejar el principio del ano nuevo ofre-
cían á la tierra el diezmo d** sus bienes.
(2} En la edad media se creyó que el mundo perecería en el año de mil
de la era cristiana, y tal creencia sostenida en el público por los más
extraños fenómenos» tales como haber visto el ejército de Otón al sol
amarillo y como desfallecido ; el haber dado A luz la reina de Francia un
monstruo ; el tener ella misma un pie de gamo, y otros no menos absur-
dos, produjo sus graves consecuencias. Al acercarse aquella fecha, el
emperador de Alemania Enricpie II j)retend¡ó hacerse monje, lo mismo
que el duque de Borgofia Hugo I, el ducjue de Xormandía Guillermo I y
otros grandes personajes.
El terror más grande reinaba en la sociedad, por lo que muchísimos se
acogieron á los clautros é hicieron donación de sus bienes á las iglesias.
94 PÉREZ VERDÍA
namiento de los años, era la más notable y solemne de
las muchísimas que acostumbraban.
En el último día del siglo, todos los habitantes rom-
pían sus trastos, ropas y muebles, arrojaban sus pequeños
dioses al agua y apagaban en todas partes el fuego, pues
de nada de eso necesitaban, si como temían y esperaban
que sucediese, ya no habría de volver á alumbrar el sol.
Preparados desde temprano, á la puesta del sol todos los
sacerdotes revestidos con las insignias de los dioses se
ponían en marcha procesionalmente para el cerro
Huixachtecatl ó de la Estrella junto á Ixtapalapan, poco
más de dos leguas al sur de México, llegando á la cumbre
donde estaba un teocalli, á la media noche, la que cono-
cían en ese día por estar en el meridiano las Pléyades.
Esperaban este solemne momento en el mayor silencio y
obscuridad, rodeados todos los habitantes de la cumbre
del cerro, y si al llegar la media noche no se destruía el
mundo, era ya señal segura de que duraría otros cincuenta
y dos años por lo menos. Al instante los sacerdotes pro-
ducían nuevo fuego frotando fuertemente dos maderos á
propósito y encendían una gran hoguera, sacrificaban una
víctima que tenían preparada y bajaban á gran prisa con el
nuevo fuego en las manos : la muchedumbre prorrumpía
en un grito unánime de alegría, luego que veían en lo
alto la luz de la hoguera y se entregaban á fiestas y danzas
místicas, practicando algunas nuevas ceremonias. Cuatro
veces celebraron esta fiesta los mexicanos : en 1351 cuando
aun no fundaban su monarquía; en 1403 bajo el reinado
de Huitzilihuitl ; en 1455 siendo el rey Motecuhzoma
Ilhuicamina, y en 1507 bajo Motecuhzoma Xocoyotzin.
El siglo lo representaban por un círculo en el que se
encontraban las expresadas figuras, y en su rededor una
serpiente mordiéndose la cola, emblema de la eternidad,
y con cuatro torceduras correspondientes al principio de
las cuatro trecenas. El año, por otro círculo con las figu-
miíÁ^u^
HISTORIA DE MÉXICO 95
ras representativas de los diez y ocho meses, y en el centro
una figura de la luna y de la hierba, emblema del año ; y
por fin, el mes lo pintaban con otro círculo que llevaba
las figuras de los veinte días, con el carácter numérico
correspondiente y en el centro la representación del mes
respectivo.
Para todos estos cálculos se empleaban los caracteres
numéricos, según se ha visto y por tanto es preciso tener
presente la manera que tenían los azteca para contar.
Empleaban en su numeración las cinco primeras uni-
dades que llevaban nombre propio : Ce, Ome^ »y, Nahui,
Macuilli,
Después los nombres de los números siguientes se com-
ponían de los expresados sumándolos respectivamente y
usando del adverbio chico, á un lado, con la preposición
ihuan junto á otro, decían : seis, Chicohuace ; siete. Chi-
cóme; ocho, Chicuey; nueve, dhiconahui.
El número diez lo expresaban con la palabra Matlactli,
que significaba la mitad de una cuenta ó la de ambas ma-
nos, y seguían sumando once, diez más uno MatlactU
Occe; doce MatlactU, Ornóme; trece, MatlactU Omey y
catorce, MatlactU Onahui,
Volvía á ser simple el número quince, Caxtolli, al cual
le iban agregando las respectivas unidades y así decían,
16, Caxtolli Occe: 47, Caxtolli Ornóme \ 18, Caxtolli
Omey y 19, Caxtolli Onahui, ó lo que es igual, quince
más uno, quince más dos, etc.
Para designar el número 20 volvían á emplear una cifra
nueva diciendo Cempohualli, una cuenta de los dedos, y
valiéndose Aq pohualli^ si empleaban los números del 1 al
19 antepuestos significaban multiplicación, y si estaban
pospuestos, suma, al contrario de lo que en las canti-
dades algebraicas sucede con los coeficientes y expo-
nentes.
De este modo decían : cuarenta, Ompohualli, veinte
96 PÉREZ VERDIA
multiplicado por dos; sesenta leipohualliy veinte multi-
plicado por tres ; ochenta, Nauhpohualli, veinte multi-
plicado por cuatro ; doscientos, Matlacpohualli, veinte por
diez ; trescientos, Gaxtolpohualli, veinte por quince; tres-
cientos ochenta, Gaxtollinahupohualli, veinte por diez
y nueve.
Para contar cuatrocientos no decían veinte por veinte,
sino que usaban de otro nombre simple, Tzontli prece-
dido del número uno, y decían, Centsontli^ y prosiguiendo
su numeración por multiplicaciones decían : ochocientos,
Ometzontli, dos por cuatrocientos ; mil doscientos,
leytzontli, tres por cuatrocientos ; cuatro mil, Matlac-
titsontliy diez por cuatrocientos ; seis mil, Caxtolltzontli,
quince por cuatrocientos ; siete mil seiscientos, Caxtolli
onnauhtzontli, diez y nueve por cuatrocientos, etc.
Al llegar al número ocho mil volvían á usar de otra cifra
simple llamada xiquipilli, bolsa, costal ó talega, con la
cual hacían lo mismo que con la cifra tzontli, y con la
pohualli, y por eso decían Cexiquipilli ; diez y seis mil
Omexiquipilli, dos multiplicado por ocho mil ; veinticua-
tro mil Yeixiquipilli, tres por ocho mil ; cuarenta y ocho
mil Chiconcexipilli, seis por ocho mil ; ochenta mil
Matlactlixiquipilli^ diez por ocho mil ; ciento sesenta mil
Cempohualxiquipilli, veinte por ocho mil ; tres millones
doscientos mil Centzonxiquipilli, cuatrocientos por ocho
mil; sesenta y cuatro millones Cexiquipillicexiquipillij
ocho mil por ocho mil. Solían también usar otra cifra lla-
mada molot para expresar el número 40.000 con simplifi-
cación, y así decían : omolot, ochenta mil, matlactlimolotj
cuatrocientos mil, etc.
Hasta aquí se han considerado las cifras antepuestas
unas á las otras ó sea como multiplicadores ; pues según
se dijo, cuando se posponían se consideraban como su-
mandos, por cuyo motivo para expresar el número veinti-
uno decían : Cempohualli ihuan ce, veinte más uno ;
■Íl&¿*a*íií*^Uíií*;l^lw-'-/WX4¿ÍA^.*ti¿lr-i^^ j>*iÉi. . íl^ ... ^^'^ÜÉiSki^-.* , _... .J_
HISTORIA DE MÉXICO 97
veinlidós Cempohualliihuan orne, veinte más dos; veinti-
cinco Cempohualli ihuan macuilli; treinta Cempohualli
ihuan matlactli ; treinta y untí Cempohualli ihuan
matlactli once; cuarenta y uno Ompohualli ihuan ce;
cuarenta y dos, Ompohualli ihuan ome ; cincuenta, 0/w-
pohualli ihuan matlactli; sesenta y cinco, Yeipohualli
ihuan caxtolli; noventa y nueve, Nahuipohualli ihuan
caxtollionahui ; ciento cincuenta, Chicompohualli ihuan
matlactli; trescientos noventa y nueve, Caxtolli nauhpo-
hualli ihuan caxtolli onnahui^ etc.
Resulta pues que con las cifras simples ce, ome, yey,
nahuiy macuilli, matlactli, caxtolli, pohualli, tzontli y
xiquipilli, esto es con solos diez niimeros, expresaban las
mayores cantidades imaginables por un sistema vige-
simal.
Con los expresados guarisitios hacían las cuatro opera-
ciones fundamentales de la aritmética y otras muchas más
complicadas, como las proporciones, regla de tres y otras,
valiéndose de cifras escritas. Éstas correspondían perfec-
tamente á su numeración hablada, y así como en ésta
sólo usaban de números dígitos, del pohualli, del tsontli
y del xiquipilli^ del mismo modo en la numeración escrita
sólo empleaban cuatro especies de caracteres.
Para expresar los números del uno al diez y nueve, usa-
ban de puntos ó circulitos llenos de negro ó de color,
aunque en un principio parece que empleaban pequeñas
rayas, significando cada punto una unidad. Para significar
el número veinte, pintaban una pequeña banderita, y se
valían de tantas banderitas como veces entraba el número
veinte de factor, de modo que para representar el número
cien, usaban de cinco banderitas, etc.
El número cuatrocientos ó cetsontli lo representaban
por la punta de una pluma de ave cortada perpendicular-
mente al cañón ; y pintaban tantas plumas ó cetsontli^
cuantas eran las veces que entraba como factor el número
7
08 PIÍHEZ VERDÍA
cuatrocientos, Y por TiUimo el número ocho mil ó cexi-
guipillt lo repres(.MiLabiin por una bolsa de pieles, haciendo
con esEíi fig^ura para expresar las diversas cantidades lo
mismo que con la handerita y la pluma (1).
\{) Tratando fie Ja historia üiiíij^a fie México, Mr. Raynal dijo que
■ nada es lícito afirmar sino que el imperio mexicano estaba regido por
Motf^cutiiorna cüandu llepnron allí los españoles », engrosando con eso
(as filíis de los o&í^éplicos qoe dudan de todo aquello que no han visto.
Nrtda hay sin embarf^o más inexacto que tales aseveraciones, j' si porque
hay parles obscuras 6 desconocidas en la historia antigua de nuestra
palria, se duda de toda ella, serííi necesario no creer tampoco en la his-
toria de ningún pueblo. La de Grecia no se remonta más allá del año
ns a. J, ; másüortii es aún h\ \W Koma ; se ignora el origen de los galos,
y í ni el jirenio déla invcntivfi, ni tampoco la ciencia, podrían atreverse
áconteíitnr ^i les prt^gunl;\í?emíkíi cuándo i)isó el hombre por primera vez
la tierra germíinica »*
Los azteca, aunque no conocían la escritura fonética, empleaban la jero-
íílítlcaj rüasí*rvrmdo por este medio el recuerdo de los hechos pasados.
EsiHíi nurraciones jcro^'iíficas ít pinturas se amplificaban aún por tradi-
ciones i|Ué ííe con^ervííban ciiidr+dosamente. En este estado se encontraba
la hisloriiij cuando íc veriíicú la conquista, y aumpie por ignorancia se
destruyeron muchas de esas pinlums, se conservaron otras, que fueron
*ie3bcifrjíidaa por Vv% m ¡si uñeros, bien instiniídos enlalengua y costumbres
de los naturalc!^. Entre ulrns vArints se conservan todavía el Códice Mendo-
ciño maridado copiar por el primer virrey de quien tomó su nombre; los
Anahs de laXación MesUaFia, pintura figurativa escrita en 1528; el Códice
y'aíicano y el TeUeriano Hemense^ <[ue son copias sacadas en el siglo xvi
dfl un mismo original ■ la Peregrinación Azteca ó Pintura S¡güe7iza^ ori-
giwú Eintiquífíimo fpie pínla Ui í^alida de los mexicanos de Aztlán y su
vifije bftsUi Culhun-ícán; el Miípa Quinatzin, que pinta la civilización texco-
cana y la ndminislraciún acolhuíí ; el Mapa Tepechpán y México, que eg
una bJstoria sincn>nica y stfioriai de esas dos naciones ; el Códice en Cruz
tí Anriíes de Cunuhtitlán, de Tcxcoco y de México, que comienza en 1402
y termina en 1557; la Pintura /twAin, c^jdice de 1576 que pinta los acon-
ttcimitntüs desde la salida de Aullan hasta la conquista; el Codex Bor-
bonícuij ; los Anales Totteco-vhchimeca; los Códices Coscalzin, Vergara
BodUiano^ Laude n&e^ Fejervfn'tj^ etc.
So puede dudarse de su autenticidad, tanto por su peculiar carácter y
[jnpei de maguey ú píeles en que tintan escritos, como porque escritores
antiguos han venido marcand*> Ja sucesión de sus propietarios : muchos
lie elios pasaron de los nobíes indios á D. Fernando Ixtlixochitl, nacido
í*n IfífiS y muerto trn I6iíí ; deí^pués los vio Torquemada ; en seguida nos
hnbJa de ellos Sigúcnza y Góngora (1645-1700), de quien pasaron muchos
'wr^
HISTORIA DE MÉXICO 99
á los jesuítas ; después Boturini reunió la más rica colección (1146} y en
seguida se dispersó pasando á los archivos del Virreinato, y á Veitia,
para ir años más tarde á poder de León y Gama, Pichardo, Aubín,
llamírez y Goupil, y cederse por fin á la Biblioteca Nacional de París.
Otros se conservan desde el siglo xvi en las Bibliotecas del VíUicíimí, de
Viena, de Oxford, de Berlín y han sido publicados algtrno- de ellüs en
primorosas y fidelísimas ediciones por el Duque de Louvat.
Confirman las relaciones jeroglificas muchos monumentos, lalo:? como
el ToNALAMATL, minas y objetos diversos y por fin no se putítle dmlur
racionalmente de las crónicas de los misioneros (La^ Casas. SjihktgtiD,
Motolinia, Olmos, Dávila Padilla;, tomadas de lo (fue elloíi uúsmos víehün
ú OYERON. Á la vez que esos misioneros dignos de crédito por su carílct©!"
imparcial y por su sabiduría, hubo otros escritores de 1^ luidmi* mw
indígena conocedores de las costumbres, tradiciones y aconltcimíentos de
sus mayores (Ixtlixochitl, Chimalpaín, Muñoz Camargo, í*omnr, Anónimo
del Códice Ramírez, y Tezozomoc).
Por último las relaciones de varios conquistado reí!> uconJca ton íhü
otras historias, vienen á aumentar su prestigio y riuloridud í Hernán
Cortés, Bernal Díaz, Conquistador Anónimo, Tapia, Ojeda, Mala, Du-
rantes).
Si con buena crítica se estudian tan preciosos elementos, que son ver-
daderas fuentes históricas, se encuentra qne los unos se apoyan en loa
otros, y completándose recíprocamente están todos de acuerdo en el
fondo principal, discrepando teua sólo en algunas fechas y aconlecimien-
tos secundarios; cuyas diferencias provenidas de alguna mala interpre-
tación ó de alguna confusión, no autorizan en buena lógica píjra sentar
consecuencias como la de Raynal.
6133S6A
T-Tyrv^^^FJft^^
SEGUNDA PARTE
EDAD MEDIA
DESCUBRIRURNTf» Y CONQUISTA
CAPÍTULO PRIMERO
Los hitriríiri>3 M XoiHe, — Stia ili-írnlirimientos. — Viajes en el siglo xi.
^^ Cristjbal Colón. — Su <'iiuturifin y primeros años. — Sus trabajos.
Con el nombre fie hombres dfd Norte son conocidos los
daneses, escandinavos y noniKinJos, que formaban distintas
tribus y liabítaban e» las orilJas del Báltico.
Desde tiempos muy remotos, el Norte fué siempre el
lugar de donde st^ desbordaron las innumerables familias
de líárharos que fueron el azote del Imperio Romano; y
todavía en el siglo x servia de [latria á hombres que parti-
cipaban de las costumbres de aquellos mismos bárbaros,
teniendo las mismas inslitucionesque trajeron ala sociedad
romíma y con las que, según Guizot, cooperaron á lafor-
macií.Wi ile la civiüíacii.m europea : la independencia indi-
vidual y la fuerza.
HISTORrA DE MÉXICO 101
Guiados por ese mismo espíritu Ae independencia, di-
versos caudillos intentaron establecerse en países que,
aunque despoblados, les ofrecieran la ventaja de servirles
de asilo sin que nadie allí imperara sobre ellos. Éste es el
móvil principal de sus viajes y exploraciones, robustecido
frecuentemente por el deseo de librarse del castigo condigno
ií sus delitos, ó de alcanzar venganza de sus agravios.
Así es que esos pueblos exploraron primero las costas
del Báltico, ensanchando sus posesiones, lanzándose más
tarde en nuevos descubrimientos impulsados además por
su infatigable actividad y por su espíritu belicoso y
aventurero.
El pirata Xaddod yendo para las islas Feroe, descubrió
inesperadamente en el ano de 861 una isla á la que llamó
Islandia (tierra de nieve) ; en 877 Gunnbjorn descubrió las
blancas cimas de la costa oriental de Groenlandia, la cual
exploró en 855 Erik Baudi ó el rojo, quien la dio ese
nombre para que por ser agradable '(tierra verde) fuesen
sus compatriotas á poblarla y se estableció definitivamente
en ella en 985 con una colonia que llevó de Islandia en 35
bajeles, de los cuales sólo llegaron 14. El año de 1000 se
introdujo en aquel país el cristianismo; en 1121 Cardar,
su capital, fué ya silio de un obispado, que sobrevivió al
descubrimiento de América por Colón, y en 1261 la Groen-
landia se reconoció tributaria de la corona de Noruega.
Bjorn y Leif el venturoso descubrieron en 1001 y 1002 á
Hellu-land (tierra pedregosa, hoy Terranova), Mark-land
(tierra boscosa) y Vin-land (tierra délas viñas), colonizán-
dose bien pronto tales comarcas ; y aunque siglos después
se destruyeron aquellos establecimientos coloniales, no
cabe duda de que existieron. Así lo demuestran los Sagas
confirmados por el descubrimiento hecho poco tiempo hace,
de ruinas americanas de construcciones escandinavas, de
caracteres é inscripciones rúnicas, tales como la de la roca
Dighton en el Estado de Massachusets y otros vestigios.
102 PÉREZ VKRDÍA
Do esto resulta que en el siglo xiv ya se había descu-
líierlo la Groenlandia, la isla de Cumlierhind, la península
del Labrad nr, la isla de Terranova(HelIu-Iand), el Canadá
(Mark-land) y las riberas del río San Lorenzo (Vinlandia) *
habiendo aukíres que avancen hasta decir que en el siglo
II V ya se había hecbo algiin viaje íí México.
Pero ¿1 pesar de tales descubrimientos la Europa no se
conm^nió, ni siquiera tuvo de ellos conocimiento sino
cuando ya el ilustre Colón había heeho su primar viaje;
quedando sin duda sepultados en el seno de las tribus des-
cubridoras que noleníun grandes comunicaciones con las
naciones civilizadas.
Mas cuando el triunfo de Mahomet 11 obligó á muchos
saliios a abandonara Constantinopla ; cuando el trato íntimo
de ellní; con lo^ demás saliios, y por rjUimo, cuando la mag-
nificencia de los Mediéis opcj'alm en Italia la época del
Renacimiento, abriendo á la inlehgencia campos ile inves-
tigaci<5n más vastos que las ultras íle Arisl óteles y san
AgustjUj y restaurando los estudios de los clásicos, entonces
fué cuando el espíritu -ile viajes lleg/» á predominar-
V no podía ser de otra manera : ; ya que los Bacon y
Descartes ensanchaban la órbita de la inteli^^encia, era
preciso que los navegantes hicieran retroceder también los
límites del mundo conocido!
Tocfíleá Portugal la misión de favorecer esas empresas :
tanto por su situación geográfica y lopográlica como por
las guerras que con la Berlierfa tenía, las naves afluían á
sus puertos numerosos^ y como si la Providencia se em-
peñara en darle medias para que favoreciera las expedi-
ciones maritimas, suministróle al infante don Enrique,
apasionadísimo marino*
En tiempo de don Enrique desculírieron Juan González
Zarca y Tristán Vázquez la isla de Porto Santo, en 1418;
la de Madeira en lí20; Güianez doldó el cabo Bojador en
1433 y con esto exploraron las riberas del Senegal y toda
HISTORIA DE MÉXICO 103
la costa de África que se extiende hasta el cabo Verde.
Antes ya se habían descubierto las islas Canarias por
Bethancourt y otras posesiones, así es que tanto descubri-
miento hizo que la misma nación de Portugal, á fin de
evitar conflictos con otras potencias, acudiera al Papa
Martino V pidiéndole que le concediera el dominio sobre los
países que descubriera, y el Pontífice así lo resolvió
en 1438.
Más tarde descubrieron los portugueses las islas de cabo
Verde y las Azores un 1449, y aunque tales expediciones
sufrieron algo con la muerte del infante don Enrique acae-
cida en 1463, el impulso estaba ya dado y los descubri-
mientos continuaron, hasta el grado de que en 1486 Barto-
lomé Díaz dobló por vez primera el Cabo Tormentoso al que
el rey don Juan II de Portugal puso por nombre « Cabo de
Buena Esperanza ».
Además el espíritu de la época era tan decidido por los
viajes y descubrimientos, que no sólo se revela por tantas
y tan notables expediciones, sino que también se deja co-
. nocer por las fábulas y consejas que circulaban entonces
como reales y positivas verdades, tales como el hallazgo
de las islas de San Brandan, de Antilla y de las Siete
Ciudades.
Pero ni hubo ningiin navegante del genio de Colón, n¡
tampoco ningún proyecto tan notable como el suyo.
Cristóbal Colón nació en Genova por los años de 1435
á 1436, siendo sus padres Domingo Colombo y Susana
Fontana Rosa. Como se ve su apellido era Colombo, pero
él lo castellanizó cambiándolo en Colón.
Su padre ejercía el oficio de cardador de lana, con lo cual
queda dicho que tenía escasos bienes de fortuna ; pero la
honradez y la virtud son los más preciosos dones que los
padres pueden dejar á sus hijos.
Con los muy escasos elementos que Domingo Colombo
poseía, costeóle á su hijo Cristóbal su aprendizaje en la
^áJk^
104 PÉREZ VERDÍA
Universidad de Pavía, donde estudió latín, cosmografía,
matemáticas y dibujo, pero poco tiempo estuvo dedicado a
las letras, porque él mismo dice que empezó su carrera de
marino á los 14 años.
Hizo diversos viajes en el mar Mediterráneo, hallándose
en la expedición del duque de Anjou contra Ñapóles, y fué
hasta la isla de Islandia, ensanchando así la esfera de sus
conocimicnlos y acostumbrándose á vencerlas dificultades.
Después píiso a Lisboa por el año de 1470 atraído por el
estado íloreciente de la marina portuguesa y quizá con la
esperanza de mejorar de posición.
Allí casó con doña Felipa Monis de Palestrello, hija de
un navegante pinlugués, cuyos papeles recibió con gran
placer, pur con tenor descripciones de viajes y proyectos
avanzados,
Tíimlíiunfué allí dnnde concibió su proyecto asombroso
dedestulírir un nuevo derrotero para las Indias Orientales.
¿ Pero acaso Luvo conocimiento de los descubrimientos
de lus homlires del Norte?
Ni ct lo dice en ninguna parte, ni ninguno de los histo-
rimiores, ni liuy consiancia alguna de que así hubiese acae-
cido. Todo lo tnntr;irio : habría sido imposible tal cosa
tanto por las 4"ostumljres dé aquellos descubridores, como
porque arui en Dinamarca misma se supieron los sucesos
referidos ;il print^ipio, después del éxito brillante de Colón.
El espíritu de la época habíase infiltrado en el ¡lustre
genovés : las lectunis de los viajes de Marco Polo y de
Maiideville ¿L ia India, y las vivas descripciones de Cipango
y (le Culhay (costas de China y Japón) habían impresionado
BU i'OTíizou^ por In í¡üe el deseo de hallar una vía más corta
pura las Inilias, tjue preocupaba al comercio, le hizo estu-
%iÜar detenidanicnle tal asunto.
Empezando por allí, el cosmógrafo de genio se había
extendido en sus meflitaciones hasta formaí* su prodigiosa
teoría.
HISTORIA DE Hfr^XICO 105
Estudiando á Plinio, Eslrabon, Ptolomeo, y Toricelli,
se había convencido de que la Tierra era esférica, pero vi-
viendo en una época de atraso y de ij^norancia, no pudo
eximirse de caer en el error craso de creer que la Asia se
extendía muchísimo más hacia el Oeste.
Así es que él calculaba que suponiendo que la Tierra
tuviera 10.000 leguas de circunferencia^ que era lo que le
daban los cosmógrafos, y habiendo de Venecia á Cathay (el
punto más oriental que se conocía) 8.000 leguas según
Marco Polo, y de Venecia á las Azores (el punto más occi-
dental) 1.000 leguas, quedaban lan sólo de Cathay á las
Azores 1.000 á lo sumo.
Esta teoría la fundaba : 1.*^ en la naturaleza de las cosas,
pues siendo la Tierra esférica, necesariamente se habría de
llegar al Oriente caminando hacia el Occidente ; 2.^ en las
doctrinas de los sabios, y entre ellas las de Aristóteles,
Séneca y Plinio que aseguraban que era posible ir en pocos
días de Cádiz á las Indias, y 3.° en las narraciones de los
navegantes, en cuyo concepto las Indias se extendían tanto
al Oriente que ocupaban la mayor parte del espacio desco-
nocido ; y aun habían visto venir del Occidente por el mar,
canas inmensas, trozos de madera labrados y el cadáver de
un hombre de distinta raza.
Compárese el descubrimiento deCohm, resultado de tan
ingenioso cuanto razonado proyecto, con los de los hombres
del Norte, fruto de la mera casualidad, y se verá que aun
suponiendo que Colón los hubiera conocido, de nada le
habrían servido para fundar su teoría.
Tampoco es cierto que se aprovechase de las noticias
que se dice le dio el piloto de Iluel va Alonso Sánchez, quien
so supone que arrojado por una tempestad, descubrió las
Indias y habiendo regresado á Europa con mil diíicullades,
murió en la casa de Colón, legándole tan interesante noti-
cia; pues lejos de estar justificada aserción tan inverosímil,
se encuentra desmentida por el hecho de haberse seguido
106 PÉHEZ VEVíhih
ilivcrso derrotero por el genovés del que se supone le fué
revelado por el piloto.
En cuanto al globo de AnJri^s Behain que afirman los
enemigos de Colón te sirvió de guía por estar ullí marcadíis
ya las costas det Brasil v del estrecho de Miígalíanes, basta
reflexionar que el verdadero globo de Bebain se hizo en
1+92 Y en Alemania, f!uando va el desculíridor de la Amé-
rica surcaba las aguas del Océano, y que no es cierto que
contenga las ¡slas ó costas del Nuevo Mundo, siendo de
advertir que la primera esfera en que tales dalos se encuen*
Irán es la de Juan Sdioener, descubierta por M- Otte y
construida en el afio de loáO.
Hasta aquí estaba concluida la primera parte; la teoría
estaba desarrollada y concebida por la inteligencia esclare-
cida de Colón : fnlíabíi todavía mostrar que para ejecutar tan
colosal empresa era necesíina una voluntad tan enérgica que
estuviera en armonía con aquel talento privilegiado.
Porque pas<í Gob5n ú Genova opinan mucbos que fue a
ofrecer á su nación la realización de su empresa, pero do
esto no hay ningún dalo fehaciente y por oso creen otros
que li su ciuilad natal sólo le llevó el deseo de verá su an-
ciano ¡Kidre.
Al rey D, Alfonso de Portugal te ofreció la empresa^ mas
no habiendo podido ocuparse ese monarca del negocio
por sus guerras y disputas con España, dejó pasar el
tiempo proponiéndosela después al rey D, Juan IL
Este monarca liizo que examinara el negocio una junta
compuesta de Diego Orliz de Casadilla, obispo de Ceuta, y
de los médicos judíos Rodrigo y José, todos de gran rcpu-
taciíWi literaria, aunque relativa, porque hay que tener
presente la época de oscurantismo en que vivieron.
El Obispo se esforzó en demostrar que á lo que tendía la
empresa de Colón era a impeilir al Portufral sus descubri-
mientos eo África^ pretendiendo llevar sus naves d mares
desconocidos de donde no traería utilidad ninguna, ponién-
V \ ■ ■ ■ • • ■ • ,• \
HISTORIA DE MÉXICO i 07
dose la Corona en ridículo si salían fallidas jas esperanzas
del genovés; por lo que la junta desechó la idea.
El Rey sin embargo no quedó satisfecho, y para cercio-
rarse de la verosimilitud del proyecto y aprovecharse de
todas las ventajas en caso de tener buen éxito sin hacer
partícipe de ellas a su autor, y sin exponerse al pretendido
ridículo de haber sido engañado por un aventurero, trató
de burlar al ilustre genovés.
Pidióle al efecto todos sus mapas y derroteros so pretexto
de examinarlos, y aparentando mandar una exjpedición con
víveres para la África, hizo que saliera do Lisboa con en-
cargo de hacer el descubrimiento de las Indias, aprove-
chándose de las flamantes revelaciones.
Aconteció sin embargo que los navegantes portugueses
sin fe en la expedición, sin los conocimientos necesarios
y sin el valor suficiente para llevar á cabo tan ardua em-
presa, pronto se desanimaron aterrorizados por la inmen-
sidad del Océano y por una fuerte tempestad, y resolvieron
volverse, aunque diciendo para disculpar su cobardía que
eran falsas las teorías propuestas.
Repugnante es este suceso, porque si el engaño es
aborrecible en todos, no tiene nombre el hecho de que las
personas revestidas de autoridad falten á la buena fe que
es la base de toda sociedad; mas él vino á demostrar que
aun para la realización del proyecto se necesitaba genio.
Indignado el genovés con tan vil proceder de don
Juan II de Portugal, dejó este país y partió para España
en busca de mejor suerte.
Entre las variadas y contradictorias descripciones de
los trabajos de Colón en España, el espíritu crítico ha
llegado á abrirse paso entre las autoridades y los errores
y gracias á él que se apoya en documentos fehacientes
encontrados en los archivos, podemos hoy afirmar sin
vacilación que los hechos pasaron del siguiente modo.
Llegó el desconocido marino á fines de 1484, dcsembar-
ÍÜé^ FEHEZ VERDÍN
eamlo en el pucrlo tic Santa María ó en Sevilla doade se
liallaba estabíecido ai frente de una gran casa Je comercio
Juan líerardi, florentinü y amigo suvo^ que io puso ea
contacto por medio de su valimiento con los personajes
niits inJluentes de la Corle.
En Sevilla ofreció laempresa al l)u([ue tieMedinasidonia,
D. Enr¡í|ue de Guímán, quien aunque por de prontí> se
entusiasmó con la idea, la deseciii) luego y pnr eso imploró
en sieguida la protección del Duque de Medinaceli, D, Luis
de Guzmaii, por quien fut^ tjien recibido. Dos años lo
detuvo en su casa aquel ilustre potentado, y juzgando que
tan grande enipresa más con venia ú la reina que tí v\, así
se lo manifesh» y lo despidió ílándole una recomendaci^m
para Alonso do Qainlímilla, Contador Mayor de Castilla.
Éste aproljú sus atrevidoíi proyectos y se declaró su favo-
recedor, recomendándulo á su vez al señor don Pedro
González de Mendoza, Cardenal, Aníobis¡}o de ToUnJo^ que
io recibió nmy bien* liste prelado puso en relación directa
á Colón con los Reyes, consiguiéndole una audiencia en
20 de enero de liSii, en la cual expuso el genoves sus ideas
y sus fundadas esperanzas. El Hey D, Femanrlo acogir»
con Irialdad aquellas proposiciones que juzgV» aventuradas,
y por eso para desechar el provéelo sin contrariar abier-
tamente ias elevadas miras de la reina Isabel, lo pasó d
examen de fray Fernando de Tal ave ra, su confesor, prior
de Prado y poco después obispo de Avila y más tarde pri-
mer arzobispo de Granada^ que se liabía declarado enemigo
acérrimo de tal provL^cto.
El mismo prior formó un Consejo, que tuvo un canícter
oliciai, el cual se reunió en Córdoba, en principios de
I 48l¡, y manifestó á sus Altezas « que en opinión de la
Junta el propuesto proyecto era vanoé imposible y que no
convenía atan grandes príncipes tomar parte en semejanle
empresa y de tan poco fundamento n. Ya entonces sin
embargo, favorecían á Colón, a mds del Cardenal, del
HISTORIA DE MÉXICO i 09
Duque y del Contador ya citados, el dominico fray Diego
de Dezaque después fué Arzobispo de Sevilla; Juan Ca-
brero, camarero del rey; doña Beatriz Fernández de Bo-
badilla^ marquesa de Moya, y su esposo Andrés Cabrera ;
doña Juana de la Torre, ama del príncipe don Juan;
Gricio, secretario de la reina; el Tesorero Rafael Sánchez ;
el padre Fr. Gaspar Gorricio; el doctor Chanca y particu-
larmente fray Antonio de Marchena.
La influencia de éstos hizo que á pesar del dictamen
terminante de la Junta de Córdoba, no se desechara deci-
didamente la idea sino sólo se aplazara su examen ha-
ciéndole concebir á su autor esperanzas para más tarde.
También hicieron sus amigos que se abrieran en Sala-
manca unas conferencias sobre el proyecto, las que tu-
vieron lugar en el convento de San Esteban durante el ve-
rano de 1486, bajo la presidencia de fray Diego de Deza.
Concurrieron muchos religiosos y cosmógrafos instruidos,
así es que la opinión emitida por ese oficioso consejo fué
favorable al genovés, en contraposición con el de la junta
del Prior de Prado; así como fueron también contrarias las
argumentaciones en uno y otro; pues mientras en la Junta
oficial de Córdoba que presidió Talavera, se emitieron
las opiniones más disparatadas acerca de la redondez del
globo, y se hicieron las más torpes objeciones al proyecto,
en la oficiosa de Salamanca, por el contrario, se aprecióla
cuestión en su positivo valor.
Así se explica que habiendo salido los Reyes de Sala-
manca en lunes 29 de enero de 1487 para ir á sitiar á Vélez
Málaga, muy poco después tomaran al futuro almirante á
su servicio pensionándolo, porque existen en Simancas
cuentas en que consta que en S de mayo de ese año ya se
le ministraron tres mil maravedís por orden real, habién-
dosele ministrado después siete mil maravedís en 27 de
agosto, cuatro mil en 15 de octubre y tres mil en 16 de
junio de 1488.
lio PÉREZ VERDÍA
Siguió á la Corte en sus campañas contra los moros por
espacio de tres años, en cuyo tiempo presentó sus proposi-
ciones que fueron calificadas de exageradas, por lo que algo
desesperanzado hizo algunas gestiones epistolares ante
otro soberano, que dieron por resultado, según él mismo
refiere, que recibiera « cartas de ruego de tres prín-
cipes » que fueron los de Portugal, Francia é Ingla-
terra.
Cansado al fin, abandonó aquel Reino, dirigiéndose á
Portugal; pero al llegar á Palos de Moguer, fué recibido
con entusiasmo por el Guardián del Convento de Santa
María de la Rábida, fray Juan Pérez á quien vio hasta en-
tonces por primera ves. Este ilustrado religioso después
de oír á Colón, llamó al físico García Hernández para con-
ferenciar con él, y encontrando tan sólidos los razona-
mientos del genovés, temeroso de que para siempre se
perdiera para España la gloria del descubrimiento de aquella
nueva vía, le escribió ala Reina Isabel, de quien era con-
fesor, interponiendo su influencia, no para que se admi-
tiese el proyecto^ porque ya había sido aceptado, sino para
que se admitiesen las proposiciones que hacia^^xdi llevarlo
á cabo.
A los catorce días contestólaReina al Guardián mandán-
dole se le presentase y dejase á Colón en seguridad de
esperanza, hasta que ella le escribiese, y habiendo partido
al punto, influyó de tal suerte en el ánimo de la ilustre
soberana, que logró que le escribiese desde Santa Fe á
Colón, llamándolo y enviándole por conducto de Diego
Rodríguez Prieto, alcalde de Palos, « 20.000 maravedís á
fin de que se vistiera honestamente e comprase una beste-
zuela e compareciese ante S. A. »
Una vez de nuevo en la Corte, se trató desde luego de
allanar todas las dificultades, no habiendo sido necesario que
la Reina empeñara sus alhajas, porque Luis de San Ángel
y Alonso de Quintanilla, tesoreros, facilitaron la suma de
f^^^r^'y^-^'^^ "•
HISTORIA DE MÉXICO 111
veinte mil pesos (1) ; y en 17 de abril de 1492 se firmó en
Santa Fe (frente á Granada), el tratado celebrado entre los
Reyes Católicos y Colón, y que comprendía las cláusulas
que ya se han mencionado.
CAPÍTULO II
Viajes de Colón. — Sus infortunios y su muerte. — Isabel la Católica.
— Línea Alejandrina. — Diversos viajes y exploraciones. — Espíritu de
conquista.
Diez y ocho años de constancia, de afanes y trabajos
produjeron el tratado de Santa Fe.
Contento y satisfecho Colón partió en 1 2 de mayo á la costa
á preparar las naves, pero se encontró entonces con otra
dificultad imprevista: nadie quería tomar parte en un
viaje tan temerario y por tanto no tenía bajeles. Esto oca-
sionó la resolución de los Reyes de ordenar á los marinos
y dueños de naves, que sin demora pusieran sus personas
y propiedades á disposición del Almirante; ejemplo claro
del poder omnímodo de aquel tiempo, si bien se dice que
tal orden era resultado de una sentencia del Consejo por la
que se condenaba á los vecinos de « Palos á servir un año
á su costa por algunas cosas fechas en deservicio de los
Keyes. »
En cumplimiento de esa real orden y de acuerdo con
(1) c Pero si todavía os parece, Santangel, que ese hombre, dijo la
Reyna, no podrá sufrir tanta tardanza, yo tendré por bien que sobre joyas
de mi recámara se busquen prestados los dineros que para hacer la
armada pide y vayase luego á entender en ello. »— « Sonora serenísima,
contestó el Tesorero, no hay necesidad de que para esto se empeñen las
joyas de Vuestra Alteza : muy pequeño será el servicio que yo haré á
V. A. y al Rey mi señor, prestando el cuento de mi casa; sino que V. A.
mande enviar por Colón, el cual creo es ya partido. »
1Í2 VfMZZ VEBDÍA
Colon, Martín Alonso Pin/j'm se preparó con dos naves y
le ayudiMnucho íí vencer este último obstáculo. Se tomó
por la fuerza otra nave Ae Quintero y una vez alistados tres
bajeles, estaban coml* luidos los preparativos.
La Sanfa María, la Pinta y la Nina con ciento veinte
tripulantes, con víverca para un año y maufladas la pri-
mera por el mismo almirante, la segunda por Martín Alonso
Pinzón y la tercera por Vicente Ydñez Pintón, formaban
toda la Ilota.
Se dieron á la vela en la Barra de Saltes junto á Palos,
el viernes 3 de agosLo de 1492; pero habif'ndosü roto el
timíSn de la Pinta, tuvieron que detenerse en las ¡alas Ca-
narias^ de donde salieron en dirección del Oeste, el (i de
septiembre.
Sin apunarse de esa ruta, el l/l de septiembre, distando
200 leguas de la isla de Hierro, ol>servú Coliki que la
brújula variaba de punto ile indicaciún; el 14 vieron una
garza y un pajaro que revoloteaban cerca de los luiíjues;
el 21 se encontraban en una parte del Océano cubierta en-
teramente de plantas marinas, á la que pusieron por
nombre ff mar de liierbas ». y ya se maniíestabanen la tri-
ptilftciun sin ti» mas de disgusto* El I** de octubre habían
caminado desde las Canarias setecientas siete lí^guas,
aunque solo suponíainiabei" andado ;>80, pues Cnlr»n llevaba
dos diarios de bitácora^ uno piiblico, en el que <vcu liaba
cada día varias leguas, y el otro para su uso personal, y
en el que constaba la ventasiera distancia recorrida (1),
^1 La lirujuia. que us un.T a^uj;i íiiiíuiíjiíIíi pucshi aühreun <?jc (tercero
punliíJ^'tulii, fué liemniiinfulíi nsí y (icrfeeiMonntlít por i-l mnriiio n.ipoiilano
Ftnvio GJiMíi.
Eq ía ítntijk'ücíLiiS se lonoriij Irt pn ►piedad riel iiuiln, jíubre la eiírtl se
fimilíi la tro ría de la brújulí*^ pt^m ]nmús se pt*nsi> i^nloncTs^ en su pro-
pk'iíad de apuntar iíieniprp ni Norlc.
E« Eurupa fué í'onouída por primera vez y van ^rnntlt^ iinperfí^critjn en
el ¡«i^'lu iJi en <[Uí? los erujttifln^ se piiííierou pji eomunjoaeiñn con los
íiralíeíí, que fuenm f|UÍt*Tieí! IchS i>n>iH>ríioufini» lau íilll iuveulu. hu
II^IH IAIiP.1 IJ l^-LIM^J,^., . .l^^^injp
HISTORIA DE MÉXICO i 13
El disgusto había estallado ya entre los tripulantes, por-
que temían que el Almirante los perdiera en aquellos des-
conocidos piélagos, y como vieran que por nada quería
retroceder, pensaron en matarlo para poderse volver, pero
el temor de no acertar con el camino, los libró de tan
horrible crimen, habiendo tenido que conformarse y seguir
su camino, sin que sea cierto que les prometió Colón
volverse si dentro de tres días no descubría tierra; pues
lal dicho fué inventado por Oviedo á fin de rebajar el
mérito de energía tan grante, pero sin que sea cierto,
pues aquél jamás pensó en entrar en transacciones con
los marinos resolviéndose á abandonar su empresa más
querida cuando ya tocaba á su fin : era un carácter.
Muchas señales de tierra se presentaban cada día, y
como se había ofrecido una pensión de 20 escudos al que
primero la descubriera, á diario la estaban anunciando,
ocasionando con esto alarma y pérdida de tiempo : así es
que fué preciso mandar por bando que el que gritara tierra,
sin que se encontrara dentro de los tres días siguientes,
perdería el derecho á la pensión, aun cuando después
llegase á descubrirla en efecto.
Por fin el 11 de octubre á cosa de las diez de la noche,
el mismo Almirante vio relumbrar una luz lejana y mo-
vediza. Llamó luego á Pedro Gutiérrez y á Rodrigo San-
adquirieron también los árabes de los indios, quienes lo tomaron de los
chinos, que fueron los primeros navegantes que emplearon la bn^ula
desde el siglo ii según algunos y desde el xi según los documentos más
antiguos.
Colón fué el primero que descubrió que la aguja se desvía sensible
mente del vei'dadero Norte, lo cual se debe á que el polo magnético es
distinto del polo terrestre, y en consecuencia el meridiano magnético en
vez de confundirse con el meridiano astronómico, forma con él un ángulo
de grados que es lo que se llama, declinación.
Tampoco se confunde el plano de la aguja con el plano horizontal,
variando notablemente esa diferencia mientras más se separa del ecuador,
pues cerca del polo llega á estar enteramente vertical, designándose con
el nombre de inclinación semejante fenómeno.
8
^é^ 4*í í^^j^fTÍa, *iúi^n^^ se cercioraron Jel he«:h'>: así faí
*j:**t íífr t*? * -CííefO*! Ias Telas de los boques y se mandó estar
A la»4^>^ da la rfufiana del viernes 12 an cañonazo de
th Pinta nunwú6 <j«e se h^íiíaeni*onlrado tierra, la que
fij^ flü-íKOfíi^rta jfíir B^ídri'pro de Triana, segTÍn relaci«jn del
geri^ivéi ^> {»^f r Jfi%fi RfidnVuez Bermejo según autorizados
ÍM penii'in »in embargo se adjudicó áCoI«>n, por baber
ifikr el primero que vtó la luz indicadora de tierra tírrae i ),
mi efl que tuvo la gloría no sólo de idear el sublime
firoyfFClo y [ponerlo en prá<!lica, sino aun la de ver el pri-
mero la» nuevas tierras del Nuevo Mundo.
Mfiü tarde, y cuando el sol había iluminado ya aquellas
eoín'ircuH, desembarcaron tomando posesión de ellas en
nombre de Kemando /• T^ribeL Estaban en la isla de Gua-
nalianí, íí la que pusieron por nombre San Salvador en el
urcbípí'Urigo de hiñ Lu cavas (2).
'f| i^t\n%;t'< i|iMt l/i \iít íjur ohi*f*rvt*i f^ifon estaba en la isla de Watling,
puf*\\irí í!i* {\M\n ¡% In liy Ji» ^jiilvurlor híi_v (irrfj sámenle las mismas horas de
HÍ«tfifiiM i\M% Ihh quiT míídirtfím i^ntr*^ Ja fierre]>ción de la luz y el descu-
hflíMlfUilii <ti? iJíTiTíi, y pi^^quo fiíí híibrÍQ s^idu posible distinguir desde tan
h.\iin %\\v\ Ui^y^nt^m n\ Mix m tinbtera Imllado en la isla descubierta.
Ui/f \**n Htuírits líu^í nbnn ÍJt»rrn í on «Ijincd, jfasando casi por las orillas
ib idtal
' jj Al tvihnmr i|Uí.' Ui [wnm'Yiv itila dt*MMjbü*rta por Colón, fué la de San
^ii{\uu{Hf^ \\\i\ f)í' íi|ítí)'iiflu i*ij ta <ípínj(Vii del mismo descubridor y de Las
<^i^ii'4, iNinlirriifidrt por brn itiiN^nirio^ y earl'is de Juan de la (^osa, Diego
MiVí'Cíi y Á\%n\% |^ífi(■í^ di* Ler'iii y [mv nnn (feneral tradición corroborada en
nut'wiríjf. íliJM |Hir WíinIuíiííIoíi h'win^ <(ih' kizo un viaje al efecto, por el
ÍIrírón dh Itiiinboldt, niili*iu)nd taa Cínnjiclente en materias científicas y
(jrir id nllii'o riiiiui-iil*' don T<imiU Hodríguez Pinilla.
Iion Xnm\ ÍÍ* Miiíjip/. vv\>y\\ \\\\v. la ver^laditm Guanahani era la islaWal-
tJtití*^ A l'i ir'iíiiHi dti b> dfd ^ (iato », qtni ns la (jue hoy se llama San
Kalvíidor, íiniTí ióu admitjdrí (tor el cojiilAti llecher.
Iliiri Mni'tíii K, dii Savaretln fii^ dü itjñnión (¡ue era la del « Gran
Turro », A J*iw 'ii* firt'ilc latitud N\ ; Vítrnlvfi^en sostiene que la verdadera
riiiHiiídinrü i'« bi j^la a Marígufum » y Fox que es la designada hoy con el
ih'iulH*' dt* it Hnmrtüü I» íil S. {}. de aí.[UÉlbi*
HISTORIA DE MÉXICO 113
« Grande fué su alegría cuan4o vieron las extensas
florestas que embellecían sus playas, vista que les hizo re-
doblar sus esfuerzos para llegar á aquella orilla de la cual
tan corto espacio los separaba ya. Estaban los árboles de
la costa cargados de frutos de tentador matiz pero desco-
nocida especie. La pureza y suavidad de la atmósfera, la
diafanidad de las aguas que bañan aquellas islas, les daban
extraordinaria belleza y produjeron mucho efecto en el
ánimo de Colón, tan susceptible de este género de impre-
siones.
« No bien hubo desembarcado cuando se arrodilló reve-
rentemente, besó la tierra y dio gracias al Todopoderoso
con lágrimas de alegría. Imitaron los de la comitiva su
ejemplo con el corazón rebosando de gratitud y alegría.
Colón se levantó después, desnudó la espada y tremolando
el estandarte real, llamó al rededor suyo á los dos capi-
tones, á Rodrigo de Escovedo, escribano de la escuadra, á
Rodrigo Sánchez y los demás que habían desembarcado y
tomó posesión de la isla en nombre de los monarcas de
Castilla, dándole el nombre de San Salvador. Cumplidas
las ceremonias y formas necesarias, exigió délos presentes
le prestasen el juramento de obediencia como Almirante y
Virrey, representante de las personas de los soberanos. »
Los naturales andaban desnudos y con el cuerpo pintado
de colores, por lo que revelaban desde luego muy poca
cultura, pero eran hospitalarios y recibieron muy bien á
los descubridores, que permanecieron allí dos días.
El 15 descubrieron otra pequeña isla á que llamaron
Santa María y al día siguiente desembarcaron en otra
mucho más grande y rica, á la que pusieron por nombre
Fernandina y que hoy se llama de Santo Domingo.
Prosiguiendo el Almirante sus exploraciones con el
mayor entusiasmo, encontró el 19 una nueva isla á la que
dio el nombre de Isabela, en la que por los vientos con-
trarios tuvo que esperar hasta el 24, llegando el día 28 á
116 PEBÉZ VBRDÍA
la mayor de las AaUUas. Maravillado quedó con la vista
de Cuba, cuya costa exploró por varios días descubriendo
siempre nuevos y hermosísimos cuadros de una natura-
leza tropical, y bailándola tan grande pensó que sería la
tierra lirme de la costa Oriental de Asia. Mientras se
ocupaba en tales exploraciones, Pinzón guiado por la
codicia y la envidia quiso partir á hacer nuevos descubri-
mientos por su propia cuenta y volverse después á España
para atribuirse la gloria, suponiendo que había muerto
Colón, Je suerte que desertó el 21 de noviembre con su
nave que era la mas velera, sin que sus compañeros vol-
viesen á tener nolicia suya.
El 3 de diciembre encontró el ilustre genovés otra nueva
isla á la que arribó el 6 en un buen puerto bautizado con
el nombre de San Nicolás y después de una ligera explo-
ración fué llamada « La Española » porque encontró alguna
semejanza con las mas bellas provincias de Andalucía. El
22 recibió una embajada del cacique Guanacari con algu-
nos presen les j por lo que partió á verlo encontrándolo en
una población, la mejor que liasta allí habían visto y que
revelaba en sus habitantes mayor cultura que en los de
las otras partes del archipiélago. Guanacari se mostró
adicto á sus huéspedes, manifestando sentimientos delica-
dos y generosos y los invitó á que se estableciesen en sus
tierras, por lo que se aceptó la idea y se fundó allí una
colonia. El 24 de diciembre por la noche y mientras nave-
gaba Colón para el puerto de la Concepción, por un des-
cuido del piloto, naufragó la carabela Santa Marta , de
suerte que no quedándole meís que La Niña, construyó
en la itueva colonia un fuerte que llamó de Navidad.
Una vez concluídoj resolvió dejar en él una parte de la tri-
pulación y volverse U España con el resto, pues corría el
riesgo de que por cualquier evento se perdiera la única
nave de que disponía, quedándose entonces aislado y sin
esperanza de socorro ; designó á Diego de Arana por jefe.
""^rr
HISTORIA DE MÉXICO 1Í7
y dejando á sus órdenes á treinta hombres de los más
idóneos, recomendóselos á Guanacari y despidiéndose
cariñosamente, se hizo á la vela para España el día 4 de
enero de 1493.
Apenas empezado el viaje se encontró á los dos días con
Martín Alonso Pinzón que le dio una satisfacción por su
conducta y se incorporó de nuevo, y aunque ya con sus
dos naves y tripulantes, deseaba seguir sus exploraciones
por aquellos mares tan sembrados de desconocidas y ricas
tierras, no tuvo la suficiente confianza en que siguiera
siendo fiel Pinzón y siguió por eso su comenzado viaje.
No tuvo la misma suerte en esta travesía que en la pri-
mera, porque recias tormentas y contrarios vientos pusie-
ron en gran peligro las dos frágiles naves : dos veces
estuvieron á punto de zozobrar y creyendo seguro su
naufragio, el Almirante hizo poner la narración de sus
descubrimientos dentro de un pan de cera que en un tonel
arrojó aí mar con la esperanza de que algún día llegara á
encontrarse y no fuera estéril su sacrificio ; vana precau-
ción que no hubiera salvado del olvido aquella empresa,
pues hasta hoy jamás ha llegado á saberse el paradero de
tan curiosa reliquia histórica. Pinzón volvió á desertar y
por fin el 15 de febrero llegaron á la isla de Santa María en
el grupo* de las Azores.
Fué bien recibido de parte del Gobernador Juan de Cas-
tanheda, por lo que al siguiente día acordaron cumplir un
voto que de visitar procesionalmente y descalzos la pri-
mera iglesia de la Virgen que encontrasen,, habían hecho
cuando corrían el peligro de ser sepultados por las enfure-
cidas olas. Desembarcó pues, la mitad de la tripulación
con el expresado objeto, quedándose el resto en la nave á
fin de no dejarla abandonada ; pero apenas habían empezado
sus rezos en la iglesia, cuando el desleal Gobernador la
rodeó con gente armada y los hizo á todos prisioneros;
mas la actitud que con su nave tomó Colón y el haber mos-
118 PÉREZ VERDÍA
trado sus títulos y reales provisiones, hicieron que al día
siguiente los diera libres el portugués.
El 24 se dio á la vela y el 4 de marzo arribó al Tajo, des-
pués de sufrir nueva y espantosa tormenta, desembarcando
en el puerto de Lisboa á los tres días. Pasó de allí á Val-
paraiso donde estaba la Corte y fué recibido amablemente
por el rey D. Juan II, emprendiendo pocos días después
por el puerto de Palos al cual llegó el viernes 14 de mayo,
su camino para Barcelona donde se encontraban los Reyes
Católicos.
« Á mediados de abril llegó Colón á Barcelona donde
se habían hecho todos los preparativos oportunos para re-
cibirle con solemne pompa y magnificencia. La hermosura
y serenidad del tiempo en aquella apacible estación y favo-
recido clima, contribuyeron á dar esplendor á esta memo-
rable ceremonia. Al aproximarse á la muralla, salieron á
recibirle y felicitarle muchos jóvenes nobles de la corte y
caballeros de alta alcurnia, seguidos de un vasto concurso
de gentes del pueblo. Su entrada en aquella ilustre ciudad
se ha comparado á los triunfos de los conquistadores ro-
manos. Primero veníanlos indios pintados según la usanza
selvática y ataviados con sus adornos de oro. Después se-
guían varias especies de loros vivos y otras aves y ani-
males desconocidos y plantas raras que se suponían de
preciosas cualidades : habiéndose cuidado de hacer tam-
bién ostentoso alarde de diademas indias, brazaletes y
otros adornos de oro, que diesen idea de la opulencia de
las recién descubiertas regiones. El último seguía Colón á
caballo, rodeado de una brillante comitiva de nobleza espa-
ñola. Las calles estaban casi intransitables de gente ; las
ventanas y balcones coronados de damas y hasta los teja-
dos llenos de espectadc*res. Parecía que no se saciaba la
vista pública de contemplar aquellos trofeos de un mundo
desconocido^ ni al hombre extraordinario que lo había des-
cubierto* RevSplandecía cierta sublimidad en aquel suceso
•laS;.^
HISTORIA i)E MÉXICO 119
<jue prestaba senlimiento^ solemnes al gozo público. Mirá-
base como una vasta y señalada merced de la Providencia,
para premio de la piedad de los monarcas; y el aspecto
majestuoso y venerable del descubridor, tan diferente de
aquella juvenil bizarría que se espera en los que acaban
audaces empresas, armonizaba con la dignidad y alteza de
tan grande hazaña. »
Tan luego como se aproximó se levantaron de sus asien-
tos los Reyes Católicos y no permitiéndole que les besara
la mano, lo sentaron á su lado y escucharon conmovidos
la narración que les hiciera de las nuevas tierras, con-
cluyendo por caer de rodillas enternecidos y dar gracias á
Dios con lágrimas en los ojos, entre las entonaciones del
Te Deum laudamus.
El brillante éxito del primer viaje del descubridor, las
esperanzas que manifestaba de encontrar aún tierras más
ricas, la soberbia acogida que acababa de dársele y el de-
seo de lucro tan comün en todos los hombres, hicieron
que se extendiera el mayor entusiasmo y gusto por los
viajes al Nuevo Mundo, rivalizando en tal empeño distintas
<le las naciones europeas.
Por tal motivo, á la vez que se preparaba una nueva y
mejor expedición, se pedía al Sumo Pontífice el dominio
de las naciones infieles que descubriesen, como en efecto
lo concedió Alejandro VI por bula de 2 de mayo de 1493,
y como ya antes se habían concedido idénticos derechos al
Portugal, á fin de evitar conflictos se fijó un límite á los
descubrimientos de ambas naciones. Se supuso una línea
ó meridiano distante hacia el Occidente cien leguas de las
Azores, que debiera separar las dos naciones, de suerte
■que todas las tierras que se descubriesen al Occidente,
pertenecerían á los reyes de España y todas las que se en-
contrasen al Oriente serían de los de Portugal ; pero des-
pués de graves cuestiones vino á convenirse por los dos
gobiernos en cambiar la línea Alejandrina, fijando el límite
120 PÉREZ VERDÍA
en el meridiano 4ue se trazara á trescientas sesenta leguas
al Occidente de las islas del Cabo Verde.
El 25 de septiembre salió de Cádiz el inmortal marino
para volver al Nuevo Mundo con tres buques de á cien tone-
ladas y catorce carabelas, con mil quinientas personas.
En esta vez descubrió las islas de la Dominica, Mariga-
lante, Guadalupe, Monserrate, Santa María de la Redonda,
Santa María de la Antigua, San Martín, Santa Cruz, Santa
Úrsula con las once mil vírgenes, San Juan Bautista llamada
después Puerto-Rico, y la de Santiago que más tarde se
llamó Jamaica.
Cuando llegó á la colonia de Navidad la encontró entera-
mente destruida y despoblada, pues á consecuencia de los
excesos cometidos por los españoles, los naturales se habían
rebelado y los hicieron perecer. El bondadoso Guanacari,
que siempre les fué liel, recibió más tarde un indigno pago,
•pues lo obligaron á entregar fuertes tributos y tanto por
esto, como por estar mal querido de los isleños por su
amistad con los conquistadores, se remontó á desiertas
montañas donde murió en la obscuridad.
Hizo en seguida un viaje de exploración por las costas de
Cuba, y como creyera encontrarse en tierra firme pertene-
ciente á las Indias Orientales dio el nombre de indios á
aquellos pobladores,
Después de haber sometido por las armas á algunos
isleños que se habían rebelado, constituyéndose conquista-
dor, y deseoso de mostrar ú España toda la riqueza de
aquellas romLircas, les ¡m|mso un pesado tributo á todos
lüs ]iíibiLanLcs que .íparenteinente representaran más de
catorre años de edad. El tributo consistía en cierta canti-
dad de polvo de m*ú que tenían que entregarle todos, y en
cambio del cual les díilni por recibo una ligera medalla de
cobre que tenían obligación de colgarse del cuello, de
suerte que el que no traía aquella constancia de pago, era
castigado severamente*
HISTORIA DE MÉXIC ) 121
Ocupado estaba en tales tareas, y en buscar algunas
minas de que se le dio noticia, cuando llegó á la Isabela
en octubre de 1493 Juan Aguado con comisión de los
Reyes de examinar su conducta así como las riquezas de
las Indias, pues ya se habían levantado mil quejas en su
contra.
Dejando en la colonia á su hermano D. Bartolomé, con
el título de Adelantado, el genovés se embarcó en com-
pañía de Aguado en marzo de 1496, llegando al puerto
gaditano en 11 de junio.
Se presentó á los Reyes en la riudad de Burgos, siendo
recibido con la misma benevolencia que la vez primera,
aunque ya en el publico había disminuido mucho su popu-
laridad, y les propuso se enviara una nueva expedición.
Aprobado tal pensamiento, no se le pudieron minis-
trar los fondos necesarios por la absoluta penuria del
erario, por lo que no pudo emprender su tercer viaje sino
hasta el 30 de mayo de 1498 en que salió con seis buques
del puerto de San Lúcar de Barrameda y dirigiéndose un
poco al Sur de sus anteriores derroteros, descubrió la isla
de Trinidad el 3i de julio. Kxploró en seguida el golfo de
Paria descubriendo la tierra firme el miércoles 1 .^ de agosto,
aunque por haber creído que era isla, püsole por nombre
« isla Santa » y juzgando que la punta de Paria también lo
era, llamóle « isla de Gracia » después de lo cual volvió á
la Española llegando el día 30 de agosto.
Supo entonces todas las penalidades y fatigas sufridas
durante su ausencia por D. Bartolomé, pues habiendo cas-
tigado con la hoguera á unos indios que habían hecho peda-
zos las imágenes de una capilla de la Vega, se indignaron
todos los naturales que á las órdenes del belicoso cacique
Guarionex se rebelaron, y aunque muy á tiempo sofocó
el Adelantado aquella rebelión, sin embargo el espíritu de
insubordinación entre los aventureros y el amor á la inde-
pendencia en los naturales empezaban á hacerse sentir.
122 PÉREZ VERDÍA
El Alcalde mayor Francisco Roldan se aprovechó de
aquellas circunstancias y seguido de varios españoles am-
biciosos y de los indios engañados, se levantó en armas
desconociendo k autoridad del Adelantado ; mas aunque
Ja llegada de España de Pedro Hernández Coronel en 3 de
febrero de i 498 salvó de la ruina la colonia, todavía du-
raba la sedícíun y el trastorno consiguiente cuando arribó
el Almiranle. 8o ocupó en consecuencia en someterlos, á
cuyo efecto entró en capitulaciones con Roldan y demás
conjurados, acubanflo por remitirlos á España con buenas
ganancias.
En la Corte se había formado un poderoso partido contra
Colón, lanLo por la envidia que su genio y fortuna desper-
taba en los corazones depravados, como por los sucesos
ocurridos, do suerte que se le acusaba de defraudar las
renltifei piiblicas í-u puesto que hasta allí no correspondían
los productos de las nuevas colonias á los gastos en ellas
erogados, así como también de poco experto en el go-
bierno, de tirano é inicuo.
Alguna parte tuvo en sus desgracias el ilustre marino,
pues cuando sometía á la esclavitud á aquellos isleños
Hcnfitumhrados á la libertad y con el santo derecho que á
ella íia conceilido la naturaleza valiéndose para conse-
guirlo aun de bravísimos perros de presa; cuando los re-
partía en encomiondas, expropiándolos de sus tierras para
darlas ú sus soldados, á la vez que faltaba al sentimiento
del ilerecho, fomenUd)a el disgusto entre los españoles.
Fuente inagotable de odio y de resentimientos es la codicia
y la enviília, y con aquellos inicuos repartimientos se
disgustaban los nn^smos favorecidos siempre que no les
tocaba la mejor parte, como era imposible que sucediese.
Eí espíritu frío ¿ ingrato del rey Fernando estaba siempre
mejor dispuesto á acoger las quejas contra Colón, pero el
generoso de la noble Isabel necesitó rendirse á la eviden-
cia. Protectora decidida de los desgraciados indios, había
HISTORU DE México 123
(lado repetidas órdenes para que se les convirtiese á la fe
cristiana sin maltratarlos ni esclavizarlos, así es que cuando
ella misma vio los esclavos que traían con consentimiento
del Virrey, Roldan y los que venían de Indias, no pudo
contener su disgusto. « ¿Quién dio liceacia á Colón y qué
derecho tiene para repartir y regalar mis vasallos? » dijo,
y dudando de si en lo demás obraría tan mal é inobedien-
temente como en esto, dispuso se nombrara un juez de
residencia.
Recayó la elección en Francisco de Bobadilla, Comen-
dador de la Orden de Calatrava á quien se facultó para que
averiguase las causas de la pasada rebelión, el estado de
las colonias y todo lo que pudiera saberse, pudiendo re-
mitir á España á toda clase de personas que juzgase con-
veniente. No se limitó á esto sólo el celo de la reina, sino que,
impresionada por las desgracias de cosa de trescientos
indios de distintos sexos y edades que habían llevado á la
metrópoli, mandó que so pena de muerte les volviesen á
todos su libertad inmediatamente. ¡ Como si no bastara á
aquella noble mujer la gloria del descubrimiento, se hacía
acreedora á las bendiciones de los habitantes del Nuevo
Mundo por la filantrópica y ardiente protección que les
concediera !
Bobadilla llegó al puerto de Santo Domingo el día 23 de
agosto de 1500, pero si el hecho de enviarlo constituía una
desconfianza hacia Colón por parte de los Reyes, la manera
con que ejecutó su mandato importó una verdadera ofensa,
pues invirtiendo las reales instrucciones, antes de investi-
gar cuál había sido la conducta del Almirante, se apoderó
del gobierno. Y como si esto no fuera bastante, llegó á
aprehenderlo y ponerle grillos y cadenas, remitiéndolo á
España en principios de octubre (1).
(1) Refiere el ilustre Obispo de Cliiapas (¡ue al llegar A. Villejo con su
escolta para conducir preso al buque al inmortal Colón, lo bailó abatido
124 PÉREZ VERDÍA
En la travesía, Alonso Villejo encargado de su custodia
y Andrés Martín, dueño de la carabela, quisieron quitarle
las ominosas cadenas, pero él se opuso diciéndoles :
« ¡ No ! sus Majestades me mandaron por escrito que me
sometiese á lo que Bobadilla ordenase en su nombre ; por
su autoridad me ha puesto estas cadenas, yo las llevaré
hasta que ellos me las manden quitar y las conservaré
después como reliquias y memoria del premio de mis ser-
vicios. ))
Por fortuna tan luego como llegó á Cádiz y supo la
reina la conducta de Bobadilla, escribió á su protegido
una carta afectuosa, ordenó se le pusiese al punto en com-
pleta libertad y se le diesen adelantados para sus gastos
ocho mil quinientos pesos.
Una vez vindicado de las injustas acusaciones de enemi-
gos desleales, y reunidos los fondos necesarios, volvió
Colón á Indias, emprendiendo su cuarto y último viaje el
día 9 de mayo de 1502, con cuatro carabelas tripuladas
por ciento cincuenta hombres.
En esta vez descubrió algunas de las islas Caribes,
exploró las costas de Honduras y Mosquitos y descubrió
también á Puerto Bello ; pero después de luchar con todo
género de elementos adversos : con las rebeliones de es-
pañoles é indígenas, con la falta absoluta de provisiones,
con furiosas tormentas y negras ingratitudes, muy enfermo
de gota, volvió á su adoptiva patria llegando en 7 de no-
viembre de 1504.
Detúvose en Sevilla por sus enfermedades y cuando se
preparaba á presentar á los monarcas sus memoriales para
y con el temor de que lo sacrificasen sin oírlo; así es que al verlo
creyendo que lo iba á conducir al patíbulo: — « j Villejo!... le dijo tris-
temente : ¿adonde me lleváis? — Al buque, señor excelentísimo, á em-
barcarse. — ;Á embarcarse!... repitió con vehemencia Colón. Villejo,
¿me decís la verdad? — Por la vida de V. E., replicó el oficial, que es
cierto. » Palabras que reanimaron su espíritu.
"W-'IJ
HISTORIA DE MÉXICO 125
que le volviesen 8U8 honores estipulados por el tratado de
Santa Fe, recibió la infausta nueva de la muerte de su
protectora la magnánima Reina Isabel, acaecida en Medina
del Campo el día 26 de noviembre de 1S04.
Esta princesa, hija del Rey D. Juan II de Gastilla y de
doña Isabel de Portugal, había nacido en Madrigal á 22 de
abril de 1451, y cuando murió su padre, tres años des-
pués, dejóle señalada por patrimonio la villa de Cuellar
con su territorio y una gran suma de dinero.
La corona de Castilla pasó entonces á don Enrique íV,
medio hermano de la infanta doña Isabel, pues era hijo del
primer matrimonio de D. Juan con doña María de Aragón.
La mala conducta de este monarca, su incapacidad para
gobernar y la privanza que había concedido en los nego-
cios públicos á D. Beltrán de la Cueva, fueron otras
tantas causas del descrédito en que cayó á los ojos del
pueblo castellano, constrastando con tan graves defectos
el carácter virtuoso y distinguido de la infanta, por lo que
mientras el rey era aborrecido, á ella más se le amaba.
Sin embargo nada era más difícil que prever su exalta-
ción al trono, pues don Enrique lY había tenido de su
matrimonio con doña Juana de Portugal, una hija, doña
Juana, llamada por las leyes de sucesión como princesa
de Asturias á ocupar el trono de Castilla, pero el pueblo
irritado por el mal gobierno del monarca ó indiscreto á la
vez, nególe á aquella joven la legitimidad de nacimiento
que su padre le reconocía y llamándola la Beltraneja por
suponerla hija del favorito don Beltrán, le negó el derecho
que la constitución le reconocía.
Aun aaí, debería recaer la corona en el príncipe D. Al-
fonso que sirvió de centro á la bandera de los descon-
tentos; pero habiendo muerto en 1468, envenenado se
dice, con una trucha que le prepararon los de la facción
de D. Enrique IV, todos sus partidarios se íijaron en la
princesa Isabel.
126 PÉREZ VERDÍA
En los Toros de Guisando reconoció el abyecto En-
rique IV los derechos hereditarios de su hermana doíía
Isabel con mengua de los de su propia hija y de su misma
honra, y aunque al morir pretendió cambiar aquel acuerdo^
el pueblo no consinlió en ello jurando á la ilustre reina
en el año de 1474,
Cinco años antes había casado con el príncipe D. Fer-
nando de Aragim á quien prefirió á sus numerosos preten-
dienLesj pues el Uey D. Alfonso de Portugal, el príncipe
B. Carlos de Viana, D. Pedro Girón, gran maestre de
Calatrava y los hermanos de- los reyes de Francia y de
Inglaterra le habían disputado su corazón.
Don Fernando por una serie semejante de inopinados
sucesos vino más tarde á ceñirse la corona de Aragón^
reuniendo así esle real matrimonio los más poderosos-
cetros de España y como aumentaran su poder con lo»
reinos de Granada y de Navarra, lo mismo que con la con-
centración de las Ordenes militares, formaron la verdadera
unidad española (1),
La Reina Isabi'h piadosa, activa, hábil y previsora en
las cuestiones de gobierno, generosa en sus resoluciones
y clementísima con sus nuevos vasallos los indígenas, tuvo.
mil sufrimientos con la muerte de sus hijos y la desven-
tura de doña Juana, la loca, por lo que agobiada, pero
siempre sufrida, murió como se ha dicho, no sin encargar
en su testamento que se cuidase de que los habitantes de
las islas y tierra firme descubiertas y por descubrir, no
sufrieran ningún agravio en sus personas y sus bienes.
Si algún yerro cometió, fué el de establecer en España
la Inquisición ; pero aun esta falta la atenuó con haber
(1) La reina íie CfisHlla doña Urraca casó en el año de 1109 con el rey
de Ara^ínn doa AlTonso I. jiudiendo haberse unido desde entonces las dos
10 onarq lijas y apresurar la unificación del gobierno español; pero las
d tí sa ven encía!* cúnyugaie;? impidieron tan benéfico resultado. La Provi-
dencia declinaba esla gloria á los Reyes Católicos.
HISTORIA DE MÉXICO 127
exceptuado del odioso tribunal á los naturales de Indias.
« ¡ Admirable mujer, exclama con razón un ilustre es-
critor, que al tiempo de rendir su espíritu se acuerda de
las habitantes de otro hemisferio y no se despide de la
tierra sin dejar consignado que es una obligación de huma-
nidad y de justicia, tratar benignamente á los infelices
indios ! ¡ Cuan mal se habían de cumplir con aquellas razas
desventuradas las benéficas intenciones y mandatos de la
piadosa Isabel (1) ! »
Con la muerte de la magnánima Reina Católica perdió
Colón las esperanzas de obtener la reparación que por
justicia le era debida, pues la llegada de D. Carlos y su
madre la Reina Doña Juana, sus viajes, la frialdad del Rey
D. Femando, así como sus guerras y proyectos ambicio-
sos, impidieron que se le hiciera justicia, no obstante las
promesas que se le habían hecho.
Así es que trabajado su organismo por tantas fatigas,
viajes y vigilias y abatido su espíritu por los desdenes é
ingratitudes cortesanos, entregó su alma á Dios en Valla-
(1^. « Cuando nos fueron concedidas por la Santa Sede apostólica las
islas y tierra firme del mar Océano descubiertas y por descubrir, dice
una cláusula de su testamento, nuestra principal intención fué, al tiempo
que lo suplicamos al Papa Alejandro VI, de buena memoria, íjue nos
hizo la dicha concesión, de procurar inducir y traer los pueblos de ellas
y los convertir á nuestra santa fe católica, y enviar á las dichas islas y
tierra firme prelados y religiosos clérigos y otras personas doctas y te-
merosas de Dios, para instruir los vecinos y moradores de ellas en la fe
católica, y los doctrinar y enseilar buenas costumbres, y poner en ellos
la diligencia debida, según más largamente en las letras de la dicha con-
cesión se contiene. Suplico al Rey mi señor muy afectuosamente, y en-
cargo y mando á la Princesa mi hija, y al Príncipe su marido, que así
lo hagan y cumplan, y que éste sea su principal fin, y en ello pongan
mucha diligencia, y no consientan ni den lugar á (¡ue los indios vecinos
y moradores de las dichas islas y tierra firme, ganadas y por ganar, re-
ciban agravio alguno en sus personas y bienes ; más : manden que sean
bien justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien
y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras
apostólicas de la dicha concesión no es inyungido y mandado. »
128 PÉRKZ VERDEA.
Jolid el nnércüles, víspera de la Ascensión, 20 de mayo
de iñ06.
V Cristóbal Colón, dice su hijo don Fernando, era alto y
bien formado, frente ancha y nariz agu¡leil:i, ojos pequeños
y garzos, tez blanrja, cabello rubio, aunque la vida de mo-
Timiento y de exposteíón continua a la intemperie habían
atezado su rostro y encanecido sus cabellos antes de los
treinta años ; dígnitlad y majestad en su presencia, alluen-
cia en decir^ afabilidad y mesura en sus modales, aunque
á veces solía excitarle la vívela de su imagina^ ¡fin, y la fe
en sus altos designios y proyectos ; nada alicionado á
diversiones y pasaticfnpos, porque tenían siempre embar-
gado su espíritu los graves negocios á que consagró lo Ja
su vida. i>
El descubrimiento de Ami'rica es uno de los aconteci-
mientos más notables y fecundos de la historia toda del
mundo, y así como las Cruzadas al poner en contacto á la
Europa con el Oriente, fueron fuente do progreso y mejo-
ramiento, la grande obra de Colón ha sido de resultados
prodigiosos. Para el Antiguo Continente sirvió de cauce
al espíritu romancesco y aventurero de la ópoea, separán-
dolo de las guerras y revoluciones y abrit'mlole nuevo
campo donde pudiese ser lUil; mostró amplísimos hori-
zontes para el comercio, proporcionó elementos riquísi-
mos á industrias desconocidas ; ensanchó el dominio de las
ciencias y de las artes, dio vuelo ú las bellas artes, ora
mostrando una naturaleza prodigiosa, ora haciendo cono-
cer nuevas costumbres, hazañas portentosas, hechos
heroicos.
Para el Nuevo Mundo vino á traerle una civilización mu-
cho más adelantada, una moral más pura^ una religiiín
incomparablemente más espiritualista y más digna ; la
obra de Colón fué eminentemente civilizadora.
Cruel se le mostró i Colón la fortuna aun después de
muertOj pues al Continente descubierto por él se le dio el
SfPP
HISTORIA DE MÉXICO 129
nombre de otro navegante, llamíindole América en honor
de Américo Vespucio, nacido en Florencia en 1451 de una
distinguida y antigua familia, y que radicado en España,
aunque dedicado al comercio, estimulado por el éxito de
los viajes del ilustre genovés, hizo cinco al Nuevo Conti-
nente, tres bajo los auspicios del Gobierno de España y
dos bajo los del rey de Portugal.
Se supone que Vespucio habiendo hecho un viaje en 1499
con dirección á las Indias, exploró las costas de Paria y
Tierra Firme, por lo cual así como por haber hecho las pri-
meras cartas geográficas del Nuevo Mundo en las que le
dio su propio nombre, la generalidad de las personas lo
adoptaron y llamaron América á la región del globo que
tantos afanes y desvelos costó á su preterido y verdadero
descubridor.
Sin embargo es grato tener que inscribir una injusticia
menos en el martirologio de los grandes iniciadores, ha-
ciendo constar que el navegante florentino no tuvo la más
leve intervención en el despojo hecho á Colón y que no fué
por tanto un usurpador como vulgarmente se cree.
Circunstancias de aislamiento entre las naciones cultas
y de reserva con que el mismo Colón rodeó sus viajes hi-
cieron que se ignorasen sus hazañas fuera de España.
En 1505 en la villa de Saint-Dié en la Lorena, Marti-
ñus Ilylacomylus publicó su Cosmographi^e introductio
en cuya obra enumerando los países que encierran Europa,
Asia y África, recuerda que Europa y Asia son dos nom-
bres de reinas y añade : « Ahora bien, estas tres partes
han sido exploradas á lo lejos, y otra, la cuarta porción,
ha sido descubierta por Américo Vespucio. No veo con qué
derecho podría alguien oponerse á que de Américo, el
autor del descubrimiento, hombre de un genio sagaz, se
le llamase América, supuesto que del mismo modo Europa
y Asia han sido deudoras de sus nombres á mujeres. »
Ese nombre hizo fortuna y se generalizó, si bien hasta 1 520
9
130 PÉREZ VEBüÍA
un el Mapamundi de Apier se registró por vez primera el
nombre florentino, en lo que no pudo haber influido Ves-
pucio, porque babía ya muerlo en Sevilla desde febrero
de 15i2.
Por otra parle, lo mismo que este navegante, Olón
ignoní siempre que había viBÍlado un continente descono-
cidíi, creyendo hdíer hecho sus viíijes á Asia, y por tanto
no podía ambicionar legar su noml^re á una tierra que en
su concepto ya lo lenía perfectamente conocido.
Después do Bolmdilla fué Nicolás de Ovando de Gober-
nador á Santo Domingo, quien tratando con mucha habi-
lidad y política á los españoles y cnlonos, ala vez que con
sumo rifíor y tiranía alus naturales, hizo prosperar mucho
la colonia y producir grandes rendimientos, si bien es
cierto que en cambio se destruyó rápidamente la población
indígena.
De aquí provino el deseo de colonizar, y al efecto Alonso
de Ojeda y Diego de Nicuesa pretendieron fundar estable-
cimientos en el Continente, cnnio en efecto lo hicieron
con la real autorizacifiUj funda ndu dos gobiernos, uno que
so extendía desdo el cabo de la Vola hasta el golfo de Da-
riénj y el olro desde este golfo hasta el cabo de Gracias á
Dios.
El espíritu de viajes iba modiíicándose con las circuns-
tancias : ya no se trataba solamente de hacer descubri-
mientoSf sino que se quería apodei'arse por conquista de las
tierras descubiertas y fundar estal decimientos coloniales.,
que a la vez que produjeran buenas rentas al soberano,
dejaran en las manos de los subditos pingües riquezas. Re-
sulto pues que no solólos monarcas de las naciones euro-
peas emprendieran grandes expciliciones por su cuenta,
sino también muchos ricos y aventureros á quienes el oro,
las perlas y los esclavos de la América presentaban un
halagíieño porvenir.
Por todas partes del antes desierto Océano se vieron
HISTORIA DE MÉXICO 131
surcar diferentes naves de distintas naciones, saliendo sólo
de Portugal en los 18 años que siguieron al descubri-
miento de Vasco de Gama 290 naves, y de España, 14 ex-
pediciones de 1496 á 1509 y se cometieron las más escan-
dalosas expoliaciones y los más crueles engaños.
El rey de Inglaterra Enrique VII celebró un tratado con
Juan Cabot mercader veneciano y sus tres hijos Luis, Se-
bastián y Sancius para hacer descubrimientos y en tal
virtud se descubrió el 24 de junio de 1497 la península
del Labrador y la isla de San Juan ; el monarca francés se
valía de Juan Verrazani ciudadano florentino para descu-
brir la costa de Carolina del Norte ; Gaspar Cortereal en-
viado por el gobierno portugués pirateaba que no descu-
bría, en las costas norle americanas y Pedro ÁlvarezCabral
casualmente impelido por los vientos pisaba las tierras del
Brasil; Juan Ponce de León buscando la fuente maravi-
llosa, cuyas aguas rejuvenecían, descubrió la península
que separa el Océano Atlántico del Golfo Mexicano, en 27
de marzo de 1312, domingo áepuasca florida y le dio este
último nombre tanto por esta circunstancia, como por la
hermosa primavera que allí reinaba; Vasco. Núñez de
Balboa descubrió en fin, el 2ti de septiembre de 1513, el
Océano Pacífico, abriendo nuevo campo á los viajes y ex-
ploraciones.
CAPÍTULO III
Diego Velázquez Gobernador de Cuba. — Primeros años de Hernán Cor-
les. — DescubrimientDS de las costas mexicanas por Hernández de
C('>rdoba y Juan de Grijalva. — Preparativos para la conquista. — Dis-
gusto de Veláz((uez y l'ortés. — Gozumel, Yucatán y Tabanco. — Jení-
nimo de Aguilar y doña Marina. — Fundación de Verarruz.
Entre las muchas personas que vinieron á América con
el descubridor, se distinguió más tarde D. Diego Veláz-
IIS^ PÉVíEZ VEBUÍA
que», antigua criado de D. Dieg^u Colón, quien se esta-
bleiíiij eii la isla Kspafn>lii donde fue elevado, lanto por el
referido D, Die-íu^ como por et Comendador D. Nicolás
de Ovandií, así es que cuando se hizo la conquista de Cuba
en íüM, ya fui nnmhrado su rapitán.
Entre lúa que fueron *^on el se contaba D. Hernando
Cortés, que en calidad de secretario le acompañaba. Nació
en la ciudad de Medcllín de Li provincia de Extremadura
(fundada por Cecilu) McLeltj durante la presuntuosa guerra
que hizo á Serlorio) en el año de 1485, siendo sus padres
D, Martín Cortés y Monroy y dona Catalina Pizarro Alta-
rnirano, quienes lo dedicaron a la carrera de las letras po-
niéndolo en la Universidad de Salamanca. Dos .años per-
maneció en el estudio, pues en ITiÜl al>andonó la carrera,
porque por su ^enio inquieto |>refería ia vida deaventuras
y lehalagalia entonces la idea de pasar á Italia con el ejér-
cito del Gran Capitán^ ó de ir ¿i America con su amigo D.
Nicolás de Ovando, nombrado a la sazón Gobernador; pero
fracasó por entonces su propói5Íto porque por escalar una
pared en su vida aventurera, se cayó y lo tomó entre los
escombros dejándole golpeado y maltrecho, y corriendo
el [leligro de morir, pues wi vecino que tal vio, se arrojó
sotare él espada en mano, y habi'iaíf) matado á no ser por
una mujer que tiportunamente lo detuvo.
Restablecido de los golpes y resuelto ya á partir á las
Indias, se embarcó en San Lúcar de Barrameda en la nave
de Alonso Quintero en el año de 15Ü4, con dirección á la
isla Española ó de Sanio üoiningy, donde se asentó como
vecino y vivió basta el ano de loH dedicado ala ganadería
y cultivo de las tierras que le fueron dadas en encomienda,
por los servicios que prestó en la guerra que se hizo con
motivo del alzamiento de las provincias de Baoruco, Hi-
guey y Ami^uayagua.
Pretendí i'» Cortés ir á Veragua á colonizar con Ojeda y
Nicuesa ; perú no logró su intento por haberse enfermado
HISTORIA De MKXICO 133
de un tumor, así es cjue después se alistó en la expedición
de Diego Velázquez, destinada á la conquista de Cuba.
Distinguióse en esta campaña, por lo cual una vez termi-
nada, íij('> su residencia en Santiago de Baracoa, donde con
las tierras que se le repartieron, los indios que se le enco-
mendaron, los ganados que tenía y su buena administra-
ción, vio pronto aumentar considerablemente su ha-
cienda.
Tuvo allí ocasión de disgustos con su amigo el Gober-
nador, porquecortejando auna joven doña Catalina Xuárez
Marcaida, á quien había dado palabra de casamiento, y elu-
diendo el cumplírsela, Velázquez que tenía amores con la
hermana de ella, le exigía el cumplimiento y porque ya
rotas sus buenas relaciones. Cortés, cuando vinieron á la
Española los jueces de apelación, se prestó á patrocinará
los descontentos estando dispuesto aún á partir personal-
mente á presentar las quejas.
Por tal razón fué puesto preso bajo la guardia del alcaide
Cristóbal de Lagos; pero logró fugarse quebrantando la
cerradura, y pasando á su pueblo casó con doña Catalina,
reconciliándose poco más tarde con el Gobernadora quien
convidó por padrino de su primer hijo.
Velázquez, que era hombre ambicioso, preparó en 1517
una expedición para que hiciera algunos reconocimientos
marítimf)S y la puso á las órdenes de Francisco Hernández
de Córdoba. Compúsose de tres naves dirigidas por Antón
de Alaminos, Juan Alvarez y Camacho de Triana, con ciento
diez hombres, entre los que se hallaba el valiente soldado
y verídico historiador Bernal Díaz del Castillo, la cual salió
del pueblo de Ajaruco, el día 8 de febrero.
Después de una navegación de veintiún días, encontra-
ron una isla á la que llamaron de Mujeres^ por varios
ídolos de diosas que allí vieron, y el 4 de marzo desembar-
caron en el Cabo Catoche, movidos á ello por las instan-
cias de los naturales ; pero pronto se reembarcaron porque
13$ PÉREZ VERDÍA
fueron asaltados y batidos en una emboscada que les tenían
preparada. Recorrieron parte de la costa de Yucatán arri-
bando li Ciimpeche y siguiendo por la costa desembar-
caron íi proveerse de agua cerca del pueblo de Potón
Chan ; pero allí fueron atacados con singular bizarría por
un cacií|ue llamado Mochcovoh, y tuvieron que retirarse
mal parados» llamándole Bahía de la mala pelea á aqu el
inhospitalario punto» en el cual recibió el capitán 33 heri-
das» dirigiéndose á Cuba adonde llegaron después de sufrir
considerables pt^rdidas y graves padecimientos.
Sirvió este primer viaje hecho á las riberas mexicanas
para avivar vi deseo de Velázquez, por lo que pronto orga-
nizo una segunda y mejor provista flota compuesta de
cuatro naves i'on doscientos tripulantes, á las órdenes d el
capitán Juan de Grijalva. con instrucciones de rescatar el
oro y plata que encontrasen y de explorar el territorio des-
cubierto por Hernández de Córdoba.
El sábado I.** de mayo de 1518 se dio á la vela en di-
rección al Oeste, encontrando á los tres días la isla de
Cozumel [de la¡i golondrinas) y en la cual desembarcó el
día tj tomando posesión en nombre de doña Juana y de don
Carlos, reyes de España en aquel tiempo.
A los pocos días partió en busca de Potón Chan, He -
gando el día 'li\ á Campeche, donde mientras se ocupaban
en proveerse íle agua, fueron acometidos por los natu-
rales. Signieron su exploración, pasando por Boca de Tér-
minos hastíi desculirir el río de Tabasco, llamado desde
entonces de fir ¡Jaira y el Papaloapan ó de Alvarado,
basta llegar á la isla de San Juan de Uhía (Uamada así por
haber llegado á elk el día de San Juan y por haber oído
que era délos culhüajj de donde por diversas circunstan-
cias se volvió á Cuba.
Alentado Velázquez con las noticias de Hernández de
CórdolKi^ con la vista del oro que había en su viaje resca-
tadOí con la que sobre la riqueza de aquellas tierras le di-
HISTORIA DE MÉXICO 133
jeron algunos indios que llevaron, y ansioso por saber el
paradero do Grijalva de quien ninguna noticia había reci-
bido, ya no pensó sino en conquistar tales países, y como
por su empleo no quisiese ó no pudiese hacer él personal-
mente la campaña, trató de encomendar la empresa á
alguno de los capitanes sus amigos.
Difícil era la elección, porque el Gobernador buscaba
para poner al frente de su empresa, un hombre tan intré-
pido que no le arredrara el gran peligro que le amenazaba ;
tan activo que pudiese él solo dirigir tan gran campaña y
tan previsor que nada pudiese sorprenderlo ; pero sobre
todas estas prendas exigía la sumisión y el desinterés sufi-
cientes para que, reportando todas las fatigas, peligros y
privaciones, prescindiera de la gloria y la hiciere recaer
en él.
Imposible era encontrar semejante hombre por más que
se le buscase con la linterna de Diógenes, así es que
aunque en su imaginación creía Velázquez muy sencillo
hallar reunidas tan contradictorias prendas, estuvo sin
embargo vacilante respecto á la persona en quien debía
fijar su atención.
Quiso nombrar por jefe á Vasco Porcallo, mas su ca-
rácter altivo y atrevido le infundió temores de que se le
rebelara : las excesivas condiciones que ponía Baltasar
Bermúdez, lo alejaron de la elección y aunque también
pensó en un pariente suyo llamado Bernardino Velázquez,
se decidió en fin, por Hernán Cortés, gracias ala influencia
de Amador de Lares y de Andrés del Duero, su secretario,
que llevaban estrecha amistad con él.
En 23 de octubre de 1518 se le dieron á Cortesías ins-
trucciones correspondientes, reducidas á explorar las cos-
tas y países descubiertos por Hernández de Córdoba, á res-
catar los españoles que hubiesen caído en poder de los in-
dios, lo mismo que el oro y plata que se pudiese, á inquirir
por el paradero de Grijalva y sus compañeros (pues 'aunque
i 36 PÉREZ VERDÍA
cuando salió Cortés de Cuba ya había vuelto Grijalva, esto
fué después de las instrucciones) así como sobre la reli-
gión, ritos y costumbres de aquéllos, y en fin, para colo-
nizar si así le pareciese conveniente.
Una vez nombrado empezó á hacer los necesarios pre-
parativos gastando todos sus bienes y aun comprometiendo
su crédito con sus amigos ; levantó sus banderas para que
se alistasen los más que quisiesen : llevaban las reales
armas y una gran cruz con este lema : Amigos^ sigamos
la cruz con verdadera fe, que con ella venceremos; lle-
gando pronto á reunirse en Santiago hasta trescientos sol-
dados alistados para la empresa.
Velázquez que primeramente había visto con satisfacción
aquellos aprestos, empezó después á recelar de la fidelidad
de Cortés, así es que con nimias desconfianzas é impru-
dentes reservas, le hizo comprender sus vacilaciones y
como éste llegó á saber por Andrés Duero, secretario del
Gobernador, que aún pensaba quitarle el mando> la misma
noche que esto supo y cuando la ciudad había entrado en
reposo, hizo embarcar silenciosamente d sus soldados,
tomó toda la carne que estaba destinada al al)astecimiento
de la población pagándola con una cadena de oro que lle-
vaba al cuello, y se dispuso á levar anclas.
Informado el Gobernador de lo que pasaba, se levanta y
ocurre presuroso á la playa, pero aunque reconvino á su
compadre porque se iba sin despedirse, éste se excusó
con la necesidad de la violencia en semejantes empresas
y en su presencia se dio á la vela, sin que lo pudiera im-
pedir por falta de buques. Esto pasaba el 18 de noviembre
tie i:HH.
Probablemente en Lodo caso se habría levantado Cortés
ílesconocieado la auLoridad del Gobernador de Cuba; pero
en aquella vez sus infundadas sospechas é impolítica con-
ducta, disculparon el proceder del nuevo conquistador, que
con justicia so oponía á dejar sin motivo el mando que se
HISTORIA DE MÉXICO 137
le había conferido, de una expedición en que indepen-
dientemente de Velázquez, había metido su caudal y el de
algunos amigos.
De Santiago de Cuba partió para Macaca, donde estuvo
ocho días haciendo provisiones, yendo de allí para la villa
de la Trinidad en la que procuró con la mayor actividad
reunir tropas, aumentar sus buques, proporcionarse ví-
veres y todo género de municiones ; pero mientras en
estas faenas se ocupaba, el Alcalde mayor Francisco Ver-
dugo recibió cartas de su cuñado Velázquez, ordenándole
que aprehendiera á Cortés y detuviera la partida de las
naves, porque había sido nombrado en su lugar Vasco
Porcallo. Mas el recelo que debía inspirar al Alcalde el
pequeño ejército de don Hernando, su política y habili-
dad, así como las súplicas de los principales vecinos, deja-
ron sin efecto aquel mandato, de suerte que poco después y
cuando corrían ya los primeros días de enero de 1519,
enviando el Capitán una carta al Gobernador en que dis-
culpaba su conducta y le hacía protestas de su fidelidad,
abandonó la flotilla aquel puerto en dirección de la Ha-
bana..
La ciudad había recibido órdenes para no vender nin-
gunas provisiones al capitán rebelde, pero sin elementos
para cumphrlas por no poder resistir á la fuerza de que
disponía el inculpado, tal orden cómo la de prisión que
mandó al Alcalde Pedro Barba, fué ilusoria. Cortés desem-
barcó, compuso su artillería, hizo diferentes correrías por
los pueblos cercanos, apoderándose por fuerza de lo que
degrado se le negaba, y una vez concluidos los preparati-
vos, se dio á la vela con rumbo á Yucatán el día 10 de
febrero de 1519.
Se componía esta armada de once buques, quinientos
ocho soldados, trece escopeteros, treinta y dos ballesteros,
con diez y seis caballos, diez piezas de artillería de bronce
y cuatro falconetes.
138 PÉREZ VERDÍA
Servía de principal piloto el famoso Antón de Alaminos
y de capitanes de las once naves respectivamente, ei Capi-
tán general, Pedro de Alvarado, Alonso Herüández Puer-
locarrero, Diego deOrdaz, Juan Velázquez de León, Alonso
de Avila, Francisco de Moría, Juan de Escalante, Francisco
de Monlejo, Cristóbal de Olid y Francisco de Saucedo ;
llevando el mando de la artillería Francisco de Orozco.
Píirtiñ ]>ara San Antón y de allí á la isla de Cozumel
ilonde había llegado tres días antes Pedro de Alvarado,
porque el piloto Camacho se había adelantado contravi-
niendo a las órdenes recibidas. Alvarado mostró pronto
su carácter, apoderándose de un templo y cometiendo
robos y desmanes, por lo que se ahuyentó la gente, de
suerte que cuando llegó Cortés el día 18, arrestó á Camacho
y re[jre!i<Uó á Alvarado.
Supo allí por unos caciques, que en Catoche había unos
españoles cautivos y con tal noticia les rogó que pasasen
en sus canoas y les llevaran con el debido rescate, un
¡lapel escrito en que les decía que vinieran.
Jerónimo de Aguilar, diácono, natural de Écija, que
yendo de Darién á Santo Domingo ocho años hacía, había
sido arrastrado por las corrientes hasta Yucatán donde fué
herho prisionero con sus compañeros, que eran quince
hombres y dos mujeres, recibió el aviso que de Cozumel
le enviaban. Al punto se dispuso á partir, invitando áotro
español compañero suyo llamado Gonzalo Guerrero, que
eran b>s únicos que se habían salvado de ser sacrificados;
pero Guerrero no quiso ser rescatado, porque dijo que ya
Lcnía esposa é hijos, gozando de grandes consideraciones
cnlre los indígenas y teniendo además las orejas orada-
das y rayada la cara, por lo que se avergonzaba de ser
visto por los españoles ; y aun ocultó otra razón quizá más
poderosa; él fué quien dirigió á los indígenas en la batalla
que le dieron á Hernández de Córdoba y temía ser casti-
gado.
HISTORIA DE MÉXICO 139
Fué recibido Aguilar con muestras de alegría, tanto
mayores cuanto que iba á servirles de magnífico intér-
prete, pues hablaba bien la lengua maya.
El 4 de marzo, dejando una imagen de la virgen en el
adoratorio de Cozumel, partieron para Tabasco, pero á
consecuencia de los vientos pronto tuvieron que volver,
hasta el día 13 en que definitivamente la abandonaron par-
tiendo para la isla de Mujeres, de donde siguieron su
marcha por Boca de Términos hasta el río de Grijalva, al
cual llegaron desembarcando el (ha 22 en la Punta de los
Palmares, muy cercana del pueblo de Tabasco. Fué asal-
tado Cortés al siguiente día por los tabasqueños á quienes
obligó áhuir, y con tal motivo, á fin de procurar la paz^
el 24 mandó á Lugo y Alvarado con doscientos hombres y
el intérprete Melchor, pero éste se fugó y excitó á los indí-
genas á la guerra refiriéndoles el corto número de aquellos
extranjeros, así es que á poco se trabó un sangriento com-
bate en el que se necesitó del oportuno auxilio del capi-
tíin para obtener el triunfo, quedando los naturales no obs-
tante, en son de guerra.
El 25 tuvo lugar la encarnizada batalla en las orillas de
un pueblo llamado Ceutla, en la que gracias á la caballería
salieron victoriosos los castellanos, no sin haber tenido tres
soldados muertos, sesenta v cinco heridos y ocho caba-
llos.
La política conducta que observó Cortés, dando libertad
á los caciques prisioneros, sirvió para que luego se pre-
sentaran embajadores de los naturales con diversos obse-
quios en solicitud de paz, y una vez aceptada ésta, aumen-
taron los presentes. Permaneció la flota en Tabasco hasta
el día 18 de abril que partió para San Juan de Uhla reci-
biendo entre tanto del principal cacique un regalo de
veinte esclavas entre las cuales se contaba la famosa doña
Marina.
Era ésta una doncella nacida probablemente en la pro-
140 PÉREZ VERDÍA
vincia de Goalzacoalco (aunque ella reflrió que en la de
Xalisco, según las crónicas) de ilustre familia ; pero ha-
biendo muerto su padre y casado de nuevo su madre,
para que ella no presentara algún estorbo en la sucesión,
á un hijo que había tenido la madre en su segundo matri-
monio, la dieron á unos mercaderes de Xicalanco, cerca
de Tabasco, esparciendo en su pueblo la voz de que había
muerto.
Los españoles la llamaron Marina ó Malinche, bien sea
como quiere el señor Orozco y Berra porque se llamaba
Malinalli, y oyendo que le decían Malinal, le pusieron
en el bautismo Marina^ por semejanza, á cuyos nombres
agregaran la partícula reverencial ^r/n, diciendo los natu-
rales Marinalzin ó Malinatzin de donde se corrompió la
palabra en Malinche : ó como pretende á la inversa el
señor Alamán, porque bautizada con el nombre de Marina
y agregándole la párticula (sin, diminutiva^ dijeran los
mexicanos Malintsin^ Marinita, en virtud de cambiar lar,
letra que no tenían en su idioma, en / y los españoles
corrompieran la vozMalintzin en Malinche.
Lo cierto es que fué una mujer muy inteligente y astuta
que sirvió extraordinariamente al conquistador, porque
por su medio se comunicaba ; pues el padre Aguilar sólo
le sirvió de intérprete en Tabasco i)orque se l^ablaba allí el
mayüy pero ya en Uliía no pudo entender el náhuatl.
Doña Marina que no hablaba la lengua castellana, pero sí
la maya y la náhuatl, les sirvió de intérprete en seme-
janlo apuro ; de manera que una vez llegados los conquis-
tadores íí la costa de Veracruz, Cortés y los suyos habla-
ban en castellana al padre Aguilar lo que querían decir á
los naturales, Aguílar lo trasmitía en lengua maya á doña
Marina, que a su vez lo traducía dXnahuatl ; obrándose de
una manera inversa cuando se trasmitía algo de los azteca
á los españoles.
Aquelltts veinte esclavas las repartió el jefe entre sus
HISTORIA DE MÉXICO 141
capitanes, tocándole doña Marina á Hernández Puertoca-
rrero ; pero por la utilidad que prestaba, la tuvo don Her-
nando primero como prestada y después quePuertocarrero
pasó á España, como esclava propia.
El Jueves Santo 21 de abril, poco después del medio
día, llejíó la armada á San Juan de Uhía, donde se presen-
taron algunos naturales á quienes obsequiaron los extran-
jeros con cuentas de vidrio y baratijas; desembarcando al
día siguiente en la cosía llamada Chalchiuhcuecán. Encon-
tró allí gran abundancia de adornos de oro que usaban los
mexicanos, del que rescató gran cantidad por espejuelos,
alfileres, cuentas y cintas, mandando por pregón que nin-
guno tomase el oro y que aparentasen no darle valor nin-
guno.
Pasados algunos días determinó establecer una colonia
en aquel lugar, y fundó la Villa Rica de la Vera Crux.
CAPÍTULO IV
Establecimiento del Ayuntamiento de Veraoruz. — Los parciales de
Velázíiuez. — Cortés los castiga y destruye sus naves. — Emisarios de
Motecuhzoma. Los totonaca — Campaña contra los tlaxcalteca. Sumi-
sión de esta República. — Viaje A Tenochtitlan. — Hecatombe en (ího-
lollan. — Entrada á México.
Tan luego como llegó Cortés á Veracruz, dos pensa-
mientos absorbieron toda su atención : para no aparecer
como rebelde, quiso legalizar su autoridad desprendién-
dola de la de Velázquez, y para poder llevar á cabo la con-
quista, trató de asegurarse de la fidelidad y resolución de
sus soldados.
Para conseguir el primer objeto, y aparentando ceder á
las instancias de sus adictos, acordó establecer una colo-
nia con el nombre de Villa Rica de la Veracruz que había
142 PÉREZ VERDÍA
ya dado á la tierra, y en la que al punto se instaló un
Ayuntamiento clavando la picota y la horca, emblema de
su jurisdicción. Inmediatamente el Ayuntamiento declaró
caducos los poderes é instrucciones de Velázquez, supues-
tas sus facultades, y atendiendo al buen servicio del Rey
y á los méritos de Cortés, lo nombró Capitán de la armada
y Justicia mayor, con lo que quedó satisfecho y en apti-
tud para llevar la empresa por su propia cuenta.
Mas como aquel acto, así como algunas disposiciones
del nuevo Capitán, disgustaron á los soldados parciales del
Gobernador de Cuba, al grado de pensar en rebelarse;
tan luego como Cortés lo supo aprehendió á varios de los
descontentos, y como esto no fué bastante, pues álos pocos
días se formó un nuevo y más serio complot, á íin de apo-
derarse de una nave y volverse á Cuba, entonces usó enér-
gicamente de su autoridad. Hizo ahorcar á Pedro Escudero
y Diego Cermeño, cortarle un pie al piloto Gonzalo de
Umbría y dar docientos azotes á cada uno de los demás
complicados.
Desconíiando de que tal castigo fuera capaz de impedir
en lo sucesivo la repetición de tales actos, resolvió enviar
en una nave dirigida por Antón de Alaminos á Alonso
Puertocarrero y Francisco de Montejo, para que fuesen á
España en caHdad de procuradores á presentarse al Rey
Carlos V, y dispuso luego de acuerdo y aun por insinua-
ciones de sus soldados adictos, echar las naves á pique.
En el mes de julio hizo recoger el velamen, clavazón y
cordelaje de los buques y echarlos á pique, reservándose
apenas los botes para pescar. ¡ Memorable acción que re-
vela toda la grandeza de alma de aquel puñado de valientes,
que por su propia voluntad y en los momentos en que
conocían todo el gran poder del imperio que pisaban, se
resolvían á vencer ó morir! Acto glorioso que nada
pierde de su mérito porque Agatocles en Sicilia en la
guerra contra los cartagineses ; Juhano en el Tigris y otros
HISTORIA DE MÉXICO 143
grandes capitanes hayan hecho otro tanto ; ni porque se
diga que Cortés al hacerlo, estaha impulsado por el deseo
de salvarse de la ignominiosa muerte que en Cuba le espe-
raba ; pues los rasgos de genio no se imitan, niel honibre
obra jamás movido por el peligro más lejano.
Mientras tanto que se verificaban entre los europeos
los acontecimientas hasta aquí narrados, en México pasa-
ban otros de importancia, aunque de índole diversa.
. Gran sensación y profunda melancolía produjeron en
Motecuhzoma los diferentes fenómenos acaecidos en prin-
cipios de su reinado, las funestas interpretaciones de
Nezahualpilli y demás astrólogos; pero al ver que se dila-
taba su cumpHmiento, y que los años pasaban tranquila-
mente, recobró su alegría y entereza. Mas cuando en 1517,
llegaron á las costas de Yucatán los españoles que guiaba
Hernández de Córdoba, y se supo este suceso en Tenoch-
titlán, adonde llegaron las maravillosas descripcioneá do
aquellos hombres blancos tan singulares, abultadas por la
fantasía exaltada que los suponía verdaderas deidades, el
temor, el sobresalto y la indecisión del pusilánime mo-
narca, no reconocieron límites. Quiso huir á la encantada
gruta de Gicalco, en donde se decía, vivían Hueman y
Topiltzín ; pero detenido por las consideraciones de su
rango, abandonó la idea de fuga.
La llegada de Grijalva al siguiente año vino á aumentar
los apuros ; hizo entonces Motecuhzoma construir secreta-
mente diversas joyas de oro y plata, las que envió á los
extranjeros con Cuitlalpitoc, á quien dio órdenes de aten-
derlos muy bien y decirles que lo dejasen morir en su
trono pudiendo venir en hora buena después de su
muerte (1). Regresó el embajador llevando la satisfacto-
(l) El egoísmo ha sido general en los príncipes que desatendiendo los
¿agrados intereses de sus pueblos, han puesto sus ojos sólo en su propio
))ienestar; asi también decía Luis XV, rey de Francia, cuando se le anun-
1?^
14i PKRO VERDÍA
riíi nueva de Ja partida dü las naves y presentííndole los
presentes que en cambio del oro se le enviaban, que con-
sistían en cu catas de vidrio, pan, tocino y otras viandas,
de las que no quiso probar el emperador por suponerlas
manjai'es de los dioses.
Aunque algo se tranquilizó con aquellas noticias, dispuso
hubiera de continuo centinelas en tas costas, en atenta
observacinn, así es que apenas arriba Cortés meses después,
por violentísimos correos llególe á Motecuhzoma la noticia,
por lo que al punto reunióá cinco embajadores, \'allizchan,
Tepüzteeatlj Tizaoa, Huehuetecait y Hueicaznecatecatl,
para quo llevasen piezas de oro, mantas íinas^ piedras pre-
ciosas y lucidos plumajes á Quetzalcoatl que volvía ; dióles
también órdenes precisas para que lü obsequiaran lo mismo
que á sus compañeros.
Fueron bien recibiílos por lus conquistadores que les
fueron distintas bujerías y les hicieron oír el estampido de
sus cañones que los aterrorizó extraordinariamente, lle-
vando íi su soberano no lio i as y [dnturas de cuanto habían
visto, E^íe, que no procuraba sino alejarlos de sus domi-
nios, envióles segunda embajada con más oro á fin de
supHcarles partiesen luego, sin considerar en su igno-
rancia que esos presentes del rico metal, lejos de alejar
aquellos liombres, los atraía cual imán, inflamando en sus
pccfios la codicia^ ¡ ilnico móvil de su empresa !
Para que coadyuvasen á su intención, manilo varios
becliieeros para que por sus sortilegios consiguiesen el
apetecido fin y cuando por la absoluta insistencia de los
extranjeros de ir á verlo, liizo retirar los presentes y obse-
quios, envió á que les impidieran el paso atando en los
arboles del camino abumiantes hilos encantados.
Mas apenas había desaparecido TeuhÜilli y los naturales.
cíabdn ío* peligroí» de su tmnu que wu contentaba con que le durara lo
que la Vida*
HISTORIA DE MÉXICO 145
cuando se presentaron otros indios, emisarios del cacique
de Cempoallan, dándoles la bienvenida y ofreciéndoles su
amistad, haciéndoles saber además, que eran tributarios de
Motecuhzoma quien los había subyugado y era*\in déspola
aborrecido. Desde este momento Cortés contó por aliados
á los cempoalteca, que agobiados por la tiranía sólo pensa-
ban en sacudirla, implorando para ello el favor de los
advenedizos, sin considerar que con eso remachaban las
cadenas que habrían de destruir su independencia (1) !
Los cempoalteca, así que se consideraron fuertes con la
ayuda de los extranjeros, sacudieron la dominación aztecatl,
y negándose á pagar el tributo, aprehendieron á cinco ofi-
ciales mexicanos encargados de recogerlo, á quienes habrían
sacrificado si no lo hubiera impedido astutamente Cortés,
que hizo ponerlos en prisión. Ya, entrada la noche ordenó
que los guardias españoles sin ser sentidos por los totonaca,
le llevaran á dos de los prisioneros, á quienes después de
obsequiar los dio libres para que dijeran á Motecuhzoma
queélysus tropas eran sus.amigosque iban en nombre de
un poderoso rey á tratar de paz : de esta suerte á la vez
que dejaba satisfechos á los de Cempoallan al librarlos del
duro tributo, admiraba á los azteca por su benignidad y
buenos sentimientos.
Después de recibir las gracias del Emperador por la li-
bertad que había dado á sus oficiales, juntamente con
nuevos presentes y ruegos de que no pasase á su capital,
y después de haber permanecido varios días en Cempoallan,
á cuyos naturales auxilió en una contienda que tuvieron
ll) Todos los pueblos que en su ayuda han llamado en sus guerras intes-
tinas á naciones extranjeras, han pagado con la libertad, su imprudente
falta, convirtiéndose después en vasallos de los que primero fueron sus
aliados : los romanos sólo ayudaron á los españolea á sacudir el yugo de
Cartago para imponerles después el suyo propio ; los bretones en su
guerra contra los pictos y escoceses, llamaron en su socorro A los sajones
que á continuación se enseñorearon del país y así ha sucedido siempre.
10
iíG PáBEZ VEHDÍA
contra los de Tizapaízinro^ y después en fin de haber qui-
tado casi por la fuerza los ídolos del teocali ¡, dejando en
Yeracruz una* guarnición de cien españoles al mando de
Juan de Escalante y muclias tropas totonaca en Cenipoallan,
salló de esta ciudad ;i la que habían puesto por nombre
Nueva Sevi/la, el dfa iíi de agosto. El ejírcilo iba formado
de cuatrocientos infantes, quince soldados de caballería,
seis cañones, mil trescientos totunaca y doscientos tamene
ó indios de carga, que arrastraban la artillería y llevaban
en hombros el equipaje.
Pasando por Xalapan, Xicochimilco, Texutla y gran
parte del territorio despoblado que se ha!Iul)a entre el
Nauhcampatepec (Cofre tlePerote) y el Citlaltepec (Pico de
Orizaba), llegaron á Xocotla donde permancciei-on cinco
días^ siendo bien recibidos por el caciijue OlinteLl, el íem~
6íÓ7ij que lea dio noticias pormenorizadas del [loder y ri-
quezas de Motecuhzomap De aquel lugar mandó Cortés
una embajada de cuatro cenipoaltecn para que pasase á
Tlaxcallan á procurar su alianza y el jiormiso de pasar por
su suelo para Tenocblitlan; cuya embajada fue recibida
por los cuatro señores de aíjuella repilblica, Maxixcatzin,
Xicolencatl (el anciano), Tlehuexolotzín y Citlalpopocatzin.
Dividióse el parecer de aquel cousi^jo, pues mientras
Maxixcatzin estaba dispuesto á aceptar las proposiciones
que los embajadores acababan de hacerles, Xícotencatl
proponía que se les hiciera la guerra y no se les recibiese;
por lo que Tlehuexolotzin conciliando ambos diclíímenes,
propuso que se les eoateslase aceptando la paz; pero que
silenciosamcnlc y aliados con los otomías lí otonca les sa-
liesen al encueíitro para iiacerles la guerra, de suerte que
m salían vencedores pudieran apropiarle aquella gloria,
laientras que si eran vencidos^ podrían descargar la res-
ponsabilidad en los otonca que por ser tribus bárbaras, no
habían reconocido ni cumplido con los pactos estipulados.
Impaciente el conquistador^ ilespuéa de haber esperado
HISTORIA DE MÉXICO 147
iniUilnienle tres días en Ixtacamaxlitlán la respuesta de
aquella república, invadió su territorio aun antes de reci-
birla, el día 31 de agosto; de manera que si los naturales
obraban pérOdamente, al dar una engañosa respuesta, los
españoles no lo hacían meiios mal, cubriendo tan sólo las
apariencias.
Ese mismo día se trabó la primera campaña entre tlaxcal-
teca y conquistadores, cerca de Tecoac, en la que los pri-
meros tuvieron que retirarse; y al siguiente, 1* de sep-
tiembre, se trabó la más reñida batalla que hasta allí habían
dado, repitiéndose con más vigor el 5; pues aquellos
pobladores mandados por Xicotencatl (el joven) mostraban
indomable valor; pero la disciplina y táctica militar de los
españoles, la superioridad inmensa de sus armas, el espanto
que producía el estruendo de las armas de fuego (1) y la
(i; En la época del Bajo Imperio, se generalizó el uso del fuego griego
que era una mezcla de diferentes substancias inflamables, tales como la
nafta, el asfalto ó el petróleo ron brea y aceites grasos. Los árabes tomaron
de los cbinos la idea de añadir al fuego griego el nitro natural ó nitrato
de potasa, (jue tiene la propiedad de activar la combustión, y con eso
compusieron una mezcla idéntica á la jMMvora, pero que no tenía la fuerza
necesaria para impulsar los proyectiles con la velocidad suficiente para
taladrar las armaduras, porque ol nitro que preparaban era bastante im-
puro. Perfeccionada poco á poro, parece que en Florencia fué donde por
primera vez en Europa, en 1325, se hizo uso del canon. La pólvora de
artillería se empleó en Francia en el sitio de Cambray en 1339, y los
ingleses en la batalla de Crecy 2G de agosto de 1346) hicieron fuego contra
los franceses con tres cañones que arrojaban balas de fierro de pequeño ca-
libre. Bertoldo Schwartz, fraile franciscano de F>iburgo, inventó una
aleación de plomo y estaño, muy resistente para hacer cañones, con lo
cual las armas de fuego se mejoraron mucho.
En el siglo xv se empezó á usar la culebrina ó fusil formado de un
largo cañón delgado de fierro (jue un hombre apoyaba sobre un brazo,
mientras otro ponía fuego al cebo; después fué provista de un mango de
madera y de un substentáculo, que permitía al mismo que la tenía, prenderle
fuego. En el siglo xvi se empe/.ó á usarol mosquete de mecha^ el cual tenia
una culata para apoyarlo en el liombro y una honiuilla que se clavaba en el
suelo para descansarlo en ella y hacer más certera la puntería, y encima
de la cazoleta se encendía una mecha que tardaba siempre en comunicar
1 ^H PÉBKZ VCBDÍA
presencia de los caballos, vencieron siempre á aquellas
hoestes que, annqae indómitas^ se presentaban casi desnu-
das V i'X^n armas muy inferiores; así fué que en todas esas
rece» quedaron derrotadas.
Mientras Cortés recorría aqi/el belicoso territorio, ta-
lando los campos y quemando más de diez pueblos de con-
sideración, los tlaxcalteca apelaban á los adivinos y hechi-
ceros para saber si aquellos recién llegados eran realmente
dioses ó por qué cansa no habían podido vencerlos, y
como supieron por este medio, que los hombres blancos
eran hijos del sol, por lo que el luminar del día los hacía
invencibles, se preparon á combatir por la noche.
El Capitán general manchó sus triunfos con una cruel-
dad reílnada é inútil, pues como diariamente iban á su
campamento muchos tlaxcalteca movidos por la curiosidad
ó á llevarle maíz ü otrjos objetos, con el fin de atemorizarlos
en víspera de la batalla nocturna, hizo aprehender á unos
cincuenta, y aparentado creer que eran espías les cortó
las manos, mandándolos mutilados á su capital.
El día 7 á la luz de la luna dio un nuevo y valeroso
asalto el joven Xicotencatl, en el que adquirió por cuarta
el fuego á la carga. Para evitar ese inconveniente se hizo en Alemania el
arcabuz de rueda, on el cual la mecha se substituyó por un pedernal que
encendía la pólvora por medio de las chispas que desprendía al chocar
con una rod/ija do acero, mediante la acción de un resorte, y como se
hizo el c/iMón m.''is corto y se suprimió la horquilla, se convirtió entonces
en arma verdaderamente portátil. Después se suprimió la rodaja, simplifi-
rjindo el mecanismo en ei fusil de chispa, que se usó por dos siglos, y en
el último se substituyó primero por el fusil de pistón ó de cápsula y re-
cientemente por el fusil de arjuja, que ha permitido la repetición instan-
tánea en los magníficos fusiles prusianos de aguja, franceses de Chassepot,
americano» de Winchester y de Uemington y los alemanes de Maüsser.
La causa que produce la acción mecánica, velocidad y fuerza del tiro, es
la fuerza expansiva de los gases; pues transformándose instantáneamente
en ^as la materia sólida de la pólvora, tiende á ocupar un volumen mucho
mayor y coi^ la bala le sirve de obstáculo, la lanza con violencia, pues
un litro de pólvora produce al (¡uemarse 8.000 litros de gas.
HISTORIA DE MÉXICO 149
vez la convicción de bu infortunio, mas no de su impo-
tencia.
Después de esto se ajustó definitivamente la paz, obli-
gándose aquella república á someterse á la Corona de Cas-
tilla y á auxiliar al ejército, en sus empresas contra los
mexicanos; entrando éste en la ciudad de Tlaxcallan el
día 22 de septiembre entre las ovaciones de una mul-
titud admirada.
Varios días permaneció en aquella populosa capital, re-
cibiendo mil obsequios, y como después de varias pláticas
inútiles, los naturales se rehusaron abiertamente á aban-
donar su religión abrazando la cristiana, quiso don Her-
nando repetir lo que había hecho en Cempoallan y derro-
car por fuerza, los ídolos de los altares, sin considerar
que nada habría tenido de meritorio el que se hubiera
aceptado la religión que con las espadas se imponía; mas
encontró tal resistencia que el padre Olmedo con más pru-
dencia, lo disuadió de tan desatinado propósito, que habría
comprometido el éxito de la expedición.
Diego de Ordaz se ocupó en hacer una excursión al Po-
pocatepetl, que estaba á la sazón en actividad y con un valor
temerario que llenó de asombro álos indios, llegó acom-
pañado sólo de dos españoles, hasta el ancho cráter del
volcán, con lo que prestó á su causa un brillante servicio,
porque cuando llegó á faltar la pólvora á Cortés, recor-
dando éste los informes de Ordaz, envió á Montano á sacar
azufre del volcán y con eso pudo fabricarla en abundancia.
Pensó entonces partir resueltamente para la capital de
Anáhuac á pesar de la opinión do Teuch, jefe cempoalte-
catl, quien le anunció su ruina, pues eran tantos los mexi-
canos que de cien mil en cien mil se le presentaran y á
pesar de que con constante fortuna los venciera á todos,
acabarían por destruirlo ; y á pesar del disgusto de algu-
nos de sus soldados, el conquistador dando muestras de
su esforzada bizarría se decidió á partir, contando ya con
ISO PÉREZ VERDÍA
Otro pueblo indígena, enemigo acérrimo de los mexicanos
que le habría de servir con decisión : el tlaxcaltecatl.
Todavía como si no fuera bastante el concurso de toto-
naca y tlaxcalteca, recibió una embajada del príncipe
Ixtlixochitl, en que le proponía su alianza como rey de una
parte de Texcoco ; ¡de esta suerte ayudaban los mismos
naturales á la pérdida de su nacionalidad y á la ruina de su
raza!
Con seis mil auxiliares salió con dirección á CholoUan
(Cholula) el día 13 de octubre ; pero como á la vez que los
. emisarios mexicanos habían hecho que desconGase de los
tlaxcalteca, éstos, enemigos de los cholulteca, le anuncia-
ron de antemano un complot en esa ciudad, entró á ella
Cortés con su ejército con la mas grande desconfianza. Fué
recibido con aparatosa solemnidad saliendo á encontrarlo
más de veinte mil personas, suplicándole sólo que no permi-
tiese la entrada á sus aliados por la enemistad que se tenían
y los daños que les podrían hacer. Pronto observaron los es-
pañoles algún cambio, pues los víveres empezaban á esca-
sear, de cuya circunstancia se aprovecharon los tlaxcal-
teca paradenunciar una horrible conspiración : doña Marina
declaro también que una anciana mujer, esposa de un
cacique, movida por el cariño que le había inspirado, le
había aconsejado abandonase al punto á aquellos blancos,
pues todos ellos iban á perecer, porque al tiempo que salie-
ran de la ciudad habrían de ser acometidos por todas las
calles y azoteas, teniendo muchas de ellas preparadas con
trampas, á cuyo tiempo llegaría un ejército de veinte mil
mexicanos que estaba oculto en las barrancas de las cer-
canías.
Con tales noticias, confirmadas por dos délos sacerdotes
principales, reunió el caudillo un consejo do capitanes, en
el que se acordó tomar la iniciativa y castigar á los re-
beldes antes de que les hiciesen mal. Al efecto, anunciaron
su partida para la mañana siguiente pidiéndoles muchos
!f»>' "I " !' ' :l'
HISTORIA DE MÉXICO 151
tamene^ los que le fueron presentados sin la menor dila-
ción en mayor número del requerido.
Congregados se hallaban multitud de moradores, los
más nobles y muchos caciques de la población en el
atrio de un teocalii, que enteramente llenaban, cuando, á
la señal de un tiro de arcabuz, se precipitaron sobre ellos
todos los conquistadores, haciendo uso de su artille-
ría, de suerte que aquella inerme muchedumbre recibía la
muerte por todas partes sin poder oponer la más ligera
resistencia. Muchos en su ansiedad escalaban las paredes,
pero con más facilidad servían de blanco á los arcabuceros;
otros se precipitaban sobre las puertas tan sólo para reci-
bir la muerte á los redoblados tajos de las espadas que en
aquella multitud casi desnuda hacían espantosa carnicería.
Entre tanto los tlaxcalteca, con coronas de esparto ó
mastuerzo para ser distinguidos de los cholulteca, saquea-
ban la ciudad y asesinaban á los que no se hallaban en el
atrio, robando el oro y la plata para sus aliados, las mantas
y demás objetos para ellos. Esta escena de sangre y exter-
minio duró dos días, hasta que se movió á piedad el
corazón del Capitán, cuando yacían en el suelo ensangren-
tado más de seis mil cadáveres, y cuando la ciudad antes
floreciente, populosa y bella, presentaba un triste aspecto
por las huellas que habían dejado la artillería, el incendio
y el pillaje.
Borrón es éste del que no pueden lavarse los conquista-
dores : la conjuración no está probado que haya existido;
pues aun no salían de Tlaxcala y ya se la anunciaban los
que aunque de la misma raza, eran enemigos mortales de
CholoUan. El ejército mexicano, que se suponía estaba
oculto en las hondonadas inmediatas, no llegó á presen-
tarse, ni siquiera se tuvo de él noticia alguna ; y aunque
refieren los mis?noH culpables, que confesaron su falta
varios cholulteca, ni es verosímil tan franca é ingenua con-
fesión por parte de indios reservados, valientes y en sumo
1S2 PÉREZ VERDÍA
grado sumisos al Emperador, ni tampoco hay certidumbre
de que los diálogos pasados por la interpretación de doña
Marina, adicta en extremo á los tlaxcalteca, no sufrieran
de tan parcial intérprete, substanciales modificaciones. Pero
aun suponiendo la existencia incontrovertible del referido
complot, jarnos debió extenderse el castigo á otros que á
los comprometidos en él ; pues matar á más de seis mil
hombres á quienes se reúne con engaño, sin saber quiénes
de ellos eran delincuentes, sin distinguir el grado de cul-
pabilidad y sin oír sus excusas, y esto por quienes predi-
caban la sublime religión de Cristo y se horrorizaban de
los sacrificios azteca, es un hecho criminal que la Moral
censura y el Derecho condena. La Historia ha calificado de
cruel é injusta esta matanza, y el mismo Gobierno español,
mandó más tarde levantar una averiguación (1).
Ocupado Cortés en hacer sus aprestos, en reorganizar la
ciudad y recibir nuevos recados de Motecuhzoma, per-
maneció en CholoUan hasta el 1.° de noviembre que fué á
pernoctar á Calpan. Siguió su camino por entre los vol-
canes con dirección á México, llegando al día siguiente á
Cuauhtecatl, en cuyo lugar recibió otra embajada que con
ricos presentes le enviaba el monarca aztecatl ; quien alar-
mado con los sucesos de CholoUan y deseoso de apartar á
todo trance á los hombres blancos de su designio de verle,
envió á un noble llamado Tzioacpupuca, engalanado con
las insignias imperiales, para hacer creer que era el
mismo Motecuhzoma ; pero que al punto fué reconocido
por los cempoalteca y tlaxcalteca.
En Amaquemecan volvieron los naturales de la provin-
(1) Si bien se concibe que Alejandro destruyera á Tebas y á Tiro, como
medios de intimidar á la Grecia y al Oriente, no podrá nunca disculparse
de semejantes atentados, ni por lo? resultados producidos, ni manifestando
que la sangre y las lágrimas son el obligado cortejo de los conquistadores,
quien como Cortés, llevaba por lema en su estandarte : Amici, sequamur
CRtCEM, ET SI NOS FIDEM HABEMüS VERÉ, IN HOC SIGNO VINCEMUS.
HISTORIA DB MÉXI€0 153
cía (Chalca) á quejarse de la tiranía y rigor del poderoso
rey de México, ofreciendo su alianza con tal de hacerle
guerra, y después de pasar por Tlamanalco, en Ayotzinco
se presentó Cacamatzin, rey de Texcoco, á suplicar á
Cortés de nuevo en nombre de su tío, no fuese á su capi-
tal, á cuyas puertas se presentó no obstante, el martes
8 de noviembre de 1519.
Salió á encontrarlo el acobardado Motecuhzoma acom-
pañado de su nobleza : iba en unas lujosas andas, lleno de
adornos de oro y pedrería ; luego que se acercó Cortés se
bajó y dando los brazos á Cacamatzin y Cuitlahuac bajo
un palio recamado de perlas y esmeraldas y pisando
siempre en finísimas esteras que sus servidores le ponían
delante, se adelantó hacia el conquistador ; éste, por su
parte, se apeó luego del caballo y quitándose la gorra le
tendió la mano saludándole á la española sin que permi-
tiesen los nobles le abrazase. Cambiado este saludo, el Em-
perador condujo álos recién llegados al palacio de Axaya-
catl, extensísimo edificio, en donde dejándolos para que
descansasen y comiesen, volvió á verlos en la tarde pre-
sentándoles nuevos obsequios, y diciéndoles que supuesto
que eran venidos de donde el sol nace, y ya en Anáhuac se
esperaba su venida por ser señores de la tierra, no tenían
más qué mandar seguros de ser fielmente obedecidos.
¡ El altivo y orgulloso monarca que avasallara cien pue-
blos con sin igual orgullo, se postraba á los pies de aquel
puñado de extranjeros ! ¡ La molicie había enervado á aquel
antes belicoso príncipe, la superstición lo había degene-
rado y su despotismo le había levantado enemigos por
todas parles!
154 PÉREZ VRRDÍA
CAPÍTULO V
Visita de Cortés á Motecuhzoma y reconocimiento de la ciudad. — Tesoro
de Axayacatl. — Sucesos de Nahutla. — Prisión de Motecuhzoma. —
Injusto y atroz suplicio de Guauhpopoca. — Sumisión del monarca azte-
cati al rey de España. — Panfilo de Narváez.
Al Siguiente día píigó Cortés la imperial visita, ocupán-
dose bajo el pretexto de la curiosidad natural en todo
viajero, de examinar la ciudad, conocer sus avenidas y
puntos estratégicos. La descripción que nos ha llegado de
Tenochtitlári no puede ser sospechosa, supuesta la idonei-
dad y uniformidad de los testigos presenciales que la hacen
(Cortés, Bernal Díaz, Alonso de Ojeda, Andrés de Tapia,
Alonso de Mata y el Conquistador anónimo) y por ella nos
consta la admiración que les causó hallar una ciudad tan
grande, tan hermosa y tan poblada.
Pasadas estas atenciones, se ocupó en levantar un altar
al verdadero Dios, y encontrando en el palacio la señal de
una puerta tapada, hízola abrir, encontrando en aquella
pieza el inmenso tesoro de Axayacatl ; después de lo cual
cayó en una grande inacción, mas temeroso de ser des-
truido por los mexicanos pensó en apoderarse de la per-
sona del Emperador á fin de que le sirviese como rehenes.
No hallaba pretexto alguno, pero invocó como tal la carta
que le llevaron de Veracruz dos tlaxcalteca, que recibió el
14 de noviembre, en la cual se refería un hecho de armas
de funestas consecuencias. Fué el caso que resistiéndose
los cempoalteca á pagar el tributo prevalidos de su alianza
con los castellanos, Cuauhpopoca, jefe de las guarniciones
de Nauhtla y Tochpan y señor de Coyohuacán, los ame-
nazó con la fuerza, y como el capitán Juan de Escalante
acudiera en socorro de los rebeldes con cuarenta infantes
tew.
^i^W!
HISTORIA DE MÉXICO 155
españoles, tres ballesteros, dos escopeteros, dos mil indios
y dos cañones pequeños, trabóse un serio combate en el
cual, aunque Cuauhpopoca fué vencido, costóles á sus
adversarios caro el triunfo, pues tuvieron varios heridos
entre los que se contó el mismo Escalante que murió á los
dos días, un caballo muerto y un español prisionero, el
cual fué degollado y su cabeza presentada á Motecuhzoma
en señal de que no eran inmortales : era la peor derrota.
Con tal noticia se presentó al Emperador el Capitán
acompañado de Alvarado, Sandoval, Velázquez de León,
Ávila y Lugo y después de recibir los acostumbrados y
valiosos regalos, le echó en cara su deslealtad, acusándolo
de haber ordenado aquel suceso. Motecuhzoma pahdeció
declinando pusilánime toda la responsabilidad en el jefe
que tal hecho cometió, dando completa satisfacción y orde*
nando luego que le llevasen presos á Cuauhpopoca y sus
cómplices.
Mas como aquel suceso era sólo un pretexto, á pesar de
todo insistió don Hernando en que debía el soberano pasar
á su cuartel donde le ofreció que gozaría de amplia liber-
tad, y á pesar de que mucho se resistió el abatido aztecatl,
cedió al fin intimidado por las señales de impaciencia que
dio Velázquez de León y por las palabras amenazadoras
que doña Marina le comunicó.
Pasó en consecuencia al edificio que ocupaba el ejército
invasor, mandando que todos sus subditos depusieran la
actitud hostil que comenzaban á tomar, pues por su vo-
luntad había dado aquel paso que le había sugerido Huitzi-
lopochtli : « Repetidas veces, dice el más notable de nues-
tros historiadores contemporáneos, por medio de los emba-
jadores prometióle Cortés pagarle sus favores con buenas
obras; con creces le cumplió la palabra. Si como hombre
y caballero, hubiera faltado en sus tratos con un europeo,
don Hernando se hubiera avergonzado de sí propio ; pero
se trataba de un idólatra, de un bárbaro, de un indio, y
156 PÉREZ VERDÍA
tanta superchería la aceptaba como agudezas del ingenio.
La prisión de Motecuhzoma como rasp:o de audacia, asom-
bra; como hecho péríido, irrita. »
En principios de diciembre trajeron á Tenochtitlán pri-
sioneros á Cuauhpopoca, á su hijo y á quince nobles, los
que se pusieron á disposición de Cortés, quien habiéndoles
interrogado sobre la muerte de sus compatriotas, respon-
dieron con entereza que ellos se la habían dado sin la orden
del monarca, en cuya virtud los condenó bárbaramente á
todos á ser quemados vivos. Horrible sentencia que no reco-
nocía ningún justo fundamento ; pues aquellos hombres no
habían cometido delito alguno : si habían peleado era por-
que los extranjeros se habían entrometido en sus interiores
asuntos ayudando á los rebeldes ; si Escalante había
muerto, esto había sucedido en buena lid, y en fin, si aquel
suplicio se les imponía por el prisionero que habían dego-
llado, era cometer una odiosa inconsecuencia.
Diez y siete hogueras se prepararon para ejecutar aquella
tremenda venganza, y mientras Cuauhpopoca y sus infelices
compañeros sufrían aquel tormento en presencia de una
muchedumbre espantada, los conquistadores pusieron
grillos á Moteculizoma, de suerte que no encuentra uno
qué admirar más, si el heroísmo de las víctimas que mue-
ren con la mayor entereza sin prorrumpir una queja, la
crueldad de los castellanos ó la cobardía y perfidia del
monarca mexicano, que entrega á sus enemigos á los que
valientemente los combaten y se deja humillar y enca-
denar enmedio de su imperio.
A fines del mismo diciembre envió Cortés una sección
de sus tropas á Texcoco dirigida por los príncipes acolhua
Nezahualquentzin y Tetlahuehuezquititzin, hijos del rey
Nezahualpilli, mas al partir de México alcanzólos un correo
que Motecuhzoma les enviaba y como le hablara aparte á
Nezahualquentzin recomendándole de parte del soberano á
aquellos blancos, y éstos no entendieron lo que le dijo.
^LiA
HISTORIA DE MÉXICO 157
creyendo que se trataba de una celada le dieron de palos al
desgraciado príncipe y lo llevaron á la presencia de Cortés
que, sin más averiguación, lo hizo ahorcar en el acto.
Después de esto pasaron cinco meses en aparente inac-
ción, pues como Cortés con gran sagacidad quería y pro-
curaba representar más bien el político papel de negociador
pacífico, que él de guerrero conquistador, no tenía pretexto
alguno para obrar en el sentido que deseaba prosiguiendo
las operaciones militares desde el momento en que Mote-
cuhzoma se había sometido á su voluntad.
En aquellos meses sin embargo, el Capitán obtuvo cuan-
tas noticias deseaba sobre la organización del país, ele-
mentos de que disponía, costumbres que en la guerra
observaba, medios de ataque y sobre todo lo que podía
interesarle para el desarrollo de sus planes, viviendo él y
su ejército entregado á una vergonzosa molicie, come-
tiendo á este respecto mil desmanes.
Creciendo su audacia en proporción de la pusilanimidad
del prisionero monarca, produjo necesariamente en el
pueblo una reacción; Cacamatzin, rey de Acolhuacán, y
Totoquihuatzín, soberano de Texcoco, se manifestaron
descontentos, retirándose de México ; pero como Motecuh-
zoma los mandara llamar para reprenderlos por su dis-
gusto con los blancos y ellos no vinieran, ordenó entonces
que se les aprehendiese y los entregó al conquistador que
al punto los cargó de cadenas y los depuso de sus tronos
nombrando en su lugar á Cuicuicatzín.
No reconoció ya h'mites la conducta del Capitán, así fué
que considerándose bastante fuerte, propuso á su imperial
cautivo que se sometiera abiertamente al monarca de Cas-
tilla, según se lo había ofrecido, á lo que se prestó luego.
Reunidos al efecto Cacamatzin, Totoquihuatzín y demás
prisioneros á quienes para esto les quitaron las cadenas, y
otros distintos miembros de la nobleza aztecatl, Mote-
cuhzomales manifestó la necesidad que había de hacer lo
158 PÉREZ VERDÍA
que se les había pedido, á lo que consintieron sin replicar
palabra por el gran respeto y profunda veneración que le
profesaban. Repitióse al siguiente día la junta en presencia
de los españoles, y por ante el escribano Pedro Fernández
fué prometiendo cada uno obediencia al Rey de España,
en cuya virtud expidió el correspondiente testimonio, que
sirvió de título justiflcativo de la nueva dominación ; ¡ como
si un monarca pudiese disponer de la independencia de
sus subditos y se considerasen válidos los actos ejecutados
sin libertad! Formulismo absurdo propio tan solo para
acallar conciencias de hierro.
El primer resultado del vasallaje fué el tributo que se
exigió y que en abundancia entregó Motecuhzoma; mas
no contentos todavía aquellos codiciosos españoles^ se
esparcieron por los alrededores cometiendo todo género
de tropelías : en Texcoco Pedro de Alvarado aplicó el tor-
mento de echarles en el estómago brea ardiente á Caca-
matzin, Totoquihuatzin y demás señores de aquel lugar
que estaban prisioneros, á quienes pérfidamente les había
ofrecido su libertad en cambio del oro que recibiera.
Por estos medios se alcanzó reunir un enorme tesoro,
pues sólo el oro que fundieron en barras, sin contar las
joyas, piedras preciosas y otros objetos de valor, importó
más de tres millones quinientos mil pesos.
En cambio de todo esto, la situación del extremeño
había empeorado considerablemente ; pues el trato de los
mexicanos con los blancos los había acostumbrado á ver-
los como hombres, quitándoles el superstioso prestigio con
que al principio eran vistos ; su licenciosa vida los había
hecho odiosos y por otra parte ya no tenía objeto su per-
manencia, una vez que habían logrado la sumisión al reino
castellano, que decían era el único móvil de su empresa.
Por esto el rey aztecatl exigió que salieran cuanto
antes de sus dominios, pues su pueblo se encontraba irri-
tado, y no teniendo Cortés razones que oponer, excusó su
^PIJPÍ'TT'J." -. ' U' S
^^^
HISTORIA DK MÉXICO 159
demora con la falta de naves en que emprender su viaje.
Era aquel hombre tan astuto, que aun esta terrible adver-
tencia aprovechó, pues conociendo la absoluta necesidad
que tenía de algunos bergantines para cualquier lance que
pudiera ocurrir, por la situación de Tenochlitlán sóbrelas
aguas del lago, comprometió en aquella vez al ignorante
Emperador, á suministrarle maderas para las naves que,
aparentando le servirían para irse á su lejana patria, en
realidad estaban destinadas lí dominar mejor aquella capi-
tal que llamaban ya Veneoia la Rica ó Americana.
Inopinadamente supo Cortés por el monarca mexicano
que habían llegado nuevas naves á Veracruz trayendo tro-
pas de españoles, con lo cual esperaba que partiría luego,
por tener ya buques á su disposición. Tal noticia lo llenó de
alegría, pensando que podrían ser los refuerzos que por las
instancias de Montejo y Puertocarrero, le enviara la
Corle y que con tanta ansia esperaba ; pero pronto se
cambió en profunda pena aquel gozo momenlfíneo; pues
Gonzalo de Sandoval que liabía quedado en lugar del
infortunado Escalante, le avisó que aquellos recicn llega-
dos iban enviados por Diego Velázquez con orden de qui-
tarle el mando y volverlo preso á Cuba.
En efecto el gobernador de aquella isla, que tuvo cono-
cimiento de los descubrimientos de don Hernando por
Montejo y Puertocarrero que tocaron el suelo de su gober-
nación, contra los preceptos del Capitán, se apresuró
empeñosamente á tomar venganza de la partida pasada, así
como á procurar el lucro que aquellos procuradores anun-
ciaban.
Organizó nueva flota y habiéndola puesto á las órdenes
de Panfilo de Narváez, salió del puerto de Guaniguanico
en los primeros días de marzo de 1520, llegando á Vera-
cruz un mes después, habiendo seguido un derrotero idén-
tico al de las anteriores excursiones.
Se compuso de diez y ocho bergantines con ochocientos
160 PÉREZ VERDÍA
soldados castellanos, de los cuales ochenta eran de caba-
llería, otros tantos eran escopeteros y ciento cincuenta
ballesteros, con diez y ocho cañones y mil indios cubanos.
Narváez que aunque valiente era hombre ligero y jactan-
cioso, se mostró desde un principio sobradamente confiado
en las fuerzas de que disponía, de suerte que envió luego
al padre Guevara y otros dos oiiciales acompañados de un
escribano, para que fuesen á intimar obediencia á Gonzalo
de Sandoval que, no contando con tropas suficientes, se
había retirado al interior. En la entrevista, negándose
Sandoval á oír la intimación, y obstinándose los emsarios
en hacerla, se exaltaron los ánimos, acabando por ser
aprehendidos los representantes de Narváez, y remitidos
luego para México.
Cortés cuando los recibió, tratólos con la política que
lo distinguía, así es que bien pronto los cambió en^amigos
permitiéndoles volver á su campamento.
Habiendo meditado su situación, se resolvió al lina par-
tir al encuentro de su enemigo, de suerte que dejando en
México á Pedro de Alvarado con ochenta españoles, salió
con el resto de las escasas tropas que entonces tenía, pues
se hallaban diseminadas én distintos lugares, en los pri-
meros días del mes de mayo.
En CholoUan encontró á Velázquez de León que con
ciento veinte hombres había ¡do á expedicionar á Coatza-
coalco y con la llegada de Narváez volvía á incorporarse
ásu capitán, reuniéndose en Tlaxcala con Sandoval.
Rotas las negociaciones emprendidas entre los dos cau-
dillos castellanos con intervención de los padres Olmedo
y Guevara y del secretario Andrés de Duero, negocia-
ciones que sólo sirvieron para que Cortés conociera los
elementos y planes de su conlrario y sedujera con ricos
presentes al secretario Duero, al Padre Guevara, á los
jefes de la artillería Usagre y Mino, á Agustín Bermúdez
capitán y alguacil mayor y á otros muchos, y Narváez
HISTORIA DE MÉXICO 161
adquiriera mayor confianza, se dispusieron al combate. El
enviado de Vehizquez estaba posesionado del teocalli de
Cempoallan y eran sus tropas tan superiores á las de su
rival que no podía creer que hubiera encuentro alguno ;
sin embargo salió á buscar al enemigo, pero en medio de
una lluvia torrencial se volvió á su campamento por no
haberlo hallado.
Esta circunstancia y la de estar separados ambos con-
tendientes por el río de las Canoas, aumentó de tal suerte
su confianza, que al volverse á Cempoallan sólo dejó dos
centinelíis, entregándose al descanso con el más punible
descuido.
Cortés que con su genio militar previo que su salvación
dependía únicamente de una sorpresa, buscaba la oportu-
nidad de darla poniéndose de acuerdo con los jefes, del
campo enemigo con quienes de antemano contaba ya, y
como entrada la noche, recibiera un aviso que Duero le
enviara, con un soldado llamado Galleguillo, al instante
se puso en marcha, atrevesó el río y caminando sobre un
terreno fangoso y en medio de la lluvia, llegó en el
mayor silencio hasta el punto donde se hallaban los vigías,
de los cuales se apoderó de uno escapándosele el otro que
llegó al teocalli y refirió el suceso sin que se le prestara
el menor crédito, pues atribuyeron á una alucinación pro-
ducida por el miedo y por el ruido de la tempestad.
Apresuró su marcha D. Hernando de tal suerte que
llegó pocos momentos después produciendo en el enemigo
uña sorpresa completa penetrando en su campamento al
toque de carga y sin hallar en su puesto á los cuarenta
jinetes que, á las órdenes de Duero y de Bermúdez, esta-
ban encargados de custodiar el camino.
Sin resultado, hizo Narváez disparar su» artillería, pues
Usaga había tapado los oídos de varias piezas de suerte
que sólo hubo cuatro disparos, y aun de éstos uno útil,
por estar las otras bocas demasiado altas. En medio de
11
162 PÉREZ VERDÍA
una espantosa confusión, D. Panfilo, por cuya captura
se había ofrecido un premio de tres mil pesos, recibió una
lanzada en un ojo, que lo postró en tierra y lo hizo quedar
prisonero de Pero Sánchez Farfdn, con lo cual se rindió
al punto toda la tropa que allí se encontraba, termi-
nando así aquella notable jornada el martes 29 de mayo
de 1S2Ü.
Pocas pérdidas hubo que lamentar en tal asalto, pues los
pocos minutos que duró, así como las malas punterías por
la obscuridad de la noche, hicieron que apenas tuvieran
los vencidos unas quince ó veinte bajas y la mitad los ven-
cedores, de manera que al siguiente día se encontró
D. Hernando con su ejército aumentado con tan considerable
mímero de compatriotas, pues los más se le incorporaron
movidos poi* sus dádivas y promesas, y esto precisamente
en los momentos en que más necesidad tenía de ayuda
por las circunstancias á que había llegado.
Rindióse también la caballería que no había tomado parte
en la ligera lucha porque se hallaba algo distante de Cem-
poallan, y poco después se sometió también la armada
naval á Francisco de Lugo.
Cuando Narváez vio A su vencedor no pudo menos que
decirle : « Razón tendréis, señor Cortés, para agradecerle
á la fortuna el haberme hecho preso con tanta facilidad. »
A lo que contestó : « Mucho tengo que agradecerle, pero
lo menos que yo he hecho en esta tierra es el haberos pren-
dido. )) Decididamente hablaba entonces con presunción,
porque si la campana de Narváez no es el hecho que de-
muestra más valor en el conquistador, es sin duda el que
revela toda su audacia, su inteligencia y actividad, pues
había tenido que combatir un enemigo cuatro veces más
numeroso é igual en armas, táctica y disciplina.
■fií^SÍ^", Jí I " J ' ... L !ir.' x" ' " '*: '
HISTORIA DE MF^XICO 163
CAPÍTULO VI
Vuelve Cortés á México. — Horrible matanza de Alvarado. — Insurrec-
ción de la capital. — Muerte de Motecuhzoma. — Cuitlahuactzín. —
Noche triste. — Batalla de Otompan.
Pasados los primeros momentos del triunfo, el victo-
rioso general, que deseaba á todo trance consumar sus
conquistas y ensanchar sus límites, envió á Velázquez de
León con doscientos españoles y dos barcos para que
fuese á explorar la provincia de Panuco y á Diego de Ordaz
con otros tantos soldados á la de Coatzacoalco ; dejó en
Veracruz por teniente gobernador de Sandoval á Rodrigo
Rangel, y con seiscientos castellanos, abundantes provi-
siones y buen número de cañones emprendió su retorno d
Tenochtitlán.
Vino á amargar el gozo de Cortés y trastornar aquellos
planes la noticia que le trajeron dos tlaxcalteca de haber
ocurrido en la capital sucesos de importancia y de hallarse
Alvarado en virtud de ellos reducido á una situación di-
fícil.
Fué el caso que acostumbrando los azteca celebrar una
gran fiesta en el mes To^^catl, pidieron permiso para cele-
brarla al mismo Capitán pocos días antes de su partida
para el campo de Narváez, y como se manifestara anuente
con sus deseos, hicieron sus preparativos. Ya en vísperas
de la fiesta, aquellos indígenas llevaron su consideración
hasta el grado de pedir nueva licencia al Tonaliuh como
llamaban á Alvarado, quien igualmente concedió el per-
miso con la sola restricción de que no llevaran armas. '
Llegado el día orne tecpatl, que en aquel año correspon-
dió al 20 de mayo de 1320, más de seiscientos nobles
164 PÉREZ VERDÍA
mexicanos se reunieron en el atrio del teocalli mayor,
ostentando todo el lujo de que usaban en tales ceremo-
nias, y llevando cada uno un gran ramillete de flores, á
los sonidos de su música, se entregaron á danzas místicas
en presencia de más de tres mil espectadores ; pero cuando
se hallaban más entretenidos llegó Alvarado con sus tro-
pas y despiadadíimente empezó á matar sin antecedente
alguno d u(jueltü inerme muchedumbre. ¡Rodeada por
todas partes, desprevenida, sin poder huir ni defenderse,
aquella multitud pereció á los infames golpes de los ase-
sinos, Zurriendo su inocente sangre en abundantes bor-
bollones !
Tan espiíntosíi carnicería ejecutada en la principal
nobleza produjo en *^l pueblo un sin igual descontento y
un lovanlamienlo ¿reneral. No pudo ya soportar aquel
pueblo irritado y su!o contenido por el profundo respeto
que tenía al imbécil monarca, tamaña afrenta : habían tole-
rado que aqpeilfís advenedizos entraran en su ciudad, les
arrebataran sus tesoros, deshonraran á sus familias, que-
maran á aus compatriotas, aprisionaran á su rey, mas no
pudieron sufrir que ptírlidamente asesinaran á todos aque-
llos íi quienes respetaban y querían por ser sus jefes y
señorea-
Alvarado, el cruel y sanguinario Alvarado, que provocó
la ira de la muchedumbre, no fué capaz de contenerla;
envuelto á poro por los guerreros mexicanos tuvo que
replegarse herido en la cabeza á sus cuarteles, á pedirle á
!\Iotecuhzoma que arengase á sus vasallos y los hiciera
deponer su actitud hostil. Amenazado con la muerte, se
prestó el dt'tbil líey á servir de instrumento á sus mortales
enemigos, y desde la azotea del palacio de Axayacatl apa-
ciguó la airada multitud.
Pasáronse los días siguientes entre parciales combates,
fieras amenazas y grande escasez de víveres y provisiones,
sin celebrarse el tianquistli ni dar ninguna señal de acti-
HISTORIA. DE MÉXICO 165
vidad ü de coafianza, en cuya apurada situación, que á
haberse prolongado un poco más, habría hecho pagar caro,
pero justamente, sus iniquidades á aquel puñado de aven-
tureros, los encontró el vencedor de Narváez.
De Cempoallan se encaminó para Tlaxcalla adonde llegó
el 17 de junio y pasando por Texcoco, en cuyo lugar espe-
raba el ambicioso y traidor Ixtlixochitl, llegó por fin á
Tenochtitlán el día de San Juan Bautista.
Una salva de artillería anunció á la ciudad la vuelta de
los compañeros de Alvarado : Cortés en vista del mal resul-
tado, reprendió á este caudillo su conducta, negóse á
hablar con su imperial cautivo y dio libertad á Cuitlahuac
señor de Iztapalapan y hermano del soberano para que al
punto fuese á ordenar se celebrara el tianquistli y vol-
viera á su habitual estado la ciudad.
Aquel generoso príncipe, heredero presunto del trono,
que se había opuesto desde un principio al pacífico recibi-
miento de los blancos, que más tarde había procurado un
levantamiento cuando fué aprehendido y encadenado en
unión de Cacamatzin, lejos de usar de su libertad en el
sentido que el Capitán deseaba, se aprovechó de ella
para promover la insurección (1).
Bien pronto experimentó el conquistador la diferencia
que había entre el supersticioso y cobarde Motecuhzoma y
(1) Cuando el Cónsul romano Atilio Régulo después de haber obtenido
innumerables victorias sobre los cartagineses, fué derrotado y hecho pri-
sionero por Hantipo en la batalla de Aspis, quisieron sus enemigos va-
lerse de él para que les consiguiera la paz en Roma, estimulándole á ello
ofreciéndole en cambio la libertad. Mas cuando Régulo se presentó al
Senado de su patria lo excitó á que prosiguiera la guerra de la que depen-
día su engrandecimiento, y en seguida volvió á su cautiverio de Gartago,
sin querer oír los ruegos de su esposa é hijos, ni las súplicas de sus «uni-
goSf ni las protestas de los sacerdotes que lo desligaban de su juramento.
Prefirió á todo el cumplimiento de su palabra y regresó tras una muerte
inhumana, que vino á reídzar la sublimidad de su conducta, haciéndolo,
digno de la inmortalidad precisamente por lo que todo hombre debe amar
más en la vida : la patria y el honor.
i 66 PÉREZ VERDÍA
SU belicoso hermano : al siguiente día (2S<de junio) se
presentó éste con un numeroso ejército, impidiendo la
comunicación con Veracruz y cortando todos los puentes
que comunicaban la ciudad con el exterior. Mandó Cortés
al punto á Diego de Ordaz con cuatrocientos españoles á
detener la marcha de aquel improvisado ejército ; pero
acometido con vigor y habiendo tenido ocho muertos y
muchísimos heridos tuvo que replegarse á su cuartel,
adonde no habría podido llegar si don Hernando* no lo
hubiese salido á reforzar por diferentes puntos.
Siguió á este combate un asalto al edificio en que esta-
ban alojados y en el que se habían fortificado, y aunque
la artillería causaba incontables pérdidas abriendo repe-
tidas brechas en aquella apiñada chusma, eran tantos y
tan valientes los que la formaban que el lugar de los que
caían, era luego ocupado por otros, logrando de este modo
llegar hasta el muro y prenderle fuego á una parte del
cuartel.
Á la mañana siguiente hizo el conquistador una salida
sin más resultado que haber quemado algunas casas, pero
teniendo al cabo que volverse ásus posiciones. Y como á
pesar del uso de tres baluartes de madera movedizos lla-
mados mantas y del fuego de la artillería, los ataques se
repitieron con un vigor creciente, el día 27 en que llegó á
desconfiar Cortés de sahr bien, repitió para sosegar á sus
enemigos, el medio que con tan buen éxito había em-
pleado Alvarado haciendo que Motecuhzoma arengase á
sus airados subditos.
Luego que éstos le vieron aparecer en la azotea, ador-
nado con todas las insignias imperiales, depusieron sus
armas y entraron en un profundo silencio ; arengólos en-
tonces el monarca excitándolos á que no hicieran mal á
los blancos, porque ya iban á retirarse y diciéndoles que
estaban engañados si peleaban porque lo creyesen prisio-
nero ; pero ante los males que palpaban, y estando ya des-
.11 u%, 1,111 1 iLf
HISTORIA DE MÉXICO 167
prestigiado el Rey por su conducta, sin que ni siquiera
les tomase de nuevo aquella arenga que tal vez compren-
dieron al verla repetida, que era un medio que para sal-
varse empleaban sus enemigos, el valeroso Cuauhtemoc
echándole en cara su cobardía con diferentes denuestos,
alzó la cara y templando su arco le disparó sus flechas. Al
punto una lluvia de piedras, de las cuales recibió una
herida en la frente y dos contusiones en el cuerpo, demostró
que> había cesado su influencia sobre su pueblo que ya no
lo veía sino como á un traidor y amigo de los blancos.
Sin esperanza de contenerlos, se repitieron los asaltos
los días 28, 29 y 30 sin que bastara á impedirlos el que
Cortés valerosamente les quitara la posesión del teocalli
desde donde ofendían impunemente el cuartel, ni las pro-
posiciones de paz que empeñosamente les hizo ; de suerte
que considerando peligrosísimo el permanecer en el centro
de aquella ciudad hostil sin los elementos necesarios para
poder salir, resolvió decididamente el hacerlo.
Tomada semejante resolución lo único que se consultaba
era sobre el modo de llevarla á cabo, y aunque si de día
se efectuaba tendrían la ventaja de ver al enemigo, exa-
minar el terreno y conservar mejor la disciplina, preva-
leció la opinión de que la salida se efectuara de noche,
tanto porque habían observado que los mexicanos no com-
batían en la obscuridad, como por ser más fácil salir á esa
hora sin ser sentidos, influyendo además la predicción de
un pretendido astrólogo Blas Botello que anunció buen
éxito para el ejército y malo para él si salía de noche, y
malísimo para todos si la retirada se verificaba en el día.
Conociendo la topografía de Tenochtitlán, Cortés hizo
construir un puente portátil de madera para poder pasar
las muchas cortaduras y acequias y dispuso todo para que
la retirada se hiciera sin ser sentida.
Del abundante tesoro, separó su parte y la del rey de
tespaña, permitiendo que libremente pudiesen los soldados
168 PÉREZ VERDÍA
apoderarse del resto, pues no tenía medios de conducirlo
con seguridad.
Entre los preparativos de la tarde del 30 de junio, se
cuenta el asesinato del desgraciado Motecuhzoma, deCaca-
matzín, Rey de Texcoco, de Ilzcohuatzin, Señor de Tlate-
lolco, de Totoquihuatzin, Rey de Tlacopan, y de otros varios
nobles y sacerdotes que tenía prisioneros, pues habiendo
observado que cuando mataban á alguno de sus caciques ó
señores, por de pronto sé ocupaban exclusivamente de
hacerles exequias y demás ceremonias fúnebres, quisieron
los conquistadores ocupar en estos asuntos la atención de
los mexicanos, para salirse entre tanto con más facilidad,
¡Nuevo rasgo de crueldad é ingratitud en aquellos
hombres que así mataban á los príncipes y pacíficos po-
seedores de aquella tierra, y al mismo emperador á quien
tantos beneficios debían y á quien tanto habían engañado!
Así murió Motecuhzoma á la edad de cincuenta y dos
años, después de gobernar diez y ocho. « Si bien es cierto,
dice Prescott, que no puede uno menos que mirar con
desprecio la cobardía del monarca aztecatl, algo debemos
disculparle considerando que aquella provenía de su su-
perstición; de la superstición que en el salvaje hace las
veces de la religión en el hombre civilizado. »
Cuando sus subditos encontraron su cadáver, no quisie-
ron hacerle exequias ni funerales, sino que aun le negaron
sepultura ; pero afortunadamente un antiguo mayordomo
llamado Apaaecatl, que lo encontró, lo quemó sin pompa
alguna, recogió sus cenizas y las enterró en olvidado
lugar.
Perpetrado aquel crimen y concluidos los preparativos,
á la media noche del memorable 30 de junio después de
haber dicho misa el padre Olmedo, se emprendió la reti-
rada. Formaban la vanguardia doscientos infantes y veinte
jinetes á las órdenes de Sandoval; el cuerpo del centro
compuesto de la artillería, el tesoro y las mujeres iba á las
HISTORIA DE MÉXICO 169
inmediatas órdenes del Capitán y la retaguardia que estaba
mandada por Alvarado y Velázquez de León se componía
del grueso de la infantería. Sin ser sentidos llegaron á la
cortadura de Tecpantzinco en donde se colocó el puente
portátil, mas apenas había empezado á pasar la vanguardia,
cuando descubiertos por los centinelas mexicanos, que
dieron la voz de alarma, fueron al punto acometidos.
Oyóse en el templo el atambor de guerra ó huehuetl^ hecho
de pieles de serpiente y que solo sonaba en las grandes
ocasiones, y de improviso en la obscuridad de la noche,
brotaron innumerables canoas bien tripuladas por las
acequias, millares de combatientes por las calles y azoteas.
La determinación del general había salido contraprodu-
cente : la noche que no les había escudado para ser senti-
dos, les impedía con sus sombras el acertar sus tiros, uti-
lizar la caballería, ver el terreno y hasta conocer sus
enemigos.
Á duras penas pasaron aquel puente y en el acto Maga-
rino que de él estaba encargado, mandó levantarlo para
ponerlo en la siguiente cortadura de Tolteacalli ; pero con
el peso de las tropas y de la artillería, se había hundido
en el fango de tal suerte que parecía enclavado, siendo
imposible moverlo. Había llegado ya el ejército á la ace-
quia siguiente, y no hallando modo de pasarla, acometido
por todas partes y sin modo de seguir su marcha, se de-
claró allí en completa derrota.
Unos soldados á caballo, otros á nado, algunos como
Alvarado por una viga (pues no es cierto lo del salto) in-
tentaron pasar la otra cortadura de Tollecaalalopan tenién-
dose por muy dichosos si lograban su intento; pues los
que no caían á los golpes de los honderos mexicanos, se
ahogaban sumergidos por el peso del oro que llevaban ó
arrastrados por los indígenas que luchando cuerpo á cuerpo
los precipitaban al agua. Cegóse parte de aquel pozo con
los cadáveres, la artillería y el equipaje y por allí logró
170 PÉREZ VERDÍA
entonces pasar alguna troja; la retaguardia no pudíendo
incorporarse se volvió á su cuartel donde sitiada pereció
al tercer día.
Así es que cuando después de largas horas de reñido
combate y mortal agonía pudo verse Cortés fuera de México,
se halló con que su ejército había experimentado una pér-
dida de cuatrocientos cincuenta españoles, cuatro mil alia-
dos, cuarenta y seis caballos, todos los cañones que lleva-
ban consigo, la mayor parte de las armas de fuego y casi
todo el tesoro : murieron Juan Velázquez de Léon^ Fran-
cisco de Moría, Francisco de Salcedo y otros buenos ofi-
ciales quedando heridos los más de los que pudieron
salvarse.
El denodado CurrLAHUACTZLN que había sido electo décimo
Emperador de México, dio principio á su gobierno, aun
antes de ser coronado, con la famosa victoria que los
españoles mismos llamaron noche triste^ y si no los per-
siguió hasta exterminarlos como sin duda habría sucedido,
fué porque como más de doscientos hombres, cuando vie-
ron que era imposible seguir adelante, se volvieron á su
cuartel á hacerse fuertes, tuvo necesidad de consagrar su
atención á aquel grupo que volvía á defenderse en la misma
capital. Una vez vencido, se ocuparon los mexicanos en
limpiar su capital de los cadáveres y en tributar á los
nobles que habían perecido los honores fúnebres que acos-
tumbraban, concluidos los cuales, organizaron un nuevo
ejército para que persiguiese á los fugitivos.
Cortés entre tanto no pudo menos que derramar algunas
lágrimas bajo del secular ahuehuete que se conserva toda-
vía con el nombre de árbol de la noche triste^ y viendo
sus soldados heridos y desmoralizados, permaneció en des-
canso en un teocalli que después fué capilla de Nuestra
Señora de los Remedios, siguiendo al día siguiente su
marcha para Tlaxcala.
Combatido por frecuentes guerrillas, falto de provisiones
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HISTORIA DE MÉXICO 171
y temeroso de ser mal recibido por sus aliados, en virtud
de llegar derrotado, pasó por Cuauhtitlán y rodeando la
laguna de Tzompango, llegó por fin el 7 de julio á las
cumbres que dominan el valle de Otompan. Habría andado
legua y media cuando se encontró en Temalacatitlán con
un ejército de azteca numerosísimo : Cuitlahuactzin había
puesto á las órdenes del cacique Matlatzinca Cihuacoatl
más de cien mil guerreros que denodadamente se arroja-
ron por todas partes contra los aborrecidos blancos. Tra-
bóse porfiada lucha, pues los españoles, aunque pocos y
abatidos, peleaban con el valor que produce la desespera-
ción (1); pero aunque en aquella apiñada multitud casi
desnuda las filosas espadas tendían un hombre á cada
golpe, era tan grande el número de los mexicanos que no
sólo no se echaba de ver aquel constante destrozo, sino
que ni siquiera había espacio desocupado de guerreros. En
tan apurado lance, que necesariamente concluiría con la
completa destrucción de los conquistadores. Cortés,
siempre sereno y valeroso, fecundo en medios de victoria,
recordó que le habían referido que los ejércitos mexicanos
se declaraban en derrota cuando su estandarte caía en po-
der del enemigo. Alzóse al punto sobre los arzones y divi-
sando á lo lejos el tlahuizmatlaxopilli en manos de un
aztecatl que estaba sobre unas lujosas andas, se precipita
sobre él acompañado de los bravos jinetes y de los capi-
tanes Sandoval, Alvarado, Avila, Olid y Domínguez y rom-
piendo el galope, apartando con sus lanzas á la muche-
dumbre, llega violentamente contra el Cihuacoatl, le
(1) Durante la segunda guerra púnica, después de la derrota y muerte
de Cneo Escipión, en España, el grupo de romanos que pudo escapar
bailándose abatido en sumo grado, nombró por general á Lucio Mahcio
por ser el que daba más muestras de valor, y cuando en tan aflictivas
circunstancias, fué atacado por el ejército victorioso de Asdrúbal, la de-
sesperación hizo un héroe de cada romano de suerte que obtuvieron un
brillante triunfo, maravillándose los unos de ver huir, los otros de verse
huyendo.
172 PÉREZ VERDÍA
derriba de las andas de un fuerte bote y ya en el suelo,
Juan de Salamanca le atraviesa con su espada el corazón y
le arrebata el codiciado estandarte.
Los mexicanos que tal vieron, se declararon vencidos y
echaron á correr, de suerte que en un momento cambióse
la suerte de la batalla, no porque faltase el valor á los
vencidos, sino por una de tantas preocupaciones que alla-
naron el camino de la conquista.
Espantosa mortandad causaron los vencedores á aquélla
multitud fugitiva, pues se calcula en veinte mil el número
de muertos ; por parte de los blancos fueron las pérdidas
insignificantes.
En Hueyotlipán descansaron tres días pasando luego á
Tlaxcallan en donde se les recibió con la mismas muestras
de la alegría que otras veces les habían manifestado.
CA.PITULO VII
Guitlahuíictíin, — tíu cierto y glorioso reinado. — Terrible epidemia de
líisj viruelftS. — Cortés en Tlaxcala. — Refuerzos que recibe. — Gam-
pítfia de Tepeara- — Fundación de Segura de la Frontera. — Cuauhte-
moctiiín. — Proí-urü iniUilmente la unión de los de su raza. — Salida
de los conquistadores de Tlaxcala. — Campaña del valle de México.
— Muerte de Xicoteneatl. — Comienza el sitio de Tenochtitlán.
El valiente Cuitlaliuactzin comprendiendo que la unión
da la fuerza y que íú grupo de soldados que militaban bajo
las bandtM-as de Corles era por sí solo insuficiente para
dominar el país, sin el concurso de los pueblos que irre-
llcxivamenlc le liabían prestado su alianza, mandó inme-
diatamente embajadas con ricos presentes á Tlaxcallan,
Michilmacán y üliolollan para suplicarles se apartasen de
aquellos liombres funestos, y olvidando los pasados agrá-
HISTORIA DE MÉXICO 173
vios y rencores, se unieran todos para defender su nacio-
nalidad é independencia.
Desgraciadamente el espíritu egoísta, así como el odio
que profesaban al inlperio aztecatl, unos por envidia de su
grandeza y otros porque habían sufrido sus rigores, impi-
dieron el resultado que era de esperarse entre pueblos de
un mismo origen y de una misma civilización. En Tlaxcala,
á pesar del favorable empeño que por la liga tomó Xico-
tencatl, prevaleció la contraria opinión sostenida con calor
porMaxíxcatzin, fiel amigo de los blancos ; y en Michihua-
cán apenas se dignaron hacer una oferta que no llegaron
á cumplir.
La solemne coronación de Cuitlahuactzin se verificó el
7 de septiembre de 1520 entre las íiestas acostumbradas
aumentadas con el sacrificio de algunos soldados blancos
que para el caso habían reservado. Y aunque bastante se
prometían del arrojo y patriotismo del nuevo rey, su coro-
nación se distinguió mucho de las de los monarcas ante-
riores : no reinaba aquella inmensa alegría con que otras
veces habían celebrado esa fiesta, ni la dignidad real se
presentaba con los atractivos de pasados y felices tiempos.
Al mismo tiempo Coanacotzin ocupaba el trono de
Acolhuacán y Tetlepanquetzaltzin el de Tlacopan, en virtud
de hallarse vacantes por los asesinatos de Cacama y Toto-
quihuatzín.
Con actividad se puso Tenochtitlán en estado de defensa,
abriendo nuevas cortaduras y rompiendo diques, á la vez
que por todos los pueblos del Imperio se levantaban tropas
y se aprestaban al combate. Pero la hora de la muerte
había sonado para aquel pueblo desgraciado y por todas
partes se conjuraban en su contra diversos elementos.
No se detuvo el mal en la llegada de aquellos extranjeros,
ni en la funesta aplicación de los mitos de Quetzalcoatl,
ni en el poderoso auxilio de los totonaca y tlaxcalteca, ni
en la superstición de Motecuhzoma ; sino que tras de la
174 PÉREZ VERDÍA
guerra llegó la peste debilitando aquella raza más y más.
Un negro que vino en la expedición de Narváez, trajo á
este suelo la epidemia de las viruelas ; cundió el contagio
por diversas partes : primero Cempoallan, luego Yucatán,
Chalco más tarde, y bien pronto el país entero, se vieron
destruidos por aquel azote epidémico nunca conocido antes,
y al que pusieron por nombre teozahuatl^ grano divino.
Era inmenso el número de los desgraciados naturales que,
atacados de las viruelas, sin sabérselas curar perecían
todos los días, ocasionando una constante y cuantiosa baja
en los ejércitos mexicanos.
. Sucedía lo contrario en las filas de Cortés : cuando
estaba en Tlaxcala reponiendo sus abatidas fuerzas en la
noche triste, llegáronle inesperados refuerzos.
Pedro Barba con una nave pequeña, trece soldados y
dos caballos, desembarcó en Veracruz, enviado por Veláz-
quez para incorporarse á Narváez, el que por engaños fué
sorprendido y enviado á Cortés ; Rodrigo Morejón de Lo-
bera llegó poco después con ocho soldados y abundantes
provisiones y elementos de guerra ; más tarde Diego Ca-
margo enviado por Francisco Garay á la provincia de
Panuco que iba á colonizar con 150 hombres, en virtud de
un naufragio arribó á Veracruz, y aun llegó también en
octubre, obligado por carecer de víveres, Miguel Díaz de
Auz que con cincuenta infantes y ocho caballos iba en busca
de Camargo.
Todos éstos engrosaron las filas del conquistador impul-
sados por sus promesas y buen trato, sin embargo de
haber sido mandados por enemigos suyos en socorro
de sus émulos.
La civilización aztecatl estaba destinada á perecer para
ser sustituida por otra superior, y la Providencia prepa-
raba el camino de su ruina.
De Tlaxcala envió Cortés una carta á Rangel para saber
el estado de la colonia de la Villa Rica, recibiendo satis-
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HISTORIA DE MÉXICO 175
factoria contestación, pues sólo ocho soldados que habían
ido á la capital de la República á recogejp una cantidad de
oro y otros pocos que habían pasado á incorporársele á
México, se sabía que liabían sido matados por los de Te-
peaca y Tzoltepec. Tanto por esto, como por las excita-
tivas de los tlaxcalteca que á todo trance preferían que sus
aliados vivieran más bien sobre el campo de los azteca que
sobre el suyo propio, se emprendió la guerra contra las
poblaciones mexicanas colindantes do la RepiíbHca, no sin
que Cortés tuviera antes que vencer alguna resistencia
de muchos soldados disgustados que querían volverse á
Cuba.
Por último, ya en vísperas de salir de Tlaxcala, arribó
al puerto otro buque de Juan de Burgos, procedente de
las Canarias, cargado de ballestas, escopetas, pólvora y
municiones, todo lo que le compró luego Cortés, llegando
su buena suerte hasta el extremo de que aquel comerciante
con veinte hombres se resolviera á incorporarse en la
expedición aumentado de esa suerte su efectivo.
Con ciento cincuenta mil aliados partió don Hernando
para emprender la campaña de Tepeyacac ó Tepeaca,
siendo asaltado en Zacatepec, donde como siempre puso
en fuga á sus enemigos. De Acatzingo mandó unos emi-
sarios á intimar la rendición á la ciudad de Tepeaca, pero
sus defensores contestaron con resolución que no se ren-
dirían jamás, por lo que al día siguiente se dio una
reñida batalla, entrando los extranjeros victoriosos á saco
la ciudad.
En los primeros días de septiembre fundó allí una co-
lonia con el nombre de Segura de la Frontera, estable-
ciendo su gobernador, alcaldes, regidor y oficiales reales,
pues por su situación, aquella villa les servía como punto
estratégico.
Pequeñas partidas de españoles acompañadas por un
buen número de tlaxcalteca, partieron en diversas direc-
-^z?^ — ]
176 PÉREZ VERDÍA
clones Á someter toda la provincia ; pues el pían del Ca-
pitán era entonces no dejar enemigo alguno entre él y la
ciudad deTenochtitlán, para poderla ocupar; pues primero
había pensado partir en su conquista del centro á las
extremidades, y apoderándose de la capital, ir después en-
sanchando su dominación; pero como no había podido
sostenerse, trataba á la inversa, de irse apoderando poco
á poco de los lugares comarcanos, hasta llegar á Teno-
chtitlán, centro objetivo de sus operaciones.
Ocupada Tepeaca, las fuerzas mexicanas se retiraron á
Quecholac en donde fueron nuevamente vencidas, y de
a|lí á Guauhquechollan ó Huacachula. El cacique de este
último lugar, disgustado con los mexicanos, se concertó
traidoramente con Cortés para dar muerte á la división
aztecatl fuerte de 30.000 hombres ; y el guerrero español,
aprovechando la oferta, mandó a Ordaz y á Ávila con dos-
cientos infantes, doce caballos y 30.000 aliados ; pero en
el camino les dijeron á los capitanes que era una celada
la que les habían tendido, por lo que al punto retroce-
dieron. Cortés con algún refuerzo tomó el mando de la
partida y asaltó briosamente á Cuauhquechollan, en cuya
población aunque en efecto el cacique se puso de parte de
los extranjeros, los soldados mexicanos pelearon con tanto
denuedo que, prefiriendo la muerte á un vergonzoso ren-
dimiento, fueron pasados á cuchillo en su totalidad.
Se sometió Ocuituco, pero en Itzocan volvieron á defen-
derse y ser vencidos los azteca, quedando todos sus habi-
tantes reducidos á la esclavitud, cien teocalli incendiados
y la ciudad enteramente saqueada.
Vencidos los principales ejércitos enemigos, volvió
Cortés á Segura de la Frontera, limitándose después á
enviar algunas secciones de sus tropas que tomaron á
Tochtepec, donde primero fué derrotado el capitán Sal-
cedo, Tecalco, Xocotla, Xalatzinco y otras poblaciones.
En principios de diciembre, después de enviar á la costa
Í^.V/r.
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HISTORIA DE MÉXICO 177
para que se fueran á Cuba á Andrés de Duero y otroa
españoles de los de Narváez que seguían disgustados,
Don Hernando volvió á Tlaxcala. Cuando llegó acababa de
morir Maxixcatzin á consecuencia de la terrible epidemia
de las viruelas^ dejando un hijo que fué su sucesor, llamado
don Lorenzo Maxixcatzin.
Allí se ocupó con ardor en construir unos bergantines
que pudiesen servirle en el sitio de México que ya inten-
taba poner, y en reunir y municionar sus tropas ; y como
en la revista que pasó el miércoles 26 de diciembre de
1520 se encontró con que tenía á sus órdenes quinientos
cincuenta españoles de infantería con ochenta ballestas y
escopetas, cuarenta de caballería y nueve cañones, pro-
mulgó ese mismo día unas severas ordenanzas que había
hecho para conservar la buena disciplina, y salió para
Texcoco el viernes 28 de diciembre, acompañado de cienta
cincuenta mil aliados de las provincias de Tlaxcala, Cem-
poallan, CholoUan y Huexotzinco.
Entre tanto en Tenochtitlán había muerto también de
viruelas el día 26 de noviembre el Emperador Cuitlahu-
actzin (i). Este hombre extraordinario es uno de los
héroes más notables de nuestra historia, en aquel intere-
sante período : sin las vulgares preocupaciones, se opuso
á que se recibieran de paz los funestos extranjeros ; más
tardo trató de acaudillar un levantamiento nacional, por
lo que fué hecho prisionero y encadenado, y cuando des-
pués obtuvo su libertad por un error de Cortés, al punto
se puso al frente de sus compatriotas. Él fué quien atacó
bizarramente el cuartel de los conquistadores ; él quien,
los obligó á salir, negándose á entrar en arreglos con
quienes juzgaba con razón enemigos de su patria, y fué
también él el vencedor famoso de la noche triste. Por
(1) En Europa murieron de viruelas Luis I de España, y Luis XV de
Francia.
12
r^T;r''
178 PÉREZ VERDÍA
. atender á los guerreros que mandados por Velázquez de
León se quedaron en la ciudad, no destruyó á los fugitivos,
pero envió luego al ejército que en Otompan fué vencido
gracias á la superstición y á la ignorancia, ocupándose sin
-descanso en fortificar la ciudad y en levantar tropas.
Su talento igualaba á su valor, así es que dio también
pruebas de que sabía aprovecharse de la política para
salvar á su patria; por esto envió embajadas á procurarla
alianza de distintos pueblos, trabajando por la concordia y
la unión. Sin embargo de tan gloriosos hechos su nombre
es poco conocido : la gloria parece que sólo sigue á los
soldados vencedores, sin cuidarse de los que se sacrifican
por la Justicia y el Derecho noblemente representados en
la insignia de la Patria.
Fué electo undécimo y último Emperador de México,
CcALHTEMOGTZiN, dguUa que descendió, yerno de Molecuh-
zoma é hijo de Ahuizotl y de una hija de Moquihuix, de
suerte que por sus venas corría la real sangre de los te-
nochca y de los tlatelolca (1), y aunque sólo contaba vein-
titrés años, era de carácter enérgico y valor indomable.
Repitió regalos y embajadas á los amigos de los extran-
jeros procurando con eso apartarlos de la terrible liga,
pero sin resultado alguno, de modo que resuelto entonces
á sacrificarse y ver sí por la fuerza ó intimidación lograba
ío que de buena voluntad se le negaba, hizo decidida
guerra á los traidores.
Cortés caminando con mil precauciones, pues las huma-
redas que eran el medio convenido por los mexicanos para
avisarse de un lugar á otro los movimientos délos blancos.
f 1) También en Espafia habiendo subido al trono la rama bastarda de
Trastamara, por la muerte que di6 á D. Pedro el Cruel su hermano
D. Enriíjue, años más tarde se enlazaron las dos ramas, al subir al
Irono D. Juan II que era por su padre Enrique III bisnieto de D. Enrique
II ó de Trastamara y por su madre D." Catalina de Lancaster, bisnieto
de D. Pedro el GnfEL.
HISTORIA DE MÉXICO 17&
eran generales y se extendían hasta donde alcanzaba la
vista, llegó al tercer día á la ciudad de Texcoco, capital
del reino de Acolhuacán. Había recibido poco antes cuatro
emisaHos de Coanacotzin suplicándole entrase de paz y
aceptase su alianza; mas al entrar en la ciudad se aper-
cibió de que sus calles estaban desiertas y abandonadas
sus casas, viéndose todavía á lo lejos huir á sus pobla-
dores ; irritado con esta burla dispuso que sus tropas
saquearan la ciudad, lo cual hicieron con gran satisfacción.
Permaneció algún tiempo en Texcoco recibiendo la su-
misión de muchos pueblos vecinos, como los de Coatli-
chán, Huexotla, Chimalhuacán, Ateneo, Chalco y otros
varios y reconociendo los alrededores de Tenochtitlán.
En esos mismos días murió en su campamento Cuicui-
calzin á quien había puesto por rey de Texcoco, con cuyo
motivo y no reconociendo á Coanacotzin porque no le era
adicto, puso en su lugar, ó lo que es lo mismo tituló rey
á Tecocoltzin, hijo bastardo de Nezahualpilli.
Habiendo sabido á principios de febrero de 1521 que
estaban ya concluidos los trece bergantines que en Tlax-
cala se construían por su orden y bajo la dirección de
Martin López, mandó por ellos á Sandoval. Los barcos
una vez terminados se arrojaron al agua en el río Zahua-
pán para probarlos y ver si llenaban su objeto, y siendo
satisfactoria la prueba, desarmáronlos todos para poder
conducirlos. Formaban el convoy ocho mil indios tamene
ó de carga, que llevaban en hombros la madera labrada de
los barcos, el velamen, jarcia y clavazón, veinte mil gue-
rreros tlaxcalteca mandados por Chiohimecatecuhtli, Teuc-
tepil y Ayotecatl, doscientos infantes españoles y quince
caballos.
Las diez y ocho leguas que hay entre Tlaxcala y Tex-
coco las recorrió aquella caravana en menos de cuatro días,
siendo recibida con entusiasmo por los conquistadores que
la esperaban.
^
180 PÉREZ VERDÍA
De antemano Ixtlixochitl con ocho mil operarios, apro-
vechando un pequeño cauce^ había abierto un canal, que
tenía poco más de media legua de longitud y la profun-
didad necesaria para poder arrojar los bergantines á las
aguas del lago ; de suerte que estando todo preparado,
los carpinteros que dirigía Martín López se ocuparon de
armar los nuevos barcos.
En ios primeros días de marzo salió D. Hernando de
Texcoco con trescientos cincuenta españoles y el ejército
aliado, con objeto de hacer un reconocimiento y de pro-
curar una entrevista con el Emperador ó alguno de los de
su nobleza; dirigióse para Tlacopan, pero en Xaltocan
I tuvo que sostener un serio combate con los mexicanos, en
el que tal vez habría sido desbaratado á no ser por un
traidor que le enseñó el punto por donde era vadeable la
calzada (1), después de lo cual llegaron al día siguiente á
la capital del reino tecpanecatl. Nuevo combate y nuevo
triunfo tuvieron los españoles en Tlacopan, cuya ciudad
saquearon é incendiaron completamente, mas se repitieron
los asaltos con asombrosa constancia y en la vez que
Cortés quiso entrar á Tenochtitlán por aquella calzada,
estuvo á punto de sufrir un descalabro, pues los azteca lo
(1) En las guerras médicas, mientras Leónidas, rey de Esparta, defendía
el desfiladero de las Termopilas, un traidor, Ephialtés, descubrió al ejér-
cito de Xerxes una senda oculta que conducía á la retaguardia de los
griegos, que por tal circunstancia se vieron rodeados de enemigos, prefi-
riendo Leónidas sucumbir con sus bravos compañeros á abandonar el
punto. Ephialtés fué declarado trai<ior por el Congreso Anphictiónico, por
lo que abandonó á Grecia, y cuando después de mucho volvió, fué muerto
por un enemigo suyo que mereció por eso los honores de patriota. En
cambio Leónidas fué declarado benemérito y en honor suyo se celebraban
fiestas anuales, y en Esparta 600 años después aun leían los nombres de
todos aquellos héroes, que supieron morir por su patria. En las Termo-
pilas, sobre el montículo donde fué herido el rey héroe, se le erigió un
monumento con un león de mármol, y se puso una conmovedora inscrip-
ción que decía : « Pasajero, decid á Esparta que aquí hemos umerto por
obedecer sus santas leyes. »
fim Vwf t-,£i ■
HISTORIA DE MÉXICO i 81
dejaron entrar para acometerlo luego, lo que hicieron con
tal brío, que tuvo que retirarse perdiendo cinco españoles
y quedando heridos los más. *
Volvióse D. Hernando á Texcoco y se ocupó en dar
socorro á algunas poblaciones aliadas de las inmediaciones,
así como en formar una coalición entre las más fuertes' y
lejanas, de suerte que pudiesen ayudarse unas á otras.
En 5 de abril salió de nuevo de la capital de Acolhuacán
con un ejército considerable, con el fin de arrojar á los
azteca definitivamente de Chalco, someter á los tlahuica
que lo hostilizaban y dar la vuelta alrededor de México
para arreglar ya los medios de ponerle sitio.
En esta campaña tuvo que sostener combates casi lodos
los días, siendo los de más importancia los que tuvieron
lugar en el peñón de Tlayacapán, en Cuauhnahuac y en
Xochimilco, en donde cayó Cortés en poder de los azteca
que lo pudieron matar sino hubieran querido átodo trance
llevarlo vivo al sacrificio, dando tiempo á que llegara
Cristóbal de Olea y lo libertase.
Concluido el reconocimiento entró á Texcoco el día 22
del mismo abril, encontrándose allí con algunos otros re-
fuerzos recientemente llegados.
Las continuas fatigas y el indomable valor de los azteca
tenían desanimados á muchos de los conquistadores que
querían volverse á Cuba ; mas no hallando otro medio de
conseguir su intento, que el de la sedición, conjuráronse
todos ellos para dar muerte á Cortés á la hora de comer,
asesinando á la vez á los capitanes que le eran más adictos,
para apoderarse de todos los tesoros y despojos y volverse
á la isla.
Uno de los conjurados, oportunamente arrepentido, le
dio aviso á D. Hernando de cuanto pasaba, manifestán-
dole que Antonio de Villafaña era el promovedor del
alboroto, por lo que al punto lo aprehendió, apoderándose
aún de la Hsta de todos los conspiradores ; pero se en-
182 PÉREZ VERbÍA
contró con que éstos eran tantos que lo era imposible cas-
tigarlos sin debilitarse, de suerte que hizo correr la voz de
que aquella lista se la había tragado Villafaña, á quien
hizo ahorcar inmediatamente que confesó su delito.
Concluidos los barcos y profundizado convenientemente
el' canal, se botaron al agua el domingo 28 de abril, siendo
bendecidos por el padre Olmedo, después de lo cual se
pasó revista á las tropas que iban á poner el sitio, contán-
dose setecientos infantes españoles, ciento diez y ocho
ballesteros, ochenta y seis de caballería, con tres grandes
cañones y diez pequeños.
Pocos días después que llegaron todos los auxiliares, se
dividió ya el ejército (20 de mayo) y se emprendió la mar-
cha. La primera división puesta á las órdenes de Pedro de
Alvarado, se compuso de ciento cincuenta infantes, diez y
ocho ballesteros y treinta de caballería, con más de veinti-
cinco mil aliados y dos cañones, divididos todos en tres
compañías mandadas respectivamente por Jorge de Alva-
rado, Andrés de Monjaraz y Gutiérrez de Bandajos ; esta-
bleció su cuartel general en Tlacopan.
La segunda división mandada por Cristóbal de Olid de-
bería situarse en Coyohuacan, y estaba formada por ciento
sesenta infantes, diez y ocho ballesteros, treinta y tres
jinetes y veinte mil aliados con dos piezas de artillería,
distribuidos en tres compañías que mandaban Francisco de
Lugo, Andrés de Tapia y Francisco Verdugo.
La tercera división estaba á las órdenes de Gonzalo de
Sandoval y se componía de ciento cincuenta soldados de
infantería, vemticuatro de caballería, diez y siete escope-
teros con otros dos cañones y veinte mil auxiliares, man-
dados por Pedro de Ircio, Luis Marín y Hernando de
Lerma, debiendo fijar su cuartel en Itztapalapan.
Por último la armada estaba á las inmediatas órdenes
del Capitán y se componía de innumerables canoas tripu-
ladas por aliados y de los trece bergantines con doce
.!^1L*"*1
HISTORIA DR MRXICO 183
escopeteros, doce marineros, un capitán, un veedor, do&
artilleros y un cañón cada uno ; eran los capitanes, Rodriga
Morejón de Lobera, Francisco Rodríguez Magarino, Juan
Jaramillo, Juan Rodríguez de Villafuerte, Pedro Barba,
Juan García de üolguín, Juan de Limpias Carvajal, Pedra
de Briones, Juan de Portillo, Antonio de Carvajal, Cris-
tóbal Flores, Antonio de Sotelo y Jerónimo Ruiz de la Mota.
Al ponerse en marcha una de las divisiones trabóse una^
riña entre un español y un tlaxcaltecatl llamado Pitectetl
pariente de Xicolencatl, saliendo herido el indígena ; esto
disgustó á sus compatriotas que manifestaron su resenti-
miento, por cuya causa trató el capitán Üjeda de calmarlos,
y aunque lo consiguió de muchos, el valiente Xicoten-
catl se separó airado del campamento yéndose para Tlax-
cala. Luego que lo supo Cortés mandó á Márquez y á Ojeda
con una partida de caballería para que lo aprehendiesen y
pidiesen al gobierno de la República autorización para
castigarlo por traidor, la cual les fué concedida, de modo
que aprehendiéndolo volvieron con él á Texcoco, en donde
ya estaba preparada una elevada horca. Al punto fué ahor-
cado á la vez que un pregonero anunciaba que aquel cas-
tigo se le imponía por traidor y desertor.
¡ Así se juzgaba traidor al único tlaxcaltecatl que no lo
era, y se le condenaba á muerte por sus enemigos que se
constituyeron en sus jueces!
CAPÍTULO VIII
Combate» durante el sitio. — Derrota de los conquistadores. — Cortés
prisionero. — Se resisten los sitiados ú, capitular. — La peste y el
hambre. — Últimos asaltos. — Es hecho prisionero el emperador
Cuauhtemoc. — Toma de la capital. — Suplicio de los reyes prisio-
neros.
Por el día 20 de mayo de 1521 empezó el riguroso sitio
de México, pues en esa fecha se demolió parte del acue-
:>^3rr-^
!84 PÉREZ YERDÍA
<íttclo que conducía de Chapoltepec el agua á la ciudad, y
se encontraron ya situados en sus respectivos campamen-
tos de Itztapalapan, Tlacopan y Coyohuacán los capitanes
de Cortés.
Al pasar este general con su flota por la ribera meri-
dional del lago, al ir á ver el estado de las divisiones,
recibió una lluvia de flechas y piedras que le arrojaban
desde una encumbrada roca, llamada después Peñón viejo
ó del Marqués^ desde donde observaban los mexicanos
todos sus movimientos y los avisaban á los de la capital
por medio de humaredas. Al punto mandó Cortés desem-
barcar la mayor parte de su gente y sin arredrarse por lo
escarpado de la roca, ni por las estacadas que había puestas,
ni por el valor con que se defendía, subió precipitadamente
tomando á viva fuerza cada trinchera hasta ocupar la
última de la parte superior. Apenas se había tomado la
posición cuando llegaron á socorrerla innumerables canoas
llenas de guerreros; pero después de permanecer largo
rato en expectativa, un viento fuerte hinchó las velas de
los bergantines y los arrojó precipitadamente sobro las
piraguas, que, no pudiendo resistir aquel formidable em-
puje, se estrellaban al choque con los barcos ó se sepul-
taban en las a^uas al nutrido fuego de la artillería, ganando
las que pudieron salvarse la calzada que conducía á la
€Íudad.
La armada castellana después de perseguir á las fugi-
tivas canoas por más de tres leguas, llegó al anochecer á
un punto llamado Xoloc, lugar de reunfón de la calzada
principal y la de Coyohuacán, en donde había dos to-
rreones fortificados, los que tomó después de una vigorosa
resistencia. Como desde aquel punto se podía hacer gran
daño á la capital, en la noche lo atacó Cuauhtemoc con
desesperado empeño ; pero nada pudo conseguir ante las
-combinadas maniobras del ejército que lo defendía y de
los bergantines que lo sostenían desde las aguas.
HISTORIA DE MÉXICO i 85
Una semana entera repitieron diariamente sus asaltos
para recuperar aquella posición, en cuyo liempo observó
Alvarado que por una calzada que entonces se llamaba de
Tepeyacac y hoy de Guadalupe, se comunicaba la ciudad
con el exterior, recibiendo socorros y provisiones. En tal
virtud se previno á Sandoval que ocupase aquel punto con
su división, quedando con eso enteramente cerrada la cir-
cunvalación.
Ansioso D. Hernando quiso hacer una entrada general
á Tenochtitlan, pero aunque logró penetrar hasta la plaza
principal, advirtió entonces que el enemigo procuraba
cortarle la retirada, por lo que antes que las sombras de
la noche aumentaran la confusión, salió de la ciudad ayu-
dado por una sección de caballería que se introdujo con
ese objeto.
Inmediatamente se le sometieron los pueblos de Tlahuac,
Xochimilco, Mixquic, Culuacán, Méxicaltzingo y Churu-
busco, que rodeaban la ciudad, con lo que los conquista-
dores concentraron en ella toda su atención,
Á los tres días de la primera, hizo Cortés su segunda
entrada, llegando otra vez hasta la plaza, de donde no
quiso pasar, ocupándose lodo el día en destruir las trin-
cheras y cegar los fosos; se apoderó del teocalli mayor
en el que en vano sus compañeros buscaron la cruz é
imágenes que habían dejado, pues sólo hallaron un nuevo
ídolo de Huitzilopochtli del que únicamente les agradó la
máscara de oro que tenía y que se apropiaron gustosos.
Por más de veinte días consecutivos duraron los asaltos
y las entradas, sin otro resultado que ir destruyendo
aquella gran ciudad, pues los asaltantes se ocupaban en
destruir los parapetos y los edificios durante todo el día,
mientras que por la noche los defensores reparaban sus
trincheras y trataban de levantar de nuevo sus hogares.
En una de estas entradas que hizo Alvarado, guiado por
su carácter impetuoso no se detuvo en su marcha en cegar
i 86 .PÉREZ VERDÍA
los fosos que dejaba tras de sí, de manera que los mexi-
canos que advirtieron su imprudencia, lo acometieron en
su retirada, derrotándolo completamente, pues se retiró
en el mayor desorden perdiendo armas y soldados, de los
que cinco cayeron prisioneros y fueron luego sacrificados
en el templo de Tlatelolco á la vista de sus compatriotas.
Los encuentros navales también eran frecuentes. Por
esos días los mexicanos construyeron treinta grandes em-
barcaciones, y ocultándolas entre los espesos tulares, cla-
varon en las cercanías gruesas y grandes estacas que
estorbaran los movimientos de los barcos españoles ; en-
tonces unas canoas provocaron á dos bergantines de la
armada y fingiendo una retirada los atrajeron á la embos-
cada en donde estuvieron en grave riesgo de caer en su
poder, y aunque lograron escapar, tuvieron pérdidas de
consideración, pues entre los que murieron se contaron
los dos capitanes Juan de Portillo y Pedro de Barba.
Esta derrota hizo que el conquistador á los pocos día»
les preparara á los indígenas la misma celada, en la que
cayeron perdiendo gran número de canoas.
Cansados ya los españoles de aquellas fatigas y sin espe-
ranza de obtener una capitulación, pues Cuauhtemoc había
dejado sin respuesta cuantas proposiciones se le habían
hecho, urgían al General para que tomara posiciones
dentro de la capital. Cortés por mostrarse consecuente con
los deseos de sus soldados, ordenó el asalto general para
el día 28 de junio, el cual llegado, se emprendió la marcha
con dirección al mercado de Tlatelolco, que como se ha
dicho ya, era un barrio de México, por las tres calles que
de Tlacopan conducían á aquel lugar : D. Hernando con
cien infantes, veinticinco ballesteros, ocho caballos y buen
número de aUados, se dirigió por la calle más angosta;
por la principal iba el tesorero Juhán.de Alderete con
setenta peones, ocho caballos y veinte mil tlaxcalteca, y
por la última calle tomaron Jorge de Alvarado y Andrés
HISTORIA DE üéXIGO 187
de Tapia con ochenta infantes y diez mil auxiliares, prote-
gidas las tres columnas por seis piezas de artillería.
Bien pronto se trabaron distintos combates en las pri-
meras cortaduras que encontraron, renovándose en cada
una de las siguientes, no obstante lo cual, casi llegaban
ya al mercado cuando Cortés por vigilar á las otras dos
secciones cortó por una calle para incorporarse d ellas ;
mas apenas llegó cuando vio que retrocedían en completo
desorden.
Aunque había ordenado que no se internasen sin dejar
antes bien cubiertos los fosos y cortaduras que fueran
dejando á retaguardia para asegurar la retirada en todo
caso, Alderete no cumpUó con tan prudente mandato ;
de suerte que los mexicanos que tal cosa vieron, aflojaron
en la defensa, dejando que los extranjeros entrasen con
facilidad; una vez avanzados se oyó el lúgubre sonido
del atambor sagrado, y por todas partes se arrojaron sobre
el descuidado grupo poniéndolo en precipitada fuga.
En vano quiso Cortés contener aquella acobardada mu-
chedumbre : los de atrás arrollaban á los que adelante tra-
taban de hacer frente, y por todos lados los guerreros de
Cuauhtemoc se arrobajan sobre ellos. En semejante lucha
fué envuelto el valiente Capitán que cayó en tierra de una
herida que recibió en una pierna y sin poder defenderse
lo hicieron prisionero. Llevábanlo ya al sacrificio cuando
el bravo Cristóbal de Olea (1) se arrojó á caballo
sobre el que lo tenía cautivo y de un tajo rebanóle el
brazo, dando con esto tiempo á que llegara en su ayuda
un capitán tlaxcaltecatl nombrado Teamacatzín y luego
un llamado Lerma con el paje Cristóbal Guzmán, y el
(i; Parece dudoso que el mismo Olea que enXochimilco libertó ¿i Cortés,
recibiendo por ello tres heridas, volviera á arrebatarlo del poder de sus
enemigos, pagando en esta vez con la vida su lealtad ; pero el verídico
Bemal Díaz así lo afirma aun identificando su perdona en ambos pasajes
al referir que era natural de Medina del Campo en Castilla la Vieja.
t88 PÉREZ VERDÍA
capitán Antonio de Quiñones, y pudieran salvarlo^ con
gran trabajo á costa de la vida de Olea y de otras sen-
sibles pérdidas, <
Entre tanto Alderete que luchaba por apoderarse de una
trinchera emprendió violentamente la retirada al ver que
de una casa le arrojaron tres cabezas españolas diciéndole
Malinche, Malinche, á la vez que á Cortés le echaban
otras á los gritos de Tonatiuh, Sandoval (1) !
Todavía después del fracaso, cuando ya se encontraba
el ejército en sus tiendas, volvieron á sonar el tlapan-
huehuetl en lo alto del teocalli; era que sacrificaban entre
fiestas y danzas á los desgraciados blancos que acababan
de aprisionar.
El triunfo de Cuauhtemoc alentó á los mexicanos que
confiando en las palabras de sus sacerdotes esperaban que
Huitzilopochtli los salvaría ; mandaron á los pueblos ve-
cinos las cabezas de los extranjeros que habían muerto,
logrando que algunos desertasen de las banderas del con-
quistador, y emprendieron algunas salidas por sus reales.
Pocos días después y cuando empezaba á sentirse en la
ciudad sitiada la escasez de provisiones, envió Cortés á
unos prisioneros para que le ofreciesen la paz al Empera-
dor, quien reunió una junta en que se rechazó la oferta,
declarando entonces el joven rey que morirían mejor los
mexicanos peleando, que verse en poder de quienes ha-
brían de hacerlos esclavos.
Otro buque perteneciente á Ponce de León, el descubri-
dor de La Florida, llegó en aquellos días á la Villa Rica,
marchando luego sus tripulantes y soldados á presentarse
al Capitán general, llevando buena cantidad de municiones.
1 Después que los Cónsules Libio y Nen'm vencieron á Astlrúbal en la
famosa batalla del Metauro, arrojaron su cabeza al campo de Aníbal, que
al sentir herido su corazón de hermano y sus esperanzas de guerrero, con.
la vista de aquel sangriento despojo, no pudo menos (|ue decir : Reconozco
la fortuna de Roma.
HISTORIA DE MÉXICO 189
De manera que con este refuerzo y el de otros indios que
se le habían sometido, se acordó ya un plan de campaña
que prometía más seguros resultados.
Se formó por Cortés un cuerpo de zapadores compuesto
de más de cien mil indios armados de coas, palas y otros
instrumentos y se ordenó que mientras se sostenían los
asaltos aquéllos destruyeran completamente las casas y
edificios, rellenando con sus escombros los fosos y corta-
duras. Ya era mucho lo que entonces se había destruido,
pero como no bastaba tumbar los templos ü otros edificios
de consideración, pues cada casa se convertía en fortaleza
desde donde hostilizaban sin cesar á los conquistadores,
tuvo necesidad D. Hernando de tomar aquella medida.
Repitiéronse los combates cada día, necesitando los
españoles para ir reduciendo el sitio, no sólo destruir las
casas, sino aun tirar los escombros, pues tras de ellos se
parapetaban aquellos valientes defensores.
En principios de agosto la populosa Tenochtitlán estaba
convertida en ruinas ; apenas quedaban en pie la plaza
principal, el teocalli y unas cuantas casas ; sus habitantes
á pesar de su frugalidad no tenían ya que comer y estaban
débiles y hambrientos; toda la superficie estaba cubierta
de cadáveres, y la peste ponía el colmo á tantas desdi-
chas.
No eran únicamente los guerreros los que sostenían
aquella plaza : aun las mujeres se ocupaban en labrar
las piedras arrojadizas, hacer hondas, preparar las flechas
y con una abnegación sublime compartían con sus maridos
los pehgros de la guerra (1).
(1) Cuando en la tercera guerra púnica los romanos, después de haber
recibido los rehenes, el dinero y las armas que habían pedido á los carta-
gineses por hacer la paz, les notificaron que deberían siempre abandonar
su capital, fundando tal deslealtad en la interpretación de la palabra
civila»^ hicieron en medio de su indignación un supremo esfuerzo por
defender á Gai'tago, que tanta grandeza había tenido durante siete siglos.
Todos sus habitantes tomaron las armas y se dedicaron con todo sacrificio
190 PÉREZ VKRDÍA
Ixtlixochitl logró en uno de aquellos diarios combates
aprehender á su hermano Coanacotzin que fué encadenado
luego, con lo que abandonaron la ciudad los soldados de
Acolhuacán.
Reducidos los mexicanos á un solo barrio, el de Tena-
titechen el extremo Noreste, se encontraban allí agrupados
hombres, mujeres y niños, sin tener un techo en que abri-
garse, viviendo á la intemperie y sin poder proporcionarse
ni más agua que la llovediza, ni otros alimentos que al-
gunas sabandijas.
Repitiéronse los asaltos en los días 7 y 8 de agosto, en
los que perecieron más de tres mil de los defensores, des-
pués de cuyos combates ofrecióles Cortés un acomoda-
miento que rehusaron de nuevo ; pero habiendo insistido
en que deseaba ver al Emperador, se señaló el día H para
la entrevista.
Llegado el día, Cuauhtemoc no asistió, sino que mandó
cinco señores principales para que se informasen do lo
que quería el Capitán, pues mandóle decir que él no tra-
taría de paz; Cortés envió á los señores mexicanos para
que suplicasen á su soberano que acuch'era á la entrevista,
y al día siguiente muy temprano volvieron á avisarle que
ya se disponía á conferenciar en la plaza principal. Luego
se presentó D. Hernando, pero aunque esperó tres horas,
el Emperador no asistió, por lo que comprendió que había
sido una burla.
Dispuso al punto un combate general y al efecto obrando
en combinación mandó á Sandoval que atacase á la ciudad
con los bergantines á la vez que él y Alvarado daban el
asalto, que fué uno de los más terribles del asedio.
Perecieron millares de indígenas; « la carnicería fué
horrible : el suelo estaba cubierto de muertos, dice Pres-
á la defensa, llegando la abnegación de las mujeres hasta cortarse todos
los cabellos para fabricar con ellos las cuerdas de las catapultas, las cuales
no habrían podido proporcionarse de otro modo.
HISTORIA DE MÉXICO i 91
cott, hasta llegar el caso de que los frenéticos combatientes
tuviesen que subirse sobre los montones de cadáveres
para poder pelear. El suelo estaba anegado en sangre que
corría como agua y que teñía de rojo hasta los canales
mismos. Todo era estrépito y horrible confusión. Los ho-
rrorosos aullidos de los indios, los juramentos y maldi-
ciones de los cristianos, los quejidos de los heridos, los
lamentos de las mujeres, los lloros de los niños, los rudos
golpes de los conquistadores, el estertor de los agonizantes,
el rápido y resonante fragor de los mosquetes, el silbo de
las saetas, el rechinido y sordo ruido de los incendiados
lechos que se desplomaban, las densas nubes y columnas
de polvo y humo que envolvían á la ciudad en tétrica obs-
curidad ; todo este conjunto formaba una escena espantable
que aterró hasta el animoso corazón de los conquistadores,
habituados á los duros trances de la guerra y á los ho-
rrores de la sangre y de la muerlc. »
Cuando la noche puso íin á este cuadro desgarrador, el
Capitán general dispuso se continuara la lucha al día si-
guiente á fin de no perder las veníajas obtenidas; pero al
amanecer el memorable martes 13 de agosto de 1521 ce
coatí del mes Tlaxochimaco del año yey Calli^ y cuando
se ocupaba en abocar los cañones y prepararse para la
nueva entrada, habló con el Cihiíacoatl ó general de los
sitiados, para que convenciese al Emperador á que viniera
á tratar de la paz-, pues iban todos á morir. Volvió el
guerrero aztecatl después de unas cuatro horas d decirle
que Cuauhtemoc quería mejor morir que rendirse ó pre-
sentársele, con lo cual se ordenó el combate cerca del
medio día. Más que luchas eran degüellos aquellos últimos
encuentros, pues los defensores debilitados por el hambre
apenas podían sostenerse con el peso de sus armas, sin
tener fuerzas para herir á sus contrarios; sin embargo
duró la refriega por algunas horas.
Entre tanto varias canoas recorrían rápidamente la su-
{92 PÉREZ VERDÍA
perficie del lago y como de antemano sabían los españoles
que el Emperador hacía ya días que vivía en una canoa,
temiendo Sandoval que lograse fugarse^ ordenó á García
de Holguín que las persiguiese, pues era su bergantín el
más velero de la armada.
Este capitán de navio desplegando sus velas alcanzó
bien pronto las canoas, y reconociendo á una por sus
adornos por la principal, le intimó se detuviese ; los reme-
ros doblaron su actividad, por lo que mandó hacerle
fuego ; pero entonces se detuvo y levantándose el valeroso
Cuauhtemoctzín, dijo : « No me tiren que yo soy el rey de
México y de esta tierra y lo que te ruego es que no me
llegues á mi mujer ni á mis hijos, ni á ninguna cosa de
lo que aquí traigo, sino que me tomes á mí y me lleves á
Malinche. »
Acompañado de Tetlepanquetzaltzín, rey de Tlacopan y
de veinte personas principales, fué trasladado al bergantín
y conducido á presencia de Cortés ; pero en el camino salió
Sandoval al encuentro de Holguín y le pidió se los entre-
gase ; se resistió éste, y tal vez se habría trabado alguna
riña, si el Capitán no hubiese ido al encuentro y no la
hubiera evitado con su presencia.
Este lo recibió con la cortesía que en tales casos
acostumbraba, mas aquel indómito prisionero le dijo luego
que lo vio : « Señor Malinche, he cumplido con lo que
estaba obligado en defensa de mi ciudad y de mi pueblo y
no he podido hacer más ; y pues vengo por fuerza y preso
ante tu persona y poder, haz de mí lo que queráis. » Y
poniendo la mano en un puñal que D. Hernando llevaba
al cinto, agregó : « Toma luego este puñal y mátame. »
Consolóle Cortés como pudo, alabó su denuedo, le hizo
mil promesas, y mandando traer á su esposa Tecuichpo y
comitiva, hizo que les sirviesen algún refrigerio. Cuauh-
lemoc era como ya se ha dicho de veintitrés á veinticuatro
años de edad, de proporcionada estatura y robusta com-
.+■*.'. ►^•Brt»- "* -"A-"-'..
HISTORIA De MÉXICO 193
plexión, de ojos brillantes, color más blanco que el de sus
compatriotas y modales graves é insinuantes.
Los mexicanos luego que supieron su aprehensión, rin-
dieron las armas y al anochecer de tan funesto día, los
españoles se retiraron á sus tiendas apoderándose al día
siguiente del resto de la que había sido Tenochtitlán
México, y que consistía entonces en un reducido montón de
escombros y cadáveres.
Las pérdidas de los mexicanos se calculan aproximada-
mente en ciento cuarenta mil hombres, de los quȒ cincuenta
mil murieron por la peste ; por parte de los sitiadores, fué
reducido el número de los españoles muertos, aunque los
auxihares perdieron cerca de treinta mil.
Así concluyó su vida independiente aquel pueblo que á
pesar del aislamiento en que siempre vivió, llegó á alcan-
zar un grado superior de civilización, contándose por esto
como el primero de la América.
Setenta y cinco días duró el riguroso sitio de Tenochtitlán
durante el cual no pasó uno solo sin que la sangre de sus
defensores no se derramara en la ciudad ó en sus alrede-
dores ; ¡ setenta y cinco días duró la destrucción de la
ciudad tan heroicamente defendida por nn pueblo bárbaro !
Cortés hizo llegar de diferentes partes maíz y otras pro-
visiones, y después de solemnizar su triunfo con orgías y
procesiones, se ocupó en recoger el oro y demás riquezas
que tanto halagaban su codicia y la de sus compañeros.
Habían visto únicamente los tesoros de Axayacatl y for-
maban una inmensa riqueza, de suerte que se prometían
despojos riquísimos ; pero cuando le presentaron á Cortés
todo el oro recogido le pareció bien poco, por lo que dijo
que sólo el que habían perdido ellos en la noche triste
era más que el que veía ; los mexicanos contestaron que
los de Tlatelolco lo habían tomado ; replicaron éstos que
todo lo habían devuelto, poniendo Cuauhtemoc fin al alter-
cado diciendo con severidad que no había más oro que
13
194 PÉREZ VERDÍA
aquél. Una vez fundido se vio que apenas excedió de veinte
mil onzas, y como esta suma tenía que repartirse entre
todos los soldados después de sacar el quinto del Rey, les
correspondía una canlidad tan pequeña que no satisfacía
sus esperanzas, j*or lo que muchos se negaron á recibirla.
Como otras veces Cortés les había defraudado su botín,
y aun había llegado á cambiarles esclavos, poniendo gente
anciana ú deforme en lugar de los mozos de servicio,
naturalmente empezaron Jai^ murmuraciones contra él,
asef^^urando que por apoderarse de las riquezas las había
ocultado de acuerdo con el monarca mexicano. Julián de
Alderete tesorero del Rey, fué uno de los que más crédito
dieron á semejante suposición y como Cortés por librarse
de tal cargo, hiciese recaer todas las sospechas sobre
CuauhUMnocLz/n, diciendo que él las había escondido, en-
tonces pidiéronle empeñosamente que le diera tormento
para que dijese ílón^le las había ocultado.
Se presió Cortés a tan i^rande infamia é hizo untar aceite
en los pies y en las manos de los reyes de México y de
Tlacopan, poniéndoles lu gu en una hoguera. El ánimo
más fuerte se estremece ante tan cruel suplicio y se sor-
prende de encontrar tanta entereza en aquellos desgracia-
dos príncipes, pues fué impotente para arrancarles no sólo
su secreto, pero ni siquiera una queja.
Tetlcpanquetzal, conmovido por el dolor, dirigióle
apenas una niii'ada signiíicativa al denodado Cuauhtemoc,
que so limitó á decirle con una serenidad espartana :
¿ fSstot/ ¡JO acaso vn un drleiie ó baño ?
Viendo entonces D, Hernando que todo era inútil,
horrorizado de tanta crueldad y avergonzado de su proce-
der, los mando quitar de la Iio^uera, « antes de que fuera
tarde^ dice I*rt>srült ; sin emliargo de que ya lo era para
libertar su nombre de una mancha indeleble » (1).
(t Ea \f\ pesquisa sicerí'ta ((ue afios más larde, levantó la primera
Audicacia, »e liic It» siguienle * CHrosí se le face cargo al dicho don
J
'S'T^r
HISTORIA DE MÉXICO 195
Después (Jijo Cuauhtemoc que cuatro días antes había
arrojado á la laguna todos los tesoros que buscaban, y
aunque buenos nadadores y buzos trataron de sacar aquellas
riquezas, sólo encontraron en un estanque un sol ó calen-
dario redondo de oro macizo y de gran diámetro.
CAPÍTULO IX
Ligeras consideraciones sobre la conquista de México y sobre la persona
del conquistador. — Cristóbal de Tapia. — Reedificación de la ciudad.
— Expedición de las Hibueras.
Todo ha cambiado en el territorio de Anáhuac,
Dueños los conquistadores de él, le imprimieron nueva
y diferente marcha, según los sentimientos que entonces
prevalecían ; pero antes que juzgar los sucesos posteriores
Hernando Cortés, que después que se ganó esta Cibdad tomó en su poder
á Guatemuca, Señor de ella é á otros muchos señores é los tubo en su
casa con poco temor de Dios ; é con cobdicía desordenada, mandó dar é
dio tormentos de fuego á los susodichos, para aber el oro de Montesuma ;
y el dicho Guatemuca quedó lisiado de los pies de los tormentos que
rrecebió; é ansi mesmo asó un indio muy prencipal, estando vivo, por lo
susodicho, fasta tanto que murió. » {Colección de Documentos inéditos de
indias y tomo 27, pág. 23.)
« A los treinta é dos cargos (jue se ponen, contesta García de Llerena
apoderado del conquistador, que atormentó A Guatemuca é á otros indios
por aber el oro é xoyas queilos term'an, se rresponde : que si el dicho
don Hernando Cortés atubmentó á Guatemuca é á los demás señores que
disco, sería é fué á pedimento é rrequerimiento de los oficiales de Vuestra
Magestad é del Thesorero Alderete, porquel dicho Thesorero se obiese
para Vuestra Magestad, creyendo de los dichos yndios lo term'an, é non
para lo quel dicho cargo disce ; é los tormentos no fueron tales como en
«1 dicho cargo se contiene, é se dieron contra voluntad del dicho don
Hernando Cortés. » (Tomo cit., págs. 239 y 240.)
También el señor Alamán emplea esta misma defensa : « Cortés, dice,
se hallaba en este *caso en la misma situación en que Tácito ret)resenta
al emperador Otón, cuando á su pesar mandaba (juitar la vida á los
VMi PÉREZ TE&DÍA
e» necesario formar un jaicio acerca de la coaqaisla y del
hombre que la llevó á cabo. Indodablemenle que lo que
entonces se llamaba derecho de conquista es una de tantas
aberraciones del entendimiento ; pues jamás puede existir
un verdadero derecho para que una nación se apodere de
otra tan libre como ella, y le quite su independencia y
soberanía. El derecho de conquista no es otra cosa que el
dereclu} de la fuerza.
Nada importa que se invoque la civilización más aventa-
jada del pueblo conquistador, porque si tal superioridad
(MJncedicra semejante derecho, vendríamos á parar al
atisurdo de que un solo pueblo, el más adelantado, tendría
facultad de sujetar á todos aquellos que lo fueran menos
cultos. La igualdad de las naciones es la base del Derecho
Internacional, lo mismo que en el hombre es un derecho
natural inaUenable y base de otros dereclios ; y así como
está hoy enteramente rechazada la doctrina de la antigüe-
dad profesada por el mismo Aristóteles de que los hombres
menos inteligentes estaban destinados por la naturaleza á
iiilniMtros y ami^'os íJr su antecesor Galba. Tenía baslíinte autoridad para
mandar coniclcr ci crimen ; pero no para impedirlo », dice aquel escritor,
que con ck/ih pocas pinceladas ha pintado tan al vivo la posición en que
Hc encurntra un jefe (|ue debe su autoridad ala muchedumbre por medio
do uua revolución, y que tiene que ceder á la voluntad caprichosa de
lot* que lo elevaron al podor ». {Diserlaciones, tomo !.•, págs. 154 y 155.)
EtiidH defensas son muy débiles para librar á Cortés de la fea mancha
do cruel, alevo y codicioso ; pues había da<Io espontáneamente su palabra
íi (luaubtí'inoctzín do quo lo tralnríu bien y debió haberla cumplido. En
otras rendiciones nuicbo inAs críticas había dominado á sus soldados, era
uu líouibre diMuasi.ido cnorfíico para dejarse duminar por atiuellos á
quienes loma sujitu-v y en quienes ejercía un ascendiente completo. Nada
lo habría sido mas fácil que impedir aquel suplicio si lo Imbiera querido ;
poro aun m r(iM».>í»o «pie no lo pudiera hacer, no le valdría esa disculpa,
como no le valiti á Pilatos el lavarse las manos, ni el hacer recaer la
Kan^rc de C.ri.sto sobre las caberas de quienes la pedían, para librarse de
la if;nominia do la j>ostcridad. « Cubrir tamaña injusticia en tan eminente
curActor de la rtqu'obación del faenero hmnano, es privar á la historia de
uno i\c sus más importantes fueros >, según la elegante expresión de
Washington lr\ing.
HISTORIA DE MRXICO 197
ser esclavos de los de más ingenio, así también está hoy
reconocido que no hay derecho para privar de su libertad
á las naciones á quienes Dios la concedió.
Si se sostiene ese derecho con el pretexto de la religión,
se comete una viva inconsecuencia, tanto al hacerlo mismo
que la religión reprueba, como al querer imponer por la
fuerza lo que sólo puede y debe abrazarse por el senti-
miento y la convicción.
Fr. Francisco de Vitoria, teólogo y jurista eminente,
fué el primero que sostuvo la tesis de que no constituyendo
los indios territorio sin señor, los españoles no podían
adquirir aquéllos por ocupación, afirmando así el respeto á
la independencia de las tribus bárbaras y de su soberanía,
proclamado después de tres siglos en la Conferencia afri-
cana de Berlín. Para él el Papa no da ningún poder á los
reyes, porque nadie puede dar lo que no tiene, siendo que
el poder temporal existía antes de la fundación de la Iglesia
y había reyes antes de la venida de Jesucristo. Así
pues, si el Papa confió á los españoles la predicación del
Evangelio, fué porque ellos eran más á propósito que los
otros pueblos, pues incumbiendo á todos los cristianos la
obligación de instruir en la fe á los ignorantes, el Jefe de
la Iglesia puede en consecuencia confiar la propagación
del Evangelio á un pueblo con exclusión de los otros. Tal
ha sido la explicación filosófica de la bula de Alejandro VI,
y tal la doctrina sostenida por el jesuíta Suárez y el domi-
nico Melchor Cano.
En consecuencia es una verdad evidente que conforme
á los principios absolutos, la conquista de México fué una
grande iniquidad (1).
(1) El notable literato y estadist»! venezolano S"'. D. Nicjinor Bolet Peraza
se ha dignado manifestar su aprobación A estas ideas en la siguiente
manera : « \o nos dejan pasar sin su correspondiente distingo, los críticos
españoles nuestros juicios acerca de la manera cruel con que se llevó á
198 PKREZ VERDÍA
Pero la humanidad, destinada á marcliar progresiva-
mente á su destino, no ha alcanzado de un golpe todas las
verdades que deben dirigirla, sino que extraviada frecuen-
temente por diversas causas, ha caminado poco á poco,
abandonando diariamente lo que hasta allí había tenida
por bueno. « Las paradojas de la víspera son las verdades
del día siguiente. »
De aquí resulta que los hechos históricos se juzguen no
sólo con arreglo á las verdades eternas, sino también con-
forme á las circunstancias y al espíritu de su época ; de
manera que no podemos excusarnos de tomar en cuenta
las ideas dominantes en el siglo xvi para formarnos un
juicio exacto de la conquista de nuestra patria.
Así como en la antigua Grecia eran tenidos por bárbaros
todos los pueblos que no pertenecían á ella ni estaban por
lo mismo representados en el congreso de las Anfictiones,
de igual modo en la edad media eran considerados todos
aquellos que no profesaban la religión catóHca.
De este error provino la creencia de los monarcas cató-
licos de que estaban autorizados para despojar á las na-
ciones americanas, y de este error también nació el duro
tratamiento que los conquistadores dieron álos naturales ;
pues suponían que todo les era lícito tratándose de infieles,
y por eso se ve con cuánta frecuencia los engañaban^ los
robaban y les hacían todo género de iniquidades. Las islas
cabo la conquista del N. Mundo. Quieren ellos que por no empañar la
más perdurable gloria de Kspafia les ayudemos á justificar, en considera-
ción á los tiempos y d las ideas que presidieron á a<iuella empresa, los
medios (luc para realizarla emplearon. Y me gusta, me ref:ocija y hasta
vo j á decir (porque lo siento) que me enorgullece el encontrar en Vd. briosas
y tonantes las ideas que en este particular abrigo y profeso. Yo no sólo
no justifico ni atenúo la manera con que España conquisU) la tierra que
descubrió Colón, sino que condenado tengo en mi conciencia y en modo
absoluto el mismo principio de conquista y lo condeno en los siglos en
que se apoyaba en la idea de Dios, como ahora lo rechazo en el presente
siglo en que por razón se le atribuye la idea del progreso. >»
HISTOHIA DE MÉXICO 199
de las Antillas colonizadas por los españoles, bien pronto
quedaron despobladas en virtud del duro trato que los
colonos les daban á los naturales y del trabajo excesivo
que les imponían, de manera que ya en el año de 1308 ca-
recían de brazos para el trabajo, por lo que empezó á des-
arrollarse una escandalosa piratería. Al principio con enga-
ños y promesas, desput^ por la fuerza, llevaban indios de
las otras islas, arrebatándolos de sus bogares y de sus
pacíficas tareas para berrarlos como esclavos, venderlos y
hacerlos perecer bien pronto.
Para que se conozca toda la infamia de tales procedi-
mientos, me basta recordar que Guzmán daba en Panuco
ochenta indios por una yegua y cambiaba un hombre por
un queso, y referir el siguiente hecho que describen el
infatigable é inmortal apóstol Las Censas y el cronista He-
rrera. En las costas de Cumaná se establecieron dos reli-
giosos de la Orden de Santo Domingo que bien recibidos
por sus moradores, predicaron lá verdadera fe, siendo do
todos queridos y respetados. Llegó un buque español de
los que recorrían aquellos mares esclavizando ¿los isleños;
pero los habitantes de Cumaná en vez de huir como otras
veces, fuertes con el apoyo de los virtuosos religiosos, que
les inspiraron confianza, recibieron con señales de afecto
á los tripulantes del buque. Después de varios días de tra-
tarse amistosamente, los españoles invitaron al cacique, á
su familia y á otros indios principales para (|ue fuesen á
comer al buque; el cacique que estaba ya bautizado y
tenía el nombre de Alfonso, lo consultó con los religiosos,
quienes le aconsejaron y aun le rogaron que aceptase la
invitación ; pero apenas bahía entrado en el navio con su
esposa y diez y siete personas, cuando levaron anclas y
amenazándolos con sus espadas para que no se arrojaran
al mar, se dieron á lávela llegando á Santo Domingo donde
trataron de venderlos; mas los jueces lo impidieron, y
pretextando que los habían cautivado sin licencia, se los
200 PÉRBZ VEIRDÍA
repartieron entre ellos haciéndolos esclavos. Entre tanto
los indios de la costa que vieron semejante engaño,
creyendo que los pobres frailes eran cómplices, trataron
de matarlos ; pero como pasó por allí casualmente otro
navio, escribieron al prelado avisándole que habían con-
venido los indios en esperar cuatro meses, y si al cabo de
ese término no devolvían a los cautivos, los matarían á
ellos. Honda sensación causó la iniquidad de los piratas y
el peligro de los religiosos, así es que fray Pedro de Cor-
dova y otras personas influentes requirieron á los jueces
para que castigasen á los salteadores y devolviesen al
punto á los engañados indios ; pero aquellos venales, que
eran Marcelo de Villalobos, Juan Ortiz de Matienzo y Lucas
Vázquez de Aillón, ni hicieron justicia ni volvieron á los
desgraciados que se habían apropiado, de manera que ha-
biendo trascurrido en vano los cuatro meses, sacrificaron
á los rehgiosos á quienes tanto acusaban las apariencias,
« siendo así aquellos frailas, como dice Quintana, mártires
no de la J)arbarie é idolatría india, sino de la alevosía y
codicia de los europeos ».
Si así obraban los Magistrados, ¡ con razón el obispo
ilustre de Chiapas les llama « Adelantados porque se
adelantaban en hacer males y daños gravísimos á gentes
pacíficas ! »
Siendo pues las expresadas ideas, las de aquel tiempo y
no reconociendo límites el derecho de la guerra ^ pues ni
en Europa se conocían aun siquiera las doctrinas de Hugo
Grocio, hay que reconocer que la conquista de México se •
llevó á cabo sin la crueldad que pudieron emplear y que
de hecho usaron otros conquistadores. En nada disminuye
esto la responsabilidad de Cortés por la mutilación de los
tlaxcalteca, la matanza do Cholollán, la perfidia que empleó
con Motecuhzoma, la crueldad con que trató á Cuauhpo-
poca y compañeros, la carnicería que hizo su teniente
Alvarado, el suplicio de Cuauhtemoc, el robo de los teso-
|Í*5;.^P?Í WI-. . ■ t;UV^-i J,cJ,- ■., ^.^.->'7""-''''. ' .''^!W'
HISTORIA DE MÉXICO 201
ros, y otros muchos jacios de pillaje y de licencia que sin
razón cometió ; pues el expresado juicio es puramente re-
lativo.
Inmensos fueron los beneficios que reportó el país con
la comunicación- europea, como inmensa era la super¡ori«
dad de esta civilización respecto de la mexicana ; pero,
¿ acaso los indígenas fueron los que más se aprovecharon
de ella? ¿no se habría podido introducir en Anáhuac la
moderna civilización y la fe cristiana por otros medios que
por los empleados en la conquista ?
Con respecto á la persona del conquistador D. Her-
nando Cortés, bien puede considerársele como uno de los
primeros generales de su siglo, pues reunía todas aquellas
prendas que, en sentir del Orador romano, constituyen
un distinguido jefe; con un valor nunca desmentido, una
serenidad asombrosa, fecundo en recursos y estratagemas,
con un talento político poco común, una energía inque-
brantable y un ¡limitado ascendiente sobro los que le ro-
deaban, no cabe duda que es una figura histórica del más
alto relieve.
Sin embargo, ya que es necesario al historiador referir
todos los hechos para que se forme un verdadero juicio,
tengo para mí que tan esclarecidas dotes, se hallaban obscu-
recidas por gravísimos defectos, defectos que rebajan en
gran manera el mérito de la flgura y le quitan enteramente
el respeto que debe rodear á los grandes hombres.
Cortés carecía completamente de moralidad. En sus
banderas llevaba un lema semejante al de Constantino ;
pero en sus acciones se olvidaba de él ; hacía creer que su
empresa era meritoria, porque la asemejaba á una cruzada ;
porque tenía por fin el introducir el Evangelio en naciones
infieles, el sacar de la idolatría á millares de pueblos, el
quitar las bárbaras costumbres de la idolatría ; pero esto
era en realidad muy secundario : su fin principal era saciar
su codicia y sed de mando, poseer el oro americano y ob-
202 PRReZ VBRDÍA
tener altos puestos. Únicamente así áe explica no sólo su
conducta en la guerra, sino el hecho de que varios años más
tarde no había ediOcado un solo templo^ mientras tenía ya
inmensos palacios y abundantes bodegas. Años después
fué caritativo y bondadoso con los indios.
Él sabía muy bien cubrir su^ actos con el barniz de la
hipocresía ; y así como renunció el mando en Veracruz,
para que se lo concediesen de nuevo sin dependencia de
Velázquez, del mismo modo únicamente invocaba la predi-
cación cristiana para hacer su causa -más popular.
Estos mismos medios empleó en todas sus negociaciones,
no sólo con los enemigos, sino aun con sus mismos solda-
dos, y así por tal de apoderarse de algún oro, les obligó en
Tlaxcala á entregarle con fútiles pretextos elque habían
logrado escapar en la noche triste y aun cambiarles ocul-
tamente los cautivos apropiándose los mejores.
Su vida licenciosa es la mejor muestra de que carecía
de virtudes privadas y el hecho de haber matado perso-
nalmente á su esposa doña Catalina Xuares Marcayda,
demuestra evidentemente que todo lo sacrificaba á su ambi-
ción sin que el crimen mismo le detuviera; pues no satis-
faciendo ya á su elevada posición aquella humilde mujer
con quien había casado muchos años antes, quiso enlazarse
con una noble estirpe de España, aunque para conseguirlo
tuviera que cometer un horrible uxoricidio.
Pasados los primeros días del triunfo, é importunado
Cortés por sus soldados que le pedían más oro del que se
les había repartido, resolvió enviarles á expedicionar á íin
de que la expectativa de las nuevas conquistas les com-
pensara sus afanes, y con este fin mandó á Gonzalo de
Sandoval con treinta y cinco caballos, doscientos infantes
y muchos auxiliares á sujetar las provincias de Tontepec,
Huatuxco y Aulicaba, y al teniente de Segura de la Fron-
tera con doce soldados de caballería, ochenta de infantería
y los inseparables aliados á la provincia de Huaxyacac.
II ll .fpp J.i'
HISTORIA DE MÉXICO 203
Así se fué ensanchando la dominación de los españoles en el
vasto territorio mexicano, fundándose nuevas poblaciones;
pues ya á los cuarenta días de la partida de Sandoval,
echaba los cimientos de la nueva villa de Medellin.
Entre tanto en la Corte, fuerte Diego Velázquez con la
protección del obispo Fonseca, consiguió que se nombrara
á Cristóbal de Tapia Gobernador de Aucva España, quien
habiendo llegado á Veracruz en diciembre de 1521, pidió
que se le reconociese por tal.
El Ayuntamiento de Veracruz contestó al requerimiento
de Tapia que se dirigiera al de México para obrar de con-
suno y entre tanto, el 12 de diciembre, hizo Cortés que los
Procuradores de la ciudad, el Alcalde y Regidores, por
ante Escribano le intimasen que no abandonara la pobla-
ción por presentarse ante el recién venido, pues ellos lo
harían y examinarían las provisiones. Ante aquella ficción,
encaminada á cubrir las apariencias, cedió el Conquista-
dor, por lo que salieron luego Pedro de Alvarado Alcalde y
Procurador de Temixtitán, como llamaban á México,
Gonzalo de Sandoval y Diego de Soto representantes de
Cortés, dirigiéndose á Cempoala donde reunidos con Fran-
cisco Álvarez Chico, Alcalde de Veracruz, y con los Regi-
dores Jorge de Alvarado y Ramón Cuenca, con el Factor
Bernardino Vázquez de Tapia, con el Regidor y Procurador
de Segura de la Frontera Cristóbal Corral, y con el de
Medellín Andrés de Monjaraz, celebraron una entrevista
con el nuevo Gobernador.
Allí apelando siempre al formulismo, protestaron obe-
diencia á las reales provisiones, besándolas y poniéndolas
sobre sus cabezas ; pero manifestaron que siendo falsas
las relaciones que las habían motivado, suplicaban de ellas
ante sus Majestades : « obedézcanse pero no se cum-
plan », y como no había sobre los Consejos municipales
otra autoridad superior que la del Rey ni estaban deta-
lladas por ley alguna las atribuciones de los funcionarios,
-J.'Ufci^^j^U,^
204 PÉRRZ VERDÍA
Tapia tuvo que ceder, contentándose con pedir testimonio
de cuanto había pasado. Después fué á Coyohuacán en
donde el teniente de la villa, Álvarez Chico, le mandó
que abandonase luego la Nueva España por convenir así
al servicio del Rey ; mandamiento que hizo efectivo el
Alguacil mayor Sandoval. Cortés burlóse de Velázquez lo
mismo por las armas que por las triquiñuelas jurídicas !
En el mes de mayo siguiente envió á Alonso de Ávila
y Antonio Quiñones con una carta del ejército y ricos
presentes para el Emperador; pero fué desgraciada esta
comisión, pues Quiñones murió en una riña que tuvo en
las Azores, y el oro y joyas cayeron después en poder del
corsario francés Juan Florín.
Entre tanto en la Corte se agitaba ante el Regente Adriano
de Utrech la cuestión entre los partidarios de Velázquez
favorecidos por el Obispo de Burgos, y los de Cortés á
quienes protegía el duque de Béjar: pero no llegó el Re-
gente á dij'imirla por su exaltación á la cátedra de San
Pedro ; mas Carlos V que regresó por entonces á España,
después de oir á un Consejo que al efecto formó, resolvió
que no se mezclasen en los negocios de la Nueva España
el Obispo de Burgos ni el Gobernador de Cuba, y con fecha
IS de octubre de 1522 le expidió á Cortés en Valladolid el
título de Capitán general y Gobernador de la comarca,
asignándole un sueldo competente.
Vencedor de sus enemigos en la Corte y dueño del país,
D. Hernando se ocupó entonces en reedificar la capital en
el mismo sitio que antes ocupaba, pues no obstante su
mala posición, prevalecieron en su ánimo los deseos de
que la moderna ciudad sustituyera á la antigua con ven-
taja.
Dividió en dos partes el suelo en que se iba á edificar,
destinando el centro á los españoles ; distribuyó en manza-
nas toda aquella extensión, dividiólas manzanas en solares
que adjudicó á los que se asentaran por vecinos de la
HISTOBIA DE MÉXICO 205
nueva villa, formando la tj*aza ó plano de la ciudad, cuyo
perímetro estaba limitado al Norte por las calles que hoy
se llaman de los Plantados, Puente del Cuervo, Chico-
nautla. Cocheras, iglesia de Santo Domingo, Misericordia
hasta el Puente del Zacate ; al Sur por la plaza de las
Vizcaínas, Tornito de Regina, San Gerónimo, cuadrante
de San Miguel, Buena Muerte y San Pablo ; al Oriente por
las de Muñoz, Curtidores, Danza, Talavera, Santa Ifigenia,
Albóndiga, Santísima, hasta el callejón del Armado ; y por
el Poniente, Puente del Zacate, Rejas de la Concepción,
Puente de la Maríscala, Santa Isabel; S. Juan de Letrán,
Hospital Real, y i*, 2.*, y 3.* de San Juan. Dedicó para
la construcción de las casas y edilicios un número tan
considerable de indígenas, que el padre Motolinia lo com-
para al de los operarios del gran templo de Salomón, con-
siderando esta faena como una de las plagas que tuvieron
que sufrir los naturales, pues sin sueldo tenían que trabajar
sin descanso.
Ocupado el Conquistador en semejantes tareas, así como
en hacer los repartimientos de los indios y en ensanchar
sus dominios, pasó los dos años siguientes. Entre los
capitanes que envió á expedicionar, Juan Alvarez Chico y
Alonso de Ávalos fueron á Colima ; Gonzalo de Sandoval
á Tochtepec, Huatuxco y Aulicapan, Rodrigo Rangel y
Pedro de Ircio á la Villa Rica ; Orozco d Oaxaca y Cristó-
bal de Olid á Michoacán, extendiendo así diariamente y
por todas partes la conquista de aquel extenso país, cuya
defensa quedó reducida á los esfuerzos aislados de algunas
belicosas tribus que con todo su heroísmo no pudieron
resistir en detalle, aquella oleada avasalladora que el
mismo Imperio no fué capaz de contener. En el año do
1523 mandó á Olid con cinco buques y cuatrocientos sol-
dados á conquistar otras provincias llamadas las Ilibucras
que se decía eran riquísimas ; pero al pasar Olid por la isla
de Cuba se dejó ganar por los partidarios de Velázquez,
r^'^^A'
206 PÉREZ VEBDÍA
de manera que se rebeló contra Cortés é hizo la empresa
por su propia cuenta.
Don Hernando que tal cosa supo por el Factor Gonzalo
de Salazar que llegó de Cuba en principios de octubre de
1524 mandó luego en persecución del rebelde á Francisco
de las Casas que con ciento cincuenta hombres y dos
buques se dio á la vela en Veracruz. Cuando se presentó
en las Hibueras, Ohd estaba con pocas tropas, por haber
mandado las más contra Gil González de Ávila que también
trataba entonces de hacer conquistas en aquel territorio ;
pero habiendo pasado algunos días en los requerimientos
que hacía á aquellos beligerantes el bachiller Pedro Mo-
reno en nombre de la Audiencia de la Española para que
no se hostilizasen, un recio temporal destruyó las naves de
Casas, con lo que Olid logró derrotarlo y aun hacerlo píri-
sionero lo mismo que á su otro enemigo González de
Ávila. Tranquilo con este resultado Olid vivía en la villa
de Naco, cuando puestos de acuerdo los soldados fieles de
Cortés formaron una conspiración y en una noche después
de la cena, se arrojaron sobre él varios de los conjurados
y le dieron de puñaladas; aunque logró evadirse grave-
mente herido, bien pronto fué encontrado, y formándole
un breve proceso le cortaron la cabeza. Concluida de esa
suerte la campaña de Casas, dejó fundada la villa de Tru-
jillo y se volvió para México ; pero Cortés no satisfecho
con mandar á aquel capitán salió personalmente á castigar
á su teniente, abandonando la capital en 12 de octubre
de 1524 con un ejército de ciento cincuenta dragones y otros
tantos infantes, con tres mil aliados y llevando consigo á
los reyes prisioneros de México, Acolhuacán y Tlacopán.
Partió primero para Coatzacoalco, en donde permaneció
algún tiempo, pasando de allí por el territorio de Tabasco
hasta llegar á Itztapán de donde siguieron para Honduras,
caminando por terrenos pantanosos, interceptados por cau-
dalosos ríos ó bien por montañas elevadas, careciendo de
HISTORIA DE MÉMCO 207
víveres y sufriendo mil contrariedades. Por fin llegó aquel
ejército frente de Naco, sin haber encontrado á Casas ni
haber recibido en tan dilatado viaje de quinientas leguas,
ning-una noticia, y ya se preparaba á romper las hostili-
dades, cuando recibió la buena nueva de la muerte deOlid
y sumisión de sus fuerzas.
En este viaje y cuando llegaba á Izancanac, cansado
ya de sus reales prisioneros, pretextando que conspi-
raban, los mandó ahorcar el martes de carnaval, 25 de
febrero de 1525. Cuando le avisaron esta resolución á
Cuauhtemoctzín, recibió con indiferencia la noticia de su
inmediata muerte, protestando de su inocencia y ame-
nazando á su verdugo con que Dios le tomaría cuenta ;
pues había recibido las aguas del bautismo con el nombre
de Fernando y manifestaba ser un buen creyente. '
Horrible y nuevo crimen que mancha la memoria de
Cortés sin que encuentre disculpa alguna, pues á más de
que pudo fácilmente separar á aquel príncipe de su pueblo
remitiéndolo á España, no era ni verosímil una conspira-
ción en aquellos momentos, cuando se encontraban tan
distantes de México (1).
(1) Fecundo recurso para los tiranos ha sido siempre el de las conjura-
ciones. Francisco Pizarro después de haber invitado A Atahualpa, Inca
del Perú, para que tuviese con él una pacífica entrevista en Caxamnlca,
diciéndole que lo recibiría como amigo y hermano, lo sorprende al pre-
sentarse inerme y lo cautiví'» el Ifi de noviembre de 1532, cometiendo
una horrible felonía; y después de haberle ofrecido su libertad por un
fuerte rescate, y de haber recibido por ella la enorme suma de quince
millones y medio de pesos en oro y cincuenta y un mil seiscientos diez
marcos de plata, pretextando una conspiración, lo mandó quemar vivo,
cuya sentencia conmutada en la de suplicio ordinario, se ejecutó el 29 de
agosto de 1533.
Ñuño Beltrán de Guzmán en la expedición que hizo para conquistar la
Nueva Galicia, después d^ haberle dado tormento al rey de Michihuacán,
Tangoaxán II, por cuyo medio logró apoderarse de 400 marcos de oro y
mil de plata, pretextando una conspiración, lo quemó vivo en Puruandiro
en febrero del año de 1530
208 PÉREZ VERDÍA
El Mapa de Tepechpan, que es una historia sincrónica
deTepechpan y de México, que empieza en 1298 y llega
hasta 1589, refiere la muerte de Guauhtemoc por medio de
un jeroglífico en que aparece el último monarca aztecatl
colgado á un árhol por los pies ; lo cual indica que ese su-
plicio le fué aplicado, aumentando así la crueldad del cri-
men.
El rey Carlos V por cédula de 2 de octubre de 1525 re-
probó el hecho y reprendió á Cortés.
En 1526 Francisco de Montejo, natural de Salamanca,
hombre de estatura mediana y agradable aspecto, alegre,
frivolo y apenas mediano soldado, fué nombrado gober-
nador y adelantado de Yucatán, marchando con 400 cas-
tellanos á dominar el país que se le había confiado. Llegó
hasta Tchichen-Ytza y aunque al principio se le recibió por
los naturales con indiferencia, después cerca de Ake fué asal-
tado por numeroso ejército durando la pelea día y medio,
logrando por fin una costosa victoria, pues perdió más de
ciento veinte españoles : en seguida fundó á Villa Real el
contador Alonso de Ávila, pero siguieron las batallas, los
conquistadores se vieron abandonados y sin víveres, de
suerte que después de una constante campaña Montejo
con unos cuantos soldados se vio obhgado en 1527 á aban-
donar la península con mil trabajos, conquistándola más
tarde su hijo quien penetro* por el río Tabasco y Cham-
potón, fundando áMérida, en 1542, donde estaba el pueblo
de Tiho. Años enteros duró la guerra, terminada la cual
algunos religiosos empezaron á propagar la nueva civili-
zación, distinguiéndose fray Jacobo Testera, fray Martín
de Hoja Castro y fray Luis de Villalpando.
Un año y siete meses duró la referida expedición de las
Hibueras, pues hasta el 24 de mayo de 1526 el Capitán
desembarcó de vuelta en Yeracruz, si bien tan extenuado
por una grave enfermedad que padeció, que apenas
pudieron reconocerle sus amigos.
I
1
TERCERA PARTE
EDAD MBDIA
OOBIBRNO COLONIAL
CAPÍTULO PRIMERO
Gobierno de los tenientes del Capitán general. — Graves trastornos. —
Vuelta de Hernán Cortés. — El Licenciado Ponce de León. — El Licen-
ciado Aguilar. — Los oficiales reales. — Llegada de los primeros mi-
sioneros. — Sus heroicos trabajos.
Cuando salió Cortés para las Hibuoras, dejó en México
gobernando en su nombre al Licenciado Alonso Zuazo,
Alonso de Estrada y Ro^f igo de Albornoz ; mas apenas se
había alejado cuando con motivo del nombramiento de
un alguacil estalló el disgusto entre los dos últimos,
llegando al extremo de echar mano á las espadas. Súpolo
el Gobernador cuando se hallaba en Coatzacoalco y para
remediar el mal, envió de allí al Factor Gonzalo de Salazar
y ar Veedor Pedro Almíndez Chirino, con instrucciones
de separar á los discolos si continuaban disgustados, ó
bien de asociarse á ellos gobernando los cinco de común
14
210 PÉREZ VERDÍA
acuerdo. En 29 de diciembre de 1524 presentaron las
provisiones de don Hernando ante el Ayuntamiento de
México empezando á gobernar desde esa fecba sin la in-
tervención de Estrada y de Albornoz; pero estos tur-
bulentos personajes, mal avenidos con tal separación del
mando, reclamaron al Ayuntamiento en la sesión del 17 de
febrero siguiente, por lo que se dejó la decisión al Licen-
ciado Zuazo, que declaró que los cuatro debían reunírscle
en el gobierno, según lo había dispuesto el Capitán general.
Á pesar de las protestas y amenazas de Salazar y su com-
pañero, Estrada y Albornoz siguieron reconocidos hasta el
19 de abril en que Rodrigo de Paz, Alguacil mayor y apo-
derado de Cortés, hizo declarar por linicos gobernantes á
Salazar y Chirino.
Éstos para conseguir la protección de Paz, que á la in-
fluencia de su cargo añadió la de tener los bienes del Go-
bernador, lo hicieron poner preso, y enseñándole en la
prisión la orden íirmada'por Albornoz y Estrada, le hicieron
creer que ellos eran los únicos autores de aquel proceder,
ofreciéndole ponerlo en libertad, como en efecto lo
hicieron, si se declaraba en favor de ellos.
De esta intriga provino el citado acuerdo del Alguacil ;
pero Zuazo no conforme con él protestó enérgicanente, por
lo cual en el mes de mayo fué puesto preso por orden de
«iK colegas y conducido á Veracruz á fin de embarcarlo
para Cuba.
Pocos días después salió Chirino de México con 'cin-
43uenta dragones y aprehendió á Estrada y Albornoz que
iban á conducir á Medellín cierta cantidad de oro ; de ma-
iiera que una voz dueños del poder estos dos tiranos, diri-
gieron todos sus tiros contra Rodrigo de Paz á quien ya no
•necesitaban ni temían.
Hicieron correr la voz de que don Hernando Cortés había
muerto, y no sólo le hicieron las correspondientes «honras,
^rno que mandar9n castigar con veinticinco azotes á «todo
HISrmUA. DE MÉJICO 2ii
el que fie manifestara dudoso de la verdad de tal norticia.
Como coAfiecaencia de la muerte del Gobernador, los
tenientes exigieron de Paz que les en®aira sesenta mil
pesos que decían dekia Cortés al erario.; pero como aquél
se armó y fortificó en sus casas^ el 17 de agosto de iS25
se turbó la tranquilidad pública, y se babrían batido
aquellos contendientes, si las influencias de Estrada y de
los religiosos no hubiesen becbo deponer las armas al
apoderado del Conquistador.
€on cato no «ólo robaron Cbirino y Salazar ima poBoión
de objetos y alhajas de valor, sino que dieron además
tormento al desgraci ado Alguacil, quemándole los pies á
fuego lento para que dijese dónde se hallaban los tesoros
que tenía á su cargo.
Y todavía no contentos con tanta crueldad, con «1 pre-
texto de que conapiraba contra el orden establecido, lo
hicieron ahorcar pocos días después. Entonces ya no re-
conoció freno el despotismo de aquellos dos hombres :
impusieron nuevos gravámenes, mandaron á las provin-
cias á sacar oro {>or cuantos medios pudiesen emplearse,
persiguieron á los partidarios de Cortés, condenaron á la
última pena á Francisco de las Casas por la muerte que
había dadoá OHd, remitiéndole preso á España con el pro-
ceso, y cometieron otros mil excesos, con los que disgus-
taron de tal suerte á los vecinos que muchísimos se refu-
giaron en el convento de San Francisco.
Chirino salió con dirección á Oaxaca en donde los indios
se habían rebelado dando muerte á muchos españoles que
explotaban las minas de aquella provincia, con cuyo mo-
tivo Salazar gobernaba solo en México. Mas el licenciado
Zuazo escribió de Cuba á Cortés una relación de los tras-
tornos ocurridos, así es que apesadumbrado con aquellas
noticias, activó su vuelta y mandó luego á Dorantes con
la destitución de aquellos tenientes nombrando en lugar
de ellos á Casas.
212 PÉREZ VERDÍA
Llegó esta nueva á México el día 28 de enero de i 526,
y como el nombrado no se encontraba allí, todos sus par-
ciales eligieron para sustituirle á Andrés de Tapia que en
unión de Jorge de Alvarado reunieron poco más de qui-
nientos hombres con los que marcharon sobre el palacio
de Hernán Cortés, en donde estaba fortificado el factor ;
éste habló con Tapia y como en esos momentos don Luis
de Guzmán jefe de la artillería de Salazar, temeroso de ser
atacado por la espalda, la hizo meter á la casa cerrando la
puerta precipitadamente, la gente que quedó afuera tomó
luego el partido de los asaltantes^ que luego abrieron di-
versas entradas quedando después de una ligera resisten-
cia dueños del palacio y de la persona de Salazar. Pasea-
ron á éste cargado de cadenas por las celles, poniéndolo
preso en una jaula de vigas en donde recibía diariamente
las burlas de la plebe, y como su compañero Chirino había
salido para Oaxaca, fué Tapia en su persecución, logrando
aprehenderlo en el convento de San Francisco de Tlaxcala
©n donde se había refugiado; conducido á México fué
puesto en otra jaula igual á la de su colega y cómplice.
La consecuencia de aquel triunfo, fué la de todas las
reacciones políticas : que quedaran en el poder Estrada y
Albornoz quienes cometieron, con los parciales del bando
vencido, injusticias semejantes á aquellas de que poco
antes ellos se quejaban, pues por haberse dicho que los
amigos de los enjaulados trataban de mover un alboroto,
ocurrieron nuevas y crueles venganzas.
En semejante estado de trastorno y de inquietud, llegó
Cortés de Honduras el 20 de junio de 1526 recibiendo tanto
en la capital como en su tránsito, mil muestras de afecto
de la población que esperaba que bajo su gobierno rena-
ciera la ptiz y la Iraüíjuitidad.
Entre tanto habían llegado ala Corte las noticias de los
gi-aves ilcsórJenes ocurridos juntamente con mil quejas
del Gobernador y Capitán general, á quien acusaban no
HISTORIA DE MÉXICO 213
sólo (le retener el tesoro de Motecuhzoma y de dar falsos
informes sobre las tierras recientemente conquistadas,
sino también de que trataba de alzarse con la Gobernación,
haciéndose independiente del emperador Carlos V. Resul-
tado de tan extraordinarias noticias, fué que se nombrara
al licenciado Luis Ponce de León Juez de residencia para
que se la tomase á Cortés y desempeñara el cargo de Go-
bernador por todo el tiempo que aquélla durase.
Llegó á Veracruz el nuevo gobernante en fines de junio
de 1326 entrando á México el día 2 de julio, y siendo per-
fectamente recibido por el Gobernador, tomó posesión de
su cargo presentando sus provisiones el día 4 del mismo
mes ; pero apenas había pasado esto cuando enfermó
gravemente de una fiebre maligna, por lo que el lunes 16
sustituyó sus poderes y facultades en la persona del
licenciado Marcos de Aguilar, habiendo fallecido álos cua-
tro días.
Se suscitó entonces no sólo una injusta sospecha deque
Cortés le había ocasionado la muerte, sino la grave cues-
tión acerca de la validez de la sustitución, pues don Her-
nando y sus parciales se negaban á reconocer la legitimi-
dad de las funciones de Aguilar ; pero lo hicieron al fin
temerosos de dar con aquel proceder pábulo á las infun-
dadas sospechas que circulaban. Este sustituto ejerció el po-
der hasta el último de febrero de 1327, en cuyo día murió
también, sustituyendo á su vez sus facultades en Alonso de
Estrada; pero si era dudosa la facultad que hubiera tenido
el licenciado Ponce para nombrar Gobernador, parecía se-
guro que mucho menos la tenía el sustituto de aquél, así
es que de común acuerdo se encargaron del poder Estrada
y Sandoval, con la restricción de que no pudieseningerirse
en lo relativo á la administración de los indios ni á la Capi-
tanía general, sin la anuencia y consentimiento de don
Hernando. Así durai^n las cosas hasta el 22 de agosto en
que recibió cédula real ordenando que se tuviera por vá-
2M nÍRBZ VESmÍM
lida lia auBtitución qwe^ había hecho el licenciado Ponce y
la que hiciera á su» vez el licenciado Aguilar en caso nece-
sario, en cuya virtud quedó gobernando solo y sin res-^
triccióh el anti^o tesorero Alonso d<e Estrada.
Éste se manifestó encarnizado enemigo de Cortés, de
suerte que por odio á su persona, dio libres á Salazary
Ghirino y por insignificant» motivo mandó cortar la mauo
izquierda á un soldiadó Uamado' Cortejó y á un criado de
Sandoval ; éste y Cortés que se encontraban en Cuemavaca,
ocurrieron' precipitadlsimenOe á evitar tan gran crueldad;
mas- como ya estaba hecha, su llegada sólo sirvió» para qwe
mediaran serias reclamaciones, las que dieron pretexto á Es-
trada para desterrar de México al Conquistador por lo que
se resolvió á presentarse al Emperador. Cuando se prepa-
raba á partir para España, recibió la noticia de que el Rey
había nombrado una Audiencia para que gobernara la co^
lonia, pues había resuelto cambiar la forma de gobierno,
sustituyendo al poder militar el de los jueces letrados.
Mientras se veriíicaban todos estos sucesos, tenían lugar
otros de más grande trascendencia : la propagación de la
fe cristiana por los misioneros.
Apenafrse supo en Europa la conquista de México, cuando
muchos reUgiosos trataron de venir á predicar el Evan*-
gelío, siendo ft^y Juan de Tecto, fray Juan de Aora y el
lego fray Pedro de Grante los primeros que llegaron, con
las licencias necesarias, pero sin autorización del Papa.
Fray Juan Clapión y fray Francisco de los Angeles fueron
los primeros franciscanos que pidieron á la Santa Sede las
mismas facultades y privilegios que en otros casos había
concedido, resultando desu empeño que el pontífice León X
por bula del 25 de abril de 1321 los autorizara competen-
temente para- ejercer su ministerio y aun desempeñar las
atribuciones de los obispos en los lugares de ludias en que
no Ids hubiera. Has por la muerte del sucesor de san Ptídro
se entorpeció la marcha dé los reíteridos relígiosoB, con6r-
histobul dr Háxico 3Í3
mando y ampliando d«9pué» todas las preirpogativa» coa-
eüdida» el papa Adriano YI por bula de i 3 de mayO'dre
1S]23:; pero cuando^ ya se preparalian á salir de España,
morió Clapión y fué electo general de la ©rden fray Fran-
eieeo de los Ángeles, por lo» que comisioné para que le sus-
tituyera á fray Martín de Valencia. Este religioso de^ la
expresada Orden de San Francisco escogió doce compa-
ñeros que fueron fray Francisco de Soto, fray Martín de la
Coruña, fray José de la Coruña, fray Juan Xuárez^ fray
Antonio de Ciudad Rodrigo, fray Toribio de Benavente, fray
García de Gisaeros, fray Luis de Fu«rsalida, fray Juam ée
Ribas, fray Francisco Ximénez, fray Andrés de Górdova y
fray Juan de Palos, y sin esperar á fray José de la Goruña
que había partido á algunos negocios á la Corte, se em-
barcó conitodo» los dismás,. en San Lúcar de^ Bacrameda el
2§ de enero de 1524.. Llegaron á SamJuan de Uliia d
1.3 ée mayo del mismo eiño dirigiéndose luego á pie para
la capital en donde Cortés los recibió con las mayores
Hiuestras de respeto y cariño, Uamando la atención de lo»
mexicaAios aquel pequeño grupo de hombres humildes á
(fufisnea daban los conquistadores tales muestras de conm-
deiracijón.
ünaí yez en México, aquellos beneméritos religiosos se
dedicaron! coxt afán al Gumplimiento de sus caritativos de-
beres^ celebrando luego una Junta Apostólica formada de
19 religiosos, 5 clérigos y 5 letrados para disponer lo con-
veniente á fin de desarraigar la idolatría; y sinicomprender
palabra del idioma náhuatl, recogieron á todos los niños
de cierta edad, á quienes separaron* de sus familia» rete»-
niéndoles en grandes salas en donde procuraron hacerles
comprender algo de doctrina. Entre tanto^ con la comtmi-
caciión- y frecuente trato coa aquellos niños, empegaron á
aprender su iilionia palabra por palabra, comunicándose
entre- sí diarieunente sn» adelanto»; pero éstos fueron más
rápidos gracias á un niño español que con la facilidad
246 PÉREZ VEBDÍA
propia de su edad aprendió primero que nadie el idioma
mexicano, sirviendo desde entonces de intérprete y predi-
cador para venir á ser años Aás larde fray Alonso de Molina.
Cuando tu\'ieron aquellos verdaderos apóstoles algunos
intérpretes, y á consecuencia de la predicación, gran nú-
mero de neóGtos emprendieron una tarea verdadera-
mente admirable por la constancia y laboriosidad que en
ella desplegaron.
Reunidos aquellos doce con los tres que habían llegado
antes y otros dos que por entonces vinieron de las islas,
formaron cuatro provincias, estableciéndose el padre Va-
lencia con cuatro religiosos en México y otros cuatro en
Tlaxcala, Texcoco y Huexotzinco.
Vivían en sus humildes casas que más tarde fueron con-
ventos, alimentándose con coles y otras verduras, ó bien
con manzanillas silvestres, « y cuando en carnaval comían
gallina, dice el padre Mendieta, era una sola en toda la
semana, repartiéndola de esta manera : el domingo cocían
y comían el menudo que es pescuezo y cabeza, hígado y
molleja ; los otros cuatro días guisaban su cuartillo sin otra
carne, y á la noche no cenaban, porque ésta era general
costumbre en toda la provincia, no cenar, sino solamente
el domingo alguna poca cosa. Y así acaecía á algunos reli-
giosos á causa de la mucha abstinencia y falta de comida,
venir á tanta flaqueza, que se caían de su estado andando
por los caminos. »
Por la mañana todos los días predicaban, decían luego
su misa, en seguida bautizaban á centenares, contándose
que sólo el padre Motolinia ó Benavente bautizó en su
vida más de cuatrocientos mil, confesaban y enterraban
algún muerto. Por la tarde, bautizaban de nuevo, enseña-
ban la doctrina á los niños, aprendían el idioma y rezaban
sus oraciones, emprendiendo frecuentes viajes á lejanos
lugares para ir extendiendo por todas partes el conoci-
miento de la religión cristiana.
HISTORIA DE MÉXICO 217
Este trabajo duró por más de treinta ó cuarenta años,
en cuyo tiempo se granjearon el amor de todos aquellos
infelices indios, á quienes, por otra parte, favorecían en
cuanto estaba á su alcance contra la violencia de los es-
. pañoles.
Fundaron la primera iglesia en principios de 1525 en
parte del lugar que ocupaba el templo mayor aztecatl en
el sitio donde estaba la piedra de los sacrificios por la calle
de Las Escalerillas.
En medio de tanta desolación é injusticia como entonces
se veía en el país, el ánimo se detiene á contemplar con
admiración las ejemplares virtudes de aquellos misioneros,
que apartados los ojos de la ambición, de la codicia y de
todo sentimiento mundano, plantaron la verdadera civili-
zación. Tras de tanta escena de sangre y de violencia^ el es-
píritu descansa en este período y se siente satisfecho de la
caridad cristiana, como el viajero en el oasis del desierto.
CAPÍTULO 11
Llegada de la primera Audiencia. -- Sus graves abusos. — Controver-
sias con el clero. — El señor Don Fray Juan de Zumárraga. — Vuelta
de Cortés. — La segunda Audiencia. — Conquistas de Xufio de GuzuiAn.
Por cédula del emperador Carlos V fechada en Burgos
á 13 de diciembre de 1527, se mandó establecer en la ciu-
dad de México una Audiencia compuesta de un Presidente
y cuatro Oidores con amplias facultades para gobernar
la Nueva España. Fueron nombrados para formarla don
Ñuño Beltrán de Guzmán, docto jurisconsulto y goberna-
dor de la provincia de Panuco, colonizada por Francisco
de Garay é independiente de la colonia, y los licenciados
Juan Ortiz de Matienzo, Diego Delgadillo, Alonso de Pa-
218 P^REZ VERDÍA
rada y Francisco Maldonado qaienes á la vez qu« con ins-
trüccio«espara residenciar á Cortés, traían especial encargo
de hacer que saliese del país y se presentara en la Corte,
Los Oidores llegaron á Veracrua en 6 de diciembre (te
1528, y sin esperar como se les había mandado al Presi-
dente á quien habían llamado de Panuco, se presentaron
en México pocos días después, mas como á los tres díaa
ocurrtó la muerte de Parada y Maldonado, reasumieroi?
el mando los licenciados Matienzo y Delga-dillo.
Muy poco tardó en llegar don Ñuño y aunque en un
principio se manifestaron justicieros, fné de muy poc»
duración ese bonancible período, pues mny pronto empe^
zaron á cometer lodo género de excesos guiado» por sur
odio al Conquistador y por su insaciable codicia. Necesin
taron atrepellar descaradamente á los indígenas^, arreba-
tándoles sus propiedades, para lograr el fin que se propo»-
nian de enriquecerse á lodo trance, y comtj los religiosos
procurasen defenderlos afeando la conducta de sus domi-
nadores, llegó á lurbarse la armonía entre la potestad
civil y la eclesiástica.
En el año de 1519 se había creado el Obispado de Santa
María de los Remedios de Yucatán; en 1528 se erigió el
Obispado de Tlaxcala nombrándose por prelado á fray
Julián Garcés, y en £527 fué erigido el de la ciudad de
México, nombrándose el día 12 de diciembre de aquel año
por su primer Obispo á fray Juan de Zumárraga, religioso
franci«K!ano, natural de Durango y guardián del convento
del Abrojo. Una vez electo Obispo, sin esperar sus bula»
ni su consagración por las circunstancias de hallarse dis-
gustadas las Cortes Romana y Española, y por ser muy"
necesaria su inmediata presencia en el nuevo obispado, se^
embarcó el señor Zumárraga en las mismas naves en que
vinieron los Oidores y como además estaba investido del
cargo de Protector de los indios^ cuyas funciones no- es-
taban detalladas, tuvo necesidad con tal carácter de o po-
MISTOaOA» DIS MÉXICO 219^
nerse desde kiego á loa procedimientos de los gobernantes
echándose por eato toda su enemiatad« Á pesar de las ór-
denes terminant-es del Rey, los Oidores se repartieron mi-
Uarea de indígenas errándolos como esclavos ; hicieron-
diferentes excursiones en busca de oro, llegando al grado
de dar tormento á quienes se oponían á entregárselo;
vendían públicamente la justicia que tenían obligación de
administrar ; perseguían con saña los bienes y parciales
de Corles ; amenazaban á los religiosos para que no se
quejaran á la Corte, impidiéndoles toda comunicación ; y
cometían en fin todo género de iniquidades.
Para poder escribir á España^ el perseguido Obispo tuvo
que ir á Veracruz y en fines de agosto de 1529 envió su
carta con un marinero vizcaíno que la ocultó en un pan de
cera que guardó en un barril de aceite, para sacarla en
alta mar donde ya na pudiese alcanzarlo la tiranía de los
Oidores.
Poco después se recibieron noticias de que Cortés, nom-
brado Marqttés del Valle de Oaxaca por cédula de 1 6 julio
de t529, con veintitrés mil vasallos y con el cargo de Ca-
pitán gfeneral de Nueva España^ se disponía á volver, y
semejantes noticias turbaron la tranquilidad de los jueces
sus enemigos ; el Presidente más astuto que sus compa-
ñeros, no quiso esperarlo en México y se resolvió á em-
prender la conquista de la provincia de Amazonas^ que
en realidad no era otra que los países que, descubiertos
por Álvarez Chico y Cortés de San Buenaventura, se
llamaron más tarde la Nueva Galieia,
Aunque estaba prohibido que se hicieran conquistas con
los fondos do la Corona, los colegas de Ñuño de Guzmán,.
por tal de verse libres de su autoridad, le facilitaron
cuantos medios y recursos quiso, de Suerte que habiendo
reunido quinientos soldados españoles y diez mil indígenas
con diez mil pesos de las cajas reales, salió de México
para Tohica. en 20 de diciembre de i 329.
220 PÉREZ VERDÍA
Quedaron en la capital Matienzo y Delgadülo entregados
ásus ordinarios excesos y como por entonces se encon-
traran en la iglesia de San Francisco bajo el asilo que con-
cedían las leye§ Cristóbal de Ángulo, clérigo tonsurado,
y García de Llerena, apoderado y amigo del Marqués del
Valle, acusados de diferentes delitos y procesados por el
señor Zumárraga, en la noche del 4 de marzo de 1530, vio-
lando los oidores el asilo, los sacaron llevándolos á la cárcel
pública en donde los cargaron de cadenas y les dieron
tormento.
Semejante ataque á las inmunidades de la Iglesia, con-
cedidas por las leyes y reconocidas y respetadas por todos,
causó al Obispo y á los religiosos profundo disgusto, por
lo que acordaron luego salir de la iglesia mayor en proce-
sión, dirigirse á la cárcel y requerir allí á las autoridades
que volviesen á los reos al asilo y á la jurisdicción ecle-
siástica. Mas apenas se presentó esta procesión, cuando
los Oidores le mandaron que se retirase; el Obispo dispuso
lo contrario, con lo que se suscitó grande alboroto, el cual
hizo que Delgadülo lanza en ristre, acometiera al clero,
dirigiendo un bote al señor Zumárraga, que sólo le atra-
vesó el hábito por debajo del brazo, con lo que se disolvió
el cortejo, sirviendo únicamente para aumentar el disgusto
y el escándalo.
El Obispo, con tal motivo, excomulgó á los gobernantes,
que sin hacer caso de las censuras, descuartizaron á Ángulo
y le cortaron un pie á Llerena, por lo cual el prelado de-
claró la ciudad en entredicho, estableciendo la cesación d
dhñnis el día 7 de marzo, en que con todo el clero salió
para Texcoco con lo que la ciudad se llenó de luto y cons-
ternación, permaneciendo así hasta el día 14 en que por
ser domingo de pascua, quedó levantada la pena canónica.
Por fortuna para el país, las quejas del señor Zumárraga
y demás religiosos dieron el resultado apetecido, pues la
Emperatriz que gobernaba por hallarse el Emperador en
HISTORIA DE MÉXICO 221
Flandes, para evitar los males que ocasionaba un cuerpo
colegiado, quiso nombrar un virrey. Difícil fué la elección
de la persona que debía ejercer tal cargo ; mas nombrado
al fln don Antonio de Mendoza, aceptó con la condición de
que se le diera algún tiempo para el arreglo de sus nego-
cios ; en consecuencia se nombró otra Audiencia para que
gobernara entre tanto, compuesta del Sr. D. Sebastián
Ramírez de Fuenleal, Obispo de Santo Domingo, como
Presidente, y de los Sres. D. Vasco de Quiroga, D. Juan
Salmerón, D. Alonso Maldonado y D. Francisco Ceynos.
Esta elección fué tan acertada como errada había sido la
primera.
Á la vez que esto, se supo en México la próxima venida
de Cortés con lo que se avivó la envidia de Matienzo y Del-
gadillo : así es que cuando en 15 de julio de 1530 llegó al
país, se le prohibió la residencia en México mientras lle-
gaba la segunda Audiencia, á Gn de no causar nuevos con-
flictos, los que á pesar de esa medida no pudieron evitarse,
porque habiéndose establecido el Marqués en Tcxcoco,
iba á verlo tan gran numero de personas que los Oidores
lo prohibieron y aun fortificaron la ciudad.
Puso fin á estos trastornos el arribo á Veracruz el 10 de
diciembre de los Oidores Ceynos y Salmerón, establecién-
dose ya la segunda Audiencia el día 16 del mismo mes
aunque sin el Presidente que llegó hasta fines de septiembre
del mismo año.
Empezó sus funciones haciendo la jura de la Reina Doña
Juana, del Rey D. Carlos su hijo y del Infante D. Felipe
su nieto; tomando residencia á los oidores Matienzo y Del-
gadilio que fueron condenados á pagar más de cuarenta mil
pesos ; que por lo que hace al Presidente aunque se le
formó proceso no se le quitó del frente de sus conquistas
por carecer de otra persona que pudiera sustituirlo; se
ocupó además en favorecerá los mexicanos reduciéndolos
repartimientos y las facultades de los encomenderos.
222 «ÉHEZ \ES(SStÉL
Dedicada á estas labores, pasó el iiompo de su gobierno,
tarante el cual bizo una porción de beneficios, mejorando
la condición de los indios, aumentando las introducciones
al país de ganado caballar, vacuno y lanar, aclimatando di-
ferentes plantas y fundando nuevas ciudades, entre las
ouales Puebla de los Ángeles fué la principal fundada, en
1530 por el licenciado Salmerón y el padre Noto/inm.
Cortés se ocupó en tomar posesión del Marqnmado^
sosteniendo algunas nuevas cuestionea, tanto relativas al
número de sus vasallos, pues pretendió que por vasallo
debía entenderse vecino, y así reclamaba veintitrés mil
familias ; como por sus expediciones al mar del Sur en las
que tuvo que luchar con Ñuño de Guzraán, qoeaun le había
tomado uno de sus buques.
Este gobernante que, como va dicho^ salió de México á
expedicionar á fines de diciembre de 1529, de Tolucapasó
á Xilotepec, desde donde mandó á Pedro Almindes Chirino
á Tzintzuntzán para pedir á Cuitunángari, lugar teniente de
Tangoaxán, rey de Michihuacán, que se le presentara con
diez mil guerreros, como en efecto lo hizo en Conguripo
el día 8 de febrero. De allí pasó áPuruándiro ^n donde dio
muerte de una manera infame al desgraciado Catzonzi (1),
y entró por Huáscato y Ayotl al territorio actual del Estado
(le Jalisco, ocupado entonces que la Confederación Chiraal-
huacana, llegando á la ciudad de Coynán ó Tototlán en la
n ff Pnnelo fin un c.(\t\c\ pnr pies y el cuerpo extendido, y atado por las
mauus ix UQ madero, puesto ua brasero junto á los pies, y un muchacho
con ur* bi^lTpílU^ ui^íjíidr, cu aceite, de cuando en cuando se los rociaba
para lostíirle líien li>s cueros ; tle ima parte estaba un hombre con una ba-
llesta armada apuntándole yl corazón, de otra, otro con un muy terrible
pt;rr»3 bravo, echáDdosdo, que en un credo lo despedazara; y así lo ator-
menlu porque descubriere li>s tesoros que pretendía, hasta que aenstado
cierto religioso dt San Pranrisco, se lo quitó de las manos, de los cuales
tormentos al lin murió, » (Cíií^as. Historia de la destrucciónde las Indias,
% he la n ueva Ei^paña^ l*dnuci> *j Jalisco, n« 6 confirmado pOr el padre TeUo.
Cfénicü Miscelánea de ia Santa Provincia de Jalisco, pág. 68.)
f^J|"«J;-Wl. ■'^. * fK*^
UISTOaiA DE HÉXIGO Jt2S
qxte fifté recihidí) amablemente por el tactocmij .partiendo
después para Cuitzeo ; peiro el tacioani de esta populosa
villa, eontesió negándose can energía á recibir á ios blaiH
COK, por lo qne Guzmán se encontraba vacilante respecto
á la resolución que debía lomar, cuando su teniente Cris-
tóbal de Oñate le dijo : « Si Cortés hubiera practicado la
fdrmalidad de estas embajadas y requerimientos jamás
habría entrado á México, ni conseguido tanta gloria como
conquistó. Con las armas en la mano y el pie en el estribo,
remitía aus embajadas, pero las respuestas las oía en ias
goteras de las poblaciones; de suerte que aunque fueran
contrarias, obtenía siempre el mejor éxito, porque no daba
tiempo al enemigo para que se preparase. Por tanto vuestra
señoría debe proceder de la misma suerte^ no como quien
preside en el senado, sino como quien dirige una batalla,
porque cada hora de dilación produce más enemigos que
minutos. »
;En virtud de tan significativas reOexiones Guzmán
marchó sobre Cuitzeo que ocupó tras un ligero encuentro-,
siguiendo después su marcha por Chapalac, Poncitlán
y Tonalán, mandando á Chirino á expedicionar hacia el
Norte al país de los tzacatecas, lo mismo que á Oñate., que
después de haber recorrido el territorio de Huentitlán, Te-
ponahuaxco y Teocaltitzín, fundó en abril de 1530 la villa de
Espíritu Santo á la que le dio luego el nombre de Guada-
lujara en recuerdo de la patria de don Ñuño, llamada así
por estar en las riboras del rio Henares que es poco cauda-
loso y muy abundante en piedras, de donde los árabes la
llamaron IVad-al-hid-jara ó sea rio de las piedras.
Esta ciudad se fundó frente al peñón de Nochtitláu en el
que se habían fortificado los naturales, y fué la primera
población española establecida en el territorio de Chimal-
huacán.
Gozmán después de haber dado la sangrienta batalla de
Tetlón, en que corrió gran riesgo de ser derrotado, prosi-
^Tííf^lp •
224 PÉREZ VERDÍA
guió SU marcha entre combates y embajadas por Etzatlán,
Xalisco, Tepic, Guaristemba y Mecatlán entraodo al reino
de Aztlatán del otro lado del río Santiago y estableciéndose
en AcaponeLla donde luvo que sufrir los horrores de una
espantosa inundaciún ; mas prosiguió todavía su marcha
hasta llegar á Navito y Coloacán en donde dejó unas colo-
nias y se volvió á Xalisco. En esta larga jornada, Guzmán
manifestó el mismo carácter que en Panuco y en México;
despojó íí ios naturales no sólo de sus tierras, sino aun de
sus objetos más preciosos, los esclavizó cambiándolos por
animales y les bacía sufrir crueles suplicios.
Guzmán díó parte á la Corte de sus descubrimientos y
conquistas pidiendo que se llamara el territorio de que se
había ensefioreado Castilla la Nueva de la Mayor Es-
paña, p«ro Jio se accedió á tan extravagante deseo, man-
dándose por cédula real que se le denominara Nuevo Reino
de Galicia, que se fundara una capital con el nombre de
Com/iosie/a y que se le tuviera por Gobernador de la pro-
vincia.
En el arlo de 1533 se cambió la ciudad de Guadalajara de
la meseta de Nochicllán al valle de Tlacotán y como las
fundadas quejas que había contra Guzmán, así como la
pretensión de Cortés de que se le entregase el territorio
que por su orden liabian descubierto Ávalos, Álvarez Chico
y Cortés de San Buenaventura, hicieron que se ordenara
la incorporación de esas comarcas á la Nueva España, se
encargó de tal comisión al Licenciado Don Luis de Castilla.
Mas; anteíj de llegar á Compostela lo hizo aprehender don
Ñuño, y después de tenerlo preso y despojarlo de sus cre-
denciales lo roiiiilió Á México; pero previendo que al fin
habría de ser castigado, partió para Panuco á recoger al-
gunos bienes, pasando luego á la capital de donde se dis-
ponía á irae d Genova, cuando casualmente lo encontró el
Licenciado Don Diego Pérez de la Torre y lo aprehendió
en iu'iíi ; pues estaba nombrado para tomarle residencia y
':'^^isrví^
HISTORIA DE MÉUCO 225
sustituirlo en el gobierno de la Nueva Galicia. Estuvo más
de un año en la cárcel pública, pero logró pasar á España
bajo de fianza y allí fué confinado á la villa de Tor rejón
de Ve¿ascOy donde en la mayor miseria murió en 1544,
recibiendo en ese triste y último período de su vida grandes
auxilios pecuniarios de D. Hernando Cortés, que de tan
digna manera supo corresponder á los agravios que había
recibido del Presidente de la primera Audiencia.
CAPÍTULO III
Llegada del primer virrey. —• Su administración. — Nuevos descubri-
mientos de Cortés. —• Insurrección de la Nueva Galicia. — Muerte de
Pedro de Alvarado. — Viaje del Virrey. — Fundación de Valladolid. —
Traslación de la ciudad de Guadalajara. — Las nuevas leyes.
Cansado el señor Fuenleal del gobierno, pidió su retiro
en el año de 1534, por lo que el emperador Carlos V le
aceptó la renuncia y á íin de premiar sus eminentes ser-
vicios, lo hizo obispo de Cuenca y presidente de la chan-
cillería de Granada, nombrando por cédula de 17 de abril
de 1535, virrey y gobernador de la Nueva España ala vez
que presidente déla Audiencia, al Sr. D. Antomü de Men-
doza, Conde de Tendilla y Comendador de Socuéllanos
en la Orden de Santiago, quien llegó á México el i 5 de
octubre del mismo año.
Fué nombrado virrey por tiempo ilimitado, aunque
expresándose que sus sucesores ejercerían el cargo por
seis años, y se le asignó uña renta de ocho mil ducados
anuales, equivalentes á diez y ocho mil pesos, aunque de
un valor estimativo mucho mayor, pues en mercado se
podía adquirir con ellos lo que en nuestros días impor-
taría sesenta y siete mil pesos.
«5
226 PÉREZ VERDÍA
Hombre de una honradez intachable y de muy buenos
sentimientos, se dedicó á mejorar la condición de los
indios á la vez que el estado de la colonia; así es que pro-
hibió el uso de los tamene ó indios de carga ; estableció en
el siguiente año de su llegada la imprenta, siendo México
el primer lugar del Nuevo Mundo donde la hubo, habién-
dpse publicado por primera vez en 1537 un libro llamado
La Escala de San Juan Climaco (i), traducido del latín
al castellano por F.Juan de Madalena; estableció también
en 1536 una casa de moneda para acuñar la plata, pues
la de cobre había disgustado tanto á los mexicanos, que
reuniendo de ella cerca de doscientos mil pesos, la arro-
jaron á la laguna ; que con respecto al oro estaba mandado
que en tejos se remitiese á la metrópoli. Las monedas de
(1) Juan Gutenberg, que nació en Maguncia e^l año de 1400, fué el ver-
dadero inventor de la imprenta en 1450, arte que basado en la movilidad
y fundición de los caracteres, permite reproducir cuanto se quiera los
manuscritos. Ya algunos años antes Lorenzo Góster en Harlem, había
inventado el ingenioso procedimiento, pero sin aplicación práctica, hasta
que lo perfeccionó Gutenberg ; pues le faltaba encontrar un metal ade-
cuado, porque el hierro era duro para ese efecto y rompía el papel, y el
plomo era demasiado blando y se aplastaba. Fué preciso por tanto, á más
de concebir la idea, hallar una liga, que se obtiene con ochenta partes de
plomo y veinte de antimonio, y con ella fundida se hacen las letras ver-
tiéndola en moldes que contienen la matriz hecha en acero por el gra-
bador.
Constantemente siguió perfeccionándose este invento, considerado
(L como más divino que humano f y con la invención hecha de la prensa
mecánica en 1790 por un mecánico inglés llamado Nicholson. que per-
mitió nuevos adelantos posteriores, se pueden hoy obtener 16.000 ejem-
plares por hora.
Entre los impresores célebres figuran los Alde Manucio en Italia, los
Elzevir en Holanda, los Simón Vostre y los Didot en Francia, Beiskerville
en Inglaterra, Pedro Rosa y Pedro Miguel y Diego de Gumill en España,
y en México Juan Pablos, Enrico Martínez, Pedro y Melchor Ocharte.
Las impresiones hechas desde el descubrimiento de la imprenta hasta
principios del siglo xvi se llaman incunables, porque generalmente care-
cen del nombre de las poblaciones donde se hacían, y por alusión á la
época en que el arte de la imprenta se hallaba en la cuna, siendo muy es-
timadas por los bibliófilos.
HISTORIA DE MÉXICO 227
plata no eran redondas, sino poligonales y las había de á
peso, de á cuatro reales, de á tres, de ádos, de á uno y
de á medio real ; pero como los naturales no estaban acos-
tumbrados á usarla, confundían y daban las monedas de
á cuatro reales por las de á tres y recibían éstas por las de
á cuatro, de manera que para evitar tan perjudicial con-
fusión se suprimieron las de á tres reales (1).
En ese mismo año de 1536 se erigió el Obispado de Mi- .
choacán, del que fué primer prelado el Señor Pon Vasco
de Quiroga.
En 1537 fundó el Virrey el colegio de Santa Cruz de
Tlatelolco destinado á la educación de los indios nobles, á
la vez que deseoso de ensanchar los límites de la colonia,
envió una expedición á las órdenes de Francisco Vázquez^
Coronado hacia el fabuloso reino de Quivira, situado al
Noroeste, pues las descripciones de fray Marcos de Niza,
Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Dorantes y el negro Esteva-
nico, náufragos de una expedición á la Florida, hicieron
creer en la existencia de un reino rico y populoso.
Cuando llegó á México Don Antonio de Mendoza, Cortés
no se encontraba allí, porque no satisfecho con sus glo-
riosas conquistas había partido á explorar el Mar del Sur,
en cuya empresa después de estar en Colima y Qhiametla,
descubrió la península de California^ nombre que según
algunos se compuso de « cálida fornax » por el excesivo
calor. No teniéndose noticia alguna de don Hernando, el
Virrey, por instancias de la Marquesa, envió dos naves en
(1) Por la ley de la moneda se dividía entonces el marco de plata
de 230 gramos 123 miligramos en 11 dineros 4 granos, de suerte que
expresando esa ley en las milésimas de metal fino era de O, 930.55 en
67 piezas ó reales, de los cuales se destinaba uno á los gastos de fabri-
cación, otro para provecho del introductor y los 65 restantes represen-
taban el precio legal del marco de plata en barras. Así subsistió hasta
que por decreto de 1729 se redujo la ley á 11 dineros ó sea O, 916.66 de
fino.
£28 PÉRBZ VEBDÍA
SU busca con las que volvió al poco tiempo, dando cuenta
de sus nuevos descubrimientos, los que aumentó por medio
de su encargado Francisco de Ulloa que exploró hasta la
isla de Cedros.
Estas expediciones dieron después motivo á serios dis-
gustos entre el Virrey y Cortés, pues oluno creía tener de-
recho en uso de su autoridad para hacer exploraciones por
todas partes, mientras el otro se oponía por creer que con
ellas se atacaban sus privilegios y se le usurpaban sus des-
cubrimientos, así es que con este motivo y cansado de dis-
putas, pasó de nuevo á España en 1540. Mucha tuvo que
sentir en esta vez, pues el tiempo que lo resfría todo, hizo
que no se le recibiese en la corle con las mismas conside-
raciones que antes, y aunque permaneció siete años, y
acompañó al Emperador á la desastrosa jornada de Argel,
no pudo lograr que se fallasen sus cuestiones, por lo que
se disponía á volver á México cuando en Sevilla le atacó
una disentería que le hizo retirarse á Castilleja de la
Cuesta á dos leguas de aquella ciudad, en la que murió
cristianamente el día 2 de diciembre de 1547.
En 23 de abril de 1541 dio el Virrey una provisión para
que se fundase la ciudad de Mechoacán en el valle de
Guayángaro « por haber en la parte susodicha fuentes de
agua y cerca las demás cosas necesarias parala población »
y en tal virtud se fundó en miércoles 18 de mayo del
mismo año la ciudad de Valladolid á la que se le puso ese
nombre en recuerdo de la ciudad en que había nacido el
Virrey. Conservó tal denominación hasta que se le cambió
por la de Morelia por decreto de 21 de diciembre de 1828
en memoria del cura Morelos.
Entre tanto en la Nueva Galicia, que gobernaba con
prudencia y acierto el licenciado Pérez déla Torre, ocurrió
en fines de 1538 una insurrección acaudillada por el tactoani
Coaxicari en la provincia de Xochitepec y secundada por
la mayor parte de los tactoani, con cuyo motivo el Gober-
j;p-7r^'.. ^jf r"7^¡irTfp-'^
HISTOBIA DE MÉXICO 229
nador formó un ejército con el que salió al encuentro de
sus enemigos dándose la batcdla en la barranca deMochi-
tiltic; mas aunque con suma diñcultad lograron derrotar á
los rebeldes, el licenciado Pérez de la Torre recibió una
herida tan grave que le ocasionó la muerte á los pocos
días, habiendo nombrado por su sucesor á Cristóbal de
Oñate.
Con esto pareció calmarse j el estado de los insurrectos^
mas dos años después estalló de nuevo la rebelión con más
fuerza, pues en el cerro del Michtón derrotaron álos espa-
ñoles, en todas partes arrojaron los indios á los encomen*
deros y Oñate se vio bien pronto reducido á la ciudad de
Guadalajara. En tan críticas circunstancias y mientras
venía el socorro que se había pedido á México, llegó al
puerto de Navidad Pedro de Al varado, adelantado de Gua^
témala^ que iba por orden del Virrey á explorar la Cali-
fornia, y como fuera requerido por Juan Fernández de
Hijar para que le diera auxilio á Oñate, se prestó á ella
mandando luego refuerzos á Autlán, Elzatlán, Chapalac y
Tonalán y dirigiéndose él con cien soldados á Guadalajara
que se veía ya amenazada de un sitio. El gobernador salid
á encontrarlo hasta la orilla del río Santiago en el lugar
conocido hoy ^ov paso de Ibarra en memoria del capitán^
Miguel de Ibarra, y en la junta que luego celebraron,
Alvarado dijo : « Vergüenza es que cuatro gatos encara-
mados en los riscos de los montes hayan hecho tanto ruido
que estén alborotando á dos reinos ; con menos gente de
la que traigo sobra para sujetarlos, no hay que esperar
más. » Y sin atender alas prudentes reflexiones del Gober-
nador ni esperar todas sus tropas que se habían quedado
algo atrás, marchó inmediatamente á un cerro llamada
Toe ó peñón de Nochictlán. Allí se encontraban fortiücados
los naturales tras un recinto defendido por siete cercas de
piedra ;> Alvarado dejando su caballo y los de sus soldados
al pie del cerro, subió valerosamente espada en mano, y
230 PÉREZ VERDÍA
diciendo esto ha de ser asi, comenzó á abrir una brecha;
mas al punto se arrojaron sobre él los sitiados con tal ím-
petu que tuvo que ordenar la retirada. El terreno era muy
pantanoso, y acometidos por todas partes, á duras penas
anduvieron como tres leguas, y cuando subían una cuesta
Y ya los indios empezalian á retirarse, Alvarado que ocu-
pabíi la retaguardia por ser el lugar de más peligro, vio que
un sohlado llamado Baltasar Montoya espoleaba mucho á
su caballo por huir más pronto, por lo que le dijo : Sose-
gaos, Moníor/ay fjue los ¿ndiús parece nos han dejado;
mas no habiendo herho caso y temeroso de que el caballo
que ilm ya cansado se atrancase, lo espoleaba más, hasta
que resbalándose se ro<lr^ dando vueltas por la cuesta, y
antecogió al Adelantado arrastiándolo al fondo de la ba-
rranca. Orurrieron sus soldados á socorrerlo, ydiciéndoles
no es bien fjuc ios indios conozcan mi peligro, hizo que un
soldado se pusiera su traje u insignias, añadiendo que tal
suerte merecía quien se juntaba con hombres como Mon-
toya, y habitándole prei^untado uno de sus capitanes qué
le doha, conlosLij : El alma; llévenme adonde la cure con
la resina de la penitencia,
Estedeplorablíí suceso acaeció el día 24 de junio de 1541
y habiendo llevado al anLÍt^uoTonatiuh á Atenquiht (Aten-
guillo] se le trasladó cuitladosamente á Guadalajara donde
murió el 4 de julio. Con razón ante este suceso, ante la
temprana muerte de Sandoval. la trágica de Olid y las
desgracias de Cortés, el Sr. D, Fernando Ramírez repite las
palabras del Sa [mista : 17 al impío sumaynente ensalzado
¡f elevado como las cedros del I Abano. Y pasé y he aquí
que ¡/a no exisiia. Y lo 6us^/ué y no fué hallado el lugar
deéL
Después de la muerte del valiente Alvarado, los chi-
malhuacanos cobraron nuevo brío y en número de treinta
mil pusieron sitio á Guadalajara el 15 de septiembre del
mismo año; mas después de catorce días de luchas san-
HISTORIA DE MÉXICO 231
grientas, Oñate hizo el día 29 una heroica salida, y tanto
por ella como por nndi pro fecia que les anunció á los in-
dígenas que vencerían siempre que fuesen atacados, pero
que serían vencidos cuantas veces tomaran la ofensiva,
levantaron el sitio y se retiraron á sus montañas. Se de-
claró entonces al Arcángel san Miguel patrono de Guada-
lajara, y se acordó en 1." de octubre trasladar la ciudal al
valle do Atemaxac para que estuviera más segura, pues el
lugar en que se hallaba estaba muy próximo á los barran-
cos y era por tanto peligroso ; mas por entonces el Virrey
salió do México el día 8 de octubre del 541 para irá socorrer
aquella provincia, llevando mil soldados españoles y treinta
mil auxiliares. Siguió el mismo itinerario de Ñuño de
Guzmán y en principios de noviembre llegó el señor Men-
doza á Ayotl de donde partió para Coynán, pero como los
indios en número de doce mil estaban fortificados en el
cerro que después se llamó de San Aparicio, y se negaron
á las negociaciones pacíficas que se les ofrecieron, el
Virrey ordenó el asalto, que aunque duró diez días fué en-
teramente infructuoso, por lo que sabiendo que no tenían
agua los sitiados, sino que se proveían de ella por las
noches desde unos aguajes, hizo disfrazar con trajes
semejantes á quinientos auxiliares, los que con sus cán-
taros al hombro penetraron á la fortaleza. Entonces
se dio un nuevo asalto y pudieron tomar el lugar ha-
ciendo dos mil prisioneros que se departieron como
esclavos.
Déla ciudad de Coynán, que fué enteramente destruida,
pasó el Virrey por Atotonilco y Acatic á Nochictlán, donde
se encontró con el gobernador Oñate á quien recibió con
singulares nmestras de aprecio, poniendo sitio en seguida
al peñón de Nochictlán donde se había fortificado el tac-
toara TensLiíiaxtly cuya fortaleza tomaron después de veinte
días de asedio y de encarnizados combates. Mas los defen-
sores, así que no pudieron sostenerse por la falta de víveres,
232 PÉREZ VERDÍA
con la constancia que produce alamor ala libertad, se re-
tiraron al cerro del Michtón.
Acamparon de nuevo frente á la fortaleza las tropas con-
quistadoras y ya se preparaban al combate cuando le ocurrió
al Virrey escrúpulo acerca de la justicia y legitimidad de la
guerra quehíicía, por lo que suspendiendo las hostilidades,
hizo que un consejo de teólogos examinara la cuestión.
Reuniéronse al efecto los señores don Pedro Gómez de
Maraver, deán déla catedral de Oaxaca y años después pri-
mer obispo de Guadalajara, y los religiosos fray Antonio
de Segovia, fray Miguel de Bolonia, fray Francisco de
Villafuerte, fray Francisco de Salamanca y fray Marcos de
Niza, quienes después de diferentes dictámenes unánime-
mente resolvieron que era justa la guerra siempre que re-
queridos por tres veces los indios no se sometieren pacífi-
camente.
Estos requerimientos eran enteramente inútiles y sola
servían de fórmula para quitar el carácter de ¡legalidad á
las conquistas; pues era un largo discurso en que se ma-
nifestaban á los indios los principales fundamentos de la
religión, haciéndoles saber enseguida que en virtud de los
derechos concedidos por el Papa al rey de España, éste
era el dueño y señor de aquellas tierras, por lo que esta-
ban obligados á sometérsele , El doctor Palacios Rubios,
jurisconsulto influente en aquella época, formó un reque-
rimiento para la gobernación de Pedrarias, el cual se hizo
extensivo para todas las Indias, de manera que en un
idioma desconocido para los indios se les hacía tal exhor-
tación desde largas distancias, así es que ni la oían bien,
ni mucho menos entendían palabra ; sin embargo, con esta
ridicula formalidad, acallaban su conciencia los conquista-
dores y se juzgaban autorizados por Dios para declararles
cruda guerra (1).
(l) Ya se ha dicho que éstas eran las doctrinas de aquella época, por lo
bL.
^fippffprv!wí^^
HISTORIA DE MÉXICO . 233
Hecho el requerimiento á los defensores del Michtón sin
resultado, se rompieron las hostilidades : por más de veinte
días dieron los españoles reñidos asaltos en los que se
peleaba desde la salida hasta la puesta del sol y ya se pen-
saba en levantar el sitio, cuando unos traidores revelaron
al Virrey la angustiosa situación en que se hallaban sus
compañeros por el hambre y la sed, con lo que se redobló
la vigilancia y se dieron nuevos combates. Pero entonces
los religiosos franciscanos fray Antonio de Segovia y fray
Miguel de Bolonia, espantados de tanta carnicería, obtu-
vieron permiso del Virrey y se presentaron en la fortaleza
exhortando á sus defensores á una capitulación, por lo
cual se sometieron seis mil guerreros y los demás capita-
neados por Tenamaxtl se retiraron á la sierra del Nayarit,
quedando con eso concluida la campaña.
Entonces el señor Mendoza pasó á Tequilán, Amecán y
Etzatlán, y se volvió para México después de haber puesto
los cimientos de la nueva Guadalajara en el valle de Ate-
maxac, en el lugs^r que hoy ocupa, según estaba acordado,
en ?) de febrero de 1342.
Las violencias de los españoles provocaron las quejas de
que no es extraño que las defendieran los escritores de entonces y aun
otros posteriores pasando por esta cuestión como sobre brasas. Por eso
dice Solórzano Pereyra : « Porque aunque nuestro don Fernando de Men-
chaca quiso poner en duda si podía haber prescripción entre los Reyes y
Reynos que no reconocen superior» y darle por ella justo título para la
retención de ellos, de cuya doctrina hacen gran fiesta contra nosotros al-
gunos herejes. Lo más cierto y conveniente á la salud y quietud del gé-
nero humano y de los mismos Reyes y Reynos, es que la hay y que la
haya, como refutando á Mencliaca lo resuelven otros autores. Y en nues-
tros términos el docto y prudente padre Josef de Acosta, concluyendo
que ES SÜPERFLUO DISPUTAR YA DE ESTE ARTÍCULO, SINO PASAR EN ÉL CON BUENA
FB COMO COSA ASENTADA Y PRESCRiPTA. > {PolUica inc/f fl/ifl, tomo !.•, pág. 45;
Madrid, 1736.) Ni más ni menos que como Sancho Panza no quería inqui-
rir si las camisas y los escudos que se halló en Sierra Morena eran de
Cárdenlo como don Quijote presumía, sino que quería conservarlos y
POSEERLOS DE BUENA FE.
234 PÉREZ VERDÍA
muchos hombres apostólicos, entre quienes se distinguió
el venerable fray Bartolomé de las Casas, ardiente defensor
de los oprimidos, y en tal virtud el emperador Carlos V,
que deseaba el bienestar de los naturales, dictó en el año
de 1542 las ?iuevas leyes ^ en las que se mandó que se
evitaran los pleitos entre los mexicanos y que cuando fue-
ran indispensables se tramitaran sumariamente, á fin de
evitarles las onerosas costas judiciales; que por ningún
motivo, ni aún en la guerra se hiciesen esclavos y que se '
pusiesen en libertad á todos los que había siempre que sus
dueños no probaran la legitimidad de la adquisición ; que
se vigilara por que los españoles trataran bien á los indíge-
nas ; que no se permitiera que se quitaran los reparti-
mientos de indios y que según fueran muriendo los enco-
menderos, así fueran quedando libres los indios sin que
se les pudiese volver á aquella servidumbre.
Para velar por la ejecución de estas leyes en Nueva Es-
paña, se nombró por visitador á D. Francisco Tello San-
doval, inquisidor de Toledo, quien llegó á México el 8 de
marzo de 1344; mas apenas tenía dos días de llegado,
cuando todos los encomenderos acompañados de un es-
cribano se le presentaron tumultuosamente manifestándole
que suplicaban para ante Su Majestad de aquellas leyes por
los muchísimos inconvenientes que se seguirían de su
aplicación, y aunque por de pronto Tello se manifestó
enérgico, después cedió y habiendo declarado impractica-
bles las mencionadas disposiciones se volvió á la corte á
dar cuenta de lo que había pasado.
Do esta suerte quedaron sin observancia aquellos huma-
nitarios preceptos que si bien revelan los buenos senti-
mientos de los reyes de España, también demuestran su
debilidad, que los hace responsables de los desmanes
cometidos.
En principios de 1545 se declaró una horrible peste en
la ciudad, la cual duró seis* ó siete meses é invadió otros
HISTORIA DB MÉXICO 235
lugares del v¡iTein>ito, habiendo ocasionado la muerte á
más de ochocientos mil indígenas, pues sólo en ellos hacía
estragos ; demostrando durante este período el Virrey una
caridad tan ardiente en el alivio de los enfermos, que le
valió el nombre Aq padre de los pobres.
El día 3 de junio de 1548 murió el señor Zumárraga pri-
mer obispo y arzobispo de Mt^xico, hombre de grandes
virtudes y uno de los más infatigables defensores de los
indios. Se le ha acusado de oscurantista y gran destruc-
tor de los monumentos primitivos de la historia de México ;
pero aunque es indudable que mandó destruir muchas
pinturas y objetos históricos, confundiéndolos con objetos
de idolatría, no fué el primero que tal cosa hizo, pues
cuando llegó al pá^ís ya los conquistadores habían quemado
en Texcoco multitud de pinturas, lo mismo que después los
primeros misioneros. Error gravísimo que. ha originado
pérdidas irreparables, por el fanatismo religioso, pero que
para juzgarlo hay que tener en cuenta á más de la igno-
rancia, el celo con que los frailes procuraron después
reparar aquel gran daño, aplicándose á dar la interpre-
tación de las pinturas y jeroglíGcos restantes ; de manera
que si ellos destruyeron muchos, en compensación ínter*-
pretaron los que conocemos, que de no ser así habrían per-
manecido mudas quizá para siempre, sin que su abundan-
cia prestara ningún servicio sí se hubiera llegado á perder
la clave de su interpretación.
En el mismo año de 1548 el Emperador dio á la ciudad
de México el título de muy noble, insigne y leal; porque
cuando ocurrió en el Perú la insurrección de Pizarro con-
tra el licenciado Gasea, éste le pidió socorro al Virrey y
anduvotan diligente en concedérselo, que ya se preparaba
un ejército á partir de México, cuando se recibió la noticia
de la muerte del rebelde y la pacificación del país. A princi-
pios de 1549 fué acometido el Virrey de una enfermedad
que lo debíhtó considerablemente y lo hizo abandonar por
236 PÉREZ VERDÍA
algiín tiempo el cuidado de los negocios, por lo que en 13
de agosto Fr. Domiiígo de Santa María Prior de la Orden
de Santo Domingo y los demás religiosos propusieron al
Rey nombrase en sustitución de D. Antonio de Mendoza á
su hijo D. Francisco.
Al año siguiente se tramó en lacapital una conspiración
por los mismos españoles, pero oportunamente descu-
bierta, no tuvo otro resultado que el que fueran ahorca-
dos sus promovedores Juan Venegas, Juan Román y un
italiano.
Con motivo de los sucesos del Perú, de su mala admi-
nistración y constante alboroto, el Emperador en el año
de 1550 dispuso que pasara á desempeñar aquel virreinato
el señor Mendoza, que tantas pruebas tenía dadas de su
prudencia, á la que la Nueva España debía su adelantada
organización; pero no queriendo contrariar su voluntad,
se nombró nuevo Virrey para México en el caso de que
el conde de Tendilla quisiese pasar al Perú. Después de
dejar muy buenos recuerdos en el país, el señor Mendoza
partió para Lima, donde murió el 21 de julio de 1552.
CAPÍTULO IV
Don Luis de Velasco. — Crea el tribunal de la Santa Hermandad y esta-
blece la Universidad. — Inundación de México. — Abdicación de
Carlos V y jura de Felipe II. — Descubrimiento de Filipinas. —Muerte
del Virrey. — La Audiencia. — C élebre conjuración del marqués del
Valle. — Don Gastón de Peralta. — El visitador Muñoz. — Don Martín
Enrííjuez de Almanza. — Establecimiento de la Inquisición. — La epi-
demia. — Don Lorenzo Suárez de Mendoza.
En el mes de noviembre de 1551 tomó posesión del
gobierno D. Luís de Velasco, de la nolde familia del con-
destable de Castilla, quien dio principio á su administra-
HISTORU DE MÉXICO 237
ción con un hecho memorable. Millares de indígenas
gemían en los duros trabajos de las minas á que los dedi-
caban los encomenderos, é impresionado el nuevo Virrey
por aquellas grandes fatigas, dio libertad á ciento sesenta
mil mexicanos, declarando que <c más importaba la liber-
tad de los indios que todas las minas del mundo, y que las
rentas que percibía la corona no eran de naturaleza tal
que por ellas se habían de atropellar las leyes divinas y
humanas ».
Á consecuencia de la desmoralización dominante y de
las persecuciones que hacían á los indígenas, se formaron
innumerables cuadrillas de bandoleros que hicieron des-
aparecer la seguridad de los caminos, por cuyo motivo el
Virrey organizó en 1552 el tribunal de la Santa Herman-
dad, destinado únicamente á la persecución de los malhe-
chores.
En el año siguiente se fundó la Real y Pontificia Uni-
versidad de México, creada por cédula de Carlos V de 21
de septiembre de 1551 ; pues los adelantos intelectuales así
como la importancia de la población, exigían ya un esta-
blecimiento literario de más categoría que los que hasta
entonces existían.
Por ese tiempo tuvo lugar la primera inundación de
México, acaecida á consecuencia de la abundancia de las
lluvias y del mal sitio en que se había edificado, y como
los españoles no tenían noticia de las que antes se habían
verificado, se alarmaron muchísimo.
El Virrey, de acuerdo con el Ayuntamiento, dispuso
contruir una albarrada que pudiera resguardar á la ciudad
de las aguas de la laguna, y empleó en la obra un empeño
tan particular que bien pronto quedó terminada, pues tra-
bajaron durante tres meses cerca de seis mil indios forra-
dos y sin que se les diera paga ni remuneración alguna.
Las cuadrillas que merodeaban en los caminos, eran
más numerosas en ciertos despoblados cercanos á la
238 PÉREZ VERDÍA
sierra donde los chichimeca se fortiOcaban, y el señor
Velasco comprendiendo que sólo podrían extirparse for-
mando en aquellos lugares nuevos centros de población,
ordenó en 1553 la fundación de San Felipe de Ixtlahuaca
y San Miguel el Grande en la provincia de Guanajuato.
Á la vez en ese mismo año tuvo lugar en la capital la
reunión del primer concilio mexicano, que fué presidido
por el Sr. D. Alonso de Montúfar, sucesor del señor Zuma-
rraga, con asistencia de los Obispos de Michoacán, Tlaxcala,
Chiapas y Oaxaca.
Entre tanto que la colonia progresaba cada día organi-
zándose la nueva administración, el emperador Carlos V,
cansado del poder que no satisfacía su ambición, compren-
dió que era bien pasajera y deleznable la gloria que so-
ñaba, y abdicó las coronas de Castilla, Leóji y Aragón en
Bruselas á 16 de enero de 1556, en la persona de su hijo
don Felipe II rey de Flandes, retirándose al monasterio
de Yuste de los monjes Jerónimos, donde murió el día
21 de septiembre de 1558. Hijo de don Felipe el Hermoso,
y de doña Juana la Loca^ nació en Gante en el año de
1500, heredando el reino de Castilla á los 17 años de edad
y siendo electo Emperador de Alemania á los 21 ; por
cerca de medio siglo fué el arbitro del mundo por su
poder omnímodo y sus vastas posesiones.
Felipe II nació en Valladolid en 1527 y fué jurado rey en
México el domingo 6 de junio de 1557, con la mayor^pompa
y solemnidad, y dos años después de esla ceremonia se
formó un ejército mandado por D. Tristán de Luna y Are-
llano que pasó á sujetar la Florida ; pero que á consecuencia
de circunstancias imprevistas tuvo un íin desastroso.
En 1363 vino de España de visilador el licenciado Val-
derrama, á quien por sus injustas condescendencias con
los encomenderos y las excesivas cargas que impuso á los
mexicanos doblándoles el tributo, se le llamó el molesta-
dor de los indios.
HISTORIA DE MÉXICO 239
Por orden del Rey hizo alistar don Luis de Velasco una
armada que á las órdenes del capitán don Migue] López
de Legaspi partió á explorar el mar del Sur, descubriendo
en 1564 un grupo de islas fértiles y abundantes en gana-
dos, frutos y pesca, al que se llamó de Poniente, las que
pertenecieron antiguamente á los reyes de China. Bien
pronto se les cambió ese nombre llamándoseles islas
Filipinas en memoria del monarca español, establecién-
dose en ellas una capitanía general, con la metrópoli en la
ciudad de Manila en la isla de Luzón.
El 31 de julio de 1564 murió el señor Don Luis de Ve-
lasco, á quien por su paternal gobierno se le llamaba
padre de la patria^ y como á la sazón se hallaba reunido
el segundo concilio mexicano, cuatro obispos condujeron
en hombros su cadáver á la iglesia de Santo Dominga
donde se le dio sepultura.
« Ha dado, decía el Cabildo al Rey, en general á toda
esta Nueva España muy gran pena su muerte, porque con
la larga experiencia que tenía, gobernaba con tanta rec-
titud y prudencia, sin hacer agravio á ninguno, que todos
le teníamos en lugar de padre. »
Por la muerte del Virrey entró á gobernar inmediata-
mente la Real Audiencia, compuesta de los doctores Cey-
nos, Don Pedro Villanueva y Don Jerónimo Orozco.
Había llegado á México en principios de 1563 Don
Martín Cortés, marqués del Valle, acompañado de sus
hermanos bastardos don Martín, hijo de Doña Marina, y
don Luis, hijo de Doña Antonia Hermosilla; mas como se
había educado en Europa y tenía abundantes bienes de
fortuna, ostentaba un lujo inusitado y una numerosa ser-
vidumbre; lo cual hería el orgullo de los gobernantes.
Además, envanecido el Marqués por sus honores, preten-
día él ó sus parciales que se le hicieran en la calle demos-
traciones de respeto y consideración, por cuyos motivos
bien pronto hubo ocasión de serios disgustos.
240 PÉREZ VERDÍA
Vino á aumentar éstos la circunstancia de que habién-
dole nacido al Marqués dos hijos gemelos, hizo para so-
lemnizar el bautismo espléndidas fiestas : se representó la
entrada del Conquistadora Tenochtitlán, haciendo el hijo
el papel que había desempeñado su padre, pronuncián-
dose en los festines algunos brindis indiscretos. Por todo
esto, así como por haberse denunciado á la Audiencia que
el Marqués y sus adictos conspiraban tratando de romper
la dependencia del rey de España, haciéndose soberano de
la tierra y dando muerte á las autoridades, los Oidores
alarmados trataron d«s parar el golpe. No se consideraban
bastante fuertes para aprehender al Marqués, por lo que
llamándolo el 16 de julio de 1566 á la sala de acuerdos en
unión de los principales de sus amigos, con el pretexto de
que había provisiones reales que se mandaba se abrieran
en su presencia, prepararon ocultamente gente armada.
Asistió Don Martín; pero una vez en la salaCeynosle
intimó prisión por traidor á su Rey. Por lo que airado,
« Yo no soy traidor al Rey, dijo, ni los ha habido en mi
linaje », y echando mano á la espada se preparaba á com-
batir, cuando la numerosa guardia lo hizo preso, lleván-
dolo á las casas reales. Al mismo tiempo se puso en pri-
sión á sus hermanos D. Martín (el hijo de doña Marina)
y D. Luis, á Alonso y Gil González dé Ávila, al deán
D. Juan Chico de Molina, á D. Luis de Castilla, D. Pedro
Lorenzo de Castilla, Hernán Gutiérrez Altamirano, Alonso
de Estrada, D. Lope de Sosa, D. Juan de Guzmán, D. Fer-
nando de Córdova, Juan de Valdivieso, Luis Ponce de
León y á otros muchos.
Se les formó entonces un proceso y el inmediato 3 de
agosto fueron decapitados Alonso y Gil González de Ávila,
y aunque á muchos se aplicó el tormento, bárbaro é inútil
medio de prueba, no se justificó plenamente la existencia
de la conspiración, resultando sólo diversos indicios.
Mientras la Audiencia se ocupaba en proseguir la causa
HISTORIA DE MÉXICO 241
contra los demás acusados, desembarcó en Veracruz el
!7 de septiembre D. Gastón de Peralta, marqués de
Falces, nombrado virrey de Nueva España por Felipe II, y
habiendo sabido lo ocurrido ordenó la suspensión de todo
procedimiento^ así como la ejecución de Don Luis Cortés
que acababa de ser condenado á muerte.
Llegó á México y usó por primera vez del tratamiento
de excelencia que conservaron sus sucesores, pues los dos
virreyes que le habían precedido sólo usaron el de señoría.
Su conducta moderada irritó á los Oidores acostumbra-
dos ya al mando, quienes en venganza lo acusaron de poco
diligente en el servicio del Rey y aun de parcial en favor
de los conjurados. Esto añadido á las noticias de lo ocu-
rrido alarmaron al monarca, que dispuso al punto que un
tribunal compuesto de los licenciados Jarava^ Alonso
Muñoz y Luis Carrillo, con facultades omnímodas, cono-
ciera de lo relativo á la conjuración.
En el mar murió Jarava, así es que llegaron á México
Muñoz y Carrillo, pero el carácter dominante y despótico
del primero dominó de tal suerte á su colega, que puede
decirse que él solo desempeñaba su cometido.
Al punto reaprehendió á cuantos habían sido acusados,
desterró á otros, secuestró los bienes del Marqués y de un
crecido número de caballeros ; en 8 de enero en 1S68,
hizo ahorcar á Cristóbal de Oñate y Gómez de Victoria, y
al día siguiente á Don Baltasar y Don Pedro Quesada;
siendo insuficientes las cárceles establecidas, hizo cons-
truir unos calabozos que tomaron su odioso nombre ;
depuso al Virrey y sembró en aquella sociedad el espanto
y la alarma, al grado de que estuvo á punto de formarse
nueva conjuración contra aquel déspota sanguinario.
Por fortuna las repetidas y fundadas quejas, hicieron
que llegaran de la metrópoli los licenciados Vasco de Puga
y Villanueva con orden de quitará aquel monstruo y remi-
tirlo inmediatamente, como en efecto lo hicieron. Por
16
242 • PÉREZ VERDÍA
una casualidad, en el mismo buque se embarcaron en
Veracruz en marzo de 1568 don Gastón de Peralta y
D. Alonso Muñoz; pero una vez en la Corte, el Virrey fué
bien recibido y obtuvo justicia en cuanto era de desearse,
mientras que á Muñoz el Rey no le permitió hablar pala-
bra, sino que diciéndole únicamente : Os envié á gobernar
y no d destruir, le volvió la espalda, lo que le produjo tan
gran pesar, que le ocasionóla muerte ala mañana siguiente.
Entre tanto murió en Madrid, en el convento de Atocha,
el 31 de julio de 1566, ala edad de noventa y dos años,
el obispo fray Bartolomé de las Casas, uno de los más
ardientes defensores de los indios, por lo que su memoria
es grata en América y particularmente en México por
cuyos naturales manifestaba especial predilección. -
Ocho meses gobernó la Audiencia y en 5 de noviembre
tomó posesión del virreinato el señor don Martín Enríquez
üB Almanza, quien antes de desembarcar hizo desalojar á
unos corsarios ingleses que se habían apoderado de la isla
de Sacrificios.
Doce años gobernó la Nueva España, en cuyo tiempo
demostró patriotismo y rectitud. Fundó algunas pobla-
ciones, como Ojuelos, Portezuelo y San FeKpe, parala de-
fensa contra los huachichiles ,
En 1571 se estableció en México la Inquisición española.
Este tribunal, creado para conocer de los delitos de here-
jía, parece que fué instituido, al menos en sus principales
bases, en el concilio de Verona celebrado en 1184, aunque .
fué algo más tarde en la célebre guerra de los Albigenses,
cuando ya se nombraron por el papa Inocencio III dos
inquisidores del monasterio de Citaux, y en 1233 el pon-
tífice Gregorio IX dio á los dominicos comisiones inquisi-
toriales. En España la Inquisición se estableció primera-
mente en el reino de Aragón á instancias de san Raymundo
de Peñafort en el mismo año, mas en Castilla se resistió
su fundación hasta que los reyes Católicos la establecieron
HISTORIA DE MÉXICO 243
en todos sus dominios en 1483; distinguiéndose desde en-
tonces por su severidad, de la inquisición romana, parti-
cularmente en el reinado de Felipe II, que le dio sumo in-
cremento por una política meramente española, que tendía
á incomunicar su reino de las doctrinas de su época.
Muy odioso fué este tribunal por sus inicuos y secretos
procedimientos que quitaban á los reos todo elemento de
defensa, así como por los duros castigos que imponía.
En México los primeros frailes ejercieron actos de inqui-
sidores* y el señor Zumárraga quemó á un nieto de Neza-
hualpilli porque había hecho un sacrificio humano á sus
antiguas deidades, por lo que fué reprendido por el Inqui-
sidor general; después de lo cual no volvió á formarse-
ningún proceso.
Al siguiente año de 1572, en 25 de septiembre, entraron
á México los primaros jesuítas en número de quince,
siendo provincial el padre doctor Pedro Sánchez.
Como cada día aumentaban las funciones del culto, ya no
satisfacía la iglesia metropohtana, por lo que en 1573 se
puso por el señor arzobispo Moya de Contreras la primera
piedra de la nueva catedral, cuya construcción duró cerca
de un siglo, pues se dedicó en 1677, y costó cerca de dos
millones de pesos.
En la primavera de 1576 se desarrolló la espantosa epi-
demia áelmat¿a¿s:aAua¿t ó fiebre en el redaño, que no cesó
sino hasta unes de 1577, con la particularidad de que sólo
atacaba á los naturales, que empezaban á sentir el mal por
un dolor de cabeza al cual seguía una fiebre ardiente que
los obligaba á salir de sus casas casi desnudos y á los nueve
días después de una fuerte hemorragia por las narices les
ocasionaba la muerte sin remedio. Murieron de esta epide-
mia más de dos millones de indígenas, y durante el período
de la peste, los religiosos franciscanos, dominicos, agus-
tinos y jesuítas manifestaron una caridad cristiana lo mismo
que el Virrey y el Arzobispo,
244 PÉREZ YERDÍA
Á esta calamidad siguió la escasez de víveres y luego en
1580 tal abundancia de lluvias que las aguas de la laguna
inundaron de nuevo la ciudad, por lo que el Virrey de
acuerdo con el Ayuntamiento dispuso hacer un desagüe
por el punto de Huehuetoca, mas pasado el daño no se
emprendió la obra.
En 1577 se establecieron en Veracruz las alcabalas,
contribución indirecta sobre el tráfico mercantil, queecha-
rotí hondas raíces en el sistema rentístico del país.
Habiendo sido promovido al virreinato del Perú el señor
Enríquez de Almanza, entregó el gobierno en 4 de octubre
de ese mismo año. Por el hecho de que varios virreyes pa-
saron de México áPerií se ha creído por algunos escritores
que era superior éste á aquél, considerando el cambio
como un ascenso, pero es enteramente infundada tal cre-
encia, pues siempre fué de mayor importancia el virrei-
nato de Nueva España, como lo afirma el haronee Hum-
boldt, y las promociones sólo se hacían por fa facilidad
que había de que de México pasaran á Lima por Aca-
pulco.
En 4 de octubre de 4680 tomó posesión el señor don
Lorenzo Süárez de Mendoza, Conde de la Coruña, que sien-
da ya de edad avanzada, murió al poco tiempo en 19 de
junio de 1583, así es que pocos sucesos de importancia se
registran en su gobierno. Por las restricciones que tenía el
Virrey en el ejercicio del poder no pudo corregir graves
abusos de la Audiencia : pero pidió para el efecto un visi-
tador, que se nombró al punto recayendo la elección en el
señor arzobispo é inquisidor don Pedro Moya de Contreras.
También se estableció en su tiempo el Consulado^ célebre
tribunal de comercio compuesto de un prior y dos cón-
sules electos por los comerciantes, y que entendía privati-
Yamente de todos los negocios relativos.
Por muerte del Virrey entró á gobernar la Audiencia
compuesta entonces de los licenciados Villanueva y San-
^.■' Th^'-Íím ":;•;- *•»'•'*.'!*■*/;'(* vifl^'-.T-'V 'f'-.' X cÁ^''^'^' iS/'-^í.**-.'?'
HISTOaiA DB MÉXICO 245
chez Paredes y de los doctores Pedro Farfán, Francisco
de Sande y Robles.
CAPÍTULO V
El señor don Pedro Moya de Contreras. — El tercer concilio mexicano.
— Don Alvaro Manrique de Zúñiga. — Sus cuestiones con la audiencia
de Guadalajara. — Don Luis de Velasco II. — Don Gaspar de Zúñiga y
Acevedo. - Nuevas exploraciones. — Felipe III. — Trabajos literarios
del siglo XVI. — El marqués de Montes Claros. — Nueva inundación de
la capital. \
Á los diez y seis meses se hizo cargo del poder el Sr. D.
Pedro Moya de Contreras en 25 septiembre de 1584, reu-
niendo así las facultades de virrey» arzobispo é inquisidor,
por lo que se manifestó enérgico y severo aun con los
grandes personajes, y así depuso á dos oidores que no
habían cumplido con sus deberes.
En 1585 se celebró el tercer concilio mexicano, que fué
presidido por el arzobispo y al que asistieron los obispos
de Guatemala, Guadalajara, Michoacán, Tlaxcala y Yuca-
tán, cuyas disposiciones fueron aprobadas por el papa
Sixto V, cuatro años después.
Y como la colonia progresaba diariamente y se aumen-
taban las rentas publicas á pesar de que el señor Moya sólo
desempeñó el virreinato un año, remitió á España mayores
sumas que sus antecesores, pues ascendieron á tres mi-
llones trescientos mil ducados de plata acuñada y más de mil
marcos de oro en tejos.
Tanto por esto como por su actividad y honradez fué
promovido á la presidencia del Supremo Consejo de In^
dtas, el cual creado por Fernando el Católico en 1511 y
después mejor organizado por Carlos V en 1524, ejercía
facultades judiciales y administrativas, siendo con relación
í
246 PÉHEZ VERDÍA
á todas las colonias, lo que las Audiencias en menor escala
eran en su respectivo territorio; y tenía jurisdicción sobre
todos los negocios de Indias ya fueran civiles, de comercio,
eclesiásticos ó militares.
Para sustituirlo fué nombrado el Sr. D. Alvaro Manrique
DE ZúÑiGA, Marqués de Villa-Manrique, que tomó posesión
el 17 de octubre de 1585 y por su carácter afable se hizo de
grandes simpatías.
Fué turbada su administración por serias cuestiones
sobre la secularización de los curatos, pues los frailes que
los desempeñaban se opusieron á la ejecución del mandato
del Rey para que los entregaran á los sacerdotes seculares,
y la medida quedó sin efecto porque apelaron al Rey y le
enviaron procuradores.
El corsario inglés Francisco Drake hizo diversas depre-
daciones por las costas del PacíBco sin que la persecución
que el Virrey mandó hacerle tuviera ningún resultado,
pues al poco tiempo apresó cerca del cabo de San Lucas
el galeón de Filipinas que traía las ricas mercancías de
aquellas islas y de China.
En los últimos años del gobierno de Villa-Manrique,
ocurrió una cuestión de jurisdicción de trascendental
importancia y que Je ocasionó su destitución.
La Audiencia de Guadalajara era independiente de la de
México y del mismo virreinato, pues el reino de la Nueva
Galicia no dependía de la Nueva España sino en la parte
militar ; pero todos los oidores tenían prohibición de estre-
char sus relaciones con las personas de su jurisdicción á
quienes no podían visitar, porque la corte, cuidadosa de
la buena administración de justicia, quería alejar todo
motivo de parcialidad en los jueces. Por esto mismo les
estaba prohibido bajo pena de pérdida de empleo, por Real
Cédula de febrero de 1576, casarse ellos ó sus hijos en el
distrito en que ejercían jurisdicción, y como por ese
tiempo, don Juan Ñúñez de Villavicencio, oidor de Guada-
HISTORIA DE MÉXICO 247
lajar<% se casó en su ciudad con la hija de Juan de Lomas,
el virrey don Alvaro pretendió ejecutar la pena^ desti-
tuyéndolo de su cargo. La Audiencia le negó jurisdicción;
el virrey insistió, y después de agrias disputas mandó al
capitán Gil Verdugo con quinientos hombres á la ciudad
rebelde para hacerse obedecer; pero la Audiencia levantó
también tropas en Guadalajara mandándolas á las órdenes
del capitán Rodrigo del Río al encuentro de las de México.
Encontráronse en el pueblo de Analco en las orillas de Gua-
dalajara, y ya se preparaban al combate, cuando el obispo
fray Domingo Arzola, vestido de pontifical, con el Santí-
simo Sacramento y acompañado del Cabildo medió entre
los combatientes y pudo evitar la lucha.
La Audiencia se quejó del atropello y Felipe II alar-
mado de que hubiera estallado la guerra civil, depuso
inmediatamente al Virrey mandándole se le presentase á
darle cuenta, y nombró para sustituirle al Sr. D. Luis de
Velasco, hijo del segundo virrey, que llevaba el mismo
nombre, quien desembarcó en Panuco y tomó posesión el
27 de enero de 1590.
Continuaba la tribu de los chichiríieca haciendo sus
excursiones, por lo que el nuevo Virrey fundó otras pobla- ^
ciones destinadas á ponerles término, como San Luis de
la Paz y otras, y á la vez estableció colonias de indios
tlaxcalteca en todo el territorio que hoy comprende el
Noreste de Jalisco, Norte de Guanajuato, Sur de Zaca-
tecas y Occidente de San Luis Potosí.
Por las aflictivas circunstancias del erario, por las diver-
sas guerras que había emprendido, Felipe II ordenó
duplicar á los indios el tributo en calidad de préstamo
forzoso, y el Virrey queriendo favorecer á los contri-
buyentes obligándolos á la vez á fomentar la cría de aves
de corral, dispuso que el peso del tributo lo pagaran con
siete reales y una gallina ; pero la medida salió contra-
producente, porque habiendo los españoles adquirido la
248 PÉREZ VERDÍA
mayor parte de esas aves, las revendían en dos y tres
reales, haciendo de esa suerte más oneroso el impuesto.
El señor Velasco tomó empeño en embellecer la capital,
por lo que pidió al Ayuntamiento en 11 de enero de 1S92
señalara un lugar para paseo, y la corporación municipal
que abundaba en los mismos deseos señaló el lugar y
plantó innumerables álamos, por lo que aquel sitio recibió
el nombre de la Alameda que conserva todavía.
En 1590 mandó abrir unas fábricas de tejidos de lana á
pesar de la resistencia que oponían los que comerciaban
con ese género de efectos y los introducían de España
sin competencia.
Y cuando se disponía á enviar una expedición á Nuevo
México, de la que estaba nombrado por jefe Juan de Oñate,
desembarcó en Veracruz otro virrey, don Gaspar de
ZóÑiGA Y AcEVEDO, condc de Monterrey, que tomó posesión
á mediados de noviembre de 1595, habiendo el señor
Velasco partido al Perú cuyo gobierno se le confió.
Inmediatamente revocó el acuerdo relativo al pago del
tributo con gallinas y envió á Oñate á su expedición á
Nuevo México; pero se le insurreccionaron sus compa-
ñeros á poco de haber salido de la capital ; mas habién-
dose dominado á los disgustados, se hizo la conquista de
aquel territorio con gran facilidad.
Á la vez se había mandado á las órdenes de Sebastián
Vizcaíno una armada compuesta de tres buques que
salieron de Acapulco, la cual exploró toda la costa de Alta
CaUfornia dando en memoria del virrey el nombre de
Monterrey á la bahía que aun lo conserva.
Igualmente se le dio su nombre á la ciudad que se fundó
por capital del Nuevo Reino de León y que primero se había
llamado de Nueva Extremadura.
En 1598 se dictaron repetidas órdenes para que los
indios se reunieran en pueblos y congregaciones á fin de
poderles cobrar fácilmente el tributo á la vez que apode-
HISTORIA DE MÉXICO 249
rarse algunos españoles de las tierras que poseían esparci-
das en las sierras, con cuyo motivo hubo mil dificultades»
mostrando el Virrey un ánimo justiciero.
En ese mismo año á 13 de septiembre, murió en San
Lorenzo del Escorial Felipe II, liijo de Carlos V y de
doña Isabel de Portugal ; cuyos dominios eran España,
Portugal, Ñapóles, bicilia, Cerdeña, el Milanesado, el
Rosellón, los Países Bajos, el Franco Condado, Túnez,
Oran, las Canarias, Fernando Po, Santa Elena, Nueva
España, Perú, Sanio Domingo, Cuba y Filipinas. Puede
considerársele como protector de la Iglesia y como rey;
bajo el primer dictado, la batalla de Lépanto basta para
distinguirlo ; considerado como gobernante fué absoluto y
tirano. Por su muerte fué proclamado rey Felipe III, cuya
jura solemne se hizo en México al siguiente año.
En Í600 se trasladó la ciudad de Veracruz del lugar de
la Antigua donde se hallaba al que hoy ocupa y que es el
mismo en que la había establecido Hernán Cortés.
Nueva insurrección de los indios ocurrió en ese año, pues
los naturales de Topia (entre Acaponeta y Durango) en
cuyo territorio se habían descubierto ricos minerales, ago-
biados por el duro trato y constantes vejaciones de los
españoles, acabaron por rebelarse; pero el obispo de
Guadalajara, el señor don Alonso de la Mota, se dirigió á
ellos é impidiendo al capitán Canelas que los siguiera
hostilizando, les mandó á los indios una embajada ofre-
ciéndoles la paz y remitiéndoles en garantía su mitra y su
anillo pastoral, por cuyas muestras bajaron de la sierra
los rebeldes y volvieron á la obediencia del gobierno.
En el siglo xvi los trabajos literarios de más trascen-
dencia so encaminaron á la formación de la gramática de
las lenguas indígenas del país y á la generalización de la
doctrina cristiana por medio de libros escritos en aquellas
lenguas. Distinguiéronse entre los primeros el vocabulario
mexicano de fray Alonso de Molina; la gramática del
250 PÉREZ VERDÍA
padre Fray Andrés de Olmos ; los epistolarios y leccionarios
del Padre Sahagún ; las gramáticas tarascas del Padre Ma-
turino y la de Fray Juan Bautista Laguna ; el vocabulario
mixteco de Fray Francisco de Alvarado ; y entre los segun-
dos el catecismo ó doctrina mexicana de Fray Pedro de
Gante y la de Fray Juan de la Anunciación ; la doctrina
otomíe de Fray Melchor de Vargas ; los tratados rituales
de Gaona, Gonzaga, Gilberti y otros, así como los diálo-
gos del Doctor Cervantes.
Además, en las letras españolas, hiciéronse notar Ber-
nardo de Balbuena, español criado en México, y el
Dr. Eugenio de Salazar; González de Eslava; D. Francisco
de Terrazas y D. Antonio de Saavedra Guzmán, autor del
poema histórico E¿ Peregrino hidiayio.
También se cultivó la arquitectura, de la cual han que-
dado como notables muestras, el acueducto de Zem-
poala, cuya obra monumental duró diez y siete años,
habiéndola trazado y dirigido Fray Francisco Tembleque,
y la primera iglesia de franciscanos de Tlamanalco. El
primer maestro de pintura, Rodrigo de Cifuentes, llegó al
país en 1523, contándose entre sus distinguidos discí-
pulos en aquella centuria Andrés de Concha y el celebrado
Baltasar de Echave, que alcanzó algunos años de la
siguiente.
La población de la colonia estaba dividida en razas y
castas, siendo las primeras las de españoles, de indios, de
negros, de chinos y de los filipinos ó malayos, y las segun-
das el resultado del cruzamiento de aquéllas. Las princi-
pales castas eran la de los criollos, nombre con que se
conocían los nacidos en el país, hijos de españoles ; la de
los mestizos ó coyotes que eran los hijos de español é in-
dia; la de mestizo y española y que se llamaba castiza; la
de español y negra, mulata ; la de mulato y española
morisca; la del salto atrás era la de aquellos que pertene-
ciendo á familia blanca, presentaban algunos caracteres de
HISTORIA OE MÉXICO 251
negro, y del salto atrás é india, resultaba la casta china ;
del chino y mulata, la del lobo ; de éste con mulata, la del
jibaro; de éste con india la del albarrazado; de éste con
negra el cambujo^ y de éste con india la del zambo ó
zambaigo.
En el año de 1603 fué promovido el Conde de Monterrey
al Virreinato del Peni, por lo que después de hacerle
grandes obsequios entregó el 27 de octubre el gobierno
al Sr. D. Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montes-
claros.
Cuando el Sr. de Zúñiga y Acevedo partió para Aca-
pulco, los indios en gran número le acompañaron despi-
diéndose de él con muestras de profundo sentimiento pues
le consideraban como su gran bienhechor.
Apenas había salido de México, cuando más de cuarenta
caballeros le acusaron^ de no haber provisto en ellos los
principales empleos á que se juzgaban con derecho por ser
descendientes de conquistadores, y semejante proceder
causó tal ira al Virrey que pretendió volverse a fln de
castigar á sus acusadores. Esto dio origen á una resolu-
ción para que en la provisión de los empleos públicos sólo
se atendiera á la aptitud de los designados.
De muy corta duración fué el período del nuevo Virrey,
en el cual hubo una grande inundación el año de 1604,
que hizo* pensar en trasladar la capital á las lomas de Tacu-
baya, pero se tropezó con el inconveniente de que los edi-
ficios valían ya más de veinte millones de pesos y no era
posible que intereses de tanta cuantía quedaran perdidos
y abandonados. Por tal razón se abandonó el propósito y
se hicieron nuevos diques y calzadas para defender la ciu-
dad.
Se empezó también el empedrado de México y un acue-
ducto para la introducción del agua potable de Chapulte-
pee.
En 1603 se concedió á los indios libertad para ir á ha-
^^ r^'^^^w^^
232 PÉREZ VERDÍA
bitar á sus tierras ; al año siguiente se juró al príncipe de
Asturias y en 20 de julio de 1607 entregó el mando pasando
al Perú como era de costumbre.
En este período llegó de visitador don Diego de Lan-
deros, quien encontrando culpables á los oidores Azaca y
Guerrero los depuso y remitió <í España.
CAPÍtüLO Vi
Vuelta de Don Luis de Velasco. — Insurrección de los negros. — La Au-
diencia. — Horribles asesinatos. — El Marqués de Guadalcázar. — Fe-
lipe IV. — Don Diego Carrillo y Pimentel. — Sus tareas y controversias con
el arzobispo Pérez de la Serna. — Tumulto de 1624. — Lo que resultó en
la pesquisa que se formó.
Se hizo cargo del gobierno D. Luis de Vfxasco, Marqués
de Salinas, quien después de haber pasado al Perú donde
gobernó siete años volvió á Nueva España estableciéndose
en Atzcapozalco donde se encontraba cuando recibió su
nuevo nombramiento de virrey.
Al mes siguiente volvió á inundarse la ciudad, por lo que
dispuso Velasco que se diera principio al desagüe de la
laguna por el canal de Huehuetoca, cuyasobras se empren-
dieron con actividad dirigidas por el padre Juan Sánchez,
jesuíta matemático, y ejecutadas por Enrico Martínez.
En principios de 4609, cansados los desgraciados negros
africanos de la dura esclavitud tramaron una conspiración
y se huyeron buscando su amada libertad en las selvas de
los alrededores de Orizaba, bajo la dirección de Yanga y
Francisco de la Matosa. El gobierno mandó tropas en su
persecución á las órdenes del capitán Pedro González de
Herrera, quien logró derrotarlos y habiéndoseles ofrecido
una capitulación bajo bases liberales, se acogieron á ella
fundando el pueblo de San Lorenzo.
^■
HISTORU OE MÉXICO 253
En el mes de marzo de 1611 salieron de Acapulco para
el Japón D. Sebastián Vizcaíno y fray Pedro Bautista,
llevando una embajada del marqués de Salinas para el
Emperador y en realidad con el fin de investigar el derro-
tero de las Islas Ricas de oro y plata. Al principio Vizcaíno
fué muy bien recibido ; pero cuando se supo en el Japón
su proyecto y se tuvieron temores de que aquella expedi-
ción tuviese por fin explorar las costas para emprender
una conquista por parte de los españoles, tuvieron los em-
bajadores que sufrir mil peligros y contrariedades, pues
mal prevenido el Emperador por los ingleses y holandeses,
celosos de las glorias marítimas de los castellanos, les re.
tiró su ayuda, hasta que favorecidos por Masamoncy, rey
de Ox, y habiéndoles facilitado una embarcación, regre-
saron á su patria llegando á Zacatula el 20 de enero de
1614, sin haber obtenido ningún resultado.
En 1611 D. Luis de Velasco fué nombrado presidente
del Consejo de Indias por lo que entregó el poder en Vera-
cruz al Sr. D. Fray García Guerra, Arzobispo de México,
quien tomó posesión el 19 de junio y sólo lo ejerció hasta
el 22 de febrero del siguiente año, día en que murió á
consecuencia de que siendo ya muy anciano, al subir á su
coche se dio un golpe en la frente que le ocasionó un tu-
mor.
En los ocho meses que gobernó llamaron la atención un
fuerte terremoto que tuvo lugar en agosto y un eclipse de
sol. El Rey había pedido informe acerca de loque se ha-
bía gastado en el desagüe, lo que importaría toda la obra
y si con ella se lograría salvar á la ciudad de las inunda-
ciones ; el Virrey informó que iban gastados cuatrocientos
trece mil trescientos veintiocho pesos y que Ildefonso Arias
y otros matemáticos opinaban que el desagüe ni preserva-
ría á la ciudad de nuevas inundaciones, ni se podría con-
servar por no llenar los requisitos necesarios.
Á la muerte del Arzobispo entró á gobernar la Audien-
254 PÉREZ VERDÍA
cia, recayendo el mando en Pedro Otalora, oidor decano,
y en los pocos meses qué ejerció el poder ocurrió un
triste suceso- que revela la crueldad de los gobernantes.
Volvióse á hablar de una conspiración que tramaban ios
negros y la especie fué tomando tales proporciones que
llegó á infundir verdadero pánico en la ciudad, al grado de
que señalándose por la voz pública el jueves santo de ese
año como el día en que debía estallar la insurrección, se
suspendieron los divinos oficios y demás ceremonias reli-
giosas por temor de la conjuración. Apenas había obscure-
cido y ya todas las casas se encontraban cerradas, y como
casualmente aquella noche entró á la ciudad una piara de
cerdos, el ruido que formaban fué tomado por muchos
como producido por los insurrectos.
Sin embargo de que había pasado ya el día prefijado y
de que no había absolutamente ninguna prueba de la cons-
piración, los ánimos permanecieron intranquilos, por lo
que la Audiencia que participaba del pánico empezó sus
persecuciones aprehendiendo á muchos desgraciados ne-
gros. Y sin tener la prueba del delito, sólo para intimidar
á aquella raza y devolver la tranquilidad á la población,
mandó ahorcar á veintinueve negros y á cuatro negras, á
quienes después les cortaron las cabezas y fueron puestas
en escarpias en la plaza principal.
En 18 de octubre de 1612 se hizo cargo del poder el
nuevo virrey D. Diego Fernández de Córdova, marqués de
Guadalcázar, quien inmediatamente se ocupó de las obras
del desagüe, las que al siguiente año se pusieron bajo la
dirección del ingeniero Adrián Boot^ contratado en Francia
para ese objeto.
En 1613 se fundó la ciudad de Lerma en honor del
duque de Lerma ministro favorito del Rey.
Poco después, en 16 de noviembre de 1616 se rebelaron
los tepehuanes en las provincias de Sinaloa y Durango,
habiendo dado muerte á los misioneros jesuítas Tovar,
HISTORIA DE MÉXICO 25^
Cisneros, Gutiérrez y otros. El gobernador de la Nueva
Vizcaya, D. Gaspar Albear, con numerosas tropas les hizo
la guerra, logrando en poco tiempo someterlos.
No fué tal guerra la única calamidad de ese año, pues í
consecuencia del mal temporal se perdieron las cosechas
y sobrevino una gran carestía.
En 26 de abril de 1618 se fundó la villa de Córdova en
el Estado de Veracruz en honor del Virrey, y dos años
más tarde se concluyeron los arcos que conducen el agua
de Santa Fe á la caja del agua ; obra de gran mérito, pues
se compuso de novecientos arcos de ocho varas cada uno
por vara y inedia de espesor y seis de altura, la cual costó
más de ciento cincuenta mil pesos.
Á la vez erigía el Papa Paulo V el Obispado de Durango
segregándolo del de Guadalajara que era tan extenso que
llegaba hasta Texas.
En 14 de marzo de 1621 salió de México el Marqués de
Guadalcázar á Gn de embarcarse en Acapulco para el Perú
adonde se le destinó, d^ando el gobierno de la Nueva
España á cargo de la Audiencia presidida por el Lie. Paz
de Valecillo.
Gobernaba la Audiencia cuando ocurrió en Madrid el
3 i de marzo de 1621 la muerte del rey Felipe III, que
había nacido en 1578, siendo hijo de Felipe II y de Ana
de Austria : subió al trono cuando sólo contaba veinte
años y se manifestó indolente en el gobierno, así es que en
su reinado tuvieron de nuevo influencia los funestos favo-
ritos, D. Francisco de Rojas Sandoval, Duque de Lernia,
su hijo el Duque de Uceda, y D. Rodrigo Calderón, Mar-
qués de Siete Iglesias, se sucedieron en el favor del Rey
que de esta suerte originó de una manera rápida la deca-
dencia de la gran nación española.
Pocos meses después, el 12 de septiembre, se encargó
del gobierno el Sr. D. Diego Carrillo de Mendoza y. Pimentel^
Marqués de Gelves y Conde de Priego, quien inmediata-
256 PÉREZ VERDÍA
mente hizo con solemnidad la jura del nuevo rey Felipe IV.
Este Virrey era de un carácter violento y enérgico, así
que habiendo encontrado la colonia en gran desconcierto :
los caminos intransitables por las numerosas cuadrillas de
ladrones que los recorrían ; la justicia vendida á los pode-
rosos y la sociedad en general disgustada por las continuas
reyertas del clero y de la autoridad, trató de poner remedio
á semejante estado de cosas.
Persiguió con tal empeño y severidad á los malhechores
que logró bien pronto restablecer la seguridad pública,
habiendo ejecutado en los tres años mayor número de
delincuentes que en todo el tiempo que iba de la domina-
ción española ; se puso del lado de los débiles á (in de que
se les hiciera justicia y trató de corregir todos aquellos
abusos. Desgraciadamente su carácter duro y arrebatado
lo hizo emplear muchas veces la arbitrariedad y el despo-
tismo, de suerte que bien pronto chocó con el arzobispo
D. Juan Pérez de la Serna que también era obstinado y
violento.
En 1622 creyendo inútiles las obras del desagüe, no
sólo las suspendió, sino que aun rompió uno délos diques
y sobreviniendo las lluvias, la ciudad se inundó en el
mes de diciembre, circunstancia que, explotada por sus
enemigos, le atrajo gran descrédito.
El año siguiente subió de precio el maíz y demás ce-
reales, llegando á valer á cinco pesos la fanega, y como
un amigo del Marqués, D, Pedro de Mejía, monopolizó el
grano, llegó á creerse que iba en compañía con el Virrey,
lo que aumentó el disgusto y las armas de sus enemigos.
En tales circunstancias y cuando corrían los últimos
días de noviembre ocurrió un suceso que originó un te-
rrible motín. Don Melchor Pérez de Veráez, sacerdote, se
encontraba preso juzgándolo el Virrey, y habiéndose
fugado de la ciudad que le servía de cárcel fué de nuevo
aprehendido y puesto en rigurosa prisión con centinelas ;
HISTORIA DE MÉXICO 257
el reo se quejó al Arzobispo de que se violaban los privi-
legios eclesiásticos con ponerle guardias, y el señor Pérez
de la Sema que sólo buscaba ,un pretexto para declarar
su hostilidad, inmediatamente lanzó excomunión sobre
los jueces y los centinelas, quienes apelaron al legado
del Papa que á la sazón se hallaba en Puebla. Con este
motivo el Virrey llamó á un notario y un clérigo del Ar-
zobispo con quienes disgustado porque no quisieron firmar
lo que verbalmente le habían dicho, los retuvo arrestados;
se quejaron al mitrado, quien requirió al Marqués para que
los pusiese en libertad, y no habiendo accedido fué
también excomulgado. El señor Carrillo apeló al legado
pontificio manifestándole que en virtud de representar al
Rey no podía ser excomulgado por el Arzobispo, por lo
que el legado ordenó se le levantase esa pena espiritual ;
pero habiéndose negado el señor de la Sema, dispuso el
Virrey se le embargasen sus bienes como se hizo el día
H de enero de 1624.
Profundo disgusto causó esto al Arzobispo, por lo que
se presentó á la Audiencia en demanda de justicia y como
no se resolvió en el acto como él quería, manifestó que no
se retiraría de la sala hasta que se le resolviese ; entonces
la Audiencia le mandó que saUese, y como no obedeciera,
en el acto ordenó al capitán D. Diego de Armenteros que
llevase preso al arzobispo á San Juan de Uliía para que se
le desterrase, como en efecto lo hizo.
Gran sensación produjo esta medida, la que aumentó á
los pocos días al ponerse la ciudad en entredicho y orde-
narse la cesación á divinis, y los mismos oidores arrepen-
tidos dispusieron la vuelta del prelado, pretextando que
en el acuerdo no se habían llenado todos los requisitos
legales.
Indignado el Virrey hizo llevar á palacio á los oidores,
teniéndolos secretamente en arresto, entre tanto que el
Arzobispo haciendo intencionalmente jornadas demasiado
17
258 PÉREZ YERDÍA
cortas se alejaba más y más, hasta que en San Juan Teoti-
huacán logró fugarse y acogerse á la iglesia. Armenteros
trató de aprehenderlo, pero tomando el prelado la hostia
consagrada en sus manos permaneció con ella por muchas
horas frente al capitán que, espada en mano, no se atrevió
á usar de ella, hasta que esparcida la noticia de semejante
suceso, acudió el pueblo y no sólo lo puso en libertad sino
que aprehendió á Armenteros que corrió gran riesgo de
ser asesinado.
Todos estos acontecimientos hicieron que el pueblo irri-
tado con frivolo pretexto se amotinara el 15 de febrero álos
gritos de Abajo el luterano^ muera el hereje^ viva la fe de
Jesucristo^ viva la Iglesia, y como las autoridades y par-
ticularmente el oidor Cisneros le rogasen al Virrey que
dispusiera la libertad y vuelta del metropohtano, accedió
por fin, con lo que parecía concluido el tumulto cuando la
muchedumbre empezó á apedrear el palacio, por lo que
para despejar las calles se le hizo fuego desde la azotea del
edificio, con lo que bien pronto estalló una terrible asonada.
Como la autoridad de los gobernantes se basaba entonces
en su prestigio moral, no se contaba con las fuerzas nece-
sarias para un caso imprevisto, de suerte que el Marqués
apenas pudo armar á veinte hombres á cuyo frente se puso
él en persona.
Con tan escasos elementos no pudo dominar el tumulto,
por lo que apeló á la fuerza moral, enarbolando al punto
el estandarte del Rey : ponerlo sobre el palacio y contenerse
los amotinados todo fué obra de un instante; pero aquella
actitud respetuosa cesó pronto porque un fraile Salazar
sacando de la catedral una grande escalera subió por ella
temerariamente hasta arrebatar el estandarte y tirarlo á la
multitud. Aquélla fué la señal del asalto, pues al instante
le pegaron fuego al palacio, sacaron la prisión, teniendo el
Virrey á pesar de su valor que no llegó á abandonarlo, que
salir ocultamente á uno de los conventos.
HISTORIA DE MÉXICO 259
Se hizo cargo del gobierno la Audiencia, regresó el
Arzobispo y todo se tranquilizó volviendo las cosas á su
primitivo estado.
Guando se supo este escándalo en España se mandó le-
vantar ima rigurosa averiguación encargando de formarla
á don Martín de Carrillo, inquisidor de Valladolid, quien
vino luego á la colonia ; pero tuvo el talento dfi poner en
conocimiento de la Corte tres verdades de gran trascen-
dencia : que el clero era el autor del tumulto ; que si se
seguía la averiguación habría que castigar ala mayor parte
de la población, por ser todos culpables ; y que el odio
contra los españoles era tan grande en las masas, que
había sido en el suceso uno de los resortes principales. En
tal virtud se concluyó la causa á los dos años, habiendo
sido ejecutados cuatro de los principales amotinados ; con-
denados á trabajo forzado en galeras por toda su vida Sa-
lazar y otros cuatro eclesiásticos ; depuestos dos oidores ;
declarados sediciosos los procedimientos del Arzobispo por
lo que fué reprendido severamente y depuesto del arzobis-
pado, cuya dignidad se confirió al señor don Francisco
de Manso y Zúñiga. En cuanto al conde de Priego, fué
aprobada su conducta y premiado con empleos honoríficos,
aunque no se le volvió á México.
CAPITULO VII
El marqués de Cerralvo. — Terrible inundación. — Período de tiempo
señalado á los virreyes. — Don Lope Díaz de Armendáriz. — El mar-
qués de Villena. — Independencia de Portugal. — Es depuesto el virrey
por el visitador. — Don Juan Palafox. — El conde de Salvatierra. —
Célebre representación del ayuntamiento de México. — Escándalos en
Puebla. — El obispo de Yucatán. — Autos de fe. — Don Luis Enríquez
de Guzmán. — La Monja alférez.
Fué nombrado virrey el Sr. D. Rodrigo Pacheco Osorio,
Marqués de Cerralvo, quien llegó á México en 3 de no-
260 PÉREZ VERDÍA
viembre de 1624 procurando restablecer el orden y reme-
diar los males causados por los últimos trastornos.
El comercio sufría los males de la guerra que seguía
España con Francia y Holanda, los que se agravaron con
la pérdida de la flota que volvía á la metrópoli, la cual con
doce millones de | pesos que llevaba, fué capturada en el
canal de Bahama por Pedro Hein, almirante de la escuadra
holandesa; así como por haber tomado el gobierno poco
tiempo después, dos millones y medio de pesos en oro y
plata propiedad* de particulares, y habérselos cambiado
por vellón y cobre, que tenían en el comercio un des-
cuento del cuarenta y seis por ciento.
Al año siguiente ocurrió la más terrible de las inunda-
ciones de México, pues el agua subió más de dos varas
sobre el suelo, se desplomaron muchos edificios, murieron
más de tres mil personas, y la inundación duró hasta 1631,
necesitándose en ese tiempo de canoas para transitar por
las calles. Con este motivo se quiso de nuevo trasladar la
ciudad á lugar más seguro y aun así lo ordenó Felipe IV,
pero valía ya cincuenta millones, por lo que no se pudo
realizar la idea; mas se prosiguieron con actividad las
obras del desagüe.
En el mismo año de 1629 se dio una real orden previ-
niendo que los virreyes sólo durasen tres años en su em-
pleo; sin embargo de la cual cada uno duraba más ó me-
nos según el favor d^ que gozaba é influencias que tenía en
la Corte, sin que tal prevención llegara á observarse : el
señor Pacheco Osorio duró once años á pesar de haberse
dictado en su tiempo la disposición.
Para seguridad del gobierno se levantaron en México
tres compañías de infantería ; mas por razón de este origen
se consideraba su permanencia como afrenta de la lealtad
mexicana y por eso el Ayuntamiento después de repetidas
é inútiles instancias para que se disolvieran, se presentó en
cuerpo en enero de 1628 ante el Virrey redoblando sus
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HISTORIA DE MÉXICO 261
súplicas, que no alcanzaron por entonces mejor éxito que
las anteriores, pues fué preciso que pasaran más años y se
adquiriera más confianza y más medios de subsistencia,
para que por fin se atendiera aquella solicitud. Fué en 1630,
cuando el Marqués de Cerralvo ofició al Cabildo con fecha
27 de marzo diciéndole « que haciendo la cuenta con el
gusto que había tratado de darle á esta ciudad y reino en
cuanto se había ofrecido, y no pudiendo poner duda en que
los amigos tan honrados y fieles vasallos que S. M. tiene en
este reino son la verdadera defensa de sus virreyes y mi-
nistros, queriendo hacer notoria su confianza á todos y
ser el testigo de más seguro abono en esta parte, había
resuelto se reformaran las tres compañías que al presente
se hallaban en Yeracruz y se borre la memoria de su fun-
dación. »
Nuevas disputas se suscitaron entre el Virrey y el Arzo-
bispo Manso, lasque por su prudencia no dieron otro re-
sultado que el que fuera trasladado el prelado á la diócesis
de Badajoz.
Dos veces renunció el gobierno que por fin dejó en 16 de
septiembre de 1635, un año después de haber fundado el
presidio de Cerralvo á treinta y cinco leguas de Mon-
terrey. Volvióse luego á la península con fama de muy
rico, siendo digno de notarse el obsequio que hizo al rey
consistente en un papagallo de oro con esmeraldas, tan
primorosamente hecho, que se cita como elocuente muestra
del adelanto del arte, habiendo costado trescientos mil pe-
sos.
Le sustituyó el Sr. D. Lope Díaz de Armendáriz, Marqués
de Cadereita, que gobernó hasta el 28 de agosto de 1640
en cuyo tiempo se estableció la armada de Barlovento,
destinada á defender las naves mercantes; se fundó la
villa de Cadereita ; se vendieron algunas rentas públicas
y se publicó una real cédula que prevenía que en cual-
quiera parte donde aun hubiera indios esclavos se les pu-
262 PÉREZ YERDÍA
siera en libertad, bajo penas severas. Desgraciadamente no
fueron disposiciones favorables á los indios las que falta-
ron : las había desde Isabel la Católica y en todos los
reinados se repetían ; lo que siempre faltó fué ánimo de
cumplirlas y energía para conseguirlo.
Se encargó del poder de la Nueva España el Sr. D.
Diego López Pacheco Cabrera y Bobadilla, marqués de
Villena, duque de Escalona y grande de España, ha-
biendo llegado á México en unión del señor Palafox, obispo
de Puebla que venía encargado de residenciar á los dos
últimos virreyes.
El Sr. Pacheco mand/5 una nueva expedición á California
á las órdenes de don Luis Cetín de Canas con muchos
misioneros jesuítas ; reforzó la armada de Barlovento ; hizo
cumplir las órdenes que secularizaban los curatos y vendió
otra parte de las rentas públicas, pues era grande la penu-
ria del gobierno español.
Estalló en Lisboa el día i.^ de noviembre de 1640 la
conjuración que tuvo por fin hacer la independencia de
Portugal proclamando por rey con el nombre de Juan IV
al duque de Braganza ; la cual fué motivada por las medi-
das impolíticas del Conde-duque de Olivares, principal-
mente por la que ordenó que toda la nobleza portuguesa
se alistara en el ejército que iba á expedicionar á Cata-
luña ; y caminando el gobierno de error en error no supa
restablecer su dominio en aquel reino que perdió fácil-
mente y para siempre (i).
;1) Guando el favorito conde-duque tuvo que dar la noticia de la inde-
pendencia de Portugal al rey Felipe IV, trató de persuadirlo de que más
ganaba con la conflscación de los bienes del nuevo rey que lo que perdía
con la separación de aquel reino, ó al menos quiso con este engaño dis-
minuir la mala impresión de semejante anuncio. Así es que hallándose el
monarca español entretenido con el juego, le dijo su ministro : « Señor,
traigo una buena noticia que dar á V. M. En un momento ha gemado
V. M. un ducado con muchas y muy buenas tierras. — ¿ Qómo es eso ? »
yJSM
HISTORIA DE MÉXICO 263
Con este motivo se mostró el gobierno receloso del
duque de Escalona por' pertenecer á una ¡lustre familia
portuguesa, y ei señor Palafox que ambicionaba el puesto,
con su carácter de visitador lo acusó por lo que recibió
orden de encargarse del virreinato. Paraestocasi aprehendió
al marqués de Villena y lo remitió á España con mucha
tropelía, embargándole sus cuantiosos bienes y vendién-
doselos en almoneda. Una vez en la Córtese sinceró y aun
se le repuso en su alto empleo ; pero lo renunció y pasó á
desempeñar el virreinato de Sicilia.
De esta suerte se hizo cargo del gobierno elSr. D. Juan
Palafox Mendoza, obispo de Puebla, que sólo ejerció el
mando desde el 10 de junio de 1642 hasta el 23 de no-
viembre del mismo año, en cuyo corto período manifestó
su espíritu intolerante haciendo destruir algunos objetos
antiguos que los mismos conquistadores habían respetado ;
dio nueva organización á la Universidad ; depuso ' á dos
oidores que habían faltado á sus deberes y levantó doce
compañías de milicias para la seguridad de la colonia. Re-
nunció el sueldo en los cinco meses que fué virrey y aun
el de visitador en los dos años que tuvo ese cargo. Igual-
mente renunció el arzobispado de México volviendo al
obispado de Puebla.
Le sustituyó el Sr. D. García Sarmiento Sotomayor,
Conde de Salvatierra y Marqués de Sobroso, que por el
estado inseguro de los mares, se ocupó inmediatamente
de fundar establecimientos en la costa de California á fin
de que pudiesen proteger las naves de China, y al efecto
mandó en 1642 á D. Pedro Portel de Casanate, aunque por
un incendio que destruyó dos de sus naves no pudo salir
de Acapulco sino hasta 1648.
le preguntó el lley. — « Porque el Duque de Braganza ha perdido el
juicio : acaba de hacerse proclamar rey de Portugal, y esta locura da á
V. M. de sus haciendas doce millones. »
'"W
264 PÉREZ VERDÍA
En 1644 el ayuntamiento de México pidió á Felipe IV
<jue ya no se fundasen más conventos de monjas ni de
frailes, por ser ya tantos que guardaban desproporción
con el número de habitantes de la ciudad, á la vez que
amenazaban consolidar en su poder toda la propiedad terri-
torial; pues las fincas que poseían los conventos y los
capitales impuestos sobre la propiedad raíz, importaban la
mitad del valor de toda la propiedad del país (1). Á la vez
le pidió que mandase también á los obispos que ya no or-
denasen nuevos sacerdotes, por haber más de seis mil sin
ocupa,ción ninguna, y que se disminuyese el número de
las fiestas de los santos, porque no había semana que no
hubiera uno ó dos días de fiesta, con lo que se acrecentaba
la ociosidad.
La Corte española desgraciadamente no fijó su atención
en este asunto que dejó sin resolver, dando motivo á que
las cosas continuaran en este estado para venir á producir,
siglos más tarde, una gran revolución, que pudo evitarse
por medio de la política.
En 1645 ocurrió una nueva inundación, fundándose á
los dos años la ciudad de Salvatierra en la provincia de
Guanajuato.
En 1647 tuvo lugar la desavenencia del obispo Palafox
€on los jesuítas de Puebla, la cual llenó de escándalo al
pueblo. Con motivo de un litigio que había pendiente entre
la iglesia de Puebla y el doctor Serna sobre propiedad de
una hacienda, se publicaron algunos documentos que res-
pectivamente disgustaron á ambas partes ; un jesuíta, el
padre Juan de San Miguel, hizo sobre la conducta del
(1) Llegó á haber en la Nueva España 179 conventos de frailes, de los
cuales 52 eran de Franciscanos; 30 de Dominicos; *26 de Agustinos; 23 de
Mercedarios ; 18 de Carmelitas ; 14 de Dieguinos y 16 entre los de Jesuítas
y de San Felipe Neri. Además existían 85 conventos de monjas.
El mayor número de parroquias fué de 1.073, en el servicio de las
cuales se empleaban 2,300 eclesiásticos.
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HISTORIA DE MÉXICO 265
Obispo algún comentario que le desagradó, por lo que les
pidió con su autoridad episcopal que le presentasen sus
licencias. Los jesuítas se negaron pretextando que las
tenía en México el provincial don Pedro Velasco y que-
riendo usar de sus privilegios continuaron predicando, por
lo qiie el miércoles de ceniza 6 de marzo, seles notificóla
formal suspensión de predicar mientras no se presentasen al
diocesano sus licencias, no obstante lo cual predicó al día
siguiente el padre Legaspi, por loque, después de algunas
contestaciones, el Obispo lanzó una excomunión mayor
contra todos los que predicasen ó confesasen sin su licencia
y contra los que oyeran sus sermones, se confesasen con
ellos ó asistiesen á sus colegios. Los miembros de la Com-
pañía ocurrieron al gobierno de México nombrando /wece*
conservadores y pidiendo se aprobase el nombramiento, lo
cual hizo el Virrey no obstante la oposición del Obispo,
designando á los padres dominicos fray Juan Paredes y
fray Agustín Godines, quienes después de mil cuestiones
fallaron levantando á los jesuítas las censuras, mandando
hacerles una reparación de los agravios y violencias. Pero
como el señor Palafox desconoció la autoridad de aquellos
jueces, se negó á obedecer su resolución, hizo en su cate-
dral algunas ceremonias del ritual, apagando las velas y
predicando un sermón contra la Compañía, que excitó tanto
los ánimos que aun pretendieron pegarle fuego á sus esta-
blecimientos; pero después de todos estos escándalos,
apoyados los jueces por el gobierno, huyó el señor Palafox
encomendando el gobierno de su iglesia á tres vicarios
generales don Juan Merlo, doctor don Alonso de Varaona
y don Nicolás Gómez, quienes se negaron áaceptarel nom-
bramiento ; de esta suerte salió de su obispado de un modo
análogo al con que poco antes había hecho salir al virrey
marqués de Villena.
Entonces se declaró vacante la sede episcopal y poco des-
pués el Obispo fué trasladado á la diócesis de Osma en
266 PÉREZ VERDÍA
España, en cuya ciudad murió el 1." de octubre de 1659.
La Santa Sede declaró improcedente el nombramiento
de los jueces conservadores, y años más tarde se trató de
canonizarle llegando el proceso hasta confirmarse en 1767
el decreto de bu beatitud, sin que se prosiguiera.
Eü ese mismo año y en el siguiente de 1648 se hicieron
los primeros autos de fe por la Inquisición, ejecutándose
entre otros á un célebre impostor que fingió de sacerdote,
llamado Martín de Villavicencio (a) Garatusa.
En 13 de mayo de este último año dejó el gobierno el
señor de Sotomayor por haber sido promovido al del Perú.
Sucedió entonces por vez primera que no se nombró
nuevo virrey que le sucediese, sino que por real cédula se
mandó que el obispo de Yucatán don Marcos de Torres y
Rueda gobernase la Nueva España como presidente de la
Audiencia, mientras se nombraba nuevo virrey.
El señor Torres y Rueda gobernó muy poco tiempo,
pues murió el 22 de abril de 1649, y en tan breve plazo lo
que ocurrió de más notable fué el célebre auto de fe que
celebró el 11 de abril de ese mismo año. Ciento siete reos
fueron condenados por la Inquisición al último suplicio,
unos por judíos, otros por haberse fingido sacerdotes, un
fraile por haberse casado, unos por bigamos y algunas mu-
jeres por hechiceras. En un tablado y en presencia de más de
veinte mil espectadores, se les dio garrote, quemando des-
pués los cadáveres de catorce reos con las efigies de otros,
que no habiéndolos aprehendido ó habiendo muerto se les
sentenció en rebeldía. Tomás Treviño fué quemado vivo.
Por la mala conducta y rapacidad de Juan de Salazar,
sobrino y secretario del Obispo, á la muerte de éste llegó
á dudarse de su probidad y se le embargaron todos sus
bienes. La Audiencia quedó gobernando hasta el 28 de
junio do 1650 que tomó posesión el señor Virrey D. Luis
Enríqüez de Güzmán, Conde de Alvadeliste y Marqués de
Villaílor.
HISTORIA DE MÉXICO 267
En ese mismo año se sublevaron los indios de Tarahu-
mara acaudillados por Teporaca, quien dio muerte á varios
misioneros ; pero combatido constantemente por el capitán
de Narváez, cayó en su poder y fué ahorcado^ con lo que
se logró la pacificación de aquella tribu, después de dos
años de guerra.
En 1650 murió en Cuitlaxtla la célebre Monja alférez.
CAPÍTULO VIH
Don Francisco Fernández de la Cueva. — El Marqués de Leyva. — Sus
cuestiones con el clero. — Derrota de los ingleses en Yucatán. — Don
Diego Osorio Escobar. — El Marqués de Mancera. — Garlos II y la Re-
gencia. — Auto de fe. — El Duque de Veraguas. — Don Fray Payo de
Rivera. — Don Tomás Antonio de la Cerda. — Saqueo de Veracruz. —
El tapado. — El Conde de Monclova.
Transcurridos los tres años de su período, el Conde de
Alvadeliste pasó al Perii, entregando el poder el 13 de
agosto de 1653, al Sr. D. Francisco Fernández de la Cueva,
Duque de Alburquerque y Grande de España, en cuyo
tiempo los ingleses en 1635, mandados por el almirante
Penn, se apoderaron por sorpresa de la isla de Jamaica,
por lo cual el Virrey mandó socorros lo mismo que á San
Agustín de la Florida.
Se aplicó también á perseguir á los ladrones y á concluir
la obra de la catedral, la que, aunque no terminada, se de-
dicó solemnemente el día I.** de febrero de 1656.
Con ocasión del nacimiento del príncipe Felipe Prós-
pero, la ciudad do México, por insinuación del Duque,
ofreció al Rey Felipe IV en 4 de mayo de 1658 un donativo
de 250.000 pesos anuales por espacio de quince años, para
mantillas del niño.
En noviembre de 1659 fué quemado vivo después de
268 PÉREZ VERDÍA
haber sufrido una prisión de 'diez y siete años en las cár-
celes de la Inquisición, D. Guillen Lombardo de Guzmán,
persona de grande y profunda erudición que concibió el
temerario proyecto de hacer independiente á la Nueva
España, simulando, con sellos y firmas falsificados, despa-
chos reales, por los que se le nombraba virrey y capitán
general. Dueño del poder por ese medio, aprehendería á
los oidores, levantaría fuerzas provinciales de su confianza,
pediría apoyo al Duque de Braganza y al Gobierno [de Ho-
landa y con el concurso de los indios, negros y mestizos á
quienes halagaba con política, creía poder realizar su
intento ; mas fué denunciado al Santo Oficio y sacrificado
á pesar de órdenes contrarias que dictó el Rey de España.
El día 12 de marzo de 1660 hallándose por la tarde él
virrey en la catedral como lo tenía de costumbre, fué aco-
metido espada en mano por Manuel Ledesma y Robles,
joven de diez y nueve años que trató de asesinarlo, aunque
sin resultado, pues felizmente pudo escapar de la agre-
sión. Se juzgó severamente al agresor y aunque según
todas las probabilidades estaba loco y por tanto era ¡irres-
ponsable de sus actos, se le ahorcó al día siguiente á las
doce (1).
En principios de 1660 se fundó la villa de Alburquerque
en Nuevo Méjqco y el 16 de septiembre entregó el gobierno
al Sr. D. Juan de Ley va y de la Cerda, Conde de Baños y
Marqués de Leyva y de Ladrada.
Cuando el nuevo virrey se hallaba en Chapultepec, antes
de entrar á México, su hijo mayor, don Pedro, se expresó
mal de la gente del país, por lo que el conde de Santiago
(Ij Casi al mismo tiempo, halU^ndose ci Virrey del Perú D. Baltasar de la
Cueva, hijo del Duque de Alburquerque, rezando en el templo de Santo
Domingo de Lima, al anochecer del 10 de febrero de 1678, fué acometido
puñal en mano por Juan d^ Villegas, y como lograra escapar de la agre-
sión gracias al oportuno socorro de un ayudante, el agresor fué ahorcado
á los muy pocos días.
vryj %. '".j •^)r7, — ^' — ' . •-'■.'. ,^.p, TI*
HISTORIA DE MÉXICO 269
tuvo un serio disgusto, y como uno de sus criados terciara
en la cuestión, al punto don Predro lo mató de un pisto-
letazo. El hecho quedó impune, pero fué causa para que el
público disgustado hiciera ya muy mal recibimiento al
Conde de Baños.
Ocurrió entonces una sublevación de los indios de
Tehuantepec, que llegó á tomar ua aspecto alarmante,
mas el señor obispo de Oaxaca, D. Alonso Cuevas y
Dávalos, los sometió á la obediencia por medio de la pre-
dicación.
En 1662 dispuso el virrey que la procesión del día de
Corpus cambiando de trayecto, pasara por palacio á fin de
que pudiera ser vista por la virreina, desde uno de los
balcones, mas el cabildo aunque obedeció, creyéndose
atacado elevó á la Corte su queja, por lo que se desaprobó
la conducta del gobernante y aun se le impuso una multa
de doce mil ducados.
Cuestiones de tan escasa importancia eran no [obstante
causa de continuos disgustos y serias controversias entre
la potestad civil y la eclesiástica, y ocasionaban la alarma
y la intranquilidad en el público.
Á fines de ese mismo año se tuvo noticia de que los in-
gleses habían ocupado á Santiago de Cuba, con lo que se
preparaba una expedición en su socorro, cuando en 20 de
febrero del siguiente año se recibió aviso de que habían
desembarcado en San Francisco de Yucatán, y ya se pre-
paraba á partir un cuerpo para defender aquel territorio,
cuando llegó la noticia de qu^ el capitán Maldonado con
doscientos españoles y seiscielííos indios los había derro-
tado obligándolos á embarcarse.
Con motivo de las exequias de don Francisco Castrejón,
que era muy estimado en México y á quien el marqués
de Ley va había procesado, desterró arbitrariamente á mu-
chas personas influentes y entró en pugna con el obispo
don Diego Osorio Escobar y Llamas, amenazando ya un
270 PÉREZ VERDÍA
serio rompimiento, cuando inesperadamente fué nombrado
virrey el arzobispo.
Al retirarse el conde de Baños del palacio fué silbado y
apedreado por la plebe y habiendo enviudado en España,
se ordenó en 1676 y profesó religión en el convento de los
carmelitas (1).
En 29 de junio de 1664 tomó posesión del gobierno el
Sr. D. DiEGoOsoRio Escobar y Llamas, obispo de Puebla, que
sólo gobernó hasta el 16 de octubre del mismo año, sin
que exista ningún acontecimiento notable digno de
recordarse^
Le sucedió el Sr. D. Antonio Sebastián de Toledo, Mar-
qués de Mancera, en cuyo largo período hizo el Popoca-
tepetluna gran erupción en 1665, y poco después, el 17
de septiembre, murió el Rey Felipe IV, hijo de Felipe 111
y de Magarita de Austria. Había nacido en 1605 y subido
al trono á la edad de diez y seis anos ; pero su natural
abandono y su gusto por la poesía y el teatro le hicieron
preferir frivolas distracciones á los negocios de Estado,
que por tal motivo quedaron encomendados á favoritos
ministros ; de manera que la nación decayó aún más que
en el reinado de su padre. Sin embargo en su tiempo
florecieron mucho las bellas letras á las que el mo-
narca se dedicaba con el pseudónimo de un ingenio
de esta corte. Sus exequias se hicieron en México con
gran pompa el 23 de julio de 1666 é inmediatamente se
juró á Carlos II, que no pudo encargarse del gobierno por
(i) El rey godo Wamba después de haber aceptado con sincera repug-
nancia el cetro español en el afio de 672, fué adormecido por una bebida
narcótica que le dio Ervigio y tonsurado y vestido de fraile mientras
dormía. Así se vio al despertar, y como había un canon de los concilios
de Toledo que declaraba inhabilitado para seguir gobernando al monarca
que se tonsurase, él mismo se aplic(') el precepto y abdia^ á favor de
Ervigio en 680, retirándose al monasterio de Pampliega donde murió ocho
años después, por lo que se dice que Wamba se durmió rey y despertó
Moifje.
mm^
HISTORIA DE MÉXICO 271
estar en la menor edad, en cuya virtud quedó á su frente
su madre doña Mariana de Austria con el carácter de
regente.
En 3 de febrero de 1668 se dedicó de nuevo la catedral
y al siguiente año se celebró un nuevo auto de fe en
el que fueron castigados Fernando de Tolsa, con cua-
trocientos azotes por haberse ungido inquisidor, y D.
Diego de Peñalosa, gobernador de Nuevo México, con ser
paseado por las calles sin capa ni sombrero y con vela verde
en la mauo, por suelto de lengua contra los inquisidores.
En ese mismo año envió otra expedición á explorar la
California, puesta á las órdenes de D. Francisco de Luce-
nilla y Torres, y en el siguiente partió el virrey en per-
sona á Veracruz á lin de poner la'ciudad y el castillo de
San Juan de Ulúa en estado de defensa, por temor de que
la atacasen los muchos corsarios que entonces había.
El marqués de Mancera dejó el gobierno el 8 de di-
ciembre de 1673 y se volvió á España, sufriendo la pérdida
de su esposa doña Leonor Carreto en la ciudad de
Tepeaca.
Desde el 27 de septiembre de ese mismo año había
llegado á Veracruz el nuevo Virrey, Sr. D. Pedro Nüño
Colón de Portugal, Duque de Veraguas, Marqués de la
Jamaica y grande de España; pero no tomó posesión sino
hasta el 8 de diciembre. Era descendiente del ilustre
descubridor del Nuevo Mundo y hombre de muy buenos
sentimientos, así es que inmediatamente se ocupó en pro-
curar el bienestar de los indios mandando bajasen de pre-
cio el maíz y el cacao, mas como era ya anciano y enfer-
mizo, á los cinco días murió, habiéndole hecho suntuosas
exequias en la catedral, de donde poco después llevaron
su cadáver para España.
La Reina, temerosa de que pasara lo que aconteció,
había mandado á la Inquisición un pHego cerrado con
instrucciones de que se abriera en caso de que muriera
272 PÉREZ VERDÍA
el señor Colón, pues en él se designaba el sucesor; des-
pués fueron ya ordinarios estos pliegos y se les llamaba
de mortaja.
Una vez abierto, se encontró nombrado Virrey el Sr. D.
Fr. Payo Enríqüez Afán de Rivera, de la orden de San Agustín
y arzobispo de México, quien inmediatamente se hizo cargo
de las riendas del gobierno. Fué muy justiciero y cle-
mente, laborioso, probo y entendido, por lo que se le cita
como uno de los buenos gobernantes.
En su período se acuñó oro por vez primera en la casa
de moneda en 1675, pues hasta entonces se remitía á la
metrópoli en tejos, y en 25 de noviembre de ese año entró
á gobernar el reino Carlos II, que fué declarado mayor de
edad, cesando en consecuencia la regencia. Se hallaba la
ciudad en las fiestas con que tal suceso se solemnizó,
cuando el H de diciembre so incendió completamente la
iglesia de San Agustín, que ardió tres días seguidos y el
techo que era de magnífico artesonado de madera despedía
una lluvia del plomo fundido que lo cubría. Se trató luego
de reparar la iglesia, pero no se empezó sino hasta
1689.
El Virrey se ocupó en hermosear la capital haciendo
empedrar muchas de sus calles, construyendo la calzada de
Guadalupe é introduciendo el agua á ese popular santua-
rio por medio de una arquería.
En 1678 los picatas ingleses saquearon á Campeche y
fueron rechazados de Alvarado. En paz se preparaba á
entregar el gobierno que dos veces había renunciado,
cuando se rebelaron los indios de Nuevo México y dieron
muerte á veintiún misioneros franciscanos.
Accedió por fin la corte á sus deseos y habiéndole
admitido su renuncia en 1680 se le promovió á la Presiden-
cia del Consejo de Indias y al obispado de Cuenca; pero
apenas desembarcó le escribió al Rey dándole las gracias,
y renunciando aquellos honrosos puestos, se retiró al mb-
V*J-íwii
HISTORIA DE MÉXICO 273
nasterio del Risco donde acabó sus días el 8 de abril de
1684.
En el gobierno de la Nueva España le sustituyó el Sr.
D. Tomás Antonio de la Ceeda y Aragón, Conde de Paredes
y Marqués de la Laguna, que tomó posesión el día 30 de
noviembre de 1680 y empezó su administración persi-
guiendo á los indios de Nuevo México que se habían apo-
derado de Santa Fe.
El día 17 de mayo de 1683, cuando se esperaba en Vera-
cruz la flota que venía de España, á la media noche des-
embarcaron unos piratas en número de seiscientos, man-
dados por Nicolás Agramont y conducidos por un mulato
Lorenzo Jácome (a) Lorencillo, y á la madrugada del 18
por sorpresa se apoderaron de la ciudad matando á cuantos
huían ó salían á los balcones. Abrieron las puertas de to-
das las casas y condujeron presas á todas las familias á la
iglesia, en donde más de seis mil personas se vieron en-
cerradas sin alimentos y amenazadas constantemente por
una compañía que guardábala puerta, por espacio de cinco
días que duró aquel suplicio. Entre tanto saquearon todas
las casas, almacenes y oficinas, cometiendo todo género de
excesos y crímenes, hasta que temerosos de ser atacados
por la flota que se esperaba de un momento á otro, ó por
los vaqueros y gente de los alrededores que estaban en
los médanos, se embarcaron el domingo 23. Murieron más
de trescientas personas y se calculó la pérdida de Veracruz
en más de siete millones de pesos.
La noticia de este suceso llegó á México el día 21, y el
virrey al punto levantó tropas que en número de dos mil
hombres y á las órdenes del conde de Santiago, salieron
el 24 para el puerto, sin que sirvieran de nada, pues ya los
malhechores se habían retirado á la isla de Sacrificios. En
el mes de julio pasó el virrey á Veracruz para levantar al-
gunas obras de defensa, habiendo condenado á muerte al
gobernador de la plaza por su descuido.
18
274 PÉREZ VERDÍA
El 12 de julio de 1684 fué ahorcado en México don An-
tonio de Benavides (a) el Tapado, que un año antes se
había presentado en el país ungiendo ser marqués de San
Vicente, mariscal de campo, visitador y castellano de
Acapulco ; sin que hasta ahora se sepa con certeza cuál fué
la causa de su muerte.
Mandó el conde de Paredes una nueva expedición á Ca-
lifornias á las órdenes de D. Isidro Otondo, en la cual fue-
ron varios jesuítas y los célebres padres misioneros Kino
y Salvatierra; la que no dio sin embargo el resultado que
se deseaba.
Por fin se retiró á la metrópoli donde hizo un donativo al
Rey de cincuenta mil pesos, que le valió el título de grande
de España, después de haber entregado el mando, en 30
de noviembre de 1686 al Sr. D. Melchor Portocarrero Laso
DE LA Vega, Conde de Monclova.
Este señor sólo gobernó dos años, pues dejó el poder el
día 20 de noviembre de 1688, en cuyo breve período hizo
una fuerte erupción el volcán de Orizaba, se construyó una
cañería para llevar el agua de Chapultepec al Salto del
agua, cuyos gastos expensó el Virrey, se siguió laobradel
desagüe, que se había suspendido desde el tiempo del señor
Rivera y se fundó una ciudad en Coahuila que en su honor
se llamó Monclova. Como el conde había perdido un brazo
en una batalla y lo usaba postizo, se le llamaba vulgar-
mente brazo de plata. Fué promovido al virreinato del
Perú.
CAPÍTULO L\
Don Gaspar de la Cerda Sandoval. — Derroca de los franceses en Santo
Domingo. — Muerte de don Fernando Valenzuela. — Serio motín por
la escasez de víveres. — Sor Juana Inés de la Cruz. — Don Juan de Or*
tega y Montañez. — El conde de Moctezuma y Tula. — Don Garlos de
HISTORIA DE MÉXICO 275
Sigüenza yGóngora. — Progresos intelectuales. — Muerte de Carlos 11.
— Felipe V. —Guerra de sucesión en España. — Don Juan Ortega por
segunda vez. — Desastre de la flota española en Vigo. — El segundo
duque de Alburqoerque.
Lo sucedió el Sr. D. Gaspar db la Cerda Sandoval Silva
Y Mendoza, Conde de Gal ve, que inmediatamente hizo re-
conocer la costa de Texas á fin de expulsar á los franceses
que allí se habían establecido, pero se encontró con que
los mismos indios les habían dado muerte. Ocurrió tam-
bién en 1689 una insurrección délos tarahumares y te-
pehuanes que dominó el jesuíta D. Juan Manuel María de
Salvatierra.
Al siguiente año tuvo lugar la célebre jornada de « La
Limonada». Los franceses, que se habían apoderado de
Santo Domingo, fueron atacados en ese punto por tropas
españolas y mexicanas mandadas por el Virrey en la
armada de Barlovento, y después de una encarnizada ba-
talla, fueron derrotados los franceses perdiendo más de^
quinientos hombres, entre ellos al gobernador Mr. Cussi,
apoderándose en seguida las tropas vencedoras del puerto
deGuaricoque incendiaron. Buena parte de la gloria de
esta jornada cupo á las* valientes tropas mexicanas.
El 23 de agosto de 1691 á las nueve de la mañana se
verificó un eclipse total de sol, en el que llegaron á verse
las estrellas, con lo que hubo una espantosa alarma; pues
el atraso intelectual del pueblo no permitía conocer la na-
turalidad de tal fenómeno astronómico.
El 7 de enero de 1692 murió en México D. Fernando Va-
lenzuela, á quien la reina doña Mariana de Austria hizo su
ministro favorito después de la salida de España del padre
Nithard, nombrándolo marqués de San Bartolomé, á cuyo
título agregó después Carlos II el de marqués de Villasierra,
grande de España y embajador de Venecia, para pocos
meses después deponerlo de tales dignidades, aprehenderlo
276 PÉREZ VERDÍA
ignominiosamente en el Escorial y desterrarlo á Filipinas
y á Nueva España ; que tal ha sido y será siempre la suerte
de los ministros y gobernantes sin méritos ni popularidad :
se elevan hoy para caer mañana estrepitosamente. Hicié-
ronsele en la catedral suntuosos funerales.
Grande escasez de granos hubo en aquel año por haber
caído una plaga de gusano en las sementeras, así es que en
el siguiente ocurrió por este motivo un tumulto. El día
8 de junio se trabó en el mercado un serio altercado sobre
el precio del maíz, del que resultó muerta una india; lleva-
ron su cadáver al barrio de Tlatelolco donde en un momento
se reunieron más de doscientos indios que irritados por
aquel suceso, trataron de hablarle al Virrey ó al Arzobispo
para presentarles sus quejas, y no habiéndoles dado au-
diencia, empezaron á apedrear el palacio, prendiéndole
fuego. Ardió el archivo del Ayuntamiento, logrando D. Car-
los de Sigüenza y Góngora salvar los libros principales,
y por fin el Conde de Santiago hizo restablecer el orden,
castigándose á muchos con severidad, sin tener presente
que cuando los gobernantes se niegan á escucharíais quejas
del pueblo, faltan á sus deberes, pierden su estimación y se
exponen á un ultraje.
También en Tlaxcala y Guadalajara ocurrieron motines
por la carestía de víveres.
En tiempo de este Virrey murió en México la célebre
poetisa sor Juana Inés déla Cruz, el día 17 de abril de 1698.
Había nacido en 12 de noviembre de 1651 en San Miguel
Nepantla, hija de don Pedro Manuel de Asbaje y de doña
Isabel Ramírez de Cantillana; de un prodigioso talento
aprendió á leer á los tres años y lució mucho en la corte
del marqués de la Laguna, siendo dama de honor de la vi-
rreina doña María Luisa Manrique de Lara. Se cree que
por algún desengaño, aquella mujer tan sensible y ardiente
hizo votos en religión, pues profesó de monja en el convento
de San Jerónimo.
..i^.iii,t5w^íj^44'' '!i"|iHJ'^ ;'i '^\'h}y?^{^^»:*\f^\iv}':'-
HISTORIA DE MÉXICO 277
El Conde de Galve entregó el gobierno á la Audiencia el día
21 de enero de 1696 y se volvió á España : entonces se abrió
el pliego de la corte y se encontró nombrado Virrey el obispo
de Puebla don Manuel Fernández de Santa Cruz ; pero no
habiendo querido aceptar, se abrió otro pliego de refacción
y se halló designado el Sr. D. Juan Ortega y Montañez,
obispo de Michohacán, áqui enluego se le avisó su nombra-
miento y vino de su diócesis, lomando posesión el día
27 de febrero de 1696 y gobernando hasta el 18 de diciembre
del mismo año. En tan corto espacio en que los víveres
seguían muy caros, valiendo la carga de maíz diez pesos,
treinta la de harina y veinticinco la de frijol, establecieron
definitivamente misiones en Cahfomia los incansables pa-
dres Kino y Salvatierra y hubo en México un motín de
estudiantes en el que quemaron la picota.
En ese mismo tiempo murió el 16 de mayo la Reina madre
doña Mariana de Austria que había sido regente del reino.
Se encargó después del gobierno el Sr. D. José Sarmiento
Valladares, Conde de Moctezuma y Tula, viudo de D.^ María
Jerónima Moctezuma Jofre de Loaiza, cuarta nieta del
desventurado Motecuhzoma Xocoyotzin.
Siguió la carestía y escasez de las semillas de primera
necesidad, por lo que hubo un tumulto el 12 de marzo
de 1697, pero que pudo contenerse afortunadamente, veri-
ficándose á los siete meses otra erupción del Popocatepetl.
En el año de 1700, á 22 de agosto, murió el sabio don
Carlos de Sigüenza y Góngora, poeta, filósofo, matemá-
tico, historiador, anticuario y crítico, que había nacido en
1645.
Durante el siglo xvu se acentuó el adelanto de la Nueva
España en las ciencias y en las letras, haciéndose notables á
más de Sigüenza, el insigne cosmógrafo Enrico Martínez ;
el doctor D. Diego Cisneros ; Juan Diez de la Calle ; entre
los jurisconsultos, D. Rodrigo Aguiar y Acuña y D. Juan
Cano ; entre los historiadores fray Juan de Torquemada,
278 PÉREZ VERDÍA
llamado el Tito Livio de la colonia; fray Juan González de
la Fuente ; Cristóbal Chávez y fray Juan de Santa Ana ;
entre los oradores, fray Juan de Tovar á quien se dio el
nombre de Cicerón mexicano; y entre los poetas, fray
Juan Guevara; Pedro López de Aviles; Gaspar Villaga;
Pedro Muñoz de Castro y las señoras doña María Estrada
Medinilla y sor Teresa de Cristo, luciendo en el cielo
literario de tal centuria como astros de primera magnitud
D. Juan Ruiz de Alarcón y Sor Juana Inés de la Cruz.
Digno de notarse es la inmensa mayoría de religiosos
en ese ilustre catálogo, revelando que las ciencias y las
letras estaban refugiadas en el retiro de los claustros.
Distinguiéronse como autores dramáticos Eusebio Vela,
Juan Ortiz de Torres, Jerónimo Becerra, Alonso Ramírez
Vargas y D. Agustín Salazar y Torres, y como pintores
Luis Juárez, Sebastián de Arteaga, Juan Herrera el divino,
fray Diego Becerra, Echave el joven y Nicolás Rodríguez
Juárez, llamado el Apeles mexicano.
Esa multitud de personajes doctos, nacidos ó avecinda-
dos en la colonia, hizo llamar á México en este período la
Atenas del Nuevo Mundo.
En el mes de noviembre acaeció un serio disgusto entre
el Virrey y el Conde de Santiago, porque al pasar una
calle el Conde no esperó á que pasasen los coches de los
pajes del Virrey, sino que atrevesó luego que hubo pasado
el gobernante.
Un buque llegado á Veracrüz el G de marzo de 1701
trajo la noticia de la muerte del rey Carlos II, (?/ //ecA/rarfo,
ocurrida en Madrid el 1.** de noviembre del año anterior;
era hijo de Fehpe IV y de doña Mariana de Austria y
había nacido en 1661. Por la enfermedad de epilepsia que
sufría creyó él mismo y su corte que estaba hechizado,
con cuyo motivo tuvo que soportar mil exorcismos que
fuera de lo ridículo ocasionaron graves intrigas y perse-
cuciones, como la del padre fray Froilán Díaz; y aunque
HISTORU DE MÉXICO 279
estuvo casado primero con María Luisa de Orleáns y des-
pués con María Ana de Newburg, no tuvo sucesión, por lo
que en él se extinguió la raza de Carlos V y la dinastía de
la Casa de Austria, y en su testamento instituyó por here-
dero á Felipe de Anjou nieto de Luis XIV, con el que dio
principio el gobierno délos reyes de la Casa de Borbón (1).
(1) Aspiraban al trono español, por falta de sucesión, Luis XIV para su
nieto Felipe de Anjou, por estar casado con la hermana mayor de Carlos II ;
el elector de Baviera por estar casado con una hija de otra hermana de
Carlos y del emperador Leopoldo de Alemania, agregando el Elector á
este título el de que Leopoldo había nacido á su vez de ima hija de
Felipe III, y era también descendiente de Fernando I, hermano de
Carlos V ; el duque de Orleáns, Felipe, como hijo de la infanta Ana de
Austria, esposa de Luis XIIl, el duque Víctor Amadeo de Saboya descen-
diente de Felipe II por su hija doña Catalina, y el rey de Portugal
descendiente de la princesa doña María, hija, de los Reyes Católicos.
Entre tanto pretendiente el ánimo vacilante del monarca español se
inclinaba sin resolverse entre el duque de Anjou y el archiduque
Carlos, influyendo por parte de éste para que lo nombrase su heredero,
la Reina, el ministro Ubillas y la tradición de su propia familia, mientras
que por el nieto del rey francés trabajaban sin descanso el cardenal
Portocarrero y el embajador duque de Harcourt. Carlos lí sin consultar
al pueblo español representado en Cortes, que habría sido el único
camino legítimo, consultó al Consejo de Estado y €d Sumo Pontífice,
quienes se decidieron por el príncipe francés, por lo que lo instituyó su
heredero en el testamento que otorgó el 3 de octubre de 1700. Luis XIV
después de inútiles fingimientos aceptó el testamento ; pero pretextando
que la coronación de Felipe d* Anjou rompería el equilibrio europeo,
en lo de mayo de 1702 declararon la guerra de común acuerdo Austria,
Inglaterra y Holanda, á las que se unió el Portugal en 1704. Doce años
duró la guerra que se llamó de sucesión en la que el éxito pareció
inclinarse en su principio á favor del Archiduque que se titulaba Car-
los III, que llegó á ocupar á Madrid ; pero el valor y la fidelidad de los
castellanos hacia Felipe V ocasionaron la célebre victoria de Villaviciosa,
con la cual coincidió la muerte del emperador de Alemania y la procla-
mación del Archiduque, con lo que se turbaba mayormente el equilibrio
europeo si á su corona imperial se um'a la de España.
Por todo esto hicieron la paz Inglaterra, Holanda y Portugal celebrando
el tratado de Utrecht en 1713, que fué reconocido por el Austria al
siguiente año en que se firmó el de Rastadt. En tal virtud y mediante
ciertas concesiones y renuncias, quedó en el trono de España el rejr
Felipe V, siendo el tronco de la dinastía borbónica.
^^9^
280 P¿RBZ YEBDÍA
El nuevo rey creyendo al señor Sarmiento muy adicto á
la casa de Austria lo removió del gobierno de la Nueva
España sustituyéndolo con el Sr. D. Juan Ortega y Mon-
TAÑEz, á 1^ sazón arzobispo de México, que por segunda
vez tomó posesión el día 4 de noviembre de 1701.
Á consecuencia del tratado de La Haya se habían unido
Austria, Holanda é Inglaterra contra España y Francia á
fin de evitar la coronación de Felipe V, y como en el mes
de marzo de 1702 recibió el Virrey noticia de que había
llegado á la Habana el conde de Chatcau-Renaud con la
escuadra francesa, para conducir con seguridad la flota
que llevaba á la metrópoli los caudales de las colonias, se
suscitó una cuestión entre el Virrey y la Audiencia. Ésta
opinaba por que no se entregase la flota si no se presentaba
una orden del Rey, mientras que el señor Ortega creía que
debía ponerse á la disposición del Vice-almirante sin niás
requisito; prevaleció esta opinión y en tal virtud salió de
Veracruz el 12 de junio la flota mandada por el general
D. Manuel de Velasco, en la que llevaban valores por cin-
cuenta millones de pesos. Los ingleses y holandeses, que
habían tenido noticia de la llegada de tan ricas naves, se si-
tuaron en su acecho cerca del puerto de Cádiz, por lo que
la flota se detuvo en el puerto de Vigo en Galicia, adonde
llegó el 12 de septiembre. Se trató de hacer allí la des-
carga, pero el comercio de Cádiz se opuso, pretendiendo
que el desembarco precisamente se hiciera allí y no en
otra parte, por lo que se llevó el negocio al Consejo de
Indias ; mas entre tanto supo la escuadra enemiga dónde
se hallaba la flota, y el 22 de octubre llegó á las aguas de
Vigo, y aunque con valor y decisión se le resistió, su
superioridad numérica hizo inútil la resistencia : se per-
dieron todas las naves, porque las que no cayeron en
poder del enemigo se destruyeron por el fuego; todos los
millones que conducían, los que el señor Velasco hizo
arrojar al mar mejor que dejar que cayeran en manos del
mááX,
wpw5^WW^^Wiw?^^p^í^!?fl^-!^""-p^
HISTOBIA DE MÉXICO 281
enemigo, y murieron más de dos mil españoles y france-
ses. Tan grandes pérdidas y tantas desgracias ocasionó
la poca prudencia del gobierno que en vez de hacer desem-
barcar inmediatamente aquellas naves, las detuvo en pre-
sencia de un enemigo fuerte y codicioso ; y fué causa del
abatimiento marítimo de la nación, que allí perdió casi to-
dos sus buques.
Un año gobernó en esta última vez el arzobispo, pues
el 27 de noviembre entregó el mando al Sr. D. Francisco
Fernández de la Cueva, duque de Alburquerque y marqués
de Cuellar, en cuyo período cambió la moda de los trajes,
adoptándose la francesa ; se exigió en 1703 por el gobierno
la décima parte de sus rentas al clero, lo que originó en
México algunas contestaciones entre el Arzobispo y el
cabildo ; se dedicó en 1709 la Colegiata de Guadalupe y se
estableció en 1710 el Tribunal de la Acordada, llamado así
porque se creó en virtud de una disposición acordada
por la Audiencia, estando destinado á perseguir á los la-
drones. Desde su instalación hasta 1810 este tribunal
despachó 57.506 causas con un total de 62.830 reos, de
los cuales 35.058 sedieron libres ó compurgados; 888 fue-
ron ajusticiados; 1.729 azotados; 19.410 remitidos á
presidio ; 263 á obras públicas ; 777 desterrados ; 2.778 pa-
sados á los jueces ordinarios ; 68 á la Inquisición; 349 á
los hospitales y 1.280 murieron en prisión, habiéndose
mandado además 250 mujeres recogidas.
CAPÍTULO X
El Duque de Linares. — Don Baltasar de Ziiniga. — Don Juan de Acuna. —
Abdicación de Felipe V y muerte de Luií» 1. — Don Juan Antonio de
Vlzarrón.— El Duque de la Conquista. — Don Pedro Cebrián y Agustín —
Cae en poder del corsario Anson la nao de Filipinas. — Don Fran-
cisco de Gúemes y Horcasitas. — Muerte del rey Felipe V y jura de
- ♦' Si}^r
282 PÉREZ VERDÍA
Fernando VI. — El Marqués de las Amarillas. — Don Francisco
Cagigalde la Vega. — Muerte de Fernando VI y exaltación de Gar-
los III. — El Marqués de Cruillas. — Visita de Don José de Gálver.
Después de haber gobernado nueve años el duque de
Alburquerque, entregó el mando en 15 de enero de 1711
al Sr. D. Fernando de Alencastre Noroña y Silva, Duque
de Linares y Marqués de Valdefuentes.
Dotado de buen talento y de grande instrucción, se afanó
mucho por mejorar la suerte de la colonia. Apenas se
había encargado del virreinato, cuando el 16 de agosto tuvo
lugar un terremoto en la ciudad, que hizo que las campa-
nas se tocaran solas y que derribó muchas casas y edifi-
cios, y más tarde en 1714, hubo una gran escasez de víve-
res á la que siguió la peste ; mas todas estas desgracias
pusieron de manifiesto los buenos sentimientos del Virrey,
que procuró remediarlas, ya proveyendo de granos la albón-
diga para repartirlos á ínfimo precio, ya dando ejemplo de
noble caridad. Se fundó una nueva colonia en Nuevo León
con el nombre de San Felipe de Linares y se mandó una
expedición á Tejas.
En 16 de agosto de 1716 entregó el gobierno al Sr. D.
Baltasar de Zúñiga, Marqués de Valero y Duque de Arión, en
cuyo tiempo lo más digno de registrarse fuera de algunos
fenómenos meteorológicos y erupciones del Popocatepetl,
fué la sumisión de los indios de la sierra del Náy arit, la funda-
ción del convenio fie capuclnnasdc Corpuí^ Chrisli dostinado
para indias y el incenflio del teatro, acaecido después de la
represenlación dcJiuina é inrendiodüJerusalén y ruando
.se iba á represen taj^ un drama titulado Af/m fué Troya.
Fué su sucesor el Sr, D, Jüaís de Acuña, Marqués de
Cttsafuerte, nacido en Lima, quien entró solemnemente en
México el día 15 de octubre de 1722, siendo uno de los
mejores gobernantes que tuvo el país. De acrisolada hon-
radez é inflexible energía no atendía sino á los méritos
HISTORIA DE MÉXICO 283
personales para la provisión de los empleos públicos.
En enero de 1724 abdicó Felipe V la corona de España
en su hijo Luis I, que fué jurado con toda pompa, pero
que gobernó únicamente seis meses, pues en 13 de agosto
murió de la terrible epidemia de las viruelas, y con este
motivo volvió á subir al trono el rey Felipe V.
El Marqués de Casafuerte fabricó los suntuosos edificios
de la Casa de Moneda y de la Aduana, mejoró notable-
mente la Alameda y la calzada de San Cristóbal, é hizo
otras mejoras materiales de bastante importancia. En 1728
se publicó la Gaceta de México, que se había fundado en
1722, pero cuya publicación fué entonces muy pronto in-
terrumpida hasta esta última fecha; pues al principio sólo
vieron la luz pública seis números, en esta segunda vez
duró hasta 1739^ en que volvió á suspenderse, sustituyén-
dose en los tres años inmediatos por « El Mercurio ». (1)
El señor Acuña murió en México el 17 de marzo de 1734,
habiendo sido sepultado en la iglesia del convento de re-
coletos franciscanos de San Cosme.
Inmediatamente que se supo la funesta noticia de la
muerte del Virrey, se reunió en acuerdo extraordinario la
Audiencia, presidida por el marqués de Villahermosa, y
abriendo el pliego de mortaja, se encontró nombrado el
Sr. D. Juan Antonio DE VizARRÓN Y Egüiarreta, arzobispo de
México, quien inmediatamente se hizo cargo del poder.
Hizo grandes y frecuentes remisiones de dinero á la
corte y fundó algunos hospitales, con motivo de la espan-
tosa epidemia del matlazahualt que por segunda vez apa-
reció en el país en 1736, de la que sólo en la capital
murieron cincuenta mil personas, y con cuyo motivo se
declaró á la Virgen de Guadalupe patrona de la ciudad.
Construyó el palacio de Tacubaya y entregó el poder al
Sr. D. Pedro de Castro y Figueroa, Duque de la Conquista
(i) El primer periódico en Inglaterra se publicó en 1665.
284 PÉREZ VERDÍA
y Marqués de Gracia Real, el día 17 de agosto de 1740.
Se presentó sin sus despachos, porque en la navegación
fué perseguido por dos buques ingleses y apenas logró
salvarse en una ligera balandra^ perdiendo su equipaje
valioso de más de cien n)il pesos y sus papeles. Con este
motivo y temeroso de que fuera atacado el puerto de Ve-
racruz, mandó fortificarlo lo mismo que al castillo de San
Juan de Ulúa, y habiendo ¡do á presenciar esos trabajos,
fué atacado de la fiebre amarilla que lo llevó al sepulcro
el día 22 de agosto de 1741, en cuya virtud no existiendo
ningún nombramiento, entró á gobernar la Audiencia,
presidida por el oidor decano D. Pedro Malo de ViUavicen-
cio, basta el 3 de noviembre de 1742 en que llegó el Sr. D.
Pedro Cebrián y Agustín, Conde de Fuenclara.
Á su llegada se encontró con el caballero italiano D. Lo-
renzo Boturini Benaducci que había venido al país á re-
coger datos y pinturas históricas y que á la vez trataba de
colectar fondos para hacer una corona 4 Nuestra Señora
de Guadalupe, y notando que por ser extranjero no podía
permanecer en Nueva España sin previo permiso del
Consejo de Indias, así como también que al breve ponti-
ficio que Boturini traía, le faltaba el pase de aquél Consejo
ií pesar de haberse suplido con el de la Audiencia, lo puso
preso y le embargó sus papeles y preciosidades científicas.
Este hecho da una idea del gobierno de aquel tiempo.
Al siguiente año cayó en poder del buque corsario inglés
Centurión^ mandado por George Anson, el galeón de
Filipinas Nuestra Señora de Covadonga, que llevando
más de dos millones de pesos había salido de Acapulco y
fué alcanzado frente al cabo de Espíritu Santo : su capitán
I). Jerónimo Montero resistió valientemente por más de
dos horas un reñido y desigual combate hasta que fué gra-
vemente herido.
En 1744 se emprendió la sumisión de la Sierra Gorda,
y al efecto el coronel D. José Escandón fundó las colonias
1^1., :.P%pV9i|PHll«ll|tlHllMf^^^n^
HISTORIA DE MÉXICO 285
de Nuevo Santander en el Estado de Tamaulipas, mien-
tras que en la capital se daba un impulso á las mejoras
materiales, empedrándose algunas calles, componiéndose
la calzada de San Antonio y reparándose el acueducto del
Salto del Agua.
El día 9 de julio de 1746 hizo su entrada solemne en la
capital y tomó posesión del gobierno el nuevo Virrey Sr. D.
Francisco de Güemes y Horcasitas, Conde de Revillagi-
gedo.
Por una casual coincidencia el mismo día que en México
se solemnizaba la toma de posesión de este virrey (9 de
julio de 1746) en Madrid expiraba en el palacio del Buen
Retiro el rey don Felipe V á la edad de sesenta y tres años,
después de haber gobernado cuarenta y siete. En este largo
período en el que las sangrientas guerras habían estor-
bado el progreso de la nación española, algo se había re-
puesto sin embargo, de la indolencia de los últimos n^o-
narcas do la dinastía austríaca. Por causa de semejante
suceso subió al trono Fernando VI, recibiéndose en México
esas noticias en principios de 1747, en que se hizo la jura
de costumbre para tales casos.
Al poco tiempo se manifestó en algunas provincias y
particularmente en Zacatecas una grande escasez de ví-
veres, llegando á valer sesenta pesos la carga de maíz.
Hubo además un eclipse de sol el 13 de mayo de 1752, una
erupción del volcán de Colima y un incendio en México,
de la iglesia de Santa Clara.
Después de haber aumentado las rentas públicas y hecho
un cuantioso caudal se volvió á España, donde fué ascen-
dido á capitán general del ejército y presidente del Consejo
de guerra, después de haber entregado el gobierno el 10
de noviembre de 175S al Sr. D. Agustín de Ahumada y Villa-
LÓN, Marqués délas Amarillas.
Este señor desempeñó tan alto puesto hasta el 5 de fe-
brero de 1760 en que murió de un ataque de apoplejía, y en
286 PÉREZ VERDÍA
todo ese tiempo en que manifestó una honradez poco co-
mún, el suceso más notable que ocurrió, fué la formación
en 1758 del volcán del JoruUo, donde antes era una fértil
llanura.
Por su muerte se hizo cargo del mando la Audiencia pre-
sidida por el oidor decano don Francisco Antonio de Echá-
varri, hasta el día 28 de abril del mismo año, en que tomó
posesión el Sr. D. Francisco Cagigal de la Vega nombrado
interinamente qh^Y pliego de mortaja.
Entre tanto había muerto en Madrid el día 10 de agosto
de 1759 el Rey D. Fernando VI, hijo de Felipe V y de María
Luisa de Saboya, que había nacido el 23 de septiembre de
1713 y que como decía muy bien la inscripción de su sepul-
cro... « óptimo príncipe que murió sin hijos, pero con una
numerosa prole de virtudes patrias ». Trece años duró su
reinado y es uno de los más felices que se registran en la
nación española ; le sucedió su medio hermano Carlos III,
que era rey de Ñapóles, quien llegó á Madrid el 9 de di-
ciembre del mismo año.
En tiempo del señor Cagigal se recibieron tales noticias;
pero sólo se ocupó en asuntos de policía, pues como era
interino apenas gobernó seis meses volviéndose al gobierno
de la Habana ; se hizo pagar sin embargo su sueldo á razón
de cu aren til mil pesos anuales, y por gastos de viaje reci-
bió además veinte mil.
En tí lie octubre de 1670 se encargó del virreinato el
Sr. D, JoAQUípí DE MíiNSERRAT, Marqués de Cruillas, en cuyo
tiempo estalló Je nuevo la guerra entre Inglaterra y Es-
paña, la que terminó por un tratado en virtud del cual se
le cedió á la Gran Bretaña el territorio de la Florida y del
Mississipi.
Con ocasión de la sorpresa que sufrió la Habana, el
Virrey se afanó en fortificar á Veracruz y San Juan de Ulúa
á íin de precaverlos Je un golpe de mano, y creó entonces
algunos cuerpos de milicias.
HISTORIA DE MÉXICO 287
Llego en 1761 el visitador don José de Gálvez, hombre
de extraordinaria capacidad y de grandes conocimientos á
la vez que dotado de una rara energía; con amplísimas fa-
cultades independientes délas del Virrey, casi no dejó ramo
de la administración que no reformase convenientemente;
pero con especialidad hizo aumentar mucho las rentas es-
tableciendo el estanco de i t abato y las alcabalas.
Consistían los ingresos del virreinato en tos ramos si-
guientes : estancos de tabaco, que producía o. 000.000 de
pesos al año; de pólvora con un producto de :i80.000 pewos;
de naipes con 120.000 ; dti nieve con íO.OOOpesOis ; asiento
de gallos, con 60.000; quinto de niélales y oasus do mo-
neda, con 5.500.000; derechos de importación y exporta-
ción, con 800.000; alcabalas interiores ó derechos sobre
las compras y ventas, con i. 000. 000; tributos Je indios ó
capitación, de un peso veintitinco centavos por persona,
con 1.800.000; derechos de pulquerías con 912.000; pape!
sellado con 87.500; lanzas ó derechos ¡m[)ueHtos á quienes
recibían algún título de nobleza, con 10*000; mesada eule-
siástica y media annata, u mitad del sueldo anual de los
agraciados con cualquier empleo, con 100.000; correos,
con 270.000; bula de la Cruzada, con 40.000; arrenda-
mientos de salinas, con 40.000 ; el de lotería con 100.000
y algunos otros como ventas de tierraís nacionaleSj oficios
vendibles, multas, noveno de diezmos, eclesiástico, etc.,
sumando las rentas públicas en los últimos años de la do-
minación más de veinte millones de pesos. De ellos, diez
se invertían en los gastos de la colon i a^ tres se remitían á
las Antillas ú otras dependencias fie Rspafíii, y de siete á
diez se remitían á la Tesorería Real de Madrid. Los diez
millones gastados en la Administración se distribuían en
esta forma : en gastos de guerra 4,000,000; suiddoa del
virrey, intendentes y empleados de luicienda 2.000,000 ; en
Audiencias y Juzgados 300.000; en cíírccles y hospi^tales
400.000 ; en pensiones 25U.0OU y en gastos de administra-
288 PÉREZ VERDÍA
ción, fabricación de manufacturas reales, compra de ma-
terias primas, reparación de edificios, etc., 300.000 (1).
Una grande inundación de Guanajuato sirvió de ocasión
para que el populacho saqueara la ciudad, lo que originó
un espantoso desorden.
Se repitió la peste del matlazahuatL
En 25 de agosto de 1766 entregó el señor Monserrat el
mando, quedando sometido al juicio de residencia, en el
que sufrió mil vejaciones y fué obligado á pagar una
multa.
CAPÍTULO XI
Don Carlos de Croix — Expulsión de los jesuítas de todos los dominios
de España. — Motines y cuestiones que originó. — Don Antonio María
de Bucareli. ^ Fundaciones de establecimientos útiles y embelleci-
miento de la capital. — Don Martín de xMayorga. — Don Matías de
Gal vez. — Célebre diclamen del conde de Aranda sobre la independen-
cia de las colonias hispanoamericanas. — Don Bernardo de Calvez. —
Construcción del palacio de Chapultepec.
Recibió el gobierno el Sr. D. Carlos Francisco de CRont,
marqués de Croix, quien manifestó mucha honradez, ha-
biéndose negado aun á recibir los regalos que eran de cos-
tumbre en la toma de posesión, aunque manifestó al Rey
que era escaso el sueldo de cuarenta mil pesos anuales que
(1 ) En el año de 1800 y aumentando algo en los siguientes, el virreinato
de Nueva España producía mas de 20.000 000 de pesos; el del Perú,
4.000.000; el de Nueva Granada 3.800.0 0: la capitanía General de Caracas,
1.800.000, y la de la Habana 2.300.000. De esos impuestos, la Tesorería
Real de Madrid recibía de Nueva España de 7 á lO.üOO.OOO de pesos; del
Perú, 1.000.000; de Nueva Granada 500.000; y de Buenos Aires, 700.000
consumiéndose en su propia administración las contribuciones de Caracas,
Guatemala, Chile y Puerto Rico.
iil^w Hff'i^f!f""■^.?-J'^\*<Pw^^V/ ir ■
.^*'.-*
HISTORIA DE MÉXICO 28^
disfrutaban los Virreyes, por lo que se aumentó desde en-
tonces á sesenta mil.
Un año contaba en el gobierno cuando ocurrió uno
de los sucesos más notables que se registran en la época
toda de los Virreyes : la expulsión de los jesuítas.
El rey Carlos III se había mostrado desde un principio
poco afecto á la Compañía de Jesús, quizá temeroso de la
influencia que ejercía por su saber y sus riquezas ; así es
que no escogió por confesor á ninguno de sus miembros-
no obstante la costumbre, sino que nombró á fray Joaquín
Eleta, religioso de San Gil, conocido con el nombre del
Padre Osma; pero algunas cuestiones sobre jurisdicción
y el célebre motín de las capas, acaecido en Madrid en
marzo de 1766, vinieron á aumentar su disgusto y mala
voluntad para con aquellos religiosos.
Especial cuidado tomó el Rey en averiguar quiénes ha-
bían sido los motores de aquel curioso motín y al efecto
creó el Consejo extraordinario para que se ocupara de
hacer esa investigación. El Consejo después de varias in-
formaciones secretas, atribuyó toda la responsabilidad de
aquella sedición á los jesuítas, y como por la grande
influencia que en la sociedad ejercían, consideró peligroso
y difícil el poderlos castigar, opinó en su famosa consulta
de 27 de enero de 1767 porque se les expulsara de todos
los dominios del monarca. Éste, que era de sentimientos
piadosos, no quiso resolver nada sobre aquel dictamen, sino
que lo pasóá una junta formada de los consejeros de Es-
tado duque de Alva y don Jaime Masones de Lima, de fray
Joaquín Eleta y de los ministros Grimaldi, Múzquiz y Mu-
niain y Roda, la cual aprobó en todo la célebre consulta.
Quiso Carlps III oir todavía á otras personas pertenecientes
á la Iglesia y pasó el negocio á otra junta formada del ar-
zobispo de Manila, del obispo de Ávila y del religioso fray
Manuel Pinillos, agustino de gran reputación, habiendo
todos ellos aprobado la medida propuesta por el Consejo
19
■ ■.f
290 PÉREZ VERDÍA
extraordinario. Entonces se resolvió el monarca á ejecutar la
expulsión, paralo que comisionó al Conde de Aranda, quien
con un sigilo impenetrable dispuso todo para que sin que
nadie lo supiese, á una misma hora fueran aprehendidos
todos los jesuítas y desterrados en el mismo instante. En
España tuvo lugar el suceso la noche del 31 de marzo de
1767 y en el virreinato la noche del 25 de junio de ese
mismo año.
El Marqués de Croix que había recibido las órdenes res-
pectivas las comunicó á todas las autoridades en pliegos
cerrados con orden de no abrirlos, bajo pena de la vida,
sino hasta la medía noche de ese día, de manera que nadie
sabía lo que iba á ejecutarse. Todos los regulares fueron
conducidos á Veracruz en donde se les embarcó para Ge-
nova y sus bienes fueron secuestrados apHcándose al fondo
que se llamó de temporalidades.
Sin duda alguna que fué este uno de tantos actos de des-
potismo que se cometían por el poder absoluto de los reyes,
pues aun en el caso de que realmente hubieran sido cul-
pables los jesuítas, debió habérseles oído en defensa, for-
mándoles un proceso en el que tuvieran derecho para dar
sus descargos, y distinguir los ¡nocentes de los culpables;
pero temeroso el gobierno de su influjo y acostumbrado á
tales medidas de rigor y tiranía, se apartó del sendero de la
justicia. No puede creerse sin embargo, que tal medida
haya sido inspirada por odio á la Iglesia, como han creído
muchos, pues la catolicidad del rey, la prudencia con que
tomó su resolución consultando antes á diversos consejos,
y el parecer unánime de éstos, así como de prelados distin-
guidos, hace creer que realmente eran culpables los pros-
critos (1).
fl) Persuadido Garlos III deque era peligrosa para el Estado la exis-
Irntíia dií la Compnúia de Jesús, no se limitó A expulsarla de sus domi-
nio.^, síao que inició como cuestión diplomática la extinción de la orden
pür la Santa Sede, y á este fin unido con los gobiernos de Francia, Nápo-
mmm
HISTOBIA DE MÉXICO 291
En México publicó el Virrey un bando dando cuenta de
la expulsión y ordenando lo relativo, prohibiendo todo
género de conversaciones ó comentarios sobre el particular,
porque, decía,,., de una ves paralo venidero deben saber
los vasallos del Gran Monarca que ocupa el trono de
España^ que nacieron para callar y obedecer y no para
discurrir ni opinar en los altos asuntos del gobierno.
Al amanecer en Nueva España el 26 de junio se encontró
el público con tan grande novedad y esto ocasionó un dis-
gusto profundo por el respeto y cariño que se tenía á los
hijos de san Ignacio, disgusto que ocasionó serios motines
«n Apatzingán, Uruapán, Valladolid y San Luis, distin-
guiéndose por su importancia el de Guanajuato ; pero el
gobierno pudo prontamente reprimir aquellos movimientos
procediendo con sumo rigor, castigando á más de noventa
personas con el último suplicio.
En tiempo de este virrey se construyó el castillo de
Perote, se aumentó la extensión de la Alameda y se hicie-
ron otras mej'oras á la capital. En 13 de enero de 1771 se
instaló el cuarto Concilio mexicano presidido por el señor
arzobispo Lorenzana, el que se cerró en octubre siguiente.
les, Parma y Portugal pidió ai pontífice Clemente XIII en enero de 1769
que la suprimiera. La muerte de este papa acaecida en 2 de febrero del
mismo año, aplazó la resolución ; pero electo para sucederle fray Lorenzo
Ganganelli con el nombre de Clemente XIV, después de graves negocia-
ciones sostenidas por don José Moñino, nombrado después conde de Flo-
ridablanca, se consultó por R. Cédula de 22 de octubre de 1769 al episco-
pado español, del que catorce entre obispos y arzobispos opinaron contra
la extinción; mientras que la aprobaban treinta y cuatro y del episcopado
mexicano sólo el Sr. Rodríguez Rivas Obispo de Guadalajara, se mani-
festó en cpntra de los propósitos del rey. Por fin, el 21 de julio de 1173
firmó el sucesor de san Pedro el breve Dominüs ac Redemptor Nostbr por
«1 .cual quedó suprimida en toda la cristiandad la célebre Compañía. Con-
taba entonces con 6 asistencias, que eran las de Italia, Francia, España,
Portugal, Alemania y Polonia; con 24 casas profesas, 669 colegios, 61 no-
viciadosr 340 residencias, 171 seminarios y 273 casas; babía 22.589 jesuí-
tas ytenraa 1.542 iglesias.
292 PÉREZ VERDÍA
sin que sus decisiones fueran aprobadas por la Santa Sede
ni por el Consejo de Indias.
Con fecha 18 de mayo de 1771 el gobierno español dio
una orden real reservada, prescribiendo que se redujera la
ley de la moneda de 11 á IG dineros 20 granos, pero sin
que el público tuviera conocimiento de la reducción, para
lo cual se obligaba á los ensayadores bajo juramento á
guardar el más completo silencio, quedando entonces la
ley en 0,9027, rebajándose con eso el valor del marco de
plata hasta en un 7,12 por ciento. Esta legislación de origen
atentatorio é inspirada en las tradiciones antiéconóraicas
de los reyes monederos falsos, pero que esto aparte, de-
jaba todavía al precio del peso un valor efectivo muy
aproximado al legal ó representativo, ha sido confirmada
después de la independencia por las leyes de 1.*^ de agosta
de 1826 y de 28 de noviembre de 1867.
El señor de Croix pasó á España de capitán general de
Valencia, dejando en su lugar al Sr. D. fray Antonio de
BüCARELí Y Urzúa, bailío de la orden de San Juan, quien
tomó posesión el día 23 de septiembre de 1771.
El período de este virrey fué fecundo en acontecimientos
de gran trascendencia y de un género enteramente bené-
fico.
Queriendo establecer un capital de fondo para el giro
de la casa de moneda y encontrándose sin recursos, en
1773 pidió un préstamo al comercio para tal objeto y al
instante voluntariamente le facilitaron la suma de dos mi-
llones ochocientos mil pesos, sin interés ni otra garantía
que su sola palabra. Esta muestra del crédito que gozaban
los gobernantes en aquella época, revela todo el prestigio
de la autoridad sostenido por la honradez y la vigilancia,,
pues los severísimos juicios de residencia á que estaban
sometidos, daban á la sociedad todo género de garantías.
Correspondió el Sr. Bucareli á semejante confianza pa-
gando con religiosidad y formando un fondo en la expre-
f^iiWII^^ "r.^r^^^^W-'^ ■
HISTORIA DE MÉXICO 293
sada casa de moneda de más de dos millones de pesos.
El día 2 de febrero de 1774 se abrió el bospicio de pobres
en el que inmediatamente se acogieron doscientas cin-
<^uenta personas desvalidas ; al siguiente año se fundó el
Montepío gracias á la munificencia del Sr. D. Pedro Ro-
mero de Terreros, Conde de Regla, quien dio trescientos
mil pesos para la fundación, queriendo que se prestase
dinero á los pobres sin interés, como algún tiempo se
hizo ; mas como los gastos que demandaba la administra-
ción tenían que sacarse del mismo capital, lo que con el
tiempo acabaría por consumirlo, para remediar esta nece-
sidad se impuso años más tarde un rédito excesivamente
moderado, que se ha ido aumentando hasta el que actual-
mente tiene, que es aún muy módico y que hace que ese
establecimiento sea uno de los más benéficos.
En 20 de enero de 1777 se abrió el nuevo edificio des-
tinado para hospital de dementes, construido por el Con-
sulado á moción del virrey.
Se estableció también el tribunal de Minería en el
mismo mes ; se construyó el castillo de San Diego en
Acapulco ; se embelleció notablemente Ja Alameda y se
hicieron otras obras importantes.
Carlos III para premiar tan buenos servicios como pres-
taba el señor Bucareli, mandó que se le aumentase su
sueldo á ochenta rail pesos, sin que este aumento sirviera
de precedente en lo sucesivo.
Desgraciadamente la muerte vino á cortar todos sus
nuevos proyectos el día 9 de abril de 1779, habiéndosele
sepultado en la Colegiata de Guadalupe.
Inmediatamente se abrió el pliego de mortaja y en él se
encontró nombrado el Presidente de Guatemala por lo
que al punto se le envió un correo, encargándose entre
tanto de la administración don Francisco Roma y Rosell,
primer regente de la Audiencia de México.
El día 29 de agosto de 1779 se hizo cargo del gobierno
294 PÉREZ VERDÍA
eL presidente de Guatemala D. MartiV de mayorga, nom-
brado como queda dicho virrey interino.
El célebre D. José de Gálvez, Ministro universal de
Indias, quería el empleo de Virrey de Nueva España para
su hermano pero no queriendo llamar la atención pública
1q hizo Presidente de Guatemala y juzgando que el señor
Bucareli por su edad debía vivir ya poco tiempo, en el
pliego de mortaja designó para su sucesor á aquel fun-
cionario sin decir el nombre ; pero como ése tuvo que
abrirse acabando de recibirse, todavía D. Matías Gálvez
no llegaba á América y en la Capitanía de Guatemala
se encontraba el señor Mayorga, que sólo á esta circuns-
tancia debió su elevación. En cambio le valió esa casuali-
dad el odio del ministro, que viendo frustrados sus planes,
lo hostilizó en cuanto pudo, poniéndolo á medio sueldo
por su calidad interinaría.
Asoló al país en su tiempo la epidemia de las viruelas y
con motivo de la guerra con Inglaterra motivada por el
apoyo que prestaba España á los.Estados Unidos se hicieron
en Veracruz algunas obras de defensa; atacó D. Bernardo
de Gálvez áPanzacola y el gobernador de Yucatán D. Ro-
berto Rivas atacó á los ingleses en sus establecimientos de
Wallis (Beliza) apoderándose de varias embarcaciones y
aprisionando á sus habitantes.
Aunque el señor Mayorga no tenía el talento é instruc-
ción necesarios, estaba animado de buenos sentimientos,
por lo que promovió la instalación de la Academia de bellas
artes de San Carlos, que se abrió el día 4 de noviembre
de 1781, cuyo hecho es bastante para honrar su memoria.
El 29 de abril de 1783 entregó el mando al Sr. D. Matías
DE Gálvez y se retiró á la metrópoli muy resentido del go-
bierno, habiendo muerto al llegar á Cádiz.
El nuevo virrey empezó su administración con la fausta
noticia de la paz celebrada entre España, Francia é Ingla-
terra.
UISTOBIA DE MÉXICO 295
Con motivo de este tratado dio al Rey el Conde de Aranda
un dictamen reservado sobre la independencia de las colo-
nias, que demuestra la perspicacia y talento político de su
autor. Decía allí que juzgaba impolítica la protección que
España había dado á la colonia de los Estados Unidos para
sacudir el yugo de su metrópoli inglesa, porque el ejemplo
de aquella colonia podría ser imitado por las hispanoame-
ricanas. « Esta república federativa, decía refiriéndose á
los Estados Unidos, ha nacido, digámoslo así, pigmea,
porque la han formado y dado el ser dos potencias pode-
rosas como son España y Francia auxiliándola con sus
fuerzas para hacerse independiente : mañana será gigante
conforme vaya consolidando su constitución y después un
coloso irresistible en aquellas regiones ; en este estado se
olvidará de los beneficios que ha recibido de ambas poten-
cias y no pensará más que en su engrandecimiento. La li-
bertad de religión, la facilidad de establecer las gentes en
terrenos inmensos y las ventajas que ofrece aquel nuevo
gobierno, llamarán á labradores y artesanos de todas na-
ciones, porque el hombre va adonde piensa mejorar de
fortuna, y dentro de pocos años veremos con el mayor sen-
timiento levantado el coloso que he indicado. Engrandecida
dicha potencia angloamericana, debemos creer que sus pri-
meras miras se dirigirán á la posesión entera de las Floridas
para dominar el seno mexicano. Dado este paso no sólo nos
interrumpirá el comercio con el reino de México siempre
que quiera, sino que aspirará día conquista de aquel vasto
imperio, el cual no podemos defender desde Europa contra
una potencia grande, formidable, establecida en aquel con-
tinente y confinante con dicho país. » Y para evitar la
pérdida de las ricas colonias, proponía el entendido ministro
de España en París que se independieran de España, for-
mando un reino en México, otro en Perú y un imperio en
las demás posesiones suramericanas, conservando tan sola
Cuba, Puerto Rico y algún punto en el continente del Sur.
296 PÉREZ VERIÍÍA
Que á estas nuevas nacionalidades se les impusiera un
tributo y se colocara en sus tronos á príncipes de la fa-
milia real de España, con obligación de celebrar recíprocos
enlaces matrimoniales para conservar la paz y armortía.
Nada de eso se hizo y por tal motivo perdió la metrópoli
todas sus colonias. Años más tarde vino á comprenderse
toda la importancia y sabiduría de ese célebre dictamen,
que más bien parece escrito después de los acontecimientos
que veintisiete años antes, y llama la atención la exactitud
de las indicaciones ya con relación á las colonias, como
también en cuanto á la marcha y aspiraciones de los Es-
tados Unidos. Con razón añadía el ilustre conde : « Éstos,
señor, no son temores vanos, sino un pronóstico verda-
dero de lo que ha de suceder infaliblemente dentro de
algunos años, si antes no hay un trastorno en América...
La condición humana es la misma en todas partes y en
todos climas. El que tiene poder y facultad de adquirir, no
lo desprecia; y supuesta esta verdad, ¿cómo es posible que
las colonias americanas cuando se vean en estado de con-
quistar el reino de México se contengan y nos dejen en
pacífica posesiÓJi de aquel rico país? No es esto creíble;
y asi la sana política dicta que con tiempo se precavan
los males que puedan sobrevenir. »
¡Y sin embargo de que la Corte española pagó bien caro
el desprecio que hizo de tan sabias y juiciosas adverten-
€Ías, México no se aprovechó ni de esas mismas y condu-
centes observaciones, ni de la experiencia de la metrópoli,
teniendo que sufrir sesenta y cinco años* más tarde la pér-
dida de la mitad del territorio...!!!
El Sr. D. Matías de Gálvez se ocupó en embellecer la
•ciudad y en fomentar la Academia y gobernó hasta el 3 de
noviembre de 1734 en que falleció en México^ habiendo
reaparecido en su período « La Gazeta » que sin interrup-
ción siguió publicándose hasta 1822. Se le enterró solem-
nemente en la iglesia del Colegio Apostólico de San Fer-
l'M^.W ^■IJBI^^ÍU':?!' '« ^ÍM"r«!y*'^>i' ■ m".^V:->*¡™-U#-'JJ .
. HISTORIA DE MÉXICO 297
nando y quedó gobernando desde el 20 de octubre la
Audiencia por medio del regente D. Vicente Herreras,
habiéndose, en ese período, incendiado por cuarta vez en
el espacio de seis años ia fábrica de pólvora de Santa Fe.
Fué nombrado virrey el Sr. D. Bernardo de GAlvez,
Conde de Gálvez, hijo del anterior, que casi á un tiempo
recibió en la Habana, cuyo gobierno desempeñaba, la
noticia de la muerte de su padre y la de su promoción al
virreinato, del que tomó posesión el 17 de junio de 1785.
En ese mismo año á consecuencia de una helada gene-
ral que cayó el 27 de agosto, se perdieron las sementeras,
con lo que en el siguiente escasearon de tal suerte los
víveres, que se llamó año del hambre^ en cuya calamidad
manifestó Gálvez muy buenos sentimientos, lo mismo que
en una nueva enfermedad epidémica que apareció.
Este virrey que era joven y de muy buenos modales,
tenía un gran prestigio en la sociedad, porque había
prestado brillantes servicios militares, que le valieron del
rey un blasón con el significativo mote de « yo solo » ; lo
que unido á su trato sencillo y apartado de la etiqueta
acostumbrada por sus antecesores lo hizo muy popular :
una vez se presentó en publico en calesa abierta, m?ine-
jando él mismo las riendillas de los caballos, y otra salió
de palacio á dar granos al pueblo, no sólo sin la escolta
usual, sino hasta sin sombrero.
En 12 de octubre de aquel año celebró un gran festejo^
con motivo de haber inscrito á su hijo, infante aún, llamado
Miguel, como soldado raso del regimiento de Zamora,
El 8 de abril de 1786 encontró el virrey en una de las
calles á tres reos que llevaban el patíbulo, y habiéndole
pedido el pueblo los perdonara, accedió á tan humanitarios
deseos, con lo que fué aclamado por una multitud entu-
siasmada.
Tanto por esa conducta, como por ciertas especies de
doble interpretación que con mucha cautela emitió en sus
298 PÉREZ VERDÍA
reuniones, y principalmente por haber construido el cas-
tillo de Chapultepec que importó trescientos mil pesos y
que es una verdadera fortaleza, se llegó á suponer que
tenía miras de alzarse de la metrópoli haciéndose sobe-
rano independiente de México. Esta conjetura no está del
todo justificada ni mucho menos, porque apenas duró en
el gobierno un año, cuatro meses y nueve días, pues habiendo
enfermado gravemente, entregó el mando á la Audiencia
el 15 de octubre de 1786, habiendo muerto el 30 de no-
viembre. Profundo sentimiento causó este suceso, tomando
parte muy activa en sus funerales que se celebraron en la
catedral, todas las clases sociales. Se le sepultó en la
misma iglesia de San Fernando donde reposaba el cadáver
de su padre.
El Ayuntamiento de México dio una excepcional mues-
tra de simpatía á la memoria del Conde de Gálvez, con
motivo del nacimiento de una hija postuma, acaecido el
1 1 de diciembre : tan luego como tuvo noticia del aconteci-
miento, acordó servirle de padrino, y comisionó á los regi-
dores para que lo participasen á la virreina viuda; corridos
los trámites se verificó con la mayor solemnidad el bau-
tismo en el cual le pusieron por nombre María Guadalupe
Bernarda.
La Sra. virreina viuda se volvió á España el 25 de mayo
de 1787.
CAPÍTULO XII
Don Alonso Núfiez de Haro. — Don Manuel Antonio Flores. — El segundo
conde de Revillagigedo — Su notable administración. — El marqués
de Branciforte. — Don Miguel José de Azanza. —Hombres notables del
siglo xvui. — Don Félix Berenguer de Marquina. — Primeras conspira-
ciones. — Don José de Iturrigaray. — Su conducta. — Sucesos de
España. — Femando VII. — Prisión del virrey y su familia.
Por de pronto y no habiendo pliego de mortaja, se hizo
■?w!r
HISTORU DB MÉXICO 299
cargo del gobierno el regente don Ensebio Beleño, hasta
el día 8 de mayo de 1787 en que tomó posesión el señor
arzobispo de México D. Alonso Nüñez de Haro y Peralta,
nombrado virrey interino, quien gobernó hasta el 16 de
agosto del mismo año sin que en tan corto tiempo hubiera
ocurrido otra cosa que el establecimiento de las Intenden-
cias creadas por el Marqués de Sonora.
En su lugar fué nombrado el Sr. D. Manuel Antonio
Flores, quien primeramente sólo tuvo que entender en la
parte militar y administrativa, pues se habia separado do
sus atribuciones la administración de la hacienda, que se
confió al señor D. Fernando Mangino que tenía el título
de superintendente déla Real Hacienda, aunque duró poco
esta innovación, pues bien pronto quedó el virrey con las
mismas facultades que antes.
El señor Flores se ocupó preferentemente de la orga-
nización militar y creó tres notables regimientos, llamados
de Nueva España, de México y de Puebla,
Murió el Rey Carlos III hijo de don Felipe V y de doña
Isabel Famesio, en Madrid, el 14 de diciembre de 1788,
después de haber reinado veintinueve años y medio, du-
rante los que se manifestó celoso, activo y enérgico gober-
nante : favoreció mucho las ciencias y las artes y en
México dan testimonio de su munificencia la Academia de
San Carlos, el Colegio de Minería, el Jardín Botánico y
otros establecimientos importantes, así como de su em-
peño por el progreso de las letras la Real Cédula de 20 de
octubre de 1776 en que mandó se recogieran datos acerca
de las antigüedades mexicanas de mineralogía, petrifica-
ciones, etc. ; y de su espíritu de igualdad la cédula en que
dispuso que en toda tema que se le propusiera para los
empleos de Indias, se le presentasen dos americanos.
Habiendo renunciado el señor' Flores fué nombrado en
su lugar el señor don Juan Vicente de Güehes Pacheco de
Padilla, segundo conde de Re villagigedo, quien tomó po-
300 PÉREZ VERDÍA
sesión en la villa de Guadalupe el día 17 de octubre de
i 789, haciendo su entrada ala capital en ese mismo día
con una pompa inusitada.
Dio principio á su administración instruyendo una causa
verdaderamente célebre, en la cual reveló ya toda su inte-
ligencia. Es el caso que el 24 del mismo octubre casual-
mente se encontró asesinado en su magnífica casa el señor
don Joaquín Dongo, riquísimo vecino, hallándose muertos
también un cuñado suyo, cuatro dependientes, el cochero
y cuatro criadas, es decir, todas las personas de la casa,
faltando de las cajas buena suma de dinero y muchas alha-
jas; pero no obstante que no se encontró ningún indicio,
el nuevo gobernante manifestó tal actividad y perspicacia
que logró al fin dar con los criminales que eran Felipe
Aldama, Joaquín Blanco y Baltasar Quintero, los tres espa-
ñoles, quienes después de haber confesado el delito, de
habérseles hallado las alhajas y veintiún mil seiscientos
pesos, fueron ahorcados el 7 de noviembre, esto es, álos
quince días de perpetrado el horrible crimen.
Aun se hallaba consternada la ciudad por estos aconte-
cimientos, cuando vino á aumentar el espanto el magnífico
espectáculo de una aurora boreal que apareció el día 12
del mismo noviembre y que se creyó formada por fuego
del cielo que amenazaba acabar con el mundo.
El día 27 de diciembre se hizo la jura solemne del
nuevo rey Carlos IV, hijo de Carlos III y de María Amelia
Walburg.
Preferentemente se ocupó el virrey en mejorar el ser-
vicio de policía, mandando establecer el alumbrado pú-
blico, empedrar las calles, limpiar las acequias, formar
las atarjeas do las calles y embellecer de este modo la
capital. Al nivelar la plaza principal para empedrarla, se
encontró el día 17 de diciembre de 1790 la famosa piedra
del toiíalamatl aztecalt que el virrey pasó al estudio del
arqueólogo ü. Antonio de León y Gama, que dio una
mtK.
rmm^irf^MWj^ ■ Vf . .'-^^lUJU • . -^-v^ J ^•-!*- ' f
HISTORIA DE MÉXICO ' > 301
magnífica descripción. Creó escuelas gratuitas para niños
de ambos sexos; abrió el 1.** de enero de 1792 el colegio
de Minería; inauguró las lecciones de^otánica; envió a
D. Alejandro Malaspina con dos corbetas á practicar un
reconocimiento en las costas de California y otra expedi-
ción hacia el estrecho de Fuca y se afanó en mejorar todos
los ramos de la administración, cuyas necesidades conocía
como ningún otro, según lo revela la célebre instrucción
reservada que dio á su sucesor.
Dispuso que se formara el censo de la población de todo
el país, tomando en obra tan interesante el empeño propio
de su carácter, resultando en el año de 1793, según la por-
menorizada noticia rendida por los intendentes y goberna-
dores de provincia, 4.483.569 habitantes.
Gobernó con una inteligencia singular, así como con
notable honradez y actividad, hasta el día 12 de julio de
1794 que entregó el poder al Sr. D. Miguel de la Grúa
Talamanca y Branciforte, Marqués de Branciforte, que
estando casado con doña María Antonia Godoy, hermana
del príncipe de la Paz, le debía toda su protección.
Jamás se notó mayor contraste entre la honradez y vir-
tudes del señor Revillagigedo y la rapacidad é ineptitud
de Brancifortef que empezó por favorecer á los enemigos
de aquel gran gobernante, hasta lograr que el ayuntamiento
de México se constituyera en acusador del Conde porque
había empleado grandes sumas en obras de ninguna im-
portancia; acusación de que al fin fué absuelto y en la que
se condenó en costas á los regidores.
Habiéndose declarado nueva guerra entre España y
Francia con motivo de la revolución, se levantaron regi-
mientos provinciales en Nueva España, que dieron al
virrey magníficos rendimientos por la escandalosa venta
que hacía de los grados militares.
Para conservar la estimación de la corte, pidió permiso
para levantar una estatua en honor de Carlos IV, y habién-
302 PÉREZ VBRDÍA
dosele concedido, tuvo lugar el 18 de julio de 1796 la colo-
cación de la primera piedra del pedestal, habiéndose hecho
provisionalmente una estatua de madera.
Por fin á los cuatro años fué removido nombrándose para
virrey al Sr. D. Miguel José de Azanza, que tomó posesión
el día 31 de marzo de 1798 y fué muy bien recibido porque
se esperaba que remediara los males causados por la sór-
dida codicia de su antecesor.
Ocupado en retirar algunas tropas de las acantonadas
por Branciforte y en otros insignificantes asuntos pasó los
primeros dos años de su administí*ación, hasta que en 1799
se descubrió la primera conjuración, llamada de los ma^
cheles.
Don Pedro de la Portilla recaudador de derechos, y otras
veinte personas, fraguaron en la capital del virreinato el
insensato proyecto de arrojar del país á todos los españoles
6 gachupines (1) para lo cual hicieron un acopio de sables
llamados vulgarmente machetes; debiendo destruir al
virrey cuyo puesto ocuparía Portilla, proclamarla indepen-
dencia del país y declararla guerra á España ; para cuyo fin
contaban con mil pesos en efectivo, dos armas de fuegrf, y
cincuenta sables. Sólo celebraron aquellos veinte conjura-
dos dos reuniones : en la primera se acordíModo el plan y
en la segunda celebrada el 10 de noviembre de 1799 se
ocupaban en nombrarse todos tenientes generales con
excepción de Portilla que estaba ya nombrado capitán ge-
neral, cuando el alcalde de corte D. Joaquín de Mosquera
por orden del virrey los aprehendió á todos ; pues uno de
entre ellos mismos, don Isidoro Francisco de Aguirre,
primo de Portilla, había denunciado el proyecto.
(1) La palabra gachupín se deriva de las mexicanas cactli, calzado, y
CHOPipaA, picar la víbora, c quizá como dice el señor Mendoza, por las
espuelas y crueldad de los españoles » (Apuntes para un catálogo razo-
nado de 1^ palabras mexicanas), ó bien de cactzopín que, según el señor
Ghimalpopocatl Galicia, quiere decir el que punza ó pica con el zapato.
íÍAÍ^ii^^,.
HISTORIA DE MÉXICO 303
El gobierno vio con desprecio aquella conspiración por
haberla hallado sin ramificación ni elementos peligrosos^
sin embargo de lo cual, tuvo presos por muchos años á sus
autores» sin que se llegara á terminar la causa.
Mas á pesar de lo insignificante de aquella ridicula
sedición, ella revelaba cierto cambio y tendencias en
los espíritus, que debieron llamar la atención de la
corte.
Fecunda fué la centuria que acababa de pasar en ingenios
que ilustraron las ciencias y las letras.
Don Joaquín Velázquez de León, D. Antonio de León y
Gama y José Antonio Álzate fueron sabios que alcanzaron
europea reputación ; D. Francispo Javier Clavijero inmor-
talizó su nombre con su historia antigua de Méjico; los
padres Alegre y Cavo y D. Mariano Veytia dieron á luz tra-
bajos históricos y literarios de ^ran mérito ; cultivaron con
éxito la poesía el padre Diego José de Abad, D. Fi^ancisco
Ruiá de León, fray Manuel de Navarrete y el padre Juan
Manuel Sartorio. Miguel Cabrera ocupó el primer sitio entre
los pintores mexicanos, y Alcíbar y Zendejas dejaron tam-
bién famosos lienzos, á la vez que D. Francisco Eduardo
Tres Guerras levantaba en el Carmen de Celaya un monu-
mento arquitectónico capaz de contener su fama.
Sin embargo, distaba mucho de hallarse generalizada la
instrucción publica, y los más groseros errores eran aco-
gidos no sólo por las masas populares que yacían sumer-
gidas en profunda ignorancia, sino aun por funcionarios y
personajes prominentes, al grado de que el señor Cardenal
Lorenzana, arzobispo de México, hacía imprimir en 1771
en las Cartas de Cortés, con que enriqueció nuestra biblio-
grafía, « que es dudoso si la Nueva España, por lo más
remoto de la diócesis de Durango confina con la Tartaria y
Groenlandia, por las Californias con la Tartaria y por el
Nuevo México con la Groenlandia ! ! ! »
Azanza fué removido y pasó á España donde desempeñó
304 PÉREZ verd/a
empleos de importancia y abrazó más larde el partido
de Bonaparte, que lo hizo Duque de Santa Fe.
En su lugar quedó gobernando desde el 30 de abril de
1800 elSr. D. Félix Berengüer de Marqüina, gobernador de
las islas Marianas, persona de mucha honradez y de muy
buenas intenciones, pero que no estaban en armonía con su
capacidad.
Al siguiente año se denunció por D. Francisco Antonio
Vázquez, oficial de la real armada, otra conspiración que
llegó á creerse supuesta por no haberse podido averiguar
absolutamente nada; pero en 1802 un indio llamado Ma-
riano en la sierra deTepíc promovió una sedición tratando
de restablecer la monarquía de Motecuhzoma, á cuyo fin
quería coronarse con una diadema que había pertenecido
á una imagen, para lo cual esparció circulares y embaja-
das entre los indios.
Cuando el señor D. Fernando Abascal, Presidente de
Guadalajara, tuvo conocimiento de aquel suceso, envió
tropas á las órdenes de don Salvador Hidalgo y don Leo-
nardo Pintado, quienes pacificaron la comarca, llevando á
Guadalajara presos á un gran número de indios. Desde
noviembre de 1765 había ocurrido olro levantamiento
parecido, aunque más sangriento ; en el pueblo de Cisteil
de Yucatán durante unas fiestas un vicioso panadero
llamado Jacinto Canek provocó una rebelión de los indios
excitándolos por el rigor con que los jueces los trataban ;
por lo oneroso del tributo que pagaban al rey y á los enco-
menderos y por la indiferencia con que los curas miraban
á la clase indígena. Jacinto fué también proclamado rey
de los mayas, poniendo sobre su cabeza la corona de una
imagen, y sobre sus hombros el manto de aquella virgen;
pero aunque logró derrotar al Capitán Cozgaya y reunir
alguna tropa fué vencido por D. Cristóbal Calderón pere-
ciendo en el asalto más de quinientos sublevados, y siendo
más tarde inhumanamente atenaceado en Mérida. La
TTfPFfP^PiFl»^i»|KWP*^^
HISTORIA DE MÉXICO 305
semejanza de estos acontecimientos verificados con tan
corto intervalo y del extremo Oriente al Poniente del paí&,
sin que existiera entre ambos ninguna comunicación,
revela el espíritu dominante en la raza indígena de odio
hacia los gobernantes y descendientes de los conquista-
dores, á la vez que de superstición y la tendencia á la
sociedad bajo las bases del gobierno azteca, que han pro-
vocado la terrible guerra de castas.
Poco después disgustado el Sr. Marquina porque se
habían desaprobado algunas de sus disposiciones, en un
momento de despecho renunció su empleo y habiéndo-
sele admitido su dimisión, entregó el gobierno el día 4 de
enero de 1803 al Sr. D. José de Iturrigaray.
Este virrey, que tenía las mismas aspiraciones que Bran-
ciforte, empezó su carrera introduciendo á la aduana de
Veracruz un cargamento de efectos de valor de ciento
veinte mil pesos libres de derechos, porque pretextó que
formaban su equipaje particular.
Apenas llegado á la capital hizo un viaje á Guanajuato
con el objeto de visitarlas minas, en cuyo viaje activó la
construcción del magnífico edificio déla Albóndiga deGra-
naditas que proyectó el intendente Riaño, habiéndose con-
cluido en 1808 y recibió espléndidos regalos, pues sólo la
diputación de minería le hizo un obsequio de mil onzas de
oro (1).
(1) Durante todo el período colonial, las minas de plata de México pro-
ducían, según el barón de Humboldt, 2.028.000.000 de pesos; las de oro
68.778 411 y las de cobre 542.893. La producción total de oro y plata de
toda la América desde 1492 hasta 1803 ha sido de 4.851.156.000. Desde la
independencia hasta el año de 1890 México ha producido la fabulosa suma
de 1.885.645.000 de pesos, según la memoria Dsmson presentada á la
Sociedad de stadística de Londres y los cálculos de don Santiago Ramí-
rez, i Con razón se ha dado en llamarle el país de la plata:
En 1891 produjo 44.150.000 de pesos y en 1892, 38.000.000.
En 1892 á 1893 la producción total de metales preciosos fué de
56.460.515 pesos y en 1893 á 1894 de 59.283.133. En 1896 fué de 80.000.000 ;
en el año de 1899, de cerca de cien millones de pesos.
20
306 PÉREZ VERDÍA
Á SU regreso á México se colocó el día 9 de diciembre
de 1803 la famosa estatua ecuestre de Carlos IV que había
mandado construir el marqués de Branciforte, cuya obra
hizo el señor don Manuel Tolsa que con ella inmortalizó
su nombre de artista. Seiscientos quintales de metal se
emplearon en la estatua que mide cinco varas vein-
ticuatro pulgadas de altura, y cuyo mérito artístico aven-
taja á todas las estatuas de Europa con excepción de la de
Mapco Aurelio.
Empezó el año de 1805 con la ejecución de lo mandado
por real cédula de 26 de diciembre de 1804 para que se enaje-
nasen y remitiesen á España los bienes de obras pías, lo que
«e llevó á cabocon disgusto por parte de los propietarios que
tuvieron que redimir antiguos créditos hipotecarios, que
aunque vencidos, no se les exigían cuando pagaban pun-
tualmente sus réditos. Importando los capitales de cape-
llanías y obras pías la enorme suma de cuarenta y cuatro
millones y medio de pesos, la realización completa de aquel
decreto, no sólo habría arruinado enteramente la agricul-
tura nacional al quitarle violentamente aquel capital, sino
que también habría acabado con el comercio, retirando de la
circulación del país tan grande cantidad de numerario. A
pesar de ser tan notorios esos inconvenientes, ni el virrey
ni la junta de hacienda hicieron observaciones, habiendo
sido el interés particular el único que opuso justa resis-
tencia, en virtud de lo cual no entraron en la caja de
consolidación más que un millón y doscientos mil pe-
sos Cl).
Deestos valores se han acunado durante el período colonial $ 2.082 260.637
en plata y S 68.778.411 en oro, y en el de México independiente
$ 1.183.551.478 en plata y 54.778.072 en oro.
(1) Á más de los 44.500.000 pesos que importaban los capitales piadosos
impuestos á rédito, el valor de las fincas que en propiedad pertenecían
al clero era de 3.000 000. La renta que disfrutaba el arzobispo de México,
era de 130.000 pesos anuales; la del obispo de Puebla 110.000; la del
HISTORIA DE MÉXICO -307
Después de esto se recibieron noticias «le la nueva guerra
declarada entre España y Francia contra Inglaterra, á
consecuencia de haberse apoderado esta nación de unas
naves españolas que llevaban grandes caudales de Buenos
Aires, y con este motivóse levantaron tropas provinciales
y se hizo de ellas un acantonamiento en Jalapa, pues des-
, pues del glorioso desastre de Trafalgar (20 de octubre de
1805) en que el célebre almirante Nelson destruyó la Ilota
francoespañola mandada por el denodado almirante don
José Gravina y el vicealmirante Villeneuve, después de
un heroico combate en el que perecieron los distinguidos
marinos Gravina, Churruca, Galiano, Alcedo, Moyna y
Castaños, Cisneros, Flores, Valdés y otros con mil veinti-
dós soldados y en la que hubo mil trescientos ochenta y
cinco heridos, se temía que la escuadra inglesa atacara á
Veracruz.
Poco tiempo después Napoleón I invadió á España con
el pretexto de la alianza celebrada por el tratado de Fon-
tai nebleau de fecha 27 de octubre de 1S07, liaciendo que
el general Dupont con veintisiete mil hombres se síluara
en Valladolid, como lo hizo en principios de enero de 1JS08
y el mariscal Moncey en Burgos con otro cuerpo de tro-
pas.
Increíble parece que tan gran capihín obrara tan pcríi-
damente, abusando de la poca penetración del gobierno
español, como lo hizo Napoleón para enseñorearse de la
península; pues no sólo introdujo sus tropas í;on el pre-
texto indicado de la alianza, sino que de la manera más
aleve se apoderaron de Barcelona, de Monjuich, de la ciu-
dadela de Pamplona, del castillo de Figueras y de otras
plazas importantes, engañando á la vez al imbécil Car-
los IV y al torpe y odiado ministro Godoy,
obispo de Valladolid 100.000 ; la del de Guadnlajara, 90.00üí la del de
Durango, 30.000 ; la del de Yucatán 20.000 y la del de Oaxíica, 15.0ÜO-
Vi --^f-^f^
308 PÉREZ YBRDÍA
El pueblo español con el sentimiento del patriotismo
previo los sucesos mucho antes que su Gobierno, pues el
Pri[bcipe de la Paz no vino á conocer las intenciones del
Emperador francés hasta que sus tropas se hallaban en las
inmediaciones de Madrid. Entonces, sin recursos, sin tro-
pas ni elementos de defensa, pensó hacer lo que en no-
viembre del año anterior había hecho la familia de Bra-
ganza al ser destronada de Portugal : trasladarse á sus co-
lonias americanas ; pero la idea fué mal recibida por el
pueblo que por oponerse á la partida de los Reyes para
Nueva España, se amotinó en Aranjuez en la noche del 17
de marzo, lo que produjo un completo cambio en la polí-
tica. Don Manuel Godoy Álvarez de Paria, príncipe de la
Paz, fué aprehendido y ultrajado por la muchedumbre y
depuesto de sus dignidades por real decreto del día 18, y
no bastando esto para calmar la inquietud, el Rey Car-
los IV abdicó la corona en su hijo Fernando VII el 19 de
marzo de 1808.
Volvióse á Madrid el nuevo rey el 24, mas el día ante-
rior habían llegado las tropas francesas mandadas por el
príncipe don Joaquín Murat, gran duque de Berg; pero
como Carlos IV pretendía después nulificar su abdicación,
Fernando Vil cometió la imprudencia de pedir al mismo
invasor que lo reconociese, y tal reconocimiento sirvió de
pretexto para que mendigándolo indignamente padre é
hijo, ocurriesen á Bayona á pedirlo á Napoleón. Éste hizo
que el 8 de mayo por la mañana el rey legítimo Fernando
renunciara el trono en favor de su padre, quien en la tarde
del mismo día abdicóenlapersonadelmismo Napoleón, que
á su vez nombró Rey de España á su hermano José I Bo-
naparte.
Para conseguir todo esto el Emperador francés, había
hecho que se le presentasen todos los miembros de la fami-
lia real á fin de no temer que alguno de ellos hiciese valer
sus derechos al trono de sus abuelos; pero el memorable
w»*^^ ,r^r^y^ " •• ^i'^P'^^f^-'^^ »" :, j^ifr H' -^f^^ - * '^.^"^ * " ^'^ ^ vt^
HISTORIA DE M¿XIGO 309
Dos de Mayo al llevarse para Francia al infanta* don Fran-
cisco, niño aún, el pueblo de Madrid sin medir el peügro
y guiado tan sólo por el sentimiento de su patríoU^mo se
opuso á aquella partida formándose un alborolo. Murat
mandó luego tropas que restablecieran el orden y liabiendo
hecho fuego sobre la inerme muchedumbre, el pueblo al-
tamente irritado se arrojó en masa sobre los aborrecidos
franceses; las tropas españolas permanecieron acuart el aii as
mientras se derramaba la noble sangre de aquel valiente
pueblo y sólo los heroicos patriotas D. Luis Daoiz y
D. Pedro Velarde hiiñeron sacar tres cañones y con ellos
se batieron hasta sucumbir con millares de ciudadanos*
Aquélla fué la señal de la lucha y por todas [*artes hubo
movimientos semejantes y se organizó el gobierno de
Juntas provisionales que pretendían gobernar en nombre
de Fernando Vil. ¡ La conducta del pueblo español era lan
gloriosa como la de sus reyes había sido indigna y cobarde 1
En México se supieron esos acontecimientos el 23 de
junio y en 19 de julio el Ayuntamiento le dirigió al virrey
una representación en la que manifestaba que supuesta la
ausencia del monarca legítimo la soberanía residía en el
reino, por lo que mientras en la metrópoli durara aquella
situación la colonia debía gobernarse por las leyes vigentes,
continuando el virrey en su puesto sin entregarla ti nin-
guna nación ni aun á la misma España mientras perma-
neciera en tales circunstancias. Esta represeníación^ que
tendía á establecer por de pronto una independi^ncia pro-
visional, fué desaprobada por la Audiencia, y en tal virtud
se celebró el día í) de agosto una junta á moción del Ayun-
tamiento : en ella el síndico licenciado D. Francisco Vt^r-
dad y Ramos, manifestó ciertas ideas avanzadas en aquella
época, sosteniendo que en virtud de las circunstancias ia
soberanía habia recaído en el pueblo^ por lo quo [mdfa
constituirse como mejor le agradara.
Los fiscales impugnaron aquella exposición declaran-
310 PÉRBZ VERDÍA
dola sediciosa y subversiva y el inquisidor D. Bernardo
Prado y Obejero la declaró herética y anatematizada ^
disolviéndose la junta sin tomar acuerdo alguno. Volvió á
reunirse el 31 de agosto con motivo dé haber llegado el
coronel D. Manuel de Jáuregui y D. Juan Gabriel Javat,
capiLdn tle fragata^ comisionados por la Junta suprema de
Sevilla para pedir al Gobierno de Nueva España la reco-
nociese, y en este sentido se hallaban, cuando en esa
misma noche llegaron al virrey phegos de la Junta de
Oviedo pretendiendo el mismo reconocimiento, por lo que
se celebro nueva sesión el I.*' de septiembre en la cual
únicamente se dio conocimiento de aquellos pliegos. Para
lomar una determinación se citó á sesión para el día 9 y
en ella propuso D. Jacobo de Villaurrutia que se convo-
case una junUí general de todo el reino, proposición que
latí impugnada acremente por los miembros de la Audien-
cia y sobre la cual no ilí^gó á resolverse nada por lo aca-
lorado y desordenado de la discusión.
Pero con lodo eslo se habían puesto ya en pugna el
partido español capitaneado por los oidores, arzobispo é
inquisidores y el americano ó nacional, representado por el
Ayuntamiento y con el cual estaba de acuerdo Iturrigaray,
porque le halaj^^aba al ofreí erle el mando independiente de
la metrópoli. Con este motivo se dieron por los españoles
algunas muestras de la desconflanza que tenían del virrey
y éste á su vez liizo llamar al regimiento de Celaya que
estaba en Jalapa ; pero antes de que llegara acordaron los
españoles aprehender y destituir á Iturrigaray, á cuyo
efecto, el día 13 de sepliend)re de 1808 á las doce de la
noclie se reunieron más de quinientos hombres dirigidos
por D. Gabriel de Yermo, riquísimo hacendado que había
hecho venir a muchos de sus criados y estando de acuerdo
la guardia del palacio con excepción del centinela que hizo
fuego y fué sacrificado. Be apoderaron fácilmente del
Virrey que se encontraba acostado.
HISTOKIA DE MÉXICO 31 1
cFué, hecho prisionero así romo su familia y llevado á la
Inquisición de donde se le trasladó el día 18 al convento
de Belemitas, sacándolo para Veracruz td 21 m la madru-
gada. Á la vez fueron aprenhetlidos el abad de Guadalupe
D.Francisco Cisneros, el canónigo Beristain, el mercena-
rio fray Melchor Talamantes, los licenciados Verdad^
Azcárate y Cristo, así como otras personas que les eran
adictas, y á las dos de la mañana del día ííi se reunieron
en palacio el Arzobispo, tos oidoresy demás complicados
acordando no abrir el plitígo de mortaja por temor de que
bajo la iníluenciade Godoyse liallara nombrado algún par-
tidario suyo ó de Iturrigaray, sino que nombraron al Sr.
D. Pedro Garibay.
CAPÍTULO XIII
Don Pedro Garibay. — Consecuencias de La prisínEi de Iturrjgaray» —
Ideas^de independencia. — Breves cousideracíonea acercíi del gobierno
colonial. — Causas de la emanLupación* — > El arzobispo don Fraaeiííco
Lizana. — Don Francisco Venegas.
Garibay tenía el grado de niíiríscal de los reales ejércitos,
habiendo hecho su carrera militar en el país y tenía se-
tenta y nueve años de edad cuando los 'acontecimientos
que lo elevaron al poder.
Sólo se ocupó en tranquilizar á la rolonia y dar fin ú
las causas formadas contra los reos políticos á quienes se
trató con un rigor excesivo : el día 4 de octubre fué ahor-
cado secretamente en las cárceles el licenciado Verdad,
primer mártir de la independenria, y fray Melchor Tala-
mantes fué llevado á San Juan de Uliía donde la íiebre
amarilla lo privó de la existencia, sin que le quitaran los
grillos sino hasta después de muerto.
•'312 PÉREZ VERDÍA
Á Iturrigaray se le formaron en España dos causas, una
por infidencia que terminó en virtud del decreto de las
Cortes de 15 de octubre de 1810, que concedió una amnis-
tía, y el de residencia en el cual fué condenado á pagar por
varios capítulos trescientos ochepta y cuatro mil trescientos
cuarenta y un pesos.
Grande influjo tuvo la prisión del Virrey en ios aconte-
-cimientos posteriores y los mismos españoles enseñaron el
camino que había que seguir para derrocar al gobierno,
tanto que un mes después llegó á conspirarse por algunas
tropas, contra el mismo Garibay á quien acababan de
«elevar; pero disueltas al punto y vigiladas no pudieron
realizar su intento. El respeto inmenso que á los Virreyes
se tenía por el pueblo, disminuyó mucho con aquel aten-
tado que al destruir á la autoridad de su tradicional pres-
tigio, minó la base sobre que descansaba, así es que em-
pezaron las censuras de los actos gubernamentales, las
publicaciones secretas y sediciosas, y las juntas de los des-
contentos. Tramóse en septiembre de 1809 en Valladolid
una nueva conjuración á cuyo frente se pusieron D. Ma-
riano Michelena, D. Mariano Quevedo, el capitán D. José
María García Obeso, el Cura de Huango D. Manuel Ruiz
de Chávez, Fr. Vicente Santa María, y otros que fueron
denunciados, se dijo, por D. Agustín de Iturbide y puestos
presos.
Por todas partes se sentían ya síntomas de descontento
y deseos de consumar la independencia. Ésta no era exclu-
sivamente motivada por el modo de ser del gobierno ; pues
aunque la dominación española descansó en un título
injusto como fué el de la conquista, la administración en
general no correspondió á su base y mejoró mucho la si-
tuación del país.
En la serie de los virreyes que gobernaron en México se
descubre el deseo de los monarcas de España de que fueran
personas de importancia que atendieran al bien del país,
^PWPPTfWM?.^ M. '^í^^fü V^JP/ ^ !!K*^- - : ■ -v-?*!* ^. ' ■• '■ ^' ^ • '^^^'
HISTORIA DE MÉXICO 313
y si hubo muchos que fallaron á esa confianza y extorsio-
naron al pueblo procurando su propio interés, esto era
indispensable atendida la condición humana, pero otros
en cambio se manifestaron probos y entendidos gober-
nantes; así es que gobierno que contó entre sus agentes á
los señores Mendoza, Velasco, Rivera, Acuña, Bucareli y
Güemes Pacheco, es acreedor á la gratitud.
No significa esto que no tuviera el país mucho por qué
quejarse; la avidez de los españoles, la crueldad y dureza
con que tratal)an á Ios-naturales, esclavizándolos ó impo-
niéndoles durísimos trabajos, fueron males gravísimos que
llegaron hasta ocasionarla destrucción de la población
indígena, y aunque los reyes de España constantemente
dictaron justas disposiciones en su favor, por no haber
tenido energía para hacerlas cumplir, se hicieron respon-
sables de semejantes agravios, aunque hay que tener en
cuenta que el despotismo y las más absurdas ideas acerca
de la majestad real eran entonces las dominantes en Es-
paña, como efectos de la época. Aun después de suprimidos
los repartimientos de indios se estableció el funesto sis-
tema de los Corregimientos y Alcaldes Mayores en que las
ventajas pecuniarias del que gobernaba dependían de la
opresión y miseria en que tenía á sus gobernados y en el
cual, como espuso el Duque de Linares, los tales funciona-
rios <( á su ingreso á su empleo faltan á Dios en el jura-
mento que quiebran; al Rey en los repartimientos que
hacen ; y al común de los naturales en la forma en que les
tiranizan ». Por otra parle, la falta de cumplimiento de
esas leyes solícitas, consistió en su falta de garantías,
mal que sólo la independencia podía remediar; pues la
gran distancia á que se encontraba el gobierno, hacía que
ni éste pudiera cuidar de la observancia de sus disposi-
ciones, ni los infractores, ordinariamente poderosos é in-
fluyentes, temiesen que la verdad que ellos encubrían, se
abriese paso hasta el trono. Por último debe considerarse
314 PÉREZ VERDÍA
que con la mejor intención se dictaron en favor de los
indios medidas que con el fin de favorecerlos, acabaron por
destruir en ellos la iniciativa individual, ¡la fe en los con-
tratos, inhabilitándolos para todas las transacciones de la
vida, al otorgarles privilegios para que gozaran del bene-
ficio de restitución y otros semejantes. En cambio se con-
sideraba siempre á la raza indígena como inferior, así es
que aun en los juicios, el testimonio de un blanco valía
por el de cinco indios, y se mantenía una injusta des-
igualdad basada 'en su supuesta inferioridad, estando pro-
hibido que los indios pudiesen dedicarse á ciertos oficios y
aun que pudiesen tener caballos y armas. Con todo, aten-
dida la deplorable situación que cupo en suerte á México de
ser colonia de un país extranjero, no tuvo que sufrir lo
que otras colonias en las que sus metrópolis sólo han pro-
curado explotarlas en cuanto fuere posible.
Algunas veces en medio de la exaltación de los partidos
h a llegado á suponerse nociva para la nación mexicana el
haber sido descubierta y conquistada por España; pero
prescindiendo de lo inútil de tal cuestión, España dio á
México lo que ella misma tenía y satisfizo á las mayores exi-
gencias aun bajo el aspecto de la vanidad, pues aquella
nación era la más poderosa del siglo xvi. Las afinidades y
simpatías de raza hicieron que se verificara en parte entre
la española y la mexicana una verdadera fusión^ de lo qué
resultó que no se destruyera la última, como ha sucedido
en otras colonias.
Llejró el país á cierto grado de adelanto en el que necesa-
riamente aspiró á tener vida é instituciones propias inde-
pendientemente de España, supuesto que se tenía ya con-
ciencia de los elementos nacionales, suficientes para satis-
facer las propias necesidades. La población del país excedía
ya de cinco millones de habitantes, si bien desigualmente
repartidos en la vasta extensión territorial, pues mientras
en la Intendencia de Guanajuato había 568 habitantes por
■5^
HISTORIA DE MÉXICO 315'
legua cuadrada, en la de Puebla 301, y en la de Valla-
dolid 273, en algunas otras era verdaderamente insignifi-
cante y así en California había sólo un habitante por cada
legua, en Tejas y Coahuila 2, en Sonora 6, en Nuevo
México y Nuevo Santander 7, y en Nueva Vizcaya 10,
dando un promedio para la Nueva España on general áe 43.
La capital del Virreinato contaba ton (35.000 habitantes,
Guanajuato con 70.ÍJ00, Puebla con 67.000 y Guadalajíini
con 30.000. La importación de productos nacionales y
extranjeros tenía entonces un valor anual de cerca
de 20.000.000 de pesos y la exporlat^ión el de 12.000.000;
el producto total de la agricultura ascendía á 21KOO0.O00;
el de la minería á más de 20.000M)U; la propitMlad íenia
un valor considerable; se pagaban más de veinte millones
de contribuciones al gobierno y más de dos de diezmos al
clero (1).
Además la metrópoli misma daba un ejemplo áe patrio-
tismo al defender heroicamente su independencia atacada
por Napoleón; de suerte que los mexicanos al ver aquella
noble conducta, necesariamente debieron pensar en imitarla
tanto más cuanto que consideraron entonces la triste
suerte del país que estaba expuesto á pasará la Francia sin
contarse para nada con su voluntar!. Por otra parte esa
misma guerra que absorbíala atenciun del gobierno español,
daba más esperanzas á los patriotas mexicanos de que el
triunfo pudiese coronar sus esfuerzos.
Estas consideraciones y el deseo de no seguir suminis-
trando á la península cuantiosas rentas que podrían inver-
(1) La importación total de los efectos extranjeros á Ja República en el
año fiscal de 1888 á 1889 ascendióos 40. 248.9 iü. produclemio -il Gobíernu
por derechos aduanales S 22.477.962, y el valor de la exportación totai en
1891 á 1892 fué de 80.000.000; en 1892 á 93 do 87.5C0.ti0O, y en 1893 A 94
de 89.400.000.
En el ano de 1895 á 1896, la exportación fué de 1Ü.1.000.00Ü y en el de
4900 á 1901 fué de 158.000.000 y de 133.000.00Ü Ja imporlactún-
i 7-**
'316 PÉREZ VERDÍA
tirse en provecho del país, así como el recuerdo de pasados
agravios^ hizo que fueran extendiéndose las ideas de inde-
pendencia. El mismo gobierno español hizo los más amar-
gos recuerdos de su dominación de una manera oGcial y
solemne en la Proclama de la Regencia fechada en 14 de
febrero de 1810, en la cual, al l^cer saber que los ameri-
canos podrían elegir diputados á Cortes, decía sin ambajes :
« Desde este momento, españoles americanos? os veis ele-
vados ^á la dignidad de hombres libres: no sois ya los
mismos que antes, encorvados bajo un yugo mucho más
duro mientras más distantes estabais del centro del poder ;
mirados con indiferencia, vejados por la codicia y des-
truidos por la ignorancia. »
En tan difíciles circunstancias la Junta central española
nombró Virrey al señor don FnANCisco Javier Lizana y
Beaümont, arzobispo de México, que tomó posesión el 19
de julio de 1809. Por su lenidad y candor era poco á pro-
pósito para gobernar en aquella época, y habiéndose
puesto en pugna con los oidores, éstos le llamaron el
Pontificado á su administración.
Pidió un préstamo de tres millones de los cuales remitió
dos á España, organizó varios cuerpos de tropas y trató de
poner á la colonia en estado de defensa contra los fran-
ceses, creando á la vez, para castigar á los enemigos inte-
riores, la Junta de seguridad y buen orden, formada
del regente, de un oidor y de un alcalde, con amplí-
simas facultades para conocer de todos los delitos de
infidencia.
La prisión de López Cancelada, el destierro del oidor
Aguirre y otros actos dispuestos por el Arzobispo contra
algunos de los prominentes parciales del partido europeo,
le granjearon enemigos que hicieron que la Regencia lo
removiera, mandando que entregara el poder á la Audien-
cia, como lo hizo el día 8 de mayo de 1810.
Gobernó la Audiencia por medio de su regente don
HISTORIA DE MÉXICO 317
Pedro Cataní hasta el 13 de septiembre, que recibió el
mando el nuevo Virrey D. Franciscü Javiüh Veneíías, que
apenas sfí Imbfu encariñado del ^mbierno cuando estalló la
revolución gloriosa de indcpondencia.
CUARTA PARTE
HISTORIA MODERNA
GUEBRA DE INDEPENDENCIA
CAPÍTULO PRIMERO
Conjuración de UUiT¿Urü. — El señor cura don Miguel Hidalgo y Cos-
Ulla. — Pronundamiento en Dolores. — Marcha para San Miguel. —
Eütniíla iJe lo^ indepead Lentes en Guanajato y toma del castillo de
GmtiadUu^.
Cuando las ¡deas llegan á formarse en un pueblo, y
están de acuerdo t^on ei derecho y el progreso, jamás
pueden destruirse; así es que la revolución sofocada en
VallaJolid se liizo de nuevos prosélitos en San Miguel el
Grande y en Queréliiro, donde se formalizó una junta de
patrio tas.
El Sr, D. Ignacio Allende, que había nacido el 21 de
enero de 1779 en la villa de San Miguel el Grande, siendo
hijo del Sr, D. Domingo Narciso de Allende y de doña
Mariana Uraga ; capíláa de dragones, que había estado en
el acanlonamicnto de Jalapa, disgustado de la marcha
política del país y amante de la independencia, fué el pri-
HISTORIA DE MÉXICO 319
mero que prQcuró formar un círculo de partidarios, y á
este fin, poniéndose de acuerdo con varias personas,
organizó una junta en Querétaro, formada de los licencia-
dos Parra, en cuya casa se celebraban las sesiones, Alta-
mirano y Laso, del doctor Iturriaga, D. Juan Aldama,
capitán del regimiento de la Reina, D. Joaquín Arias,
capitán del de Celaya, Lanzagorta, D, Epigraenio y 1).
Emeterio González y algunas otras personas á quienes
favorecía cautelosamente el Sr. Corregidor D. Miguel
Domínguez. Fué pues el valeroso Allende el autor de la
idea y el alma de la conjuración.
Buscando aquellos patriotas una persona de prestigio
para ponerla á su frente, se fijaron en el cara de Dolores,
D. Miguel Hidalgo y Costilla, que ¡i sus buenas prendas
personales reunía su carácter sacerdotal que pusiera la
idea de independencia á cubierto de la acusación de
herejía, que tanto podría influir en (¡ue no encontrara pro-
sélitos.
El señor Hidalgo nació el día 8 de mayo de 1753 en el
rancho de San Vicente en la banda oriental del ríoTuriiio,
cerca del rancho de Corralejo, jurisdicción en aquel tiempo
de Pénjamoyhoy de Cuitzeo de Abasólo ó deloi?; Naranjoa,
en el estado de Guanajuato. Fué hijo primog/ínito del
señor don Cristóbal Hidalgo y Costilla y de dona Ana María
Gallaga Mandarte, quienes lo dedicaron ¡il estudio tUi las
letras en el colegio de San Nicolás de Vatludolid donde ma-
nifestó grande aprovechamiento, recibiendo las sagradas
órdenes en 1778 y llegando áser poco más larde rector ilel
mismo colegio. Sirvió varios curato s, hastaque pormuerte
de su hermano don Joaquín se le dio el de la Congregación
de los Dolores, en el que manifestó su celo por el bien pú-
blico, así como su empeño y capacidad, estableciendo á sus
expensas, una cría de gusanos de seda, que llegó á dar
inmejorables resultados, y una fábrica de loza fina; orga-
nizó una música é hizo grandes mejoras materiales.
320 PÉREZ VERDÍA
En el aüo de 1809 hizo ua viaje á Querétaro en donde
se puso en contacto con los compañeros de Allende ; pero
los encontró tan escasos y con tan pocos elementos, que
no quiso seguir mezclándose en aquel asunto; mas pronto
lo convenció Allende, y entonces aun empezó á hacer
acopio de algunas armas que en su misma casa se fabrica-
ban.
Para los primeros días de diciembre pensaban hacer la
revolución en la villa de San Ju^n de los Lagos durante la
famosa feria que allí so celebra anualmente ; pero don Ma,-
riano Galván y el capitán don Joaquín Arias faltandoá sus
compromisos y á su honor, delataron la conjuración el día
13 de septiembre ante el administrador de correos D, Joa-
quín Quintana y el alcalde D. Manuel Ochoa, haciéndose en
la noche nueva denuncia por el español D. Eustaquio
Bueras. Se asegura también que el doctor Iturriaga delató
la conspiración en artículo de muerte. Inmediatamente el
corregidor Domínguez, obligado por las circunstancias,
salió á aprehender á los acusados, cerrando con llave la
puerta de su casa para que su esposa la señora doña Josefa
Ortiz, que era muy adicta á la conjuración, no fuese á co-
meter una imprudencia
En la casa de D. Epigmenio González, sehallaron muchos
cartuchos, por lo que fué aprehendido en unión de su her-
mano don Emeterio, así como otros de los comprome-
tidos.
Entre tanto la señora Ortiz de Domínguez llamó por me-
dio de una señal convenida de tres golpes en el suelo al
alcaide don Ignacio Pérez que vivía en los bajos de su habi-
tación y era adicto ala independencia, enviándolo precipita-
damente á San Miguel á darle aviso á Allende de que la con-
juración estaba descubierta y que no tardarían en ponerlo
preso.
Al mismo tiempo que esto pasaba en Querétaro, en Gua-
najuato el tambor mayor del regimiento provincial, Ignacio
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>r\í^-;7RV\í»^*. '•^T^':r?^f(r$':'r^ -'3- r
HISTORIA DE MÉXICO 321
Garrido, que se había comprometido con Hidalgo y aun
había recibido dinero para seducir á la tropa, denunció
también el plan al intendente D. Juan Antonio Riaño,
quien comisionó al español don Francisco Iriarte que vivía
en la hacienda de la Tlachiquera, cerca de Dolores, para
que aprehendiera al párroco.
Éste sospechó algo y mandó llamar á Allende, que llegó
el 14 por la tarde sin saber nada, de suerte que en la mayor
incertidumbre pasaron esa noche y todo el día 15, hasta
que á las dos de la memorable mañana del 16 de septiem-
bre de 1810, llegó don Juan Aldama acompañado del alcaide
Pérez llevando la noticia que le remitía la Corregidora de
Querétaro.
En la casa todos estaban dormidos, pero habiendo ha-
blado Aldama con Allende^ fueron los dos á la pieza del se-
ñor cura, quien al oir la segura noticia, se incorporó en la
cama y se levantó al punto. « Caballeros, dijo, somos per-
didos, no hay más recurso que ir á coger gachupines. » Y
en el acto hizo llamar á su hermano don Mariano, á don
José Santos Villa y con el cochero á varios de sus sir-
vientes, presentándose instantes después ocho personas ;
-con éstas se llamó á otras, así es que bien pronto se halla-
ban allí los vecinos don Juan Quintana, don Francisco
Moctezuma, D. Nicolás y D. Miguel Avilez, D. Juan,
D. Tiburcio y D. Antonio Gámez, los alfareros Pedro
José Sotelo, Francisco Barreto, Juan de Anaya, Ignacio
Sotelo, Isidoro Cerna, José María Perales, Atilano Guerra,
Manuel Morales, José María Pichin y Jesús Galván, y los
sederos Antonio Hurtado de Mendoza, Pantaleón de Anaya,
Brígido González y Vicente Castañón.
Inmediatamente marcharon todos á la cárcel, y ponién-
dole Hidalgo una pistola en el pecho al alcaide lo obligó á
que le entregara álos presos, lo que no traía deshonra ala
causa, porque no había grandes criminales, sino reos de
faltas de policía ó de delitos leves, pues los grandes delin-
21
322 PÉREZ VERDÍA
cuentes nunca se tienen presos en los pequeños pueblos.
De allí fueron al cuartel donde estaba un piquete de solda-
dos del regimiento de Allende, que inmediatamente se le
incorporaron, aprehendiendo en seguida al subdelegado
Rincón y á diez y siete españoles.
Por ser domingo se llamó á misa, de manera que mu-
chos que á oírla venían de los alrededores se filiaron en
las nuevas huestes, que llegaron á contar en esa mañana
trescientos hombres armados con sables los unos, con lan-
zas otros y con hondas y palos los más.
El venerable cura de Dolores « estaba persuadido de que
la independencia sería útil al reino » y quería « estable-
cer un congreso que se componga de representantes de to-
das las ciudades, villas y lugares de este reino, que teniendo
por objeto principal mantener nuestra santa religión, dicte
leyes suaves, benéficas y acomodadas á las circunstancias
de cada pueblo », según sus propias palabras.
Por lo mismo es absolutamente falso que no tuviera ideas
políticas ni plan alguno; pues si no estaba desarrollado era
porque la revolución estalló antes del tiempo prefijado,
obligados sus autores por la necesidad.
Además, arrojar el guante al poder de los reyes, fuerte
por trescientos años de ejercicio, porun respeto tradicional
y una veneración sin límites, así como por poderosos ele-
mentos materiales, era obra increíble de valor y de auda-
cia, de suerte que era muy natural que esto fuera lo que
más preocupara en aquellos momentos á los patriotas inde-
pendientes.
El señor Hidalgo tenía la convicción de que « los au-
tores de semejantes empresas no gozaban el fruto de ellas »
y ¡sin embargo de eso, de su muy buena posición social y
de su avanzada edad, posponiéndolo todo al bien público,
se lanza á la revolución para dar una patria á sus conciu-
dadanos !
Á las doce del día 16 salió el patriota cura para San Mi-
^^w^
HISTORU DE MÉXICO 323
guel, adonde llegó en la noche, y al pasaren esa tarde por
el pueblo de Atotonilco, viendo en la sacristía un lienzo en
que estaba pintada una imagen de la Virgen de Guadalupe^
la tomó por bandera y la entregó á la muchedumbre al grito
de / Viva la religión. Viva nuestra madre santísima de
Guadalupe, Viva Fernando Vil, Viva la América y
muera el mal gobierno ! expresiones que fueron com-
pendiadas por el pueblo para su grito de guerra, diciendo :
/ Viva nuestra señora de Guadalupe; mueran los gachu-
pines !
En San Miguel se les incorporó todo el regimiento de
la Reina y se hicieron de algunos recursos, aumentándose
prodigiosamente aquella masa popular; allí también se
declaró por jefe al señor Hidalgo y salieron el 18 con di-
rección á Celaya, cuya ciudad ocuparon el día 21, sin
resistencia, siendo saqueada por el populacho. Allí fué
nombrado Hidalgo por el ejército capitán general, y
Allende teniente general, prosiguiendo su marcha á loa
pocos días para Guanajuato, intimando rendición al inten-
dente Riaño desde la hacienda de Burras con fecha 28 de
septiembre. Este funcionario español recibió la noticia de
los sucesos acaecidos y de la aproximación de Hidalgo el
día 17, y en la noche del 19 á las once, hizo tocar gene-
rala y prepararse á la defensa porque corrió la noticia de
que se aproximaban los independientes : el pueblo acudió
entusiasta, pero bien pronto empezó á desanimarse y mos-
trarse partidario de la insurrección, por lo que el inten-
dente á fin de reanimar el espíritu, hizo publicar el día 21
un bando aboliendo el pago del tributo.
Medidas semejantes son muy impropias en esos momen-
tos, pues lejos de producir el apetecido resultado, sólo
revelan debilidad y desconfianza, de suerte que no es de
extrañar que el éxito no correspondiera á las esperanzas
que se tenían.
Viendo pues que la multitud del pueblo no les inspiraba
324 PÉREZ VERDÍA
confianza, acordaron los españoles defenderse en la albón-
diga de Granaditas, por lo que el 2i en la noche se tras-
ladaron á ella la tropa y los vecinos armados, guardando
allí todos los caudales que ascendieron á tres millones de
-pesos.
El día 28 de septiembre á las once de la mañana se pre-
sentaron los parlamentarios Abasólo y Camargo á intimar
rendición, y no habiendo accedido el intendente, á la una
de la tarde se presentaron las tropas independientes,
comenzando luego el combate en las trincheras que desde
las calles defendían al castillo. Pronto tuvieron los defen-
sores que replegarse al edificio de la albóndiga, en donde
cayó tal lluvia de piedras lanzadas con las hondas, que no
hubo quien pudiera permanecer en la azotea ; murió luego
Riaño peleando con un valor extraordinario, y con tal
suceso se introdujo un desorden tan completo que ya no
hubo quien mandara ni obedeciera.
La muchedumbre se precipitó sobre la puerta : un mu-
chacho como de 18 años llamado Mariano y conocido con
el apodo Aq Pipila^ arrastrándose con una losa encima llegó
hasta prenderle fuego á la puerta, con lo que se aumentó
la consternación de los españoles y momentos después
entraba por todas partes una muchedumbre desbordada.
La plebe de Guanajua^o que esperaba ansiosa la oportu-
nidad para robar, entró á saco el castillo y muchas tiendas
y casas particulares cometiendo mil desórdenes : que fué
una verdadera desgracia para la santa y naciente insu-
rrección que no se hubiesen evitado ó reprimido con toda
energía.
Al día siguiente publicó Hidalgo un bando muy severo ;
restableció el Ayuntamiento ; instaló una fundición de
cañones y una casa de moneda y procuró hacerse de armas
y de recursos.
iJ)ÍLIJliW!.i4Pg^Ui . Jl«liAip|.LmWi ii.U.^ JJIIIÜifPippi?'
HISTORIA DE MÉXICO 325
CAPÍTULO II
Medidas que se tomaron contra la insurrección. — Contestación de II tdaJgo*
á las censuras eclesiásticas — Ocupación de Valiadolid. — Su marcha
sobre México. — Batalla y triunfo del Monte de las Cmces. — Derrota
de, Acúleo. — Triunfa Torres en Zacoalco y ocupa á Guadalajara, —
Establece en esta ciudad Hidalgo su gobierno. — Toma de Guanrijuata
por Calleja.— Horribles asesinatos y fusilamientos. — Batalki ilti \Ui\-
derón — Se dirigen á los Estados Unidos los caudillos insurí^enlf s, -*
Deponen á Hidalgo en el mando militar y lo confieren á AJÍ ende. —
Traición de Elizondo. — Son hechos prisioneros y fusilados.
Entre tanto el partido español se había llenado de temor
y echaba mano para defenderse de todo p^énero de :irmas.
El ejército del virreinato se componía ordinariamente de
9.919 hombres de tropas veteranas y 22.227 de milicias pro-
vinciales y urbanas. Venegas dio órdenes inmediatamente al
brigadier don Félix María Calleja del Rey que estaba en San
Luis Potosí, para que reuniendo todas sus tropas marclmru
en persecución de los insurrectos, mientras que en Mí^xica
formaba violentamente nuevas tropas y se situaba en Quero-
taro con un cuerpo de ejército el coronel don Manuel de Flon
conde de la Cadena éintendentede la provincia de Puebla. El
Virrey publicó también unbando en 27 de septiembre ofre-
ciendo la suma de diez mil pesos por cada una de las cabe-
zas de Hidalgo, Allende y Aldama, sin comprende]- qut*
jamás será lícito á nadie valerse del crimen y estimularlo
para conseguir un fin cualquiera.
A la vez el Sr. D. Manuel Abad y Queipo, obispo electo
de Michoacan, publicó un edicto el 24 de septiembre,
excomulgando nominalmente al señor Hidalgo y amena-
zando con igual pena ipso fado incurrenda á todos los
que lo siguieran .Tanto por la forma irregular de la excomu-
nión, como por no estar consagrado Abad y Que¡pü, se
i^m^
326 PÉREZ VERDÍA
suscitaron dudas acerca de su validez, por lo cual el señor
arzobispo de México D. Francisco Lizana lanzó otro edicto
con fecha 11 de octubre, no sólo sosteniendo lo hecho,
sino ampliando la excomunión á los que dudasen de la
^ralidez del de Valladolid. Entonces el señor don Manuel
Ignacio González del Campillo, obispo de Puebla, extendió
la pena á los que escribiesen en favor de la independencia ;
el señor don Antonio Bergoza y Jordán, obispo de Oaxaca,
promulgó otro edicto más duro y lleno de absurdos, y el
señor don Juan Cruz Ruiz de Cabanas en 24 de octubre
adoptólas mismas censuras « contra cuantos han admitido
ó admitieren, aconsejado ó aconsejaren, aprobado ó apro-
baren, auxiliado ó auxiliaren, promovido ó promovieren,
recibido ó recibieren la correspondencia, sedición y se-
ducción de esos protervos ; contra el cura Hidalgo, sus
aliados Allende, Aldama y Abasólo, sus compañeros y
secuaces y cuantos de cualquiera suerte voluntariamente
aprueben, auxilien ó favorezcan sus proclamas, planes, opi-
niones y designios ». La inquisición por su parte hizo lo
mismo por su edicto de 13 de octubre; tomando de este
modo el alto clero una indebida participación en las cues-
tiones políticas que sólo sirvió para desprestigiarlo y apar-
tarlo de su alto ministerio.
El señor Hidalgo contestó á tan injustas censuras en un
manifiesto en el cual decía : « Abrid los ojos, americanos;
no os dejéis seducir de nuestros enemigos... ¿Creéis acaso
que no puede ser verdadero católico el que no esté sujeto
al déspota español? ¿De dónde nos ha venido este nuevo
dogma, este nuevo artículo de fe? Abrid los ojos, vuelvo á
decir... no escuchéis las seductoras voces de nuestros ene-
migos que bajo el velo de la religión y de la amistad os
quieren hacer víctima de su insaciable codicia. » ¡ Y el pue-
blo con la conciencia de su derecho cerró los oídos á las
amenazas injustas y siguió sin vacilar la bandera de la
independencia !
.^
HISTORIA DE MÉXICO 327
De Guanajuato salió el 10 de octubre Hidalgo para Valla-
dolid, adonde llegó el día 17 sin que se le hiciera la menor
resistencia contando ya con una chusma de cerca de veinte
mil hombres, habiéndosele incorporado el regimiento de
Pátzcuaro y el de infantería de ValladoHd. Como de allí
habían partido las primeras censuras eclesiásticas contra
los independientes, lo primero que hizo el caudillo insur-
gente después de llegado fué procurar que se le levan-
tara la excomunión como en efecto lo hizo el señor gober-
nador de la mitra arcediano don Mariano Éscandón, Conde
de Sierra Gorda. Logrado su deseo, hizo publicar luego
con fecha 19 de octubre al intendente don José María An-
zorena un decreto aboliendo la esclavitud y el pago del
tributo, odioso impuesto que pesaba únicamente sobre la
clase indígena. Este solo decreto bastaría para inmortali-
zar el nombre del cura de Dolores y para legitimar la revo-
lución.
Después de esto y de haber tomado del Cabildo cuatro-
cientos mil pesos, emprendió su marcha sobre México con
aquella numerosísima chusma, que sin ninguna organiza-
ción ni disciplina, sin armas ni jefes, era más bien un ele-
mento de desorden que podría poner en peligro en todas
partes el triunfo de la causa que defendía.
Grandísimo fué el espanto que reinó en la capital cuando
se supo la aproximación de los insurgentes ; Venegas reiteró
sus órdenes á Calleja para que corriera en su auxilio y
entre tanto mandó á contenerlos un escogido cuerpo de tro-
pas de poco más de tres mil hombres de las tres armas á
las órdenes del Brigadier D. Torcuato Trujillo, que iba
retrocediendo según avanzaba Hidalgo, hasta fortificarse
en el Monte de las Cruces á seis leguas de México.
E130 de octubre se avistaron ambos ejércitos, y habiendo
mandado el cura un parlamentario, le hicieron fuego los
realistas violando así las leyes de la guerra. En esta
vez el General Allende fué encargado del mando del ejér-
328 PÉREZ VERDÍA
cito, quien eliminó del combate átoda la chusma, por creer
que sólo serviría de blanco al enemigo y para introducir
el desorden y confusión délas filas ; pero quejosos de aquel
pretendido desaire ocurrieron al generalísimo que por no
disgutarlos les dio parte en la batalla que empezó á la&
once del día. La artillería realista hacíaestragos horribles
en las filas insurgentes y después de una reñida batalla
empezaban ya á desordenarse, cuando el arrojo délos pocoa
soldados de Allende, sobreponiéndose á la superioridad de
las armas, venció completamente.
Después de triunfo tan completo pudo Hidalgo apode-
rarse de México, pero permaneció acampado en el Monte
hasta el 2 de noviembre que emprendió su retirada para
Querétaro, sin que se sepa cuál fué la causa de tan impo-
lítica contramarcha ; pues aunque él mismo la exphca en
una circular dada en Celayaell3 de noviembre, por la falta
de pólvora y municiones, que se le habían agotado en el
combate de las Cruces, no parece fundada para desperdi-
ciar semejante oportunidad : quizá más bien se desalentó
por las muchas pérdidas que sufrió en la batalla creyendo
además que la ciudad contaba con elementos muy supe-
riores á los que en realidad tenía (1).
Á su vuelta para Querétaro se encontró inesperada-
mente con Calleja que iba en socorro de México, y el 7 de
noviembre se trabó nuevo combate en San Jerónimo
Acúleo, quedando enteramente derrotado el ejército insur-
gente que perdió los cañones que le había quitado á
Trujillo y otros doce, con todo el parque y muchas armas.
De allí siguió Allende para Guanajuato é Hidalgo por
(1) En la se^junda guerra pVín i ca Aníbal, después de atravesar los Piri-
neos y los Alpes y haber derrotado á Publio Escipión en el Tesino, á
Sempronio en Trebia, á F lamín io en el Trasimeno y á Vsmrón en Cannes,
se retiró á Gapua, donde aunque no permaneció inactivo, perdió la opor-
tunidad de haberse apoderado de Roma y vencer A la República, por lo
que Maharbal le dijo aquellas célebres palabras : « Sabes vencer, Aníbal^
pero no sabes aprovecharte de la victoria. »
lB?T'!íl^"V4f i JíU II i I './'-."«■iWfP^H» IV* "■■' M. U4 1 1 .
HISTORIA DE MÉXICO 329
Celaya cortó para Valladolid adonde llegó con poca gente.
Pero la revolución cundió con rapidez por todas partes.
Don José Antonio Torres que tomó las armas desde los
sucesos de Guanajuato había hecho la guerra en el sur de
la Nueva Galicia, cuya provincia gobernada por el presi-
dente don Roque Abarca estaba sobre las armas, de suerte
que cuando aquel jefe insurgente se aproximó áZacoalco,
salió de Guadalajara el día 1.^ de noviembre á perseguirlo
un cuerpo de tropas mandado por el Teniente coronel don
Tomás Ignacio Villaseñor, mayorazgo de Huojotitlán (tío
del autor) y compuesto de dos compañías de jóvenes vo-
luntarios, tres de Tepic, los regimientos de la Corona y
Nueva Galicia con las tropas milicianas de Colollán y de
Colima. El domingo 4 de noviembre se dio la batalla en
las playas de Zacoalco, quedando derrotado y prisionero el
jefe realista, con lo que se desmoralizaron tanto en Gua-
dalajara que la abandonaron el obispo y los oidores,
saliendo para San Blas, por lo que entró en ella el señor
Torres con el mayor orden el día 11 avisando luego á
Hidalgo y á Allende é invitándolos á venir á ella.
Antes de salir de Valladolid fueron asesinados cuarenta
y un españoles en la barranca de las Bateas en la noche
del 13, y en la del 18 sufrieron igual suerte, en el cerro
del Molcajete, otros diez y ocho ; estas matanzas de espa-
ñoles inocentes é inermes son un borrón en la memoria
del padre de la independencia mexicana.
Inmenso indujo ejerció en la revolución el triunfo del mo-
desto Torres y la toma de Guadalajara, pues así se pudie-
ron remediar las pérdidas de Acúleo y hacerse de cuantiosos
elementos.
El día 26 hizo Hidalgo su entrada en la capital de la
Nueva Galicia, ocupándose luego en organizar su gobierno,
estableciendo dos ministerios, uno llamado de Gracia y
Justicia, á cargo del Hcenciado don José María Chico, y el
otro Secretaria de Estado y del despacho, servido por el
330 PÉREZ VKRDÍA
Licenciado D. Ignacio López Rayón. El 6 de diciembre
de 1810 promulgó un decreto aboliendo en todo el país la
esclavitud bajo severísimas penas y suprimiendo el tributo,
como se había hecho en Valladolid, manifestando con eso
sus buenos sentimientos y su amor á la libertad del
hombre ; comisionó á D. Pascasio Ruiz de Letona para
que fuera á Estados Unidos á procurar auxilios y elemen-
tos de guerra y trató de organizar su gobierno, de genera-
lizar la insurrección y de disciplinar las masas.
Allende se había quedado en Guanajuato, en cuya ciudad
se hizo fuerte contra Calleja que se presentó á atacarlo;
pero además de que un ejército no se improvisa y carecía de
cañones y elementos de guerra, el Alférez real D. Fernando
Pérez de Marañón mantenía secretas comunicaciones cou
el enemigo á quien reveló la situación y el número de
defensores con todo lo que más le convenía saber.
El día 25 de noviembre se presentó el jefe realista frente
á la plaza, y habiendo dado un asalto el conde de la Ca-
dena, se hizo dueño de los puntos fortificados después de
sostener por algún rato un reñido combate en el que por
ambas partes se peleó con valor.
En la tarde quedó abandonada la ciudad y mientras
entraban los realistas, el populacho á pretexto de indigna-
ción por los destrozos que había hecho Calleja, trató de
tomar venganza, á cuyo efecto forzando las puertas de la
albóndiga donde estaban presos doscientos cuarenta y
nueve españoles, asesinó á ciento treinta y ocho de la
manera más vil y cobarde.
Al siguiente día irritado Calleja por tan atroz crimen, al
entrar en la ciudad hizo tocar á degüello, asesinando de
esta suerte á todos los que encontraban desde Valenciana
hasta el barrio de San Roque en que por instancias del
religioso dieguino fray José María de Relanzarán, que
años más tarde fué obispo de Nuevo León, se suspendió
tan inicuo procedimiento. ¡ De esta suerte un crimen se
HISTORIA DE MÉXICO 331
quería castigar con otro crimen y la infeliz población era
víctima de los furores de ambos combatientes !
Muchas personas pacíficas que habían salido de sus casas
á presenciar la entrada del ejército fueron sacrificadas sin
detenerse allí el furor de los realistas : aprehendidos innu-
merables paisanos de la plebe á quienes se supuso autores
de los asesinatos de Granaditas, el lunes 2G fueron diez-
mados doscientos hombres fusilándose ademíÍ3 á D. Fran-
cisco Gómez, que había fungido Je intendente, á don
Rafael Dávalos, director de la fundición de cañones, A
don José Ordóñez, don Mariano Ricochea, don Rafael Ve-
negas y otros, que habrían podido huir, pero que confiados
en un bando de indulto que Calleja lii^o publirar la víspera
de su entrada, se quedaron en la ciudad. El día 27 vol-
vieron á diezmarse los ciento ochenta quo liabíttn quedado
de los presos, fusilando después á D. Casimiro Chovel,
insigne matemático, y á otros muchos acusados de haber
pertenecido á los insurgentes; asesinatos que hicieron
con justicia aborrecible la memoria de los sanguinarios
jefes Calleja y Flon.
Allende partió para Zacatecas, cuya plaza había ocupado
por capitulación en fines de octubre el insurgente D- Ra-
fael Iriarte que por ser un verdadero facineroso había
usado diversos nombres llamándose antes iíartínez y Lai-
tón ; pero llamado á Guadalajara, llegó A esa ciudad el
12 de diciembre. Al día siguiente dispuso Hidalgo fueran
asesinados los españoles que tenía presos en los edificios
que hoy ocupan el Liceo de Varones y la Escuela de
Medicina; al efecto en diversas píirlidas de veinte á treinta
fueron sacados á las barrancas de Belén y al cerro do San
Martín y degollados por el verdugo Aguslíii Marroquín,
pereciendo así cosa de doscientos. Sin tener este crimen
excusa alguna, habría manchado á la revolución si hubiera
entrado en sus planes; pero semejantes asesinatos no
fueron acordados por los jefes ni entraron para nada en
332 PÉREZ VERDÍA
los planes de independencia, y por eso el cura Hidalgo en
sus declaraciones, se confiesa único responsable de ellos,
sin inculpar á nadie reconociendo la inocencia de las víc-
timas y manifestando que sólo por una débil y punible con-
descendencia con la muchedumbre se prestó á ese crimen;
de este modo, el referido suceso viene á ser uno de tantos
accidentes criminales y lamentables de toda revolución.
Victoriosos los realistas en Guanajuato, acordaron marchar
contra Hidalgo para combatir el grupo principal de la in-
surrección, y al efecto dispuso er Virrey que Calleja con
el ejército del centro. Cordero con el del Norte y el Bri-
gadier D. José de la Cruz con dos mil hombres que sa-
caría de Valladolid cuya ciudad había ocupado desde el
28 de diciembre, marcharan unidos sobre Guadalajara.
Cuando los insurgentes se apercibieron del movimiento
de su enemigo, trataron en consejo de guerra su plan de
campaña : Hidalgo propuso salir al puente grande á encon-
trarlo, á lo que se opuso Allende por tener poca confianza
en sus numerosas é indisciplinadas chusmas en un combate
campal; pero habiendo prevalecido la opinión del Gene-
ralísimo, salieron de Guadalajara á las doce del día 14 de
enero de 1811, llegando al puente de Calderón que dista
doce leguas, el día 16.
Del grueso de los 30.000 hombres que aproximadamente
formaban el ejército de Hidalgo, se ocupó Abasólo en or-
ganizar algunas tropas, lof^rando apenas formar siete ba-
tallones de infantería, seis escuadrones de caballería y dos
compañías de artillería, todo con 3.400 hombres armados
i'inicamente con mil doscientos fusiles, de los que muchos
eran recompuestos y casi inservibles y sin otros oficiales
instruidos que los pocos de los regimientos de la Reina y
de Celaya. El reslo era una chusma casi bárbara, semi-
desnuda y sin más armas que algunos instrumentos de
labranza como garrochas, ó garrotes, hondas, pequeños
machotes de fierro enmohecido, arcos y flechas. No tenían
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HISTORIA DE MÉXICO 333
banderas reconocidas, sino que cada grupo formaba las
suyas de diversas formas y colores, á cuyo alrededor se
reunían y marchaban en confusión siguiendo sus tambores
ó bien las chirimías que se habían trocado en bélicas
trompas, siendo que antes sólo servían para anunciar en sus
pueblos las íiestas religiosas. No estaban mejor equipados
ni disciplinados los soldados de caballería, pues los ofi-
ciales con su calzonera do cuero abierta hasta la rodilla,
los soldados en calzón blanco remangado, en mangas de
camisa y sin zapatos, iban armados con algunos sables,
lanzas, y la mayor parte sólo con lazos. Tampoco se
hallaba más bien preparada la artillería, que, aunque for-
mada por 94 cañones, de los cuales 44 eran de calibre
de 3/4 á 12 de los que había mandado el cura Mercado
del real apostadero de San Blas, y los otros con calibre de
2" á 24 eran en su mayor parte de madera con cinchos de
fierro, y á pesar de que en ellos cifraban su esperanza
de triunfo los insurgentes, no prestaban grandes garantías,
pues de los 94 unos cuantos tenían cureñas, hallándose los
demás montados en carretas y en carros, que necesaria-
mente hacían imposible la puntería (1).
(1) Mucho so ha ponderado el ni'imero del ejército independiente ([ue
lihró la batalla de Calderón, fijándolo en cien mil los señores Orozco y
Berra y Atamán y en noventa y tres mil el doctor Mora, don Julio Zarate
y otros historiadores á quienes no puede tacharse de enemigos de esa
causa para suponer que al aumentar el número lo hacían para darle
mayor importancia al triunfo. Calleja y los citados escritores aseguran
que solo la caballería de Hidalgo se componía de 20.000 soldados, mas no
obstante el respeto que se merecen autoridades tan competentes, no
puedo menos de disentir de su opinión, fijando un número excesivamente
menor.
Está publicado en la inapreciable Colección de Documentos para la hs-
tona de la guerra de Independencia áe\ señor D. Juan Hernández y Üávalos,
una noticia que dio Guadalupe Marín del estado en qiu» se encontraba
Guadalajara, en principios de enero de i8ll tom. 11, pág. 230), la cual
por provenir de un testigo presencial examinado en aquellos mismos días,
merece bastante crédito y en ella afirma que « procuró saber el número
de la gente de á caballo con lanzas, y en opiniones saco por consecuencia
\
334 PÉREZ VERDÍA
El ejército realista no pudo incorporarse como estaba
de 5 á 6 mil hombres poco más ó menos, y de á pie como 30.000, pero
éstos se componen de lanceros, garroteros, honderos, inclusives 6.000
flecheros «. Asegura que el domingo 30 de diciembre en la tarde, pasó
Hidalgo en el llano de San Pedro una especie de revista que presenció el
testigo, por lo cual tuvo ocasión de ver las tropas y poder calcular su
número siquiera fuese aproximadamente, siendo de advertir que cual-
quier error tendría que ser aumentando el número y no disminuyéndolo,
pues es notorio que se calcula siempre de más, cuando se trata de contar
una muchedumbre. Esa declaración que está confirmada por lo que hace
á la artillería insurgente por todas las relaciones de aquella jornada,
pues dice que en palacio había 100 cañones, como en efecto los había, lo
que es un dato más, para tenerla por verídica, me ha sido corroborada
por las noticias que he podido recoger de personas que se encontraron en
esta ^ciudad, por aquellos días, por todo lo cu6d no vacilo en adoptarla
como cierta, con tanta más razón cuanto que esas otras cifras 93 ó 100.000
guerreros, no resisten el crisol de la crítica. En efecto, la ciudad actual ,
de Guadalajara ha aumentado casi el doble de la extensión y de la po-
blación que tenía en 1810, y han quedado para cuarteles espaciosos
edificios que entonces estaban ocupados por los conventos de San Juan de
Dios, San Francisco, Santa María de Gracia, Capuchinas, Jesús María y el
Carmen, á pesar de todo lo cual, hoy no sería posible alojar á 100,000 sol-
dados, mayormente si entre ellos se contasen 20.000 de caballería. Si á
esta consideración se agrega la dificultad de conseguir forrajes para
20.000 caballos y víveres para 100.000 hombres cuando la población apenas
llegaba á 35.000 habitantes, se tendrá como un hecho que no llegó á con-
tarse tan numeroso ejército.
Hay que considerar por último que, como dice muy bien el padre
Mier en la historia que escribió bajo el seudónimo de José de Guerra,
« se ha demostrado por una exacta estadística de las provii^cias que al
principio abrazaron la insurrección, que eran imposibles los millares que
soñaron en el Monte de las Cruces, Acúleo, Guanajuato y Calderón >, y
para justificar su aserto tuvo la paciencia de examinar los partes oficiales
de las acciones de guerra, resultando según ellos, que en sólo 50 Gacetas
de México, de las 150 que se publicaron en los años de 1811 y 1812 se
registran 25.344 insurgentes muertos en el campo de batalla, sin contar
por supuesto aquellos cuyo número no se especifica en muchos parles en
que, no obstante, se refieren horribles carnicerías, mortandades asom-
brosaSf campos sembrados de cadáveres y batallas en que 7io se dio cuartel;
3.556 prisioneros, 607 que expresamente afirman fueron pasados por las
armas y 207 cañones que les fueron quitados. Se comprende ante seme-
jantes datos, la poca fe que merecen todas las cifras' citadas por aquellos
combatientes, que á porfía las exageraban por una y otra parte, ora por
hacer alarde de fuerza y popularidad, los unos, ora para enaltecer, los
otros, la importancia de sus victorias.
HISTORIA DE MÉXICO 335
acordado, porque á Cordero se le desbandaron sus tropas y
Cruz fué detenido en el puerto de Urepetiro cerca de Za-
mora por el insurgente D. Ruperto Mier, que con dos mil
hombres de los que sólo ochenta llevaban fusiles y con
veintinueve cañones, le presentó batalla el día 14 de enero,
sufriendo una completa derrota.
Calleja, ansioso de obtener él solo el triunfo, atacó el
puente de Calderón el 17 de enero con los regimientos de
la Corona, de la Columna, ligero de San Luis y escope-
teros de Sierra Gorda en número de cerca de siete mil
hombres con diez piezas de artillería.
Reñidísimo fué el combate peleándose por amlias parles
con esforzado valor; pero aquella inmensa mut*liejuinbre
que presentaba un blanco seguro á los tiros realistas no
tardó en desbandarse, tanto más que una granada quemó los
carros del parque, cuyo incendio se comunict> al saraUj
que cubría el suelo del que un humo espeso impelido por
el viento azotaba en la cara las huestes indepí'ndientes,
que combatidas ala vez por los certeros tiros déla artillería
realista, se puiseronen fuga.
Numerosas pérdidas tuvo el ejército insurgente, contán-
dose entre las del realista, la del Conde de la Cadena,
vengativo y segundo en jefe de Calleja, que murió en el
alcance al que lo llevaba su valor así como su crueldad y
sed de sangre.
Después de triunfo tan importante, Calleja ocupó á
Guadalajara el día 21 en cuyo mismo día llegó por la tarde
el general Cruz, que salió el 26 con mil hombt e.s y cua-
tro cañones para Tepic á batir al cura D. José María Mer-
cado que se había hecho dueño de aquella ciudad y de San
Blas, habiendo batido en ligera escaramuza cerca de Taray
álos restos de Zea, con lo que se operó una contrarrevolu-
ción en el puerto que hizo perecer desbarrancado al cura
Mercado, quedando así pacificada aquella región de Nueva
Galicia. Cruz volvió bien pronto á Guadalajara haciendo
336 PÉREZ VERDÍA
SU entrada triunfal el 20 de febrero como Presidente de la
Audiencia y Comandante general, cargos que desempeñó
hasta que se consumóla independencia.
Acaecido el desastre de Calderón, Hidalgo con poca
gente partió para Aguascalientes donde se le incorporó
Iriarte, siguiéndolo de cerca hasta unírsele en la hacienda
de Pabellón Allende, Aldama y Abasólo; quienes disgus-
tados de la poca aptitud militar del señor Hidalgo, le hi-
cieron renunciar el mando militar que depositaron en
Allende, dejándole sólo el político. Si esto se hubiera hecho
desde que tuvo lugar el movimiento de Dolores, tal vez se
habría pronto consumado la empresa sin los desórdenes que
se verificaron, pues el patriota párroco no tenía los talentos
militares ni la energía y actividad que su compañero.
De Zacatecas, siguieron en pequeño grupo para el Sal-
tillo con objeto de pasar á los Estados Unidos á adquirir
elementos de guerra y en el camino supieron que el gene-
ral D. Mariano Jiménez, valiente insurgente que prestó
importantes servicios sin mezclarse jamás en los des-
órdenes, que antes de la batalla de Calderón había partido
para el Norte, acababa de derrotar en el puerto del Carnero
al Teniente coronel realista I). Manuel Ochoa el 20 de
enero, lo mismo que á D. Antonio Cordero pocos días des-
pués. En el Saltillo se les presentó el teniente coronel
D. Ignacio Ehzondo, que se había pasado á las filas insur-
gentes, pidiendo ser ascendido á coronel : mas como quería
Allende organizar el ejército le neg:ó el ascenso, por lo que
quedó irritado y ansioso de venganza. A los pocos días se
encontró casualmente con el Obispo de Monterrey D. Primo
Feliciano Marín que iba á fugarse huyendo de los inde-
pendientes y habiéndole manifestado su resentimiento, el
Obispo lo indujo para que abandonase sus banderas y vol-
viese á la obediencia del gobierno ; naciendo de aquella
entrevista el traidor é infame proyecto de apoderarse de
los caudillos de la revolución.
^í^rwí'i^uPí'. A■J■Mw^■*>H■-^■^^.'i^!»'•^l^A -T
HISTORIA DE MÉXICO 337
Éstos, después de haberse negado á indultarse, contes-
tando al General Cruz que les ofreció esa gracia, « el indulta
es para los crimínales y no para los defensores de la pa-
tria)»^ dando así pruebas de su patriotismo en circunstan-
cias tan difíciles, iban para Monclova, cuando el 21 de
marzo de i8il, fueron alevosamente aprehendidos por
Elizondo en Acatita de Bajan. Conducidos primero á
Monclova y luego á Chihuahua, se les sometió á proceso
militar, y sin oírlos en defensa, fueron condenados á .
muerte. Al Cura Hidalgo después de haberlo degradado de
su carácter sacerdotal, se le fusiló el día 30 de julio de 1811
á las siete de la mañana en su misma prisión ; á Allende, Al-
dama y Jiménez el día 26 del mismo mes, y en diferentes días
á más de treinta caudillos, entre quienes se contaron Ca-
margo, Lanzagorta, Santos Villa, Zapata, Chico y D. Ma-
riano Hidalgo. Las cabezas deHidalgo (1), Allende y Aldama
fueron llevadas á Guanajuato, y puestas en garfios de fierra
en la albóndiga de Granadilas con una infamante inscrip-
ción^ permanecieron allí hasta el año de 1821.
El señor Hidalgo « era de mediana estatura, cargado de
espaldas, de color moreno y ojos verdes y vivos ; tenía la
cabeza algo caída sobre el pecho, estaba bastante cano y
calvo, pero vigoroso aunque no activo ni pronto en sus
movimientos ; de pocas palabras en el trato común, pero
animado cuando argumentaba á estilo de colegio ; usaba
capote de paña negro, sombrero redondo y bastón grande, y
componían su vestido el calzón corto, chupa y chaqueta de
/
(1) Después (le haber recibido la muerte el Gura Hidalgo con extraordi-
nario valor, su cuerpo destrozado por las bedas fué tendido en una tabla
y puesto en expectación pública; más tarde el general D. Nemesio Sal-
cedo dijo á un tarahumar : « Corta la cabeza de ese reo ». Por lo que en
su presencia y con un sable muy cortante de un solo tajo la separó del
tronco ; visto lo cual por aquel jefe le dio al bárbaro ejecutor veinticinco
pesos de gala. Este hecho fué referido á mi padre por el testigo presen»
cial Juan Vicente García, muerto en 1859 de ochenta y seis aíios de
edad.
22
:338 PÉRBZ VERDÍA
un género que venía de' la India y se llamaba rompe-
coche ». Su cuerpo fué sepultado en la Tercera Orden de
San Francisco de Chihuahua hasta 1823 en que solemne-
mente se le enterró en la catedral de México.
CAPITULO III
-Gloriosa retirada de Rayón de Sa illo á Zacatecas. ~ Su marcha para
Michoacán. — Junta de Zitácuaro. — £1 señor cura D. José María
Morelos. — Sus campañas. — Célebre sitio de Cuantía. — Sitio de Hua-
]uapán. — Derrotas de Chiapa y Aculcingo. — Rápida expedición de
Morelos sobre Oaxaca. — El señor D. Félix María Calleja. — Se esta-
blece el congreso insurgente en Chilpancingo. — Declaración de la inde-
pendencia de México. — Derrota de Valladolid. — Derrota y pnsión de
Morelos en Tesmalaca. — Su proceso y su muerte.
Don Ignacio López Rayón quedó nombrado jefe de la
revolución por los primeros caudillos y en Saltillo recibió
la noticia de los sucesos d^ Bajan, que lo obligaron á reti-
rarse el 26 de marzo con poco más de tres mil hombres man-
dados por D.José Antonio Torres, D. Juan Pablo Anaya,
D. Víctor Rosales, Ponce y Villalongín, con dirección á
Zacatecas. Hizo fusilar en el camino á D. Rafael Iriarte
por sospechas de traición y el i .*^ de abril fué atacado en
« los Piñones » por el jefe realista Ochoa á quien derrotó
y quitó su artillería, gracias al valor y empuje de Torres.
Moralizada la tropa insurgente con aquel triunfo siguió su
camino, batiendo pocos días después á D. Juan Zambrano
en el Grillo, apoderándose de sus cañones, de quinientas
barras de plata y de otros muchos elementos de guerra,
por lo que la ciudad de Zacatecas les abrió sus puertas,
con lo que comprendió el partido realista que se había en-
gañado al suponer que con el fusilamiento de los prime-
HISTORIA DE MÉXICO 339
ros patriotas había concluido la revolución : los hombres
mueren, pero las ideas viven.
Cuando supo Calleja la pérdida de Zacatecas al punto
partió á recuperarla ; Rayón sin atreverse á esperarlo
partió para Pátzcuaro ; pero en el camino fué alcanzado y
derrotado el 3 de mayo por Emparan en « el Maguey »,
aunque repuesto después, por haber obtenido por medio
del valiente Torres los triunfos déla « Tinaja ?> y del ce Za-
pote » el 24 y 27 del mismo mes sobre las tropas de
Linares y Robledo, atacó el día 30 á Vallad oüd, de donde
fué rechazado.
El 22 de junio venció á su vez Rayón á Emparan frente
á Zitácuaro y el 19 de agosto organizó en aquella ciudad
de las montañas deMichoacán, la célebre Junta de gobierno
formada de los señores Rayón, Liceaga, Veril uzeo y Yarza,
destinada á servir de centro á los trabajos reví)lucionarios,
por lo que su establecimiento vino á marcar un adelanto
en la empresa, supuesto que se trataba ya de formar un
gobierno independiente que pudiera sobrevivir á cualquiera
emergencia de la guerra.
Mientras estos sucesos se verificaban 6 innumerables
guerrillas hostilizaban por todas partes ton diferente éxito
al gobierno español, el Cura D. José María Morolos se
hacía notar por sus campañas. Nació este benemérito pa-
triota en Valladolid el 30 de septiembre de 17íii>, slendíi
sus padres D. Manuel Mo reíos y Da. Juuna Pavón, y lia-
hiendo perdido á su padre* cuando aun era muy joven,
quedó sin recursos para emprender la carrera eclesiástica
á que le inclinaba su vocación, por lo que se dedicó á la
arriería con una recua que tenía su tío don Felipe, hasta
la edad de veinticinco años, en que por fin entró á estu-
diar en calidad de capense al colegio de San Nieolíls, del
que á la sazón era rector el señor Hidalgo. Sustentó un
acto muy lucido de filosofía y haciendo sus estutlios^ con
grande empeño y aprovechamiento, pronto vio realizados
• '- T7Í
340 PÉREZ VERDÍA.
SUS deseos, obteniendo las sagradas órdenes. Sirvió interi-
namente los curatos de Churumuco y de la Huacana, hasta
que por oposición obtuvo en propiedad el curato de Cara-
cuaro y Nucupétaro, cuyo beneficio eclesiástico disfrutaba
cuando ocurrieron los acontecimientos de Dolores, que lo
entusiasmaron tanto, que en el mes de octubre de 1810 se
le presentó al cura Hidalgo en el pueblo de Charo, obte-
niendo de este caudillo el encargo de expedicionar por las
cortas del Sur y levantar tropas, recomendándole mujr
especialmente procurase apoderarse del puerto de Acá-
pulco.
Con estas instrucciones se lanzó á la revolución dirigién-
dose á Carácuaro con sólo dos criados, una escopeta y dos
pistolas de arzón ; allí reunió veinticinco hombres y siguió
por Churumuco para Cuahuayutla donde se le incorporó
D. Rafael Valdovinos con alguna gente, siguiendo para
Zacatula y de allí para Tecpán donde se le unieron los
hermanos D. Juan, D. José y D. Hermenegildo Galeana,
contando ya con cerca de tres mil hombres. El 9 de no-
viembre se apoderó del cerro del Veladero, cerca de Acá-
pulco, en donde dejó setecientos hombres alas órdenes de
Valdovinos, contra quien mandó luego Carreño, goberna-
dor del puerto, una columna de cuatrocientos soldados,
mandados por don Luis Calatayud, trabándose luego um
combate curioso, pues azorados ambos combatientes echa-
ron á correr; pero más afortunados los insurgentes tu-
vieron noticia de la huida de los realistas, volvieron y se*
aprovecharon de la victoria. Con esto aumentó Morolos su
ejército, empezando yaá llamar la atención, por lo que el
Virrey mandó á batirlo al capitán don Francisco Paris, que
después de haber derrotado á Valdovinos el 1.** de diciem-^
bre, fué á su vez derrotado por Ávila en el punto de la Sá-
bana, de donde tuvo que retirarse hasta Tres Palos.
Trabó entonces el cura relaciones con el capitán realista
Tabares que el 15 de enero de 1811 al presentar Paris
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' i" V '
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HISTORIA DE MÉXICO 341
Duevo combate se le pasó con su compañía, haciendo que
sufriera una completa derrota aquel realista, que logró
apenas escapar y siguió hostilizándolo hasta que fué hecho
prisionero más tarde y fusilado por haber dado muerte á
un parlamentario que le había enviado Valdovinos.
Púsose entonces el teniente de Hidalgo on relación con
un sargento de artillería de Acapulco, llamado José Gago^
que se comprometió á entregarle la plaza por cierta suma
de la que recibió al punto treíirienLos pesos, y roníiado en
sus promesas avanzó sobre la plaza, sin arütlerí^ ni ele-
mentos ; mas aquel traidor vendió á Morelos que quedó
rechazado. Después de diferentes escaramuzas contra
París, Pareja y Andrade de las que la principal fué la que
.tuvo lugar en los Coyotes el 4 de abril de 181 4, en que fué
derrotado Don Nicolás Cosío que fué por eso depuesto del
mando, abandonó elsitio áe Acapulco el 3 de mayo dejando
fortificado el Veladero y se retiró paraChilpancingo donde
abrazaron su partido los hrrmanos Ü, Leonardo, D, Víc-
tor, D. Miguel y D, Nicolás Bravo. Ocupo luego á Tixtla,
derrotó allí mismo á D. Juan Antonio Fuentes, sucesor de
Cosío, y se apoderó de Chilapa.
Una revolución en el seno mismo de sus tropas vino por
entonces á ocupar la atención de Morelos : en el mes de
abril había enviado al capitán Tabares y al teniente norte-
americano Faro á que dieran parte á Hidalgo de sus
triunfos en el Sur, comisión que desempeñaron cerca del
hcenciado Rayón, que en premio les dio los grados de bri-
gadier al primero y de coronel al segundo ; mas como Mo-
relos no los reconoció por tales^ se disgustaron y provoca-
ron una guerra de castas en los pueblos de la costa. Cuando
supo esto el valiente cura de Carácuaro dio muy acertadas
medidas para atajar aquel mal, y marchando sobre el capi-
tán Mayo que á mano armada defendía aquella bandera^
lo venció y lo hizo fusilar en unión de Tabares y de Faro.
Entretanto la Junta de Zítácuaro había inspirado serios
<fv
342 PÉREZ VERDÍA
recelos al gobierno por lo que trató de ocupar aquella villa,
contra la que se habían ya estrellado los esfuerzos de Em-
parán. Calleja que estaba en Guanajuato, fué encargada
de esta expedición y al efecto después de publicar una pro-
clama en la que siguiendo el vergonzoso é inmoral ejemplo
de Venegas, ofrecía i 0.000 pesos al que entregase á Rayón
vivo ó muerto ó á cualquiera de los miembros de la Junta,
salió para allá en principios de diciembre con una brillante
división. Aunque Zitácuaro se prestaba mucho para ser de-
fendido por su situación, el general Rayón no supo apro-
vechar las ventajas del terreno, de modo que el ejército
del Rey sólo tuvo que vencer las dificultades naturales,
que eran tantas, que tardó ocho días en andar doce leguas,
hasta ponerse el 1.*^ de enero de i8i2 frente á la villa. Al
amanecer el día 2 dio un asalto que en pocas horas lo hizo
dueño de la plaza, pues el jefe insurgente no supo defen-
derla á pesar del valor de sus tropas.
Este triunfo tan fácil fué de inmensa trascendencia,
porque Morelos aprovechando la ventaja que le daba la
concentración de las principales tropas realistas sobre
Zitácuaro, dividió las suyas en cuatro divisiones, de las^
cuales dejó una á las órdenes de Don Ignacio Ayala en el
Veladero, sosteniendo el sitio de la fortaleza de Acapulco;
otra mandada por Don Hermenegildo Galeana debería ayu-
dar á Zitácuaro y ocupar á Toluca ; la tercera bajo el
mando de Don Miguel Bravo estaba destinada á contener
las fuerzas que pudiesen venir por Oaxaca, y él con la
cuarta á sus inmediatas órdenes, amagaría á México y
Puebla. Contaba el general insurgente con que Rayón se
defendería por algún tiempo durante el que podría él des-
arrollar su plan ; pero el desastre ocurrido el 2 de enero lo
hizo fracasar, pues Calleja después de cometer sus acos-
tumbradas carnicerías, y de haber mandado gue la infiel y
criminal villa de Zitácuaro fuese destruida^ incendiada y
arrasaday quedó libre para desbaratar esos proyectos.
HISTOKIA DE MÉXICO 343*
marchó con todas sus tropas en persecución del valiente
Cura quien acababa de obtener triunfos importantes y con-
tinuados : en Chautlade la Sal, derrotó el 5 de diciembre
de i8i2 á un rico hacendado, Don Mateo Musitu, á quien
hizo prisionero y mandó fusilar; se apoderó el día 10 de
Izúcar donde se le reunió el Cura de Jautelolco Don Mariano
Matamoros, que fué desde entonces su brazo dereclio, y
derrotó luego al teniente de fragata Don Miguel Soto que
lo atacó y pereció en la derrota. Galeana á su vez se había
apoderado de Tepecoacuilco y había hecho capitular el 24
de diciembre en Tasco á don Mariano García Ríos, á quien
con sus vencidos oficiales mandó fusilar Morelos, faltaníio
á lo pactado y á los sentimientos del honor, con el pre-
texto frivolo de que Galeana no había podido comprome-
terse á nada sin su aprobación.
El 23 de enero de 1812 venció en Tenancingo al lirig^a-
dier D. Rosendo Porher, y por fin, después de tantos triun-
fos, se resolvió á esperar á Calleja en Cuantía de Amilpas,
que hizo fortificar precipitadamente, concentrándose con
cerca de cuatro mil soldados, que mandaban D. Hermene-
gildo Galeana, los Bravos y Matamoros, quedando el coro-
nel D. Vicente Guerrero en Izilcar.
Venegas destacó sobre Cuantía tres divisiones fuertes
de ocho mil hombres, mandadas por Calleja, Llano y Por-
lier, y el 18 de febrero de 1812 empezaron las operaciones
militares.
Después de un reconocimiento dio el Brigadier un
asalto el 19 en el que después de ocho horas fué recliazado
con tales pérdidas que se resolvió á poner sitio á la plaza,
por no atreverse á exponer en un combate el resultado.
Á fin de ayudar á Calleja, trató Llano de tomar á Izikar
para partir luego á Cuautla; pero Guerrero lo recliazi» en
aquella plaza. ^
Con un valor admirable y peleando día por día seilefen-
dió Morelos, hasta que sin esperanzas de socorro, ni vive-
344 PÉREZ VERDÍA
res, ni elementos de guerra, abandonó la plaza el día 2 de
mayo logrando salvar la mayor parte de sus tropas. De
esta suerte se sostuvo el memorable sitio de Cuautla por
espacio de setenta y tres días contados desde el día del
primer asalto, ó bien sesenta y dos desde que se hizo
la circunvalación, contra ocho mil de los mejores solda-
dos reah'stas, costándole al gobierno la campaña un millón
setecientos doce mil pesos, sin conseguir la destrucción
de aquel grupo de valientes. La Junta de Zitácuaro que se
había • trasladado á Sultepec, felicitó á Morelos por el he-
roico sitio de Cuautla, que en realidad es uno délos hechos
más gloriosos de la larga guerra de independencia.
Á la conclusión del sitio el caudillo del Sur estableció
su cuartel general en Chautla desde donde después de
batir á París y recuperar á Chilapa, partió á auxiliar á
D. Valerio Trujano. Este notable insurgente con menos
de quinientos hombres se sostuvo en Huajuapán contra
más de dos mil que militaban á las órdenes de Regules y
Caldelas, desde el día 10 de abril hasta el 24 de julio. Du-
rante el asedio y careciendo de artillería, con canales de
hoja de lata y truenos de cámaras hizo creer Trujano al
enemigo que la tenía mientras logró fundir con campanas
tres cañones pequeños que cargaba con piedras y con las
balas realistas usadas que lograba recoger, pues carecía
completamente de ellas. ¡ Y para no envidiar á España su
inmortal Guzmán el Bueno en el sitio de Tarifa, Trujano
deja morir á su hijo en el campo délos realistas antes que
dejar abrir brecha en la plaza que defiende su heroica
abnegación !
Por la llegada oportuna de Morelos derrotaron á los
sitiadores obligándolos á levantar el sitio y á retirarse á
Oaxaca con pérdida de 30 cañones, 400 prisioneros y más
de 200 muertos. ^
Á principios de agosto marchó Morelos para Tehuacán,
venciendo luego á D. Juan Labaqui que en su tránsito de
HISTORIA DE MÉXICO 345
Veracruz á Puebla se fortificó en San Agustín del Palmar,
después de lo que atacó á Jalapa el 11 de septiembre sin
haber podido tomarla, pues el coronel Hevia hizo una
obstinada defensa. Á los siete días combatió el caudillo
mexicano en las cercanías de San José de Chiapa con el
Coronel Don Luis del Águila, que logró rechazarlo; pero
exagerando su triunfo pintó al general insurgente entera-
mente destruido, lo que inspiró confianza á los realistas,
que por esta circunstancia fueron sorprendidos en Orizaba
el día 28 del mismo octubre y vencidos después de una
valerosa resistencia. Allí adquirió muchos elementos y
quemó una gran cantidad de tabaco estancado por el
gobierno, y que importaba cerca de catorce millones de
pesos.
Verificóse entretanto un suceso memorable y honrosísimo
para la causa nacional.
El Gobierno había hecho prisionero alGral. D. Leonardo
Bravo, padre del Teniente coronel D. Nicolás, y el Virrey
ofreció que sólo que éste se indultara le concedería la
vida.
Ante aquella exigencia Mo reíos dejó en libertad á su su-
bordinado para someterse, pero él no quiso anteponer sus
sentimientos personales á los sentimientos de la patria, por
lo cual el caudillo del Sur ofreció en canje 800 prisioneros
españoles por D. Leonardo. Venegas no aceptó éhizo dar
garrote vil á aquel patriota, por cuyo motivo Morelos dio
orden á Don Nicolás para que en represalia fusilara á
trescientos prisioneros realistas que había hecho en las
acciones del Palmar y del Puente del Rey. Mas á pesar de
lo terminante de esa orden militar y de la indignación que
le causara el asesinato de su padre, D. Nicolás Bravo
mandó sacar de la capilla á los prisioneros y en presencia
de las tropas les hizo saber que no queriendo imitar la
conducta ruin del Virrey, no sólo les perdonaba la vida,
sino que los dejaba en absoluta libertad. Acto tan notable
346 PÉREZ VERDÍA
. de generosidad es conocido con el nombre <;le « una ven-
ganza insurgente» y ocurrió en septiembre de 1812.
En Drizaba permaneció Morelos hasta el 31 y al siguiente
día fué de nuevo rechazado por Águila en las Cumbres de
Aculcingo; mas con una actividad incansable reorganizó
sus tropas, y aparentando un movimiento sobre Puebla,
partió el 10 con más de cuatro mil hombres y cuarenta
cañones sobre Oaxaca, cuya ciudad defendida por el te-
niente general D. Antonio -González Saravia, cayó en su
poder el 25 de noviembre. Manchó su triunfo con inútiles
6 injustos excesos, pues hizo fusilar á Saravia, á Regules
y otros oBciales y permitió el saqueo de las casas y otros
punibles atentados.
Gran sensación causó en México la toma de Oaxaca, y
cuando el déspota Venegas seguía ocupado en buscar los
medios de vencer aquella rebelión, fué sustituido por el
Sr. D. Félix María Calleja del Rey que tomó posesión el
día 13 de febrero de 1813.
El día 7 del mismo mes salió Morelos de Oaxaca á activar
el sitio de Acapulco, cuyo castillo de San Diego hizo ca-
pitular el 19 de agosto, y notando entonces que no había
un centro de gobierno reconocido, pues en la vasta exten-
sión del territorio cada jefe insurgente obraba con inde-
pendencia de los demás,"trató á todo trance de formar un
Congreso. Á este fin hizo llamar á los miembros de la Junta
de Sultepec, hizo elegir diputados en Oaxaca y otras partes
y él mismo nombró los representantes de los lugares
ocupados por el gobierno español, quedando instalado en
Chilpancingo el 14 de septiembre formado de los Sres. D.
Ignacio L. Rayón, Dr. D.José Sixto Verduzco, D. José
María Liceaga, Lie. D. Carlos María Bustamante, Dr. D.
José María Cos, Lie. D. Andrés Quitana Roo, D. José
María Murguía y Lie. D. José Manuel de Herrera.
Instalado el Congreso, en él entregó Morelos el poder
debilitando así su autoridad en los momentos en que más
HISTORIA DE MÉXICO 347
necesitaba de ella ; pero en cambio daba una prueba de su
patriotismo y organizaba un gobierno independiente. El
primer acto de aquella asamblea fué nombrar al valeroso
Cura capitán general, cuyo cargo no quería admitir, por lo
que fué necesario que se declarase, irrenunciable, deposi-
tando así en el señor Morolos el poder ejecutivo. Enseguida
se ocupó acerca de la declaración de independencia, pro-
mulgando el 6 de noviembre de 1813 un decreto en los
siguientes términos : « El Congreso de Anáhuac, legíti-
mamente instalado en la ciudad de Chilpancingo de la
América Septentrional por las provincias de ella, declara
solemnemente á presencia del señor Dios, arbitro modera-
dor de los imperios y autor de la sociedad, que los da y los
quita según los designios inescrutables de su Providencia,
que por las presentes circunstancias de la Europa, ha
recobrado el ejercicio de su soberanía usurpada; que en
tal concepto, queda rota para siempre jamás y disuelta la
dependencia del trono español : que es arbitro para esta-
blecer las leyes que le convengan, para el mejor arreglo y
felicidad interior; para liacer la guerra y la paz y establecer
alianzas con los monarcas y repúblicas del antiguo conti-
nente, no menos que para celebrar concordatos con el
Sumo Pontífice romano para el régimen de la Iglesia ca-
tólica, apostólica, romana, y mandar embajadores y cón-
sules ; que no profesa ni reconoce otra religión más que
la católica, ni permitirá ni tolerará el uso público ni se-
creto de .otra alguna; que protegerá con todo su poder y
velará sobre la pureza de la fe y de sus dogmas y conserva-
ción de los cuerpos regulares. Declara porreo de alta trai-
ción á todo el que se oponga directa ó indirectamente á su
independencia, ya protegiendo á los europeos opresores,
de obra, palabra ó por escrito ; ya negándose á contribuir
con los gastos, subsidios y pensiones para continuar la
guerra, hasta que su independencia sea reconocida por las
naciones extranjeras: reservándose el Congreso presentar
348 ¿ÉREZ VERDÍ.V
á ellas, por medio de una nota ministerial, que circulará
por todos los gabinetes, el manifiesto de sus quejas y
justicia de esta resolución, reconocida ya por la Europa
misma. »
Continuó Morelos sus heroicas campañas y salió sobre
Valladolid á cuya 'plaza se presentó el 23 de diciembre ;
mas habiendo sido oportunamente reforzada la guarni-
ción, resistieron Llano é Iturbide el asalto de Galeana, Mata-
moros y Bravo, hasta ponerlos en fuga con grandes pér-
didas. Al día siguiente salió D. Agustín de Iturbide de la
plaza en persecución de los insurgentes, alcanzándolos al
anochecer y trabando un combate en el cual por la obscu-
ridad de la noche y la desgracia, se batieron sin recono-
cerse unos independientes con otros, destrozándose así
completamente.
Entonces se dirigió Morelos á Chupio donde aguardó el
ataque de Llano é Iturbide que lo perseguían, siendo de
nuevo derrotado el 5 de enero de 1814 en Puruarán donde
cayó prisionero el denodado patriota Cura Matamoros, que
conducido á Valladolid fué fusilado el 3 de febrero.
La estrella del Capitán general se había eclipsado ; las
derrotas se sucedieron sin interrupción y los desaciertos
de sus medidas las provocaban : por la muerte del valiente
Matamoros nombró sü segundo al Lie. D.Juan N. Rosains
cuyo nombramiento disgustó á Galeana y se retifó para
Acapulco en donde hizo fusilar á muchos prisioneros en
represalia de la muerte del señor Matamoros. La fortaleza
estaba sin los elementos necesarios para defenderse, así
fué que al acercarse Armijo con buenas tropas realistas,
se desmanteló y fué abandonada; Oaxaca fué también
ocupada por los soldados del Rey'el día 29 de marzo á Jas
órdenes del Coronel D. Melchor Alvarez.
En el mes de mayo de 1814 se supo en México la vuelta
á España (!o Fernando VII el 22 de marzo, que alentó y
llenó de esperanzas á los realistas, como si se pudiera de-
HISTORIA DE MÉXICO 349
tener el progreso de las ideas de independencia, y el 5 de
agosto recibió el Virrey el decreto de 4 de mayo en que
se derogaba la constitución que habían promulgado las
Cortes de Cádiz en 1812 (1).
El Congreso tuvo entonces que huir constantemente
de un lugar á otro, en cuya peregrinación sufrieron sus
defensores mil derrotas; Galeanu inurio en la batalla que
le dio el comandante Avilez cerca de Coyuca elá7 de junio.
De Uruapán se trasladó el Congieso ú Apatzlngán donde
promulgó una constitución poh'tica el 22 de octubre.
de 1814.
Por fin el Congreso acordó trasladarse á Tehuacán^ á
cuyo fin salió de Uruapán el 29 de septiembre de 1815;
pero sabiendo el Virrey la marcha omprendida, puso dife-
rentes tropas en movimiento, por lo que el 3 de noviem-
bre se vio acometido por el Coronel D, Manuel de la
Concha; mas Morelos por tal de salvar al Congreso dán-
dole tiempo de huir, presentó batalla en las lomas conti-
guas á Tesmalaca donde fué enteramente derrotado.
Trataba de huir entre las breñas el valiente Cura de Cani-
cuaro, cuando fué hecho prisionero por Matías Carranco,
antiguo soldado suyo; fué llevado i:on inmensa alegría
á México adonde llegó el 22. En su desgracia no loabím-
(1) Entre tanto que el noble y altivo pueblo espafiol defendía su Inde-
pendencia derramando su sangre en Madrid, Bailen, ZarngüKíj, liorona y
Cádiz, el abyecto Femando Vil se arrastraba a loa pÍL^s de Napoleón á
quien llamaba su augusto soberano comprometiendo la djf^mdad nacio-
nal, y le pedía ya un mando en sus ejércitos, ya una princesa do su
familia por esposa, ya el título de príncipe fra-vcéS- Mas la batallado
Vitoria dada en 1813, á la vez que la coalición contra el Emperador que
acabó por arrojarlo de la Francia, hizo que se restabletiora Fernando en
el trono de sus abuelos, dando principio a hu itünado con abolirías insti-
tuciones bajo cuya influenciase había hecho la ^^uerrade independcnaia,
persiguiendo con crueldad á todos los liberales^ establi^ciendo la más
odiosa tiranía y haciendo que se paralizara lodo proji^reso ; cerrando ateneas
y abriendo escuelas de tauromaquia, fué ono de los máa grandes respon-
sables del atraso de España.
^
350 PÉREZ VERDÍA
donó su valor y serenidad: preguntándole el jefe Villasana
qué habría hecho con él y demás oficiales realistas si los
hubiese aprehendido, contestóle que les habría dado dos
horas para prepararse y los habría fusilado, y al llegar á
Tepecoacuilco oyendo repique» de campanas y cohetes, le
dijo á Concha : « Cómo se conoce que vengo yo aquí. Ya
he sabido de estos gustos. »
Dos causas se le formaron : una por el gobierno militar
y otra por la inquisición y habiendo sido condenado á
muerte, después de ser degradado fué fusilado en San
Cristóbal Ecatepec el 22 de diciembre de 1815 á las tres de
la tarde.
« Morelos era de cuerpo pequeño, lleno de carnes, el
rostro algo moreno, los ojos oscuros, la ceja muy poblada
y unida. Su aspecto era grave, tal vez sañudo; impasible
en todos los lances de su vida, no revelaba los afectos de
su 6dma ni cambiaba siquiera de color ; su mirada era
viva y profunda. Era de carácter modesto y de gran pene-
tración. Astuto, reservado, no confiaba jamás sus planes y
sus mismos tenientes los ignoraban hasta el momento de
la ejecución. »
CAPÍTULO IV
Disolución del Congreso en Tehuacán. — Continúa la guerra de indepen-
dencia. — Don Juan Ruiz de Apodaca. — Defensa de la isla de Mexcala.
— Primer sitio de Cóporo. — Don Francisco Javier Mina. — Su marcha
para el interior. — Sus extraordinarias victorias. — Heroica defensa de
Sarda en Soto la Marina. — Sitio del fuerte del Sombrero y del de los
Remedios. — Asalto en el Venadito. — Es hecho prisionero Mina y fu-
silado.
Rudo golpe sufrió la causa revolucionaría con la muerte
<iel Sr. Morelos, pues careciendo de un jefe reconocido,
HISTORU DE MÉXICO 35i
se suscitaron mil rivalidades entre los principales gene-
rales y quedó entonces la causa independiente reducida á
los esfuerzos particulares y aislados de los jefes.
En el mismo mes de diciembre disolvió Terán^el Con-
greso en Tehuacán, sustituyéndolo con un Directorio eje-
cutivo formado de él mismo y de los licenciados IK Ignacio
Alas y Cumplido, pero que no era obedecido sino por las
tropas que militaban á sus inmediatas órdenes, pues los
demás caudillos vieron con profundo disgusto aqutU aten-
tado que no tuvo otra causa que la ambición de Teran.
¡ Pasión funesta que quitaba á la causa nacional ei centro
de unión y sembraba la discordia entre los mismos i níí ur-
gentes! El Congreso antes de ir á Tehuacán Imbía nom-
brado una Junta en Taretán para que asumiese eí mando
en caso de algún desastre ; así es que por la disolución de
aquél entró luego á ejercer el poder instalando en seguida
otra Junta de Gobierno en el fuerte é isla de Jaujillaj for*
mada de D. Ignacio Ayala, D, Mariano Tercero, Ü. José
Pagóla, D. Mariano Sánchez xirriola, D. Pedro Villasefior
y el Dr. D. José de San Martín.
Cerca de veintiséis mil soldados con 200 piezas de ar-
tillería sostenían al comenzar el año de 1816 la bandera
de Hidalgo, hallándose esparcidos por todo el país, mon-
dados por D. Manuel Mier y Terán que expedicionaba por
Tehuacán y Coatzacoalco ; por D. Vicente Guerrfíro y
D. Juan Álvarez en las montañas del Sur ; por D. Gua-
dalupe Victoria en la provincia de Veracruz ; por D. Nico-
lás Bravo en la costa de Al varado ; por D. Ramón Rayón y
su hermano D. Ignacio en el Bajío ; por D. Víctor Rosales
en Zacatecas; porOsorno en Zacatlán y otros menos nota-
bles como el padre Torres, Muñiz, Vargas, Ávila, López,
Correa, Montes de Oca, Olarte, Yáñez, Colín, Enseña,
Guzmán y Salgado.
Mientras continuaba la lucha en todas partes en medio de
frecuentes derrotas para los insurgentes, se indultaban
352 PÉREZ VERDÍA
otros jefes como Rosains, Serrano, Espinosa, Aguilar y
Villagrán^ con lo que parecía decaída la causa indepen-
diente, cuando fué removido Calleja y llamado á España
donde se le dio el título de Conde de Calderón, Poco
antes, el 19 de mayo de 1816 se había verificado en México
el restablecimiento de la Compañía de Jesús en virtud de
la real orden de 10 de septiembre de 1815, siendo digna
denotarse que el Congreso de Chilpancingo decretó tam-
bién y con anterioridad, el día 13 de noviembre de 1813>
la reposición de los jesuítas para proporcionar instrucción
á la juventud y misioneros á las Californias y á la fron-
tera (1).
El 19 de septiembre de 1816 tomó posesión del virrei-
nato después de sufrir un asalto en la hacienda de Vicen-
cío por la caballería de Vázquez Aldana, el Sr. D. Juan
Ruiz DE Apodaca, Teniente general y uno de los jefes más
distinguidos de la real armada, por lo que se esperaba mu-
cho de su administración, que sin embargo dio principia
con una prohibición á los muchachos de volar papelotes
en las azoteas, por las desgracias que solían ocurrir.
Cuando entró al gobierno, había en el ejército realista á
más de las milicias provinciales que se componían de otro
número igual, cuarenta mil hombres en diez y nueve de-
partamentos mandados por los Mariscales de campo
D. José de la Cruz, D. José Dávila y D.Bernardo Bonavia;
los brigadieres D. Ciríaco del Llano, D. Ignacio García
Rebollo, D, Manuel María de Torres Valvidia y D. Joaquín
de Arredondo; los Coroneles D. Agustín de Iturbide,
D. Gabriel Armijo, D. Manuel de la Concha, D. Francisco
(1) La extinguida Comparu'a fué restablecida por el Pontífice Pío VII,
primeramente en Rusia por el Breve de 7 de marzo de 1801 que se hizo
extensivo al reino de las Dos Sicilias tres años más tarde, y cuando vol-
vió á Roma después de su cautiverio, expidió el 7 de agosto de 1814 la
constitución Sollicitcdo omjíium ecclesiarüm, por la que restableció en
todo el orbe católico laGompafiía de San Ignacio.
•^T^T^^
HISTORU DE MÉXICO 353
de P. Hevia, D* Cosme Ramón de Urquiola y D. Cristóbal
de Ordóñez ; los tenientes coroneles D. Matías Martín y
Aguirre, D. Alejandro Álvarez y Guitián, D. Nicolás Gu-
tiérrez y D. Pablo Vicente Sola y el capitán D. José Ar-
guello que mandaba la Alta California.
En la isla de Mexcala en la laguna de Chápala, se sos-
tenían todavía unos cuantos centenares de indígenas man-
dados por el padre D. Marcos Castellanos, D. Encarnación
Rosas y D. José Santa Anna, que desde diciembre de 1811
se habían defendido heroicamente contra tropas muy supe-
riores en numero, armas y disciplina, hasta que más tarde,
el 25 de noviembre, se apoderó de aquella posición por
una capitulación honrosa después de un rigoroso asedio,
el general Cruz. Durante este largo tiempo se dieron en la
laguna y en los alrededores innumerables combates, de
los que uno de los más notables fué el de los Corrales en
1.® de mayo de 1814, en el cual D. Trinidad Salgado con
otros insurgentes derrotó completamente á los tenientes
Coroneles realistas D. Manuel Arango y D. Juan Cuellar
que perdieron más de setecientos hombres y cuatro ca-
ñones.
El carácter del señor Ruiz de Apodaca inclinado á la
clemencia, dio mejores resultados para el gobierno que el
sanguinario y perseguidor de Calleja, así es que muchos
insurgentes se indultaron, como Vargas, el Dr. Cós,
Guzmán, el Guaparrón, y para terminar el año de 1816,
cayó Boquilla de Piedra, defendida hasta morir por el Co-
mandante D. M. Villapinto, en poder del Teniente Coronel
Rincón.
El 7 de enero del siguiente año Martín y Aguirre se hizo
dueño de Cóporo en donde D. Ramón Rayón capituló des-
pués de defenderlo por muchos meses ; y á los pocos días
capituló Terán en Tehuacán, y Bracho se apodero de Cerro
Colorado, de suerte que parecía que la guerra tocaba á
su fin cuando un suceso inesperado vino á reanimarla.
23
354 PÉREZ VERDÍA
El 15 dé abril de 1817 desembarcó en la barra del río
Santander D. Francisco Javier Mina que siguió luego para
Soto la Marina, adonde llegó el 22 con algunos compañe-
ros. Este famoso guerrero que contaba sólo veintisiete
años, pues nació en diciembre de 1789 en Navarra, des-
pués de abandonar sus estudios forenses, por la invasión
de los franceses en el año de 1808, se lanzó á la patriótica
campaña que con tanto heroísmo sostuvo el pueblo espa-
ñol, y después, cuando volvió á España Fernando VII, se
filió en el partido liberal constitucionalista. Tuvo que aban-
donar su patria porque fee descubrió una conspiración en
que estaba complicado y que tenía por objeto restablecer
el régimen constitucional, y con tal motivo pasó á Londres
donde trabó relaciones con el doctor Mier y otros patrio-
tas que le aconsejaron viniese á México á pelear por su in-
dependencia. « Creía, como muchos filósofos ilustres y
como los más sabios españoles, que los tesoros del Nuevo
Mundo habían ejercido un influjo funesto en la prosperidad
y en la gloria de la España ; por consiguiente no se le
puede acusar de haber obrado contra su país. Tampoco
era de su obhgación prestar obediencia á Fernando á quien
miraba como un enemigo público. No se unió con los ene-
migos de su patria como Coriolano, ni vendió á una corte
extranjera como Eugenio. Frustrada su empresa de resta-
blecer la übertad en España, consagró su brazo á la de-
fensa de la Ubertad en América. »
Por eso mismo habiéndole propuesto armar corsarios,
« ¿Qué razón tenéis, respondió, para pensar que Javier
Mina quiere despojar á sus inocentes compatriotas? Yo
hago la guerra contra la tiranía, no contra los españoles. »
D. Felipe de la Garza se retiró por no tener tropas sufi-
cientes que oponerle á Mina, quien con 320 hombres se
puso en marcha para el interior el 24 de mayo apoderán-
dose de 700 caballos mansos en la hacienda del Cojo, de
la propiedad del Coronel Quintero, dueño de la finca que
HISTORIA DE MÉXICO 3S&
los había reunido para el ejército realista, Ei gobierno
concentró su atención en aquel valeroso espafiol y mandó
á contenerlo numerosas tropas, de las rúales encontrú las
que mandaba el Capitán Villaseñor á quien venció en el
Valle del Maíz el día 8 de junio de 1HJ7, pf>ro habitándose
encontrado en Peotillos el IS de junio con el Coronel Ar-
miñán que llevaba á sus órdenes 680 hombres de infan-
tería y 1.400 de caballería, lo derrotó completamente á
pesar de su excesiva superioridad numérica. En seguida se
apoderó del Real de Pinos que no había querido rendirse
y se dirigió para Jaujilla en cuyo fuerte se puso en rela-
ción con la Junta de gobierno que alh* estaba establecida.
El 28 del mismo junio atacó con :í80 hombres al Co-
ronel Ordóñez que con más de 800 sohhidos se liallaba en
el campo de los Arrastres, haciéndolo huir en pocos mo-
mentos, quedando muerto en el campo con su secunda
el Coronel Castañón y 300 soldados y dejando 22 prisio-
neros.
Siguió su camino para el interior, pasando por la ha-
cienda del Marqués del Jaral donde se apoderó de 140,U0Ü pe-
sos del Marqués que era Coronel del biitulión que en sti
honor se llamaba de Moneada, y enlrc tanto, en el fuerte
de Soto la Marina se defendía heroicamente el mayor Don
Juan Sarda con solos 60 hombres contra ia división de
Arredondo compuesta de 1.625 de las tres armas, que na
pudiendo vencer á aquel pequeño y denodado grupo, tuvo
que entrar en arreglos firmando una honrosa capitulación,
que se violó miserablemente por el gobierno, que mandó
fusilar á Sarda y á las prisiones más rígidas á sus otros
compañeros, faltando así á la palabra empeñada y al honor
militar.
Mina asaltó en seguida la ciudad de León^, de la que
fué rechazado, retirándose de allí al fuerte del Sombrero
en la sierra de Comanja, donde estaba lortiíicado D< Pedro
Moreno, y en unión de don Encarnación Ortiz y D. Miguel
356 » PÉREZ VERDÍA
Borja se defendió con 650 hombres y 17 cañones mal
montados.
El Mariscal D. Pascual de Liñán, que había llegado de
España en abril con el regimiento, de Zaragoza que man-
daba el Coronel Luaces, marchó contra el Fuerte con
2.54.1 soldados de las mejores tropas, mandadas por Ne-
grete, Luaces y Ruiz con catorce cañones. Dio un tremendo
asalto el 4 de agosto y fué rechazado con grandes pér-
didas, así como también lo fué Mina en la noche del 7 al
8, en una salida que hizo al frente de doscientos hombres
con el fin de ponerse en comunicación con el padre Torres
y poder introducir víveres; pero en la siguiente noche
logró salirse del fuerte dejándole el mando al Mariscal D.
Pedro Moreno.
Con una prodigiosa actividad reunió Mina en el fuerte
de los Remedios un convoy de víveres y municiones que
pretendió llevar al Sombrero, acompañado de Ortiz y
Borja; pero atacado por Rafols en los Sauces á cuatro
leguas de Silao, fué vencido perdiendo la mayor parte
del convoy. No se desalentó por esto, sino que reunió otro
nuevo que logró llevar hasta la falda del Fuerte, donde
acometido por todas las fuerzas sitiadoras, volvió á per-
derlo. Entre tanto Liñán redobló sus ataques y en la tarde
del 15 de agosto dio un nuevo asalto en que fué rechazado
perdiendo más de cuatrocientos hombres ; los sitiados per-
dieron al valeroso é instruido Young á quien una de las
últimas balas de los cañones realistas le llevó la cabeza,
por lo que fué sustituido por el teniente coronel D. Juan
Davis Bradburn.
En reducidísimo número, sin municiones, ni víveres,
ni más agua que la llovediza, los sitiados en medio de las
mayores angustias prolongaron su defensa hasta el 19 en
que por la noche intentaron romper el sitio mandados por
D. Pedro Moreno : mas descubiertos, fueron aniquilados
logrando salvarse apenas cincuenta hombres que marcha-
^i^imff^W?^^!!!^^
HISTORIA DB MÉXICO 357
ron al fuerte de los Remedios^ pues abandonados de la
fortuna no llegaron á serlo del patriotismo.
Liñán ocupó el Sombrero en la mañana del siguiente
día y después de demoler las fortiOcaciones mandó fusilar
á más de 200 prisioneros sin exceptuar á los heridos ni á
los enfermos, que tan acostumbrados así estaban á estas
espantosas carnicerías en que no se respetaba ni la huma-
nidad, ni las leyes de la guerra, ni la palabra empeñada,
ni el valor de los vencidos.
Siguieron Mina, Moreno y demás vencidos del fuerte
del Sombrero peleando en el de los Remedios que man-
daba el padre Torres, así es que Liñán marchó sobre ellos
y les puso sitio el 31 de agosto ; pero lograron salirse Mina
y sus compañeros, y unidos con Ortiz en la Tlachiquera,
avanzaron sobre la hacienda del Bizcocho que ocuparon
después de una fuerte resistencia, fusilando en represalias
á treinta prisioneros y poniéndole fuego á la hacienda. En
seguida se dirigió Mina sobre San Luis de la Paz y lo
ocupó á viva fuerza, partiendo luego para el fuerte de los
Remedios, de donde se desprendió una sección de más de
mil hombres para perseguirlo mandada por el coronel
Orrantia que lo encontró en La Caja el 10 de octubre y lo
derrotó. De allí siguió con una pequeña partida de caba-
llería Imyendo y perseguido por todas partes hasta que por
fín el 26 de octubre después de haber dado inútilmente
un asalto á Guanajuato, llegó al rancho del Venadito, y
por primera vez después de muchos días, se acostó á dormir
creyéndose seguro.
Orrantia lo perseguía sin descanso é ignorando qué
rumbo seguir supo en Silao por el comandante Reynoso á
quien se lo comunicó un tal Chagolla, dueño de un rancho
inmediato, el derrotero de Mina, por lo que lo sorprendió
en la madrugada del 27 haciéndolo prisionero. Allí murió
peleando hasta el último instante D. Pedro Moreno, y lle-
vado Mina á presencia de Orrantia, le increpó éste su con-
358 PÉREZ VERDÍA
ducta contra Fernando Vil, á lo que el ilustre navarro le
contestó con sarcasmo y desprecio ; irritado el coronel rea-
lista cometió la villanía de sacar la espada y pegarle con
•ella, por lo que entonces Mina le contestó con dignidad :
« Siento haber caído prisionero ; pero este infortunio me
«s mucho más amargo por estar en manos de un hombre
<jue no respeta el nombre español, ni el carácter de sol-
dado. »
Mina y sus compañeros son dignos por su espíritu caba-
lleresco de figurar al lado de Roberto Guizcard y de sus
normandos, cuyo valor y ardimiento son proverbiales en
«US guerras de Italia.
Su nombre inspiraba tal pánico, á los realistas, que ha-
biendo hecho una salida los sitiados de los Remedios en
una noche, al^grito de Mina, Mina^ huyeron los sitiadores
creyéndose atacados por aquel general.
Fué conducido ante Liñán y fusilado frente al Fuerte
el 11 de noviembre de 1817, aquel valeroso joven cuya
expedición, segiín el juicio del mismo Alamán, « forma un
•episodio corto, pero el más brillante de la revolución
mexicana. » A la vez que estos suceso^ llamaban preferen-
temente la atención del país, el P. Sánchez quitaba un
gran convoy tras de reñido asalto cerca de Pátzcuaro ; el
10 de marzo el realista Ordoñes ocupó después de sufrir
varias derrotas la Mesa de los caballos defendida por el
P. Carmona, Nüñez y Encarnación Ortiz ; se defendía el in-
surgente Contó en el fuerte de Palmillas hasta el 28 de
julio contra Santa Marina : los indios de Coyusquíhui (E.
<ie Veracruz) derrotaban repetidas veces á Llórente y Ar-
teaga, el 20 de mayo murió acribillado de heridas el ma-
riscal D. Víctor Rosales á inmediaciones de Tacámbaro y
D. Nicolás Bravo triunfaba el 1.** de septiembre del Coronel
Mora.
HISTORIA DE MÉXICO 359
CAPÍTULO V
Continuación de la guerra. — Se proclama la Constitución en España. —
Plan (le la Profesa p8u*a oponerse á ella. — D. Agustín de Iturbide.
— Se le da la comandancia del Sur y sale á campaña. — Se pone de
acuerdo con Guerrero en Acatempán. — Pian de Iguala. — Medidas del
Virrey para contrariarlo. — Es secundado en muchas partes. — El
ejército realista depone al señor Apodaca y nombra á don Pedro
Novella. — El Sr. D. Juan O'Donojú. — Tratado de Ci'n'doba. — En-
trada del ejército trigarante en México. — Acta de independencia. —
La Regencia. — La revolución de independencia fué republicana demo-
crática.
La guerra continuó no obstante tantos desastres y
aunque ocuparon los realistas mandados por Márquez Do-
nallo el cerro de Cóporo defendido nuevamente por D.
N. Bravo, que había derrotado á Mora y Barradas, y el
fuerte de los Remedios el 1.^ de enero de 1818, así como
el de Jaujilla que tomó Aguirre el 6 de marzo, no se des-
alentaron Guerrero, Bravo, Victoria, Ortiz, Pedro Asencio,
Lobato^ Gordiano Guzmán, el padre Izquierdo y otros
caudillos que siguieron peleando con tesón. Al ocupar los
realistas á Jaujilla la Junta independiente allí establecida,
se trasladó con alguna variación en su personal áHuetamo
y después que el patriota Pagóla fué fusilado en un en-
cuentro y que Ayala se separó, se refugió en las montañas
del Sur formada de los Señorea^ Sánchez Arrióla, Villa-
señor y D. Mariano Ruiz de Castañeda estableciendo su
residencia en la hacienda de las Bateas. Así mantuvieron
aquellos patriotas el fuego sagrado de la independencia,
6n medio de triunfos y derrotas^, hasta fines de 1820, en
que el gobierno que los perseguía tenía 85.000 hombres
sobre las armas en continua campaña.
El 1.** de enero de este año se pronunció en España el
Teniente Coronel D. Rafael Riego, proclamando el resta-
360 PÉREZ VERDÍA
blecimiento de la Constitución de 1812, que el {léspota
Fernando había suprimido, y logrando un éxito com-
pleto, fué jurado aquel código político en toda la mo-
narquía. El partido españolizado de México, enemigo de
las libertades públicas y decidido defensor del absolutismo»
pretendió que el Rey no había tenido libertad al aprobar
aquel plan y que mientras la recobraba, la Nueva España
debía ser depositada independientemente en manos del
Virrey Apodaca, gobernándose por las leyes de Indias.
Este plan que era el mismo que habían combatido con
Iturrigaray, cometiendo así una vergonzosa inconsecuen-
cia, fué adoptado por el canónigo Dr. D. Matías Monte-
agudo, el auditor Bataller, el exinquisidor Tirado y otros
realistas que se reunían en la Profesa. Éstos necesitaban
de un jefe que se pusiera á su frente y entonces se fijaron
en el Coronel D. Agustín de Iturbide.
Había nacido este caudillo en Valladolid el 27 de sep-
tiembre de 1783, siendo hijo de D. Joaquín de Iturbide,
español, y de D*. Ana Arámburu, habiendo entrado muy
joven en el ejército en el regimiento de milicias ; combatió
desde un principio la causa de independencia, distinguién-
dose por su valor, su actividad y sus crueldades, de suerte
que muy pronto fué ascendiendo grado por grado. Fueron
talos, sin embargo, los abusos que cometió Iturbide en el
Bajío, que fué acusado por las principales casas de Guana-
juato y Querétaro y mandado procesar en 1816, informando
el cura Labarriela que había cometido mil excesos, ya esta-
bleciendo un monopolio de los efectos de primera necesidad,
ya mandando vender á vil precio los acopios de granos de
algunas haciendas, á pretexto de evitar que se apoderaran
de ellos los insurgentes, comprándolos él mismo por ter-
cera mano para revenderlos por cuadruplicada cantidad;
ora teniendo presos con frivolos pretextos á sus enemigos
particulares, bien dando partes exagerados, al grado de
contar en ellos por ganadas, acciones que había perdido, y
-«f|!ip!pp|.il!JllJL|U^ .i*«J<l"rí«*W9WW.í «ÜS: nmS^Mm'mvi H'..
HISTORU DE MÉXICO 361
que no tenía un fondo sólido de religión por ser ésta in-
compatible con la inhumanidad que había manifestado y
con cierta hipocresía. El proceso se terminó por absolverlo
de la instancia en 3 de septiembre del mismo año y aunque
se le mandó reponer en su empleo no volvió á encargarse
de él. En México hizo unos ejercicios en la Profesa con lo
cual se atrajo el aprecio de Monteagudo, hasta hacerlo
entrar en el complot político, para el cual le hicieron tener
una entrevista con el Virrey, de la que resultó que igno-
rante de lo que se proyectaba, lo nombrara brigadier dán-
dole la Comandancia del Sur que acababa de renunciar
Armijo. Así es que en noviembre de 1820 salió de México
con un escogido cuerpo de tropas, áOn de batir á Guerrero,
pidiendo luego más para acabar con la revolución y coope-
rar d ¿a gloria de que el' Virrey viese en breve tiempo
pacifico todo el reino.
El primer intento del nuevo Comandante del Sur fué
realmente acabar con los insurgentes para llevar inme-
diatamente á cabo su propósito; pero á más de que consi-
deraba escasos sus elementos para realizar el plan de la
Profesa, sufrió un descalabro la retaguardia de su división,
que mandada por D. José M. González fué acometida con
brío el 28 de diciembre cerca de Tlataya por Pedro
Asencib con 800 hombres, y tras ese otro que le ocasionó
Guerrero el 2 de enero de 1821 en Zapotepec al Coman-
dante de Acapulco D. Carlos Moya. Por estos sucesos
comprendió que difícilmente sometería por las armas á los
insurrectos, y como tenía compromisos de proclamar su
nuevo plan, que ya era conocido de algunos de sus subor-
dinados, consideró como más político 'y factible hacer
entrar en sus combinaciones á los jefes surianos ; semejante
idea hace inmenso honor á su astucia.
Por tales motivos precuró atraer á Guerrero, dirigién-
dole en 10 de enero de 1821 una caria afectuosa, que aquél
contestó con noble arrogancia el día 20 ; el 25 obtuvo
Ti-T"
362 PÉREZ VERDÍA
Asencio otro triunfo en Totomalaya y el 27 Guerrero
derrotó en Cueva del Diablo á Berdejo, siendo los últimos
combates de aquellos insurgentes, pues el 4 de febrero
repitió Iturbide sus instancias al general suriano, quien
por fin celebró con él una entrevista en Acatempan á me-
diados de febrero de 1821 en la cual puestos de acuerdo
para llevar á cabo la independencia, el general insurgente
con un desprendimiento y patriotismo que siempre le hon-
rarán, se puso á las órdenes de Iturbide, que con ese
apoyo, con el de su regimiento de Celaya, con 25.000 $
que recibió del Sr. Cabanas Obispo de Guadalajara, con
525.000 pesos que tomó de una conducta que se remitía
para Manila, y la influencia de sus amigos de México, pro-
clamó el plan de independencia el 24 de febrero que se llamó
de Iguala por el lugar en que lo hizo y que había sido
sugerido por el doctor Monteagudo. En él se establecía la
absoluta independencia del reino con un gobierno mo-
nárquico templado por una constitución, con la religión
católica, apostólica, romana, sin tolerancia de otra alguna,
y se designaba para ocupar el trono mexicano á Fer-
nando VII, que en caso de no admitir debería sustituirse
como mejor pareciese.
En los once años de lucha se habían ido extendiendo los
principios y modificando las ideas en el sentido del pro-
greso; había pasado la primera explosión de la venganza
que provocara la reacción ; se había comprendido ya que
México podía ser independiente con el concurso de los
mismos españoles y por eso se explica satisfactoriamente
el cambio operado en las ideas de Iturbide: él había avan-
zado hacia la revolución queriendo la independencia, si-
quiera fuese con propósitos absolutistas, y la revolución se
había acercado á él despojándose de sus intransigencias, y
de su odio implacable á los españoles.
El 2 de marzo juraron las tropas de Iturbide el plan de
Iguala ó de las tres garantías simbolizadas en el pabellón
HISTORIA DE MÉXICO 363
tricolor : verde independencia, blanco religión, y rojo uaión,
é inmediatamente puso aquel caudillo lodo lo licclio en co-
nocimiento del Virrey, quien prohibió la eirrüliicion de
aquel plan, ofreció el indulto al general indepí^ndíenle y
procuró reunir las pocas tropas de que en aquellos mo-
mentos podía disponer.
Pareció al principio que iba á fracasar el plan de Uur-
bidé, pues todas las autoridades protestaron su lidelidad a
España y en el mismo ejército de Iguala empezó á notarse
una gran deserción ; mientras el Virrey rontaba entonces
con 11 regimientos expedicionarios, 7 veteranos europeos
y 46 provinciales, con más de 40.000 realistas auxiliares ;
pero el 13 de marzo se pronunció en Jalapa la columna de
granaderos á cuyo frente se puso D. José Joaquín de He-
rrera; el 16 se adhirieron al nuevo plan en el Bajío D, Luis
de Cortázar y D. Anastasio Bustamante, que el 2i ocupa-
ron á Guanajuato; el 29 se pronunció el Teniente coronel
Santa Anna y en abril Ramírez Sesma, Miota, los herma-
nos Flon, Domínguez y otros muchos,
D. José de la Cruz observaba en Nueva Galicia una con-
ducta ambigua y habiendo sido invitado por Iturlíide para
una entrevista, la tuvo en la hacienda de San Antonio el
8 de mayo, en la cual convino en interponer su influencia
con el Virrey para que oyera sus propuestas y se evitara
la guerra, lo que no tuvo caso por haberse negado Apodaca
á oir aquellas proposiciones.
Entonces se pronunció el 13 de junio Don Pedro Celes-
tino Negrete en San Pedro y ocupó á Guadulajara, de
donde salió Cruz que acompañado de una esiolta se retiró
áDurango cuya ciudad tomó Negrete el 31 de agosto.
Entretanto tuvo lugar el 7 de junio, en Arroyo llíniíln
cerca de Querétaro, el célebre combate entro la fuerza del
Teniente Coronel Bucinos compuesta de 100 realistas y
una escolta de Iturbide mandada por el Capitán D, Ma-
riano Paredes Arrillaga, quien con sólo 2íl soldados la
364 PÉREZ VEBDÍA
rechazó. Tal hecho de armas s¡ bien no tuvo significación
política, fué de inmensa resonancia como muestra de sin-
gular valor y mereció á los vencedores un escudo con
palmas de oro y esta significativa inscripción : <f Treinta
contra cuatrocientos, »
^ El 5 de julio depusieron al Virrey Apodaca los oficiales
del ejército acaudillados por Don Francisco Buceli por no
estar contentos con sus disposiciones y nombraron en su
lugar al General Don Pedro Novella, que temiendo un
sitio en la capital la hizo fortificar y reunió más de cinco
mil hombres.
Iturbide después de ocupar á Valladolid y Querétaro
entró á Puebla el 2 de agosto, y como el día 30 de julio
había llegado á Veracruz en el navio Asia el nuevo Virrey
Sr. D. Juan O'Donojú, Teniente General, se puso en rela-
ción con él, y después de una conferencia, firmaron el
24 de agosto los tratados de Córdoba en los que se reco-
nocía la independencia de México y se aprobaba con ligeros
cambios, el plan de Iguala. Novella se hallaba sitiado en
la capital por las tropas del caudillo de las tres garantías,
mandadas por Guerrero, Bravo y Davis Bradburn, y des-
pués de serios altercados y de varias conferencias con
O'Donojú lo hizo por fin reconocer el 15 de septiembre,
entrando el 27 á México el libertador Iturbide con el ejér-
cito trigarante formado de 7.646 infantes, 7.755 de caba-
llería, 763 artilleros con 68 cañones.
Al día siguiente se instaló la Junta Provisional Guber-
nativa compuesta de treinta y cuatro personas, la cual
después de decretar la Acta de independencia del Imperio
Mejicano nombró una Regencia compuesta de Iturbide
como presidente y de O'Donojü, D. Manuel de la Barcena,
D. José Isidro Yáñez y D. Manuel Velázquez de León,
quedando así consumada la independencia nacional.
La revolución de Dolores que acababa de triunfar, fué
desde su origen republicana democrática, porque así lo
^iiJWKWMi .-.i^íí^y., . aWÍ^! WW J' /J. ■ VJ.^l-M^;w«5.f^^^P
HISTOBIA DE MÉXICO 365
requerían los elementos del país ; porque las masas popu-
lares fueron su principal sostén ; porque iniciada por hom-
bres sin pretensiones ni más lustre que sus méritos
propios, jamás reconoció diferencia alguna entre los habi-
tantes del país ; porque el pueblo propendía á apartarse
de la forma monárquica que había ya experimentado tan
desventajosamente por trescientos años; porque no había
una dinastía establecida de donde pudieran salir los futuros
soberanos, ni había tampoco aristocracia ni se podía im-
provisar, pues á más de que faltaban riquezas con que
prestigiarla, no había hombres qne pudiesen formarla sin
caer en el ridículo, supuesto que los más distinguidos ciu-
dadanos de aquellos días habían salido de la condición
más humilde, debiendo su elevación á su valor y patrio-
tismo, pero careciendo de toda ilustración.
Desgraciadamente no se pensó entonces en esto y llegó
á sacarse de las filas del ejército á Iturbide para elevarlo
al trono, y aunque era él sin duda el menos impropio,
carecía del prestigio de soberano, cuya falta lo hizo bien
pronto rodar en un abismo de incontables desgracias.
De manera que el haber falseado el plan lógico de aquella
revolución cuando apenas había triunfado, fué sin duda
causa de nuevos atrasos y nuevas revueltas, que despres-
tigiando á los hombres que estaban al frente de los destinos
del país, y dividiéndolos en banderías políticas, sembró
una fecunda semilla de males y desórdenes, porque en
virtud de las reacciones sociales y políticas, habría bien
pronto necesidad de volver á deshacer lo hecho para co-
locar á la Nación en el primitivo punto de partida. Aquello
era la tela de Penélope. Se falseó el espíritu y tendencias
de la revolución, porque ella nació al amor de la libertad
estimulada por el aborrecimiento que se tenía á las clases
dominantes de aquella sociedad ; por el odio á los privile-
gios aristocráticos, al absolutismo gubernativo, á la des-
igualdad popular y á tantos otros imperdonables errores y
366 PÉREZ VERDÍA
abusos. Los insurgentes no rechazaban tanto al Rey como
á la aristocracia colonial ; es decir, al alto clero que domi-
naba con su influencia y sus riquezas todo el país ; á los
grandes propietarios territoriales; á los. acaudalados comer-
ciantes que tenían el monopolio de los negocios y á los
españoles que veían con el más profundo desprecio á los
mexicanos, y aborrecían tales clases porque ellas eran las
que habían mantenido las encomiendas, los tributos y los re-
partimientos ; porque ellas eran las que se habían aprove-
chado de la conquista y del gobierno virreinal ; porque
ellas eran las que habían impedido la ejecución de las
leyes y disposiciones favorables y las que habían jBJercido
una tiranía secular.
Y sin embargo de ser tales los principios dominantes, ^
á la hora del triunfo esas mismas clases fueron las que
se adueñaron del pensamiento independiente, haciendo
que en el nuevo orden de cosas se conservara todo lo que
se había querido destruir : monarquía, aristocracia, mo-
nopolios, intolerancia política. De esta suerte por medio
de la astucia y de la sorpresa, con los elementos republi-
canos se fundaba un Imperio ; con los esfuerzos de la de-
mocracia se robustecía la aristocracia.
La revolución había sido justa, como lo reconocen hoy
los mismos escritores españoles ilustrados, sin que se pueda
á la vez reconocer esa justicia para combatirla en el go-
bierno español, como lo pretende Zamacois ; y el derecho
de México para hacer su independencia estaba sancionado
por la misma península desde el momento en que ella
defendía la suya atacada en aquellos mismos días por los
franceses.
Por lo que hace á la sangre derramada, hay que tener
en cuenta, como lo asienta el Sr. Orozco y Berra, que « el
gobierno colonial fué el primero que no perdonó á sus
enemigos, el que introdujo la bárbara manera de hacer la
guerra en aquella época ; y los fusilamientos no sólo eran
HISTORIA DE MÉXICO 367
en el calor de la batalla : el mayor numero se verificó á
sangre fría, con infelices inermes, tal vez inocentes del
crimen que se les imputaba : si se quiere bacer cumplida
justicia, es preciso confesar, que la muerte de los prisio-
neros es el crimen que se esconde bajo el nombre de re-
presalia^ admitido cuando le conviene á las pasiones, y
que volver sangre por sangre no es una virtud cristiana,
pero es un hecho que nadie que razona se espanta de en-
contrar en los lancea di^ una guerra de independencia- w
Toda revolución es una conquista, y asi como Alamán
y otros parciales escritores, a! referirse á la de Hernán
Cortés, sostienen que no hay ronquista sin sangre ni lá-
grimas, así debieron tambit-n considerar la que trajo por
consecuencia la independencia nacional.
CAI^ÍTÜLO VI
Muerte de O'Donojú. — Agregación de Yucatán y de Gualemala. — lo^ta-
laciún del Congreso con sU Luye nte. — El gobierno t'^j^ifiol reiiruelm los
tratados de Córdoba. — Partí dotí pfíliti<"05j. ^^ Proclaraaeión de ItiiHáde
como emperador de Méxícc*. ^ .Su coTOnaejón. — VÍeíí>sdo tul elección
hecha por el Congreso. — Santíi Annji proclama la Rrpiibíjca. —
Encuentra eco el plan de Casa Mala. — Noble conducta de Iturbide* —
Sale desterrado. — Poder i^jí?cutívo. — Eiupré.'^titüS* — Inicuo decreto
del 28 de abril de 1824. — Vuelta de Iturbide^ — Es aprehendido y
fusilado.
La Regencia estableció su Gabinete formado de cuatro
Ministerios designando para el de Rotaciones Interiores y
Exteriores al Lie. D. Jostí Manuel de llorreraj hombre de
carácter frío y sereno, sin conocimientos y de mediana
capacidad ; para el do Justicia y Negocios Eclesiásticos á
D. José Domínguez ; para el de Ilacienda á D, Rafael Pérez
Maldonado, anciano sin iniciativa ni tálenlo, y para el de
Guerra á D. Antonio Medina, marino practico y honrado^
368 PÉREZ VERDÍA
pero que ni conocía al ejército ni tenía méritos militares.
Desgraciadamente, hay que confesarlo, faltaban hombres
capaces y aun los pocos que había carecían de sentido
práctico y de conocimientos científicos.
El día 8 de octubre murió de pleuresía D. Juan O'Donojú,
sexagésimo cuarto y ultimo Virrey que fué de Nueva Es-
paña, por lo que en su lugar de la Regencia fué nombrado
el obispo de Puebla D. Joaquín Otón Pérez y se organiza-
ron cuatro ministerios : de Relaciones exteriores é inte-
riores, de Justicia, de Guerra y de Hacienda.
La Capitanía General de Yucatán, que estaba formada
por los actuales Estados de Yucatán y Campeche y que
contaba con una población de 500.000 habitantes hallán-
dose á la sazón gobernada por el Capitán Gral. D. Juan
María Echéverri, tomó parte en el movimiento revolucio-
nario mexicano.
En virtud de que el jefe iturbidista D. Juan N. Fer-
nández, había invadido con 400 hombres el Estado de Ta-
basco y se había apoderado de Huimanguillo y otros pue-
blos inmediatos á Campeche, el Ayuntamiento de esta
ciudad, dirigió una excitativa á Echéverri manifestándole
las simpatías que tenía en la provincia la independencia, lo
cual unido á ciertas manifestaciones populares hechas en
Mérida por instigación de pensadores liberales, hizo que
el Capitán General convocase á una junta á todas las auto-
ridades civiles, militares y eclesíáísticas. Reuniéronse el
15 de septiembre 1821 en las Casas Consistoriales de Mé-
rida y declararon la independencia, que «t reclamaba la
justicia ; la requería la necesidad y la abonaba el deseo de
todos sus habitantes ». En tal virtud se enviaron delegados
á México y se esperaba saber cuál fuera la organización de
este país para incorporársele ; mas apresuróse esta deter-
minación porque en Campeche izaron el pabellón tricolor
en medio de un impaciente motín popular con lo que se
suscitaron algunas cuestiones políticas. Por fin reunióse
i.j.-V-'r^^v^'^T'
HISTORIA DE MÉXICO 369
una nueva y numerosa junta en Mórida el 2 de noviembre
y proclamó solemnemente la adhesión espontánea de la
Península de Yucatán á la nueva monarquía fundada por
Iturbide.
Grandes obstáculos se presentaban al nuevo gobierno
mexicano, y entre tanto que seguía su marcha, se le anexó
espontáneamente Guatemala el 5 de enero de 1822, como
lo habían hecho ya Chiapas, Honduras y Nicaragua, ha-
biéndose convocado la reunión de un Congreso que se
llamó constituyente porque tenía que formar la constitu-
ción que según el plan de Iguala había de templar la mo-
narquía, el cual bajo la presidencia de D. José Hipólito
Odoardo se instaló el día 24 de febrero.
Por entonces se supo en México que por fortuna el
gobierno español no había aprobado los tratados de Cór-
doba, llegando hasta declarar traidor y fuera de la ley á
O'Donojú ; en consecuencia había que elegir un soberano,
y esto hizo que abiertamente se declarasen en hostihdad
los diversos partidos políticos.
Iturbide tenía su círculo que aspiraba á colocarlo en el
trono, mientras en el Congreso se dividía la oposición en
republicanos y borbonistas que aliados formaron la logia
escocesa, y destituyeron por iturbidistas á los Regentes
Pérez, Barcena y Velázquez de León el 10 de abril, susti-
tuyéndolos con D. Nicolás Bravo, el Conde de la Casa de
Heras Soto y el doctor D. Miguel Valentín.
Mas entre tanto que se hostilizaban aquellos bandos,
llegó el 18 de mayo, y en esa noche el sargento Pío Mar-
cha y el coronel de granaderos Epitacio Sánchez con mu-
chísima gente de la plebe promovieron un movimiento
proclamando Emperador á Agustín I. Por todas partes
encontró acogida : se iluminaron las casas, se repicaron
las campanas y en un momento toda la ciudad hacía igual
proclamación. En la madrugada se reunió el Congreso con
^asistencia de 94 diputados en medio de una muchedumbre
24
370 PÉHEZ VERDÍA
entusiasta é insolente y promulgó el decreto en que se
elegía por emperador al caudillo de Iguala aprobado por
77 votos contra 15 que se declararon sin poderes para eSa
designación. Nulo fué aquel acto, porque el Congreao no
tenía facultad de hacer la elección que le incumbía á la
nación entera, y porque carecía de libertad para deliberar,
d^ suerte que Iturbide manifestó poca penetración al
aceptar aquella investidura, cuando si hubiera hecho que
el país hubiese sufragado libremente habría obtenido el
mismo cargo sin vicio alguno en la elección pues su po-
pularidad era inmensa. Se asignó al Emperador un sueldo
, de 1.500.000 pesos anuales, del cual cedió espontánea-
mente la tercera parte para fundar un Banco Minero;
pero por falta de recursos jamás llegó á pagársele tan
crecido sueldo.
El 20 de juHo de 1822 se coronó Iturbide y ya en prin-
cipios del siguiente mes se descubrió una conspiración re-
publicana, en cuya virtud el 26 de agosto se aprehen-
dieron á varios diputados, lo cual hizo que se aumentara
el disgusto del Congreso por aquel atentado del gobierno.
En abierta oposición los dos poderes en vez de caminar
unidos como habría sido preciso, acabó el Emperador
por disolverla Cámara el 31 de octubre, acto que llevó á
cabo el Brigadier don Luis Cortázar sin que siquiera se
elevara una protesta.
En su lugar formó Iturbide una junta que llamó insti"
tuyente, y en seguida salió de México para Jalapa á
activar el sitio de San Juan de Ulüa donde se había forti-
íicado el general Dávila con los últimos tercios españoles.
Mas aquellas impolíticas medidas del gobierno y la
completa penuria del erario, cuyos ingresos en 1822 fueron
de $ 9.328.740 importando los gastos 13.455.000, hicieron
que pronto estallara la revolución en las montañas del Sur,
donde fué derrotado y muerto Epitacio Sánchez peleando
contra Guerrero en el pueblo de Almolonga, y de allí á
HISTOfUA. DE MÉXICO 37Í
poto el Brigadier don Antonio López de Santa Anna logró
que los Generales Echévarri, Cortázar y otros firmaran
el I® de febrero de 4823 el Plan de Casa Mata por el cual
se convocaba un Congreso y se desaprobaba la conducta
del gobierno imperial.
El día 14 fué secundado por la diputación provincial de
Puebla y bien pronto se extendió por todas partes.
Entonces, sabiendo el Emperador que había en la ca-
pital 109 diputados del Congreso disuelto, los convocó á
sesiones instalándose el 7 de marzo; pero como muchos de
entre ellos de la prisión salieron á ejercer su cargo y todos
estaban altamente resentidos, continuaron haciéndole una
fuerte oposición.
Disgustado Iturbide y no queriendo que por su causase
derramase más sangre, tuvo el patriotismo de abdicar la
corona el 19, el mismo día en que Carlos IV había abdi-
cado quince años antes. Hace honor á Iturbide el no haber
querido sostenerse con las armas, siendo tan valeroso y
estando acostumbrado á la guerra sin cuartel. La Cámara
en su odio al Emperador no quiso aceptar la abdicación,
declarando por decreto de 8 de abril « que siendo la coro-
nación de í). A, Iturdide obra déla violencia y déla fuerza,
y nula de derecho, no ha lugar á discutir sobre la abdica-
ción que hace de la corona». Habiendo llegado antes á la
capital el ejército libertador mandado porNegrete, hizo en
ella su entrada el jueves santo 27 de marzo.
Iturbide fué desterrado saliendo el 30 para Tacubaya,
de donde custodiado por una escolta que mandaba Bravo
prosiguió su marcha, embarciíndose en La Antigua en la
fragata Rowllings el 1 1 de abril con dirección á Liorna.
El Congreso decretó al mismo á quien deponía una
pensión de 23.000 anuales « en premio de sus grandes
serviciosála patria », y nombró en los últimos de marzo un
gobierno provisional con el nombre de Poder Ejecutivo
formado de los Srs. D. Pedro Celestino Negrete, D. Nico-
^ú
372 PéaEZ VERDÍA
4.AS Bravo y D. Guadalupe Victoria, entrando en sustitu-
ción deles dos Últimos que se hallaban ausentes D. Mariano
Michelena y D. Miguel Domínguez. El ministerio lo for-
maron en Relaciones Exteriores é Interiores D. Lucas
Alamán, de claro talento, fácil palabra, grande ilustración
j notoria honradez, pero poco profundo y menos analizador,
de criterio estrechísimo y apasionado conservador, para
quien todo ideal consistía en la práctica de las tradiciones
-españolas ; en Hacienda D. Francisco Arrillaga, español de
alguna experiencia y bastante estimado ; en Justicia
D. Pablo de La Llave, Canónigo de Valladolid y que sólo
se dedicaba á estudios botánicos, y en Guerra el Gral.
D. José Joaquín de Herrera, de mediano talento, pero de
honradez y sentimientos republicanos.
El estado del erario era tan angustiado que se contra-
taron dos empréstitos, uno con la casa de Goldsmith por
diez y seis millones.de pesos al cincuenta y cinco ppr
ciento de pago y al cinco por ciento de interés, y el otro
por igual suma con la casa Richardson y Compañía al
ochenta y seis por ciento y al seis de interés. Del pro-
ducto de esos empréstitos, una gran parte, dos millones y
medio de pesos, se perdió por haber quebrado la casa de
comercio en donde estaban depositados los fondos, siendo
que debieron ponerse en el Banco de Inglaterra que disfruta
de tan ihmitado crédito ; un millón de pesos se prestaron
sin rédito á la República de Colombia para dar una prueba
de fraternidad, demostrando á la vez poco espíritu finan-
ciero; del resto se empleó una buena parte en pagar
sueldos atrasados, en armamento y en adquirir dos buques
viejos españoles llamados el bergantín « Constante » y el
navio « Asia » á los que se hizo doblar el Cabo de Hornos
para trasladarse al Golfo, habiendo necesitado carenarse
en Valparaiso, empleándose en ello más de doscientos
mil pesos y llegando no obstante á Veracruz en tan mal
-ostado que apenas se les pudo utilizar de pontones.
HISTORIA DE MÉXICO 373
El 1.** de julio de 1823 se separó de México Guatemala
con las demás provincias de la antigua Capitanía GraL,
que se constituyeron en Provincias Unidas de Centro
América j con excepción de Chiapas y Soconusco que de-
cidieron seguir perteneciendo á México, á la vez que el
partido iturhidista unido al federalista, hacía una vigorosa
oposición al gobierno, obligándolo á decretar la convoca-
toria para el Congreso constituyente que se instaló el 7 de
noviembre. Dividióse en centralistas y federalistas diri-
gidos los primeros por el ür. Mier, Jiménez, Mangino,
Becerra y Espinosa, y los segundos por Ramos Arispe,
Gómez Parias, Prisciliano Sánchez, Rejón, JuanD. Cañedo
y Vélez. Mientras que se discutía en la Asamblea la forma
de gobierno se pronunció, pidiendo la expulsión de los
españoles y un cambio en el poder Ejecutivo, en enero
de 1824 en Querétaro el batallón núm. 8; Echávarri en
Puebla, y Lobato en la misma capital, donde tuvo que so-
meterse gracias á la energía del Congreso.
Por entonces se trasladaron á la capital y se sepulta-
ron solemnemente en la catedral los restos de los patriotas
insurgentes Hidalgo, Allende y Moreno y tal acto de jus-
ticia y gratitud nacional, dio origen á un desagradable
escándalo. Se trató, olvidando las benéficas fundaciones
que había dispuesto en favor de la N. España, de exhumar
y profanar los restos de Hernán Cortés que yacían en la
Capilla de Jesús, los cuales por fortuna se pusieron á salvo
ocultamente, remitiéndolos después á Europa. Triste
violencia debida á la exaltación de las ideas y falta de
principios morales, que todos los hombres pensadores con-
denan en nombre de la humanidad y del decoro !
Al finalizar el año de 1823 el Presidente délos Estados
Unidos Mr. James Monroe presentó al Congreso su men-
saje constituciond en el cual hizo dos declaraciones im-
portantes que constituyen lo que se ha llamado después
doctrina Monroe y que ha sido objeto de serios debates
.'^
374 PÉREZ VERDÍA
y graves cuestiones internacionales. Las naciones hispano-
americanas acababan de efectuar su independencia y las
Potencias europeas que formaron la Santa Alianza pre*
tendían de común acuerdo, en el Congreso de Verona,
ayudar con toda su fuerza á España para que recobrara
sus dominios. Inglaterra no estuvo conforme con esa polí-
tica intervencionista y entonces Mr. Monroe declaró : que los
Estados Unidos prohibirían siempre á, los gobiernos euro-
peos la conquista y la colonización de nuevos territorios en el
Continente americano; así como toda intervención eu-
ropea bajo cualquiera forma que se produjese para modi-
ficar el régimen interior de los Estados americanos.
Esa regla de conducta política sirvió para impedirla re-
conquista y para separar por inmenso valladar las cues-
tiones internacionales del Nuevo Continente de las del
Antiguo. La primera consecuencia fué el reconocimiento
que hizo Inglaterra de la independencia de México.
Desconfiando por entonces el gobierno del Gral. D. Lui^
Quintanar, gobernador de Jalisco, envió una fuerte divi-
sión á Guadalajara á las órdenes de Bravo y Negrete, y
con motivo de esa reacción ilurbidista que empezaba á
manifestarse, dio el Congreso un inicuo decreto el 28 de
abril declarando traidor á Iturbide y poniéndolo fuera de
la ley. El Libertador sin saber aquella bárbara determi-
nación salió de Londres para México, por haber concebido
esperanzas en los sucesos de JaUsco á la vez que con el
noble deseo de servir á su patria cuya independencia se
juzgaba amenazada por la Santa Alianza, llegó á la bahía
de San Bernardo el 29 de junio, de donde pasó á Soto la
Marina desembarcando el 14 de julio acompañado de su
esposa, dos de sus hijos pequeños, su sobrino don Ramón
Malo, los eclesiásticos López, Treviño y Morandíni y el
teniente coronel polaco Beneski. Éste último desembarcó
primero y bajo el pretexto de traer un negocio de coloni-
zación y ocultando el nombre de Iturbide pidió permiso al
HISTORIA DE MÉXICO 375
i
general Garza para que sus compañeros desembarcasen ;
pero conocido el ex emperador por su destreza al montar
á caballo, fué alcanzado y hecho prisionero á las siete
leguas en el Rancho de los Arroyos. Se le inrormü del
bárbaro decreto que sobre él pesaba y se le condujo á
Padilla, donde con tal motivo se reunió el Congreso de
Tamaulipas que, usurpando atribuciones judiciales y sin
otra solemnidad que la identificación de su persona, le
condenó á muerte. Nada significaron los eminentes
servicios que la patria le debía ; nádala ignorancia de aquel
injusto decreto que promulgado en 28 de abrilno pmloser
conocido por quien salió de Londres el H do mayo: la
sentencia fué ejecutada y el Libertador Don A^^ustfo de
Iturbide fusilado á las seis de la tarde del líl <le julio
de 1824, cometiendo el Gobierno conservador á la vez que
un atentado, una de las más punibles ingrrílituíles- A
Garza lo declaró el Estado de Tamaulipas beneuiérilo, y el
Ministerio de la Guerra le ofreció en premio « por el grande
servicio hecho á la Nación preservándola de una guerra
civil por un solo acto decisivo » el ascenso ú general de
brigada efectivo, el cual tuvo Garza el buen sentido de no
aceptar, porque era precio de sangre.
Los restos del Libertador permanecieron en Padilla hasta
que por decreto del Congreso nacional de fecha O de
agosto de 1838 se ordenó que fuesen trasladados a la
capital, como en efecto se hizo, llevándolos á la capital
donde fueron depositados con gran solemnidad en la cate-
dral el 27 de octubre de aquel año.
376 PÉBEZ VEBDÍA
CAPÍTULO VII
Constitución federal de 1824. — ElSr. Gral. D. Guadalupe Victoria. —
Rendición de San Juan de Ulúa. — Plan de Montano. — Es electo para
presidente don Manuel G. Pedraza. — Revolución de la Acordada y sn
triunfo. — El Sr. Gral. D. Vicente Guerrero — Expedición y derrota
de Barradas. — Plan de Jalapa. — El Sr. D. José de Bocanegra. — Pro-
nunciamiento de la capital. — El Sr. Gral. D. Anastasio Bustamante. —
- Su administración. — Traición de Picaluga y fusilamiento del señor
Guerrero. — Estalla de nuevo la revolución. — El Sr. Gral. D. Melchor
Múzquiz. — Convenios de Zavaleta.
Siguió ocupado el Congreso en constituir á la nación^
promulgándose el 4 de octubre de 1824 la Constitución
federa tiva, según la cual se componía la República de los
Estados de Chiapas, Chihuahua, Cohahuila y Tejas, Du-
rango, Guanajuato, México, Michoacán, Nuevo León,
Oaxaca, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí^ Sonora y
Sinaloa, Tabasco, Tamaulipas, Veracruz, Jalisco, Yucatán
y Zacatecas y los territorios de la Alta y Baja California,
Colima, Santa Fe de Nuevo México y Tlaxcala. El poder
se dividió en legislativo, ejecutivo y judicial ; el primero
depositado en las Cámaras de diputados y senadores,
electos popularmente cada dos años los primeros y cada
cuatro los segundos; el ejecutivo en el Presidente ó Vice-
presidente en su caso, electo cada cuatro años sin que
pudiera reelegirse, y el judicial en la Corte suprema de jus- -
ticia compuesta de once ministros y un fiscal, en los tri-
bunales de Circuito y juzgados de Distrito.
Hechas las elecciones para Presidente, resultó electo el
Sr. General D, Guadalupe Victoria, llamado así por él
mismo, pues su nombre propio era Manuel Félix Fernán-
dez, y para Vicepresidente el señor general don Nicolás
Bravo, habiendo tomado posesión el 10 de octubre.
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HISTORIA DE MÉXICO 377
Inglaterra y Estados Unidos reconocieron la indepen-
dencia mexicana enviando la República del Norte por mi-
nistro plenipotenciario á Mr. JoelR. Poinsset que ejerció
un pernicioso influjo en la política fomentando la franc-
masonería. Bravo y el partido moderado fueron los pri-
meros que se lanzaron en las logias estableciendo las del
rito escocés cuyo órgano era el periódico titulado El Sol,
y siguiendo este funesto ejemplo el partido exaltado
cuyo jefe era Guerrero, estableció ayudado del ministro
americano, el rito yorkino fundando El Correo de la Fe-
deración,
El 16* de septiembre de 1823 se solemnizó por primera
vez el aniversario de la proclamación de la independencia
á nioción del Síndico del Ayuntamiento de México, D. Wen-
ceslao Sánchez de la Barquera.
Y con tal motivo el Presidente hizo efectiva por vez
primera la emancipación de los esclavos, que aunque de-
cretada por el ilustre Hidalgo, no se había ejecutado sino
en pequeña escala. En ese acto el Sr. Gral. Victoria pro-
nunció estas sencillas palabras ; « Esclavos, en este día en
que se celebra el aniversario de la libertad, recibidla en
nombre de la patria, y acordaos que sois libres por ella,
para honrarla y defenderla. »
Por iniciativa de Bolívar y después de muchas contesta-
ciones se reunió en Panamá una Asamblea Americana,
formada por dos ministros plenipotenciarios de cada una
de las Repúblicas de México, Colombia, Centro América y
Perú, la cual ajustó en 17 de julio de 1826 un tratado de
alianza ofensiva y defensiva para mantener la indepen-
dencia y la integridad territorial. Se estipulaba que forma-
rían un ejército de 60.000 hombres y una armada naval en
la que se emplearían ocho millones de pesos y se obligaban
además á ministrar al Estado invadido un subsidio de
200.000 pesos cada uno y los demás auxilios que fuesen
necesarios. Después de eso los representantes americanos
378 PÉREZ VERDÍA
vinieron al país con el propósito de continuar las sesiones
en Tacubaya á fin de fijar detalles y de estrechar los vín-
culos de fraternidad entre las Repúblicas ; pero el Gobierno
de Victoria más preocupado de las inquietudes interiores
que de proyectos de trascendental importancia, no llegó á
ratificar el tratado. Por otra parte la inesperada oposición
de los Estados Unidos, que se negaron á comprometerse
á prestar su grande apoyo moral, fué una de las causas
principales que paralizaron los resultados del Congreso de
Panamá.
El castillo de Ulúa que había sido el ultimo baluarte
de los españoles y que estuvo defendido primero por Dá-
vila, después por Lemaur y luego por Coppinger, que
había bombardeado á Veracruz haciendo necesaria la
clausura del puerto y su traslación á Alvarado, capituló
el 18 de noviembre de 1825 con el general D. Miguel
Barragán (1), y este suceso que debía alejar toda esperanza
al partido español, produjo sin embargo una insignificante
reacción. Se trató por algunos cuantos de restablecer el
yugo peninsular, y el religioso dieguino fray Joaquín
Arenas con poca cautela invitó al general Mora, que lo
puso en conocimiento del gobierno, siendo luego aprehen-
didos el mismo Arenas, Martínez, Segura, el general
(1) En el Perú hecha la independencia en virtud de la célebre batalla
de Ayacucho, en 3 de diciembre de 1824, los españoles se refugiaron en el
puerto del Callao en donde el Gral. D. José Ramón Rodil hizo una
defensa temeraria. Por dos años enteros se defendió en aquella plaza y
contando al principio del sitio con 2.800 soldados, el día de la canitula-
ción sólo tuvo 316, porque el resto había sucumbido al rigor de la peste y
de la guerra, y la población misma de la ciudad, que era de 8.000 habi-
tantes, se redujo á 700.
Rodil á la vez que desplegó un valor heroico y una constante lealtad
á España, manifestó también una crueldad indescriptible fusilando á
cuanta persona le parecía sospechosa y expulsando á cañonazos á las
mujeres y nulos en número de 2.389 para t descargarse de bocas inútiles t
y poder prolongar la resistencia.
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HISTORIA DE MÉXICO 379
Arana, á quienes se fusiló por una conspiración que era
más ridicula que temible.
El partido yorkino exageró los peligros que corría la
independencia, puso presos á los Gráles. Negrete y Echá-
varri, y se inició una política perseguidora de los espa-
ñoles, en virtud de la cual por decreto de 20 de diciembre
de 1827 se expulsó á muchos de ellos debiendo durarla
expatriación hasta que España reconociera la independencia
de México.
Por este tiempo se urdió en Europa una intriga política
para restablecer el Plan de Iguala, bajo la protección de
Mr. Villele, Ministro de Carlos X, y dirigida por el Marqués
de Crouy Chanel á fin de que Fernando VII consintiera
en que su hermano el Infante D. Francisco de Paula acep-
tase el trono de México á que aquel plan lo llamaba, y
aunque el Rey de España negó su consentimiento y el de
Francia no quiso apoyarlo, el Infante aceptó la idea y
llegó á designar al Barón Alejandro de Talleyrand para
Ministro de relaciones, al Duque de Diño para Ministro de
la Guerra y al Capitán de Navio Mr. Gallois para Marina.
Pretendieron el apoyo de Inglaterra donde solicitaron un
empréstito y no habiéndolo obtenido, se vieron obligados
á abandonar la aventura por más que aseguraban contar
con personas respetables de México.
¡ Tardío reconocimiento de un plan, que merced al influjo
de españoles enemigos de la Constitución de 1820, había
dejado abierta aquella puerta á los Borbones y á su odiado
partido que afortunadamente no supieron aprovecharla en
su oportunidad !
En 23 de diciembre se pronunció en Otumbael Teniente
Coronel D. J. Manuel Montano exigiendo en su plan la
exterminación en la República de toda clase de reuniones
secretas ; el cambio de Ministerio, la expulsión inmediata
de Mr. Poinsset^ y el cumplimiento exacto de la Constitu-
ción y de las leyes. Era aquella una revolución infundada
380 PÉBEZ V£RDÍA
y absurda : se pedía con las armas la extinción de las
logias, y se había fraguado el movimiento en el seno de
los novenarios que se reunían en la calle de la Perpetua.
Se reclamaba el cumplimiento exacto de la Constitución,
y al mismo tiempo se le arrebataba al Presidente la atri-
bución constitucional de nombrar y remover libremente
á los Secretarios del Despacho, y se pretendía expedir el
pasaporte al Ministro de una Nación amiga cuyas rela-
ciones diplomáticas estaban garantizadas por todas las
leyes y requeridas por la paz exterior del país. Á pesar de
tantas inconsecuencias el Gral. Bravo Vicepresidente de la
República, se puso al frente del movimiento en Tulancingo,
olvidando los deberes que su alta posición y su patriotismo
le imponían y dando el más pernicioso ejemplo. Barragán
secundó el movimiento en Veracruz y Armijo en S. Luis ;
mas el Gobierno obró con mucha actividad enviando á
perseguir á los rebeldes al Gral. Guerrero quien el 7 de
enero derrotó completamente á Bravo haciéndole prisio-
nero con Barragán, Armijo, Berdejo y otros jefes, á quienes
se desterró á Guayaquil.
Y se hicieron las más ruinosas operaciones por el Mi-
nistro Esteva quien para poder cubrir lo muy preciso
del presupuesto, gravó en tres millones setecientos mil
pesos las Aduanas marítimas á favor de prestamistas que
le facilitaron menos de seiscientos mil pesos en efectivo !
Se suspendieron los pagos de intereses de la deuda de
Londres con lo cual el crédito nacional sufrió un gran
menoscabo.
Al aproximarse las elecciones presidenciales que con-
forme ú la Constitución de 1824 se hacían por votos de las
Legislaturas, se dividió el partido liberal entre los Grates.
D. Manuel Gómez Pedraza y D. Vicente Guerrero. Era el
primero muy superior al segundo en capacidad intelec-
tual; poseía dotes oratorias notabilísimas y era un militar
muy apegado á la disciplina, muy laborioso, de carácter
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HISTERIA DE MÉXICO 381
independiente y de costumbres estoicas ; pero no tenía
ideas políticas firmes y era capaz de sacrificarlo todo á su
ambición.
Á su vez Guerrero era superior á él en servicios y mere-
cimientos patrióticos, así como en firmeza de principios ;
mas carecía de ilustración.
Gómez Pedraza fué postulado por los escoseses y los
imparciales apoyado por algunos yorquinos y por los
españoles, así es que su partido era heterogéneo, aunque
en su mayor parte representaba á los liberales moderados
y estaba dirigido por D. Juan D. Cañedo, Ramos Arizpe,
Gómez Parias y Espinosa.
A Guerrero lo postulaban los yorquinos ó rojos, resto
de los insurgentes, capitaneados por D. Isidro R. Gondra,
D. Lorenzo deZavala, Almonte, Cerecero, Salgado y Santa
Anna.
Hechas las elecciones el i.^ de septiembre, sufragaron
once Legislaturas por Pedraza y nueve por Guerrero, obte-
niendo así el Ministro de la Guerra un triunfo completo,
aunque hasta el 2 de enero bal) ría de hacerse la declara-
toria. No satisfechos los contrarios apelaron á las armas y
el turbulento Santa Anna se pronunció en Jalapa contra
aquella elección, tachada de ilegítima porque había sido
apoyada por el elemento oficial ; pero perseguido por
tropas del Gobierno tuvo que replegarse áOaxaca, donde
se fortificó y habría sucumbido si un formidable motín no
hubiese dado otro rumbo á los acontecimientos. El 30 de
noviembre se pronunciaron en el cuartel de la ex-Acor-
dada el Coronel del Regimiento de Tres Villas D. Santiago
García con el Gral. D. José M.^ Lobato, D. Lucas Balderas
y D. M. Velázquez de León, uniéndoseles más tarde el
Lie. Zavala y el Gral. Guerrero, y después de tres días de
lucha, en la que el Gobiertio mostró suma debilidad é inep-
titud, desmoralizado Pedraza abandonó la capital renun-
ciando los derechos que le daba la elección hecha por los
382 PÉREZ VERDÍA
Estados. Entonces el populacho favorecido por los facciosos
saqueó el Parian, robando más de un millón de pesos que
había en aquel comercio con lo que acabó de despresti-
giarse el movimiento y quedó establecido el funesto prece-
dente de que la fuerza y los caprichos de los partidos
políticos han de prevalecer en las contiendas electorales
sobre la majestad de la ley, dando con eso aliento á la
ambición personal de soldados afortunados y sin conciencia
que por la tentación de ascensos se pasaban al enemigo^ re-
lajando la disciplina militar y todo sentimiento de pundonor.
Hecho un convenio entre gobernantes y sublevados,
Guerrero entró á ocupar el Ministerio de la Guerra y pocos
días después, el 12 de enero de 1829, el Congreso sin
tomar en cuenta la renuncia de Pedraza, declaró insubsis-
tente su elección, cometiendo un verdadero golpe de Es-
tado que pasó desapercibido merced á la general y errónea
creencia de que en él residía la soberanía nacional.
El 1.** de abril tomó posesión el Sr. Gral. D. Vicente
Guerrero declarado Presidente por el Congreso y que
contaba con una gran popularidad en las masas, y orga-
nizó su Ministerio con el Lie. D. José M. Bocanegra en
Relaciones Exteriores 6 Interiores ; I). Lorenzo de Zavala
en Hacienda; D. J. Manuel de Herrera en Justicia y
D. Francisco Moctezuma en Guerra.
Continuó la penuria del erario, sus enemigos cobraron
bríos tan luego como pasó el estupor de su derrota, se le
separaron multitud de partidarios que quedaron descon-
tentos porque no se los premiaron debidamente sus servi-
cios y bien pronto se formó una oposición formidable.
Se ocupaba el Gobierno en asuntos de colonización en
Texas y Coatzacoalco, cuando se supo que amenazaba por
Tampico una expedición española destinada á reconquistar
el país bajo la falaz promesa de traidores borbonistas de
que encontraría España partidarios decididos y enemigos
débiles por la división y encono de partidos.
HISTORIA DE MÉXICO 383
A las primeras noticias que se recibieron del peligro que
amenazaba á la nación, el señor Guerrero con una grande
actividad trató de levantar tropas y reunir recursos ; pero
la oposición destemplada que se le hacía ofuscó de tal modo
los ánimos de muchos que llegaron á negar el peligro y
atribuyeron las medidas del Presidente al deseo interesado
de tener más tropas para sostenerse mejor.
El 27 de julio de 1829 desembarcó en Cabo Rojo el
Brigadier español D. Isidro Barradas con cuatro mil hom-
bres y armamento y municiones suficientes para formar
un numeroso ejército, en el caso de hallar la acogida que
aseguraban los emigrados.
Entonces nombró el gobierno mexicano al Brigadier
D. Antonio López de Santa Anna, general en jefe del
ejércitp destinado á combatir á aquellos extranjeros, po-
niendo á sus órdenes al Brigadier D. Manuel de Mier y
Terán que se hallaba en Tamaulipas, y al momento, con
un ardor y una actividad extraordinarios, se embarcó en
Veracruz con menos de dos mil hombres en una improvi-
sada escuadrilla que habría perecido si la hubiera atacado
Laborde que era el comandante de la española.
Barradas había ocupado ya á Tampico donde se fortificó
y habiendo atacado á Altamira se apoderó de la población
que defendió mal el General Garza ; pero en esos momentos
llegó Santa Anna que aprovechando la ausencia de Ba-
rradas atacó el 20 de agosto la ciudad defendida por el
coronel Salmón, y la habría tomado si Garza hubiese ata-
cado al jefe español por la retaguardia, antes de que vol-
viese rápidamente sobre el puerto.
Mientras tanto, circuló la noticia de que habían desem-
barcado otras tropas en las costas de Huatulco, y que la
escuadra española había vuelto á Cuba para recoger otra
división que habría de invadirá México por distinto punto;
por lo que el gobierno puso á las órdenes de Bustamante
un ejército de tres mil hombres que hizo situar entre Jalapa,
384 PÉREZ VERDÍA
Córdoba y Ürizaba para poder defender oportunamente
cualquier sitio de la costa de Veracruz.
, Por su parte Santa Anna en combinación con Terán dio
un asalto á Tampico el 10 de septiembre, que hizo que al
siguiente día capitularan los españoles, que entregaron
sus armas y se comprometieron á evacuar inmediatamente
el territorio y á no volver á tomar las armas contra la
República.
La noticia de tan glorioso triunfo se recibió en la capital
el 20 produciendo un inmenso entusiasmo; el 1.® de oc-
tubre llegaron los oficiales Mejía, Stávoli, Woll y Beneski
conduciendo las banderas tomadas al enemigo, que fueron
solemnemente ofrecidas á Nuestra Señora de Guadalupe,
patrona de México y de los insurgentes ; y con tan plau-
sible motivo se concedió amnistía á Bravo, Barragán y
demás complicados en el plan de Montano, se les concedió
á Santa Anna y á Terán las bandas de generales de divi-
sión que se les quitó á Negrete y Echávarri, y se envió al
general Basadre con una ridicula comisión de expedir pa-
tentes de corso contra España á la isla de Haití, que no
dio otro resultado que invertir inútilmente en ella doce mil
pesos. , ,
Aquella patriótica conducta de Guerrero no fué suficiente
para desarmar á sus enemigos, así es que el mismo Bus-
tamante se sublevó con las tropas que se le habían con-
fiado y proclamó el Plan de Jalapa el día 4 de diciembre,
en virtud del cual asumía el poder y se declaraba nula la
elección del presidente.
Hallándose Guerrero en situación difícil, tanto por falta
de recursos pues el deficiente del presupuesto llegaba al
24 p. 100, como por carecer de sus mejores tropas, se
puso al frente de las que pudo reunir, y dejando en la
presidencia al señor don José de Bocankgra nombrado por
el Congreso, salió á batir á los rebeldes ; pero habiéndose
tramado en la capital un movimiento en favor del nuevo
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* HISTORIA D£ MÉXICO 385
plan á cuyo frente se puso el general Quintanar, ayudados
los conjurados por D. Ignacio Esteva, gobernador del
distrito, el 22 de diciembre en la noche se hicieron dueños
del gobierno, aprehendiendo á Bocanegra y poniendo en
lugar suyo al Sr. D. Pedro Vélez que se asoció al mismo
Quintanar y á D. Lucas Alamán.
Luego que supo Guerrero este movimiento quiso volver
sobre la capital, pero se le pronunciaron sus tropas y tuvo
que huir con una pequeña escolta de caballería á las mon-
tañas del Sur, quedando triunfante la revolución. Entonces
entró á la capital y se encargó de la presidencia el i,^ de
enero de 1830 el Sr. Gral. don Anastasio Bustamante,
« hombre de clara inteligencia, de mucho valor, de cora-
zón muy duro, de integridad muy grande, » quien pidió al
Congreso que sancionara el movimiento como lo hizo,
decretando que había sido fusta aquella escandalosa aso-
nada y que el Presidente Guerrero estaba imposibilitado
para gobernar la nación.
\ Tristes inconsecuencias de los partidos políticos :
Bustamante, nombrado vicepresidente en virtud del
Plan de la Acordada, acusaba de nula la elección del
presidente sin reparar que en ese caso la suya no lo era
menos !
En medio de una halagadora situación financiera debida
á la buena administración de empleados inteligentes y á
la entrada abundante de mercancías, se desplegó entonces
una política intolerante y perseguidora que llenó la cárcel
de reos políticos, lo que la hizo llamar por el padre Al-
puche Bastilla bustama?itina. Tales medidas de rigor,
así como la ilegitimidad de origen, ocasionaron una nueva
revolución : Guerrero y Álvarez combatían en el Sur ;
Codallos en el cerro de Barrabás ; Salgado en Michoacán ;
Guzmán en Jalisco; D. Francisco Victoria y Rosains en
Puebla, y Márquez y Gárate en San Luis. Pero el gobierno
destacó fuerzas considerables en su persecución que lo-
25
386 PÉREZ VERDÍA
graron vencerlos y sin atender á sus antecedentes, hizo fusi-
lar á los principales de estos caudillos.
Bustamante había triunfado en muchas partes, y sólo en
el Sur el clima y las balas de los insurrectos diezmaban
sus tropas, por lo que apeló entonces á la más infame
traición. El Ministro de la Guerra don J. Antonio Fació
hizo entregar la suma de 50.000 pesos en oro por. el
Ministerio de Hacienda al Capitán del buque sardo Cotombo
D, Francisco Picaluga, que se había comprometido á
entregar á Guerrero. Ese genovés abusando ^e la amistad
invitó á comer á bordo de su buque al antiguo caudillo
insurgente, y una vez pasada la comida levó anclas del
puerto de Acapulco y declarándolo prisionero lo llevó á
Huatulco donde ya lo esperaba con tropa el Capitán D. Mi-
guel González á quien lo entregó. Fué luego conducido á
Oaxaca donde se le formó un irregular proceso militar,
olvidando que sólo la Suprema Corte podía juzgarlo, así es
que condenado á muerte fué fusilado en Cuilapa el día
14 de febrero de 1831. Tal acuerdo fué tomado en Consejo
de Ministros, donde habiendo votado porque se le fusilara
D. José Antonio Fació y D. José Ignacio Espinosa y por-
que ünicamente se le desterrara á la América meridional
D. Lucas Alamán y D. Rafael Mangino, decidió la empa-
tada votación en pro de la pena de muerte el Presidente (1).
(1) Gobernando la Nueva Galicia el excelentísimo señor don Francisco
de Ayza, coronel de infantería española, llegaron en 1747 al puerto de
Matanchael unos corsarios holandeses. El alcalde mayor de Huetlán, po-
blación inmediata, pasó al puerto y recibió con mil atenciones á los
corsarios, á fin de captarse su confianza. Cuando para corresponderles
diversos banquetes, el alcalde, que era el señor don Pedro de la Vaquera,
les dio uno en su casa, al concluir la comida los mandó aprehender, y en
número de diez y ocho los remitió presos á Guadalajara.
El marqués de Ayza, luego que supo el modo aleve de que se valió
Vaquera para aprehender á los corsarios de acuerdo con la ciudad de
Guadalajara, los recibió muy bien y los condujo á México, donde por
cuenta del gobierno se les ministró dinero para que pudieran volverse á
su patria.
HISTORIA DE MÉXICO 387
La indignación que provocó semejante traición fué tan
grande que el Almirantazgo de Genova declaró traidor y
fuera de la ley á Picaluga, dando con eso una lección de
moralidad á México, donde quedaron impunes los autores
de semejante crimen.
Una vez pasado el estupor producido por tan inesperado
y vergonzoso suceso, se operó una reacción terrible contra
aquel gobierno inmoral que apelaba á tan criminales
medios para conservarse. El 2 de enero de 1832 se pro-
nunciaron en Veracruz los Coroneles D. Pedro de Landero
y D. J. Andoneagui, poniéndose luego el General Santa
Anna al frente, y aunque fué derrotado el 3 de marzo por
el General Calderón en la batalla de Tolome en que mu-
rieron aquellos valientes coroneles, Santa Anna se replegó
á Veracruz donde sostuvo un sitio contra fuerzas man-
dadas porelGral. Fació mientras tanto se pronunciaba en
Texas D. J. Antonio Mejía que obligó á rendirse á varias
guarniciones del Gral. Mier y Terán; en Tampico el Gral.
D. Esteban Moctezuma que derrotó al Gral. Otero en el
Pozo de los Carmelitas el o de agosto y en el Sur D. Juan
Álvarez. Ante aquella actitud el Gobierno cambió de Mi-
nisterio, para lo cual Bustamante se puso al frente de las
tropas siendo electo por el Congreso para sustituirlo el
Sr. Gral. D. Melchor Müzouiz quien empezó sus funciones
el 13 de agosto y designó para Ministros á los Sres. D.
Francisco Fagoaga en Relaciones, D. Ignacio Godoy en
Justicia, D. Ignacio Alas en Hacienda y Gral. J. I. Iberri
en Guerra. Esa medida no satisfizo á la oposición y si-
guiendo la lucha, el Presidente atacó con valor y pericia á
El caballeroso genio espafiol se retrata en el noble marqués de Ayza,
así como también el pundonor militar; los aprehendidos eran corsahios,
habiaü sido presos más por abuso de imprudencia que de confianza, pues
á Vaquera no le conocían ni eran sus amigos, y sin embargo, el capitán
general de la Nueva Galicia los puso en libertad, porque habían sido en-
gañados .
388 PÉREZ VCRDÍA
Moctezuma eH8 de septiembre en laHacda. del Gallinero
cerca de San Miguel Allende y aunque él llevaba sólo tres
mil hombres mandados por los Grales. Arista, Amador y
Duran y los sublevados eran cerca de siete mil, los derrotó
completamente, siendo este combate el más sangriento que
hasta entonces se registrara. Á pesar de triiinfo tan notable,
la opinión siguió manifestándose en su contra y esterilizó
los frutos de esa batalla, pues los Grales. Valencia é Inclán
se pasaron á los sublevados y ocuparon á Toluca ; S. Luis
cayó en poder de Moctezuma; Guadalajara y Zacatecas se
declararon por Pedraza y finalmente Santa Anna que hizo
levantar á Fació el sitio de Veracruz, lo derrotó en unión
de Azcárate en el Palmar, ocupó á Puebla y venció en
Rancho de Posadas el 6 de diciembre al mismo Presidente,
que ^e esa suerte se vio obligado á firmar el 23 de di-
ciembre los Convenios de Zavaleta en los cuales se reco-
nocía como Presidente á Gómez Pedraza en virtud de su
elección de 1828; se disponían nuevas elecciones para el
Congreso, y se comprometía el ejército á sostener el sis-
tema federativo.
¡Nueva muestra de inconsecuencia política y de ver-
gonsoza debilidad de los más distinguidos personajes !
Bustamante firmando ese tratado, reconoció su usurpa-
ción y dejó comprometidos á sus amigos y partidarios; y
Santa Anna que fué el primero en pronunciarse descono-
ciendo con su « Grito de Libertad », la validez de la elec-
ción de Pedraza, viene ahora á ser el que le llama y sos-
tiene su legitimidad!
Uno de los factores constantes en todos nuestros tras-
tornos, y que por lo mismo no faltó en éste, ha sido el
estado financiero del país, de tal suerte que los deficientes
en ]os presupuestos han precedido siempre á las revolu-
ciones, las cuales además de haberse podido desarrollar
más fácilmente contra los gobiernos quebrados, han tenido
por principal consecuencia el liquidar las cuentas y com-
■Miit^,f^ryr'tr^'''fy'^i^^*'^ ^ ■Mii-^^-^
HISTORIA DE MÉXICO 389
promisos anteriores, cortando con la espada victoriosa
todos los nudos que el trabajo nacional y la ciencia econó-
mica no han podido deshacer. Por esto es que la paz ha
estado siempre en relación con el tanto por ciento de los
presupuestos, por lo cual Gómez Pedraza llegó á decir : « El
dinero es la paz. »
El deBciente, considerado sólo sobre egresos indispen-
sables acreditados á cargo de la nación, representa nece-
sidades imperiosas no satisfechas, y por eso debe conside-
rársele como un factor importantísimo, aunque no el único
en nuestras revoluciones.
CAPÍTULO VIII
Presidencia del señor General D. Manuel G. Pedraza. — Gobierno del
señor D. Valentín G. Farías. —-Pronunciamiento por religión y fueros.
— El señor General D. Antonio López de Santa Anna. — Plan de
Cuernavaca. — República centralista. — El señor General D. Miguel
Barragán. — Derrota de las fuerzas federales de Zacatecas. — Guerra
de Tejas. — El señor D. Justo Gorro. — Desastre de San Jacinto. —
El señor General D. Anastasio Bustamante. — Pronunciamiento por
la Federación. — Guerra con Francia.
En tal virtud tomó posesión de la presidencia en Puebla
el 27 de diciembre de 1832 el Sr. Gral. D. Manuel Gómez
Pedraza, que sólo gobernó los tres meses que faltaban para
que expirara su período, en cuyo breve tiempo se dio una
nueva ley de expulsión de los españoles que habían que-
dado ó vuelto al país, y se hicieron nuevas elecciones; pues
se declararon nulas las que estaban ya hechas en favor de
Bravo en quien habían recaído los votos que las legisla-
turas de los Estados habían resuelto dar en favor de Mier
y Terán que se había suicidado en Padilla el 3 de julio á
consecuencia de algiín trastorno cerebral producido por
390 PÉBEZ YERDÍA
desengaños políticos y por la penosa impresión que le
causara la derrota que había sufrido durante la última
campaña en Tampico (1).
Resultó electo el Gral. D. Antonio López de Santa Anna;
mas ocupó el puesto el 1.^ de abril de 1833 el Vicepresi-
dente, Sr. Dr. D. Valentín Gómez Parías.
Animado el gobierno de un espíritu de reforma, después
de haber decretado el Congreso el destierro de cincuenta
y una personas sin expresar la causa, y de haber autorizado
al ejecutivo para que hiciera otro tanto con las que se
hallaren en el mismo casOy decretó el 'patronato de la
Iglesia^ pretendiendo usurpar la atribución de proveer los
Obispados y demás beneficios eclesiásticos (2) ; suprimió la
coacción civil para el pago de los diezmos, así como para el
cumplimiento de los votos monásticos ; se excluyó al clero
de la enseñanza pública por la ley de 19 de octubre y por la
del 24 se suprimió la Universidad, sujetándose los colegios
á una dirección de Instrucción Pública.
Se crió una Biblioteca pública y se dispusieron honras
fúnebres á la memoria de Iturbide, permitiéndose á su
(1) El suicidio será siempre considerado por los hombres pensadores
no sólo como un acto inmoral, sino también como una muestra de suma
cobardía. Por eso Napoleón I con la grandeza de su genio decía con
motivo de la muerte de un oficial en una orden del día : « Hágase saber
que no es más valiente el soldado que presenta el pecho á una batería de
metralla, que el que soporta con constancia los dolores de la vida. »
(2) En virtud del Patronato, concedido á los soberanos de España por la
Iglesia Romana, la provisión de obispados se hacía á propuesta en tema,
por una sección del Consejo de Indias, llamada la Cámara, y el Rey elegía
de la tema ó fuera de ella, presentando su candidato al Papa, quien
expedía las bulas. Los canónigos exceptuando los de oposición se nom-
braban del mismo modo, pero sin la intervención de Roma. Los curatos
se proveían abriéndose concurso cada tres anos, y formándose una terna
de los opositores aprobados por los sinodales, se remitía al Virrey, quien
en calidad de vicepatrono elegía el cura El Obispo sólo podía nombrarlos
con el carácter de interinos y por el periodo de tiempo que transcurría de
un concurso á otro.
HISTORIA DE MÉXICO 391
familia regresar al país, reprobándose de tal suerte la
infamia de Padilla.
El partido puro que era el depositario de las tradiciones
insurgentes y que estaba inspirado en las doctrinas iguali-
tarias de la revolución francesa, tendía á todo trance á
precipitar la evolución social, destruyendo todoa los pri-
vilegios sin contemporizar para nada con el estado actual
de las cosas.
El partido conservador á su vez se derivaba del antiguo
partido español amante de los reyes absolutos y era por
tanto el representante de las ideas coloniales que sostenían
las clases privilegiadas, los monu polios y el esíaíu fuo
político y administrativo.
Entre ambos bandos íiguraba el partido moderado, que
de acuerdo con los principios Jibi^rales, no se atrevía sin
embargo á llevarlos á la práctica porque en su concepto
aun no era tiempo por la falta de preparación sociológica,
así es que sus escrúpulos le quitaban toda acción.
Perfectamente caracterizados estos tres partidos, entra-
ron en una lucha constante, que desde esta típoca quedó
claramente definida.
Aquellas medidas provocaron un gran descontento en el
partido conservador y produjeron un pronunciamiento
bajo el plan de Religión y Fueros que tuvo lugar en Mo-
relia el 26 de mayo de 1833 bajo las órdenes del Coronel
D. Ignacio Escalada, que fué secunJado en Chalco por el
i&eneral Duran y el Coronel Unda, Santa Anna salió á ba-
tirlos, acompañado del General Arista quírn se pronunció
y lo hizo prisionero, poniéndolo después en libertad ; y
más tarde este mismo proclamó el Plan de Cuernavaca
en virtud del cual dejó el poder Gómez Farfas tomándolo
el Presidente Gral. D. Antonio López ue Santa Anna, que
deshaciendo todo lo que él mismo jiabía hecho, mostró de
una manera inequívoca que carecía de principios políticos
y que todo lo sacrificaba á su ambición, pues habiendo
392 PÉREZ VERDÍA
sido el más acérrimo defensor de la República federativa,
fué el primero que la destruyó.
Disolvió las dos Cámaras co-Iegisladoras ; derogó la ley
del patronato eclesiástico, con lo cual volvieron á sus dió-
cesis algunos obispos fugitivos ; disolvió el tribunal orga-
nizado para juzgar al Ministerio de Bustamante, imposibi-
litando así toda justicia; repuso la Universidad, reformó
el plan de estudios, y levantó el destierro á los de la Jey
del caso, para imponerlo en cambio á Gómez Parías, á
Alpuche Infante y á otros políticos.
Se suprimió la Cámara de Senadores y se declaró el Con-
greso competente aun para constituir de nuevo á la Nación,
motivo por el cual los federalistas se declararon contra el
gobierno. Entonces dejó Santa Anna el 28 de enero de 1835
en la presidencia al señor Gral. D. Miguel Barragán, y
después de estar algún tiempo en su hacienda de Manga
de Clavo, partió á combatir las fuerzas federalistas de Za-
catecas formadas por el Gobernador D, Francisco García,
los que derrotó fácilmente cerca de Guadalupe el día H de
mayo, con lo que partió para Guadalajara de donde volvió
á la capital el 21 de julio;
El cambio operado en la forma de gobierno sirvió de
pretexto para la insurrección de Tejas. En aquel vasto y
despoblado territorio, se hallaba establecido Esteban Austín
con una colonia norteamericana, la que con grandes pri-
vilegios y concesiones creció rápidamente, no existiendo
allá una crecida población mexicana que pudiera equili-
brar el influjo americano, casi sin relaciones con el go-
bierno nacional tan distante, tan confiado y tan débil y se
hizo dueña de la situación. Disgustados los colonos por
algunas leyes restrictivas, se pronunciaron sin tener dere-
cho alguno y proclamaron su separación de México y la
erección de la República de Tejas, de la que fué nombrado
presidente Mr. Samuel Houston y vicepresidente D. Lorenzo
de Zavala que de esa suerte traicionó á su patria.
w^rtg-'-y^'^- -'"'''
HISTORIA DE MÉXICO 393
No habría llegado el caso de aquella insurrección, si los
colonos hubiesen contado solamente con sus escasísimos
elementos, pero los alentaba la protección decidida de los
Estados Unidos que les proporcionaron armamento, muni-
ciones y multitud de aventureros que tomaron el nombre
de voluntarios.
Luego que se supieron en México tales acontecimientos
se trató de enviar un cuerpo de tropas para que sometiese
á los rebeldes colonos, pero como el estado de los fondos
públicos era demasiado crítico, se hicieron gravosos con-
tratos para conseguir el dinero suficiente : se pidieron
primeramente 500.000 pesos prestados con un cuarenta y
cinco por cienlo de réditos; después se consiguieron
200.000 á un breve plazo con el 4 por ciento de interés
mensual ; en seguida se negoció un millón de pesos con
el mismo rédito y todavía después se agenciaron otros
500.000 pesos. Se impuso además una contribución sobre
la propiedad raíz del dos al millar.
Santa Anna salió luego para San Luis Potosí donde
recibió la noticia de que los téjanos habían proclamado su
república independiente y que habían hecho capitular en
San Antonio de Béjar al comandante General D. Martín
Cos.
Apresuró entonces sus preparativos de marcha y en
principios de 1836 invadió á Tejas al frente de seis mil
hombres con 21 piezas de artillería.
A la vez que empezaba la campaña murió en la capital
el presidente Barragán, siendo sustituido por el Sr. Lie.
D. José Justo Corro que carecía del carácter enérgico y
resuelto que se necesitaba para gobernar en tan delicadas
circunstancias.
La victoria siguió por todas partes al ejército mexicano
en aquella expedición, pues ocupó á Béjar que habían
abandonado los rebeldes ; el 7 de marzo tomó el fuerte
del Álamo después de un reñido asalto ; se apoderó de
'."4^1
394 P^REZ VERDÍA
la villa González, Refugio, Guadalupe Victoria y de otros
puntos, derrotando á los téjanos en S. Patricio, el Perdido,
Cuates de Agua dulce, etc. Mas en medio de aquellos triun-
fos, mostraba Santa Anna una ineptitud asombrosa : se
había negado á admitir capitulaciones, tan sólo por hacer
alarde de sus fuerzas sacrificándolas inútilmente ; manchó
sus victorias fusilando á todo/s los prisioneros, talando
campos y quemando poblaciones, con lo cual obligaba al
enemigo á continuar la guerra á todo trance supuesto que
les cerraba la puerta para todo arreglo, y por último había
diseminado sus soldados en aquel vasto territorio sin
concierto ni plan militar, de suerte que los cuerpos de
tropa, pistaban unos de otros, dos, tres y aun diez jor-
nadas.
Replegados los colonos unidos á los voluntarios á la
frontera de los Estados Unidos de donde recibían dinero,
municiones, armas y aun soldados que se decían deser-
tores del ejército americano, esperaron el momento á
propósito y el día 21 de abril en número de 800 á las
órdenes de Houston, sorprendieron al general mexicano
que con mil trescientos hombres y un solo cañón se hallaba
en las riberas del río San Jacinto cerca de Harrisbourg. La
derrota que allí sufrió el ejército mexicano fué completa é
ignominiosa, habiendo caído prisionero el mismo jefe, que
corrió grave riesgo de ser fusilado en represalia.
Este desastre, como decía muy bien el Ministro de la
Guerra, no era sino uno de tantos lances de toda campaña ;
pero vino á aumentar su significación, hasta el grado de
hacerlo decisivo, un conjunto de circunstancias desgra-
ciadas. Santa Anna, viéndose prisionero y con peligro de
ser fusilado, cometió la cobarde debilidad de ordenar al
día siguiente al segundo en jefe don Vicente Filisola que
se hallaba cerca con tres mil hombres, que inmediatamente
retrocediera hasta Béjar á esperar órdenes, y el general
Fihsola por tal de salvar al prisionero, y bajo la influencia
HISTORIA. DE MÉXICO 395
de que no era un soldado común sino el Presidente de la
República, en lugar de marchar inmediatamente á reparar
la derrota de San Jacinto, contramarchó, sin atender á que
un militar jamás debe obedecer las órdenes de un jefe que
ha caído prisionero, ni mucho menos cuando son contra-
rias al patriotismo y al honor.
Así pues, retirado el ejército no sólo á Béjar sino hasta
Matamoros, quedó abandonado todo el Estado de Tejas.
Santa Anna después de varios meses de prisión, ejecutando
actos repetidos de bajeza^ reconoció su independencia, lo
que le valió ser puesto en libertad, por lo que volvió á
México sin que se le castigase por su escandaloso compor-
tamiento : infame traición, vergonzosa cobardía, impericia
militar y usurpación de atribuciones. Entre tanto el
gobierno nacional, luchando siempre con la penuria no
pudo ó no supo recuperar aquel territorio, pues aunque
nombró al Gral. D. Nicolás Bravo para que abriese una
nueva campaña, se vio obligado á renunciar porque no se
le facilitaron los elementos necesarios.
El 28 de diciembre de ese mismo año de 1836 reconoció
España la independencia de México y el día 30 se publi-
caron las « Leyes constitucionales » decretadas el día an-
terior por el Congreso, en las cuales á los antiguos Estados
federales se les daba el nombre de Departamentos ; se
conservaba el régimen republicano centralista, se aumen-
taba el período presidencial á ocho años y se creaba un
Poder Conservador compuesto de cinco miembros, desti-
nado á vigilar por la observancia de la constitución y á
mantener á los otros tres poderes en la órbita de sus atri-
buciones ; pero sin los medios materiales necesarios para
hacerse respetar, sin ser responsable de sus operaciones
más que á Dios y pudiendo nulificar las leyes, declarar
incapacitado física ó moralmente al presidente de la Repú-
blica, suspender las sesiones del Congreso, deponer á la
Corte de Justicia, ordenar el cambio de ministros de Estado,
396 PÉREZ VERDÍA
etc., sólo sirvió como un elemento y agente de discordia.
Hechas las nuevas elecciones, resultó para presidente el
señor Gral. D. Anastasio Büstamante, que había vuelto al
país pocos meses antes y que tomó posesión el 12 de abril
de 1837, nombrando Ministro de Relaciones al Lie. D. Luis
G. Cuevas ; de Hacienda áD. Javier Echeverría; de Guerra
al Gral. D. Juan N. Almonte y del Interior á D. José Joaquín
Pesado.
No era popular la nueva constitución ni el sistema cen-
tralista, así es que bien pronto estalló la revolución en San
Luis Potosí, pronunciándose el teniente coronel don Ra-
món ligarte que se apoderó de cuantiosos caudales que
había en la casa de moneda, poniéndose luego al frente del
movimiento revolucionario el general don Estaban Moc-
tezuma ; pero el gobierno tomó activas medidas y mandó
á perseguir á los insurrectos al Gral. D. Mariano Paredes
Arrillaga, que derrotó á Moctezuma el 26 de mayo en Río
Verde, y muerto éste en el combate, capituló Ugarte in-
mediatamente. Hubo otros movimientos en favor de la
federación, en Sonora, donde se pronunció el Gral. Urrea,
en Nuevo México y en Tampico.
Se concedió privilegio á D. Francisco Arrillaga para la
construcción de una vía férrea de México á Veracruz, siendo
éste el primero concedido para ese género de empresas y
aunque no llegó á tener caso sirvió para fijar la atención
en obras tan útiles y trascendentales.
En esto se ocupaba el gobierno, así como en hacer pre-
parativos para la campaña de Tejas, cuando vino á pra^
ocupar su atención la reclamación de Francia, que en virtud
de la superioridad de su fuerza, le hacía á México cargo
de varias crecidas sumas por indemnización debida á ciuda-
danos franceses que habían sufrido en las guerras civiles (1).
(1) Se acusaba al Miaisterio Mole que dirigía entonces los destinos de
Francia, de mostrarse débil y pusilánime con las potencias extranjeras
4JfflSm'V'i^y^'^^v-- ^,*-.'-'yW^wry^VJ!...^-J\1*'A ".f-^w-'f" '-■^■v'J^
HISTORIA DE MÉXICO 397
Bustamanle no atendió aquel negocio con la preferencia
y buena fe que por su importancia reclamaba, y poniendo
moratorias lo dejó sin resolver, hasta que el gobierno
francés envió al Barón Defifaudis con 10 buques de guerra,
y le dirigió un ultimátum el 23 de marzo de 1838, al que
contestó el Ministro de Relaciones D. Luis G. Cuevas,
negándose á entrar en arreglos mientras permaneciese la
escuadra francesa en las aguas mexicanas.
En virtud de esa decorosa respuesta declaró el 16 de
abril el Almirante Bazoche que habían cesado las rela-
ciones entre Francia y México y que se hallaban bloquea-
dos todos los puertos de la República. Después llegó en la
fragata Nereida el Contralmirante Mr. Carlos Bandín,
nombrado Ministro plenipotenciario por el Rey Luis Fe-
lipe, y habiendo pedido una contestación al ultimátum de
Deffaudís, tuvo en Jalapa el 14 de noviembre una entre-
vista con el Ministro Cuevas.
Ningún resultado dio aquella conferencia, por lo que
declarada la guerra, rompió la escuadra francesa sus fue-
gos contra San Juan de Ulúa el 27 de noviembre á las doce
del día.
El Gral. D. Antonio Gaona con 1.100 soldados y cua-
renta y siete cañones sostuvo por más de cuatro horas un
ataque de la escuadra que empleaba ciento ocho piezas
de artillería, pero intimidado por .haberse volado el re-
puesto de pólvora del Caballero Alto, capituló cobarde-
mente con acuerdo del Gral, D. Manuel Rincón, coman-
dante de Veracruz. El gobierno no aprobó la capitulación.
con motivo de diversos negocios internacionales, y para justificarse de
ese cargo se escogió á nuestro país para manifestar energía y poder En
esa vía, se quiso también proporcionar al Príncipe de Joinville, hijo del
Rey y de veinte anos de edad, oportunidad para iniciarse en la marina, á
cuyo fin se le dio el mando de la corbeta la Criolla^ en el cual dio mues-
tras de gran valor que le granjearon desde luego reputación y popula-
ridad.
398 PÉREZ y£RDÍA
por lo que siguieron las hostilidades, quedando encargado
del mando del puerto el Gral. Santa Anna que deseoso de
hacer olvidar sus últimos actos, había ofrecido sus servi-
cios y en la madrugada del 5 de diciembre desembarcaron
los franceses favorecidos por una espesa niebla, con objeto
de aprehender al jefe mexicano, lo que no lograron, pues
sólo consiguieran sorprender á Arista, retirándose perse-
guidos por las tropas nacionales hasta el muelle, donde
habiendo disparado un cañón cargado con metralla, hirie-
ron á Santa Anna en la pierna izquierda matándole además
el caballo que montaba.
Ocuparon los franceses entonces á Veracruz que había
quedado abandonado, y como desgraciadamente entre
tanto en México se trataba del cambio de sistema de go-
bierno, continuando las discordias civiles, hubo necesidad
de celebrar con Francia un tratado en 9 de marzo que fir-
maron D. Manuel Eduardo de Goroztiza, D. Guadalupe
Victoria y Mr. C. Bandín, en virtud del cual, México se
obligó á pagar seiscientos mil pesos que no debía.
Así concluyó esta guerra injusta, por las exorbitantes
reclamaciones de unos cuantos subditos franceses, que an-
siosos de enriquecerse á costa del país, pedían por indem-
nización lo que apenas habrían soñado tener, al grado de
que un pastelero reclamaba más de sesenta mil pesos que
decía le habían robado á^ pasteles en un pronunciamiento.
Y eran tan exageradas las pretensiones de Francia, que
todavía pagados los créditos fabulosos del pastelero y
otros, conservó varios años cerca de doscientos mil pesos
sin entregarlos porque no había quien los reclamara (i) !
(1) « En la época de la expedición de San Juan de Ulúa, había ya dis-
minuido considerablemente el gobierno francés la cuenta de sus reclama-
ciones por sus subditos reduciéndola á tres millones (de francos). Pues
bion, cuando el ministerio de Negocios Extranjeros tuvo que hacer el re-
parto de esos tres millones (♦ 600,000), encontró que en realidad no había
^im
HISTORIA DE MÉXICO 399
La historia se enrtir|jó de vengar á México llamando á
esta agresión ¡guerra de los pasteles !
CAPÍTULO IX
Vuelve Santa Anna á la presidencia. — Batalla de Acajcle y ocupación de
Tampico. — El Sr. Gral, D. Nicolás Bravo- — Pronunciamiento en la
capital. — Pronunciainienlo del GraL Paredes en Guadalajíim. — El
Sr. D. Javier Echeverría, ^~ Es nombradíi de nuevo Santa Ann^i presi-
dente. — Segregación y campaña del Esíadü de Yucatán. — El Sr. D,
Nicolás Bravo. — Disolución del Gonyreáo. — Bases Orginicaa. —
Yucatán. — El Gral. D» Valentín Caníüizo, -^ Nueva insurrección en
Guadalajara.
La revolución continuaba aumentando sus elementos
de tal suerte, que el Gral. Bustamante se vio obligado para
reprimirla á salir para Tampico dejando el 18 de marzo de
1839 en la presidencia al Gral. D, Amomü López de Santa
Anna, que se había rehabilitado por la herida que recibió
en Veracruz.
El 30 de abril salió íambit?n Santa Anna de México para
Puebla á atacar á los sublevados, y el 3 de mayo derrotó
el Gral. D. Gabriel VaJencia en Acajete al valiente Gral.
D.José Antonio Mejía íl quien inmediatamente hizo fusi-
lar. Á este triunfo se siguió el que alcanzó el GraL Arista
ocupando á Tampico el 4 de julio, con lo que la revolu-
ción parecía terminada.
Viendo Santa Anna que no volvía Bustamante, entrego
el poder interinamente al Sr. Gral. D, Nicolás Bravo que
sólo gobernó del 10 al 19 de julio en que volvió el Presi-
dente constitucional. ^
que pagar más que dos (j lUD.OüO). Sobraba puesi un millón que más tarde
fué empleado en aliviar nuestras oíras necesidadeH. » (Thierij Discurso en
el Parlamento del 9 de junio de iS67.)
400 PÉREZ VERDÍA
No duró mucho la paz, pues el 15 de julio de 1840 se
pronunciaron en México Urrea y Gómez Parías, que se
apoderaron del palacio y del mismo general Bustamante,
á quien al fin pusieron en libertad estableciendo el go-
bierno en San Agustín después de 15 días de tirotearse
desde lo alto de los edificios, sin que pudiese triunfar la
rebelión.
Con ese motivo dirigió al Presidente una carta en 25 de
agosto el Sr. D. José María Gutiérrez de Estrada, manifes-
tándole que en su concepto no era posible la República en
México y debía establecerse una monarquía con un prín-
cipe extranjero ; cuya carta originó tal disgusto y excita-
ción que su autor tuvo que esconderse y salir luego del
país, para ir veintitrés años más tarde al palacio de Mira-
mar á ofrecerle al Archiduque Maximiliano la corona que
soñaba como la panacea de nuestros infortunios.
De nuevo se turbó la paz el 8 de agosto de 1841 en que
se pronunció en Guadalajara el Gral. D. Mariano Paredes
Arrillaga, cuyo movimiento fué secundado el 31 por el
Gral. Valencia en la cindadela y por Santa Anna el 8 de
septiembre, que se apoderó del castillo de Perote, por lo
que dio el Congreso licencia á Bustamante para ponerse
al frente de las tropas, quedando interinamente encargado
del poder el 18 de septiembre el señor don Javier Eche-
verría que permaneció hasta el 10 de octubre, pues ha-
biéndose pronunciado la tropa, huyó Bustamante y quedó
triunfante el plan que se formó en Tacubaya en virtud del
cual se declaró que habían cesado los poderes legislativo
y ejecutivo y que una junta nombraría un Presidente pro-
visional. Esta revolución de conservadores contra conser-
vadores, nació por el disgusto de una contribución en que
se imponía el 15 p. 0/0 de aumento á la importación de
efectos extranjeros y pudo desarrollarse al abrigo del defi-
ciente de las rentas públicas que en 1840 fué del 34 p, 0/0,
elevándose en el siguiente año al 37.
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HISTORIA DE MÉXICO 401
Esa junta nombró al General D. Antonio López de Santa
Anna, que gobernó hasta el 6 de octubre de 1842, en cuyo
día salió para su hacienda dejando en el gobierno al señor
General D. Nicolás Bravo, que estuvo hasta el 5 de mayo
del año siguiente.
El Congreso se había reunido el día 10 de junio y había
formado un proyecto de constitución liberal que no agra-
daba al gobierno, por lo cual el ministro de la guerra Tor-
nel hizo que la misma tropa se pronunciara en Huexotzingo
pidiendo la disolución del Congreso y la reunión de una
junta de notables ; y como aquel simulado pronuncia-
miento naturalmente fué secundado en muchas partes,
aparentando el gobierno obsequiar la opinión nacional^
disolvió la Asamblea el 11 de diciembre.
El 6 de enero de 1843 se instaló la Junta de notables
compuesta de sesenta y nueve personas y habiéndose ocu-
pado de constituir á la nación, dio el 12 de junio un nuevo
código centralista que se llamó de « Las Bases Orgánicas »
y conforme á él se hicieron elecciones, resultando electo
de nuevo el mismo General Santa Anna.
Con motivo del cambio de forma de gobierno, se había
rebelado el Estado de Yucatán, que se sentía lastimado,
porque el Presidente Bustamante en 1837 había decretado
un nuevo Arancel de Aduanas que violaba la concesión
que á ese respecto se había otorgado en 1823 al celebrar el
pacto de unión con la República; además las contribu-
ciones impuestas para la guerra de Tejas, el reclutamiento
militar y el estanco del tabaco, eran otros tantos motivos
de disgusto profundo.
Triunfante una sedición local, la nueva Legislatura de
Yucatán declaró en 4 de marzo de 1840 que mientras las
instituciones federales no fuesen restablecidas en la Repú-
blica Mexicana, Yucatán permanecería separado de la
Unión. Rivas Zayas se opuso en Campeche á aquella deci-
sión, pero fué sitiado por López de Llergo é Imán y tuvo
2o
402 PÉREZ VERDÍA
que evacuar la plaza con lo que quedó victoriosa la revolu-
ción.
El gobierno mexicano cerró por tal motivo los puertos
-"de Campeche y Sisal al comercio extranjero y declaró pi-
ratas los buques del Estado rebelde, con lo cual se le origi-
naron gravísimos perjuicios que aumentaron su resenti-
miento, al grado de aprobarse en la Cámara de Diputados
el 1.® de octubre de 1841 la erección de aquel Estado en
República independiente.
Entonces mandó Santa Anna al Lie. D. Andrés Quintana
Roo comisionado para ajuslar algún arreglo, pero no ha-
biendo aprobado el tratado que celebró, se rompieron por
fin las hostilidades en el siguiente año, enviando á las cos-
tas de Yucatán una escuadrilla de cuatro buques y tres
transportes, mandada por D. Tomás Marín con una divi-
sión á las órdenes del Gral. D. Juan Morales, la que se
apoderó en seguida del Carmen.
Nuevos refuerzos llegaron luego mandados por el Gral.
D. Vicente Miñón, quien sólo se ocupó en sitiar inútil-
mente á Campeche hasta febrero de 1843 en que fué sus-
tituido en el mando por el Gral. D. Matías Peña y Barra-
gán. Éste atacó el Norte de la península, derrotó en
Teskokob á los separatistas mandados por el valiente López
de Llergo, y avanzó sobre Mérida ; pero en tan buena si-
tuación, cobardemente capituló sólo porque le hicieron
saber falsas noticias de la aproximación imaginaria de mi-
llares de indios peninsulares. Ampudia que llegaba en tales
momentos á tomar el mando, no hizo otra cosa que cele-
brar un convenio evacuando aquel Estado en cambio del
compromiso del gobierno rebelde de enviar comisionados
á México á terminar las diferencias. Así se hizo y por fin
de tantos desaciertos celebró el gobierno nacional un arre-
glo en diciembre de 1843.
A la vez procuraba Santa Anna distraer la atención pü-*
blica de su mala administración, de sus ruinosos contratos
HISTORIA DE MÉXICO 403
y de su inmoral conducta, llamándola sobre la guerra de
Tejas que anunciaba iba áproseguir, bastando el solo anun-
cio de tal campaña para que el Ministro americano en México
Mr. Shannon, que carecía de dotes diplomáticas, decla-
rase que, estando pendiente el asunto de la agregación de
Tejas á los Estados Unidos que vivamente la deseaban, pro-
testaba contra toda agresión á aquel territorio.
En el gobierno había dejado el Dictador al Gral. D. Va-
lentín Canalizo que presidió los destinos de México desde
el 4 de octubre de 1843 hasta el 4 de junio de 1844 en que
aquél volvió de su hacienda. Sólo unos meses permaneció
en la capital, durante los cuales, habiéndole negado el Con*
greso la facultad de imponer nuevas contribuciones como
lo pretendía, le tomó un odio profundo, declarándose am-
bos poderes en abierta hostilidad; el 12 de septiembre se
ausentó de nuevo quedando provisionalmente en el poder
el Sr. D. José Joaquín de Herrera mientras llegaba de San
Luis el Gral. Canalizo que se encargó del gobierno el día 24.
Las onerosas contribuciones, el enorme déficit del
51 p. 0 0 en los gastos administrativos, la dictadura mili-
tar, los despóticos actos del gobierno y la continua viola-
ción de las leyes, provocaron un general disgusto del que
fué una manifestación la solicituü que en octubre hizo la
Junta departamental de Guadalajara, para que se revisasen
los actos del Presidente. Y como si no fuera bastante, el
1.** de noviembre se pronunció en la misma ciudad el Co-
mandante general del Estado D. Mariano Paredes Arrillaga
adhiriéndose á la iniciativa de la Junta y pidiendo que se
separase del gobierno el general Santa Auna.
Apenas supo éste aquel suceso en su hacienda de Manga
de Clavo, cuando con gran actividad salió para Querélaro al
frente del ejército, sin pedir licencia al Congreso, lo que
aumentó el disgusto é hizo estallar en la Asamblea una
potente oposición sostenida por los distinguidos oradores
Llaca, Olaguíbel, Pedraza, Otero, Morales y de la Rosa,
404 PÉREZ VEBDÍA
Puebla secundó el día 3 de diciembre el movimiento de
Ouadalajara y en México se pronunciaron varios batallones
y el pueblo en masa el 5, poniendo al frente del gobierno
como presidente del Consejo al Sr. D. José Joaquín dk
Herrera á quien al día siguiente le dejó Canalizo el poder.
Santa Anna que supo en Silao el día 9 el pronuncia-
miento de México, en vez de seguir su camino para Guada-
lajara, volvió sobre la capital al frente de doce mil hombres,
pero no atreviéndose á atacarla marchó sobre Puebla, que
defendida por e^ general Inclán se sostuvo desde el 4 de
enero de 1845 hasta el 12 del mismo mes en que tuvo que
levantar el sitio obligado por los generales Paredes y
Bravo.
Por haber sido rechazadas las proposiciones que hizo al
gobierno, abandonó á sus tropas y fugitivo se retiró para
Veracruz, pero fué reconocido, y aprehendido en los alre-
dedores de Tlahuistlán cerca de Jico por el comandante
D. Amado Rodríguez y llevado preso al castillo de Perote»
donde estuvo hasta el 27 de mayo en que salió para el des-
tierro que le impuso la Cámara.
CAPITULO X
El Sr. Gral. D. José J. de Herrera. — Declaración de la guerra entre México
y los Estados Unidos. — Pronunciamiento del general Paredes en San
Luis. — Es nombrado Presidente de la República. — - Sus tendencias paira
estal)lecer la monarquía. — Batallas de Palo Alto y la Uesaca. — Pro-
nunciamiento en Guadalajara y su triunfo. — El Sr. Gral. D. Mariano
Salas. — El Sr. ü. Valentín Gómez F'arías. — El Gral. Santa Anna se
pone al frente del ejército nacional. — Batdla de la Angostura. — Pro-
nunciamiento de los Polkos.
Durante la administración del señor Herrera se hizo la
declaración de la guerra con los Estados Unidos, cuyo su-
, PJ"¿ ■ ■ '.'v. '^'' -'^^ ^ T*Tr*~M- f-r-; w-^rv-^-^- w- - ' j
HISTORU DE MÉXICO 405
ceso es una de las más odiosas injasticias que por la fuerza
han cometido con México las naciones más poderosas.
Como lo llegó á prever el Conde de Aranda, los Estados
Unidos habían tratado de extender sus dominios, á cuyo
efecto adquirieron poco á poco por diversos títulos la
Luísiana, las Floridas y el Oregón y aun no satisfechos
trataron de ocupar á Tejas. Ofreció el ministro Poinsset
comprar al Gobierno aquel Estado en 1825 y en 1827, y
aunque volvió á ofrecerse de nuevo un arreglo, lo rechazó
México, de suerte que entonces aquella gran nación adoptó
otra vía que siendo menos directa era sin embargo mucho
más infame.
Procuró primero la insurrección de los colonos contra
toda justicia, favoreciéndolos como queda dicho, hasta el
grado de hacer que el general Gaínes ocupara con sus tro-
pas á Nacogdoches en plena paz, invadiendo de esta suerte
el territorio nacional. Reconoció luego la independencia
de Tejas, y celebró en seguida con la nueva República un
tratado con fecha 12 de abril de 1844, en virtud del cual
quedaba anexada á la Unión^ con*cuya conducta ofendió
tan gravemente á México que. el ministro don Manuel
Eduardo de Goroztiza pidió sus pasaportes y cortó rela-
ciones.
Las Cámaras americanas reprobaron el tratado de anexión
celebrado con Tejas, tan inicuo así era ; pero obstinado
aquel Gobierno en la idea, sólo varió de medio, pues hizo
entonces que en la Cámara de diputados se propusiera la
agregación á la Unión de dicho territorio, y como fuese
aprobada en sesión de l.<^de marzo de 1845, por una mayo-
ría de veintidós diputados y únicamente de dos senadores,
quedó consumada la iniquidad. No contenta aún aquella
poderosa nación, le dio al nuevo territorio una extensión
que jamás tuvo, haciéndolo lindar con el río Bravo del
Norte, de tal suerte que cuando del modo más contrario al
Derecho Internacional violábalas fronteras mexicanas intro-
406 PÉREZ VERDÍA
duciendo sus ejércitos hasta las riberas del Bravo, tíngía
hipócritamente creer que era México quien violaba las
suyas, para de esa suerte de agresor que era, convertirse
en agredido. Por estas causas se declaró la guerra entre las
dos Repúblicas á mediados de 1846.
Todavía fingieron los Estados Unidos querer la paz y
nombraron á Mr. Johon Slidell Ministro Plenipotenciario
en México, mas porque no se le quiso recibir como á tal,
sino sólo como á Enviado especial y extraordinario, supuesta
la interrupción de las relaciones diplomáticas entre los dos
países, llegó á decirse que el gobierno mexicano no quería
la paz.
El Presidente Herrera, con grandes dificultades, pues la
escasez de recursos era tal que las rentas eran insuficientes
en un 23 p. 0/0 para cubrir las solas necesidades ordina-
rias de la Administración, reunió un cuerpo de tropas de
seis mil hombres que á las órdenes del General Paredes
Arrillaga, salió para la frontera; pero movido éste por
bastardas ambiciones, se pronunció en San Luis Potosi el
14 de diciembre de 1845 y dando la espalda al enemigo
extranjero volvió sobre la capital, donde por haber secun-
dado el plan la guarnición, entró triunfante el día 2 de
enero siguiente.
Tomó la presidencia D. Mariano Paredes Arrillaga, quien
habiendo puesto por pretexto de su rebeUón que la admi-
nistración del señor Herrera no atendía la guerra extran-
jera con el cuidado que reclamaba, no por eso se ocupó
más de ella ; pues adicto á la forma de gobierno monár-
quica, trató de establecerla en aquellos tan críticos ins-
tantes, emprendiendo negociaciones en favor del Infante
D. Enrique, hermano del esposo de Doña Isabel II, y fo-
mentando imprudentemente los odios de los partidos polí-
ticos, precisamente cuando la unión de los mexicanos era
más necesaria. De acuerdo el Gobierno Español con el
partido conservador le ayudó eficazmente á la realización
b..
HISTORIA DE MÉXICO 40T
de sus propósitos invirtiendo el Ministro de aquel Reina
más de cien mil pesos en intrigas políticas. El mismo día
1.® de enero volvió el Estado de Yucatán ¡l separarse íle la
República porque el Gobierno no respeío las bases de
arreglo ajustadas dos años antes» y aunque en julio inme-
diato se reanudaron las buenas reíacioneSj en diciembre
siguiente se pronunció Campeclie proclamando la neutra-
lidad del Estado en la guerra americana, pronunriamiento
innoble y egoísta que fué secundado parios indiof? arma-
dos al efecto por los separatistas, y (|ue triunfó fáctlmentí?
aunque dejando en Yucatán regueros de sangre y la semilla
fecunda de la guerra de castas que tantas desgracias habría
de producir allí, en México una dificultad poli tica más, y
en la historia una página de ignominia.
Se convocó un Congreso, se fundo un periódico monar-
quista llamado El TiempOy á la vez que Slidell volvía con
sus pretensiones de ser recibida coma Plenipotenciario^
que de nuevo fueron rechazadas, y se mando un ejército á
Matamoros, mandado por el General D. Pedro Ampudia.
El ejército americano á las órdenes del deneral D. Zaca-
rías Taylor rompió al fin las hostilidades ocupando el 4 de
marzo el Frontón de Santa IsabeK
Arista que había reemplazado en el mando á Ampudia^
pretendió entonces batir al enemigo en detalle, aprove-
chando la circunstancia de hallarse dividido, por estar una
parte en el Frontón á las inmediatas órdenes ile Taylor y
el resto frente á Matamoros; atravesó con ese íin el Bravo,
mas careciendo de botes para trasportar las tropas y no
pudiendo disponer más que de dos canoas, perdió un día
entero en el paso del río, en cuyo tiempo se apercibí i') el
enemigo del plan de ataque é incorporando sus tropas liizo
fracasar aquella combinación. En el punto llamado Pala
Alto se encontraron ambos combatientes el día 8 de mayo
de 1846, rompiéndose los fuegos á las tres de la tarde : las
fuerzas mexicanas se componían de tres mil hambres,
408 PÉBEZ VERDÍA
número igual aproximadamente alas de Taylor; pero éstas
con una artillería más numerosa y con un armamento muy
superior hacían mil estragos en las filas nacionales, mien-
tras que se hallaban fuera del alcance de los tiros de
nuestra fusilería, así es que después de más de tres horas
de combate se introdujo el desordenen nuestras tropas que
abandonaron el campo, replegándose á una colina. Por
fortuna las sombras dé la noche impidieron que los ame-
ricanos consumaran la derrota,
Al siguiente día emprendió Arista su vuelta para Mata-
moros' en presencia del enemigo, que á cosa de las cuatro
y media de la tarde avanzó sobre las fuerzas mexicanas
que se hallaban en la Resaca de Guerrero; pero no creyendo
el General en jefe que se tratara de un serio combate, sino
más bien de un reconocimiento, dio al General D. Rómulo
Díaz de la Vega instrucciones para la resistencia y se ocupó
en despachar su correo. Nada era sin embargo más falso
que aquella creencia, pues los americanos favorecidos por
un bosque acometieron bruscamente el campamento, y los
soldados mexicanos que la víspera habían peleado heroica-
mente, se desbandaron en ese día, desmoralizados por mil
falsos rumores que habían circulado de que iba á come-
terse una traición, y de que se les entregaría á mansalva
en poder de sus contrarios.
Cuando después de haber caído prisionero Díaz de la
Vega, y de ser infructuosos los esfuerzos de Ampudia para
contener la fuga, se convenció Arista de su error, se puso
al frente de las caballerías y dio una carga valerosa, pero
sin fruto, pues estaba consumada la derrota, cayendo en
poder de los americanos las municiones y la artillería.
Se retiró de allí para Matamoros, cuya plaza abandonó
el 16, tanto porque se juzgó indefendible, como por el
-estado de desmoralización del ejército ; así es que la ocupó
el enemigo el 18, encontrándose allí municiones, artillería
y 400 heridos y enfermos que hubo necesidad de dejar
r^r-
HISTORIA DE MÉXICO 409
abandonados por falla de bagajes. Á Arista se le sometió á
juicio, por lo que entregó el mando el 3 de junio al General
D. Francisco Mejía que de Linares se retiró á Monterrey
donde en el mes de agosto fué sustituido por Ampudia.
Entre tanto el 20 de mayo se pronunció en Guadalajara,
el Gral. D. José María Yáñez al grito de muera el principe
extranjero, y habiendo salido á batirlo el Presidente, dejó
encargado del Gobierno el 27 de julio al Sr. D. Nicolás
Bravo ; pero habiéndose pronunciado el 4 de agosto en la
ciudadela el General Salas, tuvo Paredes que huir, hasta
que por haber caído prisionero fué desterrado. En aquel
año el deficiente del presupuesto alcanzó al 38 p, i 00.
Se encargó entonces del Gobierno D. Mariano Salas quien
convocó un Congreso que reunido el 6 de diciembre nom-
bró Presidente al General Santa Anna,'que en agosto había
vuelto al país ; pero no queriendo ejercer sus funciones,
porque prefirió marchar contra el invasor, entró á la presi-
dencia el 24 de diciembre de 1846 el Sr. D. ValExNtín Gómez
Farías, nombrado vicepresidente; y mientras luchaba con
todo empeño en la capital contra la falta absoluta de
recursos, Santa Anna partió con 3.000 hombres para
San Luis Potosí. Ampudia había tenido necesidad de ren-
dirse en Monterrey celebrando el 25 de septiembre una
honrosa capitulación después de defenderse varios días en
los que, si algunos generales se mostraron ineptos ó co-
bardes, los soldados todos dieron muestras de valor y
entereza ; de manera que á poco de haber llegado Santa
Anna á San Luis, se le incorporó también á fines de oc-
tubre Ampudia con 4.000 hombres.
Permaneció en esa ciudad el General en jefe por más de
tres meses reuniendo nuevas fuerzas, disciplinándolas y aten-
diendo con el mayor esmero á su equipo y buena organiza-
ción ; pero sin formar un plan militar ni nada de lo que
más importaba; así es que sin comprender que el enemigo
podía de un día á otro, como ya se anunciaba, cambiar el
410 PÉREZ YERDÍA
teatro de sus operaciones del Norte al Oriente, ordenó al
general Parrodi que abandonara á Tampico, puerto de
mucha importancia, para replegarse á Tula, que carecía de
significación. Hízose así y al punto se apoderaron los ame-
ricanos de aquella interesante plaza, cuya ocupación los
decidió á atacar á Veracruz, teniendo aquel puerto de
escala.
El 27 de diciembre ocupó el Coronel Doniphan á Paso
del Norte marchando en fines de febrero sobre Chihuahua,
cuya ciudad tomó el l.°de marzo de 1847 después de la
batalla del Rancho de Sacramento, en que derrotó al Coro-
nel Heredia y al gobernador Trias; el General Kearnay
invadió á Nuevo México en agosto de 1846, á la vez que el
Coronel Fremont se internaba en California, declarándola
parte de la Unión, y ocupaba á San Francisco el 9 de julio
ayudado por la escuadra mandada por el Comodoro Sloat.
Entre tanto, se manifestaba por desgracia en el país
cierta frialdad y falta de patriotismo, pues sólo los Estados
de Jalisco, Guanajuato, Michoacán, Querétaro, San Luis,
Aguascalientes y el Distrito Federal proporcionaron su
respectivo contingente de sangre fuera de aquellos otros
que rechazaban la invasión en su mismo territorio; y en la
capital se hostilizaba al gobierno porque apelaba á medi-
das severas para lograr del clero una cantidad que no
había querido prestar.
El 28 de enero de 1847 empezó íí salir de San Luis el
ejército para ir á atacar á Taylor; se componía de 18.000
hombres mandados por los generales Santa Anna, Mora y
Villamil, Micheltorena, Blanco, Corona (don Antonio),
Pacheco, Loinbardini, Guzmán, Miñón, Juvera, Torrejón,
Andrade, Vázquez, y Urrea, y después de fatigosísimas
marchas que pusieron fuera de combate á 4.000 hombres,
pues en la revista del día 20 sólo se encontraron 10.000 in-
fantes y 4.000 de caballería, con 17 cañones, llegaron por
fin frente al invasor el 22 de febrero^ encontrándolo para-
HISTORIA DE MÉXICO 411
petado en el punto llamado « La Angostura » cérea del
SaltiUo.
Trabóse luego un combate parcial con motivo de pre-
tender ambos combatientes ocupar una loma que servía de
posición y que quedó en poder de las tropas mexicanas,
aplazándose la batalla para el siguiente día.
Apenas amaneció el 23 y sin que hubiera tiempo para
que tomaran la mayor parte de nuestros soldados aliniento,
se empezó el combate, peleándose con un reñido encarniza-
miento todo el día, siendo interrumpido apenas por una
lluvia; el enemigo se vio obligado á replegarse varias
veces, de suerte que al concluir la jornada sólo conservaba
una de sus posiciones centrales y su línea de Buenavista
distante cerca die una legua de la que primeramente ocu-
paba. Alas seis de la tarde concluyó la batalla continuando
sólo el cañoneo, y el ejército mexicano presentaba como
trofeos de su victoria las posiciones quitadas al enemigo,
así como tres cañones, tres banderas, cuatro carros de
parque, una fragua y varios prisioneros. Por su parte tuvo
una pérdida de 594 muertos, 1.039 heridos y 1.800 sol-
dados dispersos, habiéndose consumido 571 tiros de cañón
y 555.000 cartuchos, contándose por la del invasor según
sus propios datos, 267 muertos, 456 heridos y 23 disper-
sos; sus tropas aunque' en menor número que las mexi-
canas (8.000 soldados con 20 piezas de artillería) compen-
sábanla superioridad numéricacon las ventajosas posiciones
que habían escogido. Si el general en jefe hubiera ordenado
á la primera brigada de caballería formada de 1.400 hom-
bres que mandaba el general Miñón, que atacase por la
retaguardia el enemigo, habría puesto el sello á la victoria;
pero desgraciadamente no lo hizo, y la brigada se limitó
torpemente á amagar el Saltillo.
El General Santa Anna atacó sin necesidad al enemigo
por la posición más fuerte, siendo que por el paso de Pa-
lomas habría podido fácilmente voltear por la retaguardia
412 PÉREZ VERDÍA
americana y combatirlo por la llanura de Buenavista en
vez de hacerlo por la inexpugnable serranía de la Angos-
tura. Dejó en San Luis dos ó tres baterías siendo que nece-
sitaba urgentemente artillería para poder siquiera compen-
sar con el número la superioridad de los cañones ameri-
canos y sólo contaba con diez y siete cuando su dotación
reglamentaria debía ser de cuarenta y dos piezas. Por
último teniendo casi nulificada la acción de la caballería
por la topografía del lugar y contando con muy inferior
artillería dio el asalto con su ejército extenuado por la sed,
el hambre y la fatiga. Á pesar de tantas y tan punibles cir-
cunstancias adversas, el valor y el patriotismo de nuestros
heroicos soldados supieron sobreponerse á todo y forzaron
la victoria; pero la más infame traición de Santa Anna
frustró aquel noble esfuerzo é inutilizó tari inmensos sa-
crificios. Llegó la noche y mientras Taylor temeroso de
que se consumara al día siguiente la derrota ponía en
salvo sus archivos y llamaba en su socorro la corta guar-
nición del Saltillo, Santa Anna sin necesidad, sin consultar
absolutamente á ninguno de sus generales y abandonando
cruelmente ásus heridos dio la orden de retirada é infame-
mente dejó sus posiciones replegándose á Agua Nueva.
De esta suerte quedó el enemigo dueño del campo, bastán-
dole esto para proclamar su victoria; pero, como dice el
señor Roa Barcena, « si no es posible apellidar vencedor
al ejército mexicano, no hubo vencedor en los campos de
la Angostura ».
El general mexicano aseguró en su parte oficial que la
fatiga de sus tropas y la necesidad de atender al gran
número de sus hendos lo decidieron á ejecutar su incom-
prensible retirada; pero después que se comprendió que
las fatigas de la contramarcha eran superiores á las de la
prolongación de la lucha y cuando se supo que inhumana-
mente abandonó á su triste suerte á los que habían derra-
mado su sangre por la patria, cambió de razones y dijo
HISTORIA DE MÉXICO 41 'i
entonces que la absoluta falta de víveres fué el fiióvil de
su conducta. Tampoco eso la justificaba por([ut^ de ser
cierta, habría inipedido su avance, pues un ejército jamíís
se interna donde no puede subsistir, mas nunca lo discul-
paría de haber ido á hacer una simple intentona contra los
americanos, sacrificando inútilmente á sus valientes solda-
dos ; y en todo caso si no tenía Santa Anna que dar de comer
á la tropa en la Angostura, tampoco había elementos abun-
dantes en Agua Nueva ^á cinco leguas) donde sin embargo
permaneció varios días, y es seguro y como observa muy
bien el señor Balbontín, que lo que allí le sirvió ¡mía man-
tenerse lo hubiera podido transportar al campo iie batalla.
El Gobiei'no de la Unión considerando la dificultad de la
invasión de sus fuerzas por el Norte, y el mejor éxito que
produciría por el Oriente, cambió el plan de canipaña, y
poniendo un nuevo ejército alas órdenes del general Win-
field Scott, hizo que se atacara á Veracruz.
Al saber Gómez Farías el peligro que corría aquel puerto,
ordenó á los batallones de Guardia nacional í( Indepen-
dencia », « Hidalgo )), « Bravos », « Victoria » y « Mina *>j
compuesto de jóvenes llamados />o/A'05, artesanos y otras
personas pertenecientes al partido liberal moderado, que^
saliesen para aquella ciudad; mas disgustados por los actos
del gobierno y movidos por el clero, en vez de ir á defender
la patria, se pronunciaron el 17 de febrero de 1847, al grito
de muera Gómez Furias, mueran los puros, y en nuinero
de 3.300 mandados por los Generales Salas y Pena Barra-
gan atacaron el palacio y otros edificios, trabándose en las
calles déla capital escandalosos combates entre mexicanos,
mientras el extranjero invadía impunemente el territorio
nacional.
Más de quince días duró el tiroteo, que terminó con la
llegada de Santa Anna á Guadalupe el 20 de rnarzo, que
quitó todo pretexto eliminando al Vicepresidente queliabfa
obrado con resolución y patriotismo, y se encargo del go-
414 PÉREZ VERDÍA
bierno echándose en brazos del partido liberal moderado.
Aquellos patriotas milicianos que habían tomado las
armas en defensa de la patria, no consideraron sin duda
los males que ocasionaron con su inoportuno pronuncia-
miento, ni la mancha que sobre ellos mismos arrojaron, y
que siquiera lavaron por fortuna más tarde con su sangre
en los campos de Churubusco y Molino del Rey*
CAPÍTULO XI
Bombardeo y toma de Veracraz. — Batalla de Cerra Gordo. — Ocupación
de Puebla. — Defensa de la capital. — Batallas de Paiiierna y Churu-
busco. — Armisticio. — Molino del Rey. — Asalto á Chapultepec, — Las
garitas de México. — Abandono de la capital. — El Sr* D. Manuel de la
Peña y Pofm- — Ocupación de la capital por los americanos y estable-
cimiento del gobierno nacional en Querétaro. — El GraL D. Pedro
María Anaya. — Vuelta del Sr. Peña y Peña á la presidencia* — Trata-
dos de paz. — Presidencia del Gral. Herrera. — El Sr. GraL D. Mariano
Arista. — Revolución de Jalisco.
Ya desde fines de 1845 se habían presentado algunos
buques de la Unión en las aguas del golfo ; pero hasta el
20 de mayo de 1846 se declaró el bloqueo de Veracruz por
el comandante Fiterkugh, atacando sin éxito alguno el
comodoro Connor á Alvarado defendido por el General
Marín, y el comodoro Perry á San Juan Bautista, de donde
fué rechazado por el teniente coronel D. Juan B. Traconis
en el mes de agosto, y apoderándose en fin de la isla del
Carmen en fines de diciembre.
El 8 de febrero de 1847 se avistaron en Veracruz varios
buques de guerra y se supo que á bordo de ellos había
escalas de asalto y otros utensilios de este género, mien-
tras la ciudad carecía de todo elemento de defensa, á pesar
de lo cual el Comandante de Ingenieros don Manuel Robles
dispuso con grande actividad la fortificación. El 4 de marzo
HISTOBIA DE MÉXICO 415
se recibieron las noticias de la fratricida guerra que había
estallado en la capital, por lo cual se la dejaba abandonada
enteramente; el 6 hizo un reconocimiento un vapor de
guerra y el 9 empezaron á desembarcarlas tropas de Scott.
Las fuerzas mexicanas se componían de 3.360 hombres
mandados por el Gral. D. Juan Morales á más de las que
defendían el castillo de Ulúa que eran 1.000 á las inme-
diatas órdenes del Gral. D. José Duran; mientras que el
ejército invasor estaba formado de más de 13.000 hombres
mandados por los Grales. Worth, Twiggs, Patterson, Phi-
llow y Quitman.
Ocupado Scott en hacer sus fortificaciones permaneció
hasta el 22, en que intimó rendición á la ciudad, que se
negó decididamente, por lo que á las cuatro de la tarde se
rompieron sobre ella los fuegos enemigos, empezando
desde aquel momento un espantoso bombardeo que era
contestado con actividad y arrojo. Seis días continuos
duró aquella lluvia de fuego que sembró en la plaza el llanto
y la desolación, dirigiendo las baterías sus tiros preferen-
temente sobre los ediíicios destinados á hospitales y asilos.
Sólo cuando yacían muertos 350 soldados y más de 400 pai-
sanos, y pasaban de 200 los heridos ; cuando habían caído
6.700 bombas y balas de cañón de un peso de 463.000 li-
bras que ocasionaron pérdidas particulares de más de
6.000.000 de pesos; cuando los defensores carecían de
municiones después de lanzar contra el enemigo 8.486 pro-
yectiles ; cuando se carecía completamente de víveres y
no se tenía ninguna esperanza de recibir socorro, se ajustó
una honrosa capitulación el 27 de marzo. Por ella se con-
cedió que entregando las armas la tropa, saliera de la
plaza, absteniéndose tan sólo los jefes y oficiales de seguir
en sus filas mientras no fueran canjeados, se concedieron
garantías á la población y se hicieron á la bandera mexi-
cana los honores debidos. En tal virtud quedó dueño el
invasor de aquella heroica ciudad el 29 del mismo mes.
4i6 PÉREZ VERDÍA
Sania Anna reprobó aquella capitulación y aun puso
presos á los valientes Grales. Morales, Landero, y Duran ^
y dejando el 1.^ de abril en la presidencia al Sr. Gral. D. Pe-
dro María Anata nombrado por el Congreso, salió de la
capital con dirección á Jalapa d lavar la deshonra de 1 >-
racrus^ para cuyo efecto hizo fortificar el punto de Cerro
Gordo, distante seis leguas de aquella villa, no obstante
que no era á propósito según el dictamen de los instruidos
ingenieros Robles y Cano, porque carecía de agua, porque
no podía allí maniobrar la caballería por las barrancas y
bosques que le rodeaban, porque podía ser flanqueado y
por otras razones que hacían preferible el lugar llamado
Corral falso.
Obstinado aquel general, reunió allí sin embargo un
cuerpo de tropas de las que habían venido de la Angostura
y de la capital, de cerca de 9.000 hombres con 40 piezas de
artillería, y bajo tan malos auspicios esperó al invasor,
que había salido de Veracruz y se encontraba en aparente
inacción á tres leguas de distancia. ,
Por fin el 17 de abril hizo un reconocimiento en el cerro
del Telégrafo la división Twiggs que tuvo que retirarse
después de un largo y sangriento combate. Al siguiente
día se dio la memorable batalla atacando Scott con 8.500
hombres por el frente y por el flanco el cerro del Telégrafo
que fué defendido valerosamente por el general don Ciríaco
Vázquez, hasta morir ; pero ese movimiento de flanco y la
imposibilidad de que obrara la caballería, hicieron que á
los tres cuartos para las diez quedara el enemigo dueño de
aquel puesto, con lo que se introdujo la desmoralización,
declarándose una completa derrota. El triunfo costó sin
embargo al extranjero más de 500 hombres entre muertos
y heridos no bajando los nuestros de i. 000 á 1.200 á más
de 1.300 prisioneros.
El capricho del General en jefe y sus escasos conoci-
mientos militares, lo hacen responsable de aquel desastre,
HISTORIA DE MÉXICO 417
después del cual se retiró á Orizaba, punto estratégico donde
con actividad emprendió la reorganización del ejército, pero
que torpemente abandonó sin motivo y marchó á Puebla,
cuya ciudad dejó también por la falta de elementos, habién-
dola ocupado el general Worth el 15 de mayo.
Santa Anna volvió á México y el día 20 tomó de nuevo
posesión de la Presidencia de la República, trabajando en-
peñosamente por reunir y disciplinar nuevas tropas, para
lo que dispuso que tomaran las armas todos los ciudadanos
mayores de diez y seis años, estableció una maestranza
bajo la dirección del señor Coronel D. Bruno Aguilar, dio
una severa ley contra los desertores, fortificó algunos
puntos de las cercanías y tomó otras medidas encaminadas
á levantar el espíritu público.
Contando con más de 18.000 hombres, dividió su infan-
tería en seis brigadas que puso á las órdenes de los Grales.
Anaya, Pérez, Andrade, Rangel y Terrés y del Coronel
Zerecero ; toda la caballería quedó mandada por el Gral.
D. Juan Alvarez ; la artillería por el Gral. Carrera, el
Ejército del Norte se situó en Guadalupe á las órdenes del
Gral. Valencia, y al Gral. Bravo se le dio el mando de la
línea del Sur, encargándose los trabajos de fortificación á
los Grales. Mora y Villamil, Monterde, Liceaga, y Blanco,
y á los Coroneles Cano y Robles Pezuela. Entonces por
medio de agentes secretos, hizo Santa Anna al enemigo
ocultas y vergonzosas proposiciones, llegando aun á soli-
citar dinero, que Scott mandó darle, y aunque historia-
dores juiciosos suponen que la inteligencia con el enemigo
tenía por objeto ganar tiempo y engañarlo, más bien que
cometer una traición, otros, analizando el conjunto délas
circunstancias, encuentran allí la llave de tantos errores,
de tanta obstinación en presentar nuestras fuerzas en de-
talle, y de todas ó de la mayor parte de nuestras derrotas.
Scott permaneció en Puebla hasta principios de Agosto
en que marchó sóbrela capital de la República al frente de
27
418 PÉREZ VERDÍA
H.OOO hombres con 40 piezas de artillería. Su inacción en
cerca de tres meses fué motivada, por el justo temor de
internarse con tan escasas tropas y á exponerse á que le
cortasen la retirada fácilmente ; pero desde el momento en
que Santa Anna entró en negociaciones secretas con él,
abandonó aquella cautela y se internó en el Valle de
México no porque hubiese recibido refuerzos, sino con la
confianza de que el general mexicano no le resistiría, ni
mucho menos de que le atacaría seriamente, como por
desgracia sucedió.
El 19 de aquel mes se presentó por fin el extranjero
frente á Padierna, donde estaba el General D. Gabriel
Valencia con los restos del Ejército del Norte que llegaban
á 4.000 hombres y doce cañones, y entre dos y tres de la
tarde se rompieron los fuegos, encontrándose á poco muy.
comprometido el jefe mexicano ; pero una brigada del
general Pérez que se presentó en aquellos momentos y
desplegó en tiradores, bastó para que con brío se apode-
raran de las posiciones del combate. En la noche ordenó
Santa Anna á Valencia que se retirara, abandonando los
cañones y bagajes que no pudiera transportar prontamente,
cuya orden desobedeció por juzgarla inconveniente, como
en efecto era, lo que sin embargo no lo releva de la nota
de insubordinado; así es que el 20 de agosto de 1847 muy
temprano se comenzó la lucha; pero las tropas que la vís-
pera habían auxiliado al ejército del Norte, no estaban en
sus posiciones, porque habían sido retiradas, y la desmo-
ralización que produjera la noticia del desacuerdo entre el
General y el Jefe supremo, había cundido en las filas, de
manera que rodeado aquel grupo por un círculo de fuego,
entró en desorden y á los pocos momentos se desbandaba
fugitivo por todas partes ; la derrota estaba consumada y
entonces « sonrieron satisfechas la ambición y la envidia. »
Creyó Scott que podría ocupar á México inmediata-
mente, así es que avanzó sus victoriosas huestes; pero
HISTORIA DE MÉXICO 419
después de una corta resistencia en el puente de Churu-
busco, fueron detenidas en San Antonio Abad y en el con-
vento de Churubusco, distante dos leguas de la capital por
unos cuerpos de guardia nacional á las órdenes de los ge-
nerales D. Pedro María Anaya y D. J. Rincón, que se
defendieron heroicamente hasta agotar el último cartucho,
quedando todos prisioneros sin haber querido capitular.
Cuando al apoderarse de aquel sitio el Gral. Twiggs pre-
guntó por las municiones existentes, el Sr. Anaya respon-
dióle con acento espartano : <c Si hubiera parque no estaría
V. aquí. »
Siguióse á estas jornadas un armisticio durante el cual se
hicieron proposiciones de paz siempre que se cedieran los
Estados de Tejas, Nuevo México y Alta California á más
del derecho de tránsito por el Istmo de Tehuantepec, me-
diante una indemnización, á lo que se negó el Gobierno,
porque como decían muy bien los señores Herrera, Couto,
Mora y Atristain, estando la nación dispuesta á ceder á
Tejas que era la causa de la guerra, ésta debía cesar por
carecer ya de objeto, pues sería inicuo y jamás visto, que
un pueblo hiciese la guerra á un vecino, porque no le
quisiese vender parte de su territorio.
Rompióse el armisticio el 6 de septiembre y el día 8 se
dio la batalla de Molino del Rey ; cuyo punto defendido
por los Generales León, Pérez y Rangel, con 4.000 hombres
y cuatro cañones se sostuvo por muchas horas contra la
columna americana, fuerte de 5.000 hombres, hasta que
por la inacción de la numerosa caballería que mandaba el
Genéralo. Juan Álvarez y que no llegó á entrar en com-
bate, y por el abandono en que dejó aquel punto el General
Santa Anna que esperaba el ataque por el rumbo opuesto,
cayó en poder de Scott, no sin que pagara caro su triunfo,
piíes en sus filas se contaron más de ochocientas bajas
entre muertos y heridos y aun se le sujetó ajuició. El
ejército nacional tuvo que lamentar la muerte del General
420 PÉREZ VERDÍA
D. Antonio León, Gobernador d,e Oaxaca, del coronel
D. Lucas Balderas, del Teniente Coronel Gelaty y de otros
esclarecidos oriciales.
Practicó luego el invasor un reconocimiento en las ga-
ritas del Niño Perdido y San Antonio y el 12 de septiembre
asaltó á Chapullepec, defendido por el General Bravo con
832 soldados y diez piezas de artillería, hasta el díja si-
guiente en que cayó prisionero al apoderarse el enemigo
del Castillo por el lado Poniente, mientras el generalísimo
dejaba inactivos más de 4.000 hombres por el lado Oriente.
La principal defensa de esta fortaleza, la hicieron el
batallón de San Blas, mandado por él Coronel D. Felipe
Xicotencatl, quien murió valientemente con casi todos sus
soldados, en la falda del cerro ; y los alumnos del Colegio
Militar que resistieron hasta el último en el Castillo,
habiendo sucumbido el Teniente Juan de la Barrera y los
soldados Fernández Montes de Oca, Agustín Melgar, Juan
Escutia, Vicente Suárez y Francisco Márquez, todos me-
nores de diez y ocho años, siendo heridos otros y caídos
prisioneros con el General Monterde, Director del colegio,
treinta y siete jóvenes, entre quienes se hallaba D. Miguel
Miramón, que tanto se distinguió años después.
Dueño el enemigo de aquella fuerte posición que domina
la capital, atacó las garitas de San Cosme y Belén, valien-
temente defendida la primera por el General Rangel y
cobardemente abandonada la segunda por el General
Terrés: lo que sirvió de pretexto al Jefe supremo para
ordenar la evacuación de la capital á pesar de que aun con-
taba con 3.000 infantes y 4.000 dragones, y en medio del
mayor desorden, dejando cañones y parque, abandonó á
México en la noohe del 14 y se dirigió d Guadalupe de donde
salió para Puebla después de haber renunciado el poder y
quedando en el Gobierno como Presidente de la Suprema
Corte el Sr. Lie. D. Manuel de la Peña y Peña que « era un
magistrado acostumbrado á no contemplar el bien social
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HISTORU DE México 421
sino en la observancia de la ley y de la justicia » y esta-
bleció su administración en la ciudad de Querétaro. Ese
mismo día entró el ejército invasor, viéndose ondear sobre
el antiguo palacio de los Virreyes el aborrecido pabellón
de las estrellas.
Santa Anna, después de tratar de apoderarse de Puebla,
abandonó aquella empresa y partió el I.** de octubre para
Huamantla con objeto de atacar un convoy, y aunque no
logró su intento, en esta población derrotó el Capitán
D. Eulalio Villaseñor con cuarenta hombres al guerrillero
tejano Wálker que murió á sus manos.
Allí tuvo que entregar Santa Anna el pequeño ejército
de 1.000 hombres que le quedaba al General Reyes, en
virtud de la orden dada por el Gobierno que lo había de-
puesto del mando y sometido á juicio « porque era preciso
que fueran reprimidas la insubordinación y la cobardía, lo
que no podría lograrse si se arrojara un velo sóbrelos de-
plorcfbles sucesos de la derrota de Cerro Gordo y la pérdida
de la capital, » según se expresaba el jefe del Ministerio.
Partió luego á Oaxaca, en donde no le permitió entrar el
Gobernador D. Benito Juárez, por lo que salió entonces
del país con dirección á Turbaco en la Nueva Granada.
Así concluyó esta campaña aquel hombre funesto que
habiéndose portado como un valiente soldado, demostró
que carecía de capacidad para servir de general en jefe, de
patriotismo y de honradez, y tantos fueron sus yerros que
se le acusó de traición.
Aprovechando el extranjero sus victorias, volvió á pro-
poner la paz, cuya idea fué muy bien acogida por el Presi-
dente y su Gabinete formado de los señores D. Luis de la
Rosa y D. Pedro María Anaya ; porque en vista de las cir-
cunstancias estaba resignado á ceder todo, menos el honor,,
con tal de salvar la nacionalidad mexicana ; pero nada
quiso resolver por la interinidad de que estaba revestido,
pues una vez instalado el Congreso nombró provisional-
'*fl
422 PÉREZ TERDÍA
mente hasta el 8 de enero al señor General D. Pedro María
Anata, que tomó posesión en esta segunda vez el día 12 de
noviembre de 1847.
En medio de la más completa penuria, agitábase en el
Congreso la cuestión de la- paz á que se inclinaba el go-
bierno, que nada resolvió por haber expirado su breve
período, y como á la sazón no estaban reunidas las Cá-
maras, por ministerio de la ley volvió á encargarse del
Gobierno, como presidente de la Suprema Corte de Justicia,
el señor Licenciado D. Manuel de la Peña y Peña.
Siguió tratándose sobre el modo de ajustar un convenio
que por fin se firmó en Guadalupe el 2 de febrero de 1848
por los comisionados Licenciados D. Bernardo Couto,
D. Luis G. Cuevas y D. Miguel Atristain y por el agente
americano Mr. Nicolás Trist. Por él cedía México á los
Estados Unidos los territorios de Tejas hasta el Bravo,
Nuevo México y Alta California con una extensión de cerca
de noventa y seis mil leguas cuadradas, recibiendo por
indemnización quince millones de pesos, quedando libre de
las reclamaciones pendientes que importaban $ 3.250.000 y
obligándose el gobierno de la Casa Blanca á defender las
fronteras contra los bárbaros (1).
Grande oposición encontró en el Congreso, donde fué
sin embargo aprobado en sesión del 13 de mayo del mismo
año por una mayoría de diez y seis votos (51 contra 35) ;
porque á pesar de lo oneroso que era y de la injusticia con
que se pretendía, se carecía completamente de recursos y
de tropas para continuar la resistencia y aun se temía que
los enemigos suscitaran una guerra de castas.
(1) « La paz se firmo por fin, dice el Sr. Sierra, y es un timbre de gloria
para la diplomacia mexicana y un monumento de honor para el Sr. Peña
y Peña. Gracias á él hubo una personalidad arredilada por la Nación con
quien tratar. Estábamos cien veces más á la merced del invasor que
Francia en 1871 y obtuvimos cien veces más en Guadalupe que Francia
en Francfort. »
HISTORIA DE MÉXICO 423
« La media República no dominada aún por el invasor '
«staba desmembrada en Yucatán; estaba regida por go-
bernadores inobedientes ú hostiles ; las milicias se desban-
daban ó se rebelaban ; el ejército física y moralmente
desarmado por la derrota, no llegaba á ocho mil hombre^
diseminados en el país, ni pasaban de cien los fusiles
guardados en nuestros depósitos ni de cincuenta los caño-
nes medio servibles en nuestros parques, que no había
más esperanzas de obtener recursos hasta para dar el
rancho á la guarnición de Querétaro, que el anticipo que
sobre la indemnización quisiera hacer el enemigo. »
En toda esta campaña empleó el gobierno de Washing-
ton 27.300 hombres del ejército y 71.300 voluntarios,
cerca de 3.000 carros y 200 piezas de arfiUería, á más de
doscientos y tantos barcos que componían su armada en
ambos mares, gastando más de ciento cincuenta millones
de pesos y sufriendo una pérdida de 25.000 ciudadanos
ocasionada por las batallas, el clima y las enfermedades.
De esta suerte quedaron los Estados Unidos dueños de
aquella considerable parte de nuestro territorio, sobre cuyo
hecho se expresaba así el distinguido estadista americano
Mr. Enrique Clay en su correspondencia con Mr. Channing:
« Hay crímenes que por su enormidad rayan en lo su-
blime ; la toma de Tejéis por nuestros compatriotas tiene
derecho á este honor. Los tiempos modernos no ofrecen
ejemplo de rapiña cometida por particulares en tan grande
escala. »
El historiador Bancroft declara por su parte « que el
Gobierno de los Estados Unidos no tuvo la razón de su
parte ; el veredicto de todas las naciones civilizadas, y esto
lo han reconocido hasta los mismos ciudadanos america-
nos ». Por diversas quejas de varios jefes americanos el
18 de febrero fué separado del mando del ejército el Gral.
Scott y sustituido por el Gral. Buttler.
Aprobados los tratados, volvió el señor Peña y Peña á
424 PÉREZ VERDÍA
presidir la Suprema Corte de Justicia, por haber declarado
el Congreso Presidente Constitucional al señor Gral.
D. José Joaquín de Herrera, quien inútilmente renunció dos
veces, por lo que tomó posesión el 3 de junio de 1848 en
Querétaro, cuya ciudad dejó á los cinco días para trasla-
darse al Distrito Federal ; mas como aun no acababan de
salir las fuerzas extranjeras, fijó su residencia en Mixcoac,
estableciéndose por fin en México el día 12 de junio de 1848
con su Gabinete formado por los Sres. D. Mariano Otero,
D. Mariano Riva Palacio, D. J. M. Jiménez y el Gral.
Arista.
Pero aun no acababan los invasores de evacuar la capital
cuando se pronunció en Aguascalientes el General Paredes
Arrillaga que furtivamente se había introducido al país,
oponiéndose á los tratados de paz y llamando traidores á
quienes los habían celebrado, olvidándose sin duda que él
fué el primero que dio la espalda al invasor en San Luis
para promover la revolución, y que en el corto tiempo
que tuvo en sus manos las riendas del poder, más que de
la guerra extranjera, se ocupó en cambiar la forma del
gobierno. Hízose fuerte en Guanajuato, donde fué sitiado
por el Gral. D. A. Bustamante que ocupó la plaza en el
mes de julio cayendo prisionero el célebre padre Jarauta,
que había prestado excelentes servicios á la causa na-
cional y que fué fusilado á pesar de llevar aún frescas
las honrosas heridas que había recibido en la guerra ex-
tranjera.
Apenas concluida la campaña extranjera, se rebelaron
los indios de Xichú, y cuando ya estaba para sofocarse esta
rebelión, se pronunció en Sierra Gorda el 10 de febrero
de 1849 el Comandante D. Leonardo Márquez, en favor de
Santa Anna, pretendiendo que la renuncia que había hecho
del poder era nula por no haber estado reunido el Con-
greso, habiendo sido prontamente derrotado.
En medio dentales contrariedades procuró la adminis-
4 » -WWT^ '■" ■ WA' ' .y * > ■ -'"^ "■ >>. / ■'. , ^ — '"y. -<V' ' ^ — "^ '^T^~: 7*";^
HISTORIA DE MÉXICO 425
tración del señor Herrera disciplinar y reducir el ejército,
contra el que se había declarado la opinión pública por lo
mal que se había portado en la guerra extranjera, y orga-
nizar á la nación bajo mejores bases, procurando á la vez el
establecimiento de ferrocarriles y telégrafos, para lo cual
concedió privilegio al Sr. D. Juan de la Granja, que
fué quien introdujo el uso del descubrimiento de Morse,
inaugurándose en octubre de 1851 la primera línea tele-
gráfica del país entre México y Puebla (1).
Entretanto el Estado de Yucatán, que seguía separado,
era teatro de la más espantosa guerra de castas.
Armados los indios con la mayor imprudencia por los
mismos yucatecos guiados por sentimientos poh'ticos y
antipatrióticos, se inició la lucha contra los blancos á
mediados de 1847 en el Sur y en el Oriente por los mayas
Antonio Ay, Cecilio Clií y Jacinto Pat, y aunque el primero
fué fusilado antes de que estallase la insurrección, Chí se
apoderó del pueblo de Tepich el 30 de Julio y asesinó á
(1] En 1753 se pensaba ya eii aplicar la electricidad á la correspondencia
telegráfica, y siete años después Jorge Luis Lesoge construyó en Ginebra
iin telégrafo eléctrico compuesto de 24 hilos separados entre sí y que
comunicaban con una varilla que sostenía una bolita de saúco, que co-
rrespondía á cada letra del alfabeto y que era repelida cuando el alambre
se tocaba desde oVa estación con una barra de cera electrizada por fro-
tamiento.
Mas tal aparato y otros varios que funcionaban por medio de la electri-
cidad estática, eran enteramente inseguros y de mera curiosidad, porque
esa electricidad reside en la superficie de los cuerpos y abandona fácil-
mente por la S(íla acción del aire húmedo sus conductores. Fué preciso
esperar á que Oersted y Ampere descubriesen la acción de las corrientes
eléctricas sobre la aguja imantada, y basado en ella, Arago hiciese el
electroimán, para tener ya los elementos necesaiios para el telégrafo, el
cual inventó en 1832 Samuel Morse. En 1844 se inauguró en Estados
Unidos la primera línea telegráfica entre Washington y Ballímore, gene-
ralizándose luego en todo aquel país y en Europa; con excepción de
Inglaterra, donde se ha usado el de agujas, inventado por M'heatstone.
En 1851 se inauguró el telégrafo submarino entre Douvres y Calais,
uniéndose poco más tarde por otro cable África y Europa, y quedando
también unida á América, en 1868.
426 PÉREZ TBRDÍA
todos los habitantes de la raza blanca sin distinción de sexo
ni edad.
Los feroces indios fueron derrotados allí mismo, en
Xcámil y en Cocbatún y se les declaró una persecución
espantosa, fusilándose á muchos por simples sospechas y
sin más fin que aterrorizarlos ; mas á la sombra de la re-
volución local declarada por D. José Dolores Cetina contra
el Gobernador D. Santiago Méndez, los indios se apode-
raron de Tixcacalcupul, Tihosuco, Ichmul y Tekas, repi-
tiendo en todos las horribles matanzas. Llegaron después
de mil depredaciones á apoderarse de la importante ciudad
de Valladolid después de sangrientas acciones y de la
región oriental, por lo que el Gobierno local atendiendo sola-
mente alas circunstancias del momento, determinó ofrecer
el dominio y soberanía de Yucatán á cualquiera nación
extranjera que se prestara á enviar prontos y eficaces
auxilios á la península para librarla de caer en garras de
la barbarie, enviando en ese sentido comunicaciones ofi-
ciales á Inglaterra, España y Estados Unidos.
Medida dolorosa, ilegítima é inútil, porque ella servía
únicamente para indisponerse con México que era el solo
gobierno de quien podría recibir algún auxilio cuando ter-
minara la guerra americana.
Entonces se celebraron tratados por los cuales quedó
abolida la contribución personal, se redujeron las obven-
ciones parroquiales á tres reales por cada bautismo y diez
por cada matrimonio, se les daban tierras á los indios, se
reconocía á Pat por gran cacique de Yucatán y se estipu-
laba que D. Miguel Barbachano, único en quien confiaban,
sería gobernador vitaHcio del Estado.
Por fortuna tan vergonzosas estipulaciones no fueron
cumplidas por los rebeldes y poco más tarde gracias al es-
fuerzo del Gral. Llergo y de los Coroneles Cetina, Méndez
González y Pazos fueron derrotados en Izamal, Ticul,
Tekax, Mama, etc.
HISTORIA DE MÉXICO 427
Terminada la guerra con Estados Unidos el Gobierno
mexicano puso á disposición del Gobernador de Yuca-
tán $ 150.000 después de algunas negociaciones, por lo
cual volvió aquel Estado á incorporársele por decreto de
17 de agosto de 1848, reconociendo en toda su plenitud á
los supremos poderes nacionales.
Á mediados de 1850 invadió la República la terrible epi-
demia del cólera morboy que, aunque no fué tan mortífera
como en el año de 1833 en que por primera vez apareció,
hizo no obstante numerosas víctimas, sembrando el espanto
en todo el país.
Concluido el período del señor Herrera y hechas nuevas
elecciones, fué declarado Presidente por el Congreso, en
sesión del 8 de enero de 1851 el Sr. Gral. D^ Mariano
Arista, que tomó posesión el día 15 rodeándose de un
ministerio liberal moderado.
Desde un principio se manifestó muy difícil la situa-
ción, porque la exaltación de los partidos hacía que el
Gobierno fuese en la Cámara el blanco de los ataques de
puros y de conservadores, produciendo frecuentes cambios
de Gabinete y desechando cuanto proponía, mientras que
la penuria de la Hacienda, las exigencias de los acreedores
y la apatía de los Estados, debilitaban el poder público y
le quitaban á la Federación el prestigio y la vida.
Por todo esto se celebraron desventajosas convenciones
diplomáticas en Inglaterra, por las cuales se reconoció y
garantizó lo que se debía por valor de algunos millones de
pesos á varios tenedores de bonos mexicanos de un carácter
meramente nacional, convirtiéndose así en deuda extran-
jera, la que sólo era interior; se reunió una junta de
gobernadores y representantes de los Estados para acordar
recursos, la cual se disolvió sin hacerlo ; se presentaron
injustas reclamaciones de los Estados Unidos por haberse
declarado caduca una concesión para establecer una vía
de comunicación en Tehuantepec.
428 PÉREZ VERDÍA
Bien pronto empezaron los pronunciamientos, pues en
septiembre se sublevó en Ciudad Guerrero el Gral. Canales
y poco después el Gral. D. José María Carvajal en Camargo,
proclamando la erección de la República de Sierra Gorda ;
mas fueron vencidos fácilmente, por lo que siguió ocupán-
dose de toda preferencia en hacer la reducción del ejército
y el arreglo de la hacienda púbHca; porque, según su
expresión, a un ejércitojsin moralidad es la mayor de las
plagas, y sin el orden y la economía en los gastos de
guerra es imposible que haya hacienda, » mas no obstante
su empeño por el adelanto del país, su moralidad y buena
administración, el partido conservador trabajaba por de-
rribarlo para traer á Santa Anna, olvidando sus pasados
yerros.
El lunes 2() de juUo de 1852 estalló la revolución en
Guadalajara : era gobernador el Sr. Lie. D. Jesús López
Portillo, joven ilustrado de muy buen talento y rectí-
simas intenciones, perteneciente al partido liberal mode-
rado, que había empezado su período en marzo y que á
pesar del corto tiempo trascurrido, llegó á realizar grandes
mejoras, ocupándose en formar una ley de hacienda con-
forme con los recursos y necesidades del Estado. Logró
establecer el importante ramo de la policía, desconocido
hasta entonces, por lo que naturalmente el vulgo hostili-
zaba tan benéfica institución, y había también disuelto un
cuerpo de guardia nacional (|ue mapdaba el Coronel
D. José María Blancarte, sombrerero de oficio y hombre de
mucho valor, que por tal motivo quedó disgustado con el
Gobierno. Aumentó su resentimiento el hecho de haberse
negado el señor López Portillo á darle 3,000 pesos que
pedía sin título alguno y el haberlo mandado procesar por
haber lastimado á un agente de policía llamado San León
que en desempeño de su encargo le pidió á Blancarte, le
manifestara la licencia de la autoridad para tener un baile
en la casa de la « tuerta Ruperta » donde se hallaba; así
HISTORIA DE MÉXICO 429
es que por motivos tan poco decentes, ayudado por el par-
tido conservador y j>or los mismos jefes de la policía que
habían sido subalternos suyos en los cuerpos cívicos que
se habían dísuelto, realizó su pronunciamiento.
Á las dos y media de la tarde del citado 26 de julio,
acompañado Blancarte de Juan Villalvazo, León Lozano y
Ramón Suro, se arrojó sobre el oficial de la guardia de
palacio á quien hirieron, y como la tropa estaba de ante-
mano comprada se apoderó del edificio, donde se hallaban
todas las armas y elementos de guerra del Estado, con los
que se armaron en pocas horas cerca de tres mil hombres
del pueblo, entre quienes se contaban todos los oficiales
dados de baja por el Gobernador y muchos de los del ejér-
cito suprimido por Arista.
El señor López Portillo se dirigió al Carmen donde
estaban 23 hombres con un pequeño cañón, y como el
jefe de las armas federales General D. Rafael Vázquez que
se hallaba en Zapopán, no tomó ninguna medida repre-
siva, se vio obligado á abandonar la capital del Estado
trasladándose áZapotlanejo y de allí á Lagos.
Por de pronto aquel movimiento careció de plan polí-
tico, y unidos los conservadores y los liberales exaltado»
ó puros, pusieron en el Gobierno al Licenciado Sr. D. Gre-
gorio Dávila, pretendiendo que el Presidente lo recono-
ciera, en virtud de ser una revolución puramente local.
Por esto no se alarmó Arista ni lomó las medidas violentas
que se requieren en tales casos ; pero habiéndose pronun-
ciado en esos días el Coronel Bahamonde en La Piedad,
los rebeldes de Guadalajara dieron colorde política general
á su movimiento, y formaron su plan el 13 de septiembre,
cuyas bases fueron « destituir á Arista; sostener la cons-
titución federal ; desconocer los poderes públicos que no
merecieran la confianza pública, y llamar a Sania Anna ».
Desde ese momento se separaron los liberales rojos entre-
gando Dávila el gobierno al General D. José María Yáñez,
430 PÉREZ VERDÍA
quedando así lasitaacíón en poder del partído reaccionario.
Aguascalientes, Mazatlán, Zamora .y otras poblaciones
adoptaron el plan de Jalisco, y hasta entonces envió el
Gobierno federal una división á las órdenes del General
D. José López Uraga, sobre Guadalajara; mas disgustado
este jefe acabó por ponerse en relación con los insurrectos
abrazando su partido, por lo que la división mandada en
defecto suyo por el coronel don Severo del Castillo se
incorporó en León con las fuerzas del Gobernador de
Jalisco y marchó hasta Zapotlanejo, donde permaneció
algún tiempo en espera de municiones.
El '20 de octubre se reunió en el Hospicio de Guadalajara
una junta á la que asistieron el cabildo eclesiástico (con
excepción de tres canónigos : los Sres. D. Pedro Espinosa,
D. José Luis Verdía y D. Fernando Díaz), y gran número
de propietarios y particulares que levantaron una acta que
se llamó plan del Hospicio, en que admitían el de Blan-
carte, añadiendo un artículo para la convocación de un
Congreso general extraordinario.
Aprovechando los sublevados la poca actividad del
Gobierno federal habían reunido cuantiosos elementos,
fortiGcado la ciudad y aun seducido á una parte de las
fuerzas que iban á combatirlos ; pues hasta principios de
diciembre atacóla plaza el General Miñón, quien según se
aseguró entonces recibió dinero porque se retirara como en
efecto lo hizo, después de haber disparado un prolongado
y nutrido cañoneo más aparatoso que eficaz, pues ni abrió
una brecha ni redujo su punto objetiv^o que fué la iglesia
de S. Felipe, ni causó más de cinco bajas á los sitiados.
A la vez se pronunciaba en Durango el 14 de diciembre
el general Morett, y el 28 D. Gregorio del Callejo en el
Castillo de Ulúa, cuyo movimiento secundó Veracruz en
esa misma tarde.
La indolencia é ineptitud del Ministerio habían origi-
nado aquella situación : la chispa produjo el incendio y la
HISTORIA. DE MBXIGO 431
misma revolución local que derrocara sin motivo á uno
de los mejores gobernantes de Jalisco, amenazaba ya
seriamente á uno de los más honrados y patriotas Presi-
dentes de la República!
CAPÍTULO XII
Triunfo de la revolución. — El señor D. Juan B. Cebsdlos. « El Genera^
don Manuel María Lombardini. -^ Vuelta del General Santa Anna á la
presidencia. — Dictadura militar. — Plan de Ayutla. — Campaña del
Sur. — El conde Raousset de Boulvon. — Es nombrado Presidente el
señor general don Juem Álvarez. — El señor General don Ignacio Gomon-
fort. — Campañas de Puebla. — Ley de desamortización. — Constitu-
ción federal de 1857. — Elección de presidente. — Golpe de Estado. —
Plan de Tacubaya.
Encontrando Arista una injusta oposición en el Congreso,
que en tan ííríticas circunstancias le negaba las facultades
extraordinarias que le pedía por carecer enteramente de
elementos, pues tenía en sus gastos un déficit de 18 0 0,
y no queriendo atacar á ía Representación nacional ni
ensangrentar el país, renunció la Presidencia el 4 de enero
de 1853, y salió al día siguiente de México, por lo que
recibió el poder á la media noche el señor Licenciado
D. Juan B. Ceballos, Presidente de la Suprema Corte, for-
mando el Gabinete con personas honorables del partido
moderado.
Fué investido de las necesarias facultades extraordi-
narias, sin embargo de lo cual seguía oponiéndose el Con-
greso á muchos de sus actos, así es que exasperado, el 19
de enero pretendió que se convocase una Convención Na-
cional que reformara la Constitución, lo cual hizo contra
la opinión de su Ministerio, y como fuera desechada
semejante iniciativa, mandó al general Marín disolver
la Asamblea ; pero reunidos varios diputados en una casa
432 PÉREZ VERDÍA
particular, nombraron para Presidente al señor Gober-
nador de Puebla, D. Juan de Miigica y Osorio que no
aceptó. Por no tener Ceballos medios de adueñarse de la
revolución ni contar ya con el partido liberal, al día
siguiente se pronunció la guarnición por el plan de Jalisco
con ligeras reformas y transacciones, y secundado por el
General D. Manuel Robles Pezuela, que pedía además la
dictadura, quedó triunfante, siendo nombrado por los
jefes directores de los últimos convenios depositario del
Poder Ejecutivo el señor General D. Manuel María Lom-
BARDiNi que desempeñó ese puesto desde el 7 de febrero
hasta el 20 de abril en que por haber obtenido mayoría de
votos,' tomó posesión el Sr. Gral. D. Antonio López de
Santa Anna, quien nombró Ministro de Relaciones al Sr.
D. Lucas Alamán ; de Justicia al Lie. D. Teodosio Lares ;
de Hacienda á D. Antonio Haro y Tamariz y de Guerra
al Gral. D. José M. Tornel.
Es digno de llamarla atención cómo el Sr. Alamán con-
servaba un gran prestigio, habiendo sido jefe de gobierno
siempre (¡ue hubo algún suceso pernicioso y funesto para
el país : cuando se contrajo *la onerosa deuda Inglesa,
cuando se fusiló á Iturbide y cuando se fusiló á Guerrero.
Rodeado el Presidente del partido conservador inició una
política enteramente retrógrada : el 23 de abril dio una ley
de imprentaquitando enteramente la libertad, pues imponía
gravísimas penas y exigía que los editores de publicaciones
periódicas hicieran undcpósilo de consideración. E127 des-
terró arbitrariamente al Sr. Arista que vivía pacíficamente
en su hacienda del Encero sólo porque le lastimaba la pre-
sencia de un hombre que en el poder había dado ejemplo
de respeto á la Ley ; trató de fundar en México un protec-
torado extranjero, prelendiondo establecer una monarquía
bajo la protección de España, para lo cual autorizó á Gu-
tiérrez Estrada para ofrecer el trono á las potencias euro-
peas, proyecto que atacaba directamente la independencia
HISTORIA DB MÉXICO 433
nacional y que por fortuna no tuvo caso por la caída del
ministerio español que presidía el Conde de San Luis. Pro-
curó enganchar una guardia suiza, para lo que dio los
fondos necesarios al señor D. J. Ramón Pacheco, Minis-
tro en París ; persiguió á todos aquellos que eran tenidos
por afectos á las ideas liberales, desterrándolos y prohi-
biéndoles residir en las capitales de los Departamentos ó
en las poblaciones de alguna importancia ; restableció la
Orden de Guadalupe y destituyó á los Magistrados de la
Suprema Corte Ceballos y Castañeda porque renunciaron
la cruz con que les condecoró.
Aumentó considerablemente el ejército, consumiendo en
su mantención las rentas públicas, y concedió los princi-
pales puestos á los militares, que prevalidos de sus fueros
ejercían un despotismo insoportable. Déla malversación de
las rentas, así como de los crecidos gastos que inútil-
mente se hacían, vino la bancarrota más completa, pues en
fines de 1854 se debían más de 20.000.000 de pesos, y con
este motivo se impusieron onerosas contribuciones que
agobiaron la propiedad, la industria y el comercio, llegando
á cobrarse por la luz que recibían los ediBcios, según el
número de ventanas ó puertas.
Mucho agradaba la dictadura al señor Santa Anna y por
eso cuando se aproximaba el término en que debía concluir
según el plan que lo elevó al poder, hizo que se le pro-
rrogara por tiempo indefinido; el 17 de noviembre de 1853
se levantó en Guadalajara una acta en ese sentido, y como
fué secundada en las principales poblaciones, supuesto su
carácter oficial, se expidió un decreto por bando nacional,
el 16 de diciembre, en virtud del cual se le daban facultades
discrecionales al Dictador, se le autorizaba para que pudiese
nombrar sucesor en caso necesario y se le daba el trata-
miento de Alteza Serenísima,
Con motivo de haber ocupado el Gobernador de Nuevo
México Mr. Lañe « La Mesilla » pretendiendo que perte-
28
434 PÉREZ VERDÍA
necia á aquel territorio, se suscitó una grave cuestión que
terminó por un nuevo tratado de límites, celebrado en
México el i3 de diciembre de 1853 vendiendo Santa Anna
á los Estados Unidos el referido territorio y derogando la
obligación que tenían de ^guardar de los bárbaros las fron-
teras, mediante el pago de siete millones de pesos al con-
tado y del reconocimiento de tres á plazo, cuyo tratado fué
ratificado el 3 de junio de 1854. Semejante traición, así
como los ruinosos contratos que diariamente se celebraban
y la desmoralización del gobierno, provocaron una justa
indignación del pueblo, y el Dictador que contaba con la
fuerza de sus bayonetas fué sorprendido por un enemigo
que no temía : la opinión pública.
El 1 1 de septiembre se estrenó en las festividades con
que se celebró el aniversario del triunfo de Tampico, el
himno nacional compuesto en un certamen convocado por
el Gobierno por el poeta D. Francisco González Bocanegra
con música del maestro D. Jaime Nunó.
El 1.^ de marzo de 1854 proclamó en Ayutla el coronel
don Florencio Villarreal un plan revolucionario, por el cual
se desconocía á Santa Anna, se determinaba que una junta
nombrara un Presidente interino y que éste convocara un
Congreso constituyente. El señor Coronel D. Ignacio Co-
monfort se adhirió al nuevo plan en Acapulco el 11 del
mismo mes haciéndole alguna reforma, y secundado por el
General D. Juan Álvarez, Gordiano Guzmán, Villalva y
otros, bien pronto empezó á extenderse, presentándose
amenazador para la administración, así es que el 16 de
marzo, con objeto de combatirlo, salió de México el Presi*
dente acompañado de su ministro de la Guerra, General
Blanco, dirigiéndose al Estado de Guerrero. Llegó el día
30 á Chilpancingo y siguiendo su marcha atacó el 13 do
abril al frente de 6.000 hombres el fuerte del Coquillo de-
fendido por ochocientos sublevados en cinco fortines, que
tomó dispersando á sus defensores, por lo que el General
HISTORIA DB MÉXICO 435
Alvarez abandonó el cerro del Peregrino y se replegó á
Acapulco, queriendo que el mortífero clima influyera en la
derrota del ejército santanista.
Trató entonces el Presidente de tomar el castillo de San
Diego defendido por Comonfort, mas habiendo sido recha-
zado en el asalto del 28 de abril y encontrándose sin arti-
llería de grueso calibre que no había podido llevar por
aquellas montañas, comprendió lo inútil de su expedición
y se volvió á México, trabándose el día 30 un serio com-
bate en el cerro del Peregrino, que defendían el General
Moreno y el Coronel Álvarez, y en el cual ambos comba-
tientes se atribuyeron la victoria^ siendo lo cierto que el
Dictador perdió bagajes y municiones.
Alentada la ' revolución por la defensa del castillo de
Acapulco y la retirada del ejército, cundió por todas partes :
subleváronse en Michoacán, donde acababa de ser hecho
prisionero y fusilado el 11 de abril el Gral. D. Gordiano
Guzmán, antiguo insurgente, D, Antonio Díaz Salgado,
D. Epitacio Huerta y D. Manuel García Pueblita, á los que
siguieron Pinzón; Rangely Tejedaque derrotaron en Hué-
tamo al coronel Bahamonde; abrazaron la causa de la
libertad el día 13 de julio el Gobernador de Tamaulipas
D. Juan José de la Garza; y poco después D. Santos Dego-
llado y D. Luis Ghilardi.
Entre tanto, habiéndose sabido que en Alta California se
formaba un cuerpo de íihbusteros franceses, con el íin de
apoderarse de Sonora para segregaría de la República, se
mandó á aquel Estado al señor General D. José María
Yáñez. El día 1.® de julio de 1854 desembarcó en efecto en
Guaymas de incógnito el Conde Raousset de Boulvón, joven
de buen talento^ de modales caballerosos y valor teme-
rario, que guiado por su genio inquieto y aventurero pre-
tendía erigirse en sobersmo de aquel territorio, quien har-
biendo reunido un cuerpo de 400 hombres con los piratas
que le acompañaban, una sección de tropa francesa que
436 PÉREZ VERDÍA
sedajo y algunos alemanes voluntarios^ atacó el 13 del
mismo julio á Yáñez que sólo contaba con 300 mexicanos^
que obtuvieron un triunfo brillante derrotando á los aven-
tureros después de tres horas de combate. Raousset fué
aprehendido y fusilado el 12 de agosto conforme á las
leyes.
Don Félix Zuloaga partió á batir á los sublevados del
Estado de Guerrero y aunque los derrotó en el cerro del
Limón y en otros puntos, concluyó por quedar prisionero
de sus tropas que abrazaron el partido de Ayutla en prin-
cipios de 1855, y poco después, el 20 de abriL tomó el Ge-
neral Degollado la plaza de Puruándiro, pronunciándose á
los dos días en Zamora el Coronel D. Miguel Negrete.
Comonfort, que había vuelto ya de los Estados Unidos
donde fué á proveerse de armas y municiones, desembarcó
en Sihuatanejo con 300 hombres y de allí estableció en
Ario su cuartel general, á la vez que se pronunciaban
D. Vicente Vega en el Departamento de San Luis Potosí, '
D. Ignacio de la Llave en Orizaba y D. Santiago Vidaurrl en
Lampazos. Era el pueblo el que se armaba contre las clases
privilegiadas ; era el elemento civil que se ponía en frente
del ejército : Degollado era paisano, Huerta campesino.
Llave y Garza, abogados, Pesqueira propietario, Vidaurri
empleado y así los demás caudillos.
Comprendiendo entonces el Gobierno la situación, trató
de salvarla y al efecto ofreció una ley constitutiva y con-
sultar la opinión sobre la forma de gobierno; pero eran
tardías esas medidas y no satisfacían por el desprestigio del
Presidente.
Popular como era la revolución se había extendido por
todo el país obteniendo repetidos triunfos ; pues aunque el
Gobierno trató de sofocarla por medio del terror, fusilando
á sus partidarios sin consideración, destruyendo las pobla-
ciones y desatando una horrible persecución, sólo logró
con esto exasperar los ánimos. Bahamonde fué derrotado
J^
■-^ÍÍ-^^TV
HISTORU DE MÉXICO 437
y fusilado en Huetamo ; Guillan en Saltillo, los Coroneles
Cadena, Suárez y Camargo en Zumpango, Taxco y Sochi-
lapa; Pueblita ocupaba á Acambaroy por todas partes obte-
nían victorias los que en lucha desigual combatían la tiranía.
Comonfort invadió á Jalisco y tomó el 22 de julio á
Zapotlán, que defendido por el Coronel D. Plutarco Cabrera
con una fuerte guarnición, presentó una obstinada resis-
tencia; después se apoderó de Colima y marchó en seguida
sobre Guadalajara.
Viendo Santa Aúnalos repetidos triunfos de sus enemigos
y el estado de la opinión pública, trató sólo de salvarse y
salió de la capital el 9 de agosto de 1855 para Veracruz,
habiendo mandado publicar ese mismo día un decreto por
el cual, en uso de sus facultades, nombraba un triunvirato
compuesto del presidente de la Corte, y de los generales
Salas y Carrera, para que se encargasen del Gobierno
cuando él falleciera ó declarara no poder seguir en el mando,
y el día 12 publicó en Perote un manifiesto en el que ala-
bando su conducta, arrojaba sobre otros la responsabilidad
de sus actos y se despedía de la nación, embarcándose á los
dos días para la Habana. ,
Así acabó su Alteza Serenísima su gobierno inmoral y
despótico, dejando comprometidos á sus ministros y par-
tidarios. Secundado el plan de Ayutla el día 13 por el Ayunta-
miento de México y la guarnición, se nombró General en
jefe á D. Rómulo Díaz de la Vega á quien se facultó para
nombrar dos representantes por cada departamento para
que eligiesen el Presidente. Reunidos éstos, nombraron el
día 14 al señor Gral. D. Martín Carrera, que tomó posesión
en esa misma fecha. Á la vez proclamaba el Gral. D. Anto-
nio Haro y Tamariz un nuevo plan en San Luis Potosí con
tendencias conservadoras y otro el Gral. D. Manuel Do-
blado en Guanajuato, por lo que el partido liberal se veía
expuesto á ser vencido, precisamente en el momento de su
triunfo. Por esto dirigió Comonfort una circular manifes-
438 PÉREZ VERDÍA
tando que el General en jefe á que se refería el plan de
Ayutlano podía ser otro que el Sr. D. Juan Álvarez y en
consecuencia no aceptaba al señor Carrera, por lo que se
retiró éste el 11 de septiembre quedando interinamente
en el poder D. Rómülo Díaz de la Vega.
Después de estO' celebraron Comonfort y Doblado un
convenio en Lagos en el que se reconoció el plan de Ayutla
sin las últimas modificaciones, y en tal virtud convocada
la junta de representantes, nombró en Cuernavaca el 4 de
octubre para Presidente interino al Sr. Gral. D. Juan Álva-
rez, que inmediatamente formó su Ministerio con los Sres.
D, Melchor Ocampo, D. Benito Juárez, D.Guillermo Prieto,
D. J. Miguel Arrioja y D. Ignacio Comonfort.
Entonces se expidió la convocatoria para la instalación
del Congreso constituyente, se trató de formar la guardia
nacional en sustitución del ejército, se- promulgó una ley
sobre administración de justicia suprimiendo los fueros
eclesiásticos y se iniciaron otras reformas liberales ; pero
habiendo aparecido síntomas de un rompimiento entre los
miembros de aquel partido y habiéndose pronunciado en
Guanajuato Doblado por Comonfort, tuvo el Sr. Álvarez
el desprendimiento de renunciar, nombrando en su lugar
por decreto de 8 de diciembre de 1855 al Sr. Gral. D. Igna-
cio Comonfort, que tomó posesión el día 11 después de
haberse dominado algunos desórdenes cometidos por los
parciales del general suriano.
Entraron á formar el nuevo Gabinete los Sres. D. Luis
de la Rosa en el ramo de Relaciones, D. Ezequiel Montes en
el de Justicia, D, José María Lafragua en el de Goberna-
ción, D. Manuel Payno en el de Hacienda, D.Manuel Siliceo
en el ¡de Fomento, y en el de Guerra el Gral. D. José María
Yáñez.
Apenas vencida por el general Ghilardi la rebelión de
Sierra Gorda que se había iniciado poco antes, estalló otra
nueva enteramente reaccionaria, el 19 de diciembre en el
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HISTORTA DE MÉXICO 439
pueblo de Zacapoaxtla, acaudillada por el Cura Don Fran-
cisco Ortega y García y por los jefes Güitian y OUoqui,
movidos por el partido conservador que tenía á su cabeza
al General D. Antonio Haro y Tamariz, que habiendo sido
aprehendido en México y llevado á Veracruz, logró fugarse
ingeniosamente cerca de Córdoba en la noche del 5 de enero
de 1856 y ponerse al frente de los sediciosos.
Mandó el Gobierno para sofocarla una brigada á las
órdenes del General La Llave ; pero comprada por el ene-
migo se le pasó abandonando á su jefe y poniéndose á su
frente el coronel OsoUo que ocupó áTeziutlán. Con este mo •
tivo Comonfort envió al Coronel D. Severo del Castillo con
1.200 hombres, habiéndole antes dejado libertad para no
aceptar el mando si acaso sus opiniones estaban acordes
con aquella insurrección ; mas aunque Castillo protestó
caballerosamente su lealtad, faltó á su honor yéndose con el
enemigo, que engrandecido de esta suerte, ocupó á Puebla
de los Angelen por capitulación del General Traconis, au-
mentando así sus elementos militares.
El Presidente comprendió la importancia de aquella sedi-
ción y no queriendo derramar inútilmente la sangre mexi-
cana, reunió un ejército fuerte de 15.000 hombres á cuyo
frente salió él mismo á batir la ciudad angélica. El 8 de
marzo derrotó á los sublevados en Ocotlán y después de
otros sangrientos combates ocupó á Puebla el 23 por una
capitulación en que sólo se concedió á los vencidos garantía
de la vida.
Por decreto de 25 de marzo castigó Comonfort á los
jefes vencidos por la traición que le habían cometido,
mandando que sirvieran como soldados rasos en el ejército ;
también castigó al clero de aquella diócesis decretando el
31 del mismo mes la intervención de sus bienes, de los que
se indemnizaría el gobierno los gastos de aquella campaña,
y se daría una pensión á los huérfanos y á las viudas de los
que en ella habían muerto.
440 PÉREZ VERDÍA
Celebróse en México la Fiesta de la Paz el 3 de abril,
se decretó el establecimiento de un colegio de niñas, se
derogó el decreto del 25 marzo y se entró de lleno en e
sendero de la organización del país.
Desgraciadamente el partido conservador provocaba por
todos medios una reacción : el señor Obispo de Puebla,
D. Pelagio Antonio de Labastida, después de haber repre-
sentado inútilmente contra el decreto del 31 de marzo, pre-
dicó dos sermones el 4 y ell 1 de mayo calificados como sedi-
ciosos, por lo que fué desterrado de la República, aumen-
tándose con eso el disgusto de los enemigos del Gobierno.
Con esto, con el decreto del 5 de junio por el que sin
razón se extinguió la Compañía de Jesús, y con el del 25 del
mismo mes por el cual se ordenó la desamortización de los
bienes de manos muertas por el célebre ministro D. Miguel
Lerdo de Tejada, el hombre más capaz que hasta allí había
tenido el país en asuntos financieros y que había ocupado la
cartera de Hacienda, convirtió el partido conservador en
cuestión religiosa la de la reforma política y social, agriando
eon esto las discusiones, pues sabido es que las cuestiones
religiosas son las más difíciles de tratarse, porque la reli-
gión es el lazo más fuerte que une las voluntades.
El 15 de mayóse publicó el Estatuto Orgánico, que debía
regir mientras se publicara por el Congreso la nueva Cons-
titución, poniendo con eso el mismo Comonfort un límite
á su autoridad, lo que revela su abnegación y buena fe.
Suscitáronse algunas dificultades con Inglaterra y España
y continuaron las conspiraciones en México á la vez que se
discutía en la Asamblea el proyecto do Constitución, que
contenía los principios más avanzados en materia de libertad.
Fueron los principales autores de ese notable código
político los diputados D. Ponciano Arriaga, D. León Guz-
mán, D. Mariano Yáñez, D. Isidoro Olvera, D. José María
Castillo Velasco, D. Francisco Zarco y otros distinguidos
publicistas.
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HISTOálA DE KÉXICO 441
Descubrióse el 15 de septiembre una de esas conspira-
ciones en el convento de San Francisco , lo que hizo que
por decreto del día 17 se suprimiera aquella orden y se
mandara abrir una calle atravesando el edificio, que se llamó
de la Independencia; este suceso debe haber influido para
que años más tarde se diera aquel templo para el culto
protestante, olvidando el gobierno que en México ningún
templo merecía mayor respeto por sus tradiciones históricas
que el de San Francisco, por los importantes é inolvidables
servicios que los franciscanos prestaron á la causa de la
civilización (1).
Establecióse por entonces el Directorio conservador cen-
tral de la República^ que trabajaba con astucia é incansable
actividad en favor de la causa reaccionaria, consiguiendo
que se pronunciaran en distintas partes por religión y
fueros los Generales Castrejón, Mejía y Gutiérrez que
pronto fueron vencidos.
El Gobierno seguía una política conciliadora hasta donde
era posible, apartándose de la exageración de los extremos,
sin otro resultado sin embargo, que enajenársela voluntad
de unos y otros; que tanto así son inconvenientes los tér-
minos medios y tan ciegos así son los partidos.
Por fin el 20 de octubre amaneció sublevada de nuevo la
ciudad de Puebla : los Coroneles Orihuela y Miramón com-
praron á algunos oficiales y de acuerdo con ellos, sorprendie-
ron con inaudita audacia al que estaba de guardia en pala-
cio y se apoderaron de todos los elementos militares ha-
biendo aprehendido al comandante general D. José María
García Gonde. Púsose entonces al frente de los pronun-
ciados el Gral. D. Mariano Salas.
« La revolución, dice el señor Portilla, no era popular,
y se reconoció esto en que no pudieron generalizarla los
(1) En 1895 volvió aquel templo á servir para el culto católico, por
haberse rescatado mediante una cantidad de dinero.
442 PÉREZ VERDÍA
esfuerzos de sus agentes, ni la fortuna con que habían
logrado apoderarse de Querétaro y de Puebla. »
Y en efecto, no obstante que en esos mismos días ponía
graves tropiezos Vidaurri, Gobernador de Cohahuila, Co-
monfort mandó una división á las órdenes del General
D. Tomás Moreno, sobre la ciudad rebelde, la cual tomó
el 3 de diciembre después de haberla defendido los insu-
rrectos palmo á palmo.
No se descansó por esto, pues el día 10 del mismo mes se
pronunció en San Luis la magnífica brigada de los generales
Rosas Landay Echeagaray, seducida por el coronel D. Ma-
nuel María Calvo, capitulado de Puebla en el mes de marzo,
que había recibido del Directorio cuantiosos fondos. Incor-
poróse con sus fuerzas, que ya estaban sublevadas de ante-
mano, y se puso á su frente el General D. Luis G. OsoUo,
el más valiente y al mismo tiempo el más leal de los ene-
migos que tenía el Presidente. El 1.^ de enero de 1857 por
orden del Gral. Mejía se sustrajeron del consulado inglés
en San Luis $240.000 de fondos particulares y se emplearon
en los gastos de la revolución ; pero habiendo mandado el
Gobierno en persecución de Osollo al General Parrodi con
5.000 hombres, lo derrotó primero en Tunas Blancas el
26 de enero de 1857 y el 7 de febrero en el cerro de la Mag-
dalena, donde después de batirse todo el día, perdieron los
insurrectos todos sus trenes y todas sus tropas, quedando
prisionero y herido el mismo general en jefe, quien poco
después fué indultado.
En esta batalla se dio por primera vez en las filas del
Gobierno á la artillería el principal papel, pues nuestros
improvisados ejércitos veían á esa importante arma con
injustiíjcado desdén y hasta solían llamarla « espanta re-
clutas }K
En lüs momentos en que se padlitaba la República sa
concedió á D. Antonio Escandón privilegio para constrair
á Veracruz un forrocarril, transmitiéndole los derechos de
HISTORIA DE ltÉ5CIC0 4*3
los anteriores concesionarios, y se expidió por el Con-
greso la nueva Constitución política de 5 de febrero
de 1857, en cuyo día la juró el Presidente, que la pro-
mulgó el 12.
En ella se reconocen todos los derechos del hombre,
llamados naturales ó inalienables, lo -mismo que la sobe-
ranía popular ; se divide el país en los Estados de Aguas-
calientes, Colima, Chiapas, Chihuahua, Durango, Guana-
juato, Guerrero, Jalisco, México, Michoacán, Nuevo León
y Cohahuila, Oaxaca, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí,
Sinaloa, Sonora» Tabasco, Tamaulipas, Tlaxcala, Vera-
cruz, Yucatán, Zacatecas y el territorio de la Baja Cali-
fornia. Se establece la lorma republicana representativa
federal, y se divide el poder supremo para su ejercicio en
legislativo, ejecutivo y judicial : el primero se deposita en
una sola cámara de diputados electos cada dos años, uno
por cada 40.000 habitantes ; el segundo en el Presidente
de la República electo cada cuatro años, y el tercero en la
Suprema Corte formada de 11 ministros, 4 supernumera-
rios, un Fiscal y un Procurador Gral. de la Nación, electos
cada seis años, en los Tribunales de Circuito y en los
jugzados de Distrito. El Presidente de la Suprema Corte
debía sustituir transitoriamente al de la Repüblica en sus
faltas temporales ó absolutas. Dos fuentes principales sir-
vieron para inspirar ese código político : para la declara-
ción de los derechos del hombre, la doctrina de la Revo-
lución Francesa de 1789 y para la organización política de
la República, la Constitución de los Estados Unidos del
Norte.
Con mucha posterioridad, se han hecho diversas refor-
mas estableciendo la Cámara de Senadores formada por
dos representantes de cada Estado electos cada cuatro
años y estableciendo diversos sistemas para sustituir al
Presidente de la República.
No aceptó aquel • código político el partido conser-
;--•%?: -.Jfr-T?'f--^
444 PÉREZ VERDÍA
vador que se negó á reconocerlo, suscitándose entre el
gobierno y el clero serias polémicas con motivo del jura-
mento que se decretó que hicieran todos los empleados
públicos y que sembró grande alarma en las conciencias.
Una vez promulgada la Constitución se convocó á
elecciones y resultaron electos para Presidente de la Repú-
blica el mismo señor Comonfort, y para Presidente de la
Corte el señor Lie. D. Benito Juárez, habiendo tomado
posesión el i.® de diciembre de aquel año. Pero dominado
Comonfort por la idea de reconciliar los partidos entró en
arreglos con el conservador habiendo aceptado el plan de
Tacubaya, proclamado por el General Zuloaga el 17 de di-
ciembre, reducido á declarar sin vigor la Constitución, de-
biendo seguir en el poder el Presidente y convocar la
reunión de- otro Congreso que diera nueva constitución
más en armonía con las costumbres y necesidades del país.
CAPÍTULO XIIl
El señor general D. Félix M. Zuloaga. — El señor Licenciado D. Benito
Juárez. » Pronunciamiento del 13 de marzo de 1858. ^ Sangrienta
guerra de Reforma. — Plan de Navidad. ^ El señor general D. Bíiguel
Miramón. — Sus triunfos. — Expedición sobre Veracruz. — Batalla y
fusilamientos de Tacubaya. — Expide Juárez las leyes de Reforma. —
Tratados Mon-Almonte y Mac Lane-Ocampo. — Segunda campaña de
Veracruz. — Combate de Antón Lizardo. — Decreto de Zuloaga
deponiendo á Miramón y tomando el poder. — Es aprehendido por
Miramón. — Derrota de éste en Silao. — El señor D. José Ignacio
Pavón. — Es de nuevo nombrado Presidente por una junta el General
Miramón. — Ocupación de Guadalajara por las tropas constituciona-
listas. — Escandaloso contrato de Jécker. — Violación de la legación
inglesa en México. — Batalla de Calputalpán. — Fin del gobierno de
Miramón.
En tal virtud rompió Comonfort por sí mismo sus títulos
de legalidad y aprehendió á Juárez ; pero sufrió un error
k^^a.
HISTOBU DE MÉXICO 44S
cuando creyó posible la fasión de los partidos : ni el con-
servador le tuvo confianza, ni el liberal aceptó aquel nuevo
plan^ lo cual conoció bien pronto por las inadmisibles exi-
gencias de los reaccionarios tanto más injustas cuanto que
no era aquel partido el que había prestado favor alguno
al Presidente, sino quien lo había recibido. Entonces hubo
un nuevo pronunciamiento el H de enero de 18S8, ente-
ramente conservador, en virtud del cual se desconocía á
Comonfort y se nombraba en su lugar al señor Gene-
ral D. Félix M. Zuloaga ; por lo que el vencedor de Zapotlan
y Puebla trató de volver sobre sus pasos, á cuyo efecto
quiso defender la capital, mas después de diversas escara-
muzas en las calles y abandonado de sus tropas salió de
México el 21 de enero con dirección á Veracruz donde se
embarcó para el extranjero.
Entre tanto el Presidente de la Suprema Corte de Justi-
cia, D. Benito Juárez, estableció el Gobierno constitucional
en Guanajuato el 18 de enero de 1858, trasladándose
después á Guadalajara en los primeros días de marzo. Su
Gabinete lo formaron los Señores D. M. Ocampo en Rela-
ciones y Guerra ; D. S. Degollado en Gobernación,
D. M. Ruiz en Justicia, D. G. Prieto en Hacienda, y D. León
Guzmán en Fomento.
Zuloaga derogó inmediatamente las leyes de desamorti-
zación y de ovenciones parroquiales y dispuso la forma-
ción de un ejército para la persecución de los constitucio-
nalistas, del cual quedó nombrado jefe el General Osollo^
quien llegó á reunir 5.400 soldados.
Á su vez los Estados de Guanajuato, Jalisco, Zacatecas,
San Luis, Michoacán y Aguascalientes formaron una coa-
lición para oponerse al plan de Tacú baya, reuniendo un
cuerpo de 7.000 hombres con treinta piezas de artillería
mandado por el General D. Anastasio Parrodi, que se
situó en Celaya, donde fué acometido por el jefe reaccio-
nario el día de 8 de marzo, y habiéndose retirado á Sala-
. \
446 ,PÉREZ VERDÍA
manca trabóse allí un reñido combate al d(ía siguiente en
el que fueron derrotadas las tropas de la coalición, mu-
riendo en una brillante carga d^ caballería el pundonoroso
Coronel D. José Calderón y teniendo por principal causa
semejante desastre la torpeza de Parrodi al permanecer
inactivo varios días dejando que OsoUo aumentara
constantemente sus ejemenlos de guerra, la falta del
Gral. D. Mariano Moret de no haber sostenido la carga
de caballería, como se le había ordenado, y la conducta
equívoca de Doblado que se mantuvo con. su brigada casi
como simple expectador.
Al recibir el señor Juárez en Consejo de Ministros la
noticia y pormenores de aquella función de armas, dijo con
la mayor serenidad : Han quitado una pluma d nuestro
gallo, Y sin desalentarse, dispuso que se escribiese un
manifiesto á la nación.
Aprovechó el partido conservador tan importante vic-
toria, provocando un pronunciamiento, en Guadalajara
antes de que llegaran las fuerzas vencidas en Salamanca,
Al efecto sedujo al Coronel del 5.® batallón D. Antonio
Landa, quien ocupando con su cuerpo el edificio del Insti-
tuto, se sublevó al dar la guardia en palacio á las diez de
la mañana del 13 de marzo, aprehendiendo inmediatamente
al Presidente y sus ministros que allí se encontraban.
Aquella insurrección no fué general en la ciudad, de suerte
que mientras los sublevados malamente libertaban y arma-
ban la prisión, hacían prisionero al Gral. D. Silverio Nú-
ñez, que temerariamente les reprochaba su conducta infiel,.
y se fortificaban en palacio ; los cuerpos de Guardia nacio-
nal mandados por el Lie. D. Miguel Contreras Medellín
(batallón Hidalgo, 2 compañías), el literato D. Miguel
Cruz Aedo y el médico D. Rafael Jiménez (batallón Prisr
ciliano Sánchez, 1 compañía) acuartelados en San Agustín^
San Francisco y el Carmen, 100 soldados del !.<> de lan-
ceros mandados por el Teniente Coronel D. Antonio Álva-
HISTORIA DE MÉXICO 447
rez, en Santa María de Gracia, oponían una viva resisten-
cia, sosteniendo todo el día un fuego nutrido con aquellos,
quienes ocuparon el Carmen, replegándose entonces á San
Francisco los nacionales allí acuartelados.
Landa dio pruebas de su incapacidad para dominar la
situación; entregó el palacio á saco, á los prisioneros en
mano& de sus mayores enemigos que los amenazaban é
insultaban constantemente, y el mando á su secretario el
Escribano Barbosa, al Coronel Moret y á cuantos jefes
había en sus filas. Viendo que el Presidente se rehusaba á
ordenar á sus defensores que depusieran las armas, pro-
curó el día 14 alguna transacción, pues no se le ocultaba
que no podría sostenerse por más de tres ó cuatro días
que tardarían en llegar las tropas de Parrodi, que iban á
marchas forzadas desde que supieron el pronunciamiento.
Con tal fin se tocó á parlamento en palacio después de las
nueve de la mañana, á cuyo toque correspondió San
Agustín ; cesaron los fuegos y salieron de palacio los gene-
rales D. Pantaleón Moret y D. Silverio Núñez, comisio-
nados respectivamente por Landa y Juárez, para tratar
con el Gobernador ó con Contreras Medellín, dirigiéndose
á San Agustín, donde abrieron las conferencias, manifes-
tando el Gobernador de Jalisco D. Jesús Camarena que
haría uso de represalias si llegaran á atentar contra el Pre-
sidente de la República.
Entre tanto Cruz Aedo, sabiendo la desmoralización que
había entre los pronunciados, asaltó á palacio por San
Francisco, al frente de cincuenta de sus nacionales, sin
haber recibido noticia del parlamento. Fué rechazado con
grandes pérdidas, y creyendo sus contrarios en una trai-
ción por la violación del armisticio, el capitán D. Filomeno
Bravo (que estando en la cárcel por complicidad en el
asesinato de D. Manuel Álvarez, gobernador de Colima,
se había adherido al movimiento) trató de fusilar á Juárez
y á sus ministros, mandando á la guardia hacer fuego
-iag^T^l
448 PÉREZ V£RDÍA
sobre ellos en el mismo salón donde se hallaban; pero
habiéndoles perorado D. Guillermo Prieto, titubearon los
soldados, dando tiempo á que entrara en esos instantes
Landa, y después de algunas explicaciones por las que se
convenció de la inocencia de los distinguidos presos en el
irreflexivo asalto, mandara retirar aquellos soldados.
Á las dos de la tarde se firmó una capitulación por la
cual se otorgaba la libertad al Presidente y sus compañeros ;
se entregaban seis mil pesos á Landa, permitiéndole en
las 48 horas siguientes salir de Guadalajara, con sus sol-
dados y con dos cañones que tendría derecho á escoger,
facilitándole el gobierno trenes y bagajes, y se concedía
completa amnistia á quienes hubieren tomado participa-
ción en el pronunciamiento. El lunes 15 se publicaron los
convenios y á las cinco de la tarde salieron los sublevados
tomando el camino de Cocula, para esperar la llegada del
vencedor de Salamanca é incorporársele en San Pedro
dando para eso un rodeo inmenso.
Por la aproximación de OsoUo, Juárez á su vez salió
para Colima, el día 20, acompañado de sus empleados y
escoltados por 80 rifleros á las órdenes del Coronel D.
Francisco Iniestra, pero con tan mala fortuna, que esa
misma tarde en el pueblo de Santa Anna Acatlán se
encontró con Landaque volvía á Guadalajara, después de
su rodeo, al frente de 500 hombres. Itiiestra ocupó con su
escolta la iglesia, el mesón donde estaba Juárez y otras
altaras y sostuvo el fuego toda la tarde, sin haber sido
asaltado, y á las once de la noche salieron sin ser sentidos,
incorporándose al siguiente día á la tropa del Coronel D.
J. N. Rocha que estaba en Zacoalco á seis leguas >de dis«-
tancia. •
Aquellos sucesos pusieron de manifiesto mucha incuria
por parte del Gobierno constitucional que habiendo tenido
repetidos avisos de que iba á estallar el pronunciamiento,
no supo evitarlo ; grande y punible temeridad, al salir el
i»!^
"í • "'
HISTOBIA DE MÉXICO 449
Presidente con tan reducida escolta, debiendo saber que el
enemigo podría estar inmediato ; y una suma ineptitud en
el partido conservador y en Landa, quien no pudo adue-
ñarse de la plaza ni sacar ventajas de su posición, ni
siquiera fué capaz de asaltar los débiles puntos de Santa
Ana Acatlán, que no habrían podido sostenerse media hora.
Después siguió el señor Juárez su interrumpida marcha,
se embarcó en Manzanillo, para Panamá, dejando á
D. Santos Degollado como Ministro de la Guerra, con am-
plias facultades, mientras tanto que Parrodi capitulaba en
Guadalajara el día 23 por el desaliento de sus tropas, que
fué el motivo que invocó para entregar indignamente los
elementos militares que había salvado. Sólo se retiraron al
Sur de Jalisco, Contreras y Cruz Aedo, con el Lie. 0.
Pedro Ogazón que quedó como Gobernador del Estado.
Grande incremento tomó la causa reaccionaria con la
batalla de Salamanca y la ocupación de Guadalajara;
declarándose entre ambos contendientes una guerra encar-
nizada, como jamás se había habido desde que se consumó
la independencia : levantáronse por todas partes tropas
que luchaban sin descanso ; plagóse el país de guerrillas de
uno y otro partido, formadas por verdaderos forajido^ que
deshonrando la causa que defendían, hicieron desaparecer
la seguridad en los caminos, en los pueblos y aun en las
ciudades, cometiendo todo género de crímenes; impusié-
ronse fuertes contribuciones y préstamos forzosos, y se
desató el espíritu perseguidor por ambas partes, á conse-
cuencia de la exaltación general de los ánimos, producida
por el choque de los más contrarios principios sociales y
políticos.
De Guadalajara partió Miramón sobre Zacatecas, cuya
ciudad ocupó el 11 de abril, siguiendo su marcha sobre
San Luis, forzando el 17 el paso de Carretas, en donde lo
esperaban el General D. Juan Zuazua con las tropas de
Tamaulipas. Éstas atacaron á Zacatecas, que defendida por
29
450 PÉREZ VERDÍA
el General D. Antonio Mañero y el Coronel D. Antonio
Landa con 800 hombres, sucumbió el día 28. Una vez ocu-
pada aquella plaza, Zuazua hizo fusilar al valiente Mañero
así como á Landa, Gallardo (1), Aduna y Drechi, come-
tiendo así un odioso atentado á la vez que ensangrentando
aquella lucha, que ya de por sí se presentaba imponente y
terrible.
De allí marcharon las fuerzas vencedoras para San Juan,
y habiéndose unido con las que traía el Sr. Degollado tra-
taron de atacar á Guadalajara; pero sin tener los necesa-r
ríos medios se retiraron al Sur; Míramón que había
sucedido en el mando al esforzado y experto Gral. OsoUo
que murió de fiebre en San Luis, fué á toda prisa en
auxilio de la plaza amenazada y siguió á Degollado hasta
las barrancas de Atenquique en donde lo derrotó el 6 de
junio regresando luego á Guadalajara.
Á la vez había caído San Luis el 30 de junio en poder de
Zuazua, y Guanajuato en poder de Aramberri, por lo cual
marchó Miramón rumbo al Oriente, obteniendo un ruidoso
triunfo sobre las tropas liberales de Vidaurri en Ahualulco
de Pinos el 29 de septiembre ; pero como Degollado había
vuelto sobre Guadalajara, aniquilando el 21 de sep-
tiembre enCuevitas al Gral. Casanova, atacó la plaza y se
apoderó de ella por asalto, tomando después el convento
de San Francisco el 29 de octubre por una capitulación.
Fué entonces alevosamente asesinado el General Blancarte
por el terrible guerrillero Rojas, á quien por esto se puso
fuera de la ley, pues violó la capitulación que le daba garan-
tías á aquel general. Un día antes fueron ahorcados con
lujo de crueldad el Teniente Coronel Piélago y el Capitán
Monayo en represalia de haber asesinado sólo por sus opí-
(1) El Mayor Gallardo no quedó muerto en el fusilamiento y el caritativo
cura D. Ignacio Castro no lo sepultó sino que lo sustrajo y lo curó ocuU
tamente.
HISTORIA DE MÉXICO
45 1
niones liberales, el 22 de mayo anterior, alDr. D. Ignacio
Herreray Cairo que vivía ajeno á la política en su hacienda.
A la vez el Gral. D. Miguel Blanco que se había des-
prendido de la división de Degollado marchando para
Mo relia, recogió allí algunos refuerzos y partió sobre
México confiando en un ilusorio levantamiento de los libe-
rales y atacó débilmente la plaza -el 15 de octubre, siendo
rechazado. Blanco en su marcha se había apoderado de
100.000 pesos que extrajo de la iglesia de San Juan de los
Lagos y de 500.000 que importó la plata de la crujia,
lámparas y alhajas que tomó á viva fuerza de la Catedral
de Morelia, por orden del Gral. D. Epitacio Huerta y por
medio del Gral. Porfirio Pérez de León cometiendo así
odiosos é imperdonables despojos.
Miramón, que estaba en San Luis, partió violentamente
en auxilio de México, de donde pocos días después volvió
unido con Márquez sobre Guadalajara; pero habiéndose
fortificado Degollado en el puente de Tololotlán, pasó el
río Santiago el 14 de diciembre por un vado cerca de Pon-
cillán, y atacando por el flanco las tropas liberales las
hizo retroceder camino de Colima mientras los vencedores
ocuparoa la capital de Jalisco y salían luego en su perse-
cución.
Al mismo tiempo era destruida por Lozada en el asalto
del Conejo una columna liberal que á las órdenes de Sán-
chez Román se había disgredado del grueso del ejécito
para ir á ocupar á Te píe.
El 23 del mismo mes de diciembre de 1858 se pronunció
en Ayotla el Gral. Echeagaray desconociendo á Zuloaga y
proclamando á Miramón, cuyo plan que se llamó de
Navidad^ fué secundado en México el 24 por el Gral.
Robles Pezuela, que interinamente se hizo cargo del poder ;
pero no habiéndolo aprobado Miramón, fué repuesto el
Gral. Zuloaga. Sin embargo, como había síntomas de una
división en el partido conservador, el Presidente, aunque
^M^
■?>'
452 PÉREZ VERDÍA
sin facultades paraello^ nombró por sustituto al mismo Sr.
Gral. D. Miguel Miramón, que tanto acababa de distinguir-
se por su talento militar y que se hizo cargo del gobierno
el día 2 de febrero de 1859.
Entre tanto Juárez favorecido por el Gobernador D.
Manuel Gutiérrez Zamora, había establecido su administra-
ción en Yecracruz, adonde llegó el día 4 de mayo de 1858
en e!ÍYB.por Filadelfia en unión de los señores Ocampo,
Prieto, Ruiz, Guzmán y Zambrano.
Con tal motivo el Presidente Miramón dispuso atacar
aquel puerto que servía de residencia al Ejecutivo constitu-
cional^ y poniéndose al frente de sus huestes, emprendió
la campaña. El 18 de marzo anunció Gutiérrez Zamora a que
los traidores estaban en frente de los muros y>, pero sin
tener las fuerzas necesarias para un asalto, ni contar con
algunos buques para poder poner un sitio> atacados los sol-
dados por el clima y temeroso de que ocupara á la capital
Degollado que se había aproximado, levantó sus reales el
30 de marzo y se volvió para México, dejando ufano al go-
bierno de Juárez, que aumentó con eso su fuerza moral.
Degollado que había sido derrotado en San Joaquín por
Miramón, y se había retirado para Morelia, reunió nuevas
tropas con la actividad y constancia que le eran peculiares,
y animado por sus correligionarios de la capital de la
República que le ofrecieron hacer una revolución cuando
él se presentara, marchó sobre ella al frente de 6.000 hom-
bres presentándose frente á sus muros el 22 de marzo y
tomando posiciones en Tacubaya y Chapultepec ; pero en
espera del pronunciamiento proyectado, que no llegó á
operarse, dejó transcurrir algunos días que no en vano
aprovechó el ministro reaccionaro D. Antonio Corona, para
levantar nuevas tropas y hacer que violentamente Uegara
Márquez en auxilio de la ciudad. Trabóse el 11 de abril la
batalla en Tacubaya, quedando vencido el jefe constitucio-
nalista. En esos momentos, que eran las once de la mañana.
^ ;'7/f*f''T'>'i''?'rL'^.---,^ r i^'T"
HISTORIA DE HÉXICO 453
llegaba Miramón de Veracruz y $e dirigió luego al campo
de la lucha, cuando todo había concluido ya, y se alejaba
Degollado después de dejar su artillería y muchos prisio-
neros ; entonces despechado el general presidente por su
retirada de Veracruz é indignado por el calor de la resis-
tencia, dio por escrito la orden sanguinaria de que fueran
pasados por las armas todos los prisioneros déla clase de
oficiales y jefes, y Márquez, de quien el mismo Zuloaga
decía en un manifiesto que « su huella se conoce aun á la
larga distancia : allí donde hay desolación y lágrimas, donde
la barbarie se ha cebado en alguna víctima, por allí sin duda
ha pasado el General D. Leonardo Márquez », llevando to-
davía más lejos el espíritu de venganza, la aplicó aun á los
médicos que curaban á los heridos de ambos bandos, aun á los
jóvenes practicantes que habían salido la víspera de México
para prestar sus filantrópicos servicios en la cabecera de
los enfermos, y hasta á los que vivían retirados en aquella
población, y que sólo tenían marcadas opiniones liberales-
Así fueron fusilados en la noche de tan infausto día cin-
cuenta y tres distinguidos prisioneros, de entre quienes
sobresalían el Gral. D. Marcial Lazcano, el capitán D. José
López, el teniente D. Ignacio Sierra, los médicos y estu-
diantes D. Ildefonso Portugal, D. Gabriel Ri vero, D. Manuel
Sánchez, D. Juan Duval, D. Alberto Abad, D. José María
Sánchez y D. Juan Díaz Covarrubias, poeta de diez y nueve
años, y el Licenciado D. Agustín Jáuregui.
La nación toda, horrorizada, llamó á aquellas víctimas
mártires de Tacubaya, levantándose sobre el lugar del
sacrificio una aguja de mármol en la que todavía se lee esta
frase bíblica : Ageldama.
Márquez pretendió después disculpar su crueldad con
aquella orden de Miramón, y éste tampoco quiso aceptar
semejante responsabilidad, diciendo en la confesión coa
cargos que años más tarde se le tomó en Querótaro, « que
las ejecuciones no fueron ordenadas ni autorizadas por éU
454 PÉREZ VERDÍA
sino solamente respecto de los oficiales prisioneros perte-
necientes al ejército que se habían pasado al enemigo ». De
esta suerte sucedió lo que siempre : pasados los momentos
de exaltación, en que predominan las pasiones y turban el
ejercicio de los dictados de la razón y la conciencia, el
hombre reprueba lo que en tal estado ejecuta, y quisiera
entonces no haber hecho lo que ya no puede remediar.
Exaltado por esto el Gobierno de Juárez y con la convic-
ción de quQ el clero con sus bienes favorecía la causa polí-
tica de los conservadores, trató de despojarle de ellos y
debilitar su influencia sobre la sociedad ; los > principios
económicos reclamaban la desamortización de los cuan-
tiosos bienes de manos muertas, respetando la propiedad
de sus poseedores ; pero el interés político del partido liberal
aconsejó el despojo absoluto, por lo cual se dictó el 12 de
julio de 1859 la famosa ley de nacionalis ación de los
bienes eclesiásticos (1), promulgando en seguida con
fecha 23 la que declaró que el matrimonio es un contrato
civil, sujeto por consiguiente á la autoridad pública. Se
suprimieron además las comunidades religiosas (2), se de-
cretó la tolerancia de cultos y se secularizaron los cemen-
terios, constituyendo estas leyes las que se llamaron de
Reforma^ y que en efecto operaron radicalmente las re-
formas sociales, que debían haberse realizado paulatina-
mente á fin de no herir de un golpe cuantiosos intereses
y destruir inveteradas costumbres. De aquí precisamente
provino aquella tremenda lucha ; pues á la vez que el par-
tido liberal en el gobierno de Comonfort se preparaba á
llevar á cabo aquella tarea lo más moderadamente que
fuera posible, el partido conservador para resistirla se le
(1) El valor de los bienes del clero era en este tiempo de 45.000.000 de
pesos y en el espacio de los cien años últimos el Gobierno había recibido
del clero en donaciones, impuestos y exacciones $ 150.000.000.
(2} Había entonces en la República 1.500 templos, 1.069 curatos, 144 con-
ventos de frailes, 58 de monjas.
*,¿át_
HISTORIA DE MÉXICO 455
adelantaba queriendo retrogradar y quitarle el poder por
medio de la revolución, la que necesariamente provocó
medidas más avanzadas en virtud de la ley natural de las
reacciones políticas. Así los dos partidos tuvieron la culpa
de aquellas conmociones y de aquella sangrienta guerra :
el uno por querer ir muy adelante sin contemporizar en
nada con las costumbres ni con las exigencias del tiempo,
y el otro por negarse á admitir ciertas reformas que el
progreso exigía, pretendiendo torpemente retroceder en la
marcha política.
La honradez intachable de Juárez, de sus Ministros y de
los principales caudillos liberales como Degollado, Ocampo,
Fuente, Zaragoza, La Llave, Silverio Núñez, Valle, Ogazón,
Porfirio Díaz, Berriozábal, etc., etc., hizo que la causa
liberal no pudiera mancharse con los frecuentes excesos
y depredaciones de jefes secundarios ; pero desgraciada-
mente realizada la nacionalización de los bienes del clero
en medio de una guerra sangrienta no se supo ó no se
pudo aprovechar para la Nación aquella inmensa riqueza,
que fué prontamente derrochada de un modo escandaloso
en beneficio particular de unos cuantos denunciantes sin
haberse fundado un Banco ó cualquiera otra institución
financiera de pública utihdad.
En el año de 1859 se firmaron dos tratados vergonzosos
para la nación, que sólo se explican por el interés que
tenían los dos partidos en recibir ayuda para obtener la
victoria : uno fué acordado en París el 27 de septiembre
entre el Ministro español D. Alejandro Mon y el mexicano
D. Juan N. Almonte, aprobado por el gobierno de Mira-
món, en cuya virtud se arreglaban las diferencias con
España concediéndole más de lo que en justicia le perte-
necía ; y el otro se pactó en Veracruz entre el Ministro
Mr. Mac Lañe y D. Melchor Ocampo, por el cual se conce-
día impolíticamente a los Estados Unidos facultad para
atravesar el territorio nacional por diversas zonas y para
456 PÉREZ YBRDÍA
(lar garantías á sus nacionales que residían en México. Por
fortuna ninguno de estos tratados se llevó á efecto, pues
el Mon-Almonte, lejos de ser reconocido por Juárez, lo
declaró nulo y traidor al General Almonte ; y el Mac Lane-
Ocampo no fué aprobado por el Congreso americano.
La guerra seguía por todas partes, obteniendo los
mayores triunfos la causa de Miramón, quien llegó á
vencer el 13 de noviembre á Degollado en lá Estancia de
las Vacas, quitándole 30 cañones, 43 carros de parque y
500 armas, con cuyo triunfo parecía asegurado el éxito de
aquel partido; pero predominando en el país la opinión
liberal, siguióse la lucha sin que los partidarios de esta
idea se desmoralizaran con tantas derrotas.
Miramón partió luego para Guadalaj ara á fin de relevar
del mando á Márquez, á quien mandó preso á México por
faltas de subordinación y por haber tomado 600.000 pesos
de una conducta que procedente de México y Guanajuato,
debía embarcarse en San Blas. En su lugar nombró al
Gral. D. Adrián WoU, cometiendo con esto una falta,
pues privaba á su partido de uno de sus jefes principales.
En seguida salió para el Sur, se apoderó de Colima y
derrotó á los Grales. Ogazón, Valle, Pueblita y Rocha,
en La Albarrada, cerca de Tonila el 24 de diciembre, gra-
cias á la desunión de los jefes liberales, y regresó á Gua-
dalajara, siguiendo luego para México.
Careciendo absolutamente de recursos el Gobierno con-
servador celebró el 29 de octubre con el banquero suizo
Jécker el contrato más escandaloso que se registra en la
triste é ignominiosa historia de nuestras finanzas, por el
cual recibió $ 618.917 en dinero efectivo y $ 300.000 en
vestuario, reconociéndole en cambio la enorme suma de
quince millones de pesos con interés, por la cual le expidió
bonos pagaderos con todos los derechos y contribuciones
que debería percibir el fisco, excepto el contingente na-
cional.
^rT^^-^. .-^--rrr -«T^sTT^' T t
HISTORIA DE MÉXICO 457
Vuelto el caudillo conservador á la capital^ se ocupó en
preparar una expedición sobre Veracruz donde seguía
organizado el Gobierno de Juárez, para lo cual hizo que
el Contralmirante D^ Tomás Marín formara en la isla de
Cuba una escuadrilla. Salió de México el Presidente el 8 de
febrero de 1860, logrando reunir un ejército de seis mil
hombres, con el cual trató de establecer el sitio en prin-
cipios de marzo ; pero ya el día 6 había sido capturada
la escuadrilla de Marín. Éste^ habiendo comprado en La
Habana dos buques llamados El Marqués y el Miramón
en $ 130.000 el primero y en $ 70.000 el segundo^ llegó
con ellos el día 6 á las aguas de Antón Lizardo distante
cerca de dos leguas de Veracruz. Sabido esto por el go-
bierno de Juárez, contrató á Mr. Jarvis, comandante de
los buques norteamericanos para que los apresara por ser
filibusteros, supuesto que se habían armado en puerto ex-
tranjero, con tripulación extranjera y sin orden de su go-
bierno, que era el único reconocido, por lo que el coman-
dante, con el buque de guerra Saratoga en el que iba
el general La Llave, batió á Marín haciéndolo prisionero
con su pequeña armada, y quitándole 1.000 bombas, dos
morteros, 4.000 fusiles y otros materiales de guerra.
Intimó Miramón rendición á la plaza con graves amena-
zas, mas no habiéndose accedido á sus deseos, empezó in-
útilmente el bombardeo el 15 de marzo durando hasta el 20,
en que convencido de que no podía tomarla por carecer
del auxilio de la escuadrilla, levantó su campo y se volvió
á la capital.
En el interior tomaba creces el partido constitucionalista
que en 24 de abril obtuvo un brillante triunfo en Loma
Alta en el Estado de San Luis : el Gral. D. José López
Uraga derrotó completamente á los Grales. reaccionarios
Díaz de la Vega y Calvo, haciéndolos prisioneros con más
de mil soldados, 18 piezas de artillería y 30 carros de mu-
niciones y equipos, logrando con eso reunir un ejército de
'^'-r^
i58 PÉREZ VERDÍA
7.000 hombres, con el cual marchó sobre Guadalajara.
El 24 de mayo atacó la plaza en columna cerrada, pero el
Gral. Woll que la defendía con 2.700 hombres, lo rechazó
haciéndolo prisionero gravemente herido y causándole
más de mil bajas, obligando con eso á las tropas liberales
á retirarse al Sur de Jalisco.
Ocurrió entonces Miramón á reforzar á Woll, lleván-
dose prisionero á Zuloaga, porque había dado un decreto
quitándole el poder, proponiéndose aquél con aquella expe-
dición, destruir el ejército del Sur, que mandaban Zaragoza
y Ogazón, en cuya persecución salió de Guadalajara en los
primeros días de junio al frente de tí. 000 soldados con
32 piezas de artillería ; pero no atreviéndose á atacarlos
por hallarse fuertes en la cuesta de Zapotlán con más de
7.000 hombres, de Sayula se volvió para la papital de Ja-
lisco, adonde llegó el 23 de junio, habiendo sufrido con-
siderables deserciones.
Entretanto el Gral. González Ortega había derrotado el
día 15 en Peñuelas al Gral. Ramírez, haciéndole 1.000 pri-
sioneros con diez cañones, lo que dio por resultado la
ocupación de Aguascalientes por sus fuerzas y el quedar
en aptitud para marchar al Bajío como lo hizo algunos días
después á fin de combinar sus operaciones con otros jefes.
Al día siguiente de su regreso á Guadalajara Miramón
salió para Lagos como punto céntrico de observación que
le permitiese acudir á donde fuese necesaria su presencia.
Allí se le fugó Zuloaga, de cuyo hecho dio parte inme-
diatamente al Ministerio, que para evitar dificultades, de-
claró que seguiría de presidente Miramón, mientras no se
pacificara el país, quitándole así el carácter de sustituto é
independiéndole del autor del plan de Tacubaya.
El 10 de agosto dio el general presidente al frente de
cerca de 5.000 hombres la batalla de Silao contra las fuerzas
de González Ortega y Zaragoza que se componían de
8.000 soldados que obtuvieron allí un gran triunfo.
HISTORIA DE MÉXICO 459
Volvióse á la capital de la República, y dejando el go-
bierno al Presidente de la Corte, el señor D. José Ignacio
Pavón, el 14 de agosto, se procedió á instalar una Junta de
notables, la que compuesta de veintitrés personas, nombró
presidente eso mismo día en la tarde al Sr. D. Miguel
Miramón, que de esta suerte previno el caso de que Zu-
loaga fuera á nombrar otra persona como sustituto.
En septiembre se apoderó el Gral. Degollado de una
conducta que se dirigía á Tampico y se hallaba de paso en
Laguna Seca, de la cual tomó 680.000 $ para cuyo pago
hizo destinar desde luego bienes nacionalizados. Con
aquellos recursos pudo ya el ejército liberal cubrir sus ne-
cesidades y marchó González Ortega sobre Guadalajara,
uniéndose el día 22 en la villa de San Pedro con la divi-
sión de Jalisco que venía del Sur y mandaba el Gral.
Ogazón, con lo que se formó un total de 20.000 hombres
y ciento veinticinco piezas de artillería. Antes de comenzar
las operaciones González Ortega tuvo una conferencia con
Castillo en que éste propuso un arreglo entre los dos parti-
dos beligerantes bajo la base de la reforma de la Constitu-
ción y la eliminación del Presidente Juárez, y aunque
aquél aceptó las dos condiciones, fueron éstas aumentadas
con la de que se promulgara un Estatuto mientras se ope-
raba la reforma de la Ley fundamental, lo que hizo fraca-
sar la conferencia. Fué una fortuna porque el general
liberal no tenía facultades para hacer arreglos alterando
los preceptos de la Constitución, expedida por un Con-
greso, legalmente promulgada y que precisamente por eso
era la bandera de la legalidad : ni el mismo Presidente de
la República estaba autorizado para hacer concesiones de
ese género : fué el error de Comonfort.
Muy pocos días después el Gral. Degollado haciendo
suyo un absurdo plan de pacificación formado por el
Ministro Inglés Mr. Mathiew, lo proponía á los jefes del
ejército, quienes lo rechazaron unánimemente y el Go-
460 PEReZ VERDÍA
bierno desaprobó la conducta de aquél y en 17 de octubre
lo destituyó del mando militar y lo sometió ajuicio, nom-
brando General en Jefe al Sr. González Ortega.
Degollado dio un ejemplo notable de patriotismo y dis-
ciplina obedeciendo al S. Gobierno, que cometió un acto
de rigor inmerecido hacia el caudillo constitucionalista
que más servicios había prestado, y una inconsecuencia
odiosa al encargar del mando supremo militar á G. Ortega
que había incurrido en la misma falta que Degollado.
La plaza de Guadalajara bien fortificada y defendida
por el General D. Severo del Castillo al frente de
7.000 hombres, tuvo que capitular después de un sitio ri-
guroso el 2 de noviembre. En esos momentos se acercaba
el general Márquez en socorro de la plaza que acababa de
entregarse, por lo que destacada del ejército constitucio-
nalista una brigada de caballería en su persecución, lo
derrotó cerca de Zapotlanejo el 1.® de aquel mes.
Con motivo de estos reveses y la pérdida de Oaxaca,
Toluca, Querétaro, Zacatecas y otras plazas de grande im-
portancia, concentró Miramón sus principales fuerzas, y
como carecía absolutamente de recursos apeló entonces á
las más violentas medidas, origen de reclamaciones diplo-
máticas y de la intervención europea.
El nuevo Gabinete se formó por los Señores Almonteen
Relaciones; I. Díaz en Gobernación; Gral. A. Corona en
Guerra; Lares en Justicia; Sagaceta en Hacienda y Marín
en Fomento. Hizo que el 16 de noviembre el jefe de la po-
licía Lagarde invadiera la casa de Mr. Barton, situada en
la calle de Capuchinas, y extrajera de ella 630.000 pesos
pertenecientes á la Legación Inglesa que estaban destinados
á los tenedores de bonos ingleses, para lo cual tuvieron
que romper los sellos : disposición atentatoria al decoro na-
cional, que sólo la más apremiante necesidad pudo acon-
sejar.
Después de esto salió de México y sorprendió el 8 de di-
Li:
HISTORIA DE MÉXI€0 461
ciembre en Toluca al Gral. Berríozábal, á quien hizo pri-
sionero en unión del Gral. Degollado que se enoniraba
allí sin mando, marchando en seguida con 8.000 soldados
y 30 cañones contra González Ortega que avanzaba sobre la
capital al frente de 11.000 hombres con 44 piezas de arti-
llería. Trabóse la batalla en San Miguel de Calpulalpan
cerca de Arroyo Zarco el 22 de diciembre, y después de dos
horas de reñida lucha^ quedó enteramente vencido el pre-
sidente conservador, que perdió toda su artillería y todas
sus tropas escapando con una reducida escolta.
En tal virtud volvió á México, y sin tener ya elementos
de ningún género entregó la situación al Ayuntamiento y
evacuó aquella plaza el 24 en la noche, quedando encargado
de guardar el orden mientras llegaban las fuerzas consti-
tucionalistas el general Berriozábal.
Así concluyó su gobierno aquel valiente militar que no
pudo, á pesar de sus proezas, sobreponerse á la opinión
pública. El 25 de diciembre ocupó la capital el Gral. D. Jesús
González Ortega, estableciendo el gobierno constitucional.
CAPÍTULO XIV
Ocupación de México por el gobierno del señor Juárez . — Fusilamiento
del señor D. Melchor Ocampo. — Derrota y fusilamiento de los gene-
rales D. Santos Degollado y D. Leandro Valle. — Ataque de Márquez
á la capital. — Es derrotado en Jalatlaco. — Decreto del 17 de julio de
186i. — Intervención extranjera. — Tratado de Londres. — La opinión
pública en Francia. — Desembarco de ios aliados. — Convenios de la
Soledad. — Retirada de los ingleses y españoles. — Escandalosa viola-
ción de los preliminares de la Soledad.
En l.**de enero de 1861 entró á México el Presidente
Juárez (1) que organizó un nuevo ministerio y despidió al
(1) Nació el día 21 de marzo de 1806 en el pueblo de San Pablo Gueletao
del distrito de Yxtlán» en el Estado de O^aca, habiendo sido sus padres
462 PÉREZ VERDÍA
señor don Joaquín Francisco Pacheco, Ministro de España,
por haberse mostrado decidido defensor del gobierno reac-
cionario, lo mismo que al señor Clementi, delegado apos-
tólico. Miramón se vio obligado á salir del país, pero Már-
quez, Cobos, Mejía, Vicario, Vélez, Olvera, Buitrón y otros
caudillos conservadores siguiéronla guerra en Sierra Gorda,
apoderándose luego de Jalpán y venciendo al coronel Esco-
bedo en Rioverde, por lo que el gobierno destacó fuerzas
al mando de Doblado en su persecución, las que, aunque
recobraron á Jalpan, sufrieron después algunos reveses en
Huamazontla y el cerro del Huizache, extendiéndose con
eso la invasión de las tropas rebeldes. El 23 de mayo se
incorporó á ellas el General D. Félix Zuloaga, y pretea*
diendo sostener la lucha se declaró presidente en virtud del
olvidado plandeTacubaya, como si no hubiera sido variado
por Miramón y su partido.
Marcelino Juárez y Brígida García, indios delmismo pueblo. Hasta la edad
de doce años aprendió el idioma castellano, dedicándose por entonces al
mecánico trabajo de encuadernador y estudiando después, gracias á la
protección del señor don Antonio Salamanca, en el seminario de Oaxaca
y en el instituto de Ciencias y Artes, en el cual obtuvo el titulo de abo-
gado en 13 de enero de 1834 y fué profesor de física. En 1831 fué regidor
del Ayuntamiento de Oaxaca, y los años de 1832 y 1833 diputado á la
Legislatura de aquel Estado, distinguiéndose ya por su honradez, por su
adhesi()n á los principios liberales y por la energía de sus opiniones.
Desempeñó en 1846 el poder ejecutivo de su Estado y fué luego diputado
al Congreso de la Unión, y más tarde gobernador durante el periodo
de 1847 á 1852 ; concluido el cual quedó de director del Instituto de
Ciencias. Con motivo del triunfo de Santa Anna, fué Juárez desterrado á
Jalapa, donde estuvo unos meses viviendo muy pobremente con el pro-
ducto de sus trabajos profesionales; pero no contento con eso, el Dictador
lo hizo conducir violentamente á los calabozos de San Juan de Ulúa, donde
estuvo unos días preso, y de allí á la Habana. Dos años y dos meses duró
su destierro, habiendo regresado á Acapulco por la vía de Panamá en 1855,
con ocasión del plan de Ayutla, siendo luego nombrado por el general
Álvarez Consejero de Estado y después ministro de Justicia.
La firmeza de su carácter en la sangrienta guerra de Reforma y su
patriotismo y energía en la defensa de la independencia nacional inmor^
talizaron su nombre.
HISTORU DE MÉXICO 463
En esos mismos días fué aprehendido el Sr. D. Melchor
Ocampo en su hacienda de Ppmoca adonde se había retirado
después que se separó del Ministerio de Relaciones, por un
guerrillero español llamado Lindoro Cagiga que á pie y con
mil vejaciones lo condujo á Tepeji, en donde por orden de
Zuloaga y Márquez fué fusilado el 3 de junio frente á la
hacienda de Jaltengo.
La noticia de este crimen perpetrado en un hombre hon-
radísimo y distinguido por su talento, que estaba alejado
de los negocios públicos, aprehendido inerme y arrancado
del seno de su familia cuando muy poco antes había salvado
la vida al Sr. D. Isidro Díaz, Ministro universal de Miramón,
causó en todo el país una profunda indignación. En México
informó el suceso á la Cámara de diputados el Ministro de
Relaciones, y al punto pidió autorización el incansable
Degollado para perseguir aquella turba revolucionaria,
que ensangrentaba la República inútilmente sin esperar
ella misma la victoria, que era ya imposible, y que come-
tía aquellos crímenes titulándose defensora de la Iglesia
del Cristo que vertió su divina sangre diciendo álos hom-
bres amaos los unos d los otros !
Inmediatamente salió déla capital y el 16 del mismo pre-
sentaba batalla á las fuerzas de Buitrón en el Llano de Sa-
lazar, donde atraído por una falsa' retirada cayó en una
emboscada abandonado por Berriozábal en la que fué
derrotado, y acribillado á beilazos. Degollado por su acti-
vidad, su honradez catoniana, su fe inquebrantable y sus
eminentes servicios fué el Moisés que condujo al partido
liberal á la vista de la tierra de promisión.
Otra columna constitucionalista al mando del Gral.
D. Leandro Valle fué derrotada en el Monte de las Cruces
el 22 por Márquez, que habiéndolo aprehendido lo fusiló en
el acto por orden de Zuloaga.
Tales sucesos produjeron una determinación inicua en el
gobierno de Juárez : el Congreso ofreció diez mil pesos de
464 PÉREZ VERDÍA
premio y un completo indulto á quien entregara la cabeza
de Zuloaga, de Márquez ó deMejía, de Cobos ó de Vicario, de
Cagiga ó de Lozada; excitando de esta suerte al crimen y
olvidán(^ose de que jamás puede ser lícito, por ningún
motivo, emplear los medios que la moral y el propio de-
coro reprueban. Por fortuna no se dio el caso de que se
concediera tan infame premio, como no se concedió tampoco
cuando el Virrey lo ofreció por las cabezas de los caudillos
independientes (1).
Alentado Márquez con aquellas victorias se presentó
trente de la capital, siendo rechazado por Zaragoza y D.
PorBrio Díaz, persiguiéndolo luego González Ortega que lo
venció completamente en Jalatlaco eH3 de agosto^ quitán-
dole toda su artillería y elementos de guerra, con lo cual y
la derrota de Pachuca acabó aquella prolongada campaña^
pues sólo quedaron algunas guerrillas insignificantes en
las montañas y el bandolero D. Manuel Lozada, ocupando
el Cantón de Tepic.
El triunfo de la Reforma transformó al partido conserva-
dor en reaccionario, supuesto que por la realización de los
ideales de aquella se cambió completamente el estado polí-
tico y social de la Nación y disolvió al partido moderado
convertido en conservador una vez que llevados á la vida
práctica bien ó mal los principios reformistas, no podía ya
juzgarse como prematura su aplicación.
Después de aquella sostenida lucha, naturalmente se
(1) Frecuente ha sido por desgracia el que ofuscada la raiúti por el odio
i\ €l inUrés^ hayan apelado loü hoinbres ú. medidas inicu&s para lograr
sua unes, y asi en la guerra ile Roma contra Serto rio, CecUio MetcJo pre-
gonó por la cabecea del caudillo de la independencia española una recom-
pensa de mil talentos de píata ( 1.070. OOÜ pe^osí y veinte mil arpentas de
tierra, con la cual consiguió que Perpenna le Iraicionora y le diera muarte
en Estoca itioy Aytona): cuyo crimen expió coa el remordimiento, al ^er
que Sertoiio le do mitraba en au testamento su herede roj y Don la muerte
que muy poco después le diú Pompejo,
HISTORIA DE MÉXICO 465
«nconlró el gobierno sin recursos, al grado que del pro-
ducto de las aduanas marítimas, fuente principal de sus
ingresos, sólo podía disponer del 9 por ciento, pues estaba
afecto al pago de la deuda de Londres el 25 0/0; á la
española el 8; á la particular de los franceses, el 11 ;
invirtiéndose además el 8 0/0 en gastos de administra-
ción y el 15 en guarniciones militares; en junto el 91 0/0.
En tal virtud se vio obligado el Congreso á dar un decreto
el 17 de julio suspendiendo por dos años todos los pagos,
aun los de las asignaciones extranjeras que contaban
con una parte de los productos de las aduanas marítimas.
Estando para concluir el cuatrienio de 1857 á 18Gi para
el cual había sido designado Presidente Comonfort, y por su
pronunciamiento tacubayista, había desempeñado el poder
el Presidente de la Suprema Corte de Justicia que según
la Constitución debía sustituirlo durante sus faltas tempo-
rales ó absolutas, se hicieron elecciones, resultando electo
para Presidente de la República el señor Lie. D. Benho
Juárez, y de la Corte el señor Lie. Gral. D. Jesús Gon-
zález Ortega.
La suspensión de pagos decretada por el Gobierno
Mexicano excitó á los Gobiernos de Inglaterra, Francia y
España para imponer de común acuerdo una medida
coercitiva; pero teniendo cada uno de ellos intereses e
ideas diametralmento opuestas, era imposible una franca
y leal inteligencia y eso dio origen desde los preliminares
á la falsía y al engaño. Lord Rusell quería únicamente
reivindicaciones comerciales por medio de la ocupación
de algunos puertos para asegurarse el pago y por eso dijo
terminantemente : « El principio de no intervención es
nuestra regla, la cual si es sabia casi siempre, lo es sobre
todo en México á causa de las facciones que son allí nume-
rosas ; á causa de la extensión del país que exigiría un
cuerpo de ejército considerable y á causa de los Estado»
Unidos que estarían sombríos y celosos ; los españoles
30
466 PÉREZ VBRDÍA.
serian odiosos para los liberales y los ingleses para los
reaccionarios ; si la llegada de nuestra (Iota provoca un
cambio en la política mexicana, nos alegraremos; pero
creemos que una actitud reservada es la mejor para nos-
otros, para Europa y para México mismo. »
Por su parte Napoleón III influenciado poderosamente
por Eugenia (que veía en una expedición á México el pre-
dominio de sus ideas conservadoras, la realización de
ensueños femeniles y hasta cierta satisfacción de española
al repararla ruptura de independencia), apoyado ardiente-
mente por su hermano y Ministro Morny en atención á
una participación de un treinta por ciento en las ganan-
cias de los bonos Jecker, y excitado por Gutiérrez de
Estrada, Almonte é Hidalgo J. M. se decidía á tomar por
su cuenta embozadamente el establecimiento de la Monar-
quía y aprobaba la candidatura del Archiduque Maximi-
liano, siendo digno de notarse que desde agosto de 1857
la Emperatriz Eugenia había dicho á Hidalgo en Biarritz
« que muchas veces había pensado en lo bueno que sería
establecer un trono en México », lo cual revela una ambi-
ción antigua que nada tenía que ver con los posteriores
pretextos que se invocaron.
Con tan interesados propósitos, el Ministro francés
Thouvenel no quería « atarse las manos de antemano »
con declaraciones tranquilizadoras y francas» y logró ocul-
tando sus proyectos, hacer creer á Inglaterra que no
intervendría eo los asuntos políticos, mientras que á
España le manifestaba su deseo de establecer en México
un gobierno fuerte que no podría ser otro que una Monar-
quía, si bien ocultando aún su candidato. España expresó
que estaba lista á concertarse con las otras naciones para
obrar ; « pero si el acuerdo no se pudiese obtener, decía
Calderón CoUantes, ella obrará sola y pondrá en pie sin
trabajo fuerzas suficientes » ; era preciso establecer en
México un orden sólido y regular y para eso pretendía
HISTORIA DE MÉXICO 46T
colocaren el nuevo trono á un Príncipe de la Casa Borbón.
Cuando se le hizo saber que Francia aceptaba la candida-
tura del Archiduque de Austria se enfrió su entusiasmo y
manifestó entonces que España no deseaba otra cosa que
la protección de sus nacionales y el restablecimiento del
orden y que si los mexicanos querían un cambio de
régimen á ellos solos les incumbía manifestarlo.
Bajotan manifiestas disidencias se firmó la Convención de
Londres en 31 de octubre de 1861 porLordRusell, M. Flahaut
y D. Javier Istúriz ; se compuso de cinco artículos : por el
primero se obligaban las altas partes contratadas á enviar
á México una expedición suficiente para tomar y ocupar
las diferentes fortalezas y posiciones militares del litoral á
fin de poner fuera de riesgo la seguridad de los residentes
extranjeros; por el segundo se obligaban á no pretender
ninguna ventaja particular ni adquisición de territorio « y
á no ejercer en los negocios interiores de México influencia
alguna capaz de menoscabar el derecho que tiene la nación
mexicana para escoger y constituir la forma de su gobier-
no »; por el tercero se estipulaba el establecimiento de una
comisión compuesta de un comisario nombrado por cada
potencia para que decidiera las cuestionesque se pudieran
suscitar y la distribución de las sumas que se recaudaren;
por el cuarto se invitaba al Gobierno de los Estados Unidos
para que se adhiriera al tratado, y por el quinto se fijaba
ei término de quince días para que fuera ratificado.
Pero entre tanto que se daban para este fin los pasos
necesarios, se preparaban para darse á la vela las armadas
inglesa á las órdenes del Comodoro Dunlop llevando por
Comisario al Señor Carlos Wyke ; la francesa á las del
Contralmirante Jurién de la Graviére llevando por agente
diplomático al Conde Dubois de Saligny, y la española
cuya representación en todo iba á cargo del Grd. D. Juan
Prim, Conde de Reus y Marqués de los Castillejos, las
cuales debían reunirse en la Habana. Pero sin esperar la
^nr^!^^ ''^^' ^^muafg^iifp
468 PÉREZ VERDÍA
española á las otras dos salió de ese puerto en los días
29 de noviembre y 1.** de diciembre, desembarcando el 17
en Veracruz, cuya ciudad ocuparon por haber quedado
abandonada. El 7 de enero de 1862 llegaron los buques
franceses e ingleses, y el 8 el Conde de Reus, dirigiendo un
ultimátum al gobierno mexicano el día 14 en el cual recla-
maban la satisfacción de los agravios que se habían infe-
rido. Consistían éstos principalmente, para Inglaterra en
la violación de la legación que había cometido el presi-
dente reaccionario, sustrayendo los 600.000 pesos según
queda referido; para España, en el asesinato de varios
españoles que infamemente habían cometido unos ban-
didos en el rancho de San Vicente pocos años hacía; en la
expulsión del Ministro Pacheco, y en la falla de cumpli-
miento y aun de reconocimiento del tratado Mon-Almonte ;
y para Francia en pretendidos y falsos ataques al Ministro
Dubois de Saligny, á más de la causa común á las tres
potencias, de la suspensión de los pagos en virtud de la
impolítica ley de 17 de julio de 1861.
Sin embargo de todas esas reclamaciones, nada era más
injusto que aquella intervención. La causa común por la
suspensión de los pagos no tenía razón de ser, porque
antes de que se emprendiera la guerra, el Gobierno había
derogado tal ley; es decir, había accedido á aquella justa
reclamación y por lo mismo ésta ya no tenía razón de ser.
La ocupación de los fondos de la legación inglesa por
Miramón, no era tampoco un legítimo motivo, porque
lejos (le haberse cometido ese alentado por el gobierno de
Juárez que era el único legal, ese gobierno era el que
había pagado ya aquellos fondos, y « ¿ no es cosa inau-
dita y sin ejemplo on la historia, como decía al Ministro
Drouliyn de Luhys el señor don R. Pacheco, que se haga
la guerra no al que tomó el dinero, sino al que lo pagó?
¿. Y hacerle la guerra aliándose precisamente con el que
lirmó la orden para esa ocupación ? »
HISTORIA DE MÉXICO 46^
Tampoco tenía razón España, porque los asesinatos de
cinco españoles de San Vicente, cometidos por 25 bandi-
dos, no podían constituir responsable á la nación mexicana
y á su gobierno, que inmediatamente hizo salir de Cuer-
navaca tropas en persecución de los malhechores y aun
encargó á un juez letrado que se trasladara al lugar del
suceso y levantara una averiguación, lográndose por estos
medios aprehender á cinco de los asesinos que fueron juz-
gados y pasados por las armas, matando á otros tres en el
acto de querer aprehenderlos. ¿ Qué más podía hacer el go-
bierno ni á qué otra cosa estaba obligado en buen derecho?
Es lo cierto que en México, donde por su vasta extensión
y escasos liabitantes y por sus continuas guerras civiles,
se han visto atacadas con frecuencia las propiedades y las
personas de todos los pobladores, los extranjeros han pre-
tendido una ridicula inmunidad, pues jamás pueden exigir
racional y jurídicamente más garantías que los mismos
mexicanos.
La expulsión de Pacheco no podía ser un casus belli^
porque ella había sido dictada porque aquel ministro había
faltado á sus deberes diplomáticos mezclándose en los
asuntos interiores y favoreciendo con todo su empeño la
facción conservadora, al grado deque llegó á ocultar en su
propia casa á Miramón cuando en la misma noche de su
salida de México se vio obligado á volver á esconderse
porque se le sublevara en las orillas la escolta; y porque
además el gobierno había explicado que aquella expulsión
sólo era debida á causas personales y en este sentido
había dado una satisfacción al Ministerio de la Reina Isa-
bel II ; que por lo que hace al tratado Mon-Almonte, mal
podía estar obhgado el gobierno de Juárez á reconocerlo
cuando no lo había celebrado, y mal podía con esto ofen-
der á España siendo que se hallaba dispuesto á reconocer
todos los créditos legítimos. La exigencia en este sentido
consistía precisamente en que el Gabinete español quería
í
470 PÉREZ VERDÍA
que México reconociese una deuda y la pagara, antes de
liquidarla y justificarla, lo que era enteramente injusto y
absurdo.
Pero si Inglaterra y España no tenían motivo suficiente
para intervenir en México, muchísimo menos lo tenía
Francia.
Ni se le había hecho ningún agravio ni se le debía un
«olo peso ; pues siempre había llevado muy buenas rela-
ciones con México, y de las cantidades que se le llegaron
á adeudar, todas se le habían ya satisfeclio, con excepción
de 200,000 pesos que aun se del^ían á un negociante
franct's ; pero cuya suma no consentía su dueño en que
fuera reclamada á pesar de las invitaciones que le hacía
Sahgny ; estaba reconocida y no vaha la pona de una
campaña, tanto riids cuanto que bien pronto debió haberse
saldado con los productos de la aduana Je Veracruz,
cerrando aquel pretexto.
Parece increíble, por tanto, que sin motivo biciera la
Francia aquella j^'ucrra; mas lo había, por razones muy
diversas á las que exigen el Derecho y la Moral. Se recla-
maba por aquella nación el cumplimiento del contrato
í*tílel>rado con j^cker, á pesar de que siendo este banquero
ciudadano suizo, nada tenía que ver el gobierno francés ;
pero como por aquel usurario y escandaloso pacto babía
recibido Jécker en bonos la enorme suma de quince mi-
llones de pesos por medio rnillún que había prestado, éste
ofreció dar el 30 por ciento de aquella utilidad al Duque de
Mornvt Ministro y favorito de Napoleón 111, y por tal de
realizar aquella pingüe ganancia se emprendió semejante
agresión,
Mí'*xÍco tenia justicia para no reconocer ni pagar aquella
deuda, no sólo por escandalosa y usuraria, sino porque no
la había contraído el gobierno legítimo/ sino el de Mira-
món, no obstante una ley expedidti con anterioridad, que de-
claraba nulos lodos los contratos que con él se celebraran.
HISTORU DE MÉXICO 471
Tan injusta y odiosa era semejante intervención, que
Mr. Edgard Quinet expresaba en un folleto su razón de ser
en estas significativas frases : « Decíase al principio que
era necesario invadir á México porque nos llamaba;
ahora (después del 5 de mayo) es necesario invadirlo para
castigarlo de no habernos llamado. Ésta es la primera
razón. La segundaemana de la situación política de aquella
sociedad, que se agita y prefiere la agitación á la servi-
dumbre. ¡Esto nos inquieta! Ése es un estado de cosas
que no debemos tolerar. No podemos sufrir la libertad ni
4 través del Océano... Hablase también de un crédito de
tres millones convertido fraudulentamente en un crédito
de setenta y cinco ; y por obtener esa lícita ganancia,
enviamos un ejército á intimar al pueblo mexicano... »
Á estos bastardos intereses del Emperador y su Minis-
tro, se unía la ambición de adquirir una parte del terri-
torio mexicano y especialmente Sonora, para fundar allí
una colonia francesa que aprovechase las minas de oro y
plata, que con una imaginación calenturienta suponían
mucho más ricas que lo que pudieran ser en realidad.
Estos móviles indignos, se aparentaba cubrir con el
proyecto de crear en América un Imperio latino que
viniese á servir de valladar al engrandecimiento de los
Estados Unidos y á su influencia en Europa.
Por eso el pueblo francés reprobaba aquel proyecto; por
eso en el Senado se habían oído en contra las elocuentes
voces de Thiers, de Favre, de Picard y de Guéroult ; pues
como dice el capitán francés Niox : « Mr. de Morny espe-
raba una especulación colosal. Él tenía intereses impor-
tantes en los negocios del banquero suizo Jécker y sos-
tenía por eso y hacía sostener por la diplomacia francesa
las reclamaciones de esta casa. Él era quien había hecho
«nviar á Mr. de Saligny á México, y por eso también los
cuidados que el Ministro de Francia debía prestar á los
intereses de su país, se complicaban singularmente con
472 PÉREZ VERDÍA
los que reclamaban los intereses particulares de tan pode-
roso protector. — El Emperador ignoraba sin duda (?) los
deplorables detalles de estas intrigas financieras ; pero la
influencia que ejercía sobre él Mr. de Morny no era me-
nos fuerte al tratarse de servir á intereses tan poco reco-
mendables. — Así fué cómo una gran nación, desgraciada-
mente sometida á tutela, pudo haber sido lanzada contra
su voluntad en una expedición aventurera. La opinión
pública en Francia se mostraba muy opuesta. Los negocios
de Jécker y las intrigas de los partidarios de la monar-
quía, sobre las cuales no había podido guardarse un abso-
luto secreto, no eran á propósito para excitar sus simpa-
tías. »
Comprendiendo estas verdades el Gobierno mexicano y
considerando que el favorecer esta intervención era un
delito contraía independencia nacional, promulgó un san-
guinario y terrible decreto el 25 de enero de 1862 casti-
gando con penas severísimas á todos los que la secunda-
sen ó favoreciesen ; habiendo contestado dos días antes el
ultimátum^ prestándose á acceder á todas las reclama-
ciones que fueren de justicia, para lo que invitaba el Mi-
nistro de Relaciones D. Manuel Doblado á una entrevista
álos representantes de las naciones intervencionistas. De
aquí resultó que abiertas las puertas para un avenimiento,
se celebrara el día 19 de febrero la Convención de la Sole-
dad, llamada así por el pueblo donde se firmó, por la cual
después, de protestar solemnemente los comisarios aliados
que nada intentaban contra la independencia é integridad
de la República, convenían en abrir las negociaciones en
Orizaba, debiendo ocupar durante ellas las fuerzas aliadas
las po!)laciones de Córdoba, Orizaba y Tehuacán, aña-
diendo que « para que ni remotamente pueda creerse que
los aliados han firmado estos preliminares para procu-
rarse el paso de las posiciones fortificadas que guarnece
el ejército mexicano, se estipula que, en el evento des-
'M'W\^'it^% ' '- ^"
M-f.r-
HISTORIA DE MÉXICO 473
graciado de que se rompiesen las negociaciones, las fuer-
zas de los aliados desocuparán las poblaciones antedichas
y volverán á colocarse en la línea que está adelante de
dichas fortificaciones en rumbo á Vcracruz, designándose
el de Paso Ancho en él camino de Córdoba y el de Paso de
Ovejas en el de Jalapa. »
Llegó á Veracruz en principios de marzo el Conde de
Loroncez con mayores tropas francesas, internándose inme-
diatamente, ala vez que el General Taboada se les presen-
taba en Tehuaeán y era fusilado en San Andrés Chalchi-
oomula el General D. Manuel Robles Pezuela que fué
aprehendido por fuerzas de caballería del general Zara-
goza en los momentos en que también trataba de unirse á
los franceses.
En Tehuaeán se presentó Almonte y otros jefes reaccio-
narios, y habiéndolos pedido el gobierno, no quiso entre-
garlos el Comisario Dubois de Saligny que tenía intruc-
ciones secretas de su Gobierno para favorecer al partido
conservador y derrocar al Presidente Juárez.
Cuando en Europa vieron Inglaterra y España que
Francia triplicó el efectivo de su cuerpo expedicionario y
supieron su determinación para derribar la República y
crear un Imperio, consideraron con razón como caduca la
famosa Convención de Londres ; al tiempo mismo que en
México los tres Comisarios que tenían instrucciones, ten-
dencias y carácter enteramente diversos, acabaron por dis-
gustarse declarando rota la alianza (9 de abril) ; porque
mientras que Prim y Wike querían que se obsequiase al
Gobierno mexicano que pedía la entrega de Almonte y sus
compañeros, en virtud de estarles prohibido mezclarse en
asuntos políticos del país, Saligny se oponía apoyándolo
con sus tropas ; y entraban en pugna en otros mil puntos
de importancia.
El Emperador francés había dado el primer paso en la
senda tortuosa del engaño y de la falsía; se había compro-
474 PÉREZ VERDÍA
metido á no intervenir en los asuntos interiores de México,
que eran los que le atraían precisamente, y había engañado
á sus colegas de Inglaterra y España ; puesto en esa vía,
¡ no habría de tardar en caer vergonzosamente en Sedán !
Una vez retiradas las dos potencias, quedó Francia sola
patrocinando la causa más injusta, y aunque se había
dicho que el honor militar influía en aquella campaña, el
comisario Saligny no quiso retirarse de las poblaciones
que había ocupado por permiso condicional del Gobierno
mexicano, no obstante la terminante promesa firmada de su
puño en la Soledad, y á pesar de las reclamaciones que
le hizo el Ministro Doblado. Declaró que su firma valía
tanto como el papel en que estaba puesta, y faltando al
honor y á la lealtad, dejó tras de sí las fortificaciones que
se habían levantado para impedirle el paso, influyendo
esto muchísimo en el éxito de aquella guerra. Razón de
sobra tenía Favre para censurar ese acto en el Cuerpo le-
gislativo en estos términos : <c Sólo me permitiré decir en
nombre de mi país, que los sentimientos caballerescos
esenciales á su carácter, se concilian poco con semejantes
actos, y que no es el talento de eludir los tratados por lo
que la Francia se distingue en la historia. »
Sobre semejante suceso decía también el señor Prim
en el Senado español : « Este artículo no se cumplió por
los comisarios del Emperador de los franceses ; pero no es
tiempo de anatematizar este hecho, único en los anales mi-
litares desde que el mundo es mundo. Por lo demás, este
artículo se puso por el comisario español para calmar los
recelos del Ministro de la República, señor Doblado, y á
los que digan que la condición de retirarse debió haberse
dejado á la hidalguía de los aliados, les contestaré con los
hechos ocurridos, ^\xqs si habiéndose firmado, nosecum--
piló ¿ que habría sucedido si no se hubiera firmado? »
HISTORU DE MÉXICO 475
CAPÍTULO XV
Plan de Córdoba. — Acción de Acultzingo. — Derrota de los franceses el
5 de mayo. — Combates de Barranca Seca y del Borrego. — Llegada
del General Forey. — Destituye á Almonte. — Glorioso sitio de Puebla.
— Ocupación de México por las tropas francesas. — Asamblea de no-
tables. — Es nombrado Emperador Maximiliano de Austria. — Juicio
sobre su venida. — Convención de Miramar. — Carácter del nuevo so-
berano.
Dueños los franceses de Drizaba, y habiendo franqueado
de tan indigno modo las fortificaciones de Chiquihuile que
defendía el General La Llave, quedaron de hecho rotas
las hostilidades.
El 19 de abril levantó una acta el General Tabeada en
Córdoba desconociendo la autoridad de Juárez y procla-
mando como jefe supremo de la nación al General D.
Juan N. Almonte que por este medio vio satisfecha su
ambición y nombró su Ministerio formado de personas en-
teramente oscuras é insignificantes, mientras Zuloaga pro-
testaba contra aquel plan que lo despojaba del poder.
Aliados de esta suerte los conservadores con los fran-
ceses, marcharon éstos para Puebla, en numero de cerca
de seis mil, y habiendo encontrado el 28 de abril al General
Zaragoza con dos mil soldados en las cumbres de Acult-
zingo, lo rechazaron después de tres horas de combate,
obhgándolo á replegarse á San Agustín del Palmar, de
donde se retiró á Puebla.
El memorable 3 de mayo de 1862 atacó el Conde de Lo-
rencez con arreglo al arte de la guerra^ al ejército mexi-
cano compuesto de menos de cuatro mil hombres á las
órdenes del valiente Gral. D. Ignacio Zaragoza, que de-
fendía los cerros de Loreto y Guadalupe, rompiendo el
--rv;:^'^^^í»i
476 PÉREZ VERDÍA
fuego de cañón á las doce del día. Cuatro columnas de mil
hombres cada una lanzó el jefe francés y todas fueron re-
chazadas tres veces, teniendo que abandonar el campo á
las cuatro de la tarde, con una pérdida de 513 entremuertos
y heridos, impidiendo un fuerte aguacero que se conti-
nuara la persecución, que era también difícil, porque de-
rrotados los invasores como estaban, tenían todavía más
fuerza numérica que Zaragoza. « El ejército francés, decía
este caudillo, se ha batido con mucha bizarría; su general
en jefe se ha portado con torpeza en el ataque. Las armas
nacionales se han cubierto de gloria... puedo afirmar con
orgullo que ni un solo momento volvió la espalda al ene-
migo el ejército mexicano durante la larga lucha que sos-
tuvo. )) La noticia de este triunfo causó profunda sensación
en Francia y dejó bien parado el honor nacional, demos-
trando la noria fatuidad con que el jefe invasor escribía el
26 de abril al Ministro de la Guerra : « Tenemos sobre los
mexicanos tal superioridad de raza, de organización, de
disciplina, de moralidad y de elevación de sentimientos,
que suplico á V. E. se sirva decir al Emperador que desde
ahora^ d la cabeza de sus 6.000 soldados^ soy dueño de
México, »
Después del triunfo el gobierno nacional, acusado calum-
niosamente de bárbaro é inmoral, trató con tales conside-
raciones á heridos y prisioneros, que estos mismos no pu-
dieron menos que darle un voto de gracias « manifestando,
decían, cuánto ha conmovido nuestro corazón una conducta
tan noble y generosa de parte del gobierno hacia nuestros
compatriotas, qup los azares de la guerra han hecho caer
prisioneros ó se encuentran heridos. »
Los franceses se retiraron á Orizaba, y á fin dé favore-
cer la incorporación de Márquez, que estaba detenido por
una brigada mandada por el General Tapia en Barranca
Seca, desplegó el 18 de mayo una sección de 430 hombres
del 99 de línea á las órdenes del comandante Lefebvre, la
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HISTORIA DE MÉXICO 477
que llegó al combate en los momentos en que las tropas de
Márquez estaban á punto de ser destrozadas, y decidió la
victoria en favor de sus banderas.
Después de este revés atacó Zaragoza á Orizaba el 14 de
junio entrando hasta el convento de San José; pero tuvo
que retirarse porque faltó al asalto la brigada de González
Ortega que había quedado de tomar parte en la combina-
ción ; pues la noche anterior fué sorprendida vergonzosa-
mente en el cerro del Borrego situado á inmediaciones de
Orizaba, por el capitán Detrie que al frente de 200 soldados
del 99 y gracias á la oscuridad de la noche lo puso en
desastrosa fuga.
Siguiéronse algunos combates insigniücantes y asaltos
de guerrillas, hasta el 22 de septiembre que desembarcó en
Veracruz el General de división Elias Forey con numerosas
y escogidas tropas que, unidas alas que ya se encontraban
en el país, formaron un ejército de 30.978 soldados con
cincuenta piezas de artillería.
Empezó Forey por desconocer el 26 del mismo mes el
gobierno de Almonte, quien habiendo dicho muy pocos
días antes á Cobos « no vengo atenido á las fuerzas del
país, que de nada me servirán ; por eso traigo bayonetas
francesas», tuvo como primicias de su infame traición y
de su ridicula jactancia, la merecida humillación de verse
destituido públicamente, por más que él estuviese de acuerdo
en que de cualquier modo se preparase la situación para
el Imperio, que con tanto afán había procurado. Los únicos
actos de autoridad emanados de aquel faccioso, fueron un
decreto por el cual creó quinientos mil pesos de billetes de
circulación forzosa en la reducida zona ocupada por los
invasores, y que equivalía á un despojo, supuesto que los
tales billetes no tenían valor, y otro promulgado el 4 de
junio de 1862 por el cual declaraba reos del delito de des-
afección á quienes se negasen á aceptar los empleos que
su gobierno confiriese, imponiéndoles ejecutivamente la
478 PÉREZ VERDÍA
pena de destierro. Tal era el entusiasmo que reinaba por
servir á la intervención.
Habiendo muerto de flebre el denodado Zaragoza, le sus-
tituyó en el mando D. Jesús González Ortega, que recibió la
proclama que había publicado el jefe francés con una ateata
carta suya en que lo invitaba á que abandonara la causa
que defendía, carta y proclama que le devolvió inmediata-
mente con decorosa altivez.
Por fin después de varios meses, avanzó Forey al frente
de 36.000 soldados sobre Puebla, en donde se había forti-
ficado el jefe republicano con 20.000 hombres. El 16 de
marzo de 1863 empezó el sitio que duró sesenta y dos días,
durante los cuales diariamente se resistieron sangrientos
asaltos que tuvo que dar el ejército invasor para ir apode-
rándose de cada punto. El 13 de abril rompieron el sitio las
caballerías mexicanas mandadas por O'Horán y Riva Pa-
lacio, quedando poco después reducido el ejército á diez y
seis mil hombres. El día 25 intentó Forey tomar la plaza
por asalto ; pero fué derrotado en el barrio de Pitiminí y
Santa Inés después de siete horas de combale, dejando
prisioneros ocho jefes y 160 soldados. Mas habiendo sido
derrotado el General Comonfort el 7 de mayo en San Lo-
renzo al pretender introducir ala ciudad un convoy, quedd
privada de todo auxilio exterior, en cuya virtud, y faltando
enteramente los víveres y las municiones, hizo G. Ortega
que en la madrugada del 17 se rompieran todas las armas^
se clavaran los cañones y se inutilizaran todos los elemen-
tos de guerra, hecho lo cual puso la plaza á disposición del
invasor por medio de un oficio lleno de patriotismo y dig-
nidad, sin querer capitular ni pedir garantías de ningún
género (1). Quedaron prisioneros los valientes generales
(l) < Esta hermosísima carta de un jefe vencido estuvo áia vista del
Gral. Bazaine. ¿Por qué, gran Dios, en 1870 la había olvidado? ¿ Por qué
no la copió pura y sencillamente para enviarla al Príncipe Federico
HISTORIA DE MÉXICO 479
.González Ortega, Paz, Berriozábal, Alatorre, La Llave^
Huerta, García, Colombres, Mejía, Mora, Antillón, Hino-
josa, Patoni, Gayoso, Osorio, Pinzón, Porfirio Díaz, Lama-
drid, Rioseco, Prieto, Escobedo, Caamaño, Sánchez, Cosío,
Auzay Loera; 303 oficiales superiores, 1.179 subalternos
y 9.000 soldados; el ejército sitiador tuvo una pérdida,
según sus propios partes, de 1.303 hombres entre muertos
y heridos. Durante el sitio se dieron muestras frecuentes
de admirable patriotismo que era común aun entre los sol-
dados rasos. Habiendo recibido un artillero una bala de
cañón que le llevó una pierna, el Capitán D. Platón Sán-
chez lo levantó prodigándole palabras de consuelo, y como
al abrazarlo le dijese : « Pobre de tí, amigo mío, que has
sufrido una herida », el soldado le contestó con orgullo :
« Yo no soy pobre, mi capitán; pobre de Vd. que no tiene
nada que ofrecerle á la Patria. >
La defensa sostenida por tanto tiempo de Puebla, que
estaba mal fortificada, por un ejército improvisado alas
órdenes de un patriota cuya profesión no era la militar,
contra un ejército tres veces más numeroso, tan aguerrido
y notable como era el francés, es uno de los hechos más
gloriosos de la historia patria, « que recuerda por más de
un capítulo el famoso sitio de Zaragoza en 1808 », según
frase del Gral. Du Barail : hecho que no supieron imitar
los mismos franceses en su guerra con Prusia, en la cual se
rindieron Strasbourg y Metz, las plazas más fuertes de Eu-
ropa, á los treinta y ocho días la primera, y á los setenta y
dos la segunda, á pesar de que sus defensores tenían abun -
dantes elementos é igualaban en número á los sitiadores (1).
Carlos? ¿Por qué el Mariscal de Francia no aprovechó la lección que le
había dado el Gral. mexicano enseñándole cómo se acepta un desastre
después de haber llenado lodo su deber para procurar obtener la victo-
ria? » (Du Barail, vol. 2<».)
(1) En Metz quedaron en poder de los prusianos 6.000 oficiales franceses,
167.000 soldados, 20.000 enfermos, 153 águilas imperiales, 622 piezas de
artillería de campaña, 876 de sitio y 72 ametralladoras, con 260.000 fusiles*
480 PÉHEZ VERDÍA
Con la toma de Puebla y la pérdida del ejercito de Oriente,
quedó allanado el camino de la capital de la República, la
que fué abandonada el 31 de mayo por Juárez y su g-o-
bierno, no sin que antes hubiera dado un decreto el Con-
greso, declarando que aquel valiente ejército, en la defensa
de Puebla, había merecido bien de la Patria.
Luego que quedó abandonado México, se pronunció el
Gral. D. Bruno Aguilar en favor de laintervención, entrando
la vanguardia del ejército francés mandada por Bazaine, el
día 7 de junio. El día 10 entró Forey con el resto de sus
tropas, y después de dar una proclama, expidió un decreto
con fecha 16 ordenando la formación de una « Junta Su-
perior de Gobierno » compuesta de treinta y cinco personas
nombradas por el Ministro ch Francia, para que eligiesen
tres mexicanos que desempeñaran el Poder ejecutivo con
dos suplentes, y para que nombrasen doscientos quince
ciudadanos que debían formar \íiJu?ita de yiotables encar-
gada de establecer la forma de gobierno. De aquí derivaron
los títulos de legitimidad del Imperio.
Instalada la Junta de Gobierno, nombró el 21 para que
formaran el Ejecutivo á los señores Grales. D. Juan N.
Almome y D. Mariano Salas y al Sr. Arzobispo D. Pklagio
Antonio de Labastida, en cuyo lugar por hallarse ausente
entró el Sr. Obispo de Tulancingo I). Juan H. Ormaechea.
Reunida la Junta de notables el 8 de julio bajo la pre-
sidencia del Sr. Lie. D. TeoJosio Lares, siendo secretarios
los Srcs. D. Alejandro Arango y Escandón y D.José María
Andrade, nombró una comisión para que dictaminara, como
lo hizo el día 10, consultando las siguientes proposiciones
que fueron unánime y calurosamente aprobadas á excej»-
ción de la 4'^ que tuvo nueve adversarios :
« 1.* La nación mexicana adopta por forma de gobierno
la monarquía moderada, hereditaria, con un príncipe cató-
lico. — 2.^ El soberano tomará el título de emperador de
México. — 3.^ La corona imperial de México se ofrece á
>í";-
HISTORIA DG MÉXICO 48^1'
S. A. I. y R. el príncipe Fernando Maximiliano, archi-
duque de Austria, para sí y sus descendientes. — 4.^ En
el caso de que por circunstancias imposibles de prever, el
archiduque Fernando Maximiliano no llegase á tomar po-
sesión del trono que se le ofrece, la nación mexicana se
remite á la benevolencia de S. M, Napoleón llly empe-
rador de los franceses, para que le indique otro principe
católico, ))
Desde ese día quedó el Poder ejecutivo en calidad de
Regencia y se mandó una comisión á Europa á ofrecerle el
trono al príncipe electo, con quien se habían entablado ne-
gociaciones en este sentido desde fines de 1861. El Archi-
duque, que estíiba ansioso de salir de la situación desairada
en que vivía y de sus graves compromisos pecuniarios, se^
manifestó muy bien dispuesto, aunque puso por condición
que se le llamara por la mayoría del pueblo mexicano, por
lo que sus partidarios apelaron á las juntas de notables y
á las actas de adliesión que se firmaban en los pueblos bajó-
la influencia del ejército francés, por lo que no eran ni
podían ser la expresión de la voluntad nacional.
El día 10 de abril de 1864 se presentaron en el Castillo
de Miramar, cerca de Trieste, los comisionados D. José
María Gutiérrez de Estrada, D. Joaquín Velázquez de
León, D. Ignacio Aguilar, D. Adrián WoU, D. José Hi-
dalgo, D. Antonio Escandón, D. José M. de Landa y
D. Ángel Iglesias, llevándole al Archiduque los votos de
las juntas, y habiendo aceptado, fungió desde ese día como
Emperador de México Fernando Maximiliano José, Archi-
duque de Austria, príncipe de muy buenas intenciones,,
pero de escaso carácter.
Era hijo del Archiduque Francisco Carlos y de la Archi-
duquesa Sofía, y había nacido en el palacio de Schoubrunn^
cerca de Viena, el 6 de julio de 1832, habiéndolo dedicado
á la marina desde su primera juventud y habiéndose casada
en 1857 con la princesa María Carlota Amalia, hija de Leo-
31
482 PÉREZ VERDÍA
poldo I, rey de Bélgica, y déla princesa Luisa de Orleáns.
Su venida causó positiva sensación, porque se previo
que más tarde ó más temprano debía carecer del apoyo
francés y quedar expuesto á mil peligros. En Roma, adonde
fué á presentar sus respetos al Sumo Pontífice, se le acon-
sejó que no aceptara, y en Madrid el conde de Reus se
haJbía expresado en los siguientes términos en la sesión
del Senado del 10 de diciembre de 1862 y que revelan la
perspicacia de un gran hombre de Estado : <c ... En México
se derramará mucha sangre : los mexicanos verterán la
suya en favor de su independencia y Francia la de sus hijos
por una quimera, pues aunque á costa de ella y de tesoros
lleguen las tropas imperiales á entrar á la capital de la
República, no por eso han de crear nada sólido ni digno
del pueblo que representan. Ni alzarán una monarquía, ni
siquiera consolidarán un gobierno. — La Santa Alianza
hizo entrar en París á Luis XVIII ; ese monarca, aunque
de sangre real, reinó con trabajo. Sucedióle Carlos X, y
éste al poco tiempo fué arrojado del solio por sus mismos
subditos. Napoleón I coronó por su parte rey de España á
su hermano José y el trono de éste cayó derrocado á la
primera campanada que anunció la ruina del primer
imperio. Lo mismo sucedió á Jerónimo Bonaparte en
VVestfalia, y algo más grave en Ñapóles al bravo Murat,
el cual murió fusilado. ¿ Qué más, señores? En México
mismo hubo un Iturbide que fué estimado mientras se
limitó á ser un gran ciudadano ; pero ese Iturbide se hizo
emperador y acabó también en un suplicio. Tal es la his-
toria, la triste historia de los reyes impuestos : téngalo
presente el archiduque Maximiliano. Los franceses no
poseerán en México más terreno que el que materialmente
pisen, y al íin más tarde ó más temprano tendrán que
abandonar aquel país, dejándolo más perdido que lo estaba
cuando á él llegaron. »
El mismo día en que Maximiliano aceptaba la corona
HISTORIA DE MÉXICO 483
imperial, firmaba el tratado de Miramar que había ajus-
tado con Napoleón en las Tullerías desde el mes de marzo.
Por él quedaba obligado Napoleón á reducir su ejército
6n México á 25.000 hombres, los que se retirarían parcial-
mente de año en año á medida que fueran reemplazados
por soldados nacionales ; se estipulaba que encaso de reu-
nirse tropas francesas y mexicanas, el mando de todas
correspondería al jefe de las primeras ; que por gastos de
guerra erogados hasta el día 1.^ de julio de 1864 pagaría
México á Francia 270.000.000 de francos con el interés del
3 por 100 anual, y desde esa fecha en lo sucesivo,
1.000 francos por cada soldado francés, á más de
400.000 francos por cada viaje de transportes, debiendo
hacerse dos viajes cada mes; además de reconocerlos cré-
ditos franceses y pagar las correspondientes indemniza-
ciones. Por los tres artículos secretos se acordó que Maxi-
miliano siguiera unapoh'tica liberal conforme ala proclama
de Forey, que tanto había disgustado á los conservadores;
que la retirada de las tropas francesas se habría de hacer
de suerte que quedaran en el año de 1865, 28.000 hom-
bres ; 25.000 en 1866 y 20.000 en 1867.
Semejante tratado demuestra el poco talento político y
práctico de Maximihano y del partido que lo aprobó ; pues
era impolítico, porque habiendo sido llamado el Archi-
duque por el partido reaccionario, intransigente con los
principios liberales, no podría convenir jamás en la marcha
que se iniciaba, y porque ofendía el honor nacional y el
amor propio de sus aliados al sujetarlos en todo caso y
fuere cual fuese su graduación, al mando de los oficiales
franceses; era injusto por las exorbitantes sumas que se le
reconocían á la Francia ó á sus subditos, pues ascendían á
cietito setenta y tres millones de pesos (1) ; y era imprac-
(1) Esa enorme suma la formábanlas siguientes cantidades ¡23.040.000
pesos por los transportes en 12 años; 9.020.000 por costo de la legión
extranjera; 73.440.000 por los gastos de la guerra y sus réditos al 3 por
•'^<'-^
484 PÉREZ VERDÍA
ticable^ porque añadidos los abonos de tal suma al presu-
puesto de los gastos necesarios del imperio^ no podrían
cubrirse ni un solo año, por la escasez de las rentas públicas.
Así pues el Imperio no nació viable.
Escritor extranjero (iMasseras) que conoció y trató al
nuevo soberano, pinta la ligereza de su carácter en estos
términos : « La reputación de tacto y de mentido político
conquistada por el archiduque Maximiliano durante su
administración en Italia, gracias á un feliz conjunto de
circunstancias, gracias sobre todo á un consejero del más
alto valor, había hecho perder de vista los errores de una
juventud un tanto borrascosa y de una existencia muy
deshilvanada. Cualidades exteriores de verdadero atrac-
tivo, una inteligencia viva, una gran facilidad de palabra,
una amenidad superficial de relaciones, acababan de
causar ilusión sobre la soHdez del carácter que debía
encontrarse bajo aquellas felices apariencias. Sin embargo,
apenasjse puso en obra, entregado á sí mismo y dueño
absoluto de sus acciones, cuando apareció un hombre muy
diferente de aquel á quien se creyó poder confiar la tarea
de fundar un imperio. Ligero liasta la frivolidad, versátil
hasta el capricho, incapaz de encadenamiento en las ideas
como en la conducta, á la vez irresoluto y obstinado, pronta
á las aficiones pasajeras, sin apegarse á nada ni á nadie,
enamorado grandemente de todo cambio y aparato, corv
horror invencible á to.da clase Ule molestias, inclinado á
refugiarse en las pequeneces para sustraerse á las obliga-
ciones serias, comprometiendo su palabra y faltando á ella
con igual inconsciencia, no teniendo, por último, más
experiencia y gusto de los negocios que sentimiento de las
4"osas graves de la vida, el príncipe encargado de recons-
cientü en \¿ años; 18.000. üOO por al(]iiiler del ejército francés en seis
años; 2.500.000 por un empréstito; lo. 000.000 del negocio Jécker;
12.000.000 por otras reclamaciones, y 19.440.000 por réditos de esas dos
deudas en 12 años al Gpor^ciento.
'.'yT-r^r- <¡t:"
HISTORIA DE MÉXICO 485
truir á México era, bajo todos aspectos, diametralmento
opuesto á lo que habrían exigido el país y las circuns-
tancias. »
CAPÍTULO XVI
Desavenencias entre losregentes. — Llegada del Emperador.— Su marcha
política. — Ocupación del país por los franceses. — .Derrotas de los
constitucionalistas. — Establece Juárez su gobierno en Paso del Norte
y Chihuahua. — Desacuerdo del Emperador con el Clero. — Ley del 3 de
Octubre de 1865. — Viaje de la Emperatriz A Yucatán. — Prórroga del
período presidencial.
El Mariscal Forey entregó el mando al General Francisco
Aquiles Bazaine el l.**de octubre do 1863, habiendo este
último quedado también con la dirección política de los
negocios, la cual fué retirada bruscamente á Mr. Dubois
de Saligny, que había convertido la diplomacia en el em-
buste y la calumnia, y arrastrado la dignidad de su puesto
en las tabernas. Aquel cambio obedecía en parte al diverso
modo con que el pueblo de Francia empezaba á ver la
cuestión, pues la derrota del 5 de mayo, que había moti-
vado la retirada de Laurencez ; la prolongada resistencia
de Puebla ; los fuertes gastos de la expedición y la poca
estimación con que veía ya á su aliado el partido conser-
vador, habían hecho que Napoleón se decidiese á quitarle
á éste el decidido apoyo que tenía en Saligny, dando al
mismo tiempo instrucciones al nuevo comisario para reti-
rarse siempre que pudiera encontrar un medio decoroso,
más bien que para hacer estable y permanente la interven-
ción como en un principio había pensado. El 18 de sep-
tiembre tomó posesión de su cargo de Regente el Sr. Arzo-
bispo Labastida, que acababa de regresar de »u destierro íí
Europa, ocasionándose luego graves conflictos en el seno
.^v
486 PÉREZ VEEU)ÍA
mismo de la Regencia y entre los políticos conservadores
y las tropas francesas. Fué el caso que habiéndose presen-
tado ante los tribunales de México algunas reclamaciones
judiciales por los denunciantes y tenedores de bienes del
clero, según las leyes de Reforma, contra los arrendatarios
que se negaban á pagar las rentas en virtud de creerlas
derogadas por el cambio reciente, los expresados tribu-
nales no quisieron conocer de tales negocios. Con ese mo-
tivo, el Diario Oficial declaró que se cumplirían dichas
leyes y encontrarían garantías los reclamantes, dictando
la Regencia en 9 de noviembre la orden correspondiente á
los juzgados, y como eso se hiciera contra la opinión del
arzobispo, fué causa de que se le destituyera, después de
curiosas recriminaciones. Tal medida, que en realidad era
la sanción de la Reforma por los mismos que la habían
combatido, motivó la renuncia y destitución de algunos
jueces y magistrados y una protesta del episcopado mexi-
cano ; mas aquel partido vio con tristeza desvanecerse sus
ilusiones á pesar de lo cual siguió humillado prestando
su concurso á Napoleón, quien á ese respecto declaró
que « mientras su ejército estuviera en México, no permi-
tiría que se estableciese una reacción ciega, que compro-
metería el porvenir de tan bello país y que deshonraría la
bandera francesa á los ojos de la Europa. »
Las tropas invasoras que mandaba Bazaine al empezar
su campaña, se componían de 35.000 soldados, distri-
buidos en dos divisiones francesas de infantería mandadas
por los Grales. A. Castagny y Félix Douay, con dos bri-
gadas cada una, á las órdenes de los Grales. Bertier,
Mangín, LUeriller y Neigre; en una brigada de caballería
y una de reserva mandadas respectivamente por los Grales.
Du Barail y De Maussión, á más de un batallón de egipcios
y la contraguerrilla del Coronel Dupín; y la tercera divi-
sión formada por 12.600 mexicanos á las órdenes del
Gral. Márquez. La artillería disponía de 20 cañones raya-
HISTORIA DE MÉXICO 48T
dos, de 12 de sitio, 6 rayados de 12 de campaña, 24 raya-
dos de 4 de campaña, 22 rayados de 4 de montaña y
20 morteros.
El 28 de mayo de 1864 llegaron á Veracruz el Empe-
rador y su esposa en la fragata Novara, desembarcando
al día siguiente, siendo recibidos con una frialdad tan
grande, que hizo llorar á la Emperatriz, al prever los pe-
ligros que les amenazaban. Salió luego para México,
adonde hizo su entrada el día 12 de junio, en medio de
las aclamaciones desús partidarios y de la curiosidad de la
multitud y entre los festejos oficiales, cuyos gastos impor-
taron 142.478 pesos.
Una vez en la capital, inició una polílica que desagradó
á los conservadores ; pues formó su Ministerio con los
señores D. Fernando Ramírez, D. Pedro Escudero y
Echánove, D. Juan D. Peza, que habían manifestado opi-
niones liberales y pertenecían al partido moderado, además
de los señores D. Luis Robles Pezuela y D. Joaquín Ve-
lázquez de León.
El sueldo asignado á Sus Majestades era de millón y
medio de pesos cada año al Emperador y de doscientos
mil á la Emperatriz, lo que unido á los despilfarros de la
corte, produjeron bien pronto la penuria en las cajas im-
periales.
La mayor parte del país estaba ya ocupada por las tropas
franco-mexicanas : en el mes de noviembre de 1863 se había
apoderado el Gral. Mejía de Querétaro después de derrotar
el Gral. Negrete, y el día 13, cerca de Chamacuero, dio
muerte por orden de aquel jefe según se dijo, á D. Ignacio
Comonfort el guerrillero Sebastián Aguirre; el día 30
ocuparon á Morelia Márquez y el Gral. Bertier, que
derrotaron el 25 de diciembre al Gral. Uraga, que atacó-
aquella plaza con cerca de 7.000 hombres; el 8 de di-
ciembre había entrado á Guanajuato el Gral. Douay, y
el 5 de enero de 1864 ocupaba á Guadalajara el Gral.
488 PÉREZ VERDÍA
•Osmont con la vanguardia de Bazainc, que llegó al día si-
guiente, habiéndose retirado para el Sur desde el día 3 las
tropas republicanas que mandaba el Gral. D. José María
Arteaga por hallarse sin medios para batirse.
El 28 de marzo de 1864 el buque de guerra « La Cor-
dilliére » con 14 lanchas cañoneras hizo un reconoci-
miento sobre el puerto de Mazatlán y el 31 bombardeó
durante seis horas á las fuerzas republicanas, que man-
cadas por el vahente coronel D. Gaspar Sánchez Ochoa,
y formadas de dos batallones, con cuatro piezas de arti-
llería, resistieron el embate y causaron tales averías al
buque francés, que se vio obligado á retirarse porque
•estaba d punto de irse á pique.
De San Luis Potosí había salido D. Benito Juárez á la
aproximación de Mejía el 22 de diciembre de 1863 y estable-
ciéndose en Saltillo donde logró formar un ejército de
más de cuatro mil hombres, que puesto á las órdenes de
Doblado, fué derrotado por aquel jefe imperialista en
unión del Coronel Aymard el 17 de mayo siguiente cerca
•de Matehuala. Entretanto el gobernador de Nuevo León,
puesto de acuerdo traidoramente con Bazaine, decretaba
para justilicar su infidencia, un plebiscito para que aquel
Estado se declarase por la pazo por la guerra; pero como
Juárez declarase ilegal y atentatorio aquel procedimiento
por ser tal declaratoria de la exclusiva competencia de la
"Federación, á su paso por Monterrey estuvo á punto de
ser hecho prisionero por aquel faccioso, que se decidió
luego por la causa intervencionista. L'Heriller, después de
ocupar á Zacatecas, marchó sobre Durango, á cuya ciudad
•entró el 14 de julio, á la vez que Castagny ocupaba el Sal-
tillo y Monterrey en los últimos de agosto; el Coronel
Martín aunque á costa de su vida, derrotaba con sólo
700 hombres á González Ortega al frente de 3.500 en el
cerro de Majoma el 21 de septiembre ; el Almirante Bosse
<:on la escuadra del Golfo y el Gral. Mejía se apoderaban
*'>tx.
HISTORIA DE MÉXICO 489
de Matamoros el 26, mientras que Douay llegaba hasta
Colima el 5 de noviembre.
El 22 de ese mes causó una vergonzosa derrota el
Coronel Clinchán con 400 franceses en Jiquilpaná Arteaga
que acababa de llegar con su división de más de
3.000 hombres, habiendo muerto los vahentes Grales.
D. Pedro Rioseco y D. Leonardo Órnelas ; el 13 había ocu-
pado á Mazatlán el Comandante déla escuadra del Pacííico
Mr. Kergrist y en revancha el 22 de diciembre obtuvo un
triunfo completo y muy notable el modesta Coronel D. An-
tonio Rosales en San Pedro (Estado de Sinaloa). al frente
de 400 hombres, sobre el comandante del Lucifer Mr. Ga-
zielle, que le presentó batalla con un cuerpo de 500 sol-
dados entre franceses é imperiahstas.
En el Estado de Oaxaca defendía con decisión la causa
republicana el vahente Gral. D. Porfirio Díaz, que logró
detener en su marcha al general Brincourt, por lo que
fué necesario que Bazaine se pusiera al frente de un nume-
roso ejército compuesto de 3.500 franceses y buen número
de auxiliares, con el que marchó en su persecución,
poniéndole sitio á Oaxaca, que tomó al fin hasta el 9 de
febrero de 18fi5, haciendo prisionero á aquel patriota que
fué llevado á Puebla, de donde se fugó más tarde para
seguir defendiendo la causa nai-ional.
En Michoacán se hacía una obstinada campaña y el 1 1 de
abril de 1865 el Gral. Regules asaltó y tomó á viva fuerza
el pueblo de Tacámbaro defendido por el Mayor Tydgat
al frente de 300 belgas y 100 imperialistas, dando aquel
jefe republicano un ejemplo admirable de abnegación, al
repetir la célebre hazaña deGuzmán el Bueno en el sitio
de Tarifa. Habiendo aprehendido infamemente los defen-
sores del pueblo á la Señora Doña Soledad Solórzano
esposa de Regules y á sus hijos, los hicieron poner sobre
una trinchera expuestos al fuego de los asaltantes, á pesar
de lo cual y de aconsejarle á dicho general algunos desús
490 PÉREZ VERDÍA
amigos que se retirase ante semejante peligro, (\ió la
orden de ataque diciendo con singular heroísmo :
« Señores, cada uno á su puesto á cumplir con su deber,
primero es la Patria, w
Entre tanto, muclios jefes republicanos como Uraga,
Vidaurri, OTlorán y otroSj habían traicionado al gobierno
de Juárez y se halu'an pasado al enemigo, que en el mes
de abril de 18(í5 disponía ya de un ejército de(i3.800 hom-
bres, formada dü 28,000 de las tropas francesas, 20,000 de
las imperialistas, H.SOO de guardias rurales, íí.OOO volun-
tarios austriai'os y l.'JOO helgas^ con cuyos elementos
pudo Bazaine emprender una expedición sobre Chihuahua,
de cuya ciudad se apodero Brinrourt el día IS de agosto
de J8Cü, habiéndose retirado Juárez para Paso del P*íorte-
El :24. de septiembre ocupaban á Álamos fuerzas imperia-
listas, muriendo en la defensa el denodado GraL Rosales.
En el (Gobierno de jMaximiliano se habían susfutado
graves dilii/ültadeSj tanto ron ol partido conservador que
pretendía á todo trance la nulificación de la ley de des-
amortización,^qoe ú. pesar deeso y de las instancias de mon-
señof Meglia, nuncio del Papa, sostenía el Emperador;
como con el Mariscal Baíaine por cuestiones de mando y
de inlluencia, llegando al extremo de pedir que fuese
remo V i do j cuyo disgusto no impidió, sin embargo, que
con motivo del matrifnonio que celebró el mariscal con
la señorita Josefa Peña y Azcárate, le regalara el soberano
el palacio de Buena Vista, por el cual más tarde, al reti-
rarse del país, se hizo pagar cíen mil pesos por la aduana
de Ve ni cruz, como se lo había ofrecido el donante.
Tampoco impidió aquel disgusto que siguiera el Empe-
rador las inspiraciones del jefe francés ; pues el día 3 de
ííCtuhre de i8f>5 expidió, refrendada por sus Ministros
Ramírez, Robles Peznela, Esteva, Peza, Escudero y Echíí-
nove, Silíceo, y César, la biirbara ley por la que conde-
naba ti la pena de muerte a todos los prisioneros que se
HISTORIA DE MÉXICO 491
hicieren pertenecientes á reuniones armadas, fuere cual
fuese su grado militar ó la bandera política que sostu-
vieren.
Sólo un jefe extranjero podía aconsejar semejante
decreto que quitaba el carácter de beligerantes á los defen-
sores de la independencia nacional, y como si no fuera
bastante aquella sanguinaria é inicua disposición, laacom-
pañó Bazaine de una circular fechada el 11 del mismo
mes, en la cual expresaba á sus tropas « que no admitía -
que se hicieran prisioneros; todo individuo, cualquiera
que sea, cogido con las armas en la mano, será fusilado. »
¡Así ordenaba la muerte de los que defendían su patria
contra el invasor extranjero, el que más tarde traicionó á
la suya !
Para defender semejante disposición se inculpaban á los
republicanos los mayores crímenes llamándoles bandidos,
llegando la obcecación y ceguera hasta el grado de que el
ministro de la Guerra, Peza, en circular de 9 de octubre,
dijese que las cortes marciales que no desplegaran la
mayor energía y actividad en el cumplimiento de aquella
terrible ley, serían responsables por « una lenidad y cle-
mencia que repugnan la civilización, la humanidad y la
moral, bárbaramente ultrajadas con los escandalosos aten-
tados y los horribles crímenes de los que sostienen una
guerra vandálica y sanguinaria ».
No faltaban desgraciadamente numerosas gavillas que
abusaban de las banderas republicanas y cometían crí-
menes.; pero para formarse juicio sobre este punto, aun
prescindiendo de la diversa causa que sostenían unos y
otros combatientes, debe tenerse presente que el primer
fusilamiento de un jefe prisionero, lo hicieron los fran-
ceses, mandados por el Comandante Lepage, en la persona
del General D. Luis Ghilardi en febrero de 1864.
Sin contar las numerosísimas bandas de imperialistas
que á las órdenes de Lozada, León Chávez, Cuellar, Ar-
(1) « Por cada fusil que falte de ios que se piden, decía un bando de
Dupín, pagará el pueblo ¿00 pesos de multa y 10.000 si no entregan nin-
guno. En caso de desobediencia á la orden anterior, será reducida á ceni-
zas la villa entera y las haciendas que la rodean. Del mismo modo será
tratado todo el lugar que continúe fomentando la revolución. » — El
comandante de Tlacotalpán, A. Combe, prevenía u que todo aquel que
fuese cogido fuera de la línea militar, será inmediatamente fusilado ó
ahorcado », y poseo el siguiente documento original : « Atoyac y todos
los ranchos de las cercanías deben tomar las armas para hacer la perse-
cución á los bandidos que andan con Valencia ó cualesquiera otros.
Advierto á todos los habitantes que cualquiera que reciba en su casa á
alguno que pertenezca á esas gavillas será fusilado. — Con arreglo á la
ley de octubre de 1865, se previene al pueblo de Atoyac y sus cercanías,
que si vuelven á entrar en ellas las gavillas y son recibidas, ^e diezmarán
esas poblaciones. Zacoalco, setiembre 15 de 1866. — El comandante en
jefe de la gendarmeria imperial de la cuarta división, Berthelin, — Á la
autoridad polílica de Atoyac. »
En cambio el gobierno do Juárez disponía con fecha 17 de enero de 1865
« que los prisioneros franceses de San Pedro, sólo sean detenidos con la
debida seguridad, que no se les cause molestia ninguna, y que se les
, atienda con lo que necesiten para su subsistencia ».
492 PÉREZ VERDÍA
güelles, Chacón y otros, cometían los más atroces excesos,
diversos jefes franceses que invocábanla civilización y la
moral, perpetraban iguales delitos. El Coronel Dupín fué
el terror de los pueblos por donde pasaba, « borrando de
la carta del imperio » villas y aldeas indefensas porque no
le entregaban los caballos, las armas ó el dinero que no
tenían, y él reclamaba, ó colgando de los faroles á sus . |
prisioneros ; el Comandante Marechal saqueaba á Tlaco-
talpán é incendiaba las haciendas inmediatas ; el Coronel
Tourre, con un batallón de zuavos, hacía otro tanto en
Huachinango; el Coronel Bertheh'n, al frente de la Gen-
darmería imperial, fusilaba en Ameca, Cocula, Atoyac y
otros sitios de Jalisco y Colima á cuantos consideraba sos-
pechosos, diezmando las poblaciones, y así otros mu-
chos (1).
El ejército republicano del centro que mandaba el gene-
ral Arteaga, después de haber tomado á Uruapán, fué
derrotado en Tancitaro en principios de julio, y poco más
HISTORIA DE MÉXICO 493
tarde, cuando acababa de fraccionarse en distintas direc-
ciones, fué sorprendido en Santa Ana Amatlán el 13 de
octubre por el Coronel Méndez que aprehendió al general
en jefe y á otros varios jefes y oficiales, y habiéndolos lle-
vado á Uruapan, hizo fusilar el día 21 á los Grales. D. José
María Arteaga y D. Carlos Salazar, á los Coroneles D. Tri-
nidad Villagómez y D. Jesús Díaz y al Capitán González,
aplicándoles, la terrible ley que acababa de publicarse en
México y que aun no se promulgaba en Michoacán.
Por entonces hizo la Emperatriz un viaje á Yucatán
donde fué bien recibida y permaneció un mes. Poco antes
había sido derrotado en junio de 1865 el Gral. Castillo,
en Jonuta ; pero reforzado después por la cañonera fran-
cesa Brandan que había remontado el Río de la Palisada
acabó por ocupar ese punto dispersando las guerrillas
republicanas.
Entre tanto, y estando para terminar el período consti-
tucional de Juárez el día 1.** de diciembre, dio un decreto
el 8 (le noviembre en Paso del Norte, refrendado por el
Ministro de Relaciones y Gobernación, Lerdo de Tejada,
por el cual declaraba prorrogado tanto el mencionado
período de sus funciones presidenciales, como el del Pre-
sidente de la Suprema Corte de Justicia, en virtud de ser
imposible el hacer elecciones en aquellas circunstancias;
de que la Constitución sólo autorizaba al Vicepresidente
para ocupar la presidencia de un modo muy provisional,
y deque era necesario que subsistiera el Gobierno por todo
el tiempo que fuese preciso, sin exponerse al peligro de
desaparecer al terminar los dos años que aun faltaban, al
período del Presidente de la Suprema Corte. Tal decreto
ocasionó una protesta de este funcionario, General Gon-
zález Ortega, quien pretendía asumir el poder en virtud
de sus títulos constitucionales, y la separación de unos
cuantos liberales, que juzgaron aquel acto de Juárez como
un golpe de Estado. Mas la generalidad del partido estuvo
494 PÉREZ VERDÍA
conforme con aquella medida excepcional reconociendo de
difícil resolución la cuestión constitucional aun en abs-
tracto, considerando además la continuación de Juárez en
el gobierno indispensable, tanto porque estaba investido
de facultades extraordinarias, amplísimas, como porque él
era la personificación de la resistencia á la intervención
francesa y al imperio, salvándose así de un conflicto que
hubiera sido de fatales consecuencias.
CAPÍTULO XVII
Desastrosas operaciones financieras del Imperio. — La doctrina Monroe
y la intervención francesa. — Decide Napoleón abandonar á Maximi-
liano. — Triunfo de los republicanos. — Salida de las tropas francesas.
— Cambio de política. — Derrota de San Jacinto. — Sitio de Querétaro.
— Aprehensión y fusilamiento de Maximiliano y sus generales. — Toma
(le México. — Restablecimiento de la República.
El Gobierno imperial á más de los citados actos de polí-
tica se había ocupado en algunas mejoras materiales, como
la construcción del pequeño ferrocarril á Chalco, varias
reposiciones al Castillo de Chapultepec, en renovar el pri-
vilegio del ferrocarril de México á Veracruz, en conceder
otro para unir á esta ciudad con Puebla ; en fundar unas
colonias que no tuvieron caso y en contratar dos emprés-
titos bajo las peores condiciones. En 1864 se hizo la pri-
mera operación con Glyn Mills de Londres y Péreire do
París, por 201.600.000 francos con el descuento del
37 0 0 y rédito del 6 0 0 y en 1865 se contrató el segundo
empréstito en París por 250.000.000 de francos con des-
cuento del 32 0/0 y con el mismo rédito que el anterior, de
cuyas enormes sumas una vez deducidos los descuentos,
comisiones, consolidación de réditos y pagos al Gobierno
francés, apenas resultó un saldo de que pudo disponer
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UIStORlA DE MÉXICO 495
Maximiliano, de 9.3S4.813 s que inmediatamente se invir-
tieron en las múltiples necesidades y caprichos del Imperio.
Á la vez que la sanguinaria ley de 3 de octubre provo-
caba la excitación general, se recibían en México noticias
de que los Estados Unidos por medio del Ministro ple-
nipotenciario en París, habían reclamado el í de agosto
al Emperador Napoleón contra la concesión de terrenos
en las riberas del Bravo que para colonizar se le había
kecho al doctor Gwin, ciudadano americano ; pues ha-
biendo sido de los más eficaces sostenedores de los confe-
derados, aquel gobierno temía que aprovechara esa colo-
nia para reorganizar el partido vencido. Aumentó la gra-
vedad de aquel suceso la nota que con fecha 6 de diciembre
de 1865 dirigió el Ministro de Relaciones Mr. W. Seward
al Gobierno de las Tullerías manifestándole el descon-
tento de su gobierno por la intervención en México ; pues
el ejército francés, al invadir á México, atacaba un gobierno
republicano y elegido por la nación, para reemplazarlo con
una monarquía que no era popular y sí una amenaza para
las instituciones republicanas ; porque aunque tenía con-
fianza en el triunfo de esas instituciones, quería que se de-
jara á las naciones americanas adoptar con libertad la
forma de sus instituciones, y así como sería injusto é im-
prudente que los Estados Unidos trataran o destruir los
gobiernos monárquicos de Europa para reemplazarlos con
repúblicas, del mismo modo le parecía injusto que los
gobiernos europeos intervinieran en América para reem-
plazar el régimen republicano con el monárquico, por todo
lo cual le pedía que retirara las tropas francesas de México
dejándolo en libertad.
Además la oposición que seguía haciéndosele en Francia ;
los enormes gastos de la expedición ; las derrotas sufri-
das que demostraban la exactitud de las palabras del Conde
de Reus, de que los franceses no poseerían en México
más terreno que el que pisaran ; todo ello, unido á la
496 PKREZ VERDÍA
falta de cumplimiento del irrealizable tratado de Mira-
mar en lo relativo á las ministraciones de dinero, y á
las complicaciones europeas, determinó á Napoleón á or-
denar la salida de sus tropas fijando para hacerla el nnes
de noviembre de 1867. Él mismo había dicho que « el
gran papel desempeñado por la Prusia no habría sido po-
sible sin su neutralidad » ; pero ésta después de la victoria
prusiana del 3 de julio de 1866, fué enteramente forzada y
precisamente lo que impidió á Francia intervenir en aque-
lia lucha y sacar grandes ventajas, que habrían afirmado la
dinastía Bonaparte, fué la expedición de México que según
la expresión del Ministro La Vallette, « todo lo había ab-
sorbido y tenía vacíos los arsenales ». Por todo eso puede
decirse con el Sr. Iglesias Calderón, que : « no fué la di-
plomacia americana, sino el cañón de Sadowa, el que dio
al Mariscal Uazaine la orden de retirada ».
La noticia de semejante acuerdo produjo honda sensa-
ción en el Gabinete imperial, y decidió á Maximiliano á
abdicar la corona, pues estaba convencido de que sin el
auxilio extranjero no podría sostenerse en su trono. Ojalá
hubiera realizado aquel propósito; mas la emperatriz Car-
lota, no pudiendo conformarse con abandonar el poder
para tornar d la posición que antes ocupaba, lo contrarió,
ofreciéndose á ir ella en persona á exigir á Napoleón el
cumphmiento del tratado de Miramar, al mismo tiempo
que á arreglar con el Papa la difícil cuestión religiosa.
El día 8 de julio de 1866 salió la Archiduquesa para
Francia á desempeñar su importante misión ; mientras se
recibían en México noticias de quel el Gral. Treviño ven-
cía á las fuerzas francesas en Santa Isabel, y que el Gral.
D. Mariano Escobedo al frente del Ejército del Norte había
derrotado el 16 de junio en Santa Gertrudis al General
Olvera que, con cerca de dos mil mexicanos y trescientos
austríacos, conducía para Camargo un gran convoy com-
puesto de más de doscientos carros, al mismo tiempo que
HISTORU DE MÉXICO 497
el Coronel Martínez atacaba en Cerralvo al Coronel Jannin-
grós. Aquel ejército, después de tan importante triunfo,
marchó sobre Matamoros, en donde obligó á capitular al
General Mejía el 23 det mismo junio, por lo que las tropas
francesas se vieron obligadas á evacuar á Monterey y el
Saltillo replegándose á San Luis, así como á Hermosillo y
Guaymas después de la derrota del Gral. Langberg, que-
dando Juárez dueño de toda la frontera, á la vez que las
tropas que mandaba el joven y denodado General D.
Ramón Corona se apoderaban de Mazatlán é invadían el
Estado de Jalisco, después de una brillante campaña en
la que había derrotado á las tropas francesas en Veranos,
Villa Unión, Concordia y Palos Prietos, á la vez que las de
D. Porfirio Díaz y Regules obtenían nuevos triunfos en
Oaxaca y Michoacán.
En tan críticas circunstancias, el Archiduque sin tiener
una política propia ni meditar las consecuencias de sus
actos, encargó el despacho de los Ministerios de Guerra y
de Hacienda al General Osmont, Jefe de estado mayor del
cuerpo expedicionario, y al Intendente Friant, tratando
con esto de atraerse las simpatías del Emperador francés,
dando precisamente con eso motivo á nuevas reclamaciones
del Gabinete norteamericano, y disgustando á sus partidarios
que se veían alejados de los puestos de más importancia.
La Emperatriz llegó á Francia el día 10 de agosto, y
tuvo una entrevista con Napoleón que se había negado á
ella cuanto le fué posible. Exigióle el cumplimiento de sus
compromisos, ofreciéndole todo género de garantías; pero
manifestándose éste inquebrantable en la resolución de no
prestar ya ni un soldado ni un franco^ acabó aquella
desgraciada princesa por amenazarlo con una abdicación ;
mas viendo que le era enteramente indiferente, después
de increparle su conducta, salió de Saint-Cloud con la
esperanza perdida y el corazón hecho pedazos. Partió luego
á Miramar y de allí á Roma, en donde en la visita que hizo
32
t'^^y^/tf.
498 PÉREZ VERDÍA
al señor Pío IX el 27 de septiembre, llegó diciendo : « Estoy
envenenada, y allí están afuera los que me han envene-
nado por orden de Napoleón. » Con la esperanza había
perdido el juicio !
En virtud de la resolución napoleónica saliéronlas tropas
francesas del país por Yeracruz, donde estaban dispuestos
treinta transportes y siete paquetes, embarcándose desde
el 18 de diciembre de 1866 hasta el 11 de marzo siguiente,
169 oficiales superiores, 1.264 subalternos y 27.260 sol-
dados, concluyendo con eso aquella malaventurada cam-
paña que costó al gobierno francés cerca de novecientos
millones de francos, que empobreció sus arsenales mili-
tares, que distrajo su atención impidiéndole intervenir con
provecho en la guerra de Austria y Prusia en aquel año, y
que disminuyendo extraordinariamente la confianza que
inspiraba á la Francia el Imperio Bonapartista, le hizo
perder su poder exterior al minar su prestigio interno,
apareciendo á los ojos de la Europa entera sin los benefi-
cios de una situación apoyada hasta entonces sobre triunfos
y éxitos no interrumpidos, preparó el año terrible.
Los imperialistas mexicanos comentaban con mucha
razón la partida en estos términos, según un folleto que
publicaron por entonces :
« Dentro de pocos días, el ejército expedicionario estará
en las costas de Francia. Todas las clases y todos los par-
tidos de la Nación le interrogarán sobre su campaña;
contarán hazañas prodigiosas. Pero ¿cuál es el fruto de
estas hazañas? — Los Franceses patriotas dirán : Fuisteis
á contener el incremento de los Estados Unidos y os venís
antes de tiempo, de miedo á los Estados Unidos ; fuisteis
á garantizar los intereses europeos y los dejáis tan inse-
guros romo antes ; fuisteis á defender los intereses fran-
ceses y los dejáis peor de lo que estaban ; fuisteis á poner
en alto grado la influencia francesa en México, y la dejáis
nulificada, y despreciado el nombre francés. ¿ Traéis al
HISTORIA DE MÉXICO 499
menos el dinero de la deuda primitiva ? No. ¿ Quedó siquiera
garantizada y en vía de pago? Tampoco. ¿ Qué habéis
ganado para la Francia en esa campaña de cinco años?
¿ En qué habéis consumido tantos millones de francos y
por qué habéis derramado tanta sangre francesa? » Y
pensar que á esta empresa había llamado Napoleón el más
hermoso pensamiento de su reinado !
El partido conservador á última hora ha pretendido
renegar de su alianza con los franceses y aun sostener
que ellos más 6ien que ayudar al Imperio le fueron perju-
diciales tanto por el desprestigio que le atrajeron, como
por el doblez del Mariscal Bazaine y la presión que ejerció
siempre sobre el Gobierno Imperial, así como atribuyen
también maléfica influencia á la ayuda que le prestaron
los liberales moderados que formaron el primer Gabinete.
La verdad histórica exige que se contradiga tal asevera-
ción. Desde la traición del Gral. Uraga hasta la de D. Her-
menegildo Carrillo y de otros muchos militares con mando
de tropas republicanas, se debió á la influencia de los mo-
derados, lo mismo que el prestigio momentáneo de aquel
gobierno, pues hombres como D. J. Fernando Ramírez,
D. Pedro Escudero, D. José M. Lacunza, Vidaurri, Cortés
Esparza, Méndez, de relevantes méritos personales, ejer-
cían grande y merecido, influjo en el país, merced al cual
se pudieron quebrantar tantas conciencias.
Sin los franceses jamás habrían podido los conserva-
dores levantar bandera alguna, como no pudieron soste-
nerla antes de su llegada ni después de su partida, y la
verdad es que los soldados de Napoleón por su valor, su-
disciplina y su brillante equipo eran muy superiores á
nuestras indisciplinadas y desnudas huestes, que á fuerza
de combates y derrotas, de sacrificios y heroísmo, se acos-
tumbraron á medir con ellos sus armas, como Mario
impuso á los Romanos á la presencia de los Cimbros para
poder más tarde obtener sobre ellos el triunfo de Verceli.
500 PÉREZ VERDÍA
Viéndos^ abandonado el Archiduque, se entregó entera-
mente en manos del partido conservador, organizando
diverso Ministerio compuesto de los señores Lares, García
Aguirre, Marín, Mier y Terán, Tavera y Torres Larrain-
zar; se expidió un nuevo programa y se formó un Con-
sejo de Estado formado por treinta y seis personas promi-
nentes ; pero habiendo recibido Maximiliano noticias de la
infructuosa entrevista de Carlota y de su enfermedad, in-
sistió en abdicar y abandonar el país, para lo cual, ocul-
tando cuidadosamente el motivo, hizo poner suficientes
tropas en el camino de Veracruz, y salió de la capital para
Orizaba el 21 de octubre. Allí tuvo explicaciones con el
Gral. Castelnau que acababa de llegar enviado por Napo-
león para facilitar la salida de las tropas francesas y hacer
que Maximiliano se volviese á Europa á todo trance, con
lo cual éste se manifestó conforme mediante ciertas condi-
ciones. Desgraciadamente cuando había tomado ya aquella
resolución salvadora 'que parecía definitiva, un concurso
de circunstancias vinieron á quebrantarla. La influencia
del P. Fischer que abogaba porque no se abandonase al
partido conservador; las promesas que éste le hiciera de
sostenerle con toda eficacia; la llegada casual en esos mo-
mentos de Miramón y Márquez que le instaron porque se
quedase en el poder ofreciendo poner á su servicio sus
espadas ; la noticia que recibió de su Encargado de Nego-
cios Mr. Eloin, de que su hermano Francisco José no le
permitiría entrar en sus dominios porque el pueblo aus-
tríaco estaba impacientado por el mal resultado de la
guerra con Prusia y pedía su abdicación, siendo por tanto
necesario salvar el prestigio personal del Archiduque,
porque el abandono de la partida antes de la vuelta del
ejército francés se interpretaría como un acto de debi-
lidad; y sobre todo, una carta de su madre la Archiduquesa
Sofía, en que le aconsejaba que antes de someterse á las
exigencias de Napoleón, se sepultase entre los escombros
HISTORIA DE MÉXICO 501
de su Imperio. Por último. destruyó la buena intención de
Castelnau, la pérfida política de Bazaine, que fingiendo
secundarla, le escribió á Maximiliano diciéndole que des-
pués de maduro examen, estaba convencido de que la
única solución posible era la de mantenerse en el trono,
para lo cual podría im pulsar la guerra armando enérgi-
camente á sus generales. El carácter caballeresco del
Príncipe, su volubilidad y poca penetración política aca-
baron ante aquellos hechos, todos interesados ó falsos, por
hacerle cambiar de propósito.
Habiendo reunido el 20 de noviembre á sus ministros y
consejeros, en número de veintitrés, les consultó si con-
vendría para terminar aquella crisis devolver al pueblo
mexicano los poderes que le había conferido, fundándose
en el estado de la guerra civil ; en la necesidad de cambiar
las instituciones para evitar una intervención francoameri-
cana, y en los quebrantos de su salud y de la de Carlota.
Como el dictamen del Consejo, guiado por un exagerado
egoísmo político, fué que permaneciera en el trono por
sólo dos juiciosos votos en favor de la abdicación, se resol-
vió por fin el último de noviembre á quedarse en el país y
defender su corona contra los republicanos, para lo cual
volvió á la capital, y llamando á los generales Miramón y
Márquez, que acababan de llegar de Europa, donde se les
había tenido alejados de los negocios públicos, trató de
organizar su ejército distribuyéndolo en tres divisiones : la
primera á las órdenes de Miramón, encargado de los De-
partamentos de California, Sonora, Chihuahua, Nazas,
Durango, Sinaloa, Jalisco, Nayarit y Colima; la segunda,
mandada por Márquez, distribuida en Guanajuato, Queré-
taro, Michoacán, Toluca, Valle de México, Tulancingo,
Puebla, Veracruz, Oaxaca, Guerrero y Tehuantepec, y la
tercera, confiada al general Mejía, en Cohahuila, Nuevo
León, Tamaulipas, San Luis, Zacatecas, y AguascaHentes ;
quedando los Departamentos de Campeche, Mérida, Ta-
502 PÉREZ VERDÍA
basco. Laguna y Chiapas^ al mando del Comisario imperial
de Yucatán.
Entre tanto las tropas del General Corona, mandadas por
los Coroneles E. Parra y Donato Guerra, después de haber
derrotado á las fuerzas francomexicanas que mandaba Sayn,
en la Coronilla el 18 dediciembre, ocuparon á Guadalajara
que abandonó cobardemente el Gral. Gutiérrez ; apoderán-
dose en seguida el Gral. en jefe del ejército de Occidente
^e Colima : las de D. Porfirio Díaz, después del triunfo de
Miahuatlán, habían ocupado á Oaxaca el 30 de octubre y
derrotado en la Carbonera á Testard.
A la visla de progresos tan rápidos de su enemigo é ins-
tado de nuevo por Bazaine por orden de su soberano y
libre ya de los celos de Castelnau, Maximiliano trató otra
vez de abdicar, pero con la indecisión propria de su carác-
ter, convocó una junta para que resolviese tan grave
asunto. Reuniéronse el 17 de enero 3o prominentes impe-
rialistas y acordaron que debería permanecer en su puesto
el Archiduque y seguir empeñosamente la guerra de paci-
ficación, votando únicamente por la abdicación Bazaine,
Cortés Esparza, Robles, López-Portillo, Cordero, Pérez, y
Sarabia. ¡Puede decirse que esa Junta fué el consejo de
Guerra que condenara al infortunado príncipe!
Ocupada Zacatecas por los republicanos, Juárez esta-
Jjleció allí su gobierno el 22 de enero á la sazón que el
Gral. Treviño entraba en S. Luis que se vio precisado á
abandonar Mejía, á la vez que el Gral. Antillón se apode-
raba de Guanajuato derrotando al Gral. Liceaga que, como
Mejía, se replegó á Querétaro.
Miramón atacó á Zacatecas el 28 de enero de 1867 y se
apoderó de ella, logrando escaparse el Presidente; pero
Jiabiendo sido alcanzado aquél en San Jacinto por el va-
liente Escobedo el día 1.^ de febrero, fué completamente
aniquilado, perdiendo toda su artillería y dejando entre
los numerosos prisioneros á su hermano el Coronel D.
HISTORIA DE MÉXICO 303
Joaquín y ciento noventa franceses que pertenecían á la
gendarmería, todos los que fueron inhumanamente fusi-
lados.
El Gral. D, Severo del Castillo que venía de S. Luis á
unirse con Miramón no tuvo tiempo de hacerlo antes del
combate, así fué que de Ojuelos emprendió su retirada
perseguido por una brigada mandada por el Gral. D. Ana-
cleto Herrera y Cairo que llevaba encargo de cortarle el
camino para que Escobedo pudiese alcanzarlo y batirlo ;
pero en vez de reducirse á eso lo atacó el día 4 en La Que-
mada en donde fué derrotado por el jefe conservador pa-
gando con su vida su valor y su imprudencia.
El 19 de febrero de 4867 entró á Querétaro Maximiliano,
donde se encontraban ya Miramón y Mejía, llegando á los
tres días el Gral. D. Ramón Méndez con las tropas de Mi-
choacán : se dispuso que se resistiese allí al ejército repu-
blicano, por lo que se mandó fortificar la ciudad.
El Gral. Escobedo con el ejército del Norte fuerte de
10.000 hombres se dirigió á aquella plaza por el camino de
S. Luis Potosí, á la vez que el Gral. Corona con el de Occi-
dente y el del Centro formados de 7.000 soldados iba por
Acámbaro. Naturalmente el punto objetivo del Ejército
Imperial debió ser el de impedir la reunión de aquellos
generales, lo que habría sido lanto más posible cuanto que
las tropas republicanas eran inferiores en equipo y disci-
plina y aun en número tomadas en detalle. A ese fin se ce-
lebró en Querétaro consejo de guerra y aunque se tenía
conocimiento exacto del movimiento convergente de los
republicanos se aplazó la salida á moción de Márquez que
temió dejar abandonada la ciudad. Las marchas tan pre-
cisas de Escobedo y Corona hacían todo movimiento ofen-
sivo en contra de ellos, muy peligroso desde el día 4 de
marzo é imposible desde el 7. Con ella perdieron la única
oportunidad que se había presentado á los imperialistas de
obtener alguna victoria.
504 PÉREZ VERDÍA
En 10 de marzo quedó definitivamente establecida la cir-
cunvalación por el ejército republicano compuesto ya de
21.000 hombres aumentado después hasta cerca de 30.000,
con 74 piezas de artillería bajo las órdenes de Escobedo,
siendo segundo en jefe Corona.
El día 14 hicieron un reconocimiento atacando el Cerro
de la Cruz desde las nueve y media de la mañana hasta
la^ seis de la tarde que tuvieron que retirarse con grandes
pérdidas. El 22 hicieron los sitiados una sah'da al Rancho
de S. Juanico en donde se apoderaron de seis carros de
víveres y el 24 de doce á dos de la tarde sufrieron un asalto
por la casa Blanca que rechazaron haciendo 200 muertos
y heridos y cuatrocientos prisioneros. Repitiéronse los
combates parciales con frecuencia, siendo de notarse el del
6 de abril en que Miramón dio una atrevida salida, logrando
quitarle á su enemigo abundantes provisiones y varias
piezas de artillería^ que no pudo sin embargo introducir á
la plaza porque el Coronel Doria con su Regimiento de
Galeana lo obligó á refugiarse á sus trincheras. La batalla
más reñida fué la del 27, día en que Miramón con sin igual
arrojo derrotó las fuerzas del Cimatario á la vez que Cas-
tillo atacaba la Hacienda Je Calleja; pero reforzados los
sitiadores hicieron retroceder á su veza Ips asaltantes á sus
primitivas posiciones. Intentaron nuevas salidas el 4.** y el
3 de mayo, portándose siempre los sitiados con admirable
bizarría ; mas entre tanto y considerando con razón todo el
peligro de aquel sitio que no podían absolutamente romper
y que acabaría necesariamente con la captura del Empe-
rador y de sus principales generales, se había enviado á
México al Gral. Marque? desde la noche del 22 de marzo al
frente de 1.200 soldados de caballería, con orden termi-
nante de recoger la guarnición de la capital y volver vio-
lentamente con ella para atacar la retaguardia del enemigo
y poder salir. Se trataba ya entonces de salvar las perso-
nas, una vez que la causa estaba perdida para siempre, y
HISTORIA DE MÉXICO 50§
por eso Maximiliano al despedirse de él le dijo estas apre-
miantes palabras : « General, no olvide Vd. que el Imperio
se encuentra hoy enQuerétaro. » — « Descuide V. M., res-
pondió aquél, antes de quince días estaré do vuelta. »
Márquez llegó á México el 27 y aunque allí había más
de 6,000 soldados, sabiendo que en Puebla estaba el Gral.
Noriega sitiado por el Gral. D. Porfirio Díaz y sin re-
cordar la angustiosa situación del Archiduque, ni cumplir
las órdenes que se le dieran marchó el día 30 sobre Puebla
con 5.000 hombres y 18 bocas de fuego con el fin de de-
rrotar á los sitiadores. No escapó á la penetración del cau-
dillo republicano tan peligroso proyecto, así es que dando
un valeroso asalto á la ciudad de Puebla el día 2 de abril se
apoderó de ella, frustrándola última esperanza del enemigo
y asegurando con tan brillante y trascedental triunfo la
victoria de la causa que defendía.
Entre tanto Escobedo que necesitaba á toda costa que
Márquez no volviese, para impedírselo destacó camino de
México el día 29 una división de 4.000 caballos á las
órdenes del Gral. Guadarrama. Llegó el Lugarteniente á
una jornada de Puebla cuando supo la capitulación por lo
cual contramarchó á la capital ; pero el victorioso Gral.
Díaz levanta su campo y se lanza á alcanzarlo, para lo cual
hace que el Coronel Lalanne con sólo 1.200 hombres le
cierre el paso en Tololuca pura detenerlo siquiera mien-
tras pudieran llegar las tropas del Ejército de Oriente :
trábase allí desigual combate el 6 de abril y aunque la co-
lumna Lalanne fué desbaratada en un momento con
grandes pérdidas, el Gral. Díaz logró alcanzarlo al día si-
guiente en S. Lorenzo derrotándolo completamente unido
á Guadarrama. Obligado á encerrarse en la capital se forti-
ficó y á fuerza de exacciones pecuniarias odiosísimas y de
leva terrible logró sostenerse desde el 12 de abril en que
empezó el sitio.
De esta suerte la ambición de Márquez do querer salvar
306 PÉREZ VERDÍA
al Imperio, cuando sólo se trataba de salvar apenas la
persona del Emperador, ocasionó para su causa tan funes-
tos resultados ; pretendió desconociendo por completo la
situación política del país, salvarlo todo, j y todo lo
perdió !
En Querétaro se le esperaba con impaciencia, pues cada
día era más insostenible la situación : sin víveres, coa
soldados extenuados, desmoralizados y escasos, era im-
posible hacer con éxito una salida, tanto más cuanto que
el pensamiento estratégico fundamental del Gral. Escobedo
consistió en formar una reserva compuesta de sus mejores
tropas, lista y prevenida para ocurrir siempre al lugar de
peligro á cambiar en victorias las derrotas, llegando aún á
pensar procurarles la ocasión de salir debilitando puntos
del cerco para dejarles paso abierto y caer después sobre
ellos con 12.000 caballos que formaban aquella reserva.
Mientras los sitiados comprendían que la campaña lle-
gal)a á su fin y se disponían á comprometer el todo por el
todo, el Coronel Miguel López, jefe del campamento de la
Cruz, entregó esa posición la madrugada del 15 de mayo,
asegurando que lo hacía por instrucciones de su mismo
soberano. Una vez así ocupada, se retiró éste al cerro de
las Campanas donde se le reunieron varios jefes, el regi-
miento de la Emperatriz y algunos piquetes de fuerza y
viéndose perdido, preguntó á Mejía si no sería posible
romper el cerco, á lo cual le respondió : « Señor, pasar es
imposible ; pero si V. M. lo ordena, trataremos de ha-
cerlo, que en cuanto á mí estoy dispuesto á morir. » En
consecuencia izó bandera blanca y envió á buscar al Gral.
Escobedo y habiéndose encontrado con el Gral. Corona,
se declaró prisionero y fué conducido á la presencia do
aquel jefe.
Esa vergonzosa entrega le quitó la gloria como hecho
de armas á tan importante jomada y arrojó primeramente
y con grande injusticia sobre López y después sobre
HISTORIA DE MÉXICO 507
Maximiliano una mancha indeleble. El sitio de Querétaro
considerado bajo el solo punto del valor militar, es digno
de todo elogio y hace honor á los esforzados jefes del Im-
perio ; pero la falta completa do armonía entre ellos, sus
ambiciones y rencillas facilitaron el triunfo de log sitia-
dores. En l.**de marzo se ordena batir á Corona antes de
que opere su concentración con Escobedo, y no se hace por
la oposición de Márquez y Mejía ; para el 17 dispone Mira-
món una salida y Méndez la frustra faltando con sus tropas
al lugar de cita ; se acordó la salida de todo el ejército para
México á moción de Márquez, fijándose para efectuarla la
noche del 18, y en la tarde se dio contraorden á instancias
de Ramírez Arellano ; volvió á tratarse el 20 de marzo de
evacuar la plaza y Miramón se opuso guiado por su rivali-
dad con Márquez autor del proyecto; el i.** de mayo da
un asalto Miramón á la línea de S. Gregorio, y Maximi-
liano dispone cesen los fuegos y se suspenda el ataque ; se
acuerda una salida imposible para' la madrugada del 15 á
propuesta de Miramón y se aplaza para el 16 á solicitud de
Méndez.
Para coronamiento de tantas contradicciones y des-
aciertos, y cuando los generales se habían negado á capi-
tular ó á entrar en relaciones con el enemigo, Maximiliano
ocultamente entrega la plaza (1), faltando á su ejército
(ly Meditando sin pasión sobre hechos tan obscuros como éste, y
guiado por el notable análisis hecho por mi inteligente y caballeroso
amigo el Sr. D. F. Iglesias Calderón, he aceptado esta conclusión abando-
nando mi antigua creencia acerca de la inocencia de Maximiliano, lie
llegado á una conclusión opuesta á la que senté en la 2.* edición, par-
tiendo del mismo principio, que antes como ahora, ha servido de baso á
mi razonamiento. Entonces dije : « Además la aseveración de que Maxi-
miliano había prevenido á las personas que por él se interesaban «lue en
ninguna de sus gestiones mezclaran el nombre de López, está desmentida
por el Gral. Gayón, quien sostiene que el mismo soberano le dijo : a Mi -
« guel López ha entregado la plaza, es un traidor », y por otras personas
con quienes se expresó de igual modo, y no es creíble que interesado
como habría estado en que López callara secreto ton importante, él lo
508 PÉREZ VERDÍA
aunque guiado por el noble sentimiento de evitar ya la
inútil efusión de sangre y bajo la creencia errónea de que
denigrase obligándolo con eso á hacer revelaciones. » El conocimiento de
hechos que yo ignoraba ha venido á demostrar la verdad de lo contrario.
El Lie. D. Ignacio Álvarez, escritor imperialista apasionadísimo y testigo
presencial, por todo lo cual merece completa fe á ese respecto, asegura
, al hablar de la llegada á las Campanas en los momentos inmediatos d la
ocupación de los republicanos, que « El Emperador conocía que había
sido víctima de una traición ; pero no se imaginaba hasta esa hora quién
fuera su autor (???); y aun manifestó las sospechas que tenía en otro jefe
cuyo nombre tenía apuntado en su cartera desde el 6 de mayo, según lo
que nos leyó á los que alh' estábamos. » {Est. sobre la Bisl. GraL de
México, tom. VI, pág. 451.) V como Gayón manifiesta que á él le mandó
decir desde antes el Archiduque, que estuviera listo porque López había
entregado la Cruz, resulta que con el nombre apuntado en la cartera sólo
pretendía desviar la opinión respecto de López, ó sea procurar que no se
le hiciera aquel cargo para no exponerlo á defender su honra, haciendo
revelaciones. Corrobora esa idea la carta del Sr. Azpíroz en la que expresa
que el Emperador ya en su prisión le dijo : c No fué el traidor López,
fué Már(|uez ». Claro está que con esto trataba marcadamente de eximirá
López de la inmensa responsabilidad que se le imputaba, precisamente
para no ponerlo en el caso de hacer revelaciones : pues por más enojo
que tuviese con Márquez por su falta de subordinación al no volver á
Querétaro, no era posible que lo pudiese de buena fe juzgar peor que al
que se suponía que había traicionado á sus banderas faltando al honor y
á la gratitud personal. En el expediente formado en 1902 por la Junta de
Auténticas de México se probó plenamente « que López visitó á Maximi-
liano en su prisión » y ese hecho es sumamente significativo, porque si
no hubiesen estado de acuerdo los dos, sería muy difícil que a([uél se
atreviese á presentarse á éste llevando en su conciencia tamaño crimen ;
pero hubiera sido imposible que un soberano traicionado recibiera visi-
tas del traidor y departiese amigablemente con él como si nada hubiese
pasado : ni la dignidad, ni la disciplina mililar, ni el decoro permitirían
tal cosa. Aun hay más : el Emperador para fundar su resolución de dife-
rir la evacuación de la plaza para después del 15 de mayo, dijo á Miramón
un motivo, á Ramírez Arellano otro, y á Salm Salm uno diverso, siendo,
enteramente falsos los tres, lo cual prueba que la verdadera causa era
secreta, como tenía que serlo la negociación entablada ya á esas horas
con los sitiadores. En la noche del 14 llamó á López y lo condecoró c©n
la medalla del Mérito Militar en su propio aposento sin el ceremonial de
estilo; « ¿á causa de qué, — pregunta Salm — ó por qué hechos? Ha
sido para mí un enigma. » Pero puede explicarse considerando que el
coronel acababa de cumplir una misión confidencial en virtud de la cual
al día siguiente ya no habría oportunidad para conferir condecoraciones.
HISTORIA DE MÉXICO 509
tanto por la consideración que tal hecho provocaría en los
republicanos, como por sus inmunidades de Archiduque
de Austria, no se le fusilaría jamás y su propia impuni-
dad sería la egida que cubriera á sus fieles generales.
Á Corona le dijo estas nobles palabras : « Los jefes que
me acompañan no tienen más responsabilidad que la que
les impone haber seguido mi suerte : deseo que no reciban
daño alguno. Si se necesita una víctima yo quiero ser ella
y que mi sangre sea la última que se derrame en este
país, » y cuando fué presentado á Escobedo le entregó su
espada y le expresó las mismas ideas pidiéndole que permi-
tiese á los de &u casa que pudieran irse á un puerto y em-
barcarse para Europa : en seguida se le llevó al Convento
de la Cruz que le sirvió de prisión y de allí se le cambió
días después á Capuchinas.
Consultado el Gobierno sobre la suerte de aquellos dis-
tinguidos prisioneros dispuso que se les juzgara con arre-
glo á la ley de 25 de enero de 1862, ley que aunque ema-
nada de la soberanía nacional y muy anterior á los hechos
del Imperio, había sido inspirada en el patriótico deseo de
amedrentar á los enemigos de la República y para eso se
prodigaba la pena de muerte. Además se sometía por el
art. 6.^ á la jurisdicción de un Consejo de Guerra ordina-
rio, esto es, formado de un teniente coronel y seis capita-
nes, á todos Ips reos contra la independencia, contra el
derecho de gentes, contra la paz y el orden púbhco y
Por último el P. Soria, confesor de Maximiliano, dijo á D. Carlos Idrac :
c El Coronel López no hizo sino lo que se le mandó », y el confesor de
López ha dicho á su vez : « El Coronel López cumplió con su deber. »
Todos esos indicios confirman plenamente el informe del Gral. Escobedo
en el cual ha declarado solemnemente que el mismo soberano le manifesU)
que la ciudad se había entregado segi'm sus instrucciones, por lo cual
« López ni traicionó al Archiduque, ni vendió por dinero su puesto de
combate. » Escobedo á su honorabilidad reconocida reúne la falto absoluta
de interés en que la entrega de la plaza se hubiese hecho por orden del
principe ó sin su conocimiento.
510 PÉREZ VERDÍA
contra las garantías individuales, y claro es que ese jurado
carecería siempre de la instrucción é imparcialidad nece-
sarias para juzgar en causas tan arduas. Era una ley
odiosa como todas las de circunstancias, pero como dura
lex^ sed lex^ con arreglo á ella fueron condenados á
muerte por sentencia de 14 de junio por un consejo de
guerra compuesto del teniente coronel D. Platón Sán-
chez, de los capitanes graduados de comandante D. José
V. Ramírez y D. Emilio Logero, y de los capitanes D.
Ignacio Jurado, D. José Verástegui, D. Lucas Villagrán
y D. Juan Rueda y Auza. Aprobada esa sentencia por el
General en jefe y negado el indulto, fueron fusilados Maxi-
miliano, Miramón y Mejía en el cerro de las Campanas el
día 19 de junio de 1867 á las siete y cuarto de la mañana.
Ante íiemejaníe catáíjLrofej pueden record arsc las pala-
hvi\^ que Juárez contestó á los defensores que pedían el
indulto y que el transcurso de los anos ha justificado :
« .,. han padecido mucho por la inflexibilídad del go-
bierno. Hoy no pueden comprender hi necesidad de ella^
ni la justicia que la apoya* AI tiempo está reservado apre-
ciarla. La ley y la sentencia son en el momento inexo-
rables, porque así loexi^^e la salud piiblican jj
Después de estos sucesos, seguíu todavía defendiéndose
Márquez en México hasta el 20 de junio, que habiéndose
escondido, recayó el mando en el general Tavera, quien
celebró una capitulación y entregó la ciudad al General
I)íaK, que entró luego en la plaza é hizo fusilar á D, San-
tiago Vidaurri ; habiendo ocupado i Veracruz el 28 del
mismo mes los Generales García y Benavides y restable-
cido en Yucatán el orden constitucional el GraL Don Ma-
nuel Cepeda Peraza al frente de las masas populares, con
lo que se restauró la República en todo el territorio.
Según datos probablcís y minuciosos cómputos, en la
campaña que tan felizmente concluía con este triunfo, buba
en el período transcurrido de abril de 1863 á junio de 1867
HISTORIA DE MÉXICO 511
mil veinte acciones de guerra entre batallas y escara-
muzas^ habiéndose contado entre muertos, heridos y pri-
sioneros setenta y tres mil treinta y siete republicanos y
doce mil doscientos nueve imperialistas. Murieron además
veinticinco mil franceses y gastó la Francia en la expedi-
ción noventa millones de francos.
El Sr. D. Benito Juárez, que con tanta constancia había
sostenido aquella lucha, entró á la capital el día 15 de julio
de 1867, acompañado de sus Ministros D. Sebastián Lerdo
de Tejada, D. José María Iglesias y D. Ignacio Mejía, res-
tableciendo su gobierno.
La sociedad había sufrido una gran conmoción y el
suelo mexicano se había regado con mucha sangre, pero
se había demostrado que inútilmente se ensayan en una
nación las instituciones monárquicas, cuando no son
populares. El cadáver ensangrentado de Maximiliano
vino á ser una terrible amenaza para las naciones euro-
peas que en el porvenir intentasen levantar un trono en
México.
En un país tan extenso como México, con las pocas vías
de comunicación con que entonces contaba, casi totlas
interceptadas, el Gobierno de Juárez había quedado aislado
de sus defensores, por lo que su iniciativa durante la
guerra había sido muy reducida, sirviendo más bien de
vínculo de unión, de centro de legalidad, de poder facul-
tativo, que de director de las operaciones militares. Éstas,
en virtud de tales circunstancias, quedaron al arbitrio do
los caudillos que defendían la República, quienes se ate-
nían á sus propias facultades, cuidando sólo de no tras-
pasar las instrucciones del Gobierno que eran amplísimas.
Por esto es digna de notarse la lealtad, la obediencia y la
abnegación de los generales, que, diseminados por todo el
territorio, sin ninguna fuerza coercitiva que los mantu-
viese bajo la obediencia y sin un centro positivo é inme-
diato de acción, resistiendo siempre á las halagadoras
512 PÉBEZ VERDÍA
promesas y reiteradas instancias del ent?niigo, se mantu-
vieron siempre íieles á la legalidad.
Aquella lucha vino á poner de manifiesto en el interior
de la nación el poder del patriotismo y la fuerza y popula-
ridad del partido liberal, y en el extranjero la justicia de
la resistencia noble que se opuso á las bayonetas francesas
y la calumnia con que había hecho creer á la Europa que
México era un pueblo salvaje é indigno de ser tratado
según las reglas determinadas por la civilización.
Después vino también la conciencia del propio valer y
el amor á la autonomía é independencia, á fortificar los
sentimientos de la moralidad y de la fe en el progreso.
Aquellas enseñanzas inspiraron al Sr. Juárez una sentencia
profundamente filosófica y jurídica, que ha venido á ser un
apotegma mexicano : El respeto al derecho ajerio es la paz.
CAPÍTULO XVlll
Pre^dencia del Sr. D. Benito JuArez. — Reducción del ejército. — Convo-
catoria. — Castigos á los imperialistas. — Entrega del cadáver de Maxi-
miliano. — Frecuentes sublevaciones. — Partidos políticos. — Re-
elección. — Plan de la Noria. — Muerte de Juárez. — El Sr. D. S. Lerdo
de Tejada. — Campaña contra Lozada. — Cuestiones ferrocarrileras. —
Revolución de Tuxtepec.
Restablecida la autoridad del Gobierno del Sr. Juárez,
se integró el Gabinete nombrándose Ministro de Justicia
al Lie. D. Antonio Martínez de Castro, y de Fomento á
D. Blas Balcárcel, y fijó toda su atención en tres objetos
principales : el arreglo del ejército, la reorganización
constitucional de los Poderes federales y de los Estados y
el castigo de los imperialistas infidentes.
Para lo primero se dispuso reducir las numerosas tro-
pas que acababan de triunfar á sólo veinte mil hombres, y
HISTORIA DE MÉXICO 5í3*
áese efecto se retiraron á los jefes lasi facultades discre^
ciopaleí^ de que se les había investido durante la campaña^
y se organizaron cinco divisiones militares : la primera se-
puso á las órdenes del Gral. D. Nicolás de Regules, con su
cuartel general en México ; la 2.* á las órdenes del Gral.
D. PorQrio Díaz, en Tehuacan ; la 3.^ á las del Gral.
D. Mariano Escobedo, en San Luis ; la 4.^ á las del Gral.
í). Ramón Corona, en Guadalajara, y la 5.** á las delGraL
D. Juan Álvarez en Acapulco.
Antes de la reducción acordada, el Gral. Corona solicitó-
con empeño exponiendo su plan en Consejo de Ministros,,
que se le autorizase á hacer inmediatamente la campaña
de la Sierra de Alica, contra Lozada; pues éste se conser-
vaha en una absoluta independencia del Gobierno ocupanda
todo el Cantón de Tepic, lo cual era humillante para Ios-
Poderes federales, anormal en el orden legal y peligrosa
para el porvenir. Á pesar de los patrióticos esfuerzos del
caudillo de Occidente, el Ministro de la Guerra se opuso á
la nueva campaña y prevaleció su opinión.
Para reorganizar el Gobierno se expidió la célebre con-
vocatoria de 14 de agosto de 1867, por la cual se convo-
caba al pueblo para que eligiese al Presidente de la Repú-
blica, el Congreso de la Unión y la Suprema Corte de
Justicia ; pero no limitándose á esto como debía ser, se
creaba un plebiscito enteramente ilegal, que sancionara
varias reformas constitucionales, como la creación del
Senado, el veto del Presidente de la República á las pri-
meras resoluciones del Poder legislativo y algunas otras.
Como la Carta fundamental de 1857 señala los trámites que
deben observarse para adicionarla ó reformarla, el proce-
dimiento propuesto fué muy mal recibido y el pueblo se
abstuvo de votar tales reformas, que reprobó tácitamente
con su abstención.
Aquella convocatoria, obra del Sr. Lerdo, fué causa de
una escisión entre los partidarios del Presidente que na
33
r514 ' PÉRRZ VfiUDÍA
estuvieron por aquella deternünacion, y los del Secreüii io
de Estado, la cual fomentada por otras medidas^ dio origen
á la formación de los partidos juarista y lerdista, A la ytr¿
fie creaba un tercero con liomlíres de acciórij aunque en
reducido número,^ y que del nombre de su candidato se
■' líamií poríirista-
Por último, se trato do aplicar la ley inaplicable que cas-
tigaba i^e veramente a los que babían cooperado á la inter-
vención y con ese niotivo fueron juzgador los hombres pro-
minentes del Imperio con lenidad, porque el carácter mexi-
ii^no no es vengativo ; pero con falta de equidad y de criterio,
conmutándose la pena ile muerte en la de prií^ión, ésta en
la de destierro, la de confiscación en la de mulla, etc.
El Gral. Santa Anna que volvió, con propósito de derro-
car al Gobierno, fue aprebendido en Sizal, juíigado y sen-
tenciado á 0(*ho años de destierro.
El cadáver del desgraciado Archiduque Maximiliano fué
entregado por el Golíierno al Almirante TogetLbofr que
vino á pedirlo en nombre del Empei-ador de Austria, y fué
trasladado á Europa el 28 de noviembre en la misma fra-
gata Novara en que liabía venido tres años antes.
Por último, una ley de amnisíia, « la mas bella palabra
que hemos aprendido desde nuestra infancia », según la
expresión de Esquines, fué promulgada en 13 de octubre
de i 870, habiéndose exceptuado de ella únicamente al
Regento Arzobiapo D. Pelagio de Labastida y á los Grales,
José López U raga y Leonardo Márquez,
En diciembre se declaró por el Congreso el resultado de
las elecciones en favor del Sr. Juárez para Presidente de
la Repilblíca y del Sr, D, Sebastián Lerdo de Tejada, de la
Gorte de Justicia, comenzando bien pronto los pronuncia-
mientos militaros contra el orden legaL
A principios de 1808 se sublevó en Yucatán D. Marce-
lino Villafaña ; quien fué sometido por el Gral. Alatorre ;
Jos Coroneles Martínez Palacios, Toledo y Granados se
HISTORIA DE MÉXICO 515
pronunciaron en Sinaloa y fueron reprimidos por el Gral
Corona, y en Perote se rebeló D. Felipe Mendoza, que fué
vencido y fusilado. El Gral. Negrete pronunciado también,
se apoderó de Puebla, pero fué derrotado por el Gral. Vé-
lez. Al siguiente año el, espíritu revolucionario íhizo una
manifestación más importante : los Grales. D. Francisco
Aguirre y D. Pedro Mártinez se sublevaron en S. Luis
Potosí el día 13 de diciembre de 1869 y el Gral. D. Trini-
dad García de la Cadena en Zacatecas después de apode-
rarse de una conducta de caudales, ocupando el Gral. To-
ledo á Aguascalientes el 13 de enero. El Gral. Rocha que
venía en su persecución de Ciudad Victoria, atacó á los
sublevados en S. José, logrando derrotarlos el día 14 de
enero ; pero reforzados, á los cuatro días lo destrozaron á
su vez en El Tejón, obligándolo á retirarse áTula, de donde
volvió auxiliado por Cortina y Corella en su persecución,
Á su vez Escobedo los amenazaba por el lado de Guanajuato,
por lo cual aquéllos, esquivando el combate y reuniendo
un grueso de 8.000 hombres, cambiando de dirección,
marcharon sobre Guadalajara ; mas detenidos en el Puente
deTololotlán, donde murió el valiente Coronel Granados, no
se atrevieron á atacar aquella ciudad y siguieron su marcha
para el Sur perseguidos de cerca por las fuerzas del Go-
bierno mandadas por el Gral. D. Sostenes Rocha, que
logró alcanzarlos en « Lo de Ovejo » el 21 de febrero,
derrotándolos completamente. S. Luis fué ocupado por
Escobedo y los restos de Lo de Ovejo se retiraron á Mi-
choacán, de donde pasaron á Zacatecas y con 900 caballos
atacaron la ciudad de Villanueva en cuya plaza los venció
el Gral. Donato Guerra. Entre tanto García de la Cadena
se apoderó de Zacatecas ; pero Guerra lo persiguió sin
descanso, lo hizo abandonar esa plaza y acabó con su
fuerza en el mes de mayo.
En 2 de junio de 1870 los pronunciados Toledo y Mar-
tínez con los restos salvados de su desastre de Villanueva,
516 PÉREZ VERDÍA
se internaron en Tamaulipas y unidos á otras gavillas^ ata-
caron á Matamoros siendo rechazados por el Coronel Pala-
cios ; después se apoderaron de la plaza de Mier y lograron
aumentar sus tropas, mas el día 13 fueron completamente
aniquilados por el Grall Treviño en Charco Escondido.
Casi al mismo tiempo, el 28 de mayo, D. Fortino Viz-
cayno escapado del motín de La Concepcióa en Sinaloa,
sorprendió al puerto de Guaymas desembarcando á favor
de la oscuridad de la noche, 120 hombres que conducía en
el vapor « Forward » que llevaba bandera de S. Salvador.
Dueño del puerto se apoderó de 5.000 rifles, de más de
80.000 pesos, libertó á los presos, arrestó ájos empleados
y á las veinticuatro horas se reembarcó, mas perseguido
por el vapor « Mohican » á los pocos días fué batido frente
á Teocapam y el « Forward » incendiado.
^ Ocupado el Sr. Juárez constantemente en mantener el
orden público, poco pudo hacer en favor del desarrollo
del país, así es que apenas en ese período se renovó á la
Compañía La Sére el privilegio de establecer un ferroca-
rril interoceánico en Tehuantepec; á D. Anlíonio Escandón
el del ferrocarril mexicano de Veracruz; se expidió una
ley de instrucción pública y otras menos interesantes. El
IG de septiembre de 1869 se inauguró el ferrocarril entre
México y Puebla con gran solemnidad.
Al terminarse el cuatrienio constitucional, el partida
juarista inició la reelección de su candidato, mientras gru-
pos políticos de mucha representación postulaban á los^
Srcs. Lerdo y Díaz, declarándose en el 3." Congreso una .
terrible oposición al gobierno, que supo no obstante domi-
narla, teniendo siempre una mayoría parlamentaria. El
partido lerdista era el más vigoroso en la Cámara, y el
porlirista el más revolucionario.
En 2 de mayo de 1871 se pronunciaron en Tampico los
Grales. Calleja y Molina con una fuerte guarnición ; pero
atacados durante veinte días, fueron al fin vencidos en un
^^ i'.' , ' '*■' ■■■■'■^ i
HISTORIA DE MÉXICO 517
reñido asalto que díó el Gral. don Sostenes Rocha enll de
junio de 1871, quien portan valerosa hazaña fué ascendido
á General de división.
Hiciéronse las elecciones, y antes de que se declarase el
resultado, estalló el ,1.® de octubre un terrible pronuncia-
miento en la Cindadela por un batallón de policía, que
dio muerte á su coronel Larragoitia, apoderándose allí de
muchísimos cañones y material de guerra con el que
armaron á la prisión poniéndose al frente del movimiento
los Grales. Negrete, Chavarría, Rivera y Toledo. Fué sofo-
cado po^ el Gral. Rocha que dio un terrible asalto á aquel
fuerte edificio é hizo muchos fusilamientos que justamente
provocaron grande indignación y fueron objeto de graves
mociones parlamentarias.
Después se declaró Presidente Constitucional el Sr.
D. Benito Juárez; mas bien pronto estalló de nuevo la
insurrección : García de la Cadena, Treviño, Guerra y
otros jefes desconociéronla validez de esa elección, contra
la cual se declaró también el Gral. D. Porfirio Díaz pro-
clamando el Plan de la Noria en 8 de noviembre de 1871,
en el que se proponía la suspensión del orden constitu-
cional y la reunión de una Junta para reorganizar el país.
Aquel plan fué impopular y aunque para sostenerlo se
reunieron ejércitos numerosos, se sublevaron militares de
reconocido prestigio y obtuvieron algunas parciales victo-
rias como las de Avilez en Durango, Topo Chico en Coa-
huila y Matapulgas en Zacatecas y la toma del Saltillo, el
Gobierno Constitucional logró que Alatorro los venciese
el 22 de diciembre de 1871 al mando del Gral. D. Luis
Mier y Terán ; Rocha* el 2 de marzo de 1872 en la Bufa
frente á Zacatecas en número de 9.000 hombres mandados
por Treviño, García de la Cadena y Martínez ; Revueltas en
Monterrey ; Eguialuz en S. Luis, entrando la Nación en un
período de paz de que sentía gran necesidad; pues el co-
mercio y la agricultura estaban parahzados, las industrias
518 PÉREZ VERDÍÁ
decadentes y los recursos fiscales agotados, al grado de
que en un presupuesto de veinte Tiiillones^ había un déficit
de cuatro ó cinco cada año.
En aquella angustiosa situación Juárez mostró su misma
carácter : intransigente con la revolución, á cada nuevo
pronunciamiento oponía nuevas tropas, y sin cejar, sin
desalentarse, ni cansarse, logró sobreponerse y presentarse
siempre fuerte y potente. En tal estado sobrecogióle ines-
peradamente la muerte por una afección cardíaca, el
18 de julio de 1872.
El Sr. Iglesias lo ha juzgado en estos términos, entera-
mente conformes con el concepto publico : a Aunque
D. Benito Juárez tenía notoria capandad, y no rarecía de
instrucción, ni su erudición ni su inteligencia eran de
primer orden. Su gran mérito, mérito verdaderamente
excepcional, estribaba en las excelsas prendas de su carácter-
La firmeza de sus principios era iníjuebrantable ■ por sos-
tenerlos estaba siempre dispuesto á todo linaje de esfuerzos
y sacrificios. La adversidad era impotente para dominarle;
la próspera fortuna no le hacía olvidar sus propüsitos. Tan
extraordiníjirio era su valor pasivo, que para los observa-
dores superficiales se confundía con la impasibilidad» Hon-
rado á carta cabal, despreció cuantas ocasiones se le pre-
sentaron de enriquecerse en su larga dominación. Si
mostró demasiado apego á su permanencia en el poder,
obró constantemente á impulsos de motivos patrióticos. »
Esta fué la mancha de aquel grande hombre : si hubiera
renunciado su candidatura, siquiera en las ülíimas elec-
ciones, se habría mostrado desinteresado y habría aumen-
tado su prestigio contribuyendo;! la unión de tospartidos.
Llamado como Presidente de la Suprema Corte, se en-
cargó interinamente del poder el Sr. Lie. D, Seuastián
Lerdo de Tejada, « en quien concurrían prominentes
cualidades : inteligencia privilegiada, (docuencia avasalla-
dora, firme entereza para hi ejfícuciíln de sus determi-
HISTORIA DE MRXIGO 519 '
naciones, finos modales, habilidad para ganar amigos.
« Por desgracia tales cualidades eran obscurecidas por
pretensiones á la infalibilidad», carácter dominante, despre-
cio á las opiniones ajenas, teológica inclinación á las suti-
lezas,afición exagerada á las minuciosidades ; ningün res-
peto á la Constitución y á las leyes. »
El nuevo Presidente conservó el mismo Gabinete de
Juárez, á pesar de su notorio carácter de intermisión, y d¡6
una ley de amnistía en favor de los revolucionarios, la cual
por las restricciones que contenía no los dejó satisfechos.
La paz se restableció, se hicieron las elecciones y resultó
electo Presidente Constitucional, casi por unanimidad^
el mismo Sr. Lerdo, quien prestó la protesta el 1.® de
diciembre de 1872, rodeado de singular prestigio y en
medio de las esperanzas de la Nación entera,
Al mes se verificó la inauguración del atrevido y magní*
fico Ferrocarril Nacional de México á Veracruz, en medio
de suntuosas fiestas ; mas no acababan de disiparse sus
últimas armonías cuando el terrible alarido de la barbarie
y de la guerra vino á turbarlas.
D. Manuel Lozada, indígena inculto, valiente y bandido
que estaba rebelado desde 1839 en Tepic, ejerciendo un
verdadero cacicazgo entre los indios de la sierra de Álica,
y cometiendo los mayores crímenes, á quien, eso no obs-
tante, Maximiliano envió como obsequio una espada
valiosa y Napoleón III la Cruz de la Legión de Honor,
rompiendo él mismo su neutralidad y pretendiendo sus-
citar en todo el país una guerra de castas, desconoció aF
Gobierno y marchó sobre Guadalajara en enero de 1873,
al frente de 8.000 hombres con tres piezas de artillería.
Á la vez envió sobre Mazatlán al mando de Agatón Mar-
tínez una columna de 1.000 y otra sobre Zacatecas. El
valiente Gral. D. Ramón Corona á quien el Gobierno había
dejado casi abandonado, salió á batir á aquel feroz enemiga
llevando apenas 2.2Í1 soldados, y después de haber
i520 . PÉREZ VERDÍA
peleado todo el día 28 en la Mojonera; á 4 leguas de Gua-
dalajara, logró obtener un triunfo brillantísimo que salvó
no sólo á la capital de Jalisco del incendio y ;del pillaje,
:SÍno á la República entera de los horrores de una inva-
sión vandálica.
Por esos mismos días fué derrotado Martínez en. el
Rosario por el Gral. Altamirano.
Abrióse entonces la campaña en el cantón de Tepic que
iué ocupado por las fuerzas del Gobierno mandadas por los
'Grales. Corona, Ceballos y Garbo, y habiendo aprehendido
á Lozada uno de sus antiguos subordinados, Andrés Ro-
sales, fué conducido á Tepic en donde se le formó causa y
tfie le fusiló el 19 de julio. Desde aquel año el referido
Plantón de Tepic quedó inconstitucionalmente bajo la de-
pendencia del Gobierno federal hasta 1884 en que fué eri-
gido en Territorio.
Acéfala la Suprema Corte de Justicia por haber entrado
su presidente á ejercer el mando dala República, se hicieron
elecciones y resultó electo el señor Lie. í). José María
Iglesias.
Restablecida de esa suerte la paz pública, vino un asunto
político á crear algunas dificultades. Se hicieron cumplir
rigorosamente las leyes que prohibían las reuniones de
religiosos y se expulsaron á i5 jesuítas extranjeros á
quienes se declaró perniciosos, procediéndose después en
25 de septiembre á elevar al rango de constitucionales las
leyes de reforma, en virtud de las cuales se declararon que
^l Estado y la Iglesia son independientes entre sí ; que el
matrimonio es un contrato civil ; que ninguna institución
«religiosa puede adquirir bienes raíces ni capitales im-
puestos sobreestés ;que la simple promesa de decir verdad
sustituirá en sus efectos al juramento religioso y que no
se reconocen órdenes monásticas ni convenios en que el
hombre pacte su proscripción ó destierro. Habiéndose de-
rogado una circular del señor Juárez por la que se excep-
'^^^-1
\kl-
HISTORIA DE MÉXICO 521
tuaba á las Hermanas de la Caridad de la exclaustración,
se las desterró' del país, con gran sentimiento de la mayoría
de los mexicanos. Se previno entonces que los funciona-
rios y empleados prestasen nueva protesta de guardar Jas
leyes sin reserva ni restricción, lo cual dio lugar á que
después de acalorados debates, saliese del Congreso un
grupo de diputados conservadores presididos por D. José
de J. Cuevas, que se rehusaron á hacerlo. Esto hizo volver
á las discusiones político-religiosas y que los obispos cen-
surasen el cumplimiento de ese requisito legal. Poco des-
pués apareció la revolución bajo una forma fanática : en
los pueblos de S. Luis Ocotepecy Cucutlase pronunciaron
contra la protesta, por religión y fueros, extendiéndose
luego al Estado de Michoacán la chispa revolucionaria, lo
que dio origen á una campaña de escasa importancia, pues
los sublevados sólo llegaron á formar algunas guerrillas.
Por entonces se presentaron al Gobierno dos compañías
americanas, una representada por el General Rosecranz y
la otra por Mr. Eduardo Plumb, solicitando una concesión
para construir un ferrocarril interoceánico y otro que
uniera la ciudad de México con los Estados Unidos, lleván-
dose el asunto al Congreso en donde se discutió con calor.
Llegaba la hora de entrar en un período de agitación
comercial é industrial, saliendo del aislamiento en que nos
habían colocado las guerras civiles durante medio siglo ;
mas como eran los primeros pasos [que se daban en ese
sendero progresista, el señor Lerdo temiendo una prepon-
derancia perjudicial del elemento norteamericano, no
quiso abrir las puertas á tales empresas, pues sin desco-
nocer su importancia y trascendencia, deseaba que los
ferrocarriles se construyeran con capital inglés, para que
en vez de aumentar la influencia de nuestros poderosos
vecinos, se criaran intereses europeos que sirvieran para
equilibrarla, y asegurasen mejor la independencia nacional.
Por eso no llegó á resolverse nada y se retardó por varios
522 PÉREZ VERDÍA
años q1 establecimiento de mejoras de inmensa trascen-
dencia, que los hechos han venido á comprobar que eran
necesarias y que no han producido los males que se temía.
En aquella vez sólo llegó á concederse á una compañía
mexicana formada de catorce capitalistas el privilegio Ae
construir un ferrocarril de México á León ; pero no llega-
ron á emprenderse trabajos serios y bien pronto se hizo
el traspaso de ese derecho á una compañía extranjera.
En 1874 se adquirieron los pequeños vapores de guerra
Independencia, Libertad, México y Demócrata,
La cuestión electoral vino á turbar la tranquilidad, porque
una vez acordada por los lerdistas la reelección, á pesar de
que en tiempo de Juárez la habían combatido ardientemente,
la opinión pública se manifestó adversa y se pronunció el
Gral. D. Fidencio Hernández proclamando en enero de 1876
el plan de Tuxtepec por el cual se desconocía al Gobierno.
Los Orales. Donato Guerra en Jalisco, Méndez y Ca-
rrillo en Puebla, Couttolenne en Veracruz, Treviño y
Naranjo en Nuevo León y otros menos importantes, secun-
daron luego aquel movimiento. Lerdo combatió la revolu-
ción declarando muchas entidades federativas en estado de
sitio, quitando así sus legítimas autoridades, y enviando un
ejército á las órdenes del Gral. D. Ignacio Alatorre contra
los sublevados de Oaxaca; otro á las del Gral. D. Carlos
Fuero contra los de Nuevo León y otro á las del Gral. D.
José Ceballos contra los de Jalisco. Alatorre triunfó en
Yauhuitlán y S. Juan de Epatlán; Fuero en Icamole, y
Carbó en S. Pedro, mas la opinión pública adversa al Go-
bieron mantenía por todas partes el espíritu revolucionario.
El señor Gral. D. Porfirio Díaz se puso al frente de su
partido, reformó el plan de Tuxtepec en el campamento
de Palo Blanco el 21 de marzo, proclamando como leyes
supremas la Constitución y sus reformas á excepción de la
del Senado y el principio de la no reelección, desconociendo
al Presidente de la Repi'iblica y á todos los funcionarios
HISTORU DE MÉXICO 523
empleados por él, convocando á elecciones y depositando
provisionalmente el Poder ejecutivo en el Presidente de
la Corte, si aceptaba el plan, ó en el jefe de las armas en
caso contrario.
En medio de una conflagración general, se hicieron por
el Gobierno las elecciones con inusitada violación del su-
fragio, saliendo en ellas favorecido como era de esperarse,
el mismo señor Lerdo, aunque sin mayoría absoluta. En
el seno del mismo partido lerdista se mostró un descon-
tento profundo contra su caudillo, que se vio obligado á
cambiar su Ministerio llamando á sus principales amigos ;
pero era tarde, porque á la sombra de su indolencia había
crecido por todas partes el descontento público. Fueron
nombrados D. Manuel Romero Rubio Secretario de Rela-
ciones; D. Mariano Escobedo, de Guerra; D. Juan J. Baz
de Gobernación ; D. Antonio Tagle de Fomento.
En plena guerra civil, sin recursos y sin popularidad, el
Gol)ierno atravesaba por un período difícil, el cual fué agra-
vado considerablemente por una complicación legal susci-
tada en su mismo seno, y á la cual se debió el triunfo de
la revolución.
CAPÍTULO XIX
Actitud jurídico-revolucionaria del Presidente de la Suprema Corte. — Los
decembristas. — BataUa de Tecoac. — El Sr. Gral. D. Porfirio Díaz. —
Rompimiento con el partido legalista. — Sale de la República el Sr.
Iglesias. — Gobierno Tuxlepecano. — Dificultades. — Sublevación del
vapor de guerra Libertad. — Concesiones ferrocarrileras. — Agitación
clcrtoral. — El Sr. Gral. D. Manuel González. — Motín del níquel. — La
deuda inglesa. — Reformas legislativas.
Fundándosela Suprema Corte de Justicia en el art. 16
de la Constitución interpretado de una manera lata, llegó
524 PÉREZ VGRDÍA
á conceder amparo contra actos de la Legislatura del Es-
tado de Moreles por estar formada de diputados electos
ilegalmente y por tanto incompetente de origen para obli-
gar con sus leyes á los ciudadanos. Dada esa interpretación
y siendo notoria la ilegalidad de la reelección delSr. Lerdo,
en el momento en que el Congreso lo declaró reelecto por
el decreto de 26 de octubre de 1876^ el Sr. Lie. D. José
María Iglesias como Presidente de la S. Corte declaró que
el Presidente de la República había roto sus títulos legales
promulgando tal decreto que equivalía á un golpe de
Estado, porque en realidad no había habido elecciones en
unos distritos por abstención délos electores, en otros por
ocupación de los revolucionarios y en muchos por ha-
llarse fuera del orden constitucional á causa de los estados
de sitio, por lo que la declaración de la Cámara lejos de
legitimar el fraude electoral, sólo significaba un^escandaloso
atentado contra las instituciones. Por eso declaraba en una
protesta como principio fundamental que « sobre la cons-
titución, nada : sobre la constitución, nadie », y abando-
nando la capital partió ocultamente para Salamanca en
donde fué reconocido por el Gral. Antillón Gobernador de
Guanajuato, con lo que pudo organizar su gobierno.
La actitud del Sr. Iglesias fué patriótica, porque sólo se
propuso salvarlas instituciones; pero reposaba en un error
constitucional, cual era el de creer al Tribunal Supremo
autorizado para revisar los actos del Congreso y poder
declarar en todo caso la ilegitimidad del Presidente por
incompetencia de origen. De ser cierto tan lato principio
resultaría destruida la base fundamental de la misma Cons-
titución de 1857 ; pues desaparecería la división de poderes
y la soberanía de los Estados desde que el poder judicial
calificara la legitimidad de las autoridades, quedando como
letra muerta los arts. 40, 50, 72, frac. I. y relativos.
El Sr. Lerdo, que no podía dominarla revolución porH-
rlsla, se encontró enteramente perdido con ]a actitud to-
V HISTORIA DE MÉXICO 525
inada por el Sr. Iglesias, quien fué reconocido por los
Estados de Guanajuato, Querétaro, Aguascalientes, San
Luis y Jalisco.
Entre tanto que Iglesias y Díaz combatían de consuno á
Lerdo de Tejada, y trataban de entenderse entre ellos mis-
mos, llegando ya los poríiristas á reconocer ai Presidente
de la Corte, se dio el 16 de aoviembre la batalla de Te-
coac, en la .cual el Gral. Díaz derrotó completamente al
Gral. Alatorre que mandaba las tropas gobiernistas. Este
suceso cambió la faz de los acontecimientos, porque el
Sr. Lerdo, en medio de un pánico inmotivado, efecto de
la impericia, abandonó á México en la noche del día 20 y
profundamente disgustado con Iglesias prefirió entregar la
plaza á los porfiristas, quienes con la victoria alcanzada y
ios elementos de la capital se hicieron dueños de la situación.
Rompieron luego las negociaciones con los decembristas
y tomó posesión del Gobierno el 26 de noviembre de 1876
el Sr. Gral. D. Porfirio Díaz en virtud del triunfante Plan
de Tuxtepec, organizando su Gabinete con los Sres. Lie.
1). Ignacio L. Vailarta en la Secretaría de Relaciones; Lie.
1). Protasio P. Tagle en Gobernación ; Lie. D. Ignacio
Ramírez en Justicia; Lie. D. Justo Benites en Hacienda;
Gral. D. Pedro Ogazón en Guerra y Gral. D. Vicente Riva
Palacio en Fomento.
Dejó el Sr. Gral. Díaz la presidencia con el carácter de
interinaría al Sr. Gral. D. Juan N. Méndez 2° en jefe del
ejército, y él salió al frente de 12.000 hombres á derrocar
á Iglesias, quien no teniendo fuerzas suficientes que opo-
nerle y abandonado de muchos que lo habían reconocido
pocos días antes, se retiró después del insignificante com-
bate de Unión de Adobes á Guadaiajara y de alh' á Manza-
nillo en donde se embarcó para S. Francisco, días des-
pués que el Sr. Lerdo se embarcaba también en Acapuico
para Estados Unidos.
El Gral. Díaz ocupó á Guadaiajara tranquilamente el 7 de
526 PÉBEZ VERDÍA
enero de 1877, terminando con eso después de la primera
campaña contra Lerdo, la segunda emprendida contra un
funcionario integérrimo que creyéndose depositario de las
tradiciones constitucionales, quiso combatir con la sola
fuerza de la ley malamente interpretada, pero sincera y pa-
trióticamente respetada.
En 11 de febrero volvió á encargarse el Sr. Gral. Díaz del
Poder ejecutivo como Presidente provisional,' dedicándose
á la reorganización de los diversos ramos de la administra-
ción pública, empezando por expedir una convocatoria para
la elección de los Supremos Poderes. Verificadas las elec-
ciones se reunió el Congreso y habiendo declarado que el
voto nacional había favorecido en los comicios al jefe inte-
rino, tomó posesión el Sr. Gral. D. Porfirio Díaz de la
Presidencia constitucional el 5 de mayo de 1877, por el
período que terminaría el 30 de noviembre de 1880.
Se reformó la Constitución por decreto de 5 de mayo de
1878, en el sentido reclamado por la revolución triunfante,
de prohibir la reelección del Presidente y la de los Gober-
nadores de los Estados.
Bien pronto surgió una complicación internacional con
motivo de que los Estados Unidos, que no habían recono-
cido al nuevo Gobierno, dieron orden en 1.^ de junio al
Gral. Ord para que pudiese penetrar al territorio mexicano
siempre que al perseguir los indios bárbaros y merodea-
dores, éstos atravesasen el Río Bravo y se refugiasen en
nuestra República. Se hicieron las más formales reclama-
ciones contra semejante disposición que venía á lastimar el
derecho de soberanía y como no se logró de pronto la re-
vocación, el Gobierno de México ordenó á su vez á los
jefes miniares de la frontera que impidiesen por la fuerza
la violación de nuestro territorio. Pocos meses después el
Gobierno americano reconoció al mexicano y convencido
de la injusticia notoria de la citada disposición, tuvo á bien
revocarla.
HISTORIA DE MÉXICO 527
Volvió á turbarse la tranquilidad pública con ocasión del
levantamiento del Coronel D. Pedro Valdés en la frontera
del Norte, proclamando en armas la restauración del Sr.
Lerdo de Tejada, en los últimos días de 1877, y aunque á
mediados del siguiente año hizo lo mismo el Gral. D. Ma-
riano Escobedo, no tuvo ningún resultado ese levanta-
miento, porque la opinión pública se había manifestado en
contra del partido lerdista. Escobedo fué derrotado en
Cuatro Ciénegas del Estado de Nuevo León el 25 de junio
y hecho prisionero fué conducido á la capital de donde se
le desterró.
Al siguiente año se sublevó el vapor de guerra Libertad
que se hallaba anclado en el puerto de Alvarado, y como
ese acto estuviese ramificado en Veracruz, el Gobernador
de este Estado Gral. D. Luis Mier y Terán, aprehendió
violentamente é hizo fusilar en los macheros de un cuartel
en la noche del 24 de junio al Dr. Albert y á otras ocho
personas muy conocidas. Tales asesinatos ocasionaron pro-
funda sensación en el país y Mier y Terán fué acusado
por la viuda del Dr. Albert ante la Cámara de Diputados
de la Unión, la que erigida en Gran Jurado, se declaró
meses después incompetente. No conforme la acusadora
ocurrió á la Suprema Corte de Justicia, que le concedió
amparo en diciembre de 1880. Sin embargo no llegó á
procederse criminalmente y el Gral. Mier y Terán, que
era un militar de muy honrosos antecedentes, perdió el
uso de su razón pocos años después.
La considerable extensión del país, su carencia casi
completa de vías fluviales y la escasa población que en él
se encuentra diseminada, eran circunstancias que recla-
maban la construcción de ferrocarriles como una de las
más apremiantes necesidades. Por desgracia su satisfacción
se había retardado porque á más del estado revolucionario
y antieconómico de la Nación, se había mezclado cierto
prejuicio en la opinión de inteligentes estadistas, que lie-
528 péAez verdía
garon á ver en la construcción de vías férreas é introduc-
ción de capital extranjero, una amenaza á nuestra auto-
nomía política. El Sr. Gral. Díaz con una clarividencia
que mucho le honra y con increíble energía, se apartó de
preocupaciones y temores y en septiembre de 1880 echó
las bases do la futura prosperidad nacional otorgando con-
cesiones alas Compañías del Ferrocarril Central Mexicano
y del Nacional Mexicano para construir líneas que atrave-
sasen en toda su extensión el territorio. Poco después
empezaron los trabajos y el Ministerio de Fomento siguió
protegiendo sin descanso la construcción de nuevas vías.
En ese año de 1880 salieron del Gabinete el Sr. Benites
y otros Ministros, y habiéndose iniciado activamente la
lucha electoral, se formaron diversos círculos liberales,
postulándose para Presidente al Gral. D. Manuel. González,
al Lie. D. Justo Benites, al Lie. D. Ignacio L. Vallarta, al
Gral. García de la Cadena y al Lie. D. Manuel M. de
Zamacona. Jamás se había dividido tanto la opinión pú-
blica.
Con motivo de una insurrección de antiguos jefes loza-
deños en el Cantón de Tepic, fué nombrado el Gral.
González para pacificarlo, lo cual hizo con facilidad y gran
aparato en el curso de aquel año.
Á mediados de 1880 se rebeló el Gral. D. Jesüs Ramírez
Terronez en Sinaloa ; pero atacado atrevidamente por el
Coronel D. Bernardo Reyes en Villa Unión, fué derrotado
completamente, muriendo en el combate en el cual fué
herido Reyes, quien por su valor fué ascendido á general.
Para concluir su período, el Sr. Gral. Díaz tuvo la satis-
facción de sancionar la reanudación de las relaciones diplo-
máticas con Francia. El pueblo francés siempre se había
mostrado amigo de México, y demasiado había sufrido con
la tiranía de Mapoleón III para que pudiese ser solidario
de sus injusticias y para que se le pudiesen imputar los
viejos agravios que el Emperador nos había inferido. En
HISTORIA DE MÉXICO 529
29 de noviembre de 1880 fué recibido solemnemente el
Ministro Plenipotenciario Boissy d' Anglas descendiente de
un notable convencional, á la vez que en París se recibía
también al Ministro mexicano Sr. D. Emilio Velasco, y la
declaración recíproca que hicieron los dos gobiernos de
que ninguna reclamación podría presentarse y hacerse
valer por hechos anteriores á esta última fecha, y de que
los tratados que existían quedaron abrogados por la guerra
que sostuvieron entre sí.
Verificadas las elecciones, y previo decreto del Congreso,
tomó posesión de la Presidencia el Sr. Gral. D. Manuel
González en 1.^ de diciembre de 1881. Era la primera vez
en nuestra historia republicana en que el poder público se
transmitía pacíficamente !
Organizóse el Gabinete con los Sres. D. Ignacio Ma-
riscal en Relaciones ; D. Carlos Diez Gutiérrez en Gober-
nación; D. Porfirio Díaz en Fomento; D. Ezequiel Montes
en Justicia ; D. Francisco de Landero en Hacienda y D. Ge-
rónimo Treviño en Guerra.
Bajo muy buenos auspicios empezó la nueva adminis-
tración, pues al carácter leal y conciliador del Presidente,
se unió la circunstancia de que habiendo terminado el pe-
ríodo para el que fué electo D. Sebastián Lerdo, todos sus
partidarios consideraron con razón que había con eso
concluido su compromiso político, y entraron á formar
parte del Gobierno, llevándole un contingente de prestigio.
En 28 de febrero de 1881 murió en Saltillo el Gral.
D. Jesús González Ortega, que sostuvo con brillo el sitio
de Puebla contra los franceses, y que desde hacía muchos
años se encontraba casi loco : su cadáver fué llevado á
México y se le hicieron merecidos honores.
El Sr. Gral. Díaz se separó poco después del Ministerio
de Fomento y fué reemplazado por el Gral. D. Carlos
Pacheco, y como hicieran lo mismo por diversas causas
Montes y Landero, fueron sustituidos por los Sres. Ba-
34
530 PÉREZ VERDÍA ,
randa y Fuentes y Muñiz, que á su vez fué reemplazado
por D. Miguel de la Peña.
Establecióse el Banco Nacional de México con capital
francés, español y mexicano.
Á fines de 1882 empezó á circular la moneda de vellón
do níquel, y aunque en un principio fué recibida por el
público sin desconfianza á pesar de su escaso valor intrín-
seco, bien pronto empezó á desacreditarse porque el
Gobierno puso en circulación una cantidad muy superior
á la que reclamaban las necesidades de las pequeñas tran-
sacciones, efectuando negocios ruinosos é inmorales con
algunos comerciantes extranjeros, pues les cambiaba esa
moneda con descuentos grandísimos y ellos pretendían
lanzarla al mercado por sus valores nominales. Llegó el
disgusto popular al grado de rehusarse en todas partes á
recibir dicha moneda y por fin el 2 i de diciembre de 1883
se amotinó el pueblo en las calles de México y al pasar el
Presidente González en su carruaje en dirección al palacio
fué injuriado y amenazado; pero él bajándose al instante,
solo y sin armas se dirigió tranquilo á la turbulenta masa
y por medio de ese rasgo de valor personal logró impo-
nérsele y aplacar los ánimos. Despu^*s se ordenó la amor-
tización del níquel con lo que renació la tranquilidad ; pero
la administración perdió completamente la confianza del
pueblo, siguió haciendo granjeria de los fondos y empleos
y bien pronto quedó en completa bancarrota, hasta el
grado de que durante los últimos ocho meses no pudo
siquiera pagar los sueldos á los empleados.
Á mediados del año de 1884 se reanudaron las relaciones
diplomáticas entre México y el Reino Unido de la Gran
Bretaña y poco después se presentó á la Cámara de Dipu-
tados un convenio con los tenedores de bonos de la deuda
inglesa fechado el 18 de septiembre. Como esos valores
se encontraban muy depreciados, personajes prominentes
de la administración González los adquirieron en gran parte
HISTORIA DB MÉXICO 531
á ínfimo precio, pretendiendo luego en el convenio un re-
conocimiento de ochenta y cinco millones de pesos en tér-
minos desfavorables para la Nación.
Por eso se desató una formidable oposición á tal proyecto,
tanto en la prensa como en la Cámara en donde un grupo
de elocuentes diputados sostuvo una lucha en la tribuna
que acabó por inflamar al público. Los estudiantes se pu-
sieron á la cabeza de una sedición que duró desde el 15 al
19 de noviembre en que se aprobó una proposición sus-
pensiva y que puso fin á choques sangrientos y repetidos
en las caJles de la capital.
Durante el' período del Gral. González se reformó la
Constitución política de 1857 quitando al Presidente de la
S. Corte de Justicia la facultad de substituir al Presidente
de la República y declarando que en las faltas temporales
ó absolutas dé éste, entraría á ejercer sus funciones el Pre-
sidente del Senado en el mes anterior al en que ocurriese
la falta, ó el Presidente de la Comisión permanente en los
casos de receso del Senado. El objeto principal de esa re-
forma era eliminar del poder judicial el elemento político
y evitar las dificultades que pudiera crear la oposición, al
agruparse al rededor de un funcionario conocido.
También se reformó la Constitución ensanchando las
facultades de la Unión para poder expedir códigos de co-
mercio por lo cual se expidió uno general para toda la
República que empezó á regir en 20 de julio de 1884.
Se promulgaron nuevos códigos Civil y de Procedimien-
tos y se expidieron de Minería y de Correos.
S32 PÉRBZ VERDÍA
CAPÍTULO XX
El Sr. Gral. D. Porfirio Díaz durante sus cuatro períodos consecutivos.
— La Deuda pública. — La Unión de Centro América. — El caso de
Cutting. — Conspiración de García de la Cadena. — Congreso de Ins-
trucción Pública. — El Centenario de América. ^ Desavenencias con
Guatemala. — Coronación de la imagen de Ntra. Sra. de Guadalupe.—
Atentado de Arroyo. — Pacificación de los mayas de Yucatán. — Conso-
lidación de la deuda. — Nueva reelección.
Con grande satisfacción del pueblo tomó posesióa del
Gobierno el Sr. Gral. D. Porfirio Díaz, declarado Presidente
constitucional para el período del 1.** de diciembre de 1884
al 30 de noviembre de 1888, y formó, su Ministerio con los
Sres. D. Ignacio Mariscal en Relaciones; D. Manuel Romero
Rubio en Gobernación; D. Manuel Dublán en Hacienda;
D. Carlos Pacheco en Fomento; D. Joaquín Baranda en
Justicia y D. Pedro Ilinojosa en Guerra y Marina.
Una cuestión política y otra económica absorbieron de
pronto toda la atención del Presidente : el partido gonza-
lista hacía una oposición latente y formidable y el Gobierno
sin querer prescindir de su concurso ni eliminarlo, sino
que deseando por el contrario atraérselo para evitar una
escisión, trató sin embargo de reducirlo á la impotencia. En
la Cámara de Diputados se reprobó la cuenta general del
Tesoro con responsabilidad del Gral. González y de sus
Ministros de Hacienda Fuentes y Muñiz, y Peña, y aunque
más tarde se sobreseyó en el asunto, el golpe moral fué
decisivo.
Las deudas de pago ejecutivo por parte del Gobierno el
1.** de diciembre de 1884 á favor del Banco Nacional, el de
Londres, el Hipotecario y el Monte de Piedad, ascendían
á s 10.751.015 95 es. Para amortizar esta cantidad, según
los contratos respectivos así como por el adeudo de subven-
Hk^^
HISTORIA DE HÉXIGO 533
ciones á Compañías ferrocarrileras y por $ 4.533.862 68 es.
importe de los vales á paqar expedidos á favor de particu-
lares, encontrábanse comprometidos los productos adua-
nales á tal extremo, que sólo se podía disponer de un
12,63 por 100 en los menos gravados, no quedando en
.consecuencia sino un residuo insuficiente para cubrir los
sueldos de los empleados y los gastos de las mismas
aduanas.
Para remediar semejante situación se dictaron las leyes
de 22 de junio de 1885 por las que se hizo una pequeña
reducción, aunque con carácter de reintegrable, en lodos
los sueldos y emolumentos y se dispúsola consolidación de
la deuda flotante contraída desde 1.* de julio de 1882 bajo
ciertas bases, así como la de la deuda anterior bajo otras
diversas.
En junio de 1886 se celebró un convenio con los tene-
dores de bonos de la deuda inglesa, reconociéndose por el
Gobierno por capital y réditos hasta esa fecha setenta y
tres millones y medio de pesos y expidiéndose por tal suma
nuevos bonos sin carácter ninguno diplomático y con
menos interés.
De acuerdo después con la ley de 13 de diciembre de 1887
se contrató un empréstito con la Casa Bleichroeder de
Berlín en 24 de marzo de 1888 por 10.500.000 libras ester-
linas por medio del cual se logró reducir la deuda exterior
á la mitad de su monto y se dispuso de algún capital en
efectivo que fué destinado á mejoras de utilidad pública.
Con motivo de la ambición del Gral. D. Rufino Barrios,
Presidente de Guatemala, que lo hizo pro<'lamar la unión
de las Repúblicas de Centro América, reservándose no sólo
la hegemonía de su patria, sino aun el mando absoluto
bajo el dictado de Jefe supremo militar, los Gobiernos del
Salvador, Nicaragua y Costa Rica se opusieron ala realiza-
ción de tal proyecto y pidieron á México su apoyo. El Sr.
Gral. Díaz reprobó la unificación forzosa y la imposición
-534 PÉREZ VERDÍA
violenta del yugo guatemalteco y dispuso que la Legación
Mexicana se trasladase al Salvador. Esta medida originó
dificultades tanto porque Barrios trató por medio de las
armas de llevar su designio adelante, como porque los
Estados Unidos no mostraban conformidad en que México
interviniese en las cuestiones políticas de Centro América.
Por fortuna la derrota y muerte del Gral. Barrios en la
batalla de Chalchuapa el de 2 abril de 1885, ala vez que res-
tauró los fueros de la justicia, evitó una cuestión interna-
cional inútil y desagradable.
Á mediados de 1886 vino un incidente particular é insig-
nificante á crear serias dificultades entre México y Estados
Unidos. Fué el caso que habiendo un Mr. A. K. Cutting
injuriado por la prensa en El Paso de Texas á un mexicano^
y habiendo hecho circular ejemplares en Paso del Norte,
fué acusado criminalmente por el ofendido y puesto en
prisión, y aunque sólo se trataba de intereses privados,
las adulteraciones y ardientes excitativas de Cutting, hi-
cieron que interviniese el Ministro Mr. Bayard reclamando
una indemnización para aquél, á la vez que la derogación
del art. 186 del Código Penal de Chihuahua que autorizaba
en ciertos y determinados casos el castigo en México de^
delitos cometidos fuera de su territorio, en obsequio de la
buena vecindad y amistosas relaciones de los dos países
y porque invade la soberanía independiente de una nación
colindante y amiga.
Tales cuestiones excitaron mucho los ánimos ; pero el
Gobierno mexicano con suma prudencia y energía demos-
tró por diversas notas diplomáticas que mucho honor le
hicieron al Sr. Mariscal, que eran infundadas las inculpa-
ciones que se habían hecho. Por fortuna el Gabinete de
Washington obrando con justificación reconoció tácita-
mente el derecho de México y no insistió en sus preten-
siones, de manera que ni se dio indemnización á Cutting
ni se reformó la ley penal de Chihuahua.
\^^..
'í:Ém\
HISTORIA DE MÉXICO 535
En octubre de 1886 se tramó una conspiración contra el ^
Gobierno al frente de la cual se señalo al Gral.D. Trinidad
García de la Cadena, quien cautelosamente se retiró a^
Estado de Zacatecas y se ocupaba en los preparativos ne-
cesarios, cuando fué descubierto y aprehendido, habién-
dole dado muerte alevos-amente en la Estación González
el 1.® de noviembre D. Atenógenes Llamas Jefe Político de
Zacatecas. Aunque parece que algunos militares de alta
graduación se hallaban comprometidos en el complot, que-
daron intimidados con el asesinato de García de la Cadena
y la tranquilidad pública no llegó á alterarse.
El círculo porfirista inició la continuación en el poder
del Presidente y á este fin, previos los trámites reglamen-
tarios, volvióse á reformarla Constitución de 1857 en el
mes de octubre de 1887 declarándose permitida la reelec-
ción por un solo cuatrienio. Aunque reforma semejante
significaba la derogación del principio fundamental del plan
de Tuxtepec y era notoriamente una inconsecuencia polí-
tica, fué sin embargo una exigencia de la situación y vino
á demostrar que los pueblos no pueden gobernarse por
reglas fijas é inexorables tomadas á priori, sino que deben
constantemente adaptarse á las necesidades siempre va-
riables.
El aprecio que supo granjearse el Sr. Gral. Díaz y el
temor de que cualquiera otro que se elevase al poder de-
fraudara las esperanzas de la Nación, como había aconte-
cido con el Gral. González, fueron causas principales que
determinaron la reforma expresada.
Continuaron extendiéndoselos ferrocarriles, habiéndose
inaugurado en mayo de 1888 la línea hasta Guadalajara.
Al terminar el período constitucional fué reelecto el señor
Gral. D. Porfirio Díaz, habiendo hecho la protesta legal
el l.^'de diciembre de 1888 y continuando con el mismo
Ministerio.
En 1.** de diciembre del siguiente año se reunió en la ca-
536 PÉREZ YERDÍA
pital por iniciativa del Sr. Baranda, Ministro de Justicia,
el Primer Congreso Nacional de Instrucción Pública, el cual
formado por un representante de cada Estado y por algu-
nos profesores, bajo la presidencia del distinguido literato
Sr. D. Justo Sierra, estaba destinado á unificar en todo
el país Iqs métodos de enseñanza, y funcionó hasta marzo
de J890, habiendo dilucidado las principales -cuestiones
pedagógicas. Reunióse el segundo Congreso en l.^ de di-
ciembre y aunque formuló sus ideas científicas acerca de la
enseñanza primaria y preparatoria con notable brillantez,
juzgáronse en el público como muy avanzadas é inspiradas
en la filosofía positivista y no llegaron á ponerse en
práctica.
En 1.® de enero de 1890 comenzó á regir el nuevo Código
de Comercio en el cual se mejoró mucho la materia rela-
tiva á sociedades, si bien en cuanto á las letras de cambio se
adaptó más que el anterior al sistema francés separándose
de la teoría alemana que tiende actualmente á dominar.
Se promulgó en 4 de junio de 1892 la Ley Minera, que,
al declarar irrevocable* la propiedad de las minas mediante
únicamente el pago del impuesto fiscal quitando condi-
ciones para el laboreo é incertidumbre, ha favorecido extra-
ordinariamente el desarrollo de la minería.
El 12 de octubre de 1892 se celebró en toda la República
el cuarto centenario del descubrimiento de América : fiesta
digna de un pueblo culto que, al honrar el genio de Colón,
deificaba el principio civilizador. En México se erigió al
ilustre genovés en la Plazuela de Buenavista una estatua
modelada en la Academia Nacional de Bellas Artes y se
publicaron en espléndida edición diversos Códices jero-
glíficos inéditos.
En ese año se perdieron las cosechas de maíz, por lo cual
la carestía de ese cereal redujo á la miseria á multitud de
familias y habría sido de terribles consecuencias si no se
hubiese introducido gran cantidad délos Estados Unidos*
HISTORIA DE MÉXICO 537
De nuevo se modificó el Código Político, dejando el
art. 78 en los mismos términos en que lo expidieron los
constituyentes, es decir, permitiendo la reelección inde-
finida.
Indudablemente que ala luz delDerecho y de la Filosofía
es mucho más democrático el dejar al pueblo elector la
exclusiva atribución de jiombrar sus mandatarios sin res-
tricciones. El principio de rioreelección limita la soberanía
popular y por tanto sólo debe admitirse en casos bien de-
terminados.
La continuación en el poder por parte del Sr. Juárez en
período de agitación y de lucha, llegó á originar diversas
revoluciones y ájustiíicar la restricción impuesta al voto
público; pero cambiadas radicalmente las circunstancias,
la prolongación del mandato del Sr. Díaz en período de
tranquilidad, de reposo y de trabajo económico era recla-
mada por los intereses de la paz y del orden.
Fué en consecuencia otra vez electo Presidente de la
República el Sr. Gral. D. Porfirio Díaz é hizo la protesta
legal el 1.** de diciembre de 1882, bajo una crisis econó-
mica producida tanto por la pérdida de cosechas y extrac-
ción de numerario, como por la depreciación de la plata y
alto tipo de los cambios sobre el extranjero ; pues teniendo
que pagarse en oro los intereses de la deuda, se había dupli-
cado la obligación. Á pesar de tan serios inconvenientes el
Gobierno logró dominar aquella situación y gracias al arre-
glo de la Hacienda Pública ejecutado por el Sr. D, José Ivés
Limantour que fué nombrado Ministro en 9 de mayo
de 1893, convirtióse aquella causa de malestar y de ruina
en fuente de prosperidad, porque el alto valor del cambio
estimuló el establecimiento en el país de industrias nuevas,
la producción agrícola y la exportación de multitud de artí-
culos.
En 8 de julio de 1893 se celebró un tratado con Ingla-
terra sobre límites de Yucatán con Belice, que puso fin á
538 PÉREZ VERDÍA
una situación indefinida y peligrosa ; pero que fué mal re-
cibido y que por haber encontrado seria oposición en el
Senado, permaneció por mucho tiempo sin ratificarse,
hasta que se le hicieron algunas ventajosas y justas mo-
dificaciones.
En fines de 1894 con ocasión de invasiones de guate-
maltecos y ataques á la propiedad de algunos mexicanos,
se suscitó entre las dos naciones una cuestión de límites y
de indemnizaciones, y á pesar de existir el tratado solemne
de 27 de septiembre de 1882, Guatemala se rehusaba á
cumplirlo, por lo cual el Gobierno mexicano se vio obli-
gado á retirar de aquella República al -Ministro diplo-
mático y á disponerse para hacer respetar sus derechos.
Mostróse en todo el país gran patriotismo y llegaron á mo-
vilizarse algunas tropas, designándose para operar la cam-
paña al Gral. D. Bonifacio Topete; mas por fortuna la
energía del Presidente y la justicia de nuestra causa hi-
cieron que Guatemala en nuevo tratado de 1.*^ de abril
de 1895, reconociera los límites fijados de antemano, se
obligase á pagar una indemnización por perjuicios y decla-
rase que al ejercer actos de soberanía dentro del territorio
que se extiende al Oeste del río Lacantum, no había tenido
intención de ofender á México.
El 3 de octubre de 1895 murió el Sr. Lie. D. Manuel
Romero Rubio, Ministro de Gobernación y padre político
delSr. Gral. Díaz, habiéndosele tributado los honores co-
rrespondientes á su alta posición y merecimientes polí-
ticos.
Siendo nuestra nación el país clásico de las antigüe-
dades y el emporio de la civilización precolombina, nada
más natural que llamase la atención de los amantes del
estudio y que se designase la ciudad de México para cele-
brar el XI Congreso de Americanistas. Celebróse en efecto
abriendo sus sesiones en 8 de octubre de 1895.
El 12 del mismo mes so verificó en la Colegiata la coro-
HISTORIA DE MÉXICO 539
nación de la Virgen de Guadalupe, iniciada por el Padre
Planearte, habiendo asistido más de doce obispos mexi-
canos y tres ó cuatro extranjeros. La suntuosa fiesta reli-
giosa y el cambio que se hizo en la corona de la imagen
dieron motivo á multitud de polémicas históricas.
Poco después reunióse en la capital el V Concilio mexi-
cano.
Por ley de 24 de abril de 1896 se reformó otra vez la
Carta fundamental de 1857 cambiándose el modo de subs-
tituir al Presidente en sus faltas temporales ó absolutas,
pues el sistema adoptado por la reforma de 3 de octubre
de 1882 era muy defectuoso y exponía la sperte de la Na-
ción al encomendar sus destinos en caso eventual al que
hubiese sido Presidente del Senado, y que bien podría su-
ceder que careciese totalmente de aptitudes, de repre-
sentación y de prestigio. Por eso la nueva modifica-
ción del artículo quedó concebida en estos términos :
« Art. 79. — 1. — En las faltas absolutas del Presidente
con excepción de la que proceda de renuncia, y en las tem-
porales, con excepción de la que proceda de licencia, se
encargará ílesde luego del Poder ejecutivo el Secretario de
Relaciones Exteriores, y si no lo hubiere ó estuviere impe-
dido, el Secretario de Gobernación.
« II. — El Congreso de la Unión se reunirá en sesión
extraordinaria al día siguiente, en el local de la Cámara
de Diputados, con asistencia de más de la mitad del número
total de los individuos de ambas Cámaras, fungiendo la
Mesa de la Cámara de Diputados. Si por falta de quorum
ú otra causa no pudiere verificarse la sesión, los presentes
compelerán diariamente á los ausentes conforme á la ley,
á fin de celebrar sesión lo más pronto posible.
« III. — En esta sesión se elegirá Presidente sustituto
por mayoría absoluta de los presentes y en votación no-
minal y publica; sin que pueda discutirse en ella propo-
sición alguna, ni hacerse otra cosa que recoger la vota-
540 PÉREZ VERDÍA
ción, publicarla, formar el escrutinio y declarar el nombre
del electo. » — En 1904 se estableció un Vicepresidente.
También se promulgó la reforma por la cual quedaron
suprimidas en todo el país las alcabalas, dándose con eso
un gran paso en el sendero de la libertad del comercio.
Al renovarse los poderes públicos fué otra vez reelecto
el Sr. Gral. D. Porfirio Díaz quien siguió gobernando con
los mismos Ministros : Mariscal en el ramo de Relaciones;
González Cosío en Gobernación; Limantour en Hacienda;
Baranda en Justicia ; Mena en Comunicaciones; Fernández
Leal en Fomento; y D. Felipe B. Berriozábal en Guerra.
Siguiéronse extendiendo los ferrocarriles y en diciembre
do 1897 con motivo de la inauguración del de Ameca, el
Presidente fué á Guadalajara, en donde se le hizo una es-
pontánea y grande ovación por todo el pueblo de Jalisco.
Al celebrarse el 16 de septiembre de 1898 las fiestas déla
patria, un dipsómano llamado Arnulfo Arroyo acometió
inesperadamente al Presidente en la Alameda, logrando
darle con la mano un golpe en la cabeza, lo que originó un
grande escándalo y hubiera recibido aquel insano en aquel
instante la muerte de manos de la tropa ó del pueblo que
se amotinó con ese objeto, si no hubiera sido protegido
por el Gral. Díaz que lo impidió personalmente.
Puesto en prisión Arroyo, en la noche fué asesinado por
orden del Inspector Gral. D. Eduardo Velázquez y por
medio de la misma policía, pretextándose un tumulto po-
pular; pero descubierto el crimen, el Gobierno procedió
contra los culpables con toda energía. El Ministro de Go-
bernación informó á la Cámara de diputados de la resolu-
ción del Presidente de castigar á quienquiera que fuese
culpable y aprehendidos Velázquez y sus cómplices, aquél
se suicidó y muchos de éstos fueron condenados á muerte,
aunque por irregularidades del proceso, fué casada la sen-
tencia que dando este hecho envuelto en sombras.
En 1899 se celebró por el Sr. Limantour la consolidación
HISTORIA DE MÉXICO . 541
de la deuda bajo excelentes bases y reducción del interés
al tipo del cinco por ciento.
Invitado cariñosamente en ese año el Sr. Gral. Díaz
para asistir en octubre á las fiestas conmemorativas de
Chicago, pidió permiso al Congreso para separarse del
poder, el cual le fué concedido señalándose para (Jue lo
sustituyera durante su ausencia al Sr. Lie. D. Ignacio Ma-
riscal; pero atenciones de familia le impidieron al fin
aceptar la invitación, por lo cual envió en su nombre al
Sr. Mariscal, quien fué recibido con grandes muestras de
aprecio, que han servido para estrechar los lazos de amis-
tad entre México y Estados Unidos.
En 8 de enero de 1900 murió el Gral. Berriozábal, Mi-
nistro de la Guerra y antiguo y ameritado militar, habién-
dosele tributado los honores merecidos, nombrándose en
sa lugar al Sr. Gral, D. Bernardo Reyes.
Como desde fines del año anterior se inició la reelección,
el Sr. Gral. Díaz expresó particularmente sus deseos de no
aceptarla, lo que dio origen á que de una manera inusitada
todas las clases sociales se apresurasen á hacer manifes-
taciones de confianza y simpatía en favor del candidato po-
pular, que ante aquellas pruebas de afecto se vio obligado
á prescindir de su propósito. En el manifiesto de la Junta
de la Asamblea Constitucionalista de Jalisco se decía :
« Ante los méritos de tan conspicuo ciudadano, ante su
sencillez republicana y su patriotismo sin límites, podemos
muy bien decir de él que, como Washington, ha sido y
es el primero en la guerra, el primero en la paz y el pri-
mero en el corazón de sus conciudadanos ».
El Sr. Gral. Díaz fué reelecto, empezando su sexto pe-
ríodo al albor del siglo xx.
542 PÉREZ VERDÍA
CAPÍTULO XXI
Estado actual del país : población» ferrocarriles, telégrafos, producción
minera, capital, presupuestos. — Movimiento literario : historiadores,
literatos, poetas, oradores artistas.
Al finalizar el siglo xix, la Repüblica Mexicana ha logrado
entrar de Ueuo en el progreso y alcanzar una prosperidad
que le augura un porvenir halagüeño.
La población ha aumentado á cerca de 14.000.000 de
habitantes.
El período de pa? que ha caracterizado al Gobierno del
Sr. Gral. D. Porfirio Díaz ha permitido dirigir todos sus
esfuerzos hacia el desarrollo económico, y fomentar todas
las fuentes de la prosperidad. Las vías de comunicación,
ya para desarrollar la agricultura, la minería y el comer-
cio, abriendo nuevos centros de consumo, aboliendo los
monopolios y facilitando la circulación, ya para asegurar
el mantenimiento del orden por medio de la acción rápida
y eficaz del Gobierno, han sufrido en estos últimos años una
radical transformación. Cuéntanse actualmente 17.000 kiló-
metros de ferrocarriles y siguen construyéndose constante-
mente nuevas é importantes vías.
La red telegráfica mide actuahnente 72.000 kilómetros
con más de 600 oficinas y además 36.000 kilómetros de vías
telefónicas.
Este cambio trajo consigo resultados considerables;
porque si bien fué preciso alentar la construcción de vías
férreas con fuertes subvenciones que aumentaron la deuda
pública, en cambio la diminución de los gastos de trans-
porte y rapidez de las comunicaciones produjeron una
movilidad creciente y hasta entonces desconocida de los
hombros y de las cosas. La agricultura y la naciente indus-
HISTORIA DE MÉXICO . 543
tría no contaban antes sino con reducidos mercados ente-
ramente locales y excesivamente restringidos : sólo las mer-
cancías preciosas podían soportar los gastos de transporte
á grandes distancias. Hoy la producción no está limitada
por el consumo inmediato de vecindad, y al mismo tiempo
que aumenta la concurrencia de los efectos de distintas y
lejanas procedencias, se ha obtenido además el nivel geo-
gráfico de los precios.
El comercio en fin vé extenderse en poco tiempo el campo
de su actividad, desarrollarse el valor de sus transacciones
y los negocios internacionales ocupar en sus operaciones
un lugar más y más importante.
La propiedad territoriíJ se ha aprovechado tanto del
desarrollo de la producción como de la elevación de los
precios de los productos agrícolas. La aplicación de la
maquinaria á la agricultura y el empleo de las aguas para
irrigación han decuplicado el valor de la tierras y la exten-
sión de los cultivos. Se estima la propiedad territorial para
el pago de contribuciones en 1.171.000.000 siendo de notar
que generalmente el valor fiscal representa la tercera parte
del precio legítimo y comercial.
La minería ha tenido tal incremento, que á pesar de que
era sin duda el ramo de la riqueza pública más explotado
durante el gobierno colonial, y que producía más de veinte
millones de pesos en plata, han llegado á extraerse de las
minas de plata en cada uno de los últimos años más de
74.000.000 de pesos existiendo 14.000 propiedades mineras
con extensión de cerca de 180.000 hectáreas. La producción
aurífera es de más de diez millones de pesos ; la de plomo
ha sido de doce naílones, y la de cobre un poco más.
En la actualidad existen en la República 33 estableci-
mientos bancarios que representan por capital social
8 107.000.000, teniendo en conjunto en billetes circulantes
$ 84.000.000.
De tales cifras resulta que la circulación de valores fidu-
544 PÉREZ VEBDÍA
ciarios es casi nula con respecto al capital de los bancos,
que están autorizados para emitir hasta ciento diez y si^te
millones de pesos, por lo que dada la exagerada severidad
que ha presidido á las operaciones financieras, puede de-
cirse que no es posible una funesta crisis, que en cambio
hay un capital inmenso de reserva para atender al des-
arrollo futuro de los negocios en México.
El capital circulante en moneda efectiva puede calcu-
larse en más de ciento cincuenta millones de pesos.
La exportación de efectos nacionales, que al principiar el
siglo apenas llegaba á 12.000.000 de pesos, se elevó en
sus postrimerías á 150.000.000 cada año y llega hoy á
200.000.000, siendo de 150 millones el valor de la impor-
tación.
La conquista del crédito, el aumento incesante de las
rentas públicas y el excedente en los ingresos sobre los gas-
tos, ha permitido que los bonos de la deuda nacional se co-
ticen en la actualidad no sólo á la par sino hasta con premio,
siendo que en los mejores tiempos de atrás no llegaron
nunca á valer más del 50 0/0 ; que el ingreso del último
año de la centuria se elevara á 60.000.000 de pesos, siendo
hoy día de noventa millones, cuando al iniciarse la inter-
vención francesa apenas llegaba á 14.000.000; y que el
superábit anual del presupuesto haya sido de 5.500.000,
contándose en las cajas del Gobierno una existencia de
más de 30.000.000 de pesos.
Existen más de 150 fábricas de hilados y tejidos.
En el orden intelectual el progreso de México ha sido tam-
bién considerable : la instrucción primaria se ha difundido
en las masas populares, existiendo hoy escuelas de pri-
meras letras en las más insignificantes y apartadas aldeas.
Establecimientos de instrucción preparatoria con las más
adelantadas asignaturas se han fundado no sólo en la ca-
pital sino en otras muchas ciudades, lo mismo que Escuelas
de Medicina, de Jurisprudencia y de Ingeniería.
HISTORIA DE MÉXICO 54S
La prensa periódica ha tenido gran desarrollo y entre
las publicaciones importantes pueden citarse éntrelas polí-
ticas La Gaceta de Méocico que terminó en 1822; El Des-
pertador Americano ; El Correo de la Federación^ El
Diario Oficial^ El Siglo XIX, El Monitor Republicano,
El Gallo Pitagórico, y entre los científicos y literarios El
Museo Mexicano, El Mosaico, La Ilustración Mexicana^
La CruSy El Porvenir, La Revista, El Boletín de la So-
ciedad de Geografía y Estadística , Analjes del Museo
Mexicano, El Derecho, El Foro, y en los Estados, Eí
Museo Yucateco y El Registro Yucateco, La Aurora
Poética de Jalisco^ La Alianza Literaria y La República
Literaria en Guadalajara.
El movimiento literario se ha ido acrecentando aunque
se lucha contra el obstáculo del alto valor de las publica-
ciones, motivado por la carestía del papel debido al sistema
proteccionista que domina en el régimen fiscal con res-
pecto á ese artículo.
Multitud de obras de mérito se publicaron, que sería di-
fícil mencionar, por lo cual sólo daré una ligera idea acerca
de los principales autores.
En la Historia Antigua del país se ha acentuado la mar-
cada tendencia de acudir á las fuentes primitivas á fin de
desechar todo elemento espurio, y en todos los trabajos
históricos de los últimos años se ha manifestado un espíritu
filosófico que hace investigar las causas de los aconteci-
mientos lo mismo (|ue sus resuhados, y que sigue á cada
paso la evolución sociológica.
Fundó esa escuela verdaderamente científica el Sr. Lie.
D. José Fernando Ramírez, eminente crítico y sabio ameri-
canista^ y le han seguido los Sres. D. Manuel Orozco y
Berra y D. Alfredo Chavero, que han publicado excelentes
y completos trabajos sobre la Historia Antigua.
D. Joaquín García Icazbalceta y D. Vicente Riva Palacio
enriquecieron con publicaciones notables el período coloniaL
35
mw v<
346 t P£RB2 VERDÍA
D, Carlos M. de BustamanU, laborioso y patriota, aunque
sin criterio, y D. Lucas Alaaián, erudito y corréelo, pero
extraordinariamente parcial, escribieron la historia de la
guerra de independencia, que se encuentra aiin en período
de rectificación.
El profundo pensador Lie. D. Justo Sierra ha escrito en
1900 la Evúhicum histórica del país, que es una síntesis
de cuanto ha ocurrido, apreciada con un alto criterio lllo-
sóBco.
Distinguiéronse en el género histórico loa Sres- D. JüííLo
Sierra O^Reüly, D. Sorapío Baqueiro, Ü. Crescencio Ca-
rrillo y D- Eligió Ancona en Yucatán; D, Lorenzo de Za-
vala, iV José M- Luis 1^1 ora, t). Anastasio Zereeero, D. José
5L Bocanegra. ^h José M. Iglesias, D, Jos(5M, Roa Barcena
y D. Juan b. Arias en México; D. Antonio (iay en Üaxaca.
Fr. Francisco Frejes y D. Agustín Kiv era en Jalisco,
Como novelistas y narradores de costumbres nacionales
se hicieron notables D. Joaquín Fernandez Lizardi {a} Ft
Pensador xMexicano. D. Francisco Zarco, D. Florencio del
Castillo. Ü. JoséCuellar, ü. Pedro Castera, D. Emilio Ra-
basa [a) Sancho Poto, D. Raídel Delgado y D. José López
Portillo y Rojas.
Entre los literatos del siglo xix deben contarse en primer
(término á D. Mariano Beristain (bibliógrafo), D. Bernardo
Couto, D. José Gómez de la Cortina, y D. Francisco Pimen-
tel, críticos; Fr. Manuel de S. Juan Crisóstomo Nájera (lin-
güista) ; D. Francisco Severo Maldonado, D. Clemente
Munguía, D. Ignacio Ramírez el Nigromante, D. José Luis
Verdía, D. Gabino Barreda, D. Luis G. Cuevas y D. Por-
.firio Parra, filósofos; D. Ignacio M. Altamirano, D. Ignacio
Montes de Oca, Ipandro Acaico, D. José M. Vigil y D. Ra-
fael A. de la Peña, escritores. -^^""^
Hiciéronse célebres entre los jurisconsultos, D. Manuel
-de la Peña y Peña, D. Juan Rodríguez de San Miguel,
• D. Teodosio Lares, D. Justo Sierra O'Reilly, D. Ignacio
L-
HISTORIA DE MÉXICO 547
L. Vallarla, D. José M. Lacunza, D. Mariano Yáñez. y
D. José M. Lozano.
La poesía mexicana no ha llegado todavía á la posible
perfección, no existiendo en nuestra historia literaria sino
gloriosas individualidades y no poesía nacional propiamente
dicha. Uno de los rasgos prominentes de nuestros poetas
en todo tiempo ha sido el déla imitación, con la diferencia
de que durante el período colonial se imitaba sólo á los
españoles, mientras que después se han tomado modelos
de las diversas literaturas, por lo cual la poesía moderna
aparece menos monótona. Con la independencia, las guerras
civiles y las ideas filosóficas, se desterró el género místico;
pero á la vez el sentimiento estético se ha generalizado y
arraigado al influjo de la creación de establecimientos de
educación, de academias, bibliotecas, teatros y museos, y
por eso es muy superior el número de poetas de este siglo
con el de los anteriores. Pueden citarse los nombres de
D. Joaquín F. Lizardi, D. Francisco Manuel Sánchez de
Taglo, D. Ignacio Rodríguez Galvdn,D. I. Joaquín Pesado,
D. Manuel Carpió (lírico;, D. M. Eduardo de Goroztiza,
1). Fernando Calderón, D. Andrés Quintana Roo, D. Pablo
J. Villaseñor, D. Francisco González Bocanegra, D. Mar-
cos Arróniz, D.Juan Valle, D. Manuel Acuña, D. Antonio
Plaza, D.José Rosas Moreno;; 1). Manuel M. Flores, Manuel
Gutiérrez Nájera, D. Guillermo Prieto, D. Salvador Díaz
Mirón, D. Juan de D. Peza, D. Vicente Riva Palacio (ro-
mancero), D. José Peón Contreras (dramático), D. Justo
Sierra, D. Luis G. Urbina y D. Amado Ñervo.
Como la elocuencia nace al calor del talento y de la sen-
sibilidad siendo resultado de la convicción íntima en nues-
tras creencias, es por tanto la explosión de las pasiones
generosas y debe considerarse cual planta exótica en los
países en que la tiranía se impone sobre la razón. Por eso
la elocuencia política y parlamentaria no se cultivó en
México sino después de la independencia. Brillaron en el
548 PKREZ VERDÍA
Congreso en diversas épocas D. Manuel Crescendo Rejón,
1>. Prisciliano Sánchez, D. Juan D. Cañedo, D. Lorenzo de
Zavala, D. JoséM. Olaguíbel, D. Luis de la Rosa, D. José
M.Mata, D. Ponciano Arriaga^ D. Guillermo Prielo, D.Ma-
nuel M. de Zamacona, D. F. Hernández y Hernández,
D. Francisco Bulnes, D. Salvador Díaz Mirón, D. Justo
Sierra, distinguiéndose en primer término D. Manuel Gró-
mez Pedraza, D. Mariano Otero, D. Sebastián Lerdo de
Tejada y D. Ignacio M. Altamirano.
En la oratoria sagrada alcanzaron alto renombre los
señores Obispos D. Juan Cayetano Portugal, Fr. Manuel
de S. Juan Crisóstomo Nájera. D. C. Munguía, D. Juan
B. Ormaechea, y D. Ignacio Montes de Oca.
Durante la centuria que termina, la pintura, que no se
satisface con la exactitud plástica de una cámara fotográ-
fica, sino que reclama las inspiraciones del genio y la espi-
ritualidad del pensamiento para elevar y embellecer la na-
turaleza, ha estado, lo mismo que la escultura y la música,
á un inferior nivel del que ha alcanzado nuestra literatura.
Sin embargo han merecido justos elogios los notables pin-
tores D. José Antonio Castro, D. Felipe Gutiérrez, D. Sa-
lomé Pina, D. Félix Parra, Ocaranza y Velasco. Consór-
vanse con estimación las esculturas de Perusquía, D. Vic-
toriano Acuña, Guerra y D. Manuel Contreras, alcanzanda
merecido renombre la estatua en bronce de Cuauhtemoc
en el Paseo de la Reforma, obra del señor D. Miguel No-
reña, y la tumba de Juárez en el Panteón de S. Fernando,
ejecutada por los hermanos Islas.
Parece por esto que tanta sangre y tantas lágrimas no se
han vertido inútilmente; ¡ojalá que desaparezcan comple-
tamente del hermoso cielo mexicano los nublados de la
discordia, y se opere una reconciliación entre lodos sus
hijos; que Dios bendiga á la Repúbhca y le conceda Paz.
Y Libertad ! ! !
FIN
APÉNDICE
RECTIFICACIONES HISTÓRICAS
El señor Conde de Charencey acaba de publicar en París,
en el boletín bibliográfico de la Revue des questions historiques
(tomo XL, págs. 329 y 330) (1), un ligero juicio crítico sobre mi
(1) a Compendio de la Histomia de México, desde sus primeros tiempos
HASTA LA CAÍDA DEL SEGUNDO IMPERIO, fot' el licenciado Luis Pérez Verdia.
Guadalajara, 1883, en 8.» de 346 p.
« Se nota desde hace algunos anos una verdadera reacción científlca en
México, y hay en este país un importante movimiento intelectual. Hasta
hoy había sido dirigido en el sentido de las ciencias naturales y mate-
máticas. La aparición de la presente obra merece ser saludada como un
síntoma de feliz augurio. ¿ No debemos ver en ella el signo precursor de
una nueva corriente que llevará los espíritus á los estudios históricos y
etnográficos? El autor ha querido hacer, no lo que se llama vulgarmente
progresar la ciencia, sino solamente dar á la juventud mexicana nociones
exactas y suficientemente extensas de los acontecimientos de que la
Nueva España ha sido teatro desde los tiempos más remotos hasta la
época presente.
« Tenemos la satisfacción de reconocerlo : el objeto que se propuso el
docto profesor, lo ha obtenido realmente, y su resumen merece pasar por
muy bien hecho. La lectura de su Compendio aprovechará no sólo á los
habitantes de México, sino también al que se ocupe de historia general y
del pasado del género humano. Sin embargo, podríamos hacer notar al-
gunos ligeros errores, inevitables por otra parte, en un trabajo de esta
naturaleza. Así, es erróneo que cuente en el número de las plantas culti-
vadas por los antiguos habitantes de México (p. .">!), el dátil y el plátano-
Estos dos vegetales son, según toda apariencia, de importación extran-
550 PÉREZ VCRDÍA
Compendio de la Historia de México, que me obliga á hacerle
algunas observaciones por el interés que siempre liene la rec-
tificación (le las apreciaciones históricas, principalmente cuando
se trata de nuestro país, tan .poco conocido todavía hoy en
Europa.
Las bondadosas frases con que el crítico saluda la aparición
de mi insignificante libro y los inmerecidos elogios que le tri-
buta, obligan en gran manera mi reconocimiento para con éf,
demostrando al mismo tiempo una vez más, que la indulgen-
cia es patrimonio de las personas versadas en las ciencias y en
las letras. El señor de Charencey tiene ya adquirido un nombre
ilustre entre los americanistas por sus profundos conocimien-
tos en la historia antigua del nuevo continente, de lo que dan
testimonio irrecusable Les Cites Votanides, notable trabajo
comparativo de la antigua y nueva geografía yucateca, su es-
tudio mitológico sobre Quetzalcoatil, sus Textes en langue
tarasca^ etc.
jera, y su introducción en Amórica no se remonta más allá de la época
del descubrimiento. Es de sentirse también que el autor no haya dicho
casi nada de la historia de los yucatecos, de sus costumbres y de su reli-
gión. La península de Yucatán, cuyos habitantes podían pasar en tiempo
de la conquista por la raza más civilizada del Nuevo Mundo, continúa sin
embargo, siendo parte integrante de México.
« Todo esto no ve sino á la parte científica de la obra. Una palabra nos
resta que decir con respecto al espíritu con que está redactada y á las
IcadenciaEi del autor. Adit'to á la fornin republicnna y k las ideas üvan-
iftdüs, no es sin emíjargo lo que líamariaDios en Krancia un anticímcal.
Asi reprueba las medidas ve jn tocias de qm^ fue objclo la Gonapama de
Jesús, y reprueba, aüemáü su expulsión {\k ±^'¿'1: deplora la ejtlenswJii y
los pro^Tcsüg de la l>anc-m asoné ría. Por otra parle, no pudríanlos admi-
tir el elof'io f|ue haré del cura Tlidiilgo, el promotor, ó mejur dicho, uno
délos promotores de la insurrección conlra la dominación española* Ha-
ciendo á un lado toda cuestión política y uMcional, pjite saferdote que*
arraslnidíj por un gi^upo de í'evülucionrjrjüíí lan enemigos de la religión
católica como del rey de España, toniobu el mando de tos insurgentes*
(Jcjándolo*í por debilidad enU'í jsíaníP á luda cía se de excesos y mostrán-
dose couiítantemenÉe general muy mediano, nos parece muy poco digno
de simpatía. Evidentemente, el pnlriotismo ciega ligeramenle á nuestro
autor, eu la relación que nos Imcc de la campaña de San Joan de Ülúay
de la primera gueTra de los francúses en México. Que el ejercito mexicano
díó entonce-í pruebas de bravura, no \q negamos; pero esto no impide
■■-<',
HISTORIA DE MÉXICO 551
El escritor de la Revue empieza por reconocer que se ha ope-
rado en México una verdadera reacción cientíOca, y espera que
la aparición del Compendio sea un signo precursor de que la
historia y la etnografía del país ocuparán la atención que su
importancia reclama. En efecto, es de desearse que así suceda;
pero no es la publicación de mi libro la que marca esa nueva
marcha : obras de verdadera importancia han aparecido antes
que la mía para honra de las letras mexicanas. El iniciador de
esa escuela crítico-filosófica lo fué el erudito don José Fer-
nando Ramírez, á cuyo impulso es debido el estado de ade-
lanto en que hoy se encuentra tal ciencia. El señor don Joaquín
García Icazbalceta, bibliógrafo incansable y juiciosísimo, ha
enriquecido la literatura nacional con verdaderas joyas que-
yacían en el polvo de los archivos, rectificando con su publi-
cación mil errores y estimulando á ese interesante estudio, ora
con su inapreciable Colección de Documentos para la Historia
de México^ ora con su Don fray Juan de Zumárraga, En 1880
qiie nuestro país se haya visto obligado por la negación de justicia de su'
frobieriio á pedir reparación por las armas.
« La indignación que causa al señor Verdía la insurrección de Tejas y su
anexión á los Estados Unidos, nos parece difícil de comprender. ¿ Acaso
los téjanos no tenían el mismo derecho para separarse de México, que los
mejicanos para levantarse contra la dominación española? El autor elogia
igualmente con todas sus fuerzas la resistencia de Puebla al ejército
francés, y pone el heroísmo de los poblanos muy por encima del de los
defensores de Metz y de Strasbourg. Imposible nos es también, en este-
punto, ser de su opinión. Los habitantes de Puebla no han hecho, en rea-
lidad, sino una guerra de barricadas, sin intentar una verdadera salida,
lo que indica que eran hombres poco avezados al fuego. Además nuestros
compatriotas, por un sentimiento de humanidad llevado hasta el escríi-
pulo, se rehusaron á bombardear la ciudad y se resignaron á tomarla,
por decirlo así, casa por casa. Se sabe, por el contrario, de qué manera
procedieron los alemanes en nuestras ciudades fronterizas. Si, pues,
aquéllas no resistieron tanto como Puebla, fué porque la resistencia era
materialmente imposible, y no podría atribuirse nunca su rendición á la
falta de bravura de nuestros soldados.
" Tales son las reflexiones que nos sugiere la lectura del libro del señor
Verdía. Algunas críticas, á las que nos parece da lugar, no impiden en
nada reconocer su mérito; así es que podemos citarlo como el mejor re-
sumen de la historia de México que se haya publicado hasta hoy.
« Conde de Charbncey. »
632 PÉREZ VERDÍÁ
se publicó en el segundo tomo de la fíütoña de los Indios dé
Nueva España de! padre Duran, un notable estudio del señor
Chavero sobre lacrouología^ organización política, social y re-
ligiosa de los pobladores de Análiuacj que, enriquecido con
abundante fondo y buena forma, ba venido á transformarse
afios despuíís en la Historia Antigua de la importante publica-
ción denominada M¿rir.o á través de hs siglos. El mismo en-
tendido historiador había va publicado en 1S75 su opiuión
acerca del calendario aztecatU uno délos nuevos trabajos ar-
queológicos más interesantes.
Por entonces vieron también la luz pública en cinco volú-
menes, los Esiiídios sohre la hhíQj'ia de América, sus ruinas ij
antigüedades^ del señor don M. Larráinzar, y el Compp.ndiú de la
Historia Anijijua, del modesto doctor don Agustín Rivera, así
como la Cnhiica de Tezozómoc, sacada del olvido por el señor
Vigil con numerosas adiciones y notas. Vino más tarde á acen-
tuar todavía lamnrcada tendenciado nuestros días á ese género
de literatura, la notabilísima //u/onVí Antii/ua y de la Con'
quista de lUéxico^ obra verdaderamente clásica del sabio señor
don Manuel Orozco y Berra, que con ella di 6 cima á ^us tareas^
superando las numerosas producciones que le habían ya gran-
jeado una envidiable reputación ; a^í como son también muy
dignos de especial mención los bellísimos ñecuerdos de la In-
vasión A'ortcamericana, del señor Hoa Barcena.
Como el sabio escritor lo advierte, mi libro tiene sin duda
muchos de esos ligeros errores que son casi inevitables en obras
de tal naturaleza ; pero^ con el respeto que se merece por su
grande ilustración, no creo que esté enteramente decidido que
el dátil y el plátano no sean plantas indígenas del país, y por
lo mismo no puede imputarse á error mi aserción.
El ilustre jesuíta Clavijero, verdadero restaurador de los es-
tudios Ijistáricos en México, afirma en el libro primero de su
obra inapreciable^ que, c^ además de la palma keal, superior á'
las otras por la belleza de su follaje, tienen (estas naciones) el
eocoterOi la palma de ddiihs y otras dignas de atención » ; y
como si esto no bastara, agrega en una nota : i^ Además de la
palma de dátiles pro/í^ti de aquel pai$^ nace también en él la de
Berbería, Los dátiles se venden, por el mes de juuiOj etc. o
HISTORU DE MÉXICO 553
Cierto es que Hernández de Oviedo dijo en su Sumano^ ha-
blando de las palmas, que « las que llevan dátiles, hasta ahora
no se han hallado en aquellas partes » ; pero ni tal autor estuvo
nunca en México, ni parece creíble que en las costas meridio-
nales, donde abundaban las demás palmeras, faltasen ünica«
mente las de dátiles.
En cuanto al plátano, no me parece inconveniente, para
considerarlo como americano, que sea también originario de
algunos lugares de Oriente, de donde quizá fué traído, en
ignotos tiempos; y así, á la vez que nadie duda que la tumba
de Diomedes fué adornada con un plátano, por ser el árbol
más hermoso que entonces se conocía, y que Aristóteles y sus
discípulos los peripatéticos daban sus lecciones en Atenas á la
fresca sombra de dichos árboles, botánicos distinguidos hay
que lo suponen, al menos en alguna de sus múltiples varie-
dades, originario del nuevo continente. Entre otros el señor
Montserrats y Archs, al tratar del Plat. variété Angulosa Spach,
afirma que « esta variedad, que es rara en las plantaciones,
parece propia de la América Septentrional ». [La Creación^
tom.VlI, pág. 52i) (1).
El mismo Clavigero da á entender que el plátano ó banana
es indígena, pues afirma que en virtud del testimonio de Oviedo,
que refiere fué traído de las Canarias á La Española por fray
Tomás Berlanga por el año de 1516, esa fué su opinión al prin-
cipio.
Dado el fin de mi humilde libro, me bastarían para funda-
mento en todo caso conceptos tan autorizados y probables.
Por lo que hace á las cuestiones de apreciación en que el cri-
terio del señor conde difiere del mío, les concedo la mayor im-
portancia y no puedo menos que lamentar el juicio que tan
distinguido escritor se ha formado del padre de nuestra inde-
(1; Garcilaso de la Vega, el Padre Acosta y otros escritores de grande
autoridad afírman que el plátano en distintas de sus variedades se culti-
vaba en México antes de la llegada de los españoles y el Barón de Hum-
boldt dice terminantemente : a Es indudable que el plátano que varios
viajeros dicen haber visto silvestre en Anboino, Giloto y en las islas
Marianas, se cultivaba en América desde antes de la llegada de los euro-
peos. »
^
S5i PÉKEZ VERÜIA
peadencia, juicio que no dudo, ha sido extraviado por la es-
cuela declamatoria y apasionada de Alamán y de Arrangoiz.
No intentaré siquiera justificar ios errores políticos y princi-
palmeute militares en que incidió don Miguel Hidalgo y Cos-
tilla, y que lo hacen acreedor á lacaliHcación de « general muy
mediano » que se le aplica : pero ni él fué nunca enemigo de
la relií^ión católica, ni merece pocas simpatías á pesar de sus
debilidades* Para juagar al benemérito Qura de Dolores, es
preciso remontarse á la época en que vivió y apreciar todo el
valor y la abnegación que liubo menester para desafiar el om-
nímodo poder del gobierno virreinal, fuerte por sus numerosos
elementos y mas aiín por el prestigio de suautoridad. El padre
de la independencia mexicana, disfrutaba de una brillante
posición social y sabía que « los autores de semejantes em-
presas no gozan del fruto de ellas " ; á pesar de lo cual ge lanzó
á la revolución dispuesto a sacriíkar aun su propia vida en
aras de una idea eminentemente simpática y ci vibradora : ¡ la
independencia de un pueblo I
No se diga que jamás pensó en eso y se aduzca como prueba
el grito de « Viva Fernando Vil n que repetía en todas partes ;
porque aquel caudillo asienta terminantemente en la declara-
ción que rindió en su proceso al ser preguntado sobre los mó-
viles de su levantamiento : w que estaba persuadido de que la
independencia sería ütil al reino i>, y si no se atrevía, por
temor de que fuese impoUtico en una sociedad atrasada, á su-
primir el nombre del popukir (aunque indigno) rey de España,
debe notarse que aun anos después, el libertador don Agustín
do Iturbide proclamaba el reinado de Fernando Yll.
Por último, bastaría en mi concepto para la gloría de Hidalgo
y para hacerlo merecedor de las simpatías do propios y extra-
ños, considerar que él fué el primero que en nuestra Repü-
blica abolió la esclavitud, proclamando á la faz del mundo la
igualdad de los hombres.
El mismo César Cantó ba incurrido, por ignorar este hecho,
en un lamentable anacronismo, atribuyendo al archiduque
Miiximiliano la noble energía de la supresión de la esclavitud ;
y Lincoln que la abolió en los Estados Unidos, lo hizo cincuenta
años después que nuestro héroe.
fflSTORIA DE MÉXICO 555
También es de sentirse que el estimable crítico confunda la
noble causa de nuestra independencia con la bastarda de los
téjanos, suponiendo que éstos tenían el mismo derecho para
separarse de México que el que los mexicanos teníamos para
insurreccionarnos contra España ; porque mientras á nosotros
nos guiaba el deseo de formar una nacionalidad, ellos no tenían
más móvil que el de enriquecerse adquiriendo terrenos á la
sombra del pabellón de las estrellas ; y mientras la Nueva Es-
paña era una nación con vida y elementos propios, los téjanos
rebeldes eran unos colonos extranjeros que empezaban por
faltar á su contrato.
Estos hechos son tan notorios, que los mismos hombres de
Estado y escritores americanos, guiados por el sentimiento de
su honradez han calificado con los términos más duros la con-
ducta de Texas y de los Estados Unidos : tengo citado á Clay
en mi Compendio : ahora me refiero al general Grant, que en
sus memorias se expresa de esta suerte : « Texas fué primiti-
vamente un Estado perteneciente ala República de México...
Aunque era un imperio por la extensión de su territorio, estaba
muy poco poblado, hasta que lo fué por americanos, quienes
recibieron autorización de México para colonizarlo. Estos colo-
nos no hicieron caso del gobierno supremo, é introdujeron la
esclavitud en aquel Estado, sin embargo de que la Constitu-
ción de México ni sancionaba entonces, ni sanciona ahora esa
institución.
^ « Pronto establecieron un gobierno propio, y comenzó la
guerra entre Texas y México, de nombre solamente, hasta 1836,
cuando las hostilidades casi cesaron con la captura de Santa
Anna, el presidente de México. Antes de mucho, sin embargo,
el mismo pueblo que había colonizado á Texas con permiso de
México y había establecido allí la esclavitud y en seguida se
había independido, tan pronto como se sintió bastante fuerte
para hacerlo así, se ofreció como un Estado de los Estados
Unidos, y en 1855 su oferta fué aceptada. La ocupación, sepa-
ración y anexión, fueron desde el principio del movimiento,
hasta su consumación final, una conspiración para adquirir
territorio, en el cual la Unión americana pudiera formar Esta-
dos esclaveros. Aun en caso de que la anexión hubiese sido
'^iZ^'^i^m
556 PÉREZ VERDÍA
justificada, la manera en virtud de la cual se obligó á México
á hacer la guerra después, no podría serlo. »
La Tribuna de Nueva York, refiriéndose á la Historia de
México publicada recientemente por el laborioso señor Bancroft,
dice.á este respecto : « Su historia, escrita por un americano y
basada sobre el más cabal estudio de todos los documentos y
archivos que se han dado á luz, es una vigorosa acusación
contraía administración del presidente Polk, en cuanto ala
deliberada mala fe y siniestro intento de parte de los Estados
Unidos en el asunto todo. En su descripción de Taylor y de
Scott en México, el señor Bancroft da tan vivas y brillantes
pinturas de los encuentros habidos entre las partes conten-
dientes, que la vergüenza de la perfidia del gobierno americano
se olvida, atendiendo á la admiración que reclama la galantería
de sus agentes. Indudablemente las batallas de la guerra mexi-
cana, en un sentido militar, son gloriosas para las armas ame-
ricanas, porque las tropas mexicanas pelearon con bravura,
capitaneadas por jefes competentes, y en algunos de los últi-
mos encuentros, la resistencia debe haber sido casi tan reñiday
desesperada como las más ensangrentadas luchas entre el Norte
y el Sur. El resultado de esta i njusta guerra fué que México fuese
despojado de casi la mitad de su territorio por haber resentido el
robo df< Texas. »
Con tales testimonios acerca de la justicia de México en
aquella inicua y desgraciada guerra, espero que el señor de
Charencey podrá ya explicarse mi indignación.por aquel suceso,
no obstante mi adhesión á la causa de la independencia de mi
patria del gobierno español.
En cuanto á mis apreciaciones sobre el sitio de Puebla y el
elogio que en su concepto hago con todas mis fuerzas de su
defensa contra el ejército francés, poniendo el heroísmo de sus
defensores muy por encima del de los que defendieron á Metz
y Strasbourg, séame lícito manifestar á mi distinguido y bené-
volo contradictor, que admiro cadrí día más aquellas jornadas
que reputo gloriosas para el ejército mexicauo, y que no he
querido nunca disminuir el murito de los soldados franceses
que, valientes y patriotas, han llenado con sus numerosas le-
gendarias victorias los anales militaros del mundo. No ha sido
á
HISTORIA DE MÉXICO ' 557
jamás ésa mi intención : sólo he querido hacer resaltar la abne-
gación de nuestros humildes caudillos con la perfídia de los
traidores mariscales del imperio, instrumentos de la ambición
de Napoleón III, y al hacer esto he partido de los datos oficiales
por los cuales Bazaine, el defensor de Metz y el invasor de
México, fué declarado traidor por su gobierno y condenado
á degradación y muerte. He dicho en mi Compendio : « La de-
fensa dé Puebla, que estaba mal fortificada, por un ejército
improvisado, ¿ las órdenes de un patriota cuya profesión no
era la militar, contra un ejército tres veces más numeroso, tan
aguerrido y notable como era el francés, es uno de los hechos
más gloriosos de la historia patria ; hecho que no supieron
imitar los mismos franceses en su guerra con Prusia, en la
cual se rindieron Strasbourg-y Metz, las plazas más fuertes de
Europa, á los treinta y ocho días la primera y á los setenta y
dos días la segunda, á pesar de que sus defensores tenían abun-
dantes elementos é igualaban en número á los sitiadores. »
Para convencerse de que no me ha guiado un sentimiento apa-
sionado como hijo de México, transcribo el siguiente párrafo,
traducido de un artículo publicado tres meses hace en París
por el escritor Ranc en la République Frangaise, en el que se
hacen ¡guales comentarios : « ¡ Oh I sí, los trágicos recuerdos
de la expedición de México son dolorosos para el patriotismo
francés. El 17 de mayo de 1863, después de una enérgica re-
sistencia de tres meses, se rendía la ciudad de Puebla defen-
dida por el general Ortega, antiguo abogado. Por orden suya
el ejército mexicano clavó sus cañones, destruyó su material
de guerra, quemó sus banderas. Después escribió Ortega al
general Forey que la plaza estaba á su disposición y que se en-
contraba con los oficiales de su ejército en el palacio episcopal,
donde esperaba sus órdenes. Es sensible que en 1870, algunos
de los que mandaban las plazas fuertes atacadas por los prusia-
nos^ no se hubiesen inspirado en este ejemplo dado por un abo-
gado mexicano. »
Por lo demás, no participaré nunca de la opinión del señor
conde, de que el sitio de Puebla « no fué en realidad sino una
guerra de barricadas que no indica soldados habituados al
fuego », ni que sus compatriotas por un sentimiento de gene-
558 PÉREZ VERDÍA
rosidad llevado hasta la exageración no quisieron bombardear
la ciudad ;pues todos los datos que existen proclaman la inexac-
titud de semejantes aseveraciones.
El emperador Napoleón, en carta fechada en Fontainebleau
á 12 de junio de 1863, le decía á Forey, á quien ascendió á ma-
riscal por aquella guerra de barricadas : « Sé perfectamente
cuánta previsión y energía han necesitado los jefes y soldados
para llegar á este importante resultado. Mostrad en minombre
al ejército toda mi satisfacción ; decidle cuánto aprecio su per-
severancia y su valor en una expedición tan lejana, donde ha
tenido que luchar contra el clima, contra la dificultad de los
lugares y contra un enemigo tanto más obstinado, cuanto que
ha estado engañado con respecto á mis intenciones. »
Esta sola carta sería suficiente, así como la alegría que en
toda Francia causó la noticia de la toma de Puebla, para de-
mostrar la grande importancia de aquel hecho de armas ; pero
para más abundamiento y prescindiendo siempre de datos
mexicanos que podrían tacharse de parciales, copio las si-
guientes líneas de Mr. Niox, capitán del ejército expedicionario
y autor de la obra titulada : VExpédition de Mexique, por las
cuales se verá también que si los sitiadores de Puebla no la
bombardearon con el mismo rigor que emplearon los alemanes
con las fortalezas francesas, no fué por un sentimiento de huma-
nidad llevado hasta el escrúpulo, sino porque menos previsores
que aquéllos, carecían de los elementos necesarios.
« Se discutió en este consejo de guerra (7 de abril), dice el
autor citado : 1° Si sería preciso, en vista de la superioridad de
la artillería enemiga, suspender los ataques y esperar la llegada
de cañones de grueso calibre. — 2° Si sería necesario suspender
el sitio, mantener sólo vigilancia sobre Puebla y marchar sobre
México. — 3" Si sería preciso aun abandonarla observación de
Puebla y llevar sobre México todo el ejército. »
Ese* consejo se celebró precisamenle cuando acababan de
obtener el primer triunfo, apoderándose del fuerte de San
Javier después de un bombardeo y de un asalto reñidísimos.
Añade el historiógrafo francés : « Se pensó en dirigir contra los
fuertes de Totimchuacan y del Carmen un ataque análogo al
que había hecho caer á San Javier,., ; pero el comandante de
HISTORIA DE MÉXICO 559
la artillería manifestó lemores de que la provisión de muni-
ciones fuese insuficiente para este doble ataque. Era preciso
resignarse á seguir estos pasos tan lentos y mortíferos hacia
el centro de la plaza. No se tenían más que 600 kilogramos de
pólvora de minas y no se podía pensar en hacer una guerra
subterránea. En este primer período las pérdidas habían sido
de un oficial general muerto, siete oficiales muertos, 39 heridos,
56 soldados muertos y 443 heridos. »
. Conste por tanto cuál fué la verdadera causa de que no hu-
biesen hecho cenizas la ciudad. Á pesar de esto, he aquí la
descripción que hace de la derrota que sufrieron en el barrio
de Santa Inés el 25 de abril : « Se dio la señal : las ocho piezas
de la batería de brecha hicieron una salva de metralla y las
columnas se lanzaron al combate. La de la derecha, compuesta
de cuatro compañías del tercer batallón del 1** de zuavos,
estaba mandada por el jefe de batallón Melot ; la de la
izquierda, compuesta de otras cuatro compañías del mismo
cuerpo, era conducida por el capitán Devaux. El enemigo
había disminuido sus fuegos; pero apenas comenzaron á
desembocar las columnas, cuando los muros, las ventanas y
las azoteas se cubrieron de tiradores. Más de 2.000 mexicanos
concentraron sus tiros sobre el estrecho espacio por donde se
presentaban los asaltantes y donde la marcha se hacía difícil
por los escombros de los muros caídos y por los obstáculos
acumulados. Los zuavos avanzan en medio de una nube de
balas : la columna de la derecha alcanza hasta la reja ; la de la
izquierda la pasa y llega hasta las construcciones del convento :
en este momento el enemigo redobla el fuego. Las columnas
se detienen aplastadas : el ataque no puede continuarse sin
grandes é inútiles sacrificios ; se dio la orden de retirada, pero
muy pocos de aquellos bravos soldados volvieron á sus líneas.
Este terrible asalto había costado en la columna de la izquierda,
á más de la pérdida de 10 oficiales, nueve muertos ó dispersos ;
en la de la derecha un oficial muerto, dos dispersos y cinco
heridos; 27 soldados muertos, 127 heridos y 176 dispersos.
Más tarde se supo que á estas cifras hubo que agregar
130 hombres prisioneros, entre los cuales se contaban siete
oficiales. Habían combatido como leones^ dice la relación del
^¿^
560 PÉREZ VERDÍA
general Ortega. — Á consecuencia de este nuevo desastre, el
general en jefe convocó luego á los generales de división y á
los comandantes de artillería : era la cuarta vez que en esta
guerra de las calles las tropas se estrellaban contra obstáculos
invencibles ; cada una de estas veces su derrota (insuccés)
había sido pagada con la sangre de sus mejores soldados. »
(Págs. 271 y 272.)
Difícil es, en verdad, si no imposible, apreciar de un mismo
modo hechos trascendentales que afectan aún el sentimiento
patriótico de los diversos críticos, de suerte que nada extraños
son los aludidos juicios del señor de Charencey, quien, llevado
por otra parte de sus sentimientos de simpatía á nuestro país
y de indulgencia hacia el autor del Compendio , lo exalta y elogia
mucho más de lo que su insignifícancia merece, y aplaude en
el libro el desarrollo que va tomando en México la afición á
los estudios científicos y literarios, que por fortuna va substi-
tuyendo en nuestra prensa á las infructuosas diatribas políti-
cas.
Rectificados los referidos hechos, crea el señor conde que
atenderé en la próxima edición que estoy preparando su justa
indicación sobre el silencio que guardé en la primera, acerca
de la civilización yucateca, y reciba las públicas muestras de
mi agradecimiento por los bondadosos conceptos con que ha
favorecido mi humilde libro, y que constituyen uno de sus más
preciados elogios.
Luis Pérez Verdía.
i
•^■1^
ÍNDICE
Páginas.
Advertencia. .'..,. ix
Real Academia de la Historia xvii
PRIMERA PARTE
Capítulo primero. — Primeros pobladores de América. — Su origen.
— Cómo vinieron del antiguo continente. — Primeros habitantes
de México. — Yucatán ; escritura y civilización de los maya ; guerras
y tradiciones. — Los tolteca. — Su monartiuia 1
Capítulo segundo. — Los chichimcca. — Su origen y civilización. —
Se establecen en Tennyucán. — Llegada de tribus más adelantadas.
— Monarquía de Acolliuacán. — Usurpación de los tecpaneca. . . 1.5
Capítulo tercero. — Restauración de la monarquía de Acolhuacán.
— Nczahualcoyotl. — Nezahualpilli. — Tltimos reyes 25
Capítulo cuarto. -- Las familias nahuatlacas. — Su peregrinación.
— Fundación de Tenochtitlán. — Monarquía mexicana. — Sus
primeros reyes. — Creación del reino de Tlacopán. — Célebre
alianza 31
Capítulo quinto. — Elección de Moteculizoma llliuicamina. — Sus
campañas. — Inundación de Tenochtitlán. — Célebre carestía de
víveres. — Introdúcese el a^^ua de Chapoltepec. — Axayacatl. —
Conquista de Tlatelolco. — Tizoc. — Ahuizotl. — Dedicación del
templo mayor. — Con<iuista de Quauhlematlán 43
Capítulo sexto. — Motecuhzoma 11. — Sus campañas y conquistas.
— Su corte. — Supersticiones y presagios. — Estado en que en-
contraron los españoles las naciones de Anáhuac. — División te-
rritorial, población y costumbres 54
Capítulo séptimo. — Contribuciones, idioma y religión. — Organi-
zación social y política. — El Tlacatecüctli. — El Cihuacoatl y el
Tlatocán. — El ejército 70
Capítulo octavo. — Monarquía de Michihuacán. — Primeros pobla-
dores. — Diferentes reyes. — Civilización. — Origen del nombre
tarasco 82
36
563 ÍNDICE 4.
G4víti;lo rfuVE?íu. — El tiempu enivtí los haliitRíile^ de Anáhuí^c. —
Bl día y sus horíis. — Loa días del mes, — Notable cújiipulu dei
luio, — Meses da {[ue se fornifiba. — í^alendario, — El siglo. —
Plcstais cíclicas. — Nuxnevación hablada, — Num eme inri e.srrita. ^6
SEGUNDA PAUTE
Capítl'uo J'Himehü. -- Los hombres del Noñe. — Sus doseubrímicn-
los. — Viajen en el síiuOo ii. ^ Cristóbal Colón. — Su educaiñóny
pnmeroa .inoí<. — Í5us Irabajoa. .,.-,,.*,- ^ ..,, , 100
HapÍtlilo sti-LríDO. ^- Viajes de Cob^n* — Sus iDÍortunios y su uuiei'te.
— Isabd la Católica. — Línea Alejandriua. — Diversos viajes y
eitpl o radones. — EsiJÍrítu de cüní[uitítfi. ,*...* ^ ,.,,, - IH
GAi'ÍTrJLo TShccuo. ^- Diet^o Velázqucí Gnbe mador de Cuba. — Pri-
1)11^ ms íifios de Hernán Corles. -^ Descubrimientos de las costis
mí»3ti canas por Ek^rnilndeE de OírdobFi y Juan de üiijalva. — Prepa-
rali vos p?ii'a la cumíui^líi. — i)Íy¿^Ti!ito de Ye liliquea y Cortés p —
Cti?:ümcL Viu aLin y Tabasícu. — Jerúnimo de Aguilítr y do fia Ma-
rina- — Fiiodaciiín de Veracruz.. . . ^ » , , ^ , * . Í3l
Capítulo cuarto . -* Establecímíínilo del Ayuntamiento de Vemcruí.
^- Los pan: I riles de Vehistnoez. — CorUJíi loij castiga y destruye
sus naves. ' — Emiiarío^ de MulÉcuh^oina. — Los totonaca. — Com-
píiiía conlm los tlaxcalUfCa, — Sumisión de esta Re póblicai*- Viaje
á Tenocíilítlán, — Hecatombe en Gholollán. — Entrada á México . IH
Caí^ítclo ^juifíTO. — Visita de l^ortésáMolí^culizoma y reconucimiento
de la ciudad. —Tesoro de AxuyacatL — Sucesos de Nahulla. —
Prísiión de Wotccuhzotüa, — Injusto y atroi^ suplicio á^ Guauhpo-
poca. — Sumísiun del monarca aziecntl al rey de Espaiía, — Pulí-
Qlo de \arv[ie}s ........ 154
CAi*ÍTirLO SKXTo. — V^uolre Cortés á Méxieo. — Honíble matanza de
Alvarndu. — lusurrecriün de la capitLd. — Muerte de Jlotecuh-
jiouia. — CuitÍEihuaclím. — Ni>che IriMe, -— Batdla de f)tumpan . lt>3
l^vrÍTULo séi'Tiwj. — Cuítlaliuactdn. — ■ Su corto y glorioso rein,'\dai
— Terrible epidemia de [na víruelfis. — Cortes en Tlascíria. —
Refuerííos que recibe. — ííomprimt de Tepeacrt. — Fuíidnciñn do
Segura de la Frontera. — Cuaubtí^moetzín. — J* roe ara inCit límenle
la iinifjo de los de su rojtri. — Sfílidn de los coni[uiatartorcs de
Tlaxcíila. — Campaña del valle de Mt^ítico. — Muerte de Xícoten-
ca.lL — Comienza el sitio de TenocUtíllán * lia
Capítulo octavo. — Combates ífuranle eL sitio. — Derrota de los
coníjuist adores, — Corles prisionero. — Se resisten los sitiados
4 capitular* ^ La peste y el hambre. — ÜUimos nsaltos. ^ Es
heciio prisioflero el emperador Cuauhtemoc. —Toma de lu capital.
— Suplicio de loá reyes prisioneros í^
^T"
ÍNDICE 563
Páginas.
Capítulo noveno. — Ligeras consideraciones sobre la conquista de
México y sobre la persona del conquistador. — Cristóbal de Tapia.
— Reedificación de la ciudad. — Expedición de las Hibueras . ^ 195
TERCERA PARTE
Capítulo primebo. ■— Gobierno de los tenientes del Capitán general.
— Graves trastornos. — Vuelta de Hernán Cortés. — El Licenciado
Ponce (le León. — El Licenciado Aguilar. — Los oficiales reales.
— Llegada de los primeros misioneros. ^ Sus heroicos trabajos. 209
Capítulo seo un no. — Llegada de la primera Audiencia. —Sus graves
abusos. — Controversias con el cloro. — El señor Don Fray Juan
de Zumárraga. — Vuelta de Cortés. — La segunda Audiencia. —
Conquistas de Ñuño de Guzmán 217
Capítulo tercero. — Llegada del primer virrey. — Su adminis-
tración. — Nuevos descubrimientos de Cortés. — Insurrección de
'la Nueva Galicia. — Muerte de Pedro de Alvarado.* — Viaje del
Virrey. — Fuodación de Valladolid. -— Traslación de la ciudad de
Guadalajara. — Las nuevas leyes 22.5
Capítulo cuarto. — Don Luis de Velasco. — Crea el tribuneil de la
Santa Hermandad y establece la Universidad. — Inundación de
México. — Abdicación de Carlos V y jura de Felipe 11. — Descu-
brimiento de Filipinas. — Muerte del Virrey. — La Audiencia. —
Célebre conjuración del marqués del Valle. — Don GasU'm de
Peralta. — El visitador Muñoz. — Don Martín Enríquez de Al-
manza. — Establecimiento • de la Inquisición. — La epidemia. —
Don Lorenzo Suárez de Mendoza 236
Capítulo quinto. — El señor don Pedro Moya de Contreras. — El
tercer concilio mexicano. — Don Alvaro Manrique de Zúñiga. —
Sus cuestiones con la audiencia de Guadalajara. — Don Luis de
Velasco II. — Don Gaspar de Zúñiga y Acevedo. - Nuevas explo-
raciones. — Felipe III. — Trabajos literarios del siglo xvi. — El
-Marqués de Montes Claros. — Nueva inundación de la capital . . 245
Capítulo sexto. — Vuelta de Don Luis de Velasco. — Insurrección
de los negros. — La Audiencia. — Honúbles asesinatos. — El Mar-
tines de Guadalcázar. — Felipe IV.— Don Diego Carrillo y Pimentel.
— Sus tareas y controversias con el arzobispo Pérez de la Serna. —
Tumulto de 1624. — Lo que resultó en la pesquisa que se formó . . 252
Capítulo séptimo. — El Marqués de Cerralvo. — Terrible inundación.
— Período de tiempo señalado á los virreyes. — Don Lope Díaz de
Armendáriz. — El marqués de Villena. — Independencia de Por-
tugal. — Es depuesto el virrey por el visitador. — Don Juan de Pa-
lafox. — El Conde de Salvatierra. — Célebre representación del
A^nmtamiento de México. — Escándalos en Puebla. — El obispo
de Yupatán. — Autos de fe. — Don Luis Enríquez de Guzmán . . 239
^"^w
564 ÍNDICE ''
Páginas.
Capítulo octavo. ;— Don Francisco Fernández de la Cueva. — El
Marqués de Ley va. — Sus cuestiones con el clero. — Derrota de los
ingleses en Yucatán. — Don Diego Osorio Escobar. — El Marqués
de Mancera. — Garlos II y la Regencia. — Auto de fe. t- El Duque
de Veraguas. — Don Fray Payo de Rivera, — Don Tomás Antonio
de la Cerda. — Saqueo de Veracruz. — El tapado. — El Conde de
Monclova 267
Capítulo noveno. — Don Gaspar de la Cerda Sandoval. — Derrota
de los franceses en Santo Domingo. — Muerte de don Fernando
Valenzuela. — Serio motín por la escasez de víveres. — Sor Juana
Inés de la Cruz. — Don Juan de Ortega y Montañez. — El Conde de •
Moctezuma y Tula. — Don Garlos de Sigüenza y Góngora. — Pro-
gresos intelectuales. — Muerte de Garlos II. — Felipe V. — Guerra
de sucesión en España. — Don Juan Ortega por segunda vez. —
Desastre de la flota española en Vigo. — El segundo Duque de
Alburquerque 274
Capítulo décimo. — El Duque de Linares. — Don Baltasar de Zúñiga.
— Don Juan de Acuña. — Abdicación de Felipe V y muerte de
Luis 1. — Don Juan Antonio de Vizarrón. — ElDuquede la Con-
quista. — Don Pedro Cebrián y Agustín. — Cae en poder del corsario
Anson la nao de Filipinas. — Don Francisco de Güemes y Hor-
casitas. — Muerte del rey Felipe V y jura de Fernando VI. — El
Marqués de las Amarillas. — Don Francisco Cagigal de la Vega.
— Muerte de Fernando VI y exaltación de Garlos 111. — El Mar-
qués de Cruillas. — Visita de Don José de Gálvez 28i
Capítulo undécimo. — Don Carlos de Groix. — Expulsión de los je-
suítas de todos los dominios de España. — Moünes y cuestione?
que originó. — Don Antonio María de Bucareli. — Fundaciones de
establecimientos útiles y embellecimiento de la capital. — Don
Martín de Mayorga. — Don Matías de Gúlvez. — Célebre dictamen
del Conde de Aranda sobre la independencia de las colonias his-
• panoamericanas. — Don Bernardo de Gálvez. — Construcción del
palacio de Ghapultepec 288
Capítulo duodécimo. — Don Alonso Núñezde Ilaro. — Don Manuel
Antonio Flores. — El segundo Conde de Revillagigedo — Su no-
table administración.— El Marqués de Branciforte. — líonMif.T2cl
José de Azanza. — Hombres notables del siglo xviu. — iJon E^'élix
Berenguer de Marquina. — Primeras conspiraciones. — Don José
de Iturrigaray. — Su conduela. — Sucesos de España. — Fer-
nando VU. — Prisión del virrey y su familia á9&
Capítulo décimo tekcio. — Don Pedro Garibay. — Consecuencias de
la prisión de Ilurrigaray. ~ Ideas de independencia. — Breveí
consideraciones acerca del gobierno colonial. — Causas át Ja eman-
cipación. — El arzobispo don Francisco Lizana. — Don FraíídsCO
Vencgas ílH
ÍNDICE 565
CUARTA PARTE
Página».
Capítulo primero. — Conjuración de Querélaro. — El señor cura
don Miguel Hidalgo y Costilla. — Pronunciamientt) en Dolores.
— Marcha para San Miguel. — Entrada de ios independientes
en Guanajato y toma del castillo de Granaditas 318
Capítulo segundo. — Medidas que se tomaron contra la insurrección.
. —Contestación de Hidalgo á las censuras eclesiásticas — Ocupa-
ción de Vallad olid. — Su marcha sobre México. — Batalla y triunfo
del Monte de las Cruces. — Derrota de Acúleo. — Triunfa Torres
en Zacoalco y ocupa á Guadalajara. — Establece en esta ciudad
Hidalgo su gobierno. — Toma de Guanajuato por Calleja. — Ho-
rribles asesinatos y fusilamientos. — Batalla de Calderón — Se
dirigen á los Estados Unidos los caudillos insurgentes. — Deponen
á Hidalgo en el mando militar y lo confieren á Allende. — Trai-
ción de Elizondo. — Son hechos prisioneros y fusilados 325
Capítulo tercero. — Gloriosa retirada do Rayón de Saltillo á Zaca-
tecas. — Su marcha para Michoactán. — Junta de Zitáeuaro. — El
señor Cura 1). José María Morelos — Sus campañas. — Célebre
sitio de Cuaulla. — Sitio de Huajuapán. — Derrotas de Chiapa y
' Aculcingo. — Rápida expedición de Morelos sobre Oaxaca. — Don
Félix María Calleja. — Se establece el Congreso insurgente en Chil-
pancingo. — Declaración de la ind(;|)endcncia de México. — Derrota
de Valladolid. — Derrota y prisión de Morelos en Tcsiiialaca. —
Su proceso y su muerte 338
Capítulo cuarto. — Disolución del Congreso en Tehuacán. — Con-
tinúa la guerra de independencia. — Don Juan Ruiz de Apodaca.
— Defensa de la isla de Mexcala. — Primer sitio de Cóporo. —
Don Francisco Javier Mina. — Su marcha para el interior. — Sus
extraordinarias victorias. — Heroica defensa de Sarda en Soto la
Marina. — Sitio del Fuerte del Sombrero y del de los Remedios.
— Asalto en el Vcnadito. — Es hecho prisionero Mina y fusilado. 3*>0
Capítulo quinto. — Continuación de la guerra. — Se proclama la
constitución en España. — Plon de la Profesa para oponerse á ella.
— Don Agustín de Iturbide. — Se le da la comandancia del Sur y
sale á campaña. — Se pone de acuerdo con Guerrero en Acatem-
psun. — Plíin de Iguala. — Medidas del Virrey para contrariarlo.
— Es secundado en muchas partes. — El ejército realista depone
al señor Apodaca y nombra á don Pedro Novella. — Don Juan
O'Donojú. — Tratados de Córdoba. — Entrada del ejército triga-
rante en México. — Acta de independencia. — La Regencia. — La
Revolución de independencia fué republicana democrática. . . . 3o!)
Capítulo sexto. — Muerte de ODonojú. — Agregación de Guatemala. •
— Instalación del Congreso constituyente. — El gobierno español
reprueba los tratados do Córdoba. — Partidos políticos. - Procla-
SOÜ fNBICEl
niiiciíiQ Je UurbiJe como Empemilur dtó México, — Frii toroiviíión*
— ViiHüs di; tttl eh'rci(Hi hfchh. pur el CungrííSí* — tiíinta Arvnn
ppoclíimri In UiípúbUca, — EücuenLn ero e\ plívn de Catirt. Míiln. —
Kohlf condiirtK de Iturbiííe. — Sak doHlernido. — Poder E jacú üvci.
— Kiiipréstituíi, — IiiícriK deevcío i\vl átí <le nbnl de 18^ í. — Vuelln
de Ituchidc. ^ E» íi|ireheodido y hisilnón. ,,..,,,.,,,. MI
CAí'ÍTiLfi sííi'Tisío. — Coiiíítíhicínn ffdeml de 1S24. — Kl señiir ííentirtl
don nuadiibipe Viclom. — ReiididiVn ile San Jtvvn de L'lúa. —
Plan di* Monlnño. — Es electo piwn Pn^jildeole don Manuel G* Pe-
draza. — ncvohicifjTi do la Acmilada y su Iriunro. — Ll bJ^üor ^e-
Der;ii don Vícerdtí üuerpem. — IvxpL'dici'in y diiroía ilc BnUTadrjiÍT.
— Phm úi^ .hdajka. — Kl señor dmi José dr Bocanc|ü[ríi, — Pronun-
cifimlünto de Ifi capital. — El sefior ^i;ne,ml don Anaj^lasío Ünfita-
TDnülE% — riu udmin¡stivicjí>!i. ~ Trnh'um de Picfdugn y ru^iln-
üiií'rMii df?l señor üueiríU't^ ^ Es^lallíi de nm^vii k rcvoLucítVn. —
El señíír rj'i/neríd don Melcbor Mihipjizv — Conven ios de Zavaletn. .Í7(í
CapÍti-IhO octato.—^ Presidencia del señi>r general don Mamu.d G, Pl>
druiía, — riobícrnti del señar don Vab-ntin C. Farúts, ^ Pronim-
dsinitenío pnr relign'ín y fiiiTtis, — El sefmr general don Anlonio
Iaí[ící de Snnta Anna* — Plan ile Cuerna vnca. — nejn'iblicí\ (len-
tndiHta. — Kl íieñor fíe n^ ral d**ti Mitriiel Barra fían. — Derrota de
Im* fU4'rííis federales úv ¡Caítnleca.s, ~ Guerrií di- Teja ¡4. — El sefior
don JiísUi CiíiTo. — Desastre de San Jacinto. — Kl señor gntiei-al
ilon Auíi^lnsio íluslfnuíinle. — Pranuncirtmlcntos por la fedei^<*iún,
— ünerra con Francia 38y
Gajítclo noveíío. — Vuolve i?íinla Anna ¡i la Pir^idpnt?i:i, — Batnlln
de AiííijeLr y or.upaci*'m do Trompico, — El üeñor yineral dün Nieo-
^ \í\s Bríivi>. — Pfommciíi miento en la capital. — Pro nu n r i /idq.¡ en to
did genorrtl Püp deti en Guadulnjnra. — El señor dou .lavirr Eche-
vuiTÍn. — Es noiabraidn ile nuevtj Santtt Ann?L Presidcule. — Seprc-
gFiciñn y campaím del Estndtj de Yucal^rv, — El señor don Nicolás'
Bravo* ■ — Diaolncjon del Ouif^rtíso. — Hases orgjínk'fts. — YucJi-
tán, — El geTH'nd don ValeaLiü Cano I tí o, — Níjf'va iní; arrece ion
í.'n iíiiMdaLrj,irfi . , , . , : , 399
Capítulo uécimo. — El sefua* ■^enernl doa Jí'sé J* do Herrera* — Pc-
cbir'it i^in tlv la ^uerrí( ímlrc Mí^xíCí> y los Ks lados Unidos. — Pn»-
nuacirfuuentf» dí?l f^etu^rnl P;trc*deí< en Snn Ifiijs. *— E?í uoinbrado
Presidente de bi íleptiblie?). — Sii:^ tf^iif I encías paní e^lablecer l?i
monnrqnjíu — rinfrilliis de Pítb^ Allit y bt H<*snca, ^ Pronuncia-
mjtíntn MU fjtinftídrijnrií y su tHimfo, — Kl fteñor ^íenerfil don Ma-
ri ;ínr> Sjdíiíí. — Kl üííñor di Mi Vab^ntíti C6\m*i Fí\rías* — El j^enerííl
Snrdn Anni se pone n\ frente del ejército nm íoniíl. — Bfitatla tie
la Ango3liira. — Praniincianiienlf) de b>s Ptdkoíí i04
CAi>íTt;Lo uNoÉciMo. '^ Bomliardeo y t^nm d© V'erncruz. — Batalla de
Cerftí íjoriio, — Ucnpación de Puebla, ^ Defensa de la capiltiE —
í^
ÍNDICE 567
Páginas.
Batalla de Padierna y Churubusco. — Armisticio. — Molino del
Rey. — Asalto á Chapiillepec. -— Las garitas de México. — Aban-
dono de la capital. — El señor D. Manuel de la Pena y Peña. —
Ocupación de la capital por los americanos y establecimiento del
gobierno nacional en Querétnix». — El general D. Pedro María
Anaya. — Vuelta del señor Peña y Pena á la Presidencia. — • Tra-
tados de paz. — Presidencia del general Herrera. — El señor gene-
ral D. Mariano Arista. — Revolución de Jalisco 414
Capítulo dcodécüio. — Triunfo de la revolución. — El señor don
Juan B. Ceballos. — El general don Manuel M. Lombardini. —
Vuelta del general Sai\ta Anna á la Presidencia. — Dictadura mili-
lar. — - Plan de Ayutla. — Campaña del Sur. — El conde Raousset
de Boulvon. — Es nombrado Presidente el general don Juan Álva-
rez. — El señor General D. Ignacio Comonfort. — Campañas de
Puebla. — Ley de desnmortización. — Constitución federal de 18í)7.
— Elección de Presidente. — Golpe de Estado. — Plan de Tacu-
baya 431
Capítulo décimo tercero. — El señor general don Félix M. Zuloaga.
— £1 señor licenciado don Benito Juárez. — Pronunciamienlo
del 13 de marzo de 1858. — Sangrienta guerra de Reforma. — Plan
de Navidad. — El señor general D. Miguel Miramón. — Sus
triunfos. — Expedición sobre Veracruz. — Batalla y fusilamientos
de Tacubaya. — Expide Juárez las leyes de Reforma. — Tratados
Mon-Almonte y Mac Lane-Ocampo. — Segunda campaña de Vera-
cruz. — Combate de Antón Lizardo. — Decreto &d Zuloaga depo-
niendo ú Miramón y tomando el poder. — Es aprehendido por
Miramón. — Derrota de éste en Silao. — El señor D. José Ignacio
Pavón. — Es de nuevo nombrado Presidente por una junta el
general Miramón. — Ocupacií'm de Guadalajara por las tropas
constitucionalistas. — Escandaloso contrato de Jécker. ^- Viola-
ción de la Legación inglesa en México. — Batalla de Calpulalpan.
— Fin del gobierno de Miramón 444
Capítulo dkcimo cuarto. — Ocupación do Mé.xico por el gobierno del
señor Juárez. — Fusilamiento del señor don Melchor Ocampo. —
Derrota y fusilamiento de los generales D. Santos Degollado y
D. Leandro Valle. — Ataque de Már<íuez á la capital. — Es, derro-
tad») en Jalallaco. — Decreto del Al de julio de 1861. — Interven-
ción extranjera. — Tratado de Londres. — La opinión pública en
Francia. — Desembarco de los aliados. — Convenios de la Sole-
dad. — Retirada de los ingleses y españoles. — Escandalosa vio-
lación de los preliminares de la Soledad 461
Capítulo déclmo oulnto. — Plan de Córdoba. — Acción de Acultzingo.
— Derrota de los franceses el 5 de mayo.— Combales de Barranca
Seca y del Borrego. — Llegada del general Forey. — Destituye á
Almonte. — Glorioso sitio de Puebla. — Ocupación de México por
568 ÍNDICE
'Páginas.
las tropas francesas. — Asamblea de notables. — Es nombrado
Emperador Maximiliano de Austria. — Juicio sobre su venida. —
Convención de Miramar. — Carácter del nuevo soberano 47.*;
Capítulo décimo sexto. — Desavenencias entre los regentes. — Lle-
gada del Emperador. — Su marcha política. — Ocupación del país
por los franceses. — Derrota de los constitucionalistas. — E.sla-
blece Juárez su gobierno en Paso del Norte y Ghihuabua. — Des-
acuerdo del Emperador con el clero. — Ley de 3 octubre de 186Z». —
Viaje de la Emperatriz á Yucatán. — Prórroga del período presi-
dencial 485
Capítulo dkcimo séptimo. — Empréstitos — La doctrina Monroe y la
intervención francesa. — Decide Napoleón abandonar á Maximiliano.
— Triunfo de los republicanos. — Salida de las tropas francesas.
— Cambio de política. — Derrota de San Jacinto. — Sitio de
Querétaro. — Aprehensión y muerte de Maximiliano y sus gene-
redes. — Toma de México. — Hestablecimiento de la Repóblica. 494
CvpÍTiLO DÉCIMO OCTAVO. — Presidencia del señor don Benito Juárez-
— Reducción del ejército. — Convocatoria. — Castigos á los impe-
rialistas. — Entrega del cadáver de Maximiliano. — Frecuentes
sublevaciones. — Partidos políticos — lleelección. — Plan de la*
Noria. — Muerte de Juárez. — El señor don Sebastii'm Lerdo de
Tejada. — Camp.iñ.i conira Lozada. — Cuestiones ferrocarrileras.
— Kevolución de Tuxtepec .512
Capítulo décimo noveno. — Actitud jurídico-revolucionaria del Pre-
sidente de la Supreina Corte. — Los decembristas. — Batalla de
Tecoac. — El Sr. Gral. D. Porfirio Díaz. — Rompimiento con el
partido legn lista. — Sale de la República el Sr. Iglesias. — Go-
bierno Tuxtepecano. — Dificultades. — Sublevación del vapor de
guerra LihevtuiL — Concesiones ferrocairileras, — Agitación elec-
toral.— El Sr. (¡ral. D. Manuel González. — Motín del níquel.. —
La deuda inglesa. — Reformas legislativas 523
Capítulo vioksimo. — El Sr. Gral. D. Porfirio Díaz durante sus cuatro
períodos consecutivos. — Deuda pública. — La Unión de Centro'
América. — El caso de Cutting. — (^onspiraci('»n do García de la
C.idena. — Cf)ngr»!So de Instrucción f)úblic.i, — El Centenario de
América. — Desavenencias con Gunlemaia. — Coronación de la
iin.'igen de Xtra. Sra. de Guadalupe. — Alentndo de Arroyo. —
Consolidarión de la drutla. — .Nueva reelección j . . . . 532
Capítulo vic.ksimo píumkro. — Ef^tado actual del país : población,
ferrocarriles, lelegraf«»s, producción minera, capital, presupuestos.
Movimiento literario : historiadores, literatos, poetas, oradores,
artistas 542
AphNLucE. — Rectificaciones históricas 549
PARÍS. — LIBRERÍA K IMPRE.XTA DE L\ VD* DK CH. BOURET.
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